Economía y violencia. El antodemocrático Desarrollo Capitalista de Colombia en los Años Cincuenta 9589160174, 9589160026

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Economía y violencia. El antodemocrático Desarrollo Capitalista de Colombia en los Años Cincuenta
 9589160174, 9589160026

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El Antidemocrático

\

Desarrollo Capitalista de Colom bia en los A ñ os Cincuenta

COLECCION

FO N D O E D IT O R IA L Universidad Distrital

cultura universitaria

Francisco José de Caldas

E C O N O M IA Y V IO L E N C IA

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Renán Vega Cantor Eduardo Rodríguez Ruiz

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ECONOMIA Y VIOLENCIA El Antidemocrático Desarrollo Capitalista

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de Colom bia en los A ñ os Cincuenta

PRIMERA EDICION

1990 %> O íiS U O TTC A DARÍO C O L E C C IO N



cultura universitaria

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F O N D O D E P U B L IC A C IO N E S

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Universidad Distrital Francisco José de Caldas

B O G O T Á , D .E ., - C O L O M B IA

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Primera Edición 1.000 ejemplares octubre 1990

© R en & n V ega Cantor Eduardo Rodríguez Ruiz © F o n d o de Publicaciones Universidad Distrital Francisco José de Caldas

ISBN 958-9160-17-4 ISBN 958-9160-02-6

Dirección y ejecución editorial: Departamento de Publicaciones Universidad Distrital “ Francisco José de Caldas” Miembro de la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe E U LAC

En memoria de mi madre. E.R.R.

A María Orfilia por su cariño y ternura. R .V .C .

AGRADECIM IENTOS A Alvaro Carvajal, Director de Publicaciones de la Universidad Distrital, que mediante su callada pero efectiva labor, hizo posible esta edición. Al profesor Manuel Trujillo, de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, que nos orientó durante el desarrollo de la investigación y accedió amablemente, como suele ser su costumbre, a escribir la presentación de este libro. Al profesor Pierre Gilhodes, que leyó la versión original, a la cual le hizo críticas de forma y de fondo que sirvieron para mejorarla. Al profesor Alberto Gómez, de la Universidad Distrital, que dio un concepto favorable para que esta versión final fuera publicada. A nuestros amigos Alvaro Sanabria y Hugo Torres, por su invaluable colaboración durante la elaboración de este escrito.

IIBIIOTECA DARIO ECHAMDIA

IBAGUE

A Amanda Sanabria, Sonia Ordóñez, Luz Marina Castro, Nydia Garzón, Luz Miryam Murcia y Virginia Spell, por su colaboración en las labores de mecanografía y mejoramiento de la calidad de los textos. A los estudiantes de Historia de Colombia de las Universidades Distrital y Pedagógica, que leyeron apartes de este libro, proporcionando invaluables criticas y recomendaciones. Desde luego las personas antes mencionadas, así como todas aquellas que de algún modo participaron en esta investigación, no son responsables de las carencias y limitaciones de la misma.

“...durante diez anos, entre 1948 y 1957, la guerra cam pe­ sina abarcó los minifundios y los latifundios, los desiertos y los sembradlos, los valles y las selvas y los páramos andi­ nos, em pujó al éxod o a comunidades enteras, generó gue­ rrillas revolucionarias y bandas de criminales y convirtió al país entero en un cem enterio: se estima que dejó un saldo de ciento ochenta mil muertos. E l baño de sangre coincidió con un periodo de euforia económ ica para la clase dom i­ nante: ¿es lícito confundir la prosperidad de una clase con el bienestar de un país?” .

Eduardo Gaicano

“En estas (las zonas cafeteras), la Violencia se ha institucio­ nalizado económ icam ente. Rebrota dos veces al aflo con la recolección del café y determina la redistribución de granjas, fincas, de las cosechas cafeteras y de su com ercio. Es signi­ ficativo que las perpetuas matanzas que se llevan a cabo en estos lugares no han afectado en nada al increm ento del cultivo del café. Tan pronto co m o se expulsa a un campesi­ no de su propiedad, cualquier otro toma a su cargo inme­ diatamente un bien tan lucrativo".

Eric Hobabawm

CONTENIDO

Página

Prólogo Introducción CAPITULO I Política y V io le n cia ......................

1

Los comienzos de la breve hegemonía C onservadora................. El impacto del 9 de Abril de 1948 ..............................................

2 6

Después del 9 de A b r il...................................................................

16

De los gobiernos de Laureano Gómez y Urdaneta Arbeláez a la caída de R o ja s .........................................

21

El Movimiento Obrero y Popular durante la V io le n cia .................

32

La ingerencia política de los Estados Unidos durante la época de la Violencia ..................................................

40

CAPITULO II Violencia y transformaciones dem ográficas...................................

51

Incremento demográfico y evolución de la Población Económicamente Activa

P .E .A .....................................

53

La estructura de clases de la sociedad colombiana de la postguerra ..............................................................................

58

Migraciones Internas........................................................................ Urbanización ...................................................................................

73 84

Colonización

92

Mortalidad

................................................................................... .........

97

CAPITULO III Violencia y Desarrollo Capitalista ..................................................

103

La industrialización durante la postguerra.....................................

104

Incremento de la inversión extranjera en la economía colombiana .....................................................................

117

Modernización de la agricultura......................................................

124

Concentración de la p ro p ied a d ......................................................

124

La consolidación de la agricultura com ercial.................................

128

El café .............................................................................................

139

Ciclo económico en C o lo m b ia ........................................................

144

CAPITULO IV La regionalización económica de la V io le n cia ................................

147

Introducción metodológica ............................................................. Historia regional e historia n acion al..............................................

147 147

Historia regional y violencia ...........................................................

153

Caldas y Quindío ............................................................................

159

El caso general del viejo Caldas ....................................................

160

El Quindío ................................................................................... •

163

T o lim a ..............................................................................................

167

Efectos sobre las zonas cafeteras y la producción de c a f é ..........................................................................

167

Cultivos com erciales......... ............................................................. Valle ................................................................................................

175 183

Córdoba ...................................................

192

Los Llanos .....

198

CAPITULO V Estado y V io le n c ia ..................................... . ...................................

211

Introducción .....................................................................................

211

Algunos aspectos de la consolidación del Estado-Capitalista ............................................................................ Consolidación temporal de la burguesía cafetalera........................

214 217

El peso de los g re m io s ..... ............................................................. Efectos de la Violencia sobre el E s ta d o .........................................

220 231

Bibliografía

239

103 104 117 124

INDICE DE CUAD RO S

124 128 139 144

Página

147 147 147

CAPITULO I

153

Cuadro No. 1 Despido de trabajadores 1947-1949 ......................................

37

Cuadro No. 2 Conflictos Colectivos de Trabajo. Primer Semestre 1952 ----

37

Cuadro No. 3 Historia del Estado de Sitio 1943-1958 .................................

38

159 160 163 167 167 175 183 192 198

Cuadro No. 4 Salarios reales de obreros en la industria manufacturera de Cundinamarca, Boyacá, Norte de Santander y Santander, 1946-1954 ............................................................

211 211 214 217

39

Cuadro No. 5 Envíos militares de Estados Unidos a Colombia 1950-1968 .............................................................. .......

49

220 231

CAPITULO II

239

Cuadro No. 1 Evolución Demográfica de Colombia (1938-1964) ............. .......

53

Cuadro No. 2 Población Económicamente Activa por ramas de economía según los censos de población de 1951 a 1964 ...............

54

Cuadro No. 3 Distribución de la Población Económicamente Activa por ramas de la economía según los censos de población de 1951 a 1964 .............................................................

55

Cuadro No. 4 Población rural económicamente activa 1951 y 1964 ...................

57

Cuadro No. 5 Distribución por ramas de la Población Económicamente Activa, 1964 ...................................................................................

57

Cuadro No. 6 Población Económicamente Activa por grupos de ocupación y posición ocupacional.................................................. 63-64 Cuadro No. 7 Trabajadores asalariados de la industria fabril por escalas de personal o c u p a d o .........................................................

65

Cuadro No. 8 Concentración de la fuerza de trabajo en la industria manufacturera,, 1964 .......................................................

67

Cuadro No. 9 Café, producción y superficie según tamaño de las unidades de explotación, 1955 ................................................

71

Cuadro No. 10 Café, producción y superficie según tamaño de las unidades de explotación, 1970 ......................................................

71

Cuadro No. 11 Población nativa migrante durante el período intercensal, 1951-1964 ...................................................................

as de economía 1964 ...........

75

Cuadro No. 12 Saldos migratorios de la Población Económicamente Activa para los Departamentos 1951-1964 ..............................................

se Activa por

82

Cuadro No. 13 ...................................

1 y 1964 ...................

55

57

Total de inmigrantes interdepartamentales por ocupación, 1954 ..............................................................................

83

Cuadro No. 14 Zonas de colonización a nivel departamental (Década del 60) ..............................................................................

TÓmicamente 57

94

Cuadro No. 15 Homicidios en Colombia 1946-1960 .............................................

101

os de 63-64

CAPITULO III Cuadro No. 1 Colombia: Sector de bienes de consumo corriente por

I por

agrupaciones industriales en 1953 y crecimiento 65

relativo 1945-1953 ..........................................................................

106

Cuadro No. 2 Colombia: Sector de bienes intermedios por agrupaciones 67

industriales en 1953 y crecimiento relativo 1945-1953 .................

107

Cuadro No. 3 Colombia: Sector de bienes de capital por agrupaciones industriales en 1953 y crecimiento relativo 1945-1953 .................

108

Cuadro No. 4

de las

71

Composición de la actividad económica 1945-1964

109

Cuadro No. 5 Dinamismo del sector industrial......................................................

110

Cuadro No. 6 Tasas de crecimiento de las ramas industriales y su contribución a la expansión, período 1950-1958 ..........................

111

Cuadro No. 7 Aumento de la productividad de algunas materias primas industriales ..........................................................................

114

Cuadro No. 8 Aumento de la población trabajadora y evolución de la cuota de plusvalía ......................................................................

115

Cuadro No. 9 Colombia: Remuneración al trabajo, productividad y participación en el valor agregado por departamentos en 1953 ...................................................................... ...................

116

Cuadro No. 10 Inversión Directa de EE.UU. en Colombia 1940-1964 .................

121

Cuadro No. 11 Colombia: Inversión extranjera y estadinense 1917-1966 ...........

122

Cuadro No. 12 Relación entre la extensión y el empleo de la tierra (1 9 5 4 ).......

126

Cuadro No. 13 Colombia: Número y superficie de las explotaciones según su extensión, 1954 ...................... ...................................................

126

Cuadro No. 14 Colombia: Dimensión de las explotaciones, 1960

126

Cuadro No. 15 Distribución de la propiedad. 1951-1960

110

127

Cuadro No. 16 Predios de más de 2.000 hectáreas en Colombia, número de fincas según escala de tamaño, 1963 ........................

127

111 Cuadro No. 17 Colombia: Superficie cosechada de los cultivos mayores, tasas de crecimiento. 1950-1966 ....................................................

131

Cuadro No. 18 Rendimiento de varios cultivos en Colombia 1965-1967 .............

134

Cuadro No. 19 Valor real de la producción de cultivos. 1950-1964 ....................

135

114

115

Cuadro No. 20 Tasas de crecimiento promedio anual (1950-1960) de ...................

116

la producción física, valor real y superficie cultivada de los principales productos según su

i ...............

966 ...........

funcionalidad econ óm ica .................................

136

Cuadro No. 21 Composición del Producto Interno Bruto 1950-1964 ..................

137

121

122 Cuadro No. 22 Evolución de la fuerza de trabajo en el sector cafetero

(1 9 5 4 )........

126

según ...................

...................

para el período 1923-1960 ...........................................................

140

Cuadro No. 23 Producción y exportación de café p ila d o .......................................

142

126

126

Cuadro No. 24 Rendimiento de café, promedio nacional y por departamentos. 1932-1955 .............................................................

143

Cuadro No. 25 Ciclo interno de la economía colom biana.....................................

145

CAPITULO IV Cuadro No. 1 Distribución de las aparcerías en Caldas. 1954 ............................

160

Cuadro No. 2 Caldas - Población Económicamente Activa en el área rural. 1954 .......................................................................................

161

Cuadro No. 3 Tolima - Fincas para vender o permutar a quienes puedan vivir en ellas según municipio y tamaño. 1959 ...............

172

Cuadro No. 4 Producción y superficie según tamaño de las unidades de explotación. Tolima. 1950-1970 ..............................................

174

Cuadro No. 5 Evolución del volumen de la superficie cosechada en el Tolima. Principales productos.........................................................

177

Cuadro No. 6 Evolución del volumen de producción agrícola en el Tolima. Principales produ ctos..............................................

178

Cuadro No. 7 Producción de arroz en Colombia. 1956 .......................................

178

Cuadro No. 8 Evolución de la producción de arroz en el T o lim a ......................

179

Cuadro No. 9 Crecimiento industria azucarera del Valle 1934-1

184

145

Cuadro No. 10 Concentración de la propiedad en el departamento del V a lle ...........................................................................................

185

Cuadro No. 11 * Ingenios existentes en el V a l l e ........................................................

188

Cuadro No. 12 Año de fundación de algunas industrias del V a l l e ...............

......

190

desarrollo industrial. 1945-1961......................................................

191

160

161

Cuadro No. 13 Departamento del Valle: Datos seleccionados sobre

172

CAPITULO V Cuadro No. 1 Inversiones de Fedecafé .................................................. ..............

219

Cuadro No. 2 Fecha de fundación de los principales g re m io s ............................

221

174

177

Cuadro No. 3 Interpenetración entre intereses económicos y políticos 1944-1957 ....................................................................

223 229

178 Cuadro No. 4 Composición de los Comités Cívicos pro-paro en los 178

179

184

principales ciudades del país .........................................................

233 234

INDICE DE M A P A S

Página Mapa No. 1 Principales corrientes migratorias en Colombia 1964 ....................

77

Mapa No. 2 Inmigrantes en las 4 zonas de atracción 1951-1964 ....................

79

Mapa No. 3 Principales zonas migratorias,1951 .................................................

80

Mapa No. 4 Zonas migratorias. 1964 .................................................................

81

Mapa No. 5 Ciudades importantes y tasas de crecimiento 1951-1964 .............

86

Mapa No. 6 Movimientos demográficos campo-ciudad. Período 1951-1964 ........................................................................

88

Mapa No. 7 Síntesis ............................................................................................

91

Mapa No. 8 Departamento del Tolima - ZonaC a fe te ra .......................................

170

Mapa No. 9 Departamento del Tolima. Promedio del cultivo de c a f é ....... . . .

173

Mapa No. 10 Expansión de los ingenios durante la V io le n c ia ...................... . . .

189

MCE DE M A P A S Mapa No. 11 Departamento de Córdoba: Haciendas y migraciones después de la Violencia ........................................................... . . .

196

Página

INDICE DE GRAFICO S 77

79 Página 80

Gráfico No. 1 Componentes del crecimiento de la población por Departamentos - Colombia 1951-1964 .........................................

78

81 Gráfico No. 2

86

Muertos por Violencia .....................................................................

98

Gráfico No. 3 Parcelas agrícolas perdidas por la V io le n cia ................................

88

100

Gráfico No. 4 Valor de la producción de los principales cultivos. 1948-1968 ........................................................................

133

91

170

Gráfico No. 5 Tolima. Participación en la producción nacional de algodón.

1951-1958 ..............................................

178

PRO LO G O Escribir hoy sobre la violencia en Colombia es referirse a, por lo menos, los últimos sesenta años de nuestra historia. Y, así com o el estado de sitio ha regido en forma casi continua desde 1949, los momentos de una relativa paz que ha experi­ mentado el país, desde comienzos de los años 30, son no sola­ mente escasos sino que, en términos generales, ni siquiera han permitido que en períodos cortos se pueda hablar de confron­ taciones democráticas mínimamente civilizadas. En los m o­ mentos que preceden la salida a la luz pública de este libro, se adelanta una campaña presidencial en la cual han sido asesina­ dos, hasta ahora, cuatro candidatos; no por casualidad, tres de ellos, representantes de distintos matices de la izquierda. Sin embargo, y por razón del mismo caudal de los nefas­ tos acontecimientos que han enmarcado las últimas décadas de nuestra historia, escribir sobre los procesos económicos, so­ ciales o políticos en Colombia es una ardua tarea, en la que se corre el riesgo de perder objetividad por compromisos ideoló­ gicos o por razones afectivas. Para hacer frente a ese reto, al­ gunos investigadores y estudiosos del acontecer nacional han invertido sus esfuerzos en tratar de encontrar una explicación sólida y objetiva, científicamente concebida, de estos hechos, de tal manera que se pueda llegar a la formulación de los ele­ mentos centrales hacia un diagnóstico de lo que un conocido tratadista de esta temática denominara el “capitalismo salvaje”. Las nuevas generaciones de colombianos tienen ante sí la casi ciclópea tarea de enderezar el rumbo de un país que, des-

de hace ya mucho tiempo, rueda por el abismo de la miseria y de la muerte sin que, a pesar de las esperanzas de no pocos, se pueda vislumbrar el fondo, que sirva de punto de partida para construir un futuro mejor, más digno y amable, para un pueblo que parece impotente y desesperado. V esta faena his­ tórica exige valentía y decisión desde sus primeros pasos, entre ellos, el de establecer las bases del conocimiento que permitan marchar hacia el cambio. Contribuir con tal proceso se prop o­ nen Renán Vega y Eduardo Rodríguez con el trabajo que hoy ofrecen al público. N o quiero entrar a hacer una descripción precoz de la obra porque, com o alguna vez lo señalara, considero eso com o una falta de respeto con los autores y con los lectores. Quien quie­ ra conocer el libro, que no dudo, será mucha gente, que lo lea en su totalidad y, si así lo desea, entable polémica con los auto­ res, lo que podrá enriquecer el análisis histórico y el conoci­ miento de la realidad nacional en su peculiar dinámica de vio­ lencia. Puedo si afirmar, sin rodeos, que aún quienes disientan de las formulaciones y conclusiones de los autores, encontra­ rán que por la riqueza de la información, así com o por el reco­ rrido que hacen por la literatura existente sobre el tema, el ri­ guroso método que emplean para desarrolldr el estudio y la pulcritud en el análisis, encontrarán, repito, que “Economía y Violencia; el antidemocrático desarrollo del capitalismo en la Colombia de los años cincuenta” , es una obra de obligada con­ sulta, y amable lectura, para el conocimiento de las raíces de no pocos de los problemas en los que hoy se debate el país. Me siento, por todo ello, muy honrado de que Eduardo Rodrí­ guez y Renán Vega me hayan brindado la generosa oportuni­ dad de presentar estas breves y tal vez deshilvanadas opiniones sobre un libro que, para decirlo en términos familiares, dará mucho que hablar. Bogotá, D .E ., mayo de 1990 Manuel Trujillo Rueda Vicedecano Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia.

