Variación lingüística y contacto de lenguas en el mundo hispánico: In memoriam Manuel Alvar 9783865279095

Especialistas en lingüística, análisis del discurso, dialectología, sociolingüística, historia de la lengua, gramática y

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Variación lingüística y contacto de lenguas en el mundo hispánico: In memoriam Manuel Alvar
 9783865279095

Table of contents :
Índice
Presentación
Mirada personal a la dialectología de Manuel Alvar
El español internacional: valoración actual y usos específicos
Sobre la normalización lingüística en Andalucía: antecedentes y perspectivas
Actitudes lingüísticas hacia la norma del español en América tras la Independencia
Modelos idiomáticos, codificación de usos y prescriptivismo
Puntualizaciones críticas sobre los procesos de koineización, criollización y estandarización
La marcación de carácter normativo en el primer diccionario de la Real Academia Española: léxico proprio vs. improprio
Criterios para la clasificación de los fenómenos de contacto. Viejas y nuevas propuestas para el contexto catalán-español
Cuando las lenguas no eran un problema. El contacto lingüístico en la Castilla medieval
De la Geografía Lingüística y la Dialectología Tradicional a la Geolingüística y la Dialectología Pluridimensional. El Atlas Multimedia de Prosodia del Espacio Románico (AMPER): Andalucía y Extremadura
“Lengua” y “gramática” a examen. Conocimiento explícito e implícito en la adquisición de español y alemán como segundas lenguas
Algunos apuntes acerca de la cuestión de la “hibridez” y de la “dignidad” de las lenguas iberorrománicas
Lenguas en contacto: los límites de la convergencia gramatical
Interacción de factores fonéticos y gramaticales en la variación fonológica: la elisión de /d/ intervocálica en la variedad de los hablantes universitarios en la ciudad de Málaga
La construcción ecolingüística del contacto de lenguas (español y lenguas amerindias)
La perspectiva variacionista en el estudio de la (des)cortesía verbal
La variación en la modalidad. El caso de por favor
Con tanto, Dios Nuestro Señor os guarde. Estudio variacional de pragmática histórica
La variación lingüística en los elementos de la enunciación
¿Variación textual = variación sintáctica? El caso de las condicionales en la época alfonsí
La variación léxica en el discurso periodístico. Motivaciones y problemas
Estrategias discursivas del mensaje empresarial: el comunicado de prensa
El lenguaje periodístico como catalizador del cambio lingüístico: la pérdida de la defectividad verbal en agredir
“Cada una, oyes, tenemos nuestras limitaciones”: la variación lingüística en la prensa española actual
Sobre el léxico del siglo XII
En torno a la variación lingüística en la producción lexicográfica
Lengua y cultura populares. Las denominaciones tradicionales de los monumentos megalíticos
Estudio sociolingüístico del léxico de la vestimenta en el habla andaluza
De variación léxica: las denominaciones de la Coccinella septempunctata en la geografía lingüística hispánica
El campo de la alimentación en la norma lingüística culta de Sevilla y de Las Palmas de Gran Canaria: léxico compartido

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Yolanda Congosto Martín Elena Méndez García de Paredes (eds.) Variación lingüística y contacto de lenguas en el mundo hispánico In memoriam Manuel Alvar

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Lengua y Sociedad en el Mundo Hispánico Language and Society in the Hispanic World Editado por / Edited by Julio Calvo Pérez (Universitat de València) Luis Fernando Lara (El Colegio de México) Matthias Perl (Universität Mainz) Armin Schwegler (University of California, Irvine) Klaus Zimmermann (Universität Bremen)

Vol. 27

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Yolanda Congosto Martín Elena Méndez García de Paredes (eds.)

Variación lingüística y contacto de lenguas en el mundo hispánico

In memoriam Manuel Alvar

Iberoamericana • Vervuert • 2011

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La publicación de esta obra ha sido posible gracias a la financiación recibida por las siguientes entidades e instituciones: Ministerio de Ciencia e Innovación, Dirección General de Investigación, Subdirección General de Proyectos de Investigación: Proyecto de I+D+i Atlas Multimedia de prosodia de Andalucía oriental, occidental y Extremadura (AMPRAE) (Ref.: FFI2008-03572/FILO). Junta de Andalucía (Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa), Plan Andaluz de Investigación, Proyectos de Excelencia de la Junta de Andalucía Conciencia lingüística y sus usos idiomáticos en la Andalucía de la era de la información (Ref.: P08-HUM-03561). Incentivos de Carácter Científico y Técnico. Convocatoria 2/2007 (Ref.: 2/2007-IAC07-I-1489). Departamento de Lengua Española, Lingüística y Teoría de la Literatura, Facultad de Filología, Universidad de Sevilla.

© Iberoamericana, 2011 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2011 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt a. M. Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-555-8 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-602-5 (Vervuert) Depósito Legal: Diseño de la cubierta: Michael Ackerman Fotografía de la portada: Manuel Alvar realizando una encuesta en Pacho, municipio del Departamento de Cundinamarca (Colombia), capital de la Provincia de Rionegro (fines de septiembre de 1972) Impreso en España Este libro está impreso integramente en papel ecológico blanqueado sin cloro

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ÍNDICE

Yolanda Congosto Martín Elena Méndez García de Paredes Presentación .............................................................................................................

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Manuel Alvar Ezquerra Prefacio Mirada personal a la dialectología de Manuel Alvar ...........................................

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VARIACIÓN LINGÜÍSTICA, NORMA Y POLÍTICA LINGÜÍSTICA

Eva Bravo García El español internacional: valoración actual y usos específicos ...........................

49

Pedro Carbonero Cano Sobre la normalización lingüística en Andalucía: antecedentes y perspectivas ..........................................................................................................

73

Martha Guzmán Actitudes lingüísticas hacia la norma del español en América tras la Independencia ..............................................................................................

89

Elena Méndez García de Paredes Modelos idiomáticos, codificación de usos y prescriptivismo ............................. 111 Juan Carlos Moreno Cabrera Puntualizaciones críticas sobre los procesos de koineización, criollización y estandarización ............................................................................... 135 Stefan Ruhstaller La marcación de carácter normativo en el primer diccionario de la Real Academia Española: léxico proprio vs. improprio ............................... 161 VARIACIÓN SOCIO-DIALECTAL Y CONTACTO DE LENGUAS

José Luis Blas Arroyo Criterios para la clasificación de los fenómenos de contacto. Viejas y nuevas propuestas para el contexto catalán-español ............................. 177

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Rafael Cano Aguilar Cuando las lenguas no eran un problema. El contacto lingüístico en la Castilla medieval ............................................................................................ 199 Yolanda Congosto Martín De la Geografía Lingüística y la Dialectología Tradicional a la Geolingüística y la Dialectología Pluridimensional. El Atlas Multimedia de Prosodia del Espacio Románico (AMPER): Andalucía y Extremadura ...................................................................................... 219 Christoph Ehlers “Lengua” y “gramática” a examen. Conocimiento explícito e implícito en la adquisición de español y alemán como segundas lenguas ...................................................................................................................... 251 Johannes Kabatek Algunos apuntes acerca de la cuestión de la “hibridez” y de la “dignidad” de las lenguas iberorrománicas .......................................................... 271 Carmen Silva-Corvalán Lenguas en contacto: los límites de la convergencia gramatical ........................ 291 Juan Andrés Villena Ponsoda, Francisco Díaz Montesinos, Antonio M. Ávila Muñoz, M.ª De La Cruz Lasarte Cervantes Interacción de factores fonéticos y gramaticales en la variación fonológica: la elisión de /d/ intervocálica en la variedad de los hablantes universitarios en la ciudad de Málaga ..................................... 311 Klaus Zimmermann La construcción ecolingüística del contacto de lenguas (español y lenguas amerindias) .............................................................................. 361

VARIACIÓN SINTÁCTICA Y ANÁLISIS DEL DISCURSO

Esperanza R. Alcaide Lara La perspectiva variacionista en el estudio de la (des)cortesía verbal ................. 391 M.ª Ester Brenes Peña La variación en la modalidad. El caso de por favor ............................................. 417 Marta Fernández Alcaide Con tanto, Dios Nuestro Señor os guarde. Estudio variacional de pragmática histórica .......................................................................................... 439 Catalina Fuentes Rodríguez La variación lingüística en los elementos de la enunciación ............................... 461

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Olga Julián Mariscal ¿Variación textual = variación sintáctica? El caso de las condicionales en la época alfonsí .................................................... 489

VARIACIÓN LINGÜÍSTICA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Juan Manuel García Platero La variación léxica en el discurso periodístico. Motivaciones y problemas .............................................................................................................. 517 Elena Leal Abad Estrategias discursivas del mensaje empresarial: el comunicado de prensa .................................................................................................................. 531 Araceli López Serena, Lola Pons Rodríguez El lenguaje periodístico como catalizador del cambio lingüístico: la pérdida de la defectividad verbal en agredir .................................................... 545 Ana Mancera Rueda “Cada una, oyes, tenemos nuestras limitaciones”: la variación lingüística en la prensa española actual ........................................... 561

VARIACIÓN LINGÜÍSTICA Y LÉXICO

Manuel Ariza Viguera Sobre el léxico del siglo XII ...................................................................................... 583 M.ª Auxiliadora Castillo Carballo En torno a la variación lingüística en la producción lexicográfica ..................... 595 M.ª Dolores Gordón Peral Lengua y cultura populares. Las denominaciones tradicionales de los monumentos megalíticos .............................................................................. 611 Rosario Guillén Sutil Estudio sociolingüístico del léxico de la vestimenta en el habla andaluza ................................................................................................................... 631 Josefa M.ª Mendoza Abreu De variación léxica: las denominaciones de la Coccinella septempunctata en la geografía lingüística hispánica ........................ 647 Juana Santana Marrero El campo de la alimentación en la norma lingüística culta de Sevilla y de Las Palmas de Gran Canaria: léxico compartido ........................................ 679

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PRESENTACIÓN Este libro, Variación lingüística y contacto de lenguas en el mundo hispánico, es fruto de los trabajos expuestos y sometidos a debate en el Coloquio Internacional in Memoriam Manuel Alvar, celebrado en Sevilla en noviembre de 2007, en el que se trataron temas relacionados con cuestiones científicas que el homenajeado analizó con pasión y rigurosidad durante su vida académica. De este modo, las colaboraciones que aquí se publican estudian desde diferentes perspectivas de análisis los hechos lingüísticos en relación con las variedades y registros del español, los procesos de normalización y estandarización de la lengua, su presencia en la enseñanza y en los medios de comunicación, así como diversos aspectos derivados del bilingüismo y el contacto de lenguas en el mundo hispánico. En consonancia con las distintas líneas de trabajo, los artículos se han agrupado en diferentes bloques temáticos que dan unidad al conjunto y permiten una progresión desde lo más general a los análisis más específicos de la variación, condicionados por el entorno situacional, discursivo, sintáctico y semántico en el que aparecen. *** El primero de estos bloques está constituido por aquellos trabajos que de una u otra manera giran en torno a los conceptos de variación lingüística, norma y política lingüística. Desde hace unos años se viene insistiendo en la importancia de distinguir dos tipos de procesos de convergencia lingüística no siempre bien diferenciados. En este sentido, el análisis que Juan Carlos Moreno Cabrera realiza en su artículo de tres conceptos-clave de la lingüística contemporánea, koineización, criollización y estandarización, clarifica la separación que debe operarse entre procesos naturales y aquellos otros, artificiales, que se basan en una planificación intencionada y que, por tanto, tienen un carácter teleológico. A lo largo del trabajo, el autor intenta cuestionar la afinidad o incluso identificación que muchos autores ven entre los procesos de koineización y estandarización, procesos para él claramente distintos y esencialmente opuestos.

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Por su parte, el llamado “español internacional” también entra dentro de estos procesos no naturales de convergencia lingüística. Se trata de un proceso de estandarización lingüística que se planteó inicialmente como lengua de los medios de comunicación hispánicos —para el empleo de la lengua española en contextos que trascienden las fronteras nacionales de los países de habla hispánica (películas, doblajes, series de televisión, televisión internacional, mundo editorial, etc.)— , pero que hoy podemos encontrar en espacios discursivos diferentes — como el amplio mundo de los negocios y la enseñanza del español como segunda lengua— . Eva Bravo García se ocupa aquí de diseñar las líneas generales de su uso actual y sus relaciones con las modalidades dialectales peninsulares en los ámbitos referidos. El peso de una larga tradición de selección y fijación de la variedad estándar ha actuado en muchas ocasiones como superestrato nivelador de las variedades internas de la lengua, a la par que ha marcado los usos regionales como disidencias, es decir, como derivaciones presuntamente “incorrectas” o “vulgares”. Los cambios operados en la ideología lingüística impiden ya juzgar los usos idiomáticos con esas valoraciones casticistas y puristas. Sin embargo, en una comunidad lingüística como la española, a las labores de codificación y de selección de usos se les plantean en la actualidad algunos problemas prácticos cuando intentan conciliar la existencia de un ideal de lengua pluricéntrico con otro panhispánico. Elena Méndez G.ª de Paredes realiza en su trabajo un acercamiento descriptivo a los conceptos de “modelo idiomático”, “codificación de usos” y “prescriptivismo” implicados en el estatus de las variedades del español y en el comportamiento sociolingüístico de los hablantes. Sobre la cuestión de la normalización lingüística en Andalucía trata el artículo de Pedro Carbonero Cano. Tras una delimitación conceptual, el autor pasa a valorar las propuestas y actuaciones realizadas por los distintos agentes sociales implicados en el asunto (instituciones, profesionales de los medios, docentes, filólogos, sociólogos, políticos, investigadores y ciudadanos en general), especialmente desde finales de los años setenta hasta nuestros días. Termina su aportación con un análisis de las investigaciones sociolingüísticas realizadas sobre la modalidad lingüística andaluza y sus aportaciones al tema objeto de estudio. También desde un punto de vista histórico se abordan diferentes cuestiones relativas a la codificación del español y a las actitudes lingüísticas de algunos hablantes ante la norma prescriptiva. En este sentido, el análisis de las marcas y valoraciones sociolingüísticas que aparecen recogidas en el Diccionario de autoridades

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Presentación

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no podía faltar en una sección sobre variación lingüística, norma y política lingüística. Como se sabe, uno de los principales motivos que impulsaron la fundación de la Real Academia Española fue la preocupación por el buen uso de la lengua: “limpiar”, “castigar” y “dar censura” a todas las manifestaciones lingüísticas que amenazaran la pureza de la lengua, y “desterrar” o al menos “dar a conocer los abusos introducidos”. Stefan Ruhstaller, al analizar el contenido de la obra lexicográfica propiamente dicha, observa que los fundadores de la Academia se mostraron sorprendentemente generosos ante el uso real del léxico, pues fueron muy pocas las palabras que sufrieron “destierro” y muchas las que fueron acogidas con benevolencia aun sin pertenecer al habla culta y cortesana; actitud que hizo posible que centenares de dialectalismos, voces “bajas” (incluidos términos de germanía), expresiones populares y coloquiales — no pocas ajenas a la norma de la primera mitad del siglo xviii— quedaran de este modo codificadas. De las actitudes lingüísticas hacia la norma, y aun hacia la misma lengua española, habla Martha Guzmán al analizar la etapa que sigue a las guerras de independencia hispanoamericanas; período histórico que se caracteriza por la publicación de numerosos trabajos que tienen como eje central el reflexionar sobre posibles actuaciones hacia la propia lengua (cómo se debe hablar, quién o qué decidirá sobre lo correcto o lo idóneo, etc.) y que se suscitan por la convivencia de las variedades americanas del español con diversas lenguas amerindias en un considerable número de hablantes. El debate acerca de la(s) lengua(s) o variedades que convenía(n) a las nacientes repúblicas hispanoamericanas permite analizar el papel que desempeñaron las lenguas indígenas en este contexto, así como las actitudes que ante la lengua española y sus variedades se perciben en diferentes regiones de América y los criterios de autoridad que tuvieron las reformas lingüísticas u obras preceptivas de la época. *** El segundo grupo de contribuciones lo integran ocho trabajos que afrontan desde perspectivas distintas el tema de la variación socio-dialectal y el contacto de lenguas. Si partimos de la base de que “una lengua histórica de cierta entidad [...] no es nunca primariamente unitaria [...] no es siquiera, comúnmente, una sola ‘lengua’: suele ser un conjunto de ‘lenguas’ históricamente conexas, que, en parte, coinciden y, en parte, difieren unas de otras” (Coseriu 1990: 54), los conceptos de hibridez y purismo adquieren una especial relevancia. Johannes Kabatek analiza esta

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situación desde tres perspectivas distintas: la lingüísticamente “objetiva”, la subjetiva del hablante y la de aquellos que opinan sobre estas cuestiones sin formar parte ellos mismos de los grupos afectados, lo que puede derivar en actitudes de solidaridad y en actitudes demagógicas. Del plurilingüismo en la Castilla medieval trata el estudio de Rafael Cano Aguilar. En él se rastrean las huellas de la coexistencia de lenguas en los testimonios escritos, como reflejo del sentir y del pensar de las gentes castellanas ante la diversidad lingüística, para llegar a la conclusión de que ni en la regulación jurídica ni en el relato de las batallas o los poblamientos hablar de manera distinta se sentía como un obstáculo, como una dificultad para la actuación, ya que por encima de las diferencias ocasionales que se observaban parece predominar la visión de que todas ellas formaban un conjunto y compartían una misma herencia; eran solo muestras de una misma realidad lingüística: “lengua de España” o “lengua de latín”. José Luis Blas Arroyo se detiene en el contacto de lenguas en el discurso bilingüe español-catalán y estudia determinados fenómenos sistematizados de acuerdo con su mayor o menor alejamiento de la gramática —y la norma— del español: fenómenos de interferencia tipo A —aquellas unidades o rasgos cuya procedencia directa del catalán parece más indiscutible y, por tanto, se hallan más alejados de las posibilidades gramaticales y normativas del español— , fenómenos de interferencia tipo B —aquellos que, pese a su origen interferencial más que probable, suponen al mismo tiempo un menor alejamiento de las posibilidades estructurales del español general— y fenómenos de convergencia lingüística entre los que es posible discernir, al mismo tiempo, diferencias estructurales y sociolingüísticas relevantes. También sobre el contacto de lenguas trata el trabajo de Carmen Silva-Corvalán, pero en este caso centrado en la situación del español y el inglés en los EE.UU. La autora presenta datos que apoyan la hipótesis de que los cambios que afectan al español como lengua no oficial y su posible convergencia gramatical con el inglés están fuertemente condicionados por la estructura tipológica del español. Desde una perspectiva social, propone que los fenómenos lingüísticos constatados en situaciones de bilingüismo de sociedad requieren un modelo explicativo más complejo que el propuesto por Thomason & Kaufman (1988) y demuestra que en situaciones de contacto solo elementos estructuralmente compatibles pueden transferirse de una lengua a otra. Por su parte, Klaus Zimmermann expone la base de su teoría constructivista del contacto de lenguas, que postula que todos los factores que influyen en la

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producción y recepción de enunciados pasan por la percepción y la construcción cognitiva del individuo, de ahí que la peculiaridad de los contactos no se pueda explicar como una simple correlación entre factores “externos” (macrosociales, históricos, socioeconómicos o políticos). Para “descubrir” las causas se debe rehacer la construcción cognitiva de la situación de contacto por los sujetos (a nivel individual y colectivo) lo que presupone métodos cualitativos. Para verificar su hipótesis el autor se centra en la historia del español en Hispanoamérica y estudia casos de resultados divergentes del contacto entre el español y las lenguas amerindias. Por último, Christoph Ehlers se acerca a los procesos de adquisición y enseñanza de una segunda lengua, en concreto, de español y alemán, centrándose en el binomio entre conocimiento explícito e implícito de las reglas gramaticales. Referencia fundamental en su análisis es el estudio longitudinal de Dile et al. (2000) con 200 sujetos francófonos aprendientes de alemán, aún muy poco conocido en el ámbito hispánico, pero no por ello menos relevante. En el ámbito de la variación socio-dialectal se sitúa la aportación de Juan Andrés Villena Ponsoda, Francisco Díaz Montesinos, Antonio M. Ávila Muñoz y M.ª de la Cruz Lasarte Cervantes que estudia la variación de /d/ intervocálica en una muestra de hablantes universitarios de la ciudad de Málaga. El trabajo se enmarca en el Proyecto PRESEEA y pone de manifiesto la interacción entre los condicionamientos gramaticales y fónicos tradicionalmente considerados en el estudio del debilitamiento y elisión de las realizaciones aproximantes de /d/ en español de España y América. Los resultados muestran la existencia de un conflicto entre una tendencia regular hacia la elisión en el entorno más propicio (vocal tónicavocal átona) y una tendencia conservadora de la información léxica. La interacción de los factores internos y externos (aquí, la edad, la situación y el sexo) apunta en el sentido de que son los jóvenes de este grupo los que van a la cabeza en la elisión de /d/, frente a lo que se ha detectado en otras partes. En el marco del Proyecto Internacional AMPER, Yolanda Congosto Martín se acerca al nivel suprasegmental, con un estudio geolingüístico descriptivo y comparativo de la prosodia de tres áreas dialectales del español, al tiempo que presenta la puesta en marcha de un nuevo atlas lingüístico, el Atlas Multimedia de Prosodia de Andalucía y Extremadura. En este sentido, las investigaciones realizadas ratifican la existencia de diferencias interdialectales regulares y características que atestiguan que: 1) Las diferencias basadas en la entonación están circunscritas geográficamente y, quizá, también socialmente. 2) Los hablantes son

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conscientes de esas diferencias. 3) Un número limitado de rasgos entonativos es el que permite reconocer el tipo de dialecto geográfico al que pertenece el interlocutor, independientemente de que el español como idioma presente rasgos y elementos suprasegmentales comunes (reglas de acentuación, ritmo, estructura prosódica, velocidad elocutiva, etc.), lo que pone de manifiesto que, en efecto, desde el punto de vista sociolingüístico y dialectal, la entonación da cuenta de aspectos propios del hablante como individuo (edad, sexo, extracción sociocultural, procedencia geográfica, etc.). *** El tercer bloque agrupa trabajos relacionados con otro de los aspectos determinantes en el estudio de la variación lingüística: los tipos de discurso y tradiciones genéricas que condicionan o restringen la aparición de ciertos elementos sintácticos y estructuras discursivas. Dos de ellos abordan el tema desde un punto de vista histórico: Olga Julián Mariscal analiza en obras jurídicas de la época alfonsí ciertas estructuras sintácticas que expresan condicionalidad y que han recibido escasa atención por parte de los gramáticos, precisamente por ser más propias de un género discursivo concreto y estar prácticamente ausentes en otros. Marta Fernández Alcaide, trasladada al siglo xvi, realiza un estudio variacionista de pragmática histórica de dos estructuras: la locución conjuntiva del nivel oracional “con tanto que” y la expresión “con tanto”, documentadas en textos privados y empleadas siempre como estructurador de cierre: “Con tanto, Dios Nuestro Señor os guarde”, características de un género epistolar. Los tres trabajos que completan este capítulo tienen como objetivo la variación lingüística en el ámbito de la enunciación: Catalina Fuentes Rodríguez estudia los límites confusos de las unidades que apuntan a las características del decir y los operadores modales o argumentativos, para determinar si el paradigma de unidades empleadas por los hablantes presenta un funcionamiento opositivo bien estructurado lingüísticamente o si, por el contrario, son meras variantes de expresión. El campo específico seleccionado es el de la ejemplificación, por ser uno de los menos estudiados y donde el sistema parece estar sometido a tensiones de diverso tipo.

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M.ª Ester Brenes Peña analiza la expresión “por favor” como un caso de variación en el nivel modal, pues en función de determinados factores puede actuar como atenuador de la fuerza ilocutiva de los actos directivos de mandato y petición, mitigando la imposición causada al interlocutor, o como un elemento modal de rechazo que expresa desacuerdo o molestia por las acciones y/o enunciados del interlocutor. Como colofón, Esperanza R. Alcaide Lara apuesta por la necesidad de aplicar una perspectiva variacionista al estudio de la (des)cortesía en que se tengan en cuenta estratos socioculturales y generacionales, así como factores contextuales y situacionales, pues, a partir del análisis comparativo de diversos tipos de discurso ha observado que lo que para unos grupos es cortés, para otros es descortés, y para otros absolutamente neutro. *** La preocupación por los usos normativos y estilísticos del español en los medios de comunicación, consustancial al propio género dada la heterogeneidad de usos y de tipos de discurso que caracteriza a la lengua del periodismo, es el eje central de este nuevo apartado, dedicado a la variación lingüística y medios de comunicación. En este sentido, los usuarios no sólo se encuentran con usos léxicos y gramaticales propios del español estándar, sino también con otras variedades funcionales. Desde estas premisas, Juan Manuel García Platero centra su trabajo en la variación léxica al analizar el empleo y la posterior sociodifusión de determinados léxicos sectoriales así como las causas varias a las que obedecen. Un hecho de variación surgido por las especiales necesidades comunicativas del discurso periodístico es analizado por Araceli López Serena y Lola Pons Rodríguez. Se trata del fenómeno que afecta en la actualidad a determinados verbos defectivos que se han visto obligados a completar su paradigma, pese a las restricciones fonológicas que históricamente han operado y a su tradicional condena normativa (“abolir”, “agredir” y “transgredir”). La necesidad de estos usos ha provocado cambios en la consideración normativa de este rasgo (de la condena en libros de estilo a la aceptación). El trabajo de Ana Mancera Rueda atiende al empleo que la prensa española actual hace de los enunciados en apariencia suspendidos, sincopados o incompletos, las acumulaciones paradigmáticas, los marcadores discursivos de reformulación y el uso recurrente de muletillas, especialmente presentes en las columnas de

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opinión y que, lejos de ser considerados como resultado de la falta de destreza del redactor y mucho menos como reflejo de una mayor comodidad o de una supuesta economía comunicativa, tienen una clara función estilística: oralizar conversacionalmente estos textos escritos, dada la carga discursiva interaccional orientada hacia el enunciatario de muchos de ellos. Con la intención de determinar cómo el lenguaje influye en el modo en que se configura la imagen pública de una empresa, Elena Leal Abad lleva a cabo un estudio sobre los comunicados de prensa en el que se analizan las estrategias lingüísticas que se emplean en su redacción para la captación de espacio informativo en los medios de comunicación. *** El apartado de variación lingüística y léxico se inicia con el trabajo de Manuel Ariza Viguera que, tras varios años de investigación sobre la lengua del siglo xii, se acerca a los primeros elementos léxicos escritos en romance; en su mayoría de origen latino pero también procedente de otras lenguas — voces prerromanas, germanismos, arabismos, galicismos y occitanismos— , como muestra de la interrelación que siempre se ha establecido entre lengua y cultura en este ámbito. M.ª Dolores Gordón Peral, siguiendo la estela del profesor Alvar, introductor y máximo exponente en el ámbito hispánico de la corriente metodológica “palabras y cosas”, analiza las denominaciones tradicionales de los monumentos megalíticos. La lectura del trabajo nos permite constatar dos hechos significativos: uno, el importante papel que adquiere la toponimia como fuente de información, al brindar para este tipo de realidades los materiales más copiosos; dos, cómo en muchos casos estas fueron bautizadas con designaciones basadas en el léxico de la lengua general, poniendo de manifiesto la actitud y las asociaciones que evocaban. En esta misma línea, Josefa M.ª Mendoza Abreu centra su estudio en las denominaciones que recibe la Coccinella septempunctata en la geografía lingüística hispánica, así como en las motivaciones que subyacen en cada acto de creación léxica, la estructura denominativa, los campos semánticos en los que estas se encuadran, las áreas de localización y su presencia/ausencia en el Diccionario académico o en otros tipos de documentación. Rosario Guillén Sutil realiza en su artículo un estudio sociolingüístico del léxico de la vestimenta en el habla andaluza y, en especial, en el habla culta de Sevilla,

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para lo que se sirve de la información que ofrecen las revistas de moda de origen nacional. Contrasta los datos obtenidos con los que se recogen en el ALEA, en el volumen 14 de la colección Sociolingüística andaluza y en el DRAE. Por su parte, Juana Santana Marrero compara el léxico del campo de la alimentación en la norma lingüística culta de Sevilla y de Las Palmas de Gran Canaria con el objetivo de conocer el léxico compartido por los hablantes cultos de las dos capitales mencionadas. Esta investigación se inserta dentro del Proyecto de estudio coordinado de la norma lingüística culta de las principales ciudades del mundo hispánico. Por último, M.ª Auxiliadora Castillo Carballo dirige su atención a la variación lingüística en la producción lexicográfica. A lo largo del estudio se pone de manifiesto cómo las diferentes obras lexicográficas han tratado siempre de reflejar la variación con marcaciones en la microestructura, a veces discutidas y discutibles. En la actualidad, esta información se ha intentado mejorar y las tendencias giran en dos direcciones básicas, la sincrónica y la panhispánica. En este sentido, se analizan con detenimiento cada una de las marcas pertenecientes a las distintas lenguas funcionales. *** En su conjunto, los trabajos de este libro contribuyen, por una parte, al estudio de las variedades lingüísticas del español desde diferentes perspectivas y, por otra, al análisis de los efectos sociales y lingüísticos que la convivencia de tales variedades puede producir, en especial en los casos de tensiones y conflictos derivados de la jerarquización que inevitablemente suele darse entre ellas o entre variedades de lenguas distintas que ocupan un mismo espacio. Con las aportaciones de todos los autores a esta obra colectiva, el Departamento de Lengua Española, Lingüística y Teoría de la Literatura quiere rendir un sincero homenaje a Manuel Alvar López, en cuya memoria se celebró el coloquio “Variación Lingüística y Contacto de Lenguas en el Mundo Hispánico” en noviembre de 2007. Un acercamiento personal al hombre y a su obra lo hace su hijo Manuel Alvar Ezquerra, a quien desde aquí agradecemos que haya hecho público un Manuel Alvar para muchos desconocido. Las expresiones de gratitud deben hacerse extensivas a todos aquellos — personas, organismos e instituciones— que han hecho posible que esta obra vea la luz: a la Universidad de Sevilla, a la Facultad de Filología, y al propio Departamento de Lengua Española, Lingüística y Teoría de la Literatura, no sólo por las continuas muestras de apoyo para con nuestra labor de organización y edición

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del coloquio o por la ayuda económica que nos ofrecieron, sino sobre todo por la confianza que depositaron en nosotras al brindarnos el honor de desempeñar esta tarea tan gratificante. A nuestros compañeros y colegas de otras universidades, por haber contribuido con su participación a que este libro sea una realidad. A la Junta de Andalucía, Consejería de Innovación Ciencia y Empresa (Plan Andaluz de Investigación), y al Ministerio de Ciencia e Innovación, Dirección General de Investigación, Subdirección General de Proyectos de Investigación, por las ayudas económicas concedidas. A Klaus Zimmermann, Catedrático de la Universidad de Bremen, por el interés que desde un primer momento mostró por esta obra y por su publicación en la editorial Vervuert-Iberoamericana, en la colección Lengua y Sociedad en el Mundo Hispánico.

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MIRADA PERSONAL A LA DIALECTOLOGÍA DE MANUEL ALVAR MANUEL ALVAR EZQUERRA Universidad Complutense de Madrid

Hoy me siento en una trampa en la que he caído a sabiendas de que era así. Por ello no me queda más remedio que reconocer que el engaño ha estado bien urdido. Los organizadores de estas Jornadas se dirigieron a mí para solicitarme que hablara sobre Manuel Alvar, pues iban a realizarse en su homenaje. Sabían perfectamente que no podría negarme por las deudas de generosidad y de amistad que tengo contraídas con ellos, y con la Universidad de Sevilla, que lo distinguió con el máximo de los honores académicos, de la mano de uno de sus discípulos más fieles, Antonio Narbona. El ardid estaba hábilmente maquinado. Cuando pregunté qué es lo que tenía que hacer me contestaron que hablara de su figura científica, académica y humana, pero desde una perspectiva personal. El señuelo era atractivo, y también irrenunciable. Cuando opuse algo de resistencia —pues sabía dónde estaba—, para calmarme, me dijeron que nadie mejor que yo para hacerlo, y otros halagos bien adobados para suavizar el asunto. Les dije, y he repetido en más de una ocasión, que qué podía yo contar de mi padre, desde el punto de vista particular, que tuviera algo que ver con lo profesional, sin entrar en lo más íntimo de las relaciones personales y familiares. Sí, el asunto no es sencillo, y aquí me tienen, al parecer hecho una buena pieza. No voy a desvelar nada nuevo si digo que la vida y la obra de mi padre han girado en torno a la dialectología, en todas sus manifestaciones y con todos sus desarrollos, al tiempo que ha cultivado otros terrenos de la filología, sin lo que no se puede comprender de una manera completa su vida y su obra. Es algo bien sabido, y sobre lo que trataron en un homenaje a su figura en Zaragoza su fraternal amigo Tomás Buesa1, Manuel Ariza2, y José Jesús de Bustos Tovar3 para enmarcar su obra en la Escuela Española de Filología.

1. Buesa (2005: 245-247). 2. Ariza (2005: 219-223). 3. Bustos Tovar (2005: 207-217).

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Algunos de sus más tempranos trabajos se acercaban a las variedades lingüísticas que tenía más próximas. Los madrugadores Estudios sobre el “Octavario” de doña Ana Abarca de Bolea (Alvar 1945) son la consecuencia de un trabajo elaborado durante los estudios universitarios, un “libro de estudiante” lo llamó4. A lo largo de su vida nunca olvidó a su profesor de Literatura en aquel Instituto Goya de la Zaragoza de la posguerra, don José Manuel Blecua, quien lo alentó y ayudó para realizar su carrera, como tampoco olvidó nunca a don Francisco Ynduráin en la Universidad de Zaragoza, con quien, transcurridos los años, compartiría aulas en la Universidad Complutense5. Ambos fueron sus maestros, en lo profesional y en lo personal, y ambos lo honraron con su amistad. En aquel trabajo sobre la Vigilia y octavario de san Juan Baptista (Abarca de Bolena 1679) tuvo que vérselas con algunos de los poemas de la monja benedictina escritos en aragonés, bien es cierto que llenos de castellanismos. Son tan sólo tres, en los que el dialecto aragonés queda salpicado de habla rústica, como se hacía en el teatro. Este librito, no muy conocido, contiene la base de lo que serían sus trabajos filológicos más importantes, las ediciones de textos medievales. En él figura un análisis lingüístico de los fenómenos que se aprecian en el nivel fónico, en el morfológico y en léxico-semántico, donde, por la naturaleza misma del texto y del estudio, están muy presentes los aspectos diacrónicos. Ello se completa con el vocabulario y con la edición de los textos. Se me viene a la memoria en estos momentos la estructura de sus tres obras monumentales: el Libro de la infancia y muerte de Jesús (Libro dels Tres Reyes d‘Orient) (Alvar, ed. 1965b), la Vida de Santa María Egipciaca. Estudios. Vocabulario. Edición de los textos (Alvar 1970-1972), y el Libro de Apolonio. Ediciones, estudios y concordancias (Alvar 1976b). En aquellos estudios sobre el Octavario decía que “el habla de las poesías es una mezcla de elementos dialectales con castellanismos, dentro de éstos es típica la abundancia de cultismos, pero [...] hemos visto cómo el habla de las tres composiciones coincide, en rasgos generales, con el dialecto aragonés común” (Alvar 1945: 26). Era el germen de no sólo su labor filológica más neta, sino también el arranque de sus estudios sobre literatura regional, entre los que destaco un magnífico libro, Aragón. Literatura y ser histórico (Alvar 1976a), en el que intenta mostrar las particularidades de la literatura escrita en su Aragón, dilucidando lo que hay de provinciano en este tipo de literatura, y lo que hay de universal. Merece la pena recordar un párrafo en el que se resume su visión de la literatura regional, que

4. En Alvar (1976a: 134). 5. Ha evocado aquellos años en Alvar (1993a: 23-27).

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no se escapa a otros problemas más trascendentes sobre los que escribió bastantes páginas aclaratorias, el concepto de lengua y dialecto, que no se contraponen, sino que se complementan. El párrafo a que quiero referirme ahora dice: Esta pobreza de las manifestaciones regionalistas creo que va en desacuerdo de quienes tildaron a la literatura aragonesa de provinciana. No. Es una literatura de integración nacional, con los altibajos que en cualquier parte puedan darse. Y, por si esto fuera poco, ahí está el dialecto aragonés, uno de los grandes dialectos peninsulares, incapaz de crear una literatura de valor trascendente. Y es que si dialecto significa escisión, el sentido de unidad ha hecho marginarlo para quehaceres poco menos que domésticos. Sé que esto no gusta a todos, pero en ese gusto no hay nada de científico ni de amor generoso. Hace años estudié los dialectalismos en la poesía española: nuestro pasado regional no puede ser más pobre. Pero para mí, la tal pobreza —afortunadamente— es amplitud y grandeza: copleros y baturristas nada cuentan en nuestra cultura. Sí, Gracián, que hizo a Schopenhauer aprender español; sí, los Argensola; sí, Luzán; sí, Goya. A cambio del localismo, la universalidad. Pero universalidad conseguida —precisamente— por haber captado las esencias más puras, las más nobles, las más inalienables que hacen ser aragonés —fuera de anécdotas— al hombre de Aragón (Alvar 1976a: 219-220).

La idea brota a cada instante por lugares diversos, y en las páginas iniciales escribió: Para mí, la cultura aragonesa es universal. Y sólo puede expresarse con una lengua universal. Esa lengua no es el aragonés. La cuestión no se resuelve con sentimentalismos ni con exabruptos, porque la historia es irreversible. Si unos aragoneses —voluntariamente— renunciaron a expresarse en aragonés, nosotros ya no podemos evitarlo. Y no se me diga de imposiciones: lo hizo el propio Fernando el Católico cuando era rey de Aragón (Alvar 1976a: 16).

Es su visión de la literatura regional aragonesa, pero aplicable a la de cualquier otro lugar de nuestra geografía. Unos cuantos años antes de que redactase su Aragón. Literatura y ser histórico había vuelto sobre la literatura escrita en dialecto, y su valor y trascendencia, en una antología de la Poesía española dialectal (Alvar 1965a) en cuyas páginas preliminares trataba el carácter dialectal de la literatura dialectal, y su presencia en cada una de nuestras variedades regionales, llegando al convencimiento de que En español no hay escritores dialectales, sino escritores con dialectalismos. Incluso en ocasiones al parecer decisivas no tenemos otra cosa que apariencia falaz. Gabriel y Galán —por citar el caso más conocido— publica poesías salmantinas y extremeñas, pero sus pretensiones apenas quedan logradas; cuando se proyecta sobre ellas la len-

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Manuel Alvar Ezquerra te del investigador resulta que no hay muchos dialectalismos extremeños, y no demasiados salmantinos, sino que están escritos en español vulgar. Si esto encontramos en un caso señero (señero, claro, desde su limitación creadora y poética), ¿qué podemos buscar entre los corifeos que, a oriente y occidente del toro ibérico, unieron sus voces al bien intencionado maestro? Insisto, y concluyo, el dialectalismo es del mismo tipo que en Juan Ramón —y que sus manes nos perdonen— que en los Quintero; lo que varía no es el elemento “dialectal”, sino precisamente el castellano (vulgar o literario) que emplean como cimiento (Alvar 1965a: 14).

Efectivamente, más adelante analiza unos poemas de Juan Ramón que muestran algunos dialectalismos, voces de su Moguer natal, pero escritos en la lengua de todos, y con un elevado contenido literario, de ahí su validez universal. Lo mismo cabría decir de Manuel Machado, en el que el dialectalismo no es un elemento sustancial de su poesía, por más que pueda acercarse al pueblo en sus temas y composiciones. Diferente es la actitud de los Álvarez Quintero, que no producen literatura dialectal, ni siquiera llena de dialectalismos, pues el motivo lingüístico es “atropellado por ellos con reiterada indiferencia” (Alvar 1965a: 16). Y muy distinto es el caso de García Lorca, pues: “En Lorca, asomarnos al valor de lo dialectal es tanto como recrear las mejores esencias de poesía. Para él, el pueblo era poesía; la identificación anegaba todos sus recursos expresivos: desde la emoción de un sufijo hasta la inducción de un gran poema” (Alvar 1965a: 40). Con otros fines y por otros motivos, comprobaría cómo Nebrija, el gran Antonio de Nebrija, dejaba aflorar en su diccionario castellano-español voces de su terruño original cuando lo que quería era dar valor universal al español, engrandeciéndolo: “Nebrija ha trasladado a su Vocabulario no pocos términos que aprendería en su pueblo natal. Recurriendo a la dialectología de hoy, vemos que la geografía lingüística atestigua coincidencias tras quinientos años de historia. Alguna vez porque el autor conocía el término terruñero (amoradux) y no sabía el significado del libresco (majorana)” (Alvar 1997a: 102)6. Es una manifestación más de lo dialectal en ámbitos diversos de la lengua en épocas diferentes. Son muchas las páginas que dedicó Manuel Alvar al carácter dialectal de la llamada literatura dialectal. La contraposición de ésta con la literatura sin más atributos, no era para él sino parte de la contraposición entre cultura popular y cultura. En todo ello veía un indudable paralelismo con los conceptos de lengua y

6. El original de este artículo se publicó en 1994 (ver el apartado de referencias bibliográficas).

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dialecto, y las vinculaciones de la lengua con la cultura. Cuando en su conocido trabajo sobre “Lengua, dialecto y otras cuestiones conexas”7 trató de todas estas cosas dejó bien claro que Hablar una lengua es más que ser dueño de una cultura. Es respetable la cultura que, con medios rudimentarios, labra cucharas de boj o teje mantas de lana; respetable y, a veces, bella, y, a veces, conmovedora, y siempre digna de estudio. Pero el Moisés es más que un palo tallado, o Los fusilamientos de la Moncloa, más que harapos tramados. Y Dante más que Luci Gabriel. Apoderarse de una lengua es hacerla propia, inalienablemente personal y vehículo de uno mismo; la cultura se transmite a través de la lengua a la que sirve y de la que se sirve. Pretender enmascarar la historia para inventar realidades que nunca han existido es tanto como falsearse y falsear. Dudo que haya aragonés más agudo que Gracián o más grande que Goya; uno y otro escribían en una lengua cuyo origen no era aragonés, pero que les era propia y de la que eran tan dueños —y más, mucho más— que el pastor de la paramera de Ávila o el labrantín de Soria (Alvar 1979: 21).

Hemos llegado al concepto de lengua y dialecto por un camino largo, el que partía del Octavario de doña Ana Abarca de Bolea, pero muchos otros nos hubieran conducido también hasta aquí. Son los caminos de la lengua que llegaron al título de uno de sus libros (Alvar 1995) en que recogía una buena gavilla de los artículos periodísticos en los que trataba de divulgar la comprensión de estos, y otros, asuntos, en defensa de la unidad de la lengua. “Por encima de todas las realizaciones habladas, el poder coercitivo —y unitivo— de la lengua escrita. ¿La mejor de todas? La del hombre más genial. No importa dónde haya nacido. Y en ello está la salvación de la unidad” (Alvar 1995: 41). En otro lugar de este libro podemos leer: Lo malo para el entendimiento (y ahora no digo lingüístico) fue igualar castellano con español y extraer de ahí falacias que aún operan y nos separan. Porque Castilla tiene sus glorias, altísimas, y su literatura, excepcional. Pero lo que nos une a todos, desde el siglo IX, no es el castellano, sino el español, que es trabajo de todos. Porque nuestra lengua no es un proceso segregador, que tal quiere decir castellano, sino un proceso integrador, que eso es español [...]. Todos unidos en una lengua que sirve para entendernos, aunque haya otras lenguas españolas que son patrimonio cultural de quienes no las poseemos por nacimiento, pero que son tan nuestras como la que tuvo su origen en el peñascal de Amaya. Es lo que quisiera decir sencillamente: la obligación que todos tenemos de salvar las herencias de todos sin discriminaciones y sin imposiciones. Porque luego no hay Ariadnas que saquen a Teseo del laberinto en que se ha metido (Alvar 1995: 45).

7. Primero publicado en Alvar (1979: 5-29) y después recogido en Alvar (1983: 66-99).

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También le preocupaba, y mucho, la unidad de la lengua. Fue el título de otra de sus obras (Alvar 1969a), y no de forma gratuita, sino como consecuencia de haber afrontado una y otra vez los hechos lingüísticos a los que tenía que dar explicación desde el punto de vista histórico. Pocos años después de Variedad y unidad del español aparecería la Teoría lingüística de las regiones (Alvar 1975a), en el que volvía sobre cuestiones relacionadas con las tratadas en el otro, pero ahora desde la perspectiva sincrónica, con los que quiere entender los hechos lingüísticos que se dan en nuestras lenguas peninsulares. Españolas, tanto el catalán como el gallego, o el castellano y sus dialectos, como las modalidades americanas o insulares. He tenido que enfrentarme con heterogeneidad de cuestiones y la aclaración no ha sido siempre la misma; por eso rehúyo cualquier tipo de dogmatismo, que en esto a lo que llamamos ciencia no es sino limitación (Alvar 1975a: 10).

La unidad de la lengua no le preocupaba porque con relativa frecuencia se haya planteado la existencia de, al menos, dos mundos lingüísticos diferentes, España y América, sino porque hay voces insensatas que siembran el desconcierto entre los no especialistas buscando unos beneficios poco lícitos mediante maniobras torticeras, señalando diferencias donde no las hay para crear divisiones fuera de la lengua. Comenzaba un artículo que no tuvo la necesaria difusión, ni siquiera cuando fue recogido con otros en su libro póstumo Español en dos mundos8, cuya editorial lo ha distribuido en estas Jornadas, con unas palabras bien esclarecedoras: No hay lingüista con un mínimo de solvencia que no lo repita hasta el agotamiento: no hay más que un español. Es absolutamente falaz escindir esa realidad única en dos mundos opuestos: América y Europa. Y si se dieran muchas vueltas al torniquete saldrían variedades, y no pocas, en España y en el Nuevo Mundo, aunque acaso los amigos de la escisión se encontrarán conturbados: las diferencias son mayores por esta banda del mar que por la otra [...]. Hay una unidad que permite entendernos a cuantos poseemos este bien que es la lengua única; hay multitud de variantes en cada región de nuestro mundo sin que la unidad se resquebraje (Alvar 2002b: 77).

Es más, al problema de la fragmentación dedicó uno de sus últimos trabajos expuestos en público, la Lección Magistral del V Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española (Valencia, 2000), y que nunca llegó a ver publicado.

8. Se trata de “Integración hispánica por la lengua” (Alvar 1992: 499-516); después en: Español en dos mundos (Alvar 2002b: 77-108).

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El título es bien elocuente “¿Fragmentación del español?” (2002a: 221-234)9. En él sostiene la evidente unidad del español y muestra la diversa suerte seguida por nuestra lengua tras la independencia de las repúblicas americanas, y por el latín tras la desaparición del Imperio. Las causas y las condiciones fueron muy distintas, por lo que las consecuencias han sido, necesariamente, diferentes. Son dos procesos que no se asemejan y no resultan comparables entre sí, aunque haya quienes han caído en esa tentación. Y terminaba: “Español de todos y para todos” (2002b: 130).

Decía al comienzo de mis palabras que los primeros trabajos de Manuel Alvar estaban dedicados a las variedades del español, al aragonés que tenía tan cerca. Su tesis doctoral versó sobre El habla del Campo de Jaca (Alvar 1948), el primer trabajo sobre una habla viva aragonesa. Para entonces, ya, el aragonés era una variedad en franco retroceso, hasta el punto que en las palabras iniciales de la publicación puede leerse: “Salvar los restos de un dialecto moribundo ha sido nuestra empresa y nuestro propósito” (Alvar 1948: 15). Y en su interior: “la pujanza del dialecto está en retirada y precisamente nuestra zona será una de las primeras comarcas que lo perderá totalmente. Probablemente antes de cuarenta años ya no quedarán más que reliquias [...]. Salvar las pruebas hoy existentes —ya en generaciones jóvenes, ya en viejas— ha sido el propósito que nos hemos impuesto en el presente trabajo” (Alvar 1948: 120). Poco a poco había ido reuniendo información sobre los restos vivos que quedaban del aragonés. Algo de las penalidades pasadas y los sudores sufridos han quedado entre las páginas de El envés de la hoja (Alvar 1982)10. Gracias a la recogida de materiales para su tesis, a otras informaciones allegadas, y junto con los estudios sobre lo que han transmitido los textos escritos, pudo redactar la primera obra de conjunto sobre el dialecto (Alvar 1953a). Después se entregó a la elaboración del ALEANR (Alvar 1979-1983), proyectado cuando apenas había comenzado la publicación del atlas de Andalucía (Alvar 1963a)11. Los datos acopiados en esta obra monumental enriquecieron sustancialmente los ya conocidos

9. También recogido en Español en dos mundos (Alvar 2002b: 109-132), por donde cito. En este libro, el título aparece sin los signos de interrogación que debería llevar. 10. Para la contextualización literaria de este libro, debe verse el trabajo de Romera Castillo (2005: 193-203). Como ilustración de lo que expongo arriba, me remito al capítulo titulado “Mosen Feliciano”. 11. El cuestionario fue dado a conocer ese mismo año (Alvar 1963b).

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y aportaron informaciones hasta entonces inexistentes de otros lugares de la región. Gracias a ese atlas, hoy disponemos de unos materiales sincrónicos de una gran validez que sirven para actualizar lo ya sabido, para modificar las apreciaciones sobre lo que ha cambiado, y para tener una visión de conjunto totalmente nueva12. Así, pasados los años, pudo realizar una síntesis de lo publicado tanto en los estudios aparecidos como en el atlas (Alvar 1996). La presencia de Navarra y la Rioja en el ALEANR no ha de sorprendernos por las vinculaciones históricas y lingüísticas, además de la proximidad geográfica, con Aragón. Navarra entró muy pronto en la vida de Manuel Alvar, mientras cumplía las prácticas del servicio militar que realizaban los estudiantes universitarios. En los días libres que le quedaban tras sus obligaciones fue recorriendo los pueblos de los valles pirenaicos para realizar encuestas, y aprovechaba los ratos perdidos para preguntar a los soldados de la zona, aumentando sus informaciones y completándolas. “Los trabajos que hice en Navarra, cuentan entre los primeros de mi quehacer dialectológico” escribió en sus páginas de recuerdos de El envés de la hoja (Alvar 1982: 31). Fue un año el tiempo que pasó en el Pirineo navarro, en Garralda, un año casi de invierno, con las botas caladas y el capote tieso por el frío, mal comido y mal dormido. Pero así se fue curtiendo para las penalidades que habría de pasar en otros lugares y con otros tiempos. Y aun así, o por todo ello, ¿quién sabe?, pudo terminar la redacción de su tesis doctoral, antes de licenciarse en sus deberes patrios: “El compañero se marchaba licenciado y yo vi, sobre la grupa dignísima y abacial de su percherón, irse mi tesis doctoral acabadita, copiada a máquina y todo, camino de la ciudad” (Alvar 1982: 35). Era 1946 y apenas tenía veintitrés años, pero había tiempo para todo: “Pues, sí, así había que recoger las palabras y rellenar los cuadernos y ver los documentos de Roncesvalles, que todo pide el cuerpo, y cazar palomas a la pasa o ir al encierro de los sanfermines” (Alvar 1982: 37). Más adelante, en 1950, fue cuando conoció a Iribarren, quien le ayudó a andar por los valles que aún no había tenido ocasión de recorrer, mientras daba clases en los cursos de verano en Jaca, esperando que llegase su primer hijo. En uno de aquellos cursos había tenido como alumno a Bernard Pottier, con quien trabó una fraternal amistad que todavía conservamos. El resultado de aquellas ocupaciones fueron unas pocas publicaciones sobre el habla de la zona (Alvar 1947a, 1947b, 1954, 1977, 1978), y una buena colección de fichas, menudas y de color verde, que todavía se conservan en unas gavetas en

12. Véase Castañer/Enguita (1989: 241-257).

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casa de mi madre. Han pasado sesenta años —o algo menos— desde que fueron escritas, y su valor ya es muy poco, entre otras razones porque el ALEANR las ha dejado viejas. Tuvo mi padre la intención de confeccionar un atlas lingüístico de Navarra allá por 195013, pero la idea no cuajó, tal vez por la distancia que lo separaba desde Granada para llevar a cabo la tarea con comodidad, tal vez por la falta de colaboradores, tal vez por las dos, y quizás por alguna personal más. Lo cierto es que, al final, el aragonés que era, consiguió su propósito, aunque fuese uniendo Navarra a Aragón en el atlas. En cuanto a esas fichas, poco provecho ha sacado de ellas. Recuerdo que cuando yo estudiaba Dialectología en 4.º curso de la carrera, el profesor de la asignatura, don Alonso Zamora Vicente, nos alentaba a hacer encuestas por los pueblos (los cercanos a Madrid, o los de origen de los alumnos) y redactar un posterior trabajo. Yo hablé con mi padre para ver qué podía hacer, y fue la primera vez que me mostró las fichas. Le conté a don Alonso lo que había y le pareció muy bien. Realicé el trabajo sobre los nombres de los cencerros en los valles pirenaicos de la Navarra nordoriental, no sin esfuerzo, pues, neófito, debí comenzar por aprender una geografía para mí desconocida, y por distinguir los tipos de cencerros por su forma y tamaño, enfrentarme a la sinonimia y la polisemia, y a otras cuestiones léxico-semánticas y dialectales. Los materiales que utilicé habían sido recogidos, en parte, las semanas previas a mi llegada a este mundo. ¿Y mi trabajo? Pues todavía lo guardo, en mi despacho. Alguna vez he vuelto sobre él, pero entre la bisoñez del estudiante que lo redactó, lo que otros han publicado y la falta de tiempo para actualizarlo, temo que se quede así para siempre. Para el ALEANR era necesario tener presente La Rioja por la influencia aragonesa en la región, independientemente de que el riojano haya ido desapareciendo por los influjos de las variedades lingüísticas más cercanas geográficamente. Con anterioridad a la redacción del atlas, en algún trabajo suyo estudiaba el dialecto en documentos medievales (Alvar 1952: 153-185). A ese dialecto había dedicado otra monografía de carácter pionero (Alvar 1969b, 21976) en la que se preguntaba sobre la existencia del dialecto. La respuesta es que De una parte Castilla, de otra Navarra, de otra Vasconia, han ido facilitando préstamos o disolviendo unas peculiaridades que, al final, han quedado anegadas bajo la impronta de Castilla. En lingüística, como en historia, La Rioja es una región de tránsito y en ella podemos percibir claramente dos regiones: la Alta, que gravita hacia Castilla; la baja, hacia Navarra y Aragón [...]. Pues bien, la personalidad de las Riojas Alta y Baja,

13. Él mismo lo cuenta en la “Nota prelimar” del ALEANR, pág. 7 col. b.

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Su gran descubrimiento para la dialectología fue Andalucía. Vino por primera vez como soldado, en un viaje en tren. Lo contó numerosas veces, pero no lo encuentro entre sus escritos. Era un tren abarrotado de soldados que hacía parada en cuantas estaciones encontraba. En la cantina de Córdoba consiguió comer y beber algo. Luego, la espera en la estación de Málaga, donde no paraban de acercarse mujeres para ofrecer sus servicios a los mozos. Al final, los meses pasados en Las Chapas de Marbella. Cuando me incorporé a la Universidad de Málaga quiso que lo llevara a Las Chapas para recordar. Era imposible reconocer nada. Parecía que la carretera era la misma, pero tan distinta; quedaban pinos de aquel pinar en que estuvieron plantadas las tiendas donde se cobijaron, pero era imposible saber si eran los mismos, y en lugar de las tiendas se elevaban enormes hoteles, y algunos chalés, que nada tenían que ver con lo que él iba buscando. Sólo habían pasado treinta años y lo único que permanecía eran unos borrosos recuerdos difíciles de avivar. Alguna vez más regresamos, pero ya sin fe en encontrar algo de lo que fue. ¡Cómo ha cambiado todo!, decía, y volvía a su silencio para buscar algo en la memoria que le devolviese un trozo de su pasado, pero resultaba imposible. Y después, en 1948, el azar de unas oposiciones universitarias. Estaban en juego las cátedras de Barcelona y de Granada. Unos meses antes había concursado a la de Madrid, pero fue para Rafael Lapesa. En las otras mi padre quedó el primero, y después Badía. Manolo, si no te importa, elige tú Granada, pues yo vivo en Barcelona y estoy esperando mi primer hijo; tú eres soltero. Y así cambió el destino de Barcelona por el de Granada. Así comenzó a fraguarse la dialectología de las hablas andaluzas. Su llegada a Granada lo encandiló: Evoco [...] aquella mañana en que desde la ventanilla del tren vi un paisaje deslumbrador. Venía de tierras esteparias, como las que cercan a Zaragoza, y de llanuras infinitas de pan llevar, como las que dan cuerpo a Salamanca. Y de pronto, el milagro. Yo no podía comparar con Bagdad o con Damasco, ni sabía tampoco de Egipto, de Siria o Iraq. Pero mis ojos quedaron detenidos para siempre: la nieve, la colina roja y la vega verde. Era ya un mundo que nunca me abandonaría. Y que había de ser el canon de todas mis posibles bellezas. Aquella ciudad que entraba por la ancha calzada de la vista

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se llamaba Granada. Nunca dejó de ser mía; nunca dejaré de ser suyo. Jamás he vuelto a contemplar un telón tan sorprendente (Alvar 2002c: 54).

En la universidad de Granada acababan de inaugurarse los estudios de Filología Románica y en aquella biblioteca casi no había libros que ayudasen en la investigación: se imponía la recogida de materiales de campo a falta de otros incentivos. Primero fueron los viajes al extranjero para ir formando la idea del atlas andaluz, exponerlo a los maestros consumados, recibir consejos, discutir el contenido; después hubo que hacerlo. La primera encuesta, como es bien sabido, fue la de Santiago de la Espada, pues habíamos ido a pasar el verano a Huéscar, mientras mi padre se dedicaba a sus trabajos. Lo de Huéscar es otra de las casualidades que nos va deparando el destino y que terminan por formar parte de la vida. En Granada había tenido unos alumnos que llegaron a ser de sus mejores amigos. Uno era Gregorio Salvador, otra Mari Dengra, que era novia de otro alumno del mismo curso, Pascual González Guzmán —el de la tesis sobre el habla de Aragüés (González Guzmán 1953), y que nos dejó aquel 13 de diciembre de 1985 en compañía de Julio Fernández-Sevilla y de Nicolás Marín. El padre de Mari era maestro en Huéscar y su madre había heredado un cortijo, Jorquera, en el que nos ofreció pasar el verano de 1953. Yo ya sabía andar, Carlos también, y Jorge sólo gateaba. Allí debieron ocurrir nuestros primeros contactos con la vida y con la dialectología. Nos alimentaban con biberones y papillas, pero no siempre nos encontraban para el almuerzo, que tomábamos con desgana. Un día decidieron seguirnos y vieron cómo entrábamos en la casa de los labradores, y junto con ellos comíamos las migas que había en una gran sartén en el centro, sin remilgos y sin recato. Aquel día se nos acabaron las contemplaciones alimenticias para siempre, aunque habíamos aprendido a buscarnos la vida. Carlos siempre andaba con un garrote a la espalda —no, no era para apoyarse al andar—, y cada vez que le preguntaban que adónde iba contestaba seriamente: “Amo a ve qué hasemo”, pero un día la contestación fue diferente: “Amo a matá pulga”; se metió, nos metimos, en el redil de las ovejas, y Alonso Quijano reencarnado, se la agarró con los pacíficos animales que estaban modorreando, hasta que, alarmados por el estrépito, vinieron los mayores a apaciguar esta singular batalla que no he visto recogida en ninguno de los libros de caballerías en que anda metido. Otro día, uno de nosotros debió enfermar de algo y hubo que acudir a la farmacia, la de Tomás Nuño, quien tanto hizo por nosotros, y cuyo recuerdo está perma-

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nentemente presente. De allí fuimos a un joven médico que acababa de llegar de Granada, Pepe González Vida. Su novia, Maquica, estudiaba filología y mi padre la había suspendido; Pepe, para consolarla, le dijo que si algún día tenía que atender a un hijo de semejante persona lo mataría en vez de curarlo. La reacción de Maquica estuvo llena de sensatez: “Tú, médico de pueblo, ¿cómo vas a atender al hijo de un catedrático?”. Aquella tarde hubo una llamada telefónica, y la sorpresa fue mayúscula. Después, el médico de pueblo se trasladó a Granada y no sólo tuvo que cuidar de un hijo del catedrático, sino a siete, y durante muchos años. Sí, Maquica acabó la carrera, pero no tuvo necesidad de ejercerla. La historia interna del ALEA es bien larga, pues fueron muchos los años de dedicación a él, y son muchos los recuerdos que tienen que ver con los trabajos y con los tiempos vividos. No es mi intención contar cómo se fue gestando, pues no soy quién para hacerlo, y mi memoria es parcial y muy reducida. Es más, él mismo ha contado en estas mismas aulas cómo se sucedieron las cosas con la perspectiva y serenidad que da el paso del tiempo. Fue en “Para la historia del ALEA”en el Congreso del Habla Andaluza que tuvo lugar en 1997 (Alvar 1997b: 15-28). Mi padre andaba siempre de encuestas, pero a mí aquello me sonaba poco menos que a chino. Los amigos de mis padres me preguntaban qué era una encuesta y yo siempre respondía lo mismo: “primero che chube che chube, y luego che baja”; la cosa les hacía gracia, pero yo no entendía por qué. Pasados los años, he sabido que mi padre, en aquellos meses del Pirineo navarro, como aún le quedaba tiempo, intentó instruir a los soldados analfabetos: “Y veían el catón con sus granos pintones (u - va) y leían ra - ci - mo, o veían la airosa chimenea de una fábrica con su penacho y todo: hu - me - a. —¿Qué es humea? —Pues que mea mucho. (Algo así debía ser, porque el escolar veía el dibujo al revés que el maestro)” (Alvar 1982: 36). No se me alcanzaba mucho aquello de las encuestas, y menos las prolongadas ausencias. Entonces no podía sospechar que casi medio siglo después me embarcaría en la tarea de la redacción del Tesoro léxico de las hablas andaluzas (Alvar Ezquerra 2000), y que los materiales que él andaba recogiendo de pueblo en pueblo me serían enormemente útiles “reelaborados y bajo otra forma; aquellas continuas ausencias suyas tenían ahora un sentido para mí” (Alvar Ezquerra 2004: 46). Una de las tareas más tediosas en la elaboración del atlas era la de pasar las encuestas a los cuadernos de formas, para dárselos al dibujante que tenía que hacer

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sobre papel vegetal cada uno de los mapas, con todos aquellos signos indescifrables. Recuerdo que a la caída de la tarde Charo Llorente y mi madre iban a la Facultad de la calle Puentezuelas, en Granada, a recoger a sus maridos para que pusiesen fin a la jornada de trabajo. Gregorio Salvador había obtenido una cátedra fuera de Granada, y entre ellos dos redactaron los casi dos mil cuadernos de formas. A veces nos llevaban a alguno de los hijos, que preferíamos quedarnos jugando entre las columnas de la portada que dan nombre al palacio. Pero, en ocasiones, si tardaban mucho en salir subíamos a buscarlos. La escena era siempre la misma: los dos en aquella inmensa mesa llena de papeles, apenas iluminada con la luz concentrada de un viejo flexo, y diciéndose el uno al otro unas palabras para nosotros desconocidas, y, desde luego, muy mal pronunciadas para los oídos de aquellos críos, por más que estuviesen acostumbrados al habla de sus compañeros de colegio. Lo de las letras que empleaban en la transcripción siempre me intrigó. En una ocasión, ya avanzado el mes de diciembre de 1965, vino a Granada Antonio Quilis en su Renault 4L, y al día siguiente subimos a él mi padre, Gregorio Salvador, mi hermano Carlos, yo, y el propio Quilis. Primero estuvimos en Águilas, donde poco antes se había rodado Lawrence de Arabia, y, decían, había quedado algún camello, pero no vimos ninguno. A la noche siguiente, o a la otra, fuimos a Carboneras, y nos perdimos por los caminos que debían llevarnos de un lugar a otro, aunque no fue difícil llegar; debía haber llovido bastante y una de las carreteras estaba cortada. El objetivo era hacer unas encuestas en los dos pueblos, pero ahora no sé los motivos —ni creo que lo haya sabido nunca—, pues Águilas no era punto de encuesta del ALEA. Por el contrario, Carboneras es punto del ALEA en el que mi padre fue el investigador —además tiene una encuesta secundaria—; todo ello debe ser anterior a 1965, ya que el inicio de la publicación de la obra es de 1961 y están consignados esos datos. Recuerdo especialmente la encuesta de Águilas, en una dependencia municipal sórdida, sin ventanas y con poca luz —¿acaso el calabozo como en otros muchos sitios?—, una mesa camilla en el centro, ellos y el informante alrededor de la mesa, y Carlos y yo más atrás. Mi padre seguía implacablemente el cuestionario y transcribía todas las respuestas, Quilis tomaba notas, y Gregorio alguna menos; de vez en cuando comentaban cosas. Carlos y yo nos manteníamos en silencio y mirábamos. Conforme pasaban las horas creí que comenzaba a comprender algo de aquellos garabatos que escribían, pues algunos se parecían a las letras del alfabeto griego que había empezado a estudiar en el instituto aquel mismo curso, la o al final de palabra se escribía normalmente partida por la mitad, pero el resultado era un galimatías que difícilmente se entendía si no se había oído la palabra antes, y aun así, pues no

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había tiempo para fijarse en tantas cosas, tal era la velocidad de las preguntas, de las respuestas y de la escritura. Después, al hotel, cerca de un cine en una plaza que tenía un árbol muy grande. Dicen las malas lenguas que mi padre nos enseñaba a transcribir desde pequeños. No es verdad. Bien es cierto que cuando en primero de la carrera, en la Universidad de Granada, José Andrés de Molina era mi profesor de esas cosas, me gustaban y las entendía. Tanta fue la pasión que suscitó en mí que el día del examen final cuando nos dictó el texto que teníamos que transcribir lo tomé directamente en transcripción fonética para no molestarme en volver a escribirlo; sólo tuve que repasarlo para entregarlo inmediatamente, ante su estupor y el de mis compañeros. Fue un acto de vehemencia por mi parte, debido a los impulsos juveniles y a las prisas por terminar. En más de una ocasión ha contado José Andrés la anécdota —que no pasa de ahí, y como tal la he traído— y lo que sufrió durante ese curso, el primer año en que daba clases. El catedrático lo había puesto en el grupo de su hijo y aquello le infundía miedo por la responsabilidad y por lo que yo pudiera contarle a mi padre. Se preparó cada lección a conciencia y daba gusto avanzar de su mano por el programa. El trance se saldó muy bien para mí, y él creyó descansar en cuanto nos dio las notas. Sin embargo, con el nuevo curso volvió a tener a otro hijo de Alvar como alumno, pero en lugar de preocuparse de nuevo se tranquilizó. Pensaba que no lo habría hecho tan mal cuando le confiaba la formación de Carlos. Yo seguí tratándolo de Vd. durante muchos años, por el respeto debido al maestro, hasta que en Málaga, los dos catedráticos, por fin consiguió que le apeara la cortesía. Hoy echo de menos sus saberes, su voz característica, su fino humor, su generosidad y su amistad. Recordaré, para terminar con estas palabras surgidas con el ALEA, que es el punto de partida de la moderna geografía lingüística, y de la sociolingüística del español. Los atlas de pequeños dominios le deben mucho a él, y en él nacieron los demás atlas regionales españoles, y también el inédito Atlas lingüístico de España y Portugal14, así como los atlas del español de América (República Dominicana, sur de Estados Unidos, Venezuela, Paraguay)15; por otra parte, su cuestionario había inspirado el de Colombia. De lo que supuso para la sociolingüística lo contó él mismo supe la importancia que tiene también el estudio de los grandes núcleos urbanos en la geografía lingüística, y ahí están nuestras encuestas en las grandes ciudades con plu-

14. De él se desgajó el Atlas lingüístico de Castilla y León (Alvar 1999). 15. Alvar (2000a, 2000b, 2001a, 2001b).

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ralidad de informantes (hombres y mujeres, cultos e ignaros, de barrios distintos): de ahí salió mi estudio Sevilla, macrocosmos lingüístico, que publiqué en el homenaje a don Ángel Rosenblat (1974), de ahí también una obra que surgió desvinculada de las encuestas de cualquier atlas, aunque afortunadamente, vinculada por otras sendas con uno de ellos. Hablo de mi libro Niveles socioculturales del habla de Las Palmas de Gran Canaria, libro pionero en el mundo hispánico, según el decir de Humberto López Morales (Alvar 1997b: 24).

Cuando en los últimos años vio cómo algunos que le deberían estar agradecidos tomaron a mansalva el contenido del atlas, lo hicieron colaborador de quienes colaboraron con él, o, incluso, le negaron la autoría del ALEICan, con no poca humildad llegó a decir que: “Si hay algo positivo es del ALEA, no mío, que no he sido otra cosa que el timonel que ha guiado la navecilla o el escribano que ha ido levantando actas. Recordar es un don preclaro; tal vez, recordar lo que uno hizo bastante antes de los treinta años es harto amargo cuando se ve cómo los años se acortan” (Alvar 1997b: 28). Andalucía siempre estuvo en su corazón, pues sentía esta tierra como suya propia. La había recorrido palmo a palmo, y vio cómo sus gentes, la sociedad, todo había ido cambiando. Había sido incapaz de reconocer Las Chapas, pues el mundo que conoció cuando llegó para asentarse en Granada había quedado muy atrás. ¡Cuántas veces no habrá contado que en los primeros años de su estancia granadina no había tren diario a Madrid! El viaje más cómodo era en autobús, haciendo noche en Jaén. Cuando acompañó a Juan Martínez Ruiz para que se doctorara —entonces sólo otorgaba el grado de doctor la Universidad de Madrid—, hicieron un extra y en la fonda cenaron conejo. A la hora de pagar, al ver la cuenta, quedaron convencidos de que por aquel precio como mucho habrían comido gato. Tenía la intención de asistir en Estepa, en febrero de 2002, a las II Jornadas sobre el Habla Andaluza. El Español Hablado en Andalucía, pero en aquella ocasión la parca madrugó más que él, y terminaron haciéndose en su memoria, e instituyéndose el premio Manuel Alvar para jóvenes investigadores. Por ello, su último viaje a Andalucía fue el que realizó a Almería, para participar en las jornadas sobre El Habla Andaluza ante el Siglo XXI, a finales de octubre del año 2000. Lo llevé en mi coche para que no se fatigara demasiado. Fue un viaje lleno de nostalgia, en el que los recuerdos afloraban en cada recodo del camino. En el fondo de todo estaban las transformaciones y los cambios. Entonces me contó algo que nunca le había oído. En uno de los primeros viajes que hizo a Granada tras su toma de posesión como catedrático en la Universidad, en un autobús que pa-

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raba en todos los pueblos por los que pasaba, le llamó la atención que en Madridejos —sí, ya sé que no es Andalucía— los hombres todavía llevaban el pelo recogido con redecilla, “como en las pinturas de Goya”. No muy diferente fue la Andalucía que encontró, con pocas carreteras asfaltadas, habiendo tenido que ir a algunos pueblos a lomos de burro para hacer las encuestas, cargado de equipaje y, sobre todo, de los cuestionarios, del magnetófono, de la máquina fotográfica, cuando no a pie, enjuto o mojado, a elegir: Habíamos bajado del autobús en Vélez-Benaudalla —¿o no?— y preguntamos: ¿A las Guájaras? Según prefieran, por lo seco o por lo mojado. Cabildeos: por lo seco. Se suben, se bajan, se encaminan por la torre, se tiran al río, se trepan a la herriza, se ponen derecho y a la volcaíca, ya está Guájar. Si no está claro se lo repito. No, no, lo hemos entendido muy bien. ¿Y en cuánto llegamos? Bueno, eso ya es más difícil de calcular porque depende de la bulla que lleven, y de lo deprisa que caminen, y de las veces que se pierdan y de los perros que les salgan [...]. Parecen fuertes. Si no viene la nube, y el río no se sale, a lo mejor dos horas y media. Pero oiga, ya será de noche. Bueno, pero eso no cuenta, porque después de pasar el río, ya se ve la torre que tiene una bombilla colorada y oirán rezar el rosario por los altavoces, y ya no tiene pierde (Alvar 1982: 51-52).

Después de tantas fatigas y privaciones, le molestaba profundamente la actitud de quienes quieren tergiversar la realidad, especialmente de los que quieren sustituir andaluz por andalusí: Quede claro: andalusí, según su inventor, no era andaluz, sino de Al-Ándalus, que incluía Coimbra, Tudela, Zaragoza o Toledo. Que las cosas son así, lo sabe cualquiera que no trate de confundir [...]. Está claro, Menéndez Pidal utilizó andalusí referido a los territorios de Hispania ocupados por los moros y, concretamente, a una poesía escrita en la lengua de los cristianos. Hasta aquí la realidad. En adelante, la ficción (sin ciencia). Porque el dichoso andalusí debe ser desenmascarado para evitar las confusiones que con él se buscan: se habla de orquestas andalusíes de Marruecos, se abusa de espacios televisivos para practicar —siempre sobre el adjetivo— extraños sincretismos, se hace propaganda de la cultura andalusí o se habla de música andalusí en un programa que es un verdadero galimatías hispano-magrebí. El españolito medio se cree, porque se lo hacen creer, que andalusí es andaluz y que ahí están las recónditas raíces de su sangre (Alvar 1995: 52).

En alguna ocasión me he preguntado el porqué de los estudios literarios de Manuel Alvar, que abarcan desde la Edad Media hasta nuestros días. La respuesta siempre ha sido la misma, por evidente. Pertenecía a eso que consideramos Escuela de Filología Española, y como buen filólogo no podía dejar abandonado uno de los pilares que sustentan la filología. Y aun viéndolo tan claro, he seguido

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dando vueltas a las cosas, siempre con más preguntas. Era catedrático de Gramática Histórica de la Lengua Española hasta que en 1968, tras la reciente creación de las cátedras de Lengua Española, ocupó la primera que se dotó con esa denominación en España, en la Universidad Autónoma de Madrid; tres años más tarde, con esa misma denominación se trasladó a la Universidad Complutense de Madrid. Cuando se jubiló Rafael Lapesa, en 1978, pasó a ocupar la cátedra que dejaba vacante, que era la de Historia de la Lengua Española. Si recuerdo ahora estas cosas es para explicar el porqué de su dedicación a la dialectología, como consecuencia de la historia de la lengua, y a la Historia de la Lengua. Tuvo que acudir a los textos antiguos, literarios y no literarios (los fueros, cartas, etc.). El interés que manifestó por ellos, evidentemente, era filológico: buscaba explicar las razones de la historia de nuestra lengua, de los cambios que se han producido en ella. Pero también la variación, y nuestra literatura medieval, pese a su pobreza en los primeros siglos, evidenciaba si no una literatura dialectal, al menos una literatura con rasgos dialectales, no castellanos. Creo que, en este contexto, un hecho que no debía tener mayor importancia, fue trascendental para muchas de las publicaciones, actitudes y búsquedas que vinieron después. El Protectorado de Marruecos dependía, académicamente, del distrito universitario de Granada, y año tras año, entre 1949 y 1955, debía ir a distintas ciudades a examinar a los alumnos que finalizaban el bachillerato. Y allí se encontró con el judeoespañol, vivo y de frente. Los días de exámenes eran largos y tediosos, bajo el sol implacable de julio y agosto, y en vez de acompañar a sus colegas una vez terminadas las tareas, él comenzaba su nueva jornada: El coleccionista era una calamidad: sigue hecho una calamidad; no sabía bailar y sentía una enorme vergüenza de tender sus manos. Era el mes de julio de 1949 (Señor, ¿cuántos años ya?). Mis compañeros se iban a las terrazas de Río Martín, yo me quedaba en aquel rincón sofocante de Caridad, 14. Por eso recogí endechas, cantos de boda, romances. Porque no sabía —ni sé— bailar. Podría escribirse un relato ejemplar: de, cómo por no atreverse con un pasodoble, el dialectólogo se dedicó a recoger cantares. Fue así. ¿Mejor? ¿Peor? Así (Alvar 2003a: 19).

Entonces compraba unas libretas, se iba en busca de sus amigos sefardíes. A uno de ellos lo encontró, cuarenta años después, en una mansión de Central Park, en Nueva York, en una conmemoración ritual del 14 Nissan. Era cantor de sinagoga en las Bermudas, y lo habían llevado para honrarlo. Regresaron aquellos lejanos recuerdos, entre ellos una Hagadá de Pesah, escrita en español, que había comprado en uno de sus viajes. Y decidió estudiarla y editarla (Alvar 1986). Otro de aquellos amigos, sólo recuerdo que se llamaba Samuel, tuvo que irse de Ma-

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rruecos cuando las cosas comenzaron a ponerse mal como consecuencia de las guerras árabe-israelíes. Abrió un humilde restaurante sefardí en Málaga, que frecuentábamos, pues su amistad era sincera y preparaban los platos con amor para ofrecerlos al huésped. Pero una enfermedad y una desgraciada operación se lo llevaron. Él, imaginando lo que podía ocurrir, instaló a la familia en Israel, y se marchó al hospital para no volver. En 1961, tan pocos años después de su recolección, regresó a Larache, y quiso ver a quienes le habían proporcionado tantos tesoros: la comunidad sefardí ya se encontraba en camino de disolución. Ha sido la vida de quienes le ayudaron, abriéndole puertas, buscando informantes, ofreciéndole cuanto tenían, en su casa y en su memoria. Los nombres son conocidos, y constan en el capítulo de las gratitudes de los Cantos de boda (Alvar 1971). Volvamos a aquellas tardes de Marruecos, en Tetuán fundamentalmente, pero también en Larache, en Alcazarquivir, en Casablanca, también en Melilla. Estaba cada tarde con los sefardíes, y anotaba en aquellas libretas de la posguerra lo que le contaban y lo que le cantaban las recitadoras que encontró: Recuerdo un día agobiante de verano. Como cada tarde, iba al número 14 de la calle Caridad de Tetuán, junto a la gran sinagoga. Allí me sentaba con mis veinticinco años estrenados, y venían a mi vera mujeres ajadas por la edad. Entre recitado y canturria iban desgranando sus saberes: yo transcribía y transcribía. Cientos de cánticos rellenaban mis cuadernos y yo nunca me saciaba. Pasaban los hombres que empezaban a ignorar las cosas, y las mozuelas venían una y otra vez a sonreír ante la escena: las abuelas estaban con sus cuentos de viejas a las que los críos ya no hacían caso, mientras aquel mozo cristiano apuraba hasta el último sonido que escuchaba (Alvar 2003a: 17).

Fue así cómo recogió el cancionero judeo-español de Marruecos, y llegaron, pronto, las Endechas judeoespañolas (Alvar 1953b, 1969c) (tan difíciles de recoger por la interdicción que pesa sobre los cantos de muerte) y, después, los Cantos de boda judeo-españoles (Alvar 1971). Y no olvidemos el Romancero judeo-español de Marruecos (Alvar 1966a) o la Poesía tradicional de los judíosespañoles (Alvar 1966b), por no citar otros libros y multitud de artículos16. Pero quedaron tres cuadernos repletos de romances que conservaba en casa a la espera de que sus otras ocupaciones le permitieran pasarlos a limpio, estudiarlos y publicarlos. Pasaron los años y los decenios, muchos, hasta que se puso en la tarea, ayudado por M.ª Pilar Nuño, Aurora Miró y Amalia Pedrero. Lo dejó todo pre16. Por ejemplo, Alvar (2000c).

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parado, como parte de una colección de libros bajo el título genérico de El judeo español que recogería su obra dispersa, y la inédita, sobre el dialecto. Pero la aciaga noche que se cierne sobre él no dejó que viera nada impreso, aunque los volúmenes han comenzado a aparecer (Alvar 2003a, 2003b). Casi medio siglo después deseó hollar de nuevo sus primeros pasos entre los judíos de Marruecos, y sus tardes de Tetuán. Fueron los últimos días de 1995 y los primeros de 1996. Quiso que lo acompañara toda la familia en aquel viaje, para hacernos partícipes de su historia, de su vida. Y llegó el desconsuelo: Fui al portal donde cincuenta años atrás transcribí páginas y páginas de una tradición real que aún vivía. Con desazón me dirigí al número 14 de la calle Caridad. Las puertas estaban claveteadas y las ventanas tapiadas. La sinagoga ya no era sinagoga. En verdad las cosas habían cambiado mucho. No más que el ansioso contemplador. Unos cincuenta años antes aquel mundo era identificable, pero distinto. El mozo que cada día venía hacia las casas enjalbegadas, ahora tuvo prisa por llegar. Desde el hotel —ya no sería el mismo— anhelosamente se vino a la Plaza de España (¿aún de España?) y enfiló por la calle aquella. No venían viejos sefardíes con chilabas raídas, ni luengas barbas que descendían con su serena blancura, ni cayados para amedrentar el paso. Todo había cambiado: aquel mozo de veinticinco años, ahora arrastraba su congoja de más de setenta. Creía ser el mismo, pero el tiempo lo estaba lacerando [...]. Nos asomábamos a un conato de ruina. Todo eran pabellones enmudecidos. Aquí venía cada tarde y me sentaba en una sombra. Las viejas reían y cantaban. Yo copiaba. Pasaban las nietecillas y hacían carantoñas; se detenían un paso, y seguían prestas. Caridad, 14. Jamás el olvido. ¿Sabrá nadie lo que significó aquel zaguán? ¿Y la calle aquella? ¿Y los dos números —rojo sobre blanco— que para siempre me habían aherrojado. Una tarde lloraba la vieja. [...] Veo viejas fotografías y pienso que aquellas gentes que me acogieron habrán muerto. Las casas que ampararon su presencia, hace tres años eran sólo sombras desmazaladas. ¿Seguirán? Caridad, 14. Y yo volví con el corazón vacío (Alvar 2003a: 29-30).

La tristeza resultó enorme, y no podía quitársela de encima. Lo repitió aún en otra ocasión: Nada me evocaba lo que medio siglo antes había sido mi costumbre. Aquellos huecos enmudecidos a golpe de martillo me conmovieron. ¿Quién podría cantarme ahora un romance? Yo había cerrado el último postigo de la tradición. Ni recitadoras, ni niños que se detuvieran a escuchar las voces encariñadas. Ni viejos que, apoyándose en la cachava, fueran rumiando su soledad de cantos y de recuerdos. Nada de nada. La tradición había muerto. Fui el último investigador que se asomó a ella. Mis cuadernos guardaban las últimas voces, apagadas ya. Aquellas mujeres que por 1950 tenían se-

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Manuel Alvar Ezquerra senta o setenta años ¿dónde habrían depositado los cantos que tan enamoradamente transcribí? Como si fuera un milagro, yo tenía rellenos cuadernos y cuadernos (Alvar 2003b: 12).

La situación de cincuenta años antes no parecía presagiar un fin tan rápido, por más que las dificultades hubieran existido siempre, y se vislumbrara un oscuro porvenir: las consecuencias de la Gran Guerra, la creación del estado de Israel, la independencia de Marruecos, y eso que las graves tensiones en Oriente Medio no habían aflorado con la virulencia que hemos conocido. Fue al encuentro de los sefardíes en otras partes del mundo, pero la historia es triste. Tenía la esperanza de dar con alguno de ellos en Rodas, y allá se fue en 1985: Han pasado más de diez lustros desde que en Rodas se habló con judíos españoles. Esas gentes, de vivir, tendrían ahora más de cien años. ¿Y el fruto de su linaje? ¿Y el eco de sus cantos? ¿Y el temblor de sus palabras? El viajero ha oído graznar a las grajas y sabe que no anuncian buenos agüeros, pero en su terquedad ha creído que el olvido no es una losa que atosigara a los recuerdos, y ha comprobado que es algo peor, es el gesto sutil de la indiferencia (Alvar 2003a: 26).

En Ferrara sólo encontró los recuerdos. En Bucarest la fortuna fue algo más generosa, y Marius Sala, cuya amistad perdura, pudo dar cuenta del español hablado por aquellas gentes.

Un caso muy contrario le ocurrió en el sur de los Estados Unidos haciendo encuestas para el atlas de América. Allí se encontró de cara con el dialecto canario hablado en Luisiana, bien es cierto que en franco retroceso, como todo lo español por aquellas tierras. Fue la cita más septentrional con su lengua, el testimonio más alejado de las gentes canarias. Y allí también La hospitalidad abrió de par en par sus puertas. Y yo empecé con las preguntas. Los filólogos de otros campos no podían creer en el implacable rigor del dialectólogo: palabras y palabras, miles de palabras. Un día y otro y otro. Irvan Pérez nos daba generosísima hospitalidad y su esposa —italiana— nos preparaba comidas canarias. Yo apuntaba y mi mujer grababa. Sabíamos que estábamos al final del prodigio: morirán estos hombres y sus hijos no hablarán español. Ni criollo, ni vestigial. La muerte con un tajo firme [...]. Desde el ventanal de mi estudio —enorme ventanal— veo árboles desnudos y cielo plomizo. Pero la alegría ha entrado a raudales en las palabras de gentes que quiero mías y en paisajes que me ganaron para siempre. Estoy viendo, cuida-

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do, blanquísimo, un cementerio con nombres familiares: “El primer regalo que nos hizo el Rey de España” (Alvar 1998: 13).

El comienzo de sus contactos con las Islas, sus Islas, fueron decepcionantes: en 1953 se celebró en Barcelona el Congreso de Filología Románica. Al parecer, don Juan Álvarez Delgado habló a don Rafael de Balbín de algún proyecto sobre la lengua de las Islas Canarias y Balbín pensó en un atlas, toda vez que las Islas no cupieron en el ALPI. Fui a la entrevista con toda la ilusión del mundo, llevé mi Cuestionario y las ganas de colaborar. Pero el Cuestionario no merecía sino algún desdén, se dejó olvidado sobre una silla y, al marcharnos, volví a recogerlo. Lo llevaba entre mis brazos como si fuera una criatura delicada. ¡Pobre cuestionario mío! Sin embargo, yo no sabía que en mis brazos emocionados llevaba ya el ALEICan que para mí estaba reservado. Y llevaba todo el amor sin límites que he ido acumulando para mis Islas (Alvar 1997b: 22).

Era el empeño, una vez más, del tozudo aragonés que llevaba dentro. Hubo otras tareas de por medio, pero ese atlas también se cumplió. El Cuestionario se publicó diez años después (Alvar 1964), y un par de lustros más adelante saldrían los tres tomos de la obra (Alvar 1975b, 1976c, 1976d), dando vida a uno de sus sueños más queridos, en lo personal y en lo científico: El ALEICan exige el conocimiento de la realidad andaluza, como será exigido cada vez que se tañan las cuerdas del español de América. Nació, pues, en mi intención, como el desarrollo de cuanto íbamos sabiendo de las hablas meridionales de la Península, y ser fiel a estos principios teóricos es lo que ha emprendido, bien que sin forzar la realidad actual y singularísima de las hablas insulares. Por eso, cuando en el verano de 1963 el Instituto de Estudios Canarios —a través de don Elías Serra, su director— me invitó a realizar un atlas de las islas, acepté. Y acepté pensando en esa nueva tésera que podíamos poner al mosaico de la geografía lingüística del español. En este momento, cuando trato de recordar a quienes me decidieron a llevar a cabo la empresa, debo citar a Jesús Hernández Perera, compañero de Universidad y amigo muy querido, que con su discreción y tacto consiguió mi total autonomía para proyectar y llevar a cabo una obra que es —en sus méritos y en sus defectos— exclusivamente mía (Alvar 1975b)17.

En otro lugar he tenido que hablar de la relación de mi padre con Canarias (Alvar Ezquerra 2007), por lo que trataré de resumir lo que dije allí, aunque sus palabras dicen más de lo que puedan expresar las mías:

17. En la tercera columna de la “Nota preliminar” con que se abre el atlas.

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Manuel Alvar Ezquerra Mis Islas me acompañan siempre porque un día entraron en mi vida y están ya en todos mis caminos de uno a otro mundo. Universales y terruñeras, desasidas y entrañadas, como la gloria que supieron crear. Y hoy el profesor de Historia del Español evoca sus trabajos insulares, muchos días, muchos años, pero nunca pensó que este hoy existiera. Por eso, cuando se lo regaláis, deslumbrador y sin comparación posible, quisiera quedarse con vosotros para que el sol nunca se apague, o llevarse las tierras calientes para que nunca haya atardecer en su alma hecha gratitudes (Alvar 1990: 41-42).

Llegó por primera vez en el verano de 1954, y allí pasó dos meses, uno en la Universidad de La Laguna, y otro en Gran Canaria. Y a partir de entonces todo fue un ir y venir, hasta su último viaje fuera de casa, para participar en el I Congreso Internacional sobre el Español de Canarias, a finales de junio de 2001, apenas seis semanas antes de que nos dejase para siempre. Fue, junto al de Almería, el viaje para despedirse de sus dos tierras de adopción verdadera. Como consecuencia de aquella estancia inicial muy pronto llegó El español hablado en Tenerife (Alvar 1959), su primer trabajo sobre el español de Canarias, cuando todavía sus quehaceres miraban hacia las hablas navarroaragonesas, y el atlas de Andalucía estaba en preparación. Las Islas eran el puente que necesitaba entre su Andalucía y América. Canarias lo unía todo, y lo explicaba, pero nada sucedió de repente. Hubo que conocer las hablas andaluzas a través del ALEA, hubo que hacer las encuestas del ALEICan, y hubo que realizar las de América. La publicación del atlas supuso sentar las bases para la dialectología canaria. Los inconvenientes surgidos en su elaboración fueron los derivados por la distancia que separaba el archipiélago de Granada, y la dificultad para llegar. Sin embargo, la generosidad de aquellas gentes hizo que el camino se allanara. Estaba convencido, y fue la gran aportación de Manuel Alvar, que el español hablado en Canarias no era algo marginal como el judeoespañol, ni el español de los Reyes Católicos que había quedado en estos navíos varados en medio del Océano, con su proa apuntando hacia América. Es el español heredero del que se hablaba en Andalucía, y es el que navegantes y conquistadores llevarían a la otra orilla de nuestra lengua, para hacer que el español fuese español. En su imparable afán por escudriñar hasta el último aspecto de la modalidad lingüística canaria, puso en marcha en 1970 la recogida del Corpus toponymicum canariense, en el que se había de dar cuenta de toda la toponimia de las Islas, con encuestas sistemáticas in situ, revisión de los catastros, de los archivos parroquiales, cotejo con la cartografía más detallada. No había de quedar fuera nada

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que no hubiese sido documentado alguna vez, en cualquier sitio que se encontrara al alcance, o que no hubiese sido empleado por los hablantes. Fueron dos intensas campañas en las que recorrimos palmo a palmo Lanzarote, Fuerteventura, La Palma, El Hierro, y quedaron para más adelante las otras islas18, aunque, esta vez, y por diversas razones, no pudo completarse el conjunto. Muy pronto, si no recuerdo mal era por el mes de septiembre de 1971, nos llevó a mi hermano Carlos y a mí por vez primera, para que nos acostumbráramos a las Islas. En aquel viaje hicimos varias encuestas en Tenerife, en Gran Canaria y en La Gomera, de donde salió la tesina de Carlos (Alvar Ezquerra 1975). Y fue, con el resto del equipo, el comienzo de la recogida del Corpus toponymicum canariense. Nos enseñó como el mejor guía Santa Cruz y Las Palmas. Se me quedaron clavadas las Islas, y sigo yendo una y otra vez, haciendo de guía siempre que puedo, renovando en cada ocasión su entusiasmo y cariño, primero con Aurora, luego con ella y nuestros hijos. Allí nos enseñó a trabajar, a pasar penalidades, a aprovechar de sol a sol. Fue un gran entrenamiento para las encuestas del atlas de España y Portugal, del que ya no tengo tiempo de hablar, y en el que él, por primera vez, no llevó a cabo casi ninguna encuesta, delegando en los colaboradores las tareas de campo19. Son muchos los recuerdos que quedan de aquellas dos campañas toponímicas en las que participamos unos cuantos recién licenciados. Julio Fernández-Sevilla, con experiencia en las encuestas y profesor nuestro, y José Antonio Mayoral, ya desaparecidos, Isidoro Villalobos, Mariano de Andrés, Fernando Lázaro Mora... La recogida de materiales no estaba exenta de dificultades, y a veces no se terminaba en el tiempo previsto, como un día en La Palma. Mi padre tenía que regresar a la Península, y Julio Fernández Sevilla y yo nos quedamos para rematar la faena. Entonces aprovechamos para buscar en Santa Cruz una habitación con ducha y poder lavarnos como debe ser y no conseguíamos desde hacía días. Realizamos la tarea pendiente y volamos al día siguiente a Las Palmas para reunirnos con los demás, y al llegar a Gran Canaria nos encontramos a mi padre tras los cristales del aeropuerto. Había perdido su avión, y la mañana no estaba para bromas, así que tuvimos que agarrar los papeles y ponernos inmediatamente manos a la obra

18. Cfr. Alvar (1972, 1973). Ambos recogidos también en: Alvar (1993b: 417-443 y 445-476, respectivamente). 19. Véase, por ejemplo, el mapa con los exploradores en el t. I del Atlas lingüístico de Castilla y León (Alvar 1999).

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con los demás, olvidándonos de las promesas de descanso que nos habíamos hecho por el trabajo extra.

Con tesón y sin descanso es como llevó a cabo todos sus empeños. Y esa fue su enseñanza para quienes trabajamos con él, y para quienes vivimos con él, y con sus ausencias.

La mirada sobre su quehacer no acaba aquí. Queda América. De Zaragoza a Granada, a Andalucía. De Sevilla a Canarias y a América20. Tantos recuerdos para él, que recorrió el Nuevo Mundo como si no supiera de geografía, y como si todo fuera poco más que cruzar la calle. Con él estuve en Nueva York y en la Amazonia, en Río de Janeiro y en Arizona, en Puerto Rico y en Méjico, en Santo Domingo y en Venezuela —¡qué difícil resultó terminar aquellas encuestas que hizo solo, en compañía de mi madre. En la Universidad de San Marcos de Lima recogí para él en enero de 1974 el nombramiento como profesor honorario, pues al mismo tiempo debía recibir el doctorado honoris causa en Burdeos. Hoy no hay tiempo para más. Quiero terminar, pues no conviene agotar la paciencia de los amigos. Pero antes de hacerlo deseo volver a recordar su amor y entrega a nuestra lengua, a todas y cada una de sus variedades, a quienes las hablan: He estado siempre con gentes a las que daría mi corazón y que me daban cobijo con su cariño. Cualquier restricción me resultaba mezquina: yo era de todos y todos los hombres de España estaban en mí. Y los de las Américas todos: desde el norte de Río Grande, hasta la Tierra del Fuego, desde Puerto Rico a Guayaquil. No se achicaba el espíritu de mi lengua. Allí donde el español se habla, allí está mi casa. No me pregunten más: en cualquier rincón donde nuestra lengua se escucha. Con su generosa amplitud, con su emocionado sonido, con su temblor persistente. Español de todos y para todos (Alvar 2002c: 49-50).

Decía al principio que venía como atrapado, pero sabiendo a qué venía. Mis sentimientos no sólo pueden ser de gratitud por todo este homenaje, aunque no sé dónde encontrar las palabras que desearía emplear. Por eso tomo prestadas unas de mi padre, que, seguro, habría dicho aquí: “Y el dialectólogo que tiene cada

20. Como panorama general y bibliográfico me remito a Gutiérrez Araus (2005).

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cosa en su sitio notó cómo ahí —sí, ahí, Vd. también lo tiene ahí, ¿o no?— donde dicen que está el corazón, había un puño que le estrujaba” (Alvar 1982: 40).

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— (1971): Cantos de boda judeo-españoles. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. — (1972): “Corpus toponymicum canariense. Encuestas en Lanzarote e islotes de su jurisdicción”, en: Geographica, 2, 83-96. — (1972b): Niveles socio-culturales en el habla de Las Palmas de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Excmo. Cabildo Insular. — (1973): “Corpus toponymicum canariense: encuestas en las isla de Fuerteventura”, en: Geographica, 4, 261-280. En colaboración con Julio Fernández-Sevilla. — (1974): “Sevilla, macrocosmos lingüístico”, en: Estudios filológicos y lingüísticos. Homenaje a Ángel Rosenblat en sus 70 años. Caracas: Instituto Pedagógico, 13-42. — (1975a): Teoría lingüística de las regiones. Barcelona: Planeta/Universidad Complutense. — (1975b): Atlas lingüístico y etnográfico de las Islas Canarias, I. Madrid: Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria. — (1976a): Aragón. Literatura y ser histórico. Zaragoza: Pórtico. — (1976b): Libro de Apolonio. Ediciones, estudios y concordancias. 3 vols. Madrid: Castalia/Fundación March. — (1976c): Atlas lingüístico y etnográfico de las Islas Canarias, II. Madrid: Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria. — (1976d): Atlas lingüístico y etnográfico de las Islas Canarias, III. Madrid: Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria. — (1977): “El léxico de la casa en el nordeste de Navarra (encuestas de 1950)”, en: Archivo de Filología Aragonesa, 20-21, 9-55. — (1978): “Breve vocabulario de la Navarra nordoriental”, en: Archivo de Filología Aragonesa, 22-23, 251-298. — (1979): “Lengua, dialecto y otras cuestiones conexas”, en: Lingüística Española Actual, 1, 5-29. — (1979-1983): Atlas lingüístico y etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja, 12 vols. Con la colaboración de A. Llorente y T. Buesa. — (1982): El envés de la hoja. Zaragoza: Institución “Fernando el Católico” de la Excma. Diputación de Zaragoza (Edición facsímil. Zaragoza: Institución “Fernando el Católico”, 2002). — (1983): La lengua como libertad. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica. — (1986): La leyenda de Pascua. Tradición cultural y arcaísmo léxico en una “Hagadá de Pesah”en judeo-español. Sabadell (Barcelona): Edit. AUSA. — (1990): Mis Islas. Las Palmas: Viceconsejería de Cultura y Deportes. — (1992): “Integración hispánica por la lengua”, en: Anuario’92 Iberoamericano. Madrid: Agencia EFE/Fundación EFE, 499-516. — (1993a): “Primeros recuerdos”, en: Cincuenta años al servicio de la Cultura en Aragón. Institución “Fernando el Católico”. 50 Aniversario, 1943-1993, 1. Zaragoza: Institución “Fernando el Católico” de la Excma. Diputación de Zaragoza, 23-27. — (1993b): Estudios canarios. Las Palmas de Gran Canaria: Gobierno de Canarias/Viceconsejería de Cultura y Deportes. Colección “Clavijo y Fajardo”, 17. — (1995): Por los caminos de nuestra lengua. Madrid: Universidad de Alcalá de Henares.

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EL ESPAÑOL INTERNACIONAL: VALORACIÓN ACTUAL Y USOS ESPECÍFICOS EVA BRAVO GARCÍA Universidad de Sevilla

El español internacional es una modalidad de uso actual que tiene su ámbito de aplicación y difusión preferente en el extenso mundo de las comunicaciones y en otros escenarios profesionales, como la enseñanza de la lengua española y el diseño de programas educativos. Cumple en ellos una función específica y actúa como factor de homogenización e intercomunicación. Para conseguir sus objetivos, necesita desarrollar unos criterios de selección y de estandarización que sean aceptados por amplios grupos sociales y que le permitan afrontar las necesidades de inmediatez comunicativa y alcance general, frente a la pluralidad lingüística de los receptores. La difusión y el calado social que tienen hoy estos medios de comunicación es tal que hace que esta modalidad llegue a un buen número de usuarios de la lengua española, inserta en una variedad de productos que interesan a hablantes de todos los niveles sociolectales. Por ello, es interesante reflexionar acerca de los usos específicos que hoy se asignan a esta modalidad y cuál es la valoración que cosecha, lo que permitirá ponderar tanto su proyección de futuro como posibles espacios nuevos de actuación.

1. El “español internacional” en el marco de la lengua española El español es hoy una lengua de proyección internacional, reconocida y valorada tanto por el número de hablantes que la respalda como por la comunidad cultural que la sustenta. En estos momentos —en los que nos aproximamos a los 400 millones de hablantes— su expansión prestigiosa es evidente. La geografía del español está formada por un grupo de países que integra al 98,7 % de sus hablantes, que se extienden por el continente americano desde los Estados Unidos hasta el Cono Sur. El resto se encuentra al otro lado del océano Atlántico, donde es lengua oficial en España y Guinea Ecuatorial.

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En el caso de la Península Ibérica, los últimos decenios muestran una disminución del número de habitantes para los que el español es su única lengua. La causa fundamental hay que buscarla en las políticas lingüísticas autonómicas que tienen como finalidad impulsar las lenguas de sus respectivas regiones en las edades más tempranas y en los niveles iniciales de enseñanza. En este sentido los datos del último censo del año 2001 indican que un 41 % de la población nacional vive en zonas donde hay otras lenguas propias; en ellas, un 42,1 % domina esa otra lengua (la entiende, la sabe leer y escribir), con márgenes muy amplios entre el 56 % de gallegos que se dicen bilingües y el 23 % para navarros y valencianos. Si a estos datos se suman los que la entienden y hablan, la cifra de individuos que se pueden comunicar verbalmente en una lengua que no es el español sube al 63,6 %. Será interesante cotejar esta situación con los datos que ofrezca el próximo censo, pero todo hacer prever un aumento de los hablantes “bilingües”, pues las actuales políticas lingüísticas no favorecen una expansión del español ni una situación lingüística equitativa en las autonomías que reconocen otra lengua1. Esta situación no tiene paralelismo en Hispanoamérica, donde los hablantes de español son ampliamente mayoritarios: superan el 99 % en Argentina, Chile, Colombia, Cuba, El Salvador y Honduras. Sólo baja del 90 % en Bolivia (87,9 %), Guatemala (86,4 %), Perú (82,8 %) y Paraguay (63 %). Por el contrario, en España es lengua de uso habitual para un 74 %, sólo algo superior al 67,6 % de Guinea Ecuatorial2. A lo largo de esta geografía, el español no es simplemente una lengua oficial o comercial, sino lengua materna, con lo que ello implica en los procesos de transmisión cultural y lingüística —sin perjuicio para otras lenguas autóctonas que en cada caso son reconocidas y, en mayor o menor medida, impulsadas. De ahí que en muchas ocasiones no pueda ser comparable el número de hablantes de español y el de otras lenguas ampliamente extendidas como el inglés, pues muchos de los hablantes de ésta lo son en determinado ámbito profesional o social, pero en modo alguno es para ellos una lengua que alimente su cultura e intereses, que explique su mundo y sus creencias. El elevado índice de comunicatividad del español y la magnitud de sus nexos culturales se han puesto de relieve en las últimas décadas, captando la atención de nuevos ámbitos profesionales y desarrollos de

1. Un panorama actual de la situación lingüística peninsular puede encontrarse en Herreras (2006). 2. Los datos que se manejan son resultado del cotejo de distintas fuentes, entre ellas Ethnologue, Agencia EFE, INE (España), cuyas referencias se indican en la bibliografía.

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mercado; estos factores hacen hoy de la lengua española uno de los idiomas prioritarios en el aprendizaje de una segunda lengua, pues son más de 60 millones de personas las que lo han aprendido en todo el mundo (Ethnologue 2005: 560). Más que los grandes flujos migratorios o un espectacular aumento de la natalidad, son las sociedades modernas y el uso de los medios de comunicación que ellas han propiciado los principales agentes de la expansión de un idioma que ofrece hoy numerosas oportunidades de proyección social. Por todo ello, interesa considerar la importancia del español no sólo a partir de la tasa de población, sino de la internacionalización de esta lengua como efecto derivado de su rango cultural y de las demandas que se generan en estas sociedades avanzadas.

2. Un español con matices La lengua es un hecho inseparable de la evolución social de un pueblo y se convierte en espejo de sus historias y acciones, proyectando una imagen de dicha comunidad fuera de sus fronteras; por ello el nombre de una lengua en modo alguno es un asunto menor para sus hablantes. En torno al término que la designa se agolpan sentimientos, matices, relevancias que determinan la aceptación o rechazo de un nombre que, pese a que inicialmente sólo tenía un valor descriptivo o se limitaba a marcar una procedencia, acaba siempre levantado reacciones y creando expectativas. Esta polémica parece afectar a la mayoría de las lenguas con cierto recorrido histórico y puede llegar a tal punto que en ocasiones parece que el nombre es tanto o más importante que la propia lengua. En el caso de la modalidad que nos ocupa, muchas de las designaciones que van apareciendo obedecen precisamente al deseo de esquivar las connotaciones que ha ido adquiriendo otra previamente usada, desplegándose cada una en una curiosa variedad de matices, empezando por el propio nombre del idioma (castellano o español). Prácticamente en todos los casos que se señalan a continuación alterna el uso de castellano o español —y en menor medida latino—, atribuyéndoles connotaciones diferentes utilizadas para decantarse por uno u otro. En estas preferencias intervienen matices socio-nacionales, la percepción respecto a la vinculación histórica con la antigua metrópoli y los sentimientos, a veces encontrados, que esta herencia suscita. Sin embargo, todas las designaciones que se manejan focalizan una visión del español entendido más que nunca como vehículo de expresión de un mundo cultural que, trascendiendo su cuna peninsular originaria, se identifica con una comunidad lingüística amplia y centrada en

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el continente americano. De esta forma, se genera un incuestionado concepto de hispanidad vertebrado por una lengua común.

2.1. De lo común hacia lo global El uso de los términos español panhispánico, panespañol o español global incide en la consideración de una modalidad que puede ser universalmente válida para todos los usuarios de la lengua española, sobrepasando las fronteras nacionales. Este tipo de designaciones destaca el carácter supranacional: es un español de todos, que vale para todos los actos comunicativos entre hablantes de distintas procedencias geográficas o sociales, seleccionando rasgos que desplazan el eje lingüístico del modelo peninsular para acercarlo a las formas hispanoamericanas, a las que se les da un nuevo rango de influencia en el modelo común. En señalar esta noción plural coinciden diversos autores, como rasgo esencial de la unidad y la diversidad del español: La pluralidad de normas en español (normas entendidas como modelos de hablar culturalmente el español) se ha tenido en cuenta a la hora de elaborar la normativa que nos ofrece el Diccionario panhispánico de dudas, recientemente publicado. La norma, entendida ahora como conjunto de reglas, se basa tanto en el español europeo como en la lengua española desarrollada en el continente americano, lo que hace, por fin, que nuestra mirada sea panhispánica y no específica de un solo modelo (Aleza 2006: 32).

Español panhispánico parece una designación redundante, pero el uso de este adjetivo sólo quiere oponer esta modalidad a los usos nacionales del español y sobrepasar las tradicionales distinciones dialectales del tipo “español de España” frente a “español de América”. Panhispánico es, por otra parte, el adjetivo utilizado en documentos de organismos oficiales como la Real Academia de la Lengua y el Instituto Cervantes. Está incluido en el título del Diccionario panhispánico de dudas de la RAE/AAL, que define este adjetivo como ‘perteneciente o relativo a todos los pueblos que hablan la lengua española’ (DRAE). En la concepción académica, la norma panhispánica está vinculada al hablante culto y aunque recomienda el conocimiento de todas las variedades del español, puntualiza que: en última instancia, sólo el dominio del registro culto formal que constituye la base de la norma y el soporte de la transmisión del conocimiento, permite a cada individuo

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desarrollar todo su potencial en el seno de la comunidad. Por esa razón, todas las recomendaciones que aquí se expresan deben entenderse referidas al ideal de máxima corrección que representa el uso culto formal (RAE/AAL 2005: http://buscon.rae.es/ dpdI/).

La Academia insiste en el carácter normativo del modelo culto, el cual puede no corresponder con el que se utiliza en el mundo mediático, pues muchas necesidades de comunicación en este ámbito son novedosas y elementos recientemente incorporados aún no han sido testados en el uso culto. De otra parte, en el español de los medios se acogen variantes nacionales, siempre que no sean muy marcadas y no produzcan algún tipo de rechazo en otro sector del público. En conclusión, el uso que la Academia y los medios hacen del término panespañol no es exactamente sinónimo, aunque la aspiración básica sea en esencia la misma. En todo caso, en el uso mediático el panespañol no es un modelo en el que todo lo español cabe, sino sólo aquello que es común, que une y vincula, aquello que tiene referente en la dilatada cultura que ha brotado de la lengua española; en ese sentido es un factor que potencia la unidad defendida por esta veterana institución. En el ámbito de la enseñanza de lenguas, algunas instituciones también usan el adjetivo panhispánico. En el año 2004 el Instituto Cervantes firmó con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) un acuerdo para establecer en este centro un Diploma Panhispánico de Español, con el fin de ofrecer una titulación de validez general en el ámbito internacional y con sede en el continente americano. El uso del término panespañol revela ya el deseo de ambas instituciones de enseñar y promover un español válido para todos los países americanos y especialmente en el uso internacional de nuestra lengua. El proyecto debe cumplir el requisito previo —como consta en la documentación del Instituto Cervantes— de “definir los instrumentos de medición de la competencia lingüística en español como lengua extranjera con un criterio panhispánico”3. La denominación español global se crea por analogía a muchas otras que también contienen este adjetivo desde que se popularizara la expresión aldea global de Marshall McLuhan; de aquí economía global, política global, mercado global, etc., con la que se resalta sobre todo la proyección mundial del sustantivo al que acompaña. En ocasiones se usa en este mismo sentido, pero con menor frecuencia, español universal o español mundial.

3. http://www.cervantes.es/lengua_y_ensenanza/certificados_espanol/informacion.htm

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El adjetivo global está también vinculado con una idea de progreso y su amplio uso comunicativo internacional, que no es sólo reciente ni obedece a un proceso de colonialismo económico, sino a una asentada identidad entre lengua, cultura y nación: ... es en Hispanoamérica donde el español ha llegado a ser incuestionablemente una ideología de progreso. [...] esta ideología de progreso le viene al español de su condición de lengua internacional. Por supuesto, cuando una lengua internacional (esto es, inter-nacional: que se habla por varias naciones) funciona, además, como lengua puente, como instrumento de comunicación válido para intercambios científicos o comerciales entre cualesquiera seres humanos, su condición de lengua de progreso se hace aún más patente y sus defensores pasan a considerarla lengua global (López García 2007: 41).

2.2. El valor de lo internacional Español (o castellano) internacional es una etiqueta que incide en el carácter vinculante de la lengua compartida por todos los países de habla hispana, una modalidad que trasciende las características del país propio y, eliminando lo local o rural, hace posible un uso no marcado en cualquiera de los territorios de habla hispana. Se resalta la internacionalidad como una virtud, un valor a favor de la difusión y la mejor aceptación de los productos que la contemplan, al tiempo que se garantiza una comprensión general y un escaso índice de rechazo. Esta denominación es la que cuenta con una implicación comercial más directa. La lengua es un bien económico que repercute en beneficios si se dan ciertas condiciones de mercado. Constituye un patrimonio inherente a una comunidad social que no sólo no se agota con su uso, sino que aumenta su valor cuanto más se utiliza y difunde. Su repercusión ha llamado la atención de expertos del ámbito económico, que reclaman un mayor conocimiento de predicciones sobre el español en la publicidad, las comunicaciones, la administración y la educación, que permitan medir el impacto del español como valor económico: La defensa del español como idioma franco, por el impresionante número de sus hablantes, por su deseable presencia en los organismos internacionales y por su potencial aptitud como medio de comunicación en la ciencia y la técnica, necesita el conocimiento lo más preciso posible del significado económico de cuantas actividades humanas se desarrollan bajo la necesaria presencia de la lengua española (Martín Municio 2003: 13).

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De la mano de la globalización, las lenguas más difundidas en los últimos años son vistas como un valor de cambio y como agentes de producción, es decir, como activos socioeconómicos que dan recursos y potencian la riqueza de sus usuarios. Aumentar la difusión de una lengua revierte en una mejora del mercado económico, que no ve desperdigados sus esfuerzos orientando sus producciones en idiomas diversos, con el consiguiente ahorro en el coste económico y una clara mejora en la viabilidad. La competencia internacional de la lengua es un reto en el mundo de la traducción oral y escrita, pues la elección de un término u otro, una construcción morfológica o una entonación marcada provocan malentendidos o, cuando menos, enajenan el significado de un acto comunicativo. Garantizar una comprensión correcta por encima de las barreras nacionales y sociales es la baza que juegan las importantes empresas de traducción, conscientes de que ofrecer una redacción unívoca es un reto factible en un idioma tan rico y plural como el español. Este concepto de un español internacional tiene gran viabilidad en la enseñanza y aprendizaje de la lengua y satisface el deseo de los aprendices de obtener una competencia lingüística que no esté labrada en exceso con marcas nacionales. La denominación español general que sugiere Francisco Moreno coincide básicamente con estos usos: Hay profesores y estudiantes que buscan un modelo de “español general” —decididamente preferimos general a estándar—, un modelo lo más general posible, una norma lingüística abarcadora. El referente, desde tal posición, podría estar en ese español de las películas de Walt Disney (español de Disneylandia) o de la CNN que, siendo de muchos lugares, en todos se entiende sin que las diferencias se aprecien como extrañas (Moreno Fernández 2000: 81).

2.3. El uso del adjetivo “neutro” Español (o castellano) neutro, acento neutro o simplemente neutro, son términos muy utilizados en el continente americano, especialmente en los países lingüísticamente más “marcados”, donde con frecuencia la competencia en esta modalidad “neutra” llega a convertirse en requisito obligatorio para los profesionales de la comunicación y de la telemercadotecnia. En estos casos neutro significa ausencia total de marca, por lo tanto manejar ese estilo implica garantizar la ausencia de rasgos nacionales o locales, que son considerados como interferencias indeseadas en la promoción de los productos y personajes del mundo mediático (locutores, actores, traductores, etc.).

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El neutro no muestra indiferencia ante los rasgos propios nacionales, regionales o locales, pero sí un afán de superación pues las peculiaridades que vinculan al origen pueden suponer una limitación real en la práctica profesional; por consiguiente, se establece en estos países una frontera nítida entre el discurso nacional y el considerado internacional. Todo ello puede repercutir en la proyección del profesional de los medios tanto dentro como fuera de su patria, o en el funcionamiento en el mercado de un determinado producto4. Por eso es muy frecuente el uso de este adjetivo precisamente en países con rasgos lingüísticos característicos o que se perciben más singularizados respecto a la norma estándar general, como Argentina, Chile, Uruguay, etc. En el caso de Argentina el uso de (español) neutro es tan general que el hablante popular llega a entender con frecuencia que neutro es simplemente “lo no argentino”. Los distintos gobiernos de este país han respaldado el uso de esta modalidad, hasta el punto de que una ley de 1986 avala la conveniencia del doblaje a idioma castellano neutro ofreciendo exención de impuestos a los productos que se adecuen a este procedimiento: El doblaje para la televisión de películas y/o tapes de corto o largo metraje, la presentación fraccionada de ellas con fines de propaganda, la publicidad, la prensa y las denominadas series que sean puestas en pantalla por dicho medio y en los porcentajes que fija esta ley, deberá ser realizado en idioma castellano neutro, según su uso corriente en nuestro país, pero comprensible para todo el público de la América hispano hablante (Artículo 1)5.

Una reglamentación posterior a la citada ley precisa qué debe considerarse como neutro: “Se entenderá por idioma castellano neutro al hablar puro, fonética, sintáctica y semánticamente, conocido y aceptado por todo el público hispanohablante, libre de modismos y expresiones idiomáticas de sectores”. Pese a su difusión —o quizá por ello—, el adjetivo neutro es el que ha acumulado una mayor cantidad de opiniones y referencias adversas. En muchas ocasio-

4. Las preferencias de los espectadores y consumidores son algo complejas, pero en muchos países se cuida usar una modalidad neutra para productos de ámbito nacional, con el interés de no marcar ningún tipo de preferencias por normas regionales o locales intranacionales. 5. Ley 23.316, “Doblaje en idioma castellano neutro, según su uso corriente en nuestro país, de películas y/o tapes, publicidad, prensa y series a los efectos de su televisación”. Boletín Oficial, 3 de junio 1986. http://www1.hcdn.gov.ar/dependencias/cceinformatica/Sanciones/Ley_23316.html

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nes podemos encontrarlo empleado con franco menosprecio, especialmente bajo el argumento de que este calificativo esconde en realidad un español mermado, que augura una época de carencia comunicativa y de empobrecimiento idiomático. Con frecuencia, se plantea que si se rompe la conexión con una identidad nacional ¿qué virtud puede tener una lengua que no es de nadie? Así entendido, el neutro es una suerte de lengua “descafeinada” con la que ningún individuo puede identificarse, por lo que no puede tener futuro. La misma connotación negativa trasluce el término español acultural, utilizado sobre todo en el mundo de las editoriales para hacer referencia a las creaciones y traducciones que evitan las marcas de origen. Se publican libros aculturales que, aunque parezcan ir contra la raíz misma de la creatividad, son bien recibidos en general por las empresas que pretenden tener una difusión internacional.

2.4. Las marcas geográficas Un cuarto grupo de designaciones hace referencia a marcas geográficas, usadas siempre que se quiere incidir en la contraposición de dos tipos lingüísticos: a) Un español más tradicional y conservador hablado en España, llamado español castellano, español de España, español ibérico o simplemente español. b) Otro unificado, que es el que se utiliza en la América hispanohablante —con especial atención en incluir a los hispanos de Norteamérica— y poniendo el centro de gravedad en este continente; es el generalmente llamado español latino o español hispano. En el ámbito de la traducción audiovisual de procedencia anglosajona, la distinción más frecuente es español castellano / español latino, para indicar la modalidad por la que se ha optado en la traslación. Son etiquetas habituales, que identifican a los productos y los contraponen a otras variedades locales (español cubano, español argentino, etc.). Pese a los matices que contienen las designaciones anteriormente descritas, hay que señalar que en numerosas ocasiones empresas e instituciones las usan indistintamente, considerándolas sinónimas en lo esencial que es ese carácter general del español; en otros casos, la preferencia por una de ellas frente a las demás encierra un matiz fruto sólo de una distinción personal o de la popularidad que haya adquirido en un entorno laboral o social.

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Las tendencias actuales parecen apuntar que en el mundo de la traducción se han extendido las designaciones con el adjetivo neutro; en el del doblaje americano (hispano y anglosajón) de cine y televisión la preferencia es por latino (entendiendo que el latino es el más general frente a castellano, vinculado sólo a España); en los productos de mercado y en el ámbito empresarial se usa con mayor frecuencia español/castellano internacional. Si estos indicadores se mantienen, español latino y español internacional se están generalizando en Internet —donde el español es la segunda lengua— como términos para hacer referencia a este estándar. La intensa aplicación en el mundo de la traducción audiovisual y de la difusión mediática favorece particularmente el uso de estas dos etiquetas por encima de las demás posibilidades mencionadas.

3. La selección de la diversidad Es un hecho que la lengua la hacemos todos los hablantes de todas las épocas y que, en una visión diacrónica, los fenómenos que la caracterizan se mueven a lo largo del tiempo tanto por la escala de estratificación social como a través de la geografía en la que se habla dicho código idiomático. De aquí que la Real Academia abogue por el uso del estándar culto de cada época, como estrato fruto de un proceso de nivelación y adecuación comunicativa, y le atribuye la consideración de norma estándar, es decir, la que sirve como modelo o referencia de la lengua española en un determinado momento temporal: Por su carácter de lengua supranacional, hablada en más de veinte países, el español constituye, en realidad, un conjunto de normas diversas, que comparten, no obstante, una amplia base común: la que se manifiesta en la expresión culta de nivel formal, extraordinariamente homogénea en todo el ámbito hispánico, con variaciones mínimas entre las diferentes zonas, casi siempre de tipo fónico y léxico. Es por ello la expresión culta formal la que constituye el español estándar: la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear, cuando sentimos la necesidad de expresarnos con corrección; la lengua que se enseña en las escuelas; la que, con mayor o menor acierto, utilizamos al hablar en público o emplean los medios de comunicación; la lengua de los ensayos y de los libros científicos y técnicos. Es, en definitiva, la que configura la norma, el código compartido que hace posible que hispanohablantes de muy distintas procedencias se entiendan sin dificultad y se reconozcan miembros de una misma comunidad lingüística (RAE/AAL: http://buscon.rae.es/dpdI/).

Pero en el ejercicio cotidiano y vital de la lengua, será finalmente la competencia lingüística personal la que nos dé la pauta acerca de la pertinencia o no de un determinado uso. En los medios de comunicación, esta competencia dependerá

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de la formación propia del profesional y de su autonomía lingüística, es decir, del grado y amplitud de conocimientos lingüísticos y culturales que le permitan seleccionar, valorar y ponderar el uso de un determinado recurso. De aquí que actualmente un número considerable de locutores deba prestarse a reaprender su lengua materna española, pues las peculiaridades locales de su pronunciación o de sus usos morfológicos le impiden una deseada proyección profesional plena. Aunque la diversidad lingüística del mundo hispánico es en sí un activo, puede convertirse en una dificultad a la hora de compendiar los rasgos lingüísticos y el vocabulario con los que se pueda representar a todos los hablantes. Dicho proceso de selección debe librarse en distintas esferas: a) La selección lingüística propiamente dicha rastrea en los distintos planos de la lengua los rasgos dialectales y sus connotaciones. Es un trabajo delicado donde se pondera no sólo la vigencia de uso de una determinada variante articulatoria, léxica o morfosintáctica sino —lo que es más importante— sus evocaciones en el mundo hispanohablante. Con frecuencia, si notamos que nuestra comunicación no es plenamente entendida, o al menos tenemos dudas, podemos rectificar nuestra expresión (cambiar una articulación, seleccionar otra palabra). En ciertos ámbitos no hay una segunda oportunidad y a veces tampoco un feedback, de ahí el especial cuidado en el acierto comunicativo. b) La selección dialectal pondera el uso de realizaciones muy idiosincrásicas —y en algunos casos socialmente estimadas—, pero que marcan inequívocamente un origen. Es el caso del voseo, por ejemplo, que aunque no es exclusivo de Argentina identifica a este país dentro del mundo hispánico, en buena medida a causa de la importancia en el pasado de la exportación de producciones cinematográficas argentinas por el continente americano. En países con producción nacional parece ganar en la aceptación del mercado interno el dialecto hablado en la capital, pero éste es sólo el primer escalón en un continuo proceso que tiene que aspirar a lo panhispánico si aspira también al mercado internacional. De ahí que los fenómenos lingüísticos autóctonos se trasladen a un nuevo paradigma en el que son considerados en cuanto a su recepción como rasgos aproximantes o rasgos diferenciadores y en virtud de ello, incluidos o no en la modalidad internacional. c) La selección sociolingüística está en relación directa con el medio de comunicación y con el tipo de programa; los procesos de adaptación son en ocasiones

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sumamente complejos. Algunos medios priman la comunicación oral o bien la impresa y requieren estilos distintos; otros, como la televisión, inciden particularmente en una disolución de la esfera de lo público y lo privado y esto tiene una clara repercusión en el lenguaje, que debe acercar a ese mundo privado. En definitiva, el reto consiste en conseguir una aproximación entre la lengua de la vida cotidiana y la lengua usada de los medios, sin que ésta se baje a lo vulgar ni se distancie por la vía culta del usuario. La identidad no proviene sólo del uso de una misma lengua, sino de contextos comunes, construidos en la interacción cotidiana con hablantes que comparten patrones discursivos y modelos de contextualización. Este proceso de selección es singularmente factible en una lengua de baja estratificación como es el español, frente a otras como el inglés en las que tanto las diferencias lectales como las que existen entre lengua escrita y lengua oral son significativamente más profundas. d) La selección internacional, en la que conviene hacer un doble proceso de discriminación según la difusión que se proyecte y el grado de contacto con el inglés. Esta doble selección viene requerida tanto por la importancia de la proximidad con esta lengua en el universo de los media como por el hecho de que Estados Unidos es el principal país generador de productos mediáticos destinados al consumo propio y al mercado internacional no sólo hispano sino también de cualquier otra lengua. Una primera nivelación básica es la que se produce en la selección dentro del español en el propio contexto estadounidense, donde se escoge un uso que vincule a las diversas comunidades que componen ese melting pot lingüístico hispano frente al inglés (compuesto por caribeños y mexicanos en su mayoría, pero con importantes componentes de otros países). Los hispanos que trabajan en los medios tienden a simplificar su español, en parte por el contacto con el inglés y en parte porque quieren evitar los regionalismos y particularidades propios si éstos pueden interferir en la comprensión con hispanos de otro origen con los que trabajan o para los que realizan sus producciones. Es la técnica rudimentaria que habitualmente se pone en práctica en una redacción cuando hay profesionales de distinta procedencia hispanoamericana: en primer lugar se ve cómo se dice algo en cada país, después se busca cuál es la expresión más genérica y comprensible para todos y, finalmente, se comprueba que no existe connotación indeseable o humorística del término elegido para individuos procedentes de algún país. El diccionario es una ayuda, pero lo que determinará la elección es el uso sociolectal.

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En un segundo momento, esta selección se exporta al resto del mundo hispanohablante retocando lo necesario para que llegue con eficacia a todos. Este proceso se da con mucha frecuencia en la traducción de desarrollos de mercadeo, publicidad, vocabulario profesional específico, etc. y se debe tanto a la fuerza de los medios de comunicación estadounidenses como a los deseos de los grupos hispanoamericanos pujantes por introducirse en ese mercado.

4. Usos específicos del español internacional 4.1. El mundo de los media Crear un español internacional no es sólo determinar un sociolecto popular para las telenovelas y otro culto para los informativos, sino también muchos otros lectos que sirvan para identificar a los distintos personajes-tipo y situaciones de interlocución que se producen en el mundo mediático. No estamos propiamente ante una creación artificial, sino una decantación de usos que se ensayan y someten a pruebas de adaptación o rechazo. Las necesidades para desarrollar esta modalidad van más allá de lo que puede ofrecer la consulta de las obras académicas. Buena parte de la tarea de las Academias de la lengua consiste en censar lo que ya ha sido filtrado en la norma culta y opinar sobre algunas variantes y neologismos, pero no tiene la suficiente agilidad para resolver las dudas que sobre la marcha pueden aparecer en el mundo de los media. Además, los profesionales del sector se quejan de que en ocasiones esta institución propone usos léxicos excesivamente cultos o literarios, distantes de la oralidad; otros contenidos están ausentes de forma práctica, como lo referido a la entonación y la dicción. En este sentido se ha expresado recientemente el responsable de CNN en español (Chris Crommet 2007) quien, a pesar de no ser partidario de un español absolutamente falto de todo matiz, considera que las prescripciones tradicionales de las academias de la lengua frecuentemente no se prestan para los informativos televisivos. No tienen la claridad ni la concisión necesarias. Y no toman en cuenta que en la televisión estamos escribiendo para el oído, no para el ojo. La redacción nuestra es para ser leída en voz alta y comprendida sobre la marcha por el televidente que la escucha. [...] El punto fundamental es que procuramos un español simple, directo y expresivo, que proyecte la idea tan precisamente como sea posible. Al mismo tiempo, pretendemos que sea comprendido por nuestro público en todas las latitudes a las que llegamos. Pero no queremos acentos desabridos ni palabras lavadas, ni construcciones gramaticales que, aunque correctas, no sean gratas y accesibles al oído (Crommet 2007: 13).

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Desde la creación de la imprenta, el desarrollo de medios en soporte escrito ha conferido a la lengua impresa valor normativo y fuerza estandarizadora. Las nuevas tecnologías conceden cada vez más importancia a la inmediatez de la expresión oral —con o sin imagen de apoyo—, por lo que es necesario un reajuste a la hora de esbozar un estándar de lengua hablada. Las necesidades son diferentes en las entrevistas orales, en la oratoria político-diplomática, en la comunicación verbal o en las noticias y documentales; estos dos últimos establecen un puente entre lo escrito y lo oral, pues el texto debe estar ya concebido para trascender a la escritura. No hablamos como escribimos, pero sí hay en las técnicas lingüísticas mediáticas un esfuerzo consciente en escribir previamente atendiendo a “cómo va a sonar ”después. En lo escrito se acepta mejor el estándar normativo tradicional, pero en la comunicación oral (videos, llamadas) o pseudoral (blogs o bitácoras, chats, correo electrónico, servicios de call center, etc.) que llegan hoy con gran empuje a muchos ámbitos socio-profesionales y alcanzan éxito en la sociedades avanzadas, es donde hay mayor demanda de usos lingüísticos inmediatos y claros, universalmente comprendidos. Las agencias de prensa han intentado atender a esas necesidades urgentes e inmediatas de ciertos medios creando sus propios sistemas de consulta. A partir de ellos se elaboraron los libros de estilo que han gozado de cierto protagonismo; sin embargo, el desarrollo de esta modalidad internacional ha puesto de manifiesto la insuficiencia de estos materiales. El español internacional no parece estar en los “manuales de estilo” elaborados por y para distintas empresas, sino en un consenso de un determinado grupo social que desarrolla sus actividades en el ámbito de los media. En estos compendios se ha ido dando acogida creciente a temas que no son estilísticos, muchos de los cuales tienen que ver más con una deontología profesional (recomendaciones de conducta o de ética profesional), posición del medio respecto a asuntos conflictivos o tabúes para una sociedad, o con posiciones ideológicas; algunos se detienen incluso en establecer usos y costumbres propios (ropa, presencia física, gestos, comportamiento profesional, etc.)6. Por otra parte, ya se ha puesto de manifiesto que muchos de estos manuales son copias casi literales de otro o de varios (Gómez Font 2004), con lo que hay ausencia total de reflexión y análisis en la elección de soluciones lingüísticas propuestas, realizadas en ocasiones por personas ajenas al ámbito filológico. Mu-

6. Como ejemplo de esta variedad de contenido y del tratamiento de la modalidad lingüística dialectal puede verse el libro de estilo de Canal Sur (Allas Lorente y Díaz Salgado 2004).

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chos están concebidos para un medio concreto —de un país y un público bien determinado—, por lo que no son aplicables a otros contextos mediáticos y mercantiles; incluso algunos libros de estilo de televisiones regionales se ocupan más del estándar dialectal de la lengua y de la aceptación de costumbres locales, que de la proyección internacional de sus emisiones. Dadas las circunstancias, estos prontuarios parecen tener un uso más restrictivo que creativo y generan cierta insatisfacción en su propio espacio de difusión profesional. En España, la Fundación Español Urgente (Fundéu) —fruto de un acuerdo entre la Agencia EFE y una entidad bancaria— está vinculada con la Real Academia y se ha marcado como principal objetivo “colaborar con el buen uso del idioma español, especialmente en los medios de comunicación, cuya influencia en el desarrollo de nuestra lengua es cada vez mayor”. Para ello ofrece desde su creación en el año 2005 un servicio de consulta, así como actividades y publicaciones que permitan reflexionar sobre la lengua. Esta entidad aspira a convertirse en referente de los medios de comunicación a ambos lados del Océano y a proporcionar criterios uniformes de uso, además de respuestas rápidas a consultas; incluso expide un certificado de calidad idiomática a las publicaciones que se atienen a sus normas y se ofrece para ser contratada por empresas e instituciones para controlar la calidad lingüística de sus documentos. Así resume el proceso el presidente de la Agencia Efe (Grijelmo 2006: 17): El hecho de que una misma noticia pueda publicarse en una veintena de países sin necesidad de tocarle una coma constituye en sí mismo un camino de ida y vuelta: por una parte, es preciso que las frases redactadas resulten comprensibles en un territorio tan grande, lo que obliga a ese mimo con las palabras; y por otro lado (que en realidad es el mismo), esa unidad del idioma en las noticias contribuye a la unidad del idioma en las sociedades que hablan español.

Las entidades consultoras de este tipo pueden muy bien cumplir una función asesora, para unificar decisiones sobre lo novedoso en la lengua, pero si se les confiere atribuciones de dictado lingüístico, existe el riesgo de llevar a un español que ningún hispanohablante sienta como propio. Junto a estas instituciones consultivas, sería muy conveniente fomentar actividades que doten de instrumentos al profesional de los medios, para que éste encuentre por sí mismo las opciones lingüísticas correctas, sin perder la vinculación con su público ni la creatividad personal tan importante en determinados géneros periodísticos y literarios. En este sentido, conviene recordar que

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Eva Bravo García sería interesante no identificar correcto con normativo. Si no se nos impone una norma, podemos aceptarla libremente, pero debemos tener presente que esa norma no es más correcta que otras posibles simplemente porque la acepten o ensalcen determinadas instancias sociales (Moreno Cabrera 2000: 16)7.

El profesional, en definitiva, debería ser capaz de seleccionar usos del español conocidos y prestigiosos, gracias a una noción lingüística propia que debe ser desarrollada a lo largo tanto de su experiencia personal como de su formación académica y laboral. De aquí que en muchos foros se recomiende a los interesados simplemente leer mucho y escribir mucho para desarrollar esas destrezas, aumentar la competencia léxica y adquirir una propiedad sintáctica; todo ello repercutirá de manera inmediata en un correcto dominio de la lengua que los planes de estudio de las facultades de Comunicación no parecen cultivar suficientemente. La solución, pues, debe pasar por fomentar la autonomía lingüística de un profesional bien formado gramatical y culturalmente, para poder responder en tiempo real a las dudas e innovaciones que genera su propio quehacer.

4.2. El mercado cultural lingüístico El uso de un español estandarizado y adaptado a las necesidades comunicativas del mundo empresarial facilita enormemente la coordinación y la gestión. Documentos internos de empresas con proyección internacional, proyectos, presentaciones, cartas, etc. adquieren fluidez entre sus destinatarios cuando se pactan usos lingüísticos y un vocabulario que evite la ambigüedad. Los escenarios de política internacional recurren también a usos estandarizados en los que la figura del traductor ocupa un lugar esencial. Como no podría ser de otra manera, algunos aspectos se convierten en áreas preferenciales, como el léxico, y las firmas cuidan la denominación de sus productos en la documentación interna y externa (publicidad, imagen de la marca, etc.) velando por la univocidad, adecuación y el éxito comunicativo. La habilidad de conseguir una escritura y discurso precisos pasa por la selección lingüística y la evaluación de las reacciones del público. Pero el ámbito en el que

7. Las normas prescriptivas académicas actúan sobre la lengua literaria y por ese mismo hecho suelen ser aceptadas por todos los hispanohablantes. Pero precisamente porque no es en la lengua literaria en donde cada región o cada país logran una identificación propia, cada uno recurre a la valoración de sus usos locales o populares en contraste con las normas literarias y crea lenta, implícita y tendencialmente sus propias normas (Lara 2004: 67).

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de una manera inmediata podemos captar esta necesidad de nivelación es el de las jergas profesionales, especialmente la informática, a la que tenemos acceso cotidiano cada vez que entramos en Internet; por ejemplo, en muchas páginas de ventas podemos encontrar el término carretilla en vez de carro (de la compra), para evitar la confusión con carro (‘automóvil’). Esta dificultad es cotidiana para las empresas de traducción, que no pueden limitarse a las soluciones “académicas”, que en algunos casos están lejanas a la realidad lingüística de sus clientes: While we generally consider the Real Academia Española (RAE) to be the “final-say” authority on matters of grammar and lexicography, we find that several terms considered inappropriate by the RAE are accepted —and preferred by our clients— due to their common use. An example of this would be the word accesar for to access, a term not recognized by the RAE and yet prominent and commonplace in Mexico city streets signs. Years ago we were taken to task by an American client who had spent years living in Mexico for using acceder when “everybody knows” accesar is the correct term! (Churilov/Paolillo 2007: 16)

Lo que se busca, en realidad, es una solución lingüística integral que permita al profesional abordar con seguridad el desempeño de su actividad que alcanza a los documentos oficiales e institucionales, conferencias, instrucciones, etc., e incluso a cierta literatura. Todo ello viene a probar una vez más la trascendencia cultural y económica que para los intercambios nacionales tienen las estrategias discursivas mediáticas, que se muestran instrumento eficaz en el fomento de la coordinación lingüística. La norma lingüística mediática y su difusión constituye un factor de relevancia social que afecta a la implantación de nuevos usos en una comunidad lingüística. Desde una perspectiva sociológica se argumenta que estos procesos de globalización lingüística constituyen un factor favorable para la supresión de fronteras sociales, esgrimiendo este hecho precisamente como una de las ventajas de los actuales medios de comunicación frente a otros más antiguos, que preseleccionaban el estatus social del individuo con requisitos de formación y nivel cultural o económico (dominio de destrezas como la lectura o la escritura, habilidades técnicas, poder adquisitivo, etc.). Una lengua común contribuye a la desaparición de barreras, al igual que el acceso de todos los grupos sociales a los contenidos mediáticos compensa el protagonismo en muchas facetas de la clase alta; desde este punto de vista, por ejemplo, se aduce que los programas reality esbozan un concepto diferente de lucha de clases y lucha por el territorio. En consecuencia, se valora a los media actuales como más igualitarios y niveladores de la sociedad. Para los sociólogos, que observan con atención su influencia en el desarrollo y

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comportamiento de los individuos, el uso de una lengua común garantiza igualdad de oportunidades, de influencias y de acceso a todos los productos. Dentro de este ámbito, un mercado emergente es el de la enseñanza del español, que tiene una faceta docente y de difusión cultural y otra netamente empresarial. El español internacional se está mostrando como un instrumento eficaz en los distintos procesos de enseñanza y aprendizaje de la lengua española, tanto en situaciones en las que esta lengua está inserta en comunidades bilingües o multiculturales, como en aquellos procesos de aprendizaje del español fuera de ese entorno. Sin duda, los medios pueden ser un instrumento de educación quizá no bien ponderado hasta ahora, pues cada día se diversifican más y surgen nuevas posibilidades. A través de ellos, no sólo se difunde un modelo al que los hablantes reconocen como culto o correcto y que consideran digno de imitación, sino que éstos pueden aprender y ampliar su competencia lingüística gracias al tiempo que pasen haciendo uso de sus ofertas. Hay que considerar, además, la facilidad de poder practicarlo oyendo televisión, radio, cine, o trabajando con periódicos digitales. El valor actual de la cultura de masa y la trascendencia de sus modelos en los jóvenes son factores a los que hay que estar atento, dadas las posibilidades profesionales que para nuevas generaciones ofrece el entorno de Internet. El atractivo del español es lingüístico y cultural: la uniformidad en el nivel culto de la lengua española está reforzada por la unidad de norma; al mismo tiempo, cuenta a su favor con una unidad ortográfica que se plasma en una amplia cultura científica y una incomparable tradición literaria. Los aprendices de español proceden de distintas lenguas maternas pero persiguen una meta común: adquirir la suficiente competencia comunicativa para el uso que personalmente se hayan marcado. En algunos casos el objetivo es muy alto, pues se desea desarrollar una actividad profesional o social en cualquier país de habla hispana o en cualquier empresa que tenga mercado en estos países; en otros, sólo se persigue un nivel básico de comunicación para la vida cotidiana. La competencia profesional del docente en lengua española exige hoy un conocimiento del español unificado que sea susceptible de ser enseñado con éxito. Los estudiantes de lengua en un país hispano no sólo deben dominar aspectos formales, sociales y creativos de la lengua materna, sino recursos y estrategias para poderla enseñar —si es su aspiración profesional— en cualquier lugar del mundo o a hablantes de la más variada procedencia geográfica que puedan acudir a su país.

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Por otra parte, las instituciones oficiales están empezando a mostrar atención hacia una modalidad plurinacional. Además del ya citado Diploma de Panespañol de la UAM, acreditado por el Instituto Cervantes, en el III Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Rosario (2004) se propuso un nuevo tipo de evaluación denominado Certificado Internacional de Español (CIE). Con él se formula un sistema paralelo al que manejan la UNAM (EPLE, Examen de Posesión de la Lengua) y el Instituto Cervantes (DELE, Diploma de Español), destinado específicamente al mundo universitario y profesional. Estas propuestas persiguen alcanzar tanto un sistema de equivalencia internacional de los diplomas como un instrumento para medir no sólo conocimientos consolidados, sino también las etapas en el desarrollo de adquisición de la lengua, eligiendo muestras representativas del habla culta hispanoamericana en un afán de resaltar la unidad dentro de la diversidad. Aún hemos de ver qué desarrollo tendrá el “Sistema Internacional de Certificación del Español”, aprobado en el contexto del reciente Congreso de Cartagena (2007), que tendrá carácter panhispánico y promete no obstante “respetar las variedades lingüísticas de los países hispanohablantes”. En resumen, parece razonable concluir que, por esta y otras iniciativas tomadas en niveles oficiales, “todo parece apuntar a un posible desplazamiento del liderazgo ideológico, económico y académico del sector del español para extranjeros hacia el continente americano” (Moreno Fernández 2007: 4). La opción de un lenguaje estandarizado podría afectar también a ámbitos fuertemente vinculados con la creación, la originalidad y el individuo, como es el caso de la literatura. En Hispanoamérica está creciendo el debate sobre la conveniencia de usar el neutro y su presumible repercusión en la lectura, ya que a las editoriales les resulta mucho más rentable adoptar un estándar que garantice un mayor abanico de clientes. La pionera en el mundo editorial fue Reader’s Digest y desde entonces empresas internacionales y publicaciones periódicas prestigiosas han seguido su ejemplo. Aparentemente estamos ante un caso paradójico, pues la nivelación lingüística parece ir directamente contra lo que es relevante en un autor, es decir, su impronta lingüística personal, su juego con el lenguaje, la selección de una palabra y su singular connotación, etc.; en resumen, todo el potencial que puede ofrecer el idiolecto del creador, que permite elevar la lengua por encima de lo común estilizándola y extrayendo nuevas evocaciones.

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Sin embargo, el uso de un estándar internacional no afecta a todos los tipos literarios y tampoco es una tendencia nueva, pues enlaza con las críticas al excesivo criollismo, rasgo que ha acompañado a una parte sustancial de la creación literaria hispanoamericana y que marcó singularmente las obras de ciertas épocas, como las elaboradas en torno a los distintos procesos de independencia. Cada cierto tiempo surgen por parte de los propios escritores observaciones a favor de una normalización en la expresión y de la búsqueda de la originalidad creativa, sin llegar a retorcer el lenguaje ni identificar dicha originalidad con lo críptico, alejando incluso al lenguaje literario de la lengua nacional o la variante regional8. Pero en el continente americano se alzan voces en contra que hablan de libros aculturales y ponen de relieve la merma que supone el uso de un español para la transmisión de la cultura específica de un país o región. Desde este punto de vista, se entiende que si la literatura debe transmitir una cultura, no podrá hacerlo si utiliza una modalidad lejana a la realidad en la que ésta se desarrolla; si el universo individual de un autor debe convertirse en el de otra persona, es preciso que éste se traduzca a un lenguaje claramente vinculante para el receptor, no al aséptico neutro. Pero los defensores de una mayor generalización en los usos, declaran que la intención es hacer de la literatura cauce para una lengua nacional estandarizada, pero sin llegar a extremos: no se pretende publicar a “un Borges neutro”, pues como él mismo decía: ¿Qué zanja insuperable hay entre el español de los españoles y el de nuestra conversación argentina? Yo les respondo que ninguna, venturosamente para la entendibilidad general de nuestro decir. Un matiz de diferenciación sí lo hay: matiz que es lo bastante discreto para no entorpecer la circulación total del idioma y lo bastante nítido para que en él oigamos la patria. No pienso aquí en los algunos miles de palabras privativas que intercalamos y que los peninsulares no entienden. Pienso en el ambiente distinto de nuestra voz, en la valoración irónica o cariñosa que damos a determinadas palabras, en su temperatura no igual. No hemos variado el sentido intrínseco de las palabras, pero sí su connotación. Esa divergencia, nula en la prosa argumentativa o en la didáctica, es grande en lo que mira a las emociones. Nuestra discusión será hispana, pero nuestro verso, nuestro humorismo, ya son de aquí. Lo emotivo —desolador o alegrador— es asunto de ellas y lo rige la atmósfera de las palabras, no su significado (Borges 1998: 156).

8. Sirvan como ejemplo estas palabras escritas por Pocaterra en 1913 que reivindican la sencillez y el gusto por la defensa de una lengua general: “Yo no aspiro a ser criollista del Distrito federal, ni a formar atmósferas criollas a fuerza de terminologías populares o de ‘floración de cafeto’; no señor: Cuando yo me puse a escribir este libro ¡qué lejos estaban de mí los ‘herméticos’ de las Gradillas y las bibliografías de la camaradería letrada! Mis personajes piensan en venezolano, hablan en venezolano, obran en venezolano” (Pocaterra [1913] 1990: 3).

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Tampoco es un modelo que se aplique obligatoriamente a todo tipo de publicaciones; el mundo editorial recurre con frecuencia al estándar en las traducciones, en obras destinadas a la exportación, obras científico-técnicas, prensa periódica, revistas y publicaciones derivadas de productos de Internet (chats, blogs, obras on-line, etc.); en la creación personal son los propios autores los que deciden su lecto creativo. Otras voces de preocupación en el ámbito de la literatura surgen en relación con el hábito de la lectura, pues se teme que esta modalidad internacional pueda provocar un distanciamiento, sobre todo en lectores iniciales. La lectura puede resultar desanimante si el tema del libro no es atractivo o no viene incentivado por otras referencias previas como la popularidad de un autor o de un personaje internacional como Harry Potter. En este sentido, el mismo argumento —el uso de un estándar del español internacional— es utilizado a favor y en contra del fomento de la lectura; para unos es una virtud el uso de una modalidad internacional que saque al hablante de su localismo, mientras que otros resaltan el factor de extrañamiento que puede provocar el uso de una modalidad que no se siente propia, sobre todo en lectores iniciales. En otros casos, se constata simplemente que disminuye el número de lectores en el mundo hispanohablante y aumenta el uso de otras publicaciones con vías de transmisión diferentes (soporte electrónico, audiolibros, etc.). Quizás el libro cambie de formato, pero la literatura en español vive desde hace décadas una época de esplendor, que podemos ver sintetizada hoy en el homenaje recientemente ofrecido a Gabriel García Márquez por el millón de ejemplares de su obra Cien años de soledad: Este milagro —dice el escritor bogotano— es la demostración irrefutable de que hay una cantidad enorme de personas dispuestas a leer historias en lengua castellana, y por lo tanto un millón de ejemplares de Cien años de soledad no son un millón de homenajes al escritor que hoy recibe, sonrojado, el primer libro de este tiraje descomunal. Es la demostración de que hay millones de lectores de textos en lengua castellana esperando, hambrientos, este alimento (Congreso de Cartagena 2007: http://www.congresodelalengua.gov.co).

5. Recapitulación La política lingüística y la política mediática no tienen por qué seguir caminos divergentes cuando el fin es común: llegar a la mayor cantidad de individuos con un estándar que ofrezca univocidad y corrección. Como fin indirecto, este estándar mediático

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logra una unidad lingüística que refuerza los sentimientos de comunidad de lengua frente a variantes o influencias externas, actuando como elemento a favor de la cohesión. La finalidad primordial de este español internacional no es la ejemplaridad lingüística o la creación literaria, sino el deseo de favorecer la accesibilidad para todos los hispanohablantes y la eficacia comunicativa, asumiendo si fuera preciso soluciones exonormativas comúnmente aceptadas. En ámbitos donde la intercomunicación fluida sea un requisito esencial, el español internacional ofrece un patrón lingüístico cuidado, elegante y plural; el hablante, por su parte, sabe contextualizar perfectamente cuándo usar esta modalidad, cuándo es pertinente y cuándo no, por lo que no hay motivos para ver en él una amenaza sobre la idiosincrasia lingüística propia o nacional. Tampoco es legítimo desprestigiar esta modalidad considerándola como una puerta abierta al extranjerismo, ya que ha demostrado ser un filtro para la entrada del anglicismo y un banco de pruebas para los neologismos. La forma que la lengua española adopta en los medios procede del consenso lingüístico de los hablantes relacionados con su uso, tanto de los profesionales que la hacen como de los receptores. Es necesario llevar al profesional a desarrollar tanto estrategias de autonomía lingüística como criterio propio en la toma de decisiones, que le permitan ejercitar su formación personal y su conocimiento idiomático. En definitiva, saber qué se dice, cómo se dice y por qué se dice de una determinada manera. Esto comporta pautas de reflexión lingüística y de aprendizaje que deben reformularse para atender a las necesidades concretas y al ámbito de desempeño profesional, con frecuencia muy próximo al inglés. De otra parte, si queremos ayudar al futuro del español, hay que tener muy en cuenta la aceptación que nuestra lengua tiene en los Estados Unidos. De una parte, los anglohablantes entienden que el español es una lengua de gran capacidad comunicativa e interés profesional ya en el entorno de su propio país y, por supuesto, en ámbitos internacionales. De otra, está el hablante de herencia: para los hispano-norteamericanos el bilingüismo es una ventaja y no está en conflicto con su identidad y rango social9. El español vincula lengua y raza, el inglés lengua y nación; ambas lenguas están vinculadas y juntas abren un camino conquistado en la sociedad norteamericana. Visto desde la situación actual, el español del futuro es sin duda panhispánico, pues es el que favorece la unidad y cohesión de la lengua y garantizará su vitalidad a través del uso social y mediático. 9. Un panorama del español en los EE.UU. puede verse en Ortiz López y Lacorte (2005).

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10. Todas las referencias de Internet están comprobadas a fecha 1 de octubre de 2009.

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SOBRE LA NORMALIZACIÓN LINGÜÍSTICA EN ANDALUCÍA: ANTECEDENTES Y PERSPECTIVAS PEDRO CARBONERO CANO Universidad de Sevilla

1. Introducción La cuestión de la normalización lingüística en Andalucía ha sido objeto de atención, estudio y discusión desde diversos puntos de vista, tanto en el ámbito filológico como en el institucional y en el de los medios de comunicación social. Se trata de un asunto recurrente que, especialmente desde finales de los setenta hasta nuestros días, ha ido apareciendo como una inquietud que en ciertos momentos o etapas ha salido a relucir de manera más candente, generalizada y mediática, mientras que en otras ocasiones queda en estado más latente pero siempre palpable en comentarios y debates. Conviene reconocer que en nuestra historia reciente se han sentido implicados en este asunto diferentes agentes sociales: instituciones, profesionales de los medios, docentes, filólogos, sociólogos, políticos, investigadores y ciudadanos en general.

2. Bases conceptuales y planteamientos Se hace necesario inicialmente diferenciar entre los conceptos de “norma” y de “normalización”, que no son lo mismo aunque están íntimamente relacionados. El propio concepto de “norma” lingüística se ha establecido desde muy diversos puntos de vista y presenta múltiples facetas en cuyo detalle no vamos a entrar ahora, pues ha sido tratado por distintos autores en variadas ocasiones (véase, por ej., Coseriu 1973 y 1993, Alvar 1983, Carbonero 1993). En todo caso, la norma, sea en una visión prescriptiva o descriptiva, hace referencia a un conjunto de reglas o hábitos de uso lingüístico, que abarca un determinado ámbito geográfico y social. Pero, a los efectos de este trabajo, entendemos como normalización una serie o conjunto de actuaciones, más o menos sistematizadas, de política lingüís-

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tica o de planificación, encaminadas a dar normas, clarificar y explicitar rasgos lingüísticos, darles validez social y promover su utilización. La norma existe, o no existe. La normalización se hace, o no se hace. Sobre la existencia de una norma lingüística en Andalucía, desde el punto de vista histórico, con frecuencia se ha puesto de relieve la existencia de una variedad meridional del español, diferenciada de la del centro y norte peninsular. En su trabajo, ya clásico, “Sevilla frente a Madrid: algunas precisiones sobre el español de América”, Menéndez Pidal hizo un acertado análisis histórico-lingüístico sobre la crisis en la que entró la norma “toledana” en el siglo XVI (que hasta entonces había definido el prototipo del castellano) y la vitalidad que empezó a adquirir la “disidencia andaluza”, “gracias a las dos mayores fuerzas propagadoras del idioma que entonces operaron, la reconquista y los descubrimientos geográficos” (Menéndez Pidal 1962: 104). Y lo explica así: A pesar del ortodoxo toledanismo fonético propugnado por Nebrija desde Sevilla en el tránsito del siglo XV al XVI, el nuevo dialecto andaluz, con el çeçeo-zezeo como principal galanura, ganaba por entonces al patrón oficial toledano dos batallas de singular importancia: las nuevas comunidades castellanizadas del reino granadino y las nuevas sociedades castellanas de América aceptaban desde su fundación la novedosa simplicidad del habla çeçeosa-zezeosa (Menéndez Pidal 1962: 118).

Estas circunstancias también fueron puestas de manifiesto por Alvar (1974: 35) al indicar que “la aparición de una nueva norma innovadora, frente a la cortesana, y su oportuna difusión, ha creado un foco inesperado de irradiación lingüística”. Y este mismo autor, basándose en sus investigaciones dialectales y sociolingüísticas, analizó el papel de la conciencia lingüística en la identificación de los hablantes con sus formas de hablar: La conciencia lingüística de los hablantes andaluces manifiesta una fuerte identificación con el dialecto, aunque a veces asomen connotaciones despectivas. Y es que unas hablas como éstas, muy diferenciadas de la lengua común, sirven para acentuar el sentido dialectal de las gentes que las emplean; más aún, crean una autoconformación de personalidad que les hace desdeñar todo aquello que les es dispar, y eso desde el catedrático de Universidad hasta el último bracero, con lo que resulta que el dialecto tiene un prestigio social que difícilmente alcanza en ningún sitio del país, y es que en Andalucía se trata de una conciencia colectiva íntimamente sentida, no activada o motivada por idealismos de clases dirigentes. Problemas que sólo se explican si partimos del principio lingüístico de la coexistencia de normas dentro de una misma lengua. Naturalmente, Andalucía es discrepante con respecto a Burgos-Toledo-Madrid y tiene una norma que afecta a toda la región, por más que no sea uniforme al faltarle nivelación (Alvar 1976: 90).

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No obstante, hay quienes han observado de manera marcada esa falta de uniformidad y así, por ejemplo, Mondéjar (1986) pone en duda incluso que se pueda hablar de un “dialecto” andaluz con rasgos comunes definidos y entiende que lo que hay es una “variedad de hablas”. Considera, por tanto, este autor que se hace difícil pensar en la pretendida norma de las hablas andaluzas, si se tiene en cuenta la “complejidad dialectal que va de la raya de Portugal al Mediterráneo almeriense, por lo menos desde el siglo XVIII en adelante” (Mondéjar 1995a: 40). El propio Alvar (1990), en otro de sus trabajos, analizó y se planteó los problemas de la estandarización lingüística del español y del ideal lingüístico en Andalucía, por una parte, atendiendo al hecho de que tradicionalmente se ha afeado a veces la fonética andaluza, pero, por otra parte, observando que algunos de los rasgos meridionales son utilizados incluso por hablantes cultos, con un sentido interno de corrección idiomática o, al menos, de prestigio social, lo cual hace difícil definir incluso una norma estándar uniforme del español para todo el mundo hispánico en el plano oral. En ese sentido, a partir de ciertas investigaciones realizadas sobre rasgos fonéticos de hablantes sevillanos, dentro del proyecto de estudio del habla culta, pudimos llegar a algunas conclusiones como esta: En el habla de Sevilla se da una doble tensión: por una lado, cierta dependencia de la norma castellana (debido a múltiples circunstancias sociales externas que influyen en la conciencia lingüística del hablante); por otro lado, una gran impregnación de algunos de los rasgos “sevillanos”. Se ha podido confirmar que una parte importante de las características generales del habla urbana de Sevilla ha penetrado en el uso y en la aceptación de los niveles cultos (Carbonero 1985b: 149).

La perspectiva de una norma oral del español no uniforme, sino flexible, que admita meridionalismos aceptados o socialmente extendidos, ha ido tomando cuerpo, si se tiene en cuenta, además, el parentesco y la semejanza de ciertos rasgos andaluces con los del español americano. Por ejemplo, Cano (1991-92), estudiando la conveniencia o no de establecer una hipotética “norma lingüística andaluza”, concluye que es preferible una norma española general, si bien flexible y capaz de incluir variedades de habla. Uno de los motivos por los que interesa socialmente la cuestión normativa en Andalucía es su aplicación práctica, por ejemplo a la enseñanza de la lengua —tanto en el ámbito de la didáctica de la lengua materna en la escuela, como en el del español para extranjeros (Carbonero 1983, 2004)— o al uso de un lenguaje adecua-

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do en los medios de comunicación social (Méndez 1997). Los profesionales de la enseñanza y los de la comunicación sienten a menudo la necesidad de disponer de unos criterios normativos específicos para decidir cuáles son los rasgos orales que han de ser corregidos o evitados y, al mismo tiempo, cuáles son los admitidos por estar dotados de prestigio social. En algunos libros de estilo, por ejemplo, se aplica el criterio flexible de admitir varios usos posibles y válidos, incluyendo así algunos de carácter meridional (véase, por ej., Canal Sur Televisión y Canal 2 Andalucía 2004), y siempre aconsejando una coherencia a la hora de que cada uno adopte y decida emplear unos rasgos determinados. Estas situaciones y necesidades prácticas han llevado en ocasiones, en ciertos sectores sociales, a reivindicar o proponer políticas lingüísticas de planificación y normalización. Sobre los fundamentos teóricos de este tipo de actuaciones, que vamos a considerar e ilustrar en el apartado siguiente, aclara Villena: La planificación lingüística es un aspecto institucional, respetable, y relativamente reciente, de manipulación social del lenguaje. Su tradición académica es ya lo suficientemente antigua, y es tal el prestigio de algunos de sus más conocidos teorizadores y divulgadores (...), como para que se hable de modelos de planificación, y de teoría y de conceptos básicos, no obstante su marcado carácter práctico o aplicado (policy science) (Villena 1990: 346).

3. Actividades e iniciativas sociales, políticas e institucionales En las iniciativas y actuaciones encaminadas a una normalización lingüística en Andalucía han participado diversos sectores sociales e institucionales, a veces fuera del ámbito estrictamente académico, a veces en colaboración con expertos y con investigadores universitarios, especialmente a partir de los años setenta y ochenta. Los planteamientos que se han seguido han sido muy variados, desde posturas que niegan cualquier tipo de normas hasta viscerales propuestas extremas y con poco fundamento, pasando por actitudes razonables, unas más prudentes, otras más decididas, que se han basado en el análisis serio y reflexivo sobre los múltiples perfiles lingüísticos y extralingüísticos que se interrelacionan en este asunto. En el Estatuto de Autonomía para Andalucía de 1981, el habla andaluza queda poco reflejada de manera específica. Se alude a ella de manera genérica en un artículo sobre los valores históricos y culturales. Entre los objetivos básicos de la Comunidad Autónoma (art. 12.3.) estaban: “Afianzar la conciencia de identidad

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andaluza, a través de la investigación, difusión y conocimiento de los valores históricos, culturales y lingüísticos del pueblo andaluz en toda su riqueza y variedad”. Sin embargo, el Estatuto de 2007 parece haber dado algún paso más, pues existen dos artículos en que se hace referencia concretamente a aspectos lingüísticos. Entre los objetivos básicos (art. 10.3.) están: “La defensa, promoción, estudio y prestigio de la modalidad lingüística andaluza en todas sus variedades”. Los desarrollos estatutarios se han ido plasmando sobre todo, bien que de una manera parcial y no siempre suficientemente explícita, en el marco legislativo de la educación y en el de los medios de comunicación, donde han aparecido en ocasiones referencias al uso “correcto” del habla andaluza. Así, por ejemplo, en el Decreto de 1992 por el que se establecían las enseñanzas para la Educación Primaria en Andalucía se contempla, como uno de sus objetivos, el siguiente: Comprender y expresar mensajes orales y escritos en castellano atendiendo a diferentes intenciones y contextos de comunicación y a las peculiaridades del habla andaluza. El desarrollo de esta capacidad, a su vez, es inseparable del conocimiento y utilización correcta del habla andaluza como vehículo expresivo propio en la comunicación habitual propiciando el respeto y la valoración de la misma.

Sobre los medios, dentro del Título VIII del actual Estatuto de Autonomía, el art. 213 (titulado: “Reconocimiento y uso de la modalidad lingüística andaluza”) dice: “Los medios audiovisuales públicos promoverán el reconocimiento y uso de la modalidad lingüística andaluza en sus diferentes hablas”. Como bien se observa, los legisladores evitaron utilizar términos comprometedores como “norma” o “normalizar”. Pero, el “reconocimiento” implica admitir que algo existe, dar cuenta de ello, examinar su identidad, considerarlo legítimo y admitirlo como válido. Y en este contexto, el “uso”, además, implica la necesidad de que los medios audiovisuales dispongan de un conjunto de normas definidas, que permitan potenciar el empleo público del andaluz en sus registros cultos. Conviene, por otra parte, observar que aquí se suele utilizar la denominación “modalidad lingüística andaluza”, que ya empezó a ser empleada hace algún tiempo y que parece querer evitar otras denominaciones más controvertidas o polémicas como “dialecto”, “habla” (en singular) o “hablas” (en plural). Siguiendo en el marco legislativo, y en relación con los medios de comunicación, en el Decreto 219/2006, de 19 de diciembre, por el que se aprueba del Reglamento Orgánico y de Funcionamiento del Consejo Audiovisual de Andalucía, puede leerse que el Consejo “preserva el cumplimiento de las normas relativas al uso de la lengua española, especialmente la modalidad andaluza y la diversidad de sus

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hablas”. Curiosamente, aquí aparece el término “normas”, pero podríamos interpretarlo como una referencia múltiple alusiva a tres niveles de generalización (español, andaluz, diversas hablas), que no está exenta de cierta ambigüedad designativa. Se queda en una genérica declaración de intenciones, sin concreción alguna. La cuestión del reconocimiento y el prestigio del andaluz, así como de una normalización lingüística, ha tenido su reflejo en la prensa en diferentes ocasiones. En los primeros años tras la transición, una de las reivindicaciones expresadas con frecuencia es la presencia del andaluz en los medios, reclamando el llamado “acento andaluz”, según analiza Méndez (1997). En 1987, ante la celebración del 28 de febrero, día de Andalucía, apareció en la prensa un manifiesto con el título: 275 periodistas por el habla andaluza, en el cual los firmantes expresaban, entre otras cosas: llamamos a la responsabilidad social de los compañeros de la prensa, la radio y la televisión para promover la utilización del habla andaluza en todos los medios, a fin de desterrar para siempre el complejo de “hablar mal el castellano”, adjudicado a los andaluces de forma interesada y sin base científica alguna.

A partir de entonces, y con la aparición de diversos artículos de prensa, así como debates públicos en los medios, en los que participaron personas vinculadas con la política y la vida pública, se potenció una conciencia de identidad lingüística andaluza, que llevó a algunas iniciativas parlamentarias. Así, por ejemplo: en 1987 se aprobó una resolución del Parlamento de Andalucía (apoyada por todos los grupos políticos), pidiendo al Ejecutivo que promueva el “uso y prestigio” del andaluz; en octubre de 1988 se aprueban varias resoluciones para “proteger y promocionar el dialecto andaluz”, que tuvieron un amplio reflejo en toda la prensa regional (15-10-88); y en marzo de 1989 IU-CA presentó en el Parlamento una proposición no de ley para crear el Instituto Andaluz de Dialectología (17-03-89). Según la iniciativa, este organismo tendría como objetivo “estudiar y proteger el andaluz y, en su caso, proceder a una nivelación y normalización lingüística”. Todo quedó en una propuesta que no llegó a desarrollarse. De manera similar, también tuvieron escaso desarrollo otros organismos como el Instituto de Cultura Andaluza (dentro del cual se insertaba el Departamento de Habla Andaluza) creado en 1983 por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, o el Seminario Permanente de Habla Andaluza, surgido en 1995 de un convenio firmado entre el Ayuntamiento de Sevilla y la Universidad Hispalense. En estas iniciativas institucionales nunca ha quedado claramente establecida la distinción —y a su vez la necesaria conexión— entre un tipo de objetivos, referi-

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dos al conocimiento, estudio e investigación sobre el andaluz, y otros orientados a la normalización del uso.

4. Congresos, simposios y coloquios científicos y académicos La cuestión que nos ocupa ha sido objeto de atención y análisis, en sus múltiples dimensiones, en diversos congresos y reuniones científicas, así como en foros sociales en los que han participado expertos y profesionales de distintos ámbitos, tales como investigadores, docentes, periodistas y escritores. En 1985 se celebró en la Universidad de Granada un Encuentro de Filólogos Romanistas, que se centró en el tema: “Las lenguas románicas españolas tras la Constitución de 1978”. En el contexto de los problemas lingüísticos dentro del Estado español, se analizaron situaciones como las del catalán (Martí 1985), el gallego (González 1985), la normalización lingüística en el País Valenciano (Ferrando 1985), así como diversas cuestiones sobre el andaluz y el español meridional (Carbonero 1985a, Molina 1985 y Mondéjar 1985). En la “Presentación” del volumen donde se publicaron los trabajos presentados, Juárez justificaba la necesidad de estudios reflexivos y sosegados: Ahora, tras la Constitución del 78, cuando se han convertido en oficiales las lenguas que hasta entonces se mantenían como patrimonio de una mayoría, cuando, al amparo de ella, se ha despertado la conciencia lingüística de gentes de hablas y dialectos históricos y se ha recibido, por parte de los Gobiernos de las Comunidades Autónomas, el impulso decidido para su estudio, investigación y normalización, es cuando se deben dar estos pasos de reflexión y sosiego para ver qué es lo que hay hecho y cuánto queda por hacer (Juárez 1988: 6).

Desde entonces se han ido sucediendo encuentros académicos de diversa índole, creando espacios de reflexión y debate y también transmitiendo inquietudes, en muchas ocasiones, a las nuevas generaciones. La Asociación Pedagógica para la Renovación de la Enseñanza de la Lengua en Andalucía (APRELA) impulsó, a partir de los años noventa una serie de simposios y congresos, nacidos de la necesidad sentida por muchos docentes de disponer de objetivos, criterios y métodos didácticos adecuados para la enseñanza de la lengua española en el entorno lingüístico andaluz. La cuestión de la norma fue abordada y analizada desde diversas perspectivas: los fundamentos filológicos y sociolingüísticos (Coseriu 1993, Carbonero 1995), la aplicabilidad didác-

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tica (Lamíquiz 1985, Carbonero 1990), la legislación educativa (Heras 1995), la planificación lingüística (Carbonero 1992, López Morales 1993, Heras 2003), y la proyección en los medios de comunicación social (Íñiguez 2003, Pedraz 2003). Diversos problemas normativos relacionados con la modalidad lingüística andaluza también han sido objeto de análisis en otras reuniones académicas, tales como el I Simposio Regional de Actualización Científica y Didáctica, organizado por la Asociación Andaluza de Profesores de Español “Elio Antonio de Nebrija” (con trabajos de Mondéjar 1995b, Salvador 1995 y Vaz de Soto 1995), el Congreso del Habla Andaluza, organizado por el Seminario Permanente del Habla Andaluza (Villena 1997, Carrascosa 1997, Cano 1998, Íñiguez 1998, Narbona 1998) o el Congreso Internacional “El Español Culto en el Mundo Hispánico”, celebrado en el seno de la Asociación de Lingüística y Filología de la América Latina, en el cual fueron objeto de consideración algunos aspectos generales sobre la(s) norma(s) hispánica(s) (Kovacci 2000, Lope Blanch 2000) y también sobre el andaluz (Carbonero 2000). Las iniciativas y actuaciones que se han realizado, de manera más o menos acertada, con vistas a normalizar el uso de la lengua española en Andalucía tienen su origen en la necesidad de resolver un dilema, buscando la convergencia que permita compatibilizar dos realidades socialmente perceptibles: a) Toda lengua de cultura tiene, o necesita tener, para su uso formal y estandarizado, criterios normativos, que marquen las pautas de lo que ha de ser considerado como correcto y ejemplar. b) Las lenguas de amplia extensión geográfica presentan a veces sensibles diferencias entre unas áreas y otras, sobre todo en el uso oral, según lo cual se hace difícil mantener una ejemplaridad única, sobre todo en aquellos lugares en que los rasgos “normativos” son distantes o distintos de los habitualmente aceptados en el entorno social más próximo. Eso produce ciertas tensiones en la conciencia lingüística de muchos hablantes andaluces, para quienes “hablar bien” según una ejemplaridad centropeninsular o septentrional supone una extrañeza o alejamiento respecto a los hábitos lingüísticos propios. Una reacción que suele suceder a este tipo de situaciones es reclamar la ejemplaridad de lo andaluz, entendido como algo cercano y culturalmente identificador. Pero los rasgos lingüísticos meridionales que comúnmente se con-

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sideran dialectales o típicos del andaluz ni tienen todos la misma extensión geográfica ni tampoco el mismo grado de prestigio social.

5. Las investigaciones sociolingüísticas Los estudios filológicos sobre nuestra modalidad de habla cuentan con una larga tradición que nos ha permitido conocer la descripción de sus rasgos fónicos, muchos de sus usos léxicos, sus avatares históricos, su distribución dialectal y, más recientemente, sus dimensiones sociolingüísticas. En estas últimas vamos a centrar un poco nuestra atención. Es tradición que una de las fuentes más aceptadas como modelo de ejemplaridad para establecer la norma de una lengua es la del lenguaje literario. Pero ciertamente estas referencias modélicas tienen validez especial para la lengua escrita. El plano oral del lenguaje necesita otras referencias. Y para buscarlas suele utilizarse un criterio, que consiste en considerar que el mejor empleo de una lengua es el que hacen de ella los hablantes cultos. Realmente tal criterio, sin dejar de ser razonable, podría ser sometido a discusión, porque no es fácil definir el perfil sociológico de hablante “culto” o “educado”, en el que entran en juego rasgos relacionados con los niveles educativos, el lugar geográfico de origen y residencia, las profesiones y su proyección social, etc. No obstante, es generalmente admitido que en los niveles cultos se da una doble característica: por un lado, sus usos lingüísticos son los más homogéneos o coincidentes en las diversas áreas geográficas, lo que favorece la intercomprensión y el consenso implícito; por otro lado, son los que transmiten la mejor imagen social de lo que es un lenguaje prestigiado. En los años setenta se inició, con el impulso y la coordinación de Lope Blanch, el proyecto internacional para el estudio de la norma culta de las grandes ciudades de Iberoamérica y de España (Lope Blanch 1986). A este proyecto se adhirieron equipos de trabajo de las ciudades andaluzas de Sevilla y Granada, además de la mayor parte de las capitales del mundo hispánico, guiados por el objetivo de conocer los rasgos comunes que definen la norma culta oral de la lengua española. Como ha indicado en alguna ocasión López Morales (1993: 21), “la planificación lingüística que parta de la base de los sociolectos altos como lengua ejemplar tiene que plantearse el descubrimiento de los fenómenos estigmatizados”. Y ello justifica el interés de las investigaciones sociolingüísticas.

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Una de las primeras aportaciones con datos sobre la distribución social de algunos rasgos fonéticos andaluces surgió de una investigación realizada por Salvador (1980) en la ciudad de Granada sobre el seseo, el ceceo y la distinción. Acerca de estos y otros varios rasgos también existen datos publicados de ciudades como Sevilla (Lamíquiz / Carbonero 1987), Córdoba (Uruburu 1990), Jerez (Carbonero et al. 1992), Málaga (Villena 1996), Almería (García Marcos / Fuentes 1996), Huelva (Heras et al. 1996) y también Granada (Moya / García Wiedemann 1995). Bien es cierto que en cada una de estas investigaciones no se ha utilizado la misma metodología, ni se han estudiado exactamente los mismos fenómenos, y que por lo tanto el conocimiento actual sobre las dimensiones sociolingüísticas del andaluz es parcial, pero los trabajos de esta índole nos permiten saber, sobre una base que pretende ser objetiva, cuáles son las tendencias sobre la distribución social, el índice de aceptación y el prestigio de los fenómenos analizados. De los datos obtenidos se deduce, como dijimos más arriba, que no todos los rasgos de los que se consideran típicos del andaluz tienen el mismo grado de valoración social. Y así, mientras que algunos son propios de usos coloquiales o de valoración baja, hay otros que han penetrado con más fuerza en los usos cultos y en situaciones más formales (pasando, como es lógico por algunos casos intermedios). En consecuencia, las investigaciones sociolingüísticas han de ser tenidas en cuenta si queremos partir de una base real que nos indique cuáles son las tendencias normativas implícitas que existen entre los hablantes andaluces. Así lo explica Jiménez Fernández: Gracias a las aportaciones de la sociolingüística se ha producido un importante cambio en torno a los criterios de corrección de la lengua heredados de siglos pasados. La idea de la corrección vehiculizada desde la norma prescriptiva ha sido reemplazada por los criterios sociolingüísticos de aceptabilidad e inaceptabilidad social, surgidos de la pluralidad normativa de nuestra realidad lingüística y aplicados siempre teniendo muy en cuenta la variabilidad interna de nuestro sistema (Jiménez Fernández 2000: 123).

Sobre las consecuencias aplicables que este tipo de investigaciones pudiera tener en los procesos de normalización hay que tener muy en cuenta los problemas de las variedades internas, ya que en algunos rasgos hay más coincidencias que en otros en las diferentes áreas andaluzas. Bustos, por ejemplo, reconoce que: Los recientes estudios de sociolingüística urbana han puesto de manifiesto que, bajo las variantes lingüísticas diastráticas, subyace un elemento de unidad entre las hablas

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urbanas que tiende a dotar de cohesión a las variedades intradialectales, de tal modo que a pesar de sus diferencias diatópicas y diastráticas, existe la conciencia de una cierta unidad dialectal con la que el hablante se siente identificado, sin que ello disminuya el valor que otorga a su variedad local o comarcal (Bustos 1997: 100).

Pero, partiendo de esta última consideración, el mismo autor expresa su criterio de que “es posible distinguir entre usos prestigiosos y usos rechazables, sin que ello permita la configuración de una norma interna estable que haga posible nivelar las diferencias extremas” (Bustos 1997: 101). Ante esta doble circunstancia digna de consideración —hay usos más prestigios que otros y hay rasgos más coincidentes que otros— ha ido afianzándose en algunos ámbitos el ya citado concepto de “norma flexible”, según el cual no todas las variables fónicas tienen, ni han de tener, una solución normativa única (Carbonero 2007).

6. Conclusiones Cualquier planteamiento que haya de hacerse sobre la normalización lingüística en Andalucía debe partir, cuando menos, de la experiencia acumulada de todos estos trabajos, propuestas y actuaciones, en los que ha habido logros y desaciertos que con la perspectiva del tiempo podemos ir valorando. Es una historia de encuentros y desencuentros, en la que han estado presentes posturas que van desde la visceralidad infundada hasta la objetividad reflexiva, en la que a veces han tenido que convivir las ideologías políticas y el puro academicismo, pero que a muy pocos ha dejado indiferentes, porque es un asunto de sensibilidad social en el que se hace difícil compaginar la seria objetividad y la inevitable afectividad con respecto al patrimonio lingüístico de nuestro entorno cultural. Acerca de la existencia de una norma andaluza y de su afianzamiento con actuaciones de planificación lingüística ha habido defensores, detractores y tímidos indecisos, pero al mismo tiempo el tratamiento reflexivo de que ha sido objeto en ocasiones ha permitido clarificar muchos aspectos, abriendo el camino a planteamientos razonables. Por un lado, hay que enfrentarse a problemas de complejos perfiles y de solución nada fácil, tales como la propia variedad interna del andaluz, el diverso grado de prestigio social de cada uno de sus rasgos lingüísticos y la coincidencia o divergencia de muchos de ellos con los de otras extensas áreas del mundo hispánico. Por otro lado, se constata, como algo evidente, que toda sociedad civilizada

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necesita normas de comportamiento lingüístico a las que atenerse, especialmente para situaciones formales y estandarizadas, tales como los medios de comunicación, la escuela o las instituciones; que el modelo de ejemplaridad septentrional ha sido con frecuencia el más prestigioso pero se ha sentido como algo distante o, a veces, forzadamente artificioso; y que, por su parte, la modalidad andaluza tiene una tradición histórica de perfiles lingüísticos claramente diferenciados, los cuales han penetrado con vitalidad en todos los estratos sociales y que ha creado una conciencia de identidad sociolingüística, a la que hay que dar respuesta.

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ACTITUDES LINGÜÍSTICAS HACIA LA NORMA DEL ESPAÑOL EN AMÉRICA TRAS LA INDEPENDENCIA MARTHA GUZMÁN Universidad Ludwig-Maximilians, Múnich, Alemania

1. Introducción La mayor parte de los territorios de Hispanoamérica adquieren, como todos sabemos, su Independencia definitiva de España en las primeras décadas del siglo XIX1. De los antiguos virreinatos surgirían a partir de este momento diferentes estados que se irían organizando políticamente y consolidándose como las naciones americanas que hoy conocemos. Ahora bien, ¿qué sucede —si es que sucede algo — con las lenguas y variedades del español existentes en América en aquella época, y, de manera especial, qué pasa con las ideas sobre la lengua española y sobre cómo debían hablar los habitantes de las nacientes repúblicas? La historia recoge numerosos casos en los que una o varias colonias se han emancipado de una metrópolis. A la emancipación suelen seguir cambios en las estructuras político-sociales que presentan no pocos paralelismos en los diferentes casos. En cuanto a las lenguas, sin embargo, se dan situaciones totalmente diferentes, específicas de cada caso: paso de las lenguas vernáculas a ámbitos de la distancia comunicativa antes privativos de la lengua de la exmetrópolis, formación paulatina de nuevos estándares de una lengua compartida por excolonia y exmetrópolis o casos en los que la emancipación política no parece haber tenido

1. Si bien la proclamación de las diferentes repúblicas se da en diferentes momentos, se señala como final de la Guerra de Independencia 1824, si se toma como punto de referencia la batalla de Ayacucho, o 1826, si se piensa en la salida de las tropas españolas del continente americano. Puerto Rico y Cuba continuarían siendo aún por muchos años colonias españolas. La República Dominicana, cedida por España a Francia en 1697, proclamará su independencia de la actual Haití en 1844.

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ningún —o apenas ningún— efecto inmediato sobre la lengua2. En cuanto a las ideas sobre cómo debía hablarse la o las lenguas existentes —que es lo aquí nos ocupa — es mucho más difícil averiguar y resumir lo que sucede en cada caso. Por una parte, por la diversidad de reacciones que podemos encontrar en una misma comunidad, por otra, porque para estudiar las actitudes sobre la norma de una lengua debemos atender tanto a las opiniones sobre el tema expresadas en textos preceptivos o de opinión como a las posiciones implícitas en los discursos de los hombres de una determinada época. En las excolonias españolas no sólo se siguió hablando español después de la Independencia, sino que, como se ha apuntado en varias ocasiones, el panorama lingüístico cambió sustancialmente, y cambió justamente a favor del español. Como han señalado numerosos autores3, al final de las contiendas independentistas algunas lenguas indoamericanas no sólo contaban con numerosos hablantes, sino que gozaban de un radio de extensión mayor del que habían tenido en la época precolonial. El español, por el contrario, sería la lengua materna de sólo uno de cada tres americanos. Si bien resulta muy difícil, si no imposible, ofrecer datos categóricos sobre los hablantes y sus lenguas en un territorio tan amplio y en la época de la que estamos hablando, sí es posible afirmar que para muchísimos hispanoamericanos el español era sólo una segunda lengua y para muchos otros, incluso, una lengua poco o nada conocida4. A partir de la Independencia de España el español amplió considerablemente sus fronteras dentro de América hasta convertirse en la lengua materna de la mayoría de los hispanoamericanos. Cabe preguntarse, desde luego, si esta propagación de la lengua de la exmetrópolis en una época postcolonial estuvo acompañada de una reflexión no ya sobre cómo, sino también sobre qué se debía hablar. Desgraciadamente, a la distancia de más de un siglo, casi dos, para averiguar qué actitudes hacia la lengua española existirían tras la Independencia tenemos que li-

2. Pensemos, por ejemplo, en la India, los E.U.A. y el Canadá francés. En el caso norteamericano hemos de recordar que se discute la idea de sustituir al inglés por el hebreo o el griego. 3. Para una explicación más detallada de esta situación véase López Morales (1998: 73-76). 4. La situación era, sin embargo, mucho más favorable al español en las zonas urbanas. En algunas zonas como el Caribe el español constituía la única o prácticamente la única lengua. Más importante aún resulta el hecho de que el español era la lengua materna, o la única, de ciertas capas o grupos sociales, justamente de aquellos que jugaron un papel central tanto en la programación de las contiendas como en la consolidación de las nacientes repúblicas. No es necesario mencionar aquí que este español que se hablaba en América, o mejor dicho, estos españoles, presentarían características propias y que sus hablantes, como nos muestran ya documentos coloniales, tenían, en mayor o menor medida, conciencia de estas diferencias.

