El asentamiento rural ibérico de Saus (Girona): Un ejemplo de explotación agrícola en el territorio de Emporion 9781407309828, 9781407339610

A report on extensive excavations at the rural complex of Saus (near Girona, eastern Spain), the findings of which attes

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El asentamiento rural ibérico de Saus (Girona): Un ejemplo de explotación agrícola en el territorio de Emporion
 9781407309828, 9781407339610

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Índice
Agradecimientos
PRESENTACIÓN
INTRODUCCIÓN
I. EL ENTORNO
II. EL PERÍODO IBÉRICO
III. LA CULTURA MATERIAL.CERÁMICA, METAL Y OTROSOBJETOS
IV. OTROS ASPECTOS DE LAECONOMÍA DOMÉSTICA
V. CRONOLOGÍA Y CONSIDERACIONES FINALES
DINÁMICA DE FORMACIÓN Y VARIABILIDAD DE LOS CONJUNTOS DE RESTOS DEFAUNA RECUPERADOS EN LOS SILOS DEL YACIMIENTO DE SAUS
ANEXO I
ANEXO II

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BAR S2390 2012

El asentamiento rural ibérico de Saus (Girona)

CASAS & SOLER

Un ejemplo de explotación agrícola en el territorio de Emporion

Josep Casas Victòria Soler

EL ASENTAMIENTO RURAL IBÉRICO DE SAUS (GIRONA)

B A R

BAR International Series 2390 2012

El asentamiento rural ibérico El asentamiento rural ibérico de de Saus (Girona) Saus (Girona) Un ejemplo de explotación agrícola en el territorio de Emporion

Un ejemplo de explotación agrícola en el territorio de Emporion Josep JosepCasas Casas VictòriaSoler Soler Victòria Con la colaboración de Lídia Colominas, María Saña y Joan S. Mestres

BAR International Series **** BAR International Series 2390 2012 2012

Published in 2016 by BAR Publishing, Oxford BAR International Series 2390 El asentamiento rural ibérico de Saus (Girona) © The authors individually and the Publisher 2012 The authors' moral rights under the 1988 UK Copyright, Designs and Patents Act are hereby expressly asserted. All rights reserved. No part of this work may be copied, reproduced, stored, sold, distributed, scanned, saved in any form of digital format or transmitted in any form digitally, without the written permission of the Publisher.

ISBN 9781407309828 paperback ISBN 9781407339610 e-format DOI https://doi.org/10.30861/9781407309828 A catalogue record for this book is available from the British Library BAR Publishing is the trading name of British Archaeological Reports (Oxford) Ltd. British Archaeological Reports was first incorporated in 1974 to publish the BAR Series, International and British. In 1992 Hadrian Books Ltd became part of the BAR group. This volume was originally published by Archaeopress in conjunction with British Archaeological Reports (Oxford) Ltd / Hadrian Books Ltd, the Series principal publisher, in 2012. This present volume is published by BAR Publishing, 2016.

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Índice Agradecimientos

VII

Presentación

IX

Introducción I) EL ENTORNO El medio natural Los primeros asentamientos en torno a la laguna de Camallera

5 5 8

II) EL PERÍODO IBÉRICO El asentamiento de la riera de Saus Saus II. Fincas Dalmau y Manric o camí de les Figuerasses) Identificación y excavación. Estructura del yacimiento Los silos. Estratigrafia, materiales y cronología Cronología general

15 15 22 22 27 31 212

III) LA CULTURA MATERIAL. CERÁMICA, METAL Y OTROS OBJETOS Categorías y tipologia cerámica Producciones coloniales Cerámica ática Cerámica ibérica a torno Cerámica ibérica a mano Ánforas Morteros Otros Metal Hueso Coroplastia

217 217 217 223 225 228 237 243

IV) OTROS ASPECTOS DE LA ECONOMÍA DOMÉSTICA Molinos e instrumentos de piedra Molinos Otros instrumentos líticos Prensas para la elaboración de aceite Ganadería

251 251 251 255 258 263

V) CRONOLOGÍA Y CONSIDERACIONES FINALES

267

ANEXO 1. Dinámica de la formación y variabilidad de los conjuntos de restos de fauna recuperados en los silos del yacimiento de Saus por Lídia Colominas y María Saña

275

ANEXO 2. Resultados de las dataciones por radiocarbono por Joan S. Mestres i Torres

293

Bibliografía general

303

V

245 246 247

SAUS II

VI

Agradecimientos Elaborar un libro de estas características siempre es difícil. De alguna manera, sale de la nada, de aquello que no se veía, escondido bajo unos campos de cultivo, y que hubo que poner al descubierto para iniciar, a partir de ahí, el estudio de un conjunto de época ibérica, aparentemente modesto, pero que aporta una información valiosa para conocer cómo se organizaba en ese período un rincón del noreste peninsular. Por ello, debemos mostrar nuestro sincero agradecimiento, en primer lugar, a los propietarios y curadores de las fincas, los señores Dalmau y Turró, los cuales, sin tener ninguna obligación, nos dejaron remover unos campos para ver qué había bajo el sembrado. Los trabajos pudieron llevarse a cabo gracias al apoyo logístico y económico del Ayuntamiento de Saus, Camallera y Llampaies, y nos ayudaron en las tareas de excavación los amigos Joan Colomer, Jordi Turón y Josep Mª Rodríguez. La Dirección y el equipo de investigadores del MAC-Empúries, Xavier Aquilué, Pere Castanyer, Marta Santos y Joaquim Tremoleda, nos ha facilitado el acceso a sus instalaciones para realizar todo tipo de consultas y nos ha proporcionado valiosas informaciones y consejos a la hora de estudiar el material. El Dr. Josep Tarrús y Galter, Director del Museo Arqueológico Comarcal de Banyoles, nos ha aconsejado sobre los materiales neolíticos, que conocíamos de forma deficiente, ayudándonos en su definitiva identificación. También es de justicia manifestar nuestro reconocimiento al Institut de Recerca Històrica-Laboratori d’Arqueología i Prehistòria de la Universitat de Girona, por su apoyo, tanto en el proceso de excavación como en el posterior desarrollo de la investigación. Por último, y de manera especial, queremos mostrar nuestro sincero agradecimiento a Aurora Martín y Ortega, Directora del MAC-Girona, la cual, además de la paciencia que ha mostrado revisando el texto y haciendo acertadas observaciones que han mejorado el contenido, ha tenido la amabilidad de redactar la presentación que el lector encontrará en las próximas páginas.

VII

SAUS II

VIII

PRESENTACIÓN

Las características arquitectónicas de los asentamientos fortificados de época ibérica tienen una presencia tan potente en el paisaje, que otros aspectos de la ocupación del territorio en ese período, en Catalunya, al ser menos “visibles”, se han incorporado a los estudios sobre mundo ibérico mucho más tardíamente que estos. A pesar de que en la costa septentrional y central catalana son bien conocidos los numerosos yacimientos del tipo llamado campos de silos, el mundo rural en general ha sido bastante desconocido hasta hace poco tiempo. El descubrimiento en los últimos quince años de diversos asentamientos rurales, y las nuevas técnicas de prospección empleadas en el estudio del territorio de grandes conjuntos ibéricos, ha comportado que el conocimiento de la ocupación fuera de los núcleos de poblamiento aglomerado y en buena parte fortificado, se intensificara. También hay que decir que los escasos yacimientos rurales excavados en las comarcas del nordeste catalán son sitios de datación generalmente avanzada dentro de la cultura ibérica. En este contexto, la monografía El asentamiento rural ibérico de Saus (Girona). Un ejemplo de explotación agrícola en el territorio de Emporion, de Josep Casas y Victoria Soler, es una aportación de primer orden para el estudio de un establecimiento rural en esta zona, y esto por diversos motivos. En primer lugar, porque la rigurosa metodología empleada en la excavación y en el registro arqueológico, y el posterior análisis y estudio de la cultura material, han permitido hacer una fundamentada propuesta del tipo de explotación que funcionó en el sitio. Y esto, a pesar del mal estado de conservación con que nos ha llegado el yacimiento, sin estructuras constructivas conocidas, de las que, a parte un muro de datación imprecisa, se han conservado tan solo materiales de derrumbe de muros y suelos, aparecidos en el relleno de diversos silos. Otros elementos que le confieren valor son la situación del asentamiento en el hinterland emporitano y su cronología, de algo más de cien años, a caballo entre el último cuarto del s. VI y los primeros años del s. IV a.C., básicamente, aunque con puntuales ocupaciones de época neolítica, ibérica avanzada y romana. Es una etapa en la que la ocupación rural en esta zona del nordeste catalán ha sido poco conocida. Fue en el yacimiento de Mas Gusó, del vecino municipio de Bellcaire, publicado por los mismos autores en BAR Internacional Series 1215, en 2004, donde se identificó un asentamiento de larga cronología, desde el Neolítico hasta época romana, con fases precoloniales y de toda la época ibérica entre ellas, la que dio a conocer lo que podría ser un asentamiento rural ibérico de este tipo en el entorno emporitano por primera vez. Mas recientemente los mismos autores, junto a J.M. Nolla han reconocido otro yacimiento, el del Camp de l’Ylla, en Viladamat, que puede adscribirse al mismo tipo de ocupaciones rurales, y con una cronología parcialmente contemporánea al de Saus, publicado en Cypsela 18, en 2010 (ver bibliografía general). La revisión efectuada por los autores de una intervención realizada en 1973 por el Servei d’Investigacions Arqueològiques de la Diputació de Girona, con motivo de una excavación de urgencia en la Riera de Saus, que se presenta en el siguiente capítulo del libro, vendría, una vez más, a ampliar los yacimientos de este tipo y cronología en la zona del traspaís emporitano. Otros elementos significativos son algunos de los elementos de cultura material recuperados, que hacen del sitio un lugar de características extraordinarias para el conocimiento de la agricultura en este país. El trabajo está dividido en cinco grandes capítulos, precedidos por una introducción en la que se presenta el propósito de la obra, en la que además del estudio del propio yacimiento, situado en el entorno de la antigua laguna de Camallera, hoy desaparecida, se realiza un análisis de la ocupación de otros períodos históricos documentados en esta zona a partir del Neolítico. El capítulo I, dedicado al estudio del entorno, contextualiza el sitio desde el punto de vista geológico, geográfico y arqueológico. A partir de los primeros se justifica la ocupación de esta zona de la llanura empordanesa, cercana a la costa, por las favorables condiciones que constituirían el medio y el paisaje para los asentamientos humanos, especialmente por la presencia de la laguna, rodeada por suaves elevaciones, con favorables condiciones para la práctica de la agricultura y de la ganadería y también para la subsistencia de abundante caza. Finalmente en el capítulo se analiza el poblamiento antiguo de Camallera, a partir del Neolítico y hasta época romana, a través de la revisión de yacimientos conocidos desde los años cuarenta del siglo pasado hasta la actualidad, algunos de los cuales han sido descubiertos y publicados por los autores de la obra. La constatación de la existencia de por lo menos cuatro yacimientos de época neolítica, muestra las óptimas condiciones de este territorio para ser colonizado desde las primeras fases de la práctica de la agricultura. El capítulo II, el más extenso del trabajo, dedicado al estudio del período ibérico en Camallera, además de un breve comentario IX

SAUS II

sobre diversas estaciones ibéricas, de distintas cronologías dentro de este período presentes en el término municipal, se inicia, como se ha comentado anteriormente, con el estudio del asentamiento de la Riera de Saus. Este sitio, en el que se excavaron diversos silos, aunque con un marco cronológico muy parecido al que constituye la parte esencial de esta obra (Saus II), se diferencia de él porque el hábitat documentado está constituido por tres cabañas parcialmente excavadas en la roca, de las que la documentación conservada no da detalles de cómo podrían haber sido las superestructuras. El cuerpo central del capítulo está dedicado a la presentación de la excavación, y al análisis detallado de los elementos de cultura material recuperados en los cuarenta y seis silos o estructuras negativas descubiertos en el yacimiento, de Saus II (fincas Dalmau y Manric, o camí de les Figuerasses). Hay que decir, no obstante, que dos de los silos que forman parte del yacimiento, habían sido excavados por los autores en 1978 y publicados poco tiempo después (ver bibliografía), y que la existencia de los silos había sido documentada previamente por los indicios extraídos de fotografía aérea. Entre las estructuras negativas dos son neolíticas, otra corresponde a una reocupación de la segunda mitad del s. III a.C. y otras dos son silos que se colmataron en los siglos I-II d.C. hecho que comprueba, una vez más, la continuada ocupación del suelo a partir del Neolítico. A pesar del arrasamiento general del yacimiento, debido a la fuerte erosión postdeposicional del mismo, la excavación ha permitido a los autores hacer una propuesta de la evolución de la vida del sitio, a partir de los materiales recuperados en el interior de los silos. El hallazgo de numerosos materiales constructivos recuperados en el interior de algunos ellos permite afirmar que se trataba de un establecimiento agrícola, con diversas fases constructivas, teniendo en cuenta la cronología de los elementos de cultura material que acompañan en el interior de los silos a los restos de adobes que conformarían muros y suelos del hábitat. Esto permite proponer a los autores que el asentamiento habría sufrido un incendio, total o parcial, en un momento antiguo de la ocupación, a finales del s. VI a.C. y que se reconstruyó y perduró hasta inicios del s. IV a.C., momento en que se abandonaría. La pormenorizada descripción de la excavación de cada una de los silos y de los materiales recuperados en ellos, contabilizados y descritos por unidades estratigráficas, aun cuando se trate de niveles que cronológicamente se daten en el mismo momento, se acompaña de una excelente documentación gráfica, tanto por lo que se refiere a las propias estructuras, de las que se presentan las secciones y fotografías de cada uno de ellos, como de los materiales arqueológicos. El estudio de los materiales recuperados permite que los capítulos III, sobre la cultura material i IV, sobre otros aspectos de la economía doméstica, constituyan una aportación básica y de gran utilidad para el conocimiento de la vida cotidiana en el mundo indígena en el hinterland emporitano. El conjunto de los materiales cerámicos asegura la adscripción indígena del sitio, a pesar de la importante presencia de cerámicas de importación griegas, sean de procedencia ática, en pequeña cantidad, o con mucha mayor frecuencia procedentes de talleres coloniales occidentales, algunos incluso imitaciones producidas en Emporion o en el gran yacimiento indígena más próximo, Ullastret. Es de destacar la presencia notable, aunque en cantidad escasa, de las primeras cerámicas de pasta clara masaliotas, que parecen presentarse proporcionalmente en mayor cantidad en este sitio que en Ullastret. Pero lo que destaca entre estas producciones son las cerámicas grises monocromas, que se encuentran en una cantidad y con un repertorio formal muy amplio. Respecto a las cerámicas indígenas a torno, el panorama es el que cabe esperar en este contexto. La adscripción de vasos decorados y no decorados a la misma categoría nos parece una acertada opción. Por otra parte también es de destacar la documentación de la presencia de cerámica gris de la costa catalana en niveles datados a finales del s. V a.C., al igual que ya se había documentado en los yacimientos de Ullastret, y en las que se observan formas que pueden considerarse intermedias entre las producciones de grises monocromas y las clásicas de la costa catalana. Otra aportación importante de este capítulo, es el análisis de las cerámicas de cocina modeladas a mano, de las que por su buena técnica de producción, la repetición formal y las tablas de decoraciones de los vasos, podría plantearse la existencia también de talleres de alfarero para la producción de estos vasos que comúnmente se han considerado como de producción doméstica. En cuanto a las ánforas, la mayor parte son ibéricas, siendo notable la escasa cantidad de ánforas de importación documentadas, tanto del ámbito griego como del púnico, pero siempre dentro de los parámetros conocidos en otros yacimientos indígenas de esta zona. De igual forma los morteros presentes son de tipos conocidos ibéricos y masaliotas, y la cantidad con que han aparecido es la propia de un uso doméstico en el sitio. Si el conjunto cerámico es bien numeroso, los materiales metálicos aparecen en escaso número, debido probablemente a las condiciones de conservación del sitio. Por otra parte es muy destacable el hallazgo de fragmentos de pequeños elementos de coroplastia, con un jabalí casi completo y restos de un posible caballo, así como una rueda todo ello de terracota, respecto a los cuales los autores hacen una interesante propuesta de restitución de un carro votivo, a partir de la contrastación con ejemplos de otros yacimientos de características más o menos similares. El capítulo IV presenta una de las aportaciones más interesantes y novedosas que brinda el yacimiento, con la aparición de cuatro bases de prensa que habrían sido utilizadas para la obtención de aceite. Su incuestionable y repetida aparición en posición estratigráfica constata la práctica del cultivo del olivo en el entorno del sitio. Si bien en Andalucía este se documenta a partir del s. VII a.C., en el Empordà y en general en Catalunya por el momento no hay evidencias de que se hubiera practicado hasta un X

momento bastante mas tardío. Así los estudios carpológicos i palinológicos llevados a cabo en el vecino yacimiento de la Illa d’en Reixac de Ullastret no muestran evidencias de consumo de aceitunas hasta la fase V, datada entre 380-325 a.C. Esto puede indicar la existencia de un cultivo del olivo destinado a abastecer las necesidades de la colonia emporitana ya en el s. V a.C. Este capítulo contempla también el estudio de otro utillaje lítico, entre el que, entre los molinos hay que destacar la no aparición de ningún ejemplar de tipo rotatorio, tal como ocurre en el territorio empordanés, en el que no se constata la aparición de estos hasta entrado el s. IV a.C. El capítulo finaliza con el estudio de la segunda actividad económica importante documentada en el sitio, la ganadería, a partir de un minucioso análisis realizado por L. Colominas y M. Saña, que aparece más adelante como Anexo 1. En el capítulo V se presentan las conclusiones, cronológicas y de interpretación del sitio, que es considerado por los autores como un establecimiento rural de cierta importancia. Al no haber evidencias físicas de las estructuras construidas, de cómo se organizaría el espacio ni de las dimensiones del conjunto constructivo, las propuestas son teóricas, y se acompañan de las plantas comentadas de casas aparecidas en otros yacimientos indígenas y coloniales. Sea como sea es evidente que nos encontramos ante un establecimiento rural, que tuvo una vida de más de cien años, y que tuvo una economía importante, basada en la agricultura y la ganadería, con elementos que permiten considerar diversificada. Este establecimiento, junto a los indicios aportados por otros de su entorno mencionados al principio, Mas Gusó, Camp de l’Ylla o la Riera de Saus, documentan la existencia de numerosos asentamientos de carácter rural en el entorno emporitano, que habrían tenido una economía pujante por su proximidad a la colonia de Emporion, a la cual habrían abastecido de productos agropecuarios. Curiosamente, y a excepción de Mas Gusó, que tiene una larga pervivencia, finalizan entorno a finales del s. V-inicios del s. IV a.C. Esto nos lleva a preguntarnos si esta desaparición podría relacionarse con otros hechos importantes ocurridos en esta zona del Empordà, como la amortización de la muralla del poblado de Mas Castellar de Pontós en las mismas fechas, y que a nuestro parecer podría interpretarse como un cambio en las relaciones de la colonia con los asentamientos indígenas de su entorno, así como el establecimiento de algún tipo de control sobre los mismos. El libro, que acaba con dos anexos, uno de los cuales ya se ha comentado, y un segundo dedicado a dos dataciones radiocarbónicas de muestras de Saus II, y con una extensa bibliografía, constituye una excelente obra, sólida y de obligada referencia a partir de ahora para el estudio del mundo ibérico del nordeste peninsular, en el tránsito del Ibérico antiguo a la plena época clásica de esta cultura.

Aurora MARTIN Directora del Museu d’Arqueologia de Catalunya-Girona/Ullastret

XI

INTRODUCCIÓN

Todo ello indica que la ocupación del territorio se inició en una época muy remota, hacia finales del quinto milenio antes de nuestra era, y que tuvo una continuidad hasta época historia, aunque no siempre podrán detectarse los restos materiales. No obstante, también hay que tener en cuenta que no se ha llevado nunca a cabo una exploración exhaustiva del área y que las excavaciones serias desde el 1973 al 2010 se han limitado a las de salvamento del Camp del Bosquet, los silos de la riera de Saus, los sondeos en la piscina o estanque de Camallera y las últimas campañas en el campo de silos de Saus II. Como suele decirse en estas ocasiones, solo los futuros hallazgos podrán ayudarnos a completar un panorama que ahora vemos muy parcialmente.

Los trabajos y exploraciones que en el campo de la arqueología se han llevado a cabo durante las últimas décadas en el territorio del actual término municipal de Saus, Camallera y Llampaies (Girona), han permitido elaborar un primer esbozo de lo que había sido el antiguo poblamiento de la zona. La ocupación humana en ese pequeño espacio, que los primeros estudiosos y diletantes de la arqueología, allá por los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, habían considerado intensa y de gran notoriedad, con una antigüedad supuesta pero no probada, poco a poco se va perfilando mejor. Con datos reales a mano, con los restos materiales que han proporcionado diferentes sondeos, exploraciones y excavaciones más o menos intensas que se han ido realizando desde los años setenta hasta ahora, podemos ver mejor cuál fue la huella que dejaron los primeros habitantes de la región, como evolucionó la ocupación humana en torno al lago de Camallera —foco de atracción de las diferentes comunidades que transitaron la zona— y qué camino siguió en sucesivas etapas el poblamiento antiguo, desde el neolítico hasta llegar a la formación de los primitivos núcleos medievales de los actuales pueblos1.

El caso del asentamiento de Saus, junto al camino de las Figuerasses, es diferente. En 1980 se llevó a cabo una primera campaña de salvamento, con la excavación de los dos únicos silos conocidos, y en 2007, 2008 y 2010 se realizaron tres campañas programadas que tenían como finalidad la delimitación y excavación de la mayor parte del yacimiento. Era una buena ocasión para ver cómo se estructuraba un asentamiento ibérico antiguo —del siglo VI al siglo IV aC— y conocer los diferentes aspectos de una explotación agrícola indígena situada en el territorio de Emporion, tanto desde el punto de vista económico, trabajo del campo, relaciones comerciales, vida cotidiana, etc.

No podremos, en modo alguno, seguir el hilo de la evolución de esta ocupación y de la historia local con la continuidad que sería deseable. Siempre habrá altibajos, períodos oscuros —más de los que nos gustaría— y épocas para las que no se dispone de ningún tipo de documentación. También es posible ver que, en general, la ocupación en torno al lago fue continuada, pero quizás no tan intensa ni tan espectacular como suponían años atrás algunos investigadores locales. Hay presencia desde el neolítico y calcolítico, pero no es nada dexcepcional, como tendremos ocasión de ver más adelante. Existen un par de yacimientos de la primera edad del Hierro, que tienen su interés, pero que no dejan de ser minúsculos asentamientos quizás de carácter familiar y de corta duración. Para el período ibérico encontramos, ahora sí, notables establecimientos junto a otros más modestos, especialmente interesantes por sus características y por su significado en el contexto del siglo V aC, que constituyen el núcleo principal de este estudio; pero no son grandes asentamientos ni núcleos de población, poblados u oppida. Y para la época romana, se documentan media docena de yacimientos más o menos sencillos, ninguno de los cuales puede asimilarse a una uilla de medianas dimensiones como las que se han excavado en otros lugares de la comarca. __________________________________

Ya sabemos que no siempre, en arqueología, se cumplen todas las expectativas deseadas. Las circunstancias por las que ha pasado el yacimiento hasta nuestros días, sus características y estructura, la conservación, las actuaciones que en el transcurso de los siglos se hayan podido llevar a cabo en la finca que guarda las viejas piedras, alteran y desdibujan el asentamiento original y, por lo tanto, dificultan la interpretación de los restos. En este caso, como en tantos otros, no se ha podido averiguar al cien por cien como podía haber funcionado la más antigua casa de campo que conocemos en Saus. No se ha localizado, precisamente, la casa. Pero en cambio se han podido hallar suficientes restos de la cultura material y de los almacenes —los silos y todo su contenido— para conocer de manera muy aproximada y con poco margen de error como evolucionó el asentamiento durante el centenar largo de años que estuvo en actividad y, sobre todo, como era una explotación agrícola en época ibérica y sus relaciones con el entorno, que probablemente estaban directamente ligadas a Empúries.

1. Las intervenciones en la zona están incluidas en el Proyecto de Investigación Fundamental no orientada del Ministerio de Ciencia e Innovación con la referencia HAR2010-16458 (Del oppidum a la ciuitas. Análisis de un proceso histórico en el nordeste peninsular -II. El período alto-imperial-).

Hay aspectos especialmente interesantes y enormemente importantes para conocer mejor este tipo de establecimientos rurales, como es la identificación y clasificación de los 1

SAUS II

diversos restos faunísticos, con animales domésticos entre los que predominan los ovicápridos, seguidos de los bovinos y los suidos, o el hallazgo, por primera vez en el noreste de la Península, de cuatro bases de prensa de aceite abandonadas a finales del siglo V aC. El cultivo del olivo y la producción de aceite, que se daba por supuesta, por primera vez se puede confirmar a partir de estos restos materiales, y no la debemos considerar una producción para uso de la misma casa, local, sino casi industrial, teniendo en cuenta que se habían utilizado al menos cuatro prensas (aunque quizá sucesivamente y no de manera contemporánea). En este sentido, tal vez tendremos que relacionar con el exageradamente baja cantidad de ánforas masaliotas y etruscas —y todas antiguas—, que en principio se utilizaban para el transporte de vino, para las que algún autor propone un uso secundario para la importación de aceite (García 1992, 253). No era necesario importar aceite si precisamente la casa era quien lo producía y, por tanto, exportaba. El cultivo de los cereales, por su parte, solo se deduce a partir de los propios silos y del hallazgo de docenas de molinos de vaivén de carácter doméstico. Pero esta vez no han aparecido restos de semillas carbonizadas en los sedimentos analizados (como tampoco las hay de aceitunas, puesto que quedan destruidas con el prensado), contrariamente a lo que suele ser bastante habitual en otros yacimientos.

más detalle en el momento oportuno. En lo referente a los aspectos cronológicos, ya habíamos adelantado que en general el yacimiento muestra una ocupación sin interrupciones desde finales del siglo VI hasta la transición de los siglos V y IV aC, a parte de una reocupación puntual hacia comienzos del siglo III aC. Más adelante podremos ajustar esta cronología para cada uno de los silos en particular, ya que no todos fueron amortizados en el mismo momento. Hay que considerar que se trata de una casa con una ocupación larga y que los silos para almacenar grano tienen una vida limitada. Por lo tanto, durante el centenar largo de años durante los que estuvo activo el asentamiento se fueron obliterando silos fuera de uso y se abrieron otros nuevos, según las necesidades de la explotación o quizás gracias a un incremento de la producción. Parece, en todo caso, que los más tardíos son los más numerosos, lo que también reflejaría una intensificación del trabajo del campo a partir de mediados del siglo V aC. Vale la pena insistir en esta cronología, ya que es una novedad en relación con los resultados de la excavación de 1980. En aquella ocasión se habían fechado conjuntamente los dos silos teniendo en cuenta los materiales más recientes (finales del siglo V aC, entre 420-380 aC). Ahora hemos visto que tampoco son absolutamente contemporáneos. Lo mismo ocurre en el resto del yacimiento. El análisis más detallado nos ha permitido identificar los más antiguos, aquellos que fueron obliterados a finales del siglo VI aC, con un contenido que no permite dudar de su cronología: ánforas corintias, masaliotas sin desgrasante de mica, púnico-ebusitans, gris monocroma, etc., o las de la primera mitad no avanzada del siglo V aC, con algunos fragmentos de cerámica ática de barniz negro y también de figuras negras. El resto, no siempre datables con facilidad, pertenecen a mediados y sobre todo a la segunda mitad del siglo V aC, siendo las más numerosas las que señalan el abandono definitivo del yacimiento, en una fecha próxima a 400 aC o, si se quiere, dentro de un marco más amplio que prudencialmente situaríamos entre el 420 y el 390/80 aC.

Por último, el numeroso conjunto de cerámica refleja unos contactos e intercambios intensos con el mundo exterior, aunque sea por la vía de Emporion, como se puede deducir fácilmente viendo el conjunto de cerámicas áticas, masaliotas, producciones quizá de la zona del Languedoc, ánforas del sur del Principado, ebusitanas y también locales y, por último, la cerámica moldeada a mano, que tiene una lectura diferente, relacionada con los trabajos domésticos complementarios. Es decir, que con toda probabilidad se elaboraba en la misma casa o, como máximo, en un centro más o menos especializado, también local, según parece señalar la homogeneidad de las arcillas de casi todos los utensilios encontrados. Las formas, los perfiles y las decoraciones también son muy características de la zona, pero no exclusivas. Las encontraremos prácticamente en todo el mundo ibérico y durante un largo período, lo que dificulta a menudo su datación si no se pueden relacionar con producciones —a menudo importaciones— mejor fechadas.

Uno de los elementos que podía haber aportado informaciones más interesantes, la casa, no se ha localizado. Se han encontrado restos constructivos vertidos como material de desescombro para rellenar algunos silos. Por lo tanto, podemos saber algunas cosas sobre técnica y materiales de construcción (zócalo de piedra y alzado de adobes en las paredes, pavimentos de barro endurecido, etc.), pero la estructura y distribución de los espacios se desconoce. La destrucción de algunas dependencias en el transcurso de la vida del yacimiento y la desaparición posterior de los restos debido a la erosión del suelo no han hecho posible la conservación in situ de este elemento importante y básico del asentamiento. Podemos deducir el aspecto gracias a otras viviendas de planta bien conocida. Pero siempre se trata de casas en oppida, alineadas una al lado de otra siguiendo una calle. Una casa aislada en el campo podía ser, por lo tanto, muy diferente. Las necesidades y la distribución de los espacios en una explotación agrícola no tendrían nada que ver con las de una casa situada dentro de un

Hay, todavía, muchos otros aspectos que permiten ver mejor como era y como se estructuraba la casa y el asentamiento rural en sentido amplio. A veces son hallazgos casi anecdóticos, como los mangos de cuchillo o de hoz elaborados con un cuerno de ciervo cortado, o los modestos adornos personales, como las fíbulas de doble muelle o los discos de bronce, cuentas de collar con piezas tubulares de pasta de vidrio, utensilios de uso indeterminado hechos con huesos tallados (punzones, agujas, etc.), y tantos otros restos no siempre bien identificados o fáciles de interpretar. Un caso aparte podrían ser los numerosos restos malacológicos, ostras, mejillones y conchas marinas de diferentes especies, o una “pluma” de sepia, que nos hablan una vez más de los estrechos contactos con la costa o, en el ámbito más casero, media docena de huevos encontrados en un silo. Tendremos ocasión de analizarlo con 2

INTRODUCCIÓN

poblado con un urbanismo estructurado. En este aspecto, pues, una información tan importante se nos escapa; no es posible saber nada porque en el área excavada no se ha conservado ningún resto y es poco probable que puedan aparecer en otros lugares más alejados del yacimiento.

silo disperso, situado más allá del área excavada, en zonas marginales, o bien en el límite entre las dos propiedades actuales —que no se ha explorado para no afectar precisamente esta línea divisoria—, el conjunto principal se puede considerar totalmente delimitado. Difícilmente la excavación de algunos pequeños sectores marginales podría hacer cambiar los resultados obtenidos con la excavación de los 46 silos que constituyen el yacimiento.

En cualquier caso, los resultados y los hallazgos son los que son. Aunque queda la posibilidad de la existencia de algún

3

SAUS II

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I. EL ENTORNO

EL MEDIO NATURAL

cionan un sotobosque formado por plantas y matorrales específicos. No son tierras con formaciones calizas compactas y, por tanto, no hay los matorrales de garriga que vemos en la vertiente de levante de la cordillera de Valldevià. En cambio, el suelo arcilloso y con tierras grasas favorece la presencia de la estepa negra y blanca y del romero como plantas arbustivas características y omnipresentes. En algunos sectores limitados, con afloramientos de tierras arenosas, abundan los brezos y, en áreas marginales y de distribución irregular, los lentiscos y la retama. Por último, pequeñas plantas de flor o aromáticas completan la cobertura vegetal natural del monte y su entorno.

El factor que consideramos determinante y que debieron tener en cuenta los antiguos pobladores a la hora de escoger el lugar donde se estableció la casa y las instalaciones de la explotación agrícola (seguramente de carácter familiar), que ahora constituye el yacimiento, es sin duda su situación favorable desde muchos puntos de vista, relacionados todos ellos con el medio y el entorno natural. Por eso hay que explicar, antes que nada, las características de este entorno y la configuración de ese pequeño territorio en la Antigüedad. En realidad, tampoco ha cambiado tanto, si apartamos las modernas edificaciones de los pueblos de Saus y Camallera y si, además, tenemos en cuenta que el cambio más sustancial se produjo entre los años 1860 y 1870, con el desecamiento del lago de Camallera con motivo de la construcción del ferrocarril. En cuanto al resto, el relieve ha quedado prácticamente inalterado y, en todo caso, podemos suponer que se han visto relativamente poco modificados los bosques de las zonas más elevadas que rodean el lago, que actualmente están formados por una vegetación de tipo mediterráneo degradado, con una abundancia exagerada de pino blanco y una merma notable del roble, mientras que la encina ha podido mantener una presencia constante.

Un caso diferente son las orillas del lago de Camallera. Desde su desaparición la vegetación ha quedado enormemente alterada y, por lo tanto, no podremos fiarnos de su aspecto actual para restituir aquella de la Antigüedad. De todos modos, su comportamiento no debía ser diferente al de cualquier pequeño lago de la comarca o al de los cursos fluviales grandes o pequeños que ahora podemos reseguir, ya sean ríos o arroyos. De la antigua vegetación se han conservado restos degradados en las acequias de escorrentía y en la riera de Saus, o en las zonas más profundas y aún húmedas, ya sea en forma de matas de juncos junto a caminos embarrados o espadañas y mimbres en el cauce de acequias y arroyos. Los árboles de ribera que antiguamente debieron bordear el lago prácticamente han desaparecido y a veces han sido sustituidos por especies alóctonas más rentables o quizás más decorativas.

No se han realizado estudios paleobotánicos específicos de la zona ni se dispone de datos para analizar y restituir la cobertura vegetal de hace veinticinco siglos. Por lo tanto, todo lo que se pueda decir en este sentido son hipótesis basadas en las evoluciones seguidas por otros paisajes mejor conocidos y estudiados, que han tenido un comportamiento similar. La vegetación de tipo mediterráneo se mantuvo inalterada durante milenios, hasta que se produjo una profunda intervención humana en los últimos siglos. Por lo tanto, tenemos que ver el paisaje de la zona en la Antigüedad, como el típico y característico de los cerros y cordilleras de la segunda línea de costa poblados por especies vegetales que aún subsisten, aunque ha disminuido el número de unas a favor de otras por causas antrópicas. Las especies arbóreas predominantes eran la encina y, en segundo lugar, el roble. Este último en las partes más bajas dotadas de mejores recursos hídricos. Actualmente se pueden encontrar algunos alcornoques, pero no lo debemos considerar un árbol demasiado común en el territorio que rodea el estanque, ni ahora ni antes, dado que los suelos silíceos son casi inexistentes, limitados a áreas muy restringidas. El pino siempre ha mantenido una presencia constante, menor antes que ahora, con predominio de pino piñonero (Pinus pinnea) sobre el blanco.

El tipo de cobertura vegetal, el clima y el entorno también condicionan una fauna característica de casi todo el Empordà, comarca en la que se ubica el yacimiento estudiado. En esta ocasión disponemos de más datos —datos de primera mano— para conocer algunas de las especies habituales en la zona en época ibérica y romana, ahora desaparecidas. Otras más comunes han subsistido (aves, pequeños mamíferos y animales silvestres) y no hay motivo para suponer que las actuales sean diferentes de las que poblaban el territorio en la Antigüedad. En el registro arqueológico detectamos a menudo la presencia de ciervos. En los silos de Saus los vemos en algunos utensilios hechos con los cuernos del animal (mangos de cuchillo o de hoz), en el Camp del Bosquet, al otro lado del lago, en un cuerno entero dentro un silo de época augustal. No la debemos considerar una especie extraña en la zona, ya que volvemos a hallarla al otro lado de la cordillera. Es relativamente frecuente encontrar cuernos de ciervo, tallados o no, en los pequeños asentamientos ibéricos contemporáneos (Camp de l’Ylla,

Las especies arbóreas y las características del suelo condi5

SAUS II

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Rhode

Pontós

SAUS

Olivet P.

Camp de l'Ylla

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Emporion

* Mas Gusó

St. Julià de Ramis Ullastret

Fig. 1. Situación de Saus en relación con otros yacimientos de su entorno.

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EL ENTORNO

Viladamat), o los de época romana del Olivet d’en Pujol y Tolegassos (Viladamat) o Mas Gusó (siglos VII/VI aC - III dC), y en muchos asentamientos de la zona.

existencia de una vía natural de penetración y comunicación entre las cuencas del Fluvià y el Ter (fig. 2). El lago es una hondonada rodeada por suaves colinas por todos lados, que forman parte de la sierra de Valldevià, al este, y los campos de cultivo en el resto de su entorno. Más allá, hacia levante, pasada la cordillera, ya se abre la llanura emporitana que llega hasta la antigua colonia focea. El lago era, en realidad, una gran laguna poco profunda que se alimentaba de las aguas de lluvia que descendían por las acequias y arroyos que todavía fluyen de los puntos elevados y cerros de su alrededor. Su régimen y nivel freático dependía, pues, del régimen pluvial, hasta que la apertura del canal de la Agulla, hacia el norte, provocó su expresa desecación con el fin de facilitar la construcción de la vía del tren.

El jabalí es el otro animal de caza mayor habitual y bien documentado en toda la región. Más que el ciervo. Aunque a veces algunos restos aparecidos en la excavación quizás pertenecen al cerdo doméstico (a menudo será difícil determinarlo a partir de restos parciales), es muy frecuente encontrar colmillos de gran tamaño que corresponden al sus scrofa. Habría que considerarlo, creemos, un animal común y normal en todo el territorio, que incluso formaba parte de la cotidianidad (y seguramente de la dieta de los antiguos habitantes). Cuando alguien que vivía en la casa de campo ibérica de Saus quiso modelar con las manos una figura de animal —ya fuera un juguete o un objeto votivo—, hizo un jabalí, no un cerdo doméstico; copió, en definitiva, un animal que también veía a menudo y que de alguna manera tenía un peso específico en la cultura doméstica o quizás en el imaginario popular.

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Saus II

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La existencia del lago antiguo también comportaba la presencia de aves diferentes a las que son comunes a todo el territorio, como podemos ver otra vez en los silos excavados. Aunque con dos o tres huesos no se pueden elaborar estadísticas, son suficientes para constatar que el lago atraía aves acuáticas, quizás foráneas o en migración. Una tibia aparecida en el silo 5 es de un espécimen de largas patas, sin identificar claramente, pero perteneciente al orden de los Ciconiformes, con una amplia presencia en las regiones templadas y cálidas. En cambio, la media docena de huevos del silo 14 parece que son de gallina doméstica.

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Núcleo urbano

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Laguna

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En el aspecto de la configuración geológica, el entorno del lago es una zona de terrenos suaves, con campos formados por una capa superficial de tierras grasas, algo arcillosas, de espesor o profundidad variable (a partir de los 30 cm sobre lo que podríamos considerar roca natural), y con un subsuelo a veces algo desigual, en el que tanto podemos encontrar afloramientos de roca arenisca blanda, como arcillas compactas o conglomerados no excesivamente duros. En la zona de poniente, a medio camino hacia Llampaies, existe un pequeño afloramiento de roca volcánica, con basaltos, mientras que en las suaves sierras de la zona de levante aparecen formaciones rocosas constituidas sobre todo por areniscas de grano fino con vetas de cuarzo, que se extrae en láminas de espesor variable a partir de los 3 cm. Es la que localmente se llama piedra de Vilopriu, utilizada en cualquier tipo de construcción de los pueblos de la zona hasta hace poco más de cien años y que encontraremos, también, en los maltrechos restos constructivos del yacimiento de Saus II. Todo ello confluye en la parte central, en el lago, rodeado de tierras arcillosas y limos en la parte más próxima y en medio de la antigua reserva de agua, y abierto, de norte a sur, por una depresión alargada. Por lo tanto, toda la ocupación humana antigua del pequeño territorio se explica y gira en torno dos factores primordiales. Por un lado, el marco geográfico particular que tenía como punto central el lago desaparecido en el siglo XIX. Por otro, la

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Neolítico Hierro/ibérico Romano

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Fig. 2. Restitución de los límites y caminos alrededor de la antigua laguna de Camallera, con los yacimientos arqueológicos localizados en su área.

Pero a pesar de su carácter de pequeño lago con un nivel más o menos irregular, desde siempre había sido un foco de atracción para las diferentes comunidades que se acercaron a la zona. Y, además, fue siempre una fuente de recursos para la población. Históricamente se documenta una actividad de pesca en sus aguas. Es un lugar común, una referencia documental citada a menudo por los estudiosos de la historia local, que en la Baja Edad Media el monasterio de Sant Pere de Rodes tenía la posesión y que autorizaba expresamente a los habitantes de Camallera para ir a pescar en sus aguas. El aprovechamiento 7

SAUS II

de sus recursos en la antigüedad también se documenta, de una manera aún más directa, con algunos restos de fauna localizados de vez en cuando en los silos de Saus. Ya hemos visto que no se trata de peces, como sería lógico pensar, sino de aves acuáticas; palmípedas que habrían sido consumidas de forma muy esporádica por los campesinos ibéricos del asentamiento del camino de las Figuerasses o Saus II.

carretera de Orriols, dentro del término de Vilaür (fig. 2: 3), a tan solo un millar de metros del yacimiento ibérico de Saus. La construcción de la carretera permitió localizar un depósito prehistórico —quizá de carácter funerario—, formado por ocho puntas de flecha de sílex, una hoja y dos vasos (fig. 3). El conjunto se completaba con restos de un cráneo humano y un molino de vaivén. Todo hace pensar que se trataba de una sencilla sepultura con los restos y ofrendas depositadas en una pequeña fosa.

El otro factor que favoreció el poblamiento en el entorno del lago es el camino natural que cruza el territorio de norte a sur, uniendo la cuenca del Fluvià y la llanura del Alt Empordà con la cuenca del Ter y las tierras que se abren más allá. Se trata de un paso usado y consolidado aprovechando una amplia depresión en la cordillera en cuyo centro discurre el curso de la riera de Saus, que formando un pequeño valle entre colinas vierte sus aguas al río Fluvià. Es, también, el primer camino natural cómodo que encontramos al oeste de la llanura de Empúries. No es extraño, pues, que los ingenieros que diseñaron el recorrido del ferrocarril hace ciento cincuenta años también escogieran ese lugar como el más adecuado y el que conllevaba menos esfuerzo a la hora de abrir el camino de hierro, al que no le gustan las pendientes excesivas. El antiguo camino, el conocido y utilizado desde la prehistoria, con toda probabilidad no es otra cosa que uno de los muchos itinerarios que de norte a sur seguía el mítico camino de Heracles, más real de lo que las historias y leyendas que surgieron a su alrededor podrían dejar entrever y que, pasados los siglos, dio paso a la Vía Augusta o, como mínimo, al tramo o recorrido más oriental del itinerario romano. De hecho, es el que permite el máximo acercamiento a la llanura de Empúries sin desviarse demasiado del recorrido principal que debe ir hacia el sur, hacia Kerunta/Gerunda, pasando por Cinniana/ Ceruiana en época romana. Ello no excluye que un tramo paralelo pudiera seguir un itinerario más occidental, cruzando el Fluvià en un punto cercano a Bàscara, como ya se ha apuntado en otras ocasiones (Amich/Casas 1998, 182).

Fig. 3. Materiales cerámicos y líticos de la sepultura neolítica de Vilaür.

El caso es que los dos factores, la vía natural y el lago de Camallera, desde muy antiguo atrajeron a los primeros pobladores documentados en la zona y, como mínimo desde el V-IV milenio aC, siempre hubo presencia humana en la región. Para el período ibérico deberíamos añadir otra circunstancia, otro factor que con los dos primeros fue determinante. Se trata de la situación del asentamiento de Saus en el hinterland emporitano, dentro de lo que podemos considerar una especie de chóra de la colonia focea, si no en el sentido jurídico y bien estructurada como las que vemos en las grandes colonias del Mediterráneo central u occidental, sí como territorio que provee y alimenta la Empúries griega.

En su momento se consideraron pertenecientes al Neolítico final o al Calcolítico, en base a los pocos instrumentos y fragmentos localizados (Martín 1975, 24-26). Una revisión posterior de los materiales concluyó que el conjunto pertenecía al período de los Sepulcros de Fosa (Tarrús 1981), aunque actualmente se considera más conveniente situar el hallazgo en el Neolítico medio pleno, entre Chassey y SF, en todo caso, también dentro del período 4000-3400 aC en cronología C-14 calibrada (información facilitada por el Dr. Tarrús). El vaso más grande, al menos, reúne las características más habituales que vemos en otras producciones del período: carenado, con el perfil bajo y fondo redondeado y un asa ancha horizontal, pero no totalmente tubular, situada en la parte baja del cuerpo. Sigue la tradición y formas que vemos en el Neolítico medio y tiene un perfil prácticamente idéntico a una pieza sin asa de la cueva de Mariver (Tarrús 1979, núm. 21), y hasta cierto punto nos podría recordar algunos ejemplares procedentes del yacimiento de Montboló, algo más antiguos, los cuales, a pesar de mostrar un perfil idéntico, tienen el asa normalmente

LOS PRIMEROS ASENTAMIENTOS EN TORNO A LA LAGUNA DE CAMALLERA Las primeras evidencias —y seguramente las más antiguas— se hallaron a principios de los años setenta al oeste del lago, en las tierras más elevadas que encontramos junto a la moderna 8

EL ENTORNO

hemos designado con los números 36 y 39 (UE 3601 y 3901, fig. 5 y 6). En otros silos se han encontrado esporádicamente, y como materiales residuales, varios elementos del mismo período: parte de un pequeño vaso carenado y una hoja de sílex en el silo 2 y una segunda hoja en el silo 32.

situada en la mitad superior de los respectivos vasos y no abajo (Guilaine/Baquer/Barrié 1971-72, fig. 17 y 26) . En este caso, además, la industria lítica asociada a estos vasos confirma una atribución al neolítico medio, cada vez con más paralelos (Tarrús 1981, 94). Las puntas de flecha de sílex con aletas y pedúnculo, talladas bifacialmente con retoque plano son características de este período, al igual que el cuchillo u hoja de sílex melado que las acompañaba. Claro que el mismo tipo de instrumentos parecen perdurar hasta el Calcolítico. En el nivel II de la Cova 120 (Sadernes, Garrotxa), hay un conjunto de materiales de diferentes momentos de utilización de la cueva, con elementos típicos de los ajuares del Calcolítico o del Neolítico final, con una cantidad notable de este tipo de puntas, quizás no tan elaboradas como las de Vilaür (Agustí et alii 1987, fig. 53 y 79).

El denominado silo 36 está situado en el extremo sur del yacimiento y es de medidas más reducidas que el resto de depósitos ibéricos. Tiene una anchura máxima de 130 cm., una profundidad conservada de 60 cm. y el fondo casi plano. En su interior había un solo estrato muy homogéneo, formado por tierras cenicientas, quizás provenientes de un hogar, con una cantidad considerable de cerámica hecha a mano y los restos mal conservadas de bovinos y ovicápridos. No podemos conocer a cuantos individuos correspondían debido a la fragmentación de la mayor parte de los huesos. La cerámica es toda igual desde el punto de vista de su composición y tipología. Los tipos de arcillas de los diferentes vasos son idénticos y la elaboración de las piezas difiere poco entre unas y otras, con calidades y acabados muy similares o idénticos en el conjunto de piezas pequeñas (fig. 5, 1 a 5), e incluso en vasos de mayor tamaño, en los que solo cambia el tamaño del desgrasante. En general, son de color muy oscuro, casi negro en la superficie externa, algo más claro, castaño o marrón oscuro, en la pared interna, siempre muy pulidas y con una cantidad enorme de granos de cuarzo, arena blanca desmenuzada de tamaño pequeño. No se ven nódulos de cal y los puntos brillantes podrían ser de mica muy fina. En los vasos más grandes y de paredes más gruesas, puede cambiar el tamaño del desengrasante, pero la composición de la pasta es la misma.

Un segundo yacimiento (mejor dicho, hallazgo casual), permite poner otro punto casi de la misma época (un poco más antiguo que el precedente) sobre el mapa local. Esta vez apareció en el corrimiento de tierras de un margen de más de cinco metros de altura en el llamado “Cementiri dels Moros” (o “dels Francesos”); topónimo originado por la existencia de una necrópolis visigoda no excavada, situada al lado mismo del camino de la Estrada, un tramo de la Vía Augusta paralelo al ferrocarril, a 400 m. al norte del conjunto de silos de Saus II (fig. 2: 2). No se hizo ninguna excavación ni exploración a fondo, pero se recogieron los restos caídos junto al camino. En este caso, un hacha de piedra pulida, de color verdoso muy oscuro, algunos restos óseos de un ovicáprido, dos conchas marinas, una piedra tallada (cuarcita), y varios fragmentos de cerámica a mano, entre los que debemos señalar la presencia de un vaso con asa tubular horizontal (fig. 4), lo que parece llevarnos esta vez hacia el Neolítico medio inicial del grupo de Montboló, con una cronología de entre el 45003800 aC, aproximadamente.

La forma más repetida es el vaso ligeramente carenado, de reducidas dimensiones (entre 10 y 13 cm. de diámetro), de paredes muy delgadas, pasta fina y bien depurada y de buena calidad, aunque las condiciones de conservación en ese medio no fueron las más adecuadas y cuando se extraían se fragmentaban fácilmente debido a la humedad acumulada. En cualquier caso, una vez secados y restaurados, los fragmentos tienen una dureza aceptable. En esta forma no se han conservado las asas, pero vemos el comienzo de un asidero en el labio del vaso nº 4 y en la espalda carenada del nº 2, que nos indican que se trataba de asas anchas y planas. Por otra parte, también sabemos que las bases solían ser planas, igual que en los recipientes de tamaños más grandes (fig. 5: 4, 10 y 13).

A principios de los años setenta del siglo pasado, suponemos que con motivo de las obras de construcción de la carretera de Orriols a la Escala, se descubrió y excavó una fosa circular en Llampaies, que contenía restos humanos y objetos de adorno. Era, de hecho, un sepulcro colectivo en fosa, inicialmente fechado entre el Neolítico y el Bronce antiguo, algo más moderno que los hallazgos citados antes, pero no demasiado lejos de la zona de influencia del antiguo lago de Camallera y a menos de dos kilómetros hacia poniente del sepulcro neolítico de Vilaür. La fosa contenía los restos de tres adultos y un niño (Agustí/Merino 1993, 310).

La forma es una de las más características del grupo de Montboló, aunque en aquel yacimiento los vasos tienen normalmente un fondo curvado, hemisférico (Guilaine/ Vaquer/Barrié 1971-72, fig. 17 y 19). Las otras piezas más significativas y características son las urnas o recipientes de cuello alto y ligeramente inclinado hacia el interior, con un asa tubular vertical bastante larga (fig. 6: 2), o los fragmentos sin forma que han conservado una decoración de cordones en relieve puestos, en este caso, horizontalmente (fig. 5: 14), así como una serie de asas que no podemos colocar sobre la pared de ningún vaso debido a la gran fragmentación. Son asas de

No es por casualidad que hayamos empezado este apartado exponiendo los hallazgos más antiguos del entorno, cronológicamente muy distantes al yacimiento ibérico de Saus II. Hay, no obstante, un vínculo mucho más estrecho entre los primeros pobladores documentados en la zona y el yacimiento ibérico de los siglos VI-V aC. Y es, precisamente, el hallazgo entre los cuarenta y seis silos ibéricos, de dos pequeñas fosas/silo con un notable conjunto de materiales neolíticos asociados culturalmente al grupo de Montboló. Son las que 9

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sección plana, muy anchas y cortas, casi circulares vistas de perfil (fig. 6: 6 a 8).

tierras cenicientas con mucha fauna, algunas piedras, fragmentos de dos molinos de vaivén y pocos fragmentos cerámicos. La fauna correspondía básicamente a bovinos, con huesos largos de las piernas, mandíbulas fragmentadas y huesos más pequeños, algunos con señales de cortes y de haber sufrido la acción del fuego. También había restos de ovicápridos, pero en menor cantidad, así como un diente de equino y, secundariamente, fauna marina, concretamente una cáscara de mejillón común y un pedazo de concha.

En el año 2010 se excavaron los últimos silos identificados en el yacimiento, entre los cuales, el silo 39, contenía un conjunto prácticamente idéntico al nº 36. Situado en la parte suroeste del conjunto, algo separado de los últimos silos ibéricos, era una pequeña fosa semiesférica, con la parte superior recortada y erosionada, de fondo algo irregular, completamente llena de









Fig. 4. Materiales líticos, cerámicos y malacológicos del yacimiento neolítico de la Estrada, en Saus.

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Fig. 5. Cerámica del silo 36 de Saus, del Neolítico medio, próximo al grupo de Montboló.

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En cuanto al material elaborado, un conjunto considerable de cerámica a mano, de buena calidad, pasta de color marrón oscuro y negro, de grano fino, sin apenas impurezas y sólo algún granito de cuarzo y polvo de mica como desgrasante o formando parte de la misma composición de la arcilla. Las formas repiten la tipología que hemos visto en el silo 36 (fig. 6: 12 a 14), pero en una cantidad más baja. Vemos la urna o recipiente de cuello alto y algo inclinado hacia el interior, con un labio delgado y ligeramente vuelto (fig. 6: 9-12), con un mínimo de 4 recipientes diferentes, que tendrían una base plana como la nº 13 de la misma figura. Otros recipientes, de tamaños más grandes, quizás corresponden a contenedores para almacenar productos (fig. 6: 14), y suelen tener un aspecto menos elaborado y más robusto que el resto. El conjunto se completa con dos lascas de sílex (fig. 6: 15 y 16), la segunda con un ligero retoque lateral que no parece intencionado, sino accidental.

concentran sobre todo en las tierras del interior, siguiendo el curso medio y alto del Fluvià y del Ter, como la cueva sepulcral del Avellaner (Bosch/Tarrús 1990). En la llanura ampurdanesa prácticamente sólo se conocen los de las Corts (L’Escala), el Puig Mascaró de Torroella de Montgrí (Pons/Tarrús 1979), y la sepultura de la Bassa (Fonteta). Si nos fijamos en los tres yacimientos del Neolítico localizados entre Saus y Camallera (cuatro, contando el más tardío de Llampaies), y los ponemos en el mapa local, veremos que siguen aproximadamente una línea recta de norte a noroeste del lago, siguiendo el corredor natural que lo rodea por aquella parte, y que la distancia física entre unos y otros es muy corta. Una cosa bien distinta será la distancia cronológica. No pretendemos de ninguna manera considerarlos contemporáneos ni sucesores unos de otros. Pero no deja de ser significativa la concentración de varios asentamientos o restos tan antiguos en una zona tan limitada; y hay que recordar, además, que no ha sido explorada en profundidad.

El conjunto, muy homogéneo y sin ningún tipo de intrusión más moderna —ni siquiera de época ibérica, aunque el silo 36 se encuentra situado a cuatro metros y medio del 37, y el 39 a 5 m. del 43—, se puede datar entre la segunda mitad del quinto milenio y la primera del siguiente, aproximadamente en el periodo 4300-3800 aC y se incluye, como hemos dicho, en el Neolítico de Montboló (seguramente más que a Chassey), con paralelos en el área gerundense identificados en la Cova 120 y Ca n’Isach (Agustí et alii 1987; Tarrús et alii 1992). En el caso de la Cova 120, en un nivel de finales del Neolítico antiguo empiezan a aparecer fragmentos de vasos decorados con cordones lisos aplicados, la mayor parte de sección semicircular, como los de Saus, y una minoría de sección triangular. Algunos de los recipientes son vasos de perfil similar, con una carena a media altura del cuerpo más o menos marcada, mientras que en urnas o contenedores del nivel III encontramos asas del mismo tipo y sección que hemos visto en Saus, así como un asa tubular tipo Montboló (Agustí et alii 1987, fig. 25, 35 y 36). Estos materiales aparecen en los niveles II y I, aunque con mezclas posteriores, pero básicamente con materiales del Neolítico medio y Calcolítico.

Si antes de entrar en el estudio del yacimiento ibérico de Saus hemos empezado explicando los hallazgos más antiguos de la zona, los del Neolítico, no era en vano, sino porque todo está relacionado y porque el contenido de los silos 36 y 39 nos muestra que existe un vínculo más estrecho, al menos de ubicación física, entre estos períodos tan distantes en el tiempo. También porque nos viene a decir que el lugar donde se construyó la casa de campo ibérica hacia finales del siglo VI aC ya había sido habitado o frecuentado milenios antes; precisamente porque era un buen lugar, un punto óptimo para establecerse. Es un sitio resguardado por una colina que va elevándose de forma suave hacia el norte, en un extremo del lago, a doscientos metros de la riera y del camino natural que comunica con el resto del territorio, tanto hacia el norte como hacia el sur, a 12 km. de la costa y rodeado de tierras de cultivo fértiles gracias a su composición y al régimen de lluvias natural, con campos, pastos y bosques al lado mismo, que proporcionaban madera, leña y caza. En realidad, y retomando el hilo de lo que exponíamos antes sobre el poblamiento más antiguo, todo el entorno del lago presenta evidencias de ocupación. Normalmente más recientes y que se relacionan perfectamente y mejor con el yacimiento ibérico de Saus; a veces, aunque sea como una especie de precedentes un centenar de años más antiguos. En otras ocasiones, quizá absolutamente contemporáneos (fig. 2).

También vale la pena señalar, tanto en Ca n’Isach como en el caso de la Cova 120, la presencia de bases planas (en Montboló parecen exclusivas las semiesféricas), especialmente en las grandes jarras de almacenamiento del nivel III, con las mismas características morfológicas que encontramos en Saus: una versión con el pie no diferenciado y otra con la parte final engrosada o bien marcada (Agustí et alii 1987, fig. 26 y 27); los dos mismos tipos que encontramos en el silo 36 de Saus (fig. 5: 10 y 13).

En el primer caso debemos tomar en consideración los hallazgos de Camallera, en el “camp de la piscina” y en la calle San Sebastián, de la primera edad del Hierro (fig. 2: 5 6). Se trata de la que en la época se denominó necrópolis “hallstattica” de Camallera; un conjunto de incineraciones en urna localizados casualmente en 1947 con motivo de la perforación de un gran pozo en una finca situada en orilla sur del lago, junto al cual se construyó una piscina. El hallazgo, espectacular en la época por ser el primero en la localidad, fue publicado de manera resumida en el volumen 3 de los Anales del Instituto de Estudios Gerundenses y ha sido punto de

Los paralelos para los materiales de los silos 36 y 39 son aún más diversos y ayudan a circunscribir el hallazgo en un marco cultural mucho más amplio, que abarca un área geográfica extensa durante el Neolítico medio inicial representado en esta área por el grupo de Montboló. Identificado sobre todo gracias a sepulturas, pero también a partir del poblado de Ca n’Isach, podemos ver su distribución en el noreste de Cataluña y en las dos vertientes del Pirineo a partir de una serie de puntos que se 12

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Fig. 6. Cerámica neolítica e instrumentos de sílex de los silos 36 y 39 de Saus.

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referencia para todos los estudiosos de la historia local, aunque el autor del estudio la considera “hallstattica tardía” y la fecha entre los siglos IV y III aC (Palol 1948, 256), aún siendo más antigua. Incluso en un clásico sobre el mundo ibérico, Los Iberos, de A. Arribas, se cita la espada de antenas de la necrópolis de Camallera como la más antigua peninsular perteneciente a este tipo, fechándola en el siglo VI aC o antes (Arribas 19762, 102).

Queda, por lo tanto, la duda de si el yacimiento es una cabaña asociada a una necrópolis inmediata (entre una y otra hay cuatro metros de distancia), o si debe interpretarse como un lugar de hábitat y las urnas y armas de los supuestos enterramientos son algo diferente, más ligadas a un lugar de habitación. Recordemos la ausencia de huesos quemados y la distancia entre la cabaña y la supuesta necrópolis, nada habitual. En cualquier caso, por lo que nos interesa ahora, que no es otra cosa que documentar el poblamiento antiguo en la zona, esta cuestión es intrascendente.

Posteriormente, en 1976, E. Pons y sus colaboradores abrieron una serie de sondeos en la zona de los antiguos hallazgos, el último de los cuales permitió localizar un fondo de cabaña a pocos metros del lugar donde años antes habían aparecido las incineraciones (Pons 1977, 105-110). El estudio definitivo, publicado poco después, situaba este yacimiento en la tercera etapa de poblamiento del Empordà, inscrita en el período de transición de la edad del Bronce a la edad del Hierro, en un marco cronológico de los años 625-575 aC, y que habría que considerar claramente de la primera edad del hierro, tal como ya había señalado el profesor Arribas en su monografía citada (Pons 1984, 41 y 248 a 252).

El segundo hallazgo de materiales de la época se produjo hace unos veinte años en la calle San Sebastián, en la parte occidental del lago. Desgraciadamente, solo se pudo intervenir para recuperar algunos materiales y documentarlos. Durante el desmonte y rebaje de un margen junto a la calle, con el fin de construir una serie de garajes adosados, se cortó una fosa de unos 50-60 cm. de ancho que contenía tierras oscuras, cenicientas, con fragmentos de cerámica y huesos calcinados. Los pocos fragmentos que se pudieron recuperar parecen del mismo tipo que los de la piscina, aunque debemos ser prudentes a la hora de atribuir al conjunto una cronología segura, debido a su poca entidad ya que presenta unas formas difíciles de identificar (Casas 1997, 71). Aunque era un hallazgo aislado y casual, es posible que en la finca, situada a un nivel más alto, se conserven otros restos esparcidos.

El yacimiento del campo de la piscina (también conocido como l’Estany), está formado —por lo que ahora sabemos—, por un fondo de cabaña construida con una estructura sencilla, de la que sólo se conservó parte del zócalo de un muro de piedra y los restos del suelo de habitación de su interior. Es un ámbito reducido, de poco más de 4 m. de largo por 3 m. de ancho, de forma más o menos rectangular y un somero pavimento hecho de pequeñas placas de areniscas locales, abundantes en los afloramientos rocosos de las elevaciones del entorno. Los pocos fragmentos cerámicos aparecidos durante la excavación no son muy explícitos desde el punto de vista tipológico y cronológico, pero no presentan grandes diferencias de textura y composición si los comparamos con los localizados 30 años antes.

Repasando la pequeña carta arqueológica local, en el segundo caso, lo que corresponde a un periodo más próximo o coetáneo al yacimiento que ahora estudiamos, debemos referirnos a otro asentamiento ibérico contemporáneo a Saus II, localizado a principios de los años setenta junto a la llamada riera de Saus (a unos 400 m. al sur-este), con motivo de la construcción de la carretera de Orriols a l’Escala, del que todavía se ven algunos silos cortados verticalmente en el margen de un camino paralelo, y no excavados. Testigos de la época nos han hablado de una “olla” de cerámica negra entera, desaparecida.

En cuanto a los hallazgos de los años cuarenta, que en la época fueron considerados como parte de una necrópolis por el hecho de encontrar restos de urnas, una espada doblada y casi enroscada y otros elementos de la panoplia de un guerrero (aunque no consta que hubiera huesos quemados), parece ser que no fue posible recuperarlos todos en el momento de su descubrimiento. En realidad, los arqueólogos intervinieron cuando ya se había producido el hallazgo, y poco pudieron hacer aparte de recoger los restos conservados y en parte reunidos por el propietario de la finca. Según la descripción de P. de Palol, las urnas halladas en la perforación del pozo fueron destruidas, mientras que los otros restos cerámicos situados al lado, bajo los cimientos de la caseta del motor del pozo, también fueron rotos y en parte perdidos, siendo el material más significativo de lo que se pudo salvar, la espada y restos de armas de hierro.

Según consta en las fichas del material que incluimos en este mismo estudio, se trataba de un conjunto interesante, formado por silos y unos probables fondos de cabaña situados cerca de la riera y junto al puente de la antigua carretera. En los almacenes del Museu d’Arqueologia de Catalunya en Girona hay guardados los fragmentos que pudieron recuperar los arqueólogos del antiguo Servicio de Investigaciones Arqueológicas en una intervención de urgencia realizada en julio de 1973, los cuales fueron estudiados y publicados junto con otros materiales procedentes de excavaciones de salvamento realizadas con motivo de las obras de construcción de la autopista y de las carreteras que de ella derivaban (Martín 1977, 1113-24). Las comentaremos en el próximo capítulo, al estudiar con más detalle el conjunto de asentamientos ibéricos de Saus.

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II. EL PERÍODO IBÉRICO

notable de ánforas greco-itálicas, cerámicas grises de la costa catalana y cerámica ibérica a torno, normalmente anaranjada y de pastas bicolores, así como ánforas itálicas Dressel 1 y alguna gris ampuritana tardía (fig. 7). Años antes, cuando se localizó casualmente el yacimiento, ya se veían fragmentos de cerámica del mismo tipo y algunos de ática e ibérica de formas imprecisas en los márgenes que delimitan el camino, lo que puede señalar una cronología más antigua.

Por lo que hasta ahora sabemos, desde la primera edad del Hierro hasta época romana (y más allá), hubo una presencia humana constante en las tierras que rodeaban el lago de Camallera, con estaciones y asentamientos situados muy cerca, como los llamados Estany o Piscina, o los de la calle Sant Sebastià, como ejemplos más antiguos dentro del período. Otros, un poco más modernos, se situaban en las pendientes septentrionales, como los silos de Saus II, o cerca de modestos cursos de agua, como el conjunto de Saus I o de la riera, ambos en actividad durante casi todo el siglo V aC y quizás desde un poco antes, como tendremos ocasión de ver en su momento.

Con la prudencia que impone el hecho de disponer de noticias tan parciales, carentes de cualquier tipo de excavación seria y teniendo el cuenta la limitada extensión del yacimiento, creemos que se trata de un pequeño asentamiento no muy diferente a los dos de Saus más antiguos, pero con la misma función. Probablemente una pequeña casa de campo o un establecimiento o vivienda rural aislada, relativamente frecuentes —pero siempre mal documentados— en todo este territorio. La principal diferencia, teniendo en cuenta que sólo podemos proponer una cronología basada en restos recuperados de la tierra que la excavadora sacó al abrir la zanja, es que cubre el periodo siguiente al de los silos de Saus. Tampoco podemos decir cuando se originó el establecimiento (la cerámica ática nos llevaría como mínimo al siglo IV aC), pero parece claro que perduró hasta época romana, quedando abandonado en un momento impreciso entre los siglos II y I aC, como tantas otras pequeñas estaciones similares repartidas por todo el territorio.

En la zona del mismo lago, en su límite sureste, se hicieron evidentes los restos de una cabaña junto a la carretera de Vilopriu, destruida en parte con motivo de la apertura de una zanja para instalar una conducción de agua a mediados de los años ochenta del siglo pasado. Sería difícil proponer una cronología segura para esta otra estación, ya que de los fragmentos de cerámica que tuvimos ocasión de ver entre las tierras, junto a las piedras procedentes de un muro arrancado, sólo podríamos decir que eran de técnica ibérica, pasta bicolor y modelados a torno. Por lo tanto, tanto podrían ser del siglo III como de los inmediatos siglos anterior y posterior. Vuelve a ser, sin embargo, otro punto en el mapa arqueológico local, que quizá se relacionaría, pasado el tiempo, con los asentamientos de Lluena y sobre todo del Camp del Bosquet, situado a poco más de 300 m. al sureste.

No citaremos aquellos otros yacimientos más recientes, de la segunda mitad del siglo II aC y posteriores, conocidos y publicados, como el Camp del Bosquet, Lluena, Pineda dels Burros (junto a Saus II), y media docena más incluidos en la Carta Arqueológica (Nolla/Casas 1984, 94-102), porque cronológicamente no tienen nada que ver con el campo de silos ibérico del camino de las Figuerasses y, en todo caso, son útiles solo para mostrar la continuidad de la ocupación del entorno de la laguna de Camallera en época romana. Consideramos que el mapa arqueológico local que hemos dibujado, antecedentes, evolución del poblamiento y el contexto en el que se enmarcan los silos, es suficiente para tener una idea clara de la situación y significado de los yacimientos del periodo ibérico antiguo en la región.

Del que sí podemos proponer una cronología más segura, como mínimo desde el siglo III hasta el siglo I aC, es de otro pequeño establecimiento ibérico situado junto a la localidad de Pins, al sur del corredor natural que comunica la depresión de la laguna de Camallera con las tierras de la cuenca del Ter. No tan alejado como parece (a unos 2 Km. al sur del límite del pequeño lago), desde el punto de vista geográfico, accesos y comunicaciones, tiene un vínculo directo con el conjunto de Camallera y Saus. Desgraciadamente, y como sucede a menudo, a pesar de que el yacimiento era conocido, una gran zanja abierta a finales de los años noventa siguiendo el camino rural de Pins a Gaüses lo afectó de un extremo al otro, sin dar tiempo a hacer ninguna intervención preventiva. Probablemente el daño es limitado y no abarca más que la anchura y profundidad de la zanja de conducción de agua de una localidad a otra. Pero eran perfectamente visibles silos y fondos de cabañas cortadas longitudinalmente.

EL ASENTAMIENTO DE LA RIERA DE SAUS La construcción de la autopista y la mejora de algunas carreteras que la comunicaban con las localidades de la costa, a principios de los años setenta, supuso un movimiento de

Una rápida toma de muestras de materiales mezclados con las tierras de la excavación permitió identificar una cantidad 15

SAUS II

























  









 





  





Fig. 7. Asentamiento ibérico del camino de Pins a Gaüses. 1 y 2: cerámica de barniz negro, 3 a 10: gris de la costa catalana, 11 a 16: ibérica oxidada; 17 a 19: ánforas itálicas y greco-itálicas. 20: ánfora ibérica; 21 a 23: cerámica a mano reducida; 24: anillo de bronce; 25 y 26: regatón y clavo de hierro.

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EL PERÍODO IBÉRICO

tierras como no se había visto en años en esta comarca. De forma más o menos directa, propició el descubrimiento de numerosos pequeños yacimientos que se vieron afectados por la obra pública. Gracias a la actuación y a las informaciones proporcionadas por un grupo de aficionados locales y a la actuación decidida del antiguo Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la Diputación de Girona, con el Dr. Miquel Oliva al frente, se pudieron salvar o al menos documentar y excavar la mayor parte de estos pequeños asentamientos que ayudaron a configurar la carta arqueológica gerundense.

en los campos de Dalmau y de Manric o camino de las Figuerasses (Saus II), con las estructuras de fondo de cabaña de las que hablan las anotaciones de la época. Es lógico y más que probable que, una vez más, nos encontremos ante un pequeño asentamiento rural, claramente agrícola, formado por una vivienda más o menos modesta y los silos anexos. Exactamente igual que en Saus II, con la diferencia que en el yacimiento que hemos excavado los restos de la casa los hemos encontrado, por así decirlo, desmontados y vertidos en algunos silos. Fenómeno que tiene otra explicación que ya comentaremos en su momento.

Entre estos yacimientos había algunos de los que hemos citado en un apartado anterior. El depósito neolítico de Vilaür y los fondos de cabañas y silos de la riera de Saus, ambos excavados por miembros del Servicio y localizados en los márgenes y desmontes de la antigua carretera de Banyoles o actual carretera de Orriols a l’Escala (que inicialmente pasaba por el interior del núcleo de Camallera), la cual, al ser modificada, adoptó un recorrido rectilíneo, con apertura de nuevos tramos, rebaje de tierras, desmontes y terraplenados.

Expondremos, a continuación, la relación de los materiales más significativos; aquellos que pueden proporcionarnos cronologías y que hemos reproducido en las figuras correspondientes, para acabar proponiendo la cronología que nos parece más apropiada para el conjunto de la riera de Saus, la cual —ya podemos adelantarlo— no hace otra cosa que confirmar, quizá matizándola, la propuesta por A. Martín en 1977, que la situaba en la segunda mitad del s. V aC (Martín 1977, 1113 a 1124). Debemos señalar, no obstante, que las producciones más características, aquellas que en este caso más nos pueden ayudar a fechar el conjunto (sobre todo la gris monocroma), muestran un abanico de formas con orígenes antiguos, con paralelos claros en el último cuarto del siglo VI aC, pero con una larga perduración. Otras formas habituales son ausentes (como el plato à marli), así como las importaciones áticas u otros materiales significativos que podrían acabar de ajustar la cronología del yacimiento.

En el caso del yacimiento ibérico de la riera de Saus, se localizó en el cruce de dicho cauce natural con la nueva carretera, en el lugar donde está el puente actual sobre el acceso al pueblo. La excavación, que se llevó a cabo a principios del mes de julio de 1973, se limitó a la parte directamente afectada por la obra, cuando el yacimiento ya se había destruido en parte. De hecho, algunos chicos de Saus habían encontrado, según explican ellos mismos, lo que describen como una olla entera de cerámica negra en el margen cercano, la cual, al parecer, fue recuperada por personal de la constructora o de organismos oficiales que intervinieron en la obra pública. Posteriormente, veinte años más tarde, la apertura de un nuevo camino de acceso al núcleo de Saus, paralelo a la carretera, afectó más silos del mismo yacimiento, tres o cuatro de los cuales quedaron cortados y son visibles aún al lado del camino, todos ellos llenos solo de tierra y sin ningún tipo de material arqueológico que se aprecie a primera vista (fig. 2: 4).

De entre todas las cerámicas de este lugar, tienen un peso específico considerable las producciones coloniales asociadas a la gris monocroma, si bien con unos rasgos específicos que la hacen algo diferente a la que veremos en el yacimiento excavado más recientemente. Quizá se trata de otra producción, procedente de talleres de otras áreas o bien con una cronología sensiblemente distinta. El caso es que junto a piezas con la pasta, textura y color característico (fig. 8: 1-3), encontramos otras en las que el típico color gris se va degradando hasta convertirse en un beige más o menos oscuro. El contraste de color se puede apreciar incluso en una misma pieza, con partes más grises y otras más amarronadas (fig. 9: 3 y 4). Esta característica ya había sido observada en algunas producciones de gris monocroma que debe considerarse de origen local (Garcés/Martín/Vilà 2003, 8). Parece que también es una de las características de la gris rosellonesa, identificada en el área de Ruscino, la cual presenta todo un abanico de tonalidades que van desde el gris hasta el beige rosado (Marichal/Rébé 2003, 269-270).

En cambio, los que se excavaron aquel mes de julio de 1973 contenían una cantidad notable de material, suficiente para permitir establecer con cierta precisión la cronología del conjunto o, como mínimo, ver el marco general y período durante el cual estuvo activo el establecimiento y la fecha más aproximada de su desaparición. El conjunto, que veremos con detalle más adelante, estaba formado por cerámicas grises monocromas de diferente tipología, cerámica ibérica a torno con decoración de pintura roja y blanca, ánforas ibéricas y cerámicas a mano de producción local, a menudo decoradas con cordones impresos.

En cualquier caso, independientemente de la composición, color y acabados de la pasta, podemos observar otras características desde el punto de vista formal y tipológico que hacen que algunos vasos se aparten de las formas consideradas clásicas. Deben interpretarse, en todo caso, como variantes de los tipos genéricos, sin que esta circunstancia signifique otra cosa o que tenga que repercutir forzosamente en su cronología. Sin embargo, insistimos en constatar la diferencia entre buena

En cuanto a la estructura y características del yacimiento, tal vez no era solo un almacén o campo de silos, ya que los arqueólogos vieron y dejaron constancia de la existencia de fondos de cabañas (al menos 3), junto a los silos. No parece probable, aunque sería explicable, que se confundieran fondos planos de silos rellenos con tierras cenicientas, restos de adobe y arcilla quemada, como encontraremos más adelante 17

SAUS II











Fig. 8. Silos ibéricos de la riera de Saus. 1 a 4: cerámica gris monocroma; 5: cerámica ibérica oxidada decorada con pintura roja.

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EL PERÍODO IBÉRICO

parte de las grises monocromas del asentamiento del arroyo de Saus (hemos contado más de sesenta fragmentos con cierta entidad), y las de los campos de Dalmau y de Manric o Saus II, a unos 400 m. de distancia y supuestamente contemporáneo.

510-450 (Gailledrat/Solier 2004, fig. 206), y en la Illa d’en Reixac en el período 450-380 (Lafuente 1999, 138, 3-4). Fig. 8, 4: Fragmento correspondiente a la zona de unión entre la base y el cuerpo de una urna de cerámica ibérica oxidada que adoptaría la misma forma que las dos primeras cerámicas grises comentadas en este apartado. Pasta de color naranja claro, dura y bien depurada, con pequeños puntos blancos de cal y ligeramente porosa. Por fuera ha conservado una franja de pintura roja.

En cambio, estas diferencias no son tan apreciables en el resto de material. La cerámica ibérica con pintura blanca y/o roja (32 fragmentos de vasijas de tamaño medio), tiene las mismas características que la de Saus II, aunque en este último asentamiento no suelen ser tan corrientes las piezas que combinan ambos colores. Las ánforas ibéricas de la riera tampoco se diferencian de las del segundo yacimiento y la cerámica a mano presenta las mismas formas y decoraciones en uno y otro y fue elaborada con el mismo tipo de arcilla, como es lógico en unas vasijas que con toda seguridad se fabricaban en la misma casa.

Fig. 8, 5: Carena y parte del cuerpo de una jarra de cerámica oxidada decorada con cuartos de círculo de pintura roja. Pasta de color naranja oscuro, un poco rugosa al tacto y porosa; con muchos puntos blancos de cal y polvo de mica. MATERIAL GENERAL Fig. 9, 1: Borde de copa de cerámica gris monocroma. De color gris oscuro, dura, bien depurada, fina, con pequeños puntos blancos. Por fuera está recubierta de engobe negro. Parece derivar de la forma GR-MONO 9a, que grosso modo se fecha en el largo período 575-400 aC, o de diferentes copas de Pech Maho (Gailledrat/Solier 2004, fig. 61, 17-20 y fig. 207, 21 ), en un contexto fechado entre el 540 y el 510 aC y de la primera mitad del siglo V aC. La misma forma, o muy próxima, la encontramos en Ruscino, en la producción gris rosellonesa (Marichal/Rébé 2003, fig. 303).

Expondremos la relación de materiales, que hemos separado en tres grupos a partir de las anotaciones que constan en el almacén. En primer lugar, el llamado “fondo de cabaña 3”, acto seguido el llamado material “general”, que parece corresponder al conjunto de silos, para acabar con la llamada “cabaña oeste”. En todo caso, el material es homogéneo y sin diferencias significativas en uno u otro ámbito. Las circunstancias del hallazgo y excavación (o recuperación de materiales), tampoco garantizan una localización exacta. FONDO CABAÑA 3 Fig. 8, 1: Base de urna de pie alto de cerámica gris monocroma. La base es un cilindro pegado al fondo del cuerpo, con un punto de unión perfectamente visible y diferenciado. Pasta de color gris, con puntitos blancos y polvo de mica. Corresponde al tipo GR-MONO 7c o 7d, con una larga cronología que va desde mediados del siglo VI aC hasta el 475 aC, con paralelos bien fechados en un amplio territorio. En Le Cayla se documenta a finales del siglo VI aC e incluso antes (Gailledrat/ Taffanel/Taffanel 2002, fig. 84); en Pech Maho en la misma época (Gailledrat/Solier 2004). Sin embargo, la evolución de la forma perdura en nuestra zona hasta la segunda mitad y finales del siglo V aC, como podemos constatar a partir de su presencia entre los materiales de la fase IV de la Illa d’en Reixac (Martín/Conde 1999, 166, 7 y 8), fechada entre el 450 y el 380 aC, aproximadamente.

Fig. 9, 2: Base de urna de pie alto de cerámica gris monocroma, asimilable a la forma GR-MONO 7b, con cronologías genéricas desde mediados del siglo VI aC hasta finales del siglo siguiente. Pie característico y con numerosos paralelos, documentado asiduamente en contextos de los siglos VI-V aC. En la Illa d’en Reixac durante la fase del 450-380 aC (Martín/ Conde 1999, 166, 8). Un repertorio extenso en Pech Maho, a partir de la segunda mitad del siglo VI y centuria siguiente (Gailledrat/Solier 2004, fig. 34 y 69). Fig. 9, 3 Borde de urna de pie alto, de cerámica gris monocroma (GR-MONO 7b). Pasta de color beige amarillento, fina, dura, compacta y bien depurada. Mismas características que la gris más común, a pesar del color. Forma y variante de labio documentada en la fase Ib de Pech Maho (540-510 aC), con numerosos ejemplares (Gailledrat/Solier 2004, fig. 69, 71 y 72). La variante en la textura y color de la pasta recuerda las descritas para la producción de las grises rosellonesas, pero también se ha señalado la producción de estas cerámicas coloniales en nuestra zona con colores y texturas similares, referidas, pero, a los platos à marli (Garcés/Martín/Vilà, 2003).

Fig. 8, 2: Urna de pie alto de cerámica gris monocroma (cuello y borde restituidos hipotéticamente). Pasta gris característica, con la superficie muy oscura. Fig. 8, 3: Vaso de cerámica gris monocroma. Pasta de color gris oscuro, bien depurada, con puntos blancos y ligeramente micácea. La pasta parece dispuesta a capas y se degrada por exfoliación. La superficie está ligeramente quemada, posiblemente por una exposición al fuego durante su uso y no debido a un defecto de cocción. Podemos asociarla a la forma GR-MONO 2a/2e variante, aunque la forma de este ejemplar es mucho más próxima a la que vemos en cerámica gris de la costa catalana. Variantes próximas, desde el punto de vista formal, se documentan en la fase Ic de Pech Maho hacia el

Fig. 9, 4: Borde de cerámica gris monocroma. Pasta de color muy claro, no habitual (similar al ejemplar descrito anteriormente). No conserva restos de engobe. Fig. 9, 5: Espalda e inicio de asa de una jarra de gris monocroma, de la forma genérica GR-MONO 8, sin que sea posible especificar la variante. Cronología también genérica 19

SAUS II











 









Fig. 9. Silos de la riera de Saus. 1 a 5: cerámica gris monocroma; 6 a 11: cerámica reducida modelada a mano.

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EL PERÍODO IBÉRICO

de los siglos VI-V aC. Pasta de color gris claro, dura, con vacuolas alargadas y en general bien depurada, aunque se introdujo una piedra de 1 cm. de largo. La superficie es más oscura por fuera. Fig. 9, 6: Urna de cerámica indígena hecha a mano. Pasta de color marrón claro o rojizo, con desgrasante de cuarzo blanco y mica. Decorada con un cordón impreso al comienzo de la espalda o unión entre cuello y cuerpo.





Fig. 9, 7: Borde de urna de cerámica a mano, con el labio no diferenciado y redondeado. Pasta casi negra, muy bien depurada, con el grano más fino de lo que suele ser habitual, pero con los mismos componentes de cuarzo blanco y polvo de mica. Fig. 9, 8: Urna de cerámica a mano, de cuello y labio casi vertical. Una forma que encontraremos repetida en los silos de Saus II. Pasta de color marrón por fuera, arenosa, con cuarzo blanco, cal y polvo de mica. En general está muy deformada y no tiene el labio regular. Decorada al inicio de la espalda con una franja en relieve adherida a la que se aplicaron impresiones ovaladas.







Fig. 9, 9: Base de urna de cerámica a mano, ligeramente cóncava. Pasta de color marrón rojizo en el interior. Sección o fractura casi negra. Desgrasante de granos de cuarzo y polvo de mica.



Fig. 9, 10: Urna de cerámica a mano. Pasta con las características habituales, de color marrón oscuro en el interior de la sección y negra en las superficies. Desgrasante de cuarzo blanco. Espalda decorada con una tira de barro adherida y decoración impresa.

Fig. 10. Silos de la riera de Saus. 1: Cerámica ibérica oxidada, 2 y 3: ánfora; 4: mortero ibérico; 5: piedra pulida; 6: cerámica gris monocroma.

Fig. 9, 11: Pequeño vaso de cerámica a mano, con dos asas horizontales perforadas. Pasta del mismo tipo que las anteriores.

claridad hasta los primeros años del siglo posterior. CABAÑA OESTE Fig. 10, 4: Mortero ibérico (quizás de tipo griego). Pasta de color beige o amarillento, dura, con granos de cuarzo blanco y gris, ligeramente porosa. La parte superior del borde quedó ennegrecida por el humo. Identificamos esta forma entre los materiales de la fase IV (450-380) de la Illa d’en Reixac (Genís/Martín 1999, 121, 2).

Fig. 10, 1: Cuello y labio de jarra de cerámica ibérica oxidada, con restos de una franja de pintura roja en el borde. Pasta de color beige amarillento, porosa, algo rugosa al tacto (recuerda la de algunas ánforas), dura, bien depurada y con pequeños puntos blancos de cal. Forma típica que veremos repetida en los silos de Saus II. Con toda probabilidad corresponde a la jarra o urna de cuello alto cilíndrico, fechada sobre todo en la segunda mitad del siglo V (Gailledrat 1993, fig. 4, 1-3). Estos perfiles perduran en la Illa d’en Reixac hasta la fase V, fechada en el período 380-325 aC (Genís/Martín 1999, 124, 1 y 2).

Fig. 10, 5: Utensilio de piedra hecho con un canto rodado de arenisca de color rojizo o liláceo. Presenta señales de uso y pulido por ambas caras.

Fig. 10, 2: Labio de ánfora ibérica. Pasta de color entre beige claro y amarillento, muy porosa y con nódulos blancos, seguramente de cal. No es un producto local.

Fig. 10, 6: Base de cerámica gris monocroma. Pasta de color gris claro, con tonalidades verdosas, con minúsculos puntos blancos. Conserva restos de engobe negro, casi todo caído.

Fig. 10, 3: Pared y asa de ánfora ibérica, con la sección en tres cuartos de círculo o canal vertical. Pasta beige-amarillenta y bien depurada. El asa es característica de las producciones de la segunda mitad del siglo V aC, aunque perdura con toda

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SAUS II

Cronología

Esto también nos dio la oportunidad de ver las posibles estructuras que se podrían relacionar con los silos, aunque la limitada superficie de la cata impedía, por otra parte, tener una visión demasiado amplia de ese sector del yacimiento. En cualquier caso, fue posible identificar un sencillo muro de piedra, de una sola hilada, paralelo al camino y a la línea marcada por los dos silos (fig. 12). Inicialmente parece corresponder a los restos de una edificación (casa o cabaña), del mismo conjunto. Pero no vemos que tenga continuidad ni relación directa con ningún otro tipo de estructura, salvo su situación junto a los silos 1 y 2. Tampoco aparece material arqueológico asociado a la hilera de piedras, por lo que su atribución a época ibérica es insegura. Alternativamente, podía haber formado parte del talud y límite original del actual campo y ser, por tanto, muy posterior.

Todo ello nos conduce, tal como ya había señalado Aurora Martín en el Congreso de Vitoria (supra), hacia una cronología de la segunda mitad avanzada del siglo V aC. Nos hubiera gustado ver algún material que ayudara a fijar mejor esta cronología (uno o dos fragmentos de cerámica ática no habrían hecho ningún daño, y no acaba de entenderse su ausencia), ya que debe basarse exclusivamente en producciones locales, la cronología de las cuales a menudo se confirma gracias a otras importaciones. En este caso, ni siquiera disponemos de algún fragmento de ánfora masaliota o de otras producciones con la cronología menos ambigua que las ánforas ibéricas, la cerámica a mano o las grises monocromas del yacimiento, que se podrían fechar perfectamente en cualquier momento del siglo quinto e incluso antes. No insistiremos más en este aspecto, pero constatamos que el conjunto de producciones cerámicas de la Riera, aunque similares, no es exactamente igual al de Saus II. Hay algo diferente en la pasta y acabados de las grises monocromas, sobre todo, y de algunos fragmentos ibéricos —tanto en algunas cerámicas oxidadas como en algunas de las modeladas a mano— que, por ser unos materiales tan locales, a veces —no siempre— tienen una textura diferente en uno y otro yacimiento. Cuesta explicar porqué en dos asentamientos tan cercanos algunos materiales que les son comunes presentan estas diferencias, si no es por su cronología quizás más antigua, o bien debido a un origen también diferente. En cualquier caso, insistimos en que una cronología del siglo V aC debería ser la correcta, a pesar de la falta de otras importaciones, y en ningún caso la rebajaríamos hasta el siglo IV aC.

Fig. 11. Los silos 1 y 2 del camino de les Figuerasses, en 1980, poco antes de iniciarse la excavación.

SAUS II. FINCAS DALMAU Y MANRIC O CAMÍ DE LES FIGUERASSES

Bajo esta estructura tan dañada, una capa de tierra de poco grosor la separaba del suelo natural en el que se abrieron los silos. Los estratos arqueológicos intactos se iniciaban a partir de este nivel y correspondían íntegramente a las tierras de relleno de los silos, diferentes en uno y otro, en cuanto a composición y forma en que fueron depositadas. Los trabajos y resultados de esta primera campaña se dieron a conocer pocos años después, proponiéndose una primera aproximación cronológica común para los dos silos, hacia los últimos años del siglo V o inicios del siglo IV aC (Casas 1985), que debemos pulir y matizar a partir del resto del conjunto y en base a nuevos datos y nuevas aportaciones de los estudios más recientes sobre este periodo y sus producciones cerámicas.

IDENTIFICACIÓY Y EXCAVACIÓN

La campaña de 1980 Situados junto a un camino al oeste del pueblo (el camino de las Figuerasses), los primeros silos fueron descubiertos en 1978 debido precisamente a que dos de ellos estaban en un margen del vial público y con los años se habían ido deteriorando, quedando cortados longitudinalmente por la mitad (fig. 11). En diciembre 1980 se hizo una campaña de excavaciones de urgencia por parte de nosotros mismos, que se terminó en enero del año siguiente. Se excavaron los dos silos y se identificaron los restos de otros ubicados en medio del camino, totalmente destruidos. La excavación tenía, en aquellos momentos, cierta complejidad. Más que nada por el hecho de encontrarse cortados verticalmente, siendo imposible y poco apropiado, desde el punto de vista metodológico, vaciarlos desde el lateral visible. En cualquier caso, se prefirió abrir una cata en la parte superior del margen, dentro del campo de cultivo, de tan sólo 5 x 1 m. a fin de poder respetar la composición estratigráfica desde los niveles más altos, las tierras superficiales, ver el comportamiento de la roca natural del entorno y la configuración detallada de la estratigrafía interior de cada uno de los dos silos.

Posteriormente, años después de haberse llevado a cabo la primera campaña, se analizaron fotografías aéreas de un vuelo realizado en 1972 y, a partir de ampliaciones de buena calidad, se constató que el yacimiento ocupaba un área mucho mayor de lo que podía hacer suponer la limitada excavación que se había llevado a cabo. Efectivamente, la imagen de la finca dejaba entrever la existencia de más de 30 manchas circulares, oscuras por el 22

EL PERÍODO IBÉRICO

pérdida de parte de los dos primeros silos identificados, hacía aconsejable iniciar nuevas campañas encaminadas a poner al descubierto toda la extensión del yacimiento, delimitarlo y preservarlo de posibles destrucciones futuras. La delimitación fue relativamente fácil, dado que un número considerable de silos aparecen en las antiguas fotografías aéreas de los años setenta y, además, existen unos límites físicos y de propiedad que conducen cualquier actuación arqueológica hacia unas determinadas fincas. Por lo tanto, el año 2007 se actuó en la zona norte del camino, que también coincide con el área de máxima concentración de silos. Quedaba por delimitar la zona sur, donde se habían detectado restos de al menos cuatro silos más junto al margen del camino. Lo dejamos para el 2008.

contraste de la humedad, que hacían prever la presencia de nuevos silos repartidos entre tres fincas a ambos lados del camino, aunque la mayor parte se concentraban en dos campos de la zona norte. A primera vista, los más visibles eran los situados en el llamado campo de Dalmau (entre 30 y 40 silos), mientras que en la finca vecina de poniente (el campo de Manric), la configuración menos densa del subsuelo no permitía identificar claramente su número y extensión, aunque en principio parece que debería haber una veintena de silos (fig. 13). La campaña de 2010 hizo corregir esta suposición inicial, ya que tan sólo pudimos localizar ocho silos y tres manchas circulares de difícil interpretación (fig. 14). Después de transcurridos 27 años desde aquella primera intervención de 1980, se consideró oportuno llevar a cabo una campaña de excavaciones preventivas con el fin de delimitar el yacimiento y comprobar si, tal como suponíamos, las manchas circulares correspondían todas ellas a silos. El trabajo de campo, en dos campañas durante los meses de julio, agosto y parte de septiembre de 2007 y 2008, y una tercera en otoño de 2010, se pudo llevar a buen fin gracias al apoyo económico y logístico del Ayuntamiento de Saus, Camallera y Llampaies, a la colaboración de la Universitat de Girona, del Museu d’Arqueología de Catalunya (MAC-Girona) y la amable y desinteresada autorización de los respectivos propietarios, los Srs. Tomás Dalmau Lluís y Jordi Turró Alsina. El equipo de arqueólogos estaba formado por Josep Casas, Joan Colomer, Victoria Soler y Jordi Turón, los cuales contaron también con la ayuda esporádica del profesor J. M. Rodríguez. Se reanudaron, pues, las actuaciones en un interesante yacimiento que había quedado prácticamente olvidado durante casi tres décadas, aunque citado a veces en estudios generales sobre el mundo ibérico (Rouillard 1991, 213).

Fig. 12. El silo no 1 durante la campaña de excavaciones de 1980.

La excavación, siguiendo los métodos habituales, consistió en la apertura de dos grandes catas en los puntos más sensibles del yacimiento y una tercera en la parte central, más pequeña, identificando veinticinco silos más, los cuales fueron excavados estratigráficamente uno a uno. A diferencia del año 1980, no apareció ningún otro tipo de estructura. Al parecer, habían desaparecido con los años y la erosión natural o antrópica de la pequeña colina original sobre la que se estableció el antiguo asentamiento. El estado en que se encontraron casi todos los silos, cortados o rebajados en su mitad superior, señala claramente que en el punto central el nivel de circulación de época ibérica se encontraba entre 1 y 1’5 m. más alto que en la actualidad. Por otro lado, la excavación no presentó ninguna dificultad estratigráfica, dado que los únicos niveles intactos eran los del relleno de los silos. En realidad, en el nivel superficial (de entre 30 y 40 cm. de grosor), no apareció ni un solo fragmento de cerámica en ninguna de las catas abiertas y, de hecho, tampoco se ven en la superficie del campo.

Campaña de 2007 Se inició el día 5 de julio y finalizó el 15 de septiembre. A partir de los indicios de la fotografía aérea de 1972, contrastada con las de los vuelos más recientes, se proyectaron las catas y sondeos en los puntos más sensibles, donde en principio se preveía la existencia de silos, con la intención de establecer las posibles afectaciones para los más cercanos al camino y, por otra parte, delimitar el yacimiento en toda su extensión. Ya señalábamos que el análisis de las fotografías hacía suponer la existencia de entre 35 y 50 silos repartidos entre tres fincas a ambos lados del camino, con una mayor concentración en la finca sobre la que se actuó en esta campaña. Aparte de los dos silos excavados en 1980, parcialmente cortados por el camino, se pudo comprobar que había indicios de silos al otro lado (sur) del mismo vial y que posiblemente uno de ellos había desaparecido años atrás debido a la circulación y deterioro del firme del camino.

La primera cata, de 6 x 25 m, se abrió junto al límite con la finca vecina situada al oeste, y abarcaba 11 silos. Era la parte más deteriorada, ya que uno de ellos solo se había conservado hasta una profundidad de 25 cm. y otros no sobrepasaban los 50/60 cm. (Silos 3, 4, 9, 10 y 12). El resto de los silos del área se conservaban hasta los 80/100 cm. de profundidad.

En todos sentidos, y a pesar de los años transcurridos, la campaña de 2007 la consideramos como una continuación natural de la que llevamos a cabo en 1980, tras una larguísima pausa durante la cual el yacimiento quedó prácticamente en el olvido. Pero el hecho de encontrarse junto a un camino transitado que ya en su época provocó el descubrimiento y la

La cata núm. 2 es la más cercana al camino, con una 23

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Fig. 13. Fotografía aérea de 1972 (Polux SA), en la que se pueden ver los silos en forma de pequeñas manchas circulares oscuras.

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Fig. 14. Planta general de la excavación después de la campaña de 2010.

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superficie de 100 m2, e incluye 8 silos (números 14 a 21). También es la parte mejor conservada, ya que, a pesar de estar cortados en su parte superior, suelen tener una profundidad media de 120/130 cm. En este caso, habrían desaparecido unos 30 cm. de la parte superior.

finca, unos 2 m. más baja. Por otra parte, en el extremo sur del yacimiento, al otro lado del camino, solo había dos silos (36 y 37), y no cuatro como nos parecía ver en la fotografía aérea; silos que deberemos considerar situados en el exterior del área donde se concentra el conjunto más importante y uniforme. De hecho, el nº 36 no tiene nada que ver con el asentamiento ibérico, ya que es una pequeña fosa/silo semiesférica, de forma y estructura algo diferente al resto, y con un conjunto notable, intacto y sin contaminaciones posteriores, correspondiente al neolítico medio y concretamente al grupo de Montboló, que ya hemos analizado en un capítulo precedente. El otro silo, nº 37, pertenece al momento final del establecimiento ibérico.

La tercera cata, en la parte central de la finca, con una superficie de 125 m2, permitió localizar seis silos (números 22 a 27), y constatar que no todos los indicios proporcionados por la exploración aérea correspondían a silos, sino a manchas o círculos de humedad causados por la diferente composición del subsuelo, con un cambio de roca arenisca por una formación de gravas. El estado de conservación de los silos es similar al que se observó en la cata 1, con la mayor parte de ellos cortados y con la mitad superior desaparecida. La planimetría general y secciones particulares de cada silo permite hacerse una idea más exacta de esta cuestión.

Exploraciones y sondeos complementarios en esta segunda finca no proporcionaron más resultados, por lo que cabe suponer que el yacimiento, hacia el sur, no iba más allá de estos últimos silos. Otra cosa sería iniciar nuevas exploraciones en el resto de la finca y en las del entorno para ver el alcance de la ocupación neolítica, que no parece que coincida exactamente con la ibérica. La excavación, como las campañas anteriores, se hizo estratigráficamente en cada silo, una vez retirada a máquina la capa de tierra de cultivo depositada encima, absolutamente estéril desde el punto de vista arqueológico. La excavación estratigráfica tampoco proporcionó informaciones que no conociéramos desde la campaña de 2007. La mayor parte de silos tenían un solo estrato rellenando su interior, absolutamente uniforme. Los otros podían tener dos o tres estratos depositados de forma seguida y, por tanto, con las tierras vertidas en un solo momento. Salvo contadas excepciones, cada uno los silos fue rellenado rápidamente y de una sola vez, de forma expresa y no con la lenta aportación de tierras debida al transcurso de los años y a causas naturales, si bien pueden observarse unas variaciones cronológicas en la fecha de obliteración de cada uno de ellos.

Fig. 15. Silos del sector oeste del yacimiento durante la campaña de 2007.

Campaña de 2008 La excavación se planteó como la continuación y finalización de la campaña del año anterior, con la finalidad de delimitar el campo de silos y comprobar las posibles afectaciones del camino público que cruza el yacimiento. En este sentido, interesaba comprobar los límites totales del campo de silos por los extremos norte, este y sur (el lado oeste entra dentro de otra finca a la que no tuvimos acceso hasta 2010).

Independientemente del número más o menos elevado de fragmentos de cerámica, en todos ellos aparecieron restos de ladrillos de barro secado al sol. En algunas ocasiones, tal y como ya habíamos visto en el silo 21 excavado en 2007, estos adobes tenían señales claras de haber sido sometidos al fuego por una de sus caras, por lo que podemos deducir que proceden de un edificio afectado por un incendio. Lo mismo podemos observar en piedras y losas (procedentes del zócalo o base de una o más construcciones), depositadas en los silos, con señales evidentes de fuego. Normalmente, la concentración más alta de este tipo de material de construcción aparece en los silos más antiguos. Pero, insistimos, en mayor o menor cantidad se documenta en casi todos ellos.

La primera intervención de 2007 ya había puesto de manifiesto la extensión del yacimiento, superior a la que inicialmente preveíamos, así como parte de su límite norte. En 2008, por lo tanto, nos centramos en delimitar el lado este, frente al pueblo de Saus, y el extremo sur, al otro lado del camino público. Al mismo tiempo, se aprovechó para comprobar algunas anomalías que presentaba la fotografía aérea en una parte del límite norte, gracias a lo cual pudieron descubrirse los tres silos que constituyen el límite último del yacimiento en ese sector (silos 28, 29 y 34).

Cabe señalar la gran uniformidad del conjunto, tanto en las dimensiones de los silos como en su contenido arqueológico, aunque cuantitativamente este podía ser muy diverso (desde la docena de fragmentos hasta cantidades notables de material cerámico), pero, en todo caso, siempre con una gran uniformidad cronológica para los más modernos, lo que permite situar el abandono del asentamiento en la transición entre los siglos V

El extremo oriental queda delimitado por el silo 38, el último que se descubrió. Más allá no hay nada más, dado que a poco más de 15 m. ya encontramos el talud que lo separa de la siguiente 26

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tierra cultivable de entorno los 30 cm. de potencia, bajo la cual ya aparece la roca natural formada normalmente por una arenisca muy blanda en la parte superior, surcada por las señales dejadas por el arado durante siglos de cultivo. La debilidad de este subsuelo se manifestaba, en muchos puntos, a la hora de limpiar la cata con un paletín o un simple recogedor, que deshacía y arrastraba una cantidad notable de arena proveniente de esta formación geológica. En otros lugares el subsuelo está formado por arcillas rojas mezcladas con gravas y guijarros, sin llegar a formar un conglomerado duro y, por lo tanto, también se erosiona fácilmente.

y IV aC. El repertorio es el típico de la época: ánfora ibérica, importaciones de cerámica ática, cerámica ibérica oxidada (a veces pintada), cerámica elaborada a mano, importaciones masaliotas, grises monocromas tardías, restos de fauna, etc. Otros silos, sin embargo, ya se habían ido abandonando antes, durante un largo periodo que abarca todo el siglo V aC. Vale la pena remarcar, aparte, la gran cantidad de molinos de mano, barquiformes o de vaivén, enteros o fragmentados, que fueron localizados en el conjunto de silos: más de cincuenta. Y, por otra parte, el hallazgo de cuatro bases de prensa de aceite (una en 2007 y tres en 2008), lo que abre nuevas perspectivas y proporciona informaciones de primer orden e inéditas sobre el trabajo del campo y la producción de aceite en un asentamiento rural aislado y aparentemente tan sencillo.

Todo ello explica porqué casi ninguno de los silos localizados estaba entero. Algunos quizás han perdido entre 20 y 40 cm. de su parte superior. Otros, en cambio, se han visto reducidos a la mitad de su profundidad, o más aún. En un caso extremo, situado en la parte central del conjunto, solo se conservó la base del silo con una profundidad de 20 cm.

En los silos en que fue posible o en los que las condiciones y características del estrato lo hacía aconsejable, se recogieron diferentes cantidades de tierra y sedimentos para hacer un filtrado destinado a recuperar restos de semillas de cara a un análisis carpológico detallado, lo que debía permitir obtener más información sobre la actividad agrícola del asentamiento. Los análisis, sin embargo, han dado resultados negativos. No se ha localizado ni una sola semilla. Asimismo, se recogieron varias muestras de carbones vegetales a fin de poder establecer dataciones con C14 y, de este modo, disponer de cronologías contrastadas con las que proporciona el material cerámico. Una de las muestras corresponde al silo que consideramos más antiguo, en base al material cerámico. La otra, al más moderno. Tendremos ocasión de comentar los resultados de los análisis más adelante.

La primera impresión, al inicio de la excavación, era que en realidad los silos habían llegado hasta nuestros días más o menos enteros y que su forma semiesférica era la original, adoptando un tipo —también conocido y ampliamente documentado— de fosa abierta y con las paredes casi verticales. Esta forma, conocida en yacimientos más antiguos, tanto del neolítico como de la edad del bronce, no es extraña en esta zona y hallamos ejemplos dispersos en una amplia área. Incluso en época ibérica se documentan silos poco profundos y con la boca más ancha de lo normal, junto a otros más profundos y con el orificio superior más estrecho y más “clásico”, como por ejemplo algunos del Bosc del Congost en Sant Julià de Ramis o los de Can Serra, en Vilobí d’Onyar (Agustí/Burch/Merino 1995, 72 y 73; Ortega/Rojas 2006, 84). Sin embargo, un análisis más detallado de la formación geológica del yacimiento, el tipo de roca del subsuelo o el hecho de encontrar en el interior de algunos silos la losa de dimensiones más bien reducidas que servía para tapar la apertura o, como mínimo, para fijar o rematar el elemento que servía realmente de “tapón” (quizás paja recubierta de arcilla), nos hace pensar que los silos en general tenían en origen una forma cerrada, troncocónica con las paredes abombadas, del tipo 1.2a de Minferri (Alonso 1999, 213). La proyección de la curva de las paredes hacia arriba parece confirmar esta forma, con una boca original bastante estrecha (en torno a los 60 cm.), así como lo que señalábamos al inicio: la destrucción por degradación natural y antrópica de la superficie original del yacimiento en el transcurso de más de dos milenios de actividad en la finca.

Campaña de 2010 Se llevó a cabo entre el 1 y el 30 de octubre, aunque con una interrupción de una semana debido al mal tiempo. Se actuó en el llamado camp d’en Manric, en una franja paralela al camp d’en Dalmau (excavado en 2007 y 2008), de 40 x 8 m. Pronto se pudo constatar que se trataba del límite occidental del asentamiento. Los siete silos ibéricos identificados se encontraban ya bastante alejados del conjunto principal y constituían los últimos de esa zona. Algunos, incluso, ni siquiera llegaron a ser verdaderos silos (el nº 46 es sólo el inicio de un silo que se abandonó antes de perforar el suelo, al igual que 3 círculos de 15 cm. de profundidad al norte de la cata). Un último silo (nº 39), no tiene nada que ver con el establecimiento ibérico, ya que su contenido se data en el neolítico medio, al igual que el nº 36 excavado el año 2008, ambos ya comentados antes (supra). Por lo tanto, de arriba abajo, tenemos que considerar este conjunto como el límite definitivo del yacimiento por el lado de Poniente.

En todos los casos los silos se abrieron en la roca natural, sobre una colina que originariamente se levantaba entre 100 y 150 cm. por encima del nivel actual de la finca en su punto más alto, bajando progresivamente de cota en dirección sur, hacia donde está el actual camino, pero también hacia el este, hasta llegar poco a poco a la cota de la riera de Saus. Observando las secciones generales norte-sur y este-oeste de la parte central del yacimiento y reconstruyendo la profundidad de los silos

ESTRUCTURA DEL YACIMIENTO LOS SILOS Tal como se pudo confirmar en la excavación, muchos silos habían perdido su parte superior, aunque en diferentes grados según la situación (entre 40 y 120 cm.). No es un fenómeno raro y menos aquí, si tenemos en cuenta la especial configuración del subsuelo. La mayor parte de la finca tiene una capa de 27

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Fig. 16. Planta y sección del sector oeste, con propuesta de restitución del perfil original del terreno.

otorgándoles de promedio una profundidad de 150 cm, no es demasiado difícil reconstruir el relieve original de la finca (fig. 16 y 17). Tal como habíamos comentado antes, consideramos que esta degradación y destrucción de la parte superior de los silos se debe básicamente a la erosión ininterrumpida del campo debido al cultivo continuado, seguramente desde la desaparición del establecimiento ibérico y, como mínimo, desde época romana, como tendremos ocasión de explicar a la hora de analizar más adelante dos silos concretos. Esto también explica la desaparición completa de la casa que formaba parte del conjunto, cuya estructura, cimientos y restos debían encontrarse a un nivel superior al del terreno actual. De hecho, no se trata de una casa hipotética, sino muy real, dado que los restos constructivos, desmenuzados y fragmentados, se han ido localizando en el interior de silos como material de relleno utilizado una vez amortizados muchos de estos almacenes subterráneos.

vecinos puede ser debida, al mismo tiempo, al momento en que fueron abiertos y a la degradación constante y continua del relieve de la finca durante los dos últimos milenios. Si nos fijamos en su estructura, adoptan una de las formas típicas de estos sistemas de almacenamiento (Alonso 1999, 213), circular y con la boca estrecha (aunque ha desaparecido), con unas dimensiones bastante constantes y grandes en relación con las que suelen observarse habitualmente. Son todos muy regulares; podríamos decir que perfectos en la forma, a diferencia de otros silos localizados en yacimientos diversos —normalmente más modernos—, que suelen tener una forma a veces muy irregular, con protuberancias en las paredes y en el fondo, debido a la dureza de la roca que hubo que perforar. Un caso claro y cercano de estos silos más tardíos, de formas un poco extrañas, lo encontramos en el Camp del Bosquet, en Camallera, o en los silos de la Muntanyeta y los más recientes del Olivet d’en Pujol, en Viladamat, todos amortizados en época de Augusto. Pero tampoco es raro ver silos de formas irregulares en épocas anteriores. En realidad, si los de Saus, los del Camp de l’Ylla o los de la primera fase del Olivet d’en Pujol (todos de los siglos V y IV aC) son perfectamente circulares, esféricos, con las paredes y el fondo lisos, es debido a la composición y poca dureza del subsuelo, que permitió un trabajo de perforación regular y sin dificultades.

Otra posibilidad que en algunos casos concretos podría explicar la cota en la que se halla el fondo de silos, relativamente cercanos entre ellos, a distintos niveles, sería su perforación en el subsuelo en épocas diferentes y cronológicamente distantes. Ahora sabemos que el asentamiento estuvo ocupado durante un centenar de años, desde finales del siglo VI aC hasta entorno al 400 aC. No sería ninguna tontería suponer que cuando se abrieron los más recientes al lado otros más antiguos ya amortizados, la cota del cerro original ya se hubiera ido rebajando gradualmente debido a la erosión natural y, por lo tanto, al darles una misma profundidad —digamos estándar— a partir de la cota de la superficie de aquel momento, tuviera que perforarse hasta un nivel más bajo que el que podía tener un silo más antiguo situado al lado. Una cosa no excluye la otra. La degradación más patente de unos silos respecto a sus

En cuanto a los tamaños, en el grupo principal y más numeroso el diámetro máximo en su interior es de 200/225 cm. y los mejor conservados tienen una profundidad de 135 cm., a pesar de estar cortados y con la parte superior desaparecida. Deducimos, en general, una profundidad original de entre 150 y 170 cm. Un segundo grupo, de medidas más pequeñas, tiene un diámetro máximo en el interior de 150 cm., y su profun-

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Fig. 17. Sección norte-sur de la parte central del yacimiento, con ensayo de restitución del perfil del terreno en época ibérica

didad parece estar en proporción a la anchura (también en torno a los 150 cm.), aunque no pueden obtenerse datos seguros debido a su precario estado de conservación.

poco firmes y absolutamente discutibles. Las comentaremos en el momento oportuno, cuando las analicemos de forma individualizada.

En cuanto a la estratigrafía, aunque por el material cerámico de su interior se deduce que la mayor parte fueron obliterados en la misma época (entre finales del siglo V y los primeros años del siglo IV aC), los niveles varían mucho de unos a otros. Por otra parte, hay un grupo bastante numeroso difícil de fechar debido a la poca cantidad de material arqueológico de sus estratos, y pueden tener una estratigrafía con una configuración diferente a la mayoría. Pueden datarse, grosso modo, a mediados o segunda mitad del siglo V aC. En general, sin embargo, en todos suele haber un máximo de tres estratos que adoptan forma cónica el uno sobre el otro, lo cual indica que las tierras se vertieron de una forma muy rápida, sin dejar que el paso del tiempo o las circunstancias meteorológicas permitieran que se esparcieran y adoptaran un nivel plano como suele pasar cuando transcurre demasiado tiempo entre la deposición de una capa y la siguiente. Por lo tanto, se deduce que fueron colmatados de manera repentina y rápida. También suele ser bastante habitual que el más profundo de estos estratos esté formado por una capa de limos o arenas de 3 o 4 cm. de espesor, sin duda arrastradas por el viento o el agua que se deslizó en el corto período transcurrido entre su abandono y el relleno definitivo.

LA CASA En relación con la vivienda que habría formado parte y constituido el núcleo de un antiguo establecimiento agrícola, el único resto material de edificaciones, poco fiable, apareció en 1980 con la excavación de los silos situados junto al camino. En la parte superior se pudo seguir una sencilla pared de piedra colocada en seco, que parecía delimitar o separar un espacio al norte de los silos, dentro del campo. Pero en las campañas recientes no se ha actuado sobre aquel sector, ya excavado antes y demasiado cercano al margen del camino. Tampoco hemos visto que tuviera continuidad hacia el interior del yacimiento, en el área excavada recientemente. La atribución de la hilera de piedras a la época ibérica tampoco es segura. No había ningún estrato asociado.

Pero en otras ocasiones, puntuales y minoritarias, sólo aparece un único estrato de arriba abajo. También coincide con aquellos casos en que el material arqueológico es muy escaso, formado por pedazos y fragmentos dispersos, sin conexión entre ellos, al contrario de lo que suele ser habitual con los materiales de otros silos, normalmente convertidos en vertederos de desechos con todo tipo de vasijas poco fragmentadas. Probablemente esta circunstancia solo señala que las tierras utilizadas provienen de un lugar diferente, no de una escombrera o un vertedero próximo, sino de las tierras y campos del entorno del establecimiento o hábitat. Pero también pueden indicarnos una cronología diferente a la del momento final del yacimiento. Aunque no podemos generalizar, observamos producciones y materiales sensiblemente más antiguos a los de los silos enterrados a finales del siglo V aC, que contienen una cantidad de material arqueológico considerablemente superior y menos fragmentado. Desgraciadamente, aquellos silos que parecen obliterados en un momento más antiguo, quizás hacia mediados del siglo quinto, tienen tan poco material que a veces las cronologías deberán considerarse solo como hipótesis

Fig. 18. Conjunto de ladrillos de adobe endurecidos por el fuego, vertidos en el silo 21.

La presencia de un hábitat que no ha dejado rastro en el área excavada se deduce de forma indirecta por el hallazgo de cantidades considerables de material de construcción utilizado en el relleno de los silos. Prácticamente en todos aparecieron ladrillos de barro endurecido o cocido y piedras planas, características de las canteras locales, con señales evidentes de fuego, así como restos de pavimento de arcillas quemadas o simplemente endurecidas por el fuego. No son solo algunos fragmentos, sino que algunos estratos estaban formados exclusivamente por estos materiales de construcción. Por otra parte, su estado, con los ladrillos y los pavimentos cocidos a

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Fig. 19. Adobes del silo 21 con las señales dejadas por los dedos en el momento de moldearse (izquierda), y detalle de la composición de uno de ellos, con las huellas de la paja apisonada (derecha).

conocer este módulos griegos ni utilizarlos. Pero se pone de manifiesto que el pie como unidad de medida genérica iba más allá de las fronteras étnicas y culturales, y que fue utilizado en Saus II, aunque sea como una variante local.

causa del fuego, o las piedras también con los mismos signos, evidencian sin duda un incendio en algún edificio próximo. En cualquier caso, todo parece señalar que el yacimiento corresponde a una vivienda agrícola y no sólo a un campo de silos vinculado a un poblado cercano (el más próximo de los conocidos, no excavado, se encuentra a 2 Km.). Más adelante tendremos ocasión de profundizar en este aspecto, gracias a las evidencias y material proporcionado por la excavación.

Pero lo más interesante es que si los ladrillos se han conservado y si se vertieron en los dos silos es porque están quemados. No se trata sólo de adobes secados al sol (de estos ya encontramos en otros silos), sino cocidos por la acción del fuego, quemados debido al incendio del edificio del que formaban parte. Una de las superficies de cada adobe —la que suponemos externa en relación con el paramento del muro— suele ser totalmente negra, más quemada y más dura que el extremo contrario de la misma pieza; es decir, de la que quedaría en la parte interna de la sección de la pared y, por lo tanto, menos expuesta a los efectos de un incendio, la cual adquirió un color mas bien rojizo. Lo mismo ocurre y se puede observar en muchas piedras de arenisca local (pequeñas losas de piedra de Vilopriu), ennegrecidas o de color vinoso debido a su exposición a altas temperaturas. Todo ello nos lleva a deducir que uno de los edificios o la casa de la primera fase del asentamiento sufrió un incendio importante y una destrucción tal vez completa.

Sin embargo, la cosa es más compleja de lo que inicialmente podría parecer, ya que a partir de estos restos de construcciones vertidas en los silos se deducen diferentes fases en el yacimiento. Fases constructivas documentadas y fechadas de manera indirecta gracias a los materiales que acompañan a los ladrillos depositados en los agujeros. Aunque en todos los silos hayan aparecido adobes y restos de pavimento de barro quemado, así como otros restos de barro endurecido que muestran señales de mimbre, juncos o cañas (procedentes, por lo tanto, de una cubierta), dos de ellos son claramente más antiguos que el resto del conjunto. Y son, precisamente, los que contienen la cantidad más notable de adobes. Tanto en el silo 21 como en el 34 (pero sobre todo en el primero), la cantidad de este material de construcción es enorme, formando el principal estrato de relleno (fig. 18 y 19).

No es gratuito afirmar que se trata de la primera vivienda del antiguo establecimiento. El material del silo 34 se fecha con poco margen de error en el último cuarto del siglo VI aC. Prudencialmente podríamos llegar a alargar esta cronología hasta los primeros años del siglo V aC. En cualquier caso, la presencia de ánfora corintia A, ánfora púnica T1.3.1.2, ánfora ibérica, ánfora magno-griega y masaliota de pasta no micácea, gris monocroma con un plato à marli de variante antigua, etc., todo ello con paralelos claros en Sant Martí d’Empúries y en el pecio de Cala Sant Vicenç (Nieto/Santos 2008), nos conducen hacia ese momento. El relleno del silo 21, en el que aparece la cantidad más elevada de ladrillos quemados, debería fecharse hacia el primer cuarto del siglo V aC (en todo caso, antes de mediados del siglo), sobre todo a partir de la cerámica ática, con un fragmento de copa de figuras negras, copas de barniz negro de Clase B, vicup o similar (fig. 91).

Todas las piezas tienen las mismas características y dimensiones. Modeladas con arcilla local mezclada con paja (los restos son bien visibles en la fig. 19), parece que tienen unas dimensiones de 15 x 30 cm. (aproximadas debido a la erosión) y siempre 9 cm. de espesor, y en la superficie superior presentan los surcos profundos de los cuatro dedos de la mano de quien vertió el barro en el molde. Probablemente el módulo utilizado habría sido cercano al pie estándar, con múltiples o divisores que nosotros redondeamos a 15, 30 y 45 cm. debido a que no tenemos ninguna pieza totalmente entera y porque, por otra parte, están muy erosionadas sobre todo en los extremos y en el lateral interior. En realidad, empleando los módulos del mundo griego contemporáneo a Saus II, el pie de tradición ático-jónica se sitúa entre los 29’5 y 29’7 cm. y el dórico entre los 32’6 y los 32’8 cm. Los íberos de Saus no tenían porqué

Por lo tanto, en base a los materiales de los silos 21 y 34 y de 30

EL PERÍODO IBÉRICO

LOS SILOS. MATERIALES Y CRONOLOGÍA

los residuales pero numerosos del resto de silos, la ocupación y actividad en el yacimiento a partir de finales del siglo VI aC no puede ponerse en duda, independientemente de si existía una casa o cualquier otro tipo de edificación. Pero en cualquier caso, si interpretamos correctamente el significado de los restos constructivos de los silos más antiguos, también debemos deducir que existió lo que podríamos llamar una segunda fase en el asentamiento, aunque esta segunda fase no supusiera más que la continuidad absoluta de la explotación agrícola, con la reconstrucción de la casa por la misma gente o familia. Es decir, que no forzosamente debe significar ningún cambio ni ninguna ruptura con la situación anterior. Pero está claro que se reconstruyó la vivienda y que la ocupación perduró sin interrupción ni modificación apreciable en la excavación, hasta en torno el año 400, una fecha para el abandono del lugar que prudencialmente deberíamos situar dentro un abanico más amplio de entre el 420 al 390/380 aC.