INTRODUCCION

I

En los últimos años la Violencia se ha constituido en uno de los temas favoritos de la moderna investigación histórica y social. La mayor parte de dicha investigación ha privilegiado determinadas temáticas y perspectivas de análisis, centrándose la mira de los estudios en el aspecto político, so­ cial, ideológico y, ahora, en menor medida, cultural y religioso.1 Ante la evidente importancia que adquieren estas temáticas, práctica­ mente ha quedado la sensación de que la economía muy poco tiene que decir sobre la Violencia. Este prejuicio —porque no es otra cosa— se ha originado en parte en el hecho de rechazar las primeras interpretaciones globales, que pretendían darle un valor excesivo a lo económico, conside­ rando los otros factores de la estructura social como epifenómenos mecá­ nicamente derivados de los aspectos económicos. Esta interpretación economicista de la Violencia alcanzó alguna difusión en los años sesenta, pero fue una interpretación tan sesgada como lo fueron las explicaciones sociologizantes o criminalísticas.2 Criticando el economicismo, en los últimos años se ha venido sosteniendo a nivel académico que muy poco radio de acción le queda a la economía para analizar la Violencia, pues a la larga como dis­ ciplina habría limitado las posibilidades explicativas del fenómeno. Entre los drculos especializados en Violencia — horriblemente bautizados como “ violentólogos” — son cada día menores las incursiones de los economistashistoriadores (o historiadores-económicos) y es marginal el papel que la dis­ ciplina económica ha jugado en la explicación del desencadenamiento y ge­ neralización de la Violencia en Colombia.

'BIBLIOTECA DARIO ECHASS01Á IBAGUE

La reacción extrema del deterninismo económico ha generado su opuesto: el desprecio absoluto por las posibilidades analíticas e interpretati­ vas que desempeña la economía (especialmente la economía política marxista), creyendo que la ciencia económica se reduce a los modelos y las va­ riables.3 A esta confusión, a su vez, han contribuido los economistas, que consideran el análisis histórico como reducido a la descripción de datos e información empírica, sin ningún nexo con procesos actuales.4 Teniendo en cuenta esas aclaraciones, consideramos posible realizar un ensayo sobre el impacto económico de la Violencia en Colombia, inscri­ to en el proceso general de desarrollo del capitalismo en nuestro país. Con­ cebimos que desde el punto de vista económico son muchas las cosas que se pueden todavía plantear, no sólo sobre el fenómeno de la Violencia, sino sobre la mayor parte de los procesos de la historia nacional, y más de la contemporánea. Pero para analizar la violencia, no basta con concebir lo político o lo económico como mundos separados, sino tratar de efectuar un análisis de la sociedad concebida como totalidad concreta entendida en el sentido hegeliano y marxista del término5 y no vista como una serie de es­ tancos separados, sin ninguna conexión lógica entre sí. Aquí se ha intenta­ do efectuar un análisis en esos términos, sin despreciar ni lo político, ni lo social, ni la dimensión regional de la Violencia, ni el papel del Estado. Por el contrario, se ha pretendido realizar un análisis global que abarcara todos estos fenómenos, resaltando el aspecto económico del proceso; lo que no quiere decir que estemos hablando de éste como una determinante natural del resto de elementos. Es decir que los principales hechos económicos que discurrieron en el transfondo de la tenebrosa Violencia, pueden ser aborda­ dos con la misma legitimidad del estudio de las mentalidades, los discursos, la religiosidad o la cultura para sólo mencionar algunos de los ámbitos que hoy preocupan a los historiadores de la Violencia.6

II La realización de este trabajo ha partido de la tesis de que en el trans­ fondo de la Violencia discurre un indudable desarrollo del capitalismo, vis­ to como una relación social particular que se difunde y consolida en el en­ tramado de la sociedad colombiana y que hegemoniza diversas relaciones

precapitalistas. Esto, según lo tratamos de demostrar en el curso de este es­ crito, no significó que determinadas relaciones sociales precapitalistas desa­ parecieran por completo, sino que pasaran a ser subordinadas por la rela­ ción capitalista dominante, que entró a controlar los diversos aspectos de la vida social, desde el Estado que devivó en un “ órgano” capitalista y actua­ ba como garante de la reproducción del capital en conjunto, hasta formas particulares de organización de diversas fracciones de las clases dominantes (gremios). La consolidación y desarrollo del capitalismo en Colombia estu­ vo vinculada tanto a procesos nacionales como internacionales, y significó, en menos de 20 años, la transformación de la sociedad colombiana, que pasó de ser dominada por unas pautas y formas de organización y compor­ tamientos ideológicos y sociales precapitalistas, a constituir una estructura capitalista. La transformación se produjo en medio de la consolidación de un régi­ men político tremendamente autoritario, que primero desorganizó y repri­ mió a los núcleos más cualificados de trabajadores, luego golpeó al gaitanismo y, finalmente, generalizó la violencia contra los campesinos en las zonas agrarias. La confluencia de todos estos elementos, en el contexto in­ ternacional de la Guerra Fría, facilitó el proceso de acumulación y de desa­ rrollo del sistema capitalista en Colombia, desde finales de la Segunda Guerra Mundial. La consolidación del capitalismo debe ser vista como la conformación de la relación fundamental del modo de producción capitalista, en donde el trabajo asalariado y la extracción de plusvalía son los elementos centrales, y no como la configuración de unidades productivas exclusivamente fa­ briles.7 Aunque en realidad la aparición de fábricas y chimeneas indique el grado de maduración del capitalismo, ésto no es lo clave, pues en muchas regiones del país se establecieron relaciones capitalistas que no necesaria­ mente implicaron la formación de fábricas. En importantes zonas los campe­ sinos y pequeños propietarios desarraigados no se transformaron directa­ mente en trabajadores fabriles, sino que se convirtieron en proletarios, semiproletarios agrícolas y en colonos. Teniendo en cuenta estos presupues­ tos, es apenas elemental que la Urbanización no siguiera los moldes clási­ cos sino que, por el contrario, se constituyeran núcleos urbanos ligados a actividades “ terciarias” y del sector “ servicios” — lo que hoy se denomina ‘economía informal” — . Las pequeñas ciudades y poblados, como en las

zonas cafeteras, se convirtieron en receptáculos de fuerza de trabajo em­ pleada en zonas agrarias, como jornaleros y cosecheros, que periódicamen­ te aún hoy marchan tras los ciclos de cosechas que se presentan intermi­ tentemente a lo largo y ancho de la dilatada geografía nacional. Diversos elementos de la consolidación de la relación básica del modo de produc­ ción capitalista se han tenido en cuenta en el curso de esta exposición.

III En concordancia con la complejidad del período estudiado, se ha con­ sultado —y valorado a nuestro m odo— la mayor parte de la bibliografía existente sobre la temática de la Violencia. Es pertinente establecer algunas precisiones sobre las fuentes empleadas en este trabajo. Para el conoci­ miento del período se consultaron diversas fuentes (desde inéditas e intere­ santes tesis de grado hasta entrevistas, así como el intercambio de puntos de vista con algunos investigadores que se encuentran estudiando el pro­ blema de la Violencia) hasta configurar un trabajo relativamente extenso. Esta extensión, sin embargo, no impide que en lo esencial éste escrito siga siendo un trabajo de síntesis, en el sentido de que los elementos centrales de la investigación se construyeron a través de fuentes secundarias, partien­ do de una particular interpretación del fenómeno de la violencia. Esto no quiere decir que ciertas partes de este texto no hayan sido ela­ boradas a partir de fuentes e investigación de primera mano. En realidad, gran cúmulo de fuentes primarias fueron trabajadas directamente para la elaboración de distintas partes del libro, en especial los capítulos I y II. Pero el eje fundamental de los problemas planteados o esbozados en las restan­ tes partes se basó, casi enteramente, en artículos, libros e investigaciones — muchas de las cuales siendo bastante ricas y rigurosas, son prácticamente desconocidas— específicas o de algún modo ligadas a la temática de la Violencia en Colombia. Este trabajo consta de cinco capítulos encadenados entre sí. En el primero se hace un balance general de la evolución política del país durante el período de la Violencia, preocupándonos por considerar las repercusiones de esos fenómenos políticos sobre el plano de la lucha de

clases y la dinámica social como elementos en torno a los cuales se estruc­ turaron las contradicciones entre los partidos y se reorganizó el bloque en el poder durante el período de gobierno del General Rojas Pinilla. — En el segundo capítulo se efectúa un amplio balance demográfico de los cambios poblacionales ocurridos en el país desde finales de los años cuarenta hasta comienzos de los sesenta. Este balance no pretende ser un análisis exhaustivo, siguiendo los términos clásicos de la demografía — si por tal se entiende el considerar las variaciones poblacionales con exactitud o mirar en profundidad los niveles de fecundidad, natalidad, mortalidad, etc.— . Simplemente se intenta demostrar cómo la modificación de la es­ tructura demográfica del país pasó por el crisol de la Violencia. Si bien ésta no puede ser considerada como el único factor, ni como una condición mecánica, sí constituye el proceso más importante que reestructuró demo­ gráficamente a Colombia; esa reestructuración presentó como hecho más espectacular la urbanización del país y, como elementos derivados, la colo­ nización y ampliación de la frontera agrícola, la configuración del proletaria­ do agrícola y la descampesinización progresiva del país. V En el tercer capítulo se hace un breve análisis de los principales ele­ mentos del desarrollo capitalista en Colombia, resaltando tres procesos bá­ sicos: la industrialización como eje articulador de las demás transformacio­ nes del período; la modernización de la agricultura, en conexión directa con las necesidades de la industria, y vinculada con la ampliación del mer­ cado interno (división del trabajo entre un sector moderno y un sector de subsistencia); y, finalmente, el impacto de la inversión extranjera en la eco­ nomía colombiana durante los años cincuenta, como muestra de que el proceso de desarrollo del capitalismo en Colombia se inscribía en una fase particular de internacionalización del capital. En el cuarto capítulo se exploran las múltiples manifestaciones regiona­ les de la Violencia. No se puede decir que los análisis regionales que allí se presentan aborden exhaustivamente el fenómeno a nivel locai y regional, ni tampoco que consideren las múltiples dimensiones temáticas del proceso. Simplemente se han tratado de considerar, a partir de la poca información existente, los principales aspectos económ icos de la violencia regional* tratando de captar sus repercusiones particulares y el contexto económ i­ co en que discurren. Es necesario advertir que se dejaron de lado algunas regiones (Antioquia, Boyacá y Santanderes), por no encontrarse fuentes secundarias sobre ellas; además, por no disponer ni de tiempo ni de dispo-

sición para realizar un riguroso estudio de fuentes primarias, pues ésto en sí mismo proporciona tema, no para uno, sino para cientos de libros. Finalmente, en el capítulo quinto se repasa el papel desempeñado por el Estado durante la fase de ia Violencia, retomando la discusión a propó­ sito de ese tema adelantada por varias investigaciones, para concluir que aquél no se debilitó sino que, por el contrario, salió fortalecido de ese pe­ ríodo, para garantizar la reproducción del capitalismo en su conjunto.

El ans dejaran d fin y al c zón de m fenóment centrales proceso c 1. Una interesante exposición sobre las posibilidades temáticas de la Violencia se encuentra en G. Sánchez, “ Los estudios sobre la Violencia: Balance y perspectivas” , en G. Sánchez y R. Peñareda (compiladores) Pasado y Presente de la Violencia en Colombia, CE ­ REO Editores, Bogotá, 1986. 2. Cf, Germán Guzmán et al, La Violencia en Colombia, Estudio de un Proceso So­ cial, Tom os I y II, Editorial Tercer Mundo, Bogotá, 1962-1963. 3. Esta posición es particularmente clara en el libro de Carlos M. Ortiz, Estado y Subversión en Colombia. La Violencia en el Quindio Años Cincuenta, CEREC Editores, B ogo­ tá, 1985. 4. Por supuesto que nos estamos refiriendo a todas aquellas escuelas económicas que no consideran com o fundamental el análisis histórico (Keynesianismo tradicional, teoría neo­ clásica, monetarismo). 5. Cf. Karel Kossick, Dialéctica de lo Concreto, Editorial Grijalbo, México, 1976. 6. Trabajos interesantes en ese sentido han sido desarrollados por Alfredo Molano, especial­ mente bajo la forma de historia oral e historia testimonio. Cf. Los años del Tropel, CEREC Editores, Bogotá, 1985; Selva Adentro. Una Histo­ ria Oral de la Colonización del Guaviare, El Ancora Editores, Bogotá, 1987. 7. Cf. V .I. Lenin, El desarrollo del capitalismo en Rusia, Editorial Progreso, Moscú, S . F.; Karl Kautsky, La Cuestión Agraria, Siglo X X I Editores, México, 1978; Rosa Luxemburgo, La Acumulación de Capital, Editorial Grijalbo, México, 1967; Karl Marx, El Capital, Vol. I, F.C .E ., México, 1975.

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CAPITULO I Política y Violencia El análisis de las repercusiones de la Violencia sería incompleto si se dejaran de considerar los aspectos propiamente políticos del período. A l fin y al cabo, la política es la expresión concertada de lo económico, ra­ zón de más para considerarla factor fundamental en la explicación de los fenómenos de la Violencia. De ahí que el recuento de los hechos políticos centrales del período aquí esbozado sea básico para explicar el mismo proceso de la Violencia, así como sus repercusiones y alcances. Además hay que tener en cuenta que la esfera de lo político en su sentido más restringido de lo partidista fue privilegiada, tanto para el desencadenajniento de la Violencia como para su exacerbación hasta límites inima­ ginables. Esto hace indispensable desentrañar los agentes políticos que contribuyeron a desangrar al país en aras del desarrollo capitalista, que se presentó a la par de la violencia Según nuestra tesis central, el proceso de desarrollo capitalista vivido por el país desde mediados de la década del cuarenta, se expresó en el plano político en la consolidación de un autoritarismo represivo y excluyente que, pasando por diversas etapas, desembocó en el no menos antidemo­ crático Frente Nacional. Así las cosas, el desarrollo capitalista no aparece como un proceso neutro, encubierto sofísticamente bajo la terminología nebulosa de la “ modernización” , sino que dicho acontecer involucra, principalmente, a las clases fundamentales del modo de producción capi­ talista en continua lucha1 y a ciertas clases sociales como las directamente beneficiadas del proceso de la Violencia. La Violencia se produce paralelamente con una recurrente crisis política, que tiene que ver tanto con una crisis orgánica del bloque en el poder como

2 con la adopción de nuevas y eficaces formas para desvertebrar los núcleos más radicales de las clases subalternas. Se enmarca, así mismo, en el ám­ bito internacional de la “ Guerra Fría” y el anticomunismo, patrocinado directamente por el imperialismo norteamericano.2 Estos elementos serán detallados a continuación.

Los comienzos de la breve hegemonía conservadora En agosto de 1946 el partido conservador nuevamente regentaba el control político del Estado. Había llegado a esa posición luego de 16 años y en una forma hasta cierto punto inesperada. Para empotrarse nueva­ mente en el Estado, ese partido requirió de una serie de transformaciones internas entre las que se destacan, de una parte, su cambio de frente a nivel internacional, luego de la derrota del nazi-fascismo durante la Se­ gunda Guerra Mundial y el rápido reconocimiento de la hegemonía mun­ dial del imperialismo norteamericano, cosa que lo convirtió en el principal portavoz de aquel durante la Guerra Fría; de otra parte, poco antes de las elecciones de 1946, los conservadores colombianos, incluyendo a sus por­ tavoces más ultrarreaccionarios y sectarios (como los antiguos “ Leopar­ dos” y el carismático Laureano Gómez), aparecieron como “ progresis­ tas” políticos que reconocían las “ realizaciones” de sus adversarios libe­ rales (en cuanto modernización del Estado, carácter de la intervención de

1. Retomamos aquí el argumento del historiador inglés E. Thompson quien considera que clase “es una categoría histórica; es decir, está derivada de la observación del proceso so­ cial a lo largo del tie m p o ...” . De igual forma, que “clase, en su uso heurístico, es insepa­ rable de la noción de “lucha de clases’’... las clases no existen co m o entidades separadas, que miran en derredor, encuentran una clase enemiga y empiezan luego a luchar. P o r el contrario, las gentes se encuentran en una sociedad estructurada en modos determina­ dos..., experimentan la explotación (o la necesidad de mantener el poder sobre los ex­ plotados), identifican puntos de interés antagónicos, comienzan a luchar p or estas cues­ tiones y en el proceso de lucha se descubren co m o clase, y llegan a conocer ese descu­ brimiento co m o conciencia de clase. La clase y la conciencia de clase son siempre las últi­ mas, no las primeras, fases del proceso real histórico". E. P. Thompson, “La sociedad inglesa del siglo X V III: ¿lucha de clases sin clases?”, en Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial. Editorial Crítica. Barcelona, 1979, pp. 35 y s.s. 2.

Entre algunos autores que han recalcado el peso de la Guerra Fría sobre el proceso de violencia vivido p or el país, se destacan: Carlos Gatbler. L a lucha de Clases y la Violen­ cia. Departamento de Ciencias Políticas, Universidad de los Andes, mimeo, s.f.; Arturo Alape. L a Paz, la Violencia: Testigos de excepción, Editorial Pluma. Bogotá, 1985: Da­ río Fajardo. Haciendas, Campesinos y Política s Agrarias en C olom bia. Editorial Oveja Negra. Bogotá, 1983.