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Actitudes ligüísticas hacia la norma del español de América

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mitarnos a los textos de la época. Este tema ha sido ya abordado en varias ocasiones, y existen incluso panoramas regionales o análisis de autores concretos muy bien documentados. Se trata, sin embargo, de un problema complejo que puede y debe ser tratado desde perspectivas diferentes y atendiendo a aspectos diferentes, tales como las opiniones explícitas o implícitas en textos preceptivos, literarios o de opinión. En este trabajo nos basaremos en las informaciones proporcionadas por estudios anteriores, pero, sobre todo, en la lectura de los autores del XIX, hayan sido ya tratados o no. Más que ofrecer un panorama general detallado, cosa que no sería posible en estas páginas, perseguimos estudiar las tendencias generales sobre cómo se debe hablar, quién o qué decidiría sobre la corrección o la idoneidad de la expresión lingüística y qué estatus con respecto a la norma habría de concederse a los diferentes rasgos del español, indagando en las motivaciones de cada caso concreto y estudiando una posible evolución de las diferentes posiciones a lo largo del siglo. Intentaremos acercarnos al tema sin ideas preconcebidas acerca de la reacción que habría producido la Independencia y prescindiendo, en la medida de lo posible, de posicionamientos personales de los que en estos temas nos cuesta liberarnos a los lingüistas. Insistiremos, por otra parte, en algunas de las limitaciones que se presentan a la hora llegar a conclusiones sobre estos aspectos, que consideramos no han sido suficientemente atendidas. Nos referiremos de manera especial a autores como Andrés Bello, Florencio Varela, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Baustista Alberdi, José V. Lastaria, José María Gutiérrez, Vicente Fidel López, Salvador Sanfuentes, José Joaquín Vallejo, Rufino José Cuervo y Luciano Abeille, cuyos textos prescriptivos, literarios o de opinión constituyen o incluyen opiniones sobre el tema que nos ocupa. Los textos de estos autores no deben ser tomados, desde luego, como las actitudes de los americanos de la época en general hacia la norma del español. No obstante, las actitudes de las élites intelectuales —que de eso se trata— no deben menospreciarse; menos en este caso, cuando algunos de estos hombres trabajaron también en la concepción y aplicación de políticas lingüísticas o educativas. Antes de comenzar quisiéramos señalar que lo que aquí nos ocupa no es simplemente, como puede quizás pensarse, un tema del pasado, pues la discusión sobre la norma del español en América dista mucho de estar agotada.

2. El contexto histórico y socio-cultural Los textos que nos ocupan fueron escritos desde los comienzos de la Independencia americana hasta las primeras décadas del siglo XX, es decir, en el primer

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siglo de la Independencia. Antes de entrar de lleno en las ideas sobre la lengua conviene comentar muy brevemente algunos hechos y características fundamentales del contexto en el que estos surgen que habrían podido influir de una manera u otra en las posiciones acerca de la lengua, y que de hecho se ponen en relación con las mismas en la literatura científica. Este período histórico comienza con la Independencia, es decir, con un hecho de claras consecuencias políticas. A la Independencia siguen, por una parte, un proceso de organización y consolidación de los nuevos estados, por otra, una redefinición —no siempre pacífica — de fronteras, y el surgimiento de otras naciones. Por ejemplo, de lo que fue después de la Independencia y hasta 1831 la República de la Gran Colombia surgirían las actuales Repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela. Cuando se habla de la consolidación de nuevos estados nacionales, y mucho más cuando se habla de las actitudes sobre la lengua en Hispanoamérica, es muy necesario tener en cuenta que los estados que se irían formando poseían historias coloniales diferentes y condiciones postcoloniales diversas, tanto como fueron distintos sus desarrollos. Pensemos, por ejemplo, que mientras Argentina, Uruguay o Colombia “nacen” en el siglo XIX, Perú o México se fundan sobre una base existente ya en la época colonial —y hasta cierto punto en la precolonial —. Estas últimas regiones, además, fueron no sólo centros políticos coloniales, sino también culturales5. Es decir, que las condiciones de partida y las necesidades de conformación nacional de las repúblicas americanas fueron muy diversas. La historia postcolonial también transcurre de forma diferente según los países; al respecto tienen especial relevancia la existencia de guerras civiles, por ejemplo en Argentina —que vive además una dictadura hasta 1852 —, México o Colombia —donde tuvieron lugar doce guerras civiles—. En países como México no sólo se dan conflictos territoriales y bélicos con naciones extranjeras (los E.U.A. y Francia) sino “retornos” al estado monárquico6. Excepcionales resultan casos como el de Chile, donde se consigue relativamente pronto una estabilidad política que constituye la base para una intensa labor de educación de sus ciudadanos, en la que colaborarían hombres como Bello y Sarmiento.

5. Sobre las diferentes condiciones y desarrollos de las repúblicas hispanoamericanas véanse Torres Rivas (1983) y Zermeño (1983). 6. Agustín de Iturbide se proclama Emperador en 1822 y Antonio Santa Anna, Alteza Serenísima en 1853.

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En la segunda mitad del siglo son especialmente frecuentes las dictaduras: México 1876-1910, Ecuador 1861-1875, Bolivia 1864-1871, Paraguay 1842-1862 y 18621870, y Venezuela 1870-1888. También se producen en esta época cambios sociales como la abolición de la esclavitud y de la servidumbre indígena. A finales del XIX se produce una cierta estabilidad general, e incluso algunos países como Uruguay y Argentina, gracias a la producción y exportación de productos agrícolas de clima templado, y otros como Chile, por la explotación minera, alcanzan un bienestar económico considerable, que trae consigo el surgimiento de clases medias. A pesar de que, como hemos visto, la época postcolonial no puede presentarse como un mero proceso de construcción de naciones, sí es posible apreciar que ya en las primeras décadas de la Independencia se llevan a cabo algunos proyectos de alfabetización y reformas de la enseñanza, primero en Chile, posteriormente en Colombia y algo más tarde en Argentina. Del mismo modo se fundarán nuevas universidades en Perú, Uruguay y Venezuela. Para el tema que nos ocupa es importante tener en cuenta el notable desarrollo que alcanza la imprenta desde la primera mitad del siglo, siendo notable la proliferación de publicaciones periódicas. Estas publicaciones son no sólo el marco en el que se discuten múltiples posiciones sobre la lengua, sino también una forma de propagación de los ideales lingüísticos implícitos. En la segunda mitad del siglo tiene lugar una modernización de la enseñanza y una extensión de la educación a diferentes capas sociales. En cuanto a la difusión de la letra impresa, la publicación de libros alcanza un desarrollo notable sobre todo en países como México o Perú. Ya que muchos de los que expresan sus ideas acerca de la lengua son también autores, y teniendo en cuenta la estrecha relación entre corrientes literarias y normas lingüísticas, conviene mencionar que por aquella época se desarrolló el romanticismo hispanoamericano; un romanticismo de orientaciones y textos bien diferentes: más costumbrista en una primera época y más realista en la última, pasando por un período denominado por Cedomil Goic (1991) romanticismo social. También en este período encontramos autores considerados realistas y otros como Andrés Bello más cercanos al neoclasicismo y a la ilustración.

3. Posiciones acerca de la norma del español 3.1. Precisiones preliminares El primer aspecto que queremos señalar se refiere a la relación entre el contexto histórico y las actitudes hacia la lengua. No debemos caer en la tentación de supo-

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ner a priori que el hecho de la independencia y del comienzo de la consolidación de nuevas entidades políticas suponga necesariamente una reacción negativa ante la lengua de la exmetrópolis, ni tampoco que las variedades locales tengan por fuerza que implementarse como elemento de identificación comunitaria o para obtener un perfil independiente, tanto de la antigua metrópolis como de las naciones vecinas. Estas reacciones no se dan automáticamente y cuando tienen lugar influyen en ellas no sólo los contextos histórico-políticos, sino también otros aspectos como tendencias estéticas, factores individuales o incluso corrientes de pensamiento lingüístico. En segundo lugar debemos apuntar que no es posible acercarse a este tema hablando de las repúblicas o de las naciones americanas en general, ni con plurales o impersonales que hagan suponer reacciones generalizadas. Como hemos esbozado en el panorama histórico, en cada una de ellas se dan condiciones y evoluciones postcoloniales diferentes. También deberíamos evitar, o explicar en su contexto, expresiones como política lingüística, que resultan muy vagas o inexactas cuando nos referimos a la realidad de aquella época. A otro nivel de cosas, conviene mencionar una situación que constituye una limitación a tomar en cuenta para el estudio del tema. La cuestión de la norma en América no se debe —o más bien no se puede — plantear como una alternativa entre un modelo lingüístico peninsular y un modelo lingüístico local, sea cual fuere. Por una parte, y no es poco, porque no estamos en condiciones de calibrar la extensión que tenían determinados rasgos que hoy podemos identificar claramente como no latinoamericanos en el español de los grupos cultos de Hispanoamérica. Sírvanos de ejemplo el siguiente dato: si nos fijamos en las formas de tratamiento empleadas por un hombre como Bolívar, al que nadie osaría acusar de antiamericano, nos encontramos con que se dirigía en sus discursos a los venezolanos y a sus soldados con la forma vosotros y los pronombres y formas verbales correspondientes. Es decir, que no podemos valorar hasta qué punto la norma española, o ciertos rasgos de la misma, constituiría también la norma —tanto en el sentido de lo que se considera correcto como en el de corriente — de los hablantes cultos americanos. Por otra parte, si bien partimos del supuesto de que existían peculiaridades locales, nos falta información sobre la extensión diatópica o diafásica de los rasgos concretos y no podemos afirmar que los hombres de aquella fueran conscientes de estas especificidades o diferencias. Por último tenemos que apuntar una limitación del estudio de las actitudes lingüísticas en la época. Si bien encontramos reflexiones sobre cómo debía hablarse el español, como ya hemos adelantado al enumerar los autores que trataríamos, no hay que perder de vista que lo que podemos comentar hoy en día no son las

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opiniones de los americanos, sino las de ciertos hombres de letras cuyas posiciones pudieron tener, eso sí, una mayor o menor influencia en las actitudes y en la lengua de sus respectivas sociedades.

3.2. Actitudes acerca de la norma del español tras la independencia Entre los intelectuales de las primeras décadas de la Independencia encontramos algunas alusiones o incluso textos sobre la cuestión de cómo o incluso de qué se debía hablar en América7. De manera general, sin embargo, no podemos afirmar que una vez obtenida la independencia los americanos, ni siquiera los intelectuales americanos, comenzaran a reflexionar en masa sobre cómo se debía hablar en América. El primer americano que expresa su preocupación sobre cómo deberían hablar —y también escribir — los americanos es el venezolano Andrés Bello, y lo hace ya en 18238. Tras la independencia son especialmente frecuentes las opiniones sobre estos temas en intelectuales argentinos y, posteriormente, de todo el Cono Sur. Las opiniones de Bello, venezolano radicado en Chile, aparecerán con regularidad, hasta bien entrado el siglo, tanto en sus obras preceptivo-descriptivas como en textos que podríamos llamar de opinión. En otras zonas del continente como México, Perú o los territorios comprendidos en la Gran Colombia los comentarios sobre tales temas son mucho más escasos o surgen como respuesta, sobre todo, a autores argentinos. A continuación nos ocuparemos de cuatro ámbitos alrededor de los cuales se agrupan las ideas sobre el tema: las propuestas argentinas sobre la formación de una lengua nacional, las discusiones acerca de los criterios de autoridad con respecto a la lengua en América, los proyectos de reformas ortográficas, y la obra preceptivo-descriptiva de Andrés Bello.

... Las propuestas argentinas sobre la formación de una lengua nacional A partir de la década del treinta encontramos en autores argentinos como Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez o Domingo F. Sarmiento propuestas o

7. En los trabajos sobre este tema se suelen marcar las diferencias regionales o generacionales, o establecer diferencias entre nacionalistas y puristas. Véanse Eberenz (1995), López Morales (1998), Sánchez Méndez (2002) y Torrejón (1993). 8. Véase Bello/García del Río (1823).

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trabajos sobre la forma que debía tomar la expresión lingüística en América o en especial en Argentina9. Se trata de autores claves del romanticismo argentino e hispanoamericano, pero también de la Generación del 3710. Es decir, que su reflexión acerca de la lengua no es meramente de carácter estético o literario, ni se refiere exclusivamente a la lengua que se deba emplear en la literatura. Su preocupación clave, paralela a la lucha contra Rosas, es programar la (re)construcción de la nación tanto política como económica y socialmente, al tiempo que reflexionan sobre la historia, la nacionalidad y la propia lengua. Es dentro de este complejo de intereses y bajo el influjo de las ideas del romanticismo, especialmente de autores que concebían la lengua como algo variable por naturaleza y semejante a su medio como Johann G. Herder, Victor Hugo o Abel-François Villemain, que se enmarcan las propuestas de estos escritores. Antes de comentar las ideas de estos autores debemos mencionar que si bien resulta difícil calibrar el impacto de las mismas en los procesos ideológicos de consolidación sociocultural, sí puede afirmarse en cambio que el ideario de los hombres de esta generación gozaba de una amplia difusión en la época, como lo demuestran las discusiones recogidas en la prensa11 y las polémicas entre intelectuales de diferentes nacionalidades a las que dieron lugar. Aun cuando se dan matices y evoluciones sobre los cuales no podemos abundar en este marco, ciertas ideas sobre cómo debían hablar los americanos, y en especial los argentinos, aparecen de modo recurrente: los americanos no tenemos por qué intentar expresarnos como en nuestra antigua metrópolis y en Argentina se debería hablar de una manera propia y nueva. Estos autores no hacen referencia a rasgos concretos de la lengua o variedad, sino que hacen propuestas para el abandono de un idioma o lengua y para convencer de la necesidad de la conformación de una “lengua nueva” o de una “lengua nuestra”. Las primeras propuestas de Sarmiento o Alberdi no pueden ser interpretadas como mero rechazo a que se sigan pautas lingüísticas dictadas desde la metró-

9. Algunos autores de este grupo se refieren a América, pero, en general, hay una marcada tendencia a hablar de lengua en relación con una nación: Argentina. 10. Movimiento intelectual fundado en Buenos Aires en 1837 para discutir sobre temas culturales, sociales, filosóficos y políticos que debido a la oposición a la tiranía de Rosas se va politizando paulatinamente hasta llegar a la fundación la Joven Generación Argentina (también conocida como la Joven Argentina o la Asociación de Mayo). 11. Especialmente en La Moda de Buenos Aires y El Iniciador de Montevideo.

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polis, como exigencia del derecho al reconocimiento de los rasgos y evoluciones propias o como propuesta de normas nacionales o regionales del español. Si bien el empleo de los términos lengua e idioma no resulta siempre claro, consideramos que no se trató simplemente de una discusión entre normas nuevas y viejas, propias o ajenas. Al menos en estas décadas, cuando hablan del español su rechazo parece implicar al español como lengua histórica. Cuando hablan de una lengua propia sus propuestas no van encaminadas meramente a que rasgos específicos de una variedad que están ahí se reconozcan y conviertan en algo así como estándares nacionales o regionales. Muy por el contrario, abogan por una evolución de la lengua, que por una parte consideran inevitable pero que también debe, por otra, buscarse activamente12. La consecución de una forma de expresión nueva, que no tuviera que ver con la España en la que ellos veían no solo el pasado colonial, sino también una de las causantes de los males presentes13, es para ellos, junto con la independización por lo que a tendencias artísticas se refiere, una condición para la emancipación total. Esta nueva forma de expresión no debía ser sólo propia, sino también más perfecta, y constituiría un medio indispensable para el ulterior desarrollo de la nación. En este sentido, véase el siguiente pasaje de Alberdi: ¡Estamos hablando un idioma muerto! Las colonias no se emanciparán sino abandonándolo, o traduciendo entero otro. Esto último será obra de varón. Lo otro sucederá por la lenta acción de las razas, que poblarán nuestro suelo, sirviendo nosotros de abono a la tierra (Sarmiento 1899: 316).

La idea de que en América podría producirse una lengua nueva, o incluso varias, puede parecernos desde nuestra perspectiva exagerada, pero es perfectamente coherente con las ideas acerca del desarrollo de las lenguas imperantes en la época; fue compartida también, sólo que no como motivo de esperanza sino de preocupación, por Andrés Bello y Rufino José Cuervo. En cuanto al modo en el que se podría contribuir activamente a la formación de esta lengua nueva se

12. Para más información sobre las propuestas de los autores de la Generación del 37 véase Weinberg (1958). 13. Sobre la posición ante España véanse las siguientes citas de Alberdi y Sarmiento: “Es evidente que aún conservamos infinitos restos del régimen colonial [...] ya que los españoles nos habían dado el despotismo en sus costumbres oscuras y miserables [...] no tenemos hoy una idea, una habitud, una tendencia retrógrada que no sea de origen español” (Alberdi, en Costa Álvarez 1922: 31). “Rosas es la personalización de la inquisición política de la antigua España, despótico, cruel y enemigo de todo aquello que no sea nacional, es decir, bárbaro, español” (Sarmiento 1949a: 73).

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proponen dos caminos. Sobre todo en la literatura se preconiza el uso de modos regionales o rurales, que no aparecen, sin embargo, en los textos de otro tipo de estos mismos autores. El otro camino, sobre el cual abunda Alberdi en diversas ocasiones, es perfeccionar la lengua, entre otras cosas, mediante la imitación de lenguas como el francés, consideradas por él más capaces de expresar el pensamiento14. Veamos los siguientes fragmentos: [...] aproximarnos a esta forma [simple y exacta para la expresión de pensamiento] por las imitaciones francesas, no es abandonar por un mero capricho de la moda, las formas españolas por las formas francesas: es acercarse a la perfección de nuestra lengua, porque las formas de la lengua francesa son más bien las formas del pensamiento perfeccionado; son más bien las formas racionales y humanas, que francesas. Alberdi (El Iniciador, n. 10, 1 sept. 1838). Escribir claro, profundo, fuerte, simpático, magnético, es lo que importa, y la juventud se va portando. Ya no hay casi un solo joven de talento que no posea el instinto del nuevo estilo y le realice de un modo que lo haga esperar que pronto será familiar en nuestra patria el lenguaje de Lerminier, Hugo, Carrel, Didier, Fortoul, Lerroux (sic) (El Iniciador, n. 10, 1 sept. 1838).

Propuestas tan radicales como las que acabamos de comentar no son frecuentes en otras zonas del continente, como ya han mencionado autores como López Morales (1998) y Eberenz (1995), y tampoco son generales, aunque sí frecuentes, en Argentina. El también patriota y escritor argentino Florencio Varela, contemporáneo de los autores tratados, responde a las críticas a la incapacidad de la lengua española con el argumento de que piensan así, porque no “han leído los buenos libros que hay en ella” (Varela, en: Costa Álvarez 1922: 22-3). Otros autores del mismo movimiento intelectual como Bartolomé Mitre, Vicente F. López, José Mármol, Miguel Cané y, sobre todo, Esteban Echeverría, son muchísimo más moderados en sus propuestas. También las propuestas de los propios autores antes comentados irán perdiendo la radicalidad de las primeras décadas postindependentistas. El propio Alberdi reconoce que es su actitud hacia España, y su desconocimiento de la literatura española, lo que lo lleva a enemistarse con la lengua castellana (Alberdi 1945), y habla sin empacho alguno de España como el lugar donde se hallan “las raíces de nuestra lengua, [...] el secreto de nuestra índole y carácter” (Alberdi 1886a: 31). Sus posiciones irán derivando con el tiempo hacia la defensa del reconocimiento

14. Alberdi partía de la consideración de que la lengua era medio de la emisión del pensamiento y del mismo modo que el pensamiento es uno en sus leyes también lo sería la lengua, siendo las diferentes lenguas sólo dialectos de una misma lengua. En tal sentido no se trataba en sentido estricto de imitar otra lengua, sino de buscar otra forma de expresión.

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de las especificidades locales, así como una reivindicación del derecho a evoluciones propias y una reacción antiacademicista15.

... Los criterios de autoridad con respecto a la lengua en América Alrededor de 1840 numerosos autores del Cono Sur se pronuncian sobre cuáles debían ser los modelos de habla de los hispanoamericanos, y sobre qué o quién habría de decidir sobre la corrección de su expresión lingüística. Se trata de autores argentinos como Sarmiento, Alberdi o Vicente Fidel López16, de autores chilenos como Salvador Sanfuentes y José Joaquín Vallejo y otros de la llamada Generación del 42, y del propio Andrés Bello. Sus opiniones, o las polémicas surgidas entre ellos, versan sobre temas que van desde la pertinencia o no de la existencia de modelos, instituciones o personas que tengan algo que decir sobre la lengua, hasta opiniones muy concretas acerca de, por ejemplo, el papel que debería jugar la Real Academia con respecto a América. Un lugar especial dentro de estas discusiones lo ocupa la polémica entre Bello y Sarmiento, cuyas ideas fundamentales comentaremos a continuación. También nos detendremos en las menos conocidas pero muy interesantes propuestas de Alberdi. En sus artículos de aquellos años, en los que no es difícil reconocer la influencia del ideario romántico, Sarmiento postula que la lengua ha de desarrollarse libre de toda atadura; mientras el pueblo poseería la soberanía sobre el idioma, los gramáticos serán definidos como “el senado conservador, creado para resistir a los embates populares, para conservar la rutina y las tradiciones” (Sarmiento 1957: 256). Al mismo tiempo declara que “No reconocemos magisterio en ningún país, menos en ningún nombre, menos en ninguna época” (Sarmiento 1949a: 79). Conviene, sin embargo, que tengamos en cuenta que ni en el estilo de los propios artículos de Sarmiento, ni en su labor como pedagogo al frente de la Escuela Normal, ni siquiera, aunque sobre este tema se podría discutir, en la lengua de sus obras literarias, podemos reconocer la libertad extrema de la expresión por la que aboga. Otro frente del ideario lingüístico de Sarmiento es su oposición a que la Real Academia constituya referente alguno para la expresión americana, no sólo por-

15. Véase Alberdi (1886a, 1886b y 1945). 16. El hecho de que estos autores vivieran en el exilio puede haber contribuido a despertar polémicas sobre estos temas en países como Chile y Uruguay.

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que la misma constituyera una fuerza de coerción a la libertad de la lengua, sino que también, y en esto coincide con Alberdi, porque rechazaba por principio la idea de que una institución foránea tuviera algo que decir sobre la lengua de las repúblicas americanas. Veamos los siguientes ejemplos: El estarnos esperando que una academia impotente, sin autoridad en España mismo, sin prestigio y aletargada por la conciencia de su propia nulidad, nos dé reglas, que nos vendrán bien después de todo, es una abyección indigna de naciones que han asumido el rango de tales (Sarmiento 1949a: 74). ¿Cómo podría la América independiente y republicana dejar la legislación del idioma, que sirve de expresión a los actos de su vida pública, en manos de una monarquía extranjera relativamente menos poblada que ella? (Alberdi 1898: 197).

Andrés Bello, muy por el contrario, se opone abiertamente a que sea el pueblo quien decida sobre la formación del lenguaje: “no sería menos ridículo que confiarle la decisión de sus leyes, que autorizarle en la formación del idioma” (Bello 1957: 242). Este trabajo, según él, le incumbiría a un cuerpo de sabios. Entre las preocupaciones de Bello se hallaban, por una parte, la educación de los americanos, que consideraba condición y motor del desarrollo de América, por otra, evitar que en América el español se convirtiera en un “cúmulo de dialectos”, lo que entorpecería no sólo la intercomunicación de sus habitantes, sino también la propia unidad americana. Su inquietud por el futuro de la lengua en América, además de hechos como su pertenencia a una generación anterior, sus preferencias estéticas y su propia identidad lingüística lo llevan a considerar necesaria una acción sobre la lengua no sólo moderadora, sino también unificadora; el que a ello contribuyera la Real Academia no era para él motivo de objeción alguna. Sus posiciones han sido calificadas como puristas, conservadoras, calificaciones que estamos dispuestos a conceder despojándolas de connotaciones peyorativas17. Otro autor de la época al que no podemos dejar de mencionar aquí es Alberdi. A diferencia de Sarmiento, Alberdi no es un defensor de la libertad a ultranza, pero sí de la existencia de una pluralidad de normas para el español, como se aprecia en el fragmento siguiente: [...] dos naciones, aun hablando el mismo idioma, no podrán jamás hablarlo de un mismo modo. El idioma será el mismo, en el fondo, pero las más profundas e inevi-

17. Sobre las motivaciones de las ideas de Bello sobre la norma abundaremos en 3.2.4. Para un análisis más detallado véase Guzmán (2007).

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tables modificaciones naturales harán que, sin dejar de ser el mismo idioma, admitan sus dos modos naturales de ser manejado y practicado, dos perfecciones, dos purismos, dos diccionarios, igualmente autorizados y legítimos (Alberdi 1898: 231).

Alberdi, al tiempo que hace una proposición sumamente lógica y moderna (el que existan diferentes normas del español) choca sin percatarse de ello con un problema clave para la cuestión de la norma en Hispanoamérica: a diferencia de lo que sucede en otras excolonias, Hispanoamérica está formada por varias naciones. Si, como sostiene Alberdi, cada nación tiene su lengua con su perfección y su purismo, a la lengua española no bastarían dos perfecciones.

... Los proyectos de reformas ortográficas La cuestión de cómo se debería escribir, o sea, de las normas ortográficas, constituyó también una preocupación en la América del XIX. Ya en 1823 Bello hace, conjuntamente con García del Río, una propuesta de reforma ortográfica. Después de la Independencia, habida cuenta que en España tampoco existía uniformidad por lo que a la ortografía respecta y que la educación de los ciudadanos constituyó en algunos países americanos una preocupación fundamental, se vuelve sobre el tema. En 1843 Sarmiento presenta en Chile otra propuesta, fruto de un estudio realizado a petición del Ministerio de Instrucción Pública de dicho país. Ambos autores coinciden en el principio de que la pronunciación, y no la etimología, debería ser la base de la ortografía, y proponen sistemas ortográficos más simples, mediante, por ejemplo, la eliminación de grafías que no representaran un sonido como la y la tras , o de grafías dobles para un mismo sonido e para [i]. Tanto Sarmiento como Bello persiguen con esta simplificación facilitar la alfabetización de amplias masas de americanos. Difieren, sin embargo, en que mientras Sarmiento hace una propuesta sólo para América y tomando como modelo, según sus palabras, la pronunciación americana —y en tal sentido propone eliminar las grafías correspondientes a [q]—, Bello proponía una forma más lógica y cercana a la pronunciación, pero esperaba que esta fuera común a España y América. En este caso ambos autores no se enfrentan, sino que Bello, interesado en allanar el camino a la propagación de la escritura, se interesa y estudia las propuestas de Sarmiento. Finalmente, la aplicación de las propuestas de reformas ortográficas se redujo a tres puntos: la representación de /x/ por (jeneral), de /i/ siempre por (hoi) y de ante consonante por (testo), además de cierta variación en la acentuación y la división silábica.

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Si bien no habría sido la primera vez que un cambio político redundara en una adaptación o simplificación del sistema de escritura18, la reforma ortográfica gozó sólo de cierto éxito. Se aplicó en Chile e influyó, aunque no de manera estable, en otros países del continente. La alternancia de normas ortográficas en la impresión de libros en la época hace difícil valorar si se trata de las reformas chilenas radicalizadas o de nuevas y efímeras propuestas. Tampoco Sarmiento se apoya en estas propuestas en las intensas reformas educativas que lleva a cabo como presidente de Argentina.

... La norma del español en la obra preceptivo-descriptiva de Andrés Bello Cuando se habla de la lengua en la América del XIX es imprescindible hablar de Bello, no sólo por su estatura intelectual y su preocupación por la educación de los americanos, sino por la amplia difusión de que gozaron y gozan aún hoy sus textos sobre la lengua, en especial su Gramática de la lengua castellana destinada al uso de americanos de 1847. Antes de comentar sus posiciones debemos recordar que Bello escribe sobre la lengua con el fin concreto de contribuir a la educación de las nuevas generaciones de americanos, y que se hallaba además preocupado por el peligro de una fragmentación lingüística de Hispanoamérica, razones que podrían haberlo llevado a intentar unificar usos y ser poco tolerante con las divergencias. Bello ha sido considerado purista y conservador, pero también se ha alabado su aseveración de que su criterio de autoridad era el habla de la gente culta. No resulta, sin embargo, tan fácil decir qué considera Bello como modélico, y mucho menos por qué. En el “Prólogo” de su Gramática, por ejemplo, afirma: No se crea que recomendando la conservación del castellano sea mi ánimo tachar de vicioso y espurio todo lo que es peculiar de los americanos. Hay locuciones castizas que en la Península pasan por anticuadas y que subsisten tradicionalmente en Hispano América ¿por qué proscribirlas? Si según la práctica general de los americanos es más analógica la conjugación de algún verbo, ¿por qué razón hemos de preferir la que caprichosamente haya prevalecido en Castilla? [...] Chile y Venezuela tienen tanto derecho como Aragón y Andalucía para que se tomen sus accidentales divergencias, cuando las patrocina la costumbre uniforme y auténtica de la gente educada (Bello 1972: 13).

La gente educada, sería, según él, su rasero para determinar la corrección, admitiendo por tanto usos generales de las clases cultas y dando cabida a rasgos

18. Pensemos en las reformas de la escritura del ruso después de la revolución de 1917 o en la del chino después de 1949.

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americanos. Si analizamos sus obras, la situación es algo más compleja, y no sólo porque cite en sus explicaciones a Lope, Cervantes o Tirso de Molina, sino porque, a pesar de no emplear un tono condenatorio, encontramos ejemplos que contradicen su posición antes expresada hacia los rasgos americanos. Cuando, por ejemplo, describe en la Gramática los usos del pretérito perfecto compuesto (para él antepresente), afirma: “Se dirá propiamente: él estuvo ayer en la ciudad, pero hoy se ha vuelto al campo” (Bello: 1972: 202), un uso que parece poco probable como forma general en la América, aunque no sabemos realmente si coexistían diferentes usos y para hombres de la generación y el estrato social de Bello fuera lo normal. En cuanto a la pronunciación nos dice “No hay hábito más universalmente arraigado en los americanos y más difícil de corregir, que el de dar a la z el valor de la s, de manera que en su boca no se distinguen baza y basa [...]” (Bello 1981a: 22). Este rasgo parece poco probable como forma general, incluso de la gente culta. También en cuanto al léxico encontramos ejemplos similares, cuando, por ejemplo, critica el empleo en Chile del verbo transar expresa: “[...] son expresiones que se oyen en bocas de todos, inclusos (sic) los abogados y jueces. Pero ni el Diccionario de la Academia trae tal verbo, ni lo hemos visto en la obra de los jurisconsultos españoles, que, según hemos podido observar, sólo usan en este sentido el verbo transigir neutro. Dícese, pues, Pedro y Juan transigieron” (Bello 1981b: 158). Que la gente educada, y en especial la gente educada de América, fuera realmente tomada como patrón de corrección, debe ser, por tanto, puesto en entredicho. Es posible que su propia habla o aquellos usos que a través de sus lecturas hayan ido conformando su ideal de corrección fueran más importantes para él de lo que está dispuesto a conceder. Todo esto sea dicho con la mayor admiración por un autor cuya Gramática capta con extremo tino entresijos de nuestra lengua y continúa enseñándonos a más de un siglo de su publicación. Cuando hablamos del porqué preconiza Bello determinados usos debemos pensar que, además de querer evitar la fragmentación, sobre el ideal de corrección inciden factores como las preferencias estéticas o los textos que a lo largo de la vida de una persona han ido conformando ese ideal.

.. Actitudes acerca de la norma del español tras la consolidación de las repúblicas La discusión sobre la lengua y su norma va dejando de ser, a medida que se acerca el fin del siglo, un problema de creadores. Muchos de los temas y preocupa-

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ciones de los primeros años de la Independencia, siguen, sin embargo, latentes. Por una parte tenemos el rechazo de Juan María Gutiérrez, un intelectual argentino de la Generación del 37, a su nombramiento a la Real Academia19. Gutiérrez, considerado por Menéndez y Pelayo el más completo hombre de letras de la América del XIX, declina su nombramiento con argumentos similares a los que antes esgrimieran Alberdi y Sarmiento en contra de dicha institución: los americanos no podemos ni tenemos interés alguno en fijar la pureza del lenguaje según la norma castellana, pues esto sería no sólo incompatible con la situación de emancipación política, sino contraproducente para el desarrollo de las ideas propias20. Por otra parte tenemos autores como Rufino José Cuervo, defensores de una homogeneización de la lengua y otros como Luciano Abeille, quien ya a finales de siglo retoma la idea de una lengua nacional. Fundamentales para estudiar las posiciones de Cuervo son sus Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, de 1867, y su inconcluso Diccionario de construcción y régimen. Para comentar su actitud acerca de la norma debemos mencionar que Cuervo ambiciona, como antes habían hecho Bello o Sarmiento, contribuir al desarrollo intelectual de sus conciudadanos, y que considera que para manejar el lenguaje el hombre, al igual que para dominar la naturaleza, necesitaba saber y obedecer sus leyes, conocer sus reglas. Es decir, Cuervo está convencido de que debe existir una norma, y subrayemos una, entre otras cosas, porque sólo así se podría garantizar la unidad, incluso dentro de América. Según sus palabras, concebía sus proyectos en cuanto a la lengua como una labor en pro del hermanamiento de las naciones hispanoamericanas, pues la pureza lingüística constituía para él un modo de “destruir las barreras que las diferencias dialécticas oponen al comercio de las ideas” (Cuervo 1955: 6). También puede apreciarse en sus textos que le dolía que pudiera desaparecer de América una lengua que no sólo era la propia, sino que también apreciaba enormemente. A la hora de seleccionar una norma para las naciones americanas chocaría, según él, con el siguiente problema: “¿[...] cuál será la norma a la que todos hayamos de sujetarnos? [...] ¿Cuál, de entre los países de HispanoAmérica, descuella tanto por su cultura que dé la ley a los demás hermanos?” (Cuervo 1955: 6).

19. Véase Gutiérrez (1976). 20. El antiacademicismo no fue, sin embargo, una actitud generalizada en la época. Cuando Gutiérrez esgrime sus argumentos, ya se habían fundado Academias en Colombia (1871) y México (1875).

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Cuervo se opone, por tanto, a la proliferación y dignificación de rasgos locales, y no consideraba pertinente que se tomaran como modelos de lengua sólo escritores americanos. Su propuesta de homogenización de la lengua en América tiene como referente algo que él llama la lengua de España o de Castilla, pero que no debemos identificar automáticamente con el habla de la España de la época. La norma que propone se halla en autores acreditados, sobre todo españoles, en la Gramática de Bello y en la Gramática y el Diccionario de la Academia. La mirada crítica a rasgos locales de sus Apuntaciones y el hecho de que entre los textos modélicos de su Diccionario se hallen casi exclusivamente autores españoles han sido motivo de crítica. No creo que pueda afirmarse, sin embargo, que Cuervo desdeñe la expresión americana, en tanto que americana, como puede apreciarse en la polémica sostenida con el escritor español Juan Valera. En la misma apunta incluso que “Los españoles, al juzgar el habla de los americanos, han de despojarse de cierto invencible desdén que les ha quedado por las cosas de los criollos” (Cuervo 1973: 288). Tampoco el hecho de que los modelos literarios de su Diccionario sean predominantemente modelos españoles puede recriminársele en modo alguno: los clásicos de la literatura española eran y son, por encima de todas las independencias políticas, parte de la identidad cultural y lingüística de todos los hablantes de la lengua. De signo muy contrario a las propuestas de Cuervo son las que en un libro publicado en 1900 expresa el francés radicado en Argentina Luciano Abeille. Los términos lengua o idioma nacional que habíamos encontrado en los primeros decenios de la Independencia vuelven a ser retomados en Idioma Nacional de los Argentinos. Se trata de un texto, quizás más alabado y criticado que leído, que no constituye una propuesta demasiado novedosa o rupturista, sino un compendio de léxico regional. En su prólogo Abeille retoma las ideas de la Generación del 37 de que la lengua evoluciona y se amolda a la naturaleza o a la sociedad en la que se encuentra. Para aclarar qué entiende por idioma nacional conviene fijarse en el siguiente fragmento: [...] el español trasplantado al Río de la Plata ha empezado a evolucionar, ha experimentado y experimenta cambios en su vocabulario, en su sintaxis, en su fonética. Ya no es meramente el español; tampoco es aún el argentino porque su evolución es todavía incompleta. Es, por consiguiente, el Idioma nacional de los Argentinos (Abeille 1900: 5).

Independientemente del interés dialectológico que pueda tener esta obra resulta interesante constatar en su prólogo la presencia de algunas ideas, como la de

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la unidad entre el alma de un pueblo y su idioma. A diferencia de los autores del 37, y a pesar de que dice que no se trata de un proceso terminado, Abeille considera que el “protoidioma” argentino posee ya una identidad propia y se deshace en elogios hacia el mismo. El tono panhispanoamericanista, que habían ido adoptando las propuestas de Sarmiento o Alberdi, ha desaparecido también, dejando paso a una mirada estrictamente nacional que no excluye el uso del término raza. Dicho idioma, expresa Abeille, es “digno de la raza que evoluciona en la República Argentina” (en: Cambours 1983: 21). El hecho de que sea justamente un extranjero el que se exprese en estos términos no ha pasado desapercibido. Más allá de cuestionarse su derecho a hacerlo, conviene prestar atención al hecho de que sea un extranjero de raíz no hispánica quien así opina, pues Abeille es uno de tantos otros hombres de esta condición que llegaron a Argentina por aquellos años y que con gran probabilidad no pasarían sin dejar huella en la lengua y en las actitudes hacia la norma en ese país.

4. Conclusiones Tras la Independencia americana, como se ha visto anteriormente, existió una reflexión sobre cómo se debía hablar en América y sobre los modelos o pautas que habrían o no de seguir los habitantes de las repúblicas hispanoamericanas. Sin embargo, para muchos de los hombres que escriben en la época la Independencia no parece haber planteado ningún conflicto con respecto a su forma de expresión. Sobre las causas de su silencio acerca del tema no podemos más que especular. Convendría que tuviéramos en cuenta la posibilidad de que, al menos en las élites intelectuales, las divergencias no fueran tan acentuadas, o que no hubiera consciencia de las mismas o se considerara tan evidente que los rasgos propios no eran incompatibles con la corrección, que ni siquiera se consideró necesario hablar del tema. En los casos en los que existe una reflexión la misma no puede verse simplemente en relación con el hecho de la Independencia. La constitución de repúblicas independientes y los proyectos de educar o alfabetizar a los ciudadanos de las mismas, constituyeron, ciertamente, un acicate para esta reflexión. Ahora bien, la necesidad de formación de nuevas identidades colectivas en la que podría implementarse la lengua no fue general, y tampoco se dieron después de la Independencia en todas las regiones intentos de educar a la población. Además de ello, la reflexión sobre la lengua en la época no dependió sólo del contexto socio-histórico que siguió a la Independencia, sino de otros factores independientes del mis-

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mo, por ejemplo, la influencia del romanticismo o las preocupaciones y predilecciones de los hombres que sobre ello se expresaron. Las ideas sobre cómo se debía hablar en América que encontramos van desde proponer que sobre la base del español se formara, mediante una diferenciación gradual, una lengua nueva, hasta la defensa de la existencia de una norma común a todos los hablantes de la lengua y cercana a la tradición española, pasando por la legitimización, en diferente medida según los casos, de rasgos regionales o americanos dentro de una unidad. Las actitudes del primer tipo se dan casi exclusivamente en Argentina, si bien también dentro de este país se dan actitudes contrarias y los propios defensores de estas ideas, como Sarmiento y Alberdi, terminarán por moderar sus propuestas iniciales. En cuanto a la evolución de posturas acerca de la norma cabría hablar más que de una sucesión generacional de una tensión constante entre un ideal propenso a la inclusión de lo regional o nacional, en mayor o menor medida, y un ideal más orientado hacia la norma de la tradición española, que no debe confundirse con una norma española, pues no se trata primordialmente de cómo se habla en España en dicho momento, sino de un ideal de lengua formado también por textos y autores de origen español. Muchas de las propuestas, posturas y temores de los autores del XIX nos pueden parecer hoy exageradas, pero, más que criticar desde el presente, a hombros de gigante, a los hombres del pasado, debemos sacar partido de su estudio para vencer nuestros actuales prejuicios y apasionamientos acerca de nuestra lengua y sus variedades.

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MODELOS IDIOMÁTICOS, CODIFICACIÓN DE USOS Y PRESCRIPTIVISMO1 ELENA MÉNDEZ GARCÍA DE PAREDES Universidad de Sevilla Español es el suprasistema abarcador de todas las realizaciones de nuestra lengua. O dicho técnicamente: la lengua abstracta que todos aceptamos, que tiene virtualidad en la lengua literaria escrita y que ninguno habla. Es el sistema considerado fuera del individuo. Pero esta abstracción se realiza en millones de actos comunicativos (la parole) que están trabados por dos órdenes de fuerzas, las geográficas y las sociales (Alvar 1996: 236).

1. Introducción A partir de 19772, la planificación lingüística llevada a cabo por las distintas instituciones oficiales autonómicas para normalizar las llamadas lenguas “propias” ha sido objeto tratado no sólo por políticos y lingüistas (que son a quienes competen en primer lugar dichas actuaciones), sino que ha trascendido también al discurso de la información mediática, bien como hechos referidos (sobre los cuales se informa), bien como hechos comentados (con la posición ideológica que

1. Este trabajo ha sido realizado dentro del proyecto I+D “Tipología textual y oralidad: del español clásico a la actualidad”, HUM2007-60410/FILO. Se inserta dentro de una serie de artículos sobre el concepto de norma en los que se analizan aspectos relacionados con la codificación del español y el reflejo que ésta ha tenido en sus usos “ejemplares”. Igualmente se analizan cuestiones relativas al carácter panhispánico de las políticas lingüísticas actuales, más en consonancia con un ideal de lengua pluricéntrico, por ejemplo, en lo que respecta a nuevas relaciones y referencias de las variedades con respecto a lo codificado como estándar, así como la discusión sobre los problemas prácticos que ello puede plantear (véase Méndez García de Paredes 1999, 2008a, 2008b, 2009a, 2009b). 2. Fecha en que la Constitución Española recoge en su artículo 3. la cooficialidad del español con las otras lenguas peninsulares de las regiones consideradas históricamente bilingües y señala explícitamente que las demás variedades regionales “serán objeto de especial respeto y protección” (artículo 3.3.).

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todo comentario suele llevar aparejada), bien como hechos provocados3 (cuando, por ejemplo, es el propio medio de comunicación el que alienta discursos de reivindicación lingüística o provoca debates en torno a las lenguas, susceptibles, luego, de engrosar nuevamente y retroalimentar el discurso informativo). Este discurso mediático sobre las actuaciones lingüísticas en el ámbito de las lenguas “propias” ha repercutido consecuentemente en la conciencia lingüística de una gran masa social, generando, incluso en hablantes de zonas no bilingües, un sentimiento lingüístico sobre su propia modalidad de habla inusitado en otras épocas, de modo que se observan ahora reacciones desde dentro de la modalidad de habla local hacia la lengua estándar que tienden a calcar y a mimetizar4 las actuaciones propias de hablantes bilingües. Así, podría decirse que nada de lo que atañe a la lengua española, o a sus variedades internas, y a su convivencia con las otras lenguas de España les es ajeno ya a los españoles. En estas situaciones, los filólogos y los lingüistas son convocados en calidad de “expertos en la materia” para responder a las dudas que suelen planteárseles a los profanos en estas cuestiones o para resolver posibles demandas sociales (por ejemplo, qué variedad de lengua usar en determinadas situaciones comunicativas —principalmente en los medios de comunicación orales— o si es posible o conveniente promover variedades regionales para convertirlas en estándar o no) que obligan a reflexionar sobre los aspectos teóricos (y/o metodológicos) relacionados con conceptos como los que dan título a este trabajo (o con otros, por ejemplo, los de corrección idiomática, norma lingüística, lengua estándar). Lo esperable en estas circunstancias es que la reflexión del científico, como “discurso de experto” que es, quede a salvo de orientaciones ideológicas, lo cual no es nada fácil, porque en todo lo relativo a modelos idiomáticos de una comunidad o

3. Para estos tecnicismos puede consultarse Charaudeau (2003). Como muestra de lo que se entiende con respecto a este tema por acontecimiento provocado puede verse Méndez (1997, 2003, 2009b). 4. En un trabajo reciente, Kabatek (2006) señala el hecho de que los discursos generados sobre las lenguas, tanto en el seno de la ciencia como en otros ámbitos de la sociedad, se convierten en tradiciones metadiscursivas capaces de ser aplicadas y extendidas a otras situaciones diferentes de aquellas en las que se crearon. La historia reciente sobre la situación lingüística peninsular es buena muestra de ello. A partir del llamado período de transición, los debates sobre la articulación lengua propia / lengua común del Estado toma otra deriva y se articula como modalidad propia / lengua estándar con los efectos sociales que ello puede llevar consigo. Basta con repasar todo lo que, desde diferentes sectores, se ha escrito, por ejemplo, sobre la situación del asturiano, el extremeño, el andaluz o el murciano. La prensa puede ser un buen espejo para analizar el filtrado y reflejo social de estas cuestiones (para el caso del andaluz, véase Méndez 1997 y 2003).

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a procesos de elaboración e instrumentación de una variedad formal de la lengua no están implicados propiamente hechos intralingüísticos, sino sociales (selección de determinados usos o variedades de una lengua histórica, juicios evaluativos concomitantes, valor simbólico que suele adquirir la variedad seleccionada, por estar asociada a las características sociopolíticas, económicas y culturales del grupo de hablantes que la utiliza, etc.)5; por eso, como ha sido señalado, los discursos que tratan sobre las lenguas de España (o el estatus de las variedades) no siempre son constatativos (no describen realidades lingüísticas) sino performativos (en cuanto que crean hechos que sirven para marcar solidaridades con respecto a la identidad local o con respecto a lo global y universal) (Kabatek 2007, Woolard 2007). Y así es como la “palabra de experto” aparece en la corriente discursiva (mediática o no) que constituyen los discursos de planificación lingüística o los que tratan las relaciones entre la lengua estándar y las variedades dialectales del español. En este trabajo se intentará un acercamiento descriptivo a los conceptos de modelo idiomático, codificación de usos y prescriptivismo implicados en el estatus de las variedades del español y en el comportamiento sociolingüístico de los hablantes.

2. La denominación del modelo idiomático No se trata de volver aquí sobre la vieja cuestión de cómo designar a la lengua que hablamos, si castellano o español, nombres con idéntica extensión designativa, pero distinta intensión significativa que representan una visión interesada de

5. De hecho, los procesos de conformación de modelos idiomáticos de una sociedad se entienden como “parte de la serie de prácticas ideológicas por medio de las cuales se producen las creencias y actitudes de una comunidad de hablantes” (Conde Silvestre 2007: 311). Igualmente se habla de una “ideología de la estandarización” (Milroy & Milroy 1985: 2223). Hay quienes señalan los beneficios de la convergencia hacia un modelo constituido que reduce la variación y ofrece, a cambio, garantías de estabilidad para la unidad de un idioma; mientras otros hablan de injerencia de grupos de presión elitistas, que de forma arbitraria y externa al ser de la lengua, “imponen” y “promueven al rango de estándar” una variedad como modelo supuestamente “neutro” (Conde Silvestre 2007: 312). Es decir, la existencia de un estándar siempre lleva consigo un cierto tipo de reacción social como consecuencia: por un lado, de la prescripción normativa y, por otro, de la depreciación de otras variedades de la lengua (calificadas, por referencia a él, negativamente como no-estándares o subestándares), al margen de que pueda ser calificada de “patológica” porque se conforma en “ausencia de diversidad” (Hudson 1981: 44).

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cada hablante en relación a la lengua que habla6; sino de las denominaciones que se han propuesto para referirse a esta variedad de lengua elaborada y modélica que actúa como una fuerza modeladora y tiende a igualar o nivelar los usos de los hablantes dentro de una lengua histórica, pues cada una de ellas, en cuanto formas designativas, ya son un síntoma de la orientación ideológica de los discursos. Algunas son claramente inapropiadas, otras ambiguas, otras pretendidamente neutras sin llegar a conseguir con plenitud esta neutralidad. 2.1. En primer lugar, se puede considerar la denominación de lengua oficial, pero es un nombre ambiguo e inapropiado. Es ambiguo por su polisemia, pues por una lado designa a la lengua por la que se rige la vida política y administrativa de un pueblo, esto es, la lengua en la que se redactan y promulgan las leyes que regulan la vida de un Estado7; y por otro, supone un estilo de lengua, el de la administración y el de la vida política y jurídica, que se deja traslucir en todos los textos redactados por las distintas fuentes de carácter oficial (uso que para muchos ya es lengua especial). Es inapropiado, porque el hecho de que sea la lengua del Estado no lleva aparejada su total normalización y su completa estandarización (el caso de la lengua vasca, lengua oficial en su territorio —aunque la oficialidad sea compartida— sería un ejemplo de esto). Además, sobre las lenguas oficiales pueden operar fuerzas políticas de naturaleza contraria, de forma que unas veces se promueve una determinada lengua al estatuto de oficialidad y otras veces se desplaza (el caso del español y el inglés en el Estado Libre Asociado de Puerto Rico puede ser un buen ejemplo de ello). 2.2. El nombre de lengua nacional responde a varios motivos: uno, porque su promoción y enseñanza se constituye en una empresa para cada nación; otro, porque es fruto de una planificación lingüística por parte de los estados, pero también, y sobre

6. A. Alonso ya lo señaló magistralmente: “Como la significación de una palabra no consiste exclusivamente en la designación del objeto significado, sino que incluye la perspectiva interesada con que el objeto es considerado y vivido, bien podríamos decir que, en estricto sentido, los nombres de nuestro idioma tienen significaciones distintas. Castellano y español nombran un mismo objeto con perspectivas diferentes. Y aun en el correr de la historia, la visión subjetiva que acompaña a cada nombre ha ido cambiando [...] La historia espiritual de estos nombres no es más que la enredada historia de los sentimientos y de los anhelos de la fantasía y de los impulsos activos nuestros y de nuestros antepasados lingüísticos con relación al idioma común” (Alonso 1943: 142-143). 7. Según una sentencia del Tribunal Constitucional: “Es oficial una lengua, independientemente de su realidad y peso como lengua social, cuando es reconocida por los poderes públicos como medio normal de comunicación en y entre ellos y en su relación con los sujetos privados con plena validez y efectos jurídicos” (González Ollé 1995: 38).

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todo, porque cumple dos funciones complementarias (o mejor dicho, dos aspectos complementarios de la misma función), con frecuencia acompañadas de una fuerte carga emocional (que se activa cuando un conflicto real o pretendido afecta a la comunidad hablante —Gallardo 1978—): una función separadora, pues el contraste con otras comunidades de lengua diferente favorece la identidad colectiva de un “pueblo” (de ahí la lengua como hecho diferencial de los nacionalismos), y una función unificadora, o de cohesión de los hablantes, pues se entiende que anula o neutraliza las diferencias lectales propias de cada uno de ellos y fomenta su participación en asuntos de trascendencia (Gallardo 1978, Wagner 1983, Hernández Alonso 1993 y Torrejón 1993). Como es la variedad de lengua que permite la función de participación en empresas de mayor envergadura, es también la lengua a la que se traducen las aportaciones que a la vida colectiva han hecho otras naciones con lenguas diferentes, con lo que desarrolla un proceso de intelectualización y maduración expresiva. Pese a todo, tampoco este nombre es adecuado pues tiende a introducir en lo lingüístico el concepto de territorialidad que ni es una necesidad histórica, ni implica necesariamente la continuidad de una lengua en un determinado territorio (Kabatek 2007). Nación y lengua son dos realidades de distinta naturaleza que no tienen por qué recubrirse mutuamente, como lo prueba el que en una nación puedan convivir varias lenguas diferentes y el que una misma lengua sea signo de identidad colectiva de varias naciones8. 2.3. Tampoco resultan totalmente adecuados los nombres de lengua común9 o lengua general. Es cierto que puede entenderse como común porque neutraliza los rasgos diastráticos y diatópicos y porque su elaboración la constituye como una lengua relativamente homogénea (actúa, pues, como marco de referencia de

8. Pese a ello, como señala Torrejón (1993), dentro de una lengua ampliamente extendida por el mundo, como lo es la española, las normas cultas de cada nación cumplen la función separadora de la que se ha hablado. De ahí que una correcta planificación lingüística deba promover un ideal de lengua que esté en consonancia con esas normas cultas nacionales, porque en caso contrario es difícil que ese ideal arraigue en la comunidad, pues se siente muy lejano e inalcanzable y se corre el peligro de que la comunidad desestime su cultivo (Candia 1983: 117-128). 9. Coseriu (1990: 56 y ss.) distingue como diferentes grados de abstracción la lengua común y la lengua ejemplar. Esta última, según él, se promueve como ejemplaridad porque la lengua común, que virtualmente debería ser unitaria, no escapa a los fraccionamientos diastráticos y diatópicos. Por esta razón, parece preferible pensar que la lengua ejemplar, como modelo de lengua ideal, tiende a ahormar la lengua común. Lo ejemplar es la fuerza aglutinante que se manifiesta en la abstracción lengua común. Sin embargo, el hecho de que en una lengua como el español puedan existir ejemplaridades nacionales diferentes se refleja en la lengua común que se presenta fragmentada.

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una lengua histórica), pero no siempre es común a todos los hablantes, pues su disponibilidad y acceso no son equilibrados. De ahí que su difusión y arraigo se haya sentido siempre una tarea de Estado, en el sentido de que los objetivos de la nivelación lingüística (la propiedad de urbanización) sólo se consiguen con una política lingüística reflexiva, seria, coherente, cuya acción se manifiesta formalmente en la enseñanza e informalmente en los medios de comunicación social. Con la consecución de esos objetivos, todavía hoy muy lejanos, sí serían viables y apropiados los nombres de común y general. Pero mientras todos los usuarios no accedan en igualdad de condiciones a esa lengua modelo, los nombres se vuelven opacos e imprecisos porque lo que presuntamente se califica de común es brecha para acentuar aún más las diferencias sociales. De ahí las críticas continuas a la norma lingüística y la acusación de que la lengua estándar sea elitista. 2.4. Es totalmente inapropiado el nombre de lengua correcta que suelen emplear quienes con una actitud “purista” confunden los planos lingüísticos y tienden a ver los procesos de descripción y codificación gramatical o léxica de ciertos usos formales de la lengua escrita como la “lengua toda”, la lengua por antonomasia (de la cual se habla, además, como una abstracción que nadie realmente posee). Se interpreta, así, la norma codificada como una verdadera norma prescriptiva y se generan valoraciones en los hablantes que tienden a considerarla como el único modelo de corrección e, incluso, como la única realización de lengua posible. La codificación actúa en cierto sentido como un mecanismo de comprobación de los usos: si están reflejados en los tratados gramaticales se juzgan correctos, y en caso contrario, incorrectos10. Sin embargo, una lengua no puede ser nunca correcta o incorrecta, pues tal juicio no es aplicable al sistema, sino sólo al hablar, y cada hablar tiene su propia corrección, puesto que remite siempre a una cierta tradición idiomática con la que pretende corresponderse (Coseriu 1990). Por eso mismo, la existencia de un determinado modelo idiomático nunca puede servir de pauta de corrección para modos de hablar que tienen como referencia otro ideal de lengua11. La corrección, pues, no es nunca cualidad de la lengua estándar, sus pro-

10. “Ninguna otra variedad tiene los recursos y el prestigio del estándar escrito. El hecho de que exista como un objeto descrito en los libros de gramática produce la idea de que es, de alguna manera, la lengua ‘verdadera’ y ‘legítima’, y que las otras variedades son versiones degeneradas o corruptas de ella [incluso se les niega la existencia]. Pero se trata de una realidad ‘falsa’, producto de una obra de ingeniería lingüística conscientemente planificada” (Romaine 1996: 109). 11. No sirve de pauta de corrección para otras normas objetivas, pero sí actúa como punto de referencia con respecto al cual se definen en lingüística las variedades lectales como marcadas diatópica, diastrática o diafásicamente (Simone 1997; Koch/Oesterreicher 2007).

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piedades son otras: bien de tipo estructural (intelectualización y estabilidad flexible), bien de tipo cultural (arraigo y urbanización) (Haugen 1974, Gallardo 1978, Wagner 1983, Hernández Alonso 1993 y Torrejón 1993). 2.5. El nombre de lengua culta hace referencia a la sedimentación y decantación de los usos lingüísticos en las situaciones formales que son propias de lo que se conoce como distancia comunicativa, pues tales usos se han fijado históricamente en los procesos de escritura. Se refiere, asimismo, a los criterios estimativos de selección que operan históricamente en la descripción y codificación de las lenguas, conjugados, en ocasiones, con algún tipo de ideal geográfico. Es la lengua de los “varones doctos”, como quería Nebrija, menos diversificada en lo lectal porque viene ahormada por los modelos literarios, por la lengua escrita literaria12. No conviene del todo este nombre, porque puede parecer demasiado unida a la idea de que la codificación tradicional de tal variedad está alejada de la lengua viva, hablada, de manera que estructuras lingüísticas propias de la inmediatez de lo oral se pueden sentir extrañas o apartadas de lo que se entiende por “culto”, pese a que son normales también en estos hablantes, pues se corresponden con universales lingüísticos de la inmediatez. 2.6. El nombre de estándar, aplicado a la lengua, lengua estándar, se generalizó desde fines del siglo XVIII para referirse a una variedad del inglés (standard) usada por la gente culta, y tiene la ventaja de que no está tan ideológicamente orientado como los anteriores. Además, encierra cierto sentido de normalidad sin connotaciones de corrección, ni valoraciones sobre “el bien y el mal intrínsecos” (Garvin/Mathiot 1974: 303). Se define como “la forma codificada de un idioma que es aceptada y sirve de modelo a una comunidad relativamente grande” (Ibíd. 305). Según esto, rasgo esencial es su codificación consciente y explícita, que tiende a reducir los modelos existentes y a unificarlos para permitir su intercam12. “El material que he utilizado es exclusivamente literario. Pocas veces he manejado testimonios orales. Este hecho hará pensar, probablemente que me alejo de la fuente viva del decir y que mi Gramática toma una orientación filológica más que lingüística. Es posible que así sea. [...] Rehúyo, por otra parte, la anotación de los hechos más aberrantes de la norma común, especialmente en la fonética y en la morfología, [...] Pero no debe perderse de vista que mi objetivo es el español común, el español cuidado que hablan las gentes cultas y universitarias de Madrid. Y entre ese español hablado y literario no existe, sobre todo en nuestros días, una distancia considerable. Las diferencias son más de léxico que de gramática” (Fernández Ramírez [1951] 1985: 307-308). “En todo caso se ha apoyado la descripción en la autoridad de escritores dominantemente peninsulares, que escribieron a finales del siglo pasado o en el siglo XIX hasta nuestros días” (Alcina/Blecua 1975:11).

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biabilidad y su utilización precisa y específica como instrumento de comunicación. Parecida, es la definición de Romaine: Variedad altamente codificada que ha recibido el grado de desarrollo y elaboración necesario para servir a una amplia gama de funciones. El proceso de normalización convierte a una variedad en estándar fijando y regulando su ortografía, morfología, sintaxis, etc., por medio de diccionarios y gramáticas, que sirven como autoridad en la enseñanza prescriptiva de nativos y extranjeros. La normalización no es una propiedad inherente, sino una característica adquirida, o mejor, deliberada y artificialmente impuesta. Las lenguas estándar no surgen en el transcurso de una evolución lingüística “natural” ni nacen a la existencia de repente, sino que son creadas mediante planificación consciente y deliberada (1996: 107).

No obstante, ambas definiciones tienden a subrayar más bien el punto final de un largo proceso de la conformación de los estándares, la codificación (y como consecuencia de ella, el efecto modelador y la aceptación que ejerce sobre los usos lingüísticos), y marginan el carácter histórico del proceso por el cual un determinado uso lingüístico deviene modelo idiomático y se convierte en estándar (Romaine alude a que es una construcción al margen de los procesos naturales de cambio lingüístico). Desvinculan por tanto todo este proceso de aspectos antropológicos y universales del lenguaje: por ejemplo, los que se relacionan con las circunstancias comunicativas relevantes que determinan lo que se ha descrito como el continuum concepcional oralidad / escritura(lidad), el cual se sustenta en la articulación de diferentes parámetros de carácter gradual que determinan las estrategias de verbalización de los hablantes entre los dos polos de ese continuo: el polo de la inmediatez y el polo de la distancia (Koch/Oesterreicher). Los estándares son lengua de la distancia, caracterizada por “una expresión libre de vacilaciones [estándar], léxico-semánticamente precisa y sintácticamente integrada [que] es particularmente apta para la verbalización de estados de cosas complejos” (Koch/ Oesterreicher 2007: 379), de ahí que en su conformación ejerza una fuerza estructurante la lengua escrita. Lengua que, por otro lado, es la que hasta hace poco ha permitido la fijación de los productos del hablar y su reflexión metalingüística y gramatical, esto es, el tipo de lengua que facilita la tarea de codificación. 2.7. Otro de los nombres que pueden alternar con el de estándar es el de lengua ejemplar que propone Coseriu (1990: 57-61) y que sí subraya, como se verá más adelante, el carácter histórico de conformación de tal variedad: un ideal de lengua que se constituye dentro de la lengua común y actúa por encima de ella, convirtiéndose en su norma ideal. No obstante, la diferencia con respecto a lengua

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estándar es que ésta se concibe como un modelo ideal único y homogéneo, mientras que ejemplaridades (en el sentido que se le da en los trabajos de Coseriu), al menos en una lengua como la española, puede haber varias, que comparten grandes parcelas de vocabulario, pronunciación y sintaxis porque están constituidas dentro de la lengua común pero difieren en determinados aspectos (más notable en lo fonético y en el léxico). El nombre de lengua ejemplar aplicado al español, pero también a cualquier lengua, subraya mejor que el de lengua estándar que el ser de los modelos idiomáticos, aun estando sometidos a procesos de instrumentación y elaboración, no es tan artificial como se piensa, en tanto en cuanto que, para las lenguas particulares, ese deber ser de la lengua ejemplar tiene que corresponderse con el modo de ser habitual de una lengua, esto es, con la variación.

3. Norma lingüística y prescriptivismo En el significado del término norma como término del metalenguaje científico se entrecruzan varios de los sentidos con que se emplea esta palabra en el español común (Rey 1972, Lara 1976, 1999 y 2007, Méndez García de Paredes 1999). Por un lado, el que se refiere a la idea de canon, modelo, guía, ejemplo13, que en lingüística se aviene con los conceptos norma de corrección y gramática normativa. Por otro lado, el que subraya lo que hay de común, usual, lo que es o se da como práctica acostumbrada, sentido que adquiere la palabra norma como tecnicismo introducido por Coseriu (1952). La norma consuetudinaria es “lo constante y repetido, el hábito hecho tradición idiomática”, lo “normal”14, de manera que, definida como conjunto de hábitos repetidos y constantes en una comunidad idiomática, permite una descripción del SER una lengua y se presume objetivo, pues se despoja de toda connotación prescriptiva, no dice cómo DEBE SER dicha lengua. Aclaramos, además, que no se trata de una norma en el sentido corriente, establecida o impuesta según criterios de corrección y de valoración subjetiva de lo expresado, 13. A partir de un significado básico heredado del latín ‘escuadra usada por los artífices para arreglar y ajustar los maderos, piedras y otras cosas’ (DRAE s. v. “norma”) se producen asociaciones más o menos figuradas que tienen como punto de partida ‘la justeza con la que deben encajar las piezas’. De ahí, ‘regla sobre la manera como se debe hacer o está establecido que se haga cierta cosa’, fácilmente especializable en filosofía como término deontológico, ‘regla con respecto a la que ajustar la conducta’: lo que debe ser, el carácter prescriptivo. 14. Galicismo que entra en el XIX en el que está implicado el sentido de normalidad, la cualidad o condición de normal: ‘dícese de lo que se halla en su natural estado’ o ‘de lo que es natural o regular’.

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Elena Méndez García de Paredes sino de la norma que seguimos necesariamente por ser miembros de una comunidad lingüística, y no aquélla según la cual se reconoce que “hablamos bien” o de manera ejemplar, en la misma comunidad. Al comprobar la norma a la que nos referimos, se comprueba cómo se dice, y no se indica cómo se debe decir: los conceptos que, con respecto a ella, se oponen son normal y anormal, y no correcto e incorrecto (Coseriu [1952] 1973: 90).

Existe, entonces, un sentido de norma como hecho prescriptivo que se define como lo que debe ser, y otro, el de norma como hecho consuetudinario que se define como lo que es; ambos presentes tanto en la lengua común como en el metalenguaje científico. La polisemia de norma en la lengua común determina también una cierta interdependencia de los conceptos en la metalengua15: El hecho de que las dos normas puedan coincidir no nos interesa aquí; cabe, sin embargo, señalar que muchas veces no coinciden, dado que la “norma normal” se adelanta a la “norma correcta”, es siempre anterior a su propia codificación (Ibíd. 90).

Como señala Luis Fernando Lara (1976, 1999; también Rey 1972), la proximidad semántica favorece el cruce y la dependencia mutua: de un lado, las normas (preceptos) se pueden obtener por generalizaciones empíricas que se infieren de lo que es norma (costumbre); de otro, la costumbre se hace precepto cuando se codifica y una vez hecha norma prescriptiva, se adopta como elemento de juicio y establece el modelo de lo que debe ser. No debe olvidarse que la existencia de pautas (prescripciones) rectoras de comportamientos se manifiesta en el ser las cosas, en la regularidad, en el hábito16: De todos modos, esa norma codificable ¿no es precisamente, en cada esfera o nivel de lenguaje, el fundamento de toda normatividad? ¿No es toda norma una especie de modelo ideal? Nos parece, pues, evidente, por todos los caminos, que el estudio de las normas de ejemplaridad o de corrección o de aceptabilidad social es insoslayable en el

15. En la lengua común, se pone de manifiesto en expresiones del tipo: tener algo como norma, equivalente tanto a ‘tener algo como costumbre’ como a ‘tenerlo como obligación’. María Moliner (1981: 521) ofrece dentro de la misma acepción del vocablo (la segunda) una serie de palabras afines acostumbrado, corriente, natural, ordinario, regular; claramente separadas de criterio, ejemplo, guía, instrucción, precepto, principio..., (pero incluidas también dentro de esa acepción). La homonimia de norma, en la que confluyen sentidos procedentes de dos canales de transmisión (norma, latinismo, y normal, galicismo), se manifiesta como una adjunción de significados, como una polisemia. 16. Ésta es una de las razones por la que Lara (1999) cree que hay que evitar el término norma y sustituirlo por el de uso: se comprueba que una lengua se habla de varias formas, así que preguntarse qué lengua enseñar, es equivalente a decir qué uso de la lengua enseñar.

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vasto y complejo campo de nuestro quehacer lingüístico, teórico y aplicado. (Rosenblat 1967 [1990]: 337)

Se da, pues, la paradoja de que uno de los conceptos analizados es plenamente aceptado dentro de la teoría lingüística (el de Coseriu), porque es una norma objetiva e intralingüística; mientras que el sentido tradicional y patrimonial de “norma” se repudia por subjetiva y extralingüística. Por otro lado, como se ha visto, la codificación de la norma consuetudinaria supone replantearse su propia concepción teórica, pues hasta el llamado derecho consuetudinario tiene que ver con la fijación de la costumbre y su conversión en ley. Así, pues, como señala Alarcos (1994: 20), por muy descriptiva que se pretenda “toda gramática empieza o termina por ser normativa”, sobre todo, como también se ha dicho, por el carácter “problemático” de la descripción misma: Este énfasis desigual [que tiende a valorar ciertos dialectos y lenguas] no se debe tanto a un fallo personal de los descriptivistas como al carácter problemático de la descripción misma, que nunca puede ser una actividad neutral. En otras palabras, la descripción es siempre una forma débil de prescripción (Parakrama 1995: 3, Ápud Moreno Cabrera 2000: 56 [traducción suya])17.

4. La codificación de una variedad de lengua Una lengua histórica no conlleva un modo único de hablar “sino una ‘familia’ histórica de modos de hablar afines e interdependientes”, de normas o tradiciones idiomáticas (Coseriu 1981: 6)18. Es un continuum estructurado de variedades (o sistemas) diatópicas, diastráticas y diafásicas, cuya coexistencia no es nunca in-

17. Se ha señalado que, pese al talante panhispánico de la RAE, la forma expositiva que adopta en la Ortografía 1999 para describir la equivalencia fónica de las grafías “c” y “z” es castellanocentrista, pues siendo el seseo la pronunciación por excelencia de los hablantes de español aparece mencionada como un apéndice excepcional y visto a través de la distinción (Moreno Cabrera 2008: 136-137). Se trata de lo que se ha señalado como “la deformación del lingüista” que afecta a la jerarquía de la descripción lingüística (Simone 1997: 31). 18. Es el concepto de lengua como diasistema integrado por tradiciones idiomáticas o normas (diacrónicas, diatópicas, diastráticas y diafásicas) que se infieren de la observación de multitud de actos de habla concretos. Hay quienes, como Moreno Cabrera, denuncian el empleo ideológico con el que suele utilizarse este concepto teórico para disimular la persistencia del origen geográfico castellano en el estándar. Según él, esto ocurre frecuentemente en autores como M. Alvar o G. Salvador, que hablan de “español” como un suprasistema, como una lengua abstracta y virtual que todos aceptamos, aunque ninguno habla (Moreno Cabrera 2008: 43 y 100-103).

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conexa, pues en sincronía se establecen relaciones dentro de ese continuum (Coseriu 1981)19. Esto hace inviable, por inabarcable, la codificación de una lengua: Una gramática española no es una gramática del español como lengua histórica (con toda su arquitectura), lo que no sería posible, ni tampoco del español como lengua común (con sus formas regionales y sus diferentes niveles), lo que ya sería factible, pero no sin enormes dificultades, sino sólo de un modo ejemplar o considerado tal (y aun esto sin toda la correspondiente variedad de estilos de lengua) (Coseriu El problema de la corrección idiomática, Manuscrito inédito. Tübingen: Archivo Coseriu (Nr. B XXXIV, 16, http://www.coseriu.de).

Habitualmente, este proceso se lleva a cabo sobre un tipo, una muestra elaborada, a la que se llega por generalización y abstracción de una selección de usos provenientes de determinados registros (los formales, conformados y fijados en la lengua escrita) y de determinados grupos de hablantes (los varones doctos, entre los que se encuentra, obviamente, quien hace la descripción, el gramático o el lingüista). Se trata, pues, de una ficción gramatical, de una imagen más o menos difusa y parcial de una lengua (aunque en la descripción del lingüista se ofrece como si fuera nítida y completa). En este sentido, la codificación de un tipo de lengua puede tener un objetivo teórico y especulativo (los de la ciencia lingüística), o puede llevar un fin práctico (la enseñanza de la lengua formal y escrita a nativos y extranjeros), si bien en la historia de la codificación de las lenguas ha podido haber otros intereses. En la antigüedad el objetivo de evitar en lo posible el declive y la corrupción de la lengua (obsoleto ya en la actualidad) era de orden práctico, de donde puede explicarse la tendencia, que existe todavía en determinados hablantes, a identificar lengua codificada y corrección idiomática o, más aún, la muestra descrita como la lengua por antonomasia. Razón práctica es también abogar por la unidad de un idioma o por su expansión, objetivos actuales. 4.1. Cuando el objetivo es de carácter teórico, asistimos a lo que podríamos llamar la “paradoja de la deformación del lingüista” (Simone 1997): la lengua descrita ter-

19. Se constituye un espacio variacional en el que las relaciones siguen una dirección fija y determinada (que no admite inversión). De este modo, lo diatópico (por ejemplo el ceceo o el trueque de l por r) puede funcionar como diastrático (marcado como perteneciente a un determinado estrato sociocultural), y lo diastrático, a su vez, como diafásico (el ceceo o el trueque de l por r pueden emplearse por hablantes de muy diversa condición social en una situación relajada e informal). Lo diatópico puede ser sometido a lo diastrático porque se trata de variaciones dentro de los grupos sociales, de manera que el territorio físico en que se habla una lengua (o una variedad) es una realidad empírica (los grupos entran en contacto en los territorios), pero no necesariamente teórica (Bell 1984, Kabatek 2007).

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mina condicionando su mirada, pues actúa como un parámetro que ordena y mide el estatus de los fenómenos lingüísticos en la variación (lo coloquial, lo dialectal, lo jergal, etc.). Sólo se puede hablar de variación cuando hay algo que varía con respecto a otra cosa que actúa como modelo de referencia. Así, el lingüista compara los dialectos y las hablas locales, sociales o coloquiales con respecto a esa abstracción que constituye la lengua por él descrita20. Ocurre, sin embargo, que los hechos de variación pueden presentarse de diferente manera en el lingüista y en el hablante: es posible que el hablante sólo conozca su variedad de habla (porque esta sea suficiente para sus actuaciones comunicativas cotidianas), y no el estándar. En este caso la variación sólo se da en el lingüista (se mezclan, entonces, los metadiscursos con la realidad)21. Puede ocurrir que el hablante conozca el estándar y también una o más variedades de habla, en este caso conviene preguntarse cuál es la dirección del movimiento que se opera en él; esto es, en su competencia, cuál es su lengua ejemplar “por defecto” (Simone 1997). Hecho, quizá, determinante para el comportamiento diafásico de los hablantes22. No hay duda de que cronológicamente, para los hablantes, esa lengua por defecto en ningún caso es el estándar (por estar conformado por los procesos de escritura y, por tanto, ser lengua enseñada y aprendida)23. Pero, aunque no preceda, sí puede, a posteriori, convertirse en su lengua de referencia (así, en los hablantes cultos); una lengua sin marcas diastráticas sobre la que proyectar su comportamiento diafásico y que para los usos de estos hablantes

20. La comparación de las variedades de una lengua con respecto a un modelo abstracto y elaborado a partir de la lengua escrita, tiende a hacer creer a los profanos en la materia (y aun a veces en la forma expositiva de algunos lingüistas) que estas variedades se originan genéticamente a partir de dicho modelo que se desvirtúa y cambia por factores diversos. A esto se refiere la crítica de Penny cuando afirma: “No tiene sentido, por tanto, decir que las variedades orales empleadas en, pongamos por caso, Soria o La Mancha son ‘dialectos del español’, ya que esto implica una falsa relación histórica entre cada una de estas variedades y el español” (Penny 2000: 38), en tanto que cuando se alude a ese tipo de relaciones se está pensando en “el español”, como “el estándar español” y no como “el diasistema español”. 21. Probablemente porque los metadiscursos están referidos a comunidades no homogéneas de hablantes en los que se supone la disponibilidad del estándar para determinados sectores. 22. Es importante porque la referencia puede ir de la ejemplaridad local al estándar o viceversa, del estándar a la variedad propia. La dirección del movimiento puede condicionar la descripción del lingüista que debe ver cómo encajar los hechos de variación. 23. En las hablas andaluzas no tiene sentido, por ejemplo, pensar que tras las formas cantaor, tocaor, madrugá, pilistra, ozú (osú, ohú, ofú) que emplean los hablantes haya necesariamente que reconstruir unas formas estándares cantador, tocador, madrugada, aspidistra, Jesús. Éstas sólo están en la mente del lingüista que tiene que encontrar sus etimologías en el proceso diacrónico fundamentado en la lengua escrita. O en los hablantes cultos, cuya conciencia lingüística les permite llevar a cabo el reanálisis de estas formas que han sido patrimonialmente suyas.

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elimina elementos marcados, propios de cualquiera de sus variedades dialectales (laísmos, loísmos, prótasis en —ría, trueques de líquidas, simplificación de grupos cultos, aspiración de —s, ceceos, etc.) en la mayor parte de las situaciones comunicativas. Cuando la lengua ejemplar por defecto es una variedad de habla, el movimiento se realiza hacia la ejemplaridad estándar, que debe ser elaborada cuando las situaciones comunicativas así lo requieran. A esto, por ejemplo, podrían obedecer los diferentes comportamientos de variación en los hablantes andaluces y sería interesante analizar bien esto porque es una tarea que está aún sin hacer. No parece solución la propuesta de Carbonero (2007), el cual intenta reducir dicha variabilidad a unos cuantos modelos que, según él, podrían funcionar como invariantes o prototipos para diferentes grupos de hablantes en función de su nivel sociolingüístico: el modelo septentrional, el estandarizado andaluz, el estandarizado polimórfico (combinación de los dos anteriores), el hipercorrecto (mezcla del septentrional y el vernáculo medio y bajo), el estigmatizado (vernáculo andaluz puro con la confluencia de rasgos altos, medios y bajos), el polimórfico no estandarizado (combinación del modelo septentrional bien con vernáculo bajo, bien con vernáculo medio)24. 4.2. En el caso de la enseñanza de la lengua a nativos o extranjeros, parece fuera de lugar plantearse la pertinencia de la codificación con fines prácticos, puesto que ésta siempre se ha llevado a cabo sobre la base de la lengua escrita, la cual ya constituye en sí misma una forma de fijación y hace más fácil la reflexión metalingüística25. A lo largo de la historia de nuestra cultura la lengua escrita y la lengua hablada han llevado una relación pendular de encuentros y desencuentros o, si se quiere, de predominio de una sobre la otra26. El descubrimiento de la escri-

24. Además de estos modelos, Carbonero habla de modelos secundarios: el estandarizado intermedio que elige para ciertas variables el modelo septentrional y para otras el estándar andaluz. Otras formas modélicas pueden deberse a otras combinaciones entre los paradigmas anteriores: el modelo hipercorrecto mitigado, el hipercorrecto y polimórfico, el estigmatizado y polimórfico. Si bien, la conclusión a toda esta variedad de comportamientos andaluces la propone el propio Carbonero: “Se entiende, pues, que la variedad de formas de pronunciación es bastante amplia y que podríamos seguir mencionando otros modelos secundarios o intermedios, con características más mitigadas o acusadas de unos u otros de los tipos básicos. En realidad, llegando al punto extremo podríamos decir que cada hablante en particular tiene su forma de pronunciación, o incluso varias formas (que pueden variar según la situación comunicativa en que se encuentren” (Carbonero 2007: 129). 25. “La estandarización es un proceso que tiene lugar dentro de la lengua escrita, y que es, de hecho, inconcebible en ausencia de escritura” (Penny 2000: 292). 26. Actualmente, las relaciones entre lo oral y lo escrito ya no se conciben en términos valorativos en los que una es “mejor” que otra o “más perfecta” o “más digna”, ni tampoco en

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tura por una comunidad solía venir acompañado de su explotación como medio (preferido) de comunicación de la literatura, máximo exponente de la expresión idiomática27. De este modo, el prestigio que la sociedad confería a estos productos artísticos se trasladaba al modo de representación y de organización de los mensajes, hasta el punto de convertirse en referencia de los usos de una parte de la sociedad28. No hay que perder de vista que hasta hoy la historia de una lengua y de su codificación es la historia de su lengua escrita literaria, y no ha pretendido ser la de la lengua cotidiana usada por los hablantes en sus prácticas comunicativas, aunque implícitamente se hayan identificado ambas. Toda codificación de una tradición idiomática con objetivos didácticos es de tipo normativo (vid. supra). La fijación se entiende como una verdadera norma prescriptiva porque se presenta como regular y completa; de este modo, los hablantes que la aprenden sienten esa lengua como la única y la correcta, aunque sería, quizá, interesante conseguir que no lo hicieran. La vieja idea, todavía presente en el imaginario colectivo, de que el tiempo acaba degradando una lengua por el mal uso de sus hablantes ha impedido delimitar bien los planos a los que deben referirse los conceptos de uso normativo y corrección. Como se sabe, el “purismo” lingüístico los identifica y tiende a preservar el uso normativo (lo codificado) aun a costa de otras tradiciones idiomáticas, de otras variedades no normativas. Por su parte, los detractores del estándar, para quienes las diferentes variedades de una lengua deberían estar en pie de igualdad con él, critican la actividad gramatical (o mejor dicho, la constante instrumentación de la labor del gramático) por estar, según se dice, al servicio del mantenimiento e imposición de una variedad muy elaborada, con un origen geográfico determinado y un empleo sectorial elitista (clasista) que se intenta disimular a toda costa, “fingiéndose” que es la única y verdadera lengua para legitimar el poder social de un grupo (el que la posee) sobre otros (que no la poseen). La codificación de esta sola variedad excluye a las otras como si el resto de los usos no pudieran describirse o fueran inferiores

términos de dependencia, aunque esté comprobado que la existencia de escritura en una comunidad ahorma e influye en los modos de su oralidad, la cual se configura de forma muy distinta a la oralidad primaria de las comunidades sin escritura (Ong [1987] 1996). 27. La escritura como consignación de la palabra en el espacio da una potencialidad ilimitada al lenguaje (Ong [1987] 1996: 17). 28. La lengua escrita literaria fijó los usos ejemplares de las lenguas occidentales, los cuales se tomaron en cuenta para prescribir normas de actuación lingüística. En algunos casos, hasta la pronunciación se vio determinada por el prestigio de lo escrito, como sabemos por los intentos escolares, ya en desuso, de diferenciar la pronunciación de “b” y “v” o de “s” y “c” o “z”, de “ll” y de “y”, en zonas seseantes o yeístas, por ejemplo.

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(Moreno Cabrera 2000, 2008)29. Quienes piensan así no parecen reconocer que sus planteamientos pasan por alto las prácticas comunicativas y las tradiciones discursivas en las que se decanta y a las que sirve este tipo de lengua, esto es, minimizan la importancia de los procesos de elaboración intensiva y extensiva que conlleva, y que están basados en las prácticas de escritura30. La crítica lingüística de la norma no parece entender que “las condiciones comunicativas de la distancia son irrescindibles, pues las estructuras de verbalización relacionadas con ellas presentan un potencial civilizador y emancipador irrenunciable” (Koch/ Oesterreicher 2007: 375).

5. Los retos de la codificación del español. Lo panhispánico y el pluricentrismo31 Es un hecho constatado —que conviene reiterar— que los procesos de intelectualización y de elaboración intensiva decantados en una determinada variedad de lengua no están condicionados por sus especiales propiedades inherentes: nada hay en la arquitectura lingüística de una determinada variedad que de antemano la haga preferible a otra, sino que son razones diversas (demográficas o de prestigio social o de otro tipo) las que determinan ese paso de una variedad de habla a la escritura que inicia el largo proceso de estandarización o selección de variantes en contienda: Las razones de la preferencia de la cancillería por el castellano como modalidad vernácula son diversas: por un lado, está el hecho aludido de que Fernando III fue rey de Castilla antes que rey de León y de que para entonces la cancillería castellana ya había introducido la novedad de escribir en lengua vulgar de su reino. Este avance cultural no surgía de la nada, sino que fue consecuencia del desarrollo que en ciertas diócesis y centros monásticos castellanos había experimentado la representación gráfica de la lengua hablada desde tiempo atrás. Por otra parte, no hay que olvidar que la unión de los reinos

29. El resultado de estos planteamientos teóricos es que cuando trascienden de la reflexión crítica de los científicos a la praxis social se observa una tendencia a la desestandarización y se produce un fenómeno de mixtilingüismo (propio de la postmodernidad): las hablas locales permean la lengua de la distancia y se debilitan las fronteras propias de los ámbitos diafásicos, el registro popular se infiltra en el culto, lo coloquial en lo formal y lo hablado en lo escrito. Se origina lo que algunos han llamado “la rebelión de las masas” (Simone 2006). 30. “Quienes saben leer y escribir se convierten en una minoría poderosa que trata de imponer sus normas lingüísticas a los demás” (Romaine 1996: 112). 31. Cuando ya estaba redactado este trabajo recibí el artículo de Rivarola (2006).

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implicó el asentimiento de la nobleza y de la iglesia de León a la autoridad del rey castellano. Pero, sobre todo, el castellano fue la lengua preferida para las prácticas jurídicas y administrativas concernientes al conjunto del señorío castellano-leonés porque ya desde años atrás, desde mediados del siglo XII al menos, Castilla era el reino de más peso demográfico, de mayor extensión territorial y con una economía más pujante [...] Gracias a la práctica cancilleresca alfonsí, durante treinta años largos el castellano fue diseminando a lo largo y ancho del reino en infinidad de documentos que de facto lo proponían como modelo de lengua escrita por encima de las demás modalidades lingüísticas del reino. La percepción del nítido contraste existente entre las vacilaciones lingüísticas de los diplomas de Fernando III y la coherente seguridad de la colección documental de su hijo explica que desde antiguo se atribuyera, no sin razón, al rey Sabio la responsabilidad de la iniciativa (Fernández Ordóñez 2004: 384-385)

Esta larga cita puede servir para ilustrar el comienzo del ser de los idiomas que pasan a la escritura y se desarrollan vinculados a determinadas tradiciones discursivas, de manera que, aun estando sometidos a mecanismos conscientes de instrumentación y elaboración para hacer estas lenguas relativamente estables y permanentes necesitan tener arraigo social y aceptación en la comunidad idiomática, por ello deben estar en consonancia con lo que es el modo de ser habitual de una lengua y deben integrar la variación. Así, lo que se ha descrito como “historia del español” es la historia de un tipo de español, el escrito, la historia de un estándar, y como se ve por la historia de la lengua este estándar también ha estado sometido a cambio por la coexistencia de variantes propias de una comunidad no homogénea y por el hecho de que continuamente se den tensiones entre la lengua escrita y la lengua hablada32. Entre las deformaciones de los lingüistas está, ya se ha dicho, la forma expositiva que puede adoptar la codificación y que, según se señala, es inherente a la presentación de los estándares. En el caso del español es lo que se ha denominado “ideología del universalismo lingüístico” tantas veces denunciado (en un principio por Montes Giraldo 1980, y modernamente por Del Valle/Stheeman 2004, Del Valle 2007, Moreno Cabrera 2008): Este pretendido universalismo de la lengua literaria culta ha marcado su huella en la gramática tradicional y en los estudios lingüísticos y filológicos. Así, de la gramática de las “lenguas” clásicas, fundadas evidentemente sobre el dialecto literario, a la gra-

32. La lengua escrita actúa sobre las lenguas como una capa de hielo que impide ver el fluir y el dinamismo de la lengua histórica, hasta el punto de que sólo hemos sido capaces de observar el cambio en las lenguas cuando éste se termina reflejando en la lengua escrita.

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Elena Méndez García de Paredes mática de las lenguas modernas y aun a la lingüística con las leyes fonéticas sin excepción, el estructuralismo con su concepción del sistema rígido y único y el transformacionalismo con su confianza en el hablante ideal, se ha mantenido la ficción de que la descripción de una parte de un sistema lingüístico, así sea una parte muy importante, es una descripción válida del conjunto total (Montes Giraldo 1980: 240). En cuanto a partir de normas consuetudinarias de un dialecto dado en un lugar y época dados se extrae una norma que se trata de imponer a todo el complejo lingüístico como leyes válidas de la “lengua”, no de un dialecto particular. No importa que este dialecto no sea estrictamente el de un lugar concreto, sino una mezcla especial de la norma consuetudinaria real de un dialecto territorial con el dialecto literario basado en aquél. [...] Esta concepción de la normatividad en la lengua hace crisis y comienza a imponerse una normatividad que ya no es la exclusiva del dialecto otrora central y dominante (Montes Giraldo 1980: 252-253).

Si bien, el denunciado efecto perturbador de la norma codificada no sólo es producto de la presentación expositiva que hasta ahora se ha venido realizando, pues ha tenido su fundamento también en un cierto fatalismo con que en época de crisis se percibió el futuro del español. La independencia de las naciones americanas a comienzos del siglo XIX, que supuso la fragmentación de la unidad de la corona española en varios Estados mayores y menores de consecuencias políticas inmediatas, afectó también a las actitudes lingüísticas de los hablantes de los nuevos países americanos33. Se produjeron tendencias lingüísticas disgregadoras que implicaban una consciente hostilidad hacia España, y las continuas guerras entre naciones vecinas (entre Chile, Perú y Bolivia o entre Chile y Argentina) supusieron una alarma para muchos eruditos de uno y otro lado del Atlántico, temerosos de que se cumpliera para el español la misma fragmentación que se había dado en el latín y que tiempo atrás se había reflejado en la conocida frase de Puigblanch: Los españoles americanos si dan todo el valor que dar se debe a la uniformidad del lenguaje en ambos hemisferios, han de hacer el sacrificio de atenerse, como a centro de unidad, al de Castilla, que le dio el ser y el nombre (Apud Rosenblat [1969] 1990: 236)34.

33. Tras la independencia, las nuevas Repúblicas se concibieron como Estados nacionales según el modelo europeo y pensaron en definirse en oposición tanto respecto de España como respecto de los vecinos inmediatos. Y así, “junto a la administración, la escuela y el ejército propio pertenece a las instancias de identificación del Estado nacional también la lengua propia. Entonces hablar la lengua de la antigua potencia colonial pudo sentirse como un déficit de emancipación, lo que llevó al intento de seguir conscientemente caminos particulares” (Eberenz 1995: 48). En relación con este tema, puede consultarse Eberenz (1992) y Guitarte (1991), y en este mismo volumen M. Guzmán. 34. Semejante postura opera en algunos académicos. Son famosas las palabras de Cotarelo y Mori en las que se defiende la tutela de España y particularmente Castilla en el idioma:

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El monocentrismo lingüístico de base castellana se iba afianzando como un medio de evitar la tan temida fragmentación: ¿Cuál será la norma a que todos hayamos de sujetarnos? Ya que la razón no lo pidiera, la necesidad nos forzaría a tomar por dechado de nuestra lengua a la de Castilla, donde nació, y, llevando su nombre, creció y se ilustró con el cultivo de eminentísimos escritores, envidia de las naciones extrañas y encanto de todo el mundo; tipo único reconocido entre los pueblos civilizados, a que debe atenerse quien desee ser entendido y estimado entre ellos (Cuervo 1954: 6)35.

El propio Bello, autor de la primera Gramática “destinada al uso de los hablantes americanos”, alerta en el “Prólogo” sobre la posibilidad de que los distintos hábitos contaminados por estructuras foráneas conviertan el idioma en “una multitud de dialectos irregulares, licenciosos y bárbaros; embriones de idiomas futuros, que durante una larga elaboración reproducirían en América lo que fue la Europa en el tenebroso período de la corrupción del latín”: No se crea que recomendando la conservación del castellano sea mi ánimo tachar de vicioso y espurio todo lo que es peculiar de los americanos: Hay locuciones castizas que en la Península pasan hoy por anticuadas y que subsisten tradicionalmente en Hispanoamérica ¿por qué proscribirlas? Si según la práctica general de los americanos es más analógica la conjugación de algún verbo, ¿por qué razón hemos de preferir la que caprichosamente haya prevalecido en Castilla? Si de raíces castellanas hemos formado vocablos nuevos, según los procederes ordinarios de derivación que el castellano reconoce, y de que se ha servido y se sirve continuamente para aumentar su caudal, ¿qué motivos hay para que nos avergoncemos de usarlos? Chile y Venezuela tienen tanto derecho como Aragón y Andalucía para que se toleren sus accidentales divergencias, cuando las patrocina la costumbre uniforme y auténtica de la gente educada (Bello [1847]1988: 160)36.

“Unidad que debe ser formulada por España, no porque nosotros hablemos actualmente mejor que los americanos, sino porque en España está el tesoro, la mina, la cantera que conserva para el idioma los elementos primarios de firmeza indestructible [...]; en España está nuestra vastísima y antigua literatura; a España pertenecen Cervantes y Lope [...]; en España está el pueblo castellano, que retiene en sus viejas aldeas voces y giros anteriores al descubrimiento de América. Y ¿qué mejor abolengo pueden desear los que al fin y al cabo, son nuestro hijos?” (Fries 1989: 171). 35. No obstante: “Cuando los españoles conservan fielmente el tipo tradicional, su autoridad es la razón misma; cuando los americanos lo conservamos y los españoles se apartan de él, bien podemos llamarlos al orden y no mudar nuestros usos. Si el beneficio es común, común ha de ser el esfuerzo” (Cuervo 1954: 6). 36. “Parecerá algunas veces que se han acumulado profusamente los ejemplos; pero sólo se ha hecho cuando se trataba de oponer la práctica de escritores acreditados a novedades

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Disipados estos temores, se observa desde hace décadas una tendencia a dar cabida a la tradición idiomática de las distintas naciones que hablan español para que la norma lingüística no sea monocéntrica, sino pluricéntrica: Yo estoy sincerísimamente convencido de que toda acción rectora del futuro de nuestra lengua tiene que hacerse con absoluto respeto a las variedades nacionales tal como las usan los hablantes cultos [...] Creo, pues, que deben respetarse las variedades nacionales, que en el estado actual de la lengua no dificultan (o en el peor de los casos, no dificultan gravemente) la comunicación idiomática (Alonso 1964: 261).

De manera que a una realidad lingüística pluricéntrica le corresponda también una codificación de este tipo (aunque sea difícil una total simetría y pueda estudiarse algún tipo de jerarquización, Oesterreicher 2002, 2006a, 2006b, Lebsanft 2007). Sólo queda, pues, integrar el concepto de pluricentrismo en la codificación de la lengua dentro de una política lingüística de carácter panhispánico. La primera piedra de este nuevo edificio de codificación lingüística del español ha sido el Diccionario panhispánico de dudas (2005), empresa llevada a cabo por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Y en proceso de elaboración está una Gramática normativa también de carácter panhispánico, pues como la propia RAE afirma: Se consideran plenamente legítimos los diferentes usos de las regiones lingüísticas, con la única condición de que estén generalizados entre los hablantes cultos de su área y no supongan una ruptura del sistema en su conjunto, esto es, que ponga en peligro su unidad (www.rae.es).

No obstante, pese a los nuevos planteamientos, el concepto de poli- o pluricentrismo no está exento de problemas si lo contemplamos en el ámbito de una codificación con intereses normativos (pero también cuando son simplemente descriptivos), pues a la codificación de una realidad pluricéntrica no puede exigírsele precisión ni absoluto rigor, sería una quimera inalcanzable. ¿Cuántos centros deben reconocerse y en función de qué parámetros? ¿Qué papel van a jugar el peso económico, los factores demográficos o de otro tipo? ¿Se van a tener en cuenta también otros centros dentro del propio español europeo? ¿A qué usos lingüísticos y tradiciones discursivas se va a atender para la codificación: a los usos de la distancia (ahormados por la lengua escrita), a los de la inmediatez coloquial, a

viciosas, o de discutir puntos controvertidos, o de explicar ciertos procederes de la lengua a que creía no haberse prestado atención hasta ahora” (Bello [1847] 1988: 158-159).

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ambos37?, en este caso, ¿qué papel van a jugar las otras variedades del español? No menos interesante será observar si cambia la actitud de ciertos hablantes hacia la norma (y si se despoja de sus connotaciones negativas) y qué repercusión tendrán esos nuevos centros irradiadores de norma lingüística en la lengua de los medios de comunicación o en la conformación de un español neutro (otro estándar no europeo) que se ponga al servicio de la industria mediática38.

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37. ¿Hasta qué punto el modelo de espacio variacional, articulado gracias al continuum concepcional inmediatez-distancia comunicativa (oralidad/escrituralidad) de Koch/Oesterreicher (2007) puede vertebrar y guiar esta tarea de codificación policéntrica de la norma lingüística del español? 38. Véase en este mismo volumen el trabajo de E. Bravo.

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PUNTUALIZACIONES CRÍTICAS SOBRE LOS PROCESOS DE KOINEIZACIÓN, CRIOLLIZACIÓN Y ESTANDARIZACIÓN1 JUAN CARLOS MORENO CABRERA Universidad Autónoma de Madrid

1. Introducción Normalmente se considera que la koineización y la estandarización son fenómenos de la misma naturaleza y que la sabirización y la criollización son de una naturaleza diferente, de forma que las koinés y los estándares se contraponen a los sabires y a los criollos. En el primer caso, tendríamos procesos de regularización y unificación, mientras que, en el segundo caso, estaríamos ante procesos de irregularización y diversificación. En efecto, si bien las variedades koinéticas y estándares se conciben como formas lingüísticas que recogen lo común a diversas variedades y dialectos cercanamente relacionados y que son susceptibles de ser aceptados como medio de comunicación general en territorios amplios habitados por comunidades lingüísticas diversas (países, estados, imperios), los sabires y lenguas criollas se suelen ver como el resultado de la diversificación de determinadas lenguas occidentales que son aprendidas de modo defectuoso o aproximativo por comunidades que tienen una lengua no relacionada con las suyas; ello hace que esos resultados sean formas lingüísticas que se diferencian o desvían de forma patente de las lenguas occidentales originales y contribuyen a su diversificación e irregularización. De esta forma, el haitiano y el neomelanesio se consideran versiones criollizadas del francés e inglés respectivamente y contribuyen a la diversificación de estas lenguas de origen europeo. Podemos ver resumido este punto de vista en el siguiente esquema PROCESOS DE UNIFICACIÓN

PROCESOS DE DIVERSIFICACIÓN

Koineización, Estandarización

Sabirización, Criollización

1. Este trabajo ha sido financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y los fondos FEDER mediante el proyecto de investigación Aspectos evolutivos y tipológicos de la complejidad lingüística (HUM2006-05118).

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En este artículo voy a defender una visión de estos procesos diferente, según la cual los procesos de koineización y criollización son mucho más afines entre sí que respecto del de estandarización. Su distinta naturaleza radica en que en los procesos de estandarización predominan los aspectos teleológicos, intencionales y planificadores, mientras que los de koineización y criollización (también el de sabirización) no presentan este predominio, ya que se trata de unos procesos que podemos denominar más naturales o automáticos en los que la planificación consciente, la intencionalidad y los aspectos planificadores, tienen un papel muy débil, si es que no están totalmente ausentes. Por ello, voy a defender una dicotomía basada en el concepto de procesos lingüísticos naturales frente a procesos lingüísticos artificiales, para justificar esta visión de los mecanismos referidos, de acuerdo con el siguiente esquema: PROCESOS NATURALES DE CONVERGENCIA

PROCESOS ARTIFICIALES DE PLANIFICACIÓN

Koineización, Sabirización, Criollización

Estandarización, Normativización, Oficialización

2. Koineización, sabirización y criollización como procesos lingüísticos naturales Vamos a ver en primer lugar dos definiciones del fenómeno de la koineización. La primera pertenece al imprescindible Diccionario de términos filológicos de Fernando Lázaro Carreter (1974: 969): “Cualquier lengua común que proceda de una reducción a unidad, más o menos artificial, de una variedad idiomática. Por ejemplo, el gallego-portugués de los Cancioneros, coiné lograda en el siglo XIII, y cuya vida, estrictamente literaria, se extiende hasta el siglo XVI”. Esta definición de koiné hace referencia a aquellas características que la asemejan con la lengua común o estándar e insiste en los aspectos elaborados y planificados de la convergencia lingüística. La tesis que defiendo en este trabajo es que, si bien los aspectos de planificación, más o menos conscientes, no pueden estar totalmente ausentes en las actividades humanas en las que interviene la consciencia —y el hablar es una de ellas, sin lugar a dudas—, en el fenómeno de la koineización predomina la actividad acomodativa no totalmente consciente, que no está basada en acciones planificadas de antemano con una determinada finalidad y que, por tanto, está sometida a las leyes naturales y más o menos automáticas del cambio lingüístico. Estos aspectos son precisamente los que pone de manifiesto la siguiente definición de koineización: “Por extensión ha pasado a indicar también una variedad

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Puntualizaciones críticas sobre los procesos de koineización

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cualquiera de amplia difusión, no particularmente prestigiosa, nacida de la adaptación más o menos difícil entre variedades diversas que han eliminado las características particulares más destacadamente locales” (Cardona 1991: 161). El proceso de koineización es una forma sistemática y mantenida del fenómeno más esporádico, pero ubicuo, de la acomodación, que puede calificarse de tendencia natural, más que como una intención planificada de antemano con unos determinados fines. Este fenómeno consiste en que los hablantes intentan ajustar su modo de hablar al habla de sus interlocutores si quieren identificarse con ellos o integrarse en su comunidad (Giles/Smith 1979). He aquí una definición de este fenómeno: Un postulado básico de la teoría de la acomodación es que la gente está motivada para ajustar su forma de hablar, o acomodarse, como un medio de expresar valores, actitudes e intenciones hacia los demás. Se propone que en la medida en que los individuos cambian sus formas de hablar alejándose o acercándose de las formas de hablar de sus interlocutores es un mecanismo mediante el cual se comunica la aprobación o desaprobación sociales. Un cambio de la forma de hablar hacia la del otro se denomina convergencia y se considera a menudo como un reflejo de la integración social, mientras que una forma de hablar que se aleja de la forma de hablar del otro representa divergencia y se considera a menudo como una táctica de disociación social (Giles 1982: 105).

La siguiente cita nos ofrece una buena caracterización de los procesos de koineización: La koineización se puede concebir mejor como un modelo o proceso de dos niveles. En un nivel particular los hablantes de diferentes subsistemas lingüísticos interactúan en una nueva comunidad. [...] Las variedades lingüísticas son mutuamente inteligibles e inducen variedades regionales, sociolectos, interlenguas adultas y lenguas infantiles. [...] Conforme los hablantes adultos intentan interactuar en la nueva comunidad y establecer lazos sociales, se ajustan al habla de sus interlocutores, eliminando de su habla a menudo variedades no funcionales o minoritarias; también pueden intentar la imitación de nuevos rasgos que se perciben como frecuentes y/o característicos en la prekoiné, neutralizando así el valor social de muchas variantes y pudiendo introducir variantes interlingüísticas (interdialectales) (Tuten 2003: 90-91).

Los procesos de koineización se basan en la mezcla de dos o más variedades lingüísticas, muy próximas entre sí desde el punto de vista genético, en las que por acomodación de unas hablas con otras se tiende a una nivelación dialectal y, por

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tanto, a una cierta disminución de la diversidad, aunque nunca se produzca una supresión total de ella. Algunas veces se dice que las koinés se forman mediante la selección de los rasgos comunes a todas las variedades lingüísticas implicadas, lo que explica su amplia difusión y aceptación. Sin embargo, en las koinés nunca se produce una convergencia absoluta y una desaparición completa de rasgos lingüísticos divergentes, dado que no se llega nunca a una homogeneización total: la misma koiné contiene siempre variantes que reflejan su composición inicial heterogénea aunque, como señala Tuten, a veces tengan una especialización social determinada de carácter innovador. Otro aspecto importante consiste en la observación de que no todas las variedades que entran en contacto tienen el mismo status social, por lo que, en general, las koinés tienen una base en un dialecto o variedad concreta que las impregnan de forma continua y que puede reconocerse de forma más o menos inmediata. Esto es lo que ocurrió precisamente con la koiné griega, el ejemplo de koineización más famoso e influyente: Por supuesto, ambas variantes tienen muchos elementos comunes, aunque ni una ni otra son unitarias. La koiné conversacional o popular es siempre un ático más o menos jonizado, más o menos exento de las regularizaciones de la prosa; y más o menos sometido a un proceso de simplificación morfológica y evolución fonética y sintáctica, léxica también. La koiné literaria se aproxima, pero está más influida por la prosa ática y este influjo literario fue creciendo con el tiempo (Rodríguez Adrados 1999: 161).

Por tanto, las koinés, por muy comunes que sean y extendidas que estén, siempre conservan un carácter dialectal concreto proporcionado por la variedad lingüística dominante en el proceso de mezcla y convergencia. El profesor Rodríguez Adrados nos habla también de un proceso de simplificación, que debe verse, según mi punto de vista, más como una regularización que como una pérdida de complejidad lingüística. Los aspectos irregulares de las lenguas tienen que ver en muchas ocasiones con el fenómeno de la opacidad morfológica, frecuente en los idiomas. Este fenómeno consiste en que existen determinaciones morfológicas que o no tienen un exponente fonético o cuyo exponente fonético realiza de forma simultánea otra u otras determinaciones morfológicas adicionales. Como ejemplo de esto, puedo aducir el fenómeno bien conocido de la reinterpretación de los neutros plurales acabados en -a del latín como femeninos singulares en castellano (Penny 2006: 152). De esta forma, neutros plurales como folia ‘hojas’ o vota ‘votos’ pasan al castellano como hoja y boda, es decir, como nombres femeninos singulares. La opacidad está en que esta terminación -a latina expresa fónicamente tres morfemas: género (neutro), número (plural) y caso (nominativo y acusativo), pero puede también realizar el género femenino, el número singular

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y el caso nominativo. Esto puede ser perfectamente transparente para los usuarios de esta variedad lingüística, pero puede no serlo tanto para quienes hablan una variedad lingüística divergente o una lengua completamente distinta. En ese caso, se produce un proceso de regularización, consistente en asignar el número singular y el género femenino a todos los sustantivos acabados en -a; este proceso incrementa la transparencia morfológica, aunque esa transparencia puede verse contrarrestada o reducida por otros fenómenos relacionados con éste. En el caso que nos ocupa, el género neutro latino se reinterpreta como masculino o femenino según su estructura morfológica y sus relaciones semánticas en castellano (Penny 2006: 144-148). Esto pudiera parecer una simplificación, sin embargo, como estos procesos nunca son totalmente sistemáticos, quedan restos de género neutro en castellano que lo hacen opaco, pues hay pronombres y demostrativos neutros (ello, lo, esto, aquello, algo) pero no hay sustantivos neutros. Como dice Lapesa: La desaparición del género neutro en el sustantivo acarreó su eliminación en el adjetivo concordante; pero cuando el calificativo, el posesivo o ciertos indefinidos desprovistos de forma diferenciada para el neutro se hallan en función sustantiva, conservan usos sin artículo que proceden claramente del neutro latino. Ahora bien, la principal herencia de éste son los sintagmas constituidos por lo + adjetivo, equivalente de adjetivo, o adverbio, y los del el + adjetivo semánticamente neutro, unos y otros erizados de problemas y ricos en matices (Lapesa 1984: 167).

Como vemos, la simplificación de la opacidad morfológica latina, que supuso la desaparición del género neutro y su absorción por parte del masculino y del femenino, conlleva la aparición de otro tipo de opacidades, en forma de los ricos matices a que hace referencia Lapesa y que son puestos de manifiesto, respecto del neutro lo por Bosque y Moreno (1990), cuya sintaxis y semántica es de una notable complejidad. Por ello, no se puede pensar que los procesos denominados de simplificación o regularización característicos de la koineización supongan la creación de variedades lingüísticas más sencillas o elementales que aquellas de cuya mezcla surgen; sin duda, pueden presentar una mayor transparencia morfológica en algunos puntos pero, como ocurre con los procesos naturales no planificados y realizados sin un plan previo, esa mayor transparencia se ve contrarrestada por una mayor opacidad y complejidad en algunos puntos nuevos. Ello se debe a que, siguiendo la famosa observación de Meillet (1922: IX y 1925: 12) según la cual la lengua es un sistema où tout se tient es imposible modificar un aspecto de una lengua sin que se vean afectados otros muchos aspectos que no siempre aparecen como directamente relacionados con aquel en la conciencia del hablante (y, a veces, ni

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siquiera en la del filólogo o lingüista). Por ello, la simplificación de una parte de una lengua lleva de modo más o menos irremediable a la complicación (normalmente no prevista) de otras (Moreno Cabrera 2005). En el pasaje anterior de Tuten que acabamos de ver se describe de una forma sucinta, pero exacta, cómo se producen los procesos de acomodación de comunidades de hablantes que usan variedades lingüísticas muy cercanas entre sí, que son, por tanto, inteligibles de modo más o menos inmediato. La clave de este proceso está en la proximidad de las variedades lingüísticas que entran en contacto: “La koineización no es otra cosa que la reestructuración de una lengua en un nuevo dialecto a partir del contacto con sus dialectos preexistentes o, por extensión, el desarrollo de una nueva variedad lingüística a partir del contacto de lenguas relacionadas genética y tipológicamente” (Mufwene 2001: 6). El segundo aspecto de la koineización que merece la pena resaltar, y que aparece reflejado en la cita anterior de Tuten, es que se trata de un fenómeno lingüístico natural, no dirigido por institución o intención planificadora previa alguna, que seguramente se ha producido innumerables veces a lo largo de la historia de la humanidad, cada vez que variedades lingüísticas muy próximas entre sí han entrado en contacto de una forma más o menos constante. Paso ahora a la explicación de los procesos de sabirización y criollización, que, según mi opinión, son el resultado del mismo tipo de transformación confluyente que da lugar a las koinés. La diferencia radica en las variedades lingüísticas y lenguas que intervienen en la interacción; cuando se trata de variedades lingüísticas o lenguas muy diferentes entre sí y mutuamente ininteligibles, los procesos de confluencia dan lugar a variedades lingüísticas que se apartan de forma más o menos marcada de una de las lenguas que entran en contacto, que casi siempre constituye la base de la mezcla. Aunque normalmente se habla en estos casos de divergencia, conviene notar que las lenguas criollas y, en menor medida, los sabires se basan en formas aproximativas a determinadas variedades orales de ciertas lenguas europeas (inglés, francés portugués) por parte de hablantes de lenguas no europeas (Chaudenson 2003: 448). He aquí la definición de los criollos franceses que nos da Chaudenson y que hace referencia a una serie de procesos naturales de apropiación y autorregulación que son fundamentalmente espontáneos y que se basan precisamente en un proceso de koineización previo: Los criollos franceses, nacidos de la colonización de los siglos XVII y XVIII, resultan, en el contexto socio-histórico de la plantación esclavista provista de mano de obra me-

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diante poblaciones inmigradas lingüísticamente heterogéneas, de la apropiación no guiada de variedades aproximativas de un francés ya koineizado durante la fase anterior de la sociedad de habitación. La criollización es, por consiguiente, de hecho, un fenómeno excepcional en la medida en la que en condiciones socio-históricas y sociolingüísticas específicas (plantaciones con mano de obra inmigrada), fuera de toda constricción socio-cultural y de toda presión normativa, se han desencadenado unos procesos lingüísticos (esencialmente la autorregulación y las estrategias de apropiación), que se manifiestan en otras circunstancias, en grados distintos, para las lenguas implicadas, y, en este caso, para el francés (Chaudenson 2003: 448).

Para este autor, el carácter excepcional de las lenguas criollas no radica en sus rasgos lingüísticos, sino en las condiciones sociohistóricas y sociolingüísticas de la formación de estas variedades (Chaudenson 2003: 448). La definición de pidgin o sabir, tal como propongo adaptar el término inglés, es la siguiente: “Lengua nacida por el contacto, asimétrico y no profundo, entre poblaciones de lenguas diferentes y limitadas a dominios de uso circunscrito” (Cardona 1991: 216). El correspondiente proceso de pidginización o sabirización se puede caracterizar del siguiente modo: “Proceso mediante el cual una lengua es adquirida por alóglotas (en situaciones de contacto) no en su real variedad de uso sino en una variedad nueva, transformada y simplificada en la sintaxis, en el léxico y en la fonética” (Cardona 1991: 216). Por su parte, he aquí una de las definiciones usuales de lengua criolla: “Un pidgin que se convierte en lengua materna de una comunidad” (Cardona 1991: 67). Estamos ante uno de los mitos más persistentes de la lingüística moderna: la idea de que las lenguas criollas surgen de la transformación de un sabir anterior cuando es aprendido por los niños como lengua materna. Según señala Chaudenson (2003: 50) esta idea preconcebida y, además, demostrablemente falsa, fue hecha popular en la comunidad lingüística a partir del libro de R. Hall Jr. (Hall 1966). Sobre esta relación entre sabires y criollos propuesta por Hall comenta Chaudenson: Esta asociación permanente parece estar fundamentada en el plano lingüístico, pues, según este autor, todo criollo resulta de la “nativización” de un pidgin, es decir, del hecho de convertirse en lengua materna de una parte del grupo en el que se usaba en tanto que pidgin. Ahora bien, no es seguro del todo que las cosas ocurran de esta manera siempre y en todo lugar. Estoy personalmente convencido, lo demostraré luego, de que no se da esto en el caso de los criollos franceses y, probablemente, tampoco en el

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S. Mufwene tiene una opinión similar sobre esta cuestión: Los criollos han sido definidos como pidgins nativizados. Aparte de los argumentos que presentaré después en contra de esta posición, es útil hacer la siguiente consideración. Si los criollos han sido realmente desarrollados por los niños, serían lenguas en una etapa inmovilizada de desarrollo. La única alternativa ante ello es pensar que habrían adquirido estructuras adultas al hacerse adultos los niños, lo cual suscita la cuestión de por qué sus padres habrían sido incapaces de desarrollar tales estructuras durante el estadio de pidgin. ¿Acaso la esclavitud habría afectado sus facultades lingüísticas tan severamente? (Mufwene 2001: 7).

Las supuestas etapas de jerga, pidgin y criollo que algunos lingüistas postulan para explicar el desarrollo de las lenguas criollas no encajan con la historia del desarrollo de estas lenguas, según este autor (Mufwene 1997). Las definiciones de criollización habituales suelen insistir en los procesos de simplificación, que también hemos visto mencionados en el caso de las koinés: “Asunción de algunas de las características propias de una lengua criolla; el término se usa actualmente de modo genérico para indicar el proceso de simplificación gramatical al que es sometida una lengua por parte de hablantes que no la usan como lengua materna” (Cardona 1991: 66-67). La idea de que la gramática de las lenguas criollas es más simple que la de las lenguas europeas a partir de las que han surgido, ha sido propuesta muchas veces a lo largo de la historia de la lingüística y sigue siendo propuesta esporádicamente en la actualidad. Es el caso, por ejemplo, del trabajo de McWhorter (2001), cuyo título es bien explícito al respecto. Ya he observado antes que los procesos que suponen una cierta regularización o simplificación en un ámbito pueden ir acompañados por una complicación de algún otro componente, dado que todos los componentes lingüísticos están sistemáticamente relacionados y es muy difícil que uno cambie sin que se vean afectados todos los demás. La determinación de la supuesta sencillez de un sistema lingüístico sólo podría determinarse a partir de una definición mínimamente operativa del concepto de sencillez lingüística, que no parece haber proporcionado nadie hasta el momento; como dice Chaudenson (2003: 437): “En efecto, como ya he dicho en la segunda parte de este libro, el debate sobre la ‘simplicidad’ me parece un poco vano, si uno no está en disposición de definir de forma convincente y rigurosa la noción de simplicidad lingüística” (cursivas del autor).

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La lingüista S. Romaine (1992) ha estudiado la evolución de la complejidad lingüística en los sabires y en las lenguas criollas y ha llegado a la conclusión de que en la sabirización y criollización no se da una pérdida de las categorías gramaticales flexivas de las lenguas occidentales en las que se basan, sino que, simplemente y de acuerdo con una cierta disminución de la opacidad lingüística, hay una apreciable tendencia a su expresión analítica; en consecuencia, no se puede hablar de simplificación gramatical, sino, en todo caso, de un cambio en la expresión de ciertas categorías gramaticales. Por otro lado, observa esta autora que la limitación del vocabulario típica de los sabires, formas lingüísticas no nativas reducidas a un número pequeño de contextos de uso, no sólo no simplifica la lengua sino que la complica desde el punto de vista sintáctico, puesto que obliga a una mayor explotación de los mecanismos sintácticos, toda vez que para denominar muchas entidades es necesario recurrir a perífrasis y circunloquios, en los que actúan las reglas gramaticales de la sintaxis de la lengua. Dos ejemplos ilustrativos especialmente llamativos de esto, aunque probablemente no muy frecuentes, son la expresión para eructar utilizada en bislama, sabir de Vanuatu, oli pulum win afta sakem bakegen, que podría traducirse literalmente como ‘aspiran aire y luego lo echan de nuevo’ y la expresión del neomelanesio para “sierra” brata bilong tamiak, yu kisim i go subim i kam, que se puede traducir literalmente como ‘hermano del tomahawk que empujas hacia delante y hacia atrás (Romaine 1992: 223 y 226-27). En neomelanesio (lengua criolla de Papúa Nueva Guinea), tenemos expresiones como: gras bilong fes ‘barba’ (lit. ‘pelo de la cara’) o gras bilong pisin ‘pluma de pájaro’ (lit. ‘pelo de pájaro’). En esta lengua observamos que el verbo inglés belong ha sido gramaticalizado como una preposición con funciones similares al inglés of o al español de, tal como podemos apreciar en la expresión laip bilong famili ‘la vida de la familia’. Esta conversión de un elemento léxico en un elemento relacional gramatical es frecuente y ubicua en la evolución lingüística general a todas las lenguas. En el caso que nos ocupa, la reutilización de un verbo como un marcador gramatical es un fenómeno realmente habitual en la evolución histórica de los idiomas. El profesor H. Lüdtke (1998: 45) cita casos como los siguientes. En español mediante, durante son preposiciones que proceden de formas verbales (participios); origen verbal tienen también el español según, el italiano secondo y el francés selon, derivados los tres del latín sequi ‘seguir’. Por su parte, el alemán während deriva del verbo währen ‘durar’; en español, se utiliza el verbo pesar con la preposición

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a para construir la conjunción pese a, que ha perdido su condición verbal para convertirse en una expresión no conjugable. Hay un aspecto importante, cuando se habla de la supuesta simplicidad de las lenguas criollas, que se suele pasar por alto y que consiste en el hecho de que las expresiones en una lengua criolla, idioma de usos fundamentalmente orales espontáneos, se suelen traducir, no a la lengua oral espontánea europea correspondiente, sino a una versión escrita culta de esa lengua europea, lo cual hace que muchos de los rasgos que asociamos con las lenguas criollas sean en realidad rasgos de la lengua oral espontánea, que, al fin y al cabo, es la variedad lingüística de la que han surgido todas las lenguas criollas. Consideremos, por ejemplo, las traducciones que da Munteanu (1996) de algunas expresiones del papiamento y comparémoslas con traducciones al castellano coloquial vulgar:

PAPIAMENTO

MUNTEANU

Entrada pa dama ta grátis

Página 276

Ta pa pòst

Página 277

E kas ta keda kumprá Pa

Página 344 Página 360

ESPAÑOL

ESPAÑOL

FORMAL ESCRITO

COLOQUIAL VULGAR

‘La entrada para señoras es gratuita’ ‘¿Es para echar al correo?’ ‘La casa queda comprada’ ‘para que’

‘La entrada pa señoras es gratis’ ‘¿Es pal correo?’ ‘La casa tá comprá’ ‘paque’

Es evidente que si la traducción se hace al castellano vulgar, la distancia entre el español y el papiamento se hace mucho menor. Además, partir del habla oral espontánea vulgar y no de la lengua estándar escrita es crucial para entender las lenguas criollas: “De una parte, los criollos han salido de las variedades antiguas y populares del francés, diferentes en muchos puntos de la lengua estándar que describen las gramáticas; de otra parte, los criollos son lenguas de uso y transmisión exclusivamente oral desde su origen” (Chaudenson 2003: 319). Observa este autor que cuando se estudian los criollos franceses se incumple a menudo este principio: “El sistema verbal francés que se compara al de los criollos se limita, si se puede decir, a las tablas de conjugación del francés estándar contemporáneo que nos dan las gramáticas escolares, mientras que, como ya he dicho y repetido, los criollos surgen de variedades orales del francés” (Chaudenson 2003: 333; cursivas del autor).

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Sin duda alguna, la propuesta de considerar las lenguas criollas como de naturaleza lingüística diferente de las koinés y de las lenguas estándares, según la primera de las agrupaciones clasificatorias que vimos en la introducción de este trabajo, procede de la falta de consideración de las variedades orales espontáneas de las lenguas europeas, que son mucho más afines a las variedades criollas que las koinés más o menos adoptadas como lenguas estándar en las sociedades europeas. Al no tener en cuenta las lenguas orales espontáneas, y al comparar los criollos con las versiones estándares y escritas modernas de las lenguas europeas de las que surgieron, se obtienen unas grandes diferencias que, en muchos casos, tal como intenta demostrar Chaudenson (2003), no se deben tanto al sustrato de las lenguas no europeas que participaron en la mezcla que dio origen a las lenguas criollas, sino a las grandes diferencias que hay entre la lengua escrita y la lengua oral espontánea. Podemos verificar, según lo visto hasta ahora, no sólo una afinidad mucho mayor de la que se supone entre las lenguas criollas y las lenguas europeas en las que se basan si nos situamos en el nivel del habla espontánea, sino también una afinidad en los procesos gramaticales de criollización y los procesos de cambio lingüístico normal de las lenguas orales espontáneas europeas, que se basan en los mismos principios, tal como hemos ilustrado en los ejemplos dados en esta sección del presente trabajo. Por todo ello, la supuesta clase tipológica aparte en la que algunos lingüistas suelen situar las lenguas criollas, no tiene justificación estrictamente lingüística, sino más bien una justificación valorativa basada en prejuicios que tienen un claro origen racista. Aparte del sesgo social en la práctica denominativa, la diferencia diacrónica entre las koinés, los criollos y otras variedades nuevas no radica en el proceso de reestructuración sino en el número y tipos de lenguas que entran en contacto y, tristemente, también en las identidades étnicas de sus hablantes físicos (Mufwene 2001: 6).

Aunque es evidente que en esta sección no he podido agotar todos los aspectos de esta cuestión, creo que hay indicios más que suficientes para no aceptar una clase tipológica de lenguas criollas diferente de las demás lenguas no consideradas criollas; la única excepcionalidad con estas lenguas surge del contexto socio-cultural en el que se crean y desarrollan, contexto que tiene que ver con el racismo y la esclavitud. Para terminar esta sección, puedo aportar la conclusión del especialista en lenguas criollas P. Muysken en un artículo dedicado a determinar si se puede mantener que las lenguas criollas son un tipo especial de idioma: “La noción misma de lengua ‘criolla’, desde el punto de vista lingüístico, tiende a desaparecer si se observa de cerca: lo que tenemos es, simplemente, una lengua” (Muysken 1991: 364).

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3. Koineización, criollización y opacidad morfológica Siguiendo en la misma línea de la cita de Mufwene, aducida en la sección precedente, en la que se critica la teoría infantil del supuesto desarrollo de una lengua criolla a partir de un sabir y añadiendo una crítica a otra de las ideas preconcebidas más difundidas sobre los sabires y las lenguas criollas, a saber, que todas las lenguas de este tipo son muy parecidas entre sí desde el punto de vista gramatical, Ch. Jourdan aporta la siguiente observación: La similitud entre los sabires y los criollos, si insistimos en que representan un tipo especial de lenguas, no serían debidas a las facultades especiales accesibles a los niños, que desaparecen en la edad adulta, sino más bien a una capacidad humana general para leer a través de y eliminar las representaciones superficiales como ruido, permitiendo mediante ello alcanzar el significado fundamental. Las diferencias estructurales entre los sabires se deberían a las diferencias entre sus varias lenguas de partida. Como resultado, en el momento en el que un sabir cuaja, su gramática incluirá (a) algunos rasgos marcados comunes a sus lenguas de partida, y (b) los rasgos no marcados que se obtienen a través de los universales del lenguaje (Jourdan 2006: 153-154).

Lo que en esta observación se pone de manifiesto es que el surgimiento de los sabires y de las lenguas criollas no se basa en ningún tipo de proceso lingüístico excepcional, sino más bien en la base universal de la capacidad lingüística humana y en la capacidad de los seres humanos para “leer a través” de las expresiones lingüísticas de idiomas desconocidos para poder asignar una determinada estructura y función a las expresiones de una lengua que se está aprendiendo y ello sin ningún tipo de dirección externa dispuesta a propósito por una determinada institución pedagógica. Todo ello se conjuga con las propiedades de las lenguas de partida, las lenguas nativas de los individuos, que se combinan con los resultados de los análisis de las expresiones opacas de la lengua extranjera, para de ese modo crear una nueva lengua surgida a partir de la que se aprende y en la que perviven rasgos de la lengua nativa. Estos procesos no son excepcionales, sino que se trata de las transformaciones habituales que dan lugar a las diferentes lenguas de una misma familia, como, por ejemplo, ocurrió con el latín vulgar y las lenguas romances. Como ya he señalado en la sección anterior, cuando entran en contacto dos lenguas o variedades muy alejadas genética y tipológicamente, surge inmediatamente el problema de la opacidad morfológica. Los hablantes de una de las lenguas no son capaces de asignar funciones a algunos morfemas de alguna de las lenguas con las que entran en contacto debido a conocidos fenómenos tales como

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el de la amalgama de los exponentes morfemáticos, como la que vimos en la sección anterior en la consideración que hicimos de la reinterpretación en castellano como femeninos de los sustantivos plurales neutros terminados en -a. En un interesante estudio sobre la complejidad lingüística, W. Kusters (2003: 41-45) distingue dos tipos de comunidades lingüísticas, que denomina tipo 1 y tipo 2. La diferencia esencial entre ellas es que las primeras suelen ser comunidades lingüísticas pequeñas en las que predominan los hablantes nativos de una determinada variedad lingüística y las segundas son comunidades mayores en las que hay más hablantes de la lengua dominante que la han aprendido como lengua segunda que los que la tienen como lengua primera o nativa. En estas segundas comunidades, es donde la variedad lingüística dominante puede experimentar procesos típicos del cambio lingüístico que son característicos también de la criollización. Kusters señala que los dos tipos de comunidades lingüísticas no son dos tipos evolutivos, de forma que el segundo tipo se pueda considerar como más evolucionado que el primero y éste como más primitivo que aquél. Además, Kusters aduce que una comunidad puede cambiar de un tipo a otro fácilmente (Kusters 2003: 43). La hipótesis de Kusters es que la complejidad morfológica en las formas verbales, u opacidad morfológica en las formas verbales, tal como la denomino en este artículo, suele ser mayor en las comunidades de tipo 1 que en las de tipo 2. Este autor estudia varias comunidades de ambos tipos respecto a las variedades de una misma lengua y obtiene el cuadro siguiente: VARIEDADES

TIPO DE COMUNIDAD

COMPLEJIDAD MORFOLÓGICA EN EL VERBO

Árabe clásico Árabe marroquí Árabe nubio Nórdico antiguo Islandés Faroés Noruego Quechua cuzqueño Quechua boliviano Quechua argentino Quechua ecuatoriano Suahelí Suahelí estándar Suahelí katanga Suahelí kenyata

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10 7 2 10 9,5 7,5 5,5 7 5 4 3,5 10 8 3 1

10 6,5 2 10 9 5 3,5 10 9 8 5 10 10 7 1,5

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En este cuadro se ve una correlación clara entre el tipo de comunidad y la complejidad verbal. Las lenguas son clasificadas de 1 a 10 según se acerquen al tipo 1 o a la máxima complejidad morfológica (10) o se alejen de ellos. Como se ve, el árabe marroquí, el islandés, el quechua cuzqueño o el suahelí estándar son hablados por comunidades que se acercan más al tipo 1 que el árabe nubio, el faroés, el quechua boliviano o el suahelí katanga; en todos los casos, la opacidad morfológica en las formas verbales es menor en estas segundas variedades lingüísticas en comparación con las primeras. Es muy interesante la actitud que adopta este autor respecto del concepto de complejidad lingüística. Sobre él afirma: La moraleja de esta historia es que no hay manera de definir la complejidad sin especificar para quién es compleja una lengua o no lo es. En otras palabras, la complejidad no es un predicado simple atribuible a una lengua, sino una relación entre dos entidades: una lengua y alguien que evalúa la lengua (Kusters 2003: 6; cursivas del autor).

Kusters evalúa la complejidad de los sistemas verbales de las lenguas que estudia en su libro de acuerdo con la dificultad o éxito por parte de los que aprenden esas lenguas como lenguas extranjeras para asimilar esos sistemas verbales tal cual. De esta forma: Así pues, los fenómenos que son relativamente difíciles para alguien que aprende una lengua como lengua segunda en comparación con el que la aprende como lengua primera son más complejos, según mi definición. Los fenómenos que son fácilmente adquiribles para quien aprende una lengua como lengua segunda, pero que son difíciles de adquirir para quien la aprende como lengua primera, son menos complejos (Kusters 2003: 6).

Es interesante esta observación, porque pone de manifiesto que aquellos fenómenos que usualmente se consideran más marcados o difíciles en una lengua cuando se adquiere por parte del niño, no necesariamente hacen que la lengua sea más difícil de adquirir, más compleja, por parte de quien la aprende como lengua segunda. Como ejemplo de esto, puedo aducir que si bien se podría considerar que el fonema lateral fricativo sordo del galés es marcado y, por tanto, de adquisición difícil cuando se aprende el galés como lengua nativa, ese fonema no representaría dificultad alguna para un hablante adulto de zulú (lengua que tiene ese fonema) que aprende el galés como lengua segunda. También conviene hacer hincapié aquí en que, si bien se podría mantener, tal como propone Kusters, que el verbo del árabe marroquí es menos complejo que

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el del árabe clásico, de ahí no se puede deducir que el árabe marroquí sea menos complejo o más simple que el árabe clásico, porque, tal como hemos visto en la sección anterior, dado que en una lengua todos los niveles están interrelacionados de forma compleja (y muy a menudo de formas no inmediatamente evidentes), la simplificación de un aspecto en un nivel no lleva a simplificación de todo el sistema, sino habitualmente a la complicación de uno o varios aspectos de alguno de sus componentes.

4. La estandarización y la planificación lingüísticas Frente a los procesos de koineización y criollización, que se pueden considerar naturales o, al menos, no dirigidos conscientemente por institución o comunidad alguna con unas determinadas finalidades de actuación, el proceso de estandarización es claramente intencional y está dirigido por determinados estamentos o instituciones, obedece a una planificación previa y está movido por la consecución consciente y premeditada de unos determinados objetivos. Por ello, podemos decir que la estandarización es un proceso artificial que supone una elaboración de una variedad lingüística (esté o no koineizada o criollizada) para conseguir unos determinados fines. He aquí la definición más habitual de estándar lingüístico: “Aplicado a la lengua indica una variante que se ha establecido más o menos artificialmente debido a intercambios y contactos o por una acción normalizadora impuesta desde arriba” (Cardona 1991: 101). Parte de la primera parte de esta definición se corresponde más con la koineización que con la estandarización y es la segunda parte de ella la que es, en mi opinión, más adecuada para definir las lenguas estándar. Conviene ahora que revisemos alguna de las definiciones del proceso de estandarización más habituales. He aquí una de ellas: “La operación de construcción o planificación lingüística con la que se crea una lengua estándar (fijando morfología y grafía, ampliando el léxico, etc.), a partir de una única variedad o de una media entre variedades” (Cardona 1991: 102). Como acertadamente dice esta definición, un estándar es una elaboración de algunos aspectos léxicos, fonológicos y gramaticales de una determinada variedad o dialecto (puede consultarse con provecho Joseph 1987, capítulos 5 y 6, donde se describe la elaboración del francés del siglo XVI).

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Aquí se establece uno de los rasgos esenciales de la estandarización, que consiste en la fijación de una morfología y grafía en la ampliación de un léxico a partir de una variedad lingüística concreta o de una koiné. Las lenguas naturales que el ser humano ha desarrollado a lo largo de decenas de miles de años tienen precisamente la propiedad de ser variables y cambiantes, lo que permite su constante adaptación a las diversas situaciones de uso y, por tanto, su utilidad a través de las generaciones. Por otro lado, los seres humanos están naturalmente preparados para adquirir inconscientemente en la infancia esas formas variables y cambiantes de las lenguas naturales. Frente a la lengua estándar, que es o se pretende que sea, fija, invariable y constante, la lengua real tiene justamente las características opuestas, es dinámica y cambiante; como afirma Joseph (1987: 25): “Con una realidad en perpetuo cambio, apenas podemos esperar que la lengua permanezca estática; y, de hecho, se puede demostrar sin posibilidad alguna de refutación que la lengua está en un estado de cambio constante”. La lengua estándar es, contrariamente a la lengua natural espontánea, fija y estable; hay una serie de normas establecidas que definen lo que es estándar y lo que no lo es; esas normas no cambian, son permanentes independientemente del lugar, la situación o el momento. Esto, claro, no es más que un proyecto, una idea que tiene como horizonte mítico el ideal de una lengua perfecta y transparente, bien definida en sus términos gramaticales y léxicos, de la que las diversas lenguas estándar de las sociedades denominadas civilizadas no son más que ejemplos imperfectos: “Por consiguiente parece apropiado hablar de forma más abstracta de la estandarización como una ideología, y de la lengua estándar como una idea en la mente y no como una realidad, como un conjunto de normas abstractas a las que el uso real puede atenerse en mayor o menor medida” (Milroy 1991: 22-23). Pero es claro que una lengua ideal así no tiene una de las características fundamentales de las lenguas naturales, es decir, su variabilidad e inestabilidad inherentes, necesarias, como he dicho, para asegurar su adaptación continua y dinámica a todo momento y situación. Por consiguiente, al no tener una de las propiedades fundamentales de las lenguas naturales, las lenguas estándar no pueden ser lenguas naturales, sino que han de conceptuarse como lenguas artificiales; como tales, carecen de otro de los rasgos fundamentales de las lenguas naturales: el de ser susceptibles de ser adquiridas por los niños de forma natural, espontánea e inconsciente. Por ello, la lengua estándar ha de ser estudiada en ins-

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tituciones educativas mediante acciones conscientes y dirigidas, que exigen una gran cantidad de esfuerzo y trabajo por parte de los individuos que intentan dominarlas. Todo lo anterior tiene implicaciones importantes para la distinción entre lengua y dialecto, dado que la idea de que el estándar como lengua se realiza en diversas variedades lingüísticas, los dialectos, es históricamente falsa, tal como acertadamente observa Penny: Si observamos las lenguas estándar [...] todas tienen su origen en una variedad social/ regional (debido a razones extralingüísticas) de entre una multitud de otras variedades en competencia. Así, puede decirse que cada lengua procede de un dialecto, más que al contrario. No tiene sentido, por tanto, decir que las variedades orales empleadas en, pongamos por caso, Soria o La Mancha son “dialectos del español”, ya que esto implica una falsa relación histórica entre cada una de estas variedades y el español (esto es, la lengua estándar que tuvo su origen en el dialecto de Burgos, transferido más tarde [con modificaciones] a Toledo durante la Reconquista y finalmente codificado después como la lengua de Castilla y posteriormente del Estado español) (Penny 2000: 37-38).

Es fácil comprender que cuantas más variedades hay de una lengua y más extendidas están geográficamente, más difícil es imponer esa elaboración de una determinada variedad, es decir, es más difícil fijar y detener la dinámica lingüística y más difícil aún hacer pasar esas diversas variedades lingüísticas como dialectos de esa lengua estándar, basada en una variedad concreta: Aunque se han emitido periódicamente llamadas a favor de la estandarización del inglés, no es algo factible: incluso con los medios de comunicación tan desarrollados como en la actualidad, no puede controlarse el cambio lingüístico, ni nivelarse la variación actual en un área tan grande. Hay que recordar, además, que este policentrismo del inglés estándar tiene al menos una función positiva: la conciencia de rasgos nacionales característicos permite la satisfacción de la ideología del nacionalismo, que continúa fuerte. El español estándar es también policéntrico, con normas individuales para la Península y para muchos países americanos; el portugués estándar es bicéntrico, con una norma peninsular y otra brasileña. En todos estos casos, el policentrismo es el resultado de la expansión ultramarina —la ideología imperialista — de hace algunos siglos, que originó la separación de importantes comunidades de hablantes en el período en el que las lenguas se acercaban al status de estándares (Joseph 1987: 170).

Por todo ello, es imposible en la práctica que una lengua estándar pueda ser utilizada de forma generalizada en una comunidad lingüística; cuando se intenta hacer esto, esa lengua estándar pasa a realizarse en variedades inestables y dinámicas y, por tanto, pasa a convertirse en un conjunto de variedades lingüísticas, es

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decir, a realizarse como lenguas naturales, con lo que dejan de tener las características de fijeza y estatismo definitorios del estándar lingüístico. Los hablantes no pueden ir contra su propia naturaleza lingüística; para hacer esto, se necesita un entrenamiento extremadamente duro y prolongado que sólo una pequeña parte de la población es capaz de realizar y superar. Por ello, las afirmaciones de que tal o cual persona habla la lengua estándar, y tal o cual otra, habla un dialecto no estándar, tendría que ser matizada, tal como señala Joseph, al hablar de estándares absolutos y estándares relativos: Los dos componentes esenciales aquí son la naturaleza relativa de estas normas y su base en los estándares de las lenguas particulares. Los estándares relativos se basan en cómo se jerarquizan determinadas variables en el uso del hablante en la jerarquía valorativa del oyente. Están sujetas a cambio según las exigencias del contexto y de la situación, que no afectan al estándar absoluto. Considérense las implicaciones de la expresión siguiente: (1) Cida habla inglés estándar La expresión “inglés estándar” tiene un sentido absoluto y otro relativo, pero sólo este último está directamente implicado aquí. En el sentido abstracto de un ideal absoluto cualitativamente, el inglés estándar no es hablado por ni está encarnado en persona alguna (Joseph 1987: 162).

Es decir, cuando alguien dice “hablo inglés estándar”, ello no puede ser interpretado en el sentido de que esa persona realiza el ideal de la lengua estándar en su forma de hablar, dado que ese ideal abstracto de un habla absolutamente consecuente con una serie de normas fijas e inmutable considerada estándar, es irrealizable (va contra la misma naturaleza lingüística humana). Hay que interpretarlo más bien en el sentido de que esa persona habla la variedad lingüística sobre la que se basa el estándar y de que conscientemente, dicha persona intenta adecuar los rasgos no estándares de su propia variedad a las normas ideales que configuran y definen esa lengua estándar entendida de modo absoluto. Por ello, y dependiendo de estas dos interpretaciones, nota Joseph que la afirmación que comenta puede ser a la vez verdadera y falsa, lo que pone de manifiesto el tipo de contradicciones que introduce el concepto de lengua estándar en la práctica hablada espontánea de los integrantes de una comunidad lingüística que tiene reconocido un estándar lingüístico. De la observación anterior de que en realidad sólo una minoría muy adiestrada habla algo que se aproxima de forma más o menos completa al estándar entendido de forma absoluta, surge la idea muy extendida en las sociedades en las que

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hay un estándar reconocido, de que la mayor parte de la gente usa mal la lengua, ¡nada más y nada menos que su propia lengua nativa! Esta culpabilización de la comunidad lingüística a través de la ficción de la lengua estándar, supone una violencia invisible que hace que muchas personas se sientan inseguras al expresarse en su propia lengua nativa e interfieran sus habilidades lingüísticas naturales con constantes autocorrecciones o, mejor dicho, autorrepresiones lingüísticas, que les dificultan grandemente la expresión lingüística normal como miembros competentes de una comunidad lingüística, tal como observa Bourdieu, para quien esa autorrepresión lingüística: ...[N]unca se manifiesta tan claramente como en las correcciones —coyunturales o constantes— que los dominados, por un desesperado esfuerzo hacia la corrección, llevan a cabo, consciente o inconscientemente, sobre los aspectos estigmatizados de su pronunciación, de su léxico —con todas las formas de eufemismo— y de su sintaxis; o en la angustia que les hace “perder los nervios” incapacitándoles para “encontrar las palabras” como si súbitamente se vieran desposeídos de su propia lengua (Bourdieu 1985: 26).

La estandarización lingüística, desde el punto de vista de los objetivos perseguidos, no es estrictamente un proceso gramatical, léxico o lingüístico, sino que tiene fines de carácter social o político: La planificación lingüística generalmente responde a objetivos no lingüísticos, como la protección del consumidor, el intercambio científico, la integración nacional, el control político, el desarrollo económico, la creación de nuevas elites o el mantenimiento de las existentes, la pacificación o la asimilación de grupos minoritarios y la movilización masiva de movimientos sociales o políticos (Cooper 1997: 47).

Es decir, el motor explícito de estos procesos no es la comunicación, sino la consecución de determinados objetivos sociales que tienen que ver con las relaciones de poder dentro de una comunidad. De hecho, el estándar no es una modalidad que se negocie de forma más o menos democrática, sino que se impone a través de los mecanismos de poder que estructuran una determinada sociedad. Los procesos en que consiste la normalización reflejan los diferentes grados de poder ejercidos por los distintos grupos sociales. Las variedades habladas por grupos política y económicamente poderosos son las únicas con probabilidades de ser seleccionadas como base de una lengua estándar. Asimismo, sólo tales grupos (o individuos) son capaces de imponer codificaciones particulares de la lengua y de asegurar que serán usadas en un número creciente de ámbitos. Del mismo modo, sólo los poderosos pueden promover la aceptación de la norma emergente, ya que únicamente ellos gozan de

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Dado que la lengua estándar no surge de un proceso lingüístico natural, sólo puede ser impuesta de forma coercitiva, sobre todo a través de la educación; y es claro que sólo aquellas instancias que poseen poder político, económico o prestigio social y cultural pueden ejercer esa coerción. Sin embargo, esas instancias casi nunca eligen como base del estándar aquella variedad que consideran lingüísticamente más apta para esta tarea, sino que parten de su propia variedad lingüística, que será impuesta a través de su estandarización, de forma que su forma natural de hablar sea la considerada normativa y tengan así que hacer mucho menos esfuerzo para llegar a dominar ese estándar prestigioso, que otras instancias o estamentos, cuya variedad lingüística natural se aparta más de la variedad lingüística de los estamentos dominantes y, por tanto, cuyo acceso al dominio de la lengua estándar exige un esfuerzo mucho mayor.

5. Koineización y estandarización La afinidad o incluso identificación que ven muchos autores entre los procesos de koineización y estandarización y que intento cuestionar en este trabajo, se deriva de algunos de los resultados de uno y otro proceso, que son claramente independientes: “Existe una confusión muy persistente entre los términos koiné y estándar así como una tendencia a hacer confluir o integrar los procesos de koineización y estandarización. No es sorprendente esta tendencia porque hay, de hecho, similitudes entre estos procesos” (Tuten 2003: 84). Como observa Joseph, el estándar se puede utilizar como koiné e incluso puede facilitar o provocar la koineización: Toda lengua estándar, después de todo, sirve como koiné en alguna medida, particularmente porque sus funciones definidoras se asocian con los ámbitos urbanos. Las ciudades son el punto de concentración para personas de varias áreas dialectales dentro de un país, así como para los extranjeros y es bastante posible que su uso diario en el papel de lingua franca provoque una simplificación ocasional en la estructura de la lengua estándar, aunque no del tipo de la fuerte influencia deformadora propuesta por Jespersen 1925 (Joseph 1987: 65).

Sin embargo, koineización y estandarización son claramente procesos distintos y esencialmente opuestos. De hecho, aunque, como acabamos de ver, uno y otro

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pueden ir en la misma dirección, ocurre a menudo que van en direcciones opuestas. Un ejemplo típico lo constituye el desarrollo del castellano en América. Según el profesor Germán de Granda, en una primera fase del castellano americano se produjo un proceso natural de carácter espontáneo que creó una koiné castellana americana, mediante procesos naturales, no intencionados ni dirigidos explícitamente, de acomodación y nivelación: Dicho período (inicial, formativo o primero, según lo deseemos nombrar) coincidiría, pues, con el desarrollo completo de un proceso koineizador por el cual, y mediante una serie de acomodaciones lingüísticas (tanto interlingüísticas como, sobre todo, interdialectales), la heterogeneidad lingüística inicial, de índole diatópica y/o diastrática, transportada a tierras americanas por sus primeros conquistadores y colonizadores europeos converge progresivamente hacia un estado final caracterizado por la imposición colectiva de una modalidad lingüística común que puede ser ya denominada español de América puesto que no coincide, en su fisonomía general, con ninguna de las que contemporáneamente eran utilizadas en la metrópoli europea (De Granda 1994: 26).

Sin embargo, en una segunda fase, hubo una serie de procesos de estandarización del castellano americano que eliminaron los resultados de los procesos de koineización de la primera fase: Asiento mi punto de vista en los numerosos testimonios que Boyd-Bowman ha presentado en dos de sus trabajos, basados en datos documentales, sobre la presencia durante el siglo XVI en áreas andinas de las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia y en la meseta central mexicana de fenómenos que, inexistentes hoy en las mismas, son atribuibles, de modo claro, a la modalidad lingüística denominada en estas páginas español koiné, la cual, por tanto, tuvo que ser empleada en dichos territorios antes de desaparecer de ellos como resultado de la actuación, en las zonas mencionadas, del proceso estandarizador monocéntrico del español americano, la segunda etapa de la evolución de nuestra lengua en el Nuevo Continente. Una visión semejante del tema ha sido expuesta por María Beatriz Fontanella de Weinberg en relación con la historia lingüística del Río de la Plata (De Granda 1994: 45).

En consecuencia, si bien a veces los procesos de koineización y estandarización pueden ir en direcciones similares, puede ocurrir que vayan en direcciones opuestas, de tal modo que la estandarización puede ser también deskoineizadora. En la historia de las lenguas se puede observar cómo unas veces la koineización es la base de la estandarización y cómo otras es la estandarización lo que puede provocar un proceso de koineización en la población que adopta o intenta adoptar el estándar de modo práctico; por consiguiente, puede ocurrir tanto que la estandarización suponga una deskoineización, como que la koineización con-

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lleve una desestandarización. Ello indica que ambos procesos son independientes y autónomos pues pueden ir tanto en la misma dirección como en direcciones opuestas y pueden tanto potenciarse como contrarrestarse entre sí.

6. Conclusión Conviene resumir y enunciar de forma sucinta las principales ideas y propuestas que defiendo en este trabajo. En primer lugar, he intentado mostrar que la koineización y la sabirización son dos variedades del mismo proceso lingüístico de cambio gramatical impulsado por la mezcla de variedades lingüísticas homogéneas y heterogéneas, respectivamente. Las diferencias entre uno y otro proceso, dependen de las lenguas de partida y de su coherencia o incoherencia genética y tipológica. En segundo lugar, mantengo que los procesos de cambio lingüístico que dan lugar a los sabires y a las lenguas criollas no son diferentes de los que dan cuenta del cambio lingüístico habitual en las lenguas del mundo. Quienes opinan que las lenguas criollas configuran un tipo lingüístico especial, deberían señalar qué tipo de procesos estrictamente lingüísticos o gramaticales se dan exclusivamente en este supuesto tipo de lenguas. La idea es que no existe ni un solo cambio o proceso lingüísticos que se dé en las lenguas criollas y no se dé en las lenguas no consideradas tales. A veces se insiste en que lo característico de las lenguas criollas no es la existencia de tal o cual proceso gramatical, sino una conjunción de procesos que, aunque se den de forma individual en lenguas no criollas, no aparecen conjuntamente en las lenguas no criollas. Sin embargo, este razonamiento sólo se puede mantener si todas las lenguas criollas, sin excepción, presentan conjuntamente todos esos rasgos o procesos gramaticales supuestamente característicos de la criollización. Sin embargo, no parece haber, por lo que sabemos hasta la fecha, dos lenguas criollas que sean exactamente iguales respecto de todos estos rasgos o procesos, lo cual es bastante razonable, dado que no hay dos lenguas humanas que tengan exactamente la misma conjunción de rasgos y procesos gramaticales. En tercer lugar, he defendido que no existe proceso de simplificación alguno que haga que las lenguas conceptuadas como criollas sean más simples o tengan una gramática más sencilla que las demás lenguas. El razonamiento contrario se basa en una apreciación defectuosa de los sistemas lingüísticos. Dado que, siguiendo la famosa afirmación de Meillet, todos los componentes de la lengua están interrela-

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cionados y que esos componentes son en última instancia heterogéneos (tenemos como extremos de referencia el plano del sonido o la gestualidad y el plano del sentido o de la idea), una simplificación o regularización en una parte no supone necesariamente un cambio en la misma línea en las demás partes relacionadas con ella; dicho de manera general y tomando como referencia los niveles material y cognitivo de las lenguas: un cambio simplificativo o regularizador en el sonido o en la gestualidad no suele conllevar un cambio de naturaleza similar en el plano del significado o del contenido cognitivo. Como he ilustrado en este trabajo a través del ejemplo de la reinterpretación de los neutros plurales latinos acabados en -a como femeninos singulares, la regularización morfológica que esto supone simplifica un aspecto de la morfología, pero complica una serie de aspectos del significado. Lo que esperamos, en general, es que la simplificación de una parte de un componente gramatical no lleve a una simplificación de toda la gramática, sino más bien a una complejidad mayor de otro u otros componentes. En general, las comparaciones de un determinado fenómeno en diversas lenguas para determinar cuál de esas lenguas es más sencilla o más compleja respecto de ese fenómeno, no pueden llevarnos a concluir que tal lengua es más o menos compleja que tal otra de forma más o menos absoluta. Por tanto, la idea de que las lenguas criollas son más simples que las que no lo son, debe tomarse como muy discutible y, casi con toda seguridad, como simplemente falsa. Lo mismo cabe aplicar a los juicios sobre simplicidad o complejidad de las lenguas en general. Por ejemplo, afirmar que las lenguas que no tienen casos morfológicos son más sencillas que las que sí los tienen, nos puede llevar a colegir que el chino mandarín es una lengua más sencilla que el vasco. Pero no creo que haya ningún lingüista profesional honrado que esté dispuesto a mantener o defender este punto de vista. En cuarto lugar, defiendo una idea que creo que hoy por hoy no necesita defensa alguna, por estar plenamente aceptada en la comunidad de los lingüistas. Se trata de que la estandarización es un proceso de carácter social y político típico de cierto tipo de civilización, que se asienta sobre actuaciones intencionales de personas e instituciones que tienen en mente unos determinados fines. Algo menos aceptada es la idea, que también defiendo en este trabajo, de que los estándares no sólo no son necesariamente koinés, sino que a veces pueden tener un claro efecto deskoineizador, contrario, por tanto, a los procesos naturales de acomodación en la interacción entre variedades lingüísticas. Más polémica puede resultar aún mi idea de que las lenguas estándares, a pesar de estar basadas en la elaboración de alguna variedad concreta de una o varias lenguas

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naturales, no son lenguas naturales, sino artificiales. Esto es debido a que estas lenguas estándares carecen de dos de las características esenciales y fundamentales de las lenguas humanas. La primera es su carácter fijo o invariable: no admiten la variación o sólo la toleran de manera mínima; la segunda es su condición de no adquiribles de modo espontáneo, no son aprendibles de forma natural y espontánea por los niños, dado que los infantes han de acudir al colegio o disponer de una persona que les enseñe esa lengua mediante acciones educativas planificadas. Es este carácter artificial de las lenguas estándares lo que ocasiona que las considere como esencialmente diferentes de las koinés y de los criollos, que son variedades lingüísticas naturales, dado que permiten variación y son adquiridas por los niños de forma espontánea, sin acciones educativas específicas.

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LA MARCACIÓN DE CARÁCTER NORMATIVO EN EL PRIMER DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: LÉXICO PROPRIO VS. IMPROPRIO STEFAN RUHSTALLER Universidad Pablo de Olavide (Sevilla)

1. Introducción Uno de los principales motivos —aunque no el único— que impulsaron la fundación de la Real Academia Española fue la preocupación por el buen uso de la lengua. Para ilustrar el declarado propósito de “limpiar” la lengua, los primeros académicos compararon su trabajo como lexicógrafos con el del artesano que liquida “el metal para purificarlo y fijarlo sin las imperfecciones”, que “purga la mezcla impura” y elimina “escória” e “imperfeccion” (RAE 1964 [1726-1739]: “Prólogo”, IV, XIII). En el prólogo al Diccionario de Autoridades (p. XIII), interpretaron su símil de forma explícita con las siguientes palabras: Aludiendo à que en el metál se representan las voces, y en el fuego el trabájo de la Académia, que reduciéndolas al crisól de su exámen, las límpia, purifica y dá esplendór, quedando solo la operación de fijar, que unicamente se consigue, apartando de las llamas el crisól, y las voces del exámen.

En coherencia con este planteamiento inicial prometieron “castigar” y “dar censura” a todas las manifestaciones lingüísticas que amenazaran la pureza de la lengua, y “desterrar” o al menos “dár a conocer los abusos introducidos” (p. IV). Ahora bien, no podemos conformarnos con interpretar el proyecto normativo que los académicos habían expuesto en su prólogo1: al contrario, es imprescindible analizar el contenido de la obra lexicográfica propiamente dicha, especialmente las marcas que contienen valoraciones explícitas acerca de la bondad del léxico.

1. Las ideas lingüísticas que inspiraron la fundación de la Academia han sido descritas en los clásicos estudios de Lázaro Carreter (1949: 203-206), Gili Gaya (1963) o Blecua (2006: 51-54).

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Este análisis, que prácticamente está aún por realizar, arrojará luz sobre un aspecto de la historia de la lexicografía y de la lingüística en general de trascendental interés, pues nos permitirá conocer la actitud de los fundadores de la Academia no en un plano teórico y abstracto, sino ante la lengua real en toda su variedad, y nos ayudará a comprender mejor una de las obras más importantes del siglo XVIII, una obra que marcó el rumbo de la lexicografía posterior como ninguna otra.

2. Teoría y práctica de la valoración normativa del léxico Basta con examinar con atención unas pocas páginas para advertir que, en contra de lo que hacía presagiar el prólogo, los fundadores de la Academia se mostraron sorprendentemente generosos ante el uso real del léxico en casi cualquiera de sus manifestaciones. En primer lugar, fueron muy pocas las palabras que sufrieron “destierro” (lo cual, en lexicografía, equivale a la exclusión de la macroestructura), y muchas las que fueron acogidas con benevolencia aun sin pertenecer al habla culta y cortesana: pensemos en los centenares de dialectalismos, voces “bajas” (incluidos términos de germanía), expresiones populares y coloquiales2. En segundo lugar, el número de voces que fueron objeto de un comentario condenatorio explícito es extremadamente bajo. Y, en tercer lugar, cuando los académicos emitían un juicio valorativo acerca de un elemento léxico, se pronunciaban por lo general en términos relativamente suaves. Ya U. Mühlschlegel (2000: 210) llamó la atención sobre esta paradoja afirmando que las marcas dianormativas en sentido estricto constituyen menos del 1 % del total de las marcas, resultado sorprendente que, en vista de las intenciones de carácter purista expuestas en el prólogo, pone de manifiesto que existe un contraste entre las reflexiones teóricas preliminares y la práctica lexicográfica real llevada a cabo por los académicos3: Para determinar si la proporción de las marcas de carácter dianormativo realmente equivale a un 1 % del total, como estima Mühlschlegel, será preciso, en primer lugar, establecer una tipología de las marcas basada en criterios lo más claros po-

2. Véase para el tema Alvar Ezquerra, “Los regionalismos en los diccionarios y vocabularios regionales”, trabajo incluido en Alvar Ezquerra (1993: 319 y ss.), Gemmingen-Obstfelder (1982), Álvarez de Miranda (2000: 38 ss.), Azorín (2000: 172), Ruhstaller (2003: 240241). 3. Ya Gemmingen-Obstfelder (1982: 73) llamó la atención en este contexto sobre el “offensichtliche[n] Widerspruch zwischen Zielsetzung und Ausführung”.

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sible. En segundo lugar, habrá de realizarse un examen minucioso del conjunto de las marcas empleadas en la microestructura del Diccionario de Autoridades, trabajo que requiere una buena dosis de paciencia y dedicación habida cuenta de la extensión de la monumental obra lexicográfica. El objetivo del presente estudio es, precisamente, ofrecer una aportación a este campo de estudio. Concretamente, me centraré en las marcas que contienen una referencia a la propiedad o impropiedad de las voces registradas, las más recurrentes entre las de contenido normativo.

3. Valores de los términos proprio e improprio empleados en las marcas dianormativas Las marcas que contienen como núcleo tal calificativo constituyen un conjunto cuya interpretación dista de ser sencilla. Para empezar, el propio diccionario no ofrece información satisfactoria acerca de estos términos centrales en la marcación, pues la acepción de propriedad más cercana a la utilizada en el metalenguaje del diccionario, la quinta, reza: “Se toma tambien por la debida proporción, naturalidad o perfeccion con que se usa de alguna cosa ò se habla de ellas, sin quitar ni añadir circunstancia, que la altére ù desluzca”. Las autoridades aducidas para ilustrar esta acepción de la voz propriedad, sin embargo, no guardan relación con la lengua y sus variedades4. Para determinar el valor exacto de los términos proprio e improprio empleados por los primeros académicos en la práctica de la descripción lexicográfica no hay más remedio, pues, que la interpretación en su conjunto de las marcas desarrolladas en el interior de los artículos del diccionario. 3.1. El análisis del corpus de marcas recopilado muestra que el mayor número de ejemplos corresponde al uso del término proprio aplicado a formas consideradas más recomendables frente a otras debido a su mayor proximidad respecto del étimo. Así, albuhera y alfil se declaran más propias que albufera y arfil, respectivamente, dada la mayor similitud formal con las voces árabes a las que supuestamente remontan (buhar y fil), y el derivado caloroso más propio que caluroso por hallarse más cerca de su base léxica (calor):

4. No ofrece más información el artículo dedicado al término opuesto impropriedad, carente de autoridad y definido como ‘falta de propriedád, que dissuena ò en el dicho ò en el hecho’.

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Stefan Ruhstaller ALBUFERA, O ALBUHERA. [...] se llaman assi [...] las que en la Mancha forma el rio Guadiána en su nacimiento: y quando sumergido debaxo de tierra por la distáncia de siete leguas vuelve à renacer en unas lagúnas que alli llaman Albuhéras con mas propriedád, según su origen, que es Arábigo de la palabra Buhar, que significa mar pequeño. ALFIL. [...] Es voz arábiga, segun el P. Alcalá, compuesta del artículo Al, y de la palabra Fil, que vale Elephante; y aunque muchos escriben y pronuncian Arfil es impropriamente. CALOROSO. [...] Aunque es voz mas própria y mas conforme à su origen Calór, modernamente apenas tiene uso.

He aquí algunos ejemplos ilustrativos más (destaca el caso de color, donde lo que se defiende como más etimológico y, por ende, más proprio, es el género masculino): CLIN. [...] Dícese tambien Crin, y con mas propriedad. Es tomado del nombre Latino Crines, mudada la r en l 5. AHORA. [...] aunque muchos escriben aóra y agóra, es mas próprio ahóra, que es como decir à esta hora. COGOTE. s.m. Lo mismo que Cocóte. Dícese mas comunmente Cogóte; pero con menos propriedad, por venir según Covarr. de la palabra antigua Castellana Coca, que significa Cabéza. COLOR. [...] Aunque lo mas proprio y conforme à su origen, es usar este nombre como masculino, algúnos le usan como femenino.

La preferencia por la variante más etimológica, expresada en las marcas que aquí nos interesan mediante el término proprio, refleja la idea tradicional del cambio lingüístico concebido como corrupción, idea que está presente en todos los etimologistas anteriores; M. Á. Moreno (Guadix 2007: LXXV) la resume (a propósito del diccionario de arabismos de Diego de Guadix) como sigue: El lexicógrafo no busca sólo y exclusivamente dignificar su lengua, sino que entiende que, en el estado de corrupción en el que ésta se encuentra, es necesario llegar al conocimiento de su origen para así conseguir un modelo de corrección, una etimología en la fina y antigua algarabía como norma lingüística de prestigio. Planteamientos etimológicos medievales con reminiscencias de la teoría platónica le hacen entender que el significado etimológico se ofrece como el valor verdadero de la palabra; esto proporciona al hablante la competencia lingüística necesaria para un mayor entendimiento de su lengua y un mayor esmero y refinamiento lingüístico.

5. En el artículo dedicado a crin se observa simplemente “Muchos dicen Clin”, sin que se emita comentario normativo alguno.

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Los primeros académicos no se apartan de esta tradición erudita: consideran, como declaran en su prólogo, que la etimología es instrumento útil para “la penetración de la propriedád, puréza, y naturaleza de la Voz, y su significación” (p. XLIX). Le asignan, al igual que a las autoridades, un papel clave en su proyecto lexicográfico, un papel que explicitan en el pasaje en el que se establece que cada una de las voces recopiladas ha de quedar calificada “por límpia, púra, castíza y Españóla, por medio de su etymologia, y autoridades de los Escritores” (p. XVIII). Del estudio etimológico se afirma que es “arduo” y que “pide mucha reflexión, y gran peso: y supone al sugéto que le cultiva mui adornado de erudición vária, que le pueda excitar notícias, que le diríjan à examinar raíces, ò podridas yá con su antigüedád, ò enterradas en el olvído” (XLVIII), y al análisis etimológico se concede la utilidad de servir al fin “priméro y essenciál de la Académia”, el de “explicar la significación de cada Voz” (p. LI)6. Diversos artículos equiparan, en efecto, explícitamente la evolución fonética con la corrupción7. La preferencia por la forma más cercana al étimo se explicita, pues, atribuyéndosele una mayor propriedad. Para ilustrar este procedimiento veamos algunos ejemplos más. En el artículo calcañar se distingue esta forma como más propria que su variante carcañal: CALCAÑAR. Covarr. aunque escribe Carcañal, dice que es mas próprio Calcañár, respecto de venir del Latino Calcar, is: y siendo mas conforme con su orígen, y trahiéndole de este modo Nebrixa, Salas y los mas Autóres, se debe escribir assí.

En el dedicado a ahuelo, en cambio, es la variante abuelo la preferida: AHUELO. [...] Algunos escriben esta palabra con h; pero es improprio, por ser contra su origen, que es del Lat. Avus, y assi se debe escribir Avuélo. ANT. AGUST. Dial. fol.

6. No obstante, es importante destacar que los propios académicos habían dedicado reflexiones críticas a esta visión tradicional del cambio lingüístico. En efecto, en el Discurso proemial sobre las etymologias contenido en el prólogo (pp. XLVIII-LX) se muestran conscientes de que “las transformaciones son naturales, y aun precísas en nuestra Léngua, por ser viva”, y que “la léngua viva es aquella que se nutre aumentandose con nuevas Voces, suavizando, ò perficionando las que possee, se purga olvidando algunas menos expressívas, y limpiando algunas durézas y barbaridades” (p. LIV). 7. Así, acerca de arracife se afirma: “Vease Arrecífe, que es como le ha corrompido el uso, aunque en lo antíguo assi se decía, y assi le trahen Nebrixa, Covarr. y otros”.

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Stefan Ruhstaller 63. Julia Moesa, que fue la Ahuéla de Eleogávalo. MEXIA, Vid. De Claud. I. Cap. I. Y el otro Heródes el grande su ahuélo, que mató à los innocentes.

Nótese cómo el argumento etimológico se refuerza con el de las autoridades en el caso de calcañar, mientras que en ahuelo (descrito curiosamente como mera variante gráfica) se rechaza la forma a pesar de contar con dos citas textuales8; el factor que en este conflicto entre los dos criterios establecidos para juzgar las voces —la etimología y las autoridades— facilitó la decisión a favor de abuelo fue sin duda el predominio en el uso culto real de la época de esta última forma. En cuanto al artículo calcañar, es interesante señalar que ya Covarrubias9, invocado para dar crédito a la etimología (y, a través de ésta, a la valoración expresada en la marca), aplicara el término propio a la forma con sílaba inicial cal- (“Carcañal. Mas propiamente calcañal, a calcando, porque hollamos con él la tierra”), basándose igualmente en el criterio etimológico (Covarrubias [1611] 2006: 401): Calcañal. La estremidad del pie, por la parte que cae a la pantorrilla. Dixose del nombre latino calcaneus, a calcando, porque hollamos con él en la tierra con mas fuerça que con la punta del pie.

En algún caso, la justificación etimológica ofrecida a favor de la variante más propria no resulta del todo convincente. Así, el presunto étimo árabe iaracán no constituye realmente un argumento claro a favor de aliacán y en contra de aliacrán, y en general la explicación de la supuesta evolución fonética resulta bastante confusa: ALIACAN. [...] Palmireno la llama Aliacrán; pero es mas próprio escribir y pronunciar Aliacán, por ser voz Arabe, que según el P. Alcalá es en aquella lengua Iaracán, que significa icterícia, ò tirícia, como se dice vulgarmente: y uniéndola como acostumbramos el artículo Al forma Aliaracán, y mudando lugar la r, y quitando la una a, diximos Aliacrán, y quitando la r otros por facilitar el pronunciarla, se dixo Aliacán.

8. No deja de ser significativo el hecho de que a la variante impropria se dedique un artículo independiente, a pesar de no contar con el beneplácito académico. 9. Es conocido el aprecio de los académicos hacia Covarrubias, no sólo por la utilidad de su Tesoro como fuente de interpretaciones etimológicas y material léxico, sino también por ser “el priméro que se dedicó”, como afirman en el prólogo (p. II), al “nobilissimo estúdio” de la elaboración de diccionarios, por delante incluso de las academias francesa y toscana, con las que rivalizaba la española. Para la influencia de Covarrubias en la Academia, véase Seco (1987-1988).

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En el caso de andrógeno y su variante andrógyno, se recomienda la primera sobre la base de una etimología errónea (y, probablemente, incluso en contra del uso real, a juzgar por los datos que ofrece el CORDE): ANDROGENO, O ANDROGYNO. [...] Es voz Griega compuesta de la palabra Andros, que significa hombre, y de la palabra Gena, que significa mujer, de cuyo origen se sigue que mas propriamente se dice Andrógeno, que Andrógyno.

Ahora bien, es justo destacar que casos como este último se hallan del todo aislados en la extensa obra, y que los académicos eran conscientes de la dificultad y de los riesgos de la interpretación etimológica; precisamente por ello se habían propuesto, como afirman en el prólogo (p. II), conceder a las etimologías un papel relativamente subordinado, y no “detenerse con demasiada reflexión en el orígen y derivación de las voces: porque además de trabájo de poco fruto, sería penoso y desagradable à los Lectores, que regularmente buscan la propriedád del significado: y el orígen ò la derivación, quando no es mui evidente y claro, quedaba siempre sujeto à vários conceptos, despues de ser desapacible su lección, y que ocasionaría un volumen fastidioso y dilatado”. Es interesante observar que los académicos, a la hora de mostrar explícitamente su preferencia entre dos formas alternativas, generalmente prefieren recomendar como propria la considerada etimológica en lugar de condenar como impropria su variante no etimológica, hecho que refleja, a mi juicio, una actitud poco doctrinaria ante la realidad del uso lingüístico (cf. Ruhstaller 2002: 2328-9). Así, por señalar dos ejemplos adicionales, en lugar de rechazar las formas platicante y anapelo como impropias optan por expresar su preferencia por las variantes practicante y napelo, respectivamente: PLATICANTE. Dícese también y con mas propriedad practicante. ANAPELO. [...] Mas propriamente se llama Napélo.

3.2. Si en los casos estudiados en el punto anterior el hecho que mueve a los académicos a emitir un juicio de valor es el alejamiento del significante respecto del étimo, en el del artículo aliñar lo es la evolución del significado: ALIÑAR. v.a. Componer, aderezar, adornar, asear, pulir, hermosear. Esta voz viene (según Covarr.) del nombre Línea, añadiéndole la partícula A, y assi de alinear se dixo aliñar, porque todo lo que observa reglas sin salir de su proporción, se hace mas lugar para parecer mejor. La malicia, ò la ignorancia ha introducido de no muchos años à esta parte usarla en sentído mui improprio de sus significados; pero debe desterrarse

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Stefan Ruhstaller este abúso, atendiendo à que la usaron la seriedad de nuestras leyes, y la eloquéncia de muchos Autóres, y à que se mantiene en Andalucía, y otras partes en todo su verdadero sentído, sin reparo de la urbanidad, ni ofensa de la modestia, y à que no será razón privarse de su uso por un capricho voluntário.

Este caso resulta particularmente llamativo, no sólo por ser el único de su género que he encontrado en el diccionario, sino también por la forma enérgica y casi moralizante (resulta llamativa la referencia a la “malicia” como causa de un uso considerado impropio) de condenar las acepciones consideradas contrarias al significado etimológico de la voz. En cambio, es muy representativo de la actitud general hacia las variedades diatópicas del español el pasaje que contiene una valoración positiva del uso dialectal andaluz, valoración que revela, en consonancia con otros artículos similares y con la decisión de acoger con generosidad los dialectalismos, la postura abierta a las variedades dialectales, por mucho que divergiesen del habla cortesana y culta. 3.3. De las voces calificadas de proprias mediante argumentos etimológicos se diferencian de forma tajante las que se marcan con este mismo término en alusión a su capacidad de expresar eficazmente matices semánticos específicos. Se trata a menudo de voces usuales de la lengua coloquial, o incluso vulgar, cuya utilidad se reivindica a pesar de no pertenecer a los registros más elaborados o a la lengua literaria; he aquí cuatro ejemplos muy ilustrativos: CAGAR [...] Y porque esta voz y las que usa el vulgo, aunque próprias y expressivas, son indecentes y suenan mal, se substituyen las de obrar, ò hacer del cuerpo. Es voz Latina del verbo Cacare. CAPISAYUELO. s.m. dim. de Capisáyo. El capisáyo corto, y de poco valor y mala estófa. Es voz vulgár y própria para apodar vestidos mal hechos. CASAQUILLA. La casáca pequeña. Y oy se llama assi con propriedad la casaca que se hace ancha y hueca con sus mangas, que llega mas abaxo de la cintúra. CHISPA. Translaticiamente. El hombre inquieto, bullicioso, colérico, ardiente de natura [...]. Dícese con mas propriedad, quanto mas pequeño fuere de cuerpo, ò de menos robustéz y fuerzas.

Nótese que ya en el prólogo se había empleado el término propriedad precisamente en referencia a este tipo de voces, caracterizadas por su fuerza expresiva, cuando, al justificar la decisión de no otorgar en la descripción del léxico un protagonismo muy destacado al estudio del aspecto etimológico (a diferencia de buena parte de las obras lexicográficas creadas en los siglos anteriores), se afirmaba que la información que buscaban los lectores de forma preferente era la relativa a “la propriedád del significado” (reproduzco el pasaje completo arriba a propósito de la voz andrógeno).

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3.4. En el caso de tres derivados del sustantivo adición las expresiones usar con propriedád, decir con propriedád y decir propriamente delimitan el contorno que en el uso ejemplar de la lengua de la época correspondía a estos términos técnicos: ADICIONADOR. s.m. El que añade en los escritos algunas cosas de nuevo, ò pone algunas adiciones, que solo de esta materia se dice con propriedád. ADICIONAR. [...] Es voz que solo la usan con propriedad los que escriben alegatos, ù otras cosas semejantes. ADICIONADO. [...] Dícese propriamente de los libros, y de los escritos.

Con el comentario normativo probablemente se advertía de una tendencia, que no contaba con la aprobación de los hablantes más cultos, a la extensión del uso de estos términos a otros contextos no relacionados estrictamente con la modificación de textos escritos; de hecho, en el CORDE pueden encontrarse algunos ejemplos de la siguiente centuria que reflejan un uso más amplio, y no puede ser casual el que ya en 1770, en la segunda edición del Diccionario de Autoridades, la Academia eliminase cualquier marca en los correspondientes artículos10. 3.5. Una de las raras veces que en el prólogo (concretamente, en la “planta” del diccionario) se emplea explícitamente el término propriedad en la valoración normativa del léxico ocurre en relación con el neologismo (p. XVII), concretamente en el pasaje en que se formula el propósito de: desterrar las Voces nuevas inventadas sin prudente elección, y restituir las antíguas, con su propriedád, hermosúra, y sonído mejor, que las subrogadas: como por inspeccionar, averiguar. Y por pontificar, presidir en la Iglésia Universál, calificando de barbarismo dichas Voces nuevas.

Como han puesto de relieve diversos autores11, en la práctica de la redacción del diccionario, los académicos mostraron una actitud poco reacia a la admisión de las voces de reciente creación o introducción. Así, Jiménez Ríos (2002: 2152) ha señalado que “la valoración que se hace de ellas es objetiva, pues la Corporación no se pronunció a favor ni en contra de su uso”. En su estudio de los neologismos registrados en el Diccionario de Autoridades, este autor llega a la conclusión de que “la recogida de este tipo de voces muestra el talante aperturista de los prime-

10. Puede verse un ejemplo similar s.v. debelar (“Usase de este Verbo con mas propriedád para destruir hombres, que para conquistar Plazas”). 11. Véanse, por ejemplo, Lázaro Carreter (1980: 105) y Álvarez de Miranda (2000: 41).

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ros académicos para dar cuenta del uso “real” de la lengua”, y de que la Academia “no nació con fines puristas, pero sí casticistas” (p. 2154). Efectivamente, los neologismos no sólo se recogieron de forma generosa, sino que, además, en su mayoría únicamente se identificaron como voces “modernamente” o “nuevamente introducidas”, sin hacer valoración alguna. Cuando de vez en cuando sí se emite un juicio se suele recurrir, también en estos casos, a la calificación mediante el término propriedad: En calidad. Lo que en Español se dice con mas propriedad con la palabra Como12.

Algo más contundente es el rechazo en el caso de la expresión acusar el recibo de una carta (que, como es obvio, habría de imponerse a pesar de la oposición de la Academia): ACUSAR EL RECIBO DE ALGUNA CARTA, O EL AVISO, O NOTICIA DE ALGUNA COSA. Phrase vulgar modernamente introducida. Barbarismo mui impróprio en la lengua Castellana, en la qual el verbo Acusar jamas se ha usádo por avisar, dár noticia, ò participar alguna cosa, y lo mismo sucéde en la Latina.

No menos interesante es el caso de felicitar, que igualmente triunfaría en el uso real; es de especial relevancia la identificación del lenguaje periodístico como vía de difusión del neologismo13: FELICITAR. Dar parabién o congratularse con otro de la felicidad que ha logrado. En esta acepción es voz impropria, tomada de la lengua francesa sin necesidad, y usada modernamente con gran freqüencia en nuestras Gazétas.

3.6. Puede señalarse algún ejemplo en que el criterio para valorar una voz como propria es su general aceptación en el uso de la época; así, el significado ‘burla, chanza’ de la voz chasco se da por bueno a pesar de la constatación de que se trata de una evolución semántica respecto del valor etimológico (con lo cual el

12. Se trata de un caso un tanto excepcional por cuanto los académicos ya han logrado localizar un pasaje textual que les sirve para ejemplificar el uso de la voz (no cabe hablar de “autoridad” en el sentido estricto del término, puesto que, al tratarse de una voz explícitamente rechazada por la Academia, el texto no tiene la función de legitimar su uso, sino únicamente de ilustrarlo; cf. Ruhstaller (2003: 240): “COLOM. Guerr de Fland. Lib. 3. Súpose en principio de este año en Francia, que venía en calidád de Legado à látere el Cardenal Gaetano”. 13. Comp. el caso de adreso: “El memoriál ò papel, que contiene alguna representación hecha al Príncipe. Es voz desconocida en la lengua Castellana, nunca usada en ella, y nuevamente introducida sin necessidád, y voluntariamente en las Gazetas”.

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término adquiere el valor opuesto al que expresa en las marcas estudiadas en el punto 3.1.): CHASCO. Vale tambien burla, chanza, cantaléta ò engaño jocóso y de passatiempo, de hecho ù dicho, que se hace à otro. Díxose assi por semejanza del chasco de la honda ò látigo, respecto del susto, temor, desasosiego, y alteracion que este causa en el que oyo su estampído, aunque no le llegue à herir; pero oy esta voz es tan própria y comun en esta acepcion, como si en ella tuviera el sentido recto.

Empleado en este sentido específico, el término proprio viene a ser equivalente al de recibido (en el uso), utilizado en otras marcas de carácter igualmente normativo: ACURRUCARSE. [...] Covarr. y otros escriben Acorrucar; pero la Etymología es mas conforme con el Acurrucar, y assi está recibido y usádo.

3.7. Por sorprendente que pueda parecer, se emplea el término propriedad solo en muy contadas ocasiones en referencia al uso ejemplar de la lengua. He aquí un ejemplo: DACA ACA. Barbarismo usado entre gente que no estudia la propriedád ni pulidéz en las voces, por estar incluído en el Daca el Acá.

3.8. Finalmente, cabe señalar que no siempre se hace explícito un argumento que apoye el juicio acerca de la propiedad de una forma. Así sucede, por ejemplo, en el caso de alquiler y su variante alquilé (pues el étimo que se indica en el artículo dedicado a alquiler —“Es tomado del Arábigo Quiraum, que significa esto mismo”—, no aporta ningún elemento que justifique la valoración): ALQUILE. s.m. Lo mismo que Alquilér. Covarr. escribe Alquilé, aunque lo mas usado y próprio es Alquilér. PROLOGO DE LAS PARTID. En la quinta Partida fablámos de los contrátos & de los alquilées.

No cabe duda, sin embargo, de que, aunque no se explicite, el criterio para dar preferencia a la forma alquiler fue el uso real de los hablantes cultos de la época, al igual que en el caso de padrina (si bien en este, además, podría haberse empleado como justificación el argumento etimológico): PADRINA. s.f. Lo mismo que Madrína. Algunos usan de esta voz; pero impropriamente. BARBAD. Coron. Plat. 3. Deste susto los libró la noche, gran padrína de los mal hechores.

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3.9. A todo lo anterior se suma el hecho de que a menudo proprio se utiliza en el metalenguaje lexicográfico sin expresar juicio normativo alguno. De hecho, con frecuencia se aplica sin intención prescriptiva a acepciones o sentidos específicos que se oponen a valores semánticos más amplios o genéricos: CERRIL [...] Lo que está por sujetar y domar: que con mas propriedad se aplica al ganádo mular, caballar, y vacúno. CERULEO [...] Cosa perteneciente al colór azúl: y con mas propriedad al que imíta al del cielo, quando está despejado de nubes. CHAFAR. [...] Rozar, cortar, ù destreozar algúna cosa. Comunmente se dice y con propriedad de lo que el caballo pisa y destroza con la herradúra. CODICIOSO, SA. adj. La persóna que deséa con ánsia algúna cosa: y con propriedad la que procura adquirir hacienda por todos los camínos y vias que puede. CRUDO. Adj. Lo que no está cocido, assado ò frito. Dícese propriamente de la carne. CHAMORRA s.f. La parte superior de la cabéza trasquilada. Es voz que propriamente se dice y aplíca à los asnos y otras béstias que trasquilan, y por extension en estilo vulgár ò baxo se aplíca tambien à los racionales, que suelen traher trasquilada la coronilla.

4. Conclusión En este trabajo hemos analizado un corpus de artículos que se caracterizan por incluir marcas que contienen una referencia a la propriedad o impropriedad del léxico en ellos descrito. La clasificación de estas marcas ha revelado la gran ambigüedad con que los académicos usaron los dos términos en su descripción lexicográfica: aparte de los numerosos casos en que no ponen de manifiesto valoración alguna acerca de la bondad del léxico (3.9.), hemos podido diferenciar nada menos que siete tipos distintos de juicios normativos expresados a través de comentarios que presentan como núcleo estos mismos términos proprio / improprio (3.1. a 3.7.). Esto, unido a que no se empleaba una fórmula fija para emitir los juicios normativos (sino que cada marca se redactaba de forma libre), así como a la irregularidad con que aparecen estos juicios a lo largo de los seis tomos del diccionario, indica que no se había acordado ningún criterio claro ni se habían establecido directrices formales al respecto en el seno del colectivo de lexicógrafos. Los materiales aquí estudiados habrán de ser completados con otros adicionales, así como, sobre todo, con el análisis de tipos distintos de marcas de función igualmente prescriptiva, una línea de investigación que pretendemos continuar de forma sistemática en próximos trabajos, con el fin de aportar nuevos datos acerca de la concepción normativa de los fundadores de la Real Academia Es-

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pañola, cuestión de gran trascendencia para comprender la lexicografía española desde el siglo XVIII hasta hoy.