SILO 1 El primer nivel, de 50 cm. de potencia aproximadamente, estaba formado por la capa de tierras de labor y tierras arcillosas de composición idéntica pero muy duras (fig. 21, nº 01 y 02 respectivamente). En la parte baja de este nivel, reposando en algunos puntos sobre la roca natural o sobre un estrato de tierras amarillentas muy duras, apareció un muro de piedra bastante destruido, del que no podemos saber su cronología ni función exactas. Podía haber formado parte de una edificación junto a la que se encontrarían los silos, o bien podía ser más moderno y estar relacionado con el límite del campo y el margen del camino. No hay ningún elemento de datación. Ya en el interior del silo, el primer estrato del relleno se componía de tierras arcillosas, muy duras y de color amarillento por haberse mezclado con tierra procedente de la descomposición de la roca natural. En este nivel los fragmentos de cerámica eran muy numerosos, sobre todo los de ánfora ibérica. Por debajo de este estrato se encontraba otro completamente estéril en cuanto a cerámica (UE 0106), pero formado todo él con los restos del revestimiento de un muro o de un tejado de cañizo y quizás brezo. Este revestimiento era de barro endurecido por el fuego, rojizo, y conservaba las huellas de aquellas plantas. El estrato reposaba sobre un tercero (UE 0107), formado por arena amarilla muy dura en la parte central del silo y más blanda junto a las paredes. Era completamente estéril y junto con el anterior marcaba la separación entre el que veremos a continuación y el primero de todos, ambos caracterizados por contener gran cantidad de fragmentos de cerámica, que por otra parte pertenecían a los mismos vasos, algunos de los cuales pudieron ser reconstruidos. Como decíamos, pues, el cuarto nivel (UE 0108), contenía numerosos fragmentos de cerámica y constituía un relleno formado por tierras de color marrón, blandas y con muchas piedras de dimensiones regulares. En la parte central de este estrato había una pequeña capa de cenizas procedentes de un hogar. Aunque es evidente que los diferentes materiales, composición y textura de los niveles que rellenaban el silo son totalmente diferentes, tanto desde el punto de vista cronológico como de su deposición son absolutamente contemporáneos. La prueba más clara la encontramos a la hora de reconstruir las vasijas cerámicas. Los fragmentos aparecidos en los diversos estratos pertenecen a las mismas piezas. Deberíamos considerarlo, en este sentido, un solo estrato. Sin embargo, a la hora de describir el material y elaborar el inventario los hemos agrupado en dos grandes conjuntos: los de las UE 0105/06 y 0108, separadas por el nivel de arena estéril UE 0107.

Fig. 21. A la izquierda, alineación de piedras localizada durante la campaña de 1980 en el norte de los silos 1 y 2, que podría corresponder al basamento de una construcción.

La cronología del silo no la tenemos, hoy por hoy, tan clara ni segura como años atrás, cuando publicamos los resultados de la campaña de 1980 (Casas 1985). En aquella ocasión fechamos los silos 1 y 2 conjuntamente, como si fueran una unidad; dos silos contemporáneos sin nada más a su alrededor y sin tener en cuenta —porque se desconocía— que podía tratarse de un

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SAUS II

Silo 2 Silo 1



Fig. 21. Campaña de 1980. Planta y secciones de los silos 1 y 2, con restos del basamento de un muro al norte del conjunto.

el material arqueológico del cual pone de manifiesto, a nuestro entender, que se había colmatado algunos años antes. Desgraciadamente, y a pesar del importante conjunto de material, este quizás no es todavía suficientemente explícito o corresponde a un abanico cronológico demasiado amplio. Las producciones que se pueden datar son antiguas. Las urnas de pie alto de cerámica gris monocroma se fechan, según el manual y un repertorio extensísimo de paralelos, entre el último cuarto del siglo VI y el primer cuarto o primera mitad del siglo V aC, aunque siguen apareciendo en yacimientos de nuestro país en niveles de finales del mismo siglo y hasta bien entrado el siglo IV aC. La base de cerámica griega de occidente (fig. 25: 6), tiene una cronología que no debería ir más allá de mediados del siglo V, pero también podría ser considerado un material residual en un nivel posterior. Por otra parte, no sabemos si

yacimiento más grande y con una vida dilatada. Esta confusión o suposición mal fundamentada nos condujo a fecharlos en base al material más reciente del silo 2: la cerámica ática tipo Saint Valentin. El análisis de los materiales de todos los silos excavados hasta ahora nos ha permitido ver que la actividad y la ocupación del asentamiento se prolongó un centenar de años, y que durante este tiempo se abrieron y obliteraron varios silos, según las necesidades del momento. Por lo tanto, ahora sabemos que no todos fueron abandonados entre el 420 y el 380 aC, sino que todo es algo más complejo. Incluso debemos añadir, a partir de la última campaña, la evidencia de una reocupación puntual un siglo posterior. Uno de estos silos que no cayó en desuso a finales del siglo V es el nº 1 —no así el silo 2, para el que se confirma la cronología— 32

EL PERÍODO IBÉRICO

interior de la sección es de color rojo. El desgrasante está formado por mica y cuarzo y conserva bastantes impurezas de cal. Piezas similares aparecen en el Puig de Sant Andreu (Ullastret), en el s. IV aC (Oliva 1956-57, 329 y fig. 57). Es una tipología con una decoración habitual en la franja costera del Mediterráneo occidental, con un amplio repertorio de paralelos próximos en las fases Ib y Ic de Pech Maho, entre el 540 y el 450 aC (Gailledrat/Solier 2004), o en contextos aún más antiguos —en todo caso, de finales del siglo VI aC— en una fosa de Mailhac (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 77, 45; 79, 10). En las comarcas de Girona, a parte de Ullastret, lo volvemos a ver en el oppidum de Castell de la Fosca (Martín 1977a, 244), también en contextos de los siglos VI-V aC.

las producciones que no podemos datar con seguridad serían precisamente las que señalarían la cronología final y/o más reciente del relleno. Nos referimos a las ánforas ibéricas, la cerámica ibérica oxidada con formas y decoraciones que ya se documentan a finales del siglo VI aC y perduran hasta principios del siglo IV aC, o la cerámica modelada a mano, con formas que pueden pertenecer a cualquier época y que tampoco son demasiado diferentes a las del silo 2. En definitiva, si nos basamos estrictamente en el material bien fechado a partir de los paralelos conocidos y de la evolución de las formas y tipos de la cerámica colonial del silo, proponemos situar su cronología en un momento impreciso pero quizás posterior a mediados del siglo V aC o en la segunda mitad no demasiado avanzada de la centuria. No creemos que llegue el último cuarto del siglo. En todo caso, el aspecto general del conjunto es bastante diferente al del silo 2, que situamos en el período 420-380 aC. Los restos cerámicos y los diferentes materiales arqueológicos recuperados en el silo nº 1, su tipo y características, se encuentran resumidos en el cuadro correspondiente. De todos modos, queremos comentar brevemente aquellos que son más representativos o que nos proporcionan cronologías, por poco precisas que puedan ser. Lo mismo haremos con los del resto de silos. U.E. 0105/06

Material

Ánfora Ibérica

1051

Gris monocroma

16

Ibérica oxidada

29

Ática Ibérica a mano Escória de hierro Fauna

 Fig. 22. Campaña de 1980. El silo 1 a medio excavar y el 2 tal como se conservaba cortado en el margen del camino.

1

Fig. 23, 4: Fragmento de cuerpo e inicio de cuello de una urna modelada a mano, de perfil en S y con las mismas características técnicas que la anterior, decorada con una faja realzada en la que se aplicaron impresiones profundas, alternadas con botones circulares. Una vez más, podemos encontrar un repertorio extenso de paralelos en cualquier yacimiento de este ámbito con cronologías de entre los siglos VI y III aC. El perfil y la decoración se repiten en Pontós hacia el primer cuarto del siglo V aC (López/Pons/Fernandez 2001, fig. 7). Más próximos o más lejanos, los yacimientos de la Illa d’en Reixac, Ruscino, Pech Maho y Mailhac, que tendremos ocasión de citar para otros casos concretos, han proporcionado urnas de la misma tipología.

217 5 41

UE. 0105/06 Fig. 23, 1: Fragmento de borde de un vaso elaborado a torno, oxidado, con el borde exvasado y labio redondeado. Diámetro borde: 18,5 cm. Pasta rosada, bastante dura, compacta y con fractura recta. Fig. 23, 2: Borde de urna de cerámica a mano, cuello casi vertical y borde exvasado. Pasta marrón oscuro, dura, compacta, micácea, con granos de cuarzo. Interior de la fractura gris. En el repertorio de las vasijas de cerámica a mano del yacimiento no es una forma común.

Fig. 23, 5: Borde de una urna de cerámica a mano. Diámetro borde: 18,5 cm. Pasta dura, compacta, de color negro y con la superficie pulida. Desgrasante de mica dorada. Fig. 23, 6: Fragmento de pared de una urna de cerámica a mano, sin forma, con una decoración de pequeñas hojas impresas que recorren la zona de la espalda. Tiene las mismas características que los números 3 y 4 de la misma figura.

Fig. 23, 3: Fragmento de la pared y borde, respectivamente, de una urna de grandes dimensiones hecha a mano. El cuello, poco diferenciado del labio, es corto y de paredes verticales, inclinándose ligeramente hacia el exterior en la parte superior. El comienzo del cuerpo está decorado con una línea de impresiones romboidales y con botones intercalados. La pasta es de color negro, tanto en el interior como en el exterior. La superficie interna es pulida y la externa espatulada y fina. El

Fig. 23, 7: Cuello y labio de una urna hecha a mano, de cocción reducida. El cuello, de paredes casi verticales y ligeramente abiertas, es poco diferenciado del labio, redondeado; el 33

SAUS II







 











 



 

Fig. 23. Silo 1, estratos superiores. 1 y 11: cerámica ibérica oxidada, 2 a 8: cerámica indígena a mano reducida de producción local, 9 y 10: ánfora ibérica.

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EL PERÍODO IBÉRICO

comienzo del cuerpo está marcado por una ligera inclinación y ensanchamiento del cuello. Pasta dura, compacta y con desgrasante de cuarzo y mica. La del interior de la sección es de color marrón y la de la parte exterior de las paredes es de color negro.

UE. 0108 Fig. 24, 1: Mitad superior de un gran vaso de forma ovoide de cerámica oxidada a torno y con el labio girado hacia el exterior en forma de cuello de cisne. Diámetro borde: 25 cm. Pasta rosada, dura pero de tacto harinoso y rayable con la uña. Fractura recta. Las dos asas están decoradas con líneas horizontales de pintura roja. También la superficie exterior está decorada con fajas horizontales del mismo color y, entre ellas, con rayas horizontales también rojas. Encontramos urnas idénticas pero sin decorar en Ullastret, junto con materiales del siglo IV aC (Oliva 1955, 344, fig. 9, 1). También en el Puig de Sant Andreu, otro ejemplar muy similar y acompañado de cerámicas áticas y otros materiales del siglo IV. Aunque es una forma y producción característica de esta zona, también existen paralelos más lejanos. Es bastante abundante en Mas Gusó en estratos de la segunda mitad del siglo V aC (Casas/Soler 2004, fig. 72, 1). Perfiles similares en el Tossal del Moro en el siglo V aC (Arteaga/Padró/Sanmartí 1990, 93 y 95 y fig. 30); en Pech Maho, fase Ic, del 510-450 aC, tanto en cerámica ibérica como en “ibero-langedocienne” (Gailledrat/Solier 2004, fig. 219). El perfil del labio se repite en Salles d’Aude en la misma época (Passelac 1995, fig. 12, 5) y Mailhac (Gailledrat/ Taffanel/Taffanel 2002, 164, 1 y 2). La forma, idéntica pero con el motivo decorativo algo diferente, es considerada propia del siglo V aC, sobre todo de la primera mitad (Gailledrat 1993, 72 y fig. 8, 7). En realidad, se trata de una forma con una amplísima difusión en el mundo ibérico.

Fig. 23, 8: Fragmento de borde de un plato modelado a mano —quizás una tapadera—, cocido en fuego reductor. Diámetro: 26 cm. Pasta muy dura, compacta y con impurezas de cal. Desgrasante constituido por pequeñas láminas de mica y cuarzo. Las partes más cercanas al labio son de color marrón, que se va ennegreciendo hasta adoptar tonalidades francamente negras en la zona más alejada del borde. Una copa de la fase Ic de Pech Maho adopta la misma forma (Gailledrat/Solier 2004, fig. 245, 3-5 y 8), y se fecha en la primera mitad del siglo V aC. Fig. 23, 9 y 10: Fragmentos de labio de ánforas ibéricas. El diámetro de la boca de la primera es de 13 cm., mientras que el de la segunda nos es desconocido al ser demasiado pequeño el fragmento recuperado. Pasta de color rosado claro, compacta, no demasiado dura y rayable con la uña. Fig. 23, 11: Fragmento de labio de una jarra de cerámica común ibérica oxidada, con una pequeña moldura que lo recorre por el exterior y un encaje poco marcado en el interior. Este tipo de labio es muy característico en Saus y lo veremos repetido en otras ocasiones, aunque en los repertorios consultados no es demasiado habitual. A veces lo hemos visto en producciones coloniales de pasta clara o en la producción ibero-languedociana (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 97, 5 y 199, 12), pero con cronologías muy antiguas.

U.E. 0108

Material

Ánfora Ibérica

968

Ánfora etrusca

1

Ánfora masaliota

2

Gris monocroma

55

Ibérica oxidada

45

Ibérica pintada

173

Ática Griega de Occidente Cerámica a mano

6 10 279

Mortero

1

Mortero masaliota

1

Piedra pulida

6

Bronce

2

Malacològicos Fauna

Fig. 24, 2: Fragmento del cuerpo y labio de una urna ovoide de borde corto y labio en forma de cuello de cisne, exvasado y con el cuello no diferenciado. Diámetro boca: 22 cm. Pasta rosada oscura, dura, compacta y de buena calidad. Fractura recta. Tanto de esta forma como de la anterior, aunque sin decoración, encontramos numerosos paralelos en el Puig de Sant Andreu (Ullastret), asociados con materiales del siglo IV aC, cerámicas áticas de la misma época y fragmentos de ánforas del siglo V aC. Pero, como en el caso anterior, otros paralelos podrían hacer retroceder la cronología al menos medio siglo. Aparte de los mismos citados para la gran jarra pintada, podemos añadir otro paralelo para la variante específica de labio, procedente de Mas Castellar de Pontós (López/Pons/Fernandez 2001, fig. 8, 7), y un último ejemplar de Empúries, de la segunda mitad del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 14, 2). Fig. 24, 3: Borde y espalda de ánfora ibérica. Pasta naranja clara y con la superficie externa con muchas señales de torneado. Probablemente pertenece a los tipos 2A o 2D, aunque no se puede atribuir a ninguna variante concreta sin conocer bien el resto del cuerpo. En cuanto a la forma del labio y orientación de la espalda, encontramos repertorios amplios y genéricos desde la segunda mitad del siglo VI hasta los siglos IV-III.

13 212

Fig. 24, 4: Borde y espalda de ánfora ibérica. Pasta bicolor, naranja en superficie y gris claro en el interior de la fractura. No tiene ningún rasgo específico, aparte del labio de sección más engrosada que en otros ejemplares.

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SAUS II





 











Fig. 24. Silo 1, estratos inferiores. 1 y 2: cerámica ibérica oxidada; 3 a 8: ánfora ibérica.

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EL PERÍODO IBÉRICO

Fig. 24, 5: Borde y espalda de ánfora ibérica. Pasta naranjarosada, dura, compacta, aunque con alguna grieta o fisura interna. Acanalados de torneado en el exterior.



Fig. 24, 6: Borde y espalda de ánfora ibérica con el labio poco diferenciado y de sección casi triangular. Pasta de color naranja, dura y bien depurada.



Fig. 24, 7: Borde de ánfora ibérica. Pasta de color naranja en el exterior y gris claro en la parte interna. Ligeramente rugosa al tacto. Borde de sección circular. Fig. 24, 8: Borde de ánfora ibérica, de labio ancho y robusto. Pasta de color beige, bien depurada y compacta, aunque ligeramente erosionada en la superfície.



Fig. 25, 1: Cuello y labio de una urna de cerámica gris monocroma de gran tamaño, del tipo GR-MONO 7b o 7c. Diámetro borde: 24 cm. Fina, muy dura, bien depurada, brillante en el interior y mate en el exterior. Fractura recta y fina. Los vasos de esta producción son muy característicos, y por la inclinación y apertura del borde parece más probable que se trate de la variante 7b. La forma ha sido fechada a finales del siglo VI aC, aunque su fabricación probablemente se prolongó durante muchos años. Estas urnas han aparecido en el sector AI, Punto 1/69 de la necrópolis de Saint Julien en Pézenas, con cerámicas áticas fechadas en torno al 520-510 aC (Llinas/ Robert 1971, fig. 17), y en la sepultura 15/69, zona D-III del mismo yacimiento, con materiales del siglo VI aC. También en Ensérune aparecen en contextos del siglo VI aC. En Salles d’Aude, otra vez en la segunda mitad del siglo VI aC (Passelac 1995, 183, 8), en la fase Ib de Pech Maho con la misma cronología (Gailledrat/Solier 2004, fig. 69 y 70); en Mailhac en contextos anteriores al siglo V aC; en La Monédière en el último tercio del siglo VI aC (Nickels 1989, fig. 28, 6), etc. Sin embargo, continuaremos viéndola en varios yacimientos hasta finales del siglo quinto, aunque no parece que tuviera continuidad en el siglo IV aC, como hemos tenido ocasión de señalar al hablar de los ejemplares del yacimiento de la riera de Saus (cf. supra), y se ha constatado su presencia en otros yacimientos gerundenses, como en la estratigrafía asociada a la muralla emporitana, de la segunda mitad avanzada del siglo V aC (Sanmarti et alii 1987, fig. 13, 16), o en Mas Castellar de Pontós (López/Pons/Fernandez 2001, 207), sin contar los numerosos ejemplares de los yacimientos de Ullastret o los de los otros silos de Saus, con cronologías normalmente bien contrastadas.









Fig. 25. Silo 1. 1 y 2: cerámica gris monocroma; 3 y 4: cerámica ibérica oxidada; 5: mortero masaliota; 6: cerámica colonial, probablemente centro-mediterránea, imitando las producciones jonias

monocroma de la misma figura. Diámetro borde: 21 cm. En la pared interior conserva muy marcadas las huellas de torneado. Pasta de color rosado, fina, dura, compacta, bien depurada y de fractura recta. Con antecedentes en La Cayla de Mailhac a finales del siglo VI aC, en ese yacimiento francés se documenta en cerámica ibérica pintada sobretodo en la primera mitad del siglo V aC, pero también en algunos niveles de la segunda mitad, lo que nos puede dar una buena idea de la larga perduración de la forma (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 61 y 97, 6). En Salles d’Aude, en la producción local “iberolangedocienne”, en un silo rellenado en la primera mitad del siglo IV aC, pero con materiales de la centuria anterior. En nuestro país, en la UE 3078 de Mas Gusó, de la segunda mitad del siglo V y primer cuarto del siglo IV aC (Casas/Soler 2004, fig. 66, 3).

Fig. 25, 2: Cuello y labio de un vaso o urna de cerámica gris monocroma idéntico al anterior, tipo GR-MONO 7b o 7c. Diámetro borde: 20 cm. Sin embargo, se le ve algo diferente y quizás correspondería a una urna de pie alto del tipo GRMONO 7c, teniendo en cuenta su robustez y orientación. En cualquier caso, las observaciones hechas en relación al ejemplar anterior son perfectamente válidas para éste. Fig. 25, 3: Fragmento de borde de un vaso de cerámica oxidada a torno, de forma muy parecida a los ejemplares de gris 37

SAUS II

















9

Fig. 26. Silo 1. 1 a 4: cerámica ibérica oxidada; 5: cerámica de pasta clara, 6 y 8: cerámica a mano reducida; 7: ánfora ibérica; 9: mortero ibérico.

38

EL PERÍODO IBÉRICO

Fig. 25, 4: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada y cuerpo globular. Perfil en cuello de cisne. Pasta naranja, homogénea y dura. Aspecto blando y harinoso en la superficie debido al deterioro. Forma muy común en cerámica ibérica, presente desde finales del siglo VI aC y durante todo el siglo posterior, con pocas variaciones en la forma y labio. En el Tossal dels Moros de Pinyeres aparece en la segunda mitad del siglo V aC (Arteaga/Padró/Sanmartí 1990, 93), y en Mas Castellar de Pontós en el primer cuarto (López/Pons/Fernandez 2001, fig. 8). Pero importaciones localizadas en La Cayla o producciones en cerámica “ibero-langedocienne” que repiten la misma forma se datan entre el tercer cuarto del siglo VI y la primera mitad del siglo V aC (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 6365, 164 y 189).

del cuerpo. No es seguro que tuviera dos. Diámetro borde: 10,7 cm. Pasta de color rosado, bastante dura y con la fractura recta. No conocemos otros paralelos para esta forma de recipiente. Fig. 26, 3: Base de un gran recipiente de cerámica hecha a torno y oxidada. El inicio de la base está bien marcado y la zona de reposo del pie es redondeada. Pertenece a una jarra de cuerpo globular. La base es umbilicada y presenta 13 agujeros de 2 mm. de diámetro dispuestos regularmente de dos en dos y en forma radial, lo que nos hace pensar que esta pieza habría sido convertida en colador después de haber sido cocida. La regularidad de los agujeros y su disposición no se corresponde a una reconstrucción de esta base en época antigua, que sí veremos más adelante en otro caso. La pasta es de color rosado oscuro, bastante dura, compacta y homogénea. Fractura recta.

Fig. 25, 5: Base de un mortero de procedencia masaliota. Diámetro: 26 cm. Pasta de color rosado claro o beige, bastante dura, compacta y con muchas láminas de mica de grandes dimensiones (algunas tienen más de 2 mm. de diámetro). Parece corresponder al tipo B-366 o B-376 de Gomez, con una amplia cronología desde el siglo V al IV aC (Gomez 2000, fig. 9, 270). En Ampurias aparece en estratos de la segunda mitad del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 16, 10), pero existen antecedentes más antiguos en Pech Maho, de la primera mitad del siglo V aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 240, 1), así como en la fase anterior, de finales del siglo VI.

Fig. 26, 4: Fragmento de cuello y borde de un vaso cerrado o jarra de cerámica ibérica a torno oxidada y con el labio muy delgado y vuelto hacia el exterior. Pasta de color rosado, bastante dura y de fractura recta. Fig. 26, 5: Base de cerámica oxidada; seguramente una producción colonial ligada a las de pasta clara o al taller de Ullastret. Pasta naranja-rosada, fina, bien depurada, dura, compacta y de fractura recta. Las superficies interna y externa están recubiertas de un engobe de color castaño, poco espeso y no demasiado adherente.

Fig. 25, 6: Base de cerámica griega de occidente, una producción colonial, posiblemente masaliota o del Mediterráneo centrooccidental. Pasta de color rosado claro, dura, compacta, homogénea y bien depurada. Toda su superficie, tanto la interna como la externa, está recubierta de un engobe de color castaño poco adherente. El exterior, además, está decorado con dos rayas o fajas horizontales de color blanco, mientras que en el fondo aparece un círculo con el engobe de color más claro que el del resto de las paredes del vaso. Se debería fechar, tipológicamente, a principios o primera mitad del siglo V aC.

Fig. 26, 6: Fragmento de labio de un vaso modelado a mano. Diámetro borde: 17 cm. Pasta de color negro, bastante dura, rugosa, mal depurada, con desgrasante de cuarzo. Fractura irregular y rugosa al tacto. Fig. 26, 7: Fragmento de borde de ánfora ibérica. Pasta dura y compacta, de color beige, con el labio bien marcado y de sección redondeada ligeramente triangular. Fig. 26, 8: Mitad superior con el pomo o asidero de una tapadera elaborada a mano. Pasta de color negro en las superficies y marrón oscuro en el interior de la sección; muy arenosa, con pequeños granos de cuarzo y polvo de mica. Todas las superficies son muy pulidas, finas y bien acabadas.

Fig. 26, 1: Vaso entero modelado a torno y cocido con fuego oxidante. Cuerpo globular y perfil en S; cuello corto y poco diferenciado y labio redondeado y abierto; pie bajo. Tiene una sola asa que comienza en el labio y llega hasta la mitad de cuerpo. La pasta del vaso es de color rosado claro, dura, bastante compacta, homogénea y bien depurada. Fractura recta. La forma recuerda la de algunas copas o vasos carenados de gris monocroma, pero también la de un vaso en cerámica “ibero-Langedocienne” de Pech Maho fechado en la primera mitad del siglo V (Gailledrat/Solier 2004, fig. 235, 13). Formas similares, pero que no llegan a ser la misma, las encontramos en Mas Gusó en un nivel del primer cuarto del siglo IV que contiene bastante material del siglo anterior (Casas/Soler 2004, fig. 63, 5), y Piuró del Barranc Fondo, entre los siglos VI-V (Arteaga/Padró/Sanmartí 1990, 130).

Fig. 26, 9: Base de un mortero de tipo ibérico a torno. Diámetro del pie: 13 cm. Pasta de color rosado ladrillo; muy dura y compacta, homogénea y con algunos granos de cal. EI fondo interno está lleno de pequeñas piedras negras con aristas. Cerca del pie conserva un pequeño agujero, quizás debido a una reconstrucción de la pieza en época antigua. Fig. 27, 1: Mitad superior de una urna de cerámica a mano. Las paredes del cuerpo son gruesas y se vuelven delgadas al llegar al cuello y labio. Este, aunque es bastante redondeado, termina casi en arista. EI cuello es muy poco diferenciado y casi inexistente. Entre este y el comienzo del cuerpo hay una faja decorada con incisiones verticales y alargadas. Pasta oscura, casi negra, dura, bastante compacta y bastante depurada, con

Fig. 26, 2: Fragmento correspondiente a la mitad superior de una vasija a torno y cocida en fuego oxidante. Conserva una de las asas que se inicia bajo el labio y llega al comienzo 39

SAUS II





 









Fig. 27. Silo 1. Cerámica indígena reducida elaborada a mano.

a la pieza antes de cocerse, a la que se practicaron impresiones en forma de almendra. La parte exterior del cuello es muy pulida y espatulada. Esta forma corresponde a la fig. 6 de C. Riera, que la autora databa en la primera mitad del siglo IV aC (Riera 1980), pero el análisis de un repertorio más extenso, con paralelos cada vez más abundantes, que se repiten, como decíamos, en Saus mismo en contextos bien datados, permiten constatar que se encuentra presente durante casi todo el siglo V aC.

desgrasante de cuarzo. Fractura irregular y rugosa al tacto. Recuerda una pieza de Pech Maho, pero es una forma bastante común en esta zona (Solier 1979, 116 y fig. 48, 1). Fig. 27, 2: Urna completa de cerámica a mano, de dimensiones regulares. Diámetro borde: 12 cm.; Altura: 17 cm. Forma similar a la de otras piezas comentadas anteriormente. El labio es plano, ligeramente redondeado y poco diferenciado del cuello, el cual tiene las paredes verticales. No es la forma más abundante en Saus, yacimiento en el que predominan las urnas con el labio más abierto e inclinado hacia el exterior. La separación entre el cuello y el cuerpo está marcada por una faja decorada formada por una veta de barro colocada en torno

Fig. 27, 3: Fragmento de borde de un vaso o tazón hecho a mano, bajo y de superficie espatulada. Pasta de color negro, dura, bastante compacta, homogénea y de fractura rugosa. 40

EL PERÍODO IBÉRICO

elementos diferentes y superpuestos en un mismo momento. La textura y composición o la formación de estos niveles la debemos interpretar en base a la procedencia de la tierra y materiales de escombreras quizás algo diferentes o, mejor dicho, al vertido de materiales diversos en el preciso momento en que se rellenó el silo. La realidad es que los fragmentos de todos los estratos, de arriba abajo y sin excepciones, permitieron reconstruir total o parcialmente algunos vasos que se habían roto y distribuido entre las tierras de los diferentes niveles, desde la UE 0204 hasta la UE 0210. En la descripción e inventario hemos agrupado por comodidad y mejor claridad todo el material en la UE 0204.

Conserva, juntos, dos mamelones alargados y perforados verticalmente. Encontramos algunos paralelos en el Puig de Sant Andreu de Ullastret. Es una forma que según Riera aparece en la segunda mitad del s. V aC (Riera 1980, 123 y 124), pero hay antecedentes anteriores, como los de Mas Castellar de Pontós, en el primer cuarto del siglo V (López/ Pons/Fernandez 2001, fig. 7, 1). Con el borde quizás no tanto inclinado y bisel interior, la volveremos a encontrar en el silo 5 de Saus, a finales del siglo V (fig. 39: 2). En cualquier caso, parece ser que la forma con esta técnica de acabados tuvo una larga perduración. Fig. 27, 4 a 6: Fragmentos de borde de urnas con idénticas características, a pesar de presentar evidentes variaciones en la forma; la primera inclinada hacia el interior como las núm. 1 y 2 de la misma figura, y las otras exvasadas. Pastas de color marrón claro, a veces más rojizo, con pequeños granos de cuarzo, algo micáceas, relativamente duras y con las superficies pulidas.

En cuanto a la cronología del relleno, consideramos que debemos situar la fecha más reciente y probable hacia la transición entre los siglos V y IV aC. Básicamente teniendo en cuenta los diversos fragmentos de cerámica ática, con algunos ejemplares tipo Saint Valentin. Aunque se trate del material más escaso y minoritario dentro del extenso conjunto de producciones identificadas en el silo, es el que puede fecharse con mayor precisión y el que proporciona unas cronologías más seguras. El resto, desde las urnas de cerámica a mano a las ánforas o las cerámicas ibéricas oxidadas, no hacen otra cosa que confirmar el marco general, independientemente de que algunas formas ya se encontraran en uso o fueran conocidas años antes.

Fig. 27, 7: Pequeña urna de cerámica a mano y perfil en S; de paredes bastante finas y cuerpo globular. El borde, bien diferenciado del cuerpo, está ligeramente inclinado hacia el exterior, y la parte superior del labio es redondeada. Pasta color negro, dura. Superficie exterior pulida.

SILO 2 El cuadro-resumen de material pone de manifiesto la gran cantidad de cerámica recuperada durante la excavación. Y hay que tener en cuenta, además, que se trata de medio silo, ya que estaba cortado verticalmente en el margen del camino moderno y la otra mitad había desaparecido. Gracias a este conjunto notable de material y a la presencia de producciones de cronología bien acotada, podremos concretar mejor la fecha en que se produjo la amortización del silo. Es cierto que algunas formas y categorías cerámicas nos aportan informaciones parciales, demasiado genéricas y demasiado ambiguas para apuntar cronologías seguras. Las urnas y ollas de cerámica a mano muestran un repertorio interesante, pero normalmente con poca personalidad. Son formas que encontramos en el transcurso de casi todo el siglo quinto y que seguiremos viendo durante la posterior centuria. Pero presentan los rasgos específicos que vamos viendo en otros ejemplares de Saus y de diferentes yacimientos de la comarca. La forma característica de la gran urna de cuello y labio corto y ligeramente girado hacia dentro de la fig. 28, 2 y fig. 30, 3 se repite a menudo en niveles claros de la segunda mitad del siglo V aC (lo acabamos de encontrar en el camp de l’Ylla de Viladamat, a finales del siglo V aC), y en otros lugares hallamos sus precedentes a finales del siglo VI o del primer cuarto del siglo V aC (Nickels 1989, fig. 43, 1; López/Pons/Fernandez 2001, fig. 7, 3).

La estratigrafía de su relleno es muy similar a la del primero. El primer estrato (UE 0204), está formado por tierra arcillosa no demasiado dura, con muchas piedras y algún fragmento de cerámica. Por debajo de este estrato apareció otro de tierra cenicienta, también con algunas piedras y con fragmentos de cerámica de las mismas piezas y vasos del nivel anterior (UE 0205), el cual recubría un tercer nivel formado por arena amarilla procedente de la descomposición de las paredes del silo mezclada con cenizas y fragmentos de cerámica (UE 0206). El estrato de mayor potencia era el cuarto (UE 0207), formado por cenizas procedentes de algún hogar y muchos fragmentos de barro cocido de idénticas características a los encontrados en el primer silo. En este estrato apareció gran cantidad de cerámica, la mayor parte elaborada a mano, y muchos de los fragmentos se unían con otros encontrados en el nivel inmediatamente superior formando parte de vasos que posteriormente se pudieron reconstruir. Un último estrato estaba formado por tres capas de tierras muy parecidas y bastantes piedras. La primera de estas capas se componía de tierra arcillosa, con arena y cenizas (UE 0208), la segunda era de arena amarilla casi estéril (UE 0209), y la tercera (UE 0210) era una mezcla de los elementos de las dos anteriores, con arcilla, arena oscura y cenizas, y contenía algún fragmento de cerámica. En medio de esta última capa había una fina capa de ceniza completamente negra (UE 0211).

Otros ejemplares de cerámica a mano de producción local adoptan formas que podríamos considerar más habituales y repetidas, normalmente en perfil en S, labio poco abultado y ligeramente vuelto hacia el exterior (fig. 28: 3 a 8; fig. 29: 8; fig. 30: 1 y 2), ninguna de ellas igual a las demás, pero siguiendo el mismo patrón. A veces, con una decoración

A pesar de esta estratigrafía aparentemente compleja y muy bien delimitada en excavación, el resultado y la interpretación final permitió constatar que se trata de un solo estrato formado por 41

SAUS II



 

  













Fig. 28. Silo 2. Cerámica ibérica modelada a mano.

42

EL PERÍODO IBÉRICO

impresa directamente en la pared o hecha sobre una tira de barro previamente adherida, que les da una gran personalidad y las hace diferentes a las que podríamos considerar más estándares (fig. 29: 7, 8 y 10). Y, por último, formas que quizá ya anuncian las que más adelante serán las típicas de la gris de la costa catalana: el vaso bicónico que podemos intuir en la fig. 29: 4 a 7, en una producción de cerámica a mano que se caracteriza por una superficie negra, pulida y muy brillante, que tendremos ocasión de analizar en los capítulos finales. Se trata, en general, de vasos modelados a mano que tienen sus paralelos en el noreste de Cataluña en contextos seguros dentro de la segunda mitad del siglo V aC.

U.E. 0204/10 Ánfora ibérica

805

Gris monocroma

55

Ibérica oxidada

255

Ibérica pintada

10

Ática

22

Cerámica a mano Piedra pulida

En cambio, la cerámica a torno no es especialmente destacable, a pesar de los 255 fragmentos inventariados, a los que hay que añadir 10 decorados con pintura roja. Vasos sencillos, de perfil en forma de S alargada (fig. 31: 8), y poco más. Lo mismo podemos decir de las ánforas, con 805 fragmentos, de los cuales tan sólo podemos reproducir gráficamente un borde (fig. 31: 6), o de la gris monocroma, con un fragmento de cuello y borde de una urna probablemente de pie alto (GR-MONO 7b o c), con un largo período de fabricación y presencia en la región, desde el siglo sexto hasta finales del siglo quinto e incluso en el siglo IV aC.

Fragment.

517 15

Fusayola

1

Hierro

3

Adobe/hogar

40

Malacológicos

22

Fauna

412

Ictiofauna

2

Lámina sílex

1

UE. 0204 a 0210 Fig. 28, 1: Mitad superior de una urna de cerámica a mano y cocida en fuego oxidante. Pasta de color rosado, dura, mal depurada, con granos de cal y desgrasante formado por granos de cuarzo. La superficie exterior está recubierta con una capa negra, pulida y muy brillante. Pertenece al mismo grupo o producción que el cuenco semiesférico con asas perforadas verticalmente que encontramos en los silos 1 y 5 (ya citado), que también parece comprender otras piezas de este mismo silo (fig. 29: 3, 4 y 6). Tanto la pasta como la técnica de elaboración son comunes a todas ellas.

En definitiva, el material que nos permite sin demasiada dificultad fechar el relleno del silo, unificando todos los estratos de arriba abajo en uno solo (UE 0204/0210), es la cerámica ática, con 22 fragmentos muy representativos, aunque la mayor parte no tengan forma. Vale la pena fijarse en la homogeneidad del conjunto, con una presencia más que notable del tipo llamado de Saint Valentin (fig. 31: 1, 2 y 4). En primer lugar, un borde y quizás un fragmento sin forma de un kantharos sessile, característico del último cuarto del siglo V aC. Se fecha, según los diferentes autores, entre el 430 y el 390/385 (García Cano 1985, 60-61), o el 425-400 aC (Picazo 1977, 88-91; Miró 2006, 333). Además, un borde de skyphos también decorado con la característica pintura blanca, que también nos lleva a fecharlo hacia los últimos años del siglo V aC, con paralelos muy abundantes: en Empúries en la segunda mitad del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 7, 5); en Peralada, a la transición entre los siglos V y IV aC (Llinàs et alii 1998, fig. 36); en Ullastret a finales del siglo V aC (Picazo 1977, 95), o Mas Castellar de Pontós también del último cuarto del siglo quinto (López/Pons/Fernández 2001, 207). En último lugar, también vale la pena señalar la presencia de un fondo de copa de pie bajo, seguramente del tipo Ágora 512 o similar (con paralelos en el silo 5 de Saus II), decorada internamente con una especie de rosetón estampado (fig. 31: 3), característica de estos últimos años del siglo V aC.

Fig. 28, 2: Fragmento de labio y cuello de urna elaborada a mano y con las paredes inclinadas hacia el interior. Pasta de color negro, muy bien depurada, con puntos de mica, nódulos de cal y cuarzo. Fractura irregular y rugosa. La superficie exterior es espatulada, mientras que la interna solo es pulida y fina al tacto. La forma completa sería igual o muy parecida a la nº 3 de la fig. 30. Fig. 28, 3: Pequeño vaso de cerámica sin tornear y cocido en fuego reductor. Diámetro borde: 7’7 cm., altura: 9’7 cm. Tiene un asa de sección rectangular con los bordes redondeados, la cual empieza en el labio y va hasta la parte alta del cuerpo. La pasta es dura, compacta, bastante homogénea, con impurezas de cal y desgrasante de mica y cuarzo. Fractura irregular. Una pieza idéntica, procedente de Ullastret, ha sido fechada a principios del S. III aC (Riera 1980, 124 y fig. 14); pero es una forma sencilla y muy común que perdura hasta época romana, imposible de fechar con precisión.

Todo ello nos lleva a datar el relleno del silo, que consideramos obliterado con un estrato unitario, contemporáneo, depositado en una sola vez de arriba abajo —a pesar de la diferente composición y textura de cada nivel— hacia finales del siglo V o primeros años del siglo IV aC, tal y como habíamos apuntado años atrás (Casas 1985, 104), quizá hacia una fecha próxima al 400-390/380 aC.

Fig. 28, 4: Fragmento de borde de un vaso a mano, demasiado pequeño para saber su diámetro e inclinación exacta. Pasta de color negro, dura y con las paredes bruñidas. Al inicio del cuerpo conserva una faja decorada con incisiones oblicuas muy finas. 43

SAUS II



 





 







 



Fig. 29. Silo 2. 1: cerámica gris monocroma; 2: cerámica a mano atípica, posiblemente residual de la ocupación neolítica; 3, 4, 6-8, 10-13: cerámica ibérica a mano, algunas decoradas; 5: fusayola; 9: base de ánfora ibérica.

44

EL PERÍODO IBÉRICO

monocroma de la forma GR-MONO 7b o 7c. La pasta es de color gris y fina, dura, compacta y homogénea, aunque no es tan reluciente en el interior. Fractura recta.

Fig. 28, 5: Vaso modelado a mano casi idéntico al nº 5, pero más pequeño, bajo y menos esbelto. Diámetro borde: 7 cm., altura: 6’8 cm. También este tiene una sola asa que comienza en el labio y llega hasta la mitad del cuerpo. La pasta tiene las mismas características que la del anterior. Su forma recuerda mucho a la de un vaso encontrado en la casa nº 3 del recinto del Puig Castellet de Lloret, fechado en la segunda mitad del S. III aC (Pons et alii 1981 fig. 58). Pero, una vez más, se trata de una forma sencilla con una perduración muy prolongada.

Fig. 29, 2: Vaso abierto elaborado a mano y cocido en fuego reductor. Le falta la base. Sus paredes son verticales y el labio, muy corto, está inclinado hacia el exterior. Toda la superficie del vaso es pulida y fina al tacto. Se trata de un vaso carenado prácticamente idéntico a los del silo 36, que pertenece a una ocupación muy anterior del área, fechada en el neolítico y concretamente perteneciente al grupo de Montboló. Podría tratarse, en este caso, de un fragmento residual, del mismo modo que en este silo y en el 32 aparecieron dos láminas de sílex del mismo período.

Fig. 28, 6: Fragmento correspondiente al cuello y borde de una urna con perfil en S, hecha a mano y cocida en fuego reductor. Desgrasante de granos de cuarzo y laminillas de mica dorada. Pasta bastante bien depurada, de fractura recta y rugosa. La pared exterior es de color castaño oscuro y ligeramente pulida. El inicio del cuerpo está marcado por una línea de decoración impresa formando rombos.

Fig. 29, 3: Vaso abierto hecho a mano y cocido en fuego reductor. Pasta de color negro, dura y compacta. Toda la superficie del fragmento es muy pulida y alisada.

Fig. 28, 7: Fragmento de borde de una urna de cerámica a mano. Pasta de color oscuro, reducida y dura; esta moteada de láminas de mica dorada y con granos de cuarzo de 1 o 2 mm. de diámetro. Fractura irregular y rugosa.

Fig. 29, 4: Mitad superior de un vaso bicónico de cerámica ibérica a mano. El cuello, bastante alto, está separado del cuerpo por una carena muy bien marcada. Pasta fina y bien depurada, con puntos de mica. Superficie interior de color amarronado, exterior de color negro y bruñida. Es una forma que aparece a finales del s. V aC en Ullastret, a veces decorada con impresiones o incisiones, como los fragmentos nº 6 y 7 de esta misma figura, con acabados y calidades diversas. En Ullastret va acompañada de ánfora masaliota, ánfora ibérica y cerámica a torno pintada.

Fig. 28, 8: Fragmento de cuello y labio de una urna modelada a mano. Pasta de color castaño oscuro, no demasiado compacta pero dura. Desgrasante de mica dorada y cuarzo, con algunas impurezas de cal. Superficie exterior pulida y fina. Fig. 28, 9: Mitad superior de una urna hecha a mano. Pasta de color rosado oscuro y marrón, bastante bien depurada, no demasiado dura, de fractura irregular y rugosa. Desgrasante de granos de cuarzo y con algunas impurezas de cal. Está decorada con cuatro mamelones y entre ellos incisiones alargadas y ligeramente inclinadas.

Fig. 29, 5: Fusayola de color negro y superficie pulida, seccionada verticalmente. Fig. 29, 6: Fragmento del cuerpo de un vaso casi bicónico hecho a mano, de características similares a las del nº 4 de la misma figura. El cuello está separado del cuerpo por una ligera carena y una faja decorada con incisiones. La forma y decoración se repiten en un fragmento del silo 32. Pasta de color marrón, de buena calidad y bruñida.

Fig. 28, 10: Pequeño vaso hecho a mano, en forma de urna y pasta oxidada en el interior de la fractura. Es muy irregular y poco simétrico; mal pulido y de superficie rugosa. Diámetro borde: 5,5 cm., altura: 7’7 cm. La pasta contiene muchas impurezas de cal y, como el anterior, su desgrasante es de cuarzo y mica. Aunque la pasta es de color rosado al haber sido cocida en fuego oxidante, la superficie externa del vaso es ahumada y de color negro.

Fig. 29, 7: Mitad superior de una urna bicónica elaborada a mano. El borde es muy corto y está inclinado hacia el exterior. EI cuello es diferenciado y separado del cuerpo mediante una carena angulosa muy bien marcada, sobre la cual hay una línea decorada con impresiones rectangulares. La superficie externa del vaso es de color negro y bruñida, y el interior de la sección es de color rosado. El desgrasante es de cuarzo y mica, con muchas impurezas de cal. Viene a ser la misma forma que las de 7 y 8 de C. Riera, datadas a finales del siglo V aC y comienzos del siglo IV.

Fig. 28, 11: Cuello y borde de una urna modelada a mano y cocida en fuego oxidante/reductor que dio unas tonalidades más propias de las cerámicas oxidadas. Pasta de color naranja oscuro en el interior y casi negro por fuera, con la superficie bruñida y muy lisa. Adopta las mismas tonalidades y aspecto que encontramos en casi todas las piezas de cerámica a mano del yacimiento. Contiene pequeños nódulos de cal, cuarzo y polvo de mica dorada.

Fig. 29, 8: Fragmento correspondiente a la parte superior de una urna de cerámica a mano, de perfil en S. Cuerpo esbelto y de paredes sinuosas. El labio es exvasado y la separación entre el cuello y el cuerpo es poco diferenciada y sólo viene marcada por una línea decorada con impresiones en forma de meandros. Pasta de color castaño oscuro en la superficie y rosada en el interior de la sección. Pasta dura y muy

Fig. 28, 12: Borde de una tapadora hecha a mano y reducida. Pasta oscura, dura, mal depurada y de superficie rugosa. Fractura irregular. Fig. 29, 1: Cuello y labio de una jarra de cerámica gris 45

SAUS II





 











Fig. 30. Silo 2. 1 a 7: cerámica ibérica a mano; 8 a 10: piedras pulidas y con señales de uso.

46



EL PERÍODO IBÉRICO

resto del cuerpo es más rugoso. La pasta es de color negro, dura, bastante homogénea y compacta. Fractura irregular y rugosa. Un ejemplar morfológicamente idéntico, pero mucho más antiguo (del primer cuarto del siglo VI aC), proviene de La Monédière (Nickels 1989, fig. 43, 1). El de Saus debemos asimilarlo a los pocos de nuestras comarcas que adoptan esta forma o una muy cercana, como el de Mas Castellar de Pontós, del primer cuarto del siglo V aC (López/Pons/Fernandez 2001, fig. 7, 3), o los de Mas Gusó (Casas/Soler 2004, fig. 70), por citar sólo dos ejemplares ampurdaneses.

bien depurada, aunque contiene algunas impurezas de cal. Desgrasante de mica y cuarzo. Forma genérica documentada en un silo de Mas Gusó, con materiales de finales del siglo V y comienzos del siglo IV aC (Casas/Soler 2004, 90 y 91). Fig. 29, 9: Base de ánfora ibérica, adoptando la forma que suele ser más común en el yacimiento (ver fig. 42 y 134). Pasta de color beige, dura, compacta, depurada y con la fractura recta. Fig. 29, 10: Fragmento del cuello y borde de urna o vaso hecho a mano. Pasta de color negro y castaño. Desgrasante de cuarzo y laminillas de mica dorada, y con impurezas de cal. El cuello lleva una faja de decoración impresa con unas características poco habituales en el yacimiento.

Fig. 30, 4: Fragmento de borde de urna elaborada a mano con el labio algo más delgado que la pared del vaso y ligeramente inclinado hacia adentro. Recuerda el borde del ejemplar anterior. Pasta de color marrón o rojo oscuro, no demasiado compacta, dura, con componentes de mica dorada, cuarzo y cal. La superficie externa es pulida.

Fig. 29, 11: Fragmento de espalda de urna de cerámica a mano. Exterior de color negro e interior pardo oscuro. Pasta dura, porosa, con desgrasante de cuarzo o arena gruesa y polvo de mica dorada. La fractura es muy irregular. Carena decorada con una franja adherida y completada con decoraciones romboidales.

Fig. 30, 5: Cuello y borde de urna de cerámica a mano. Pasta de color naranja oscuro por fuera y casi negro por dentro. Componentes de cuarzo y mica. Todas las superficies están pulidas o alisadas.

Fig. 29, 12: Fragmento de espalda de urna a mano. Pasta de color negro, dura, apenas depurada y con un desgrasante de mica fina. Decorada con impresiones en forma de hoja.

Fig. 30, 6: Borde de vaso abierto, de cerámica no torneada. Color gris oscuro, casi negro, depurada, pero con granos de cuarzo en su composición. Paredes pulidas.

Fig. 29, 13: Fragmento sin forma de cerámica a mano, decorada con una línea de impresiones alargadas.

Fig. 30, 7: Borde de urna con la pared muy inclinada hacia el interior del vaso. Pasta de color castaño oscuro, con manchas negras; ligeramente micácea. La superficie externa se pulió para eliminar el aspecto rugoso que se ve en la otra cara.

Fig. 30, 1: Mitad superior de una urna de perfil ovoide hecha a mano y de grandes dimensiones. Diámetro borde: 29’5 cm. El borde y el cuello, casi inexistente, están separados del cuerpo por una faja decorada con impresiones en forma de hojas de laurel. La superficie interior es de color negro ceniciento y la exterior rojiza. Toda ella está moteada de láminas de mica dorada y algunos granos de cuarzo de grandes dimensiones (de 2 a 5 mm.). La forma y el perfil, así como la decoración en una zona tan elevada de la pieza, recuerda ejemplares mucho más antiguos —como mínimo de principios del siglo quinto— localizados en otros yacimientos gerundenses, aunque el gran tamaño de este ejemplar no suele ser de los más habituales, ni tiene, como aquellos, la superficie externa rayada con una especie de peine.

Fig. 30, 8 a 10: Varios útiles de piedra. Los nº 8 y 10 tal vez son pulidores o afiladores esporádicos con señales de desgaste en una de sus caras. Ambos son de arenisca de grano muy fino o gres local. El otro es de pizarra o esquisto y con un agujero central, sin señales de uso o desgaste. Ignoramos la función de este último, pero es poco posible que se utilizara como peso de red o bien de telar. Fig. 31, 1: Fragmento de borde de un kantharos de cerámica ática del tipo Saint Valentin decorada en rojo en la parte superior y con decoración floral en blanco; fabricada en la Magna Grecia hacia el último cuarto del siglo V aC. Normalmente, esta producción quizás es más típica del primer cuarto del siglo IV aC. Sin embargo, su localización en niveles datados a partir del 430 aC ha quedado corroborada, especialmente en el período comprendido entre el 430 y el 390/380 (García Cano 1985, 60-61); en Ullastret hacia el último cuarto del siglo V aC (Picazo 1977, 88-91 y fig. 24); en Pontós, entre finales del siglo V y comienzos del siglo IV aC (López/Pons/Fernandez 2001, 207). Este fragmento de Saus, que parece corresponder a un kantharos sessile, se dataría hacia el 425-400 aC (Miró 2006, 333).

Fig. 30, 2: Mitad superior de una urna hecha a mano, de perfil ovoide y con el borde ligeramente abierto, estrechándose en la parte correspondiente al cuello. Pasta de color castaño oscuro y negro en algunos lugares, bastante dura. La parte superior del cuerpo está decorada con incisiones verticales y alargadas, algo irregulares. Fig. 30, 3: Urna de cerámica a mano, alta, esbelta y de perfil ovoide de grandes dimensiones. Diámetro borde: 19’6 cm., altura 37,5 cm. El cuello, casi inexistente, es poco diferenciado en relación al labio y borde, pero está separado del comienzo del cuerpo de la olla mediante una faja decorada con impresiones. La parte comprendida entre el labio y la faja decorada tiene la superficie pulida y fina, mientras que el

Fig. 31, 2: Fragmento de borde y comienzo de asa de un Skyphos ático del tipo de Saint Valentin. Pasta rosada y barniz negro muy brillante. También lleva decoración floral con 47

SAUS II





























Fig. 31. Silo 2. 1 a 5: cerámica ática; 6: ánfora ibérica, 7 a 11: cerámica ibérica a mano, 12 a 14: utensilios de hierro.

48



EL PERÍODO IBÉRICO

SILO 3

pintura blanca. Teniendo en cuenta la forma, una cronología quizás algo más amplia, pero de la segunda mitad del siglo V (450-400 aC), parece la más adecuada (Miró 2006, 333, 1611).

Situado en el extremo norte y de pequeñas dimensiones. En realidad, habían desaparecido al menos dos terceras partes de la zona superior debido al rebaje del nivel natural causado por más de veinte siglos de erosión. El relleno interior estaba formado por un solo estrato de tierras duras, compactas y con poco material arqueológico. Posiblemente se rellenó de forma natural una vez abandonado, ya que a diferencia de la mayor parte del resto, no se observaban las capas vertidas expresamente, que suelen mostrar en la sección un montón de tierra de forma cónica.

Fig. 31, 3: Fragmento de base de cerámica ática a la que le falta el pie. La pieza debería ser de muy buena calidad teniendo en cuenta las características del fragmento. EI fondo interno está decorado con estampillas hechas a ruedecilla. Parece corresponder a un Kílix tipo delicate class, con cronologías bien contrastadas en el último cuarto del siglo V o, ampliándolas, entre el 420-380 aC. Fig. 31, 4: Fragmento de vaso ático sin forma, con decoración de hojas de color blanco formando una cenefa horizontal, de la clase Saint Valentin. Fig. 31, 5: Asa de cerámica ática de muy buena calidad. Debería pertenecer a un Kílix de forma o variante indeterminada. Fig. 31, 6: Fragmento de borde de un ánfora ibérica, de características similares a las del primer silo. Fig. 31, 7: Pequeño vaso o tazón hecho a mano. Interior oxidado, de color naranja oscuro. Pasta ligeramente porosa y con granos de cuarzo. Superficies pulidas, brillantes y finas al tacto.

Fig. 32. Silos 3 y 4, en primer término, durante la campaña de 2007.

Fig. 31, 8: Mitad superior de una urna de cerámica a mano. Probablemente solo tenía un asa. Esta comienza en el labio y termina en la zona más ancha y ligeramente carenada del cuerpo. Pasta de color castaño oscuro o negro, dura, compacta y muy arenosa. El interior de la sección es de color rosado.

En cuanto al material arqueológico de su interior, es extremadamente pobre, con algunas docenas de fragmentos, la mayor parte de los cuales no pueden ni clasificarse tipológicamente, aunque vemos que se trata mayoritariamente de ánforas ibéricas o cerámicas comunes oxidadas y, a veces, con decoración de pintura roja. Señalemos, en todo caso, la presencia de varios fragmentos de ánfora ibérica (fig. 34: 1), dos de ánfora masaliota con la típica pasta naranja y muy micácea, y pedazos de cerámica común hecha a mano y cocida en fuego reductor (fig. 34: 2 y 3), el número total de los cuales contrasta enormemente con el de la cerámica modelada a torno, como podemos ver en el cuadro-resumen que se incluye a continuación. Es difícil, con esta precariedad de restos, proponer una cronología segura para el estrato, que contiene materiales que podemos encontrar durante los siglos V y IV aC y, como residuales, hasta épocas más recientes.

Fig. 31, 9: Fragmento de borde de cerámica a mano, de color negro y con las superficies pulidas, de buena calidad. Algo inclinada hacia el interior, como en algunas grandes urnas del mismo silo. Fig. 31, 10: Fragmento de borde de urna de cerámica a mano; de color negro, muy dura y compacta, ligeramente porosa y con algunos granos de cal. Superficies muy bien pulidas y brillantes. Fig. 31, 11: Fragmento de borde de urna elaborada a mano. Pasta marrón oscuro en el interior y gris oscuro por fuera, ligeramente rugosa, con desgrasante de granos de cuarzo.

UE. 0301

Fig. 31, 12: Martillo de hierro, forjado en una sola pieza y con un agujero rectangular en el centro.

Ánfora ibérica

84

Ánfora masaliota

12

Gris Monocroma

Fig. 31, 13: Tubo metálico, de hierro, de forma cónica y perforación para ir fijado a un mango de madera. Parte de un cuchillo, regatón o de una hoja de lanza. Fig. 31, 14: Anillo de hierro, como una grapa, delgada y de sección cuadrada.

49

Formas

Total

S/Forma 1

12

4

Ibérica oxidada

86

83 4

3

83

Ibérica pintada

16

1

15

Ibérica a mano

5

1

4

Molinos

2

Piedra pulida

1

Fauna

2

SAUS II



























 











 



  

 

      Fig. 33. Secciones generales de los silos 3, 4, 5 y 6.

UE. 3001 Fig. 34, 1: Borde de ánfora ibérica. Pasta naranja clara, más bien rosada, dura, depurada, algo porosa y con la superficie erosionada.

características de las producciones locales. De color marrón oscuro y con abundante desgrasante de cuarzo blanco.

SILO 4 Es de pequeñas dimensiones y ha desaparecido la mayor parte del mismo, de manera que sólo conserva la cuarta parte inferior, como máximo. Posiblemente en su forma original tenía unas dimensiones más reducidas que la mayor parte de los otros silos del yacimiento. Con un diámetro máximo de

Fig. 34, 2: Cuello de ánfora masaliota. Desconocemos la forma exacta del borde. Pasta de color naranja claro, muy micácea. Fig. 34, 3: Base de urna de cerámica a mano, con las 50

EL PERÍODO IBÉRICO





 



 Fig. 34. Materiales de los silos 3 y 4. 1: ánfora ibérica; 2: ánfora masaliota; 3: cerámica a mano; 4: cerámica ibérica oxidada.

140 cm. en la parte que se ha conservado, su profundidad no debió sobrepasar los 100 cm.

ejemplares completamente lisos. Se trata sobre todo de urnas de perfil en S, muy corrientes y abundantes en el yacimiento. Las características de la pasta señalan que son productos con un origen común, probablemente fabricados en la misma casa o en un taller doméstico del entorno inmediato. En general, suelen ser formas relativamente sencillas, ampliamente utilizadas en los hogares ibéricos durante un período larguísimo, con una serie de paralelos numerosísimos. Una categoría aparte, o quizás una producción individualizada, se caracteriza por una pasta mucho más fina y depurada, con las superficies negras y bruñidas, adoptando un aspecto casi metálico. Fabrica sobretodo cuencos hemiesféricos con asas perforadas verticalmente, pero también vasijas bicónicas. Es la que Miquel Oliva llamaba de “técnica buccheroide”, típica sobre todo de los últimos años del siglo V y comienzos del siglo IV aC, que aparece en los mismos contextos en Ullastret y en la necrópolis del Puig de Serra (Martín/Genís 1993, 36), y tiene una difusión que parece limitada a las comarcas costeras y del hinterland ampuritano.

El único estrato de su interior, formado por tierras claras, compactas y muy duras, proporcionó una veintena de fragmentos de cerámica sin forma, salvo un borde de jarra ibérica a torno, de pasta oxidada (fig. 34: 4). Cuatro menudencias, entre fragmentos de ánfora, cerámica a mano y a torno, que no permiten establecer ninguna cronología fiable. UE. 4001 Fig. 34, 4: Borde de una jarra de cerámica ibérica oxidada, seguramente de cuerpo globular. Pasta de color beige oscuro o amarronado, con puntos blancos, fina, dura y ligeramente porosa. Se trataría de una jarra de cuerpo esférico y boca muy abierta, similar o prácticamente idéntica a la del silo nº 5 o a las de Mas Gusó, en un contexto poco claro de entre los siglos V y III a. C. (Casas/Soler 2004, fig. 44, 6 y 7, UE 3060).

SILO 5 Aparte, las cerámicas a torno se pueden clasificar en ánforas ibéricas y cerámicas oxidadas de diferentes calidades: jarras decoradas con pintura roja y blanca, cuencos, pucheros, etc. El grupo de las ánforas es el más numeroso, siempre con la misma forma genérica, pero con una variedad de acabados de bordes y labios notable. Lo mismo podemos decir de las pastas, que señalan diversos lugares de procedencia para estos recipientes, aunque posiblemente las tonalidades que observamos en los diversos fragmentos quizá no tienen porqué indicar forzosamente procedencias diferentes, sino talleres más o menos diferenciados pertenecientes a la misma área. En el fondo, la composición de la pasta de unos y otros viene a

Un silo de forma irregular, seguramente debido a su deterioro una vez abandonado y antes de ser rellenado de tierra. Por su profundidad (60 cm. como máximo), deducimos que también desapareció la mitad superior a causa de la erosión. En cuanto al relleno, solo pudimos identificar un estrato de tierras muy cenicientas (UE 0501), aunque en medio había algunos sub-estratos formados únicamente por cenizas. En realidad, se trataba de finas capas que se depositaron en un único momento mientras se iba colmatando el silo. El material arqueológico de su interior, totalmente homogéneo, estaba formado por un conjunto notable de cerámica a mano, a menudo con decoraciones de cordones impresos y con otros 51

SAUS II

entre el 420 y el 380 aC, aunque este último fragmento se fecha con bastante precisión en torno al 430-420 aC (Sparkes/ Talcott 1970, nº 481-490). Todo ello señala una cronología del último cuarto del siglo V aC para la deposición del estrato que rellenaba el silo y probablemente no sería posterior al 400 aC. Vale la pena señalar la presencia de fragmentos de dos fíbulas de resorte y un disco, también de bronce, realizado con una lámina muy delgada, y de dos objetos de hierro, difíciles de clasificar o de conocer su función. Por último, y tal como ocurre en prácticamente todos los silos del yacimiento, identificamos algunos objetos o útiles de piedra. Aparte de los molinos, habituales en un yacimiento de estas características, encontramos guijarros que por su forma y características fueron aprovechados como utensilios. Todos ellos son de arenisca de grano fino y muestran señales de uso o pulido en alguna o en todas sus caras. Ya habíamos localizado algunos en los silos 1 y 2 excavadas en 1980, con unas formas claras y señales de desgaste evidentes. Volveremos a ver nuevos ejemplares en los demás silos. UE. 0501 Ánfora Ibérica

Total 389

Ánfora masaliota

S/Forma

26

363

3

Gris monocroma

Fig. 35. Jarra de cerámica ibérica oxidada decorada con pintura roja y blanca, procedente del silo 5.

Formas

3

4

2

2

Ibérica oxidada

167

10

157

Ibérica pintada

19

1

18

5

5

ser la misma. A partir de los ejemplares más completos podemos ver que se trata de ánforas del tipo 2A y 2D como las de la “despensa” de Ullastret, ámbito bien datado a principios del siglo IV aC (Sanmartí/Bruguera 1998), aunque el origen de esta variante o forma de ánfora puede situarse claramente en el siglo quinto.

Ática

El número de fragmentos de ánfora (teniendo en cuenta que buena parte pertenecen a individuos que luego se han restaurado), es similar al de la cerámica hecha a mano, solo un poco más alto. En cambio, el número de fragmentos de cerámica ibérica oxidada, modelada a torno, es la mitad. Quizás no es significativo, pero son unos porcentajes diferentes a los que encontramos en otros silos. Entre esta cerámica oxidada, hay formas relativamente típicas y conocidas (las jarras de borde exvasado), junto a otras menos habituales, como la urna de cuello alto y sin asas decorada con franjas alternas de pintura blanca y roja (fig. 37 ).

Ibérica a mano

355

118

Barníz negro/Magna Grécia?

1

1

Molinos

1

Piedra pulida

2

Bronce

9

Hierro

2

Adobe/Arcilla

12

Malacológicos

3

Fauna

237

Indet.

UE. 0501 Fig. 37: Jarra ibérica de cuello alto, a torno, decorada con franjas alternas de pintura blanca y roja. Pasta de color beigemarrón claro, fina, bien depurada, muy dura y de buena calidad. Sin asas. Un ejemplar prácticamente idéntico procede de Mas Gusó, pero sin decorar y con el labio algo más complejo (UE 3078). Se conoce un segundo ejemplar de la Creueta. Quizás deriva de los vasos o urnas de cuello alto de la cerámica ibérica oxidada que aparecen en diferentes variantes en la Península Ibérica y también en el Languedoc (Jully 1982, fig. 6).

Una tercera categoría la constituyen las importaciones, concretamente, las cerámicas áticas y la gris monocroma, con un repertorio limitado, pero que son las piezas más importantes de cara a concretar la cronología del estrato, confirmando lo que en general podemos deducir del resto de material local. Las bases de copas áticas con decoración impresa en el fondo interno, los fragmentos de copa “Castulo” o un fragmento de kílix “delicate class” nos abocan hacia una cronología de

Fig. 38, 1: Fragmento de urna a mano, carente de borde y base, decorada con un cordón en relieve. Pasta de color marrón oscuro tendente al gris, irregular, con desgrasante de grano grueso, arenosa, con cuarzo y mica. Superficie poco pulida, 52

EL PERÍODO IBÉRICO 

Fig. 37. Jarra de cerámica ibérica oxidada decorada con pintura roja y blanca, procedente del silo 5.

negro por fuera, marrón oscuro por dentro. De grano grueso, poco depurada, tosca, aunque pulida y alisada por dentro. Desgrasante de polvo de mica y cuarzo. Parte superior del cuerpo decorada con un cordón en relieve alternado con mamelones alargados. Este tipo se documenta en Mas Gusó entre la segunda mitad del siglo V y la primera del siglo IV aC (Casas/Soler 2004, fig. 71, 1). El cuello y labio poco inclinado es como los del Tossal del Moro (Arteaga/Padró/Sanmartí 1990, fig. 24-36). La decoración también la observamos en la Penya del Moro de Sant Just Desvern (Barberà/Sanmartí 1982, lám. III, 1). En la zona de Narbona aparecen ejemplares con la misma forma genérica y este tipo de perfil (Gailledrat/ Solier/Boisson 2003, fig. 7, 1-2), en la segunda mitad o último tercio del siglo V aC.

Fig. 36. Campaña de 2007. Silos 5 y 6.

con zonas ahumadas o francamente negras. Fig. 38, 2: Borde y cuerpo de urna de cerámica a mano, de color gris oscuro y manchas marrones. Tosca, mal depurada, rugosa y sin pulir. Desgrasante de cuarzo y polvo de mica. Decoración impresa en el punto de unión del cuello y el cuerpo. El perfil recuerda el de algunos ejemplares de Castell, con una cronología de los siglos VI-V aC (Martín 1977a, fig. 2, 1), y uno de Narbona, de la segunda mitad del siglo V aC (Gailledrat/Solier/Boisson 2003, fig. 7, 1).

Fig. 39, 1: Urna de cerámica a mano, con las paredes de la base algo irregulares. De color negro en la mitad superior y gris oscuro en la parte de abajo. Burda, mal depurada, con granos de cuarzo y polvo de mica; porosa y pulida solo por dentro. Decorada con un cordón de relieve en el que se alternan pequeños pezones circulares. Con el labio más delgado, encontramos este tipo en el Tossal del Moro en contextos del siglo V aC (Arteaga/Padró/Sanmartí 1990, fig. 24, 36 y fig. 30, 139, p. 244). En Mas Gusó, en estratos de la segunda mitad del siglo V y primera del siglo IV aC (Casas/Soler 2004, fig. 70, 3 y fig. 71, 1). En Ampurias, en la segunda mitad del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 15, 13-15). En Castell (Palamós), entorno los siglos VI-V aC (Martín 1977a, 244).

Fig. 38, 3: Borde y parte del cuerpo de urna modelada a mano, de color marrón oscuro, casi negro, muy bien depurada. La superficie interna es más clara, rojiza. Desgrasante de granos de cuarzo y puntos blancos. Pulida y lisa por dentro y por fuera. Fig. 38, 4: Urna de perfil sinuoso, en ‘ese’, labio sencillo y delgado. Color negro, micácea, con cuarzo de grano grueso, pulida y alisada por fuera y rugosa en el interior. En Mas Gusó encontramos algunos perfiles prácticamente idénticos a los de este ejemplar (Casas/Soler 2004, fig. 90, 3).

Fig. 39, 2: Cuenco de cerámica a mano, de color negro en la superficie y marrón rojizo en el interior de la sección. Muy

Fig. 38, 5: Urna carente de base, a mano. Pasta de color gris/ 53

SAUS II





 

 

Fig. 38. Cerámica ibérica reducida, elaborada a mano, del silo 5.

54

EL PERÍODO IBÉRICO

Fig. 40, 1: Borde de urna a mano, decorada con un mamelón. Pasta de color marrón-naranja en la sección y casi negro en la superficie. Desgrasante de cuarzo y mica. Pulida por dentro.

bien depurada, de grano fino, con la superficie muy pulida y brillante, con iridiscencias casi metálicas imitando un barniz. Decorada con mamelones perforados verticalmente, que hacen la función de asas.

Fig. 40, 2: Cuello y borde de urna modelada a mano. Poco pulida, rugosa y porosa. Marrón oscuro y manchas grises, casi negras.

Fig. 39, 3: Base de un cuenco de cerámica a mano, con las mismas características técnicas que la pieza anterior. Fig. 39, 4 y 6: Dos cuencos de cerámica a mano, de pequeñas dimensiones. El primero, entero. Pasta de color gris muy oscuro, casi negro, de grano fino y muy bien depurada, con polvo de mica y pequeños granos de cuarzo. Interior de la sección marrón o rojo muy oscuro.

Fig. 40, 3: Cuello de urna a mano, casi negra, con desgrasante de cuarzo, poco pulida y con decoración impresa.

Fig. 39, 5: Pomo o asidero de tapadera de cerámica a mano. Pasta casi negra por fuera y marrón en el interior del corte. Desgrasante de grano grueso, con cuarzo blanco y poca mica. Acabados irregulares y no muy pulidos.

Fig. 40, 5: Borde de urna a mano, de color marrón oscuro y zonas casi negras. Muy arenosa, porosa y poco pulida, con muchos granos de cuarzo blanco.

Fig. 40, 4: Borde de urna de forma irregular e irregularmente acabada, deformada. Pasta de color negro.

Fig. 40, 6: Pared y cuello de urna de cerámica a mano. Pasta de color negro, tosca, porosa, poco depurada y rugosa en las superficies, con desgrasante de cuarzo. Carena decorada con una franja en relieve e incisiones. La decoración, que se repite en otros ejemplares de Saus, la encontramos también en la Penya del Moro en contextos similares (Barberà/Sanmartí, 1982, fig. 111, 1).

Fig. 39, 7: Base de olla o urna de paredes casi verticales y fondo plano. Cerámica a mano con la pasta de color marrón y gris oscuro, muy arenosa, con cuarzo blanco. El interior del corte es de un color marrón rojizo. Fig. 39, 8: Fragmento de la panza de una urna de cerámica a mano. Color entre gris y negro, a manchas, con zonas marrones. Porosa, arenosa, micácea y con cuarzo de grano fino. La parte superior del cuerpo, cerca del inicio del cuello, está decorada con una franja de barro en relieve, en forma de Z, con incisiones regulares.

Fig. 40, 7: Mitad superior de urna hecha a mano; muy pulida, sobre todo por dentro, donde parece casi bruñida. Color gris muy oscuro, con tonalidades verdosas en el interior de la fractura. Micácea y con pequeños granos de arena blanca o cuarzo. Algunas manchas del interior adoptan un color marrón. Encontramos paralelos idénticos en Mas Gusó en la segunda mitad del siglo V y primera del siglo IV aC (Casas/Soler 2004, UE 3078), en el Tossal del Moro, en el siglo V aC. (Arteaga/ Padró/Sanmartí 1990), y Castell (Martín 1977a, fig. 2, 3), en contextos de los siglos VI-V aC.

Fig. 39, 9: Cuenco de cerámica a mano. Pasta negra por fuera y marrón en el interior de la sección. Pulida por dentro, arenosa, con cuarzo y mica, bien depurada y fina, con las mismas características que los cuencos de la fig. 39: 2 y 3. Forma típica y habitual en Saus II.

Fig. 40, 8: Base de ánfora ibérica. Pasta bicolor, gris por dentro y naranja por fuera; muy dura, fina, bien depurada y con polvo de mica. Podría ser un producto de la zona.

Fig. 39, 10: Parte del cuerpo de una urna de cerámica a mano, de color marrón oscuro y gris oscuro en algunas zonas. Desgrasante de cuarzo blanco, de grano grueso, pulida por dentro y rugosa por fuera. Decorada con incisiones alargadas.

Fig. 40, 9: Urna de cerámica a torno. Pasta rojiza, dura, fina, bien depurada, con puntos blancos y polvo de mica. La superficie exterior es de color gris oscuro y rugosa. Franja de decoración impresa similar a la de las urnas hechas a mano.

Fig. 39, 11: Borde de una urna de cerámica a torno, pero con las mismas características que los ejemplares modelados a mano. Pasta de color marrón oscuro, micácea, con el interior del borde pulido o alisado. La superficie externa es de color gris oscuro.

Fig. 41, 1: Base de una copa de cerámica ática de barniz negro, de excelente calidad y decorada con un gran rosetón en el interior, rodeado por un doble círculo y una segunda roseta impresa. Grafito en el fondo externo (una Λ ?). La forma y sobre todo la decoración se documentan ampliamente en el Ágora de Atenas en torno a los años 430-425 aC. (Sparkes/ Talcott 1970, nº 481, 483, 484, 490). En la zona de Narbona, en un depósito del último tercio del siglo V aC (Gailledrat/ Solier/Boisson 2003, fig. 6, 2).

Fig. 39, 12: Borde de urna elaborada a mano, de acabados algo irregulares. Pasta mal depurada, con muchos granos de cuarzo blanco. Color marrón claro y poco ennegrecida por el humo. Exterior con una franja de decoración impresa. Fig. 39, 13: Parte del cuerpo e inicio del cuello de urna de cerámica a mano, decorada con una franja en relieve. Pasta con desgrasante de cuarzo blanco y mica; de color negro por fuera y marrón por dentro. Pulida en la parte superior externa y en todo el interior.

Fig. 41, 2: Base de copa ática de barniz negro con el fondo interno decorado con una estrella de 9 puntas impresa. Fondo 55

SAUS II













 





 

 

Fig. 39. Cerámica ibérica modelada a mano del silo 5.

56

EL PERÍODO IBÉRICO









 





 



Fig. 40. Silo 5. 1 a 7: cerámica ibérica a mano; 8: ánfora ibérica; 9: cerámica ibérica a torno, con decoración impresa.

externo con círculos negros alternando las zonas reservadas. Decoración habitual en ejemplares de entorno el 420 aC en el Ágora de Atenas (Sparkes/Talcott 1970, nº 500). Un repertorio de bases del mismo tipo, en Empúries (Sanmartí et alii 1987, fig. 11), en la segunda mitad avanzada del siglo V aC; y en Ullastret (Picazo 1977, 101, nº 8, 10 y 11), con la misma decoración, es considerada de comienzos del siglo IV aC.

en principio en las variantes del de Saus II, se consideran del último cuarto del mismo siglo (Marichal/Rébé 2003, fig. 101, 1 y 2). Fig. 41, 4: Fragmento de borde de una copa “Castulo” típica, con cronologías genéricas de la segunda mitad del siglo V aC, aunque un ejemplar del Ágora de Atenas es considerado del segundo cuarto del siglo V aC (Sparkes/Talcott 1970, nº 471). M. Picazo fecha los de Ullastret más parecidos al nuestro a principios del siglo IV aC (Picazo 1977, 101, 1). En Empúries (Sanmartí et alii 1987, UE 7019, fig. 7, nº 10 y 12), se consideran de la segunda mitad del siglo V aC, igual que en

Fig. 41, 3: Borde y asa de skyphos de cerámica ática. Fragmento demasiado pequeño para conocer la variante exacta. Los ejemplares más antiguos del Ágora de Atenas se fechan en el segundo cuarto del siglo V aC, mientras que los de Ruscino, 57

SAUS II













 

Fig. 41. Silo 5. 1 a 5: cerámica ática; 6: cerámica de barniz negro de procedencia indeterminada, 7 y 8: fusayolas.

58



EL PERÍODO IBÉRICO

















  







Fig. 42. Silo 5. Ánforas ibéricas.

Ruscino (Marichal/Rébé 2003, fig. 99, 1), fechados en torno al 425-400 aC.

Fig. 41, 7 y 8: Dos fusayolas de cerámica a mano, de color gris/negro, con desgrasante de cuarzo blanco y puntos de cal.

Fig. 41, 5: Borde de un kílix de cerámica ática, variante indeterminada del tipo genérico Ágora nº 474 a 482, con cronologías entre los años 450 al 430 aC (Sparkes/Talcott 1970). Semejante a ejemplares de Ullastret y Empúries, fechados a finales del siglo V aC (Picazo 1977, 95, 4; Sanmartí et alii 1987, fig. 7, 15).

Fig. 42, 1 a 6: Bordes de ánfora ibérica. Pasta de color beige naranja oscuro, ligeramente porosa, con puntos blancos, dura y depurada. A pesar de las diferentes tonalidades de la pasta (más oscura o más clara), todas tienen las mismas características que señalan un origen común, probablemente no de esta zona.

Fig. 41, 6: Base de cerámica de barniz negro de procedencia indeterminada (no ática). Barniz de baja calidad y casi todo desaparecido. Pasta beige-amarillenta, fina y con minúsculos puntos blancos.

Fig. 42, 6-9: Asas de ánfora ibérica. La primera de sección acanalada, presente en el transcurso de todo el siglo V aC (ejemplares en Pech Maho entre el 510 y el 450; Gailledrat/ Solier 2004), y en los mismos silos de Saus a finales de la 59

SAUS II

MONO 7c o variante, con una cronología genérica de finales del siglo VI y primera mitad del siglo V aC. Paralelos en Pech Maho, fases Ib y Ic, en contextos de hasta el 450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 74 y fig. 214, 5). En Mailhac la forma se documenta desde la segunda mitad del siglo VI y la primera del siglo V aC (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 151). Pero en Saus también aparece en el silo 1. Fig. 44, 2: Borde de cerámica gris monocroma, fina, depurada y de buena calidad. Fig. 44, 3: Fragmento sin forma de cerámica ibérica pintada. Pasta de color naranja o rosado, dura y depurada, con puntos blancos. Pintura blanquecina. Repertorio amplio en contextos de finales del siglo VI aC y prácticamente en todo el siglo V aC en las comarcas de Girona. Fig. 44, 4: Borde de jarra ibérica oxidada, con decoración de pintura negra y roja. Arcilla como la del ejemplar anterior. Este tipo de borde lo encontramos en Mas Gusó en la segunda mitad del siglo V y primer cuarto del siglo IV aC (Casas/ Soler 2004, fig. 63, 6), y en el mismo yacimiento en estratos mezclados o alterados, de los siglos IV-III aC. Fig. 44, 5: Disco de cerámica oxidada, tapadera de vaso (?) Con el pomo roto. Fig. 44, 6: Hueso labrado, con la cara superior pulida y la inferior rugosa. Podría ser un aplique o un elemento para ir engastado sobre una superficie lisa. Fig. 44, 7: Lámina de bronce. Fig. 44, 8: Piedra alargada y sección elíptica, limpia y con señales de uso por todos lados. Arenisca de grano grueso, de origen local. Fig. 45, 1: Disco de bronce con perforación central, muy delgado y quebradizo.

Fig. 43. Ánfora ibérica del silo 5.

centuria. Todas con pastas similares; de color beige o naranja claro, pequeños poros, puntos blancos, muy duras y, en el último ejemplar, restos de una engobe blanquecino.

Fig. 45, 2: Anillo de bronce, de sección plana. Fig. 45, 3 y 4: Fíbulas de bronce de doble resorte y cabeza romboidal o en diamante. Arco de sección curvada. Tipo de larga tradición, con paralelos desde la segunda mitad del siglo VI aC y primera mitad del siglo posterior en Mailhac (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 183, 10-12), con una amplia distribución, sobre todo en el período 500-450 aC (Gailledrat 1997, fig. 145). Pero también en contextos más recientes, a pesar de su origen antiguo.

Fig. 42, 10: Ánfora ibérica. Pasta beige naranja; dura, compacta, bien depurada, con muchas líneas de torneado tanto por fuera como por dentro. Algunos puntos blancos de cal en el desgrasante o composición de la arcilla. Asa de sección circular o elíptica. Paralelos en la “despensa” de Ullastret, datada a finales del siglo V o inicios del siglo IV aC (Sanmartí et alii 2004), tipo 2A o 2D; en el depósito de La Mayrale (Narbona), en un contexto del último tercio del siglo V aC, junto con áticas de barniz negro iguales a las del silo de Saus (Gailledrat/Solier/Boisson 2003, 165 y 167). Tipo genérico AIBER R3.

Fig. 45, 5: Hoja de bronce (quizás una pequeña navaja o un scalptorium), con la cabeza doblada y el extremo decorado con dos pequeños círculos. Un buen repertorio en Pontós en silos y ámbitos fechados entre los siglos V y IV aC, sobre todo en el último cuarto del siglo quinto (Pons et alii 2002, 337 n. 12, 341, 342 y 345). Un ejemplar de Mas Gusó apareció en un contexto tardío, de época romana (Casas/Soler 2004, 237) y

Fig. 44, 1: Pie de una jarra de cerámica gris monocroma, bien depurada, con pequeños puntos blancos y negros, tipo GR60

EL PERÍODO IBÉRICO





 











Fig. 44. Silo 5. 1 y 2: cerámica gris monocroma; 3 y 4: cerámica ibérica oxidada; 5: disco de cerámica oxidada; 6: aplique de hueso; 7: hierro; 8: utensilio de piedra pulida.

restos del suelo natural que encontramos en diversos sectores del yacimiento, formado por una tierra rojiza.

fue considerado erróneamente como un scalptorium romano. Fig. 45, 6: Lámina de bronce curvada con dos perforaciones, seguramente para ser fijada a un elemento de madera.

El segundo estrato, de unos 50 cm. de potencia, era de tierras arcillosas, más bien fangosas, compactas, con algunas piedras mezcladas y varios fragmentos de cerámica, en proporción, menos que en el estrato 1, si tenemos en cuenta la relación entre el volumen de tierra y el número de fragmentos.

Fig. 45, 7: Herramienta o utensilio de hierro con el extremo doblado. Función desconocida.

SILO 6 Debajo había tres estratos más delgados, los 0603 y 0604 adoptando forma cónica, más altos en la parte central, como ocurre en la mayor parte de los silos, debido a la forma repentina en que se produjo la obliteración del depósito. El tercer estrato estaba formado por tierras amarillentas mezcladas con cenizas. Esta tierra de color amarillo se origina debido a la mezcla de arenas procedentes del suelo geológico de roca arenisca que predomina en la mitad del yacimiento. Las cenizas vegetales proceden de la limpieza de un hogar o a causa de su transporte desde un vertedero doméstico próximo.

La estratigrafía, sin ser nada del otro mundo, era algo más compleja. Como en los otros, también había desaparecido la parte superior, conservándose tan sólo hasta una profundidad de un metro. Como mínimo, la parte desaparecida se elevaba 50 cm. con respecto al nivel actual del suelo geológico. El relleno interior estaba formado por cinco estratos, que aunque fueron depositados uno tras otro y de manera seguida, son absolutamente contemporáneos. El primero, empezando por arriba, era una capa de unos 15-20 cm. formada por tierras oscuras que contenían una cantidad elevadísima de fragmentos de barro y restos de adobe cocido procedente del suelo y muros de una cabaña. En realidad, todo el estrato estaba formado por estos restos. Algunos de los ladrillos tenían una buena consistencia, seguramente debido a que habían sido expuestos al fuego por alguna de sus caras. En cuanto a los fragmentos de placas de barro cocido o quemado, la parte superior era completamente lisa, mientras que la inferior era irregular y con restos de tierra rojiza y pequeños piedras pegadas. Al parecer, cuando se arrancaron de su lugar original arrastraron

El estrato 4 (UE 0604), situado debajo, era una capa compacta de restos de adobes y placas de barro endurecido por el uso y circulación, procedente del suelo de una casa. Tienen las mismas características que los fragmentos que también habíamos encontrado en el silo 5 y que los que en mayor o menor cantidad encontraremos en todos los silos del yacimiento. El último estrato, la UE 0605, es prácticamente idéntico al 61

SAUS II



   

  



 

Fig. 45. Silo 5. 1 a 6: disco, anillo, fíbulas y navaja de bronce; 7: utensilio de hierro.

anterior, pero con la diferencia de que está formado únicamente por restos de adobes y barro cocido de pavimento, sin tierra, pero con algunos fragmentos de cerámica que no hacen otra cosa que confirmar que todo el relleno, de arriba abajo, se produjo en un solo momento.

UE. 0601 Ánfora ibérica

Aparece el mismo repertorio en cualquiera de los cinco estratos del silo y, en algunos casos, parece que algunos de los fragmentos de uno y otro pertenecen a los mismos recipientes, lo que se hace más evidente en el caso de las cerámicas a mano, con pastas idénticas y decoraciones con cordones impresos que parecen pertenecer a piezas comunes. En cuanto al material arqueológico que nos puede proporcionar cronología, a parte de un importante conjunto de cerámicas a mano, ya señaladas, volvemos a encontrar el repertorio habitual de fragmentos de ánfora ibérica de boca plana, de procedencias y talleres diversos, con diferentes soluciones en el acabado de los labios; cerámicas ibéricas, jarras con el labio en forma de cuello de cisne, a menudo con una franja de pintura de color rojo oscuro; morteros masaliotas o sus imitaciones hechas en talleres locales, algún fragmento de cerámica de pasta clara procedente de algún lugar indeterminado del golfo de León; grises locales y posiblemente también grises monocromas foráneas, y algunos pedazos de cerámica ática, entre los que identificamos un pie de copa y un borde de lekythos de paredes muy finas y buena calidad. Todo ello nos conduce hacia un entorno cronológico de la segunda mitad avanzada del siglo V aC o al cambio de siglo.

Total

Formas 12

Gris monocroma

2

Ibérica oxidada

22

S/Forma 3

9

2

20

2

Ibérica pintada

1

1

Ática

2

2

Ibérica a mano

28

4

Fauna

17

Bronce

1

24

UE 0601 Fig. 46, 1: Pie de copa de cerámica ática, probablemente del tipo Ágora 413 o 440. En todo caso, con una cronología de hacia el 480-450 aC. Fig. 46, 2: Fragmento de cuello y borde de lekythos de variante indeterminada, pero probablemente con el cuerpo globular. En este caso, habría que datarlo hacia el primer cuarto del siglo IV aC, aunque en función de la variante exacta podríamos hacer retroceder su cronología hasta el último cuarto del siglo V aC. Ejemplares en Empúries (Miró 2006, 336 y 242, fig. 533, 652, 711, etc.). También en Ullastret (Picazo 1977, XXIII, 1 y 3). Fig. 46, 3: Cuerpo y cuello de una urna de cerámica a mano. Pasta de color negro, pulida, de buena calidad y decorada con un cordón en relieve y mamelones alargados. 62

EL PERÍODO IBÉRICO





















Fig. 46. Silo 6. 1 y 2: cerámica ática; 3 a 5: cerámica ibérica a mano; 6: cerámica ibérica oxidada, 7 y 8: ánfora ibérica; 9: disco de bronce.

gris oscuro, casi negro, con desgrasante de cuarzo y mica.

Fig. 46, 4 y 5: Fragmentos de borde de urnas modeladas a mano, sin características especiales. Pasta de color marrón oscuro, casi negro, de tacto arenoso, granos de cuarzo y con las mismas características que la mayor parte de la producción localizada en el yacimiento.

Fig. 47, 2: Mitad inferior de un cuenco similar a los de los silos 1 y 2, o pequeña urna de cerámica modelada a mano. Pasta de color gris oscuro, negra en la superficie. Desgrasante de cuarzo blanco y polvo de mica.

Fig. 46, 6: Borde de jarra ibérica oxidada decorada con una franja de pintura roja en el labio. Pasta de color beige naranja, con pequeños puntos blancos, dura y de buena calidad.

Fig. 47, 3: Base de urna hecha a mano, plana, elaborada con una arcilla de grano grueso, con mucho cuarzo blanco y polvo de mica, con aspecto muy arenoso. Color naranja rojizo.

Fig. 46, 7 y 8: Fragmentos de borde de dos ánforas ibéricas. Ambas con la pasta de color naranja claro, con pequeños puntos blancos, dura, compacta y de buena calidad.

Fig. 47, 4: Mitad superior de urna a mano. Pasta de color gris oscuro-marrón oscuro; algo micácea y con granos de cuarzo blanco. Poco pulida y con la superficie rugosa al tacto. Decorada con un cordón en relieve al que se aplicaron pequeñas impresiones alargadas. Forma y decoración se repiten, entre otros lugares, en Mas Gusó (Casas/Soler 2004, fig. 90, 3).

Fig. 46, 9: Disco de bronce, delgado y muy deteriorado, idéntico al del silo núm. 5. UE 0602 Fig. 47, 1: Borde de urna de cerámica a mano. Pasta de color

Fig. 47, 5: Mitad superior de una urna con el mismo perfil 63

SAUS II

UE. 0602

Total

Formas

S/Forma

Ánfora Ibérica

41

4

37

Gris monocroma

15

2

13

Ibérica oxidada

89

2

87

Ibérica pintada

2

1

1

Ibérica a mano

143

25

118

Mortero (local)

2

2

Mortero (masaliota)

1

1

Gris indeterminada

2

Adobe/arcilla cocida

1

Malacológicos Fauna

claro (tal vez un marrón claro), ligeramente porosa y con la superficie algo harinosa al tacto. Pequeños puntos blancos y polvo de mica. El interior tiene un color gris claro. Fig. 48, 1: Mortero masaliota. Pasta beige-amarillenta, muy micácea y con puntos marrones. La forma se documenta en Pech Maho en las fases Ib y Ic, del 540-510 y 510-450 aC, respectivamente (Gailledrat/Solier 2004, fig. 99, 1 y 4; fig. 240, 1 y 4). Viene a ser el tipo 623c de Gomez, quien considera que tiene su origen en el siglo V (no se remontaría hasta el VI aC) y no perduró más allá del año 400 aC (Gómez 2000, 119, fig. 5 , B363 y B383). Los paralelos que cita corresponden a finales del siglo V aC.

2

3 39

Fig. 48, 2: Mortero, seguramente ibérico, con la pasta de color gris más o menos claro. Ligeramente arenosa, con desgrasante de cuarzo blanco, algo porosa, puntos negros y muy parecida a la cerámica común local. La forma recuerda la de un ejemplar de Mailhac, datado entre la segunda mitad del siglo VI aC y primera del siglo V aC (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 169, 3 y 4). Más próximo, en Pontós apareció uno en contextos del 425-400 aC (Pons et alii 2002, 223, 12), en ese caso considerado de origen griego.

que la anterior. Pasta en parte de color gris oscuro y en parte marrón/rojo oscuro. Cuarzo blanco y polvo de mica. En general, fina y bien pulida. Decorada con un cordón en relieve y con motivos impresos. El perfil y la decoración aparecen en Pontós en un contexto del 425-400 aC, aunque el motivo decorativo también se repite en un ejemplar cien años más reciente (Pons et alii 2002, 244, 1 y 3; 249, 2 y 4).

Fig. 48, 3: Borde de ánfora ibérica. Pasta de color beigenaranja, poco porosa y bien depurada, con pequeños puntos de cal y polvo de mica.

Fig. 47, 6: Cuello y borde de urna hecha a mano. Pasta de color rojo amarronado, de tacto arenoso debido a los granos de cuarzo blanco en su desgrasante, mezclados con polvo de mica. En algunas zonas tiene manchas más oscuras, más bien grises.

Fig. 48, 4: Borde de jarra o ánfora masaliota. Pasta de color naranja claro, con puntos marrones y blancos, mica dorada (no tanta como es habitual). Si bien la forma es la característica de las ánforas de aquella colonia, la franja de pintura roja y el hecho de no presentar la típica pasta micácea parece hacerla más próxima a una jarra de pasta clara. Podría tratarse, sin embargo, de un ánfora masaliota de la producción sin mica. En cualquier caso, su origen masaliota no parece discutible. En cuanto a la pintura, en Agde aparecen ánforas masaliotas con pintura roja en el borde (Nickels 1995, 66).

Fig. 47, 7: Borde de urna de cerámica a mano, conservando el asa, de sección plana. La superficie es de color gris oscuro, casi negro, mientras que el interior de la sección es naranja o marrón claro. Una vez más, desgrasante de cuarzo blanco, polvo de mica y pequeños puntos de cal. Fig. 47, 8 y 9: Dos fragmentos correspondientes a la espalda/ carena decorada de urnas modeladas a mano, con las mismas características en la arcilla que vemos en los ejemplares anteriores.

UE 0603 Fig. 49, 1: Cuerpo y espalda de urna de cerámica a mano. Pasta de color rojo tendiendo a marrón. Gris oscuro y negro en el interior. Arenosa, con desgrasante de cuarzo y mica.

Fig. 47, 10: Fragmento de plato à marli de gris monocroma. Pasta de color gris claro, originalmente con las superficies recubiertas de una fina capa de color más oscuro, prácticamente desaparecida. Desgrasante de pequeños puntos blancos y pasta ligeramente porosa. Parece un producto occidental, de la zona Narbonense. La variante se documenta sobre todo desde la segunda mitad del siglo VI aC hasta casi mediados de la centuria siguiente, tanto en Mailhac como en Pech Maho en las fases Ib y Ic (Gailledrat/Solier 2004, fig. 64, 23, 24 y 27; fig. 210, 8), y Salles d’Aude también entre finales del siglo VI y comienzos del siglo V aC (Passelac 1995, fig. 12, 3 y 4). La carena externa parece más propia de principios del siglo V aC.

Fig. 49, 2: Borde de una copa de gris monocroma (no parece local), sin la pátina más oscura que suele recubrir la superficie. Forma asimilable al tipo V de Arcelin-Pradelle. Fig. 49, 3: Borde de ánfora ibérica. Pasta de color naranja claro, con puntos blancos de cal y pequeños poros. Dura y compacta. Fig. 49, 4: Borde de una gran jarra de cerámica ibérica oxidada. Naranja oscuro, con el interior gris en algunas zonas. Polvo de mica y pequeños puntos de cal en la composición de la arcilla.

Fig. 47, 11, 12 y 13: Bordes de ánfora ibérica. La primera, con la pasta de color beige y pequeños poros, puntos blancos y polvo de mica. Las otras dos, con pasta de color beige naranja

Fig. 49, 5: Borde de cerámica ibérica oxidada, de color 64

EL PERÍODO IBÉRICO















 







 

Fig. 47. Silo 6, estrato 2. 1 a 9: cerámica ibérica reducida, a mano; 10: gris monocroma, 11 a 13: ánfora ibérica.

65

SAUS II











Fig. 48. Silo 6, estrato 2. 1: mortero masaliota; 2: mortero ibérico; 3: ánfora ibérica; 4: ánfora o jarra masaliota.

UE 0604 Fig. 49, 7: Fusayola de color gris oscuro o negro. Pasta con las mismas características de composición que vemos en la cerámica a mano reducida.

naranja y con pequeños puntos blancos y marrones en la composición de la arcilla Fig. 49, 6: Base de urna elaborada a mano. Superficie negra por dentro y marrón oscuro en el exterior. Pasta con cuarzo y polvo de mica. UE. 0603

Total

Ánfora ibérica

Formas

S/forma

11

1

10

Gris monocroma

2

1

1

Ibérica oxidada

18

1

17

Ibérica pintada

1

1

Adobe/arcilla

2

Fauna

3

UE. 0604

Total

Fig. 49, 8 y 9: Fragmentos de cerámica a mano con decoraciones de cordones impresos. Composición de la arcilla habitual.

Formas

Fig. 49, 10: Borde de urna de cerámica ibérica a mano, de color gris oscuro en el exterior y rojo oscuro por dentro. UE. 0605

S/forma

31 10

1

9

Ibérica oxidada

37

1

36

Ibérica pintada

3 31

9

Ibérica a mano

Gris indeterminada

7

7

Arcilla quemada

Ibérica oxidada

24

24

Ibérica pintada

1

1

Ibérica a mano

17

Adobe/base hogar

S/forma

Gris monocroma

9

1

Formas

Ánfora ibérica

Ánfora ibérica

Fusayola

Total

Malacológicos Fauna

31

3 6

25

1 1 13

16

UE 0605 Fig. 50, 1: Base de cerámica gris, posiblemente local. En la arcilla, mucha mica en polvo, pequeños

1 Indeter.

66

EL PERÍODO IBÉRICO























Fig. 49. Silo 6, estratos 3 y 4. 1 y 6: cerámica indígena a mano; 2: gris monocroma, posiblemente local; 3: ánfora ibérica, 4 y 5: cerámica oxidada; 7: fusayola, 8 a 10: cerámica a mano.

puntos

blancos

de

cal

y

grandes

vacuolas.

color naranja muy oscuro, casi marrón, con el grano grueso, arenosa, con mucho cuarzo blanco y no demasiada mica.

Fig. 50, 2: Fragmento decorado de cerámica a mano. Color naranja oscuro, de grano fino, bien depurada, micácea y con granos de cuarzo blanco. El cordón decorado se repite a menudo y lo hemos hallado en varias ocasiones en Mas Gusó, en contextos de la primera mitad del siglo V aC (Casas/Soler 2004, fig. 46, 5 y 7; fig. 90, 3).

Fig. 50, 6: Concha con una perforación practicada expresamente en su extremo.

SILO 7 Era algo más completo o mejor conservado que los demás. Se conservaba hasta una profundidad de 120 cm. a los que habría que añadir unos 30 cm. correspondientes a la parte superior desaparecida por la erosión. En su interior —con una capa de adobes y placas de barro endurecidas por el fuego y la circulación, vertidos en la parte superior—, había tres estratos bien diferenciados, aunque depositados en un solo momento, como ocurre en todos los demás silos.

Fig. 50, 3: Fragmento decorado de cerámica a mano. Pasta de color marrón con manchas naranjas. Muy arenosa con granos de cuarzo de todos los tamaños. Casi no tiene mica. El cordón decorado presenta grandes impresiones circulares, poco habituales. Conocemos otros ejemplares procedentes de Mas Gusó (Casas/Soler 2004, 207, 2 y 122, 7), aunque uno de los contextos de dicho yacimiento es de época romana con mezclas de materiales de los siglos VI-V aC, mientras que el segundo es de finales del siglo VI aC.

Bajo la primera capa de restos de construcción, el estrato 1 era el de mayor potencia y estaba formado por tierras algo compactas y grasas, con una alta concentración de arcilla que le daba esta consistencia. El segundo estrato, algo más

Fig. 50, 4 y 5: Bases de urnas elaboradas a mano. Pasta de 67

SAUS II



  







Fig. 50. Silo 6, estrato 5. 1: cerámica gris monocroma; 2 a 5: cerámica ibérica a mano; 6: malacológico.

delgado, adoptaba la forma cónica típica, como un pequeño montón de tierra con la parte central más alta, resultado del vertido y relleno hecho de manera rápida e intencionada. En su composición predominaban las tierras cenicientas y restos de ladrillos de adobe de muro o barro endurecido de pavimento. En cambio, el tercer estrato, en el fondo del silo, tenía una potencia de unos 8-10 cm. y estaba formado por arena amarillenta. En esta ocasión se formó sin duda durante los primeros momentos en que estuvo abandonado el silo y aún abierto, con la escorrentía de arenas procedentes de la descomposición del suelo geológico a causa del viento y la lluvia. Era, también, un estrato estéril.

parte del cuerpo, combinando, además, semicírculos y gotas en forma de hojas de laurel. Las bases suelen tener el fondo umbilicado o cóncavo, que suele predominar en este tipo de recipientes. Las producciones foráneas son muy limitadas, pero vale la pena citar dos ejemplares de plato à marli de gris monocroma, que aunque quizás serían relativamente tardíos dentro de la producción, deberíamos fechar como máximo dentro de la primera mitad del siglo V aC, con paralelos muy claros en el período 510-450 (Gailledrat/Solier 2004, 184, 209 y 210). El primero, casi entero, tiene una arista o carena exterior bien marcada y el labio ligeramente inclinado hacia el exterior y surcado por dos líneas marcadas que constituyen un sencillo motivo decorativo que observamos a menudo en producciones de gris monocroma procedentes tanto de talleres locales como del área del Languedoc y Provenza (fig. 54: 1). Los otros dos fragmentos son demasiado menudos para poder identificar la forma (fig. 53: 9 y fig. 54: 5). Quizá el primero pertenece a algún tipo de urna de pie bajo, como la GR-MONO 7b. De hecho, encontramos bases idénticas en Pech Maho, en niveles de la fase Ic del yacimiento, fechados en el período 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 216).

El material arqueológico se concentraba en los dos primeros niveles, con el repertorio que ya empieza a ser habitual en todo el yacimiento y algún hallazgo destacable. El conjunto de producciones locales está formado por las típicas ollas y urnas modeladas a mano y cocidas en fuego reductor; muchas veces lisas, pero a menudo decoradas con incisiones o con cordones impresos a los que se aplicó una decoración sencilla, con rombos o impresiones hechas con un objeto duro y puntiagudo. Aparte, la cerámica ibérica a torno y oxidada, en la que predominan jarras con el borde en forma de cuello de cisne, con el labio decorado con una franja de pintura roja que también vemos en algunos fragmentos sin forma de la

Por último, aparte de una aguja de bronce, la pieza más 68

EL PERÍODO IBÉRICO

destacable es la figura de un jabalí modelado a mano, algo tosca en el acabado, pero con todos los detalles marcados de forma sencilla pero realista, incluyendo los colmillos, la crin siguiendo la espalda y, bajo la cola, la marca de los atributos, perdidos, que lo identifican como macho. Los objetos de arcilla modelada a mano, que forman parte de la coroplastia más o menos corriente en el mundo ibérico aparecen esporádicamente en los yacimientos de toda el área y suelen tener siempre el mismo aspecto. Desde el punto de vista formal y técnico, este jabalí es poco diferente a los caballos del poblado del Tossal del Moro, procedentes de un contexto del siglo V aC (Arteaga/ Padró/Sanmartí 1990, 115 y 163). La factura es idéntica, así como la forma de las patas de los animales, el perfil y los acabados sencillos y estilizados del cuerpo y los rasgos anatómicos, incluso la misma desproporción entre cuerpo y patas. Se trata, en definitiva, de pequeños objetos, con toda probabilidad juguetes como los que vemos a centenares en el mundo griego de la época, elaborados en la misma casa, algo simples y descuidados en su acabado y con la forma justa y necesaria para cumplir con su función. Aunque, puestos a especular —y viendo otros restos y elementos similares de silos vecinos—, podremos reconstruir un conjunto más complejo adoptando como modelo el carro de bronce, mucho más tardío (siglos II-I aC), de Mérida. Tendremos ocasión de comentarlo más adelante.

UE. 0701 Ánfora ibérica

Total

Formas 60

S/forma 2

58

Gris monocroma

28

2

26

Ibérica oxidada

324

11

313

Ibérica pintada

71

9

62

Ibérica a mano

68

4

64

Piedra pulida

1

Arcilla/base hogar

8

Fauna

31

UE 0701 Fig. 53, 1 a 5: Labios de cerámica ibérica oxidada, algunos de ellos decorados con pintura roja. La pasta siempre tiene las mismas características. De color naranja más o menos oscuro, fina, compacta, dura y bien depurada. A veces, con polvo de mica y pequeños puntos de cal en su composición. Fig. 53, 6 a 8: Fragmentos de cerámica ibérica oxidada decorada con pintura roja, formando gotas, franjas o semicírculos. La pasta suele ser de color naranja, más oscura por dentro y beige por fuera, con pequeños puntos de cal, pequeños poros, pero compacta. Decoración de pintura roja, de tonalidades oscuras, que encontramos a menudo en producciones del siglo V aC, como en el Tossal del Moro (Arteaga/Padró/Sanmartí 1990, fig. 29), del siglo V aC, o en Mas Gusó (Casas/Soler 2004, fig. 45, 9-11), en contextos que prácticamente abarcan todo el siglo quinto, aunque seguramente deberíamos considerarlos como una variante antigua de esta técnica y motivos decorativos. Fig. 53, 9: Base de cerámica gris monocroma, de forma indeterminada (quizás una urna o jarra de tipo GR-MONO 7 o 8 de pie bajo). Pasta de color gris claro, dura, depurada, compacta y con puntos negros. Recubierta de engobe más oscuro. Paralelo documentado en la fase Ic de Pech Maho, 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 216, 1, 3 y 6). Fig. 53, 10: Borde de jarra ibérica oxidada con el labio en perfil de cuello de cisne evolucionado, delgado. Pasta dura, fina, depurada y con pequeños puntos blancos. Franja de pintura roja casi desaparecida en el labio. Paralelo en la UE 2019 de Mas Gusó, con materiales mezclados desde los siglos VI-V al II aC (Casas/Soler 2004, 100). Fig. 53, 11: Borde de urna o jarra a torno y oxidada, con el labio muy abierto y engrosado en el extremo. Pasta de color claro, amarillenta, dura, fina y depurada, con pequeños puntos blancos. Fig. 53, 12: Base de jarra de cerámica ibérica oxidada, con el mismo tipo de pasta que el ejemplar anterior. Fig. 53, 13: Pared de olla o urna de cerámica a mano, del mismo tipo y pasta habitual en el yacimiento. Color gris oscuro, dura, depurada, con polvo de mica y cuarzo blanco.

Fig. 51. Campàña de 2007. Excavación de los silos 5, 6, 7 y 8.

Fig. 53, 14: Urna o copa carenada hecha a mano. Pasta de 69

SAUS II















Formas

S/forma



UE. 0702 Ánfora ibérica

5

2

3



Gris monocroma

2

2

Ibérica oxidada

9

1

8

1

4

 

 











Total

Ibérica pintada

3

Ibérica a mano

5

Piedra pulida

1

Bronce

1

Adobe

5

Coroplastia (jabalí)

2

Malacológicos

1

Fauna

2

Carbones

2

3



UE 0702 Fig. 54, 1: Plato à marli de cerámica gris monocroma. El interior de la fractura tiene un color gris más claro. En general, fina, ligeramente porosa, con puntos blancos y superficie harinosa. Se pueden ver claramente pequeños poros alargados. Las superficies son de color gris oscuro y algo brillantes, formadas por una fina capa que se ha desprendido en algunas zonas. La forma, en general, y en concreto esta variante debe considerarse antigua dentro de la producción de las monocromas. Se documenta en Salles d’Aude entre finales del siglo VI y comienzos del V aC (Passelac 1995, fig. 12, 3-4). Con esta misma decoración en el borde (dos surcos), en Pech Maho sobre todo en las fases Ib y Ic (Gailledrat/Solier 2004, 209-210 y fig. 184, 5-6), las más tardías entre el 510 y el 450 aC.



 













 

 















Fig. 54, 2: Figura de jabalí en terracota. Elaborada a mano y modelada con poca precisión en algunas partes, como en las patas. En otras, en cambio, se tuvo cuidado en señalar bien los rasgos anatómicos y más característicos, como los dientes y colmillos, las orejas y la crin. Ha perdido los órganos genitales, de los cuales se ve la marca bajo la cola, también rota (se encontró una cola rota, que no pertenece al jabalí). La técnica y estilo se repiten en varias figuras de caballos procedentes del Tossal del Moro, en un contexto del siglo V aC (Arteaga/Padró/Sanmartí 1990, 115 y 163). Lo mismo puede ser interpretado como un juguete o como parte de una composición más compleja.

Fig. 52. Secciones estratigráficas de los silos 7, 8, 9 y 10.

grano muy fino, de color naranja interno y marrón oscuro en las superficies. Pequeños granos de cuarzo blanco y polvo de mica. Sobre todo por fuera, tiene la superficie muy pulida. Fig. 53, 15: Pared de urna de cerámica a mano y perfil en S. Es la forma más común en Saus. Pasta de color negro, micácea y con desgrasante de arena blanca. Fig. 53, 16: Borde de cerámica modelada a mano, de color marrón-rojizo, pulida y alisada por fuera. Desgrasante de cuarzo blanco y mica en polvo.

Fig. 54, 3: Cuello y borde de una gran urna de cerámica a mano, bastante tosca en el acabado. Pasta de color marrón oscuro en las superficies y rojizo con manchas grises en el interior de la sección. Muy arenosa, con abundante cuarzo blanco. Pulida por fuera y espatulada por dentro.

Fig. 53, 17: Ánfora. Pasta de color naranja con puntos blancos, ligeramente porosa, pero dura. Por fuera, una fina capa de engobe blanco mal conservado. La pasta parece corresponder al tipo 2 descrito por Sourisseau, procedente de talleres levantinos (Sourisseau 2004, 327-328).

Fig. 54, 4: Asa de ánfora ibérica. Pasta rosada y beige en la superficie y gris en el interior de la fractura, con pequeños puntos blancos. Parece que tiene una fina capa de engobe en la superficie externa.

Fig. 53, 18: Borde de ánfora ibérica. De color naranja oscuro por fuera y gris por dentro. Dura, muy depurada y con granos blancos de cal.

Fig. 54, 5: Pie de copa o plato de gris monocroma de buena calidad. Pasta de color gris claro, con puntos blancos, fina, 70

EL PERÍODO IBÉRICO

























 





16

18

17

Fig. 53. Silo 7, estrato primero. 1 a 8 y 10: cerámica ibérica oxidada; 9: cerámica gris monocroma, 11 a 16: cerámica indígena a mano, de producción local; 17 y 18: ánfora ibérica.

71

SAUS II















Fig. 54. Silo 7, estrato segundo. 1 y 5: cerámica gris monocroma; 2: figurilla de terracota; 3: cerámica ibérica a mano; 4: ánfora ibérica; 6: aguja de bronce.

depurada y algo porosa. Un buen repertorio de paralelos de este tipo de base lo encontramos en Pech Maho (Gailledrat/ Solier 2004, fig. 76 y 216), hasta mediados del siglo V aC.

más dañados. Sus medidas son similares al estándar de lo que podemos considerar grandes silos del yacimiento: 2 m. de diámetro máximo.

Fig. 54, 6: Aguja o alambre de bronce doblado o plegado.

En su interior volvemos a encontrar tres estratos sucesivos, el principal muestra una vez más la forma o perfil cónico. El estrato 0801 es incompleto; su parte superior quedó cortada por la erosión y, por lo tanto, no podemos saber si es el último y principal del relleno. Está formado por tierras oscuras, casi negras, con muchas cenizas vegetales y una mezcla de gravas y piedra descompuesta del entorno. A pesar de no ser excesivamente rico, contenía un repertorio amplio

SILO 8 Es uno de los silos peor tratados por el paso del tiempo. Seguramente han desaparecido las dos terceras partes superiores y sólo quedan 60 cm. del silo. El resto ha ido desapareciendo con los años. Existen, sin embargo, otros aún 72

EL PERÍODO IBÉRICO

en todo el yacimiento, con labios vueltos y perfil en forma de cuello de cisne más o menos desarrollado; pastas claras, de color naranja, finas, depuradas y moteadas de puntos blancos y polvo de mica. Es la composición que predomina en las arcillas de la cerámica ibérica oxidada del conjunto.

de material; en todo caso suficiente para poder obtener una primera aproximación cronológica. No es demasiado diferente al del silo 7, con un conjunto importante de fragmentos de ánfora ibérica típica, de boca plana, algunos fragmentos de ánfora masaliota y cerámicas ibéricas oxidadas (decoradas con pintura roja tanto en el labio como el cuerpo), cerámica a mano, una fusayola con decoración incisa, etc.

La gris monocroma presenta de nuevo el limitado repertorio de platos à marli y una copa que se aparta de las formas más habituales, que de alguna manera nos recuerda la evolución de las primeras copas de gris imitando la jonia B2. La cerámica reducida a mano repite el repertorio estándar, con urnas y ollas de paredes gruesas (sin duda debido al tamaño de determinadas piezas), pasta de color rojo muy oscuro o marrón, ennegrecida en el interior o el exterior, de grano grueso, con una alta concentración de cuarzo blanco en su composición y prácticamente nada de mica. Las decoraciones, una vez más, están hechas con cordones adheridos a la espalda, sobre los cuales se practicaron varias impresiones regulares, triangulares, romboidales o amigdaloides. El estrato 0803, algo más regular, no tiene la forma cónica central y, en cambio, un marcado pendiente hacia norte. Está formado por tierras amarillentas y arenosas. Probablemente se depositó de manera natural una vez abandonado el silo, con la escorrentía de arenas y tierras del entorno por la lluvia y el viento. Quizá por este mismo motivo el material arqueológico de su interior es menos abundante, aunque repite en proporción el mismo repertorio y tipos que habíamos encontrado en el estrato segundo: el plato à marli de gris monocroma, el ánfora ibérica de boca plana, la cerámica ibérica oxidada con labio de perfil en cuello de cisne y la urna de cerámica a mano.

Fig. 55. Silo 7. Figura de un jabalí de terracota.

UE. 0801

Es interesante el pequeño conjunto de gris monocroma, con platos à marli de la forma habitual en el yacimiento, sin decoración en el labio, una base de una gran jarra de pie alto y algún fragmento de base de forma indeterminada, pero que seguramente también pertenecen a platos à marli.

Ánfora ibérica

Una vez más volvemos a encontrar piedras con señales de uso o pulido, una de las cuales, de forma circular, tiene señales de rebaje en la parte central de cada cara, como si hubiera ido montada en un mango. Otras son totalmente planas, como una lámina gruesa, y siempre llevan señales y líneas de rozamiento. En todos los casos se trata de piedras de arenisca local, de grano muy fino. Los guijarros proceden probablemente de las orillas del Fluvià o de sus terrazas y, las placas, de cualquier cantera local que proporciona la característica piedra de Vilopriu.

Formas

S/forma

43

1

Ánfora masaliota

2

2

Amfora indeterm.

1

1

Gris monocroma

11

5

6

Ibérica oxidada

67

4

63

Ibérica pintada

3

1

Ática

1

1

18

18

Cerámica a mano Piedra pulida

3

Fusayola

1

Bronce

1

Fang cuit

3

Malacológicos

1

Fauna

El estrato 0802 adoptaba la forma cónica en la parte central y estaba formado por tierras más bien arcillosas, grasas, amarillentas, y estaba recubierto por una fina capa de cenizas vegetales en la parte superior. El conjunto de material repite una vez más el repertorio que hemos visto en el estrato 0801, con varios fragmentos de cerámica ibérica a torno oxidada y decorada con pintura roja, unas veces más oscura que otras, formando franjas o cabelleras, o bien combinando unas y otras. Los perfiles no varían en relación con lo que es habitual

Total

Hueso labrado

42

2

25 1

Teniendo en cuenta el conjunto, con la presencia de ánfora ibérica arcaica, ánfora masaliota, las jarras oxidadas decoradas con pintura roja, el repertorio de cerámicas a mano con unas decoraciones características y repetidas, pero sobre todo los fragmentos de platos y copas de gris monocroma, que presentan unos perfiles relativamente antiguos dentro de la producción (a menudo no tienen la carena marcada y 73

SAUS II

fuera. Fina, depurada, con puntos de cal. La parte superior del labio está decorada con una franja de pintura roja.

la decoración, sencilla, se limita a dos círculos concéntricos practicados sobre el borde), una vez más nos conduce hacia una cronología de la primera mitad del siglo V aC. El repertorio de las producciones mejor identificadas se repite en numerosos yacimientos en estratos y contextos datados a finales del siglo VI aC y sobre todo en la primera mitad del siglo V aC, lo que no excluye que el período de uso e incluso de producción de algunas piezas pueda ser más dilatado y algo más moderno.

Fig. 56, 6: Borde de urna o jarra de cerámica ibérica oxidada con una perforación por debajo del labio. Pasta poco dura, erosionable, de color gris/beige oscuro, con granos de cuarzo blanco como desgrasante. En general, bien depurada. Fig. 56, 7: Cerámica ibérica a torno, de color beige amarillento, pero con el interior de la sección gris claro. Textura algo arenosa debido al componente de cuarzo oscuro y pequeños puntos negros.

UE. 0801 Fig. 56, 1: Borde de plato à marli de cerámica gris monocroma, con una ligera carena externa, de color gris claro y con la superficie recubierta de un engobe de color gris oscuro, relativamente bien conservado. Pasta fina, toda ella dispuesta formando una especie de finas capas como hojas, depurada, con pequeños poros y puntos blancos. Borde decorado con dos surcos concéntricos no demasiado profundos. Paralelos próximos en el Puig de Sant Andreu (Garcés/Martín/Vilà 2003, fig. 8, 49). También en Pech Maho, fase Ic, con una cronología de entre 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 210).

Fig. 56, 8: Borde de vaso de cerámica gris monocroma. Forma difícil de determinar, aunque probablemente deberíamos considerarla próxima a la GR-MONO 2f, fechada grosso modo entre el 575 y el 400 aC (Dicocer 1993, 447). Pasta de color gris verdoso, no demasiado dura, recubierta de engobe más oscuro, casi negro. Fig. 56, 9: Cerámica a mano, de color gris oscuro y manchas rojizas, con desgrasante de mica y cuarzo blanco. Conserva parte de un cordón impreso en la espalda, del tipo más habitual que documentamos en el yacimiento.

Fig. 56, 2: Base de cerámica gris monocroma, probablemente un plato à marli de paredes gruesas. Pasta de color gris claro, con puntos de mica y un desgrasante blanco; con pequeños poros. Recubierta de un engobe casi negro, mal conservado. Paralelos próximos en Pech Maho (Gailledrat/Solier 2004, fig. 216, 1-4), en estratos asociados a la fase Ic, del período 510450 aC.

Fig. 56, 10: Borde de ánfora ibérica. Pasta beige o marrón muy claro en las superficies y gris claro en el interior de la sección. Desgrasante de pequeños puntos blancos de cal y polvo de mica; fina y bien depurada.

Fig. 56, 3: Borde de un plato à marli de gris monocroma, con la carena apenas marcada y borde decorado con dos surcos. Conserva una perforación en el labio. Pasta de color gris claro, con restos de engobe gris oscuro o negro en la pared externa. Muy erosionada. Desgrasante de puntos blancos, polvo de mica y salpicada de pequeños poros. Forma o variante muy próxima al ejemplar anterior, con paralelos en las comarcas de Girona (Garcés/Martín/Vilà, 2003, fig. 8, 49), y en la costa gala, Pech Maho y Salles de Aude, entre otros yacimientos significativos, siempre en contextos de finales del siglo VI y primera mitad del siglo V aC (Gailledrat/Solier, 2004, fig. 64 y 210; Passelac 1995, fig. 12, 3 y 4).

Fig. 56, 11: Parte de la pared y asa de ánfora ibérica. El asa tiene una sección ovalada con canal vertical. Pasta beige/naranja, fina, depurada, con puntos de cal, harinosa y erosionada en la superficie. Fig. 56, 12: Pie de ánfora masaliota. Pasta beige anaranjada, muy micácea y recubierta de una capa de engobe casi amarillento. Parece un pie de tipo arcaico, más propio de la primera mitad del siglo V aC que de la segunda, aunque nada es seguro. Pero recuerda un ejemplar de la fase Ic de Pech Maho, fechado en el período 510-450 (Gailledrat/Solier, 2004, fig. 272). En Agde aparece también en niveles de finales del siglo V, pero también en estratos más antiguos (Nickels 1995, fig. 10 y 12). Sin embargo, el mismo tipo de base se documenta en períodos más recientes, hasta la primera mitad del siglo IV aC (Ugolini/Olive 2004, fig. 57, 4).

Fig. 56, 4: Base de una gran jarra de cuerpo globular y pie alto de cerámica ibérica oxidada, imitando una forma característica de la gris monocroma. Pasta de color beige claro, dura, fina, depurada, con puntos blancos, compacta y de fractura recta. En la producción de gris monocroma se documenta la Illa d’en Reixac en un contexto del 450-380 aC (Martín/Conde 1999, 166), lo cual no significa que no sea más antigua. Este tipo de vaso, que en gris monocroma equivale a la forma GR-MONO 7c, en la producción colonial se fecha en el período 575-475 aC (Dicocer 1993, 449), y la encontramos tanto en los silos de Saus II como los excavados en 1973 cerca de la riera del mismo pueblo.