3 éste, identidad entre los partidos a nivel de política internacional, etc.,3 y súbitamente, se presentaron enarbolando un programa político muy mode­ rado y muy “ liberal” (del liberalismo colombiano, obviamente) si se quiere. En dicho programa, como en los anuncios hechos por el electo presidente Ospina luego de los comicios de mayo de 1946, no se asomaba la menor brizna de sectarismo ni de radicalidad. Por el contrario, en sus discursos existían permanentes llamados a la concordia nacional, a la alianza de los partidos, a la necesidad de una administración conjunta de la nave del Es­ tado durante los vientos favorables de la postguerra, etc. En lo que sí fueron claros desde un comienzo tanto Ospina como el conservatismo en bloque, e incluso buena parte del liberalismo criollo, fue en la necesidad de atemperar los ánimos del sindicalismo y en continuar la polí­ tica anti-obrera y anti-popular del pro-imperialista Alberto Lleras Camargo. Esta claridad también sirvió para que un buen número de sectores liberales apoyaran al candidato conservador y para que distintas fracciones de las clases dominantes, incluyendo a ciertos reductos de los industriales y los comerciantes, se inclinaran decididamente por el político antioqueño.4 Pues bien, con estos presupuestos, y ante el incontenible empuje del gaitanismo, Ospina inició el 7 de agosto de 1946 la nueva administración conservadora desarrollando desde el comienzo un gobierno de “ Unidad Nacional” (léase bipartidista) con la participación burocrática de los dos partidos. Pero en el curso del cuatrenio de Ospina fueron sucesivas las rupturas de la “ unión nacional” y cada una de ellas profundizó aún más la crisis política y la violencia partidista.5

Es necesario anotar que desde antes de empezar el gobierno de Ospina ya se había presentado un ataque a fondo contra los sectores sindicales y ur­ banos. Así mismo, la violencia contra el gaitanismo ya era un hecho desde 1944.6 Cuando los conservadores regresaron al control del Estado, era innegable su minoría electoral a medida que se incrementaba la urbanización. La única forma de contrarrestar esa minoría era recurriendo, como hicieron los liberales al comenzar los años treinta, a la violencia abierta contra sus adversarios, al exclusivismo sectario en vi manejo de la cosa pública y al montaje de toda una maquinaria política (que luego incluiría la famosa

“ popol” y a los “ pájaros” ) para fortalecerse en el manejo administrativo del Estado. De tal forma que mientras el discurso político que manejaba el presidente Ospina respiraba concordia y paz por todas sus líneas, la realidad del país pronto se tornó en la antipoda: matanzas y persecuciones en distintas re­ giones de la geografía nacional, que ya en 1947 alcanzaban niveles incon­ trolables. Ante el hecho evidente de que la Violencia golpeaba a los libera­ les, principalmente a los gaitanistas, el liberalismo presionaba a la admi­ nistración Ospina para contrarrestar esa situación. Gaitán a la cabeza del liberalismo denunciaba la complicidad oficial en la generalización de la violencia, pero el presidente y la plana mayor del conservatismo respon­ dían que si la violencia campeaba a lo largo y ancho del dilatado panora­ ma nacional no se debía precisamente a ellos sino a los liberales que se ne­ gaban a reconocer las supuestas mayorías conservadoras y que, además, preparaban un inmenso fraude electoral pues contaban con un millón ochocientos mil cédulas falsas (ni una más, ni una menos).7 Los certámenes electorales de 1947 (en marzo y octubre) sirvieron para atizar mucho más los enardecidos ánimos partidistas, puesto que cada partido consideraba que el responsable de los sucesos era su adversario y no mostraban señas de ceder en lo más mínimo. Esas elecciones fortale­ cieron a Gaitán en el seno del partido liberal, lo que encumbró al líder po­ pular en la dirección de ese aristocrático partido. A partir del momento

3. A l respecto pueden consultarse los discursos de la campaña del candidato Ospina Pérez, publicados bajo el título de L a p olítica de U nión Nacional, E l Program a. Imprenta N a­ cional. Bogotá, 1946. 4 . Renán Vega C ., Crisis y caída de la República liberal 1942-1946, Editorial El Mohán, Ibagué, 1988, pp. 231 y s.s. 5 . Para distintos puntos de uista sobre el gobierno de “Unión Nacional” pueden consultarse: Hernán Jaramillo O. D e la U nión N acion al a la Hegem onía Conservadora. Editorial P lu ­ ma. Bogotá, 1983 y Catalina Reyes. “Las tres rupturas de la Unión N acional" en M e m o ­ rias del qu in to Congreso de H istoria de C olom bia. ICFES. Bogotá, 1986. 6. El archivo de Jorge Eliécer Gaitán proporciona testimonios al respecto, especialmente en la correspondencia enviada al caudillo liberal. También se encuentran testimonios entre­ sacados de ese archivo en Gloria Gaitán. “Orígenes de la Violencia de los años cuaren­ ta”, en Once Ensayos sobre la Violencia. C E R E C Editores. Bogotá, 1985, pp. 328 y s.s. 7. Este aspecto está documentado ampliamente en Arturo Alape. E l B ogotazo, M em orias del O lvido. Editorial Pluma, Bogotá, 1984, pp. 78 y s.s.

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en que Gaitán emergió como jefe único del liberalismo y contó con-un in­ dudable respaldo popular, se vislumbraron muchas de las circunstancias que después fueron decisivas en la historia política del país. Los conservadores, empezando por el propio Laureano, ya no aplaudían al jefe liberal como lo habían hecho en los prolegómenos de la campaña electoral de 1946, sino que lo consideraban como un peligroso agitador social, opuesto a la filosofía de la democracia colombiana y occidental y en un descarado contubernio con el comunismo criollo.8 En el seno del liberalismo se bosquejaba la tajante división, como quedó patentizado durante los sucesos del 9 de abril, entre el liberalismo aristo­ crático del “ país político” encabezado por la élite tradicional de López, Santos, Echandía, Lleras, la gran prensa y los opulentos banqueros finan­ cistas y exportadores, y el pueblo anónimo que pujantemente participaba y adquiría fuerza dentro del gaitanismo. De igual forma, era manifiesta la ambigüedad de Gaitán, acorde no sólo con su formación doctrinaria sino con sus convicciones políticas y con el carácter de los intereses pequeño burgueses y plebeyos que representaba. Tan ambivalente llegó a ser Gaitán, que mientras colaboraba en el gabine­ te de “ Unión Nacional” , participó en un intento de huelga nacional, que luego abandonó a su propia suerte, dirigida contra el gobierno en el que participaba y contra el ministro de Trabajo, que era de su propia filiación política.9 Tan ambiguo era su comportamiento, que exigía a Ospina respe­ to a las vidas de los militantes liberales y amenazaba con tomar medidas drásticas, pero en la práctica coqueteaba con el gobierno e incluso llegaba a reconocer que la administración no tenía ninguna responsabilidad en el proceso de Violencia.10

j Sin embargo, los que sí no eran nada ambiguos eran los Conservadores que llegaron a colocarse, en la práctica, en pie de guerra civil contra los liberales, proclamando a los cuatro vientos que el orden sería defendido a “ sangre y fuego” si era el caso y si eso querían los liberales.11 Mientras los liberales, incluyendo a Gaitán, amenazaban en forma arro­ gante y sobreestimaban sus propias fuerzas, los conservadores fortalecían su aparato de represión e instigaban a sus prosélitos contra el liberalismo “ ateo y criptocomunista” . En el papel de legitimación del conservatismo jugó un papel de primer orden la iglesia, la que unánimemente considera-

6 ba al liberalismo como el principal responsable de los sucesos que tenían atribulada y ensangrentada la República, debido al carácter antisristiano de la doctrina liberal.12 Y mientras los dirigentes conservadores y liberales hilaban todo tipo de denuncias y discutían sobre quiénes eran los que manejaban la urdimbre de la violencia, los humildes labriegos y militantes de los dos partidos, pero más del liberal, caían por montones aquí y allá. De esa forma, a san­ gre y fuego, como lo había anunciado el cojo Montalvo, los conservado­ res trataban no sólo de conseguir la mayoría, sino de atemorizar a la po­ blación y de neutralizar a los dirigentes liberales. Estos, aparte de las pe­ roratas, no hacían nada concreto para detener la violencia oficial y con­ servadora.

El impacto del 9 de abril Y a es un lugar común decir que el 9 de abril partió la historia contem­ poránea de Colombia en dos. L o que es menos común es el señalamiento de los hechos cardinales que indican esa fractura del discurrir histórico del país: y lo es menos por la sencilla razón de que el discurso oficial que ha primado en la conciencia del país ha sido el del bipartidismo a través de los-mismos “ protagonistas” — de la dirigencia liberal y conservadora— de aquellas tempestuosas horas del viernes 9 de abril y los días subsiguientes.

8 . El diario “El S iglo" contiene abundantes artículos de este tipo durante 1947 y 1948, entre los que pueden consultarse los siguientes: “El Com unism o filtrado con el Gaitanismo tra­ ta de anarquizar el país, declaró el Dr. M ontalvo", E .S ..., noviembre 14 de 1947; “Gaitán viaja a Cali a preparar con el comunismo paro subversivo en el país”, E .S ., diciembre 4 de 1947. 9.

Para un análisis del contradictorio papel desempeñado por Gaitán en esa huelga cf. “Gaitán declaró que se opuso al paro p or considerarlo ilegal, pero no lo dijo para no ser titu­ lado de esquirol", E l Siglo, mayo 17/47 y Víctor Manuel M oncayo y Fernando Rojas. Luchas Obreras y P olítica laboral en C olom bia. Editorial La Carreta. Medellín, 1978, pp. 81 y s.s

10. CF. A . Alape, op. cit., pp. 79-80. 11. La frase corresponde al célebre José A ntonio Montalvo. El discurso en cuestión aparece citado en Paul Oquist. Violencia, P olítica y C on flicto en C olom bia. Ediciones Banco Popular. Bogotá, 1978, p. 232. 12. CF. R odolfo de R O U X . Iglesia y Sociedad en C olom bia, 9 de abril de 1948. Funciones sociales y fu ncion a m iento de la institución católica, m im eo, Bogotá, 1981.

7 Sin duda alguna, el 9 de abril ha sido importante no sólo por lo que pasó en aquel día y lo que significó en el proceso de la Violencia, sino además por la muerte política del gaitanismo que, al contrario de su jefe, no tuvo entierro ni de tercera categoría: y por el tímido intento de reconciliación entre los partidos cuando todavía estaba tibia la sangre del caudillo liberal. Para completar el cuadro de los factores estructurales que gravitaban so­ bre el país, y que gravitarían en los años venideros, en el mismo día y lugdr de los acontecimientos se reunía la Novena Conferencia Panamericana que desde un comienzo había adoptado como su lema central el Anti­ comunismo. Y como prueba de que su política era “ correcta” y que se avecinaban agresiones extracontinentales para las “ democracias” lati­ noamericanas, era necesario adoptar políticas drásticas contra los repre­ sentantes criollos del comunismo en los diversos países.13 No es éste el lugar para elaborar un detallado recuento sobre los sucesos del 9 de abril, sobre los que últimamente se han elaborado estudios com­ petentes en medio de miles de toneladas de hojarasca sin ningún valor his­ tórico.14 Por ahora nos interesa efectuar un breve recuento de los alcances del 9 de abril sobre el discurrir posterior del país. El primer hecho destacable es que, contrariamente al eufemístico nombre del “ Bogotazo” , el 9 de abril alcanzó prácticamente una dimensión nacio­ nal a nivel urbano e incluso tuvo manifestaciones rurales. Este hecho es necesario precisarlo para indicar el alcance de la protesta popular ante el asesinato del líder liberal y la forma como esa protesta influyó en la con­ ducta de los jefes liberales y fue, a su vez, mediatizada por la acción del patriciado liberal. En efecto, luego de conocido el asesinato de Gaitán, se produjeron levantamientos espontáneos, protestas abiertas y formación de juntas provisionales de gobierno en diversos lugares del país. El desarrollo de esos acontecimientos estuvo directamente vinculado con la evolución de los sucesos de la capital.15 N o obstante, se presentó una notable dife­ rencia entre los sucesos en la capital del país y los acontecimientos en provincia. En las grandes capitales el liberalismo oficial era la fuerza dominante, lo que se expresó en que el movimiento no tuviera ninguna cohesión interna, ni orden, ni organización, y condujera al desahogo de las masas populares contra ios símbolos del orden establecido, y que al final fuera capitaneado por los dirigentes tradicionales del liberalismo. En provincia, en cambio,

8 ante ia existencia de tradiciones de lucha popular, se presentó una relativa cohesión interna que posibilitó nuevas formas de organización popular y un control de los síntomas de protesta desordenada.1 16 5 En las ciudades grandes, y en primer lugar Bogotá, no fue posible consti­ tuir un poder alterno: los dirigentes del bipartidismo lograron mantener su cohesión y unidad en medio del dolor y la ira, incontenible pero des­ bocada, de la población citadina. En provincia, aunque los resultados no se hayan podido consolidar durante bastante tiempo en vista de los acontecimientos de la capital, se generó una especie de dualidad d e p o ­ deres, en que emergió de las entrañas mismas de la población un tipo de organización interna diferente a la de las élites y clases dominantes. Mien­ tras que en Bogotá el movimiento estaba derrotado desde un comienzo por el comportamiento político de la aristocracia liberal, en provincia se dieron gérmenes de nuevas formas de poder popular en contra de las insti­ tucionales establecidas.17 Incluso, los resultados del descontento popular fueron diversos, dado que mientras en Bogotá la destrucción de propieda­ des y edificios públicos y privados fue amplia, en provincia los daños causados fueron escasos.18

13. La información fundamental sobre la Novena Conferencia Interamericana la proporciona la prensa, especialmente el diario El Siglo, de enero de 1948 hasta Junio efe ese mismo año. Sobre ese certarrien se encuentran interesantes apreciaciones en A. Alape, E l B og ota zo... pp. 192 y s.s. y en Pierre Cilhodes, "El 9 de abril y su contexto internacio­ nal’’. En A n ua rio C olom biano de Historia Social y de la Cultura. (En adelante será cita­ do co m o A .C .H .S .C .), N o. 13-14, 1985-1986, pp. 239-260. 14. Entre otros pueden citarse a A. Alape, op. cit., y Herbert Braun, M ataron a Gaitán. Vi­ da pública y violencia urbana en C olom bia, Ediciones Universidad Nacional, Bogotá, 1987. 15. Un análisis sobre las implicaciones del 9 de abril fuera de Bogotá se encuentra en Gonzalo Sánchez, L o s días de la revolución, Gaitanismo y 9 de abril, Centro Jorge Eliécer Gaitán, Bogotá, 1983. Para el caso de Barranca, donde se presentó la protesta popular más prolongada y con m ejor organización cf. Gonzalo Buenahora, La Comuna de Ba­ rranca, Gráficas Leipzig, Bogotá, s.f.; también Apolinar Díaz Callejas, E l 9 de a bril de 1948 en Barrancabermeja. Diez días de p od e r popular, Editorial Fescol-EI Labrador, B o ­ gotá, 1988. 16.

G. Sánchez, op. cit., p. 153.

1 l.Ib id , p. 156. 18.1bid, p. 159.

9 Un hecho que sí influyó decisivamente en el comportamiento de la protes­ ta en provincia, fue el desarrollo de los acontecimientos en Bogotá. La derrota política de la capital repercutió directamente en provincia, ya que contribuyó a desmovilizar y desmoralizar la protesta organizada en las distintas regiones. El segundo aspecto digno de resaltar al analizar el 9 de abril, fue el comportamiento político de la oligarquía liberal. Con el opor­ tunismo que históricamente la ha caracterizado, ésta empleó el cadáver de Gaitán como arma de presión para negociar su reingreso al gobierno de Ospina y, al mismo tiempo, calmar los ánimos de las enardecidas multi­ tudes. El forcejeo duró 17 horas, al cabo de las cuales se llegó al acuerdo de la oligarquía bipartidista a espaldas de la población que, como siem­ pre, puso los muertos, la sangre y las lágrimas en protesta por la muerte del líder. Los liberales, aterrorizados ante la insurgencia de las masas — por muy espontánea que haya sido— , no fueron al palacio presidencial a pedir el poder, sino que imploraron la paz por la vía constitucional. Se inició el regateo y Ospina fue imponiendo su criterio y convenciendo a los liberales de que no podían jugar a la subversión, a identificarse con esas fuerzas brutales que habían salido a flote con ocasión de la muerte del líder popu­ lar. Darío Echandía reunió una convención liberal de bolsillo para plan­ tear si aceptaba o no el ofrecimiento presidencial de designarlo ministro de Gobierno. La “ democrática” convención consideró que lo mejor para el liberalismo era aceptar tanto el ministerio de Gobierno como la m odifi­ cación en el gabinete propuesta por el primer mandatario, incluyendo la remoción del asombrado Laureano Gómez. El más encarnizado rival de Gaitán dentro del liberalismo, el financis­ ta Carlos Lleras Restrepo, dando muestras de un cinismo aterrador, fue ei encargado de pronunciar el postrer discurso ante la tumba del caudi­ llo liberal, y pasó además a presidir la Dirección Nacional Liberal. Días después los dos partidos expidieron una declaración conjunta en la que le pedían al país olvidar los sucesos anteriores y se declaraban partidanos de una paz verdadera pero, eso sí, castigando a los culpables de los delitos contra la propiedad y los bienes públicos. Manifestaban estar dis­ puestos a conducir al país por caminos de concordia y democracia intro­ duciendo cambios sustanciales en la lucha política y partidista.19 Pampli­ nas, porque el último acto de “ Unión Nacional” estaba pegado con ba­ bas, pues la tan anunciada unidad duró un año escaso, al cabo del cual los liberales estaban otra vez pidiendo garantías al Ejecutivo y, en la som-

bra, pensando en organizar levantamientos armados o guerrillas campesi­ nas, con la intención de qüe sus presiones fueran escuchadas, y nada más. De tal forma que el 9 de abril mostró dos elementos característicos de las fuerzas del liberalismo: de un lado, el carácter pequeño-burgués del gaitanismo y, de otro, el sentido espontáneamente anti-imperialista y anti­ oligárquico de las masas populares. Este último aspecto fue el que a la larga cohesionó a la burguesía. Esta tenía en su favor, “ N o só lo la unidad interna q u e le im p on ía el p á n ic o p o r el alza­ m ien to p op u la r, sino, además, la d ebilidad organizativa del gaitanism o apenas en p ro c e s o de fo r m a c ió n c o m o m o v im ie n to a u tó n o m o . E s to le p e rm itió a aquella em p ren d er d e m anera eficaz un d o b le j u e ­ g o d e op o sició n y cola bora ción con el g o b ie r n o d e O spina P érez. E s así c o m o la participación d e los tradicionales je f e s del p a rtid o li­ bera l en el g o b ie r n o d e U n ió n N a cion a l, q u e era presentado c o m o un p rim e r p a s o en la conquista del aparato gubern a m en ta l a n o m b r e d e las banderas dem ocráticas q u e agitaba Gaitán, en la práctica n o hacía sin o legitim ar la cruzada represiva contra el m o v im ie n to p o p u ­ lar d e inspiración gaitanista” . 20

Como primer efecto notable, el 9 de abril condujo, luego de la virtual pa­ rálisis de los distintos órdenes del Estado, a la unidad política entre los dos partidos y la identificación del conjunto de las clases dominantes para enfrentar la crisis. Así se produjo una recomposición y luego un fortaleci­ miento de todos los aparatos estatales. Para facilitar esa tarea se recurrió a un mecanismo tradicionalmente usado en el país: el excesivo dramatismo puesto ante los acontecimientos de abril.21

El primero en señalar las alarmantes dimensiones adquiridas por los acon­ tecimientos fue el presidente Ospina, quien no dudó en proclamar inme­ diatamente que el principal responsable de los motines y desórdenes era el

19.Lecturas Dom inicales, E l Tiem po. Abril 8 de 1978.

2 0.Sánchez, op. cit., p. 160.