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VARIACIÓN SOCIODIALECTAL Y CONTACTO DE LENGUAS

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CRITERIOS PARA LA CLASIFICACIÓN DE LOS FENÓMENOS DE CONTACTO. VIEJAS Y NUEVAS PROPUESTAS PARA EL CONTEXTO CATALÁNESPAÑOL JOSÉ LUIS BLAS ARROYO Universitat Jaume I

1. Introducción A pesar del desarrollo reciente de la lingüística de contacto entre nosotros, en la bibliografía especializada sobre el discurso bilingüe español-catalán podemos encontrar ya a estas alturas diversas clasificaciones de los fenómenos de contacto, cuya orientación varía en función de los intereses de los analistas. Junto al estudio más esporádico de la interferencia escrita (Hernández 1997, 1998a), incluidas sus aplicaciones a la enseñanza de lenguas (Casanovas 1998, Grupo Interlaia 1998), es frecuente la división en niveles del análisis lingüístico, distinguiendo, a este respecto, entre rasgos interferenciales fonético-fonológicos (Casanovas 1995), morfosintácticos (Casanovas 1996, Blas Arroyo 1993, 1999, Sinner 2004) o pragmático-discursivos (Vann 1998, Argenté y Payrató 1991). Particular protagonismo han tenido en este sentido los intentos de clasificación de las interferencias en el nivel léxico-semántico, como las que han llevado a distinguir entre: a) préstamos, cuando la lengua receptora —en nuestro caso, el español— acoge en su seno tanto el contenido como el significante de una palabra o locución de la lengua prestataria, el catalán: caldre [‘ser necesario’], particularmente bajo la forma negativa: no cal que..., chafardear [‘curiosear, chismorrear’], chopar(se) [‘empapar(se)’], etc. b) transferencias semánticas: palabras o expresiones existentes en castellano, pero con significados añadidos procedentes del catalán: parada [‘puesto en el mercado’], plegar [‘acabar el trabajo’], paleta [‘albañil’], gastar [‘emplear’]...; c) cambios de restricciones en la frecuencia o el entorno de uso: el caso de las acepciones —más habituales en estas regiones que en otras— de palabras como

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toñina, con la que se designa en estas áreas peninsulares al ‘atún fresco’; o defensar, cuyo significado sinónimo ‘defender’, es frecuente en algunas regiones del ámbito lingüístico catalán por la influencia del correspondiente étimo catalán, mientras que se considera arcaísmo en otras variedades del español; y d) calcos: esto es, la traducción más o menos literal de expresiones catalanas (a mas a más [‘además’], hacer mala cara [‘tener mala cara’], ¿quieres decir? [‘¿estás seguro?’]... (cf. Cerdá 1984, Montoya 1992, Wesch 1992, Casanovas 2000, Sinner 2004). Pese al éxito de este tipo de taxonomías, no han faltado voces que han venido a subrayar los inconvenientes derivados de un análisis ceñido estrictamente a los niveles del análisis lingüístico. Entre los más importantes se encuentra la posibilidad de que interferencias originadas inicialmente en un nivel tengan repercusiones importantes en otros. Así, algunos fenómenos de transferencia léxica pueden tener consecuencias en la sintaxis, como la subcategorización sintácticosemántica de ciertos verbos, cuyas desviaciones con respecto a la norma se han advertido tanto en algunas variedades del español en contacto con el inglés en ciertas regiones de Estados Unidos (Wald 1987), como en aquellas que conviven con el catalán. Español (1996), por ejemplo, ha advertido un cambio de este tipo en el uso del verbo mirar, que por influencia del catalán pasa a tener en estas comunidades de habla el significado de ‘intentar’ y se construye con un complemento de régimen preposicional (“miraré de hablar con el director”). Por otro lado, frente al análisis aislado y atomizador de los fenómenos de contacto, el propio Weinreich (1953) proponía ya hace medio siglo un modelo taxonómico más abarcador, en el que se describen los procesos interferenciales a partir de los mecanismos a que da lugar la influencia interlingüística en el interior del propio sistema. A los cuatro procesos inicialmente descritos por este lingüista (sobreestimación, subestimación, reinterpretación y sustitución), Payrató (1985) añadía algunas décadas más tarde otros dos procesos adicionales (la importación y la pérdida). A partir de este modelo, nosotros mismos hemos llevado a cabo recientemente una descripción de los principales fenómenos de contacto que caracterizan el español en las comunidades de habla catalanas, algunos de cuyos ejemplos figuran en estas mismas páginas más adelante (Blas Arroyo 2004). Ahora bien, pese al mayor interés de esta propuesta, no pueden ocultarse tampoco algunos problemas de cierta envergadura. Por un lado, cabe mencionar la posibilidad de analizar algunos fenómenos de contacto bajo dos —o más— procesos diferentes. Por poner un ejemplo, la confusión entre las preposiciones a y en

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en algunos contextos estativos (“ponte al centro de la habitación”) podría describirse, bien como un caso de reinterpretación de las oposiciones estructurales que enfrentan a estas dos unidades en el español, bien como un proceso más simple de sustitución de una preposición por otra. Por otro lado, algunos fenómenos interferenciales descritos bajo este paradigma interpretativo pueden hallarse en el límite con otros procesos diferentes del contacto lingüístico, como la convergencia entre soluciones estructurales comunes en las dos lenguas, del que nos ocuparemos por extenso más adelante (véase § 4). Este podría ser el caso, por ejemplo, de la amalgama entre las categorías preposicional (bajo) y adverbial (abajo/debajo) en una única forma (bajo) (“los policías están ahí bajo”), fenómeno desviante del que participan tanto el español como el catalán, como veremos. Dadas estas dificultades, y aun sin renunciar a los modelos interpretativos mencionados, en lo que sigue proponemos una clasificación de los fenómenos de contacto de acuerdo con su mayor o menor alejamiento de la gramática —y la norma— del español. Con todo, los términos que se proponen en los párrafos siguientes tienen sólo un propósito expositivo, y en absoluto pretenden sumarse a la ya extensa nómina conceptual que puebla la lingüística de contacto.

2. Fenómenos de interferencia tipo A En un extremo de dicho continuum nos encontramos con aquellas unidades o rasgos cuya procedencia directa del catalán parece más indiscutible, y por tanto, se hallan más alejados de las posibilidades gramaticales y normativas del español. En consecuencia, se trata de los rasgos interferenciales más idiosincrásicos y reconocibles por parte de individuos ajenos a la comunidad de habla, de ahí que aparezcan casi exclusivamente en boca de valencianohablantes habituales, que tienen el español como segunda lengua. Por el contrario, es mucho más difícil hallarlos en hablantes de diferente adscripción etnolingüística. Los ejemplos de este tipo se distribuyen por todos los niveles del análisis y atienden a varios de los procesos interferenciales mencionados más arriba. Así en el nivel fónico sobresalen algunos fenómenos de subestimación, como el seseo, atestiguado ya en documentos repartidos por todo el territorio valenciano desde fecha tan temprana como el siglo XVI, y que desde entonces ha caracterizado el habla de los sociolectos más bajos, preferentemente en zonas rurales de claro predominio valencianohablante. Con una distribución sociolectal más equilibra-

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da podríamos incluir también aquí, algunos casos de sobreestimación, como los que afectan a la abertura y cierre de las vocales medias (/e/ y /o/) o al grado de sonoridad de algunas sibilantes ([s] vs. [z]), de acuerdo con los hábitos articulatorios de la lengua catalana, donde tales diferencias poseen valor fonológico. O la sustitución de variantes de algunos fonemas en posición final, como ocurre con el ensordecimiento de la consonante dental sonora (paredàparet), o la velarización de la lateral (“lo hemos hecho muy mal”, pronunciado con una velarización acusada), fenómenos, estos últimos, probablemente más extremos en regiones como Cataluña que en la Comunidad Valenciana. Por su parte, los enunciados (1) y (2) se construyen a partir del calco de idénticas estructuras gramaticales procedentes del catalán. En el primero de los ejemplos observamos la inserción o importación de una partícula preposicional (de) con valor partitivo, rasgo gramatical característico de la lengua catalana, pero ajeno a la sintaxis del español. Lo mismo cabe decir en el segundo de la combinación de artículo más adjetivo indefinido, dos clases de palabras cuyas reglas combinatorias difieren en ambas lenguas. Por otro lado, los casos de (3) y (4) dan cuenta de la mencionada reestructuración que presentan algunas preposiciones, como ocurre con el empleo de en por a, o esa última preposición en lugar de con en determinados contextos circunstanciales (instrumental, modal, etc.). Por último, (5) ejemplifica la sustitución del subjuntivo, que prescribe el español estándar en subordinadas sustantivas de relativo1, por el futuro sintético, variante característica del catalán, en boca de algunos valencianohablantes dominantes: (1) Me gusta el disco, pero los hay de mejores (esp. gen. “Me gusta el disco pero los hay Ø mejores”) (Blas Arroyo 1993). (2) Una otra causa de la interferencia es la economía lingüística2 (esp. gen. “otra cau sa de la interferencia es la economía lingüística”)3. (3) ... tranquilo, mañana a las ocho y media, a la calle Mayor, al Ocaso, sube que ten drás el teléfono... (Blas Arroyo 1998).

1 . También en subordinadas temporales (“cuando vendrás, iremos al cine”), y modales (“lo harán como querrán”). 2. No por casualidad el ejemplo se ha extraído del examen de una de nuestras alumnas valencianohablantes. 3. Ejemplo extraído de un examen escrito en español por un alumno originario de la provincia de Castellón y cuya lengua dominante era el valenciano, lo que se reflejaba con claridad en un número nada desdeñable de interferencias derivadas del contacto de lenguas. Las manifestaciones de este tipo de errores en la lengua escrita son cada vez más frecuentes, dado que muchos de estos alumnos reciben casi íntegramente su escolarización en la lengua autóctona, lo que impide que algunos alcancen una competencia académica suficiente en español.

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(4) ... y nos hicimos para merendar tortilla en patatas (CSCS-125)4. (5) La que te lo habrá dicho te engaña (Blas Arroyo y Porcar 1998).

Por último, cabría incluir aquí también los ejemplos de catalanismos y valencianismos que caracterizábamos anteriormente como préstamos, porque en ellos se encuentran implicados tanta la secuencia significante como el contenido correspondiente. Se trata de términos y expresiones que se distribuyen preferentemente en campos semánticos relativos a la vida cotidiana, como productos típicos de la tierra, vestidos, términos relacionados con el cuerpo humano, acciones y actitudes, juegos y locuciones, etc. Valga la breve relación siguiente como una muestra representativa: ir a tota virolla (‘a toda velocidad’), gis (‘jaboncillo’), nano (‘chico’), táperas (‘alcaparras’), garreta (‘morcillo de ternera’), fideuá (‘plato típico a base de fideos’), paella, bajoca-bachoqueta (‘judía’), chopar (‘empapar’), socarrar (‘chamuscar’), chafardear (‘curiosear’), desrarifo (‘chifladura’), novensano (‘recién casado’), sucar (‘untar’), etc. (Casanova 1996). Algunos de estos préstamos representan casos de especialización semántica que permiten su distinción con respecto a otras variantes léxicas relacionadas. Así, en Valencia se distingue entre la clóchina (variedad autóctona del molusco conocido generalmente como “mejillón” en el mundo hispánico, y de tamaño más reducido) y el mejillón propiamente dicho, término con el que se designa al resto de los ejemplares de esta especie marina. Del mismo modo, la acción de “arañar” se distribuye en numerosas comarcas valencianas en dos lexemas, en función de cuál sea su agente: arrapar (gatos) / arañar (personas). No faltan tampoco préstamos con repercusiones en otros niveles del análisis lingüístico, como sucede con el verbo caldre, preferentemente en la modalidad negativa, como vimos más arriba (no cal que vengas), y que en las comunidades de habla del ámbito lingüístico catalán amplía la nómina de impersonales semánticas del español (Casanovas 2000).

3. Fenómenos de interferencia tipo B Con más frecuencia que los anteriores, y a menudo con un grado de difusión social también más elevado, se encuentran aquellos fenómenos que, pese a un origen interferencial más que probable, suponen al mismo tiempo un menor alejamiento de

4. Las siglas CSCS corresponden al Corpus Sociolingüístico de Castellón, compilado por el Laboratorio de Sociolingüística de la Universitat Jaume I bajo nuestra dirección. Entre paréntesis figura el número con que aparece identificado cada informante en el corpus.

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las posibilidades estructurales del español general, ya que explotan puntos del sistema en los que las gramáticas de ambas lenguas se hallan más próximas. Los ejemplos sobre este tipo de influencia lingüística se han multiplicado en los últimos años en diversas situaciones de contacto lingüístico. Numerosos sociolingüistas argumentan en la actualidad que buena parte de la interferencia lingüística que tiene lugar en niveles profundos del análisis, como la sintaxis, no se produce ex novo, sino a partir de procesos de extensión, sobregeneralización o reinterpretación de unidades o estructuras ya existentes en la lengua. Así lo demuestran algunos casos estudiados en la sociolingüística hispánica, como, por ejemplo, aquellos que afectan a diferentes lenguas en contacto con el español. Este es el caso de ciertas parcelas de la morfosintaxis quechua, reestructuradas a partir de esquemas gramaticales del español (Muysken 1998), o incluso del inglés en algunas regiones del sudoeste de EE.UU. En relación con esta última lengua, por ejemplo, Wald (1987) ha advertido un ejemplo de este tipo en la significativa disminución, entre hablantes de origen hispano, de los verbos canónicos para la introducción del estilo indirecto y otras manifestaciones del discurso diferido (say, ask), a favor de tell that. Dicha estructura se vería favorecida por la simplicidad del equivalente español (decir que), sin que ello suponga violar las normas sintácticas de la lengua inglesa. Por otro lado, es significativo que dicho rasgo vernáculo de contacto aparezca en el habla de amplios sectores de la población de origen hispano, incluidos aquellos que no hablan español, por lo que ha pasado a constituir uno de los rasgos característicos de la comunidad de habla. Con todo, más conocidos son quizá entre nosotros algunos ejemplos de la dirección contraria, como los estudiados por Silva Corvalán (1994) a partir del español hablado por miembros de la comunidad hispana de origen mejicano en la ciudad de Los Ángeles. Entre ellos figura, por ejemplo, la frecuente supresión del complementante que en algunos esquemas sintácticos subordinados (“dijo Ø no lo quería ver”), un caso de simplificación que se suma en dicha comunidad de habla a otros ejemplos de generalización de esquemas pragma-gramaticales a contextos más amplios que los recogidos por el español estándar5.

5. Compárese, a este respecto, el empleo en estas variedades del posesivo en casos de posesión inalienable: “me quebró mi jaw (‘mandíbula’)”; frente a la distinción que se establece en el español general entre: “me rompió la mandíbula; pero “(me) rompió mi cuaderno” (Silva Corvalán 1994).

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Como no podía ser de otra manera, el contacto con el catalán ofrece procesos interferenciales del mismo tipo. Así, mientras que el de partitivo que veíamos anteriormente en (1) puede ser considerado como un elemento marcadamente ajeno a la sintaxis española, la inserción de que átono al comienzo de algunas oraciones interrogativas no lo es en la misma medida, dado que variantes similares pueden observarse en otros esquemas sintácticos del español general. Este es el caso, por ejemplo, de algunas oraciones escindidas en las que al elemento de refuerzo —esta vez, tónico— le sigue una pausa. Compárese a este respecto la influencia del catalán en: (6) ¿Que has salido este fin de semana?

acompañado, en ocasiones, de un marcado tonema descendente al final del periodo, y (7) ¿Qué? ¿has salido este fin de semana?

construcción que encontramos en numerosas variedades del español. Como elemento átono, que aparece también en cláusulas que podemos situar a caballo entre las modalidades interrogativa y exclamativa, como muestra el ejemplo de (8), donde el hablante manifiesta su sorpresa o disgusto ante el interlocutor mediante un esquema sintáctico al que se pueden añadir, opcionalmente, ciertos refuerzos expresivos, como: a) el verbo ser al comienzo del enunciado (“es que...”); y/o b) una construcción disyuntiva (“o qué?”) al final del mismo. Como elemento modalizador, que aparece también en oraciones como (9), titular de un artículo de opinión aparecido en un periódico español de tirada nacional, y en el que la frase se tiñe de un claro valor replicativo (“[dicen que] no hay terrorismo?”). En el español hablado en la Comunidad Valenciana no escasean tampoco los usos de que al comienzo de periodos interrogativos con un fuerte valor expresivo. Así sucede, por ejemplo, en (10), frase con la que un representante estudiantil de la Universidad Jaume I recogía sus críticas al Rector en un diario local, por el tratamiento, a su juicio discriminatorio, con el que la máxima autoridad universitaria castellonense había tratado a algunas asociaciones de estudiantes ideológicamente poco afines: (8) ¿(Es) que no lo has visto (o qué)? (9) ¿Que no hay terrorismo? (El Mundo, 5-5-2006). (10) ¿Que no recuerda lo que usted, con la ayuda de sus amiguitos de Campus Jove organizan todos los años dentro de la Universidad...? (Castellón al día, 8-05-2006).

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Pese a ello, la influencia más clara ejercida por el catalán se traduce en la extensión de dichos esquemas sintácticos encabezados por que a contextos pragmáticos más neutros, para los que en el español general no suele utilizarse ningún elemento introductor. De este modo, en las comunidades de habla valencianas —y en general, en todas las del ámbito lingüístico catalán— la variante interferencial alterna con la variante estándar, sin elemento expletivo alguno. Es por ello significativo que la variante vernácula pueda dar lugar a malentendidos en la conversación con miembros ajenos a la comunidad de habla6. Por lo general, la mayor extensión de estos empleos vernáculos tiene lugar en las interrogativas directas totales, como las de (11) y (12), pero es posible advertirlas también en interrogativas indirectas, como en (13): (11) ¿Que antes ibas al bar? (CSCS-209). (12) ... perooo ¿que te ha llama(d)o la tía Juanita? (CSCS-212). (13) ¿Que de dónde eres? (CSCS-249).

Por lo que se refiere al léxico, los hechos interferenciales que podemos situar en este nivel suponen la presencia en estas comunidades de habla de palabras o expresiones que presentan significados adicionales a los que se recogen en el español general. Es el caso de algunos ejemplos de especialización semántica, como los que ofrecen los siguientes términos, en los que se recogen acepciones presentes en los correspondientes cognados catalanes: agradar (‘gustar’: “me agrada mucho el vino”), gastar (‘usar, emplear’: “esa leche no la gasto”), guapo (‘bonito’: “es una finca muy guapa”), faena (‘tarea en general’: “tengo mucha faena”), paleta (‘albañil’), plegar (‘terminar el trabajo’), natural (‘del tiempo’: “-¿Natural o fría? -Natural”), parada-para(d)eta (‘puesto en el mercado’), puesto (‘lugar’: “lo vemos en todos los puestos”), tirar (‘echar a alguien de algún sitio’: “lo han tirado del trabajo”), gana (‘apetito’: “¿no tienes gana?”), etc.

6. En el español hablado en Cataluña se han señalado otros ejemplos como origen de potenciales malentendidos que pueden surgir en la conversación con forasteros, por el desconocimiento de los valores interferenciales que tiñen ciertos esquemas sintácticos. Así ocurre, por ejemplo, con la expresión por eso, en “Hoy no vendré, por eso”, cuyo significado en el español hablado en boca de catalanohablante obedece a un calco de idéntica estructura catalana, y difiere considerablemente del que esperaría un hablante de otra variedad dialectal (Español 1996). Más sutiles son todavía —y por lo tanto, más susceptibles de crear malentendidos— otros calcos como “¿Qué haces aquí todavía?” (el equivalente en el esp. gen. ‘¿todavía tú por aquí?’) o la expresión “tú mismo” (A: ¿Lo hago ahora?; B: “Tú mismo”), cuyos equivalentes catalanes no entrañan el mismo potencial descortés que en español (Vila 1996).

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Asimismo, podemos incluir aquí los calcos de expresiones con el verbo hacer, cuyas considerables posibilidades sintagmáticas y significativas en español se ven ampliadas en estas regiones por la traducción de otras características del catalán, donde el verbo correspondiente (fer) ofrece aún más combinaciones posibles. Las siguientes son sólo una muestra: hacer mala cara (‘tener mal aspecto’), qué olor hace este wáter (‘qué mal huele...’), hacer tarde (‘llegar tarde’), ¿qué hacen en televisión? (‘que ponen/echan... en televisión’), hacer mal (‘doler’), hacer un paseo (‘pasear’), hacer(se) un café (‘tomarse un café’), hacer cara de... (‘poner cara de...’), etc. Algunos lingüistas son reacios a tratar hechos lingüísticos como los considerados en los párrafos anteriores como fenómenos interferenciales, debido a la considerable extensión que alcanzan en la comunidad, incluidos sus miembros castellanohablantes. A propósito de las formas de saludo y despedida en la sociedad catalana —y en otras bilingües—, señala Hernández (1998a: 43) que sería difícil atribuirlas a fenómenos de contacto, como el préstamo, la interferencia o el cambio de código, ya que se hallan muy difundidas y son ampliamente conocidas por grandes segmentos de la sociedad. Por otro lado, esta misma autora destaca el hecho de que algunos rasgos que inicialmente podrían considerarse como interferenciales pueden hallarse también en otras variedades del español. Otro argumento esgrimido por quienes ponen reparos a la caracterización interferencial de estas variantes vernáculas estriba en la falta de datos acerca de su antigüedad. Así, y a propósito de los que prefiere llamar “elementos, fenómenos o particularidades del castellano de Cataluña”, y por tanto, integrados en la norma (o normas) regional, el hispanista alemán Carsten Sinner (2004: 85) escribe: parece indicado no hablar de interferencia o de fenómenos interferenciales para referirnos a los fenómenos tratados en el presente trabajo, puesto que en algunos casos, si bien podemos suponer que se trata de elementos atribuibles a la influencia catalana, no podemos determinar en qué momento de la historia del contacto empezó a darse el fenómeno en cuestión como interferencia individual o en qué momento se perpetuó en la lengua de las generaciones que siguieron.

A nuestro juicio, sin embargo, esta manera de ver las cosas presenta algunos inconvenientes de importancia. En primer lugar, el hecho de que sea, precisamente, en las comunidades del ámbito lingüístico catalán donde tales fenómenos tienen un empleo exclusivo o claramente preferente, tiene que guardar alguna relación causal con el contacto secular con la lengua autóctona. El que fenómenos similares puedan documentarse en otras hablas no impide la primacía del influjo interferencial como la causa primera de su difusión en las comunidades bilingües.

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Por un lado, hay que tener presente que la proximidad estructural entre el español y el catalán puede favorecer la aparición en ambas lenguas de variantes paralelas (sobre esta cuestión, véase más adelante § 4). Pero por otro lado, también, estas variantes vernáculas presentan en no pocas ocasiones caracteres distribucionales que no encontramos fuera de ellas, y que avalan su carácter interferencial. Así lo veíamos anteriormente a propósito de la inserción de que al comienzo de numerosas interrogativas. A diferencia de otras variedades del español, que surge también en contextos neutros, no modalizados, y por lo tanto equivalentes funcionalmente a las variantes en que no interviene dicho elemento. Otras veces estas diferencias contextuales pueden afectar al continuum estilístico, de manera que un mismo elemento puede aparecer en diferentes dialectos con frecuencias también diferentes relacionadas con el eje de formalidad. Así, la propia Hernández (1998b: 565), a quien mencionábamos más arriba, reconoce que una estructura como la de (14), pese a haber sido documentada en algunas variedades “populares” del español, “es muy frecuente [...] sin esas connotaciones” (la cursiva es nuestra) en el castellano hablado en Cataluña: (14) ... reservamos el billete desde Barcelona, porque como que es directo (esp. gen. porque es directo).

Y last but no least, la distribución sociolectal de estos fenómenos suele diferir entre unas regiones y otras, siendo mucho más amplia en la mayoría de los segmentos sociales de las áreas bilingües que en los correspondientes a las variedades monolingües. Por lo que al argumento diacrónico se refiere, hay que destacar inicialmente que, incluso quienes ponen reparos a la caracterización interferencial de estos fenómenos, reconocen que algunas de estas variantes: se utilizan ya desde hace decenios y en algunos casos desde hace siglos en el castellano de los Països Catalans. Algunas de las supuestas interferencias se pueden documentar en textos de los siglos XVIII o XIX, por ejemplo, o se encuentran documentadas y a veces ya marcadas como catalanismos en tratados gramaticales, manuales de estilo y vocabularios bilingües del siglo XIX (Sinner 2004: 85)7.

Por otro lado, conviene no confundir entre la más que probable transmisión intergeneracional de dichos rasgos, integrados en la norma regional —incluso entre

7. Véanse al respecto los trabajos de Jorbá (1979) y Solà (1980).

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amplios sectores de la población castellanohablante—8 y su origen lingüístico. El hecho de que una buena parte de la población valenciana, con independencia de su adscripción lingüística —castellana o catalanohablante— utilice el verbo hacer (hacer tarde, hacer mala cara, hacer(se) un café...) para expresar sentidos que en otros dialectos del español se manifiestan mediante verbos o locuciones diferentes, no contradice en modo alguno su origen como un calco del catalán. Podemos hablar a continuación de la integración por transmisión intergeneracional, o por adaptación al entorno de tales usos, como hace Sinner (2004: 82) —y sólo estudios diacrónicos inexistentes hasta la fecha podrán datar su antigüedad en el español de la Comunidad Valenciana— pero a la postre, el contacto con el catalán no deja de ser, por ello, su causa principal.

4. Manifestaciones de la convergencia lingüística9 Frente a los dos anteriores, un tercer grupo de fenómenos sería el representado por aquellas variantes vernáculas que también aparecen en el español de otras regiones de habla hispana, pero cuya frecuencia de uso es significativamente mayor (o menor) en las comunidades de habla bilingües, por convergencia con otras similares en la lengua propia de la comunidad. Este resultado del contacto lingüístico se acentúa en los casos de bilingüismo a largo plazo, como el que caracteriza, precisamente, a las regiones peninsulares del ámbito lingüístico catalán, a diferencia de los préstamos, que, como es sabido, pueden ocurrir a distancia y tras periodos de contacto considerablemente más cortos. Desde la lingüística estructuralista, autores como Coseriu (1977) habían hablado ya de interferencia negativa para referirse a esta clase de desenlaces, que

8. Con excepción, lógicamente, de los inmigrantes con poco tiempo de residencia en la comunidad de destino. 9. El presente capítulo está inspirado en nuestro artículo “Reflexiones en torno al concepto de convergencia lingüística y sus aplicaciones a las variedades de contacto español-catalán”, Quo-Vadis, Romania?-Zeitschrift für eine aktuelle Romanistik 28: 75-92, donde pasamos revista a las diversas caracterizaciones que es posible encontrar en la lingüística en torno al polivalente (y por ello, ambiguo) concepto de convergencia. Para nuestros actuales intereses, tan solo se revisan aquellos aspectos relacionados con las confluencias de soluciones comunes entre dos lenguas, y a no otras interpretaciones posibles, más cercanas a lo que aquí denominamos interferencia, o desenlaces del discurso bilingüe como la acomodación lingüística entre hablantes de diferente origen etnolingüístico.

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tienen lugar en la actuación de aquellos bilingües que prefieren o evitan ciertos elementos al hablar una lengua, por la influencia que ejerce la(s) otra(s) de las lenguas de su repertorio verbal. Más tarde, sociolingüistas como Mougeon y Beniak (1991) se han referido a estas soluciones del contacto como fenómenos de interferencia encubierta (covert interference), característicos de los procesos de minorización lingüística, cuando las lenguas sometidas a importantes restricciones funcionales “undergoes gradual decline and eventual loss because it lacks an interlingual counterpart in the majority language”. En suma, en estos casos no existen innovaciones propiamente dichas, sino cambios en la actuación lingüística que afectan sólo a la frecuencia con que se presentan en el habla. Con todo, esta concepción de la convergencia no es privativa de las lenguas sometidas a procesos de minorización o sustitución lingüística, como lo demuestra el mismo ejemplo que proporciona el español hablado en las comunidades del ámbito lingüístico catalán. Tanto la duración y la intensidad del contacto, como la proximidad estructural entre ambas lenguas favorecen este tipo de desenlaces en las variedades del castellano hablada en las regiones levantinas. Y esta vez no sólo entre hablantes con claro dominio del catalán, como es característico en los casos más genuinos de interferencia lingüística, sino también entre no pocos castellanohablantes monolingües. De este modo, se ha dicho que muchos hablantes catalanes, con independencia de cuál sea su lengua materna o dominante, subestiman ciertas oposiciones léxicas características del castellano, utilizando sistemáticamente aquel término más próximo al cognado catalán, y relegando las opciones alternativas a usos más esporádicos, cuando no, inexistentes. Así las cosas, y por citar sólo algunos ejemplos representativos, estos hablantes prefieren cojín a almohada (cat. coixí); tozudo (cat. tossut) a terco, obstinado, testarudo, cabezón; morro (cat. morro) a hocico, etc. (Payrató 1985, Vila 1996). Desde el punto de vista del prestigio sociolingüístico, este proceso de convergencia afecta al español de diversas maneras. En ocasiones, las variantes vernáculas coinciden con tendencias de evolución similares en otras zonas monolingües, si bien en estas últimas los fenómenos paralelos aparecen más claramente marcados desde una perspectiva sociolectal, caracterizándose a menudo como propios del habla popular, cuando no vulgar. Este podría ser el caso de algunas variantes gramaticales, algunas ya mencionadas previamente, como:

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a) la anteposición del artículo ante el nombre propio (la María, el Jordi); b) la inserción del adverbio no en oraciones comparativas, posibilidad contemplada también por la gramática del español, aunque en menor medida que en catalán (“es mejor irse que no esperar el autobús”); o c) la adición de —s en las terminaciones del imperativo del verbo ir (ves y cógelo) [cat. vés]. Todas estas variantes aparecen también en otras variedades peninsulares, pero tanto su difusión en el habla como su grado de aceptación entre los hablantes parecen significativamente más elevadas en las regiones del ámbito lingüístico catalán (para una confirmación empírica a partir de pruebas de aceptabilidad, véase Sinner 2004). Otras veces la caracterización de las variantes vernáculas es más neutra y por tanto, menos marcada desde el punto de vista sociolingüístico, ofreciendo un perfil típicamente dialectal, esto es, como rasgos cuya frecuencia elevada caracteriza una determinada variedad geográfica del español. Así ocurre en nuestras comunidades de habla con algunas construcciones perifrásticas modales, como haber + de + infinitivo con el valor de obligatoriedad (“para triunfar habéis de estudiar mucho”), cuyo empleo como alternativa a otras variantes modales de obligación (tener que, deber + infinitivo) se ve favorecido en estas hablas por la presencia en catalán de una perífrasis paralela10. Esta frecuencia anormalmente alta de la perífrasis haber de + infinitivo puede observarse incluso en el registro escrito, entre no pocos escritores catalanes que escriben en castellano. A este respecto, el catalanista alemán Andreas Wesch (1997: 306) recuerda el comentario de una amiga uruguaya a quien le llamó poderosamente la atención el uso abundante de haber de en las novelas del escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán. Por nuestra parte, hemos observado también esta significativa presencia en versiones españolas de textos literarios a cargo de traductores catalanes. Ahora bien, junto a los anteriores, el contacto con el catalán puede favorecer también variantes más antiguas, y generalmente también más prestigiosas, que se hallan sometidas en otras variedades del español a intensos procesos de erosión y desplazamiento a favor de variantes alternativas. Ello podría explicar, por ejemplo, la particular retención de las pronunciaciones lleístas en el castellano habla-

10. De hecho, la presencia en catalán de otras perífrasis con este mismo valor modal, como tenir que, obedece a un castellanismo sintáctico (Badia i Margarit 1985).

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do en estas regiones (Echenique y Sánchez 2005: 300), hasta el punto de convertirlas prácticamente en uno de los pocos reductos en los que todavía se practica en la Península la vieja distinción fonológica del castellano entre las consonantes lateral (ll) [pollo] y no lateral (y) [poyo]. Por nuestra parte, estudios variacionistas emprendidos recientemente a partir del Corpus Sociolingüístico de Castellón en torno a dos variables lingüísticas —una fonológica, la /d/ en las palabras terminadas en —ado; la otra gramatical: la expresión del futuro verbal— nos han permitido confirmar empíricamente algunos hechos en los que la convergencia con el catalán parece determinante para justificar la conservación de variantes cuya difusión en otras regiones del mundo hispánico es mucho menor en el presente estadio de lengua (Blas Arroyo 2007a)11.

4.1. “regular lo irregular”: otros desenlaces (no normativos) de las gramáticas convergentes Un caso más avanzado de convergencia lingüística es el que tiene lugar cuando las lenguas experimentan procesos de desarrollo paralelos al cabo de siglos de contacto intenso. A diferencia de los casos anteriores, donde encontramos siempre una lengua cuyas estructuras lingüísticas actúan como modelo hacia el que convergen las demás, la bibliografía revela también la existencia de situaciones de contacto en las que todas las lenguas acaban influyéndose recíprocamente, hasta alcanzar un estadio de desarrollo común en determinadas áreas de la gramática. Sin duda, uno de los casos más conocidos y estudiados es el que representan algunas áreas lingüísticas del mundo, en las que aparecen implicadas comunidades de habla diferentes, como sucede con los Balcanes (Joseph 2000) o con algunas regiones del sudeste asiático (Masica 1976). Pero también encontramos ejemplos de este tipo de confluencia lingüística en el seno de una misma comunidad, como demostraron Gumperz y Wilson (1971) en su clásico estudio acerca de la población india de Kuwpar, donde tres lenguas tipológicamente muy diferentes (urdu, marathi y kannada) habían alcanzado al cabo de los siglos un notable grado de convergencia estructural en amplias áreas de sus respectivas gramáticas.

11. Tanto la variante plena de la dental (cantado) como la expresión del futuro verbal mediante las formas flexivas (cantaré) son favorecidas significativamente más por los grupos etnolingüísticos más autóctonos de las comunidades de habla castellonenses.

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Algunos resultados del español en contacto con lenguas amerindias, estructuralmente muy diferentes entre sí, presentan considerable similitud con el cuadro que acabamos de describir. Así, Escobar (1995) ha dado cuenta de algunas variantes del español andino en contacto con el quechua, cuyos usos no tienen parangón con otras variedades históricas, diatópicas o diastráticas del castellano, pero que al mismo tiempo no son una réplica exacta del quechua, sino la consecuencia de una intensa interacción, completada al cabo de siglos de convivencia, entre los dos sistemas lingüísticos. Sin embargo, y hasta donde llega nuestro conocimiento, no se ha intentado una caracterización similar de los procesos de convergencia lingüística entre lenguas mucho más similares entre sí, como las que nos ocupan en el presente trabajo. Y es que, tras siglos de contacto intenso entre el español y el catalán en los territorios del Levante español, un observador atento puede advertir la existencia de no pocos desarrollos paralelos en ambas lenguas, cuyos caracteres escapan, sin embargo, a las descripciones gramaticales al uso. La escasez, cuando no la mera inexistencia de investigaciones diacrónicas acerca de las consecuencias lingüísticas del contacto entre español y catalán, hacen difícil decidir si en dicha evolución convergente ha sido una lengua la que ha actuado inicialmente como modelo. Y es que, como señala Casanova (1996: 293), para describir la evolución del catalán en zonas como Valencia es necesario datar y explicar al mismo tiempo muchos fenómenos particulares, tanto del dialecto valenciano como del castellano hablado en esta región desde el inicio del proceso de castellanización, allá por el siglo XVI. Por otro lado, la insuficiencia de estudios acerca de las variedades coloquiales de ambas lenguas en nuestras comunidades de habla dificulta también notablemente la tarea, ya que en algunos casos resulta imposible remitirse a las correspondientes variedades estándares, cuyas variantes no se cumplen en ninguna de las dos lenguas. A este respecto, Lagarde (1996) ha llamado la atención acerca de la importancia de conocer bien la variedad popular del francés hablada en el Rosellón para identificar los fenómenos interferenciales existentes en el español hablado por los inmigrantes llegados desde el otro lado de los Pirineos. Desgraciadamente, y con la excepción de algunos intentos recientes para las dos lenguas (cf. Payrató 1988, Briz 1998) —la mayoría más dirigidos al análisis de los mecanismos de la conversación coloquial que al estudio del contacto de lenguas—, es poco lo que sabemos acerca de estos desarrollos paralelos. Pese a la ausencia de dichos estudios, que arrojarían considerable luz acerca de estos puntos estructurales de la gramática convergente, no parece descabellado

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aventurar que el contacto de lenguas, y más aún entre lenguas hermanas como el español y el catalán, haya actuado a lo largo de los siglos como un mecanismo que permite a las lenguas “deshacerse” en paralelo de irregularidades paradigmáticas mediante la aplicación —en ambas, y esto es lo más relevante— de idénticos procesos de simplificación o generalización. En este sentido, la acción del contacto actuaría de una forma similar a los procesos de nivelación lingüística que caracterizan la presencia en un territorio de variedades diferentes de una misma lengua, como consecuencia de situaciones excepcionales, como la inmigración o la colonización de nuevos territorios (Kerswill 2002). A nuestro modo de ver, en algunas regiones del ámbito lingüístico catalán tales procesos de convergencia en el habla ordinaria pueden advertirse en diversos fenómenos que suponen alguno de los siguientes procesos morfosintácticos: a) la regularización de reglas gramaticales excepcionales; b) la simplificación de estructuras sintácticas, y c) la amalgama de categorías gramaticales. A continuación mostramos algunos ejemplos correspondientes a cada una de estas posibilidades. En relación con la primera de ellas, en trabajos previos hemos defendido una caracterización similar para un rasgo muy frecuente en las comunidades de habla catalanas, como es el que lleva a practicar la concordancia —cuasi— sistemática entre el verbo haber y el sintagma nominal adjunto en las oraciones que la gramática del español clasifica como impersonales gramaticalizadas, y en las que la norma preceptiva impone el empleo de dicho verbo en singular (Blas Arroyo 1993, 1996). Los siguientes son ejemplos adicionales hallados más recientemente en el Corpus Sociolingüístico de Castellón: (15) No habían bastante plazas y entonces no se pudo ir... (CSCS-332). (16) ... habrán personas que por lo que sea se tienen que ir fuera y les interesa más todo un mes (CSCS-332). (17) Podrían haber más, pero no hay (CSCS-125). (18) Han habido muchos este verano [accidentes con los toros] (CSCS-42).

La variante concordada, que aparece tanto en las formas simples —(15) y (16)— como en las perifrásticas —(17) y (18)—, supone regularizar una regla sintáctica excepcional, como la que lleva en la gramática normativa española —pero también en la catalana (hi havia festes)— a prescribir la no concordancia entre el

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verbo y un sustantivo adjunto, aunque el hablante interpreta intuitivamente como sujeto y no como complemento directo la función sintáctica de este último. A nuestro juicio, la inclusión de este rasgo entre los fenómenos de convergencia lingüística en estas regiones se justifica por diversas razones. En primer lugar, hay que tener presente la amplia difusión que el mismo fenómeno sintáctico muestra en catalán, lengua en la que, pese a no poseer tampoco el aval normativo de las gramáticas, existen algunos puntos estructurales que favorecen todavía más la concordancia, como ocurre con la tercera persona del presente de indicativo. Obsérvese la diferencia entre la imposibilidad material de decir en español: (19) *Hayn fiestas,

y las posibilidades que, en sentido contrario, ofrece el catalán: (20) Hi han festes.

Por otro lado, y aunque es sabido que la concordancia es frecuente también en otras comunidades hispánicas —eso sí, suficientemente alejadas geográficamente como para no pensar en una relación causal, como sucede con Canarias o Hispanoamérica— nada impide que nos encontremos ante un ejemplo de causación múltiple, donde a las tendencias internas manifestadas por el español en otras variedades, se añade aquí el considerable potencial catalizador ejercido por la convergencia lingüística. Una prueba de ello es que, a diferencia de otras comunidades peninsulares donde también es posible observar el fenómeno, en las comunidades de habla catalanas su difusión es mucho más extensa y homogénea desde el punto de vista sociolectal (Blas Arroyo 1993, 1996). En otras ocasiones, la convergencia entre el español y el catalán provoca la simplificación de ciertos esquemas sintácticos, a consecuencia de la cual se obtienen variantes sintagmáticas más sencillas —y económicas— que en las correspondientes variedades estándares. Así ocurre, por ejemplo, en los enunciados (21) al (23), que representan estructuras muy comunes en el español de la Comunidad Valenciana: (21) Tengo el carné de conducir siete años (esp. gen. “Tengo el carné desde hace siete años”) (Blas Arroyo 1993). (22) Sí que me gustaría pero en una semana creo, creo que bien, porque estoy muchos años ya sin coger nada y creo que, que una semana [de vacaciones] me vendrá muy bien (CSCS-238) (esp. gen. “llevo ya muchos años sin coger nada...”).

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José Luis Blas Arroyo (23) La abuela está ya seis meses en nuestra casa (CSCS-121) (esp. gen. “la abuela está ya desde hace seis meses en nuestra casa”).

Por último, la sustitución frecuente de las formas adverbiales abajo/debajo del español estándar por la preposición bajo —véanse (24) y (25)— (Blas Arroyo 1999), representa un nuevo ejemplo de esta clase de convergencia “agramatical” en numerosas comunidades de habla de la Comunidad Valenciana12. La amalgama de diferentes categorías gramaticales (adverbial y preposicional) bajo una única forma, tiene lugar tanto en español como en catalán (baix), lengua donde el resultado de dicho proceso (baix) se aleja también de las posibilidades normativas otorgadas por la gramática, como muestran los ejemplos (26) y (27). A este respecto, Jordana (1933: 104), uno de los pioneros en el estudio del contacto entre ambas lenguas, señalaba ya en el primer tercio del siglo XX que en catalán la preposición castellana bajo “no pot ésser traduïda com fam alguns per baix, mot que només pot ésser adjetiu o adverbi (edifici baix, se n’ha anat a baix). Així no direm mai BAIX la direcció del mestre Millet, BAIX la influència de la grip, sinó SOTA la direcció del mestre Millet, SOTA la infleuència de la grip” (Jordana 1933: 104): (24) A: ¿Dónde los tienes? B: Están bajo (esp. gen. abajo). (25) Los policías están ahí bajo (esp. gen. abajo). (26) Us informem de la catalogació del material bibliogràfic baix relacionat (cat. est. abaix). (esp. “os informamos de la catalogación del material bibliográfico abajo relacionado”). (27) Com es va rebre per ahí baix? (esp. “¿cómo se ha recibido por ahí abajo?” [el gol]).

5. Conclusiones A pesar de la polisemia con que aparecen adornados algunos de los conceptos sobre el contacto lingüístico considerados en el presente trabajo, no quisiéramos contribuir a la confusión terminológica con la propuesta de nuevos términos o el rebautizo de los actuales. En todo caso, sí nos parece necesario desentrañar la complejidad estructural y sociolingüística que presentan dichos fenómenos para

12. También se documenta en Cataluña, si bien aquí los escasos datos disponibles (véase Sinner 2004) parecen indicar una difusión social menor que en la región de Valencia.

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la descripción del español oral (y aun escrito) en contacto con el catalán. Y es que, aunque no todo rasgo idiosincrásico de estas hablas pueda adjudicarse sin más a la influencia directa —o indirecta— de la lengua autóctona, es indudable que el contacto lingüístico desempeña un papel determinante en la configuración dialectal de estas variedades peninsulares. De este modo, junto a la reivindicación del carácter dialectal de estas variedades de contacto, por la que hemos abogado otras veces (Blas Arroyo en prensa), y su reconocimiento como un área de investigación tan digna como la que representan otros dialectos del español, en el presente artículo hemos defendido la necesidad de distinguir fenómenos de diferente naturaleza. Por un lado, se encuentran los casos más palmarios de interferencia, que implican el calco de rasgos o unidades características de la lengua catalana, alejados pues, a la gramática castellana. Frente a estos, se sitúan otras variantes vernáculas que, pese a una influencia interlingüística también fuera de duda, suponen una ampliación de las posibilidades sintácticas, pero sobre todo, pragmático-discursivas presentes ya en la lengua receptora. Por último, los anteriores deben diferenciarse de otras consecuencias lingüísticas del contacto de lenguas, que caracterizamos como hechos de convergencia lingüística y entre los que es posible discernir, al mismo tiempo, diferencias estructurales y sociolingüísticas relevantes. A este respecto, hemos mostrado, mediante ejemplos representativos del español hablado en diferentes comunidades de habla catalanas y valencianas, casos de convergencia en los que el catalán actúa claramente como modelo, y que llevan a los hablantes a incrementar —comparativamente con otras variedades peninsulares— el empleo de ciertas estructuras o unidades gramaticales por su coincidencia con las catalanas. Desde el punto de vista sociolingüístico, dichos procesos de convergencia pueden favorecer variantes que aparecen marcadas sociolectalmente en otras regiones hispánicas o, en sentido contrario, pueden contribuir poderosamente a la retención de otras más antiguas —y a menudo prestigiosas—, y que fuera de estas áreas bilingües se hallan sometidas a intensos procesos de erosión y cambio lingüístico. Con todo, las posibilidades de la gramática convergente no se detienen ahí, ya que el contacto secular puede favorecer también el desarrollo en las dos lenguas de la comunidad de soluciones estructurales paralelas, alejadas de las normas impuestas por las respectivas gramáticas normativas, pero teleológicamente destinadas a la simplificación de categorías y reglas morfosintácticas irregulares.

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CUANDO LAS LENGUAS NO ERAN UN PROBLEMA. EL CONTACTO LINGÜÍSTICO EN LA CASTILLA MEDIEVAL RAFAEL CANO AGUILAR Universidad de Sevilla

1. Hace más de treinta años, el ilustre romanista Alberto Vàrvaro, para mostrar que el mundo románico también puede presentar situaciones lingüísticas comparables en abigarramiento a las que se suelen atribuir al subcontinente indio, puso precisamente el ejemplo de una pequeña ciudad innominada de la España septentrional del s. XII: “...con su dialecto local, una clase militar o aristocrática dueña del castellano, el latín como lengua del culto cristiano, los comerciantes francos con sus dialectos también sensiblemente diversos entre sí, la judería [sic en el original] con una lengua religiosa también diferente, los moros al menos en parte ligados al árabe coránico y hablado, emigrados mozárabes, emigrados vascos...” (Vàrvaro 1973: 512; traducción mía). Ésta podía ser, a grandes rasgos, la situación de Toledo en las décadas posteriores a su reconquista por Alfonso VI, hasta, más o menos, el siglo XIII bien avanzado1. 2. Que la España medieval fue plurilingüe, en un grado mucho más intenso del que lo es hoy2, no es en absoluto desconocido. Los efectos de ese plurilingüismo han sido estudiados, con mayor o menor exhaustividad, en lo que se refiere a sus efectos sobre determinados aspectos de la evolución lingüística, en concreto

1. Esta situación es la que refleja la Chronica Adefonsi Imperatoris cuando al celebrar la llegada de un victorioso Alfonso VII a Toledo en 1139 narra la triunfal acogida que le tributó la abigarrada población toledana (“omnes principes Christianorum et Sarracenorum et Iudaeorum et tota plebs civitatis”), la cual daba gracias a Dios “unsquisque eorum secundum linguam suam laudantes et glorificantes Deum” (citado en Menéndez Pidal 20072: 412). 2. De hecho, nuestra actual España plurilingüe es el resultado de un largo proceso de simplificación ocurrido desde la época bajomedieval hasta la Modernidad. No obstante, la nueva dialectalización hispánica (en especial, la meridional) y los movimientos migratorios han introducido una variedad bastante distinta a la medieval.

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del castellano. Mucho menos, sin embargo, se sabe de cómo los hombres de la Edad Media contemplaban esa variedad de lenguas, cuáles eran sus sentimientos a propósito de ella, cómo se situaban, humana y colectivamente, en relación con tal variedad, en suma, cuál era su grado de “conciencia lingüística” al respecto. Pero a partir de uno y otro aspectos en los últimos tiempos se está empezando a especular sobre el posible valor identitario de las lenguas en el mundo medieval, extrapolando, ya se verá si justa o erróneamente, lo que viene siendo moneda común y tópico usual (un pueblo o nación viene definido por una, y solo una, lengua) desde al menos el Romanticismo liberal, en especial el de raíz germana3 (cfr. Sánchez Méndez en prensa): ¿era el idioma que hablaban lo que definía a castellanos, aragoneses, catalanes...?, y ¿era eso, el idioma, lo que estas gentes creían que los definía, unos frente a otros? Por otra parte, hay que señalar que el plurilingüismo medieval puede desarrollarse en distintos niveles. Hasta ahora nos hemos estado refiriendo al que se da en el seno de una sociedad donde coexisten grupos humanos de lenguas maternas distintas, y que las usan en todas o solo algunas de sus actuaciones vitales. Pero también la Edad Media conoció un plurilingüismo que podríamos llamar “cortesano”, el que, por ejemplo, muestra la corte de Alfonso X, donde convivían poetas que usaban el provenzal y el galaico-portugués, astrólogos y astrónomos que traducían del árabe, pedagogos que ponían en castellano tratados hebreos o arábigos, aparte, claro, de la omnipresencia del latín, no solo en el ámbito religioso sino también muy especialmente fuera de él. Es al que se refiere V. Beltrán como la “corte de Babel” (Beltrán 2005), referida sobre todo al abigarrado conjunto de poetas que vivieron a costa del Rey Sabio, pero que podría fácilmente extenderse a su también variadísimo conjunto de sabios que formaron su corte intelectual o que trabajaron en sus aledaños (castellanos, judíos, italianos, franceses, alemanes...). Este último plurilingüismo podría pensarse que era más bien superficial o meramente superestructural (no constituía grupos lingüísticos en el interior de la sociedad), pero sus efectos sobre la historia del castellano, es bien sabido, fueron de una extraordinaria relevancia. 2.1. Ya en la misma constitución del castellano como dialecto diferenciado, en los oscuros siglos de la Alta Edad Media, se ha postulado desde hace mucho una actuación aloglótica, la de la lengua vasca. Menéndez Pidal (19768: 225, 473)

3. Para un pequeño resumen de las complejísimas relaciones, históricas y conceptuales, entre lengua y nación, Cano 2006: 155-160 (y las referencias bibliográficas ahí incluidas).

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señaló esa presencia como decisiva, sobre todo en relación con la evolución de F- latina. No obstante, como observó D. Catalán (1974: 153), en la exhaustiva explicación de Pidal a propósito de la historia de F- quedan algunos detalles sin aclarar: ¿se trata de la acción de un sustrato prerromano (vasco-ibérico, como todavía defendía el maestro de la filología española)? ¿o de la convivencia adstrática de vasco y romance a partir de los movimientos de repoblación de los primitivos siglos castellanos?: situaciones históricas claramente diferentes, pero usadas con cierta indiferencia en el argumentario de Orígenes. La actuación del vasco se siguió defendiendo después, en el marco teórico del estructuralismo diacrónico, para la génesis de determinados procesos históricos del castellano, fonológicos (Jungemann en 1955, Martinet también en 1955, para la igualación de b y v, y de las sibilantes; discrepancia sonora fue la de Dámaso Alonso en 1962), y gramaticales (Montgomery 1977). Pero llegó un momento en que el factor vasco se planteó, no ya como responsable de tales o cuales fenómenos concretos, sino de la existencia misma y de la naturaleza del castellano inicial. Alarcos Llorach lo expuso con clara rotundidad: “el castellano es, en el fondo, un latín vasconizado, una lengua que fueron creando gentes eusquéricas romanizadas” (1982: 14), o: “El dialecto rural de la antigua Cantabria, originariamente casi un criollo o una lengua franca utilizada durante siglos por bilingües vasco-románicos...” (1982: 18); más matizado, pero igualmente basado en una situación de plurilingüismo para la génesis del castellano: “es esta zona meridional de la Cantabria donde podemos imaginar que se originan los rasgos castellanos esenciales. Es una zona en que sin duda se produjo una intensa mezcla de gentes de diversa procedencia: del norte cántabro, del este eusquerizado y del oeste leonés” (1982: 78). Años más tarde, López García dio un paso más: el castellano primitivo ni siquiera fue un dialecto románico surgido en bocas vascohablantes, no tuvo “hablantes nativos”, sino que “nació con voluntad de constituirse en lengua mixta [...]; propiamente surge como un créole” (1985: 54), y como koiné inventada por gentes de una familia lingüística ajena a la tradición latina (es decir, los vascos) inició su andadura histórica. Estas hipótesis, o estas variantes (“moderada” y “fuerte”) de la misma hipótesis, tienen ante todo el problema de su débil apoyatura empírica en el plano lingüístico, a pesar de su comprobada fundamentación en otras dimensiones históricas. En un criollo, en una lengua mixta, se esperaría que estuvieran claramente presentes muchos rasgos de aquella lengua primitiva sobre la cual se modeló el proceso de simplificación de la lengua sobrevenida. En suma, esperaríamos muchos más elementos eusquéricos en ese castellano primitivo. Pero, justamente, eso es

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lo que falta. La huella léxica es pobre, la fonológica muy discutible (incluso en el caso de la aspiración de F-), y la gramatical, pese a los esfuerzos de Montgomery o López García, casi por entero descartable (ya lo señalaron Trask y Wright en 1988). Por tanto, pese a la evidencia histórica de que el romance en Navarra, Rioja y la Castilla vieja se desarrolló en íntima coexistencia con la lengua vasca, el castellano se desarrolló como cualquier otro dialecto románico4. 2.2. La presencia del árabe y de lo árabe condicionó la historia de la Península como pocos acontecimientos habían hecho o harían con posterioridad (a excepción, claro está, de la romanización). Sin embargo, ese elemento lingüístico arábigo, oriental (en el que entraban árabe clásico y vulgar, y el dialectal andalusí, más el bereber y otros elementos como los siríacos), para los primitivos castellanos era más bien un adstrato lejano, pero presente en el interior de sus fronteras con los aportes de los (pocos) cristianos mozárabes emigrados (mucho más abundantes, ciertamente, en el ámbito leonés), y el conocimiento individual de algunos, cuántos no podemos saberlo, cristianos “algarabiados”. Tal situación solo cambió cuando en el siglo XI los castellanos lograron ir más allá del valle del Duero, superar la Cordillera central y apoderarse del rico valle del Tajo: con la conquista de Toledo y su entorno (1085) comenzó la existencia de mudéjares en Castilla y con ellos, y con los cristianos mozárabes toledanos, la existencia de un árabe ya no adstrato sino miembro vivo y actuante en el seno de la sociedad castellana. Durante algún tiempo fue la lengua hablada de unas minorías no demasiado prestigiadas, pero también el vehículo de una potente cultura, que en Castilla se leía, se estudiaba y se traducía, hasta el s. XIII solo al latín, desde el XIII también al castellano. Tal situación, para la que los términos clásicos de la tríada sustrato / superestrato / adstrato son claramente insuficientes, iniciaría una clara inflexión a partir del XIV, época en que el árabe empezaría su larga agonía en Castilla, hasta el punto de que no pocos de sus antiguos hablantes acabaron abandonándola para su vida diaria.

4. Las observaciones y postulados por Echenique en sus valiosos estudios sobre el contacto lingüístico vasco-románico (véanse Echenique 1998: 37-57 y 2005 como síntesis, y las referencias bibliográficas ahí incluidas) no desmienten nuestras apreciaciones: la autora insiste, con razón, en los datos históricos (antroponímicos, etc.) que avalan la presencia vasca en la Castilla primitiva, muestra las huellas del vasco en determinados textos (en especial, las Glosas Emilianenses), y pone de relieve algo tradicionalmente olvidado, el desarrollo del latín, y por ende de un romance autóctono, en territorios considerados tradicionalmente como euscaldunes (Álava, Vizcaya, zonas de Guipúzcoa, etc.); pero no puede aportar nuevas pruebas lingüísticas de la presencia “global” de la lengua vasca en las interioridades idiomáticas del castellano.

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2.3. La otra gran lengua semítica, el hebreo, sin embargo, tuvo una vida claramente ligada a la superestructura religiosa de los judíos hispanos, con extensión a su cultivo literario e intelectual, pero no parece que fuera en ningún momento la lengua diaria de esta minoría. En Al-Ándalus, a partir del s. X, se conoce un renacimiento de la poesía en hebreo, inspirada probablemente como reacción a la par que imitación de la poesía árabe; pero se trata de una lengua aprendida, a la que hubo que dotar de ciertos “giros idiomáticos nuevos ya que la lengua cotidiana de estos poetas era el árabe y algo de romance [...] el origen de este proceso fue la necesidad de crear un idioma escrito clásico que fuera paralelo al latín de los cristianos y al árabe clásico de los musulmanes” (Beinart 1992: 58-59). En la Castilla cristiana la situación fue semejante: los judíos tenían el castellano como lengua materna5, seguían teniendo el árabe como segunda lengua (de ahí su importantísima función como traductores primeros, del árabe al romance, en el proceso de traducción de textos arábigos al latín medieval desarrollado en Toledo, Tarazona y otros lugares), y solo unos pocos, rabinos, poetas, astrónomos o filósofos (que muchas veces eran la misma persona) conocían el hebreo clásico y litúrgico. Pero que el idioma propio de los judíos castellanos era el romance lo prueban dos hechos bien conocidos: no hay huellas del hebreo en el castellano, ni antiguo ni moderno6; y cuando los judíos que se mantuvieron apegados a su religión fueron forzados al destierro (1492) el idioma que conservaron durante siglos, en los ambientes islámicos del norte de África y del Imperio Otomano, fue precisamente el castellano (judezmo, judeoespañol, español sefardí, del cual a su vez brotó otra lengua ritual, el ladino o “judeoespañol calco”). 2.4. Coincidiendo con la superación del temido milenio, una serie de circunstancias históricas favoreció la creciente llegada de extranjeros, europeos, a los distintos reinos peninsulares. La expansión demográfica europea y las duras condiciones feudales impulsaron a muchas gentes a trasladarse a nuevas tierras, con objetivos diversos, la gloria en el combate, la piedad religiosa, el enriquecimiento, la consecución de un status personal más libre... España se convirtió en se-

5. En una de las versiones latinas del Libro de los Juicios de las Estrellas, se explica así la traducción: el veterano y fiel astrónomo de Alfonso X Yehudá ben Mošé ha-Kohen “transtulit de Arabico in ydeoma maternum”, calificación esta de materno que parece poder aplicarse a la lengua propia de Yehudá (como a la del cristiano colaborador, Alvarus, quizá Álvaro de Oviedo; ¿o se refiere solo al “idioma materno” de este último?) 6. Juan de Valdés, en el Diálogo de la lengua, se permitió suponer que plurales genéricos del tipo mucha naranja = “muchas naranjas” constituyen un hebraísmo. Naturalmente, se trata de una suposición sin fundamento alguno.

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guida en destino muy apreciado, y el motivo para ello es bien conocido: Sancho el Mayor de Navarra, seguido por sus herederos, que rigieron tras su muerte los reinos de Aragón, Navarra y Castilla y León, ideó un nuevo camino, mucho más fácil y hacedero, para las peregrinaciones al supuesto sepulcro del apóstol Santiago, el camino francés favorecido a su vez por el hundimiento del Califato cordobés y el abandono por los andalusíes de las tierras situadas al norte de la Cordillera Central. Las peregrinaciones y la expansión de los reinos cristianos a costa del islam generaron unas nuevas necesidades económicas, fundamentalmente de comercio, que la escasa población hispana, hasta entonces campesina, guerrera y clerical, no podía satisfacer; fueron a veces los mismos peregrinos y otras gentes llegadas en su estela quienes se encargaron del abastecimiento e intercambio, al margen de los centros monásticos, los primeros volcados a tal fin. Pero a su vez, el nuevo auge de los reinos hispanos y su mayor contacto con lo que ocurría en el resto de Europa hicieron ver la necesidad de reformar la Iglesia hispana; para ello, las pujantes órdenes benedictinas reformadas en Francia (primero cluniacenses, luego cistercienses) cumplieron también en España ese papel de reformadores de la vida religiosa y cultural. El dominio de la Iglesia hispana por parte de los clérigos franceses fue abrumador. En ese florecer de los contactos hispano-europeos no faltaron tampoco las alianzas políticas con su corolario de enlaces matrimoniales y formación de pequeñas cortes llenas de extranjeros que acompañaban a los consortes de más allá de los Pirineos. Y, naturalmente, la consideración de España como un campo de batalla idóneo para luchar contra el infiel: las “cruzadas”, expediciones internacionales contra el musulmán, tuvieron su bautismo en España, y aunque los reyes hispanos siempre fueron reticentes a ellas, de forma más generalizada o como expediciones individuales se prolongaron hasta el s. XIII (cfr. Defourneaux 1949). Naturalmente, no todos esos extranjeros eran “franceses” (incluyendo bajo esa denominación al variado conjunto galorrománico, dividido entre la langue d’oïl y la d’oc: picardos, borgoñones, tolosanos, provenzales...), sino que hubo también bastantes alemanes, italianos, flamencos, etc. Pero, dada la proximidad geográfica y los vínculos históricos, la inmensa mayoría procedía de Francia, entendida esta como un concepto más bien étnico y lingüístico que político: de ahí el nombre de francos que cubrió a todos los extranjeros, fueran de hablas galorrománicas o no. Además, todos esos extranjeros llegaban a la Península por tierra desde Francia, y pocas veces los peninsulares se pararon a hacer distinciones entre ellos. El apogeo de la inmigración franca se sitúa entre los siglos XI y XIII; con posterioridad, aunque el flujo no se interrumpió, fue bastante menos numeroso y sobre

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todo perdió la relevancia histórica que había tenido en esos dos siglos. La huella de los francos aparece por todas partes, y se hace evidente que eran gentes dotadas de prestigio y bien consideradas, al menos por los reyes hispanos. Los clérigos franceses eran hombres cultos y letrados, frente a lo que ocurría con los hispanos. Y los fueros que organizaban la vida urbana les concedían numerosos privilegios, en especial en las tierras navarras y aragonesas, donde llegaron a gozar de privilegios por encima de los naturales de esos reinos; frente a ello, en Castilla y León, con excepciones como las de Sahagún y Toledo7, los francos, aunque distinguidos frente a otros grupos, estaban en general sometidos a los mismos derechos y obligaciones que el resto de los pobladores. Eso sí, como grupo nacional diferenciado, los francos suelen aparecer con su propia denominación. Ahora bien, no hay que olvidar que, fruto de un proceso semántico fácilmente comprensible en las circunstancias históricas que estamos refiriendo, el término franco pasó de significar “francés” o “extranjero” a “hombre libre, con derechos”: tal cambio tiene que ver con el proceso de igualación por arriba del status jurídico de los pobladores, de modo que a todos, independientemente de su origen, se les aplicaban las ventajas inicialmente reservadas a los franceses y extranjeros. En muchas ocasiones es difícil adivinar en tales o cuales textos, en especial fueros, si franco significa una cosa u otra, o ambas a la vez (alguna vez aparece el inequívoco término étnico Francigeni, así en el fuero de Logroño, de 1095), pero franco siguió manteniendo su ambigua referencia. Y la costumbre de extender el fuero de una ciudad a otras en las que posiblemente no hubiera población extranjera ayudó también a identificar el término franco cada vez más con un sentido jurídico mejor que étnico. 2.5. Mucho más difícil es de comprobar la presencia en Castilla, al menos en la época altomedieval, de hablantes de otras lenguas románicas peninsulares. Nos referimos en este punto a los hablantes de los dialectos románicos extremos, los más diferenciados, el bloque gallego y el catalán, que por razones diferentes en cada caso desarrollaron unas estructuras lingüísticas que desde sus primeras apariciones textuales pueden conceptuarse como “lenguas” (o “bloques lingüísticos”) claramente distinguidos.

7. En estas dos poblaciones, así como en Belorado y Oviedo, se mantuvo hasta el s. XIII la regla de que hubiera un merino o juez castellano y otro franco (Lapesa 1985b: 45).

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En el caso gallego, no obstante, hay algunas huellas de su presencia antigua en tierras castellanas y leonesas, por lo general con clara predilección por el oeste peninsular: topónimos del tipo Gallegos, indicador de repoblaciones colectivas se encuentran tanto en el ámbito leonés (en Zamora y Salamanca) como en el castellano (en Valladolid, Segovia o Ávila). Al margen de esos repobladores y de los poetas, tan del gusto del Rey Sabio, por esa misma época de mediados del XIII se detecta su presencia en tierras de reconquista mucho más al sur: antropónimos de pobladores de Sevilla que aluden a ese origen (“Domingo Pérez el Gallego”), o la redacción de un documento en gallego en la misma ciudad. Por su parte, los catalanes no aparecen como repobladores sino de forma muy esporádica y circunscrita a ciertos casos, en épocas ya avanzadas: los cien ballesteros catalanes que poblaron Camas tras la conquista fernandina, o los quinientos “omnes buenos de Cathalonia” que se instalaron por los mismos años en Coria, reducidos poco después a no más de ciento cincuenta; Sevilla conservó una notable presencia de comerciantes catalanes hasta al menos el s. XV. Algo así podría decirse también de la presencia de portugueses en Sevilla y Jerez durante la Baja Edad Media. Las influencias lingüísticas, por tanto, serán pocas, reducidas al plano léxico, y en procesos de transmisión en que habrá que contar, evidentemente, con las hablas románicas “intermedias”: leonés por un lado, aragonés por otro8. 3. Hasta aquí los hechos más o menos conocidos, las situaciones, históricas y lingüísticas, reconstruibles con mayores o menores dosis de verosimilitud. Pero ¿hay reflejos de todo ello en los textos coetáneos? ¿Se ve en los textos cómo se sentían los castellanos de la Edad Media en esas situaciones de contactos, de coexistencias o de presencias ocasionales de otras lenguas? Y ¿cuáles eran esas “otras lenguas” que ellos reconocían? 3.1. En general, las referencias textuales a las situaciones de contacto lingüístico son muy escasas: parece como si para las gentes de la Castilla medieval tal hecho no tuviera la suficiente relevancia como para reflejarse por escrito. Por ello, adquieren aún más valor aquellos casos en que sí se da cuenta del plurilingüismo, estructural o coyuntural. Dos son las clases de estos datos: por un lado, la presencia directa de elementos de otros orígenes lingüísticos en el texto; por otro, el que

8. En el caso del catalán, parece comprobado que éste sirvió de puente para la entrada en España de numerosos galicismos y occitanismos. A su vez, el aragonés fue el encargado de difundir dichas voces, junto con otras propiamente catalanas (además de voces italianas, etc. procedentes de la lingua franca del Mediterráneo medieval), hacia las tierras centrales y occidentales de la Península.

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sean aducidos, narrados, evaluados, etc. por el autor del texto. Este segundo tipo es el que puede acercarnos más a la “conciencia lingüística” de la época sobre la cuestión. 3.1.1. Del primer tipo, la irrupción de (elementos de) otras lenguas en la escritura, tenemos, como forma menos consciente para el autor del texto, la presencia de antropónimos francos o arábigos en los documentos castellanos. En efecto, en estos no escasean nombres como don Gilibert (Burgos, 1200), Armengot y Remont (Burgos, 1207), Guillem de Bordel (Burgos, 1220; Bordel es la forma de la época, varias veces repetida, para Burdeos), don Pere Lambert, “don Perronet, capellano de la eglesia de Sant Nicholao” y don Mathe del Chastel (Burgos, 1224), nombres de orígenes franceses, occitanos, gascones o catalanes; a medida que avanza el XIII esos nombres se difuminan, o, mejor, se castellanizan (así, Bernalt convertido en Bernaldo). En los de Toledo aparecen nombres arábigos: Omar Ben Galed Alcalanemi (Toledo, 1206), aunque en general parecen corresponder a cristianos mozárabes: don Julian filio dalvacil Ceid (ibíd.); lo mismo ocurre en los de la recién ganada frontera andaluza: “don Aben Poley, alcayt de Ecija, & yo Ababdile Albageri, moro de Ecija” (Écija, 1258); pero también allí siguen los nombres “francos”, o catalanes: “don Guyllem Barçilon & yo Bonjorno, los pelligeros, uezinos dela collacion de sant Andres de Seuilla” (Sevilla, 1284). Más llamativa es la presencia en los documentos de esas otras lenguas en forma directa. Lapesa (1985b: recoge trabajos de 1948, 1972 y 1973) estudió la presencia de elementos galorrománicos, en especial occitanos en los fueros de Avilés (1155), Valfermoso de las Monjas (1189) y Villavaruz de Rioseco (1181), muestras extremas de esos contactos lingüísticos9, pero que, hemos de reconocerlo, no fueron ni mucho menos la tónica habitual (sí en Navarra, y algo así ocurrió también en Aragón, aunque con menor intensidad). También es conocida la utilización del árabe por parte de los mozárabes toledanos, en firmas y en documentos completos, hasta bien avanzado el s. XIV. No fueron solo los mozárabes: también los judíos de Toledo usaron el árabe, en ocasiones con caracteres hebreos, hasta más o menos la misma época. Quizá sean los musulmanes los que, curiosamente, menos aparecen con su lengua en los textos legales: un documento toledano de 1236 romancea un privilegio arábigo de 1102 (dirigido

9. De forma paralela a lo que, según el mismo Lapesa (1985b [1983]) ocurre en uno de los primeros textos literarios, el Auto de los Reyes Magos.

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a los moradores del castillo de Aceda), y señala la que al parecer es una práctica habitual, pero que no sabemos si consiste en la producción de documentos en árabe o en su romanceamiento (“Esta carta es traslatada del priuilegio arauigo [...] & este seello es conoçudo en todos priuilegios que son darauigo...”); y en Sevilla, en 1294, aún existe un “Abulhageg, escriuano del arauigo...”. Pero en conjunto las morerías castellanas, dispersas, con pocos miembros por lo general, sometidas a frecuentes traslados (muy pocas heredaban la población andalusí de los lugares reconquistados), acabaron castellanizándose, hasta el punto de que en 1462 un mudéjar sabio en leyes, Iça Jedih, ha de traducir el Breviario Çunni al castellano, y declara explícitamente el porqué: “Y porque los moros de Castilla con grande subjeccion y apremio grande y muchos tributos, fatigas y trabajos han descaeçido de sus riquezas y han perdido las escuelas del arabigo [...] pues las grandes escripturas pertenescen a aquellos que tienen sus mantenimientos seguros y aquesto cesa en los moros de Castilla” (cfr. Ladero Quesada 1989: 56; también Echevarría Arsuaga 2004: 76). Hasta tal punto había llegado la castellanización que en opinión de algunos historiadores (Echevarría Arsuaga 2004: 73) el torcimana o trujamán muchas veces servía más bien para suplir las carencias en lengua árabe por parte de la comunidad mudéjar. A fines del XV los alfaquíes eran de los pocos, si no los únicos, que dominaban en Castilla, pero también en Aragón, dentro de sus comunidades el árabe (situación contraria a la que se dio en Valencia hasta la expulsión del XVII, y la que conoció el antiguo reino granadino hasta la guerra de las Alpujarras). En este contexto, la escritura aljamiada, más aragonesa que castellana, sería un último intento de salvaguardar, además del secreto, el carácter sagrado de la lengua del Corán. Algo parecido ocurrió con el hebreo, cuyo conocimiento, según se apuntó antes, se limitó a la casta sacerdotal, y cuando aparece fuera de los textos religiosos se limita casi siempre a servir de mera forma escritural (así todavía en un documento de Cuenca de 1326, donde el escribano señala que en la carta de la aljama “auie çinco nombres escriptos en ebrayco”). Ahora bien, como ya se apuntó antes, lo normal es la absoluta falta de referencias a la diversidad lingüística de los intervinientes o los citados en los documentos, incluso cuando de los nombres que aparecen se podría inducir que pertenecían a otras familias lingüísticas que la castellana. Tampoco se alude a los problemas jurídicos que podría plantear la incomprensión, o la escasa comprensión, por parte de gentes poco castellanizadas de textos redactados en esta lengua, o, para la población semítica, en una forma aún superficialmente “latina”. Así, en un documento de 1252, emitido por Alfonso X a instancias del maestre de Calatrava a propósito de un amojonamiento, se dice que “los moros de Baena enviaronme

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omes buenos de su Aljama con carta de la Aljama, e de so Alcayd [...] en que dice los nombra quales eran...”, pero sin que se haga referencia alguna al cambio de idioma. La falta de referencias se da incluso en casos en que efectivamente aparecen documentos en otras lenguas. Así, en 1300 el notario de Orihuela registra, en catalán, que traslada unos documentos, en castellano, de 1282, emitidos por el adelantado del Reino de Murcia: registro y documentos copiados están en lenguas distintas, pero no se dice nada de ello. Y los documentos en que Enrique III, en 1393, confirma privilegios anteriores a la ciudad de La Coruña están en castellano, sin que en los “traslados” (copias) previstos se anuncie ningún cambio de lengua, siendo así que los documentos del Concejo de la ciudad están en gallego, sin que tampoco en ellos se hable de posibles copias al castellano. 3.1.2. En Castilla, al igual que en otros territorios hispánicos y, en menor grado, europeos, la vida cotidiana venía regulada de forma exhaustiva en los Fueros que regían hasta los más nimios detalles de lo que ocurría en los centros urbanos y en su entorno rural. Los Fueros en la mayoría de las ocasiones se otorgaron para impulsar y facilitar los asentamientos humanos en los diversos períodos de repoblaciones de tierras antes andalusíes que seguían a las conquistas militares. Por ello, no es extraño que promuevan la llegada de gentes de orígenes diversos, y entre ellos desde el siglo XI de extranjeros. Así, en 1068 en Burgos Sancho II autoriza al obispo Simeón, de Oca, a que junto al monasterio se alcen casas y se pueblen con forasteros, extranjeros y jóvenes solteros (“aduenis et alienigenis et iuuenibus innuptis”). En los Fueros, además, era frecuente aludir a los diversos grupos humanos, etnias o naciones, que pueden conformar la población. Ya hemos citado el caso de francos, y su ambigüedad referencial, presente en muchos textos, hasta época bien avanzada: en 1255 Alfonso X confirma una carta de Fernando III, de 1251, en que se conceden a los moradores del barrio de Francos en Sevilla los mismos privilegios que tenían los del barrio de Francos de Toledo. Y en 1280 el mismo rey extiende a los francos de Córdoba los privilegios de los de Sevilla. Junto a ellos, moros y judíos aparecen constantemente en los fueros otorgados desde fines del XI como grupos bien específicos y diferenciados. Pero nunca, ni siquiera cuando se detallan las formas en que unos y otros han de realizar sus juramentos, en las mezquitas o en las sinagogas, se alude a que lo hagan en tal o cual lengua. La única referencia encontrada no procede de Castilla, sino de Aragón, donde, como se verá, la sensibilidad lingüística en la Edad Media era mayor: en el Fuero de Calatayud (1151) se especifica en qué lengua y con qué palabras han de jurar los moros (“Et mauro qui uoluerit jurare ad christiano et dicat:

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Alamin catzamo et talat, teleta”10). No lejos de Aragón, en la Rioja (navarra antes de castellana), encontramos la casi única referencia al uso de otras lenguas en la jurisdicción castellana. Los Fueros de Castilla, recopilados en la primera mitad del XIII, recuerdan un privilegio del fuero de Ojacastro que producía incomprensión en los merinos castellanos, pero que seguía plenamente vigente: “Que al alcalde de Ojacastro mandó prendar don Morial, que era merino mayor de Castiella, por que juzgara que al omne de Ojacastro si le demandase omne, de fuera de la villa o de la villa, quel recudiese en bascuençe. Et de sí sopo don Moriel en verdat que tal fuero avían los de Ojacastro; e mandól dexar e dexáronle luego e que juzgase su fuero” (título 276)11. También desde los tiempos de la conquista de Toledo, en los diversos fueros, cartas y documentos que se otorgaron a esta ciudad, aparecen los mozárabes como grupo bien diferenciado. Todavía en 1289, Sancho IV confirma un privilegio de Alfonso X de 1259, en el que realiza varias exenciones fiscales a los caballeros y a los hijosdalgo de Toledo, y también a los “caualleros moçaraues de Toledo que uienen derechamientre del linage de los moçaraues a que cinnieron espada los del nuestro linage”. También el Fuero de Guadalajara (1133), muy minucioso en la referencia a los diversos orígenes de los pobladores, así como a moros y judíos, cita a los mozárabes como uno de los grupos exentos de determinados pagos. En ninguno de estos casos hay alusión alguna, no ya a la variedad románica de estas gentes, sino tampoco al uso de la lengua árabe por este grupo como lengua hablada o de escritura. Como ya se apuntó más arriba, en Aragón la sensibilidad ante los hechos de contacto de lenguas se manifiesta con mayor claridad, quizá debido a la especial configuración lingüística del reino, en el que aparte del árabe de los mudéjares y los romances de los francos, había dos lenguas que se disputaban el terreno de la escritura, aragonés y catalán. En la Crónica de los Estados peninsulares, de 1305, se discurre sobre el origen del apellido regio Arista con una precisión en la diferenciación superior a la de algunos dialectólogos del s. XX: “Encara por razones la primera que Ariesta romanz yes proprio de Aragon, e non yes bezcunz ni en-

10. Debo este dato a la amabilidad de mi colega el Dr. Ariza. 11. El dato ya había sido citado por Menéndez Pidal en Orígenes (19768: 218). Por otra parte, es digno de notar que ni en el Fuero de San Sebastián, de la segunda mitad del XII, otorgado por el rey navarro Sancho el Sabio como continuación del Fuero de Estella, ni en las cartas otorgadas a otros enclaves guipuzcoanos aparece ninguna huella de la lengua vasca; sí en cambio del gascón (en San Sebastián).

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cara romanz de Navarra”. Y de un siglo más tarde es la conocida diferenciación entre aragonés y castellano, algo sin paralelo en el centro y oeste peninsulares12: “Es concordado [...] que de los dichos capítulos, tractos e concordias se fagan dos cartas: la una escripta en lengua aragonés; la otra escripta en lengua castellana [...] E que la carta escripta en aragonés quede al dicho senyor rey de Aragón; et la otra escripta en castellano lieven los dichos enbaxadores para el dicho senyor rey de Castiella” (tratado entre Aragón y Castilla de 27 de abril de 1409: cfr. González-Ollé 1983: 313-314). 3.1.3. Las disposiciones legales de alcance global promulgadas en Castilla son también extraordinariamente parcas en lo que se refiere a la convivencia de lenguas distintas. A este respecto la referencia más conocida y citada es la que aparece en la Segunda Partida (Tít. IX, Ley IV) y que indica la obligación del canciller sepa leer y escribir en latín y en romance, con el objetivo, aparte de su apostura, de que los “omnes de las otras tierras”, de fuera de los reinos del rey, puedan entender las cartas que el rey envía (Espéculo, Lib. IV, Tít. XII, Ley XXXIIII). Fuera de ahí, la diferencia de lenguas es imaginada en dos situaciones de necesario intercambio lingüístico, en las que la comprensión mutua es obligada. Sin embargo, esa posible diferencia no constituye ningún obstáculo insalvable, pues el legislador ofrece las alternativas posibles, tan válidas como las del diálogo. En la Primera Partida (Leyes XXVII y XXVIII) se exige que la confesión se haga solo por vía oral; pero entre los inconvenientes puede estar el de no saber “el lenguage” del confesor (como el de ser mudo por naturaleza o por enfermedad o herida), en cuyo caso está autorizado hacer escribir los pecados por alguien que sí sepa las lenguas, y también emitir gestos paralingüísticos (alzar las manos, herirse en los pechos, gemir, suspirar o llorar). En la Quinta Partida (Tít. XI, Ley I) se regulan las promesas que los hombres pueden hacerse entre sí, para lo que es obligada la emisión oral clara de la promesa y, se supone, la comprensión mutua; pero si la comprensión no está garantizada, los mecanismos por los que la promesa sigue valiendo están previstos: “E maguer los que fazen tal pleyto no fablasen

12. Es paradójico, por tanto, que el cronista catalán Ramón Muntaner contraste la homogeneidad lingüística catalana con la diversidad castellana, a la que compara con la diferencia existente entre catalán y aragonés: “vos diré cosa de qué us meravellarets, emperó si be ho encercats, aixa trobarets: que d’un llenguatge solament, de negunes gens no són tantes com catalans. Que si volets dir castellans, la dreta Castella poc dura e poca és, que en Castella ha moltes provincias que cascun parla son llenguatge, qui son així departits com catalans d’aragoneses” (cap. XXIX de la Crònica). Para la superior conciencia lingüística del Reino de Aragón en general y de los catalanes en particular véase Eberenz (1987).

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amos vn lenguaie como si el vno fablasse ladino & el otro arauigo vale la promission solamente que se entienda el vno al otro sobre la pregunta & respuesta. Eso mismo dezimos que seria si fuessen amos de dos lenguaies maguer no lo entendiese el vno al otro. E estando amos presentes firmassen el pleyto entresi por alguna truiamania en que se auiniessen amos ados valdria la promission tanbien como si se entendiessen los que fazen el pleyto”. Naturalmente, tales situaciones han de entenderse como de validez general, pero la referencia concreta al “ladino” frente al “moro” nos vuelve a situar en un entorno no solo castellano sino de alcance hispánico. 3.2. En la lengua no jurídica de Castilla las referencias al plurilingüismo vuelven a ser ocasionales. Aquí se trata más bien de un artificio destinado a evitar la demora del relato en pormenores “irrelevantes”, como el de que personajes de diferentes orígenes lingüísticos se entiendan sin problema alguno. Solo desde finales de la Edad Media tal artificio empieza a sustituirse, cuando era el caso, por la copresencia de las distintas lenguas en el texto, o, al menos, por la alusión a ellas como claros objetos (recuérdese a Joanot Martorell en el Tirant). 3.2.1. No se puede negar la conciencia que podían tener los colaboradores de Alfonso X del multilingüismo, viviendo, como vivían, en un entorno donde se traducía del árabe o del latín, y donde cooperaban hablantes y conocedores de distintas lenguas (románicas o no). Los textos alfonsíes, jurídicos, históricos o científicos, están llenos de voces cuyas procedencias se explicitan, y que se intentan aclimatar en romance o se dejan como citas a lo exótico. Pero la referencia en el relato a situaciones vitales plurilingües propias de su mundo histórico es mucho más escasa. En la Estoria de España tales referencias casi solo se limitan al árabe. La primera mención es negativa: al lamentar, traduciendo una crónica mozárabe del s. VIII, las consecuencias de la invasión islámica, incluye entre ellas el obligado cambio de lengua: “Oblidados le son los sus cantares, et el su lenguage ya tornado es en ageno et en palabra estranna” (I, 312a42-44). Pero por lo general, además de referencias narradas a discursos o textos en lengua árabe por obra de andalusíes, las referencias a esta lengua consisten simplemente en voces arábigas transcritas o insertadas cuyo origen se explicita, y que se sitúan igualmente en el marco de Al-Ándalus (“Et pues que ouo el regno camiose el nombre et fizose llamar anancer ledinelle, que quiere dezir tanto en arauigo como ‘defendedor de la ley de Dios’. Et sin este nombre, fizose llamar amiramolin, que es aun nombre mas usado, et quiere dezir tanto en so arauigo como ‘rey de los creyentes’”, II, 384a13-19). Pero también hay alusiones esporádicas al bilingüismo de gentes de uno y otro lados de la frontera: “Et don Per Assurez era omne entendudo et sabie algarauia”, (II, 514a37-38), para un cristiano;

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y para moros: “et era tan ladino, que semeiaua cristiano” (II, 632b7-8). Tal bilingüismo podía tener evidentes ventajas en la guerra, tal como se cuenta de la toma de Córdoba: “et sy non podieremos echar las escaleras de cuerda, pongamos estas de fuste, et punnemos de sobir por ellas; et suban los meiores algarauiados que fueren entre nos et vayan uestidos como moros, por tal que si se fablaren con los moros, que los non conoscan et que cuyden que son moros commo ellos” (II, 730a1926). Tal como se narran estas situaciones, parece tratarse más bien de habilidades y capacidades individuales que de variedad social instalada. Por lo demás, el artificio se mantiene: así, en los capítulos dedicados a los infantes de Salas o de Lara, moros y cristianos hablan, en Castilla o en Córdoba, sin ningún indicio de que cambien de lengua en algún momento. La ficción se da también a propósito de otros ámbitos lingüísticos. Cuando van llegando a Toledo las gentes que se aprestan a combatir en la cruzada contra los almohades, el cronista (traduce a Rodrigo Ximénez de Rada, el Toledano) alude explícitamente a sus distintas lenguas (“muchas lenguas departidas”, “por los lenguaies desacordauan...”). Pero cuando la acción comienza, el rey Alfonso de Castilla habla con sus “naturales” y con los demás “espannoles” (“los de Aragon et portogaleses et gallegos et asturianos”) así como con los “ultramontanos”, en la misma lengua del narrador, y sin que este vuelva a acordarse de la diversidad13. Ahora bien, en la Estoria algunas referencias se encuentran (además del origen francés de alguna palabra), si bien no dejan de plantear dificultades. La que se dirige al carácter aragonés del sobrenombre Batallero aplicado a Alfonso I de Aragón (“al que llamaron alla en su aragones Batallero”, II, 537a15-16), aunque no deja de incidir en la diferenciación, ahora desde Castilla, de aragonés y castellano, ciertamente no elige un ejemplo muy clarificador14 (no aparece tal referencia en la Crónica de veinte reyes, más próxima a las primitivas redacciones alfonsíes). Por otro lado, en la carta que el conde Ramón Berenguer de Barcelona dirige al Cid, escrita en la Estoria, como no podía ser de otra manera, en castellano, se deja ver una preciosa puntualización de variedad léxica: “et si te partieres del mont et descendieres a nos al llano, seras Rodrigo el que dizen ‘campeador’; et si lo non fizieres, seras assi como dizen a fuero de Castiella ‘aleuoso’ et al fuero

13. Niederehe (1985: 424; 1987: 104) ve aquí la superior suprarregional de portugués, gallego, asturiano, etc. “dentro de la unidad del español”, por un lado, y por otro, la unidad del español y las demás lenguas europeas en “la unidad más grande de la Cristiandad”. 14. No obstante, los datos de CORDE (consulta de 04/10/2007) parecen justificar esta atribución: aparte de su uso en la Estoria alfonsí (cinco apariciones), las demás muestras medievales (otras cinco), todas posteriores ciertamente, son de textos aragoneses,

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de Francia ‘bauzador et engannador’” (II, 563a22-27); aquí, como en otros pasajes de la Estoria, Francia y françeses parecen referirse a “Cataluña” y “catalanes”, evocando la vieja relación entre ambos dominios, que ya había provocado que los andalusíes conocieran como ifranŷi, “francos”, a los catalanes (de hecho, bauzador ‘traidor’ es voz occitana y catalana), y que la ecuación francos = “catalanes” apareciera en diversos textos legales de Castilla. También parece haber una referencia encubierta al catalán a propósito del hidrónimo Segre (“...vn rio que a nombre Sicoris en latin e Segre en el lenguaie de essa tierra”, I, 70a39). Por lo demás, como es bien sabido, ni gallego ni leonés ni portogalés aparecen nunca en los textos alfonsíes como denominaciones lingüísticas. 3.2.2. La escasez de alusiones a situaciones de plurilingüismo, la ausencia de personajes que hablen en lenguas distintas, caracteriza también a los textos creadores, más que narradores, de una realidad. Incluso cuando toman como marco la realidad de la sociedad en que vivían, Castilla, o sus entornos inmediatos. Ello ocurre ya en un texto que construye la ficción sobre un relato histórico y que es tan cuidadoso en la elaboración de la verosimilitud como es el Cantar de mio Cid. En él todos los no castellanos, los moros o el conde de Barcelona, se expresan en el mismo castellano del poeta y de las gentes de Castilla (incluso los almorávides que acaban de llegar de África). Solo en un momento se siente el poeta en la necesidad de presentar el contraste de lenguas: cuando los infantes de Carrión, al regresar a Castilla con sus mujeres, se alojan con el generoso y confiado amigo del Cid Avengalvón, aquellos planean alevosamente su muerte para apoderarse de sus riquezas (otro rasgo más para acrecentar su caracterización negativa); pero el plan no tiene efecto porque “un moro latinado bien ge lo entendió” (2667: latinado viene a ser aquí una variante del ladino de otros textos). Aquí, sin embargo, más que buscar la verosimilitud, lo que el poeta parece pretender es incrementar la suspensión e intriga de los oyentes. Tampoco Berceo, en sus vidas de santos españoles o en los milagros que transcurren en España se preocupa lo más mínimo de las lenguas, y ello pese a la frecuencia con que relata batallas con los moros, vicisitudes de cautivos, etc. Ni tampoco en el milagro del romero de Santiago, en el que la única nota pertinente al respecto es el nombre del fraile, de aspecto claramente franco: Guiralt (en las fuentes latinas el nombre del personaje es Giraldus). Solo en el siglo XIV empezará a cambiar la situación. Don Juan Manuel, en los muchos relatos que transcurren fuera de Castilla, tampoco se preocupará por las lenguas de sus personajes. Pero en tres historias ocurridas entre los moros de Es-

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paña sí incluye como remate del cuento e introducción de la moraleja frases en árabe vulgar andalusí: es lo que ocurre en XXX, con la respuesta del rey a Ramayquía (“díxol una palabra que se dize en l=algaravía desta guisa: “v. a. le mahar aten?” et quiere dezir: ‘¿Et non el día del lodo?’”), y en XLVII, con la reprensión del miedo a destiempo del personaje (“dixol en algaravía: “Aha ya ohti, tafza min bocu, bocu, va liz tafza min fotuh encu”. Et esto quiere decir: ‘Ahá, hermana, despantádesvos del sueno de la tarrazuela que faze boc, boc, et non vos espantávades del desconjuntamiento del pescueço’”); en XLI, en cambio, la frase en árabe aparece en mitad del relato, y es el gozne por el que el perfeccionismo del califa Alhaquén pasa de lo pequeño, el albogón, a lo grande, la erección de la mezquita (“et dizían quando loavan a alguno: “V. a. he de ziat Alhaquim”, que quiere dezir: ‘Este es el anadimiento del rey Alhaquem’”). Es, finalmente, el genial Arcipreste de Hita quien con más clara conciencia de sus intenciones va a insertar en su Libro dos situaciones plurilingües, con objetivos bien distintos. En el caso de la mora que rechaza el amor del protagonista (15081512), se trata de la inclusión de uno de los elementos propios de la abigarrada sociedad castellana de su tiempo, en especial de la de Castilla la Nueva. Con este episodio, Juan Ruiz evoca el ambiente mudéjar que formaba parte indisoluble de su mundo. A la vez, las frases árabes, también en vulgar andalusí, cumplen un claro efecto estético sonoro al ir cerrando las estrofas (edición de Corominas, nota a estas estrofas; a ello se añade, como señala Girón 1985: 265, n. 93, la acumulación de arabismos léxicos). Muy distinta es la mezcla de lenguas en el relato del pintor don Pitas Payas (474-489): ahí no hay intento alguno de verosimilitud, sino la búsqueda evidente de la parodia, de la burla, del juego; de ahí que el pintor y su mujer se expresen en una amalgama de elementos franceses, occitanos y catalanes, también aragoneses, o de otros inventados pero que “sonaran” a tales lenguas, sobre la base estructural del castellano. Todo ello no es sino la evocación del exotismo del personaje, que corresponde al origen europeo del relato: al conseguirla mediante esa acumulación de elementos lingüísticos variopintos se contribuye a la recepción risueña de los oyentes y lectores. 4. Si lo que la escritura de estos siglos medievales refleja es lo que las gentes castellanas de aquel tiempo sentían y pensaban, parece claro que la diversidad de lenguas no constituía un problema acuciante en su vivir. Ni en la regulación jurídica ni en el relato de las batallas o los poblamientos hablar de manera distinta se sentía como un obstáculo, como una dificultad para la actuación. Y cuando la dificultad se hacía evidente, había medios de sobra para sortearla (como nos muestran los pasajes aducidos de Partidas). En este sentido, parece evidente que en la Edad Media

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las lenguas no cumplían en absoluto la función identitaria que comenzaron a adquirir en la época moderna y que, de forma clamorosa, ostentan desde el Romanticismo y las revoluciones nacionalistas (de Alemania e Italia en especial). Las identidades eran ya claras, y no siempre correspondían a entes políticos distintos (así, “gallegos” o “leoneses” dentro de Castilla, o “aragoneses” y “catalanes” en Aragón), pero al menos en Castilla no se basaban en las lenguas. Por otro lado, la conciencia lingüística de lo diferente surgía ante lo claramente ajeno, “otro”: el árabe, y, entre los cultos, el griego o el latín15, pero raras veces ante las formas lingüísticas en las que se sentía el “aire de familia”, los romances, y en especial los romances hispanos. Por encima de las diferencias ocasionales que se observan (Batallero, Segre; denominaciones como lenguaie de Castiella o romanz castellano), parece predominar la visión de los romances como grupo, como conjunto que comparte una misma herencia: “enlas tierras do se fabla lenguaie de latin dizen conbatir atodo fecho de armas” (Segunda Partida, Tít. XXIII, Ley XXVII). De ahí la facilidad con que se producían en la transmisión de los textos las interferencias “dialectales”. De ahí también la (relativa) frecuencia con que, por ejemplo en las Partidas, se emplea la denominación lenguaie d’Espanna para lo que es el castellano: no es la exclusividad, ni la sinécdoque que lleva de la parte al todo (sería una evidente anacronía); es que cada una de esas formas de hablar, que para nosotros son, eran ya, lenguas, para los hombres medievales eran solo muestras de una misma cosa, “lengua de España” o “lengua de latín”.

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15. No olvidemos, sin embargo, que para los redactores alfonsíes el latín podía ser “nuestro”; y que nuestro latín era también etiqueta del romance (cfr. Solalinde 1936; Niederehe 1985: 422-423, 1987: 101-103).

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DE LA GEOGRAFÍA LINGÜÍSTICA Y LA DIALECTOLOGÍA TRADICIONAL A LA GEOLINGÜÍSTICA Y LA DIALECTOLOGÍA PLURIDIMENSIONAL. EL ATLAS MULTIMEDIA DE PROSODIA DEL ESPACIO ROMÁNICO AMPER: ANDALUCÍA Y EXTREMADURA 1 YOLANDA CONGOSTO MARTÍN Universidad de Sevilla

1. Introducción2 La incorporación de la geografía lingüística como método de investigación a la dialectología supuso para ésta un avance significativo en muchos sentidos: una mayor rigurosidad científica, un conocimiento más detallado de las lenguas y de su variación en el espacio, e importantes replanteamientos teóricos. La riqueza de datos que los mapas lingüísticos contienen y las posibilidades de estudio que ofrecen han hecho de ellos un material de consulta obligada para cualquier investigación de carácter dialectal. El primer trabajo que reúne la mayor parte de las exigencias científicas, y por eso fue tomado como modelo, es el Atlas linguistique de la France de J. Guilliéron y E. Edmont (ALF, 1902-1910). Poco tiempo después, en 1928, apareció el Atlas lingüístico y etnográfico de Italia y Suiza meridional de K. Jaberg y J. Jud

1. Este trabajo ha sido realizado dentro del Proyecto I+D “Atlas Multimedia de Prosodia de Andalucía Oriental, Occidental y Extremadura”, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (Ref.: FFI2008-03572/FILO). 2. Acaba de llegar a mis manos un nuevo libro para reseñar en la Revista Española de Lingüística, Corbella/Dorta (eds.) 2009, que contiene tres trabajos —realizados por Joan Veny, Pilar García Mouton y Josefa Dorta— cuyos contenidos complementan, completan y enriquecen de primera mano la información que este artículo aporta en algunos de sus apartados, elaborado previamente y hecho público en 2007, en el Coloquio Internacional in Memoriam Manuel Alvar, celebrado en la Universidad de Sevilla. Dado que éste aún se encuentra en la fase de pruebas de edición, estamos a tiempo de recomendar su lectura e incluirlo en el apartado de referencias bibliográficas.

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(AIS, 1928-1940). A estos les siguieron otros; hasta llegado el momento en que no hubo lengua que se preciara que no tuviera su correspondiente atlas lingüístico. Pasados los años, surgió la necesidad de desgranar toda la información compilada en estas obras de grandes dominios y apareció una nueva generación de atlas, los atlas de pequeños dominios, los atlas regionales, que vienen a desarrollar de forma minuciosa y analítica lo que aquellos otros encierran de forma sintética. El punto de partida será la obra de Albert Dauzat Le Nouvel Atlas linguistique de la France par régions (NALF), en 19423. En lo que respecta a España, será el Atlas lingüístico de la Península Ibérica (ALPI) la obra que inicie el camino de la geografía lingüística como forma y método de la dialectología hispánica, marcándose como objetivo la descripción sincrónica del territorio. Ramón Menéndez Pidal, en consonancia con las últimas tendencias de los estudios filológicos europeos, confía la dirección de este magno proyecto a su alumno y discípulo Tomás Navarro Tomás que, formado junto a los mejores fonetistas de Europa, es quien dirigirá el Laboratorio de Fonética del Centro de Estudios Históricos. En 1931, tras la marcha de Amado Alonso a Buenos Aires, que había ayudado en la redacción del cuestionario, Navarro Tomás consigue crear un equipo de trabajo para llevar a cabo la ardua tarea de recogida de datos: Aurelio M. Espinosa [hijo] y Lorenzo Rodríguez Castellano se encargarán de la zona de habla castellana; Manuel Sanchís Guarner y Francesc de Borja Moll de la zona catalanovalenciana; Aníbal Otero con Rodrigo de Sá Nogueira, sustituido por razones de salud por Armando Nobre de Gusmão y finalmente por Luís F. Lindley Cintra, de la zona gallego-portuguesa. Tres son los cuestionarios que utilizan: el Cuaderno I (fonética y morfosintaxis), con 411 cuestiones; el Cuaderno II (léxico, general); y el Cuaderno IIE (léxico, extendido). La elaboración del ALPI pasó por diferentes etapas de interrupción, debido a las circunstancias históricas que atraviesa España en estas fechas, de ahí que sólo se haya publicado un tomo, aparecido en 1962, que contiene mapas correspondientes a la sección fonética4.

3. Cfr. a este respecto dos obras fundamentales (Pop 1950; Iordan 1967). 4. Por fortuna, su suerte parece haber cambiado ya que el CSIC está liderando en estos momentos su edición definitiva, coordinada por Pilar García Mouton. Para todas las circunstancias que rodearon su elaboración, véase: Sanchís Guarner (1953); Sanchís Guarner/Rodríguez Castellano/Otero/Lindley Cintra (1961: 113-120). Para conocer la importante labor realizada por David Heap para recuperar y sacar a la luz pública la información que contenían los cuadernos del ALPI a través de un prototipo en desarrollo gestionado por el TALL (Laboratorio de Lingüística Teórica y Aplicada) de la University of Western Ontario (Canadá), véase Heap (2002) y consúltese la página www.alpi.ca desde donde se puede acceder a los materiales colgados en la Red.

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A su vez, otros trabajos, como el Atlas Lingüístic de Catalunya (1923-1964), el Atlas Lingüístic d’Andorra (1960), ambos de A. Griera, o el Atlas Lingüístic del Domini Català (1952), iniciado por A. Badía y G. Colón5, se habían ido realizando. Sin embargo, habría que esperar a que Manuel Alvar tomara la iniciativa de poner en marcha su proyecto de atlas regionales para que la geografía lingüística adquiriera vigor en España; la ingente labor investigadora por él desarrollada supuso realmente un importante y decisivo impulso para esta disciplina en nuestro país. Su obra Estructuralismo, geografía lingüística y dialectología actual (1969)6 recoge sus inquietudes a este respecto: extensión del cuestionario, cantidad de puntos que explorar, número de encuestadores, número de encuestas que realizar, etc. Asuntos metodológicos todos ellos encauzados al desarrollo de una labor de conjunto, a la coherencia interna necesaria para que toda su producción —comparable y complementaria entre sí— proporcionara un conocimiento más preciso de la lengua en sincronía. También expresaba su preocupación por cómo recoger el estado lingüístico de los diversos estratos sociales en los grandes centros urbanos y las diferencias en los pequeños núcleos, así como por el papel de la etnografía en estos nuevos atlas. Primero será Andalucía (ALEA, 19611973); después las Islas Canarias (ALEICan, 1975-1978); a continuación, Aragón, Navarra y La Rioja (ALEANR, 1979-1983); les seguirán Cantabria (primero el ALES, 1979, luego el ALECant, 1995), Castilla y León (ALCL7, 1999) y, por último, América, con un proyecto de grandes dimensiones, El atlas lingüístico de Hispanoamérica (ALH, 1984): República Dominicana (2000), sur de los Estados Unidos (2000), Venezuela (2001), Paraguay (2001), Argentina, Uruguay, Chile y México (2004 y 2010), que lamentablemente no pudo desarrollar en toda su dimensión. Entre unos y otros, en 1973, el cuestionario del Atlas lingüístico de los marineros peninsulares, que culminará en la obra que conocemos como Léxico de los marineros peninsulares (1986-1989), y, en 1974, el cuestionario del Atlas lingüístico de España y Portugal. Pero no fue ésta, en ocasiones, labor de un solo hombre, sino de todo un equipo. Para la realización del ALEA, contó con la colaboración de A. Llorente y G. Salvador; para la del ALEANR, con la de A. Llorente, T. Buesa y E. Alvar; para la del ALECant, con C. Alvar y J. A. Mayoral; para el ALH, con A. Quilis; entre otros.

5. Su elaboración actualmente corre a cargo de Lídia Pons i Griera y está dirigido por el destacado lingüista y dialectólogo Joan Veny (cfr. Veny/Pons i Griera 1998, 2001). 6. 2.ª edición ampliada (1973). 7. Desgajado del inédito Atlas lingüístico de España y Portugal (1974).

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Por su parte, Pilar García Mouton y Francisco Moreno Fernández dirigen la elaboración del Atlas lingüístico y etnográfico de Castilla-La Mancha (AleCMan, 1988, 2003-) que, si bien conserva la unidad metodológica de los mencionados con anterioridad8, supone un importante avance con respecto a estos, ya que en él se pretende combinar y complementar los estudios geolingüísticos con los sociolingüísticos (García Mouton/Moreno Fernández 1993). Por otro lado, Extremadura cuenta con los datos que José Antonio González Salgado recoge en su Cartografía lingüística de Extremadura (1999, 2000): 418 mapas lingüísticos y etnográficos que constituyen el núcleo de la investigación y el material del que se extraen las conclusiones léxicas, fonéticas y sobre la naturaleza lingüística de las hablas extremeñas9; pero se hace necesario un atlas lingüístico y etnográfico de la región a la manera de los otros atlas regionales; y lo mismo cabe decir de Murcia. Otras dos obras, en este caso de carácter comarcal, son: el Atlas Lingüístic de la Vall d’Aran (ALVA, 1973), por A. Griera, y el Atlas lingüístico de El Bierzo (ALBI, 1996), por M. Gutiérrez Tuñón. A todos ellos hemos de añadir los atlas lingüísticos elaborados sobre otros dominios lingüísticos de España, como son: el Atlas Lingüístico Galego (ALGa, 19912005), realizado por Rosario Álvarez, Francisco Fernández Rei y Manuel González González bajo la dirección de Constantino García y Antón Santamarina, que intenta reunir toda clase de información, bien sea de carácter lexicográfico, morfosintáctico o fonético del gallego, y al que se puede sumar el Atlas lingüísticoetnográfico de Portugal e da Galiza (ALEPG, 2006), por João Saramago; el Atlas lingüístico del País Vasco (1994), por Gotzon Aurrekoetxea y Xarles Videgain, que pretende abarcar todos los campos del euskera: léxico, morfológico, sintáctico y fonético (vol. I y II, en prensa); de nuevo, el Atles Lingüístic del Domini Català (ALDC, 1998, 2001-2009), continuador del antiguo proyecto ya mencionado y dirigido por Joan Veny en colaboración con Lídia Pons i Griera, del que deriva el Petit Atles Lingüístic del Domini Català (2008), editado también por J. Veny; así como el Atlas léxico marinero de Asturias (2002), de E. Barriuso. Por último, están los atlas de macrodominios, plurilingües e internacionales en los que España participa: el Atlas linguistique méditerranéen (ALM, 1971); el

8. Disponible en red. Para más información, (www.uah.es/otrosweb/alecman). 9. Para más información (www.geolectos.com).

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Atlas Linguarum Europeae (ALE, 1976), por A. Weijnen10; el Atlas Linguistique Roman (ALiR, 1991, 1996), por Michel Contini y Gaston Tuaillon11; y, finalmente, el Atlas Multimédia Prosodique de l’Espace Roman (AMPER, 1992, 2002-), al que, dada su naturaleza, dedicamos una especial atención en este artículo. Si nos centramos en América, la tarea que queda aún pendiente es significativa, sobre todo si se considera que lo realizado con anterioridad carece de la continuidad metodológica y de la sistematización que sería de esperar. Es muy probable que la configuración geográfica o las circunstancias histórico-sociales y/o económicas propias de cada país hayan contribuido a ello. Sin embargo, también es cierto que siempre hay un antes y un después, y que el interés que en estos momentos existe por el español, y en concreto por el español de América, en el ámbito académico internacional (sobre todo en Europa y en los Estados Unidos), la importancia y el valor de los materiales que se van recopilando, y de los que quedan por compilar, así como los medios técnicos que el siglo XXI nos ofrece ponen en evidencia un importante avance tanto de la disciplina en sí misma como del conocimiento científico del español como idioma. La primera contribución a la geografía lingüística hispanoamericana data de 1948; se trata de la obra El español de Puerto Rico, de Tomás Navarro Tomás. Con posterioridad, irán apareciendo los demás proyectos; algunos aún en sus inicios o en proceso de realización: el Atlas lingüístico y etnográfico del sur de Chile (ALESuCh, 1973), dirigido por Guillermo Araya, obra parcialmente publicada; el Atlas lingüístico y etnográfico del Perú (ALEP, 1978), por L. H. Ramírez; el Atlas lingüístico y etnográfico de Colombia (ALEC, 1982), dirigido por Luis Flórez y Joaquín Montes; el Atlas lingüístico antropológico de la República Argentina (1987), por O. Kovacci; el Atlas lingüístico de México (ALM, 1990), dirigido por Juan M. Lope Blanch; el proyecto del Atlas lingüístico de Cuba (1991), por García Riverón; el cuestionario del Atlas lingüístico de Ecuador (1994), por A. Quilis y C. Casado; el proyecto del Atlas lingüístico y etnográfico de Chile por regiones (ALECH, 1998), por C. Wagner; el Atlas lingüístico y etnográfico de Cuyo (ALECuyo 1999), a cargo de César E. Quiroga Salcedo; el Atlas diatópico y diastrático del Uruguay (ADDU, 1989, 2000), por H. Thun y A. Elizaincín; las encuestas de Bolivia para el ALH (2001), por A. Quilis; los dos atlas plurilingües: el Atlas lingüístico guaraní-románico (2009), dirigido por H. Thun, A. Aquino, W. Dietrich y H. Symeonidis, del que acaba de ser publicado su primer tomo, y el Atlas Lingüístico de Perú

10. Para una información actualizada del ALE, véase Alinei (1998). 11. Para una información actualizada http://w3.u-grenoble3.fr/dialecto/ALIR/themes.

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(2001), por A. Chirinos; el Atlas lingüístico de Antioquia (2002), por Osorio et al.; el pequeño Atlas lingüístico de Costa Rica (1992) y el Atlas lingüístico de América Central (ALAC, 2004), dirigidos por M. Ángel Quesada Pacheco; el Atlas lingüístico pluridimensional de El Salvador (ALPES, 2003), por Raúl Ernesto Azcunaga; el Atlas lingüístico pluridimensional de Nicaragua (ALN, 2003), por María Auxiliadora Rosales Solís; entre otras investigaciones. Lo hasta aquí expuesto, que no es “todo”, sólo “una pequeña parte”, la que más directamente afecta a España y al dominio lingüístico panhispánico, es un indicativo del inmenso trabajo realizado en apenas cien años (1902-1910 ~ 2010) por la geografía lingüística y la dialectología en estrecha colaboración12. Es verdad que a lo largo de estos años se han producido altibajos, supuestas “crisis” o divisiones entre conservadores e innovadores (Radtke/Harald 1996). También es cierto que, como manifiesta Pilar García Mouton (2009: 334), quizá el camino recorrido por la geografía lingüística española si bien largo y productivo haya sido bastante desordenado. Pero no cabe duda de que, lejos ya de aquellos primeros atlas, en la actualidad, la dialectología, ahora pluridimensional, y, en este caso, románica, y la geolingüística, enriquecidas por la sociolingüística y por las nuevas tecnologías, intentan poco a poco subsanar sus propias limitaciones al integrar, además de lo diatópico, ahora extensible a los centros urbanos, lo diastrático, lo diageneracional, lo diasexual, los aspectos diafásicos, las actitudes idiomáticas y la variación contactual (Lüdtke 1999: 23-43), e incorporar nuevos métodos de procesamiento de materiales, para convertirse tanto una como otra en el exponente de una auténtica lingüística de la variación13. Buena prueba de este nuevo proceder es el atlas en curso al que hoy dedicamos una especial atención, el Atlas Multimédia Prosodique de l’Espace Roman (AMPER).

2. El Atlas Multimédia Prosodique de l’Espace Roman (AMPER)14 Este nuevo atlas, impulsado desde el Centre de Dialectologie de la Universitè Stendhal Grenoble III15 por Michel Contini y Antonio Romano, este último de la 12. Un análisis más minucioso de este proceso puede verse en Congosto Martín (2009). 13. Una reflexión sobre este proceso de cooperación, integración y síntesis interdisciplinar tiene el lector en Hernández Campoy (1993). 14. Para Amper-Coordination (infos): http://w3.u-grenoble3.fr/dialecto/AMPER/partnrs.htm. Para Amper-Général: http://www.limsi.fr/Individu/rilliard/amper. 15. Este Centre, con una larga trayectoria y experiencia en investigaciones dialectológicas y geolingüísticas de proyección internacional (primero con el ALE; luego con el ALiR;

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Università di Torino, es, en efecto, uno de los últimos desafíos a los que se enfrenta la geolingüística en los nuevos tiempos. La idea inicial del proyecto fue expuesta por M. Contini en una comunicación titulada “Pour une géoprosodie romane”, presentada en el Nazioarteko Dialektologia Biltzarra celebrado en Bilbao en 1991 (Contini 1992). Con posterioridad, la concreción de algunos aspectos metodológicos a partir de la tesis doctoral de A. Romano (1999) constituyó un impulso decisivo en su maduración. Finalmente, dos años después, en 2001, tuvo lugar en Grenoble una reunión con investigadores de diversos países para darlo a conocer; ello supuso su lanzamiento, y el primero de una larga serie de futuros encuentros del que a partir de ese momento se llamaría “Proyecto AMPER”. Desde entonces, se han organizado diez reuniones científicas de carácter nacional e internacional: dos de ellas se han celebrado en el Centre de Dialectologie de la Universitè Stendhal Grenoble III; tres, en el Laboratorio de Fonética de la Universitat de Barcelona (enero 2002, marzo 2003 y noviembre 2004); dos, en el Centro de Investigación Ramón Piñeiro de Santiago de Compostela (diciembre 2003 y noviembre 2005); una, en el Laboratorio de Fonética de la Universidad de La Laguna (octubre 2006); otra, en la Universidad de Granada (febrero 2008); una más, de nuevo en Barcelona (diciembre 2008), con motivo del Simposio Internacional 30 Aniversari del Laboratori de Fonètica de la Universitat de Barcelona; la siguiente, tendrá lugar en la Universidad de Sevilla (febrero de 2010), en las que serán las IV Jornadas Internacionales del Proyecto AMPER. A ellas han asistido los responsables y miembros de cada equipo de trabajo, compuesto por fonetistas, lingüistas y dialectólogos, que gestionan sus respectivos proyectos en los distintos ámbitos lingüísticos. En un primer momento, los asuntos allí tratados giraron en torno a los siguientes temas: los objetivos que se querían alcanzar, las estrategias que había que seguir para su consecución, los programas informáticos que se utilizarían, la metodología que se emplearía, la elaboración de los distintos corpus según las lenguas implicadas en el proyecto, el perfil de los informantes, los mecanismos de análisis y etiquetaje de los ficheros (según el protocolo AMPER Internacional), etc. Con el tiempo, estas reuniones han pasado a convertirse en un punto de encuentro donde se exponen, estudian y analizan los avances científicos de cada equipo de investigación.

y ahora con AMPER), está actualmente adscrito al Équipe Systèmes Linguistiques et Dialectologie, Département Parole et Cognition, Laboratorie GIPSA-Lab UMR5216 (Grenoble Images Parole Signal Automatique).

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Varias son las razones que lo convierten en un importante reto: En primer lugar, que se trata de un ambicioso proyecto de carácter internacional que implica a todas las lenguas románicas y sus variedades distribuidas por el mundo. Abarca, pues, a ocho dominios lingüísticos: galorrománico, italorrománico, español, catalán, gallego, asturiano, portugués y rumano. Está integrado por 25 equipos de trabajo, que suman un total de 124 investigadores, adscritos a 30 universidades europeas y americanas16. En lo que respecta al dominio lingüístico español, el proyecto se extiende por España y América17. Está coordinado por Eugenio Martínez Celdrán (Universitat de Barcelona), si bien el ámbito americano cuenta a su vez con una vicecoordinadora, Yolanda Congosto Martín (Universidad de Sevilla). En su totalidad, son 17 equipos los que participan en la descripción prosódica de este dominio18, constituidos por 64 investigadores pertenecientes a 15 universidades: diez españolas; cuatro americanas; y una noruega19. Cada equipo de trabajo, coordinado por un investigador principal, es responsable de un determinado ámbito geográfico-dialectal. Tienen como objetivo principal realizar un estudio minucioso y pormenorizado de la prosodia de ese ámbito en cuestión y crear una base de datos que recoja los resultados de la investigación. Estos datos son la fuente de que se nutre el atlas multimedia de prosodia específico de ese ámbito dialectal. A su vez, una representación de la prosodia de cada ámbito es enviada a la base de datos general del dominio lingüístico, en este caso, del español, para la realización de su propio Atlas. Por último, los datos más representativos de la prosodia de cada dominio lingüístico pasan a la base de datos del Proyecto AMPER Internacional para conformar el macro-atlas del espacio románico.

16. Para una información más detallada sobre los miembros del proyecto: comité de dirección, coordinadores de cada dominio lingüístico, coordinadores de cada área, equipos, investigadores y universidades implicados, cfr. las páginas web del proyecto ya citadas. 17. Actualmente forman parte del Proyecto: Chile, Bolivia, Venezuela, Argentina, Costa Rica, Guatemala y Cuba. Están en proceso de adscripción: Nicaragua, Paraguay, Uruguay, Puerto Rico y EEUU_California (Los Ángeles). 18. Amper_Cat (español de Cataluña, Islas Baleares, País Valenciano y Murcia); Amper_Astur (español de Asturias); Amper_Eusk (español del País Vasco); Amper_Cant (Cantabria); Amper_Arag (Aragón); Amper_CyL (Castilla y León); Amper_Mad (Madrid); Amper_Andoc.Ext (Andalucía occidental y Extremadura); Amper_Andor (Andalucía oriental); Amper_Can (Islas Canarias); Amper_Venz (Venezuela); Amper_Arg (Argentina); Amper_Chile (Chile); Amper_Bol (Bolivia); Amper_CR (Costa Rica); Amper_Guatemala (Guatemala) y Amper_Cuba (Cuba). 19. Para más información, cfr. la página web: http://www.ub.edu/labfon/amper/cast/index.html.

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En realidad, el Proyecto AMPER está configurado como una especie de pirámide, en cuya base están situados los atlas particulares de cada ámbito dialectal, a la manera de los tradicionalmente llamados atlas regionales. Sobre ellos se asientan los atlas de cada dominio lingüístico, equivalentes a los denominados atlas de gran dominio. Por encima de estos, en el vértice superior, se encuentra el macroatlas románico, un atlas de macrodominios, que es una síntesis representativa de toda la investigación prosódica realizada. En segundo lugar, que tiene como principal finalidad investigadora estudiar la prosodia de estas lenguas y variedades, en especial, la entonación y el acento (F0/tono, configuración espectral/timbre, amplitud/intensidad, tiempo/duración) de frases enunciativas e interrogativas, en pos del patrón acentual, rítmico y entonativo que les caracterizan (Contini et al., 2002, 2003; Romano, 2001; Lai y Romano, 2002). Sobre los atlas lingüísticos de la Romania pesa una vieja tradición fonetista. Desde sus inicios, los planteamientos teóricos de si había leyes fonéticas o si existían fronteras entre los dialectos se resolvieron con las primeras encuestas sobre el terreno. Tales indagaciones tenían, fundamentalmente, carácter fonético, y esta primitiva determinación —afirma Manuel Alvar— actúa sobre todo el quehacer posterior (Alvar 1973:117). Sin embargo, la puesta en marcha del Proyecto AMPER se justifiait par l’existence d’une lacune dont étaient conscients tous les dialectologues, à savoir que dans leur travaux, et dans les Atlas en particulier, ils avaient toujours négligé le paramètre ‘prosodie’. Les rares exceptions concernaient le plus souvent des variétés dialectales particulières: la perspective géolinguistique avec, comme objectif, l’analyse de la variabilité prosodique dans l’espace était toujours absente dans l’ensemble des grands ‘chantiers’ qu’étaient les Atlas linguistiques, nationaux et régionaux. Tout au plus, avec les données en transcription phonétique figurant dans les cartes des Atlas de première génération ou classiques, véritables Bases de Données avant la lettre, les auteurs notaient graphiquement la place de l’accent de mot ou la syllabe accentuée. La notation, traduisant la seule impression auditive de l’enquêteur, donc subjective, était réalisée au cours de l’enquête, pour les travaux les plus anciens; pour les plus récents, à partir de l’écoute des enregistrement des enquêtes, par un groupe d’auditeurs, les enquêteurs le plus souvent. Rien, en revanche, n’était prévu pour rendre compte d’un phénomène comme l’intonation, dont le rôle important dans le processus de communication a été confirmé notamment par la synthèse de la parole. De tout cela, les dialectologues avaient conscience: il ne faut pas oublier que la phonétique a toujours été un domaine de recherche de la dialectologie au même titre que le lexique, la morpho-syntaxe ou la sémantique. Mais celle des dialectologues, dans la

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En la actualidad, la situación parece estar cambiando. En las últimas décadas la fonética acústico-experimental ha avanzado considerablemente, los laboratorios de fonética están cada día mejor equipados, los programas estadísticos y el desarrollo informático han facilitado el análisis, la sistematización y la cuantificación de los datos, y la dialectología y la geolingüística, entre otras disciplinas, han tomado conciencia de la importancia del papel que desempeña la prosodia en la variación lingüística y de las expectativas que despierta esta nueva línea de investigación20. Aunque los estudios de entonación dialectal hispánica cobran cada día más importancia, aún es mucho lo que queda por hacer. En este marco de acción es

20. Sin ir más lejos, el Programa de Doctorado con Mención de Calidad: Lingüística de la enunciación y su aplicación al estudio e investigación de la lengua española (Dpto. de Lengua Española, US) incorporó a su programación un curso que lleva por título: Entonación lingüística vs. entonación no lingüística: las funciones de la entonación (impartido por la profesora Y. Congosto Martín). Así mismo, dos nuevos másteres oficiales universitarios: Enseñanza del español como lengua extranjera y Didáctica de las Lenguas y Estudios Hispánicos Avanzados, ambos de la US, incluyen en sus planes docentes el estudio de la prosodia y su didáctica (materias impartidas en ambos casos por Y. Congosto Martín). A esto cabe añadir que actualmente hay dos tesis doctorales en curso, dirigidas también por Y. Congosto Martín, adscritas al Proyecto de Investigación AMPER: una sobre El habla de Cádiz, (doctorando: Jannis Harjus); otra sobre El español de Guatemala (doctoranda: Katrine Utgard), que incluyen el nivel suprasegmental, aspecto no investigado con anterioridad en estas áreas.

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donde adquiere especial relevancia el Proyecto AMPER, nacido para estudiar la prosodia de una manera teórica y metodológicamente uniforme lo que nos va a permitir poder conocer y comparar las distintas variedades románicas. Con él, tanto la geolingüística como la dialectología, como disciplinas científicas, se enriquecen atendiendo a un aspecto de la lengua nunca antes estudiado de forma tan sistemática. La tercera razón por la cual hay que celebrar la puesta en marcha de este Proyecto es el enfoque con el que está concebido: principalmente fonético, con implicaciones fonológicas, dialectológicas y sociolingüísticas. Lo que significa que pertenece a esta nueva era de la geolingüística en la que no sólo se amplía el campo de estudio, en este caso, al nivel suprasegmental, sino que además se tienen en cuenta todas las variables (ámbito geográfico, sexo, edad, nivel de instrucción, procedencia, etnia, etc.). En cuarto lugar, porque, dadas sus características, queda enmarcado en una nueva generación de atlas informatizados e interactivos que conjugan imagen y sonido y que utilizan como soporte la red. Se trata, pues, de un macroatlas multimedia con una gran base de datos al alcance de cualquier persona interesada. Los resultados de todos estos años de investigación están siendo ya almacenados y colgados en la web del Centre de Dialectologie de la Université Stendhal Grenoble III, así como en las distintas páginas web de los demás atlas y subproyectos de él derivados, con los archivos de sonido, las tablas, los gráficos y los análisis acústicos correspondientes. A su vez, los ya más de 250 estudios realizados (a febrero de 2010)21 han sido expuestos y difundidos por la comunidad científica a través de diversos medios: comunicaciones y pósteres22 en congresos, simposios y reuniones científicas de carácter nacional e internacional; publicaciones en actas de congresos, revistas especializadas y estudios monográficos, entre otros. Finalmente, por las múltiples aplicaciones de sus resultados, por ejemplo: en la enseñanza de lenguas, en el ámbito de la fonética forense o en la mejora de los sistemas de reconocimiento de habla.

21. Cfr. www.u-grenoble3fr/dialecto/AMPER/amper.htm. 22. El último póster fue presentado en el XV Congreso Internacional de ALFAL (18-21 de agosto de 2008), Montevideo, Uruguay (Congosto Martín/Martínez Celdrán/Fernández Planas, 2008).

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3. El Atlas multimedia de prosodia de Andalucía y Extremadura (AMPRAE) Este proyecto de investigación se enmarca en el macroproyecto de carácter internacional AMPER desde su propia constitución y cuenta con el respaldo y la financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación23. Tiene como principal objetivo realizar un estudio geolingüístico descriptivo de la prosodia de dos variedades lingüísticas del español en contacto, el andaluz y el extremeño, con el fin de confeccionar un atlas multimedia de prosodia que recoja toda la riqueza entonativa que ambas áreas dialectales presentan. El enfoque principal es, de acuerdo con el marco general en el que se inserta, fonético, con implicaciones fonológicas, dialectológicas y sociolingüísticas. En este sentido, es también un objetivo prioritario de este proyecto contribuir con sus datos y resultados a la realización del atlas multimedia de prosodia del español y del de toda la Romania. Este nuevo atlas servirá, además, para complementar la información contenida en el Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía (ALEA) y en la Cartografía lingüística de Extremadura (González Salgado 2000), que no contemplan como ámbito de estudio el nivel suprasegmental. Los datos serán editados, en consonancia con los nuevos tiempos, en formato multimedia para que cualquier investigador, alumno o persona interesada pueda tener acceso a toda la información, ver las curvas entonativas, oír las melodías de las variedades estudiadas y descritas y hacer estudios comparativos y contrastivos. Para ello, se está creando una amplia base de datos que incluirá archivos de sonido, tablas y gráficos por cada punto de encuesta e informante24. La metodología que se sigue incluye: trabajo de campo para la elaboración de un corpus digitalizado, análisis acústico de los enunciados del corpus y los correspondientes tests de percepción a partir de los patrones melódicos vacíos de contenido léxico-semántico.

3.1. El equipo En función del enfoque y de los objetivos marcados, el proyecto está siendo desarrollado por estudiosos cuyas líneas de investigación están directamente relacionadas con las distintas disciplinas implicadas en su proceso (principalmente: fonética, fonología, dialectología, geolingüística, sociolingüística, historia de la lengua española, lingüística general, lingüística aplicada e ingeniería informática) quienes, de forma conjunta, han aunado sus conocimientos en un objeti-

23. Proyecto I+D+i (referencia: FFI2008-03572/FILO), Investigadora Principal: Yolanda Congosto Martín. 24. Cfr. la página web del proyecto: http://www.amprae.es.

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vo común. Se trata, pues, de un equipo interdisciplinario, en consonancia con el macroproyecto en el que se inserta; sus miembros principales pertenecen a las Universidades de Sevilla, Granada, Extremadura y Alicante, y se corresponden con los investigadores que integran los grupos de trabajo AMPER_Andoc.Ext (Andalucía occidental y Extremadura) y AMPER_Andor (Andalucía oriental).

3.2 La metodología Resulta fundamental que en un proyecto de las características de AMPER, internacional, plurilingüe y multidisciplinario, haya unos criterios metodológicos estrictos y comunes (Contini, 2005; Romano et al., 2005), a pesar de que cada equipo, siguiendo unas directrices generales, goce de cierta autonomía en múltiples aspectos como son, por ejemplo, la elección de los puntos de encuesta o la adaptación del corpus, en función de las peculiaridades del ámbito dialectal o del dominio lingüístico. Solo así puede asegurarse la comparación entre resultados de diferentes grupos y puede garantizarse la unidad del Atlas que se pretende ir formando. Así pues, a lo largo de todos estos años se ha trabajado intensamente en la puesta en marcha y en la aplicación metodológica del Proyecto Amper en Andalucía y Extremadura, sobre todo en lo que afectaba a los puntos de encuesta, delimitando aquellos que presentaban una mayor pertinencia prosódica, a la selección de los informantes, a la realización de las primeras grabaciones, a la digitalización del corpus, al etiquetaje de los archivos de sonido y a la realización de los primeros análisis acústicos. De esta manera, nuestro interés y nuestra confianza en el proyecto se han ido consolidando día a día; somos conscientes de la importancia y relevancia del mismo, de las investigaciones que en él se están realizando y de los frutos esperables25. ... Corpus El desarrollo total del proyecto incluye cuatro tipos de corpus que comparten el estar emitidos con la mayor naturalidad posible y cubren un abanico de mayor a menor control en las emisiones, en un intento de obtener una descripción completa y representativa de la variedad de habla local de los habitantes de una comunidad. El corpus 1 es un corpus experimental fijo dirigido. Consta de tres grupos de frases: un primer grupo básico, con frases de 11 sílabas cada una y con una estructura:

25. Véase: Amorós (2007); Amorós/Pamies (2005); Congosto Martín (2005, 2007a, 2007b, 2007c); Congosto Martín et al. (2008b y en prensa); Pamies/Amorós/O’Neil (2007, 2008).

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SN1+V+SN2 (o SPrep); un segundo grupo de frases, las mismas, pero con expansión del SN1; y, finalmente, un tercer grupo, las mismas, pero, en este caso, con expansión del SN2. Las palabras de las frases son agudas, llanas y esdrújulas en el SN1 y SN2, mientras que el verbo siempre es llano. Ello nos permite establecer relaciones oportunas entre acento y entonación. Todas las combinaciones posibles en español dan como resultado 63 frases en cada modalidad objeto de estudio (enunciativa e interrogativa absoluta), lo que hace un total de 126 enunciados. Éstas se presentan a los informantes de forma aleatoria y se graba un mínimo de tres repeticiones por cada una de ellas, que es el número de emisiones que se analizarán, es decir, 378 emisiones por informante. Lo que, multiplicado por cada punto de encuesta y demás variables sociolingüísticas, da como resultado un número muy elevado de frases para su posterior análisis y estudio. El corpus 2 es un corpus inducido. Consta de 10 frases muy habituales en el hablante; frases de uso cotidiano, como, por ejemplo, las que se utilizan para preguntar la hora, saludar al vecino, preguntar por la salud, etc. Se consiguen mediante el planteamiento de un supuesto al informante. El corpus 3 se obtiene con la técnica Map Task. Este sistema permite alcanzar un grado mayor de espontaneidad en las realizaciones. Se plantea como una especie de juego entre dos informantes que se van haciendo preguntas y respuestas a partir de un mapa semimudo que se les entrega. Por último, el corpus 4 es una conversación libre. Se intenta obtener el discurso libre del informante, el habla vernácula, lo más natural posible, teniendo en cuenta la paradoja del observador de Labov. El sistema AMPER trabaja a partir de las vocales y empieza su análisis segmentándolas en la cadena a partir de un oscilograma. De cada una de ellas se toman en consideración valores de tres parámetros distintos (F0, duración e intensidad) y, a su vez, el de entonación toma tres valores en el tiempo: el inicial de la vocal, el de su centro y su valor final. Todo ello ocasiona que se maneje un volumen muy considerable de datos. ... Informantes Dada la estructura piramidal del Proyecto AMPER, el campo de acción de los distintos atlas que lo constituyen (de macrodominio, dominios y ámbitos lingüísticos) y el volumen de información que se va recopilando, las bases de datos se hacen progresivamente más pormenorizadas desde el vértice superior hasta su base. Es decir, en la base de datos de AMPER Internacional, de momento, se colgarán sólo

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los datos y estudios de un hombre y una mujer por cada punto de encuesta (uno urbano y otro rural); los de aquellos que sean considerados más representativos. En cuanto al Atlas del dominio lingüístico del español, la información que recogerá su base de datos está aún por delimitar; de momento, en una primera fase se ha empezado a trabajar con mujeres de entre 25 y 55 años, sin estudios superiores, de ámbito rural y urbano. Por lo que respecta a la base de datos del Atlas multimedia de prosodia de Andalucía y Extremadura, de todo lo anterior se desprende que ésta será mucho más amplia en todas sus vertientes: una red más tupida de puntos de encuesta, un número mayor de informantes y todas las variables sociolingüísticas. ... Puntos de encuesta Los puntos de encuesta se han establecido teniendo en cuenta además de su pertinencia prosódica, su adscripción dialectal. En principio, está previsto tomar muestras de diez puntos geográficos por provincia: la capital y enclaves significativos del ámbito rural. Los hasta ahora encuestados son los siguientes (17, en total): Provincia de Sevilla: Sevilla capital y la Sierra Norte Provincia de Huelva: Huelva capital y la Sierra Norte Provincia de Cádiz: Cádiz capital, Trebujena y Tarifa Provincia de Granada: Granada capital y El Padul Provincia de Almería: Almería capital y Vera Provincia de Jaén: Jaén capital y Lopera Provincia de Cáceres: Cáceres capital y Madroñera Provincia de Badajoz: Badajoz capital y Don Benito Las encuestas se llevan a cabo sobre el terreno, es decir, en un ámbito conocido y habitual para los informantes, después de habernos ganado su confianza26, para que, en la medida de lo posible, no se sientan observados ni intimidados por la presencia del encuestador. Los corpus son grabados en varias sesiones para conseguir que su atención sea siempre la adecuada y garantizar así la naturalidad de los datos obtenidos.

26. Antes de establecer una cita para hacer las grabaciones, el encuestador (un miembro del equipo; nunca se recurre a personas ajenas al proyecto) se reúne con el informante varias veces, al que se procura acceder siempre a través de una tercera persona conocida de ambos (encuestador e informante), en distintos días y momentos. Se conversa con él, se toma un café o una copa, se le explica la razón por la cual se le va a encuestar, para qué se van a utilizar los materiales, en qué consiste el proyecto, se habla del trabajo, de la familia, de los amigos, del lugar de residencia, etc. hasta conseguir una cierta complicidad entre todos.

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... Análisis acústico El análisis se inicia con la digitalización de las grabaciones que convierten en ficheros de voz cada una de las frases (.wav) y con el etiquetaje de los mismos según las convenciones generales de AMPER: La estructura LLNNLLLLN.extensión (donde N= número y L= letra). El primer carácter corresponde al país en cuestión, el segundo al área dialectal, el tercero a la localidad, el cuarto al informante, las tres letras siguientes al tipo de frase, la cuarta a la modalidad de la frase y el último número a la repetición de la frase. A continuación, se realiza la transformación de cada frase por una serie de subrutinas creadas en el entorno Matlab hasta conseguir por un lado el análisis de los tres parámetros (F0, duración e intensidad) de todas las vocales de la frase y, por otro, su melodía vacía de contenido léxico. El análisis completo genera el mismo archivo con diferentes extensiones: *.wav, *.dfo, *.txt, *.ton. Se debe llegar, además, a una media general que resulte de la media de las tres repeticiones de cada frase27. Posteriormente, se pasa a la grabación de la síntesis y al pase de test de percepción para comprobar si la síntesis de la melodía sirve para detectar la modalidad oracional. Se realizará tanto en la misma localidad en la que se grabaron las frases originales como en otras, para ver si el reconocimiento de la prosodia propia es más alto que el de la ajena. Por último, se procede a la transcripción fonética del corpus (sistema IPA). ... Estudio de los resultados, descripción de la prosodia obtenida y efecto perceptivo Aunque la finalidad última del proyecto es la elaboración de un atlas multimedia prosódico, el caudal de información que se genera hace que nuestra tarea se proyecte más allá de la mera descripción. De la descripción de los rasgos prosódicos de un informante y una zona geográfica se pretende saltar a las relaciones entre prosodia, sintaxis y pragmática. El tratamiento estadístico de los resultados podrá aportar información acerca de límites sintagmáticos, de desplazamientos acentuales, de comportamiento de la 27. Para más información, véase Fernández Planas (2005); Martínez Celdrán/Fernández Planas (2005); López Bobo et al. (2007).

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curva en el tonema y en el pretonema, de relaciones entre picos tonales, acento y fronteras sintagmáticas (límite de palabra y de sintagma), en suma, se podrá obtener información de tipo dialectal, fonética, fonológica, sociolingüística, sintáctica y pragmática. Por otra parte, el hecho de que todos los equipos de trabajo compartan una misma metodología nos permite hacer comparaciones entre distintos puntos de encuesta para detectar las similitudes y diferencias existentes entre ellos logrando así una mejor y más completa descripción prosódica. Del mismo modo, la realización e interpretación de los tests de percepción de las muestras sintetizadas nos permiten no sólo constatar la verosimilitud de los resultados obtenidos sino llegar a conclusiones de carácter fonológico importantes. A todo ello hay que añadir la aplicación de sus resultados en el ámbito docente y, en especial, en la enseñanza de lenguas: adquisición y didáctica de la prosodia, a través de ejercicios descriptivos, comparativos, de producción, percepción e imitación de las distintas modalidades de entonación y ritmo en su vertiente oral.

3.3. Primeros resultados. Estudio comparativo de tres ámbitos dialectales del español A continuación pasamos a exponer una pequeña muestra de los estudios que venimos realizando y de las posibilidades que de ellos se desprenden. Se trata de un estudio comparativo entre tres variedades del español: andaluz (Sevilla capital), extremeño (Don Benito, Badajoz) y español de Bolivia (Montero, Santa Cruz)28. Las frases elegidas están sacadas del corpus fijo. Se trata de 6 frases, 3 declarativas y 3 interrogativas absolutas, de 11 sílabas cada una, cuya estructura sintáctica responde al esquema SVO, sin expansión, que presentan a su vez una estructura de tres acentos tonales: el acento inicial (sujeto) es siempre oxítono, el central (verbo) es siempre paroxítono, y el último (objeto) responde a las tres posibilida-

28. Los datos manejados están extraídos de diversos estudios previos (Congosto Martín 2005, 2007a, 2007b, 2007c, 2008; Congosto Martín et al. 2008 y en prensa). En este caso, nos vamos a centrar, y de forma muy somera, sólo en uno de los parámetros acústicos: F0 (Frecuencia Fundamental). Para un análisis más profundo y detallado de otros parámetros como duración, intensidad y demás fenómenos implicados, remitimos al lector a la bibliografía referenciada en esta nota.

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des acentuales del español29. Así pues, las frases sometidas a análisis son en total 54 (3 frases por cada modalidad —declarativa/interrogativa— x 3 repeticiones de cada una de ellas x 3 informantes). Para hacer el estudio comparativo partiremos de la media general que se obtiene del análisis de las 9 frases de cada modalidad en cada informante. Las personas encuestadas responden a los criterios sociolingüísticos y dialectales establecidos por el Proyecto AMPER-Español en su primera fase: mujer, sin estudios superiores, con edad comprendida entre 25 y 55 años y representativa de su ámbito lingüístico. Los programas utilizados para este fin han sido los siguientes: Goldwave (v.4.25), para la digitalización del corpus; Wavesurfer, PRAAT y MatLab (v.5.3) para su análisis y estudio. La grabación ha sido realizada con mini-disk y con un micrófono Shure SM-58. ... Curvas melódicas de los enunciados declarativos La figura 1 muestra las tres curvas medias generales resultantes de las nueve oraciones declarativas analizadas en cada variedad del español y la tabla 2 los valores medios (en Hz) de cada núcleo silábico30. 350 300 250

Montero (Sta. Cruz) Sevilla (capital) Don Benito (Badajoz)

200 150 100 50 0 1’

1

2

3

4

5

6

7

8

9 10 11 11’

Figura 1. Curvas melódicas enunciados declarativos. Medias generales de F0 (en Hz).

29. Frase objeto de estudio comparativo: El saxofón se toca con obsesión / paciencia / pánico. 30. De acuerdo con el protocolo general de AMPER, se manejan trece valores: los 11 valores centrales de cada núcleo silábico más el valor inicial del primer elemento (1’) y el valor final del último elemento (11’).

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MSC SC DB

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1’

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

11’

202 200 177

205 198 177

214 187 175

214 178 174

230 214 195

229 218 185

220 210 188

228 240 181

204 221 172

189 179 155

190 159 148

177 146 148

176 132 140

Tabla 1. Enunciados declarativos. Valores medios generales de F0 (en Hz).

Como se puede observar, éstas presentan cierta semejanza pero también algunas diferencias significativas que pasamos a comentar: 1. Las tres curvas melódicas responden al patrón general del español: F0 desarrolla una sucesión de subidas y bajadas con un progresivo descenso frecuencial (202-176; 200-132; 177-140) y una configuración tonemática en cadencia. 2. Las curvas medias generales de la informante sevillana y de la informante dombenitense presentan dos picos. En el caso de Sevilla capital31, situados en las sílabas 5 y 7 (las dos átonas); en el caso de Don Benito32, situados en las sílabas 4 (tónica del primer acento tonal) y 6 (tónica del segundo acento tonal). Por su parte, la curva media general de la informante boliviana (Montero, Santa Cruz)33 presenta una primera cima que abarca las sílabas 4 y 5 y un pico situado en la sílaba 7. 3. Si ponemos en relación F0 y acento léxico, podremos ver que mientras que en SC, y podemos decir que también en MSC, no se produce en el pretonema la alineación entre pico tonal y acento, en DB, sí; además, en este último ámbito dialectal el primer PMx coincide con final de palabra y final de sintagma (SN1 sujeto) realizándose así la alineación entre pico tonal y frontera sintagmática. 4. Mientras que en MSC la curva se inicia con un progresivo ascenso del tono hasta la sílaba 4 (202-230 Hz), en SC y en DB la curva se inicia con un ligero descenso del tono hasta la sílaba 3, pretónica, (SC: 200-178 Hz // DB: 177-174 Hz) lo que hace que la subida que produce la presencia de la tónica sea más pronunciada y más brusca en el caso de SC, con una diferencia de 36 Hz (178214 Hz), seguida de DB, con 21 Hz (174-195 Hz) y a continuación por MSC, con 16 Hz (214-230 Hz).

31. En adelante, SC. 32. En adelante, DB. 33. En adelante, MSC.

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5. La cima tonal en el habla de MSC y DB queda situada en la última sílaba del primer acento tonal, sílaba 4, final del SN1 sujeto (230 y 195 Hz, respectivamente); la de SC se retrasa a la última sílaba del segundo acento tonal, sílaba 7 (240 Hz), lo que provoca que la declinación sea más breve y tenga una mayor pendiente en este último ámbito dialectal. 6. La media tonal es ligeramente más alta en MSC (202-176 Hz), que en SC (200132 Hz) y en DB (177-140 Hz), aunque la diferencia de rango tonal entre el inicio de la curva, el PMx y el tonema hace que sea la informante sevillana la que manifieste una mayor modulación: SC (200-240-132 Hz), DB (177-195140 Hz), MSC (202-230-176 Hz). ... Curvas melódicas de los enunciados interrogativos La figura 2 muestra las tres curvas medias generales resultantes de las nueve oraciones interrogativas absolutas analizadas en cada variedad del español y la tabla 2 los valores medios (en Hz) de cada núcleo silábico. 350 300 250

Montero (Sta. Cruz) Sevilla (capital) Don Benito (Badajoz)

200 150 100 50 0 1’

1

2

3

4

5

6

7

8

9 10 11 11’

Figura 2. Curvas melódicas enunciados interrogativos absolutos. Medias de F0 (en Hz).

MSC SC DB

1’

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

11’

206 192 186

207 186 186

221 182 193

221 172 194

236 193 197

213 274 254

220 271 245

247 231 231

212 172 198

194 153 179

201 153 173

277 235 157

297 265 157

Tabla 2. Enunciados interrogativos absolutos. Valores medios generales de F0 (en Hz).

Como se puede apreciar, en este caso, las diferencias son bastantes significativas tanto en el tonema como en el pretonema.

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1. En el pretonema, encontramos en líneas generales dos comportamientos distintos, por un lado, el de la informante de SC y DB, con un único pico en la sílaba 5, postónica, desde donde se inicia la declinación; por otro lado, el de la informante de MSC, que presenta dos picos: uno en la sílaba 4 y otro en la sílaba 7, a partir de la cual se inicia el descenso. 2. Por el contrario, en el tonema, son las informantes de SC y MSC las que presentan un mismo comportamiento con una inflexión final en anticadencia, frente a la informante de DB que sigue una trayectoria distinta con un final en cadencia, en consonancia con los esquemas entonativos registrados en otros ámbitos, en concreto, en el ámbito Astur (Congosto Martín et al., en prensa). 3. En cuanto al rango de frecuencias, en la tabla 2 podemos apreciar cómo en el primer acento tonal los valores más altos son los de la informante de MSC (206236 Hz), en el segundo acento tonal los de la informante de SC (274-271-231 Hz) y en el tercer acento tonal de nuevo los de la informante MSC (212-297 Hz). 4. Por su parte, vemos también cómo el rango de frecuencias que presenta la informante de MSC es de progresivo ascenso (206-236-247-297 Hz); cómo el de la informante de SC tiene un primer momento ascendente (192-274 Hz), un segundo momento descendente, con el valor más bajo (274-153 Hz), y un tercer y último momento ascendente (153-265 Hz); por último, cómo el de la informante de DB presenta un primer período ascendente (186-254 Hz) y un segundo período descendente (254-157 Hz). En definitiva, las diferencias entre el habla de MSC y SC se encuentran en el pretonema, sobre todo en la trayectoria del segundo acento tonal (cóncavo / convexo); las diferencias entre MSC y DB se producen tanto en el pretonema (cóncavo / convexo) como en el tonema (inflexión ascendente / inflexión descendente); por último, las diferencias entre SC y DB se dan en el tonema (inflexión ascendente / inflexión descendente). ... Esquemas entonativos declarativos e interrogativos absolutos en el español de Montero (Sta. Cruz), Sevilla capital y Don Benito (Badajoz) Si ponemos ahora, frente a frente, las dos curvas medias generales de los dos tipos de enunciados, declarativos e interrogativos absolutos, de la informante de MSC (figura 3, tabla 3), podremos ver que presentan no sólo trayectorias muy si-

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milares en el pretonema sino también prácticamente un mismo rango tonal, ligeramente más alto en las interrogativas que en las declarativas: las dos comienzan en torno a los 200 Hz con un movimiento ascendente suave y paulatino hasta la sílaba 4, donde se encuentra situado un primer pico (D: 202-230 Hz / I: 206-236 Hz); es llamativo el tono sostenido que mantienen las sílabas 3 y 4 en ambas modalidades. Posteriormente, se inicia un descenso en las sílabas 5 y 6, esta última con una misma altura tonal, 220 Hz, para volver a subir en la sílaba 7. A partir de este segundo pico, ligeramente más alto en las interrogativas (D: 228 Hz / I: 247 Hz), se inicia un descenso hasta la sílaba 9, lugar donde ambas curvas se empiezan a separar para seguir trayectorias opuestas, marcando así las diferencias entre el esquema entonativo declarativo e interrogativo en el español de MSC, con un final en cadencia en las declarativas y un final en anticadencia en las interrogativas. 350 300 250

Montero (Sta. Cruz) Sevilla (capital) Don Benito (Badajoz)

200 150 100 50 0 1’

1

2

3

4

5

6

7

8

9 10 11 11’

Figura 3. Curvas melódicas de Montero (Sta. Cruz): Enunciado declarativo e interrogativo absoluto. Medias generales de F0 (en Hz).

D I

1’

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

11’

202 206

205 207

214 221

214 221

230 236

229 213

220 220

228 247

204 212

189 194

190 201

177 277

176 297

Tabla 3. Valores medios generales de F0 (en Hz).

Si comparamos los esquemas entonativos de MSC con los de SC (figura 4, tabla 4) podemos apreciar que las diferencias se producen fundamentalmente en la zona prenuclear de la curva, y, de forma especial, en la modalidad interrogativa, con trayectorias muy distintas, mientras que la configuración tonemática responde a un mismo patrón entonativo.

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350 300 250

Declarativa Interrogativa

200 150 100 50 0 1’

1

2

3

4

5

6

7

8

9 10 11 11’

Figura 4. Curvas melódicas de Sevilla capital: Enunciado declarativo e interrogativo absoluto. Medias generales de F0 (en Hz).

D I

1’

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

11’

200 192

198 186

187 182

178 172

214 193

218 274

210 271

240 231

221 172

179 153

159 153

146 235

132 265

Tabla 4. Valores medios generales de F0 (en Hz).

Por el contrario, si los comparamos con los de DB (figura 5, tabla5) vemos que las diferencias afectan tanto al pretonema como al tonema, de nuevo, y de forma especial, en la modalidad interrogativa, ya que este último ámbito dialectal presenta un tonema final descendente en ambas modalidades. 350 300 250

Declarativa Interrogativa

200 150 100 50 0 1’

1

2

3

4

5

6

7

8

9 10 11 11’

Figura 5. Curvas melódicas de Don Benito (Badajoz): Enunciado declarativo e interrogativo absoluto. Medias generales de F0 (en Hz).

D I

1’

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

11’

177 186

177 186

175 193

174 194

195 197

185 254

188 245

181 231

172 198

155 179

148 173

148 157

140 157

Tabla 5. Valores medios generales de F0 (en Hz).

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... Conclusiones generales del estudio comparativo Este breve análisis que hemos realizado a modo de ejemplo nos permite apreciar, aunque sea a grandes rasgos, la riqueza y variedad que el español presenta desde el punto de vista entonativo y sumarnos a las siguientes observaciones (Sosa 1999: 177-180): 1. Uno de los factores más característicos y resaltantes que permite inmediatamente a un hablante identificar el origen geográfico de su interlocutor es precisamente la entonación. 2. Existen fenómenos de entonación que son privativos de ciertos dialectos, que no se producen en otros. 3. Las diferencias dialectales basadas en la entonación están circunscritas geográficamente y, posiblemente, también socialmente. 4. Los hablantes son conscientes de estas diferencias. 5. Como esas diferencias interdialectales son regulares y características, es posible y deseable establecer cuáles son y en qué consisten. En este sentido, conviene resaltar que las diferencias entonativas entre el español de Montero (Sta. Cruz, Bolivia) y el español de Sevilla capital (España) se producen a nivel pretonemático, manteniendo las dos áreas dialectales un mismo patrón entonativo con un tonema descendente para la modalidad declarativa y un tonema ascendente para la modalidad interrogativa absoluta. Por el contrario, las diferencias entonativas entre el español de Montero (Sta. Cruz, Bolivia) y el de Don Benito (Badajoz, España) se realizan tanto en el pretonema como en el tonema, ya que este último ámbito dialectal mantiene en las interrogativas absolutas un comportamiento entonativo con final en cadencia, al igual que otros ámbitos lingüísticos del español, aunque en este caso en concreto especialmente paralelo al del asturleonés.

4. Últimas consideraciones En la lingüística tradicional el estudio de la entonación siempre quedó relegado a un segundo plano, a pesar de su importancia en el entorno comunicativo. En

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la actualidad, cuando los estudios lingüísticos se abren a nuevos horizontes, la situación parece estar cambiando, y la entonación empieza a cobrar su merecido interés. Ello es debido a que en el estudio de la actuación enunciativa resulta imprescindible abordar el papel que desempeña la entonación en la producción e interpretación del discurso como principal elemento cohesionador, que, además, cumple distintas funciones lingüísticas (integradora, distintiva, demarcativa) y expresivas en el acto comunicativo. Sin la entonación, el enunciado no alcanza plenitud comunicativa; es más, no existe acto comunicativo sin entonación, ya que resulta determinante para la construcción del sentido del enunciado. El hablante necesita dividir su mensaje en unidades de información, que se realizan fonológicamente mediante la entonación en estrecha relación con la estructura sintáctica y semántica del enunciado. Todas las lenguas dependen de manera crucial de los cambios de tono para distinguir entre afirmaciones, preguntas o mandatos, para expresar información sobre los estados de ánimo o emoción, y para poner de relieve algunas porciones del enunciado con respecto a otras. Desde esta perspectiva, las subidas o bajadas del tono, la intensidad, la duración, el ritmo, el tempo, las pausas y la inflexión final permiten distinguir unidades léxicas, oracionales, discursivas o pragmáticas. En cuanto a la lengua escrita, es la disposición (tipo) gráfica y la ortografía las que cumplen la función integradora de la entonación: la tilde, los signos de interrogación, de admiración, los puntos suspensivos, el punto, la coma, el punto y coma, los dos puntos, el punto y aparte, los paréntesis, los guiones o la división en párrafos no son sino índices que nos permiten representar si no todas, al menos las diferencias entonativas relevantes lingüísticamente. Partiendo, pues, de la base de que la lengua es, por naturaleza, oral, para comprender un texto escrito el lector ha de empezar por segmentar y agrupar los sonidos que oye mentalmente en grupos rítmicos y en grupos fónicos. Si no “oímos” el texto y lo integramos fónicamente seremos incapaces de comprender su contenido. Por otra parte, como acabamos de comprobar, las investigaciones realizadas ratifican la existencia de diferencias interdialectales regulares y características que atestiguan que: 1) las diferencias basadas en la entonación están circunscritas geográficamente y, posiblemente, también socialmente. 2) Los hablantes son conscientes de esas diferencias. 3) Un número limitado de rasgos entonativos es el que permite a los hablantes en general reconocer el tipo de dialecto geográfico al que pertenece el interlocutor, independientemente de que, en este caso, el español como idioma presente rasgos y elementos suprasegmentales comunes (reglas de acentuación, ritmo, estructura prosódica, velocidad elocutiva, etc.), lo que pone de manifiesto que, en efecto, desde el punto de vista sociolingüístico y

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dialectal, la entonación da cuenta de aspectos propios del hablante como individuo (edad, sexo, extracción sociocultural, procedencia geográfica, etc.). Sabemos, pues, que la tarea que tenemos por delante es ardua, pero ¡quién ha dicho que hacer un atlas lingüístico sea cosa fácil! La geolingüística, constituida en uno de los métodos más productivos de investigación lingüística, continúa dando sus frutos. Manuel Alvar contribuyó de manera extraordinaria a su desarrollo en España. A más de medio siglo de la publicación del Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía (1961-1965) otro nuevo atlas —en este caso, y en consonancia con los nuevos tiempos, multimedia— sobre la prosodia de las hablas andaluzas y también extremeñas empieza a dar ya sus primeros frutos. Sirva pues este trabajo, que pretende rendir cuentas de los avances obtenidos en su desarrollo, como homenaje a su memoria.

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34. Todas las páginas web que se citan tienen como objetivo indicar al lector dónde puede encontrar más información al respecto. No han sido utilizadas para obtener información para la elaboración de este artículo.

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“LENGUA” Y “GRAMÁTICA” A EXAMEN. CONOCIMIENTO EXPLÍCITO E IMPLÍCITO EN LA ADQUISICIÓN DE ESPAÑOL Y ALEMÁN COMO SEGUNDAS LENGUAS CHRISTOPH EHLERS Universidad de Sevilla

1. Introducción Es evidente que todo hablante tiene alguna teoría de lo que es la “lengua”. Los lingüistas la tenemos por oficio, y lo más explícita posible. Los profesores de idiomas también, aunque su teoría puede ser más intuitiva e implícita1. Considerando que no hay nada más práctico que una buena teoría, nos queremos preguntar cuál es la teoría de “lengua” más adecuada para los fines prácticos de la enseñanza de segundas lenguas. Martín Peris (2004: 468) lo formula así: Lo que se plantean quienes están interesados en la actividad de enseñar una lengua son preguntas de este orden: ¿existen una teoría lingüística y una descripción gramatical más apropiadas que las demás para los intereses de aquellos que se proponen enseñar o aprender una nueva lengua? ¿Cuál es la relación que se establece entre los postulados de una teoría lingüística y su aplicación a la enseñanza de lenguas?

Para empezar, muchos datos empíricos señalan que los hechos gramaticales descritos por los lingüistas, por un lado, y las reglas cognitivas realmente operativas en las interlenguas (IL) o idiolectos transitorios de los aprendientes2, por el otro, pertenecen a realidades completamente distintas. Por ello, quiero proponer como referencia una teoría lingüística que impulsa una concepción de “lengua” y “gra-

1. Esteve (2003) establece la distinción muy útil entre Teoría, “con T mayúscula”, científicamente contrastada, y teoría “con t minúscula”, personal e implícita, producto de las creencias y experiencias subjetivas. Según la autora, el proceso de formación y aprendizaje del profesor de idiomas se produce en la interacción y evolución conjunta de ambos tipos de teoría: teoría1 - acción1 - observación - reflexión - Teoría - teoría2 - acción2, etc. En este artículo trato exclusivamente de Teoría, “con T mayúscula”. 2. Soy consciente de que el término “aprendiente” no es el normativo, pero lo mantengo frente al más usual “aprendiz”, de connotaciones artesanas.

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mática” más afín a las realidades mentales de los procesos de adquisición de una segunda lengua (AL2) que las de la lingüística estructuralista. Para este fin, aclararé primero mi concepto de lengua como Lengua-I (Chomsky 1986) y, puesto que este texto se inserta en un homenaje a Manuel Alvar, la relación de ésta con los estudios de variación lingüística sincrónica y diacrónica3. A continuación revisaré brevemente la relación entre teoría lingüística generativa y la enseñanza de segundas lenguas para centrarme en el binomio entre conocimiento explícito e implícito de las reglas gramaticales. Referencia fundamental será el estudio longitudinal de Diehl et al. (2000) con 220 sujetos francófonos aprendientes del alemán, aún muy poco conocido en el ámbito hispánico, pero por ello no menos relevante. Para terminar, intentaré sacar algunas conclusiones para la enseñanza de la gramática del español como segunda lengua (L2).

2. “Lengua” y “gramática”, “Lengua-I”, variación lingüística y adquisición La “teoría lingüística más adecuada” que buscamos habrá de ser una teoría que describe y explica la dimensión interior e individual del lenguaje. Evidentemente, esta concepción cognitiva de “lengua”/”gramática” difiere sustancialmente de la vigente en el campo de estudios que podríamos llamar “Lengua Española”, de corte saussureano, en la que la “lengua” es un sistema de niveles y unidades homogéneo y completo, descrito de la manera más explícita y exhaustiva posible, una entidad de tipo social y, por ende, exterior a nuestra mente. Ésta sería, en cierto sentido, y salvando otras muchas diferencias, también la idea tradicional de la “grammatikós” desde Dionisio Tracio: el sistema morfosintáctico de una lengua, cuyas reglas explícitas han de ser vertidas en el individuo para alcanzar una expresión conforme a la “norma”. Es, asimismo, básicamente la misma concepción que conlleva la “Gramática” medieval, la primera y más importante de

3. De entrada, el tema de este texto es completamente ajeno al área de estudio del filólogo Manuel Alvar, aquí homenajeado. Alvar hablaba alemán, fue Gastprofessor en Erlangen entre 1949 y 1951, pero la descripción de la maduración de la competencia gramatical en una L2, evidentemente, poco tiene que ver con los trabajos dialectológicos del investigador castellonense. Sin embargo, justifica mi presencia aquí el “leitmotiv” de este libro, la variación y el contacto lingüístico en el ámbito hispánico. Desde la obra seminal de Uriel Weinreich, Languages in Contact (1953) no cabe duda de que no sólo se consideran en situación de contacto dos lenguas coexistentes en un determinado contexto social (bilingüismo social), sino también al coexistir, en distintas proporciones, en la mente de un determinado hablante (bilingüismo individual). Siendo así, en mis clases de alemán tiene lugar el contacto lingüístico de un sistema, llamémosle “español bajo-andaluz” con otro, llamémosle “alemán estándar”, en estas dos dimensiones: la social, exterior, y la individual, interior.

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“Lengua” y “gramática” a exámen

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las Artes Liberales de Boecio (imagen 1), cuyo conocimiento, arduamente adquirido, significaba la llave de acceso a los demás saberes. También en la enseñanza del español como lengua materna ha prevalecido la imagen de la gramática como algo exterior, con existencia propia fuera de la mente individual. Y, como producto de esta larga y respetable tradición, también es la que espontáneamente más se asocia con la palabra “gramática” en general: las reglas de corrección morfosintáctica que el maestro/experto enseña y el alumno aprende, con esfuerzo pero como mero receptáculo pasivo. Pues bien, mi hipótesis es la contraria: la “gramática” de una L2 no se puede “enseñar” en el sentido arriba indicado, y reflejado en la metáfora del “embudo de Nuremberg” (imagen 2). La gramática, entendida desde el punto de vista de la Interlengua, es un tipo de conocimiento, un estado mental determinado, que obedece a una dinámica interna, individual e inconsciente que es, y aquí el meollo de la cuestión, en gran medida impermeable a la instrucción explícita de reglas gramaticales. A mi entender, podemos relacionar estas nociones de “Interlengua” y “Lengua Española” con la distinción que hace Chomsky (1986: 31-32)4 entre Lengua-I y Lengua-E, respectivamente:

Imagen 1. Nicostrata, “la inventora de las letras”, trasunto de la gramática, abre la torre del conocimiento a un estudiante. Gregor Reisch. Margarita philosophica. Freiburg: Johann. Schott, 1503.

Imagen 2. El “embudo de Núremberg”.

4. No entro a valorar aquí las opiniones algo despectivas de Chomsky sobre los estudios de la Lengua-E. Para esta polémica, véase Bernárdez (2001): “De monoide a especie biológica: aventuras y desventuras del concepto de lengua”, en: CLAC, Círculo de lingüística aplicada a la comunicación. Madrid: UCM. .

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Lengua-I (“Interlengua”): [...] El estado estable de conocimiento obtenido y el estado inicial S(O) son elementos reales de mentes/cerebros particulares, aspectos del mundo físico, en la medida en que concebimos los estados y representaciones mentales como codificados de alguna forma física.

Lengua-E (“Lengua Española”): [...] noción de lengua como colección (o sistema) de acciones o conductas de cierta clase. [...] Una gramática es una colección de enunciados descriptivos referentes a la lengua-E, los acontecimientos lingüísticos potenciales o reales.

También A. von Humboldt, reivindicado por Chomsky en este sentido (Chomsky 1967), define la lengua como proceso, energeia, en continua reelaboración por el individuo, y rechaza su concepción como producto o ergón. Esta imagen de la lengua como energeia, un objeto mental en reestructuración continua, ha de considerarse más “realista” a la hora de enfocar el fenómeno de la adquisición gramatical. 4 TIPOS DE GRAMÁTICA

GR lingüística L1

GR pedagógica L2

Exterior, explícito, social, ergón

GR idiosincrásica Interlengua del aprendiente

GR teórica lenguaje -I Chomsky

Interior, implícito, individual, energeia

Imagen 3. Relación entre Interlengua, Lengua-E y Lengua-I

L1

GU + DAL >IL11 >IL1n >L1

L2

L1 (+GU?) > IL21 >IL2n >(L2?) + Cap Cogn

L3

L1 + L2 (+GU) > IL31 >IL3n >(L3?)

L4

L1 + L2) > IL11 >In > L3 ibérico latín criollo castellano

Imagen 4. Lengua-I y variedad lingüística social e individual, GU = Gramática Universal, DAL = Dispositivo de Adquisición Lingüística, IL = Interlengua, Cap.Cogn.= Capacidades cognitivas.

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Pero hay más. En términos generativistas, también la variedad lingüística, tanto la diacrónica (cambio lingüístico) como la sincrónica, estudiada por dialectólogos como Alvar, se interpreta a una luz completamente distinta (véase De Graff 1999): las lenguas cambian porque somos humanos y no máquinas. No copiamos sino reanalizamos los datos para reestructurar nuestra competencia. El cambio lingüístico y el surgimiento de nuevas lenguas a través de la criollización son consecuencia de factores cognitivos como la reinterpretación de las unidades de la gramática en los procesos de adquisición y transmisión entre hablantes y generaciones de hablantes. Las gramáticas no se “transmiten” de padres a hijos (o de profesores a alumnos), sino que se crean siempre nuevas en la interacción entre las restricciones y principios universales de la facultad humana del lenguaje o gramática universal, y los datos lingüísticos primarios del entorno. Como estos datos son siempre indeterminados, heterogéneos o incompletos, también lo es el resultado del desarrollo. En otras palabras, la “lengua”, por ejemplo, española, no es una fotocopia en las mentes de sus hablantes, sino la suma de sus idiolectos o Lenguas-I individuales. De este modo, las restricciones universales de la facultad humana del lenguaje o gramática universal unen, de manera fascinante, fenómenos aparentemente dispares: adquisición lingüística, cambio lingüístico y criollización5 (imagen 4).

3. Lingüística generativa y enseñanza de segundas lenguas ¿Cómo se inserta entonces la teoría gramatical generativista en una teoría general de la enseñanza/aprendizaje?6. A finales de los años cincuenta, el escaso éxito del método contrastivo-conductista y las tesis mentalistas de Chomsky revolucionan la concepción de la lengua y su adquisición. Pasamos de la lengua como referente descriptivo (Lengua-E) a la Lengua-I como base explicativa de la facultad humana del lenguaje. La lengua

5. Véase Lightfoot (1982, 1999), De Graff (1999) sobre las relaciones entre adquisición y cambio lingüístico. 6. Es muy posible que M. Alvar hubiese estudiado alemán con la Gramática Sucinta de la Lengua Alemana según el “Método Otto-Gaspey-Sauer”, editado por Julius Groos por primera vez en 1890 y, aunque en envoltorio moderno, ¡todavía reeditada en el siglo XXI! Se trata de un exponente del método de “gramática-traducción”, en uso prácticamente desde la gramática del latín de Donato (s.V): explicación de la regla gramatical, lista bilingüe de vocabulario y ejercicios de traducción directa e inversa. El concepto de “lengua” se reduce, así, a reglas morfosintácticas y listas de vocabulario.

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ahora es entendida como un tipo de conocimiento asentado en la mente/cerebro del hablante, un estado mental marcado no por la creación de hábitos mediante la respuesta mecánica a estímulos, sino por todo lo contrario, la creatividad7. Aunque las aplicaciones directas de la gramática generativa (GG) a la enseñanza de lenguas fueron muy escasas, y siempre rechazadas tajantemente por el propio Chomsky, sus implicaciones indirectas fueron vastísimas. A partir del cambio de paradigma chomskiano se postula, en analogía con la psicología evolutiva piagetiana, la hipótesis construccionista, o sea, la esencial identidad de los procesos de adquisición de L1 y L2: un “crecimiento” o una “maduración” natural a lo largo de una serie de fases transitorias con una gramática idiosincrásica o interlengua (IL), de la cual los errores forman parte consustancial, (*“andé”, *“poní”), ya que son imprescindibles en el proceso de comprobación de hipótesis (imagen 5). AductoL2

hipótesis >

(GU?) L1

aductoL2>

IL1

hipótesis

aductoL2>

ILn

hipótesis

L2 ?

Imagen 5. La evolución construccionista de la Interlengua

En este proceso de maduración se configura un idiolecto de carácter transitorio, la interlengua, producto de restricciones de tipo universal y congénito, del aducto de la L2 y del conocimiento lingüístico previo de la L1 (español) u otra L2 anterior (en el caso de alemán, casi siempre el inglés). Con respecto a la aplicabilidad de la GG a la enseñanza, Cook (1994) objeta que carece de interés, puesto que la suposición de una dotación genética establecería solamente un mero desarrollo natural, o sea, precisamente aquello que no sería susceptible de enseñarse. Nosotros alegaríamos en contra que exactamente ahí está el quid de la cuestión: la existencia de límites a los efectos de la intervención didáctica. La pregunta que hay que plantearse en la actualidad ya no es si tiene sentido la enseñanza de las reglas gramaticales en general sino cuándo tiene sentido trabajar con quién qué aspecto gramatical y de qué manera. Existen esfuerzos generativistas de localizar precisamente aquellos rasgos gramaticales

7. El secreto de la creatividad, según Chomsky consustancial al ser humano, consiste en el “uso infinito de medios finitos”, o sea, el uso recursivo de unidades discretas que da lugar a un número potencialmente infinito de expresiones.

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del aducto que aceleran la adquisición, los desencadenantes (Liceras/Díaz 2000). Otras aportaciones teóricas de la GG a la enseñanza de segundas lenguas serían, primero, el renovado interés en el léxico como desencadenante de las estructuras sintácticas a través de las estructuras argumentales, y, segundo y más importante, que mientras que en los años sesenta a ochenta, la lengua ha sido concebida fundamentalmente como un comportamiento social, externo, ahora resulta evidente que la meta de los profesores es suministrar las mejores condiciones para que el aprendiente pueda desarrollar el conocimiento lingüístico que subyace a los usos sociales8. Para saber cómo enseñar hay que saber cómo se aprende.

4. ¿Dónde estamos ahora? De modo que hoy en día podemos considerar como firmemente establecidas las siguientes características de la adquisición de segundas lenguas (cfr. Martín Peris 2004, Diehl et al. 2000, Doughty/Long 2003, Ellis 1994, Eubank et al. 1997). Se trata de estas realidades: 1. En el nivel gramatical morfosintáctico, la adquisición de la L2 se produce, al igual que la de la L1, en fases. Cada fase representa un determinado estadio del desarrollo de la interlengua, en el que el aprendiente es capaz de procesar y producir determinadas estructuras y que se sitúa en algún lugar en el continuo entre “ignorancia y dominio completo” (Wode 1988). 2. Igualmente de modo paralelo a la adquisición de la L1, estas fases siguen una determinada secuencia. 3. Estas secuencias, en AL1 y AL2, son el producto de limitaciones de procesamiento que el aprendiente supera paso a paso, infiriendo determinadas estructuras selectivamente a partir del input y convirtiendo éste en intake. 4. Las secuencias de adquisición en AL1 y AL2, si bien son parecidas, no son idénticas. Esta diferencia es producto fundamentalmente del conocimiento previo de una L1 determinada.

8. Otro punto de crítica a la GG y su aplicabilidad a la enseñanza de lenguas era su limitación a la subcompetencia gramatical. Respondiendo a este reduccionismo, a partir de los años sesenta sociolingüistas como Labov y Hymes y filósofos del lenguaje como Austin y Searle reclaman una mayor atención a los elementos comunicativos, situacionales, discursivos y pragmáticos en la constitución del significado. Con el tiempo, la atención a los distintos subniveles, inicialmente fragmentada, se integra en el estudio de la gramática considerada no sólo como explicación de las reglas del sistema sino de las reglas de su uso en la comunicación.

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5. Una diferencia esencial entre AL1 y AL2 es el estado final del proceso, el grado de competencia alcanzado. En AL1, la adquisición siempre es completa (aunque indeterminada, como hemos visto antes), mientras que en AL2 se puede y suele dar el fenómeno del estancamiento o “fosilización”. No obstante, ello no es óbice para que un aprendiente, en circunstancias óptimas (actitud, aptitud, inmersión) pueda alcanzar una competencia nativa o imposible de distinguir de ésta por los propios hablantes nativos. 6. AL1 y AL2 se distinguen también por su cronología: los niños adquieren su L1 siguiendo un programa de maduración infalible, mientras que el adulto manifiesta una gran variabilidad individual en su duración y progreso. Típicamente, se da la “curva de aprendizaje en forma de U” (Kellerman/Sharwood-Smith 1986). Este factor, la variabilidad individual, es el aspecto que más claramente distingue ambos procesos. 7. Las IL en la AL2 son mucho menos sistemáticas y más sensibles a interferencias. En las IL/L2 se da mucha más “variación libre”, uso simultáneo e indiscriminado de varias formas alternativas, sin aplicación de una regla en concreto. 8. La influencia determinante de la L1 ya no se discute, pero ya no se considera como una interferencia negativa a eliminar, como en épocas conductistas, sino como una “estrategia cognitiva de producción y comprensión” (Ellis 1994). Diehl et al. (2000) critica con toda razón que estos resultados empíricos tengan demasiado poca repercusión en la práctica didáctica. Tanto el alemán/L2 como el español/L2, sobre todo en la situación de lengua extranjera, en gran medida se siguen enseñando de espaldas a estos hechos. A pesar de que hoy en día se es consciente de que la enseñanza se ha de orientar en el aprendizaje, la progresión gramatical de los currícula educativos no parece tener en cuenta a ésta y obliga a una carrera desenfrenada a través de la gramática de la lengua-E que no corresponde a las capacidades reales y la dinámica interna y propia de la lengua-I de los aprendientes9.

9. No quiero dejar de mencionar otros modelos, distintos a una supuesta capacidad innata de crear gramáticas o gramática universal chomskiana, e igualmente válidos a la hora de explicar la regularidad de los procesos de adquisición. Se trata de teorías psicolingüísticas, o sea, teorías de actuación, acerca del procesamiento y almacenamiento de los datos de la L2 por parte del aprendiente: en primer lugar, también cronológico, los Principios Operativos de Slobin (1973), no basado en principios lingüísticos abstractos como la GU, sino en un conocimiento heurístico-cognitivo universal para el procesamiento de datos lingüísticos, como p.e. el principio D: “evita la interrupción de unidades sintácticas”. En los principios

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5. Conocimiento gramatical explícito e implícito, el papel de la conciencia en la adquisición de segundas lenguas El papel de la conciencia ha dado lugar a un debate muy controvertido en el campo de la investigación de la adquisición de segundas lenguas10. La cuestión es de suma importancia, ya que atañe a uno de los pilares tradicionales de la enseñanza de idiomas que sostiene que el dominio de la L2 pasa por el aprendizaje consciente de sus reglas. Por consiguiente, se puede exigir que los alumnos asimilen estas reglas, presentadas en forma de gramática pedagógica, en conformidad con la progresión ofrecida en el aula (o manual). Luego se evalúa el grado en que los alumnos son capaces de cumplir con este postulado. Por ello, los modelos cognitivos de adquisición, como el aquí presentado, constituyen casi una provocación para la práctica didáctica existente, pues la probada existencia de una dinámica propia e interior, no manipulable desde fuera, en el desarrollo gramatical parece dinamitar los fundamentos de toda enseñanza gramatical institucional. Veamos ahora a qué nos referimos con “conocimiento implícito” y “explícito”. En un influyente estudio, los psicólogos Berry y Dienes (1993: 130) definen “aprendizaje implícito” como “[...] aprender la conexión entre estímulos, o estímulos y acciones, sin ser consciente de esta conexión”. El “conocimiento explícito”, en cambio, se define como la capacidad de verbalizar este conocimiento automático. Berry y Dienes señalan las siguientes características del conocimiento implícito:

de Slobin se basaban por ejemplo Clahsen, Meisel y Pienemann (1983) en su muy influyente proyecto ZISA (Adquisición del alemán por inmigrantes italianos y españoles). Después, siguieron los modelos conexionistas (p.e. MacWhinney 1998), radicalmente opuestos a la GU, puesto que niegan cualquier disposición innata y explican la adquisición con la interacción entre mecanismos generales de aprendizaje y los datos entrantes. Renuncian a reglas y cualquier representación simbólica: “cues instead of rules”, estímulos en vez de reglas impulsan la evolución del aparato cognitivo, organizado en forma de red con nodos con distintos grados de activación. La validez de los modelos conexionistas se demuestra en simulaciones por ordenador, que muestran las mismas “curvas en U”, fases de desarrollo e incluso errores. Luego también están los modelos que intentan una simbiosis entre las perspectivas conexionistas y simbólicos, como el Dual Model de Pinker y Prince (1991), que hoy gozan de más consenso. En general, se puede observar el paso desde la dura confrontación de posturas antagónicas y “puristas” hacia posiciones multidimensionales, capaces de complementar los resultados de las distintas investigaciones en los diferentes campos. 10. En lingüística cognitiva, al contrario, la conciencia no ha sido asunto de interés, puesto que aquella se ocupa precisamente de confeccionar un modelo de las estructuras y procesos que tienen lugar en la “caja negra”, o sea, por debajo del umbral de la conciencia (lengua-I).

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1. Está fuertemente ligado al contexto. Se orienta en rasgos superficiales, no sistemáticos, y es difícil de transferir a otro tipo de conocimiento. 2. Se adquiere de manera “incidental”, en situaciones en las que la atención no se centra en el aprendizaje en sí, sino p.e. en la comprensión de informaciones necesarias para la realización de tareas. 3. Moviliza la intuición. En los tests, los sujetos creen solucionar las tareas “por intuición” y, por consiguiente, a menudo no están seguros de las soluciones encontradas. Lo curioso es que el grado de su inseguridad no es correlativo con la corrección de las soluciones. 4. Es más “robusto” que el explícito, en el sentido de que es resistente contra el olvido y otros factores de distorsión11. Trasladando estas observaciones empíricas al terreno de la adquisición de segundas lenguas, Diehl et al. (2000) las confirma en su estudio con 220 niños y jóvenes francófonos aprendientes del alemán en escuelas y colegios de Ginebra, donde la instrucción se realiza, como en cualquier entorno educativo, casi exclusivamente de modo verbal y explícito. Sus resultados conceden al aprendizaje implícito (“adquisición”) un papel mucho más relevante de lo que muchos investigadores AL2 (p.e. Ellis 1994 y Bialystok 1982) quieren admitir: por un lado, sus niños y jóvenes recurren apenas al conocimiento explícito de reglas gramaticales, y por el otro, sí avanzan en su aprendizaje, pero a un ritmo y en una secuencia completamente distintas a la prevista en sus programaciones. La investigadora suiza observa tres rasgos que le indican que sus sujetos recurren intensamente a mecanismos de aprendizaje implícito: 1. La variabilidad de las interlenguas individuales es reflejo de la “inseguridad” de las soluciones intuitivas. 2. La rigidez de los chunks, o fórmulas sin analizar, que no se usan para el aprendizaje sistemático, por ejemplo de los paradigmas flexivos, indicaría la “dependencia del contexto”. 3. Las reglas y estructuras que los niños adquieren de manera incidental en la enseñanza primaria, jugando y cantando, son completamente inmunes a la regresión en épocas posteriores, o sea, se asimilan completamente. 11. En los escenarios experimentales se observó, asimismo, que cuanto más compleja es una determinada tarea (p.e. la organización del tráfico con gran número de variables o el aprendizaje de una gramática artificial), tanto más recurrían los sujetos a mecanismos implícitos, y que el c. explícito, verbalizable, sólo tenía un papel secundario y generalmente de poca ayuda: “[..] verbal instruction is going to have little effect on tasks that have a complex or nonobvious underlying structure” (Berry/Dienes 1993: 130, citado en Diehl et al. 2000: 51).

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6. Conocimiento declarativo y procedimental En estrecha relación con la distinción entre conocimiento implícito y explícito existen otros dos niveles fundamentales de representación del conocimiento: el conocimiento declarativo, el saber algo, y el conocimiento procedimental, el saber hacer algo. Según Anderson (1983), el conocimiento declarativo es fácil de verbalizar, se adquiere por exposición y su procesamiento es esencialmente controlado; el conocimiento procedimental, por su parte, consiste en saber cómo, es difícil de verbalizar, se adquiere por la práctica y se procesa esencialmente de manera automática. Como se sabe, las explicaciones gramaticales de profesores y manuales contribuyen al conocimiento declarativo, mientras que el conocimiento procedimental lo mejora sólo la práctica comunicativa.

conocimiento c. del mundo

c. ligüístico

c. declarativo:

c. de procedimiento:

c. de procedimiento:

c. declarativo:

esquema

guión

generar oraciones, leer

entrada “perro” en el

“restaurante”:

“restaurante”

un texto

lexicón mental

lugar de comida…

entro, busco mesa…

Tipos de conocimiento (Anderson 1983).

Para resumir muy brevemente, en el ámbito de la adquisición de segundas lenguas la cuestión fue planteada por primera vez y de manera polémica por S. Krashen (1981): conocimiento declarativo (explícito) y conocimiento procedimental (implícito) ocupan dos compartimentos estancos, cada uno de los cuales sigue un modelo de desarrollo distinto: aprendizaje (explícito) y adquisición (implícito), creando así una dicotomía terminológica muy plástica, usada hasta hoy. Krashen negó tajantemente cualquier posibilidad de que el aprendizaje (vgr. “consciente”) de las propiedades formales de una L2 se pudiera convertir en adquisición, asimilación y dominio inconsciente, la llamada postura no-interface. El conocimiento explícito formal sí se convierte en monitor, la instancia de control formal consciente, que sólo tendría funciones de apoyo: para el aprendizaje de reglas sencillas y como editor para el control posterior de los encunciados, visible en la autocorrección.

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Con Krashen dio comienzo el “deporte” del Krashen-bashing (McLaughlin 1987), el “destrozar a Krashen”. Las hipótesis de “full-interface” (p.e. McLaughlin 1987) mantienen que a través del control, repetición y práctica consciente las estructuras se pueden automatizar, o sea, usar de modo inconsciente; las de “weak-interface” (Ellis 1994, Bialystok 1982) intentan explicar el hecho paradójico de que el procesamiento intensivo de input centrado en el contenido, combinado con instrucción formal ocasional, produce mejores resultados que la mera exposición al input, pero —y esto es lo importante— que las reglas enseñadas de manera explícita se usan muy poco en la producción oral espontánea. En resumen, el conocimiento implícito constituye un tipo de conocimiento claramente diferenciado del explícito. Por consiguiente, también son distintos el aprendizaje explícito e implícito. Luego, en el uso, ambos parecen interactuar (el conocimiento explícito en la autocorrección, por ejemplo). Siendo así, no se puede desechar tan fácilmente la tan criticada “hipótesis del monitor” de Krashen, de que sólo las reglas sencillas pueden aprenderse de modo explícito para servir de control, a posteriori, sobre el output, mientras que las complejas (p.e. el sistema casual del alemán) son prácticamente inmunes a cualquier intento de instrucción explícita.

7. El estudio DIGS: la adquisición del sistema morfosintáctico del alemán por niños y jóvenes francófonos12 Entre 1995 y 1998, la lingüista Erika Diehl, de la Universidad de Ginebra, coordinó un ambicioso proyecto en el que el grupo de los investigadores colaboraba estrechamente con numerosos profesores de alemán de enseñanza primaria y secundaria de la República de Ginebra. El corpus investigado constaba de más de 1.800 redacciones, realizadas durante 2 años por 220 alumnos francófonos, de entre 10 y 18 años13. Objeto de investigación fueron la adquisición de la flexión verbal (más reducida que la del español y francés: no distingue aspecto ni modo subjuntivo), de la flexión del grupo nominal (con cuatro casos en determinante y

12. En lo siguiente, me basaré exclusivamente en Diehl et al. (2000). 13. Se usaron textos escritos por su facilidad técnica y porque ofrecían la ventaja de que los niños y jóvenes generalmente se muestran más productivos a la hora de escribir en una lengua extranjera que al hablar, pero contaba con el inconveniente de que los datos eran menos “espontáneos” y un tanto distorsionados por la posibilidad de planificación y autocorrección de los enunciados.

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modificador, de gran complejidad) y del orden de palabras (OP; Regla V2: posición obligada del verbo en segundo lugar en oraciones asertivas; Regla V2-Vfinal: paréntesis verbal en formas verbales compuestas; y Regla V-fin: verbo al final, en oraciones subordinadas). El contacto con el alemán, que iba desde los 20 minutos diarios en primaria (de forma lúdica y sin calificación) hasta las 5 horas semanales en secundaria, se limitaba exclusivamente al entorno escolar, excluyéndose cuidadosamente los jóvenes que pudieran tener otras posibilidades de hablar alemán fuera del aula14. Las preguntas a las que la investigación quería encontrar respuestas eran las siguientes (Diehl et al. 2000: 4)15: 1. ¿Cuál es la relación entre instrucción y adquisición gramatical? ¿Divergen, y, en caso de que sí, de qué manera 2. Si (1) fuera cierto, ¿a qué regularidades obedecería, entonces, la adquisición de la gramática? ¿Cómo construyen los aprendientes su competencia gramatical? 3. ¿Se pueden generalizar las secuencias de adquisición individuales? ¿Existen pautas supraindividuales? ¿Son válidas estas secuencias para todas las áreas gramaticales por igual? ¿Existe una correlación entre las secuencias adquisitivas de distintos fenómenos gramaticales? 4. Si (2) y (3) fueran ciertos, ¿se darían también analogías entre estas secuencias y correlaciones, por un lado, con la adquisición natural de la primera o de la segunda lengua? 5. ¿Dónde se sitúa la frontera entre las regularidades supraindividuales de adquisición y las diferencias individuales? ¿Cuánto margen hay para la variación individual? ¿Cuáles serían las causas de las considerables diferencias individuales?

14. Estas características hacen que el estudio pueda servir de importante referencia también para la enseñanza del alemán en España: se trata de enseñanza formal, en situación de lengua extranjera, a hablantes de una lengua románica. Menos directas, aunque merecería el intento, serían las implicaciones para la enseñanza del español en situación de segunda lengua, en la cual los aprendientes viven inmersos en un entorno de habla española. En este caso, lo que sí se puede suponer es que, dada la gran accesibilidad de input significativo e interacción, las secuencias de adquisición igualmente se darían sólo en transiciones más rápidas. 15. La traducción es mía.