Fig. 56, 13: Borde de ánfora masaliota, probablemente de la forma A-MAS BD1 o similar. Pasta de color beige naranja en el exterior y más oscuro o rosado en el interior de la sección, con mica blanca y algunos puntos de cal, prácticamente sin cuarzo. Labio formado por plegamiento del cuello, con el interior hueco, habitual en el tipo Py 2, de la primera mitad del siglo V aC, aunque el perfil en general se parece más al de las Py 5. Un conjunto importante de paralelos nos conducen hacia una cronología del primer cuarto o primera mitad del siglo V aC. En Mailhac se documenta entre la segunda mitad del siglo VI y la primera del siglo V aC (Gailledrat/Taffanel/Taffanel

Fig. 56, 5: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada modelada a torno. Pasta de color naranja o beige, más roja en la superficie interna y en el interior de la fractura que por 74

EL PERÍODO IBÉRICO

  





 







 







 

Fig. 56. Silo 8. 1 a 3 y 8: gris monocroma; 4 a 7: cerámica ibérica oxidada; 9: cerámica ibérica a mano, 10 y 11: ánfora ibérica, 12 y 13: ánfora masaliota.

75

SAUS II

 











 





Fig. 57. Silo 8, estrato 1. 1 y 2: piedras de arenisca pulida, con señales de uso; 3: concha; 4: aguja de hueso; 5: fusayola; 6: aguja de bronce.

2002, 177), en el Languedoc, en general aparece en contextos de la primera mitad del siglo V aC, teniendo en cuenta que la pasta fuertemente micácea en estos recipientes masaliotas no es anterior a principios de aquella centuria (Ugolini/Olive 2994, 86 y fig. 64). La cronología del primer cuarto del siglo V aC se confirma en ejemplares de Ruscino (Marichal/Rébé 2003, fig. 96, 13). Una vez más, aparece en la fase Ic de Pech Maho, del 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, 334-336), y en Salles d’Aude, con un labio casi idéntico, pero de la forma Py 5, con la misma cronología (Passelac 1995, fig. 12, 2).

y perfil en ‘ese’, decorada con franjas de pintura roja. Pasta de color naranja, con puntos blancos y negros y desgrasante de cuarzo. La decoración externa se compone de franjas no muy anchas de pintura de color rojo oscuro, bien conservada. Fig. 58, 2: Asa horizontal de una jarra ibérica oxidada. Pasta naranja, con pequeños poros y puntos blancos de cal; dura y depurada. Fig. 58, 3: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada, de labio ancho y decorado con una franja de pintura roja. Pasta naranja o rosada, dura, adecuadamente depurada, con puntos blancos de cal y polvo de mica.

Fig. 57, 1: Piedra de forma discoidal, plana, con dos surcos longitudinales que señalan un uso concreto (desconocido) y una posible manera de fijar un mango. De hecho, es una piedra de río aprovechada, una arenisca pulida, en parte de forma natural y en parte por el uso.

Fig. 58, 4: Fragmento sin forma de cerámica ibérica oxidada, decorada con pintura roja formando cabelleras. El motivo decorativo suele ser propio de ejemplares antiguos y se fecha, como mínimo, desde finales del siglo VI aC en Mailhac hasta mediados del siglo quinto. En Mas Gusó, el mismo motivo se documenta en la primera mitad del siglo V aC (Casas/Soler 2004, fig. 45, 8). Está presente en similares contextos en las comarcas gerundenses.

Fig. 57, 2: Fragmento de placa de arenisca pulida por las dos caras planas, con señales y líneas de uso. En un lado se ve parte de un orificio circular hecho expresamente. Fig. 57, 3: Concha. Fig. 57, 4: Aguja de hueso mal cortada (o inacabada).

Fig. 58, 5: Borde de jarra ibérica con el labio ancho e inclinado hacia el exterior. Pasta de color naranja rosado, con pequeños poros y puntos blancos de cal. Aparentemente está recubierta de un engobe muy delgado y de color amarillento por fuera.

Fig. 57, 5: Fusayola de terracota, con una sencilla decoración de líneas oblicuas incisas. Pasta arenosa, con mucho cuarzo blanco y polvo de mica; de color rojo oscuro, casi negro.

Fig. 58, 6: Borde de jarra fabricada con el mismo tipo de arcilla que el ejemplar anterior.

Fig. 57, 6: Utensilio de bronce, con un tallo largo y de sección circular, terminada con un extremo aplanado y doblado.

Fig. 58, 7: Fragmento de urna de cerámica a mano, sin forma y con parte de la decoración, consistente en un cordón impreso. Pasta característica de la cerámica a mano del yacimiento. De

UE. 0802 Fig. 58, 1: Fragmento de cuello de una jarra de cuerpo globular 76

EL PERÍODO IBÉRICO

UE. 0802

Total

Ánfora ibérica

Formas 26

1

Gris monocroma

2

1

1

Ibérica oxidada

27

3

24

Ibérica pintada

4

1

3

24

3

21

Cerámica a mano Piedra polida

3

Fang cuit

1

Malacológicos

25

UE. 0803 Fig. 59, 1: Plato à marli de cerámica gris monocroma. Labio decorado con dos surcos poco profundos. Carena poco marcada o casi inexistente. Pasta de color gris claro, con pequeños puntos blancos y ligeramente porosa. Recubierta de un engobe oscuro. Probablemente se trata de un ejemplar relativamente antiguo en la producción, que no debe rebasar la primera mitad del siglo V aC. Los paralelos más cercanos — entre otros— los encontramos una vez más en Salles d’Aude entre finales del siglo VI y la primera mitad del siglo V aC (Passelac 1995, fig. 12, 3-4), en Pech Maho en contextos del 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 209-210).

1

Fauna

18

Coroplastia

UE. 0803

Fig. 58, 14: Pieza de terracota modelada a mano e identificada como la pata de una figura de animal. Tiene las mismas características, por ejemplo, que las patas del pequeño jabalí encontrado en el silo 7 (UE 0702).

S/Forma

1

Total

Formas

S/forma

Ánfora Ibérica

8

1

7

Gris monocroma

9

4

5

Ibérica oxidada

16

2

14

Ibérica pintada

18

1

17

Cerámica a mano

6

1

5

Metal

1

Fauna

5

Fig. 59, 2: Borde de urna de cerámica a mano con el labio adelgazado y con ligera forma de ‘ese’. Pasta de color marrón oscuro, con desgrasante de cuarzo blanco y mica, como casi todas las del yacimiento. Fig. 59, 3: Borde de cerámica ibérica oxidada. Jarra con labio en forma de cuello de cisne. Pasta de color naranja-rosado, dura, bien depurada, con minúsculos puntos blancos y polvo de mica. Característica, entre otros yacimientos, de Mas Gusó en contextos de la primera mitad del siglo V aC, a menudo con decoración de pintura roja (Casas/Soler 2004, fig. 54, 4).

color rojo oscuro hasta negro, según las zonas o si se trata de la parte interna o externa; de grano fino, arenosa, con cuarzo blanco y micácea. Fig. 58, 8: Fragmento decorado de cerámica a mano. Pasta con las mismas características que el anterior.

Fig. 59, 4: Borde de ánfora ibérica con el labio engrosado y sección casi ovalada. Pasta rosada, dura, bastante compacta, con desgrasante de puntos blancos y polvo de mica mezclados con otros pequeños nódulos marrones. No parece de origen local.

Fig. 58, 9: Copa de cerámica gris monocroma o imitación; de color gris, pero sin restos del engobe más oscuro que suele recubrir las piezas de estas producciones. Ligeramente porosa, algo micácea y con muchos puntos blancos. Parece un producto local. La forma se asimila a la GR-MONO 6b (variante) y la encontramos en Mailhac en un contexto de entre la segunda mitad del siglo VI y la primera del siglo V aC, pero con la pared algo más recta (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 96, 9 y 148, 8). En Pech Maho, en el mismo periodo (Gailledrat/ Solier 2004, fig. 208, 2-5).

SILO 9 Un silo desgraciado. Sin duda, el que mayor destrucción sufrió de todo el conjunto. También es, por otro lado, el que señalaría la parte central y más elevada de la pequeña colina original sobre la que se abrieron todos los silos. La parte conservada por debajo del nivel del suelo actual (25 cm.), y la prolongación teórica hacia arriba hasta alcanzar una altura sensiblemente inferior a su diámetro máximo (2 m.), nos permite reconstruir el punto más alto del yacimiento original hasta una altura de entre 1,5 y 2 m. por encima del suelo actual, con pendientes que, haciendo la misma operación en los silos del entorno, irían bajando progresivamente en todo el entorno hasta llegar a la cota actual a ras del camino de las Figuerasses.

Fig. 58, 10: Borde de urna de cerámica a mano. Pasta de color gris oscuro o rojo-marrón en según que zonas, con mica y cuarzo de color blanco. Fig. 58, 11: Borde de cerámica a mano, con la pasta idéntica a la del fragmento anterior. Fig. 57, 12: Piedra de forma triangular y con los ángulos redondeados. Basalto pulido con señales de desgaste por el uso. Función desconocida.

Afortunadamente, la parte conservada en su interior no había sido afectada, por lo que los restos del estrato aparecieron intactos y pudo recuperarse material arqueológico suficiente para fecharlo o, como mínimo, para saber que no es demasiado diferente al resto. El estrato estaba formado por tierras duras, algo cenicientas, con una importante cantidad de barro cocido, restos de ladrillos, quizás de un hogar destruido, y algunos

Fig. 58, 13: Piedra de arenisca muy fina, de forma almendrada y con señales de pulido y uso en todos sus lados, sobre todo en los laterales. 77

SAUS II

 











 











 

Fig. 58. Silo 8, estrato 2. 1 a 6: cerámica ibérica oxidada, 7, 8, 10 y 11: cerámica reducida elaborada a mano; 9: gris monocroma, 12 y 13: piedras pulidas; 14: pata de una figura de animal de terracota.

78

EL PERÍODO IBÉRICO

recipientes a mano, completamente aplastados en el fondo.



Una piedra circular, de cuarcita, presentaba en el centro de una de las caras la marca circular de unas señales de percusión, como si se hubiera utilizado a modo de martillo de mano o percutor. Un segundo instrumento de piedra es de basalto pulido. Parece sólo un guijarro que por su forma alargada y cilíndrica había tenido una función similar a la de una mano de mortero. Un tercer ejemplar, plano, alargado y de fina arenisca, muestra señales evidentes de desgaste en las dos caras más anchas. En cuanto a las urnas de cerámica a mano, entre los muchos fragmentos hay dos ejemplares casi completos, elaborados con la típica arcilla arenosa de la zona, con muchos granos de cuarzo blanco y pasta de color rojo muy oscuro o amarronado. Ambas tienen la espalda recorrida por una veta de barro que la rodea, decorada con incisiones alargadas. Son piezas robustas, con las paredes más gruesas de lo que suele ser habitual en el lugar.









Fig. 59. Silo 8, estrato 3. 1: plato à marli de gris monocroma; 2: cerámica a mano; 3: cerámica ibérica oxidada; 4: ánfora ibérica.

hecho, arena—, en su desgrasante, y partículas de mica que difícilmente se ven a simple vista. Pero se trata de un conjunto de formas y decoraciones que tienen una perduración muy larga y no acabamos de ver suficientes diferencias que permitan distinguir las más antiguas de las más modernas durante todo el siglo quinto antes de nuestra era.

La cerámica a torno está representada por las ánforas ibéricas de boca plana arcaicas y las grandes jarras de labio abierto, que a veces llevan una decoración de pintura de color rojo oscuro. Por último, un asa aferrada a un fragmento de pared de una ánfora que por el tipo de pasta parecía etrusca, pero que más probablemente es una ibérica alterada por haber sido quemada. Si realmente fuera etrusca, tampoco sería un producto desconocido en Saus, ya que un primer ejemplar se había encontrado en 1980 en los dos primeros silos excavados (Casas 1985). La pieza más extraña, para terminar, es un objeto hecho a mano, de barro cocido y no excesivamente duro, que adopta la forma de cruz o estrella, con las puntas tubulares y perforadas en todas direcciones. Es muy posible que se trate del centro de una rueda de carro de juguete (o votivo?), que sostenía el eje y los radios que completaban la rueda, todo ello de un material perecedero, como madera, mimbre o caña. Los ejemplos, más elaborados, son numerosos en el mundo clásico, con notables colecciones en las tierras griegas, a partir de los siglos IX-VIII aC. hasta prácticamente época romana. En el mundo indígena, se conocen algunos ejemplares más: uno en Pech Maho, considerado como el eje de una rueda de rueca (Gailledrat/Solier 2004, 350 y fig. 285), con una datación del 510-450 aC, y dos en el museo de Enserune. Otro más elaborado, en Mailhac, también considerado como eje o nudo de rueda (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, fig. 165), un quinto en el poblado de Els Guíxols (Nolla/Esteva/Aicart 1989, fig. 25), y una sexta pieza procedente de El Carambolo y expuesta en Sevilla.

La cerámica oxidada, incluyendo el ánfora ibérica, también sigue las tendencias, tipos y repertorio que nos han llevado a fechar otros silos en la segunda mitad avanzada o finales del siglo V aC, pero que también están presentes y son habituales desde finales de la centuria anterior. Por lo tanto, ninguno de estos elementos, esporádicos, es determinante a la hora de fijar una cronología más o menos fiable o aproximada. Somos de la opinión que la amortización de este silo se produjo mucho antes que el abandono definitivo del asentamiento. Su mala conservación debido a la erosión del terreno, pero también la cota algo más alta de su fondo en relación con los vecinos, probablemente abiertos en un momento ligeramente posterior, cuando ya se había empezado a erosionar el cerro, parece señalar una fecha de excavación en suelo natural más antigua que en el resto. Por lo tanto, también sería lógico suponer que se amortizó antes que otros. Esto, que no deja de ser una pura especulación, tampoco nos proporciona ninguna cronología, al igual que el escaso material de su interior, que tanto puede ser de comienzos como de mediados del siglo quinto. UE.0901 Amfora ibérica Gris monocroma

La cronología general del relleno del silo no está en contradicción con la del resto de ámbitos excavados, aunque con tan poco material resulta difícil dar las cosas por seguras. La cerámica a mano pertenece a los mismos tipos, formas, estilos y acabados que la de otros silos bien fechados. La composición de la arcilla es la típica y repetida en casi el noventa por ciento de las vasijas de Saus: pasta de color rojo oscuro o marrón en el interior de la sección en cualquiera de las dos caras del recipiente; grano más o menos fino en función del grosor de las paredes, cuarzo de color blanco —de

Formas 31

S/forma 2

29

9

1

8

Ibérica oxidada

131

35

96

Ibérica a mano

58

9

49

Piedra pulida

5

Fusayola

1

Hierro

1

Fang cuit

6

Malacológicos

4

Fauna Carbones

79

Total

72 7

SAUS II

numeroso en el yacimiento.



Fig. 60, 4: Urna de cerámica a mano, de paredes gruesas y fondo plano. Pasta de color rojo oscuro o marrón claro, con desgrasante de cuarzo blanco y rojo de todos los tamaños, y polvo de mica. Decorada con una ancha franja adherida a la espalda, sobre la que se practicaron impresiones alargadas. 

Fig. 61, 1: Placa alargada de arenisca pulida, de grano muy fino y con señales de uso. Fig. 61, 2: Pieza discoidal de cuarcita rosada, pulida en el entorno y con un repicado en el centro, quizás usada como percutor o martillo de mano contra otro utensilio. Fig. 61, 3: Bloque de basalto más o menos cilíndrico, con señales de desgaste debidas al uso.



Fig. 61, 4: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada, a torno. Pasta naranja, fina, depurada, algo harinosa y con polvo de mica en su composición. Fig. 61, 5: Nudo de rueda de barro cocido, mal elaborado. Tiene orificios transversales y longitudinales. Posiblemente formaba parte de un juguete o un pequeño carro. Conocemos, por el momento, tres paralelos casi idénticos, uno de ellos más elaborado. El primero, en la Cayla de Mailhac, en un contexto de finales del siglo VI aC o poco después (Gailledrat/Taffanel/ Taffanel 2002, 185), el segundo, en la fase Ic de Pech Maho, fechada entre el 510 y el 450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 285, 200), el tercero en el poblado de Els Guíxols, en Sant Feliu (Nolla/Esteva/Aicart 1989, 93). En los dos primeros casos se consideran nudos de rueda, ya sea sin atribución clara o, como en el segundo caso, de una rueca. El de Sant Feliu de Guíxols inicialmente no se identificó.



 Fig. 60. Silo 9, estrato 1. 1: jarra de cerámica ibérica oxidada; 3 y 4: cerámica ibérica reducida, modelada a mano; 2: ánfora ibérica.

UE. 0901 Fig. 60, 1: Mitad superior, cuello y labio de una jarra de cerámica ibérica oxidada. El cuello es casi inexistente y el labio, muy corto y de sección triangular, se une directamente al cuerpo. Pasta de color beige claro tendente al amarillento; harinosa, poco dura, con puntitos blancos y marrones y algunos granos de arena.

SILO 10 Es un caso parecido al anterior, del que se halla muy próximo. Se conserva hasta una profundidad de 50 cm. y ha desaparecido, por lo menos, un metro con la erosión del terreno. La anchura máxima conservada es de 2,4 m. El interior estaba ocupado por un solo estrato de tierra normal, como la que actualmente recubre el yacimiento, no demasiado dura, más bien grasa, arcillosa, con una presencia considerable de restos de adobes y barro cocido.

Fig. 60, 2: Fragmento de asa y pared de un ánfora con características de pasta que recuerdan las etruscas (pero la forma es ibérica). Pasta de color rojo oscuro o marrón por fuera y gris oscuro por dentro, afectada por el fuego una vez rota. Relativamente dura, aunque parece dispuesta en capas y fácilmente se exfolia. Componentes de cuarzo blanco, algo arenosa, rugosa al tacto, con cal blanca y un poco de polvo de mica.

Seguramente debido a su mala conservación, el material de la parte que se ha podido excavar tampoco es excesivamente abundante, aunque presenta algunas piezas notables y, en cualquier caso, suficientes para atrevernos a proponer una cronología para el momento de la obliteración. Entre un montón de fragmentos variados y poco representativos (pero repitiendo los repertorios ya conocidos), hay que destacar una jarra de cerámica ibérica oxidada de tamaño medio (poco más de 30 cm. de altura), con el labio de sección triangular y dos asas contrapuestas. La pasta es bicolor, naranja o más bien rosada por fuera y de color gris claro en el interior. No demasiado dura, la superficie es harinosa al tacto. La base tiene el fondo

Fig. 60, 3: Urna de perfil en forma de ‘ese’ alargada y fondo plano, decorada con una ancha franja en relieve y motivos impresos. Pasta característica del yacimiento: de color marróngris oscuro, más clara en el interior de la fractura, ligeramente micácea y con desgrasante o componente de cuarzo blanco. La decoración no es de las más habituales, con la ancha franja adherida y las impresiones muy alargadas. Parece una pieza arcaica en relación con las del conjunto más habitual y 80

EL PERÍODO IBÉRICO



  

 

Fig. 61. Silo 9, estrato 1. 1 a 3: utensilios de piedra pulida (areniscas y basaltos), 4: cerámica oxidada; 5: pieza de terracota.

UE. 1001 Fig. 62, 1: Jarra de cerámica ibérica oxidada, con labio de sección triangular y dos asas de sección doble. Fondo umbilicado. Pasta rosada por fuera y de color gris claro por dentro. Muy harinosa, aparentemente poco dura, fina y bien depurada. Paralelos en la Neápolis de Empúries y sobre todo en los yacimientos de Ullastret, con un ejemplar en la Illa d’en Reixac que recuerda al de Saus, aunque ese tiene el cuello más corto y las asas llegan hasta el borde. Quizás es una variante más tardía, ya que proviene de un estrato del 380-325 aC (Martín/Conde 1999, 177, 5).

umbilicado, como suele ser habitual y tal como podemos ver en un segundo ejemplar de base del mismo estrato. La cerámica modelada a mano repite las formas, texturas, composición de la arcilla y decoraciones que ya nos son conocidas. En general, sin embargo, tienen una calidad notable y la decoración suele ser bastante elaborada. El único fragmento foráneo, de importación, es un borde de cerámica ática, una copa “Castulo”, que se fecha entre mediados del siglo V aC y los primeros años de la centuria siguiente. Y en cuanto al material no cerámico, un utensilio de basalto similar a un hacha de piedra pulida, pero de sección más bien triangular con los ángulos redondeados. Presenta señales de uso en todas las caras y posiblemente se utilizó a modo de mano de mortero. En cualquier caso, el material es demasiado escaso para poder proponer una cronología segura. Parece, en principio, que nos movemos en un contexto de la segunda mitad o finales del siglo V aC. UE. 1001

Total

Formas

S/Forma

Ánfora ibérica

26

Gris monocroma

12

2

10

Ibérica oxidada

92

5

87

2

1

1

47

6

41

Ática Ibérica a mano Piedra pulida

1

Adobe/base hogar (?)

3

Malacológicos Fauna

Fig. 62, 2: Fragmento de borde de una copa “Cástulo” de cerámica ática de barniz negro, con la marca del inicio del asa. No tiene rasgos específicos que permitan averiguar una cronología específica dentro del largo período durante el cual se produjo esta forma, desde mediados del siglo V aC hasta los primeros decenios de la centuria siguiente. En Agde se documenta entre el 460 y el 420 aC (Nickels 1995, fig. 5, 1); en la Illa d’en Reixac lo encontramos en un estrato del 450 a 380 (Martín/Conde 1999, 165, 2-3 ). La cronología del vaso es, no obstante, muy dilatada y puede llegar hasta el 375 aC (tipo Dicocer 1993, AT-NV 469-473).

26

Fig. 62, 3: Base de una jarra de cerámica ibérica oxidada, de fondo umbilicado, probablemente del mismo tipo que la primera de la misma figura. Pasta beige, fina y depurada. Fig. 62, 4: Fragmento de borde de urna elaborada a mano, de color marrón rojizo y más gris en la superficie externa. Pasta con muchos granos de cuarzo blanco y mica.

1 14

81

SAUS II





















Fig. 62. Silo 10, estrato 1. 1 y 3: cerámica ibérica oxidada; 2: copa ática, 4, 5, 7 y 8: cerámica a mano; 6: herramienta de basalto pulido; 9: gris monocroma, quizá de producción local.

82

EL PERÍODO IBÉRICO

fragmentos de ánfora de procedencia local o regional. Seguramente se trata de ánforas ibéricas típicas de boca plana, pero no hemos visto ningún fragmento de labio. Una segunda producción que no acabamos de clasificar con seguridad es la de la cerámica gris que, en principio, parece monocroma, pero presenta algunas características en la pasta que recuerdan las de la gris de la costa catalana.

Fig. 62, 5: Fragmento de borde de urna con las mismas características que el ejemplar anterior. Fig. 62, 6: Utensilio de piedra (basalto pulido), con señales de uso y desgaste, de sección más o menos triangular. Fig. 62, 7: Fragmento de espalda de urna de cerámica a mano decorada con un cordón adherido sobre el cual se hicieron impresiones romboidales. Pasta característica de Saus, con un elevado componente de cuarzo blanco y polvo de mica. Decoración muy usual, identificada en el mismo yacimiento y en otros de la región en la misma época (Casas/Soler 2004, fig. 90, 3).

La cerámica ática sólo la identificamos en una ocasión, con el fragmento de borde y asa de una copa que tampoco acabamos de clasificar con seguridad (fig. 63: 2). En general recuerda el aspecto de la copa “Castulo”, pero el bisel del interior del labio es diferente y más próximo al de la copa Ágora 494 (Sparkes y Talcott 1970, 270), o el kílix AT-FR Ky12, que suele datarse hacia el año 420-400 aC. Pero también recuerda alguna variante de la copa “concave lip”, un cuarto de siglo más antigua. En cualquier caso, su clasificación no es definitiva.

Fig. 62, 8: Fragmento similar al anterior, con el mismo tipo de pasta. El cordón de la decoración tiene impresos óbolos más redondeados que los del otro ejemplar.

Otro fragmento barnizado, muy deteriorado, parece pertenecer al labio de una jarra parecido a un oenokoé o a un ánfora de tamaño muy pequeño. Pero quizá es un producto occidental de pasta clara. El barniz, muy dañado, es negro con manchas de color marrón claro y poco adherente. La forma del borde recuerda sobre todo los productos de pasta clara de Occidente, pero la pasta y el barniz no hacen posible una identificación total con estas producciones arcaicas y, en cualquier caso, tampoco parece ática (fig. 63: 1).

Fig. 62, 9: Fragmento de borde de un vaso o copa de cerámica gris monocroma, con pequeños puntos blancos en la pasta y porosidades. Fina, muy depurada y de buena calidad. No se ven restos de engobe en la superficie. Parece el mismo tipo de copa que vemos, por ejemplo, en Pech Maho en estratos de la primera mitad del siglo V aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 207, 23-27 y fig. 208).

SILO 11

Una vez más, el conjunto cerámico nos lleva hacia un contexto general de la segunda mitad o finales del siglo V aC (difícilmente parece que pueda llegar a inicios del siglo IV), y hay que tener en cuenta, además, la presencia de fragmentos residuales de épocas anteriores.

Se conservaba algo mejor que la mayor parte de los de la zona. No había quedado tan recortado por el rebaje continuo del cerro original donde se situó el asentamiento, quizá debido a que ya se encontraba en un espacio periférico. En cualquier caso, a pesar de tener la parte superior cortada y desaparecida unos 30 cm., se halla casi intacto, con una profundidad de entre los 90 y 100 cm. (el fondo tiene pendiente hacia el norte). Se colmató con un solo estrato, todo él uniforme, aunque con bolsas que tenían una textura algo diferente. Este estrato, con tierras no excesivamente compactas, contenía una cantidad altísima de restos de pavimento de barro endurecido y ladrillos de barro crudo, normalmente afectados por el fuego. De todos modos, predominaban, 9 sobre 10, los restos de pavimento de barro endurecido, a veces excesivamente quemado, o bien ligeramente cocido. En medio, una mezcla de fragmentos de cerámica, a menudo sin demasiada entidad, a veces insignificantes, pero que muestran un amplio repertorio de producciones y tipología.

UE. 1101 Ánfora ibérica Ánfora masaliota

Total

Formas 30

30

1

1

Gris monocroma

8

Ibérica oxidada

69

Ática Ibérica a mano

3

3

3 7

1

Fusayola

1

Adobe/barro cocido

3

Malacológicos

4

5 69

57

Molinos

Fauna

S/forma

50

27

A pesar de la abundancia de fragmentos de cerámica, no puede decirse que haya novedades respecto a los silos que se han ido comentando en las páginas anteriores. Se repite el amplísimo repertorio de cerámica a mano, esta vez con trozos de pequeño tamaño, la mayor parte de los cuales no muestran ni forma ni decoración, salvo algunos fragmentos que de manera esporádica se pueden identificar con bordes o partes del cuerpo con decoración de cordones impresos de urnas y ollas que no se apartan de las tipologías corrientes en el yacimiento.

UE. 1101 Fig. 63, 1: Borde de jarra de cerámica barnizada de tipo ático. Pasta de color beige claro, dura y bien depurada. Barniz negro y con manchas marrones, de baja calidad, poco adherido, erosionado y en parte perdido. La forma recuerda la de algunas producciones occidentales.

En la cerámica a torno, constatamos la presencia de algunos

Fig. 63, 2: Borde y asas de una copa de cerámica ática de 83

SAUS II









 



















 Fig. 63. Silo 11. 1 y 2: cerámica ática; 3: fusayola, 4 y 5: cerámica ibérica oxidada, a torno; 6 a 14: cerámica ibérica reducida, a mano, 15: concha.

barniz negro, de forma poco clara. La doble moldura interna la aparta de los tipos más habituales. Parece una variante de la forma Ágora 494, fechada en torno al 420 aC (Sparkes/ Talcott 1970, 270), o variante Dicocer AT-FR Ky12, con una cronología similar, del último cuarto del siglo V aC.

dura, erosionable, harinosa en la superficie, bien depurada y con algún punto negro. No parece ligada a las producciones de la gris monocroma. Fig. 63, 5: Cerámica gris a torno, con características similares al ejemplar anterior. De color gris claro, con puntos blancos, bastante dura, fácilmente erosionable en la superficie.

Fig. 63, 3: Disco de cerámica a mano. Quizá se trata de una fusayola. Pasta de color marrón rojizo, con cuarzo blanco y muy arenosa.

Fig. 63, 6: Base de urna de cerámica a mano. Gris oscuro por dentro y marrón claro en la superficie externa; rojizo bajo el pie. Mucha mica dorada y cuarzo de color blanco.

Fig. 63, 4: Cerámica gris a torno. Pasta de color gris muy claro y en el interior de la sección de una tonalidad beige-gris. Poco 84

EL PERÍODO IBÉRICO

Fig. 63, 7: Borde de urna de cerámica a mano, de paredes muy delgadas. Pasta de color marrón claro, con desgrasante de mica y cuarzo gris. Pulida por dentro y por fuera. Fig. 63, 8: Borde de urna de cerámica a mano, de color negro y ligeramente micácea, con granos de cuarzo. Fig. 63, 9: Fragmento de espalda de urna de cerámica a mano. Pasta de color negro o gris muy oscuro, dura, totalmente limpia y con finas láminas de mica en su composición. Decorada con una banda adherida en la que se aplicaron impresiones oblicuas. Fig. 63, 10: Fragmento de cerámica a mano decorada con impresiones alargadas hechas directamente sobre la pared. Pasta de color gris oscuro y bastante micácea, con cuarzo y muy compacta.

Fig. 64. Silo 12. Parte superior del segundo estrato, adoptando la forma cónica predominante en la mayor parte de los rellenos de silos del yacimiento.

El estrato 1202, con un pequeño montón de cenizas vegetales en la parte superior central (lo hemos dividido en 2A y 2B), estaba formado por tierras oscuras, hasta cierto punto arcillosas, en las que se mezclaban fragmentos de adobes y restos de pavimento, alguna cerámica y varios fragmentos de fauna. El repertorio, aunque no demasiado extenso, presenta muchas similitudes con el del resto de silos, con algunas producciones no tan habituales, pero no por ello desconocidas en el yacimiento.

Fig. 63, 11: Borde de urna de cerámica a mano. Pasta prácticamente idéntica a las de los dos fragmentos anteriores; de color gris oscuro y micácea. Fig. 63, 12: Borde de cerámica a mano, de pared gruesa. Pasta dura, de color gris muy oscuro, con cuarzo blanco y polvo de mica. Superficies pulidas. Fig. 63, 13: Fragmento de borde de cerámica a mano de paredes delgadas. Pasta gris, dura, compacta, con polvo de mica y granos de cuarzo blanco.

Entre la cerámica a torno de importación, conviene citar algunos fragmentos de ánfora masaliota, un borde de la forma Py 2, fechada grosso modo en la primera mitad del siglo V aC, un fragmento con un grafito en forma de la letra griega Pi, así como los restos de dos morteros con la misma procedencia y cronologías similares, o más bien de mediados o segunda mitad del siglo V aC, aunque también se han documentado en estratos de la siguiente centuria o, si se prefiere, dentro del largo período que va desde el 450 al 380 aC, concretamente en la Illa d’en Reixac (Martín/Conde 1999, 171, 2-3). La gris monocroma, con algunos fragmentos sin forma y restos de un plato y una jarra, mal conservados y algo erosionados en las superficies, se sitúa dentro del mismo marco cronológico.

Fig. 63, 14: Fragmento de cerámica elaborada a mano, decorado con impresiones oblicuas. De color gris oscuro y muy micácea. Fig. 63, 15: Concha con una perforación practicada expresamente en el extremo.

SILO 12 Por su estructura y profundidad, podemos suponer que nos ha llegado intacta poco más de la tercera parte inferior de este silo de grandes dimensiones (2,20 m. de diámetro y una profundidad de 70 cm.), tallado en la roca natural arenisca. La desaparición de la parte superior del primer estrato de los localizados no permite conocer su configuración, mientras que el segundo adopta la forma cónica típica con una elevación central.

En cuanto a las producciones locales, numéricamente predominan los fragmentos de ánfora ibérica de procedencias diversas, tal y como puede deducirse por la diversidad de pastas. En segundo término, y siempre dentro de la categoría de cerámicas a torno, la común ibérica está representada sobre todo por jarras con labio de perfil abierto, a veces con decoración de franjas y semicírculos de pintura roja, bases de fondo cóncavo umbilicado, etc.

El estrato 1 (UE 1201) estaba formado solo por arena amarillenta, limpia y con algunos restos de pequeños bloques del mismo material. Da la impresión de que se vertió expresamente la arena procedente de la apertura de otro silo del entorno, obliterandose éste cuando ya estaba fuera de uso. Si no fue así, la arena debe proceder seguramente del desmonte de alguna parte de la pequeña colina de esa zona del yacimiento. Era, también, un estrato casi estéril. El material se concentraba básicamente en el estrato inferior, formado por tierras y escombros procedentes de algún vertedero cercano.

Por último, la cerámica común elaborada a mano, de pastas ennegrecidas, pero a menudo con la superficie interna de color rojo oscuro o marrón, nos vuelve a mostrar el repertorio de formas y decoraciones que se repite una y otra vez, sin variaciones. Es un conjunto de recipientes de diversos tamaños, paredes más o menos gruesas, en función de las dimensiones del vaso, con la parte alta de la espalda decorada con una tira 85

SAUS II

se alejan de finales del siglo V aC y, en cambio, están presentes en la primera mitad del mismo siglo. La cuestión, como en tantas otras ocasiones en Saus II, no queda definitivamente zanjada.

 

 

 





UE.1202 Ánfora ibérica

   



 

 



4

1

3

4

6

Ibérica oxidada

100

7

93

1

1

43

3

2

2

Malacológicos Fauna

 

   

  

 

40

1 39

UE. 1202 Fig. 66, 1: Fragmento de borde de ánfora masaliota de la forma Py 2 (A-MAS 2a o 2b). Pasta de color beige, dura, muy micácea y con pequeños puntos marrones. La forma particular del labio recuerda el tipo A-MAS bd 1 o 2, con paralelos en la primera mitad del siglo V aC (Ugolini/Olive 2004, fig. 59, 1). La misma forma y variante la encontramos a menudo en contextos de la misma época, en Pech Maho en el período 510-450 (Gailledrat/Solier 2004, fig. 267-269), en Ruscino dentro del primer cuarto del siglo V aC (Marichal/Rébé 2003, fig. 96, 13), o en Agde en un contexto mucho más amplio, del 460-420 aC (Nickels 1995, fig. 5, 19).

 

 

48

10

Mortero masaliota



S/Forma 4

Gris monocroma

Ibérica a mano



Formas 52

Ánfora masaliota

Ática



Total

 

Fig. 66, 2: Fragmento de cuello de ánfora masaliota de forma indeterminada. Pasta de color marrón claro, dura, con cuarzo y muy micácea.

 

Fig. 66, 3: Fragmento sin forma de ánfora masaliota, micácea. Graffiti marcado profundamente, con la letra griega Pi.



Fig. 66, 4: Mortero masaliota. Pasta beige, dura, muy micácea y con pequeños puntos marrones. Lo encontramos en Agde en un estrato mezclado de finales del siglo V aC, pero se considera un producto propio de la primera mitad del siglo (Nickels 1995, fig. 7, 4 y fig. 6, 15); en la Illa d’en Reixac aparece en contextos del 450-380 aC (Martín/Conde 1999, 171, 2-3 y 139, 4). En Pech Maho se halla presente en niveles de la fase Ic, del 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 240, 2-4), y correspondería a los tipos 621/629 de Gomez, fechados aproximadamente entre mediados del siglo quinto y comienzo del siglo cuarto antes de nuestra era (Gomez 2000, fig. 5, B1251 y B363).

Fig. 65. Secciones estratigráficas de los silos 11, 12, 13 y 14.

de barro en la que se realizaron motivos decorativos impresos, ya sea de forma circular, romboidal y alargada, como pliegues profundamente marcados, muy característicos de toda la zona ampurdanesa. El conjunto, a pesar del escaso número de fragmentos de que disponemos para proponer una cronología firme, parece que se situaría en la segunda mitad del siglo quinto, quizás en un momento más próximo al 450 que al 400 aC. A pesar de la larga perduración de algunas producciones, que lo mismo podemos encontrar en varios yacimientos de mediados del siglo quinto como a comienzos del cuarto (quién sabe si como materiales residuales), constatamos la homogeneidad del conjunto, con productos contemporáneos como el ánfora y el mortero masaliota, las grises monocromas y la cerámica ibérica decorada con pintura roja (líneas y círculos concéntricos), que

Fig. 66, 5: Mortero masaliota, con la pasta de color beige oscuro o amarronado, con granos marrones y muy micácea. Seguramente lo hemos de asociar al tipo 623-C (var.) de Gomez, fechado en la segunda mitad del siglo V aC y que no parece llegar al siguiente siglo (Gomez 2000, fig. 5, B1165 y S1077). Una vez más, lo encontramos en la Illa d’en Reixac 86

EL PERÍODO IBÉRICO























Fig. 66. Silo 12, estrato 2. 1 a 3: ánfora masaliota, 4 y 5: morteros masaliotas; 6: jarra ibérica con decoración de pintura roja, 7 y 9: cerámica oxidada, 8 y 10: gris monocroma.

87

SAUS II





















 Fig. 67. Silo 12, estrato 2. 1: cerámica ibérica a torno, 2, 4, 5, 7-10: cerámica a mano, reducida; 3 y 6: ánfora ibérica.

en la fase situada entre el 450 al 380 aC (Martín 1999, 139, 1); o en Pech Maho en la fase Ic, de la primera mitad del siglo V aC ( Gailledrat/Solier 2004, fig. 240, 2-4).

fina, ligeramente erosionada, pequeños poros y puntos marrones. Fig. 66, 8: Base de gris monocroma, probablemente un plato à marli. Fragmento muy erosionado. Pasta gris clara, con pequeños granos de arena, puntos negros y porosa.

Fig. 66, 6: Fragmento del cuerpo de una gran jarra de cerámica ibérica pintada (líneas y círculos), cocida en fuego oxidante. Pasta naranja por dentro, fina, dura y bien depurada, con algunos puntos blancos. Pintura original de color rojo oscuro, aunque se ha descolorido con el tiempo. Se ignora la forma exacta, pero el tipo de decoración es habitual desde finales del siglo VI aC y durante todo el siglo siguiente. La encontramos, en nuestro país, en la Illa d’en Reixac en contextos del 525450 aC, pero también entre el 450 y el 380 aC (Martín/Conde 1999, 158, 4-5 y 168, 6-8); en Mas Gusó, en la UE 2019, con mezcla de materiales desde los siglos VI-V hasta el siglo II aC (Casas/Soler 2004, fig. 100, 2 y 6); en el Tossal del Moro de Pinyeres, en un contexto del siglo V aC (Arteaga/Padró/ Sanmartí 1990, fig. 29); en Pech Maho, fases Ib y Ic, del 540510 aC y 510-450 aC, respectivamente (Gailledrat/Solier 2004, fig. 223-224).

Fig. 66, 9: Base de jarra ibérica oxidada con fondo umbilicado. Pasta naranja, con puntos blancos y polvo de mica. Fig. 66, 10: Base de gris monocroma. Quizá se trata de un plato à marli, pero las numerosas estrías y surcos de torneado del interior no son habituales. Pasta con desgrasante de puntos blancos y negros, pequeños granos de arena y ligeramente porosa y erosionada en la superficie externa. Fig. 67, 1: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada. Pasta de color naranja, con desgrasante de puntos blancos y polvo de mica, fina y muy depurada. Fig. 67, 2: Borde de cerámica a mano, perteneciente a una urna de forma indeterminada. Todas las superficies muy pulidas.

Fig. 66, 7: Borde de jarra ibérica oxidada. Pasta amarillenta, 88

EL PERÍODO IBÉRICO

Es decir, restos sin demasiada entidad, fragmentos de cerámica muy desmenuzados y que nunca casan entre ellos. De hecho, da la impresión de que las tierras no proceden de una escombrera, sino que para rellenar el silo se utilizaron las de su alrededor, afectadas por la circulación en el área y con una cantidad poco significativa de pequeños fragmentos de cerámica que se fueron depositando con el transcurso de los años. En los inventarios queda patente que la cantidad de material arqueológico en relación con el volumen de tierras del silo es ridícula.

Fig. 67, 3: Labio de ánfora ibérica, de color naranja en la superficie y gris en el interior de la fractura, con desgrasante de puntos blancos. Fig. 67, 4 y 5: Bordes de urnas elaboradas a mano. De color negro y con zonas más claras; desgrasante de cuarzo y mica. Fig. 67, 6: Borde de ánfora ibérica, de color naranja, fina, de buena calidad, con pequeñas vacuolas y puntos blancos. Fig. 67, 7 a 10: Cuatro fragmentos sin forma de cerámica a mano. Texturas rugosas y de colores negro o gris oscuro, aunque a veces tienen manchas marrones. Tienen en común un alto componente de cuarzo blanco y mica en la composición de la arcilla

Tampoco es un material especialmente significativo ni diferente al que hemos ido encontrando en otros silos. El repertorio se repite, aunque a escala menor: ánfora ibérica de boca plana; fragmentos de borde de jarras oxidadas, con el labio en perfil de cuello de cisne y franjas de pintura roja; gris monocroma de las producciones más tardías o finales y una pieza de colgante o de collar de pasta de vidrio. Casi todos los fragmentos son sin forma. Con este material es prácticamente imposible proponer una cronología seria, aunque sea aproximada. UE. 1301

Total

Ánfora ibérica

46 1

6

Ibérica oxidada

92

2

90

Ibérica a mano

27

2

25

Adobe/arcilla

3

Malacológicos

4

Ánfora ibérica

Situado en el extremo norte del yacimiento, es uno de los de mayores dimensiones y posiblemente el mejor conservado en su estructura, aunque con el tiempo ha desaparecido su tercio superior. Se abrió en la roca arenisca y su boca, totalmente circular, tiene un diámetro de 2 m. en su estado actual. El interior se colmató de forma rápida con un montón de tierras que, en función de la textura y composición, podemos dividir en diferentes estratos o capas. Pero no hay duda de que se depositaron de forma seguida y en un solo momento. De hecho, como máximo podemos distinguir solo dos estratos principales. El superior formado con tierras como las del campo, con algunas piedras, fragmentos de cerámica y ocasionalmente con algunos trozos de adobes de barro endurecidos por el fuego (UE 1301). Una fina capa de arena que ocupa la mayor parte de la superficie del silo lo separa del segundo estrato, que prácticamente llega hasta el fondo, aunque en medio vemos bolsas y manchas de tierras de otras tonalidades, a veces algo arcillosas y en otras ocasiones más arenosas (UE 1302).

46

7

UE. 1302

SILO 13

S/Forma

Gris monocroma

Fauna

Fig. 68. Excavación del silo 13, en el extremo noroeste del conjunto. Campaña de 2007.

Formas

63

Total

Formas

s/forma

28

1

27

Gris monocroma

8

1

7

Ibérica oxidada

66

2

64

Ibérica pintada

2

1

1

Ibérica a mano

24

5

19

Bronce

1

Cuenta de vidrio

1

Adobe/arcilla

5

Malacológicos Fauna

25 131

UE. 1301/1302 Fig. 69, 1: Borde de ánfora ibérica, de color beige oscuro o naranja amarronado, con muchos puntos blancos y granos de cuarzo, con pequeños poros y una especie de engobe muy delgado por fuera. Fig. 69, 2: Borde o labio de lo que parece un vaso de gris de la costa catalana, de paredes delgadas, dura y depurada, con la superficie pulida por fuera. Color gris oscuro, casi negro.

Este segundo estrato, en el que también se mezclan algunas piedras, contiene el mismo tipo de material arqueológico.

Fig. 69, 3: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada. Pasta 89

SAUS II









 





Fig. 69. Silo 13. 1: ánfora ibérica, 2, 5 y 6: gris monocroma o local; 3 y 4: cerámica ibérica oxidada, a torno; 7: cuenta de collar, de vidrio.

beige oscuro o gris, con puntos blancos y probablemente decorada con pintura roja, desaparecida. Se trata de un tipo de borde relativamente habitual, con paralelos en la llamada Neápolis de Empúries (Sanmarti et alii 1987, fig. 14). Es, también, el mismo tipo que vemos en el Tossal del Moro (Arteaga/Padró/Sanmartí 1990, 96).

y compactas, grasas y algo arcillosas, y su parte inferior, la que recubría el inicio del estrato segundo, era totalmente plana (UE 1401). Da la impresión de que se vertió posteriormente, cuando ya debía hacer algún tiempo que los estratos inferiores se habían asentado. No era especialmente rico en material arqueológico y los pocos fragmentos que se encontraron tampoco muestran diferencias respecto al repertorio que hemos ido viendo. Entre las docenas de fragmentos, la mayor parte sin forma, tan sólo vale la pena citar algunos correspondientes a bordes de cerámica a mano, a veces con la espalda decorada con impresiones en forma de almendra (platos o cuencos de grandes dimensiones, urnas o ollas, etc.), parte de la pared de una copa de gris monocroma adoptando la forma de kílix con el asa horizontal y varios fragmentos de ánfora ibérica. Un objeto lítico, de fina arenisca, de forma romboidal y con todas las caras muy pulidas, tenía un uso o función que nos es desconocida.

Fig. 69, 4: Borde de jarra ibérica oxidada, decorada con pintura roja en la parte interna del labio. Pasta de color naranja, depurada y de grano fino. Fig. 69, 5: Base de copa o vaso de gris monocroma, muy erosionada, con puntos blancos y negros y restos de engobe oscuro. Fig. 69, 6: Borde de cerámica gris, quizá monocroma, pero de color algo más claro de lo que suele ser habitual. Fig. 69, 7: Pieza alargada de vidrio, de un colgante, perforada longitudinalmente.

El estrato segundo tenía un aspecto parecido al superior (UE 1402). Tierras arcillosas, algo más rojizas, durísimas y prácticamente estériles (no se puede reproducir gráficamente ningún fragmento cerámico con forma). Por la forma cónica de la parte superior del estrato que había debajo —el tercero—, deducimos que se depositó de manera rápida e inmediatamente después, sin que pasara demasiado tiempo entre el vertido de las tierras del tercero y del segundo, tal vez solo algunas horas.

SILO 14 Sus dimensiones son significativamente más pequeñas que las de la mayoría. A pesar de haber perdido su mitad superior, la parte conservada permite deducir una profundidad máxima de 130 cm. y una anchura máxima casi al fondo de 150 cm. Estaba colmatado con tierras depositadas en cuatro estratos, uno de ellos ocupaba tan solo un segmento y parecía como una bolsa vertida de forma puntual en una franja de contacto entre el primero y el segundo.

Entre este segundo estrato y el del fondo había lo que consideramos un sub-estrato que solo ocupaba una pequeña parte de la superficie del silo. Es, tan solo, una bolsa de tierras de una textura y coloración diferentes, no tan dura, que se vertió en un segmento de la superficie (en el lado norte). No

El primer estrato, el superior, se formó con tierras muy duras 90

EL PERÍODO IBÉRICO

cerámica de pasta clara —un fragmento de base—, responde a una tradición antigua, con origen seguramente en la zona marsellesa, presente desde los últimos decenios del siglo VI aC, y producciones locales que deben ser consideradas, en cierto modo, conexas con las producciones foráneas, como la cerámica del llamado taller de Ullastret. Los materiales locales son los más abundantes, empezando por la cerámica modelada a mano. Tiene las características habituales. Color gris oscuro o negro en la superficie externa y rojo oscuro o amarronado en la parte interna. Arcilla algo tosca, poco depurada y con un desgrasante de pequeños granos de cuarzo blanco y rastros de mica. Un caso es diferente. Se trata de un vaso bicónico con una sola asa de sección casi plana, en cinta, que tiene la superficie muy pulida, brillante. Es, con toda probabilidad, la misma producción en la que se incluyen los cuencos de fondo umbilicado y dos asas o asideros dobles, verticales y perforados, que hemos visto en otros silos.

Fig. 70. Jarra de cerámica ibérica oxidada y olla de cerámica reducida, modelada a mano, del silo 14.

contenía ningún tipo de material. El tercer estrato llega al fondo del silo (UE 1403). Es, por tanto, el primero que se depositó para obliterar el depósito. Adopta la forma cónica habitual, con la parte central más elevada (quizás no tanto como en otras ocasiones), lo que muestra que las tierras se vertieron de forma rápida y seguida. La poca dispersión de los elementos finos (la tierra era muy cenicienta), también señala que fueron transportadas con algún contenedor, un capazo o cualquier otro recipiente similar, y de manera intencionada. En cualquier caso, no cayeron del entorno inmediato y durante un periodo de tiempo dilatado.

También debemos considerar local —o, al menos, de esta área geográfica ampurdanesa— la cerámica a torno, con un conjunto notable de jarras de tamaño medio, con pastas de color naranja, beige, gris o amarronado, normalmente decoradas con franjas de pintura roja. El tipo varía poco, pero a veces observamos diferencias en el acabado de los bordes. Encontramos desde los típicos perfiles en forma de cuello de cisne hasta aquellos en los que el labio se ha ido acortando y ha adoptado una sección casi triangular. Normalmente suelen tener una sola asa de sección elíptica, más bien plana, o bien sin asidero. Todas las que hemos identificado, sin excepción, tienen el fondo cóncavo umbilicado, con un pequeño botón central que sobresale ligeramente.

Por otra parte, la cantidad de material arqueológico y su relativamente buena conservación —en el sentido de que muchas veces se trataba de piezas enteras o reconstruibles—, también señala que las tierras de este primer estrato proceden de un vertedero, de algún tipo de escombrera doméstica formada en una época reciente, muy próxima a la fecha en que se obliteró el silo. De lo contrario, los fragmentos que componen las diferentes vasijas se habrían dispersado más, ya desde el inicio.

Las ánforas, aunque de la región, tienen un origen más disperso y quizás a veces más lejano, si tenemos en cuenta la variedad y matices de las pastas. Predominan las de arcillas naranjas o tendiendo a beige, con un fuerte componente de cal o puntos blancos en la pasta y, a veces, polvo de mica. La fractura suele ser recta y las superficies bien pulidas.

Esta vez, el repertorio de producciones cerámicas es más amplio y permite una aproximación cronológica más fiable que en anteriores ocasiones, en que la cantidad de cerámica encontrada en los estratos de relleno de otros silos era solo testimonial o indicativa de un marco mucho más genérico. Aunque repite los conjuntos y producciones ya conocidas, ahora se podrán matizar algunos aspectos cronológicos que ayudan a perfilar la fecha de relleno del silo.

En relación con el material no cerámico, vale la pena comentar un mango de herramienta —seguramente de cuchillo— elaborado con un cuerno aserrado por ambos extremos. Es un tipo de objeto que fue utilizado durante un larguísimo periodo de tiempo y que volveremos a encontrar, en otros yacimientos de la zona, hasta época romana tardía. Por último, algunos objetos de hierro de uso indeterminado. Quizá se trata solo de clavos con la cabeza rota, pero podrían ser cualquier otro tipo de utensilio de función desconocida.

En este aspecto, la copa de cerámica ática, tipo delicate class, es un elemento de datación seguro. Con una ligera diferencia en el acabado del labio, pero con el pie idéntico y la decoración impresa en el fondo interno, podemos asimilarla a los núm. 483, 484 y 487 del Ágora de Atenas, las dos primeras con cronologías de entorno el 450 aC y la tercera con una datación de entorno el 430 aC (Sparkes/Talcott 1970, 269), que probablemente es la más apropiada para nuestro ejemplar. La

Todo ello, teniendo en cuenta especialmente el vaso de cerámica ática, pero también el repertorio de cerámicas locales, que ligan perfectamente y de manera homogénea con el conjunto (no hay intrusiones ni materiales residuales que puedan ser considerados excesivamente antiguos), nos lleva hacia a una cronología de la segunda mitad avanzada del siglo V aC que, según nuestra opinión, habría que situar, como máximo, dentro del último tercio de la centuria. 91

SAUS II

UE. 1401

Total

Ánfora ibérica

Formas 37

2

Gris monocroma

1

1

Ibérica oxidada

50

5

45

Ibérica a mano

55

4

51

Piedra pulida

2

Malacológicos

3

Fauna

3

UE. 1402

Total

Ánfora ibérica

35

Fig. 71, 6: Boca de ánfora ibérica. Pasta beige o marrón, deficientemente cocida, ya que se deshace al lavarla. Polvo de mica y puntos blancos visibles en el interior de la sección, que es de color gris claro. Formas

12

S/Forma

1

1

Ibérica oxidada

16

16

Ibérica a mano

11

Malacológicos

1

Fauna

2

Ánfora ibérica

Total

2

9

Fig. 71, 8: Piedra romboidal de arenisca de grano muy fino, pulida en todas las superficies y en dos lados opuestos. Formas

S/Forma

101

3

98

17

5

15

106

27

79

Ática

1

1

Pasta clara masaliota

1

1

Gris monocroma Gris costa catalana Ibérica oxidada

Ibérica a mano

Fig. 71, 7: Jarra de cerámica ibérica de pasta bicolor, aparentemente imitando un ánfora, pero de dimensiones bastante más pequeñas. Pasta de color naranja por fuera y gris claro por dentro, con polvo de mica y pequeños puntos blancos.

12

Gris monocroma

UE. 1403

Martigues aparece imitando las copas áticas de la segunda mitad del siglo V aC y comienzos del siglo IV aC (ChausserieLaprée/Nin 1995, fig. 9 y 10). Lo hemos de asociar a la forma V de Arcelin-Pradelle, que perdura hasta finales del siglo V aC (Arcelin-Pradelle 1984, fig. 42; Arceline-Pradelle/Dedet/ Py, 1982, fig. 15).

S/forma

2

UE. 1403 Fig. 72, 1: Copa de pie bajo de cerámica ática de barniz negro, con el fondo interno decorado con un rosetón sencillo impreso. Se puede asimilar a las formas Ágora 483, 484, 487, aunque el acabado del labio es algo diferente. La forma genérica y la decoración en el fondo interno la hacen más próxima, seguramente, a la última variante citada, fechada en torno al 430 aC (Sparkes/Talcott 1970, 269).

2

148

20

Hierro

4

0

Bronce

1

Malacológicos

1

128

Fig. 72, 2: Borde de vaso abierto de cerámica indígena a mano. De color gris oscuro y manchas marrones en el interior. Desgrasante de cuarzo blanco.

Fauna Huevos

Fig. 72, 3: Borde de urna de cerámica a mano. Pasta de color gris oscuro, casi negro en las superficies y rojo-marrón en el interior del corte. Desgrasante de cuarzo blanco y muy pulida por fuera.

6

Hueso labrado

1

Molinos

1

UE. 1401 Fig. 71, 1: Borde de vaso o plato de cerámica a mano de elaboración local. Pasta negra, rugosa, arenosa, con cuarzo blanco y polvo de mica.

Fig. 72, 4: Vaso bicónico de cerámica a mano. Superficies muy pulidas y casi negras. Interior de la fractura de color rojo oscuro, con pequeños granos de cuarzo, cal y mica dorada. La forma, que parece precursora de los bicónicas típicos de la cerámica gris de la costa catalana, la habíamos visto antes en los dos primeros silos excavados. En Mas Gusó aparece en la UE 3078, fechada entre la segunda mitad del siglo V y el primer cuarto del siglo IV aC (Casas/Soler 2004, 87).

Fig. 71, 2: Borde de vaso o urna de cerámica a mano, de color amarronado, pulida y con los mismos componentes que el fragmento anterior. Fig. 71, 3 y 4: Dos fragmentos de urnas de cerámica a mano, con la espalda decorada con impresiones romboidales. Pasta de color negro en las superficies y rojizo en el interior de la sección, con desgrasante de cuarzo blanco.

Fig. 72, 5: Borde de urna de cerámica a mano, de color gris oscuro o casi negro. Bien depurada, limpia y con desgrasante de cuarzo blanco. Fig. 72, 6: Base de urna de cerámica a mano, con el fondo plano. Pasta de color naranja rojizo, algo tosca, sin pulir y con componentes de cuarzo blanco de grano grueso y ligeramente micácea.

Fig. 71, 5: Fragmento de copa de cerámica gris monocroma con asa horizontal, de color gris claro, no demasiado dura, con pequeños poros y algunos puntos blancos. Superficie recubierta de engobe más oscuro. Es un tipo de copa que se documenta en toda la costa mediterránea occidental. En

Fig. 72, 7: Base de jarra de fondo umbilicado, a torno. Pasta 92

EL PERÍODO IBÉRICO



 



 







Fig. 71. Silo 14. 1 a 4: cerámica ibérica a mano, reducida; 5: cerámica gris monocroma, 6 y 7: ánfora ibérica; 8: utensilio de piedra pulida.

93

SAUS II







 









 

 

Fig. 72. Silo 14. 1: cerámica ática, 2 a 6: cerámica indígena a mano, reducida, 7 y 8: cerámica ibérica oxidada, a torno; 9: cerámica de pasta clara, 10 y 11: hierros, 12: agujas de bronce, 13: mango de cuchillo de asta de ciervo.

94

EL PERÍODO IBÉRICO

de color rosado oscuro, poco dura, erosionada, con puntos negros y algún grano de cal.

de color naranja oscuro, fina, depurada y de grano fino. Perfil característico en contextos del siglo quinto e incluso quizás antes. Lo encontramos en Empúries en niveles de la segunda mitad del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987), o en Narbona, en la llamada cerámica ibero-languedociana, en la misma época (Gailledrat/Solier/Boisson 2003, fig. 6, 5).

Fig. 72, 8: Jarra de cuello estrecho, de cerámica ibérica oxidada y decorada con dos franjas de pintura roja. La sección del labio, característica, recuerda la de algunos ejemplares emporitanos de los siglos V-IV aC, pero de cuello más ancho (Sanmarti et alii 1987, fig. 14, 6). Pasta de color naranja-beige o marrón muy claro, no demasiado dura, con la superficie harinosa y con concreciones que no dejan ver bien la decoración. Puntos blancos y ligeramente porosa. En general, casi toda la superficie está muy erosionada.

Fig. 73, 8: Jarra de cerámica gris, sin asas, que recuerda la forma GR-MONO 7b, pero que más bien parece un producto local. La pasta, el perfil del labio y el fondo umbilicado son típicos de las producciones ibéricas de esta zona. Pasta de color gris claro, igual que la de la costa catalana del área emporitana, algo harinosa, suave al tacto, depurada y sin que se vean desgrasantes ni intrusiones a primera vista. Un ejemplar prácticamente idéntico, pero en cerámica oxidada, lo encontramos en la UE 3078 de Mas Gusó, de la segunda mitad del siglo V aC (Casas/Soler 2004, 88, fig. 66: 3). El perfil del labio es, así mismo, característico de la segunda mitad del siglo V aC en la estratigrafía de la muralla sur de Empúries (Sanmartí et alii 1987, 171). Como decíamos antes, excepto el pie y el detalle del labio, la forma general es la de una gris monocroma que también encontramos en Narbona; una forma asociada a la ibero-languedociana IB-LANG 51 con fondo cóncavo (decorada con pintura roja), fechada en los siglos VIV aC (Gailledrat/Solier/Boisson 2003, 162 y fig. 6, 10).

Fig. 72, 9: Base de jarra o cuenco de pasta clara masaliota, con una franja de pintura de color castaño en torno al anillo de reposo. Pasta beige, fina, depurada, con pequeños puntos negros y blancos. Fig. 72, 10 y 11: Dos utensilios de hierro, púas o instrumentos de uso indeterminado. Fig. 72, 12: Fragmento de una aguja de bronce. Fig. 72, 13: Mango de herramienta o quizás de cuchillo tallado en asta de ciervo aserrada por ambos extremos.

SILO 15

Fig. 73, 1: Base de ánfora ibérica. Pasta característica, de color naranja claro y moteada de puntos blancos; dura y algo porosa. La forma, más estrecha de lo que suele ser corriente en la mayoría de ánforas del yacimiento, la hace quizá más cercana al tipo 2A, 5 (Sanmartí/Bruguera/Miñarro 2004, 383), aunque a partir de un fragmento de base no se puede extrapolar con seguridad la forma completa de la pieza.

Quizás se ha conservado mejor que la mayor parte de los silos excavados. La profundidad, si está en proporción a la anchura (200 cm.), nos permite deducir que ha perdido únicamente unos 40 cm. de la parte superior. Posiblemente por el mismo motivo, la estratigrafía de su interior se hallaba mejor conservada, con cuatro estratos bien delimitados, depositados de manera seguida y probablemente rápida. Sin embargo, desde el punto de vista del material, todos ellos eran más bien pobres, con más fragmentos sin forma que piezas clasificables.

Fig. 73, 2: Base de ánfora ibérica. Pasta de color naranja por dentro y ligeramente harinosa. Beige marrón por fuera, más dura y pulida, con una especie de engobe. Pequeños puntos blancos y negros y sin mica.

El primer estrato, el superior, estaba formado por tierras arcillosas muy compactas, duras y hasta cierto punto grasas, como las que son habituales en la comarca (UE 1501). Con poco material arqueológico —posiblemente debido a la forma en que fue depositado o a las características de la escombrera de la que procede—, disponemos de pocos elementos de datación. No obstante, se repite, a pequeña escala, el repertorio ya documentado anteriormente. Ánfora ibérica perteneciente a las producciones más antiguas (asas con un canal que las recorre verticalmente en la parte externa), cerámica ibérica a torno, de borde abierto y similar a los típicos perfiles en forma de cuello de cisne, pero más gruesos, y cerámica a mano, entre la que se identifican las habituales urnas que suelen tener el perfil ligeramente carenado y a veces con decoración impresa.

Fig. 73, 3: Asa de ánfora ibérica de sección acanalada de arriba abajo. Pasta naranja con tonalidades grisáceas, bien depurada, fina, algo porosa y con polvo de mica. Fig. 73, 4: Borde de ánfora ibérica, de color naranja, fina, bien depurada y con algunos granos de cal. Fig. 73, 5: Jarra de cerámica ibérica oxidada, decorada con pintura blanca y roja. Pasta naranja o beige oscuro, ligeramente porosa, poco dura y con polvo de mica mezclada. La franja de pintura blanca del interior del labio no es del todo segura, debido a una concreción calcárea adherida que la esconde casi completamente. La franja inferior parece que originalmente era roja, pero prácticamente ha desaparecido.

El estrato segundo adopta, en su parte superior, la forma cónica que se produce cuando se vierte la tierra desde arriba a capazos y con no demasiado lapso de tiempo transcurrido entre la formación de este y del estrato que lo recubre (UE 1502). Esta vez, sin embargo, el estrato 2 está formado por

Fig. 73, 6: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada, con una sola asa. La pasta es idéntica a la del ejemplar anterior. Fig. 73, 7: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada. Pasta 95

SAUS II

















Fig. 73. Silo 14, estrato 3. 1 a 4: ánfora ibérica; 5 a 7: cerámica ibérica oxidada; 8: cerámica gris.

96



EL PERÍODO IBÉRICO

un montón de piedras originadas por la descomposición de la roca natural del entorno, mezcladas con tierra. En medio, varios fragmentos de cerámica y objetos líticos de uso indeterminado.

de pasta naranja, tiene el típico fondo umbilicado que se repite en otros ejemplares de las producciones locales. Una vez más, aparece un utensilio hecho con una piedra plana de arenisca de grano fino, muy pulida en todas las caras principales y laterales (fig. 74: 7).

Aumenta, pero sin exagerar, la cantidad de material arqueológico que fue a mezclarse con estas tierras, y con algunas novedades. Aparte del repertorio clásico de cerámicas elaboradas a mano —urnas y ollas con la espalda decorada con cordones sobre los cuales se hicieron impresiones alargadas—, y de las cerámicas ibéricas a torno, algunas de ellas con decoración de franjas rojas pintadas (con perfiles de cuello de cisne), encontramos dos morteros. El primero es de origen claramente masaliota; de paredes gruesas, pasta de color beige, con una alta concentración de mica, cuarzo y granitos de aspecto metálico, probablemente pequeñas escorias de hierro. El segundo, de forma similar pero con el labio terminado con una especie de rebaba entrante, es de origen local. La composición de la pasta es similar a la de la mayor parte de las cerámicas oxidadas ibéricas que aparecen en el yacimiento; de color beige oscuro o marrón claro, está moteada de puntos blancos y marrones, con algunos pequeños poros.

Todo el conjunto nos induce a fechar el momento de amortización del silo hacia la segunda mitad avanzada o finales del siglo V aC, aunque ninguno de los materiales de su interior es bastante determinante a la hora de fijar una cronología clara. Se repite, como decíamos, el repertorio habitual, pero escaso. Los morteros, especialmente el masaliota, es quizás el elemento más fiable (aunque hasta cierto punto aislado), para proporcionarnos una cronología más o menos segura. Pertenece al tipo 623c de Gomez (aunque algunos detalles lo pueden hacer confundir con el tipo 629a), que se fecha en la segunda mitad del siglo V aC sin llegar al siglo posterior (Gomez 2000, 118-119). Las ánforas ibéricas también pertenecen, en general, a un momento que nos conduce hacia los siglos V y IV aC, con algunos ejemplares relativamente antiguos, caracterizados por las asas de sección en tres cuartos de círculo o con acanalado vertical, que encontramos a menudo en el yacimiento en contextos más claros de finales del siglo quinto.

Además, hemos de señalar los fragmentos de ánfora ibérica, que siguen los patrones ya conocidos, con pastas bien depuradas, a veces ligeramente porosas y con una alta concentración de puntos blancos, seguramente de cal. Las asas suelen tener sección circular. Un fragmento de borde parece corresponder a una jarra, con el labio de sección más bien triangular, que no se puede confundir con un ánfora.

UE. 1501

Total

Ánfora ibérica

El conjunto se completa con una pequeña pieza de bronce similar al larguero de unas pequeñas balanzas (probablemente un instrumento relacionado con la higiene personal), y diversos objetos líticos, redondeados, pulidos en todas sus caras y elaborados empleando piedras de arenisca muy pulida y de grano fino.

Gris monocroma

3

1

2

Ibérica oxidada

67

2

65

Ibérica a mano

13

2

11

Molinos

1

Escórias de hierro

2

Malacológicos

1

UE. 1502 Ánfora ibérica

20

15

Total

Formas 42

3

s/forma 39

Ánfora masaliota

1

1

Gris monocroma

6

6

Ibérica oxidada

61

1

60

Ibérica pintada

2

1

1

Ibérica a mano

27

3

24

1

1

Mortero masaliota

1

1

Piedra pulida

2

Mortero

El último estrato, el cuarto, estaba formado por un tipo de tierras similares a las del anterior, algo más oscuras, pero con la misma composición (UE 1504). Reposaba directamente sobre el fondo del silo, que en esta zona estaba tallado en la roca arenisca blanda. Aunque no es totalmente estéril, la cantidad de material arqueológico era muy baja, con pocos fragmentos clasificables. Casa, sin embargo, con el conjunto que se había encontrado en el estrato segundo. Solo cabe destacar un fragmento, que aparentemente adopta la forma de un ánfora de boca plana, pero de medidas más pequeñas y con el asa de sección rectangular y ángulos redondeados, perteneciente a una jarra de gran tamaño. Una base de cerámica ibérica a torno,

S/Forma

2

Fauna

El estrato tercero, de superficie más uniforme, tenía una composición diferente, con tierras arcillosas de color rojizo, compactas y con bastantes restos de barro endurecido o cocido, procedente del desmonte de algún muro de adobes (UE 1503). Prácticamente no había ningún fragmento de cerámica clasificable. Tan solo algunos fragmentos sin forma.

Formas 22

Barro quemado Fauna Escórias de hierro

2 36 8

UE. 1501 Fig. 74. 1: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada; de color naranja amarronado, dura y puntos blancos que parecen de concha desmenuzada. 97

SAUS II













 

 Fig. 74. Silo 15. 1 y 6: cerámica oxidada; 2: cerámica reducida, a mano, 3 a 5: ánfora ibérica; 7: piedra pulimentada.

UE. 1502 Fig. 75, 1: Mortero masaliota, con la pasta de color beige y muy micácea, con cuarzo y nódulos que parecen escoria de hierro. Es una forma que se repite en Saus II en varios silos y que parece corresponder al tipo 623c de Gomez, habitual en contextos del siglo V y que no perduró hasta el siglo IV aC (Gómez 2000, 118-119).

Fig. 74, 2: Borde de urna de cerámica indígena a mano, sin características especiales. Fig. 74, 3: Asa de ánfora ibérica de sección acanalada. Pasta de color beige amarronado y gris en el interior de la fractura; fina, depurada, ligeramente micácea y algo porosa. Fig. 74, 4: Asa de ánfora ibérica de sección romboidal. Pasta amarillenta, con cuarzo blanco y gris de grano grueso y algunos nódulos negros.

Fig. 75, 2: Mortero o cuenco ibérico. Pasta de color beige oscuro o marrón muy claro, con pequeños puntos blancos y 98

EL PERÍODO IBÉRICO

común oxidada, con las mismas características que el fragmento anterior.

marrones, ligeramente porosa. En la fase IV de la Illa d’en Reixac (450-380 aC) aparece un ejemplar, identificado como un cuenco de cerámica común oxidada, con el mismo perfil (Martín/Conde 1999, 170, 1).

Fig. 74, 7: Piedra pulida por todas sus caras. Greda o arenisca de grano fino.

Fig. 75, 3: Cuello y borde de jarra ibérica oxidada, decorada con pintura roja en el cuello y labio. Pasta de color beige oscuro, dura, depurada y compacta, con puntos blancos y algunos de color negro. El perfil se repite con frecuencia desde finales del siglo VI aC en varios yacimientos catalanes y del sur de Francia y perdura durante todo el siglo V aC. Lo encontramos en el Tossal dels Moros (Arteaga/Padró/Sanmartí 1990, 96); en Mas Gusó en la segunda mitad del siglo V y primera mitad del siglo IV aC (Casas/Soler 2004, 91); en Empúries (Sanmartí et alii 1987, 171), en la Illa d’en Reixac (Martín et alii 1999, en general), en Ruscino (Marichal/Rébé 2003, 263-265), etc.

UE. 1504 Ánfora ibérica Gris indeterminada

Total

Formas

S/forma

3

3

2

1

1

Ibérica oxidada

15

3

12

Ibérica a mano

2

Piedra pulida

1

Fauna

3

2

SILO 16 Se parece al anterior, pero las dimensiones son algo más pequeñas. La anchura máxima es de 180 cm. y la profundidad de 100 cm. Probablemente han desaparecido unos 30 cm. de la parte superior.

Fig. 75, 4: Borde de una gran jarra (con aspecto de labio de ánfora), de cerámica oxidada. Pasta naranja clara, más oscura en el interior de la sección, con pequeños puntos blancos y otros de color marrón.

El primer estrato, empezando por arriba, estaba formado por un montón de piedras de dimensiones diversas, vertidas expresamente, entre las que se mezclaban algunos fragmentos de molino de vaivén o de tipo barquiforme, tallados en piedra arenisca de grano grueso y muy dura (UE 1601). En medio se acumulaban tierras bastante blandas, algo arcillosas, con una cantidad de material arqueológico notable, constituyendo un repertorio más amplio de lo que suele ser habitual en otros silos del yacimiento, pero que repite los tipos y formas que volvemos a encontrar, juntas o por separado, en casi todos los silos.

Fig. 75, 5: Cuenco de cerámica a mano, con la pasta de color marrón-gris, dura, arenosa, con cuarzo blanco y polvo de mica; pulida y alisada. Fig. 75, 6: Urna de cerámica a mano. Grano muy fino y bien depurada, de color marrón oscuro y manchas negras, muy arenosa, con pequeños puntos de cuarzo blanco y mica. Espalda decorada con una franja adherida e impresa. Fig. 75, 7: Espalda y asa de cerámica ibérica oxidada, adoptando una forma parecida al ánfora, pero de medidas más reducidas. Pasta beige, fina, dura y bien depurada, con granos de cal.

La cerámica modelada a mano muestra el conjunto monótono y repetido hasta la saciedad en el yacimiento, con pocas novedades. Una vez más, urnas y ollas de perfil en S, con la espalda o carena decorada con motivos impresos directamente sobre ella o bien sobre un cordón de barro adherido previamente, combinando incisiones romboidales con botones circulares o elípticos; labios sencillos y no más gruesos que la pared de las respectivas piezas y, en general, una diversidad de tamaños considerable, si tenemos en cuenta los diferentes espesores de las paredes de los respectivos fragmentos. Las bases siempre son planas y sin diferenciar. Debemos señalar, además, un cuenco de paredes más delgadas, con la arcilla mejor depurada y grano más fino, y las superficies pulidas para dar un aspecto brillante, casi metálico. Aunque la pasta en la superficie tenga un color gris oscuro o negro, se trata tan solo de una capa muy fina debido a la cocción, ya que en el interior de la sección se puede ver claramente el color rojo oscuro predominante, con unos componentes de cuarzo blanco y pequeños puntos de cal.

Fig. 75, 8: Fragmento de cerámica indígena elaborada a mano, con un cordón decorado. Fig. 75, 9: Utensilio de bronce. Fig. 75, 10: Piedra pulida. Arenisca de grano fino con una perforación rota en un extremo. Fig. 182, 7 (1502): Piedra de forma más o menos esférica, como una bola mal acabada, de basalto bastante duro y compacto. Es del tamaño del puño y uno de sus lados está bastante gastado, con la superficie algo cóncava. Existe una completa colección en Ruscino, con piezas idénticas, aunque se consideran bastante más antiguas (Marichal/Rébé 2003). UE. 1504 Fig. 74, 5: Espalda y asa de una jarra de cerámica común oxidada, de color naranja oscuro y con el típico desgrasante de puntos blancos y granos de cuarzo.

Las ánforas de boca plana son, seguramente, el material con mayor número de fragmentos, aunque la cantidad de formas no es demasiado elevada. Destacan sobre todo los trozos de asa, normalmente de dos tipos: las de sección circular,

Fig. 74, 6: Base de fondo cóncavo de una jarra de cerámica 99

SAUS II











 



 



Fig. 75. Silo 15. 1: mortero masaliota; 2: mortero ibérico; 3 y 4: cerámica ibérica oxidada, 5, 6 y 8: cerámica reducida, a mano; 7: ánfora ibérica; 9: utensilio de bronce; 10: disco de gres pulido.

posiblemente la más típica, y las que tienen un canal que las recorre verticalmente. Estas últimas, a pesar de ser contemporáneas de las primeras, corresponden a las producciones más clásicas, pero no más antiguas, del ánfora ibérica, con cronologías seguras dentro de los primeros años del siglo IV aC, pero sobre todo en la segunda mitad del siglo anterior. No vemos un predominio claro de un tipo sobre el otro. Más bien mantienen unos porcentajes similares. En cuanto a los bordes y labios, tampoco tienen rasgos que valga la pena destacar de manera especial. Las soluciones en el acabado de los labios divergían sensiblemente en los diferentes 100

contenedores y alfareros. En general, sin embargo, suelen ser cortos, redondeados y sin pliegues ni molduras que los hagan resaltar de manera especial, como vemos en otros ejemplares del yacimiento. Las pastas, generalmente muy uniformes, son de color naranja o beige; a veces, con la superficie interior gris o directamente con la pasta de tipo sándwich, algo porosas, salpicadas de minúsculos nódulos blancos. En cuanto a la dureza, hay de todo. Desde las francamente duras y compactas, que no se pueden rayar con la uña, hasta las más blandas, con las superficies ligeramente harinosas, quizás debido a la erosión o por un contacto prolongado con un medio húmedo.

EL PERÍODO IBÉRICO

de puntos blancos —seguramente cal— en la composición de la arcilla o formando parte del desgrasante, por lo que parecen moteadas de minúsculos puntos. Por otra parte, la mica, tan presente en producciones regionales más tardías, aquí se reduce a un polvo casi imperceptible. En la misma categoría también se incluirán dos canales de vertido pertenecientes a grandes jarras dotadas de este apéndice en la mitad inferior del cuerpo.

 











 

Siguiendo con la cerámica a torno, no podemos dejar de lado los fragmentos de algunas producciones más especiales, que entrarían en la categoría de las llamadas cerámicas de pasta clara, con toda probabilidad atribuibles al taller de Ullastret o quizás a un taller más alejado, situado en el golfo de León. Siguiendo el contorno del pie se conservan restos de una pintura roja mal adherida. Y, por último, las bases de dos morteros de producción local o regional, de paredes gruesas y robustas, seguramente de dos tipos y orígenes diferentes. El primero, con la pasta de color gris oscuro, con granos de cal y algunos poros de diversos tamaños, ligeramente micácea. El segundo, de pasta naranja oscura, de grano grueso, con granos de cuarzo blanco y marrón, ligeramente micácea y con pequeños puntos de cal u otro componente blanco, que también podría ser concha desmenuzada.



  



 

 

 

 







Las importaciones se completan con algunos fragmentos de cerámica ática. Una base de skyphos con el fondo externo reservado y decorado tan sólo con dos círculos concéntricos de barniz negro; un borde decorado con hojas que alternan los colores rojo y blanco aplicados a pincel sobre la superficie (tipo Saint-Valentin), y un fragmento sin forma con decoración de figuras rojas, con un motivo que no podemos identificar.





  

Una pieza u objeto más extraño, desgraciadamente incompleto, es el que identificamos con una cabeza de caballo, elaborada a mano, bastante pulida, superficie de color marrón oscuro y con la zona interna de la parte fragmentada adoptando diversas tonalidades que van desde el gris al marrón rojizo. Es, en definitiva, el mismo tipo de pasta empleada en la elaboración del jabalí, el eje de rueda, la pata y la cola de otro animal que aparecieron en el silo vecino, y quizás formaba parte del mismo conjunto. La identificación como cabeza de caballo, algo torpe y esquemática, nos la proporciona un ejemplar similar —algo más elaborado— procedente de Llo (Campmajó 1986). En este, los ojos son dos pequeñas protuberancias a ambos lados de la frente, tras las cuales se ve el comienzo de la crin y, al lado, parte de la oreja derecha (la otra se ha perdido).

     

 

Fig. 76. Secciones estratigráficas de los silos 15, 16 y 17.

La otra producción local a torno es la cerámica oxidada. En este cajón de sastre en el que se coloca un poco de todo, predominan especialmente las jarras de borde abierto y perfil en cuello de cisne; desde los más desarrollados hasta los más robustos en los que sólo se empieza a insinuar ese tipo de borde (o que por evolución, ya ha desaparecido). En una ocasión encontramos parte del cuello alto de una jarra de cuerpo globular, del mismo tipo que hemos visto en el silo nº 5. La pasta de todas estas producciones tiene un color y unos componentes similares a los de las ánforas, pero es más fina, mejor depurada, con el grano más pequeño. No obstante, repiten toda la gama de tonalidades anaranjadas, desde el beige hasta el marrón claro, y todo tipo de durezas. Todas, sin embargo, tienen un rasgo común, que es la constante presencia

En cuanto al metal, tan solo podemos citar una pequeña placa u hoja de bronce, doblada en un extremo y perforada, que parece que iba fijada con un clavo sobre una madera o quizás servía de remache para un utensilio o vasija. Ha conservado una forma más o menos rectangular, con la superficie ondulada, y es muy quebradiza a causa de su extrema delgadez. En hueso, en cambio, encontramos el repertorio faunístico más o menos habitual, con una representación limitada de restos de bovinos, ovicapridos y aves que habrían sido consumidos en la 101

SAUS II

casa. El hueso también fue aprovechado ocasionalmente para elaborar utensilios sencillos, como un punzón o un perforador hecho con el extremo de un hueso largo de vacuno. Por último, entre el material lítico están los utensilios elaborados aprovechando cantos rodados, de arenisca, basalto o cuarcita blanca, pero siempre de grano muy fino, pulidos por una o dos caras, con evidentes señales de uso, enteros o parcialmente rotos; en cualquier caso, aparentemente amortizados. En un plano diametralmente opuesto, un fragmento de una pieza que completa debió ser notable. Es, en este caso, la base de un recipiente de piedra (quizás un mortero o un recipiente más alto), tallado en arenisca muy fina, de color gris, pulida sobre todo en el anillo de reposo del pie, y con la parte externa algo más rugosa. Como decíamos, desconocemos su forma original y su función, pero se aparta absolutamente del resto de objetos líticos del yacimiento.

forma cónica, con el pequeño montón de tierra en la parte central, descendiendo hacia los laterales. No hubo tiempo para que los elementos u otras causas naturales lo rasaran antes de depositar sobre él el montón de piedras y tierras del estrato 1. O sea, que su formación fue prácticamente contemporánea. La tierra era muy compacta, arqueológicamente casi estéril (algunas docenas de fragmentos de cerámica), y en el centro de la parte inferior había un gran bloque de piedra que reposaba sobre el estrato inferior y primero que se depositó para colmatar el silo. Posiblemente se trata de la losa que en origen tapaba la boca del silo. Deducimos, por lo tanto, que el estrato nº 3, con la superficie totalmente plana en el fondo del silo, se había formado por escorrentía y acumulación de tierras debida a causas naturales una vez abandonado el silo y antes de que se decidiera obliterarlo definitivamente. Avanzamos, por tanto —porque no valdrá la pena insistir más en ello—, que el estrato tercero estaba formado por una capa de unos 15 cm. de tierra amarillenta, arenosa, originada por la descomposición de la roca natural y con algunas bolsas de arcilla roja que se habían colado. Totalmente estéril. El material del estrato 2 (UE 1602), en cambio, nos dibuja un panorama parecido al del primer nivel de tierras, pero con menos fragmentos. El ánfora ibérica repite los mismos tipos en cuanto a las arcillas y componentes, con algunas asas de sección circular y fragmentos sin forma. Las bocas, con labios algo más gruesos y marcados, muestran ligeras variantes que no se apartan del repertorio estándar y no constituyen ningún elemento que haga suponer una cronología diferente respecto a las piezas del estrato 1. La cerámica a mano, con tan solo algunos fragmentos, pertenece a las mismas producciones locales que contienen, en la composición de su pasta, un desgrasante de pequeños granos de cuarzo blanco y muy poca mica. Uno de los fragmentos está decorado con grandes impresiones que adoptan la forma de sierra.

Fig. 77. Relleno de la parte superior del silo 16.

En conjunto nos lleva a fechar el estrato en un momento similar al de los silos abandonados en la fase final. Es decir, dentro de la segunda mitad avanzada del siglo V, aunque algunos elementos quizá podrían hacer avanzar esta cronología hasta las primeras décadas del siglo IV aC, como pueden ser los fragmentos de cerámicas áticas, una de las cuales parece que deberá atribuirse al tipo Saint-Valentin, aunque una cronología de finales del siglo V aC no es insensata y está totalmente justificada por la presencia de ánforas ibéricas de las producciones y tipos más arcaicos (recordemos las asas con sección acanalada), o las producciones de pasta clara, seguramente del taller de Ullastret. La cerámica a mano muestra un repertorio demasiado estándar, con un largo recorrido y pocas diferencias dentro de esta producción que permitan captar con precisión la evolución de las formas en el transcurso de los dos siglos. El material de los estratos inferiores, cuantitativamente menor, no proporciona elementos suficientes para confirmar o rechazar esta cronología, pero permite constatar una homogeneidad en todo el contenido del silo. El estrato 2, pues, se depositó inmediatamente antes del que cegó definitivamente el silo. Adopta, como casi siempre, la 102

En relación con la cerámica oxidada, volvemos a ver las típicas jarras de perfil en ‘ese’, labios triangulares o en forma de cuello de cisne y algún fragmento sin forma con restos de pintura roja; uno de ellos, con lo que parecen semicírculos colgando de las franjas horizontales. En cuanto a las producciones mejor diferenciadas, una base pertenece a la serie de pasta clara; no acabamos de ver si es de la zona de Marsella o del taller de Ullastret. Tiene la pasta de color beige amarillento, con polvo de mica, pequeños puntos blancos y marrones, y con la superficie ligeramente harinosa. La parte exterior del pie está recorrida por una franja ancha de engobe o pintura de un color negro o amarronado, con manchas rojizas, en general mal conservada. Por último, cabe citar dos fragmentos de base de cerámica gris monocroma. La primera de ellas perteneciente a las producciones más tardías, mientras que la segunda, por la forma del pie, parece algo más arcaica. En cualquier caso, una cronología que difícilmente llegaría el siglo IV aC parece la más adecuada. Y finalmente, además del material cerámico, aparece una vez

EL PERÍODO IBÉRICO



 



4

3



7

8













Fig. 78. Silo 16. 1 a 6: cerámica ibérica a mano, 7 a 9: cerámica ática; 10: lámina de bronce, 11: figura de terracota, 12 y 13: cerámica ibérica oxidada; 14: punzón de hueso.

103

SAUS II

más una herramienta de piedra, esta vez, hecha con un guijarro de cuarcita rosada, con una cara totalmente plana y pulida, con finos surcos originados con el uso y roce de la piedra sobre una superficie dura, quizá sobre un molino de mano o una losa de arenisca. UE. 1601

Total

Formas

Ánfora ibérica

176

21

Ánfora púnica

1

1

Gris monocroma Gris costa catalana (?) Ibérica oxidada

155 20

6

6

150

27

123

Ática

10

3

7

Ibérica a mano

51

8

43

2

2

Taller de Ullastret

1

1

Molinos

7

Mortero

Piedra pulida

4

Barro cocido

1

Malacológicos Fauna

Fig. 78, 10: Lámina de bronce con una perforación, de uso desconocido. Fig. 78, 11: Cabeza de caballo en barro cocido y modelado a mano. Pasta de color marrón oscuro, con manchas grises y ahumada, de grano fino y bien depurada. Recuerda la cabeza del caballo de Llo (Campmajó 1987), aunque este tiene una calidad inferior. Fig. 78, 12: Cuello y labio de jarra de cerámica oxidada, de la misma forma que hemos visto en el silo 5 (fig. 37). Pasta de color naranja oscuro o marrón, con puntos blancos y muy depurada. El interior de la sección es gris. Se ven restos de pintura roja escondida bajo las concreciones calcáreas de la superficie.

6 229

Coroplastia (caballo)

1

Vaso de Piedra

1

Fig. 78, 8: Fragmento de cerámica ática decorada con hojas horizontales. Tipo Saint-Valentin. Fig. 78, 9: Fragmento de cerámica ática de figuras rojas. Copa de forma indeterminada.

S/Forma

20

calidad, aunque con la superficie erosionada. Pie de sección casi circular, muy grueso.

UE. 1601 Fig. 78, 1: Cuenco de cerámica a mano, pulido por dentro y por fuera. Pasta marrón rojiza en el interior de la sección y color gris oscuro o negro en las superficies; dura y depurada, con puntos de cal y granitos de arena blanca. Es del mismo tipo que encontramos en el silo 5, con asas perforadas verticalmente. Fig. 78, 2: Parte superior y borde de urna de perfil en S, de cerámica indígena a mano. Pasta de color negro, algo tosca, pero alisada y pulida en todas las superficies. Desgrasante de cuarzo blanco y casi sin mica. Decorada con una faja reseguida por impresiones romboidales. Tipo frecuente en Mas Gusó en contextos de los siglos V y IV aC (Casas/Soler 2004, fig. 90, 3). Fig. 78, 3: Parte del cuerpo de una urna de cerámica a mano. Pasta de color gris oscuro y marrón, micácea y con granos de cuarzo. Superficie alisada, pero no pulida. Cordón impreso con decoraciones romboidales. Fig. 78, 4: Fragmento sin forma de cerámica a mano, de color negro por fuera y gris oscuro por dentro. Interior de la fractura de color amarronado o rojizo. Tiene la misma composición que todas las de este tipo, con cuarzo de color blanco y granos de cal. Decorado con un cordón impreso, en el que se alternan pequeños mamelones. Fig. 78, 5 y 6: Bases de urnas de cerámica a mano, de color marrón oscuro y gris, con granos de cuarzo blanco y mica. Fig. 78, 7: Base de skyphos de cerámica ática, de buena 104

Fig. 78, 13: Borde de jarra ibérica oxidada, de color naranja, fina, ligeramente micácea y bien depurada. Superficie harinosa al tacto. Fig. 78, 14: Utensilio fabricado con un hueso, probablemente de vacuno, el cual ha sido tallado y pulido para darle forma puntiaguda. Fig. 79, 1: Jarra de cerámica oxidada ibérica, de color naranja, fina, depurada, ligeramente micácea y con puntos de cal. Fig. 79, 2: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada en forma de cuello de cisne muy pronunciado. Textura ligeramente harinosa, de color naranja claro por fuera y gris en la superficie interna, fina y bien depurada. Fig. 79, 3: Cerámica ibérica oxidada, de color beige y ligeramente afectada por el fuego en la superficie, que adopta una tonalidad grisácea. Fina, depurada, algo micácea y con puntos de cal. Fig. 79, 4: Cerámica ibérica oxidada. Pasta beige amarronada y gris claro en la superficie externa. Ligeramente micácea y con puntos de cal. Fig. 79, 5 y 6: Caño-vertedero de sección semicircular de cerámica ibérica oxidada de pasta bicolor, naranja oscuro y gris. El segundo, con la superficie externa alisada con una espátula que ha dejado señales evidentes de este tipo de acabado. Las jarras con rebosadero son características de los siglos V y IV a. C. (y otras quizás aún más recientes), sin que pueda delimitarse mejor su cronología a partir de tan sólo dos fragmentos.

EL PERÍODO IBÉRICO











 





10





Fig. 79. Silo 16, estrato 1. 1 a 7 y 10: cerámica oxidada ibérica, 8 y 9: cerámica de pasta clara del taller de Ullastret, 11 y 12: morteros, probablemente locales.

105

SAUS II

Fig. 79, 7: Borde de jarra de cerámica oxidada, de labio corto y poco diferenciado. De color naranja oscuro, fina, dura y de buena calidad, con algunos pequeños puntos blancos.

Fig. 80, 10: Asa de ánfora ibérica de sección acanalada en la parte externa. Pasta naranja clara, con granos de color marrón y gris, puntos blancos y sensiblemente porosa.

Fig. 79, 8: Base de un plato o cuenco asimilable al taller de Ullastret, pero demasiado erosionada y sin restos de pintura o engobe. Pasta de color beige claro, harinosa, fina, depurada y con pequeños poros y nódulos blancos, seguramente de cal.

Fig. 80, 11: Pieza de basalto pulido, con señales de uso y desgaste.

Fig. 79, 9: Base de cerámica del taller de Ullastret. Pasta de color naranja, fina, de tacto jabonoso, moteada de mica muy fina y con algún grano de cal. Fig. 79, 10: Jarra de cerámica oxidada, con el borde muy moldurado. Pasta naranja, con la misma composición habitual en todas las producciones oxidadas del yacimiento. Fig. 79, 11: Base de mortero ibérico. Pasta de color gris oscuro, no excesivamente porosa, con pequeños granos de cal y ligeramente micácea.

Fig. 80, 12: Base de recipiente de piedra arenisca. Grano muy fino, pulido en la parte interna y con un fino repicado exterior. Probablemente se trata de un mortero de piedra; recipiente poco habitual en yacimientos de esta época, aunque se conocen algunos en contextos del siglo V aC (Gailledrat/Solier 2004, 352). Fig. 80, 13: Piedra pulida. Cuarcita blanca. UE. 1602

Total

Formas

S/Forma

36

4

Gris monocroma

6

2

4

Ibérica oxidada

23

3

20

Fig. 79, 12: Base de mortero ibérico. Pasta de color naranja ladrillo, de grano grueso, con cuarzo blanco y marrón, pequeños puntos de cal y ligeramente micácea.

Ibérica a mano

11

1

10

Fig. 80, 1 y 2: Bordes de ánfora ibérica. Ambos con la pasta de color anaranjado, dura y compacta, depurada, puntos de cal y un poco porosa. Interior de la fractura gris claro.

Fauna

Fig. 80, 3: Borde de ánfora ibérica. Pasta naranja-beige, muy dura y compacta, pero con algunos pequeños poros dispersos. Muchos puntos blancos, seguramente de cal, en la composición de la arcilla. Fig. 80, 4: Asa de ánfora ibérica, de sección circular. Pasta naranja, dura y compacta. Interior de la sección gris. Pequeños nódulos de cal y polvo de mica. Fig. 80, 5: Asa de ánfora ibérica de sección un poco ovalada. Pasta de color naranja claro, harinosa y con puntos blancos y marrones. Fig. 80, 6: Asa de ánfora ibérica de sección casi circular. Pasta naranja-marrón claro, algo porosa, con nódulos blancos y marrones. Recubierta de una membrana muy fina de engobe amarillento. Fig. 80, 7: Asa de ánfora ibérica con la sección acanalada. Pasta bicolor, naranja o beige por fuera y gris en el interior de la fractura, ligeramente porosa y granitos calcáreos de todos los tamaños.

Ánfora ibérica

Molinos

1

Malacológicos

UE. 1603

2 45

Total

Ibérica oxidada

Formas

S/Forma

2

Piedra pulida

1

Fauna

2

UE. 1604

32

Total

2

Formas

S/Forma

Gris monocroma

1

1

Ibérica oxidada

9

2

7

Ibérica pintada

1

1

Ibérica a mano

1

1

Fauna

5

UE. 1602 Fig. 81, 1: Borde de ánfora ibérica, con la pasta de color beigenaranja, dura, poco porosa y con granos de cal. Fig. 81, 2 y 3: Asas de ánfora ibérica. La primera, con la pasta de color naranja, la otra, de tonalidad más gris. Tienen en común la composición de la pasta, con pequeños granos de cal y ligeramente micácea.

Fig. 80, 8: Ánfora ibérica de pasta bicolor; naranja o marrón oscuro en la superficie y gris en la sección. Con cuarzo blanco, puntitos blancos y polvo de mica. Sección del asa circular.

Fig. 81, 4: Borde de ánfora ibérica, con la pasta del mismo tipo que los dos fragmentos anteriores.

Fig. 80, 9: Asa de ánfora, probablemente púnica. Pasta amarilla, porosa y rugosa al tacto. Asa de sección ovalada.

Fig. 81, 5: Nódulo de cuarcita rosada, con una cara más plana y pulida, con señales de uso.

106

EL PERÍODO IBÉRICO













 





 





Fig. 80. Silo 16, estrato 1. 1 a 10: ánfora ibérica, 11 y 13: utensilios de piedra pulida; 12: base de recipiente de piedra.

107

SAUS II

























 



Fig. 81. Silo 16, estratos 2 y 4. 1 a 4: ánfora ibérica; 5: piedra pulida, 6, 7 y 9: gris monocroma; 8: cerámica a mano, 10: cerámica de pasta clara, 11 a 13: cerámica ibérica oxidada.

108

EL PERÍODO IBÉRICO

Fig. 81, 6: Base de un recipiente de gris monocroma, bastante dura, con pequeños nódulos blancos y negros. No conserva restos de engobe. El fondo interno, en la parte central, está recortado expresamente.

solo algunos fragmentos de cerámica sin mucha personalidad, iguales a los que se han ido encontrado en el yacimiento: comunes ibéricas oxidadas y reducidas elaboradas a mano, otros pertenecientes a ánforas ibéricas, y poco más.

Fig. 81, 7: Borde de gris monocroma, de color claro, con pequeños poros, puntos blancos y recubierta de engobe casi negro, muy fino.

El estrato segundo tenía una composición similar, pero entre la tierra se mezclaban restos de la roca natural del entorno, descompuesta (UE 1702). En la parte central era muy delgado, ya que reposaba sobre la parte superior del estrato tercero, el cual adoptaba la típica forma cónica, mientras que en los laterales podía llegar a tener una potencia de hasta 60 cm., siguiendo la pendiente del estrato inferior. Tampoco contenía demasiado material. Pero entre los fragmentos clasificables identificamos algunas formas de ánfora ibérica del país, con la pasta de color beige oscuro, fina y moteada de polvo de mica, la carena de una copa de gris monocroma y el borde de una jarra oxidada, a torno, con el labio de sección casi triangular.

Fig. 81, 8: Carena o espalda de urna de cerámica a mano, decorada con incisiones en forma de sierra. UE. 1604 Fig. 81, 9: Base de gris monocroma, posiblemente de producción local. Pasta de color gris oscuro, con granos de cuarzo blanco, puntos negros y ligeramente micácea. El interior de la fractura es de tonos más claros. Fig. 81, 10: Base de recipiente de cerámica oxidada, que recuerda las producciones del taller de Ullastret, aunque tiene algunas características que la acercan a los productos de pasta clara masaliota. Pasta de color beige amarillento, con desgrasante de polvo de mica, puntos blancos y marrones y algo harinosa en la superficie. Engobe o pintura negra/marrón, con manchas rojizas en torno al pie. Fig. 81, 11: Borde de jarra de cerámica oxidada, a torno, de pasta anaranjada. Recuerda algunos vasos similares, de borde muy abierto, procedentes de Mas Gusó (Casas/Soler 2004, 66, 6-7), de mediados del siglo IV aC con mezclas e intrusiones de cualquier época. Fig. 81, 12: Borde de labio engrosado de una jarra ibérica oxidada. De color naranja por dentro y amarillento por fuera, con puntos marrones y blancos (concha desmenuzada?), y cuarzo blanco. La forma del labio la volvemos a encontrar en Mas Gusó y correspondería a una jarra de cuello alto (Casas/ Soler 2004, 88, 2 y 68, 2), de la segunda mitad del siglo V aC hasta el primer cuarto del siglo IV aC.

Fig. 82. Estrato inferior del silo 17, con una losa irregular en el centro, que probablemente habría sido la tapadera original.

El estrato 3 (UE 1703), como habíamos dicho, adopta una forma cónica, resiguiendo la superficie y configuración del estrato 4, que también tiene la misma forma, al igual que el quinto, aunque no tan pronunciada. Era un nivel formado básicamente por restos de barro cocido, que tanto pueden proceder de un hogar doméstico destruido como del suelo de una habitación endurecido por el continuo tránsito y por las cenizas que se habrían ido extendiendo desde el hogar. No es diferente, en todo caso, al tipo de material desmenuzado que se ha encontrado en casi todos los silos del yacimiento. Esta vez, sin embargo, es prácticamente el único material del que se componía el estrato, mezclado con la poca tierra que se había ido mezclando durante la colmatación del silo. No había fragmentos de ladrillos u otros elementos de construcción, que suelen ser habituales en el resto de silos.

Fig. 81, 13: Fragmento de jarra de cerámica oxidada decorada con pintura roja formando franjas horizontales y semicírculos.

SILO 17 Es, también, uno de los mejor conservados, con una estratigrafía más compleja de lo que suele ser habitual, pero sin apartarse de los tres o cuatro (esta vez, cinco), estratos que rellenaban el orificio. Su anchura máxima es de 2 m. y se ha conservado hasta una profundidad de 110 cm. Deducimos, a partir de la profundidad y del ancho de la boca actual, que ha perdido entre 30 y 40 cm. de la parte superior.

En cuanto al material arqueológico que también se había mezclado con los restos de barro cocido, es más abundante que en el estrato precedente, pero sin constituir un conjunto notable. Solo los fragmentos suficientes para poder comprobar que nos movemos dentro del marco cronológico y cultural que hemos ido comentando hasta ahora. Predominan los fragmentos de ánfora ibérica, siempre con el mismo tipo,

El primer estrato había desaparecido por la erosión en su parte superior, y se componía de tierras comunes, marrones, grasas y muy duras, como las que recubren el estrato superficial del yacimiento (UE 1701). No tenía mucha potencia (unos 20 cm.) Y tampoco contenía demasiado material arqueológico, tan 109

SAUS II

aunque pueden presentar pequeñas diferencias en el acabado de los labios, más marcados, redondeados o bien con un bisel más pronunciado. Aparte, un fragmento de borde de plato à marli de gris monocroma con el labio ligeramente inclinado hacia fuera y un fino filete que sigue el entorno exterior por debajo del borde, y la base de un mortero ibérico modelado con una arcilla muy corriente en el yacimiento, con puntos de cal, polvo de mica y pequeños granos de arena. La pasta es de color beige-naranja y la superficie rugosa. La cerámica ibérica oxidada, siempre a torno, es relativamente numerosa, y adivinamos el repertorio habitual de jarras de medidas regulares, cuerpo abombado y boca ancha con el labio exvasado. En cuanto a la cerámica elaborada a mano, volvemos a encontrar las producciones locales que se caracterizan por una pasta muy homogénea, con la superficie oscura, casi negra, y el interior de la sección amarronado o rojo oscuro; siempre con la pasta arenosa debido al elevado contenido de cuarzo blanco en su composición, y casi sin mica. El único fragmento decorado presenta, como siempre, un cordón impreso en la espalda, sobre el que se practicaron impresiones oblicuas y alargadas. El estrato 4 (UE 1704) también adoptaba la forma cónica en la parte superior (al igual que el quinto), y estaba formado básicamente por arena procedente de la descomposición de la roca natural del entorno. La disposición de los estratos situados bajo el primero señalan, una vez más, que la tierra se volcó de manera muy rápida y seguida, transportada con algún tipo de capazo o un contenedor similar, pero esta vez procedía de diferentes lugares del entorno, ya sea escombreras, vertederos, limpieza de un lugar de habitación o bien obtenida de algún lugar secundario del antiguo asentamiento. El material fechable que se mezcló con la tierra, más bien pobre y escaso, no es diferente al de los estratos segundo y tercero, ni es más abundante que el que encontramos en aquellos niveles excavados con anterioridad. Las novedades son mínimas, por no decir nulas. De ánfora de boca plana solo encontramos un fragmento de borde entre un pequeño lote de pedazos sin forma. Otro fragmento, que recuerda este tipo de contenedor, parece corresponder más bien a una gran jarra. La pasta, sin embargo, es idéntica a la de las ánforas ibéricas, con una tonalidad tendiendo al beige o naranja claro y moteada de puntos blancos. El estrato 5 reposaba directamente sobre el fondo del silo y su parte central superior era ligeramente abombada, insinuando la forma cónica que se iba acentuando en los estratos superiores (UE 1705). Pero esta vez estaba formado por tierras de un color rojizo, con muchas piedras mezcladas, entre las que se localizó la losa que en origen había servido para tapar la boca del silo. Siempre son piedras obtenidas en afloramientos y canteras locales, normalmente areniscas de color gris y grano fino, con vetas de cuarzo de entre 1 y 2 mm. de espesor que separan las diferentes capas de arenisca. También aparecen, pero en menor cantidad, algunos guijarros y bloques de cuarcita y caliza. Pero su presencia es francamente minoritaria. 110

UE. 1701

Total

Formas

S/forma

Ánfora ibérica

4

4

Gris monocroma

4

4

Gris costa catalana

1

1

Ibérica oxidada

20

Ibérica a mano

3

Barro quemado

1

Fauna

2

UE. 1702

Total

Ánfora ibérica

2

18 3

Formas 52

S/Forma 4

48

Gris monocroma

8

8

Ibérica oxidada

57

57

Gris indeterminada

1

1

Ibérica a mano

7

7

Piedra pulida

1

Adobe/arcilla

3

Fauna

7

UE. 1703

Total

Ánfora ibérica

Formas 416

S/Forma 6

410

2

15

Ánfora masaliota

2

Gris monocroma

17

Gris indeterminada

20

20

1

1

Pasta clara masaliota

2

Ibérica oxidada

123

Ibérica pintada

1

Ibérica a mano

13

1

1

1

Mortero Adobe/arcilla

3

Fauna

8

UE. 1705 Ánfora ibérica

Total

10

1

Formas 15

Gris monocroma

1

Ibérica oxidada

22

113 12

S/Forma 2

13

4

18

1

Ática

1

1

Ibérica a mano

2

2

Mortero masaliota

1

Molinos

1

Malacológicos Fauna

1

1 12

Entre las importaciones, solo vale la pena citar un fragmento de base de un mortero masaliota, con el pie ancho y robusto y las paredes gruesas, con la típica pasta de color beige, conteniendo grandes láminas de mica y un componente de escorias de hierro de color negro o marrón, mezclado con granos de cuarzo blanco.

EL PERÍODO IBÉRICO

calidad y bien depurada. Color naranja claro.

Las producciones locales tienen un peso mayor en el inventario. Una pieza de cerámica oxidada modelada a torno, que adopta la forma de una copa, con perfil en ese y borde muy abierto, recuerda algunas formas de la gris monocroma. No es una forma extraña, aunque sea poco abundante. Encontramos paralelos en la Illa d’en Reixac en la fase correspondiente al período 450-380 aC (Martín/Conde 1999, 165), o en Mas Gusó con la misma cronología (Casas/Soler 2004, fig. 63, 5). Las jarras de boca ancha y labio abierto, que recuerdan los perfiles en forma de cuello de cisne pero más corto, decoradas con franjas de pintura roja, se documentan gracias a un solo ejemplar.

Fig. 83, 5: Borde de cerámica gris monocroma. Un plato à marli atípico en el acabado del labio, pared interna muy recta y una moldura notable en el lugar donde habitualmente veríamos la carena externa. Pasta con pequeños granos de arena y cal, ligeramente micácea. Restos de engobe más oscuro en el exterior. Fig. 83, 6: Borde de jarra de cerámica gris monocroma; forma atípica (a menos que se trate de un pie perteneciente al vaso GR-MONO 7c). Restos de engobe gris oscuro en la superficie.

Hay que hacer, no obstante, una observación final, que permite constatar que el silo no solo fue obliterado de una manera muy rápida, sino que la distinción entre los estratos, a pesar de su diferente composición, textura, material, etc. se debe al hecho de observar una estricta praxis metodológica a la hora de excavar, pero en realidad, todo el conjunto es un solo estrato. Los fragmentos de unos y otros —y hablamos como mínimo de cuatro estratos— casan entre ellos y podemos reconstruir algunas de las piezas que reproducimos, aunque muy incompletas, gracias a los fragmentos aparecidos indistintamente en cualquier nivel.

Fig. 83, 7: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada. Fig. 83, 8: Base de mortero ibérico, con la pasta similar a la del resto de cerámica común del yacimiento. Pasta beige o naranja, rugosa al tacto, pequeños granos de arena, cal y ligeramente micácea. Fig. 83, 9: Espalda de urna de cerámica a mano, decorada con un cordón impreso. Pasta rojiza y arenosa, con muchos granos de cuarzo blanco.

En cuanto a su datación, la cantidad de material que podría proporcionar una cronología segura es demasiado baja para poder presentar proposiciones aceptables. Encontrado en otro contexto y en un silo aislado, podríamos llegar a intuir un marco que abarcaría los siglos V y IV aC (más bien los inicios del siglo IV aC); pero el contexto general del yacimiento, en el que hasta ahora hemos ido viendo una coincidencia abrumadora en el momento final de buena parte de los dieciséis silos estudiados en los apartados precedentes (y que veremos confirmada en casi todos los siguientes), sin que prácticamente ninguno de ellos sobrepase la transición del siglo quinto al cuarto, nos muestra que no hay nada que se aparte de las cronologías que se han ido apuntando hasta ahora. Con toda probabilidad, una datación de finales del siglo V aC o primeros años del siglo siguiente, como máximo, es la más coherente.

Fig. 83, 10: Borde de ánfora ibérica. Pasta de color naranja rosado, dura, pero erosionada. Fig. 83, 11: Borde de ánfora ibérica. De color naranja-beige en el interior y más claro por fuera. Pequeños puntos blancos y ligeramente porosa. Fig. 83, 12: Ánfora o jarra ibérica, con la pasta de color beige claro, blanda y harinosa en la superficie, algo porosa y pequeños nódulos de cal. UE. 1704 Fig. 83, 13: Borde de jarra adoptando una forma que recuerda algunas ánforas de boca plana. Pasta con las mismas características que las descritas anteriormente. Fig. 83, 14: Borde de ánfora ibérica.

UE. 1702 Fig. 83, 1: Boca de ánfora ibérica. Pasta de color naranja beige, fina, porosa y con polvo de mica.

UE. 1705 Fig. 83, 15: Vaso de cerámica ibérica oxidada, de color naranja y con desgrasante o impurezas de nódulos de cal. Fina y bien depurada. Recuerda alguna de las formas de la gris monocroma; pero este tipo de vaso de cerámica común lo encontramos en la Illa d’en Reixac en el período 450-380 aC (Martín/Conde 1999, 165, 21) y en Mas Gusó en el mismo periodo (Casas/Soler 2004, fig. 63, 5).

Fig. 83, 2: Carena de vaso de gris monocroma. Cuenco carenado o copa de las formas VI o VII de Arcelin-Pradelle. Es más probable que sea una copa (forma VI o variante), que perdura durante todo el siglo V aC y desaparece a principios de la siguiente centuria (Arcelin-Pradelle 1984, fig. 3; ArcelinPradelle/Dedet/Py 1982, fig . 14). Tipo Dicocer1 GR-MONO 6b.

Fig. 83, 16: Borde de jarra ibérica de cuello alto, oxidada y decorada con pintura roja. Pasta de color naranja claro, dura, compacta, depurada, con mica muy fina y pequeños granos de cal. Recuerda un ejemplar de la muralla sur de Empúries (Sanmartí et alii 1987, fig. 171, 1-5), fechado en la segunda mitad del siglo IV aC, y otro de Mas Gusó, también de

Fig. 83, 3: Borde de cerámica ibérica, de color gris claro. UE. 1703 Fig. 83, 4: Borde de cerámica ibérica oxidada, de buena 111

SAUS II



 

















 



 



 





Fig. 83. Silo 17. 1 y 10-14: ánforas y jarras ibéricas, 2, 5 y 6: cerámica gris monocroma, 3, 4, 7, 15 y 16: cerámica ibérica oxidada; 8: mortero ibérico; 17: mortero masaliota; 18: concha.

112

EL PERÍODO IBÉRICO

mediados o segunda mitad del mismo siglo (Casas/Soler 2004, fig. 56, 1).













1801

Fig. 83, 17: Base de mortero masaliota, de color beige, con mucha mica y granitos negros y marrones, así como cuarzo blanco. Aunque a partir de la base sería difícil adivinar la forma exacta, esta la hallamos en Empúries en un contexto de la segunda mitad del siglo V aC (Sanmarti et alii 1987, 56, 1).





Fig. 83, 18: Concha con una perforación practicada intencionadamente en el extremo. 



SILO 18









Pertenece a la serie de los silos de grandes dimensiones, aunque no es el mayor del yacimiento. La anchura máxima a media altura era de 180 cm. y la altura o profundidad conservada era de 130 cm. Todo parece señalar que casi no habría perdido la parte superior por encima del nivel de la boca actual (como máximo, unos 20 cm.), ya que estaba tapado con un montón de piedras conservadas in situ y aparentemente no se habían desplazado de su lugar original. Debemos recordar, por otra parte, que junto con el nº 19 es el más próximo a los silos 1 y 2, excavados en 1980, que se conservaban intactos en sentido vertical, aunque cortados por el margen del camino. Se hace cada vez más evidente que en esta parte sur del yacimiento nos encontramos en la zona más baja de la colina original que ha ido quedando arrasada y nivelada en el transcurso de los siglos.

 

     













 

El primer estrato que se localizó dentro del silo, justo por debajo del nivel superficial, era un montón de piedras irregulares vertidas sin mucho cuidado para rellenar el depósito (UE 1801). Sobresalían pocos centímetros del nivel del suelo geológico que, a pesar de la buena conservación y poca afectación de esta parte del yacimiento, no podemos considerar como el suelo original de circulación, ya que en toda su superficie se ven las señales de los arados que poco a poco han ido rebajando y allanando el campo.



Fig. 84. Secciones estratigráficas de los silos 18, 19 y 20.

El estrato segundo era el de mayor potencia, con un espesor medio de 60 cm. (UE 1802). Básicamente era una capa de tierras arcillosas como las que ahora cubren la finca, con algunos restos de adobes procedentes del desmonte de un muro. Aunque no es especialmente rico en cuanto a material arqueológico, se recuperaron algunos fragmentos de cerámica a mano: ollas de base plana y con decoración de cordones impresos que alternan con botones circulares, en una ocasión. En cerámica oxidada, aparte de fragmentos de ánfora ibérica sin forma, encontramos un borde de mortero, también de producción local, de paredes gruesas, pasta color naranja claro, moteada de pequeños puntos blancos y ligeramente porosa, así como una boca de jarra ibérica oxidada, de perfil en S y labio sencillo, delgado y con una leve moldura o pliegue que lo recorre por la parte externa (fig. 85: 2).

En cualquier caso, este primer estrato estaba formado básicamente por piedras, con toda seguridad procedentes de una edificación cercana y desmontada en la época en que se anularon los silos. En medio de estas piedras aparecieron fragmentos de 13 molinos de vaivén fabricados a partir de diversos tipos de piedra, desde arenisca de grano bastante grueso a rocas volcánicas más o menos porosas, pero siempre muy duras. Además, un utensilio roto, fabricado con un guijarro de basalto pulido y de sección elíptica, tenía señales de uso y desgaste en todas sus caras y en el extremo inferior conservado. Entre el conjunto cerámico, solo algunos fragmentos. Lo único que podemos reproducir es un borde de una jarra de cerámica gris de producción local, del tipo costa catalana, del que ni siquiera podemos estar seguros de su diámetro exacto (fig. 85: 1).

Por último, el fragmento de un utensilio de piedra, hecho con un guijarro de arenisca dura y de grano fino, de forma triangular y sección más bien elíptica, con señales de pulido 113

SAUS II

UE. 1801

Total

Formas

Gris monocroma

3

1

2

Ibérica oxidada

7

1

6

Molinos

1

Malacológicos

5

Fauna

1

Total

Ánfora ibérica

Formas

S/Forma

28

28

Gris monocroma

6

1

5

Ibérica oxidada

42

1

41

Ibérica pintada

1

Ibérica a mano

7

1

Mortero local

1

1

Piedra pulida

1

Malacológicos

4

Fauna

4

UE. 1803

Sería muy osado proponer una cronología segura a partir de este conjunto tan enclenque, con materiales que se inscriben perfectamente en la segunda mitad del siglo V aC, pero que tampoco es extraño encontrarlos antes o después, tanto en el propio yacimiento como en otros asentamientos de estas comarcas. Sin embargo, los diferentes paralelos procedentes de yacimientos ampurdaneses parecen confirmar una cronología para algunos fragmentos, que no excedería los últimos años del siglo V aC.

13

Piedra pulida

UE. 1802

todas las caras, que presentan señales de uso causadas por el roce sobre una superficie dura.

S/Forma

Total

UE. 1801, 1802 y 1803 Fig. 85, 1: Borde de cerámica gris de producción local, fina y bastante bien depurada, con las mismas características y componentes en la pasta que encontramos en la común oxidada.

1

Formas

6

Fig. 85, 2: Cerámica ibérica oxidada, de color naranja. Superficie harinosa al tacto y ligeramente erosionada, con algunos puntos blancos y polvo de mica. En la UE 3060b de Mas Gusó, de la primera mitad del siglo IV aC, hallamos un paralelo de la misma forma (Casas/Soler 2004, 66).

S/Forma

Ánfora ibérica

9

9

Gris monocroma

8

8

Ibérica oxidada

32

1

31

Ibérica pintada

2

1

1

Ibérica a mano

1

1

Piedra pulida

3

Fauna

1

Fig. 85, 3: Utensilio de piedra de forma alargada y sección ovalada, cortado en un guijarro de basalto, pulido y con señales de uso en todas sus caras. Fig. 85, 4: Placa de arenisca de grano fino, gris, de forma triangular, pulido y con señales de uso.

o de uso. Una vez más, el conjunto no es diferente al de los demás silos. El tercer estrato, que reposaba directamente sobre el fondo natural del silo, adoptaba la forma cónica en la parte central, donde tenía un grosor de unos 35/40 cm. (UE 1803). En el centro apareció un bloque de piedra de forma irregular, más o menos plana, que probablemente había sido empleada como losa para tapar la boca cuando el silo estaba en uso. La tierra del estrato era de color gris oscuro, arcillosa, grasa y bastante compacta, sensiblemente diferente a la del segundo nivel. Se repite el repertorio cerámico habitual. Fragmentos de ollas o urnas elaboradas a mano, con la base plana, pasta de color gris oscuro o negro en la superficie y rojo oscuro en el interior de la fractura; parte de una gran jarra de cerámica oxidada con el labio vuelto hacia el exterior y decorada con franjas de pintura roja; un fragmento de pared de una gran jarra decorada con círculos concéntricos de pintura roja, muy erosionados y casi borrados; un cuenco de gris monocroma con las superficies muy facetadas o más bien acanaladas, la pasta gris, fina y pulida, algo porosa y bien depurada. Por último, aparte de los restos de fauna, un utensilio hecho con un guijarro circular de arenisca, plano y totalmente pulido por 114

Fig. 85, 5: Mortero ibérico. Pasta de color naranja claro, con la superficie rugosa, puntos blancos de cal, cuarzo y quizás concha triturada. Fig. 85, 6: Fragmento de cerámica tosca hecha a mano, de color rojo-marrón por fuera y negro por dentro; abundante desgrasante de cuarzo blanco. Decorado con una franja en relieve, impresa, alternando con un mamelón. Fig. 85, 7: Base plana de urna de cerámica a mano. Pasta como la del anterior fragmento. Fig. 85, 8: Copa o vaso de cerámica gris, quizás asimilable a la forma GR-MONO 6b o 6d, aunque podría ser un producto local. Superficie fina y pulida, hasta cierto punto porosa, bien depurada y sin intrusiones. Recuerda algunos ejemplares de Pech Maho, de la primera mitad del siglo V aC, aunque aquellos son más carenados (Gailledrat/Solier 2004, fig. 208, 3-6). Fig. 85, 9: Fragmento sin forma de jarra ibérica oxidada y decorada con círculos concéntricos de pintura roja. Fig. 85, 10: Base de cerámica a mano, de textura muy arenosa, como casi todas las del yacimiento. Probablemente producida en la misma casa.

EL PERÍODO IBÉRICO

 

 

 











 





 

 Fig. 85. Materiales del silo 18. 1 y 8: cerámica gris, probablemente local, 2, 9 y 12: cerámica ibérica oxidada, 3, 4 y 11: utensilios de arenisca pulida, 5: mortero ibérico, 6, 7 y 10: cerámica ibérica reducida, a mano.

115

SAUS II

Fig. 85, 11: Piedra casi circular. Arenisca gris pulida y con señales de uso, lo cual permite identificarla como un sencillo instrumento. Fig. 85, 12: Jarra ibérica de cerámica oxidada, con restos de pintura roja casi desaparecida. Recuerda ejemplares emporitanos de la segunda mitad del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 14, 1) y de Mas Gusó, en un estrato del primer cuarto del siglo IV aC que contenía mezclas de la segunda mitad del siglo V aC (Casas/Soler 2004, 92, 6).