11 comunismo internacional, como para servir de caja de resonancia a las acusaciones provenientes de la Novena Conferencia Panamericana.22 T o ­ davía hoy el argumento es repetido por El Siglo, La República y otros pe­ riódicos. Entre las repercusiones del 9 de abril cabe destacar, en primer término, la adopción del anti-comunismo como doctrina oficial del gobierno colom­ biano, en concordancia con las conclusiones generales de la Conferencia Panamericana lo que prácticamente significó la entrada de esta parte del continente en el proceso de la Guerra Fría. Como para que no quedaran dudas de las intenciones del gobierno de Estados Unidos, es bueno recor­ dar que en las discusiones al interior de la reunión surgió la propuesta de traer m arines para solucionar los disturbios e imponer la paz y la tranqui­ lidad en el país, así como para asegurar la vida y propiedades de los súb­ ditos norteamericanos, empezando por el “ arquitecto de la paz univer­ sal” , el propio Marshall.23 La Organización de Estados Americanos, O EA, surgió de las cenizas de Bogotá y se institucionalizó como el órgano predilecto de los Estados Uni­ dos para imponer sus políticas en el continente latinoamericano, para lo cual contó con innumerables testaferros en los diferentes países, empezan­ do por Colombia. El espíritu anti-comunista de la Novena Conferencia Interamericana se manifestó a lo largo de sus sesiones. Los documentos internos del gobier­ no de Estados Unidos relacionados con la Conferencia así lo atestiguan.23A La presión de la delegación norteamericana influyó directamente para que fuera aprobada la declaración final, titulada “ Prevención y Defensa de la Democracia en América” , que en sus partes fundamentales de condena al comunismo decía: “ L a s R ep ú blica s representadas en la N o v e n a C on feren cia In tern a ­ cional A m erica n a

Considerando: Q u e para salvaguardar la p a z y m antener el m u tu o respeto entre los Estados, la situación actual del m u n d o exige q u e se tom en m edidas urgentes q u e p roscriba n las tácticas de h egem onía totalitaria, in con ­ ciliables con la tradición de los países d e A m é ric a , y q u e eviten q u e

12 agentes al servicio del co m u n is m o internacional o d e cualquier tota­ litarism o p retendan desvirtuar la auténtica y libre volu n ta d d e los p u e b lo s de este continente.

Declaran: Q u e p o r su naturaleza antidem ocrática y p o r su tendencia interven­ cionista, la acción política del c o m u n ism o internacional o de cual­ q uier totalitarism o es in com p a tible co n la con cep ción de la libertad

22. Algunos de los apartes más significativos de la interpretación ospinista del 9 de abril son los siguientes: “En medio de esta hora de locura —decía el presidente — el gobierno no puede permitir que la anarquía nos devore, y que el caos destruya la grandeza y gloria de Colombia. Pensando sólo en el interés de la patria... este gobierno está dispuesto a aplastar... el m ovim iento subversivo que amenaza hundir al país en una definitiva y acaso irreparable catástrofe. ...Estamos ante un m ovim iento de inspiración y prácticas com u ­ nistas, en el cual vienen interviniendo indeseables elementos extranjeros, algunos de los cuales han caído (sic) en manos de fuerzas leales al gobierno...". El discurso en mención aparece co m o apéndice documental en el libro, tantas veces citado, de Gonzalo Sán­ chez, pp. 169-174. 23. El dirigente político venezolano Róm ulo Betancourt, quien se hallaba presente en la co n ­ ferencia co m o delegado de su país, proporciona un elocuente testimonio, en sus m em o­ rias, sobre la propuesta de la delegación norteamericana de traer marines para “pacifi­ car” la ciudad de Bogotá. Betancourt sostiene que: "S e propuso (a la Conferencia Interamericana reunida en esos días) que bombarderos y tropas de Estados Unidos, trasla­ dados desde la zona del Canal de Panamá, ocuparan el aeropuerto de Techo, para ga­ rantizar la seguridad de los delegados. Reaccioné co m o si hubiera recibido una descarga eléctrica. Dije que asumía la representación de Colombia, que p or ser tan convulsivos aquellos días, aún no había integrado su nueva delegación para protestar en su nombre y en el de Venezuela al considerársele co m o nación ocupable p o r fuerzas armadas ex­ tranjeras en una parte p o r pequeña que fuera de su territorio. Y anuncié que la delega­ ción venezolana, la misma que había hecho triunfar la tesis de permanecer en Bogotá, después de dejar constancia de su airada protesta, abandonaría la conferencia si bombar­ deros y paracaidistas de los Estados Unidos llegaron a ocupar aeropuertos de Colom bia". Lecturas Dom inicales. E l Tiem po, abril 8 de 1978. Docum entos internos del Departamento de Estado norteamericano, publicados reciente­ mente, confirman las aseveraciones de Betancourt. A l respecto, el Secretario de Estado G eorge Marshall envió el 10 de abril de 1948 desde Bogotá un cablegrama en el que afirmaba: “ ...n o discutiría las sugerencias de la delegación argentina en el sentido de traer tropas norteamericanas para asegurar el aeropuerto de B ogotá; además de ser una grave decisión para mi gobierno, requeriría de una aprobación unánime de los delegados (a la Conferencia Interamericana) que no existe". Foreign Relations o f United States, 1948, Volumen IX, Western Hemisphere, p. 40. D ocum ento que aparece co m o apéndice d o­ cumental del libro de Apolinar Díaz C. E l 9 de abril... op. cit., p.p. 196-198. 2 3 A .A . Díaz Callejas, op. cit., pp. 195-217.

13 americana, la cual descansa en d os p ostu la d os incontestables: la dig­ nidad del h o m b r e c o m o p erson a y la soberanía d e la nación c o m o E s t a d o " .238

El segundo efecto significativo del 9 de abril fue la reorganización interna de los cuerpos represivos del Estado colombiano. Para el gobierno de Ospina y para el conservatismo ésta era una medida de urgente realización, si se recuerda que la policía estaba compuesta en su mayor parte por fer­ vientes partidarios del asesinado líder popular y durante los sucesos había mostrado su beligerancia al incorporarse casi en masa a los amotinados. Con los primeros decretos, como el No. 1268 del 18 de abril de 1948, se trasladó el control del orden público al ejército. También se ordenó el li­ cénciamiento del personal uniformado dé la policía nacional (Decreto 2244 del 4 de julio de 1948) y otras disposiciones entraron a considerar a la po­ licía como una institución “ eminentemente técnica” (Decreto 1403 de abril 30 de 1948).24 Otro efecto importante de los acontecimientos señalados estaba vinculado con los aspectos económicos, tanto a nivel de recuperación como en el plano de nuevos instrumentos de inversión en bienes urbanos y en plani­ ficación urbana. Sobre el impacto económico de los mencionados sucesos, el ministro de Hacienda y Crédito Público, J. M . Bernal, señalaba pocos días después: “ L a s desventuradas ocurrencias del 9 de a bril p a sa d o... implican una nueva fu e n te de nuevas obligaciones q u e es inevitable llenar de alguna fo r m a . E l sostenim iento d e un ejército sensiblem ente m ás n u ­ m e ro s o q u e el ord in a rio; la dotación de n u e v o s e inaplazables servi­ cios d e seguridad; la urgencia d e to m a r m edidas encam inadas a la pacificación del país y al robu stecim ien to d e su eco n o m ía ; la indis­ cutible urgencia d e atender a servicios sociales q u e p ro c u re n un sano equ ilibrio entre los distintos g ru p o s de c o lom bia n os, son necesidades q u e han surgido con m ás p rotu bera n cia q u e antes, y q u e representan gastos inm ediatos a los cuales es indispensable atender con recursos ordinarios, y a que, en su m a y o r parte, n o son gastos a los cuales, dentro de una sana política, deba atenderse co n recursos de cré­ d i t o " . 25

Para implementar la recuperación económica y ampliar el aparato de re­ presión, el gobierno creó dos organismos asesores de su política económi-

14 ca: La Junta de Planeamientos de la Reconstrucción de Bogotá y el Comi­ té de Crédito Público y Asuntos Económicos. El primero tenía funciones de administrar recursos y operaciones comerciales, mientras el segundo era más amplio y abarcaba el asesoramiento de toda la política económi­ ca del gobierno.26 Entre las medidas de recuperación se destacaban: las concernientes al ordenamiento del espacio urbano para la reconstrucción del centro de Bo­ gotá, que posteriormente contó con el asesoramiento directo del arquitec­ to Corbussier:27 en el orden bancario, el Banco de la República rebajó un 25% el encaje bancario con el fin de destinar créditos a los propietarios perjudicados por los sucesos del 9 de abril; en el orden financiero, se autorizó al gobierno para contratar un préstamo externo de hasta 60 millo­ nes de dólares con el Banco Mundial: a nivel tributario, se estableció el impuesto a las grandes rentas, consistente en la imposición de una tasa que variaba del 5% sobre las rentas líquidas superiores a 24.000 pesos, y se impuso un gravamen a los solteros y a los colombianos residentes en el exterior.28 Pero en este último sentido el impuesto que más directamente afectó a la población fue aquel destinado a restablecer el orden público. Según esta disposición, cada contribuyente tenia que aportar el 10% de lo pagado por liquidación en el año gravable de 1946 por concepto de im­ puesto a la renta, patrimonio y complementario. Calculando el probable monto de este impuesto, el Banco de la República autorizó un préstamo al gobierno central por un valor de 10 millones de pesos. Por una suma equivalente, el municipio de Bogotá emitió bonos de servicios urbanos.29 Así se lograba una típica socialización de las pérdidas, para que no sólo los comerciantes resultaran afectados por los destrozos del 9 de abril, sino para que además el aumento del pie de fuerza fuera financiado direc­ tamente por la población. 23B. Citado en A. Díaz Callejas, op. cit., p. 179. 24. Estos decretos aparecen en el apéndice documental del libro de G. Sánchez, pp. 268-273. 25. D ia rio Oficial, junio 11 de 1948. 26. G. Sánchez, op. cit., p. 151. 27. CF. J. Aprille. E l Im p a cto de N ueve de A b r il sobre el Centro de Bogotá. Centro Jorge Eliécer Gaitán. Bogotá, 1983. 2 8 . G. Sánchez, op. cit., p. 151. 2 9 Ib id .

15 Resumiendo, desde el punto de vista de las clases dominantes el 9 de abril sirvió para que se impulsara una completa reorganización del Estado y que al final el ente estatal apareciera fortalecido y cualificado, preparado para la represión en una forma más sofisticada y con nuevos instrumentos de control social e ideológico. De esa forma, las clases dominantes dispo­ nían de todos los recursos para controlar cualquier rebeldía o síntoma de protesta de las clases subalternas.30

Esto explica que, paradójicamente, el 9 de abril representara el golpe más fuerte contra la movilización popular en las grandes ciudades, moviliza­ ción que se había ampliado desde 1943-1944. De esa forma, la “ Unión Sagrada” de las clases dominantes contra el movimiento obrero-popular tuvo como primordial objetivo la desorganización y desarticulación de los núcleos más combativos del movimiento urbano. Primero los obreros, que saldrían sucesivamente mal librados en 1947-48, y en forma paralela el movimiento gaitanista, destrozado en sus pocos reductos (recuérdese que en Bogotá murieron cientos de personas de procedencia popular y vinculadas con el gaitanismo).

Después del 9 de abril, el habitante citadino humilde, que tanta actividad mostró en la década del cuarenta, fue definitivamente desterrado de las calles de las grandes urbes, cuyo control pasó directamente al aparato represivo: control necesario para las fuerzas del bipartidismo y de las clases dominantes dada la radicalidad de la protesta popular.31

Pero al ciudadano tampoco se le compensó su “ expulsión” de la calle ofreciéndole condiciones aceptables y humanas de vida en el interior de los espacios residenciales, sino que se proporcionaron pésimas condiciones de existencia, y represión violenta, expresadas en el Estado de Sitio per­ manente. Se “ expulsó del espacio urbano al ciudadano y por la fuerza se le mantuvo encerrado en su espacio habitacional absolutamente insuficiente, malsano, antihigiénico, individualizante y opresor” .32 Las clases dominan­ tes pudieron dedicarse entonces a diseñar ciudades de y para el capitalis­ mo, sin ningún tipo de participación de los sectores mayoritarios de la po­ blación. Esta particularidad del desarrollo urbano de los años cincuenta hizo exclamar a un estudioso del problema que “ la década de 1950 a 1960, que tiene tan sombrías consecuencias en la vida nacional, fue paradójica­ mente la época del apogeo de la arquitectura moderna en Colombia” .33

16 Desde el punto de vista de las clases subalternas, el 9 de abril también dejó su impronta. Muchos de los “ nueveabrileños” serían protagonistas centrales de posteriores gestas de resistencia contra la violencia oficial, tanto durante los gobiernos conservadores como bajo el régimen rojista, y organizadores de importantes baluartes guerrilleros en diversas zonas del país.34 Pero ellos se marcharon a pelear a la zona rural, porque el 9 de abril definitivamente desplazó la violencia de las ciudades al campo, al que se trasladarían también los más importantes focos y centros de resis­ tencia popular.

Después del 9 de abril Sobre el cadáver aún caliente de Gaitán se reconstruyó por última vez la “ Unión Nacional” bipartidista. H oy se sabe con exactitud que esa re­ construcción del gobierno de Ospina Pérez, materializada el 10 de abril con la participación de los liberales en el gabinete ministerial, obedeció a una sugerencia directa de los Estados Unidos. A l respecto es suficiente­ mente ilustrativo uno de los apartes del cablegrama enviado por el Secre­ tario de Estado George Marshall ese mismo día a su gobierno, en el que informaba: “ El presidente Ospina Pérez ha anunciado hoy la formación de un gabinete de coalición que incluye liberales y conservadores. L o s in­ f o r m e s q u e he recibid o indican q u e la situación se torna m ás m a n eja ­ b le ”

.34A

3 0 Ib id , p. 152. 3 1.Fernando Viviescas et al., la Problem ática Urbana hoy en C olom bia C1NEP. Bogotá, 1982, p. 287. 3 2 Ib id , p. 288. 3 3 Ib id ., p. 290. 3 4 .C . Sánchez, op. cit., p. 161; A . Díaz Callejas, op. cit., pp. 138 y s.s. A. Alape, Las vidas de P ed ro A n to n io M arín, M anuel Marulanda Vélez T iro fijo , Editorial Planeta, Bogotá, 1989, pp. 73 y s.s. 34A. Foreing Relations... op. cit. D ocum ento publicado en A. Díaz Callejas, op. cit., p. 198. (El subrayado es nuestro).

17 De la misma forma, el alejamiento de Laureano Gómez del gobierno al parecer fue exigido por la delegación norteamericana que asistía a la Con­ ferencia Interamericana.348 Pese a esas interferencias y presiones norteamericanas, la “ Unión Nacio­ nal” fue efímera, pues menos de un año después el liberalismo oficial­ mente la rompió. En la práctica sólo había servido para producir una identificación temporal entre los representantes del “ país politico” que con tanto ahínco había denunciado Gaitán. Poco contribuyó ese acuerdo oligárquico a atemperar la Violencia que, por el contrario, se generalizó y difundió por diversos lugares de la dilatada geografía nacional después del 9 de abril. Con la diferencia de que los sucesos de esa fecha proporciona­ ron un elemento de retaliación a los conservadores, como no había existi­ do antes del asesinato del líder liberal. A comienzos de 1949 ya era evidente la ruptura de la “ Unión Nacional” , como sucedió el 21 de mayo de ese año cuando los liberales se retiraron oficialmente del.gobierno. En el comunicado de rigor la Dirección Nacio­ nal de ese partido denunciaba — lo que a la vista de todos estaba, y du­ rante más de un año no habían querido ver y entender— que, ante la vio­ lencia oficial, los humildes militantes de esa colectividad eran perseguidos y asesinados en masa.35 El retiro liberal tenía presupuestos que a la larga resultaron equivocados. El abandono del gobierno partía de la falsa supo­ sición de que las mayorías liberales eran suficientes por sí solas para obli­ gar al gobierno a adoptar una política diferente: creían que el predominio liberal en las cámaras alcanzaría para bloquear cualquier acción por parte de los conservadores. Los liberales criollos seguían apegados a los viejos dogmas que consideraban que la democracia colombiana se seguiría man­ teniendo por encima de las diferencias políticas y que los conservadores no se atreverían a tocar esas “ inmaculadas” instituciones. Tal era la perspectiva de los liberales en el decisivo año de 1949. Para ellos era impensable que el parlamento pudiera ser intervenido de alguna forma por el Ejecutivo y consideraban que Ospina toleraría, en una for­ ma parecida a como lo hizo López durante su segunda administración, las actividades oposicionistas de sus adversarios. N o tenian en cuenta que para los conservadores y el propio presidente Ospina la afirmación de defender el gobierno a sangre y fuego era verdad y no tan sólo un enun­ ciado retórico y demagógico. Después de los sucesos del 9 de abril el go­ bierno conservador, con la complicidad de los “ convivialistas” del libera-

18 lismo, se fortaleció en el sentido de armarse contra sus potenciales adver­ sarios y de perseguir a los militantes liberales en varias zonas del país. Las elecciones legislativas realizadas en junio de 1949 fueron decisivas en la agudización de la guerra civil no declarada que desde tiempo atrás se vivía en los ensombrecidos campos del pais. Los comicios confirmaron la mayoría liberal en el Congreso y el Directorio de ese partido en tono triunfalista maximizó el alcance de la victoria, viéndose ya a las puertas deí poder en 1950.36 A partir de esos resultados el liberalismo optó por emprender la lucha en el parlamento, suponiendo equivocadamente que en esa institución era donde se tomaban las verdaderas decisiones políticas del país y que el gobierno conservador tendría que subordinarse a sus dictados. Así, adop­ taron la táctica de utilizar su mayoría parlamentaria para bloquear cual­ quier iniciativa del Ejecutivo e ir preparando el terreno que los hiciera in­ vencibles en las elecciones presidenciales de 1950; con un elemento adicio­ nal que creían ahora favorable: ya no se encontraba el temido e incómodo caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán. Después de instaladas las sesiones ordinarias del Congreso el 20 de julio de 1949, los liberales iniciaron su labor de torpedear al gobierno. Para el efecto empezaron por proponer leyes que iban manifiestamente en contra del conservatismo. Entre esos proyectos se destacaban: la policía debía funcionar bajo el control del Legislativo; elección directa de gobernantes; aprobación por parte del parlamento de cualquier nombramiento en el

3 4 B .P . Gilhodes, op. cit., p. 252. 35.En el mencionado comunicado se decía: “La colaboración liberal no tenía sentido ni jus­ tificación sino en cuanto con ella se consiguiera que el gobierno fuera imparcial y otor­ gara garantías iguales a todos los ciudadanos. Si los hechos demostraban, lo demostra­ ron, que a pesar de la composición mixta del gobierno, las autoridades conservadoras practicaban o protegían la violencia y la indebida coacción sobre el electorado liberal, sin que el presidente de la República adoptara medidas eficaces para evitarlo, la cooperación perdía toda razón de ser y no podía servir más que para cubrir con un mentiroso manto de legitimidad los crímenes y los atropellos de que se hacía víctima al liberalismo” . Direc­ torio Nacional Liberal, citado p or P. Oquist., op. cit., pp. 236-237. 36.P. Oquist., op. cit., p. 137.