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En todas las áreas gramaticales se llegó a la misma conclusión: la adquisición en entorno natural, por un lado, e institucional, por el otro, si bien no pueden equipararse del todo, sí tienen muchas más características en común que las que les distinguen. En particular, se pueden considerar como probados los siguientes hechos: 1. La adquisición de la gramática alemana en entorno formal no se produce del modo que generalmente se da por sentado. No se puede suponer que el alumno sepa aplicar una regla gramatical correctamente en cuanto ésta le ha sido presentada, explicada y practicada en clase. La adquisición de la gramática obedece a mecanismos propios, que no pueden ignorarse ni modificarse desde la práctica didáctica. Son patentes el uso de estrategias de adquisición, y las desviaciones de la IL con respecto a la L2 (“errores”) son parte ineludible y constituyente del proceso. 2. En las tres áreas gramaticales investigadas la adquisición sigue pautas secuenciales claras, durante las cuales los aprendientes poco a poco diferencian las reglas de su IL conforme a reglas formales y semánticas construidas por ellos mismos. El “entrenamiento” de las formas correctas sólo tiene efecto a corto plazo, luego se vuelve imponer el orden natural. 3. En ninguna de estas tres áreas, la adquisición sigue la planificación curricular. La discrepancia más notoria se da en la adquisición del sistema de casos, la cual se produce, si acaso, de dos a tres años después de su tratamiento formal en clase, y muy rara vez se completa. En cuanto al orden de palabras, la discrepancia más notable se da en la adquisición de la regla “verbo siempre en segundo lugar” (con la consiguiente inversión V-S en caso de no empezar la oración con el sujeto), una estructura muy presente en el input del discurso del aula (Heute machen wir... - “Hoy hacemos nosotros...”) es la última que se adquiere16. Y con respecto a la flexión verbal, si bien la secuencia es análoga a la de la programación curricular, sí se produce con un considerable retraso. 4. La adquisición del alemán como L2 se produce sobre la base de la competencia completa de la L1. Los jóvenes ya conocen conceptos metalingüísticos como “plural”, “género” u “oración” y fenómenos como la flexión verbal o nominal. Este conocimiento ya existente en la L1 explica que los aprendientes “se salten” las fases iniciales de la adquisición del alemán

16. También a diferencia de los resultados, muy conocidos, de Clahsen/Meisel/Pienemann (1983) con inmigrantes alemanes e italianos, y de Pienemann (1999) con escolares australianos, que adquirían primero el paréntesis verbal, después V2, y al final V-fin.

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como L1: prácticamente no se dan en el corpus fenómenos de la adquisición de la L1 como palabras holofrásticas, oraciones sin verbo, participios sin desinencia o la supresión de artículos, pronombres o preposiciones. 5. Más allá de este trabajo previo “conceptual”, la transferencia desde la L1 se limita a áreas muy concretas. En primer lugar, es casi inexistente en morfología, porque los aprendientes parecen darle un valor muy idiosincrásico y no transferible. En el OP, en cambio, sí es muy patente, sobre todo en las primeras fases, donde prima la secuencia sujeto-verbo de la L1 (francés). Toda la adquisición subsiguiente se podría interpretar como un progresivo distanciamiento de la sintaxis de la L1. El estudio igualmente concluye que la memorización de “unidades prefabricadas” sin segmentar, las fórmulas o chunks, tiene un papel mucho más importante de lo esperado. En las fases iniciales no sorprende su uso, puesto que también son muy operativas en la AL1 temprana. Pero en los jóvenes del estudio permanecieron presentes durante toda su carrera escolar, comprensiblemente sobre todo en las áreas gramaticales más opacas, como el sistema de casos en las frases preposicionales17. La tabla III (anexo) resume los resultados empíricos de las secuencias de adquisición de las tres áreas gramaticales investigadas y los paralelismos evolutivos observados.

8. Implicaciones didácticas. Alemán y español como segundas lenguas Las consecuencias didácticas del estudio DIGS y de nuestras consideraciones preliminares acerca del conocimiento implícito/procedimental y conocimiento explícito/declarativo se pueden resumir en una frase: la enseñanza de lenguas extranjeras debería estar concebida de manera que puedan desarrollarse en el aula los mecanismos naturales de adquisición. Del mismo modo, las planificaciones

17. El uso de fórmulas también está ampliamente documentado en la adquisición natural (ZISA, Clahsen/Meisel/Pienemann 1983). Sin embargo, Diehl (2000) relaciona su profusión en la producción de sus jóvenes con su situación de enseñanza formal. El contexto escolar “bloquea los procesos naturales alternativos, especialmente mediante la sanción del error” (Diehl et al. 2000: 361), que obliga al aprendiente a buscar soluciones ad hoc —las fórmulas, la transferencia de su L1, las estrategias de simplificación o soslayo (avoiding)— como el camino más seguro para conseguir una buena calificación.

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curriculares deberían orientarse en la secuencia natural de adquisición, y no en los planes previstos en las gramáticas pedagógicas, trasuntos de la gramática lingüística descriptiva. Sobre todo en la situación de lengua extranjera habría que repensarse unos objetivos de competencia gramatical actuales que sólo una minoría especialmente dotada puede alcanzar. Asimismo, el estudio de Diehl et al. (2000) coincide con otras muchas investigaciones en AL2 (Doughty y Long 2003) en señalar que los factores decisivos para la adquisición natural en entorno formal son, en primer lugar, la motivación, y un input “rico”, en segundo, la motivación para poner en movimiento todo el proceso, y el input “rico” para seguir alimentándolo. ¿Y la “gramática”? Desde el punto de vista de la teoría lingüística, un concepto de gramática más “realista” sería el elaborado por la lingüística cognitiva, puesto que considera, de entrada, la gramática y su adquisición como un fenómeno mental, interior e inconsciente (el lenguaje-I de Chomsky), no accesible a la corrección explícita. Desde una perspectiva didáctica, la instrucción gramatical debería limitarse exclusivamente a reglas transparentes y sin excepciones. Según Diehl, la progresión gramatical debería hacerse más realista también, enseñando menos gramática para dar más lugar a la consolidación y el uso comunicativo real. En general, Diehl et al. (2000: 364) aboga por una: nueva comprensión de la función del error dentro de los procesos cognitivos de adquisición. Los errores indican la fase de desarrollo del aprendiente y los mecanismos a los que recurren. Textos inmaculados sin ningún error no son automáticamente señal del dominio gramatical completo, sino que pueden ser el resultado de una habilidosa mezcla de fórmulas, estrategias de soslayo y homonimias morfológicas. El tabú del error puede ser una de las razones de la fosilización y del abandono del aprendizaje.

Dada la cercanía tipológica entre francés y español, el estudio DIGS también puede servir de referencia para la enseñanza gramatical del alemán a hispanohablantes. Con respecto al español, cabe decir que su enseñanza como segunda lengua ha experimentado un salto cuantitativo y cualitativo muy importante. A diferencia del alemán, visto tradicionalmente por los implicados (profesores, alumnos, administraciones, público en general) como una lengua “difícil” y “gramatical” y con fuerte inercia a enfocar su enseñanza hacia la gramática, el español/L2 ha aprovechado su explosión a partir de los años noventa para orientar su enseñanza hacia una perspectiva abiertamente comunicativa e incluso “postcomunicativa”, como el enfoque por tareas (Zanón 1999). No obstante, también resultaría muy provechoso un estudio longitudinal de adquisición de rasgos gramaticales en la

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línea de Diehl et al. (2000) para relativizar las expectativas de la adquisición rápida de la competencia gramatical en áreas tan complejas como el sistema verbal del español. De hecho, el rasgo gramatical del español que más se prestaría a la comprobación de las secuencias evolutivas sería el de la flexión verbal: la distinción aspectual imperfecto/perfecto/indefinido y la distinción modal indicativo/ subjuntivo/condicional. Las principales variables a controlar serían la situación de lengua extranjera/segunda lengua, adquisición guiada/no-guiada y L1.

9. Resumen y conclusión Hemos presentado nuestras reflexiones acerca del papel de la “gramática” en la enseñanza de segundas lenguas, refiriéndonos sobre todo al estudio longitudinal DIGS de Diehl et al. (2000), una investigación cuyo conocimiento consideramos también pertinente en el ámbito del español como segunda lengua. Para aclarar conceptos, hemos contrastado, primero, algunas concepciones lingüísticas acerca de “lengua” y “gramática”, para concluir que a la hora de acercarse a los fenómenos de adquisición y enseñanza convendría una comprensión más realista de la lengua: para el profesional de la enseñanza de idiomas, sería saludable distanciarse en cierto modo de la visión descriptiva, y naturalmente de la prescriptiva, de la lengua como producto social (Lengua-E en términos chomskianos, o ergón, con Humboldt) hacia una comprensión mentalista de la facultad del lenguaje, que considera la “lengua” como la suma de idiolectos o representaciones internas, individuales e inconscientes de los hablantes (Lengua-I de Chomsky, energeia de Humboldt). Ya en términos propios de los estudios de la adquisición de segundas lenguas, el enfoque cognitivo descubre la gran contradicción intrínseca en la enseñanza de la gramática: la creencia instructivista de que lo que se enseña de manera explícita, mediante la práctica rápidamente se convierte en conocimiento implícito y automatizado. Nada más lejos de la realidad. Stephen Krashen (1981), siempre muy discutido, parece haber acertado con su “teoría del monitor”, según la cual la enseñanza explícita de reglas gramaticales fuera del calendario evolutivo interno del aprendiente no sólo es tiempo perdido, sino incluso puede ser perjudicial. Hoy en día se considera probado, y de modo muy patente lo hace el estudio de Diehl et al. (2000), que el currículum externo, guiado por la gramática descriptiva, es un mundo, y la maduración interna y real de la IL del aprendiente, otro muy distinto.

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Anexo: Tabla transversal de secuencias de adquisición morfosintática del alemán por estudiantes francófonos (Diehl et al. 2000: 351) A. FLEXIÓN VERBAL

B. ORDEN DE PALABRAS

I Fase “preconjugatoria” (Infinitivos; formas personales del verbo sólo como fórmulas) ……………………………

I Oración principal SVO

C. SISTEMA DE CASOS

…………………………. II Conjugación regular en presente

II Ors. principales coordinadas

I Sistema “Un solo caso” (Nominativo)

…………………………… ………………………….. …………………………..

III Conjugación de los verbos irregulares en presente V.modal + infinitivo …………………………..

III Paréntesis verbal

II Sistema “Un solo caso” N (Nom, Ac. y Dat. a discreción)

…………………………. IV Auxiliar + Participio

IV Oración subordinada (V-final)

III Sistema de dos casos N +A (caso recto N y oblicuo, A y D)

…………………………. …………………………. V Pretérito ………………………….. VI Restantes formas

V Inversión (X-V-S)

…………………………

…………………………..

IV Sistema de tres casos N +A+ D (Formas de N, A y D)

Adquisición sintáctica I – V concluida

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ALGUNOS APUNTES ACERCA DE LA CUESTIÓN DE LA “HIBRIDEZ” Y DE LA “DIGNIDAD” DE LAS LENGUAS IBERORROMÁNICAS JOHANNES KABATEK Universidad de Tubinga, Alemania

1. Introducción Las siguientes reflexiones derivan de una serie de experiencias de los últimos años, vividas, por un lado, en el seno de diferentes comunidades lingüísticas en situaciones diversas así como, por otro lado, en discusiones con colegas o mediante la lectura de textos tanto científicos como periodísticos. Sirva a modo de ejemplo la siguiente situación de la que fui testigo hace cuatro años. En una conversación entre un funcionario del gobierno regional gallego vinculado a la política lingüística y varias personas implicadas en el proceso de planificación lingüística, alguien decía que en su opinión no tenía mucho sentido apoyar la extensión social de la lengua gallega sin cuidar su propia forma. Insistía en que, en su opinión, si se extendía un gallego híbrido y castellanizado, no se ganaba nada. A esto, el mencionado funcionario respondió que a él no le importaba cómo se hablaba gallego sino que se hablara gallego. A esto, el otro respondió que no estaba de acuerdo porque las lenguas, según él, también tenían su dignidad. Dicho sea de paso que el gallego del funcionario era un gallego fuertemente castellanizado aprendido recientemente mientras que el gallego del otro, aunque también contuviera castellanismos léxicos, tenía fundamento de lengua materna, así que en cierto modo ambos no hacían más que defender su propia forma de hablar. La contradicción evidente entre las dos posturas es antigua y se puede etiquetar de contraste entre “purismo” y “antipurismo” lingüístico, pero ha adquirido nueva actualidad, desde hace algunos años, en la discusión sobre la hibridez lingüística1. Con hibridez lingüística se suele denominar una cierta situación de

1. El término hibridez aparece como traducción española del ingl. hybridity, aunque tiene tradición propia en español, al contrario del menos frecuente islote léxico hibrididad, poco

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mezcla de lenguas, junto a hibridización, que sería el proceso que lleva a tal situación2. El término, en su adopción por la lingüística, aparece en los estudios de los criollos, a principios de los años setenta (Whinnom 1971), pero si es empleado recientemente en trabajos de lingüística, esto se debe más bien a una adopción desde los estudios literarios y los estudios de la cultura (cultural studies). Desde hace unos años, sobre todo en los estudios “postcoloniales” acerca de las literaturas y culturas latinoamericanas3, el término hibridez, tradicionalmente de connotación negativa y opuesto a lo “puro”, “auténtico”, “homogéneo”, de connotación tradicionalmente positiva, es usado adrede, en un acto de apropiación y de concienciación, con connotación opuesta, no solo para describir únicamente una situación de mezcla, sino para darle un nombre identificador y otorgarle connotaciones generalmente positivas: lo híbrido, en vez de considerarse, desde la postura purista, como algo impuro, incorrecto y negativo, se denomina con un nombre científico supuestamente neutro que permita evitar estas connotaciones; es más: se procura, en toda una serie de estudios, de escritos diversos y de discusiones, connotar lo híbrido positivamente, en el sentido de que la mezcla no se considere como defectuosa, sino al contrario, se considera como creativa y fructífera e incluso superior a la “pureza”. Esto también vale para la adopción en la lingüística. Lo híbrido se considera superior ya que en la mezcla de lenguas confluyen por lo menos dos, y dos son más que una sola. Al mismo tiempo, la postura que defiende las ventajas de la hibridez coexiste —y necesita coexistir— con una postura contraria a la que se opone y de la cual se nutre, aquella que critica lo mezclado como algo de menor valor, considerando la mezcla como amenaza a la lengua, atacando la “hibridez” o defendiendo lo “puro”. Este debate se presenta, en el mundo hispánico, de múltiples formas y puede referirse, como en la anécdota citada, a cuestiones de contacto entre lenguas en España o a la cuestión del contacto del español y otras lenguas, sobre todo el inglés, en las discusiones acerca del llamado spanglish, por ejemplo. Ahora bien, lo que llama la atención en este debate metalingüístico que evidentemente preocupa e interesa a los hablantes no es tanto el hecho de que a nivel popular se produzcan contradicciones y discusiones, sino que estas contradicciones

conforme con las reglas de formación de palabras del español y evidente traslado del inglés. hybridity o más bien del alemán Hybridität. También aparece hibridización, sobre el modelo de hybridization. 2. Para esta distinción, véase Gugenberger (2008: 36). 3. Cf. por ejemplo García Canclini (1990).

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parecen hacer eco también a nivel de la discusión científica, con férreas defensas de posturas opuestas. Se procura demostrar, en trabajos de índole científica, la objetividad de un valor determinado de lo mezclado, por un lado, y de lo puro, por otro. Sin embargo, me parece que una evidente contradicción que se da en el debate metalingüístico cotidiano no debería ser reproducida, sino analizada desde la ciencia, procurando evitar prejuicios y visiones demasiado parciales. En este sentido, si aparece una contradicción entre puristas y antipuristas, antes de buscar argumentos científicos en favor o en contra de una de las dos posiciones, habría que preguntarse por los motivos que llevan a los diferentes protagonistas a defender esta o aquella postura, y, suponiendo que cada una de ellas tendrá su lógica interna, su razón propia, llegaremos tal vez a destapar malentendidos o por lo menos a evidenciar las claras incompatibilidades. En las siguientes líneas procuraremos analizar algunos de los argumentos de la discusión. Partiremos de la separación entre una perspectiva del objeto (lenguaje, lenguas y discursos) y el sujeto hablante, describiendo lo “puro” y lo “híbrido” primero desde la primera, luego desde la segunda perspectiva. En cuanto a la segunda perspectiva, trataremos la cuestión de la valoración subjetiva de las situaciones lingüísticas por parte de los hablantes, con sus efectos sincrónicos que consisten en la visión de las cosas desde un ángulo determinado y sus efectos de predicción futura hecha a partir de la visión sincrónica subjetiva. Entraremos, en este contexto, también en la cuestión de las categorizaciones, con una nota sobre los nombres de las lenguas, y llegaremos, por último, a hablar de protagonistas metalingüísticos, aquellos que con su liderazgo procuran convencer a los hablantes de las ventajas de una postura determinada. Todo lo que sigue se refiere a situaciones del mundo hispánico, pero es aplicable a situaciones de contacto en general. La combinación del análisis de hechos lingüísticos, por un lado, y de hechos ideológicos, por otro, forma parte de una disciplina que podría recibir el nombre de ideolingüística.

2. La perspectiva “objetiva” Antes de pasar a la perspectiva de los hablantes, me parece oportuno plantear la pregunta de si los objetos sometidos a la discusión tienen alguna existencia real o si se trata de meras construcciones. Curiosamente, en el debate sobre “hibridez” y “purismo” es frecuente encontrar la negación del objeto al que uno se opone: se

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dice, por un lado, que no existe ninguna “lengua pura” ya que todas las lenguas provienen de mezclas, y se niega, por otro lado, la existencia de “lenguas híbridas” ya que se dice que no son “lenguas” sino realizaciones plurilingües, es decir que los hablantes que producen discursos híbridos lo hacen empleando elementos, no de una, sino de diferentes lenguas. En cuanto a la cuestión de si existen o no “lenguas puras”, hay que distinguir, en primer lugar, entre aquellas afirmaciones que se refieren a un estado actual concreto de una lengua y aquellas que argumentan con su pasado. El problema más banal de los dos es el segundo, ya que no cabe duda de que todas las lenguas son “híbridas” en su composición histórica: el inglés es una lengua germánica altamente romanizada, el español una lengua de fuerte influencia vasca, griega, latina, francesa, italiana, inglesa, náhuatl, etc. Pero la hibridez en algún momento de la historia puede desembocar en la total integración de los elementos, es decir, en la homogeneización del sistema lingüístico. En un sentido puramente histórico, una palabra como “chocolate”, por ejemplo, da muestra del carácter “híbrido” del léxico español, pero evidentemente no supone ninguna mezcla ni plurilingüismo en la actualidad4. Algo más compleja es la cuestión de si existen lenguas “puras” en un estado actual concreto. Recordemos que Saussure, al discutir este problema, proponía buscar las formas lingüísticas “puras”, si hacía falta, en los dialectos o subdialectos más apartados si en las lenguas “grandes” no se encontraba pureza suficiente5. Pero hay razones para preguntarse si lo que proponía Saussure no se refería, en realidad, a un mito. Ya los famosos estudios de Gauchat (1905) habían desmontado el mito del habla local completamente unitaria, y sabemos que hasta en las zonas dialectales más apartadas suele haber un cierto grado de variación, incluso a nivel individual.

4. Este ejemplo, que parece exagerado, nos ha servido para criticar la diferenciación tradicional establecida por Weinreich (1953/1968) y repetida en muchos trabajos, entre “interferencias en el habla” e “interferencias en la lengua”: para Weinreich, la interferencia en el habla es aquella que se debe al contacto actual, la interferencia en la lengua, en cambio, es el resultado del contacto adoptado en la lengua. En este sentido, “chocolate” sería hoy una interferencia del náhuatl en la lengua española —con lo cual, en nuestra opinión, el término interferencia quedaría inutilizable. Cf. (también sobre el problema de la distinción entre “interferencia involuntaria” y “préstamo”), Kabatek (2000: 27-41). 5. Cf. Saussure (1916: 128): “L’étude synchronique n’a pas pour objet tout ce qui est simultané, mais seulement l’ensemble des faits correspondant à chaque langue; dans la mesure où cela sera nécessaire, la séparation ira jusqu‘aux dialectes et aux sous-dialectes”.

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Pero tanto Saussure como Gauchat carecían de una teoría de la variación lingüística coherente que les permitiese describir adecuadamente la relación entre una posible concepción de un sistema lingüístico social y la variación individual, sin que la variación individual sea solo parole derivable del sistema6. La noción de sistema como sistema funcional “puro” fue tantas veces criticada, entre otras cosas porque era evidente que la realidad lingüística no seguía un modelo en el que los discursos actuales correspondían a un solo sistema y que este se veía reflejado inmediatamente en ellos. La primera crítica se refiere al “monolingüismo” de los hablantes y a la existencia de variedades: cada hablante es “plurilingüe” o, por lo menos, “plurivarietal” en la medida en que domina más de una lengua funcional, más de un dialecto, sociolecto o estilo. Pero también sería falso pensar en la separación perfecta de estas unidades como unidades discretas en el habla del individuo. El individuo “plurivarietal” no habla necesariamente una variedad en cada momento determinado, no habla, por ejemplo, un dialecto sevillano “puro” en casa y español estándar en el trabajo: puede realizar elementos de distintas variedades en un mismo discurso, o bien de forma “horizontal” o “sintagmática”, cambiando de variedad en una especie de alternancia de códigos, o bien de forma “vertical” o “paradigmática”, con la presencia de “interferencias” de una variedad en otra. A esto se refiere la segunda crítica de una descripción monolítica del sistema: hay que separar la abstracción que es el sistema lingüístico del discurso actual, y en el discurso actual no hay solo variación individual dentro del marco de un sistema estable, sino que puede haber perfectamente elementos pertenecientes a más de un sistema. La competencia lingüística no se limita a la atribución de un elemento determinado a un sistema sino que comprende la capacidad de atribuir los discursos actuales a varios sistemas, varias “lenguas” o varias variedades. Los discursos actuales pueden comprender tanto elementos de distintas lenguas históricas como elementos de variedades de una misma lengua, y en este sentido son discursos “híbridos”. Estos discursos “híbridos”, también pueden limitarse a la variación entre subvariedades de un mismo dialecto, sin que su “hibridez” llame para nada la atención de los hablantes. Las subvariedades tienen, sin embargo, existencia real, y no solo para los lingüistas. Aunque un mismo hablante realice en sus discursos varios subsistemas, estos siguen funcionando como sistemas y son identificados como tales por los oyentes a la hora de comprender los discursos, o sea, a la hora de atribuirlos a sistemas.

6. Estas y las siguientes líneas tienen su fundamento en la teoría variacional de Eugenio Coseriu y están estrechamente relacionadas con discusiones con Coseriu; un ejemplo de ello es el capítulo “Das Korrekte und das Exemplarische” (Lo correcto y lo ejemplar) en Kabatek/ Murguía (1997: 207-219).

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El hablante sevillano, por ejemplo, seseante en casa y distinguidor en el trabajo con compañeros no andaluces, puede cambiar de una variedad a otra en un mismo discurso o presentar rasgos de una variedad hablando la otra ya que él como individuo se caracteriza precisamente por emplear las dos. Y el oyente será capaz de atribuir cada elemento del discurso concreto a los diferentes sistemas en cuestión7. Los discursos pueden, pues, ser monosistemáticos o plurisistemáticos. Pero los sistemas en sí siempre son monosistemáticos, lo cual es casi una tautología ya que lo que funciona debe funcionar, y un sistema solo tiene existencia si es funcional. Esto no excluye que la pluralidad de los sistemas, a su vez, pueda formar, en un nivel superior, un “sistema de sistemas”, el que tradicionalmente se llama diasistema8. En los paisajes europeos tradicionales, la situación más frecuente solía ser la de hablantes que presentaban una variación mínima entre variedades muy afines, es decir, hablantes que hablaban su dialecto local y alguna variedad semejante, siendo el uso de lenguas muy distantes más bien la “excepción” de algunas zonas (como de las zonas vascófonas en contacto con lenguas románicas). Esto no corresponde, sin embargo, a ninguna “universalidad”: en muchos lugares del mundo, la coexistencia de lenguas o de variedades más distantes es lo “normal”, e incluso pueden convivir en espacios apartados y comunidades relativamente pequeñas lenguas a veces tipológicamente diversas, con larga tradición de coexistencia. Las lenguas son, pues, “puras” como sistemas, pero los discursos pueden (y suelen) ser “impuros” cuando en ellos se realiza más de un sistema. Se podría objetar que la postulada “pureza” del sistema solo puede ser una abstracción, una proyección que no deja lugar a que este cambie. Pero precisamente porque es una abstracción hecha a partir de los discursos concretos, los sistemas son dinámicos ya que se proyectan nuevamente en cada momento del hablar concreto; su dinamismo no es un dinamismo inherente del sistema mismo sino de los discursos que lo generan. La segunda cuestión, la de la existencia de “lenguas” híbridas, queda contestada ya en el punto anterior: las “lenguas híbridas” no existen si por lenguas entendemos 7. Una muestra de esa capacidad creativa de atribución es la creatividad al comprender a los extranjeros en la que el oyente tiene que “crear” un sistema antes no conocido. Es frecuente en hablantes de lengua materna alemana, por ejemplo, la confusión de las vibrantes españolas, con el resultado de que a veces pronuncian vibrantes múltiples, “erres dobles” en palabras como caro, pero, etc. Los oyentes suelen darse cuenta del “sistema” diferente, atribuyendo los elementos a un sistema coherente. 8. El término, frecuentemente mal atribuido, es de Weinreich (1954).

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sistemas lingüísticos. Se podría hablar de lenguas híbridas si por ello entendiéramos la práctica discursiva de emplear elementos de dos o más lenguas. Pero a esta práctica preferimos llamarle “discursos híbridos”, o aún mejor, “discursos plurisistemáticos”, para evitar connotaciones no deseadas. En cierto sentido, se podría hablar de “lenguas híbridas” al hablar de la composición etimológica de una lengua, aunque en este sentido no hay lengua que no sea híbrida, pero existen lenguas en las que el origen plural es más reciente o destaca más que en otras, como es el caso del mencionado inglés, germánico-románico, o del urdu y del hindi, lenguas de pasado en parte común pero de mezclas distintas que llevaron a su diferenciación. Para esquematizar lo dicho, podemos distinguir discursos (o “textos”) plurisistemáticos (1 b) de discursos (o “textos”) monosistemáticos (1 a): Esquema 1: discursos monosistemáticos y discursos plurisistemáticos a) sistema 1

b) sistema 1

sistema 2

discurso 1

(sistema 3, etc.)

discurso 2

El discurso 1 es un discurso “monolingüe” o “monovarietal” mientras que el discurso 2 es plurilingüe o pluridialectal. En una perspectiva diacrónica, es posible —aunque no necesario— que la “mezcla” en b) desemboque en la fusión de ambos sistemas en uno y en la construcción de un nuevo sistema unitario, como en el esquema 2: Esquema 2: “homogeneización” diacrónica

Eje diacrónico

sistema 1

sistema 2

discursos “plurisistemáticos”

sistema

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Este proceso se podría describir más detalladamente ya que los factores que intervienen en él son sistematizables por lo menos en parte: grado de presencia de elementos de los distintos sistemas en los discursos, relación L1-L2 de los sistemas en contacto para los hablantes que producen los discursos, prestigio de las variedades, etc. Hasta aquí podemos afirmar que el debate entre “hibridez” y “pureza” no puede ser, en realidad, un debate teórico a no ser que se confundan los conceptos: existen sistemas lingüísticos, históricamente compuestos por elementos procedentes de diferentes lenguas, que permiten la producción de discursos monovarietales o plurivarietales. Mirando más de cerca las discusiones, no parecen referirse realmente al estatus teórico de estas entidades y ni siquiera se plantean normalmente aclararlo. Se trata, en la práctica, más bien de discusiones acerca de fenómenos empíricos concretos.

3. La perspectiva de los hablantes La objeción entre una perspectiva lingüística y una perspectiva de los hablantes necesita comentarse para que no se malinterprete. Se trata de la distinción —idealizada, por supuesto— entre el objeto de la lingüística, que es el lenguaje tal y como es, un objeto intersubjetivamente comprobable y al que se llega mediante la aplicación de métodos basados en fundamentos teóricos, y el objeto de la perspectiva subjetiva que con pleno derecho se limita a una visión parcial de las cosas. Con esto no pretendemos negar ni la subjetividad de los lingüistas ni la posibilidad del afán objetivo por parte de los hablantes; queremos, sin embargo, señalar dos finalidades distintas, una objetiva y otra subjetiva. Lo propio de la visión subjetiva es la percepción de los objetos desde un ángulo determinado y sin necesidad de abandonar ese ángulo. En cuanto a la lengua y las variedades, la subjetividad implica un yo situado, y una situación con respecto a una lengua o a diferentes lenguas que se expresa en una relación de posesión: yo hablo mi lengua. La posesión no es un hecho estático sino un proceso dinámico de apropiación que suele estabilizarse ya en la infancia, pero también puede llegar a modificarse a lo largo de la vida. Mientras la visión objetiva busca una situación por encima de los objetos sin apropiación de ninguna de las lenguas, la visión subjetiva ve las lenguas desde un punto de vista particular, distinguiendo lo propio de lo ajeno y percibiendo grados de distancia entre la propia lengua y la de los demás.

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Pero si aplicamos la distinción establecida en 2 entre lengua y discurso, no deberíamos ahora caer en el error de identificar la “situación” social, ese posicionamiento lingüístico que acabamos de mencionar, con una lengua monosistemática entendida en el sentido esbozado. Esta identificación es muy frecuente y lleva precisamente a algunos de los malentendidos más graves en el contexto del tema que estamos tratando. El hablante puede producir discursos que corresponden a un solo sistema lingüístico, como en el esquema 1 a), o bien discursos de diferentes sistemas, como en 1 b). Lo que es importante es que la apropiación, la construcción de una identidad social, funciona no con respecto al grado de “pureza” de estos discursos sino con respecto a la connotación asociada con ellos, que es independiente de su grado de pureza. Si un hablante realiza discursos que corresponden a un único sistema como en 1 a), se identificará con ellos igual que un hablante que realiza discursos como en 1 b). Y es más: la producción de los discursos puede ser altamente dinámica en un mismo hablante, y puede ser que un mismo hablante realice unas veces discursos como los de 1 a) y otras discursos como en 1 b). Esto, sin embargo, no significa que se sienta más “puro” cuando habla como en 1 a) ni más “híbrido” cuando habla como en 1 b). Para algunos hablantes, la identidad está más asociada a discursos “puros” y para otros a discursos “híbridos”. Para dar un ejemplo: un hablante gallego de las zonas dialectales occidentales que habla unas veces con seseo sistemático como en los dialectos tradicionales de su zona y otras veces con un sistema distinguidor en el que solo esporádicamente aparecen muestras de seseo, es decir que habla “con seseo puro” en algunas circunstancias y con una mezcla híbrida entre dos sistemas en otras, ambas formas de hablar pueden corresponder a su “identidad”, o a facetas distintas de la misma, sin necesidad de priorizar una u otra9. Si los “discursos híbridos” no son ni mejores ni peores que los discursos “puros” ya que ambos tipos de discurso “funcionan” (aunque funcionen de manera objetivamente diferente), ¿por qué encontramos tanto críticas como defensas entusiastas de ambos? Para encontrar una respuesta a esta pregunta, necesitamos antes aclarar una confusión en la argumentación que es muy típica en el discurso político e ideológico y que a veces no es solo confusión, sino estrategia consciente del debate político.

9. Hay que señalar, sin embargo, que objetivamente los discursos híbridos llevan en sí referencias a distintos sistemas y, por lo tanto, indican un cierto dinamismo social mientras que los discursos monosistemáticos indican mayor estabilidad social.

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Se trata de una confusión temporal entre lo pasado, lo presente y lo futuro, y se puede ilustrar con referencia al esquema 2: hemos visto que los sistemas lingüísticos siempre son “híbridos” etimológicamente, es decir que derivan de diferentes momentos de mezcla. De esto se puede derivar que los actuales discursos de mezcla pueden, a lo largo del tiempo, llegar a sentar la base de una confluencia, pueden, en un proceso de “homogeneización”, producir nuevas “lenguas puras”. Pero un futuro posible no es lo mismo que un futuro cierto o que el presente, y una simple posibilidad de evolución no garantiza de ningún modo que llegará a producirse. Si algunos de los defensores del spanglish, del fenómeno discursivo de la mezcla híbrida de elementos españoles e ingleses10, ven en esta mezcla una futura lengua, lo que indican es una posibilidad, pero no una evolución garantizada11. Al mismo tiempo, no se puede negar esa posibilidad como mera posibilidad. Se puede señalar únicamente que se trata de una mera cuestión de especulación y que los indicios de probabilidad de que se convierta en realidad son, más bien, pocos12.

10. Manuel Alvar ya señaló, a respecto de la mezcla entre español e inglés, que habría que tratar por separado las diferentes situaciones: “estar sobre la tierra durante siglos nos permite hablar del español de, mientras que establecimientos transitorios, válidos para los estudios de sociolingüística, valdrán para estudios sobre el español en, que son otra cosa… Tenemos un español invadido por el inglés en territorios que pertenecieron a la Corona, y tras la independencia a México; tenemos un inglés invadido por el español a causas de ciudadanía, trabajo o exilio político. Son, pues, dos situaciones totalmente distintas y que requieren tratamientos diferentes” (Alvar 1996: 100). 11. Así, Ilán Stavans, máximo defensor (e inventor) del spanglish, habla del spanglish como si ya fuera una lengua, o por lo menos, como si fuera una lengua in statu nascendi: “A cada rato lloramos la muerte de otra lengua en el Globo. ¿Por qué no celebramos de igual manera el nacimiento de una nueva? Puede que nos disguste el spanglish... Puede que nos cause risa... Puede que nos inspire... Todas ellas son reacciones normales. Pero únicamente estudiándolo podremos entender su función y vitalidad. Yo soy de la opinión de que su gestación es una oportunidad extraordinaria para entender cómo se forman los idiomas en general: sus causas y su posible desarrollo” (entrevista a Stavans en el diario La Nación, en Fairclough 2003: 188). 12. No queremos entrar aquí en esta polémica, pero hay que señalar que el nombre de spanglish se aplica a toda una gama de posibles mezclas entre español e inglés: aparece, por un lado, para designar un español hablado con influencia inglesa (particularmente frecuente en inmigrantes de primera generación), pero al mismo tiempo designa también el inglés hablado con influencia del español (frecuente sobre todo en inmigrantes a partir de la segunda generación), y, además, para designar toda una serie de fenómenos escritos, tanto literarios como no literarios. Incluso es usado para referirse al español hablado o escrito en los países hispanófonos que presenta influencias del inglés. Esto quiere decir que en la práctica spanglish es un nombre para designar un continuo de fenómenos que se caracterizan por contener ele

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Con todo, las discusiones acerca de la especulación sobre el posible futuro de los discursos híbridos no son, en el fondo, más que proyecciones anacrónicas de problemas actuales, igual que los argumentos contrarios, los que procuran justificar el purismo argumentando con el pasado13. Para analizar las motivaciones del conflicto entre defensores de purismo e hibridez, en vez de mirar hacia el futuro o hacia el pasado, habría que fijarse más bien en constelaciones presentes. El conflicto deriva precisamente de la mencionada apropiación individual de la lengua, o, mejor dicho, de su carácter particular, social e individual al mismo tiempo. La lengua es un fenómeno social que solo tiene existencia en su interindividualidad pero que únicamente se manifiesta en discursos individuales. Es decir que la lengua como objeto interindividual solo existe si simultáneamente es tanto la lengua de un sujeto como la de otro(s) —es decir, es tanto la lengua del yo como del tú. Pero esta equiparación es paradójica e implica un alto potencial de conflicto. Solo de manera idealizada pero no real, la lengua, la del yo y la del tú son idénticas. En realidad, el yo y el tú no pueden ser totalmente iguales, y están sometidos a dinámicas en parte divergentes, así, la cuestión de la lengua no se resuelve de manera unánime. Los hablantes suelen aceptar como normales ciertos desvíos individuales de lo que ellos consideran “la lengua”, pero se sienten amenazados cuando estos desvíos ya no son solo fenómenos individuales sino cuando parecen estar desviando la lengua misma. Cuando, por ejemplo, ciertos hablantes del catalán empezaron a criticar el catalán hablado o escrito por otros en la polémica de los años noventa entre catalán “heavy” y catalán “light”14, no lo hacían para criticar un determinado comportamiento individual ajeno, sino porque este comportamiento les afectaba directamente15: los hablantes quieren reconocerse ellos mismos en el habla de los demás miembros de su comunidad, y si no se reconocen, se preocupan porque sienten que la comunidad se aleja de ellos o ellos se alejan de la comunidad.

mentos de dos lenguas, la española y la inglesa, y antes de pronosticar que a partir de esta mezcla va a nacer una lengua habría que precisar cuál de los múltiples fenómenos actuales sería su origen. 13. Cf. Kabatek (2007). 14. Para esta distinción, véase, entre otros, Pericay/Toutain (1986), Pazos (1990), Tubau (1990), Kailuweit (2002). 15. Así, en Tubau (1990: 163), leemos el siguiente comentario a este problema: “A mi em preocupava molt [...] que eres català, llegies el diari i no t’hi reconeixies” (subrayado nuestro).

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Este problema de identidad individual con respecto a la identidad del grupo es también un problema de categorización: un subgrupo de hablantes se apropia de la categoría “català” que el hablante tradicional asocia, no con las formas “nuevas” que oye o lee sino con su propia forma de hablar. Es decir que la apropiación del nombre de la lengua por parte de hablantes con otras características invade el propio terreno, la propia identidad del hablante, lo cual le incita a reaccionar, y defender lo suyo propio16. Este mecanismo explica numerosos fenómenos de crítica del lenguaje. Las críticas surgen porque los individuos, desde su punto de vista “subjetivo”, conciben la lengua, lo que ellos categorizan con un nombre que sienten ligado a su identidad, como algo estable e inalterable (o por lo menos no alterable sin su acuerdo), algo suyo, algo que tienen que defender para no perderlo. La identificación entre “mi lengua” y “la lengua” se da por la categorización idéntica; ambas son para el hablante la misma cosa17. La discusión entre “puristas” y “antipuristas” suele ser, pues, una discusión sobre el derecho de apropiación de la lengua por un grupo determinado de hablantes, y los argumentos, se refieran ellos al pasado o al futuro, no son más que intentos de dar apoyo o autoridad a una postura determinada. Hasta aquí hemos hablado de “purismo” e “hibridez” con referencia a dos tipos de situaciones diferentes: por un lado, por ejemplo a las variedades híbridas que se producen en situaciones de contacto entre gallego y castellano o las variedades catalanas influenciadas por el español, y por otro, a la mezcla entre español e inglés llamada spanglish. La diferencia fundamental entre los dos tipos es que en el primer caso, dentro de una comunidad se forman grupos cuyas características lingüísticas muestran influencias de otra lengua pero que siguen formando parte de la misma comunidad, y en el segundo caso, parece que se está formando una comunidad nueva, un espacio híbrido18 con posibilidad de emancipación, de independización

16. En realidad, hay que distinguir entre reacciones extropunitivas, como la defensa, e intropunitivas, como la negación de la propia identidad, el menosprecio de la misma y la mayor estima de la identidad ajena (cf. Kabatek 1994). 17. Con todo, hay que decir que, por razones históricas, la flexibilidad de la categorización puede ser muy amplia en ciertas comunidades; así, puede haber también una conciencia taxonómica de pertenencia de una variedad a una entidad superior; así, un andaluz ve como totalmente compatible —salvo en intentos recientes de ruptura— llamar a su propia habla tanto andaluz como español (cf. Narbona Jiménez 2003). 18. Cf. Bhabha (1994: 11).

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con respecto a las lenguas en contacto. Si el mecanismo que nutre las discusiones en el primer caso es el descrito en el párrafo anterior, habrá que preguntarse por qué en el segundo caso también hay discusión ya que, por lo que parece, el mecanismo de la identificación con la misma categoría no puede funcionar allí donde se trata aparentemente de otra comunidad con una categoría distinta. El primer tipo se refiere a discusiones en situaciones dinámicas donde los que discuten quieren intervenir en el dinamismo; quieren, en el fondo, contribuir a que se mantenga la existencia misma del grupo, y no de cualquier manera, sino de la que mejor les guste o convenga. En el segundo caso, sin embargo, parece que la discusión metalingüística ya no tiene sentido porque ya se ha formado otro grupo, con independencia lingüística. De hecho, esto es cierto cuando el “espacio híbrido” realmente se ha independizado y los discursos híbridos ya no dependen de las lenguas de las que originalmente derivan, es decir, cuando a raíz de lo híbrido ha nacido una lengua. Entonces sería absurdo criticar la hibridez. A nadie se le ocurriría en la actualidad criticar la romanización medieval del inglés o la arabización del español; esta crítica tendría a lo mejor sentido en la época de Guillermo el Conquistador, en el caso del inglés, y de Al-Ándalus en el caso del español, pero hoy en día sería un anacronismo. Pero a diferencia del inglés o del español, el spanglish, aunque el nombre parezca insinuarlo19, no es, como ya hemos dicho, una lengua de composición híbri-

19. Los nombres de las lenguas o variedades, los glotónimos, no implican de por sí ningún objeto homogéneo ni estable, y aún menos un objeto inalterable. Los hablantes necesitan para su propia construcción identitaria verse reflejados en comportamientos lingüísticos que consideran suyos. Y el acceso a estos objetos, la conciencia de ellos, les es dada mediante la posibilidad de nombrarlos. Nombrando los objetos los identifican como tales y los distinguen de otros. Pero de ningún modo se puede derivar una determinada particularidad del objeto por el mero hecho de poder nombrarlo, siendo la única particularidad que el acto de nombrar exige la percepción o el conocimiento de alguna diferencia del objeto nombrado con respecto a otros. Esto vale del mismo modo para los objetos lingüísticos, que en el fondo no son de naturaleza distinta que otros objetos y cuya diferencia fundamental con respecto a los llamados objetos “primarios” (los pertenecientes a la mal llamada Objektsprache, al lenguaje referido a los objetos, término no muy afortunado ya que implica que el metalenguaje como opuesto al lenguaje de los objetos no se refiere a objetos) consiste en la coincidencia entre el medio que nombra y el objeto que es nombrado. Los glotónimos se refieren a entidades lingüísticas y las identifican, pero no implican de por sí ni juicios acerca de la homogeneidad o heterogeneidad o a la estabilidad interna del objeto ni del grado de diferencia con respecto a otros objetos y de alguna manera ni siquiera del grado de existencia real del objeto como objeto social. En cuanto a la homogeneidad o la heterogeneidad del objeto, los glotónimos pueden denominar, al igual que los nombres comunes de uso no metalingüístico, por lo menos tres ti-

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da sino un nombre que se da a una serie de discursos que contienen elementos de dos lenguas; pero el spanglish no se ha independizado de estas lenguas ni se ha emancipado frente a ellas, aunque haya, por ejemplo, poetas, como Guillermo Gómez-Peña, Tato Laviera u otros performance-artists que expresen su identidad del “espacio híbrido” cultivando el spanglish en su producción poética. Pero este spanglish poético no es lo mismo que la mezcla de inmigrantes cuyo dominio restringido del inglés les lleva a mezclarlo con elementos del español; el spanglish poético suele ser expresión de aquellos que se mueven con soltura en los dos idiomas de contacto, y del éxito literario de los poetas no se podrá derivar el éxito social de los inmigrantes. Si los hablantes híbridos se identifican, no sin razón, con las producciones poéticas híbridas, esto no debería servirles de engaño en una sociedad en la que el prestigio está del lado del inglés. Evidentemente no hay razón para criticar, desde una postura purista exagerada, el spanglish de la producción literaria; como mucho, se puede criticar el producto individual desde una crítica estética. Pero se critica con razón el que a los hablantes que mezclan por no dominar o no saber separar las lenguas se les diga que sigan hablando pos de objetos, por un lado, objetos estructuralmente heterogéneos que no necesariamente confluyen en los mismos enunciados pero que se identifican como objetos semejantes e históricamente relacionados, las “lenguas históricas” como la lengua española, la lengua inglesa o la lengua francesa como conjuntos de variedades lingüísticas con un denominador común. El denominador común incluye aquí tanto la variedad o las variedades estándar como toda una serie de variedades diferenciadas. El segundo caso es el de los objetos heterogéneos que confluyen en el mismo enunciado. Cuando la confluencia es habitual y convive con la existencia de los objetos por separado, esta confluencia se puede reconocer como mezcla o hibridez. El denominador, como p. ej. en el caso de spanglish, de portunhol o de castrapo, subsuma aquí una práctica de hablar que combina elementos de distintas lenguas. Por último, los glotónimos pueden denominar objetos estructuralmente homogéneos (o langues en el sentido saussureano), que no son dados como entidades concretas ya que son abstracciones hechas a partir de los enunciados concretos. Tampoco implican los glotónimos que tenga que existir una diferencia real y objetiva de una cierta importancia con respecto a otro objeto. Debe existir, eso sí, una diferencia mínima con respecto a otro objeto para poder nombrarlo, si no se trataría de un caso de sinonimia. Así, desde un punto de vista de las meras posibilidades de nombrar, no hay razones objetivas para no llamar valenciano al valenciano, mallorquín al mallorquín y hasta argentino al español hablado en Argentina, aunque, como veremos, hay también razones subjetivas fundadas de no hacerlo (o por lo menos de no hacerlo con un sentido que vaya más allá de la descripción de diferencias frente a otros objetos). Ni siquiera implican los glotónimos que el objeto denominado sea realmente un objeto social, ya que existe también la posibilidad de denominar el habla de un individuo mediante un glotónimo, aunque tal vez en un sentido más bien figurado, ya que el habla de un individuo no es una lengua propiamente dicha. Cuando hablamos de la lengua de Cervantes, por ejemplo, hoy en día nos solemos referir por metonimia a la lengua española, pero la lengua de Cervantes también puede ser la lengua del autor concreto Miguel de Cervantes, y en principio no hay razones para no deno-

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así ya que están en un espacio híbrido que merece todo el respeto de los demás. Puede ser que lo merezca, pero es fácil predicarlo desde la posición del que tiene acceso al mundo prestigioso del inglés “puro”. El “tercer espacio” existe, pero debería existir, por lo menos hasta que no se haya consolidado, como opción de los hablantes, no como necesidad o prisión de la que no se puede salir aunque se quiera.

4. Demagogia y solidaridad Con este último aspecto, después de haber hablado de la perspectiva lingüística “objetiva” y la perspectiva subjetiva de los hablantes, cabe ahora introducir una tercera, la de los que opinan sobre las cuestiones de purismo e hibridez sin formar parte ellos mismos de los grupos afectados. Esta perspectiva puede tener distintas facetas, desde la persona ajena que se solidariza con otros hablantes hasta los que procuran aprovecharse del potencial de ciertos grupos para ganar la sim-

minarla cervantino. Las lenguas individuales pueden también ser artefactos propuestos por un individuo, como el newspeech de Orwell o el spanglish de Ilán Stavans, que se apropia de un glotónimo para sus usos individuales. Mis hijos llamaban “susánico” al habla particular de su hermana pequeña que estaba aprendiendo a hablar, y para ellos esta “variedad” implicaba reducciones de complejidades silábicas tanto como simplificaciones gramaticales y léxicales que ellos, los mayores, lograban imitar con una cierta gracia. Todo lo dicho en esta nota se refiere a unos principios fundamentales del nombrar y no se debe ni confundir con la práctica de nombrar esta o aquella entidad en esta o aquella sociedad ni tampoco con ciertas connotaciones, resultantes de esas prácticas y asociadas con los nombres de las lenguas. Así, por ejemplo, decir que el valenciano puede ser nombrado y que ese nombrar puede referirse a una realidad diferenciada del catalán únicamente es decir algo acerca de las posibilidades del nombrar; y decir que el valenciano, aunque se distinga, es parte del catalán como lengua histórica o no, indica otras posibilidades del nombrar, pero indica, al mismo tiempo, que hay una decisión acerca de la relación jerárquica entre dos entidades, y esa decisión no está en el nivel de los nombres mismos sino en el nivel de la articulación de la voluntad de los valencianos de considerarse o no parte del conjunto de los que hablan la lengua catalana, para lo cual hay argumentos en favor y en contra y al final es una decisión, en último término, política y no lingüística. Por lo tanto, el lingüista no puede decidir por el mero análisis de los nombres el papel social que debe ocupar una entidad designada, solo puede aducir, eso sí, argumentos históricos que fundamenten una u otra postura sin que por ello pueda ofrecer una “decisión” objetiva: las decisiones, sobre todo si se trata de decisiones sobre algo futuro, pertenecen al mundo de lo posible y no de lo real y objetivamente dado. Tampoco el mero hecho de llamar algo que se quiere distinguir spanglish le da a lo distinguido un nivel superior que si lo llamáramos “mezcla híbrida entre español e inglés”. El spanglish, por el mero hecho de ser nombrado, no está en el mismo nivel que el español o el inglés, por ejemplo, ni es inferior o superior, es simplemente otra cosa.

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patía de sus miembros o para conseguir poder para la realización de sus propios fines. En este caso, podemos calificar la actitud de estos líderes de demagógica, en el sentido original del que alaba ciertas propiedades de un grupo para ganar su simpatía. El demagogo es el que, sin pertenecer a los grupos realmente implicados, llama la atención sobre ciertas características de estos grupos y les atribuye valores. Como el demagogo viene de fuera del grupo, el grupo suele valorar su juicio como más objetivo y de más valor que un juicio semejante por parte de un miembro del grupo. El demagogo viene de una posición social asegurada y les dice a los que mezclan español e inglés que lo que hacen es expresión de una nueva cultura, que es su identidad, que es el futuro. Les confirma así un comportamiento que él mismo, conocedor perfecto del inglés o del inglés y del español, no tendrá que vivir. Si el spanglish llega a emanciparse o si los hablantes siguen discriminados, él no lo tendrá que vivir. El demagogo (o el solidario, según se mire) también es el romanista alemán que les dice a los hablantes de lenguas minoritarias que las cuiden. El demagogo es el protagonista de políticas lingüísticas que fomentan una educación que él mismo no tendrá que padecer. Y es demagogo tanto el que propone lenguas del imperio para gustar al imperio como el que propaga lenguas minoritarias para gustar a sus hablantes. Y el demagogo —o solidario— no es, de por sí, ni malo ni bueno, es humano simplemente, pero los que pertenecen a los grupos afectados tendrán que ser conscientes si les conviene o no hacerle caso.

5. La dignidad En este breve recorrido a través de diferentes facetas de lo “puro” y lo “mezclado” casi nos olvidamos de uno de los puntos claves de la cuestión inicial: la dignidad de las lenguas. Hay una dignidad general y universal del lenguaje de la que ya nos habla Aristóteles cuando define lo particular del ser humano mediante la capacidad lingüística. El lenguaje existe en forma de sistemas de signos que están por encima de los demás sistemas ya que los signos lingüísticos son los primarios; son ellos los que permiten el acceso a los demás sistemas. La dignidad de la que habla el gallego de la introducción, sin embargo, no puede ser la dignidad general del lenguaje, pues cualquier discurso —mezclado, puro, unilingüe, plurilingüe, vulgar, familiar, académico, etc.— es expresión de esa dignidad universal. El gallego parece hablar de otra cosa, de la invasión de aquel neohablante en un terreno que considera como suyo, que identifica con sus antepasados y que de-

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fiende porque le parece digno de conservación. Esta dignidad es la dignidad de la lengua, la cual no es otra cosa que la dignidad de sus hablantes, una dignidad que es dada por el carácter histórico mismo de la lengua, esa historicidad que lleva en sí los recuerdos de las generaciones anteriores y de los otros presentes que la comparten. La historicidad no se opone al futuro, es su condición. Pero se opone a la demagogia de los que predican el futuro desde la hibridez actual, sin saber si este futuro jamás se producirá y sin tener que vivirlo ellos mismos.

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LENGUAS EN CONTACTO: LOS LÍMITES DE LA CONVERGENCIA GRAMATICAL CARMEN SILVA-CORVALÁN University of Southern California

1. Introducción El estudio de las lenguas en contacto ha sido reconocido como una subdisciplina de decisiva importancia en la explicación del desarrollo histórico de las lenguas. En la tarea de reconstruir el pasado de estas y de explicar semejanzas y diferencias entre lenguas que podrían o no estar genéticamente relacionadas, se hace indispensable examinar qué cambios son posibles en diversas situaciones de contacto y bilingüismo y qué patrones caracterizan los cambios causados por el contacto entre lenguas. Estas son las preguntas que enfoca este trabajo: discutimos la situación de contacto entre el español y el inglés en los EE.UU. y presentamos datos que apoyan la hipótesis de que los cambios que afectan al español como lengua no oficial y su posible convergencia gramatical con el inglés están fuertemente condicionados por la estructura tipológica del español. Así pues, proponemos que los cambios inducidos por el contacto interlingüístico pueden afectar al léxico, pero no directamente la sintaxis de una lengua. Desde una perspectiva social, proponemos que los fenómenos lingüísticos constatados en situaciones de bilingüismo de sociedad requieren un modelo explicativo más complejo que el propuesto por Thomason & Kaufman (1988). En oposición a la afirmación de que lo social predomina sobre lo lingüístico, demostramos que en situaciones de contacto solo elementos estructuralmente compatibles pueden transferirse de una lengua a otra. Defendemos también que los fenómenos lingüísticos constatados se pueden explicar apropiadamente si se adopta una perspectiva teórica que conceptualice la lengua como resultado de la gramaticalización de patrones convencionales de uso, es decir, teorías tales como la de la “Gramática de construcciones” (Kay/Fillmore 1999) y las teorías de “Aprendizaje basado en el uso” (Tomasello 2003).

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2. El contexto social Aunque los cambios que se producen en situaciones de contacto lingüístico se originan en el individuo, el individuo es miembro de una comunidad social que debe ser considerada en todo esfuerzo por explicar el cambio. No solo es la propagación del cambio un fenómeno social, sino que el cambio mismo puede tener una motivación social. Factores sociales, entonces, condicionan en parte lo que es lingüísticamente posible; por ejemplo, que se tome un gran número de préstamos léxicos, que se deje de usar una lengua en ciertos dominios, etc. Pero la estructura de las lenguas condiciona el tipo de cambio que puede ocurrir en estas como resultado de la influencia directa de otra lengua. Ahora bien, la situación social y lingüística que caracteriza a las comunidades hispanas bilingües en los Estados Unidos es muy compleja. En lo social es evidente una amplia gama de niveles socioeconómicos (trabajadores indocumentados, figuras políticas influyentes, profesionales de prestigio, etc.) y en lo lingüístico se desarrolla el típico continuo de competencia bilingüe, al que me referiré más adelante. La relevancia social del español es indudable si se considera el porcentaje de la población hispana en el país y el porcentaje de individuos que se comunica en español en el hogar. Los resultados del censo del año 2000 presentados en la Tabla 1 indican que la población hispana de los EE.UU. alcanza ya a más de treinta y cinco millones, lo que equivale a 12,5 % de la población total, un aumento importante comparado con el 9 % alcanzado en 1990. En California, en cambio, el estado donde he realizado mis investigaciones, constituimos el 32,4 % de la población y se calcula que para el año 2010 podríamos representar cerca del 40 % de la población. En el Condado y en la ciudad de Los Ángeles hemos llegado ya a más del 40 %.

EE.UU. Población total Hispanos CALIFORNIA Població, total Hispanos L. ÁNGELES, Condado Población total Hispanos

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1990

2000

248.709 .873 22 .354 .059 (9 %)

281.421.906 35.300.000 (12,5 %)

29.760.021 7.687.938 (25,8 %)

33.871.648 10.966.556 (32,4 %)

8.863.164 3.351.242 (37,8 %)

9.519.338 4.200.000 (44,1 %)

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Lenguas en contacto

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(CONTINUACIÓN)

1990

LOS ÁNGELES, ciudad Población total Hispanos

2000

3.485.398 1.391.411 (39,9 %)

3.694.820 1.719.073 (46,5 %)

Tabla 1: Población hispana según los censos de 1990 y 2000

En California, el número de hablantes de español en casa también ha aumentado, como indica la Tabla 2. 1990 CALIFORNIA LOS ÁNGELES, condado LOS ÁNGELES, ciudad

2000 5.478.712 (18,4 %) 2.564.775 (28,9 %) 1.131.728 (32,4 %)

8.105.505 (25.8 %) 3.330.935 (37 %) 1.422.316 (41,7 %)

Tabla 2: Número y porcentaje de hispanohablantes mayores de 5 años en la población total (que incluye menores de 5 años). Censos de 1990 y 2000 * Nota: En 2000 la población total en California era de 31.416.629.

La población hispana ha seguido aumentando como resultado de la continua inmigración desde países hispanoamericanos. Los inmigrantes han traído consigo muchos dialectos diferentes del español, pero las variedades dominantes fuera de Nueva York y Florida siguen siendo sin duda las mexicanas, que representan formas variadas de hablar el español, abarcando desde lo rural a lo urbano y de dialectos no estándares a estándares. Mis estudios se han enfocado en las comunidades méxico-americanas en Los Ángeles. En estos estudios he clasificado a los hablantes en tres grupos: el Grupo 1 incluye a los que han inmigrado a Los Ángeles después de los 11 años de edad; el Grupo 2 a aquellos que han llegado a los 11 años o antes, o que han nacido en Los Ángeles; el Grupo 3 incorpora a aquellos cuyos padres han nacido en Los Ángeles. Mientras que en el ámbito social el mantenimiento del español es incuestionable, en el ámbito individual o familiar, por otro lado, es muy común el cambio hacia el inglés. En la situación típica, un buen porcentaje de los hablantes en el grupo 2 mantiene la competencia comunicativa en esta lengua durante toda su vida, con mayores o menores limitaciones dependiendo de un número de factores extralingüísticos, mientras que otro porcentaje de estos hablantes y ciertamente los del grupo 3 tienen una mayor tendencia a desarrollar y mantener una variedad de español en contacto que se caracteriza por tener diferencias más acusadas con respecto a la norma lingüística de los del grupo 1. Es posible que los nietos de los primeros in-

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migrantes adquieran el español, pero esta situación no es común en centros urbanos como Nueva York, Chicago y Los Ángeles (cf. Zentella 1997). Los fenómenos lingüísticos que establecen claras diferencias entre los tres grupos incluyen la simplificación o reducción gramatical y léxica, el préstamo masivo del inglés, la hipergeneralización de formas lingüísticas y la alternancia de códigos (Silva-Corvalán 1994, Zentella 1997). Todos estos son fenómenos que reflejan diferentes grados de pérdida de competencia en español como consecuencia del proceso de desplazamiento hacia el inglés.

2.1. Efectos lingüísticos de la situación social Thomason (1986) y Thomason & Kaufman (1988) han propuesto una diferenciación importante entre dos tipos de fenómenos que se producen en situaciones de bilingüismo de sociedad, interferencia y préstamo, conceptos que reciben nuevas definiciones relacionadas con la dirección de la influencia. La interferencia afecta la lengua meta y surge en situaciones de desplazamiento de una lengua (‘language shift’), como resultado del aprendizaje incompleto de la lengua meta (por ej., interferencias del español en el inglés en EE.UU., o del quechua en el español andino). En el caso de desplazamiento se espera que ocurra interferencia estructural: fonológica, morfológica y sintáctica, pero pocos o ningún préstamo afectarían la lengua meta. La dirección de la influencia es de la lengua 1 o nativa (L1) a la lengua 2 (L2). El préstamo (‘borrowing’) se define como la incorporación de rasgos de una L2 en la lengua nativa en situaciones de mantenimiento de esta lengua. En este caso se espera que ocurran principalmente préstamos léxicos (‘loanwords’), con interferencia estructural (fonológica, morfológica y sintáctica) después de un largo período de tiempo (Thomason & Kaufman 1988). La dirección de la influencia es de la lengua 2 (L2) a la lengua 1 o nativa (L1). Los efectos lingüísticos en la lengua subordinada o de sustrato dependen, entonces, de si hay desplazamiento o mantenimiento. En los casos de mantenimiento o desplazamiento lento, es necesario considerar si las lenguas se transmiten normalmente de una generación a otra, o si la transmisión es interrumpida o anormal. El modelo de Thomason & Kaufman (1988) puede esquematizarse como en el Gráfico 1.

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Lenguas en contacto

L1- desplazamiento a L2

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interferencia estructural de L1 en L2; pocos préstamos

a. proceso rápido

desaparición de L1 (lengua ancestral)

b. proceso lento

reducción gradual de L1; préstamos de L2 en L1

L1- mantenimiento junto a L2 a. con largo tiempo de presiones lingüísticas y culturales b. motivaciones internas

préstamos léxicos de L2 a L1

préstamo estructural de L2 en L1 (lengua ancestral) simplificación, reducción estilística, eliminación de redundancias, regularizaciones analógicas

Gráfico 1. Posibles efectos lingüísticos en una situación de contacto de lenguas (basado en Thomason & Kaufman 1988).

Este modelo se enfrenta, sin embargo, a algunos problemas en el caso de comunidades bilingües sociolingüísticamente complejas. Primero, si se adquieren las dos lenguas desde el nacimiento, es difícil afirmar cuál es la lengua “nativa” que recibiría los préstamos y cuál la segunda lengua en la que se producirían interferencias. En el ámbito social puede haber una clara diferencia entre lengua mayoritaria u oficial y lengua secundaria o subordinada, pero no así en el individuo y, sin embargo, es el individuo el locus de los procesos de interferencia y préstamo. En segundo lugar, el modelo no considera la posibilidad de bilingüismo cíclico, situación que debilita la relación entre interferencia y préstamo y la dirección de la influencia entre L1 y L2. En el bilingüismo cíclico la lengua ancestral del individuo puede ser desplazada pero en algún momento convertirse nuevamente en lengua meta, ser readquirida de manera incompleta, y ser por tanto susceptible a interferencias de la que en un momento fue la L2, como se ilustra en el Gráfico 2. El Gráfico 2 deja en claro que las condiciones sociales y lingüísticas de las situaciones de contacto de sociedad son mucho más complejas de lo que representa el Gráfico 1. En situaciones de este tipo se esperaría encontrar préstamos e interferencias estructurales tanto de L2 a L1 como de L1 a L2, no solo debido al bilingüismo cíclico sino que también porque en el nivel social hay tanto mantenimiento como desplazamiento.

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Adquisición dual [lengua ancestral: L1; lengua mayoritaria: L2] L1- mantenimiento junto a L2

préstamos léxicos de L2 a L1 algunos préstamos de L1 a L2

L1- desplazamiento a L2

interferencia estructural de L1 en L2 reducción gradual de L1

L1- readquisición incompleta de L1 con mantenimiento de L2

interferencia de L2 en L1 préstamos de L2 a L1

↕ ↕

Consecuencia: L1 y L2 evidencian interferencia y préstamo en ambas direcciones Gráfico 2. Posibles efectos lingüísticos en una situación de bilingüismo cíclico.

Aún más, la dicotomía discreta entre préstamo e interferencia léxica y estructural no parece justificarse por dos razones: 1) Los cambios estructurales constatados en situaciones de contacto han sido posibilitados por el préstamo léxico (Winford 2003). 2) De acuerdo con los postulados de la “Gramática de construcciones” (Goldberg/Jackendoff 2004; Kay & Fillmore 1999), no existe una línea divisoria discreta entre léxico y sintaxis sino que estos constituyen más bien un continuo. Thomason & Kaufman (1988) afirman que “mientras más intensa sea la situación de contacto, más probable es que ocurra préstamo estructural masivo” (p. 67, mi traducción), es decir, interferencia sintáctica de L2 en L1. Sin embargo, varios estudios realizados en comunidades donde se encuentran dos lenguas en contacto indican que aun en condiciones de contacto intenso y de fuertes presiones culturales e ideológicas, los hablantes de una lengua minoritaria incorporan préstamos léxicos y simplifican o generalizan ciertos aspectos gramaticales, pero no introducen elementos que causen cambios radicales en la estructura de esta lengua. Por ejemplo, un cambio radical que afectara la estructura oracional del español sería la introducción de complementos no finitos de verbos tales como querer, esperar, etc. por influencia directa del inglés, lengua en la que estos verbos subcategorizan este tipo de complemento oracional con sujetos no equivalentes, como en 1 a. (1)

a. *La quiero ayudarme. [Por: Quiero que (ella) me ayude] I want her to help me. ‘quiero la ayudar me’. b. Quiero que me ayuda. [Español en contacto] c. *Quiero-la ver mañana.

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Lenguas en contacto

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Este tipo de cambio radical no se ha constatado en la literatura. La estructura del complemento oracional no cambia, aunque sí se documenta con bastante frecuencia la ocurrencia del verbo finito en indicativo en vez de subjuntivo, como en 1 b. Tampoco se ha constatado la posición postverbal de clíticos en frases verbales simples (no perifrásticas) por influencia directa de la posición postverbal de los pronombres de objeto en inglés, como en 1 c. Por el contrario, el clítico es un morfema que se mantiene estrechamente ligado al verbo en su posición delante de una forma finita (Gutiérrez/Silva-Corvalán 1993). Por ello, aun cuando el verbo pueda ser reemplazado por el correspondiente en inglés, el hablante siempre reserva un espacio para el morfema clítico, como ilustran algunos ejemplos de un hablante del grupo 3 (tomados de Gutiérrez/Silva-Corvalán 1993). (2)

... mi mom..., quiere que los keep... my grades up (‘mejore... mis notas’) (G. 3)1

(3)

A: ¿Y todos tus amigos tienen girlfriends (‘novias’)? B: No... uno... no se quieren tie down (‘amarrar’) (G. 3)

(4)

... y lo que queda..., lo invest in stock (‘invierte en acciones’) o algo así. (G. 3)

El sistema de clíticos del español de estos hablantes se mantiene impermeable a posibles influencias que pudieran tener origen en un proceso de transferencia desde el inglés. Como parte del sistema gramatical total, sin embargo, se producen cambios que corresponden a una manifestación más de un proceso natural de simplificación de género y número, por ejemplo, motivado por la situación de contacto lingüístico intenso. Mis estudios del español de Los Ángeles indican que en una comunidad donde han existido desplazamiento y mantenimiento por largo tiempo no se constata préstamo estructural masivo. Por el contrario, la permeabilidad de una gramática a influencias foráneas depende de que existan estructuras de superficie que los hablantes puedan considerar paralelas en las lenguas en contacto, estructuras que compartan al menos un rasgo semántico, o una función pragmática o discursiva. Las lenguas no toman prestadas estructuras sintácticas abstractas, sino léxico concreto (significantes y significados) y usos pragmáticos.

1. G = grupo; los puntos suspensivos indican pausa breve.

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Los préstamos y calcos léxicos pueden afectar el nivel de estructura concreta, de tal manera que los patrones de distribución o coocurrencia sintagmática de sustantivos, verbos y otras clases de palabras pueden resultar alterados en lo que Heine & Kuteva (2005: 44) denominan “use pattern” (‘patrón de uso’). Pero si se toma como punto de partida una definición estructuralista de la sintaxis, estos casos no constituyen préstamo sintáctico, como lo han argumentado también otros autores (King 2000, Landa 1995 y 2000, Louden 1997, Prince 1992, Weinreich 1974, entre otros). En lo que queda, me referiré a la lengua mayoritaria como L2 y a la lengua ancestral como L1 y antepondré a ambas un “1” para indicar que se adquieren desde la niñez. Aunque cualquiera de estas dos lenguas, 1L1 y 1L2, puede ser la dominante, en las situaciones que he estudiado los hablantes en los grupos 2 y 3 tienen un mayor grado de competencia en 1L2, la lengua oficial de facto en EE.UU. En estas situaciones, la influencia de 1L1 sobre 1L2 es esencialmente fonética y léxica, sin consecuencias ciertas en la estructura abstracta. La lengua minoritaria, por su parte, evidencia la pérdida de elementos lingüísticos y la incorporación de elementos de la lengua de contacto. Abandono pues la división interferenciapréstamo pues no se justifica en una situación sociolingüísticamente compleja en la que los individuos pueden estar pasando por etapas de mantenimiento de 1L1 junto a 1L2, de desplazamiento a 1L2 o de readquisición de 1L1. La Tabla 3 resume lo que se constata en una situación de bilingüismo estable y complejo. Bilingüismo social con estatus desigual de las lenguas en contacto y adquisición dual Lengua minoritaria (1L1):

simplificación y pérdida de léxico y aspectos gramaticales transferencia de léxico (forma y/o contenido) de 1L2 transferencia de expresiones y construcciones de 1L2 transferencia de pragmática discursiva de 1L2

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Bilingüismo social con estatus desigual de las lenguas en contacto y adquisición dual (continuación) Lengua mayoritaria / oficial (1L2): transferencia de léxico (forma y/o contenido) de 1L1 modificaciones fonéticas y prosódicas Tabla 3: Influencia interlingüística constatada en una situación de bilingüismo social estable.

3. Mecanismos lingüístico-cognitivos Naturalmente surge de la Tabla 3 la pregunta sobre qué mecanismos subyacen a la producción de los fenómenos ahí registrados. Los estudios realizados en Los Ángeles indican que simplificación, pérdida y transferencia son el resultado de la adquisición incompleta (o imperfecta) de una lengua, del uso reducido de esta y de la presión ejercida por una lengua de contacto socialmente dominante. La adquisición bilingüe o dual no ofrece al niño el input mínimo necesario para adquirir las formas y subsistemas menos frecuentes y más complejos en la lengua minoritaria. Esta desventaja motiva procesos de simplificación e incluso pérdida de estas formas, que son reemplazadas por otras semánticamente cercanas (por ejemplo, el uso de formas de indicativo en vez de subjuntivo en el español de los EE.UU., cf. Silva-Corvalán 1994). Un segundo mecanismo de cambio concierne el procesamiento y producción de dos lenguas. Investigaciones recientes de bilingües adultos han mostrado que aun en los bilingües con alto grado de competencia se produce actividad cognitiva paralela de ambas lenguas cuando solo una de estas habría tenido que ser activada. La actividad paralela se acentúa aún más cuando el bilingüe se encuentra en “un medio bilingüe” (‘a bilingual language mode’, Grosjean 2004: 54). El estado de activación simultánea de las lenguas del bilingüe y de los mecanismos de procesamiento lingüístico subyace a algunos de los fenómenos característicos del discurso bilingüe, incluyendo alternancia de códigos, interferencias y transferencias, tanto a lo largo del proceso de adquisición desde el nacimiento como en el bilingüismo adulto. En un modo bilingüe las representaciones de la lengua usada con menor frecuencia se debilitan (cf. Bates/MacWhinney 1987; MacWhinney 1987; Tomasello 2003), permitiendo así la proyección (‘mapping’) de conceptos y expre-

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siones de la lengua dominante a patrones de una lengua secundaria que los hablantes perciben como parcialmente equivalentes a los de la lengua dominante (cf. Otheguy 1995). En condiciones normales de transmisión y adquisición, esta proyección respeta los patrones abstractos invariantes de la lengua secundaria (e.g., en español se respeta el orden artículo-sustantivo, cosa poseída-poseedor, cláusula relativa postnominal). Por otro lado, los ítems léxicos, expresiones y construcciones más frecuentes en el input y en la producción de 1L1 adquieren representaciones más fuertes y podrán mantenerse de manera más estable en esta lengua. En el caso del contacto español-inglés en los EE.UU., en un contexto en el que el inglés es más frecuentemente activado que el español, la exposición a y el uso reducidos de esta lengua llevan a que se adquiera de manera incompleta y a que se reduzca gradualmente, resultando así en innovaciones léxicas y morfosintácticas que no alteran, sin embargo, los rasgos tipológicos del español, es decir, su nivel de sintaxis abstracta. En este contexto sociolingüístico, hemos identificado dos tipos de procesos: simplificación, que puede resultar en pérdida de léxico y aspectos gramaticales; y transferencia de léxico (usualmente denominada “préstamo”), de expresiones y patrones complejos (construcciones, siguiendo a Tomasello 2003) y de pragmática discursiva. En lo que sigue, examino lo que involucra un proceso de transferencia de expresiones y patrones complejos.

3.1. Transferencia El mecanismo de transferencia supone la copia de algún elemento lingüístico de una lengua en otra lengua. Cuando este proceso implica expresiones y patrones complejos, la transferencia resulta al establecerse una correspondencia o paralelismo entre elementos de dos lenguas en contacto, los que deben compartir un componente semántico (cf. Prince, 1992). Los hablantes perciben este paralelismo y sustituyen inconscientemente elementos de la lengua más débil siguiendo el modelo de la lengua dominante. El español en los EE.UU. ofrece numerosos ejemplos que apoyan esta perspectiva teórica de la transferencia. En todos estos ejemplos, se transfieren usos concretos del inglés al español. El nivel de esquema abstracto o sintaxis “pura” (Gutiérrez Ordóñez 1997; Prince 1995) del español queda intacto. Esta restricción explica que la transferencia no sea siempre exacta, como muestra el ejemplo 5.

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a. Se fue pa’ atrás pa’ México. [= Regresó a México] b. ‘He went back to Mexico’ Expresiones apareadas: (go) back [V Adv] (ir) para [pa’] atrás [V Prep Adv]

En el ejemplo 5 el hablante bilingüe ha establecido un paralelo entre la expresión inglesa (go) back y la del español (ir) para [pa’] atrás, que son solo superficialmente paralelas pues sus estructuras no son idénticas: [V Adv] en inglés, pero [V Prep Adv] en español. Los ejemplos 5 a y b tienen elementos léxicos paralelos con significados parcialmente equivalentes: go es igual a ir en Voy a México ‘I go to Mexico’, y back es igual a atrás en Está atrás ‘It’s in the back’, pero back y atrás no comparten la extensión metafórica que incorpora el concepto de repetición o regreso en inglés (como en go back ‘regresar’, call back ‘devolver una llamada’, give back ‘devolver’, etc.). Este concepto o extensión metafórica es lo que se copia del inglés y se transfiere a para atrás. En variedades del español que no están en contacto con el inglés, además del significado literal o denotativo de ubicación en una parte o lugar posterior (como en mirar para atrás, pasar (algo) para atrás), atrás se ha extendido metafóricamente para referirse a tiempo, con el sentido de “hace mucho tiempo” (ej. 6). Así pues, el proceso involucrado en ejemplos del tipo de 5, la extensión metafórica de atrás, no es extraño al español y no modifica su sintaxis. (6)

Esta situación se arrastra de muy atrás. [= desde hace mucho tiempo]

Otro ejemplo de transferencia no exacta lo ofrece la expresión “no son tus negocios”, que corresponde al inglés it’s none of your business (ej. 7). (7)

No son tus negocios. [Por: No te metas. / No es cuestión tuya. / ¡Qué te importa a ti!] ‘It’s none of your business’

En este caso también es el concepto, no la estructura, lo que se transfiere. La versión en español no tiene sujeto gramatical expreso como en inglés, la cópula es plural y no singular como en inglés y el predicado nominal es plural y no singular como en inglés. Ahora bien, la transferencia se inicia al aparearse expresiones específicas en actos concretos de comunicación, pero con el tiempo las unidades involucradas pueden cambiar sus rasgos semánticos y sus posibilidades de coocurrencia más allá de la expresión o de la construcción específica en la que pudo ocurrir el primer acto de transferencia.

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Este tipo de cambio inducido por el contacto se puede esquematizar como en el Gráfico 3. Lengua F (dominante) estructura concreta A: semántica y/o usos pragmáticos (x, z)

Lengua S (secundaria) estructura concreta B: semántica y/o usos pragmáticos (x, y)

donde A corresponde a B entonces: A (x, z) se copia en B > (x, (y), z) Gráfico 3. Posible influencia interlingüística resultante de estructuras superficialmente paralelas.

Veamos otros ejemplos del español en Los Ángeles en los que las unidades involucradas han extendido su distribución tal como se representa en el Gráfico 3. Los ejemplos 8 y 9 muestran enunciados en los que cómo calca el uso inglés2. (8)

A: Y tu carro que compraste, ¿cómo te gusta? (G. 2) Inglés: ‘and the car you bought, how do you like it?’ B: Mi carro me encanta. (G. 2)

(9) A: ¿Cómo te gustó [la película]? (G. 2) Inglés: ‘how did you like it [the movie]?’ B: Estuvo buena.

En español, el adverbio de modo cómo no tiene en contexto interrogativo el significado de ‘hasta qué punto, cantidad o grado’, como lo puede tener how en inglés. Pero la estructura interrogativa ¿cómo X gustar Y? existe en español, como muestra el ejemplo 10, en el que ‘cómo’ tiene el sentido de ‘manera’. La respuesta dada por B en 11 no es aceptable en el español general, aunque sí lo es en la expresión correspondiente en inglés y también en el español de Los Ángeles. Además, cómo tiene el significado de ‘hasta qué punto, cantidad o grado’ en oraciones exclamativas, ilustrado en 123. Así pues, ejemplos del tipo de 8 y 9 ilus-

2. Nótese que la expresión How old are you? no se copia precisamente, según mi hipótesis, porque el español no tiene una estructura correspondiente, *cómo + adjetivo (*¿Cómo viejo eres?, *¡Cómo alto eres!). 3. Agradezco a Ricardo Otheguy que llamara mi atención sobre este hecho.

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tran un nuevo uso pragmático de la lengua, un nuevo patrón de coocurrencias léxicas, un nuevo patrón de uso (Heine & Kuteva 2005: 44) o una nueva expresión (Tomasello 2003: 100) y no una innovación en el nivel abstracto. Estructura: ¿cómo X gustar Y? (10) A: ¿Cómo te gusta el mole? B: Me gusta con poco chocolate. (11) A: ¿Cómo te gusta el mole? ‘How do you like “mole”?’ B: *Me encanta. ‘I love it’ [Aceptable en inglés] C: Me encanta. [Aceptable en el español de Los Ángeles] (12) ¡Cómo me gustan los helados de lúcuma!

Las posibilidades de coocurrencia de cómo han cambiado además en el contexto de complemento de saber. En este contexto, ‘cómo’ tiene el sentido de ‘manera de una situación específica’, como en 13 a, que podría responderse apropiadamente con instrucciones sobre la manera de hacer algo, como en 13 b. En este ejemplo hay correspondencia entre el español y el inglés. Pero el significado más amplio de how en inglés le permite coocurrir con to know ‘saber’ cuando lo que se sabe es un tipo de conocimiento o destreza general, como se ilustra en 14. En español, el ejemplo 14 debe traducirse sin la palabra cómo ‘how’, pero en Los Ángeles este complementante es aceptable, como muestra el ejemplo 15. (13) a. María no sabe cómo irse a la universidad. ‘Mary doesn’t know how to get to the university’. b. Dile que tome el bus 73. ‘Tell her to take bus 73’. (14) He knows how to read now. ‘Ya sabe 0 leer ya’. (15) Sí sabía cómo hablar español. (G. 3) ‘He did know how to speak Spanish’. español general: Sí sabía 0 hablar español.

Un caso similar ilustra la extensión de los usos de la palabra tiempo, como en 16 a 18. (16) Es un modo de tener un buen tiempo. (G. 3) esp. general: Es un modo de pasar un buen rato / pasarlo bien [Nótese: Es el deseo de tener un buen salario. (estructura ya existente)]

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Carmen Silva-Corvalán (17) ... pero cuando llegó el tiempo que ellos ya querían sus carritos... (G. 3) esp. general: pero cuando llegó el momento que ellos ya querían sus carritos (18) porque otro tiempo --ando en el carro-- y empecé a notar que... (G. 2) esp. general: porque otra vez / en otra ocasión ---

La palabra tiempo es bastante vulnerable en una situación de contacto porque coincide con algunos de los usos del inglés time. Este paralelismo parcial favorece la extensión de ‘tiempo’, un concepto general básicamente durativo en español, a la noción de un punto específico: ‘una de muchas instancias, una ocasión, una hora, un momento’ (como en los ejemplos dados). El apareamiento de elementos de las dos lenguas y consiguiente transferencia de conceptos empieza a muy temprana edad, durante la adquisición simultánea del inglés y el español. La dirección de la influencia en los casos estudiados en Los Ángeles es siempre de la 1L2 a 1L1 y en todos los casos los elementos apareados comparten parcialmente su significado. En el ejemplo 19, el niño ha transferido la pragmática de una construcción locativa en inglés, “Here is X”, usada idiomáticamente cuando se le pasa algo a alguien, a una estructura paralela en español. En esta lengua, sin embargo, el resultado es anómalo debido al sujeto indefinido. La función presentacional de “Here is X” podría expresarse como se ilustra en 20. (19) Niño: Aquí está un botón para ti. (2; 7.18)4 [Pasa un botón a su abuela] “Here is a button for you”. [Paralelo en inglés] (20) esp. general: Toma este botón / Este botón es para ti / Aquí hay un botón para ti.

Nótese que una de las posibilidades en el ejemplo 20 incluye el verbo de existencia haber. En español, la existencia de entidades se afirma con haber en la tercera persona singular. A una temprana edad, el niño alterna entre haber y estar, como en los ejemplos 21 y 22, para más tarde dar preferencia a estar, la cópula con la que ha establecido una correspondencia con el inglés. (21) Niño: ¿Dónde está más huevos, Bibi? (1; 11.21) (22) Niño: Hay caracol, Bibi. (1; 11.21)

4. 2; 7.18 significa 2 años, siete meses y 18 días.

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Rojas Nieto (en comunicación personal) afirma que en las numerosas grabaciones de monolingües examinados en México (vid. Rojas Nieto 2003) no se encuentran los usos de está por hay que identificamos en datos de bilingües en Los Ángeles. Esta diferencia apoya un análisis de estos usos como resultado del contacto con el verbo de existencia there is del inglés. El niño establece un paralelismo entre there is y está, quizá basado en ejemplos del tipo de 23 a y b, en los que is y está corresponden. En este proceso, el niño deja de lado el sujeto expletivo there, como en 23 c. (23) a. Aquí está Mickey. b. ‘Here is Mickey’.

c. Está un pato en la laguna. d. There is a duck in the pond.

Es cierto que la sustitución de está por hay es facilitada por cuestiones de complejidad interna ya que la diferencia entre estas dos formas en oraciones existenciales es semánticamente sutil, dependiendo de la especificidad de la entidad cuya existencia se afirma5. Así, el ejemplo 21 sería aceptable si la frase nominal fuera definida (los huevos). Estos usos no convencionales de estar identificados en la niñez se mantienen hasta la edad adulta, como ilustra el ejemplo 24 de un bilingüe del grupo 2. (24) Y nos paramos porque estaba un stop sign. (G. 2) [Por: ... porque había un signo de pare]

Otros ejemplos de este tipo son jugar un instrumento por “tocar un instrumento” en el ejemplo 25 (en el que 25 a sirve de modelo para la extensión en 25 b); y mirar por algo en vez de “buscar algo” como en el ejemplo 26 (en el que 26 a sirve de modelo para la extensión en 26 b) y muchos otros ejemplos más que sería largo de ilustrar. (25) a. Niño: ¿Puedo jugar con tu tren? ‘May I play with your train?’ b. Inglés: May I play the piano, Bibi? Niño: ¿Puedo jugar el piano, Bibi? (26) a. Niño: Mira la ranita. ‘Look at the froggy’. b. Inglés: He’s looking for the frog. Niño: Está mirando por la rana.

5. En algunos casos de negación de existencia hay y está se solapan: No hay/está nadie.

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Parece claro, entonces, que la lengua secundaria, en nuestro caso el español, transfiere expresiones concretas de la lengua dominante, el inglés. Como resultado, algunos ítems léxicos amplían o restringen su contenido semántico y constituyen lo que en trabajos anteriores he denominado “préstamos léxico-sintácticos” (Silva-Corvalán 1994). Estos préstamos a menudo no alteran la subcategorización del ítem léxico sino su distribución en actos concretos de habla. Tomemos, por ejemplo, el verbo “quebrar”, que es transitivo en español, tal como su correspondiente en inglés (e.g., quebró un vaso, ‘he broke a glass’). “Quebrar” puede ser también intransitivo en las dos lenguas: en español y en inglés una compañía puede “quebrar” (es decir, arruinarse), pero solo en inglés puede quebrar una ola del mar. En español, la ola “rompe” o “se rompe”. Los hablantes bilingües pierden esta restricción de coocurrencia semántica y producen ejemplos como en el ejemplo 27, en el que el hablante explícitamente establece el paralelo con el verbo inglés break. (27) Vi uno que se subió en una, una ola de esas. Y luego quebró. It broke. --Y lo agarró y, y lo, y lo voltió así. (G. 2)

Podría presentar aquí más ejemplos del español en contacto con el inglés y de muchas otras situaciones de contacto, pero me limitaré solo a una, la del pipil en contacto con el español. El pipil, según Campbell (1987), ha experimentado cambios sintácticos por influencia del español. Campbell (1987), que defiende la existencia del préstamo sintáctico, presenta el caso del pipil, lengua uto-azteca hablada en El Salvador, que ha tomado prestadas conjunciones coordinantes del español. Proto-náhuatl y pipil coordinaban cláusulas por yuxtaposición, así que la coordinación con conjunciones sería una innovación sintáctica. Pero Campbell (1987: 255) explica que “puede reconstruirse una posposición con el significado de ‘con’ para la conjunción de nominales” (mi traducción de “a postposition meaning ‘with’ may be reconstructible for conjoined nominals”), como en el ejemplo 28. (28) Juan (i-)wan María. Juan (ella-)con María. ‘Juan y María’.

Además, el pipil puede haber tenido la partícula aw ‘y’, del náhuatl clásico, que era “una construcción adverbial que servía la función discursiva de introducir oraciones conectadas en el discurso” (Campbell 1987: 256, mi traducción).

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El mismo Campbell (1987) en verdad reconoce que lo que el pipil hizo fue posiblemente extender el concepto de coordinación de oraciones en el discurso a coordinación de cláusulas independientes en una sola oración, usando una conjunción del pipil. Evidentemente la copia ha sido conceptual y no sintáctica. Otro caso del pipil que Campbell (1987) ha discutido como de préstamo sintáctico es el de construcciones comparativas. Considérense los ejemplos 29 y 30 (Campbell 1987: 255): (29) mu-manuh mas bibo. ‘tu hermano (es) más inteligente’ (30) ne siwa:-t mas galá:na ke taha ‘la mujer (es) más bonita que tú’

Los ejemplos 29 y 30 ilustran el uso de mas ... ke “más ... que” en pipil, que tiene además una construcción comparativa sintética. En oposición a Campbell, yo sugiero que este es un caso de préstamo léxico, o de copia de un uso concreto ya que es muy posible que el pipil tuviera este tipo de estructura comparativa antes del contacto con el español dada su existencia en nahuatl clásico, como muestro en el ejemplo 31. (31) NC: X ok achi-CUANT ADJETIVO in-SUBORD Y Span.: X más-CUANT ADJETIVO que-SUBORD Y [NC=nahuatl clásico; CUANT=cuantificador; SUBORD=subordinador]

La estructura del nahuatl clásico es paralela a la del español. Además, nótese que los adjetivos en los ejemplos de Campbell son también préstamos del español (bibo, como en “ser vivo” y galá:na “bien vestida, elegante”, reinterpretada como “bonita”). Esto sugiere que estas frases comparativas se pueden haber transferido como expresiones fijas y que con el tiempo se reanalizaron como mecanismos productivos de comparación, paralelos a lo que posiblemente existía como construcción sintética en pipil.

4. Conclusión En el caso del español en Estados Unidos, la primera generación de inmigrantes mantiene su lengua y enriquece el léxico con préstamos simples del inglés. Entre los hispanos nacidos en los EE.UU., en cambio, se observa avanzada reducción de

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los dominios de uso del español y falta de escolaridad en esta lengua. Esto conduce al desarrollo de una variedad en la que se constatan procesos de simplificación y pérdida de marcas gramaticales y la transferencia de expresiones complejas o patrones de uso del inglés (además de otros fenómenos que aquí no hemos discutido). Espero haber demostrado que los cambios constatados específicamente en el español de Los Ángeles han pasado por el “filtro” de la estructura del español. Observaciones similares de otras situaciones de contacto pueden haber sido lo que ha motivado la afirmación de que sólo parecen poder transferirse elementos que son compatibles con la estructura de la lengua que los recibe (Weinreich 1974). Puede haber sido también lo que ha llevado a Thomason (1986: 245) a plantear que “la estructura innovadora y la estructura fuente NO necesitan ser idénticas... la interferencia de rasgos no idénticos es frecuente” (mi traducción). Nos preguntamos por qué sería frecuente la interferencia de rasgos no-idénticos. Me parece que la respuesta se encuentra precisamente en el hecho de que lo que se transfiere de otra lengua no es una estructura sintáctica, sino la semántica o la pragmática de una construcción, que luego se liga (se une) a una estructura muy similar en la lengua receptora. El locus de la transferencia es el individuo bilingüe, pero su difusión es un fenómeno social. La sociolingüística histórica ha dejado muy en claro que el origen de la mayor parte de los cambios se encuentra en la variación inherente en la lengua, y que el cambio se materializa cuando una de las variantes avanza con velocidad. Los sociolingüistas han enfocado principalmente la cuestión de la “transición” en el sistema lingüístico y en el social, pero la causa del cambio ha sido difícil de identificar. Este problema de la causa (“actuation”) se resuelve cuando el origen de las variantes se identifica en una lengua de contacto. Las situaciones de contacto sugieren, por tanto, un modelo del cambio como el del Gráfico 4, que indica que una lengua de contacto puede ser la fuente de una innovación, y que la transferencia que hace un individuo en un acto concreto de comunicación pasa por un filtro lingüístico que permite que solo aquellas copias estructuralmente compatibles se conviertan en variantes que puedan propagarse en la lengua receptora. Factores sociales y cognitivos constituyen el “filtro de difusión”, que determina el grado de difusión de las variantes involucradas.

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FUENTE DE INNOVACIÓN: Una lengua de contacto

FILTRO DE SELECCIÓN LINGÜÍSTICA:

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Transferencia individual

La estructura de la lengua 1L1 filtra las copias (solo copias estructuralmente compatibles superan el filtro)

Creación de variantes FILTRO DE DIFUSIÓN

Factores sociales y cognitivos promueven una u otra variante a mayor o menor velocidad Factores sociales: profundidad temporal del contacto, número de bilingües, estatus y utilidad de las lenguas, actitudes, dominiosde uso, frecuencia de uso, etc. Factores cognitivos: regularidad, prominencia, redundancia, frecuencia, complejidad

CAMBIO LINGÜÍSTICO Gráfico 4. Modelo de cambio lingüístico motivado por el contacto entre lenguas.

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INTERACCIÓN DE FACTORES FONÉTICOS Y GRAMATICALES EN LA VARIACIÓN FONOLÓGICA: LA ELISIÓN DE /D/ INTERVOCÁLICA EN LA VARIEDAD DE LOS HABLANTES UNIVERSITARIOS EN LA CIUDAD DE MÁLAGA JUAN ANDRÉS VILLENA PONSODA FRANCISCO DÍAZ MONTESINOS ANTONIO MANUEL ÁVILA MUÑOZ M.ª DE LA CRUZ LASARTE CERVANTES Universidad de Málaga

1. Introducción 1.1. Objetivo En este trabajo se analiza la elisión de /d/ intervocálica en una muestra de hablantes universitarios (n = 24) de la ciudad de Málaga. El estudio pone de manifiesto la interacción entre los condicionamientos gramaticales y fónicos tradicionalmente considerados en el estudio del debilitamiento y elisión de las realizaciones aproximantes de /d/ en el español de España y América. La investigación se acoge a las directrices metodológicas del proyecto panhispánico PRESEEA (Moreno Fernández 1996) y se realiza en el contexto del Proyecto Coordinado de investigación del español hablado en las ciudades de Alcalá de Henares, Granada, Lérida, Málaga, Las Palmas de Gran Canaria y Valencia1. Los resultados mues-

1. Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación sobre el Español Urbano de Málaga (Proyecto ESESUMA), financiado por la DGICYT (HUM200406052-C06-02/filo) y fondos FEDER y del Proyecto de Estudio del Corpus PRESEEA de Málaga (HUM2007-65602-C-03/FILO07 y Fondos FEDER). El trabajo se basa en el informe presentado a la Reunión de Coordinación del citado Proyecto, celebrada en la Universidad de Granada en marzo de 2007 (Villena Ponsoda et alii 2007).

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tran la existencia de un conflicto entre una tendencia regular hacia la elisión en el entorno más propicio (vocal tónica_vocal átona) y una tendencia conservadora de la información léxica que ha propiciado el aislamiento del fenómeno como un cambio morfológico (morfemas gramaticales y derivativos; en particular, los participios en -ado, -ada, etc.). La interacción de los factores internos y externos (aquí, la edad, la situación y el sexo) apunta en el sentido de que son los jóvenes de este grupo los que van a la cabeza en la elisión de /d/ frente a lo que se ha detectado en otras partes. El análisis detallado demuestra la existencia de interesantes patrones en U y notables diferencias de sexo. Los entornos de /d/ considerados (párr. 2.1) son, tras la exclusión de las formas con acento no inmediato a /d/ (eDitorial, pérdiDa), los siguientes: a) intervocálico general (v_v): con acento inmediato y exclusión de los casos de semivocal previa y semiconsonante siguiente que algunos estudios han tenido en cuenta con anterioridad (deDo, poDer, roDó, hablaDor traDucir); b) entornos restringidos solo con acento previo (deDo, pediDo). Se considera útil avanzar los resultados correspondientes a los hablantes del nivel universitario por dos razones: primera, porque de su análisis puede surgir una idea del grado de aceptación social del fenómeno, antes de que se obtengan resultados comunitarios generales; segunda, porque por primera vez se dispone de resultados comparables de varias ciudades españolas, dado que el presente trabajo se basa en datos obtenidos en el marco del mencionado Proyecto PRESEEA, en el que se estudian muestras de hablantes de estructura similar y, en el caso actual, mediante la aplicación de modelos analíticos exactos. Desde el punto de vista metodológico se demuestra que: 1) los condicionamientos internos de la variación delimitan gradualmente entornos propicios (en este caso, al menos cuatro) basados en rasgos que se pueden considerar claves (aquí el mantenimiento de /d/ en la raíz de los lexemas y sus consecuencias fónicas y gramaticales); 2) al seguir en el análisis de los datos estos pasos graduales, se identifica el modelo multivariante que mejor se ajusta a la distribución de los datos y se capta mejor el efecto social sobre la variación (conciencia sociolingüística; definición de la variable); 3) los entornos identificados en el análisis de cambios fónicos como el estudiado aquí significan los sucesivos pasos seguidos a lo largo del tiempo que se ordenan ahora del más frecuente y extendido socialmente (el más restringido lingüísticamente) al menos frecuente (y más extendido lingüísticamente). Esto quiere decir que se trata de un cambio fónico no marcado contra el que reacciona la comunidad de habla y que se restringe a entornos gramaticales de gran frecuencia de uso.

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1.2. Hipótesis Como se sabe, la /d/ —como las demás consonantes obstruyentes sonoras o laxas: /b/, /g/ y, según algunos (Martínez Celdrán 1996), /j/— se realiza en español como aproximante en la vecindad de la mayor parte de los sonidos silábicos. Esto supone una estructura fonética con formantes tenues a la altura de los formantes vocálicos previos y posteriores y señalada tendencia a la elisión de un modo similar al ocurrido en las lenguas románicas más próximas desde períodos tempranos de su evolución. En español, esta tendencia tiene asimismo bastante tiempo pero, frente a lo que ha ocurrido en otras lenguas neolatinas cercanas, como el francés, continúa siendo un proceso variable en la mayor parte de los entornos. La variación de /d/ supone el conflicto entre dos principios universales antagónicos que se repite en muchos cambios fónicos (Martín Butragueño 2002; Villena Ponsoda 2008): por un lado, la tendencia a la automatización de un fenómeno no marcado que facilita la pronunciación y requiere un mínimo de esfuerzo articulatorio (constricción de no marcación); por otro, la conservación del léxico y de las estructuras gramaticales, que requiere la máxima aproximación entre la forma superficial realizada y la forma subyacente (constricción de fidelidad). Muchos cambios lingüísticos se explican por el predominio de uno u otro de estos principios, como es notorio. La elisión del alófono aproximante [ð] es un proceso automático en posición intervocálica, en especial cuando precede inmediatamente el acento. Una vez que el cambio se inicia, la tendencia a conservar las formas subyacentes evita su generalización, de modo que queda frenado en los lexemas y aceptado en los morfemas gramaticales y derivativos (terminaciones de los participios, adjetivos derivados e, incluso, en los sustantivos de la misma procedencia por nominalización). La resistencia de la [ð] en la raíz de las palabras, especialmente si estas están marcadas (tecnicismos, nombres propios, pares mínimos) es muy notable. El estudio multivariante de la elisión de [ð] demuestra que esta es la constricción más importante y que está profundamente imbricada con los rasgos gramaticales y de entorno fonético que tradicionalmente se han tenido en cuenta en estudios previos. La consideración, además, de factores sociales (edad, sexo) capaces de influir en la variación fonológica pone de manifiesto que, en la posición social medioalta el fenómeno lo lideran los hablantes masculinos más jóvenes, en claro contraste con lo que se ha observado en comunidades de habla españolas no andaluzas. Por último, conviene señalar que la influencia de la situación en la

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elisión de la aproximante solo se muestra como significativa en entornos restringidos (como los de las terminaciones verbales y posverbales) que parecen tener una cierta repercusión estilística medida de distintas formas. La estructura de la variación de /d/ sugiere la imagen de todas las etapas de un cambio lingüístico que se difunde en la estructura social, en el léxico y en la gramática: constricción de sexo y edad en el entorno general con fuerte condicionamiento gramatical y léxico; patrón de edad en U en el entorno restringido; extensión y generalización del cambio en el entorno propicio -ado. Para el análisis cuantitativo se ha considerado que los alófonos de /d/ constituyen un conjunto de opciones que la estructura de la lengua ofrece a los hablantes, de modo que constituye un proceso que puede ser objeto de un análisis variable condicionado por varios factores (Sankoff 1988; Paolillo 2002). Dadas las características de las variables (todas ellas nominales, con variantes muy frecuentes y sin que se pueda predecir a simple vista qué factores influyen y en qué medida en su realización), el análisis multivariante de regresión logística es el más adecuado, puesto que: (1) permite trabajar con variables dependientes e independientes nominales como las que se manejan aquí; (2) hace posible comparar el efecto independiente de múltiples factores sobre el proceso de elección variable y seleccionar la mejor combinación de estos. Para la realización del mencionado análisis se ha utilizado el programa Goldvarb X para ordenadores Macintosh (Rand / Sankoff 1990; Robinson et al. 2001; Tagliamonte 2006) perteneciente a la serie Varbrul, que se basa en los modelos de análisis de regla variable (Cedergren / Sankoff 1974; Sankoff / Rousseau 1978; Sankoff 1988). Consideradas las condiciones del problema fonológico, se ha optado por realizar un análisis frecuencial detallado previo que permitiera un análisis probabilístico más ajustado, evitándose en lo posible la realización de análisis mecánicos. La estructura es la siguiente: en primer lugar (párr. 2), se describen las variables lingüísticas y los modelos para el análisis (2.1), se presentan las características del grupo de hablantes estudiado y se desarrolla una primera aproximación a las diferencias de sexo y edad de la elisión de /d/ (2.2); en segundo lugar (párr. 3), se desarrolla el análisis bivariante de la distribución de las frecuencias de las variantes, con especial atención por la definición de los entornos; en tercer lugar (párr. 4), por último, se desarrolla el análisis multivariante teniendo en cuenta grupos de factores lingüísticos y extralingüísticos, con el objeto de determinar qué condicionamientos son significativos y cuál es la jerarquía entre ellos.

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2. Variables 2.1. Variables lingüísticas. Modelos En este estudio se han considerado tres variantes de /d/: d [ð] mantenida, percibida claramente como aproximante; r [ð] debilitada o reducida, percibida como una aproximante muy débil, y 0 (∅) variante elidida que supone la transición entre los formantes vocálicos formando una sola vocal (pata(D)a), hiato (perdi(D) o, habla(D)o) o diptongo (habla(D)u, pra(D)u), según las condiciones del entorno. Se trabajó primero con 2568 ocurrencias que, tras una depuración de errores, produjo los 2517 casos que sirvieron de base para el cálculo de probabilidades individuales (párr. 2.2). Se eliminaron a continuación los casos en los que el acento ni era inmediato a la /d/ ni estaba en la misma sílaba, puesto que tal situación no produjo ningún caso de elisión; este es el entorno que se ha denominado aquí entorno general (n = 2452) y que se estudia en el párr. 3.2). El entorno restringido (n = 1776) solo tiene en cuenta las ocurrencias de /d/ precedida de acento tónico (párr. 3.3). Finalmente, el entorno bimorfémico (n = 865) y el entorno propicio -ado (n = 439) suponen la aproximación al entorno de categorización: CLASE DE ENTORNO

ENTORNO

EJEMPLO

FRECUENCIA

General Restringido Bimorfémico Propicio ado

v_v v[acento]_v #v[acento]_v #a_o

hablaDo, hablaDor, toDavía hablaDo, saliDa, miDo, naDa hablaDo, saliDa hablaDo

2452 1776 865 439

Los modelos que se han considerado se exponen en la Tabla 1. Tras el análisis de la frecuencia de realización de las variantes, se comprobó que la variante debilitada (r) alcanzaba porcentajes pequeños de aparición (124/2451; 5.1), frente a la [ð] mantenida (1714/2451; 69.9) y a la elisión [0] (613/2451; 25.0). Se decidió en esta primera aproximación optar por el modelo de elisión1: 0/n para minimizar así los posibles errores de transcripción (se citará a partir de aquí como elisión o pelisión). De este modo, en este estudio, la /d/ se conserva —con independencia de su mayor o menor perceptibilidad— o se elide.

2.2. Variables sociales La muestra de hablantes del nivel educacional superior analizada en Málaga (n = 24) es la que se refleja en la Tabla 2. Se trata de una muestra por cuotas de asigna-

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ción fija o uniforme con 4 informantes por casilla, lo que supone, para una población de instrucción universitaria de 156706 (censo de 2002), una proporción de 1/6530 (Vida Castro 2005: 87-116). Los datos se recogieron, siguiendo los procedimientos establecidos en el Proyecto PRESEEA (Moreno Fernández 1996), en la última década del siglo pasado. D

General

dr0

Debilitamiento

r+0 n

0

R

1714 69.9 1714

124 5.1

0 n

Elisión2

0 d+0 Se excluye r r+d n d n

Segmento Tensa

613 25.0

2451 2451

737 30.1

69.9 Elisión1

TOTAL

1838 75.0 1714 75.0

613

2451

25.0 613

2327

25.0 613 25.0

1838 75.0 1714 69.9

2451 2451

737 30.1

Tabla 1. Modelos de la variación de /d/ y resultados en Málaga.

EDAD

I 20-34

Hombres Mujeres Total

II 35-54 4 4 8

III > 54 4 4 8

TOTAL 4 4 8

12 12 24

Tabla 2. Muestra de hablantes del nivel educacional superior.

En consecuencia, teniendo en cuenta la época en la que se recogieron los datos (segunda mitad de los noventa del siglo veinte), el grupo de edad I está formado por hablantes nacidos entre 1960-1975; el grupo II por hablantes nacidos antes de 1960 (entre 1940-1960) y el grupo III por hablantes nacidos antes de 1940. Las características sociodemográficas de estos hablantes aparecen en la Tabla 3. Como se observa, es un grupo homogéneo y las diferencias de sexo con respecto a algunas variables existen, pero no son estadísticamente significativas.

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TOTAL MEDIA

DESV.

HOMBRES MEDIA DESV.

N

MUJERES MEDIA DESV.

N

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N

VARIABLES DE HABLANTE

Edad Estudios Media (0-3) VARIABLES

44.8 17.2 2.5

±15.9 ±1.6 ±0.5

24 24 24

44.7 17.9 2.6

±15.0 ±1.9 ±0.5

12 12 12

45.0 16.5 2.4

±17.4 ±0.7 ±0.5

12 12 12

0.25 0.30 0.75 0.70

±0.11 ±0.12 ±0.11 ±0.12

24 24 24 24

0.29 0.35 0.71 0.66

±0.12 ±0.12 ±0.12 ±0.12

12 12 12 12

0.22 0.26 0.78 0.74

±0.09 ±0.1 ±0.09 ±0.1

12 12 12 12

LINGÜÍSTICAS

Elisión Lenición Segmento Tensa

Tabla 3. Características de los hablantes de la muestra de Málaga y diferencias de sexo. Nota: La comparación entre los grupos se ha realizado mediante la prueba de Mann-Whitney (p < 0.005).

La edad es la variable de hablante que mejor se correlaciona con los diferentes modelos de la variable lingüística: elisión, lenición, conservación del segmento y conservación de la consonante tensa, tal y como se comprueba en la Tabla 4. La edad tiene una relación negativa moderada, pero significativa, con la elisión de /d/ y positiva con la conservación del segmento. Como ya se comprobó arriba, las diferencias de sexo no son significativas, de modo que no ha sido necesario incluir dicha variable (como variable dummy o ficticia) en la correlación de la Tabla 3. Se ha incluido, por el contrario, la renta en euros de los hablantes, cuya relación con las variables lingüísticas es débil y no significativa. EDAD

pelisión1 pdébil psegment renta

-.513* sig. .010 -.344 sig. .100 .513* sig. .010 .231 sig. .277

PELISIÓN

.916** sig. .000 -1.000** sig. .000 -.286 sig. .176

PDÉBIL

-.916** sig. .000 -.278 sig. .188

PSEGMENT

.286 sig. .176

* Significación en el nivel 0.05 ** Significación en el nivel 0.01 Tabla 4. Coeficientes de la correlación de Spearman entre variables de hablante y probabilidades de realización de las variantes de /d/.

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En el Gráfico 1, más abajo, se puede observar la situación de los hablantes en el espacio de variación definido por la edad y la probabilidad de elisión. La prob. de elisión menor (pelisión < 0,30) y más homogénea (pelisión media = 0,21±0,10 y 0,20±0,05) se da entre los hablantes de las generaciones II y III (> 34 años). En la Generación I (< 35 años) hay generalmente más elisión (pelisión > 0,30) y mayor variación interna (pelisión media = 0,34±0,12). Esto es debido a los dos hablantes (2 y 7; cf. Tabla 5) cuya prob. individual ≤ 23. Las diferencias de sexo dentro de cada cohorte solo son significativas en la II generación (sig. = 0.000). Puede decirse que los hablantes con probabilidad de elisión ≤ 0.30 tienen más de 35 años (con una excepción solamente: un hablante masculino de la II generación; núm. 16, Tabla 5, que supera claramente la prob. media de todos los grupos).

Gráfico 1. Probabilidad de elisión de /d/ y edad2.

Las observaciones anteriores se comprueban al analizar la variación individual (Tabla 5) y las diferencias de probabilidades medias a través de los grupos de edad (Tabla 6). La norma de pronunciación de los hablantes instruidos era, en los cincuenta y sesenta (esto es, los nacidos antes de 1940), la retención de la [ð]; los que se instruyeron en las décadas posteriores (setenta, ochenta y noventa) se formaron, al parecer, con unos criterios más tolerantes a la elisión de dicho segmento. Esto puede querer decir que la elisión está siendo aceptada por los jóvenes universitarios en Andalucía (cf. Moya Corral 2008), quizás como un signo de informalidad, frente a lo que ocurre en otras áreas geográficas de España (Molina Martos 1998; Gómez Molina 2008; Cestero, Molina y Paredes 2008). 2. Sexo: 1 = hombres; 2 = mujeres.

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HABLANTE SEXO

Edad

I

1 2 3 4 5 6 7 8 Total N 9 II 10 11 12 13 14 15 16 Total N 17 III 18 19 20 21 22 23 24 Total N N TOTAL

5 46 64 65 148 701 715 732 8 50 61 711 718 719 724 733 736 8 706 708 713 714 716 720 723 725 8 24

EDAD

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PELISIÓN

H M M H M M H H

28 26 21 24 22 29 29 28

.41 .23 .32 .52 .30 .40 .14 .41

M H M M H M H H

52 54 53 47 50 39 36 44

.21 .27 .12 .11 .24 .11 .22 .41

M H M H H M M H

56 61 56 60 63 64 74 59

.26 .20 .21 .14 .22 .15 .17 .26

44.8

.25

Tabla 5. Probabilidades individuales de elisión de /d/ en Málaga.

Como se observa en la Tabla 6, las diferencias de edad son significativas en la prob. de elisión y en su complementaria: la prob. de conservación del segmento. Al tratarse de un grupo pequeño de hablantes, se ha comprobado la significación mediante el test no paramétrico de Kruskall-Wallis para K muestras independientes. En lo tocante a la elisión, las diferencias de edad existen (ANOVA, sig. 0.013) pero, una vez comparada la significación de las diferencias entre todos y cada uno de los grupos (pruebas de Scheffe y Tukey HSD), conviene separar las generaciones en dos grupos: los más jóvenes (I) frente al resto (II + III). Las diferencias entre estos dos grupos (I = 0.34±0.12; II + III = 0.21±0.08) son significativas: pelisión: t = (9.976) 2.881, sig. 0.016. Los 35 años, tal y como se comentó arriba a propósito del gráfico, parecen marcar un punto de referencia en la retención de /d/.

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Así pues, los hablantes estudiados, que representan a los sujetos instruidos, parecen ser todos ellos bastante fieles a la pronunciación de /d/ y especialmente reacios a su elisión cuando han cumplido ya los 34 años y en adelante (con solo una excepción). Sin embargo, los más jóvenes optan con frecuencia por la elisión; 6 de 8 hablantes superan la media general (0.25). EDAD I II III Total

PELISIÓN

Media Desv. Típ. Media Desv. Típ. Media Desv. Típ. Media Desv. Típ. Sig. K-W

0.34 0.12 0.21 0.10 0.20 0.05 0.25 0.11 0.036

PDÉBIL

0.38 0.12 0.25 0.12 0.28 0.06 0.30 0.12 0.076

PSEGMEN PTENSA

0.66 0.12 0.79 0.10 0.80 0.05 0.75 0.11 0.036

0.62 0.12 0.75 0.12 0.72 0.06 0.70 0.12 0.076

Tabla 6. Diferencias de edad en la variación de /d/ en la ciudad de Málaga.

3. Análisis bivariante 3.1. Comparación interdialectal El debilitamiento y la elisión de /d/ es un fenómeno de variación fonética que se desarrolla, para algunos, desde el siglo XV y para otros desde el XVI y XVII (Molina Martos 1998: 137-147). Como se trata de un proceso en relación íntima con la categoría gramatical de las palabras y con el entorno fonético de los morfemas gramaticales y derivativos, puede hablarse de un cambio condicionado léxica y gramaticalmente. El hecho de su larga trayectoria y su relativamente restringida extensión (solo con bastante fuerza en los participios en -ado) hace pensar en una reacción de las comunidades de habla y en su aislamiento como un cambio morfológico. Se han establecido áreas geográficas de la elisión de /d/ (Molina Martos 1998: ibíd.) pero puede afirmarse que se trata de un hecho general en el español de España y América. En los trabajos previos se han analizado entornos de diferente generalidad. Como ahora se trata de un estudio restringido a los hablantes universitarios, se comparan los resultados referidos a dicho nivel siempre que es posible (se entiende que la muestra estudiada aquí correspondería al denominado “nivel culto” de algunas investigaciones). En lo que atañe a la comparación con los datos comunitarios generales de otros estudios, conviene insistir en que se trata solo de una compa-

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ración aproximativa. Existe una variación considerable en los entornos considerados en estas investigaciones (todos: incluidas las semiconsonantes y semivocales; entornos más allá de los límites de la palabra; la palabra con todas las posiciones del acento; solo acento inmediato; solo acento previo; solo terminación en -ado, etc.). En la Tabla 7 se han incluido los resultados comparados del estudio de esta variable en varias ciudades: frecuencia de elisión, debilitamiento y conservación. Como se observa, la frecuencia de elisión es similar en todas las comunidades estudiadas salvo Las Palmas y Jaén. Esta última puede parecer desmesurada si no se aclara que se estudiaron entornos especialmente propicios a la elisión (terminaciones en -ado, -ido, etc.). Los resultados de Panamá se refieren al entorno interno (frente al inicial), puesto que Cedergren (1972: 97-98) estudia también la /d/ inicial de palabra precedida de la vocal final de la palabra anterior. Conviene señalar asimismo que hay una notable variación en la realización del segmento conservado [ð]: aproximante percibida con claridad y [ᵟ] aproximante relajada o transición casi vocálica. Los criterios de asignación de las realizaciones a las variantes no están excesivamente claros. CIUDAD

ENTORNO

INVESTIGACIÓN

Caracas* Alcalá de H. Toledo Madrid** San Juan Panamá Las Palmas Jaén***

vóc_voc general general general vóc_voc general vóc_voc vóc_voc

D’Introno/Sosa (1986) Blanco (2004) Molina (1998) Molina et al. (2006) López Morales (1983) Cedergren (1972) Samper Padilla (1990) Moya Corral (1979)

ELISIÓN 11.5 18.1 20.0 21.0 21.0 23.6 37.7 64.7

DEBILIT. CONSERV. 20.6 6.9 80.0 78.0 53.4 9.8 32.1

67.9 73.9 80.0 78.0 25.5 66.6 30.2

* Transiciones cuasivocálicas = 20.6 ** Datos del barrio de Salamanca *** Solo algunos entornos propicios a la elisión Tabla 7. Comparación de la frecuencia de realización de las variantes de /d/.

En la Tabla 8 se muestran los resultados correspondientes a hablantes del nivel educacional universitario, tomados todos ellos menos uno (Samper Padilla 1996) de las investigaciones en curso en el marco del Proyecto PRESEEA. Los datos andaluces de elisión entre los hablantes instruidos no desentonan o, incluso, superan los de los expuestos en la Tabla 7 (que son datos del conjunto de la comunidad de habla respectiva). Todo esto parece corroborar, de entrada, la idea previa acerca de que la elisión de /d/ está más avanzada en España que en América; sin embargo, la razón última de esta comunis opinio está en la elevada frecuencia

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con que se produce en el español de Andalucía, muy superior a la del resto de las variedades de España.

Valencia Madrid Las Palmas Granada Málaga

ELISIÓN

DEBILIT.

CONSERV.

10.7 12.5 16.1 23.1 24.0

1.6 37.3 83.9 3.6 5.0

87.7 50.2 83.9 76.9 71.0

Gómez M. (2008) Cestero et al. (2008) Samper P. (1996) Moya (2008) Villena et al. (2007)

Tabla 8. Porcentajes de realización de las variantes de /d/ en todos los entornos entre hablantes universitarios de cuatro ciudades.

3.2. Entorno general ... Entorno fónico Todos los estudios previos han comprobado que el entorno vocálico previo y posterior es uno de los factores más importantes en el condicionamiento de la variación de /d/. La jerarquía es la siguiente para las vocales previas en el corpus analizado aquí: Á

Ó

Í

É

A

RESTO

51.1 daDo

24.8 toDo

12.2 iDo

5.7 deDo

5.0 cobraDor

1.7

La preferencia es, como era de esperar, por las vocales tónicas. Las vocales posteriores son preferentemente átonas: O

A

E

RESTO

48.6 daDo

17.6 naDa

4.0 piDe

2.5

Se deduce fácilmente de aquí la necesidad de considerar los entornos de modo combinado. El resultado es el siguiente: ENTORNOS ado oda

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FRECUENCIA

PORCENTAJE

TOTAL

373 32

84.6 32.0

441 100

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ENTORNOS (CONT.) odo ada ido adó resto ida Total

FRECUENCIA

PORCENTAJE

TOTAL

67 74 37 2 24 2 611

23.0 20.7 16.7 5.0 2.7 2.3 25.0

291 358 221 40 903 88 2442

323

Chi2 = 1122.322 (7), sig. .000 V de Cramer =.678 sig. .000 Tabla 9. Elisión de /d/ en el entorno fonético.

Es a todas luces muy probable que exista una interacción entre este factor y la categoría gramatical: las terminaciones de los participios (-ado, -ada) y algunos pronombres (todo, nada) son los responsables de la mayor parte de la variación. Es por tanto evidente la necesidad de conjugar ambos grupos de factores puesto que, como es previsible, varía notablemente la frecuencia de elisión en el mismo entorno en función de la categoría de la palabra (y, seguramente, a la inversa también). Por ejemplo, en la terminación -ada la frecuencia varía de los casos de nada (41/139; 29.5) al resto de casos: cada, agobiada, enfadada, chorrada, etc. (33/120; 15.0). Algunas palabras, por el contrario, constituyen entornos fuertemente restrictivos (vida, cada, boda). ... Acento Se ha desarrollado un análisis de la elisión de /d/ en todos los entornos aunque se ha podido constatar que la repercusión sociolingüística se restringe considerablemente a ciertos entornos de frecuencia alta: prevocálico tónico y secuencias vocálicas típicas de los participios y los pronombres (todo, nada). En la Tabla 10 se muestra la frecuencia de realización de las variantes conservadas y elididas de /d/ en el entorno de inmediatamente antes (cantaDo) o después de vocal tónica (toDavía) y en sílaba tónica (peDimos). Se han excluido los casos de ocurrencia de /d/ en palabras con acento no inmediato (rápiDo; eDitorial), puesto que estas eran pocas (n = 64) y los casos de debilitamiento (1/32) y elisión (0/32) muy raros.

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d 0 total

PRECEDE

SIGUE

TOTAL

1182 66.4 599 33.6 1781

649 98.2 12 1.8 611

1831 70.0 661 2442



Chi = 260.142 (1), sig. .000 Phi de Cramer = -.326, sig. .000 Tabla 10. Influencia de la posición del acento de la palabra en la realización de las variantes de /d/ en Málaga.

Como se observa, el entorno lingüístico más propicio a la elisión es: v [+acento]_ vocal (33.6). Los casos de elisión en el entorno complementario v_v[+acento] son solo 12 (1.8). De ellos hay cuatro casos bimorfemáticos (fregaDito, helaDito y dos apariciones de ordenaDor); el resto son monomorfemáticos (toDavía, queDar, queDado, moDerna, paDelante, aDemás mu, aDemás pa, olviDado). Es patente que algunos de ellos son formas fijas o lexicalizadas [toa’βia], [pa’lante], [a’mas]. Los casos bimorfemáticos pueden tener un origen analógico a partir de sus formas de base. Es evidente, así pues, la conveniencia de una restricción del entorno de análisis en el sentido apuntado arriba: vocal [acento]_vocal (cf. infra, párr. 3.3). ... Estructura fonética de la palabra La estructura de la palabra es asimismo importante (Tabla 11). Este efecto ya se ha apreciado en otros estudios sobre la variación de otras consonantes (Moya y García Wiedemann 1995); aquí si precede una /d/ (con independencia de cómo se pronuncie) sube la frecuencia de elisión (rodaDo; 28.4) con respecto a las palabras con una sola /d/ (robaDo; 25.7) y a aquellas en las que la /d/ sigue (roDado; 2.0). Si sigue una [ð] mantenida (poDa[ð]o), se conserva la /d/ previa en el 100 % de los casos; si la /d/ siguiente se ha elidido (poDao), la conservación baja, pero insensiblemente; 2/81(97.5); son solo dos casos: queDado y olviDado [ke’ao], [olβi’ao]. Esta elisión es más frecuente en niveles educacionales bajos pero en el universitario prácticamente no existe.

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Interacción de factores fonéticos y gramaticales en la variación fonológica SIMPLE PRECEDE RODADO

ROBADO

d 0 total

1687 74.3 584 25.7 1781

64 71.9 25 28.1 611

SIGUE

TOTAL

79 97.5 2 2.5 81

1830 75.0 611 25.0 2441

RODADO

325

Chi2 = 22.983 (2), sig. .000 V de Cramer =.097 sig. .000 Tabla 11. Influencia de la estructura de la palabra en la realización de las variantes de /d/.

Así pues, da la impresión de que, primero, en la estructura de la palabra opera — con independencia de la pronunciación efectiva de las consonantes— un efecto de disimilación progresiva: en ayudaDo se elide con frecuencia la segunda /d/; segundo, un efecto de asimilación regresiva: ayuDado difícilmente elide la primera /d/. El hablante tiene la imagen de la palabra con dos ocurrencias de /d/ y tiende aparentemente a mantener la primera (asimilación) y, en alguna medida, a elidir la segunda (disimilación). Sin embargo, esto puede ser, efectivamente, solo una apariencia. En ambos casos, la interpretación —como se verá enseguida— tiene que ver, más que con un efecto de asimilación o disimilación en la palabra o en el grupo fónico, con la propia distribución de los datos: en primer lugar, las palabras con más de una /d/ son, en su mayor parte, participios, adjetivos o nombres en -ado, -ada, -ido, etc., que eliden la /d/ con frecuencia alta con independencia de si contienen más de una /d/; en segundo lugar, es altamente improbable, por no decir imposible, la combinación siguiente: ayuaDo *[aʝu’aðo]. Si se tiene en cuenta el efecto del entorno previo y posterior a la palabra (se me ha sali/d/o el deDo mora/d/o), los resultados son los siguientes: el porcentaje medio (25.0) baja considerablemente si aparecen una o varias /d/ mantenidas (147/848; 17.3), en tanto que sube si la o las /d/ se eliden (157/338; 46.4). El efecto aquí es más simple o mecánico que en el caso anterior: la presencia de [ð] realizadas antes o después de la palabra hace descender considerablemente la elisión, en tanto que la aparición de variantes elididas de /d/ la eleva de forma significativa (Chi2 = 109.614 (2), sig. =.000; V =.212, sig. =.000). ... Léxico La retención de [ð] en los lexemas frente a los morfemas gramaticales o derivativos es uno de los principales factores influyentes en la variación de /d/, puesto

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que los hablantes tienden a conservar la estructura básica de la palabra. Esta misma línea de interpretación sirve para entender por qué se retiene el segmento en las palabras marcadas (nombres propios, términos o extranjerismos). La frecuencia de uso es un elemento seguramente coadyuvante cuyo efecto general ya ha sido comprobado en otros dialectos (Bybee 2002). Algunos lexemas son especialmente refractarios a la elisión a pesar de ofrecer una estructura fónica favorable. La funcionalidad es una posible explicación para alguno de ellos: palabras como boda, vida o pedí forman pares mínimos efectivos (boa, vía, peí) con palabras de la misma categoría gramatical y, por lo tanto, con distribución similar; la conservación del segmento es categórica (38/38; 100.0). Algunos pares mínimos son solo virtuales y corresponden a categorías gramaticales diferentes, de modo que no se distribuyen igual; esta puede ser la causa de que la frecuencia de retención sea menor (105/130; 74.4). Al eliminar los casos categóricos se observa que no son significativas las diferencias entre los pares mínimos virtuales (elisión = 25/130; 19.2) y el resto de los casos (elisión = 586/2269; 25.8). Se trata de otro caso conflictivo de prueba de la hipótesis funcionalista de Kiparsky (1971, 1982) y otros: al parecer, los pares mínimos efectivos evitan la colisión homonímica (Gilliéron) manteniendo la [ð] en el 100.0 de los casos, en tanto que los pares mínimos cuya posibilidad de colisión homonímica es solo teórica o virtual restringen la elisión de [ð] bastante menos (74.4). No obstante, como se verá después (3.3.3), cabe pensar aquí más en un problema de difusión léxica que en una cuestión funcional o semántica. La diferencia entre las palabras marcadas (términos, nombres propios) y no marcadas puede interpretarse en la misma línea: la resistencia a eliminar segmentos de la representación subyacente de las unidades léxicas de baja frecuencia, pero de especial relevancia por diversos motivos, hace que la retención del segmento sea muy alta (elisión = 4/139; 2.9) frente al resto (elisión = 607/2303; 26.4). En el corpus estudiado las unidades léxicas marcadas que sufren la elisión del segmento son: un topónimo urbano lexicalizado (El Candado) y el nombre propio de una institución religiosa (La Sagrada Familia). ... Gramática En cuanto a la categoría gramatical, los resultados son los esperables, dado lo conocido ya en la bibliografía previa (Tabla 12). La relación entre la elisión de /d/ y la categoría gramatical de la palabra es significativa y moderadamente fuerte.

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Interacción de factores fonéticos y gramaticales en la variación fonológica CATEGORÍA

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FRECUENCIA PORCENTAJE TOTAL

Participio Adjetivo Pronombre Nombre Verbo Adverbio Total

285 99 143 69 11 4 611

64.0 39.0 24.6 9.2 3.3 4.9 25.0

445 254 581 747 334 81 2442

Chi2 = 588.314 (5), sig. .000 V de Cramer =.491, sig. .000 Tabla 12. Efecto de la categoría gramatical en la elisión de /d/.

La elisión se produce fundamentalmente en los participios y en los adjetivos derivados de ellos, en tanto que los pronombres (todo y nada) y los nombres tienen una frecuencia mucho más moderada. Esto se explica porque la mayor parte de los participios y adjetivos tienen la estructura propicia -ado, -ada, -ido, etc., en tanto que solo los nombres con dicha estructura (o algunos que son especialmente propicios: dedo) eliden la /d/: lado, helado, profesorado, abogado, etc. De los 69 casos de elisión en los nombres, 53 son formas en -ado (76.8). ... Interacción entre el entorno fonético y la categoría gramatical Los efectos de la interacción comentada arriba entre el entorno fónico y la categoría gramatical del elemento léxico quedan reflejados en el grupo interactivo de la Tabla 13. Se trata esencialmente de las palabras en las que la /d/ forma parte de morfemas gramaticales o derivacionales (participios en -ado, adjetivos en -ido, etc.), frente a las palabras en las que la /d/ forma parte de la raíz (pronombres en -odo, -oda, -ada y resto de combinaciones). ENTORNO -ado -ado -ado -oda -ada -ada -odo -ido -ido -ida

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CATEGORÍA Part. A N P A P P Part. A A

FRECUENCIA 246 73 53 32 27 42 67 28 5 2

PORCENTAJE TOTAL 85.7 78.5 74.6 33.7 31.3 23.3 23.0 18.2 17.2 11.1

287 93 71 95 86 180 291 154 29 18

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Juan Andrés Villena/Francisco Díaz/Antonio Manuel Ávila/Mª Cruz Lasarte ENTORNO (CONT.)

CATEGORÍA

-ido -ada resto Total

FRECUENCIA

N N

PORCENTAJE TOTAL

4 5 27 611

9.5 5.9 2.7 25.0

42 85 1011 2442

A = Adjetivo; N = Nombre; Part. = Participio; P = Pronombre Chi2 = 1110.603 (12), sig. .000 V de Cramer =.674, sig. .000 Tabla 13. Efecto de la categoría gramatical y el entorno fonético en la elisión de /d/.

Si se considera además la relación entre estas categorías interactivas y el número de casos de elisión (611), se llega a la conclusión de que los hablantes —como se avanzó arriba— distinguen entre: 1) la /d/ de un sufijo morfémico verbal (participio en -ado, -ido) o 2) la incluida en nombres o adjetivos derivados (-ido, -ida, -ada) y trazan con su comportamiento una amplia distancia frecuencial entre estas formas y aquellas en las que la /d/ forma parte de la estructura del lexema: 3) pronombres como todo o nada o 4) el resto de los lexemas. Cabe entender, dada la frecuencia relativamente alta de elisión en todo y nada, que estas formas se reinterpreten como si la /d/ fuese una terminación por analogía con el resto de las terminaciones. En el Gráfico 2 se representa la frecuencia de elisión en estas cuatro categorías interactivas. 70

En el grupo

60

En el total

50 4 30 20 10 0

/d/ morfémica

/d/ sufijo

/d/ pron.

/d/ raíz

Gráfico 2. Efecto de la distinción entre raíz y sufijo en la elisión de /d/ .

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Como se observa, se han distinguido las diferencias en la elisión en cada categoría (en el grupo) o con relación al total de elisión en el corpus (en el total): la elisión es mayoritariamente morfémica. Esta observación permite dar un paso más: si se considera una diferencia aún más amplia entre unidades morfemáticas y derivativas, por un lado, y las lexemáticas, por otro, se capta probablemente mejor la estructuración que subyace en el comportamiento efectivo en la comunidad de habla (Tabla 14). Como se verá después en el estudio multivariante (párr. 4), al no ser homogénea la difusión y generalización del proceso entre las palabras bimorfémicas, los modelos probabilísticos más ajustados son aquellos que diferencian combinaciones distintas de vocales (ado, ada, ido, etc.) en los morfemas. LEXEMA MORFEMA d 0 total

1409 89.3 168 10.7 1577

422 48.8 443 51.2 865

1831 75.0 611 25.0 2442

Chi2 = 489.864 (1), sig. .000 Phi de Cramer =.448 sig. .000 Tabla 14. Influencia de la distinción lexema/morfema en la realización de las variantes de /d/.

... Conclusión El principal resultado del análisis bivariante de los datos en este entorno general atendiendo a los factores internos indica que las interpretaciones previas que se centraban en la existencia de dos factores fundamentales para la predicción de la elisión de /d/: el entorno fonético y la categoría gramatical son válidas asimismo para el corpus de datos estudiado aquí. La consideración de un tercer factor que se refiere a la difusión del cambio en el léxico es también importante: la elisión se frena o se activa en determinadas series léxicas e, incluso, en determinadas palabras. No obstante, el estudio detallado de las relaciones bivariantes entre los mencionados factores demuestra la distribución ortogonal de los entornos en las categorías gramaticales consideradas. Esto obliga, como se ha visto, a considerar categorías interactivas de mayor capacidad predictiva. Tales categorías pueden ayudar a evitar indeseables interacciones en la determinación del mejor modelo de combinación de factores significativos en la predicción de la elisión de /d/ (análisis multivariante, párr. 4).

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3.3. Entornos restringidos ... Clases de entornos. Gradación de generalidad Como se ha comprobado hasta aquí (cf. párr. 3.2.2), la elisión de /d/ en entornos fónicos diferentes al más propicio: vocal [+acento]_vocal es muy poco frecuente (1.8 %). En el entorno fónico favorable a la elisión esta aumenta, como era de esperar (33.6 %), y se producen algunas modificaciones en cuanto al efecto de los factores internos y externos. Lo más importante es que en estas condiciones —y particularmente en los entornos más favorables de palabras bimorfemáticas y, sobre todo, en las terminadas en -ado— la elisión de /d/ se percibe con un cierto grado de repercusión en la conciencia sociolingüística de los hablantes. Así mismo, factores fónicos que no tenían ningún efecto en el entorno general, adquieren ahora importancia, al menos aparentemente; por ejemplo, la acentuación de la palabra (paroxítona o proparoxítona) y el número de sílabas (bisílaba, trisílaba, polisílaba). La elisión se produce solo en palabras paroxítonas (nunca en las proparoxítonas) y preferentemente en palabras trisílabas y polisílabas (más que bisílabas). Estas diferencias son notables y significativas, si bien la distribución desigual (ortogonal) tiene mucho que ver con los resultados: los participios y derivados en -ado, -ada, etc. son paroxítonos y tienen siempre más de una sílaba. En la Tabla 15 se exponen las probabilidades individuales de elisión de /d/ en cuatro entornos ordenados por su generalidad: el general, estudiado arriba (párr. 3.2); el restringido, que incluye ocurrencias después de acento tónico; el bimorfemático, que recoge las realizaciones de /d/ gramatical o derivativa, y el propicio en -ado, que incluye todas los casos de esa terminación. En el Gráfico 3 se muestran las probabilidades individuales de elisión en tres entornos: el general estudiado hasta aquí; el restringido y el más propicio limitado al entorno -ado. HABLANTES 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

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GENERAL 0.41 0.23 0.32 0.52 0.3 0.4 0.14 0.41 0.21 0.27

RESTRINGIDO BIMORFÉMICO -ADO 0.58 0.34 0.84 0.68 0.37 0.48 0.2 0.55 0.26 0.39

0.81 0.37 0.63 0.82 0.64 0.45 0.3 0.82 0.31 0.57

1 0.54 0.93 1 1 0.88 0.62 1 0.81 0.67

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Interacción de factores fonéticos y gramaticales en la variación fonológica HABLANTES (CONT.)

GENERAL

11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 Media Desv. típ.

0.12 0.11 0.24 0.11 0.22 0.41 0.26 0.2 0.21 0.14 0.22 0.15 0.17 0.26 0.25 0.11

331

RESTRINGIDO BIMORFÉMICO -ADO 0.18 0.14 0.33 0.15 0.31 0.49 0.19 0.29 0.25 0.22 0.36 0.34 0.23 0.39 0.36 0.17

0.31 0.18 0.38 0.3 0.47 0.74 0.49 0.48 0.4 0.4 0.4 0.36 0.33 0.6 0.48 0.18

1 0.56 0.8 0.59 0.89 0.89 0.84 0.95 0.95 0.91 1 0.67 0.76 0.94 0.84 0.16

Las líneas horizontales separan, de arriba abajo, los grupos de edad (I, II, III). Tabla 15. Probabilidades individuales de elisión de /d/ en cuatro entornos -ado

1,2

Restringido General

1

0,8 0,6 0,4

0,2 1 1

2 3

4

5

6

7

8 9

10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24

Gráfico 3. Probabilidades individuales de elisión de /d/ en tres entornos fónicos.

La idea es que el fenómeno se ha categorizado prácticamente en este último entorno en -ado, de modo que se difunde en ondas desde el entorno general, el restringido y el bimorfémico. Dadas las condiciones, es de suponer que: 1) el cambio afectó desde

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sus primeras manifestaciones a todas las palabras con /d/ intervocálica pero que, inmediatamente, se detuvo en el entorno intervocálico general (esto es, cuando la vocal previa es átona y el acento recae en la vocal de la sílaba siguiente o de la misma sílaba); 2) el cambio siguió progresando en el entorno restringido (v [+acento]_vocal) pero no con la misma rapidez en todas las palabras del grupo: tendería a restringirse si la /d/ pertenecía a la raíz lexemática, en tanto que se extendería con mayor frecuencia en las palabras bimorfemáticas; 3) en este último grupo de formas (entorno bimorfemático) la elisión se especializó, al parecer, en los participios y derivados en -ado, en tanto que se desaceleró en el resto de los casos (participios en -ido y adjetivos y nombres en -ada, -ido, -ida, etc.); 4) el grupo de palabras bimorfémicas en -ado alcanza la frecuencia más alta, cercana ya a la categorización. En el Gráfico 4 se representa este proceso de difusión y se distingue la frecuencia de elisión acumulada en cada entorno y la propia o específica de cada uno de los entornos. De este modo, en el entorno general la elisión total corresponde a la frecuencia relativa de elisión en todas las formas con v_v con independencia de la situación del acento o de la categoría gramatical de la palabra; por el contrario, la elisión en el grupo significa la frecuencia de elisión solo en el entorno específico (intervocálico con el acento posterior o en la misma sílaba que la /d/) y así sucesivamente. En el entorno restringido la elisión en el total incluye todos los casos de v[+acento]_v (esto es, palabras tanto mono como bimorfémicas); la elisión en el grupo supone la elisión en el entorno v[+acento]_v pero solo en palabras monomorfémicas. En el entorno bimorfémico la elisión en el total incluye todas las palabras bimorfémicas, en tanto que la elisión en el grupo se refiere al subconjunto que excluye las finalizadas en -ado. Por último, la elisión en el entorno -ado incluye únicamente las palabras bimorfémicas terminadas en -ado, tanto en el grupo como en el total. 90

Parcial

80

Total

70 60 50 40 30 20 10 0

ado

Bimorfénico

Restringido

General

Gráfico 4. Difusión de la elisión de /d/ en cuatro entornos.

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... Factores fónicos No se observan diferencias significativas si precede /d/ (quedaDo) con respecto a los casos mayoritarios de palabras en los que hay una sola /d/ (hablaDo). Sin embargo, el efecto de asimilación en la secuencia sí es significativo: si precede o sigue /d/ elidida, la frecuencia de elisión se eleva (58.7), en tanto que desciende si no aparece la /d/ en el entorno secuencial (33.6) o, sobre todo, si la /d/ de la secuencia se mantiene (23.1). Algo similar ocurre con la asimilación al turno de palabra previo. Si en este se dan casos de /d/ conservada en el turno anterior, la frecuencia de elisión baja significativamente en el siguiente (24.5) con relación a cuando hay instancias de /d/ elidida o, simplemente, no se producen apariciones de /d/ en el turno previo (35.1). ... Léxico En la Tabla 16 se han separado las palabras restrictivas mencionadas más arriba (3.2.4): léxico restrictivo: quedo, puedo, boda, cada, vida, los pronombres (todoa núcleo, todo-a modificador, nada) y las palabras bimorfemáticas (que son ya mayoría: 56.8 y que presentan frecuencias relativamente altas de elisión: 52.5). Como era de esperar, la retención del segmento en el cuerpo de las palabras (incluidos los pronombres mencionados) es significativamente más alta que en las terminaciones. BIMORFÉMICAS

0 d TOTAL

TODO/A NADA (MODIF.)

443 52.5 401 47.5 844 47.5

72 36.4 126 63.6 198 11.1

42 28.2 107 71.8 149 8.4

TODO/A TOTAL (NÚCLEO) 27 14.4 160 85.6 187 10.6

15 3.8 383 96.2 398 22.4

LÉXICO RESTRICTIVO

599 33.7 1177 66.3 1776 100.0

Chi2 = 126.676 (4), sig. .000 Phi de Cramer =.267 sig. .000 Tabla 16. Difusión en el léxico de la elisión de /d/.

Las ocurrencias que aparecen en el cuerpo de la palabra ofrecen frecuencias muy bajas de elisión (3.8). Si, además, forman pares mínimos, la elisión no existe (Tabla 17).

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VIDA

BODA

CADA

NADA

TODO

TODO

(NÚCLEO) (MODIF.) d 0 Total

37 100.0 0 0.0 37 47.5

5 100.0 0 0.0 5 11.1

36 100.0 0 0.0 36 8.4

4 71.8 42 28.2 149 10.6

7 85.6 27 14.4 187 22.4

126 63.6 72 36.4 198 100.0

Tabla 17. Frecuencia de elisión en el léxico.

Se trata, en definitiva —como se observó más arriba—, del efecto restrictivo de la forma subyacente: desde los lexemas que forman pares mínimos efectivos (0.0), al resto de los lexemas (3.8), los pronombres todo y nada (entre 14.4 y 36.4), hasta las palabras bimorfemáticas (52.5). ... Factores estilísticos Los factores situacionales que predicen la variación diafásica (formalidad, espontaneidad y especialización) tuvieron en el análisis general (contexto voc_voc) poca influencia, en contra de lo que cabría esperar, a la vista de la communis opinio sobre el particular. Como se comprobó después, ello se debió a que el entorno con repercusión sociosituacional e influencia en los hablantes es más reducido. Esto es debido probablemente a la frecuencia de elisión en los diferentes entornos: para los hablantes universitarios elidir la [ð] en un participio en -ada o en un nombre en -ido o -ida es estilísticamente más fuerte que hacerlo en un participio masculino en -ado; por no hablar de la elisión en la raíz de las palabras, que prácticamente no existe en este grupo educacional. En consecuencia, los resultados que se exponen a continuación se refieren al entorno de las palabras terminadas en -ado. De hecho, al repetir el análisis en dicho entorno, no solo se eleva considerablemente la frecuencia de elisión (0.85), sino que los factores que miden los continuos diafásicos resultaron, en alguna medida, significativos, de modo que pudo construirse una variable compleja para medir la variación diafásica. Se consideró en este estudio el modelo clásico de registro de la escuela británica (Halliday, Ure y Ellis, Robinson, Gregory/Carroll, etc.) basado en tres parámetros: 1) tenor, que mide el efecto de la interacción entre el hablante y los interlocutores; es decir la formalidad (aquí dividido en estatus, edad y proximidad); 2) campo, que mide el grado de especialización; 3) canal, que mide el grado de pla-

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nificación del discurso y, por tanto, de espontaneidad (cf. Gregory/Carroll 1978). De estos tres parámetros solo dos mostraron efecto significativo en la elisión de /d/: la formalidad y la planificación; las diferencias debidas a la especialización no se han considerado aquí. El efecto del estatus del interlocutor en la formalidad es el siguiente: la elisión es más frecuente cuando hay solidaridad que cuando hay jerarquía; conviene indicar que los casos de jerarquía son, en esta muestra, del tipo V > T (esto es, el informante en relación de inferioridad). La solidaridad de edad hace asimismo subir la frecuencia de elisión frente a la jerarquía. Las diferencias son significativas (Tabla 18). ESTATUS

0 Total

EDAD

SOLIDARIDAD

JERARQUÍA

352 85.9 410

21 72.4 29

TOTAL

SOLIDARIDAD

JERARQUÍA

120 91.6 131

253 82.1 308

373 439

2

TOTAL

373 439

2

Chi  = 3.830 (1), sig. 0.050 Phi = -.093, .0050

Chi  = 6439 (1), sig. 0.007 Phi = -.121, .011

Tabla 18. Influencia de la formalidad (estatus y edad) en la realización de /d/ en el entorno /-ado/ entre hablantes de nivel de instrucción superior en Málaga.

El efecto del grado de planificación se refleja en la Tabla 19. La elisión es más frecuente cuando los interlocutores participan en fragmentos conversacionales de un coloquio sin planificación previa o con planificación mínima. Este contexto se opone a la secuencia de pares adyacentes de pregunta y respuesta típica de la entrevista dirigida. COLOQUIO

0

183 90.6 202

ENTREVISTA

190 80.2 237

TOTAL 373 85.0 439

Chi2 = 9.279 (1), sig. .002 Phi = -.145, .002 Tabla 19. Influencia del grado de espontaneidad en la realización de /d/ en el entorno /-ado/ entre hablantes de nivel de instrucción superior en Málaga.

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En la Tabla 22 se muestra la influencia de la naturalidad del registro en los porcentajes de elisión de /d/. La naturalidad es un concepto bastante impreciso; sin embargo, aquí sirve para denominar el predominio de las actuaciones lingüísticas informales y espontáneas (esto es, no planificadas). Estos son los valores no marcados correspondientes a los parámetros de las Tablas 18-19. El procedimiento que se siguió para construir el continuo diafásico complejo (registro) fue el siguiente: se consideraron las variables: formalidad/estatus (0-1) y espontaneidad (0-1), tras las oportunas recodificaciones; los valores 0 indican solidaridad y espontaneidad máxima, respectivamente, en tanto que los valores 1 indican, jerarquía y mínima espontaneidad. Al contar los casos de 0 y 1 en las dos variables, hallamos el continuo (registro).

+ ––––––––––––––––––––– + –––––––––––––––––––––

Formalidad Planificación

-

Esta es la variable (0-2) que se cruza con la elisión de /d/ en la Tabla 20.

d 0 Total

0

1

2

TOTAL

19 9.6 178 90.4 197

38 17.5 179 82.5 217

9 36.0 16 64.0 25

66 15.0 373 85.0 439

Chi2 = 14.125 (2), sig. .001 V = 0.179, sig. .001 Tabla 20. Influencia de la naturalidad diafásica en la realización de /d/ en el entorno /-ado/ entre hablantes de nivel de instrucción superior en Málaga.

El campo o grado de especialización del fragmento conversacional se manifestó como significativo pero en un sentido muy restringido: la frecuencia de elisión desciende abruptamente (18.8) si el tema de conversación es metalingüístico (cuestiones de norma, variación dialectal, etc.), en tanto que se mantiene en los demás temas (34.0). ... Factores sociales 3.3.5.1. Edad. Las diferencias de edad, como se estudió más arriba, son significativas en la variación de /d/ (párr. 2.2). Como se observó allí, sin diferenciar entornos, los hablantes menores de 35 años (generación I en la muestra utilizada aquí) tienden a la elisión frente a las otras dos generaciones (> 35 años). Esto es, ya de

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por sí, notable con respecto a lo que ocurre en otras áreas geográficas. Sin embargo, al estudiar con más detalle el comportamiento de los grupos de edad en los distintos entornos más restringidos (Tabla 21) se observa una aparente tendencia conservadora de la II generación, de modo que podría pensarse en una reacción purista. En el entorno restringido (prevocálico tónico) los jóvenes de la primera generación lideran la elisión, pero lo más notable es el mencionado descenso en la segunda, de modo que se dibuja un patrón en U, debido al comportamiento de la tercera generación. Algo similar, si bien en menor medida, ocurre en el entorno propicio en -ado. Conviene, no obstante, precisar que aunque significativas, las diferencias no se basan en una relación fuerte entre las dos variables (V = 0.174 y 0.161 respectivamente). VOCAL [ACENTO]_VOCAL

I 0 Total

II 242 46.3 523

III 171 26.9 635

186 30.1 618

Chi2 = 53.592 (2), sig. .000 V = 0.174, sig. .000

TOTAL 599 33.7 1776

I

-ADO III

II 125 88.0 142

124 77.5 160

124 90.5 137

TOTAL 373 85.0 439

Chi2 = 11.322 (2), sig. .003 V = 0.161, sig. .003

Tabla 21. Diferencias de edad en la frecuencia de elisión de /d/ en entornos restringidos.

Las diferencias, así pues, deben tomarse con precaución. El Gráfico 5 refleja los resultados del cálculo de las probabilidades medias por grupos de edad en los cuatro entornos estudiados aquí. Además del diferente grado de avance del cambio, en todos los entornos se observa que son los jóvenes los líderes en la elisión. Las diferencias son significativas en los entornos más generales (ANOVA: General: F = 5.355, sig. .013; Restringido: F = 6.408, sig. .007), pero no en los más específicos (Bimorfémico: F = 3.432, sig. .051; -ado: F = 1.104, no sig.). Esto quizás tenga algo que ver con la extensión del cambio, tal y como se argumentó más arriba. Lo que se demuestra en el análisis de varianza (pruebas post hoc de Tuckey y Scheffe), no obstante, es que las diferencias entre los grupos de edad II y III son aparentes en todos los casos y que, por lo tanto, lo que tenemos es una separación clara —quizás un repunte— del grupo de edad más joven.

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Juan Andrés Villena/Francisco Díaz/Antonio Manuel Ávila/Mª Cruz Lasarte 1 0,9 0,8 0,7 0,6

General

0,5

Restringido

0,4

Bimorfémico

0,3

ado

0,2 0,1 0

I

II

III

Gráfico 5. Diferencias de edad en la probabilidad de elisión de /d/ en cuatro entornos.

3.3.5.2. Sexo. Los resultados con respecto al sexo son acordes con lo esperado y lo conocido en otras partes. Como se trata de un fenómeno fonológico de no marcación, la tendencia general es que se considere como un rasgo no estándar y, por lo tanto, preferentemente masculino. La elisión y las diferencias de sexo están relacionadas en ambos entornos, si bien la relación es bastante débil: en el entorno prevocálico tónico (v[+acento]_v): H = 40.0 (330/827); M = 28.0 (269/949); Chi2 = 26.409 (1), sig. .000, Phi = -.122, .000; en el entorno más propicio (-ado): H = 89.8; M = 79.4; Chi2 = 9.203 (1), sig. .002, Phi = -.145, .002. Al considerar la interacción de la edad y el sexo de los hablantes, se percibe, por un lado, que la aparente reacción de los integrantes del segundo grupo de edad es particularmente femenina en el entorno restringido vocal [acento]_vocal y, por otro lado, que en el entorno más propicio en -ado se tiende a la generalización, de modo que allí las diferencias de edad y sexo son solo aparentes (Tabla 22). El fenómeno se ha extendido de tal modo en este entorno que solo se constatan —como se observó arriba— diferencias relacionadas con la formalidad y la planificación (supra, párr. 3.3.2). VOCAL [ACENTO]_VOCAL

EDAD Hombre Mujer Total Sig.

I

II

III

137 49.6 105 42.5 523 .061

105 37.2 66 18.7 635 .000

88 32.7 97 28.1 618 .124

SIG. TOTAL 330 40.0 269 .000 28.0 1776 .000

EDAD Hombre Mujer Total Sig.

I 82 91.1 43 82.7 125 no

-ADO II III 66 82.5 58 72.5 124 no

63 96.9 61 84.7 124 .014

SIG. TOTAL .015 no

211 89.8 162 79.4 373

Tabla 22. Diferencias de edad y sexo en la frecuencia de elisión de /d/ en entornos restringidos.

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En el entorno restringido (v[+acento]_v) las diferencias de sexo únicamente son significativas en la segunda generación (que es donde se produce el descenso más pronunciado en la elisión femenina), en tanto que las diferencias de edad son significativas en ambos grupos genéricos. En el entorno propicio (-ado) sexo y edad solo se relacionan significativamente en la tercera generación, en tanto que las diferencias de edad solo son significativas entre los hablantes masculinos. Esto supone un patrón jerárquico masculino y un patrón femenino en U en el entorno restringido, lo que significa que son las mujeres de edad intermedia las que frenan la elisión y se separan clara y significativamente de sus coetáneos del otro sexo. En el entorno en -ado las mujeres tienen un comportamiento contrario a la elisión sin diferencias significativas de edad a este respecto; en particular son las mujeres mayores las que se separan con más claridad de sus coetáneos masculinos (Gráfico 6). 100 95 90 85 80 75 70 65 60 55

55 50 45 40 35 30 25 20 15 10 I

II

III Hombre

I

II

III

Mujer

Gráfico 6. Diferencias de edad y sexo en el entorno restringido y -ado.

4. Interacción de factores lingüísticos y de hablante 4.1. Análisis Multivariante ... Objetivo Arriba ha quedado de manifiesto que la elisión de /d/ en la muestra de hablantes universitarios de Málaga resulta condicionada por diferentes variables lingüísticas (categoría gramatical, entorno fónico, acento) y de hablante (edad y sexo). Este condicionamiento es previsible en algunos casos (posición mediata o inmediata del acento; clases y series léxicas, etc.), pero no en otros. Por lo tanto es preciso un pro-

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cedimiento válido para medir el efecto de las variables lingüísticas y extralingüísticas que se han considerado como potencialmente condicionantes en dicho proceso de variación. Como hemos supuesto que la aparición de la variante elidida o de la mantenida depende del peso relativo de las variables independientes, estamos ante un proceso que se adecua a los requisitos de un análisis multivariante. Esto supone la construcción de un modelo probabilístico que represente el efecto independiente de las variables sobre la elisión de /d/, reuniendo las que más influyen y la mejor combinación de estas. Tal modelo debe ajustarse a los siguientes requisitos: 1) la variable dependiente tiene la forma de una variable nominal: → y1, y2; donde y1 = 1, y2 = 0 (en nuestro caso: → d = 0, ∅ = 1) con alternativas, valores o variantes discretas; 2) la elección no se puede predecir con seguridad a partir de la observación de la frecuencia de los valores o variantes de las variables independientes (factores contextuales); 3) el proceso es frecuente (aquí: n = 2442 apariciones o tokens de /d/ en el entorno más amplio o general), de modo que a partir de la observación de los patrones de uso de la variable dependiente en los datos, y de su relación con la frecuencia de las variables independientes o grupos de factores (GF) del entorno lingüístico y extralingüístico, es posible construir un modelo probabilístico que pueda servir para predecir usos futuros en condiciones similares. El análisis de regresión logística es el adecuado para la estructuración de los datos así descritos. Permite, v. gr., predecir o estimar la probabilidad de que un individuo caiga en un estado (etiquetado con 1, por ej., sufrir una enfermedad u optar por una decisión determinada, frente a 0, esto es, no sufrir esa enfermedad o no optar por esa decisión) en función de determinadas características individuales, las variables predictoras (xj). El modelo desarrollado por Sankoff y Rousseau (1978) conocido como VARBRUL (Variable Rule Analysis) ha conocido diversas reformulaciones y aplicaciones informáticas hasta llegar a la versión que se utiliza aquí, que compara todos los modelos posibles de combinación de variables independientes o grupos de factores y elige, gracias a un algoritmo de selección (-2Log likelihood test o prueba de razón de verosimilitud), el que se ajusta mejor a los datos (Sankoff 1988). El modelo especifica como variable dependiente la probabilidad estimada P(y) de que la mencionada variable dependiente presente uno de los valores posibles (de aplicación: 1, o de no aplicación: 0) en función de los valores que adopte el conjunto de variables independientes (aquí: 1 es valor de aplicación; esto es, la elisión de /d/). Los objetivos del modelo son

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(Martínez Arias, 1999: 100): (1) determinar la existencia o ausencia de relación entre una o más variables independientes (xi) y la variable dependiente; (2) medir la magnitud de dicha relación; (3) estimar o predecir la probabilidad de que se produzca un suceso o acontecimiento definido como Y = 1 (d = 1 = elisión) en función de los valores de las variables independientes. Como se dijo arriba, aquí se aplica el modelo conocido como VARBRUL (Variable Rule Analysis), que compara todos los modelos posibles de combinación de variables independientes o grupos de factores y elige, gracias a la mencionada prueba de razón de verosimilitud: –2Log likelihood test, el que se ajusta mejor a los datos, puesto que maximiza la verosimilitud de que ocurra el suceso (aquí 1 frente a 0; cf. Rousseau/ Sankoff, 1978; Sankoff 1988; Paolillo 2002; Tagliamonte 2006). Esto permite seleccionar aquellas variables cuyos efectos independientes sobre la elisión de /d/ son significativos (p < 0.05) y rechazar aquellas cuyo efecto (p > 0.05) no lo es. ... Factores y grupos de factores En el Cuadro 1 se han incluido los grupos de factores (GF) y factores (F) que han resultado significativos en los sucesivos modelos probabilísticos. Algunos de los considerados inicialmente (y comentados en las secciones previas) se han excluido porque su efecto no modifica significativamente la bondad del ajuste del modelo a los datos; otros por su carácter categórico o casi categórico; otros, finalmente, debido a problemas de interacción. Se considera, en primer lugar (4.1.3) el total de casos (entorno general) y, a continuación, se analizan el entorno restringido (4.1.4), el propicio en -ado y su complementario (4.1.5). GRUPOS DE FACTORES

FACTORES

1 Acento 2 Entorno vocálico

P: precede aDo, aDa, iDo, iDa, oDo, oDa P: precede /d/ o sin /d/ d: precede o sigue [ð]

3 Palabra 4 Secuencia 5 Marcación léxica 6 Categoría gramatical 7 Límite morfémico 8 Edad

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M: marcado Pa: participio; A: adjetivo; B: bimorfémico I: 20-35 años

S: sigue o en la misma sílaba aDó, R: resto de combinaciones S: sigue /d/ 0: precede o sigue /d/ elidida; N: /d/ ausente Nm: no marcado N: nombre; P: pronombre; R: otros M: monomorfémico II: 35-55 años; III: > 55 años

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GRUPOS DE FACTORES

FACTORES

9 Sexo 10 Campo 11 Turno anterior

H: hombre M: metalingüístico 0: elidida; N: /d/ ausente

(CONTINUACIÓN) M: mujer O: otros d: [ð] realizada

1 P: toDo, naDa, hablaDo; S: todavía, peDimos (3.2.2). 2 hablaDo, cansaDa, perdiDo, perdiDa, toDo, toDa, ordenaDor, fregaDito, poDer (3.2.1). 3 P: rodaDo, robaDo; S: roDado (3.2.3). 4 N: me vi el deDo de cerca; d: se me ha sali[ð]o el deDo mora[ð]o; 0: se me ha salío el deDo morao (3.2.3). 5 M: El CandaDo, Alvarado; Nm: saliDa, hablaDo. 10 M: tema metalingüístico; O: otros temas. 11 0: una o varias ocurrencias de /d/ elidida en el turno anterior; N: no hay apariciones de /d/ en el turno anterior; d: una o varias ocurrencias de /d/ mantenida [ð] en el tur no anterior. Cuadro 1. Grupos de factores y factores con efecto significativo en la elisión de /d/.

... Entorno general Como se constató en el estudio bivariante, las variables lingüísticas más influyentes (categoría gramatical, entorno vocálico, acento) tienen una distribución ortogonal, de modo que el análisis multifactorial produce interacciones indeseables. Esto impide, como se verá enseguida, que puedan entrar en el mismo modelo la categoría gramatical y el entorno vocálico (por ej., no existen en el corpus formas verbales personales ni adverbios ni pronombres terminados en -ado; no hay pronombres ni adverbios en -ido o -ida, etc.). En consecuencia, se construyeron tres modelos diferentes: vocálico (que incluye el GF “entorno vocálico”); gramatical (que incluye el GF “categoría gramatical”) y un modelo interactivo (que combina ambos GF), con el objeto de compararlos y elegir el que ofreciera un mejor ajuste. Se descartó el modelo general por las interacciones que propiciaba y que impedían el ajuste (no convergencia). En la Tabla 23 se muestran los resultados del análisis de regresión logística (método escalonado). Como se dijo arriba, este procedimiento compara todos los posibles modelos de combinación de las variables y elige, basándose en el logaritmo de verosimilitud, la combinación que mejor se ajusta a los datos. Los GF que aparecen en la tabla son aquellos que han resultado significativos (p < 0.05) en la predicción de la elisión de /d/ en el corpus de ejemplos estudiado y en cada uno de los tres modelos. Dentro de cada GF debe entenderse que los F que contribuyen positivamente a la elisión de /d/ tienen un peso > .50, en tanto que los F que

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restringen la elisión tienen un peso < .50. Así, en el modelo gramatical, por ej., en el GF “categoría gramatical”, los factores Pa (.84) y A (.71) favorecen la elisión, en tanto que P (.47), N (.38) y R (.21) la restringen y, por lo tanto, favorecen la retención del segmento. Los grupos incluidos en cada modelo son significativos en la predicción de la elisión de /d/. El rango (esto es, la diferencia entre el peso del factor más favorecedor dentro del GF y el peso del menos favorecedor) refleja el orden o jerarquía entre los GF (que aparecen ordenados en la tabla con indicación del rango de cada grupo). Al comparar los tres modelos —aparte de corroborar lo que ya se sabía gracias al análisis bivariante previo— se constata que: 1) La probabilidad constante (que es una media corregida) a través de todos los GF es pequeña (.108-.134). Esto significa que se espera poco más de un caso de elisión de cada 10 casos de /d/ en posición silábica si se tiene en cuenta el efecto independiente de todos los factores en conjunto. Se trata de una especie de promedio de la frecuencia de realización del valor de aplicación; esto es, aquí la elisión de la /d/ (véase Paolillo 2002: 79; Tagliamonte 2006: 141-143). 2) El modelo vocálico (que excluye la información gramatical) y el modelo interactivo (que combina ambas) se ajustan mejor a la estructuración de los datos que el modelo gramatical (el logaritmo de verosimilitud es sustancialmente más bajo en aquellos). 3) Los GF seleccionados son los mismos en los tres modelos, salvo el efecto de la estructura de la palabra (que tiene una fuerte incidencia en el modelo vocálico pero que no es significativo en los otros dos). Varía, sin embargo, de modelo en modelo el orden o peso relativo. 4) El modelo interactivo capta la información gramatical subyacente en el modelo fónico (por ej., las palabras en -ado son participios, adjetivos o nombres) y permite dar cuenta del condicionamiento léxico de la elisión de /d/: diferente probabilidad en la misma terminación en categorías gramaticales diferentes: -ada (A) y -ada (P): nada; -ido e -ida (P y A): vivido, perdida frente a -ido e -ida (N): batido, salida, etc. Aunque los modelos son similares en cuanto a su valor predictivo (–2LL), es preferible el modelo interactivo por la razón expuesta. 5) Los GF extralingüísticos tienen (frente a lo que ocurre, como se verá, en el entorno restringido) poco peso y se encuentran al final de todas las jerarquías.

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Es interesante hacer notar que los GF significativos pueden agruparse en varios tipos: I) fónico propiamente dicho (acento, entorno vocálico); II) fónico por asimilación (palabra, secuencia); III) extralingüístico (edad, sexo); IV) registro (marcación); V) gramatical (categoría gramatical).

Input −2LL (Conv.) Sig. GF

GRAMATICAL

VOCÁLICO

INTERACTIVO

.134 −951.286 (7) .000

.108 −721.749 (15) .004

.119 −727.408 (11) .007

Categ. Gram. (6) Pa.84 A.71 P.47 N.38 R.21

Entorno V (9) ado.97, adó.34 oda.68, ida.09 odo.56, R.16 ada.55 ido.48

Interactivo (8) ado.97, toda.71 ada (A).67 todo.58, nada.56 ido (Pa, A), ida (A).50, Resto.20

Acento (5) P.67 No.13

Palabra (5) P.53 S.05

Marcación (4) Sí.53 No.12

Secuencia (4) 0.74, No.52 d.38

Marcación (5) Nm.54 M.09

Secuencia (4) 0.75, No.52 d.37

Marcación (4) No.52 Sí.18

Secuencia (4) 0.75 d.37 No.51

Edad (3) < 35.68 > 35.42

Edad (2) < 35.64 > 35.44

Acento (3) P.58 S.29

Acento (3) P.57 S.32

Sexo (1) H.57 M.44

Edad (3) < 35.68 > 35.42

Sexo (1) H.57 M.44

n = 2442

Sexo (1) H.56 M.44

Entre paréntesis, tras el –2LL, se indica en qué iteración se ha producido la convergencia. Tabla 23. Análisis de regresión logística de la contribución de los factores lingüísticos y extralingüísticos seleccionados como significativos en la elisión de /d/ en el entorno general. Comparación de tres modelos.

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La elisión se ve favorecida por: 1) El entorno -ado (que incluye casos de N, A, Pa), -ada (A) y los pronombres toda, todo, nada. El caso de -ido, -ida (Pa, A) está en el límite (.50). El resto de los casos (< .50) influye negativamente en la elisión y favorece el mantenimiento del segmento. 2) La marcación léxica influye en el sentido de que las palabras marcadas como nombres propios o tecnicismos retienen la /d/ con muy elevada frecuencia. 3) La asimilación a la elisión de /d/ en el entorno secuencial o, simplemente, la ausencia de /d/ (esto es, cuando no aparece /d/ en el entorno secuencial de la variable) contrastan con la retención del segmento si hay mantenimiento de /d/ en el entorno secuencial. 4) La edad eleva ligera pero uniformemente los efectos de los GF mencionados; esto quiere decir que los hablantes menores de 35 años suben la probabilidad de elisión de /d/ (frente a los demás grupos de edad) y lo hacen sin privilegiar un entorno sobre los demás. 5) La posición del acento determina asimismo la elisión: cuando el acento precede a /d/ la probabilidad de elisión aumenta, y disminuye claramente cuando sigue o está en la misma sílaba. Es interesante constatar la posición tan baja de este GF en la jerarquía de F en los modelos vocálico e interactivo, en tanto que ocupa la segunda posición en el orden de importancia en el modelo gramatical. La explicación de este contraste podría estar en la ortogonalidad de la relación entre la posición del acento y el contorno vocálico/categoría gramatical (3.2.2). Dada la distribución desigual de los F entre ambos GF, la posición del acento viene implícita en los GF más altos en la jerarquía en los modelos vocálico e interactivo. Por el contrario, en el modelo gramatical esta información no existe o no es tan completa (los factores A o N, por ej., incluyen cualquier Pa o N, con independencia de su estructura acentual y su terminación); por ello el GF que controla la posición del acento ocupa una posición tan alta. 6) El sexo del hablante, por último, influye también en la elisión, si bien las diferencias no son grandes. El sexo masculino favorece la elisión, en tanto que el femenino la restringe, como se comprobó arriba.

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... Entorno restringido La variación estudiada se limita casi exclusivamente al entorno denominado aquí restringido; esto es, al precedido de vocal tónica (que coincide en gran medida con la estructura gramatical de sufijo morfémico), con exclusión de todos los demás. Como se tenía constancia de la fuerte interacción entre el GF vocálico y el gramatical, se optó primero por realizar análisis separados. Se eliminó, así pues, la información gramatical en el primer análisis (modelo vocálico); se hizo lo propio, respectivamente, en el segundo (modelo gramatical) y se llevó a cabo, por último, un análisis interactivo (modelo interactivo) que incluyó ambos tipos de información en un solo GF. Como en el análisis del entorno general (4.1.3), la idea era comparar los resultados y elegir el modelo que mejor se ajustase a la estructuración de los datos del corpus. Para el análisis multivariante del entorno restringido se adoptaron algunas decisiones previas: 1) Se eliminaron las formas que limitaban categóricamente la elisión de /d/: por un lado, las palabras calificadas arriba de “léxico restrictivo”, como vida, boda (3.3.3); por otro, las palabras que forman parte de pares mínimos efectivos y que tenían el mismo efecto restrictivo categórico (3.2.4). 2) El número de sílabas de la palabra (bisílaba, trisílaba y polisílaba) y su estructura acentual (paroxítona, proparoxítona y oxítona) son dos GF que en este entorno muestran diferencias significativas en la elisión de /d/, en el sentido de que son las palabras paroxítonas de tres o más sílabas las que la favorecen (respectivamente, núm. de sílabas: Chi2 = 76.113 (2), sig. .000 y estructura acentual: 19.231 (1), sig. .000). Ahora bien, por debajo de este condicionamiento puede estar el efecto del GF fónico (entorno vocálico) y del grupo gramatical, puesto que las palabras paroxítonas de más de dos sílabas son, en su mayor parte, participios o derivados adjetivales o nominales. Por esta razón al incluir estos GF en los modelos se producen interacciones indeseables, de modo que se optó por extraer de dichos modelos esta información redundante. 3) Dadas las diferencias cruzadas de sexo y edad, se recodificaron ambos GF separándose los tres grupos de edad (I, II, III) y distinguiéndose en el segundo entre hombres (II/h) y mujeres (II/m), para captar los patrones estudiados arriba (3.3.5). 4) El efecto de la presencia/ausencia de /d/ y de su mantenimiento o elisión en el turno de habla inmediatamente anterior a una ocurrencia de /d/ es significa-

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tivo. Como era de esperar, los casos de elisión de /d/ tienen un efecto de asimilación, pero —lo que es más importante— los casos de mantenimiento del segmento tienen un fuerte efecto restrictivo. En consecuencia, se recodificó el GF “turno”, de modo que se formó un solo factor con los casos de aparición de /d/ elidida o de ausencia de /d/ en el turno anterior, con la intención de captar el comentado carácter restrictivo del mantenimiento del segmento en el turno previo. 5) Los GF “secuencia” y “marcación” funcionan en este entorno de modo similar al observado en el análisis anterior. Aparece ahora como significativo el GF “campo”, que recoge información sobre el tema de conversación como posible condicionante de la variación. 4.1.4.1. Modelo vocálico. El análisis multivariante (véase la Tabla 24) confirma que la elisión es un fenómeno relativamente frecuente entre los hablantes de nivel superior en Málaga: la probabilidad general sin considerar el efecto de ningún entorno es de .338; esto significa que se producen algo más de tres casos de cada diez de /d/ en el entorno intervocálico y posterior al acento. Cada columna de la Tabla 24 incluye una ecuación o nivel diferente: desde el que no considera ningún efecto particular de los GF y solo el promedio en todos ellos (nivel 0), hasta el modelo que reúne la mejor combinación de GF significativos, esto es, con p < 0.05 (nivel 6). En la tabla se incluyen solo los factores positivos (esto es, que favorecen la realización del valor de aplicación) en cada GF y nivel o ecuación. La probabilidad de elisión es de 0.298 cuando se considera el efecto del entorno fónico vocálico anterior y posterior; el entorno más propicio es cuando la palabra termina en -ado (.93). Ahora bien, al incluir en el modelo el efecto de los demás GF, la probabilidad va disminuyendo hasta situarse en 0.259 en la mejor combinación (nivel 6). Como se puede observar, el efecto del entorno vocálico es constante en todas las combinaciones, de modo que puede considerarse como un entorno en vías de categorización. El peso de los demás GF es también constante a través de todas las ecuaciones. Aparte del efecto de la secuencia y la marcación, los restantes GF no producen muchas alteraciones ni modifican demasiado los indicadores: el logaritmo de verosimilitud, –2Log likelihood test o –2LL baja muy poco, lo que supone muy poco incremento en la explicación de la variación de /d/ al pasar de un modelo al siguiente. Además, a partir del nivel 5 empieza a descender la significación; en el nivel 6 se alcanza

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la mejor combinación, de modo que la inclusión de los GF originalmente tenidos en cuenta no supone aumento de la explicación y quedan desechados. NIVEL P0 Log. Sig. Converg. GF

0 .338 −1117 5

1

2

3

4

5

6

.298 .283 .275 .259 .258 .259 −752.006 −698.913 −666.275 −654.583 −652.147 −648.884 0.000 0.000 0.000 0.000 0.030 0.049 6 8 9 9 9 9 Entorno V Entorno V Entorno V Entorno V Entorno V Entorno V Edad/sexo Edad/sexo Edad/sexo Edad/sexo Edad/sexo

Secuencia Secuencia Secuencia Secuencia Marcación Marcación Marcación

Turno F con efecto positivo

ado:.93 oda:.53

ado:.94 oda:.53 I: .70 II/h:.54

ado:.94 oda:.53 I: .70 II/h:.51 0:.73 N:.54

ado:.94 oda:.51 I: .70 II/h:.52 0:.72 N:.54 Nm:.54

ado:.94 oda:.51 I: .71 II/h:.50 0:.72 N:.54 Nm:.54 0/n:.52

Rango

8

5

3

4

1

Turno Campo ado:.94 oda:.52 I: .71 II/h:.50 0:.72 N:.54 Nm:.54 0/n:.52 O:.51 2

n =1736 Tabla 24. Influencia del entorno lingüístico y extralingüístico en la elisión de /d/ en la muestra de hablantes de nivel educacional universitario en Málaga. Análisis Varbrul de regresión logística (método escalonado). Modelo vocálico.

La elisión se ve favorecida por: 1) El entorno vocálico -ado y -odo (hablaDo, mercaDo, toDa), sin considerar aquí el efecto de la categoría gramatical, dadas las interacciones comentadas. 2) La edad no modifica prácticamente el efecto del GF fónico; esto quiere decir que los hablantes menores de 35 años de ambos sexos y los hablantes masculinos entre 35 y 55 años suben la probabilidad de elisión de /d/ (frente a los demás grupos de edad) y lo hacen sin privilegiar un entorno sobre los demás. 3) Las palabras marcadas como nombres propios, tecnicismos o extranjerismos retienen la [ð], frente a lo que ocurre con el resto de las formas, que favorecen la elisión. 4) La asimilación a las elisiones de /d/ en el entorno secuencial previo o posterior o, en menor medida, la no aparición de /d/ favorecen la elisión o, por decirlo

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de modo más exacto: cuando se producen casos de /d/ en la secuencia y esta se mantiene, la elisión se restringe con claridad. 5) El campo o tema como factor diafásico condiciona asimismo la elisión de /d/ pero en un sentido muy preciso: la conversación acerca de asuntos lingüísticos hace descender considerablemente, como era de esperar, la probabilidad de elisión. 6) Por último, la asimilación al turno de palabra anterior tiene el efecto más débil pero en el mismo sentido que los anteriores: la presencia de [ð] restringe la elisión. En la Tabla 25 se comparan los resultados de este modelo (que se corresponde con la combinación del nivel 6 del análisis de la Tabla 24) con los modelos alternativos (completo, gramatical e interactivo). Se muestra la contribución de los factores significativos a la elisión de /d/, en todos los modelos. 4.1.4.2. Modelo gramatical. Al incluir el GF “categoría gramatical” en el análisis y excluir la información sobre el entorno vocálico, el modelo resultante es claramente menos ajustado a la estructura de los datos (–2LL = –863.932; sig. .0039). Los GF seleccionados son los mismos que en el modelo anterior, con la excepción del GF “campo”, que superó el umbral de significación (> 0.05); el peso de los factores se mantiene en cifras y rangos parecidos. 4.1.4.3. Modelo interactivo. La inclusión del GF interactivo que reúne la información gramatical y del entorno vocálico produce los mejores resultados (Tabla 25). La elisión está fuertemente condicionada por la información gramatical y el entorno vocálico. Esto responde a la hipótesis acerca de la retención del segmento en los morfemas léxicos y a su elisión en los morfemas gramaticales y derivativos. Ahora bien, es un hecho que el fenómeno no se ha extendido del mismo modo ni en el mismo grado en las categorías gramaticales: es un proceso casi categórico en la terminación en -ado de participios, adjetivos y nombres pero, a pesar de su frecuencia en los adjetivos, no ha avanzado igual en los masculinos en -ado que en los femeninos en -ada, hasta el punto de que el indefinido toda favorece en este corpus de datos la elisión por encima de dicho grupo morfológico. El peso de la edad y el sexo de los hablantes considerados conjuntamente es la variable independiente más importante después de la información fónica y gramatical. Los jóvenes, sin diferencias de sexo, lideran la elisión (especialmente en el entorno -ado), seguidos de los hablantes masculinos del grupo intermedio. El resto de los hablantes tiende a la retención del segmento, especialmente, las hablantes

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del segundo grupo de edad. Este patrón —como ya se comentó— es contrario a lo que se ha observado en otras partes de España, pero se repite en otras ciudades andaluzas (Moya Corral 2008). Lo más interesante, además de la preferencia de los jóvenes por la elisión, es la fuerte diferencia de sexo entre los hablantes del segundo grupo de edad: las mujeres entre 35 y 55 años de la muestra retienen consistentemente el segmento, en contraste con sus congéneres más jóvenes y mayores. Se confirman, en consecuencia, las hipótesis formuladas arriba (3.3.5). El resto de las variables puede clasificarse en dos tipos: primero, de asimilación (secuencia y turno) y, segundo, de registro (marcación y campo). Las variables de asimilación funcionan en el mismo sentido: la presencia de [ð] mantenida en el entorno secuencial o en el turno anterior propician la retención del segmento y restringen la elisión; las variables de registro indican un cierto grado de atención paralelo a la tendencia conservadora en las formas marcadas o en los fragmentos conversacionales metalingüísticos.

Input −2LL Sig. GF

COMPLETO

GRAMATICAL

VOCÁLICO

INTERACTIVO

.261 −641.124 No Converg. .008 Entorno V (8) ado:.93 oda:.55 odo:.43, ada:.40 ido:.25 ida:.12, R:.12

.289 −863.932 9 .039 Categ. Gram. (7) Pa.80 A.70 P.39 N.37 R.10

.259 −648.884 9 0.49 Entorno V (8) ado:.94 oda:.52 odo:.39, ada:.38 ido:.33 ida:.10, R:.10

.253 −646.683 9 .042 CatG/EntV (9) ado:.95 toda:.54 ada A:.50 todo:.40, nada:.38 ido:.34, R:.10

Sexo/edad (5) I: .71 II/h:.51 III: .49 II/m:.22

Sexo/edad (4) I: .70 II/h:.53 III: .48 II/m:.30

Sexo/edad (5) I: .71 II/h:.50 III: .49 II/m:.22

Sexo/edad (5) I: .71 II/h:.50 III: .49 II/m:.22

Marcación (4) Nm:.53 M: .13

Marcación (3) Nm:.53 M: .15

Marcación (4) Nm:.54 M: .08

Marcación (4) Nm:.53 M: .10

Categ. Gram. (3) Pa.66 A.53, P.47 R.43, N.36

Secuencia (3) 0:.72 N:.53 d:.40

Secuencia (3) 0:.72 N:.54 d:.36

Secuencia (3) 0:.72 N:.54 d:.35

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COMPLETO

GRAMATICAL

VOCÁLICO

INTERACTIVO

Secuencia (3) 0:.72 N:.54, d:.35

Turno (1) 0/n:.51 d: .42

Campo (2) O:.51 M:.30

Campo (2) O:.51 M:.30

Turno (1) 0/n:.52 d: .39

Turno (1) 0/n:.52 d: .39

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(CONT.)

n = 1736

Turno (1) 0/n:.52 d: .39

Tabla 25. Análisis de regresión logística de la contribución de los factores lingüísticos y extralingüísticos seleccionados como significativos en la elisión de /d/ en el entorno restringido. Comparación de cuatro modelos.

A la vista de estos resultados (véase el Gráfico 7), da la impresión de que la elisión debió de ser un patrón de pronunciación bastante aceptado entre los hablantes de ambos sexos de este nivel educacional, puesto que no hay diferencias significativas entre hombres y mujeres nacidos antes de 1940 (Grupo III). Sin embargo, en los hablantes nacidos en los 40-60 (Grupo II) se produce una diferencia significativa: las mujeres reaccionan contra dicho patrón y retienen el segmento, en tanto que los hombres mantienen la pronunciación de sus mayores. Esta tendencia se acrecienta entre los jóvenes nacidos después de los años 60 y en adelante (Grupo I), que llevan el cambio más allá pero con una diferencia importante: no hay diferencias de sexo. Este último hecho es esperable, dada la estructura no segregada de roles sociales entre los jóvenes que ya se ha apreciado en otros estudios sobre datos similares (véase Villena Ponsoda 2005). 1,8

Hombre

0,7

Mujer

0,6 0,5 0,4 0,3 0,2 0,1 0 I

II

III

Gráfico 7. Peso probabilístico de la edad y el sexo en la probabilidad de elisión de /d/ en Málaga (entorno restringido).

... Entorno propicio Como se ha observado en los resultados de los análisis previos, la dirección del proceso de elisión de /d/ en el grupo educacional superior supone, por un lado, su

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casi categorización en los sufijos gramaticales (participio en -ado) y derivativos (adjetivos y nombres en -ado) y, por otro, su detención en la raíz de las palabras. El avance de la elisión, sin embargo, no es regular: los participios en -ido y los adjetivos y nombres en otras terminaciones (-ido, -ida, -ada) ofrecen usos mucho menos frecuentes y, a la inversa, algunos pronombres relativos muy frecuentes (todo/a, nada) igualan o superan a estos últimos en la frecuencia de elisión. De hecho, solo los adjetivos en -ada favorecen el proceso de elisión (0.50) en el modelo probabilístico más ajustado (véase Tabla 26) y son superados por el peso del indefinido toda (en su uso como núcleo o como modificador). En estas circunstancias —más allá de la relativa confirmación de la hipótesis sobre el conflicto entre la fidelidad a la forma subyacente y la no marcación de las formas de superficie— parece aconsejable la realización de análisis reducidos (GF recodificados) y fraccionados o particiones (véase Paolillo 2002: 123-151). Se trata, primero, de comprobar si en el entorno más propicio siguen operando los mismos condicionamientos que afectan a los entornos más amplios o si estamos ya ante un proceso claramente automático (4.1.5.1); segundo, de analizar hasta qué punto avanza, y bajo qué condiciones, la elisión de /d/ en el entorno intervocálico complementario; esto es, el entorno restringido sin los casos de -ado (4.1.5.2). 4.1.5.1. Entorno en -ado. Como se ha comprobado arriba (4.1.4.3), las terminaciones en -ado favorecen la elisión de /d/ en todos los modelos probabilísticos reducidos. La combinación [ado] es siempre sufijo (Pa, A, N), pero el condicionamiento gramatical no es fuerte aquí, aunque sí significativo: Pa (.96); A y N (.91). Esto hace que las diferencias entre el GF interactivo y el vocálico sean pequeñas, tal y como se comprobó más arriba (Tabla 25). Al comparar el peso de los factores de ambos GF se observa que, tras la terminación en -ado, solo el indefinido toda y el sufijo de los adjetivos en -ada favorecen la elisión, pero que esto queda relativamente oculto en el GF vocálico:

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INTERACTIVO

VOCÁLICO

ado:.95 toda:.54 ada A:.50 todo:.40 nada:.38 ido Pa:.34 R:.10

ado:.94 oda:.52 odo:.39 ada:.38 ido:.33 ida:.10, R:.10

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Dadas estas circunstancias y las restricciones educacionales del corpus estudiado, es de esperar que haya poca variación entre los sufijos en -ado. En la Tabla 27 (columna de la izquierda) se muestran los resultados del análisis de la partición de los datos en dicho entorno restringido. PARTICIÓN Input −2LL Conv. Sig. GF

RESTO. VOCÁLICO

RESTO. INTERACTIVO

.863 −175.304 6 .000 Marcación (4) Nm:.51 M: .14

.121 −500.084 7 .003 Entorno V (6) oda:.74, odo:.62 ada:.61, ido:.56 R:.21

.124 −498.666 6 .000 Cat G/ Entorno V (5) toda:.76, ada:.72 todo.64, ido:.62 nada:.62, R:.27

Cat. Gram. (2) Pa:.58 R: .37

Sexo/edad (5) I/h:.75, I/m:.70 II-III/h:.50 II-III/m:.34

Sexo/edad (4) I/h:.75, I/m:.70 II/III/h:.62 II/III/m:.34

Sexo (2) h:.59 m:.39

Secuencia (3) 0/N:.75 d: .46

Secuencia (3) 0/N:.74 d: .46

Secuencia (1) 0/N:.54 d: .39 n = 439

Marcación (3) Nm:.74 M: .46

ADO

n = 1298

Tabla 27. Partición de los datos en el entorno restringido. Análisis separado (sufijo -ado y resto).