SILO 19 Situado en el lado este del anterior, tenía una forma y tamaños muy similares, con una anchura máxima interior de 2 m. y una profundidad de 120 cm. Ha perdido por la erosión, como mínimo, unos 40 cm. de la parte superior. En su interior la tierra que lo rellenaba se depositó en cuatro estratos que, de alguna manera, recuerdan los del silo 18. En la parte superior, el primer nivel estaba formado por piedras de diversos tamaños, mezcladas con tierras arcillosas de color oscuro bastante compactas. El material era muy pobre y escaso, como en el resto de estratos. Citaremos, en todo caso, un fragmento de borde de jarra ibérica oxidada, con perfil en cuello de cisne, con la parte exterior decorada con franjas anchas de pintura rojiza bastante deteriorada. La pasta es de color beige por fuera y rosado en la superficie interior; fina, dura, compacta y bien depurada, con algunos puntitos blancos y polvo de mica. Aparte de un limitado conjunto de cerámicas sin forma, ya sean oxidadas o reducidas elaboradas a mano, solo vale la pena señalar el hallazgo de otro utensilio de piedra, un objeto alargado como una mano de mortero, de sección elíptica, de arenisca de grano fino y muy pulido (fig. 86: 5). El segundo estrato se había formado con el vertido de tierras arcillosas de tonalidades amarillentas, seguramente por la mezcla de arenas procedentes de la descomposición del suelo geológico del entorno. Pero, además, empiezan a aparecer fragmentos y piezas de ladrillos que habrían formado parte del muro de una construcción. Aunque su número es bastante alto, la concentración más elevada de estas piezas de barro endurecido la encontraremos en el tercer estrato. En cuanto al material cerámico, vuelve a ser el mismo que hemos visto en el estrato 1. Los dos únicos ejemplares que podemos reproducir pertenecen, el primero, a las producciones ibéricas locales en cerámica oxidada y, el segundo, a las producciones más tardías de la cerámica gris monocroma, con restos de una capa de color gris muy oscuro que recubre la superficie externa, bien depurada y con pequeños puntos blancos. Parece que se trataría de una jarra de cuerpo globular, con el cuello y el pie altos, como la que en 1980 apareció en el silo 1. En cambio, la primera jarra, que hemos citado someramente, pertenece al tipo en perfil en “S” y labio de cuello de cisne, de origen local, con la arcilla de color naranja, fina, depurada, pequeños puntos blancos y polvo de mica, característica del área ampurdanesa. En el estrato 3, de poco más de 10 cm. de espesor y con la 116

forma cónica achatada en la parte central, predominaban básicamente los restos de adobes de barro endurecido (a veces quemado), procedentes de alguna edificación vecina, seguramente una de las cabañas o casas que en algún momento habían formado parte del asentamiento. Todos los restos tenían unas dimensiones bastante grandes, que debemos atribuir, únicamente, a su buena conservación y al hecho probable de su vertido en el silo (seguramente previo depósito en un vertedero), poco tiempo después de que la casa se hubiera convertido en ruinas. La composición y material del estrato, su poca potencia y sus características tampoco debieron favorecer que se colara demasiado material cerámico en el nivel. Entre los pocos fragmentos del inventario, solo vale la pena citar una forma: la base de un mortero ibérico, grueso y robusto, de paredes gruesas, roto en dos fragmentos, uno de los cuales apareció en el estrato 4; una prueba más de la contemporaneidad y procedencia común de las tierras que se emplearon para rellenar el silo. El estrato 4 estaba formado por arena amarilla, que en este caso no deberíamos atribuir a la descomposición de las paredes del silo una vez abandonado, ya que su forma cónica evidencia que fue vertida expresamente desde arriba, transportada desde otro lugar. Era casi estéril. Aparte del fragmento de base de mortero que se unía al del estrato 3, tan solo aparecieron algunos fragmentos de cerámica sin forma. Todo ello, viendo el conjunto cerámico de los cuatro niveles, nos lleva a proponer una cronología para el relleno que no debería ser diferente a la de aquellos silos que se han podido fechar mejor en base a lotes de material más completos. Todo señala que nos movemos en un entorno de la segunda mitad avanzada del siglo V aC o primeros decenios del siglo posterior. UE. 1901 Ánfora ibérica

Total

Formas

Gris monocroma

2

Ibérica oxidada

12

Ibérica a mano

4

Piedra pulida

1

Adobe/arcilla Fauna

S/forma

3

3 2 2

10 4

1 10

UE. 1901/02/03/04 Fig. 86, 1: Borde de jarra ibérica decorada con pintura roja. Pasta de color beige oscuro por fuera y rosado por el interior. Fina, dura, depurada y compacta. Se pueden ver algunos pequeños puntos de cal y polvo de mica. La forma, evolucionada de ejemplares más antiguos y con el cuello más corto, que identificamos en Mas Gusó a finales del siglo VI aC y durante todo el siglo posterior (Casas/Soler 2004, 68, 91 y 118), se documenta en la Illa d’en Reixac durante la fase IV, ubicada en el período 450-380 aC (Genís/Martín 1999, 124, 1; 135 y 167, 2), y en Empúries en la segunda mitad del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 14).

EL PERÍODO IBÉRICO

Fig. 86, 2: Borde de jarra de cerámica oxidada. Pasta naranja, fina, bien depurada, con la característica composición de puntos de cal y polvo de mica.

 

Fig. 86, 3: Borde de cerámica gris, probablemente monocroma, con restos muy perdidos de engobe gris oscuro en la superficie, depurada, de grano fino y con minúsculos puntos de cal. Se trataría, en este caso, del borde de una urna de pie alto o sin él, tipo GR-MONO 7b o 7c.





Fig. 86, 4: Base de mortero ibérico. Pasta naranja, con cuarzo blanco y gris y mica en polvo. 

Fig. 86, 5: Utensilio de arenisca de grano muy fino, pulido por todas partes y con señales de uso. Fig. 86, 6: Fíbula de bronce de doble muelle. Es el mismo tipo que habíamos localizado anteriormente en el silo 5, bastante corriente durante toda la primera mitad del siglo V aC, con perduración (Gailledrat 1997, fig. 145, 4 y 5).



SILO 20 Es totalmente diferente a todos los demás (más adelante aún veremos otros par con características similares, los 25 y 26). Pequeño, truncado por la mitad y con una forma o un perfil en forma de cuenco, mientras que el resto suelen tener un perfil en forma de olla. La anchura máxima es de 120 cm. y la profundidad no llega a los 80 cm. desde el nivel actual del suelo geológico, situado a 30 cm. por debajo del nivel superficial del campo. Parece que, como mínimo, ha perdido unos 60 cm. de la parte superior.





Fig. 86. Silo 19. 1 y 2: cerámica ibérica oxidada; 3: cerámica gris, 4: mortero ibérico; 5: piedra pulida; 6: fíbula de bronce.

UE. 1902

Total

Formas

S/Forma

Ánfora ibérica

5

Gris monocroma

5

1

4

Ibérica oxidada

25

3

22

Ibérica pintada

1

1

3

3

Ibérica a mano Fauna

UE. 1903

11

Total

Formas

S/Forma

Ánfora ibérica

1

1

Gris monocroma

2

2

Ibérica oxidada

9

Ibérica a mano

3

Mortero

2

Adobe/base hogar

3

Fauna

2

UE. 1904 Ánfora ibérica

Total

1

8 3

1

Formas 1

1

S/Forma

3

3

Ibérica a mano

4

4

Fauna

1

El único objeto metálico es una especie de tubo de hierro que seguramente iba montado sobre un mango de madera, del que no podemos adivinar su función (fig. 88: 5).

1

Ibérica oxidada Mortero

Dentro solo se conservaban tres estratos, depositados de manera muy irregular (sobre todo los dos primeros), formando bolsas de tierras diferentes. El estrato 1, de tierra compacta y arcillosa, poco diferente a la que vemos en el entorno de la finca, tiene una potencia que varía entre los 20 y los 35 cm. Contiene, como toda la del silo, poco material, pero de producciones diversificadas, con fragmentos de cerámica que abarcan todo el repertorio conocido en el yacimiento. Jarras de cerámica ibérica oxidada con el borde en perfil de cuello de cisne; un borde de una gran jarra que adopta una forma parecida a los labios de las ánforas de boca plana; ollas de cerámica a mano modeladas con una arcilla característica del lugar, con un componente de granos de cuarzo blanco y pequeños puntos de cal, etc. Uno de los fragmentos lleva al hombro un cordón adherido muy ancho, al que se aplicaron unas impresiones alargadas y profundas. El otro, que pertenece a una olla baja y de cuerpo globular, pulida por fuera, tiene la pasta más fina y depurada, pero la composición de la arcilla es la misma de siempre (fig. 88: 2).

5

1

El estrato segundo solo ocupaba la mitad sur del silo y semejaba un escalón. Parece que se trata de una bolsa de tierra diferente,

17

117

SAUS II

vertida solo en ese punto. Se componía, aparte de la tierra que se fue mezclando, de varios bloques de piedra extraídos del entorno o producto de la descomposición del suelo natural de cualquier lugar del yacimiento. Sin embargo, contenía suficientes fragmentos de cerámica como para hacernos una idea aproximada de la cronología del relleno o de la época en que se formó la escombrera de la que se obtuvo la tierra para colmatar el silo.

negro. Pertenecen, todos ellos, a las últimas producciones de la cerámica gris monocroma, de la segunda mitad muy avanzada del siglo V aC, con perduración hasta los primeros años del siglo IV aC. Dentro de la categoría de los utensilios líticos, solo identificamos un objeto de arenisca fina, de color gris con manchas más rojizas, muy pulido y gastado por el uso. No se conserva completo. El tercer y último estrato, que ocupaba casi la mitad inferior del silo, era una mezcla de tierras rojizas y piedras de distintos tamaños, irregulares y de procedencias locales. En conjunto, con poca cerámica. Destaca un borde de gris monocroma, perteneciente a una jarra de paredes delgadas y labio esbelto y abierto, completado con un pequeño pliegue en la parte interna y una moldura sencilla en el exterior, bajo el labio. El engobe de color gris oscuro que normalmente recubre las vasijas de esta producción se conserva mal y se desprendió en la mayor parte de la superficie. La cerámica ibérica oxidada local, con varios fragmentos sin forma, se identifica claramente, con una única forma (una base), que muestra las características típicas de las producciones de esta zona: pasta de color naranja o beige oscuro, fina, bien depurada, dura, con algunos puntos de cal y polvo de mica. La común elaborada a mano, poco numerosa, pertenece a las producciones locales que se deberían producir en la propia casa o en el entorno inmediato. Destacamos una pequeña urna —que más bien sería un vaso— de paredes desproporcionadamente gruesas, pasta casi negra, bastante rosca, con granos de cuarzo blanco, poco pulida y de superficie irregular (fig. 88: 10).

Fig. 87. El silo 20, en primer término, al inicio de la excavación. A continuación, en línea recta, los silos 15 y 14.

Tampoco era excesivamente rico en cuanto al material cerámico. Debemos señalar, sin embargo, la presencia de varios fragmentos de gris monocroma. El primero corresponde a la base de una urna o jarra de pie alto (lo único que se ha conservado), cuerpo esférico y cuello alto, similar al pie (fig. 88: 6). El segundo es el borde de un recipiente similar, del que solo identificamos un fragmento de cuello y borde, abierto, facetado o moldurado (debido a las marcas del torno), y labio delgado. No es exactamente de la misma forma que el anterior; seguramente tenía el pie más bajo, con una base como la del tercer ejemplar o similar. Este tercer fragmento, que corresponde al pie robusto de una jarra, tiene, como los demás, una pasta de color gris, con restos de un engobe o un recubrimiento más oscuro en la pared externa, pequeños puntos blancos como desgrasante y algún puntito oscuro, casi 118

Todo ello, y a pesar de un repertorio tan limitado, nos dibuja un marco cronológico genérico de la segunda mitad del siglo V aC y nada se opone a hacerlo extensivo hasta el primer cuarto del siglo siguiente, teniendo en cuenta los paralelismos con otros yacimientos de las comarcas gerundenses (Empúries y la Illa d’en Reixac). Evidentemente, la lista de paralelos para las producciones más características, como es el caso de las grises monocromas, podría ser muy extensa, ya que la localizamos en estratos y contextos desde mediados del siglo VI aC. Pero no es el caso ni serían útiles para la datación del silo 20, ya que debemos situarlo en el marco genérico del yacimiento y en el conjunto de silos que, a pesar de identificar algunos obliterados entre finales de siglo VI aC y primeros decenios del siglo V aC, mayoritariamente pertenecen a mediados y segunda mitad de esta última centuria.

UE. 2001 Ánfora ibérica

Total

Formas

Gris monocroma

5

Ibérica oxidada

16

Piedra pulida

S/Forma

8

1

8 4

1 16

EL PERÍODO IBÉRICO



   





 







 

Fig. 88. Materiales de los tres estratos del silo 20. 1, 4 y 12: cerámica ibérica oxidada, 2, 3 y 10: cerámica a mano, reducida; 5: contera de hierro, 6, 7, 8 y 11: cerámica gris monocroma; 9: piedra pulimentada.

119

SAUS II

UE. 2002

Total

Formes

Àmfora ibèrica

3

Grisa monocroma

1

1

Ibèrica oxidada

39

3

Ibèrica feta a mà

13

Molins

1

Fauna

1

UE. 2003

Total

Ánfora ibérica Gris monocroma

rojizo, muy pulido y con señales de desgaste en ambas caras.

S/Forma 3 38 13

Formas 6

6 12

Ibérica oxidada

21

2

19

Ibérica a mano

20

2

18

4

Fauna

5

Fig. 88, 11: Borde de gris monocroma, seguramente una urna del tipo genérico GR-MONO 7. Está recubierta de una fina capa de engobe gris oscuro, mal conservado. El mismo tipo o variante de labio lo vemos en Empúries en un estrato de la segunda mitad del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 13, 16).

S/Forma

12

Hierro

UE. 2003 Fig. 88, 10: Vaso en forma de urna de pequeñas dimensiones, de cerámica a mano. De color gris oscuro, con zonas casi negras. Pasta de grano grueso, tosca y mal depurada, con bastante cuarzo blanco y casi nada de mica. En general es poco elaborada y con la superficie irregular.

Fig. 88, 12: Base de cerámica ibérica oxidada, del mismo tipo y/o producción más habitual en el yacimiento.

UE. 2001 Fig. 88, 1: Borde de cerámica ibérica oxidada, con un perfil prácticamente idéntico al que hemos visto en el silo 19. Pasta naranja, fina, ligeramente porosa y con los característicos puntos de cal. Fig. 88, 2: Urna de cerámica a mano. De color casi negro, depurada, de grano muy fino, con cuarzo y superficie externa pulida. El interior del corte es de color rojo o marrón oscuro. Fig. 88, 3: Fragmento de urna de cerámica a mano y decorada con un cordón impreso. Pasta con las mismas características de esta producción local, pero algo más basta o menos depurada que la pieza anterior. Fig. 88, 4: Borde de jarra o contenedor de cerámica oxidada (recuerda el perfil de un borde de ánfora), de pasta naranja y depurada. Fig. 88, 5: Tubo de hierro. UE. 2002 Fig. 88, 6: Base de urna de pie alto de cerámica gris monocroma, forma GR-MONO 7c o 7d. Desgrasante con puntos blancos y negros (menos numerosos). Repite las mismas características de los ejemplares comentados anteriormente. Fig. 88, 7: Base de jarra o urna de gris monocroma, posiblemente perteneciente a la forma GR-MONO 7b. Pasta con la misma composición que el ejemplar anterior. Fig. 88, 8: Cuello y borde de cerámica gris monocroma. Urna de tipo GR-MONO 7, variante desconocida. La podemos considerar idéntica a un ejemplar emporitano fechado en la segunda mitad del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 13, 10). El repertorio de paralelos para esta variante en el labio es extenso. Fig. 88, 9: Utensilio de arenisca de grano fino, de color gris120

SILO 21 Se trata, esta vez, de un silo de grandes dimensiones y con una estratigrafía algo más compleja de lo que suele ser normal, con unas peculiaridades, tanto en su contenido como en la cronología que se deduce a partir estrictamente del material de su interior. Tampoco era un depósito intacto. Su anchura máxima, a media profundidad, es de 200 cm. y la altura 125 cm. Creemos que le faltan unos 40/50 cm. en la parte superior, desaparecidos con la erosión natural causada por el transcurso de los años. En el interior, cinco estratos de relleno. El primer estrato, afectado y desaparecido en la parte superior a causa de la erosión de más de dos milenios, se formó con tierras oscuras, blandas, no demasiado compactadas y no mucho más arcillosas que las que actualmente forman el estrato superficial del yacimiento. El conjunto cerámico, no excesivamente numeroso, se compone de 64 fragmentos de ánfora ibérica sin forma, 59 de cerámica ibérica oxidada, 30 de ibérica elaborada a mano y cocida en fuego reductor, dos fragmentos de cerámica ática y uno de gris monocroma, además de 17 restos faunísticos pertenecientes a mamíferos. Los dos fragmentos de cerámica ática son los que proporcionan unas cronologías más seguras, independientemente del período más o menos largo de circulación hasta que fueron depositados en el silo. Son dos copas, difíciles de clasificar, la primera de las cuales quizás debamos atribuir a la serie del Ágora de Atenas tipo C (o quizás vicup), 398-401 o 434-437, con unas cronologías situadas entre el 525 y 475 o el 500 y el 460/450 aC, según el caso, aunque debido al pequeño fragmento conservado también podríamos pensar en otras variantes algo más recientes, e incluso en la copa skyphos Ágora 572 (fig. 91: 2). Paralelos geográficamente próximos los encontramos en Mas Gusó, que una vez revisados quizás también deberíamos atribuir a la misma forma que la de Saus (Casas 2001, 194195; Casas/Soler 2004, 120); en Ullastret e Illa d’en Reixac (Sanmartí/Asensio/Martín 2002, 78, 81; Martín/Conde 1999, 156, 2). En el primer caso, su cronología habría que

EL PERÍODO IBÉRICO

arenosa debido a los granos de cuarzo del desgrasante, con una concentración de partículas de mica más alta de lo que suele ser corriente. Es prácticamente el mismo tipo de pasta que vemos en el cuenco de paredes delgadas y con un asa o asidero adherido bajo el labio, perforado verticalmente. Una forma que hemos visto en otras ocasiones y que no es raro encontrarla en contextos ibéricos antiguos (Mas Gusó, Ullastret, otros silos de Saus, ...).

retrocederla hasta la primera mitad del siglo V, entre el 500 y el 450 aC, según el tipo exacto de variante. En el segundo, entre el 525 y el 450 aC. Este tipo de copa formaba parte de las ofrendas de la tumba de Vix, en un contexto de entorno al año 500 aC. No es una cronología exagerada, y menos aún cuando en el estrato segundo vemos que aparecen dos bases de copa de seudo-jonia (cerámica de pasta clara), del área masaliota y un borde de skyphos ático que podemos datar de forma amplia entre el 480 y el 440 aC. No descartamos que unos y otros sean materiales residuales procedentes de una escombrera formada a partir de la primera ocupación del lugar, y que no sean lo suficientemente indicativas de la fecha de obliteración del silo. Pero más adelante ya veremos como en el segundo estrato hay otras producciones tanto o más antiguas.

En cerámica oxidada vemos, por un lado, el fragmento de borde de una jarra ibérica de producción local, con la pasta naranja, fina, depurada, de excelente calidad, moteada de puntos blancos y polvo de mica, con algunas manchas grisáceas que solo se pueden ver en el interior de la fractura. El borde es complejo, muy moldurado (fig. 91: 6). Un fragmento de borde de otra jarra no forma parte de las producciones locales más habituales. Posiblemente tendremos que clasificarla en la categoría de cerámicas de pasta clara, de procedencia algo más lejana. Tiene la pasta de color beigenaranja, fina, harinosa al tacto, muy depurada y compacta, con algunos pequeños puntos blancos y ligeramente micácea. La forma se aparta completamente de la típica en las producciones ibéricas y se aproxima más, como hemos dicho, a los productos de la llamada pasta clara, ligeramente más antiguos de lo que estamos acostumbrados a ver en el conjunto cerámico del yacimiento. El estrato segundo estaba formado, a parte de la tierra, por una cantidad considerable de ladrillos de barro endurecido por el fuego; ladrillos procedentes de alguna edificación cercana. Docenas de fragmentos, unos más completos que otros, se vertieron en el silo formando varias capas. Todos ellos tienen unas características y una peculiaridad común: son de barro que en origen fue secado y endurecido al sol, pero ahora los encontramos quemados por una cara. Da la impresión (de hecho, tenemos la absoluta seguridad), que el edificio del que proceden sufrió un incendio que lo destruyó completamente. Las evidencias del fuego se ven en una cara, totalmente negra o con todas las tonalidades del gris. En la otra, conservan el color rojizo que suponemos que era el original. Era la cara interna de los ladrillos que no se vio afectada por el fuego, ya fuera porque daba al exterior del muro o porque quedaba escondida en la parte interna de la pared, entre dos hileras de adobes.

Fig. 89. Silo 21. Arriba, segundo nivel, formado con adobes quemados. Abajo, estrato inferior, básicamente con piedras procedentes de un derribo.

Vale la pena detenerse a analizar la forma y características de estos bloques de barro, porque pocas veces podemos tener la ocasión de recuperarlos tan completos y con una consistencia que solo podía darse por el hecho de haber sido sometidos a altas temperaturas. Aunque fragmentados e incompletos, todos son iguales y con las mismas dimensiones. El grosor es siempre de 8 o 9 cm. y deducimos una anchura y longitud de 15 x 30 cm. (no hay ninguno entero), con una cara superior que sin duda es la que quedaba vista cuando se rellenaba de barro el molde, la cual está surcada por profundas huellas paralelas y hechas en diagonal, con los bordes algo sobrealzados respecto al centro, debido a la extracción, tirando hacia

El segundo vaso ático —un fragmento de borde— es un kílixskyphos de figuras negras con una faja situada por debajo del borde, sin barnizar. No podemos conocer la forma o variante exacta, pero todo parece señalar que se puede asimilar al tipo AT-FN Kyr, con una cronología del 480-450 aC y perduración en la forma hasta el 425 aC (Dubosse 2007, 39), (fig. 91: 1). Por otra parte, entre la treintena de fragmentos de cerámica ibérica modelada a mano, destacamos el borde de una urna con las paredes bruñidas o pulidas, superficie negra e interior de la fractura de color rojo oscuro. La pasta es bastante 121

SAUS II

El ánfora ibérica proporciona poca información, ya que no tenemos ninguna forma, aunque pertenece a las mismas producciones que hemos ido observando anteriormente, con la pasta beige o naranja, presencia de granos blancos en la composición de la arcilla y algunos pequeños puntos de mica. La cerámica oxidada ibérica tampoco es diferente, con fragmentos de jarra de perfil en S y borde de cuello de cisne más o menos elaborado o sencillo, siempre con la misma arcilla que hemos ido comentando en otros apartados y con una calidad y dureza notables.

 













 

 



 

















 



















Fig. 90. Secciones estratigráficas de los silos 21, 22 y 23.

arriba, del marco de madera que se utilizaba como molde de los adobes. La parte de abajo es plana pero irregular, al igual que los laterales, con los arañazos o irregularidades del suelo sobre el que reposaban cuando aún eran blandos o las que se producían en el momento de tirar del molde. En cuanto a su composición, se puede apreciar claramente la arcilla roja (o negra, si está quemada), mezclada con fragmentos cortos de paja o de hierba seca que abunda en el entorno, lo que nos confirma que se fabricaban —como se hace ahora y se ha hecho siempre en todas las culturas— mezclando la arcilla con agua y paja o hierba desmenuzada (fig. 19). Dado que el componente principal del estrato era ese montón de adobes (ocupaban casi más volumen que la tierra), la cerámica es poco abundante. Repasando el inventario vemos que solo había 14 fragmentos de ánfora sin forma, 30 de cerámica ibérica oxidada, 2 de gris monocroma, 1 de pasta clara masaliota, dos de seudo-jonia occidental, 1 de cerámica ática, 5 de urnas hechas a mano, locales, y 43 huesos de mamífero (básicamente bovinos y ovicaprinos). Aparte, un utensilio de piedra elaborado con un guijarro de caliza pulida y con señales de uso, sobre todo en una cara, que tenía la parte central más rebajada que la cara opuesta. 122

Los materiales que nos pueden proporcionar cronologías fiables son, por un lado, las dos bases de copa de pasta clara de tradición masaliota (seudo-jonias), que imitan la copa de tipo jónico B2 y, por otro, el borde de skyphos ático (fig. 92: 3). Los dos pies de copa son casi idénticos, tanto por la forma como por las medidas, pero no pertenecen a la misma pieza, ya que el color y textura de la pasta son algo diferentes. La del primero es amarillenta, dura, bien depurada y algo rugosa al tacto, con algunos grandes poros o vacuolas y con pequeños puntos blancos y negros. Los restos de barniz que recubren toda la superficie conservada son de color negro, pero están muy deteriorados. La pasta del segundo fragmento es algo más dura y más fina, también tiene una tonalidad ligeramente más rosada. El barniz, también de color negro, ha desaparecido prácticamente del todo. Son unas piezas que debemos fechar, de manera amplia, entre la segunda mitad del siglo VI aC y comienzos del siglo V aC, pero parece que pueden llegar hasta muy avanzado el siglo IV aC en las variantes más recientes (Py 1974, 174-177), y cada vez se documentan mejor en los yacimientos de este territorio, siempre en contextos de aquel periodo más antiguo (Sant Martí d’Empúries, Ullastret, Mas Gusó). Concuerda, además, con la presencia de un fragmento de gris monocroma —imposible de clasificar por la forma—, que suele ir asociada a estas producciones durante todo su período de difusión. El fragmento de skyphos ático es, una vez más, difícil de clasificar. Solo se ha conservado un fragmento de borde y el arranque del asa horizontal, como una herradura pegada a la pared. Era una pieza de gran tamaño, con la pared y el asa proporcionadas a las dimensiones de la copa. Desconociendo la forma exacta del resto del cuerpo y el pie, sólo podemos especular en cuanto a su variante y tipología. Por el acabado del labio, parece que deberíamos asociarlo a los tipos 342 o 359 del Ágora de Atenas (Sparkes/Talcott 1970, 259-206, fig. 4), con cronologías que irían del 460 al 440 aC para la primera, y del 480 al 450 aC para la segunda variante. Pero no podemos estar seguros de una correcta clasificación. En el estrato tercero casi no había ningún resto de adobe ni otros elementos de construcción, aparte de un montón de piedras considerable, que tampoco sería extraño que provinieran del mismo lugar e incluso del mismo edificio del que se extrajeron los ladrillos. De hecho, muchas de ellas tenían señales claras del fuego que las había ennegrecido o teñido de rojo, como es el caso de las losas de arenisca local. Como el anterior, pero esta vez de manera más clara, el estrato adopta la forma

EL PERÍODO IBÉRICO

cónica en la parte central, con el entorno más próximo a las paredes del silo situado a un nivel más bajo. Prueba del vertido de las tierras de relleno del silo de una manera rápida y sin interrupción.

UE. 2101 Ánfora ibérica

La cerámica cada vez se hace más rara, bajando el número total de fragmentos. Encontramos 27 de ánfora ibérica (con una sola forma), 13 de cerámica oxidada, 6 de reducida elaborada a mano, y 2 de cerámica ibérica oxidada con decoración de pintura roja, además de 15 restos faunísticos, algunos de los cuales pertenecen a bovinos.

Total

Formas 64

64

Gris monocroma

1

Ibérica oxidada

63

4

Ática

S/Forma 1 59

3

2

1

Ibérica a mano

30

5

25

Adobes

10

Malacológicos Fauna

2 17

taller, por otra parte, desconocido. El estrato quinto y último reposaba directamente sobre el fondo plano del silo. Era de tierras marrones, oscuras, más bien fangosas cuando estaban más o menos húmedas y duras en las partes secas. A pesar de la presencia de algunos fragmentos de cerámica, la mayor parte inclasificables, no había ninguno con forma o que permitiera una identificación segura.

La boca de ánfora ibérica tiene el labio poco marcado, sin molduras ni pliegues que señalen claramente la separación con el cuerpo. La pasta es de color amarillento, con pequeños poros y moteada de granos de color blanco, fina y bastante depurada. La superficie está erosionada y es algo harinosa al tacto. De entre los fragmentos de cerámica oxidada, solo vale la pena citar el caño o vertedero de una gran jarra, que solía situarse en la mitad inferior del cuerpo. Probablemente es una producción local de algún taller no muy alejado del yacimiento, en todo caso, procede del área ampurdanesa, a juzgar por las características de la pasta. Dura, de color naranja, fina, depurada y ligeramente micácea.

En el conjunto de los estratos, sin embargo, y pese a las dudas que podemos tener en cuanto a la correcta clasificación y datación de algunos fragmentos de cerámicas de importación, como son las áticas de los niveles 1 y 2, poco a poco se va dibujando un panorama que viene a situar la fecha de formación de la escombrera a partir de la cual se rellenó el silo en un momento no del todo claro de la primera mitad del siglo V aC, pero que propondríamos situarlo con más precisión como máximo en el segundo cuarto, aunque habrá que tener en cuenta otros elementos que podrían hacer retroceder esta cronología. No son únicamente los tres fragmentos de cerámica ática. Las copas de pasta clara de tradición masaliota o el pedazo de gris monocroma casan perfectamente con este contexto, mientras que las cerámicas de producción local, ya sean elaboradas a mano o las ibéricas a torno, no son incompatibles. El ánfora ibérica del estrato 4, por ejemplo, tiene un asa que corresponde a los tipos más antiguos de la producción. Entre aquellos otros elementos que podrían matizar la cronología del relleno, está el contenido del silo 34, situado al norte de este, que consideramos que fue colmatado hacia el último cuarto del siglo VI aC o, como máximo, dentro del primer cuarto del siglo V aC, con poco margen de error.

El único fragmento que podemos reproducir de las producciones caseras hechas a mano y cocidas en fuego reductor —los demás no tienen forma—, es el borde de una urna u olla de labio engrosado, pasta de color gris oscuro, grano fino y compacto, arenosa y con componente de polvo de mica (fig. 93: 3). El estrato 4 era una capa de tierra de poca potencia, de menos de 10 cm. de espesor en algunos puntos, que en la parte central desaparecía o se confundía con la parte de arriba del estrato inferior. Era una mezcla de tierras arcillosas y pequeños bloques de roca descompuesta del entorno, y casi no contenía cerámica. Sin embargo, entre los fragmentos recuperados cabe citar algunos de mayor entidad, como es el caso de dos bordes de ánfora y el labio de una jarra oxidada (fig. 93: 4-6). La primera ánfora, que además conserva el asa, tiene la pared muy delgada, el labio engrosado y de sección tendiendo a triangular, con algunos pliegues e incisiones que la recorren por la parte externa. La pasta es de color naranja oscuro, moteada de puntos blancos y negros, ligeramente porosa y con algunas vacuolas más grandes, como burbujas de aire. El asa se puede considerar aún de tipo arcaico, con una suave canal central que la recorre de arriba abajo.

Más adelante tendremos ocasión de analizar con más detalle el contenido y la cronología del silo 34. Lo que interesa señalar ahora, y que creemos que puede constituir un nexo físico y cronológico entre ambos, es otro aspecto de su contenido. Tanto en el silo 21 como en el 34 había una cantidad considerable de ladrillos de barro quemados, de los mismos tamaños y características, idénticos y procedentes, probablemente, de un mismo edificio destruido o afectado por un incendio. Si este elemento que de cara a la cronología puede ser secundario o no engloba los momentos de relleno de ambos silos, como mínimo nos señala la existencia de una especie de escombrera común de donde se extrajeron las tierras y desechos de todo tipo que fueron vertidos en los dos silos. Lo cual no quiere decir que esta amortización se produjera en el mismo momento, debemos admitirlo, pero sí

El segundo fragmento es aún más insignificante, con el labio de sección circular, pasta de color naranja oscuro, puntitos blancos, polvo de mica y algún nódulo más grande de color oscuro, casi negro. Por último, un fragmento del borde de una jarra de la que no conocemos diámetro ni aspecto general, se modeló con una arcilla idéntica a la que vemos en la primera de las ánforas descritas. No dudamos en atribuirlo al mismo 123

SAUS II









 



Fig. 91. Silo 21, estrato superior. 1 y 2: cerámica ática; 3 y 4: cerámica ibérica a mano, 5 y 6: cerámica ibérica oxidada, a torno.

dentro de un lapso de tiempo relativamente corto. La cuestión, por lo tanto, será saber si los silos se obliteraron mucho tiempo después de haberse depositado aquellos fragmentos de adobe en una escombrera cercana, de la que se extrajo la tierra y otros restos para este fin, o si ambos hechos sucedieron en un corto periodo de tiempo. UE. 2101 Fig. 91, 1: Borde de copa ática de figuras negras, con la franja superior barnizada y la inferior reservada. Forma AT-FN Kyr. No se conserva ningún tipo de motivo decorativo debido a las pequeñas medidas del fragmento. Fig. 91, 2: Borde de copa de cerámica ática de barniz negro, de buena calidad y con manchas de barniz castaño en la superficie externa. Forma AT-VN 398-413. Fig. 91, 3: Urna de cerámica a mano, con el cuello corto y 124

perfil muy cerrado. Superficie muy pulida y pasta arenosa, micácea, de buena calidad. De color negro por fuera y rojizo en el interior. Decoración con una franja adherida e impresa en la espalda. Fig. 91, 4: Cuenco o copa de cerámica a mano. Pasta de grano fino, bien depurada y superficie negra, bruñida y con acabados relucientes. Interior de la fractura de color rojo oscuro. Conserva una pequeña asa en forma de pezón perforado. Fig. 91, 5: Borde de jarra de cerámica a torno oxidada. Pasta de color beige naranja, fina, harinosa, bien depurada y compacta, con algunos granos de cal y ligeramente micácea. Fig. 91, 6: Borde de jarra ibérica de cerámica oxidada, de color naranja, pasta fina, bien depurada y de buena calidad, con los habituales granos de cal. En el interior de la fractura se observan manchas más grises.

EL PERÍODO IBÉRICO

UE. 2102

Total

Amfora ibérica

Formas 14

Gris monocroma

2

Griega de Occidente

3

14 2 2

1 28

Ibérica oxidada

30

2

Ibérica pintada

1

1

Ática

1

1

Ibérica a mano

5

1

Piedra pulida

2

Fauna

Fig. 92, 5: Piedra caliza casi circular, limpia y con señales de uso en una cara más erosionada y desgastada.

43

Total

Formas

S/Forma

Ánfora ibérica

27

3

24

Ibérica oxidada

13

3

10

Ibérica pintada

2

Iberica a mano

20

Fauna

15

Total 66

Gris monocroma

15

Ibérica oxidada

120

Ibérica a mano Molinos Malacológicos Fauna

2

Formas

Ánfora ibérica

UE. 2103 Fig. 93, 1: Ánfora ibérica. Pasta amarillenta, con pequeños poros y granos de cal, fina y depurada. La superficie se halla algo erosionada y es harinosa al tacto.

2

6

Adobes

Ática

Fig. 92, 4: Borde de cerámica ibérica oxidada. Pasta de color naranja claro o beige, algo harinosa y erosionada, con restos de engobe gris en la superficie externa. Puntos de cal.

4

70

Malacológicos

UE. 2104

Fig. 92, 3: Borde y asa de skyphos ático de barniz negro. Variante desconocida, aunque podría tratarse de las formas Ágora 343 o 359, con cronologías, según el caso, de entre el 480 y el 440 aC (Sparkes/Talcott 1970).

1

Adobes

UE.2103

510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 201), Grand Bassin II, tumbas 14 , 26 y 39, del período 525-475 aC (Janin et alii 2002, 85, 88, 96 y 102).

S/Forma

11

4

Fig. 93, 2: Apéndice o caño de jarra de cerámica oxidada, de color naranja, fina, depurada, ligeramente micácea y con los característicos puntos de cal. Es la parte de un tipo de recipiente con un origen antiguo, que normalmente se encuentra en niveles más tardíos (relativamente abundante en contextos de los siglos IV-III aC), pero con paralelos numerosos en estas comarcas y en los mismos silos de Saus, fechados a finales del siglo V aC.

S/Forma 55 15

14

106

2

2

12

12

Fig. 93, 3: Borde de urna de cerámica a mano, de color gris oscuro, bastante bien depurada y fina, dura y compacta, de aspecto arenoso y con mica en su composición.

1 1

UE. 2104 Fig. 93, 4: Pared y borde de ánfora ibérica, con el asa de sección acanalada. Pasta de color naranja con granos de cal y puntos negros, porosa y con grandes vacuolas, pero de buena calidad.

17

UE. 2102 Fig. 92, 1: Pie de una copa de cerámica de pasta clara masaliota o griega de occidente, seguramente del tipo B2. Pasta beige amarillenta, dura, depurada, algo rugosa, con algunas vacuolas, puntos blancos y negros muy pequeños. Restos de pintura negra por fuera y posiblemente en el interior del pie, pero desprendida.

Fig. 93, 5: Borde de ánfora ibérica, de paredes muy delgadas y labio menos diferenciado de lo que suele ser habitual en el yacimiento. Pasta aparentemente con la misma composición que en el ejemplar anterior. Fig. 93, 6: Borde de cerámica oxidada, con la pasta idéntica a la de la primera ánfora descrita.

Fig. 92, 2: Pie de copa de pasta clara masaliota prácticamente idéntico al anterior, pero con la pasta más dura y más fina, también más oscura o de un rosado más evidente. Los paralelos para estos dos ejemplares son cada vez más numerosos en las comarcas gerundenses y, en general, en los yacimientos coloniales e ibéricos del Mediterráneo occidental. Como ejemplos cercanos y más recientes podemos citar los numerosos de Mas Gusó, que en general se sitúan entre finales del siglo VI aC y primera mitad del siglo siguiente (Casas 2001, fig. 12; Casas/Soler 2000, 356-357), varios ejemplares en Empúries, Ullastret y Pontós (no publicados) y, con paralelos y cronologías seguras en Pech Maho, fase Ic,

SILO 22 Este silo, de dimensiones menores a las que suelen ser normales en el yacimiento (165 cm. de diámetro máximo), estaba muy destruido, conservándose únicamente hasta una profundidad de 60 cm. La parte superior, desaparecida, debió tener una altura de entre 80 y 100 cm. No es de extrañar esta destrucción, teniendo en cuenta que se encuentra en la zona donde se empezaron a localizar los primeros silos que también habían sufrido una destrucción similar, seguramente coincidiendo con el área donde en origen había una pequeña 125

SAUS II













Fig. 92. Silo 21, segundo estrato. 1 y 2: cerámica de pasta clara masaliota; 3: cerámica ática; 4: ibérica oxidada; 5: disco de arenisca pulida.

colina que con los años se ha ido rebajando. A pesar de su destrucción, la parte conservada contenía una cantidad notable de material arqueológico, distribuido en dos estratos. El estrato 1 (UE 2.201), era un relleno de piedras de diversos tamaños, no muy grandes, mezcladas con tierras más bien blandas y varios recipientes de cerámica muy fragmentados. Tenía una potencia irregular de entre 30 y 40 cm., más delgado en el centro debido a la forma cónica del estrato inferior. Los materiales más interesantes y que mejor pueden proporcionarnos una cronología segura son dos fragmentos de cerámica ática. El primero, una base de skyphos de buena calidad, con barniz brillante y fondo externo reservado, decorado con un punto central y un pequeño círculo. Por el perfil del pie, de sección totalmente circular, y la inclinación del inicio de la pared, parece una forma próxima a la nº 349 126

del Ágora de Atenas, con una cronología del 400/375 aC (Sparkes/Talcott 1970, 260), aunque el mismo perfil de pie y con el punto y círculo central quizás la hacen más cercana al nº 342 del Ágora, con una cronología, sin embargo, tres cuartos de siglo más antigua. El otro fragmento, un borde de buena calidad, con el barniz brillante, negro y con manchas marrones, pertenece a una copa-skyphos tipo Ágora 621, que suele fecharse a principios del siglo IV aC (Sparkes/Talcott 1970, 280 ); cronología que casaría mejor con la del tipo Ágora 349 y, en general, con la del momento final del yacimiento de Saus y con la del resto de material del silo. El otro material cerámico es bastante diverso, pero con un claro predominio del ánfora ibérica, con acabados diferentes en el labio y de procedencias diversas, según deducimos viendo los tipos de pasta de cada fragmento (fig. 94: 1-3 ).

EL PERÍODO IBÉRICO

















Fig. 93. Silo 21, niveles inferiores. 1, 4 y 5: ánfora ibérica, 2 y 6: cerámica ibérica oxidada; 3: cerámica a mano, reducida.

Hay pocas asas, pero distinguimos los dos tipos siempre presentes en el yacimiento: la de sección totalmente circular que encontramos todavía adherida sobre un fragmento de la pared de un ánfora de pasta de color beige oscuro (pasta con puntos de cal y puntos negros, algo porosa y de color más rojo en el interior de la fractura), y la de sección irregular, casi circular, pero recorrida por un canal vertical. Aunque con un origen más antiguo, ambos tipos convivieron durante años, sobre todo durante la segunda mitad del siglo V aC y unos años después. Pero el segundo fragmento debe tener su origen en un taller diferente. La pasta es de color naranja-rosado, con pequeños poros y puntos negros, con polvo de mica y tiene la superficie recubierta por una fina capa de engobe amarillento.

conjunto, tienen pastas y acabados totalmente diferentes. La primera, con el borde un poco más alzado respecto al plano de la pared del hombro, es de pasta bicolor: naranja por fuera, con manchas grises, y gris por dentro, con granos de cuarzo y cal, y muy dura. El segundo fragmento, con un borde ancho y un poco inclinado hacia el interior, es de color beige rosado, no demasiado dura, depurada, con puntos marrones o nódulos blancos. La superficie exterior, en cambio, es de color amarillento o paja. La tercera tiene el borde de sección casi circular, sobresale poco y es como un engrosamiento del extremo de la pared del recipiente. La pasta es de color rojo oscuro, moteada de puntitos blancos, no demasiado dura y rugosa al tacto.

El resto de ánforas, de las que solo podemos reproducir tres fragmentos de borde como únicas formas dentro del

Entre la cerámica oxidada ibérica, con docenas de fragmentos, encontramos un fragmento de jarra sin forma que conserva 127

SAUS II

parte del asa, de sección doble o hecha con dos cordones de barro unidos en paralelo. La pasta es bicolor, naranja por fuera y gris por dentro; compacta, dura y con mucha mica en polvo, como solemos ver en la mayor parte de las producciones locales. Un segundo ejemplar corresponde al cuello y borde de una jarra oxidada con las mismas características que los otros productos de la zona. El segundo estrato (UE 2202), era una mezcla de tierras rojizas y gravas, separado del primero por un lienzo muy fino de cenizas casi negras, de poco más de un par de milímetros de grosor. Comparativamente, era el que contenía más restos arqueológicos, con un claro predominio de la cerámica por encima de otros utensilios líticos o metálicos (una pieza de hierro). También se trataba, en general, de vasijas mejor conservadas —aunque rotas— que podían reconstruirse mejor de cara a poder conocer las formas exactas, sobre todo en el caso de las jarras de cerámica oxidada. En este conjunto de cerámicas ibéricas oxidadas, destacamos una jarra de cuerpo ancho, labio con el borde inclinado hacia el exterior y con dos asas de sección doble casi plana, que tenía la parte externa decorada con franjas de pintura blanca desde debajo el comienzo del asa hasta casi llegar al pie, con una base de fondo umbilicado (fig. 96: 6). El borde, de labio sencillo y no mucho más grueso que la pared del cuello, tiene una sección casi triangular y se aparta considerablemente de la forma predominante en el yacimiento, del tipo cuello de cisne. Pero la pasta sigue los mismos patrones que el resto de producciones locales: de color naranja oscuro por fuera y más bien gris por dentro, es bastante dura —aunque erosionada—, con pequeños poros, puntitos blancos y polvo de mica. Un segundo ejemplar es más esbelto, con el cuello alto y tubular, un poco abierto, y el labio aún más abierto y ligeramente moldurado. Tenía una sola asa de sección doble, que va desde el hombro hasta sobre el borde. La composición de la pasta es prácticamente la misma que la que hemos visto en la jarra anterior, aunque el color es más anaranjado y sin la capa gris interior (fig. 96: 2). La cerámica elaborada a mano, con bastantes fragmentos sin forma, sigue teniendo las mismas características que hemos ido viendo hasta ahora, con pastas oscuras en la superficie exterior (gris oscuro o negro), y rojizas o marrones tanto en la pared interna como en la sección. Siempre son arcillas que contienen un porcentaje muy alto de cuarzo blanco y casi nada de mica. Una base muy gruesa y robusta parece pertenecer a una olla de grandes dimensiones, aunque también sería posible atribuirla a un mortero (una pieza extraña en esta categoría cerámica), mientras que otro ejemplar bien conservado es una olla de perfil en ese, de paredes no excesivamente gruesas y pulidas (fig. 96: 1). El labio, sencillo, termina en un bisel simple. En la parte superior del cuerpo, donde comienza el cuello, conserva una decoración que combina pequeñas impresiones en forma de corazones girados y grandes mamelones circulares. La forma, el perfil y la decoración, que se repiten a menudo en Saus, tienen paralelos exactos en niveles de la segunda mitad 128

del siglo V aC de Mas Gusó (Casas/Soler 2004, fig. 70, 7 y fig. 71, 1), acompañados de jarras de cerámica oxidada con los mismos perfiles de borde que los de este estrato, y se repiten en niveles de la misma época en toda el área ampurdanesa. Por último, las ánforas constituyen un conjunto importante, aunque, como siempre, predominan los fragmentos sin forma. En cuanto a formas, tres ejemplares con el borde y parte de la espalda son los que nos proporcionan indicios más seguros sobre las respectivas variantes, aunque quizás no serán suficientemente indicativas de su cronología precisa (fig. 95). En cuanto a los orígenes o centros de producción, con ligeras variantes, parecen mostrar dos grupos o tipos de pastas. En general, las arcillas han dado una tonalidad final de color naranja (el tercero, más bien gris en la pared interna), con un elevado contenido de granos blancos, de cal, y polvo de mica. Uno de los fragmentos, con el labio un poco más elaborado y la pasta de color tendiendo a beige, tiene la superficie externa recubierta de una fina capa de engobe blanquecino. Los otros objetos de uso doméstico son sencillos. Una fusayola elaborada a mano, con el mismo tipo de arcilla que vemos en las ollas y urnas de fabricación local, una piedra plana de fina arenisca con señales de pulido o desgaste en ambas caras (pero más claras y profundas en una de ellas ), y una pieza de hierro parecida a un gancho doblado en forma de U. En cuanto a la datación del estrato, teniendo en cuenta este repertorio y las cerámicas áticas del estrato superior, todo parece señalar que debemos situarla en los primeros años del siglo IV aC como máximo, sobre todo por el fragmento de copa Ágora 621, aunque una cronología algo anterior, de finales del siglo V aC, también puede ser admitida. UE. 2201 Ánfora ibérica

Total

Formas

S/Forma

5

141

108

5

103

Ibérica pintada

8

0

Ibérica a mano

6

Fauna

1

Gris monocroma Ibérica oxidada

146 2

2 8 6

UE. 2201 Fig. 94, 1: Borde de ánfora ibérica. Pasta naranja por fuera y zonas de color gris por dentro. Desgrasante de granos de cuarzo y cal. Fig. 94, 2: Borde de ánfora ibérica con el labio muy inclinado hacia el interior. Pasta de color beige rosado, no demasiado dura, bien depurada, con puntos marrones y blancos. La superficie externa adopta una tonalidad amarillenta. Fig. 94, 3: Borde de ánfora ibérica con la pasta de color rojizo, con muchos puntos de cal, rugosa al tacto y no demasiado dura.

EL PERÍODO IBÉRICO



















Fig. 94. Silo 22. 1 a 3, 7 y 8: ánfora ibérica, 4 y 5: cerámica ática, 6 y 9: ibérica oxidada.

129



SAUS II

Fig. 94, 4: Borde de copa de cerámica ática de barniz negro, tipo Ágora 621, de comienzos del siglo IV (Sparkes/Talcott 1970, 280). Barniz marrón-castaño, con manchas negras, fino, brillante y de muy buena calidad.

  

Fig. 94, 5: Base de skyphos ático, de buena calidad, con el fondo externo reservado y decorado por un círculo y un punto de barniz negro. No se puede fijar la forma o variante exacta, aunque la sección circular del anillo de reposo de la base suele ser habitual en varios modelos pertenecientes a casi todo el siglo quinto y comienzo del cuarto. Existen ejemplos que consideramos próximos, en el Ágora de Atenas (Sparkes/ Talcott 1970, nº 342, 349, 361), con cronologías que van desde el 470 hasta el 380 aC, aproximadamente. Fig. 94, 6: Cuello y borde de cerámica ibérica oxidada, de color naranja claro, poco dura y harinosa al tacto, fácilmente erosionable y con puntos negros bien visibles en la arcilla. Fig. 94, 7: Asa de ánfora ibérica. Pasta naranja-rosada, muy porosa, con polvo de mica y granos negros. Por fuera está recubierta de engobe amarillento. Fig. 94, 8: Asa de ánfora ibérica. Pasta de color beige oscuro, con puntos de cal, otros de color negro y ligeramente porosa. El interior de la fractura adopta una tonalidad más rojiza. Fig. 94, 9: Asa de cerámica ibérica oxidada, de pasta bicolor: naranja por fuera y gris por dentro. Dura, compacta y con polvo de mica. UE. 2202 Ánfora ibérica Gris monocroma

Total

Formas

203

10

1

S/Forma 193 1

Ibérica oxidada

248

5

243

Ibérica pintada

13

3

10

7

110

Ática Ibérica a mano

1 117

Piedra pulida

2

Fusayola

1

Hierro

1

Fauna

17

1

UE. 2202 Fig. 95, 1: Borde de ánfora ibérica con el labio más abultado y robusto de lo que solemos ver en el yacimiento. Pasta del mismo color naranja beige que suele ser habitual, dura, algo porosa, con puntos de cal y algunos granos marrones. Conserva restos de engobe blanquecino. En el interior adopta un color más oscuro. Fig. 95, 2: Borde de ánfora ibérica, de paredes un poco delgadas. Pasta más fina, de color naranja-rosado, bastante depurada, con pequeños puntos blancos y una pizca de mica bastante evidente. 130







Fig. 95. Silo 22. Ánforas ibéricas del estrato 2.

Fig. 95, 3: Espalda y borde de ánfora ibérica, de color naranja por fuera y gris en la superficie interna. Fina, bien depurada y con el componente de puntos de cal habituales. Fig. 96, 1: Urna de cerámica a mano, de color gris oscuro o negro en las superficies y marrón en el interior de la sección. Desgrasante de cuarzo blanco de todos los tamaños y casi nada de mica. Decoración impresa directamente sobre la espalda, combinada con mamelones circulares. Es una forma típica en las comarcas gerundenses, tanto en este mismo yacimiento como los del entorno. Este tipo de urna con perfil en ese lo encontramos a menudo en Mas Gusó, asociado a cerámicas oxidadas pintadas, en el estrato 3078, fechado entre la segunda mitad del siglo V y el primer cuarto del siglo IV aC (Casas/Soler 2004, fig. 70, 3 y fig. 71, 1). En Castell (La Fosca, Palamós), en contextos que van desde finales del siglo VI y durante todo el siglo V aC (Martín 1977a, fig. 2, 3). En Ampurias, en la estratigrafía de la muralla, en la segunda mitad del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 15). Fig. 96, 2: Jarra de cerámica ibérica oxidada con el cuello alto y una sola asa. Pasta de color naranja, harinosa en la superficie y algo erosionada. Fina, de buena calidad, ligeramente porosa y con pequeños puntos blancos. Recuerda un ejemplar emporitano, de la segunda mitad del siglo V, pero esa es más globular y está decorada con pintura (Sanmartí et alii 1987, fig. 14, 5). Fig. 96, 3: Base de mortero, de color negro, pasta muy arenosa y erosionada. Fig. 96, 4: Fusayola con la pasta de color negro en la superficie y marrón en el interior de la fractura; bastante arenosa. Fig. 96, 5: Grapa de hierro. Fig. 96, 6: Jarra de cerámica ibérica oxidada, decorada con

EL PERÍODO IBÉRICO

















Fig. 96. Silo 22, estrato 2. 1: urna de cerámica a mano, decorada, 2 y 6: jarras de cerámica ibérica oxidada, la segunda con decoración de pintura blanca; 3: base de mortero ibérico; 4: fusayola; 5: grapa de hierro; 7: arenisca pulimentada.

131

SAUS II

franjas de pintura blanca. Pasta de color naranja oscuro y gris en el interior. Bastante dura, pero erosionada. Componentes de granos de cal y mica en polvo. En general es de buena calidad y dura, aunque algo porosa. Recuerda un ejemplar de Empúries datado en el siglo V y, en cualquier caso, anterior al siglo IV aC (Sanmartí et alii 1987, 169). Fig. 96, 7: Utensilio de piedra. Arenisca dura y de grano fino, con señales de pulido por las dos caras, sobre todo en la inferior.

SILO 23 Por sus dimensiones, es uno de los silos más grandes del yacimiento, con un diámetro máximo de 220 cm. y una profundidad conservada de 120 cm., con el fondo un poco irregular. Sin embargo, deben haber desaparecido, con los años, como mínimo 80 cm. de la parte superior. Parece que se rellenó en un solo momento, pero con tierras procedentes de diversos lugares, con más desechos en la parte inferior (UE 2303) y menos —o diferentes— en el estrato superior (UE 2301), que quedaba separado del de abajo por una capa de arena estéril y con muchas piedras (UE 2302). El estrato primero, con una potencia irregular de unos 50 cm., era de tierra normal, es decir, del mismo tipo que forma el estrato superficial del campo. Era una tierra dura y compacta, con no demasiado material cerámico si lo comparamos con el estrato tercero y, en cualquier caso, muy fragmentado. Más de 200 fragmentos de ánfora ibérica sin forma, una cantidad similar de cerámica oxidada, más una treintena con restos de decoración pintada, 25 de cerámica modelada a mano, 11 de ibérica pintada, 13 de gris monocroma, 9 de gris de la costa catalana y dos fragmentos de cerámica ática. Aparte, casi 170 fragmentos de restos de fauna.

que parecen señalar un área de producción común. El primer fragmento, con el labio un poco alzado, más bien parecido al de una gran jarra, tiene la pasta poco dura, ligeramente harinosa, con pequeños granos de cal y algo porosa. El color de la arcilla tiene una tonalidad beige-rosada. La segunda ánfora tiene el labio poco diferenciado, como un engrosamiento de la pared del vaso —al igual que la cuarta— y sección tendiendo a una forma circular. La pasta está salpicada de puntos marrones y blancos, con pequeños poros y de aspecto un poco arenoso en la superficie. El tercero, en cambio, tiene la pared casi más gruesa que el borde, el cual presenta una ligera rebaba. La arcilla es idéntica a la del fragmento anterior, mientras que la cuarta es más parecida a la primera. Por último, el quinto ejemplar tiene el borde un poco más complejo o moldurado, la pasta con la misma composición que la segunda o la tercera, pero con el interior de la fractura de color gris claro. A pesar de estas diferencias formales, debemos considerarlas todas ellas contemporáneas. La cerámica oxidada elaborada a torno es un caso parecido, con muchos fragmentos pero pocas formas. En todo caso, citamos un borde de vaso muy abierto, seguramente de cuerpo globular y bajo, con la pasta amarillenta y moteada de pequeños granitos de arena, puntos de cal y bastante porosa. El otro fragmento es el borde de una gran jarra con el labio engrosado y totalmente recubierto de pintura roja que llega hasta el interior. La cerámica a mano, con todas las tonalidades del marrón oscuro hasta el negro pasando por el gris, siempre está elaborada con el mismo tipo de arcilla. Aquella que tiene una elevada concentración de granos de cuarzo blanco o gris y muy poca mica. Sobre todo encontramos bordes muy inclinados hacia el exterior, algunos de los cuales seguramente pertenecen a vasos o platos tronco-cónicos. En un caso, un fragmento de espalda está decorado con impresiones regulares y profundas. En el grupo de las cerámicas grises monocromas, quizás los más representativos —y los únicos que podemos reproducir gráficamente— pertenecen a una gran jarra o urna de cuerpo globular, con el pie y el cuello altos. En este caso solo tenemos un fragmento de base y un pedazo de la parte de unión del pie con el fondo del vaso. Es una forma que hemos encontrado pocas veces en Saus, pero que ya se hallaba presente en los dos silos excavados en 1980. La cerámica ática no se puede clasificar claramente. Parece que el fragmento de borde pertenece a un skyphos. Pero será imposible determinar la variante.

Fig. 97. Fondo del silo 23, con restos de fauna y ánforas.

Las ánforas, con fragmentos dispersos pertenecientes a diferentes contenedores, presentan un pequeño conjunto de formas, bordes con diferentes soluciones en el acabado, que comentaremos sólo por encima. Vale la pena fijarse en los diferentes acabados de bordes que reproducimos en la fig. 98. También las pastas son diversas, pero con variaciones mínimas 132

El segundo estrato tenía una forma extraña (UE 2302), casi cónica, pero con una fuerte pendiente en el extremo sur. Estaba formado únicamente por arenas y piedras de distintos tamaños, algunas bastante grandes, y era totalmente estéril. Ni un solo fragmento de cerámica. El estrato 3 (UE 2303) era el más complejo. Adoptaba, como

EL PERÍODO IBÉRICO

ocurre a menudo, la forma cónica en la parte central y estaba formado por tierras blandas en las que se habían mezclado piedras de diversos tamaños, una cantidad considerable de cerámica, restos de animales y la mitad de la base de una prensa de aceite cortada en un bloque de piedra conglomerada de grano fino. Más adelante la comentaremos in extenso. UE. 2301 Ánfora ibérica

Total

Formas 4

194

13

3

10

Gris costa catalana

9

9

Ibérica oxidada

223

5

218

Ibérica pintada

16

3

13

2

1

1

28

3

25

Ática Ibérica a mano Malacológicos Fauna

UE. 2303 Ánfora ibérica

2

Total

Formas

S/Forma

32

749

Gris monocroma

4

1

3

Ibérica oxidada

8

8

Ibérica pintada

49

2

Ibérica a mano

En cuanto a las pastas, vale la pena introducir un pequeño comentario para distinguir los diferentes tipos. Por un lado, vemos las que consideramos básicamente locales, de color gris por dentro y marrón vinoso por fuera; muy duras y compactas y con algunos pequeños puntos de cal. Un segundo tipo es de color naranja, beige y, en según qué zonas del cuerpo, más bien marrón. Suele ser ligeramente más porosa, con puntos blancos y negros o marrones y, a veces, con grietas y vacuolas alargadas dentro de la fractura. Encontramos, también, las pastas de color claro, más bien naranja en la superficie y gris en el interior de la sección, como de tipo sandwich. No son las predominantes. La pared exterior también presenta tonalidades diversas; desde las que ya hemos citado hasta las claramente amarillentas, como si tuvieran una fina capa de engobe. Pero en realidad es producto del proceso de cocción que podemos encontrar asociado a todos los tipos de arcilla.

168

781

Gris indeterminada

Las bases son de dos tipos: el claramente cónico, estrecho y acabado casi en punta, pero con la base redondeada, y el cóncavo o semiesférico, más ancho. No vemos relación entre el tipo de base y los bordes o asas, y ni siquiera con los tipos de pasta que señalan orígenes diferentes. Se admiten todo tipo de combinaciones. En todo caso, tipológicamente corresponden a las formas 2A y quizás 2D definidas por Sanmartí et alii para la bodega/almacén de Ullastret, con una cronología situada en la primera mitad del siglo IV, sin excluir una producción desde el siglo V aC (Sanmarti/Bruguera/Miñarro 2004, fig. 8).

S/Forma

198

Gris monocroma

arriba abajo, más o menos profundo y marcando, de alguna manera, la evolución desde la acanaladura más pronunciada hasta el asa de sección totalmente circular.

5 26

Molinos

4

Hierro

1

47 5

8

18

Malacológicos Fauna Base prensa

Algunas veces, estas pastas de color beige o marrón muy claro —pero también algunas más anaranjadas— tienen un tacto rugoso en la superficie, como si fueran algo arenosas. Pero a primera vista la composición de la arcilla varía poco de unas a otras y siempre están presentes los pequeños nódulos o puntos blancos, excepto en las del primer caso, muy duras, compactas, bicolores y ligeramente micáceas.

1

La cerámica forma un conjunto en el que predomina claramente el ánfora ibérica, seguramente de talleres y áreas diversas (las pastas son bastante variadas), pero que recoge y repite todos los tipos y variantes de labios, bases y asas que hemos ido viendo hasta ahora. Esta vez no se trata de simples pedazos y fragmentos informes —que también los hay—, sino de vasijas enteras que se vertieron una vez amortizadas y rotas. No se puede considerar un depósito expreso, votivo o ritual, ya que queda claro que las ánforas se tiraron porque habían quedado fuera de uso. Parece indicarlo el hecho de que, a pesar de hallarse casi enteras y reconstruibles, siempre son incompletas, con partes más o menos grandes que han desaparecido. Posiblemente fueron a parar a otro silo del entorno, rellenado con materiales y tierras procedentes de una escombrera común. Un examen superficial de las láminas nos permite constatar la variedad de productos y acabados en el labio, algunos de los cuales quizá serían más propios de grandes vasijas que de ánforas de boca plana. No vale la pena extenderse en esta cuestión, ya que quedan bastante bien reflejadas en las figuras nos 100 a 103. Con las asas pasa algo parecido. Encontramos desde las típicas de sección circular, que perdurarán años, hasta las más viejas en las que el asidero está reseguido por un canal de

Casi ningún fragmento del resto muestra un componente micáceo importante. Más bien un pequeño rastro de polvo no siempre visible con claridad, que en ningún caso puede compararse con el de las pastas más micáceas locales, ni en la cantidad que vemos, por ejemplo, en la cerámica gris y oxidada de la zona ampurdanesa. Como en la mayor parte de los ejemplares de Saus, parece que estas ánforas provienen de talleres más alejados, posiblemente del sur del Principado, de las tierras del Ebro o de la zona levantina. Aunque no podemos hablar de decoraciones, algunos elementos parecen ir en esa dirección, si es que no se trata de un entretenimiento del alfarero. No es frecuente, pero hemos visto más de una vez, en este y otros yacimientos, una especie de decoración realizada con una lámina de barro adherida a la espalda, a la altura de las asas, sobre la que se practicaron unas incisiones o impresiones inclinadas mediante una caña o con un objeto con la punta roma. Es como el refuerzo externo 133

SAUS II

















 





 





 



Fig. 98. Primer estrato del silo 23. 1 a 5: ánfora ibérica, 6 a 9: cerámica a mano, reducida; 10: ibérica oxidada; 11: cerámica ática; 12: aguja de bronce; 13: gris monocroma; 14: cerámica ibérica con decoración de pintura roja; 15: cerámica gris local.

de la unión entre dos partes del ánfora, el cuerpo, propiamente dicho, y la espalda y boca. Lo encontramos en el ánfora de la fig. 102: 3, alrededor de toda la espalda, y lo habíamos visto antes en un ánfora del silo 5 y en otros fragmentos sin forma del yacimiento. En este caso, se trata de una pieza con la pasta bicolor, muy compacta y probablemente de origen local. El otro caso aparentemente decorativo, diferente, es un gran semicírculo que más bien parece la letra griega omega, que se dibujó en el cuerpo del ánfora antes de su cocción, con un punzón o una simple caña (fig. 102: 2). En este caso se trata de un ánfora de talleres foráneos, de pasta naranja, salpicada de puntitos blancos y pequeños poros, con la base acabada en una casi semiesfera bastante ancha. El resto de producciones y tipos cerámicos son claramente minoritarios ante el conjunto de ánforas. Las podemos considerar, todas ellas, productos locales o del entorno 134

comarcal. Son jarras con una o dos asas, normalmente de sección doble o bien reseguidas de un surco vertical —como el de algunas ánforas—, hechas con arcillas características de la zona, que por la cocción han dado diferentes tonalidades, desde el naranja hasta el gris, pasando por las pastas bicolores. A veces puede llegar a sorprender cómo podían aprovecharse algunos productos claramente defectuosos. La jarra con pasta gris (fig. 99: 1) quedó claramente dañada durante la cocción. Tiene el borde y el cuerpo deformados, con bultos y partes hundidas, e incluso tiene algunas grietas en el interior de la pared; totalmente deforme, pero apta para algo, desde el momento en que fue adquirida por los habitantes de la casa. Por fuera aún conserva dos franjas de pintura blanca por debajo del inicio de las asas. En circunstancias normales debería haber sido considerada inservible y echada al vertedero del alfar. Pero sin duda fue aprovechada hasta que finalmente fue a parar al vertedero y el silo. El mismo color gris de la pasta,

EL PERÍODO IBÉRICO

que solo se ve en las superficies interna y externa, es una señal más de su mala cocción, ya que el interior de la fractura es rojo. Sin embargo, es muy dura, como casi todos los productos locales, con algunos pequeños poros y puntos de cal.

cantidad, se han recuperado huesos de animales domésticos en casi todos los silos excavados. Pero normalmente se trata de restos de pequeño tamaño, cortados o con señales evidentes de un proceso que llevó al consumo de las diversas especies, o bien huesos más grandes, algunos quizás de partes no aprovechables. Era frecuente, pues, encontrar mandíbulas de ovicaprinos, bovinos, suidos, incluso de alguna ave y, como intrusiones muy posteriores, indatables, restos de topos y ratas de campo que habían excavado sus madrigueras en el interior de los silos cuando ya hacía tiempo que se habían obliterado. Tampoco era raro encontrar restos de perro. Un animal relativamente frecuente en el yacimiento.

Las otras jarras, con una pasta que podemos considerar normal, tienen los mismos componentes en la arcilla. Pero esta vez las pastas son bicolores, como la que observamos en un borde y cuello de una jarra con el labio vuelto, casi en cuello de cisne (próxima al tipo sandwich), o sólo rosadas o naranjas, como la mitad superior (fragmentada) de una jarra de la misma forma y perfil que la anterior (solo varía la sección del asa), y en la que se ve mejor el polvo de mica siempre presente en las cerámicas oxidadas (fig. 99: 2).

En este silo, todo es diferente. Como mínimo identificamos los restos de dos perros, un cerdo y una oveja (quizá un cordero), mezclados desordenadamente con los restos de ánfora y las piedras, conservando la conexión anatómica de algunas partes. Ya no se trata de huesos dispersos, sino de partes muy completas del esqueleto, en conexión anatómica en el caso de los perros y del cordero. Pero tampoco son esqueletos completos. Puede faltar la mitad o una parte más pequeña del animal, o aparecer la cabeza con algunas costillas, o la columna vertebral. En todo caso, no es un depósito expreso hecho inmediatamente después de morir el animal, sino que se vertieron los restos sacados de otro lugar, del muladar o más bien de la escombrera de la casa, en la que se habían ido mezclando vasijas rotas, restos de animales, tierra, fragmentos de molinos, etc.

La cerámica elaborada a mano es más bien escasa. Aparte de varios fragmentos sin formas claras, solo encontramos la base de una urna de fondo plano, con la arcilla muy arenosa, con cuarzo blanco, micácea, el acabado poco pulido en su superficie y de color casi negro (fig. 99: 4 ). Entre el material no cerámico, únicamente debemos señalar la presencia de algunos fragmentos de molino simple, barquiforme o de vaivén, y la mitad de la base de una prensa de aceite, una pieza rara y excepcional teniendo en cuenta la cronología del yacimiento y del relleno de este silo en concreto, que probablemente debamos situar a finales del siglo V aC. Es un bloque de conglomerado de piedra pequeña mezclada con arena, dando lugar a un tipo de arenisca local muy común, con la parte inferior irregular y la cara de arriba cortada, alisada y surcada por un canal circular profundo, insinuándose el inicio del rebosadero en un extremo que se ha perdido. Es idéntica a cualquier prensa de la antigüedad, con numerosos ejemplares documentados en diversos yacimientos, pero aquellos con dataciones más recientes, de los siglos III-I aC, como las del oppidum de Entremont, o algunos ejemplares del sur de la Península Ibérica, que en ningún caso son anteriores al siglo III aC.

Por la situación y conservación de los diferentes objetos del estrato, sean de cerámica o restos óseos, todo parece señalar que no transcurrió demasiado tiempo entre la formación del vertedero y el relleno, por lo que la cronología que nos proporciona el material debe ser la más próxima a la fecha de abandono. En otras ocasiones, la dispersión y fragmentación del material cerámico del interior de los silos señala que podía haber transcurrido bastante tiempo desde su vertido a la escombrera o dispersión dentro de la zona de tránsito del establecimiento hasta que fue a parar dentro de los silos. La cronología, por lo tanto, es la del material y no la del relleno, y el lapso entre los dos momentos puede ser tanto de cinco como de veinticinco años, por ejemplo. Esta vez, con recipientes cerámicos casi completos, que no habían sido demasiado manipulados ni sus fragmentos dispersados, la datación de la cerámica y la del relleno prácticamente deberían ser contemporáneas. Otra cosa será poder establecer con mayor o menor precisión esta cronología.

Es, de hecho, la primera de cuatro bases de prensa localizadas en el yacimiento en el transcurso de las campañas de 2007 y 2008. El hallazgo de estas piezas excepcionales por su cronología, abre nuevas perspectivas e interrogantes en cuanto al cultivo del olivo en este territorio y para el inicio de la producción de aceite en una época más remota de lo que se podría suponer con los datos que hasta ahora teníamos a mano. Otra cosa serán las suposiciones y especulaciones al respecto, pero no existía ninguna evidencia tan antigua que documentara de manera incuestionable esta producción. Ni siquiera los carbones y huesos de aceituna recuperados en oppida de la región permitían ir más allá ni, mucho menos, proponer con pruebas materiales la elaboración de aceite en la comarca. Todo ello, sin descartar que era un producto conocido, apreciado y utilizado desde hacía décadas (o siglos), gracias a los contactos coloniales (Casas 2010).

La primera pista nos la da la cerámica común a torno, oxidada o reducida, naranja o gris, que pertenece a las mismas producciones originarias del entorno más o menos cercano. En segundo lugar, las ánforas, con un repertorio notable y que repite, multiplicado por diez, lo que hemos ido viendo en el resto de silos. Pero estos recipientes cambian relativamente poco en el transcurso de los años y resulta difícil atribuirlos a un periodo concreto. El tipo de borde —todos diferentes— puede corresponder tanto a producciones del siglo V como del siglo IV aC e incluso más recientes. La mayor parte de

La fauna también presenta características diferentes en relación con la de los otros silos. Siempre, en mayor o menor 135

SAUS II







 





 

Fig. 99. Silo 23, estrato 3. Excepto la núm. 4 (cerámica reducida elaborada a mano), el resto son fragmentos de jarras de cerámica ibérica oxidada. La primera, deformada debido a una mala cocción.

136

EL PERÍODO IBÉRICO

las variantes de labio se documentan en la Illa d’en Reixac tanto en niveles de la fase IV (450-380 aC) como de la fase V (380-325 aC), una de nuestras ánforas completas (fig. 102 2), con un cuerpo que se estrecha por debajo de las asas, tiene su equivalente en Sant Martí d’Empúries, pero en un contexto del siglo III (Aquilué et alii 1999, 380). Varía, sin embargo, la composición de la pasta. En última instancia, lo que sí podemos constatar es que repiten las formas, variantes y composición de pastas que hemos ido viendo en los otros silos de Saus, que en muchos casos hemos podido fechar con más o menos precisión hacia la transición entre los siglos V y IV aC o, de manera más amplia, entre el 425 y el 380 aC, aproximadamente, pero también en períodos anteriores. Tipológicamente, ya hemos señalado que las atribuimos a la forma 2A/2D del depósito de Ullastret, también próximas a los tipos IVa del Languedoc occidental (Gailledrat 2004, fig. 10 a 12), o a las levantinas de Ibiza SJ-90/72 (Ramón 2004, fig. 4), todas con cronologías coincidentes entre finales del siglo V y comienzos del siglo IV aC.

 









Le cerámica ibérica, oxidada o reducida, no es excesivamente abundante y, en todo caso, el número más o menos elevado de fragmentos no evidencia una cantidad alta de individuos, sino la fragmentación de unos pocos recipientes que, por otra parte, no presentan unos rasgos que los hagan especialmente representativos de una época concreta. La jarra deformada por la cocción, decorada con pintura blanca, tiene un labio que se aparta bastante del tipo mayoritario en el yacimiento, el de perfil en cuello de cisne. Pero eso no significa nada. Otro borde de labio, de una jarra de cuello alto, tiene sus paralelos en la Illa d’en Reixac, tanto en estratos de la fase V como de la fase IV (Martín et alii 1999, 124, 2 y 3; 136, 11; 166, 1; 169, 5). Es decir, que la encontramos a veces en contextos del periodo 380-325 aC, pero mayoritariamente en estratos del 450-380 aC, que casan mejor con las cronologías generales de Saus.



 Fig. 100. Silo 23, estrato 3. Ánforas ibéricas.

Gusó, siempre en contextos similares o dentro de un marco cronológico más amplio, desde comienzos del siglo V hasta principios del siglo IV aC, aunque los estratos más claros y sin mezclas o intrusiones se datan sobre todo en la segunda mitad del siglo V aC (Casas/Soler 2004, 68, 86, 91, 122 y 128). En general, esta forma decorada con pintura roja, con el borde vuelto, casi del tipo de cuello de cisne pero más grueso, se enmarca en un periodo más arcaico, entre el último cuarto del siglo VI y mediados del siglo V aC (Gailledrat 1997, 172, fig. 91. Nada se opone, viendo todo el conjunto, a situar el relleno del silo en la segunda mitad avanzada o, mejor aún, hacia la transición entre los siglos V y IV aC. La datación obtenida por radiocarbono es coherente con la que proporciona la cerámica (ver Anexo 2).

También vale la pena que nos fijemos en los materiales del primer estrato (UE 2301), aunque menos numerosos, más variados. Pero ya hemos apuntado que el origen de las tierras del relleno pueden ser diferentes a las del estrato 3. Un borde de cerámica ática —un fragmento— parece pertenecer a un skyphos de variante indeterminada. Por lo tanto, pocas precisiones puede aportar. Los diferentes fragmentos de pie de una gran jarra de gris monocroma tienen su equivalente en el silo 1, que veinticinco años atrás habíamos fechado entre finales del siglo V y comienzos del siglo IV aC (Casas 1985, 94, 1-2); cronología que ahora podemos acabar de perfilar, pero sin apartarnos demasiado de este periodo. Se repite, una vez más, en los niveles de la fase IV de la Illa d’en Reixac (Martín/Conde 1999, 166).

UE. 2301 Fig. 98, 1: Borde de ánfora ibérica. Pasta poco dura, ligeramente harinosa al tacto, con granitos de cal y algo porosa. De color beige rosado muy claro.

Por último, dejando aparte los fragmentos de cerámica a mano, el borde de jarra ibérica pintada vuelve a tener sus paralelos en el ínsula 7 de la Illa d’en Reixac, durante las fases III y IV, fechadas entre el 525-450 y el 450 y el 380 aC, respectivamente (Martín et alii 1999, 135, 159 y 167), pero también la encontramos en numerosas ocasiones en Mas

Fig. 98, 2: Borde de ánfora ibérica con el labio poco abultado. Pasta de color naranja claro, poco dura, con puntos marrones y blancos, y de aspecto algo arenoso a causa del cuarzo utilizado como desgrasante. Pequeños poros. 137

SAUS II

Fig. 98, 11: Borde de cerámica ática, seguramente un skyphos. Fig. 98, 12: Aguja de bronce Fig. 98, 13: Dos fragmentos del pie de una urna de gris monocroma, atribuible a la forma GR-MONO 7c o 7d. Pasta de color gris claro, con puntitos de cal y polvo de mica. No conserva ningún tipo de engobe. Fig. 98, 14: Borde de jarra ibérica oxidada, decorada con pintura roja. Pasta de color beige claro, con zonas grises, bien depurada, dura y compacta. Paralelos localizados en diversos lugares de las comarcas gerundenses, con repertorios extensos en la Illa d’en Reixac (fase IV, del 450-380 aC), o Mas Gusó, en contextos desde finales del siglo VI hasta principios del siglo IV aC (Lafuente 1999, 135; Martín/Conde 1999, 167; Casas/Soler 2004, 68, 86, 91, 122, 128). Fig. 98, 15: Base de jarra de cerámica gris de la costa catalana. Fina, depurada y ligeramente micácea.

Fig. 101. Ánforas ibéricas del tercer estrato del silo 23.

Fig. 98, 3: Borde de ánfora de pared gruesa y labio estrecho. Pasta de color naranja claro, con puntos de cal y otros nódulos marrones; casi idéntica a la anterior. Fig. 98, 4: Borde de ánfora ibérica, de aspecto más compacto que en las precedentes. Fig. 98, 5: Borde de ánfora ibérica con el labio algo más complejo y grueso que la mayoría. Pasta de color naranja claro, con manchas marrones y gris claro en el interior de la fractura. Impurezas o desgrasante de puntos de cal. Fig. 98, 6: Espalda o carena de urna de cerámica a mano, de color gris claro, dura, compacta, micácea, bien depurada y con granos de cuarzo gris. Decorada con profundas impresiones casi triangulares. Fig. 98, 7: Borde de urna o vaso elaborado a mano, sin torno. De color marrón oscuro por fuera y gris oscuro en la superficie interna. El interior de la sección es más rojizo. Aspecto arenoso debido al desgrasante de cuarzo y con polvo de mica. Fig. 98, 8 y 9: Bordes de urnas hechas a mano, con características y pastas idénticas, de color gris oscuro o negro, con las superficies pulidas. Fig. 98, 10: Borde de jarra de cerámica oxidada ibérica, de color amarillento, con pequeños granos de arena, puntos de cal y ligeramente porosa. En la Illa d’en Reixac vemos un ejemplar prácticamente idéntico en el aspecto formal, fechado entre el 450 y el 380 aC (Martín/Conde 1999, 166, 22). 138

UE. 2303 Fig. 99, 1: Jarra de cerámica ibérica oxidada, de pasta bicolor (naranja oscuro/gris), que debido a una mala cocción adoptó diferentes tonalidades según las zonas y, además, quedó muy deformada en la parte del cuello, labio y parte superior del cuerpo. Por lo tanto, las superficies son de color gris, mientras que el interior de la fractura es rojo oscuro. Muy dura, fina, bien depurada, algo porosa y con pequeños granos de cal. Conserva de forma deficiente dos franjas de pintura blanca. Fig. 99, 2: Parte superior de una jarra ibérica oxidada. La composición de la pasta es la misma que la de la pieza anterior, pero de color naranja oscuro, dura, compacta y depurada. Fractura recta y rugosa. Fig. 99, 3: Cerámica ibérica oxidada bicolor, con mezcla de zonas grises y otras anaranjadas, parecida a la pasta sandwich, pero con predominio del gris en las superficies. Muy dura y bien depurada. El perfil recuerda o se repite en varios ejemplares de la Illa d’en Reixac, de las fases IV y V, fechadas en los períodos 450-380 y 380-325 aC, respectivamente (Martín/ Conde 1999, 166, 1; Lafuente 1999, 136, 11; Genís/Martín 1999, 124, 2 y 3). Fig. 99, 4: Base de urna de cerámica a mano de base plana. Pasta muy arenosa, con cuarzo blanco, micácea, de aspecto tosco y casi negra. Fig. 99, 5 y 6: Asas de cerámica ibérica oxidada, de color naranja oscuro, tacto rugoso, muy depurada y fina. Fig. 99, 7: Borde de jarra de cerámica oxidada, de color naranja oscuro, más clara en el interior de la fractura. Dura, muy depurada y ligeramente micácea. Fig. 99, 8: Borde de cerámica ibérica oxidada decorada con

EL PERÍODO IBÉRICO

pintura roja. Pasta beige naranja, fina, bien depurada, con polvo de mica y pequeños puntos de cal.

en la segunda mitad del siglo V aC (Ramón 2004, 274, SJ-90, 373, SJ-90/72).

Fig. 99, 9: Borde de jarra de cerámica oxidada. Pasta beige naranja, ligeramente harinosa, bien depurada y algo porosa.

Fig. 102, 3: Mitad superior de un ánfora ibérica. Pasta de color naranja oscuro, casi morado, con manchas grises, muy dura, bien depurada y de color gris en el interior de la sección. Pequeños puntos de cal y quizás mica. Por fuera, a la altura de las asas, se adhirió un cordón de barro decorado con estrías hechas con un punzón o una caña. Ramón documenta un ejemplar de tipo levantino con las mismas características, fechado en la segunda mitad o último cuarto del siglo V aC en el pozo SJ-90 de la excavación de Ibiza (Ramón 2004, 373). También idénticos, desde punto de vista formal, algunos ejemplares del depósito de Ullastret, ya citado, con la misma decoración o acabado en la espalda, del tipo 2D (Sanmartí/ Bruguera 1998, fig. 10; Sanmartí et alii 2004, fig. 8 y 9 ).

Fig. 100, 1: Ánfora ibérica con el labio algo complejo y vuelto hacia el interior. Pasta de color gris por dentro y marrón violáceo por fuera. Muy dura, muy depurada y con pequeños nódulos de cal. Fig. 100, 2: Labio de ánfora ibérica, con una pequeña moldura o surco en la espalda. Pasta idéntica a la del fragmento anterior, con algunas partes más grises. Fig. 100, 3: Borde de ánfora ibérica de labio sencillo. Pasta de color beige claro tendiendo a amarillento, poco dura, erosionada, con nódulos blancos, negros y marrones.

Fig. 102, 4: Mitad superior de un ánfora ibérica, con la pasta naranja o beige, poco dura, erosionada y bien depurada, con algunos puntitos de cal y otros de color marrón, casi sin mica. Con toda probabilidad pertenece al tipo 2D, pero quizás es algo más carenada. Hallamos paralelos, aparte de los citados para los ejemplares anteriores, en diversos contextos de la segunda mitad y último tercio del siglo V aC (Gailledrat/ Solier/Boisson 2003, fig. 10, 1; Ramón 2004, 274, PAL-7). El perfil general se repite la Illa d’en Reixac en el período 380325 aC (Lafuente 1999, 150. 1).

Fig. 100, 4: Borde de ánfora ibérica. Pasta naranja o rosada por dentro, con la superficie beige-amarillenta. El interior de la sección es gris claro. Misma composición y desgrasantes que en las anteriores. Fig. 100, 5: Borde de ánfora ibérica. Pasta naranja o beige, de aspecto arenoso al tacto, con muchos puntos negros y de cal, además de algunos granos marrones. Fig. 100, 6: Borde y espalda de ánfora ibérica, con el mismo tipo de pasta que el anterior ejemplar.

Fig. 103, 1: Base de ánfora ibérica con características comunes a los ejemplares anteriores. Pasta naranja, poco dura, arenosa y rugosa al tacto, con pequeños granos de arena minúsculos casi como polvo. Puntos de cal y polvo de mica. Por fuera es de color beige amarillento excepto en el extremo del pie, que es rojizo. Corresponde a los mismos tipos y formas ya vistas, en las variantes de base más estrecha y alargada, quizá más cercana al tipo 2B (Sanmartí/Bruguera/Miñarro 2004, fig. 4), o al tipo Iva de La Mayrale y Enserune, también con una dilatada cronología (Gailledrat 2004, fig.10).

Fig. 100, 7: Borde de ánfora ibérica con el labio inclinado hacia el interior, más ancho que en el resto de ejemplares. Pasta con los componentes habituales, pero con la superficie externa amarillenta y erosionada. Fig. 102, 1: Ánfora ibérica, con el labio del mismo tipo o variante que en el ejemplar anterior. Asa de sección casi circular. Pasta naranja claro, con la superficie harinosa, aunque dura, muy bien depurada y con pequeños puntos blancos. Superficie externa de color más amarillento. Tipo 2D, fechado sobre todo entre finales del siglo V y primera mitad del siglo IV aC en el depósito de Ullastret (Sanmartí/Bruguera/Miñarro 2004, 388 y fig. 8). Aparece normalmente en estos contextos de finales del siglo quinto, con otros ejemplos en La Mayrale y Enserune hacia el 450-400 y 400-400 aC, en general, y en todo el Languedoc occidental a partir de mediados del siglo V (Gailledrat/Solier/Boisson 2003, fig. 10, 1 o 2).

Fig. 103, 2: Asa de ánfora de sección irregular, casi circular, con la pasta del mismo tipo en la mayor parte de ejemplares del silo: naranja o beige, arenosa y rugosa al tacto, moteada de puntos negros, cal y granitos marrones. Fig. 103, 3: Asa de ánfora ibérica de sección con un acanalado que la recorre verticalmente. Pasta naranja, muy dura y compacta, con el interior de la fractura de color gris; bien depurada y puntos de cal. Fig. 103, 4: Espalda y asa de ánfora ibérica. Pasta bicolor, naranja oscuro (o morado) por fuera y gris oscuro por dentro. Muy dura y compacta, depurada, fina y con la fractura recta. Parece un producto local.

Fig. 102, 2: Ánfora ibérica del tipo 2D, con asa de sección no circular. Pasta de color beige y naranja muy claro según las zonas, dura y depurada. Superficie erosionada, al igual que la fractura. Salpicada de puntos blancos y algo porosa. A mitad del cuerpo conserva un grafito hecho ante cocturam, en forma de arco o letra omega. La parte superior del cuerpo, por debajo del asa, se estrecha como en un ejemplar del estrato 5135 de Sant Martí d’Empúries, datado en el siglo III (Aquilué et alii 1999, fig. 315 y 317). El mismo tipo, en Ibiza, se fecha

Fig. 103, 5: Asa de ánfora ibérica. Pasta beige por fuera y con una especie de engobe amarillento que recubre su superfície. Rojiza por dentro. Componentes de puntos de cal y polvo de mica. 139

SAUS II



 









Fig. 102. Silo 23, ánforas ibéricas procedentes del estrato tercero (UE 2303).

140

EL PERÍODO IBÉRICO

Fig. 103, 6: Base de ánfora ibérica. Pasta de color naranja claro por fuera y más beige o marrón claro por dentro. Bastante dura, pero ligeramente harinosa, salpicada de puntos blancos.



Fig. 103, 7: Asa de ánfora ibérica. Pasta rosada o beige por dentro, con puntos marrones y blancos. Por fuera es de color rosado, fina, bien depurada y con la fractura recta. Asa de sección casi circular.



Fig. 103, 8: Asa de ánfora ibérica, de sección irregular. Pasta naranja en la superficie interna, no demasiado dura, con muchos puntos blancos y ligeramente porosa. Por fuera es de color amarillo, pero no se trata de un engobe. Este tipo de asa ya aparece en Pech Maho entre finales del siglo VI y la primera mitad del siglo V aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 279).

 



SILO 24



Es un silo pequeño en comparación a la mayoría (165 cm. de diámetro), y muy destruido (50 cm. de profundidad). Debemos considerar, por lo tanto, que ha desaparecido completamente la mirad superior a causa de la erosión y rebaje del terreno. En el interior, un solo estrato con una delgada capa de arena en el centro, procedente de la descomposición de la roca mezclada con el resto de la tierra de relleno (UE 2401). El estrato estaba formado básicamente por tierras, piedras de diversos tamaños y muchos restos de cerámica mezclados. No eran solo fragmentos dispersos, sino vasijas de diversos tamaños, medio completas y a menudo acabadas de romper en el momento de ser echadas al silo o al vertedero. Un caso parecido al del estrato tercero del silo anterior, del que este es vecino. Pero esta vez el repertorio tipológico y de producciones es bastante más extenso. Ya no existe el predominio de ánforas, sino que se mezclan varios ejemplares de cerámica oxidada y reducida, con tipologías diversas, quizá también de orígenes y lugares de producción diferentes, cerámicas comunes modeladas a mano y algún trozo de cerámica ática.







 

Fig. 103. Silo 23, estrato 3 (UE 2303). Ánforas ibéricas.

podemos conocer debido a que solo tenemos un fragmento de borde), pero que de manera general se sitúa entre el 575 y el 375 aC. El perfil del borde lo aproxima a los ejemplares 342 o 359 del Ágora (Sparkes/Talcott 1970, 259-260), con cronologías de la primera mitad o mediados del siglo V aC, que consideramos excesivamente antiguas, teniendo en cuenta el resto de cerámicas del contexto del estrato.

Conviene, en primer lugar, citar un fragmento de vaso ático, una copa “Castulo” que nos da un primer indicio cronológico muy fiable situado entre la segunda mitad avanzada del siglo V aC y los primeros años del siglo posterior. Desgraciadamente solo se ha conservado el borde, que parece corresponder al tipo o variante 2G de Gracia (1991, fig. 74, 6), pero no podemos conocer el desarrollo de la base. La misma variante la encontramos documentada en diversos y dispersos yacimientos, con un extenso repertorio (Sanmartí 1994, fig. 3 y 4). En la Illa d’en Reixac se asocia a materiales de la fase IV, fechada en el 450-380 aC (Martín/Conde 1999, 165). En cualquier caso, su presencia en niveles de la segunda mitad del siglo V aC hasta el primer cuarto del siglo IV aC —y aún más recientes—, ha sido ampliamente contrastada, aunque quizás en algunas ocasiones se debería considerar como material residual si, como opina Morel, la copa Cástulo no llega al siglo IV aC (Morel 1981, 300-301).

En el ámbito de las cerámicas comunes oxidadas, hay novedades respecto a lo que hemos ido viendo hasta ahora. Aparecen formas nuevas inéditas en el yacimiento, tampoco demasiado conocidas en el territorio o mal documentadas. Dos vasos que preconizan futuros modelos de la gris de la costa catalana son idénticos, elaborados con la misma arcilla, pero uno de ellos lleva un asa de sección plana y el otro no tiene ninguna (fig. 108: 1 y 2). La pasta, que sólo difiere debido al proceso de cocción, es la misma en ambos casos. En el primero, de color francamente gris, como la típica de la zona, de muy buena calidad y con la superficie algo erosionada. El segundo vaso tiene la pasta oxidada con manchas más grises, pequeños puntos de cal y granos de cuarzo blanco, ligeramente porosa y rugosa. Aparentemente, parece que en origen iba recubierta de un engobe gris. Ambas tienen la carena situada a mitad del cuerpo muy marcada, labio delgado y con profundas marcas de torneado en la pared interna. El paralelo más próximo, pero incompleto, lo encontramos en la Illa d’en Reixac, fase IV, fechada entre el 450 y el 380 aC, en cerámica ibérica oxidada

El segundo fragmento corresponde —si lo hemos clasificado correctamente— a un skyphos del tipo A del Ágora de Atenas, con cronologías un poco amplias según la variante (que no 141

SAUS II

(Lafuente 1999, 131, nº 7). Debemos referirnos, también, a un tercer vaso con un perfil idéntico pero más estrecho y con la base totalmente diferente, más robusta y gruesa y sin anillo de reposo (fig. 108: 3). La pasta es oxidada, de color naranja rosado, fina, depurada y de buena calidad, sin impurezas y con la superficie ligeramente harinosa al tacto. Como decíamos, la carena y el borde de los tres ejemplares son iguales y muy parecidos al del vaso de la Illa d’en Reixac, del que sólo difiere la inclinación interna del borde.

o en la espalda; solo un fragmento de cuerpo sin forma, decorado con círculos concéntricos. Por el tipo de arcilla, los debemos considerar locales en sentido amplio: pasta de color naranja, dura, con puntos blancos, pequeños poros y fractura recta. A veces la superficie se ve algo erosionada y no tan dura como en el interior de la fractura. Un ejemplar tiene la parte exterior del labio un poco más moldurada, pero sin perder la forma clásica. Sin abandonar la forma genérica, la mitad superior de una jarra ha visto reducido el grosor de su borde, que ya no presenta la sección en cuello de cisne, sino que ahora es solo como la prolongación de la pared con un acabado redondeado (fig. 105: 7). Es, también, una jarra de paredes más delgadas, puede que incluso diríamos que era más esbelta si pudiéramos conocer el acabado de la mitad inferior que se ha perdido. Muestra, además, algunas características que la hacen diferente de las otras, ya que la pasta, de tipo sándwich, tiene un importante componente de mica, que no vemos en las piezas precedentes.

Fig. 104. Nivel superior del silo 24, con relleno de piedras y restos de cerámica procedentes de escombrera.

El resto de cerámicas oxidadas ya entran en la categoría de las jarras, a parte del conjunto de ánforas que veremos más adelante. Hay varios tipos, pero que comprenden los que suelen ser más comunes en este yacimiento. Un único ejemplar —un fragmento— corresponde a una jarra de cuerpo globular con el pie tan alto como el cuello. Imita la misma forma de la cerámica gris monocroma que hemos encontrado en otras ocasiones en Saus, y que aparece en estas comarcas siempre en contextos de la segunda mitad del siglo V aC y primer cuarto del siglo posterior (fig. 109: 5). La forma, en cerámica gris monocroma, está presente en la Illa d’en Reixac durante la fase IV (Martín/Conde 1999, 166, núm. 7 y 8), y en el silo 1 de Saus, con una cronología que habíamos situado hacia la transición entre los siglos V y IV aC, pero que ahora consideramos conveniente rectificar (Casas 1985). Las otras jarras son más ‘normales’, en el sentido que repiten el repertorio tan conocido y bien documentado, no sólo en Saus, sino en todo el ámbito nororiental de las comarcas gerundenses y Languedoc. Son las jarras con perfil en S y labio de sección casi triangular, engrosado, parecido al típico en forma de cuello de cisne. Aunque a partir de los fragmentos sin forma deducimos que pertenecen a vasijas de diversos tamaños, predominan las grandes jarras, con diámetros de boca de entorno los 20 cm. y alturas que parecen sobrepasar los 35 cm. (no hay ninguna completa). Las bases siempre son umbilicadas, cóncavas y con un pequeño botón central. A veces el pie puede quedar marcado por un pliegue o un surco muy fino. Tampoco hemos visto que ninguno de los fragmentos hubiera conservado restos de pintura en el labio 142

Otro ejemplar, con una sola asa que sobresale del plano de la boca, es diferente desde el punto de vista morfológico (fig. 105: 6). La forma del borde recuerda más bien a producciones mucho más tardías, como las cerámicas de engobe blanco de los siglos II y I aC. Pero, por lo demás, no tiene nada que ver con aquellas. La pasta pertenece al mismo tipo o grupo que los ejemplares que hemos comentado al principio, variando solo su tonalidad, que esta vez es de color beige claro, algo anaranjada por dentro, fina, harinosa al tacto y con los siempre presentes puntos blancos. La cerámica modelada a mano y generalmente cocida en fuego reductor tiene, esta vez, un peso específico más importante, con más fragmentos y tipos que, sin apartarse de las formas estándar, constituyen a veces nuevas variantes (fig. 109: 1 a 4). Pero hay que señalar, una vez más, que nos encontramos ante una producción muy homogénea, seguramente local, que reunía urnas y ollas con acabados poco depurados, que se caracteriza por una pasta en la que predomina un componente o un desgrasante de cuarzo blanco, casi nada de mica y algunos granos de cal. Junto a este conjunto encontramos otros vasijas con una arcilla diferente, más depurada, de grano más fino y con presencia de pequeñas láminas de mica. Además, suelen tener las paredes más delgadas, pulidas o alisadas por fuera y son, en general, de mejor calidad. Quizá las primeras, que predominan en el yacimiento, eran fabricadas en la misma casa y las segundas, más elaboradas, procedían de un alfarero más especializado. Son, solo, especulaciones. En cualquier caso, en el primer conjunto incluimos las urnas de distintos tamaños, pero más bien grandes, que solían tener la espalda decorada con una tira de barro adherida a la que se habían hecho impresiones o incisiones regulares, en forma de rombo alargado o de almendra (fig. 109: 1 y 4). Un ejemplar tiene el cuello corto y casi recto, más delgado que el resto del cuerpo. La base, como todas las de este tipo, es totalmente plana y sin diferenciar. Un segundo fragmento, algo más

EL PERÍODO IBÉRICO

la cocción; desde las de color beige, el naranja más o menos claro, hasta las bicolores con la superficie interior gris (fig. 108: 7-8).

elaborado, quizás más pulido, pertenece a un recipiente de mayores dimensiones, borde corto, del mismo grosor que la pared, y labio casi plano. La superficie exterior se pulió con un objeto duro y fino. Por debajo del cuello, en el punto de inflexión con la espalda, hay una tira de arcilla adherida, en la que se practicaron impresiones en forma de corazón a modo de decoración (fig. 109: 4). Una decoración similar, pero esta vez impresa directamente sobre la pared del vaso, la hallamos en una urna u olla con una sola asa de sección plana, con una pasta muy parecida a la del fragmento anterior, pero con un acabado más pulido y alisados el cuello y el asa. El componente de la arcilla o el desgrasante introducido es del mismo tipo: granos de cuarzo, algunos puntos blancos y casi nada de mica. En este caso, la forma general difiere de las otras; con el borde vuelto hacia fuera y el cuello de perfil en S, como el de otro ejemplar mejor conservado, pero en el que no vemos el asa, si es que tenía este apéndice (fig. 109: 2).

El único ejemplar diferente en cuanto a la forma, es un fragmento de borde con el la espalda inclinada unos 45º, que con toda probabilidad pertenece a un ánfora púnicoebusitana. La pasta es de un color beige amarronado muy claro, tacto harinoso, ligeramente porosa, con pequeños puntos blancos, algún grano de cuarzo más grande y polvo de mica. Correspondería al tipo PE 14/8.1.1.1 del siglo IV aC (Sanmarti/Bruguera 1998, fig. 3, 38768), que encontramos en la Illa d’en Reixac en niveles de la fase IV, fechados en el período 450-380 aC (Lafuente 1999, 142, nº 7). Por último, aparece un extenso repertorio de instrumentos líticos elaborados con guijarros de diferentes tipos de piedra. Predominan las areniscas de grano fino, muy pulidas, con señales de uso, forma alargada y sección rectangular o elíptica. Pero también se utilizaron otros guijarros de arenisca con una granulometría mayor, basalto muy compacto y de diferentes durezas, con algún utensilio más elaborado, cortado expresamente en forma de rombo (fig. 111: 8), y cuarcitas a las que se dio forma mediante un proceso de pulido y rebaje de los bordes (fig.111: 9). En general son utensilios elaborados con unas piedras que, o bien se aprovecharon por la forma original del canto rodado, o bien se tuvieron que retocar hasta conseguir la forma deseada. Su uso es en cierta medida desconocido. Las marcas de fricción en unos hacen suponer que habrían servido para moler cereal sobre un molino de vaivén y obtener harina. Sin embargo, son de tamaño demasiado pequeño y con toda seguridad se empleaban con una sola mano. Otros tal vez se utilizaban para aplastar aceitunas sobre una superficie dura con el fin de obtener la pasta que posteriormente se prensaba a la almazara (no olvidemos que en el silo 23 se encontró la mitad de la base de una prensa de aceite y tres en los silos vecinos). Era una técnica sencilla que se empleaba desde siglos antes y que continuó utilizándose en explotaciones domésticas y con producción limitada durante toda la Antigüedad.

Otro recipiente similar, de mayores dimensiones y seguramente más panzudo, tiene la boca un poco más abierta y el labio ligeramente inclinado y biselado, como suele ser habitual en la mayor parte de este tipo de urnas. También es algo más pulida, muy micácea, de color marrón oscuro (gris claro en el interior), y con un desgrasante de piedrecillas y cuarzo blanco de notables dimensiones. La decoración se imprimió directamente sobre la pared del vaso, a la altura de la espalda. En el conjunto de la producción más elaborada, también las formas son algo diferentes, con algunas variantes interesantes. La única base tiene un pie anular alzado, y la zona de reposo con un anillo bien diferenciado, la superficie negra y muy pulida y el interior de la fractura de color rojo oscuro. En la pasta se ve un componente de cuarzo blanco muy fino, parecido —o quizás idéntico— al de las producciones más toscas (fig. 110: 4). Otro fragmento de cuello y borde parece pertenecer a un vaso o una ollita de forma bicónica, con el borde delgado y muy abierto (fig. 110: 1). La pasta es del mismo tipo anterior, con las superficies casi negras y el interior rojo oscuro. Esta vez, con intrusiones de cal y mica dorada. El tercer ejemplar con forma pertenece a un cuenco de paredes delgadas y con asas o asideros verticales perforados, seguramente para poder ser colgado. Es una forma que se repite a menudo en este yacimiento y se halla presente en contextos ibéricos de estas comarcas (fig. 110: 2).

UE. 2401

Las ánforas tampoco presentan ninguna novedad. Con un predominio absoluto del contenedor ibérico de boca plana y un borde posiblemente de púnico-ebusitana, las formas parecen pertenecer mayoritariamente al tipo 2A o 2D (Sanmarti/ Bruguera 1998), con cronologías que empiezan en el siglo V aC y que se prolongan durante los dos siglos posteriores, con variaciones no siempre fáciles de diferenciar. Las asas son casi siempre de sección circular (una de ellas con una marca hecha con tres ranuras y un círculo), las bases identificadas son de fondo ancho y redondeado, mientras que los bordes, bien diferenciadas, adoptan una sección casi triangular con los ángulos ligeramente redondeados. Las pastas, a pesar de ser bastante homogéneas, adoptan tonalidades diferentes debido a

Formas

S/Forma

162

14

Ánfora púnica

3

3

Ánfora masaliota

1

Gris monocroma Ibérica oxidada

1

2 190

148

2 27

163

Ibérica pintada

2

Ática

6

2

4

192

30

162

Ibérica a mano Molinos Piedra pulida

143

Total

Ánfora ibérica

1 11

Hierro

1

Fauna

92

2

SAUS II













7 

Fig. 105. Silo 24, estrato 2. Cerámica ibérica oxidada.

144

EL PERÍODO IBÉRICO

y paredes muy delgadas. Pasta naranja oscura, casi roja, dura y depurada. Fig. 105, 5: Fragmento sin forma, de cerámica ibérica oxidada decorada con círculos concéntricos de pintura roja. Fig. 105, 6: Jarra de cerámica ibérica oxidada, de buena calidad y paredes bastante delgadas, con un ligero encaje o ranura en el labio. Pasta de color beige claro, casi naranja por dentro, fina y con la superficie ligeramente harinosa al tacto, con pequeños puntos blancos muy visibles. Fig. 105, 7: Mitad superior de jarra de cerámica ibérica oxidada, con el labio poco diferenciado, solo algo abultado. Pasta beige naranja, superficie harinosa al tacto, fina, depurada y con el interior de la fractura gris. En general, ligeramente porosa, pero dura. Fig. 108, 1: Taza o copa de cerámica gris de producción local. Pasta en general de color gris, con algunas manchas más claras, dura, de buena calidad, señales de torneado sobre todo en la superficie interna. No tenía asas, pero se le practicaron dos agujeros bajo el labio. Fig. 108, 2: Escudilla o copa de cerámica ibérica, en parte oxidada y en parte gris debido al proceso de cocción. Con una sola asa de sección plana. Pasta dura, pero más bien porosa, con puntos de cal y granos finos de cuarzo blanco. Parece como si la superficie externa hubiera tenido un engobe de color gris, todo él desprendido. En la Illa d’en Reixac encontramos una taza similar, de la misma forma genérica, en el período 450-

Fig. 106. Jarra de cerámica ibérica oxidada a torno, del silo 24.

En cuanto a la cronología del relleno, todo el material del estrato conservado es muy homogéneo. No vemos intrusiones ni materiales residuales. El marco cronológico general nos lleva hacia una datación de entre mediados o segunda mitad del siglo V hasta la primera del siglo IV aC (como en una parte considerable de los silos). Acotar más esta cronología en base a unas producciones cerámicas tan genéricas nos parece arriesgado, aunque los dos fragmentos de cerámica ática y la homogeneidad de las ánforas y la cerámica ibérica —que podemos comparar con la de los otros silos— nos hace pensar que como máximo debemos considerarla de los primeros años del siglo IV aC o quizás ligeramente más antigua. UE. 2401 Fig. 105, 1: Jarra de cerámica ibérica oxidada, con cuello corto y labio con perfil de cuello de cisne, de grandes dimensiones. Pasta naranja, dura, erosionada y con concreciones externas. Puntos blancos, algo porosa y de fractura recta. Amplio repertorio de paralelos durante todo el siglo quinto (sobre todo en su segunda mitad), en los yacimientos más representativos de las comarcas de Girona. Fig. 105, 2: Base de fondo cóncavo de cerámica ibérica oxidada. Forma característica. Pasta bicolor, naranja en la superficie externa y gris claro en el interior. Fina, depurada, erosionada y de tacto ligeramente harinoso. Fig. 105, 3: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada, de color naranja o beige, dura y compacta. Misma composición que el ejemplar nº 1.

Fig. 107. Vasos de cerámica gris y oxidada, de producción local, procedentes del silo 24.

Fig. 105, 4: Base de jarra ibérica oxidada, de fondo cóncavo 145

SAUS II



 













9

Fig. 108. Silo 24. 1: cerámica gris local. 2 y 3: cerámica ibérica oxidada. 4: cerámica ática. 5 a 8: ánfora ibérica. 9: ánfora púnicoebusitana.

146

EL PERÍODO IBÉRICO

380 aC (Lafuente 1999, 131, 7). Parece la evolución o una variante más elaborada de la copa que habíamos localizado en el silo 1 (fig. 26: 1), la cual, por su parte, se aproxima a otro ejemplar de Mas Gusó, de la segunda mitad del siglo V (Casas/Soler 2004, fig. 63, 5).



Fig. 108, 3: Vaso o copa de cerámica ibérica oxidada. Recuerda la forma de los vasos anteriores, pero con el pie más robusto y grueso. Pasta de color naranja o rosado, fina, bien depurada, sin impurezas, harinosa al tacto en la superficie.



Fig. 108, 4: Borde de copa skyphos de cerámica ática de barniz negro, de muy buena calidad. Recuerda, en principio, a un skyphos tipo Ágora 361, de la primera mitad del siglo V o, más probablemente, un Bolsai Ágora 539 o 541, de hacia el último cuarto del siglo V aC.

 

Fig. 108, 5: Espalda y asa de ánfora ibérica. Sección circular y con una señal de tres líneas y un círculo hechos ante cocturam. Pasta naranja o de color beige claro, con puntos marrones y un poco porosa. El interior de la sección es más rosada y fina. 

Fig. 108, 6: Asa y espalda de ánfora ibérica. Pasta de color beige amarronado claro y más gris en el interior del corte; con puntos de cal, cuarzo y algo porosa. Fig. 108, 7: Borde de ánfora ibérica con una ligera moldura o rebaje en la parte interna. Pasta bicolor: naranja por fuera y gris por dentro. Moteada de cal blanca, ligeramente porosa y con algún grano de cuarzo. Erosionada y harinosa al tacto en la superficie.





Fig. 109. Silo 24. 1-4 y 6: cerámica a mano, reducida; 5: cerámica ibérica oxidada.

en el interior de la sección. Arenosa, con cuarzo blanco. No demasiado pulida en la superficie, poco dura y mal cocida, ya que se deshace en el agua al lavarla.

Fig. 108, 8: Borde de ánfora ibérica de labio robusto y grueso. Pasta naranja-rosada, dura, con minúsculos poros, puntos negros o marrones, polvo de mica. Por fuera conserva los restos de una especie de engobe de color amarillento.

Fig. 109, 4: Panza y espalda de urna hecha a mano. Forma típica y repetida en Saus. Pasta de color marrón oscuro, poco micácea, pero con bastante cuarzo de color blanco. Pulida en la zona del cuello y, en general, de muy buena calidad y dureza. Decoración impresa sobre una tira en relieve.

Fig. 108, 9: Borde de ánfora púnico-ebusitana tipo PE 14/8.1.1.1. Pasta de color beige marrón muy claro, harinosa al tacto, ligeramente porosa, con puntos blancos de cal y algún grano de cuarzo de mayor tamaño. También se puede ver mica en polvo muy fino. La forma es característica de la segunda mitad avanzada del siglo V y perdura hasta bien entrado el siglo IV aC.

Fig. 109, 5: Anillo correspondiente a la zona de unión del pie y el cuerpo de una jarra o urna ibérica de pie alto, de la misma forma que vemos en la gris monocroma GR-MONO 7c. Pasta de color rojo o naranja, fina, depurada, con puntos negros y blancos y muy deteriorada debido, quizás, a una mala cocción. Sin ir a buscar paralelos más lejanos, nos limitaremos a citar dos de la fase IV de la Illa d’en Reixac, del período 450-380 aC (Martín/Conde 1999, 166, 7 y 8), y otro de los silos de la riera de Saus, que conserva restos de pintura roja (supra).

Fig. 109, 1: Urna de cerámica a mano, de forma y acabados más bien irregulares. Tipo o forma en Castell de la Fosca (Martín 1977a, 244). Pasta típica del yacimiento (con desgrasante de cuarzo y mica en polvo), decorada con un cordón impreso a la altura de la espalda. Fig. 109, 2: Mitad superior de urna de cerámica a mano y perfil en S. Pasta muy arenosa, con desgrasante de cuarzo blanco. En general, de color rojo oscuro o naranja oscuro, con manchas grises.

Fig. 109, 6: Base totalmente plana de urna de cerámica a mano y de color negro. Dura, muy arenosa, con cuarzo blanco. Fig. 110, 1: Borde de urna o más probablemente un vaso bicónico de cerámica a mano, de un tipo que ya hemos encontrado antes. Pasta fina y muy pulida en las superficies; de color gris/negro y con el interior de la sección rojo oscuro

Fig. 109, 3: Base de cerámica a mano. Pertenece a una urna del tipo anterior. Pasta gris/negro por fuera y rojo oscuro 147

SAUS II





















Fig. 110. Silo 24. 1 a 5, 7 a 9: cerámica indígena reducida, a mano; 6: cerámica ática de barniz negro.

148

EL PERÍODO IBÉRICO

Fig. 110, 7: Cuello y borde de urna de cerámica a mano, de grandes dimensiones en comparación con las otras del yacimiento. Pasta de color marrón oscuro y más gris por dentro; con mucha mica de color dorado, desgrasante de cuarzo blanco y grueso. Espalda decorada con impresiones en forma de hojas de laurel.



Fig. 110, 8: Urna de cerámica a mano, de color negro, dura y compacta, con pequeños puntos de cal y granos de cuarzo, casi sin mica. Superficies del cuello y del asa pulidas. Espalda decorada con impresiones triangulares o romboidales.

 



Fig. 110, 9: Cuello y borde de urna de cerámica tosca elaborada a mano, decorada con una franja en relieve e impresiones ovaladas. Pasta de color negro y marrón oscuro según las zonas, bastante dura, arenosa, con el habitual componente de cuarzo blanco y casi sin mica. Pulida con un alisador en la pared externa.



 

Fig. 111, 1: Utensilio hecho con una piedra alargada de arenisca fina de color gris. Tiene marcas de dos rebajes paralelos en la parte inferior y el lado derecho pulido por arriba y abajo. 



Fig. 111, 2: Piedra. Arenisca de grano fino, de color gris y forma alargada, con los laterales pulidos. Quizá utilizado como afilador esporádico.



Fig. 111. Silo 24. Varios utensilios elaborados aprovechando piedras de arenisca y basalto.

Fig. 111, 3: Fragmento de disco elaborado a partir de un guijarro de arenisca y pulido por todas sus caras.

o amarronado. Componente de mica dorada, granos de cuarzo y quizás cal.

Fig. 111, 4: Piedra de forma ovalada irregular, de arenisca de color gris y grano muy fino. Pulida en una superficie y laterales.

Fig. 110, 2: Cuenco de cerámica a mano, de la misma pasta y características idénticas a las de la pieza anterior. Lleva dos asas en forma de mamelón perforado verticalmente (cf. silo 5).

Fig. 111, 5: Piedra caliza con una perforación que no parece de origen natural.

Fig. 110, 3: Borde de jarra de cerámica a mano, con una sola asa. Negra en la superficie y marrón oscuro en el interior de la fractura. Con señales de haber sido pulida verticalmente. Pasta arenosa, con cuarzo blanco y mica dorada.

Fig. 111, 6: Placa de arenisca pulida, de grano fino y color gris. Fig. 111, 7: Utensilio de basalto de forma elíptica y sección ovalada. Piedra tallada expresamente y pulida por todos sus lados.

Fig. 110, 4: Base de plato o cuenco de cerámica a mano. De color negro en la superficie y rojo oscuro dentro de la fractura o sección. Pasta más bien arenosa, con granos de cuarzo blanco y casi sin mica.

Fig. 111, 8: Basalto no demasiado duro, de forma casi romboidal, plano por debajo y sección en medio círculo. Pulida y, de hecho, cortada expresamente en esta forma.

Fig. 110, 5: Base de urna de cerámica a mano un poco tosca. Negra y ahumada por fuera y rojo oscuro por dentro. No demasiada mica, bastante cuarzo blanco, rugosa y superficie poco pulida.

Fig. 111, 9: Utensilio de piedra. Cuarcita de forma regular y alargada, cortada formando una sección similar a la del objeto anterior. Señales evidentes de pulido por todas sus caras y especialmente en los laterales. Se ven las láminas o capas naturales que configuran el bloque.

Fig. 110, 6: Borde de una copa “Castulo” de cerámica ática de barniz negro. Barniz de color negro espeso, pero con manchas marrones en el interior. Forma característica de la segunda mitad del siglo V aC, con paralelos abundantes y que, según opinión de J. P. Morel, no llegaría al siglo IV. (Morel 1981, 300-301).

SILO 25 Era un silo pequeño, truncado por la mitad, con la parte superior totalmente desaparecida y relleno con un solo estrato casi estéril. Ni un solo fragmento de cerámica que pueda 149

SAUS II

indicarnos la forma de un vaso. Con un diámetro máximo de 130 cm., se conservó hasta una profundidad de 85 cm. La tierra del interior, depositada formando un solo estrato, era bastante común, como la del nivel superficial, y se recuperaron algunos fragmentos de cerámica y diversos restos óseos de bovinos. Nada que nos pueda proporcionar informaciones útiles para su datación, que situaríamos en un marco genérico del siglo quinto, teniendo en cuenta la presencia de ánfora ibérica, gris monocroma y cerámicas comunes del país, algunas con restos de pintura roja. UE. 2501

Total

Formas

S/Forma

Ánfora ibérica

8

Gris monocroma

7

1

6

Ibérica pintada

8

1

7

Ibérica a mano

10

Adobe/arcilla

8 Fig. 113. Restos de fauna en el fondo del silo 25.

SILO 26

10

No muy diferente al anterior y aún más deteriorado. Se conserva aproximadamente un tercio de la parte inferior. El resto ha desaparecido con el tiempo. También es de pequeño tamaño: 130 cm. de diámetro y 60 cm. de profundidad. El interior, con un solo estrato, se rellenó de tierra dura y compacta, con piedras mezcladas y era casi estéril. De entre un montón de cerámica muy fragmentada sin demasiada entidad, solo vale la pena citar un tubo elaborado con un hueso recortado, con dos perforaciones (circular y rectangular), idéntico a las bisagras de mueble que suelen encontrarse en abundancia en yacimientos de época romana a partir del siglo primero de nuestra era. Desconocemos si tenía la misma función. Además, había la mitad de un utensilio de piedra alargado, pulido por uno de los laterales y con evidentes marcas de uso.

1

Fauna

62























Por último, identificamos un pedazo de borde de una jarra de labio moldurado, de cerámica ibérica oxidada y pasta bicolor. La forma del labio es la misma que la de la jarra con una sola asa hallada casi entera en el silo 24. No hay ningún elemento que seriamente nos pueda dar cronología.











U.E. 2601



Ánfora ibérica Gris monocroma Gris costa catalana

2601









Formas

33

1

1

2 31

Ibérica a mano

7

Piedra pulida

1

Fauna

S/Forma

33

Ibérica oxidada

Hueso labrado 

Total

2 1

30 7

1 12

UE. 2601 Fig. 114, 1: Utensilio de piedra, de forma alargada y roto en el extremo. Arenisca de buena calidad, de grano fino, pulida y desgastada en la superficie. Laterales muy erosionados por el desgaste causado por el uso intenso.

 

Fig. 114, 2: Objeto de hueso de forma circular, cortado en ambos extremos y con dos perforaciones (circular y rectangular), en

Fig. 112. Secciones estratigráficas de los silos 24, 25, 26 y 27.

150

EL PERÍODO IBÉRICO





















Fig. 114 .- Silos 25 y 26. 1: utensilio de piedra pulida; 2: tubo de hueso; 3: cerámica ibérica oxidada, 4 a 8: cerámica reducida, a mano.

la parte central. En época romana estos objetos son bisagras de las puertas de pequeños muebles o armarios.

vasijas dispersas y extremadamente fragmentadas. O proceden de un espacio lateral del asentamiento, o bien se depositaron por causas naturales en el transcurso de los años. Pero no son, como en la mayor parte de los silos, tierras que provengan directamente de una escombrera.

Fig. 114, 3: Borde de cerámica ibérica oxidada, de color naranja oscuro, dura, fina y bien depurada. Interior de la sección de color gris y con un fino polvo de mica.

El repertorio, aparentemente extenso, en realidad es muy limitado. Sin forma, vemos un montón de fragmentos de ánfora y cerámicas comunes ibéricas, tanto oxidadas como reducidas hechas a mano. Las únicas que nos pueden dar alguna información, ya sea por la forma o por la decoración, son las elaboradas a mano. Pertenecen todas a aquella producción característica, que consideramos local, seguramente modeladas en la misma casa o por un alfarero del entorno, que adoptan diferentes tonalidades de gris oscuro hasta llegar al negro en la pared externa, mientras que en el interior de la sección suelen ser de color rojo oscuro o marrón; con una arcilla algo micácea y muy arenosa y una concentración notable de granos de cuarzo blanco.

SILO 27 Es casi tan pobre y sencillo como los dos precedentes, pero la estructura se conservó mejor. Con un diámetro máximo de 155 cm., la profundidad apenas sobrepasa los 80 cm. y estaba colmatado con un solo estrato. Deducimos, a partir de sus proporciones, que con la erosión ha perdido unos 40 cm. de la parte superior. El relleno era de tierras blandas, parecidas a las superficiales del campo, en las que se mezcló un montón de cerámica desmenuzada sin demasiada entidad, procedente de diversas 151

SAUS II

Los bordes, normalmente con el mismo grosor que las paredes del vaso, o algo más delgados, suelen ser verticales (fig. 114: 4) o un poco inclinadas hacia el exterior (fig. 114: 7 y 8), y muy a menudo la espalda está decorada con un cordón de barro que sobresale, sobre el que se fueron marcando incisiones e impresiones alargadas, romboidales, colocadas de manera regular (fig. 114: 5 y 6). Los paralelos se encuentran en el mismo yacimiento y la cronología la podemos deducir teniendo en cuenta el contexto general del asentamiento, sin que el material de este silo pueda aportar novedades ni precisiones al respecto. U.E. 2701 Ánfora ibérica Gris costa catalana Ibérica oxidada

Total

Formas 63

S/Forma 63

3

3

58

58

Ibérica a mano

36

Fauna

15

4

32

SILO 28 Situado en el extremo norte del área delimitada. Muy dañado y desaparecidas las tres cuartas partes superiores, suponemos que debido a la erosión del campo. En principio, parece que se trataba de un silo de grandes dimensiones, teniendo en cuenta las habituales en el resto del yacimiento. En la parte conservada —que a pesar de corresponder a la mitad inferior, debemos considerar que incluye la parte más ancha del depósito—, medimos un diámetro de 185 cm. Desgraciadamente solo se ha conservado hasta una profundidad de 30 cm. Por lo tanto, si se trataba originalmente de un silo de forma casi esférica como la mayor parte de los del yacimiento, habría perdido unos 150 cm. de la parte superior. En el interior había un solo estrato uniforme (UE 2801), con poco material arqueológico y formado por tierras compactas, no demasiado diferentes a las del campo. U.E. 2801

Total

Ánfora ibérica

Formas

S/Forma

10

10

Gris monocroma

5

3

2

UE. 2701 Fig. 114, 4: Borde de urna de cerámica a mano, de paredes gruesas y casi verticales. Las superficies son casi negras, pero el interior de la fractura es de color marrón rojizo. Pasta micácea y muy arenosa.

Ibérica oxidada

16

1

15

3

7

Fig. 114, 5: Espalda de urna de cerámica a mano decorada con un cordón impreso. Pasta de color gris oscuro, casi negro. Micácea, arenosa, con cuarzo blanco. Interior de la sección marrón rojizo. Fig. 114, 6: Fragmento de urna de cerámica a mano decorada con un cordón en relieve e impresiones alargadas. Pasta de color rojo por dentro y gris muy oscuro en la superficie externa. Arenosa y micácea. Fig. 114, 7 y 8: Bordes de urnas de cerámica indígena a mano, elaboradas con el mismo tipo de arcilla que los fragmentos precedentes.

Ibérica pintada

1

Ibérica a mano

10

Molinos

1

Piedra pulida

1

Fauna

2

1

Para fecharlo no tenemos casi nada. Tan solo algunos trozos de cerámica ibérica que no proporcionan cronologías claras, si bien responden a los tipos que encontramos en el resto del conjunto, y un borde de cuenco carenado de cerámica gris monocroma, interesante desde el punto de vista cronológico, ya que nos conduce hacia la primera mitad o mediados del siglo V aC. No deja de ser significativo, cuando vemos este y otros silos muy dañados y con la parte superior recortada y desaparecida, comprobar, al mismo tiempo, que contienen poco material y que este, en general, parece pertenecer a los primeros años o décadas de ocupación del yacimiento. Quizás 

  

Fig. 115. Materiales del silo 28. 1: cerámica gris monocroma; 2: ibérica oxidada; 3: piedra pulida.

152

EL PERÍODO IBÉRICO 



























 







  

Fig. 116. Secciones estratigráficas de los silos 28, 29 y 35.

muy compacto y con las mismas características que la que colmataba el silo 28.

sí, al fin, encontraremos una relación entre la mejor o peor conservación de los silos, la cantidad de material arqueológico del interior y su cronología.