19 gabinete ministerial; pero lo más importante, mediante una reforma cons­ titucional exigían el adelanto de las elecciones presidenciales.37 Ospina no aceptaba en su totalidad las reformas planteadas por los libera­ les pero sí estaba dispuesto a conciliar y a llegar a un acuerdo con sus ad­ versarios, ya que no veía con buenos ojos la posible elección de Laureano Gómez para la presidencia de la República con un programa tan extrema­ damente retardatario y sectario. El presidente respondió a los liberales que aunque no aceptaba al pie de la letra las reformas, consideraba que un acuerdo entre los partidos debía conducir a una forma de gobierno en que éstos se turnarían en la presidencia a partir de 1950 (similar fórmula a lo que luego constituirá el Frente Nacional). Los liberales, confiando en su superioridad en el Congreso y subestimando la capacidad política de Ospina y el conservatismo, se negaron a aceptar tal propuesta.38 La suerte estaba echada y el antagonismo entre los dos partidos se hacía más virulento. La violencia se radicalizaba en distintas zonas del país. La postulación de los dos candidatos para las elecciones del cincuenta no hizo sino atizar la hoguera de los odios partidistas y sectarios. Laureano Gómez, el “ monstruo” , fue postulado por su partido enarbolando un programa anti-comunista y sosteniendo que el país debía defenderse de los embates de la revolución mundial que, según su maniqueísmo, estaba patrocinado por el liberalismo criollo.39

Por su parte, los liberales lanzaron la candidatura de Echandía, que sólo duró unas cuantas semanas. Después éste retiraría su postulación amena­ zadoramente.40 Luego del retiro de esa candidatura, los liberales procla­ maron a los cuatro vientos que efectuarían un juicio público en el parla­ mento contra el presidente por su complicidad en los sucesos de la violen­ cia. Este juicio, en el que participarían los más importantes dirigentes li­ berales (como el propio Echandía y Carlos Lleras Restrepo), debia iniciar­ se el 9 de noviembre, dos días después del retiro de la candidatura de Echandía. Los liberales no contaban con que las puertas del “ glorioso” parlamento colombiano estaban franqueadas por el ejército, que les impedía entrar a ocupar sus confortables curules dentro del recinto sacro de la democracia colombiana. A l tiempo, Ospina declaró turbado el orden público, limitó las libertades constitucionales, prohibió las reuniones públicas, impuso la

20 censura de prensa y dispuso el control directo de los gobernadores por parte del ejecutivo.41 Ante el fracaso de su tentativa de golpe parlamentario, los liberales opta­ ron confusamente por la vía de la acción de masas mediante la realización de una huelga general convocada para el 25 de noviembre. Confusa, tími­ da y contradictoria fue la preparación previa del proyectado paro: en vis­ ta de los recuerdos del 9 de abril, optaron porque la huelga fuera pasiva, no‘ obstante qüe desde hacía unas cuantas semanas apoyaban en la prácti­ ca las guerrillas liberales de los Llanos orientales.42 Sin tener claro en qué radicaba lo pasivo y lo activo, Echandía salió a la calle en manifestación pública el 23 de noviembre. Bien pronto fue atacado por las fuerzas o fi­ ciales y aunque salió ileso, en la refriega murió un hermano suyo, Vicen­ te, y unos cuantos acompañantes. Como la rebelión parlamentaria, la huelga general fue un rotundo fracaso para los liberales. Estas demostra­ ron que eran incapaces y que únicamente podían ser “ audaces” como el 9 abril cuando, para detener la protesta popular, se subordinaron a los dictados de Ospina, ante el peligro de ver amenazados sus intereses de clase.

37

James Henderson. Cuando C olom bia se desangró. Un estudio de la Violencia en M e ­ tró p o li y P rovincia. El Ancora Editores. Bogotá. 1984. p. 170

38 Ibid. 39 Laureano Góm ez afirmaba: " Som os uíctimas de una diabólica coerción, vamos forzados y constreñidos p or maniobras ideadas p or el espíritu de la revolución, que con ellas es­ pera dar el golpe de muerte a la cristiana civilización de Colom bia". Citado p or Juan M a­ nuel Saldarriaga. Laureano Gómez o la tenacidad al servicio de la ju sticia y de la patria. Editorial Granamérica. Medellín, 1950. p. 130. 40 En el m om ento de renunciar a la candidatura presidencial Echandía sostuvo: " Y o quiero notificarle al partido conservador y al gobierno que la extensión de la violencia oficial no nos intimida: nosotros no vamos a permitir pasivamente el asesinato de nuestros inocen­ tes e indefensos compatriotas que están cayendo p or cientos, p o r el simple crimen de ser liberales". Citado por James Henderson, op. cit., p. 174. 41.J. Henderson, op. cit., p. 174. Oquist, op. cit., p. 239 y s.s. Germán Guzmán. La Vio­ lencia en C olom bia. T om o 1. Ediciones Tercer Mundo, 1962, pág. 64. 42. J. Henderson, op. cit., p. 174.

I------. Para completar su estruendosa derrota, el 27 de noviembre fue elegido Laureano Gómez como presidente del país. Después de las torpezas políti­ cas de los liberales, quedaba totalmente despejado el camino para los con­ servadores y la Violencia se enseñoreaba todavía más sobre el nublado panorama del país. Claro que ésto no importaba para nada a las clases dominantes del país que desde 1949 anunciaban públicamente el notable crecimiento de la economía colombiana y los índices inimaginables de dividendos y ganancias que obtenían en sus empresas.43

De los gobiernos de Laureano Gómez y Urdaneta Arbeláez a la caída de Rojas Laureano Gómez llegó a la presidencia de la República luego de una dilatada campaña política que se remontaba a más de 40 años de activi­ dad pública prácticamente ininterrumpida. Admirador incondicional del falangismo y del gobierno de Franco en España, simpatizó abiertamente con las potencias del eje al comenzar la Segunda Guerra Mundial44 pero, ante las presiones norteamericanas contra el diario El Siglo,45 moderó su posición y al final de la guerra estaba ya convencido de que el destino del país se encontraba indisolublemente ligado a la suerte de la democracia norteamericana, sistema de gobierno al que había criticado acerbamente en los años veinte, treinta y comienzos de los cuarenta. Vencido ya ese obs­ táculo, tanto Laureano Gómez a nivel personal como el conservatismo en bloque estaban en condiciones de contar con el apoyo norteamericano en caso de regresar al poder. Con estos antecedentes, Laureano Gómez fue uno de los gestores del triunfo de Ospina en 1946 y temporalmente alivió, en plena campaña elec­ toral, su tradicional oposición a los liberales. Y a durante el gobierno de “ Unión Nacional” enfiló sus baterías contra el partido opositor, convir­ tiendo en una de sus consignas centrales la lucha contra el supuesto frau­ de electoral que preparaba el liberalismo al poseer un millón ochocientas mil cédulas falsas. Fue funcionario del gabinete de Ospina y uno de los organizadores de la Novena Conferencia Panamericana, ante la cual ac­ tuó como representante oficial del gobierno. Cuando se produjeron los sucesos del 9 de abril desempeñaba el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores. Ese día se convirtió en uno de los per-

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22__________________________________________________________ __ sonajes más buscados por la enfurecida multitud, que lo acusaba de ser el directo responsable del asesinato de Gaitán. El líder conservador debió esconderse y soportar la destrucción de sus propiedades y de su diario El Siglo. Para completar, durante el desenlace de los sangrientos sucesos, su cabeza rodó como canciller y se vio forzado a un auto-exilio en el ex­ tranjero. Trago amargo que no olvidaría fácilmente. Laureano Gómez estuvo convencido desde un comienzo de que el 9 de abril fue una abortada revolución comunista que contó con la complici­ dad directa de los liberales, y además consideraba que la frustrada insu­ rrección era simplemente un eslabón en la extensa cadena subversiva del comunismo internacional contra nuestra civilización cristiana.46 Por esta razón él se consideró como el abanderado número uno de la patria en de­ fensa de las tradiciones cristianas de la civilización colombiana y para de­ tener el comunismo ateo y al liberalismo masónico, su “ quinta-columna” . Este se constituyó en el eje de su programa de gobierno, que no contó con una oposición real dado que los liberales se abstuvieron de participar en las elecciones presidenciales de mediados del siglo. Con tenacidad, el viejo líder conservador se dio a la tarea de desmontar el orden constitu­ cional vigente para sustituirlo por un régimen corporativista de estilo franquista; medida que era el resultado directo de la entronización en el aparato de Estado de un sector minoritario del partido conservador y de la expansión de la violencia a un nivel inusitado.46,4

43. Rafael Saquero, “La Econom ía Nacional y Política de Guerra”, en C olom bia : Estructura P olítica y A graria. Ediciones Estrategia. Bogotá, 1971, pp. 83 y s.s.

44. CF. Los documentos presentados en “G óm ez pedía ayuda a Franco en 1939". E l Espec­ tador, noviembre 8 de 1949, p. 12. 4 5. Presiones detalladas p or David Bushnell. Eduardo Santos y la P olítica del buen vecino. El Ancora Editores. Bogotá, 1984 4 6. Los artículos del periódico El Siglo abundan en este sentido, especialmente luego de su reaparición, a las pocas semanas de la destrucción de su sede p o r las multitudes enfure­ cidas durante el 9 de abril de 1948. 46A. Sobre el anti-comunismo visceral de Laureano Góm ez y el carácter corporativista de la reforma constitucional de 1953 cf. James Henderson, “El proyecto de Reforma Consti­ tucional de 1953 en Colom bia". En A .C .H .S .C .. N o. 13-14, 1985-1986, pp. 261-279.

Desde el gobierno el laureanismo pretendía erradicar cualquier forma de oposición, la que siempre, como en el contemporáneo macartismo de Es­ tados Unidos, era considerada comunista. Esa labor tuvo diversas impli­ caciones en todos los órdenes de la vida nacional, implicaciones que por ahora enumeramos ya que luego serán retomadas en el curso de estas pá­ ginas. Por una parte, a nivel político la acción laureanista radicalizó aún más la violencia, que adquirió todavía un tinte de mayor cariz partidista, ya que en distintas veredas y rincones de la patria la persecución por el color político se hizo más manifiesta. A l mismo tiempo, los liberales, en forma contradictoria, asumieron el reto laureanista: fanfarroneando amenaza­ ban con la resistencia armada generalizada y con enfrentar abiertamente al gobierno, pero en la práctica impulsaban tímidamente el movimiento guerrillero como forma de presión, y no con el objetivo de que se consti­ tuyera en una forma alternativa de recuperar el poder. Así las cosas, los prohombres del liberalismo, ante el temor que despertaba la radicalidad del movimiento armado, prefirieron agachar la cabeza y con el tiempo identificaron a los mismos guerrilleros, que ellos contribuyeron a gestar, con los bandoleros comunes y corrientes.47 El Sectarismo Laureanista no sólo afectó a miembros del partido liberal sino a otras corrientes del partido gobernante, empezando por la fracción acaudillada por el expresidente Ospina, que consideraba como peligroso el giro extremo a que conducía la política preconizada por el primer man­ datario, que bien podía manifestarse — como de hecho estaba sucediendo— en el incremento de la oposición armada. De tal forma que andando el tiempo, el régimen laureanista llegó a contar con la oposición de todo el “ país político” incluyendo a la totalidad de las fracciones liberales y al alzatismo y ospinismo dentro de su propio partido. Estas contradicciones serán esenciales a la hora de considerar la suerte del gobierno antes del 13 de junio de 1953, cuando emergió la “ figura” providencial de un anodino militar de la República, formado en los Estados Unidos y en cuya hoja de vida se encontraba, como principal servicio prestado al bipartidismo, la sangrienta represión a que sometió a los amotinados del 9 de abril en la ciudad de Cali.48 De otra parte, en el plano militar Laureano Gómez continuó con la incor­ poración del país en el ámbito de la Guerra Fría, auspiciada por diversas administraciones norteamericanas. Hacia 1950, ya habían pasado para

Laureano los tiempos en que era un ferviente antinorteamericano,49 y en que denunciaba el papel expansionista del gobierno de ese país. En ese momento Laureano, como buen continuador de las administraciones libe­ rales de Olaya en adelante, aparecía como el principal agente y portavoz de los intereses del imperialismo norteamericano en nuestro país, hasta el punto de que durante su gestión se presentó el tristemente célebre envío del “ Batallón Colombia” a Corea. Este tan sólo fue un aspecto de la for­ ma como en ese tiempo incrementaron sus intereses las firmas norteame­ ricanas en el país; se establecieron nuevos pactos militares y diplomá­ ticos; se adoptó el anti-comunismo como doctrina oficial del país des-

4 7.El testimonio de un liberal retrógrado co m o Juan Lozano es muy revelador sobre la con ­ ducta asumida p or los altos jerarcas liberales frente al m ovim iento guerrillero, especial­ mente el de los Llanos. Concretamente Lozano afirmó: "Era de pensarse que los em i­ nentes hombres públicos del liberalismo que llevaron hasta el último extrem o la lucha civil y legal contra el gobierno del D octor Ospina, y que com prom etieron al pueblo en esa lucha, estaban espiritual y personalmente preparados para afrontar las consecuencias de sus actos; y que ganados de mano p o r el gobierno, sentirían la responsabilidad que habían contraído con sus copartidarios humildes y pondrían todos los medios para resis­ tir al poderío del Estado desbordado de sus cauces legales y humanos lanzado al colérico exterminio de las masas rurales del liberalismo. N o fue así, sin embargo. Sino que p or el contrario, cuando la violencia oficial planificada se estrelló con los pueblos, y las gentes del cam po se vieron ante la alternativa de perecer o resistir y optaron p or la resistencia, entonces los prohombres liberales, hasta ayer tan valerosos, exigentes e insatisfechos, o se recluyeron en sus casas y particulares ocupaciones, u optaron p or la circunspección, la moderación, las buenas rnanerns, la cabeza fría, los amistosos acercamientos y los res­ petuosos memoriales. Fue de esta guisa com o, con el tácito consentimiento de los jerar­ cas liberales, en el léxico conservador, que era el léxico oficial, guerrillero y bandolero se hicieron sinónimos. El gobierno decía que estaba luchando contra bandoleros, salteado­ res, malhechores; y el liberalismo oficial decía que no fueran a confundir al liberalismo auténtico, con esos malandrines. En ese clima transcurrió una década, fueron muertos p or la fuerza pública doscientos mil ciudadanos liberales, p or lo menos, y regiones ente­ ras de la República quedaron devastadas. P ero tuvieron los conductores liberales la satis­ facción de mostrarse ante los gobernantes violentos co m o admirables pacifistas”. Citado en A . Alape. L a Paz.... pp. 93-94.

48.

Gonzalo Bermúdez, E l pod e r m ilitar en C olom bia. D e la C olon ia al Frente Nacional, Ediciones Expresión, Bogotá. 1982, p. 82, Silvia Galvis y Alberto Donadío, E l je fe Su­ prem o. R ojas Pin illa en la violencia y en el poder. Editorial Planeta, Bogotá, 1988, p. 117 y s.s.

49.Algunos aspectos sobre la época en que Laureano profesaba un abierto antinorteamericanismo se encuentran en: J. Henderson. Las ideas de Laureano Gómez. Ediciones Ter­ cer Mundo. Bogotá, 1985 (obra de fuerte sabor apologético) pp. 238-240.

25 pués de los sucesos del 9 de abril: se convirtió en una moda el asesoramiento por misiones norteamericanas de “ desarrollo” económico, etc.50 En tercer lugar, durante el régimen laureanista los reductos más beligeran­ tes del movimiento obrero y popular fueron destruidos; en el plano ur­ bano desaparecieron, literalmente hablando, las huelgas y manifestaciones políticas de los trabajadores. Las anteriores organizaciones sindicales fueron prácticamente eclipsadas y la Unión de Trabajadores de Colombia, U .T.C ., apareció como la central oficial que, controlando los nuevos renglones industriales del país, instauró nuevas formas de vinculación laboral, adecuadas a los intereses de los industriales y de otras fracciones de la burguesía colombiana. El desarme del movimiento popular generó el deterioro de sus condiciones de existencia, el prolongado desangre de sus economías por la incontrolable inflación y un acelerado proceso de concentración del ingreso en manos de una exigua minoría.51 Es decir, que durante el régimen laureanista se acentuaron las caracterís­ ticas centrales del proceso de Violencia, particularidades que no eran dis­ tintivas únicamente de ese gobierno, como diversas interpretaciones, so­ bre todo liberales, tienden a mostrarlo.¡En general se presentaba una re- \Q cúrrente crisis de las formas tradicionales de ejercer el poder por las fuer- ¥ zas bipartidistas. La Violencia era tan sólo una manifestación más de dicha crisis. Política que no se correspondía mecánicamente con una crisis económica, puesto que al mismo tiempo se presentaba un notable desarro­ llo del capitalismo colombiano* Pero si las cosas eran así, cabría preguntarse: ¿Por qué razones se produ­ jo el derrocamiento del régimen laureanista? A nuestro modo de ver, la respuesta de este problema debe contemplar dos aspectos mutuamente relacionados: de una parte, el intento de erradicar cualquier forma de oposición viniera de donde viniera, lo que significó el reagrupamiento de diferentes fuerzas del bipartidismo, que veían en dicho intento un grave peligro para la preservación del sistema tradicional de dominación predo­ minante en el país: de otra parte, la protesta social en los campos adqui­ ría síntomas desestabilizadores — aunque no de tipo revolucionario— , que amenazaban la estabilidad política del régimen, y alteraban en alguna medida el proceso de acumulación de capital que en ese momento conocía un importante período de auge.52 El extremo sectarismo del gobierno Gómez-Urdaneta implicó la pérdida del último soporte de legitimación en que frágilmente se apoyaba: las Fuerzas Armadas. Perdida su legitimi-

26 dad dentro del conjunto de las fuerzas políticas, no pudo resistir el empu­ je de éstas que, ahora, recurrieron al golpe de estado, un mecanismo po­ lítico poco común en la historia contemporánea de Colombia.