Como se puede comprobar, la regularidad del proceso de elisión (input = .863) solo se ve alterada por las constricciones de fidelidad a la forma subyacente que aquí se manifiestan en la importancia del GF “marcación” (que frena la elisión entre los nombres propios, los topónimos o los préstamos) y por el GF “categoría gramatical” (que lo frena en las categorías distintas del participio, incluidas algunas favorecedoras de la elisión en otros entornos, como es el caso de los adjetivos o nombres en -ado). El otro condicionamiento interno influyente es la asimilación a la presencia/ausencia de /d/ (y a su realización) en el contexto cercano a la palabra: el mantenimiento del segmento frena el cambio, en tanto que la ausencia de /d/ o su elisión lo favorecen.

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En lo que se refiere a los condicionamientos externos, lo más importante es que la edad no tiene efecto significativo. Como se argumentó más arriba, da la impresión de que el cambio está aceptado desde hace tiempo en la comunidad de habla, hasta tal punto de que es casi general en este grupo educacional y de que no se producen diferencias generacionales al respecto. Solo el sexo tiene una cierta influencia: las mujeres, sin distinciones de edad, lo frenan en alguna medida. Este podría ser un síntoma de que todavía se asocia a la elisión de /d/ en este entorno propicio un cierto significado social distinto del relacionado con los valores manifiestos de corriente dominante, dado el conocido rechazo femenino de las variantes vernaculares. Así pues, la elisión de /d/ en los sufijos en -ado es un fenómeno aceptado comunitariamente que tan solo está en alguna medida condicionado por factores internos ligados a la fidelidad a las formas subyacentes y con procesos automáticos de la pronunciación, como la asimilación en la cadena. Esto explica que no hayan resultado seleccionados como significativos los GF que miden la variación diafásica a pesar de que, como se comprobó (3.3.4), el grado de naturalidad tiene una relación bilateral con la elisión en este entorno propicio más que en cualquiera de los demás. 4.1.5.2. Entorno complementario de -ado (posvocálico tónico). El estudio más preciso de los casos de /d/ precedida de vocal tónica, con exclusión del entorno propicio en -ado, proporciona interesantes resultados para la confirmación de algunas de las hipótesis avanzadas con anterioridad y comprobadas parcialmente en el análisis del total de los datos. El proceso está mucho menos avanzado (p = .18) en este entorno que en el propicio en -ado (p = .85), de modo que la variación está notablemente condicionada por factores internos y externos. Los patrones de edad y sexo indican que aquí sí hay diferencias significativas: en entornos diferentes a los del sufijo en -ado son los jóvenes de ambos sexos los que hacen avanzar la elisión, en tanto que los hablantes de los demás grupos de edad mantienen frecuencias bajas, especialmente las mujeres. Tratados separadamente la edad y el sexo de los hablantes en un modelo previo, se pudo constatar, por un lado, que el primer grupo de edad tenía un peso probabilístico de .72 sobre la elisión de /d/, frente a los otros dos grupos, que no la favorecían (.41); por otro lado, el sexo masculino tendía a la elisión (.57), frente al femenino (.45). Si bien estas diferencias resultaron significativas (p = .005), el análisis más fino de la relación entre ambas variables (Tabla 26) determina que las diferencias significativas reales se dan entre, por un

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lado, tanto los hablantes jóvenes (< 35 años) de ambos sexos, como los hablantes masculinos mayores de treinta y cinco años y, por otro lado, los hablantes femeninos mayores de treinta y cinco años. Esto quiere decir que los hablantes universitarios masculinos, en general y, en particular, los jóvenes universitarios de ambos sexos están haciendo avanzar en la ciudad de Málaga la elisión de /d/ en un conjunto de entornos más allá del sufijo morfémico y derivativo en -ado: participios en -ido, adjetivos y nombres en -ada, -ido, -ida, indefinidos de uso frecuente, como todo/nada, etc. y, en mucha menor medida, en los lexemas. Los hablantes femeninos de más de 35 años, por el contrario, se resisten con claridad a dicho avance (Gráfico 8). El análisis de la partición de datos de la Tabla 26 revela que el mejor modelo es el interactivo porque recoge con más detalle la constricción gramatical de las combinaciones vocálicas que se han revelado, en todos los casos, como la variable independiente más importante en este estudio. 0,8 0,7 0,6 Hombre

0,5

Mujer

0,4 0,3 0,2 < 35 años

>35 años

Gráfico 8. Peso probabilístico de la edad y el sexo en la probabilidad de elisión de /d/ en Málaga (entorno restringido complementario).

5. Conclusiones 1) El análisis bivariante y multivariante de la elisión de /d/ en cuatro entornos diferentes en una muestra de hablantes universitarios de la ciudad de Málaga pone de manifiesto que se trata de un proceso automático relacionado con la pronunciación no marcada, que tiende a extenderse a toda clase de entornos, pero que resulta contrarrestada por la fidelidad —esperable—de los hablantes de este nivel educacional a la forma subyacente de las palabras. Este conflicto hace que la

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elisión se regularice en entornos morfémicos y sea menos frecuente en la raíz de las palabras. En este sentido cabe pensar en un proceso largo que se va aislando como cambio morfológico casi categórico (entorno propicio en -ado) y que está condicionado por factores internos y externos en los entornos más amplios. 2) Los grupos de factores más importantes en la predicción de la elisión de /d/ son el contorno vocálico y la categoría gramatical. Ambos condicionamientos están fuertemente relacionados, de modo que exigen para su estudio adecuado el rastreo de la distribución ortogonal de los factores respectivos y, por tanto, la eliminación de interacciones indeseables en el análisis multivariante. La realización de análisis paralelos lleva a la conclusión de que la combinación de la información gramatical y la fónica (modelo interactivo) se ajusta mejor a la estructuración de los datos que ambas por separado o, peor aún, juntas en el mismo modelo. Los participios, adjetivos y nombres en -ado por sí solos constituyen un grupo de factores cuyo peso probabilístico en la predicción de la elisión de /d/ es superior a.90 en todos los modelos. Tal circunstancia obliga a desarrollar diferentes análisis (reducidos, particiones), con el objeto de captar mejor y más intuitivamente las relaciones entre los datos. 3) Los restantes grupos de factores internos: fónicos (acento, asimilación en la palabra, en la secuencia y en el turno), léxicos (marcación) o estilísticos (campo) tienen un efecto significativo pero más débil. En todos los casos, vuelve a manifestarse el patrón de conflicto entre la fidelidad y la no marcación que está por debajo de este proceso de variación: la /d/ se elide con mayor frecuencia cuando hay elisiones de /d/ cercanas en la palabra, en la secuencia o en el turno anterior, pero tiende a conservarse si hay en la proximidad ocurrencias de /d/ mantenida o si existe información léxica de interés que no conviene eliminar (esto es, si la /d/ forma parte del cuerpo de la palabra y, mucho más, si esta es un nombre propio o forma un par mínimo basado en la presencia o ausencia de /d/). 4) El efecto de las variables de hablante es menor pero varía según el entorno considerado. Si en el entorno general (que se refiere a todos los casos de /d/ entre vocales), la edad y el sexo de los hablantes tiene un papel casi marginal (síntoma, probablemente, de la escasa repercusión social de muchos de los casos virtuales de elisión), en los entornos más restringidos va adquiriendo importancia. Probablemente se trata del efecto de la baja frecuencia de la elisión en combinaciones distintas al entorno restringido (posvocálico tónico). En este último entorno la edad y el sexo adoptan patrones cruzados de predicción que implican estratificación de edad y diferencias de sexo en los grupos de edad intermedios (patrón en U). Por el contrario, en el entorno propi-

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cio en -ado el proceso está ya tan avanzado que solo se percibe cierta reacción contraria entre las mujeres sin que la edad tenga efecto alguno. 5) Las directrices metodológicas en las que se basa este estudio, que propician la obtención de datos en ambientes semiformales y en condiciones de conversación dirigida, hace difícil la observación de la variación condicionada por los factores diafásicos. Aunque se introdujeron estos en los sucesivos análisis multivariantes, no superaron el umbral de significación mínimo, de modo que no entran en los modelos de regresión seleccionados. Esto no quiere decir, sin embargo, que no existan relaciones bivariantes entre variables diafásicas y la elisión de /d/, tal y como se ha comprobado arriba; se trata simplemente de que hay otras variables cuyo efecto es más fuerte. Referencias bibliográficas BLANCO CANALES, Ana (2004): Estudio sociolingüístico de Alcalá de Henares. Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá de Henares. BYBEE, Joan (2002): “Word frequency and context of use in the lexical diffusion of phonetically conditioned sound change”, en: Language Variation and Change 14, 261-290. CEDERGREN, Henrietta (1972): Interplay of social and linguistic factors in Panama (Tesis doctoral). Cornell University. — /SANKOFF, David (1974): “Variable rules: performance as a statistical reflection of competence”, en: Language 50, 333-355. CESTERO, Ana/MOLINA, Isabel/PAREDES, Florentino (2008): Realización de /d/ intervocálica. PRESEEA. Madrid. Barrio de Salamanca. Hablantes de nivel de instrucción alto. Documento preparado para la Reunión del Proyecto Coordinado de Estudio del Español de España. Universitat de Lleida. D’INTRONO, Francesco /SOSA, Juan Manuel (1986): “Elisión de la /d/ en el español de Caracas: aspectos sociolingüísticos e implicaciones teóricas”, en: Núñez Cedeño, R. A./ Páez Urdaneta, I./Guitart, J. M. (eds.): Estudios sobre la fonología del español del Caribe. Caracas: La Casa de Bello, 135-163. GÓMEZ MOLINA, José Ramón (2008): “Estudio sociolingüístico de la /d/ intervocálica. Corpus del español hablado. Sociolecto alto. Comunidad de habla bilingüe de Valencia”. Documento preparado para la Reunión del Proyecto Coordinado de Estudio del Español de España. Universitat de Lleida. GREGORY, Michael/CARROLL, Susanne (1978): Language and situation. Language varieties and their social contexts. London: Routledge/Kegan Paul. KIPARSKY, Paul (1971): “Historical linguistics”, en: Dingwall, W. (ed.): A Survey of linguistic science. College Park, MD: Maryland University, 577-649. — (1982): Explanation in Phonology. Dordrecht: Foris. LÓPEZ MORALES, Humberto (1983): Estratificación social del español de San Juan de Puerto Rico. México: UNAM.

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LA CONSTRUCCIÓN ECOLINGÜÍSTICA DEL CONTACTO DE LENGUAS ESPAÑOL Y LENGUAS AMERINDIAS KLAUS ZIMMERMANN Universidad de Bremen, Alemania

1. Teoría constructivista del contacto de lenguas Antes de entrar en los aspectos concretos del contacto de lenguas en Hispanoamérica tengo que aclarar mi base teórica, que es un acercamiento constructivista, porque la manera de enfocar aquí el contacto se debe a esta visión que me parece la más apropiada. El acercamiento constructivista al contacto de lenguas parte del hecho de que todo tipo de actividad verbal y comportamiento en general está guiado por el cerebro y la cognición (incluido en esta el procesamiento y la actuación de los sentimientos y afecciones). Cada percepción y creación de significado es producto de la construcción cognitiva. Como tal, es en última instancia inevitablemente individual, a pesar de los factores “externos idénticos” que “influyen” en las creaciones de significación y en los comportamientos. Los fenómenos colectivos o de masa (entre ellos lo que llamamos lengua) no son producto de procesamientos simultáneo-idénticos sino que son producto del acercamiento de las construcciones individuales por medio del proceso de la viabilización, es decir, la constante revisión de las construcciones conceptuales individuales frente a la realidad, y, lo que es más importante para nuestro tema, la lengua, la viabilización intersubjetiva de los fenómenos lingüísticos, sea el significado, sea la función pragmática, sea lo adecuado en términos estilísticos, sea la pronunciación, etc. Para que la lengua pueda cumplir su función comunicativa hace falta este proceso continuo y altamente complejo y caótico de transformación, viabilización, adaptación de las construcciones individuales. El acercamiento constructivista, y me adhiero a esta corriente por los hallazgos de la neurofisiología sobre el funcionamiento del cerebro1, aplicado a la cuestión del

1. Cf. Roth (1996, 2003).

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contacto de lenguas, implica que todos los factores que influyen en la producción y recepción de enunciados pasan por la percepción y la construcción cognitiva. Cuando queremos encontrar causas o determinantes de comportamientos sociales y lingüísticos recurrimos muchas veces a factores “externos” (p.ej. socioeconómicos, políticos, etc.). Estos, sin embargo, no actúan como tales de manera objetiva —como pretende una teoría objetivista de las ciencias— sino tan sólo en la forma construida por los actores. Esto no significa la negación de la existencia de tales factores externos (o internos) sino la convicción de que una teoría de la influencia (que reclama cierta forma de causalidad) tiene que elucidar la forma construida en la cognición de los individuos y su relevancia, para que ellos puedan reconocer su impacto. Esto implica que también factores como ideologías, mitos y “creencias religiosas”, así como “errores”, pueden influir en el contacto de lenguas. Por lo tanto, no basta sólo con reunir los factores macrosociales o históricos proporcionados por otras ciencias, sino también valorar el estudio de su construcción u otros factores no estimados por estas ciencias pero hipotéticamente pertinentes al proceso estudiado. Hay que considerar, además, que las construcciones no sólo se hacen de forma individual (por estar el cerebro situado en cada individuo) sino que hay que reconocer que cada cerebro tiene una forma propia y divergente en función de determinados aspectos fisiológicos, a lo que hay que añadir la combinación de factores que influyen en las construcciones, tanto los factores externos como las predisposiones generales y momentáneas de la interacción de varias partes del cerebro (incluso las emocionales). Lo que tiene el individuo como lengua es flexible, variable y dinámico. Por ello propongo diseñar el contacto de lenguas a partir de la visión del cerebro individual. Sin embargo, esta teoría se puede relacionar con planteamientos anteriores no explícitamente basados en la neurofisiología. Observaciones del comportamiento y la posibilidad (limitada) de introspecciones la confirman. Así, por ejemplo, Uriel Weinreich (1953 [1977]), el fundador de la teoría moderna del contacto lingüístico, igualmente insiste varias veces en su libro sobre el axioma de que “es el individuo el lugar de procesamiento del contacto” (1977: 89 y 96) y Eugenio Coseriu, disertando sobre el cambio de lenguas, y apoyándose sin duda en Wilhelm von Humboldt, localiza sus causas en el habla (el intercambio de mensajes verbales entre los individuos), o sea, la conformación del enunciado y de sus partes para expresar y comunicar algo a alguien en un contexto histórico (Coseriu 1974: 176). A modo aclarativo, agregaría que en esto no debemos olvidar el aspecto de la construcción cognitiva de los significados, sean conceptuales (léxicos) u operativos (gramaticales). Entonces, mi objetivo de presentar un esbozo de una teo-

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ría constructivista del contacto no es nuevo en su totalidad. Es en parte la continuación de un pensamiento existente no aceptado plenamente y por otra parte un ensayo de formularla en su perspectiva radical. La perspectiva constructivista, además, implica que la concepción de lenguas, su identidad y su alteridad frente a otras también son construcciones cognitivas. Este hecho es conocido desde hace tiempo por los lingüistas, pero no sacamos las conclusiones pertinentes: la dialectología y la sociolingüística nos enseñaron que no hay fronteras discretas y objetivas de lenguas y variedades, sino que construimos nuestros conceptos de las lenguas a partir de criterios históricos de relevancia. Estos criterios son variables y están determinados por el papel de las actitudes2: lo que construyen los hablantes como criterio pertinente en un momento histórico y en un área cultural no lo hacen otros hablantes en otra época u otro contexto político3. Además, a partir de esta construcción política y social, muchas veces los hablantes o agentes especializados intervienen en la estructura y el estatus de sus (u otras) lenguas para transformarlas de tal manera que quepan en el concepto construido (por ejemplo, por medio de la planificación lingüística).

2. Manuel Alvar, el homenajeado de este volumen, ha prestado mucha atención a las actitudes. En su estudio local sobre la ciudad colombiana amazónica de Leticia, una obra — creo— no suficientemente valorada en la comunidad de lingüistas, demuestra una concepción científica que merece ser destacada: en este estudio no restringe su interés a una lengua, sino que muestra un interés más ámplio y moderno: enfoca la región estudiada como espacio comunicativo multilingüe. Hay un capítulo sobre el español regional amazónico, otro sobre el contacto del español amazónico con el portugués amazónico, un tercero sobre varias formas de bilingüismo de la población indígena, bilingüismo entre lenguas indígenas y bilingüismo de lenguas indígenas con el español, así como un capítulo sobre la influencia del español sobre las lenguas indígenas en términos tanto lingüísticos como sociolingüísticos. Ha investigado actitudes frente a las lenguas y finalmente discute aspectos de política lingüística y educación bilingüe. Su método empírico, claro, influenciado por su experiencia dialectológica, combina dos acercamientos, cuestionarios y grabaciones. En todo su proceder y su presentación se percibe —en un momento lo dice explícitamente— una máxima teórico-metodológica: elicitar los datos: “siempre desde la perspectiva del hablante” (Alvar 1977: 204). 3. Esto se ve en la construcción cognitiva de la diferencia de las lenguas románicas (la diferencia entre el gallego y el portugués, la diferencia entre el francés y el franco-provençal, pero también la diferencia entre el castellano y el catalán) en comparación con la construcción del bávaro, suabo o schwyzertütsch como dialectos y no como lenguas y aun del niederdeutsch durante cierto tiempo, no por error lingüístico sino como construcción política. También se ve en la construcción o no construcción de lenguas apartes en muchas zonas que consideramos zonas de transición de lenguas (p.ej. en el continuo entre castellano y portugués en el fronterizo en Uruguay).

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El purismo es, sin duda, una de estas medidas para reestablecer conceptos de lengua cuya validez se vio amenazada por las “mezclas” consecuencia del contacto4. El concepto de lengua (con el atributo construido o no construido de purismo) y el concepto del buen hablante (con el atributo construido o no construido de perfección de manejo de la L2) que quiere o tiene que hablar una L2 tienen, por lo tanto, un impacto clave para el manejo cognitivo de las alternativas de comportamiento en la situación de contacto. Solo el querer hablar una L2 como un nativo de L2 provoca el esfuerzo de eliminar interferencias de la L1 en la L25. El que un hablante o una comunidad de hablantes no dé relevancia a la “integridad estructural y auténtica” de la propia lengua o de la otra (un objetivo que no es natural sino una construcción social) abre todas las posibilidades de interferencias, transferencias y mezclas. Aún más, conocemos casos de contacto en los que la producción de interferencias, transferencias y mezclas se cultivan, es decir, se convierten en una meta intencional y un hábito positivamente valorado del comportamiento lingüístico6. Hay otros ámbitos donde se pueden averiguar consecuencias del contacto: consecuencias sociales, la emergencia de variedades regionales, consecuencias individuales, consecuencias comunicativas y consecuencias políticas, que he tratado en otros trabajos. Aquí me he limitado a tipologizar las consecuencias estructurales.

2. La construcción cognitiva de los factores virtuales que influyen en el contacto 2.1. El principio de cooperación en la comunicación en situaciones de contacto Desde la perspectiva del cerebro y de la cognición en una situación de contacto natural, sin la actuación del factor poder, establecido por la intercomunicación, en la que dos lenguas se hablan por dos grupos me parece natural que los interlocutores,

4. Cf. la colección de artículos sobre aspectos del purismo en varios contextos culturales: Brincat / Boeder / Stolz (eds.) (2003), también Zimmermann (2006b) para el caso de lenguas amerindias. 5. Además, esta actitud está muchas veces relacionada con la motivación o no de integración en una comunidad lingüística ajena (cf. la muy conocida diferenciación entre integrative and instrumental L2-Learning (Lambert / Gardner 1972). 6. Por ejemplo, ciertos grupos profesionales y generacionales actualmente en Alemania, pero también hablantes de lenguas indígenas en Iberoamérica, integran un vocabulario ajeno y practican un code switching para adquirir con ello prestigio y valor en su comunidad nativa, cf. Hamel (1988), Schrader Kniffki (2003).

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para garantizar la comunicación y obedeciendo a la máxima (universal) de cooperación (Grice 1975) hagan uso de la lengua del otro hasta cierto grado, dependiendo de sus habilidades. El procesamiento cognitivo de la L2 y la relación entre L1 y L2 reside en el cerebro pero tan sólo mientras exista el deseo o la necesidad de comunicarse con el otro, es decir la comunicación real con ello. Qué elementos de la L2 se adoptan en esta situación comunicativa recíproca, no se puede prever. Depende del tema del encuentro comunicativo, de la frecuencia e intensidad de los encuentros, de la actitud frente a la propia lengua y a la ajena y muchos otros factores más. Pero es importante señalar que el contacto actualizado puede distinguirse en dos fases: a) la comunicación-recepción con una 1.ª fase de procesamiento cognitivo, b) comunicación-producción con una 2.ª fase de procesamiento cognitivo productivo procesando elementos y estructuras de dos lenguas, una familiar y rutinizada, otra nueva, no rutinizada, parcialmente conocida, de construcción inicial. La urgencia de comunicar muchas veces no deja el tiempo de reflexionar sobre el propio enunciado en el sentido de un monitoreo como lo ha descrito Krashen (1981). Es verdad que existe este monitoreo pero no hay razón para postular que todos los hablantes lo hagan de la misma manera y hay casos empíricos en los que no se hizo. Esto puede desembocar en un proceso recíproco de contacto cognitivo y diferente ya que se construye desde dos posturas opuestas. Postulo, de manera idealizada, este como el tipo de contacto más natural.

2.2. Actitudes normativas en la construcción Existe actualmente una controversia en los estudios del contacto de lenguas. La teoría de las restricciones sistémico-tipológicas (Poplack 1982) y la teoría de que no haya este tipo de restricciones (Thomason/Kaufman 1988). Esta controversia es muy útil ya que abre nuevas perspectivas de investigación. En el pasado, había existido durante años sólo la perspectiva de restricciones, desarrollada mucho antes de los escritos de Poplack. Esta postura es una consecuencia supuestamente lógica desde la teoría estructuralista. En esta línea, hay que admitir que no cabe duda, ante la autenticidad de los casos estudiados, de que haya combinaciones eventuales de elementos de dos lenguas que no ocurren. Tampoco cabe poner en duda los ejemplos aportados de la fracción opuesta que demuestran que sí hay (en otros casos de contacto) mezclas que no deberían existir desde los postulados del estructuralismo. Una parte de la controversia se debe, creo, a una teoría errónea de lengua y a la no consideración de otros criterios como la incompatibilidad de los dos sistemas. Otra instancia intermedia que puede actuar como criterio de no mezclar o no combinar determinados elementos de L1 con elementos de L2 es

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la actitud normativa. La actitud normativa es una instancia en la que actúan criterios como gusto, belleza, purismo, etc. Por ello, sostengo que las restricciones no se deben siempre a la incompatibilidad de estructuras sino a la actitud normativa que rechaza la mezcla por razones como las mencionadas. Es evidente que el purismo es una acción en contra de mezclas ocurridas y la actitud en contra de las hablas o variedades híbridas es una razón de gusto históricamente construida. Ahora bien, la historia nos enseña que este tipo de contacto ocurre pocas veces. Hay muchos factores que pueden ser tenidos en consideración por los interlocutores en el contacto para que no actúen de esta forma, siempre considerando estos factores como activados en su forma construida por los participantes, lo que incluye su posible no activación/consideración. Propongo entonces considerar el explicar los diferentes tipos de contacto de lenguas como formas de la mezcla natural y previsible. La ausencia de mezcla se considera, por el contrario, como producto de un proceso específico, el intento explícito o disposiciones implícitas de mantener lo que se puede llamar la integridad del propio sistema o norma lingüística. Tanto estas disposiciones como estos intentos son productos de la historia de la construcción social de lo lingüístico, que desembocó en el Occidente en el concepto peculiar de “lengua” como sistema de reglas, normativizable y con límites claros, definidos explícitamente entre las lenguas vecinas. Esta idea de lengua actúa en contra de la emisión de enunciados mixtos (híbridos) y actúa en contra de la imitación y adopción de variedades mixtas si se han producido en capas de la sociedad. Se rechazan y se comentan despectivamente hasta su difamación y una fuerte propaganda antihíbrida. No todos los grupos ni individuos se adhieren a esta idea-construcción occidental de lengua. Se puede obedecer a sus imperativos o no. Otros grupos humanos no lo hacen ni lo hicieron en el pasado. Y también en nuestro ámbito occidental existen áreas donde no tiene vigencia esta idea-construcción7. Sin embargo, se puede observar una alta obediencia en nuestro ámbito occidental. Esta se debe no sólo a la disposición y al intento explícito de todos, sino también en parte a la voluntad de unos pocos y a la instalación de un aparato de propagación e implementación de esta idea, e incluso a la imposición de sanciones sociales a los que no se comportan lingüísticamente de acuerdo con ella. Es verdad que últimamente se puede percibir una socavación de este imperativo en algunos ambientes de la sociedad8.

7. Cf. más abajo el caso de la media lengua. 8. Por ejemplo, jóvenes alemanes que adoptan, para fines estilísticos, el hablar híbrido de jóvenes extranjeros, especialmente turcos. También existen textos literarios híbridos/bilin-

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El concepto de lengua (con el atributo construido de purismo o no) y el concepto del buen hablante (con el atributo construido de perfección y near-native-speakerness o no) que quiere o tiene que hablar una L2 tienen, por lo tanto, un impacto clave para el manejo cognitivo del contacto. Solo el querer hablar una L2 como un nativo provoca el esfuerzo de evitar y eliminar interferencias de la L1 en la L29. El que un hablante o una comunidad de hablantes no den relevancia a la “integridad estructural y auténtica” de la propia lengua o de la otra (un objetivo que no es natural/universal sino una construcción social) abre todas las posibilidades de interferencias, transferencias y mezclas. Aún más, conocemos casos de contacto en los que la producción de interferencias, transferencias y mezclas se cultiva, es decir, se convierte en un objetivo intencional y un hábito del comportamiento lingüístico (vid nota n.º 6).

2.3. La falacia de confundir la construcción del sistema sincrónico con el uso lingüístico Gran parte de la discusión sobre el contacto de lenguas versa sobre la cuestión de las causas internas o sistémicas que favorecen o impiden/limitan la influencia, mezcla e integración. El tratamiento de esta cuestión ha sido caracterizado por una visión estructuralista. Esta postula la existencia de un sistema sincrónico, un ejemplo evidente de una construcción científica. Son las estructuras sistémicas (en el sentido de Saussure) de las lenguas receptoras las que se consideran compatibles o no compatibles con las de las lenguas donantes. Se postula, pues, cierta inmunidad o restricciones del sistema (tipológicos) (cf. Carmen Silva-Corvalán en este volumen). La mentalidad estructuralista concibe el contacto como uno de sistemas/estructuras. Primero quiero aclarar que es indispensable el instrumentario estructuralista de análisis para detectar y describir las influencias, en combinación con otras como la “frecuencia relativa de uso” por grupos étnicos diferentes (García 1995). Pero no se debe confundir el método de descripción de lo estructural con el procesamiento cognitivo. Claro que no se trata de contestar la observación de la restricción de mezclas, sino de ofrecer otra interpretación y explicación y con ello de enfocar otros aspectos más allá de lo sistémico.

gües en el ambiente chicano (Liliana Valenzuela), y puertorriqueño de Nueva York (Giannina Braschi), en Perú (José María Arguedas) en Quebec y sociedades poscoloniales para producir efectos estilísticos. 9. Además, esta actitud está muchas veces relacionada con la motivación o no de integración en una comunidad lingüística ajena (cf. la muy conocida diferenciación entre integrative and instrumental L2-Learning).

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2.4. ¿Actitud normativa o sistema como filtro de aceptabilidad? Uno de estos aspectos es el impacto de la construcción del concepto de norma y la lengua normativizada para el contacto de lenguas. En este sentido, poco se ha tenido en cuenta que en el caso de las influencias de lenguas indígenas sobre el castellano se trata de una configuración sociolingüística muy especial: el contacto de lenguas orales con una lengua normativizada y una comunidad de habla con una concepción implícita de lengua construida como norma e intervenciones estandarizantes. Una comunidad que ha construido una idea tal de la lengua, una conciencia de la importancia de la lengua para su identidad y su cohesión social, una idea de una lengua altamente elaborada para fines comunicativos considerados como altamente intelectuales, etc., una comunidad que es consciente de que la lengua es compañera del imperio y medio de expresión de un patrimonio cultural y religioso superior al de la otra lengua, produce otras actitudes frente a una lengua “inferior” que una comunidad que no tiene construida esta actitud de supremacía. La existencia de tales actitudes incluso en la época colonial (preacadémica) se puede corroborar en documentos históricos (leyes, cédulas, ordenanzas y sus justificaciones), tratados históricos (Joseph de Acosta, Bernardino de Sahagún, Jerónimo Mendieta), en tratados lingüísticos (Antonio de Nebrija, Juan de Valdés, Cristobál de Villalón, Bernardo José Aldrete, etc.) y filosóficos (Juan Luis Vives). En la actualidad podemos emplear métodos empíricos de elicitación y análisis del discurso. Hay que intentar encontrar no sólo el estatus oficial de las lenguas, sino también huellas de la actitud hacia las lenguas entre los hablantes en contacto. Esto es importante, ya que no siempre el estatus oficial tiene vigencia para los protagonistas del contacto.

3. Teoría y método: la perspectiva recíproca como parte de la perspectiva ecolingüística Quiero señalar otro fallo de muchos estudios sobre el contacto de lenguas en Iberoamérica (y otras regiones del mundo). La historia de las ciencias ha producido en el campo de los estudios del lenguaje especializaciones como lingüística hispánica, alemana, inglesa, lingüística románica, lingüística general, etc., cuyos enfoques eran implícitamente parciales y orientados hacia lo que está y pasa en una lengua, además producto de la concepción de la lengua como sistema cerrado que se había conformado y consolidado en Europa a partir de las aportaciones de Dante, de Nebrija, de las Academias, etc. Este desarrollo, positivo para algunos aspectos, era negativo para los estudios de contacto. Es curioso: ninguno de

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los estudiosos hubiera negado que en la mayoría de las situaciones de contacto este presupone dos individuos y comunidades y que, en principio, el contacto puede tener consecuencias para ambos, ya nos refiramos a individuos, comunidades y/o lenguas (de manera diferente según la constelación). El estudio del contacto excluye una parte esencial del campo de procesos si se restringe a las influencias en una sola lengua o comunidad. Por tanto, una perspectiva adecuada y completa debe enfocar el proceso en su totalidad, investigando las influencias recíprocas en términos empíricos y, sobre todo, en términos de comparación de los resultados, así como incluir en sus reflexiones las condiciones y procesamientos. A nivel teórico debe considerar esta bilateralidad y reciprocidad de cada actuación en situaciones de contacto10. Este último enfoque está orientado por una visión ecolingüística. Es esta comparación la que rápidamente desvelaría que es la misma situación “externa” la que está construida diferentemente por los dos “lados” del contacto y, por ello, los comportamientos de los hablantes son diferentes, un hecho de alta importancia para entender el contacto de lenguas en Iberoamérica. Hasta ahora ha prevalecido una perspectiva unilateral: qué elementos de lenguas amerindias o africanas han sido integrados al castellano. Esta es una pregunta legítima y válida en términos empíricos. Tiene relevancia etimológica, cultural y política. Este tipo de trabajo es indispensable para investigar otros aspectos del contacto. La visión ecológica del contacto lingüístico, como la ecología en general, es consciente de que sólo la visión global de un ecosistema permite un conocimiento adecuado de los procesos interdependientes que pasan en el contacto, sea este conflictivo o no. Propongo conceptualizar una situación de contacto tanto como el deterioro de un ecosistema existente como la formación de un nuevo ecosistema social. El concepto de diglosia propuesto por Ferguson (1959) y extendido por Fishman (1967) se refiere a la existencia y uso de dos o más lenguas en la misma comunidad, y tiene implícita la convicción de la posibilidad de la coexistencia pacífica de cada una en su nicho o dominio. Otros casos nos han demostrado que la existencia de una lengua superpuesta, que ejecuta actividades para garantizar su supremacía, conduce al desplazamiento de la dominada (cf. el concepto de diglosia de los sociolingüistas catalanes). No quiero adentrarme ahora en una discusión de política lingüística11, sino aportar argumentos de que la explicación del contacto de lenguas requiere un enfoque ecolingüístico, no sólo a nivel político sino también a nivel

10. Esto puede llevarnos a construir otro tipo de disciplinas lingüísticas, cf. Zimmermann (2003). 11. Cf. mis planteamientos en Zimmermann (1999, 2006).

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estructural de las lenguas implicadas. Es esta comparación la que desvelaría rápidamente que es la misma situación “externa” y los mismos sistemas los que están construidos de manera distinta por diferentes miembros/subgrupos de ambas lenguas involucradas. En esto es —por lo menos a nivel teórico— altamente significativo que no haya una sola estrategia de comportamiento sino varias, incluso antagónicas: comportamientos de resignación, de colaboración, de resistencia (Lastra 2006), de mezcla, de purismo, de incoherencia, etc. Los comportamientos de los hablantes en contacto son diferentes, un hecho de alta importancia para entender el contacto de lenguas en Iberoamérica.

4. El contacto y la construcción de la historia del español en Hispanoamérica La mayoría de los estudios sobre la historia del español en Hispanoamérica pueden caracterizarse como glotocentristas (que incluye algo de eurocentrismo): consideran la historia de una lengua sólo en lo que pasa con esta lengua, estudiando tan sólo las influencias de otras lenguas en el español. Pero la historia del español es también su influencia en otras lenguas y las lenguas y variedades emergidas por el contacto, como las lenguas criollas (palenquero, papiamentu), lenguas mixtas como la media lengua en Ecuador, el fronterizo en las regiones fronterizas entre Uruguay y Brasil, el yopará en el Paraguay, variedades como el español andino y las múltiples “variedades del español indígena”, el cocoliche de los inmigrantes italianos en Buenos Aires así como variedades del español caracterizadas por code switching y code mixing en EE.UU. Siendo el español una lengua de un pueblo expansionista y colonializador en el pasado, su historia está profundamente vinculada con la de las lenguas afectadas por la expansión. Se pueden distinguir dos tipos de consecuencias: a) en su expansión territorial y poblacional el español desplazó a otras lenguas, lo que contribuyó a su actual estatus mundial y al bajo estatus (y a veces la muerte) de otras lenguas (el lado sociopolítico); y b) el español influyó en la fonética, la morfosintaxis, el léxico, la pragmática, la escripturalización, la gramatización, la normativización, la concepción de lengua, etc., de las lenguas amerindias y las de grupos de inmigrantes aloglóticos (el lado estructural), proceso que llamamos la hispanización12 de estas lenguas, es decir, el estudio de los efectos en las lenguas indígenas, africanas y de migrantes en contacto y conflicto. A partir de un momento la focalización en uno solo de los varios aspectos involucrados puede,

12. Cf. Hill/Hill (1986), Zimmermann (1986, 1987), Schrader-Kniffki (2003); cf. también Zimmermann (2008).

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si se convierte en el único, fomentar una visión no sólo parcial (irreprochable porque nadie puede enfocar todo), sino una visión reductora, eufemística, e ideológicamente peligrosa (o neocolonial).

5. La cuestión de los indigenismos en el castellano americano13 En la época colonial hubo una situación de confluencia de lenguas y variedades de lenguas en América. Es conocida la confluencia de distintas variedades regionales de España con la fuerte impronta del andaluz. Se trata, por supuesto, también de un contacto lingüístico, aquí de dialectos o lenguas genéticamente muy cercanas y con un alto grado de intercomprensión. La teoría de la fusión de estos dialectos en una única variedad, que habrá que cuestionar, se explica como proceso de nivelación o koineización14. No voy a hablar de este aspecto del contacto en este ensayo. Sino del contacto del español con las lenguas amerindias.

5.1. La restricción de indigenismos a pocas lenguas Los estudios al respecto se caracterizan por la perspectiva unilateral antes mencionada. La pregunta clave es: ¿qué elementos de lenguas amerindias (o africanas, en algunas zonas, sobre todo del Caribe) han sido integradas al castellano? Esta es una cuestión legítima y válida en términos empíricos. Tiene relevancia etimológica, cultural y política. Este tipo de trabajo es indispensable para investigar otros aspectos del contacto. A condición de que los investigadores sean conscientes de la parcialidad de sus investigaciones (legítima a nivel personal y temporal). Hay muchos estudios sobre indigenismos en el español o variedades del español en América y los datos son muy diversos para cada país. En México se han con-

13. En lo que sigue haré uso de una terminología de fenómenos de contacto elaborada en Zimmermann (2010a). De manera abreviada: 1. El término interferencia se refiere a elementos de L1 en L2. 2. El término transferencia a elementos de L2 en L1. 3. Al proceso de hablar dos lenguas sin base estable en una sola lengua le llamamos mezcla de lenguas o lenguas híbridas (con los casos de code switching y code mixing, language intertwining, koineización). 4. Simplificaciones y reducciones de complejidad. 5. La clara separación de las lenguas implicadas, el deseo del aprendizaje de la L2 en forma perfecta, queriendo evitar cualquier “mezcla”, guardando (y construyendo) la integridad y pureza de las dos lenguas. 14. Cf. para el término Trudgill (1986), para la aplicación al caso de Hispanoamérica, cf. De Granda (1994); para la Edad Media, cf. Tuten (2003).

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tado actualmente 313 indigenismos activos (Lope Blanch 1969), no contando los topónimos y los indigenismos que ocurrieron a lo largo de la historia en los textos, (cf. el diccionario de Francisco Santamaría 1974). En Colombia son, según el cálculo de Luis Flórez (1967: 30) una docena. No pretendo presentar una nueva colección, ni aumentarla ni reducirla. Sin embargo, parece que no está terminada la discusión. Recientemente Julio Calvo, que prepara un diccionario del quechua, dijo que, haciéndolo, encontró más o menos 3500 quechuismos en el español del Perú (1500 de uso en la ciudad de Lima) (cf. Calvo Pérez 2008). No conozco su base de datos, pero me parece interesante este hallazgo. Aun cuando se restrinja al ambiente rural, el resultado es sorprendente. Evidentemente habrá que medir, como lo ha hecho Lope Blanch para México, la vitalidad de los quechuismos y su radio de uso. Sin embargo, estos estudios, importantes para tener una visión del estado actual desde una perspectiva sincrónica, no nos aclaran nada sobre los procesos anteriores del contacto. Para tener una visión suficientemente completa habrá que hacer estudios diacrónicos de la vitalidad relacionándolos con estudios de actitudes. Si se presentan los resultados de tales estudios sincrónicos tal cual al público corren el riesgo de interpretaciones falsas. Otro hallazgo de los estudios del pasado merece explicación: el de que haya pocas lenguas indígenas de las que los españoles han tomado en préstamo palabras. En México, los indigenismos son nahuatlismos en su gran mayoría, pocos mayismos a nivel nacional (más en la Península yucateca), casi nada de lenguas como el otomí, zapoteco, purépecha, etc., tampoco en las regiones donde siguen hablándose estas lenguas (situación de diglosia regional o adstrato en otra perspectiva). ¿Cómo se explica esto? Tomando la situación de contacto como tal, podría imaginarse como hipótesis más evidente que el contacto a nivel regional y local con estas lenguas debe haber conducido a los españoles en la primera fase de la colonia y posteriormente a los hispanohablantes mestizos, que vivian en esta región, a tomar en préstamo las palabras respectivas de las lenguas locales. Pero no fue así. La explicación del procesamiento cognitivo es que los españoles/hispanohablantes, una vez que se habían apropiado-transferido de un significante de otra lengua para una cosa desconocida hasta entonces y relevante para su vida, no necesitaban otra transferencia más de la lengua local para la comunicación entre ellos, mientras que la comunicación con los indígenas locales era escasa o en castellano. Lo esencial era la translingualización semántica, no el préstamo del lexema local. Esto implica, que el tener un elemento de expresión, desfavorece la transferencia en términos cognitivos, si la transferencia no aporta una plusvalía (p.ej. en términos comunicativos, referenciales-significativos, identitarios o sociales). Con ello se explican también las translingualizaciones semánticas en for-

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ma de neologismos del tipo pavo de indias, cochino de indias, piña, etc. y también el pasaje de indigenismos de una región a otra, como los tainismos de las islas del Caribe y los nahuatlismos hacia América del Sur. Fue decisivo que la comunidad urbana de los españoles construyera una red de comunicación bastante cerrada, a pesar del mestizaje, integrando en su comunidad una cantidad selectiva de indígenas, que se asimilaron (Cifuentes 1998: 80)15. La autoasimilación de los indígenas en su “propio territorio geográfico y cultural” a la lengua y cultura de los invasores, presupone un acto evidente de construcción mental, cultural, identitario y lingüístico.

5.2. Un escenario de la situación colonial del uso de las lenguas y del contacto Quiero presentar un escenario (simplificado) del contacto en la época colonial desde la perspectiva constructivista, antes explicada: el caso de la familia colonial de padre español y madre indígena (en una primera fase). El padre habla con su esposa castellano. La madre adquiere conocimientos del castellano, pero deficientes, su castellano está caracterizado por interferencias. El padre habla a sus hijos mestizos en castellano, la madre en lengua castellana o indígena. El padre español adquiere palabras indígenas, sobre todo plantas, animales, cultura culinaria, vestimenta, etc., en forma de transferencias, sea del contacto inmediato o por imitación de transferencias escuchadas en el habla de otros hispanohablantes.También la lengua indígena de la madre está caracterizada por transferencias del castellano. No sabemos cuáles, pero podemos imaginar transferencias de tipo cultural, o sea, de fenómenos particulares de la cultura castellana y eventualmente marcadores discursivos (si nos permitimos una retroextrapolación de resultados de estudios de contacto en la actualidad hacia la época colonial, algo bastante arriesgado). Los hijos de estos matrimonios crecen como bilingües y se puede suponer que sus conocimientos de cada lengua eran altamente conformes al patrón nativo, sobre todo a nivel fonético y gramatical, con un grado de translingualización16 selectiva a nivel léxico. Esto cambia en la segunda generación, cuando mestizos bilingües se casan entre ellos. El prestigio y el peso del castellano ejercen tal presión que les hace construir

15. En el campo, al contrario, hubo el empleo de lenguas indígenas, sobre todo del náhuatl, incluso en documentos jurídicos (cf. Cifuentes 1998). 16. Es el término correspondiente al de la transculturación a nivel lingüístico. Para una teoría de la transculturación a nivel lingüístico cf. Zimmermann (2005). Para una historia del término cf. Máynez (2007).

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la gestión de su personalidad lingüística de la manera más ventajosa, lo que les lleva a hablarles a sus hijos en la lengua castellana. Esto vale para los mestizos que viven en un ambiente castellanohablante. Debe haber sido diferente en los casos de las madres que viven en un ambiente indígena. Hubo este ambiente en las “Repúblicas de Indios”. Ahí seguía como lengua común y de prestigio la lengua indígena respectiva. La sociedad colonial estaba marcada por un tipo de segregación residencial y lingüística (Aguirre Beltrán 1983: 43). A partir de un cierto momento, se establecieron las “Repúblicas de Indios”, o sea, un tipo de reservas para proteger a la población indígena de la mala influencia de la población hispana, medida propuesta por los misioneros. En estas regiones, los habitantes siguieron hablando la lengua nativa respectiva. En un documento del 6 de abril de 1691 se dice que “al presente habrá muchos indios que no la sepan [la lengua castellana]”17 y la Real Cédula de 1770 nos da una impresión un poco diferente para los alrededores de la Ciudad de México, constatando que sí hay conocimiento de la lengua castellana entre los indígenas pero resistencia a usarla: [...] aun en las inmediaciones a la capital de Mégico en el corte espacio de dos leguas [...] no porque los naturales no entiendan el castellano, sino por que no quieren hablarla, mediante que ha visto pobres indias que entiendan castellano, otomi y mexicano y al cura y sus vicarios nunca les hablaban en castellano, sucediendo lo mismo con los alcaldes mayores y justicias valiéndose estos del intérprete.

Pero hubo indígenas que hablaban castellano y pocos españoles que hablaban una lengua indígena. Mendieta (1937), uno de los pocos que menciona este hecho, caracteriza este uso de castellano “corrupto” y de lengua indígena “corrupta”. Creo que es lícito interpretar esta caracterización de Mendieta en términos de que cada una de estas dos variedades era caracterizada por interferencias. Después de esta primera fase de contactos, la situación se vuelve mucho más complicada. Durante una época prolongada hubo estabilización del predominio del castellano en las familias de las capas urbanas mestizas establecidas, viabilizándose esta decisión en la intercomunicación. No obstante, hubo dos tipos de migración que deben tenerse en cuenta, la de matrimonios de mestizos con indígenas, la de inmigrantes de España, los gachupines, y el fenómeno de la autocastellanización de personas indígenas fuera de matrimonios.

17. Documento impreso en Cifuentes (1998: 281-283).

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5.3. Otra vez: los peligros de la unilateralidad de perspectiva Como ya dije antes, hay un cuerpo importante de trabajos lingüísticos sobre la cuestión de los indigenismos. Normalmente son parte de trabajos sobre americanismos, es decir de estudios contrastivos entre español peninsular y español americano y de carácter sincrónico, actual. Este tipo de estudios, en su forma más saliente de colecciones y diccionarios de indigenismos, está, sin embargo, restringido en varios aspectos. Quiero profundizar en cuatro aspectos: el de la unilateralidad y la restricción teórica consecuencia de la unilateralidad, ciertos métodos de presentación de los indigenismos, con la falta de indicaciones diacrónicas (la historia de los indigenismos, su uso y desuso durante los siglos) y la ponderación de la influencia. ... La interdependencia de la asimetría de influencias En el pasado, los estudios realizados sobre contactos en Iberoamérica incurrieron en otra falacia: se formuló una teoría general sobre el contacto en base a un único tipo de contacto (Malmberg 1973, Lope Blanch 1986), el de la integración de elementos de otra lengua en la materna (L1), como prototipo: la influencia de lenguas indígenas en el castellano. Poco o nada se ha considerado el contacto en sentido contrario, el hablar y asimilarse a otra lengua (L2), que muestra un panorama de translingualizaciones bien diferente. ... La manera de presentación de los indigenismos La manera de presentación en forma de diccionarios implica un cierto peligro de esencialización. Presentan al público, también a los estudiantes principiantes, y me temo que también a los colegas no expertos en contactos, una imagen problemática, por ocultar el otro lado y los otros aspectos del contacto. No veo otra solución de presentación actualmente, pero sería muy acertado mencionar en las introducciones de tales obras esta otra cara y caracterizar la obra como parcial. Además, detrás de este interés se percibe la tradición de la lingüística históricodiacrónica que se había ocupado de las influencias de las lenguas prelatinas y poslatinas en la formación de las lenguas románicas. Emblemas de este tipo de interés son las nociones de sustrato y superestrato. Es bastante obvio que tales sustratos, superestratos y adstratos no tienen ninguna importancia para los hablantes actuales. Forman parte de la lengua y el hablante común no sabe nada de su procedencia celta, ibera, griega, visigoda, árabe, taina, náhuatl o quechua. Y

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si lo sabe, no le importa en la praxis comunicativa. Somos nosotros los lingüistas los que, en forma de arqueología lingüística, contribuimos a una concienciación de estos hechos fomentando algo como una conciencia histórica. Me hago partidario de aquellos que propugnan que este saber sobre la evolución de la lengua propia (y de otras) es útil en varios aspectos. Para nosotros los lingüistas tiene, además, otros intereses, que ya se construyeron en el siglo XIX: demostrar la contribución cultural de un pueblo “sustrático” o “superestrático” a la evolución cultural, tomando los residuos de sustrato o superestrato como huellas de la autoría de los conceptos y pensamientos de los pueblos de cuya lengua entró a la lengua actual. En esta línea, se generó entre los estudiosos cierta controversia sobre las influencias de lenguas indígenas en América. Simplificando un poco, se puede resumir que hubo una fracción que minimizaba las influencias y otra que las maximizaba. Minimizar significa para los maximizadores el intento de devaluar el aporte cultural de los pueblos amerindios; maximizar significa para los minimizadores el no ver las realidades de uso (vitalidad) y crear una imagen atavista de la lengua. Esta controversia afecta no sólo a los expertos en lingüística sino también a nivel político por el hecho histórico de la conquista, la opresión colonial, etc., una herida abierta hasta hoy en día para algunos. Sea como fuere, no se trata sólo de una cuestión procedimental del contacto, sino de identidad. Protagonista de la teoría de un sustrato amerindio fuerte en el español de varios países americanos ha sido el antropólogo Guillermo Bonfil Batalla (1990), con su construcción de un “México profundo”. Analizando esta controversia nos damos cuenta de que esta no se genera sobre los “hechos” sino sobre la construcción de impacto y relevancia de los hechos. Así, Lope Blanch opina que cada dominio lingüístico tiene un peso específico distinto, y que el dominio del léxico es una “superficial parcela idiomática” (Lope Blanch 1986: 70) y todavía menos trascendencia tienen los topónimos. Tanto para él como para otros muchos lingüistas, el dominio central es el morfosintáctico. Para alguien como Bonfil Batalla (1990: 37-40) serían el léxico, el sistema de los campos léxicos, la clasificación de parcelas del mundo por medio del léxico y, con ello, la semántica, los dominios más importantes. Yo mismo (Zimmermann 1995: 19-20) había insistido en la necesidad de incluir los dominios pragmáticos, textuales y prosódicos. Con todo ello se matizará el impacto de las influencias indígenas, pero me pregunto, cuál es el punto esencial de la controversia. Creo que es el de identidad. Los indigenismos léxico-semánticos constituyen para alguien como Bonfil Batalla una contribución al patrimonio intelectual de México que se manifiesta en la lengua. Las transferencias abiertas son el testimonio más saliente, pero habrá que buscar y estudiar también el universo semántico (denotativo

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y connotativo) detrás de estas transferencias y detrás de palabras con significante castellano (en su momento) pero con sustitución, extensión o fusión semántica de un significado-concepto de origen indígena. Ejemplos son palabras que denotan fenómenos culturales como la concepción de la muerte, de religión sincrética (la palabra “santos” que denota un dios indígena) y todos los conceptos antropocéntricos de valor como bueno y malo, bello y feo, sabroso y asqueroso, comible, cómodo, enfermo, puro, púdico, y los conceptos sociales, como propiedad, honor, feminidad, etc., en sus variaciones etnocéntricas. Podrían mencionarse también los nombres de plantas cultivadas como tomate, cacao, aguacate, etc., ya que constituyen aportes culturales (y con ello intelectuales) a la cultura posindígena, mestiza y transcultural. Pero es importante constatar que estos aportes serían igualmente válidos en el caso de que no hubieran sido prestados también los significantes de las palabras. ... El nivel semántico-conceptual en el contacto de lenguas y su importancia para la historia del español en América Quiero resaltar otra lección de estas reflexiones, el problema de la construcciónponderación de los dominios lingüísticos en el contacto de lenguas. Las lenguas son fenómenos de doble articulación, ninguna parte de las dos tiene validez sin la otra. Pero en el contacto de lenguas se produce una transferencia, interferencia o fusión del signo total o parcial. Si queremos hacer una ponderación (lo que es un problema porque el uno no existe sin el otro): ¿qué es más importante?, ¿el lado del significado o del significante? A título de hipótesis quiero asumir una postura un tanto herética en la lingüística actual. Me parece que el lado semántico-conceptual, incluyendo las operaciones como expresión de tiempo, modo, ilocuciones, aspectos epistémicos, negación, activo-pasivo, ergativo, etc., en su forma específica de cada lengua (como producto de la invención cognitiva y su viabilización y transformación a través del tiempo y la evolución de la sociedadcultura) es el verdadero núcleo cognitivo. La tipología lingüística considera muchos aspectos formales para sus análisis: orden de palabras, patrones de sílabas, flexión, aglutinación, aislamiento o incorporación, preposiones o no, género y número, concordancia, etc. No quiero disminuir las implicaciones semánticas de este tipo de fenómenos de las lenguas, pero por lo menos algunos me parecen, de hecho, menos relevantes, a pesar de ser más estables. Para la caracterización morfosintáctica y formal son indispensables, pero para el contacto de lenguas y sus implicaciones culturales deben considerarse secundarios y no esenciales como hasta ahora ha postulado la lingüística estructural, cuyos axiomas han determinado tanto nuestro pensamiento.

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Los estudios tradicionales sobre el contacto semántico en la historia del español en América enfocaron las influencias semánticas abiertas. Queda toda la gran tarea de buscar y determinar las influencias semántico-conceptuales cubiertas18 por parte de las culturas indígenas (y de inmigrantes de otras lenguas) en su evolución diacrónica (inicialmente más fuertes, paulatinamente desplazadas, su diferente grado de persistencia y vitalidad en las variedades del español, incluyendo las variedades del español habladas por los indígenas y poblaciones rurales, etc.). ... La cuestión de la perspectiva de análisis Quiero aclarar aquí también otro punto crucial. Lo que acabo de explicar se ha enfocado desde cierta perspectiva, la de la comunidad afectada, en el caso concreto, la mexicana. Podría ser también de la peruana, boliviana o guatemalteca o de Argentina del noroeste. No es una perspectiva panhispánica ni de España (que no hay que confundir) siendo la peninsular la menos importante y en el pasado la más comprometida por el peligro de un eurocentrismo. Es una aclaración importante ya que se muestra consciente de que hay varias perspectivas y cada una hace descubrir otra faceta de un fenómeno. Cada perspectiva es, en cierta medida, subjetiva; no hay perspectiva objetiva. Un acercamiento multiperspectivo no garantiza objetividad (epistemológicamente, imposible) pero es una manera de llegar a la intersubjetividad. Con ello, entramos en un punto central que tiene repercusiones políticas en otros casos, la actitud negativa y el temor ante estos productos del contacto con las medidas de eliminación de préstamos integrados, el purismo retroactivo. Encontramos, en este caso, dos actidudes frente al mismo fenómeno, por un lado el deseo de rehabilitar y dignificar la contribución cognitiva hasta su enaltecimiento apoyándose en la existencia visible en la superficie de la lengua, el significante y, por el otro, la eliminación de las huellas superficiales de un aporte conceptual. Este tipo de argumento es muy frecuente en muchas comunidades. Desde el punto de vista cognitivo, de hecho, no importa si un concepto se expresa por medio de un significante que procede del tronco dominante de una lengua o de una lengua extranjera. Lo que importa es la utilidad cognitiva del concepto o del significado operacional. Pero hemos visto que la cuestión de los indigenismos tiene un valor agregado de tipo sociolingüístico, de identidad. Comparando préstamos en diversas lenguas y situaciones históricas nos damos cuenta de que un anglicismo en

18. Cf. la visión similar de construir el contacto de lenguas en el ámbito euro-asiático de Haarmann (2007: 176-180).

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México es otra cosa que un indigenismo, aunque desde el punto de vista mecánico y procedimental parezca el mismo fenómeno. El estudio de los indigenismos, aparte de analizar los aspectos más bien técnicos, tiene que tener en cuenta esta dimensión, una dimensión que puede contribuir a la distensión de dos culturas, híbridas o transculturadas, sí, pero todavía no reconciliadas plenamente como demuestran acontecimientos recientes (como la guerra civil en Guatemala en la segunda mitad del siglo XX, la sublevación en Chiapas, las tensiones en Bolivia actualmente). No digo que esta sea la única medida ni la más importante, pero puede ser una entre otras.

6. La cuestión de la determinación en las lenguas mixtas: el caso de la media lengua Quiero tocar otro aspecto del contacto en Iberoamérica para presentar otra faceta y para hacer otro tipo de comparación, las lenguas mixtas (language intertwining) como el yopará, la media lengua y también las lenguas criollas. Es necesario advertir que, estrictamente hablando, las lenguas con préstamos también son mixtas, pero en forma restringida y controlada mientras que en las lenguas mezcladas, que enfocaremos en lo que sigue, el aumento de interferencias-transferencias y los niveles afectados son mucho más amplios, como es el caso, por ejemplo, de la media lengua en algunas aldeas de Ecuador (p.ej. Imbabura). Simplificando el asunto, se puede caracterizar esta nueva lengua como aquella que tiene la estructura gramatical del quichua y el léxico del español (Muysken 1979, 1997, Gómez Rendón 2005: 39). Un ejemplo: Ejemplo 1 (Gómez Rendón 2005: 50): Y mientras trabaja- shpa-ndu primer año estudia-rka- ni. Y mientras trabaja-GER-GER primer año estudia-PRET-1aS. Y mientras trabajaba el primer año, estudiaba. Gómez Rendón hace un intento de detectar los “factores históricos y sociales que determinaron el origen y desarrollo de la media lengua de Imbabura” (2005: 39). Su manera de proceder se parece a la de muchos otros que quieren detectar los factores “determinantes”. Primero, se presentan factores macrosociales que no puedo en este caso verificar pero que parecen acertados y, a continuación, se afirma que estos fueron las causas determinantes. Con ello, lo que Gómez Rendón hace es explicar el proceso de adopción de la media lengua por los hablantes de Angla, pero no la conformación de la propia lengua. Después dice:

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Hay muchos comentarios y preguntas que hacer. No pongo en duda los hechos, sino la manera de enfocarlos. a) El mismo tipo de situación (un padre migrante temporal que adquiere el castellano y regresa a su comunidad de origen) se encuentra en muchas comunidades indígenas a lo largo del continente americano. Sin embargo, allá no se desarrolló algo semejante como la media lengua, por lo menos no se estabilizó. b) Supongo que la adquisición del castellano debió ser sólo parcial y que el resultado sería una realidad lingüística llena de interferencias y simplificaciones. c) También me pregunto cómo la madre puede jugar un papel decisivo en la transmisión de la media lengua si el padre se comunicaba con ella en quichua. Eso parece una conclusión errónea del autor. Supongo entonces que era la madre la que transmitió la lengua quichua dentro de la familia, no la media lengua. d) Todo ello deja presuponer que los hijos practicaban algún tipo de bilingüismo. e) Decir que en este escenario el quichua hablado dentro de la familia “poco a poco se llenó de interferencias del castellano” deja abiertas las siguientes cuestiones principales: ¿cómo y por qué?, o sea, ¿por qué no practicaban una comunicación bilingüe?, ¿por qué no separaron las dos lenguas como nosotros, hablantes de educación superior, hacemos en Europa? f) Y mi comentario más crucial: ¿por qué no evolucionó poco a poco una lengua mixta similar, por ejemplo, entre los otomíes de México? Allí encontré en los años ochenta exactamente la misma situación. Pero no encontré este tipo de lengua mixta. Encontré interferencias del otomí cuando hablaban castellano y encontré transferencias y code switching cuando hablaron otomí, pero nunca este tipo de relexificación masiva. Ejemplo 2: Nubu hingui ne pos da mengui yague va fuerza [Si no quiere pues que se regrese tal vez a la fuerza] pa da zi ts-i mu daza da gut-i ha nu mina da mengui [para llevar si se puede que pague y si no que se regrese]

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yague to da ncue. [a quién va a enojar] (Zimmermann 1992: 482; cf. también Hekking 1995). Mi pregunta es entonces la siguiente: ¿pueden tomarse los factores mencionados como determinantes? Es obvio que estos factores macrosociales no son suficientes. Queda la sospecha de que haya otros factores más que el autor no ha detectado (por ejemplo, no habla de la existencia de una escuela), pero no importa, lo esencial es que no puede dar una respuesta ni empírica (muy difícil, es verdad) ni teórica, ya que opera en su reconstrucción sólo a nivel de condiciones externas sin entrar en factores actitudinales que reflejan el conjunto del procesamiento cognitivo-emocional de la construcción (por lo menos a nivel de un modelo teórico) de la lengua, de construcción de la comunicación y de construcción de la relación identidad y lengua. Mi propuesta para suplir esta laguna es que a los hablantes que crearon la media lengua no les importaba una cierta construcción de lengua; no les importaba la integridad ni de su lengua materna, el quichua, ni de la L2, el castellano. Tenían a su disposición material lingüístico proveniente de dos lenguas e hicieron uso de este material indistintamente en la comunicación para expresar sus deseos comunicativos sin prever ni preocuparse del resultado en términos ni de la norma ni del sistema existentes en las dos lenguas. La posible no existencia de una escuela puede ser un factor a tener en cuenta, pero no como factor externo, sino como no activación de la actitud normativa y purista. Así fue como estos hablantes en contacto crearon sin querer una lengua aparte, nueva para algunos lingüistas, chapurreo para otros. Una característica común a estas lenguas es que sus hablantes provienen de grupos no nativos de español. Comparando las diferencias del comportamiento “contactológico” de los castellanohablantes y de los amerindios quichuahablantes llegamos a la conclusión de la construcción diferente del fenómeno y nos damos cuenta de una instancia aparte de los factores externos, una instancia que los construye, los evalúa dentro de un marco de relevancia más amplio. Dentro de este marco, puede ser que ellos construyesen lo que llamamos (nuestra) lengua de manera diferente que nosotros. En la historia de las ciencias del lenguaje podemos observar una variación de acercamientos a la concepción de qué es este fenómeno. La historiografía de las ciencias del lenguaje nos demuestra que las lenguas tienen varias caras y la actual concepción occidental es el resultado de un proceso de construcción dependiente de la función política de las lenguas y variedades en el mundo occidental (Lara 2005, Zimmermann 2008c). Esto significa que no podemos presuponer que los hablantes indígenas americanos desarro-

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llen el mismo tipo de construcción social de su lengua que los hispanohablantes. Además, es un proceso dinámico: no podemos presuponer que la construcción de la propia lengua y la de los otros ha sido la misma en la época posconquistadora, de la colonia, que en la época de los países independientes y en los últimos 50 años: años de escolarización, castellanización e indoctrinación de supremacía de la lengua castellana por el discurso linguo-pedagógico. Esto ha contribuido fuertemente a la auto-infravaloración de su lengua indígena materna. Por otro lado, se calcó la solución “española” de planificación lingüística, la de crear Academias y escribir gramáticas y diccionarios normativos que la revitalizaran, en vez de insistir en el desarrollo y promoción del uso de la lengua.

7. Conclusión: ¿inmunidad del sistema o rechazo de la extrañez?: del “error” al cambio lingüístico Quiero agregar que hasta hoy la evaluación de los indigenismos en el español es controvertida. Esta depende del criterio que empleemos para definir el espectro de manifestaciones del contacto: según si tomamos el castellano común, panhispánico, la norma culta de cada país, las variedades regionales, las variedades étnicas o etnolectos (hablantes bilingües, las diversas formas de español indígena) y variedades de monolingües de comunidades exbilingües (p.ej. español andino), variedades altamente mezcladas, en el pasado excluidas de los estudios19 por haberse considerado no lenguas o usos incorrectos o incompetentes de lenguas por no nativos y por ello no dignos de estudios, o sólo para actuar en contra de los “errores”. Es verdad, muchos cambios lingüísticos son —para quedarnos en esta perspectiva— al inicio “errores”, desviaciones de la regla cumplida hasta este momento, y muchos miembros de la comunidad de habla los perciben como errores o por lo menos como usos extraños (lo que se llama “acento extranjero”). Pero si este error es repetido por otros y después por muchos más, pierde su extrañeza, se vuelve familiar, por ser oído y usado cada vez por más personas, hasta que llega el momento que el error se integra al conjunto de posibilidades en el habla (Keller 1990). Igual que el “error” intralingüístico se vuelve aceptable de esta forma, los “errores” por contacto siguen el mismo camino, por lo menos a nivel cognitivo. Tanto el “error” intralingüístico como el “error” por contacto dependen de la aceptación actitudinal por parte de los hablantes. ¿Cómo se conforma la aceptación? Claro que aquí depende de la situación, si se trata de la transferencia de elementos de L2 a L1 o la interferencia de L1

19. Cf. Zimmermann (2010b).

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en el habla de L2 o la comunicación en dos lenguas. Cada situación ofrece diferentes escenarios de procesamiento y difusión. Además, depende de la composición de la comunidad de habla. Si los que producen interferencias son pocos inmigrantes o una minoría integrada al grupo autóctono es más probable su rechazo por el grupo autóctono. Si las relaciones comunicativas son escasas entre los grupos y el grupo que habla en alguna forma una L2 es apartado y tiene una estructura comunicativa interna e intensa, el modo interferencial de hablar no se rechaza dentro del grupo, se viabilizan como aceptables los fenómenos que para otros serían errores ya que cada uno lo hace y nadie ejerce una presión de norma. Con ello se estabilizan y pueden llevar a una variedad de contacto estable. Volviendo a la controversia entre restricciones tipológicas en el contacto y la “libertad” total, propongo que se establezca el nivel intermediario, el de la actitud normativa, estética o identitaria. Si la teoría de las restricciones sistémico-tipológicas se puede llamar teoría fuerte, la teoría de la actuación de las actitudes mencionadas (u otras más), que son mucho más aptas a la transformación y eliminación, se puede llamar teoría suave, que considera estas como barreras, considerando las barreras como obstáculos, pero obstáculos eliminables. Me parece necesario aclarar también que el cambio lingüístico (aquí producido por el contacto) es un proceso largo del cual podemos distinguir varias fases: • La fase individual. • La fase de restricción de su uso a un ámbito grupal (familiar, generacional, profesional, religioso, etc.). • La fase de restricción de su uso a un ámbito social (estrato social bajo o estrato alto). • La fase de restricción de su uso a un ámbito regional o de territorio político, estos pueden ser comarcas, regiones de intensa intercomunicación económica y/o cultural, o territorios nacionales o transnacionales (como grupos profesionales o religiones transnacionales). • La fase de integración a la lengua común estandarizada, transnacional (panhispánico, p.ej. en el caso del castellano). En cuanto a la cuestión de los factores externos determinantes, propongo dejar de llamar a estos factores determinantes y considerarlos como condiciones necesarias, aunque no suficientes para la explicación de un fenómeno de contacto. Hablando de la emergencia del contacto y su difusión, no digo que sea un factor que determina este proceso, sino que habrá que detectar de manera heurística las condiciones situacionales en combinación con el estudio de las actitudes, que juntos configu-

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ran la construcción relevante para el desarrollo futuro de los resultados del contacto. Hasta hace poco la explicación del contacto de lenguas en Iberoamérica ha sido caracterizada por la generalización del contacto específico desde la perspectiva de las influencias en el castellano sin tener en cuenta las condiciones específicas. La comunidad de hablantes del castellano tenía una construcción histórica específica o estaba en proceso de conformarla en la época de la colonia, una lengua con una cultura de escritura en formación, un sentimiento de supremacía cultural, religiosa, militar, de transporte terrestre y náutico etc., y una estratificación social en favor de la población europea y mestiza occidentalizada. Esta situación no era favorable para la adquisición de la lengua amerindia, y por ello no acudieron ni al bilingüismo ni a la mezcla, sino a la comunicación por medio de intérpretes (lenguas) y a la integración lingüística de lo nuevo sea en forma de expresiones metafóricas (piña), descripciones (pavo de indias) o transferencias bien controladas (maíz, chocolate, tomate). Comparando estos tipos de actitud y procesamiento podemos decir que el último corresponde a una segregación lingüística y a una defensa de la integridad de la propia lengua en una situación de contacto cultural, mientras que los procesos de interferencia y de mezcla no obedecen a tales criterios de comportamiento. Aunque hay testimonios de una conciencia de “palabras peregrinas” como se llamaban ya en Quintiliano y Juan Luis Vives en De ratione dicendi de 1532 (cf. Vives 1948: 695), no creo que hubiera una actitud deliberada de purismo entre la población colonial española y por ello la actitud no se puede calificar de purista.

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VARIACIÓN SINTÁCTICA Y ANÁLISIS DEL DISCURSO

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LA PERSPECTIVA VARIACIONISTA EN EL ESTUDIO DE LA DESCORTESÍA VERBAL ESPERANZA R. ALCAIDE LARA Universidad de Sevilla

1. Introducción Es una realidad empíricamente observable que en la realización de una lengua se pueden distinguir saberes idiomáticos distintos que se ponen en práctica condicionados por diferentes variables contextuales: el estrato sociocultural al que pertenece el locutor, el sexo, la edad, el tenor interpersonal que se establece entre los interlocutores, el género y modo discursivos, el campo, e incluso la procedencia geográfica del hablante. Esta heterogeneidad, que se da en todos los niveles del lenguaje, afecta igualmente a la expresión de la (des)cortesía, por lo que se hace necesario abordar el estudio de esta función discursiva desde una perspectiva netamente variacionista. Partimos de la base de que un mismo recurso lingüístico sirve bien para llevar a cabo estrategias de cortesía, bien estrategias de descortesía, dependiendo de todos los factores mencionados anteriormente1. Por ello, pensamos que el objetivo de los futuros estudios sobre (des)cortesía debe ser lograr establecer el paradigma de recursos disponibles para llevar a cabo

1. Por ejemplo, las llamadas palabras malsonantes pueden ser formas de imposición (descortesía) o de afiliación (cortesía). Su uso y valor son muy variados. Así, generalmente son de escasa utilización en los debates televisivos, salvo en situaciones de crispación y conflicto de grado muy elevado, cuando el tema que centra el debate no es excesivamente serio (por ejemplo, los del “corazón”), los interlocutores no son profesionales de los medios (típicos colaboradores “advenedizos”), las horas de emisión son de las denominadas de “adultos” (noche, preferentemente), y el tenor interpersonal entre los intervinientes es de cercanía y familiaridad. De lo contrario, si una de estas variables decrece se utilizarán otros recursos lingüísticos para llevar a cabo la estrategia descortés de la imposición.

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las distintas estrategias de cortesía o descortesía, dependiendo de todas estas variables2. La mayoría de los actuales trabajos sobre (des)cortesía señalan su carácter cultural. Se habla de una perspectiva no etnocentrista en el estudio de este fenómeno, basada en cómo las diferencias culturales dan lugar a distintas formas de evaluar estrategias como corteses, descorteses, o anticorteses incluso. Y se insiste en la comparación entre distintas culturas en relación con la valoración de las interrupciones, la usurpación de turnos, etc., contraponiendo, sobre todo, culturas nórdicas a culturas mediterráneas. Todo ello indica que la (des)cortesía es, cuando menos, una “categoría vacía” (Bravo 2005), que será rellenada según los parámetros culturales de las distintas comunidades lingüísticas y de habla (Romaine 1996). En definitiva, la hipótesis que pretendemos defender aquí es que, al igual que cualquier otro aspecto del uso de una lengua es susceptible de ser estudiado desde el punto de vista de la variación lingüística, la (des)cortesía no solo puede, sino que debe ser analizada desde esta perspectiva, en cuanto que es un fenómeno discursivo.

2. Un poco de historia La cortesía empieza a tener un papel relevante en el panorama lingüístico en las primeras propuestas que se orientaban a la preponderancia de lo normativo y lo racional. En esta línea se sitúan Grice (1967)3, Lakoff (1973)4, Leech (1983)5 o Fraser y Nolen (1981)6. Las posturas de todos estos autores se enclavan en el período prepragmático del estudio de la cortesía. A partir de 1987, con las figuras de Brown y Levinson, se abre una nueva era en estos estudios, que Watts (2003) denomina los pospragmáticos. Constituyen el pun-

2. Tal vez una tarea ingente, pero, por ejemplo, de gran rentabilidad para la enseñanza de las lenguas como L2. 3. Máxima de cortesía: be polite. 4. Rules of Pragmatic Competence: sea claro; sea cortés: no se imponga; dé opciones; haga que el destinatario se sienta bien; sea amable. 5. Principio de cortesía (regulador del equilibrio social): máxima de tacto, de generosidad, de aprobación, de modestia, de acuerdo, de consideración o simpatía. 6. Teoría del contrato social: derechos y obligaciones que se van renegociando en el transcurso de la interacción.

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to de inflexión en el análisis de la cortesía, más allá de lo meramente establecido como “buenas maneras”. Pese al reconocimiento que prácticamente la totalidad de los analistas les profesan, estos autores han sido objeto de no pocas críticas. En este momento, lo que más nos interesa es que parten del supuesto de racionalidad en la persona, por el que todos ponemos en funcionamiento una serie de recursos para conseguir unos fines, base de la interacción social. La elección de estos depende de la existencia de unas variables sociológicas como la distancia social entre hablante y oyente, el poder relativo existente entre ellos y el grado de imposición que suponga determinado acto. De la relación de todo ello, resulta el grado de amenaza que supone cada uno de los actos para la imagen del hablante, del oyente o de los dos a la vez. Este es el primer modelo en el que se explicita el condicionante de variables. El inconveniente es que es una tesis etnocentrista; es decir, pretende que los resultados de esa ecuación sean aplicables a todas las situaciones en todas las lenguas y culturas. Pero una teoría que ha sido centrada en el modelo anglosajón difícilmente será de aplicación absoluta en otros entornos como el mediterráneo, por ejemplo, puesto que existen “comunidades de habla”, que, sin compartir lenguas, son capaces de compartir comportamientos lingüísticos. E incluso, dentro de una misma lengua, como es el caso del español, podemos distinguir formas de expresar la cortesía y la descortesía distintas. A eso obedecen afirmaciones como “los españoles peninsulares son más directos a la hora de hacer peticiones que los mexicanos”, por ejemplo. Es decir, la visión anglosajona, tan pesimista acerca de las relaciones sociales a través del lenguaje, pues parecen estar continuamente en peligro, no vale para otros ámbitos como el español. De hecho, Meier (1995) demuestra cómo la petición, un acto que Brown y Levinson catalogan como altamente amenazante, es un acto de solidaridad en otras culturas7. La gran mayoría de los autores actuales han hecho hincapié en la necesidad de una relativización cultural de los conceptos propuestos por estos, que pasa, a juicio de Blum-Kulka (1990), incluso por los propios componentes de las necesidades de imagen de una cultura a otra.

3. Concepto de (des)cortesía. La (des)cortesía es en sí misma una función comunicativa universal, aunque, tal y como han demostrado los más recientes estudios8, se manifiesta de modo muy

7. También lo han demostrado para el español Hernández Flores (2002) y Bernal (2007) entre otros. 8. Cfr. Kerbrat-Orecchioni (1996, 2004) y Bravo (1999, 2003, 2004) entre otros.

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distinto en cada cultura, en cada lengua. Nosotros vamos a partir de la definición más comúnmente aceptada en la actualidad: una actividad comunicativa cuya finalidad propia es quedar bien con el otro y que responde a normas y a códigos sociales que se suponen en conocimiento de los hablantes. Este tipo de actividad en todos los contextos considera el beneficio del interlocutor. El efecto que esta actividad tiene en la interacción es interpersonalmente positivo (Bravo 2005: 33-34).

Aunque en nuestra opinión, esta definición adolece de limitaciones. La más relevante en este momento es que solo cubre el campo de la cortesía, y deja de lado lo que es la descortesía propiamente dicha, aspectos que concebimos interrelacionados. Por ello, consideramos la (des)cortesía verbal como una categoría discursiva, por la que el hablante se marca el objetivo de dar una imagen de sí mismo de acuerdo con unos parámetros sociales establecidos y compartidos por los participantes en una interacción verbal. Según esto, la estrategia (des)cortés tendría como finalidad o 1) quedar bien con el otro, con lo que el hablante saldría beneficiado, en tanto en cuanto su imagen social se potenciaría9; o 2) intentar perjudicar (destruir incluso) la imagen del interlocutor, que interpreta la actividad como descortés, con lo que también se vería afectada, la del hablante mismo, aunque esto no siempre10. Dependiendo de estos dos objetivos, se puede hablar de cortesía o de descortesía respectivamente, conceptos que no han de observarse como simples opuestos, sino como las dos caras de una misma moneda (la (des)cortesía). En este sentido, se ha llegado a ver la descortesía como: fenómeno híbrido que comparte, en algunos contextos, rasgos en una línea de oposición a la cortesía, por ejemplo se puede explicar en relación a la cortesía cuando esta está ausente en situaciones en que sería esperable que se produjera; pero se presenta también en algunos contextos, como un sistema diferenciado de comportamiento social (Bernal 2007: 111).

9. Si se queda bien con el interlocutor, a la vez que se protege su imagen, el hablante queda en buen lugar. En eso consiste el equilibrio del que habla Hernández Flores (2004). 10. Su efecto es interpersonalmente negativo. Pero hemos de señalar que en las situaciones de conflicto, como el debate, por ejemplo, la descortesía, al ser la norma imperante, no desvaloriza generalmente la imagen del hablante, sino que, al contrario, este se erige en vencedor.

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Esto implica tener en cuenta factores como la interpretación que los propios interlocutores pueden hacer de los comportamientos verbales como (des)corteses en las distintas situaciones a las que se enfrentan, tal como han señalado Briz (1998), Eelen (2001) o Bravo (2002), quienes resaltan el papel del destinatario (objetivo de la (des)cortesía) en la evaluación del acto verbal en uno u otro sentido. No se deben entender, por tanto, la cortesía y la descortesía como dos conceptos definitivamente opuestos, sino como aspectos que forman parte de una categoría única, la (des)cortesía, que puede mostrar sus distintas facetas en la interacción verbal, dependiendo de las necesidades comunicativas de cada situación. Este concepto, por ejemplo, explicaría comportamientos como el que observamos en uno de los teledebates que forma parte de nuestro corpus. Se trata del programa Lo que inTeresa11. Isabel San Sebastián, periodista conocida por su orientación política conservadora, le dice a un telespectador catalán, que interviene telefónicamente, que ella “ama al pueblo catalán”, en un gesto de cortesía hacia aquel. Pero, inmediatamente, el telespectador, que defendía la autodeterminación de Cataluña y la aprobación del nuevo Estatuto para esta comunidad autónoma, le responde: “Pues muérase y deje de amarnos”, porque ella, contrariamente a lo que pensaba este, interpretaba que la aprobación en el Congreso de dicho documento era una forma de romper España. Para ella, defender que Cataluña siguiera unida a España era una forma de mostrar amor hacia el pueblo catalán. Para el telespectador, era una manera más de mermar las libertades de ese mismo pueblo12. Este tipo de reacciones son comprensibles porque, a menudo, desatendiendo los factores contextuales, se ha tenido una visión excesivamente positiva de la cortesía. Los recursos que identificamos de forma casi automática como corteses han sido relacionados, no en pocas ocasiones, con el fingimiento y la hipocresía, e incluso con conductas sociales calificadas de “falsas y represivas”. De hecho, el propio Watts (2003) ha advertido que las estrategias de cortesía pueden ser, y

11. Programa de Antena 3, emitido en 2006 en horario de mañana, presentado por M.ª Teresa Campos, en el que bajo las formas de teletertulias y teledebates se trataban los más diversos temas de actualidad. En este caso nos referimos al emitido el 31/03/2006. 12. Asimismo, explicaría por qué, en un debate político, donde la descortesía es la pauta de comportamiento habitual (se trata, en términos generales, de afectar la imagen social del adversario), los halagos, catalogados habitualmente como estrategia de actividad cortés, llegan a desarrollar un efecto negativo de descortesía, pues, a menudo, se revisten de tintes irónicos, o así, al menos, lo valora el destinatario.

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han sido, asociadas al discurso hegemónico y de poder de las clases socialmente altas. Por lo tanto, no todo es acuerdo y armonía en lo que, desde lo codificado, denominamos cortesía13. Esto ha hecho que muchos autores se replanteen la forma de concebir el fenómeno de la (des)cortesía. Y lo definen en términos de continuum. Este es el caso de Kienpointner (1997), para quien la dicotomía cortesía/descortesía debe ser sustituida por una visión de “continuum”, en el que lo cortés o lo descortés sería una cuestión de grado, no de principios opuestos: Total cooperation Politeness

Overpoliteness Cooperative Rudeness

Total competition Rudeness

The continuum of politeness and rudeness (Kienpointner 1997: 258)14.

En este caso, la relación entre cortesía y descortesía se establecería en el eje “cooperación total ↔ competitividad total”. En medio de los dos polos extremos, se sitúan todos aquellos comportamientos que, dependiendo de factores sociales, culturales, situacionales, se identifican con la hipercortesía (resultado pragmático erróneo), la descortesía cooperativa (los casos de insultos rituales de Labov), la descortesía no cooperativa, motivada (la descortesía propiamente dicha, tipo insultos reales) o inmotivada (es el caso de los lapsus o las “meteduras de pata”). De acuerdo con esto, Kienpointner (1997) establece los siguientes rasgos de la (des)cortesía: 1) politeness or rudeness of utterances is a matter of degree; 2) rudeness is not simply derivable from politeness as a secondary phenomenom; 3) rudeness is a kind of prototipycally non-cooperative behavior, but it needs not always be (totally) irracional and/ or competitive behaviour; 4) likewise, politeness is a prototypically cooperative behaviour, but it needs not be always (totally) rational and there are types of less than opti-

13. “During the eighteenth century in Britain the term ‘polite’, particularly when it was connected with language use, was manipulated in a socially selective way […]. The concept of politeness was appropriated as the basis of a hegemonic discourse in which the ability to control a specific language variety was interpreted as providing access to high social status from which power could be exercised. Determining who was a member of ‘polite society’, however, was in the hands of those who had already gained access”. (Watts 2003: 40) 14. Una visión similar a la mostrada por este autor es la que podemos encontrar en Mills (2003), Locher y Watts (2005) o Kaul de Marlangeon (2005).

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mally cooperative politeness; 5) only at a highly abstract level can concepts and strategies of existing politeness theories be considered to be universal (…); the relative importance and prominence of these concepts and strategies and their impact on the actual politeness or rudeness of utterances can only be judged relative to verbal and situational contexts, languages, and cultures (1997: 258-259).

Las referencias en este autor al tema central de esta contribución son claras: la variación como concepto esencial para el estudio de la (des)cortesía. Es una constante que en los estudios sobre (des)cortesía se maneje toda una serie de conceptos en los que se refleja la necesidad de abordar esta función discursiva desde una perspectiva variacionista. Por ejemplo, el de cortesía codificada, cortesía interpretada y cortesía estratégica. La primera se vale de recursos lingüísticos más o menos convencionalizados (gracias, por favor, si me permite…, etc.). La segunda es evaluada en el devenir del discurso a partir de las reacciones de los participantes. La cortesía estratégica se da al utilizar un recurso que habitualmente se identifica con un acto estratégicamente cortés para llevar a cabo un acto ulterior, que va más allá de la simple cortesía convencional. Es decir, usamos recursos corteses para conseguir algo más que “ser corteses”. Por ejemplo, perdona es una forma que está codificada como cortés (se trata de un acto de reparación). Pero proferida con un tono más fuerte de lo normal, en una situación que se presupone tensa, estratégicamente está utilizada para señalar el desacuerdo con una situación, una actitud calificada como FTA (acto amenazante) para el otro. La cortesía estratégica es definida por Bravo (2005: 47) como: un tipo de cortesía que tiene en muchos casos un bajo nivel de convencionalización y de codificación en la lengua, aunque posee un anclaje que hace que sea reconocida por los usuarios en su contexto. Este tipo de anclaje constituye un uso cuya interpretación es habitual en contextos similares. Se utiliza cuando se pretende realizar más de un objetivo (un acto a se hace pasar por un acto b).

Si analizamos el siguiente caso lo veremos más claro: (1) H1- Nos habéis regalado el PERFUME DE ÚLTIMA HORA. H2- LA BATIDORA QUE os dieron con la cuenta de ahorros. H3- LA CENA ROMÁNTICA / que os recomendó un amigo. H4- Gracias // generosos. Pero ahora lo podéis arreglar. H5- Porque ahora Línea Directa, si contratas un seguro, te REGALA LA MITAD DE OTRO.

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Esperanza R. Alcaide H6- Llamad porque eso SÍ NOS PARECE UN REGALO. (spot de la marca Línea Directa, julio de 2007)15.

Aquí se utilizan dos recursos que, desde el ámbito de la cortesía codificada, se catalogarían como al servicio de una estrategia de cortesía: gracias es la fórmula prototípica que los hablantes utilizan para agradecer una acción o unas palabras. Ese generosos que sigue a la anterior fórmula responde a una estrategia de cortesía valorizante al estar resaltando rasgos considerados positivos en nuestra sociedad. Ambos recursos, utilizados irónicamente en este caso, dan lugar una actividad descortés basada en la estrategia que propone Culpeper (1996: 2005): “Sarcasm or mock politeness: the FTA is performed with the use of politeness strategies that are obviously insincere, and thus remain surface realisations” (1996: 356)16. Tanto la cortesía interpretada como la cortesía estratégica pueden ser extrapoladas también al ámbito de la descortesía. Se puede hablar de una descortesía interpretada cuando no hay intención clara de perjudicar con un acto de habla la imagen del otro, pero este sí lo interpreta así. De hecho, la descortesía, como veremos unos párrafos más adelante, depende en gran medida de la interpretación y valoración del interlocutor. Se puede ser estratégicamente descortés persiguiendo unos fines determinados. Por ejemplo, cuando tenemos alumnos en clase excesivamente pasivos, o que, por la hora de la clase, se encuentran apáticos, a menudo utilizamos estrategias altamente descorteses para que reaccionen. Aunque, en honor a la verdad, ese tipo de actividades necesita de un acto de reparación posterior, que lleve a una correcta interpretación de nuestro acto anterior, si no queremos caer en el peligro de ser malinterpretados. Algo así como ¡hombre,

15. Las mayúsculas se utilizan para representar cadenas discursivas dichas en tono más alto o con mayor énfasis. 16. Este spot, además, es todo él un claro ejemplo de cómo a través de estrategias descorteses se intenta atraer al público. Se trata de un caso en el que, sirviéndose de los estereotipos que circulan en torno al hombre y su relación con su pareja, intenta ridiculizarlo, por medio del sarcasmo, para atraer al público femenino. Afecta a la imagen del hombre, como ser social, ridiculizando comportamientos estereotipados y fácilmente reconocibles. De esta forma, este anuncio se situaría en la frontera entre lo que Kienpointner (1997) llama sarcastic rudeness, una de las formas de la descortesía no-cooperativa, y la descortesía cooperativa: “it is posible to make a distinction between mildly ironic utterances, which have the goal of teasing the hearer in an amusing way and thus contributing to the mutual entertainement in a conversation, and bitingly sarcastic remarks, which hide a sharp attack against the face wants of the hearer under a seemingly polite surface”. (264)

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si están vivos! En estos casos la actividad descortés funciona como un estímulo en busca de una reacción. De cualquier forma, todas las actividades (des)corteses producen en la interacción un efecto social, de carácter positivo, o efecto de cortesía17, o negativo, de descortesía, el cual depende más de la situación en la que se dé el enunciado, que de cómo esté codificado el recurso lingüístico empleado18. Es lo que ocurre en el clásico “insulto de cariño”. Y, de nuevo, nos topamos con la determinación de la situación en la interpretación de un recurso como (des)cortés. De la mano de la sociología, en concreto de Goffman (1959 [2001] y 1967), llega a los estudios lingüísticos el concepto de imagen social (face), que se define como el valor social positivo que el individuo reclama para sí mismo durante la interacción con los otros. Y en esta “imagen” es también determinante lo que los otros interpretan acerca del valor social que ese individuo ha querido mostrar en dicho intercambio. Se trata, ante todo, de una proyección del yo ante el alter, un yo virtual, que se crea (que el hablante crea) a partir de la interacción social cotidiana. Por lo tanto, la imagen social tiene carácter público e interpersonal, pues depende de cómo el hablante, en nuestro caso, desee ser visto por los demás, a través de las relaciones comunicativas que establece. Para Goffman hay dos constantes en las interacciones: el auto-respeto y la consideración. Como parte integrante de un grupo, del hablante se espera que muestre respeto hacia él mismo y, a la vez, muestre consideración hacia las demás personas con las que se interrelaciona. El mantenimiento de la imagen propia y de la de los participantes en el intercambio comunicativo, condición sine qua non de la interacción, consiste en el mantenimiento de ambas constantes (auto-respeto y consideración). En relación con este concepto, están los de imagen de afiliación e imagen de autonomía propuestos por Bravo (1999)19. En la conversación, según esta autora, 17. “Las atenuaciones constituyen actividades comunicativas tendentes a lograr disminuir el efecto social negativo de esos actos sobre la relación interpersonal y en la medida en que estas acciones hayan logrado sus objetivos hablamos de efectos de cortesía” (Bravo, 2002: 146). 18. En palabras de Bernal (2007), “hablaremos de efecto de cortesía y de efecto de descortesía como instancias no igualmente equiparables al efecto que habitualmente tengan determinados enunciados, de lo que se desprende que un enunciado que tenga un uso habitual descortés no tiene por qué ser recepcionado como tal, sino que puede interpretarse en un sentido diferente en la interacción en curso” (Bernal 2007: 22). 19. Estos conceptos ya fueron expuestos, aunque con otra terminología, por Fant (1989), quien habla de imagen inter-personal e imagen intra-personal, conceptos equivalentes a “afiliación” y “autonomía” respectivamente.

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la “autonomía” se manifiesta en todo lo que el individuo hace por diferenciarse del grupo, puesto que este desea mostrarse como alguien diferenciado del grupo (ideas propias, actitudes propias, etc.). La “afiliación”, en cambio, se manifiesta en el comportamiento a través del cual el individuo intenta identificarse con el grupo. Para analizar los contenidos de imagen, Bravo (1999, 2001) propone partir de una serie de premisas culturales o convenciones sociales en función de los valores culturales vigentes en una sociedad que serían aplicables a un grupo concreto. Por otro lado, está la imagen de rol, que desarrollan Fant y Granato (2002), Bravo (2004) o Fant (2007). El rol es un concepto de gran rentabilidad en el estudio de la (des)cortesía. Es, según Goffman (2001), una parte integrante de nuestra personalidad, de tal forma que el hecho de que un individuo represente el mismo papel en diferentes ocasiones ante una misma audiencia, hace que se desarrolle una relación social. De cualquier manera, el hablante no se puede entender como representante monoplano de un solo rol, sino que en sí mismo puede implicar uno o más papeles de contenidos variables (re)presentados por el actuante ante la misma o diferente audiencia de manera habitual. Por ejemplo, el rol de madre, el de profesora, el de amiga, etc. Todos ellos vienen definidos social, cultural y situacionalmente. Veamos un ejemplo de salvaguarda de imagen de rol. Vamos a utilizar de nuevo la intervención de una popular conductora de programas tipo magazine en las distintas cadenas españolas. Se trata de M.ª Teresa Campos20. Esta ejerce de moderadora, pero en el nuevo estilo de moderación de los teledebates. Es decir, el moderador no se limita a repartir equitativamente los turnos de palabra, proponer tema, controlar el tiempo de exposición y reestablecer el orden si este se pierde, sino que además puede opinar sobre el tema, con el valor añadido de que, al ser moderador, el resto de los participantes va a respetar su turno, muchas veces usurpado a otros intervinientes, pues estos le reconocen su rol superior, y casi se dejan avasallar por ella. Esta periodista en cuestión, además, se permite imponerse agresivamente y atacar tanto a intervinientes en el debate como a telespectadores que participan a

20. En esta ocasión hemos escogido un debate sobre el caso Malaya, que en esa fecha estaba en sus inicios (31/03/06) y sobre la aprobación en el Congreso de los Diputados del nuevo Estatuto para Cataluña.

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través del teléfono. Nadie se libra de sus mofas, de sus imposiciones, y, es más, de sus opiniones, que arroja como verdades absolutas que ha de respetar el resto. Pero cuando ve que su imagen de rol, de moderadora, se está viendo amenazada, porque los demás participantes, al observar que su comportamiento es como el de uno más, pierden “el norte discursivo”, reivindica su papel, a través de enunciados en los que hace valer su función. Incluso llega a ejercer una estrategia de descortesía a través del reproche, del que es ejemplo la siguiente intervención: (2) Bueno yooo… sí que veo que como moderadora no me respetáis, porque este tema no e… Era para después. Estábamos con el tema de Marbella y [sic] Isabel, que viene con su teemaaa, esto de Marbella parece que no le interesa muuucho, y que quiere se… y que le interesa solo lo de (ininteligible). A nosotros nos interesa todo, toodo (Lo que inTERESA, A3, 31/03/06).

La moderadora apela a su papel, porque ha visto amenazada su imagen de rol. Y para defenderlo realiza una estrategia de contraataque asociando a los intervinientes a una actividad negativa (la del no respeto a los papeles sociales adjudicados) y luego dirige su comentario directamente a la participante a quien “otorga” toda la responsabilidad de ese acto de “no respeto”, oponiéndola a todos los demás: “A nosotros nos interesa todo, toodo”. Junto a estos aspectos que pertenecen a lo que Bravo llama la imagen individual, se encuentra el concepto de imagen de grupo: la imagen del individuo como miembro o perteneciente a un grupo concreto: grupos profesionales, sociales (jóvenes, mujeres, etc.), familiares, etc. La imagen de grupo llega a ser tan importante que ya Goffman propugnaba que un miembro de un grupo debe evitar destruir la imagen de los otros miembros en prevención de la ruptura de relaciones dentro de dicho grupo. Asimismo, la conciencia de una imagen de grupo común hace que una actuación inadecuada de cualquiera de sus miembros ante personas pertenecientes a otro grupo resulte molesta a los otros miembros21.

21. Los hablantes llevan a cabo para dejar constancia de su pertenencia o no a grupos las llamadas actividades de imagen (face work). Son las acciones que la persona ejecuta para hacer corresponder su conducta con su imagen propia. Estas sirven para contrarrestar “incidentes” o eventos que pueden implicar una amenaza a la imagen y se conforman en prácticas habituales y estandarizadas, dentro de los grupos sociales. De esta forma, cada grupo social posee una serie de prácticas o habilidades sociales: técnicas de evasión, medidas defensivas, medidas protectoras, técnicas de corrección, de las cuales, obviamente, no nos podemos ocupar en este momento. Entre estas actividades de imagen se encuentran las actividades de (des)cortesía.

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4. Variación y tipos de variación en el estudio de la (des)cortesía Hemos de hacer nuestras las palabras de M. Bernal (2007: 14) cuando dice: no hay palabras o enunciados que sean inherentemente corteses o descorteses, ya que de ser así habrían de serlo en cualquier situación, y la prueba de ello es que incluso las fórmulas rutinarias de cortesía, fuertemente convencionalizadas, pueden tener una lectura de signo contrario22.

Este hecho hizo que nos planteáramos la tarea de defender aquí claramente un estudio variacionista para el análisis de las estrategias y recursos de (des)cortesía, pues de otro modo todo el esfuerzo que se está invirtiendo a nivel mundial en el estudio de esta categoría discursiva, se quedaría solo en un conjunto de estudios asistemáticos centrados individualmente en unos corpus concretos, a la par que aislados. Esta propuesta no es nueva en los estudios sobre (des)cortesía. Han sido numerosas las voces que, en los últimos tiempos, se han alzado precisamente abogando por la necesidad de ampliar los aspectos implicados en la expresión lingüística del fenómeno de la (des)cortesía. Por ejemplo, Blum-Kulka (2002) y Mills (2003) nos expresan la necesidad de atender hechos como la percepción que el interlocutor tiene de la situación comunicativa, lo cual ayuda al análisis de las implicaciones de los enunciados en las actividades de (des)cortesía. Placencia y Bravo (2002) hacen hincapié en la necesidad de incluir, entre los factores que determinan la valoración de un acto de habla como cortés o no, la selección temática en la conversación. Asimismo, son muchos los estudios donde, más o menos explícitamente, se pone de manifiesto esta necesidad de estudiar la (des)cortesía desde la variación. El simple hecho de que se estudie siempre en corpus cerrados, pertenecientes a grupos homogéneos de hablantes o de textos, nos habla de que existen normas de (des)cortesía tácitamente establecidas para cada uno de estos grupos y tipos discursivos. Por ejemplo, los estudios de las distintas modalidades de español de América en contraste con el español peninsular, no hacen sino hablarnos de la cortesía en relación con diferencias culturales y dialectales; los estudios que se

22. De ello han dado buena cuenta innumerables autores: Fraser (1990), Kienpointner (1997), Bravo (1996, 1999, 2002, 2003, 2004, 2005), Placencia y Bravo (2002), Spencer-Oatey (2002, 2003), etc.

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centran en grupos como amigos o familiares, o adolescentes masculinos, etc., nos hablan de la relación de este fenómeno con la variable social (generación, estrato social, etc.)23; y los estudios dedicados a determinado tipo de textos y discursos, como el político, los mediáticos, los “tangos”, la conversación, el español coloquial, etc., hacen clara referencia a la relación de la (des)cortesía y la variable diafásica. Nos estamos enfrentando a un fenómeno ligado íntimamente al contexto de usos de los recursos lingüísticos y a las condiciones socioculturales subyacentes en él. La principal herramienta de análisis para poder llegar a aislar los comportamientos tanto corteses como descorteses será observar la repercusión que determinados usos lingüísticos tengan en la relación interpersonal a través del “efecto social” de cortesía-descortesía y lo relacionado con las actividades de imagen en general. Veamos una serie de ejemplos que pueden ayudarnos a entender nuestra hipótesis de los condicionamientos de las variables diafásicas y diastráticas: (3) H1.- Abuela, H2.- Hija, H3.- Nieta H1 se dirige a H3, al enterarse a través de H2 de que H3 no ha asistido esa tarde a clase de Inglés, y le pregunta las causas. Hay que advertir que el tema es objeto de discusión habitual entre madre (H2) e hija (H3). H1 (se dirige a H3).- Oye, me ha dicho mamá que hoy no has ido a Inglés. ¿Por qué? H2.- Porque no le ha da(d)o la gana. H3.- Por eso. Porque no me ha da(d)o la gana. H2.- Oye, a la abuela no le contestes así. H3.- Pero… si lo has dicho túuu.

Centrémonos en la expresión no me ha dado la gana. Según el Diccionario de uso de M.ª Moliner, darle a alguien la gana de algo es “vulgar, rudo o usado con enfado” y significa querer. Asimismo, apunta a un uso negativo. ¿Por qué la madre de H3 recrimina a su hija el uso de esta expresión dirigida a la abuela (H1), cuando, como responde H3, ya antes la había utilizado dirigida a la misma persona? El quid de la cuestión está en la consideración de la propia H2 hacia el acto

23. Zimmerman (1998) habla de la identidad o rol como factores de la interacción que pueden confluir en una situación y entre ellos refiere la edad, sexo, rasgos culturales, características de los interactuantes (amigos, compañeros, extraños, etc.).

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de habla que realiza ella y el que realiza H324. Y, cómo no, en el estatus social y, sobre todo, generacional de cada uno de los participantes. La pregunta que realiza H1, tiene como alocutario y destinatario H3. Es a ella a quien las marcas lingüísticas señalan como tal. La respuesta que da H2, es, en realidad, una intromisión en una situación comunicativa, a la que en ese momento es, en cierta medida, ajena, y, por ello, más que la respuesta a una pregunta, es considerada como un comentario de alguien, que en ese momento es sólo auditorio, a la conducta de otra persona. En cambio, la respuesta de H3 sí es en sí misma la intervención reactiva de ese par adyacente, cuya intervención iniciativa es la pregunta misma. Es, por tanto, un acto de habla directo. Esa construcción léxica (no darle a uno la gana de hacer algo) se da en registros informales, muy familiares, y en la modalidad coloquial. Viéndolo así, no debe haber ningún inconveniente en que se utilice en esta situación, dado que ya las relaciones entre abuelos, hijos y nietos en España hoy son más laxas que en otros tiempos. Pero debemos señalar que los contextos de uso de esta expresión no son generales, ni tan siquiera en situaciones como las señaladas aquí. Su uso depende del acto de habla que decidamos ejecutar. Y si bien es apta para describir comportamientos ajenos en conversaciones informales y familiares, no lo es tanto para describir los propios, y mucho menos para realizar un acto de respuesta a una pregunta. Es decir, desde el punto de vista de la función de (des)cortesía, el uso de esta expresión para responder es valorada como altamente descortés, incluso en situaciones de familiaridad. La explicación puede estar en el propio significado de la expresión: según el DRAE, “en lenguaje poco culto, querer hacer una cosa” (s.v. gana). Es decir, es la expresión de la voluntad de alguien. Si describimos el comportamiento de otro, solo estamos describiendo. Pero si el sujeto de la voluntad es uno mismo, el hablante, en cierta manera impone un deseo de actuar en uno u otro sentido según las circunstancias. Por lo tanto, es, en cierta forma, una manera de imponerse, y en una respuesta a bocajarro, directa, como es el “porque no me ha da(d)o la gana” que analizamos aquí, es ruda e impositiva, porque se utiliza al mismo tiempo como mecanismo de cierre (se trata de zanjar la cuestión). De hecho, ante respuestas como estas la reacción del interlocutor es, en el mejor de los casos, el

24. Son las mismas palabras básicamente, pero no los mismos enunciados. Cambian los puntos de vista, los locutores, las intenciones, y los objetivos.

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silencio25. No olvidemos que una forma de demostrar que la imagen ha quedado afectada es “dejarle sin palabras”. Por ello H2, al valorar la respuesta como descortés, y, por tanto, como una amenaza a la imagen de H1 por parte de H3, realiza un acto reparador: la recriminación a H3 por una respuesta tan poco apropiada a las circunstancias. Pero, en relación a todo esto, hemos de advertir que la propia H3, antes de lanzar la respuesta, ha llevado a cabo un acto atenuativo, señalando la respuesta de H2 como válida: por eso. Porque no me ha da(d)o la gana. De algún modo, evita adjudicarse toda la responsabilidad de la respuesta, haciéndose partícipe de lo dicho anteriormente. Pero no ha calibrado suficientemente que su acto de habla no es el mismo. Nos merece especial atención también la recriminación de H2 hacia H3 por la respuesta. Nos podemos preguntar ¿por qué ese acto reparador de una tercera persona en la situación comunicativa? Y es aquí donde entra el factor generacional en juego. Antes dijimos que al igual que en el terreno de la cortesía se buscaba el equilibrio social de los participantes en el acto comunicativo, en la descortesía también se produce un cierto equilibrio, aunque esta vez basado en la afectación de la imagen. Es decir, cuando alguien, por medio de actividades de descortesía, afecta la imagen social del otro, ese alguien no queda impune, sino que su imagen queda igualmente afectada, en sentido positivo o negativo. Con la respuesta de H3, la imagen de H1 ha quedado afectada, y eso se manifiesta en el silencio de esta, que no puede reaccionar ante la contundencia de la intervención. Al mismo tiempo, la imagen de H3 también se ve socialmente afectada: se presenta como una persona ruda, excesivamente directa, e impositiva, poco apropiada lingüísticamente. De ello se da cuenta H2, madre de H3, que ve cómo en esa respuesta se ve comprometida su imagen de rol, su imagen de buena madre que, en este caso, no ha sabido educar a su hija para que se comporte de forma adecuada lingüísticamente. Es esto lo que realmente mueve a H2 a realizar esta reprobación. H2 apela al estatus de abuela de H1, un grado que va a regular el uso verbal: a pesar de los mayores niveles de tolerancia lingüística que existen hoy entre padres, hijos y abuelos en relación con tiempos pasados, aún existen las llamadas barreras generacionales.

25. Probablemente, la respuesta verbal a este acto daría lugar a una confrontación e, incluso, a una ruptura de relaciones.

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De ahí que los usos lingüísticos que hoy son permitidos, por razones de cercanía, solidaridad, afiliación, entre padres e hijos en contextos no conflictivos26, aún no son permitidos entre estratos entre los que la distancia social, que no afectiva, es mayor. Por lo tanto, es la madre, en su rol, quien ha de ser la que repare, porque es o ha sido su responsabilidad enseñar contextos y situaciones de uso adecuados para los distintos recursos lingüísticos. Lo que para algunos estratos es un recurso que se encamina a la afiliación, en otros se torna en un recurso de carácter absolutamente descortés. Otro caso que nos puede servir de ejemplo de cómo las variables de tenor interpersonal influyen en el la percepción de los recursos lingüísticos como corteses o descorteses, es el siguiente: (4) H1 (mujer) y H2 (hombre) son compañeros de trabajo con igual rango jerárquico. El intercambio se produce ante otro grupo de compañeras, de estrato jerárquico laboral más bajo, con los que H1 tiene un trato más habitual y cercano que H2. H1 se acaba de enterar por otros compañeros de la inminencia de una situación laboral nueva para H2, que ella desea para sí misma. Lo cual le provoca eso que llamamos “envidia sana”. H1.- ¡Joder! Conque te han concedido lo del sabático. Y yo sin enterarme de que lo habías pedido. ¡Qué guarro! ¡Qué mamón! Y yo sin saberlo. ¿¡Y te vas a ir por ahí y me dejas aquí con to(d)a esta gente!? ¡Qué mamón! H2.- (Sin dejar de sonreír, aunque de forma un tanto forzada) Pos sí. H1.- ¡Qué mierdorro, tío! H2.- (En tono más bajo, y al oído de H1) Oye, córtate un poco. ¿No te importa que esta gente pueda pensaaar…? No sé. Es que no me siento cómodo diciéndome estas cosas delante de ellas. ¿Tú sí? H1.- Son de confianza, hombre. Pero bueno… Perdona. Ya no lo hago más.

H2 teme, al no tener ese valor de [+cercanía] con el grupo auditorio, que su imagen social y de rol (estatus laboral más alto) queden afectadas ante la posibilidad de que este esté valorando esa “sarta” de palabras que, normativamente, están codificadas como insultos, actos amenazantes por excelencia. H1 está utilizando este recurso como una estrategia de cortesía al estar realizando una actividad de

26. Otro valor muy distinto tendría esa respuesta en una situación de conflicto extremo, como una discusión. Entre padres e hijos adolescentes suelen usarse, como recursos de afiliación en contextos no polémicos ni conflictivos, palabras malsonantes y apelativos calificados como insultantes desde la lógica de la norma adulta. Estas mismas serían ofensivas y amenazantes en contextos de conflicto con las mismas personas.

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imagen de afiliación al grupo, intentando neutralizar las fronteras jerárquicas en esa situación comunicativa. Ambos, H1 y H2, están manejando variables distintas a la hora de interpretar, de valorar, como cortés o descortés, la actividad realizada por H1. Por otro lado, el hecho de que el auditorio pertenezca a un estrato jerárquico laboral inferior, también determina la percepción negativa de H2. Por lo tanto, ya no se trata solo de la percepción que tiene el “insultado” acerca de la intencionalidad del hablante, sino de la percepción que tiene aquel sobre la percepción que de esos actos tengan otros, y que pueden poner en peligro su imagen de rol, e, incluso, su imagen de jerarquía, según terminología de Fant (2007). En este ejemplo, se ha producido un “fracaso pragmático” [pragmatic failure, en terminología de Thomas (1983)], pero no por desconocimiento de las normas y códigos sociales, sino por la ausencia de un contexto completamente compartido entre los interlocutores. Se están manejando contextos divergentes (el de los compañeros de escala más baja en H2, y el de amigos y colegas en H1), y eso hace que los recursos para mostrar afiliación que utiliza H1 parezcan inadecuados a H2. Para H2 se está produciendo una “descortesía inmotivada” [inmotivated rudeness de Kasper (1990) y Kienpointner (1997)]. Por lo tanto, como vemos, las claves contextuales de esta interacción (relación vivencial de proximidad o no) son fundamentales para catalogar estos actos como descorteses o no. La lectura que el destinatario hace en este caso de lo que realmente son insultos lúdicos o retóricos determina en qué términos va a seguir desarrollándose la interacción. De hecho, aquí derivó hacia unos usos lingüísticos menos marcados que, a juicio de nuestro H2, eran más adecuados a la situación, y le hacían sentir más cómodo. Otro ejemplo es el siguiente anuncio de la campaña de verano de 2007 del producto PepsiMax: (5) Los compañeros de Comunicación del Juampi le dedicamos esto. Mira, Juampi, tu corto titulado El Silencio nos parece una ñapa. Además, estamos un poco hartos de que vayas de visionario del cine. Que estamos en primero, tío. ¿No te das cuenta de que todo el mundo se descojona de ti? Déjate ya de ir por la calle así, mirándolo todo como si fueras un director. Y vuelve con nosotros al fútbol siete. ¿Tas entera(d)o, (mijo)? Como vosotros, quizás no nos creamos los más listos. Quizás no nos haga falta. Pepsi Max. Máximo sabor sin azúcar.

La estructura “estar un poco + adjetivo”, utilizada en una situación de normalidad, es decir, donde la cortesía es la norma, la búsqueda del equilibrio entre los

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interlocutores es el objetivo primordial de las intervenciones de ambos dispositivos comunicativos, para atenuar nuestras opiniones o contribuciones con el objetivo de no imponernos. Por ejemplo: (6) A- ¿Vienes al cine? B- Estoy un poco cansada / Estoy cansada.

Las respuestas de B son, en ambos casos, un rechazo a una invitación; es, por tanto, una respuesta no deseable para el acto ilocutivo de invitación que se ha llevado a cabo. Pero, mientras la primera respuesta de B deja abierta la posibilidad de una reformulación de la respuesta, en el sentido de que permite la reparación de la posible amenaza a la imagen de A al ser rechazada su propuesta, la segunda, al ser tajante, elimina dicha posibilidad de reparación en caso de conflicto extremo. En la primera se produce la atenuación semántico-pragmática del elemento “harto”, mediante la modificación morfológica externa de “un poco”. Frente a esto, el ejemplo del spot presenta una situación diametralmente distinta. Se trata de una situación de conflicto. Lo que se está realizando es una reprensión en toda regla, un acto de reproche y sanción a las actitudes del protagonista de este anuncio, “el Juampi”. En esta situación, que tiene como fin último dañar, si no destruir, la imagen del protagonista, es extraño que se empleen recursos que se encaminen a reparar la imagen del otro, como son los atenuativos. Es más, es esa extrañeza que produce en el receptor, y en los restantes destinatarios (casi auditorios de este discurso), ese choque entre el valor codificado de ese elemento y la situación de conflicto abierta, lo que hace que se invierta el valor contextual de este elemento, y se potencie una fuerza ilocutiva mayor del resto de la secuencia, a favor de la sanción agresiva, y no de la reparación de las imposiciones. Véase, si no, el contraste que ofrece esta secuencia frente a otra posible sin elementos atenuativos: (7) Además, estamos hartos de que vayas de visionario del cine. El “estar hartos” se diluye entre los restantes recursos de imposición, a pesar de su aparente mayor agresividad en este sentido. Es el contraste, el extrañamiento de la utililización de una fórmula ligada generalmente a una situación de equilibrio, lo que le dota de ese valor intensificador en estas situaciones polémicas. Además, el hecho de que en un tipo de habla caracterizado por lo directo de sus

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manifestaciones, sobre todo en su registro más coloquial, como es este caso, hace que se perciba la atenuante como una fórmula de intensificación. Otro ejemplo es el que presenta el siguiente spot publicitario: (8) H1- Nosotras no intentamos aparcar en el hueco de una bici. H2- Nosotras no recorremos media calle marcha atrás. H3- ¡CONDUCIMOS MEJOR QUE ELLOS! Y lo vamos a probar. H4- Si eres mujer, tienes que llamar. H5- Porque ahora Línea Directa asegura por 199 euros a los buenos conductores. H6- ¡NOSOTRAS! H7- Cuantas más llamemos, MÁS CLARITO les va a quedar. (Línea Directa, julio de 2007) Dos son los valores que se le han adjudicado tradicionalmente al diminutivo: por un lado, su valor cuantitativo en referencia a la disminución de tamaño; por otro lado, su valor afectivo-emotivo, que implica connotaciones de afecto, cariño, etc27. Desde una perspectiva pragmática, se reconocen los siguientes valores del diminutivo: -cuantificación: minoración-empequeñecimiento objetivo. -modalidad-argumentación: destacar un objeto, realce informativo, afectivo o atenuativo. En este último sentido, podríamos tener una atenuación cortés o una atenuación argumentativa, con valores de inversor argumentativo, apelativo, eufemístico, sobrerrealizante o irónico28. En Fuentes-Alcaide (2004: 1080) se señala que el diminutivo, en algunas ocasiones, “aumenta la fuerza argumentativa del sustantivo. Sería un sobrerrealizante, tal como señalan J. Portolés (1998) y M.M. Negroni (1995)”, de tal forma que, en estas situaciones este potencia la dimensión argumentativa del elemento afectado (modificado) por este morfema. En nuestro ejemplo, con el diminutivo, que apa-

27. Incluso A. Alonso (1967: 164-5) reconoció en el diminutivo un valor cortés, no impositivo, en los diminutivos utilizados en enunciados de claro valor imperativo: vaya despacito. De todas formas, la mayoría de los autores que se han ocupado de este elemento establece el valor de familiaridad como el principal. 28. Cfr. Fuentes-Alcaide (2004: 1077).

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renta atenuar, se ha conseguido realizar una intensificación. Y esto se ha producido precisamente por encontrarnos en una situación de conflicto abierto, en la que no es en absoluto esperable una estrategia atenuativa. De nuevo, el tenor interpersonal condiciona el valor estratégico de un recurso, diseñado, al parecer, para llevar a cabo una acción contraria a la que realmente se realiza29. Otro elemento que coadyuva aquí para invertir el valor atenuativo en intensificador es el recurso fónico de intensidad o tono, que como afirma A. Briz (1998), puede “convertir otros formalmente atenuados, corteses, en empleos intensificados, en apariencia descorteses” (144). Esto es lo que puede llegar a explicar los valores que estos elementos atenuativos han tenido en los ejemplos analizados.

5. Hacia una nueva visión de la (des)cortesía Todo lo dicho nos ha llevado a replantearnos una serie de aspectos en relación con la (des)cortesía. Por ejemplo, ¿en qué consiste la hipercortesía (supercortesía, overpoliteness, etc.)? La hipercortesía, tal y como se ha tratado hasta ahora, se definía como un exceso de cortesía. De hecho, Kerbrat-Orecchioni (2004) la define como: “presencia de un marcador excesivo en relación a las expectativas normativas vigentes” (49). Luego, en el vector desarrollado por Kienpointner (1997) se situaría, a nuestro modo de ver, a la izquierda incluso del concepto de cortesía, no en un lugar intermedio entre la cortesía y la descortesía, puesto que el hablante que se muestra hipercortés busca una cooperación excesiva, tomando uno de los ejes vertebradores del continuum de Kienpointner, que en realidad puede volverse en su contra. Es un “ir más allá” de la cortesía, es manifestarse “más que cortés”, “cortés en exceso”. Por lo tanto, esa imagen de la cortesía y la descortesía como los dos polos de un continuo se nos desfigura, porque habría un paso más hacia la izquierda de la misma en la que estaría enclavada la hipercortesía. Pero aún hay más datos que nos hacen replantearnos esta visión. En muchas ocasiones, sobre todo, si la hipercortesía es “estratégica” y, además, se da en una situación de [+ distanciamiento, - familiaridad] (pensamos ahora en el típico

29. El valor intensificador del diminutivo también ha sido señalado por M. Albelda (2007: 54), aunque no señala su valor descortés.

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dependiente de una tienda o de un concesionario de coches que se muestra en extremo cortés, e incluso servil; que en su afán de ayuda, se incluye como persona del discurso en una conversación ajena, etc.), esta llega a rozar los efectos de los mecanismos de descortesía, pues nos encontramos en una situación en la que no nos está permitido enfrentarnos frontalmente con el hablante hipercortés, sin caer nosotros mismos en la descortesía (es decir, no nos podemos defender fácilmente de este fenómeno)30. Nos preguntamos cómo un fenómeno que está en el extremo opuesto puede llegar a tener contacto con el otro extremo. Esto es fácilmente entendible si consideramos este fenómeno como un continuo verdaderamente “no interrumpido”, en el que no podemos distinguir los polos extremos porque están íntimamente relacionados, hasta tal punto que, como en la filosofía oriental, los opuestos pueden llegar a tocarse. Por todo ello, debemos plantearnos una nueva consideración de la (des)cortesía: Cortesía

Antiortesía

Acortesía

Hipercortesía

Desortesía

Desde este punto de vista, cualquier acto de habla, cualquier enunciado, puede ser situado en un punto de este proceso a mayor o menor distancia de la cortesía o descortesía, teniendo en cuenta la codificación, la intencionalidad del hablante

30. El problema de la “hipercortesía” es que siempre se ha visto como un fallo pragmático debido a la falta de adaptación de hablantes de una lengua a otra, o hablantes de una misma lengua pero pertenecientes a distintas culturas (cfr. Kienpointner, 1997: 257). No se ha contemplado desde el punto de vista estratégico: “hacer la pelota”, por ejemplo. De cualquier forma, aun en el caso de que se tome como un comportamiento involuntario, se nos hace difícil situarlo en un lugar en el que se baja el grado de cooperación discursiva y se tiende a la competitividad.

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y la interpretación del oyente. En ese posicionamiento, intervendrán como factores determinantes variables como la distancia/cercanía social de los interlocutores, variables culturales, generacionales, etc. De tal forma que un mismo recurso lingüístico puede ser utilizado/interpretado como cortés o descortés dependiendo de todos estos factores. Pero podemos decir más. La hipercortesía y la anticortesía no son, a nuestro juicio, fenómenos al mismo nivel que la cortesía o la descortesía. Lo que se ha dado en llamar hipercortesía y anticortesía no es más que el uso de recursos lingüísticos que, desde el punto de vista de la cortesía codificada, se están utilizando estratégicamente para realizar actividades de cortesía o de descortesía. Es decir, son formas de utilizar recursos que se han catalogado desde el punto de vista del código. Realmente, desde nuestra perspectiva, la (des)cortesía se nos antoja como un plano cuyos puntos cardinales contrapuestos son la cortesía y la descortesía. Dependiendo de la situación en la que nos encontremos, nuestra aguja apuntará a usos que, bien por nuestra intencionalidad, bien por la interpretación, o bien por ambas cosas a la vez, apuntarán hacia un punto u otro, acercándonos a uno u otro. Por ejemplo, habrá situaciones en las que por la relación de proximidad entre los interactuantes, por el rol que desempeñan, etc., lo que denominamos hipercortesía se acerque a lo que entendemos como cortesía, búsqueda de la armonía y equilibrio. Pero en otras ocasiones, en las que los factores situacionales no son los mismos, esto se convertirá en una actividad que estará más cerca de la descortesía, porque realmente estamos “molestando”, “afectando” la imagen del otro, que realmente puede no llegar a sentirse cómodo en la interactuación (el dependiente extremadamente solícito).

6. Conclusiones Una vez más podemos demostrar que, en la valoración de determinados recursos como corteses o descorteses, son la variable social y la diafásica (estilística) las que en realidad se imponen, dando lugar a interpretaciones corteses o descorteses de los recursos lingüísticos utilizados. Por lo tanto, se reafirma la necesidad de una perspectiva variacionista en el estudio de la (des)cortesía verbal, no solo basada en lo etnográfico o cultural, sino, dentro de la misma cultura, en las variables sociales, geográficas y contextuales-situacionales, en interrelación, al igual que en cualquier otro aspecto del uso de las lenguas.

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La situación comunicativa concreta en un determinado contexto sociocultural es la que va a definir como corteses o descorteses, y también anticorteses, los recursos lingüísticos utilizados como estrategias de (des)cortesía. En este sentido, la utilización de materiales de apoyo como son los tests de hábitos sociales, se ha manifestado de gran rentabilidad para la investigación del uso del lenguaje en relación con, por ejemplo, el contexto sociocultural de los usuarios. Lo que en estos momentos se nos impone es la sistematización de los resultados de todos esos estudios que se están haciendo teniendo en cuenta implícitamente todas las variables sociales, culturales, contextuales y dialectales, para no quedarnos en un cúmulo de estudios y análisis atomistas o encerrados en las cárceles de los corpus.

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LA VARIACIÓN EN LA MODALIDAD. EL CASO DE POR FAVOR1 M. ESTER BRENES PEÑA Universidad de Sevilla

1. Introducción Como señala A. Narbona (1995: 34), “de la extraordinaria amplitud de la noción de variación lingüística da idea el que figura como título en publicaciones muy diferentes y con objetivos muy distintos, desde verdaderos tratados generales de sociolingüística (Pisani 1987), hasta breves estudios monográficos sobre lenguajes”. Dentro del extenso abanico de posibilidades que nos brinda este concepto, siguen existiendo actualmente determinadas lagunas explicativas, ámbitos que no han recibido la atención necesaria por parte de los expertos en la materia. El objetivo de la presente investigación se identifica, precisamente, con el análisis de uno de ellos: el estudio de la variación lingüística en el nivel modal2. Tomando como base la metodología de la lingüística pragmática, tal como queda expuesta en Fuentes (2000), analizaremos, concretamente, cómo una misma unidad, la expresión por favor, puede ser utilizada en español actual como vehículo para la manifestación de dos modalidades distintas.

1. Esta investigación se inserta dentro del Proyecto de Excelencia “La violencia verbal y sus consecuencias sociales”, financiado por la Junta de Andalucía (2005-2008). 2. Con el término “modalidad” o “nivel modal” hacemos referencia a la manifestación, a través de determinados medios lingüísticos, de la actitud del hablante ante el contenido o dictum de su propio mensaje. En el enunciado se contiene, por tanto, no sólo el contenido proposicional, sino también la modalidad o modus, así como la enunciación o acto de emitir ese mensaje: Es evidente que en esa relación hablante-oyente para intercambiar un mensaje hay dos participaciones del sujeto hablante: una, la de ser consciente de su creación de un acto de lenguaje, de su actuación como tal sujeto hablante: “el hablante comunica X”. Ese primer nivel o enunciación es previo y normalmente está implícito en todo acto de habla. Y es un segundo paso, pues el hablante muestra su actitud ante lo que comunica: “el emisor juzga, piensa, desea, siente...Es decir, es donde aparece la modalidad (Fuentes 1987: 156).

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El material empírico utilizado está constituido por los textos orales y escritos incluidos en el Corpus de referencia del español actual3 como representativos del periodo cronológico comprendido entre los años 1990-2000. La selección de ambos registros se debe a que en un primer momento pensamos que el funcionamiento de la expresión por favor podría presentar diferencias significativas en relación con su utilización oral o escrita. No obstante, el análisis del corpus nos mostró que esta diferencia no era relevante ni operativa, por lo que no la hemos tenido en cuenta en la redacción de este trabajo. 2. Estado metodológico de la cuestión Desde una perspectiva morfosintáctica, la expresión por favor puede funcionar en el discurso o bien como un sintagma preposicional que desempeña una función oracional (os lo pido por favor), o bien como una expresión que, formando un grupo entonativo propio, se vincula, más bien, al ámbito extraoracional (por favor, dejadme pasear con mi niña)4: (1) por favor, dejadme pasear por mi con mi niña por la calle tranquila, no me persigáis ni nada. Os lo pido por favor, sólo pido ese favor, ¿vale? Y dale. Por favor os lo pido, dejarme ¡Carlos! Pasear tranquila con mi hija. (CREA, Qué me dices, 19/10/96, Tele 5).

Nuestro análisis se centrará en la segunda de las opciones señaladas, aquellas en las que por favor se caracteriza por aparecer entre pausas, por lo que posee un contorno entonativo propio, por no ejercer ninguna función en el nivel oracional, por no tener capacidad de flexión, como consecuencia del proceso de gramaticalización5 que ha sufrido, por no poderse combinar con determinantes ni cuantificadores y por no admitir la negación. Desde un punto de vista funcional, las escasas investigaciones que se han dedicado a su estudio (Martín Zorraquino/Portolés 1999, Bernal 2006), así como la mayoría de los diccionarios actuales (Diccionario de la Real Academia Española, Diccio-

3. Este material puede consultarse en la página web de la Real Academia Española: www.rae.es 4. Podemos distinguir algunos ejemplos en los que este signo funciona como marcador, de otros en los que mantiene sus características de sintagma preposicional: (435) a. Pídeselo por favor b. Pídeselo, por favor (Martín Zorraquino/Portolés 1999: 4189). 5. Obsérvese cómo la cuantificación sí sería posible en aquellos casos en los que por favor actúa como sustantivo: Sólo voy a pedirte dos favores.

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nario de uso del español, Diccionario de español actual, Diccionario de partículas, etc.)6, han coincidido en identificar a esta expresión como un marcador discursivo que mitiga la fuerza ilocutiva de un enunciado directivo y, de una manera secundaria, como una locución interjectiva que denota protesta o rechazo7. Así, por ejemplo, en el estudio de Martín Zorraquino/Portolés (1999), por favor se incluye en el subtipo de los marcadores del discurso denominado como enfocadores de la alteridad: elementos, a veces próximos a las interjecciones e imperativos, que señalan el enfoque o la posición amigable o distanciada que el hablante va adoptando con respecto al interlocutor. Esta categoría, que abarca un número bastante elevado de unidades, se concreta, a su vez, en dos subgrupos, según la orientación que posean estos elementos hacia alguna de las dos dimensiones diferenciadas por Brown/Levinson (1987) en el fenómeno de la cortesía verbal8. En este sentido, por favor se encontraría, junto con perdón y permiso, entre aquellos marcadores de alteridad que expresan cortesía negativa, en el sentido de que denotan una actitud de respeto hacia la libertad de acción del interlocutor. Otras unidades, en cambio, como pueden ser hombre o bueno, manifestarían cortesía positiva, potenciando el acercamiento o la afiliación existente entre los interlocutores.

6. La definición de esta unidad que recoge el Diccionario de la Real Academia Española (2001: 1044) se limita a enumerar estas dos funciones: 1. exp. U. para formular una petición. 2. loc. interj. U. para expresar protesta. 7. En este sentido, por favor posee una notable similitud con la expresión por Dios. Según M.ª Moliner (1990: 1004), por Dios se identifica tanto con una “expresión con la que se acompaña a una súplica” como con una “exclamación de protesta o de oposición a algo que otro dice o hace: ¡Por Dios, mujer, no lo tomes así!”. Este doble valor modal ha sido señalado también por Fuentes/Alcaide (1996: 312). A su juicio, dicha interjección “conformada por elementos que, funcionando generalmente en el discurso con otros valores han pasado, tras un proceso de desemantización a funcionar como una sola unidad con contenido exclusivamente modal”, porta un contenido modal expresivo y, al mismo tiempo, apelativo, sin que sea posible discernir cuál de los dos valores prima realmente sobre el otro. 8. Estas dimensiones se basan en las dos vertientes que, según esta teoría, posee la imagen social. El estudio de Brown/Levinson, la teoría más influyente en el ámbito de las investigaciones sobre la (des)cortesía verbal, define la imagen social, tomando como base los estudios de Goffman (1967), como “something that is emotionally invested, and that can be lost, maintained, or enhanced, and must be constantly attended to in interaction”. (1987: 61) La imagen social, la autoimagen que la persona desea presentar ante los otros en la interacción, se compone “of two specific kinds of desire (‘face-wants’) attributed by interactants to one another: the desire to be unimpeded in one’s actions (negative face), and the desire (in some respects) to be approved of (positive face)” (Brown/Levinson 1987: 13).

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El otro aspecto en el que convergen todas estas investigaciones consiste en la identificación de los rasgos entonativos o suprasegmentales como el principal elemento desambiguador de ambas funciones. En su uso como mitigador de la modalidad yusiva, por favor posee una entonación aseverativa que contrasta con la pronunciación más enfática y marcada propia de su funcionamiento como interjección. Es decir, cuando esta fórmula expresa protesta o rechazo suele poseer un tonema final descendente acompañado de la pronunciación fuerte del primer elemento (por). Este patrón entonativo, por tanto, identificado en el estudio de Martín Zorraquino/Portolés (1999: 4190) como “tono de desagrado”9, caracteriza su uso como interjección e imposibilita la confusión de las dos funciones señaladas. Aunque no negamos la relevancia de las afirmaciones reseñadas, lo cierto es que el análisis del corpus seleccionado ha revelado que el comportamiento de esta unidad es mucho más complejo de lo que se ha venido señalando hasta el momento. Con un valor básicamente apelativo, de llamada de atención al receptor para obtener una respuesta en él, ya sea lingüística o factual, por favor se presenta como un elemento polisémico en el que el contexto determina las distintas funciones. Es necesario, por tanto, separar sus distintos usos, identificar y enumerar sus diferentes empleos, señalando en qué contextos lingüísticos o circunstancias comunicativas aparecen unos u otros, como nos disponemos a hacer.

3. Funciones y valores discursivos de por favor 3. 1 Expresión atenuadora de la modalidad directiva En primer lugar, y como ya han demostrado sobradamente otros estudios anteriores, los casos en los que por favor se inserta en enunciados que poseen una modalidad directiva tienen como principal función atenuar la fuerza ilocutiva propia de la exhortación: (2) Nela, por favor, tráenos al señor Barragán, a ver lo que dice. (CREA, No te rías que es peor, Madrid, 19/12/91, TVE 1 A).

9. “- mañana vendrá Pedro - por favor...(con tono de desagrado)” (Martín Zorraquino/Portolés 1999: 4190).

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La explicación de este uso se vincula con el significado originario del sustantivo favor como elemento que se dirige directamente al receptor, buscando su beneplácito o colaboración en la realización de la acción que le solicita el emisor. Etimológicamente, por favor procede del término latino favor, -ōris, cuyo significado podría glosarse por el de ‘favor’, ‘simpatía’, ‘aplauso’ (Corominas 1961: 505). Resulta evidente, por tanto, cómo la carga semántica de este vocablo, que deriva, a su vez, de favēre, verbo que podemos definir como ‘favorecer’, ‘aplaudir’ o ‘demostrar simpatía’, proporciona a la fórmula por favor un matiz positivo tal que le permite aminorar la fuerza ilocutiva o la imposición que implica el acto de habla exhortativo, por lo que su simple presencia puede llegar a convertir una orden en un ruego. El objeto ilocutivo de la exhortación, considerada en toda la amplitud del término, consiste en intentar influir en el comportamiento intencional del oyente, de manera que éste lleve a cabo la acción lingüística o factual especificada por el contenido proposicional del enunciado. Toda exhortación o todo acto de habla caracterizado por Searle (1969) como directivo conlleva, por tanto, de manera intrínseca, un ataque o amenaza a lo que se ha denominado en las teorías sobre el fenómeno (des)cortés la vertiente negativa de la imagen social del individuo, al deseo que posee todo interlocutor de que sus actuaciones no se vean entorpecidas por nadie o al derecho a actuar libremente. La expresión por favor, debido a la carga semántica señalada, así como a su valor básicamente apelativo, contribuye a aminorar tal agresión10. De ahí que autores como, por ejemplo, Beinhauer (1986: 200) hayan llegado a afirmar que la única interjección cortés que existe es, precisamente, por favor. El acierto de estas afirmaciones resulta, sin embargo, limitado. El efecto más o menos cortés o descortés que supone la emisión de una estructura o elemento lingüístico surge de la confrontación del significado o valor que posee dicha unidad en el sistema lingüístico con las normas de comportamiento que rigen la situación comunicativa en la que es actualizada. La caracterización del valor (des)cortés que conlleva la utilización de los elementos lingüísticos no pue-

10. Lógicamente, todo hablante competente es consciente de este valor cortés de por favor, como se refleja en el siguiente fragmento: Del mismo modo, no hace falta estudiar a fondo su idioma, pero resulta útil aprender algunas palabras y fórmulas de cortesía (“buenos días”, “gracias”, “por favor”... es un gesto que facilitará la relación con la gente del país) (CREA, Ecología doméstica, Salvat, Barcelona, 1996).

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de realizarse, por tanto, de manera apriorística ni descontextualizada. La (des) cortesía verbal “can only be judged relative into to a particular context and particular addresse’s expectations and concomitant interpretation” (Meier 1995: 387), pues aunque un elemento lingüístico pueda resultar cortés en determinadas ocasiones, los factores contextuales pueden motivar que resulte inapropiado o descortés en otras. Es por ello que debemos resaltar que el análisis de la relación que mantiene la expresión por favor con los parámetros de la cortesía y descortesía verbal se realizará, a lo largo de todo nuestro artículo, tomándose como punto de referencia las normas y supuestos socioculturales propios de la situación comunicativa formal de la cultura española. Las reflexiones realizadas en este sentido no poseerán, por tanto, pretensiones de universalidad, sino que limitarán su alcance a esta situación comunicativa concreta. Sólo partiendo de esta premisa podemos afirmar que, en tal contexto comunicativo, una de las necesidades de imagen que posee el hablante español se identifica, como ya hemos mencionado, con la necesidad de actuar libremente. La expresión por favor, al aminorar la fuerza ilocutiva de los enunciados directivos, contribuye al mantenimiento de ese precepto. Su emisión, en consecuencia, provoca un efecto interpersonal positivo: el hablante aminora la agresión a la imagen social negativa del receptor, manifestando que es consciente de la intromisión que está realizando en su campo de acción, y, al mismo tiempo, favorece su propia face, dibujando una autoimagen propia de una persona respetuosa y considerada11. No obstante, la modificación de la situación comunicativa, y, por ende, de las reglas de comportamiento que operan en ella, implican también una alteración de este valor. Esto es en aquellas situaciones comunicativas en las que la tendencia a la afiliación se impone sobre la necesidad de autonomía, como sucede, por ejemplo, en la conversación coloquial prototípica; la utilización de la expresión por favor provocará un efecto interpersonal negativo, debido, principalmente, a la sensación de distanciamiento producida entre los interlocutores. En tales circunstancias, por tanto, la emisión de por favor, más que un valor cortés, causa un

11. Frente a la concepción que considera el deseo de mantener la imagen del destinatario como el único elemento o factor que condiciona la aparición de estrategias antiamenazantes, Hernández (2002) sostiene que la cortesía afecta positivamente a la imagen social de ambos interlocutores, el emisor y el receptor. Ello se debe a que el emisor de un acto de habla cortés proyecta, si bien indirectamente, la imagen de una persona respetuosa y que tiene en consideración a los demás, lo que, sin duda, repercute positivamente en su persona.

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efecto de supercortesía, término aportado por Kerbrat-Orecchioni para hacer alusión a la “presencia de un marcador (de cortesía) excesivo en relación con las expectativas vigentes” (2004: 49). Así pues, el uso más generalizado y estudiado de por favor consiste en la mitigación de la fuerza ilocutiva propia de los actos exhortativos impositivos12 o en la realización de una atenuación pragmática por modificaciones al margen, si utilizamos la terminología propuesta por Briz (1995)13. En este sentido, por favor, aparece combinado con un imperativo: (3) Póngase de pie, por favor. (CREA, Hola Raffaella, 05/08/92, TVE 1) (4) Si ustedes tienen estos números y esta fecha, por favor, llámennos antes de las doce de la noche a este número, tres-cuatro-seis tres-uno-cero-cero prefijo nueveuno, si llaman desde fuera de Madrid. (CREA, El precio justo, Madrid, 30/12/91, TVE 1)

o con una pregunta “si se quiere hacer la frase más amable”, según indica M.ª Moliner (1990:1286): (5) ¿Puede usted ponerse de pie, por favor? (CREA, Hola Raffaella, 05/08/92, TVE 1)

En este último caso, sin embargo, la relatividad y variabilidad inherentes al fenómeno de la (des)cortesía verbal vuelven a estar presentes. El ejemplo 5 aporta, ciertamente, una manifestación convencional de cortesía exhortativa, pues en él, el interlocutor, además de utilizar la fórmula por favor, emite una pregunta in-

12. No todos los actos exhortativos suponen un mismo grado de imposición con respecto al interlocutor. Haverkate (1994), por ejemplo, los subclasifica, según un criterio teleológico, en actos impositivos y no impositivos. Así, mientras la realización de los actos impositivos supone un beneficio para la figura del hablante mismo, los actos no impositivos redundan a favor del receptor. En otras palabras, los actos impositivos se identifican con el ruego, la súplica y el mandato. Los no impositivos, en cambio, con el consejo, la recomendación y la instrucción. La fórmula por favor, fórmula que intenta mitigar el efecto directivo de la exhortación, sólo se usa, por ende, con exhortaciones claramente impositivas, con aquellas en las que es necesario mitigar la amenaza a la imagen negativa del receptor. 13. Según indica Briz (1995), la atenuación semántica, que consiste en la atenuación de lo dicho, del contenido proposicional y conceptual, afecta únicamente al nivel del enunciado. La atenuación pragmática, en cambio, afecta a la fuerza la ilocutiva de un acto de habla.

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formativa sobre la capacidad del oyente para realizar el acto pedido. Esto es, la utilización del verbo poder hace referencia a la condición previa de habilidad inherente a la realización del acto exhortativo, de manera que la realización o ejecución del acto pedido no depende de la voluntad del receptor, sino de su aptitud. Pero la intensificación del efecto cortés que, en principio, conlleva la utilización de una estructura interrogativa es anulada en el mismo momento en el que la forma verbal mencionada es sustituida por otra unidad léxica: (6) ¡Rodolfo! ¿Me quieres contestar, por favor? (CREA, ¡Ay! vida mía!, 10/06/93, TVE 1) (7) Entonces su hijo no es el cabeza de familia. ¿Me quiere decir usted de qué viven en esta casa, por favor? (CREA, Radio, Madrid, 03/91 B)

La conmutación del verbo poder por la forma verbal querer implica el reemplazo de la referencia a la condición previa de habilidad por la alusión a la condición previa de disponibilidad. La realización del acto exhortado, consecuentemente, se subordina únicamente en este caso a la voluntad del oyente. Los ejemplos 6 y 7, por ello, más que una solicitud (des)cortés, suponen una recriminación hacia el oyente, una petición de explicación de los motivos que impulsan al receptor a no realizar un acto que entra dentro de sus posibilidades.

3. 2. “Por favor” como marca apelativa propia de la modalidad directiva En el acto de habla impositivo, el hablante se dirige explícitamente al oyente para que su conducta se vea modificada. La modalidad yusiva implica, por tanto, una apelación al receptor. En este sentido, el valor básicamente apelativo de la expresión por favor, unido a su utilización reiterada en contextos lingüísticos de preguntas o mandatos, ha suscitado que, en enunciados aseverativos en los que no existe ninguna marca lingüística que exprese dicha modalidad, la fórmula por favor pueda erigirse en el elemento que aporta este valor, o sea, la carga apelativa propia de la modalidad directiva: (8) Sien-, silencio, por favor. (CREA, Televisión, Madrid, en un juicio, 14/07/91)

Lógicamente, por favor ha adoptado este valor por “contaminación”, por su aparición continua en contextos lingüísticos de modalidad directiva. Esta evolución

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puede observarse, en cierta manera, en aquellos casos en los que se produce la elipsis del imperativo. En el siguiente fragmento, por ejemplo, el hablante emite dos enunciados directivos. En el primero de ellos, sí está presente la forma imperativa: búscame. En el segundo, en cambio, dicha forma verbal se omite, por lo que sólo se enuncia el implemento seguido de la expresión apelativa y mitigadora: por favor. (9) Lucía búscame un café, Lucía Un cafecito por favor. (CREA, El show de la primera, 11/01/93, TVE 1)

El contenido exhortativo propio del imperativo se trasvasa, gracias al fenómeno de la elipsis, a la fórmula por favor, de modo que, poco a poco, esta expresión se ha ido convirtiendo en una marca de apelación o petición. Este valor de por favor es más evidente en las ocasiones en las que su utilización no puede ser explicada gracias a la omisión del imperativo, como ocurre, por ejemplo, en los casos en los que esta unidad aparece intercalada en un enunciado formado sintácticamente por una oración nominal, no completa: (10) Voy a escoger a alguien de vosotros, ¿vale?, estaros listos para decirme si creéis que efectivamente es cierto o mentira el secreto, ¿vale? Entonces tendrán quince segundos, en los cuales sonará una musiquita, por favor maestro. Así, ¿vale? y entonces me decís si es cierto o es mentira, ¿vale? ¿de acuerdo? (CREA, El show de la una, 19/10/92, TVE 1).

A través de por favor se hace referencia al oyente, intentando captar su atención, predisponerlo hacia el contenido del discurso. Por favor contribuye a hacer reaccionar al receptor de manera factual, como sucede en el fragmento anterior, o lingüística, como se muestra en el ejemplo siguiente: (11) Bueno, pues nos alegra mucho que nos hayáis llamado a este programa que tanta audiencia tiene y que bueno, como sabéis, toda España os está aclamando y entonces, por favor, una dedicatoria final. (CREA, Canela en rama, Madrid, 20/03/91, Radio Vallecas).

Además, el hecho de que esta misma función de por favor aparezca explicitada en textos escritos, nos permite concluir que se trata de un uso bastante arraigado: (12) —Agua, por favor...—pide el enfermo. (CREA, El secreter del Rey, 1995: 165 Seix Barral (Barcelona), 1995 Hernández, Ramón).

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3.3 Elemento intensificador de la fuerza ilocutiva de la exhortación Debido a la naturaleza fundamentalmente oral del lenguaje humano, los rasgos suprasegmentales no pueden ser considerados en la investigación lingüística como, simplemente, un valor añadido, secundario o “extralingüístico”. En el caso concreto que nos ocupa, la influencia de estos recursos llega al extremo de provocar que una misma sucesión de sonidos pueda prestarse a interpretaciones distintas dependiendo de los recursos prosódicos presentes en su emisión. Los elementos suprasegmentales del enunciado pueden motivar que esta unidad atenuativa de la modalidad directiva debido, fundamentalmente, a su contenido semántico y a su valor apelativo, pueda llegar a desempeñar en el discurso precisamente la función contraria: la intensificación de dicha modalidad. De hecho, ya Beinhauer (1986: 202) había resaltado cómo: [C]onviene tener en cuenta, sin embargo, que según la realización fonética de la interjección, puede actualizarse una fuerza exhortativa no cortés. Si está marcado por un contorno prosódico enfático, lo normal es que no se le atribuya la interpretación de un ruego, sino la de un mandato.

La entonación marcada, enfatizada, de esta expresión motiva una inversión de su valor, de modo que por favor actúa en el discurso como un elemento intensificador de la fuerza ilocutiva del acto de habla exhortativo. Nos encontramos, por consiguiente, ante un cruce o sobreposición de valores, en el sentido de que una unidad que, en sí misma, es atenuativa, como indica su contenido semántico, puede llegar a convertirse en un elemento enfatizador gracias a su emisión con un tipo determinado de pronunciación: (13) Yehude se ha preocupado precisamente de mostrar cómo eso es una patraña, cómo eso fue colocado ahí con una intención, y que desde entonces ya estaban por supuesto apuntando a él. ¡Qué curioso! César Lévano, director de Última hora en ese momento, este, insinuaba claramente el complot emerretista para asesinar a Andrés Sosa Chanamé. Y César Lévano me dirás que es un macartista. ¡Pero no eso no está en discusión! Es que yo estoy coincidiendo y además, te digo, he leído el expediente. Polay sostiene, eso ya ha sido explicado por el comité regional no sé qué no sé cuántos, etcétera. Bueno, muy bien, está aceptando, es decir, lo mató el eme-erre-te-a. ¡No metas a Yehude, por favor! (CREA, Magacines, Perú). (14) Mario.- ¿Eso por qué lo dice? Pedro.- ¿El qué? Mario.- No sé, lo que sea; ¿no lo estará diciendo por mí? Pedro.- En absoluto. Mario.- El caso es que esa película me ha parecido insoportable.

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Pedro.- Sobre gustos no hay nada escrito… Mario.- Eso lo dice con doble intención, ¿verdad? Pedro.- ¿Qué doble intención? Mario.- Vamos, amigo, no disimule. Elena.- ¡Basta ya, por favor! (Silencio). (CREA, Caballero, Ernesto, Quinteto de Calcuta, España, teatro).

En relación con este aspecto, el material empírico utilizado supuso una pequeña traba para nuestra investigación. La imposibilidad de poder acceder a los rasgos prosódicos con los que fueron emitidos estos fragmentos implica que los ejemplos aducidos puedan prestarse a dos interpretaciones. Es decir, dependiendo de cómo se pronuncien los ejemplos aportados, por favor puede ser identificado en ellos como un atenuante de la exhortación o como un intensificador de la misma. Si se articula de una manera tensa, con una pausa pronunciada y un marcado tono descendente, por favor enfatizaría la modalidad directiva presente ya en la forma verbal. En caso contrario, podría verse como un elemento aminorador de dicha modalidad. Desde nuestro punto de vista, aunque el valor estándar de esta unidad es el atenuativo, y con toda la cautela que nos exige el hecho de no poder consultar la entonación de las emisiones en los ejemplos aportados, nos decantamos más por la interpretación de por favor en estos fragmentos como enfatizador de la modalidad yusiva, debido, principalmente al contexto comunicativo en el que se emplea. Si observamos los ejemplos 13 y 14, comprobaremos cómo estos se corresponden, claramente, con una situación de enfrentamiento dialéctico en la que lo propio o esperado no es la atenuación de las exhortaciones sino, más bien, la intensificación de las mismas. No obstante, volvemos a incidir en el hecho de que para poder ratificar esta tesis habría que conocer los rasgos suprasegmentales.

3. 4. Elemento intensificador de la modalidad expresiva La influencia que la expresión por favor puede ejercer en relación con la gradación de la fuerza ilocutiva del acto de habla no se limita a los enunciados exhortativos. El análisis de los datos ha puesto de manifiesto cómo la expresión por favor puede actuar también como un elemento intensificador de la modalidad expresiva o emotiva: (15) Me llevo la empanada y otra cosa. ¡qué bueno, por favor!. ¿El qué? ¡Una tetilla! ¿El qué? ¡Una tetilla! ¡sí, sí, sí, sí, sí! He entendido una pastilla. Sí, sí, una tetilla, eso me hace muchísima ilusión. (CREA, Conversación telefónica, Madrid, 20/06/91).

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M. Ester Brenes (16) Hay que ver lo guapísima que está esta mujer, por favor. Qué cosa más guapa. (CREA, ¡Ay! vida mía, 10/06/93, TVE 1).

Como puede observarse, por favor, combinado con oraciones marcadamente exclamativas, es decir, enunciados en los que están presentes las marcas expresivas propias de estas oraciones14 —el pronombre exclamativo qué (ejemplo 15) o la estructura de intensificación lo...que, (ejemplo 16)—, enfatiza la carga emotiva, los sentimientos que expresa el hablante, en este caso concreto, hacia la empanada o hacia la belleza de la mujer. Por favor intensifica una emoción, una subjetividad ubicada dentro del plano emotivo. A través de esta expresión es posible acentuar un sentimiento de cariz positivo, como sucede en los dos fragmentos anteriores, o de matiz negativo, como se evidencia en los siguientes ejemplos, en los que por favor realza el sentido de rechazo u oposición presente ya en los enunciados: (17) Es mejor leer el Ulises de Joyce que cualquier argentino. No, eso yo no dije, ¿no? Dice Dubati. Entonces No. Yo no dije eso. No. Acá pide la cabeza. ¿Cómo me va a pedir la cabeza de Dubati, maestro? ¡Claro! ¿Cómo va a decir eso? Lo que pasa es que yo no dije eso. ¡Que se vaya Dubati. ¿Cómo va a pedir eso, por favor? Yo no dije eso. Yo no dije eso. Nomás la oreja. Yo no dije eso. Y dice: ¡Claro! Pero no, la cabeza de Dubati nunca, maestro. Eso nunca. Yo ¿De Palermo? Lo que quiero decir es que yo no dije eso, nada más. Ahora no digo más nada. Síganme pegando tranquilamente. Seguimos. No, seguimos. (CREA, El refugio para la cultura, 21/12/98, Radio América). (18) Si sobrevives a ésta, casi tienes la impresión de estar viviendo de más, de regalo, lo que no te corresponde. Como si estuvieras endeudada con el destino. Como si no tuvieras derecho a quejarte de un enemigo tan bondadoso que te da una tregua, que te trata tan bien, que te deja un tiempo más, que es tan considerado...¿Qué hacer entonces con la rabia que sientes, el miedo, la impotencia, la desesperación, la frustración, la falta de perspectiva, la falta de ilusión...? ¡Te la tragas! O porque no tienes con quién compartirla o porque no quieres encima amargar a los otros, amargarles más todavía, angustiarles siquiera aumentando su preocupación o su protección hacia ti. ¡Más invalidez, no, por favor! Quiero vivir, sea uno, dos o tres mil días, con todos y cada uno de sus segundos. (CREA, Estrés. Cómo aprender en la encrucijada, Olaya Ediciones, Madrid, 1997). 14. “Podemos definir la oración exclamativa dentro de la teoría de los actos de habla como un tipo gramatical de oración que corresponde a la realización del acto de habla expresivo o fuerza exclamatoria, marcada gramaticalmente por una clase de palabras exclamativas o palabras-cu (qué, cuál, cómo, cuánto), palabras que ponderan o intensifican algo que afecta al hablante” (Alonso 1999: 3995).

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(19) Mire, inicialmente, tengo que decir que, por ejemplo, la sangrías se siguen utilizando en muchísimos tratamientos. Es lo que se llama la terapia humoral. Bueno, pero no de manera habitual, por favor. (CREA, Pasa la vida, 15/02/96, TVE 1). (20) Yo pediría que cambiara la publicidad. Si analizamos la publicidad, es deprimente. Todavía sigue la mamá, guapa y joven, ahora, poniendo la lavadora, y la hermanita ayudando a poner la lavadora, etcétera, etcétera. Pero, ¿no es positiva esa publicidad en la que aparece señor con bebé en brazos, o señor con un determinado producto abrillantando muebles, o poniendo la lavadora también? Oye, pero Julia Julia te llamas, ¿no?, Julia. Sí. ¿Cuántos anuncios hay de esos? Algunos, contaditos, ¡contados con el dedo de la manos! ¿Y la mujercita que le lleva la soperita caliente con amor a su marido, por favor? (CREA, Radio, Madrid, 03/91 A).

En estos fragmentos, por favor enfatiza esa subjetividad contenida en el enunciado, esa demostración de los sentimientos de los hablantes, pero no orienta la modalidad del enunciado hacia un polo positivo o negativo, ni llega a manifestarla por sí solo. Una prueba de ello es que, si eliminamos esta expresión, la modalidad emotiva sigue estando presente en el enunciado, aunque en un grado menos elevado: ¿Cómo va a pedir eso? ¡Más invalidez, no! Bueno, pero no de manera habitual ¡Qué bueno! En consecuencia, la repercusión positiva o negativa que implica la emisión de estas construcciones con respecto a las relaciones sociales que se entablan entre los participantes en toda comunicación no depende, principalmente, de la utilización o no de la fórmula por favor, sino de la modalidad que presenta el enunciado y que esta expresión únicamente enfatiza. Si por favor se combina con una modalidad expresiva que conlleva un halago al receptor, como, por ejemplo, en el fragmento 16, dicho elemento intensificador, contribuirá a potenciar el efecto cortés que conlleva el enunciado: Hay que ver lo guapísima que está esta mujer, por favor. Qué cosa más guapa. (¡Ay! vida mía, 10/06/93, TVE 1). No obstante, y en contraposición con lo anterior, si el enunciado en el que se inserta esta fórmula posee una modalidad expresiva que manifiesta una percepción

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negativa del alocutario, por favor se limitará a aumentar el efecto descortés implicado ya en la emisión del enunciado en el que se incluye, pues es evidente que toda crítica o evaluación negativa del receptor atenta contra su imagen social positiva, sus deseos de ser valorado y estimado por los participantes en la interacción: (21) ¡Qué poca vergüenza, por favor! (CREA, Media vuelta, 14/03/97, Cadena SER). (22) Es que yo, ¿sabes?, toco un poquito la guitarra y me haría una ilusión tan grande ¡Qué pesado, por favor! Tocar la guitarra de Manolo Sanlúcar. Por favor, hombre, un Pues Poquito.

(CREA, ¿Pero esto qué es?, 05/03/90, TVE 1).

3. 5. Interjección El análisis detallado del término por favor ha revelado su naturaleza plurifuncional. Junto a su uso como fórmula atenuante o intensificadora de la modalidad presente en determinados enunciados exhortativos o expresivos, esta unidad puede actuar como un recurso que aporta en sí mismo un valor modal. La fórmula por favor se carga de subjetividad y manifiesta el propio yo, el estado de ánimo del hablante: (23) ¿Esto qué es, a ver? Bueno, pieles de naranja, esto es sano. Toma Watson, aguanta esto. ¿Y esto?, a ver, un calcetín. Un calcetín todo roto. Pues esto no es de Rocío. Eso quiere decir que hay un hombre en la casa. Y un hombre con unos dedos fuertísimos, porque miren qué agujero ha hecho. ¡Hay que ver!, lo ha taladrado, por favor. (CREA, Hola Raffaella, ,28/01/93, TVE ).

Por favor añade un contenido expresivo de sorpresa y subjetividad emotiva, como lo demuestra el hecho de que su eliminación conlleve la pérdida de este valor. Si omitimos la expresión por favor, el enunciado sólo contiene información referencial, lo ha taladrado, pero no subjetividad: (…) porque miren qué agujero ha hecho. ¡Hay que ver!, lo ha taladrado.

Exclamación, sorpresa, emoción. Por favor ya no apoya o enfatiza estos valores, sino que los proporciona. La ausencia de esta unidad implica la inexistencia de ellos. En el siguiente fragmento se evidencia cómo el fenómeno de la repetición

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añade un cierto énfasis al enunciado, pero no expresa la emotividad que conlleva la emisión de por favor. Compárese: (24) Estás enamorada de un hombre Qué quieres que te diga. Si sí o si no. ¿Estás enamorada de Joaquín Cortés? Sé valiente. Sí, Sí. Lo estoy. ¡Bien!, lo ha dicho, ¡por favor!, lo ha dicho.

(CREA, Hoy es posible, 28/01/96, TVE 1). Con: ¡Bien!, lo ha dicho, lo ha dicho.

Nos encontramos, por consiguiente, ante un elemento que, situado en el margen oracional, expresa la actitud subjetiva del hablante, ya sea ante un hecho que ha sucedido en el contexto extralingüístico que rodea a la comunicación o ante el contenido proposicional del enunciado. De moverse en el ámbito de la escalaridad de la modalidad, por favor ha pasado a almacenar en sí mismo el contenido modal; funciona como una unidad marginal con respecto al dictum que opera en uno de los dos niveles o coordenadas discursivas previas a la construcción del enunciado, concretamente, la modal. Por favor, por tanto, actúa como una interjección, “un elemento que pertenece a ese conjunto de unidades enmarcadoras del discurso entre las que se encuentran los deícticos, los adverbios de modalidad, etc., cuyo contenido léxico no es de carácter designativo, sino coordenativo” (Fuentes/Alcaide, 1996: 263). Como interjección, por favor expresa y pone de manifiesto la actitud del hablante constituyendo un enunciado independiente. No ejerce ninguna función en relación con algún enunciado mayor, sino que, según las características gramaticales que definen a esta unidad, conforma ella misma un enunciado con su propia modalidad, como evidencia el reflejo gráfico de su independencia entonativa: (25) o que no es razonable es que a la gente le cobren, le prometan la entrega de un bien en determinado plazo, y que ese compromiso no se cumpla posteriormente, pese a que el consumidor pagó. De eso se trata. En el caso de las tarjetas de crédito, todas ellas se utilizan, al menos, según estimo, en el noventa y nueve coma nueve por ciento de los casos, sobre la base del pago de una prestación, y no sólo con el compromiso de la entrega de dicha prestación. Entonces, ¡por favor!, ¿de qué mercado estamos hablando? (CREA, Sesión 38, en jueves 7 de marzo de 1996, Senado de Chile). (26) Mis primeros pantalones nuevos en séptimo. Mis primeros vaqueros en octavo. Y antes ¿qué llevabas? Irene. Pues me da igual. Antes llevaba la ropa tuya y la

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M. Ester Brenes que me. ¡Gloria! ¡Mírala! ¡Luego dice que la regañamos! el morro. ¡Y toda la saliva en la botella! Hija, sí. Más fina. ¡por favor! ¡Qué guirigay! Somos cuatro y parecemos cuatrocientas. Y ¿para qué me das vino? Cuatro ¿No lo has visto? Te doy vino claro que lo he visto, para que te echaras gaseosa y lo mezclaras. No te rías tanto que luego no te duermes. Me duele la tripa. Pues yo esta noche Para no variar. Pues será de los quicos, hija. No. la garganta. Mira, quería que subiese Lolita a... (CREA, Domicilio particular, conversación familiar, Segovia, 23/03/91).

Al igual que ocurre con el resto de las interjecciones, por favor presenta una gran libertad posicional. Puede aparecer antepuesto al enunciado o parte del dictum ante el cual expresan la emotividad del emisor (ejemplo 25), pospuesto, lo más habitual en nuestro corpus (ejemplo 23), o intercalado: (27) y me decía: “No tengo un solo amigo norteamericano. Porque yo soy una marginal, soy una brasileña que debo ir por las noches de camarera y después coso en mi casa porque me interesa aprender a bailar”. Ya pero eso lo hacemos nosotros con los marroquíes y con todo el que nos dé la gana. Sí, pero lo que te pretendo decir que Eso eso no eso no me Pero nosotros no hacemos la formalidad con el marroquí, se nos ve la cara de perro. Tú con un marroquí no estás diciendo que tal, al contrario, eres un grosero con él, mientras que en Estados Unidos por favor, si yo iba por Washington con el plano y y iban a decirte que dónde querías ir y yo decía: “Muy amables”. Yo no les critico la amabilidad, pero la amabilidad formal del mundo anglosajón no tiene nada que ver con nosotros. (CREA, Domicilio particular, conversación entre amigos, pueblo del Pirineo, 27/03/91).

Este valor de por favor como expresión interjectiva que explicita en el discurso la modalidad, la postura o los sentimientos que el hablante mantiene hacia lo dicho, es lo que ha podido llevar a Bernal (2006: 8) a calificarlo como un “marcador actitudinal”, una unidad en la que “prevalece la expresión de los valores de desacuerdo, molestia, protesta o rechazo ante el enunciado (bien la forma, bien el contenido) de otro hablante, aunque también pudieran ir dirigidos a una determinada acción del interlocutor”. Desde nuestro punto de vista, sin embargo, preferimos hablar de interjección, operador de modalidad, elemento que, constituyendo un enunciado por sí solo, no posee más función que la expresión de la emotividad del emisor. Por último, en cuanto a su relación con los parámetros de la cortesía y descortesía verbal, la interjección por favor conlleva en todas sus ocurrencias un efecto descortés, un deterioro de las relaciones personales que se establecen entre los

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hablantes, debido, principalmente, a que impregna el enunciado de un valor de rechazo. El valor modal aportado por por favor aparece vinculado la mayoría de las ocasiones con la manifestación de protesta o de indignación. Estos sentimientos, además, pueden ir acompañados de un tono de cansancio e, incluso, de desesperación por tener que enunciar algo obvio, según la perspectiva del hablante: (28) “Con este nivel no podemos seguir dando manija. Además, si vamos al Mundial nos va a pasar como a la sub 15 que terminó en el puesto 31 entre 32 equipos, por favor...Esto es ridículo, el Uruguay es el único país donde no se juega a nivel de sub 15, 17 y 20, seguimos con la sexta y la quinta división. Después dicen que los jugadores eran un año menor”. (CREA, El Observador, 09/04/1997, Uruguay).

Su utilización, por tanto, supone un deterioro o ataque de las relaciones interpersonales y, concretamente, de la imagen social positiva del receptor, al transgredir la máxima de acuerdo que, según indica Leech (1983), regula la interacción en general15.

4. Consideraciones finales sobre la variación lingüística La investigación sobre la variación lingüística no puede quedar reducida a la simple enumeración de las diferentes funciones o valores que presenta la unidad en el corpus de estudio, sino que es necesario establecer el estatuto lingüístico de cada uno de estos empleos. Resulta necesario, por tanto, plantear si los diferentes usos de la expresión por favor pueden considerarse como distintas unidades funcionales o como variantes de realización de una única unidad condicionadas por el contexto. El valor básico o común a todos los empleos de por favor es el apelativo. En todas las ocasiones en las que se utiliza esta unidad el hablante hace referencia a través de ella al otro polo del proceso comunicativo, al receptor. No obstante, debe tenerse en cuenta que esta llamada de atención al alocutario puede realizarse con fines diferentes. Según el estructuralismo, el instrumento metodológico o técnico del principio de la funcionalidad es el de la conmutación. Dada la solidaridad entre el plano de la ex-

15. Aunque existen determinados géneros comunicativos como, por ejemplo, el debate, en los que la confrontación de opiniones constituye el eje de la interacción.

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presión y el plano del contenido de la lengua, la modificación de un rasgo propio de uno de estos niveles en relación con la unidad estudiada debe producir también la alteración del nivel complementario Si aplicamos dicho mecanismo a esta unidad, observaremos cómo entre todas las funciones discursivas señaladas existen acepciones de por favor que no pueden intercambiarse en el mismo contexto sin provocar una diferencia bastante significativa. Nos referimos, concretamente, a los dos valores que han sido observados tradicionalmente como propios de esta unidad: Expresión mitigadora o atenuadora de la modalidad yusiva propia de enunciados exhortativos. Esta mitigación está motivada, principalmente, por la carga semántica de la expresión, así como por el valor básicamente apelativo que conlleva su uso: (29) Tercer apartado. Venga, en el tercero, callaos un poquito, por favor. (Centro de enseñanza, clase de Bachillerato, Madrid, 19/12/91 A). Interjección que manifiesta, fundamentalmente, una modalidad valorativa negativa, ya que manifiesta la actitud del hablante de oposición o desacuerdo ante algún aspecto de la realidad que le rodea o ante lo dicho: (30) Y los árabes los árabes van agarrados de la mano por Marruecos. Y aquí aquí te dirían maricón inmediatamente. Tú en Marruecos ves Pero en América en América ya sería insoportable, por favor, en América te ven así con lo que son ese día es que te mueres. No, no, te te echan de la Universidad. (CREA, Domicilio particular, conversación entre amigos, pueblo del Pirineo).

En el plano del contenido, la divergencia existente es evidente, pues de atenuar la fuerza ilocutiva de una exhortación pasamos a la manifestación de la discrepancia. En el plano de la expresión, las disimilitudes existentes entre ambas unidades se circunscriben a los rasgos prosódicos o suprasegmentales. La expresión atenuadora suele poseer una entonación neutra, no marcada o aseverativa, mientras que la interjección se emite con un tono de voz bastante más elevado, una articulación tensa y un fonema final marcadamente descendente. La información suprasegmental se muestra, por tanto, como un elemento esencial en la interpretación del enunciado. Además, también es evidente cómo de funcionar dentro de un enunciado mayor, por favor, en su uso como interjección, constituye, por sí mismo, un enunciado independiente. Así pues, en conclusión, nos encontramos ante dos unidades distintas o invariantes. La primera de estas unidades tiene un valor básicamente atenuador y se dirige, por tanto, al oyente. La interjección, fundamentalmente intensificadora del rechazo, está orientada, más bien, hacia la expresión de sentimientos correspon-

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dientes a la figura del hablante. En cierto sentido, podríamos afirmar que entre estos dos elementos se produce una polarización: Atenuante Oyente Atenuación

Interjección Hablante Intensificación

No obstante, nuestro estudio ha revelado la existencia de otros sentidos o variantes de utilización que no habían sido señalados con anterioridad. Por un lado, a su valor atenuador de la fuerza ilocutiva de los actos de mandato y petición, se ha añadido, en frases nominales declarativas, la manifestación de la marca de apelación propia de la modalidad yusiva, sin perder la atenuación que conlleva su propio semantismo: (31) Este hombre eterno, el mejor rematador de la década de los ochenta se va a retirar. Suerte, decíamos, Hugo. Música, por favor, para el mejor rematador de los ochenta, gran jugador y buena persona. Gracias. Muy bien, ¿se ha sentido cómodo? Sí, sí, por supuesto. (CREA, Cerca de ti, 15/05/94, TVE 2).

Por otro, de su uso como interjección se ha derivado la utilización de por favor como elemento intensificador de la modalidad emotiva o exhortativa. Situado en posición final de enunciados exclamativos, la expresión por favor acentúa la modalidad directiva (ejemplo 32) o emotiva (ejemplo 33) contenidas en los mismos, debido al énfasis que le aportan los rasgos prosódicos. (32) ¡Aplíquense, por favor! Aplíquense y resuélvanlo enseguida. (CREA, El tiempo es oro, Madrid, 21/12/91, TVE B). (33) Bueno, y a ver quién ¡hombre! ¡Cuánto tiempo, por favor! (CREA, Caiga quien caiga, 03/11/96, Tele 5).

Si en estos fragmentos eliminamos la expresión por favor, es obvio que, a través de la construcción exclamativa, se sigue expresando la misma modalidad directiva o emotiva, pero de un modo más atenuado: ¡Aplíquense! Bueno, y a ver quién ¡hombre! ¡Cuánto tiempo! Por favor, por tanto, se limita a reforzar la modalidad presente en estos enunciados, pero, a diferencia de lo que ocurre en su uso como interjección, no la aporta

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por sí mismo. En el estudio sobre la interjección realizado por Fuentes/Alcaide (1996: 270) casos similares a estos, calificados como interjecciones, se explican desde una triple perspectiva. Según dichas autoras, en ejemplos como ¿te quieres sentar, joder? nos encontramos: • Ante una interjección que se comporta como un simple apoyo a un enunciado que ya conlleva una cierta modalidad. • Ante una interjección que, a pesar de la representación gráfica que de ambos se hace, funciona como un enunciado independiente que apoya, enfatiza o, si se quiere, refuerza la posición del hablante con respecto a lo informado en el enunciado anterior. En este caso “la interjección no modifica ni restringe, sino que es la expresión de la actitud del hablante ante algo enunciado por él mismo llevado a su grado máximo” (1996: 270). • Ante dos enunciados independientes, cada uno con su propia modalidad. Desde nuestro punto de vista, sin embargo, el hecho de que por favor no constituya en estos ejemplos un enunciado independiente que expresa por sí mismo, un contenido modal, sino que se limite a intensificar el que ya está presente en el enunciado, imposibilita su consideración como una interjección. De todas maneras, también podría pensarse que el funcionamiento de esta unidad se asemeja al de los elementos intensificadores derivados delocutivamente de las interjecciones (Fuentes/Alcaide 1996: 342). En enunciados como ¡vaya cieza! ¡vaya un hombre! o ¡vaya si lo hizo!, vaya se comporta, según estas autoras, como un elemento intensificador16 que funciona dentro de una estructura gramatical superior y que procede delocutivamente de la correspondiente interjección. En los casos que estamos estudiando, la interjección por favor no ha llegado al extremo de establecer relaciones sintácticas con elemento lingüístico del enunciado al que afecta, como sucede, por ejemplo, en el caso de vaya, aunque sí ha derivado hacia su valor como elemento intensificador de la modalidad. Desde otra perspectiva, no podemos ignorar el hecho de que la lengua es ante todo un medio de comunicación social. Tomar como perspectiva de análisis la

16. Pero debido a su origen interjectivo todavía posee un mínimo valor modal que pone de manifiesto.

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La variación en la modalidad

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metodología de la lingüística pragmática (Fuentes 2002), significa atender tanto a los elementos lingüísticos que influyen en el proceso comunicativo, como a los efectos que puede implicar la producción de determinadas emisiones con respecto a las relaciones sociales que se establecen entre los interlocutores participantes en la interacción. Un punto imprescindible de nuestro análisis ha sido, por tanto, el estudio de las relaciones de las variantes señaladas con los parámetros de la cortesía y descortesía verbal, aspecto en el que estas unidades también reflejan evidentes diferencias. Mientras que la expresión atenuadora de la modalidad directiva contribuye a la mitigación de un acto de habla amenazante de la imagen social negativa del individuo, la intensificadora depende de la modalidad con la que se combine y la interjección siempre es negativa por el valor de rechazo que implica. Se evidencia, por tanto, que, como afirma Fuentes (2001: 84), “la cortesía no es un mero aditivo en la caracterización lingüística, sino un discriminador de usos y, por ello, debe ser tenido en cuenta en la descripción de la unidades”.

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CON TANTO, DIOS NUESTRO SEÑOR OS GUARDE. ESTUDIO VARIACIONAL DE PRAGMÁTICA HISTÓRICA1 MARTA FERNÁNDEZ ALCAIDE Universidad de Sevilla

1. Introducción Dentro de los marcadores del discurso, existe un grupo que organiza la información y señala la distribución del texto, de modo que enlaza directamente con la macroestructura. Se denominan “ordenadores de la materia discursiva”. Pueden dar lugar a un orden lineal ( “ordenadores” propiamente dichos) o a una enumeración (“enumerativos”: en primer lugar / en segundo lugar, además, por otra parte, etc.). En ambos casos pueden o no aparecer los denominados “conclusivos”, que cierren las secuencias: finalmente, en resumen, etc. No obstante, estos últimos son asimismo independientes de los anteriores en el sentido de que pueden señalar simplemente el final de una enunciación sin necesidad de que aparezca ningún otro ordenador más. Estos conclusivos tienen como función principal indicar que el enunciado o la secuencia que introducen son las últimas, si bien pueden, además, añadir alguna información como ocurre con en resumen, en suma, que indican final y conclusión o con en una palabra, total, que aportan un valor explicativo (cf. Fuentes 1987, 1993; Martín Zorraquino/Portolés 1999). De todos los elementos que desempeñan esta función me interesa ahora recuperar uno que ha estado presente desde los orígenes de nuestra lengua pero que fue

1. Durante el proceso de publicación de este trabajo, se ha continuado con esta investigación en el marco del Proyecto de I+D HUM 2007-60410/FILO, “Textualización y oralidad: del español clásico a nuestros días”, financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, que desarrolla en la actualidad el grupo de investigación EHA (El español hablado en Andalucía) (HUM-134), del que formo parte. Los nuevos resultados están en proceso de publicación para la revista Romanistisches Jahrbuch.

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desterrado al concluir los Siglos de Oro. Es el que forma parte del título de este trabajo: “Con tanto, Dios Nuestro Señor os guarde”. Esta era una de las posibles fórmulas con que se cerraban las cartas privadas en el siglo XVI. La detecté en la investigación desarrollada para mi tesis doctoral, basada en un corpus de 640 cartas de particulares y que se encuentran recogidas en el Archivo General de Indias porque se utilizaban como testimonios para pedir la licencia del pasaje a Indias (Fernández Alcaide 2009; Otte 1988). Estas cartas fueron escritas por individuos de todas las clases sociales, de modo que el hallazgo de este marcador en las cartas muestra que formaba parte de la práctica particular, si bien también se aconseja su uso en los manuales que enseñaban el arte epistolar (cf., por ejemplo, Torquemada 1574). Servía concretamente para señalar el final del texto y dar paso a los últimos elementos que debían aparecer: la despedida y la datación tópica y cronológica (cartas 1, 4, 19, 28, 35, 60, 62, 68, 99, 141, 143, 152, 154, 169, 171, 192, 193, 209, 217, 245, 260, 291, 300, 301, 302, 304, 306, 307, 309, 348, 358, 359, 360, 363, 420, 422, 454, 481, 485, 496, 500, 501, 503, 505, 551, 571, 581, 585, 594, 606). Entre los emisores de estas cartas no hay muchos puntos en común a partir de los cuales se puedan deducir cuestiones variacionales: tienen en común que todos escriben cartas particulares y que lo hacían desde Indias pero en cuanto a sus profesiones se muestra que hay individuos de todos los estratos: un albañil, un carpintero, un carpintero y albañil, un curtidor, un ganadero y agricultor, dos mercaderes sin especialidad y uno de paños, un boticario que en Indias ejerce como mercader, uno que labra minas de plata en Perú, tres clérigos y un abogado; asimismo no coinciden en un remitente pues hay 9 cartas dirigidas a las esposas, 11 a hermanos o hermanas, 1 a una madre, 8 a algún hijo, 1 a un padre, 4 a un sobrino, 2 con el encabezamiento “señor”, 8 con “muy magnífico señor”, 1 con “ilustre señor”, otra “muy reverendo señor” y, por último, 1 a un yerno, otra a un cuñado, otra a la suegra y otra a una conocida; los puntos de partida y los de llegada de las cartas son también variados. Por tanto, hasta aquí no puede extraerse ninguna conclusión. Curioso es, sin embargo, que esta locución, seguida de la conjunción que, se utilizaba también como conector interoracional —y no lo encontramos ya en esta forma en el corpus citado—, concretamente con valor condicional y sentido restrictivo equivalente a ‘con tal de que’, ‘a menos que’, ‘siempre y cuando que’. No obstante, en ocasiones, debido al tipo de texto de que se trate, pueden confundirse ambas locuciones, como sucede en los siguientes ejemplos, debido a su carácter oral: (1) El dicho Lope de Pagamuno, capero, vesino de la dicha villa, preguntado por el dicho alcalde en el dicho caso, por el juramento que fiso dixo que en el dicho día

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vierrnes de mannana del dicho mes que vido de cómmo Johan Lopes de Lascano le demandó a este mesmo testigo que le diese un destral para quebrantar el postigo de la puerta de la dicha villa, e que non ge lo /6r quiso dar. Et con tanto que fue el dicho Johan Lopes cabo la puerta de la dicha villa, e alguno que estava de partes de fuera de la dica villa que dava golpes al dicho postigo. E el dicho Johan Lopes de partes de dentro que le desía al que dava los dichos golpes que firiese resio a la dicha puerta. Et el mesmo de dentro que renpuxava al dicho postigo e asy, ayudándose unos a otros, que quebrantaron el dicho postigo e por allí que entraron después la dicha Donna Elvira e todos los otros que entrar quisyeron. 1448, Anónimo, Testimonio de denuncia de sucesos [Colección diplomática del Concejo de Segura (Guipúzcoa)]. Apud CORDE. (2) Yten, los del dicho conçejo, acatando la hedad del dicho Pero Ochoa e la fatyga y gran danno que ha resçebido despues que anda desterrado fuera de la dicha villa, les plase le consentyr en ella estar en lo que toca a la dicha villa, dexando aparte lo del dicho sennor rey. E con tanto que se obliguen, el dicho Pero Ochoa e su muger, con su liçençia, por fuerte obligaçion, con juramento, quel dicho Pero Ochoa conplira lo susodicho e non tratara mal ni danno alguno nin deseruiçio del dicho sennor rey o en perjuisio de la dicha villa e jueses y ofiçiales della, de fecho nin derecho nin consejo nin publico nin escondido. E sy paresçiere en alguna manera o contra el se ouiere alguna presunçion que entiende en algunas cosas en danno de la dicha villa o vesinos della o contra lo que se ordenare en conçejo, que por el mismo fecho aya de salir e salga fuera de la dicha villa con vna legua enderredor e non entre en ella, so pena de çinquenta mill maravedis, fasta que la voluntad del dicho conçejo sea de le dar logar. 1477, Anónimo, Condiciones para vivir en la villa tras un destierro, Documentos notariales. Apud CORDE.

En estos dos ejemplos la confusión procede del empleo de la locución conjuntiva oracional y, por tanto, con el valor condicional restrictivo, unido, por un lado, a la naturaleza del enunciado introducido, que es el último de una secuencia, y, por otro, a la interrupción de la estructura, dado que no aparece el correlativo verbo “principal”. Seguramente esta confusión está favorecida, como decía, por el carácter hablado de los textos pues en ambos casos atestiguan un acto de comunicación oral2.

2. Advertimos que estamos utilizando el término “oral” en su sentido estricto de ‘producción lingüística que emplea el medio oral y no el gráfico’ pues seguimos la teoría desarrollada por Koch/ Oesterreicher (1990, 2001, 2007): la oposición dicotómica se da únicamente en el medio, que sí puede ser bien oral, bien gráfico, pues la distinción entre oralidad y escrituralidad es gradual y se prefiere hablar de inmediatez y distancia comunicativas, como dos extremos de una cadena continua.

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Por otra parte, es cierto que el elemento principal de esta locución, el pronombre tanto —como también sucede con todo, esto o eso— constituye un recurso frecuente en el campo de los conectores: es el primer elemento de las consecutivas y el principal de los conectores extraoracionales consecutivos por lo tanto, por tanto, entre otros3. Su carácter pronominal favorece su uso con valor deíctico y anafórico pues en él se recoge todo lo dicho con anterioridad, de ahí que también haya sido utilizado como conector interoracional temporal con sentido de “posterioridad” (Méndez García de Paredes 1995: 149). No obstante, no parece haberse comportado del mismo modo en todas las épocas: (I) [...] señala Montolío que las expresiones conectivas que incluyen un elemento anafórico (pronombre o adverbio) [...] subrayan “especialmente la relevancia de la causa en el momento de presentar la conclusión”, mientras que otros conectores como por consiguiente o por tanto dan una instrucción más estrictamente catafórica, puesto que “señalan de una manera ostensiva que lo que viene a continuación constituye una consecuencia, sin remitir explícitamente a la información previa, esto es, sin hacer referencia a la lógica de la causa desencadenante”. Esta caracterización parece bastante adecuada para el español moderno; pero la situación no es exactamente igual en el español medieval y renacentista, como se refleja en los textos estudiados (Herrero Ruiz de Loizaga 2003: 362).

Y más adelante este autor apunta que por tanto no se diferencia mucho en su funcionamiento de los conectores con demostrativos (Herrero Ruiz de Loizaga 2003: 363).

2. “Con tanto que” 2.1. Cronología Tiene una historia paralela a la del conector extraoracional, aunque es aún más breve. La consulta del CORDE muestra el primer ejemplo en 1275, en la General Estoria. Segunda parte, y el segundo en el Rimado de Palacio (c. 13781406). A lo largo del siglo XV se encuentran también ejemplos aislados hasta que en el último cuarto se produce una expansión de la locución que llega hasta los 250 ejemplos (26 de la primera mitad y 234 de la segunda, de los cuales 181 datan del último cuarto del siglo). En el XVI sufre un mayor aumento, que llega

3. En tanto que, entre tanto, etc. Cf. Herrero Ruiz de Loizaga (2003).

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hasta los 488 casos, doblando prácticamente la cifra del siglo anterior, mientras que en el XVII se reducen drásticamente a 69. En los siglos XVIII y XIX ya no se encuentra4. A pesar de todo, aún sigue recogiéndolo el Diccionario de la Real Academia Española (2001), como poco usado, con el sentido condicional de ‘con tal de que’. XIII 1

XIV 1

XV 1.ª mitad 26 2.ª mitad 234

XVI 488

XVII 69

XVIII 1

XIX 0

Tabla 1: Cronología de con tanto que.

2.2. Distribución y usos 2.2.1. Ya se ha apuntado anteriormente dónde aparecieron los dos ejemplos del XIII y del XIV: (3) “Amigos –dixo Job–, agora que vos vedes la mi tribulaçión e plaga, vos temedes; non pido vuestros algos, nin bienes que tenedes, contento só con tanto que vos me enseñedes. Fablad buena doctrina, luego yo callaré; dezid lo que quisierdes, non vos porfiaré; una cosa vos digo, que yo non sofriré palabras sin prouecho, antes las rretraeré”. Pero López de Ayala, Rimado de Palacio. Apud CORDE 2.2.2. En cuanto a los casos del XV, 64 aparecen en documentos notariales, 37 en ordenamientos y códigos legales, 30 en otros documentos de derecho, 65 en textos históricos como la historiografía, memorias y diarios, cartas y relaciones, heráldica y genealogía, y 6 en narrativa. Los restantes los encontramos en textos más variados (científicos, didácticos, sociológicos y religiosos).

4. En el siglo XVIII estrictamente sí hay seis ejemplos pero cinco de ellos están presentes en la misma obra, compuesta de textos del XVI y el sexto es de principios del siglo.

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(4) Y prometemos de assi lo tener, y guardar, y complir, y mandar tener, y guardar, y complir, y de non fascer nin consentir que fagan innovacion alguna durante los dichos ocho dias, que es nuestra intencion y voluntad que sean comprehendidos y entendidos so el capitulo que fabla de la dicha innovacion, que se non ha de fascer durante aquellos, como en él se contiene. Lo qual queremos que se entienda con tanto que, si dentro de los dichos ocho dias alguna innovacion es fecha por los que están con el dicho Rey nuestro Señor, o con el dicho Señor Rey de Navarra, o por los Caballeros de su parte, o se fisciere durante aquellos, que luego ante de ser passados los dichos ocho dias, sea restituido y tornado todo al primer estado en que estaba ante de los ocho dias. De lo qual mandamos dar esta nuestra carta firmada de nuestros nombres y sellada con nuestros sellos. 1439, Conde de Haro, (Pedro Fernández de Velasco), El Seguro de Tordesillas. Texto historiográfico. Apud CORDE. En el anterior ejemplo se observa que su valor, aunque sea condicional, no es idéntico al de si, puesto que pueden ser empleados en la misma oración. 2.2.3. En el siglo XVI aumenta no sólo el número de casos sino también el tipo o subtipo de textos en que aparecen: los religiosos y los didácticos apenas sufren variación; se amplían moderadamente los textos narrativos (de 6 pasan a 30) y los científicos (de 5 a 54); en cambio, los sociológicos y los históricos incrementan considerablemente pues pasan de 10 a 115 y de 65 a 200, respectivamente. La excepción es la disminución en los textos de derecho, que son los únicos que se reducen de 131 en el XV a 50 en el XVI. 2.2.4. En el siglo XVII, los casos de con tanto que desaparecen del tipo de texto donde en el siglo anterior simplemente se había frenado su aparición, los textos religiosos y didácticos; de los que habían sufrido aumentos moderados, los narrativos dejan de contener ejemplos y los científicos presentan pocos (20); los textos de derecho siguen en descenso (15); y los históricos son los que aún tienen mayor cantidad de muestras (28). Así pues, el tipo de textos donde originariamente se hace más presente esta locución sigue ofreciendo ejemplos. Probablemente por afinidad o por imitación, los textos de historia van aumentando sus ejemplos, de donde se contagian los textos narrativos.