El material arqueológico también era muy pobre y escaso, repitiendo el repertorio más habitual. Algunos fragmentos sin forma de ánfora ibérica y cerámica oxidada (una de ellas con pintura roja), cerámica elaborada a mano y algunas piedras de procedencia local utilizadas como utensilios para alguna finalidad que se nos escapa. Cronológicamente no disponemos de suficientes elementos para fechar bien el relleno, pese a constatar que no se aparta del marco general del yacimiento y que las producciones repiten las características que hemos visto en el resto de silos.

UE. 2801 Fig. 115, 1: Vaso carenado de cerámica gris monocroma, pero con características que lo hacen un poco diferente de los vasos más corrientes en esta forma, quizá con la pared demasiado vertical. Tiene dos perforaciones en el borde, para colgarlo. Pasta fina, dura, compacta, bien depurada, con puntos de cal, ligeramente porosa y recubierta de un engobe gris oscuro. Corresponde a la forma GR-MONO 13d, con cronologías genéricas, en principio, de entre el 600 y el 500 aC. No obstante, perdura claramente hasta el 450 aC en Pech Maho (Gailledrat/ Solier 2004, fig. 60 y fig. 207, 23-27), y no parece que se trate de materiales residuales ni que se prolongue más allá de esa fecha. Esta variante de la forma típica es desconocida en la Provenza, y en cambio es típica del Languedoc occidental (Arcelin-Pradelle 1984, 138-139).

U.E. 2901

Total

Formas 1

S/Forma

Ánfora ibérica

13

12

Ánfora púnica

1

1

Ánfora masaliota

1

1

Gris monocroma

3

3

Fig. 115, 2: Borde con asa de cerámica ibérica a mano. Pasta de color gris o negro en el exterior y marrón rojizo en el interior del corte. Bastante arenosa, con cuarzo y poca mica.

Ibérica oxidada

7

7

Fig. 115, 3: Piedra pulida. Conglomerado muy duro con señales de desgaste en las superficies y laterales.

Molinos

4

Piedra pulida

2

SILO 29 Situado junto al anterior, con medidas y características similares. También se vio afectado por la erosión y rebaje del campo, por lo que solo queda aproximadamente el tercio inferior del depósito. Tierras homogéneas con poca cerámica. La anchura máxima es de 175 cm. Repertorio de material arqueológico muy limitado. Lo habían rellenado con un solo estrato de tierra (al menos que se haya conservado),

Ibérica pintada

1

1

Ibérica a mano

10

3

Fauna

6

Carbones

1

7

UE. 2901 Fig. 117, 1: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada, con el labio exvasado y decorado con una franja de pintura roja. Pasta de color naranja, de buena calidad y con puntos negros y blancos en el desgrasante. 153

SAUS II





 

  

Fig. 117. Materiales del silo 29. 1: cerámica ibérica oxidada; 2: ánfora ibérica; 3 y 4: cerámica a mano, reducida, 5 y 6: utensilios de gres pulido.

Fig. 117, 2: Pared e inicio de asa de ánfora ibérica. Pasta de color naranja oscuro, con puntitos de cal, mica y de fractura algo irregular. Fig. 117, 3: Borde de urna de cerámica a mano, de pared vertical y un poco inclinada hacia el interior. Pasta de color marrón rojo oscuro en el interior de la fractura y casi negro en la superficie externa. Arenosa, con granos de cuarzo y casi nada de mica. Fig. 117, 4: Base de fondo cóncavo de un vaso de cerámica no torneada, de buena calidad y bien depurada, pero con los mismos componentes que los ejemplares más toscos, como el anterior. Fig. 117, 5: Placa de arenisca de color morado o violáceo, pulida tanto por las dos caras más anchas como en los laterales. Fig. 117, 6: Piedra de arenisca de grano muy fino, más o menos redondeada y de sección elíptica, pulida en las superficies.

SILO 30 Muy maltrecho y mal conservado, con las mismas características que los dos anteriores. Profundidad máxima de unos 50 cm, lo que significa que ha perdido al menos 1 m. de su parte superior con el rebaje del campo. La forma es la de siempre: una especie de olla de fondo plano y paredes curvadas. Ésta, sin embargo, es de medidas más reducidas que las otras, ya que la parte más ancha de su interior es de 160 cm. A pesar de un escaso contenido, aparece un buen repertorio de cerámica gris monocroma, con producciones que, aún teniendo 154

un origen antiguo, perduran hasta poco antes del último cuarto del siglo V aC, como mínimo. Más adelante tendremos ocasión de analizarlas poco a poco. A su lado, algunos ejemplares o fragmentos notables de cerámica ibérica oxidada, a veces decorados con franjas de pintura roja, confirman el primer esbozo cronológico, para el que difícilmente podremos ser más precisos, teniendo en cuenta que a pesar de todo estamos trabajando con algo más de cuatro fragmentos que no permiten generalizar ni dar nada por seguro. En cualquier caso, profundizando un poco más en esta cuestión, el cuello de una jarra de cerámica gris trilobulada, que con toda probabilidad debemos atribuir a la forma GRMONO 8b, con una cronología dilatada entre el 575 y el 425 aC, pero que podemos tratar de precisar más recogiendo paralelos más bien dispersos (Arcelin-Pradelle/Dedet/Py 1982, fig. 17; Arcelin-Pradelle 1984, fig. 51; Janin et alii 2002, fig. 40). Un fragmento de borde parece pertenecer a una urna de gris monocroma de pie alto (tipo GR-MONO 7d o variante), que ya hemos tenido ocasión de ver anteriormente, cuya cronología puede llegar hasta la segunda mitad del siglo V, aunque continuarán apareciendo hasta fin de siglo, ni que sea como materiales residuales (fig. 120: 5). A parte de otro fragmento de borde, de forma no determinada, encontramos una base con la pasta muy deteriorada a causa de una cocción algo deficiente, que no sabemos atribuir a una forma concreta, aunque podría tratarse de una urna GR-MONO 7b o del oinochoe 8b (fig. 120: 2). En cerámica ibérica, el ejemplar más significativo es la jarra o urna decorada exteriormente con franjas de pintura roja, un poco estrechas (teniendo en cuenta las que suelen ser más frecuentes en el yacimiento), sin que esta cuestión deba ser

especialmente determinante en su datación (fig. 120: 6). El cuello es más alargado o más alto que los ejemplares más antiguos de la primera mitad del siglo V aC, pero el labio adopta la misma forma. Una forma que identificamos con la IB-PEINTE 222c en base a la parte conservada del labio y cuello. Pero si fuera así, se fecharía en un período muy arcaico, plenamente en el siglo VI aC, aunque con perduración clara hasta mediados del siglo V y variantes diversas en la forma general y acabados del cuello y labio. En este caso, el paralelo más próximo quizá lo tendremos que buscar en el otro lado de la riera de Saus (cf. fig. 8: 5). Todo ello parece conducirnos hacia una cronología de mediados del siglo V aC, sin excluir la posibilidad de entrar en la segunda mitad. Con tan pocos fragmentos es arriesgado intentar precisar más. U.E. 3001 Ánfora ibérica

Total

Formas

S/Forma

18

1

17

Gris monocroma

7

3

4

Ibérica oxidada

22

4

18

Ibérica pintada

9

1

8

Ibérica a mano

27

1

26

Piedra pulida Fauna

3 14

UE. 3001 Fig. 120, 1: Borde de vaso de cerámica gris monocroma, de forma indeterminable. Quizás se trate de una urna tipo GRMONO 7d, aunque el labio es muy delgado.

Fig. 118. Campaña de 2008, silos 30 y 33.

Fig. 120, 2: Base de cerámica gris monocroma, de mala calidad o mal cocida, ya que se deshace al lavarla. La pasta adopta, en el interior de la sección, una tonalidad entre gris y castaño, jabonosa al tacto, fina y bien depurada. Superficie con un engobe de color gris muy oscuro. Es difícil determinar la forma a la que pertenece. Podría ser una urna de pie bajo, tipo GR-MONO 7b, o un oinochoe de la forma 8. En todo caso, no se trata de un plato.

franjas de pintura color rojo oscuro. Pasta de color naranja claro, con pequeños puntos de cal, ligeramente porosa, dura y algo erosionada. El labio, en sección, recuerda ejemplares antiguos, de la primera mitad del siglo V aC, pero el cuello es más alto. Se trata de un tipo de recipiente común y con una larga tradición, que perdura durante todo el siglo quinto con pocas variaciones. Fig. 120, 7: Espalda y cuello de oinochoe de cerámica gris monocroma. Pasta de color gris neutro, con pequeños granos de color negro y puntos de cal. Conserva restos de un engobe oscuro, casi negro. Corresponde a la forma GR-MONO 8b, por el tipo de carena, que se fecha en general entre el 575 y el 425 aC. Los paralelos coinciden en esta amplia cronología, sin que pueda ser posible, en la mayor parte de las ocasiones, poderla precisar mejor (Arcelin-Pradelle/Dedet/Py 1982, fig. 17, 142; Arcelin-Pradelle 1984, fig. 51 ; Janin et alii 2002, fig. 51).

Fig. 120, 3: Borde de urna o jarra de cerámica ibérica oxidada, con el labio muy inclinado o exvasado. Pasta de color naranja, no demasiado fina al tacto, con puntos de cal y cuarzo. Fig. 120, 4: Base de jarra ibérica oxidada de fondo cóncavo. Pasta con la misma composición que el fragmento anterior, algo más depurada y fina. Fig. 120, 5: Borde de cerámica gris monocroma, con una perforación por debajo del labio. Pasta de color grisáceo, casi verdoso. Conserva un engobe casi negro. Forma indeterminada, aunque podría tratarse de una urna de cuello alto, tipo GR-MONO 7d, aunque la inclinación del borde no es la más habitual.

Fig. 120, 8: Utensilio utilizado seguramente como afilador ocasional, hecho con una arenisca de grano fino y sin elaborar. Sección elíptica y señales de desgaste en un solo lateral. Fig. 120, 9: Piedra de forma discoidal, de arenisca fina y pulida,

Fig. 120, 6: Jarra de cerámica ibérica oxidada, decorada con 155

SAUS II



 

 

 

 

 

 

 







 

 

 







Fig. 119. Secciones estratigráficas de los silos 30, 31, 32 y 33.

con señales de uso y desgaste en la parte central de la cara superior, como si se hubiera utilizado a modo de percutor. Fig. 120, 10: Bloque de arenisca muy fina y con señales de pulido, con la cara inferior rebajada y alisada por el uso y la superior y laterales también desgastados y con señales de uso.

SILO 31 También recortado y desaparecida la parte superior. Consideramos que ha perdido la mitad de su altura. Ahora se conserva hasta una profundidad de 70 cm. y tiene una anchura máxima de 150 cm. Teniendo en cuenta la curvatura de las paredes, no sería extraño que la boca se encontrara originalmente a unos 40-50 cm. más arriba del nivel actual. Se conservaba un solo estrato con tierras homogéneas y material poco abundante, sin ningún fragmento de pueda ser reproducido gráficamente ni nos proporcione cronologías más o menos fiables, pero que debemos considerar alterado o quizás depositado en época romana, al igual que en el caso del silo 33. En esta ocasión da la impresión de que el silo, aunque entero y con la apertura tapada con losa, cedió con el paso de los años y se acabó de colmatar con tierras del campo para evitar estorbos y peligros. Por ello, tanto en el 31 como en el 33 encontramos un solo estrato con tierras 156

muy diferentes a las de cualquier otro silo del yacimiento, con algunos pequeños fragmentos de cerámica ibérica residuales y fragmentos rodados de tegulae, algún asa de ánfora e incluso pedazos de cerámica común romana. Comentaremos este caso más adelante, al analizar el silo 33. Aunque es difícil su datación, parece que la obliteración se habría producido en un momento indeterminado de los siglos I o II de nuestra era. U.E. 3101

Total

Formas

Ánfora ibérica

7

Ánfora romana

8

Gris indet. Ibérica oxidada

S/Forma 7 1

7

6

6

13

13

Ibérica a mano

4

Campaniense

3

3

28

28

Común romana Molinos

1

Adobe

1

Tegula

4

Carbones

1

1

3

EL PERÍODO IBÉRICO













 





Fig. 120. Silo 30. 1, 2, 5 y 7: gris monocroma, 3, 4 y 6: cerámica ibérica oxidada, a torno. 8 a 10: instrumentos y útiles de piedra pulida.

SILO 32

se halló la mayor parte del material arqueológico que, sin embargo, tampoco se puede considerar muy abundante. El segundo estrato comenzaba con una capa de piedras que ocupaban la mitad del silo y se hundían en las tierras del nivel, las cuales tenían un color más oscuro que las de la UE 3201 y eran algo más compactas y finas. No contenían tantos restos como el precedente, pero pertenecen a los mismos tipos y producciones.

Aunque se encuentra bastante bien conservado, también ha perdido al menos un cuarto de la parte superior debido a la erosión. Tiene una profundidad de 105 cm. Pertenece al conjunto de silos de grandes dimensiones, con un diámetro de 2 m. en la parte más ancha. Rellenado de forma repentina con dos estratos separados por una capa de piedras irregulares y de diversos tamaños (UE 3201 y 3202). El primero era de tierras blandas, homogéneas y con algunos restos de adobes de barro bastante degradados. También era el estrato donde

El repertorio de material cerámico es relativamente amplio y 157

SAUS II













 







 





Fig. 121. Silo 32, estratos primero y segundo. 1 a 3, 6, 9 y 10: cerámica oxidada, 4, 8 y 11: cerámica a mano, reducida; 5: gris monocroma; 7: cerámica gris local; 12: lámina de sílex; 13: aplique de bronce.

158

EL PERÍODO IBÉRICO

se inscribe en el marco cronológico genérico del yacimiento, de la segunda mitad del siglo V aC o inicios del siglo IV. En el estrato 3201 predominan los fragmentos de cerámica ibérica oxidada, que repiten los tipos que hemos ido documentando en el yacimiento y restos de ánforas ibéricas sin forma.

Fig. 121, 3: Asa de cerámica oxidada, bastante dura y compacta, pero elaborada con la misma arcilla que las precedentes. Fig. 121, 4: Borde de urna de cerámica a mano. De pasta oscura, casi negra por fuera y de color rojo oscuro en el interior; muy arenosa.

En la UE 3202 reconocemos algunas bases de ánfora de fondo redondeado, más o menos cónico (fig. 122: 2 y 4), así como asas de sección circular que conviven con las de sección recorrida por una acanaladura (fig. 122: 3 y 5), que también encontraremos juntas en otros silos fechados en la segunda mitad del siglo V aC (cf. silos 5, 23 y 35). Aquí el abanico tipológico es un poco más amplio, con un vaso de gris monocroma (fig. 121: 5), fragmentos de cerámicas ibéricas oxidadas, con formas no siempre claras, ya que se han conservado de manera deficiente en la mayor parte de los casos (fig. 121: 5 a 7), o algo mejor en otras ocasiones, como el cuello alto y borde de una urna (fig. 121: 9), y cerámica ibérica elaborada a mano. Esta última no es especialmente abundante ni diferente al resto de ejemplares de esta producción local. Un fragmento sin forma repite la decoración que habíamos visto en el silo 2 (fig. 121: 11). Por último, identificamos una lámina de bronce y una hoja de sílex; este último, un material residual que probablemente debamos poner en relación con la previa ocupación del lugar en época neolítica (fig. 121: 12).

U.3. 3201

Total

Ánfora ibérica Ánfora púnica

S/Forma 53

2

2

Gris monocroma

19

1

18

Ibérica oxidada

162

6

156

Ibérica a mano

44

5

39

Adobes

5

Fauna

6

U.E. 3202 Ánfora ibérica Gris monocroma

Total

Formas

S/Forma

109

7

102

5

1

4

Ibérica oxidada

108

5

103

Ibérica a mano

24

4

20

Molinos

El conjunto de material, numéricamente demasiado escaso para dar nada por seguro, nos conduce hacia una cronología de finales del siglo V aC. Todos los fragmentos de las producciones ibéricas están presentes en esta época y nada hace pensar que ninguno de ellos tenga que ser más antiguo. Las ánforas, probablemente con una cronología o período de difusión más dilatado, repiten pastas y formas que encontramos abundantemente en los silos mejor fechados, especialmente en los nº 23 y 35, pero también en otros, con poco material, pero con las mismas cronologías bien contrastadas. La cerámica ibérica, sobre todo la oxidada, presenta un repertorio algo sencillo, sin demasiada personalidad, salvo la urna de cuello alto que encontramos en Ampurias a finales del siglo V o la Illa d’en Reixac a principios y mediados siglo IV aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 14; Genís/Martín 1999, 124).

Formas 53

5

Silex

1

Bronce

2

Adobes

1

Malacológicos

2

Fauna

57

UE. 3202 Fig. 121, 5: Cuenco o copa de cerámica gris monocroma, con la superficie aparentemente muy quemada. Superficies externas de color gris, con pequeñas grietas a causa del fuego y con el interior de la fractura marrón oscuro. En la pasta se ven algunos pequeños puntos blancos. Parece adoptar la forma de skyphos, aunque quizás se trata de una variante del cuenco carenado, con una cronología bastante arcaica, entre los siglos VI y V aC.

La gris monocroma no pertenece a ninguna forma que hayamos podido identificar. Morfológicamente, se trata de un skyphos e incluso se nota el punto donde el asa se unía a la pared por debajo del borde. Pero no encontramos la forma exacta en los repertorios consultados. Quizá se trata de una variante del cuenco carenado, pero no acaba de tener el mismo aspecto. Y la cerámica hecha sin torno, con pocos fragmentos y sin ninguna forma demasiado clara, prácticamente no nos proporciona ninguna información.

Fig. 121, 6: Borde de jarra de cerámica oxidada con el labio engrosado, posiblemente una jarra de cuello alto. Pasta de color naranja oscuro, bien depurada y con los habituales granos de cal.

UE. 3201 Fig. 121, 1: Borde de cerámica ibérica oxidada, con la pasta de color naranja, fina, bien depurada y con puntos de cal.

Fig. 121, 8: Base de urna de cerámica a mano. Pasta de color marrón oscuro y gris según las zonas, arenosa, con granos de cuarzo y puntos de cal mezclados con mica en polvo.

Fig. 121, 2: Borde de cerámica oxidada, de color naranja o beige, con la misma composición que el anterior.

Fig. 121, 9: Borde de jarra ibérica oxidada, de cuello alto y con marcas de torneado en el interior. Labio en cuello de

Fig. 121, 7: Base cóncava de cerámica ibérica o quizás gris monocroma. Pasta de color gris neutro, depurada y con algún granito de cuarzo. No se ven restos del engobe gris que suele recubrir las monocromas.

159

SAUS II

cisne característico. Pasta de color naranja-beige claro, con puntos blancos y cuarzo, fina, depurada y harinosa al tacto. Paralelos muy diversos a partir de finales del siglo VI aC en la producción ibérica. La forma fue adoptada en algunos ejemplares de “ibero-Langedocienne” como en Pech Maho (Gailledrat/Solier 2004, fig. 93). Parece que la volvemos a encontrar en Empúries en la segunda mitad del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 14), y se documenta todavía en la Illa d’en Reixac hasta mediados del siglo IV (Genís/Martín 1999, 124). El labio en cuello de cisne, independientemente de la altura del cuello de la jarra, se repite a menudo en Mas Castellar de Pontós en el período 425-400 aC (Pons et alii 2002, 230 y 267). Fig. 121, 10: Rebosadero o caño de jarra ibérica oxidada. De hecho, con la pasta bicolor, naranja/rosada en la superficie y gris en el interior de la fractura. Producto local, de pasta fina, muy dura y compacta, sin impurezas que se puedan ver a primera vista. Este tipo de rebosadero, situado en el tercio inferior de grandes jarras, aparece hacia el último cuarto del siglo VI y perdura, con muy pocas modificaciones, hasta prácticamente el siglo I aC. Fig. 121, 11: Fragmento de espalda de una jarra o urna de cerámica reducida hecha a mano y decorada con una franja de líneas incisas oblicuamente. El motivo es el mismo que habíamos visto en un ejemplar del silo 2 de Saus y se repite en otro fragmento de Mas Castellar, fechado hacia el 375-325 aC (Pons et alii 2002, 246). Pasta de color negro en la superficie y rojizo en la sección. Bien depurada, dura y con pequeños granos de cuarzo. Fig. 121, 12: Hoja de sílex de color amarillento meloso, con pequeños retoques laterales. Tenemos que considerarlo, con toda seguridad, un elemento residual procedente de la ocupación del lugar durante el neolítico medio, documentada en los silos 36 y 39. Fig. 121, 13: Lámina de bronce de forma rectangular, con dos pequeños clavos o botones soldados en cada extremo, seguramente para ir clavada sobre otro elemento blando. Fig. 122, 1: Borde de ánfora ibérica con el labio de sección circular. Pasta naranja clara, depurada, con pequeñas vacuolas y puntos blancos de cal. Fig. 122, 2: Base de ánfora, de forma casi cónica, color gris en la superficie, seguramente por una exposición al fuego durante su uso. Pasta ligeramente porosa, harinosa al tacto y con granos de cal. Repite la forma más corriente en el yacimiento, con paralelos enteros en los silos 23 y 35. Fig. 122, 3: Asa de sección circular y espalda de ánfora ibérica. Pasta de color beige anaranjado claro, dura, compacta (algo porosa), bien depurada y con los puntos de cal habituales. Fig. 122, 4: Base de ánfora ibérica de fondo cóncavo, con paralelos en los mismos silos de Saus. Pasta de color naranja 160

 





  Fig. 122. Silo 32. Ánforas ibéricas.

oscuro, fina, bien depurada, un poco porosa pero dura, fractura recta, con puntos de cal y no mucha mica en polvo. Fig. 122, 5: Asa de ánfora ibérica, de sección acanalada. Pasta beige/naranja, fina, depurada, puntos blancos y pequeños poros. Interior de la fractura de color gris. Además, en el silo se recogieron 3 utensilios hechos con piedra volcánica porosa, quizás recortados expresamente y con toda seguridad pulidos por el desgaste y con señales de uso.

SILO 33 Relativamente mejor conservado que los anteriores, presenta las mismas peculiaridades que veíamos en el silo 31 y que lo hacen diferente al resto. Tiene la estructura, forma y dimensiones de todos los silos, pero su interior se rellenó con un estrato raro, compuesto de tierras, gravas y restos de piedras del suelo geológico del campo entremezcladas. Los pocos fragmentos de cerámica que se recuperaron son de época romana, estaban relativamente rodados y presentaban claros signos de desgaste. Creemos que este silo quedó vacío pero con la apertura superior tapada expresamente cuando fue abandonado en época ibérica y que, por lo menos cuatro siglos más tarde, fue rellenado con tierras del mismo campo al constituir un peligro y una molestia para el cultivo. Lo mismo sucedió con el silo 31.

EL PERÍODO IBÉRICO

El de los silos vacíos y tapados con una losa es un fenómeno que actualmente documentamos a menudo con los medievales y modernos que frecuentemente aparecen en el Empordà, los cuales aún se conservan intactos a pesar del tiempo transcurrido, ya que nada los altera si quedan fuera del alcance de la actividad humana y, como máximo, solo se cuela en su interior el agua de lluvia que arrastra una cantidad mínima de limos y sedimentos. Hemos documentado algunos ejemplos en la Verneda (Viladamat), donde uno de los silos (aún accesible en la actualidad), está tapado con una losa y está totalmente vacío. La última vez que lo visitamos, en su interior sólo había una capa de sedimento de poco más de 20 cm. de espesor. Otro caso más reciente se encontró en Sant Tomàs de Fluvià el mismo año 2008 —mientras nosotros excavábamos en Saus— con motivo de diversas obras en los bajos de una casa. Por lo tanto, si silos de los siglos XVI o XVII se han conservado vacíos e intactos hasta ahora (y cuando se encuentran lo primero que suele hacerse es rellenarlos para que no molesten), también podían haberse conservado silos ibéricos de los siglos V-IV aC hasta los siglos I-II dC, cuando el campesino romano que cultivaba el campo debió tropezar con el mulo y el arado, y los rellenó con las tierras del mismo campo para evitar más peligros y molestias.











 Fig. 123. Silo 33, rellenado en época romana. 1: mortero masaliota; 2: mortero ibérico; 3: sigillata sudgálica; 4: anillo de bronce, 5 y 6: utensilios de arenisca pulida.

Esto explicaría también la composición extraña de la estratigrafía o de las tierras de su interior. En los dos casos son iguales. Tierras idénticas de arriba abajo, arcillosas, claramente procedentes de la superficie del campo y no de una escombrera, con gravas y pequeñas piedras mezcladas arrancadas de la misma superficie y quizás de la descomposición de la parte superior de la boca del silo.

UE. 3301 Fig. 123, 1: Borde de mortero masaliota, de pasta amarillenta, con mica, cuarzo blanco y granos de color marrón. Corresponde al tipo 623c de Gomez, al que se atribuye una cronología del siglo V y desaparece a partir del 400 aC (Gomez 2000, fig. 5), con precedentes y ejemplos en Pech Maho durante la primera mitad del siglo V aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 240, 1).

En cuanto al momento en que se produjo esta obliteración tardía, el elemento más claro es un fragmento de sigilata sudgálica de la forma Drag. 37, de la segunda mitad o finales del siglo I. Los pocos fragmentos de época ibérica, mal conservados, se considerarán residuales para la época en que se obliteró definitivamente el silo, pero corrientes en el período en que se encontraba en actividad el asentamiento ibérico. U.E. 3301

Total

Formas 12

1

Ánfora romana

3

3

Gris indeterm.

5

Ibérica oxidada

51

Ibérica a mano

3

Mortero

2

Común romana

2

T.S.S.G.

1

Molinos

1

Piedra pulida

2

Bronce

Fig. 123, 2: Base de mortero de tipo ibérico. Pasta naranjabeige, con granitos de arena o cuarzo negro, marrón y blanco. Muy dura, de superficie y aspecto algo tosco. Fig. 123, 3: Fragmento sin forma de sigillata sud-galica decorada. Forma Drag. 37, de la segunda mitad avanzada del siglo I dC.

S/Forma

Ánfora ibérica

11

Fig. 123, 4: Mitad de un anillo de bronce.

5 1

Fig. 123, 5: Utensilio lítico de gres muy fino y duro, de color morado y muy pulido en una de sus caras.

50 3

Fig. 123. 6: Pieza discoidal de piedra volcánica porosa pero dura, muy erosionada en la cara inferior y con señales de uso en aquella parte.

2 2

SILO 34 Situado en la zona noreste de la zona excavada. Silo de grandes dimensiones y mejor conservado que los demás, exageradamente ancho en relación con la profundidad conservada y con la teórica que podemos deducir a partir de la inclinación de las paredes. En total, una anchura máxima de 240 cm. y una profundidad 90 cm. Todo hace suponer que su

1

Fauna

134

Tegula

1



161

SAUS II

profundidad original no superaba los 150 cm. Tenía una estratigrafía más completa y relativamente compleja (estratos 3401, 3402, 3403 y 3404), depositados de manera rápida y seguida, adoptando la forma cónica típica en la parte central. El conjunto de material cerámico era más diversificado, con las producciones típicas de los últimos años del siglo VI aC. o comienzos del siglo siguiente. El primer estrato estaba formado casi exclusivamente por adobes de barro con evidencias de haber sido quemados (como los del silo 21 del año 2007), y poca tierra, con algunos fragmentos de cerámica ibérica a torno y a mano. Los dos estratos inferiores contenían mayor cantidad de material. En el estrato 3402, apareció una jarra de cerámica ibérica a mano con la mitad de los fragmentos localizados en el estrato 3403, adoptando una forma inédita en el yacimiento, carenada y con asa de sección plana (fig. 125: 3). La UE 3403 era la que contenía la mayor concentración de fragmentos de cerámica, con un repertorio muy extenso pero homogéneo desde el punto de vista cronológico. Por un lado, las producciones ibéricas en cerámica oxidada, a veces decoradas con franjas de pintura roja en el labio o en el cuerpo. Por otro lado, producciones griegas y coloniales características, como la cerámica gris monocroma, con un plato à marli entero con peculiaridades morfológicas propias de la segunda mitad del siglo VI aC, sin arista o carena en la pared exterior, ni bisel interno y pie robusto (fig. 126: 5), o el cuerpo de una ánfora Corintia A1, recipiente para el transporte de aceite, con una dilatada cronología entre

el 650 y el 525 aC, pero que no llega al siglo quinto (fig. 126: 1). Desgraciadamente, no conservaba el borde ni el pie, pero el cuerpo, aunque fragmentado, se hallaba completo. Aparece con cronologías seguras en el pecio de Cala Sant Vicenç (Nieto/Santos 2008, 142-143). La encontramos en Sant Martí d’Empúries en la fase del siglo VI aC (Aquilué et alii 1999, fig. 267, 15). El repertorio de materiales que confirman una cronología antigua para el silo continúa con el ánfora masaliota de pasta no micácea, identificada o confundida a menudo con la Corintia B arcaica de la Magna Grecia (A-MGR 1), ambas con una forma común y cronología coincidente en el último cuarto del siglo VI aC (fig. 127: 1 y 3). Se documenta en Béziers hacia el 525-500 aC (Ugolini/Oliva 2004, fig. 50), o en Grand Bassin II con la misma cronología (Janin et alii 2002, fig. 32), en Pech Maho, en Sant Martí d’Empúries en época arcaica, etc. El ánfora púnica ebusitana A-PE 12 del Dicocer, o forma Ramon T.1.3.1.2, se data aproximadamente en el mismo período, entre el 525 y el 450 aC, como máximo (Ramón 1995, 170). En nuestro caso, hemos localizado un borde y la mitad superior de un ejemplar recortado expresamente para un uso desconocido (fig. 127: 2 y 4). En otro silo de Saus ya habíamos encontrado un fragmento de ánfora púnica recortada, pero sin forma clara. También se han documentado en Sant Martí d’Empúries en la misma época. Finalmente, el ánfora ibérica también corresponde al tipo más arcaico o forma 1 (Sanmartí/Bruguera/Miñarro 2004, 381-382), fechado entre mediados del siglo VI y primera mitad del siglo V aC. Aunque solo nos ha llegado la mitad superior del cuerpo, la inclinación y apertura de las paredes deja adivinar una forma general más ancha que la que encontraremos en los ejemplares de finales del siglo V aC (fig. 127: 5). El asa también es más robusta. Finalmente, una capa de arena localizada en un lateral, constituía el estrato 3404. Posiblemente había caído durante el tiempo que el silo estuvo sin uso antes de ser obliterado, y procedía de la erosión natural de las paredes. Era totalmente estéril. Todo ello nos lleva a situar el relleno del silo hacia los últimos años del siglo VI o muy a principios del siglo V aC. La fecha por radiocarbono calibrada, con un margen más amplio, es coherente con esta cronología (ver Anexo 2). Hay materiales que no parecen llegar a la quinta centuria y por su estado y volumen no podemos considerarlos residuales. Sin embargo, las cronologías tampoco están tan delimitadas como para discutir el fin de la producción y utilización de determinados recipientes dentro de un margen de una veintena de años. Por otra parte, todo el material procede de una escombrera que podía haberse formado años antes o durante un período de tiempo más dilatado. En cualquier caso, a parte de los diversos recipientes de cerámica, es muy ilustrativo encontrar una cantidad tan alta de adobes quemados, iguales que los del silo 23 (que consideramos un poco más moderno). Los ladrillos, sin duda procedentes de un muro afectado por un incendio que provocó su cocción, nos señalan la existencia de una

Fig. 124. Urna monoansada, de cerámica a mano, procedente del silo 34.

162

EL PERÍODO IBÉRICO

edificación —ignoramos de qué categoría o con qué función— que habría formado parte de un hábitat, como no podía ser de otra manera tratándose de un asentamiento agrícola y no de un simple campo de silos descontextualizado. UE. 3401

Total

Ánfora ibérica

Formas 2

Ibérica oxidada

19

3 2 3

16

Ibérica pintada

1

1

Ibérica a mano

7

7

Adobes

Indet.

UE. 3402

Total

Ibérica a mano

Formas 36

Fig. 125, 3: Vaso o urna de cerámica a mano, con una sola asa de sección plana y espalda muy marcada, carenada. Pasta de color marrón oscuro y rojizo, cenicienta en la mitad inferior externa y pulida en la misma zona. Componentes de cuarzo blanco y quizás nódulos de cal. Esta marcada carena no la habíamos encontrado hasta ahora en Saus y tampoco se conocen demasiados paralelos en piezas ibéricas. La forma parece derivar de vasos más antiguos, aunque tratándose de una producción que seguramente se había elaborado en la misma casa o en su entorno, no debía adoptar forzosamente ningún modelo estándar. Vasos carenados, pero sin asa, los hallamos a veces en Pech Maho hacia el 540-510, pero también en la primera mitad del siglo V aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 106 y 246), sin que ello signifique que el de Saus fuera un modelo normalizado o copiado de piezas lejanas.

S/Forma

3

Gris monocroma

durante todo el siglo quinto en los yacimientos de las comarcas gerundenses, con un buen repertorio, por ejemplo, en Pontós durante el período 425-400 aC (Pons et alii 2002, 230 y 267).

11

S/Forma 25

UE. 3401/3402 Fig. 125, 1: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada, de cuello alto y labio engrosado, con una franja de pintura de color rojo oscuro en el interior. Pasta naranja, dura, bien depurada, con muchos puntos de cal y algunos de color marrón, algo porosa.

Fig. 125, 4: Fragmento sin forma de una urna modelada a mano y decorada con un cordón en relieve e impresiones almendradas. Pasta de color marrón oscuro y con zonas rojizas, muy arenosa. UE. 3403 Fig. 126, 1: Cuerpo de una ánfora corintia A1. Ha perdido el borde y la base. Pasta de color naranja claro, con piedrecillas rojizas de diversos tamaños y algunos puntos de cal. Superficie rugosa. Del 650-625 aC (Dicocer 1993, 38). Paralelos en Sant Martí d’Empúries o en el pecio de Cala Sant Vicenç (Aquilué

Fig. 125, 2: Borde de jarra ibérica oxidada, con el cuello corto, casi inexistente. Exterior decorado con franjas de pintura roja, al igual que el labio. Pasta naranja-beige, dura, de grano fino y bien depurada, con puntos blancos y compacta. Una vez más, una forma de amplia difusión, que encontraremos desde finales del siglo VI aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 218-222) y











Fig. 125. Silo 34, UE 3401 y 3402. 1 y 2: cerámica ibérica oxidada; 3 y 4: cerámica ibérica modelada a mano.

163

SAUS II













 

Fig. 126. Silo 34, estrato tercero. 1: ánfora corintia, 2 y 3: cerámica ibérica oxidada, 4 y 5: gris monocroma, 6 y 7: utensilios de piedra.

164

EL PERÍODO IBÉRICO

UE. 3403

Total

Formas

Ánfora ibérica

51

4

47

Ánfora púnica Ebusitana

12

4

8

Ánfora masaliota

2

2

Ánfora indeterminada

1

1

109

109

Ánfora coríntia Gris monocroma

5

4

1

Ibérica oxidada

12

3

9

Iberica a mano

9

1

8

Piedra pulida

2

Adobes/arcilla

2

Malacológicos

1

Fauna



S/Forma

  





38

et alii 1999, 315 y fig. 267, 15; Nieto/Santos 2008) o, también muy cerca, en Mas Gusó (Bellcaire de Empordà), en la UE 3099 de una reciente campaña, en un contexto de la segunda mitad avanzada del s. VI aC (Casas/de Hoz, 2011).



Fig. 126, 2: Borde de cerámica ibérica oxidada. Jarra o quizás urna de cuerpo globular y pie alto. Pasta de color naranja claro, fina, depurada y con pequeños puntos blancos. Al tacto, es ligeramente harinosa. Fig. 126, 3: Jarra de cerámica ibérica oxidada. Arcilla naranja oscuro o casi roja en el interior y más bien amarillenta en las superficies externas. Bien depurada, con pequeños poros y puntos de cal. Labio con perfil en cuello de cisne, pero grueso. El mismo engrosamiento respecto al inicio del cuello lo encontramos en ejemplares ibéricos de las fases Ib y Ic de Pech Maho, fechados entre el 540 y el 450 aC (Gailledrat/ Solier 2004).

 Fig. 127. Silo 34, tercer estrato. 1 y 3: ánfora masaliota, 2 y 4: ánfora púnica ebusitana; 5: ánfora ibérica.

Fig. 126, 6: Piedra volcánica muy porosa, con señales de corte y desgaste por el uso. Fig. 126, 7: Arenisca muy fina, con componentes minerales de hierro que la convierten en débil y quebradiza. Instrumento pulido en los laterales y en la parte inferior plana.

Fig. 126, 4: Borde de cerámica gris monocroma, seguramente un plato à marli con el labio ligeramente inclinado. Pasta de color gris claro, pero recubierta de un engobe más oscuro en la superficie.

Fig. 127, 1: Ánfora masaliota de pasta no micácea. Forma AMAS 1, del 525-500 aC. De color naranja claro, con cuarzo blanco, puntos de cal, nódulos marrones y negros, ligeramente porosa. Es una producción típica del último tercio del siglo VI aC, similar y a veces denominada ánfora magno griega o “corintia B” arcaica de la Magna Grecia (A-MGR 1), de la que es contemporánea. Pero este ejemplar de Saus muestra las características más comunes de las ánforas masaliotas, como el labio plegado y con un pequeño espacio vacío en el interior. Se halla presente en el Grand Bassin II hacia el 525500 aC (Janin et alii, sepultura 19); en Pech Maho en la misma época (Gailledrat/Solier 2004, fig. 267 y 273); en Béziers hacia 525-500 aC (Ugolini/Olive 2004, fig. 50); o en Sant Martí d’Empúries en el tipo más genérico y contemporáneo denominado “corintia B” (Aquilué et alii 1999, 272).

Fig. 126, 5: Plato à marli de cerámica gris monocroma. GRMONO 4a. No tiene carena exterior ni bisel o pliegue en el interior del vaso. Base robusta. Pasta de color gris neutro, con algunas vacuolas y puntos blancos. Recubierto de un engobe casi negro, prácticamente desaparecido. Morfológicamente, pertenece a las producciones antiguas, básicamente de la segunda mitad del siglo VI aC, con paralelos claros y abundantes en yacimientos provenzales y del Languedoc occidental (Arcelin-Pradelle 1984, 138-139), en el último cuarto del siglo VI y principios del siglo V aC en Pech Maho (Gailledrat/Solier 2004, fig. 89, 90-10 y fig. 184, 5); en Le Cayla a finales del siglo VI aC (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 51, 152 y 153). La llegada de las primeras importaciones de estos platos y su imitación y producción en los talleres del Empordà (en Empúries entre el 575 y 525 aC y Ullastret en el período del 550 al 450 aC) ha sido ampliamente contrastada y demostrada (Garcés/Martín/Vilà 2003, 23).

Fig. 127, 2: Borde de ánfora púnica ebusitana (A-PE 12), forma Ramon T.1.3.1.2, con una datación muy clara y bien establecida entre el último tercio del siglo VI y primer cuarto 165

SAUS II

del siglo V aC. Pasta de color beige en las superficies y gris en el interior de la sección. Fig. 127, 3: Asa de ánfora masaliota sin mica. Pasta beigenaranja, algo rugosa y aparentemente arenosa. Fig. 127, 4: Mitad superior de un ánfora púnica ebusitana, forma Ramon T.1.3.1.2, con la boca recortada (suprimida), y el nuevo acabado de la pieza lijado y pulido. No acabamos de encontrar una explicación a este fenómeno, que al parecer se repite en Sant Martí d’Empúries en un ejemplar del mismo tipo y en Saus en otro fragmento sin forma, también de ánfora púnica. Pasta de color beige, fina, depurada, ligeramente porosa, puntos de cal y mica en polvo. Pared externa reseguida de arriba abajo por surcos profundos. Fechada entre finales del siglo VI y primera mitad del siglo V aC. Fig. 127, 5: Parte superior de un ánfora ibérica arcaica, tipo 1. Pasta de color naranja oscuro o beige; en el interior casi marrón y tonos grises; bien depurada, con polvo de mica y granos de cal. Asa robusta y de sección circular. Cronologías bien contrastadas en varios yacimientos, que la sitúan entre la segunda mitad del siglo VI y la primera del siglo V aC (Sanmartí/Bruguera/Miñarro 2004, 381-382). En Ibiza, en el Pou de l’Hort des Palmer, en un contexto de finales del siglo VI y primera mitad del quinto, acompañada de ánfora magno griega y corintia, como en nuestro caso (Ramón 2004, 274). En Pech Maho, con las mismas características, en un nivel de la fase Ib, del 540-510 aC (Gailledrat/Solier 2004, f. 171, 2).

primeros años del siglo IV aC, según la mayor parte de autores —y de los paralelos encontrados en estratigrafía—, o hasta los últimos años del siglo V, sin entrar en el siguiente siglo, según Morel (1981, 301). En cualquier caso, podemos situar el período de máxima difusión en la segunda mitad del siglo V aC, con ejemplos abundantes y cercanos. El otro ejemplar completo, de cerámica ática de barniz negro, es una copa-skyphos de paredes delgadas, bien depurada y barnizada de un color negro que se va convirtiendo en marrón oscuro en la mitad inferior de la pieza (fig. 129: 2). El fondo interno está decorado con cinco palmetas entrelazadas por líneas curvas, mientras que el fondo externo, en principio reservado, se decoró con círculos concéntricos alrededor de un punto central. Corresponde al tipo AT-VN 580-611, que grosso modo se fecha entre el 450 y el 350 aC, o más específicamente a la copa Ágora 588-593, fechada hacia el 420-410 aC (Sparkes/Talcott 1970, 277-278 ). Junto a estas áticas, que son una buena guía para elaborar un primer esbozo cronológico, otros materiales, bien conservados y numerosos, ayudan a confirmar la datación. Por un lado, un conjunto homogéneo de ánforas ibéricas y púnico-ebusitanas (fig. 134 a 136). Las primeras, del tipo 2A, con el pie más cónico en unas variantes y más cóncavo o semiesférico en otras y que según algunos autores se fecharían a partir de la primera mitad del siglo IV aC, si bien admitiendo que su aparición podría situarse en el siglo V aC (Sanmartí/Bruguera/

SILO 35 Silo de grandes dimensiones situado en la parte central del yacimiento (2 m. de diámetro), pero muy erosionado. Creemos que solo se ha conservado el tercio inferior de la estructura, menos de 60 cm. de profundidad. Rellenado con tierras homogéneas, blandas, algo cenicientas y con una cantidad impresionante de material arqueológico, de entre el cual cabe citar dos bases de prensas de aceite prácticamente enteras, jarras de cerámica ibérica oxidada o con pasta bicolor de grandes dimensiones, un conjunto de ánforas ibéricas y púnicas fragmentadas y una copa de cerámica ática fechada en torno a los años 420-410 aC. Las tierras y el material se depositaron de forma muy rápida. Los fragmentos de cerámica estaban en conexión, ya que se rompieron en el momento de ser echados a la fosa; algunos quedaron aplastados entre las dos losas que habían constituido las bases de prensas, mientras que en otros casos —como la copa de cerámica ática—, los fragmentos fueron apareciendo esparcidos de arriba abajo y de un lado al otro del silo. Casi en el fondo, una encima de la otra, se encontraron las dos bases de prensas de aceite que analizaremos más adelante. La cantidad y homogeneidad del material, sin intrusiones apreciables, facilita las cosas a la hora de fechar el depósito. Por un lado, la cerámica ática, con una copa “Castulo” incompleta, pero con el borde característico y un rebaje o bisel muy pronunciado en el labio interno. Una forma que se fecharía desde poco antes de mediados del siglo V hasta los 166

Fig. 128. Posición original y extracción de dos bases de prensa en el fondo del silo 35.

EL PERÍODO IBÉRICO

UE. 3501 Fig. 129, 1: Cerámica ática de barniz negro. Copa “Castulo” tipo AT-VN 469-473, con cronologías amplias entre el 450 y el 375. Una de las formas más abundantes, documentada en cualquier yacimiento de las comarcas gerundenses durante este período.

Miñarro 2004, 383-384), como parece confirmarse en Saus. Existen, sin embargo, paralelos con una cronología de la segunda mitad del siglo V aC para ejemplares del mismo tipo que los de Saus, como el de Ibiza (Ramón 2004, fig. 4), los localizados en el Languedoc, como en La Mayrale (Gailledrat/ Solier/Boisson 2003, tipo IVa, con relación de paralelos levantinos y catalanes), o en yacimientos provenzales a los que llegan productos levantinos, quizás del valle del Ebro y de la costa catalana (Sourisseau 2004, 328-329), con pastas que identificamos en los ejemplares de Saus y cuyo origen debe buscarse con toda probabilidad en el valle bajo del Ebro o zonas del entorno.

Fig. 129, 2: Copa-skyphos de cerámica ática de barniz negro, de buena calidad, aunque el barniz externo es más claro, casi castaño, en la parte inferior. Fondo interno decorado con un rosetón y el exterior con punto central y círculos concéntricos. Tipo Ágora 588-593, fechado hacia el 420-410 (Sparkes/ Talcott 1970, 277-278) y, más genéricamente, AT-VN 580-611 del Dicocer, de 450 al 350 aC.

Con un peso específico menor, con solo tres ejemplares completos bien identificados y varios fragmentos sin forma, el segundo tipo de ánfora es el púnico-ebusitano AP-13 o mejor, Ramon T-1.3.2.3, con una cronología bien contrastada entre el 430 y el 375 aC aproximadamente (fig. 136). El conjunto, que parece conducirnos hacia una cronología de finales del siglo V aC, se completa con diversas cerámicas ibéricas oxidadas que pertenecen a grupos, formas y producciones habituales durante todo el siglo quinto y que perdurarán en la centuria posterior. También las jarras de cerámica gris monocroma son comunes y relativamente frecuentes en este período. Aunque su origen se deba situar en un momento más remoto —un siglo antes—, se ha constatado la producción de esta cerámica en talleres locales prácticamente hasta el último cuarto del siglo V aC o hasta que fue sustituida por la cerámica gris de la costa catalana.

Fig. 129, 3: Pie de ánfora griega (Samia?), tipo AM-GR 7. Pasta de color naranja claro, dura, depurada, con pequeños granos blancos, ligeramente porosa y de color más beige en la superficie externa. Se fecha en la segunda mitad del siglo V aC (Ramón 2004, fig. 5), con perduraciones posteriores. Fig. 129, 4: Borde de jarra de cerámica gris monocroma, quizás similar al tipo GR-MONO 8 a o d (hay otro ejemplar más completo en el silo). Pasta de color gris claro, fina, bien depurada, dura y compacta, con pequeños puntos de cal. Recubierta de engobe negro en la superficie externa. Parece una producción de ámbito local. Fig. 129, 5: Borde de cerámica ibérica oxidada, de color naranja o beige.

En definitiva, consideramos que la obliteración del silo 35 tuvo lugar en el mismo momento que el de los silos 2, 5 y 23, que debemos considerar como los mejor fechados de entre un conjunto con cronologías cercanas. Es decir, hacia el final del siglo quinto, en un período que podemos situar por precaución entre los años 420 y el 380, pero que se hallaría muy próximo al 400 aC. UE. 3501

Total

Forma

1156

46

1110

Ánfora púnica

143

4

139

Ánfora masaliota

1

Ánfora griega

1

1

Gris monocroma

4

3

1

15

98

Ibérica oxidada Ibérica pintada Ática Ibérica a mano Molinos

1

1

1

23

14

9

100

7

52

1

Piedra pulida

1

Adobe

1

Fauna

23

Base prensa

Fig. 131, 1: Dos fragmentos de la misma jarra de gris monocroma, seguramente de la forma GR-MONO 8a o 8d, aunque el labio no es el habitual. Pasta fina, depurada, dura, compacta y con puntos de cal. No se ven restos de engobe más oscuro. Parece pertenecer a una producción de esta zona. Aunque genéricamente la forma se fecha entre el 575 y el 425 aC, el mismo tipo y forma se encuentra en la fosa de La Mayrale, en un contexto del tercer cuarto del siglo V, acompañada de cerámicas áticas e ibéricas (Gailledrat/Solier/ Boisson 2003, 163). Una cronología de finales de siglo es perfectamente defendible.

1

1 113

Fig. 129, 7: Jarra de cerámica ibérica oxidada y pasta bicolor; naranja en las superficies y gris en el interior de la sección; fina, dura y depurada. En su época se rompió por la mitad y fue reparada y reaprovechada, tiene una serie de agujeros regulares a mitad de cuerpo, que corresponden a la reparación.

S/Forma

Ánfora ibérica

Pasta clara masaliota

Fig. 129, 6: Borde de cerámica ibérica oxidada, de color naranja claro, depurada, con pequeños poros y puntos de cal. Más bien harinosa al tacto.

Fig. 131, 2: Borde de jarra ibérica oxidada con la boca muy abierta y exvasada. Pasta de color naranja oscuro, bien depurada, fina y no demasiado dura, con la superficie harinosa al tacto, quizás debido a la erosión. Lleva el componente de pequeños puntos de cal y granitos marrones habituales en

2

167

SAUS II

















Fig. 129. Silo 35, UE 3501. 1 y 2: cerámica ática; 3: base de ánfora griega, 4: borde de gris monocroma, 5 a 7: cerámica ibérica oxidada.

168

EL PERÍODO IBÉRICO



Fig. 130. Copa de cerámica ‘ática’ procedente del silo 35.

 todas las cerámicas ibéricas del yacimiento.



Fig. 131, 3: Borde de jarra ibérica oxidada. Pasta naranja clara, dura, harinosa y erosionada en la superficie y con puntos de cal visibles en la fractura.



Fig. 131, 4: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada, con dos asas. Pasta de color naranja oscuro por fuera y gris en el interior de la fractura, algo porosa y con granos de cal.



Fig. 131, 5: Mitad superior de una jarra de cerámica ibérica oxidada con pasta bicolor o sandwich, muy deformada por una mala cocción (y sin embargo aprovechada). En general, bien depurada, mica en polvo muy fino, algo porosa pero muy dura, con un sonido metálico.



Fig. 131, 6: Borde de jarra ibérica de cuerpo casi esférico o globular, con el cuello decorado con una franja de pintura roja. Pasta naranja-rosada, muy depurada, fina, dura y compacta, con el tintineo metálico típico de las cerámicas ibéricas de buena calidad. Componente de puntos de cal. Aunque la forma genérica tiene un origen antiguo y perdura durante años, el mismo perfil lo encontramos en La Mayrale en la segunda mitad o tercer cuarto del siglo V aC (Gailledrat/Solier/Boisson 2003, fig. 6, 5).

 Fig. 131. Silo 35. 1: cerámica gris monocroma, 2 a 6: cerámica ibérica oxidada, a torno.

claro, ligeramente porosa, bastante dura, con puntos de cal y polvo de mica.

Fig. 132, 1: Mitad superior de una pequeña urna de cerámica a mano, de perfil en S y con la superficie de color totalmente negro. Pulida por dentro pero no por fuera. Pasta micácea y con pequeños nódulos de cuarzo. La espalda está decorada con una serie de impresiones romboidales.

Fig. 134, 3: Espalda y borde de ánfora ibérica. Asas de sección acanalada. Pasta de color naranja-rosado, con granitos de cal y un poco porosa, con micro-vacuolas. En general, todas las ánforas ibéricas de este silo tienen la pasta con las mismas características, independientemente de su tonalidad o dureza. El mismo tipo lo vemos en la fosa de La Mayrale (Narbona), que constituye un excelente paralelo para el conjunto del silo 35 de Saus, ya que va acompañada por el mismo tipo de material y se fecha en la segunda mitad del siglo V aC (Gailledrat/Solier/Boisson 2003). Paralelos más próximos geográficamente, con una cronología tal vez más precisa, los hallamos en la llamada “despensa” de Ullastret, con un conjunto de principios del siglo IV aC (Sanmartí/Bruguera, 1998, 188-191).

Fig. 132, 2: Espalda o carena de urna de cerámica a mano. Superficies de color negro e interior de la fractura de color marrón. Pasta fina, depurada, con un desgrasante de arena muy fina (cuarzo) muy homogéneo. Decoración impresa. Fig. 132, 3: Base de urna de cerámica a mano, de fondo plano y paredes relativamente delgadas. En general, de color gris oscuro o negro según las zonas. Pasta de grano fino, depurada y pulida, con nódulos de cuarzo blanco.

Fig. 134, 4: Parte correspondiente a la mitad del cuerpo de un ánfora ibérica sin forma (es difícil orientar el fragmento), con asa de sección circular. Pasta de color naranja oscuro, dura, compacta, en depurada, fina al tacto, con componente de polvo de mica. Interior de la sección de color gris claro.

Fig. 134, 1: Ánfora ibérica con el labio de sección circular y poco diferenciado. Pasta naranja clara (beige en el interior), ligeramente porosa y con componente de mica en polvo. Fig. 134, 2: Borde de ánfora ibérica. Pasta de color naranja 169

SAUS II





elíptica, muy pequeña y delgada en comparación con las más habituales. Pasta de color más rosado por dentro y beige en la superficie externa. Blanda y muy harinosa al tacto; salpicada de puntos marrones como de arcilla quemada y algún grano de cal. Cronologías de la segunda mitad del siglo V y primeras décadas del siglo IV aC.



Fig. 135, 3: Ánfora ibérica, con la parte central del cuerpo desaparecida (deducimos la altura a partir de las mitades superior e inferior). Asa robusta y de sección circular. Pasta de color naranja beige por fuera, fina, limpia y con manchas casi moradas; rojo oscuro por dentro, con la superficie harinosa. Componente de pequeños puntos de cal, puntos negros y pequeños poros. Misma cronología y forma que las anteriores.

 Fig. 132. Silo 35. Cerámica ibérica modelada a mano, cocida en fuego reductor y decorada.

Fig. 134, 5: Ánfora ibérica de la forma 2A de la “despensa” de Ullastret. Paredes más delgadas de lo que solemos ver en Saus y asa de sección aplanada, tampoco habitual en el yacimiento. Pasta de color beige o marrón claro, dura, porosa, con algunos pequeños nódulos y puntos blancos, y erosionada por fuera, donde adopta un color más anaranjado. Fig. 134, 6: Borde de ánfora ibérica, de perfil menos inclinado que el resto. Pasta de color rosado o naranja, con puntos blancos, más bien porosa y ligeramente micácea.

Fig. 135, 4: Ánfora ibérica con el cuerpo algo más abombado en la mitad inferior y la base más ancha que en las otras. Tiene un orificio circular hecho expresamente en la parte inferior, como un rebosadero improvisado para el vertido de líquido. Pasta de color beige claro, más rosada por fuera, porosa, con pequeños puntos blancos mezclados con nódulos negros del mismo tamaño. Fig. 136, 1: Ánfora púnica ebusitana, tipo AP-13 o Ramón T-1.3.2.3, destinada al transporte de salazones o vino, con una cronología de entre el 430 y el 375 aC según el Dicocer1, o del 440 al 390 aC según Ramón (1995, 258 y 264-266, fig. 145). Pasta naranja-rosada, no excesivamente dura, erosionada en la superficie, micro-vacuolas y algunos puntos de cal. Fig. 136, 2: Ánfora púnica ebusitana tipo Ramon T-1.3.2.3,

Fig. 134, 7: Borde de ánfora ibérica. Pasta de color naranja, algo porosa, ligeramente micácea y con pequeños puntos blancos de cal. Fig. 134, 8: Asa de sección circular de ánfora ibérica, de color naranja oscuro por dentro y más claro en la superficie externa, un poco porosa, con puntos marrones y algunos de cal. Fig. 134, 9: Asa de ánfora ibérica de sección casi circular. Color beige claro, casi rosado, blanda, porosa, con pequeños granitos blancos y marrones. Fig. 135, 1: Ánfora ibérica tipo 2A. Asa de sección casi acanalada. Pasta de color naranja-marrón, blanda, harinosa, con defectos de cocción, con vacuolas de diversos tamaños, pequeños granos de cal y sin mica. Un paralelo morfológicamente muy próximo lo encontramos en Ibiza, (Ramón 2004, Pozo SJ-90/72 y 74), en la segunda mitad del siglo V aC. El tipo genérico, con pocas variaciones, lo hallamos en las necrópolis de Empúries y Ullastret en los mismos contextos de la segunda mitad del siglo V y comienzos del siglo IV aC (Sanmartí/Bruguera/Miñarro, 2004). Fig. 135, 2: Ánfora ibérica de la misma forma que la anterior, variando el acabado de la base, más ancha y redondeada en esta (y en las dos siguientes). Asa de sección más bien plana o 170

Fig. 133. Ánforas púnico-ebusitanas e ibéricas del silo 35.

EL PERÍODO IBÉRICO



















Fig. 134. Silo 35. Ánforas ibéricas.

171



SAUS II

de cantos rodados y limos calcáreos, tenía un solo estrato de relleno (fig. 5 y 6). No vamos a extendernos en más comentarios, puesto que su contenido ha quedado descrito en los capítulos iniciales.



U.E. 3601

Total

Cerámica a mano

567

Fauna

519

Formas 43

S/Forma 524

SILO 37



Está situado a unos 4 m. al oeste del anterior, también en el lado sur del camino. Es de dimensiones regulares, con una anchura máxima en el interior de 180 cm. y una boca de 100 cm. Debemos considerarlo casi entero e intacto, ya que la erosión sufrida en la parte superior no debe haber afectado más de 20 o 25 cm. Su profundidad es de 130 cm. Se trata de uno de los silos mejor conservados del yacimiento.



El interior se rellenó de forma rápida y seguida, depositándose un solo estrato de tierras homogéneas, relativamente duras y mezcladas con pedruscos. A media altura, en la parte central, apareció la cuarta de las bases de prensa de aceite localizadas en el yacimiento; esta vez cortada en un bloque de piedra arenisca local y de unas dimensiones superiores a las dos del





20c.

0



Fig. 135. Silo 35. Ánforas ibéricas.

idéntica a la anterior, completa. Pasta de color naranja beige, medianamente dura, bien depurada y con muchos puntos de cal. Fig. 136, 3: Ánfora púnica ebusitana tipo Ramon T-1.3.2.3 o AP-13, como las anteriores. Pasta de color naranja claro por fuera y casi rosado en la superficie interna; con muchos granos de cal, ligeramente micácea, algo porosa, no demasiado dura y erosionada en la superficie externa que, como las anteriores, es muy estriada o con numerosas acanaladuras.



0

SILO 36 Fechado en el neolítico medio, con un conjunto notable perteneciente al grupo de Montboló que ya hemos estudiado en un capítulo precedente (supra). De pequeñas dimensiones (poco más de 1 m. de diámetro), estaba relativamente bien conservado, aunque también ha sufrido la misma erosión que el resto de la superficie del campo. Está situado al otro lado del camino, al sur, ante los silos ibéricos 1 y 2 excavadas en 1980 y a pocos metros del silo 37. Abierto en un conglomerado 172



20c.

 Fig. 136. Silo 35. Ánforas púnico-ebusitanas.

EL PERÍODO IBÉRICO

 

 



 



  

 



  





 

 



 

 

 



 

  



Fig. 137. Secciones estratigráficas de los silos 34, 36, 37 y 38.

silo 35 (aunque más pequeña que la prensa núm. 1 hallada en 2007). Tenía la superficie muy desgastada debido al uso y de la escasa dureza de la piedra arenisca en la que se talló.

ejemplar provenzal (Arcelin-Pradelle/Dedet/Py 1982, fig. 11, 22). En el conjunto de ánforas, con bastantes fragmentos, pero sin ningún ejemplar más o menos completo que nos pueda aproximar a formas y tipos mejor identificados, encontramos básicamente asas de las variantes que hemos ido viendo en los demás silos. Asas de sección circular o asas de sección irregular, con una acanaladura de arriba abajo o más complejas (fig. 141: 1 a 3). A partir del material de los silos que hemos analizado antes —y que podemos completar con paralelos más lejanos, ya citados— sabemos que estas asas coexistieron durante años y, como mínimo, durante la segunda mitad del siglo V aC y posiblemente buena parte de la siguiente centuria. Es un indicio, pero poco más.

En material arqueológico, aunque abundante, quizás no es suficiente para obtener una cronología clara. No es que sea desconocido, sino que quizá deberíamos calificarlo de demasiado normal y sin una gran personalidad o, si se quiere, sin que ninguna producción pueda considerarse auténticamente como un fósil director o un material característico y determinante para establecer cronologías firmes. Un fragmento de asa de cerámica ática pertenece a cualquier tipo no identificado de oenochoé u olpe con dataciones imprecisas entre los siglos V y IV aC (fig. 141: 7). Solo algunos fragmentos concretos pueden aproximarnos a una cronología más o menos precisa y fiable. Entre ellos, una base de mortero masaliota asimilable a tipos genéricos de los siglos V-IV aC (Gómez 2000, fig. 9, 270 y 280), (fig. 139, 9).

Por último, la cerámica ibérica puede constituir otro indicio cronológico, pero sin ser en absoluto definitivo. Los fragmentos de borde, pequeños y mal conservados, pertenecen a los tipos de jarra más comunes, ya sea de borde exvasado o de perfil en cuello de cisne (fig. 139: 1-6). Uno de ellos imita el plato à marli de la gris monocroma, pero es un producto local en cerámica oxidada (fig. 139: 7). En cambio, la cerámica modelada a mano seguramente tiene más personalidad; con urnas de perfil en S, borde poco diferenciado, labio poco grueso y una franja de decoración en relieve situada en la base del cuello, que se repite hasta la saciedad en Saus, sobre todo en estratos correspondientes a las obliteraciones de los silos más recientes, los últimas que fueron abandonados,

La producción con cronologías más precisas seguramente es la cerámica gris monocroma, que hallamos en dos ocasiones en el silo (fig. 141: 8 y 9). Pero son formas difíciles de fechar o, si se quiere, con una cronología demasiado amplia. En el primer caso se trata del borde de un cuenco tipo GR-MONO 2 o variante, al que se atribuye una cronología muy dilatada de entre el 575 y el 400 aC, pero que tiene muchos matices y variantes en el transcurso de casi dos siglos de producción. El otro ejemplar parece corresponder a un plato o cuenco de pared algo oblicua, de forma no determinada, parecido a un 173

SAUS II

UE. 3701 Fig. 139, 1: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada, de color naranja claro, fina y depurada. Fig. 139, 2: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada, más robusta y sección ligeramente triangular. Pasta idéntica a la del fragmento anterior. Fig. 139, 3: Cerámica ibérica oxidada, borde de jarra exvasada. Pasta de color naranja, fina y bien depurada y algo porosa. Fig. 139, 4: Cerámica ibérica oxidada, borde de jarra con la pasta idéntica a la del fragmento anterior.

Fig. 138. Cerámica neolítica del silo 36.

con cronologías un poco más precisas entre los siglos V y IV aC. No olvidemos, sin embargo, que estas urnas tienen unos precedentes o siguen unas formas y decoraciones que empiezan a ser muy frecuentas a principios del siglo quinto y que perduran con pocas modificaciones hasta el siglo tercero, como mínimo. Ahora bien, en el caso del silo 37 los tres ejemplares más claros (fig. 140: 1 a 3), son idénticos en todos sus aspectos a los de los silos 2, 5, 23 y 35, con cronologías situadas en la transición de los siglos V al IV aC. En última instancia, hemos visto como los otros dos silos en los que aparecieron las bases de prensas se fechaban en la misma época. Sin que pueda proporcionarnos cronología, vale la pena citar un último lote de materiales y utensilios de uso cotidiano. Nos referimos, concretamente, a un mango de herramienta —quizá de un cuchillo— tallado en asta de ciervo (fig. 141: 14), y un conjunto de objetos de piedra (areniscas y tufo volcánico), con señales de pulido y erosión a causa de un uso continuado, habituales en casi todos los silos del yacimiento (fig. 140). U.E. 3701

Total

Formas

Ánfora ibérica

221

Ánfora púnica

3

Gris monocroma Gris costa catalana

19

12 3

1 429 1

Ática

1

1

107

15

Mortero masaliota

1

1

Molinos

9

Piedra pulida

7

Adobe

1

Fauna











S/Forma



209 16



1

Ibérica pintada

Hueso labrado



3

Ibérica oxidada

Ibérica a mano

Fig. 139, 5: Borde de una jarra de cerámica oxidada de grandes dimensiones, con el labio en perfil de cuello de cisne, más clásico que los cuatro ejemplares anteriores. Pasta de color beige o naranja claro, fina, depurada, con granos de cal y de superficie harinosa al tacto.

20

409 1

92

Fig. 139. Silo 37. 1 a 8: cerámica ibérica oxidada; 9: mortero masaliota.

1 124

174

EL PERÍODO IBÉRICO



 



 









 

Fig. 140. Silo 37. 1 a 6: cerámica ibérica a mano, reducida, 7 a 12: útiles de piedra pulida.

175

SAUS II









 

 









 



Fig. 141. Silo 37. 1 a 6: ánfora ibérica; 7: cerámica ática, 8 y 9: gris monocroma, 10 y 11: cerámica ibérica oxidada; 12: cerámica a mano, reducida; 13: colmillo de cerdo; 14: mango de cuchillo.

176

EL PERÍODO IBÉRICO

Fig. 139, 6: Jarra de cerámica ibérica oxidada, seguramente con una sola asa. Pasta de color naranja, de superficie harinosa al tacto, pero fina y bien depurada.

Fig. 140, 9: Nódulo o pequeño bloque de tufo volcánico, muy poroso, cortado expresamente en forma ovalada, con rebajes y desgaste producido por el uso.

Fig. 139, 7: Plato à marli de cerámica ibérica oxidada, de paredes gruesas, robustas y con una marcada carena exterior. Pasta de color naranja, con una composición algo diferente a la que vemos en el resto del conjunto. Ligeramente harinosa, con muchos puntos blancos, de cal, y algunos de color marrón, como de arcilla quemada. Forma derivada de la cerámica gris monocroma y adoptada por las producciones locales oxidadas, relativamente frecuente en el noreste de Cataluña.

Fig. 140, 10: Placa de arenisca de forma ovalada, rota, de sección plana, pulida por todas sus caras, con señales de desgaste en las superficies más anchas. Fig. 140, 11: Placa de arenisca de grano muy fino y de color entre gris y amarronado, en forma de corazón y rota verticalmente. Señales de pulido y desgaste en todas las caras. Fig. 140, 12: Placa de arenisca de forma casi circular y sección plana. Grano grueso y muy arenoso, de color gris y marrón. Pieza pulida por ambas caras y laterales.

Fig. 139, 8: Borde de cerámica oxidada, posiblemente un plato/tapadera de forma desconocida. Pasta bicolor, naranja en el exterior y gris en el interior; componente de pequeños nódulos de cal, dura y bien depurada.

Fig. 141, 1 a 3: Asas de ánforas ibéricas, prácticamente con la misma composición. Pasta de color naranja o beige (la tercera con el interior de la fractura gris), depurada, con pequeños puntos de cal. Corresponden a los tres tipos de asas más característicos del yacimiento: de sección circular, con un acanalado vertical o con otros laterales.

Fig. 139, 9: Base de mortero masaliota, seguramente del tipo Gomez 2000, fig. 9, 270/280, fechado en los siglos V-IV aC. Pie robusto y con la superficie de reposo muy ancha. Pasta de color beige claro, con mucha mica de color plateado.

Fig. 141, 4: Ánfora ibérica. Borde de sección casi triangular. Pasta naranja, fina, depurada y harinosa en la superficie.

Fig. 140, 1: Urna de perfil en S de cerámica a mano, más bien tosca. Pasta de color rojo/marrón oscuro, cenicienta y negruzca en la superficie externa. Desgrasante de granos de cuarzo blanco, como arena fina. La base del cuello está decorada con un cordón en relieve y con impresiones ovaladas o romboidales, características en Saus II, pero también repetidas en todos los yacimiento ibéricos de la comarca y más allá. Forma y decoración las hallamos, por ejemplo, en la necrópolis de Serra de Daró con unas cronologías similares (Martín/Genís 1993, fig. 16).

Fig. 141, 5: Borde de ánfora ibérica. Pasta de color beige amarillento, con manchas tendiendo a gris, fina, depurada y harinosa al tacto. Fig. 141, 6: Ánfora ibérica. Pasta de color beige claro, muy harinosa y con pequeños nódulos de cal. Fig. 141, 7: Asa de cerámica ática. Forma indeterminada. Se trata de una pieza cerrada, una jarra o cualquier tipo de olpe u oenochoé. Pasta y barniz de muy buena calidad en la parte interna, pero la superficie del asa quedó mal barnizada.

Fig. 140, 2 y 3: Espaldas carenadas de urnas de cerámica a mano, con el mismo tipo de pasta que el ejemplar anterior y también decoradas con una franja en relieve e impresiones alargadas o romboidales.

Fig. 141, 8: Borde de plato o copa de cerámica gris monocroma. Forma o variante no habitual, quizás derivada o asimilable al tipo GR-MONO 2 en general, con cronologías de entre el 575 y el 400 aC. Recuerda algunos ejemplares provenzales (Arcelin-Pradelle/Dedet/Py 1982, fig. 11, 8-11; fig. 12, 38-40). Pasta de color gris claro, fina, bien depurada, con pequeños puntos blancos y un engobe oscuro o negro prácticamente desaparecido. Parece tratarse de un producto de talleres locales.

Fig. 140, 4: Borde de urna de cerámica a mano, con el mismo perfil que la primera descrita. Pasta de color negro, con granos de cuarzo y algo micácea. Fig. 140, 5: Cerámica a mano. Vaso o urna de forma indeterminada, poco elaborada, grosera y de paredes irregulares. Marrón en la superficie interna y de color gris oscuro por fuera. Mismos componentes habituales.

Fig. 141, 9: Borde de plato de cerámica gris monocroma, forma no determinada (cf. Arcelin-Pradelle/Dedet/Py 1982, fig. 11, 22). Pasta de color gris claro, no demasiado dura y con pequeños puntos blancos, seguramente de cal.

Fig. 140, 6: Perfil de urna de cuello vertical, de cerámica hecha a mano. Pared muy delgada, con la pasta fina, negra, depurada, con pequeños granos de cuarzo y finas láminas de mica. Fig. 140, 7: Utensilio de arenisca muy fina, de color gris, de forma alargada y pulido por todas partes.

Fig. 141, 10: Cerámica ibérica oxidada. Pasta bien depurada, de color naranja o beige, más bien harinosa en la superficie, con puntos de color blanco y marrón.

Fig. 140, 8: Bloque de arenisca de color morado o lila, de grano muy fino, de forma y sección ovalada, con señales de desgaste en la cara superior y pulido en la inferior y laterales.

Fig. 141, 11: Cerámica ibérica oxidada. Parece una jarra de 177

SAUS II

cuello alto y estrecho o una especie de olpe con un asa a ras de labio. Pasta de color naranja y con los mismos componentes que vemos en la pieza anterior.

U.E. 3801

Total

Ánfora ibérica Gris costa catalana

Fig. 141, 12: Borde de cerámica a mano, de pasta fina y bien depurada, color marrón oscuro, micácea y con granos de cuarzo. Fig. 141, 13: Colmillo de jabalí. Es poco probable que se trate de un cerdo doméstico. Fig. 141, 14: Mango de herramienta de grandes dimensiones (mejor una hoz que un cuchillo), hecho con un cuerno de ciervo tallado y pulido. El rebaje de la superficie exterior del cuerno se hizo con grandes cortes planos o facetados longitudinalmente, dando como resultado una sección poligonal.

SILO 38 Marca el extremo este del yacimiento en la zona de la finca principal situada al norte del camino. Es de dimensiones reducidas, con un diámetro máximo de poco más de 1 m. Su interior se rellenó con tres estratos que se diferencian por la composición de las tierras, pero no por el contenido arqueológico, totalmente homogéneo de arriba abajo, desde el punto de vista tipológico y cronológico (UE 3801, 3802 y 3803). El primer estrato es un poco más blando, quizá con la tierra algo más cenicienta, y muy delgado. Seguramente son los restos del último nivel de relleno que ha ido desapareciendo con el tiempo. Hay que tener en cuenta que el silo tiene una anchura de 120 cm. y una profundidad de 70 cm. Prolongando hacia arriba la curva de las paredes podemos deducir que ha perdido unos 30 cm. de la parte superior. El estrato intermedio (UE 3802) es el de mayor potencia y también en el que se concentraba prácticamente todo el material arqueológico, muy escaso. Estaba formado por tierras no excesivamente duras, bastante homogéneas y con pocos restos orgánicos. El tercero (UE 3803), era una capa de limos y tierras más duras depositada en el fondo del silo, estéril arqueológicamente. En cuanto al material que puede proporcionarnos la cronología del relleno, constituye un conjunto muy limitado, que resumimos a continuación. Los fragmentos de ánforas ibéricas o púnico-ebusitanas se inscriben en el mismo contexto cronológico que aquellas que habíamos comentado antes, sobre todo las del silo 35, y que nos conducen hacia el último cuarto del siglo V o primero del siglo IV aC. Las identificamos por la pasta y algún fragmento de labio, pero son trozos sin demasiado entidad, no reproducibles, que solo tienen una presencia testimonial. Lo mismo hay que decir de la cerámica ibérica oxidada, la mayor parte sin forma, que reproduce toda la serie de pastas y texturas que hemos ido viendo hasta ahora, sin que podamos señalar ningún fragmento especialmente significativo. Esto mismo es de aplicación a la cerámica reducida elaborada a mano, con seis fragmentos sin forma en todo el silo. 178

Formas 19

S/Forma

1

18

1

1

Ibérica oxidada

24

24

Ibérica a mano

5

5

Escória de hierro

1

Fauna

3

U.E. 3802

Total

Formas

S/Forma

Ánfora ibérica

2

2

Ánfora púnica

1

1

Gris monocroma

1

1

Gris costa catalana

22

4

Ibérica oxidada

18

12

12

Ática

1

1

Ibérica a mano

1

Piedra pulida

1

Fauna

2

1

Vale la pena, en cambio, fijarse en los dos fragmentos de cerámica gris monocroma (fig. 142: 2 y 3) y una magnífica jarra de gris de la costa catalana, completa a excepción del centro de la base, y de una gran calidad (fig. 142: 1 y fig. 143). Posiblemente es una de las formas más antiguas en esta producción original de estas tierras y que en el transcurso de los siglos siguientes se convertirá en la más representativa de las cerámicas ibéricas de la región. El primer fragmento de gris monocroma es un plato à marli con una carena externa muy marcada y sin bisel interior, con el borde horizontal y decorada con dos surcos. Corresponde a la forma GR-MONO 4 a o c, producida durante más de ciento cincuenta años. Los detalles de este ejemplar recuerdan sobre todo los del Languedoc occidental, con los dos surcos en el labio y, en cambio, son poco habituales en la zona provenzal (Arcelin-Pradelle 1984, 138-139). La misma variante la encontramos en La Cayla a finales del siglo VI aC (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, fig. 132). Pero sabemos, ahora, que también se fabricó en talleres locales, en Empúries y seguramente en Ullastret, donde perdura esta producción hasta los últimos años del siglo V aC. El otro ejemplar es un fragmento de cuenco que debemos asociar a la forma 2 de Arcelin-Pradelle o genéricamente a la GR-MONO 2c, con un período de producción y difusión muy largo, desde el momento en que apareció esta categoría cerámica hasta que desapareció. Es decir, aproximadamente entre el 575 y el 400 aC. La textura y acabados del fragmento de Saus se aproximan mucho a los de las grises de la costa catalana y, de hecho, podríamos considerarla como tal si no fuera por el engobe de color gris oscuro como el que encontramos habitualmente sobre las grises monocromas. No podríamos proponer, basándonos en tan pocos elementos,

EL PERÍODO IBÉRICO









Fig. 143. Jarra de cerámica gris procedente del silo 38.

pasta fina y bien depurada, recubierta por un engobe de color gris oscuro. Forma GR-MONO 2c.

 Fig. 142. Silo 38. 1: cerámica gris de la costa catalana, 2 y 3: cerámica gris monocroma; 4: piedra pulida.

Fig. 142, 4: Placa de piedra arenisca, de grano grueso, forma circular, rota y plana. Tiene señales de desgaste por roce en una de sus caras.

una cronología segura para el relleno del silo. Es cierto que nada se opone en fecharlo en la segunda mitad del siglo quinto o principios del cuarto y, en cambio, nos sería difícil hacer retroceder esta cronología antes de mediados del siglo V aC. Teniendo en cuenta la presencia de la jarra gris de la costa catalana de boca trilobulada, nos inclinamos hacia una datación cercana a la transición entre los siglos V-IV o, como máximo, del primer cuarto del siglo IV aC.

SILO 39 Es una pequeña depresión circular, de poco más de un metro de diámetro y 30 cm. de profundidad (quizás la parte superior se recortó o desapareció con los años), rellenada con restos de fauna (ovinos y bovinos, sobre todo), varias piedras, entre las que vemos parte de un molino de vaivén y, finalmente, fragmentos de cerámica que corresponden a vasos del neolítico medio, tipo Montboló o quizás Chassey, con una cronología de mediados del quinto milenio aC (supra). Paralelo idéntico en el silo 36 de la campaña de 2008, formando ambos parte del mismo conjunto del asentamiento neolítico.

UE. 3802 Fig. 142, 1: Jarra de boca trilobulada de cerámica gris de la costa catalana. Aunque ha perdido la base, se adivina que tenía el fondo cóncavo-convexo o umbilicado. Pasta de color gris oscuro, dura, muy fina y depurada.

U.E. 3901

Fig. 142, 2: Borde de plato à marli de cerámica gris monocroma. Carena bastante marcada por fuera y sin pliegue o bisel interno. Borde plano decorado con dos surcos profundos que lo recorren. Pasta de color gris claro, blanda, algo porosa y ligeramente micácea.

Cerámica neolítica Molinos Sílex tallado Adobe Malacológicos Ictiofauna Fauna

Fig. 142, 3: Borde de cuenco o escudilla de cerámica gris monocroma (algunos rasgos la acercan a las grises locales), de 179

Total 88 5 2 10 1 1 557

Formas 7

S/Forma 81

SAUS II

N.O.

+

+

+

+

S.E.

+

+

4001

4101 4002

4003

N.

+

+

S.

3901

Norte

+

+

Oeste

Sur

+

+

+

Este

+

+

4201

4201 4202

4202 4203

Oeste

+

4203

+

+

Este

+

+

4401 4402 4403

4301

4404

4302

Norte

+

+

+

Sur

+

4601 4501

4502 4503

Fig. 144. Secciones de los silos 39 a 46, del “Camp d’en Manric”, excavados durante la campaña de 2010.

180

EL PERÍODO IBÉRICO

SILO 40 Depósito de considerables dimensiones, (180 cm. de diámetro máximo y una profundidad conservada de 130 cm.), relativamente bien conservado y con la parte superior sin erosionar con el trabajo del campo de los últimos veinte siglos. Tenía un primer estrato (UE 4001) formado por piedras de diversos tamaños, algunas bastante grandes, depositadas expresamente para colmatarla. Un segundo nivel estaba formado por tierras grasas y compactas (UE 4002), como las que podemos ver en la superficie del campo, con algunos fragmentos de cerámica. Por debajo de este estrato, un nivel de piedras y una gran losa lo separaban de un tercer estrato formado por tierra y básicamente cerámica (fig. 144 y 145). Se trata de piezas fuera de uso, pero que parecen tiradas aún enteras, sin que previamente se hubieran roto o procedieran de un vertedero. En todo caso, se rompieron en el momento de echarlas al silo y cubrirlas con piedras y tierras. Podemos ver y reconstruir completas 3 urnas o ollas de cocina y al menos cuatro ánforas ibéricas y la mitad de una quinta (fig. 149), aparte de algunos fragmentos sin forma —escasos en el segundo estrato—, de cerámica ática (copa Cástulo), cerámica ibérica oxidada y otros materiales residuales y claramente minoritarios. Provisionalmente podríamos proponer una datación del primer cuarto del siglo IV aC, que analizaremos posteriormente. La mayor parte del material procede de este último estrato. Se trataba, a simple vista y durante la excavación, de cientos de fragmentos y pequeños trozos de todo tipo que daban la impresión de formar un volumen de material arqueológico (cerámico) considerable. A la hora de la verdad, una vez limpias y restauradas las piezas, podemos darnos cuenta de que se trata de pocos recipientes: cuatro ánforas ibéricas enteras, la mitad de una quinta, la mitad de un ánfora púnica y cuatro ollas de varios tamaños (fig. 147 a 149), además de aquellos fragmentos residuales, sin personalidad, inclasificables, que apenas cuentan. El inventario no refleja, por lo tanto, el volumen de fragmentos recuperados en la excavación, sino, básicamente, el número de individuos de un repertorio tipológico francamente limitado. Para fijar la cronología tenemos que fiarnos, por lo tanto, del conjunto de piezas más completas, que dibujan un grupo homogéneo, que proporcionan unas primeras cronologías bastante fiables y que se completan o complementan con los indicios también seguros que nos proporcionan los materiales del estrato superior: la cerámica ática y las producciones locales.

Fig. 145. Proceso de excavación del silo 40, con la parte superior de los diferentes estratos.

o posteriores, pero como material residual (otro fragmento es del estrato 4003). En cualquier caso, su presencia en niveles más recientes puede ser debida a un período más o menos largo de uso posterior a su elaboración.

En el primer estrato no había cerámica. Por lo tanto, nada que nos pueda dar una primera información para fechar el relleno. En cambio, en el nivel situado debajo (UE 4002), aparte de algunos trozos de cerámica común ibérica sin demasiada personalidad, identificamos algunos fragmentos de vasos áticos de figuras negras que, esta vez sí, proporcionan cronologías bastante fiables. Vale la pena fijarse en los dos que reproducimos en la fig. 146: un pie de skyphos de variante bastante antigua, con la pared poco sinuosa y círculos concéntricos en la base, y un borde de copa tipo “Castulo”, que aparece en contextos normalmente anteriores al 400 aC,

El estrato principal, el que corresponde al primer nivel de relleno del silo (las tierras que se depositaron en primer lugar, UE 4003), contiene un conjunto mucho más numeroso y un repertorio algo más amplio, aunque no será fácil establecer de manera clara y contundente su cronología. No hay, desgraciadamente, ningún fragmento que pueda ser considerado un fósil director que, de manera incuestionable, 181

SAUS II

feche el conjunto. A pesar del volumen de material, con cinco ánforas ibéricas enteras y algunas ollas y urnas también completas, además de varios fragmentos dispersos, se trata de producciones demasiado genéricas, demasiado comunes y repetidas durante siglos, de manera que pueden abarcar un período cronológico amplio y poco definido. En general, no obstante, notamos que el material es algo diferente al de los otros silos. Da la impresión de que es un poco más moderno, sin rebasar el primer cuarto del siglo IV aC. El recipiente que, en principio, podría tener una cronología más fiable (el caccabé de la fig. 147), tampoco nos acaba de aclarar la cuestión, ya que los paralelos tipológicamente más próximos al nuestro se datan a partir del 350 aC; cronología demasiado baja en relación con el conjunto de Saus y su fecha de abandono. Esta vasija de cocina, de producción local o colonial pero inspirada en los modelos griegos más clásicos, adopta una forma que encontramos en Lattes en cerámica común griega en un contexto del 425-400 aC (Curé 2010, fig. 10), pero en el mismo yacimiento también aparece en el período 320-300 aC, en esta misma variante (Py et alii 2001, núm. 5.195). La vasija, antigua dentro del repertorio de las cerámicas de cocina helenas, se documenta en otras variantes en el Ágora de Atenas, ya desde mediados del siglo V y perdura durante todo el siglo IV aC (Sparkes/Talcott 1970, 373). En general, la mayor parte de paralelos parecen situar la forma o variante concreta que hemos encontrado en Saus hacia mediados o segunda mitad del siglo IV aC. Pero no debemos pasar por alto un ejemplar morfológicamente muy próximo, de paredes algo más gruesas, encontrado en el vertedero Ab38 de Mas Castellar de Pontós, que se fecha de manera general hacia el 400 aC, acompañado de un conjunto cerámico que reproduce, con más abundancia de fragmentos, el que encontramos en el silo 40 de Saus (Asensio/Pons 2009, fig. 13, 1). Por lo tanto, nada se opone en fechar el caccabé de Saus en un período comprendido aproximadamente entre el 425 y el 375 aC. Los demás materiales también se inscriben en este mismo contexto. Las ánforas ibéricas pertenecen al tipo genérico 2A-2D (a veces cuesta ver la diferencia), normalmente con asas de sección circular (fig. 149: 1 a 5), pero también con algún fragmento en tres cuartos de círculo, que tantas veces hemos visto en el yacimiento (fig. 149: 6). Ahora bien, las pastas y las formas son, en general, algo diferentes a las de los silos que hemos ido analizando hasta ahora. En general, las de las ánforas del silo 40 son más delgadas, normalmente bicolores o tipo sandwich y, aunque erosionadas y ligeramente harinosas en la superficie, son duras. Parecen proceder de una zona de producción diferente a la de la mayor parte de ánforas ibéricas de Saus. Creemos que pueden ser locales o de una zona muy próxima. Los labios no nos pueden dar ninguna otra información adicional. Son todos diferentes, independientemente de la forma del recipiente (fig. 146: 6 y 7; fig. 149). El ánfora púnica del tipo A-PE 13 o Ramón T.8.1.1 (mejor que la T.1.3.2.3, de la que deriva), también se inscribe en este 182

marco general que nos conduce de nuevo a comienzos del siglo cuarto. Es un tipo de ánfora que, en definitiva, ya hemos visto en Mas Castellar acompañando el caccabé del vertedero Ab38, fechado hacia el 400 aC (Asensio/Pons 2009, fig. 12). Como elementos de datación, estos serían los principales y nos situarían en un contexto del primer cuarto del siglo IV aC, y no creemos que puedan ir más allá. Complementariamente, la cerámica común ayuda a definir esta cronología y, de hecho, no vemos que haya cosas extrañas, anómalas o ajenas al período específico al que atribuimos la formación del estrato. La cerámica oxidada ibérica, a torno, escasa y muy fragmentada, se halla muy bien representada por la mitad inferior de una jarra de perfil sinuoso y el típico fondo umbilicado, reparada de antiguo, decorada con franjas de pintura roja mal conservada (fig. 146: 5). Las urnas de cerámica a mano, normalmente de colores negros o grises en la superficie, pero muchas veces con el interior de la fractura de color rojizo o marrón, son poco numerosas, pero aparecen tres ejemplares completos (fig. 147: 1 a 3). También son algo diferentes a las que hemos ido viendo en silos anteriores, pero sin apartarse de lo que es común a todas las producciones a mano de Saus II. No son, ni mucho menos, formas o cosas nuevas ni desconocidas, sino que tienen sus peculiaridades. La primera urna corresponde a un modelo ampliamente documentado en la zona, con el labio pequeño, de sección triangular, perfil alargado y poco esbelto (fig. 147: 1). Por dentro está totalmente rayada, con marcas hechas por la presión de los dedos en la parte de la boca, mientras que por fuera tiene una decoración que combina las impresiones en forma de pequeña almendra con cuatro pezones casi rectangulares. Es el prototipo de la forma CNT-EMP U3c1, con una cronología

U.E. 4001 Ánfora ibérica Común ibérica Cer. Ática Ibérica a mano Molinos Piedra pulida Malacológicos Fauna

U.E. 4002 Ánfora ibérica Gris monocroma Gris indeterminada Común ibérica Cer. Ática Ibérica a mano Ibérica pintada Piedra pulida Fauna

Total 27 39 1 10 1 1 1 5

Total 34 1 8 59 8 6 2 2 6

Formas 2 2

Formas 1

2 4

S/Forma 27 37 1 8

S/Forma 33 1 8 57 4 6 2

EL PERÍODO IBÉRICO













 













Fig. 146. Materiales de los primeros estratos del silo 40. 1 y 2: cerámica ática; 3 y 4: cerámica común a mano; 5: cerámica común ibérica oxidada, 6 y 7: ánfora ibérica; 8: plato de cerámica común ibérica gris, 9 y 10: utensilios de piedra.

Los demás fragmentos de cerámica común a mano no aportan nueva información. O bien son pedazos residuales pertenecientes a recipientes de las formas que hemos comentado (fig. 146: 4), o quizás mucho más antiguos, del hábitat neolítico, aunque no podemos estar del todo seguros (fig. 146: 3 ). En cualquier caso, viendo el conjunto más numeroso, homogéneo y más reciente, tanto del estrato inferior, UE 4003, como del superior, UE 4002, para el que disponemos de un magnífico paralelo en el vertedero situado ante la puerta de la fortificación de Mas Castellar (Pontós), consideramos que una cronología del primer cuarto del siglo IV aC está plenamente justificada.

genérica del 525-400 aC (Pons 1993, 267). La segunda, de dimensiones considerablemente mayores, es más panzuda y :tiene un perfil claramente en S, y el labio algo más corto y más biselado que los que hemos visto hasta ahora (fig. 147: 2). La decoración de la espalda, con impresiones practicadas sobre un cordón adherido, es la más habitual. Se trata de la versión grande de la urna clásica que encontramos en el yacimiento (fig. 171: 7). Por último, documentamos otra urna frecuente en Saus (fig. 147: 3 y fig. 171: 8), más esbelta, de acabado más fino y mejor pulida, con un perfil también característico, que correspondería a la forma genérica CNT-EMP U5e, del período 425-350 aC (Pons 1993, 269). 183

SAUS II

UE 4002 Fig. 146, 1: Base de skyphos de cerámica ática de barniz negro. Pie corto. Exterior de la base reservado y con dos círculos negros con un punto central. Pasta de color naranja beige, de buena calidad, como también lo es el barniz, de color negro, brillante y espeso. Perfil habitual en ejemplares antiguos, poco sinuoso, tipo Dicocer2 1745-1746, fechados en torno al 400375 aC (Py et alii 2001, 349), repertorio amplio y fechado en el Ágora de Atenas en el mismo período (Sparkes/Talcott 1970, núm. 349), en Lattes hacia el 400 aC (Chazalon 2010, 559), o en Mas Castellar, Pontós, en la misma época (Asensio/ Pons 2009, fig. 11).

Fig. 146, 8: Pequeño vaso o plato (también podría ser una tapadera), de cerámica ibérica oxidada, de una tonalidad que mezcla manchas de color gris con otras de tonalidad marrón. Pasta blanda, fina, bien depurada y con pequeñísimos puntos blancos. Producción local que quizá quiso imitar la gris monocroma.

Fig. 146, 2: Dos fragmentos de copa tipo “Castulo”, con inicio del asa. Algo erosionada en la superficie, pero de buena calidad. Forma omnipresente, sobre todo en contextos de la segunda mitad del siglo V aC, no parece que su producción se hubiera alargado hasta el siglo posterior. Repertorios abundantes, con variantes como la que presentamos, en Lattes (Py et alii 2001, 357-358, nº 1797 a 1805; Chazalon 2010, 552-555).

Fig. 146, 10: Utensilio de piedra. Quizás un afilador improvisado hecho con un guijarro de río de arenisca de color gris verdoso, grano muy fino y pulido. Toda la parte central de una cara se nota rebajada por roce o desgaste. En la otra cara las señales no son tan evidentes, pero también se hacen notar.

U.E. 4003 Ánfora ibérica Ánfora púnica Ánfora púnica ebusitana Común ibérica Cer. Ática

Total 485 5 27 97 2

Formas 15 6 6 2

S/Forma 470 5 21 91

UE 4003 Fig. 146, 3: Borde de vaso de cerámica a mano, con un asa tubular horizontal. Probablemente es un material residual perteneciente a la ocupación del neolítico medio. Fig. 146, 4: Borde de olla o urna de cerámica de cocina modelada a mano. Pasta de color negro, ahumada, de aspecto arenoso debido al desgrasante de cuarzo blanco o transparente, polvo de mica y con la superficie interna más pulida que la pared exterior. Es del mismo tipo o forma que la gran olla de la fig. 147, 2. Fig. 146, 5: Mitad inferior incompleta de una jarra de cerámica común ibérica oxidada, de perfil sinuoso y base umbilicada. Tiene orificios de una reparación antigua. Pasta de color naranja claro, no demasiado dura, erosionable y superficie harinosa al tacto; depurada y fina, con polvo de mica y pequeños poros. Tiene unos restos muy ténues de pintura roja, al menos en dos franjas horizontales. Pero la mayor parte no se ha conservado.

Fig. 146, 9: Utensilio de piedra roto longitudinalmente por la mitad. Plaqueta de caliza de color gris, muy fina, con el inicio de una perforación que no atraviesa la placa. Todas las caras, incluyendo las laterales, han sido rebajadas mediante su pulido.

Fig. 147, 1 y 148, 3: Urna de cerámica de cocina elaborada a mano, de perfil simple y poco sinuoso. Labio corto y de sección triangular. Pasta de color gris oscuro en la superficie y marrón oscuro en el interior de la fractura (cocción reductoraoxidante). Cuarzo de todo tipo y tamaños como desgrasante o impurezas, sin pulir en la superficie externa, mientras que la interna está rayada con una especie de peine o cepillo. Huellas más o menos bien marcadas siguiendo la parte interna del cuello o labio. Cuatro mamelones o asideros casi horizontales, combinados con una decoración impresa. Tipo CNT-EMP U3c1, fechada entre el 525 y el 400 aC (Pons 1993, 267). Fig. 147, 2 y 148, 2: Olla o urna (no tiene asas), entera, aunque aplastada por el peso de las ánforas y piedras al fondo del silo, sus paredes han quedado deformadas, lo cual dificulta su restauración. Perfil sinuoso en S, y el labio con un ligero bisel en la parte interna. Pasta de color gris/negro en la superficie y marrón oscuro en el interior. Porosa, con pequeños granos de cuarzo y polvo de mica. Arcillas locales. Pulida solo en la parte del cuello, pero no en el resto del cuerpo. Decorada con un cordón sobre el que se hicieron impresiones alargadas. Forma no demasiado abundante en Saus en esta variante, se puede asimilar a la urna 7 de la fig. 171 (mejor que la nº 9 de la misma figura), pero de tamaños considerablemente mayores. En Saus, perfectamente documentada en silos de la segunda mitad del siglo V aC.

Fig. 146. 6: Labio de ánfora ibérica. Pasta de color naranja o beige claro en el exterior y más oscuro en el interior de la sección, con puntos blancos y marrones.

Fig. 147, 3: Urna incompleta de cerámica de cocina elaborada a mano. Esbelta, fina, bien acabada, pulida en la superficie externa. Pasta de color rojo oscuro por dentro, rugosa, marrón y ahumada por fuera. Desgrasante o componente natural de cuarzo de diversos tamaños, mucha mica y pequeños puntos blancos. Forma típica y no desconocida en Saus, casi siempre manteniendo las mismas proporciones (fig. 171: 8), en niveles de la segunda mitad del siglo V aC.

Fig. 146, 7: Labio de ánfora ibérica. Pasta de color naranja oscuro, algo blanda, erosionada, con muchos puntos blancos y micro-vacuolas visibles en la fractura.

Fig. 147, 4 y 148, 1: Caccabé entero, seguramente producción local o regional imitando los originales griegos. Pasta de color rojo oscuro, algo rugosa o arenosa al tacto, con polvo de mica,

184

EL PERÍODO IBÉRICO















Fig. 147 .- Materiales del tercer estrato del silo 40. 1 a 3: cerámica común de cocina, a mano; 4: caccabé de tipo griego, de cerámica oxidada.

puntos blancos y granitos minúsculos de cuarzo. La forma, con variantes fechadas en el siglo quinto, la encontramos idéntica (incluso en la descripción de la pasta), en Lattes en un contexto del 320-300 aC (Py et alii 2001, 987, nº 5.195), también con un borde del tipo 2c-BD3 como esta, que suele ser usual entre mediados del siglo cuarto hasta el siglo II aC (Py et alii 2001, 983). En el Ágora de Atenas aparece en niveles del período 350-310 aC (Sparkes/Talcott, 1970, 373, nº 1956), pero más redonda y no tan esférica como la de Saus, que calca el modelo de Lattes. No obstante, en este último yacimiento aparecen ejemplares similares, no idénticos, en un contexto del 425-400 aC (Curé 2010, 506-507, fig. 10). En última instancia, en Mas Castellar, Pontós, lo encontramos en un nivel en torno al 400 aC (Asensio/Pons 2009, fig. 13, 1) y, si

bien podría considerarse una imitación o producción local, el hecho de que en ese momento adoptara una forma tan clásica de cerámica común griega significa que era bien conocida y se encontraba al alcance del común de la gente. Fig. 149, 1: Ánfora ibérica completa, pero aplastada en el fondo del silo. Tipo 2A/2D. Asa de sección circular. Pasta de color naranja, muy bien depurada y no demasiado dura en la superficie, que ha quedado erosionada y ligeramente harinosa al tacto. Desgrasante muy fino, casi invisible y con pequeños puntos blancos. Parece un producto local o de un área próxima. Fig. 149, 2: Ánfora ibérica casi entera. Tipo 2A/2D. Asa 185

SAUS II

Gailledrat, fechado aproximadamente entre el 425 y el 300 aC (Gailledrat 2004, 361-362). Fig. 149, 6: Mitad superior de un ánfora del tipo 2A/2D. Asa de sección en ¾ de círculo. Pasta de color naranja, más o menos blanda según las zonas, erosionada y de color beige en la superficie externa. Desgrasante o composición con puntos marrones, otros de color blanco y mica en polvo. A pesar de las diferentes texturas, colores y formas, las pastas de las seis ánforas del silo parecen idénticas en cuanto a composición y, por lo tanto, podrían proceder de un área de fabricación común, aunque no se podrá tener la seguridad mientras no se lleve a cabo un análisis en el laboratorio.

Fig. 148. Vasijas de cocina del silo 40. 1: caccabé de tipo griego, 2 y 3: cerámica común local a mano.

de sección circular. Pasta más o menos dura, erosionada y de aspecto polvoriento en la superficie, que tiene un tacto harinoso. Color naranja vivo por fuera y gris claro en la superficie interna; fina y depurada. Las paredes son muy delgadas en proporción a las dimensiones del recipiente, como suele ser bastante habitual en producciones locales más tardías. La espalda está rodeada de una franja aparentemente realizada con un peine, quizás señalando el punto de unión entre el cuerpo y la parte superior del contenedor. Fig. 149, 3: Ánfora ibérica muy incompleta. Tipo 2A/2D. Asa de sección circular. Solo conserva parte de un lateral del cuerpo y espalda. Pasta bicolor, gris amarronado por dentro y marrón vinoso en la superficie externa, muy acanalada. Fina, dura, depurada y con pequeños puntos blancos que parecen de cal. Probablemente es un producto local. Fig. 149, 4: Ánfora ibérica casi completa. Tipo 2A/2D. Pasta naranja beige (combina con gris, tipo sandwich), dura, pero erosionada y harinosa en la superficie; bien depurada, con desgrasante muy fino y casi invisible. Paredes exageradamente delgadas en la mitad inferior, pero duras y resistentes. El labio, algo diferente a los demás, recuerda el de un ánfora tipo 2A de Ullastret (Sanmartí/Bruguera 1998, fig. 11, 929). Asa de sección circular. Fig. 149, 5: Ánfora ibérica completa. Tipo 2D. Asa de sección circular. Labio engrosado y plano. Pasta de color naranja, con manchas grises en la superficie, dura, bien depurada, con la superficie erosionada. Salpicada de pequeños puntos blancos y polvo de mica. En la espalda tiene una doble franja aplicada a peine, muy ancha la de la parte superior (suele ser característico de muchas ánforas 2D), que aparece en productos del centro y sur de Cataluña, y quizá de Valencia (Sanmartí/Bruguera 1998, 191-192), con cronologías de la segunda mitad del siglo V y primera mitad, como mínimo, del siglo IV aC. El ejemplar de Saus parece corresponder al tipo IVa de la clasificación de 186

Fig. 149, 7: Mitad superior muy incompleta de una ánfora púnico-ebusitana tipo A-PE 13 o Ramón T.1.3.2.3 típica. Pasta de color naranja muy claro, tendiendo a rosado, con polvo de mica, puntos de cal (en todo caso, blancos), y algunos granos de color marrón. Sección del labio casi circular. La parte conservada del cuerpo muestra un acanalado profundo. La forma se fecha aproximadamente hacia el 450-400 aC (Ramón 1995, 172), y evolucionará hacia el tipo T.8.1.1, que cubrirá el período 400-300 aC.

SILO 41 Situado a 2 m. del borde noroeste del anterior, es poco profundo (150 cm. de ancho. máxima por 90 cm. de profundidad), estaba algo alterado desde antiguo, pero no parece que hubiera sido demasiado destruido. La parte superior de la boca quizás ha perdido unos 20-30 cm. con el paso del tiempo. Tenía un solo estrato en su interior, acabado en la parte superior en un montón de piedras irregulares (UE 4101), mientras que en la parte inferior la tierra era compacta, muy dura y prácticamente estéril (un fragmento de ánfora masaliota y algunos pedazos de cerámica ibérica sin forma), por lo que creemos que será difícil datar su momento final. Contenía un conjunto de material pobre y disperso, aunque presenta un amplio abanico tipológico, con algunas producciones características, sin que ninguna de ellas pueda ser lo suficientemente significativa a la hora de perfilar la cronología del único estrato que rellenaba el depósito. Se enmarcan, eso sí, en este ámbito algo desdibujado de los siglos V y IV aC, con algunos elementos que lo acercan más a mediados o segunda mitad del siglo quinto que a períodos más recientes. El abanico de cerámicas comunes ibéricas oxidadas, elaboradas a torno, es bastante extenso. Se trata, normalmente, de bordes de jarra con el labio en perfil casi de cuello de cisne (fig. 150: 2, 4 y 5), de fondos umbilicados, sin pie diferenciado (fig. 150: 6); la parte central de una urna o jarra de cuerpo globular y pie alto (fig. 150: 1), que hemos visto en otras ocasiones en el yacimiento y en el otro asentamiento de la Riera, y que suelen tener una cronología muy genérica en el siglo V aC. El mortero ibérico de pie robusto tampoco es extraño en estos contextos (fig. 150: 8). La otra categoría de cerámica común, la modelada a mano y cocida en fuego reductor o bien en oxidante-reductor, según

EL PERÍODO IBÉRICO







 









Fig. 149. Silo 40, estrato tercero. 1 a 6: ánforas ibéricas. 7: ánfora púnico-ebusitana.

187



SAUS II

los casos, sigue mostrando un repertorio de formas limitado y repetitivo, aunque esta vez se trata de fragmentos pequeños y mal conservados, sin que sea posible ver las formas completas (fig. 150: 10 a 14). Los labios suelen ser sencillos y acabados con un ligero engrosamiento que les proporciona una especie de rebaba, y la única decoración que encontramos consiste en el clásico cordón pegado a la altura de la espalda y decorado con impresiones o incisiones romboidales. Nada, en definitiva, que se aparte de lo que tantas veces hemos visto hasta ahora.

En conclusión, parece que todo ello nos conduce hacia una fecha de colmatación situada en un momento indeterminado de la segunda mitad del siglo V aC, sin llegar al 400, por poner una fecha de referencia. No olvidemos que los silos más tardíos, los de la última fase y que marcan el abandono del lugar, suelen contener una cantidad considerable de material y que los más magros suelen ser ligeramente anteriores, de hacia mediados del siglo quinto, aunque este no es ningún elemento concluyente para fechar el nº 41.

Los fragmentos que mejor nos pueden ayudar a esbozar una primera cronología más específica son, por un lado, un cuello y borde de ánfora masaliota (fig. 151: 1) y, por el otro, un borde de gris monocroma que quizás se fabricó en un taller local (fig. 150: 9). El resto de labios de ánfora, fragmentos de producciones ibéricas características, cronológicamente no aportan ninguna información (fig. 151: 2 a 4).

UE 4101 Fig. 150, 1: Base o parte central de una jarra de cuerpo globular y pie alto de cerámica ibérica oxidada modelada a torno. Pasta de color naranja oscuro, fina, dura, depurada, con pequeños puntos blancos y ligeramente porosa. Superficie erosionada. Comparar con la del silo 24 (fig. 109: 5).

El ánfora masaliota tiene el labio del tipo 3 o 3/5, no demasiado largo, con la parte externa muy redondeada, sin ángulos agudos ni biseles en la parte superior y dos escalones o molduras en la parte inferior en su unión con el cuello del contenedor. Es una forma característica que se ha detectado en Lattes entre el segundo y tercer cuarto del siglo V aC (Py et alii 2001, 143-144, núm. 634 o 636), así como en otros niveles del período 450-435 aC (Gailledrat 2010, fig. 13, 1 y fig. 14, 1), o en Pech Maho en niveles de la primera mitad del siglo V aC e incluso de la fase anterior (Gailledrat/Solier 2004, fig. 158, 160 y 270). En cuanto al fragmento de gris monocroma, no muestra las características de las producciones más típicas, y más bien parece un producto local. Esto supone que la forma tampoco sea demasiado clásica ni estándar, sino que la debemos considerar una variante de la GR-MONO 6. Tampoco podemos ver todos los detalles del acabado, ya que se trata de un fragmento con la superficie erosionada y, por lo tanto, no ha conservado la pátina más oscura que normalmente encontramos en otras piezas. Todo ello hace que sea más difícil fecharla. Por un lado, variantes similares de la forma 6, de todos los tamaños, las encontramos en Pech Maho en contextos antiguos, de la primera mitad del siglo V aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 208, 3). En Lattes, un ejemplar similar, pero no idéntico, se fecha entre el segundo y tercer cuarto del siglo V aC (Py et alii 2001, 1110, núm. 5722). U.E. 4101 Ánfora ibérica Ánfora masaliota Gris monocroma Común ibérica Ibérica pintada Ibérica a mano Mortero Piedra pulida Fauna

Total 43 2 4 140 2 49 1 3 46

Formas

7 1

Fig. 150, 3: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada, con una franja de pintura roja en el labio. Pasta de color naranja claro, dura, fina, depurada, con algunos puntos blancos muy pequeños; fractura recta. Fig. 150, 4: Labio de una jarra de cerámica oxidada ibérica, terminado casi en cuello de cisne poco desarrollado. Pasta de color amarillento, no demasiado dura, erosionada, bien depurada y sin impurezas que se vea a simple vista. Fig. 150, 5: Labio de jarra de cerámica común oxidada ibérica, con pintura roja en la parte superior del borde y al comienzo del cuello. Pasta de color naranja, depurada, con pequeños puntos blancos. Fractura irregular y erosionada. Fig. 150, 6: Base incompleta de jarra de cerámica ibérica oxidada, con pie poco marcado y seguramente convexo o umbilicado en la parte central. Pasta de color naranja, dura, depurada y con pequeños puntos blancos, como suele ser habitual en los productos de la región. Fig. 150, 7: Borde y asa de una jarra de cerámica ibérica oxidada (seguramente provista de dos asas), con la pasta de color naranja oscuro, dura, depurada, con pequeños puntos blancos que parecen de cal.

S/Forma

3 1 1 13

Fig. 150, 2: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada, seguramente de producción local, con un labio característico. Pasta de color naranja claro, dura, pero con la superficie erosionada; muchos puntos blancos, de cal o algo parecido. Superficie externa de color blanquecino, probablemente debido a restos de concreciones calcáreas y no a una decoración.

40 1 3 127 2 42

Fig. 150, 8: Base de un mortero ibérico de paredes robustas. Pasta de color gris claro, con desgrasante de cuarzo blanco y gris de diversos tamaños; casi sin mica. Superficie externa de color naranja oscuro. Fig. 150, 9: Borde de un recipiente en forma de urna de cerámica gris monocroma, seguramente local, atribuible a la forma genérica GR-MONO 6. En todo caso, no reproduce 188

EL PERÍODO IBÉRICO









 





 









 



Fig. 150. Silo 41. 1 a 7: cerámica ibérica oxidada; 8: mortero ibérico; 9: cerámica gris monocroma; 10 a 14: cerámica común a mano.

189

SAUS II





 











Fig. 151. Silo 41. 1: ánfora masaliota; 2 a 4: ánfora ibérica, 5 y 6: instrumentos líticos con señales de uso.

el modelo más clásico. Pasta de color gris claro, blanda, erosionada en la superficie, con puntos blancos y grises y muchos poros diminutos. Debido al desgaste de la superficie externa no se puede apreciar bien su acabado. Su aspecto recuerda más al de una cerámica ibérica oxidada que el de una gris monocroma. Una variante similar la encontramos en Pech Maho en el período 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 208, 3), y en Lattes en torno al 475-425 aC (Py et alii 2001, 1110), sin que se trate de piezas idénticas.

mano, con el labio ligeramente engrosado respecto al cuello. Pasta de color negro o casi, arenosa, con muchos granos de cuarzo blanco y polvo de mica esparcida por todas partes. Superficies muy pulidas.

Fig. 150, 10: Espalda de olla o urna de cerámica común ibérica a mano y en parte cocida sin presencia de oxígeno. Conserva parte del cordón decorado con incisiones alargadas. Pasta de color marrón claro, tosca en el acabado, rugosa, con un importante componente de cuarzo blanco de diversos tamaños.

Fig. 150, 14: Borde de urna de cerámica a mano, con las mismas características que la nº 12, pero de mayor tamaño. Pasta de color marrón oscuro o gris, aunque el interior de la fractura es marrón rojizo. Desgrasante de cuarzo blanco y poca mica.

Fig. 150, 11: Borde de jarra o cuenco con un asa, de cerámica a mano. Color oscuro, ahumada, arenosa al tacto, con mucho cuarzo blanco de pequeño tamaño y puntos blancos de cal. Casi sin láminas de mica. Fig. 150, 12: Borde de urna de cerámica indígena elaborada a 190

Fig. 150, 13: Fragmento de borde de cerámica indígena a mano, de color marrón o gris, con mucho cuarzo blanco y gris de pequeño tamaño y polvo de mica; dura y muy bien depurada, pulida sobretodo en la pared externa.

Fig. 151, 1: Cuello y borde de ánfora masaliota de pasta muy micácea. Color amarillento o beige claro, dura, depurada, con algunas vacuolas. Es una forma típica con el labio robusto de la variante bd3 (o quizás bd 3/5), con cronologías que abarcan prácticamente todo el siglo quinto, pero más específicamente el período 475-425 aC. Lo encontramos en esta época en Pech Maho (Gailledrat/Solier 2004, fig. 158, 160 y 270), Lattes

EL PERÍODO IBÉRICO

(Py et alii 2001, nº 634 o 636; Gailledrat 2010 fig. 13 y 14). Independientemente del período más o menos largo de uso y reutilización, su producción posiblemente no llegó a finales del siglo V aC. Fig. 151, 2: Borde de ánfora ibérica, probablemente arcaica, teniendo en cuenta la inclinación de la espalda. Pasta de color naranja o beige en las superficies y gris claro en el interior de la fractura. Bastante depurada, algo porosa y con algunos puntos blancos. Fig. 151, 3: Labio de ánfora, seguramente ibérica, aunque se vio afectado por el fuego y ha quedado de color gris, sin que se pueda apreciar bien la pasta, que es dura y en la que pueden observarse pequeños puntos blanquecinos.

Fig. 152. Silo, balsa o foso núm. 42, de aspecto y estructura elíptica poco habitual.

Fig. 151, 4: Labio de ánfora ibérica. Pasta de color naranja claro, depurada y con pequeños puntos blancos.

es el que rellena el fondo de la fosa. Está formado por tierras bastante blandas, compactas, homogéneas y con restos de los limos amarillos y blancos de la pared. Hay que recordar que los silos y la fosa se excavaron en una roca blanda que en realidad es una capa de limos prensados alternados, a veces, con capas de roca arenisca algo más dura.

Fig. 151, 5: Utensilio de piedra hecho con un núcleo de basalto de forma redondeada y aplanada, aunque con algunos bordes rotos, al igual que la parte inferior. En la superior se observa una superficie circular pulida por el uso y el desgaste. Fig. 151, 6: Utensilio de piedra elaborado con un guijarro de arenisca alargado, de sección elíptica, de grano fino y color gris oscuro. Hay señales de desgaste muy visibles en uno de los laterales. Probablemente se utilizó como afilador ocasional.

Aunque hemos separado los estratos por cuestiones metodológicas, los tres son contemporáneos, depositados sucesivamente de una sola vez, y con materiales idénticos que a veces casan entre ellos. Son producciones cerámicas muy características, ya conocidas en Saus, que pueden proporcionar dataciones bastante aproximadas, dado que algunas de ellas (gris monocroma, ánfora masaliota, cerámica de pasta clara), se mueven dentro de unos márgenes cronológicos bien acotados y bastante fiables.

SILO 42 Más que un silo, es como un depósito o una balsa elíptica más bien extraña. Mide casi tres metros de largo y 1,5 m. de ancho. Inicialmente podría pensarse que se trata de dos silos de épocas diferentes, la apertura de uno de los cuales podía haber destruido al más antiguo (un caso parecido a los nº 43 y 44). Pero no es así. Los estratos de su interior ocupan toda la superficie de la balsa, las paredes no tienen perfil de silo y los materiales son absolutamente homogéneos. Un primer análisis superficial del material arqueológico parece situar este depósito hacia comienzos o, en todo caso, la primera mitad del siglo V aC (algunas cerámicas a mano muy características de Saus II, gris monocroma, etc.).

Las producciones locales, aunque son más difíciles de fechar, también se inscriben en un contexto conocido y ampliamente documentado en Saus, con formas, variantes, acabados y decoraciones que hemos visto en más de una ocasión en el yacimiento y que se repiten constantemente en las comarcas del entorno. Ya hemos tenido ocasión de ver otros ejemplos al comentar los silos analizados en páginas precedentes, y volveremos a estudiar su tipología y decoración en un posterior capítulo específico (fig. 171). Vale la pena señalar la presencia de dos tipos de urna característicos, el primero en perfil en S muy alargada (fig. 153: 7, 9 y 12), otro con el cuello vertical o inclinado hacia el interior del recipiente, acabado en un labio de borde sencillo (fig. 153: 8 y 11). Indistintamente de la forma, suelen tener una decoración en la mitad superior del cuerpo, realizada con un cordón que lleva impresiones ovaladas. Una y otra forma se hallan presentes a lo largo de todo el siglo V aC, pero la primera ya la encontramos en el siglo anterior y perdurará durante centurias, ya que se trata de una forma sencilla. El segundo tipo de urna parece más específico del siglo quinto, con perduración como mínimo dentro de las primeras décadas del siglo IV aC.

La estratigrafía de su interior es bastante sencilla, y solo detectamos tres niveles, a parte de un montón de piedras concentrado en el extremo norte del primer estrato, pero que forman parte del mismo nivel 4201. Es un estrato de tierras no demasiado duras, con muchos fragmentos de barro quemado, que más bien parecen pertenecer a un suelo o a la base destruida de un hogar y no a adobes fragmentados (también los hay en el estrato inferior, pero son claramente diferentes). Se concentran, sobre todo, en la mitad norte de este primer estrato. El segundo nivel (UE 4202), está formado básicamente por piedras irregulares, de tamaño pequeño o mediano, de procedencia local (areniscas de Vilopriu), con pocos fragmentos de cerámica. El tercer nivel (UE 4203), relativamente llano,

La cerámica ibérica oxidada contiene el repertorio más clásico, con jarras de labio en cuello de cisne (fig. 153: 4), jarras de 191

SAUS II

cuerpo globular y una sola asa (fig. 153: 5), que en algunas ocasiones tienen la base umbilicada y sin pie diferenciado (fig. 154: 5). Poca información aportaría este conjunto solo, si no se completara con las producciones coloniales más características. Entre estas, la más numerosa es la gris monocroma, presente en todos los estratos del depósito. A veces era tan blanda (suponemos que debido a una cocción deficiente), que quedó desmenuzada en el momento de sacarla de la tierra. De una pieza completa solo se ha conservado un fragmento de borde (fig. 153: 2). El resto del vaso y su base, parecida a la nº 3 de la misma figura, quedó literalmente convertido en tierra desmenuzada al tocarla. Teniendo en cuenta lo poco que ha quedado del borde y el tipo de base, parece corresponder a la forma GR-MONO 6b. Es poco probable que, pese a lo que pueda sugerir el borde, se pueda asociar a cualquier variante de la forma 5. Además, identificamos algunos fragmentos sin forma que sin duda pertenecen a una urna de pie alto y cuerpo globular, forma GR-MONO 7c.

del siglo V aC. No dudaríamos en situar esta fecha entre el 475 y el 450, pero es arriesgado con tan pocos materiales. En todo caso, el conjunto es más reciente que el del silo 44, sin duda del primer cuarto del siglo quinto.

Tiene un interés especial el vaso que hemos podido reconstruir completo en la fig. 153: 1. Su forma general es una clara heredera, a menor tamaño, de urnas de cerámica a mano de la primera edad del hierro que deberíamos fechar en la segunda mitad del siglo VII aC. Nada que ver, por lo tanto, con este espécimen que se modeló con una arcilla de color gris que recuerda mucho las producciones locales que más adelante constituirán la gris de la costa catalana. De momento, sin embargo, es una producción colonial que tipológicamente deberíamos asociar a la forma GR-MONO 6b, pero con la base gruesa, robusta, sin pie diferenciado como el que se puede ver en la fig. 153: 3, que debe pertenecer a un vaso de la misma forma o muy similar. De manera muy genérica, la forma estándar se fecha entre el 575 y el 400 aC, cronología que de poco nos sirve si queremos concretar más. Vale la pena, no obstante, recordar un ejemplar de Pech Maho, de mayores dimensiones, que procede de niveles de la fase Ib, 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 208, 3). Insistimos, sin embargo, que se trata de una variante morfológicamente próxima, pero no idéntica.

UE 4201 Fig. 153, 1: Vaso de cerámica gris monocroma, probablemente de producción local, ya que la pasta tiene las características que años después serán comunes en la gris de la costa catalana. Color gris claro, dura, erosionada en la superficie, depurada, con algunos pequeños puntos blancos. Variante de la GRMONO 6b, con paralelos próximos en Pech Maho, fase Ib, 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 208, 3).

Por otra parte, una base de copa de pasta clara masaliota, imitación de la copa jonia B2 (fig. 154: 1), corresponde a una variante antigua dentro de los repertorios conocidos. Este tipo de base sencilla, recta, sin molduras ni pliegues, se ha situado en el período 525-475 aC en Lattes (Py et alii 2001, 686, nº 3597). No necesitamos ir tan lejos. En Mas Gusó (Bellcaire d’Empordà), es el único tipo de base que encontramos en las cerámicas de pasta clara, siempre en contextos claros de la segunda mitad o finales del siglo VI hasta mediados del siglo IV aC. En Saus lo hemos encontrado en el silo 21 (fig. 92), entre el primer y el segundo cuarto del siglo V aC (supra). Por último, el borde de ánfora masaliota de pasta micácea (fig. 154: 2), labio tipo bd3, pertenece al período 475-425 aC, como habíamos comentado al describir los materiales del silo 41. En definitiva, este conjunto de materiales, que se suman a las producciones locales de cronologías más ambiguas, parece conducirnos hacia un momento impreciso de la primera mitad 192

U.E. 4201 Ánfora ibérica Gris monocroma Gris costa catalana Común ibérica Ibérica pintada Ibérica a mano Molinos Adobes Malacológicos Fauna

Total 81 158 12 82 2 53 2 10 3 26

Formas 8 4 4 7

S/Forma 81 150 8 78 2 46

Fig. 153, 2: Vaso o copa de cerámica gris monocroma. Quedó desmenuzado en la cata a causa de una mala cocción. La parte inferior es dudosa en cuanto a ubicación en la pieza y orientación. Pasta muy erosionada, mal cocida, de color gris claro por fuera y marrón en el interior de la sección. Probablemente pertenece a una urna tipo GR-MONO 6b, aunque a partir del fragmento que hemos podido conservar podríamos pensar en una GR-MONO 5f, como un ejemplar de Lattes del último cuarto del siglo V aC (Py et alii 2001, 1108). Fig. 153, 3: Base sencilla de cerámica gris monocroma, que lo mismo podría pertenecer a un plato típico (tipo à marli), como a un vaso de mayor tamaño, tipo GR-MONO 6, por ejemplo. Pasta de bajísima calidad o quizás mal cocida, blanda, erosionada y con pequeños puntos blancos y algunos de color negro. Fig. 153, 4: Borde de una jarra de cerámica común ibérica oxidada de grandes dimensiones, robusta y de paredes gruesas. Pasta de color naranja, erosionada en la superficie, depurada, con pequeños puntos blancos y restos de mica en polvo. Fig. 153, 5: Cuello y asa de cerámica ibérica oxidada. Seguramente se trata de una jarra monoansada de cuello alto, similar a la que apareció completa en el silo 5. Pasta de color naranja claro, fina, depurada, con mucha mica en polvo y puntos blancos. Fractura recta; superficie erosionada. Fig. 153, 6: Borde de cerámica común a mano. Cocida en

EL PERÍODO IBÉRICO





0

5 c.