50. A unque en realidad la primera Misión de importancia en su género —la de 1949— no era en sentido estricto norteamericana, pues venía a nombre del Banco Internacional de Reconstrucción y F om ento (B IRF), sí estaba bastante influida p o r los planteamientos “desarrollistas" típicos del pensamiento económ ico y social norteamericano. La citada M i­ sión presidida p o r el economista de origen canadiense L. Currie, visitó a Colombia entre el 11 de julio y el 5 de noviembre de 1949. Incluía 14 expertos internacionales en las áreas de Agricultura, Salud, Economía, Finanzas Públicas y Banca, Balanza de Pagos, Industria, Energía, Petróleos, Transportes y Servicios Comunales. Hasta esa fecha fue la Misión internacional más importante de las venidas a Colom bia y la pionera en impulsar el discurso ideológico sobre el “desarrollo”. Cf. Arturo Escobar, “La invención del desa­ rrollo en C olom bia” . En Lecturas de Econom ía, N o. 20, mayo-agosto de 1986, pp. 1133. C o m o una muestra de la importancia que la Misión le atribuía a su estudio de C o ­ lombia y a sus recomendaciones en materia de política económ ica y social, entre sus conclusiones sostenía: “Esta es una oportunidad única en la larga historia de C olom bia ... ya se han establecido organizaciones internacionales y entidades en países desarrollados con el propósito de ayudar a los países subdesarrollados tanto técnica co m o financiera­ mente. S ó lo se necesita ahora un esfuerzo decidido p o r parte de los colom bianos mis­ m os para inaugurar un períod o de desarrollo am plio y rápido. D ich o esfuerzo le p erm i­ tiría a C olom bia n o sólo lograr su salvación (sic), sino también convertirse en un inspi­ rador ejem plo para el resto del m undo subdesarrollado” . Citado en A. Escobar, op. cit., p. 14. (El s u b r a y a d o es nuestro). 51. Una clara muestra de la form a co m o se concentraba el ingreso en un reducido círculo de la sociedad colombiana se patentiza al considerar las siguientes cifras: C O M P A R A C IO N E S D E L A D IS T R IB U C IO N D E L IN G R E S O , 1934-36, 1951, 1964. Todos los sectores económ icos Coeficiente de Gini Participación del 5 % superior 10% 2 0% 30% 5 0% 2 0 % inferior

1934-36 0.553 38.41 48.16 60.79 70.14 83.79 3 .78

1951 0.602 ■ .633 40.00-42.22 51.15-53.90 64.95-67.68 74.29-77.01 86.14-88.00

1964 0.57 33.66 47.87 63.10 73.73 86 84

2.49- 3.00

3.30

Fuente: Miguel Urrutia y Albert Berry, op. cit., p. 141. El cuadro anterior señala có m o en el período de 30 años, entre 1934-64, la co n ­ centración del ingreso prácticamente se mantuvo inmodificable, e incluso a comienzos de los años cincuenta, en plena Violencia, tendió a acentuarse. El coeficiente de C oncen ­ tración de Gini — usado co m o u n indicador del grado de concentración del ingreso entre una población determinada— muestra có m o en general la concentración del ingreso era más acentuada en 1964 (con un coeficiente de .57) que treinta años antes (que era de .553). A sí mismo, tan sólo el 20 p o r ciento de la población controlaba el 63.1 0% del ingreso en 1964, mientras que en 1934 ese mismo 2 0 % concentraba el 60.7 9% del in­ greso. P o r su parte, el 2 0 % de la población de los estratos más pobres se hizo más

27 De esta forma, el 13 de junio de 1953, el General Gustavo Rojas Pinilla llegó a la presidencia de la República casi contra su voluntad e impuesto por los distintos grupos conservadores opuestos al laureanismo.53 El golpe de “ opinión” de Rojas fue recibido sin disimulo por los liberales en blo­ que y por las fracciones alzatista y ospinista del partido conservador. Estas mismas fuerzas serán fundamentales para entender el desarrollo de la administración Rojas, su posterior caída y el surgimiento del Frente Nacional. Las primeras manifestaciones públicas de Rojas indicaban el carácter del golpe del 13 de junio y los objetivos de las fuerzas que lo habían fraguado y que se encontraban detrás de él. Dos puntos fueron recalcados reitera­ damente durante los primeros meses de su administración: preparar el pais para el retorno a la “ normalidad constitucional” y, crear las condi­ ciones para la erradicación de la Violencia. La primera medida sólo sería factible si se alcanzaba en el corto y mediano plazo la segunda. Y para implementar esta última desde un comienzo se tomaron distintas disposi­ ciones encaminadas a lograr la desmovilización de los distintos frentes guerrilleros.54 A l comienzo el proceso fue efectivo ya que se logró la desmovilización de importantes frentes guerrilleros, tanto en los llanos como en otras re­ giones del país.55 Esta supuesta erradicación de la violencia significó el afianzamiento temporal del gobierno militar y el respaldo de los distintos sectores bipartidistas — con la lógica excepción del laureanismo— . El prestigio del gobierno de Rojas se vio incrementado por la favorable coyuntura cafetera vivida desde 1954, que representó un notorio incre­ mento de divisas por el aumento del precio del grano colombiano a nivel internacional. En este contexto favorable, durante los dos primeros años de su administración se presentó una “ luna de miel” entre éste y las fuer­ zas bipartidistas antes señaladas.56 Tan clara fue esta “ luna de miel” que el gobierno militar contó con un sólido respaldo de los dos partidos con motivo de la masacre de estudian­ tes en 1954. Los dos partidos no tuvieron ningún im^ dimento para apro­ bar las declaraciones oficiales, en que se acusaba a miembros del comu­ nismo nacional e internacional de ser los directos instigadores de las movi­ lizaciones estudiantiles que ocasionaron los luctuosos acontecimientos. Poco importaba que dichas movilizaciones sólo fueran conmemorativas

28 pobre durante las tres décadas consideradas, pues sus ingresos tan sólo representaban el 3 .7 8 % del total en la primera fecha considerada y esa participación en el ingreso cayó a 3 .3 0 % , treinta años después. ' El coeficiente de concentración de Cini entre más se aproxime a 1 indica un mayor grado de concentración del ingreso entre un núm ero m enor de personas. P or ejemplo a comienzos de los años sesenta Colombia tenía uno de los mayores coeficientes de con ­ centración del Ingreso (co m o ya se dijo .57) sólo superado p or Brasil, con .59. Cf. M. Urrutia y A . Berry, op. c i t , p. 56. 52. Los datos estadísticos suministrados p o r la oficina de Rehabilitación producen un doble efecto. Permiten darse cuenta de có m o fue de amplia el área nacional devastada y de profundo el impacto de la violencia. Y consecuencialmente, cuánto esfuerzo ha tenido que hacerse para remediar en parte la desgracia. 305 municipios y los Llanos sufrieron el azote. Sus gentes se dispersaron caóticamente. La tierra no tuvo brazos para la siem­ bra. Las parcelas y heredades cambiaron de dueño, al socaire de una ilícita posesión, nacida del im perio de la fuerza. Coordinar la inmigración a las aldeas deshabitadas, devolverle al campesino su fe en el porvenir de la tierra, habituarlo a la paz, al juego de la normalidad, no era —no podrá ser— obra de pocos días. La pacificación está lograda. P ero dejarla estancar sería una tarea frustrada. Hay que seguir con lo que p u ­ diera llamarse la silenciosa revolución de la tierra. Esas diecisiete mil y más personas reincorporadas al agro necesitaban una orientación, una continua asistencia. A! alambre, al azadón, al machete que se les ha regalado, conviene imprimirles un más adecuado sistema de empleo. Se necesita elevar los índices de productividad del hombre co lom ­ biano. Imprimirle una dinámica de trabajo nacional". E l Tiem po, julio 6 de 1954. 53. Para un recuento de los diversos acontecimientos que precedieron al golpe de 1953 pueden consultarse los trabajos ya citados de J. Henderson, A . Alape, además de Jhon D. Martz. C olom bia, un estudio de p olítica contemporánea. Ediciones Universidad N a­ cional. Bogotá, 1969; Carlos Uran. R ojas o la manipulación del poder. Carlos Valencia Editores. Bogotá, 1983; Renán Vega. "Abajo la Dictadura", en fascículos de Historia de C olom bia. Editorial Oveja Negra, N o . 28, 1986. 54. Alfredo Molano. Am nistía y Violencia. Editorial C IN EP. Bogotá, 1980, p.p. 13 y s.s. 55. G. Sánchez, "La amnistía o las etapas de la guerra en C olom bia” en Revista de Exten­ sión Cultural de la Universidad Nacional, sede Medellín, N o. 13, 1983. 56. A finales de 1954 el expresidente López Pumarejo todavía consideraba benéfico el golpe de Rojas, pues pensaba que “La intervención de las Fuerzas Armadas para rectificar el pasado que llevaba la Repúbli­ ca y restablecer la confianza en las instituciones ha sido sumamente fecunda. Colombia ha recobrado en 18 meses gran parte de su equilibrio antiguo y ahora busca con legíti­ m o afán las vías de regreso al régimen democrático, convencida, p or una real experien­ cia, de que es muy preferible a cualquiera de los que hemos ensayado, o estuvimos a punto de ver adaptados para sustituirlos o desvirtuarlos”. Semana, N o. 427, enero 10 de 1955. Pronto, co m o se sabe, el expresidente cambió de parecer y el gobierno rojista se convirtió para los políticos bipartidistas en la más odiada de las tiranías.

29 o que hubieran sido originadas por cuestiones reivindicativas internas, en las que participaban con más prominencia fuerzas vinculadas al libera­ lismo.57 Pero la “ luna de miel” duró poco tiempo, y antes de dos años las relacio­ nes entre el, ahora si, “ dictador” , y las fuerzas del bipartidismo, empeza­ ron a deteriorarse. Este cambio de frente en las relaciones entre los secto­ res políticos tradicionales y del gobierno de Rojas estaba directamente reracionada con una serie de hechos económicos, políticos y sociales del momento. Entre los principales aspectos coyunturales, desde el punto de vista económico, sobresalió el viraje en el ciclo económico del capitalismo colombiano, influido nuevamente por la alteración en las cotizaciones internacionales del café, lo que repercutió en la caída de divisas, en el proceso de industrialización y en el conjunto de la economía nacional.58

Desde el punto de vista político el panorama se tornó bastante complejo por el desarrollo interno de la administración militar que, a despecho de sus manifestaciones iniciales y contra los intereses del bipartidismo, inten­ tó tímida y contradictoriamente seguir su propio curso con independencia relativa de esas fuerzas. Los esfuerzos de Rojas abarcaban varios frentes: pretendía crear una central de trabajadores similar a la central peronista en la Argentina; intentaba consolidar una “ tercera fuerza” por encima de los dos partidos y de los sectores políticos tradicionales, aunque con­ tando con antiguos miembros de las dos colectividades: fundó sus propios medios de comunicación, distintos a los de la Gran Prensa.59

Por supuesto, estos intentos de seguir una vía independiente produjeron la inmediata reacción del bipartidismo. El gobierno, en una forma dema­ siado ambigua, se negó a tomar una posición definida: siempre intentó dotarse de una organización y sustentación propias, pero a esos propósi­ tos nunca les dio el impulso y la radicalidad que ameritaban. El biparti­ dismo estaba alerta, y la contradictoria política del general sirvió como catalizador para unir los intereses, hasta ese momento “ antagónicos” , de los dos partidos.60 Desde el punto de vista social, resurgió la Violencia en algunas zonas del país y se desencadenó la represión abierta contra cualquier manifestación popular, tanto a nivel urbano como rural, bajo el pretexto de estar com­ batiendo el “ comunismo internacional” .61

30 Con todas estas contradicciones ei gobierno militar fue perdiendo “ con­ senso” entre aquellas fuerzas y sectores que la habían llevado al poder en 1953. Las Fuerzas Armadas fueron el único soporte con que efímera­ mente contaba el régimen militar, por eso no dudó en considerarlas como una fuerza política deliberadamente, cosa que aterró a los políticos más avisores del bipartidismo.62 Porque si Rojas lograba convertir en una base de sustentación a las Fuer­ zas Armadas, las posibilidades de encauzar el sistema institucional demo­ crático burgués serían más remotos. Por esta circunstancia, desde antes de la caída de Rojas los distintos sectores políticos se dieron a la tarea de contrarrestar el “ pernicioso” influjo que el poder dejó en diversas capas militares, en el sentido de que éstas lo pudieran usufructuar directamente sin contar con la tutela y control de los partidos. 5 7 . Detalles sobre la masacre se encuentran ampliamente en El Tiem po, junio 9 a 20 de

1954. También, en Renán Vega, op. c it.; igualmente en Carlos Medina. Crónicas de Violencia. Com ité de solidaridad con los presos políticos. Bogotá, 1983, de la misma manera en William Ramsey. G uerrilleros y Soldados. Editorial Tercer Mundo. Bogotá, 1983, pp. 235 y s.s. Este último autor, fiel a su tradición de contrainsurgente en Filipi­ nas, Vietnam y Colom bia durante la violencia (experiencia que se encuentra reproducida en su libro Revolu ción Campesina 1950-1954, Editorial libros de Colombia, Bogotá, 1973), llega a concluir que en la movilización de estudiantes sí estuvieron involucrados agentes comunistas internacionales. 58. Cf. Luis Bernardo Flórez “El sector externo y los ciclos en la economía colombiana", en Cuadernos Colom bianos N o. 3, 1974. 5 9 . Para detalles al respecto ver las obras ya citadas de Uran, Martz y Fluharty.

60. A principios de 1955 el expresidente Santos era de los que todavía consideraba que “Los liberales nunca podrán entenderse con Mariano Ospina, Laureano Gómez, Roberto Urdaneta, porque tenían muchas cuentas pendientes con ellos”. Revista Javeriana, No. 211, febrero de 1955.

61. Información en este sentido se encuentra en Revista Javeriana N o. 215, julio de 1955; Igualmente en A. M olano, op. cit., pp. 37-39. 62. Alfonso López P ., comentando el equívoco del liberalismo sobre Rojas afirmaba: “Fue una engañosa ilusión en una hora de euforia democrática creer que las Fuerzas Armadas harían una obligación suya realizar el proyecto de constituir un gobierno que habría de mantenerse atento a las indicaciones y deseos de la opinión pública para h a ­ cerse fuerte con su ap o yo ” . “Mensaje a la Dirección Liberal Nacional”, reproducido en Nueva Frontera, diciembre 15 de 1980.

31 La dictadura, empero., dejó unas Fuerzas Armadas prontas a combatir a los “ enemigos” internos y dispuestas a mantener el orden establecido sin necesidad de monopolizar los altos puestos de la administración del Esta­ do: aunque esa misma administración se militarizó en extremo y recurrió, en forma permanente, al Estado de Sitio y a otros mecanismos coerciti­ vos similares para garantizar el orden para las fuerzas bipartidistas que derrocaron al gobierno de Rojas en mayo de 1957. En efecto, desde el interior del gobierno militar se gestaron las condicio­ nes que originaron el Frente Nacional y que restablecieron la tan cacarea­ da “ concordia” entre las “ fuerzas vivas” del país. El frente Civil, que fue el embrión del futuro Frente Nacional, venciendo los obstáculos que toda­ vía colocaba el exilado Laureano Gómez, se constituyó en 1956 y fue gestando una conspiración subversiva para derrocar al “ tirano” , que la mayor parte de esas mismas fuerzas habían colocado en el poder cuatro años atrás. Como por encanto se borraron las profundas diferencias políticas de anta­ ño y los dos partidos se identificaron en lo fundamental: la necesidad de unirse para terminar con el “ usurpador” que incumplía sus promesas de un pronto retorno a la legitimidad constitucional.63 Ante el estrechamien­ to de su base social de legitimidad, el gobierno de Rojas quedó aislado, incluso de la propia cúpula militar, y desde mediados de 1956 tuvo que soportar toda una conspiración subversiva de los gremios, los bancos, las industrias, el comercio organizado y, por supuesto, los partidos tradi­ cionales.64 Fueron los instantes en que hasta la alta jerarquía eclesiástica se tornó subversiva y sus pastorales estaban destinadas a que Dios iluminara los corazones de los dirigentes del bipartidismo, para expulsar al dictador que se atrevió a “ manchar” los sacramentos religiosos en distintos recintos sagrados (pero especialmente en la aristocrática iglesia de la Porciúncula en Bogotá, desde donde su párroco repartía maldiciones a diestra y sinies­ tra contra el “ dictador” ).64*

Las jornadas de mayó dieron al traste con el gobierno rojista e implan­ taron una junta militar de transición, que luego entregó el poder al Frente Nacional. A partir de ese momento los prohombres del Frente bipartidista se esforzaban por demostrar que los partidos tradicionales nada tenían

32 que ver con lá Violencia sino que ésta era una pesada herencia de la dic­ tadura. Se pretendía así que la violencia era una cosa lejana y exótica, muy dis­ tante de las tradiciones “ civilistas” de la República y su “ sistema demo­ crático” , y de la cual el principal instigador fue aquel individuo que osó pensar en sustituir las formas tradicionales de dominación bipartidista.65 Así, la Violencia dejaba de existir como un complejo problema estructural para ser considerado como un asunto de orden público.

El movimiento obrero y popular durante la Violencia En los primeros años de los gobiernos conservadores aumentó la pro­ testa obrera y popular, principalmente a nivel urbano, la que estaba aso­ ciada con dos hechos fundamentales: la crisis de la hegemonía liberal sobre dicho movimiento, expresada con más fuerza en el trato represivo que el gobierno de Lleras dio a la huelga la Federación de Trabajadores del Transporte Marítimo y Fluvial, Fedenal, en diciembre de 1945, y el apaciguamiento de los enfrentamientos entre el gaitanismo y los sectores sindicales dirigidos por el partido comunista, no obstante que esa alianza fuera contradictoria de parte y parte y que la ideología liberal influyera bastante en las acciones del partido comunista. 63. A finales de 1955, Alberto Lleras pretendía mostrar que no existían razones válidas “para que todos los colom bianos... no nos entendamos, a un lado de los partidos, por encima de ellos, en su asentimiento o sin él, creando así una fuerza nacional[_ que no ponga co m o primera condición para que la República vuelva a ser vivible, que lo sea bajo la exclusiva y excluyente dirección de un grupo político determinado”. E l Espectador, n o­ viembre 29 de 1955. 64. Renán Vega C ., “Las jornadas de mayo de 1957 en Bogotá: La conspiración subversiva de los partidos, los gremios y el clero contra el gobierno de Rojas Pinilla". En C olom bia entre la Dem ocracia y el Im perio, Editorial El Buho, Bogotá, 1989. 64A . A l iniciarse la protesta organizada contra Rojas, patrocinada, financiada, y dirigida por los partidos y las clases dominantes, los clérigos ocuparon un lugar de primer plano para denunciar a Rojas, incluso a la salida de las iglesias se agitaba la consigna “Cristo sí, Rojas n o". Y el párroco de la aristocrática iglesia de la Porciúncula le predicaba a las señoras y señoritas de “bien" maldiciones de grueso calibre dirigidas contra Rojas: “Mal­ dición sobre el tirano, maldición sobre el hombre que ha llevado a la iglesia a esta situa­ ción ” repetía incansablemente el clérigo subversivo. CF. Renán Vega. “Abajo la Dicta­ dura", op. cit., p. 455. 65. Un argumento histórico de este tipo que abiertamente aplaude al Frente Nacional se en­ cuentra en John D. Martz, op. cit., pp. 239 y s.s.