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XIII

General Estoria. Segunda parte

XIV

Rimado de Palacio

XV 131 textos notariales y de derecho 6 textos narrativos 12 textos didácticos 5 textos científicos 8 textos sociológicos 21 textos religiosos 65 textos históricos

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XVI 50 textos notariales y de derecho 30 textos narrativos 12 textos didácticos 54 textos científicos 115 textos sociológicos 25 textos religiosos 199 textos istóricos

XVII

XVIII

XIX

1

0

15 textos de derecho

20 textos científicos

28 textos históricos

Tabla 2: Cronología de con tanto que según la tradición discursiva.

3. “Con tanto” 3.1. Cronología Ya en el siglo XIII encontramos 21 ejemplos de este marcador. En el siglo siguiente el aumento de casos es moderado, en total 35, cifra que se mantiene aproximadamente en el XV y que, en cambio, se cuadruplica en el XVI con 127 ejemplos. En el XVII comienza de nuevo el descenso a 71 casos. En el XVIII desaparece y vuelve a aparecer un par de muestras en el XIX (uno en un texto científico y otro en uno de sociedad). 3.2. Distribución y usos 3.2.1. De los 21 ejemplos del siglo XIII, 7 están en textos de derecho, 3 en documentos históricos, 9 en obras relacionadas con el mester de clerecía, uno en un texto narrativo y otro en un texto didáctico, de literatura sapiencial concretamente. En el siglo siguiente, el aumento moderado de casos se concreta en 4 casos en textos de derecho, 3 en narrativos, 2 en didácticos, 2 en científicos, 3 en obras relacionadas con el mester de clerecía y 21 en textos historiográficos. En el XV desaparecen los casos de los textos menores y se concentran en los de derecho (25) y los narrativos (6), mientras que en el XVI los que aumentan hasta 100 son los textos historiográficos. En el XVII vuelven a disminuir (17) y, en cambio, se incre-

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mentan los casos en los textos narrativos (33), con algunas muestras en los demás (6 en los didácticos, 3 en los científicos, etc.). CON TANTO Textos de derecho (ordenamientos y códigos legales, tratados jurídicos, documentos notariales, etc.) Textos narrativos (relato extenso en novela, relato breve, relato breve culto, relato extenso en diálogo, etc.) Textos didácticos (sapiencial, tratadística, paremiología) Textos científicos Textos sociológicos Textos religiosos Textos históricos (cartas y relaciones, memorias y diarios, historiografía, etc.) Otros

XIII

XIV

XV

XVI

7

4

25

1

1 1

3 2 2

6

11 3 7 5

4 4 9

22 3

100

Tabla 3: Cronología de con tanto según la tradición discursiva.

Este gráfico puede servir para resumir y comparar la distribución paralela de los dos elementos que estamos estudiando en cada tipo de texto: 450 400 350 300 250 200 150 100 50 0

Con tanto que Con tanto

Textos derecho

Textos narrativa

Textos didáctica

Textos Textos científicos sociedad

Textos religión

Textos historia/ documentos Gráfico 1: Cronología de con tanto que y con tanto según la tradición discursiva.

En resumen, este marcador parece ser preferido para narrar tanto en la ficción como en la historiografía. Dado que la narración es un tipo de discurso que invade diferentes tradiciones discursivas5 y una forma de comunicar que acompaña al

5. En Fernández Alcaide (2008) puede encontrarse un resumen del concepto de tradición discursiva y su historia con alusión a las fuentes y la bibliografía pertinente, así como una aplicación de este concepto a un tipo de textos concreto.

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hombre en su actividad lingüística cotidiana, no debe extrañarnos que se enlacen la ficción y la historiografía en determinadas características formales, como pueda ser el empleo de marcadores discursivos, ni que vayan de la mano en su evolución histórica: sin duda la narración es previa a la codificación escrita pero es en el discurso escrito donde tiene lugar la creación de recursos lingüísticos que formalicen este tipo de secuencias, comenzando precisamente por aquella tradición discursiva donde la narración se hace fundamental como puedan ser los textos históricos e historiográficos, de donde habría pasado a otro tipo de textos como los de la ficción. 3.2.2. En cuanto a los usos y valores de con tanto, lo que se observa en un principio es que la anáfora que conlleva el pronombre indefinido es lo que le otorga la capacidad de constituir o introducir, según los casos, el final de una serie. Si bien en los primeros textos puede interpretarse más literalmente, a lo largo del transcurso de la historia va aumentando su grado de gramaticalización. 3.2.2.1. Desde el segundo cuarto del siglo XIV pueden ya encontrarse ejemplos no literales. En un principio, pueden resultar ambiguos: (5) Et si el uillano fuere del Rey & cayere en la salua deue ser del Rey toda la calonia o daqueill qui tiene la tierra por eyll. Et si la seynnal ho el solariego quisiere leuar a los uillanos a las labores deuant dichas el sayon deue yr con eyllos & el sayon non deue fazer ninguna labor. & el sayon deue demandar ad aqueill seynor pora quien le faze labrar iantar o çena quoal que aya menester. Si los labradores quisieren pan de trigo deue sacar del Rouo de trigo.xvj. panes uno pora el sayon & el otro pora aqueill qui lo cueze. daqueillos.xvj. panes. Et de los otros dar les sendos panes & con tanto pasen. & si quisieren abondo la meatat sea de ordio & la otra meatat de trigo. 1300-1330 Anónimo, Fuero Navarra. BNM ms. 248, Ordenamientos y códigos legales. Apud CORDE. (6) Uillano Realenco ho de orden que tiene dos heredades peyteras a seynnor suele peytar estas.ij. peytas. Et si el uillano li da la una pecha & la otra no. & el seynor demandando li la otra pecha. & dize el uillano que non li deue mas de una pecha de lo que li a dado. uan por delant lalcalde entrambas las partidas. & dalis por iuyzio el alcalde que iure el uillano sobre el altar que la pecha que ha de dar que dada la ha. & que non le deue mas & con tanto sea quito el uillano. Et en el segundo aynno en el tiempo que es de dar la pecha el uillano daqueilla pecha diziendo que non deue mas entrambas las partidas uan por delant lalcalde. & dar les el alcalde por iuyzio que el uillano iurase la cabeça de su seynor & con tanto sea quito el uillano. Otro si en el terçero aynno en el tiempo que es de dar la pecha el uillano da li la una pecha. & el seynnor demandoda li la otra pecha. &

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Marta Fernández Alcaide entrambas las partidas fueron ante el alcalde et dixo les por iuyzio que leuasse fierro calient. en la siet. 1300-1330 Anónimo, Fuero Navarra. BNM ms. 248, 10.Ordenamientos y códigos legales. Apud CORDE.

Tanto en uno como en otro, la sucesión de enunciados que contienen cantidades numéricas puede propiciar la aparición de con tanto, pero coincide en ambos casos con el final de una secuencia narrativa. Estos dos hechos impiden hablar ya de conector pues dejan la locución en la ambigüedad. 3.2.2.2. En los ejemplos del siglo XV, con tanto puede presentar los siguientes valores. Unas veces introduce o marca el final de un texto o de una sección donde se reproduce una enunciación oral (cf. Cano Aguilar 1998, Eberenz 1998): (7) [...] E la respuesta de aquesto es que yo non lo fize synon por declararvos las dubdas que teníades; e no quise fazer de la llave çerradura, enpero en algunos pasos que no era líçito de fablar clara mente yo vos dixe que los encobría por darvos ocasyón de preguntar. E asý como después del muy yllustre señor prínçipe don Carlos, a quien Dios prospera sobre todos los bivientes, vos seades mi syngular Señor, quiero comunicar con vos todo lo que es en mi ánima amagado, vos palpable mente non tangades con vuestro dedo, e con tanto resçebid estas primiçias del trabajo de mis manos, perdonado el error sy aý estoviere, alabando a Dios glorioso por algúnt bien sy ý fuere fallado, al qual ruego que en este mundo vos dé los bienes de la su graçia e virtud e en el otro la bien aventurança perdurable por syenpre. Amén. Este libro es acabado, Nuestro Señor Dios sea por siempre loado. Amén. c. 1430-1440, Alfonso de la Torre, Visión deleytable, 14.Tratados y ensayos. Apud CORDE. (8) [...] E otrosi, fallamos que non deuemos facer condenacion de costas nin facemos, saluo que el dicho señor don Pero Velez deue contentar e contente a los escriuanos que an seido en todos los autos de esta causa e en qualesquier de ellos, e de e entregue sacado en limpio e publica forma e signado al conzejo e dichos vecinos de Araia esta dicha nuestra sentencia encorporando en ella el thenor del dicho compromisso que a nos fue otorgado e la prolongacion por nos por virtud de el fecha a las dichas partes fasta el día de San Miguel primero seguiente. E que los dichos vecinos se paren e paguen la costa de la yantar que oi, día de la pronunciacion, han fecho e receuimos con el dicho señor don Pero Velez. E con tanto los damos por ygualados e por asueltos la vna parte de la otra e la otra de la otra de todas las aciones e demandas a causa de que otorgaron el dicho poder e compromiso a nos, los dichos jueces. 1455, Anónimo, Sentencia de pleito [Documentación medieval de la cuadrilla de Salvatierra], 10.Documentos notariales. Apud CORDE. (9) Con que el dicho señor teniente dixo que si alguna persona quisiere en algund tiempo poner objeto a las dichas cuentas o algund capitulo dellos que le oyra a jus-

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tiçia. E en el capitulo que toca a Diego de Haedo de los seis mill maravedis que le dieron quando fue a la corte que traya la razon de su Ilegada e commo los gasto conforme a el capitulo de corregimiento que sobre el tomar de cuentas fabla, e con tanto dixo que firmaba e firmo las dichas cuentas. 1489-1522, Anónimo, Libro del Concejo de Castro Urdiales [Libro del Concejo y documentos del Archivo Municipal de Castro...], 10.Otros. Apud CORDE.

En estos casos la locución cierra el acto de habla que se reproduce, aunque el documento no haya terminado. Curiosa es su aparición en este otro tipo de documento, donde parece haberse convertido en una fórmula imprescindible, dado que se encuentra hasta 9 veces: (10) [...] E luego, el dicho Pero Saes, dicho Perylo, puso demanda en juysyo antel dicho sennor alcalde a Pero Vrtys del Vdayaga tresyentos maravedis por puro prestydo que le obo dado; e que podya aver fasta quatro meses e asas de vezes se los avya pedydo e non se los avya quesydo dar; por ende, dyxo que su merçed le condenase e, en condenando, le mandase dar e pagar; e sy por el fuese negados, que lo jure ante su merçed o que lo enfrrasca. E inploro su ofyçio e pedyo segund de suso; e con tanto, dyxo que concluya e concluyo e pedya libramiento. E luego, el dicho Pero Vrtyis dyxo que era verdad quel dicho Pero Saes, que presente estaba, le obo dados los trezyentos maravedis, pero que no los telnia al presente, pero el los querya dar a vn plaso, que su merçed del dicho alcalde mandase; e con tanto, non querya jurar nin resçibyr; e que concluya e concluyo e pedio sentençia e libramiento. 1498, Anónimo, Actos de jurisdicción e apeamiento [Colección documental del Archivo Histórico de Bilbao], 10.Documentos notariales. Apud CORDE.

Su redundancia parece remitir a una estructura donde se plantea el caso sobre el cual se presta declaración, tras lo cual se realiza —o no— el juramento. Asimismo es posible encontrar con tanto para marcar el final de una enumeración o de una secuencia narrativa: (11) [...] otrosy la muerte fecha el Roydo fue por la çiudat & saljo el condestable & otros caualleros conel fallaron al dicho duque que yazja muerto enla carrera & leuaron lo avn yglesja que llaman naris mantens & algunos quisyeron yr en pos delos matadores E los dichos matadores echaron calcatrepas por la carrera & los que yuan en pos dellos ljsyaron se muy mal & con tanto ovieron de çesar de yr en pos ellos c. 1450-1500, Cancionero castellano de París (PN2). Ms. BNP Esp. 216, 21.en obras colectivas. Apud CORDE. (12) [...] É él con sus amigos en sus barcas saliéronme á resçebir; é yo quisiera yr luego á fazer reverençia al Emperador, mas tanto porfiaron conmigo, diziendo

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Marta Fernández Alcaide que les faría grant mengua en no yr primero á Pera donde ellos tenían sus estançias, que lo ove de fazer; é yo é los mios fuemos en los barcos de los castellanos, é nuestra nao tras nosotros, é entramos por el puerto de Constantinopla, é dexámosla, é fuemos á surgir á la paliçada de Pera [...]; é deçendí en tierra bien acompañado de los castellanos é de otras naciones sus amigos dellos, é fuemos á la yglesia á fazer oraçion é allí fallé al Potestad que rige la tierra é me resçibió mucho bien, demandándome de las nuevas del Poniente é diziendo que toda cosa que oviese menester lo fallaría bien presto; é con tanto nos partimos. Yo me fuí aposentar con el patron castellano, donde fallé á osadas buen acogimiento, é como llegué á la posada, fallé un grant presente de vinos é aves, quel Potestad me embió. c. 1457, Pero Tafur, Andanças e viajes, 19.Memorias y diarios. Apud CORDE.

En esta obra de Pero Tafur hay seis ejemplos similares en total, puesto que su obra es una crónica de viajes. También en la de Lope García de Salazar encontramos varios ejemplos, si bien es más interesante observar en ellos la gramaticalización del marcador, dado que puede desplazarse en el enunciado en el que se inserta y encontrarse al principio (4), en medio (2) o al final (4), pero siempre coincidiendo con el final del capítulo, como se muestra en los ejemplos: 1471-1476, Lope García de Salazar, Istoria de las bienandanzas e fortunas, 19.Historiografía. Apud CORDE. (13) Señor Diomedes —dixo Archiles—, bien sé yo [que] [a]sí en los comienços como a la fin querredes pareçer a la alta proeza de vuestro padre, el infante Alixandre Calidón, que fue causa del comienço e fin de la destruiçión de los reinos de Aregos e de Tebas, e aún tanto fizo en ello que, non podiéndolo acabar, allá ovo de morir e vuestra madre, Argillia, e las otras mugeres de los que allá morieron por falta d’ellos ovieron de ir acabar aquella conquista e troxieron de allá sus maridos muertos, (e) mas non vençedores. E agora bien creo que así conteçerá a vos en Troya, que la muy noble Egea, vuestra muger, abrá de vengar la vuestra muerte, como fizo vuestra madre, Argilia, la del dicho vuestro padre. E, con tanto, se partieron los Reyes de Archiles. Título de cómo los griegos eran acordados de se partir de Troya, sinon por el falso obispo Colcas, traidor Ulixes e Diomedes e el duque Néstor (que) se fueron al rey Gamenón, [...] (14) E fechas sus vodas con grand solenidad, dormiendo anbos a dos aquella primera noche, azia el día apareçió un ángel a la duquesa Vecas con grand claridad e buen olor e díxole: —Alégrate, buena muger, que sabe que d’esta noche eres preñada de una fija que será noble dueña e casará con el Conde de Voloña. E abrá d’él tres fijos e los dos serán Reyes de la santa çibdad de Jherusalem e el otro Conde de Voloña. E cata que

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no dexes de dar leche a esta tu fija sino de la tu teta mesma. E guarda este tu marido, pues que Dios te lo dio, e no le preguntes de su nonbre e linaje, ca él es tan fijo de algo como el enperador, si no, cata que lo perderás para sienpre e nunca lo verás. E desapareçióle con tanto. Título de cómo el Caballero del Çisne peleó con los sasones e de la muerte de Galieno Pasado todo esto, el Caballero del Çisne pidió por merçed al Enperador que [...] (15) Mis buenos vasallos e naturales, quiero que sepades que los pechos que yo vos demandava que no los avía para thesorar ni para me deleitar con ellos en ningunos viçios mundanales, sino para los despender con todas las mis rentas en serviçio de Dios e en onra de los mis reinos e ensalçamiento de la Corona Real, martiriando con ellos el mi espíritu e trabaxando las mis carnes noches e días; enpero, pues que veo vuestra voluntad e duda que en ello ponedes, creed que no vos entiendo más enojar, pero yo cataré de las rentas de mi reino e otro de merçed e bien fecho que yo fize en algunos de mis reinos, que creo que irán co[n] migo, e así de mis criados, que creo que llegaré tres mil cavalleros que creo que irán co[n]migo, e porné mi real a las puertas de aquella villa de Algezira e estaré allí como cavallero fasta que la tomase o peligrase sobre ella. E que las menguas qu’él en esto fiziese que no serían contadas a él, sino a los de sus reinos. E salióse con tanto del palaçio. E los del reino, que tales palabras le oyeron dezir, tornaron a su fabla e dixieron que debrían dar graçias a Dios porque les quiso dar tan noble rey e otorgáronle aquella alcavala de lo que se vendiese en sus reinos para durante la çerca de la dicha çiudad de Algezira con juramento de no la demandar más. Título de cómo fue çercada la dicha çiudad de Algezira Este noble Rey çercó la dicha çibdad en este año de mil CCCXLV años [...]

Lo mismo se encuentra en la Traducción de la historia del noble Vespasiano, donde también hay ejemplos con el marcador al principio (4) y otros con el marcador en el medio (4). La misma función puede desempeñarla en ocasiones otra locución similar, con esto, aunque en ella el demostrativo mantiene su valor deíctico más que en el caso de con tanto y, de este modo, su grado de gramaticalización es mínimo: (16) A las quales palabras el dicho Lope Garçía le respondió así: “Por çierto, Ochoa Sánchez, sabe Nuestro Señor que si el Rey fiziera merçedes al señor Mendoça de villas e señoríos en Castilla”, que a él ploguiera e plaziera mucho e posiera el cuerpo e la fazienda en lo ayudar a ello, pero en lo que tocava a esto que sopiese que le pesava e pesaría d’ello e que, si ál dixiese, que mentiría, ca era perdiçión de su livertad e de todo el condado e señorío de Vizcaya e de la Encartaçión e que de cosa que era su daño no le podía plazer. Pero que pues Garnica era ca-

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Marta Fernández Alcaide veça de Vizcaya e todos los d’ella e de la Encartaçión lo querían, como él dezía, que no era cosa qu’él remediar podiese e, con tanto, que abría de fazer lo que los otros, pero que sería a su pesar, por le dezir verdad. A las quales palabras el dicho Ochoa Sánchez le dixo así: —Por çierto, Lope Garçía, mi señor Mendoça al contrario lo pensava, que no así, pero yo vos digo de su parte e de la mía que, si vos ploguiere, qu’él será corregidor e, si bos pesare, tanbién; por ende, fazed lo que vierdes que vos cunpla, ca yo ni otro no vos lo dirá más. E quedadvos con Dios. E Lope Garçía le respondió e dixo así: —Ya vos dixe, Ochoa Sánchez, e vos dezides bien e creed, que otra vez vos digo, que si en mi poder fuese e fuere, que no lo sería ni será, ca lo querría él por secutor, commo lo vieron mis anteçesores, pero no por juez e secutor, * que no ha menester más para ser señor soberano del dicho condado. E con esto se partieron de en uno. 1471-1476, Lope García de Salazar, Istoria de las bienandanzas e fortunas, 19.Historiografía. Apud CORDE.

3.2.2.3. En el siglo XVI apreciamos, como se dijo, mayor cantidad de ejemplos, pero con valores y usos que continúan lo que se había comenzado en el siglo anterior. Puede presentarse al final de una secuencia narrativa, para introducir el último enunciado, donde suele más frecuentemente ir al inicio, sin que falten igualmente casos con el marcador en el medio y al final del enunciado: (17) pues sin duda se otorgaria en las cortes que se quitasse la dicha clausula y aunque mi intencion ni la del arçobispo y contadores no fue de obligallos al dicho seruicio sino de ponello por consideracion para poder negociar mejor lo de las cortes venideras como hizieron punta en esto parescio que se deuia mirar en ello y assy mande a Joan Vazquez y al liçençiado minchaca que se juntasen con el arçobispo y los contadores a ver lo que se debia hazer los quales dieron y tomaron con los procuradores sobre la materia y venian en quitar la dicha clausula y poner otras palabras en lugar della de las quales no se satisfacieron los procuradores y ellos dieron otras que me consultaron de lo qual va la razon aparte y como yo vi esta diferençia y desseaua no concluyr este negocio por ser tan importante sin consulta de V. magestad determineme a respondelles que se lo queria consultar y que ellos se fuesen a sus çiudades y que venida la respuesta de v. mag.estad los mandaria llamar si conuiniesse y con tanto quedo el negocio suspenso lo que mas tengo que dezir sobrello es que segun la cuenta que han echado los contadores con treynta quentos que el reyno pagara en cada año poco mas o menos sobrel precio que agora paga

1551, Anónimo, Cortes de Madrid, 10.Ordenamientos y códigos legales. Apud CORDE. (18) y desque lo tuvo bien mirado todo, díxoles como él sabía por su astrología que avían de venir allí, por mandado del emperador de christianos, en busca de las

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especias que nacían en aquellas sus yslas; y que pues eran venidos, que las tomassen, ca él era y se dava por amigo del emperador. Quitóse con tanto la mitra, abraçólos y fuese. Otros dizen que no lo supo por ciencia, sino por sueño, ca soñara dos años antes que veýa venir por mar unas naos y hombres, que punto no les mentían a los españoles, a señorear aquellas yslas y especias. 1554, Francisco López de Gómara, La primera parte de la Historia natural de las Indias, 19.Historiografía. Apud CORDE.

Estos casos son mayoritarios y suelen conllevar el uso del indefinido (ochenta y tres, en total) —si bien hay también algunos con imperfecto (se han contado diez en el siglo XVI) y perfecto (uno solo)— y de verbos de movimiento6 como volverse (14 casos), partirse (7), irse (9), quedarse (8), salir(se) (7), embarcarse (3) y otros que implican indirectamente un movimiento, como es el caso de despedir(se) (7), como se ve, verbos que implican fin de una etapa, pues el movimiento da lugar a una nueva situación; así pues, este significado último favorece y redunda en esta idea de final de secuencia, al mismo tiempo que es posible que esos términos hayan facilitado la desgramaticalización o despragmaticalización de con tanto. Las dos propiedades citadas, el indefinido y los verbos de movimiento, no extrañan ni mucho menos en una narración; sin embargo, sí resultan caracterizadoras de este marcador como recurso de la organización de la narración. También puede aparecer para marcar el final de un texto o de una sección de un acto de habla, es decir, en textos de la oralidad concepcional de una carta, concebida como conversación con personas de la distancia (ejemplos 19 y 20), de los diálogos de la prosa o de las obras teatrales (21 y 22): (19) Concluyendo por ser tarde y venir la noche, digo que no querría que los viejos fuesen más virtuosos que son en hablar prolijos, ni que trujesen su vida más reglada que traen su lengua amostrada, y aun de hablar martirizada. Con lo que he dicho no es mi intención hablar de muchos buenos viejos, honestos, recogidos y sabios, salvo de aquellos que de todo esto carecen. Y con tanto Dios nuestro señor vaya contigo. Amén. Fin de los Coloquios matrimoniales del licenciado Pedro de Luján. 1550, Pedro de Luján, Coloquios matrimoniales, 12.Relato extenso diálogo y miscelánea. Apud CORDE. (20) Todo lo demás que oponen á mi libro es tan bajo y tan poco importante, que no hay secretario español que no supiese responder á ello suficientemente; aunque vos, señor Bachiller, por no haber pasado del Bucarejo, os parecerá muy terrible

6. Cito únicamente los verbos que presentan más de dos ejemplos para no caer en la casuística.

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Marta Fernández Alcaide cosa tomaros con tantos. Y ansí, considerando vuestra persona y otras de vuestro grado y letras, digo que me maravillo de aquel dotorejo de Aristóteles que un libro que compuso De animalibus, que vos debéis tener metido en la cabeza, afirmó que en Francia no había asnos, siendo tan gran mentira, pues vemos que en París se hacen cada año tantos bachilleres. Y con tanto, quedo deseando ver alguna obra vuestra, por emplear mi ingenio en defenderla y alabarla como vos habéis hecho á la mía, que siempre os lo agradecerá este vuestro buen amigo.- El Capitán Salazar. c. 1550, Capitán Salazar, Respuesta de Capitán Salazar [Cartas del Bachiller de Arcadia al Capitán Salazar], 12.Relato breve culto. Apud CORDE. (21) Alcaide Las armas del Vizconde son las que aquí veys patentes. Sereno ¿Pues en qué difieren las armas de los Fajardos de las de Biuero?, que me paresçe que lo apuntastes de suso e no lo declarastes. Alcaide ¿Sabejs en qué? En que los Fajardos traen tres hortigas y ésas sobre las plantas de los escollos e rroquedos, y el de Biuero trae dos hortigas entre los dos escollos. Y con tanto vamos adelante. El muy magnífico e generoso cauallero Johan de Vargas. Batalla segunda, quinquagena 1, diálogo XLVI. c. 1535-1552, Gonzalo Fernández de Oviedo, Batallas y quincuagenas, 19.Historiografía. Apud CORDE. (22) PALATINO Perdé la sospecha, que no me parece tan bien; cuanto más que en feria no están desocupados. PINCIANO Las obras lo dirán. Yo os esperaré hasta hora de queda, y si no llegárades a ella, pensaré que sois quedado y os habré por condenado en la sospecha y en la cena. Y con esto y con vuestra licencia, me parto. PALATINO Yo consiento en el término, con condición que no ande el reloj y la campana tan delantero como el de Simancas. La liebre esté bien aparejada y la mesa a punto. Y con tanto, os doy mi bendición y la de Dios, que vaya con vos. PINCIANO Él sea en vuestra guarda y os guarde de mala compañía. Amén. Fin de la jornada nona. 1550, Juan de Arce de Otárola, Coloquios de Palatino y Pinciano, 12.Relato extenso diálogo y miscelánea. Apud CORDE.

Relacionados con los anteriores, están los casos donde la reproducción del acto de habla supone la existencia de varios planos, que separan la realidad de la ficción y, por tanto, el enunciado de la enunciación. Podemos observarlo en la Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo, donde al menos cinco capítulos se concluyen con este marcador. Además, lo relevante no es solo que se encuentre en ese contexto, sino que puede hacerlo también en secciones del texto donde aparece la voz del autor dirigiéndose directamente al lector:

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(23) Quechula e Anaclaxipila son cabeceras e jurisdiciones, e tienen otros pueblos a sí subjetos, así como Quichula e otros. Catadesiguata, Xavión, Anazandán, Caltiva, Ultatepeque, Tilcecoapa e otros muchos nombra; los cuales todos servían, en aquella sazón, con darles de comer e oro, e de aquellas almendras del cacao que se dijo de suso, las cuales entre aquellas gentes corren por moneda e sirven de moneda, e por ellas se compran todas las cosas en aquella tierra, de los árboles de las cuales e de esa mesma fructa e de sus efectos, largamente se tractó en el libro VIII de la primera parte capítulo XXX, donde el letor lo hallará. E con tanto, se ha dado fin a las relaciones que el gobernador Hernando Cortés envió a César en diversos tiempos. Pasemos adelante con nuestra historia de la Nueva Espana. 1535-1557, Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, 15.Biología. Apud CORDE. (24) l murió como católico, rescebidos los sacramentos e fecho su testamento, e dejando por su universal heredero e mayorazgo a su hijo legítimo don Martín Cortés, mancebo de hasta veinte años o menos, buen caballero, e so la tutela e favor del señor duque; e a lo que muestra o se puede juzgar de su persona, se espera que será y es bien digno del estado en que subcede e de otro que muy mayor fuese. E con tanto se concluye este libro XXXIII. Téngalo Dios en su gloria al marqués, que en la verdad, digno es de mucha memoria, y él es el principio e fundamento de su casa y estado, e por su persona e méritos grandes lo ha adquirido, como la historia presente aunque sumariamente lo ha contado. 1535-1557, Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, 15.Biología. Apud CORDE.

En estos casos, el marcador no va acompañado por los rasgos que mencionábamos anteriormente; de hecho, se ha atestiguado que pueden aparecer otros tiempos y otros modos: en futuro, por ejemplo, se han encontrado dos casos y ambos con función de organización del discurso explícita:

(25) Y con tanto le dexaremos en su cerco por contar lo que sucedió al hijo con Mulei Buazón a. 1575, Diego de Torres, Relación del origen y suceso de los Xarifes y del estado de los reinos de Marruecos, Fez y Tarudante, 19.Cartas y relaciones. Apud CORDE. (26) E con tanto, diré ahora lo que sucedió en la ciudad del Cuzco c. 1553-1584, Pedro Cieza de León, Las guerras civiles peruanas, 19.Historiografía. Apud CORDE.

en presente de indicativo hay diecinueve ejemplos, donde se aprecian los dos extremos de la gramaticalización del conector: si el verbo es de movimiento de

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partida o de final, parece que con tanto recupera su valor léxico (27-29), pues el presente y la primera persona, si es ésta la que realiza la acción de concluir o de marcharse, impelen a la interpretación literal7; en cambio, si el verbo no alude de forma explícita a ningún tipo de movimiento sino a sus consecuencias indirectas, entonces el conector resulta más gramaticalizado (30-32): (27) Y con tanto, entro. (28) Y con tanto, salgo en nombre de Dios. 1554, Juan Rodríguez Florián, Comedia llamada Florinea, que tracta de los amores del buen duque Floriano con la linda y muy casta..., 13.Comedia. Apud CORDE. (29) Y con tanto, pongo fin a las guayas. 1570-1579, Sebastián de Horozco, Libro de los proverbios glosados, 14.Paremiología. Apud CORDE. (30) Y con tanto, veso las manos a Vuessas Mercedes. 1553, Antonio de Torquemada, Coloquios satíricos, 12.Relato extenso diálogo y miscelánea. Apud CORDE. (31) y con tanto, es su fuerça en aparencia y de efecto sólo en un puesto. 1595, Bernardino de Mendoza, Teórica y práctica de guerra, 16.Ejército y ciencia militar. Apud CORDE. (32) Y con tanto, quedan canonizados aquellos huessos. 1554, Francisco López de Gómara, La primera parte de la Historia natural de las Indias, 19.Historiografía. Apud CORDE.

Otros sentidos no son tan claros. En este ejemplo parece adquirir un significado temporal como ‘entre tanto’, ‘mientras tanto’, es decir, un sentido temporal que tampoco está lejos del pronombre tanto (Méndez García de Paredes 1995: 148-150): (33) Fulminato Siquiera buelvas como el trigo que passa en Asturias, que no sabe retorno. Pero, —o, hi de puta, y qué necio buen comedimiento el mío! Y aun él si lo acceptara, y qué neciamente lo hiziera él en pensar que yo hablava de veras; e yo mucho más en hazerlo, aunque lo mandaran siete Florianos. Aunque al fin,

7. Puede verse en el ejemplo 12 —puede volverse a él, aquí citamos únicamente el enunciado que interesa: “e con tanto, nos partimos”; si lo leemos descontextualizado, puede entenderse como presente o como indefinido y tan solo en el segundo caso estaría sirviendo de marcador.

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como tuve el sí fingido, si le viera que lo aceptava, tuviera el dissimulado. E con tanto, me subo arriba, que ya llevan el manjar. Quiçá se me pegará algo con que más medre que con la yda con estotro. Que dudo yo si él de allá buelve, sino en lengua de quien diga que queda muerto. Y contento, pues que yva él. Quiero afufar, no se arrepienta y buelva por mí. Pero serle ía escusado; y tampoco lo hará, porque se pica de gallillo loquillo, que le hierve la sangre —que aún nunca espada agena le ha sacado—. Dios le guíe; allá se avenga, y a nos no olvide acá. 1554, Juan Rodríguez Florián, Comedia llamada Florinea, que tracta de los amores del buen duque Floriano con la linda y muy casta..., 13.Comedia. Apud CORDE.

Y en este otro parece equivaler a los conectores consecutivos (Narbona Jiménez 1978: 87-90): (34) Y díjele: “gran capitán, no es tan grande mi miedo como algunos lo hacen, que, como yo tenga contienda con hombres, vase la lengua a lo que piensa el corazón. Mas ya me parece que tardo en cumplir mi promesa, y en darte venganza de nuestro contrario; con tanto, con tu licencia, quiero volver a dar fin a mi hecho”, “Tú la tienes” me dijo. Y luego, muy corrido y temeroso de tales acaecimientos, me volví a la pena, pensando cómo me convenía estar mas sobre el aviso en mis hablas.

1555, Anónimo, Segunda parte del Lazarillo de Tormes, 12.Relato extenso novela y otras formas similares. Apud CORDE.

4. Conclusión Con la ejemplificación de usos de con tanto a través de textos de varios siglos se ha pretendido mostrar la especialización que sufría esta locución en su función extraoracional como elemento de marcación de final, ya sea de una secuencia narrativa, ya sea de una parte de un texto o de un texto mismo. La historia de una lengua es la historia de sus unidades y sus estructuras. No todas ellas prosperan sino que muchas de ellas se van perdiendo en su recorrido bien por la competencia con otras unidades o estructuras con similares funciones, bien porque ellas mismas no presentan las condiciones lingüísticas adecuadas para su mantenimiento. Esto último es lo que parece haber ocurrido con con tanto. Las limitaciones textuales y discursivas que se advertían durante sus siglos de esplendor, junto con los abundantes usos del pronombre tanto en otras locuciones conjuntivas, a veces equívocas, habrían sido probablemente el motivo fundamental para frenar su proceso de gramaticalización e impedir su extensión a otros tipos de texto y a

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otras tradiciones discursivas. En efecto, la ambigüedad suele ser una causa para la eliminación de unidades en el sistema y, por otra parte, las tradiciones discursivas pueden actuar como seleccionadoras de fenómenos lingüísticos en un determinado espacio variacional (Oesterreicher 2008). El poco tiempo que con tanto pervivió —desde la segunda mitad del siglo XIV hasta finales del XVI— nos permite caracterizarlo como marcador —sin continuación ni heredero— no argumentativo y relativo a la macroestructura textual dentro de las tipologías discursivas narrativa y dialogal.

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Con tanto, Dios nuestro Señor os guarde

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LA VARIACIÓN LINGÜÍSTICA EN LOS ELEMENTOS DE LA ENUNCIACIÓN CATALINA FUENTES RODRÍGUEZ Universidad de Sevilla

1. Introducción La variación es connatural a la propia existencia del sistema lingüístico. Surge en el momento en que este se concreta, cuando se realiza el acto enunciativo. La investigación lo ha relegado al ámbito diacrónico o sociolingüístico, pero algunos autores lo han reivindicado para la sintaxis1. Por otra parte, la aparición de los estudios pragmáticos reorienta la investigación hasta situar lo contextual ya no como variable, como un elemento secundario para la descripción de las unidades lingüísticas, sino como factor determinante y definitorio. Dada esa orientación, la lingüística pragmática que definimos en Fuentes (2000), vamos a acercarnos a un campo concreto, la enunciación, intentando ver cómo se manifiesta ese control del hablante sobre su propio acto comunicativo, y nos plantearemos su estatus dentro de la descripción del español. ¿Son variantes o unidades sistematizadas en el código? Nos centraremos en un campo específico, la ejemplificación, menos estudiado y donde el sistema parece estar sometido a tensiones de diverso tipo.

2. La ejemplificación Es una relación enunciativa2 específica, en la que el hablante controla su propia emisión3 y señala que lo que está diciendo o va a decir debe tomarse como un dato 1. Así, en Knauer-Bellosta von Colbe (2005) se recogen distintos acercamientos teóricos al tema: “La aportación original más interesante de los estudios aquí reunidos estriba en el redescubrimiento y en la nueva valoración del papel del discurso y de la frecuencia de uso en el origen, extensión, grama- ticalización y desambiguación de construcciones alternativas o variantes más o menos marcadas” (10). 2. Vid. Ducrot (1984), Récanati (1979), Nolke (1993, 2001), Rossari (1994), García NegroniTordesillas (2001), Nyan (1998), Fernández (1994), Fuentes (2004). 3. Generalmente se sitúa dentro de la reformulación. Sobre este tema vid., entre otros, Rossari (1990, 1994), Gaulmyn (1987), Gülich-Kotschi (1983), Murat-Cartier-Bresson (1987),

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ilustrativo, paradigmático, de una información más general. Al mismo tiempo, ese ejemplo se utiliza como argumento de una tesis más general. Es, pues, un fenómeno que une enunciación a argumentación4. Como relación enunciativa presenta caracteres peculiares. Generalmente se sitúa entre los reformulativos, aunque quizás no sea estrictamente una “nueva formulación” del discurso. Los autores suelen limitar la reformulación a la parafrástica, que consiste en la equivalencia de dos enunciados. En ella entrarían la explicación, la denominación y la corrección. Pero en Fuentes (1993) propusimos considerar también un segundo grupo, los no parafrásticos, en los que aparecen dos estrategias (mecanismos genéricos de la reformulación, según Adam 1990): a) la condensación o generalización: etiqueta, conclusión y recapitulación. b) la expansión: enumeración y ejemplificación5.

Del Saz Rubio, por su parte, habla de cuatro: “expansion, compression, modification and reassessment”. Los ejemplificadores entrarían en el primer grupo, la expansión, que incluye la elaboración, definición, identificación o ilustración de un término o concepto (Del Saz Rubio 2006: 919-920). Por tanto, para afirmar que los ejemplificadores son reformulativos hay que entender que el hablante actúa sobre su propio discurso y añade un enunciado particular, de forma retroactiva, para hacer llegar su mensaje de forma más clara al oyente. Controla, pues, la emisión y actúa sobre ella. La relación entre los dos enunciados es de general a particular, una concreción o expansión, como dicen estos autores. Pero, a la vez, el elemento concreto es un argumento utilizado para demostrar una tesis. La ejemplificación, entonces, se convierte en un procedimiento enunciativo con fines argumentativos. Por ello, no tiene sentido separar conectores argumentativos de reformulativos6, porque pertenecen a planos diferentes. La argumentación puede servirse de muchas estrategias y, por supuesto, entre ellas, de la formulación.

Roulet (1987), Fuentes (1987, 1993), Fuentes-Alcaide (2002: 515 y ss.), Adam-Revaz (1989), Adam (1990). 4. Rossari (2000: 70) considera que par exemple introduce un enunciado que sirve de “preuve”. 5. Para todo esto consúltese Fuentes (1993) donde discutimos en profundidad en qué consiste la reformulación. 6. Cfr. Portolés (1998) y también Martín Zorraquino/Portolés (1999).

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Los ejemplificadores también presentan un comportamiento sintáctico complejo: pueden ser conectores u operadores, relacionar o marcar la dimensión enunciativo-argumentativa de un elemento concreto. Incluso la misma unidad admite ambas funciones. Así, por ejemplo7 puede aparecer: a) como conector, estableciendo la relación general particular: (1) Y es que decenas de incógnitas se esparcen aún en torno a un hecho que con el tiempo está cada vez menos claro. Por ejemplo, ¿quién era en verdad Lee Harvey Oswald? (CREA8, Revista Escape, suplemento de La Razón Digital, 23-11-2003). (2) ¿De las experiencias en su país concluye que esos niños acaban perdiendo el dominio de sus lenguas de origen en beneficio de los idiomas de adopción, como el inglés, por ejemplo? (CREA, Faro de Vigo, 26-10-2002).

b) O intercalado, como operador9, en un enunciado, marcando que lo que dice es algo particular. El elemento general no aparece. (3) Sí, sí, sí, sí, sí, tengo amigos de instituto, claro. Gran parte de ellos están aquí, sobre todo los importantes, están aquí conmigo, pero tengo otros que, por ejemplo, están estudiando Formación Profesional, ¿no? (CREA, Grupo G 1, Filología Hispánica, 1996).

Podríamos argumentar que en este último caso por ejemplo sigue siendo un conector, que alude a una serie implícita10, pero creemos que se trata de un uso diferente, otra posibilidad sintáctica de expresar el mismo contenido dentro de los límites del mismo enunciado. Por ejemplo se convierte, así, en un marcador de que lo que sigue debe interpretarse como un caso paradigmático, y no en su valor referencial. De esta forma, el proceso de designación exige la colaboración del receptor, que debe inferir a partir del caso particular el significado genérico que ha querido transmitir el hablante. Ejemplificar, pues, implica una actividad enunciativa, la colaboración del receptor, la argumentación y un proceso de designación de la realidad de forma indirecta. Su complejidad es manifiesta.

7 8

Para este y otros elementos consúltese Fuentes (2009). Corpus de referencia del español actual, Real Academia Española. El corpus no ofrece datos sobre el autor de los artículos periodísticos. 9. Sobre la diferencia conector/operador consúltese Fuentes (2003). 10. Como hace Fernández 1994-5 o Rossari 2000.

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En cuanto a las unidades, los repertorios recogen por ejemplo, así, concretamente, en particular... Algunos inventarios son más extensos: así, por ejemplo, a saber, pongo (pongamos) por caso, valga como ejemplo, concretamente, sin ir más lejos, más concretamente, verbigracia, o sea, es decir, bueno, vamos. Algunas de ellas no están lexicalizadas: valga como ejemplo, y otras son empleos de nexos explicativos, que, como elementos genéricos, presentan cualquier reformulación. Es el caso de o sea, vamos. Pero las que a nosotros nos interesan son otras menos estudiadas, que unen al valor ejemplificador otro de hipótesis: un poner, un suponer, es un poner, es un suponer, pongamos un ejemplo, pongamos por caso, pongamos que..., pongamos, pon tú que..., supongamos (que), supón. Entre ellas encontramos elementos aún no gramaticalizados, conectores, operadores, unos con pleno uso y otros no tan extendidos. Además, su distribución sintáctica también ofrece sorpresas interesantes.

3. Un poner Esta construcción presenta una distribución especial como marcador discursivo. Es un sintagma nominal que aparece al inicio de un enunciado, seguido de dos puntos. Anuncia catafóricamente la función enunciativo-modal de lo que sigue. a) Puede introducir un ejemplo: (4) R.- Por eso digo que no me gusta escribir ¡carajo! Y a la vez afirmo con la mayor rotundidad que escribo por necesidad. Todo lo que he escrito tenía necesidad interior de escribirlo. P.- Un poner: ¿la poesía, como un estado de necesidad? R.- Pienso que sí. (CREA, El Mundo, 03/12/1995).

b) O bien plantea una situación hipotética. Introduce el marco en el que lo que viene a continuación se presenta no como una aserción sino como algo posible11.

11. Fernández (1994 -5: 142) considera que esta función sólo la cumple por ejemplo: “Sólo por ejemplo puede introducir una suposición o una situación imaginaria, y por tanto sólo él puede presentar un sentido a medio camino entre éste y el de ‘una posibilidad entre muchas’”.

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(5) El recuadro Por qué soy juradista Un poner: Butragueño ha pillado a su legítima con un maromo y les ha dado a los dos perdigón y borricate. Bueno, pues llega el jurado y Butragueño no se escapa ni con alas. Nada digo si un jurado español puro de oliva, formado mayoritariamente por béticos, hubiera tenido que juzgar a Maradona cuando jugaba en el Sevilla por sus cuestiones de la nieve que falta en Sierra Nevada (CREA, El Mundo, 05/10/1995).

Esa situación actúa como una ejemplificación o argumento a partir del cual extraer una conclusión. Su función es argumentativa. De los dos ejemplos vistos, en el primero un poner sería un conector. Aparece entre dos enunciados, el primero general y el otro particular, emitidos, además, por dos hablantes. En el segundo actuaría, sin embargo, como un operador modal o argumentativo-modal, que marca como hipótesis lo expresado en su enunciado. Sólo hemos encontrado estos dos ejemplos en una búsqueda en posición inicial en el CREA. Pero cuando se intercala, en el discurso aparece en otra forma, es un poner, de la que tenemos 5 casos (de 1975 a 2007). De ellos en sólo dos actúa con valor ejemplificador. Aparecen en la misma obra: Quiñones: Las mil noches de Hortensia Romero (Planeta, 1979). Su escaso uso revela que no está activo, frente a “por ejemplo”. Pero ¿está lexicalizado? Esta combinatoria aparece al final del enunciado, comentando lo anterior, como un marcador de reinterpretación. Es un elemento retroactivo que indica cómo interpretar lo dicho anteriormente: (6) Fíjate tú entonces la gente que ha pasado ya por aquí. Tú piensa nada más que en la esquina de la Heladería italiana, es un poner. Piensa en esa esquina y quita la Heladería, quítala. Y la casa entera. Luego quita la casa que estaba ahí antes de ésa, quítala aunque no la llegaras a ver. Y la que estaba antes... ya verás cómo acabas entendiéndome, Horte.

O bien como enunciado parentético: (7) O sea, que al limpiarte los dientes con el palillo, podía luego quedársete en la boca un gusto a plátano o naranja o limón o al sabor que el palillo llevara, y El Maera trabajó en eso con ese hombre. Lo que pasa es que les fue mal porque a los palillos los hacían y les ponían el gusto y los empaquetaban ellos mismos como podían, con otros dos o tres muchachos que tampoco tenían un duro; y hacerles la puntita esa finita era muy difícil, con que no se la hacían más que por un lado y cada uno la tenía de una hechura distinta y casi todos así muy basta, y lo de los sabores al

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Catalina Fuentes Rodríguez gusto tampoco resultó: el palillo que tenía que saber a limón o a canela (es un poner), pues sabía a otra cosa, y algunos sabían hasta feo y a otros no se les sacaba el gusto, y encima echaban mucho tiempo y salían muy caros y no les podían hacer ni la cajita.

En los dos casos es el hablante el que se dirige al receptor para hacerle que considere lo anterior no en su sentido literal sino como un ejemplo. Pero tenemos muy pocos casos, y, como vemos, pertenecen a una época bastante anterior, a un uso que parece haber desaparecido, y a una imitación del habla rural. Aparte de estos escasos datos en el CREA, sólo hemos documentado un poner en un foro de Internet para moteros. El título del foro es exactamente ese: “Un poner” (http://debates.coches.motos.net, 24-10-2007) y plantea situaciones hipotéticas, posibles: (8) Un poner... Pongamos por ejemplo que os habeis comprado una flamante y preciosa moto nuevecita... Y como todo hijo de vecino habeis tenido que juntar unos ahorrillos desde muchos años, o pedir un préstamo... la llevais al taller (al que sea) para la revisión y por mala suerte, roban en ese taller. Llevándose vuestra querida moto... pues bien la pregunta es la siguiente: ¿que pasa entonces? dan una moto nueva en caso de tener muy pocos km? te la tasan segun depreciación? y si es así... si la moto no es nueva... te la infravaloran? La pregunta se me ha planteado pues conozco varios talleres que dejan las motos en la puerta con las llaves puestas y tb por el planteamiento de si entran de noche a un taller... V´sss pa tos... elfossie (4-3- 2004)12.

El texto se inicia con Pongamos por ejemplo, lo que confirma el valor ejemplificador de un poner. En la siguiente intervención de “el fossie” de nuevo lo explicita: “ejemplo más concreto”: (9)

Ejemplo más concreto... Mi moto, Hornet 900, precio nueva 9.990 € en tarifa. Tiene casi dos años... como tasan eso? (el fossie) (4-3-2004).

12. En este ejemplo y en los siguientes hemos mantenido el texto como aparece en el foro, es decir, con faltas de ortografía.

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En otras intervenciones se plantea de otro modo la casuística (qué pasa si...): (10) Y ahora te pregunto yo, yo me pego una castaña o me roban la moto del taller, mi moto tiene mas de 20 mil km, y menos de un año, y el seguro me paga una nueva, tambien es injusto??? (4-3-2004, Chivas). (11) Y que pasa si te roban el perro cuando compras el pan? quien se hace cargo? ayudarme por favor estoy muy preocupado (19-11-2004, Madbird).

En estos casos, a pesar de indicar expresamente que son ejemplos, introducen situaciones hipotéticas, no reales. Su valor es doble. Por tanto, las distribuciones en que podemos encontrar estas estructuras con “poner” son: a) Un poner en inicial, como operador enunciativo de ejemplificación, conector ejemplificador, o bien operador de situación hipotética. b) Es un poner intercalado como enunciado parentético, o final como comentario. Su valor es mezcla del ejemplificador + situación hipotética.

Estas dos funciones o valores (ejemplificación, hipótesis) se alternan en un poner y se mezclan en es un poner. Su reducida presencia nos lleva a buscarlo en el CORDE, para ver si estamos ante un uso arcaico, que haya desaparecido. De Un poner al inicio del enunciado hemos encontrado sólo dos ejemplos, en la misma obra, de 1962: (12) —De lo que se trata es de distinguir. —¿De qué? —De distinguir..., bueno, de distinguir a cada uno, ya usted me entiende. —No. —Un poner: a éste se le avisa para que vaya a la comida, a éste no, y así. Porque pobres, lo que se dice pobres, vaya usted a saber... (CORDE, Caballero Bonald, José Manuel: Dos días de setiembre, Barcelona, Seix Barral, 1962). (13) —Huele a mosto, ¿no? —preguntó casi sin darse cuenta. Paco Tenazas pareció no oirlo. Seguía dándole vueltas a lo suyo. —Un poner: ¿tú te acuerdas del Insurrecto? Sí, ¿no? ¿Pues sabes lo que hizo? Najarse, y eso que aquí sacaba lo suyo (Ídem).

En los dos casos es imitación del habla vulgar de un personaje. Encontramos expresiones como najarse.

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Sí encontramos más casos integrados en el enunciado: 36 casos. De ellos 25 son del valor de ejemplo. Pero 23 corresponden a una sola obra: Guerra Navarro: Los cuentos famosos de Pepe Monagas (1941-1961), (Excma. Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas, Madrid, 1976). Un ejemplo es de Grosso: La zanja, (Madrid, Cátedra, 1984, aunque la fecha es 1961).Y otro de Díaz-Cañabate: Paseíllo por el planeta de los toros (Madrid, Salvat-Alianza Editorial, 1970), pero este aparece integrado en el enunciado. Es un sustantivo atributo del verbo ser. (14) —No te quito la razón ni tampoco te la doy del todo. Quien dice estudios dice algo que tenga aire pa poder salir de la cadena perpetua del jornalero. Es un poner esto que te voy a decir. Torero lo puede ser cualquiera... (Díaz-Cañabate)13.

Constituye un paso previo a la lexicalización. El hablante verbaliza por completo su acto de enunciación. En otros casos se intercala y aparece entre pausas. (15) —¡Per, cristiano!, ¿ónde voy yo con semejante acarreto...? Aunque, espere... Hoy es sábado... Mañana tiene que ser domingo, a la fuersa. O séase que en San Mateo hay feria. Nosotros tumbamos por ái pa volver a puerto, ¿no? Tonses, ya está; me queo en La Vega. —¿Y eso...? —Oh, pos pongo en la plasa un puestito, liquido las perdises tostón, un poner, y cojo gilo pa Lan Parma. ¡Miá por ónde Soleá la mía va a tener el fogal caliente y el pomo tranquilo sus es o cuatro días!” (Guerra). (16) —Vamos a ver quién es más felís, cuando corra la bola. Ya nos lo diremos... Ende luego, el matrimonio es como las siete y media, ¿oyó? Usté ha jugao a las siete y media, ¿no? Pos tonses sabe de sobra que si usté es recortao y se planta en sinco, un poner, usté se quea por abajo de la conveniensia, vaya dándose de cuenta. Un plantao en sinco no tiene naíta que jaser con una mujer. ¡Digo, si ella es de ley! Si es sanana, me callo la boca... Si usté pie carta, lo más seguro se pasa, y entonses no le arriendo la ganansia, mano. En el color no sale de amarillo sorroballao y de casnes, para en verguilla. ¡Se lo digo yo! (Ídem).

En todos ellos actúa como operador de ejemplificación. Marca que el segmento al que afecta debe interpretarse como un ejemplo o una hipótesis, que no debe tomarse en sentido literal, sino como una posibilidad entre otras. Y esta posibilidad es ilustración de lo que pretende decir. Con este valor se intercala en el enunciado precediendo o siguiendo al segmento al que afecta. Su valor es mixto: ejemplificador y marcador de hipótesis a la vez.

13. En este texto y en algunos siguientes, se respeta la ortografía del original, que intenta reflejar una pronunciación vulgar.

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Sin embargo, el que los casos encontrados se limiten a tan pocas obras y donde abunde sea en los cuentos, muestra su falta de uso, su empleo arcaico y ligado a un registro vulgar, característico de personas de poca formación.

4. Un suponer Podríamos pensar que un poner es una variante vulgar de un suponer, ya que ambos verbos están emparentados semánticamente. Coinciden en dos valores, el de conjetura y el de ejemplificación14. Además, esta forma es más frecuente. Y admite también las dos construcciones: un suponer y es un suponer.

4.1. Un suponer no aparece al principio de enunciado en el CREA ni en el CORDE. Intercalado sí, y se acerca más al valor de ejemplo, pero su distribución es la de un operador. Indica que el término anterior o posterior debe tomarse en sentido paradigmático, o como un caso concreto. No tiene la fuerza de una aserción decidida. (17) Carlos Rexach, que también es de la casa, lo que conlleva una carga desfavorable, también está en entredicho y si se come el turrón será porque la caja está vacía y contratar a Bianchi, un suponer, obliga a un gran desembolso (CREA, La Razón, 20-12-2001).

En este fragmento se pospone al elemento que se presenta como ejemplo. Pero también puede anteponerse como anuncio catafórico y operador ejemplificador. (18) Las cosas mejoraron al final —el encuentro vino a durar una media hora larga— por uno de esos cambios de humor de Isabel, que permitieron a Indalecio intercalar: “Me permitirás que vuelva a visitarte aquí mismo en tu casa, un suponer, mañana” (CREA, Pombo, Álvaro: Una ventana al norte, Barcelona, Anagrama, 2004). (19) Nadie necesita más al Fútbol Club Barcelona que el Real Madrid y viceversa. La Liga española no gozaría de supercontratos televisivos si no pudiera anun-

14. Así el DRAE recoge como acepción 5 de poner. Suponer: dar por sentado o existente algo. En la acepción número 4: conjeturar, calcular algo a través de los indicios que se poseen. Moliner reconoce en poner la aparición en modismos: poner por caso, poner por ejemplo, y reconoce también el uso de conjetura de la siguiente forma: “En imperativo o gerundio o participio, suponer: ‘Pon que necesitemos cinco días. Poniendo que las cosas salgan bien...”.

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Catalina Fuentes Rodríguez ciar un par de veces al año el partido del siglo. El fútbol español sería, un suponer, como el francés si entre Barça y Madrid sólo hubiera una lucha deportiva (CREA, El Mundo, 3-12-1996).

Podemos tenerlo acumulado a por ejemplo: (20) Pero yo quiero saber de ustedes ¿con qué problemas se enfrentan hoy las mujeres modernas españolas? Pues mira, muchos. Muchos. Mira, por ejemplo, un suponer. Que no encuentran el mismo trabajo que los hombres o que si lo encuentran en el mismo paro, porque paro hay mucho (CREA, Hola Rafaela, TVE 1, 5-8-92).

Sin embargo, a pesar de ser claramente un elemento ejemplificador, aportan un matiz modal hipotético que surge de su base léxica15. Eso lo diferencia del elemento prototípico por ejemplo. Es, además, más coloquial. En otros casos aparece tras la propia conjunción condicional y da paso a un mundo hipotético. Actúa claramente como marca modal de no aserción, el segundo valor de estas unidades: (21) Si, un suponer, son los socios nacionalistas los que presionan para que se les financie su creciente gasto sanitario, ¿por qué no se toma en consideración la propuesta de CiU de incrementar los impuestos sobre el tabaco y el alcohol, productos que, al fin y al cabo, no sólo no son necesarios para la salud, sino que son claramente perjudiciales, según parece haber demostrado ampliamente la medicina? (CREA, ABC Electrónico, 20-11-1997).

15. Santos Río (2003) recoge el valor: 1. Loc. ejemplificadora de hipótesis, a menudo parentética. Lo aduzco como mero ejemplo hipotético. Es típica del diálogo (y puede aparecer en el ensayo o crónica como rasgo de oralidad, emotividad, ironía o tono lúdico). Aparece como inciso de petición de marco hipotético (—Te encuentras con Felipe González, un suponer, y le preguntas cómo va España. ¿qué crees tú que va a contestar? —Y yo qué sé...) y es más rara, creo, como anticipadora plena. En ambos casos se pronuncia con entonación descendente, pero la pausa del segundo es cortante y tiene carácter predictivo y anticipador (Un suponer: te encuentras [/ Un suponer. Te encuentras] con Felipe González y le preguntas cómo va España. ¿Qué crees tú que va a contestar? —Y yo qué sé). 2. Loc. ejemplificadora de hipótesis. Constituye, con que O, una expresión de petición de marco hipotético (como supongamos que O o supón que) sobre el que formular la pregunta, mandato o aseveración (posterior) pertinente. Es típica del diálogo (y puede aparecer en el ensayo o crónica como rasgo de oralidad, emotividad, ironía o tono lúdico). Un suponer que vas a París y te quedas sin un duro al segundo día [Ind.] ¿Qué harías? Un suponer que me hubiera pasado a mí [Subj. de contrafactualidad] ¿Qué hubieras hecho tú? (s.v. suponer).

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También aparece frecuentemente en el CORDE16: 60 casos en todos los medios. Y con ambos valores: operador de hipótesis: (22) —¿Qué dice la señora? ¿Que si podría suceder que en un abrir y cerrar de ojos pasáramos de pobres a ricas, y viéramos, un suponer, nuestra casa llena de dinero, y de cuanto Dios crió? (CORDE, 1897, Pérez Galdós: Misericordia, Luciano García Lorenzo, Cátedra, Madrid, 1993).

Y operador de ejemplificación: (23) Aquí en confianza, D. Frasquito —le dijo la Benina— cuéntenos por qué no hizo lo que le mandé. —¿Qué, señora? —Dar a Bernarda la peseta, a cuenta de noches debidas... ¿O es que se gastó la peseta en algo que le hacía falta, un suponer, en pintura para la fisonomía del bigote? (Ídem).

Pero, como vemos, no actúa como conector.

4.2. De la expresión es un suponer nos encontramos la misma situación: de 195075, en CREA, aparecen estos dos ejemplos sólo. Es un suponer como comentario potencia más el valor modal: (24) A plazo fijo eso podría rentar (es un suponer) cien mil pesetas por año (CREA, Delibes De Castro: Vida. La naturaleza en peligro, Madrid, Temas de Hoy, 2001).

Parecen dos variantes, sólo que un suponer antecede al elemento al que afecta, y es un suponer puede aparecer pospuesto, al final o parentético. (25) Siempre había alguien que pedía autorización para ir a los lavabos, imagínese que es Felisa Auria —y es un suponer— ¿puedo salir? sin más y levanta la mano, yo le doy la autorización y la mujer entra en el excusado, lo que no tiene nada de particular considerando que todo el mundo puede sentir la necesidad de ir allí en un determinado momento (CREA, García-Badell: Funeral por Francia, Barcelona, Destino, 1975).

En este ejemplo aparece en un enunciado parentético, unido por una conjunción y, cosa frecuente para estas construcciones. Es un comentario sobre su valor mo-

16 Corpus diacrónico del español. Real Academia Española.

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dal-enunciativo, reduce la aserción y la presenta como ejemplo o situación estándar, no real. Antes ha aparecido imagínese, que establece el marco hipotético. (26) Cada recluso tenía dos obligaciones que cumplir, la primera se refería en el caso que a la entrada no encontrase todo dispuesto y en orden, eso por la cuenta que le tenía a cada cual, vamos a suponer que usted se calla y no dice nada al entrar aunque la suciedad sea visible, ¿qué pasa? usted cumple con el mayor cuidado, usted no es el causante del estropicio sino el anterior, pero usted se ha callado como una puta, bien. Viene luego el siguiente y Bienvenido Arcéiz denuncia el hecho es un suponer, ¿el responsable quién es? pues mire el que no ha reclamado como era su obligación, así que han pagado justos por pecadores, ¡y qué le vamos a hacer! otra vez lo tendrá en cuenta. (Ídem)17.

Sin embargo, es más frecuente: de 1990 a 2007 encontramos 24 casos. Además, los textos son de periódicos y de textos literarios, lo que implica que estamos en una construcción activa y culta, frente a un poner, marcadamente rural. Por otra parte, hay usos diferentes de una a otra. ¿La diferencia es sólo de registro, cronológica, o también de contextos discursivos? (27) ¡Es que tienen un morro! O sea, la gente se pone enferma y si prescribo y gasto, por su bien, yo me llevo los guantazos. Pues digo yo que, como medida de ahorro, a lo mejor adelantábamos más si me pusieran, es un suponer, un guardia municipal en la sala de espera porra en mano, para espantarme a los pacientes. A lo mejor era un buen sistema. (CREA, Revista Medicina General, 52, 3-2003).

Aquí se acumula con la condicional en subjuntivo (“si me pusieran”) y el marcador hipotético a lo mejor. ¿Qué añade “es un suponer”? Que no debe tomarse “poner un guardia” como una expresión literal, sino como paradigma de otra cosa, como medida de control. Por tanto, la aserción no recae sobre el contenido específico del término, sino sobre el genérico: es un ejemplo, una hipótesis de algo más amplio. Pero es un mecanismo argumentativo muy curioso, porque a diferencia de por ejemplo, es un suponer parece añadir cierto comentario de ser algo exagerado que se dice como un efecto de sentido, aunque sea en un segundo plano. En otros casos es claramente un comentario parentético que marca como hipótesis lo que sigue. Funciona como un modal que atenúa la aserción, presentándolo como una posibilidad.

17. En este fragmento falta una pausa ante es un suponer.

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(28) ¡Toma!, como dijo aquel policía al ver colillas en el suelo: “Aquí han fumao”. “Pero, nada, un hecho sin importancia”, del que, es un suponer, no culparán a Gil y Gil, salvo que Imperioso haya pasado algún control antidopaje y delatado el correspondiente positivo (CREA, La Razón, 21-1-2002).

Esta unidad aparece, como estamos viendo, más frecuentemente en textos periodísticos de opinión. Apunta deícticamente a una hipótesis expresada en oraciones condicionales, ya sea catafóricamente: (29) Que ya lo digo yo, que deberíamos tener elecciones todos los primeros viernes de mes. Y es que en mi pueblo estamos la mar de representados y no sería tan difícil. Como les digo, que, es un suponer, ¿eh?, si me empeño en poner un sitio de copas tengo un montón así de “administraciones” a las que hay que pedir permisos (CREA, El Mundo, 17-10-1994).

O anafóricamente: (30) Confiesa no haber estafado a gran escala. Poco. No mucho. ¿Qué es poco? Bueno, yo que sé. A según lo que tuvieran en la cartilla, siempre dejaba algo, también pobrecitas. Sí, ¿pero si tú estás con una persona que tiene cinco millones qué pasa, qué te llevabas cuatro millones ochocientas mil? Es un suponer. Una vez bueno es que en algunas causas no me han cogido, entonces he sacado bastante dinerito. Pero, lo demás poquita cosa. Ella tiene tres hijas de nueve siete y cinco años. Sobre todo mis hijas, ante todo (CREA, Madrid Directo, 20-11-96, Telemadrid).

Aquí aparece como comentario de suposición tras todo el entorno hipotético dicho, no sólo sobre la condición, sino sobre el conjunto condición-condicionado, incluso más sobre lo condicionado18.

18. Santos Río (2003) recoge otra expresión parentética de la misma base léxica: Es de suponer: Semiloc. Orac. autorreactiva de tipo evidencial (Cerca semántica amplificadora). 1.1. Seguramente, muy probablemente, es lo más probable, se supone. Se trata de una cerca semántica amplificadora con la que, a modo de coletilla, se atenúa el carácter firme o categórico de un aserto anterior. Es expresión autorreactiva. Ganarán los italianos, es de suponer.. Semiloc. Orac. reactiva de tipo evidencial. 1.2. Seguramente, muy probablemente, es lo más probable. Es una expresión reactiva con la que se contesta (o se replica colaborativamene) al interlocutor indicándole que es muy probable que sí (pero no comprometiendo uno su juicio (...) Interviene en respuestas (...) y en comentarios confirmativos espontáneos ante lo dicho por el interlocutor (...) Mantiene aún parte de su fuerza como oración analítica (s.v. suponer).

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En resumen, encontramos las mismas variantes que con un poner: –Es un suponer, como comentario modal. Indica hipótesis. Actúa como parentético. –Un suponer, como operador con dos valores: - ejemplo - hipótesis. Generalmente acompañando a si. En la búsqueda del CORDE, de 60 casos hay 15 de es un suponer como parentético, 35 de un suponer parentético, y 10 de casos léxicos (1920, 1960, 1885)19. Esto nos demuestra que es un suponer estaba y está más extendido que un poner. Siempre es operador o enunciado parentético, con función modal. No encontramos un suponer como inicial ni como conector. Con estas unidades analizadas podemos concluir que el ámbito de la ejemplificación se conecta con el de la hipótesis para generar estas estructuras. Además, generalmente actúan como operadores. Sólo un poner tiene ejemplos como conector ejemplificador. Un suponer generalmente une el valor ejemplificador al hipotético. Y es más frecuente es un suponer que es un poner, como parentéticos. Existe variación, pues, en la función y en el ámbito designativo. Por otra parte, hay una diferencia cronológica: un poner parece forma arcaica, en desuso.

5. Pongamos, pongamos por caso, por poner un ejemplo, pon tú que..., pongamos como ejemplo Estas otras expresiones que giran en torno al verbo poner presentan también un comportamiento dentro del plano de la ejemplificación. Toman como base el ver-

Para Santos Río, por lo tanto, son muy diferentes los valores. Un suponer establece un marco hipotético, mientras que la forma como comentario parentético, es de suponer, se sitúa dentro del campo de lo modal: “seguramente, probablemente”. Pero no recoge como parentético es un suponer. Aunque él se centra en los usos como respuesta. Nuestros contextos son más frecuentes como parentético. 19. Hay algunas obras repetidas: en la obra de cuentos de Pepe Monagas en las que aparecía un poner, aparecen 10 casos. En Rayuela hay 4 casos de es un suponer. En Pardo Bazán, 3 de un suponer, y 1 en otra obra. En las obras de Galdós, en Las tormentas del 48, 3 casos de es un suponer. En Misericordia, 16 de un suponer intercalado.

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bo conjugado, generalmente en primera persona del plural (pongamos) o dirigida a un tú (pon tú). Algunas son construcciones o giros que explícitamente enuncian el ejemplo y no están lexicalizadas ni gramaticalizadas: pongamos como ejemplo, por poner un ejemplo. Junto a ellas encontramos: • Un conector, con distribución de tal, ya que puede tener movilidad en el enunciado, y aparece formando grupo entonativo independiente: pongamos. Todavía su uso no está muy extendido. • Un introductor explícito del ejemplo, que funciona como un verbo que rige completiva: pongamos que... o sintagma: pongamos. Y su variante con la forma tú: pon tú que... • Pongamos por caso, como marginal, parentético, que también tiene movilidad en el enunciado: puede aparecer al inicio, intercalado o al final. De los tres, el primero se acerca claramente al valor de ejemplificación, el segundo introduce una hipótesis que a su vez funciona como ilustradora de lo dicho, y la tercera expresión combina ambos20. El comportamiento que tiene pongamos cuando aparece al inicio de enunciado y cuando aparece intercalado es diferente. En el CREA encontramos 254 casos del uso intercalado, en una búsqueda de 1995 a 2007, pero si lo reducimos al segmento 2000-2007 son 85. De ellos hay 15 de pongamos por caso, 2 de pongamos que, 2 de pongamos, 3 de pongamos por ejemplo y 2 de pongamos un ejemplo. En total, 24 casos del valor no léxico. Cuando lo tenemos en inicial la cosa cambia. De 80 casos entre 2000 y 2007, encontramos los siguientes: pongamos por caso: 2, pongamos un ejemplo, pongamos el ejemplo, pongamos por ejemplo: 23, pongamos que: 23, pongamos el caso: 3, pongamos + sintagma nominal: 7. En total: 58 casos. Esto nos hace ver la

20. Santos Río (2003) recoge esta forma y nos dice: “Introduce una petición de marco hipotético” (s.v.). Pongamos: “Expresión parentética ejemplificadora”. Pongamos por caso (...) Es exclusivamente coloquial. Tiene un empleo en que precede al elemento propuesto como hipótesis o ejemplo y no es sustituible por pongamos por caso. Se compran huevos, pongamos [entonación ascendente y posible pausa] un par de docenas, y luego [...] Aparece también seguido de un complemento que O.[...] Pongamos que lo hizo sin mala intención (s.v.).

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rentabilidad que tiene esta unidad, y su multiplicidad de empleos. Analicémoslos con detenimiento.

5.1. Pongamos: La variante con valor de conector es pongamos. Aparece entre pausas, formando grupo entonativo independiente. Podemos verlo en posición inicial, de enunciado, conectándolo al anterior e introduciendo un ejemplo: (31) Hay quien, en un pis-pas, convierte la política y la cosa pública en nada, en cosa de Zipi y Zape o de Mortadelo y Filemón (sin perdón). O, también, que rememora con provecho los Grandes inventos de TBO (a mayor gloria de Johannes Braader, el gurú del dadaísmo alemán). Recuerdo a un tal Hernández Mancha, por poner un caso, que, vestido con traje blanco de algodón neocolonial (sombrero incluido), era capaz de decir cinco naderías en medio minuto sin pestañear. O a otros más recientes, que los hay. Pongamos, Juan José Ibarretxe (blanco últimamente, y bien que lo siente uno, de todos los dardos contra la trivialidad, o ¿el cinismo?). Él es maestro en esto. Dele usted una Lehendakaritza, una televisión, tres probetas y un electorado desconcertado, y hará una Propuesta-humo capaz de tener apariencia de elefante constituyente (CREA, El País, 04/06/2003)21.

En el siguiente es, sin embargo, un operador modal con valor de hipótesis. Se intercala en el enunciado y antecede al elemento al que afecta: (32) El progreso de la civilización humana ha venido acompañado por un incremento inusitado en su espacio vital disponible. Así, en la era preagrícola, el alcance de un ser humano se restringía a una circunferencia de, pongamos, 10 kilómetros de radio, y a un desplazamiento en el plano vertical de un kilómetro de altura (montañas) (CREA, El País. Ciberpaís, 22/01/2004).

Como parentético: (33) Los Gobiernos han tendido a modificar la manera en que tribute su rescate, pero hasta ahora no se había planteado tocar la desgravación inicial, pues es connatural al fin mismo del plan de pensiones: fingir que lo que se gana ahora se va a ganar dentro de (pongamos) veinte años, con lo que será entonces cuando se paguen estos impuestos. La argumentación del secretario de Estado hace aguas por varios sitios. (CREA, ABC, 17/11/2004).

21. Anteriormente aparece una expresión: por poner un caso, que tendría el mismo valor, su distribución es marginal, pero no está lexicalizada o gramaticalizada.

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En estos actúa como operador, ya sea con valor modal-hipotético o de ejemplificación. Son pocos, pues, los casos en que pongamos actúa como conector u operador, solo, marginal. Es más frecuente pongamos por caso, intercalado. A diferencia de por ejemplo, añade un valor hipotético y muy coloquial. ¿Es una variante? Realmente hay aspectos de contenido distintos que los separan. Son dos unidades con diferente expresión y diferente contenido.

5.2. Pongamos que: Cuando aparece integrado, introduce un marco hipotético, un universo nuevo de discurso que actúa como ejemplo. Su valor originario es el modal: introduce un tema, pero este argumentativa y designativamente actúa como ejemplo-argumento. Da paso a una justificación a partir de una situación que se utiliza paradigmáticamente. Por tanto, la aserción no es literal, sino ilustración de algo más amplio. (34) Pongamos que tengo tres euros y pretendo dárselos a mi hijo. ¿Qué preferiría él, que le dé los dos euros o que le dé uno y me gaste el otro en informarle de que se lo estoy dando? ¿Por qué el dinero de mi pensión, de mi trabajo, de mi contribución... en anunciarme que me van a pagar más? ¿No se dan cuenta de que lo único que deduzco es que se están gastando parte de lo que me corresponde y no me dan, en base a publicidad? A.A. (CREA, 20 minutos. Sevilla, 19/01/2004).

Aparece integrado sintácticamente en el enunciado, seguido de una oración. Por tanto, su comportamiento es el de un operador. (35) Pongamos que los siglos no tienen cien años. Que, como les gusta decir a algunos historiadores, los hay largos y cortos. Que el XIX comenzó en 1789 y terminó en 1917. O en 1914. O en 1918. Más de cien años para el siglo de la novela, que, con permiso de Cervantes, alojó a Stendhal y fue cerrado por Proust pasando por gigantes de la talla de Clarín, Dickens o Flaubert (CREA, La Vanguardia, 28/04/1995).

Plantea una situación hipotética, como base para su argumentación, que empieza por lo particular. Por tanto, actúa como ejemplo. En el siguiente podríamos verlo como cercano a los aproximativos: en el primer caso aparece ya con un condicional en el verbo: serían. Pero también un aproximativo: como. (36) No olvidemos que un cuarenta por ciento de españoles adultos ronca, o sea, pongamos que serían como 10 o 12 millones de personas entre hombres y mujeres ‘que también roncamos’, a ojo de buen cubero. (CREA, A tu Salud. Suplemento Salud de La Razón Digital, 13-19/11/2003).

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Cuando aparece al inicio, sin pausa, seguido de un sintagma, no lleva que, pero sigue teniendo ese valor de ejemplo-hipótesis. (37) De acuerdo, señor Egea —dije, tras respirar hondo—, no insistiré más en esa cuestión. Me gustaría saber, si lo recuerda, cuáles fueron sus últimas colaboraciones. Pongamos en el último año. (CREA, Silva, Lorenzo: El alquimista impaciente, Ediciones Destino, Barcelona, 2000). (38) INFORMÁTICA Así Funciona una Empresa Virtual Innova 97 crea en una sala toda una completa red informática para explicar sus ventajas Abel Mantón Pongamos una empresa ‘medianita’, con una delegación regional, que acaba de adquirir una pequeña compañía para reforzar su posición en un determinado sector estratégico. El conglomerado que sale de todo esto es una amalgama de ordenadores que funciona con diversos sistemas operativos (Novell, Windows NT, Unix...), que han de entenderse entre sí y que tienen que ser capaces de compartir procesos de inteligencia y de datos. ¿Hace falta un ingeniero de sistemas para cuidar y proteger a toda esta prole de chips y transistores? El próximo miércoles, 4 de junio, este escenario se va a poner en pie en un simulacro de empresa arquetípica en el Foro Innova 97, en el parque ferial Juan Carlos I de Madrid. (CREA, El Mundo-Su Ordenador (Suplemento), 01/06/1997).

Como podemos ver, es un operador modal-enunciativo: introduce una situación hipotética. Su posición es inicial, como una tematización. Introduce un tema, del que partiría luego una argumentación. Atenúa, además, la aserción. Es muy usado: 25 casos en la búsqueda. En estos ejemplos no parece estar gramaticalizado aún. Su valor de hipótesis crea una relación apelativa con el receptor, que viene de su contenido léxico originario y de la primera persona del plural. Equivale a un condicional como creador de un universo de discurso, de una situación hipotética, “supón que...”22, que actúa como tema. Ahora bien, hay algunos casos en que aparece intercalado y que estarían cerca del valor ejemplificador: “pongamos que en abril de 1996”, “pongamos que a Concha Velasco”, pero no termina de perder ese valor de suposición.

22. Su valor es equivalente a la instrucción que Montolío (1999) reconoce para las condicionales.

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(39) Echémosle un poco de imaginación. A un buen aficionado le preguntan, pongamos que en abril de 1996, sin ir más lejos, quién tendría más posibilidades de jugar algún día en el Real Madrid, si Michael Jordan o Alberto Herreros... (CREA, El Mundo, 21-9-1996). (40) En ese peregrinar diario por los tendidos siempre descubres a alguien nuevo, un dique hurgándose en la nariz, una artista —pongamos que una Concha Velasco— haciendo causa común con el marido, o sin ir tan lejos, ni tan cerca, un ricacho —Patxi Andión— disimulando con poco éxito su ricura (CREA, El Mundo, 1-6-1995).

Una variante de expresión, que tiene los mismos contextos aunque está más limitada, es pon (tú) que. Sólo aparece con el valor de hipótesis, y siempre integrado, seguido de oración. Son, además, pocos casos en el CREA: (41) “Tirando por lo bajo, en España debe de haber unas 300 000 prostitutas —calcula Pepa Barahona, de la organización Médicos del Mundo—. Pon que cada una de ellas atienda diariamente, tirando también por la bajo, a tres clientes. Significa que, en total, casi un millón de españoles requieren cada día de los servicios de prostitutas. Y creo que incluso me quedo corta” (CREA, El Mundo, 27/12/1996). (42) —El presidente Menem vendió el país y se convirtió en símbolo universal de la corrupción. Hubo un momento, con De La Rua, en que la nación o se moría o sanaba. Con la llegada de Kirchner, un tipo honrado, al poder recuperamos algo de fe y esperanza después de haber estado diez pisos bajo el subsuelo. Eso sí, pon que fueron los valientes que salieron a las calles quienes dieron la vuelta a una situación que era realmente extrema (CREA, El Diario Vasco, 23/01/2004).

5.3. Pongamos un ejemplo: Esta construcción actúa como conector u operador marginal que introduce un ejemplo. No está gramaticalizado, ni completamente lexicalizado. (43) ¿Qué hacer con un cáncer de próstata, observar o intervenir? Pongamos un ejemplo. Un paciente de 55 años con un cáncer de próstata sin otras enfermedades tiene el 70% de riesgo de morir de su tumor. (CREA, El Mundo-Salud, Suplemento, 13/02/1997).

Hay incluso casos en que aparece “pongamos ejemplos” o “pongamos un ejemplo anecdótico”. Es una estructura que asegura su función enunciativa. (44) Llegamos a un punto en los que habían dos posibilidades o Amalia se sometía a Carlos Mesa, Director General, o seguíamos trabajando. Pongamos un ejemplo

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Catalina Fuentes Rodríguez anecdótico... Amalia está absolutamente en contra de la demolición de la casa de Juan del Granado y yo estoy absolutamente a favor de la demolición, este es un tema subjetivo, otra cosa sería que Amalia estuviera de acuerdo con el narcotráfico y yo no, para poner un ejemplo más radical. (CREA, Los Tiempos, 18/09/2000).

En estos casos está integrado, y el hecho de que haya variantes nos muestra que no está lexicalizado, pero también demuestra la tendencia del verbo poner a usarse como introductor de expresiones que implican ejemplos: pongamos ejemplos, un ejemplo, como ejemplo, un ejemplo ficticio... Incluso cómo combina la conjetura (caso) con el ejemplo, como vamos a ver a continuación.

5.4. Pongamos el caso: También funciona como una expresión no lexicalizada. Incluso lleva una extensión en el siguiente fragmento: (45) Y la cuestión no es baladí. Porque nuestra mala relación actual con EE.UU. contamina el resto de nuestras relaciones internacionales y las vuelve ocasionalmente estériles. Pongamos el caso de Oriente Próximo. Es indudable que España podría desarrollar un importantísimo papel de mediación en el proceso de paz entre judíos y palestinos, y Moratinos lo sabe mejor que nadie por su larga experiencia en el conflicto. Pero EE.UU. no le dará a España una oportunidad mediadora, ni le permitirá liderar una iniciativa seria (CREA, La Voz de Galicia, 29/12/2004).

Este es el precedente del valor de tematización. Aquí está integrado, es un uso aún léxico.

5.5. Pongamos por caso: Una variante ya lexicalizada, y quizás también gramaticalizada, es esta que aparece, con un alto número de ocurrencias, en los siguientes contextos23: 1- Conector: En dos distribuciones: a) Introduce un caso hipotético, tras el general, un ejemplo:

23. Santos Río (2003) la considera una loc. parentética ejemplificadora: “Por poner un ejemplo, poniendo un ejemplo, a título de ejemplo, lo aduzco como mero ejemplo hipotético. Limita lo que se aduce reduciéndolo a mero ejemplo (...) Es sustituible, coloquialmente, por pongamos” (s.v. caso).

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(46) Los pequeños y medianos empresarios españoles, pongamos por caso, comerciantes, taxistas, farmacéuticos, van a recibir una visita, la visita de un inspector de Hacienda, que les ofrecerá una nueva fórmula para declarar sus impuestos (CREA, Telediario, Madrid, TVE, 13-7-1991).

Aparece entre enunciado general y otro particular. (47) Pero los más no desean sentir este impulso, y si no les importa, no desean hacer realidad ese deseo, no tratan de modificar la realidad para hacerla compatible con el deseo. La regla básica de toda conducta pulsional es que, como tal conducta, se proyecte sobre un objeto. Pongamos por caso: instancia a cohabitar con un animal. La metarregla siguiente concierne a todo ese conjunto como objeto: ¿deseo tener ese impulso o no? (CREA, Castilla del Pino, Carlos: 1993, Introducción a la psiquiatría, Madrid, Alianza).

b) Presentación, tematización del caso hipotético que se va a desarrollar. Generalmente un sintagma nominal al que sigue la predicación. Es una mezcla de conector + tematizador. (48) Tanto San Francisco como Nueva York están conformados de tal manera que la dependencia de sus hombres se haya (sic) muy bien distribuida. Pongamos por caso los defensores de las segundas bases, Jeff Kent y Edgardo Alfonso. Su aporte puede ser decisivo. (CREA, El Nacional, 5-10-2000).

2- Operador antepuesto o pospuesto. (49) Nuestros pacientes, en especial los más ancianos, entienden mal que, pongamos por caso, sus pastillas blancas de toda la vida sean un mes cápsulas azules, y grageas amarillas al mes siguiente (CREA, Revista Medicina de Familia. Andalucía, vol. 3, n.º 2, 05/2002). (50) Siendo usted, Arzallus, tan aficionado a las quimeras, parece mentira que no haya reparado en la existencia, pongamos por caso, del centauro, que constituye un ejemplo de alianza en el que ninguna de las dos mitades ha intentado imponer su naturaleza a la otra. (CREA, Millás, Juan José: Articuentos, Fernando Valls, Alba Editorial, Barcelona, 2001).

El término caso está ligado a lo hipotético24, de ahí que mezcle la conexión con:

24. Así en cualquier caso, en tal caso, en caso contrario, en el caso de que... Cfr. Fuentes (1995-6).

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• enunciación (reformulación ejemplificadora); • modalidad (hipotético); • información (tematización). En esto se diferencia del conector prototípico por ejemplo con el que coincide en sus características distribucionales. Añade siempre el valor de suposición o hipótesis: (51) Una mujer estuvo muerta en su piso durante tres años sin que nadie se diera cuenta, ya que su banco continuó pagando los recibos de la comunidad, de la luz, y quizá las letras del televisor o de la lavadora. En otras palabras, que al cadáver le funcionaban las constantes vitales. Antes te daba un shock hepático, pongamos por caso, y te quedabas en el sitio. Se podía vivir sin otros órganos, pero sin hígado no podías ir ni a la esquina (Ídem).

6. Supongamos, supongamos que, supón que... Con el verbo suponer también encontramos otras realizaciones del valor de conjetura, pero marcado claramente por su valor léxico. Su función discursiva es establecer un marco tematizador y modal. De esta forma abre un ámbito hipotético a partir del cual hacer seguir una predicación y utilizar todo este movimiento argumentativo como ejemplo25. Lo podemos encontrar acumulado al conector por ejemplo: (52) Se encuentran, se saludan, primeras frases, intercambio de cumplidos. Pasan al comedor —supongamos que la cena es en casa de ella. Todo a punto y calculado hasta en los menores detalles. Todo delicioso. (CREA, Ameztoy, Begoña: Escuela de mujeres, Oberon, Grupo Anaya, Madrid, 2001). (53) Si siguen así las cosas, tarde o temprano tendré que marcharme definitivamente. —Bien, supongamos que te marchas. ¿Qué debo pensar? ¿Que no estás dispuesto a compartir responsabilidades o no estás de acuerdo con el rumbo que crees que tomará la Revolución? (CREA, Matos, Huber. Cómo llegó la noche, Revolución y condena de un idealista cubano, Tusquets, Barcelona, 2002).

25. De 2000 a 2007, hay 88 casos en inicial, intercalado: 33 casos. De toda esa cantidad, 9 casos son de supongamos + sintagma nominal. El resto introduce una oración. Su rentabilidad, como podemos ver, es bastante alta.

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En este se ve claramente que es una hipótesis a la que sigue la conclusión u oración principal. La mayoría de casos de supongamos en inicial son de textos científicos: física, biología, informática, medicina... sólo alguno en textos narrativos. (54) A modo de ilustración, vea enseguida cómo pueden formatearse las fechas. Supongamos que Ud. va a colocar fechas en una columna, y desea que se presenten en la forma DD-MM-AAAA (día y mes, con 2 dígitos; y año, con 4 dígitos; en ese orden). Por ejemplo: 23-04-2003, representando en este caso el 23 de Abril del año 2003. (CREA, Alonso Raby: Piérdele el miedo a la computación, Chile, 2003).

7. La variación en los ejemplificadores La descripción de estas unidades nos hace plantearnos la variación en varias dimensiones: sintáctica, sociolingüística y pragmática. a) Desde el punto de vista sintáctico, cabe preguntarse si el que una unidad tenga dos empleos, como conector y operador, implica la existencia de dos invariantes o es una diferencia de comportamiento o distribución sintáctica que no afecta al contenido. En este sentido, la mera existencia de dos funciones ya implica una diferencia en el plano del contenido (sintáctico). Es lo mismo que si afirmáramos que entonces es la misma unidad en: (55) Te veré entonces, cuando llegues. (56) ¿Luisa ha tenido un hijo? Entonces su madre estará contentísima, ¿no?

No obstante, en el caso anterior no sólo varía la función, sino también el contenido: adverbio de tiempo-conector consecutivo. En por ejemplo conector u operador, no. Ambos indican ejemplificación, aunque de distinto modo. El conector establece una relación general-particular, grupo-miembro, mientras que el operador señala el elemento como paradigmático de una afirmación, o de una clase no descrita. ¿Es esta diferencia suficiente para hablar de dos invariantes? ¿O bien sería la distinción operador-conector una mera variación de distribución sintáctica? ¿Podríamos hablar de una doble posibilidad sintáctica para los marcadores, algo parecido a la función transversal de los pronombres? En ese caso, serían variantes previstas en la propia existencia de la unidad, condicionadas contextualmente.

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b) Sí podemos hablar de variación diacrónica, y de registro: un poner es una forma arcaica, que va desapareciendo del uso, y que se liga al habla rural o vulgar. c) Con respecto al resto de elementos ejemplificadores creemos que hay diferencias de contenido o uso discursivo. Frente a por ejemplo, elemento estándar, archiconector, que marca ejemplificación sin más, existen otros como un suponer, pongamos, pongamos por caso, que unen el valor de ejemplificación al de marco hipotético, una situación que no se afirma. La relación enunciativa se une a un contenido modal y argumentativo. ¿Es esto variación pragmática? Podría argüirse que hablar de pragmática es en sí hablar de variación. Otros dirían que ambas cuestiones pertenecen a paradigmas teóricos diferentes. Efectivamente es así. Considerar el uso como factor descriptivo supone llevarlo a un estatus dentro de la teoría que no es el que tiene en un planteamiento inmanentista donde la unidad es la invariante y las variantes son alternancias, elementos optativos que no afectan al sistema. La lingüística pragmática, por su parte, intenta describir un sistema donde también entran las variantes contextuales seguidas de sus instrucciones de empleo. De ser secundarias pasan a ser definitorias, elementos fundamentales en la teoría. Esto quiere decir que, para nosotros, los elementos anteriores no son posibilidades sin trascendencia en el sistema. Nuestro enfoque es más amplio. El significado se extiende hasta el valor comunicativo, en el que se integran los datos sobre el hablante, el oyente, la modalidad, la argumentación y la información. Hablar de variación, en fin, es hablar de factores determinantes del empleo de las unidades. Como pedía Knauer-Bellosta (2005: 5) en su obra: “Los estudios prácticos continúan desbrozando parcelas de la lengua afectadas por la variación sin que tal actividad haya fructificado en modelos coherentes de variación compatibles con los paradigmas mencionados”. Las unidades construidas sobre el verbo poner nos revelan lo que podría ser el inicio de la relación gramaticalizada de ejemplificación. Su situación dentro del resto de relaciones discursivas es compleja, ya que se une la enunciación, concretamente la reformulación, a la conexión argumentativa. El verbo poner puede aparecer con ejemplos: pongamos un ejemplo, por poner un ejemplo, pongamos como ejemplo... O con situaciones específicas o hipotéticas, como pongamos el caso, pongamos por caso..., teniendo en cuenta siempre lo ligado que está el término caso a la hipótesis o condición.

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Las construcciones con pongamos o pongamos por caso, muy extendidas, unen el valor ejemplificador al de hipótesis, por lo que podríamos diferenciar dos tipos de ejemplos: • el ejemplo asertado, caso específico, relacionado con la concreción o la enumeración: el individuo es un particular de una relación general, elegido al azar, como paradigma; • el ejemplo como situación hipotética que sirve toda ella como ilustración a partir de la cual elaborar una conclusión general. La situación es ficticia pero sirve de comparación o guía para la aserción que se sostiene. Aquí se relaciona con la condicionalidad o hipótesis. De esta forma, la ejemplificación se va presentando como una relación muy compleja, en la que el concepto de reformulación debe entenderse con matices: • la ejemplificación limita con la concreción (relación conectiva y enunciativa) y la hipótesis (relación entre modalidad y aserción, ya que supone un grado menor de compromiso enunciativo); • en algunas unidades de las que hemos visto se acerca a la tematización (relación informativa); • está ligada a la indeterminación en la referencia, a una forma vaga de hablar y de designar de forma aproximada. Constituye un procedimiento indirecto. La nominación podrá ser, pues: a) Directa: adecuación del nombre a la realidad y al concepto. El término es el apropiado según la intención del hablante y el que el código tiene destinado para esa realidad. El hablante aserta con todas las fuerzas o garantías. (57) Elena se ha comprado un coche ecológico.

b) Indirecta: – a través de un ejemplo, ilustración asertada o situación hipotética; – a través de una comparación; – a través de una aproximación.

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El ejemplo utiliza un intermediario para llegar a la designación. Ese intermediario puede estar asertado como una ilustración. De esta manera, la ejemplificación surge como una relación compleja en la que hay enunciación, argumentación, y un grado de aserción indirecto. La descripción tiene que ser, como en muchas otras parcelas de la lengua, modular, contemplando la multidimensionalidad o interrelación de planos (Fuentes 2000).

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VARIACIÓN TEXTUAL = VARIACIÓN SINTÁCTICA? EL CASO DE LAS CONDICIONALES EN LA ÉPOCA ALFONSÍ OLGA JULIÁN MARISCAL Universidad de Sevilla

1. Introducción Es un hecho reconocido por los gramáticos que en una misma lengua los hablantes pueden expresar un mismo concepto o una misma idea de diversas formas y que la lengua está sometida a cambio. Ésta es la base de la noción de variación lingüística, que se siente como un hecho inherente a la estructura misma del lenguaje. El estudio de la variación se ha enfocado fundamentalmente en el plano de la fonología y de la fonética, donde al constituir un conjunto cerrado es relativamente fácil emprender su análisis, frente a otros niveles superiores como el sintáctico o el léxico (cfr. Escoriza Morera 1999), o incluso otros estadios lingüísticos como el enunciado o el propio texto en la llamada variación textual. La teoría de las tradiciones discursivas tiene en consideración este tema al tratar de determinar los elementos que son comunes (las invariantes) a las diferentes realizaciones (las variantes)1 de un mismo modelo de texto, a la vez que los opone a las características de otras clases discursivas y estudia la evolución (análisis diacrónico) de los tipos textuales reconocidos. Al contrastar tradiciones discursivas diferentes se puede apreciar en cierto sentido la variación diafásica2, como

1. “Cada una de las diferentes formas con que se presenta una unidad lingüística de cualquier nivel” (DRAE 1992, s.v. variante); “El concepto de variable lingüística ‘define un conjunto de equivalencias de realizaciones o expresiones patentes de un mismo elemento o principio subyacente’ (Cedergen, 1983: 150)” (López Morales 2004: 56); “Desde la perspectiva lavobiana más ortodoxa, las variables sociolingüísticas constituyen formas alternativas de decir lo mismo, de expresar el mismo referente, si bien estas son socialmente significativas” (Hernández Campoy/Almeida 2005: 37). 2. “Se dice de los fenómenos de habla debidos a los diferentes registros lingüísticos” (DRAE 1992, s.v. diafásico); “el uso en la lengua de una determinada variante, en lugar de otra,

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en el caso de, por ejemplo, tomar en consideración dos obras de un mismo autor cuya concepción, finalidad y destinatarios sean divergentes entre sí. Así, pretendemos observar en este pequeño trabajo en qué medida la variación en la utilización de un género discursivo u otro lleva consigo o determina asimismo variación en las estructuras sintácticas empleadas, atendiendo concretamente a los medios lingüísticos que los hablantes de español pueden usar para expresar condición.

2. El caso de las condicionales. Objeto de estudio y corpus Dentro de las llamadas oraciones subordinadas adverbiales centraremos nuestra atención en aquellas que expresan una “situación o circunstancia indispensable para la existencia de otra” (DRAE 1992, s.v. condición). Los gramáticos que tratan este asunto afirman que no existe una relación biunívoca entre la conjunción si (nexo condicional por antonomasia) y la noción de ‘condición’. Pese a este reconocimiento general, el estudio de esas otras construcciones u oraciones condicionales es escaso y reducido apenas a un mero listado de partículas, salvando los trabajos de Mondéjar (1966), Montolío Durán (1999) o Herrero Ruiz de Loizaga (2005). Esta escasez de estudios específicos se debe fundamentalmente a su menor frecuencia de aparición, bien por su semántica restrictiva y específica, o bien porque el sentido condicional es contextual. De lo dicho se desprende cuáles son los motivos por los que fijamos nuestro interés en estas construcciones sintácticas no introducidas por si en las que el hablante trata de presentar un hecho como hipotético y su posible consecuencia. Asimismo, tomamos como base de este estudio tres obras representativas de la época medieval, debido a que el campo de la sintaxis histórica es el menos cultivado en este sentido, ya que como el propio Mondéjar (1966: 233) señala “la investigación histórica y funcional de los indicadores de la condicionalidad [...] es como un apéndice y, en todo caso, es algo incompleto”. Hay que decir que, dada

puede obedecer a condicionantes estilísticos motivados por el contexto situacional (variación diafásica) en que tiene lugar el acto del habla, [ ]. Esto es, la lengua varía no solo según las características sociales del hablante sino también según el contexto social en el que éste se encuentra, con lo que el hablante puede utilizar diferentes variedades lingüísticas en diferentes situaciones y con objetivos también diferentes” (Hernández Campoy/ Almeida 2005: 30).

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su alta frecuencia de aparición, incluimos en este trabajo el análisis de las oraciones condicionales con si. El corpus que hemos utilizado para llevar a cabo este trabajo analítico está constituido por dos obras salidas del escritorio alfonsí y una composición poética encuadrada dentro de la corriente del Mester de Clerecía. Estos textos pertenecen a tradiciones discursivas diferentes para poder cotejar los datos que arrojen y comprobar de esa manera si existen diferencias en el empleo de los diversos medios y procedimientos de expresar la condicionalidad en función del tipo de texto o de la intención comunicativa que persiga el acto de habla en el que se inserten. Por ello se ha escogido una obra jurídica representante de la tradición discursiva de los fueros castellanos del siglo XIII como es el Fuero Real, la General estoria como obra historiográfica en la que predomina la narración y el Poema de Fernán González como obra en verso. Debido a la gran extensión de la General Estoria, hemos acotado su análisis a la primera parte, en concreto al Génesis y al Deuteronomio. La elección de estos dos libros del Pentateuco se debe a que el primero es el único que no se centra en la narración de los hechos de la vida de Moisés sino en los primeros pobladores de la tierra desde Adán y Eva hasta Josep y a que en el Deuteronomio, a diferencia de los otros tres libros precedentes, parece que se ofrece al lector un resume de los capítulos anteriores al relacionar someramente los hechos que les han ocurrido durante su peregrinar en el desierto y las leyes que Dios por boca de Moisés trasmite a su pueblo.

3. Los indicadores de la condicionalidad 3.1. Oraciones condicionales con “si” Como era esperable, de todas las oraciones condicionales que ofrece nuestro corpus, las más abundantes son aquellas que están introducidas por el nexo si. Para ser exactos, en el Poema de Fernán González constituyen el 95,04 %, seguido de la General Estoria (83,33 %) y del Fuero Real, en que la frecuencia que se reduce al 76,86 %. Empezando por la obra narrativa, cabe decir, en relación a las correlaciones verbales, que hemos contabilizado hasta un total de 35 combinaciones distintas3, de

3. Sólo comentaremos las tres más frecuentes por parecernos las más significativas del texto.

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entre las cuales destacan por su alta frecuencia las oraciones condicionales potenciales, en concreto, el esquema si tuviere, daré (23,93 %). Esta correlación verbal se emplea en gran medida en el libro del Deuteronomio, concretamente cuando antes de pasar el Jordán para llegar a la tierra prometida Moisés, que no pisará ese lugar, recuerda las leyes que Dios ha dado a los judíos. (1)

a. —Fijo, Dios que es poderoso de todas las cosas él nos lo dará si nós omillosos e de buen corazón viniéremos al sacrificio (Génesis, libro VI, capítulo 8 pág. 279). b. E si la non quisiere aquel su cuñado irá allí a la puerta de la cibdad de los viejos e dezir les á: ell hermano de mio marino non quiere levantar el linage de su hermano nin tomarme por muger (Deuteronomio, libro XXVII, capítulo 3, págs. 917-918).

El segundo esquema más frecuente con un 12,42 % también puede encuadrarse dentro de las condicionales potenciales. Se trata del esquema si tuviese, daría. (2)

a. Essora yuró ella por su dios que si él aquello que ella demandava non fiziesse que luegol ella prenderié (Génesis, libro VIII, capítulo 7, pág. 417). b. ca seguros los fazié él que la non perderién por Dios si guardasen los mandados que les él contarié (Deuteronomio, libro XXVI, capítulo 16, pág. 889).

Por último, en cuanto a las formas verbales, mencionaremos el tercero de los esquemas que presentan el índice más alto de frecuencia (9,39 %), si tiene, da, esquema con el que se plantea una condición supuestamente real. (3)

a. E más dizen que si alguna cosa biva cae ý, como ganado, o bestia, o omne, que fasta que muerto non sea, non puede ir a fondón, nin aun entrar so el agua (Génesis, libro V, capítulo 32, pág. 258). b. —Señor, non lo fagas, mas si yo la tu gracia é ruégote que tomes este don de mí, maguera que es poco (Génesis, libro VII, capítulo 28, pág. 368).

Por otra parte, hemos de decir que el empleo de este tipo de oraciones en la narración es menos frecuente que en los pasajes dialogados (el 35,46 % frente al 64,54 % respectivamente). Este hecho puede explicar por qué la mayoría de las condicionales son contingentes, dado que los personajes cuando hablan, en general y en concreto cuando emplean esta noción, suelen referirse a hechos de realización posible en el presente y sobre todo en el futuro. Asimismo, la frecuencia de aparición de estas estructuras se incrementa en el momento en que, en el Deuteronomio, Moisés recuerda brevemente las leyes que Dios les ha dado. Este hecho se debe a la intención de dar normas generales aplicables a casos concretos

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indeterminados, para lo cual el emisor se vale de frases condicionales, al igual que en los fueros. El orden más habitual en este texto es el de prótasis-apódosis, lo cual no implica que no existan ejemplos de un orden inverso, aunque son minoritarios. (4)

a. E pues que se llegaron a él díxoles otra vez otrossí ya muy más quedo por los non meter en verguença si los estraños lo oyessen (Génesis, libro VIII, capítulo 23, pág. 459). b. Desí mandól que saliesse de la tienda, e que catasse al cielo, e contasse las estrellas si pudiesse (Génesis, libro V, capítulo 24, pág. 241).

En el Fuero Real, por otro lado, al ser un texto de tipo jurídico en el que se recogen las leyes por las cuales se va a regir un municipio, el abanico de posibles estructuras condicionales es mayor que en otras obras. De todas las construcciones que utiliza el redactor de estas leyes para expresar un hecho posible, una condición y su consecuencia, vuelve a ser el de las condicionales introducidas por si (76,86 %). El esquema verbal más frecuente en esta obra legislativa es el potencial, concretamente el de si tuviere, dé. El presente de subjuntivo se utiliza en estos casos como complementario del modo imperativo para expresar una orden dirigida a una persona distinta a la segunda persona gramatical.

(5)

Si algún omne ouiere demanda contra otro omne que sea raygado demándel así como dize el Fuero. Et si non fuere raygado, dé fiador al demandador quel cumpla el Fuero. E si fiador nol diere, vaya luego con él antel alcalde fazer derecho (Fuero Real, 2.º libro, título III).

Se pueden encontrar ejemplos de otros esquemas verbales aunque son minoritarios4. (6)

a. E si el alcalde iudgó tuerto o mandó tomar alguna cosa por non lo entender, iure que non fizo por ruego, nin por amor, nin por precio, et non uala lo que iudgó nin él non aya ninguna pena (Fuero Real, 2.º libro, título II).

4. Esas variaciones vienen dadas fundamentalmente por el momento en que se desarrolla la acción o el hecho que se enuncia. Así, si éste tuvo lugar en el pasado se utilizará una forma verbal de pretérito.

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Olga Julián Mariscal b. ca en tales pleytos como estos, si se alongasen por alçada, perdersíen las cosas et naztríen ende muchos dannos (Fuero Real, 2.º libro, título XV).

Es preciso detenernos mínimamente para comentar el orden en las cláusulas que componen esta estructura bimembre pues creemos que existen diferencias en función de si la oración principal está antepuesta o pospuesta a la subordinada. El orden prioritario es el de prótasis-apódosis (como en los casos precedentes), pues se establece en primer lugar el hecho, acción o situación hipotética que ha de darse para que se pueda aplicar la pena impuesta o se cumpla lo enunciado en la apódosis, constituyendo la prótasis así parte de la ley. En cambio, cuando el segmento introducido por si aparece pospuesto a la principal, éste viene a especificar la circunstancia en que se cumplirá el mandato matizando así la ley enunciada. Lo mismo pensamos que sucede en otros ejemplos en los que la prótasis parece estar intercalada: (7)

a. Ca por esta razón bien se deue desfazer toda uenida, si el comprador non quiere cumplir el precio derecho (Fuero Real, 3.er libro, título IX). b. Los viandantes puedan sus bestias et los otros ganados meter a paçer en los logares que non sean deffesaros et puedan y descargar et folgar por un día o por dos al más, si el dueño del logar non gelo otorgar (Fuero Real, 4.º libro, título VI). c. Las partes que pleyto ouieren, si non pudieren o non quisieren uenir por sí a pleyto, den personero antel alcalde o envíenlos con su carta de personería, que sea fecha por mano de escribano público, et si non, sea sellada con su seyello o de otro que sea conocido (Fuero Real, 1.er libro, título X).

Estas afirmaciones han de ser contrastadas con los datos obtenidos del estudio de la obra del Mester de Clerecía de nuestro corpus. En el Poema contabilizamos un total de 26 combinaciones verbales distintas entre condicionante y condicionado, siendo la más frecuente con un 17,39 % la que responde al esquema si tuviese, daría con valor potencial orientado hacia el pasado o irreal. (8)

a. si bien guisados fuessen, por tres tantos de moros b. ovo se contra vos que vos sola l’ queredes e si vos lo quisiessedes,

commo mester les era, non dexarien carrera. (PFG, 455cd). a Dios a querellar, d’este mundo sacar, el podria escapar. (PFG, 630 bd).

Aparte de la construcción si tuviese, daría, cabe destacar el uso de otras tres combinaciones verbales por su alta frecuencia en el texto, que frente a ésta, presentan una oración condicional real al combinar el presente de indicativo en la prótasis con el presente de indicativo (13,40 %) o con el futuro de indicativo (11,30 %), como podemos observar en los ejemplos siguientes:

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a. sy otra cosa fazemos, b. Sy omne el su tienpo non quiere deste mundo sy non estar viçioso c. si al conde non quieres aver se ha Castiella d. Si vos luego agora pleito e omenaje que por dueña en el mundo comigo bendiçiones

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podemos nos perder (PFG, 206d). en valde quier passar, otrra cosa levar e dormir e folgar (PFG, 351ac); tu de muerte estorçer, por tu culpa a perder (PFG, 623c-d). d’aqui salir queredes, en mi mano paredes a mi non dexaredes, e missa prenderedes (PFG, 637).

El cuarto de los esquemas verbales más empleados por el autor anónimo de este cantar es el que combina el subjuntivo en -ra tanto en la prótasis como en la apódosis (si tuviera, diera), con un índice de frecuencia del 9,56 %: (10) a. ¡sy essora se tornaran b. Quien a Gustio Gonçalez del conde, si podiera, si lo guisar podiera, al señor de Castiella

fueran byen venturados! (PFG, 136d). essas oras matara, de grado se desviara, mejor lo baratara: fue se l’ parar de cara (PFG, 542).

Sin embargo, hay que tomar con reservas estos últimos datos que confieren a esta obra una gran importancia al ser una de las primeras manifestaciones escritas de este esquema, junto con Berceo, el Libro de Alexandre o La doncella Teodor, ejemplos que han sido objeto de discusión en torno a su autenticidad como reflejo de la lengua de la época de composición de estos textos o como adaptaciones a los usos vigentes en otras centurias por parte de los copistas. Así, tal como señala Veiga: [...] toda su singularidad en el contexto de la producción literaria de mediados del s. XIII desaparecerá si admitimos que dichos esquemas con si tuviera pueden ser casos de modernización del Poema debidos a la intervención de algún transmisor, ya recitador, ya copista del texto (Veiga 1999: 278).

más aún, teniendo en cuenta que la historia de las aventuras de Fernán González ha llegado hasta nosotros conservada en una copia inconclusa del siglo XV en la que se aprecian diversos errores de transmisión. Llama la atención que los esquemas que se construyen con el futuro de subjuntivo en la prótasis respondan sólo a un 5,21 % en el caso de que la apódosis se construya con presente de subjuntivo o a un 4,35 % con futuro de indicativo,

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frente a los datos aportados por el análisis de las obras alfonsíes, en las que la combinación verbal más utilizada presenta la forma cantare en el primer miembro de la oración. (11) Si nos, por mal pecado, fuéremos arrancados, los nuestros enemigos seran de nos vengados (PFG, 437);

Al igual que sucede con los ejemplos documentados en la General Estoria, el orden de las oraciones introducidas por si en el Poema de Fernán González sigue la pauta de causa hipotética-consecuencia en un 83,47 % de los casos, frente al 12,17 % en los que se observa el orden contrario al que se le puede sumar el 4,35 % de estas oraciones que aparecen intercaladas en el condicionado y en las que las implicaciones pragmático-discursivas son semejantes a aquellas en las que se da el orden pospuesto. Por otra parte, el 65,22 % de las oraciones condicionales con si en este poema aparecen contextualmente en los diálogos de los personajes, frente al 29,56 %5 de los casos en los que la expresión de un hecho como condicionante de otro se produce por boca del narrador o de los propios personajes cuando narran alguna acción ocurrida. ... Locuciones compuestas con si Aparte de las comentadas oraciones condicionales con si, esta conjunción sirve de base para formar otras locuciones igualmente de carácter hipotético-condicional. No obstante, estas locuciones, frente a la conjunción base, expresan condiciones excepcionales, mucho más precisas y restrictivas, debido a los elementos que componen dicha locución. En las dos obras alfonsíes hemos encontrado algunas de estas combinaciones, no así en el Poema. 3.1.1.1. Si non si Esta locución está constituida por la conjunción adversativa excluyente de origen asimismo condicional si non y una condicional con si. Su frecuencia de uso es baja, reducida al 2,52 % en la General Estoria y al 0, 36 % en el Fuero Real. El primer elemento forma parte de las llamadas conjunciones coordinantes por lo que una de sus funciones primarias, además de la de expresar una adversación, es

5. El 5,22 % restante corresponde a contextos de discurso referido.

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la de coordinar elementos por lo que se supone que existe algún elemento elíptico, es decir, no están explicitados los elementos que coordina. (12) a. ca mientra yo sopiere que mi marido bivo es en toda la vida otro varón non é a aver si non si por los mis pecados yo ende fuesse forçada (Deuteronomio, libro XXIX, capítulo19, pág. 975). b. Ca, quien después que el pleyto fuere comencado, por tal defenssión se quisiere defender non lo pueda fazer, si non si acaeciere después de la respuesta, ca entonçe la puede poner ante sí (Fuero Real, 2.º libro, título X).

Como se puede desprender de los ejemplos aducidos, esta locución viene a introducir una condición que supone una excepción a lo dicho antes, es decir, expresa la única circunstancia en la que no se cumpliría lo enunciado en la apódosis. De ahí que se aproxime semánticamente a otras locuciones conjuntivas que Montolío Durán (1999) llama conectores condicionales complejos negativos, como a no ser que o a menos que. Siempre ocupa la posición pospuesta y en la apódosis suele aparecer un elemento negado o cuando menos, con valor de negación, aunque no es obligatorio. (13) E esto así tenemos que deve seer, si non si por ventura quisiéremos nós los cristianos acaloñar e demandar a los que fincaron gentiles los santos omnes e las santas mugeres vírgenes e otros que vinieron a nuestra fe, que es la de Cristo, e las martiriaron ellos e las mataron por ello (Génesis, libro II, capítulo 30, pág. 93).

Por último, en relación a esta cuestión, queremos señalar el hecho de que puede aparecer coordinada con otras prótasis con si que adquieren también ese valor. (14) Todo omne que matare a otro a sabiendas muera por ello; si non si matare a su enemigo conocido, o defendiéndose, o sil fallare leuando muger forcada pora yazer con ella, o que aya yazido con ella, et si matare ladrón quel fallare de noche en su casa furtando o foradando, o si fallare con el furto fuyendo, o si quisiere acaparar de presón, o sil fallare forçando lo suyo et non lo quisiere dexar, o si lo matare por occasión non queriendo matarlo nin auiendo mal querencia dante con él, o si lo matare acorriendo a su sennor que ueya matar o quieren matar, o a padre, o a fijo, o a auuelo, o a hermano dotro omne que deua uengar por linage, o matare en otra manera que puedan mostrar que lo mató con derecho (Fuero Real, 4.º libro, título XVII).

3.1.1.2. Fuera(s) si Esta locución está formada por la partícula fuera a la que se une una oración condicional. Esta partícula procede del latín FORAS ‘afuera’ y se documentó como tal por primera vez en las Glosas emilianenses. En el latín tardío y vulgar FORAS o FORIS

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reemplazó casi totalmente a EXTRA, aunque se encuentra gestra (= yestra) ‘excepción’ en las glosas de Silos. De ahí la noción de excepción que documentamos en el corpus. En castellano arcaico la forma habitual era fueras, con -s final, corriente en el Cid, Berceo, Aleixandre y documentos de los siglos X a XIII. Por analogía con los numerosos adverbios con y sin -s final (la llamada -s adverbial, por lo común agregada) se crea la variante fuera que tiende a generalizarse desde el siglo XIII (Cf. DECH s.v. fuera). Así, encontramos ejemplos tanto con -s como sin ella. (15) a. E si lo assí mostrare, recíbanlo por personero, fueras si fuere pleyto de justicia de cuerpo o de miembro (Fuero Real, 1.er libro, título X). b. Pues que el personero recibiere la personería de otro en algún pleyto, non la pueda dexar fata que aquel pleyto sobre que recibió la personería sea acabado, fuera si ouiere enfermedatd u otro enuargo derecho por que non lo pueda tener (Fuero Real, 1.er libro, título X).

Además de la variación en cuanto a la aparición de la -s final, podemos señalar otra que consiste en la intercalación de otro elemento, ende, entre fuera(s) y si. (16) a. El testimonio del alcalde uala en todo pleyto, assí como de otro omne, fueras ende si aquel contra quien dixiere el testimonio lo pudiere desechar por el fuero (Fuero Real, 2.º libro, título VIII). b. Uillano non pueda accusar a ningún fidalgo nin omne de menor guisa a mayor de sí, por linage o por onrra, fuera ende si accusare por cosa que a él fiziesen o a otro de su parte por que él deua demandar (Fuero Real, 4.º libro, título XX).

Hay que decir que frente a los 37 casos (2,24 %) que se registran en el Fuero Real, en la General Estoria sólo hemos encontrado uno y ninguno en el Poema. (17) A tu marido avremos a fazer merced e mesura, que cuando lo catamos non nos finca otro heredero derechero si non tú e él contigo, que es tu marido, fueras ende si quisiesses tú otro marido que te yo daría (Deuteronomio, libro XXIX, capítulo 19, pág. 974).

Como hemos dicho, la partícula fuera con el valor de excepción se une a una oración condicional, sin que el producto resultante, en nuestra opinión, constituya una locución gramaticalizada. Esta afirmación viene apoyada por dos hechos distintos, el primero de ellos se refiere a que fuera(s) si puede coordinarse con otras prótasis con si que se contagian de ese valor exceptivo de la partícula que las engloba. (18) El qui fuere fiador por otro en alguna cosa nol puede demandar quel quite de la fiadura ante que la peche, fueras si aquél por que fio començare de malmeter o

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de enagenar lo suyo, o sil fuere mandado por iuyzio que la pague, o si fuere el plazo pasado a quel ouo de quitar, o si la fiadura non fuere fecha a plazo et la non quitare fata I anno (Fuero Real, 4.º libro, título XVII).

El segundo de los argumentos hace referencia al hecho de que fuera(s) puede introducir un sintagma o una oración no condicional que supone una excepción a lo dicho. (19) a. Otrossí queremos que todos estos sobredichos puedan accusar a otri sobre cosa que sea contra rey, [...] o contra Fe de Sancta Eglesia; fuera ende en el que non a edad que non puede accusar en ninguna manera. (Fuero Real, Fuero Real, 4.º libro, título XX). b. Quando alguno omne uendiere so sieruo o sierua, si él contra aquél que fue so sennor se leuantare soberuiosamiente ol apusieren algún mal, dé el precio a aquél que lo compró, e reciba su sieruo, et uénguese dél, assí como quisiere; fueras que nol mate nin le tuelga miembro. (Fuero Real, 3.er libro, título IX).

Por todo lo dicho, con fuera(s) si se expresa una condición que implica una excepción a lo dicho antes, la única circunstancia en la que no se cumpliría lo expuesto en la apódosis, al igual que si non si. Asimismo, esta locución aparece siempre pospuesta a su apódosis, que puede ser tanto afirmativa como negativa. 3.1.1.3. Si más non Otra de las combinaciones que hemos encontrado es si más non. No podemos hablar de una locución conjuntiva sino más bien de una construcción caracterizada por expresar un valor contrastivo adversativo semejante a por lo menos esto sí o al menos. Su índice de frecuencia es muy bajo, tal que sólo hemos documentado 3 casos en la General Estoria, dos de si non si y otro de la variante si más si non. (20) a. e el que las non sabe, o si más non algo d’ellas, tal es como muerto (Génesis, libro VII, capítulo 40, pág. 386). b. —Padre, ¿e non guardaste tú la mi bendición pora mí, si más non alguna bendición o alguna parte d’ella? (Génesis, libro VII, capítulo 11, pág. 343). c. mas los unos ayutavan con yervas e con juncos como podién de las fojas e de las cortezas de los árvoles, e cubrién d’ello si más si non las cosas vergonzosas (Génesis, libro III, capítulo 10, pág. 110).

Por lo que se puede apreciar, precisa que el segmento precedente, al cual se opone contrastivamente, esté negado, salvo en el caso si más si non. Desgraciadamente, debido a la escasez de ejemplos no podemos aventurar conclusiones sobre su uso.

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3.2. Relativas condicionales Mientras que otros autores como Porcar Miralles (1993: 48-49) hablan de relativo de generalización, ya que “al no existir un antecedente textual se produce una evidente abstracción que indetermina la persona aludida, por lo que cabe interpretar la referencia del relativo como un colectivo o totalidad de seres, concretados únicamente por la participación en el enunciado verbal”, nosotros preferimos denominar a este tipo de oraciones relativas condicionales, pues consideramos que no sólo aquellas oraciones de relativo en las que está ausente el antecedente textual expreso pueden presentar una interpretación condicional. Así, el análisis de nuestro corpus ofrece ejemplos de relativas precedidas de un antecedente referido a una colectividad. Estos antecedentes bien pueden ser sustantivos que designan una clase o un colectivo social (como por ejemplo el nombre de una determinada profesión) expresando de esa manera una generalidad. Esa referencia colectiva permite, desde nuestro punto de vista, la interpretación condicional y sobre todo, su uso en documentos legislativos como el Fuero Real donde el 13,14 % de los medios de expresión de la condición responde a estas construcciones (frente al 5,80 % en la General Estoria o el 4,13 % del Poema), pues en este tipo de textos se pretende ofrecer al pueblo una serie de leyes de aplicación general, de ahí que se precise que la enunciación de la ley sea general para que se pueda aplicar a una diversidad de posibles casos semejantes. (21) a. Clérigo que falsare seelo de rey sea desordenado, et sea sennalado en la fruent por que sea conocido por falso iamás, et sea tachado de todo el regno, et lo que ouiere áyalo el rey (Fuero Real, 4.º libro, título XIII). b. Todo fidalgo que a otro matare, o lisiare, o firiere, o prisiere, o corriere con él ante quel aya desafidos es, por ent, aleueoso et puédel dezir antel rey que es, por ent, aleuoso (Fuero Real, 4.º libro, título XXI).

Las oraciones de relativo, por otra parte, pueden expresar contingencia, es decir, la idea de un suceso posible en el futuro y, por tanto, condición. A diferencia de las construcciones con si y con cuando en que la relación de los dos miembros del período se establece sintácticamente por subordinación, la proposición de relativo, que funciona semánticamente como condicionante, es sujeto del condicionado. Sin embargo, en los textos encontramos casos que pueden entenderse como anacolutos, es decir, casos en los que la oración principal o condicionado tiene un sujeto propio distinto al que presenta la relativa: (22) a. Qual quier omne que fuer llamado a iudiçio ante el alcalde et dixiere quél a sospecha por alguna razón derecha et lo pudier probar ante alguno de los otros alcaldes que non aya sospechosos, aquel alcalde non iudgue su pleyto; mas

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enuíel a otro alcalde que non sea sospechoso (Fuero Real, 1.er libro, títuloVII). b. Todo omne que a otro demandare, el demandado aya tercer día pora auer consejo sobre la demanda et pora buscar bozero (Fuero Real, 1.er libro, título IX).

En cuanto a las correlaciones verbales que se establecen entre los dos miembros de la estructura encontramos otra vez discrepancia entre la General Estoria, el Poema de Fernán González y el Fuero Real. En la primera, las relativas presentan cuatro esquemas verbales diferentes, de los cuales, los más empleados son aquellos en los que aparece el presente de subjuntivo o el futuro de indicativo en la principal y el futuro de subjuntivo en la subordinada, seguidos de cantase + condicional y presente de indicativo en ambos segmentos. (23) a. Qui la muger d’este omne tanxiere morrá por ello (Génesis, libro VII, capítulo 8, pág. 338). b. Qui sacrificare vaca o oveja dé d’ello al sacerdot la espalda e la corada con el vientre e las primacías de pan e de vino e de olio e de parte de la lana de las ovejas cuando las trasquilaren [...] (Deuteronomio, libro XXVI, capítulo 24, pág. 901). c. ca diz los autores de los gentiles que qui del agua d’aquella laguna beve que luego olvida cuanto sabe (Génesis, libro VI, capítulo 25, pág. 314). d. pero segund dizen los sabidores dende que qui bien la obrasse e en ella acertasse que en todos los liberales e los otros en menos de tres años podrié seer buen maestro (Génesis, libro VII, capítulo 8, pág. 338).

En cuatro de las cinco oraciones condicionales relativas documentadas en el Fernán González el esquema responde a futuro de subjuntivo / presente de subjuntivo, mientras que en un solo caso la consecuencia se construye con futuro de indicativo. (24) a. Por enganno ganar quien cayere en est fecho b. Quien desto vos falliere falesca le la vyda c. Todo aquel de vosotrros o con miedo de muerte quede por aleuoso con Judas en infierno

non ha cosa peor, cadra en grrand error (PFG, 212ab); sea de Dios fallido, com falso descreydo (PFG, 640ab); que del canpo saliere a presyon se les diere, qui tal fecho fyziere, yaga quando moriere (PFG, 447).

Hay que reseñar en el último ejemplo el hecho de que la segunda oración de relativo en una de las dos versiones consultadas (la que aparece en la Biblioteca Virtual Cervantes) ha sido sustituida por si (quede por aleuoso si tal fecho fyziere). Por otra parte, en el Fuero Real el esquema prioritario es el de futuro de subjuntivo (expresión de la hipótesis) + presente de subjuntivo (sanciones que se aplica-

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rán si se da dicha situación). Sin embargo, se encuentran asimismo casos en los que no se sigue este esquema. (25) a. Todo omne que foradare casa o eglesia quebrantare pora hurtar muerra por ello (Fuero Real, 4.º libro, título V). b. Qui quier que falle camino o carrera usada cerrada desfaga el ualladar o la cerradura, qual quier que sea, sin calonna alguna (Fuero Real, 4.º libro, título VI). c. Quien uende so sieruo pueda demandar después todo lo que auía el sieruo, si lo non uendió con quanto auía. (Fuero Real, 3.er libro, título IX).

Los estudiosos de la materia suelen incidir en la importancia que tiene el modo verbal que aparece en la relativa, pues si va en indicativo, alude “a un antecedente concreto y específico del que se presupone su existencia” (Montolío Durán 1999: 3711), mientras que al ir en subjuntivo “se expresa la cualidad que debe poseer un antecedente hipotético del que no se maneja una presuposición con respecto a su existencia efectiva” (Montolío Durán 1999: 3711), hecho que está muy relacionado con su valor condicional. Sin embargo, salvando dos ejemplos que hemos presentado, todas las relativas presentan verbos bien en futuro de subjuntivo bien en presente del mismo modo, por lo cual esa diferenciación no nos permite hacer distinciones entre las relativas condicionales que ofrece el corpus. Aun así, el hecho de que se emplee preferentemente el modo subjuntivo en el segmento subordinado está relacionado con el carácter general, colectivo y en cierto sentido también indeterminado que marca estas construcciones, pues al abstraer el individuo a la colectividad se acaba por indeterminarlo. Todos estos factores se conjugan para que el receptor pueda interpretar el sentido condicional que subyace a la estructura y que pretende el emisor. Además de preguntarnos el por qué de la aparición del modo subjuntivo, habría asimismo que investigar el motivo del empleo del futuro de subjuntivo en estas oraciones. Probablemente la respuesta sea semejante a lo que dijimos al respecto de esta forma verbal al hablar de las condicionales con si, es decir, a la idea de plantear un hecho como posible en su cumplimiento en el futuro.

3.3. Cuando Este nexo originariamente temporal es el segundo de los medios distintos a si más utilizados para expresar condición (7,07 % en la General Estoria6 y 5,33 %

6. Resulta curioso que el empleo de esta construcción se incremente cuando Moisés recuerda a los judíos las leyes que Dios les ha dado.

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en el Fuero Real. No se documentan ejemplos en el Poema de Fernán González). Para que podamos interpretar esta conjunción en sentido condicional “han de darse circunstancias especiales en relación con los distintos tipos discursivos7, lo que queda reflejado en los morfemas de persona y en el empleo de tiempos y modos verbales” (Méndez García de Paredes 1995: 281), como vamos a tratar de mostrar. Así, en primer lugar, la proposición introducida por cuando deja de funcionar como marco temporal preciso en el que se establece la acción principal, de manera que la esencia temporal de este nexo queda relegada y la existencia de seres o acontecimientos en el tiempo se convierte en hipotética. En estos casos, el locutor presenta un hecho que es condición de otro mediante cuando porque considera que el hecho establecido como condicionante es más probable en su realización que si planteara la misma situación por medio de una condicional con si. De esta forma, puede decirse que se establece como hipótesis el momento en que el supuesto se llevará a cabo y no la existencia del mismo. (26) E cuando vos diere Dios aquella tierra libre e quita por sus términos e alguno de vos quisiere comer de las carnes de que á sabor, e el logar que escogiere Dios pora estos sacrificios fuere alueñe, mate en el camino de sos ganados que oviere, assí comol mandó Dios, e coma d’ellos en su villa e en su casa por ó fuere assí como quisiere (Deuteronomio, libro XXVI, capítulo 18, pág. 891).

Este ejemplo que aquí copiamos puede ser muestra de lo que hemos dicho. Moisés pronuncia estas palabras antes de que el pueblo de Israel cruce las aguas del Jordán y llegue a la tierra prometida que está ya a la vista. Por un lado, la situación exige que se utilice el nexo cuando en lugar de si como introductor de la primera proposición en futuro de subjuntivo que abre paso al resto de enunciados hipotéticos, pues es ya casi un hecho que Dios les va a dar en breve esa tierra. Por tanto, no puede plantear el hecho de la cesión de la tierra mediante si como algo dudoso, una hipótesis general, sino que es más apropiado el uso de cuando que supone una mayor expectativa de cumplimiento, como es el caso. De ahí, en segundo lugar, ya que se espera que el hecho de que Dios conceda la tierra prometida sea inminente, aunque no se sabe con exactitud cuándo, parece que se cuestiona así el momento exacto en el que se efectuará esa entrega. Por otro lado, es evidente que el resto de proposiciones coordinadas a la primera introducida por cuando (que se constituye como marco temporal parafraseable como “una vez que estéis en la tierra prometida y si alguno quisiere..., coma”), están planteadas

7. En el sentido de la preferencia de contextos dialogados frente a los narrativos para que la interferencia entre las dos nociones sea posible.

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como hechos hipotéticos de realización más cuestionable, dudosa en un tiempo futuro más alejado al presente que la primera. Por tanto, la proposición introducida por cuando deja de funcionar como marco temporal preciso en el que se sitúa la acción principal, aunque creemos que el valor temporal no desaparece por completo, sólo queda, como se ha dicho, relegado a un segundo plano. Además, la interpretación condicional, la confusión entre lo temporal y lo condicional, viene reforzada en el caso de que las acciones introducidas por cuando se refieran a un momento posterior a la enunciación, de tal manera que “el valor de incerteza [y consecuentemente de hipótesis] aumenta cuando la expresión de simultaneidad en el futuro exige la presencia del modo subjuntivo, modo de la no-aserción” (Montolío Durán 1999: 3726-3727). El empleo del modo subjuntivo y la ruptura de la correlación entre las formas verbales en el período temporal posibilita que la oración quede impregnada “de un cierto matiz hipotético que permite la interpretación condicional de cuando” (Méndez García de Paredes 1995: 281). Esto es más evidente en castellano medieval, gracias al uso del desaparecido futuro de subjuntivo que conjuga por una parte los valores propios del tiempo futuro, por su misma naturaleza virtual e hipotética, con los definitorios del modo subjuntivo. Además, hay que decir que el esquema verbal preferente de estas construcciones en ambas obras es el de futuro de subjuntivo + presente de subjuntivo, seguido a gran distancia de futuro de subjuntivo + futuro de indicativo. (27) a. Cuando se te olvidare gravilla en el rastrojo de la tu mies non te tornes por ella, mas dexar la as all avenedizo e all huérfano e a la bibda (Deuteronomio, libro XXVII, capítulo 2, pág. 917). b. Cuando prometieres algo a tu Señor Dios non te tardarás de dárgelo, ca lo requerirá él (Deuteronomio, libro XXVII, capítulo 1, pág. 915). c. Cuando moraren en uno los hermanos e alguno d’ellos muriesse sin fijos tomará el otro la muger del hermano por su muger por levantar el su linage (Deuteronomio, libro XXVII, capítulo 3, pág. 917).

El hecho que la proposición de cuando vaya coordinada a oraciones condicionales con si parece reforzar el valor de condicionalidad que se le puede atribuir a la primera: (28) Quando pleyto es fecho sobre cosa que non puede seer et es pena puesta en ello, o si prometió si pena de fazer cosa que es defendida en derecho que se non deua fazer, o si es pleyto laydo et en atio, tal pleyto non uala nin la pena que fuer puesta sobél (Fuero Real, 1.er libro, título XI).

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En otras ocasiones, cuando va seguido de una condicional con si con la que no va coordinada como en el ejemplo anterior, parece que mediante cuando se establece el marco, no tanto temporal de la acción enunciada, sino circunstancial, situacional de la acción hipotética que ha de darse, un marco en virtud del cual ha de interpretarse lo que se va a decir a continuación, considerándose así que lo expresado mediante cuando es más genérico. (29) a. Quando alguno fiziere heredero a aquél a quien deuíe alguna cosa o quel era fiador, si recibier la herencia, pierda la demanda que auíe contra él o contra sus bienes (Fuero Real, 3.er libro, título VI). b. Quando muchos se aiuntaren et leuaren alguna mugier por fuerça, si todos yoguieren con ella, muerran por ello (Fuero Real, 4.º libro, título X).

Este ejemplo puede interpretarse como una oración condicional con dos condicionantes, a saber, en el hipotético caso de que se cumpla lo enunciado en cuando y también lo enunciado con si, se actuará según lo dictaminado por el fuero.

3.4. Otros indicadores de la condicionalidad Aparte de los citados antes, existen otros muchos indicadores de condicionalidad cuyo uso suele ser restringido frente a si porque presentan un valor, un sentido condicional de carácter más específico y concreto. Exceptuando un ejemplo dudoso en el Poema de Fernán González (pues que) y dos ejemplos que hemos encontrado en la General Estoria (pues que y desque), el resto de los casos que hemos recopilado han aparecido en el Fuero Real (siempre en número muy reducido frente las oraciones con si). Este hecho no deja de ser significativo ya que la explicación del mismo puede venir dada en función de la tradición discursiva en la que se inserta cada una de las tres obras que hemos escogido como corpus para este trabajo. 3.4.1. Relación temporalidad / condicionalidad Las manifestaciones escritas que nos han llegado de épocas pretéritas muestran la intensidad con la que se daban las interferencias entre el concepto ‘tiempo’ y ‘condición’, siempre en dirección hacia la condicionalidad, de tal manera que podemos afirmar que las construcciones temporales constituyen una de las cinco grandes fuentes de productores históricos de conectores condicionales. Estas interferencias se deben fundamentalmente a la imbricación que se da entre ambas nociones, imbricación que está basada en la idea de generalidad que presentan

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o pueden presentar. En la actualidad, los dos nexos de origen temporal más frecuentes y habituales en la lengua son cuando, del que ya hemos hablado, y siempre que, que no hemos podido documentar con valor condicional en el corpus. No obstante, hemos recogido algunos ejemplos de otras conjunciones de valor temporal que, en función del contexto en el que aparezcan, pueden ser interpretados en sentido condicional. Se trata fundamentalmente de mientras que, pues que y desque, del que sólo tenemos un ejemplo. Antes de iniciar el análisis de estas formas queremos dejar claro que, debido a que son muy pocos los casos con los que contamos, no nos es posible extraer datos y conclusiones generales y aplicables a otras situaciones y circunstancias que nos permitan comprender qué es lo que motiva y hace posible la interpretación en el sentido del que estamos hablando. Comencemos por mientras que y sus variantes medievales registradas en el corpus demientre o mientre (que). Esta conjunción, en el caso de que sea manifiesta la interpretación condicional, superpone a la noción de ‘condición’ la noción de temporalidad. Puede decirse que es un tipo de conjunción mixta ya que, incluso en los casos en los que puede transmitir ese valor condicional conserva de manera más patente que cuando su sentido temporal originario. De ahí se comprende que mientras (que) plantee un suceso que será condición para que se produzca otro hecho durante el tiempo en que esté vigente el condicionante. (30) a. Demientre que alguno non fuere de edat, o fuere sandío, o en prisión, non pierda su heredat nin otra cosa por tiempo (Fuero Real, 2.º libro, título XI). b. Otrossí ella non las pueda mal meter nin enagenar mientre que el marido uiuiere, maguer que él lo otorgue, nin después de su muerte mientre que fijos dél uiuos ouiere, fueras ende la cuarta parte (Fuero Real, 3.er libro, título III).

Como se puede observar, el esquema verbal que predomina es el mismo que en las construcciones con cuando o que las relativas condicionales, es decir, el compuesto por el futuro de subjuntivo + presente de subjuntivo. Es más, se ha demostrado en los estudios sincrónicos que mientras (que) con valor condicional sólo puede combinarse con tiempos del modo subjuntivo. Aunque sólo hemos encontrado tres ejemplos con ese valor, consideramos que el único que realmente puede ser entendido como condicional es el siguiente: (31) Pues que las partes ouieren ençerradas las razones delant el alcalde, el alcalde dé la sentencia; ca non es derecho que, demientre que la partes quisieren andar en su razón, que les sea defendido que non pueden dezir o ennader en su razón (Fuero Real, 2.º libro, título XIII).

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Respecto de pues que y después que hay que decir que ambas son originariamente conjunciones temporales de posterioridad, aunque la primera acabó derivando hacia un sentido más causal. Debido a que sólo contamos con los ejemplos que aducimos, iremos comentando brevemente cada uno de ellos. (32) Mas pues que de la fruita de aquel árvol comiesse que se tornarié mortal (Génesis, libro I, capítulo 3, pág. 9).

Es fundamental para interpretar el sentido de un enunciado tener en cuenta el contexto en el que fue emitido. Así, en este caso se está hablando del inicio del universo, de la creación del mundo, de los animales, de Adán y Eva, y de la prohibición que les hizo Dios de que no comieran del fruto del árbol del Bien y del Mal y de las consecuencias que ello supondría. Por ello, se plantea un hecho como posible, aunque todos supieran que se iba a convertir en realidad ese supuesto, y se utiliza un esquema verbal típico de las condicionales potenciales si tuviese, daría, que, además, permite dirigir la interpretación hacia el sentido condicional. (33) Pues que alguna cosa fuere metida a iudizio, quier sea mueble, quier rayz, si aquél que la demanda la diere, o enagenare, o la tomar pora toller la tenencia al contenedor ante que la uenzca por iudizio, el alcalde que ouiere de iudgar el pleyto faga gela tornar a aquél que la tenía (Fuero Real, 1.er libro, título XII).

Tanto la acción presentada mediante pues que, como la de si han de hacerse efectivas para que pueda llevarse a cabo la determinación impuesta por la ley. Además, al igual que sucede en algunas ocasiones con cuando, aquí pues que parece presentar el marco situacional en el que debe interpretarse lo que viene a continuación.

(34) Otrossí, después que diere I personero, si después diere otro, el primero sea tollido maguer que el dueño de la uoz non lo tuelga nombradamientre (Fuero Real, 1.er libro, título X).

Puede entenderse que después que introduce un contenido condicional ya que la proposición que encabeza está sintácticamente yuxtapuesta en plano de igualdad a la cláusula condicional introducida con si. El hecho de que la forma verbal que acompaña a después que sea el futuro de subjuntivo, forma que aporta un alto grado de hipótesis, facilita y orienta la interpretación en este sentido (Cfr. Méndez García de Paredes 1995). Además, las dos acciones, tanto la introducida por

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después que como la de si, han de cumplirse para que se aplique el mandato (el primero sea tollido). (35) Dyxom’ que mal fazia a aquel Rey de los Reyes que fuesse e non tardasse que ¿por que avie miedo,

por tanto que tardava por cuyo amor lidiava, contrra la gent pagana, pues que el me ayudava? (PFG 430).

Frente a los anteriores ejemplos aducidos, en éste pues que puede ser sustituido por si, pero no creemos que sea una condicional en sentido estricto (Julián 2007). Hay que señalar también que el esquema que presentan, salvando el ejemplo del Génesis y del Poema de Fernán González, es el que ya hemos comentado de futuro de subjuntivo + presente de subjuntivo. Además, en todos los casos se da el orden antepuesto. Creemos que esto se debe a que prevalece en estas construcciones un contenido de causa-efecto, semejante al que predomina en las condicionales con si. Lo mismo puede decirse de desque en el único ejemplo que presenta tal valor. (36) —E desque prisieres algo adóbalo como sabes que lo yo quiero e adúm que coma, e bendezir t’é ante que muera, e rogaré que siempre te aya piedad e te ayude, e sea castigo en todos los fechos (Génesis, libro VII, capítulo 11, pág. 342).

3.4.2. A menos que Esta locución conjuntiva, cuya única interpretación posible es la condicional, se construye siempre con subjuntivo. Concretamente, su valor consiste en introducir una condición negativa, de carácter excluyente debido a la relación que mediante a menos que se establece entre la excepción y la condición. Por ello podemos decir que presenta la única circunstancia en la que el condicionado o segmento b no se da, es decir, ofrece la situación desfavorable para el cumplimiento de b, que dejará de darse en el caso de que se cumpla a. Así, ese valor de condición negada hace que frecuentemente aparezca un adverbio negativo non de carácter expletivo, reiterando de ese modo el sentido negativo tanto del condicionante como del condicionado. (37) a. E, si por ventura, el rey fuere de tan grand piadat que lo quiera dexar uenir non lo pueda fazer, a menos que nol saque los oios, por que non uea el mal que cobdició fazer (Fuero Real, 1.er libro, título II).

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b. E al alcalde non la mande fazer, a menos que non oya ante las partes sobresto (Fuero Real, 1.er libro, título II).

Frente a lo que venía siendo habitual en el resto de los casos revisados, en cuanto a las formas verbales que se utilizan, podemos ver que la correlación empleada es la de presente de subjuntivo + presente de subjuntivo, en lugar del futuro de subjuntivo que parece erigirse como prototípico de las construcciones condicionales vistas. Por otro lado, el orden preferentemente pospuesto del supuesto, marcado por una pausa, viene motivado por el hecho de que el enunciado que introduce a menos que se presenta como una matización a lo dicho en la apódosis, pues el condicionante constituye la especificación de las circunstancias bajo las cuales lo enunciado en el condicionado no se llevará a cabo. Además de la forma oracional de la locución, existe una variante en la que se cambia el último elemento conjuncional que por la preposición de combinándose de esa manera con el infinitivo del verbo en cuestión. (38) a. Ca non es razón que el forçado entre en razón con el forçador a menos de ser entregado (Fuero Real, 2.º libro, título X). b. Et tal reçebimiento uala, fueras si fuere el pleyto de cosa que se non pueda testimoniar a menos de seer uista del testimonio (Fuero Real, 2.º libro, título VIII).

En estos casos, como podemos observar, a diferencia de a menos que, no se explicita nuevamente el carácter negado de la condición reiterando el adverbio non, ni el orden pospuesto y entonativamente diferente se marca mediante una pausa. 3.4.3. Formas no finitas: gerundios y participios La interpretación o la noción hipotética no es privativa de las conjunciones y locuciones conjuntivas que introducen unidades oracionales sino que las formas no personales del verbo pueden aportar ese mismo significado. Mientras que para esto es necesario que el infinitivo, del cual no hemos documentado ejemplos en el corpus, vaya precedido de una preposición, el gerundio y el participio no la precisan. Sólo hemos documentado ejemplos de condicionales con gerundio en el Fuero Real (0,30 %): (39) a. E quando uenir quisiere, fágalo saber a los alcaldes, que él quiere uenir sobre atal razón como es sobredicha; et uiniendo en tal guisa non sea iusticiado, mas

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Olga Julián Mariscal sea recabdado como es sobredicho (Fuero Real, 2.º libro, título III). b. E el alcalde estando asentado de iuyzioi et non estando en pie levantado, por sí mismo dé el iuyzio et non por otri (Fuero Real, 2.º libro, título XIII). c. Otrossí defendemos que con atal omne o con atal mugier, como sobredicho es, ninguno otro non case con ninguno dellos, sabiendo lo que tal pleyto ha con otro (Fuero Real, 3.er libro, título III).

Dado que el gerundio suele expresar una acción que coincide temporalmente con la del verbo principal o es inmediatamente anterior a ella, esta característica de simultaneidad parece cumplirse asimismo en los casos en los que presenta valor condicional, incluso algún gramático ha dicho que es indispensable para que el citado valor sea posible (Montolío 1999: 3695). El hecho de que el verbo de la principal vaya en presente de subjuntivo y que el esquema verbal preferentemente empleado en el texto es el de futuro de subjuntivo + presente de subjuntivo, guía y favorece la interpretación hacia el sentido condicional. Por otra parte, hemos encontrado un único ejemplo de participio condicional. Llama la atención el hecho de que el verbo de la principal está en presente de indicativo. (40) Ningún omne non pueda demandar el empresto que fiziere a otri ante del plazo que puso con él o ante que sea complido aquello por que gelo emprestó. Mas passado el plazo que es puesto o cumplido al seruicio a que es emprestado, es tenido de darlo a su dueño de guisa que non gelo de empeorado en ninguna cosa (Fuero Real, 3.er libro, título XV).

4. Conclusiones Como dijimos al principio y como hemos intentado demostrar e ilustrar por medio de los ejemplos y datos aportados, la estructura más frecuente y común para expresar un hecho hipotético, una condición y su consecuencia, es aquélla en la que el segmento que aporta el supuesto está introducida por el nexo subordinante si. El resto de los procedimientos que indican condicionalidad son minoritarios y escasos al lado de ella. Esto se debe en gran medida a su significado más preciso, ya que el segmento a constituye la especificación de las circunstancias bajo las cuales el condicionado o segmento b se llevará a cabo o no. Por otra parte, hemos señalado que el número de los indicadores de la condicionalidad diverge en los tres textos escogidos para el corpus, más amplio y variado en

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el Fuero Real que en la General Estoria y sobre todo que en el Poema. Cabe preguntarse el por qué de esta diferencia. Creemos que la explicación de esto está en las distintas tradiciones discursivas a las que pertenecen las obras analizadas, hecho que no se puede perder de vista pues “la desatención de las tradiciones textuales puede alterar los resultados de los análisis gramaticales y léxicos, ya que muchos fenómenos dependen de estas tradiciones” (Wesch 1994: 57). Por tanto, cabe determinar que la variación de un tipo textual a otro condiciona, por su propia finalidad comunicativa, los mecanismos expresivos sintácticos que emplea el emisor del mensaje. Queda claro que la tradición discursiva que se escoja como medio de transmisión impone una serie de condicionamientos de orden sintáctico que han de ser explicados tomando en consideración esas directrices que marca el texto. Así, podemos comprobar que en el Poema de Fernán González, obra poética del Mester de Clerecía en la que predomina la función poética y la narración, incluso en gran parte de los pasajes dialogados, la mayoría de las oraciones condicionales se construyen con si, exceptuando tan sólo cinco ejemplos de oraciones relativas y un caso “dudoso” de pues que, que creemos que no ha de poder considerarse estrictamente como condicional. En la obra historiográfica de Alfonso X se observa el predominio de la narración en la cual se insertan algunos fragmentos, más que dialogados, monologados. En este caso, la expresión de la condición se lleva a cabo principalmente mediante la conjunción si, que es más general pues parece que el emisor no precisa matizar otros sentidos más específicos de la relación de causa hipotética-consecuencia que caracteriza estas oraciones. En el fragmento del Deuteronomio en que Moisés repasa brevemente las leyes que ha de seguir el pueblo de Israel, el número de relativas condicionales y sobre todo de oraciones hipotéticas con cuando aumenta probablemente por el deseo de presentar el hecho hipotético como de seguro cumplimiento y de establecer especificaciones a través de un matiz temporal en la condición. En lo tocante al Fuero Real, hay que decir que el abanico de posibilidades distintas para expresar una misma noción es más amplio porque, al ser un texto jurídico en el que se proporciona una serie de leyes por las cuales se va a regir una comunidad de habitantes, se tiene que, por un lado, presentar las circunstancias hipotéticas de forma suficientemente generalizada como para que se pueda aplicar a todos los casos similares y por el otro, explicitar el carácter de la relación de hipótesis-consecuencia, para que la ley sea entendida de forma correcta y aplicada de tal manera y así no se cometan errores en ese aspecto.

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Por último, señalaremos el predominio de esquemas verbales que indican una condición de tipo potencial contingente con el futuro de subjuntivo como constante principal de dicho tipo. Entre las distintas combinaciones de este tiempo destaca aquélla en la que se une al presente de subjuntivo, de tal forma que podemos considerar que el esquema futuro de subjuntivo + presente de subjuntivo es el prototípico, sobre todo, de aquellos contextos o situaciones en las que se pretende dar una serie mandatos o pautas de actuación ante posibles situaciones que se presentan como hechos hipotéticos. Pese a que hemos tratado de dar explicación a las razones que justifican el empleo mayoritario de la forma cantare en estas oraciones, creemos que una respuesta coherente y satisfactoria pasa por atender al valor intrínseco de este tiempo verbal.

Textos ALFONSO X EL SABIO, Fuero Real, ed. de Azucena Palacios Alcaine, (1991). Barcelona: Promociones y Publicaciones Universitarias. — General Estoria. Primera parte; edición, introducción y aparato crítico de Pedro Sánchez-Prieto Borja (2001). Madrid: Fundación José Antonio de Castro. ANÓNIMO, Poema de Fernán González, edición, introducción y notas de Alonso Zamora Vicente (1970). Madrid: Espasa-Calpe.

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LA VARIACIÓN LÉXICA EN EL DISCURSO PERIODÍSTICO. MOTIVACIONES Y PROBLEMAS JUAN MANUEL GARCÍA PLATERO Universidad de Sevilla

1. Introducción Se ha subrayado, en más de una ocasión, que la influencia normativa del periodista supera a la que puedan tener los académicos1. En los libros de estilo de los diferentes medios de comunicación no son pocas las alusiones a este poder lingüístico y, por ello, a la responsabilidad. La Agencia EFE (1991: 16-17), por ejemplo, defiende el uso de estilo neutro en sus escritos con los siguientes argumentos: Conseguir una neutralización del estilo —que no debe confundirse con un estilo “neutral”, permanentemente, insípido—, constituye una obligación si se piensa en el importante papel que la Agencia Efe desempeña en la difusión y circulación del idioma, tanto en España como en América. La unidad de la lengua es un bien que importa defender en el seno de la comunidad hispanohablante. Hoy la prensa, la radio y la televisión ejercen una influencia idiomática superior a la del sistema docente. Sin exageración puede afirmarse que el destino que aguarda al español —o a cualquier otro idioma— está en poder de aquellas y la responsabilidad que corresponde a Efe es cuantitativamente muy superior a la que alcanza un medio de difusión aislado. He aquí un motivo más, e importantísimo, para que el estilo de los despachos sea acep-

1. A propósito de esto, M. Alvar (1993: 175-176) señalaba: “No hace falta insistir mucho: son los periodistas de todo tipo quienes vienen a conformar la lengua, que tal es su dilatada influencia. Poca acción puede llevar a cabo un profesor de lingüística, si sólo tiene por tornavoz al reducido número de sus alumnos. Nos quejamos de la masificación universitaria, y es cierto, pero con ella y todo ¿a cuántos oyentes llegan las palabras de un maestro? En cambio, ¿podríamos decir lo que influye un locutor de radio o televisión? Pensemos en ello: la lengua se forma cada día en los noticiarios, los anuncios, las informaciones traducidas, los programas doblados. ¿Qué volumen de masa lingüística puede conformar un buen periodista y cuánto destruir un mal profesional? Porque la lengua es quehacer de todos y no sólo preocupación académica”.

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Juan Mnuel García Platero table para todos, no vulnere los usos comunes, no acoja particularismos locales o de sectores, no difunda neologismos innecesarios o rasgos que obedecen a una moda pasajera, al estilo de unos pocos.

En efecto, una de las características esenciales del discurso periodístico es la capacidad generadora de nuevos vocablos o sencillamente su difusión, independientemente de la necesidad. No faltan estudios que dan buena prueba de la lexicogénesis en los medios de comunicación (Alvar Ezquerra 1998; García Platero 1997; Guerrero Salazar 2007). Además de recabar vocablos que manifiesten la pericia creativa del periodista, no son pocos los lingüistas que recogen desvíos generalmente léxicos o sintácticos con respecto a lo que se considera normativo a partir de una lectura o audición más o menos fructífera de este discurso. Al margen del desvío normativo, que lo hay, también se percibe en general, qué duda cabe, el empleo de lo que se considera “estándar”. Y no hay que aludir, en este sentido, únicamente a la sinstratía o a la sintopía comúnmente aceptadas, pues también convendría hacer referencia, para hablar de estándares, a la vigencia, que se comprueba, con las lógicas excepciones, siempre en aras de la expresividad, en el lenguaje del periodismo. De ahí que podemos decir que en los medios de comunicación se refleja la norma2, por más que existan desvíos, bien por búsqueda del extrañamiento, dentro de los cauces lingüísticos permisibles, aunque no esperables, bien por desconocimiento o por simple desaliño expresivo. Resulta ilustrativo el hecho de que usos característicos del lenguaje periodístico sirven de ejemplo de anomalía y posteriormente de normativización3, por más

2. Todos sabemos que la idea de norma se basa en dos perspectivas en principio contrapuestas, pero en el fondo complementarias: la prescriptiva, la que demanda el usuario de gramáticas, diccionarios y manuales de estilo de medios de comunicación, y la consensuada, que puede devenir en precepto, del mismo modo que la prescripción requiere empleos consensuados. Esto provoca que la virtualidad que posibilita el sistema pueda normalizarse y sancionarse, por lo tanto, académicamente. 3. Esto sucede con cierta frecuencia en las llamadas transitivaciones indebidas. Así en los diferentes manuales sobre corrección idiomática se ha condenado frecuentemente el empleo transitivo de urgir, muy característico del discurso periodístico. Se consideraba errónea, por lo tanto, la construcción “la oposición urge retirada de la ley”, en lugar de “la oposición exige la retirada de la ley”. Sin embargo, el Diccionario panhispánico de dudas (2005) admite el uso verbal transitivo con el valor de ‘instar [a alguien] a hacer algo sin dilación’. Y ejemplifica con un texto de Vargas Llosa, otro de Jorge Martínez Reverte, y, por último, una noticia de El País. Lo mismo ha ocurrido, por ejemplo, con el verbo incautarse, preferido en lengua culta como intransitivo pronominal, aunque la Academia considera válido su uso transitivo: “Les incautaron tres dosis de cocaína”.

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que en otros casos se mantenga lo inicialmente prescriptivo4. No hay que olvidar que todo es cuestión de tiempo5. No le falta, en este sentido, razón a Romero Gualda (1993: 21): En el examen del español que aparece en los medios de comunicación, no pueden calificarse todos los usos de la misma forma: unos son debidos a la impericia del profesional, y no podemos señalarlos como caracterizadores de esta modalidad de lengua; otros, aunque en algún momento podrían censurarse, se dan como propios del español periodístico, y, otros, por fin, debidos a la voluntad de estilo del escritor periodista conforman claramente el lenguaje periodístico.

En relación con lo dicho, podemos situar, en su justa medida, la presencia de errores en el periodismo. No son tantos como parece debido a la formalidad condicionada por el medio comunicativo. Además, muchas de las desviaciones más comunes no se reflejan únicamente en las páginas de los periódicos y semanarios, sino también en las de los libros de ensayo e, incluso, en las obras narrativas. Hace algún tiempo (García Platero 1998) analicé la desviación ortográfica del español contemporáneo a partir de un corpus que incluía textos periodísticos y literarios, así como ensayos de diferente índole, entre los que no faltaban, incluso, trabajos de difusión dedicados a escolares. Aunque había errores en textos periodísticos, sorprendentemente los datos manifestaban que muchas de estas incorrecciones (algunas de ellas podrían ser simples erratas) se encontraban en obras de reputados literatos o en sesudos tratados científicos. Nadie está, por lo tanto, libre de culpa. En este mismo sentido, López Morales (2006) ha minimizado la idea de que la lengua se corrompe en los medios de comunicación. Así, en un análisis del índice de errores de dos periódicos españoles, El País y ABC, y dejando al margen las erratas, concluye que no llegan al 1,8 % . Es, por otra parte, destacable que continuamente se acuda a los textos periodísticos en la elaboración de un corpus representativo y útil para gramáticas y reper-

4. Por ejemplo, en el artículo correspondiente a cesar en el Diccionario panhispánico de dudas (2005) se lee: “Aunque es frecuente en el lenguaje periodístico, debe evitarse en el habla esmerada el empleo de este verbo como transitivo”. 5. El propio Panhispánico (2005: prólogo, XIV) señala que el español estándar es “la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear, cuando sentimos la necesidad de expresarnos con corrección; la lengua que se enseña en las escuelas; la que, con mayor o menor acierto, utilizamos al hablar en público o emplean los medios de comunicación; la lengua de los ensayos y de los libros científicos y técnicos”.

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torios lexicográficos. En todo caso va a predominar el canon escrito, lo que provoca no pocos problemas: No parece que todavía haya encontrado hueco en la descripción la variación propia de la lengua hablada (y precisamente, es la que presenta más diversidad) que, como se sabe, no siempre puede analizarse con los parámetros que proporciona una gramática de la lengua escrita. Por esta razón deben extremarse todos los cuidados, pues dada la visión normativa de la codificación que poseen los hablantes, puede ocurrir que se proscriba, teniendo como marco de referencia la lengua escrita, un uso absolutamente habitual y normal en la lengua hablada espontáneamente por las personas cultas de las diversas naciones de habla hispana (Méndez García de Paredes 1999: 132).

Estas precisiones resultan muy útiles para analizar la variación en el discurso periodístico, en la medida en que, ciertamente, no podemos enjuiciar el seguimiento o abandono de la antes señalada responsabilidad lingüística de los medios de comunicación, atendiendo a un único estándar.

2. El lenguaje seudosectorial del periodismo Se habla del discurso periodístico como elemento sociodifusor de determinados hábitos lingüísticos, sean o no recomendables, pero habría que precisar qué se entiende realmente por lenguaje periodístico, ya que es necesario distinguir aquellos términos empleados por diversos profesionales que trabajan en los medios de comunicación, en función de su labor distintiva de un grupo social determinado, de los diferentes vocablos que utilizan los periodistas en sus textos. Si nos centramos en el periodismo escrito, hay que subrayar que no son los comunicadores profesionales los únicos que, en mayor o menor medida, influyen en el lector, ya que también están presentes colaboradores ocasionales (políticos, economistas, juristas, etc.) que emplean unos resortes léxicos característicos del ensayo. No faltan tampoco los escritores que prestigian el medio y que intentan adaptar su discurso atendiendo a la brevedad e inmediatez características, si bien a veces no es fácil, como bien sabemos, establecer una línea divisoria entre lo literario y lo periodístico. Guardan estas colaboraciones relación con las columnas de opinión, pues se utilizan creaciones orientadas a la búsqueda de un extrañamiento personalizador. En estos casos nos encontramos con un registro formal, tenido por prestigioso, en el que la creación léxica, incluso ad hoc, se considera un mecanismo de estilo. Del mismo modo, colaboran los lectores en las cartas al director, caracterizadas por los empleos léxicos característicos de la formalidad expresiva.

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Por supuesto, existen excepciones, qué duda cabe, al registro dominante, por lo que se configura un discurso ciertamente heterogéneo, difícil de clasificar. Por eso es preferible hablar de seudosectorialidad, pues si bien son perceptibles empleos específicos, caracterizadores, visualizados sobre todo en los titulares (de periódicos, de radio o de televisión), se evidencian no pocas influencias de lo literario, lo coloquial o lo político-administrativo, las llamadas “contaminaciones” (Lázaro Carreter 1977). Ya se ha aludido a la influencia de la literatura y a la búsqueda de un extrañamiento que personifique el texto del columnista. Del mismo modo, se puede hablar de la influencia de la administración o de la política en el léxico. En este sentido se han distinguido dos niveles: la imitación, sea o no voluntaria, de determinados usos lingüísticos habituales en contextos sociales dados, como el político, y la transposición de campos léxicos (Martínez Hernando 1990: 178), algo muy característico, por ejemplo, del lenguaje especializado deportivo. Se habla de la tendencia, en principio característica del lenguaje político, a revestir de un halo científico realidades demasiado cotidianas, por lo que se alargan innecesariamente los vocablos. Con estas unidades polisilábicas se busca lo ampuloso, cuando no se sabe qué decir o no sabe lo que se dice. Es relativamente habitual dentro de un registro determinado el empleo intencionalidades, problemáticas y reforzamientos, de ahí que lo que originariamente podríamos ubicar (no sin reservas, dado que hay que aludir necesariamente a la presencia un continuo variacional) dentro de una sinstratía pasa a ser característico de ciertas sinfasías. Por supuesto, también están presentes, al margen de que se traten o no de unidades inicialmente crípticas, voces muy divulgadas, pertenecientes al ámbito juvenil, e incluso al sustrato escolar (Sarmiento González y Vilches Vivancos, 2004: 50). Evidentemente el área temática explica algunas predisposiciones. Podemos comprobar, en efecto, cómo la información de sociedad conlleva una relajación que da lugar a cierta coloquialidad discursiva. Se trata en este caso de una relación entre humor y expresividad léxica, ya que el periodista pretende conseguir un distanciamiento, más o menos gradual, al tratar temas “poco serios”. Al margen de las áreas temáticas, el deseo de acortar distancias comunicativas entre el periodista emisor y los lectores justifica unos empleos léxicos muy determinados. En este sentido, Sanmartín Sáez (2006: 259) se refiere a los periódicos destinados a un público juvenil, como Gaceta Universitaria, donde se percibe un intento de conectar con un tipo determinado de público. Esta búsqueda de solida-

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ridad se comprueba en el uso de apelativos (tío, tía), metáforas (el profesor es un hueso), recursos intensificadores (super-, mogollón), etc. Estos usos también se perciben con claridad en los suplementos de periódicos nacionales destinados a un público joven. Del mismo modo, la utilización de coloquialismos como recurso estilístico está presente en ocasiones en los titulares, si bien resulta reseñable que se localicen con preferencia en los diarios de prensa gratuita (Sanmartín Sáez: 259-260). Las razones son variadas, aunque es especialmente reseñable el alejamiento del “elitismo” característico de los periódicos convencionales. Tampoco hay que olvidar que, en principio, no parece que se consideren medios especialmente influyentes, por lo que se sienten menos “responsables” de la aceptación o rechazo de cánones fundamentalmente léxicos, por más que se trate de una autovaloración subjetiva del prestigio, por encima de los datos de difusión. Algunos periódicos nacionales no gratuitos utilizan coloquialismos en los titulares como elemento diferenciador, frente a una prensa más encorsetada. Esta tendencia se agudiza (no necesariamente con los mismos fines) en la prensa local, si bien se comprueba una vez más su preponderancia en las crónicas de opinión, pues la requerida expresividad hace participe al lector de unos usos muy alejados de la pretendida “asepsia”. En este sentido, Armas Marrón (2002) analizó el habla canaria en la prensa local de Tenerife y destacó la inclusión de voces coloquiales y vulgares en el diario La Gaceta de Canarias6. Resulta interesante comprobar cómo el lector no tiene conciencia específica de la proliferación de estos vocablos: Al parecer, la mayoría de la población encuestada no considera grosero o vulgar el lenguaje usado en ocasiones en La Gaceta de Canarias. Un 75 % considera que este diario no usa expresiones vulgares frente a un 25 % que afirma lo contrario. Sin embargo, en este estudio se muestran varios vulgarismos que han sido publicados en el mencionado periódico desde julio de 2000 hasta abril de 2001. Estos datos revelan que la población encuestada no ha leído en profundidad La Gaceta de Canarias, sobre todo las secciones de opinión, que es donde más se suelen encontrar este tipo de frases con tono grosero. Puede ser que el lector no haya reparado en lo vulgar de las palabras señaladas y haya pasado por alto este detalle. Probablemente, si mostramos a estas personas encuestadas el listado de vulgarismos, estarían de acuerdo en aceptar

6. Entre ellos recoge: hace la tira, ¡manda huevos!, cúmulo de mariconadas, puta suerte, coger la brocha para joder, se las meten a uno dobladas, me descojonaba, a toda leche, etc.

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que esas expresiones están fuera de lugar en un periódico. No olvidemos que el lector, aunque no sea culto, desea encontrar un lenguaje correcto en el periódico.

Se ha hablado de coloquialismos o vulgarismos en la prensa. También se ha hecho referencia a un léxico político-administrativo, aunque en el fondo no sea más que un resorte léxico amparado en la formalidad para disfrazar la ignorancia o la pereza de pensamiento. Igualmente se ha aludido al empleo de creaciones más o menos pasajeras, que aúna lo literario con lo periodístico. Podría también abordarse, al margen del léxico político, la presencia de voces tecnolectales, pues no hemos de olvidar la importancia de los suplementos de divulgación científica y técnica. En todo caso, las dificultades descodificadoras que presentan estos vocablos motivan que el periodista emplee en la prensa recursos tipográficos y recurra, con cierta frecuencia, a la paráfrasis (Sanmartín Sáez 2006), por lo que se hacen accesibles al receptor no especializado. Se dice que las “contaminaciones” ponen en “peligro” una supuesta pureza de este tipo de discurso7. Se trata de una pureza que, en mi opinión, no existe por definición, debido al contagio sociocultural8. Los monolitismos son simplificadores y, por ello, falsos.

3. Diferenciación y homogeneidad Aunque es evidente que no se puede hablar de pureza lingüística y que no hay compartimentos estancos, lo que va a predominar en el discurso periodístico es lo estándar, por una necesidad comunicativa básica. Lo diferencial, como dije

7. Muñoz González (1995: 83), piensa que el lenguaje periodístico “se encuentra a medio camino entre el hombre de la calle (respetando las normas de la corrección gramatical) y la expresión culta”. Y señala que, pese a su heterogeneidad, “debe evitar identificarse con el vulgarismo, las jergas de cualquier condición y el lenguaje de la literatura”. En una línea similar, Sarmiento González y Vilches Vivancos (2004: 44) afirman que los usos coloquiales pueden degradar la información generalista y que “el periodista no debe ser un fotógrafo de la realidad idiomática, sino un mediador que dignifique nuestra lengua”. 8. Martínez Hernando (1990: 45) expresó esta idea con claridad, al señalar que el periódico es un “nido de lenguajes, una especie de permanente diccionario de actualidad donde se cobija toda habla por efímera y fugaz que sea”. Desde una perspectiva similar, Hurtado González (2003: 192) señala que “el lenguaje periodístico es un lenguaje muy mezclado como consecuencia de la acción de estas dos fuerzas contrarias: la hinchazón lingüística, que se suele relacionar con el lenguaje administrativo y político, y el avulgaramiento de la expresión, como manifestación de la oralidad en los textos periodísticos”.

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antes, se circunscribe a usos específicos, generalmente aislados. Esta diferenciación en manera alguna aleja al texto periodístico, por muy peculiar que sea, del léxico básico de la información pretendidamente aséptica, en un registro formal condicionado9. Báez de Aguilar González (2002) analizó, con acierto, las principales variaciones léxicas y morfosintácticas en el español de la prensa mejicana, a partir de un corpus lingüístico en el que se incluyen periódicos importantes como el Diario de México, El Financiero, La Prensa o Novedades. Se muestran, por supuesto, diferencias con respecto al uso estándar peninsular. Es evidente que las diatopías morfosintácticas tienen cierta relevancia (adverbialización de adjetivos, elisión de artículos, abundancia de futuros perifrásticos, restricción del pretérito pluscuamperfecto, sin tener en cuenta la consecutio temporum, cambios en el uso preposicional, etc.). Del mismo modo, en el ámbito léxico se observan casos de coincidencia semántica con el español estándar, pero que se emplean en contextos distintos (piso por suelo del campo; llenar por rellenar, en el contexto “llenar un cuestionario”, etc.) o traslaciones semánticas de determinados campos léxicos, como el marinero (arribó a la ciudad, se enroló entre las costureras, etc.). Junto a estos ejemplos se señalan otras disidencias semánticas con respecto al español de España (regadera por ducha, departamento por apartamento, etc.). En efecto, el lector nota la diferencia, sobre todo morfosintáctica, pero en lo esencial descodificará sin problemas. Si analizamos más periódicos, podremos seguir buscando variedades, que en todo caso no dificultarán la comunicación. Se trata, en todo caso, de perlas exóticas que aparecen por diversos motivos en textos muy específicos. Cuando consulté varios números del diario argentino Clarín, me afané por buscar usos léxicos diferenciales y los encontré, qué duda cabe. Sobre todo en chistes, en ciertas entrevistas y, por supuesto, en artículos de opinión, sin olvidar la publicidad, pero no tanto en la información general, si exceptuamos, una vez más, los empleos morfosintácticos, que están al margen de este análisis. Al español que lea un periódico de algún país de Hispanoamérica no le sucederá lo mismo que al turista que viajaba por Méjico, Caracas, Bogotá o Buenos Aires, al que se refería Ángel Rosenblat (1971), cuando escuchaba subido en un

9. Lo dicho antes vale para las sintopías.

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taxi que al conductor se le reventaba “una tripa” (una rueda) o cuando alguien le “exigía” que le prestara cien bolívares (realmente se los pedía). Esto le puede ocurrir en la lengua oral, pero no en la escritura. El propio Rosenblat (1971: 30) señalaba: Hay una unidad de español americano porque ese español americano reposa en una comunidad de lengua española. Claro que esa comunidad es sobre todo la de la lengua culta, la de la conferencia o la clase universitaria, la del ensayo o el libro científico, la de la literatura, la de la poesía, y aun la de la prensa, si descartamos cierto tipo de periodismo, que está cundiendo en todas partes, empeñado en halagar, o explotar, los sentimientos más vulgares, y con ellos, claro está, la vulgaridad expresiva. Por debajo de esa lengua común se desenvuelve la diversidad del habla campesina y popular, y también el habla familiar de los distintos sectores sociales.

En una época de globalización el léxico pasivo aumenta, pues la televisión y la información en red se ocupan de ello. De ahí la capacidad interpretativa del lector u oyente. Esta idea la ha defendido López Morales (2006), quien recurre para corroborar su punto de vista a un estudio de Andión Herrero (2001), donde se analizan varias ediciones digitales del diario español El País, junto con el Excélsior (Méjico), El Tiempo (Colombia), El Universal (Venezuela) y La Nación (Argentina). Los resultados de este trabajo corroboran la teoría apuntada: el 98,8 % de los vocablos pertenecen al español general, mientras que el 1,2 % se ubica en alguna variante, la mayor parte de las veces inteligible por el señalado conocimiento pasivo. En este sentido, concluye: Quizás sea una desviación profesional, pero casi siempre se espera —hemos de reconocer que maliciosamente— que los datos de una investigación arrojen números jugosos, que nos alarmen y nos permitan alertar ante la catástrofe. Pero este no es el caso, las cifras son muy bajas, y también hemos de reconocer que tranquilizadoras. La prensa cibernética en español demuestra que, por encima del interés zonal de autorreconocimiento lingüístico, se propicia un lenguaje común que garantiza el acceso de todos a la información. Aquí, como en otros muchos ámbitos, el sentido común y la magnitud del mercado mandan (Andión Herrero 2001: 89).

Se han subrayado, incluso, las bondades de la consulta de los medios de comunicación en red para el aprendizaje del español como segunda lengua. Cruz Piñol y Sitman (2000) han analizado los principales periódicos hispanos que el lector puede encontrar en internet. Consideran estas autoras que la prensa hispana disponible en red es una eficaz herramienta de acercamiento cultural y lingüístico y constatan que la variación no es, en modo alguno, un obstáculo comunicativo. Se trata más bien de un incentivo, ya que ayuda a conocer con mayor profundidad la

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riqueza cultural. En todo caso, las idiosincrasias parecen ceñirse a las secciones humorísticas, de opinión y a los anuncios publicitarios. De nuevo nos encontramos con la misma idea: en lo esencial el lector hispano, sea cual sea su nacionalidad, podrá entender los textos. Únicamente cuando nos adentramos en particularidades alejadas de la formalidad o en incursiones literarias que buscan en la expresividad la voluntad de estilo los problemas pueden surgir, si bien no son especialmente importantes. En los medios de comunicación audiovisuales la situación es más compleja. Hay que distinguir lo que realmente se lee, los noticieros, en los que no se perciben especiales diferencias con el periódico, de la improvisación del comunicador, condicionado, en todo caso por la responsabilidad del medio, por lo que, una vez más, se debe hacer referencia a un registro formal, aunque en este caso oral. Finalmente, por razones obvias, la variación léxica será ciertamente notable cuando nos encontramos con las intervenciones, sobre todo en televisión, del invitado no periodista. El grado de formalidad o informalidad se relaciona de forma directa con el tipo de programa televisivo o radiofónico. Por otra parte, la sintopía está presente, de forma más o menos espontánea, en los medios regionales o locales, sobre todo cuando el comunicador, sin dejar de estar condicionado por el medio, anima con sus propios usos (sobre todo fonéticos y léxicos) a sus interlocutores a emplear rasgos de una modalidad lingüística no estándar, si bien habría que hablar de subnormas. En todo caso, nos encontramos con una situación generalmente diglósica, en la medida en que, la mayor parte de las veces, se evidencia una estrecha relación con el relajamiento propiciado por determinados temas, lo que ubica esporádicamente el discurso al margen de la supuesta objetividad informativa y, por ello, de la modalidad homogeneizadora utilizada.

4. Conclusión La responsabilidad lingüística del periodista estriba en el empleo adecuado de los diferentes registros, de acuerdo con el área temática de la que se informa o se opina. La información general, la que aparece en la primera página de un periódico y se desarrolla después en las secciones nacionales, internacionales o sucesos, el sumario de un telediario, también posteriormente desarrollado, o el noticiero radiofónico se ubican en un registro formal, condicionado por el medio y por los temas que se van a tratar, de ahí que los particularismos, sobre todo léxicos, estén

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prácticamente ausentes. Y por ello el mensaje es fácilmente entendible por la mayor parte de los lectores u oyentes de todo el ámbito hispánico. Este grado de formalidad de carácter unificador viene igualmente motivado por la escritura, ya que, como se dijo antes, en los medios audiovisuales estas informaciones, consideradas “importantes”, se suelen leer. Cuando el periodista opina, en tertulias radiofónicas o televisivas, se libera de las ataduras de lo escrito, pero seguirá utilizando vocablos pertenecientes a un estándar exigido por el campo o materia, por el tono y por la relación funcional. Se permitirá guiños expresivos característicos de ese registro coloquial, pero dentro de las coordenadas de la formalidad expresiva. No cabe duda de que la pretendida expresividad que motiva el empleo de sinfasías o sinstratías léxicas, en menor medida sintopías, se circunscribe a otras áreas de información, debido a una búsqueda de complicidad con el lector u oyente (por pertenencia grupal o local), a una relajación normativa, en el sentido del alejamiento de determinados estándares, propiciada por la especial naturaleza del tema desarrollado, o simplemente a unos resortes estilísticos, sobre todo en las noticias-comentario, sin olvidar los titulares. Fundamentalmente, se puede aludir a una elección léxica que configura las distancias comunicativas o que viene determinada por la temática especializada (Sanmartín Sáez 2006). El hablante culto es el que es capaz de cambiar de registros y de adaptarse sin especiales problemas a cada uno de ellos. En el discurso periodístico aparecen varios registros, pero el propio de la información general es el que, como se ha dicho antes, unifica, como unifica la literatura que no nace con voluntad minoritaria. En efecto, en una época de globalización como la que estamos viviendo existe un innegable interés por la unidad, de acuerdo con las coordenadas lógicas de lo diverso. Y no porque así lo quieran los académicos. Si el escritor de habla hispana desea tener lectores tanto en la Península como fuera de ella, tenderá a buscar lo homogéneo y la diversidad vendrá marcada dentro de unos límites suficientes para la comprensión. Lo mismo ocurre en los medios de comunicación. En todo caso, las nuevas realidades no deberían conllevar necesariamente pobreza expresiva. A este respecto, Mario Alberto Carrera (1987: 179) afirmó: El periodismo escrito tiene ante sí un reto casi inconmensurable: por un lado, la sociedad iconográfica que, perezosa no quiere leer, sino sólo ver “muñequitos”. Y por otro, la técnica y la ciencia ¡comerciales! que nos tratan de convencer que la maquina es su-

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Juan Mnuel García Platero perior al humanismo. Por último, un gigante intocable: la publicidad que diariamente consuma horrores contra la lengua periodística.

Pese a todo el periodismo escrito continúa vigente. Y la técnica, que a veces tanto empobrece, ha permitido que podamos leer en red la prensa de todos los países de habla hispana. Dada la complejidad y variedad de registros, no están suficientemente delimitados los límites entre los hábitos léxicos del comunicador como creador y del comunicador como portavoz. En este sentido, hay quien se ha referido a un proceso retroalimentativo, es decir: “los periodistas se hacen eco de las novedades (son, por tanto, una especie de termómetro gramatical y léxico de una sociedad) y, al mismo tiempo, fomentan y desarrollan en esa sociedad estos fenómenos” (Aleza 2007: 28). Existen, qué duda cabe, problemas de formación lingüística, pero no solo atañen al periodista. No es el culpable de todos los males, aunque es evidente que tiene una responsabilidad. En todo caso, estoy convencido de que lo que hace peligrar la lengua, si es que realmente se ha de hablar de peligro, no es la variación, siempre excepcional y enriquecedora, sino la ignorancia.

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ESTRATEGIAS DISCURSIVAS DEL MENSAJE EMPRESARIAL: EL COMUNICADO DE PRENSA ELENA LEAL ABAD Universidad de Sevilla

. Introducción La intertextualidad constituye uno de los aspectos que el lingüista debe tener en cuenta en el estudio de los fenómenos relacionados con la variación. Y ello es así porque la construcción de un determinado texto no surge ex novo sino que viene dada por la tradición cultural en la que se inserta, hecho que condiciona no sólo su estructura sino también sus rasgos lingüísticos. Es lo que se conoce como modelos de textualidad o tradiciones discursivas1. El análisis textual se ha aplicado a numerosas tipologías dando como resultado una extensa bibliografía e importantes resultados tanto en diacronía como en sincronía. No obstante, algunas clases de textos, especialmente en el área de la comunicación, han sido desatendidas. Es verdad que en este campo de la información se ha abordado el estudio estructural de noticias, columnas, artículos, entrevistas (Méndez García de Paredes 2003), etc. pero queda por analizar un tipo de texto, propio del ámbito empresarial, a camino entre la información y la publicidad, que se produce con una frecuencia cada vez mayor en la sociedad actual. Se trata de los “comunicados de prensa”, que pueden definirse como escritos dirigidos a los medios de comunicación en los que se informa de algún hecho relacionado con la empresa que se considera noticia o, al menos, se anuncia como tal. El objetivo último de estos textos es intentar captar espacio informativo (de ahí la necesidad de conocer

1. En este sentido, Oesterreicher (1997: 86) afirma lo siguiente: “El discurso [...] no sólo es manifestación o actualización de la actividad del hablar mediante reglas y normas de una lengua, sino que al mismo tiempo —y este punto se olvida muy a menudo— es siempre realización de modelos textuales, de modelos discursivos, o, en la terminología aquí adoptada, de tradiciones discursivas. Pero no hay que identificar las tradiciones discursivas exclusivamente con géneros o estilos literarios, ya que estas representan también formas de la interacción verbal cotidiana”.

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las técnicas y rutinas de los medios)2 para no sólo lograr una objetividad mayor a la que proporciona la actividad publicitaria sino también disminuir la inversión económica que esta conlleva. El uso que se haga del lenguaje en la redacción de estos escritos queda condicionado, pues, a esta doble finalidad que determinará, entre otros aspectos, la adjetivación, el orden de palabra y la estructura textual en la que son configurados. Este trabajo analizará las características lingüísticas más frecuentes en este tipo de texto para lograr los fines que se proponen y, de este modo, desentrañar algunas de las estrategias del mensaje empresarial.

. El poder de la comunicación en la sociedad de la información. El mensaje como creador de imagen Uno de los aspectos que mejor caracteriza a la sociedad actual, al menos en el mundo desarrollado, es la importancia de la comunicación (Álvarez/Caballero 1997: 25). No en vano se ha dado en llamar a esta época la “Sociedad de la información”. El ámbito empresarial3 es consciente del poder que esta tiene para crear una buena imagen (entendiendo este término como el conjunto de rasgos característicos de un determinado organismo que le da una identidad propia al tiempo que lo distingue de otras entidades) y sabe que la comunicación es un elemento determinante para el desarrollo de sus diferentes actividades; de ahí que constituya un aspecto básico en su planificación estratégica. El objetivo final es que esta identidad sea positiva para contar con una opinión pública favorable. Y es que el público, a través de los mensajes que la empresa proyecta al exterior y que que-

2. Por eso normalmente esta labor la ejerce un periodista no porque el trabajo que desarrolle en el gabinete de prensa tenga carácter periodístico (a veces sí) sino más bien porque conoce la dinámica de funcionamiento de los medios de comunicación (horas de cierre, descenso de plantilla durante los fines de semana, características ideológicas y técnicas de los diferentes medios...). De este modo, es importante escoger cuidadosamente el día del envío para evitar que otros acontecimientos de mayor trascendencia informativa resten espacio informativo. En este punto, resulta frecuente plantearse si los profesionales de los gabinetes de comunicación están al servicio de la empresa o de la información. 3. Aunque normalmente se entiende empresa como una unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos, en este trabajo el término adopta un sentido más abarcador, al hacer referencia a todo organismo que lleve a cabo alguna acción sobre su entorno, aunque esta no tenga fines lucrativos. De ahí que se incluya también otro tipo de instituciones como centros de investigación, fundaciones, departamentos de la administración pública, organismos oficiales, etc.

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dan retenidos en su memoria, va a ir configurando una imagen que condicionará su comportamiento. Por eso, se ha observado en los últimos años un cambio en las estrategias de comunicación de las empresas: no sólo se transmite información, como sucedía antes, cuando esta tiene repercusión directa sobre la venta de los productos o servicios (sociedad industrial) sino que en la actualidad se exige una política informativa no exclusivamente publicitaria (sociedad de la información)4. Se ha pasado de una publicidad como técnica comercial a otra en la que los mensajes crean estereotipos o imágenes asociadas a determinadas marcas o instituciones. La publicidad en este caso se fundamenta más que en valores de carácter objetivo, en valores simbólicos asociados a determinados productos y, en última instancia, a la empresa que los origina (la marca Volvo, por ejemplo, se asocia a seguridad). En este punto, cabe preguntarse por los cauces con los que cuenta una empresa para configurar y mantener su imagen social. En líneas generales, además de la comunicación interna que se establece con los diferentes elementos integrantes de la empresa, está la comunicación externa (esto es, la que se lleva a cabo con el entorno), en la cual pueden establecerse dos líneas de actuación: la actividad publicitaria y la labor llevada a cabo desde los Departamentos/Gabinetes de Comunicación o Prensa. Se trata de dos ámbitos profesionales bien diferenciados pero que se confunden a menudo. A continuación, se tratará de esbozar algunos rasgos generales de cada uno de ellos con el objetivo de distinguir los ámbitos de actuación y ver en qué medida los mensajes que originan pueden venir condicionados por estas características. El Departamento de Publicidad se dirige a un público que es tratado y abordado como consumidor. El objetivo último es persuadirlo y convencerlo de los aspectos beneficiosos del producto o servicio que se le ofrece. Insertar un anuncio, a pesar de tener un alto coste económico, cuenta con la ventaja de que la empresa que se publicita puede controlar el momento de aparición y, con ello, seleccio-

4. Según Álvarez/Caballero (1997: 82), “Las organizaciones han dejado de relacionarse sólo con la sociedad a través de su producto material o ideológico. Al mensaje publicitario del producto han de unirse otras actuaciones, tales como el diálogo con el entorno. [...] Precisamente, ese enfoque ha hecho que progresivamente vaya diluyéndose la imagen de producto, servicio o marca dentro de la del productor; pierde valor lo que es comunicación del producto y la gana la comunicación institucional”.

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nar de algún modo al destinatario. El lenguaje empleado, de carácter persuasivo, vendrá condicionado no sólo por el receptor al que se dirige el producto sino por los objetivos comerciales, los canales a través de los que se difunde el mensaje, etc5. Se trata de (1) llamar la atención de los receptores para implicarlos (función fática) y (2) modificar su conducta (función apelativa), (3) hablar e informar de los productos (función referencial), exaltando y ponderando sus características (función expresiva) a través de (4) la estética del mensaje (función poética): (1) “¿Te apetece un día redondo? Donuts”. (2) a. “¡Cambia de móvil por muy poco dinero!”. b. “No dejes pasar el momento Martín. Es ese momento que tú ya sabes...”. c. “Planta joven. Viste como eres”. (3) a. “[Foto del juguete] Esto es un gran regalo. Didáctico, resistente y con un gran valor pedagógico [sonrisa de un niño]. Esto también. Con los juguetes Fisher-Price las sonrisas están garantizadas, por eso son regalos que no se olvidan. FisherPrice. Regalos que no se olvidan”. b. “Alfa Romeo. La pasión de conducir”. (4) a. “La nueva batería Tudor Mágnum Plus es un plus en todos los sentidos: Plus en potencia. Con una mayor fuerza de arranque. Plus en durabilidad. Con más duración y menor autodescarga”. b. “Un poco de Magno es mucho”.