 









Fig. 153. Silo-fosa 42, estrato 1. 1 a 3: gris monocroma, 4 y 5: cerámica común ibérica oxidada, 6 a 12: cerámica común ibérica a mano.

193

SAUS II



  







5















Fig. 154. Segundo y tercer estrato del silo 42. 1: cerámica de pasta clara masaliota; 2: ánfora masaliota, 3 a 5, 10 y 11: cerámica común ibérica oxidada, 6, 7 y 9: cerámica común a mano; 8: utensilio de piedra, 12: ánfora ibérica.

194

EL PERÍODO IBÉRICO

fuego casi oxidante, con la pasta de color marrón muy claro, con mica dorada y blanca, pequeños granos de cuarzo, pulida y bien depurada.

U.E. 4203 Ánfora ibérica Ánfora masaliota Gris monocroma Común ibérica Ibérica a mano

Fig. 153, 7: Borde de cerámica común modelada a mano. Color marrón oscuro, muy arenosa, con pequeños granos de cuarzo blanco. Superficie irregular y poco pulida. En la espalda tiene una decoración hecha con cordón adherido, sobre el cual se practicaron incisiones alargadas y oblicuas.

Fig. 153, 9: Mitad superior de urna de cerámica a mano de perfil en S. Labio sencillo acabado en bastoncillo. Superficie negra e interior de la sección de color rojo oscuro. Desgrasante de mica de color dorado o bronce, con cuarzo blanco y gris de diversos tamaños. Bastante tosca y rugosa al tacto y con un acabado deficiente, pero bastante pulida en el labio.

16 1 2 11 29 10 1 1 2 6

Fig. 154, 5: Base de jarra de cerámica común ibérica oxidada, con el fondo umbilicado. Pasta de color beige oscuro, bastante bien depurada, algo porosa y erosionada en la superficie. Fig. 154, 6: Espalda de urna de cerámica común elaborada a mano y decorada con un cordón con impresiones romboidales. Pasta de color marrón oscuro por dentro y gris, casi negro, en la superficie externa. Muy arenosa. Fig. 154, 7: Fragmento de espalda de urna de cerámica común a mano, reducida, con las mismas características que la anterior y también decorada.

S/Forma 16

1 2 1 6

5 1

17 2 1 11 3

Fig. 154, 4: Borde de cerámica común ibérica cocida en fuego reductor. Color gris claro, con la pasta fina y bien depurada, como en las producciones locales.

Fig. 153, 12: Fragmentos de la parte superior de una urna esbelta, de perfil en S y decorada con un cordón adherido en la espalda, sobre la que se practicaron incisiones oblicuas. Pasta de color marrón oscuro en el interior del corte y casi negro en la superficie. Muy arenosa, con cuarzo blanco y ligeramente micácea. En general, superficie rugosa y porosa.

Ánfora Ibérica Ánfora Masaliota Gris Monocroma Pasta clara Masaliota Común Ibérica Ibérica a mano Molinos Piedra pulida Adobe Fauna

S/Forma 1

Fig. 154, 3: Borde de jarra de cerámica ibérica oxidada. Pasta de color naranja oscuro, con pequeños puntos blancos y negros, algo erosionada. Quizás tenía una franja de pintura en el labio.

Fig. 153, 11: Espalda y cuello de una urna de paredes robustas y cuello casi vertical o inclinado hacia el interior del vaso; forma bastante habitual en Saus. Pasta de color marrón oscuro y gris ahumado oscuro en algunas partes. Contiene mucha mica en polvo, cuarzo blanco y gris de diversos tamaños. Superficie más o menos pulida, pero bastante irregular.

Formas

Formas

Fig. 154, 2: Labio de ánfora masaliota, tipo bd3. Pasta de color beige oscuro o rojizo con manchas grises. La parte interna es más gris. Mucha mica de pequeño tamaño, característica del lugar de producción. En general se fecha en el período 475425 aC (Py et alii 2001, 143-144), y se documenta a menudo en niveles del tercer cuarto del mismo siglo (Gailledrat 2010. 467-468).

Fig. 153, 10: Fragmento de panza o espalda de urna de cerámica a mano, decorada con un cordón impreso. Pasta de color marrón oscuro en el interior, negro en el exterior. Desgrasante de cuarzo y polvo de mica. Debido a la humedad y una cocción deficiente, quedó casi deshecha, desmenuzada in situ, por lo que sólo se pudo extraer en un solo pan de tierra que se quebró posteriormente.

Total

18 2 1 16 4

UE 4202 Fig. 154, 1: Pie de copa tipo B2 de cerámica de pasta clara masaliota. Una variante antigua que hemos documentado en Mas Gusó a finales del siglo VI aC (Casas/Soler, 2004; Casas/de Hoz 2011), o en Lattes en el período 525-475 aC (Py et alii 2001, 686). Pasta de color amarillento, no muy dura, bien depurada, muy erosionada y con restos de barniz de color marrón oscuro, casi todo desprendido.

Fig. 153, 8: Borde de urna de cerámica a mano, de pared casi vertical y robusta. Pasta de color marrón oscuro, casi negro, arenosa, con cuarzo blanco, polvo de mica, pulida en todas sus superficies.

U.E. 4202

Total

Fig. 154, 8: Piedra de afilar. Arenisca de tonalidades moradas y grises, de grano muy fino, con una superficie plana a causa de un rebaje expreso y posterior pulido y desgaste por el uso. Parece un raspador, un pulidor o una simple piedra de afilar.

10 23 10

UE 4203 Fig. 154, 9: Base de urna de cerámica de cocina modelada a mano. Pasta de color rojo en su interior y gris en la superficie. Componente de cuarzo y granitos de color blanco, con mica. Fig. 154, 10: Borde de jarra de cerámica común ibérica 195

SAUS II

oxidada. Pasta ligeramente harinosa al tacto, blanda, de color beige-naranja claro, fina, depurada y con pequeños puntos blancos. Fig. 154, 11: Base de jarra de cerámica común ibérica, con el fondo umbilicado, de color gris, fina, con polvo de mica y, en todo caso, bien depurada. Fig. 154, 12: Borde de ánfora ibérica. Pasta de color naranja claro, porosa, no demasiado dura y con pequeños puntos blancos.

SILO 43 Por el contenido, es el más moderno de todo el conjunto de Saus y no parece que tenga ninguna relación con el resto, dado que el material de su relleno, absolutamente homogéneo, permite fecharlo en la primera mitad/mediados del siglo III aC, cuando el resto hacía 100 años o más que se habían abandonado. Su situación pone de manifiesto que, independientemente del momento de obliteración, se abrió cuando los otros silos más antiguos estaban fuera de uso y totalmente colmatados. No se conservaba memoria de ellos. Queda muy claro viendo que para abrirlo en el subsuelo se recortó parte del silo 44, que corresponde a la primera fase de ocupación del yacimiento (el material de su interior permite fecharlo hacia la transición entre los siglos VI y V aC ). También es uno de los mayores del yacimiento, con unas dimensiones máximas de 220 cm. de ancho en la parte central y 130 cm. de profundidad conservada (fig. 144 y 155). Aunque estaba ocupado por dos estratos (UE 4301 y 4302), de composición absolutamente diferente en cuanto a color y textura de sus tierras, son contemporáneos. El primero, el de más arriba, está formado casi exclusivamente por piedras de diversos tamaños y procedencias (calizas del entorno, areniscas de Vilopriu, cuarcitas y cantos rodados de las terrazas del Fluvià, etc.), pero que con toda seguridad proceden de alguna construcción cercana, amortizada y con los restos vertidos en el silo para no estorbar. En medio, tierras relativamente compactas, muy duras en la parte central, y una cantidad de cerámica notable, entre la que cabe señalar la presencia de una parte considerable de un ánfora greco-itálica antigua y otro ejemplar púnico de la forma Mañà C1b, así como un repertorio extenso de grises de la costa catalana, cerámica ibérica a torno, oxidada y bicolor, a veces con decoración de pintura blanca, etc. El estrato inferior, que ocupa casi la mitad de la profundidad del silo, estaba formado básicamente por tierras compactas y a veces muy duras, sobre todo en el centro y en la parte norte, sin que se observara ninguna diferencia en su composición. Prácticamente no había ninguna piedra y, en sección, adoptaba la forma de pequeña colina más elevada en la parte central, que vemos habitualmente en los silos colmatados de manera rápida. El material arqueológico de este nivel es idéntico al del estrato 4301 y es posible que algunos vasos tengan los fragmentos repartidos entre ambos estratos. Por lo tanto, se pueden estudiar conjuntamente. 196

Fig. 155. En primer término, el silo 43 y, al fondo, el 44, unidos por el boquete abierto en la parte inferior.

La primera información solvente para conocer la cronología del relleno, nos la proporcionan las dos ánforas —y otros fragmentos dispersos que no casan con estos ejemplares casi enteros—, las cuales constituyen objetos hasta cierto punto excepcionales en nuestro país, sobre todo el ánfora grecoitálica antigua, no demasiado habitual en esta variante (fig. 156: 1), documentada en el entorno de Ullastret, tanto en la fase I como la II del Camp d’en Gou-Gorg d’en Batlle y, por lo tanto, en contextos del último cuarto del siglo IV hasta finales del siglo III aC (Martín et alii 2008, fig. 7, 24 y fig. 11, 6-9). Corresponde seguramente al tipo LWA con un borde triangular bd2 casi horizontal, con base recta o ligeramente moldurada. Un fragmento de pie, que no casa con el resto del ánfora, es hueco, no macizo, como suele suceder en estos especimenes arcaicos. Porque, en definitiva, el ánfora se fecha entre el 300 y el 250 aC, con antecedentes en el último cuarto del siglo IV aC (Py et alii 2001, 46, 47 y 51; Asensio 1996, 57-63). Aunque poco frecuente, ya hemos señalado su presencia en Ullastret y también la encontramos en Empúries, procedente de las excavaciones antiguas (Nolla 1974, fig. 1, 3 y fig. 17, 12), que deberíamos situar en la primera mitad del siglo III aC, y no más allá. Los otros ejemplares del Puig de Sant Andreu, de Ullastret, seguramente son algo más tardíos que el

EL PERÍODO IBÉRICO

220-200 aC (Burch/Sagrera 2009, 25-32). No olvidemos, sin embargo, que las características morfológicas de los bicónicos de Saus son las que corresponden a ejemplares más antiguos, que se asocian al mismo tipo de escudilla A-Ia y A-Ib, que encontramos tanto en el silo 43 de Saus como en Sant Julià de Ramis, en este último yacimiento en un contexto del 325-240 aC (Burch/Sagrera 2009, 207-208).

de Gou-Batlle, quizás de mediados o segunda mitad del siglo III aC (Nolla/Nieto 1989, fig. 1 y 2), y también son de módulo pequeño (en torno a los 60 cm. de altura), labio triangular muy abierto y cuello corto. La segunda ánfora, prácticamente completa, es púnica y pertenece a la forma A-PUN C1a o Ramón T.7.1.2.1., originada hacia mediados del siglo cuarto y producida hasta el primer cuarto del siglo III aC o poco después (Ramón 1995, 205), presente en Lattes en niveles del 250/225 aC (Py et alii 2001, 244). En esta ocasión se trata de un ejemplar fabricado con la arcilla típica de la zona de Cartago (fig. 156: 2). En Empúries, el ánfora de la inhumación Martí 106, que el autor del estudio considera derivada de las ánforas griegas, se fecha en la primera mitad del siglo IV aC (Almagro 1953, 42 y 98), cronología que probablemente habría que rebajar.

La cerámica común ibérica, con vasijas que quizás proceden de los mismos talleres que las grises de la costa catalana (no olvidemos que también hay algún bicónico oxidado), se halla presente con centenares de fragmentos, aunque nos da la impresión de que pertenecen a pocos recipientes muy fragmentados. Una característica habitual y común es la pasta bicolor, normalmente con la superficie externa de color gris oscuro y con una sencilla decoración de franjas de pintura blanca de mala calidad y poco adherente (de hecho, se desprendía fácilmente y no se conservó en demasiados ejemplares). Las formas de las jarras son bastante comunes y muy abundantes en todas estas comarcas (fig. 158: 4), con paralelos en Sant Julià de Ramis en contextos del segundo cuarto del siglo III aC (Burch/Sagrera 2009, 95-98 y fig. 162), esta vez sin pintura, pero asociada con platos AI y bicónicos DI, como en Saus. Es poco habitual, pero no desconocido, el vaso con asa sobrealzada, similar a los recipientes de pasta clara, que en esta ocasión se elaboró con una arcilla local que tiene el mismo aspecto que las cerámicas de la costa catalana en la versión oxidada (fig. 158: 1).

La cerámica ibérica, con una nutrida representación de grises de la costa catalana, es un elemento que complementa y ayuda a definir la cronología del estrato. Básicamente encontramos dos formas: la escudilla de borde muy reentrante (fig. 157: 1 y 2), y el vaso bicónico típico, pero de variante antigua (fig. 156: 3 a 7 y fig. 157: 3 a 10). Son, en todos los casos, variantes antiguas de las respectivas formas, elaboradas con arcillas muy finas y bien depuradas, sin desgrasante que se vea a simple vista, como máximo, mica en polvo. Las pastas han adoptado, una vez cocidas, un color que va del gris medio al más oscuro, casi negro. En el caso de los bicónicos (forma DI), son poco esbeltos, casi tan anchos como altos, con cuellos lisos, sin las molduras que empezaremos a ver a partir de mediados o segunda mitad del siglo III aC y, en cambio, con una sencilla y esporádica decoración de pezones en la carena o parte más ancha del cuerpo (fig. 157: 5). Las asas son delgadas, como una cinta, con una sección característica de las variantes más antiguas (fig. 157: 3). Las bases, finalmente, son cóncavas, umbilicadas de manera exagerada, a veces con un botón central bastante grueso (fig. 156: 6 y fig. 157: 7 y 8). Es el mismo tipo que apareció en la inhumación 724 del parking de Empúries, con un ánfora ibérica (Sanmartí/Nolla/Aquilué 1983-84, fig. 24) y, en Lattes, en un contexto estratigráfico del 300-250 aC (Py et alii 2001, 1040).

Por último debemos referirnos a los pocos fragmentos de cerámica de barniz negro (aparte de un fragmento residual de ática de figuras rojas), que podrían ayudar a definir la cronología mejor que cualquier otra producción. El primero, mal conservado y muy erosionado, pertenece a un plato de la forma Lamb. 23; el típico plato de pescado, con antecedentes en el siglo IV aC y que será característico del siglo III aC (fig. 157: 16). Solo se ha conservado parte del borde y, por lo tanto, será difícil determinar a qué variante exacta pertenece. Parece, en principio, que el labio colgando de sección triangular poco curvada lo aproxima a la pre-campaniense y campaniense A de las especies 1121c, h o g de la clasificación de Morel, con una cronología de entre finales del siglo IV hasta prácticamente todo el siglo III aC (Morel 1981, 84-85). No podemos proponer una fecha más acotada.

Completaremos este repertorio con dos piezas que no se repiten, pero que suelen encontrarse habitualmente en el conjunto de grises de la costa catalana: el pequeño cuenco de paredes gruesas, hasta cierto punto atípico o poco habitual (fig. 157: 11), y el vasito con dos asas, de juguete, que imita los bicónicos de mayor tamaño (fig. 157: 12).

El otro ejemplar, con un borde y dos fragmentos que no casan, aunque son de la misma pieza, es un plato o escudilla de cerámica de barniz negro de la forma Lamb. 27 (Morel 2984b), que por sus características pertenece al taller de las pequeñas estampillas, el cual cubrió las necesidades de los mercados durante un período comprendido aproximadamente entre el 300 y el 250 aC (Sanmartí 1973, 166-168; Sanmartí 1978, 21).

Estos materiales se documentan en el campo de silos del Bosc del Congost, en Sant Julià de Ramis, en silos fechados entre los siglos IV y III aC, evolucionando a partir de mediados del siglo tercero (Burch/Sagrera 2009, 214-216, con una relación de paralelos). El mismo repertorio que encontramos en el silo 43 de Saus se repite en el silo 3 de Sant Julià de Ramis, incluyendo algunas cerámicas comunes ibéricas que comentaremos más adelante, y sobre todo los bicónicas de cerámica gris. El silo 3 de San Julià se fecha en torno al

Finalmente, un somero vistazo al resto de material cerámico nos indica que no aporta demasiadas informaciones en el aspecto cronológico. Vemos que la cerámica de cocina elaborada a mano presenta modelos muy diferentes a los que 197

SAUS II

nos tenían acostumbrados los silos de los siglos V y IV aC. Son formas nuevas, algo extrañas, mal hechas, elaboradas con poco esmero, irregulares en los acabados, con paredes de grosores poco homogéneos y labios más bien ondulados (fig. 158: 7 a 9, fig. 159: 2). Por último, los pocos fragmentos de ánfora ibérica, con dos bordes, tienen un carácter casi testimonial (fig. 158: 2 y 3).

superficie externa, una capa de engobe amarillento. El interior de la sección tiene grandes vacuolas o burbujas, de hasta 2 y 3 cm. de largo y casi 1 cm. de ancho, que sobresalen en la superficie de la pared en forma de bultos. Un ejemplar idéntico en la inhumación Martí 106 de Empúries, en la que se atribuyó una cronología de la primera mitad del siglo IV aC (Almagro 1953, 42 y 98).

Retomando el hilo de lo que señalábamos al principio, teniendo en cuenta el material más significativo —y numeroso— y sin olvidar los fragmentos de cerámica de barniz negro que comentábamos hace poco, consideramos que debemos fechar el relleno del silo claramente dentro de la primera mitad del siglo III aC. Nos gustaría proponer una fecha más acotada, que quizás giraría en torno al primer tercio del siglo, y no posterior, si no hemos errado en la cronología de las ánforas púnica y greco-itálica. Esta cronología también es compatible con la de los vasos de gris y oxidada de la costa catalana —por supuesto, con la cerámica común ibérica— y con la cerámica de barniz negro, a pesar de las dificultades en su clasificación.

Fig. 156, 3: Borde de bicónico de gris de la costa catalana. Pasta de color gris oscuro, muy brillante en la superficie, de buena calidad, fina, depurada, sin intrusiones.

U.E. 4301 Ánfora ibérica Ánfora púnica Ánfora greco-itálica Ánfora indeterm. Común ibérica Cer. Ática Ibérica a mano Gris costa catalana Mortero Hierro Fauna

Total 6 39 1 1 235 2 42 31 1 1 35

Formas 4

8 1 5 10 1

Fig. 156, 4: Borde de vaso bicónico de cerámica gris de la costa catalana. Muy delgado, duro y fabricado con una arcilla depuradísima, sin ningún tipo de intrusión. Color gris claro. Fig. 156, 5: Carena y cuello de cerámica gris de la costa catalana. Pasta de color gris oscuro, casi negro, dura, muy bien depurada, de primera calidad, de grano muy fino y mica en polvo en su composición (o como desgrasante). Fig. 156, 6: Base de bicónico de gris de la costa catalana, con fondo cóncavo. Interior con acanalados de torneado. Pasta de color gris oscuro, de primera calidad, fina, depurada, erosionada o “picada” por fuera. Como las tres anteriores, pertenece a la forma DI, con cronologías bien contrastadas dentro de la primera mitad del siglo III, pero con antecedentes también documentados como mínimo desde mediados del siglo IV aC, como los procedentes de los silos del Olivet de Pujol (Casas 1989, 43).

S/Forma 6 35 1 1 227 1 37 21

Fig. 156, 7: Borde de vaso bicónico o jarrita de cerámica común ibérica oxidada. En realidad, es bicolor, con manchas de color rojo vino. Pasta muy fina, de buena calidad, bien depurada, sin impurezas, además de polvo de mica que seguramente es un componente más de la arcilla.

UE 4301 Fig. 156, 1: Ánfora greco-itálica incompleta. Pasta de color naranja oscuro, dura, depurada, de una tonalidad gris clara en el interior de la sección; desgrasante o componente de puntos blancos, marrones, poca mica en polvo y ligeramente porosa. Parece un producto sur-itálico o quizá de Sicilia. Un fragmento de base de tipo tubular o de pie hueco probablemente pertenece al mismo recipiente. Forma A-GR-ITA LWA con borde de tipo bd2, ligeramente moldurada por abajo. Aparece en contextos del 325-275 y 300-200 aC en Lattes (Py et alii 2001, 46, 47 y 51). Documentada en Empúries en la primera mitad del siglo III aC (Nolla 1974, fig. 1, 3 y fig. 17, 12), en Ullastret en variante más tardía, de la segunda mitad del siglo III aC (Nolla/Nieto 1989, fig. 2), etc. Fig. 156, 2: Ánfora púnica casi completa (pero rota en numerosos fragmentos), perteneciente a la forma C1a (350250 aC), o Ramón T.7.1.2.1 (375/350 a 300/275 aC), que seguramente dará paso a la forma T.6.1.2 hacia el último cuarto del siglo tercero. Pasta de tipo africano, zona de Cartago, de color naranja-rosada, depurada, dura, con puntos negros y pequeños nódulos blancos, seguramente de cal. En la 198

Fig. 156, 8: Caño o rebosadero de cerámica ibérica común. Pasta oxidada, de color naranja o beige, depurada, fina, con pequeños puntos blancos y una pizca de mica. Recuerda a un vaso de la forma G-IV de la cerámica gris de la costa catalana, que se data aproximadamente entre el 230 y el 210 aC. Desconocemos la forma completa a la que pertenece este caño de Saus. Fig. 156, 9: Borde de mortero masaliota. Pasta con mucha mica de tamaño grande, blanquecina. Pasta de color beige claro o amarillenta, con algunos puntos negros y forma erosionada en la superficie. Se trata de un fragmento residual. Fig. 156, 10: Fragmento de tapadera de cerámica de cocina hecha a mano. Es algo irregular, con acabados poco pulidos; pasta muy arenosa, con cuarzo de color blanco y puntos de mica. Fig. 156, 11: Borde de olla o urna de cerámica a mano. Poco pulida, tosca, aunque el grano de la arcilla es de pequeño diámetro. Color entre marrón y gris oscuro. Superficie rugosa

EL PERÍODO IBÉRICO

 



1





3

2

4 5

6 8

7

9

10

12

11

13

Fig. 156. Primer estrato del silo 43. 1: ánfora greco-itálica, 2: ánfora púnica centro-mediterránea, 3 a 7: cerámica de la costa catalana oxidada y reducida; 8: cerámica ibérica oxidada; 9: mortero masaliota, 10 y 11: cerámica común a mano, 12 : ática de figuras rojas, 13: hoja de cuchillo de hierro.

199

SAUS II







 



 























Fig. 157. Segundo estrato del silo 43. 1 a 12: cerámica de la costa catalana, gris y oxidada; 13: cerámica común ibérica oxidada; 14: fusayola; 15: recipiente o pieza de bronce, 16 y 17: cerámica de barniz negro.

200

EL PERÍODO IBÉRICO

Fig. 157, 5: Fragmento de carena y cuerpo de un bicónico de gris de la costa catalana. Pasta de color gris claro, de buena calidad, bien depurada, ligeramente porosa, fina y sin impurezas. En la espalda tiene una decoración de mamelones en relieve; motivo relativamente habitual en estas producciones antiguas (forma D-I), que también se documenta en Sant Julià de Ramis (Burch/Sagrera 2009, 215).

al tacto debido a un acabado algo descuidado. Fig. 156, 12: Borde de cerámica de figuras rojas, con un motivo indeterminado. Fig. 156, 13: Hoja de cuchillo de hierro, con la hoja curvada, pero delgada y con un corte fino y afilado, según se puede adivinar bajo la capa de herrumbre. Ha perdido la púa del mango. U.E. 4302 Ánfora ibérica Ánfora púnica Ánfora greco-itálica Ánfora indeterm. Gris costa catalana Común ibérica Ibérica pintada Ibérica a mano Ática Barnís negro ital. Fusayola Pondus Piedra pulida Hierro Bronce Adobe Fauna

Total 278 85 47 2 210 867 54 533 1 10 1 1 1 1 1 20 296

Formas 14 1 4 40 42 3 68 1 6

Fig. 157, 6: Borde de vaso bicónico de cerámica gris de la costa catalana, forma D-I. Pasta fina y bien depurada, de buena calidad, de color gris y con algunas manchas más bien marrones.

S/Forma 264 84 43 2 170 170 51 465

Fig. 157, 7: Base de bicónico de gris de la costa catalana, forma D-I antigua. Fondo cóncavo y con un botón central. Pasta muy bien depurada, fina, con algunos pequeños puntos blancos y con finas franjas externas de torneado. Fig. 157, 8: Base de bicónico de gris de la costa catalana, ligeramente cóncava y con la superficie de reposo del pie muy delgada. Pasta bien depurada, con finas líneas de torneado, algo porosa y con un fino polvo de mica.

4

Fig. 157, 9: Borde de bicónico de gris de la costa catalana, forma D-I. Color muy oscuro, casi negro. Pasta de primera calidad, muy fina, paredes delgadas y con un ligero tintineo metálico; muy depurada y con algunos pequeños puntos blancos. Fig. 157, 10: Borde de bicónico de cerámica oxidada de la costa catalana, siguiendo el modelo de la gris, de paredes muy delgadas. Forma D-I. Pasta de color naranja, fina, bien depurada, de excelente calidad. No se ve ningún tipo de desgrasante.

UE 4302 Fig. 157, 1: Plato de cerámica de la costa catalana, en este caso, oxidada. Forma A-Ia. Pasta de color naranja claro, dura, fina, depurada, pero erosionada, algo harinosa en la superficie y ligeramente porosa. Se fecha, en el Bosc del Congost, Sant Julià de Ramis, en el período 325-240 aC (Burch/Sagrera 2009, 207-208).

Fig. 157, 11: Pequeño vaso de cerámica gris de la costa catalana, más bien atípico, pero no desconocido en cuanto a la forma. Paredes gruesas y robustas, de acabados algo descuidados, sin llegar a ser como las más toscas hechas a mano. Color gris más o menos claro, pulida y algo brillante por fuera.

Fig. 157, 2: Plato o cuenco de cerámica gris de la costa catalana. Las características recuerdan las producciones asociadas al taller de Rosas: pasta de color rojo/marrón en el interior de la sección y gris muy oscuro, casi negro, en las superficies. No es demasiado dura y se erosiona fácilmente. En general, fina, bien depurada y con presencia de mica en polvo.

Fig. 157, 12: Pequeño vaso de juguete de cerámica gris de la costa catalana. Una forma que se repite con cierta frecuencia entre los siglos III y I aC. Forma J (Burch/Sagrera 2009, 227). Pasta de color gris oscuro en la superficie externa y más claro en el interior. Bien depurada, fina y de fractura recta. Sin impurezas, pero ligeramente micácea.

Fig. 157, 3: Bicónico de gris de la costa catalana. Color gris no demasiado oscuro, depurada, fina, sin intrusiones extrañas y de primera calidad. En la parte superior o interior del labio hay una decoración casi borrada, realizada con una especie de pinceladas de un engobe blanco muy diluido, casi transparente respecto al fondo. Asa de cinta, de sección aplanada. Forma D-I.

Fig. 157, 13: Base de plato o escudilla de cerámica común ibérica, similar a la gris de la costa catalana, pero con la pasta de grano más grueso. Tiene un fino componente de cuarzo que provocó la aparición de rayas de torneado por arrastre de los granos de arena al modelar la pieza. La base será bastante habitual en ejemplares clásicos de cerámica gris más modernos. Tiene dos agujeros en el pie hechos antes de cocción. Pasta de color gris claro por fuera y rojo por dentro, con vacuolas y puntos blancos de cal.

Fig. 157, 4: Bicónico de cerámica gris de la costa catalana. Color gris oscuro, fina, bien depurada, algo micácea y con algunos pequeños puntos blancos. De primera calidad. Conserva señales de un asa que arranca de la parte del labio. Forma D-I. 201

SAUS II

 





















Fig. 158. Silo 43, estrato segundo. 1, 4 y 5: cerámica común ibérica oxidada y reducida, 2 y 3: ánfora ibérica, 6 a 9: cerámica común a mano.

202

EL PERÍODO IBÉRICO











Fig. 159. Silo 43, estrato segundo. 1: punta de lanza de hierro; 2: urna de cerámica de cocina modelada a mano.

Fig. 157, 14: Fusayola de buena calidad, con pasta bastante depurada, de color gris oscuro y negro. Componente de mica y puntos blancos de cal.

Pasta naranja o beige, no demasiado dura y con la superficie harinosa al tacto. Pequeñas vacuolas, mica en polvo y puntos blancos.

Fig. 157, 15: Pequeño plato de bronce, aparentemente entero, aunque quizá se trata de un apéndice o el fondo umbilicado de un recipiente más grande.

Fig. 158, 3: Borde de ánfora ibérica de variante indeterminada. Pasta de color naranja oscuro, dura, depurada, con algún punto de cal y mica. La pasta recuerda también las de las comunas ibéricas oxidadas locales, como la jarra 4 de la misma figura.

Fig. 157, 16: Borde de cerámica de barniz negro (Camp. A?), de la forma Lamb. 23, muy erosionada. Pasta de color beige claro, bien depurada, y barniz de color negro o castaño oscuro, mate, delgado y homogéneo.

Fig. 158, 4: Jarra de cerámica ibérica común, con pasta bicolor. Probablemente estaba entera, pero apareció muy desmenuzada y los fragmentos esparcidos por todas partes, por lo que es imposible su reconstrucción. Pasta de color gris con manchas ligeramente moradas y marrones; de buena calidad, fina, depurada, dura y con la fractura recta. Se ve un componente de mica en polvo. La superficie externa estaba decorada con franjas de pintura blanca que casi no se han conservado al lavar los fragmentos. Hay evidencias de al menos otra jarra idéntica en el silo. Es una forma característica, que encontramos en Sant Julià de Ramis, silos 50 y 57, con una cronología del 275250 aC (Burch/Sagrera 2009, 95-98, fig. 162), asociada, como en Saus, con escudillas A-I y bicónicas D-I.

Fig. 157, 17: Dos fragmentos de un plato o escudilla de cerámica de barniz negro, de la forma Lamb. 27 o Morel 2984b, con las características propias del taller de las pequeñas estampillas. Pasta de color beige oscuro, más bien naranja. Barniz negro, espeso, de buena calidad, brillante, aplicado de forma homogénea y adherente. Fig. 158, 1: Borde y asa de un vaso de cerámica ibérica oxidada. Pasta con las características de las cerámicas de la costa catalana (grises y oxidadas), de color naranja, fina, no demasiado dura, con la superficie harinosa y pequeños puntos blancos.

Fig. 158, 5: Cuello y borde de jarra de cerámica común ibérica oxidada, que recuerda formas y acabados más antiguos que los del contexto de este silo. Pasta naranja, algo harinosa al tacto, pero dura y bien depurada, con algunos granos de cal.

Fig. 158, 2: Borde de ánfora ibérica. Variante indeterminada. 203

SAUS II

Fig. 158, 6: Borde de urna de cerámica común fabricada a mano. Pasta de color negro, bien depurada, de grano fino, con pequeños nódulos de cuarzo y mica en polvo. Superficie externa algo rugosa y decorada con una franja de motivos ovalados impresos. Fig. 158, 7: Base de urna de cerámica común de cocina elaborada a mano. Pasta de color oscuro y rojizo en según qué zonas. También con otras partes grises a causa de un proceso de cocción un poco irregular. Pasta de grano muy fino (como el anterior), con desgrasante de cuarzo blanco y mica en polvo. El exterior tiene un acabado más bien grosero y la superficie irregular. Fig. 158, 8: Base robusta de una urna de cerámica común de cocina hecha a mano, probablemente de la misma pieza que el borde 9 de la misma figura. Pasta de color gris oscuro y con manchas de color marrón, arenosa, con granos de cuarzo blanco de diversos tamaños. Sin mica. Fig. 158, 9: Borde de forma algo irregular de una urna de cerámica común a mano y cocida alternativamente en fuego reductor y oxidante. Muy tosca. Pasta de color gris oscuro en la superficie, marrón o rojo oscuro en el interior del corte. Arenosa, con cuarzo blanco y traslúcido de diversos tamaños; casi sin mica. Fig. 159, 1: Hierro o punta de lanza, robusta y de buena calidad. Mango tubular, hueco, y hoja de sección alargada, con un buen filo a ambos lados. Fig. 159, 2: Urna de cerámica común reducida, muy irregular en la forma y acabados y bastante tosca. Tiene dos asideros en forma de pezón a cada lado. Pasta arenosa, cuarzo de color blanco y translúcido, pequeños puntos blancos y casi sin mica. Color marrón en la mitad inferior y casi negro en la parte superior interna del recipiente. El perfil de la parte superior, cuello y borde, recuerda el de ejemplares procedentes de Sant Julià de Ramis (Burch/Sagrera 2009, fig. 34, 127 y 128).

se ve de manera bastante clara. Es posible, sin embargo, que la forma que adoptan los estratos 4402 y 4403 sea consecuencia de la excavación del nº 43. Está claro que el estrato inferior (UE 4404), es el más antiguo y totalmente intacto, no así el estrato superior (UE 4401), claramente afectado en la primera mitad del siglo III aC, seguramente con motivo de la obliteración del silo 43. En resumen, el relleno del silo 44 está formado por cuatro estratos (fig. 144). De arriba abajo, el estrato 4401 (tierras y piedras irregulares, con materiales relativamente tardíos, del siglo III aC), el estrato 4402, de forma irregular, con alguna gran losa, tierras blandas y casi estéril; el estrato 4403, con tierras arcillosas, duras y compactas, aparentemente afectado y corrido cuando se abrió el silo 43 (lo que quizá habría provocado que se depositara sobre él el estrato 4402?). Finalmente, el estrato 4404, intacto, sin alterar y sin intrusiones; formado por una capa de cenizas vegetales y carbones, totalmente negros, con un conjunto cerámico notable, con piezas hechas a mano, grises monocromas y algún fragmento de cerámica ibérica a torno. U.E. 4402

Total

Ánfora ibérica Gris monocroma Gris costa catalana Ibérica pintada Ática Barnís negro ital. Adobes Fauna

U.E. 4403

Formas 8 1 5 10 2 7 5 2

Total

Ánfora ibérica Comuna ibérica Ibérica pintada Ibérica a mano Adobes Fauna

1

Formas 5 15 1 8 2 1

3 1

S/Forma 8 1 5 9 2 7

S/Forma 5 12 1 7

SILO 44 Con toda seguridad, se trata de uno de los más antiguos del yacimiento, seguramente contemporáneo al nº 34 excavado en 2008 y fechado, a partir de la cerámica y de los análisis de C14, hacia finales del siglo VI aC. En este caso excavado más recientemente, el conjunto cerámico tiene un paralelo clarísimo con el del 34. El depósito adopta la forma típica de olla, con el fondo algo abombado y casi plano en el centro, con unas dimensiones bastante regulares: 150 cm. de anchura máxima y una profundidad de un metro respecto al nivel del suelo geológico de roca blanda. Este silo, cuya obliteración situamos, como decíamos, en la transición entre los siglos VI y V aC, fue recortado en el momento de abrirse el silo 43 (supra). No parece que se hubieran producido intrusiones por esta causa, salvo, quizás, de algún fragmento localizado en el estrato superior (fig. 160). En todo caso, el límite de la pared del nº 43 cortando el nº 44, 204

U.E. 4404 Ánfora ibérica Ánfora masaliota Gris monocroma Gris costa catalana Pasta clara masaliota Común ibérica Ibérica pintada Ibérica a mano Molinos Piedra pulida Adobe Malacológicos Fauna Hueso labrado

Total 17 1 13 3 6 34 12 219 1 3 3 2 61 1

Formas 1 10 1 4 7 7 28

S/Forma 16 1 3 2 2 27 5 191

EL PERÍODO IBÉRICO







0

5 c.





Fig. 160. Silo 44, estratos superiores. 1: copa de cerámica ática de figuras rojas, 2 y 4: cerámica común reducida, de pasta gris, 3: cerámica de cocina a mano.

En cambio, el contenido del estrato inferior es mucho más interesante, completo, amplio y con una cronología más segura. Casi todo el material nos proporciona indicios más o menos fiables, con márgenes más o menos amplios, para elaborar un primer esbozo cronológico que, más adelante, una vez valorado conjuntamente, podremos acotar mejor. Tanto la cerámica de importación, colonial, como la cerámica local, ya sea la realizada a torno como aquella más modesta hecha a mano, probablemente elaborada en la casa de campo, nos dibujan un panorama muy homogéneo, para el que encontramos paralelos cercanos y bien fechados. En realidad, estos paralelos los encontramos en el mismo yacimiento de Saus, en algunos de los silos estudiados antes (sobre todo el 34), que nos servirán de referencia más directa para este conjunto, así como en yacimientos de la misma área geográfica.

Esta vez debemos separar, por lo tanto, el estrato inferior de los dos superiores a la hora de estudiar el material respectivo, ya que proporcionan cronologías diversas debido a su diferente formación o afectaciones posteriores en el caso de los dos de arriba. De hecho, en los estratos 4401/02 había muy poco material arqueológico; eran casi estériles y el poco material es muy diverso cronológicamente. El fragmento más significativo, que seguramente casa con el del estrato más antiguo del fondo del silo (o como residual de cualquier ámbito del yacimiento), es un fragmento de copa de cerámica ática de figuras rojas (fig. 160: 1). A pesar de que se trata de un fragmento difícil de clasificar, creemos que pertenece a una copa de pie alto tipo vicup AT-FR Ky10 (mejor que la copa de pie bajo Ky16), que se fecha básicamente hacia el segundo cuarto del siglo V aC , aunque en Lattes se documenta también en el último cuarto de la misma centuria (Chazalon 2010, 538).

En primer lugar, debemos tomar en consideración los fragmentos de dos copas de pasta clara masaliota, tipo B2, variante CL-MAS 423/425 (fig. 161: 2 y 3), que se fecha en general entre el 525 y el 425 aC (Py et alii 2001, 686-689). El primer fragmento, mejor conservado, muestra mejor los rasgos que lo acercan a la variante un poco más antigua, entre los siglos VI y V aC, para la que tenemos un limitado repertorio en Saus II (supra) y paralelos más notables y numerosos en Mas Gusó, algunos de ellos algo más antiguos (Casas/Soler 2000, 356-357; Casas/de Hoz 2011, ep). Por otra parte, el pie de una copa de cerámica ática, tipo vicup o acrocup (Ágora 437-440), con moldura cóncava en la parte superior externa, se fecha de forma general, sin conocer la variante exacta, entre

El vaso o escudilla de labio casi biselado, de cerámica común ibérica oxidada (fig. 160: 2), retoma una forma bien conocida en la producción de gris de la costa catalana (forma A-IIIa o b); una forma antigua, con cronologías muy bien establecidas en el siglo III aC. En el silo 41 del Bosc del Congost, Sant Julià de Ramis, se fecha hacia el 325-275 aC, y el silo 88 del mismo yacimiento, entre el 240 y el 220 aC (Burch/Sagrera 2009, 71 y 209). Los otros fragmentos de cerámica común (fig. 160: 3 y 4), no aportan nada nuevo o que nos sirva para confirmar alguna cronología. 205

SAUS II

el 480 y el 460 aC (Sparkes/Talcott 1970, 264-265). En la producción colonial de gris monocroma, un material abundante en Saus, encontramos básicamente tres formas, con un ligero predominio del plato à marli (una constante en el yacimiento), y la presencia de jarras de cuerpo globular de variantes diversas (fig. 161: 6 a 9). En el primer caso, identificamos un ejemplar completo de una variante del tipo GR-MONO 4b, pero con el borde inclinado y curvado como la forma 36 de la cerámica campaniense (fig. 161: 7), la cual, sin ser desconocida, no es una variante frecuente. Se conocen ejemplares en el Puig de Sant Andreu, que formarían parte del llamado “grupo de Ullastret” (Garcés et alii 2003, fig. 8: 45). La forma genérica tiene una cronología amplísima, a partir del 575 y hasta al menos el 450 aC. Para esta variante de Saus, con una pasta y unas características que parecen acercarse a un taller local, no conocemos otra paralelo directo, aparte de los de la Illa d’en Reixac, procedentes de niveles de la fase IV, 450-380 aC (Lafuente 1999, 132). Tampoco los conocemos para la otra variante (fig. 161: 6), fabricada con una pasta diferente de lo que suele ser habitual (interior sección marrónrojizo y superficie negra), que consideramos procedente de un taller local, similar, en cuanto a la forma del labio, a un ejemplar de Ullastret (Garcés et alii 2003, 35). En realidad, todos los fragmentos o restos de cerámicas grises monocromas de este silo tienen unas características propias de las producciones locales. La pasta a menudo recuerda, en cuanto a su composición —que solo vemos en un examen superficial, sin análisis de laboratorio—, a la de las cerámicas ibéricas comunes del país. Los pequeños puntos blancos y el polvo de mica es una constante en todos los ejemplares. El borde de la jarra de cuerpo globular y pie alto, del tipo GRMONO 7b, es de este tipo. Es una forma antigua, derivada de vasos hechos a mano y que se popularizará en esta nueva producción colonial. Ya la hemos visto varias veces en Saus, tanto en los silos de la Riera como las del Camp d’en Dalmau. Una forma bastante habitual desde el siglo VI hasta finales, seguramente, del siglo V aC. En la necrópolis de Sarrià de Ter la encontramos en un contexto de la segunda mitad del siglo VI aC (Martín 1994a, 96-98), asociada a urnas de orejitas de cerámica ibérica oxidada, como la que hemos encontrado en el silo 44 acompañando al fragmento que exponemos (fig. 161: 1). El último ejemplar, también de gris monocroma, pero con un claro aspecto de producción local, corresponde a una jarra cerrada, más próxima al tipo GR-MONO 8 (lo que sería una variante), que la urna de cuerpo globular de pie bajo (fig. 161: 9). La cerámica ibérica oxidada, con un repertorio interesante, contiene algunos ejemplares notables, que pueden ayudarnos a acotar la cronología. Debemos fijarnos, en primer lugar, en la tapadera con apéndices que citábamos antes (fig. 161: 1). Se trata de un ejemplar completo de cerámica oxidada con las asas provistas de una perforación que no llega al otro lado y decorada con franjas, cabelleras y motivos hechos con 206

pintura roja. No se encontró ni un solo fragmento de la urna. En general, se trata de un tipo cerámico antiguo, propio del siglo VI aC o principios de la centuria siguiente (parece que dejó de utilizarse en la zona hacia mediados del siglo quinto). Recordemos que en Sarrià de Ter se fecha precisamente en esta época (Martín 1994a, 96-98, con paralelos); en los poblados de Ullastret se constata su presencia a partir de la segunda mitad del siglo VI hasta el siglo IV aC; en Pech Maho, un ejemplar pertenece a los niveles de la fase Ib, del 540-510 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 86, 21). Otros fragmentos, como el borde de jarra con labio de perfil en cuello de cisne y decorada con pintura roja (fig. 161: 13), se repetirá en contextos que abarcan desde finales del siglo VI y todo el siglo V aC, aunque sin tener otros fragmentos de mayores dimensiones, no podemos determinar con precisión la tipología y cronología. Es, únicamente, un indicio. El mortero ibérico decorado con pintura roja (fig. 161: 11), es un caso poco habitual, sin que sea posible determinar la variante y la cronología, aunque en la Illa d’en Reixac hay morteros ibéricos pintados, pero normalmente por la parte interna del borde, tanto en contextos de la fase III (525-450 aC), como de la fase IV, del 450-380 aC (Martín/Conde 1999, 161 y 171). Por último, la copa o vaso de perfil en S (fig. 161: 5), recuerda el ejemplar del silo 1 y es casi idéntico al del silo 17 (fig. 26: 1, fig. 83: 15), de niveles fechados en la segunda mitad o finales del siglo V aC, pero este es de dimensiones más pequeñas, más bajo, carenado y con el pie umbilicado. Aunque no lo parezca, una de las producciones que mejor nos puede ayudar a fijar una cronología que de momento puede parecer demasiado ambigua es la cerámica de cocina elaborada a mano: las urnas u ollas que normalmente aportan informaciones muy secundarias, por no decir casi nulas. Esta vez, sin embargo, podemos unir las características de un conjunto notable encontrado en el silo 44 (fig. 161 y 163), provistos de unos rasgos muy específicos, con ejemplares del silo 34, de finales del siglo VI aC, con una cronología bien acotada gracias al resto del conjunto cerámico de aquel silo. Aparece un vaso característico, con unas peculiaridades casi propias de Saus, que también vemos en el silo excavado más recientemente. Es una olla/urna alta, con el cuello recto, separado del cuerpo por una carena poco abrupta pero marcada, que puede tener un asa que sale directamente del labio. La base es plana y con un pie diferenciado por una curva por fuera (fig. 125: 3, fig. 163: 4 y 5). En Saus no la encontramos en ningún otro silo más moderno. Las variantes que acompañan este tipo específico, con el cuello algo más sinuoso, tienen detalles que las hacen diferentes de otras ollas y urnas que hemos hallado en silos más tardíos. Por un lado, mantienen este cuello re-entrante y casi vertical, y el labio suele terminar con un grosor apenas menor que el de la pared del cuello (fig. 161: 17, fig. 163: 1 y 3), a diferencia otras urnas más recientes de Saus, con una forma parecida, pero que acaban con un labio más redondeado y ligeramente abultado (fig. 171: 3 a 6). La decoración, en fin, también tiene algunas características arcaicas, como el peinado externo de la fig.

EL PERÍODO IBÉRICO

163: 4, que hemos visto a menudo en materiales de la primera edad del hierro en Mas Gusó y que no se repetirá en Saus, o la combinación del cordón adherido a la espalda, decorado con impresiones, con mamelones circulares dobles o rectangulares que, sin ser desconocidos en el Camp d’en Dalmau, se aplican profusamente en las urnas del silo 44.

Serra de Daró. Llega más allá de los Pirineos, con un ejemplar en Pech Maho procedente de un nivel fechado en el período 540-510 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 86, 21). Fig. 161, 2: Fragmento de borde con asa de una copa de cerámica de pasta clara masaliota, de la forma B2 o CLMAS 423/425. Pasta amarillenta o naranja claro, con algunos pequeños puntos blancos y otros de color negro, vacuolas muy finas. Barniz naranja muy deteriorado, desprendido en casi toda la superficie externa del fragmento. Copa característica, sobre todo, de la segunda mitad del siglo VI aC y primera mitad de la centuria siguiente. En el caso de la variante 423 se fecha en Lattes hacia el 500/440 aC (Py et alii 2001, 686, nº 3.599), en el de la variante 425/Dicocer2 3612, en torno al 500/475, y en la variante 425/Dicocer2 3621, hacia el 475/450 aC. Un ejemplar entero, de Mas Gusó (Bellcaire d’Empordà), se fecha en el último cuarto del siglo VI aC (Casas/de Hoz 2011. ep).

En resumen, todos los indicios y el material que hemos analizado, sin que ninguno sea suficientemente determinante para fijar una cronología absolutamente segura ni con nulo margen de error, parece que nos conduce hacia un momento situado hacia la transición entre los siglos VI y V aC y, teniendo en cuenta la presencia del pie de copa ática, deberíamos decantarnos por el primer cuarto de este siglo quinto. Toda la cerámica es compatible y, si bien alguna puede tener un período de difusión más dilatado, no vemos aquellos materiales que en Saus hemos encontrado en la segunda mitad del siglo. UE 4402-4403 Fig. 160, 1: Fragmento de copa de cerámica ática de figuras rojas, probablemente de la forma AT-FR Ky10, de pie alto (475-450 aC?). Pasta de buena calidad, al igual que el barniz, que en parte ha quedado un poco erosionado.

Fig. 161, 3: Fragmento de borde de copa de pasta clara masaliota, demasiado pequeño para conocer la forma exacta, pero parece una B2 (CL-MAS 423/425). Pasta de color beige claro, fina, bien depurada, sin impurezas ni intrusiones visibles a primera vista. Barniz entre el color negro y el castaño oscuro.

Fig. 160, 2: Borde de escudilla de cerámica ibérica oxidada. Pasta blanda, un poco harinosa al tacto, tal vez debido a la erosión de la superficie. Probablemente procede de los mismos talleres que fabricaban la gris de la costa catalana. Debemos considerarlo una intrusión procedente del silo vecino, que cortó el más antiguo. Buenos paralelos en Sant Julià de Ramis, en los silos 41 y 88 del Bosc del Congost, se fechan respectivamente en los períodos 325-275 y 240-220 aC (Burch/Sagrera 2009, 71 y 209).

Fig. 161, 4: Base de una copa de cerámica ática de pie alto, con moldura rebajada y cóncava en la inflexión entre la zona de reposo y la parte superior. Probablemente pertenece a una vicup tipo Ágora 437-440, con una cronología del primer tercio del siglo V, hasta hacia el 460 aC (Sparkes/Talcott 1970, 264-265). Fig. 161, 5: Vaso de cerámica común ibérica oxidada, con una sola asa. Pasta de color naranja, dura, depurada, de grano fino, con pequeños puntos blancos y quizás polvo de mica, así como con pequeños nódulos de color marrón. Se aproxima, tipológicamente, a otros vasos del mismo yacimiento, algunos de ellos contemporáneos, mientras que otros quizá son la evolución de finales del siglo V aC (fig. 169, 13 a 16).

Fig. 160, 3: Base de urna de cerámica de cocina a mano. Pasta de color negro o marrón oscuro en algunas zonas. Desgrasante muy arenoso, con pequeños granos de cuarzo blanco. Fig. 160, 4: Base de jarra de cerámica común ibérica, con la pasta de color gris, pero no tan depurada y con el grano menos fino que en las producciones de gris de la costa catalana, aunque de buena calidad.

Fig. 161, 6: Fragmento de un plato à marli de cerámica gris monocroma, probablemente de producción local. Pasta de color negro en las superficies, de tacto jabonoso, mientras que el interior de la fractura es de color rojo oscuro o amarronado. La pasta parece puesta en capas se deshace exfoliándose. Muy bien depurada y fina al tacto, sólo se ve polvo de mica casi imperceptible.

UE 4404 Fig. 161, 1: Tapadera de urna de orejas o apéndices de cerámica ibérica oxidada, de color naranja oscuro, dura, depurada, con puntos blancos y granos de cuarzo (quizás también polvo de mica), con decoración realizada con pintura roja mal conservada. Piezas relativamente habituales desde el siglo VI hasta el siglo III aC, en esta ocasión muestra algunas de las características de los ejemplares más antiguos (perfil del pomo o asidero, decoración de cabelleras...). En los yacimientos ibéricos de las comarcas de Girona es una pieza muy conocida, con ejemplares casi idénticos en la necrópolis de Sarrià de Ter, fechada entre los siglos VI y V aC (Martín 1994a, 96-98). Abundante en los poblados de Ullastret, pero desconocida, por lo que sabemos, en la vecina necrópolis de

Fig. 161, 7: Plato à marli de cerámica gris monocroma, con el labio curvado como la clásica forma Lamb 36 de la cerámica campaniense. Pie robusto y con el fondo de un grosor considerable. Pasta de color gris claro en el interior de la sección y más oscuro en las superficies; bien depurada, con pequeñas vacuolas que se aumentan de tamaño hacia la superficie de las paredes. Conserva restos de un engobe externo de color gris oscuro. Parece un producto local, adoptando una variante de la forma GR-MONO 4b poco habitual, que 207

SAUS II





 



















   0

5 c.





Fig. 161. Silo 44, estrato inferior. 1, 5, 10, 12 y 13: cerámica común ibérica oxidada, diferentes producciones, 2 y 3: cerámica de pasta clara masaliota; 4: pie de copa ática, 6 a 9: gris monocroma; 11: mortero ibérico con pintura roja; 14 a 17: cerámica común de cocina a mano.

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EL PERÍODO IBÉRICO

vemos en Ullastret (Garcés et alii 2003, núm. 45). Fig. 161, 8: Borde de una jarra de gris monocroma de cuerpo globular (seguramente de pie alto), tipo GR-MONO 7b o c Pasta de color gris claro, fina, pero un poco rugosa al tacto, depurada, con polvo de mica y pequeños puntos blancos. No conserva engobe ni ningún otro recubrimiento de las paredes. Parece un producto local. Forma de largo recorrido, se documenta desde el siglo VI hasta el siglo IV aC y quizás más recientemente aún. En la necrópolis de Sarrià de Ter acompaña una urna de apéndices con tapadera como la nº 1 de nuestra figura (Martín 1994a, 96-98). Pero los paralelos más cercanos se hallan en el mismo yacimiento de Saus II. Fig. 161, 9: Mitad inferior de una jarra de gris monocroma, seguramente de producción local. Bien depurada, con puntitos blancos, marrones y negros, así como con pequeños granos de cuarzo. Tiene un aspecto diferente a la gris monocroma clásica que solemos ver en Saus y, en cambio, tiene algunos rasgos que hasta cierto punto nos recuerdan las grises de la costa catalana, sin serlo. No acabamos de ver la forma exacta. Por las medidas y proporciones, no sería tanto una jarra de cuerpo globular tipo GR-MONO 7b, como un olpe tipo 8, en cualquiera de sus variantes, también con una cronología poco precisada entre el siglo VI y el último cuarto del siglo V aC. Fig. 161, 10: Borde de jarra de cerámica ibérica común. Pasta de color gris oscuro, prácticamente idéntica a la base que hemos comentado en el punto anterior. Fig. 161, 11: Base de mortero ibérico, con la parte exterior del cuerpo y el pie decorado con rayas de pintura roja bastante delgadas. Pasta de color naranja claro o beige, bastante dura, más o menos bien depurada teniendo el cuenta el espesor de la pared. Vemos unos pequeños puntos blancos y mica en polvo. Morteros ibéricos con pintura en el borde, tanto por dentro como por fuera, aparecen a menudo en los yacimientos de Ullastret, sobre todo en contextos del siglo quinto (supra), pero no localizamos paralelos directos para este tipo de base decorada.

0

5 c.

Fig. 162. Mango de cuchillo, tallado en hueso o asta, procedente del estrato cuarto del silo 44.

mica. Relativamente bien depurada.

Fig. 161, 12: Borde de jarra ibérica oxidada, con la pasta de color beige o naranja claro, fina, depurada y con pequeños puntos blancos, como suele ser normal en productos locales.

Fig. 161, 15: Borde de urna de cerámica común a mano, con la pasta de color negro (marrón oscuro en el interior de la sección), superficies pulidas, y granos de cuarzo como desgrasante.

Fig. 161, 13: Borde de jarra de cerámica común ibérica oxidada, con el labio y el cuello decorados con franjas de pintura roja. Perfil casi en cuello de cisne, pero más grueso. Pasta de color beige-naranja, con muchos puntos blancos, de pequeño tamaño, y vacuolas. Perfil característico de producciones antiguas, se documenta a partir de la segunda mitad del siglo VI aC y perdura sin problemas durante toda la centuria siguiente.

Fig. 161, 16: Borde y cuello de una urna de cerámica común hecha a mano y cocida en fuego reductor, de la misma forma que las dos anteriores, pero esta vez con una decoración en la espalda. Pasta de color gris oscuro, dura, rugosa al tacto, con mica negra o feldespato y puntos de cuarzo gris. Fig. 161, 17: Mitad superior de urna de cerámica común hecha a mano y cocida en fuego oxidante. Pasta de color rojo/naranja, más oscura por dentro que por fuera; arenosa, con granos de cuarzo blanco y gris de tamaño muy pequeño. Casi no

Fig. 161, 14: Borde de olla o urna de cerámica común a mano, sin rasgos específicos. Labio sencillo, no más grueso que la pared del cuello, acabado en punto redondo. Pasta de color negro, con granos de cuarzo de tamaño irregular y polvo de 209

SAUS II





0











Fig. 163. Silo 44, estrato 4. Urnas de cerámica común de cocina, modelada a mano, normalmente cocida en fuego reductor.

tiene mica. En la espalda lleva una decoración hecha con un cordón de barro adherido, sobre el que se practicaron unas impresiones romboidales con un objeto agudo, combinadas con mamelones dobles. Es una forma algo diferente a las que hemos visto hasta ahora. Sin abandonar el perfil en forma de S, el borde y el labio son más delgados que la pared del cuello (comparar con los tres fragmentos precedentes). Fig. 162: Mango tallado en cuerno de cérvido, seguramente para un cuchillo, cortado y pulida. En el extremo posterior se ven marcas de una sierra, que posteriormente fueron pulidas para obtener un acabado de mejor calidad. También toda la superficie se rebajó y pulió para suprimir las rugosidades de los cuernos del animal. En la mitad superior se abrió un 210

surco, probablemente con una sierra, que fue atravesado horizontalmente con dos agujeros circulares a los que se insertaría una pieza para fijar la hoja metálica. Fig. 163, 1: Borde y espalda de urna de cerámica común a mano. Pasta de color marrón oscuro o castaño, con alguna mancha color gris oscuro, micácea, con cuarzo, pulida en el cuello y en el interior, y rugosa en el resto. Decoración con un cordón adherido en la espalda e impresiones romboidales. Labio más delgado que la pared del cuello, acabado en bastoncillo. Fig. 163, 2: Varios fragmentos de una misma urna de cerámica común a mano. Pasta de color marrón oscuro, con manchas

EL PERÍODO IBÉRICO

pertenecen a un vaso carenado de gris monocroma, con toda probabilidad de producción local (fig. 165: 1), con la pasta más propia de las comunas ibéricas del país (repite la composición del segundo fragmento de la misma figura), que no de las monocromas clásicas. Corresponde, en cualquier caso, a la forma genérica GR-MONO 13, probablemente a la variante c. Una forma antigua, cuyo origen hay que buscarlo en el sexto siglo antes de nuestra era, y con una perduración clara al menos hasta la primera mitad de la centuria posterior. En el caso de las producciones o imitaciones locales, la pervivencia de la forma ya se nos escapa.

más rojas, desgrasante de cuarzo blanco que le da un aspecto más o menos arenoso. Superficie interna pulida y externa más rugosa. Decorada con cordones de barro puestos formando casillas, con pezones circulares en el interior de cada una de ellas. Fig. 163, 3: Fragmentos de una misma urna de cerámica a mano, con las mismas características que las anteriores. Pasta de color naranja o rojo según las zonas, con cristales de cuarzo blanco y gris claro, casi nada de mica y con algún punto negro. Al tacto es un poco arenosa y tosca, pero como lo es casi toda la de Saus. El cuello, pulido por fuera, va estrechándose y termina con un labio delgado. La base es totalmente plana, sin pie diferenciado. Decoración muy elaborada, con una veta de barro con impresiones, alternada con mamelones rectangulares.

Los pocos fragmentos con forma identificable de la comuna ibérica oxidada (o cocida alternativamente en fuego reductoroxidante, dando pastas bicolores), no son nada del otro mundo. Una base de jarra de fondo umbilicado (fig. 165: 2), de un éxito tan abrumador que perdurará hasta época romana. El fragmento de pared con inicio de asa, que interpretamos como un vaso o cazuela similar al del silo 44, también tiene un largo recorrido cronológico. Si su homólogo del silo 44 se puede datar bastante bien en los primeros decenios del siglo V aC, el del silo 1 (de aspecto algo diferente), llega a finales de

Fig. 163, 4: Mitad superior de urna de cerámica común de cocina fabricada a mano. Pasta de color marrón oscuro, con cristales de cuarzo de pequeño tamaño y color blanco. Exterior del cuello pulido. El inicio de la espalda queda marcado por una carena más evidente que en los dos ejemplares anteriores, que habíamos encontrado en un recipiente del silo 34 de Saus (último cuarto del siglo VI aC), en el que aún es más notable esta forma (fig. 171: 1). El exterior del cuerpo está rayado con un especie de peine, como las producciones habituales de la primera edad del hierro de la comarca. En la carena lleva una decoración con un motivo romboidal muy habitual, impreso sobre un cordón de barro en relieve. Fig. 163, 5: Base de urna de cerámica común elaborada a mano. No pertenece al mismo recipiente que el anterior. Pasta de color marrón oscuro y con manchas grises; pulida en la superficie externa y más tosca por dentro. En general, bastante depurada, con cuarzo de color blanco y polvo de mica casi invisible a simple vista.

SILO 45 Situado prácticamente en el extremo norte de la cata (y del yacimiento), es un silo casi intacto, con la parte superior sin erosionar ni recortar, pero con un contenido totalmente (o casi) estéril. Se rellenó con tres estratos, de manera rápida y contemporáneos, adoptando los dos inferiores el perfil en forma cónica habitual. El 4501 ocupa los dos tercios superiores del silo y, a pesar de cuatro fragmentos de cerámica, es el que ha proporcionado más material arqueológico. El segundo, 4502, está formado por una capa de cenizas vegetales de entre 5 y 10 cm. de espesor, que se depositó inmediatamente encima del estrato inferior (4503), casi estéril. El estudio de los pocos fragmentos quizás permitirá fechar el relleno de una manera muy precaria y aproximada, sin que nada pueda darse por seguro. No podemos tomar demasiado en serio los tres o cuatro fragmentos de su interior, ya que dan unas informaciones tan precarias como los del silo 28. En principio, y provisionalmente, vemos restos correspondientes al repertorio típico de los siglos V-IV aC, sin que sea posible especificar más. En todo caso, los dos fragmentos más significativos

Fig. 164. Silos 45 y 46. Se puede ver que el segundo no se acabó de abrir y quedó a nivel de entrada, seguramente al darse cuenta de que ya había otro silo abandonado (el 45), ocupando casi el mismo lugar.

211

SAUS II

la misma centuria, al igual que el del silo 17. El borde de jarra con el labio de perfil en cuello de cisne, o la común a mano, decorada, forman parte de este mismo mundo, algo ambiguo y difícil de fechar. U.E. 4501

Total

Ánfora ibérica Gris monocroma Común ibérica Ibérica a mano Adobes Fauna

U.E. 4502

10 3 14 8 8 2

Total

Ánfora ibérica Gris monocroma Común ibérica Ibérica a mano Fauna

U.E. 4503 Ánfora ibérica Común ibérica Ibérica pintada Ibérica a mano Bronce Adobe Ictiofauna

Formas

3

S/Forma

SILO 46 Formas

No es, en realidad, un verdadero silo. Da la impresión de que se intentó abrir un depósito cuando hacía años que se había tapado el nº 45, pero los excavadores pronto se dieron cuenta de que a su lado ya había otro silo amortizado, lo que inutilizaba la roca del subsuelo y hacía poco recomendable abrir un silo que habría ocupado la mitad del más antiguo, con unas paredes de tierra blanda. No prosperó y pronto se tapó con tierra y algunas piedras. El diámetro de la boca es más o menos estándar, de aproximadamente unos 80 cm, pero como no se terminó, sólo se rebajó poco más de 15 cm.

S/Forma 2 1 2 2

Formas 8 4 1 4 1 1 1

Fig. 165, 6: Bronce. Utensilio parecido a una aguja doblada, aunque seguramente se trata de otra cosa. La sección, casi ovalada, y la curva hecha expresamente en uno de los extremos, nos hace pensar en la pieza similar procedente del silo 15 y que tiene su paralelo en el Camp de l’Ylla a finales del siglo V aC ( Casas/Nolla/Soler 2010).

10 3 11 8

2 1 2 2 2

Total

Fig. 165, 5: Fragmento de la espalda de una urna de cerámica común a mano, reducida. Pasta algo tosca, de color marrón oscuro y gris, muy arenosa, con cristales de cuarzo y alguna lámina de mica. Decoración sencilla con incisiones alargadas.

S/Forma 8 4

1

CRONOLOGÍA GENERAL

4

Fig. 165, 3: Pared e inicio de asa de una olla de cerámica ibérica oxidada. Pasta de color naranja oscuro, poco dura, con puntos marrones y blancos, fractura recta, en la que se ven pequeñas vacuolas.

La visión de conjunto de los silos, que hasta ahora hemos ido analizando individualmente, nos permite constatar el largo período durante el cual estuvo activa la casa de campo de Saus. El resumen cronológico que ofrecemos en el gráfico 1 (fig. 166), exhaustivo y con la intención de acotar lo mejor posible la fecha de abandono y amortización de cada silo, pone en evidencia la gran actividad en el asentamiento durante la segunda mitad del siglo V aC. De hecho, el momento final de la mayoría de silos se sitúa claramente en esta época, hacia el final del siglo V aC y primeros años del siglo posterior. No sabemos (no podemos estar seguros), si el abandono final de todo el conjunto —a pesar de una reocupación puntual de la primera mitad del siglo III aC— tuvo lugar en el primer cuarto del siglo IV aC. La cerámica, aunque se pueda fechar bien, engaña. El principal fósil director —la cerámica ática— tiene una cronología muy acotada y muy fiable. Pero la fecha de su salida de los talleres y puesta en el mercado puede ser muy diferente a la de su amortización. ¿Aquellos vasos fabricados en torno al 420 aC, podían haber durado 30 o 40 años? Es difícil, lo que no quiere decir imposible. Con el manual de tipología y cronología cerámica en la mano, el momento final del asentamiento debería situarse entorno al año 400 y, como mucho, quizás diez años más tarde. Otra cosa serán las frecuentaciones posteriores o la apertura de un nuevo silo casi un siglo y pico más tarde, sin relación de continuidad con el asentamiento anterior.

Fig. 165, 4: Borde de jarra de cerámica común ibérica oxidada, con el labio con perfil en cuello de cisne poco desarrollado. Pasta beige-amarillenta, fina, muy bien depurada, sin intrusiones que se aprecien a simple vista.

La homogeneidad del material de este momento final es abrumadora. No se trata tan solo de las cerámicas áticas de barniz negro o de figuras rojas en la variante de Saint Valentin. Las ánforas ibéricas y las púnicas, aunque minoritarias,

UE 4501/03 Fig. 165, 1: Dos fragmentos del cuerpo y carena de una copa de gris monocroma, forma GR-MONO 13c. En realidad, la pasta es bicolor y parece un producto de la comarca. Arcilla de color rojo/marrón en el interior de la fractura y gris oscuro en la superficie externa. En la interna, no tan gris. Pasta bien depurada, pero con muchos pequeños puntos blancos y vacuolas. Probablemente se debe fechar, como máximo, dentro de la primera mitad del siglo V aC. Fig. 165, 2: Base de cerámica común ibérica oxidada, aunque con pasta bicolor: naranja oscuro por fuera y gris en la parte interior. Contiene mucho puntos blancos, está un poco erosionada por dentro y se ven pequeñas vacuolas. Parece tener la misma composición que el fragmento anterior.

212

EL PERÍODO IBÉRICO







 









Fig. 165. Materiales del silo 45. 1: cerámica gris monocroma de producción local, 2 a 4: cerámica ibérica oxidada; 5: hombro decorada de urna hecha a mano; 6: pieza de bronce.

apuntan hacia la misma dirección. Los paralelos y contextos bien fechados, cada vez más abundantes, nos vuelven a conducir hacia un contexto genérico de la segunda mitad del siglo quinto y comienzos del siglo cuarto. La práctica ausencia de la gris de la costa catalana, con tan solo un par de ejemplares (espléndidos, pero raros), nos lleva a un momento en que aún no era un producto habitual y, en cambio, sí lo eran algunas producciones coloniales como la gris monocroma; a menudo con un sabor y unos acabados muy del país (el detalle de algunos labios, los fondos convexos, etc.), que son comunes a la cerámica ibérica oxidada que le es contemporánea. Esta, con un repertorio amplio pero típico, constituye otra de las bases que apuntalan la cronología más general. No hay ninguna forma ni pieza que sea extraña, no encontramos lo que podríamos considerar intrusiones más modernas (no tiene que haberlas, si el yacimiento quedó abandonado), y los materiales residuales nos son útiles para documentar mejor el momento inicial del asentamiento.

se acopla perfectamente a este marco cronológico. Hace poco que disponemos de un nuevo paralelo para el momento final de los silos de Saus. En julio de 2009 excavamos dos silos en el Camp de l’Ylla, en Viladamat, con un nutrido conjunto de material idéntico al de Saus (incluyendo algunas producciones de cerámica a mano muy específicas), pero aún mejor fechado gracias a la uniformidad y a la abundancia de la cerámica ática (Casas/Nolla/Soler 2010). Un segundo paralelo geográficamente cercano, claro y magnífico, lo tenemos en la escombrera que oblitera la puerta de la fortificación del oppidum de Mas Castellar, Pontós, con una cronología de en torno el 400 aC (Asensio/Pons 2009). Todo ello nos conduce, una vez más, al último cuarto del siglo V aC o poco más allá. De entre todos los silos de Saus, vemos claramente que veintidós desaparecieron en la segunda mitad del siglo V aC y, más probablemente, durante el último cuarto de siglo. De estos 22, el contenido de diez de ellos se puede situar con bastante precisión en el paso del siglo V al IV aC. En el extremo contrario, hay tres o quizás cuatro silos que se rellenaron y sellaron casi cien años antes. Los nº 34 y 44 contenían un conjunto homogéneo y sin alterar que debemos situar entre

Los paralelos, siempre abundantes, aunque a veces demasiado ambiguos, nos llevan una vez más al siglo quinto. Y la producción generada en la misma casa, la cerámica a mano, 213

SAUS II

Silo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46

550

500

450

400 aC

Alterado s. I-II dC Alterado s. I-II dC Neolítico Neolítico

1ª 1/2 s. III aC

Sin material

Fundación

Abandono

Fig. 166. Cuadro cronológico de los silos de Saus II (Camp d’en Dalmau y Camp d’en Manric).

214

EL PERÍODO IBÉRICO

el último cuarto del siglo VI aC y el primer cuarto del siglo siguiente; el silo 21 tiene demasiado poco material para dar una cronología segura, pero las áticas de figuras negras y de barniz negro, y las copas de pasta clara masaliota apuntan hacia una fecha de hacia el 475 aC para su amortización. Más o menos, la misma cronología que atribuiríamos al momento de abandono de los silos 7, 8 y 42 (quizás un poco más recientes, pero no posteriores al 450 aC).

El hallazgo de fragmentos de ánforas masaliotas de las formas más antiguas, que llegan al país durante la primera mitad del siglo V aC, o platos y vasijas de gris monocroma de probable procedencia languedociana, con la misma cronología, o de aquellos fragmentos de cerámica ática más antiguos que comentamos en su momento, confirman esta actividad continuada. Es cierto, sin embargo, que todo parece señalar que a partir de mediados del siglo quinto aumenta la actividad en la casa de campo, lo que se traducirá, a la larga, en un mayor número de silos obliterados gradualmente en este período y hasta que se abandonó definitivamente el asentamiento.

Aparentemente, esto dejaría como un gran vacío entre la desaparición de los silos más antiguos y la de los más modernos, como si no hubiera ningún tipo de actividad durante un período demasiado largo o como si esta actividad se hubiera visto considerablemente reducida. En realidad, es una imagen más bien falsa, atribuible sobre todo a nuestra incapacidad de acotar mejor las cronologías. Existe un numeroso grupo que parecen haber sido abandonados hacia mediados del siglo quinto o durante su segunda mitad (silos 1, 4, 9, 12, 13, 25 a 30); pero el material es demasiado pobre o escaso para poder proponer seriamente una cronología más acotada. En cambio, en los obliterados en el último momento siempre aparece muchísimo material.

Un único silo parece algo más reciente que el resto del conjunto principal. El contenido del silo 40, con cinco ánforas ibéricas enteras (o casi) y casi la mitad de una ánfora púnica ebusitana, acompañadas de producciones locales que no son demasiado diferentes a las que ya hemos visto anteriormente en contextos de la segunda mitad o finales del siglo V, parecería entrar plenamente en el siglo IV aC. Es solo una impresión. No olvidemos que el estrato superior del mismo relleno aparecieron dos fragmentos de copa “Cástulo” y una base de skyphos que se datarían hacia el 400 aC. Como hemos señalado en su momento, una cronología que no rebasaría el primer cuarto del siglo IV aC es perfectamente defendible.

En cualquier caso, el poco material de estos silos que esporádicamente y de manera gradual se fueron abandonando a partir de mediados del siglo quinto (y quizá un poco antes), sumado a piezas y fragmentos residuales procedentes de otros niveles de aquellos más recientes, nos permite ver la continuidad en la ocupación del yacimiento, sin interrupciones de ningún tipo, a parte, habría que pensar, del trance que debió suponer la destrucción de algún edificio por el fuego, como hemos podido documentar a partir de los adobes quemados vertidos en algunos silos.

Una lectura muy diferente tiene el silo 43, abierto y rellenado 100 o 125 años después de haberse abandonado el conjunto principal, afectando, incluso, un silo más antiguo del que se había perdido la memoria. Se trata, sin duda, de una reocupación puntual, aislada, seguramente ligada a tareas específicas del cultivo, y que no ha dejado ninguna otra señal en forma de restos constructivos o elementos que puedan hacernos pensar en la existencia de un hábitat.

215

SAUS II

216

III. LA CULTURA MATERIAL. CERÁMICA, METAL Y OTROS OBJETOS inconfundibles. El repertorio tipológico es limitadísimo y solo identificamos algún fragmento atribuible al plato más habitual y repetido en la producción, aparecido en el silo 16 (fig. 79: 8 y 9). En el conjunto del yacimiento, estos materiales se situarán entre los más recientes, y habría que fecharlos en la época de abandono del yacimiento, hacia finales del siglo V aC o primeros años de la centuria siguiente. La cronología para el conjunto de la producción de Ullastret se sitúa, en general, en el período 425-375 aC (Dicocer 1993, 247).

CATEGORÍAS Y TIPOLOGÍA CERÁMICA PRODUCCIONES COLONIALES Las cerámicas de mesa y de uso cotidiano tradicionalmente incluidas en el grupo de las producciones coloniales, dejando a un lado los contenedores y otros recipientes para el transporte de productos, como pueden ser las ánforas fabricadas en los mismos talleres o colonias, en el caso de Saus II se pueden clasificar en dos categorías o producciones bien diferenciadas: la cerámica de pasta clara y la gris monocroma. Un tercer y cuarto grupo podrían ser los morteros y las ánforas masaliotas —si solo nos basamos en su procedencia— que estudiaremos más adelante, conjuntamente con el resto de materiales de orígenes diversos. Por último, y con un solo ejemplar, la cerámica común de tradición griega, relativamente rara, representada por un caccabé completo.

En la categoría de las cerámicas masaliotas de pasta clara, encontramos al menos dos bases de la copa de pie alto y asas horizontales, imitando la copa jonia B2. Las bases, localizadas en el silo 21, se sitúan en un contexto cronológico de la primera mitad o segundo cuarto del siglo V aC, teniendo en cuenta que iban acompañadas de fragmentos de cerámicas áticas de barniz negro y de figuras negras que datamos hacia el 475-460 aC. En realidad, unos y otros ayudan a fijar esta cronología. La copa que recientemente ha aparecido entera en un estrato de la segunda mitad o finales del siglo VI aC en Mas Gusó (Bellcaire d’Empordà), ya se había encontrado en numerosas ocasiones en ese yacimiento ampurdanés en contextos similares o fechados, como máximo, en la primera mitad del siglo V aC, incluso quizás como materiales residuales, ya que habitualmente se asocia, en Mas Gusó, con grises monocromas más antiguas, platos à marli y escudillas de borde vertical decoradas con ondas hechas con peine, que no encontramos nunca en Saus (Casas/de Hoz 2011).

La cerámica de pasta clara es, en todo caso, francamente minoritaria y casi testimonial, pero enormemente útil y clarificadora a la hora de documentar y reseguir el origen y las primeras etapas de ocupación del asentamiento. En comparación, la cerámica gris monocroma debe considerarse abundante y con un repertorio tipológico mucho más amplio. Quizás tengamos que relacionar esta presencia más numerosa con el período más largo de producción —hasta que se abandona el yacimiento— y a la posibilidad de que algunos (o muchos) de los ejemplares provengan de talleres locales o regionales. Ya hemos comentado en otras ocasiones que se ha constatado su elaboración en Empúries en una época bastante más reculada y, con toda seguridad, en talleres de Ullastret o de su entorno inmediato. Por otra parte, también encontramos ejemplares que parecen venir claramente de talleres del Languedoc occidental.

En general, la copas CL-MAS 423 o la variante próxima CL-MAS 425, se fechan en los períodos 575-475 y 525-475 aC, respectivamente. Un conjunto de paralelos bien datados, procedentes de las sepulturas de Grand Bassin II, no hace otra cosa que confirmar esta cronología (Janin et alii 2002, 85, 88, 96 y 102). En Pech Maho todavía aparece en el período 510-450 aC, próximo o contemporáneo al silo 21 de Saus (Gailledrat/ Solier 2004, fig. 201). Sant Martí d’Empúries es otro de los grandes yacimientos de nuestra área que ha proporcionado una cantidad notable de ejemplares pertenecientes a la misma forma, igual que el conjunto de Ullastret.

Cerámica de pasta clara y taller de Ullastret De entrada, debemos distinguir dos producciones diferenciadas y con orígenes muy diversos, pero íntimamente relacionadas. Por un lado, las cerámicas llamadas genéricamente de pasta clara masaliota, elaboradas en la colonia o en cualquier taller de su área, con una tipología característica y, en el caso de Saus, limitada a tres formas, dos de las cuales se repiten a menudo en todo el territorio circundante (fig. 167). Por otro, las procedentes del llamado taller de Ullastret, que no son otra cosa que cerámicas de pasta clara de inspiración colonial, producidas casi con toda seguridad en Ullastret (aunque no se ha localizado físicamente el taller), con unas peculiaridades y características que les dan una gran personalidad y las hacen

En Béziers aparece en un contexto claro del siglo V, fechado por los autores del estudio entre el 474 y el 420/410 aC (Ugolini et alii 1991, 191 y fig. 14). En base a las dataciones bien fijadas por los contextos estratigráficos, la cronología de esta copa de pie alto, en la segunda variante citada, debe situarse dentro de un abanico que se alargaría desde el último cuarto del siglo VI hasta el segundo cuarto o mediados del siglo V aC. 217

SAUS II

Cerámicas de pasta clara Masaliota

Taller de Ullastret

Cerámica de cocina de tradición griega

Cerámica gris monocroma

GR-MONO 4a

GR-MONO 4b

4 variante

GR-MONO 2

GR-MONO 6b

GR-MONO 7a

GR-MONO 7c

GR-MONO 8a

GR-MONO 5c

GR-MONO 7b

Skyphos GR-MONO 13c

GR-MONO 13d

Fig. 167. Repertorio tipológico de las cerámicas de pasta clara y grises monocromas representadas en el yacimiento.

218

LA CULTURA MATERIAL

El segundo ejemplar de Saus pertenece a un vaso de forma no determinada aparecido en 1980 en el silo 1 (fig. 25: 6 y fig. 167: 2), clasificado inicialmente como cerámica jonia o seudo-jonia. Es de dimensiones muy pequeñas y solo conserva la base, que tanto podría corresponder a una pequeña copa de pie bajo como un olpe de reducidas dimensiones. Teniendo en cuenta la decoración interna, consideramos más probable que se trate de una copa de pie bajo.

con una pasta que empieza a recordar la que más adelante será característica de las grises de la costa catalana. Por otra parte, no hemos visto ningún fragmento que se pueda atribuir de forma clara a los especímenes más arcaicos de la producción que vemos, por ejemplo, en Sant Martí d’Empúries o en Mas Gusó. No encontramos ni un solo fragmento con la superficie recubierta del barniz o engobe de color negro intenso y con decoración de meandros incisos. En cambio, en Saus solo vemos como elementos decorativos los surcos hechos sobre el labio o borde plano de los platos à marli, mientras que el recubrimiento de las paredes de cualquier vaso —si se ha conservado— no es mucho más oscuro que la pasta del interior de la fractura, con todas las excepciones que se quiera y diferentes tonalidades y grados de gris oscuro. En general, se trata de ejemplares que se fechan, mayoritariamente y según la forma, en la primera mitad del siglo V aC. Otros pueden tener una cronología aún más reciente, sobre todo si tenemos en cuenta que la forma GR-MONO 7c (la urna de pie alto), con un origen y difusión máxima entre el primer cuarto del siglo VI hasta mediados del siglo V aC, perdura claramente en la zona ampurdanesa hasta los últimos años de la centuria y posiblemente desaparece en el transcurso de los primeros decenios del siglo IV aC, dando paso a las producciones de gris de la costa catalana, con nuevas formas y soluciones.

Por último, algunos fragmentos parecen corresponder al olpe tipo CL-MAS 527b (no podemos estar seguros). Podemos intuir esta forma a partir de pequeños fragmentos de jarra de pasta clara masaliota, a veces poco precisos, que recuerdan las características morfológicas de las bases y bordes del tipo. Dentro de una cantidad limitadísima, son más evidentes los fragmentos de base (que poco pueden informar sobre el resto del recipiente), como el localizado en el silo 16 (fig. 81: 10). La cronología de la forma abarca prácticamente todo el siglo V aC. En definitiva, la información que nos pueden proporcionar los pocos fragmentos de producciones coloniales en la versión de las cerámicas de pasta clara (masaliotas y locales) es muy limitada y casi anecdótica. Prácticamente podríamos decir que a nivel estadístico ni siquiera cuentan. En todo caso, es un material que no desentona en el conjunto del yacimiento, que es útil para confirmar unas cronologías que en general se obtienen a partir de otros materiales más claros, que permite constatar una presencia y una ocupación del lugar como mínimo a lo largo de todo siglo V aC, y poco más.

En total identificamos al menos 12 formas diferentes de cerámica gris monocroma, con algunas variantes nuevas o poco conocidas. Sobresalen, cuantitativamente, las urnas de pie alto y los platos à marli, mientras que el resto de tipos están representados por una cantidad limitada de ejemplares (a veces, uno o dos fragmentos), como el pequeño cuenco próximo o derivado de la forma GR-MONO 2, que también habíamos visto en el yacimiento de la riera de Saus (fig 8: 3).

Cerámica gris monocroma Contrariamente al caso anterior, esta categoría se debe considerar abundante, numerosa, con una tipología normalmente muy clara y con un peso específico considerable, por lo que en algunas ocasiones será el único material que podrá ser útil a la hora de fechar algún estrato o el relleno completo de algunos silos, con una cronología ratificada por el resto de producciones que demasiado a menudo pueden tener una cronología más imprecisa. Constituye, pues, uno de los principales fósiles directores, sobre todo debido a su abundancia en comparación con otras producciones que quizás nos serían más útiles y precisas, pero que apenas existen. A pesar de la imprecisión cronológica de algunas formas que se repiten a menudo, como la urna de pie alto que, en nuestro territorio, se documenta desde el siglo sexto hasta finales del siglo quinto o inicios del cuarto, muchas veces tendremos como único elemento de datación estos fragmentos de gris monocroma.

Este primer vaso, del cual encontramos un ejemplar entero en los silos excavados en 1973 cerca de la riera del pueblo, probablemente debería considerarse como una variante de la forma 2 habitual o más típica en gris monocroma, en general más esbelta y de paredes más delgadas en proporción al tamaño del recipiente. La pasta tampoco es la más típica que veremos en el resto de vasos y recipientes de la producción, aunque su aspecto actual puede ser debido a una prolongada exposición al fuego o, sencillamente, al hecho de haber sido quemada de manera fortuita. Un segundo fragmento, esta vez encontrado en el silo 37 de Saus II, tiene un diámetro superior, pero las mismas características morfológicas en la pared y labio (fig. 141: 8). En cambio, otro fragmento procedente del silo 38 es de mejor calidad, con la pasta depurada y dura y posiblemente ya preconiza lo que serán los vasos de la cerámica gris de la costa catalana que siguieron adoptando la misma forma de plato de borde reentrante.

La producción parece, de entrada, muy homogénea y, aparentemente, todos los vasos de los silos de Saus II parecen venir de los mismos talleres o de la misma área, mientras que los de la excavación de 1973 en la riera de Saus tienen un aspecto diferente, tanto en la pasta como en los acabados generales. La zona de producción de la mayor parte de las piezas de Saus II probablemente debería situarse en el Languedoc occidental, sin descartar una producción local para algunos ejemplares

La forma en gris monocroma es de las más arcaicas, pero también la que más perduró, sin duda gracias a su versatilidad y uso práctico como plato/copa, como lo demuestra el hecho de que se continuó fabricando en gris de la costa catalana y gris emporitana hasta prácticamente el cambio de era. Su período de difusión, en gris monocroma, se situará entre 219

SAUS II

el 575 y el 400 aC, aproximadamente (Dicocer 1993, 446447), con un repertorio de paralelos amplio y con cronologías bien contrastadas (Arceline-Pradelle/Dedet/Py 1982, fig. 11, 8-11; fig. 12, 38-40; Arceline-Pradelle 1984, fig. 2, 28). La variante de menores dimensiones que hemos encontrado en el yacimiento de la riera de Saus quizás es más cercana a la gris de la costa catalana. Recuerda algún ejemplar de la Illa d’en Reixac, fechado en el período 450-380 aC (Lafuente 1999, 138, 3-4), pero también es similar a un segundo individuo, procedente de Pech Maho, en un contexto de la primera mitad del siglo V aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 206). La siguiente forma, muy abundante en el yacimiento, es la GR-MONO 4, el plato à marli más típico, en sus variantes 4a y 4b. Predomina la segunda variante y una tercera algo más rara o menos habitual, con el borde de sección triangular y una moldura externa exagerada. La primera variante la encontramos en el silo 34; aquél que nos sirve de referencia para fechar la fase más antigua o el inicio de la ocupación del yacimiento, que hemos situado a finales del siglo VI aC gracias a un conjunto notable de producciones cerámicas con cronologías coincidentes. El plato de este silo aún presenta lo que se consideran características de los ejemplares antiguos: sin carena externa ni surco interno, o arista en la unión de la pared interna con el borde, constituyendo, la pared del vaso, una sola línea sin interrupciones desde el punto de unión con el pie hasta el borde, el cual tampoco es demasiado complicado. Como decoración, un único surco en la parte externa o más distante del borde. No es de los más antiguos —no tiene decoración de meandros, pero puede ser debido al lugar de elaboración—, pero tampoco es como los otros que identificamos en Saus y que debemos fechar claramente dentro de la primera mitad o mediados del siglo V aC. Paralelos que consideramos muy claros para esta variante se encuentran en Le Cayla de Mailhac en contextos similares (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 51, 152 y 153), pero también en Pech Maho en el período 540-510 aC, o entre el último cuarto del siglo VI y el primero del siglo V aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 184, 5), prácticamente idénticos en la fosa con ofrendas de La Monédière, acompañadas de copas B3 de tipo jónico y de pasta clara, fechada hacia el 540520 aC (Nickels/Genty 1974, fig. 10), y en general en todo el Languedoc occidental en la misma época (Arceline-Pradelle 1984, 138-139). La variante GR-MONO 4b es la más numerosa en el yacimiento. La localizamos en varios silos como elemento principal de datación, con ejemplares casi enteros o fragmentos bien conservados que no podemos considerar materiales residuales. En otros sí, efectivamente, se trata de fragmentos con este carácter residual, acompañando otras producciones que proporcionan cronologías más acotadas, como la cerámica ática o incluso algunas ánforas y cerámicas a torno ibéricas. Casi todos los ejemplares que han conservado el borde lo tienen decorada con dos círculos o surcos marcados más o menos profundamente. Suele ser una característica muy habitual en las producciones del Languedoc occidental (y 220

seguramente de los talleres de nuestra zona) y, en cambio, no se documenta con demasiada frecuencia en las producciones provenzales (Arceline-Pradelle 1984, 138-139). Otro rasgo más o menos habitual, que veremos en varias vasijas de gris monocroma, independientemente de la forma, es la existencia de dos agujeros en el labio, hechos después de la cocción, probablemente para poder colgar el plato con un cordel. En cualquier caso, esta forma 4b, sobre la que no insistiremos demasiado ya que sus características y peculiaridades, así como la presencia y distribución en el Principado, se pueden consultar en un reciente y documentado trabajo (Garcés/ Martín/Vilà 2003), aparece en los silos 2, 7, 8, 16, 17, 34 y 38, en algunos de ellos con más de un ejemplar y, en el caso de los silos 7 y 8, es uno de los elementos de mayor peso a la hora de establecer la cronología del relleno, junto con otras formas de gris monocroma. En las variantes y con los rasgos más habituales de las piezas de Saus, y con una carena marcada, la forma 4b aparece en Pech Maho en las fases Ib y sobre todo en la Ic, que se datan respectivamente en los períodos 540-510 y 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 64, nº 23, 24 y 27; fig. 184, nº 5 y 6; fig. 209-210); en Salles d’Aude entre finales del siglo VI y principios del siglo V aC (Passelac 1995, fig. 12, núm. 3 y 4); en el Puig de Sant Andreu de Ullastret, con piezas de las mismas características morfológicas que los dos ejemplares del silo 8 de Saus (Garcés/Martín/Vilà 2003, fig. 8, 49). La única variante más rara o menos habitual es el borde de perfil triangular y pared interior muy recta y moldura de media caña externa del silo 17 a la que nos referíamos antes. No podemos proponer ningún paralelo directo ni exacto. En conjunto, aparte del ejemplar más antiguo del silo 34, parece que la mayor parte de los vasos de la forma GR-MONO 4b deben fecharse en la primera mitad del siglo V aC o mediados del siglo; difícilmente podremos hacer llegar su período de producción hasta la segunda mitad, independientemente de un período posterior de uso más o menos prolongado. La forma GR-MONO 5 (seguramente variante c) se documenta 3 veces, con muchas dudas, ya que solo hemos encontrado fragmentos correspondientes a bordes o asas horizontales a partir de los cuales deducimos que se trata de aquella copa que también hemos visto en las producciones de pasta clara. Hay que hacer constar que también podrían pertenecer al tipo 6b. Son trozos demasiado pequeños para estar seguros de su correcta clasificación. Concretamente, encontramos sendos bordes en los silos 6 y 16 (quizás otro en el silo 10), y un asa en el silo 14. Todo hace pensar que se trata de materiales minoritarios —no intrusiones residuales—, teniendo en cuenta que tan solo localizamos pedazos sin demasiada entidad entre un conjunto más numeroso de otras producciones. La copa de la forma 5c, que sigue el modelo del prototipo que habríamos encontrado antes en cerámicas jonias y cerámicas de pasta clara del occidente mediterráneo (básicamente copas tipo B2 y C), tiene su origen hacia el último cuarto del siglo VI aC y parece perdurar durante toda la primera mitad del siglo posterior. El fragmento dudoso del silo 10 (podría tratarse de

LA CULTURA MATERIAL

la forma 6b), recuerda el tipo de Pech Maho (Gailledrat/Solier 2004, fig. 207, nº 23-27 y fig. 208), fechado en el período 510-450 aC. En general, la cronología de la forma 5c extiende desde el 550 al 450 aC (Dicocer 1993, 448).

las necrópolis de cremación o directamente utilizadas para contener las cenizas del difunto. En los modelos más arcaicos, elaborados todavía a mano, hay algunos ejemplos notables en el Grand Bassin y Le Cayla (Taffanel 1967, fig. 10 y 16), que pueden constituir el prototipo a partir del cual se modelaron en versión de gris monocroma, que también se halla presente en los mismos yacimientos. Un ejemplo geográficamente cercano lo encontramos en la necrópolis de Sarrià de Ter, acompañando urnas de orejetas de cerámica ibérica pintada —idénticas a las que también vemos en el yacimiento languedociano citado anteriormente—, en un contexto de finales del siglo VI aC (Martín 1994a, 96, con paralelos y bibliografía). La misma forma, en la versión de cerámica ibérica oxidada y decorada con pintura roja, la volveremos a ver en Saus, del mismo modo que se ha documentado en Mas Castellar de Pontós, Creixell y Ullastret (Martín 1994a, 98).

La forma GR-MONO 6b o variante se detecta un par de veces, aunque en alguna ocasión podríamos pensar que algunos fragmentos que atribuimos a la 5c podrían pertenecer, en realidad, a esta segunda forma, del mismo modo que un fragmento de borde del silo 17 nos recuerda los que también vemos en la forma 7a. En cualquier caso, creemos que podemos identificar el tipo GR-MONO 6b en fragmentos encontrados en los silos 8, 10 y 17. Se trata de un cuenco carenado que se fecha a partir del segundo cuarto siglo VI aC, y con diversas variantes perdura hasta un centenar y medio de años más tarde, con paralelos en todas partes, tanto en las comarcas gerundenses (Empúries, Ullastret, Mas Gusó), como en yacimientos del golfo de León; contextos bien fechados entre el 510-450 aC en Pech Maho (Gailledrat/Solier 2004, fig. 207-208), e incluso anteriores en la Cayla, con toda seguridad de la segunda mitad del siglo VI aC (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, fig. 129, 8). En las producciones provenzales y del Languedoc oriental, es el cuenco carenado de los grupos 3 o 8, a menudo con el cuello o la franja de debajo el labio decorada con meandros incisos (Arceline-Pradelle et alii 1982, fig. 13 y 15).

En cuanto a su cronología, en general se ha fijado entre el 575 y el 475 aC (Dicocer1 1993, 449), y puede ser válida sobre todo para asentamientos y oppida del sur de Francia en los que se han excavado niveles de esta época. Sin embargo, constatamos en numerosas ocasiones su presencia en yacimientos catalanes hasta bien avanzado el siglo IV aC (y quizás aún en épocas más recientes), seguramente como consecuencia de su elaboración en talleres locales, derivando con toda probabilidad hacia la cerámica gris de la costa catalana. Los ejemplos de la Illa d’en Reixac, del 450-380 aC, o Mas Castellar de Pontós, del 425-400 aC (Martín/Conde 1999, 166; Pons 2002, 264), creemos que no pueden ser considerados de ninguna forma como muestra de materiales residuales, sino contemporáneos al resto de cerámicas de los respectivos períodos que, por otra parte, ha sido bien fechados.

Junto con el plato à marli, la urna de cuello alto y borde exvasado GR-MONO 7, sobre todo en la variante de pie alto (tipo 7c), es la forma más frecuente y repetida, presente tanto en los silos de la riera de Saus como en las del campo del camino de las Figuerasses o Saus II. En este yacimiento la identificamos en los silos 1, 2, 5, 19, 20 y 23, en contextos y cronologías diversas, al menos desde la primera mitad del siglo V aC hasta la fecha de abandono definitivo del lugar, hacia a finales del mismo siglo, asociada a ánforas ibéricas y ánforas púnico-ebusitanas o a cerámicas áticas de barniz negro con unas dataciones claras en el último cuarto del siglo V aC. Posiblemente una base de cuenco del silo 7 pertenece a la urna de la variante 7b (no es seguro), que identificamos en Pech Maho en ejemplares del período 510-450 aC (Gailledrat/ Solier 2004, fig. 216, nº 1 , 3 y 6), al igual que otra base del silo 30. Otros fragmentos, como un borde del silo 19, parecen corresponder a la misma variante, con un paralelo en los niveles asociados a la muralla de Ampurias, fechados en la segunda mitad avanzada o finales del siglo V aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 13, nº 16), y es posible que otro fragmento de borde del silo 17 corresponda al tipo 7a. Desgraciadamente nunca podremos estar completamente seguros de su atribución tipológica exacta. O bien hemos encontrado bordes, sin saber qué pie tenían, o bien bases, desconociendo la forma del resto del vaso.

La jarra con rebosadero o caño de la forma genérica GR-MONO 8 (probablemente de la variante 8a o 8b), la encontramos con toda seguridad en dos ocasiones, en los silos 30 y 35. Es posible que alguna otra base de forma indeterminada pertenezca al mismo tipo. Desgraciadamente, nunca se han conservado fragmentos con suficiente entidad para poder identificar la forma y menos piezas con el perfil. Este tipo de jarra tiene su origen a mediados o segunda mitad del siglo VI aC y se documenta en varios yacimientos del sur de Francia en estratos del último cuarto del siglo VI y primer cuarto del siglo V aC (Arceline-Pradelle/Dedet/Py 1982, fig. 17, 142; Arceline-Pradelle 1984, fig. 51, 408-411; Janin et alii 2002, fig. 40, 44). El fragmento del silo 35, que recuerda el ejemplar de la fosa de La Mayrale, fechada en el tercer cuarto del siglo V aC (Gailledrat/Solier/Boisson 2003, 163), formaba parte de un amplio conjunto de materiales que hemos podido datar en torno al año 400 o, por prudencia y con menos precisión, en el período 420-380 aC.; cronología, por tanto, coincidente con el yacimiento francés.

El origen de la forma en la variante que más se repite, de pie alto (GR-MONO 7c), proviene de las urnas hechas a mano de la primera edad del Hierro, aparecidas en la zona del Languedoc occidental y norcatalana. Son urnas que a menudo se localizan en ámbitos funerarios, formando parte de las ofrendas de

En los silos o fondos de cabañas de la riera de Saus se recogieron fragmentos pertenecientes a varios ejemplares de otra forma, que consideramos derivada o una variante de la GR-MONO 9a, aunque no se conservó el perfil completo. La pasta y tonalidad tienen las mismas características que 221

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Fig. 168. Formas de las diferentes producciones de cerámica ática identificadas en Saus. Detalle de las decoraciones del fondo interno.

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el resto de ejemplares de gris monocroma del yacimiento; algo diferentes a las de Saus II. Podrían ser perfectamente productos locales o, en todo caso, de un área diferente a la que pertenecen los otros fragmentos de Saus II. De hecho, la forma a la que ahora nos referimos la encontramos en gris rosellonesa, con pastas con el componente de polvo de mica, sin engobe o barniz en las superficies y con un color que puede llegar hasta el beige-rosado (Marichal/Rébé 2003, 269-270). Son las mismas características que vemos en las piezas de la riera de Saus.

167). Las características de la pasta la identifican como una producción occidental (de taller desconocido) y, en todo caso, no griega, aunque imita a la perfección las formas más clásicas de los caccabai helenos, o bien constituye una variante de las formas más corrientes que encontramos en el Ágora (Sparkes/ Talcott 1970, nº 1956). Atendiendo a la descripción que se hace de la pasta de un ejemplar idéntico localizado en Lattes, consideramos que se trata de la misma producción o que procede de la misma área (Py et alii 2001, nº 5195). En aquella ocasión —ya lo hemos comentado—, se fecha en el período 320-300 aC. Es cierto que, en general, estos caccabai más altos, de cuerpo más esférico, suelen ser algo más recientes que los prototipos y los antecedentes que identificamos en el Ática. No olvidemos, sin embargo, que también en Lattes encontramos ejemplares de cerámica común de tradición o de tipo griego en el último cuarto del siglo V aC (Curé 2010, 506-507, fig. 10).

Estos vasos, tipológicamente parecen derivar de los recipientes (seguramente copas), que también encontramos en Pech Maho en estratos de la segunda mitad del siglo VI aC y que perduran aún hasta la primera mitad del siglo siguiente (Gailledrat/Solier 2004, fig. 61, 17-20 y fig. 207, 21), aunque su identificación exacta no pueda ser confirmada al cien por cien. Otra forma relativamente frecuente, con algunos ejemplares bien identificados y otros fragmentos más dudosos, es la GR-MONO 13 en las variantes c y d. Es una copa carenada característica del Languedoc occidental y prácticamente desconocida en el oriental y en la Provenza (Arceline-Pradelle 1984, 138-139). También es una de las formas más antiguas y, a diferencia de tantas otras, casi no perduró más allá de finales del siglo VI aC. Difícilmente podremos fechar ningún ejemplar en el siglo quinto. Los paralelos para su zona de producción y difusión son interminables, siempre en contextos cronológicos situados aproximadamente entre el 600 y el 500 aC. En Pech Maho, yacimiento citado a menudo y que constituye una excelente referencia para las producciones coloniales y de todo tipo para los siglos VI y V aC, aparece durante las fases Ib y Ic, fechadas respectivamente en los períodos 540-510 y 510-450 aC (Giry/Jully/Solier 1967; Gailledrat/Solier 2004, fig. 45, 60 y 207). En las comarcas de Girona está presente en cualquier yacimiento con niveles de la misma época o posteriores, aunque solo sea como material residual. La encontramos en los silos 18 y 28 de Saus, pero también en el conjunto de Ullastret, en Empúries, Mas Castellar de Pontós, Mas Gusó, etc.

No es necesario buscar paralelos lejanos. En Mas Castellar, Pontós, un caccabe de cerámica de cocina local, adoptando la forma clásica, si bien con las paredes más gruesas, se fecha en torno al 400 aC (Asensio/Pons 2009, fig. 13, 1). Proviene de los niveles de escombrera relacionados con el abandono o desmantelamiento de la puerta de la fortificación más antigua. En cualquier caso, como ya habíamos señalado en su momento, si en cerámica de cocina de producción local imita esta forma, es porque el modelo original griego era bien conocido y se había difundido por la región ya en esta época. CERÁMICA ÁTICA Uno de los principales fósiles directores a la hora de fechar el yacimiento. Pero en este caso juega un papel secundario, ya que se trata de un material francamente minoritario que sirve solo de refuerzo y complemento a otras producciones más numerosas a partir de las cuales podemos averiguar la cronología de determinados estratos y rellenos de silos. Además, hay que añadir otro elemento que puede dificultar el establecer cronologías bastante precisas: el carácter relativamente lujoso de estos vasos (sobre todo copas), y caros en comparación a otros productos locales que estaban más al alcance, a excepción, tal vez de la copa “Castulo”, abundantísima y a menudo con una calidad algo inferior, lo que parece convertirla en un producto popular y al alcance de cualquiera.

Por último, hay que referirse a una forma no habitual, que desconocíamos, representada por un único ejemplar incompleto. Su perfil adopta la forma de un skyphos e incluso se nota el punto de unión de un asa por debajo del labio (fig. 167). No se ha conservado la base. La pasta es la típica de la gris monocroma, pero se ha visto alterada por el hecho de que el fragmento ha sido expuesto al fuego y la superficie parece agrietada y con pequeñas cáscaras que se desprenden sobre todo de la capa de barniz gris oscuro que recubre.

El carácter de producto semi-lujoso de importación de la mayor parte de las cerámicas áticas del yacimiento —sin ser nada del otro mundo—, también hace que el período de utilización y conservación para usos domésticos —quizá incluso para otras utilidades más especiales—, sea más largo que para otras vasijas más comunes y más baratas. Por lo tanto, nunca podremos estar seguros de fechar bien un estrato basándonos únicamente en la cronología de una determinada pieza de cerámica ática de barniz negro, aunque la fecha de su fabricación sea bien conocida. La conservación de una copa de los talleres del Ática durante cinco, diez o quién sabe si veinticinco o treinta años en una modesta casa de campo ibérica en el otro extremo del Mediterráneo puede engañarnos

Cerámica común de tradición griega Un solo ejemplar, pero completo, pertenece a esa rara producción que apenas se documenta en esta zona si no es gracias a fragmentos dispersos e imitaciones a menudo más tardías que siguen los modelos originales. Hemos tenido ocasión de comentarlo anteriormente, al analizar el contenido del silo 40, del que procede (fig. 147: 1, fig. 148: 1 y fig. 223

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completamente a la hora de fechar el nivel en que apareció. Por lo tanto, su utilidad y fiabilidad como fósil director es muy relativa. Sin embargo, tampoco es un material raro en Saus, ya que identificamos una docena de formas que podemos fechar bastante bien, al menos en lo que se refiere a la época de fabricación. Si bien el repertorio es relativamente amplio, teniendo en cuenta el carácter del yacimiento, a menudo algunas formas están representadas por un único ejemplar, como en el caso de las producciones más antiguas o algún fragmento de kantharos y lekythos, como tendremos ocasión de comentar en su momento. Otras formas, en cambio, se repiten más a menudo. Es, sobre todo, el caso de la copa de pie bajo tipo “Castulo” o AT-VN 469-473, muy abundante en cualquier yacimiento entre mediados del siglo quinto y los primeros años, como máximo, del siglo IV aC, o de copas atribuibles a los tipos Ágora 483-487 o quizás 588-593, que solo identificamos gracias a la base y a su decoración interna. También tendremos ocasión de analizarlo con mayor detalle. Los ejemplares más antiguos proceden del silo 21. Son fragmentos de dos copas de barniz negro que no pueden clasificarse fácilmente. La primera quizás debamos atribuirla a la serie del Ágora de Atenas tipo C (o quizás vicup), ATVN 398-413 o Ágora 434-437, con unas cronologías situadas entre el 525 y 475 aC, o el 500 y el 460/450 aC, según el tipo, aunque un fragmento tan pequeño también podría hacernos pensar en otras variantes algo más recientes (fig. 168: 4 y 7). Paralelos geográficamente próximos los encontramos en las necrópolis de Empúries o en Mas Gusó en un contexto de entre los últimos años del siglo VI y los primeros del siglo V aC (Casas 2001, 194-195; Casas/Soler 2004, 120); en Ullastret e Illa d’en Reixac (Sanmartí/Asensio/Martín 2002, 78, 81; Martín/Conde 1999, 156, 2); cronologías que también coinciden con las de Pech Maho (Gailledrat/Solier 2004, fig. 191). Ya habíamos señalado que este tipo de copa formaba parte de las ofrendas de la tumba de Vix, en un contexto de entorno al año 500 aC. Es una cronología muy reculada en el contexto de los silos de Saus, pero ya hemos visto como el inicio del yacimiento se fecha en los últimos años del siglo VI aC y que existe una ocupación continuada que dura al menos cien años. El segundo vaso ático de las producciones más antiguas es un fragmento de borde de un kílix-skyphos de figuras negras con una faja sin barnizar situada por debajo del borde, encontrado en el mismo silo 21. No alcanzamos a ver la forma o variante precisa, pero todo parece señalar que puede asimilarse al tipo AT-FN KyR, con una cronología del 480-450 aC, aunque la forma, con pocas variaciones, llega hasta el 425 aC (Dubosse 2007, 39), (fig. 168: 1). Podríamos decir que el resto de fragmentos y vasos de cerámica ática forman un conjunto mucho más homogéneo, al menos, desde el punto de vista cronológico. Debemos citar, en primer lugar, un borde de skyphos de barniz negro, de variante no precisada, encontrado en el silo 21, junto a aquellos 224

ejemplares más antiguos que acabamos de comentar. Es el único caso. Los otros vasos, siempre aparecidos en contextos y niveles de los últimos años del siglo quinto o principios del cuarto, constituyen un conjunto modesto pero que se repite en otros yacimientos en la misma época. A veces son vasos y copas de pie bajo, con o sin asas horizontales ligeramente alzadas, decoradas o no, aunque es habitual ver una decoración impresa en el fondo interno, a veces muy elaborada, como la que encontramos en dos ejemplares del silo 5 (seguramente atribuibles a las formas Ágora 483-487 o quizás 588-593), y del silo 14, con la decoración más sencilla, pero característica del período comprendido sobre todo entre el 430 y el 410 aC (fig. 41: 1 y 2; fig. 72: 1), aunque la forma de la copa se haya considerado ligeramente más antigua, de entre el 450 hasta el 430 aC. Otro ejemplar casi completo procede del silo 35, con una decoración algo más sencilla (cinco palmetas entrelazadas). Es una copa-skyphos del tipo genérico AT-VN 580-611 (fig. 168: 5), o más precisamente de la forma Ágora 588-593, con una cronología que se ha situado en torno al 420-410 aC (Sparkes/Talcott 1970, 277-278). Pero la forma omnipresente, la que se repite más a menudo en el yacimiento, es la copa “Castulo”. La copa de pie bajo y asas horizontales ligeramente alzadas y un bisel con encaje interior, característica de la segunda mitad del siglo V aC y primeros decenios del siglo posterior. No podremos seguir la evolución de la forma a partir de los fragmentos de Saus II, siempre de vasos incompletos, que pertenecen a variantes diversas. Es cierto que vemos estas variaciones en los labios de los diferentes fragmentos de Saus, pero no es suficiente para poder ir más allá ni para introducir matices en las cronologías genéricas o más precisas que otros investigadores han propuesto (cf. Sparkes/Talcott 1970; Gracia 1991), o de aquellas que se desprenden de los hallazgos en yacimientos próximos como Empúries, Ullastret o Mas Castellar de Pontós, donde esta forma es especialmente abundante. Morel consideró al estudiar las cerámicas de barniz negro, que esta forma no habría llegado al siglo IV, terminándose su producción en los últimos años del siglo V aC (Morel 1981, 300-301); observaciones que habrá que tener muy en cuenta al analizar los respectivos contextos que estudiamos. En cualquier caso, vale la pena señalar que en Saus la encontramos siempre en silos de la última fase de ocupación o, mejor dicho, en los últimos que se abandonaron; todos ellos colmatados de tierra durante la segunda mitad del siglo V aC y más concretamente hacia el período comprendido entre el 430/420 y el 390/380 aC. Si estos fragmentos (nunca hemos encontrado un vaso más o menos completo), tienen el carácter de residuales o bien pertenecen al momento en que se rellenaron los silos (igual que el resto de materiales que nos permiten averiguar estas cronologías), es otra cuestión. No parece, sin embargo, que tengamos ejemplares excesivamente antiguos ni, por lo tanto, residuales. Tampoco los encontramos en aquellos silos más antiguos, que se obliterar hacia mediados del siglo V aC. Por lo tanto, la cronología y el período de producción

LA CULTURA MATERIAL

CERÁMICA IBÉRICA A TORNO Ibérica oxidada El conjunto más numeroso lo forman las cerámicas ibéricas a torno cocidas en fuego oxidante, a veces decoradas con franjas de pintura roja y/o blanca, y en la mayoría de los casos sin ningún tipo de decoración. No parece, en principio, que el hecho de estar decoradas tenga nada que ver con la forma del recipiente, aunque algunas formas específicas siempre llevan decoración, como tendremos ocasión de ver.

máximo de la Castulo cup, situado entre el 450 y el 375 aC, también corresponde a la época de máxima actividad previa al abandono del yacimiento. Otra forma identificada, minoritaria, con un solo ejemplar, es la AT-VN 612-623 (fig. 168: 6), una copa-skyphos con el pie moldurado y el labio complejo, grueso, también con una especie de encaje interior y dos asas horizontales ligeramente alzadas por encima del plano del borde. Es una copa característica de finales del siglo V aC (fabricada aproximadamente entre el 425 y el 375 aC). Forma parte de ese conjunto de materiales que nos permiten precisar la fecha de abandono del yacimiento. En este caso, el único ejemplar procede del silo 22, e iba acompañado de un conjunto notable de fragmentos de cerámica ibérica (ánfora, jarras de cerámica oxidada, urnas de cerámica a mano), y una base de skyphos ática, asimilable a la forma Ágora 349, de entre finales del siglo V aC y principios del siglo IV aC; cronología que también concuerda con la de la copa-skyphos Ágora 621.

En la fig. 169 hemos resumido el repertorio de las 16 formas más habituales y genéricas, teniendo en cuenta, no obstante, que existe un número aún mayor de variantes que se manifiestan sobre todo en el acabado de los bordes o en otros detalles menores, sin que este hecho signifique un cambio o la aparición de nuevos tipos y formas. En este sentido, el cuadro de bordes y labios que resumimos en la fig. 170 contiene prácticamente todas las variantes que podremos encontrar en cualquiera de las jarras y formas cerradas de la fig. 169, distribuidas en el apartado que llamamos “sin cuello”, debido a que en realidad lo tienen muy corto y sin diferenciar, y en el apartado de “cuello alto”, que reúne aquellos recipientes que lo tienen más o menos desarrollado. En estos bordes predominan los perfiles en cuello de cisne más clásico (fig. 170: 1 y 2), que poco a poco van evolucionando perdiendo su aspecto original, a veces volviéndose más complejos (fig. 170: 3 a 6), o claramente más sencillos y estilizados (fig. 170: 7 a 9), todos ellos contemporáneos o con unas diferencias cronológicas que en Saus no podemos apreciar. De hecho, es seguro que las diferentes variantes de labio para las jarras, tanto las de cuello alto como las que carecen de él, coexistieron en el yacimiento durante toda la segunda mitad del siglo V aC, y solo podríamos considerar algo más antiguas —aunque sea en cuanto a su origen— las dos primeras variantes de cuello de cisne citadas.

En cuanto al skyphos, es una forma relativamente frecuente en el yacimiento, aunque el número total de cerámicas áticas sea muy bajo. Las formas que identificamos suelen ser variantes antiguas, de base ancha y el cuerpo formando una sola curva continua, del tipo AT-VN 350-354, con el pie reservado y decorado tan solo con un punto central y uno o dos círculos concéntricos de barniz negro. El anillo de reposo de la base suele tener una sección circular (como el del silo 22), o bien más biselado y robusto, como el del silo 16. La misma forma también la encontramos en la variante decorada con figuras rojas y pintura blanca tipo Saint Valentin (AT-FR SK2a), con unas cronologías imprecisas entre la segunda mitad del siglo quinto y el primer cuarto del siglo IV aC, más o menos contemporánea el kantharos “sessile” (ATFR CTE), que esporádicamente encontramos en Saus, siempre con pequeños fragmentos dispersos, como en los silos 2 y 16.

Con los recipientes de cuello alto o más desarrollado pasa algo parecido. Normalmente los bordes son bastante más sencillos, con pocas molduras y con el labio solo un poco más abultado que la pared, con sección redondeada, roma, en bastoncillo (fig. 170: 10 y 11), ligeramente triangular (fig. 170: 14 y 15), o con encaje y moldura sencilla, de un estilo similar a algunas variantes que también habíamos visto en las jarras sin cuello diferenciado (fig. 170: 12, 16 y 18).

Salvo estas dos formas tan características, en ática de figuras rojas solo hemos encontrado dos formas (y aún dudosas), representadas por dos fragmentos que no permiten una clasificación tan segura como quisiéramos. Uno de los fragmentos, del silo 11, parece pertenecer a una copa baja, kílix, tipo AT-FR Ky12 (Ágora 494-495), con una cronología muy probable entre el 425-400 aC (Sparkes/Talcott 1970, 270). El otro es un borde de lekythos que por su forma parece ser el lecito panzudo tipo AT-FR LT3, el cual, a pesar de tener una cronología genérica de entre el 475-375 aC (Dicocer 1993, 111), es más propio los últimos años del siglo quinto y sobre todo del primer cuarto del siglo IV aC (Miró 2006, 242, 336 y fig. 533, 652 y 711). Ahora bien, es difícil a partir de un fragmento de borde y cuello adivinar exactamente la evolución y forma completa del cuerpo. Pero en este caso, nos recuerda más el labio y cuello del lecito panzudo que el del más clásico AT-FR Lt2.

En cuanto a la tipología de los recipientes en general, cuantitativamente predominan las jarras cerradas y son las que también muestran un repertorio de formas más diverso, mientras que los vasos abiertos, normalmente de dimensiones más pequeñas, se reducen a cuatro formas concretas y diversas variantes que no alteran el aspecto genérico de los tipos principales (detalles en el labio, tener o no asas, etc.). Las jarras, en cambio, pueden presentar muchas más variantes en función de los tamaños, proporciones, acabados, etc., que sería más difícil resumir en un cuadro tipológico. Hemos optado, finalmente, por ofrecer el resumen de las más características, teniendo en cuenta que cualquier fragmento que encontraremos en las láminas de material de cada silo podrá asimilarse a

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SAUS II







 

























Fig. 169. Formas más comunes de la cerámica ibérica oxidada localizadas en el yacimiento.

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LA CULTURA MATERIAL

Tipos de bordes Jarras sin cuello

Jarras de cuello alto



 



 





 















Fig. 170. Principales variantes de bordes en recipientes de cerámica ibérica oxidada de Saus II.

Otra serie de jarras se caracterizan por tener el cuello más desarrollado y una sola asa que normalmente va desde el labio hasta el inicio del cuerpo, un poco por encima de la suave carena que marca la parte más ancha del recipiente (fig. 169: 5 a 8). Solo en una forma vemos el asa adherida por debajo del borde (nº 7), pero se trata de una botella de cuello estrecho, más que de una jarra. Una vez más, indistintamente, pueden estar decoradas o no con las franjas de pintura roja. Y siempre tienen la base cóncava o umbilicada, con el fondo interno más o menos alzado. Algún ejemplar —esta vez, decorado por dentro— se fecha claramente a finales del siglo VI aC y va asociado a jarras con el borde de perfil en cuello de cisne (fig. 125: 1). Una variante más interesante, con una forma quizá más elaborada, es la que vemos en la jarra del silo 10, con dos asas pegadas por debajo del borde y labio de sección casi triangular (fig. 169, 9). Todas ellas, son piezas que documentamos en Saus en contextos de la segunda mitad del siglo V aC y sobre todo en los niveles del último momento, hacia la transición de los siglos V y IV aC.

alguna de las formas de la fig. 169, a pesar de las numerosas variantes. Como también puede observarse a primera vista, que las dimensiones de los recipientes son bastante regulares excepto en lo referente al primero de ellos, una jarra de notable tamaño y calidad, con una decoración bastante más elaborada que en el resto, quizás también un poco más antigua (fechamos el relleno del silo 1 a mediados del siglo V aC, o poco posterior), para la que identificamos paralelos y antecedentes (tanto en lo relativo a la forma concreta como para la decoración), desde la primera mitad del siglo V aC, perdurando prácticamente hasta finales del mismo siglo (supra). Esta jarra apareció con la urna sin asas del tipo fig. 169, nº 4 y el vaso nº 13, —por lo que deben considerarse absolutamente contemporáneos—, junto con un repertorio más que notable de cerámica ibérica oxidada, en el que se reflejan muchos detalles de los vasos y características morfológicas de los tipos resumidos en las fig. 169 y 170 (supra, fig. 24 a 26). En la última fase del yacimiento, entre los materiales que fechan los silos más recientes o los últimos que se rellenaron de desechos, predominan las jarras del tipo 2 y 3. Aunque solo sea a partir de algunos fragmentos de borde, vemos que son las más abundantes. Las encontramos, por ejemplo, con cronologías bastante precisas en los silos 22, 23, 24, 35, etc. A veces con una sencilla decoración hecha con dos o tres franjas de pintura roja que no siempre se ha conservado bien (fig. 86, 96, 99); otras veces, sin ningún tipo de decoración e incluso rotas y reparadas de antiguo, “cosidas” con un hilo hecho pasar por orificios practicados a ambos lados de la línea de fractura (fig. 105 y 129). Finalmente, tampoco es extraño hallar alguna de estas grandes jarras deformada por efectos de una mala cocción, pero a pesar de todo comercializada y, por lo tanto, adquirida y utilizada por los habitantes de la casa (fig. 99: 1; fig. 131: 5 ).