33 Desde los primeros meses de la administración Ospina, se presentó un incremento en el nivel de luchas obreras y populares en las ciudades y se notó de la misma manera una gran agitación contra los intereses económi­ cos imperialistas (sobre todo petroleros) en nuestro país.66 De este movi­ miento huelguístico se destacaron los paros generales del 10 de marzo, 22 de abril y 13 de mayo de 1947 que originaron la parálisis de unos 25.000 trabajadores, y el paro ferroviario de Antioquia en ese mismo año que movilizó a 3.000 trabajadores.67 Particular importancia adquirió el movi­ miento huelgúístico en el Valle del Cauca, donde se presentaron paros en diversos sectores como los ferroviarios, los trabajadores de carreteras, los mineros y portuarios. En 1946 se encontraban en discusión, en el Valle del Cauca, 159 pliegos.68 La política laboral del gobierno de Ospina continuó la gestión adelantada por sus antecesores liberales, destacándose la represión abierta y la decla­ ración del Estado de Sitio como herramienta jurídica para detener la mo­ vilización popular. Otro argumento frecuente de la administración conservadora consistió en asimilar cualquier movimiento reivindicativo, por parcial y limitado que fuera, con las maniobras del “ comunismo internacional” para desestabili­ zar la democracia colombiana. En este sentido se destacan las apreciacio­ nes oficiales en torno a los paros generales de 1947 y a la huelga petrolera de comienzos de 1948.69 Pero el despertar del movimiento obrero-popular desde 1946 tenía pro­ fundas limitaciones. En primer término, su remezón se producía luego de una década de continua hegemonía por parte del liberalismo, lo que hacía que muchas de sus acciones todavía estuvieran influidas por esa ideología y fueran en cierto modo espontáneas; en segundo lugar, los sectores sindicales que movilizaba la C .T.C . cobijaban a los reductos de trabajadores del sector de las obras públicas (ferroviarios, tranviarios, choferes, portuarios, petroleros, estibadores, etc.) y no aglutinaba a la “ nueva clase obrera” , formada desde los años treinta, que se concentraba en la órbita de la industria fabril. Estos sectores fueron controlados y diri­ gidos, en buena parte, por el sindicalismo clerical y, desde 1946, constitu­ yeron la columna vertebral de la Unión de Trabajadores de Colombia, U .T.C . En esta medida, la protesta obrera que se gestó a partir de ese año cobijaba a los viejos sectores obreros que, prácticamente, se negaban a desaparecer ante las nuevas condiciones del desarrollo capitalista y que,

34 además, siempre habían constituido los batallones más firmes de la C .T.C . y del gaitanismo. Los trabajadores de la industria moderna, con­ centrados en ese momento en Antioquia, fueron controlados desde un comienzo por la U .T .C ., que se convirtió tanto cuantitativa como cuali­ tativamente en la central obrera más importante. Es decir que la hege­ monía del movimiento obrero se desplazó — caso raro en la historia de América Latina— del partido liberal al conservador, donde el clero se constituyó en el baluarte de ese partido dentro del sindicalismo. El proceso de afianzamiento de la U .T.C ., ratificado durante el gobierno de Ospina, estuvo directamente vinculado con la erradicación de influen­ cias socialistas y al predominio de una concepción de lucha gremialista y economicista en el seno del sindicalismo. En las nuevas condiciones, la mediación estatal no era necesaria para desarrollar la relación patrón-báse obrera, pues precisaba de una vinculación directa, donde el patronato burgués imponía sus condiciones a un movimiento obrero hegemonizado por la más atrasada de las ideologías: la impulsada por la doctrina social de la iglesia en compadrazgo con las concepciones del partido conser­ vador.70 El peso que adquirió la U .T.C . queda patentizado al observar la forma como crecieron sus sindicatos afiliados. Mientras que en 1948, 325 sindi­ catos agrupaban a 150.000 obreros, en 1950 ese número se habia incre­ mentado a 500 sindicatos y 200.000 trabajadores, el mismo número de afiliados que la C .T.C . tenía en 1947.71

66. MedófUo Medina. Historia del Pa rtido Comunista de C olom bia. Ediciones Colombia Nueva. Bogotá, 1980, pp. 525 y s.s. 67. Carlos Orí/z. E l desencadenamiento de la Violencia en C olom bia. Tesis de grado. Uni­ versidad de los Andes, Depto. de Ciencias Políticas, 1977, pp. 254-255. 68. M. Medida, op. cit., p. 521. 69. E l Siglo, distintas ediciones de enero de 1948. 70. Cf. Ana María Bidegain de Uran. Iglesia, P u eblo y Política , un co n flicto de intereses, 1930-1953. Facultad de Teología, Universidad Javeriana; igualmente M. Urrutia. Historia del Sindicalismo en C olom bia. Editorial La Carreta, segunda edición. Medellín, 1976, pp. 229 y s.s. 71. C. Ortiz, op. cit., p. 261.

35 El paso de una forma de organización sindical a otra, es decir, del sindi­ calismo que precisaba de la mediación estatal a aquel que privilegiaba las relaciones directas entre el patronato y los trabajadores generó resistencias entre los sectores sindicales ligados a la primera forma, predominante ba­ jo la “ República Liberal” . Así mismo, para su desmantelamiento, que se hizo difícil por la alianza entre el sindicalismo de la C .T.C . y el gaitanismo, fue necesario que el Estado acudiera primordialmente a la represión indiscriminada, como se demostró claramente en diferentes huelgas del período que terminaron en forma sangrienta.72 Y es aquí, justamente, donde radica el centro del problema para explicar el desencadenamiento de la Violencia como un proceso que se inició a nivel urbano y que después continuó en los campos. Es decir, que el norte de la lucha de clases indicaba el escenario principal del enfrentamiento: cuando fueron las masas urbanas, tanto obreras como de distintos secto­ res populares, las que se movilizaron radicalmente contra el Estado y los órganos de poder tradicionales, se gestó la “ Unión Sagrada” de las clases dominantes en contra de las clases subalternas.73 Alianza oligárquica que tuvo como primera preocupación desvertebrar esos núcleos más radicales para asegurar, por la vía más antidemocrática y retardataria, el manteni­ miento de la prosperidad económica que conocía el capitalismo colombia­ no desde finales de la Segunda Guerra Mundial. En este orden de ideas, y recurriendo a la hipótesis exploratoria de Daniel Pecaut, se pueden señalar algunas tesis centrales para explicar la relación y continuidad entre la Violencia Urbana de mediados de la década del cuarenta y la irrupción generalizada de formas de violencia en las zonas agrarias, después. La Violencia se inscribió entonces en el marco de las luchas sociales que adelantó la debilitada clase obrera colombiana después de 1945, y se generalizó luego de que esos sectores urbanos habían sido fuertemente golpeados.74 De ahí, justamente, que entre las distintas frac­ ciones de las clases dominantes se presentara un tácito acuerdo destinado a aplastar a las masas populares. Esta fue una constante de la política desarrollada por los gobiernos y partidos desde 1945 y que alcanzó su punto máximo luego del 9 de abril.

Además, el proceso de desarme ideológico y político del movimiento po­ pular se facilitó porque el propio liberalismo se opuso decididamente a la movilización que en su interior venía impulsando el gaitanismo. A l mismo

36 tiempo, los intereses de clase y las reivindicaciones específicas de los sec­ tores urbanos quedaron diluidos en la pugna interpartidista entre liberales y conservadores.7 45 7 3 La transformación de la lucha social en partidista, mucho más nebulosa y etérea, incidió para que la Violencia se “ trasladara” de las ciudades a los campos y rápidamente se entrelazara con la violencia gamonal de tipo partidista.76 Para darse cuenta de cómo la esfera política partidista despla­ zó a las reivindicaciones sociales, es pertinente señalar que las pocas pro­ testas urbanas que se pudieron efectuar después del asesinato de Gaitán privilegiaban más las denuncias del sectarismo conservador y de la violen­ cia desatada por el gobierno que cuestiones de tipo social o económico; tal fue lo que sucedió con el paro cívico y ferroviario anunciado para el 17 de mayo de 1949.77 La derrota histórica del movimiento obrero-popular, luego del 9 de abril, puede constatarse a través de algunos indicadores. Por ejemplo, el núme­ ro de trabajadores despedidos entre 1947 y 1949 aumentó notablemente, estando la mayoría de ellos vinculados a actividades sindicales o siendo afiliados al liberalismo o a la C .T.C . Algunos datos parciales sobre despidos en este periodo son presentados en el cuadro No. 1. Otro factor sintomático de la desarticulación del movimiento obrero se expresó en el número de huelgas realizadas. En 1952, en uno de los años más críticos de la Violencia, no se presentó ni una sola huelga, como se indica en el cuadro No. 2. 72. Ejemplos al respecto se encuentran en M. Medida, op. cit., p. 522. En una huelga de choferes organizada p o r F E A E TA V , en noviembre de 1946, fueron asesinados por el ejército dos trabajadores. 73. La expresión es de Daniel Pecaut. Classe auvrier et systema p o litiq u e en C olom bie. Te­ sis Doctoral Universidad René Descartes, 1979 T om o II, p. 829. 74. Ibid, p. 790. 75. C. Ortiz, op. cit., pp. 265-266. 76. Ibid. 77. Ibid, p. 329.

37 CUADRO N8 1

DESPID O DE TR A B A JA D O R E S . 1947-1949 Coltejer Sedal ana Rayón Viscosa Avianca Sind. Ferroviario de Antioquia Ministerio de Comunicaciones Ministerio de Educación Troco

1000 65 16 200 1000 127 60 (Liberales) 1500

Fuente: C. Ortiz. E l desencadenamiento... p. 249.

CUADRO Ns2

C O N F LIC TO S C O LE C TIV O S DE T R A B A J O P R IM E R SEMESTRE 1952 Arreglo Dto.

Antioquia Boyacá Cauca Cundinamarca Magdalena Norte de Santander Valle

11 3 l 25 1 8 3

Total

52

Conciliación

Arbitraje

Huelga



_

_













l



____













2

l

3

l



Fuente: DAÑE, B oletín mensual de estadística No. 22, diciembre de 1952, p. 48.

Total

n 3 1 25 1 8 6 56

38 Ahora bien, si se tiene en cuenta que a nivel político el Estado de Sitio se convirtió en una constante en la vida nacional, se podrá comprender el clima de represión laboral que existió durante todos estos años. El cuadro N o. 3 indica la manera como evolucionó el Estado de Sitio durante el pe­ riodo 1943-1958. A llí se muestra claramente tóm o su implantación ha es­ tado directamente ligada a fenómenos de protesta social urbana. Ese ins­ trumento de excepción se convirtió, ya desde ese momento, en norma per­ manente de tipo represivo para contrarrestar la movilización de las masas populares. Por consiguiente, el Estado de Sitio no es un fenómeno exclu­ sivo del Frente Nacional sino un legado jurídico del periodo de la Violen­ cia, que el régimen bipartidista se ha encargado de perfeccionar hasta límites insospechados, pero siempre con los mismos propósitos de la épo­ ca anterior.78

C U A D R O N o. 3

H IS T O R IA D E L E S T A D O D E S IT IO . 1943-1958 Fecha de Iniciación Motivo

Regiones

tFechas de Terminación

D.

M.

A.

D.

M.

A.

Tiempo Efectivo D.

M.

A.

H uelga de choferes

Caldas todo el país

07 10

10 07

43 44

16 22

10 02

43 4}

0 0

0 7

9 12

Bombas en la Catedral

B ogotá

12

06

45

19

07

45

0

1

8

H uelga de

V a lle Z .

Choferes

Pacifica

8

11

46

16

09

46

0

0

8

Sucesos N . de S.

N . de S.

17

01

48

10

04

48

0

2

23

T o d o el país

10

04

48

17

12

48

0

8

7

T o d o el país

09

11

49

27

08

58

7

9

18

Sucesos 9 abril Sucesos 9 de nov. de 1949

Fuente: F. Calderón. “ Estado de Sitio, militarismo y Estatuto de Seguridad” ; en D ocum entos P o lític o s N o. 134, Enero-Febrero de 1979. p. 16.

78. C o m o lo demuestra el excelente análisis de Gustauo Gallón Quince años de Estado de S itio en C olom bia 1958-1978. Editorial América Latina. Bogotá, 1979.

39 Si a la escasa movilización laboral, casi imposible por las condiciones de represión imperante, se agregan las pésimas condiciones de vida de la población obrera y popular, se tiene un panorama adecuado para visuali­ zar la otra cara de la moneda de los índices de crecimiento que muestra el capitalismo colombiano en esos momentos. Dado el estado incompleto de los datos es imposible construir un “ índice de miseria” (desempleo más inflación) de los sectores urbanos. Sólo se pueden señalar algunos as­ pectos aislados del costo de vida para la familia obrera a mediados de siglo. Durante buena parte del período considerado se nota el estancamiento e incluso la baja en los salarios reales. Tomando como base 1938, encontra­ mos la siguiente evolución de los salarios reales. C U A D R O N o. 4

S A L A R IO S RE ALES DE OBREROS EN L A IN D U S T R IA M A N U F A C T U R E R A DE C U N D IN A M A R C A , B O Y A C A , N. DE S A N T A N D E R Y S A N T A N D E R . 1946-1954 (1938 = 100) Año

Sin incluir prestaciones Sociales

Incluyendo prestaciones Sociales

1946 1947 1948 1949 1950 1952 1953 1954

112.3 118.0 109.2 115.9 114.4 114.1 107.8 102.9

114.5 120.4 112.4 119.8 118.8 119.5 113.4 108.7

F u e n te : A rru b la M ., U rru tia M . Com pendio de estadísticas históricas de C olom bia, e d ic io n e s U n iv e rs id a d N a c io n a l, B o g o t á , 1 9 7 0 , p . 7 6 , C u a d r o N o . 13.

La inflación galopante, en la práctica, drenaba el ingreso nominal de los trabajadores como distintos observadores de la época lo consignaron.79 Según un estudio de la época, elaborado por el economista Rafael Baquero a partir del análisis de las declaraciones de renta, se podía concluir:

40 “ E n 1945 aparecen 43 m illonarios y tres añ os después éstos su ben a 136. D u ra n te el m is m o tiem po, el n ú m ero d e sociedades c o n m ás d e un m illón d e p e s o s pasa d e 118 a 214. P e r o lo q u e resulta verdade­ ram ente escandaloso es la utilidad obten id a y la acum ulación de capital en m a n os d e un centenar d e person a s y d e 200 sociedades. . . . L a riqueza en p o d e r d e las person a s q u e tienen m ás d e u n m illón d e p e so s a u m en tó en el a ñ o de 1948 en m ás d e 125 m illones y la de las sociedades en 434 m illones. P o r otra parte, e l p a trim o n io d enun­ ciado p o r 136 m illonarios en 1948, equivalía al 1 1 .7 % d el p a trim o ­ n io total denunciable p o r p erson a s naturales y el d e las 214 socieda­ des representa el 8 6 .5 % del q u e tienen todas las sociedades existentes en C o lo m b ia . Estas cifras m uestran co n claridad indiscutible, q u e el p u e b lo c o lo m b ia n o trabaja y se e m p o b re c e cada día m ás p a ra ben e­ fic ia r a 136 m illonarios q u e seguram ente n o integran n i otras tantas fa m ilia s...

La ingerencia política de Estados Unidos durante la época de la Violencia A nivel internacional, la Violencia desatada en Colombia discurre en medio de la Guerra Fría, iniciada luego de concluida la Segunda Guerra Mundial. Como resultado de la confrontación mundial, los norteamerica­ nos reafirmaron su hegemonía en distintas partes del mundo, pero espe­ cialmente en América Latina. Esto, por supuesto, tuvo profundas impli­ caciones en el desarrollo de los acontecimientos políticos y económicos internos que discurrieron en el país. La hegemonía norteamericana sobre el país, empero, se gestó durante las “ progresistas” y “ nacionalistas” administraciones liberales de Eduardo Santos y Alfonso López Pumarejo.7 01 Simplemente el partido conservador 8 9

79. Entre otros Vernon Flubarfy, op. cit., y Rafael Baquero, op. cit., pp. 87 y s.s.

80. R. Baquero, op. cit., p. 88. 81. Silvia Galvis y Alberto Donadío, C olom bia Nazi, Editorial Planeta, Bogotá, 1986, pp. 62 y s.s'. En este libro se utiliza información confidencial norteamericana, que demuestra la actitud política complaciente de Eduardo Santos y López Pum arejo ante Estados Unidos. Cf. también Renán Vega, Crisis... pp. 66-71.

41 fue un continuador natural de lo realizado en este campo por el liberalis­ mo colombiano. Justamente el desenlace de la Guerra Mundial unificó a los dos partidos en lo relacionado con la política internacional, que supu­ so el reconocimiento pragmático de la hegemonía norteamericana. Desde luego, no se puede decir que linealmente las relaciones entre Esta­ dos Unidos y Colombia hayan transcurrido sin ningún tipo de contradic­ ciones. En realidad se presentaron desacuerdos y divergencias, sobre todo en aspectos circunstanciales o de coyuntura. Por ejemplo, durante la ad­ ministración Ospina se enfriaron las relaciones mtre los dos paises por varias razones: primero, por los viejos resquemores norteamericanos ante las tendencias pro-fascistas que habían existido en el seno del partido con­ servador: segundo, la creación de la Flota Mercante Grancolombiana no fue muy bien recibida por los armadores de Estados Unidos que conside­ raron esa empresa como una competidora inconveniente: y, tercero, las dudas del gobierno colombiano para firmar un nuevo tratado de “ paz. y amistad” con Estados Unidos que ratificara el de 1846. (Ese tratado fue, finalmente, firmado por Laureano Gómez en abril de 1951).82 Pese a esos “ malentendidos” , en los aspectos esenciales y estratégicos — como los referentes a ayuda militar, asesoramiento logístico, anti­ comunismo, préstamos y financiamiento externo para el “ desarrollo” , etc— no existían divergencias, como lo corroboraron los hechos poste­ riores, pues Colombia fue uno de los países del continente más incondi­ cionales ante Estados Unidos. Después de 1945 los intereses norteamericanos en el país se hicieron mu­ cho más complejos y diversos, abarcando distintas esferas: el impulso a los primeros programas de planeación económica y social (entre los cuales sobresalió la Misión Currie); el notorio incremento de la inversión extran­ jera en la industria manufacturera nacional, en ramas productivas con un notable nivel- de desarrollo tecnológico: la adopción del anticomunismo como política oficial del Estado colombiano: el adiestramiento táctico y estratégico del ejército de Colombia por parte de instructores y personal norteamericano; el envío vergonzoso de “ voluntarios” del “ Batallón Co­ lombia” a Corea para congraciarse con la administración norteamericana; en fin, la adopción de programas agrarios — sobre todo luego de la revo­ lución cubana— encaminados a deslegitimar la base social de posibles transformaciones revolucionarias.