El Departamento de Comunicación, por su parte, trata de cultivar su relación con los medios (prensa, radio, televisión y agencias de prensa). Estos gabinetes surgen porque las empresas son cada vez más conscientes de que su trabajo no puede prescindir de la labor llevada a cabo por estos medios y de la imagen que proyectan de ellas6. Existen muchos mecanismos para fortalecer la relación entre prensa y empresa: contacto directo o telefónico, entrevistas personales, organización de eventos, ruedas de prensa, etc. Pero sin duda, uno de los más efectivos y que constituye un instrumento de trabajo fundamental son los “comunicados de prensa”, de los que se hablará en el siguiente apartado. El objetivo final de todos estos recursos es conquistar el mayor espacio informativo.

5. La relación con los medios de comunicación puede, no obstante, verse resentida o dañada por este tipo de acciones ya que, a excepción de empresas con un alto nivel de beneficios, que se publicitan en la mayoría, la elección supondría beneficiar a unos frente a otros. Asimismo, la ideología del medio podría connotar, marcar o relacionarse de algún modo con la de la entidad que en última instancia se publicita. 6. La presencia de las empresas en los medios no es importante exclusivamente si se hace una crítica positiva de ellas sino que el simple hecho de que aparezca citada favorece su imagen.

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Como puede deducirse de lo dicho anteriormente, hay una clara diferencia entre la labor realizada por cada uno de estos departamentos. De una manera muy simplificada, podría resumirse en la distinción entre “vender” y “dar a conocer”, es decir, entre acción persuasiva e informativa, hecho que condicionará el tipo de lenguaje empleado en uno u otro caso. No obstante, se hace necesario señalar que ambos departamentos están íntimamente relacionados y que, para un eficaz funcionamiento de la empresa, no puede prescindir uno del trabajo que el otro realiza7. Asimismo, conviene señalar que el límite entre publicidad e información no es siempre nítido.

3. La relación prensa-empresa: el comunicado como instrumento de comunicación Según se ha puesto de manifiesto, en la sociedad actual cada vez resulta más importante el papel que la imagen tiene para el desarrollo de las actividades llevadas a cabo por empresas, instituciones, organizaciones, etc. Uno de los medios más eficaces no sólo para crear sino también para mantener esa imagen es el lenguaje que estos organismos emplean en su comunicación externa, ya que a través de los mensajes que proyectan pueden lograr o fracasar en su intento de crear un clima de confianza. La labor desarrollada en este sentido por los gabinetes de prensa resulta fundamental. Estos departamentos cuentan entre sus instrumentos de trabajo con los comunicados de prensa. Se trata de escritos dirigidos a los medios de comunicación en los que se informa de algún hecho relacionado con la empresa que se considera noticia8 o, al menos, se anuncia como tal (el nombramiento de un nuevo cargo, una actividad, el balance de todo un año, la visita de alguna personalidad, etc.). El objetivo último es intentar captar espacio informativo para no sólo lograr una objetividad mayor a la que proporciona la actividad publicitaria sino también disminuir la inversión económica que esta conlleva9. El

7. Para Álvarez y Caballero (1997: 29) son tres “los rubros clásicos en los que hay que actuar para comunicar: la difusión de información a través de los medios de comunicación, la acción publicitaria y las relaciones públicas. Todos ellos están interconectados y una dirección global de comunicación debe abordar coordinadamente todos los ámbitos”. 8. El problema es que los hechos que se emiten desde los gabinetes de comunicación suelen ser acontecimientos socialmente constructivos frente a una de las características que normalmente convierte a un hecho en noticia: el conflicto. 9. Además, hay que contar con otro factor fundamental: la multiplicación de medios de comunicación. Esta dispersión mediática provoca la necesidad de conocer las técnicas de persuasión más adecuadas para cada uno de los soportes.

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uso que se haga del lenguaje en la redacción de estos escritos queda condicionado, pues, a esta finalidad. Los comunicados de prensa que constituyen el corpus de estudio han sido dirigidos a la prensa de información general, y ello debe ser tenido en cuenta, pues el lenguaje será más específico cuando vayan dirigidas a la prensa técnica o especializada. Se trata de una selección de los emitidos desde el gabinete de prensa de la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo (F3C), institución creada en 1998 por el Reino de Marruecos y la Junta de Andalucía con el objetivo, según figura en su página web (www.tresculturas.org), de “promover la paz, el diálogo y la tolerancia y facilitar de este modo las relaciones entre los distintos pueblos y culturas del Mediterráneo”10. Concretamente, se ha hecho una selección para analizar tres actos de perfiles distintos que tuvieron lugar en la sede de la F3C durante 2007: de carácter académico-formativo (curso impartido por Juan Goytisolo sobre “Guerra, periodismo y literatura”, del 10 al 13 de abril), político-educativo (Foro de Alto Nivel de la OTAN, 8 de febrero) y, finalmente, exclusivamente cultural (exposición de acuarelas del pintor Mariano Bertuchi, del 1 al 18 de febrero). Estos tres actos fueron dados a conocer a los medios de comunicación a través de diversos comunicados de prensa redactados y enviados a las correspondientes redacciones con el objetivo de que alcanzaran la máxima difusión. Para llevar a cabo el análisis de las estrategias lingüísticas, en ocasiones se han contrastado estos comunicados con los textos a los que dieron origen en la prensa de información general.

4. Las estrategias lingüísticas del comunicado de prensa Según se acaba de poner de manifiesto, las empresas no pueden prescindir del trabajo de la prensa para labrar su propia imagen. Aunque existen diversas vías de comunicación, las notas o comunicados de prensa11 constituyen una de las

10. A esta iniciativa se adhieren posteriormente el Centro Peres por la Paz, la Autoridad Nacional Palestina y otras personas e instituciones de Israel. Esta fundación cuenta, entre otras, con un importante número de actividades culturales, educativas y diplomáticas. 11. A pesar de que normalmente se entiende “comunicado de prensa” como un escrito informativo de carácter oficial propio de instituciones y organismos gubernamentales frente a la “nota de prensa”, de índole comercial y, por lo tanto, más relacionada con el mundo empresarial, ambas expresiones se utilizarán indistintamente en este estudio.

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más rentables. En líneas generales, la redacción de los comunicados debe ser completa, clara, cortés, correcta y concisa. A continuación se tratará de poner de manifiesto las características lingüísticas de los comunicados de prensa relacionándolas con cuatro de los objetivos que persiguen: (1) llamar la atención del periodista, (2) facilitarle la tarea de redacción, (3) presentarle los hechos como noticias y (4) publicitar o dar a conocer implícitamente la entidad. Los tres primeros guardan relación directa con el receptor inmediato al que se dirige un gabinete de prensa: el periodista. No obstante, cabe llamar la atención sobre la existencia de dos receptores: por un lado, el público final (lector, oyente o telespectador) y, por otro, el intermediario, es decir, el periodista, que actúa de filtro para decidir qué noticias se publican12. Esta situación condicionará las estrategias lingüísticas empleadas, ya que el mensaje y su redacción deben concebirse, pues, de modo que sea aceptado por el periodista (noticiabilidad)13 y retransmitido con aceptación favorable al público final.

4.1. Llamar la atención del periodista. Orden de palabra estratégicamente seleccionado Cada día llegan a la redacción de los medios de comunicación multitud de comunicados de prensa. La velocidad de los ritmos de trabajo hace que con frecuencia no todos reciban la misma atención e incluso muchos de ellos pasen desapercibidos o se desechen. Lograr captar la atención del periodista que recibe estos escritos para poder competir con otras entidades por el espacio informativo es el primer paso que hay que tener en cuenta en la redacción. De ahí la importancia de los titulares y entradillas ya que, una vez leídos, el periodista debe conocer la información para decidir el interés de la noticia. En ellos se da respuesta a los interrogantes clásicos (qué, quién, cuándo, cómo, dónde y por qué), haciendo hincapié en uno u otro en función de lo que interese destacar para convertir el hecho en noticia. El orden de palabras en estos casos juega un papel fundamental, ya que se trata de situar en primer lugar el elemento que contenga el mayor “enganche”

12. Podría hablarse, incluso, de un tercer receptor: las agencias de prensa, un medio de medios, a través de las cuales la información llega a los medios de comunicación al mismo tiempo. Uno de los objetivos que se persigue desde los gabinetes de comunicación es que los comunicados se incluyan en las agendas de estos organismos. 13. Es sabido que en lo que se refiere al contenido, el criterio de “noticiabilidad” es variable: importancia de sus protagonistas, proximidad, trascendencia del hecho, novedad, curiosidad, dramatismo, etc.

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informativo14. Tradicionalmente, se ha considerado que el orden “neutro”15 del español obedece a la estructura (Sujeto)+Verbo+Complementos (SVC)16. En el corpus seleccionado se observa una tendencia a mantener esa estructura, siendo el primero de ellos el agente de la acción e informativamente elemento remático. En los comunicados de prensa es frecuente que se convierta en sujeto, situándola en el primer lugar de la cadena discursiva, la persona que interviene en el acto cuando esta es conocida por el público en general: (5) Goytisolo imparte a partir de mañana en Tres Culturas el curso Guerra, periodismo y literatura.

En otros casos se destaca a la entidad como el actor que organiza, impulsa o planifica una actividad, de modo que se fomenta una imagen favorable de esta al constituirse en responsable último de un acto con trascendencia social: (6) a. Tres Culturas reúne al Secretario General de la OTAN, el Ministro de Defensa Español y a alumnos universitarios en un diálogo sobre Afganistán. b. La Fundación Tres Culturas presenta la exposición “Mariano Bertuchi: 50 años después”, con la que rinde homenaje a este pintor precursor de las relaciones culturales entre España y Marruecos17.

14. Organizar un acto sea de la índole que sea requiere contar con una serie de entidades colaboradoras que también buscan aparecer nombradas en los medios. Muchas de estas entidades cuentan con sus propios gabinetes de comunicación pero no todas. De este modo, es habitual que se citen a modo de cortesía en una posición destacada, sea en el titular, sea en el primer párrafo del texto: “Este encuentro, organizado por el CITpax en colaboración con la OTAN, el Ministerio de Defensa español y la Fundación Tres Culturas, pretende hacer un diagnóstico de la situación y recomendaciones genéricas sobre el modo de superar los problemas existentes”. 15. Ese orden ha recibido muchos nombres: lógico, regular, normal, lineal, orden cero, neutro, objetivo... Sin embargo, todas estas expresiones parten del principio de que existe un orden establecido que se disloca. 16. En este punto habría que hacer una distinción entre oraciones transitivas e intransitivas. En las primeras el orden SVO es el propio de las lenguas románicas. Si el objeto ocupa la posición temática, es habitual en la lengua medieval que el sujeto vaya detrás del verbo mientras que en español moderno suele mantenerse en posición antepuesta. En este sentido se observa un ligero incremento del orden gramatical SV, al menos en las oraciones transitivas. Frente a esta situación, en las intransitivas la colocación del verbo y el sujeto es más variable, hecho que obedece a razones discursivas y semánticas. Así, por ejemplo, en aquellos verbos que indican un acontecimiento el sujeto suele ser el elemento remático, de ahí que vaya pospuesto. Al igual que sucede con estos “verbos de acontecer”, el orden VS es muy habitual con sujeto no animado y verbos de fin, duración, suceso, presencia, etc. 17. Cuando se trata de un personaje poco conocido por el público general se especifica mediante aposición: “pintor precursor de las relaciones culturales entre España y Marruecos”.

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Este orden tiende a alterarse en las noticias que originan estos comunicados en la prensa de información general, en las que constituye un recurso muy habitual nominalizar el titular suprimiendo las formas verbales, de modo que se logra no sólo acortarlo18 sino también evitar anclar la acción en unas coordenadas temporales determinadas: (7) a. Literatura y guerra según Goytisolo (El País, 10/4/2007, pág. 56). b. Supervivencia en Sarajevo según Goytisolo (La Razón, 11/4/2007). c. Los colores de la luz de Marruecos, en una exposición de Bertuchi (Abc, 2/2/2007, pág. 70). d. Bertuchi: un diario íntimo del Marruecos novecentista (El Correo de Andalucía, 4/2/2007, pág. 41).

4. 2. Facilitar la tarea de redacción del periodista. Estructura de pirámide invertida Tener en cuenta no sólo la cantidad de comunicados que llegan a los periodistas a través del fax o del correo electrónico de las redacciones sino también la presión del tiempo en sus rutinas de trabajo conlleva a que los comunicados se redacten con el objetivo de simplificar la tarea de estos profesionales. Este hecho origina que se estructure a modo de noticia: título (convincente, breve, preciso y comprensible), encabezado o entradilla (esencial para incitar a la lectura) y cuerpo de texto (una idea por párrafo ordenada por importancia)19. Se suele incluir el nombre de la empresa desde el principio, preferentemente en el titular y la entradilla, con el objetivo de que, a pesar de que se recorte la información por cuestiones de espacio o interés, aparezca como elemento indispensable o sea lo último que se pueda descartar. La estructura sigue el orden de la pirámide invertida, es decir, los datos aparecen situados de mayor a menor importancia, colocando en primer término los más trascendentes y dejando para el final la información accesoria o menos relevante. En este punto entran en juego los intereses del gabinete: el primer término lo ocuparán de manera sutil, es decir, manteniendo un equilibrio con

18. Los programas informáticos de edición textual limitan notablemente el espacio asignado a un periodista para redactar una noticia, hecho que no ocurre en la elaboración de los comunicados de prensa, que cuentan con más libertad en este aspecto. 19. El nombre de la empresa debe aparecer en una posición destacada en alguna de estas tres partes (o en las tres), especialmente en el titular o entradilla. Es frecuente que aparezca varias veces. No obstante, los medios no suelen recogerlo en el titular sino en la entradilla o en el cuerpo de la noticia (también antetítulo). A veces tan sólo aparece en el pie de alguna foto tomada en la sede. Esto es frecuente que suceda con las entrevistas.

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la noticia en su totalidad, los datos de mayor interés para la empresa o institución que emite el comunicado.

4. 3. Presentar al periodista los hechos como noticias. Apariencia de objetividad La forma que envuelve el mensaje debe adoptar una serie de rasgos si quiere presentarse con objetividad ante los medios y, de este modo, ofrecer las características del hecho noticiable. Dos son los mecanismos lingüísticos más rentables para lograr este carácter neutro: la ausencia de adjetivos valorativos20 y el empleo de estructuras impersonales. Con respecto al primero de ellos, hay que decir que existe una preferencia por la adjetivación descriptiva y de relación o pertenencia21. Precisamente, una de las diferencias entre la nota de prensa y su publicación es que en esta última, especialmente cuando se trata de un género no estrictamente informativo (crónica, crítica, columna, etc.), sí aparece este tipo de adjetivo valorativo22: (8) a. Los dos políticos pasaron al fastuoso salón del antiguo pabellón de Marruecos, [...] (Abc, 9/2/2007, pág. 12). b. El argumento se lo prestó el secretario general de la OTAN, Jaap Hoop Scheffer, con quien se entrevistó brevemente por la mañana en un lujoso hotel de la capital andaluza (El País, 9/2/2007, pág. 3). c. Lidia Estévez, [...] fue quien puso ayer en apuros al mismo Jaap de Hoop Sche-

20. Cuando se emplea la adjetivación valorativa normalmente queda justificado el adjetivo con datos objetivos. Así, en el siguiente ejemplo, el adjetivo espectacular viene motivado por el número de asistentes: “Julio Iglesias ofreció anoche un espectacular concierto que reunió a más de 25.000 personas en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid”. 21. Atendemos en este sentido a la clasificación de Rafael Lapesa (1975): (1) valorativos: adjetivos que indican cualidades como bondad, dicha, grandeza, nobleza, intensidad, novedad, agrado y sus contrarios. Condiciones físicas y morales susceptibles de estimación, estados de ánimo, actitudes diversas, etc; (2) descriptivos: expresan una cualidad objetiva del sustantivo al que acompañan; (3) de relación o pertenencia: denotan situación, nacionalidad, materia, origen, clase, pertenencia, etc.; (4) cuasi determinativos: adjetivos y participios cuya significación y funciones son análogas a las de los demostrativos, ordinales o cuantitativos y (5) anteposición formularia: estructuras fosilizadas (Sagradas escrituras, el Romano Pontífice, etc.). 22. La visión subjetiva del periodista es notable en los siguientes ejemplos: “Juan Goytisolo [...] es sin duda una de las voces más independientes —y por ello de las más molestas— de la intelectualidad española” (entradilla a una entrevista, El Correo de Andalucía, 12/4/2007, pág. 41), “El seminario que imparte Juan Goytisolo en la Fundación Tres Culturas sobre guerra, periodismo y literatura, ha tenido el don de la oportunidad. Goytisolo, que hoy...” (Diario de Sevilla, 12/4/2007, pág. 14).

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ffer. Fue ella, como portavoz de otros estudiantes la que lanzó la pregunta más peliaguda: “¿Considera que los valores de la OTAN son coherentes consintiendo la existencia de Guantánamo?” (El Correo de Andalucía, 9/2/2007, pág. 4).

Con respecto al predominio de la impersonalidad, el profesional que trabaja en el gabinete de prensa sabe que no debe implicarse formalmente en la información que genera y transmite a los medios de comunicación. En este sentido, su papel se limita a ser intermediario entre la institución para la que trabaja y los medios, lo que conlleva que no aparezcan formas verbales o usos pronominales en primera persona. Es muy frecuente que se recurra a la tercera persona o a las construcciones con se: (9) [...] Asimismo, se analizará el papel de meros espectadores que con frecuencia adoptan los ciudadanos ante las diversas crisis que baten el mundo.

Muchas veces la labor de los redactores que trabajan en los gabinetes de prensa termina cuando cubren el acto las agencias de prensa. Y ello es así porque son precisamente ellas las que venden la información a los medios. Eso explica que cuando asisten a un acto y elaboran una crónica de lo sucedido predomine el tono neutro y objetivo. Así, por ejemplo, en el caso del Foro de la OTAN, la nota de Europa Press se limita a resumir las intervenciones de las autoridades (ya se sabe que toda selección implica una manipulación). Este tono neutro disminuye en el caso de los periodistas de medios concretos que acuden a cubrir el acto, que se permiten algunas licencias estilísticas. Así, en la siguiente crónica se recurre para mantener la cohesión a las relaciones semánticas que contraen las palabras relacionadas con el mundo estudiantil (isotopía): (10) Los universitarios andaluces afilaron bien sus lápices y tomaron ayer la palabra en la Fundación Tres Culturas, que les dio “carta blanca” para preguntar al secretario general de la OTAN y al ministro de Defensa. Y no defraudaron, los jóvenes querían saber y preguntaron con puntería (Correo de Andalucía, 9/2/2007, pág. 4).

o se juega con el doble sentido de una frase activando ambas interpretaciones (anfibología). Así, en el siguiente titular se actualizan dos posibles sentidos: (1) la falta de paraguas del Secretario General al que el director de la Fundación tuvo que resguardar bajo el de un periodista y (2) la falta de implicación en la pregunta formulada por los estudiantes sobre la posición de la OTAN ante los presos de Guantánamo: (11) La OTAN no se moja (Abc, 11/2/2007, pág. 21).

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4. 4. Publicitar la entidad/vender el mensaje Según se puso de manifiesto anteriormente, el objetivo fundamental de los comunicados de prensa es lograr captar espacio informativo en la prensa para ir creando una imagen favorable de la entidad. Para lograrlo, es habitual que en el texto aparezcan datos relacionados con ella. El mensaje institucional23, es decir, el que define a la institución (creación, objetivos, características, líneas de actuación, etc.) aparece en determinadas ocasiones, especialmente en aquellos actos de perfil medio-alto o de carácter internacional, ya que la prensa extranjera o nacional requiere normalmente más información en este sentido. El mensaje institucional suele aparecer en estos casos en el primer párrafo del cuerpo del comunicado. En el caso del Foro de Alto Nivel de la OTAN, además de al principio, (12) La Fundación Tres Culturas, institución que desde su nacimiento en 1998 a instancias del Gobierno andaluz y el Reino de Marruecos, ha tenido como objetivo promover el diálogo, la paz y el respeto entre pueblos y culturas del Mediterráneo, acoge el próximo jueves 8 de febrero un Foro de Alto Nivel que, bajo el título Afganistán y el impacto de la adaptación de la OTAN a los nuevos desafíos, reunirá a estudiantes de distintas universidades andaluzas y de la Escuela Diplomática con los responsables directos del diseño y la puesta en práctica de la estrategia de acción de la Alianza Atlántica.

el mensaje institucional aparece al final del texto a modo de cierre circular del comunicado: (13) Este encuentro tendrá lugar en la sede de la Fundación Tres Culturas, situada en el Pabellón Hassan II —antiguo pabellón de Marruecos de la Expo del 92 de Sevilla— en la Isla de La Cartuja. Desde hace más de siete años este lugar se ha convertido en un espacio donde se trabaja desde Andalucía para construir una región euromediterránea más comprensiva y más cercana, más tolerante con el otro, donde Tres Culturas promueve, con una extensa programación de eventos abiertos al público, el diálogo interreligioso, social, económico, cultural y político24.

23. Para Álvarez/Caballero (1997: 182): “Los gabinetes deben realizar comunicados de prensa de todos aquellos acontecimientos que consideren de interés general. Hay que tener muy en cuenta que estas informaciones, aunque van dirigidas a los periodistas, tienen como objetivo último el ser publicadas. Consecuentemente, además de aportar los datos concretos del acontecimiento, obra o proyecto que queramos vender, debemos incluir el eje comunicacional de nuetra entidad, de forma que toda la sociedad vaya asimilando la política de nuestra organización”. 24. Este comunicado fue enviado a los medios el 5 de febrero, aunque se siguieron enviando notas recordatorias. La agencia EFE lo recoge el mismo día pero elimina el mensaje ins-

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Una herramienta de alta rentabilidad para lograr captar espacio informativo es hacer atractiva al periodista alguna de las personas que intervienen en el acto. De este modo, es frecuente que en el cuerpo de la nota se destaquen algunos datos biográficos (pactados previamente) con el fin de que se concierte una entrevista y, de este modo, la institución (aunque sea como mero marco) aparezca citada en los medios. Es lo que ocurre con el comunicado enviado sobre el curso de Goytisolo y la exposición de Bertuchi, que recogen un pequeño curriculum de ambos en el cuerpo de texto.

. Conclusión Es sabido que todo texto se inserta en una tradición discursiva que le confiere unas características lingüísticas y estructurales determinadas siempre en función de la finalidad que se persiga. Son conocidos los rasgos que en este sentido presentan determinados géneros periodísticos tales como las noticias, los artículos, las entrevistas, etc. pero en este ámbito se ha desatendido un tipo de texto que cada vez cobra más importancia como instrumento de comunicación en el ámbito empresarial: el comunicado de prensa. Tras este breve análisis del corpus seleccionado, puede deducirse que formalmente se configuran con las características propias de los géneros informativos. Así, es frecuente que se mantenga el orden sujeto + verbo + complementos en los titulares y entradillas. No obstante, esta disposición puede alterarse en la prensa de información general, que muestra mayor variedad en este sentido, siendo habitual que se suprima el verbo. Por su parte, la estructura textual de los comunicados de prensa y de las noticias que originan no suelen variar, ya que los primeros se redactan (con el objetivo de simplificar la tarea del periodista) a modo de pirámide invertida, reservando el primer lugar para aquellos datos de mayor interés para la prensa. Esta disposición intencionada para lograr promocionar la entidad se trata de contrarrestar con la apariencia de objetividad que proporciona la ausencia de adjetivación valorativa y el predominio de estructuras impersonales. No hay nada, pues, de inocente o improvisado en la redacción de este tipo de textos. Sus características lingüísticas y su estructura pretenden, de manera sutil, hacer un hueco a la empresa en el panorama informativo de la actualidad inmediata.

titucional. El resto de medios se hace eco el día antes del encuentro (Diario de Sevilla, 7/2/2007, pág. S.3; El Correo de Andalucía, 7/2/2007, pág. 12) o incluso el mismo (Diario de Sevilla, 8/2/2007, pág. 19).

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Referencias bibliográficas ÁLVAREZ, Tomás/CABALLERO, Mercedes (1997): Vendedores de imagen. Los retos de los nuevos gabinetes de comunicación. Barcelona: Paidós Ibérica. BUSTOS TOVAR, José Jesús (1997): “Organización textual y oralidad”, en: Briz Gómez, Antonio et al. (eds.): Sobre l’oral i l’ecrit. Almería: Universidad de Almería, 7-24. KOCH, Peter/OESTERREICHER, Wulf (1990): Gesprochene Sprache in der Romania: Französisch, Italienisch, Spanisch. Tübingen: Max Niemeyer. LAPESA, Rafael (1975): “La colocación del calificativo atributivo en español”, en: Homenaje a la memoria de Don Antonio Rodríguez-Moñino 1910-1970. Madrid: Castalia, 329-345. LÓPEZ SERENA, Araceli (2002): Reseña de: Peter Koch y Wolf Oesterreicher (1990): Gesprochene Sprache in der Romania: Franzöisch, Italienisch, Spanisch, Tübingen, Max Niemeyer, en: Lexis 26, 1, 255-271. MÉNDEZ GARCÍA DE PAREDES, Elena. (2003): “Lo hablado en lo escrito: la entrevista periodística”, en: Oralia 6, 169-214. OESTERREICHER, Wulf. (1997): “Pragmática del discurso oral”, en: Berg, Walter Bruno/ Schäffauer, Markus Klaus (eds.): Oralidad y argentinidad. Tübingen: Gunter Narr Verlag, 86-97.

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EL LENGUAJE PERIODÍSTICO COMO CATALIZADOR DEL CAMBIO LINGÜÍSTICO: LA PÉRDIDA DE LA DEFECTIVIDAD VERBAL EN AGREDIR1 ARACELI LÓPEZ SERENA / LOLA PONS RODRÍGUEZ Universidad de Sevilla

1. Introducción 1.1. Objetivos del trabajo Los denominados verbos defectivos ocupan un lugar singular en la morfología verbal del español, tanto por el tipo específico de irregularidad que presentan, como por la aparente mayor permisividad que, con respecto a usos tradicionalmente condenados por la norma prescriptiva, manifiestan en la sincronía actual. Por lo que respecta, por ejemplo, al lenguaje periodístico (termómetro gramatical por excelencia del estado actual de la lengua), no sólo los diferentes medios de comunicación, sino incluso los libros de estilo por los que estos se rigen, han mostrado una gradual apertura hacia el fenómeno de variación que ha convertido en regulares a verbos que tradicionalmente se tenían por defectivos en nuestro idioma (agredir, abolir, transgredir...). Nuestra investigación atenderá a este hecho de variación vivo en la actualidad en español: la tendencia a la regularización de verbos defectivos (a partir del estudio de caso de agredir), con la intención de

1. Este trabajo constituye una parte de una labor de investigación de mayor envergadura, de cuyos resultados, por restricciones de espacio, resulta imposible dar cuenta únicamente en las páginas que ocupa la presente contribución. Una versión ampliada, elaborada por las mismas autoras, y en la que se vuelven a abordar con mayor extensión y profundidad algunos problemas de los aquí tratados (y otros nuevos) aparece en el Boletín de la Real Academia Española, con el título “Un episodio de la morfología histórica del español: la pérdida de la defectividad verbal en los medios, las gramáticas y el uso” (cf. Pons Rodríguez / López Serena 2007). Aunque se trata de un trabajo posterior a éste en el tiempo y en su contenido, los avatares editoriales han hecho que, paradójicamente, termine ostentando una fecha anterior.

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observar de forma comparativa el desarrollo de usos lingüísticos innovadores y el eco paralelo que de esas innovaciones se filtra en los textos metalingüísticos2. Dado el fenómeno, constante en todas las lenguas e inherente al propio lenguaje3, del cambio lingüístico, y teniendo en cuenta la existencia en el contexto lingüístico español de frenos normativos al cambio, en este trabajo tratamos de presentar las bases necesarias para poder proseguir, en estudios posteriores, con la crónica detallada de cómo una tendencia de cambio —en este caso la propensión analógica de los verbos— es reflejada en los productos metalingüísticos. Nuestro propósito final es, por tanto, observar cómo se proscribe, prescribe y describe en relación con fenómenos como la compleción de la conjugación de verbos defectivos, observando simultáneamente, a través de pesquisas en corpus y colecciones textuales, las coincidencias o más que posibles divergencias entre el uso y la norma. El proceso de extensión de la proporcionalidad que se observa en la historia de los verbos defectivos ha sido registrado por la historia normativa del español, y nuestro trabajo —del que aquí nos tendremos que contentar con presentar únicamente sus directrices y ceñirnos exclusivamente a un ejemplo— busca describir ese proceso en un intento de tasar la distancia entre ambas realidades: la generalización de una novedad lingüística y el levantamiento de posibles etiquetas censoras en torno a esa novedad.

1.2. La lengua periodística como corpus Dentro de nuestro corpus, hemos dispensado especial atención a la lengua periodística y a los productos metalingüísticos que nacen en torno a ese tipo de lengua, como los libros de estilo de periódicos o los diccionarios de dudas. De entre es-

2. Como señalamos en Pons Rodríguez / López Serena (2007: 60, n. 1), de esta forma, al mismo tiempo que abordamos un hecho de variación vivo en la sincronía, creemos que a la larga podremos contribuir, también, a “rellenar [un] ‘hueco’ [importante] de la morfología histórica”, cuya situación ha sido considerada recientemente por Rafael Cano, en un trabajo que repasa las contribuciones hechas a “La morfología histórica del español en los últimos cien años” como no tan favorable, de “estudio [...] minoritario y sin visible capacidad de expansión” (Cano 2004: 71-72). Claro que, se impone decirlo, Cano (1986) ya había constituido una importante contribución al “relleno” de ese “hueco” en nuestros conocimientos sobre morfología histórica de los verbos españoles. 3. De hecho, el cambio lingüístico es, junto con la variación y la diversidad lingüísticas, uno de los corolarios de la historicidad, uno de los universales genérico-esenciales postulados por Coseriu para definir el lenguaje. Cf., a este respecto, Oesterreicher (2006).

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tos, concedemos un lugar importante al Diccionario panhispánico de dudas de la Academia, aunque no únicamente como obra de referencia prescriptiva, sino en su calidad de reflejo de lo que los hispanohablantes “han convertido en hábito de corrección, siguiendo los modelos de la escritura o del habla considerados cultos” (DPD “Presentación”: XI). Por una parte, es obvio que, como afirma Francisco Rico (1996: 519), “[c]uando la lengua pierde diafanidad, cuando deja de ser un mero vehículo y plantea dudas o despierta curiosidades, la Academia aparece con toda naturalidad en el horizonte mental del hispanohablante”, entre ellos, fundamentalmente, los profesionales de los medios de comunicación. Pero además, en su historia reciente, la Academia ha dejado de concebir su cometido en los términos de limpiar, fijar y dar esplendor, y más bien se propone, de acuerdo con los nuevos estatutos redactados por Fernando Lázaro, “velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su continua adaptación a las necesidades de los hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico” (García de la Concha 2005: 27)4. Además del interés que por sí misma tiene la lengua periodística como variedad, hay otras razones para elegirla, como el hecho de que sea, por su difusión, en la actualidad, la gran propagadora de procesos de cambio lingüístico. Los periodistas son, sin saberlo, portavoces —y muchas veces también creadores— de las novedades lingüísticas que van desarrollándose en una comunidad. Es evidente que, a este respecto, nos enfrentamos a una especie de “retroalimentación”: los periodistas se hacen eco de las novedades (se ha dicho a este respecto que son, por lo tanto, una especie de termómetro gramatical y léxico de una sociedad) y, al mismo tiempo, fomentan y desarrollan en esa sociedad estos fenómenos. Además, el hecho de que para muchos hablantes el único contacto con el estándar y con la lengua más formal sea a través de los medios de comunicación les confiere una enorme responsabilidad en la educación lingüística de la comunidad5. De hecho, cuando se aborda la cuestión de los tipos de ejemplaridad predominantes en la historia del español (Méndez 1999), se constata que, mientras que al menos hasta el Esbozo la norma preceptiva se fundaba en un ideal de lengua literario, en la actualidad, el ideal de lengua es más bien el de los medios de comunicación. Consciente de esta situación, la Real Academia ha llegado a celebrar congresos dedicados específicamente a la lengua de los medios de comunicación. En 1985 se celebró la Primera Reunión de

4. Sobre la unidad del español, se puede ver también Coseriu (1990). 5. Sobre la responsabilidad idiomática de los profesionales de los medios de comunicación, cf., por ejemplo, Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Española 1987; Seco 1994; Martínez Albertos 1990, 2003.

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Academias de la Lengua Española sobre el Lenguaje y los Medios de Comunicación, cuyas actas se publicaron en 1987. En el texto de la sesión inaugural de esta reunión, Pedro Laín Entralgo (1987: 14) llamaba la atención sobre el papel de “los medios sociales de la comunicación verbal —la prensa, la radio y la televisión— [como] los más eficaces recursos para mantener la unidad nacional y supranacional del idioma, [que] pueden ser, si no se cuida su lenguaje, los agentes más temibles de su deterioro y su fragmentación”. Por su importancia en cuanto catalizadores del cambio lingüístico, los estudios de carácter normativo sobre el lenguaje en el ámbito periodístico han atendido tradicionalmente a los denominados exempla vitanda, esto es, errores y desviaciones gramaticales difundidos en los medios de comunicación. Tales desviaciones se denuncian con la pretensión de evitar que el lenguaje periodístico se constituya en lengua especial o profesional (con marcas diferenciales del oficio) y deje de ser lo que realmente es: un lenguaje general común a los miembros de una comunidad lingüística (Lázaro 1990: 25). Sin embargo, en la actualidad, parece que, sobre todo por lo que respecta al lenguaje televisivo, más que hacia la constitución de un lenguaje de especialidad, el uso lingüístico de los medios audiovisuales tiende hacia una mayor uniformidad en todo el mundo hispano, hasta el punto de que, frente a la fragmentación del latín (temida por Rufino José Cuervo para el español tras la independencia de los países hispanoamericamos), se ha llegado a pronosticar que, gracias a la unidad promovida en la actualidad por los medios de comunicación, “el conocimiento mutuo engendraría una koiné hispánica que, así como la koiné helenística prolongó la unidad del lenguaje en el mundo griego, hiciese perdurar durante siglos y siglos la básica unidad de la lengua española, a la vez una y varia” (Lapesa 1987: 20-21). Además de en relación con la norma prescriptiva o norma ejemplar, la lengua periodística constituye un excelente campo de observación de la tensión constante que, en el uso lingüístico, se da entre el sistema y la norma consuetudinaria, es decir, la norma en el sentido coseriano del término. La regularización, como tensión entre sistema y norma, y la creación analógica son ejemplificadas por Coseriu, “[p]or lo que concierne a la distinción entre norma y sistema en el campo de la morfología” mediante un fenómeno de habla, los “errores de flexión que hacen los niños, o, en general, las personas que no conocen suficientemente la norma” (Coseriu 1952[19733]: 75). En nuestro caso, la pérdida de defectividad de ciertos verbos a lo largo de la historia del español y en la actualidad constituyen, más que un mero hecho de habla, la constatación de un cambio lingüístico analógico consistente en la sustitución, primero en la norma consuetudinaria y después en

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la ejemplar o prescriptiva —de ahí que analicemos las obras que codifican el estándar de una comunidad—, de lo asistemático por lo sistemático. Así las cosas, en este trabajo queremos esbozar muy brevemente cuáles son las principales dificultades que presenta la investigación sobre los verbos defectivos, para posteriormente, de la mano de un ejemplo concreto, comprobar, en qué medida es cierta la atribución, a los medios de comunicación, de la máxima responsabilidad en la catalización de los procesos de cambio lingüístico, que, como es sabido, suele presentarse como un a priori en las reflexiones sobre la responsabilidad lingüística de periodistas, locutores y otros profesionales de los medios de comunicación.

2. Problemas teóricos y metodológicos en el estudio de la defectividad Una primera dificultad que se presenta en la investigación sobre los verbos defectivos del español es la constatable existencia de discrepancias entre los gramáticos sobre cuál sea el catálogo de verbos defectivos de nuestro idioma. Tal situación se deriva de la propia variabilidad a la hora de definir la noción de defectividad. No ha existido apenas, bien es cierto, discusión teórica acerca de qué se engloba bajo tal noción ni tampoco se plasma de manera explícita el disenso de unos autores con otros. Más bien lo que hallamos es un conjunto de informaciones sobre la defectividad dispersas en gramáticas, diccionarios, monografías sobre cuestiones verbales o trabajos sobre norma del español actual. En cualquier caso, al margen del tratamiento teórico y gramaticográfico de lo defectivo —en que no necesitamos volver a entrar aquí, puesto que ya lo hemos abordado en otro lugar (cfr. Pons Rodríguez / López Serena 2007)—, en general, lo habitual es distinguir entre la defectividad que atañe a la morfología nominal (generalmente referida a los llamados singularia y pluralia tantum) y la que afecta al verbo. En este último terreno, el que nos interesa a nosotras en este trabajo, es notablemente amplio el conjunto de fenómenos que históricamente han cabido bajo la idea de defectividad. Así, a este respecto, las gramáticas han contemplado motivos muy diversos de defectividad y han distinguido, en consecuencia: verbos defectivos por carencia de ciertas personas, por carencia de determinados tiempos, por la dificultad de incorporar a su paradigma formas presumiblemente irregulares, o por motivos semánticos, entre otros. Una segunda dificultad, como señaló Elvira (1989), es de índole sintáctica, en la medida en que en ocasiones se postulan infinitivos de supuestos verbos de-

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fectivos que sólo se atestiguan en participios difícilmente analizables como otra cosa que adjetivos verbales. Así, dentro del grupo de verbos que pretendidamente son defectivos según publicaciones varias de gramática sincrónica (e incluso de acuerdo con antiguas gramáticas del español), se incluyen formas en infinitivo que no parecen haberse documentado nunca en el español; tal cuestión fue puesta de relieve por Malkiel (1941), quien llamó la atención sobre el espejismo lexicográfico de la documentación en diccionarios del español de infinitivos derivados retrospectivamente desde adjetivos acabados en -ado o -ido, adjetivos que, pese a su coincidencia formal con participios, no dejan huella de uso como verbos en la historia del español. Es decir, que existan amodorrido, florido o empedernido no implica que se hayan dado unos correspondientes infinitivos: amodorrir, florir, empedernir, formas que ocasionalmente son dadas por existentes y calificadas como verbos defectivos. Con todo, aparte de los casos en que las gramáticas operan al margen del uso e inventan infinitivos y formas conjugadas de supuestos verbos defectivos, y volviendo a las dificultades en la definición de defectividad a las que hacíamos alusión antes, es interesante constatar que de la disparidad de teorías acerca de qué es la defectividad se deriva otro hecho: la discrepancia que se constata en las nóminas que los diferentes gramáticos dan acerca de qué verbos son defectivos en español. En ocasiones, por lo que respecta a la falta de coincidencia en la nómina de verbos defectivos propuestos por los distintos gramáticos, las diferencias entre autores de épocas distintas pueden llegar a interpretarse como indicios de cambios. Así, por ejemplo, la desaparición de agredir del elenco de verbos defectivos enumerados por la GDLE 6 (que contempla los siguientes: abolir, acaecer, acontecer, acostumbrar, adir, atardecer, balbucir, compungir, desabrir, descolorir, desvaír, embaír, embebecer, empedernir, fallir, licuefacer, preterir, rarefacer, sarpullir, transgredir, usucapir) es síntoma claro del proceso de regularización que ha experimentado hasta llegar a ser utilizado, en la actualidad, en formas que no poseen la letra i en su conjugación. Sin embargo, en otras ocasiones, no se puede hablar de posibles cambios en marcha como causas del desacuerdo7. De hecho, en la historiografía lingüística española lo más habitual no ha sido eliminar de la lista de verbos defectivos ofrecidos por las gramáticas algunos antiguamente defectivos ya regularizados, sino más bien ir añadiendo nuevos casos a

6. Cf. Alcoba (1999), en: Bosque / Demonte, dirs. (1999). 7. Cf. las discrepancias que rastrea Elvira (1989) entre las gramáticas de Salvá, Bello y académicas de 1771 y 1917, entre otras.

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los recogidos por la tradición gramaticográfica anterior, tal como exponemos en Pons Rodríguez / López Serena (2007).

3. La regularización del paradigma de agredir El caso particular del verbo agredir puede funcionar como ejemplo paradigmático de ese proceso de acomodación a los parámetros morfológicos de uniformidad y transparencia seguidos por algunos verbos defectivos en español actual: progresivamente este verbo adquiere los exponentes formales del resto de verbos regulares. Agredir es, pues, un verbo representativo (quizá el que más) de la cuestión que estamos examinando aquí, ya que presenta una defectividad explicable diacrónicamente pero sin que se observe “fundamento sincrónico actual para establecer una relación entre la manifestación o no de la vocal temática /i/ y el uso o no de la forma flexiva correspondiente” (Alcoba 1999: 4968). Por esa falta de motivación sincrónica para la defectividad, puede explicarse el hecho de que este verbo haya pasado de estar normativamente excluido de toda posibilidad de conjugación carente de /i/ temática a ser considerado regular, no defectivo y conjugable en todos los tiempos, con /i/ o con /e/. Su defectividad está, en efecto, históricamente motivada; agredir, del lat. AGGREDIOR-GRESSUS SUM ‘dirigirse hacia’, ‘atacar’ es según Corominas-Pacual de documentación tardía en el idioma (del siglo XIX, no está aún en el DRAE de 18848), aunque sí se conocieran desde el Siglo de Oro derivados de AGGREDI como agresión, agresor, digresión, etc. Deponente de la tercera conjugación en latín, este verbo se introduce en castellano con el sufijo verbal en -ir y no en -er debido a la atracción que la tercera conjugación castellana ejerce en la adaptación morfológica de verbos cultos (Elvira 1993 y 1998). La incorporación de esta voz en el español decimonónico suscitó dos reacciones normativas, relativas tanto a su forma defectiva como a su significación8. Así, su significado bascula entre el de 8. De hecho, la primera documentación que ofrece CORDE para agredir data del siglo XIX y se ubica en el español americano (1881, Juan Vicuña Mackenna, La campaña de Lima); los ejemplos de español peninsular tardan una década más en manifestarse. Aparece en la lexicografía académica desde 1914; a partir de 1927 se incluye información sobre su carácter defectivo, con el aviso: “Se usa en las mismas formas que aguerrir”; dicha información desaparece (1939, 1947, 1956, 1970) y aparece (1950, 1984, 1988 y 1992) en ediciones posteriores (datos del NTLLE).

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‘atacar’ y el más ortodoxo etimológicamente de ‘aproximarse’, y este fue el pretendido por autores puristas como el padre Juan Mir y Noguera en su Prontuario de hispanismo y barbarismo (1908): Si hemos de estar al sentido del latino “aggredi”, el verbo agredir significará acercarse a alguno. Agredir un asunto será emprenderle; agredir un discurso será comenzarle; agredir a una dificultad será satisfacer a ella. Con estas acepciones propias del latín “aggredi”, se tendrá que conformar el nuevo agredir, si ha de ir consiguiente (Mir 1908, s.v. agredir).

Le otorgan carácter defectivo también tempranamente autores como Cuervo (1955)9: “Para que haga juego con agresión, agresor, usan algunos el verbo agredir, como anteriormente se hizo con transgredir; pero estos verbos se resisten a ser conjugados en todas las inflexiones”. Para un verbo de la tercera con vocal radical e como agredir, eran posibles dos conjugaciones: una conjugación apofónica —que por ejemplo sigue medir: mido-medimos...— o una conjugación con diptongo alternante en los presentes de indicativo y subjuntivo —la que tiene mentir: miento, mienta—. Ambas opciones de conjugación tienen en común una serie de formas: la primera y segunda personas del plural del presente de indicativo (agredimos, agredís); el paradigma completo del imperfecto de indicativo, indefinido, futuro de indicativo y condicional (agredía, agredió, agredirá, agrediría10) y todo el paradigma de tiempos compuestos (con participio agredido). Tales son las formas que, históricamente, han sido “toleradas” para la conjugación del verbo agredir, formas todas ellas con i en la desinencia y que coinciden con las formas débiles del verbo. El resto de las formas (las formas fuertes: 1.ª, 2.ª, 3.ª persona del singular y 3.ª del plural del presente de indicativo y del subjuntivo) no eran conjugables al carecer de desinencia en -i. Así, se evitó históricamente una fluctuación entre una conjugación

9. También se debatió en torno a la pertinencia de la introducción de esta nueva voz en español. Así, en su reseña al Diccionario de galicismos de Rafael Baralt (1855), Andrés Bello aprobaba el uso de ese nuevo verbo agredir: “Tenemos agresión y agresor, agresora; ¿por qué no hemos de tener, como los franceses, agresivo, agresiva y agresivamente? También poseen ellos el verbo agresser, que entre nosotros podría ser muy bien agredir. Todo ello viene de la fuente común, de la madre latina, que decía aggressio, -onis; aggressor, -oris; aggredior, -edi”. 10. Con respecto al indefinido, el modelo de medir daría en agredir unas formas *agridió y *agridieron que no parecen haber sido competencia para agredió y agredieron, dada la conocida acción metafónica vacilante de la yod de los pretéritos sobre la vocal radical de los verbos en -ir.

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apofónica —del tipo *agrido, *agrides, *agride, *agriden o subjuntivo *agrida— o con diptongo alternante —esto es: *agriedo, *agrieda—. De alguna de esas formas encontramos documentación en la historia del español; Fernández Ramírez (1986: 200, n. 10) halla formas como agriede o agriden11 que, por su rareza, es lógico que no dejen muestras en nuestras búsquedas en bases de datos como CORDE, CREA, IConoce y en el Corpus del español de Mark Davies. Este problema de conjugación es superado cuando, como afirma Javier Elvira (1998: 176): “la relación entre el timbre del radical y la clase flexiva deja de ser percibida por los hablantes y se convierte en algo anormal desde el punto de vista del sistema”. Ello explica el movimiento paulatino de generalización de una conjugación sin alomorfia para este verbo de la tercera: agredo, agredes, agrede. La conjugación aparentemente más “regular” es la más rara para los verbos de la tercera. Hay que recordar que, junto con agredir, los únicos tres casos de verbos de la tercera conjugación con vocal radical -e- que no se acomodan ni al modelo diptongado ni al metafónico son convergir (que, por otro lado, conoce la variante converger), divergir y sumergir, los cuales, llegados al español como formas cultas después del español áureo, no alteran su raíz en ningún lugar del paradigma. Son verbos infrecuentes que tienen el mismo modelo de conjugación que adopta agredir en el siglo XX, superada la extrañeza de las primeras documentaciones y la reglamentación normativa contraria. Tal cambio lingüístico hacia la regularidad de agredir es muy tardío. En CORDE sólo hay un caso de agrede hasta 1950, y muy pocos más hasta los años setenta, fecha en que se disparan las documentaciones de conjugaciones con -e de este verbo; en CREA las documentaciones superan el centenar desde 1975 hasta 2007: (1) En esto, surges tú de la enramada, como aparición trágica, lívido, descompuesto, con los ojos centelleantes, las manos crispadas, y te increpa, le vituperas, le agredes... Suena un ¡ay! [...], dos gritos, y este te da a ti cuatro bofetadas... (1916, Carlos Arniches, La señorita de Trevelez) // —Usted debe saber —insistió— la penalidad en que incurre el que agrede a un agente... (1956, Lorenzo Villalonga, Bearn o la sala de muñecas) // El pequeño, en suma, no es casto, coge dinero, falta a clase, miente, insulta, agrede, guarda rencor, es cruel... (1968, J. L. Martín Vigil, Los curas comunistas). (2) En aquel trecho en que se unen, o se besan, o se agreden el océano y el lago, que-

11. “El ciclista transgride la parada obligatoria de los vehículos” (Ramón Gómez de la Serna, Flor de greguerías, 134), “Los personajes se agriden de palabra y de obra” (A. Marna, ABC, 14 de agosto de 1947: 15); “agriede el sentido de la hospitalidad” (M. Soler, ABC, 5 de mayo de 1955).

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Araceli López Serena/Lola Pons Rodríguez daban entre dos aguas algunos peces marinos (1973, Pablo Neruda, Confieso que he vivido) // Afirmó que la prioridad de los compromisos militares interárabes de Egipto sobre el tratado de paz se aplicaría solo si Israel agrede un país árabe (Clarín, Argentina, 22/03/1979) // De modo, entonces, que el señor Martínez me agrede por una sola razón (Revista Hoy, Chile, 24-30/12/1984) // Si en lugar de una amonestación a un individuo que agrede a otro cotidianamente se aplican las leyes con rigor, se protege mejor a la sociedad (El País, 01/12/1986) // Un preso etarra agrede a puñetazos a un funcionario de la cárcel de Málaga (ABC, 04/08/1989) // En Proceso 1045, en una nota del reportero Felipe Cobián sobre la problemática del enjarre del Instituto Cabañas de Guadalajara, el arquitecto Alfredo Varela me agrede diciendo... (Agencia de Información Proceso, México, 15/12/1996) // [...] eso cuenta mucho a la hora de medir el tamaño de la reacción y su consecuencia, porque no es lo mismo cuando a uno lo agrede un enemigo que se precia de que de su lado tiene amplia libertad de acción (El Universal, Venezuela, 10/02/1997) // Mi hermano Gabriel fue atacado el 11 de marzo, cuando conducía su vehículo y fue herido en el corazón, en el cuello y en la frente, por lo que necesitamos saber si se trata de los mismos agresores, ya que por segunda vez se agrede a un miembro de la familia, dijo (Siglo Veintiuno, Guatemala, 02/04/1997) // Para ella, al principio las relaciones interpersonales no fueron fáciles, ya que, al parecer, la personalidad más abierta del dominicano agrede al chileno (Rumbo, República Dominicana, 28/07/1997).

Como se observa, gran parte de la documentación se concentra en prensa hispanohablante12. Algunas de las muestras son ejemplos de artículos periodísticos de reflexión sobre el lenguaje, en los que se defiende la consideración del verbo agredir como defectivo: (3) A propósito de uno de los “trucos” de la semana pasada, publicado en esta página, el lector Luis Velandia H., de Pacho, Cundinamarca, pregunta qué es un verbo defectivo. Respuesta: Verbo defectivo es el que no tiene todas las desinencias o terminaciones de un verbo regular. Por ejemplo, amar es un verbo regular y tiene siete formas en su presente de indicativo: yo amo, tú amas, él ama, nosotros amamos, vo sotros amáis y ellos aman, según las tablas académicas, más nuestro vos amás, tan usual desde Nicaragua hasta las islas Malvinas. En cambio, agredir es un verbo que en ese tiempo y modo solo se conjuga en las

12. Con todo, como se ve en los datos de (9), los primeros ejemplos del CORDE se hallan en novelas, y el primero del CREA se da en un libro de psicología: “El niño se hace agresivo y hostil, y a las madres les sorprende el contraste violento existente entre una y otra actitud. Si hasta ese momento el niño estaba dispuesto a cuidar de sus hermanos y se mostraba sumiso con la madre, ahora agrede a sus hermanos y se rebela contra la madre” (Santiago Ramírez, Infancia es destino. México: Siglo XXI, 1975).

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formas que tienen “i” en la última sílaba: nosotros agredimos, vosotros agredís. Por eso se llama defectivo, porque no son válidas las otras formas (agredo, agre des, agrede, agreden —y con nuestro muy latinoamericano “vos”, agredés). De ahí que, como lo señalábamos la semana pasada, no es correcto el título del co mercial de televisión que habla de las pocas especies que “agreden” a sus crías (El Tiempo, Colombia, 11/11/1996, “Cartas al defensor del lenguaje”).

La pérdida de defectividad de agredir ha sido, por tanto, un fenómeno bastante reciente, lo que explica que hayamos podido asistir “en tiempo real” al paso de una normativización negativa de formas como agrede a su desmarcación y aprobación ante la generalidad de su uso. De este cambio en la normativa del verbo agredir informan diversos textos de reflexión metalingüística. Así, han dado por bueno este empleo las Academias de la lengua, tanto en el DPD (s.v. agredir) —donde se afirma: “Aunque tradicionalmente se ha considerado verbo defectivo, en el español actual ha extendido su empleo a todos los tiempos y personas de la conjugación”—, que, como se sabe, carece de valor normativo, como en el DRAE (22.ª ed.) —que sí posee valor prescriptivo—, donde tras una marca de información gramatical, se avisa: “Utilizado antes como defect., el uso ha extendido su empleo a todas las formas de la conjugación”. Con todo, algunos libros de estilo, que parecen seguir teniendo como referencia la 21.ª edición del DRAE, se resisten aún a incorporar la regularización de este verbo. Así, el Libro de redacción de La Vanguardia, de 2004, sigue censurando su uso en las formas tradicionalmente consideradas defectivas: (4) agredir. Verbo defectivo. Incorrecto: Un ex recluso agrede a su mujer. Correcto: Un ex recluso ataca / golpea / apalea a su mujer.

Claro que los propios redactores de La Vanguardia desobedecen su libro de estilo y no es difícil encontrar en este periódico catalán ejemplos como los siguientes: (5) El entrenador de Portugal agrede a un jugador serbio (La Vanguardia, 13/09/07 [IConoce]) // Degüella al abogado, se ensaña a golpes con la esposa y agrede bru talmente a las hijas, todo para robar en la vivienda familiar (Ángel Alcaraz, La Vanguardia, 01/06/06 [IConoce]).

Lo más curioso es que los redactores del libro de estilo de La Vanguardia se hacen eco de que “[d]esde su edición XXI, el DRAE considera que los verbos agredir y transgredir pueden conjugarse en todas sus formas y personas, pero [aun así] este libro mantiene su aspecto defectivo” (La Vanguardia 2004: 144). En la misma línea que este periódico catalán, el Libro de estilo de El País considera que agredir es aún

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un “verbo defectivo que sólo se conjuga en los tiempos y personas que tienen la vocal i en sus desinencias” e incluso añade que “[l]a utilización de ‘agrede’ es de mal gusto lingüístico” (El País 1996: 200)13. Y lo mismo ocurre con el Libro de estilo de El Mundo (1996: 172). También continúa contemplándolo como defectivo el Libro de estilo de ABC, en su edición más reciente, la 2.ª de 2001. Este manual dedica un apartado a los verbos defectivos, en cuyo mismo título ya aparece precisamente nuestro verbo: “Verbos defectivos: agredir, diluviar, suceder” (ABC 20012: 116). Para ABC “destacan particularmente tres grupos” de verbos defectivos: —Agredir, transgredir, abolir, preterir, aterir, escarnir...14: deben emplearse solo en las formas cuya desinencia empieza por i [...]. —Verbos de fenómeno atmosférico (amanecer, diluviar, helar, hacer frío, hacer viento/calor/buen día...): conjugados, deben usarse solo en tercera persona del singular. —Verbos de “suceso” (ocurrir, acaecer, suceder, acontecer): conjugados deben usarse solo en tercera persona (singular o plural) (ABC 20012: 116-117).

Con todo, Vigara Tauste, que es la responsable de la redacción del Libro de estilo de ABC, ha de reconocer, en cuanto al primer grupo, al que pertenece agredir que “[s]e trata de una norma difícil15 de seguir en el caso de agredir y transgredir, verbos que se utilizan continuamente tanto en la lengua hablada como en la escrita en todas sus formas (agrede, agredía, agredió... [sic])”. Obviamente, el uso periodístico de los medios cuyos libros de estilo estamos analizando nos constata, nuevamente, la distancia entre censores y redactores, y no sólo con nuevas formas regulares para tercera persona (6) sino también para primeras y segundas personas (7): (6) Y en su decisión ha pesado tanto el hecho de mantener la estabilidad interna con dos pilotos que se conocen, se soportan y no se agreden como el hecho de no incorporar a otros que han criticado abiertamente al equipo (El País, 17/10/2007) //

13. Y esto no solo en su undécima edición, que es la que manejamos en papel, sino también en la edición electrónica del Libro de estilo, que se puede consultar en Internet (concretamente para agredir, cf. . 14. Obsérvese que los puntos suspensivos constituyen un síntoma de la falta de acuerdo en cuanto al catálogo de verbos defectivos existentes en español a la que hemos hecho referencia anteriormente. 15. Norma prescriptiva “difícil de seguir” por cuanto que —añadiríamos nosotras— está ya demasiado distanciada de la norma consuetudinaria, que es, en definitiva, la que da sustento a la prescriptiva, en ciernes de desaparición, en la medida en que está obligada a acomodarse a la norma consuetudinaria (la norma en el sentido coseriano del término) que se establece por el uso.

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La recientemente aprobada Ley de Infancia y Adolescencia establece también la sanción social para este delito, los rostros de los violadores ya salen en televisión, el aumento de las penas y la eliminación de los beneficios penitenciarios para los que agredan sexualmente a los niños (El País, 28/09/2007) // Múgica denunció el incumplimiento por parte de las televisiones respecto a no incluir contenidos que agredan la sensibilidad de los menores en horarios infantiles, según el acuerdo existente entre éstas y el Gobierno (El Mundo, 27/06/2006). (7) Estando en el suelo me agarraron por el pelo y lo único que hice fue tratar de quitarme la mano del contrario, pero no agredo a nadie (La Tribuna de Ciudad Real, 20/09/2007) // Si agredes a una mascota hay dueños que se ven agredidos en los más íntimo, mucho más que si atacases a sus cuñados (Málaga hoy, 07/07/2007) // Dijo que les ha sorprendido “que entre venezolanos tenga que mediar una barra de policía para que no nos agredamos” (El Universal, Venezuela, 16/06/2007).

Por fin, el Libro de estilo de El Periódico de Cataluña es el primero de este tipo (entre los que hemos podido consultar) que se hace eco, no ya solo del uso de agredir en formas que no tienen i, sino de que “la RAE ha admitido que este verbo ya no es defectivo y se pueden usar todas las formas de la conjugación”. Lástima que como ejemplos de esta nueva conjugación regular proponga, además de “agrede”, la forma “agrederán” (sic) (El Periódico de Cataluña 2002: 23).

4. Conclusión En conclusión, por lo que concierne al menos al caso de agredir, no podemos sino constatar la consideración de los medios de comunicación como catalizadores de los procesos de cambio lingüístico. El rastreo de la extensión de las formas regularizadas del verbo agredir, que ha ido perdiendo, a lo largo de su historia, su carácter defectivo confirma empíricamente la verdad de esta aserción. Se verifica, asimismo, que los libros de estilo de los medios de comunicación son bastante más conservadores que la propia Real Academia, algo que, por otra parte, no es óbice para que sus redactores desoigan las normas ajenas al uso que les dictan los preceptistas de sus respectivos medios. Ahora bien, lo que en obras sobre el español actual de carácter normativo, entre ellas los libros de estilo de la prensa escrita europea, se presenta sincrónicamente como una mera cuestión de corrección, desde una perspectiva histórica cobra otro perfil distinto, ya que en la observación de por qué estos verbos son defectivos nos tropezamos con un problema de alcance morfológico mayor: el de la adaptación morfológica de cultismos. La pérdida de defectividad está provocada por la nece-

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sidad sincrónica de expresividad, el peso de la analogía y la regularidad (en cuanto a “peso del modelo imitable”) en la conjugación verbal, fuerzas comunicativas que no se encuentran frenadas, en el verbo que hemos examinado, por los límites morfológicos sobrevenidos de la necesidad de adoptar el esquema morfofonético de la lengua madre a una lengua hija que ha generalizado esquemas flexivos distintos. En cualquier caso, queda patente la necesidad de prestar más atención a este capítulo de la morfología, que tan interesantes constataciones históricas y reflexiones teóricas fomenta.

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“CADA UNA, OYES, TENEMOS NUESTRAS LIMITACIONES”: LA VARIACIÓN LINGÜÍSTICA EN LA PRENSA ESPAÑOLA ACTUAL ANA MANCERA RUEDA Universidad de Sevilla

1. Introducción No puede considerarse la modalidad coloquial una variedad única ni homogénea, sino más bien una de las manifestaciones de un continuum gradual y pluriparamétrico dominado por el principio de la relatividad (Koch/Oesterreicher 1985). De ello deriva asimismo la necesidad de superar el carácter dicotómico de la oposición entre oralidad y escritur[al]idad, conceptos no definibles exclusivamente tomando como referencia el aspecto medial, sino en función del grado en el que se proyectan sobre el uso parámetros diversos, que reflejan el grado de inmediatez o distancia entre los participantes en cada tipo de acto de comunicación. Así, la presencia en la prensa española actual de determinados recursos sintácticos más propios de la inmediatez que de la distancia comunicativa refleja una cierta “oralización” de los medios de comunicación impresos. La visión homogeneizadora de la lengua ha sido sustituida paulatinamente por un interés creciente hacia las distintas modalidades de uso, el contexto y la situación en la que tiene lugar la enunciación, así como la finalidad comunicativa perseguida por los hablantes1. No cabe considerar a la lengua como un sistema abstracto

1. Para Girón Alconchel (1980-1981: 179): “la idea de competencia lingüística, al suponer la superación teórica de la langue saussureana como acervo social, como corpus homogéneo, implica la superación del enunciado como objeto de la explicación lingüística y la inclusión consiguiente de la enunciación y, en definitiva, de la creatividad lingüística de los hablantes. La actividad de éstos —construyendo y reconstruyendo asociaciones de formas y valores— es la que establece el sentido de los textos y la que hace tolerable la diversidad de formas y de estructuras textuales. La lengua real no es homogénea: no se da en ella isomorfismo de los dominios respectivos de las formas y de los valores”.

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independiente de la realidad extralingüística, sino como una representación de esa realidad, de la manera de pensar, o de la estructura social de los sujetos que toman parte en el acto enunciativo2. Porque no es posible subordinar la gramática a la existencia de la conciencia metalingüística de un supuesto hablante ideal, depositario de un esquema abstracto más complejo que la realidad misma, considerada deficitaria3. El análisis de las secuencias acuñadas ad hoc por los lingüistas lleva consigo una inevitable simplificación, basada en la consideración de la lengua al margen de sus usuarios. Pero esto lleva aparejado un coste excesivamente elevado, “prescindir (o casi) de lo que es consustancial al lenguaje humano, su carácter social, perder de vista que las actuaciones idiomáticas tienen como fundamental finalidad comunicar(se)” (Narbona Jiménez 1989: 25). Ninguna lengua es capaz de sustraerse a la tensión constante entre la tendencia a la estabilidad, a la homogeneización de un sistema que permita la comunicación entre distintos sujetos, y la tendencia a la variación que caracteriza a toda actividad humana, creativa e innovadora. Ambas dimensiones son inherentes a la naturaleza del lenguaje. De ahí que sea necesario perseguir la máxima convergencia entre las normas destinadas a preservar la homogeneidad del sistema, y la consideración que éstas van adquiriendo en la mente de los propios hablantes. Al fin y al cabo, son ellos los que determinan la vigencia o no de un determinado uso. La tendencia a la variación se plasma en la existencia de las variedades idiomáticas. Paulatinamente, la consideración de estas variantes como subordinadas a la norma culta ha sido reemplazada por los planteamientos que confieren similar importancia a todas las modalidades de uso. Ni siquiera cabría identificar a la norma culta —también denominada “formal” o “ejemplar”— con una única mo-

2. “La relación entre los elementos del lenguaje y sus referentes no es algo que se pueda pasar por alto, con la excusa de que sólo nos interesa la lengua y no la realidad extralingüística. Es evidente que a nadie le puede interesar el lenguaje en sí mismo, pero tampoco a nadie —fíjense bien— puede interesar la realidad en sí misma. (...) Si el lenguaje no fuera más que un sustituto de la realidad, ¿podríamos conocer esa realidad con independencia del lenguaje? ¿No implicaría esta idea de mecanismo sustitutivo el que la realidad sólo fuera una función del lenguaje? Pero ésa es una hipótesis que no les gusta a los lingüistas de nuestro tiempo, deseosos de situar la lengua en su confluencia con la realidad, con las cosas, con la sociedad, con las clases en que ésta se divide, etc.” (Trujillo Martínez 1996: 241). 3. Sostiene Caballero (1993: 48) que, si encontráramos un código neutro, todos los demás serían construcciones a partir de él. Sin embargo, el “cero” es un vacío en constante redefinición, así que el código neutro es un “sutil juego de relaciones psicosociales”.

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dalidad. En realidad, como señala Narbona Jiménez (1990), hablante culto no es aquel que se sirve siempre de una sola modalidad idiomática, sino el que es capaz de dominar una gama amplia y flexible de registros correctos, adecuándose a cada situación y a cada acto comunicativo.

2. Las condiciones comunicativas en las que se desarrolla la columna de opinión La situación enunciativa en la que suelen desarrollarse los discursos prototípicos de la oralidad coloquial poca relación guarda con aquélla en la que el periodista elabora un texto al que sus lectores no tendrán acceso hasta horas más tarde. Ni la interactividad ni el dinamismo inherentes a la conversación pueden encontrarse en la prensa, en la que el grado de proximidad, el conocimiento mutuo y el número de experiencias compartidas entre el emisor y una audiencia amplia y heterogénea resultan, por lo general, escasos. Asimismo, el carácter público de la comunicación mediática, asimétrica y monolocutiva, que permite un grado de cooperación muy limitado por parte del lector, conlleva una diferencia sustancial respecto al coloquio, definido —en mayor o menor medida— por el elevado nivel de privacidad existente entre los interlocutores. Pero la diferencia sustancial atañe al grado de planificación de este tipo de textos, en los que difícilmente cabe la espontaneidad enunciativa del español hablado. A pesar de ello, algunos periodistas se esfuerzan por recrear en sus escritos una cierta oralidad fingida, algo que se advierte especialmente en los artículos de opinión de autores como F. Umbral, E. Lindo, A. Burgos, E. Mendicutti o C. Rigalt —entre otros muchos—. Y es que la idiosincrasia de la columna periodística, caracterizada por su brevedad, por la subjetividad de los planteamientos que en ella se manifiestan, o por el elevado grado de libertad —tanto temática como formal— de su autor, capaz de abordar incluso asuntos personales y cotidianos, permite el empleo de algunas de las estrategias constructivas del coloquio.

3. Marcadores discursivos de impronta oral presentes en el discurso periodístico El discurso oral favorece la presencia de marcadores discursivos como bueno, vale, hombre, tía, oye, mira, ¿no?, etc., utilizados para manifestar la modalidad, la subjetividad del hablante, o para apelar directamente al interlocutor instándole a que colabore en el acto discursivo, por ejemplo, prestando atención a elementos del dictum que se considera necesario que asimile o tenga en cuenta. No extraña por tanto

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que Vigara Tauste (1992) los identifique como soportes conversacionales, ni que Briz Gómez (1998) analice estos conectores metadiscursivos como “una especie de agarraderos de habla”, cuya función consiste en servir de apoyo a los interlocutores para formular o reformular sus mensajes, o que Portolés y Martín Zorraquino (1999) observen en algunos de estos marcadores conversacionales una muestra del esfuerzo realizado por el enunciador para ir organizando su discurso, ni tampoco que Cortés Rodríguez y Camacho Adarve (2005) dediquen una obra al estudio de este tipo de “elementos esenciales en el procesamiento discursivo oral”. Entre ellos se encuentra por ejemplo el marcador deóntico vale. El columnista recurre a este tipo de enlaces extraoracionales de naturaleza deóntica para mostrar su conformidad bien con lo asertado, bien con lo que puede inferirse de lo dicho en el miembro discursivo al que estos remiten, de ahí que Fuentes Rodríguez y Alcaide Lara (1996: 211) se refieran a ellos como adverbios expresivos de modalidad confirmativa. Así, aluden siempre a enunciados directivos con los que al columnista se le plantea una sugerencia, o una propuesta que este evalúa, y respecto a la que muestra su conformidad o rechazo. Esto hace que pueda establecerse una especie de gradación que separa a aquellos marcadores que suponen el grado máximo de aceptación: como lo oyes, ya lo creo, cómo no... o de rechazo: en absoluto, ni hablar, qué va... de aquellos otros que implican una manifestación mínima de emotividad respecto a lo dicho: bien, bueno, vale, de acuerdo, etc. Vale es un conector característico del registro coloquial, por lo que su presencia en la prensa revela un claro indicio de cómo los columnistas tratan de imitar los rasgos de la inmediatez comunicativa. De hecho, su uso está cada vez más extendido en la conversación cotidiana, hasta el punto de que suele ser calificado como un bordoncillo o una muletilla: (1) No, qué hermano!, ¡o mi hermano! ¡Vale! ¿Está por hay o qué? ¡Sí, hombre! Sí, ahora se pone. ¡Oye, pero ¿oye no, no he llamado al número de teléfono de él? Sí, pero estoy cerca. ¡Estáis juntos pero no revueltos! ¡Sí! ¡Vale, te paso! Vale, gracias. ¡Hasta luego! ¿Qué quieres, Ramón? Vamos a ver, mira, es que estoy aquí con Fisher Porter. Sí. Ya funcionan los lazos de perfectamente de de la pe-ce-uve Pero Fisher Porter esto es el de los controladores. ¡Pero esto es en Za en Tarra En en Tarragona ¿Vale? ¡sí! [REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de referencia del español actual. (ORAL, Empresa, conversaciones telefónicas, Madrid, 18/03/91)]

Al igual que bueno y bien, en el ámbito dialógico se emplea para expresar asentimiento hacia lo dicho por el interlocutor,

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(2) Bien. ¿Me entiendes? Los pe and i y todo eso no lo tenemos. Vale vale, era aclarar eso. Eso era, entonces nosotros hemos hecho la reforma. que ha sido añadir dos válvulas más. dos transmisores de presión más, que ya me ha dicho Candela, dice: “Oye, yo te envío, porque he conseguido una copia de esas”. Digo: “Tú envíamelas, yo te lo pongo” Vale. ¿Me entiendes? “Yo me hago una fotocopia para mí”. “y yo te lo pongo a lápiz, te digo el rango y todo esto y tal, y las válvulas que se han motorizado y que se han puesto”. “Y entonces ya pues lo modificáis vosotros”. Vale vale. Porque yo no tengo ningún delineante ni nada. Eso ya he quedado con Candela. [REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de referencia del español actual. (ORAL, Empresa, conversaciones telefónicas, Madrid, 18/03/91)]

algo observable también en las columnas: (3) —Dime, espejito mágico, ¿hay en este firmamento llamado España una estrella más brillante que yo? Y no me digas que Cataluña porque eso ya lo dice Maragall. —Vale —le dijo el espejo, que, por cierto, tiene una pluma que te mueres—, ya que me lo preguntas, te diré, bonita, con la sinceridad que me caracteriza, que precisamente hoy sí. Estrellas mucho más brillantes que tú. Las Perseidas. [E. Mendicutti, “Guerra de estrellas”, El Mundo, 12-8-2004]

Este marcador discursivo puede aparecer también en el ámbito monolocutivo. Entonces es el propio columnista el que manifiesta su acuerdo con lo enunciado por él mismo, en el miembro discursivo precedente —que en este caso se plantea como una evidencia—, (4) El Mensaje de Navidad del Rey, dicho sea sin acritud, es un ejemplo clamoroso de buena voluntad consabida. Vale, no puede ser de otra manera, no le vamos a pedir al Rey que se nos ponga Che Guevara, pero una cosa es entender que los ritos son los ritos y otra, darlo todo por estupendo. [E. Mendicutti, “Días de felicidades”, El Mundo, 27-12-2003]

o su tolerancia hacia opiniones contrarias, (5) A mí esas hormonas me han dado la vida. Hay actrices que están en contra de las hormonas. Vale, lo respeto. Pero así están como están. [E. Lindo, “Hormonas de sangre”, El País, 22-3-2004]

y en este ejemplo vale es utilizado por el periodista para introducir un enunciado de discurso referido,

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(6) Un día antes de su muerte me llamó para recordarme lo del palco del Canal Plus para San Isidro, y le dije: vale, y te llevaré a la tele (a ver a Ana Rosa Quintana) y al teatro. [E. Lindo, “Cachorro”, El País, 14-3-2004]

aunque también podemos encontrarlo junto al comentador pues, o con una variante cada vez más común en el habla coloquial como es pos vale: (7) Cuando están en campaña se ponen humanos y recuerdan esos sabios consejos que en su día les dieron sus padres y sus entrañables abuelos. Desde Rajoy, que dice que su padre siempre le decía: “Nunca se acaba el trabajo en la Casa de la Justicia”. Y tú dices, pos vale. [E. Lindo, “Garbancito”, El País, 7-3-2004]

Otro verbo que ha pasado a convertirse en un marcador discursivo es venga, muy frecuente en el español hablado, (8) Esos programas también están muy bien, todos estos, sí son programas buenos para poderlos repetir. Sí, no, eran la primera Eran. Estaría bien decir fuimos la primera, estaría bien cambiar la promoción y fuimos la primera. Sí, señor, lo podemos ensayar esto, ¿sí? A ver. Vamos allá. Fuimos la primera es el texto, vale, venga, un, dos, tres, vamos allá. Somos Fuimos la primera. Vale. [REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de referencia del español actual. (ORAL, A vivir que son dos días, 02/11/96, Cadena SER)]

también presente en las columnas analizadas: (9) La reforma de la Constitución se hará según convenga. No habrá problema. ¿Por qué, de nuevo, se crea un problema artificial? Los expertos tienen que dar su doctrina. Y si hay un remoto atisbo de inquietud en el panorama, no nos privemos de ello, oye. Venga, más tensión. Más leña al fuego. Más falsos conflictos. Venga. Más madera. Más incertidumbre. Venga. Vamos a liarla un poco más. [M. Hidalgo, “¿Y si son gemelos?”, El Mundo, 10-5-2005]

Por otra parte, al estudiar los rasgos más característicos de la sintaxis coloquial, investigadores como Narbona Jiménez han destacado la capacidad de determinados verbos de percepción sensorial para adquirir ciertos valores conectivos, ciertas formas verbales apelativas (sobre todo de verbos referentes a la esfera de los sentidos) no son sólo elementos fáticos, sino que cumplen también un claro papel de señal demarcativa de inicio de estructura (1989 [1986]: 187).

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También Briz Gómez (1998: 99) señala mira u oye entre aquellas voces que “tras la pérdida de su significado original, se convierten en reguladores fáticos, llamadas de atención o en refuerzos argumentativos”4. Estas formas desempeñan una función fática interna pues suelen utilizarse para llamar la atención del lector de forma ostensiva “sobre la importancia del procesamiento de la cadena inmediatamente anterior o inmediatamente posterior a la forma verbal” (Pons Bordería 1998: 219)5. De ahí que tal función fática interna actúe tanto anafórica como catafóricamente, (10) Nunca te habías enamorado de una audio-protesista con signos externos de riqueza (de acuerdo, un barco velero, pero barco al fin). Las novedades son excitantes —máxime tratándose de una audio-protesista que te puede descubrir sensaciones nuevas con un susurro en el oído—, pero no puedes darme estos sustos, oye. [C. Rigalt, “Cómprate un sonotone”, El Mundo, 4-5-2004]

un uso no muy distinto del que encontramos en el español hablado: (11) Bueno, aparte de eso resulta ser que a mí también me gustaría ser como ellos, pero la verdad es que no tanto. Sí, me gustaría ser como Los Porretas. Sí, por qué no, oye. Los Porretas muy pronto en vivo con nosotros. [REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de referencia del español actual. (ORAL, Canela en rama, Madrid, 12/06/91, Radio Vallecas A)]

En el siguiente fragmento, M. Hidalgo trata de destacar la relevancia del miembro discursivo que se expone a continuación de mire —estableciéndose de esta forma una relación catafórica—: (12) Rajoy: atrévase. Mire: en año y medio, siembra usted el espíritu de la derecha ilustrada europea de los años 50-60. [M. Hidalgo, “Señor Rajoy”, El Mundo, 27-7-2004]

Gracias a dichas expresiones se consigue llamar la atención bien sobre el enunciado, bien sobre la relevancia de su procesamiento. Y, lógicamente, esto implica un refuerzo de lo dicho —o de lo que se va a decir—. Por lo tanto existe una cierta vinculación entre la faticidad y los valores modales, con los que se refleja la actitud del

4. Esto es advertido también por otros autores, entre los que se encuentran Beinhauer (1991 [1958/1963]), Alcina/Blecua (1975), Cortés Rodríguez (1991), además de otros muchos. 5. Pons Bordería sigue aquí los conceptos desarrollados en la teoría de la relevancia de Sperber/Wilson (1994). Cfr. también Montolío Durán (1998).

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hablante hacia el enunciado. De ahí que el uso de estas unidades permita a los lectores inferir fácilmente la postura del columnista ante el hecho que describe. Así, por ejemplo, en la siguiente columna mire otorga un cierto carácter espontáneo — característico del registro coloquial—, a las recomendaciones irónicas que A. Burgos dirige a su cuñado E. Rodríguez, el dueño de una conocida zapatería sevillana: (13) Enrique, a este paso tú vas a ser el único Rodríguez Zapatero de toda España: el zapatero Rodríguez. Mira, creo que por márketing debes quitar el nombre comercial de Calzados Catedral que nuestra madre puso a las zapaterías y rotularlas con tu apellido. [A. Burgos, “Rodríguez”, El Mundo, 24-3-2004]

Y en este otro ejemplo oye constituye un indicio de polifonía textual, pues M. Hidalgo recurre a esta expresión para ridiculizar la postura de aquellos que se preocupan por la reforma de la Constitución, a la vez que expresa su escaso interés por conocer el sexo del primer vástago de los Príncipes de Asturias: (14) La reforma de la Constitución se hará según convenga. No habrá problema. ¿Por qué, de nuevo, se crea un problema artificial? Los expertos tienen que dar su doctrina. Y si hay un remoto atisbo de inquietud en el panorama, no nos privemos de ello, oye. Venga, más tensión. Más leña al fuego. Más falsos conflictos. [M. Hidalgo, “¿Y sin son gemelos?”, El Mundo, 10-5-2005]

Frecuente en la lengua hablada resulta una variación en la forma de este marcador discursivo, que lo asemeja a la segunda persona del singular del presente del verbo oír, (15) Ese es mi problema. A ver si es que veo que la Montse no se entera, porque Gracia, cuéntale que hay un departamento de orgasmos en los ambulatorios, puñetas. ¿Se puede comprar? Pero ¿cómo que hay un departamento de de orgasmos? Sí, pero son todos de eyaculación precoz, así que he ido yo y nada, fatal. Al final tuve que volverme otra vez y nada. Se gastó los dineros para nada. Como es de la Seguridad Social, encima no vas a querer quedar muy contenta, oyes. [REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de referencia del español actual. (ORAL, Radio, Madrid, 24/06/91 A)]

una construcción recurrente en las columnas de E. Lindo: (16) Y conste que yo no tengo nada en contra de la prostitución, y menos si es de lujo, pero seré sincera: no doy las tallas. Cada una, oyes, tenemos nuestras limitaciones. [E. Lindo, “Pensamientos únicos”, El País, 28-3-2004]

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(17) Vamos, yo he leído novelas que eran, permítanme la ruda expresión, una mierda, pero que se salvaban gracias a que el escritor había metido una buena lluvia y aquello, oyes, era otra cosa. [E. Lindo, “Llueve sobre mojado”, El País, 4-4-2004]

El articulista emplea también otros enfocadores de la alteridad como hombre, (18) Cuatro bombas como cuatro borrones que le han caído, hombre, coño, en la elegante caligrafía. Pero Zapatero cambia de folio, vuelve a empezar desde el principio metiendo también en este nuevo folio mucha patria, muchos besos, mucho porvenir y todo eso que se conoce como su buen rollito. [F. Umbral, “Las cuatro sotas”, El Mundo, 17-5-2005]

unidad interjectiva de la que suele servirse el hablante en la conversación prototípica para, por ejemplo, manifestar con vehemencia su propia subjetividad, (19) Y al otro día siguió haciendo las albóndigas con sus cucharas, pero vio el cocinero, el jefe, que le salía una cuerda de la portañuela y que la arrastraba por el suelo y dice: oiga usted, ¿esa cuerda para qué es? Dice: hombre, como me ha dicho usted que aquí no se toca nada con las manos, cuando tengo ganas Qué gracia tiene, la cuerda Dice: Cuando tengo ganas de hacer el pis, me tiro de mi cuerdecita. Dice: ¿Bueno y después para meter eso para adentro? Dice: hombre para eso están las cucharas, ¿no?, creo yo. [REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de referencia del español actual. (ORAL, Ay Lola, Lolita, Lola, 30/03/95, TVE 2)]

y de cuya capacidad para mostrar “perplejidad o desconcierto” habla ya Beinhauer (1991 [1958/1963]: 38), quien la identifica como una forma característica del español coloquial. Los distintos valores semánticos de hombre varían en función de la posición que ocupa en el miembro discursivo en el que se inserta. Así, cuando aparece al comienzo de un fragmento discursivo suele indicar la discrepancia del hablante respecto a lo enunciado por el interlocutor, o para revelar su sorpresa. En este caso el tono de la voz resulta más elevado en la sílaba acentuada. Por el contrario, para indicar disconformidad, la primera sílaba se pronuncia en un tono más bajo, y suele terminar en cadencia en la sílaba siguiente, o en un tonema suspensivo que favorece el alargamiento de la vocal final. Hombre puede aparecer también al final de un fragmento discursivo, tiñéndose entonces del valor ilocutivo que presenta el enunciado que lo precede.

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Esta partícula puede aludir a individuos de ambos sexos, del mismo modo que sucede con el apelativo tío, utilizado por A. Burgos en este ejemplo para realizar una parodia del argot juvenil, (20) Zeñó direstó lescribo esta karta para protestar de lo que estan poniendo hustedes de los livro de testo. Tío, los livro de testo son taco chuli, guay, tío, que no tenteras, tirados de haprender, porque las hunidades didastica son tan korta ke te apruheban ziempre y que no se atreban a aprovarte los mui karkas, como la profe de Lengua, que como ez del PP la tía nos pega unos coñazo increivle con las Umanidades y la hortografia, ¿para ké sirben las Umanidades y la hortografia, si con las Umanidades no se puede uno conertar con Internet ni chatear? Tío a ber si tienes cohones de poner en el periodico esto ke te digo. [A. Burgos, “Biba la Academia de la Historia”, Abc, 30-6-2000]

o con el femenino tía, (21) Zarandeada como yo, una chica mascaba chicle con la boca muy abierta y charlaba con sus amigas empleando una prosa pastosa, como si tuviera la boca llena de gachas: “Con la tontería de ser universitaria, voy a pasar dos o tres años divirtiéndome sin tocar los apuntes, que para estudiar ya tendré tiempo”. Otra chica reía orgullosa al narrar su ruina universitaria: “Este curso pasado no aprobé ni una”, “¿y tus padres?”, “mis padres ni se enteraron, tía” (más risas en el grupo de amigas), “pues yo tía, he repetido primero y sólo me presenté a una”. [E. Mena, “La chica que mascaba chicle con la boca muy abierta”, Ideal, 16-10-2007]

reproducido aquí en enunciados de discurso referido en los que el columnista recoge las palabras de una adolescente. Por medio de este tipo de marcadores discursivos el hablante no sólo apela al oyente, sino que trata de incitarle a que colabore con él en la elaboración del enunciado. En consecuencia, estos enfocadores de la alteridad constituyen elementos intradiscursivos que pertenecen al ámbito de la enunciación, ya que hacen referencia al acto comunicativo. Además, se utilizan para mantener la coherencia básica de la comunicación, al favorecer el contacto con los interlocutores. A veces, el periodista acaba integrando este marcador en su propio discurso, (22) Y ya te digo: me puse una maravillosa cazadora naranja butanero de Miguel Palacio con la que estoy dando el cante en esta ciudad en la que es bastante difícil dar el cante porque los americanos ponen el listón muy alto, y me fui a cenar a ese restaurante francés, muy fisno, que hay en Madison. Un poco como Julia Roberts en Pretty woman, con las consabidas distancias físicas a favor de Julia, claro está, aunque hay algo que tenemos en común: las dos somos de brazo gordo, que es un dato doloroso que Almodóvar señaló a la vuelta de los Oscar y que a mí se me

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quedó grabado porque me sentí tristemente identificada. En total, lo que te cuento, tía: sólo había mujeres operadas. [E. Lindo, “Pecador de la pradera”, El País, 25-4-2005]

de una manera similar a la lengua hablada: (23) De ahí se infiere que Conde está perseguido por la justicia por un delito de pensamiento excesivo. Y que, tras el paso de Mario Conde, el patio de Monipodio no es otra cosa que un Ateneo de pensadores audaces. Venga ya, tío, colega. El pensamiento no lleva a la cárcel: es más bien en la cárcel donde has empezado a pensar. [REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de referencia del español actual. (ORAL, Corazón, corazón, 19/10/96, TVE 1)]

La presencia en la prensa escrita de estos marcadores característicos del coloquio —muchos de ellos calificados como bordoncillos o muletillas— no puede atribuirse a la impericia del redactor, sino que responde a una estrategia desarrollada por él de manera consciente, para recrear una situación de complicidad con sus lectores, emulando así a la conversación espontánea.

4. Indicios de las etapas de confección del discurso La búsqueda de la expresión precisa en el discurso hablado da lugar a acumulaciones paradigmáticas, a series formadas por elementos que ocupan el mismo lugar sintáctico, y que dan lugar a continuas “idas y vueltas” sobre el eje sintagmático. Hasta dar con la palabra adecuada, el hablante prueba con expresiones diversas, de modo que puede no distinguirse “lo perteneciente al desarrollo sintagmático de lo que, procediendo del orden paradigmático, se encuentra indebidamente en la misma línea” (Blanche-Benveniste 1998: 43). En el discurso periodístico que analizamos aquí se aprecian también lo que podrían denominarse vacilaciones fingidas. De ellas se sirve el columnista para crear una cierta apariencia de espontaneidad, simulando escoger las palabras que primero acuden a su mente y sustituyéndolas inmediatamente por otras que expresan mejor su pensamiento. Lógicamente, estas no pueden atribuirse tampoco a una supuesta falta de competencia idiomática del periodista, (24) Se hacen muchos chistes estivales sobre el narcisismo de Ana Obregón, pero ella no es sino el signo más elemental y directo de un fenómeno que abarca a la raza blanca (o etnia o lo que sea): el propio cuerpo como religión, como atención, como intención. [F. Umbral, “Los cuerpos”, El Mundo, 4-9-2000]

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(25) Lo curioso (o lo hilarante, la causa de mayor perplejidad) no es que los futurólogos hagan solitarios con la carta astral de Eva Sanum (bien mirado, eso puede incumbirle a nuestra próxima historia) sino que pongan toda la fuerza de sus meninges al servicio de Isabel Pantoja, alias “no sabes cómo sufrí”. [C. Rigalt, “El año 2001: ‘Reinona in pectore’”, El Mundo, 31-12-2000]

sino a su propósito de recrear las acumulaciones paradigmáticas del discurso oral. Si bien no es posible encontrar en las columnas de opinión ejemplos como el siguiente, (26) Había que tener el eh... ah, uh,... ¡Ah! ¡No me sale el nombre!. El certificado, el, el diploma, de socorrista, el certificado de socorrista. [cit. en Blanche-Benveniste 1998: 44]

que acabarían por hacer abandonar la lectura. En los textos periodísticos se da una imitación dosificada y controlada del proceso de elaboración de los enunciados de la inmediatez con una finalidad concreta. Así por ejemplo, las sucesivas elecciones precisan o intensifican algún rasgo significativo de lo anterior; en suma, se gana fuerza argumentativa, (27) Primero se hacen las guerras, o las revoluciones, o las revueltas, y luego se les busca justificación. Franco hizo la guerra civil por inspiración de Mola, pero luego se alzó caudillo “por la gracia de Dios”. Está de actualidad decir que ETA, en estos momentos, no sabe adónde va. Si de pronto ha descubierto que va a una guerra de religión, entonces sí que estamos perdidos. Se revelará que son mucho más religiosos que nosotros, o sea más fanáticos, o sea más crueles. O sea. [F. Umbral, “Memorial de agosto”, El Mundo, 1-9-2000]

o, por el contrario, se atenúa lo que precede: (28) Yo creo —en contra de lo que muchos simulan pensar— que lo que más podía gustar de la boda eran La Almudena misma y los frescos de Kiko Argüello, tan coloridos y expresionistas, extraordinario acierto —me doy cuenta ahora— de Rouco, lo único —o lo más acorde— con la inmunda sensibilidad colectiva. [M. Hidalgo, “La boda deseada”, El Mundo, 29-5-2004]

Muestras de las distintas etapas de confección del discurso oral son también las repeticiones intertextuales y los marcadores discursivos de rectificación, pues reflejan diversas instrucciones de procesamiento:

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(29) V: no no no/ se tuerce esa esquina para arriba al lado del Cíber ¿cómo es? ¿Ciber-café? ¿no es eso? [Corpus del habla de Almería, cit. en Camacho Adarve 2003: 124]

Las constantes repeticiones del coloquio no pueden explicarse exclusivamente como una manifestación del “realce expresivo” (Vigara Tauste 1992) o la mera “intensificación” (Briz Gómez 1998), sino como un indicio del peculiar proceso de elaboración de los enunciados, en el que se manifiestan las diversas fases de creación del discurso. Así, estos elementos se encuentran directamente vinculados con la reformulación, puesto que implican una nueva aserción que proporciona siempre una variación significativa pragmalingüística —aunque no se observe modificación alguna en el fragmento reiterado—, algo que puede apreciarse igualmente en este tipo de artículos de opinión, (30) Por su culpa, mi Infanta, me puse a disfrazar de hazaña deportiva mis ganas de huir. Y es que, en cuestión de deportes, está usted últimamente que se sale. Primero, queda subcampeona de la Copa de papá (perdón: de la copa de mi Rey) de vela [...]. [E. Mendicutti, “A mi Cristina, polideportiva”, El Mundo, 14-8-2002]

aunque en ellos tales estructuras responden a una finalidad distinta; la improvisación con la que suele elaborarse el discurso oral, en el que las ideas se exponen conforme acuden a la mente del hablante, para ir adecuando lo dicho a su verdadera intención comunicativa a medida que la secuencia avanza, poca relación guarda con el alto grado de planificación de tales textos periodísticos. El hablante se sirve de la reformulación para tratar de “borrar” lo asertado, mientras que en las columnas lo enunciado en primer término cobra con frecuencia mayor relevancia que el contenido del segundo miembro discursivo, pues revela con notables dosis de ironía la auténtica intención comunicativa del redactor.

5. La relevancia de los rasgos prosódicos y suprasegmentales Como en la lengua hablada, es frecuente encontrar en las columnas de opinión enunciados suspendidos o construcciones inacabadas en las que los puntos suspensivos demuestran que “aún se siente lo incompleto de la frase” (Beinhauer 1991 [1958/1963]: 243). Este autor achacaba su reiterada presencia en la sintaxis del coloquio a la necesidad del hablante de eliminar elementos desgastados, y de suprimir trivialidades y lugares comunes. Pero en realidad tales secuencias, apa-

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rentemente sincopadas o incompletas son plenamente comunicativas6 “precisamente en cuanto suspendidas” (Narbona Jiménez 1989: 166): (31) a. Si hubiera tenido más tiempo → (↑) b. De haberlo sabido → (↑) c. Si me lo hubieran dicho antes → (↑)

Si ni siquiera en la lengua hablada los enunciados incompletos o suspendidos pueden atribuirse sin más a la impericia del hablante, o a su voluntad de ahorrar esfuerzos, con mayor razón, en los artículos de opinión la presencia de tales construcciones no responde a la falta de destreza del periodista, sino a la voluntad de imitar la espontaneidad del discurso conversacional, y de plasmar gráficamente, con los escasos signos disponibles, los característicos rasgos prosódicos y suprasegmentales. Ejemplos de enunciados aparentemente “incompletos” son estas construcciones de relativo frecuentes en el discurso conversacional, (32) a. Hija, a ti todo lo que sea comer... b. Las cosas que yo podría contar... [cit. en Cascón Martín 1991: 212]

y también en las columnas, (33) ¿En qué quedamos entonces? Pues todo se quedará, como tantas veces por aquí, en un debate interminable. Por eso, ya ha salido el portavoz socialista, Manuel Gracia, para terciar entre modelos y referentes. Y ha concluido que lo mejor es tener listo el borrador andaluz cuanto antes, pero guardarlo en un cajón y esperar a que, previamente, aprueben el suyo los catalanes, porque igual “no nos interesa plantearlo”. O sea, que ni antes ni después, de reojo. El molde acompasado del referente. Dios, la que nos queda... [J. Caraballo, “Referencias”, El Mundo, 7-1-2005]

oraciones condicionales carentes de apódosis,

6. “Esta eliminación de elementos no necesarios, o menos necesarios, no se explica por pura economía, sino por el relieve singular que tiene para el hablante una parte del mensaje, la que con más urgencia desea transmitir al oyente y que le lleva a desdeñar como superfluo todo lo demás” (Seco 1973: 365).

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(34) a. ¡De haberlo sabido...! b. Si te fueras í(d)o cuando yo te lo dije...! c. Pero eso era en la época de nosotros, ahora tienen ellos que ayudar, si no... [cit. en Narbona Jiménez 1989: 183]

recurrentes en algunos textos periodísticos, (35) Y cuando llegué a lo de Ava Gardner, aquellos tres hombres graves, vestidos de oscuro, se miraban y sonreían. Ava Gardner, suspiró uno, el de más edad. Guapísima. Si yo le contara...7 Entonces nos acercamos un poquito más unos a otros, allí, en el rincón del mostrador. Y él nos empezó a contar. [A. Pérez Reverte, “Dos llaves de oro”, El Semanal, 24-2-2002]

y enunciados de sentido concesivo, (36) Ciudad que estaba donde tenía que estar, según otra genialidad de El Gallo. Ya la conocen: le iban a dar un improvisado homenaje sus partidarios de La Coruña y se excusó diciendo que tenía que volver inmediatamente a Sevilla. —¿Y a Sevilla se va a ir usted ahora, maestro? —trataron de convencerle—. Con lo lejos que está Sevilla... A lo que nuestro filósofo replicó: —No, Sevilla está donde tiene que estar. Lo que está lejos es esto. [A. Burgos, “Talavante y el tranvía”, Abc, 25-3-2007]

similares a los que pueden oírse en el coloquio: (37) ¡Con el dinero que me he gastado en él...! [cit. en Narbona Jiménez 1989: 183]

Poco importa que la objeción no llegue a verbalizarse, el lector adivina fácilmente, en virtud del contexto y de la entonación, el contenido semántico que pretende transmitir el columnista: (38) Uno se alegra de no tener que vivir ya entre dos aviones, cruzando fronteras a base de sobornar aduaneros, pisando cristales rotos en amaneceres grises, peleando por una conexión vía satélite, puesto contra una pared con un Kalashnikov apoyado en la espina dorsal o echando carrerillas por Sniper Alley mientras se siente como

7. El periodista se vale de una expresión de cierre, pero la “explota” y la renueva “reabriéndola” narrativamente. En una conversación la técnica es la misma, pero ha de plasmarse de modo diferente: “Si yo te contase... Bueno, te lo voy a contar...”.

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Ana Mancera Rueda un pichón en el tiro de pichón y Márquez, Betacam al hombro, protesta porque te metes en cuadro. Ahora puedo mentarle la madre al Javier Solana de turno sin que mis jefes amenacen con ponerme de patitas en la calle, entre otras cosas, porque ya no tengo jefes. Estoy fuera. Tuve la suerte de poder salirme a tiempo, y ya no arriesgo los huevos para que doña Lola y Borja Luis hagan zapping entre Corazón Corazón y Al salir de clase. Y sin embargo... [A. Pérez Reverte, “El pelmazo de Gerva”, El Semanal, 23-1-2000]

El peculiar esquema entonativo de los enunciados suspendidos revela la intención comunicativa del columnista, y funciona al mismo tiempo como señal que indica al lector la necesidad de elaborar el sentido de la oración fragmentada, (39) Tienes que ver la función con el abrigo o el chaquetón en las rodillas. Total, como aquí no hace frío... ¡Anda que no! ¡No ni ná! [A. Burgos, “No ni ná del no hace frío”, Abc, 29-1-2005]

Estos enunciados suspendidos poseen complitud informativa (Briz Gómez 1998: 87) y pueden ser fácilmente interpretados por el lector en virtud del contexto comunicativo y, especialmente, de la prosodia. Y es que todos ellos se caracterizan por poseer un especial esquema entonativo, ya que la suspensión hace que la entonación quede abierta (Seco 1973: 365), y provoca el alargamiento de las últimas sílabas, lo que origina una mayor duración de las mismas y una ralentización paulatina del habla. Estas poseen una especial línea melódica que se manifiesta, en muchos casos, “en una marcada anticadencia como base expresiva al final de la rama tensiva —diferencias entre 10 y 180 Hz desde la última sílaba tónica—” (Herrero 1996: 117). No obstante, el único medio del que dispone el columnista para representar gráficamente dichos rasgos prosódicos es la utilización de los puntos suspensivos. En las columnas encontramos además supuestas “interrupciones obligadas” (Cascón Martín 1991: 207) motivadas —aunque sólo aparentemente— por la falta de vocabulario del columnista, o por una pretendida duda momentánea con relación a lo que se iba a decir, (40) Es como si me hubieran dado el carné de pilotar... ¿cómo se llaman esos aviones rusos que dice Bono que son los más seguros? [A. Burgos, “Todos estampillados de motoristas”, Abc, 20-10-2004]

un rasgo frecuente en los discursos conversacionales, (41) Inf. —Pues Moscú es una cosa deforme, grande ¿no? no tiene una... Sí, hay una palabra que no la encuentro ahora.

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Enc. —Una unidad, una... Inf. —Fisonomía... propia... [cit. en Cascón Martín 1991: 207]

y del que el columnista realiza una “explotación particular”, (42) Pero así están como están. ¿Tú estás en contra de las hormonas? (Le digo que yo siempre a favor) Yo es que veo ahora mismo una cosa en esta profesión..., no sé, como que fueran todos superformales, como que su fin en la vida fuera comprarse el adosado. [E. Lindo, “Hormonas de sangre”, El País, 22-3-2004]

Evidentemente, el enunciado dialógico anterior no puede equipararse con este fragmento monolocutivo en el que la periodista recrea las dificultades de la actriz L. León para encontrar la expresión más adecuada, lo que le lleva a interrumpir momentáneamente su discurso. Y es que la presencia de enunciados suspendidos o pretendidamente inacabados en los artículos de opinión responde a la manipulación consciente de estrategias constructivas propias de la oralidad.

6. Final En definitiva, ni en el coloquio ni en la columna periodística pueden explicarse los enunciados en apariencia suspendidos, sincopados o incompletos, las acumulaciones paradigmáticas, los marcadores discursivos de reformulación y el uso recurrente de muletillas en función de la impericia del hablante o de la falta de destreza del redactor. Mucho menos, como reflejo de una mayor comodidad o de una supuesta economía comunicativa, principios reiteradamente aludidos al estudiar el lenguaje hablado. Por fortuna, ha ido abandonándose la consideración inicial de los enunciados orales como deficitarios, plagados de errores, transgresiones o incorrecciones, aparentemente motivados por el afán del hablante de realizar el mínimo esfuerzo. Todo esto, se pensaba tradicionalmente, respondía a un descontrol de la arquitectura sintáctica motivado por el afán del hablante de mostrar un mayor reflejo de su subjetividad, o por un grado más elevado de expresividad o afectividad. Por ejemplo, Beinhauer define a la modalidad de uso coloquial como característica “no ya del hombre de tipo corriente y moliente, sino aun de gentes cultas, cuando su habla va impulsada por la afectividad (la cursiva es nuestra), o en momentos de expansiva intimidad en las charlas con los ‘amigotes’” (1991 [1958/1963]: 12).

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La relación vivencial de proximidad entre los interlocutores y su saber compartido justifican la fuerte dependencia contextual de los enunciados de la lengua hablada, algo que el columnista trata de recrear en sus textos, fingiendo así una pretendida connivencia con sus lectores mediante estrategias constructivas deliberadamente puestas en práctica. La manipulación consciente de los elementos sintácticos prototípicos de la oralidad coloquial le permiten simular, por ejemplo, la indecisión de sus personajes, o su propia necesidad de encontrar la palabra exacta mediante reformulaciones o aproximaciones sucesivas, y de sugerir sin llegar a mencionar explícitamente, en un constante juego de alusión y elusión. No obstante, la reproducción en la escritura del modo de elaboración de la lengua oral tropezará siempre con las limitaciones que conlleva la imposibilidad de realizar una explotación de la prosodia equiparable a la de la conversación auténtica contextualizada. Y es que el columnista, al prescindir del contexto del coloquio real, realiza una manipulación que le lleva a rechazar aquellas construcciones que —aun respondiendo a la misma técnica básica de la lengua hablada—, ralentizarían en exceso la lectura o dificultarían la comprensión de su discurso y que, por lo tanto, no pasan a la escritura. No conviene olvidar que nos encontramos ante una mera recreación de los elementos prototípicos de los discursos de la inmediatez comunicativa, fruto del “filtro” llevado a cabo por el propio autor.

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VARIACIÓN LINGÜÍSTICA Y LÉXICO

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SOBRE EL LÉXICO DEL SIGLO XII MANUEL ARIZA VIGUERA Universidad de Sevilla

1. Introducción Ya hace varios años que llevo investigando la lengua del siglo XII1. En este marco es donde tiene sentido el presente texto. Como es sabido, la documentación notarial del siglo XII está en latín. Solo a fines del siglo se puede decir que ya hay algún documento en romance. En concreto siete. A los que habría que añadir unos cuantos más —no muchos— en donde la mezcla de elementos latinos y romances es notable. A mi modo de ver, el primer documento que se puede considerar plenamente romance es un documento de Alfonso VII del año 1169. Dejando fuera teorías en las que no creo, considero —como la mayoría de mis colegas— que la aparición mayor o menor de elementos romances se debe a la mayor cultura del notario o escriba. Otra cosa distinta es si los escribas de la época eran conscientes o no de que lo que ellos hablaban era una lengua distinta de la que escribían. Es posible que —como dice Ángel López (2000)— no tuviesen una noción muy clara de que eran lenguas diferentes y, por lo tanto, estimasen que solo eran variables sociales. De ahí expresiones como: saltus que vulgariter sotos apellamus (BUR 1194). Sea ello como sea, lo que es cierto es que de forma general intentan escribir en latín de ahí latinizaciones incluso de arabismos como alcaldibus (ES 1198, SA 1196), hismaelitarum (OD 1106), etc. Y claro falsas latinizaciones como madii (muy frecuente) ‘mayo’ (PI 1144), o trico (PI s.f.) ‘trigo’, que solo se explican

1. Vid. Ariza Viguera (2009).

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porque el notario no sabía la etimología pero sabía consciente o inconscientemente de ciertas reglas existentes entre las formas latinas y las romances. Por eso también los romanismos aparecen más frecuentemente en los nombres propios y en arabismos o en palabras cuyas etimologías eran menos conocidas. Como mi intención era estudiar el romance del siglo XII, no he recogido las palabras latinas, lo que muchas veces es difícil de discernir. Pondré algún ejemplo: ¿cómo saber si casa o fama son palabras latinas o romances? El criterio que he seguido —discutible, es cierto— es considerarlas romances si están en un contexto romance y latinas si están en un contexto latino. Así, si la frase fuese casa Petri no la he incluido, pero si la frase es la casa de Pedro, sí. Es difícil hacer un vocabulario de este tipo porque presenta problemas muy complejos. Pondré algunos ejemplos. La palabra hasta es un viejo arabismo del español, ¿dónde debe ir en el diccionario? ¿En la efe, en la a, en la hache?, porque tenemos las formas castellanas con f y las formas leonesas y aragonesas sin ella. Pondré otro ejemplo: el latín CLAUSA dio closa, llosa, xosa e incluso flosa por ultracorrección, ¿en qué lugar coloco estas formas? Ya sé que da lo mismo, con tal de que haya remisiones en los lugares adecuados, pero siempre hay que tomar alguna decisión que no acaba de satisfacer del todo; así, por ejemplo, he suprimido la hache como letra porque prácticamente todas las palabras que tenían hache en latín aparecen o pueden aparecer sin ella en el siglo XII, y, claro, es rarísima la hache procedente de la F latina. ¿Qué hacer con la ç y con la z iniciales? ¿Debo poner en la z zima?, ¿dónde coloco caga ‘zaga’?, ¿y chien ‘quien’? La solución ha sido —además de poner las referencias— poner entre corchetes las formas actuales si no se daban en la época, y lo mismo he hecho con los infinitivos verbales si no aparecen. No he hecho el recuento pormenorizado, pero más o menos, creo que el léxico reunido se acerca a las dos mil voces romances. Lo que no está mal. La mayoría son, claro es, voces de origen latino, pero no faltan tampoco las de otro origen, que son precisamente en las que me voy a detener ahora.

2. Voces prerromanas Como saben todos los que han estudiado historia de la lengua, hay palabras que sabemos que son prerromanas, sin que a veces sepamos cuál es la lengua origina-

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ria en concreto. Es lo que ocurre, por ejemplo, con perro (HUE 1193, FVM 165), de la que ya tenemos testimonios en el siglo XI, pero que, sin duda, existió desde mucho antes. No son muchas las voces prerromanas; si no he contado mal son 21, de las que han perdurado la mayoría, como abarca, arroyo, canto ‘piedra’, nava, perro, sarça ‘zarza’, serna ‘campo de labranza’, silo, vega. Además, ya aparecen las voces que significan ‘mano izquierda’ como izquierdo y surdo. Algunas tienen un ámbito reducido como garricis ‘carrascal’ en Aragón, o carbaliar ‘robledal’ (León). A ambos reinos pertenece rego ‘río’, voz que perdura en zonas leonesas. Vascas son las aragonesas agorral ‘pasto’ —que desapareció pronto— y zatiquero ‘oficial que se ocupaba de la mesa real’; celtas son las orientales alpe ‘monte’, landa ‘meseta’ y molton ‘carnero’. Ya se ha señalado alguna vez cómo gran parte de las voces prerromanas hacen referencia a nombres geográficos, efectivamente, 13 de las 21 pertenecen a ese ámbito, lo que supone más del 60 %.

3. Germanismos No escasean tampoco los germanismos (24 palabras), en parte porque —como es sabido— muchos se habían incorporado al léxico de Roma, como espuela, guerra o rico, otros tuvieron un ámbito más restringido desde un punto de vista geográfico, otros, en fin, penetraron tardíamente, es decir, que son realmente galicismos. Este es el caso, por ejemplo, del escarne del Auto de los Reyes Magos, en el que ahora no me puedo extender. Para algunos —Meyer Lübke, Corominas— gris, albergueria, barón y bruno2 serían provenzalismos. Quizá, aunque los argumentos no me parecen muy sólidos. Lo curioso es que de bruno este es el ejemplo más antiguo, pues los conocidos se remontan a fines del siglo XIV. Es voz que debió generalizarse en el siglo XV y debió tener amplia difusión en el XVI, porque sigue viva en amplias zonas de Amé-

2. En este caso para Corominas sería un catalanismo.

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rica, pese a que en el CORDE no hay muchos ejemplos de esta época —dos autores andaluces, dos de Guadalajara y uno aragonés—. Tampoco hay muchos ejemplos del siglo XVIII —el P. Isla y Samaniego—, lo que puede explicar que el Diccionario de autoridades la dé como anticuada, aunque en la segunda edición, de 1770, ya quita la anotación. La verdad es que es palabra de la que no sé decir si se sigue empleando o no en la Península3. Volviendo a nuestros germanismos, estopo ‘medida para áridos’ es un germanismo leonés que se perdió en el siglo XV, fertón ‘cuarta parte del marco’, fue germanismo del aragonés. De los castellanos casi todos han perdurado, salvo onta ‘afrenta’, que llegó a mediados del siglo XIII4, lua ‘guante’ perduró al menos hasta el siglo xv5, después siguió viva la voz como luva o lufa; guarnimento ‘armadura’6 llegó a fines del siglo XVI; guarnir llegó a fines del siglo XV, y perdura hoy en Asturias. Guisa ‘manera’ se perdió como elemento adverbial en el siglo XVI. Sayón se empleó todavía en los Siglos de Oro. Hay dos palabras interesantes por varios motivos: una es guadañar, que Corominas data del siglo XVII y cree derivado de ‘guadaña’, a la que data en el siglo XV. Su aparente datación tardía le permite realizar una larga disquisición etimológica que visto nuestro testimonio habría que revisar. La otra es alodio ‘bien patrimonial’, muy frecuente en los siglos XI y XII, y después parece como si dejase de emplearse, y lo único que se recoge en el CORDE es un ejemplo del aragonés Zurita en el siglo XVI, hay otro ejemplo de un autor madrileño del siglo XVII, un ejemplo navarro del XVIII y uno catalán del XIX. No hay ejemplos en el CREA. En los diccionarios académicos aparece en 1770 con la nota de “anticuado”, nota que se quita en 1803, no sé por qué. Hasta nuestros días han llegado fieltro —datada en el siglo XV—, franco, ganar, ropa, toalla, trasquilar. También burgués, que entonces solo significaba habitante de una ciudad, pues seguía viva la palabra burgo. 3. Como sigue figurando en el DRAE, ninguna monografía dialectal la recoge. En el CORDE hay un ejemplo de Miguel Hernández y otro de Wenceslao Fernández Flórez, y en el CREA uno de Caballero Bonald y otro de Juan Benet, además de muchos autores hispanoamericanos. 4. Y en aragonés hasta el siglo XV. 5. En el CORDE hay un ejemplo del siglo XVII. 6. Aunque ya en el siglo XIV pudo significar ‘guarnición, adorno’.

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4. Arabismos Son muy numerosos y pertenecen a múltiples campos. Después del léxico latino es el más importante. Si no he contado mal hay 104 arabismos, la mayoría ha llegado a nuestros días. Casi todos son sustantivos, aunque hay algunos adjetivos como forro, mezquino, sarchins e incluso una partícula —hasta—. Hay también un arabismo semántico: adelantado. Veamos los más importantes. a) Oficios y cargos: tenemos 13 denominaciones: adalí, albardero, alboguero ‘fabricante o tocador de alboques’, alcaide, alcalde, alfaquí ‘médico’, alfayate ‘sastre’, alférez, alguacil, almojarife ‘recaudador de impuestos’, axarico ‘aparcero’, zabalmedina ‘magistrado’, zabacequia ‘encargado de las acequias’. Algunos han llegado hasta nuestros días, a veces con cambios de su significado medieval, como alcaide, alfèrez o alguacil. Alguno se perdió pronto, como alfaquí, que no sobrepasó el siglo XIII, otros llegaron hasta el Siglo de Oro, como alfayate, otros desaparecieron con la extinción de la profesión como albardero o alboguero, esta última en el siglo XIX. Algunas palabras son solo aragonesas como axarico, zabalmedina y zabacequia. b) La ciudad: alcantarilla, aldea, alhóndiga ‘fonda’, alforí ‘granero’, alfoz, arrabal, barrio, mezquita, rambla y tahona. Algunas palabras se perdieron a lo largo de la Edad Media como albacar ‘aprisco’, albará ‘distrito’, alhicen ‘recinto fortificado’, alicace ‘zanja para poner los cimientos’ y almohalla ‘campamento’. Alforí llegó al siglo XVII. c) El campo: aceña, acequia, alberca, almarjal ‘prado’, añora ‘noria’, azuda ‘represa’, xafariz ‘estanque’. Algunos, pocos, son de vida efímera y localizada, como los aragonesismos alfetema ‘turno de riego’ y almunia ‘huerto’. Fijémonos que la mayoría hacen referencia al agua, tan importante en la agricultura árabe. d) Telas y ropas. Es el campo de vida más efímera, seguramente porque la moda es muy cambiante. Así tenemos acitara ‘cortina, paño’ —que dejó de usarse en el Siglo de Oro—, alhamar ‘cobertor, alfombra’ —que llegó hasta el siglo XVII—, alifafe ‘cobertor’ —dejó de emplearse a fines del siglo XIII—, almuzalla ‘manta’ —que llegó a fines de la Edad Media—, ciclaton ‘seda brocada con oro’ —que llegó al siglo XIV—, no pasaron del siglo XII annomath ‘tapiz’, loztou ‘tela persa’, ovede ‘tejido de lana fina’, y tiraz ‘tejido bordado’. El aragonés almogenia ‘cobertor’ llegó al siglo XIII. Almadraque ‘colchón’ se conserva en el judeoespañol y en Murcia.

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e) Medidas: en este campo tenemos almud ‘celemín’, alquez ‘medida de vino de 12 cántaras’ —se conserva en el aragonés—, azumbre, cahiz ‘medida para áridos’, fanega y maquila ‘medida de granos’. f) Monedas: mariní ‘maravedí de Murcia’, marroquí ‘maravedí africano’, melequí ‘maravedí de Málaga’, mencal ‘moneda de oro’ y, claro, maravedí. g) Varios: en este apartado incluyo aquellas voces cuyos campos son reducidos; así hay algunas palabras para indicar impuestos: alcabala, annuba ‘impuesto para reparar las murallas’, zavazogato ‘impuesto que se pagaba al almotacén’; un arabismo expresa la costumbre de invitar cuando se cierra un trato, aliara —que se conserva en la zona oriental peninsular—; objetos hay albarda, alcándara ‘percha para rapaces’, taza, redoma. Animales hay dos: acémila y alfaneque ‘comadreja’, que se perdió en el siglo adjetivos hay dos: mezquino y horro ‘libre’, además de los referidos a comunidades, como mozárabe, muzmutis ‘almohade’ o sarraceno. Minerales hay dos: azogue y el efímero cazmí ‘metal parecido a la plata’.

XVI;

En fin, otros arabismos conocidos que ya se registran en nuestra época son: algara, espinaca, fulano y zaga.

5. Galicismos y occitanismos Como es sabido, ya en el siglo XI comienza el flujo de gentes ultrapirenaicas debido a las peregrinaciones a Santiago y al influjo cultural de los monasterios de la orden de Cluny; por consiguiente, no es de extrañar que existan bastantes galicismos —29 si no he contado mal—. Varios tienen que ver con la Iglesia, como canonge, chantre, dean, freire, monje o prebost. La primera, canonge, parece que es voz oriental —riojana y aragonesa—. En cuanto a la última, prebost, según Corominas la primera documentación de la voz es del siglo XVII, de Covarrubias, que escribe que se dice Cataluña. Aparte del adelanto cronológico, en el CORDE hay abundante documentación medieval, no solo de las zonas cercanas a Francia —nuestro ejemplo es de Irache—, sino en el castellano. En este sentido es clara la primera Partida alfonsí, que siempre que cita nuestra palabra da como sinónimo prior —‘preboste’ o ‘prior’—. No es el caso hacer la historia léxica y semántica de esta palabra, por lo

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que solo añadiré que desde el siglo XIII alternó con prioste, aunque pronto adquirieron diferente significado. Otro grupo lo constituyen los cargos y oficios, como comendador, chapusador ‘herrero’ —es la misma etimología que dio en español chapucero—, merchan — que perduró hasta fines de la Edad Media—, palafreno. Como es sabido, la terminación -age, procedente del latín -ATICU, presenta una solución francesa, como son herbage, furnage, portage y salvage. Los tres primeros son impuestos, los que se pagaban, respectivamente, por apacentar, por usar el horno y por entrar en un sitio. La última citada parece ser voz aragonesa en este siglo, aunque ya hay ejemplos castellanos en el siglo XIII. Otros galicismos son: adobar, celdal ‘cendal, tela fina de seda o lino’, cembellina ‘piel de marta’, colcha, doncas ‘pues’ —fue siempre voz aragonesa—, foina ‘garduña’, es documentación interesante porque se encuentra en León —en donde se sigue conservando, aunque con otros significados— y porque los primeros testimonios son del siglo XVII. El DRAE cree que es un aragonesismo del español porque se conserva en este dialecto. Siguiendo con el listado tenemos además fresa, granja, jambon, losenjar ‘lisonjar’, manjar, peziar ‘destruir’, y pitanza.

6. Palabras latinas La mayoría de las palabras latinas se han conservado. No es de extrañar considerando el carácter tan poco creativo y tan cotidiano de los textos notariales. Pero, como era de esperar, algunas han ido desapareciendo a lo largo de la historia. No son muchas, unas cincuenta, lo que supone un 2,5 por ciento. Insisto en que el porcentaje no es indicador de nada. Algunas, pocas, tuvieron una vida efímera; es el caso de cirotega ‘guante’, achapto ‘adquisición’, esta última aragonesa y diégano ‘diácono’7. Ninguna parece haber sobrepasado el siglo XII, quizá porque no fueron populares, pese a sus evoluciones fonéticas.

7. Parece significar ‘monje encargado de la cocina’.

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A lo largo del siglo XIII dejan de emplearse caboso ‘cabal, perfecto’, degaña ‘finca de un monasterio’, molendino ‘molino’, a mediados, y, a fines, allora ‘entonces’8, apreciadura ‘aprecio’, enartar ‘engañar, hechizar’, enfurción o furción ‘tributo que se pagaba al señor’, erbatico ‘tributo por apacentar’, la leonesa adil ‘erial’ y monazino ‘monaguillo’. Un poco más duraron carapitos ‘medida para líquidos’, obos ‘necesidad’ del latín OPUS, collazo ‘siervo’, la leonesa fazerolo ‘almohada pequeña’9, manpuesta ‘imposición’ y uzo ‘puerta’, que desaparecieron a o largo del siglo XIV. A fines de la Edad Media llegaron amparanza, baraia, coitral ‘decrépito’, fosado y fosadera ‘impuesto para gastos de guerra’, y mañero ‘el que muere sin sucesión’. A lo largo del siglo XVI dejaron de usarse emina ‘medida’ y lezda ‘impuesto sobre las mercancías’ —a principios—, y cormano, emparar ‘embargar’, gavia ‘jaula’ y redra ‘fianza’; llegó al XVII cocho como participio de ‘cocer’. Fazendera ‘trabajo comunitario’ se perdió en castellano en el s. XVI, pero se conserva en León. El caso de capiscol es interesante. No encuentro ejemplos de su uso desde comienzos del siglo XVII, salvo el P. Isla. La última edición del DRAE lo recoge sin ningún tipo de notación como equivalente de ‘chantre’, y, como segunda acepción ‘en algunas provincias sochantre que rige el coro’. A mi modo de ver es un tecnicismo eclesiástico. De alpindi ‘cobertizo’, no tengo testimonios posteriores al siglo XII, salvo a partir del siglo XIX, pero creo que debió seguir viva, pues se conserva en Andalucía, con el significado de ‘caseta para aperos’. Ni que decir tiene que hemos adelantado la fecha de primera aparición de muchas palabras, no tiene demasiada importancia salvo en determinados casos. Quiero decir, que da lo mismo que no tengamos testimonio de una forma como meior hasta el siglo XI o el siglo que sea, porque su evolución fonética nos habla de su existencia desde el latín hablado. Dicho esto, hay una serie de palabras cuya primera datación era el siglo XVII, como por ejemplo el arabismo aragonés alquez, cuyo primer testimonio, según el Diccionario histórico, es de Oudin en 1617, ya como aragonesismo. Parece obvio que no

8. Perdura en el Alto Aragón. En los Siglos de Oro hay algunos ejemplos de alora, que es un claro italianismo. 9. Hay ejemplos castellanos de faceruelo entre 1500 y 1512, pero con el significado de ‘pañuelo’, por lo que sería un italianismo.

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puede ser un arabismo tan tardío, ni siquiera suponer que era voz propia de los moriscos aragoneses, puesto que se ha conservado en la lengua romance hasta hoy, lo que indica su arraigo en el habla. Otra palabra interesante es foina, de la que ya hemos hablado anteriormente, cuyo primer testimonio es de Gracián y que también emplean B. Foz y Sender, lo que iría a favor de su origen aragonés, pero que también aparece en Ortega y Gasset y en dos autores hispanoamericanos: el mejicano F. J. Clavijero, en el siglo XVIII, y el argentino Cambareces, en el XIX. Del siglo XVI eran los primeros testimonios conocidos de garrafe, tacón y ventalla. De la primera Corominas se planteaba si realmente era un arabismo hispánico por la cronología tan tardía, por lo que sospechaba un origen italiano; aunque Corriente planteaba inconvenientes a esta teoría, nuestro testimonio echa definitivamente por tierra la hipótesis italiana. De tacón los primeros testimonios eran del siglo XVI; el hecho de que aparezca como apodo puede explicar su temprano testimonio —como en otras palabras—. Del galicismo ventalla solo he encontrado un ejemplo del siglo XVI y otro del XIX. En el Diccionario de autoridades hay ventalle ‘abanico’ como anticuado y ventalla ‘válvula’, los significados de estas dos formas son amplios y no puedo entrar en ellos. He de decir que ventalle se registra ya en el siglo XV. Del siglo XV eran los primeros ejemplos conocidos hasta ahora de albogero, cordelera, y surdo. Insisto en ello porque —que sepamos— hay albogues en la España cristiana desde mediados del siglo XIII, es de suponer que también habría fabricantes desde entonces10. Con más razón hay que sospechar la anterioridad en el uso de cordelera y no digamos de surdo por ser esta palabra prerromana y en consecuencia de muy amplia antigüedad. Del siglo XIV eran los primeros testimonios conocidos de alcornocal, aspinaq, bruno, cabrero, cadafalso, capude, esparago, gavia, jambon, ovehero, paleta, peçon y zanca. No puedo comentar todas. Fijémonos que parecía absurdo que los pastores de ovejas y de cabras no apareciesen hasta el siglo XIV, y conste que estamos seguros de que aparecerán antes, por más que Lapesa no recoja ningún ejemplo de los tres términos.

10. Claro es que se podían importar de Al-Ándalus, por lo que a lo mejor la fecha del XV es cuando ya hay artesanos en la España cristiana. A saber. No lo estudia Martínez Meléndez en su libro (1995). Estudio de los nombres de los oficios artesanales en castellano medieval, Granada, 1995.

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Si pusiéramos todas las voces que no estaban atestiguadas antes del siglo XIII ofreceríamos una lista bastante amplia, pero no merece la pena. Hay, al mismo tiempo, muchas palabras que son hápax y de las que ignoramos a veces su significado y etimología, como allezefrange, fazroen, oxova, etc. De la primera Corriente considera que es un arabismo que significa ‘tela de origen francés’, mientras que Lapesa sigue las ideas de Steiger y así opina que es ‘tela de seda al estilo iranio oriental’. Oxoua es posible que sea una variante gráfica de ‘ochava’, como sugiere Lapesa. La inclusión de los apodos ha enriquecido nuestro léxico, pues suelen ser términos no usuales en la documentación medieval. El ejemplo más claro es el famoso apodo pixa feliz, ya citado por Corominas como el primer testimonio de este sustantivo, que es la forma que predomina hasta el siglo XVII, pues la forma con ch no se registra hasta el siglo XIX. Pero el tema de los apodos es tema que estudiamos en otra ocasión.

Fuentes documentales citadas (BUR): GARRIDO GARRIDO, José Manuel (1983): Documentación de la Catedral de Burgos. Burgos: Ediciones J. M. Garrido Garrido. (ES): VIGANU, Vicente (publicado por) (1885): Cartulario del Monasterio de Eslonza. Madrid: Viuda de Hernando. (FVM): LAPESA, Rafael (1985): “El fuero de Valfermoso de las Monjas”, en: Homenaje a Álvaro Galmés de Fuentes, tm. I. Madrid: Gredos. (HUE): LIZOAIN GARRIDO, José Manuel (1985): Documentos del Monasterio de Las Huelgas de Burgos. Burgos: Ediciones J. M. Garrido Garrido. (OD): FERNÁNDEZ FLÓREZ, José Antonio/HERRERO DE LA FUENTE, Marta (compilado por) (1999): Colección documental del Monasterio de Santa María de Otero de las Dueñas. León: Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro” [etc.]. RUBIO, Luis (compilador) (1971): Los documentos del Pilar: siglo XII. Zaragoza: (PI): Instituto “Fernando el Católico”. (SA): MARTÍN MARTÍN, José Luis et al. (1977): Documentos de los Archivos catedralicio y diocesano de Salamanca (siglos XII y XIII). Salamanca: Universidad de Salamanca.

Referencias bibliográficas ARIZA VIGUERA, Manuel (2009): La lengua del siglo XII. Madrid: Arco/Libros. COROMINAS, Joan/PASCUAL, José Antonio (1987-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid: Gredos. CORRIENTE, Federico (1999): Diccionario de arabismos y voces afines en iberorromance. Madrid: Gredos.

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LÓPEZ GARCÍA, Ángel (2000): Cómo surgió el español. Madrid: Gredos. MARTÍNEZ MELÉNDEZ, M.ª del Carmen (1995): Estudio de los nombres de oficios artesanales en castellano medieval. Granada: Universidad de Granada. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1969): Diccionario de Autoridades. Ed. fasc. Madrid: Gredos. — (1972): Diccionario histórico de la lengua española. Madrid: RAE. — (2009): Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe. — Banco de datos (CORDE) [en línea], Corpus diacrónico del español, http://rae.es — Banco de datos (CREA) [en línea], Corpus de referencia del español actual, http://rae.es

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EN TORNO A LA VARIACIÓN LINGÜÍSTICA EN LA PRODUCCIÓN LEXICOGRÁFICA M.ª AUXILIADORA CASTILLO CARBALLO Universidad de Sevilla

A lo largo de la tradición lexicográfica, la variación siempre ha tenido, en mayor o menor medida, cabida en los diccionarios, en los que suele aparecer reflejada mediante diferentes tipos de marcaciones en la microestructura. No obstante, los distintos mecanismos de anotación que dan cuenta de la diversidad lingüística y que intentan subrayar la pertenencia de un vocablo a una variedad alejada de la estándar no han resultado siempre adecuados. En la actualidad, existe un especial interés por registrar con más rigurosidad esta información. En este sentido y de acuerdo con un criterio sincrónico, van desapareciendo del diccionario las voces desusadas o arcaicas y cada vez están más presentes los vocablos de nueva incorporación a la lengua. Estos neologismos carentes habitualmente de marcas en la microestructura suelen estar, con frecuencia, resaltados tipográficamente en la macroestructura, mediante corchetes, cursiva, etc. Así mismo, se introducen un gran número de palabras de uso no peninsular en virtud de la tendencia panhispánica imperante. En cuanto a los niveles y registros, la etiquetación, aunque mejorada, aún sigue siendo imprecisa. Podría decirse que los repertorios destinados a la enseñanza del español como segunda lengua, dejando atrás algunas directrices marcadas por la tradición, han introducido novedades significativas que empiezan a marcar un nuevo camino, nada desdeñable, del que deberían tomar debida cuenta los diccionarios generales. Como ha señalado Garriga Escribano (1997: 81), Nebrija, al igual que en otros aspectos lexicográficos, supone un antecedente en la información sobre el uso1, sobre todo si se contrasta con los diccionarios franceses en los que en el siglo XVII no se observaba todavía un tratamiento homogéneo ni sistemático2. 1. En el Diccionario latino-español (impreso en Salamanca en 1492) se encuentran algunas abreviaturas que tienen este objetivo. 2. Es en el Tesoro de las dos lenguas francesa y española de César Oudin (1607) donde se observa una presencia importante de esta información, aunque no mediante abreviaturas. Así mis

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No cabe duda de que el sistema lingüístico que refleja el diccionario es bastante heterogéneo, pues atiende indistintamente a las divergencias de carácter espacial, temporal, social y estilístico que se materializan en cuatro tipos de variedades: estados de lengua, variedades regionales, variedades sociales (en las que se incluyen también los tecnolectos, destacables por su especial importancia) y registros, que vienen explicitados en el discurso lexicográfico mediante etiquetas o marcas3. Se trata de marcas geográficas o diatópicas4, cronológicas o diacrónicas5, diastráticas6 y diafásicas o estilísticas7. Los diccionarios generales monolingües del español, en consonancia con el académico, registran voces de uso restringido. No es posible pensar en un diccionario general del español con ausencia de marcas de este tipo, pues no cumplirían con las expectativas que tienen los usuarios de estos repertorios. Puede decirse que la preocupación por los procesos de marcación se ha ido incrementando progresivamente a lo largo del tiempo y, que, por ello, la investigación metalexicográfica ha incidido en su estudio y análisis8.

3. 4.

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6.

7. 8.

mo, más tarde la encontramos en el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias (1611), primer diccionario monolingüe general impreso en español. Posteriormente, este procedimiento se usará en el Diccionario de autoridades (1726-1739), y en lo sucesivo en los principales diccionarios del español. Como ha señalado Luis Fernando Lara (1997: 248) en la actualidad están cobrando cada vez un valor más descriptivo que normativo. Hacen referencia a los países o áreas geográficas en los que se usa una unidad léxica o una de sus acepciones. Esta marcación diatópica se manifiesta mediante abreviaturas que aluden a regiones, provincias, comarcas, zonas peninsulares y también a variedades del español de América o de otras zonas geográficas. Advierten de si la unidad léxica descrita es arcaica, es decir, comienza a caer en desuso, especialmente entre los hablantes de las generaciones jóvenes, o es un neologismo. En este sentido, en los diccionarios aparecen abreviaturas de anticuado, desusado, poco usado, obsoleto, arcaico. En los últimos años, han visto la luz repertorios lexicográficos que pretenden recoger el uso actual de la lengua, y que prescinden de las voces anticuadas y, en consecuencia, también de este tipo de marcas, como ocurre en el Diccionario del español actual de Manuel Seco. En lo que respecta a los neologismos, en la tradición lexicográfica española no existe costumbre de marcarlos, aunque aparezcan las excepciones referidas anteriormente. Informan de que una unidad léxica determinada o una acepción de esta pertenece a una especialidad concreta o bien de que se usa en los niveles culto o vulgar, o incluso popular, en algunos casos. Son las llamadas modalidades de habla que hacen referencia al carácter literario, coloquial, formal, informal, etc., de la palabra-entrada o de alguna de sus acepciones. Es el caso de Casares (19923), Fernández Sevilla (1974), Alvar Ezquerra (1976), Ettinger (1982), Zimmermann (1994), Gutiérrez Cuadrado (1996a) o Garriga Escribano (1994, 1996, 1997), entre otros.

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Toda la producción lexicográfica va a ser monopolizada por la Academia a partir de la aparición de su primer diccionario, el de Autoridades9, ya que las pautas establecidas dentro de la Institución tendrán una gran trascendencia en la actividad lexicográfica posterior. Por esta razón, voy a seguir muy de cerca la presencia de las marcas de uso en el Diccionario oficial10. En cualquier caso, y como ha referido Garriga Escribano (1996: 105), son fundamentales dos aspectos: “la necesidad de establecer un criterio coherente sobre el valor de cada una de ellas, y la de que esta información se proporcione de forma clara y sistemática”. Generalmente se recomienda la codificación de esta información en el diccionario, destinándole un espacio fijo en el artículo lexicográfico (habitualmente detrás de la categoría gramatical y antes de la definición, aunque no siempre). No obstante, no aparece una codificación11 rigurosa en el Diccionario académico12. Hace unos años, Garriga Escribano (1997: 95) analizaba un grupo de palabras relacionadas con el léxico de la droga: anfeta, caballo, camello, canuto, chocolate, ciego/ga, coca, colocar, drogata, drogota, esnifada, polvo, raya, en las que observaba la necesidad de simplificar y sistematizar la información que sobre el uso proporcionaba el Diccionario oficial (1992), ya que registraban una gran variedad de marcaciones. Unas aparecían con la abreviatura de familiar, otras con la de coloquial, algunas con la fórmula en el lenguaje de la droga, y no faltaban casos en los que había una total ausencia de marcas. En la última edición de 2001, han cambiado algunas cosas. Se ha eliminado la marca familiar, por lo que todas las voces que anteriormente estaban así anotadas se registran como coloquial. No obstante, el sistema de marcación sigue siendo heterogéneo, pues el resto de las entradas no han sufrido ninguna modificación.

9. Diccionario de la lengua castellana en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes y otras cosas convenientes al uso de la lengua (1726-1739). 10. Es conveniente subrayar que la Academia no utiliza el término marca hasta la edición electrónica de su repertorio oficial en 1995, en la que aparece un “Índice de abreviaturas y marcas”, y se refiere a profesiones y disciplinas y variantes socialmente marcadas y desprestigiadas. 11. Entiendo por codificación el establecimiento de un número determinado de marcas (función desempeñada, a veces, por las abreviaturas) y la asignación de un valor a cada una de ellas. He dicho que no es rigurosa esta codificación, porque, en no pocas ocasiones, las indicaciones de uso aparecen implícitas en la definición, como también sucede en la producción lexicográfica en general, es decir, podemos extender esta falta de rigor a los diccionarios no académicos. 12. También DRAE en lo sucesivo.

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La reducción a un solo tomo del Diccionario académico en 1780 (Diccionario de la lengua castellana, reducido a un tomo para su más fácil uso, conocido corrientemente como diccionario vulgar, usual o común para diferenciarlo del llamado Diccionario de autoridades) hizo que la Institución se valiera de todos los recursos posibles para redundar en la economía, por lo que se recurre al uso de abreviaturas. De este modo, como ha señalado Glatigny (1990: 11), se observa cómo no se persigue una codificación planificada, sino tan solo un recurso tipográfico para ahorrar espacio. Tal vez los cambios más relevantes, en cuanto a las marcas de uso, aparecen en la quinta edición del Diccionario oficial (1817), pues se eliminan algunas y se potencian otras, como es el caso de la marca familiar, que en la actualidad13 se ha sustituido por coloquial. Pero veamos más detalladamente cada una de las marcas pertenecientes a las distintas lenguas funcionales. En cuanto a las marcaciones geográficas, la falta de rigurosidad no ha impedido que se incluyan en los repertorios lexicográficos vocablos o acepciones de uso diatópico restringido. Tal vez, como ha señalado Alvar Ezquerra (1996-1997), el exclusivo conocimiento de lo aprendido en su entorno inmediato, el deseo de presentar las diferencias léxicas que percibía en el contacto con gentes diversas, la intención de mostrar nuevas realidades, en especial la americana, y el deseo de ofrecer todas las variedades de la lengua han llevado a los lexicógrafos, a lo largo de la historia, a registrar en los diccionarios estas unidades léxicas. Sabemos que la Academia tenía desde un principio la intención de elaborar un diccionario tomando como modelo los de Francia e Italia; pero la diferencia venía dada por el hecho de introducir, en el cuerpo de la obra, voces de procedencia regional, tanto peninsulares como americanas, que ponen de manifiesto el criterio panhispánico que guía a los primeros académicos españoles. Conviene señalar que las voces americanas irán aumentando progresivamente su presencia. En concreto, la automatización de datos para la edición de 1992 propició la revisión y actualización de muchos de los americanismos por parte de las distintas academias. La última edición (de 2001) del Diccionario presenta un significativo aumento en el número de usos procedentes de América y Filipinas. Los datos que facilita la Academia son los siguientes:

13. Desde la edición de 2001.

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• 12 122 artículos que tienen una o más acepciones correspondientes a estas zonas. (La edición anterior contenía 6141). • 18 749 acepciones que tienen una o más marcas correspondientes a América y Filipinas. (En la edición anterior había 8120). • 28 171 marcas correspondientes a las zonas aludidas. (La edición anterior contenía 12 494)14.

Igualmente, contiene un número importante de voces y acepciones de uso regional o provincial español. Tanto unas como otras tienen su marca correspondiente, habitualmente de forma abreviada: And. (‘Andalucía’), Ar. (‘Aragón’), Cantb. (‘Cantabria’), Jaén, León, Vall. (‘Valladolid’); Am. (‘América’), Á. Andes (‘Área de los Andes’), NO Arg. (‘noroeste de la Argentina’), Bol. (‘Bolivia’), Ven. (‘Venezuela’), etc. Como puede verse en las páginas preliminares del Diccionario (2001, XXXIV), para que se mantengan estas entradas en el repertorio, su empleo actual debe ser documentado en los datos de la Institución o avalado por la información que proporcionen los académicos españoles y de los países hispánicos. Así mismo, aquellas entradas de uso general en España que no han confirmado su empleo en otros países por las Academias correspondientes llevan la marca Esp. Algunas palabras son pastón, bonoloto, bonobús, duro (‘moneda de cinco pesetas’), cubata, guay, madero, sudaca, tragaperras, etc. (en total, aparecen 46 marcas en 39 artículos, en la última edición). Por otro lado, la inclusión o exclusión en los diccionarios de palabras que presentan restricciones diacrónicas en el uso por ser demasiado anticuadas, o excesivamente nuevas, es otra de las dificultades con las que se ha encontrado el lexicógrafo. Con frecuencia la presencia de estas voces se ha justificado por la utilidad que pueden tener para la comprensión de documentos antiguos, en la medida en que no podemos contar aún con un diccionario histórico. No obstante, esto no es óbice para eludir una revisión profunda de la marcación de aquellas palabras que han dejado de usarse en todos los ámbitos. De este modo, no resulta extraño encontrar en el Diccionario académico voces señaladas como anticuadas junto a otras que sin ningún tipo de marcas también lo son15.

14. Véase http://www.rae.es. 15. Véase al respecto un estudio de Seco (1988) sobre el Diccionario académico de 1984.

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En la última edición del Diccionario oficial (2001) se señala lo siguiente en las páginas correspondientes a las “Advertencias para el uso de este diccionario” (XXXIII y XXXIV): El repertorio académico, en tanto no se haya completado la redacción del Diccionario histórico, debe seguir albergando una selección del léxico hispánico cronológicamente desfasado, que permita al lector interpretar los textos clásicos de nuestra lengua. Las voces y acepciones cuya vigencia actual, de acuerdo con la documentación académica, no está probada, llevan una marca que las asigna a uno de estos grupos: • Acepciones con la marca anticuado o antiguo (abreviada en “ant.”), cuando su última documentación no es posterior a 1500. • Acepciones con la marca desusado (“desus.”), cuya última documentación es posterior a 1500, pero no a 1900. • Acepciones con la marca poco usado (“p. us.”), todavía empleadas después de 1900, pero cuyo uso actual es difícil o imposible de documentar. En este caso, la marca puede responder, más que a un criterio estrictamente cronológico, a otro de frecuencia de uso. • Acepciones con la marca germanía (“germ.”), correspondientes a los usos de este código socialmente restringido, empleado durante el Siglo de Oro.

Esta sistematización, con ser más o menos discutible, parece más clara en cuanto a la distribución temporal que la establecida en ediciones anteriores. En cuanto al tratamiento de los neologismos, la ausencia de marcación es lo más generalizado desde antiguo, pues ya Covarrubias (1611) manifestaba ciertos reparos ante las nuevas voces. Curiosamente, la edición del Diccionario oficial de 1992 incluye en su índice de abreviaturas la marca Neol. (neologismo), pero en la práctica al parecer no la emplea. Este hecho se confirma en la edición electrónica (1995) en la que no sólo no aparece la marca Neol. en el “Índice de abreviaturas y marcas”, sino que, en coherencia, tampoco se recoge ninguna voz ni acepción así acotada. Lo mismo ocurre en la última edición. El recelo ante las voces nuevas es, por tanto, también una constante en la práctica académica, en especial si se trata de préstamos procedentes de otras lenguas. Tal actitud ha ido en detrimento no sólo de la vertiente descriptiva del Diccionario, sino también de la vertiente normativa; porque de la ausencia de un término no se puede inferir si la Academia lo desaprueba o lo desconoce. No obstante, en la vigésima segunda edición, los extranjerismos cuya extensión de uso en nuestra lengua así lo recomienda se van incorporando a la nomenclatura del Diccionario.

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Esta tendencia ya se observó en la edición anterior (la del 92). En la actual, como se señala en las “Advertencias para el uso de este diccionario” (XXXV), estos vocablos de procedencia foránea se registran del siguiente modo: [...] en su forma original, con letra redonda negrita, si su escritura o pronunciación se ajustan mínimamente a los usos del español, como es el caso de club, réflex o airbag —pronunciados, generalmente, como se escriben—; figuran en letra cursiva, por el contrario, cuando su representación gráfica o su pronunciación son ajenas a las convenciones de nuestra lengua, como es el caso de rock, pizza o blues —pronunciado generalmente este último como [blus]—. Los derivados españoles de palabras extranjeras, aunque presenten dificultades gráficas o de pronunciación, se representan en letra redonda. P. ej., pizzería, flaubertiano.

El hecho de que se recojan en cursiva voces que ya en la edición anterior aparecían en redonda y, por tanto, con el mismo estatus que el resto de vocablos, ha dado lugar a que algunos consideren que se percibe un retroceso en la adopción de la palabra extranjera, en la medida en que lo que antes estaba, sin más, admitido, ahora se estigmatiza. En todo caso, considero que la medida no es tan desacertada, ya que al menos resulta coherente con la postura defendida por el Diccionario panhispánico de dudas (2005), que generalmente propone la adaptación grafemática de acuerdo con la pronunciación. Es decir, se trata de una constatación del uso de vocablos no adaptados que al quedar subrayado permite que se reflexione sobre su posible adaptación, aunque esta no esté tan generalizada o incluso nunca llegue a producirse. En este caso el hablante y escribiente tendrá la última palabra. Veamos, por ejemplo, el caso de la palabra marketing: marketing Voz inglesa. 1. m. mercadotecnia. (DRAE 92) marketing. (Voz ingl.).1. m. mercadotecnia. (DRAE 2001) marketing. → márquetin. (Diccionario panhispánico de dudas) márquetin. Adaptación gráfica propuesta para la voz inglesa marketing, ‘conjunto de estrategias empleadas para la comercialización de un producto y para estimular su demanda’: “Es el gran vendedor en este Gobierno suspendido en técnicas de márquetin” (Mundo [Esp.] 27.12.96). Aunque, por su extensión, se admite el uso del anglicismo adaptado, se recomienda usar con preferencia la voz española mercadotecnia: “Siendo componente fundamental de la mercadotecnia, la publicidad es más que un elemento auxiliar” (Ferrer Información [Méx. 1997]). En muchos países americanos

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Mª Auxiliadora Castillo Carballo se emplea, con este sentido, la voz mercadeo: “El vicepresidente de mercadeo y ventas de la división de impresión de IBM, Ralph Martino, estuvo en Colombia” (Tiempo [Col.] 1.9.96). (Diccionario panhispánico de dudas).

En cuanto a las diferencias diastráticas, me voy a centrar en primer lugar en las marcas diatécnicas, es decir, las referidas a las voces de especialidad. En realidad, el afán totalizador que ha guiado desde siempre al lexicógrafo le ha llevado a catalogar numerosas voces así marcadas. Buena prueba de ello lo constituye el acopio de tecnicismos con que la Academia ha ido enriqueciendo su diccionario. En la última edición académica se puede leer lo que sigue: El Diccionario da cabida a aquellas voces y acepciones procedentes de los distintos campos del saber y de las actividades profesionales cuyo empleo actual —se excluyen también los arcaísmos técnicos— ha desbordado su ámbito de origen y se ha extendido al uso, frecuente u ocasional, de la lengua común y culta. Siempre que tal uso no se haya hecho general, las acepciones tienen una marca que las individualiza: Acús. (‘acústica’), Estad. (‘estadística’), Fil. (‘filosofía’), Quím. (‘química’), etc. (DRAE 2001: XXXIV).

Así mismo, al lexicógrafo se le pueden plantear ciertas dudas para calificar o no una voz o una acepción de técnicas, especialmente si su uso se ha generalizado fuera del ámbito de origen, de tal manera que lo que en algunos diccionarios aparece marcado, en otros se recoge sin ningún tipo de restricción. Esta anarquía en el sistema de anotación se hace también palpable al mezclarse las marcas jerarquizadas (por ejemplo, Mat. [matemáticas], Geom. [geometría], Arit. [aritmética], etc.) con otras simples (por ejemplo, Dep., sin más subdivisiones), aunque no es extraño encontrar una marca específica para la equitación (Equit.) y la esgrima (Esgr.)16. Al margen de los tecnicismos, resulta ciertamente difícil catalogar las marcas diastráticas y diafásicas según unos criterios rigurosos, pues el nivel social no

16. A veces, también se registran marcas de especialidad que no se justifican en un diccionario actual (gnómica, alquimia, cetrería, blasón, fortificación, etc.), porque se trata más bien de palabras históricas, ya que hacen referencia a oficios, objetos, usos o procesos del pasado (Azorín 1996: 20). Esta autora se refiere a la edición de 1992 del Diccionario académico. En la de 2001, no aparecen la mayor parte de estas voces, aunque quedan algunos residuos, como el caso de las marcadas con la abreviatura Alq. (= Alquimia), en concreto, cinco palabras: carnífice, elixir o elíxir, júpiter1, sol1 y venus.

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siempre propicia determinados usos en detrimento de otros. En este sentido, son muy acertadas las palabras de Manuel Seco (1972: 231-232): Así como es perfectamente posible el encasillamiento geográfico de un hablante o un grupo de hablantes, es imposible su encasillamiento —en cuanto a la lengua— en niveles sociales precisos. Es evidente que estos existen [...]; pero el paso de uno a otro nivel no se hace por escalones, sino por una rampa donde no es posible señalar “hasta aquí es popular”, “desde aquí es menos popular”, etc. Se trata de una escala donde, como en el arco iris, el paso de uno a otro color se produce en una forma totalmente continua y gradual entre dos extremos, de manera que cualquier división que queramos hacer en la escala será —como en el propio arco iris— completamente convencional.

Lo que se considera vulgar en los diccionarios no es privativo únicamente de clases sociales deprimidas, ya que un hablante de una posición elevada puede y suele incluir en sus discursos voces tenidas por marginales. Conviene señalar, igualmente, que la situación comunicativa, es decir, la diafasia, es la que establece su pertinencia. Por ejemplo, una palabra como acojonar con el sentido de ‘acobardar’ aparece acotada en la última edición del Diccionario académico con la marca vulg.; sin embargo, no se puede afirmar que este uso se dé exclusivamente en estratos sociales bajos, pues un juez o un periodista, por ejemplo, podrían incluirla en su interlocución si la situación comunicativa lo permite. En cualquier caso, los diccionarios dan cabida a estas abreviaturas o marcas, no siempre acertadas, pero de un gran valor al indicar al usuario el contexto en el que puede usarse una unidad léxica. Nos encontramos con una gran variedad. Entre ellas se pueden citar popular, rústico y rural, juvenil e infantil, poético, literario, culto, elevado, afectado y formal, informal, coloquial y familiar, jergal, argot, marginal, vulgar, malsonante e insulto, peyorativo y despectivo, festivo, jocoso y humorístico; también otras calificaciones como en el lenguaje de la droga, en el lenguaje estudiantil, en estilo bajo, en el uso corriente, etc. Una de las más frecuentes en el DRAE de 2001 es la de coloquial, que antes (en la edición de 1992) convivía con la de la de familiar, por otra parte la más empleada, como he señalado antes. Acierta la Academia al eliminar esta marca, ya que resulta ciertamente complejo deslindar los límites entre la coloquialidad y la familiaridad, pues doy por sentado, evidentemente, que cuando la Academia empleaba la marca familiar no hacía mención a las unidades léxicas utilizadas entre los miembros de una familia, sino que entraría en conflicto con lo ‘propio de la conversación informal y distendida’, tal y como aparece definida en el Diccionario oficial la palabra coloquial en su segunda acepción, que en poco o en nada se diferencia de la cuarta acepción de familiar: ‘dicho de una palabra, de una frase, del lenguaje, del estilo, etc., na-

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turales, sencillos, propios de la conversación normal y corriente’. Se percibe en estas dos definiciones que coloquial y familiar vienen a coincidir, porque lo que es “informal” y “distendido”, suele ser “natural”, “sencillo”, “normal” y “corriente”. Volviendo a la marca vulgar, en la última edición académica se señala, como es previsible, su correspondencia con un nivel de uso de la lengua, es decir, se cataloga como marca diastrática. Esta acotación suele aparecer con cierta frecuencia ceñida a lo sexual y lo escatológico, así como a determinadas conductas que se consideran reprobables. Bombo hacer un ~ a una mujer. 1. fr. vulg. Dejarla embarazada. Beneficiar. 13. prnl. vulg. Dicho de una persona: tener trato carnal con otra. Coger. 31. intr. vulg. Am. Realizar el acto sexual. Lameculos. 1. com. vulg. Persona aduladora y servil. U. t. c. adj.

Por otro lado, es deseable que el diccionario refleje la lengua tal como es. Por ello, las llamadas voces “indecentes” deben estar también presentes en el diccionario. En la última edición del Diccionario se comprueba cómo la Academia es más proclive a incluir este tipo de voces consideradas malsonantes, lo que se refleja en un aumento significativo de acepciones con la marca vulgar (se registran 504 acepciones con esta acotación). En el prólogo del Diccionario panhispánico de dudas también se hace referencia a las distintas “etiquetas” (no son abreviaturas) que obedecen a las variaciones en cuanto al nivel sociocultural de los hablantes. Entre otras, se utiliza lengua o habla popular o vulgar, que, como declara la Academia, es la propia de las personas de bajo nivel cultural. No obstante advierte que “los términos vulgar y vulgarismo no se refieren a las expresiones de carácter procaz o malsonante, sino a las que traslucen un deficiente conocimiento de las normas lingüísticas” (Diccionario panhispánico de dudas 2005: XVI). Probablemente, este tipo de obra de carácter normativo condiciona esta apreciación, ya que, por lo general, se van a registrar voces especialmente susceptibles de generar dudas a los hablantes en el manejo del idioma.

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Pues bien, incluso partiendo del hecho de que las voces acotadas de esta forma respondan a los preceptos señalados, también se pueden producir vaivenes entre lo diastrático y lo diafásico. En este sentido, lo que en un primer momento es vulgar (por desconocimiento de la norma) puede llegar a ser coloquial. Es decir, lo que es diastrático para un hablante puede ser diafásico o propio de la situación comunicativa para otro. Podemos pensar, por ejemplo, en el caso del uso de un vocablo como *mondarina (por desconocimiento de la norma). Cuando un hablante descubre cuál es la forma adecuada, puede que decida seguir usando, en determinadas situaciones, la voz desviada, como signo de complicidad con su interlocutor o por no aislarse del grupo. *mondarina. → mandarina. mandarina. ‘Fruto parecido a la naranja, más pequeño y muy dulce’. No es correcta la forma *mondarina, propia del habla popular y debida al cruce con mondar (‘quitar la piel a las frutas’).

Como puede comprobarse, nos dice que es propio del habla popular, luego vulgar, de acuerdo con las indicaciones que nos facilita en las páginas preliminares del Diccionario. En este caso, se trata, por tanto, de una anomalía. Si buscamos en el mismo diccionario otra palabra, hostia, encontramos lo siguiente: hostia. ‘Oblea que se consagra en la misa’: “Cuando el sacerdote levantó la hostia, a Felipe le pareció adivinar una presencia invisible” (Solares Nen [Méx. 1994]). Vulgarmente se usa, en algunas zonas, con el sentido de ‘golpe o bofetada’: “Me asesta una hostia en la frente” (Quintero Danza [Ven. 1991]). En España forma parte de numerosas locuciones y expresiones malsonantes, como mala hostia (‘mal humor o mala intención’), a toda hostia (‘a toda velocidad’), la hostia (‘el colmo o el acabose’), etc. También se usa hostia(s) como interjección para denotar sorpresa o enfado: “¡Hostia, qué invento!” (Tomás Orilla [Esp. 1984]). Se escribe siempre con h-, por lo que, en los usos indicados, es incorrecta la grafía *ostia. A pesar de la declaración de principios de la Academia, vemos una anotación referida a lo vulgar en la que ya no se alude a un uso normativo, sino a algo irreverente desde el punto de vista religioso. La falta de sistematización continúa vigente, por tanto. No cabe duda de que la presencia de la variación lingüística en la producción lexicográfica, al margen de obedecer a la tradición y a una forma de completar la infor-

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mación proporcionada en las definiciones, tiene una finalidad mucho más didáctica en los diccionarios para la enseñanza del español como lengua extranjera. Un hablante que aprende una segunda lengua y acude al diccionario monolingüe espera encontrar, además de los diversos sentidos asociados a cada una de las palabras que componen la macroestructura, indicaciones exhaustivas sobre el uso, es decir, en qué ocasiones debe emplear tal o cual vocablo. Precisamente, las marcas de carácter diastrático o diafásico cumplen especialmente esta función, pues se convierten en verdaderas marcas pragmáticas. Tal es así que algunos diccionarios para L2, como es el caso del Diccionario Salamanca de la lengua española (1996b), no hacen una tímida definición del valor de estas anotaciones, como suele suceder en los repertorios lexicográficos generales, sino que facilitan una clara exposición de los matices que aportan, para que no existan dudas en el uso de las palabras. En este sentido, encontramos, por ejemplo, en el diccionario señalado, el de Salamanca, (Gutiérrez Cuadrado [dir.] 1996b: IX) que aquellas acepciones que no poseen ninguna marca hacen referencia a lo normal o neutro, es decir, que tienen un amplio uso social y que se puede decir en público o se puede escribir en medios públicos. Así mismo, se puntualiza que lo que no está marcado se puede usar ante personas desconocidas sin peligro de ofenderlas o de hacer el ridículo. Igualmente, para la marca vulgar (a diferencia de la escueta equivalencia que le asignaba el DRAE) se nos dice que se corresponde con lo que no debe usarse en público, ni entre conocidos de escasa confianza. Y continúa diciendo que “es probable que entre amigos de cierta confianza se utilicen con frecuencia estos términos; sin embargo, conviene tener presente que es mejor, en principio, saber bien en qué ambiente, en público o entre amigos de poca confianza, puede resultar poco agradable” (Gutiérrez Cuadrado [dir.] 1996b: X). En el caso de la marca coloquial, se advierte que se usa cuando el término así acotado es posible entre un grupo de amigos de confianza, en muchas ocasiones en público, pero hay que tener cuidado y no suele ser aconsejable por escrito. Por otro lado, la marca elevado se emplea para decirnos que un determinado vocablo es propio de la lengua escrita o muy formal, poco usado coloquialmente. Todas estas acotaciones proporcionan, por tanto, una información muy detallada sobre el uso, a pesar de las que explícitamente denomina marcas pragmáticas, del tipo amenaza, despedida, humorístico, sorpresa, afectivo, disgusto y enfado, eufemismo, insulto, etc. Veamos algunos ejemplos: tontería. s. f. 1 (no contable) Cualidad de tonto: La tontería de tu hermano es preocupante. SIN. Estupidez, simpleza. 2 Dicho o acto tonto: No digas tonterías. Me paree una tontería. Hice la tontería de n reservar mesa y no pudimos cenar. SIN. Simpleza. 3 Dicho, acción o cosa de poca importancia: No nos vamos a enfadar por esa tontería.

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Como no está marcado posee un amplio uso social y se puede decir en público o se puede escribir. Contrástese con chuminada que está marcada como coloquial: chuminada. s. f. COLOQUIAL. Cosa sin importancia o sin valor tontería: No te preocupes por chuminadas y estudia. Le he comprado dos chuminadas para su cumpleaños.

Otros casos de coloquial: chuchurrido, da o chuchurrío, a. adj. (estar) COLOQUIAL. Que está mustio o muy decaído: Tienes unas plantas muy chuchurridas. La fiebre lo dejó muy chuchurrido.

En el Diccionario académico no aparece el término chuchurrío. repanchigarse o repanchingarse. v. prnl. COLOQUIAL. Sentarse en [un asiento] recostándose y extendiendo todo el cuerpo para mayor comodidad: Le gusta repanchingarse en el sillón. SIN. repantigarse.

En estos casos, lo podemos decir entre amigos, pero no escribirlo. Casos de vulgar: amariconarse. v. pronl. VULGAR. Volverse afeminado. SIN. Afeminarse. gilipollez. s. f. VULGAR; PEYORATIVO. Hecho o dicho propio de un gilipollas: Hoy no haces más que decir gilipolleces.

Los que poseen esta marca no se deben usar en público, ni cuando hay poca confianza. Casos de elevado: filial. adj. 1 ELEVADO. De hijo: amor filial, sentimiento filial. justeza. s. f. 1 (no contable) ELEVADO. Igualdad, precisión y exactitud en las cosas: Trató con objetividad y justeza el asunto de sus estudiantes. SIN. ecuanimidad. 2 (no contable) ELEVADO. Igualdad o correspondencia justa y exacta de una cosa con otra: Hay una justeza sorprendente entre estas dos propuestas.

Esta marca nos autoriza para usar estas voces en lo escrito o en un lenguaje muy formal.

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En definitiva, la variación léxica en los diccionarios ha estado presente prácticamente desde los inicios de nuestra lexicografía. Si bien ha mejorado con los años. En todo caso, resulta evidente la falta en el tratamiento de las distintas lenguas funcionales. Dadas las señaladas tendencias sincrónicas y panhispánicas, lo más reseñable es la eliminación de buena parte del caudal léxico no vigente así como la introducción de localismos, sobre todo de voces americanas. En cuanto a las voces tecnolectales resulta problemático establecer la diferencia entre lo que se sitúa todavía dentro de lo que podemos considerar lenguaje sectorial y lo que ha penetrado en la variedad estándar. Más compleja es la separación entre los niveles socioculturales y los distintos registros, porque, si bien en los últimos años, se ha procedido a una anhelada simplificación, todavía no están suficientemente delimitados, desde el punto de vista lexicográfico, los conceptos de coloquial y vulgar. Si damos por sentado que los diccionarios poseen una función no solo descodificadora, sino también codificadora, es decir, la que se centra en proporcionar al usuario los resortes comunicativos básicos para la creación de nuevos mensajes, han de tenerse muy en cuenta las distintas marcaciones. El Diccionario académico por su innegable influencia sobre las otras obras lexicográficas tiene que practicar con el ejemplo. La consulta de un corpus suficientemente representativo como el corpus de referencia del español actual, el CREA, puede facilitar sin duda esta labor.

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LENGUA Y CULTURA POPULARES. LAS DENOMINACIONES TRADICIONALES DE LOS MONUMENTOS MEGALÍTICOS

MARÍA DOLORES GORDÓN PERAL Universidad de Sevilla

1. Manuel Alvar ha sido el introductor y máximo exponente en el ámbito hispánico de la corriente metodológica denominada “palabras y cosas”. Fue pionero en el cultivo de la línea de investigación que indaga las interrelaciones entre lengua y cultura, de la que surgiría la disciplina conocida como etnolingüística1. Ya en sus primeros trabajos, publicados desde finales de los años cuarenta del siglo pasado, adoptó una y otra vez esta perspectiva en la investigación lingüística, y son ingentes los materiales, sobre todo los contenidos en sus atlas lingüísticos, que puso a disposición de los lingüistas, y que aún permanecen en buena parte por explotar. En el marco de dicho método se estudian muy especialmente las denominaciones populares de las realidades presentes en el mundo más tradicional, particularmente el rural. Una de las facetas más apasionantes de esta línea de investigación son las denominaciones de objetos, realidades y fenómenos para los que el pueblo sencillo no encontraba explicación racional, un léxico que refleja de forma elocuente la forma de pensar y la imaginación de la gente sencilla arraigada en lo más ancestral. Así, el profesor Alvar, profundizando en una línea de indagación abierta años atrás por los filólogos alemanes Rudolph Meringer y Hugo Schuchardt, y proseguida, entre otros, por Gerhard Rohlfs (cuyo libro Lengua y cultura tradujo, proveyéndolo de valiosas anotaciones, para dar a conocer una fascinante forma de hacer lingüística entonces muy poco conocida en España), estudió a través del análisis léxico las ac-

1. Bien representativos de esta línea son los trabajos Alvar 1947,1950, 1954, 1958, 1959, 1960, 1966, 1968, 1981, 1988, 1990, 1996, 1997, 2002 (esto, sin citar sus conocidos atlas lingüístico-etnográficos y otros estudios en que adopta la misma metodología en combinación con la etimológica en el estudio léxico-semántico).

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titudes de los hablantes populares ante determinados fenómenos atmosféricos inexplicables para quien carece de mínimos conocimientos científicos2, o ante ciertos animales salvajes (la comadreja, la zorra, la serpiente, y aun la libélula) cuyo comportamiento inspiraba temores y supersticiones3. 2. En mi contribución a este homenaje al profesor Alvar quiero centrarme en otro aspecto de la relación lengua-cultura, analizando específicamente las denominaciones tradicionales de los monumentos megalíticos: se trata de explicar cómo la población rural da nombre a los restos de habitación humana de época prehistórica, principalmente los que quedan de antiguos enterramientos, consistentes en la mayoría de los casos en grandes piedras o megalitos —a veces de muchas toneladas de peso, y colocadas unas sobre otras de tal forma que parecen haber sido necesarias fuerzas sobrehumanas para su construcción—, edificaciones que carecen de sentido y de explicación racional para el campesino. Estas realidades no tienen generalmente nombres tradicionales específicos de difusión general, puesto que no pertenecen al entorno cotidiano del hablante popular rural y generalmente no presentan utilidad práctica alguna para éste. Precisamente por este hecho, los científicos modernos han tenido que recurrir para su designación exacta bien a voces cultas bien a términos tomados de otras lenguas: así, se ha hecho internacional, por mediación

2. Véase Alvar (1968: 284 ss. y 1981), trabajos en los que analiza las conexiones entre lengua y cultura popular en Canarias, haciendo referencia a las animalizaciones y personificaciones que aparecen en las denominaciones de fenómenos atmosféricos, entre ellas la que significa la figura de la VETULA (la vieja, cristianizada en formas como la virgen: la virgen plancha es la explicación que dan en las islas a los ‘arreboles matutinos o vespertinos’ en Tenerife, mientras que en Gran Canaria dicen que es la vieja quien plancha), documentada asimismo en las hablas populares andaluzas con las formas la vieja, la bruja o la virgen (el ALEA, mapa 885, consigna la expresión sol de las viejas en Gr 506 para el concepto ‘arreboles’, mientras que en Ca 602 el informante explica que cuando el cielo tiene esos reflejos rojizos “es que la virgen está planchando”; por otra parte, en Canarias está muy extendido llamar arco de la vieja al ‘arco iris’ —ALEICan, mapa 753; cf. la forma asturiana arco de las mozas—, pero en Andalucía la referencia se ha cristianizado, pues las voces que se registran son arco del Señor —en tres puntos de Jaén y uno de Córdoba: ALEA 860; cf. la designación faja de Dios ‘arco iris’ en Navarra— y arco de san Marco —en Al 201; compárese esta última con las aragonesas arco de san Juan, arco de san Martín, arco de san Pedro, arco de san Roque: en el punto Te 300 del ALEANR se aclara: “si salen dos arco iris, uno se llama arco san Juan y el otro arco san Pedro: véase Gordón 2008) y en otras modalidades románicas y germánicas (véase Rohlfs 1966: 113). Véase también lo que decimos más adelante a propósito de la figura de la vieja en las denominaciones de restos de interés arqueológico. 3. Véase Rohlfs 1966: 143-151 (principalmente las páginas 144-149, donde se hallan los interesantes comentarios de Alvar referidos a regiones por él investigadas, como Andalucía, Canarias, Aragón, Navarra y La Rioja).

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del francés, la voz dolmen, cuyo origen probablemente haya que buscarlo en el córnico tolmên, propiamente ‘agujero de piedra’, aplicado en Cornualles a las ‘estructuras naturales formadas por una gran losa que descansa sobre dos puntos de apoyo, entre los cuales puede pasar una persona o un animal’; según Corominas-Pascual, “es posible que el arqueólogo francés que aplicó por primera vez esta palabra córnica a los dólmenes [en 1796] creyera erróneamente que estaba formada con el bretón tol ‘tabla’, y que por tal razón la aplicara a esta construcción prehistórica” (DECH, s. v.); otros ejemplos similares son los constituidos por los términos arqueológicos menhir o crómlech. No obstante, mucho antes que los modernos arqueólogos, el pueblo no versado había sentido la necesidad de referirse a este tipo de realidades, especialmente creando nombres con los que identificar ciertos lugares menores mediante la alusión a la llamativa presencia de estos restos líticos. Es, en efecto, la toponimia la que nos brinda los materiales más copiosos4 para el estudio de las denominaciones populares tradicionales de las realidades que aquí nos interesan. Si en las hablas vivas actuales no quedan prácticamente huellas de tales usos lingüísticos, en la onomástica de lugares se ha conservado a lo largo de los siglos el léxico que evocaron en la mente de los campesinos medievales5 los restos que diferenciaban, de forma enigmática y llamativa, ciertos parajes que frecuentaban frente a otros. Al igual que los antes mencionados fenómenos atmosféricos —enigmáticos y hasta milagrosos, y desde luego inspiradores de admiración y temor— han hecho surgir en la mente popular asociaciones que vinculaban lo observado con seres fantásticos (al arco iris, por ejemplo, y como hemos visto, se le denomina dialectalmente arco de la vieja o de la bruja, personificación que recuerda a la que se daba en la Antigüedad al identificarse este fenómeno atmosférico con Iris, la mensajera de los dioses, que se encargaba de la comunicación entre el cielo y la tierra: según Rohlfs [1966: 121], tendríamos en las denominaciones dialectales donde aparece la figura de la vieja u otras equivalentes “los últimos restos de un mito muy extendido en tiempos anteriores”)6, también estos monumentos de culturas anteriores —de cuya

4. Hemos estudiado el fenómeno desde la perspectiva interdisciplinar que enlaza el estudio lingüístico, particularmente el toponomástico, con la arqueología (especialmente la prospección), en Gordón/Ruhstaller 1991 y en Gordón 1991. 5. Hay que tener en cuenta el hecho de que la mayoría de los topónimos españoles fueron creados en época medieval, tras la Reconquista; la repoblación de las tierras ganadas a los moros se llevó a cabo con gentes venidas de Castilla, León y Aragón, sobre todo. La creación onomástica se realizó tomando como base el léxico usual en el castellano de la época, a partir de las características más llamativas de los lugares que había que bautizar (o lo que es lo mismo, distinguir de otros vecinos con una denominación). 6. Véase supra, nota 2. En relación con las denominaciones del arco iris, y también con las de los arreboles o las nubes pueden mencionarse otras en las que a menudo aparece la figura

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razón de ser no tenían noción alguna los campesinos medievales— fueron bautizados mediante designaciones que, basadas en el léxico de la lengua general, nos revelan la actitud y las asociaciones que evocaron los hechos, hoy de interés arqueológico, que aquí estudiamos. 3. Los vestigios megalíticos hallados de manera casual por el pueblo, principalmente durante las faenas agrícolas, pero también en las andanzas por el campo de gentes como pastores, cazadores, leñadores, guardas forestales, etc., pueden consistir, grosso modo, en: a) sepulcros y monumentos de carácter funerario, como túmulos, dólmenes, menhires, círculos líticos (o crómlechs); b) restos de ajuares de las tumbas: exvotos o figurillas, joyas o adornos, armas, restos de recipientes, herramientas y útiles de caza y domésticos (puntas de flecha, azadas, cinceles); c) restos óseos humanos; d) pinturas y grabados en la piedra, entre otros. Los hallazgos de tales vestigios han causado la mayoría de las veces asombro y perplejidad a los campesinos, por no saber explicarse la razón de las realidades encontradas. Es precisamente ese el motivo de que los descubrimientos en cuestión hayan servido para distinguir a los lugares donde han tenido lugar, de los circunvecinos. Pero antes han debido dar nombre a las realidades y objetos encontrados. Como en el vocabulario de esta gente no existen los términos exactos, científicos, para referirse a las extrañas (a sus ojos) realidades descubiertas, se ha valido generalmente del léxico familiar y cotidiano, el más usual, identificando los restos arqueológicos con objetos y realidades similares bien conocidos, con los más cercanos y comunes. Las denominaciones de lugar creadas por el pueblo tienen muchas veces, para el investigador de hoy, una apariencia ingenua, razón por la cual no las relaciona con restos reales de antiguas culturas en los emplazamientos de que se trata. Pero en ocasiones son formas plásticas, y revelan el punto de vista y el saber del campesino, se basan en el lenguaje popular característico de éste y reflejan su forma de vida y de percibir e interpretar el mundo. La plasticidad con que el hombre del campo se refiere a restos de otras épo-

de la vieja convertida en diablo o demonio, o encarnada en un animal, para representar las fuerzas malignas de la naturaleza; así designaciones del tipo de la pata cabra ‘arco iris’ de Jaén (J 203), sol de los lobos, sol de los zorros, sol de la rabosa, de Aragón y Navarra. Estas mismas fuerzas del mal explicarán una denominación de las hablas andaluzas como la de viene el sol con mala idea (Se 500) para el concepto ‘arreboles’; relacionada con esta serie de personificaciones o animalizaciones está igualmente la explicación que en la isla de El Hierro se da al ‘remolino’: según el ALEICan 742, en Hi 4 “dicen que los remolinos se producen porque el diablo está revolcándose”; de ahí que una voz local para ‘remolino’ sea rebokón ‘revolcón’, y arrebokone ‘revolcones’ sea ‘ventisca’ en Lz 10 (vid. Gordón 2008). Otras muchas e interesantes denominaciones románicas que contienen referencias a espíritus malignos de mitos y leyendas populares pueden verse en Rohlfs (1966: 113-132).

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cas se pone de manifiesto, por ejemplo, en los casos que siguen: a pinturas rupestres y grabados en las piedras —y, posteriormente, al sitio donde estos se han hallado— se les llama letras, letreros, números, piedra escrita, peña escrita; a una estatuilla, una imagen, un exvoto —y después al lugar donde éste ha sido encontrado—, se le denomina ya muñeco o ídolo, ya dios, santo, cristo, virgen o de modo más genérico (así niño, mujer, dama, dueña, hombre, según los rasgos de la imagen antropomórfica de que se trate); a herramientas de piedra pulimentada de época neolítica, como raspadores de sílex, se les llama cuchillos, y a otros útiles tallados, cucharas (razón por la cual al lugar donde se han hallado tales útiles puede denominársele cocina: véase más abajo); a restos óseos —y luego al lugar donde han sido encontrados—, se les da en denominar muerto(s), momia, o bien zancarrón (‘hueso de la pierna’), zancolín (id.), canilla (id.), pierna seca, calavera, o sencillamente hueso, es decir, apelativos que designan partes de aquellas realidades. Sirvan de botón de muestra los ejemplos que siguen: Cabezo de los Muertos, de Cuevas de Almanzora (Almería), es el nombre de un conocido yacimiento paleontológico (Gordón 1991: 531); Corona de los Muertos es la plástica denominación de un círculo de piedras o crómlech del valle de Hecho (en Huesca), mientras que Sierra Momia (en Cádiz) lo es de una importante estación arqueológica en donde, además de restos humanos, han sido halladas estatuillas y pinturas rupestres con representaciones de manos humanas (ibid., 532; también en otras áreas lingüísticas se dan nombres paralelos: en Organyá, Lleida, se denomina Viña dels Morts a un pago donde se ha localizado una construcción funeraria prehistórica). Por otra parte, el nombre Rivera de Pierna Seca se refiere a un emplazamiento del término onubense de Santa Bárbara de Casa donde se ha localizado un pequeño túmulo, un enterramiento megalítico; no cabe duda de que esta denominación alude claramente al contenido de sepulcros presentes in situ (Gordón/Ruhstaller 1991: 158-159)7. Paralelos parecen los nombres Silla de los Huesos, de Casares (Málaga), seguramente referido a un sepulcro prehistórico (ibid.: 97), así como Cueva de los Huesos, de Belmez de la Moraleda, en Jaén8; totalmente segura es la referencia que ha ocasionado una designación como Alto de la Huesera (de Laguardia, en Álava), pues en el lugar nombrado se ha localizado una construcción funeraria prehistórica. Recuérdese asimismo a este propósito el conocido Dolmen de Soto (denominación moderna basada en el nombre del dueño de la finca donde se ubica, Armando Soto), llamado desde antiguo por la población

7. Del mismo tipo (por mucho que se trate de una creación moderna, cuyos responsables no son los campesinos de siglos pasados sino los arqueólogos modernos) es la denominación Sima de los Huesos, de Atapuerca (Burgos), donde han sido hallados más de cinco mil fósiles humanos, por lo que se trata del yacimiento más rico del mundo en restos humanos. 8. Véase Muñoz Pomer (1974: 119).

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local El Zancarrón, sin duda debido al hallazgo en el lugar de restos humanos por la población local, aun antes de que el dolmen se diese a conocer a los investigadores (en 1923: ibid., 209-210). De otro lado, la denominación tan frecuente como realista de sepultura (Sepultura del Moro, Sepultura del Gigante, Sepultura de la Reina, Cerro de las Sepulturas, Valle de las Sepulturas)9 revela la conciencia desde antiguo por parte del pueblo de que realmente se trataba de un monumento funerario, conciencia muy probablemente motivada por la presencia de restos humanos en el lugar (cf. asimismo la también plástica forma entierro, que aparece en el topónimo Puerto de los Entierros, nombre de una gran construcción megalítica del periodo Eneolítico del término sevillano de Guillena, que significativamente se halla, junto con la construcción dolménica nombrada Sepultura de las Canteras, en la llamada Dehesa de Canillas10). Paralelo en cuanto a la referencia será igualmente el nombre El Panteón de un conjunto dolménico de Burgos, así como el de Tumbo, denominación de los restos de un dolmen de la misma provincia, o Tumba (forma femenina que se conserva en nombres de monumentos funerarios prehistóricos como Tumba del Moro del Serrat de les Moles, en Navàs, Barcelona y Tumba del Gigante, en Guadalcanal, Sevilla). Idéntica referencia probablemente tengan los nombres de emplazamientos megalíticos del tipo Huesa ‘fosa, sepultura’ (cf. la forma catalana Fossa del Moro, nombre de un dolmen de Montmajor, Barcelona). 4. El asombro y la extrañeza que han causado ciertas realidades presentes desde tiempo inmemorial en el campo, y otras casualmente halladas bajo tierra, cuya existencia resulta incógnita y misteriosa para el pueblo, han hecho que éste las atribuya a seres míticos y legendarios, que solo posteriormente habrán sido identificados con personajes de la vida religiosa, concretamente del cristianismo. Esto se hace patente sobremanera en el caso de la interpretación de las extrañas construcciones, a veces de ingentes dimensiones, de época eneolítica: estas se presentaban como algo totalmente inexplicable, y, por ello, envuelto en un halo de misterio, para la población rural que hace siglos puso nombres a los sitios del campo, totalmente ignorante en cuestiones de historia y arqueología. En una mentalidad tal, absolutamente falta de objetividad y conocimiento científico, se fundían totalmente lo real y lo imaginario. Es éste el origen de las leyendas populares y los mitos creados en torno a lo desconocido. Todavía al hombre moderno le resulta asombrosa la presencia de pie-

9. Nombres todos ellos de enterramientos de interés arqueológico (véase Gordón 1991: 532). El último es un nombre de lugar menor del término onubense de Zalamea la Real, referido a los restos de un monumento funerario del periodo eneolítico. 10. Nombre alusivo igualmente a los restos óseos encontrados en el lugar: véase Gordón (1991: 531-532) y Gordón/Ruhstaller (1991: 68-70).

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dras de toneladas de peso, levantadas y puestas unas sobre otras en épocas en que no existían medios técnicos para ello. Pero a ojos de aquellos pobladores medievales, nadie salvo un gigante podría haber levantado piedras de tales dimensiones y tal peso11 (motivados en leyendas de este tipo estarán topónimos como Hoyo del Gigante, Tumba del Gigante, y Sierra del Gigante, de Morón de la Frontera, Guadalcanal —ambos de Sevilla—, y Almería, respectivamente; el primero de ellos es nombre de un paraje donde ha aparecido un importante enterramiento protohistórico [Gordón 1991: 532]; y la misma referencia tiene la denominación Dolmen del Gigante de una construcción megalítica de la localidad gaditana de El Gastor)12. O bien creía que aquellas construcciones eran obra y vivienda de un hechicero o hechicera, un mago o una bruja (figura correspondiente a la VETULA o vieja de la cultura popular13), llamada meiga (< lat. MAGICA) en Galicia (donde se hallan nombres tan elocuentes como Eira das Meigas, que comento más abajo; cf. también el nombre Cueva del Mago, así como la denominación Peña de la Abuela, de una construcción megalítica de Medinaceli, en Soria14 y la de Coto da Vella ‘coto de la vieja’ de otra de A Cañiza, en Pontevedra)15. De ahí un nombre como Chabola de la He11. En el País Vasco, estas figuras legendarias reciben el nombre de gentiles, y con esta forma han pasado a la toponimia: “sobrevive aún la leyenda de unos seres que son descritos como personas de altura gigantesca, poseedores de una fuerza descomunal, que habitan en las simas y cavernas de este rincón de España. Son los llamados, en lengua eusquera, los jentilla, los gentiles. Se dice que vivieron en estas tierras mucho antes de la llegada del cristianismo, de ahí su nombre [...]; tradicionalmente considerados como levantadores de dólmenes” (Gigantes y megalitismo: los Jentilla [en línea]: ) [consulta: 15/02 /08]. 12 Pero tumba de gigante es también una denominación genérica con la que se conoce determinado tipo de construcciones megalíticas formadas por dólmenes de tamaño variable y cubiertas por túmulos de tierra y piedras; parecen ser características sobre todo del Mediterráneo, principalmente de la isla de Cerdeña, donde reciben este nombre los sepulcros colectivos monumentales. Esta denominación pudo originarse en la creencia de que tumbas de tan enormes dimensiones solo podían servir para albergar (enterrar) a personajes de tamaño gigantesco. 13. Menos frecuente es la referencia al diablo, que explica Rohlfs como transformación de la figura de la vieja. Solo la encuentro en el nombre La Piedra del Diablo de un megalito de Córdoba (vid. Gordón/Ruhstaller 1991: 153). 14. Yacimiento descubierto en 1994, en Sierra Ministra. Su excavación sirvió para definir un nuevo tipo de sepulcro colectivo neolítico en el valle, las denominadas “tumbas calero” [en línea]: () [consulta: 16/02 /08]. 15. Rohlfs (1966: 122) analiza también varios nombres de lugar románicos que contienen referencias a la vieja, pero los justifica más bien por su relación con fenómenos atmosféricos, concretamente por “la creencia en una bruja de la montaña, en un demon femenino de la niebla”. Sin embargo, el ejemplo de España que aduce podría explicarse mejor por su relación con la presencia de restos de otras culturas en el lugar nombrado (así La Vieja como nombre de una ermita de Extremadura). Y otro tanto podría decirse del ejemplo añadido

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chicera, de El Villar, Álava, que corresponde al emplazamiento de un importante monumento funerario de época prehistórica16, y otros como Casa de la Bruixa, nombre de un dolmen de Vansa i Fórnols (Lleida); Las Bruixas, denominación de un dolmen de Vallgorguina (Barcelona), además de Mesa de las Brujas, nombre de una construcción del mismo carácter de Galicia. Idéntica explicación habrá que dar a los varios topónimos El Aquelarre en Navarra17. Cabía también la posibilidad de que se atribuyera la existencia de estas construcciones con piedras a la única cultura anterior de la que tenían conciencia los hombres medievales (autores mayoritariamente de la toponimia menor castellana que hasta hoy se conserva): la de los moros. La figura del moro aparece de modo recurrente en las leyendas —una de ellas ha quedado plasmada para siempre en las románticas páginas de Gustavo Adolfo Bécquer: “La Cueva de la Mora”, sita en las proximidades del balneario navarro de Fitero— y ha pasado a la toponimia con igual profusión. Son frecuentísimos en todas las regiones los nombres de lugar Moro(s), Mora, Morita, siempre alusivos a seres legendarios que se supone construyeron y luego habitaron esos lugares: el nombre Pedra Moura (La Coruña), remite a una formación inicial Pedra [da] Moura ‘piedra de la mora’, referida a un conocido dolmen todavía muy bien conservado18, lo mismo que también Losa [de la] Mora, nombre de dolmen del término oscense de Bierge, y Forno dos Mouros de Faladora (Mañón, Coruña) nombre de uno de los dólmenes más conocidos e importantes de Galicia; Casetón de los Moros, denominación de un dolmen de Arrabalde (Zamora), Cova da Moura, cámara de dolmen de Galicia, Lapa del Moro, nombre de una construcción dolménica sin túmulo del término sevillano de Castillo de las Guardas; Cueva de la Mora y Casa de los Moros, denominaciones de sepulturas megalíticas de Jabugo (Huelva) y Villardardo

por Alvar en su anotación: el nombre granadino Dientes de la Vieja (“denominación de un roquedal”), si ocurriera que las piedras del lugar hubieran sido colocadas allí por mano humana (en cualquier caso, esta última forma onomástica contendrá una aplicación metafórica de la palabra diente a las piedras, seguramente por la apariencia de estas; cf. la denominación La Uña para un menhir de Acebedo, en León). 16. Véase Apellániz/Fernández (1989: 141). 17. Correspondientes a sendos dólmenes de Etxalar y Bizkarra. En este contexto merecen citarse igualmente los topónimos de la forma Bailadero, frecuentes en Canarias para nombrar lugares donde se reunían las brujas, según la tradición popular (Gordón/Ruhstaller 1991: 64). 18. “O dolmen da Pedra Moura de Aldemunde (Carballo) ten unhas dimensións de 2,40 m por 3,20 m. Os ortóstatos foron movidos e só dous están no seu emprazamento orixinal. O máis alto chega aos 2,30 m de altura. Segundo a lenda, a pedra foi traída por unha moura, que a trouxa na cabeza mentres fiaba nunha roca e daba de mamar a un bebé” [en línea]: (; cursivas mías) [consulta: 16/02 /08].