Por último, debemos referirnos a tres tipos de urna con unas características específicas (fig. 169: 10 a 12). Todas tienen el cuerpo globular y cuello alto, con el borde claramente vuelto hacia el exterior. La primera adopta la forma arcaica de la urna de pie alto de la cerámica gris monocroma (fig. 109: 5). Aunque no hemos podido recuperar ningún ejemplar más o menos entero ni casar los diferentes fragmentos en una sola pieza, consideramos adecuado restituirla de esta manera, en base a otros paralelos documentados (supra). Uno de los ejemplares ya lo habíamos visto en los silos de la riera de Saus y, en aquella ocasión, con la parte central decorada con pintura roja (fig. 8: 4). La segunda forma, con un origen también muy arcaico, es la urna sin pie, de base cóncava, que suele tener la espalda 227

SAUS II

decorada de una manera algo más elaborada (fig. 169: 11). En los silos de la riera de Saus vemos dos ejemplares, uno de ellos con la espalda decorada con cuartos de círculo trazados a compás (fig. 8: 5 y fig. 10: 1). Esta misma forma la encontramos en cerámica gris en el silo 14 de Saus II, pero con la unión del cuello al cuerpo no tan marcada (fig. 73: 8), aparte de varios fragmentos correspondientes al cuello y borde dispersos en otros silos, como en el nº 2. Se trata, en definitiva, de una forma bastante popular, con variantes elaboradas en gris monocroma, en cerámica ibérica oxidada e incluso en la llamada cerámica “ibero-langedocienne”, sobre todo durante la segunda mitad del siglo V aC, sin excluir un origen más antiguo (Jully 1982, fig. 5). Finalmente, la variante menos habitual, pero también bien documentada en esta zona, es la urna de cuerpo globular y cuello tubular, vertical, sin asas y normalmente decorada con franjas de pintura (esta vez, alternando rojo y blanco). La misma forma también existe con una sola asa, pero no la hemos encontrado en Saus. Todos los fragmentos que podemos identificar (en los silos 5, 8 y 16), al igual que un ejemplar completo, carecen de asa (fig. 169: 12). En este caso, también podemos fecharlo bien gracias al conjunto de materiales del silo 5, que sitúa el momento de su relleno hacia finales del siglo V aC. En el apartado de vasos bajos, formas abiertas y, en general, vasos, escudillas y copas, vemos por lo menos cuatro tipos claros, algunos de los cuales podrán presentar variantes. Sin embargo, las formas bajas son francamente minoritarias en Saus y algunas de ellas se documentan a partir de un solo ejemplar. Pero, por otra parte, podemos ver algunos rasgos que son comunes a todas. En primer lugar, el perfil general del vaso, en forma de S, se repite en las cuatro formas (fig. 169: 13 a 16). Por otra parte, la base ya no es cóncava como en las jarras, sino plana o casi (en el nº 16 no podemos tener la certeza). De alguna manera, ya aparecen las bases que más adelante serán comunes a la cerámica gris de la costa catalana. De hecho, del tipo 15 tenemos dos ejemplares, absolutamente idénticos, pero uno tiene asa y el otro no: uno es de cerámica oxidada y el otro tiene un color francamente gris en la mayor parte de la superficie, cambiando hacia el marrón oscuro en una zona concreta. Sin embargo, se podría clasificar perfectamente como un vaso de cerámica gris de la costa catalana (fig. 108: 1 y 2). Proceden del silo 24 y, por lo tanto, se fechan en la transición de los siglos V y IV aC, al igual que el cuarto vaso (fig. 169: 16), del mismo silo. Cerámica gris de la costa catalana No podemos dejar a un lado, aunque se trate de una producción minoritaria, los pocos ejemplares de cerámica gris de la costa catalana o, si se quiere, lo que podríamos considerar primeros prototipos atribuibles a esta categoría cerámica que más adelante y hasta época romana será característica de los yacimientos de la zona. Ya hemos citado un ejemplar recientemente, al comentar el vaso sin asa del silo 24. Es posible, incluso, que la urna de cerámica gris del silo 14 (fig. 73: 8), pertenezca a esta producción, aunque prudencialmente (por tipología y forma) 228

la hemos colocado en el apartado de las grises monocromas, aunque lo consideramos un producto local, con una base y un labio característicos de las cerámicas oxidadas de esta zona (comparar con los bordes de la fig. 170). Por otra parte, más adelante tendremos ocasión de ver como algunos vasos modelados a mano y con la superficie pulida anuncian lo que más adelante será el vaso bicónico típico de la gris local (fig. 44 y 72: 4). Pero ahora, el único ejemplar que podemos considerar sin lugar a dudas como gris de la costa catalana en el principal período de funcionamiento del establecimiento, es el del silo 38 (fig. 142: 1). Una jarra de cuello alto, boca trilobulada, una sola asa, carena bien marcada en el hombro y una base —no conservada— con fondo cóncavo o umbilicado, como corresponde a las producciones indígenas tradicionales en cerámica oxidada. Una pieza que, por otra parte, está bien fechada en el último cuarto del siglo V aC. Cuestión diferente será la de aquel conjunto, notable, procedente del silo 43, resultado de una ocupación puntual, muy corta y sin ninguna relación con el asentamiento rural más antiguo. Lo hemos fechado en la primera mitad no avanzada del siglo III aC. Aquí ya encontramos las formas más características de la cerámica gris de la costa catalana clásica, con los vasos bicónicos y las escudillas de labio vuelto hacia el interior, que a la larga evolucionarán hasta llegar a las últimas producciones de esta categoría cerámica. CERÁMICA IBÉRICA A MANO Morfología y tipología Hemos resumido los principales tipos y formas de esta producción tan característica en el yacimiento, a pesar de ser evidente que en el cuadro de la fig. 171 no se pueden incluir todas las variantes que presentan las urnas, ollas y otros recipientes más comunes. Se trata, sin embargo, de pequeñas variaciones en el acabado o en la forma particular de alguna parte del recipiente, que no alteran el tipo y forma genérica a la que pertenece cada ejemplar. Podemos decir, por tanto, que todos los fragmentos y piezas identificadas en Saus II se inscriben en uno u otro de los tipos que incluimos en el cuadro tipológico. En cuanto a las características del conjunto, podemos distinguir claramente dos producciones muy bien diferenciadas. Una de ellas, la que tiene un aspecto más tosco y descuidado en su acabado, es sin duda local y, muy probablemente, elaborada en la misma casa por los mismos habitantes del asentamiento. La otra, más fina, más pulida, con la pasta bien depurada y los acabados alisados y brillantes, quizás es una producción de mayor alcance y difusión, de carácter comarcal. Es, en definitiva, una cerámica fina elaborada a mano, de buena calidad, que encontramos con relativa frecuencia en las comarcas de Girona, siempre en poca cantidad, pero repitiendo un repertorio tipológico limitado que poco a poco resulta habitual. La primera producción comprende sobre todo urnas y ollas (alguna tapadera y también vasos pequeños), hechos con una arcilla que adopta un aspecto arenoso debido a la gran

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Fig. 171. Repertorio tipológico con las principales formas de la cerámica indígena a mano, cocida indistintamente en fuego reductor y oxidante, de Saus II.

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Fig. 172. Formas identificadas de la producción de cerámica a mano y superficie pulida.

cantidad de granos de cuarzo en su composición. Estos granitos de cuarzo, siempre de color blanco y de medidas regulares (de 0,5 a 1 mm) no sabemos si fueron introducidos expresamente en la arcilla como desgrasante o si forman parte de la composición natural de la pasta. Normalmente suele haber pequeñas láminas de mica, a veces poco visibles, como un fino polvo, y también son habituales los pequeños nódulos blancos, calcáreos. Pocas veces observamos variaciones en estos componentes. De manera excepcional, podremos encontrar granos de cuarzo de tamaños superiores, como pequeñas piedras introducidas accidentalmente en la pasta (de entre 0,5 y 1 cm.), en recipientes poco elaborados, de paredes y tamaños mayores de lo que suele ser habitual. En otras ocasiones el desgrasante o componente de cuarzo puede ser de un color diferente al blanco, ya sea más gris, morado, amarillo, etc. Pero son casos excepcionales. En general, todos los fragmentos del yacimiento, incluso aquellos procedentes de la excavación del año 1973 en la riera de Saus, tienen la misma composición y parecen fabricados con material obtenido en un único depósito de arcilla cercano a los asentamientos. En cuanto al aspecto de los vasos, su acabado puede presentar varios matices, desde el más pulido hasta el más descuidado. Pero normalmente, teniendo en cuenta la técnica de elaboración, suelen ser bastante pulidos (más en la superficie interna que por fuera) y, como veremos posteriormente, muchos de ellos tenían una decoración más o menos sencilla. En cuanto 230

al sistema o técnica de cocción, habitualmente estamos acostumbrados a los acabados oscuros y negros obtenidos en un fuego reductor. En Saus, en cambio, no son los colores predominantes. Muchas veces el color gris oscuro o negro de la superficie se debe al uso posterior del recipiente, destinado a ir sobre las brasas del hogar, quedando oscurecido por el humo. Pero originalmente la tonalidad de la mayor parte de urnas, ollas y pequeños vasos era el marrón oscuro, gris más o menos oscuro, rojo, naranja, etc. En la mayor parte de los fragmentos podemos ver claramente el color amarronado o rojo oscuro en la superficie interna o en el interior de la fractura, mientras que la parte externa puede ser gris o casi negra. Otras veces este color marrón-rojizo solo se ha conservado en el interior de la fractura, pero no en las superficies, y en otras ocasiones, finalmente, es al revés: marrón, naranja o castaño en todas las superficies y gris en el interior de la fractura. En principio, podríamos decir que casi nunca ha aparecido un fragmento o un recipiente que se pueda considerar totalmente cocido en fuego reductor; casi siempre suele tener la pasta bicolor, como mínimo. En definitiva, incluso el color de la superficie puede ser muy variado en una misma pieza: manchas más claras o más oscuras en la base, el cuerpo, el cuello y borde, con diversas tonalidades de gris, castaño y marrón que se distribuyen en función de la colocación y exposición al fuego en el momento que se coció la cerámica. Son, todos ellos, aspectos formales que no modifican ni amagan la composición de la pasta ni el repertorio tipológico general.

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La forma más corriente y abundante es la urna de perfil en S, pero detectamos diversas variantes que vale la pena señalar. Aparte, otros vasos y formas algo diferentes a lo que podríamos considerar el grupo mayoritario, con ejemplares de tamaños muy pequeños (fig. 171: 11 a 15). Solo en un ejemplar más antiguo, del silo 34 y por lo tanto fechado a finales del siglo VI aC, no vemos el característico perfil del cuerpo en forma de una gran S muy alargada. Esta vez, la separación entre cuerpo y labio está señalada por una carena muy pronunciada, que no volvemos a ver tan claramente en ningún otro fragmento del yacimiento (fig. 171: 1), salvo en algunos recipientes de dimensiones más que notables procedentes del silo 44, que quizá constituyen una evolución o la continuación, pocos años más reciente, del mismo tipo (fig. 163: 1 y 4).

Encontramos la urna de cuello vertical y labio poco diferenciado, de dimensiones muy diversas (fig. 171: 2 a 5), en Ullastret y en el oppidum de Castell (Palamós), como ejemplos más cercanos (Oliva 1956-57, 329; Martín 1977a, 244), fechados en los siglos VI-V aC. Más allá de este territorio, en las fases Ib y Ic de Pech Maho, con la misma cronología (Gailledrat/Solier 2004), y en Mailhac (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 77 y 79), en contextos de la segunda mitad del siglo VI aC. Parece, en definitiva, una forma muy característica que perdurará al menos durante los siglos V y IV aC en una amplia región. Carme Riera la detectaba, algo más baja pero con la forma genérica, hasta muy avanzado el siglo IV, aunque constatando que desde comienzos del siglo V aC existe un predominio de los perfiles poco pronunciados de forma más curva y que las urnas no tienen marcada la línea de separación entre cuello y cuerpo (Riera 1980, fig. 3 y 6).

En cuanto al resto de formas, podemos observar casi toda una evolución a partir de los vasos con el cuello inclinado hacia el interior y el labio sencillo (fig. 171: 3 y 4), mientras que poco a poco el cuello va tornándose más vertical (fig. 171: 2 y 5) y se va abriendo hacia el exterior para adoptar el clásico perfil en S (fig. 171: 6 a 9). Solo en un caso vemos una pieza que parece ajena al conjunto, aparentemente más antigua y que quizás se podría relacionar con la primera fase o con los inicios del asentamiento, aunque procede de un contexto de finales del siglo V aC (fig. 171: 10). La forma, casi sin cuello, con la decoración impresa situada bajo el borde, es habitual en las producciones de la primera edad del hierro del Empordà. Existen paralelos abundantes en toda la comarca y bien datados en los estratos antiguos de la Illa d’en Reixac y en los niveles coloniales de Mas Gusó, con un repertorio extenso de variantes. Pero su aparición en el silo nº 2 confirma esta cronología más reciente.

Las urnas y ollas con perfil en S, más estilizadas que el tipo anterior y con las mismas proporciones de altura/anchura de Saus, con o sin decoración, las hallamos básicamente en la misma área y durante el mismo período. Es una forma tan común, sencilla y práctica que se utilizará en época romana, medieval y en este territorio hasta muy avanzado en siglo XX, aunque de ninguna manera se podrían confundir unas y otras, teniendo en cuenta, además, que las romanas e incluso las ibéricas más tardías —de los siglos II-I aC y, por tanto, en un contexto plenamente romano— suelen estar hechas a torno. Otra cuestión serán los detalles y características que permiten identificar mejor los ejemplares más antiguos, como un cuerpo más o menos abombado, la situación de la franja decorada, altura del cuello y grosor del labio, sección del asa y su unión con el borde o por debajo de él, etc.

Las asas de las vasijas modeladas a mano, cuando las tienen, son de sección plana o elíptica, mientras que las bases son casi siempre planas, gruesas, robustas y sin diferenciar, aunque a veces podemos ver un pliegue o un resalte a ras de suelo. En cuanto a la calidad en los acabados de los recipientes, puede ser muy desigual en unos y otros, aún manteniendo la misma forma. Que sean más o menos pulidos, o las paredes de la urna más o menos regulares y que la forma general sea o no simétrica, depende de otros factores que no tienen relación ni con la tipología, ni con el grosor de la pared, ni con la calidad de la arcilla empleada para modelar estos recipientes. Seguramente depende, tan solo, de la habilidad del alfarero.

Todo ello permite observar unos rasgos específicos que se repiten casi sin variaciones en el territorio ampurdanés e incluso más lejos y durante un período que podríamos situar, basándonos en los paralelos de los principales yacimientos estudiados en la zona (Pontós, Castell, Ullastret, Empúries y, últimamente, Mas Gusó y el Camp de l’Ylla en Viladamat), entre los últimos años del siglo VI y el siglo IV aC (Martín 1977a, 244; Sanmartí et alii 1987, fig. 15, 13-15; Casas/Soler 2004, fig. 70 y 71). Mantienen las proporciones de los tipos 7 y 8 de la clasificación de Riera para los vasos de Ullastret, con una cronología que comenzaría hacia los últimos años del siglo V aC, perdurando al menos durante toda la primera mitad del siglo IV aC (Riera 1980, 125-126). Más allá de estas comarcas, volveremos a encontrar las mismas formas con las mismas decoraciones en el Tossal del Moro de Pinyeres en la misma época (Arteaga/Padró/Sanmartí 1990, fig. 24-36), o en la Peña del Moro de Sant Just Desvern (Barberà/Sanmartí 1982, fig. 3, 1).

En cualquier caso, disponemos de buenos paralelos en la comarca que nos facilitan fechar los ejemplares de Saus o, como mínimo, nos confirman unas cronologías que deducimos a partir de los contextos arqueológicos de los silos. Es cierto, sin embargo, que algunas de las formas más características y comunes (la urna de perfil en S más clásica), se repetirán y las volveremos a encontrar en niveles y contextos más recientes, hasta fines del período ibérico.

El resto de formas, los pequeños vasos y recipientes con una sola asa, son diferentes de los tipos mayoritarios y más repetidos. Pero no son desconocidos en la zona en época ibérica. Muy a menudo se trata de vasos hechos de manera un tanto burda, irregulares, asimétricos y mal acabados (fig. 171: 13), incluso con las paredes más gruesas de lo que correspondería

Las diferencias respecto a aquellos ejemplares más modernos a veces son inapreciables, si no es por detalles como la sección de las asas o algunos acabados del cuello, labio y decoración. 231

SAUS II

al tamaño del vaso. Son del mismo tipo que habíamos encontrado en los silos de Marenyà, en un contexto del siglo IV aC (Casas 1999), y que abundan en los asentamientos indígenas del territorio. En cambio, la aparición de tapas o platos/tapadera es casi anecdótica. Podemos contar apenas media docena, entre todos los fragmentos encontrados en Saus II. Son tapaderas relativamente sencillas, de borde simple y a veces con un pomo o asidero central más desarrollado, como el del silo 5 (fig. 39: 5). Solo son fragmentos y no hemos visto ningún ejemplar completo.

Por último, la tercera forma corresponde a un vaso con una carena muy marcada a medio cuerpo, con ángulo pronunciado, que parece una derivación sin demasiado éxito del vaso bicónico (fig. 172: 5). Al menos, no hemos visto que perdurara en otros contextos más recientes. No parece probable que esta forma llevara asa, y si la tenía, por el tamaño de los fragmentos que hemos recuperado, solo podía haber llevado una. Lo mismo cabe decir de una variante con la carena menos marcada, de la que no conocemos el acabado de la parte inferior (fig. 172: 6).

En la producción de cerámica elaborada a mano, de pasta fina y acabados pulidos, brillantes e incluso con tonalidades metalizantes, el repertorio básico se compone de tres formas y tres variantes (fig. 172). Todas son, en Saus, contemporáneas y se fechan en el último período de actividad del yacimiento, en la segunda mitad del siglo V aC. La primera forma y que aparece más a menudo, con paralelos en el Puig de Sant Andreu, es el cuenco semiesférico de fondo plano (o quizás ligeramente cóncavo o umbilicado), que normalmente lleva un par de asideros dobles perforados verticalmente. No son asas, sino un sistema práctico de suspensión haciendo pasar un cordel por los agujeros de los mamelones. En el estudio de la cerámica a mano de Ullastret, C. Riera también fecha estos vasos en la segunda mitad del siglo V aC (Riera 1980, 122124). En la Illa d’en Reixac aparece en niveles del período 450-380 aC (Martín/Conde 1999, 173). Un fragmento de Saus que parece pertenecer a la misma serie y con unos acabados similares (con dos mamelones perforados), procede del silo 5, con una cronología algo más reculada.

Decoraciones Un elevado número de fragmentos cerámicos elaborados a mano está decorado de alguna manera. El porcentaje de urnas y ollas con algún tipo de decoración en la espalda —o más bien en el punto de unión entre el cuello y el cuerpo—, es muy elevado. Pero también es cierto que no todos estos utensilios fabricados con pastas algo toscas y poco depuradas fueron dotados de algún tipo de decoración, a pesar de que las formas son idénticas. Observamos, a menudo, que de dos urnas elaboradas con la misma pasta, con las mismas dimensiones y proporciones y, en definitiva, tipológicamente absolutamente iguales, una puede estar decorada y la otra no. Asimismo, el repertorio de motivos decorativos es amplísimo —hemos identificado al menos unos cincuenta motivos, aparte de variaciones diversas para cada tipo—, lo que se podría explicar fácilmente debido a que no son decoraciones estándar hechas con un punzón que repite siempre el mismo motivo, sino aplicadas a mano e individualmente para cada pieza, lo que conlleva esta diversidad decorativa. Una vez más, piezas tipológicamente idénticas pueden llevar una decoración muy diferente.

El último paralelo que hay que incorporar a la lista procede de los silos del camp de l’Ylla, en Viladamat, que excavamos durante el verano de 2009 (Casas/Nolla/Soler 2010). Un conjunto magnífico, idéntico y contemporáneo al de Saus (último cuarto del siglo V aC), en el que encontramos al menos un par de ejemplares de este cuenco. Sin duda se trata de una producción especial y característica, que identifica todo un taller específico establecido en la zona. No parece que se trate de una forma o producción fabricada en varios centros, ya que las características de la forma, pasta y acabados son las mismas en todos los ejemplares que conocemos y la forma muy homogénea y prácticamente sin variaciones en los diferentes yacimientos. Quizás, a veces, la pasta con el desgrasante más grueso, pero siempre con la misma calidad en la superficie externa. La segunda forma es la de un vaso bicónico que a corto plazo será adoptado por las producciones más antiguas de la cerámica gris de la costa catalana, casi sin variaciones, con asa o sin ella (fig. 172: 3 y 4). De la producción gris a torno más antigua se conocen, entre otros, dos ejemplares de los silos del Olivet de Pujol (Viladamat), idénticos a los modelados a mano de Saus. Se encontraron junto a otro vaso a mano idéntico, y todos ellos fechados en la primera mitad del siglo IV aC (Casas 1989, fig. 22, 5 y fig. 24). Es una forma que en el mismo tipo de cerámica a mano pulida se expande como mínimo por toda la zona costera de las comarcas gerundenses. 232

Ya hemos señalado que el abanico de motivos es amplísimo y muy variado. Pero son, sin embargo, decoraciones que tienen un origen y paralelos más antiguos y que perdurarán todavía durante algunos siglos más en el mismo tipo de cerámica. Examinados aislados y fuera de contexto —separados de la vasija, como hacemos en las figuras 173 y 174—, muchos de ellos no son en absoluto diferentes a los que encontramos en urnas de la primera edad del hierro o en jarras ibéricas o de tradición ibérica, hechas a mano, fechadas en los siglos III y II aC. La diferencia, en todo caso, la hallamos en su situación sobre la pieza o en la misma forma del recipiente. Las más antiguas, de comienzos y primera mitad del siglo VI aC, se sitúan justo debajo del labio y marcan la unión del borde y el cuerpo (porque a menudo no tienen cuello). Poco a poco se van desplazando hacia un punto más bajo a medida que el cuello de urnas y ollas se va alargando y es más desarrollado, pero continúan señalando el inicio del cuerpo de la pieza. Es el caso de los ejemplares que ahora estudiamos. En un momento posterior, que no documentamos en Saus, lo que ha cambiado es la forma y acabados de las vasijas, pero la mayor parte de los motivos perduran aunque sea con diversas variaciones. El repertorio que estudiamos debe considerarse básicamente típico del siglo V aC y especialmente de su segunda mitad avanzada. Creemos que el conjunto está bastante bien

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Fig. 173. Motivos decorativos presentes en la cerámica a mano del yacimiento.

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Fig. 174. Repertorio de los principales motivos decorativos en cerámica de cocina modelada a mano de Saus II.

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a pesar de la sencillez de un motivo que a veces puede ser bastante elaborado y único, que encontraremos en una sola ocasión en todo el yacimiento (fig. 174: 18 a 20).

fechado y rara vez podremos tener serias dudas sobre su situación cronológica aproximada. Los contextos que hemos ido analizando en capítulos anteriores y los materiales que aparecen asociados a las piezas de cerámica a mano suelen ser bastante explícitos en este sentido. Tampoco vemos casi ninguna diferencia entre las decoraciones de vasos pertenecientes a silos obliterados en las primeras fases y las de silos del momento en que fue abandonado el yacimiento. La diferencia de 50 o 100 años que puede haber entre los diferentes materiales de los respectivos períodos no parece tener trascendencia ni quedar reflejada en un aspecto tan concreto como puede ser la sencilla decoración de algunas piezas, con unos motivos que —no lo olvidemos—, ya se utilizaban un siglo antes y aún seguirán utilizándose tres siglos después.

Todos ellos, ya estén impresos directamente sobre la pared o en un cordón en relieve, son motivos que pueden adoptar diversas combinaciones, la más característica y habitual de las cuales es la que alterna el pezón y la pastilla de relieve puesta de vez en cuando sobre la franja decorada. No hay demasiada diferencia en su forma cuando se combina con impresiones (fig. 174: 10, 11 y 17), o con cordones en relieve con incisiones ovoides o romboidales (fig. 174: 33, 37, 40, 41 y 42 ), aunque a veces el botón adopta una forma más alargada y sale por debajo de la franja decorada (fig. 174: 29). La variante más notable la encontramos en algunas piezas del silo 44, uno de los más antiguos del yacimiento, fechado hacia la transición entre los siglos VI y V aC. En esta ocasión, toda la superficie del vaso, hasta llegar a su base, se dividió en cuadros o marcos delimitados por cordones en relieve impresos y, dentro de cada marco, mamelones circulares (fig. 163: 2). En este mismo silo volvemos a encontrar la combinación de cordones y mamelones rectangulares o circulares dobles (fig. 161: 17 y fig. 163: 3); unas soluciones que hemos visto esporádicamente en otras piezas del yacimiento, pero no en estas variantes y combinaciones específicas.

La decoración de urnas y ollas se puede dividir en dos grandes grupos en función de la técnica empleada: la incisa o impresa directamente sobre la superficie y la aplicada sobre un cordón en relieve que sigue el entorno de la espalda del vaso. Cada uno de ellas tiene sus peculiaridades y variantes. Pero las diferencias las encontramos básicamente en la forma, tamaño y disposición del motivo decorativo, pero no en las técnicas básicas utilizadas. Son los motivos y sus rasgos específicos los que muestran este amplísimo abanico de más de cincuenta variantes al que nos referíamos al inicio. Teniendo en cuenta las dimensiones y carácter del yacimiento, debemos considerarlo un repertorio extenso, y más si consideramos que algunos “punzones” no han sido incluidos en el cuadro de la fig. 174 porque los interpretamos como variantes de otros ya incluidos, cambiando solo el tamaño y grosor del cordón o de las impresiones e incisiones. En realidad, cada decoración es única —ya lo habíamos comentado— por el hecho que se hizo a mano y expresamente sobre cada cada pieza. Otra cosa es que el artesano adopte una serie de motivos decorativos comunes a los que confiere su personal y peculiar forma o interpretación.

Dadas las características de este tipo de decoración genérica de cordones impresos, y los recipientes concretos que le servían de soporte, que consideramos de producción absolutamente local, solo citaremos algunos paralelos del área inmediata, de las comarcas costeras del noreste de Cataluña, que pueden estar más relacionados con los tipos, modos y costumbres de los alfareros de la época. A menudo, para la mayor parte de las otras producciones cerámicas de Saus, hemos citado conjuntos importantes y muy bien fechados, tanto de esta área como, sobre todo, del Languedoc y Rosellón. Podríamos hacer lo mismo. Las decoraciones que vemos en el material de los silos también las encontramos en Pech Maho, Mailhac, Enserune, Ruscino y en tantos otros yacimientos con niveles de ocupación de la misma época e incluso anteriores. Pero probablemente nos serían útiles solo para llenar algunas líneas más de texto, teniendo en cuenta el carácter local de todas las producciones de cerámica elaborada a mano, aunque sigan unas formas y decoraciones a grandes rasgos comunes en casi todos los asentamientos del Mediterráneo occidental.

En principio, podríamos creer que la decoración más sencilla es la impresa directamente sobre la pared (o incisa, en algunos casos), debido a que el repertorio es bastante más limitado que la de cordones y porque, con el conjunto de fragmentos a la vista, son mucho más numerosos los decorados con esta última técnica. Estadísticamente es así. Pero si contamos el número de motivos de cada grupo veremos que están igualados: los 24 primeros para la variante impresa/incisa y otros, hasta el 51, para los impresos sobre un cordón en relieve. Tampoco podemos decir que los motivos impresos sean los más sencillos. Pueden serlo los primeros de nuestro cuadro-resumen (fig. 174: 1 a 7), pero poco a poco se van haciendo más elaborados, sin llegar a ser complicados. Si en el primero se nota un cierto descuido a la hora de aplicar el motivo, con líneas alargadas de diferentes tamaños, en los siguientes se nota cada vez más la intención de hacer una decoración más pulida, con todas las “hojas” o impresiones del mismo tamaño y procurando que tengan la misma inclinación. No siempre será fácil conseguirlo. A veces el punzón es demasiado pequeño (o el alfarero algo torpe) para hacerlos todos iguales (fig. 174: 11 a 14). Pero otras veces se tiene un cuidado especial para que las cosas queden bien,

Documentamos todas las decoraciones en poblados ibéricos catalanes, tanto los del área inmediata como los de comarcas situadas más al sur o en las tierras leridanas y del Ebro. En la Peña del Moro de Sant Just Desvern, por ejemplo, aparecen, entre otros, los motivos 28 y 29 de la fig. 174 (Barberà/ Sanmartí 1982, 111). En el repertorio de Mas Castellar de Pontós, notable, encontramos todas las variantes de los motivos 23/24, 27, 31-35 (Pons et alii 2002, 242-246). En Ullastret, incluyendo la necrópolis del Puig de Serra (Martín/ Genís 1993, 28); en las necrópolis indígenas de Empúries, a veces ligeramente más antiguas (Almagro 1955, 378, 381 y 397), o en los estratos asociados la construcción de la muralla 235

SAUS II

Coríntia A1

A-MGR 7

A-MAS 2A

A-MAS 1

Ibérica 2A / 2D

Ibérica 1

Púnica A-PE 12

A-PE 13

A-PUN C1a

Greco-itálica LWa

Fig. 175. Tipología de las ánforas presentes en Saus II (escalas no exactas).

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LA CULTURA MATERIAL

del siglo IV aC (Sanmartí et alii 1987, fig. 15); y en Mas Gusó las decoraciones y variantes de los tipos 2 a 5, 31 a 39 y 4849 (Casas/Soler 2004, fig. 46, 70, 71, 90 y 163), siempre en contextos de los siglos V-IV aC. Esto no significa, como ya habíamos señalado antes, que el repertorio de decoraciones identificadas en Saus sea exclusivo de este período tan corto. La mayor parte de los motivos impresos sobre cordón en relieve, con un origen que se documenta claramente a principios del siglo VI aC, perdurarán con muy pocas diferencias hasta finales del siglo IV aC y esporádicamente aún los volveremos a ver en cerámicas indígenas elaboradas a mano del siglo tercero.

d’Empúries (Aquilué et alii 1999, 271-272 y fig. 267, 15), posiblemente es el material más antiguo detectado en Saus, con una cronología que debe situarse, como máximo, en el tercer cuarto del siglo VI aC o poco después. De hecho, este recipiente para el transporte de aceite aparece hacia la primera mitad del siglo VII aC y perdura aproximadamente hasta el 525 aC, y no parece que llegue al siglo quinto, según puede deducirse a partir de los ejemplares localizados en diversos yacimientos. En la Palaiapolis de Empúries aparecen en un contexto de mediados del siglo VI aC, siempre en poca cantidad. Un fragmento todavía inédito de Mas Gusó procede de un estrato de la segunda mitad avanzada o finales del siglo VI aC. En general, los más tardíos, de finales del siglo VI aC, se localizan al sur del Etruria, a Regisvila, Pyrgi, Kaulònia, Locri, Crotona, Metauro y en toda la zona del Salento (Aquilué et alii 1999, 271-272, con recopilación bibliográfica), también en nuevas fundaciones etruscas orientadas hacia el valle del Po (Marzabotto) o, más cerca, en Saint Blaise (Bouloumié 1992, 267). Un último ejemplar, bien fechado al proceder de un pecio y, por lo tanto, de un contexto cerrado, apareció entre el cargamento del barco de la Cala Sant Vicenç, hundido entre el 520 y el 510/500 aC (Nieto/Santos 2008, 143 y 318).

ÁNFORAS El repertorio de contenedores anfóricos identificados en el yacimiento no es excesivamente elevado, pero reúne los tipos más comunes y habituales que deberíamos esperar encontrar en un contexto genérico del siglo quinto, alargándolo desde finales del siglo anterior hasta los primeros decenios del siglo posterior (fig. 175). Por un lado, las producciones del Mediterráneo oriental, representadas, como mínimo, por el ánfora corintia A1. Por otro lado, producciones de las colonias del centro o occidente del Mediterráneo; con toda seguridad de Marsella y posiblemente de la Magna Grecia. Por último, las producciones ibéricas y púnicas de la Península e Ibiza, con un repertorio completo de los especimenes más antiguos de estas series de contenedores, con orígenes y peculiaridades que tendremos ocasión de comentar brevemente más adelante. No podremos extendernos demasiado sobre los pocos fragmentos de ánfora etrusca que hemos podido localizar. Se trata de un fragmento de asa del silo 1 y algunos fragmentos sin forma que no permiten identificar el tipo exacto. Constatamos, en todo caso, su presencia testimonial en el yacimiento.

Ánfora magno griega Solo hemos localizado un fragmento y, sin embargo, es de atribución difícil, puesto que se trata de una base de ánfora que no casamos con ninguna otra parte del recipiente. Tiene la pasta de color naranja o rosado claro, dura y bien depurada, con pequeños granos blancos, calcáreos, ligeramente porosa y con la superficie externa más bien beige. Inicialmente —y con todas las precauciones— la atribuimos al tipo A-MGR 7, con una cronología genérica del siglo IV aC (Dicocer 1993, 65), aunque es posible que esta forma de base pueda pertenecer a un ánfora de tipo samio algo más antigua como, por ejemplo, la localizada en un pozo ibicenco (Ramón 2004, fig. 5, SJ90/121), en un contexto de la segunda mitad del siglo V aC.

Ánfora corintia A El ánfora corintia tipo A-GRE CorA1 (Dicocer1 1993, 38), la encontramos solo una vez (aparte de algunos fragmentos dispersos), con un ejemplar parcialmente conservado, que perdió la base y el borde, pero con el cuerpo globular y fragmentado, suficiente para ver la forma genérica y constatar su origen claramente identificable gracias a la pasta, si bien debemos admitir que la ausencia de cuello y base dificultan su asimilación tipológica exacta. Procede del silo 34 y estaba asociado a una ánfora púnica A-PE 12, otra ibérica arcaica y cerámica gris monocroma, como materiales más significativos y que ayudan a completar el marco cronológico del nivel.

Los ejemplares geográficamente más próximos proceden de Empúries. En el caso del fragmento de Saus, apareció en el silo 35, en un estrato que hemos podido datar con bastante precisión en torno al año 400 aC, gracias al conjunto notable del resto de material: ánforas ibéricas y púnico-ebusitanas, o cerámicas áticas que, en conjunto, señalan una cronología del último cuarto del siglo V aC y que difícilmente rebasaría el cambio de siglo Ánforas masaliotas De estas producciones que a partir de mediados del siglo VI aC empezaron a fabricarse en la colonia y poco a poco se fueron esparciendo por el occidente Mediterráneo y en el interior del continente europeo a través de los grandes ejes fluviales de penetración, solo hemos identificado dos formas a las que pueden atribuirse todos los fragmentos hallados en Saus. Se trata de los tipos más antiguos de estas producciones marsellesas, con una característica forma de peonza (A-MAS 1 y A-MAS 2A), correspondientes a las formas 1 y 2A de la clasificación de Bertucchi, básicamente con labios y bordes del tipo Py 1 y quizás 2 (Bertucchi 1990, 16-17).

La pasta del recipiente es de color naranja claro o beige, dura, con piedras o nódulos rojizos de diferentes tamaños y rugosa en la superficie a causa de estos componentes que a veces sobresalen ligeramente del plano de la pared. También tiene unos pequeños nódulos blancos, calcáreos, visibles en la epidermis a pesar de que ésta recubierta de una membrana muy fina de engobe claro, del mismo color que la pasta. La pared no es demasiado gruesa, como suele ser bastante habitual en los ejemplares algo más recientes, de la segunda mitad del siglo VI aC. Presente en todos los niveles arcaicos de Sant Martí 237

SAUS II

1

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23 22

Fig. 176. Variantes de labio de ánforas ibéricas del yacimiento.

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24

LA CULTURA MATERIAL

El primer ejemplar, el que procede de un estrato más antiguo (silo 34), pertenece a la producción con pasta no micácea, la que retoma la forma y características que vemos en los conjuntos de las ánforas que a menudo se llaman “jonio-masaliotas” y que, por su parte, adoptan los mismos tipos y formas de las llamadas “corintias B”, que en realidad se elaboraban en la Magna Grecia y en otras ciudades del Mediterráneo occidental a partir de mediados del siglo VI aC. En el caso concreto del borde de ánfora del silo 34, tiene la pasta de color naranja claro, con granos de cuarzo blanco, nódulos blancos (calcáreos), marrones y negros. La mica no es apreciable.

Martí d’Empúries entre el 540 y el 520 aC (Aquilué et alii 1999, 276) y, de paso, para el fragmento de Saus. La forma más numerosa en Saus es la 2A, morfológicamente casi idéntica a la primera, pero un poco más baja, el cuello no tan alto, con el mismo tipo de labio (plegado y con un espacio vacío en el interior de la sección) y, sobre todo, con la pasta muy micácea, como encontraremos en las producciones masaliotas a partir del 525 aC, cuando conviven con las otras hasta que poco a poco desaparecen las que no llevan el componente de mica. Siempre que hemos podido identificar algún fragmento con forma —básicamente bordes— éstos pertenecen a los tipos 2A de Bertucchi con labio 1 o 2 de Py. Existen, como es lógico, muchos más fragmentos sin forma, incluyendo algunas partes del cuello y espalda. Pero nos es imposible poder precisar la forma o variante exactas, pese a constatar que desde el punto de vista de la textura y composición de las pastas no son nada diferentes a los fragmentos con forma.

La cronología de esta forma ha quedado bien establecida, con paralelos perfectamente fechados en toda su zona de distribución (Bats ed. 1990). Sabemos que su aparición debe situarse en torno al 540 aC y que pocos años después empieza a ser presente en los yacimientos más o menos cercanos a Marsella y en todas las zonas a las llegaban sus contactos comerciales. Se fecha bien en el Grand Bassin II gracias a su aparición en estratos del 525-500 aC (Janin et alii 2002, fig. 32); en Pech Maho, en niveles de la fase Ic del período 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, fig. 267 y 273, 4-5); en Béziers en un contexto similar, del último cuarto del siglo VI aC (Ugolini/Olive 2004, fig. 50); en la fase Va de Marduel, entre el 535 y el 475 aC (Py/Lebeaupin 1994, 219 y 227).

Por otra parte, sí que vale la pena señalar que normalmente son fragmentos aparecidos en silos que contienen materiales cronológicamente próximos a las ánforas masaliotas 2A y que, alargándola mucho, podríamos situar esta cronología en la primera mitad del siglo V aC, a menos que se trate de fragmentos claramente residuales, como el del silo 6. Se trata de los conjuntos —a veces muy pobres— de los silos 3, 8 y 12, o los labios del tipo BD3 (quizás 3/5), de los silos 41 y 42 (fig. 151 y 154); todos ellos, silos con presencia notable de cerámica gris monocroma, cerámicas ibéricas pintadas de aspecto más arcaico que en la mayoría del resto de ejemplares de Saus, o morteros masaliotas con una cronología algo más dilatada.

Aún no hace tantos años que su presencia en nuestro país, en contextos anteriores al 500 aC no parecía lo bastante clara, ya que solo se documentaba la forma 1 con bordes de los tipos 2 y 3 de Py, como ejemplares más antiguos (Martín 1990, 161-164), y daba la impresión de una total ausencia de las producciones de pasta no micácea. En todo caso, a veces podían ser consideradas “jonio-masaliotas” y no se observaban, en Empúries, hasta el período 525-500 aC, para desaparecer en el siguiente cuarto de siglo (Sanmartí et alii 1990, 168 y fig. 3 ), lo que constituye un dato muy interesante de cara a fijar la cronología máxima o más reciente para el ejemplar de la UE 3403 de Saus. Ahora sabemos que buena parte de estas ánforas “jonio-masaliotas” tienen su lugar de origen en la Magna Grecia (Aquilué et alii 1999, 274-275), mientras que otros ejemplares son claramente de procedencia masaliota y pertenecen a la producción de pasta sin láminas de mica.

Vale la pena fijarse en los fragmentos del silo 8 (fig. 56: 12 y 13), con un cuello y borde bien representativo del tipo que comentamos. La pasta es de color beige o naranja en las superficies y un poco más rosado en el interior de la sección, con laminillas de mica blanca o plateada y algunos puntos blancos de cal. No contiene casi nada de cuarzo. La forma —si se quiere, esta variante— la encontramos sobre todo en otros contextos del primer cuarto del siglo V aC, lo que no significa que no pudiera perdurar hasta mediados del siglo quinto, aunque fuera como materiales residuales. Identificamos paralelos, pues, en varios yacimientos del Languedoc con niveles del primer cuarto del siglo V aC (Ugolini/Olive 2004, 86 y fig. 64); en Ruscino hacia la misma época (Marichal/Rébé 2003, fig. 96, 13); en Pech Maho, en los niveles de la fase Ic, que como hemos comentado en tantas ocasiones anteriores, se fecha en el período 510-450 aC (Gailledrat/Solier 2004, 334-336); en Salles de Aude, la Moulinasse, hacia el 500 aC, aunque continuarán identificándose ejemplares en estratos del 475-450 aC (Passelac/Rancoule/Solier 1990, 142), o con el labio de tipo Py 5 hacia finales del siglo VI aC (Passelac 1995, fig. 12, 2). Ya habíamos señalado antes, que las masaliotas de pasta micácea aparecen por primera vez en Empúries en el período 500-475 aC (Sanmartí et alii 1990, 167-169).

Por otra parte, los trabajos más recientes han permitido ampliar poco a poco el repertorio de ejemplares identificados. En la misma palaià polis emporitana aparece algún ejemplar muy claro (Aquilué et alii 1999, fig. 274, 13), adoptando la forma originaria del otro extremo del Mediterráneo, pero con la pasta característica de las producciones masaliotas arcaicas que ya hemos descrito (forma 1 de Bertucchi con bordes de los tipos Py 1, 2 y 3). En el Puig de Sant Andreu, en Ullastret, también han sido identificadas, al igual que en otros yacimientos del Principado (Sanmartí et alii 2002, 78 y fig. 9), aunque no siempre quedará claro su origen específicamente masaliota. Una vez más, su aparición en contextos cerrados como son los pecios, permite confirmar unas cronologías del último tercio del siglo VI aC, útiles para contrastar y confirmar las dataciones ampuritanas propuestas para la fase IIIc de Sant

Debemos hacer notar, por último, que en Saus no hemos 239

SAUS II

encontrado ningún fragmento de las formas que podríamos considerar algo más tardías. Es decir, con los labios Py 4 a 9, asociados a las formas Bertucchi 3 a 5, que se fechan a partir de mediados del siglo V aC, aunque la actividad en el asentamiento continúa hasta el cambio de siglo y posiblemente se incrementa durante la segunda mitad del siglo V aC, período en el que son más abundantes las ánforas ibéricas, aunque proceden de puntos tanto o más alejados que Marsella. Este cambio en el tipo de recipiente de transporte —y por lo tanto en el contenido— debe tener otra explicación que hoy por hoy se nos escapa. Ánforas ibéricas Es el modelo de contenedor más abundante, cuantitativamente a una enorme distancia de cualquier otro tipo de ánfora que hayamos podido identificar en este yacimiento. Sin embargo, el repertorio tipológico es limitadísimo y se reduce a dos formas o tipos básicos (tres, según se mire), que pertenecen básicamente a dos períodos muy concretos, sin que sea posible distinguir una evolución clara entre unas y otras o variantes significativas que puedan tener repercusión en la tipología y cronología. Las tres variantes o más de la forma 2A/2D son contemporáneas y aparecieron juntas en las mismas silos (fig. 175). Las formas las identificamos solo a partir de ejemplares enteros o conservados en una parte importante (al menos, un tercio del recipiente, ya sea el inferior o superior), sin hacer demasiado caso de las diferentes formas y variantes de bordes que hemos ido recuperando. De hecho, las docenas de labios de ánfora ibérica procedentes del yacimiento, por más que presenten sensibles o notables diferencias en los tipos y acabados, no pueden hacernos caer en la tentación de intentar establecer una auténtica tipología. Como ya se ha puesto en evidencia en otras ocasiones, las diferencias en la forma del labio tienen poco que ver con la evolución morfológica y cronológica del ánfora ibérica. No debemos salir de Saus II para tener una constatación de primera mano. Las ánforas de los silos 5, 22, 23 o 35 —enteras o fragmentadas— son todas del mismo tipo o forma, pero prácticamente hay tantas variantes de borde como individuos (fig. 42, 100, 102, 134 y 135). Ampliando esta cuestión, en la figura 176 ofrecemos un resumen no exhaustivo de los diferentes tipos de bordes de ánfora que, como máximo, podemos agrupar o datar en dos grandes períodos: de finales del siglo VI hasta la primera mitad del siglo V aC los nº 1 a 4, y del período 420-380 aC todos los demás, con muchos ejemplares que proceden de los mismos silos. En definitiva —y dicho de otra forma—, aquello que permite ver la evolución tipológica es la pieza completa, sus dimensiones, proporciones y acabados generales y no un detalle como el borde, que en otras categorías cerámicas podría ser determinante y que en el caso del ánfora ibérica casi no cuenta. Otros aspectos que sí deberemos tener en cuenta son los tipos de pasta —por lo tanto, el origen de los recipientes— y algunas características muy particulares, como la forma de las 240

asas. Aunque tampoco es un factor determinante, sí puede ser indicativo de un período de producción más o menos alargado pero enmarcado en una etapa concreta, que nos permite descartar, de entrada, la atribución de determinados ejemplares en épocas más recientes a la que pertenecen los materiales de Saus. Ya veremos que, por un lado, las ánforas del tipo 1, el más arcaico o antiguo de los documentados, se caracteriza por tener una sección circular y un aspecto robusto, diferente a las de los siglos posteriores (sobre todo las de los siglos IV y III aC ). Por otra parte, también encontraremos en abundancia asas de sección en tres cuartos de círculo (o quizás sería mejor definirlas como reseguidas por un canal de arriba a abajo), coexistiendo con otras de sección circular pero no tan robustas como las del tipo 1. Se trata, en estos casos, de ánforas de las formas 2A y 2D en las que coexisten indistintamente los dos tipos de asa, sin que ello sea especialmente significativo. En todo caso, el interés está en ver que las asas de sección acanalada aún permiten relacionar el conjunto general con un período relativamente o supuestamente más antiguo en esta categoría cerámica (es decir, claramente del siglo V aC o primeros años del siglo IV). Pero, en definitiva, si repasamos las figuras con el material encontrado en la excavación —y en las figuras reproducimos todos los fragmentos con forma— veremos que en un contexto general que podríamos fechar a partir del 450/430 aC y que como máximo no rebasa el 380 aC, coexisten recipientes anfóricos de los mismos tipos pero con soluciones muy diferentes en cuanto a la forma y acabado de las asas. Algo parecido a lo que ya comentábamos al referirnos a los bordes. En relación con las pastas, en el fondo los diferentes tipos de arcillas son más similares de lo que nos podría hacer creer la diferente coloración o tonalidad de las superficies de los fragmentos, su dureza y sus acabados generales, que pueden ser debidos a otras circunstancias como la manera de ser modelados los recipientes o al proceso de cocción. Esto no significa que todas las pastas sean idénticas o que todos los ejemplares provengan de los mismos talleres, pero sí que presentan unas características comunes que las relacionan con áreas más o menos determinadas. Hemos anotado la descripción de las pastas mientras comentábamos la relación de individuos o fragmentos de cada unidad estratigráfica. Por lo tanto, no es necesario repetir las peculiaridades de cada una de ellas. A modo de resumen solo hemos de señalar la presencia de dos (quizás tres) grandes grupos, con todos los matices y variantes pertinentes dentro de cada uno de ellos. En primer lugar, las pastas y acabados que consideramos locales en sentido más o menos amplio. Son aquellas pastas muy depuradas, finas, a veces bicolores o sándwich, que volveremos a ver en las jarras ibéricas de las comarcas gerundenses en cualquier época y en las ánforas de la zona especialmente a partir de los siglos IV aC y sobre todo durante los siglos III y II aC, cuando el ánfora ibérica de boca plana ha adoptado definitivamente la forma de zanahoria, más estrecha y con la mitad inferior más cónica (formas 2B y 2C), con las paredes muy delgadas y duras e incluso con un cierto tintineo

LA CULTURA MATERIAL

metálico. Con toda probabilidad debemos asimilarlo a la pasta de tipo 4 de Sourisseau, identificada en Empúries y Ullastret, entre otros lugares, y considerada local (Sourisseau 2004, 329). Esta pasta, en Saus, es minoritaria, pero la encontramos en algunos fragmentos de ánfora en los silos 23 y 35, sin que pueda ser posible conocer el aspecto general y ni siquiera parcial de los respectivos individuos.

marli de gris monocroma formando un conjunto homogéneo y sin intrusiones más modernas y, quizás, debamos identificar como pertenecientes a la misma forma 1 algunos fragmentos residuales de los silos 7 y 8, en un contexto de la primera mitad del siglo V aC. Es una ánfora en forma de gran jarra o de saco, con poca carena en la espalda (solo una suave curva) y con la parte más ancha situada en la mitad inferior del cuerpo. Las asas, pegadas a la pared a poco más de 5 cm. del plano horizontal que forma la boca, son robustas y de sección circular.

Pero la pasta que predomina en el conjunto de ánforas, con los matices que ya haremos constar oportunamente, se caracteriza por una dureza menor y suele ser menos compacta, de forma que la superficie ha quedado erosionada con el tiempo y tiene muchas veces un aspecto harinoso. Esta característica también la vemos en las fracturas antiguas, lo que dificulta la restauración de las piezas. Todo ello se debe a una pasta en origen no tan bien depurada, con minúsculos nódulos blancos, de cal, polvo de mica, granos de cuarzo, puntos marrones (no siempre) y algo porosa, con pequeñas vacuolas. La cocción no siempre es excelente. De hecho, la poca dureza que a veces vemos en los fragmentos y el desgaste de superficies y fracturas puede ser debida también a una cocción insuficiente, aunque no es seguro. Lo que sí parece claro es que con la misma composición de las pastas las tonalidades de los recipientes presentan diversos matices. De color beige o naranja más o menos claro en las superficies y más o menos oscuro, incluso amarronado, en el interior de la sección, a veces con una superficie tendiendo al gris en la superficie interna y en otras ocasiones con la parte externa recubierta por una fina capa de lo que parece un engobe que puede adoptar tonalidades blanquecinas o amarillentas, aunque éste no sea el acabado más habitual. Quizá deberíamos asimilarlas a las pastas 1 y 2 de Sourisseau, aunque a partir de su descripción no podemos estar totalmente seguros de ello (Sourisseau 2004, 326327), y atribuirlas a un área de producción levantina o más probablemente de las tierras del bajo Ebro.

La forma, con un origen que podemos situar sin demasiada precisión hacia mediados del siglo VI aC, tuvo su momento de máxima producción y difusión durante la segunda mitad de ese siglo y no parece que llegara el siglo V aC (Sanmartí/ Bruguera/Miñarro 2004, 381). Si nos fijamos en los ejemplares emporitanos citados por estos autores, previamente publicados por Almagro, aparecen siempre en contextos de la segunda mitad del siglo VI aC. Uno de ellos en la llamada Neápolis, acompañado de copas jonias y cerámica ática de figuras negras; el otro en la inhumación Martí nº 93, del último cuarto del mismo siglo (Almagro 1949, 107, fig. 46; Almagro 1953, 91). La pasta no es en nada diferente a la que vemos en los ejemplares de las formas 2A/2D, por lo que debemos suponer un origen común para todas ellas. No olvidemos que las pastas 1 y 2 descritas por Sourisseau, consideradas levantinas o quizás del bajo Ebro, ya se detectan en el siglo VI aC (Sourisseau 2004, 329-330). En el gran grupo 2, que reúne todas las demás ánforas del yacimiento, en algunas ocasiones podemos distinguir aquellos rasgos que permiten incluir los respectivos ejemplares en uno u otro de los dos subgrupos más característicos, el 2A y el 2D. No vemos que ninguna de estas ánforas pueda ser atribuida al subgrupo 2B —característico de la zona layetana y ligeramente más tardío—, aunque el ejemplar del silo 35 tenga un cierto parecido.

Retomando lo que habíamos señalado inicialmente respecto a la tipología, la hemos resumido en el cuadro reuniendo las cuatro formas identificadas. Debemos hacer constar que de la primera forma solo conocemos fragmentos de 2 ejemplares, mientras que para las otras vemos que las formas 2A y 2D vienen a ser casi un mismo tipo, ya que encontramos las características que deberían definir a una u otra mezcladas entre ellas y aún formando más variantes de las que hemos incluido en la fig. 175. Podemos encontrar cuerpos como el de las dos 2D con una base como la de la 2A y al revés. Lo mismo podemos decir de las variantes y proporciones de las asas, que pueden ser de sección circular como con canal vertical o de ¾ de círculo en el mismo tipo de ánfora, indistintamente de si se trata del 2A como del 2D. Y todo ello en el mismo silo, sin que nada haga suponer que nos encontramos ante estratos alterados o con intrusiones, sino todo lo contrario.

El tipo 2A se caracteriza por recipientes con una altura de entre 71 y 81 cm. y una capacidad media en torno los 35 l. Su cuerpo es troncocónico en la parte de abajo y las paredes de la mitad superior casi verticales y ligeramente abombadas, aunque a veces pueden tener una zona cóncava que se estrecha un poco por debajo de las asas. La punta de la base siempre es redondeada, semiesférica, y nunca termina en punta o de forma abrupta como en ejemplares más tardíos. Las asas suelen ser de sección circular, pero también los hay con la sección algo más aplanada, casi elíptica. Los labios presentan una gran variedad de formas y acabados, aunque predominan los de sección casi triangular y circular. La variante, que debió aparecer en un momento indeterminado del siglo V aC, tiene una gran difusión en el noreste del Principado y en yacimientos del Languedoc y posiblemente provenzales.

Por un lado, por lo tanto, encontramos la forma genérica 1: el ánfora ibérica inspirada directamente en los modelos púnicos del siglo VI aC y que solo aparece en el silo 34 (una vez más), acompañando los restos del ánfora corintia A1, la masaliota A-MAS 1, la púnico-ebusitana A-PE 12 y el plato à

El tipo 2D, mayoritario en Saus y con paralelos excelentes la “despensa” de Ullastret, es una variante con las dimensiones algo mayores, entre 77 y 83 cm. de altura, y mayor capacidad. La forma general es la misma que hemos visto en el tipo 241

SAUS II

precedente, pero suele tener el fondo más ancho y redondeado y, en la mitad superior del cuerpo, las paredes pueden ser algo más convergentes y no tan verticales como en el 2A. Las asas, por lo que vemos en Saus, pueden ser indistintamente de sección circular o en tres cuartos de círculo. Posiblemente ocurre lo mismo en el tipo 2A, pero no podemos confirmarlo debido a la fragmentación de las piezas, que impide una restauración y clasificación precisa. Los labios, con una enorme variedad, pueden tener la sección circular, elíptica, casi triangular o incluso plana (fig. 176). En lo que se refiere a su cronología, un paralelo muy próximo lo encontramos en Ullastret, en un contexto de los primeros años del siglo IV aC (Sanmartí/Bruguera 1998, 185), pero otros hallazgos, ya citadas en la descripción del catálogo (supra), permiten hacer retroceder la forma hasta la segunda mitad o último tercio del siglo V aC. Por último, debemos comentar otros aspectos puntuales de esta categoría de recipientes, concretamente, algunos relativos a sus acabados y marcas hechas antes de cocción. Documentamos en algunas ocasiones una cenefa a la altura de las asas, que rodea el hombro del ánfora, hecha con una veta ancha de barro adherida a la superficie y con rayas verticales u oblicuas incisas con un objeto de punta roma (fig. 102: 4). No acaba de ser una decoración, y quizás se trata de una franja de refuerzo en el punto de unión de la espalda y borde con el tubo que constituye el cuerpo del ánfora. Es una característica que aparece a menudo en las ánforas del tipo 2D, con paralelos ya citados. El segundo aspecto se refiere a marcas que hemos localizado sobre tres ejemplares. En el primero, procedente del silo 23, vemos esgrafiada antes de cocción una marca en forma de arco —o quizás la letra omega—, de grandes dimensiones y hecha con un punzón de punta roma (fig. 102: 2). En el segundo fragmento, procedente de la UE 2401, la marca se hizo en la parte superior de un asa y está formada por un pequeño círculo y tres líneas incisas de diferentes tamaños (fig. 108: 5). En el último caso, en un fragmento del silo 35 (fig. 134: 8), vemos otra raya o incisión hecha en la parte superior del asa, similar a las del caso anterior. Ánforas púnicas El repertorio de ánforas púnicas es extremadamente limitado. De hecho, no parece que sea un recipiente que hubiera tenido demasiado éxito en Saus. Es decir, que los productos que habitualmente se comercializaban y transportaban utilizando este tipo de contenedor no acababan de llegar al yacimiento, solo de manera puntual y en poca cantidad. No entraremos ahora a debatir los motivos y el significado de la poca presencia del ánfora púnico-ebusitana en la casa (un ejemplar antiguo, de finales del siglo VI aC, y 3 piezas completas de finales del siglo V aC), en contraste con las docenas de ánforas ibéricas, representadas por varios ejemplares bastante completos y cientos de fragmentos que pertenecen a un número muy elevado de individuos, probablemente entre cincuenta y cien. Pero no deja de ser significativo este hecho, teniendo en cuenta que la desproporción entre ánfora púnico-ebusitana y ánfora 242

ibérica no es tan elevada —o no se hace tan evidente— en contextos cronológicos idénticos en otros yacimientos de la zona, como Empúries, Mas Castellar de Pontós o el conjunto de Ullastret. En cualquier caso, la poca presencia de ejemplares de esta producción también se ve traducida en un limitadísimo repertorio de formas. Solo dos tipos, con cronologías muy separadas, como señalábamos antes. El primero, identificado con la forma Ramon T-1.3.1.2 o A-PE 12 del Dicocer pertenece a la producción más antigua, con cronologías seguras dentro de la segunda mitad avanzada del siglo VI aC hasta el primer cuarto del siglo V aC o poco después (Ramón 1995, 170; Dicocer1 1993, 75). Se caracteriza, entre otros rasgos específicos, por una pasta de color beige, fina y depurada, con nódulos calcáreos blancos y un fino polvo de mica, así como la superficie recorrida de arriba abajo por una serie de surcos y acanalados profundamente marcados de manera regular. Un aspecto extraño debe relacionarse con la posterior reutilización del contenedor para otro uso que ignoramos, para el que se recortó el borde por debajo del cuello y se pulió cuidadosamente a fin de disponer de una mayor apertura. No es un fenómeno raro y único. Lo hemos visto en otro fragmento de Saus, sin forma e imposible de reproducir gráficamente, pero también tenemos noticias de su hallazgo en Sant Martí d’Empúries en ánforas de la misma forma y época. La cronología de los dos ejemplares de Saus (la mitad superior del cuerpo y un borde) queda confirmada por su presencia en el silo 34, asociados a ánfora corintia A1, ánfora ibérica 1 y ánfora “jonio-masaliota” o masaliota de pasta no micácea, junto con cerámica gris monocroma (plato à marli), que en conjunto difícilmente rebasaría los últimos años del siglo VI aC. La segunda forma, con tres ejemplares enteros y partes de otros dos reconocibles por la pasta o un fragmento de borde, es la Ramon T-1.3.2.3 o A-PE 13, con características propias del llamado grupo de Ibiza. De forma similar al anterior, pero más esbelta, es el ánfora púnico-ebusitana más habitual en la zona nororiental de Cataluña en contextos de la segunda mitad del siglo V aC, y que quizás llegara hasta los primeros decenios del siglo posterior. De manera genérica, por lo tanto, se fecha aproximadamente entre el 440 y el 390 aC y se considera que se utilizaba principalmente para el transporte de salazones o más probablemente de vino (Ramón 1995, 258 y 264-266), sin descartar otros contenidos, como la carne en conserva. Tampoco vemos, entre los tres ejemplares completos, ninguna diferencia significativa en cuanto a la forma o la composición de la pasta. Aparentemente, proceden del mismo taller o de la misma zona. En todo caso, pertenecen al segundo subgrupo ibicenco (Ramón 1995, 258), caracterizado por pastas no excesivamente duras, algo porosas, de colores beiges, naranjas y rosados, arcillas bien depuradas y con un componente natural de granos de cuarzo, puntos blancos de cal y un fino polvo de mica bastante abundante. El contexto del silo 35 de Saus, en el que se concentran los ejemplares, se fecha hacia el año 400 aC

LA CULTURA MATERIAL

o, si se quiere, dentro de un abanico más amplio que se puede extender desde el 420 al 380 aC.

vista tipológico las diferencias son bastante más notables. Por un lado, el repertorio de formas en los productos locales es muy limitado. Básicamente encontramos el mortero de labio engrosado con una fuerte rebaba por dentro y por fuera, que es el tipo predominante en el yacimiento (tres ejemplares entre los silos 6, 15 y 18), y un ejemplar de labio redondeado, romo, similar a los masaliotas (con una forma de tipo griego), procedente de las viejas excavaciones de 1973 en la riera de Saus (fig. 177: 73.1). Nunca hemos encontrado una pieza entera o con la forma completa, por lo que es difícil relacionar las bases que han aparecido aisladas con los correspondientes bordes. Aparecen, en el campo de silos, más variantes de bases que de bordes. Ya hemos dicho que de estas últimas solo identificamos una forma en el yacimiento. En cambio, disponemos de cinco bases diferentes, aunque quizá las s16.1, s17 y s19 de la fig. 177 se puedan asimilar al mismo tipo de recipiente. En cualquier caso, las bases s1.2 y s16.2 son de otro tipo, lo que supone que para una sola forma de borde tenemos, en el campo de silos, un mínimo de tres variantes de base.

Una última forma pertenece a un contexto cronológico diferente, claramente de la primera mitad del siglo III aC, representado por el silo 43, que contenía un notable conjunto de materiales bien fechados, con producciones locales características, como las cerámicas grises y oxidadas de la costa catalana, cerámica común ibérica (a torno y a mano), y varios fragmentos de ánfora. Unos pertenecen al menos a una ánfora greco-itálica antigua y, el resto, a un ánfora púnica centro-mediterránea (seguramente del área de Cartago, según podemos deducir por el tipo de arcilla), del tipo o forma A-PUN C1a (Ramon T-7.1.2.1), relativamente antigua, con una cronología de entre mediados del siglo IV hasta el primer cuarto del siglo III aC (fig. 175). No es, en absoluto, un material desconocido en el territorio; en todo caso, poco frecuente. Ya hemos señalado, cuando analizábamos el contenido del silo 43, que disponemos de un buen paralelo en la necrópolis emporitana Martí (inhumación 106), considerada de la primera mitad del siglo IV aC (Almagro 1953, 98). Las cronologías bien contrastadas, establecidas por J. Ramón en su investigación, nos permiten situar estos productos entre el 375/350 y el 300/275 aC (Ramón 1995, 205).

Cronológicamente, parece que debemos situar esta forma de mortero hacia el último cuarto del siglo V aC. El contexto de los tres silos lo confirma, así como un paralelo de Mas Castellar de Pontós (considerado de origen griego), fechado entre el 425-400 aC (Pons et alii 2002, 223). Recuerda, asimismo, un ejemplar de Mailhac cien años más antiguo (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 169, 3-4). El mortero de tipo griego del yacimiento de la riera de Saus, seguramente de producción ibérica, se fecha en la segunda mitad del siglo V aC, con paralelos idénticos en la Illa d’en Reixac (Genís/ Martín 1999, 121) .

Ánfora greco-itálica El único ejemplar bastante completo y algunos fragmentos sin forma aparecieron, también, en el silo 43. Es uno de los elementos que ayudan a determinar la cronología del relleno y permite ver, asimismo, que las tierras de su interior, aunque separadas estratigrafícamente, se depositaron de una sola vez, ya que los fragmentos del ánfora se esparcieron en los dos niveles. Es una ánfora arcaica (fig. 156: 1 y fig. 175), de poca altura, aunque no hemos encontrado la mitad inferior (poco más de 60 cm.), con la espalda ancha, casi horizontal; el cuello, corto, condiciona unas asas también cortas y de poca altura. El labio, finalmente, tiene una sección triangular alargada que tiende a la horizontalidad. Fragmentos de la base de que no casan con el resto conservado del ánfora (quizás pertenecen a otro ejemplar), señalan que tenía el pie tubular, no macizo. Se trata, en definitiva, de una variante antigua, de la forma A-GR-ITA LWA, fechada genéricamente dentro de la primera mitad del siglo III aC o antes. La forma del labio también nos conduce hacia unas cronologías bastante antiguas, de entre el último cuarto del siglo IV y el primer cuarto del siglo III aC.

Los morteros masaliotas de Saus también se inscriben dentro de un abanico tipológico muy restringido. En realidad, podemos señalar básicamente dos formas o variantes que se manifiestan en el acabado del labio. En los silos 6 y 33 encontramos la primera de ellas, que correspondería al tipo 623-a de Gomez, el cual aparece en el siglo quinto y no perdura más allá del 400 aC (Gomez 2000, 119 y fig. 5). Existen numerosos paralelos en niveles de finales del siglo V aC. Una variante de esta forma, con una arista más marcada en la parte interna del labio, aparece en los silos 12 y 15, con dimensiones diferentes (fig. 177: s12.1 y s15.1). Parece corresponder al tipo 621 o 623 de Gomez, fechado entre la segunda mitad del siglo V y comienzos del siglo IV aC (Gomez 2000, B1251 y B363). En la fase Ic de Pech Maho ya encontramos morteros que anuncian esta forma (Galledrat/Solier, fig. 240), a Agde, en estratos de la segunda mitad del siglo V aC (Nickels 1995, fig. 65, 15); en Béziers, en un contexto del siglo V aC que no parece posterior al 420/410 (Ugolini et alii 1991, 164); en la Illa d’en Reixac, finalmente, en niveles del período 450-380 aC, coincidiendo con las cronologías de Saus (Lafuente 1999, 139; Martín/Conde 1999, 171).

MORTEROS Un conjunto muy limitado, tanto en lo referente al número absoluto de ejemplares como a la tipología y procedencia. Identificamos de manera clara dos tipos básicos de morteros a partir de las pastas: el ibérico y el de origen masaliota. Ambos con la misma representatividad, con nueve ejemplares con forma para los productos locales y ocho fragmentos de origen masaliota. Cronológicamente no existe diferencia entre unos y otros, ya que a menudo se han encontrado juntos en el mismo estrato, como los de los silos 1, 6, 15 y 17. Desde el punto de

La tercera forma o variante de la anterior, con el borde externo más alargado, más alto, la encontramos solo en una ocasión 243

SAUS II

Morteros masaliotas

s6.1

s33

s12.2

s15.1

s1.1

s12.1

s17

s37

Morteros ibéricos

s6.2 s18

73.1

s15.2

s1.2

s16.2

s16.1

s19

s17

Fig. 177. Repertorio de morteros masaliotas e ibéricos de Saus II, con indicación del silo de procedencia.

244

LA CULTURA MATERIAL

en el silo 12, junto al último ejemplar que hemos comentado (fig. 177: s12.2). También es un tipo específico del siglo quinto, especialmente de la segunda mitad y, según Gomez, nunca del siglo IV aC (Gomez 2000, fig. 5, B1165), aunque en la Illa d’en Reixac lo vemos en un nivel del período 450-380 aC, pero también en uno de la fase posterior (380-325 aC), quizás como material residual (Lafuente 1999, 139; Martín/ Conde 1999, 177).

apareció una anilla de hierro de forma cuadrada, como una especie de grapa (fig. 31: 14), del mismo tipo encontrado en Mas Castellar (Rovira/Teixidor 2002, 352). Sabemos, por el contexto general, que estos materiales se fechan hacia finales del siglo V aC. Otro tubo de hierro, que quizás corresponde a la parte inferior de una herramienta que iba fijada a un mango de madera, procede del silo 20, con una cronología similar (fig. 88: 5).

Poco podemos añadir en cuanto a las bases. Tienen, todas ellas, las mismas características y casi sin ninguna variante significativa. Robustas, gruesas, con un anillo de reposo ancho y plano, ligeramente abombado o curvado en la zona interna, las que hemos localizado pueden corresponder a cualquier tipo de borde de los que hemos comentado. Existe, sin embargo, una diferencia clara entre las de los morteros masaliotas, características y con un anillo de reposo ancho, y las ibéricas, de acabados, formas y alturas considerablemente diferentes.

En el silo 5, también con una cronología de los últimos años del siglo V aC, aparecieron dos objetos más: una pequeña lámina, de función indeterminada, y una pieza en forma de L, como el pestillo de una puerta (fig. 44: 7 y fig. 45: 7). No se han encontrado nunca clavos de hierro, con punta y cabeza a la manera más clásica (aparecen en Pontós, Ullastret, Empúries, en los silos de Bordegassos, al lado de Saus), quizá porque suelen ser más característicos de estructuras sólidas, como vigas o puertas, de algún tipo de mobiliario e incluso de algunas herramientas y aperos agrícolas, como los carros (documentados en épocas más recientes). Pero del silo 14 proceden dos púas largas que probablemente no son clavos, sino que pertenecen a otro tipo de objeto o utensilio, como un escoplo o una barrena (fig. 72: 10 y 11). Por último, del silo 22 procede una pieza en forma de grapa, similar a las anillas cuadradas que citábamos antes.

METAL Es una categoría de material mal representada, con pocos ejemplares, a menudo difíciles de identificar y de usos inconcretos. Tenemos que distribuirlos en dos grupos: los objetos de hierro y los de bronce. En el primero, hay que incluir básicamente herramientas y utensilios agrícolas o para el trabajo doméstico, púas y quizás clavos de utilidad dudosa, fragmentos muy deteriorados y sin forma. En el segundo, básicamente se trata de objetos de uso y adorno personal: fíbulas, anillos, una pequeña navaja (scalptorium), agujas y pequeñas láminas perforadas que debieron ir fijadas sobre algún elemento de madera o cosidas sobre una tira de cuero.

Bronce Sin ser nada del otro mundo, los objetos de bronce constituyen un conjunto con más entidad que los de hierro, con piezas para el adorno, la higiene personal y quizás para el trabajo doméstico. No siempre podremos atribuir una función concreta a cada objeto; a menudo se encuentran demasiado fragmentados o presentan formas que no responden a ningún uso determinado y conocido. Pequeñas placas con perforaciones en los extremos seguramente iban fijadas sobre una superficie de madera o cuero; pequeñas agujas, sin perforación, tal vez se utilizaban como punzones, buriles o perforadores; los discos de medianas dimensiones no tienen una función clara, aunque quizá eran pequeños espejos, mientras que otra pieza en forma de brazo de una pequeña balanza probablemente es un instrumento para la higiene personal. En cambio, son fácilmente identificables las fíbulas, más o menos enteras o fragmentadas, todas ellas del mismo tipo.

Hierro Es un metal más bien raro, en Saus, pero tampoco es que sea demasiado abundante en los niveles contemporáneos de la mayor parte de los yacimientos ibéricos de la zona. Y menos aún cuando se trata de herramientas agrícolas o domésticas, que es lo que uno esperaría encontrar en un asentamiento con las características de este almacén de silos. En Mas Castellar de Pontós, por ejemplo, su número es más elevado, pero también proceden, en general, de estratos algo más modernos (Pons/Rovira 1997; Pons et alii 2002, 349-362). Si nos referimos estrictamente a herramientas bien identificadas, en Saus hallamos un martillo de hierro y el regatón de una lanza o de algún utensilio con el mismo sistema de fijación a un mango de madera, aparecidos en la campaña de 1980 en el silo 2. No es raro encontrar este tipo de piezas en una instalación rural. Si se trataba de una lanza (se ha perdido la hoja), son utensilios utilizados en la caza, como una actividad más que también se documenta en la casa. También, con unas dimensiones más pequeñas, se utilizaban una especie de lanzas o azagayas para conducir y dominar el ganado; por ejemplo, los bueyes que arrastraban el arado. Ahora bien, regatones como el de Saus, que ha perdido el extremo superior, pueden pertenecer a otras herramientas. En Mas Castellar, por ejemplo, la parte inferior de un formón adopta la misma forma (Rovira/Teixidor 2002, 359, 4). Además, en el mismo silo 2

Encontramos fragmentos de fíbula en los silos 5 y 19, (fig. 45: 3 y 4; fig. 86: 6). Por lo tanto, con una cronología del último cuarto del siglo V aC. Todas pertenecen al mismo tipo, con doble resorte, un arco pronunciado, de sección ligeramente curvada y con el extremo acabado con un botón piramidal o romboidal de pequeñas dimensiones. Podemos seguir la evolución de este tipo de fíbula desde el siglo VI aC hasta entrado el siglo IV aC. Recordemos, por ejemplo, los más arcaicos procedentes de Mailhac, en un contexto claro del siglo sexto (Gailledrat/Taffanel/Taffanel 2002, 183, 1012), y en toda el área del golfo de León hasta mediados del siglo V aC (Gailledrat 1997, 253-254). Pero en las comarcas gerundenses se documenta en períodos algo más recientes, con ejemplares relativamente abundantes en los principales 245

SAUS II

oppida y asentamientos de la época, o en Empúries. En definitiva, parece claro que una cronología de finales del siglo quinto para los ejemplares de Saus es la más adecuada, acorde con el contexto general de los silos (sobre todo el nº 5), y en ningún caso podrán considerarse materiales residuales más antiguos, aunque el origen de la forma pueda situarse en el siglo anterior. En el conjunto de los pequeños objetos o utensilios de uso personal debemos señalar la presencia de al menos un scalptorium; en realidad, una pequeña navaja de afeitar que adopta el modelo más común documentado en el área gerundense y en zonas circundantes durante prácticamente todo el período ibérico (fig. 45: 5). Existe una colección excelente en Mas Castellar de Pontós, en contextos prácticamente contemporáneos a los de Saus, sobre todo de entre el último cuarto del siglo quinto y el siglo cuarto (Pons et alii 2002, 337 nº 12, 341, 342 y 345), con la misma forma, a veces quizá un poco más elaborados y con una decoración no tan sencilla. Otro, de gran calidad, apareció en Mas Gusó. Es una pieza ibérica desgraciadamente procedente de un estrato de época tardo-republicana y, por lo tanto, difícil de fechar (Casas/Soler 2004, 237). También es más elaborado y lleva una incipiente decoración. En cambio, el del silo de Saus es claramente más sencillo, con el mango doblado de la forma habitual (quizás para colgarlo de un hilo) y el extremo de la cabeza de la parte doblada decorado con dos pequeños círculos. También consideramos que pertenece al mismo repertorio de pequeños utensilios para la higiene personal la pequeña barra en forma de brazo de balanza del silo 15 (fig. 75: 9). La parte central, más alta y doblada, como aplastada, está atravesada con un pequeño clavo remachado, de manera que la parte superior adoptaría la forma de anilla por la que pasaría un hilo que permitiría (como el caso del scalptorium), llevarla colgada del cuello. No sabíamos qué era ni cómo interpretar este objeto, para el que hemos sido incapaces de encontrar paralelos publicados, hasta que encontramos otro casi idéntico en los silos del camp de l’Ylla en Viladamat el verano del 2009. El del silo 2 del camp de l’Ylla está completo, menos deteriorado que el de Saus y se puede apreciar mejor su forma. Doblado por el centro de la misma manera (pero sin el remache central), un extremo tiene forma de cucharilla y el otro de horquilla con dos púas poco separadas, en forma de V. El de Saus había perdido el extremo acabado en cucharilla, pero no el otro. Solemos encontrar estos objetos en época romana, pero con formas y funciones separadas: cucharillas en el extremo de un largo tallo de bronce (sondas o sencillos instrumentos para limpiar el oído, oricularium specillum o auriscalpium), o pequeñas horquillas con un mango similar, como si se tratara de palillos. Probablemente es la doble función higiénica que cabe atribuir a las piezas de Saus y Viladamat. Aún más extraños, los dos discos de bronce —muy delgados y quebradizos, pero bien elaborados—, que se encontraron en los silos 5 y 6, nos recuerdan la parte central de un espejo; aunque no podremos ser contundentes en esta identificación, ya que uno de ellos parece tener una pequeña perforación en 246

el centro, mientras que el otro no (fig. 45: 1 y fig. 46: 9). El resto son, en general, pequeños objetos y utensilios de uso indeterminado, como la pequeña placa del silo 5, curvada y con dos perforaciones que parecen señalar que iba fijada sobre un mango de madera, similar a la del silo 32, que conserva los dos remaches (fig. 121: 13), o una tercera, doblada y perforada, del silo 16 (fig. 78: 10); la aguja doblada como un alambre del silo 7 (fig. 54: 6), que no parece formar parte de una fíbula, o la pieza con el extremo retorcido del silo 8 (fig. 57: 6). Una aguja que no es de coser (no tiene orificio), muy fina, procede del silo 23, también de finales del siglo V aC. HUESO Los objetos de hueso y asta se pueden clasificar en dos grupos: los mangos de cuchillo o de otros enseres domésticos o agrícolas (quizás de hoz) y los de uso personal y cotidiano, también en el ámbito doméstico. Ambos se hallan bien representados en este yacimiento, y aunque no podemos hablar de un número demasiado elevado de piezas, hay que considerar cada uno de los objetos un ejemplo magnífico del aprovechamiento de este tipo de recursos que, en definitiva, no dejan de ser un material secundario y, apurando, prescindible (mejor aún, para tirar al vertedero), una vez aprovechada la carne y proteínas del animal sacrificado. Aunque el aprovechamiento de los huesos largos y de pared gruesa de algunos mamíferos (especialmente bovinos, pero también ovicápridos), para su transformación y elaboración de instrumentos, elementos decorativos, agujas o piezas de mueble, está ampliamente documentado en época ibérica, no será hasta llegar al período romano (en esta región, sobre todo durante el alto Imperio), que se multiplicará considerablemente el número de utensilios elaborados con este material. Los tipos y formas no variarán y muchos de los de época romana tienen sus precedentes y son idénticos a los ibéricos. En realidad, si los mangos de cuchillo de Saus II —de asta de ciervo—, o un tubo de bisagra de mueble se hubieran encontrado fuera de contexto, los hubiéramos considerado romanos. En este apartado, por lo tanto, debemos referirnos, por un lado, a los mangos de cuchillo tallados siempre en cuerno de ciervo. Existen pocas diferencias entre los diferentes ejemplares (solo dos de ellos enteros). En alguno se puede ver la superficie rugosa y característica del cuerno, con la forma ligeramente curva habitual. No proceden del tronco principal, sino de las ramificaciones, algo más delgadas, también más largas y sin los nudos de la base de las ramas. Estos ejemplares, sobre todo el del silo 14 (fig. 72: 13), se pueden fechar por su contexto hacia finales del siglo V aC, coincidiendo con la época de abandono del yacimiento. Un individuo aparte, de mayores dimensiones y que, por lo tanto, no debería pertenecer a un simple cuchillo, sino a un utensilio cortante de mayor tamaño (quizá un podón o una hoz), tiene un diámetro también superior al del resto y se le pulió la superficie cortando láminas longitudinales, de arriba abajo, de manera que la sección del tubo es poligonal (fig. 141: 14). Procede del silo 37 y por lo tanto debe fecharse en torno al 420/410-380 aC). La pieza más elaborada apareció en el silo 44, en un nivel

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antiguo, fechado en la transición de los siglos VI y V aC. Es un mango de asta de cérvido, seguramente para un cuchillo, cortado con una sierra en cada extremo y pulido (fig. 162). Toda la superficie se rebajó y pulió para suprimir las rugosidades de los cuernos del animal que, en otros ejemplares, se dejaron visibles. En la mitad de arriba se practicó un corte vertical para fijar la hoja metálica. Esta parte del mango está perforada horizontalmente con dos agujeros circulares a los que se insertaría una pieza para fijar la hoja cortante. Teniendo en cuenta que no es visible ningún rastro de óxido (ni de hierro ni de bronce, que siempre dejan manchas en el hueso), nos preguntamos si los dos tallos o remaches cilíndricos para fijar la hoja no habrían sido hechos de hueso o de una madera dura.

mediados del siglo quinto, excepto el nº 16, que es claramente de finales del siglo. Estos materiales, claro está, fueron a parar al interior de los silos porque estaban mezclados con las otras piezas depositadas en vertederos y, por lo tanto, pueden ser perfectamente residuales y quizás algo más antiguos que otros materiales cerámicos de cada estrato. En cualquier caso, es un conjunto interesante y muy homogéneo. Del silo 7 procede la pieza más interesante y completa: un pequeño jabalí macho, modelado de una sola pieza, con la crin hirsuta y el hocico bien definido, con los colmillos y los dientes hechos aplicando un punzón a los laterales de la boca simulando el espacio vacío entre los dientes. Las patas, cortas y robustas, tienen una base plana y la parte de unión con el cuerpo muy ancha. En la parte posterior le falta la cola. Se ve perfectamente el lugar de fractura, por encima de dos huellas cóncavas que muestran el lugar donde iban pegados sus atributos masculinos, también perdidos. En el misma silo apareció una cola de animal que no pertenece al jabalí, sino a otra bestia no identificada. De hecho, partes de otros animales (una pata y una cabeza), proceden de los otros silos.

Los otros objetos elaborados con hueso son más pequeños y tienen funciones muy diversas. Básicamente se trata de agujas que normalmente no se acabaron de pulir, abandonadas o tiradas al vertedero cuando estaban en proceso de tallado y elaboración (fig. 57: 4), o utensilios como el punzón hecho con la lámina ancha obtenida del hueso de la extremidad de un bovino (fig. 78: 14). En una ocasión encontramos una pieza plana, de sección ligeramente curvada debido a la misma curvatura del hueso, y en forma de rombo muy alargado, a la que no sabríamos atribuir otro uso que no fuera el de aplique decorativo engastado sobre una superficie de madera, ya fuera un mueble o un mango de instrumento, de un espejo (quizás los dos discos de bronce formaban parte del mismo), o de cualquier otro objeto de uso personal y de cierto lujo (fig. 44: 6).

Una pata, idéntica a cualquiera de las del jabalí, se encontró en el silo 8. En realidad, parece un pedazo de barro irregular y seguramente hubiera pasado desapercibido si antes no se hubiera encontrado el pequeño jabalí. De hecho, si la comparamos con otros ejemplares documentados en Cataluña, de la misma época, veremos que todos ellos siguen un estilo muy parecido, por no decir idéntico. Vemos, por ejemplo, los pequeños caballos del Tossal del Moro de Pinyeres (Arteaga/ Padró/Sanmartí 1990, 115), con unas características comunes (fig. 179), diferentes a las que encontramos en otros ejemplares considerados más modernos, como los de Can Butiñá (Pinta 1983), y más elaborados, como los de Guissona (Martín 1960-61, 295), la mayor parte de los cuales fueron reunidos posteriormente en una interesante colección (Vilà 1994).

Por último, cabe referirse a un tubo de hueso, seguramente de un ovicáprido, con una perforación rectangular junto a otro orificio circular, más pequeño (fig. 114: 2). Ignoramos su función, aunque este tipo de objetos suelen aparecer muy a menudo en época romana. Se trata de bisagras de puertas de muebles y de armarios, y no de piezas de flautas y otros instrumentos musicales, como se pensaba años atrás. No sabemos si el tubo de Saus tenía la misma función, ya que los agujeros tienen una disposición un tanto diferente a los de las piezas que aparecen en época romana (cuatro siglos más recientes), pero probablemente nos encontramos ante un caso parecido al de los mangos de cuchillo, que documentamos en Saus en el siglo V aC, en Tolegassos (Viladamat) en el siglo II dC y en la Font del Vilar (Avinyonet de Puigventós), en el siglo V dC, sin cambios en su forma. En principio, el mismo objeto con la misma forma tenía el mismo uso en cualquier época y, por lo tanto, es lógico suponer que en el caso del pequeño tubo de hueso del silo 26 se tratara de una pieza de la bisagra de la puerta de un mueble.

En el silo 16 se encontró un objeto que de entrada parecía algo extraño, hasta que a partir de la comparación con otros similares se llegó a la conclusión de que se trataba de una cabeza de caballo. Quizás es algo más pulido y elaborado que los del Tossal del Moro de Pinyeres que acabamos de citar, pero no lo es tanto (aunque se le parezca mucho), como la cabeza de caballo de Llo (Cerdanya francesa), difícil de fechar y publicada hace años (Campmajó 1986, 314-315). El último elemento es el más extraño de todos y el que, de entrada, es más difícil identificar. Procede del silo 9 y se presenta como una especie de estrella o cruz en tres dimensiones, con los rayos tubulares y perforados y una tercera perforación que atraviesa perpendicularmente una de las puntas (fig. 178: 5). No es un objeto inédito. Aquí y allá se van encontrando paralelos publicados (y algunos todavía inéditos), pero no bien identificados. El más antiguo procede de la Cayla de Mailhac, en un contexto claro de finales del siglo VI aC (Gailledrat/ Taffanel/Taffanel 2002, 185, fig. 165). Los autores del estudio lo consideran como un nudo de rueda, es decir, la parte central de la que saldrían los radios. Un segundo ejemplar, también al

COROPLASTIA Dispersos entre los silos 7, 8, 9 y 16 se han encontrado diferentes elementos de coroplastia que, por sus características, parecen formar parte de un solo conjunto original (fig. 178). La pasta, la composición de la arcilla, la técnica de modelado y de cocción son comunes a todos ellos. Cronológicamente pertenecen mayoritariamente a silos que se obliteraron hacia 247

SAUS II

1

2

3

4 5

Fig. 178. Elementos de coroplastia. 1: jabalí; 2: pata de una figura de animal; 3: cabeza de caballo; 4: cola; 5: nudo de rueda. Restitución hipotética de un carro votivo a partir de estos elementos.

norte de los Pirineos, se encontró en la fase Ic de Pech Maho, con una cronología de entre el 510 y el 450 aC (Gailledrat/ Solier 2004, 350 y fig. 285, 200), considerado como el eje de una especie de rueca, en cualquier caso, un nudo de rueda. En las comarcas de Girona parece ser que se han encontrado en Ullastret (inéditos), y con toda seguridad uno en el poblado de los Guíxols, en Sant Feliu de Guíxols, algo más elaborado que el de Saus, quizá más parecido al de la Cayla (Nolla/Esteva/ Aicard 1989, fig. 25). La comparación de los diferentes ejemplares localizados en esta amplia zona del nordeste catalán y el golfo de León vienen a mostrar que se trata siempre del mismo tipo de objeto —mejor acabado o menos elaborado—, y con la misma función. No parece que exista duda, a estas alturas, en identificarlo como el nudo o la parte central de una rueda, de cuyo centro partirían 248

los radios que sostendrían la circunferencia y llanta exterior y, al mismo tiempo, el eje central que la uniría con la otra rueda gemela si, por ejemplo, se tratara de un vehículo, es decir, de un carro. Más aún, el agujero travesaño perpendicular a uno de los pequeños tubos o puntas parece tener la función de contener una traba del eje principal de la rueda. No es imprescindible si hablamos, por ejemplo, de un modelo de carro a escala reducida, pero sí lo es si lo que se pretende es imitar lo mejor posible un carro real en todos sus detalles. Existen ejemplos abundantes, sobre todo en el otro extremo del Mediterráneo. Modelos reducidos de carros votivos y funerarios del mundo griego en época arcaica, de barro cocido, con ruedas de cuatro radios, tienen el nudo central muy desarrollado y atravesado por un tallo de madera mostrando que es la traba externa del eje. Si, por ejemplo, esta pieza de arcilla fuera el nudo de una rueda de rueca (instrumento del que ignoramos su existencia

LA CULTURA MATERIAL

elementos para fundamentarla y, más que nada, como un “divertimento”. Se trataría de reconstruir y colocar las diversas piezas de coroplastia de Saus II en la misma disposición que las que forman el carro de Mérida; magnífico ejemplar en bronce, de cronología quizás no lo suficientemente bien precisada, pero tardía, de los siglos II o I aC (fig. 178). Después, quizás sí que podríamos hablar de un objeto votivo. Pero esto también equivaldría a dar por segura la existencia de unas costumbres de tipo seguramente religioso, comunes a una amplísima zona de la Península Ibérica, de épocas diferentes y de áreas sin contacto directo entre ellas. En definitiva, consideramos más plausible la explicación más sencilla: la primera. Se trate de figuritas rituales o de juguetes, sin duda representan los animales que se tenían más o menos al alcance en el contexto de la explotación agrícola. El jabalí que se podía cazar en los bosques del entorno (también hemos encontrado algún colmillo) y que en el imaginario de la época era, sin duda, el gran animal del bosque, junto con los ciervos y corzos (también documentados, aunque sea a partir de los objetos fabricados con sus cuernos). Si había que modelar una figura representativa, tanto si se trataba de un juguete o de una pieza votiva o propiciatoria, era lógico escoger esta. Cuestión diferente será averiguar qué hacía el caballo o un pequeño carro (única posibilidad que vemos en el nudo de rueda), si no lo explicamos interpretándolos como juguetes más que como ofrendas votivas.

Fig. 179. Figuras de caballo procedentes del poblado del Tossal del Moro de Pinyeres (Batea), del mismo estilo que los elementos de coroplastia de Saus (dibujo extraído de Arteaga, Padró y Sanmartí 1990).

En el caso de las figuras de caballo del poblado del Tossal del Moro de Pinyeres, tampoco queda claro cuál era su función. En un artículo publicado hace más de diez años, referido a las figuras de caballos de época ibérica, Quesada y Tortajada ya se hacían eco de la problemática que plantea su interpretación, la cual, desgraciadamente, en muchas ocasiones depende de la inclinación de cada investigador y de su manera de entender los contextos (Quesada/Tortajada 1999, 48). Lo cierto es que (continuando con la argumentación de aquellos autores), la variedad de contextos arqueológicos nos da la clave: un mismo objeto puede ser utilizado como juguete en el momento de fabricarlo, como ofrenda funeraria en la sepultura del niño o como ex-voto propiciatorio ofrecido en agradecimiento por causas diversas. No es necesario, por lo tanto, atribuir un uso ritual a cualquier objeto poco habitual encontrado en una casa o en un depósito. Su origen y el motivo de su fabricación pueden haber sido muy diferentes al uso final que se les dio.

en los siglos VI-V aC), no habría sido necesario imitar la existencia de un traba en su parte supuestamente externa. Todo ello nos conduce a dos conclusiones posibles. La primera, la más sensata, es la que se reduciría a documentar en la casa de campo de Saus II una serie de figuras y piezas de coroplastia (jabalí, caballo, posible carro), con una función posiblemente bastante prosaica pero suficientemente documentada en el mundo clásico y especialmente en el mundo griego: juguetes para los niños. Los museos helenos están rebosantes de figuritas de jabalíes, ovejas, caballos, pájaros y todos los animales que pueda imaginarse, etiquetados sensatamente como juguetes. Nunca aparece la denominación de objeto votivo o ritual. Otra cosa serán los pequeños carros con representaciones funerarias como los que citábamos hace un momento. La otra conclusión, más atrevida, ni siquiera debe considerarse como una hipótesis, sino una especulación atractiva casi sin

249

SAUS II

250

IV. OTROS ASPECTOS DE LA ECONOMÍA DOMÉSTICA

vaivén, pero de forma cuadrada (fig. 182: 4), del tipo A2 de Py (Py 1992, fig. 3, 8). En todos ellos, la superficie de molido, con un desgaste a menudo notable, es fina, pulida y ligeramente abombada. A menudo presenta una suave cresta longitudinal curvada que se convierte en una arista y termina en un bulto en el extremo más distante, seguramente como consecuencia del uso y el roce alterno a derecha e izquierda con la piedra de moler (fig. 180: 1, 5 y 6).

MOLINOS E INSTRUMENTOS DE PIEDRA MOLINOS Aparece una cantidad impresionante, teniendo en cuenta el tipo de yacimiento que estudiamos. En total, 57 molinos identificados, intactos o fragmentados, aparte de otras restos dudosos (fragmentos de areniscas o volcánicas con una cara pulida), que con toda probabilidad pertenecen a otros individuos. Ya en la exploración superficial —que no da ningún resultado en ningún punto de la finca— se identificaban fragmentos de molinos de basalto en el campo vecino, hacia el norte. La excavación de los silos, finalmente, proporcionó estos cincuenta y siete molinos, una cuarta parte de los cuales son piezas prácticamente enteras.

En definitiva, este molino de vaivén es el más antiguo en todo el Mediterráneo y fácil de fabricar. Se compone de una pieza pasiva más o menos plana, sobre la que se coloca el grano que es molido con una pieza activa, aplanada, más bien ancha y adoptando una forma que facilita sujetarla con ambas manos. Pueden ser barquiformes o no. No todos los de Saus son de este tipo. Encontramos algunos, que podríamos considerar menos elaborados, que son sencillas piedras que por su forma original ya eran útiles. En estos casos, el uso y el desgaste nos permite ver que son molinos de mano, pero que no se pulieron por debajo ni por los bordes a fin de tener una forma más regular. No hacía falta. Ya cumplían su función. Recuerdan claramente algunos ejemplares del Barranc de Gàfols (Ginestar), algo más antiguos, claramente del siglo VI aC (Asensio et alii 2002, fig. 4 a 7), o de los Vilars de Arbeca, prácticamente contemporáneos a Saus (Alonso 1999, 248249). Se documenta perfectamente hasta el siglo IV aC, pero perdura esporádicamente casi hasta el cambio de era (Alonso 1999, 233). Sin embargo, en general este tipo de molino suele aparecer en contextos antiguos. En niveles más modernos, sobre todo a partir del siglo IV aC, abundan los molinos rotatorios, de los cuales encontramos numerosos ejemplos en los grandes yacimientos de estas comarcas. Los barquiformes o de vaivén en general, todavía se encuentran asociados a un período arcaico.

¿Debemos considerarlo un número excesivamente alto de molinos para una sencilla casa de campo? Quizá no. Teniendo en cuenta, por un lado, que estuvo ocupada durante un siglo y, por el otro, que este instrumento doméstico tiene un desgaste más notable de lo que podría pensarse —y es relativamente fácil y económico fabricarlo con las piedras locales—, estadísticamente, estrenar un molino cada dos años no es nada exagerado. Tampoco lo es que una explotación agrícola necesitara los 46 silos identificados (y quizás alguno más que aún desconocemos), para guardar las cosechas y prever una reserva en el transcurso de este siglo largo de actividad. Ni la cantidad de silos ni el número de molinos lo convierten en un yacimiento excepcional ni presuponen un tipo de explotación agrícola desmesurada. Otros elementos sí empiezan a mostrarnos una actividad que va más allá de las de la propia subsistencia y nos acercan más a una producción casi industrializada (y empleamos el término sabiendo que es impropio para la época). Son las prensas, supuestamente de aceite, que se localizan en los silos que se amortizaron en el último momento. Las analizaremos más adelante.

En cuanto al elemento activo, la piedra que se deslizaba sobre el molino para moler el grano, no se documenta demasiado bien en Saus. Quizá porque muchos de los fragmentos que atribuimos a molinos, demasiado pequeños e incompletos, no permiten ver si se trata realmente de la pieza activa o la pasiva, aunque por la forma, curvatura y tipo de desgaste no parece que hayamos cometido ningún error al clasificarlos. De piezas activas, en definitiva, encontramos tres claras (fig. 181: 5 y 6 y fig. 182: 6), una dudosa, pero muy probable (fig. 182: 1) y otros objetos y utensilios de piedra, algunos los cuales podrían ser lo que también se llaman “manos de molino”, pero que por sus dimensiones demasiado pequeñas son difíciles de clasificar y quizás serían poco útiles y efectivas a la hora de

Todos los molinos son de vaivén, de forma ovalada vistos desde arriba y sección barquiforme, salvo uno. No hay ninguno rotatorio ni de tolva. Normalmente están bien tallados y pulidos, con la parte inferior bien recortada, aunque algunos ejemplares tienen un acabado más tosco. Al fin y al cabo, la inferior es una parte que no se ve, poco útil y que prácticamente quedaba semienterrada o clavada en el suelo del espacio donde se llevaba a cabo la molienda. Corresponderían al tipo genérico A1 de M. Py, con orígenes muy antiguos, que se remontan prácticamente hasta el neolítico (Py 1992, fig. 3). Solo uno, decíamos, es diferente. Sigue siendo un molino de 251

SAUS II

 

  

 

  

 

Fig. 180. Molinos simples de vaivén y barquiformes. (Entre paréntesis, los estratos de procedencia).

252

 

LA ECONOMÍA DOMÉSTICA

 

 

 



5 (2901)

6 (2901)

 

Fig. 181. Molinos simples de vaivén (elementos activos y pasivos). (Entre paréntesis, los estratos de procedencia).

253

SAUS II

3 (3701)





 

 

 



 

Fig. 182. 2 a 5: molinos simples de vaivén (elementos activos y pasivos), 6 y 7: piedras con señales de uso, para triturar o desmenuzar. (Entre paréntesis, los estratos de procedencia).

254

LA ECONOMÍA DOMÉSTICA

moler. Nos referimos, entre otros, a la pieza de forma más o menos esférica con claras señales de desgaste sobre todo en una superficie, que incluso ha quedado algo cóncava (fig. 182, 7). Hay un par de ejemplares aparentemente casi idénticos en el Barranc de Gàfols (Asensio et alii 2002, fig. 7, 8 y 9), y docenas en Ruscino (Marichal/Rébé 2003, 194-199), consideradas como un tipo de percutores, pero bastante más antiguos, del Neolítico.

siempre son piedras que se encuentran en el área próxima al yacimiento; las unas, a cuatro pasos, las demás, a un par de kilómetros. En cuanto a su función, será extremadamente difícil poderla conocer en todos los casos. Podemos intuirla, suponerla y, en muy pocas ocasiones, determinarla exactamente. Parece ser, en principio, que los pequeños bloques de piedra pómez volcánica, de formas redondeadas y sección circular o elíptica, cortados expresamente para darles esta forma que facilita su prensión con la mano, habrían servido para pulir y desbastar otros objetos (fig. 183: 1 a 4). Son ideales, por ejemplo, para pulir y limpiar la piel antes de curtirla. Pero también tenían un uso parecido al moderno papel de lija, para dejar alisados y pulidos los objetos de madera. Pensemos, por ejemplo, en los mangos de hoz o cuchillo, las perchas y los palos o astas de lanzas y jabalinas. Tampoco se puede ignorar un uso en la higiene personal; al fin y al cabo, el tipo de piedra podía hacer una función similar a la de un estrígilo. En todo caso, de estos utensilios líticos hemos encontrado tan solo 4 en todo el yacimiento, que representan un 7’5% del total de utensilios de piedra de pequeño tamaño (es decir, excluidos los molinos). No podemos saber si son muchos o pocos. No hay referencias numéricas o estadísticas de otros yacimientos, y tampoco es que los objetos y pequeños instrumentos líticos sean muy numerosos en otros asentamientos ibéricos de la zona o, al menos, no se suelen publicar grandes repertorios.

Quizás, la de Saus y otras similares, por su forma tendrían más relación con el proceso de aplastar aceitunas como paso previo para la obtención de la pasta que más tarde se somete a la prensa (tendremos ocasión de analizarlo más adelante), que no para moler grano para obtener harina. Tampoco serían demasiado efectivas las pequeñas piedras pulidas, con claras señales de uso, normalmente cantos rodados aprovechados y adaptados a usos que no acabamos de ver claramente y que intentaremos averiguar en el próximo apartado. OTROS INSTRUMENTOS LÍTICOS Es una categoría de material muy bien representada, con un número realmente alto de ejemplares. Prácticamente no hay silo en el que no haya aparecido alguno. En general, son piezas sencillas, hechas con guijarros de río escogidos por su forma adecuada, sin pulir ni elaborar y, sencillamente, usados para lo que más convenía. Se identifican y se distinguen de otros guijarros y cantos rodados que también aparecen entre las tierras del interior de los silos por la existencia evidente de señales de desgaste en puntos concretos de cada pieza (muy específicos en función de la su destino), causados indudablemente por el uso continuado y repetitivo. No es ninguna novedad la aparición de estos utensilios, continuamente documentados en el mundo ibérico (Genís 1999), si bien quizás no siempre tan abundantes como en Saus. Podemos ver un buen repertorio, por ejemplo, en Mas Castellar de Pontós (Pons et alii 2002, 393, 397 y 399), con formas algo diferentes (predominan las piezas alargadas), seguramente debido a su función específica, pero también al tipo de piedra que se podía obtener del entorno inmediato.

En cuanto al conjunto más numeroso, formado por piezas de formas discoidales o alargadas, a menudo de sección plana y siempre fabricadas con una característica arenisca local de grano muy fino, de un color gris claro predominante, pero que también puede llegar a una especie de morado, se pueden agrupar en varias categorías. Seguramente su forma determina la función y, aunque es muy posible que piezas de forma diferente se hubieran empleado para un mismo trabajo (por ejemplo, un afilador como el de la fig. 184 nº 1 es diferente al nº 19 de la misma lámina), a menudo podremos proponer usos y funciones más concretas.

En las fig. 183 y 184 reunimos y resumimos casi todos los identificados en el yacimiento, que deben completarse con los reproducidos en la fig. 111, que incluye los del silo 24. Aparentemente todas las piezas son de formas diversas, pero en el fondo se pueden resumir en pocas categorías en cuanto a su función específica, no siempre fácil de determinar. En cuanto a los materiales o tipos de piedra más utilizados, predominan claramente las areniscas locales. Se trata de aquel tipo de arenisca muy dura, de grano finísimo, compacta y regular, ideal para afilar herramientas de corte, cuchillos, podones, hoces, etc. De este tipo podemos ver un repertorio más que notable. En otra categoría, encontramos las piedras de origen volcánico, sobre todo las blandas (la piedra pómez local), muy porosas, y los basaltos.

Las hemos ordenado en función de su forma y aspecto. En primer lugar las piezas discoidales y de sección plana (fig. 183: 5 a 20), aunque podemos observar que poco a poco tienden a ser más ovaladas y a veces más gruesas. Hay que tener en cuenta, en definitiva, que no son piedras elaboradas ni transformadas. En todo caso, se seleccionaban en el cauce o en la orilla del río por su forma adecuada al uso que se les daría en casa. Esta función es bastante evidente en algunos casos. En otras ocasiones es más dudosa. Por ejemplo, las piezas 6 y 7 de la figura 183, más o menos circulares, tienen una perforación; una, en el extremo, la otra, en el centro. Podría suponerse perfectamente que se trata de pesas de telar (también hay quien ha supuesto que podrían ser pesas de red), pero el desgaste que tienen en buena parte del borde y en el centro de una de las caras (sobre todo la piedra nº 7), indica que se trata de un afilador. El orificio se explica por la costumbre de llevarlo colgado de un cordel; un sistema práctico cuando, por ejemplo, hay que afilar la hoz mientras se siega.

Por último, diversos tipos de conglomerados de grano fino, algunas cuarcitas y piedras con cristales bien visibles, como el granito. Son, sin embargo, las minoritarias. En todo caso, 255

SAUS II

1 (0901)

2 (1601)

3 (3403)

5 (1001) 6 (0203)

7 (1502)

8 (0203)

4 (3701)

9 (0901) 10 (1504)

11 (2102)

12 (1802)

16 (3701) 15 (3701) 14 (3001) 13 (3301)

17 (1601) 18 (3801)

19 (2901)

20 (0801)

Fig. 183. Instrumentos y útiles de piedra. 1 a 5: basalto y piedra volcánica, 6 a 20: diversos tipos de arernisca. (Entre paréntesis, los estratos de procedencia).

256

LA ECONOMÍA DOMÉSTICA

3 (0802) 4 (0901) 5 (1802)

1 (0203)

2 (0501)

10 (2002)

8 (2601) 7 (3001)

6 (1901)

9 (2202)

13 (3403) 11 (3301)

12 (3701) 14 (3001)

15 (3701)

17 (3701)

16 (1602)

18 (1802)

21 (0802)

19 (1401) 20 (0801)

22

(2801)

Fig. 184. Utensilios de piedra elaborados aprovechando la forma adecuada de cantos rodados de arenisca y otras piedras sedimentarias. (Entre paréntesis, los estratos de procedencia).

257

SAUS II

Todas las piezas de la fig. 183 tienen estas señales de desgaste. Pero no tienen que ser forzosamente afiladores. Algunas sin duda eran una especie de percutores, como pequeños martillos de mano para golpear sobre otro utensilio (quizás una especie de escoplo). Las señales dejadas por este uso como martillo son visibles en el centro de un pequeño disco de sección elíptica del silo 9 (fig. 183: 9) y, quizás no tan pronunciadas, pero causadas por su utilización de un modo similar en la pieza 14 de la misma figura. En otras ocasiones, parece ser más evidente un uso como martillo o pequeña maza en determinados ejemplares, como la pieza nº 20 de la misma lámina, que tiene un rebaje hecho expresamente siguiendo de arriba abajo ambas caras, como si fuera el encaje para fijar mejor un mango de madera. Sobre el resto de piezas discoidales no podríamos añadir demasiados comentarios. Las señales de uso producidos por roce son comunes a todas ellas. Pueden ser afiladores, pero también una especie de pulidores a menudo utilizados a la hora de modelar las cerámicas a mano, pulir las superficies (la forma redondeada o curva es útil para pulir el interior) y dejar unos acabados lisos. De hecho, en todas las ollas y urnas localizadas en el yacimiento, con toda probabilidad fabricadas en la misma casa, se notan las marcas de pulido final realizado con un utensilio fino, pero duro, que tanto podría ser una piedra como una madera dura. Siguiendo la clasificación en función de su aspecto o forma final, en la fig. 184 hemos incluido la mayor parte de las piezas alargadas, algunas de las cuales —muy pocas— se cortaron expresamente para conseguir la forma final (fig. 184: 19, 20 y quizás 21; fig. 111: 8 y quizás 9). Más que pulidores, esta vez se trata más bien de afiladores (la mayor parte tienen las señales de desgaste en los bordes), pero también de lo que podríamos clasificar o considerar como percutores. En realidad, los ejemplares nº 3, 5, 6 y 17 de la fig. 184, así como el nº 7 de la fig. 111 parecen haber cumplido esta función, ya que no tienen las clásicas señales de desgaste en los laterales, sino en toda la pieza y en los extremos. Habrían podido servir (es una hipótesis) como mano de mortero. Otros, con una cara plana y el resto abombada, posiblemente habrían tenido una doble función, pero con un uso destinado principalmente a moler grano (fig. 184: 14 y 16; fig. 111: 8 y 9). No como el elemento activo asociado a un molino de vaivén —son demasiado pequeños—, pero sí con la misma función a pequeña escala; para moler pequeñas cantidades de cereal para preparar papillas, o bien para acabar de elaborar la harina obtenida con el molino convencional.

de utensilios siempre presentará muchas incógnitas. No son piezas que respondan a una tipología muy concreta ni preestablecida. Adoptan las formas que ha dado la naturaleza y que se adaptan a las necesidades del usuario (y quizás tampoco sabemos muy bien cuáles eran) y, en cualquier caso, solo podemos constatar que fueron destinadas a usos domésticos que solo intuimos. Seguro que no todo se limitaba a pulir, afilar o triturar. La casuística puede ser muy amplia. PRENSAS PARA LA ELABORACIÓN DE ACEITE Debemos señalar que el hallazgo más inesperado en un yacimiento como el de Saus II —que considerábamos, como máximo, un campo de silos relacionado con una modesta casa, por no decir una cabaña—, ha sido el de las cuatro bases de prensa que, a partir de un repertorio de paralelos cada vez más extenso, consideramos destinadas a la obtención de aceite. Son todas diferentes, en cuanto a dimensiones, material, señales de uso y estado de conservación. Pero parecen casi contemporáneas. En todo caso, sería difícil fijar una evolución cronológica en base a los materiales asociados. Solo podemos ver que unas están más desgastadas o deterioradas que otras y que cuando se echaron en los respectivas silos ya eran inservibles, además de que también fue en el momento en que se abandonó definitivamente el asentamiento (Casas 2010). La primera area se encontró en el silo 23, con un estrato de relleno fechado a finales del siglo V aC (fig. 186). Es una base rota por la mitad, longitudinalmente, de unos los 100 cm. de longitud. No se ve el rebosadero, pero sí ha conservado un canal circular de unos 4 cm. de profundidad y un diámetro máximo exterior de 75 cm. Es la mayor de todas las prensas. Se cortó en un bloque de conglomerado local, menos duro de lo que aparentaba. Quizá por ello se utilizó una losa de espesor notable (unos 20 cm.), lo cual no pudo impedir que a la larga se partiera a causa de la presión y un uso continuado.

Por último, aparece un pequeño conjunto de piezas de formas más o menos triangulares y sección plana u ovalada (fig. 184: 18 y 21), que también podían servir para pulir, así como un par de piezas de basalto: una de ellas ya citada como percutor de forma más o menos esférica y la otra, probablemente, el extremo posterior roto de un hacha neolítica asociada a la primera ocupación del lugar (fig. 183: 5).

La segunda y tercera base de prensa aparecieron juntas en el silo 35, puestas una encima de la otra; la de arriba, boca abajo (fig. 128). Son muy diferentes. La nº 2 (fig. 187, arriba, y fig. 185: 2) se talló sobre una losa de arenisca local: piedra de Vilopriu como la empleada para construir el zócalo de la casa que hemos encontrado también vertido en varios silos. La ventaja de esta piedra, que a veces aparece atravesada por finas vetas de cristales de cuarzo, es que se extrae de la cantera en grandes losas. Solo hay que clavar una barra de hierro entre dos capas y hacer presión a modo de palanca. La piedra se desprende limpiamente de una sola pieza y, en el caso de la prensa nº 2 (y también de la nº 3), ya solo había que hacer el rebaje de la canal circular (60 cm. de diámetro) y el rebosadero. Es, en definitiva, una losa de forma algo irregular (querría ser cuadrada), de 65 x 75 cm. de lado y 10 cm. de grosor. Quizás demasiado débil para soportar grandes presiones, pero nos ha llegado intacta, a parte del extremo del rebosadero, roto y desaparecido de antiguo. Una vez más, el abundante material del estrato permite fechar el nivel de abandono en la transición entre los siglos V y IV aC.

En cualquier caso, el uso preciso de este conjunto numeroso

La tercera area se labró de la misma forma, aunque en esta

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LA ECONOMÍA DOMÉSTICA

  

  

     

Fig. 185- El conjunto de las cuatro areae. Vista superior y secciones.

259

SAUS II

de aceite o de vino. El procedimiento es similar a la hora del prensado, y solo las otras instalaciones anexas nos podrían dar alguna pista al respecto. Sin embargo, para el período preromano se considera que estas bases siempre corresponden a almazaras de aceite. En origen, nacieron con esta función en Oriente y no fue hasta mucho más tarde que también se utilizaron para prensar las uvas (Brun 2005, 157). En principio, los expertos consideran que la base de piedra del tipo que documentamos en Saus, y determinados tipos de depósitos de decantación se relacionan con la elaboración de aceite y que las prensas de palanca y contrapeso son característicos de las almazaras (Brun 1986, 223; García 1992, 251).

Fig. 186. Base de la prensa 1, antes de su extracción del fondo del silo 23.

la arenisca es más dura. Seguramente procede de otro afloramiento u otra capa de la misma cantera situada dos kilómetros hacia el sureste. También es más pequeña, pero más resistente. Mide 50 x 55 cm. conservados y tiene un grosor de 20 cm. El diámetro exterior del canal es de 45 cm. (fig., 187, abajo; fig. 185: 3).

En la costa occidental del Mediterráneo el mismo modelo de base de prensa, que no difiere lo más mínimo con el de las cuatro piezas de Saus, se documenta ampliamente, a menudo en oppida indígenas, tanto en la costa del levante español como del sur de Francia, e incluso en algún yacimiento itálico. Casi siempre, sin embargo, en contextos bastante más modernos y casi nunca anteriores al siglo III aC. En Entremont, por ejemplo, existe una buena colección de areae, algunas de las cuales fueron reutilizadas como material de construcción en muros de la última fase, por lo que no se pueden fechar con certeza. J.-P. Brun publicó años atrás una recopilación

La cuarta prensa procede del silo 37 (fig. 185: 4 y fig. 188). Tiene unas dimensiones similares, de forma irregular, de unos 75 cm. de lado y un diámetro exterior del canal de 55 cm. Esta vez se cortó en un bloque monolítico de piedra arenisca de color amarillento, menos dura que las demás. El uso continuado provocó un desgaste en el disco delimitado por el canal, de manera que poco a poco se fue rebajando hasta prácticamente desaparecer tanto el canal como el rebosadero. En definitiva, quedó inservible. La datación del estrato en el que apareció nos sitúa otra vez hacia finales del siglo V aC o poco después. Tipológicamente todas estas prensas están bien documentadas en el Mediterráneo oriental como mínimo desde el siglo IXVIII aC y, en Occidente, el modelo se repite en época romana y hasta prácticamente el siglo XX en instalaciones artesanales. El tipo de prensa, llamado convencionalmente “de palanca”, es el más antiguo y efectivo de los sistemas mecánicos para la obtención de aceite o vino y consiste, básicamente, en un tronco o una barra de madera con el extremo fijado a un agujero en una pared, con un contrapeso en el extremo opuesto, que presionando y aplastando una especie de columna hecha con capas de pasta de oliva alternadas con alfombras de esparto (o cualquier otro material similar), que reposa precisamente sobre un area como las que estamos analizando (fig. 189). Un sistema ingenioso, sencillo y muy efectivo. Obtenido el aceite después de varias prensadas, lo que queda de la pasta es como una especie de serrín de un alto poder calorífico, tradicionalmente utilizado como combustible, por lo que no suelen aparecer huesos de aceituna asociados a instalaciones de prensado. A menudo es difícil saber si su uso se destinaba a la obtención 260

Fig. 187. Las bases de las prensas 2 y 3, procedentes del silo 35.

LA ECONOMÍA DOMÉSTICA

El caso del nordeste peninsular parecía un poco diferente. Aunque el aceite ha sido considerado tradicionalmente como uno de los elementos básicos de la tríada mediterránea —el puntal, podríamos decir— y se ha dado siempre por supuesto que, como mínimo desde la llegada de los griegos a nuestras costas, se cultivó el olivo y se elaboró aceite, las evidencias arqueológicas han sido, hasta ahora, casi inexistentes. Si hacemos un breve repaso a los hallazgos publicados (tampoco lo podríamos hacer más extenso), se limitan al caño o rebosadero de una prensa (area) de Mas Castellar, en Pontós (Pons 2002, 395), fechado con imprecisión hacia finales del siglo III aC, y evidencias del consumo de aceitunas en la Illa d’en Reixac gracias al hallazgo de algún hueso en niveles de la fase V (Buxó 1999, 270). Más allá de estas comarcas, un area del mismo tipo, pero con un orificio central para encajar el eje de madera, procede del oppidum de Mas Castellà de Vilafranca del Penedès (Giró 1960-61, 162), u otra descubierta en 2008 en una casa del poblado ibérico de los Estinclells (Verdú, Lleida), aparentemente in situ, fechada en el siglo III aC, de la que solo conocemos, en este momento, los detalles aparecidos en una información en los periódicos.

Fig. 188. La prensa 4, una vez extraída del silo 37, presenta un notable desgaste en su superficie.

exhaustiva (Brun 2003, 2004 y 2005), con cronologías que van desde el siglo IV aC hasta época romana.

Poco a poco se ha ido completando el repertorio de instalaciones para la producción de aceite en el territorio, pero sobre todo para la época romana. El mundo ibérico era, en este sentido,

En Lattes se han localizado algunos ejemplares más modernos —del siglo III aC—, y dos más en la colonia de Agde, que se pueden datar en el siglo IV aC (García 1992, 253-254). En Glanum se encuentran, aún más tardías, en la casa de un aceitero y reaprovechadas en la calle. En la Provenza, en general, las estructuras o elementos relacionados con la producción de aceite más antiguos son del siglo IV aC y perdurarán hasta época romana. Sin embargo, conviene citar de manera especial la prensa de la villa o granja del Auditorium (Roma), construida hacia el 500 aC y activa durante los siglos V y IV aC (Brun 2004, 174-175). Es una prensa morfológicamente idéntica a las cuatro de Saus. En cuanto a la Península Ibérica, debemos tener especialmente en cuenta el completísimo trabajo de Y. Peña, que reúne todos los ejemplares de época romana conocidos hasta el momento de redactar su estudio (Peña 2007), sin que no siempre sea posible determinar exactamente su cronología (muchos se encuentran fuera de contexto), como su pertenencia a una prensa de aceite o de vino. No es fácil determinar el momento de la introducción en la Península de este modelo de prensa. A pesar del gran número de ejemplares bien documentados, muchos de ellos procedentes de yacimientos ibéricos distribuidos por toda la costa de levante, a menudo han aparecido fuera de contexto estratigráfico o son hallazgos antiguos y difíciles de fechar. Sabemos que el cultivo del olivo y la producción de aceite se documenta en la actual Andalucía hacia el siglo VII aC (Rouillard 1991, 59), pero solo en alguna ocasión se han podido localizar bases de prensa con cronologías seguras dentro del período más arcaico. En cambio, los ejemplares mejor fechados suelen ser más modernos, y nunca anteriores al siglo III aC.

Fig. 189. Propuesta de restitución de una prensa de contrapeso como la que podía haber sido utilizada en Saus.

261

SAUS II

el gran desconocido, salvo algunos ejemplos puntuales como los que acabamos de citar. Era, de hecho, un período para el que se suponía —pero no se podía confirmar con materiales tangibles—, el cultivo del olivo para la obtención de aceite. Por otra parte, también se ha considerado a menudo como un producto más ligado a la cultura helena que al mundo indígena, al que se empezó de introducir a partir del siglo VI aC, (fig. 190). Pero siguiendo el razonamiento de D. García al estudiar los ejemplares de Lattes (“En effet, on est en droit de se demander si certaines amphores en provenance d’Etrurie ou de Marseille... ... n’ont pas servi à la diffusion d’huile d’olive sur les sites grecs ou indigènes...”), (García 1992, 253), podríamos deducir que el hallazgo constante y cuantitativamente importante de ánforas masaliotas y algunas de procedencia etrusca —aunque inicialmente destinadas al transporte de vino, pero quizás no siempre—, en oppida y pequeños establecimientos ibéricos, sería el indicio de un consumo por parte de la población local. Otra cosa es que en una época tan remota, claramente en el siglo V aC, una modesta casa de campo, una explotación seguramente de carácter familiar, se dedicara a la producción de aceite a gran escala. No podemos pensar en un monocultivo dedicado al olivo, ya que entonces no tendrían razón de ser los grandes silos para almacenar cereal, sino en una explotación que dedicaba parte de sus tierras y del trabajo anual a producir esa sustancia que la colonia de Ampurias tanto necesitaba, ya fuera para su consumo propio como, sobre todo, para la exportación. Solo de esta manera se entiende la existencia de las cuatro bases de prensa localizadas, siempre en niveles de la última fase (entre los siglos V e inicios del IV aC), pero claramente amortizadas, rotas o desgastadas por su intenso uso. No podremos saber si habían funcionado conjuntamente o una después de otra, sustituyendo las anteriores a medida que se iban deteriorando. El hallazgo de dos bases en un mismo silo parece señalar que funcionaban al mismo tiempo. En cualquier caso, una sola prensa ya podría considerarse una herramienta exagerada para la obtención del aceite destinado solo al consumo de la casa. Se documentan otros sistemas más sencillos y caseros para producir pequeñas cantidades de aceite para uso doméstico, como el prensado por torsión en una especie de saco resistente, que aparece a menudo en la iconografía, incluso con antecedentes en el antiguo Egipto. Tener no solo una prensa, sino cuatro, supone una producción enorme y una actividad que se prolongó durante muchos años. Además, es una actividad que no interfiere en las otras labores del campo. El sembrar, segar y trillar el cereal se lleva a cabo en épocas diferentes a la recogida de la aceituna y su prensado. Ambos son dos cultivos que se complementan y completan el calendario agrícola anual, como ha sucedido hasta los tiempos actuales. En cuanto a su rendimiento, solo podemos especular extrapolando aquellos mejor conocidos de época romana. El de la prensa que describe Catón es de 2.640 litros, y Mattingly propone evaluar la producción anual de una prensa de Libia entre 8500 y 12.000 Kg. (Leveau/Sillières/Vallat 1993, 95). No pueden ser cifras seguras, puesto que son muchos 262

Fig. 190. Ánfora ática de figuras negras con una escena de recogida de aceitunas, cultivo inherente a la cultura griega.

los elementos que pueden influir. No es suficiente saber las dimensiones o la cantidad de areae, sino la capacidad de los depósitos de decantación y, sobre todo, la superficie cultivada y el rendimiento del árbol. Según el peso de estos últimos factores, puede ser que una prensa sea sobradamente suficiente, como que dos no puedan dar abasto. Tampoco podemos saber, para el caso de Saus II, qué variedad de olivo se cultivaba. No se han encontrado muestras de huesos en los sedimentos analizados. Pero es posible que se hubiera introducido el Olea europea sativa, el olivo cultivado, con un rendimiento más alto que el acebuche (Olea europea oleaster), del que también podían aprovecharse los frutos y obtenerse aceite, si bien con un rendimiento considerablemente más bajo. Por otra parte, el disponer de una o más prensas también incide en el tipo de instalaciones y la forma en que se organizaba la casa. No podemos considerarla una simple cabaña o una casa de planta sencilla, ya que el trabajo con las prensas requiere unos espacios y unas instalaciones especiales destinadas específicamente al proceso de molienda, prensado, filtrado o decantación y elaboración final del producto, incluyendo en ello el envasado. En definitiva, debía ser una casa o un establecimiento agrícola, quizás no demasiado grande pero sí bastante más complejo que una sencilla cabaña que, al menos durante la segunda mitad del siglo V aC, habría basado su economía —no solo de subsistencia—, en el cultivo de cereales y en la producción de aceite y, no lo olvidemos, en una ganadería en la que predominan los ovicápridos seguidos

LA ECONOMÍA DOMÉSTICA

de los bovinos. Seguramente ambos productos, aceite y cereal, eran destinados a la exportación pasando por Empúries. Rouillard constataba, en su trabajo de 1991, que en la colonia griega de Empúries no había rastros de producción de aceite o de vino; en todo caso, la producción agrícola se encontraría sin duda en manos indígenas (Rouillard 1991, 267 y 280). García, poco después, sostiene esta suposición cuando dice que “... los griegos de Emporion no tuvieron ninguna dificultad en procurarse aceite. Quizás este es un elemento que los incitó a no desarrollar un territorio agrícola” (García 1992 , 254). Porque, como en su país de origen, aquí encontraron un espacio con las mismas características climáticas y geológicas, en el que la trilogía mediterránea formada por cereal, la vid y el olivo se expandía de manera natural y sin demasiado esfuerzo; y estos productos fluían hacia la polis sin tropiezos. Explotaciones agrícolas como la de Saus podían abastecer la colonia de estos productos básicos.

caza mayor, como el ciervo y el corzo, que encontramos en un par de ocasiones en los silos, aunque también los vemos más veces como consecuencia del aprovechamiento de sus cuernos para elaborar mangos de cuchillo (supra). Se trata, en esta ocasión, de una costumbre que perduró durante siglos en el hinterland emporitano, documentándose no solo en época ibérica (como en los silos del Camp de l’Ylla, en Viladamat), sino en época romana, desde la baja República hasta el bajo Imperio, con ejemplos en el Camp del Bosquet, Mas Gusó, Bordegassos, Tolegassos, Font del Vilar, etc. Por lo tanto, el complemento proteínico y el aprovechamiento secundario de recursos obtenidos con la caza no lo suponemos gracias a una simple especulación, sino que puede documentarse físicamente con los restos de los animales. No obstante, y como ha de esperarse de una casa de campo, el peso principal recae en la ganadería, en los animales domesticados y que forman parte del paisaje cotidiano de cualquier casa. El análisis de los restos no ha proporcionado demasiadas sorpresas, en el sentido de que han aparecido las especies que se espera encontrar en una explotación agrícola y ganadera y casi en las proporciones que parecen lógicas. En el fondo, aparece la tríada tradicional en el territorio y por este orden de importancia numérica: ovicápridos (260 restos), porcinos (126 restos), y bovinos (61 restos). A nivel de porcentajes aún queda más claro el predominio de unos sobre otros: ovicápridos (31,2%), seguidas por los restos de suidos (15,6%) y de bovinos (7,5%). La particularidad de estos restos es que en general (no siempre) forman parte de deposiciones de animales procesados, consumidos en la casa. A menudo, como se puede apreciar en los análisis del Anexo 1, han sufrido los efectos del fuego. Otras veces, pero no siempre, hay señales de cortes hechos con un cuchillo o una herramienta similar. Sorprende ver cómo la edad de los individuos es muy variable, a veces, considerablemente jóvenes, mientras que en otras ocasiones quizás son incluso demasiado viejos para ser consumidos. En el silo 24, por ejemplo, hay restos de un cordero de menos de 6 meses de edad y de una cabra de entre 3 y 4 años. En cualquier caso, es una cuestión que los expertos tendrán que analizar con atención.