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(Salamanca)19. Estos lugares se relacionaban frecuentemente con hechizos y encantamientos20; de ahí los topónimos del tipo La Casa Encantada21, El Duende, La Morita Encantada22. Y con tesoros escondidos (hay Dolmen del Tesoro, en Morales del Rey, así como Teso del Oro, forma probablemente hipercorrecta, relativa a una construcción dolménica de San Martín de Valderaduey, ambos en la provincia de Zamora; además, son frecuentes los nombres del tipo de Hoya del Tesoro, La Llave —del tesoro—23). A veces también se adjudicaban estos parajes con restos enigmáticos a algún personaje poderoso de la vida civil (un rey o una reina; de ahí Mámoa do Rei, nombre de un túmulo de Pontevedra; Peñón de la Reina, en Alboloduy, Almería, nombre de un yacimiento de la Edad del Bronce Final; hay, asimismo, Sepultura de la Reina, en Guadalcanal, Sevilla, y Castillito de la Reina, en Huelva) o religiosa (Cocinilla del Obispo, Cueva del Monje, La Fraila24, Cueva Sagrada25, Las Reliquias, Hueso Santo)26. Según Rohlfs (1966: 121), el cristianismo supondría si no la eliminación, al menos la sustitución de mitos anteriores por figuras

19. Otros nombres de yacimientos prehistóricos del periodo eneolítico que contienen referencias a la misma figura mítica son los que siguen: Tumba del Moro, Fossa del Moro, Cabana del Moro, de Navàs, Montmajor y Orrius (Barcelona), de modo respectivo; Caixa del Moro, Roca del Moro, Cabana del Moro, Cabana de Moros, Serrat dels Moros, Torre dels Moros, en Bassella, Cabó, Montferrer, Tiurana i Torá (Lleida); Pico del Moro, Tumba del Moro, Sepultura del Moro, en El Madroño (Sevilla) y El Berrocal (Huelva: Gordón/Ruhstaller 1991: 120 ss.). 20. En relación con las leyendas creadas en torno a parajes misteriosos para la población rural, Josefina Roma (1997: 157-158) cita nombres como Les Encantades, frecuentes en Cataluña, así como Las Xanas (xana < DIANA, diosa de la mitología clásica; se ha verificado aquí una evolución formal y semántica, pues xanas se dice que son las ninfas de los bosques asturianos), que remiten a personajes de la mitología y las leyendas populares de Cataluña y Asturias, respectivamente. 21. Denominación de una construcción dolménica de Lleida. 22. Nombre de un paraje del término onubense de Almonte que presenta restos de habitación de época prehistórica: los lugareños mantienen la creencia popular de que este lugar está hechizado, por lo que lo evitan una vez que anochece (vid. Gordón/Ruhstaller 1991: 34, 123124). 23. Una leyenda que se repite en varias localidades andaluzas con escasas divergencias habla de un enigmático tesoro, escondido entre los restos de una antigua habitación —generalmente, yacimientos arqueológicos— y encerrado bajo llave, desconociéndose el paradero de ésta. Una variante de tal leyenda habla del encarcelamiento de una princesa rebelde de tiempo de los moros en un calabozo, cerrado con una enigmática llave perdida. En uno de esos motivos legendarios deben de estar inspirados los no escasos nombres de lugar La Llave o El Calabozo (vid. Gordón/Ruhstaller 1991: 109-110, 114-115, 183). 24. Nombre de un dolmen de Alcántara, Cáceres. 25. Denominación de una oquedad con un pequeño pseudocorredor de acceso formado por piedras hincadas, al modo de un sepulcro megalítico, sito en el término murciano de Lorca. 26. Gordón/Ruhstaller 1991: 165.

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de la nueva religión: así, la vieja o la bruja se sustituiría muchas veces por la Virgen (nombrada en ocasiones Señora), y los solitarios pero poderosos constructores y habitantes de tan misteriosas edificaciones del campo, tales como gigantes, moros, se convertirían luego en personajes de la vida religiosa: santos, obispos, monjes, frailes, etc. La sacralización alcanza asimismo a la caracterización de las moradas de estos seres míticos —que pasan a considerarse” cuevas sagradas” o “capillas”—, así como a sus posesiones —los restos hallados serán “huesos santos” o “reliquias”—27. Notablemente curiosas me parecen a este respecto las denominaciones que contienen referencias a la función que se atribuía a tales construcciones: la mayoría de las veces se identifica con la morada de estos seres míticos, y puede ser identificada desde como una chabola (recuérdese el nombre Chabola de la Hechicera), hasta como una cabaña (así en Cabana del Moro, nombre de varios dólmenes de Cataluña), una casa (La Casa Encantada, Casa de la Bruixa, nombres de dólmenes de Lleida; Casa dos Mouros, dolmen de Galicia; Casitas de los Moros, túmulo de Cantabria; Casía da Arquela ‘casilla de la arquilla’, en Fonsagrada, Lugo), un casetón (Casetón de los Moros, dolmen de Arrabalde, Zamora), o un cortijo (Cortello dos Mouros es nombre de un dolmen gallego). Otras veces se piensa en lugares concretos de la vivienda: así, el horno (son muy habituales los nombres Forno u Horno, como Forno dos Mouros, en Mañón, Coruña; Horno del Moro, Horno de las Brujas, que obedecerán a la forma de oquedad redondeada de los túmulos, semejante a la de un horno)28. Dada la frecuencia con que se verifica el descubrimiento múltiple, esto es, de varios utensilios —cuchillos, cucharas, recipientes—, pertenecientes a un ajuar funerario, en un mismo lugar, no resulta en modo alguno extraña la denominación popular de cocina con que han sido bautizados determinados yacimientos arqueológicos, como el nombrado Cueva de la Cocina (en Dos Aguas, Valencia), uno de los más importantes del periodo Eneolítico; Cocina de los Moros (en Ávila) y Cocinilla del Obispo (Alicante), yacimiento epipaleolítico29. De otra parte, la sacralización se ha verificado a medias en los nombres Capilla de los Moros, Cape-

27. También resulta extraordinariamente frecuente la sacralización de estos lugares considerados paganos a través de denominaciones con hagiónimos (valga como ejemplo el nombre Dolmen de Santa Cruz, de Cangas de Onís, Asturias). Además de la adaptación a la nueva religión de la referencia onomástica, a veces se ha verificado una adaptación paralela de la construcción, como ocurre en el caso de la piedra de St. Uzec, en Gran Bretaña, donde se ha añadido una cruz sobre el menhir. 28. Hay asimismo Forna o Furna, Fornela (‘hornilla’) dos Mouros, Forno dos Mouros como nombres de dólmenes de Laxe, Toques y Ortigueira, en Galicia; Castro dos Fornos en Figueiroa, en la misma región. 29. Véase Gordón (1991: 528).

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la dos Mouros (Galicia), donde se identifica la edificación con un lugar dedicado al culto, aunque pagano, a juzgar por las alusiones a la figura del moro. Como vamos viendo, todavía en nuestros días perduran en la memoria popular de muchos lugares historias y leyendas tradicionales que implican a seres míticos y legendarios (princesas encantadas, gigantes, moros, moras encantadas, brujas, etc.) en la justificación de las grandes piedras características de los monumentos megalíticos. Tales leyendas han pasado a la toponimia en forma de nombres tales como Eira das Meigas ‘era de las brujas’ (en el monte Neme, Carballo, Galicia, denominación muy elocuente de un área donde se conservan los restos de un círculo lítico (o crómlech: ‘serie de piedras hincadas en el suelo —menhires—, dispuestas de forma circular’), que la tradición popular identificaba como lugar de reunión de las brujas en la noche de san Juan30. Igualmente, Eira dos Mouros ‘era de los moros’ es el nombre de un conocido crómlech de la misma región (el círculo de piedra se identificaba a veces con una eira ‘era’, pues presentaba la misma apariencia: un espacio redondeado, rodeado de piedras, del cual se pensaba que habría tenido en otra época la función de lugar donde se trillaba el trigo); otras formas para este tipo de monumento megalítico que perviven en la toponimia son corona —claramente metafórica; así Corona de los Muertos, nombre de crómlech del valle oscense de Hecho—, circo y redondil —El Circo y El Redondil son denominaciones correspondientes a construcciones del mismo tipo de Galicia—, y gall. chaira: hay Chaira da Mourela, nombre de crómlech de As Pontes, en Galicia, que contiene asimismo la referencia a un ser mítico, la figura de la mora. 5. Otro tipo también recurrente de denominaciones de lugares con restos de la cultura megalítica es el constituido por nombres referidos a la forma del terreno

30. “Baixo o nome de eira das meigas repártense por todo o país lugares onde supostamente se producían os encontros destes seres míticos. Neste caso concreto, había aquí un cromlech” (); [consulta: 15/02/08]. “A noite de san Xoán, na fonte de Santa Cristina ó lado das ruinas dunha capela próxima, as bruxas baliaban e realizaban todo tipo de cerimonias e acudían ó monte Neme onde sentadas en círculo sobre unhas pedras (sentadoiros) realizaban os seus meigallos” (; cursivas mías) [consulta: 15/02 /08]. “En el pico del monte existía un cromlech conocido como ‘Eira das Meigas’, del que la tradición cuenta que sus piedras eran asiento de las brujas que allí celebraban sus reuniones. El círculo lítico fue destruido en los trabajos mineros de explotación de wolframio durante la II Guerra Mundial” (); [consulta: 15/02 /08].

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que oculta un enterramiento formado por una estructura de grandes piedras bajo tierra, terreno que generalmente presenta la apariencia de una elevación suave y redondeada. Son nombres alusivos, pues, a túmulos. Pueden encuadrarse aquí denominaciones con las formas mota (Monte das Motas, en Lobeira, y Mouta Grande, en Verea, Lugo, son nombres de yacimientos megalíticos), motilla (-o), turón, turrión, toruño (y derivados: toruñuelo/a, con sus variantes: tiriñuelo/a, teriñuelo/a, turuñuelo/a), mambla (‘mama’ < MAMMULA, gall. mámoa), que no es otra cosa que una metaforización oronímica —el topónimo La Membrilla de Carmona contiene indudablemente la forma mozárabe derivada del diminutivo latino MAMMULELLA (> *Mamlella > *Mamblella > Membriella), por lo que debe constituir una pista para la prospección arqueológica, igual que otros dos nombres menores Membrilla de Écija y Santaella; véase Ruhstaller (2003: 273)—. En Galicia aparece documentado abundantemente el término mámoa en la toponimia, siempre referido a un túmulo (un ejemplo precioso es el de Mámoa do Rei31). Son muchos los nombres de este tipo que podrían mencionarse aquí. Baste recordar El Toriñuelo (Badajoz), nombre de una conocida zona dolménica; Castillo del Turón (Ronda, Málaga), referente a un yacimiento del Calcolítico calificado de gran taller de cantera con poblado y necrópolis megalítica; El Toruño, en Mairena del Alcor (Sevilla), según Ponsich (1974: 266) zona de tumuli32. Siendo así, cabrá suponer que bajo una nombre de lugar tan plástico como Toruño de los Huesos, de La Puebla del Río (Sevilla), debe encontrarse la misma referencia inicial: un sepulcro megalítico bajo tierra. En cuanto a los nombres basados en el diminutivo motilla, aparecen profusamente siempre como denominaciones de monumentos funerarios situados en lugares eminentes y visibles desde todos los puntos del horizonte (vid. Gordón/Ruhstaller 1991: 126-128). Finalmente, otra denominación de este tipo de construcción es mesa hueca. Ésta (o la forma hipercorrecta Mesa de las Huecas, que recoge la bibliografía) aparece como nombre de un conjunto de sepulcros megalíticos de la zona onubense de Niebla, cerca de donde se halla el Cabezo La Hueca (El Alosno), que seguramente se basa en idéntica referencia inicial (Gordón/Ruhstaller 1991: 95-96).

31. Nombre de un túmulo de Pontevedra. Del lugar se ofrecen imágenes en la dirección [en línea]: ); [consulta: 17/02/08]. Otros ejemplos de la toponimia gallega pueden ser: A Mámoa (Mondoñedo, Lugo), Mámoa do Golpe, Mamoelas, en Sobrado y Mañón (Coruña). 32 Este tipo de nombres abunda sobremanera en la provincia de Salamanca, pero pueden rastrearse representantes por toda la geografía peninsular. Denominaciones correspondientes a lugares con presencia de túmulos los siguientes: El Turuñuelo, Los Turuñuelos, El Teriñuelo, El Tiriñuelo, El Turrión, El Torrión, en varias localidades de Salamanca; El Toriñuelo, en Jerez de los Caballeros, Badajoz; Teriñuelo de Carcaboso, en Plasencia, Cáceres.

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6. Finalmente, los topónimos pueden contener alusiones a las grandes piedras (y a su forma) constitutivas de los enterramientos megalíticos. Son extraordinariamente frecuentes los emplazamientos de interés arqueológico bautizados con las formas losa, lancha, laja (hincada), lastra, teja, piedra (hincada, hita), pedrejón, cancho/a, canchal, molar(es), meda, anta, arca, (piedra) cobertera, (piedra) tapada, piedra cubierta, peña cavada, canto hueco (estas últimas formas, empleadas para dar nombre a dólmenes33). El menhir suele identificarse con las denominaciones de piedra hita, piedra hincada o piedra ficada (así, La Piedra Ficada, de Cubo de Benavente, Zamora; La Piedra Hincada, de Brime de Urz, en la misma provincia, y Piedras Hincás, de Marigenta, Huelva, nombres todos de lugares con menhires), y piedra plantada (hay Piedra Chantada ‘plantada’, denominación de un menhir de Vilalba, en Lugo; Prao das Chantás [Valadouro, Lugo] ‘prado de las [piedras] plantadas’; Lousa Chantada ‘losa plantada’34), y con menos frecuencia, con la de canto hito (así, el llamado Menhir de Canto Hito, en Palencia; cf. también el significativo nombre Prado de los Hitos ‘menhires’, de Lumbrales, Salamanca, y el de Las Fitas, < [piedras] fitas < FICTAS, denominación de un círculo lítico del Valle de Hecho, Huesca). Otros ejemplos de denominaciones de monumentos megalíticos de estos mismos tipos son los que siguen: La Losa Mora (Bierge, Huesca), Arca de las Losas (Guntín, Lugo); La Lancha (Nerva), nombre alusivo a un lugar que presenta restos líticos de un dolmen, igual que el de Las Lanchas, de Valencia de Alcántara, en Cáceres; La Lastra (Luque, Córdoba) y Los Lastros (Morales de Toro, Zamora; id.); Salón de los Canchales, Cancho del Lobo y La Cancha son nombres de emplazamientos megalíticos de Valencia de Alcántara (Cáceres) los dos primeros, y de Montánchez (Badajoz) el último; La Tella ‘teja’, denominación de un dolmen de Aragón; el topónimo La Cobertera, de Gorafe (Granada), que se justifica por la piedra horizontal de la construcción megalítica; Tapada del Anta, Tapada del Puerto, nombres los dos de dólmenes de Valencia de Alcántara, Cáceres, y que remiten a una construcción elíptica (Piedra) Tapada; Pedra Cuberta (nombre de un dolmen de Treos, Galicia); La Uña, denominación de un menhir de Acebedo, León, debida a la forma de la piedra; el nombre gallego Pardantela (< Perdantela < pedra da

33. Los Molares es topónimo mayor sevillano explicable por los sepulcros megalíticos emplazados a pocos metros del casco urbano de la población (Gordón/Ruhstaller 1991: 117-118). 34. Denominación de un menhir de Galicia. La expresión es utilizada igualmente por los especialistas en arqueología, en su descripción técnica de las realidades objeto de su estudio: “Tamén aparecen a miúdo túmulos con unha soa lousa chantada, e mesmo soamente formados por terra limpa sen ningunha construcción interior” [en línea:] (); cursivas mías) [consulta: 15/02 /08].

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antela ‘piedra de la antilla’), nombre de una construcción megalítica de Galicia, donde anta vale ‘dolmen’ (vid. infra); y Perafita o Pedrafita (< PETRAM FICTAM) de Cristal, denominación de un conocido menhir de la misma región. Otros nombres del mismo tipo son: Medorra de Pedra Dereita (en Outeiro de Rei, Lugo; para medorra < meda ‘dolmen’, vid. infra); Pedra Alta de Cortegada (nombre de un conocido menhir de Guntín, Lugo); Pedra Marrada (nombre de una cista de forma rectangular en Carnota, La Coruña), Pedra dels Sacrifìcis (Tavèrnoles, Barcelona) ‘piedra de los sacrificios’; Pedra Salvadora (Mollet del Vallès, Barcelona), Pedra Xentil (seguramente forma elíptica a partir de Pedra [del] Xentil), denominación de un dolmen de Cataluña, que contiene la misma referencia a seres imaginarios que los topónimos vascos Jentillzulo, Jentilbarata, Jentilletxek, Jetilbatza, Jentillarriak, Jentileioa, Jentilmendi (denominaciones las cinco últimas de lugares con presencia de dólmenes), es decir, una alusión a los gentiles, paganos, los seres de una civilización anterior con poderes sobrehumanos a los que la imaginación popular atribuye la construcción de esas grandes edificaciones de piedra (vid. supra)35. La forma cueva sirve también para dar nombre a las oquedades artificiales formadas por las piedras dolménicas36; es así como se explican denominaciones del tipo de Cueva de Menga (en Antequera, Málaga; por cierto, el nombre propio incluido en el topónimo, Menga, hipocorístico de Dominga < lat. DOMINICA presenta una enorme recurrencia en función deonomástica en el idioma, debido con toda probabilidad a que se trataba de uno de los nombres femeninos más usados en época medieval. Seguramente hacía referencia a una figura femenina equivalente a otras como la vieja o la bruja: vid. supra), Cueva del Mago, Cueva de la

35 “Incluso en determinados pueblos se les llama de esta forma (gentiles) a los habitantes de Urdiaín y Aya pues la leyenda cuenta que son los descendientes directos de los jentillak [...] Según las leyendas, los jentillak desaparecieron de la tierra cuando una estrella anunció el nacimiento de Cristo. Otras leyendas hacen referencia igualmente a la llegada del cristianismo como la causa o el momento en que los jentillak y otros gigantes de los Pirineos dejaron de existir. Se habla de suicidios colectivos, migraciones... Lo cierto es que los jentillak simbolizaron la lucha de la antigua tradición frente a la recién llegada religión cristiana a los pueblos del norte de España” [en línea]: () [consulta: 15/02/08]. 36. “En todos os casos este tipo de construcións están recubertos por un túmulo de terra de varios metros de diámetro, como outeiros artificiais, que lles dan aspecto de cova, motivo polo que, ás veces e popularmente, se lles denomina ‘covas’, como ocorre en Antequera” [en línea]: () [consulta: 15/02 /08].

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Mora (Jabugo, Huelva), Cueva del Vaquero (dolmen de Gandul, Alcalá de Guadaíra, Sevilla), Cueva del Monje, Cueva de la Fraila, Cueva Sagrada37 (Lorca, Murcia), citadas arriba. Muy elocuente respecto de su referencia inicial es el nombre Cova Sapeira (Sapeira < Sopeira < SUB artificial), cuenta una leyenda local que fue hecha por los moros38. El sufijado covacha contiene la misma referencia en nombres andaluces como Covacha de la Presa (Loja, Granada) y La Covacha (Zalamea la Real, Huelva). También el occidentalismo lapa se emplea para designar oquedades artificiales, según muestran nombres como Lapa del Moro (denominación de un dolmen de Castillo de las Guardas, Sevilla), Lapa de Gargantáns (Moaña)39, Lapa d’Orca (por d’Arca; en Galicia), todos ellos relativos a enterramientos megalíticos. Igual sucede con peña cavada, o cavada, dada su presencia en nombres de megalitos de Galicia: Penacavada (en Meira, Lugo) y Cavada do Pito (en Vilabou, Pontevedra). Y con canto hueco: Cantos Huecos es nombre de una conocida zona dolménica de Guriezo, en Santander. 7. En la vida rural tradicional a veces se ha dado utilidad práctica a estos restos de culturas anteriores. Por ejemplo, dada su visibilidad y la imposibilidad de moverlos de sitio, se han aprovechado en no pocos lugares como señales demarcativas. De ahí que voces como las gallegas meda (< lat. META ‘extremo, meta’; ‘mojón’) o anta, ambas con significado básico ‘mojón’, se hayan convertido en denominaciones del ‘dolmen’. Inversa es la evolución que ha sufrido el cast. arca: el significado inicial ‘ataúd’ de esta voz se extendió al de ‘sepulcro’, para concretarse luego en ‘sepulcro megalítico’40. Estas tres voces perviven en la actualidad con diferente difusión —las dos primeras, preferentemente occidental— sirviendo de base para la denominación popular de aquellos monumentos prehistóricos de carácter funerario en forma de túmulo, y asimismo de los lugares donde aquellos se encuentran. Meda aparece frecuentemente sufijado en las formas medorra (con variantes madorra o modorra), medoña o medela: Medorra de Pedra Dereita (en Outeiro de Rei, Lugo), Medorra de Veiga das Mamoas (Guntín, Lugo; en esta de-

37. Vid. supra y nota 25. 38. “A falta de prospeccións arqueolóxicas non nos permite encadrar históricamente a Cova Sapeira ou Cova de Monte Agudo. A lenda di que foi feita polos mouros e que comunica co castro de Belesar, da parroquia de Vilasouto” (ibid.; cursivas mías). 39. Se trata del menhir más conocido de Galicia, que mide 2,35 metros de altura, por lo que aquí se identificará la piedra que conforma el monumento funerario con la piedra que sobresale en una cueva de visera, referente más común del occidentalismo léxico lapa. 40. Corominas-Pascual se valen de los materiales toponomásticos gallegos y catalanes para documentar la existencia del nuevo sentido de la voz, el de ‘dolmen’ (vid. DECH, s. v. arca).

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nominación aparecen las dos formas de igual referencia inicial mámoa y meda), A Medorra/ A Modorra, en Eirexalba; Madorra da Granxa, de Castro de Reis, todos nombres de lugares con dólmenes en Galicia. Por su parte, anta (estudiada por Corominas-Pascual, DECH, s.v.) aparece profusamente como denominación del ‘dolmen’ en toda Galicia, Portugal y áreas occidentales del dominio castellano. La etimología, sin duda acertada, propuesta por Corominas para el dialectalismo occidental anta, presupone un sentido etimológico ‘fin’, ‘linde’, ‘mojón’. Para ilustrar la contigüidad de los conceptos de ‘mojón’ y ‘dolmen’ y la facilidad de pasar del primero al segundo, el etimólogo aduce un documento gallego (donde igualmente se mencionan las voces sinónimas meda y mámoa) que pone de manifiesto cómo en los deslindes antiguos se aprovechaban megalitos como mojones: “quomodo dividit per ipsam petram de anta, et vadit ad fontem [...] de Amoa, usque in mamoa da Medas” (año de 1130)41. El ilustre etimólogo señala nombres formalmente comparables incluso en Almería y Valencia; a los mencionados por Corominas podemos añadir los de Huelva, El Anto y La Antilla, amén del almeriense (de Pulpí) Antares, que muestra claramente el uso como apelativo de la voz en esta provincia oriental: antares es un derivado castellano mediante sufijo locativo-abundancial de anta. Nombres claramente referentes a la construcción dolménica presente en los lugares mencionados son los de Tapada del Anta (Valencia de Alcántara, Cáceres), La Antiña, en Galicia, Antela, en Portugal. En cuanto a arca, forma parte de denominaciones de sepulturas prehistóricas del tipo de Casía da Arquela (Fonsagrada, Lugo), Poza das Arcas (Neves, Pontevedra), Chan de Arquiña (Moaña, en la misma provincia), Arca de Montouto (Mondoñedo, Lugo), A Pedra da Arca (Vimianzo, Zas, Coruña), Pedra da Arca (Pontenova, Lugo), Pedra Arca (Sasserra, Barcelona), El Arcón (Burgos), Lapa d’Orca (por d’Arca; en Galicia). 8. Ya nos hemos referido más arriba al hecho de que prácticamente todos los topónimos castellanos son creaciones onomásticas que datan de época medieval, concretamente del periodo inmediatamente posterior a la reconquista de las tierras a la población musulmana, cuando a los nuevos pobladores se les hacía imprescindible orientarse en un terreno nuevo y desconocido para ellos. Resulta elocuente en este sentido, a la vez que sumamente testimonial y probatorio de lo que decimos, el hecho de que en el Libro de la Montería de Alfonso XI (de hacia 1344) ya se registre un buen número de denominaciones de lugar castellanas del tipo que estudiamos aquí: así un nombre tan elocuente como El Villar de la Pie-

41. DECH, s. v. anta.

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dra Forada, y otros que no lo son menos como Piedra Lada (< lat. LATA ‘ancha’), Piedra Travesaña (seguramente referidos los dos a la piedra horizontal apoyada sobre otras dos verticales de un monumento dolménico); Piedras Luengas, Peña Luenga, Piedras Cavadas, Piedra Quenca, Peña Forada, Peña Foradada, Peña Furada, Peñas Trauadas, Piedra Fita, Piedras Fitas, La Bruxa, Cueuas de Vieja (nombre este de las cercanías de Guadalupe, en Cáceres, provincia en la que son especialmente abundantes los monumentos megalíticos), Cueuas Labradas, Piedra Escripta, La Letra (vid. Ruhstaller 1995). 9. Para concluir, las denominaciones de los restos de antiguas culturas hallados por los hablantes populares, carentes de conocimientos científicos acerca de su origen histórico y cultural, se basan generalmente en un léxico muy peculiar, como hemos visto: de una parte, plástico y realista, bien descriptivo, tomado del vocabulario usual y doméstico del campesino, quien bautiza a los lugares que frecuenta (pierna seca o zancarrón, por ejemplo, no pueden ser denominaciones más plásticas de parajes donde se han hallado restos óseos, concretamente huesos de la pierna); de otra parte, ingenuo, imaginativo, fantasioso, con connotaciones de mito y leyenda, reflejo de la perplejidad y el asombro del pueblo ante hechos y realidades desconocidos e inexplicables a sus ojos (las alusiones a la cocina de un moro, a un gigante o a una hechicera, por poner solo tres botones de muestra, deben encuadrarse totalmente en el terreno de lo legendario). Algunos de los monumentos que pertenecen a culturas anteriores presentan rasgos difíciles de entender (por ejemplo, piedras gigantescas dispuestas de determinada forma, bien en círculo, bien aisladas, bien una apoyada sobre otras dos), por lo que la ignorancia y la fantasía popular las atribuye a supuestos e imaginarios constructores de esas edificaciones, poseedores de poderes sobrenaturales. Hemos podido comprobar cómo lo que se escapa a la razón humana, los fenómenos incomprensibles para el hombre sencillo que habita el terruño, se atribuyen a seres con este tipo de poderes, que pueden ser desde personajes considerados como provistos de fuerzas superiores del tipo de brujas, hadas, magos, hechiceros, o gigantes, hasta deidades (la Virgen, los santos, y por extensión personajes de la vida religiosa y la jerarquía eclesiástica como monjes, obispos, etc.). Por otra parte, la figura del moro (la mora, o en plural, los moros) se justifica porque los campesinos tenían conciencia de que esos lugares habían sido habitados por culturas anteriores, si bien la única que conocían nominalmente era la de los moros. Las circunstancias del bautismo de los lugares son idénticas en todas las zonas, pues tal bautismo surge de las mismas necesidades y se efectúa por el mismo tipo de hablantes; de ahí que se repitan iguales o muy similares denominaciones en

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las más diversas regiones que comparten una misma lengua, para dar nombre a iguales o semejantes realidades. Pero, además, ocurre que vienen a coincidir los mismos tipos de nombres en los distintos dominios lingüísticos. Así, lo mismo que en áreas hispanas hallamos nombres de lugar con las formas Damas, Dueñas, Señora(s) (vid. Gordón/Ruhstaller 1991: cap. II), en Francia existe una conocida gruta llamada des Demoiselles, donde se han hallado numerosos restos de antigua habitación, y entre ellos, seguramente, figuras femeninas, que habrán dado lugar a la denominación. Igual que encontramos Fraile para dar nombres a emplazamientos arqueológicos de zonas de lengua castellana, hallamos Frare en Cataluña como denominación de un importante yacimiento protohistórico (vid. Martín Colliga 1982). Y lo mismo que hemos visto en el dominio del castellano denominaciones del tipo de Chabola de la Hechicera (de El Villar, Álava), en otras áreas se dan nombres como Casa de la Bruixa y La Casa Encantada (Lleida), Les Encantades, Las Bruixas (nombre de un dolmen no casualmente emplazado en la localidad barcelonesa de nombre Vallgorguina42), y en Rennes (Francia) se conoce como La Roche aux Fées ‘la Roca de las Hadas’ un monumento funerario del Neolítico. Esta comprobada recurrencia de formas permite, además de conocer los mecanismos de la creación léxica y onomástica, aprovechar el conocimiento de los nombres para la detección de nuevos lugares de interés histórico, pues si en varios sitios llamados, por ejemplo, Toruñuelo (denominación basada en la voz toruño), o Membrilla (< lat. MAMMULELLA) consta la existencia de túmulos, es decir, de dólmenes disimulados bajo la apariencia de cerros de formas más o menos suaves, en lugares conocidos como Piedra Fita (o Hita), la de menhires, y en los llamados Canillas, de sepulturas de interés arqueológico, es lógico que podamos suponer, por analogía, la presencia de las mismas realidades en otros lugares homónimos aún no explorados por los expertos. Al investigador moderno de la arqueología, habituado a designar a los objetos de su estudio mediante una terminología especializada, pueden haberle resultado demasiado comunes y adocenadas estas formas que tratamos, para ponerlas en relación con las realidades existentes en tal tipo de lugares. Este hecho y el del desconocimiento tanto de los mecanismos que rigen la creación léxica como de ciertas voces de uso dialectal, arcaico o vulgar, contenidas en los nombres de lugar, habrán sido las causas de que muchas de estas denominaciones, a primera vista tan comunes e insignificantes (pero, en cambio, tan elocuentes y significativas para quien sabe interpretarlas), hayan pasado desapercibidas.

42 Quizá relacionado con gorge ‘hada’; cf. otro lugar llamado Les Gorges ‘Las Hadas’, asimismo de Cataluña (vid. Roma 1996: 158).

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En fin, con este trabajo he querido mostrar cuán interesante resulta la adopción del enfoque lengua-cultura en la investigación de los fenómenos lingüísticos, y cuántos resultados puede obtener la lingüística al ponerse en relación con el folklore y el mundo de las leyendas populares. Como ya dijo Rohlfs, “la lingüística no debe proporcionar solamente ciencia muerta, sino que debe ocupar un puesto de primera línea para profundizar en el conocimiento de la cultura de los pueblos”43.

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43 Rohlfs 1966: 155.

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ESTUDIO SOCIOLINGÜÍSTICO DEL LÉXICO DE LA VESTIMENTA EN EL HABLA ANDALUZA ROSARIO GUILLÉN SUTIL Universidad de Sevilla

1. Introducción El objetivo de este trabajo es el estudio del léxico de la vestimenta en el habla andaluza y, en especial, en el habla culta de Sevilla. En primer lugar, nos hemos servido de un material bastante amplio que hemos recogido de las diversas revistas de moda de origen nacional, como: Revista Tendencias (octubre 2007); Yo Dona (25-8-07, 20-10-07, 29-9-07); Marie Claire (febrero 2007); Glamour (julio 2007); Cortefiel (invierno 2007); Vogue (enero 2006); El Corte Inglés (otoño 2007); Magazine (2-10-07, 7-10-07, 15-10-07); El Sur de la Moda (junio/julio 2007); Mujer Innovadora (abril/mayo 2007); Mujer Hoy (2-6-07, 9-6-07), etc. De estas fuentes se ha extraído casi todo el léxico de la ropa que usan el hombre y la mujer en la vida cotidiana, aunque sólo vamos a analizar la interior y la exterior, y no los complementos. Una vez obtenido nuestro corpus, hemos hecho dos contrastes: uno, con el estudio que realizó M. Alvar, junto con otros colaboradores (A. Llorente y G. Salvador), del léxico de la vestimenta que se encuentra en los tomos V y VI del Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía (ALEA)1; otro, con el léxico de la vestimenta del habla culta de Sevilla recogido en el capítulo tercero del volumen 14 de Sociolingüística andaluza. Léxico del habla culta de Sevilla, que analiza el léxico del vestuario. M. Alvar hace referencia a la misión léxica de Andalucía en dos grandes zonas: la Oriental y la Occidental. Entendemos por Andalucía Oriental las provincias de

1. De ahora en adelante ALEA.

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Almería, Granada, Jaén y Córdoba; y por la Occidental las provincias de Huelva, Cádiz, Málaga y Sevilla. Los investigadores del ALEA realizaron el estudio del léxico del vestuario en las siguientes zonas de la región2: 1. Provincia de Huelva y parte de la jurisdicción sevillana. 2. Norte de Huelva y algún pueblo del nordeste sevillano. 3. Provincia de Cádiz y occidente de Málaga. 4. Norte de Córdoba. 5. Norte de Málaga, este de Sevilla, zona del sur de Córdoba y suroeste de Jaén. 6. Tierras del antiguo reino de Granada. Con respecto al estudio del habla culta de Sevilla, se ha encuestado a 12 informantes adultos de nivel culto. Los informantes han sido 6 hombres y 6 mujeres, repartidos por igual en tres generaciones: 1.ª generación, de menos de 35 años; 2.ª generación, entre 35 y 55 años; y 3.ª generación, más de 55 años. Tenemos que especificar que para la recogida de las respuestas de estos informantes se han utilizado unos cuestionarios más amplios que los que se usaron en el ALEA, por ello, la variedad de términos para una misma prenda es mayor. Es decir, los encuestadores realizaban varias preguntas para referirse al mismo tipo de ropa; algunas de ellas están extraídas de las definiciones del DRAE. Cuando, a veces, la pregunta no contiene una descripción exhaustiva de ésta, sino que sólo se pregunta por su denominación, se les muestra la prenda en cuestión. Posteriormente, todos estos términos léxicos se han consultado en la última edición del DRAE, con la intención de entresacar las definiciones que da la Academia de cada uno de ellos, comprobar si los registra todos, o no, y también verificar si las definiciones que refiere coinciden con la de los informantes que hemos seleccionado para hacer este estudio. En este trabajo no hemos podido analizar todo el léxico extraído de las fuentes consultadas, sino sólo parte de él, es decir, se han analizado los términos: pantalón, mono, camisa, chaqueta, abrigo o sobretodo, chaleco, camiseta, calzonas, vestido, falda, blusa, entre otros.

2. Vid. los tomos I y II del ALEA. En las notas preliminares se indica la codificación que se usa en toda la obra.

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2. Términos léxicos analizados 2.1. Pantalón El DRAE, en la 1.ª acepción, define el término como ‘prenda de vestir que se ajusta a la cintura y llega generalmente hasta el pie cubriendo cada pierna separadamente’. En la 2.ª acepción, se lee ‘prenda interior de la mujer, más ancha y corta que el pantalón de los hombres’. Además, registra otros términos como pantalón abotinado, que es ‘aquel cuyas perneras se estrechan en la parte inferior ajustándose al calzado’; pantalón bermudas ‘pantalón amplio que llega hasta la altura de la rodilla’ (también lo recoge como bañador masculino3); pantalón bombacho ‘pantalón ancho cuyas perneras terminan en forma de campana abierta por el costado y con botones y ojales para cerrarla, ajustándolo a la pierna’; pantalón corto, largo, tejano y vaquero, pero no pantalón de campana. Observamos la gran variedad de clases de pantalones que se registran en el DRAE y que coincide, por lo general, con los términos que hemos entresacado de las revistas consultadas. También se puede comprobar que la definición que da en la segunda acepción está en desuso. Pensamos que las señoras, sobre todo las de la tercera generación, ya no usan este tipo de prenda. En el mapa 1391 del ALEA, el encuestador sólo pregunta por la denominación de la prenda que le muestra a los informantes (sus propios pantalones). La mayoría de los andaluces responde pantalón, y, en menor porcentaje, contesta calzonas. Según las encuestas del habla culta de Sevilla, cuando se les pregunta cómo se llama la prenda de vestir, ceñida a la cintura, que cubre separadamente hasta los pies, la respuesta unánime es pantalón. Si se les pregunta por el que llega hasta más arriba de la rodilla, casi todos contestan pantalón corto, excepto dos informantes, uno de sexo femenino y otro masculino de la primera generación, que, coincidiendo con la Academia, responden bermuda. Cuando se les pregunta por el pantalón holgado que se ajusta poco más arriba de los tobillos, los informantes de la primera y segunda generación, así como una mujer de la tercera, responden pantalón bombacho, y tan solo dos informantes de la primera generación hablan de pantalón globo. Finalmente, cuando se les pregunta por el que queda muy justo, las respuestas son variadas: pan3. Acepción 2.ª de la entrada bermudas: ‘bañador semejante al pantalón bermudas’.

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talón estrecho, pantalón de pitillo y pantalón de tubo. En este caso, son también las generaciones más jóvenes las que están más informadas de las últimas tendencias en cuanto a los modelos de pantalones que tenemos en el mercado de la moda. Si comparamos estas respuestas con las que están recogidas en el ALEA (pantalón y calzonas), comprobamos que no son tan variadas. Pensamos que ello se debe no sólo al tiempo transcurrido, sino también al tipo de cuestionario —no tan amplio como el que hemos comentado— y al hecho de que sólo se les mostrara la prenda que llevaban puesta los informantes en ese momento. Por otro lado, la Academia registra este último término, calzonas, como ‘calzón con portañuela que llega a media pierna y es usado especialmente por picadores y vaqueros’ (DRAE, s.v. calzona), aunque algunos informantes sevillanos también lo utilizan cuando se les pregunta por la prenda de baño masculina. Existen, además, otros términos para la prenda pantalón que no están recogidos en las encuestas que manejamos, por no referirse a ellos, como son: de peto, pirata, capri, leggings, cargo, short, etc., y que sí están recogidos en las revistas consultadas. El DRAE sólo registra short (voz inglesa) y lo define como sigue: ‘pantalón muy corto usado principalmente para hacer deporte’. Pero, como todos sabemos, no sólo se usa para hacer deporte, sino que también las mujeres jóvenes lo usan como prenda de vestir. Para comprobar si algunos de estos términos eran conocidos por otros informantes sevillanos, elegimos a dos mujeres de la primera generación (nivel culto) y les hicimos la siguiente pregunta: ¿cómo se llama el pantalón tipo bombacho que lleva bolsillos en los laterales? La respuesta fue: pantalón cargo. Así mismo, les preguntamos: ¿y el ceñido que se lleva debajo del vestido y que por lo general es de color negro? La respuesta fue también unánime: leggings.

2.2. Traje de faena Con respecto al traje de faena que usa el sexo masculino en ciertos oficios, el ALEA no recoge ningún término, porque no hace referencia a ello. En las encuestas del habla culta de Sevilla, sí se refieren a este tipo de ropa, y la resaltamos aquí porque nos parece interesante la respuesta unánime que dan estos informantes cuando se les pregunta por “la prenda de trabajo de una pieza, con piernas, que se suele llevar sobre otra ropa para no ensuciarla”; todos contestaron mono, término recogido en el DRAE, en su 8.ª acepción.

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2.3. Camisa Según la 1.ª acepción del DRAE, camisa es la ‘prenda de vestir de tela que cubre el torso, abotonada por delante, generalmente de cuello y manga’. En el mapa 1389 del ALEA, la pregunta se formula señalando la prenda del propio informante. La mayoría de los andaluces responde camisón, y, en menor número de aparición, tenemos el término camisa. En las encuestas del habla culta de Sevilla también le muestran la prenda y, como algo curioso con respecto al ALEA, la respuesta unánime es camisa, y no camisón. Parece ser que este último término apenas se usa ya como sinónimo de camisa, por lo menos entre los sevillanos. Según el DRAE, camisón es la ‘prenda para dormir, generalmente de mujer, que cubre el tronco y cae suelta hasta una altura variable de las piernas’ y al que en Andalucía se le llama camisa (cfr. 2.ª acep.). Puede que antes fuera así, pero por la respuesta que han dado los sevillanos al ser encuestados, pensamos que ha habido un cambio en cuanto al uso de este término.

2.4. Chaqueta Este término es utilizado para diferentes prendas, dependiendo de la zona geográfica en la que se use. El DRAE lo define en la 1.ª acepción como ‘prenda exterior de vestir, con mangas y abierta por delante, que cubre el tronco’. En la 3.ª acepción, especifica que chaqueta en Venezuela se usa con el término cazadora. Sin embargo, para el DRAE cazadora es una ‘chaqueta corta ajustada a la cadera, de línea deportiva, hecha de material resistente, como paño, cuero, etc.’ (cfr. 7.ª acep.). También recoge el término americana. En el mapa 1386 del ALEA, nuevamente la pregunta se formula señalando la prenda del propio informante, y la respuesta, en general, es chaqueta, y sólo esporádicamente responden americana (Sevilla y Granada). En el habla culta de Sevilla, dependiendo también del tipo de pregunta, los informantes responden chaqueta o americana. Con respecto al término cazadora, nos llama la atención la pregunta que se les hace: ¿cómo se llama la chaqueta que usan los americanos, que suele tener dibujos y trozos de piel? La respuesta fue unánime: cazadora. Sin embargo, pensamos que la tendencia de hoy entre la ma-

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yoría de los andaluces es usar el término cazadora para todo tipo de chaqueta corta ajustada a la cadera, de línea deportiva, sin dibujos o trozos de piel. Por otro lado, en el mapa 1387 del ALEA se recogen los términos chaquetilla o chapona, que consiste en una chaqueta de tela fina o dril, sin solapas, abotonada hasta el cuello. Se trata de una prenda en desuso desde hace bastante tiempo, por ello no es conocida por la mayoría de los informantes del ALEA ni por los sevillanos.

2.5. Abrigo – sobretodo En el mapa 1395 del ALEA se pregunta por la prenda que se ponen los hombres encima del traje, cuando hace frío, para ir al campo o a la calle. En aquella época, se esperaba como respuesta el término sobretodo, ya que así se le denominaba a la prenda externa de abrigo usada por los hombres, y que según el DRAE era “prenda de vestir”, pero como en la pregunta se especifica “para ir al campo o a la calle”, la contestación general en casi toda Andalucía fue pelliza, que es el término que se empleaba entonces para este tipo de ropa. En el tiempo presente, el término pelliza no es usado por los andaluces, puesto que ya la prenda no se fabrica. El DRAE lo define como ‘chaqueta de abrigo con el cuello y las bocamangas reforzadas de otra tela’. Pensamos que actualmente los encuestados del ALEA hubieran respondido chaquetón. Los informantes sevillanos tampoco conocen los términos sobretodo o pelliza, pues cuando se les pregunta: ¿cómo llama a la prenda de vestir larga que se pone sobre las demás?, la respuesta de todos es abrigo. En otra ocasión, se les comenta: ¿y si el abrigo llega a la mitad del muslo? Unos responden tres cuarto (hombres y mujeres de la primera y segunda generación) y otros, chaquetón (hombres y mujeres de la tercera generación). El DRAE recoge ambos términos: abrigo y sobretodo. Por otro lado, en el mapa 1383 del ALEA se pregunta por las prendas de abrigo usadas por las mujeres. La respuesta, en general, es: abrigo, mantón, toquilla y saco. Los encuestadores aclaran, además, que en Andalucía abrigo y saco significan ‘prenda corta, hecha con lana entretejida’. Hoy, la realidad es otra. Puede que ciertos andaluces sigan llamando al jersey de lana, abrigo, pero lo más usual es denominarlo chaleco, como así lo reflejaremos a continuación, aunque antes

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vamos a hacer algunas puntualizaciones con respecto a los términos toquilla y mantón. La toquilla apenas se usa como prenda de abrigo. En los años cincuenta sí se empleaba, como así se refleja en el ALEA. Se trata de una prenda de punto, generalmente de lana, en forma de pico que cubre los hombros. Actualmente, esta prenda es más conocida para el uso de niños de pañales. El mantón también era una prenda de abrigo que usaban las mujeres de aquellos años y que, dependiendo de la ocasión, tenía diferentes modelos. Creemos que, en la época actual, el mantón que conoce el andaluz es el de manila.

2.6. Chaleco El DRAE, en la 1.ª acepción, define el término como ‘prenda de vestir sin mangas, que cubre el tronco hasta la cintura y se suele poner por encima de la camisa o blusa’. La opinión de los andaluces desde que se hicieron las encuestas recogidas en el ALEA (mapa 1388) hasta ahora no ha cambiado mucho con respecto al uso del término chaleco. En esta ocasión, se les pregunta por la prenda de abrigo que llevamos entre la americana y la camisa. La respuesta en general fue chaleco de punto o abrigo que significan lo mismo. Esta misma pregunta se les hace a los informantes sevillanos y casi todos dicen también chaleco o chaleco de lana. Solo un informante de la primera generación habla de suéter de lana. Pero tenemos que especificar que también denominan chaleco a la prenda de vestir sin mangas que se abotona al cuerpo y se pone sobre la camisa. En otro lugar de las encuestas del habla culta de Sevilla, nuevamente la pregunta se formula señalando la prenda, un jersey de lana “sin botones”. La mayoría dice jersey. Un hombre y una mujer de la segunda generación responden suéter; otros dos informantes de sexo masculino de la primera y segunda generación contestan chaleco; y, como algo curioso, una mujer de la tercera generación habla de niqui que, según el DRAE, es una prenda de punto igual al polo. Creemos que el término niqui apenas se usa entre las generaciones más jóvenes. Por último, cuando se les pregunta por el jersey “con botones” excepto dos informantes, un hombre de la tercera generación que responde chaleco con botones y una mujer de la primera que dice jersey con botones, los demás responden rebeca. Pensamos que este

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último término es el que está más generalizado para denominar este tipo de prenda. En otras zonas de España, en concreto Santander, la rebeca es para ellos un tipo de chaqueta. Por lo general, el término chaleco es más usado que el de jersey o suéter. Quizás las generaciones más jóvenes estén cambiando su léxico y empleen en más ocasiones jersey que chaleco.

2.7. Camiseta El DRAE, en la 2.ª acepción, la define como ‘prenda interior o deportiva que cubre el tronco, generalmente sin cuello’. Tanto en el ALEA (mapa 1390) como en las encuestas del habla culta de Sevilla se hace referencia a la prenda interior que llevamos debajo de la camisa, y la respuesta general es camiseta o camiseta interior. Pero, como todos sabemos, esta prenda ya no es sólo de uso interior, sino que también se utiliza como prenda deportiva o de vestir.

2.8. Prenda interior masculina Existe una gran variedad de términos para referirse a este tipo de ropa, según el modelo. El DRAE lo recoge como ‘prenda de la ropa interior masculina, que cubre desde la cintura hasta parte de los muslos, cuyas perneras pueden ser de longitud variable’ (s.v. calzoncillo). En el mapa 1393 del ALEA, se pregunta sobre la prenda que se usa debajo del pantalón. La respuesta general es calzoncillo y, en menor proporción, calzonas. En el habla culta de Sevilla, se les pregunta, en primer lugar, por el nombre genérico que recibe la prenda que se usa debajo del pantalón. Excepto un informante de la primera generación de sexo masculino que responde slip, todos los demás dicen calzoncillos, lo mismo que se recoge en el ALEA. Ahora bien, si se les pregunta por los que son ajustados, todos, menos un hombre de la primera generación que responde calzoncillos ajustados, dicen slip, que es un término inglés recogido en el DRAE. Y si los calzoncillos son sueltos y con poca pierna, la mayoría responde calzoncillos; sólo un informante de sexo masculino contesta bóxer, que son los calzoncillos ajustados de licra. Este último término no está recogido en el DRAE. También se les pregunta por los calzoncillos que llegan hasta los tobillos. Los informantes masculinos de la primera generación, así como otro de la segunda,

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contestan calzones, a diferencia de los demás cuya respuesta es calzoncillos largos. Según el DRAE, calzón es también prenda interior femenina en forma de pantalón (cfr. 2.ª acep.). Puede que en los años veinte fuera así, pero tenemos entendido que en otra época posterior (años cincuenta o sesenta), en Sevilla, y sobre todo en la provincia, se denominaba calzones a la prenda que hoy en día conocemos con el nombre de bragas.

2.9. Vestido En la 1.ª acepción del DRAE, leemos: ‘Prenda o conjunto de prendas exteriores con que se cubre el cuerpo’. En la 2.ª acepción, dice: ‘Traje enterizo de la mujer’. El ALEA no recoge este término. En el habla culta de Sevilla, como es de suponer, todos conocen el término vestido. El término, según para lo que se use, recibe diferentes adyacentes: vestido de fiesta, de calle, largo, corto, traje de noche, etc. Nos gustaría resaltar la pregunta que se les hace con respecto a traje sastre: ¿cómo se llama el traje de dos partes de corte varonil? Parece ser que entre estos hablantes el término sastre apenas es conocido, pues algunos responden traje chaqueta; otros, traje pantalón. Sólo dos informantes varones de la primera y segunda generación refieren traje sastre. Para el DRAE, el traje sastre es un traje de chaqueta, y la definición que da es la que sigue: ‘Atuendo femenino de corte recto compuesto de chaqueta y falda o pantalón a juego’. Comprobamos, pues, que no sólo el término sastre es de uso poco frecuente entre los informantes, sino que, además, en nuestra opinión, se ha producido un cambio en cuanto al uso del término, ya que, en otras épocas, eran los hombres los que llevaban este tipo de vestimenta. Sastre o, como se decía, “el sastre”, se empleaba para las personas que tenían por oficio cortar y coser vestidos, principalmente de hombre. En la actualidad, este término ha sido reemplazado por modisto, que significa, según el DRAE, ‘hombre que tiene por oficio hacer prendas de vestir’, por supuesto, tanto para el hombre como para la mujer.

2.10. Falda En la 1.ª acepción del DRAE se lee: ‘Prenda de vestir o parte del vestido de la mujer que cae desde la cintura’. En el ALEA, tampoco se recoge este término, pero en las encuestas del habla culta de Sevilla, sí. En esta ocasión, se les muestra la prenda, y todos confirman el térmi-

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no falda. También se les pide que digan cómo denominan a la falda angosta. La mayoría de los informantes de la tercera y segunda generación no responde. Algunos informantes de la primera contestan falda estrecha; un hombre de la segunda generación dice falda recta; y falda ajustada responde una mujer de la primera. Hoy, la tendencia es denominarla falda de tubo, sobre todo, las generaciones más jóvenes.

2.11. Blusa El DRAE, en la 1.ª acepción, la define como ‘prenda abierta de tela fina, similar a la camisa, que usan las mujeres y los niños, y que cubre la parte superior del cuerpo’. También, en esta ocasión, se les muestra la prenda a los informantes sevillanos. Casi todos dicen blusa. Como dato significativo, las mujeres de la primera generación contestan camisa, ya sea de manga corta, manga larga o sin mangas. Es muy posible que el término camisa esté reemplazando al de blusa, ya que en los comercios donde la gente joven femenina compra la ropa no aparece, por lo general, el segundo término y sí el primero. Con respecto a los informantes del ALEA (mapa 1375), al preguntarles por este tipo de prenda, la mayoría dice blusa, y, en menor proporción, responde chapona (Cádiz). En el DRAE, el término chapona aparece con el significado de blusa. Actualmente, es un término en desuso.

2. 12. Bañador, biquini (prendas de baño femeninas) En las encuestas del ALEA no se recogen estos términos. Cuando les preguntan a los encuestados sevillanos por el nombre de la prenda femenina de baño, tanto hombres como mujeres de las tres generaciones respondieron bañador o traje de baño. Pero si el traje de baño es compuesto y dejaba la cintura al descubierto, la respuesta unánime fue: biquini (término recogido por el DRAE). También los encuestadores refieren si conocen el nombre del biquini de pieza más pequeña. Sólo un varón de la primera generación responde minibiquini (sic); para otro varón, también de la primera generación, sería biquini brasileño; para los demás, simplemente biquini. Los encuestadores siguen preguntando: ¿y si no cubre el busto? En este caso, encontramos bastante variación. Las mujeres de la tercera generación no responden. Un hombre de la tercera y una mujer de la segunda dicen monobiquini (no

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recogido en el DRAE); otros, bragas o tanga (un varón de la segunda generación y una mujer de la primera). Únicamente otro varón de la segunda generación contesta topless. El DRAE registra éste término como ‘modo de vestir femenino que deja los pechos al aire’.

2.13. Sostén Nos vamos a referir, en esta ocasión, a la ropa interior femenina y empezamos por el término sostén. En el mapa 1377 del ALEA se registra la siguiente pregunta: ¿con qué se sujetan el pecho las mujeres? La mayoría responde sostén. Se comenta en este mismo mapa que esta prenda sólo se usa por gente de media edad o jóvenes, por ello falta la respuesta en algunos sitios o se obtiene una información que no es exclusivamente sostén, sino que corresponde al justillo, prenda que hacía sus veces. Según el DRAE, el justillo es una prenda interior sin mangas que ciñe el cuerpo y no baja a la cintura. Esta prenda ya en aquella época estaba en desuso, pero aún era conocida por ciertos informantes que suponemos que eran las mujeres de la tercera generación. Actualmente, el término justillo ni siquiera es conocido por las personas de más de 60 años. En el habla culta de Sevilla, en principio, no hacen ninguna pregunta, sino que le muestran la prenda, y curiosamente, aunque creemos que todos conocen el término sostén, responden sujetador. Cuando se les pregunta ¿cómo se llama o se le dice al sostén que llega hasta la cintura?, las respuestas son variadas. Los jóvenes hablan de corsé. Algunos informantes de la segunda generación dicen sujetador. Una informante de la tercera generación refiere sostén. Los hombres de la segunda responden corpiño, y curiosamente un varón de la tercera especifica refajo y otros de la misma edad aluden corpiño. Tal como se puede comprobar, el término sostén está siendo reemplazado por sujetador, quizás sostén esté más acusado en los hombres de más de 50 años, aunque en las mujeres de edad superior a los 65 años también es frecuente.

2.14. Refajo El refajo es una prenda en desuso, aunque aún se emplea en algunas zonas rurales de Sevilla (Olivares), pero no en la ciudad. Se trata de una prenda interior femenina que servía de abrigo. En el ALEA se recoge este término en el mapa 1379,

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conocido por la mayoría de los andaluces de aquella época, aunque los encuestadores especificaran que ya era una prenda en desuso. Son curiosas las definiciones que da el DRAE con respecto al término refajo, pues hace una distinción entre las zonas rurales y las ciudades. Textualmente dice en la 1.ª acepción: ‘En los pueblos, falda corta y vueluda, por lo general de bayeta o paño, que usan las mujeres encima de las enaguas’. En la 3.ª acepción lo define como: ‘En las ciudades, falda interior que usaba la mujer para abrigo’. Al fin y al cabo, viene a ser lo mismo, pues según se observa en el ALEA, no existe distinción de uso entre el pueblo y la ciudad. Hoy, como es de suponer, las nuevas generaciones no conocen este tipo de prenda, ya que ha sido reemplazada por camiseta interior o por body, término inglés recogido en el DRAE con la definición de ‘ropa interior femenina’.

2.15. Corpiño Con respecto al término corpiño también ha habido variación en cuanto a su empleo. El término sigue existiendo pero con diferente utilidad. En el ALEA se refleja como prenda interior femenina que hacía las veces de sostén. En el DRAE se recoge lo siguiente: 1. Almilla o jubón sin mangas. 2. Arg. y Ur. Sostén. 3. Arg. Parte del vestido que cubre el torso. En la actualidad, se conoce este término como lo define el DRAE en la 3.ª acepción. Se coincide, pues, con los argentinos en cuanto al significado de corpiño, es decir, parte del vestido que cubre el torso, y no como prenda interior.

2.16. Braga En la 1.ª acepción del DRAE se lee: ‘Prenda interior femenina e infantil, que cubre desde la parte inferior del tronco y tiene dos aberturas en las piernas’. En el mapa 1381 del ALEA la pregunta se formula de la siguiente manera: “Nosotros usamos calzoncillos ¿Qué usan las mujeres?” La mayoría de los andaluces responde calzonas y, en menor proporción, braga.

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En las encuestas del habla culta de Sevilla, cuando plantean esta cuestión, la respuesta es unánime: braga. Por lo tanto, este término ha sustituido al de calzona, que, como se ha comentado, actualmente es utilizado con otro significado.

2.17. Saya El significado que recoge el DRAE del término saya: 1. f. falda (‫׀׀‬prenda de vestir) no es el mismo que el que se recoge en el ALEA, pues en los años 50 la saya para ciertos andaluces era sinónimo de enagua (‘prenda interior femenina similar a una falda y que se lleva debajo de esta’, según el DRAE), pues a la pregunta de cómo se llama la prenda interior en forma de falda de tela fina, la respuesta que dieron estos informantes fue o bien enagua, o bien saya. Actualmente, tal y como hemos podido comprobar en el corpus de las encuestas, estos dos términos no son conocidos por los informantes con el sentido de falda interior de tela fina. Tan sólo un hombre de la tercera generación menciona el nombre de saya. Con respecto al término enagua, sólo es conocido cuando se les especifica que se coloca debajo del traje de gitana (también se utiliza para la falda de mesa camilla, pero no es este el caso que estamos ahora tratando). Hoy, en vez de enagua, hablamos de combinación (término recogido en el DRAE en la 2.ª acepción de enagua como ‘prenda de vestir’; la misma definición que encontramos en combinación en su 7.ª acepción). En las encuestas del habla de Sevilla, preguntan: ¿cómo se llama la prenda de vestir que usan las mujeres por encima de la ropa interior y debajo del vestido? La mayoría de los informantes y, en especial las mujeres, respondió combinación. Tenemos, pues, otro cambio léxico con respecto a los hablantes andaluces de los años 50.

2.18. Pijama En el ALEA no aparece este término, seguramente porque, como es de suponer, este tipo de ropa no era muy frecuente en aquella época, al menos entre los informantes de la segunda y tercera generación. Actualmente, como todos saben, es el término que en líneas generales empleamos para referirnos a la prenda que usamos para ir a dormir, como así lo especifican los informantes sevillanos. Pero

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si se les dice: ¿y si es de una sola pieza? La mayoría no responde. Sólo dos informantes de sexo masculino (primera y segunda generación) dijeron esquijama, término no recogido por el DRAE.

3. Conclusiones Tras la observación de los datos, hemos podido comprobar que desde que se hicieron las encuestas recogidas en el ALEA (tomos V y VI) hasta hoy día ha habido bastantes cambios, no sólo en cuanto al término léxico que se utiliza para denominar ciertas prendas, sino también a su diseño y aplicación. La mayor parte de las veces la expresión sigue siendo la misma, pero no el significado. También hemos llegado a la conclusión de que el lugar de residencia no influye decisivamente en el campo léxico de la vestimenta, pues los informantes que se han tomado como muestra tienen prácticamente el mismo vocabulario. Por otro lado, también hemos podido constatar que, en algunos casos, ciertas acepciones ofrecidas en el DRAE no responden a la realidad, y que deben ser actualizadas. Aunque aparentemente el léxico de la ropa parece sencillo, ofrece muchas posibilidades de variación. ¿Por qué? Pensamos que, además del progreso de la vida, los diseñadores que se anuncian en los medios de comunicación influyen bastante en estos cambios. Introducen nuevos términos que son en gran parte calcos del inglés, tanto de ropa interior como exterior. El DRAE, que ha sido siempre muy conservador a la hora de aceptar un neologismo, no ha tenido más remedio que recoger lo que ya está en la lengua de casi todos los españoles. Por ejemplo, acepta el término sport, que es empleado para todo tipo de prenda que no es de fiesta: traje de sport, vestido de sport, falda, camiseta, etc.; o el término body (ropa interior femenina). Ejemplos de este tipo los tenemos también en otros casos que no hemos comentado por no referirse a ellos en las encuestas, pero que sí los hemos constatados en las revistas consultadas como: blazer (Voz. ingl.). 1. Chaqueta deportiva, originariamente utilizada en los uniformes de colegios y equipos. top2 (Del ingl. top). 1. Prenda de vestir femenina, generalmente ajustada, que cubre el pecho y llega como mucho hasta la cintura. maillot (Del fr. maillot). 3. Prenda, especialmente femenina, de una sola pieza, elástica y ajustada al cuerpo, que se usa para practicar ejercicio físico. culote2 (Del fr. cullotte). 1. Braga femenina.

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Todos estos términos están recogidos en el DRAE y pensamos que se seguirán introduciendo otros por el uso frecuente que se hace de ellos, como es el caso del wonderbra (ing.), conocido por la mayoría de las jóvenes. Por otro lado, creemos también que los diseñadores son los responsables de que algunos términos caigan en desuso y otros salgan a la luz, pues por innovar que no quede. Este último verano ha surgido un nuevo término referido a la ropa de baño femenina: el triquini. Es un biquini de tres piezas (tapa el ombligo). En otros casos, las casas comerciales deciden fabricar de nuevo prendas que están en desuso, propias de épocas pasadas —por ejemplo, de los años setenta— y desconocidas por las actuales generaciones. Estas se recuperan con su nombre y significado original. Nos referimos, por ejemplo, a la prenda trenca, que según el DRAE es un ‘abrigo corto con capucha y con piezas alargadas, a modo de botones, que se abrocha pasando por cada una de ellas por sus respectivas presillas’; o el caso de bolero, que cayó en desuso y hoy es una prenda conocida, en especial por la gente joven femenina; se trata de una chaquetilla corta de señora. Existen, además, otros términos que refieren otros tipos de prendas, según el uso que se haga de ellas, y que no se han comentado en este trabajo pero queremos resaltarlas, como son: Para la lluvia: impermeable, chubasquero, anorak, gabardina, plumífero. Para cubrir las piernas: calcetines, medias, pantys, leotardos, calzas, calentadores. Para ir de etiqueta: frac, chaqué, esmoquin, levita. Para cubrir los hombros o el cuello: echarpe, bufanda, fular, manteleta, etc. Y la última cuestión: ¿existe cambio léxico entre las nuevas generaciones y las generaciones anteriores? Pensamos que sí. En el plano de la sociolingüística se ha señalado que el habla de los jóvenes se ha caracterizado por ser más innovadora frente al habla de los mayores que es más conservadora. Los nuevos términos, o bien son desconocidos por los hablantes de la tercera generación, o bien, aunque los conocen, no hacen uso de ellos porque permanecen más apegados a las formas tradicionales y no se les ocurre decir bóxer, por ejemplo, a los calzoncillos. También tenemos que especificar que apenas hay diferencia léxica entre los términos que usan los andaluces para la ropa y los que se puedan dar en el habla de

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un madrileño, zaragozano, santanderino, etc. Es decir, los andaluces, por lo general, no tienen un léxico específico de la vestimenta.

Referencias bibliográficas ALVAR, Manuel (1972): Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía, tomos V y VI. Granada: Universidad de Granada. ORTIZ TORRE, Asunción (ed.) (2005): Léxico del habla culta de Sevilla. Sociolingüística Andaluza 14. Sevilla: Universidad de Sevilla. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2001): Diccionario de la lengua española. DRAE. Madrid: Espasa Calpe, 22.ª ed.

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DE VARIACIÓN LÉXICA: LAS DENOMINACIONES DE LA COCCINELLA SEPTEMPUNCTATA EN LA GEOGRAFÍA LINGÜÍSTICA HISPÁNICA1 JOSEFA M.ª MENDOZA ABREU Universidad de Sevilla

1. Introducción Señalaba hace muy poco tiempo el profesor Moreno de Alba, hablando de la “Unidad y diversidad del español” (2006: 77), que: no es el vocabulario culto, bastante estandarizado, sino el popular y, sobre todo, el rural, el regional, el que hace ver a la lengua española (igual que a cualquier otra) como un inmenso mosaico constituido por infinidad de vocablos y acepciones de muy reducida extensión geográfica, pero de hondo arraigo entre los hablantes de tal o cual pueblo o región.

Y añadía muy acertadamente: Fuentes confiables de este tipo de diferencias son sin duda los atlas lingüísticos, que no sólo organizan conceptos en campos semánticos sino también muestran la distribución geográfica de los vocablos en una zona determinada.

Y esa es precisamente la finalidad fundamental de este trabajo, comprobar la diversidad léxica del español, es decir las designaciones utilizadas, y su diversidad geolingüística, para el concepto Coccinella septempunctata de la clasificación de Linneo2.

1. Este artículo responde a la ponencia presentada en el Coloquio Internacional in Memoriam Manuel Alvar celebrado en Sevilla en noviembre de 2007, por lo que no se han tenido en cuenta estudios posteriores de tema similar como el publicado por la profesora Quilis Sanz (2008). 2. La procedencia de estas denominaciones se halla en distintas fuentes: los diferentes atlas lingüísticos existentes, que muestran un amplio abanico de localidades encuestadas de

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Se trata, como es sabido, de uno de los insectos más conocidos entre la población europea, donde habitualmente se encuentra, si bien últimamente ha sido “exportado” a Estados Unidos, por el carácter beneficioso que tiene para el mundo de la agricultura3; aunque este último aspecto no siempre es bien conocido por la población general. A veces incluso ocurre al contrario, como se pone de manifiesto en algunos de los nombres con que se la conoce. Y es que, como ya se puso de manifiesto desde Saussure, la arbitrariedad del signo lingüístico no se halla reñida con las posibles motivaciones que lo sugieren. Además, la Coccinella ha estado asociada desde la antigüedad europea con un mundo mágico-religioso, responsable en parte de sus diferentes denominaciones. Así, su vinculación con la Virgen María parece que tiene su base en la simbología del Antiguo Testamento y en los Santos Padres de la Iglesia, a través del número mágico siete que relaciona los siete dolores de la Virgen con los siete puntos negros del insecto, o su color rojo con el color de la vestidura con que se solía representar a la Virgen, entre otras coincidencias. También en época primitiva, al parecer, a Jesús se le representaba como a un toro y a la Virgen como una vaca, lo que de alguna manera ha propiciado que en muchas de las lenguas europeas la Coccinella reciba el nombre de vaca (Backman 1988)4. Igualmente se la ha considerado como emisaria de Dios (Alonso 2001: 1), lo que justifica el frecuente uso de denominaciones como mariquita de Dios, bichito de Dios, etc., tan extendidas por todo el dominio del español.

nuestra geografía lingüística y nos han proporcionado, por tanto, el mayor número de denominaciones con su localización concreta correspondiente. A ellos pertenecen las abreviaturas provinciales, de todos conocidas, y el número correspondiente a cada localidad, que aparecerán entre paréntesis después de cada denominación. Otra de las fuentes ha sido el repertorio léxico publicado por Riera (1950), aunque hemos recogido solo las denominaciones correspondientes al español. A ellas hay que añadir los datos aportados por estudios de localización más reducida, que aparecen en la bibliografía. En estos casos indicamos población y provincia de manera completa. 3. Concretamente es uno de los conocidos como insectos beneficiosos, porque frena, al alimentarse de ellos o de sus larvas, las plagas de pulgones, cochinillas o ácaros. 4. Sin embargo, señalan Barros/Alinei (1990: 117) que no es ésta una denominación frecuente en las lenguas europeas (solo en friulano, ladino y rumano). Es verdad que no son muchas las respuestas que recoge el ALE en el dominio hispánico (Vol. I, 4, carte 42), pero, probablemente, se les han debido pasar las ocho que aparecen dispersas por el territorio y que les habrían cuestionado, entre otras cosas, la hipótesis de que en las lenguas antes citadas son calcos de las lenguas eslavas vecinas, o que la forma del francés es calco del bretón.

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Se ha creído también que el insecto podía otorgar algún deseo, predecir o augurar el tiempo meteorológico, e incluso influir sobre él, en un futuro cercano5. Esa concepción mágica ha proporcionado numerosas fórmulas en toda Europa y también en el norte de España, como: “palomita, / sube al cielo / y dile a Dios / que haga bueno” (López de Guereñu 1957: 116). Y es probablemente este mundo mágico-religioso, unido a las características del insecto, es decir su tamaño diminuto, su colorido, etc., junto con su carácter beneficioso para la agricultura, el que ha contribuido a que sea considerado con cariño y respeto tanto por niños como por adultos.

2. Las denominaciones Muchas son las denominaciones que este insecto recibe en las diferentes zonas del dominio hispánico, al igual que ocurre en otras lenguas europeas, con las que guarda cierta relación6. De hecho se ha considerado que muchos de esos nombres se pueden encuadrar en una clasificación conformada por una serie de campos semánticos similares, dependiendo de la motivación que los ha originado, y que se hallan en estrecha relación con los diferentes periodos de la historia cultural europea. De manera que algunos investigadores, como Propp7, han sugerido, en relación con los nombres de animales mágico-religiosos, que los nombres de parentesco y de otros animales son los de motivación más antigua y datan de épocas de una concepción animista; posteriores a ellos serían los referidos a profesiones, y por último estarían los nombres con referencias cristianas que suponen la adaptación de motivos religiosos y culturales a la nueva fe. En cualquier caso, y en lo que se refiere a la tipología lingüística, en total contamos con 430 tipos léxicos usados en el dominio lingüístico del español8, algunos de los cuales son simples variantes geolingüísticas, además de algunos préstamos de otras lenguas peninsulares, muy pocos, como, por ejemplo anderete, a partir del vasco andere ‘señora’, ‘muñeca’, etc.

5. De manera que una vez posada en la mano, si la coccinella sale volando significa que hará buen tiempo, si no, probablemente lloverá. 6. Vid. Alinei et al. (1990: cartes 42-44). 7. Vid. el interesante estudio sobre esta teoría realizado por Alinei/Barros (1986). 8. No nos hemos detenido en las procedentes de las otras lenguas peninsulares, con alguna excepción que veremos, porque ello ampliaría excesivamente el trabajo.

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El DRAE s.v. mariquita recoge dos tipos diferentes de insecto: f. Insecto coleóptero del suborden de los Trímeros, de cuerpo semiesférico, de unos siete milímetros de largo, con antenas engrosadas hacia la punta, cabeza pequeña, alas membranosas muy desarrolladas y patas muy cortas. Es negruzco por debajo y encarnado brillante por encima, con varios puntos negros en los élitros y en el dorso del metatórax. El insecto adulto y su larva se alimentan de pulgones, por lo cual son útiles al agricultor. f. Insecto hemíptero, sin alas membranosas, de cuerpo aplastado, estrecho, oval, y como de un centímetro de largo, cabeza pequeña, triangular y pegada al coselete, antenas de cuatro artejos, élitros que cubren el abdomen, y patas bastante largas y muy finas. Es por debajo de color pardo oscuro y por encima encarnado con tres manchitas negras, cuyo conjunto se asemeja al tao de San Antón o al escudo de la Orden del Carmen. Abunda en España y se alimenta de plantas (subrayado nuestro).

También hace referencia a un tercer tipo de animal: 3. f. perico (||ave trepadora)9; aparte de otros significados en los que ahora no vamos a entrar por quedar fuera del objeto de estudio. Indudablemente nosotros nos referimos al primero de los aquí definidos, al insecto coleóptero; aunque son, probablemente, las características del segundo las responsables, en algunos casos, de las denominaciones recibidas por el primero, generalmente relacionadas con san Antón o san Antonio Abad, por esa similitud con el tao, como tendremos ocasión de comprobar. Claro que no son esas dos las únicas especies, ni todas las mariquitas son de color rojo, pues existen otras de color amarillo o anaranjadas e incluso negras, pero la mayoría son desconocidas para el común de los hablantes, que ignoran, por tanto, sus nombres comunes.

3. La estructura de la denominación Aunque, como hemos dicho, son muchas las denominaciones, responden casi siempre a unas estructuras muy concretas que, en líneas generales, se suelen repetir por todo el dominio hispánico, si bien, dependiendo de las zonas dialectales, pueden variar algunos elementos, como los sufijos utilizados para crear derivados, los nombres de santos usados, etc.

9. Que también se utilizará para denominar a la coccinella.

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En líneas generales podemos señalar como principales esquemas los siguientes: a) Nombre simple, que, desde el punto de vista de la significación puede ser un nombre personal y, por tanto, hoy vacío de significado, como Catalina, Basilisa, etc., o bien el nombre de otro animal, con el que por alguna razón se le relaciona, el de un oficio, o una cualidad, etc. del tipo Gallina, Vaca, Sastre, etc. b) Nombre derivado: con bastante frecuencia, y con valor semántico distintivo, encontramos nombres derivados, generalmente a través de los sufijos de diminutivo más habituales del español, y cuya base nominal pertenece también a diversos campos semánticos, por ejemplo, Antoñita, Bartolete, Abuelita, Curica, Pajareta, Santilla, etc. c) Nombres compuestos: igualmente, y con la misma finalidad, aparecen formas compuestas: 1) Los más habituales dentro de este tipo son los compuestos sintagmáticos del tipo “sustantivo + de + sustantivo”, o la variante “sustantivo + de + el / la + sustantivo”. Tanto el primero como el segundo sustantivo pueden ser nombres comunes, con diversos significados, o propios, si bien el segundo de los sustantivos con bastante frecuencia hace referencia a nombres que hay que enmarcar en la esfera del mundo religioso: Bicha de Dios, Coca del Señor, Catalina de Dios, Mariposa del henar, etc. Mucho menos numerosos son los compuestos de dos antropónimos: María Luisa. 2) También aparecen algunos casos de “sustantivo + adjetivo”: Agüela pocha, Ángel sevillano, Escarabajo enlutado, Gallina ciega, Fraile motilón, etc. Pero es mucho más frecuente el orden inverso, “adjetivo + sustantivo”, aunque referido a un tipo léxico muy concreto formado por “san / santa + nombre”, entre los que destacan especialmente San Antón y San Antonio, con múltiples variantes, Santa Ana, etc. 3) La construcción “verbo + sustantivo” es mucho menos frecuente: Cuenta-dedos, Salta-capas, Mira-sol; Engaña-pastor, etc. 4) Y más escasa aún es la formada por dos sustantivos en aposición: Casa-Rey, Rey-Rey. d) Parasintéticos: son las denominaciones más usuales y ello porque, normalmente, por cada denominación simple se han creado varios compuestos en los

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que a menudo el primero de los nombres, el nombre determinado, aparece en diminutivo. Así, encontramos: Catalinuca de Dios, Gallinica (de) la Virgen, Vaquita de San Antón, Gorrinica del purgón; y un largo etcétera.

4. Principales sufijos utilizados Como ya hemos indicado, con bastante frecuencia encontramos formaciones sufijadas para referirse a este animal. Las causas son de diverso tipo: unas, de carácter puramente lingüístico, es decir el uso del sufijo10 con valor semántico distintivo que permite diferenciar, por ejemplo, abeja y abejita11; otras, estrictamente sociales y culturales, como son las creencias, ya señaladas, de que se trata de un animal mágico, y el cariño que se le muestra, etc. Ello explica la fuerte presencia de formas diminutivas utilizadas para designar este insecto. Alinei/Barros Ferreira (1986: 202) señalan al respecto que: l’approche d’une entité magique ne peut se faire sans prendre quelques précautions à son égard. Parmi celles-ci il y en une qui a des conséquences linguistiques: il faut se montrer extrêmement poli et amical en vue de decléncher une réaction favorable. C’est ainsi que s’explique la présence, partout, de formules propitiatoires comme les diminutifs, les formules de politesse, les appellations tendres, la référence a la beauté, etc.

Pero no solo observamos la presencia de diminutivos, sino también algunas diferencias de uso de los principales sufijos de diminutivo, que forman derivados con la misma base lexical, dependiendo del dominio lingüístico en el que ese derivado se utilice. Así encontramos: a) Uno de los sufijos menos utilizado es -uca. Usado, como es sabido, para formar diminutivos y despectivos. La zona de mayor vitalidad es Cantabria y así lo vemos también en nuestro caso, donde todos los derivados aparecen en esta provincia: Catalinuca, Catalinuca de Dios, Cocuca de Dios, Cucuca de Dios, Santuca, Santuca de Dios, Curuca, Gallinuca de Dios. b) Le siguen en orden de frecuencia, y con una localización muy concreta -in, -ino, -ina. La forma apocopada -in, muy poco habitual, aparece en Cantabria en 10. Evidentemente de diminutivo, dado el tamaño del insecto. 11. Claro que cuando ello no es suficiente hay que recurrir a otros mecanismos, según acabamos de ver, como la composición, etc.

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la denominación Angelín; Angelín de Dios se halla en dominio asturiano, al igual que Perrín de Dios; Coquín de Dios en zona leonesa; mientras que las formas plenas, ya sea en masculino (solo un caso) o femenino, se documentan en Cantabria y en las provincias leonesas de León, Zamora y Salamanca. Así: Ventanino, Canderina de Dios, Cocarina, Cocolina, Coquina de Dios, Cucurina de Dios, Santanina y Vaquina de Dios. Nos encontramos, por tanto, con creaciones con un sufijo de uso exclusivamente noroccidental, como era esperable. c) Igualmente tienen una localización concreta las denominaciones creadas con el sufijo -ete, -eta, localizadas en este caso en la zona oriental. El sufijo masculino apenas aparece, al ser menos frecuentes las denominaciones con este género para la Coccinella. Solo encontramos dos casos, uno en Navarra: Anderete12, y el otro en la provincia de Córdoba como derivación de un nombre personal: Bartolete. Las formas con -eta, mucho más numerosas, se localizan fundamentalmente en la provincia de Huesca: Boleta de Dios, Cameta de Dios, Capeta de San Antón, Coqueta de Dios y las variantes Cuqueta, Cuqueta de Dios, Cuqueta de Nostre Señó, Cuqueta Monsón, Gallineta de Dios, etc. Con extensión a las otras provincias aragonesas tenemos: Gallineta, Gallineta de Nostre Siñó, Gallineta Grasa, Pajareta, Palometa, que llega hasta Castellón, Palometa de Dios y Vaqueta. Ya en Alicante aparece Gorrineta. Y, como forma paralela a la castellana mariquita, e incluso a Mariica, encontramos en todo el dominio lingüístico oriental, incluida la zona de habla catalana, la denominación Marieta. Una vez se documenta también el parasintético Marieta de Dios. d) El sufijo -ico, como se sabe, ha planteado ciertos problemas en cuanto a su origen y localización13. En nuestro caso, la forma de masculino -ico tiene derivados, en general, en Aragón-Navarra y en las provincias orientales andaluzas: Angelico de Dios, Gusanico de Dios, Gusanico de los Santos, Gusanico de San Blas, Pajarico del Señor, Cuquico San Antón, Gusanico de lu(z), Marranico Antón, Sampedrico, Sanantoñico. A ellos hay que añadir la variante Oriolico, que, junto con la forma Oriol, ya lexicalizada, se documenta en la población albaceteña de Alman-

12. Que plantea problemas de interpretación para los propios encuestadores del atlas, pero se trata claramente de un diminutivo del vasco andere, como ya hemos indicado. Sainz (2001: 3) recoge anderete con el significado de ‘hormiga alada’ en el habla de la Ribera de Navarra. 13. Uno de los de más temprana aparición en español, con algún ejemplo ya desde mediados del siglo X, si bien su mayor vitalidad la adquiere a partir del siglo XV. Vid. González Ollé (1962); Ariza Viguera (1998); etc.

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sa. Sin embargo, la forma de femenino -ica ha creado derivados de localización también occidental y central, es decir en la zona de Castilla-León y Castilla-La Mancha, aunque ciertamente menos numerosos que los orientales. Con localización exclusivamente navarro-aragonesa tenemos varias formas, aunque para mayor precisión hay que señalar que no hay ni un solo ejemplo de creación con este sufijo en la provincia de Huesca, lo que probaría la teoría defendida por J. M.ª Enguita y M. Ariza14, de que el sufijo no es autóctono aragonés, a pesar de lo que se ha venido creyendo. Así, encontramos formas como: Antonica, Campanica de Dios, Catalinica, Gallinica (de) la Virgen, Gallinica de Dios, Gallinica de San Blas, Gallinica Pupuzada, Mariica, Mariica de Nuestro Señor, Martinica, Monjica, Palomica de la Virgen, Palomica de Nuestro Señor, Vaquica, Vaquica de Dios, etc. De uso fundamentalmente en Andalucía Oriental tenemos: Cochinica, Cochinica del piejo, Gallinica de la baba(da), Marranica, Marranica de la Virgen, etc. Otras formas encontradas tienen una extensión mayor, incluyendo la zona occidental: Bichica de Dios, Gallinica, Gallinica ciega, Isabelica, y la variante Sabelica, Mariposica, Pajarica pinta, Palomica, Pavica de Dios, Sansanica, Sansanica de Dios, Santanica, Tonica. Ninguna de ellas presenta diferencias significativas que justifiquen distinta localización. Claro que podríamos pensar en diversas cronologías para la formación del derivado, pero no parece aceptable, dada la presencia de varios de ellos en las distintas zonas, por ejemplo gallinica. e) Algo similar ocurre con el sufijo -ito, -ita, aunque en este caso la localización preferente es la occidental, además de en las Islas Canarias. Algunos casos se extienden también a las provincias de La Rioja, Navarra y Álava. Fuera de allí su presencia es muy escasa y casi siempre se trata de formas lexicalizadas. Es de todos el sufijo más utilizado, lo que probaría quizás que estamos ante creaciones más modernas. La variante de masculino -ito aparece en 26 de las formas documentadas, mientras que la de femenino -ita la encontramos en 93 de ellas, lo que significa que este es el sufijo dominante en casi el 28 % de las formas registradas. La base de los derivados responde tanto a nombres personales, incluidos los hagiotopónimos, como de animales, objetos, etc., independientemente de que integren formas simples o complejas. Algunos ejemplos de los más utilizados tenemos en: Bichito de lu(z), Coquito, Coquito de Dios, Sanantoñito, Cochinita de Dios, Cochinita de San Antón, Vaquita y Vaquita de Dios, etc.

14. Vid. Ariza Viguera (1998: 356).

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f) El sufijo -illo, mucho menos frecuente que el femenino, se utiliza generalmente para crear derivados que designan nombres de animales, incluyendo el genérico bicho, que se localiza en una zona muy concreta, la provincia de Jaén: Bichillo colorao, Bichillo del purgón; de allí procede también Cigarroncillo. Las otras documentaciones (3), se hallan repartidas, aunque todas por el dominio occidental del español: Marranillo, Pastorcillo, Sapillo de Dios. La forma -illa tiene también mayor vitalidad, y, a diferencia del masculino, se une a bases léxicas de diferentes significados, tanto nombres de animales como de objetos, y del mundo religioso incluyendo a santos y a la Virgen. Los atlas lingüísticos, y las otras fuentes consultadas, localizan formaciones con este sufijo fundamentalmente en Andalucía, Castilla-León y Castilla-La Mancha, como vemos, en: Bichilla del piejo, Campanilla15, Candelilla, Chinilla, Gorrinilla de San Antón, Galluguilla, Gargantilla, Virgencilla, etc. Los datos del ALEANR muestran su escasa presencia en esa zona, y de los pocos casos que aparecen la mayor parte pertenece a La Rioja, Navarra y algún que otro a Zaragoza. A ellos hay que añadir las formaciones documentadas en la provincia de Álava y alguna en la de Guipúzcoa: Campanilla de Dios, Vaquilla, Gallinilla, Gusanilla de la Virgen, Santanilla, Maestrilla, Margaritilla, Pastorcilla. Sólo en aquellos casos en que se ha producido la lexicalización se extiende el ámbito de localización, pero el único ejemplo documentado es Cochinilla16. g) Sin vitalidad para crear derivados tenemos que considerar el sufijo -eja, probablemente por su valor también despectivo, que vemos solamente en la voz Catalineja, dada como respuesta junto con la forma simple catalina en la localidad burgalesa de Humada. h) Algo similar ocurre con el sufijo -uela, que encontramos únicamente en Maricuela (Baeza, Jaén), y que vendría a confirmar la escasa productividad que este sufijo tiene ya en español. Con ambos sufijos, como se ve, se utiliza siempre la forma del femenino.

15. Aunque es probable que hubiera que pensar ya en la forma lexicalizada 16. Que encontramos repartida por todo el territorio: So 500; Ondara, Alicante; Fines, Almería; Crespos, Ávila; Palomares del Campo, Cuenca; Tacoronte, Las Palmas; Málaga; La Paca, Murcia.

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5. Campos semánticos Varios son los campos semánticos en los que se pueden encuadrar las denominaciones dadas a este insecto17. Concretamente, y en lo que se refiere al nombre base, en numerosas ocasiones se utiliza el correspondiente a otro animal, siendo también frecuentes los nombres personales, de oficios, formas procedentes del mundo religioso, y en menor medida designaciones referidas al parentesco, nombres de objetos, gentilicios, etcétera18. En muchos casos nos encontramos ante una lexía compleja en la que el segundo elemento determina, restringiendo, por tanto, el significado del primer nombre. Este segundo elemento suele proceder también de un campo semántico concreto, perteneciente igualmente al mundo religioso o relacionado con alguna característica que permita identificar al insecto. Señalan Alinei/Barros (1986: 197) que compuestos como Vaquita de Dios, Palomica de la Virgen, Mariquita de Luz, etc., no suelen ser homogéneos desde el punto de vista semántico, sino que transmiten con frecuencia un mensaje doble: por una parte un objeto o un animal, por otra parte un ser antropomórfico. Cuando la representación es antropomórfica aparece con frecuencia otro elemento con función variable, del tipo “Marie de la clé”, distinto de “clé de Marie”. Pero esta última posibilidad es poco frecuente en español; de hecho aquí no encontramos, junto a “Mariquita de luz”, “luz de María”, por ejemplo, como ocurre en francés. Por otro lado parece obvio que el tipo de mensaje dependerá del grado de lexicalización del compuesto. Algunos de los campos semánticos más destacables son los siguientes:

5.1. Denominaciones zoomórficas Uno de los campos más productivos para la formación de estos nombres ha sido el de los animales, ya sean también insectos o de otras familias:

17. Una clasificación al respecto muestra Simoni-Aurembou (1981) referida a la Mariquita en Andalucía. Pero creo que necesita alguna pequeña revisión, sobre todo en lo que a la lectura de las denominaciones recogidas en el ALEA se refiere, pues se han trascrito las aes relajadas como -e, y a veces como -o, con lo cual santarrita aparece como santerrite y lo mismo ocurre con formas como santenite o curito e incluso aparece siteluz en lugar de la forma con aféresis chitaluz. 18. Acerca de la motivación de algunos de estos nombres puede verse, entre otros: Alinei/Barros (1986); García Moutón (1987), etc.

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5.1.1. Concretamente uno de los más utilizados es el genérico bicho, que aparece habitualmente en forma de diminutivo y completado con otra denominación de carácter religioso: Bicha de Dios (Za 402), Bichica de Dios (Za 302, 404), Bichita de Dios (Sa 101; Za 302), Bichito de Dios (Antigüedad, Palencia), Bichito de San Antón (Albánchez, Almería; Antequera, Málaga). Pero también tenemos otras formas como: Bichilla del piejo (Gr 303), Bichita del piojo (de) la haba (Co 609), Bichillo del purgón (J 205), que reflejan claramente la creencia equivocada, como decía, de que el animal produce el pulgón o el piojo de las habas. Definidoras de otras características del insecto son las construcciones: Bichillo colorao (J 309), Bichito de lu(z)19, y las variantes Bichito de luces (Álora, Málaga) y con aféresis Chitaluz (Ma 201). La denominación Bichito (de) la murriaga (Málaga) deja entrever su origen andaluz20. 5.1.2. Entre las denominaciones procedentes de nombres de otros insectos encontramos: a) Las derivadas de la abeja, otro de los insectos útiles para el hombre: Abejita (Pinilla del Valle, Madrid), Abejita de Dios (Lo 102; Sg 302; TO 201), Abejita de San Juan (Lo 303). b) También la voz mariposa, insecto igualmente de colores vistosos21, aparece entre los diferentes nombres, ya sea como forma simple: Mariposa (GU 111; CU 206; Bu 200, 203, 603; Sg 202, 203; So 303; Co 400; Te 500; S 312; Montejo de la Sierra, Madrid; Cu 200; Riaño, León); o bien en compuestos y derivados: Mariposa de Dios (Av 200, 301, 400; So 401; Lo 502; S 108, 208, 210, 600; Alamedilla del B., Ávila), Mariposa de la Virgen (Bu 400), Mariposa ciega (Cardeñuela, Burgos), Mariposa coca (Vivar, Segovia), Mariposa del Henar (Vivar, Segovia), Mariposa del Pinar (So 301), Mariposa del Pulgón (V 100), Mariposi-

19. Esta es la denominación utilizada en general en Argentina y Uruguay para la luciérnaga (DRAE s.v. bicho). Pero los datos del ALEA, mapas 390 y 386, y demás estudios, nos indican que es también el nombre de la coccinella en el oeste andaluz (H 500, 601; Ca 100, 300; Se 102, 300, 305, 309; Ma 300; Aroche, Huelva; Los Palacios y Cazalla, Sevilla). 20. La voz murriaga es un andalucismo que recoge Alcalá Venceslada y las ediciones académicas del DRAE de 1984 y 1989 (que lo toman probablemente de él) con el significado de ‘patulea, reunión de gente baja’ y probablemente hace referencia a la aparición del insecto en colonias. 21. Y que incluye entre sus acepciones la de ‘luz’, es decir la mecha afirmada en un disco flotante y que, encendida en su recipiente con aceite, se pone por devoción ante una imagen o se usa para tener luz de noche.

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ca (Za 404; Gu 400), Mariposilla (Co 201; Na 105), Mariposiña de Dios (Carbayín y Pola de Siero, Asturias), Mariposita (Bu 303; P 102; So 100; Lo 501; Atauta, Soria; Coruña; Garganta la Olla, Cáceres), Mariposita de Dios (Av 101, 300, 402, 500, 602; Sa 205; So 201), Mariposita de San Blas (Soria), Mariposita de San Juan (Sg 205). c) Dos formas distintas se reparten por la geografía peninsular coca-coco y cuca-cuco con sus correspondientes derivados y compuestos para designar a este insecto. Creo que se trata, dada su localización, de sinónimos geográficos. El DRAE s.v. coco3 lo hace derivar del latín COCCUM, con el significado de ‘gorgojo’. Pero ninguna acepción entre las 6 entradas del lema coca guarda relación con el insecto. En la voz cuca1 (que remite también a cuco) en su segunda acepción encontramos: ‘cuco (||oruga de cierta mariposa)’. Sin embargo Autoridades en la segunda entrada de coco dice: ‘Cierto gusanillo o especie de polilla que se cría o introduce en las semillas y frutas, y las dañan de manera que no pueden servir’. En cuanto a cuca, es más escueto: ‘gusano pequeño, lo mismo que cuco’. Sin entrar ahora en los diferentes homónimos y los respectivos significados que estas formas presentan a lo largo de la historia del español, pues nos perderíamos, creo que las cuatro formas que aquí encontramos serían variantes de coco ‘gusanillo’, voz de creación expresiva procedente del lenguaje infantil, como señalan Corominas/Pascual (DECH s.v, COCO II). Indican además estos autores que en Cespedosa se llama coco a todo insecto desconocido, y también que en catalán y occitano aparece cuca ‘insecto cualquiera, sabandija, animal silvestre’. Esta alternancia de la vocal tónica en las formas entre el dominio lingüístico occidental y el oriental peninsular es la misma que reflejan las distintas fuentes. Así, las diferentes variantes que encontramos son: 1) Coca (Paredes de Buitrago, Madrid); Coca de Dios (Le 304, 307, 502; Sa 400, 503; Va 404; La Valduerna, León; Corrales, Santander; Tapioles, Zamora); Coca del Señor (Sa 400); Coca de San Antón (Le 606; Santa Marinica, León); Coca panadera (Le 203; Villatueldo, Burgos; S. Justo, Antoñán del Valle, Turcia, San Cristóbal de la Polantera, Requejo de la Vega, León; Aguilar del Río, Logroño); y la variante Coca paniera (Veguellina, León). Los derivados: Cocarina (Za 104); Cocolina (Za 301); Coquita (Sg 404; Pedrezuela, Madrid); Coquita de Dios (Sa 200, 203, 401, 402, 500; Za 101, 400, 601, 602; Arabayona y Valdelosa, Salamanca; Sopeña, Zacos, Carneros, León); Cocuca de Dios (Cieza, Treceño, S. Vicente del Monte y Tudanca, Santander); Coqueta de Dios (Hu 106); Coquín de Dios (Quintanilla, León); Coquina de Dios (Le 401, 500; S 105, 107; Traspando, Asturias; Carracedo, Lugo).

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El masculino, aunque en menor número, presenta formas similares: Coco (H 602); Coco de Dios (Le 403; Za 202); Coco San Antón (Sg 401); Coquito (H 603; Cibuyo, Cangas de Narcea, Oviedo, Asturias); Coquito de Dios (Sa 204; Za 202; Gallegos, Valladolid). 2) De la variante cuca, -o tenemos: Cuca (Bullas, Murcia); Cuca de Dios (Hu 304); y la variante catalana Cuca de Deu (Hu 402); Cuca de San Antón (Al 600; Alcantarilla, Murcia); Cucuca de Dios (S 310); Cucurina de Dios (S 102); Cuquica (Águilas, Murcia; Huércal-0lvera, Almería); las distintas formas de la provincia de Huesca: Cuqueta (Hu 600, 602); Cuqueta de Dios (Hu 200, 204, 207, 400, 403, 407, 500, 601); Cuqueta de Nostre Señó (y variantes: Hu 404, 408, 406); Cuqueta Monsón (Hu 201); Cuquetas de Monzón (Hu 401). El masculino aparece siempre especificado: Cuco Rojo (Hu 603); Cuco San Antón (Al 405); Cuquico San Antón (Al 403). d) Incluimos también aquí los compuestos con la forma gusano por recibir dicha denominación, entre otros, las orugas de los insectos. Como era esperable, nunca aparece la forma simple. Tenemos: Gusané de Dios (Hu 107); Gusanico de Dios (Hu 107; Z 201); Gusanico de los Santos (Te 300), Gusanico de lu(z) (J 308), Gusanico de San Blas (Z 502, 507), Gusano de San Antonio (Te 600), Gusanilla de la Virgen (Z 500). e) No creo que sean nombres personales22, sino de otros insectos, las denominaciones andaluzas Pablilla y Paquita. La primera, Pablilla (en las localidades sevillanas de Pilas y Écija), es probablemente una variante del mozarabismo paulilla ‘palomilla’ (mariposa nocturna) (DRAE, s.v.). Se trataría, por tanto, de otro caso de transferencia semántica similar a los que venimos viendo. En cuanto a Paquita (Cuenca, Córdoba), según el Diccionario enciclopédico de Gaspar y Roig (RAE, 2001), es el nombre dado en zoología a la paxita, ‘género de insectos coleópteros [...] compuesto de unas cuarenta especies, originarias de Europa, Asia y América Septentrional’; de manera que estaríamos ante un caso similar. f) Una sola vez se documentan los nombres de otros insectos como: Cigarroncillo (J 501); Escarabajo enlutado23 (Belmonte, Cuenca), Hormiguita de Dios (Na-

22. Como piensa Simoni-Aurembou (1981: 144) que transcribe como pablillo. 23. Denominación que no deja de sorprender, dado el carácter coprófago de este insecto.

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vaconcejo, Cáceres) Cucaracha de Dios (Escobado, Burgos; Alcañices, Zamora), e incluso Purgón (J 403). 5.1.3. Varias son las aves que han prestado su nombre a este insecto: a) De manera que también encontramos aquí el genérico pájaro en sus diversas variantes: Pajareta (Te 200); Pajarica pinta (Algadefe, León); Pajarico del Señor (Na 404); Pajarín de Dios (Siero de la Reina, León); Pajarita de Dios (Bustillo del Oro, Zamora); Pajarita del Señor (Na 404); Pajarita Santa (Estella, Navarra; Villar de Mazarife, Cistierna, León). b) Solo una vez aparece el otro genérico, ave, en Avecita de San Miguel (Lo 302). c) Y en dos ocasiones abubilla en las formas: Abubilla (CU 314), Bobilla (AB 307). d) Por el contrario, son muchas las formas procedentes de la gallina, en sus distintas variantes: Gallina (Treviana, Logroño); Gallina Ciega (Bu 301, 404; Te 104, 308, 501; Quintanaloma, Burgos; Aguilar del Río, Logroño; Noguera, Teruel; Casas de Haro, Cuenca); Gallina de San Antón (Bu 401); Gallina San Antonio (Bu 102); Gallina de San Vicente (La Cañadilla, Teruel); Gallineta (Hu 109, 301; Te 204, 205; Z 603); Gallineta de Dios (Hu 101, 103, 203); Gallineta de Nostre Siñó (Z 606); Gallineta Grasa (Te 207); Gallinica (P 500; Te 302, 306, 400, 402; AB 103; CR 608; Peralejos, Teruel); Gallinica (de) la Virgen (Te 103, 301); Gallina San Antonio (Bu 102); Gallinica de Dios (Te 502; Z 400); Gallinica de Nuestro Señor (Te 305); Gallinica de San Blas (Te 406); Gallinica de San Juan (Te 601); Gallinica ciega (AB 311, 312; CR 408; CU 310, 315, 505; P 503; Va 300, 301; Za 500; Hu 301; Te 404; Munera, Albacete); Gallinica de la baba(da) (J 502); Gallinica Pupuzada (Te 307); Gallinilla (Z 506; Carabantes, Soria); Gallinita (Bu 402; Briviesca, Burgos; Villa del Río, Córdoba; Leiva, Logroño; Monreal del Campo, Teruel); Gallinita ciega (CR 202; Av 502; Sa 601; So 601; Na 303); Gallinita de Dios (Antiles, León; Barrio Panizares, Villadiego, Burgos); Gallinita Papual (Sa 202, 602); Gallinuca de Dios (S 106). e) De la denominación del animal macho, gallo, saldrían las formas Gallita (So 401), Galluguilla (Pineda de Jigüela, Cuenca). f) Además de todos estos aparece también algún compuesto de pita ‘gallina’: Pita de Dios y el dialectal Pitiña de Dios (ambas en dominio asturleonés).

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g) Relacionados con el mismo animal tenemos: Polla (Aguilar, Burgos); Pollita (Aguas Cándidas, Burgos); Pollita de Dios (Lo 100; Estella, Navarra; Matallana, León); y Pollito de Dios (Aguilar de Bureva, Burgos). h) El nombre de la paloma, aunque siempre en diminutivo, también ha sido objeto de transferencia léxica: Palometa (Hu 206; Cs 301); Palometa de Dios (Hu 108, 302; Te 201; Boltaña, Huesca); Palomica (AB 211); Palomica de la Virgen (Te 405); Palomica de Nuestro Señor (Te 400); Palomica de San Blas (Te 403); Palomilla (AB 209; CU 605; V 101); Palomilla de Dios (Gr 200; P 501); Palomilla de la Virgen (CU 400); Palomina de Dios (Miurias de Paredes, León); Palomita (GU 310; Te 503; Patones, Madrid); Palomita de Dios (S 204, 214, 301, 302; Zaragoza; San Pelayo del Valle, Valladolid; Puentelarrá, Alava); Palomita del Señor (AB 208; CU 608); Palomita de la Virgen (S 302); Palomita de San Antonio (Bu 101); Palomita sube al Cielo (Te 504). i) En cuanto a la denominación periquito (Al 504, 507; Gr 504), parece que se ha producido un intercambio de formas, pues como ya decía al principio, el periquito ‘ave trepadora’ se denomina también, según la Academia, mariquita. j) Una sola vez encontramos otras designaciones como: Pavica de Dios (Villacalbiel, León). Curuca (Reocín, Santander), voz utilizada fundamentalmente para la lechuza, según la Academia (DRAE s v. curuca), aunque resulta extraña esta relación con la Coccinella dado el temor supersticioso que inspira el canto de la lechuza. Otros autores, como Correas, identifican el ave curruca con el cuco, denominación que sí encontramos referida a la mariquita y que desde el punto de vista de la significación parece más aceptable. Oriol, oriolico (AB 406) catalanismo para oropéndola. Andarina de Dios (Concejo de Colunga, Asturias) es, como se sabe, la forma asturiana de la golondrina, mucho más cerca etimológicamente de su origen latino. 5.1.4. Tampoco faltan voces procedentes de nombres de mamíferos, con similares variantes: a) Uno de los animales que ha prestado su nombre es el cochino, generalmente en su forma de femenino: Cochinica (Co 602; Gr 306; J 303, 306); Cochinica

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del piejo (J 504); Cochinilla (So 500; Ondara, Alicante; Fines, Almería; Crespos, Ávila; Palomares del Campo, Cuenca; Tacoronte, Las Palmas; Málaga; La Paca, Murcia); Cochinita (Ca 101, 102; Co 403, 601, 603, 604, 606, 607; Gr 507; Ma 202, 203; Se 600, 500, 501; Osuna, Sevilla; Botorrita, Zaragoza); Cochinita de Dios (Plasencia, Cáceres); Cochinita de San Antón (Granja de Torrehermosa, Badajoz; Sta. Cruz de Mudela, Ciudad Real; Mazarrón, Murcia); Cochinita del Seño(r) (J 103); Cochinita del piojo (Se 405). Y Cochinito San Antonio (en Estepona, Málaga), la única denominación en masculino. Igualmente, aunque menos usual, aparece el sinónimo dialectal gorrina en las formas: Gorrineta (Sella, Alicante); Gorrinica del purgón (J 201), Gorrinilla de San Antón (CU 408). Y también, como era de esperar, los derivados de guarra: Guarrita (H 203; El Almendro, Huelva; Trujillo, Cáceres); Guarrita de Dios (TO 107; Torrejoncillo, Cáceres). Como era esperable, también encontramos denominaciones a partir de marrano, -a: Marranica (Gr 300, 301, 308, 401, 500, 501, 502, 503; J 500; AB 504; Motril, Granada); Marranica de la Virgen (J 503); Marranica de San Antón (Al 402, 404; Socobos, Albacete); y los masculinos Marranillo (Co 600); Marranico Antón (J 400). b) Más extraños resultan los derivados de perro, -a: Perrín de Dios, característico de la comunidad asturiana; Perrita de San Juan (Av 601). c) Sin embargo son sumamente numerosos los procedentes de vaca, que, como decía tiene connotaciones pagano-religiosas: Vaca (Lo 602; Na 308, 500, 501, 601); Vaca de Dios (Egea de los Caballeros, Zaragoza); Vaca de San José (S 400); Vaqueta (Hu 112; Te 202); Vaquica (Na 602); Vaquica de Dios (Na 403, 600; Z 200); Vaquica del Señor (Na 405); Vaquica de Nuestro Señor (Z 100); Vaquica de San Juan (Z 101); Vaquilla (H 502; Lo 601; Naviercas, Soria; San Sebastián, Herrua, Guipúzcoa); Vaquilla de Dios (Bu 605; P 504); Vaquina de Dios (Le 401); Vaquita (H 302, 303; Se 100, 302, 303, 304, 306, 400; Ca 500; Ma 102; Gr 600; Lo 301, 305, 600, 603; So 102, 402; TO 108, 110; Los Arcos, Murillo el Fruto, Desojo, Olite, Navarra; Grañón y Ausejo, Logroño; Zalamea, Huelva; Vitoria, Álava; Morcillo, Cáceres); Vaquita de Dios (Bu 403; Av 604; Sa 201; Sg 301; GU 315; TO 113, 203; Lo 300; Na 307, 400, 401; Colmenar del Arroyo, Fresnedillas, Nava del Rey, Madrid); Vaquita de lu(z) (H 301); Vaquita de San

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Andrés (Almendral, Toledo; Barrientos, León; Villandiego, Burgos); Vaquita de San Antón (Lo 304); Vaquita del Señor (H 300). d) También aparecen algunos derivados de oveja, como Ovejita del Cielo (Na 206) y Ovejita de Dios (Huércanos, Logroño; Briviesca, Burgos; Co 200), si bien la ubicación cordobesa nos hace dudar de si en este último caso estamos ante un derivado de oveja o de abeja24. e) Más esporádicas son las denominaciones referidas a otros animales de este tipo: Becerrita (Chapinería, Madrid); Caballito de Dios (Sa 100); Cabrita (Fregenal de la Sierra, Badajoz); Conejita de Dios (Va 302); Gatita (El Berrueco, Madrid); Gatita de Dios (Arróyabe, Álava); Zorrica matrera (Ma 404). 5.1.5. Igualmente aparecen denominaciones tomadas de animales acuáticos, entre ellos algunos batracios como: Ranica colora(da) (Gr 508), Ranita (H 501), Sapillo de Dios (P 402), Sapita de Dios (Hacinas, Burgos), Sapito de Dios (Burgos; provincia de Álava), Sapito de San Blas (Soria). Y solo una vez aparece el nombre de un pez: sardinita (Za 600).

5.2. Denominaciones de parentesco Proceden probablemente del mundo infantil, y tienen escasa presencia en el dominio del español (y en el europeo): Abuelica (Zurbano, Álava); Abuelita (Na 309; GU 311; Arauzo de Miel, Burgos); Abuelito (So 501); Agüela pocha (Doña Santos, Burgos).

5.3. Nombres procedentes de oficios y cargos 5.3.1. Entre los nombres de oficio el más frecuente es el de pastor25 (Sg 403; S 403, 405) y variantes, la mayoría localizados en Cantabria y la comunidad castellanoleonesa, como Pastora (Sg 403; S 403, 405), Pastorcilla (Sg 201; Villaescusa de Tobalina y Vadocondes, Burgos; Villanueva y Manzanos, Álava), Pastorcillo (So-

24. Vid. lo señalado al respecto por Alvar (1990: 213) 25. Barros/Alinei (1990: 130), para justificar el nombre, dicen que, según la tradición popular, la coccinella es una protectora del ganado, por lo que los niños la verían como un pastor guardando el ganado.

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mosierra, Madrid), Pastorcita (Sg 402; Bu 305; Valdevacas, Segovia; San Mamés, Santa Gadea y La Prada, Burgos), Pastorcito (Av 202; Sg 200, 303; Va 501), Pastorcito de Dios (Montuenga, Segovia), Pastorina de Dios (Besande y Almanza, León). Las formas femeninas se extienden por toda la provincia de Álava. 5.3.2. Aunque también aparecen otros términos, algunos más difíciles de justificar desde el punto de vista semántico, como Arriero (Mendiola, Álava); Carabinero (Ma 405); Sordaito (Se 308); Sastre (S 209; Lalastra, Álava); Zapatero (J 402; Ma 407) usado sólo en Andalucía, donde sirve también para denominar a la mantis religiosa y al ciervo volante26, e incluso Futbolista (Alfaro, Logroño). De los femeninos destacan: Bailarina (Za 403); Maestrilla (Quintanilla, Álava), si bien es posible que ésta tenga relación con la denominación maestra o maesa dada en algunas zonas a la abeja; Panadera (Le 301); Tabernera (Cernégula, Huérmeces y Los Arcos, Burgos); y también Zapatera (Av 302; San Martín de Valdeiglesias y Pelayos de la Presa, Madrid). 5.3.3. Llama la atención la presencia de Rey (Laredo, Santander) y Rey-Rey (S. Tirso de Abres, Oviedo), ambas formas en canciones infantiles, y con una localización muy concreta, en España el dominio del gallego27, y fuera de España aparece solo en Creta y Grecia28.

5.4. Nombres procedentes de antropónimos Son bastante numerosos, pero sobresalen de manera especial algunos de ellos, sobre todo el derivado de María, en clara simbología con la Virgen. 5.4.1. Son muy escasos los nombres masculinos: Antoñito (Se 402; Becerril de la Sierra, Madrid), de clara justificación dada la frecuencia del nombre del santo; el hipocorístico Bartolete (Co 202); y Juanjuanillo (Arconada de Campos, Palencia). 5.4.2. Entre los nombres femeninos, el que aparece mayor número de veces es, como era esperable, Mariquita, que como hemos dicho se halla ya lexicalizado.

26. Igual denominación recibe este último en Aragón y La Rioja. Y zapatero se llama también al insecto tejedor e incluso al renacuajo (DRAE, s.v.). 27. Vid. Acuña Trabazo/Garrosa Gude (2006: 4). 28. Vid. Barros/Alinei (1990: 132).

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Pero su preferencia de uso tiene una localización muy concreta, como después veremos. A ella hay que añadir los compuestos con otro antropónimo: Mariquita Antonia (J 300) o María Luisa (Osa de Vega, Cuenca); compuestos descriptivos, tales como: Mariquita ciega (Cenicientos, Madrid), Mariquita de Luz (Constantina, Sevilla); Mariquita de siete puntos (Valladolid; Lozares, Burgos); Mariquita del Henar (Adeasoña, Segovia); Mariquita roja (Ciudad Real; Almadén, Ciudad Real). O relacionados con el mundo religioso: Mariquita de Dios (Av 403; Valladolid; Alcañices, Zamora; Matallana, León; Plasencia, Cáceres; Crespos, Ávila); Mariquita de San Antón (Fuentes de Béjar, Salamanca; Bielba, Santander; Guadalajara); Mariquita de San Juan (Navarredonda, Madrid). Además aparecen el antropónimo simple María (CU 312, 507, 508; Co 301; Hu 110; Z 303, 601; Na 304, 309; So 300) y los derivados: Maricuela (Baeza, Jaén); Marieta (Hu 112, 300, 305; Te 203; Z 202, 605; Valencia; Cheste, Liria, Valencia; Camarles, Tarragona; Oliana, S. Guim, Madrona y Senterada, Lérida; Alcalá de Gurrea, Huesca; la provincia de Gerona; provincia de Barcelona; Vinaroz, Castellón; Inca, Muro y Santa Margarida, Mallorca; S: Miguel, Ibiza). Y el compuesto Marieta de Dios (Hu 405). Igualmente aparecen los derivados: Mariica (Z 300, 301, 401, 402, 504, 602, 604, 607; Caspe y El Fresno, Zaragoza; Tolosa, Guipúzcoa). Y Mariica de Nuestro Señor (Te 206); Mariquica (Corral de Almaguer, Toledo); Mariquilla (Le 302; GU 310) y Mariquitica (Z 302), que muestra claramente la lexicalización de mariquita; además en Navarra tenemos el compuesto de origen vasco Marigongorriya (Na 100). 5.4.3. Le sigue, por frecuencia Catalina, uno de los nombres más usuales en Europa, en España solo aparece en la zona norte (Bu 103; Le 200, 605; Za 603; Na 103, 106, 203, 204, 205, 301, 302, 402; S 202, 205, 208, 211, 213, 303, 304, 305, 307, 308, 309, 311, 313, 404, 407, 500, 501, 502, 503, 504, 601; Barcelona; Cistierna, León; Barillas, Navarra; Mudá y Salinas de P., Palencia; Reinosa y Las Henestrosas, Santander); y las variantes: Catalina de Dios (Le 605; Bustillo de Santullán, Palencia); Catalineja (Bu 103); Catalinica (Na 300; Z 302); Catalinuca (S 103); Catalinuca de Dios (Yguña, Buelna y Reocín, Santander). Y las formas navarras Catalingorri (Na 103, 104, 201, 202, 203); Catralingorri (Na 200). 5.4.4. Con localización más reducida encontramos ya: Margarita (GU 112, 113, 205; Gr 201; So 403; Z 501; Botorrita, Zaragoza; Sabero, León; San Fernando, Cá-

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diz; Berganzo, Álava; Lugo); y el diminutivo Margaritilla (Acedo, Navarra). Mucho menos frecuentes son aún: Antonica (Te 102, 303); Antoñita (Poyo, Teruel); y el hipocorístico Tonica (GU 408); Basilisa (GU 203); Isabelica (Villalgordo del Marquesado, Cuenca); Sabelica (So 606); Juanita (Garganta de los Montes, Madrid), y el compuesto hispanovasco Juanagorri (Na 102); Martinica (Z 600); los derivados andaluces Teresica (Gr 200) y Teresita (Ma 408)29; Teresita de Dios (Sabero, León).

5.5. El mundo mágico y de las creencias ha propiciado que el número de voces con él relacionadas, procedente de vírgenes, ángeles, santos, etc., sea muy abundante: 5.5.1. El mayor número de formas corresponde a las denominaciones de santos, bien de manera general o referidas a alguno en concreto, sobre todo San Antón (Al 201; Ma 402; J 101, 400; isla de El Hierro; Lz 3, 30, 20; Bu 405, 502, 602*, 604; Sg 400; Ávila; Brazacorta, Quintanilla y Campolara, Burgos; BustilIo de la Vega, Palencia; El Sauzal, Santa Cruz de Tenerife; Burgo de Osma, Soria; Boceguillas, Segovia; Gascones, Madrid) y San Antonio (de uso predominantemente en Andalucía y Canarias)30, con diversas variantes fónicas del tipo Sanantontón; Sanantoñico; Sanantoñito; Santontón; Santonito (en Andalucía) y Sarantón, Sarantonio; Sarantontón (en las Canarias). También, aunque mucho menos frecuente, aparecen otros nombres de santos, algunos de advocación más local: San Juan (Cs 300); Sanjuanín (Gijón, Asturias; Iguña, Buelna, Anievas, Reocín, Santander); Sanjuanito (Pozal de Gallinas, Valladolid); Sambenito (Haba, Rena y Villanueva de la Serena, Badajoz); San Blas (Valdemanco, Madrid); Sanandrés (La Palma, Santa Cruz) y Sampedro (Co 102; H100; Villafranca de los Barros, Villanueva del Rey y Almendralejo, Badajoz; Antequera, Málaga); con las variantes Sampedrico (J 402) y Sampedrito (H 200; Don Benito, Valle de la Serena, Badajoz). Entre las santas aparece la denominación general Santa en las variantes Santilla (Bu 302, 306, 503; P 502, 600, 601; Va 400, 402; Castrogeriz, Melgar de Fernamental, Burgos; Palencia; Vil1anueva de los Infantes, Valladolid); Santi-

29. Denominaciones que en varias localidades de la comunidad designan a la mantis religiosa. 30. Como se ve en las siguientes localizaciones: ALEA: H 101, 202; Ca 202, 301, 302, 600, 601; Co 100, 101, 300; Se 101, 301, 403; Gr 304, 400, 511, 514, 515, 602, 603, 604; Ma 100, 101, 200, 301, 302, 303, 400, 403, 500, 502; Al 100, 202, 203, 204, 205, 503; J 401; ALEICan: Fv 20, 1; Gs 1; Lz 1, 2, 10; Tf 3, 4, 5, 31; Go 3, 40; LP 1, 10, 20, 3; ALCL: Bu 504, 505; So 303; ALECMan: CU 104; ALEANR: Te 304; Peñaranda de Duero, La Horra, Gumiel del Mercado y Mazueco, Burgos; Atajate, Málaga.

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ta (Venta de Baños, Palencia); Santuca (S 300); Santilla (d)e la Virgen (Va 401); Santilla de Dios (Villafría, Burgos; Campo de Criptana, Ciudad Real; Magaz de Pis., Palencia; Torre de Loguera y Villanueva de los Infantes, Valladolid); Santita de Dios (P 502; Sa 600); Santuca de Dios (S 102); e incluso Santa Santilla (Bu 500). La más frecuente, sin embargo, es Santa Ana (AB 210; Va 103; Te 101; Albacete; Lagueruela, Teruel) y los derivados Santanica (Al 300, 301, 303, 401, 505, 506, 509, 601, 602; Gr 405, 407, 505, 601, 604; J 301; AB 206, 213, 306, 308, 404, 405, 407; So 402; Te 100; Albacete; Tobarra, Albacete; Chiclana, Jaén; Tormos y Alcañiz, Teruel); Santanilla (Z 503, 505; Abia, Palencia); Santanina (P 100; Alcañices, Zamora); Santamarina (Los Terruellos, Burgos); Santantona (Alhama de Aragón, Zaragoza); Santarrita (Co 401; Gr 512; La Encina, Alicante; San Martín de Rubiales y Mahamud, Burgos; El Poyo, Teruel)31. 5.5.2. También se recogen designaciones referidas a ángeles: Ángel sevillano (Santiago de Cartes, Santander); Angelico de Dios (Hu 102); Angelín (S 409); Angelín de Dios (Valdecuna y Llanes, Asturias); Angelino (San Ignacio, Asturias); Angelito (Lo 400; S 203); Angelitos de Dios (P 103). 5.5.3. No son frecuentes, lógicamente, las formas referidas directamente a Dios: Rey de Dios (S 402, 406, 408); o a la Virgen: Madre de Dios (Za 300); Virgencilla (Bu 201). 5.5.4. Otras voces del ámbito religioso hacen referencia a diferentes oficios o similares, como: Cura (Bu 501); y los derivados Curica (Gr 301; J 307, 404); Curilla (J 600; Gr 202); Curita (Se 400; Vi 300), así como Fraile (S101; Limpias, Santander) e incluso Fraile Motilón (Av 600); Sacristán (Vellisca, Cuenca) y las formas femeninas: Monja (S 206, 212) y los derivados Monjica (Na 502; Tudela, Navarra); y Monjita (Lo 103; Cantalapiedra, Salamanca; Maliaño, Santander; Logroño; Cisterna, León); Beata (Sierra Gádor, Almería; Cádiz).

5.6. No faltan las voces procedentes de nombres de objetos, ya sean como forma simple: Campanilla (TO 311; Lo 604); Campanita (CR 307; TO 309); Candilito (Ma 401); Capillita (Horcajo de la Sierra, Madrid); Gargantilla (P 400, 301, 401 502, 603; Itero-Seco, Palencia); Zapatillas (Na 306); o bien en compuestos

31. Otras denominaciones esporádicas son: Sansanica (Le 604); Sansanica de Dios (Valencia de Don Juan, León); Sansaricas (Va 101); Sansarita de Dios (Av 100); etc.

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referidos a Dios o a algún santo, con intención sacralizadora: Cameta de Dios (Hu 100); Campanica de Dios (Z 304);); Campanilla de Dios (Lo 605); Campanillita de Dios (TO 307; Poyales, Logroño); Cunita de Dios (Pradoluengo, Burgos); Gargantilla de Dios (Villasur, Palencia); Zapatito de Dios (Sg 300); Cajita San Blas (So 101); Canica de San Antón (Ugíjar, Granada); Capeta de San Antón (Castiello, Huesca).

5.7. También aparecen algunos gentilicios, aunque no es un tipo de denominación habitual: Americano (Gr 506): quizás se trate de una elipsis referida a algún insecto, del tipo escarabajo; Maragata (Astorga, León); Pasiega (Villacarriedo, y Vega de Pas, Santander) con variantes pasieguita y pasieguilla (en la provincia de Álava).

5.8. Nombres procedentes de acciones: dos son las principales acciones que realiza o se atribuyen a este insecto: contar (los dedos) y volar. Relacionados con la primera tenemos: Contadera (Za 201); Contadedos (Bu 600; Le 603; S 100, 103, 104); Cuenta dedos y variantes (Va 100; Bu 301, 602; P 301; Za 100, 200; Mahamud, Orón, Valmala, Burgos; Matallana, León; Huerta de Murcia); Cuentitas (So 200). También aparece Voladera (Murillo el Fruto, Navarra), pero es el único caso en el que la denominación hace referencia a la acción realizada por este insecto, volar, y que con tanta frecuencia encontramos en las recitaciones infantiles. En este aspecto las denominaciones del español difieren de las utilizadas en otras lenguas románicas, como el portugués con designaciones como avoa-avoa, avoinha, etc; el italiano Maria-vola, volavolante, etc; o el francés Paris-vole, marivole, etc, por citar algunos de los casos más significativos32. Como determinante lo tenemos en Sanchina volante (Valladolid).

5.9. Algunas designaciones son motivadas por las características físicas, es decir, por el tamaño, el colorido o la forma ovoide casi redondeada del insecto. Así aparecen formas como:

32. Vid. Alinei/Barros 1986.

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Boleta de Dios (Hu 104, 111)33, claro derivado de bola (< lat. BULLA ‘burbuja, bola’). Borborita, documentada en Ayamonte (Huelva), para referirse a la coccinela y con el significado de ‘burbuja de agua’ también en Bélmez (Córdoba) y Coín (Málaga) (ALEA, m. 887). Tanto la voz como el significado aparecen solo en el Diccionario histórico de la RAE de 1936, que aduce un ejemplo de 160634. Se trata, por tanto, de un conservadurismo léxico. Enanita (Oviedo) dado, como es obvio, por el tamaño. Relacionados con la luz o la lumbre: Candelilla (So 405); Canderina de Dios (Za 403).

6. Áreas de localización de las principales denominaciones Como hemos podido observar, no todas las denominaciones aquí recogidas tienen el mismo uso y la misma distribución geográfica, de manera que algunas de ellas, como por ejemplo la voz vaca en sus diferentes derivados y compuestos, tienen extensión peninsular general35. De la misma manera, margarita, aunque mucho menos frecuente (solo en once localidades) aparece dispersa por toda la geografía peninsular: tres casos en la provincia de Guadalajara, dos en la de Zaragoza, y uno en las provincias de Lugo, León, Soria, Álava, Granada y Cádiz. Claro que no siempre ocurre así y algunas de las voces tienen una ubicación geolingüística más concreta. Centrándonos en algunas de las más usuales, vemos que: a) Los derivados de bicho aparecen localizados en dos zonas fundamentales: 1) Las provincias leonesas de Zamora, Salamanca y Palencia, que añaden el determinante “de Dios”: Bicha de Dios; Bichica de Dios; Bichita de Dios; Bichito de Dios.

33. Denominación recogida también por Andolz en Xistau. 34. “Pequeña borbolla o burbuja ¡Y no menos merece ser advertida la del otro que afirmó si la vida del hombre es como la borborita, o botijuela que se hace encima de las aguas, tan débil, frágil y quebradiza”. Ruizes Fontecha, Previl. de las preñadas, intr. ed. 1606 f. 13 v. 35. Claro que con algunas predilecciones por determinadas variantes, dependiendo de la zona, de manera que vaquica es preferentemente oriental, vaquita domina en Andalucía, pero también la encontramos documentada en otras zonas, etc.

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2) La comunidad andaluza, que añade una vez el determinante “San Antón”: Bichito de San Antón, pero habitualmente este determinante no tiene carácter religioso, sino que suele ser el nombre de otro animal: Bichilla del piejo; Bichita del piojo (de) la haba; Bichillo del purgón, o se refiere a alguna otra característica: Bichillo colorao; Bichito (de) la murriaga y sobre todo Bichito de lu(z); y las variantes Bichito de luces; y la forma con aféresis Chitaluz. b) Como ya hemos indicado antes coca y sus derivados, compuestos y parasintéticos, tienen una distribución occidental: Cantabria, Asturias y las provincias castellano-leonesas de León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Segovia, con alguna extensión a La Rioja y en la forma de masculino hasta Huelva. Una sola vez encontramos coqueta de Dios. Mientras que los derivados de cuca aparecen fundamentalmente en la provincia de Huesca, y en las de Murcia y Almería, donde serían influencias orientales. También una vez encontramos Cucurina de Dios en Cantabria. c) Mariposa y derivados se encuentran en Cantabria; las provincias castellanoleonesas de Burgos, Soria, Segovia y Ávila, llegan hasta Madrid, Guadalajara y Cuenca; y tiene localizaciones esporádicas, una, en las provincias de Asturias, La Rioja, Navarra, Cáceres y dos en la de Córdoba, pero no aparece ni en Aragón ni en el centro-sur peninsular con la excepción cordobesa. d) Por el contrario gusano, y derivados, es casi exclusivamente aragonés (en las tres provincias) de donde procede probablemente la variante Gusanico de luz que encontramos en Jaén capital. e) También los derivados de paloma presentan localización preferentemente oriental, concretamente aparecen en las provincias de Huesca, Teruel, Cuenca y Albacete. Aunque en la forma palomita de Dios aparece también en las provincias de Cantabria (cuatro veces), Valladolid y Ávila (una vez); palomilla de Dios en la de Palencia y palomina de Dios en la de León (ambas una vez). f) Fundamentalmente andaluzas son las formas cochinica y cochinita, si bien esta última se extiende hacia Extremadura y Murcia. Un ejemplo aislado documenta Riera en Botorrita. g) Igualmente andaluza es la voz marranica, aunque en este caso sólo de la zona oriental.

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h) En lo que atañe a los nombres personales, el nombre “oficial” Mariquita es el dominante en las provincias de Toledo (29 localizaciones), Ciudad Real (25), Guadalajara (23) y Cuenca (18); en Albacete se reduce ya a siete localizaciones (AB 207, 308, 309, 310, 405, 505, 600). En Andalucía destaca Granada (Gr 203, 302, 307, 401, 402, 403, 404, 406, 408, 410, 509), y es, de manera aislada, la forma característica de Sevilla capital; mientras que en Castilla-León no supera los cuatro o cinco casos por provincia. Las demás son localizaciones dispersas. En la comunidad aragonesa, Zaragoza se decanta por el derivado Mariica, y de manera esporádica en todo el dominio oriental, incluida la zona de habla catalana, como indicábamos antes, aparece Marieta. La forma simple María apenas se documenta. Y la denominación vasca Marigongorriya es, como era esperable, de localización navarra. En Álava aparece Marigorringo y variantes. i) Otro de los antropónimos femeninos destacable es Catalina, muy frecuente también en Europa; en español es la forma dominante en Cantabria (21 localizaciones), y en menor medida en Navarra. Localizaciones esporádicas aparecen en las provincias de Burgos, León, Palencia y Zamora, y Riera la localiza también en Barcelona capital, de manera que ni siquiera llega al centro peninsular. También en Navarra aparecen las formas vascas Catalingorri y Catralingorri paralelas a la denominación europea Catalina roja (Alinei 1990 “cartes”), que no aparece en español. j) Entre los nombres masculinos caben destacar San Antón y San Antonio. El primero, San Antón, se utiliza fundamentalmente en la zona occidental (provincias de Burgos, Palencia, Soria, Segovia y Madrid); en Andalucía aparece en las provincias de Jaén, Málaga y Almería. Es la única forma de la Isla del Hierro y se documenta también en Lanzarote. Es, además, la denominación con mayor número de variantes fonéticas, casi todas en las Canarias. Como determinante no es muy habitual y generalmente aparece en compuestos cuyo nombre base hace referencia a un animal, y en menor medida a un objeto36.

36. Encontramos Bichito de San Antón (Albanchez, Almería; Antequera, Málaga); Coca de San Antón (Le 606; Santa Marinica, León); Cochinita de San Antón (Granja de Torreher

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Por su parte, San Antonio aparece en todas las provincias andaluzas excepto en la de Granada; en varias de las Islas Canarias (Tenerife, Lanzarote, Fuerteventura y La Graciosa); de forma dispersa en la provincia de Burgos; y muy esporádicamente en las de Soria (2), Cuenca (1) y Teruel (1). Como determinante apenas aparece37, lo que probaría la primitiva vinculación de estos nombres con san Antón o san Antonio Abad.

7. El diccionario académico y otras documentaciones 7.1. Como es obvio, el Diccionario de la Academia no puede admitir el amplio número de voces utilizadas para denominar a este insecto. De las formas aquí documentadas, además de mariquita, a la que hacíamos referencia al principio, recoge tres denominaciones de localización general y otras tres de zonas concretas. Las generales son: a) Cochinilla: ~ de San Antón. 1. f. mariquita. Pero esa expresión no se documenta en los atlas, ni tampoco en las otras fuentes modernas. Sí aparece Cochinita de San Antón, aunque sólo con tres localizaciones, más frecuentes son Cochinita (17) y Cochinilla (8). La procedencia de la documentación académica es probablemente más antigua (al menos de G. Correas). b) Santanita. (Del dim. de Santa Ana). 1. f. mariquita (insecto coleóptero). Así desde 1984, (NTLLE). Pero solo encontramos 8 localizaciones, 6 en Riera y 2 en los atlas (Se 602; P 604). Sin embargo de Santanica hay más: 9 en Almería, 5 en Granada; 7 en Albacete, etc. c) Vaca: ~ de San Antón.1. f. mariquita. Así ya desde Autoridades. Riera no recoge Vaca ni vaquita de San Antón; y yo encuentro este último en Torrecillas de Cameros (Lo 304)38.

mosa, Badajoz; Sta. Cruz de Mudela, Ciudad Real; Mazarrón, Murcia); Cuca de San Antón (Al 600; Alcantarilla, Murcia); Cuco San Antón (Al 405); Cuquico San Antón (Al 403); Gallina de San Antón (Bu 401); Gorrinilla de San Antón (CU 408); Mariquita de San Antón (Fuentes de Béjar, Salamanca; Bielba, Santander; Guadalajara); Marranica de San Antón (Al 402, 404; Socobos, Albacete); Marranico Antón (J 400); Vaquita de San Antón (Lo 304); Canica de San Antón (Ugijar, Granada); Capeta de San Antón (Castiello, Huesca). 37. Solo se recoge: Cochinito San Antonio (Ma 503); Gallina San Antonio (Bu 102); Gusano de San Antonio (Te 600); Palomita de San Antonio (Bu 101). 38. Pero el simple vaquita es más frecuente, sólo en Andalucía aparece doce veces, además de Navarra, Logroño, Cáceres, etc.

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Con localización concreta tenemos: a) Cochinito: ~ de San Antón. 1. m. And. mariquita. La denominación la recoge Alcalá Venceslada, que aporta un ejemplo sin autoridad y sin localización. Pero en el ALEA la forma que aparece es cochinito San Antonio y sólo en Estepona (Ma 503). b) Gallinita: 1. f. Ar., Burg., Córd. y Rioja. mariquita. Es la única acepción y se encuentra desde 1984 (NTLLE). La localización responde a los nombres de las provincias a que pertenecen las cuatro localidades de Riera (a las que habría que añadir Bu 402 del Atlas)39. c) Margarita: 7. f. Ál., Cád., León y Zar. mariquita. Así desde 1984 (NTLLE). Se trata, igualmente, de las denominaciones de las capitales de las cuatro localizaciones de Riera.

7.2. En cuanto a la documentación literaria pocos son también los ejemplos que encontramos, posiblemente porque el tema tampoco se presta mucho a ello. De la documentación existente en los archivos de la Academia encontramos varias formas (CORDE, 5-7 noviembre 2007), algunas documentadas en obras de carácter científico, como: Entre las especies de este género es común en toda Europa y abunda en España la Coccinella septempunctata, de Linneo, llamada vulgarmente Mariquita o vaquita de San Antón (Azcárate y Fernández, Casildo, 1893). Puede servir de tipo de esta familia la conocida mariquita o vaquita de San antón (Cándido Polivar y Pieltain, 1926).

Otras denominaciones han sido las siguientes: para la finalidad que aquí perseguimos nos puede servir cualquier otro escarabajo volador, como la mariquita de siete puntos (Coccinella septempunctata) (S. Alvarado, Ciencias naturales, 1957-74),

39. Sin embargo, otras formas, como gallineta, en Aragón, tiene documentación mucho más extensa.

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construcción que documenta Riera en Valladolid y en Lozares (Burgos), y también: El género Coccinella L., es el tipo de este grupo, al que pertenece un insecto tan conocido como la mariquita de las uvas (Ignacio Bolívar, Zoología, 1909),

forma que refleja su presencia habitual en el tiempo de la recolección de la uva40. Entre los textos literarios destacan los nombres que aparecen en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales de G. Correas (1627): Paxarita de Dios, kuéntame los dedos i vaite kon Dios. Dizen esto los niños, poniendo en la mano una eskaravaxita kolorada i hermosa kon pintas negras, rredonda komo media bolita, o medio garvanzo, ke abre dos konchas i deskubre unas alitas kon ke buela un poko, i en partes la llaman gallinita de Nuestra Señora.

En otro texto la llama kochinilla de San Antón, tal como aparece en el DRAE y también en: —Sí, hija; pues si la menor está tan escuchimizada que parece una lombriz de caño sucio, y la otra es tan pequeñuela y tan gorda como una bolita. Si llega a casarse, a tener hijos y a engordar más, perderá la forma de mujer y se convertirá en cochinilla de San Antón (Juan Valera, Juanita la Larga, 1895).

Ángel Ganivet, en Los trabajos del infatigable creador Pio Cid (1898) dice: —Lleva usted una marranica de luz. ¿La ha cogido usted, o está ahí por casualidad? —Estaba en la mata —contestó la muchacha, ajustándose más el pañolillo con la mano que le quedaba libre.

Alberti (Marinero en tierra, 1925) habla de: Las cochinillas de humedad, /las mariquitas de San Antón, /también vagaba la lombriz /y patinaba el caracol.

40. En la Sierra de Cazorla (Jaén) se documenta mariquita del aceite (Alvar Ezquerra 2001) con similar referencia cronológica.

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Y Marciano Curiel Merchán (Cuentos extremeños, 1944) en el conocido por algunos como “cuento de la ratita” convierte a este animal en una mariquitita: Esto era una mariquitita (cochinita de color llaman otros) que estaba barriendo su puerta y se encontró un centimito.

Mayor es el número de denominaciones que encontramos en las poesías infantiles. Los versos de Correas relacionados con la costumbre de posar la mariquita sobre la mano y recorrer los dedos antes de volar se repiten todavía, de manera más o menos similar, cambiando el nombre del insecto según las zonas. Varias son las poesías recogidas por diferentes investigadores en algunas revistas de folklore 41, con similar contexto: Coquita de Dios / cuéntame los dedos / y vete con Dios (Pedrezuela, Madrid). Palomita del palomar / cuéntame los dedos / y échate a volar (Torremocha del Jarama, Madrid). Candelina de Dios, / cuéntame los “deos” / y “vaite” con Dios (La Alberca, Salamanca). Pero también aparecen otras rimas, a veces relacionadas con creencias o supersticiones: Maricuela, cuela, cuela, / coge el manto y vete a la escuela (Villarejo de Salvanés, Madrid). Mariquita, quita / coge el manto y vete a misa (Pinilla del Valle, Madrid). Soli, solitaña, / vete a la montaña / y dile al pastor / que haga buen sol, / para hoy, para mañana / y para toda la semana (Barambio, Álava).

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41. Fraile Gil (1996: 2-3) en las localizaciones de la provincia de Madrid; Campos, María y Puerto, José Luis (1991: 4) en las de la comunidad castellano-leonesa; López de Guereñu (1957) en Álava.

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EL CAMPO DE LA ALIMENTACIÓN EN LA NORMA LINGÜÍSTICA CULTA DE SEVILLA Y DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA: LÉXICO COMPARTIDO JUANA SANTANA MARRERO Universidad de Sevilla

1. Presentación De todos es sabido que D. Manuel Alvar fue un gran conocedor de las dos modalidades de habla que aquí nos ocupan, la andaluza y la canaria, razón que ha motivado la elección de este tema para mi exposición. Los estudios dialectales han puesto de manifiesto la existencia de conexiones entre el léxico de Andalucía y de Canarias (Fernández Sevilla 1981; Simoni-Aurembou 1981, etc.). A diferencia de otros trabajos publicados hasta el momento, esta investigación presenta la particularidad de que se limita a un área geográfica muy específica, las ciudades de Sevilla y Las Palmas de Gran Canaria1, y a un grupo poblacional concreto, los hablantes cultos. Nos situamos, por tanto, dentro de una dialectología urbana en la que se intercalan los intereses sociolingüísticos. En concreto, el objetivo de estas líneas es conocer el léxico del campo de la alimentación compartido por los hablantes cultos de las dos capitales mencionadas. Esta investigación se inserta dentro del Proyecto de estudio coordinado de la norma lingüística culta de las principales ciudades del mundo hispánico. Desde que en los años sesenta se fijaran las bases de este grupo de investigación, muchos han sido los trabajos que se han desarrollado para analizar la producción del sociolecto alto en los distintos niveles lingüísticos. Por lo que respecta al plano léxico-semántico, se acordó la elaboración de un cuestionario compuesto por 4452 entradas, que se realizaría en cada una de las ciudades integrantes del Pro-

1. En adelante SE y LPGC.

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yecto, con el fin de llegar a conocer la variedad interna de cada núcleo urbano y de comparar los resultados de dos o más ciudades. De esa forma se podría establecer el léxico particular de cada una de las zonas, el compartido en determinadas áreas geográficas y el de carácter panhispánico.

2. La muestra El material del léxico del habla culta de SE (Carbonero Cano/Ortiz Torres 2005) y de LPGC (Samper Padilla 1998), siguiendo criterios comunes, está dividido en 21 campos semánticos. Con ellos se intenta recoger el léxico activo de los hablantes cultos de las ciudades que entran dentro del marco del estudio panhispánico. Cada una de las áreas de contenido cuenta con un número variado de entradas o conceptos que, a su vez, se distribuyen en subcampos. El campo de la alimentación está compuesto por un número inicial de 306 entradas, divididas en las siguientes secciones: lugares para comer, las comidas, el desayuno, el almuerzo, los huevos, el pescado, carne de cerdo, carne de cordero, carne de res, carne de pavo, las aves, las pastas, el arroz, verduras y hortalizas, legumbres, los condimentos, los postres, formas de preparar los alimentos, bebidas, leche, té, infusiones y lugares para tomar bebidas alcohólicas. El léxico se obtuvo mediante el sistema de encuesta. Los informantes debieron identificar y denominar de una manera rápida y eficaz los conceptos que constituyen el cuestionario, siempre que entraran dentro de su vocabulario habitual. Para ello se emplearon diferentes recursos como la definición, mostrar una imagen o un objeto, e incluso la representación del ruido o del movimiento de lo que se quería identificar. Era importante que cualquiera de estas estrategias permitiera reconocer con facilidad la realidad requerida2. De esta forma, si no había respuesta sería porque el informante no conocía el concepto por el que se le había preguntado y no porque no hubiera entendido a qué se refería.

2. No existe total homogeneidad en las estrategias empleadas para la obtención de las respuestas en las dos ciudades estudiadas. Además, mientras que en el material de SE aparece, después de la entrada, el recurso empleado para la obtención de la respuesta y, en su caso, la definición utilizada, la publicación de LPGC no cuenta con esta información, aunque sus editores explican con detalle ésta y otras decisiones metodológicas relacionadas con la elaboración de la encuesta y con la posterior publicación del material (Samper Padilla 1998: 9-25). También aparece información detallada al respecto en Marrero Pulido (1999: 77-100).

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Por lo que respecta a los informantes encuestados, se empleó un total de 12 por cada ciudad, distribuidos por igual entre hombres y mujeres de tres generaciones (primera, menos de 35 años; segunda, entre 36 y 55 años; y tercera, más de 55 años).

3. Aspectos metodológicos Una primera cuestión que hay que tener en cuenta es la delimitación de la unidad de cómputo, es decir, la lexía. Las respuestas obtenidas por los informantes reflejan una amplia heterogeneidad de formas. Junto con contestaciones de carácter univerbal (merienda, bocadillo, tila, café...), en el material abundan también las respuestas pluriverbales del tipo sustantivo + adjetivo (hotel normal, café largo, jarra grande...), sustantivo + sintagma precedido de preposición (té con limón, infusión de manzanilla, arroz en blanco, arroz a la cubana...), estructuras sintagmáticas compuestas por distintos elementos (tomar una copa, huevos crudos con limón, pollo guisado con tomate y pimiento, comida después de la cena, [alimento] que no sabe a nada, [fruta] que está madurando...), entre otras. En ocasiones estas formas complejas constituyen secuencias lexicalizadas (pan tostado, café con leche, zumo de naranja, tortilla francesa...). Sin embargo, hay otros casos que no representan estructuras fijas y, por tanto, admiten variación entre sus elementos (huevos crudos con limón puede cambiar a huevos cocidos con limón, huevos crudos con mayonesa...). Siguiendo a Marrero Pulido (1999: 104-105), designo lexía a cada una de las respuestas obtenidas por los informantes. Se parte de la premisa de que son significantes que responden a una significación específica, aquélla por la que los encuestados han sido requeridos en el cuestionario. Otra de las precisiones terminológicas importantes es la que se refiere a la distinción entre lexías repetidas y lexías diferentes. Las primeras son todas las respuestas obtenidas por los informantes para una entrada, incluyendo también aquellos casos en los que se repitió una misma respuesta. Por su parte, las lexías diferentes están constituidas por las palabras distintas empleadas por los informantes, para cada una de las entradas. Aunque los criterios metodológicos seguidos por las ciudades seleccionadas para el estudio son básicamente los mismos, cabe señalar, no obstante, algunas mínimas variaciones en el tratamiento de la muestra de SE y de LPGC. Para evitar desajustes en el número de conceptos estudiados y en los resultados obtenidos, no se han tenido en cuenta aquellas entradas que se han visto afectadas por cam-

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bios del tipo aglutinación, omisión o adición de entradas que se hayan realizado sólo en los materiales de una de las dos zonas exploradas. Fue el caso de 351, 352, 371, 603, 619 y 633. Teniendo en cuenta estas restricciones, la cantidad total de conceptos estudiados es de 300. En ocasiones se registraron en las respuestas de los informantes algunas variaciones fonológicas que, siguiendo los criterios de los editores del léxico de las dos ciudades exploradas, se han considerado también como lexías distintas para esta investigación. Son los casos de 331 (RESTAURANTE), con la alternancia restaurante y restaurant en LPGC; de 442 (SALAME) con las opciones salami y salame en LPGC; de 495 (BRÓCULI), que obtuvo las voces brócoles en SE, brécol en LPGC y brócoli en SE y LPGC; de 515 (AJÍ, CHILE), con respuestas en SE como chile y chili; y de 605 (CHAMPAÑA) con las variantes champagne y champán en SE. Tales variaciones fonológicas representan los usos habituales de los informantes que las han empleado y, por tanto, deben ser tenidas en cuenta como respuestas distintas. En otras ocasiones, sin embargo, las diferencias se reducen a la distinción singular-plural, lo que no implica cambio de lexía. Así sucede, por ejemplo, en 370 (BOCADITOS) tentempié en LPGC y tentempiés en SE.

4. El léxico de la alimentación compartido en SE y LPGC El corpus obtenido de manera global para las dos ciudades en el campo de la alimentación es de 6945 lexías repetidas. Si se tienen en cuenta solamente las lexías diferentes, el resultado es de 1440 unidades. En el cuadro que aparece a continuación se muestra la distribución de estas cifras generales entre las ciudades exploradas. Tabla 1: Total de unidades obtenidas en el corpus SE Lexías repetidas lexías difererentes

LPGC 3013 590

TOTAL 3932 850

6945 1440

Al obtener el porcentaje de lexías diferentes sobre el total de lexías repetidas se aprecia un índice de riqueza léxica del 19,6 % en SE, mientras que esta cifra es algo más significativa en LPGC, con un porcentaje del 21,6 %. De este modo, fueron los informantes canarios los que aportaron un mayor número de palabras para los conceptos requeridos y, en este sentido, los que presentan más sinónimos.

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A continuación paso a estudiar los vocablos que poseen en común los hablantes cultos de SE y LPGC en el campo de la alimentación y el grado de frecuencia con el que son empleados. Es decir, interesa saber si un término, además de compartido, es de uso habitual y frecuente o si, por el contrario, se trata de una voz empleada sólo de forma esporádica. Para ello seguiré los criterios establecidos en trabajos precedentes (Lope Blanch 1977, López Morales 1992, Salvador 1994, Marrero Pulido 1999 y Hernández Cabrera/Samper Padilla 1999) y distinguiré los siguientes grupos: llamo términos de uso regular a aquéllos que forman parte de la norma de las dos ciudades, pues fueron respondidos por todos los informantes (100 %); serán voces muy usuales las empleadas por más de la mitad de los informantes, entre 11 y 7 sujetos en cada ciudad, es decir, más del 50 % y menos del 100 %; he denominado vocablos de uso medio a los que fueron empleados por un número menor de sujetos, entre 4 y 6 informantes para cada una de las zonas estudiadas, esto es del 25 al 50 %; y, por último, serán términos poco usados los respondidos por menos de 4 informantes, esto es, menos del 25 %. A su vez, haré la distinción en dos grupos: los vocablos compartidos con igual frecuencia de uso en las dos ciudades y los que registraron diferentes índices de utilización. Resulta también interesante tener en cuenta las ausencias compartidas, es decir, qué conceptos desconocen todos o la gran mayoría de los informantes de las dos ciudades.

4.1. Lexías compartidas con la misma frecuencia Las voces empleadas en las dos ciudades con índices de frecuencia similares permiten reconocer aquéllas que son plenamente compartidas por los hablantes cultos de las dos zonas (las que fueron respuesta de todos los informantes), y aquéllas que tienen escasa representación en los dos núcleos urbanos. ... Vocablos de uso regular Los términos incluidos en este apartado tienen la particularidad de ser conocidos y empleados por todos o prácticamente todos los informantes de SE y LPGC. Aunque en un principio este grupo estaría formado por aquellas lexías que obtuvieron 24 respuestas, es decir, una por cada uno de los encuestados en ambas ciudades, es preciso hacer algunas diferenciaciones o subgrupos que permitan incluir en este bloque otras voces que, aunque no presentaron este porcentaje del 100 %, sí registraron un alto índice de ocurrencias. En primer lugar destacan aquellas voces que fueron obtenidas como respuesta unánime y única por todos los informantes, 24 si sumamos las dos ciudades. Este

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grupo de palabras, un total de 60, conforma la parte del léxico de la alimentación que comparten los hablantes cultos de SE y de LPGC de forma absoluta, pues su utilización no entra en competencia con otras lexías3. 340 (EL DESAYUNO) desayuno, 343 (LA MERIENDA) merienda, 344 (LA CENA) cena, 353 (LOS HUEVOS) huevos, 354 (EL PAN) pan, 357 (EL QUESO) queso, 363 (EL VINO) vino, 365 (VINO TINTO) [vino] tinto, 380 (LANGOSTA) langosta, 383 (CANGREJO) cangrejo, 385 (MEJILLÓN) mejillón, 387 (LA SOPA) sopa, 410 (HUEVOS FRITOS) [huevos] fritos, 412 (HUEVOS REVUELTOS) [huevos] revueltos, 441 (SALCHICHÓN) salchichón, 444 (JAMÓN) jamón, 449 (SALCHICHA) salchicha, 450 (MORCILLA) morcilla, 451 (CHORIZO) chorizo, 455 (POLLO) pollo, 459 (POLLO FRITO) [pollo] frito, 461 (LA GALLINA) gallina, 464 (PATO) pato, 465 (PAVO) pavo, 469 (MACARRONES) macarrones, 473 (FIDEOS) fideos, 482 (LECHUGA) lechuga, 485 (CEBOLLA) cebolla, 486 (PEPINO) pepino, 487 (TOMATE) tomate, 490 (COLIFLOR) coliflor, 493 (PEREJIL) perejil, 498 (ZANAHORIA) zanahoria, 506 (LENTEJAS) lentejas, 509 (SAL) sal, 517 (AZAFRÁN) azafrán, 519 (MANTEQUILLA) mantequilla, 521 (ACEITE) aceite, 522 (VINAGRE) vinagre, 524 (CANELA) canela, 527 (FLAN) flan, 530 (FRUTA) fruta, 532 (PERA) pera, 534 (SANDÍA) sandía, 535 (MELÓN) melón, 539 (PLÁTANO) plátano, 545 (ARROZ CON LECHE) arroz con leche, 556 (FRUTA VERDE) verde, 567 (TARTA) tarta, 569 (CAFÉ) café, 574 (ALIMENTO FRITO) frito, 594 (ALIMENTO AMARGO) amargo, 596 (ALIMENTO SALADO) salado, 597 (SIDRA) sidra, 602 (WHISKY) whisky, 606 (CERVEZA) cerveza, 615 (CAFÉ CORTADO CON UNAS GOTAS DE LECHE) cortado, 622 (TÉ CON LECHE) con leche, 623 (TÉ CON LIMÓN) con limón, 635 (BODEGA) bodega.

Como se puede observar, se trata de términos muy comunes que responden a conceptos también muy conocidos, por lo que es normal que haya coincidencia plena entre el vocablo empleado en la respuesta y el utilizado en el cuestionario para definir la entrada por la que se pregunta. A continuación se exponen 18 términos que, aunque también fueron empleados por los 24 informantes encuestados, presentan concurrencia con otras variantes sinonímicas4.

3. Las respuestas obtenidas de los informantes, que aparecen en cursiva, están precedidas por el número de entrada y, entre paréntesis y en mayúsculas, por el concepto por el que se preguntó. Es importante tener en cuenta esta información, porque son términos que se emplean para identificar esta significación y no otra. El orden de exposición es el del número de entrada, de menor a mayor. 4. Se señalan en letra redonda detrás del símbolo::, precedidas de la indicación de la ciudad en la que fueron empleadas, y acompañadas de un número que indica las veces que se utilizaron como respuesta.

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335 (HOTEL) hotel :: LPGC parador 2; 347 (EL JUGO) zumo :: LPGC jugo 5, batido 2, licuado 1; 350 (EL CHOCOLATE) chocolate :: LPGC cola-cao 2, cacao 2; 356 (LOS CHURROS) churros :: SE calentitos 2 y LPGC porras 3; 359 (LA MERMELADA) mermelada :: LPGC confitura 3; 378 (MARISCOS) mariscos :: LPGC frutos del mar 1; 443 (MORTADELA) mortadela :: SE chóped 1; 445 (TOCINO) tocino :: LPGC beicon 2; 497 (REMOLACHA) remolacha :: LPGC beterrada 1; 508 (GARBANZOS) garbanzos :: LPGC garbanzas 1; 533 (MELOCOTÓN) melocotón :: LPGC durazno 4; 544 (HIGO) higo :: LPGC breva 1; 587 (ALIMENTO CRUDO) crudo :: LPGC poco hecho 1; 591 (ALIMENTO QUEMADO) quemado :: LPGC carbonizado 1; 601 (ANÍS) anís :: LPGC anisete 1, cazalla 1, chinchón 1; 618 (CAFÉ SIN LECHE) [café] solo :: LPGC café negro 2, café 1; 629 (REFRESCO) refresco :: LPGC gaseosa 1; 630 (BAR, LUGAR EXCLUSIVO PARA TOMAR BEBIDAS) bar :: LPGC cafetería 1, bodega 1.

Algunas de estas respuestas minoritarias aportan información sobre el léxico diferencial de las dos modalidades de habla estudiadas. Es el caso, por ejemplo, del empleo en LPGC de jugo en 5 ocasiones para el concepto 347, término que no obtuvo respuesta en SE; o la utilización de calentitos por dos informantes sevillanos para la entrada 356, andalucismo que, como era de esperar, no se registró en LPGC; o el uso de la voz beterrada por los hablantes cultos canarios para el concepto 497, canarismo documentado en las fuentes del léxico autóctono de las Islas, pero que no se empleó en SE5. En tercer lugar, siguiendo con el recuento de voces de uso regular, hay que señalar 15 casos donde, aunque no haya habido una respuesta unánime en todos los informantes de las dos ciudades, el índice de concurrencia con otras lexías o la ausencia de respuesta son poco significativos, sólo uno o dos hablantes no dieron la contestación mayoritaria. 331 (RESTAURANTE) restaurante, 342 (COMIDA AL MEDIODÍA O PRIMERAS HORAS DE LA TARDE) almuerzo, 346 (LA FRUTA) fruta, 358 (LA MANTEQUILLA) mantequilla, 372 (SARDINAS) sardinas, 379 (OSTRA) ostra, 420 (LOMO) lomo, 433 (CARNE FRITA) [carne] frita, 436 (CARNE MECHADA) [carne] mechada, 468 (ESPAGUETIS) espaguetis, 474 (CANELONES) canelones, 476 (PAELLA) paella, 488 (ESPINACAS) espinaca, 505 (HABAS) habas, 553 (PASAS) pasas.

5. Estas y otras cuestiones serán estudiadas con detalle cuando analice el léxico diferencial de las dos ciudades, aspecto que, por limitaciones de espacio, no he podido exponer aquí.

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En efecto, hubo 4 entradas donde, de los 24 informantes encuestados, todos ofrecieron una misma respuesta salvo uno de ellos, que no contestó. Pensamos que esto puede deberse a que no identificó adecuadamente el concepto al que se aludía, pues se trata de alimentos muy comunes. Son las entradas 358 (LA MANTEQUILLA), 379 (OSTRA), 420 (LOMO) y 474 (CANELONES). Otro grupo de 7 entradas presentó la particularidad de que uno o, como mucho, dos informantes de una de las ciudades analizadas ofrecieron una variante sinonímica claramente minoritaria en el uso de los hablantes, a juzgar por los datos de las encuestas. Son los casos, por ejemplo, de 468 (ESPAGUETIS), con 23 respuestas de espaguetis y una de fideos o el de 476 (PAELLA), con 23 casos de paella y uno de arroz, entre otros. Además, hay dos casos donde se utiliza una variante sinonímica derivada de una diferencia fonológica. Así, en 331 (RESTAURANTE), frente a la respuesta mayoritaria restaurante, en dos ocasiones se respondió restaurant, en una de ellas como primera opción y en la otra como única respuesta. En 505 (HABAS) se contestó habas en 23 ocasiones, pero hubo dos contestaciones del tipo fabes. Esta última fue, incluso, escogida como primera opción por un informante canario. Sin embargo cabe decir que la variante mayoritaria habas es la que forma parte del léxico activo de la zona. La respuesta fabes puede interpretarse como una opción personal o como el interés de los informantes cultos por demostrar el conocimiento de ciertas palabras, aunque no sean las que emplean de forma cotidiana. Por último, en cuatro ocasiones, probablemente porque el informante no identificó con claridad el concepto referido, o porque lo confunde con otro elemento parecido, la respuesta aportada por uno de los encuestados es una palabra que guarda cierta relación con la unidad por la que se le pregunta. En efecto, en 346 (LA FRUTA), cuando se le pregunta por el “producto vegetal, rico en vitaminas, que se suele comer en el desayuno y también para mantener la línea”, un informante sevillano responde un tipo de fruta, cítrico; en 372 (SARDINAS) un informante responde arenques; en 433 (CARNE FRITA) hubo una respuesta del tipo asada; y en 488 (ESPINACA) un encuestado responde acelga, quizá confundiendo los dos tipos de verduras. Por las razones expuestas, pienso que es posible incluir este tercer grupo de vocablos dentro del léxico compartido de forma regular en la norma culta de SE y LPGC, pues el hecho de que un mínimo de informantes hayan dado una respuesta diferente a la mayoritaria puede tener una explicación razonada, como así se

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ha visto, pero no es motivo suficiente para pensar que no se trata de una palabra manejada por todos o la gran mayoría de los hablantes de las dos ciudades en cada uno de los contextos señalados. Por último se suman a este bloque de palabras compartidas en grado máximo un grupo de 30 voces que se obtuvieron como respuesta de los 12 informantes de sólo una de las dos capitales, pero que en la otra ciudad obtuvo una representación muy elevada de uso (entre 7 y 11 respuestas). Es decir, si en una de las zonas estudiadas es vocablo que pertenece a la norma absoluta (a veces incluso es la única respuesta obtenida) y en la otra es un vocablo muy usual, parece lógico pensar que se trata de términos de uso regular entre los hablantes cultos de las dos ciudades de forma significativa, por lo que creo conveniente incluirlos en este primer grupo. En el listado de estas voces se hace la distinción entre las que fueron empleadas en 12 ocasiones en SE y las que tuvieron esta representación máxima en LPGC. 12 respuestas en SE 427 (COSTILLA) costilla, 538 (MANDARINA) mandarina, 542 (PIÑA) piña, 547 (TORRIJA, TORREJA) torrija, 558 (FRUTA MADURA) madura, 559 (FRUTA PASADA) pasada, 625 (AGUA CALIENTE DE MANZANILLA) manzanilla, 636 (CAFÉ) cafetería. 12 respuestas en LPGC 362 (EL APERITIVO) aperitivo, 364 (VINO BLANCO) [vino] blanco, 391 (SOPA DE ARROZ) [sopa] de arroz, 396 (SOPA DE FIDEOS) de fideos, 397 (SOPA DE VERDURAS) [sopa] de verduras, 400 (SOPA DE PESCADO) [sopa] de pescado, 401 (EL CALDO) caldo, 408 (HUEVOS DUROS) duros, 413 (HUEVOS EN TORTILLA) tortilla, 418 (CHULETAS) chuletas, 426 (LOMO) lomo, 466 (OCA) oca, 477 (ARROZ BLANCO) arroz blanco, 489 (ALCACHOFA) alcachofa, 496 (HABICHUELAS) habichuelas, 507 (GUISANTES, CHÍCHAROS, ARVEJAS) guisantes, 531 (MANZANA) manzana, 543 (AGUACATE) aguacate, 560 (FRUTA PODRIDA) podrida, 576 (ALIMENTO AL HORNO) al horno, 593 (ALIMENTO PICANTE) picante, 600 (RON) ron.

Si se suman los cuatro subgrupos realizados en este apartado contamos con un total de 123 lexías de uso regular en los informantes de SE y de LPGC. Esta cifra supone un 8,54 % sobre los 1440 vocablos distintos que emplearon los hablantes de estas dos ciudades en el campo de la alimentación. Estas voces aluden, en distinta proporción, a casi todas las secciones semánticas en las que se divide la encuesta, por lo que no se aprecia una localización del léxico compartido en subáreas específicas.

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... Vocablos muy usuales En esta ocasión analizaré las lexías del campo de la alimentación que fueron empleadas por la mayoría de los informantes cultos sevillanos y canarios, aunque no llegaron a mostrar una presencia absoluta (entre 7 y 11 respuestas). El número de lexías que reúne estrictamente estos requisitos es de 45. 337 (PENSIÓN) Pensión, 348 (EL CAFÉ CON LECHE) café con leche, 360 (LAS GALLETAS) galletas, 361 (LAS PASTAS) pastas, 366 (VINO CLARETE) [vino] rosado, 369 (VERMOUTH) vermú, 370 (BOCADITOS) canapés, 373 (SARDINAS EN ACEITE) en aceite, 375 (SARDINAS EN ESCABECHE) en escabeche, 376 (ARENQUES) arenques, 384 (ALMEJA) almeja, 402 (CONSOMÉ) consomé, 407 (HUEVOS CRUDOS CON JUGO DE LIMÓN) crudos, 416 (SALAZÓN) salazón, 431 (PAVO RELLENO) pavo relleno, 432 (CARNE ASADA) [carne] asada, 434 (CARNE COCIDA) [carne] cocida, 435 (CARNE RELLENA) [carne] rellena, 446 (TOCINO FRITO) tocino frito, 457 (POLLO AL HORNO) [pollo] al horno, 480 (APIO) apio, 483 (ESCAROLA) escarola, 491 (COL DE PELLA, REPOLLO) col, 492 (ACELGAS) acelgas, 510 (COMINO) comino, 511 (PIMIENTA) pimienta, 512 (PIMIENTA EN GRANO) [pimienta] en grano, 513 (PIMIENTA EN POLVO) [pimienta] molida, 514 (PIMENTÓN) pimentón, 520 (MARGARINA) margarina, 523 (CLAVO) clavo, 525 (VAINILLA) vainilla, 541 (CHIRIMOYA) chirimoya, 564 (BIZCOCHO) bizcocho, 571 (CAFÉ INSTANTÁNEO O EN POLVO) [café] instantáneo, 572 (ALIMENTO COCIDO) cocido, 573 (ALIMENTO ASADO) asado, 577 (ALIMENTO A LA PARRILLA) a la parrilla, 582 (ALIMENTO FRESCO) fresco, 584 (ALIMENTO INDIGESTO) indigesto, 585 (ALIMENTO PESADO) pesado, 586 (ALIMENTO LIGERO) ligero, 598 (GINEBRA) ginebra, 604 (COÑAC) coñac, 627 (AGUA CALIENTE DE TILA) tila.

Al grupo anterior hay que añadir 14 vocablos que en una de las ciudades registraron entre 7 y 11 respuestas y en la otra 6. Es decir, en una de las capitales más de la mitad de los informantes encuestados conoce y utiliza la palabra y en la otra al menos un 50 % la emplea también de forma activa. Pienso que tales cifras justifican la inclusión de estas lexías dentro del grupo de palabras muy usuales que comparten los hablantes cultos de SE y de LPGC. Entre 7 y 11 respuestas en SE 516 (GUINDILLA) guindilla, 563 (COMPOTA DE FRUTAS) compota, 599 (AGUARDIENTE) aguardiente. Entre 7 y 11 respuestas en LPGC 341 (COMIDA A MEDIA MAÑANA) aperitivo, 368 (TAPAS) tapas, 374 (SARDINAS EN TOMATE) en tomate, 399 (SOPA DE CARNE) [sopa] de carne, 414

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(OMELETTE, TORTILLA A LA FRANCESA) [tortilla] francesa, 425 (CARNE DE TERNERA) carne de ternera, 479 (ENSALADA RUSA) ensaladilla rusa, 503 (JUDÍAS NEGRAS) judías negras, 536 (ALBARICOQUE, DAMASCO, CHABACANO) albaricoque, 590 (ALIMENTO AGARRADO) pegado, 592 (ALIMENTO PASADO) pasado.

La cifra absoluta de voces catalogadas como muy usuales en las dos ciudades es de 59, lo que constituye un 4,10 % sobre el total de 1440 lexías diferentes. La cantidad es menor que la obtenida en los vocablos de uso regular del apartado anterior. Esto se debe a que los términos clasificados como muy usuales concurren en mayor medida con otras variantes sinonímicas o con la ausencia de respuesta. Se trata, por tanto, de palabras muy comunes y generalizadas entre los hablantes de las dos ciudades, pero que se mantienen, en la mayoría de los casos, en estrecha convivencia con otros términos con similar significación, o que no son conocidas por el conjunto global de los encuestados. ... Vocablos de uso medio Los términos considerados dentro de este grupo tienen un índice de uso en ambas ciudades menos representativo que los bloques anteriores. En concreto, los 12 vocablos registrados constituyen un 0,83 % sobre el total de 1440 lexías diferentes. 336 (HOTEL MODESTO) pensión, 422 (ASADURAS) vísceras, 470 (TALLARINES) tallarines, 479 (ENSALADA RUSA) ensaladilla, 496 (HABICHUELAS) judías verdes, 504 (JUDÍAS ROJAS) judías rojas, 526 (PUDÍN) pudín, 561 (FRUTA AGRIA) ácida, 570 (MALTA) malta, 572 (ALIMENTO COCIDO) hervido, 588 (ALIMENTO RANCIO) podrido, 595 (ALIMENTO INSÍPIDO) soso.

Este bloque de palabras está constituido, prácticamente en su totalidad, por variaciones sinonímicas de otras formas más empleadas por los hablantes cultos. Constituye una excepción el caso de 526 (PUDÍN), donde la respuesta pudin o pudín6, solamente convivió con otra variante fonológica, budín, empleada por un informante sevillano, y con la ausencia de respuesta. Se dan casos, incluso, donde esas palabras más habituales son también parte del léxico compartido con igual frecuencia en las ciudades de SE y LPGC. Es el caso, por ejemplo, de 496, donde, junto con judías verdes que aparece en este grupo, se obtuvo como respuesta mayoritaria habichuelas, término incluido en los vocablos de uso regular.

6. La Academia reconoce las variantes pudin, pudín y budín.

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A diferencia de las lexías compartidas de forma regular y las que son muy usuales, ahora se producen mayores divergencias entre las respuestas obtenidas y el término empleado en la entrada. Esto es normal si se tiene en cuenta que la mayoría de las voces de este grupo, como se ha dicho, son variaciones sinonímicas de otras formas más empleadas y, por tanto, no son tan características en todo el ámbito panhispánico. ... Vocablos de poco uso El grado de dispersión del léxico en este grupo de palabras es mayor que en los casos analizados previamente. Es decir, la mayoría de las veces se trata de variantes sinonímicas poco representativas por su índice de frecuencia, menos de 4 respuestas obtenidas para cada ciudad, que conviven con otras palabras que son más empleadas, algunas de ellas incluso en las dos ciudades. El total de términos incluidos en este grupo fue de 49, lo que supone un 3,40 % sobre las 1440 lexías diferentes localizadas. 336 (HOTEL MODESTO) fonda, 336 (HOTEL MODESTO) hostal, 337 (PENSIÓN) fonda, 368 (TAPAS) canapés, 369 (VERMOUTH) martini, 370 (BOCADITOS) montaditos, 377 (ANCHOAS) boquerones en vinagre, 379 bis (OSTIÓN) ostión, 379 bis (OSTIÓN) ostrón, 390 (SOPA DE MAÍZ) sopa de maíz, 408 (HUEVOS DUROS) cocidos, 411 (HUEVOS AL PLATO) a la flamenca, 422 (ASADURAS) asaduras, 429 (BOFE) bofe, 438 (BISTEC) filetón, 446 (TOCINO FRITO) torrezno, 458 (POLLO ASADO, ROSTIZADO) a la parrilla, 460 (POLLO ESTOFADO) en pepitoria, 463 (MENUDO) menudillo, 470 (TALLARINES) cintas, 471 (RAVIOLES) tortellini, 477 (ARROZ BLANCO) arroz a la cubana, 479 (ENSALADA RUSA) ensalada rusa, 484 (COGOLLO) corazón, 491 (COL DE PELLA, REPOLLO) repollo, 495 (BRÓCULI) brócoli, 496 (HABICHUELAS) judías, 515 (AJÍ, CHILE) chile, 528 (CREMA DE CHOCOLATE) crema de chocolate, 528 (CREMA DE CHOCOLATE) mousse, 548 (DULCE DE LECHE) leche frita, 550 (FRUTAS SECAS) frutas pasadas, 557 (FRUTA PINTONA) pintona, 561 (FRUTA AGRIA) amarga, 561 (FRUTA AGRIA) verde, 562 (FRUTA MUY DULCE) muy dulce, 570 (MALTA) achicoria, 583 (ALIMENTO ENMOHECIDO) con moho, 586 (ALIMENTO LIGERO) digerible, 588 (ALIMENTO RANCIO) pasado, 589 (ALIMENTO SABROSO) gustoso, 608 (VASO DE CERVEZA MEDIO) caña, 613 (CAFÉ MUY DILUIDO) café aguado, 620 (LECHE CON UNAS GOTAS DE CAFÉ) leche manchada, 626 (AGUA CALIENTE DE HIERBABUENA) infusión de hierbabuena, 631 (LUGARES PARA TOMAR BEBIDAS, DE ÍNFIMA CALIDAD) taberna, 632 (BARRA DEL BAR) mostrador, 634 (TABERNA) taberna.

Entre los términos registrados en este grupo cabe destacar la presencia en las dos ciudades de la palabra maíz para designar la sopa de maíz por la que se pregunta en

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el concepto 390. De la comparación de los datos de las dos zonas se deduce, en primer lugar, la mayor presencia en la mesa canaria del plato por el que se pregunta, la sopa elaborada con el maíz como ingrediente principal, pues, además de sopa de maíz, con 2 contestaciones, se obtuvieron otras respuestas —sopa de millo 7, caldo de millo 5, potaje de millo 1, caldo de maíz 1 y potaje de maíz 1— frente a un único informante sevillano que contestó sopa de maíz. Además, estos datos ponen de manifiesto la competencia que actualmente se produce en los hablantes cultos canarios entre las variantes millo y maíz. En concreto, aunque la forma millo sigue siendo mayoritaria en este sociolecto, el porcentaje de la forma maíz fue del 23,53 % (4/17). Cabe señalar también que en dos de las cuatro ocasiones en que fue empleada, se utilizó como primera opción entre más de una respuesta. En concreto, los informantes que emplearon esta variante fueron una mujer de la primera generación, y una mujer y un hombre de la tercera generación. Mientras que la informante más joven empleó también como respuesta la forma millo, los informantes de edades más avanzadas sólo emplearon maíz en su respuesta. La escasa representación de maíz en el archipiélago canario aparece documentada en el Tesoro lexicográfico del español Canarias7 y en el Diccionario diferencial del español de Canarias8, donde se insiste en la extensión predominante de la voz millo. ¿Cómo explicar entonces los datos obtenidos en el léxico culto de LPGC? Estos resultados confirman la opinión de Almeida/Díaz Alayón (1988) de que maíz es una variante prestigiosa empleada por algunos hablantes cultos de áreas urbanas, frente al vocablo autóctono, que rechazan en determinados contextos. Es probable que determinados informantes, conscientes de que su respuesta está siendo consignada para un estudio, podrían haber empleado esa forma como representante de esa variante de mayor extensión geográfica y, tal vez, de mayor prestigio para su conciencia lingüística como hablante. Es de esperar que en el léxico común a las dos ciudades de SE y de LPGC no queden reflejados los términos autóctonos de cada una de las zonas. Así sucede con la voz yerbahuerto9, rasgo léxico diferencial de las Islas, que compite con hierbabuena y yerbabuena como respuesta para el concepto 626. La voz yerbahuerto, que no aparece en el diccionario académico, es incluida por Marrero Pulido (1999: 378) como uno de los canarismos empleados por los hablantes cul-

7. A partir de ahora TLEC. 8. En adelante DDEC. 9. Respeto las grafías que aparecen en las encuestas.

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tos de LPGC. El término, con diversas variantes fonéticas10, está registrado en el ALEICan (mapa 216) en zonas de Lanzarote, Gran Canaria, El Hierro y Tenerife. Aparece documentado también en el TLEC, s.v. yerba (de) güerto o yerbagüerto, aunque no se encuentra en el DDEC. En las encuestas de LPGC el número de respuestas obtenidas para cada una de estas variantes es muy similar: 4 casos para yerbahuerto y 5 para yerbabuena. Los índices sociales no arrojan información significativa sobre la distribución de usos. Cabe decir, por tanto, que la variante insular yerbahuerto registra un alto índice de competencia con otras formas geográficamente más extendidas. Por lo que respecta a la coincidencia entre el concepto y el término ofrecido por los informantes, en esta ocasión se producen más discrepancias que en otros apartados previos. En efecto, de los 49 vocablos que constituyen este bloque, sólo 9 de ellos (18,37 %) coinciden con la forma empleada en la entrada del cuestionario. Esto redunda en el hecho de que estas palabras son variantes sinonímicas menos representativas que las que se detectaron en bloques anteriores.

4.2. Lexías compartidas con distinta frecuencia En esta ocasión se consignan aquellas voces que, aunque compartidas como respuesta para un mismo concepto, obtuvieron diferente índice de frecuencia en las dos zonas exploradas. Haré la distinción entre las que tuvieron más representación en SE y las que obtuvieron más contestaciones en LPGC. El número de respuestas obtenidas en cada ciudad se señala detrás de cada término, siguiendo el orden SE / LPGC11. Mayor frecuencia de uso en SE 338 (CAFETERÍA, FUENTE DE SODA) bar 9/5, 381 (CAMARÓN) camarón 11/2, 382 (QUISQUILLA) quisquilla 8/3, 409 (HUEVOS PASADOS POR AGUA) pasados por agua 11/1, 414 (OMELETTE, TORTILLA A LA FRANCESA) tortilla 5/1, 423 (CHICHARRÓN) chicharrón 11/3, 428 (PIERNA) pata 5/2, 428 (PIERNA) pierna 7/1, 437 (FILETE) filete 12/5, 438 (BISTEC) filete 7/1, 442 (SALAME) salami 7/3, 448 (TOCINO CON VETA) panceta 4/1, 453 (LONGANIZA) chistorra 4/1, 460 (POLLO ESTOFADO) guisado 4/1, 471 (RAVIOLES) ravioli 7/5, 494 (LOMBARDA, COL MORADA) lombarda 8/3, 499 (RÁBANO) rábano 12/6, 536 (ALBARICOQUE, DA-

10. Yerba de güerto, yibagüerto y yerbagüerto. 11. No se tendrán en cuenta los casos que se han incluido en grupos anteriores, según los criterios que se han ido detallando.

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MASCO, CHABACANO) damasco 6/1, 537 (TORONJA) pomelo 9/5, 540 (PAPAYA) papaya 5/3, 546 (NATILLA) natillas 12/2, 549 (DULCE DE MEMBRILLO O CARNE DE MEMBRILLO) carne de membrillo 9/1, 550 (FRUTAS SECAS) frutos secos 8/3, 554 (OREJONES) orejones 7/5, 562 (FRUTA MUY DULCE) dulce 8/4, 580 (ALIMENTO TOSTADO) tostado 8/4, 607 (VASO DE CERVEZA PEQUEÑO) vaso 7/1, 621 (TÉ CON AGUA) té solo 12/6, 626 (AGUA CALIENTE DE YERBABUENA) menta 4/1, 628 (AGUA CALIENTE DE POLEO) poleo 8/5, 631 (LUGAR PARA TOMAR BEBIDAS, DE ÍNFIMA CALIDAD) tasca 8/4, 634 (TABERNA) bar 9/3. Mayor frecuencia de uso en LPGC 342 (COMIDA AL MEDIODÍA O PRIMERAS HORAS DE LA TARDE) comida 1/7, 349 (EL TÉ) té 6/12, 355 (PAN TOSTADO) pan tostado 1/6, 377 (ANCHOAS) anchoas 5/12, 393 (SOPA DE TAPIOCA) de tapioca 2/4, 395 (SOPA DE AJO) de ajo 4/12, 398 (SOPA DE PASTAS) de pastas 4/11, 405 (CONSOMÉ CON HUEVO) de huevo 1/5, 411 (HUEVOS AL PLATO) al plato 2/10, 424 (CHULETAS DE CORDERO) chuletas de cordero 3/11, 431 (PAVO RELLENO) pavo trufado 1/5, 438 (BISTEC) bistec 3/8, 439 (FIAMBRES) fiambres 2/6, 453 (LONGANIZA) longaniza 8/2, 454 (BUTIFARRA) butifarra 5/8, 458 (POLLO ASADO, ROSTIZADO) a la brasa 1/6, 467 (PASTAS DE LETRAS) pastas de letras 2/7, 478 (LA ENSALADA) ensalada 5/12, 502 (JUDÍAS PINTAS) judías pintas 4/10, 515 (AJÍ, CHILE) guindilla 1/4, 518 (MANTECA DE CERDO) manteca 5/11, 528 (CREMA DE CHOCOLATE) chocolate 1/5, 529 (CREMA DE CARAMELO) caramelo 2/10, 548 (DULCE DE LECHE) dulce de leche 3/8, 549 (DULCE DE MEMBRILLO O CARNE DE MEMBRILLO) dulce de membrillo 2/7, 550 (FRUTAS SECAS) frutas secas 2/5, 551 (CIRUELA SECA) ciruela pasa 1/12, 561 (FRUTA AGRIA) agria 1/9, 571 (CAFÉ INSTANTÁNEO O EN POLVO) nescafé 1/4, 573 (ALIMENTO ASADO) a la brasa 1/6, 575 (ALIMENTO ESTOFADO) estofado 2/6, 578 (ALIMENTO EN ESCABECHE) en escabeche 4/10, 581 (ALIMENTO EN SALMUERA) salazón 2/4, 588 (ALIMENTO RANCIO) rancio 3/6, 589 (ALIMENTO SABROSO) sabroso 4/10, 595 (ALIMENTO INSÍPIDO) insípido 4/10, 605 (CHAMPAÑA) champán 5/12, 607 (VASO DE CERVEZA PEQUEÑO) caña 1/12, 610 (TARRO) jarra 1/10, 614 (CAFÉ CONCENTRADO) cargado 1/6, 617 (CAFÉ LARGO) largo 1/10, 624 (AGUA CALIENTE DE HIERBAS AROMÁTICAS) infusión 5/9, 636 (CAFÉ) café 1/6.

El total de voces compartidas con diferente índice de frecuencia fue de 75, lo que supone un 5,21 % sobre las 1440 lexías diferentes documentadas en el campo de la alimentación. En esta ocasión el índice de términos registrados fue menos significativo que el del conjunto de palabras que obtuvieron similar frecuencia de uso en las dos ciudades que, considerando los cuatro bloques ya señalados, hicieron un total de 243 (16,88 %). No todas las variaciones en número de respuestas registradas arriba reflejan diferencias léxicas entre las dos zonas estudiadas. Destaco solamente algunas que me

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han resultado especialmente significativas. Es el caso de la utilización desigual de la lexía pan tostado en SE y en LPGC para designar el “pan tostado al fuego”, concepto 355, donde lo que resulta relevante es que esta denominación entra en competencia con otras variantes que tienen mayor representación. En SE lo que predomina es tostada (10 respuestas) y en LPGC pan bizcochado (12 contestaciones) o bizcocho (5 respuestas), conservándose en este último caso la acepción etimológica del pan que ha sido cocido por segunda vez para que dure más tiempo. También se puede señalar el caso de designación de una “loncha de carne”, conceptos 437 y 438. Aquí los hablantes sevillanos emplean principalmente el término filete, mientras que los informantes canarios prefieren el anglicismo bistec. Por su parte, las respuestas consignadas muestran que en SE es preferida la variante carne de membrillo para designar el concepto 549, mientras que en LPGC tiene mayor representación dulce de membrillo, aunque las dos lexías son empleadas en las dos zonas estudiadas. Cabe pensar que las diferencias en la vitalidad de uso de estas palabras están en estrecha conexión con el empleo de otras variantes sinonímicas que aportan identidad a cada una de las dos ciudades estudiadas.

4.3. Conceptos desconocidos o casi desconocidos en las dos ciudades Las zonas compartidas en SE y LPGC en el campo de la alimentación no solamente se identifican por las voces que emplean los informantes, en mayor o menor medida, según se ha visto, sino que también se ponen de manifiesto en aquellos conceptos que se desconocen en las dos capitales. A este respecto cabe decir que no se dio ningún caso de conceptos que no obtuvieran ninguna respuesta en las dos zonas exploradas. No obstante, sí se documentaron ejemplos de conceptos prácticamente desconocidos, porque no tuvieron ninguna respuesta en SE y solamente una contestación o dos en LPGC. Se trata de la entrada 472 (ÑOQUI), donde dos informantes canarios respondieron ñoqui, y de la 555 (MELOCOTÓN PELADO DESCAROZADO), que sólo fue identificado como melocotón seco por un informante de LPGC. Como se puede apreciar, el desconocimiento total de conceptos referidos al campo de la alimentación tiene unos índices muy poco representativos.

5. Conclusiones Haciendo una recapitulación, se comprueba que en el campo de la alimentación existe un porcentaje nada despreciable de términos compartidos por los hablantes cultos de SE y de LPGC, un total de 318 (20,08 %), aunque con índices de vitalidad y frecuencia distintos. En el cuadro que aparece a continuación se re-

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presenta la distribución de porcentajes de uso de las voces con respecto al total de lexías diferentes (1440) y con respecto al total de palabras compartidas (318). % 1440 Voces de uso regular Voces muy usuales Voces de uso medio Voces de poco uso Voces con distinta frecuencia de uso

%318

123 59 12 49

8,54 4,10 0,83 3,40

38,68 18,55 3,77 15,41

75

5,21

23,58

Tabla 2: Resumen de índices cuantitativos

Si se toma como referencia el total de palabras del campo de la alimentación compartidas por los hablantes cultos de SE y de LPGC, información que aparece a la derecha de la tabla, se observa que el índice más representativo lo ocupan las voces de uso regular. Esto demuestra que un número significativo de lexías son conocidas en las dos zonas y, además, gozan de gran vitalidad (en muchos casos sin otras variantes sinónimas). Por lo que respecta a los conceptos desconocidos en las dos ciudades, los datos fueron poco significativos, con sólo dos casos documentados en el material. A pesar de las semejanzas que se han puesto de manifiesto en esta investigación, el mayor número de voces de este campo semántico, un total de 822 lexías diferentes, fueron empleadas de forma exclusiva por los hablantes de una o de otra ciudad, lo que implica un porcentaje de 57,08 % / 1440. Esto no quiere decir que todos ellos sean términos desconocidos en la zona en la que no fueron empleados, aunque sí hay ejemplos de este tipo, sino que, como mínimo, su relevancia como palabras que forman parte del léxico activo de los hablantes cultos es menor. Si bien en esta investigación he hecho ciertas apreciaciones sobre algunos rasgos diferenciadores de las dos ciudades, es preciso aportar datos más exhaustivos acerca de ese léxico diferencial para poder ofrecer una visión más completa de las relaciones léxico-semánticas que se producen entre la norma culta de SE y de LPGC.

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