GANADERÍA La economía de la casa no se limitaba a una producción agrícola más o menos especializada, como podríamos pensar al ver los silos para guardar cereal o la cantidad notable de prensas. Como en cualquier casa de payés de cualquier época, existían una serie de complementos que poco a poco vamos documentando en la excavación. Algunos, solo de manera tangencial, quizá tan solo intuidos. Otros, en cambio, tienen un peso importante en el conjunto de material recuperado en la excavación y, por supuesto, reflejan adecuadamente el papel que jugaban en la época como complemento económico y proteínico de los habitantes de la finca. El minucioso estudio de la fauna aparecida en los silos, incluido en el Anexo 1, da testimonio del papel que jugaban las diferentes especies animales en la casa, aunque se centra especialmente en los mamíferos y toca solo de paso aves de corral. Realmente, eran los mamíferos (sobre todo los domesticados), los que tenían un peso específico notable en aquella explotación agrícola. Pero por poco que nos fijemos, veremos que las aves tienen una presencia nada despreciable. La presencia de anfibios, en cambio, se podría explicar por intrusiones posteriores. En cualquier caso, se documentan 23 restos de aves procedentes de 3 silos diferentes, todos ellos fechados a finales del siglo V o inicios del siglo IV aC (silos 5, 16 y 24), además de media docena de huevos de gallina, prácticamente enteros, aunque fragmentados, encontrados en el silo 14 (fig. 191). Pero no siempre se trata de animales domesticados. En el silo 5, por ejemplo, hay restos de un paseriforme (gorrión o similar), y de una Ardea cinerea, es decir, un martín pescador que habría sido consumido en la casa. En el silo 16 también había 12 restos de una misma ave (no determinada), y en la 24 solo dos fragmentos. El aprovechamiento de la caza que se podía obtener de bosques y campos del entorno inmediato queda documentado en muchas ocasiones en este yacimiento. De manera directa, podemos ver la presencia de conejo en cronologías avanzadas, del último período de ocupación del yacimiento (silos 17 y 23), pero también de animales que debemos considerar de

Fig. 191. Conjunto de cáscaras de huevo del silo 14.

263

SAUS II

fuerza de trabajo que todo lo puede. El buey es quien tira del arado, que arrastra el carro, es el animal con suficiente fuerza para limpiar campos apartando piedras y arrancando raíces de árboles cortados para obtener nuevas tierras para el cultivo. Un buey (o una vaca) no se sacrifica para el consumo, y tampoco se pueden tener tantos ejemplares como se podrían tener de cabras, ovejas o cerdos. Su valor intrínseco es elevado y su valor como fuerza de trabajo en la masía, incalculable. Por otra parte, los productos lácteos que se obtienen del ganado vacuno, más que la carne, son un complemento nutritivo cotidiano que no se acaba nunca, como los huevos de las gallinas, otro producto que ya hemos visto que también se consumía en la casa. Los 296 restos de perro (canis familiaris) del silo 23 no deben llevarnos a engaño ni rompen ninguna proporción. En realidad pertenecen a tres perros que, sumados a un cuarto animal del silo 18, pueden considerarse los únicos de la casa (fig. 192). Su presencia o su papel se explica fácilmente en una casa de campo. Animales de guarda o para la caza (uno de ellos sería el equivalente a un actual perro lobo o pastor alemán y los otros del tamaño de un perro pastor), en ocasiones también podían ser consumidos y habrían entrado a formar parte de la dieta de los habitantes, como se ha documentado en otras ocasiones en el mundo ibérico. En última instancia, parece ser que en el caso de uno de los del silo 23 fue desollado para aprovechar su piel, mientras que el mayor, prácticamente completo, habría muerto por causas naturales y fue a parar al silo desde de un muladar o un vertedero cercano. Tampoco nos deben engañar los 54 restos de caballo o asno del mismo silo 23. Pertenecen a un solo individuo fetal que murió dos meses antes de haberse completado la gestación.

Fig. 192. Cráneo de uno de los perros domésticos del silo 23.

En el caso de los cerdos domésticos ocurre algo parecido, aunque su número es menor y, en definitiva, el número absoluto de individuos parece limitado. Encontramos los restos en ocho silos, con cronologías de finales del siglo V aC. En uno de ellos, el nº 13, estaban los de tres individuos muy diferentes: un feto, un ejemplar de unos 12 meses de edad y un tercer ejemplar macho de unos dos años. También macho y de la misma edad (entre 1,5 y 3 años) es el individuo del silo 23, convertido en un vertedero en el que se mezclaban ejemplares de casi todas las especies presentes en el yacimiento. Los restos del silo 6 también pertenecen a un ejemplar sacrificado entre los 12 y 24 meses, al igual que los de los dos individuos del silo 5, de más de dos años de edad. Utilizando la estadística, parece que debemos concluir que la edad media a la que se sacrificaba el ganado porcino para el consumo se situaba mayoritariamente en torno a los dos años. El Bos taurus (buey o vaca), es el tercero en importancia en la explotación. Sin duda a una distancia considerable respecto a los anteriores (menos de la mitad de restos que de suidos y menos de una cuarta parte de lo que representan los ovicápridos). Pero debemos considerarlo incluso normal. Los bovinos tienen a menudo unas funciones específicas que no incluyen su consumo. Son, en un campo no mecanizado, la 264

En general, pues, no existen demasiadas diferencias (en cuanto a especies animales) en el contenido de los diferentes silos, salvo el número más o menos elevado de fragmentos o restos. Tampoco observamos ninguna variación si ponemos

Fig. 193. Restos de bovinos del silo 5.

LA ECONOMÍA DOMÉSTICA

en relación la cronología de cada silo con el tipo de especies predominantes, aunque podemos ver en el cuadro de la fig. 194 que la mayor parte se concentran en los del último período de ocupación del yacimiento. Pero incluso en los casos mejor

SIlo

500

fechados pertenecientes a épocas más antiguas, de la primera mitad o mediados del siglo V aC, como los silos 7, 8 o 21, sigue siendo evidente el predominio de los ovicápridos, la presencia de suidos y bovinos.

450

400 aC

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46

Espécies animales (núm. frg.)

O/C (41), SUDO (9), BOTA (1) O/C (16), SUDO (4), BOTA (1) O/C (7) O/C (6), BOTA (1) BOTA (2)

O/C (2), BOTA (1), SUDO (1) O/C (11) SUDO (61), BOTA (1) O/C (8) O/C (6), SUDO (5) O/C (10), SUDO (3), BOTA (39), ORCU (1) O/C (3), BOTA (2), CPCP (1) CAFA (1) BOTA (3) BOTA (1) O/C (7), SUDO (3) O/C (11) O/C (103), SUDO (40), BOTA (4), CEEL (1), ORCU (9), CAFA (295) EQ.sp (54) OC/C (25), BOTA (2)

O/C (1), BOTA (3)

Fig. 194. Número de restos de mamíferos y cronología en cada uno de los silos, donde O / C: Ovis aries / Capra hircus, sudo: Sus domesticus, BOTA: Bos taurus, Ceel, Cervus elaphus, CPCP: Capreolus capreolus, Orcus: Oryctolagus cunniculus, CAFARE: Canis familiaris, EQ.sp: Equus caballus / Equus asinus.

265

SAUS II

266

V. CRONOLOGÍA Y CONSIDERACIONES FINALES

La excavación ha permitido determinar la extensión de prácticamente todo el yacimiento y de sus límites norte, oeste y este. La configuración de una de las fincas en la parte sur, a una cota mucho más baja, en la que en 1980 se habían detectado silos destruidos, no nos permite saber con toda la precisión que quisiéramos donde acababa el yacimiento por aquel extremo. El hecho de que el conjunto esté cruzado por un camino rural en pendiente, fácilmente erosionable, hace que algunos puntos sean más sensibles y puedan presentar un mayor peligro de cara a la conservación de los posibles silos que se encuentran más cerca. Pero con lo que hemos podido observar en la zona puesta al descubierto durante estas tres últimas campañas, no parece probable que el yacimiento pueda proporcionarnos ninguna novedad que haga cambiar los resultados generales y las conclusiones obtenidas.

muro dudoso que ya hemos tenido ocasión de comentar en los capítulos iniciales. En el aspecto cronológico, el abundante material que aparece en la mayor parte de los silos permite establecer, en principio, un período de ocupación o actividad de entorno a los 100 años, desde la segunda mitad avanzada o últimos decenios del siglo VI aC hasta finales del siglo V o, como máximo, el primer cuarto del siglo IV aC, o algo más tarde, en cuanto al silo 40. La reocupación puntual del siglo III aC (un silo), o las afectaciones de época romana en dos silos, documentan una actividad agrícola que ya no se ha interrumpido hasta la época actual. El material más numeroso es, lógicamente, el que pertenece al momento de abandono del asentamiento principal, con cerámicas ibéricas a torno y a mano de procedencia local, importaciones masaliotas y cerámica ática que proporciona un marco cronológico de entre el 420 y el 390/380 aC. Pero una cantidad notable de materiales residuales que esporádicamente han aparecido en casi todos los silos, y el relleno de tres de ellos (el 21, el 34 y el 44), permite constatar una ocupación que probablemente se inició en torno al 525 aC o poco después y se intensificó gradualmente, con ánforas corintias, magno-griegas, masaliotas, cerámicas grises monocromas y varios fragmentos de copas áticas de aquel periodo. No parece que exista ningún elemento más antiguo, salvo los materiales neolíticos que no tienen nada que ver con esta ocupación. En el cuadro-resumen cronológico (fig. 166), podemos ver que los silos se fueron amortizando en el transcurso de un largo período de un centenar de años. Si bien es cierto que la mayor parte corresponden a la última fase de actividad principal, hacia la transición entre los siglos V y IV aC, ya se había ido produciendo un abandono gradual de los que caían en desuso por motivos que ahora se nos escapan y, en cualquier caso, a partir del año 500 aC, aproximadamente, y un número bastante considerable hacia mediados del siglo quinto. Debemos verlo como un fenómeno normal, ligado a la actividad continuada en la explotación, que provoca la degeneración y degradación de los almacenes y la necesidad de abrir otros nuevos en el subsuelo.

En cualquier caso, la excavación de 44 silos durante las campañas de 2007, 2008 y 2010, que se añaden a los dos excavados en 1980, permite hacerse una idea bastante fiable de la estructura del yacimiento, el cual no es solo un campo de silos, sino que forma parte de un asentamiento rural ibérico situado en uno de los extremos del antiguo lago de Camallera, en una posición elevada y dominante del paisaje del entorno, al lado mismo de una vía natural que une las cuencas del Ter y del Fluvià hasta más allá de la llanura del Empordà y, por otra parte, con la zona costera y Empúries. Un yacimiento complejo, bien delimitado y, desgraciadamente, bastante degradado en algunas partes. La degradación, sin embargo, ya se inició a partir del mismo momento de su abandono, dos mil cuatrocientos años atrás, dejando aparte reocupaciones esporádicas y limitadas. Por lo tanto, la paulatina destrucción que ha registrado en el transcurso de estos últimos veinticuatro siglos también forma parte de la historia y evolución del yacimiento. Las estructuras que antiguamente se encontraban a un nivel más elevado, la casa y sus dependencias, se pueden considerar desaparecidas. De una u otra fase, muchas partes de los muros y pavimentos o restos constructivos dispersos han aparecido en los silos como material de relleno. Quizá una parte debe atribuirse a remodelaciones que se llevaron a cabo durante el periodo de actividad y ocupación del lugar. Otros, sin embargo, han desaparecido con la erosión natural del terreno, que en el transcurso de más de dos milenios se ha rebajado más de un metro en su parte más elevada. Sea como sea, las pruebas de la existencia de un hábitat asociado al campo de silos son bastante claras, a pesar de esta destrucción o desaparición, pero ninguna estructura se ha conservado in situ, salvo un

No obstante, lo que es especialmente interesante y que tiene una trascendencia mayor es el hallazgo de cuatro bases de prensa destinadas a la producción de aceite. Identificar una almazara en una casa de campo ibérica que habría llevado a cabo esta actividad al menos durante la segunda mitad del siglo V aC es un hecho inédito e incluso inesperado. Las pocas areae de 267

SAUS II

+



+



+ +















A

  9



calle

patio





Fig. 195. Varios tipos de viviendas ibéricas o helenas con rasgos comunes, las nueve primeras de planta simple y las demás de estructura compleja. 1: oppida Lucano, Basilicata, 2: Besançon, 3: La Moulinasse, Salles de Aude, 4: Olivet de Pujol, Viladamat, 5 y 6: Emporio de Chios, 7 y 8: Puig Castellet, Lloret de Mar; 9: Puig Castellar, Pontós, 10: Halieis (Porto Heli, Argólida), casa D (en A, una prensa como las de Saus); 11: granja de Vari, Ática; 12: barrio helenístico, ciudadela de Roses, 13: granja en Delos; 14: Mas Castellar, Pontós.

268

CONSIDERACIONES FINALES

piedra que se conocen suelen ser siempre algo más tardías (a partir de los siglos IV y sobre todo III aC) y siempre proceden de poblados. No recordamos haberlas visto en casas aisladas y asentamientos rurales de este tipo, los cuales, por otra parte, tampoco son tan numerosos. Quizás su hallazgo debe ponerse en relación con la situación del yacimiento respecto la colonia de Empúries, a la que iban destinados, sin duda, los excedentes de la casa. Es como si los campesinos de Saus trabajaran, de hecho, para Emporion, ya que la producción de cereal y aceite que podían obtener anualmente iba mucho más allá de lo que necesitaba la casa para el consumo propio. Este hecho plantea, por extensión, dos cuestiones más. La primera, relativa al tipo de explotación e instalaciones, la cual sería algo más que una simple cabaña que intentaba sobrevivir. La segunda cuestión, debe referirse, a la fuerza, el territorio de la Empúries griega, su supuesta chóra.

granja griega en el campo a menudo se parece en muy poco a una casa urbana (quizás Delos sería la excepción), o una villa rústica romana difiere bastante de una domus en la ciudad, el fenómeno puede ser similar en el mundo ibérico. Al no haber encontrado ninguna estructura in situ de la casa en Saus, no podemos hacer otra cosa que especular sobre su aspecto y organización, tomando como ejemplos modelos conocidos, ya sean próximos o más o menos lejanos. De esta manera y bajo estas circunstancias, por lo tanto, deben entenderse los comentarios y observaciones que exponemos a continuación. La casa ibérica típica, la más sencilla y la más corriente, seguramente es la que vemos en el oppidum del Puig Castellet de Lloret de Mar (Pons et alii 1981, 58), y que se repite en otros lugares del Mediterráneo. Es la casa de planta rectangular, con antesala o vestíbulo separado, como las que encontramos en la fase antigua de Mas Castellar de Pontós (Asensio y Pons 2009, 273), en el Puig Castellet en el siglo III aC, o en la Moulinasse (Salles de Aude), en el siglo VI aC (Passelac 1995, 188, con repertorio de paralelos). La volvemos a ver en Besançon, en Oppido Lucano, Taradeau, etc. Probablemente tiene su origen en modelos griegos, con antecedentes en las casas y el llamado “palacio” de Emporion de Chios (fig. 195: 5 y 6). Es un estándar mediterráneo antiquísimo. Pero es un modelo de casa sencilla y sobre todo urbana, condicionada por el poco espacio y por la existencia de otras viviendas vecinas. No son casas en el campo y, por lo tanto, sus necesidades son otras. En la comarca, la más cercana cronológica y geográficamente, es la que acabamos de poner al descubierto bajo los muros romanos del Olivet d’en Pujol (Viladamat), muy deteriorada y asociada a dos silos amortizados hacia mediados del siglo IV aC o poco antes (fig. 195: 4). Tiene una planta cuadrada incompleta y sencilla, con más de una dependencia, seguramente como las más antiguas de Mas Castellar o las más tardías del Puig Castellet, a las que nos referíamos hace un momento.

Ya lo habíamos insinuado anteriormente. La producción de aceite a gran escala en cualquier establecimiento agrícola (cuatro prensas no son una nimiedad), necesita unas instalaciones complejas. Si, además, añadimos la vivienda, los silos para el grano (y, por lo tanto, las eras para trillar), y los corrales para el ganado, tenemos una auténtica granja ibérica como hasta la fecha se ha documentado en el extremo noreste de la Península. Desgraciadamente, no todo es tan claro ni tan sencillo. Los edificios han desaparecido debido al rebaje del terreno y solo podemos ver restos constructivos vertidos en los silos (adobes y pavimentos de barro cocido, piedras de los zócalos, etc.). Desconocemos, por lo tanto, la planta, el aspecto de la casa y anexos y su extensión. Los sondeos llevados a cabo en diferentes lugares de la finca, que podían proporcionarnos fiables informaciones, han dado resultados negativos. A menos que la casa se encontrara muy separada de la zona de los silos, más de cien o doscientos metros hacia el norte, tendremos que considerarla definitivamente desaparecida. Las exploraciones en superficie de todas las fincas del entorno no han proporcionado ni un solo fragmento de cerámica, lo que confirmaría su completa desaparición. En realidad, los otros indicios de asentamiento de la misma época son los silos y probable fondo de cabaña de la riera de Saus, excavados en 1973 y comentados al inicio de este trabajo, demasiado alejados para ser considerados como una parte más del mismo asentamiento.

Podríamos continuar citando ejemplos de casas en una relación interminable, todas ellas respondiendo al mismo modelo, pero también las hay más complejas, como las de la fase reciente de Mas Castellar de Pontós. Más lejos, en la comarca del Baix Penedès tenemos otro modelo de casa compleja, en el campo, que ha sido considerada como una granja ibérica. El asentamiento rural del Fondo del Puig, en Cunit, en funcionamiento durante los siglos IV-III aC, es un edificio muy complejo, de 360 m2 con 16 dependencias organizadas en tres zonas, que seguramente habría tenido un segundo piso (Asensio et alii 2001, fig. 6). Probablemente es la estructura de este carácter más completa y mejor conocida en el noreste de la Península, pero no la única. Insistimos en que podríamos elaborar una lista completa (y poco útil), de otras casas de la misma época, distribuidas en varios puntos del Principado, cada una de ellas con sus peculiaridades, pero que tampoco aportarían más informaciones para resolver las cuestiones que plantea Saus.

Por otro lado, nos sería difícil determinar, para esta zona, cuál habría sido el aspecto, la estructura y distribución interna de las granjas ibéricas en general, y más en el caso de Saus, en el que a la vivienda habría que añadirse las dependencias destinadas a prensa, depósitos y almacén. Prácticamente carecemos de información sobre esta cuestión. La arquitectura ibérica conocida y bien estudiada hasta ahora en el territorio gerundense se refiere sobre todo a las casas urbanas, con una estructura que es básicamente consecuencia del espacio disponible dentro de un recinto amurallado y la existencia de una vialidad pública que determinará la forma y evolución. ¿Hasta qué punto podemos traspasar al campo, un espacio libre, el modelo urbano? Probablemente en absoluto o, en todo caso, con mucha precaución. De la misma forma que una

Ahora bien —seguimos especulando—, por proximidad e 269

SAUS II

influencias culturales, tal vez la estructura de una granja ibérica en la zona puede ser más parecida a una contemporánea suya en el mundo griego que en una casa urbana de un oppidum ibérico. La influencia de Emporion sobre el territorio y en esta cuestión concreta no puede ser menospreciada. Disponemos, no hay que decirlo, de muy pocos indicios que nos permitan averiguar cuál sería su aspecto. En esta zona, el complejo especializado en la producción agraria mejor conocido es Mas Castellar, en Pontós; pero a pesar de su carácter rural, se estructura siguiendo un urbanismo bien determinado, con calles y, en según qué época, rodeado de una muralla. Es, en realidad, un oppidum. Las casas más tardías (ocupadas hasta en torno al 195 aC.), son bastante más complejas que la simple estructura de planta rectangular con entrada o antesala diferenciada que vemos en la fase del siglo V-IV aC del mismo poblado o, por ejemplo, a mediados del siglo III aC en el Puig Castellet de Lloret de Mar (Pons et alii 1981, 58, 65 y 82). Una planta, la de Lloret, que parece calcada de aquellas lejanas casas de época arcaica de Emporion en Chios (Lang 2002, fig. 12), y que se irá repitiendo durante siglos en casi todo el Mediterráneo y en varios puntos de Europa, como señalábamos anteriormente (fig. 195: 1 a 9). En Pontós, los tipos de casa puestos al descubierto, correspondientes a la última fase, muestran una complejidad arquitectónica mucho mayor, pero también una influencia helenística notable. La planta de la casa nº 2, de los siglos III-II aC (Pons et alii 2002, 119), recuerda la casa con pastas de una granja de Delos del siglo V aC (Étienne/Müller/Prost 2006, fig. 28), que se repite, con pocas variantes pero a escala más pequeña y adaptada a la estructura urbana, en el núcleo urbano de Olinto y en algunas granjas áticas del siglo V aC, de mayores dimensiones, como la de Vari, la casa Dema o la Grosses Haus (Pesando 1989, 1554-159; Brun 2004, 92). La podemos comparar, también, con las casas del llamado barrio helenístico de la ciudadela de Roses, alguna de las cuales parece adoptar exactamente el mismo modelo (Vivó 1996, fig. 15 y 16). El caso de la Illa d’en Reixac es algo diferente. Las casas suelen tener, mayoritariamente, una planta más sencilla e incluso podríamos decir que clásica dentro del mundo ibérico del nordeste catalán, similares a las de la fase antigua del Mas Castellar de Pontós (cf. Martín et alii 1999, plantas de la p. 40 y siguientes), aunque algún edificio concreto sea bastante más complejo. Muy diferente es el urbanismo del Puig de Sant Andreu, en el caso de las grandes casas construidas durante el siglo IV aC en la Zona 14 y en su entorno, cerca de la muralla de poniente (Codina et alii 2008, fig. 3). Son casas de una gran complejidad arquitectónica en el mundo ibérico, sin duda con influencias foráneas —recuerdan algunas casas atenienses de la misma época, con una distribución extraña a causa del poco espacio y la configuración de las casas vecinas—, pero que no acaban de adoptar un modelo claro y estándar, quién sabe si a causa de las estructuras pre-existentes y su ubicación dentro del recinto de la ciudad. En cualquier caso, se trata de grandes casas estructuradas inicialmente en torno a un patio o una zona 270

descubierta, que poco a poco irán evolucionando (Martín et alii 2004, fig. 4). Por lo tanto, no podemos tener casi ninguna referencia firme para suponer cuál habría sido la estructura y distribución de una casa de campo edificada en medio de los cultivos, sin las limitaciones del núcleo urbano. Solo podemos imaginarla, pero esto no constituye ninguna prueba válida. El modelo de Delos puede ser perfectamente aceptable, al igual que el de la vecina Rhode, y una de las casas de Mas Castellar parece recordarlo. Pero no sabemos si hay que buscar modelos en el mundo griego (algún peso debió tener Empúries), o si se desarrolló una arquitectura rural propia de este territorio. Y, si fuera el primer caso, modelos hay muchos y muy variados. Se adapta mejor a las necesidades de una explotación agrícola compleja, por ejemplo, el modelo de la casa de Quersoneso, con 1200 m2 construidos entorno a un gran patio central donde se desarrollarían la mayor parte de las tareas agrícolas (Étienne/Müller/Prost 2006, fig. 31), o la casa de Halieis, con una prensa idéntica a las de Saus (fig. 195, 10); pero las mismas instalaciones y dependencias también pueden tenerse distribuidas dentro del recinto de la explotación, agrupadas, pero en unidades separadas según su función específica. De momento, en el territorio circundante no existen modelos ni referencias para este período, salvo los urbanos. Los primeros asentamientos rurales conocidos, quizá de filiación indígena, no son anteriores al siglo II aC (la Casa del Racó en Sant Julià de Ramis, o l’Hort d’en Bach, en Massanet de la Selva). Mas Gusó, en Bellcaire d’Empordà, también es un edificio demasiado reciente (de entorno el 140/120 aC), y las estructuras ibéricas de los siglos V al III aC quedaron alteradas y prácticamente destruidas con la construcción del edificio tardo-republicano, por lo que tampoco podemos conocer bien su aspecto. Continuamos estando casi a oscuras. En relación con los recursos del dominio rural de Saus, también habíamos señalado que la producción que saldría de la explotación habría ido destinada, seguramente, a la exportación vía Empúries. Con toda probabilidad, ésta habría sido la base que habría sustentado su oikonomia, en el sentido clásico del término. De hecho, la existencia de varios establecimientos rurales de este tipo en el entorno de la polis, como el de Mas Gusó (Bellcaire d’Empordà), los silos y fondos de cabaña del Olivet d’en Pujol o los silos recién excavados en el Camp de l’Ylla (ambos yacimientos en Viladamat), con cronologías que van desde el siglo VI aC hasta mediados del siglo IV aC, nos permiten plantearnos nuevas cuestiones relativas al territorio de Empúries en ese período y quien era la gente que vivía (para el Camp de l’Ylla, ver Casas/Nolla/Soler 2010). El más alejado de estos establecimientos más o menos pequeños, no urbanos, es el de Saus. Empúries ha sido considerada por la mayor parte de los investigadores, con pocas excepciones, una ciudad sin territorio, es decir, sin chóra en sentido estricto. Otros, en cambio, sí que ven una chóra bien delimitada y repartida en kleroi (Borao 1987, Plana 1994). Pero, en realidad, solo debería utilizarse el nombre de chóra para denominar el territorio

CONSIDERACIONES FINALES

que tampoco disponían del territorio agrícola de su entorno. Y quizá ni lo necesitaban, en un primer momento, teniendo en cuenta la vocación primigenia como lugar de intercambio comercial que tenía el emporion. Más adelante, en un estadio posterior, cuando se desarrolló una auténtica ciudad, una polis, con el aumento de población, nuevas necesidades a satisfacer y una base económica más compleja, como tantos otros asentamientos similares, Empúries necesitó nutrirse de lo que producia el territorio de su entorno.

propiedad de la ciudad, ya que esta palabra conlleva un status jurídico y religioso concreto y tiene otras implicaciones que van más allá de la simple existencia de un territorio influenciado por la colonia. La chóra implicaría, en este caso, un terreno propiedad de Empúries (por lo tanto, tomado a los o cedido por los indígenas, sus propietarios iniciales), un catastro deslindado, distribuido en kleroi como en cualquier colonia griega, y una población griega repartida por este territorio trabajando la tierra. En definitiva, una división en lotes que no sería otra cosa que la proyección simbólica del cuerpo cívico de la ciudad sobre su espacio y la afirmación de su autoridad (Étienne/Müller/Prost 2006, 102). Para poder llevar a cabo esta colonización con apropiación, distribución y control del territorio se necesita, sobre todo, una población bastante numerosa como para poder hacer frente a la más que previsible oposición de los autóctonos, a menos que la hubieran cedido mediante pactos. No obstante, se calcula que en la época clásica Empúries habría tenido una población de unos 500 habitantes (Rouillard 1991, 257). Era, de hecho, una pequeña ciudad de menos de 2 hectáreas, considerablemente inferior a colonias cercanas como Marsella (50 hectáreas), o Velia, con una población de cinco o seis mil personas.

La superficie y población de la ciudad determina, por lo tanto, su capacidad para ocupar el territorio del entorno y constituir una chóra en sentido estricto, por la fuerza, si sus propietarios originales, los indígenas, no lo aceptan. Probablemente esto estaba fuera del alcance de los emporitanos y, por otra parte, quizá tampoco les era necesario. No había que trabajar directamente la tierra para obtener los recursos agrícolas del país. Lo podían hacer los propietarios íberos, los cuales habrían encaminado el excedente necesario hacia donde más les conviniera: a un oppidum próximo, o a la ciudad en un trato comercial a considerar favorable para ambas partes y sin conflictos. Las cartas comerciales de Ampurias y Pech Maho, fechadas entre finales del siglo VI y mediados del siglo V aC, con intervención de griegos y sobre todo de indígenas, señalan en esa dirección. Las relaciones comerciales, eran fluidas y constantes, es decir, formaban parte de la cotidianidad.

De entre una población de unos 500 habitantes de todas las edades y sexos difícilmente puede salir una fuerza capaz de imponer un control sobre un territorio ajeno. Sí, en cambio, puede encontrar otros medios para establecerse y prosperar en una amplia zona, sin necesidad de tener la propiedad. D. Plácido lo sintetiza a la perfección en la introducción de un artículo sobre la chóra y la oikouméne: “El Proceso de constitución de la chóra como territorio vinculado a la ciudad, modo de definición del status de los propietarios y criterio para participar en la ciudadanía, resulta paralelo tanto a la formación de los ejércitos hoplíticos, estructurados para su defensa y su ampliación en las zonas limítrofes, como al inicio de la expansión colonial” (Plácido 1997, 79). En cuanto a la capacidad de generar y mantener una milicia, se considera que los hoplitas de una polis representaban en torno a un 10% de la población total (Hansen 2008, 131). La misma Massalia no disponía, durante los primeros años de su existencia, de un territorio agrícola suficiente ni posiblemente de una población bastante numerosa como para proyectar un dominio territorial efectivo sobre su entorno (Domínguez 2000, 28). Más difícil lo tenía, aún, Emporion.

En definitiva, pues, más que de chóra, seguramente sería más adecuado hablar del “territorio agrícola de Emporion”, independientemente de quien fuera el propietario. Y los recursos que producía, bien podían ser vendidos o intercambiados libremente con quien más conviniera, tanto con los emporitanos —que no tenían porque tener forzosamente la exclusividad, pero casi—, como con oppida ibéricos más o menos cercanos. Al fin y al cabo, trabajar de campesino era un negocio como cualquier otro. Tal como señalaban Padró y Sanmartí, cada vez más da la impresión que desde el siglo V aC los emporitanos controlan casi todo el Empordà con respecto a la explotación agrícola del territorio; con toda seguridad, gracias a la colaboración de los habitantes de los grandes núcleos urbanos de la zona (Padró/Sanmartí 1992, 191). No sabemos muy bien como se estructuraba en esta época más remota la propiedad de la tierra. No podemos saber con absoluta seguridad si ya se habían consolidado las aristocracias dirigentes —y terratenientes— que se documentan durante el ibérico pleno a partir de las grandes casas de la zona 14 del Puig de Sant Andreu de Ullastret, y quizás incluso en las casas complejas de Mas Castellar, en Pontós, mucho más tardías. Da la impresión de que nos encontramos, en Saus, ante una simple granja familiar.

Debemos tener en cuenta otro aspecto en relación con todo este proceso. No olvidemos, en primer lugar, que la colonización focea se caracteriza básicamente por la fundación de emporia, pequeños puertos o puntos comerciales (ports of trade, comptoirs), más que grandes colonias o ciudades (independientemente de la evolución posterior de cada uno de estos emporia). Estos establecimientos, tal como señalaba hace años el profesor Domínguez Monedero, habrían tenido un estatuto mixto, ya que se encontrarían bajo la autoridad de los indígenas (propietarios del territorio), que otorgarían una especie de concesión a los griegos (Domínguez 2000, 31), lo que no conllevaría, en modo alguno, su transformación en polis de buenas a primeras. Esto significaría, por lo tanto,

¿Nunca, los colonos griegos, se establecieron en el territorio? Hasta hace pocos años se había considerado que no, basándose en la inexistencia de estructuras, fortificaciones, áreas de culto o necrópolis alejadas del núcleo que fijarían los límites del espacio jurídico o político de Empúries y, sobre todo, en la inexistencia de grafitos en griego en lugares y poblados como Ullastret (Rouillard 1991, 267). Sin embargo, la presencia 271

SAUS II

de estructuras más allá de Empúries nos llevaría otra vez a intentar identificar una chóra —evidente para unos, imposible para otros— más que a localizar posibles colonos que, por las razones que sea, podían haberse establecido fuera de la ciudad. Existen dos textos antiguos que más o menos directamente se refieren a la presencia de griegos fuera de los límites de la ciudad y que vale la pena comentar, aunque sea para tener una idea más clara del problema (un buen análisis de esta cuestión la podemos encontrar en Ruiz de Arbulo 1992). Estrabón dice que los emporitanos “...tienen las tierras del interior, de las cuales unas son buenas y otras no producen sino esparto...” (III, 4, 9). Apiano, por su parte, nos habla de los “...otros poblados griegos establecidos entorno a Empúries...” (Libro VI, 7). ¿Se puede deducir, a partir de estas dos citas, la existencia de colonos habitando el territorio? ¿Los emporitanos eran propietarios (“tenían”, como dice Estrabón) las tierras del interior? ¿o quizás, en el caso de Apiano, se refiere a la colonia de Rhode? Quizás deberíamos ir más allá y hacernos otra pregunta: ¿Podemos utilizar estos textos (sobre todo el primero, que describe la Empúries de los siglos II-I aC), para conocer la de los siglos VI-V aC? ¿No sería tan absurdo como, por ejemplo, utilizar dos líneas de cualquier crónica de mediados del siglo XX para describir el país del siglo XVII? Los textos tienen sentido en el contexto y época en el que fueron escritos y no siempre han de describir fielmente —a menudo es más bien lo contrario— realidades pretéritas que los autores respectivos no conocieron de primera mano.

ser una Ω. Pero lo más probable es que se trate de un nombre de raíz celta, boios, que se documenta esporádicamente en el Languedoc y Provenza (Casas/de Hoz, 2011). En cualquier caso, su interpretación no es del todo segura. En los mismos silos de Saus hemos identificado al menos un grafito con la letra griega Π (o el numeral 5?) sobre un ánfora masaliota. Lo que interesa es señalar la presencia, más allá de Empúries, de elementos foráneos —o quizás indígenas— que escriben en griego. Se considera que estos grafitos más largos sobre vasos (los dos primeros) son marcas comerciales o de propiedad sobre objetos de uso personal y, por lo tanto, resulta difícil suponer que un íbero hubiera adquirido una pieza de segunda mano o que hubiera escrito en alfabeto griego su nombre sobre el vaso —aunque en el Languedoc hay inscripciones en alfabeto griego y lengua celta, lo que se llama “galo-griego”— lo cual tendría otras implicaciones sobre la cultura y el grado de helenización de la sociedad indígena en una época tan remota (aunque algunos autores se han preguntado, al ver la estructura y el urbanismo de los núcleos ibéricos posteriores, si no se trataba de auténticas ciudades griegas). La explicación más lógica que se desprende de estos hallazgos puntuales es la presencia absolutamente esporádica de algunos griegos u otra gente foránea habitando y trabajando fuera de Empúries, en el territorio, en una época muy reculada. Otra cosa será la letra griega pi (o el número 5) sobre un cuello de ánfora masaliota, que bien podía haber sido hecha en su lugar de origen.

Ahora bien, para el período que nos interesa, en el que se enmarca el asentamiento ibérico de Saus, no debería considerarse imposible la presencia de griegos establecidos fuera de los límites estrictos de la ciudad, cultivando el campo, quienes quizá habrían establecido lazos familiares con la población autóctona. La casuística particular en un proceso colonizador puede ser muy compleja; colonos e indígenas no tienen porque vivir en dos espacios separados por un muro cultural infranqueable, sin contacto entre ellos más allá de lo estrictamente comercial. Que en los grandes oppida no se hayan encontrado grafitos griegos tampoco debe ser especialmente significativo. Al fin y al cabo, estamos hablando de posibles colonos trabajando y viviendo en el campo, no recluidos dentro de otra ciudad. Desde hace poco, sin embargo, parece que podemos documentar la presencia esporádica de griegos en el hinterland ampuritano.

Sea como sea, en el caso de Saus, separado de la costa poco más de una docena de kilómetros, es seguro que tendremos que buscar una influencia directa de los emporitanos. Esto no significa que debamos considerar que se trata de un establecimiento agrícola colonial, griego, sino claramente ibérico, pero influenciado o condicionado por la polis. Seguramente solo así se explica su existencia y el grado de especialización en la elaboración de un producto como el aceite utilizando una técnica helena. De hecho, las prensas de aceite más antiguas del golfo de León son de la colonia masaliota de Agde, una de las cuales debe fecharse al menos en el siglo IV aC, pero no antes (García 1992, 253) y, por lo tanto, posterior a las de Saus. Parece ser que es a partir de estas colonias o por influencia muy directa suya (en el sur de la Península, seguramente por influencia fenicia), que se introducen en el país estas nuevas técnicas, novedosas para la época.

En uno de los silos del Olivet d’en Pujol, abandonado hacia mediados del siglo IV aC, apareció un skyphos ático con un grafito doble en alfabeto jónico en la base: ΔΠΙΙΙ ΑΝ: la cifra 18 seguida de las iniciales de un comerciante (?), (Casas 1989, fig. 22, 1). Más antigua aún, durante la campaña de 2008 en Mas Gusó encontramos una copa de gris monocroma fechada como máximo en el último cuarto del siglo VI aC, con el grafito en griego ΒΟΙΟ..., de un interés extraordinario, tanto por su antigüedad, como por documentar un nombre del que no existen paralelos claros, ni en griego, ni en íbero. Inicialmente pensamos que podría tratarse de un griego Boiov..., pero escrito en un alfabeto no jónico, ya que la segunda O debería

Además, el caso de Saus nos permite intuir, más que ver, un mundo rural muy complejo durante un período especialmente significativo en la formación y consolidación de la cultura ibérica, por una parte, y el desarrollo de Emporion, por otra. Parece ser que los habitantes de Saus vivieron todo el período de transición entre el ibérico antiguo y el ibérico pleno, que probablemente también fue contemporáneo a la disolución de las ramas iniciales ibéricas, la de los misgetas que ocupaban toda la zona costera de la actual Cataluña hasta las cuencas del Orb y del Hérault en tierras occitanas —y que conocemos gracias a Hecateo de Mileto apud Esteban de Bizancio—, de la que surgieron los indiketas, aunque estos no se documentan

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CONSIDERACIONES FINALES

en las fuentes hasta el siglo III aC. Inicialmente, durante los siglos VI y parte del V aC, las evidencias de la cultura material muestran una uniformidad aplastante de un extremo a otro de este gran arco. Da la impresión de que este iberismo se extiende uniformemente al norte y al sur de Emporion, en la zona que se puede considerar su área de influencia comercial.

lo de sociedad, propiedad de la tierra y relaciones de dependencia entre los más que probables grandes propietarios y trabajadores —y ocupantes o habitantes— del campo. Modelo que conocemos todavía mal —aún son pocos los yacimientos y excavados parcialmente—, pero que parece que se repite: algunos silos que contienen, además de cerámica, restos procedentes de las estructuras de una casa, como cenizas de hogar, fragmentos de pavimento de barro endurecido, ladrillos o adobes, etc. Es el caso de Saus, pero también el del camp de l’Ylla o del Olivet d’en Pujol en Viladamat, o los silos de Marenyà (más difíciles de fechar, pero seguramente contemporáneos), o los de Pins, con toda probabilidad algo más tardíos y asociados a fondos de cabañas. En definitiva, es el testimonio parcial y todavía mal conocido de un mundo en constante evolución, complejo y cambiante, como no podía ser de otra manera.

Los habituales campos de silos que de vez en cuando aparecen en el territorio más inmediato a la polis, aparentemente aislados, desligados de poblados y núcleos perfectamente identificados, parecen responder a un modelo de asentamiento agrícola que en el Empordà se irá consolidando precisamente durante este período de transición, en el transcurso del siglo V aC, y prosperará especialmente durante los dos o tres siglos posteriores, pero con cambios significativos, que tienen otra lectura que nos llevaría a analizar la complejidad del mode-

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ANEXO I DINÁMICA DE FORMACIÓN Y VARIABILIDAD DE LOS CONJUNTOS DE RESTOS DE FAUNA RECUPERADOS EN LOS SILOS DEL YACIMIENTO DE SAUS Lídia Colominas, María Saña Laboratorio de Arqueozoología, Departamento de Prehistoria - Universidad Autónoma de Barcelona

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ANEXO I DINÁMICA DE FORMACIÓN Y VARIABILIDAD DE LOS CONJUNTOS DE RESTOS DE FAUNA RECUPERADOS EN LOS SILOS DEL YACIMIENTO DE SAUS Lídia Colominas, María Saña Laboratorio de Arqueozoología, Departamento de Prehistoria - Universidad Autónoma de Barcelona

2. MÉTODO Para la determinación anatómica y específica de cada resto se ha utilizado la colección de referencia del Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Para los restos que no se han podido clasificar a nivel específico se han utilizado las siguientes categorías generales en base a la talla de los animales: mamíferos de talla grande (équidos, bovinos), mamíferos de talla mediana (cérvidos, suidos, ovicaprinos) y mamíferos de talla pequeña (pequeños carnívoros, lagomorfos). Del mismo modo, para los restos que no se han podido clasificar a nivel anatómico, se han utilizado las siguientes categorías en base a la morfología de los huesos: fragmentos de diáfisis (huesos largos), fragmentos de huesos planos (tronco, escápula, pelvis) y fragmentos de cráneo no determinados a nivel de fracción. Para el análisis biométrico de los restos se han seguido los criterios establecidos por A. Von den Driesch (1976).

1. INTRODUCCIÓN Los conjuntos de restos de fauna recuperados en los silos, en este caso del yacimiento de Saus, pueden ser el resultado de diversas acciones y procesos de trabajo. Los restos depositados o vertidos pueden corresponder a desechos de procesado y de consumo descartados de forma intencionada dentro de las estructuras, utilizándolas a modo de vertederos o de contenedores de basura. Pueden consistir también en carcasas de animales muertos (por accidente, enfermedad...) depositadas o vertidas en la estructura con el objetivo de deshacerse de estos animales. Otra posibilidad a contemplar es que la deposición no tenga como finalidad la limpieza y mantenimiento del espacio ocupado o el relleno de la estructura sino que corresponda a deposiciones intencionadas de animales enteros o partes de animales con carácter ritual y/o simbólico. En estos casos los restos de fauna pueden ser los desechos de prácticas que se habrían producido durante el ritual, o bien el silo funcionaría a modo de contenedor en el momento de materializar el ritual. Por lo tanto, la variabilidad de los diferentes conjuntos de restos de fauna estará altamente condicionada por la intencionalidad de la deposición y también por el uso o significado específico otorgado a la estructura.

Para la estimación de la edad de muerte de los diferentes ejemplares representados a partir de los restos dentarios, ya sea por las secuencias de erupción dental como por el grado de desgaste dentario, se han utilizado los trabajos de Schmid (1972), Grant (1982) y Payne (1973). Para el caso específico de cánidos, se ha consultado a Horard-Herbin (2000). Para la estimación de la edad a partir del estado de osificación de los huesos, se ha seguido el trabajo de Barone (1976).

El tiempo de formación de los conjuntos también puede variar. Se puede producir desde una colmatación de la estructura lenta pero sistemática, vinculada a una utilización del silo como vertedero, hasta un relleno resultado de un único evento, vinculado a una deposición de animales enteros para amortizar la estructura.

Para el análisis tafonómico de los restos se han registrado y clasificado tanto las alteraciones de carácter antrópico como natural. En cuanto a las alteraciones antrópicas, se han tenido en cuenta los diferentes procesos de trabajo implicados en el procesado y consumo del animal: trazas de desollado, evisceración, despiece, desmembrado y descarnado, igual que las termoalteraciones y las fracturas intencionadas documentadas. En cuanto a las alteraciones producidas por agentes naturales, se han diferenciado entre las alteraciones

Teniendo en cuenta estas consideraciones, el objetivo de este estudio es caracterizar la dinámica de formación de los conjuntos de restos de fauna recuperados en los silos del yacimiento de Saus, incidiendo tanto en los procesos de trabajo que dieron como resultado su deposición como en la finalidad de la misma. 277

SAUS II

producidas por agentes biológicos de origen animal (carnívoros, roedores) y de origen físico-químico (fenómenos atmosféricos y contexto sedimentario).

En cambio, el análisis tafonómico muestra unos resultados muy homogéneos en cuanto a las alteraciones que presentan los restos de fauna, resultado de la actuación de los diferentes procesos y agentes de índole natural. El agente natural que ha afectado de manera más intensa el material es el ácido húmico contenido en las raíces de los vegetales, que ha afectado al 58,3% de los restos. Se ha documentado de forma mucho más minoritaria la acción del agua en 165 restos (15,3%) y la acción de los caninos de los carnívoros en 7 (0,65%) (Tabla 3). En este sentido, las modificaciones postdeposicionales registradas han afectado únicamente las superficies óseas, no documentándose una pérdida significativa de la materia ósea originalmente depositada o vertida en cada una de las estructuras. La falta de una destrucción diferencial del material (según densidades estructurales de los diferentes elementos esqueléticos) asegura por lo tanto la representatividad de los conjuntos.

3. PRESENTACIÓN DE LOS RESULTADOS Se han analizado un total de 1.076 restos de fauna procedentes del relleno de los silos 5, 6, 7, 8, 9, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22 , 23, 24, 27 y 32. De estos 1.076 restos, 78 corresponden a anfibios y 23 a aves. Los 974 restos restantes, corresponden a mamíferos y son los que se estudiarán aquí en profundidad. De estos 974 restos, 809 (83%) se han podido determinar a nivel taxonómico y anatómico. Como se observa en la tabla 1, existe una gran variabilidad en cuanto al número de restos recuperados en cada uno de los silos. Hay silos donde solo se ha recuperado un resto (silos 18 y 20) y en otros más de 100 (silos 5 y 23). Esta variabilidad también se evidencia en cuanto a la variabilidad específica (tabla 2), documentando silos con un predominio de restos de ovicaprinos (silo 21), silos con predominio de restos de suidos (silo 13) y silos con un predominio de restos de cánidos (silo 23).

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La ausencia de trazas derivadas de la acción de los agentes atmosféricos sobre los restos evidencia un período de exposición a la intemperie de éstos relativamente corto. Esta característica queda constatada también por el leve grado de afectación de los restos debido a la acción de los carnívoros.

   

   

   

   

   

   

   

   

   

   

Tabla 1: representación por clases (NR/clase) registrada en cada uno de los silos.

% 30 /# 35$/ " /4 ! #% % , #0#0 /2 #5 #! &! % 1SP 4 /4 ! ,

         

         

         

         

         

         

         

         

         

         

         

         

         

         

         

         

         

         

Tabla 2: Representación taxonómica (NISP/ESP) registrada en cada uno de los silos, donde O/C: Ovis aries/Capra hircus, SUDO: Sus domesticus, BOTA: Bos taurus, CEEL; Cervus elaphus, CPCP: Capreolus capreolus, ORCU: Oryctolagus cunniculus, CAFA: Canis familiaris, EQ.sp: Equus caballus/Equus asinus.

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Tabla 3: Alteraciones de agentes naturales documentadas en cada silo (RA=acción del ácido húmico contenido en las raices de los vegetales, CAR=acción de los caninos de los carnívoros, AG: acción del agua).

278

ANEXO I - FAUNA

  

2!  #! 2

.2 

! ' .2

   







                

Figura 1: Correlación entre el número de restos recuperados en cada silo (NR) y el número de restos que presentan alteraciones producidas por la acción de las raíce (RA), los carnívoros (CAR) y el agua (AG).

El análisis individualizado de estas variables para cada uno de los silos evidencia, sin embargo, una cierta variabilidad entre las mismas. Es importante remarcar en esta línea que la mayoría de restos alterados por la acción del agua tienden a concentrarse en los silos 13 y 16 si tenemos en cuenta el número de restos total recuperados y el número de restos alterados por el agua en cada uno de los silos (Tabla 3 y figura 1).

Ovis aries y 11 como Capra hircus. El resto de ovino es un astrágalo de un individuo de edad adulta de más de 24 meses. Todos Los restos de caprino corresponden a las extremidades de un individuo de entre 5 y 7 meses de edad (figura 2). El fragmento de tibia presenta trazas producidas durante el desmembrado de este elemento. A partir de los restos no clasificados a nivel específico, se evidencia también la presencia de al menos un individuo fetal (dos diáfisis de metatarsiano, una de húmero, una de radio y una diáfisis proximal de fémur) y otro de unos 42 meses de edad (epífisis-diáfisis proximal de húmero, epífisis proximal-diáfisis distal de metatarsiano, y dos diáfisis de metacarpiano).

Teniendo en cuenta los resultados generales expuestos, a continuación se presenta la variabilidad taxonómica, anatómica y las características cualitativas de los restos documentados en cada uno de los silos por separado, para llegar a evidenciar los procesos de trabajo que han dado como resultado la variabilidad de los conjuntos de restos de fauna recuperados.

También se han documentado restos de la cabeza (cuatro fragmentos de cráneo y cuatro fragmentos de mandíbula), de la parte proximal de las extremidades (una epífisis proximal de fémur y otra de tibia, una diáfisis distal de húmero, dos diáfisis mediales de fémur y otra de radio y un corpus de escápula) y del tronco (cinco fragmento de vértebra). En este sentido, a excepción de la parte distal de las extremidades están representadas todas las partes del esqueleto (cabeza, tronco, extremidades anterior y posterior). En el fragmento de metatarsiano y en uno de los fragmentos de vértebra se han documentado trazas producidas durante el descuartizado del animal. También se han documentado termoalteraciones parciales con una coloración marrón en el fragmento de mandíbula, en el corpus de escápula y en una de las diáfisis mediales de fémur.

3.1. Variabilidad documentada en el silo 5 En este silo se han recuperado 105 restos de fauna documentándose un predominio de los restos de ovicaprino (39%). Un total de 45 restos no se han podido determinar a nivel específico debido a su elevado grado de fragmentación. Estos restos corresponden a 3 fragmentos de cráneo, 21 fragmentos de costilla (4 termoalterados), 5 fragmentos de corpus de vértebra, 2 fragmentos de hueso plano termoalterados y 15 fragmentos de diáfisis de hueso largo de mamífero de talla mediana (6 termoalterados) y otro de mamífero de talla grande. En este silo se han documentado 9 restos de ave con alteraciones térmicas correspondientes a un mismo individuo paseriforme y 1 diáfisis de tibia correspondiente a un garza real (Ardea cinerea).

- Los restos de suido Los 9 restos de Sus domesticus analizados representan como mínimo a dos individuos de más de 24 meses de edad (dos fragmentos de escápula derecha, un fragmento de escápula izquierda y una diáfisis medial de fémur) y a un infantil (fragmento de pelvis). También se han documentado para esta especie dos fragmentos de cráneo, una diáfisis distal de fémur y un fragmento de ulna.

- Los restos de ovino y caprino En esta categoría se han clasificado 41 restos de fauna, 1 de las cuales se ha podido determinar a nivel específico como 279

SAUS II

de ovicaprinos. Solo 3 restos, una diáfisis distal de tibia de oveja de más de 20 meses de edad y dos molares inferiores de cabra de entre 3 y 4 años de edad, se han podido determinar a nivel específico. Los otros restos corresponden a restos de la cabeza (fragmento de mandíbula, tercer molar superior y dos fragmentos de temporal), de las extremidades (diáfisis distal de húmero, de fémur y diáfisis de metacarpiano de un ejemplar infantil) y del tronco (cinco fragmentos de costilla y un corpus de vértebra lumbar). En uno de los fragmentos de costilla y en la vértebra lumbar se han documentado trazas resultado de su procesado. - Los restos de suido Se han recuperado 4 restos de este taxón correspondientes como mínimo a un ejemplar sacrificado entre los 12 y 24 meses de edad (una diáfisis distal de tibia, un fragmento de corpus de costilla, un fragmento de molar y una segunda incisiva). - Los restos de bovino Se ha documentado un tercer premolar correspondiente a un individuo adulto.

Figura 2: Representación anatómica del caprino documentado en el silo 5.

- Los restos de bovino Los bovinos están representados solo a partir de un fragmento de vértebra lumbar. - Dinámica de deposición de los restos recuperados en el silo 5 En este silo dominan los elementos del tronco con un porcentaje también significativo de los elementos de la parte proximal de la extremidad anterior y posterior. En cambio, los elementos de la cabeza y de la parte distal de las extremidades tienen frecuencias de representación relativas inferiores. Por lo tanto, los restos corresponden en su mayoría, tal y como lo evidencian también las trazas antrópicas documentadas, a desechos de consumo. La elevada variabilidad esquelética documentada muestra que estos restos serían el resultado de diferentes actos de procesado de los animales para su consumo subsistencial.

3.2. Variabilidad documentada en el silo 6 En este silo se han recuperado 40 restos de fauna, 17 de los cuales corresponden a huesos de anfibios. Solo dos restos no han podido ser determinados a nivel específico. Se trata de un fragmento de diáfisis de hueso largo de mamífero de talla grande y otro de mamífero de talla mediana. - Los restos de ovino y caprino Un total de 16 restos se han clasificado bajo la categoría genérica 280

- Dinámica de deposición de los restos recuperados en el silo 6 En este silo predominan los elementos de la cabeza y del tronco. En este caso el conjunto recuperado está formado por desechos de procesado y de consumo. Este hecho puede estar mostrando el aprovechamiento de desechos anteriores para rellenar el silo o que se utilizaba el silo como vertedero final de todos los desechos generados anteriormente en otro lugar.

3.3. Variabilidad documentada en el silo 7 En este silo se han recuperado 7 restos de fauna. Estos corresponden a una diáfisis proximal de metatarsiano y a un fragmento de mandíbula de un ovino de entre 2 y 3 años de edad. También se han documentado dos fragmentos de corpus de costilla, un fragmento de nasal, una diáfisis medial de radio y otra de tibia, clasificadas en la categoría genérica de ovicaprinos.

3.4. Variabilidad documentada en el silo 8 El número de restos recuperados en este silo es de 18, 11 de los cuales corresponden a restos de anfibios. - Los restos de ovino y caprino De las 6 restos clasificados en esta categoría, ha sido posible atribuir uno a Ovis aries (un fragmento de mandíbula de un individuo de entre 12 y 24 meses de edad). Los otros restos corresponden a un tercer molar superior y a cuatro fragmentos de costilla. - Los restos de bovino Se ha documentado una diáfisis proximal de metatarsiano de un individuo de edad adulta. 3.5. Variabilidad documentada en el silo 9 En este silo se ha documentado una escápula y un fragmento de frontal con cuerno de un bovino adulto.

ANEXO I - FAUNA

Figura 3: Representación anatómica de los tres suidos documentados en el silo 13.

3.6. Variabilidad documentada en el silo 11 Se han analizado 14 restos de fauna, 11 de los cuales no se han podido determinar a nivel específico debido a su intensa fragmentación. Los restos corresponden a dos fragmentos de corpus de costilla, una diáfisis de hueso largo con termoalteraciones y a tres fragmentos de hueso plano de mamífero de talla grande. También se han documentado dos fragmentos de corpus de costilla y tres fragmentos de diáfisis de hueso largo de mamífero de talla media.



a un individuo fetal (fragmento de escápula, fragmento de cráneo y dos diáfisis de metápodo), a un segundo ejemplar de aproximadamente 12 meses de edad (nueve falanges primeras, dos falanges segundas, seis falanges terceras, fragmento de escápula, diáfisis distal de tibia, fragmento de fíbula, siete fragmentos de vértebras, metacarpiano IV, metacarpiano III, fragmento de calcáneo, astrágalo, dos metatarsianos V, dos metatarsianos II y un metatarsiano III) y a un tercer individuo macho de entre 20-27 meses de edad (canino superior e inferior, tres incisivos y un primer y segundo molar) (figura 3). También se han documentado dos fragmentos de cráneo, un fragmento de atlas, un fragmento de pelvis y nueve fragmentos de costillas que no ha sido posible atribuir a ninguno de estos tres ejemplares.

- Los restos de ovino y caprino En esta categoría se han clasificado dos restos de fauna, un fragmento de cuerno de caprino y un fragmento de molar de ovicaprino. - Los restos de bovino Solo se ha recuperado un fragmento de mandíbula correspondiente a este taxón.

- Los restos de bovino Se ha clasificado un fragmento de vértebra de esta especie. - Dinámica de deposición de los restos recuperados en el silo 13 La presencia de restos de al menos tres suidos de edades diferentes, evidencia que se trata probablemente de una deposición secundaria del material vinculada a la amortización del silo. En este caso el conjunto recuperado está formado por desechos de procesado y de consumo culinarios, característica que se puede vincular el aprovechamiento de escombros anteriores a su relleno. Cabe destacar sin embargo, la homogeneidad evidenciada en relación a los taxones documentados, con un 65% de los restos correspondientes a suidos.

3.7. Variabilidad documentada en el silo 13 El número de restos analizados de este silo es de 93, documentándose el predominio de los restos de suido (65%). Se han clasificado en la categoría genérica de mamífero de talla media 11 fragmentos de costilla, 4 diáfisis de hueso largo, 1 fragmento de vértebra y 3 fragmentos de hueso plano no determinados a nivel específico. - Los restos de ovino y caprino En esta categoría se han clasificado 10 restos de fauna, 1 de los cuales se ha podido determinar a nivel específico como Ovis aries. Se trata de una primera falange de un individuo de más de 12 meses de edad. Los otros restos son tres fragmentos de escápula, dos fragmentos de molares, una diáfisis medial de fémur, dos diáfisis de tibia y una diáfisis distal de húmero. El estado de fusión de los tres últimos restos evidencia que estos corresponden a un individuo de menos de 3 meses de edad.

3.8. Variabilidad documentada en el silo 14 El número de restos analizados de este silo es de 23. Se han clasificado a nivel anatómico y taxonómico solo 8 restos debido al elevado grado de fragmentación que presentan. Los restos no determinados consisten en siete fragmentos de corpus de costilla de mamífero de talla grande, uno de los cuales presenta la superficie termoalterada, dos diáfisis de hueso largo, un fragmento de vértebra y cinco fragmentos de

- Los restos de suido Los 61 restos de Sus domesticus corresponden como mínimo 281

SAUS II

costilla de mamífero de talla mediana. - Los restos de ovino y caprino En esta categoría se han clasificado los 8 restos de fauna determinados, 3 de los cuales son de ovino. Se trata de un fragmento de mandíbula, un calcáneo y una epífisis proximaldiáfisis medial de tibia de un individuo de entre 4 y 6 años de edad. También se han clasificado dos fragmentos de molares, un fragmento de cráneo, una diáfisis medial de fémur y otra de radio totalmente termoalterada. - Dinámica de deposición de los restos recuperados en el silo 14 En este silo no hay un predominio de una parte anatómica concreta, sino que la frecuencia de representación de los diferentes elementos esqueléticos es similar y en general muy baja. El hecho más destacado es la ausencia de restos de suido y de vacuno, siendo un relleno formado fundamentalmente por desechos de procesado y de consumo de restos de ovicaprino.

3.9. Variabilidad documentada en el silo 15 En este silo se han recuperado 11 restos de fauna. - Los restos de ovino y caprino Los 6 restos de ovicaprino que se han documentado corresponden como mínimo a un individuo juvenil (diáfisis distal de tibia y de húmero sin fusionar), a un segundo subadulto (primer molar superior y segundo molar superior) y a un tercero adulto (primer molar superior y fragmento de escápula). - Los restos de suido Se han documentado 5 restos de este taxón que corresponderían al menos a un individuo de entre 12 y 42 meses de edad. Se trata de un fragmento de pelvis, un astrágalo, un metacarpiano IV, una diáfisis distal de radio y un fragmento de mandíbula. - Dinámica de deposición de los restos recuperados en el silo 15 A pesar del reducido número de restos, en este silo están representados al menos 5 individuos con un margen de edades significativamente amplio y una variabilidad esquelética y específica también significativa. Se trata por lo tanto probablemente de un conjunto en posición secundaria, conformado a partir de desechos de procesado y culinarios.

3.10. Variabilidad documentada en el silo 16 El número de restos analizados en este silo es de 72, distribuyéndose en tres estratos diferentes. En el primero (UE: 1601) se han documentado 60 restos de fauna, 12 de los cuales corresponden a restos de una misma ave. En el segundo (UE: 1602) se han documentado 11 restos de fauna y en el tercero (UE: 1603) solo un resto. A pesar del elevado número de restos, solo 7 de ellos no han podido ser determinados a nivel específico. Son dos fragmentos de hueso plano y una diáfisis de hueso largo de mamífero de talla mediana y tres fragmentos de hueso plano y una diáfisis de hueso largo de mamífero de talla grande. 282

- Los restos de ovino y caprino En el primer nivel se han documentado 6 restos de fauna, 3 de los cuales se han podido clasificar como Ovis aries. Estos restos corresponden a una epífisis y diáfisis proximal de húmero, un tercer molar y un cuarto premolar de un individuo de más de 8 años de edad. También se ha documentado un fragmento de incisivo y dos fragmentos de corpus de costilla. En el segundo nivel, se han clasificado 4 restos en la categoría genérica de ovicaprinos, evidenciándose como mínimo la presencia de un ejemplar de edad adulta. Debido al elevado grado de fragmentación que presentan los restos, no se ha podido diferenciar entre oveja o cabra, de la misma manera que no se ha podido precisar más la edad. Estos restos son una diáfisis medial de radio, una diáfisis distal de tibia, un fragmento de corpus de costilla y una diáfisis de hueso largo sin determinar. El fragmento de tibia presenta la superficie ligeramente termoalterada. - Los restos de suido En el primer nivel se han documentado 2 restos de este taxón, consistentes en un fragmento de ulna y un fragmento de canino de un ejemplar macho. El único resto de suido documentado en el segundo nivel es un fragmento de diáfisis proximal de fémur sin fusionar que corresponde a un individuo de menos de 36 meses de edad. - Los restos de bovino En el primer nivel se han recuperado 35 restos de este taxón que corresponden como mínimo a dos individuos de edad adulta. Entre éstos se han documentado restos de la cabeza (cinco fragmentos de cráneo y siete fragmentos de mandíbula), de la parte proximal de las extremidades (tres fragmentos de húmero, tres fragmentos de escápula, un fragmento de radio y un fragmento de tibia), del tronco (un fragmento de atlas, doce fragmentos de costillas y un fragmento de sacro) y de la parte distal de las extremidades (metatarsiano), documentándose por lo tanto, restos de todas las partes del esqueleto. En el segundo nivel se han recuperado 3 restos de este taxón correspondientes como mínimo a un ejemplar sacrificado en edad adulta. Se trata de un fragmento de corpus de escápula, un fragmento de corpus de costilla y un fragmento de atlas que presenta la superficie ligeramente termoalterada. El corpus de la escápula presenta trazas producidas durante su procesado. El único resto documentado en el tercer nivel corresponde a un fragmento de mandíbula de un individuo de entre 3 y 6 años de edad. - Los restos de lepórido En el primer nivel se ha documentado un fragmento de pelvis de conejo. - Dinámica de deposición de los restos recuperados en el silo 16 En el primer nivel de este silo predominan los restos correspondientes a la parte anatómica de las extremidades,

ANEXO I - FAUNA

principalmente de la parte proximal. En cambio, en el segundo nivel, a pesar del reducido número de restos, predominan los restos de la cabeza. Esta variabilidad, tanto taxonómica como anatómica, es indicativa de que este silo se rellenó con desechos procedentes tanto del procesado como del consumo de productos cárnicos.

a restos de anfibios, y en la UE 2104 se han recuperado 11 restos. Un total de 7 restos no han podido ser determinados a nivel específico. Se trata de un fragmento de costilla y una diáfisis de hueso largo de mamífero de talla grande y dos fragmentos de costilla y tres fragmentos de diáfisis de hueso largo de mamífero de talla mediana.

3.11. Variabilidad documentada en el silo 17 En este silo se han recuperado 9 restos, 3 de los cuales se han clasificado en la categoría genérica de mamíferos de talla mediana debido a su elevado grado de fragmentación. Estos restos son un fragmento de costilla y dos diáfisis de huesos largos.

- Los restos de ovino y caprino En el nivel 2102 se han recuperado 3 restos que se han podido determinar a nivel específico como Ovis aries. Estos restos son dos fragmentos de mandíbula y un calcáneo de un individuo de entre 3 y 6 años de edad.

- Los restos de ovino y caprino De los tres restos recuperados solo ha sido posible clasificar uno a nivel específico como Ovis aries. Se trata de una segunda falange de un individuo de más de 18 meses de edad. Se ha documentado también un fragmento de molar y una diáfisis de tibia con trazas de desmembrado clasificadas en la categoría genérica de ovicaprinos.

En el nivel 2104 se han recuperado 4 restos, uno de los cuales se ha clasificado a nivel específico como Ovis aries y otro como Capra hircus. El resto de ovino corresponde a un fragmento de húmero de un individuo de más de 4 meses de edad. El caprino está documentado a partir de un tercer molar de un animal de entre 3 y 6 años de edad. Los restos clasificadas en la categoría genérica de ovicaprinos corresponden a un fragmento de corpus de escápula y a una diáfisis medial de radio.

- Los restos de bovino Los 2 restos de Bos taurus recuperados en este silo (un fragmento de escápula y una diáfisis de radio), corresponden al menos a un individuo de edad adulta.

- Los restos de suido Los 3 restos de Sus domesticus documentados en este silo se han recuperado en el nivel 2104. Estos restos corresponden a un ejemplar macho de menos de 2 años de edad (primera falange sin fusionar, fragmento de canino y diáfisis medial de tibia).

- Los restos de cérvido Se ha documentado un metatarsiano de corzo. - Dinámica de deposición de los restos recuperados en el silo 17 A pesar del reducido número de restos documentados en este silo, la variabilidad taxonómica y anatómica observada es significativamente elevada, característica que demuestra que los restos de fauna vertidos en el silo forman parte de un depósito secundario.

- Dinámica de deposición de los restos recuperados en el silo 21 De forma análoga al resto de silos presentados hasta el momento, la elevada variabilidad específica y esquelética documentada y el reducido número de restos recuperados, muestran una deposición secundaria del material vinculado al relleno final de la estructura.

3.12. Variabilidad documentada en el silo 18 En este silo solo se recuperó un cráneo casi entero de cánido. No se ha recuperado ningún fragmento dentario que pueda indicar la edad de este animal. Del mismo modo, su elevado grado de fragmentación no ha permitido realizar ningún estudio biométrico.

3.16. Variabilidad documentada en el silo 22 En este silo se han recuperado 14 restos de fauna, 3 de los cuales corresponden a anfibios. Todos los demás se han clasificado en la categoría de ovicaprinos.

3.13. Variabilidad documentada en el silo 19

3.14. Variabilidad documentada en el silo 20

- Los restos de ovino y caprino Estos restos corresponden como mínimo a un ovino de entre 6 y 12 meses de edad (mandíbula derecha e izquierda y maxilar derecho e izquierdo). También se ha documentado la presencia de al menos un ovicaprino adulto (dos diáfisis de fémur, una diáfisis de tibia y un fragmento de pelvis).

En este silo solo se ha recuperado un único resto. Se trata de una diáfisis proximal de vacuno.

3.17. Variabilidad documentada en el silo 23

En este silo se han documentado dos escápulas y una primera falange de vacuno adulto. Una de las escápulas presenta trazas producidas durante su desmembrado.

El silo 23 corresponde a la estructura con un mayor número de restos de fauna recuperados (551 restos de fauna). Los restos se distribuyen en dos niveles: UE 2301 (91 restos de fauna, 12 de los cuales corresponden a anfibios) y UE 2303 (460 restos de fauna).

3.15. Variabilidad documentada en el silo 21 El número de restos recuperados en este silo es de 42, distribuyéndose en dos estratos diferentes. En la UE 2102 se han documentado 31 restos, 25 de los cuales corresponden 283

SAUS II

Los restos de Capra hircus, por otra parte, corresponden a un individuo de entre 6 y 12 meses de edad. Se trata de un fragmento de mandíbula, de un tercer premolar inferior y de un primer molar también inferior. También se ha documentado un axis que correspondería a un individuo que ya habría terminado su crecimiento. En cuanto a los restos que se han clasificado en la categoría genérica de ovicaprinos, se han registrado restos de la cabeza (veintidós fragmentos de cráneo, tres fragmentos de mandíbula, un primer molar y un fragmento de hioides), de las extremidades (dos fragmentos de diáfisis de radio, un carpo radial y un fragmento de astrágalo) y del tronco (veinte fragmentos de corpus de costilla, tres fragmentos de vértebras cervicales, una vértebra lumbar y siete fragmentos de vértebras torácicas). - Los restos de suido En el primer nivel solo se ha documentado una diáfisis de húmero de un individuo fetal.



Figura 4: Representación anatómica del ovino documentado en el silo 23.

Un total de 34 restos no se han podido clasificar a nivel específico. Estos corresponden a 9 diáfisis de hueso largo, una de las cuales presenta la superficie termoalterada, 3 fragmentos de hueso plano y 14 corpus de costilla de mamífero de talla mediana, y a 5 diáfisis de hueso largo, 1 fragmento de hueso plano y 2 corpus de costilla de mamífero de talla grande. - Los restos de ovino y caprino En el primer nivel se han recuperado 16 restos de fauna, 2 de los cuales se han podido determinar a nivel específico como Ovis aries. Se trata de dos mandíbulas de un mismo individuo de entre 1,5-2 años de edad. Los restos no determinados a nivel específico consisten en ocho fragmentos de cráneo que corresponden a un mismo individuo, dos fragmentos de tibia, una diáfisis de húmero, una diáfisis de fémur, una diáfisis de metatarsiano y un fragmento de vértebra. En el segundo nivel se han documentado 87 restos de fauna, 20 de los cuales se han podido determinar como ovino y 4 como caprino. Los restos de Ovis aries corresponden a la parte proximal de las extremidades, documentándose la presencia de todos los huesos largos, las dos escápulas y la pelvis (figura 4). También se han documentado los dos astrágalos y los dos calcáneos. A partir del estado de fusión de los huesos, se ha podido establecer que estos restos corresponden a una oveja de entre 3 y 9 meses de edad. También se ha documentado un fragmento de mandíbula, un atlas y un axis de un individuo que ya habría acabado su crecimiento. 284

Los 39 restos de Sus domesticus documentados en el segundo nivel representan como mínimo a un individuo macho de entre 1,5 y 3 años. Estos restos corresponden anatómicamente a la cabeza (31 restos) y a las extremidades del animal (6 restos), documentándose remontajes entre las mismas. También se han documentado conexiones anatómicas entre un metatarsiano II, un metatarsiano III, un IV y un V, una primera falange y una segunda falange, todos restos de la parte distal izquierda de la extremidad posterior del animal (figura 5). Aparte, se ha documentado una diáfisis de ulna, una de tibia y otra de húmero. Este último resto presenta trazas resultado de su desmembrado. - Los restos de bovino De esta especie, se ha documentado un fragmento de molar en el primer nivel y un maleolar en el segundo nivel, correspondientes ambos restos a un ejemplar de edad adulta. - Los restos de cérvido Sólo se ha documentado la presencia de un tercer premolar inferior de un ciervo de edad adulta. - Los restos de lepórido Los 6 restos documentados corresponden a un mismo conejo de edad adulta. Estos restos son dos mandíbulas, un fragmento de escápula, una diáfisis de radio, otra de tibia y una de fémur. Aunque no se han documentado trazas antrópicas, las características que presentan las fracturas evidencian que se trata de una deposición intencionada de los restos de conejo en el silo, descartando la posibilidad de que se pudieran haber depositado de forma natural dentro de la estructura. - Los restos de cánido En el primer nivel se han documentado 43 restos de Canis familiaris que corresponden a un mismo individuo (ind. 3). A partir del estudio del grado de desgaste de la corona dentaria

ANEXO I - FAUNA

en el cráneo o en las mandíbulas. Debe considerarse el hecho de que todos los restos están muy alterados por la acción de las raíces, característica que puede haber dificultado la conservación de las trazas producidas durante esta acción. Sin embargo, también hay otras interpretaciones alternativas de la representación anatómica registrada. En esta línea, hay que contemplar la posibilidad de que este animal no se hubiera depositado en la estructura inmediatamente después de su muerte y que, entre la muerte del individuo y su deposición, su cuerpo sufriera los efectos de la destrucción diferencial durante la descomposición del cuerpo o bien alguna manipulación intencionada en un lugar exterior al silo. La uniformidad observada en el proceso de descomposición natural ha permitido establecer, a partir de varios trabajos experimentales (Meniel, 2008), un modelo de referencia en el que se ha secuenciado el orden de desarticulación de los diferentes elementos esqueléticos. La mandíbula y los miembros anteriores de las extremidades son los que se separan primeramente del resto del cuerpo. Los elementos más tardíos serían el cráneo, las vértebras y los metápodos y falanges. En este sentido, otra posibilidad es que este animal fuera depositado/tirado dentro del silo cuando ya había empezado su proceso de descomposición/desarticulación natural, ocasionando que solo fueran a parar en el interior, aquellos elementos esqueléticos que aún estaban asociados a la piel.

Figura 5: Representación anatómica del suido documentado en el silo 23

En el segundo nivel se han documentado 252 restos de esta especie que corresponden a dos individuos. A partir del estudio del desgaste de la corona dentaria se ha podido establecer que un individuo tenía una edad de más de 48 meses y otro entre 24 y 36 meses en el momento de su muerte.

ha podido establecerse que este individuo tenía una edad de entre 6 y 10 meses en el momento de su muerte. Todos los restos son de la cabeza y de la parte distal de las extremidades (figura 6). La representación anatómica documentada (restos de la cabeza, parte distal de las extremidades y vértebras caudales), normalmente se relaciona con el despellejado del animal, siendo estos elementos anatómicos los que quedan asociados a la piel una vez se extrae esta del resto del cuerpo. En este sentido, consideramos que la representación anatómica documentada en este cánido evidencia que el animal no fue depositado entero dentro del silo, sino que solo se vertieron los desechos procedentes de su despellejado Este hecho tanto podría estar vinculado al procesado del animal para su consumo subsistencial como también al procesado del animal para la obtención de su piel. Un ejemplo de esta práctica, difícil de documentar solo a través de la arqueozoología, lo muestra el conjunto de restos de fauna de la primera edad del hierro recuperado en el yacimiento de Villeneuve-Saint-Germain (Francia), formado por cráneos y partes distales de extremidades principalmente de perro, pero también de otros carnívoros como zorro, lobo y tejón y que fue interpretado como de desechos procedentes de la obtención de la piel de estos animales (Yvinec, 1987).

El estado de fragmentación de los elementos esqueléticos es muy elevado. Aún así se ha podido determinar que el individuo de más edad (ind. 1) está representado por todo el esqueleto, ya que los únicos elementos anatómicos no documentados son algunas falanges y huesos carpales y tarsales (figura 6). También se ha recuperado el hueso peneano, lo que está mostrando que se trata de un ejemplar macho. No se han documentado trazas ni fracturas que evidencien el procesado y consumo intencionados de este individuo. El individuo más joven (ind. 2), en cambio, solo está representado por la cabeza, por la columna vertebral y por la parte distal de las extremidades (figura 6). No se ha documentado ningún elemento esquelético correspondiente a la parte proximal de las extremidades. Tampoco se han documentado trazas ni fracturas que demuestren el procesado y/o consumo intencionado. Esta representación anatómica es similar a la documentada en el individuo 3. El hecho de documentar todas las costillas, puede ser indicativo de que el cuerpo comenzó el proceso de descomposición en el exterior, siendo vertido o depositado posteriormente en el silo.

No se ha documentado ninguna traza en la superficie de estos restos que pueda estar evidenciando esta actividad, aunque hay que tener presente que los cortes efectuados para facilitar la extracción de la piel suelen hacerse entre los carpales/tarsales y la tibia y el radio. Tampoco se ha documentado ningún traza

Por otra parte, el estudio biométrico de estos restos ha permitido caracterizar a nivel morfológico los dos individuos recuperados 285

SAUS II

en el segundo nivel. A partir de las medidas del cráneo, se ha establecido una tipología cefálica canina que permite, a través de la forma del cráneo, clasificar los perros en tres grupos, diferenciando entre lo que serían perros dolicocéfalos, mesocéfalos y braquicéfalos (Lignereux et alii, 1991). Los perros dolicocéfalos se caracterizan a grandes rasgos por un cráneo alargado y una cresta sagital externa marcada. Los perros mesocéfalos en cambio tendrían el cráneo globular y la cresta sagital externa poco marcada. Los braquicéfalos, no tendrían cresta sagital externa y el cráneo tendría una forma redondeada. Los dos individuos documentados en el silo 23 serían entre dolicocéfalos y mesocéfalos. A partir de las dimensiones de los huesos largos, también se ha podido estimar la altura a la cruz de estos ejemplares. El individuo 1 tendría una altura a la cruz alrededor de los 61-62 cm., siendo por lo tanto un animal de tamaño relativamente grande. En cambio, el individuo 2 no llegaría a los 48 cm., siendo, por lo tanto, de tamaño medio-pequeño. A nivel europeo, se han documentado unas alturas similares en cronologías de la edad del Hierro. En Italia, se propone que la media de los perros de la edad del hierro se encontraría en 51,5 cm. con una altura mínima de 37,4 cm. y una máxima de 60,8 cm. (De Grossi/Tagliacozzo, 2000). En Francia se propone una altura entre 40-50 cm. de media, con una máxima de 62 cm. y una mínima excepcional de hasta 22 cm. (Meniel, 2002). En cuanto a Cataluña y yacimientos cercanos al aquí estudiado, en el yacimiento de Mas Castellar de Pontós se documentó un perro dentro de un silo con una altura a la cruz de 55 cm. (Colominas, 2007) y en el yacimiento de Bosc del Congost otro con una altura de 52,5 cm. (Colominas/Saña, 2009). Por lo tanto, la altura del individuo 2 aquí documentado, formaría parte de las tallas comunes de la época. No es el caso de la altura del individuo 1. Al comparar estas alturas con alturas a la cruz de perros actuales, el primer individuo tendría una altura similar a los pastores alemanes actuales. En cambio, el individuo 2 se podría comparar con un perro pastor (figura 8). Esta diferencia de alturas a la cruz de estos dos individuos pueden estar mostrando lo que se ha denominado como primeras selecciones, que habrían tenido como objetivo adaptar físicamente los perros de cara a su uso diferencial (caza, ganadería, mantenimiento...) (De Grossi/Tagliacozzo, 1997; Vega et alii 1998). - Los restos de équido Los 54 restos de équido recuperados en este silo proceden del segundo nivel. Todos los restos corresponden a un único individuo (figuras 9 y 10). Teniendo en cuenta la variabilidad esquelética registrada y la densidad estructural de los diferentes elementos esqueléticos se puede afirmar que la falta de algunos elementos se debe básicamente a la acción de los procesos postdeposicionales, viéndose favorecida la preservación de las partes más densas en detrimento de aquellos huesos más frágiles. No ha sido posible su identificación a nivel de especie ya que los huesos no habían terminado su formación en el momento 286

de su muerte y los caracteres diagnósticos a nivel morfológico que permiten poder diferenciar entre Equus caballus y Equus asinus aún no estaban presentes. A partir del estudio del estado de crecimiento y fusión de los huesos, sin embargo, sí que se ha podido estimar su edad de fallecimiento. En este sentido, siguiendo los trabajos realizados por Prummel (1987, 1988 y 1989) y Guffy et alii (1970) ha podido establecerse que estos restos corresponden a un individuo fetal que murió cuando tenía entre 250-270 días de gestación. La muerte de individuos fetales y recién nacidos puede ser producida por diversas causas, como defectos congénitos de la madre o del feto, por infecciones de los órganos genitales causadas por agentes como bacterias y virus, o por una gestación doble (Prummel 1988). En los équidos, durante la segunda mitad de la gestación es cuando existe el mayor riesgo de abortos, o sea a partir de los 150-170 días, teniendo en cuenta que la gestación de los équidos dura entre 300-336 días (Prummel 1988). A pesar de este riesgo, no es habitual documentar fetos de équidos en conjuntos de restos de fauna de estas cronologías. Los únicos ejemplos documentados son los 2 fetos de équido de Els Vilars (Gómez, 2003) o el del Tossal del Molinet (Gómez, 2000), recuperados todos ellos en niveles de fundación de los poblados e interpretados como posibles rituales fundacionales. En este caso, teniendo en cuenta que este individuo se recuperó como parte del relleno de un silo, lo más probable es que su deposición se efectuara con el fin de deshacerse de un animal que murió antes de nacer. - Dinámica de deposición de los restos recuperados en el silo 23 Los restos documentados en este silo, correspondientes principalmente a esqueletos enteros de varios animales, muestran la reutilización de los silos también como vertederos de animales muertos que no han sido consumidos, para deshacerse de estas carcasas. En este caso, nos encontramos con una deposición primaria de algunas de estas carcasas. Este hecho también lo muestra los diversos remontajes y conexiones documentadas. 3.18. Variabilidad documentada en el silo 24 En este silo se han recuperado 51 restos de fauna, 5 de los cuales corresponden a anfibios y 2 a aves. No se han podido clasificar a nivel específico un total de 16 restos. Estos corresponden a 8 fragmentos de costilla, uno de los cuales presenta trazas resultado del descuartizado del animal, y 4 fragmentos de diáfisis de hueso largo en cuanto a mamíferos de talla mediana. También se ha documentado 1 fragmento de costilla, 1 fragmento de hueso plano y 2 fragmentos de diáfisis de hueso largo de mamífero de talla grande. - Los restos de ovino y caprino Se han clasificado en esta categoría 25 restos, 4 de los cuales corresponden a Ovis aries y 3 a Capra hircus. Los restos de ovino son dos falanges primeras de un individuo de menos de 6 meses de edad y un tercer molar y un fémur de un individuo

ANEXO I - FAUNA

Figura 6: Representación anatómica de los individuos 3, 1 y 2 documentados en el silo 23 (de izquierda a derecha).

de más de 8 años de edad. Los restos de caprino son un primer molar, un segundo molar y un tercer molar inferiores de un individuo de entre 3 y 4 años de edad.

En este silo no hay un predominio de una parte anatómica concreta, sino que la frecuencia de representación de los diferentes elementos esqueléticos es similar. El hecho más destacado es la ausencia de restos de suido, siendo un relleno formado fundamentalmente por desechos de procesado y de consumo.

Entre los restos no determinadas a nivel específico se han clasificado nueve fragmentos de una misma mandíbula, un primer molar superior, un segundo molar superior y un tercer molar superior, un fragmento de calcáneo, un fragmento de pelvis, dos diáfisis de metápodos y dos diáfisis de tibia.

3.19. Variabilidad documentada en el silo 27 El número de restos analizados de este silo es de 8. La mitad de ellos se han clasificado en la categoría genérica de mamífero de talla mediana debido a su elevado grado de fragmentación (3 diáfisis de hueso largo y 1 fragmento de hueso plano).

- Los restos de bovino En este silo se ha documentado un fragmento de mandíbula y un fragmento de cráneo de un bovino adulto.

- Los restos de ovino y caprino Se ha clasificado 1 resto en esta categoría. Se trata de una diáfisis medial de un fragmento de radio de oveja. Este resto presenta un golpe contundente producido durante su desmembrado.

- Los restos de cánido En este silo solo se ha documentado un canino de esta especie. - Dinámica de deposición de los restos recuperados en el silo 24

- Los restos de bovino

 Figura 7: imágenes del proceso de excavación del individuo 1 (izquierda) y del individuo 2 (derecha).

287

SAUS II

80

cm.

60 40

ind2

ind1

ST.BER.

DOB.

ROTTW.

PAS.AL.

LABR.

G. AT.

COCK.

BULDG.

CHI.

0

PEQ.

20



Figura 8: alturas en la cruz estimadas para los 2 individuos documentados en el silo 23 y comparadas con razas caninas actuales, donde CHI.: Chichiguagua, PEQ.: Pequinés, BULDG.: Bulldog, COCK.: Cocker, G.AT.: Perro Pastor, LABR.: Labrador, PAS.AL.: Pastor Alemán, ROTTW.: Rottweiler, DOB.: Doberman, ST.BER.: San Bernardo. Todas las alturas en la cruz de las razas actuales corresponden a machos.

Los 3 restos documentados de este taxón corresponden como mínimo a un individuo de edad adulta. Se trata de una diáfisis de húmero, un fragmento de cuerno y un corpus de vértebra cervical.

3.20. Variabilidad documentada en el silo 32 En este silo se han recuperado 3 restos de caprino. Estos restos son una mandíbula derecha, una mandíbula izquierda y un cráneo. A partir del estudio de la erupción y desgaste de la corona dentaria, se ha podido establecer que estos restos corresponden a un individuo de entre 3 y 6 meses de edad (figura 11).

 Figura 10: Elementos esqueléticos correspondientes al equino documentado en el silo 23 donde 1: tibias, 2: fémures, 3: metacarpianos, 4: vértebras, 5: escápulas.

4. CONCLUSIONES El análisis arquezoológico de los restos de fauna recuperados en los silos del yacimiento de Saus ha permitido documentar los procesos de trabajo que dieron como resultado los conjuntos presentados. Ha sido posible evidenciar en esta línea que estos conjuntos son el resultado de diferentes actividades que han llevado a la conformación de dos tipos de depósitos diferentes. El primer tipo de depósito lo forman aquellos conjuntos de restos de fauna constituidos a partir de desechos de procesado y de consumo. Son los conjuntos donde se han documentado termoalteraciones, trazas y fracturas vinculadas al procesado y al consumo de productos cárnicos, como son los restos recuperados en los silos 5, 6, 7, 8, 9, 11, 12, 13, 14, 15 , 16, 17, 19, 20, 21, 22, 24 y 27. Entre estos restos, se ha documentado un predominio de los restos de ovicaprinos (31,2%), seguidos por los restos de suidos (15,6%) y de bovinos (7,5%). El procesado primario del animal genera, como desecho, la parte distal de las extremidades y el cráneo, que puede ser fracturado para acceder al cerebro. Una vez realizado el procesado secundario y consumidos los productos resultantes, se vuelven a generar una serie de desechos constituidos normalmente por todos aquellos huesos que se les ha extraído la carne destinada al consumo. A la vez, si estos huesos se utilizan para la obtención de grasa o de médula, estas actividades también generarán más basura. Todos estos desechos deben gestionarse de alguna manera, siguiendo unos determinados criterios de higiene y teniendo en cuenta la estructuración del espacio ocupado. Una de las posibilidades documentada de forma más recurrente es verterlos en los silos vacíos, reutilizándolos como basureros. En este sentido, en todos los silos antes mencionados se han documentado desechos generados tanto durante el procesado primario de los animales, durante la preparación del alimento para su consumo, como las derivadas directamente de su consumo, no observándose una distribución diferencial de los residuos según la actividad que los produjo.

Figura 9: Representación anatómica del équido fetal documentado en el silo 23.

288

ANEXO I - FAUNA

como por ejemplo los seis restos de suido documentados en el silo 13, siendo animales que también debieron morir de manera natural y habrían sido desechados en los silos como medio de deshacerse de sus carcasas. Posiblemente también formarían parte de este grupo los restos de ovino de entre 3 y 9 meses de edad documentados en el silo 23, ya que los huesos recuperados de este individuo no presentan ninguna fractura ni rastro vinculable a una explotación de este animal o de

 Figura 11: imagen del proceso de excavación de los restos de Capra hircus documentadas en el silo 32.

Este hecho lo muestra gráficamente la representación del análisis de correspondencias que correlaciona los silos con la representación anatómica documentada en cada uno de ellos (figura 12). Esta gráfica evidencia como en todos los silos, la representación de todas las partes anatómicas es estadísticamente significativa, correlacionándose todos los silos de forma muy homogénea en torno a las diferentes partes anatómicas.

Figura 12: Representación gráfica de los resultados obtenidos a partir del análisis de correspondencias donde se muestran las correlaciones entre las diferentes partes del esqueleto y cada uno de los silos analizados. 86% de explicación. (C: cabeza, EAP: extremidad anterior proximal, EPP: extremidad posterior proximal, EPND: extremidad proximal no determinada, T; tronco, EAD: extremidad anterior distal, ED: extremidad posterior distal EDND: extremidad distal no determinada).

Tampoco se ha documentado una distribución diferencial de los restos según taxones en los diferentes silos. Este hecho lo muestran los resultados gráficos del análisis de correspondencias que relaciona los silos con las frecuencias de representación relativas de los tres taxones principales (figura 13). En esta gráfica, la práctica totalidad de los silos forma una única agrupación correlacionada con los ovicapri nos, el taxón con una frecuencia de representación más elevada. No hay que olvidar la presencia estadísticamente significativa de restos de suidos y bovinos en los silos 12, 13, 16, 19, 9, 20 y 27, que está ocasionada por el reducido número de restos recuperados en la mayor parte de estos silos, siendo por lo tanto un efecto cuantitativo. Por otra parte, sin embargo, se han documentado otros conjuntos de restos de fauna que corresponden a esqueletos enteros o casi enteros que no presentan trazas, fracturas ni termoalteraciones que se puedan vincular a desechos de procesado y de consumo culinarios. Además, preferentemente corresponden a animales que no suelen formar parte de los recursos subsistenciales cárnicos de las sociedades bajo estudio. Estos conjuntos son los esqueletos de los cánidos 1 y 2 y el feto de équido documentados en el silo 23, siendo animales que debieron fallecer de manera natural y que se vertieron dentro de los silos para deshacerse de sus carcasas. También formarían parte de este grupo los huesos correspondientes a individuos fetales y/o recién nacidos documentados en los diversos silos,



 Figura 13: Representación gráfica de los resultados obtenidos a partir del análisis de correspondencias donde se muestran las correlaciones entre las diferentes especies animales representadas y cada uno de los silos analizados. 100% de explicación. (O/C: Ovis aries/Capra hircus, sudo: Sus domesticus, BOTA: Bos taurus).

289

SAUS II

algún producto que se pueda obtener de él una vez muerto. En este sentido, teniendo en cuenta que la carne de este animal si que forma parte de los recursos habituales de la dieta cárnica de la sociedad bajo estudio, pensamos que este animal pudo morir de alguna enfermedad, motivo por el cual su carne no fue consumida. Se han documentado también otros conjuntos, formados por esqueletos semi-enteros que tampoco presentan trazas, fracturas ni termoalteraciones y que por la representación anatómica registrada podrían corresponder a desechos procedentes de la obtención de la piel de los animales. Nos referimos a los restos de fauna correspondientes al cánido 3 del silo 23 y a la cabeza de cánido del silo 18. El análisis arqueozoológico también ha permitido caracterizar cuál fue la dinámica de deposición de los restos de fauna. Se ha evidenciado que el esqueleto del cánido 2 recuperado en el silo 23 posiblemente fue movido de su lugar de deposición y fue tirado/depositado posteriormente dentro del silo, junto con los desechos de procesado y de consumo culinarios. En cambio, el esqueleto del cánido 1 parece que fue depositado directamente dentro del silo, una vez muerto. Este hecho es consecuencia probablemente de la intención de rellenar el silo rápidamente o durante un período relativamente corto de tiempo. De hecho, más que mostrar un relleno del silo continuado pero lento, parece que se habría producido un relleno puntual pero intenso. En este sentido, parece que el objetivo era colmatar el silo. No todos los silos, sin embargo, se habrían rellenado igual. En este sentido, los restos alterados por la acción del agua y la presencia de restos de anfibios, evidencian que algunos silos se rellenaron en diferentes momentos espaciados temporalmente. Este puede ser el caso del silo 16, donde se han diferenciado tres niveles de vertido y donde el agua habría afectado a un 72% de los restos recuperados en el nivel 1601 (en los otros dos niveles no se ha documentado ningún resto afectado por la acción del agua). El relleno de este silo, en cambio, se podría relacionar con el objetivo de deshacerse de desechos ya existentes, produciéndose un relleno espaciado en el tiempo. A partir del análisis arqueozoológico se han documentado, por lo tanto, los procesos de trabajo que dieron como resultado los conjuntos de restos de fauna, evidenciando la dinámica de deposición de los restos y de relleno de los silos. Los resultados obtenidos permiten proponer como hipótesis de trabajo que la mayor parte de estos silos fueron rellenados con desechos que ya habían sido depositados anteriormente en otros espacios, formando un conjunto secundario vinculado a actividades de limpieza y mantenimiento de los espacios. También ha permitido documentar cómo en algunos casos, el relleno del silo se produjo de golpe, con el objetivo de amortizar el depósito en cuestión.

______________________ _____________

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290

ANEXO I - FAUNA

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291

SAUS II

292

ANEXO II INFORME DE DATACIÓN POR RADIOCARBONO DE DOS MUESTRAS DE SAUS II Dr. Joan S. Mestres i Torres Laboratori de Datació per Radiocarboni UNIVERSITAT DE BARCELONA

293

SAUS II

294

ANEXO II INFORME DE DATACIÓN POR RADIOCARBONO DE DOS MUESTRAS DE SAUS II Dr. Joan S. Mestres i Torres

Nº Informe 05014/2008

R/N LDR/UB K117-U09 C14-2008 NL-1130/1131

Con el fin de proceder a su datación, el Laboratorio de Datación por Radiocarbono de la Universidad de Barcelona ha recibido del Sr. Josep Casas y Genover, con la autorización del Servei d’Arqueologia i Paleontologia de la Generalitat de Catalunya, una muestra de material carbonoso y una muestra de restos óseos de fauna procedentes del yacimiento arqueológico llamado Saus II, situado en el término municipal de Saus, Camallera y Llampaies (Girona). El material estaba identificado con la siguientes referencias:

estaban recubiertos de tierra. La cantidad de material recibida de cada una de las muestras se indica en la segunda columna de la Tabla I Los materiales objeto de datación se someten a un tratamiento que tiene una doble finalidad. La primera finalidad es eliminar la contaminación causada por componentes ajenos a su propia naturaleza producida por compuestos químicos de edad diferente o de edad no definida procedentes del medio exterior, así como la eliminación de la contaminación debida a la manipulación posterior a la exhumación; la segunda finalidad es recuperar con la mayor integridad posible los constituyentes representativos de la edad del material datado. En el caso del material óseo, dado que el colágeno no es susceptible de intercambio de carbono con el medio exterior, el colágeno es el constituyente químico del hueso adecuado para la datación. En consecuencia, la finalidad del tratamiento del material óseo recibido es eliminar el material extraño que acompaña a los huesos y someter el material óseo limpio a un tratamiento químico que tiene por objetivo la extracción del colágeno y su recuperación con un grado de pureza tan elevado como sea posible.

SS-3401 (Carbón) SS-2303 (Huesos de fauna) 1. CONTEXTO ARQUEOLÓGICO Y OBJETIVO DE LA DATACIÓN El yacimiento mencionado está constituido por un establecimiento rural ibérico con un conjunto de silos asociados. Los materiales datados proceden de los silos indicados por las referencias en los que se encontraron ánforas ibéricas y masaliotas, así como otra cerámica ibérica, ática y de importación narbonense y masaliota. El estudio del material cerámico permite atribuir al relleno del primer silo una cronología comprendida entre 525 y 500 aC y el del segundo, entre 430 y 380 aC. La finalidad de la datación es la confirmación de las cronologías deducidas por el estudio del material arqueológico.

2.1 Tratamiento del material carbonoso El material carbonoso se pasó por un tamiz de 1 mm y de la fracción granulométrica superior se extrajeron los fragmentos de carbón con la ayuda de pinzas. De la fracción granulométrica inferior también se extrajeron los fragmentos de carbón obvios con la ayuda de pinzas. Los fragmentos de carbón mostraban tierra y raíces adheridas a su superficie; las raíces se eliminaron por extracción con pinzas y la tierra mediante raspado. Una vez limpios superficialmente, los fragmentos de carbón se fracturaron por sus superficies naturales de fractura para tener acceso a la limpieza de las nuevas superficies que también contenían tierra y raíces. Finalmente, el material limpio, cuya cantidad se indica en la tercera columna de la Tabla I, se molió

2. DESCRIPCIÓN Y TRATAMIENTO DEL MATERIAL RECIBIDO La muestra de material carbonoso estaba formada por fragmentos de carbón, cuya dimensión máxima no superaba los 23 mm, en una matriz constituida por tierra, grumos de tierra, tierra carbonosa y raíces. La muestra de material óseo estaba constituida por la mitad derecha de una mandíbula inferior de dimensiones 221×130 mm, que aún conservaba algunos dientes, y otros tres fragmentos indeterminados de dimensión máxima 90, 93 y 121 mm, todos los fragmentos 295

SAUS II

TABLA I Tratamiento de los materiales

Material original (g)

Material neto (g)

Carbón purificado o gelatina extraida (g)

Rendimiento en carbón o gelatina (%)

SS-3401

48,4

21,316

12,017

56,38

--

SS-2303

375,8

335,2

8,596

2,56

3,19

Identificación del material

hasta reducirlo a polvo. 2.2. Tratamiento del material carbonoso El material carbonoso pulverizado se trató con ácido clorhídrico 2M a 95 °C durante 18 horas a fin de eliminar los carbonatos procedentes de la circulación de aguas y/o del suelo y la fracción del material soluble en ácido. Para eliminar los posibles ácidos húmicos procedentes de la cubierta vegetal del suelo, el residuo insoluble del tratamiento con ácido se suspendió en agua y se trató, con adiciones sucesivas de amoníaco 2M, a temperatura ambiente hasta conseguir que el pH la suspensión fuera suficientemente elevado para garantizar la total eliminación de sustancias ácidas. Finalmente, el residuo resultante de este tratamiento se hirvió con ácido clorhídrico 0,4 M con el fin de eliminar los carbonatos de origen atmosférico. De esta manera se obtuvieron unos residuos de carbón purificado exentos de carbonatos ácidos húmicos, aptos para la datación. La cantidad y el rendimiento de carbón purificado se indican en la cuarta y quinta columnas, respectivamente, de la Tabla I. El recubrimiento de tierra de los de huesos se eliminó por cepillado con un cepillo metálico; posteriormente, las diáfisis y el fragmento de mandíbula se fracturaron longitudinalmente para facilitar su observación y la eliminación de la tierra y otros elementos extraños que pudieran encontrarse en el interior de los canales medulares, las superficies interiores se limpiaron también por cepillado. El material limpio, cuyo peso se indica en la tercera columna de la Tabla I, se molió a una granulometría inferior a 250 micras. El material óseo molido se trató con ácido clorhídrico 2M para eliminar la fracción mineral y los posibles carbonatos procedentes de la circulación de aguas. El residuo insoluble, constituido mayoritariamente por colágeno, el resto de materia orgánica y los pequeños restos de tierra que hubieran podido permanecer en la trama trabecular de las epífisis, se trató con solución de ácido clorhídrico 0,006 M a 95 °C durante 18 horas para producir la hidrólisis del colágeno a gelatina y conseguir así su disolución; sobre el residuo sólido del tratamiento se repitió el proceso de extracción del colágeno en las mismas condiciones. Finalmente, evaporando las soluciones 296

Relación C/N

resultantes de las hidrólisis y reuniendo sus residuos se obtuvo un material constituido por gelatina, apto para la datación. La cantidad de gelatina recuperada y su rendimiento se indican, respectivamente, en la cuarta y quinta columnas de la Tabla I. La gelatina obtenida se sometió al análisis elemental de C y N con el fin de evaluar la relación C/N, cuyo valor se indica en la sexta columna de la misma Tabla. 3. PREPARACIÓN DE LA MEDICIÓN DE LA ACTIVIDAD. SÍNTESIS DEL BENCENO Dado que no es posible efectuar directamente la medición radiométrica del contenido de 14C sobre el carbón purificado ni la gelatina obtenida por los procedimientos descritos, éstos se transforman en un compuesto químico adecuado que permita llevar a cabo la medición de la actividad por centelleo líquido. A continuación se expone el procedimiento químico que conduce a la preparación de este compuesto químico: el benceno. La cantidad adecuada de carbón purificado y toda la gelatina obtenida se quemaron en una bomba de combustión bajo presión de oxígeno y el dióxido de carbono resultante de la combustión, convenientemente purificado y seco, se dejó tres y dos semanas en espera, respectivamente, para que se produjera el decaimiento radiactivo del 222Rn que pudiera acompañarlo. Transcurrido este tiempo, se midió la abundancia isotópica del 13 C del material por espectrometría de masas en una pequeña muestra de dióxido de carbono. Posteriormente, el dióxido de carbono restante se redujo con litio metálico a carburo de litio, éste se hidrolizó a acetileno con agua de bajo contenido de tritio y, finalmente, el acetileno se trimeritzó catalíticamente a benceno (Mestres et alii, 1991). 4. MEDICIONES RADIOMÉTRICAS Para medir la radiactividad del benceno producto de la síntesis descrita y que contiene el carbono presente en los materiales objeto de datación, aquél, si la cantidad obtenida es menor que 5,1 ml, se diluye gravimétricamente con benceno inactivo grado Reactivo Analítico hasta en 5,3 ml. Con esta mezcla, o bien directamente con el benceno obtenido en la síntesis, se preparan las soluciones para la medición de la actividad

ANEXO II - DATACIÓN C14

TABLA II Resultados de las mediciones radiométricas  13C

Cantidad de benzeno medida

Tasa de cuenta

Fondo

Tasa neta de cuenta

(‰)

(g)

(cpm)

(cpm)

(cpm)

SS-3401

-24,468

4,3979

28,104±0,097

2,995±0,044 25,110±0,106 72,846±0,030 7,829±0,032 10,592±0,028

SS-2303

-20,832

3,0216

20,737±0,083

2,955±0,044 17,783±0,094 72,864±0,020 8,010±0,042 10,592±0,028

Muestra

pesando con exactitud 5,000 ml de benceno con una tolerancia de 0,005 ml que se añaden a viales de vidrio de bajo contenido en potasio junto con las cantidades adecuadas los centelleadores Bu-PBD y Bis-MSB en forma sólida, previamente pesadas.

R=

Eficiéncia de cuenta

(%)

T1 / 2 A0N  ln  ln 2 ASN

Tasa de de cuenta normalizada del benzè muestra, ASN (cpm/g)

Tasa de de cuenta normalitzada del benzè patrón, A0N (cpm/g)

(T½ = 5568 años)

donde A0N representa la actividad inicial y ASN representa la actividad residual en el material fechado, corregida por el fraccionamiento isotópico del 14C.

Como sustancia patrón para la medición de la actividad inicial se utiliza ácido oxálico II, suministrado por el National Institute of Standards and Technology (USA), el cual se oxida a dióxido de carbono con solución de permanganato potásico y posteriormente se transforma en benceno de forma idéntica a la de las muestras (loc. cit.). La preparación de la solución para la medición de la actividad inicial se lleva a cabo también de manera idéntica a la de las muestras.

La aplicación de la ecuación anterior a los resultados de las medidas radiométricas permite calcular las fechas radiocarbónicas. Los resultados de la datación1 y el código de cada fecha, asignado por el Laboratorio, se indican a continuación: – Saus II –

El valor del fondo asociado a cada vial se determina a través de la medición de dos blancos de referencia preparados de manera idéntica a la de las muestras pero, utilizando benceno inactivo para la solución de medición.

SS-3401 UBAR-1026

2430 ± 40 BP

SS-2303 UBAR-1027

2245 ± 45 BP

Los resultados presentes solo dan fe de las muestras recibidas.

La muestra, dos patrones de actividad inicial y los dos blancos de referencia para la medición del fondo se cuentan durante 50 horas cada uno, divididas en intervalos de 50 minutos en un contador de centelleo líquido LKB-Wallac 1217 Rackbeta. La eficiencia de la medición se determina para cada intervalo a través de una curva de calibración de la eficiencia en función de la extinción, previamente establecida con patrones de actividad similares a las muestras y preparados en el mismo laboratorio (loc. cit.).

Aunque el colágeno de los huesos no es susceptible de intercambio de carbono con el medio exterior, sí es posible la adquisición de éste a través de su combinación química con los ácidos húmicos del suelo para formar compuestos húmicoproteicos. Los ácidos húmicos combinados con el colágeno no pueden separarse de éste por medios químicos y se integran en el colágeno extraído del hueso en forma de gelatina. Dado que los ácidos húmicos del suelo son de formación posterior a la del hueso, el efecto de su presencia en la gelatina derivada del colágeno sería un rejuvenecimiento de su fecha radiocarbónica experimental y, consecuentemente, una disminución de la exactitud de la fecha radiocarbónica.

5. RESULTADOS Y DISCUSIÓN Los resultados de la medición de la abundancia isotópica del 13C (δ13C) y los resultados de la cuenta y la medición de la radiactividad, junto con su incertidumbre expresada en forma de una vez la desviación típica (loc. cit.), Se presentan en la Tabla II. Puede observarse que el valor medido de la abundancia isotópica del 13C, que para el carbón vegetal y para la fracción colágeno de los huesos se cifra entre -22 y -26‰ y entre -18 y -22‰, respectivamente (Stuiver y Polach, 1977), es normal para los materiales analizados.

La probabilidad de incorporación de ácidos húmicos procedentes del suelo aumenta con el grado de deterioro del hueso, el cual se hace patente con un bajo contenido de colágeno. Puesto que el contenido de colágeno de los huesos analizados es poco elevado (véase la quinta columna de la Tabla I), para estudiar la posibilidad de incorporación de ácidos húmicos en el colágeno analizado, se ha determinado la relación C/N a través del análisis elemental de la gelatina resultante de la extracción del colágeno. Para el colágeno

El cálculo de la fecha radiocarbónica se basa en los resultados experimentales mostrados en esta tabla y responde a la ecuación siguiente: 297

SAUS II

TABLA III Calibración de las fechas radiocarbónicas A

B

C

D

E

F

G

H

SS-3401

UBAR-1026

2430±40 BP

cal BC 509 cal BC 456 cal BC 438 cal BC 421

cal BC 726–694 cal BC 657–655 cal BC 541–409

11,9% 0,6% 55,8%

cal BC 752686 cal BC 668633 cal BC 624–612 cal BC 596–402

19,4% 7,3% 1,6% 67,1%

SS-2303

UBAR-1027

2245±45 BP

cal BC 365

cal BC 387–352 cal BC 296–228 cal BC 221–211

21,6% 41,4% 5,3%

cal BC 394–203

95,4%

procedente de huesos fósiles bien conservados la relación C/ N debe ser inferior al valor 3,6 (De Niro, 1985). La sexta columna de la Tabla I muestra que el valor experimental de la relación C/N no supera el valor crítico, lo que demuestra la ausencia de compuestos húmico-proteicos en el colàgeno de los huesos analizados, y proporciona mayor confianza en la exactitud de la fecha radiocarbónica obtenida.

llamada escala cronológica radiocarbónica. La transformación de una fecha radiocarbónica en una fecha expresada en la escala cronológica solar se denomina calibración. Midiendo la edad radiocarbónica de anillos de árboles de edad conocida a través de la dendrocronología, se ha establecido una curva, que actualmente abarca los últimos 12.400 años (Reimer et alii, 2004), que relaciona la fecha radiocarbónica convencional con la fecha expresada en la escala cronológica solar. Esta curva, que permite realizar la calibración y se denomina curva de calibración, no es monótona y no establece una relación biunívoca entre la escala cronológica radiocarbónica y la escala cronológica solar, sino que a cada fecha radiocarbónica puede corresponder más de una fecha solar.

6. CALIBRACIÓN DE LA FECHA RADIOCARBÓNICA La datación por radiocarbono se basa en una hipótesis fundamental que es la suposición de que el contenido específico de 14C presente en los materiales susceptibles de datación se ha mantenido constante en el transcurso del tiempo. Como esta hipótesis no es totalmente exacta, sino que ha habido fluctuaciones de este contenido, las fechas calculadas sobre la base de esta hipótesis tienen un carácter convencional, ya que presentan desviaciones respecto a las fechas expresadas en la escala cronológica solar y definen la

Debido al carácter no lineal y a la complejidad de la curva de calibración, la distribución de probabilidad de la verdadera fecha calibrada en torno a la fecha calibrada experimental no es normal, como es el caso de la distribución de probabilidad de la verdadera fecha radiocarbónica alrededor de la fecha

2750 2700 2650

Escala cronològica radiocarbònica (anys BP)

2600 2550 2500 2450

UBAR-1026

2400 2350 2300 2250

UBAR-1027

2200 2150 2100 2050 2000 900

850

800

750

700

650

600

550

500

450

400

350

Escala cronològica solar (anys cal BC)

)LJXUD

%$298

300

250

200

150

100

50

0

ANEXO II - DATACIÓN C14

radiocarbónica experimental. La distribución de probabilidad de la verdadera fecha calibrada es una distribución de probabilidad asimétrica y compleja que puede presentar distintas modas a cuyo entorno se definen uno o varios intervalos de probabilidad, cuya suma es igual a una probabilidad del 68,3 % o del 95,4% (Stuiver y Reimer, 1993). Se eligen tales valores por analogía con la distribución de probabilidad de la fecha radiocarbónica y corresponden a la probabilidad de Gauss de que la verdadera fecha radiocarbónica caiga en un intervalo de tiempo que centrado en la fecha radiocarbónica experimental tenga una semiamplitud equivalente a una o dos veces la desviación típica, respectivamente.

Columnas A y B: Referencia de la muestra y código de la fecha radiocarbónica, asignado por el Laboratorio, respectivamente.

La Tabla III muestra los resultados de la calibración aplicado a las fechas radiocarbónicas presentes, siendo el significado de las columnas el que se indica a continuación:

Columnas E y F: Intervalos de la fecha calibrada centrados en las modas de la distribución de probabilidad de la fecha calibrada verdadera correspondientes a una probabilidad total

Columna C: Fecha radiocarbónica con su incertidumbre expresada como la desviación típica. Columna D: Fechas calibradas2 experimentales correspondientes a la intersección de la fecha radiocarbónica experimental con la curva de calibración. Corresponden a las modas máximas de la distribución de probabilidad de la fecha calibrada.

UBAR-1026 2428±40 BP Saus II SS-3401

Densitat de probabilitat

1S S

S

900

875

850

825

800

775

750

725

700

675

650

625

600

575

550

525

500

475

450

425

400

375

350

325

300

Escala cronològica solar (anys cal BC)

)LJXUD$

Densitat de probabilitat

UBAR-1027 2245±47 BP Saus II SS-2303

600

575

550

525

500

475

450

425

400

375

350

325

300

275

250

225

Escala cronològica solar (anys cal BC)

)LJXUD%

299

200

175

150

125

100

75

50

25

0

SAUS II

1

UBAR-1026 2428±40 BP Saus II SS-3401

0,9

0,8

Probabilitat acumulada

0,7

0,6 P=10,6%

0,5

0,4

0,3

0,2

0,1

0 850

825

800

775

750

725

700

675

650

625

600

575

550

525

500

475

450

425

400

375

350

325

300

Escala cronològica solar (anys cal BC)

)LJXUD$ 1

UBAR-1027 2245±47 BP Saus II SS-2303

0,9

0,8

Probabilitat acumulada

0,7

0,6

0,5

0,4

0,3

0,2

0,1

0 600

575

550

525

500

475

450

425

400

375

350

325

300

275

250

225

200

175

150

125

100

75

50

25

0

Escala cronològica solar (anys cal BC)

)LJXUD%

del 68,3% (1σ) y probabilidad asociada a cada intervalo, respectivamente. Columnas G y H: Intervalos de la fecha calibrada centrados en las modas de la distribución de probabilidad de la fecha calibrada verdadera correspondientes a una probabilidad total del 95,4% (2σ) y probabilidad asociada a cada intervalo, respectivamente. Como información complementaria, en el Anexo, la Figura 1 presenta la porción de la curva de calibración que ilustra 300

el cálculo de las fechas calibradas experimentales como la intersección de la fecha radiocarbónica experimental con la curva y muestra su forma e incidencias en la región cronológica particular. Las Figuras 2 muestran la distribución de probabilidad de la verdadera fecha calibrada y permiten apreciar los intervalos con mayor probabilidad indicados en las columnas E y G de la Tabla III. Finalmente, las Figuras 3 muestran la curva de probabilidad acumulada que permite calcular la probabilidad de que la verdadera fecha calibrada se encuentre en un determinado

ANEXO II - DATACIÓN C14

MARTÍN, A. I MESTRES, J.S., 2002: “Periodització des de la fi del Neolític fins a l’Edat del Bronze a la Catalunya Sudpirinenca. Cronologia relativa i absoluta”. Actes del XII Col·loqui Internacional d’Arqueologia de Puigcerdà: De la fin du Néolitique a l’Âge du Bronze entre l’Èbre et la Garonne, pp. 77-130. Puigcerdà, 2002

intervalo de tiempo como la diferencia entre las ordenadas correspondientes a los extremos del intervalo. 7. DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS La Figura 1 permite explicar el hecho de que a pesar de la buena precisión de la fecha radiocarbónica UBAR-1026, el intervalo de tiempo que contiene la verdadera fecha calibrada con una precisión determinada es muy amplio (ver Tabla III, columnas E y G). La discrepancia se debe a la intersección de la fecha radiocarbónica experimental con la curva de calibración en una región plana con presencia de repetidas inversiones de pendiente; el efecto de la intersección en la zona mencionada es la existencia de cuatro fechas calibradas experimentales (Tabla III, columna D), que abarcan un intervalo de 88 años -mucho mayor que la desviación típica de la fecha radiocarbónica- y el consiguiente ensanchamiento de la distribución de probabilidad que contiene la fecha calibrada verdadera. Por otra parte, la fecha calibrada es plenamente coherente con la datación atribuida a la cerámica -entre 525 y 500 aC- ya que la primera fecha calibrada experimental cae dentro de este intervalo; sin embargo, la Figura 3A muestra que la probabilidad de que la verdadera fecha calibrada se encuentre dentro de aquel intervalo es sólo 10,6%, pero esta escasez de la probabilidad se debe a que, por el motivo antes explicado, hay un intervalo muy amplio con elevada probabilidad -540-410 aC, Tabla III, columna E- mientras que el intervalo cronológico de la cerámica (525-500 aC) sólo representa una pequeña fracción dentro de aquel amplio intervalo.

MESTRES, J.S. (2000a): “La datació per Radiocarboni. Una visió actual” a Tribuna d’Arqueologia 1997-1998, pp. 195239. Generalitat de Catalunya, Departament de Cultura. Barcelona. MESTRES, J.S. (2000b): “Utilización inductiva y deductiva de las fechas radiocarbónicas. Ejemplo de aplicación a la prehistoria de la isla de Menorca (Baleares)” a Contributos das Ciências e das Tecnologias para a Arqueologia da Península Ibérica. Actas do 3º Congresso de Arqueologia Peninsular, Vol. IX, pp. 117-139. ADECAP, Porto (Portugal). MESTRES, J.S., 2003: “La química i la cronologia: La datació per radiocarboni”. Revista de la Societat Catalana de Química 4, pp. 10-25 MESTRES, J.S., 2008: “El temps a la prehistòria i el seu estbliment a través de la datació per radiocarboni”. Cypsela 17, p. 11-21 MESTRES, J.S.; J.F. GARCÍA I G. RAURET, 1991: “The Radiocarbon Laboratory at the University of Barcelona”. Radiocarbon 31(1), p. 23-34. REIMER, P.J, G.L. BAILLIE, E. BARD, A. BAYLISS, J.W. BECK, C.J.H. BERTRAND, P.G. BLACKWELL, C.E. BUCK, G.S. BURR, K.B. CUTLER, P.E. DAMON, R.L. EDWARDS, R.G. FAIRBANKS, M. FRIEDERICH, T.P. GUILDERSON, A.G. HOGG, K.A. HUGHEN, B. KROMER, G. MCCORMAC, S. MANNING, C.B. RAMSEY, R.W. REIMER, S. REMMELE, J.R. SOUTHON, M. STUIVER, S. TALAMO, F.W. TAYLOR, J. VAN DER PLICHT I C.E. WEYHENMEYER. 2004: “IntCal04 Terrestrial Radiocarbon Age Calibration 0–26 cal kyr BP”. Radiocarbon 46(3), pp. 1029-1058.

Debido a su misma naturaleza, el método de datación por radiocarbono fecha la formación de los materiales y no los eventos arqueológicos en los que participan dichos materiales. La fecha experimental medida es una aproximación a una fecha física (Mestres, 2000a, 2000b, 2003, 2008; Martín i Mestres, 2002) que en el caso de la datación del carbón se refiere al momento de la formación de los tejidos vegetales que integran el material vegetal y que posteriormente originaron el carbón y en el caso de la datación de huesos se refiere a un momento ligeramente anterior a la muerte del individuo (GEYH, 2001) de quien proceden los huesos, si éste era adulto. En ningún caso, la fecha física no se refiere a la fecha arqueológica que se pretende conocer si por esta se entiende la propia deposición del material fechado en la estructura o nivel arqueológico que se desea fechar. Para que la fecha física corresponda a la fecha arqueológica, se cumplirán los requisitos de la asociación y la sincronía (loc. cit.).

STUIVER, M. I H. POLACH, 1977: “Discussion: Reporting of 14C Data”. Radiocarbon 19(3), p. 358. STUIVER, M I P.J. REIMER, 1993: “Extended 14C data and revised calib. 3.0 14C age calibration programme”. Radiocarbon 35 (1), 215-231. ________________ __________

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1) BP (before present): Se utiliza para representar una fecha expresada en la escala cronológica radiocarbónica que toma como origen el año 1950 dC. Siempre se acompaña de su incertidumbre expresada como la desviación típica correspondiente al conjunto de las medidas radiométricas.

GEYH, M.A., 2000: “Experience with Bomb-14C Dating of Human Bones and Fur”. Comunicació presentada a 17th International Radiocarbon Conference. Israel, juny 2000.

2)

cal BC (Before Christ) se utiliza para representar una fecha calibrada, expresada en años aC, procedente de una fecha radiocarbónica.

301

SAUS II

302

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

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SAUS II

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