42 Por ahora nos interesa analizar los aspectos políticos de la ingerencia nor­ teamericana en el país, ya que dejaremos para un próximo capítulo los aspectos relacionados con las inversiones extranjeras y el manejo econó­ mico impulsado por asesores de ese país. Tal vez el hecho más importante que reafirmó el “ consenso” del imperia­ lismo norteamericano en el continente fue la Novena Conferencia Pana­ mericana, reunida en Bogotá en abril de 1948. Entre las principales con­ clusiones de dicho encuentro existen dos puntos centrales: en primer tér­ mino, la adopción del anti-comunismo como doctrina oficial en la mayor parte de los países del área, política abiertamente impulsada por la dele­ gación norteamericana y apoyada inmediatamente por la casi totalidad de las delegaciones. Esa doctrina anticomunista se vio reforzada por los sucesos del 9 de abril en la ciudad capital. En segundo término, las con­ clusiones económicas de la conferencia apuntaron preferencialmente a fa­ cilitar las inversiones extranjeras norteamericanas en el continente, supri­ miendo cualquier tipo de control o impedimento interno por parte de los gobiernos locales. En este sentido es interesante citar la opinión de un periódico norteamericano cuando, comentando este aspecto, consideraba: “ L a s diferencias m ás n otorias d e o p in ión durante la C o n feren cia de B o g o t á versaron s o b r e cuestiones económ icas. E l m ás im portante resultado o b te n id o se refirió al establecim iento d e u n clim a fa v o r a ­ b le p a ra la participación d el capital p riv a d o en el desarrollo d e la A m é ric a Latina. E l p o r ta v o z d e los E sta d os U n id o s d ijo q u e las em presas privadas y e l esfuerzo com ercia l tendrán u n m a y o r p a p e l en el fu tu r o . P e r o q u e si las em presas tienen q u e luchar contra res­ tricciones y regulaciones oficiales d e con trol, la salida d e capitales hacia las regiones p o c o desarrolladas será m u y reducida. P o r otra ra zón q u e n o alcanza a las m entes ordinarias, existe una corriente d e op in ión , en este y en m u c h o s países, q u e considera que e l h o m b r e q u e e x p o n e su tiem po, su energía y su capital, es d e p o r s í d ig n o d e sospechas. S e ha creado la tendencia a m irar a l inversio­ nista c o m o u n agente d e l fe u d a lis m o d ig n o d e p r o v o c a r nuevas p r o ­ clam aciones d e independencia. E s to es fá c il d e co m p re n d e r respecto a los viajeros d e industria o a lo s cazadores d e concesiones, m u ch o 8 2

82. P. Gilhodes, op. cit., p. 242.

43 m ás cu ando están p ro teg id o s p o r las balas de un acorazado c o n v e ­ nientem ente dispuesto. P e r o n o para tom a rlo c o m o p rin cip io d e duda. A q u e llo s días y a p a s a r o n ” . 83

De tal forma que, durante la Conferencia Panamericana, en medio de las llamas de la ciudad capital de Colombia y de los cientos de muertos del pueblo bogotano, se fundó la O EA. Este organismo, descaradamente pro­ norteamericano, como muestra clara de la posición asumida por los par­ tidos políticos de Colombia ante Estados Unidos, declaró como su primer secretario general al pro-imperialista Alberto Lleras Camargo, que de esta forma aprovechó la oportunidad para salir del país y dejar abandonado a su suerte, como hicieron los otros patricios liberales, al pueblo humilde del liberalismo. El gobierno colombiano se apersonó de impulsar las políticas aprobadas por la Conferencia, ya que fue uno de los baluartes del anticomunismo durante cerca de una década, y abrió de par en par sus puertas al capital extranjero, principalmente al de procedencia norteamericana. En el plano militar los gobiernos conservadores, como buenos continuadores de sus antecesores liberales, firmaron una serie de pactos ignominiosos para la soberanía nacional y aceptaron todo tipo de “ ayudas” que las compañías extranjeras proporcionaron al ejército colombiano.84 En el caso de Colombia, donde más se manifestó la ingerencia norteame­ ricana fue en el campo militar. Según Gonzalo Bermúdez, un experto en la materia, luego de concluida la segunda guerra mundial: ‘ ‘S e increm enta la dependencia m ilitar d e C o lo m b ia d e la Política exterior m ilitar norteam ericana, a través d e las nuevas m isiones m ili­ tares de ese país, y co n la asistencia, entrenam iento y sum inistro de m aterial y e q u ip o bélico a las Fuerzas A rm a d a s y a la p olicía nacio­ nal, C o lo m b ia habrá de ocu p a r un lugar p referen cia l en la política norteam ericana dada su estratégica p o s ic ió n g eográfica y las consi­ derables inversiones financieras q u e ese país com en za rá a negociar a q u í” . 85

Los sucesos de abril de 1948, y la posterior resistencia en los campos con la creación de guerrillas agrarias, aceleró no sólo el intercambio bélico con Estados Unidos sino que fortaleció el poderío interno de las Fuerzas

44 Armadas del país, con el claro propósito de perfeccionar los instrumentos y mecanismos de represión institucionalizada. La principal escuela la pro­ porcionó la Guerra de Corea. Incluso, militares que participaron en ese conflicto y que luego serian portavoces de altas jerarquías castrenses, como Alvaro Valencia Tovar, han reconocido la importancia de ese con­ flicto sobre la estructura y organización del ejército colombiano.86 La participación de Colombia en una guerra, en la que no tenía absoluta­ mente nada que ver, y en la que olímpicamente se sumó a las fuerzas nor­ teamericanas, indicaban el estado de postración a que llegaron los gobier­ nos del país.87 Para comprobar que existió una estrecha relación entre la participación en aquel conflicto internacional con la política interna del país, baste re­ cordar que en 1950 fue fundado el tristemente célebre “ Batallón Colom­ bia” , que luego de participar militarmente, con muy malos resultados por cierto, en la Guerra de Corea, regresó al país para manifestar su dilatada experiencia en las calles bogotanas contra una pacífica manifestación de estudiantes que dejó varios muertos en junio de 1954. Para comprender el alcance y sentido de la experiencia coreana sobre el ejército colombiano, es pertinente citar este extenso comentario del mayor Bermúdez: 83. Saturday Euening Post, citado en E l Siglo, junio 9 de 1948. 84. Se destaca la contribución de 50.000 dólares de la Tropical al gobierno en junio de 1948. Cf. E l Siglo, junio 9 de 1948. 85. Gonzalo Bermúdez Rossi, op. cit., p. 59. 86. Según Valencia Tovar, la participación en la guerra de Corea: “Fue una fuente de experiencias militares extraordinarias... que dividieron en dos eras la Historia moderna (del ejército): (éste) se modernizó, aprendió a luchar dentro de con ­ ceptos m odernos". A nivel doctrinario: “Nuestra doctrina se adaptó a los cambios de los tiempos y todo el ejército experimentó una gran renovación intelectual, doctrinaria, procedimental, en form a tal que realmente llegamos a colocarnos para esta época, sin exagerar, en el primer ejército de América en cuanto a estos aspectos se refiere’’. Revista de H istoria. Volumen I, N o. 5, noviembre 1977, p. 33. 87.

G. Bermúdez, op. cit., p. 62.

45 “ E sta fu e rz a m ilitar se con virtió autom áticam ente en agresora de C o re a del N o r t e , y a su vez represiva en C o lo m b ia ; todas las tropas y unidades navales expedicionarias estuvieron a m erced d e los intere­ ses econ óm icos, p o lítico s y militares y hasta p ublicitarios de N o r ­ team érica; los com batientes d e las unidades colom bia n a s fu e r o n des­ p la za d os a C o re a im positivam ente, a u n q u e se les q u iso m ostra r c o ­ m o “ voluntarios ” , a los q u e se les hacía fig u ra r en m isiones d e ser­ vicio rutinario; tam bién se integraron cuadros y tropas co n á n im o aven tu rero y ro m á n tico; otros, m u ch os d e los cuales eran reservistas d e las Fuerzas A rm a d a s, lo hicieron p o r la considerable d esocupa­ ción q u e siem p re ha existido en el p a ís; algunos d e los cuadros y m a n d os actuaron así p o r la necesidad d e buscar galardones y ascen­ sos, m a y o r status ec o n ó m ic o , social y militar, o p o r deseo d e viajar; oficiales, suboficiales y m arinos interrogados en una encuesta espe­ cial, con escasas excepciones, contestaron q u e n o entendían h o y en día p o r q u é m o tiv o s habían acudido a un teatro de guerra extraño a su geografía, ideales, valores y aspiraciones. L o s cuadros y m a n d os de las unidades expedicionarias, algunos de los cuales han o cu p a d o el liderazgo m ilitar en el país, se transform a­ ro n p o r la p ropaganda norteam ericana, la prensa y los v o cero s del s is te m a x o lo m b ia n o , en los “ héroes m o d e lo s ” d e la dem ocracia a quienes se les p r o d ig ó caudalosam ente un c o n ju n to d e “ p re m io s y d istinciones” , concretizadas en felicitaciones y con d ecora cion es; la expedición d e C o re a sirvió a las Fuerzas A rm a d a s para acrecentar su d e se n volvim ien to en la guerra regular y relativam ente para c o n ­ trarrestar la irregular; C o lo m b ia f u e el ú n ico país d e A m é ric a L a ti­ na, y m ie m b r o de la O rganización d e E stados A m e ric a n o s, q u e acu­ d ió a destruir un

“ en em ig o ” corea n o q u e en ningún m o m e n to le

había declarado la guerra; la gran m a yoría de los cuadros p rog resis­ tas de las Fuerzas A rm a d a s n o ju stifica ron la participación, dado q u e n o existía lógica para in voca r al país contra una supuesta agre­ sión al hem isferio occidental; los E sta d os U nidos, abyecta y unila­ teralmente, lo hacían en n o m b r e de to d o el h em isferio; la verdad es q u e ellos intervenían m ilitarm ente con la única intención de d efen d er sus considerables intereses y m o n o p o lio s ec o n ó m ic o s en el A s ia ; la m ism a participación colom bia n a f u e pírrica e irrisoria, y hasta causó hilaridad entre p r o p io s y extraños en L a tin oa m érica ; a su p a s o p o r el C a n a l de P a n a m á las unidades militares y navales colom bianas, d e escasa relevancia para decidir alguna acción táctica o estratégica

46 im portante en la guerra, eran despedidas c o n cierta hilaridad y bu r­ las en los m uelles; “ éxitos p a ra los valientes sold a d os y m a rin os de C o lo m b ia q u e van a c o m b a tir p o r los capitalistas d el W a ll-S treet” ; la in tervención d el p a ís f u e d e m ucha trascendencia para la p ro p a ­ ganda internacional de los E sta d os U n id os, ya q u e se in ten tó ju s tifi­ car la agresión y hacer visible cierta solidaridad de “ países libres ” , q u e concretam ente n o tenían intereses e c o n ó m ic o s o p o lítico s de nin­ guna clase en el c o n flic to ; en esta f o r m a C o lo m b ia , y otros g o b ie r­ nos, fu e r o n en cu brid ores d e la p olítica intervencionista norteam eri­ cana; ésta es la m e jo r m anifestación de nuestra dependencia

Después de la Guerra de Corea los pactos militares entre Colombia y Es­ tados Unidos se incrementaron por doquier y las relaciones entre los dos ejércitos se hicieron mucho más estrechas. El acuerdo más importante fue firmado a mediados de 1952. A llí se estipulaba en primer lugar que la “ ayuda” proporcionada por el gobierno norteamericano se “ destinará” de manera que fomente la defensa y mantenga la paz del “ hemisferio occidental” (A rt. I ) . 89 Se exoneraba de cualquier impuesto y gravamen la importación y re­ exportación de productos militares destinados al país (A rt. 4.). Se acepta­ ba la intromisión de asesores norteamericanos y el envío de personal co­ lombiano a prepararse en instalaciones pertenecientes al ejército de los Estados Unidos (Art. 5). Colombia se comprometía, a partir de la expe­ riencia coreana, a cooperar con el gobierno de Estados Unidos para “ re­ gular el comercio con las naciones que amenacen la seguridad del hemis­ ferio occidental” (A rt. 8). Finalmente, se estipulaba que “ el gobierno de Colombia, reafirmando su decisión de cooperar en la p r o m o c ió n d el en ­ tendim iento y d e la buena volu n ta d mundiales y en el mantenimiento de la paz mundial, de proceder como se convenga de mutuo acuerdo para elim inar las causas d e la tensión internacional y de cumplir las obligacio­ nes militares que ha asumido conforme a convenciones tratados multila­ terales o bilaterales de los cuales son parte los Estados Unidos de Améri-----------88.

/

Ib id ., pp. 62-63.

89. Rosa G óm ez Lleras y Juan Valdés. L a intervención m ilitar yanqui en C olom bia. Edicio­ nes Frente Social. Bogotá, s.f., p. 29.

47 ca y Colombia, contribuirá en lo que sea compatible con su estabilidad política y económica y en cuanto lo permitan sus recursos humanos, sus riquezas, su facilidades y su estado económico general, para acrecentar y mantener su p ro p ia fu e rz a defensiva del m u n d o libre y tom ará toda m ed i­ da razonable que sea necesaria para acrecentar su propia capacidad de defensa” (Art. 9).90

El regocijo norteamericano por la realización de este “ favorable” tratado no se hizo esperar. Así, el embajador norteamericano en Colombia, Capus M. Waynick, fijó con motivo de la firma del pacto la estrategia impe­ rialista respecto al país y al continente:

“ M i patria n o es un pa ís militarista n i tiene el m e n o r deseo de vo l­ verse militarista. D im o s p ru e b a d e ésto cuando, al fin a liza r la Se­ g u n d a G uerra M u n d ia l, p ro c e d im o s rápidam ente a desm ovilizarnos y desarm arnos. In gresa m os a las N a c io n e s Unidas y p ro cla m a m o s nuestro deseo de ser p a rte de un m u n d o q u e rechazara la guerra c o m o instrum ento de política nacional. E n este sentido f u im o s tan le jo s c o m o hasta sugerir q u e la fu e rz a atóm ica, recién descubierta y de la cual éra m os entonces los ú n icos p oseed ores, se controlara con ­ ju n ta m e n te p o r todas las naciones y se dedicara al servicio d e la hum anidad. P e r o los com unistas rechazaron toda oferta d e coop era ­ ción pacífica. ( . . . ) L a dictadura erigió su “ cortina d e hierro

” , se o p u s o a los p la n es de

las N a c io n e s Unidas e intensificó sus p rep a ra tivos bélicos. M i patria se vio entonces obligada a tener en cuenta la am enaza d e una p o te n ­ cia cu yos voceros p rocla m a ron abiertam ente sus p ro p ó s ito s d e al­ canzar la destrucción d e las instituciones políticas, econ óm ica s y aún religiosas del resto del m u n d o . F u e s ó lo entonces cuando iniciam os nuestro rearm e, y re solvim os ayudar a q u e las dem ás naciones libres hicieran lo m ism o. A los E sta d os U n id o s les agradaría m u ch o m ás dedicar sus recursos a finalidades distintas d el rearm e. M i patria está dispuesta, y así lo ha declarado, a participar en un p rog ra m a general de desarm e y a rechazar la fu e rz a c o m o solu ción de los p ro b le m a s internacionales. P e r o n o está dispuesta a p erm a n ecer inerm e en presencia d e una am enaza a sus instituciones fundam entales.

48 U n a cantidad relativam ente reducida d e los f o n d o s dedicados p o r los E sta d os U n id o s a reforza r la defensa d e las dem ás naciones li­ bres se está em p lea n d o en el hem isferio occidental. L a necesidad (s ic ) d e esta clase d e ayuda m ilitar con los países de la A m é ric a L a ti­ na so n apenas suficientes p a ra ayudar a m od ern iza r y estandarizar en un g ra d o razonable el eq u ip o bélico d e estos países.

Y aún a

tiem p o q u e se está adelantando este p rog ra m a d e prepa ra ción bélica parcial, m i patria abriga la confianza d e q u e llegue p r o n t o el m o ­ m e n to en q u e el énfasis de nuestra coop era ción se con cen tre n o ya en los a rm am entos sin o enteram ente en el p ro g re s o y el bienestar p a cífico de nuestros p u eb lo s. E n la actualidad m i patria está dedi­ cando al rearm e el 1 5 % de su p ro d u c c ió n nacional total. A l hacer ésto, n o olvid a m os que, en ú ltim o análisis, la m e jo r defensa de nuestro sistema p o lític o y e c o n ó m ic o es la dem ostración d e su capa­ cidad para m e jo ra r las condiciones de vida d e nuestro p u e b lo y de otros. P o r esta razón n o h em os a ba n d on a d o nuestro p ro g ra m a de coop era ción técnica p a ra el p ro g re s o e c o n ó m ic o d e la c om u n id a d de naciones occidentales. N i h em o s p en sa d o en a bandonarlo. N u estra esperanza es la de q u e la necesidad d e ayuda m ilitar sea transitoria. C o n fia m o s en q u e la coop era ción eco n ó m ica y social se increm enta­ rá y será el aspecto p erm a n en te d e nuestras relaciones ” .w

El embajador esbozaba todo un programa contrainsurgente que el gobier­ no colombiano aprobaba a pie juntillas, porque además le convenía en medio de la Violencia generalizada. Desde mucho antes del triunfo de la revolución cubana y de la difusión en el continente de la doctrina de la seguridad nacional, la guerra especial, la lucha contraguerrillera y las operaciones cívicas militares, Colombia fue el laboratorio perfecto para los primeros ensayos de todas estas políticas que se generalizaron a nivel continental después de 1960.92 90. Ib id ., p. 33. (El subrayado es nuestro). 91. E l Tiem po, abril 18 de 1952. 92. Sobre este aspecto comenta un sociólogo norteamericano, muy apegado al punto de vis­ ta oficial del Departamento de Estado, que: “Sensitivos co m o han sido p o r largo tiempo a su tarea de reprimir disturbios con bala y bayonetas, los militares están tratando de crearse una nueva imagen p o r medio de co m ­ batir las causas de la Violencia y de los disturbios sociales que antes afrontaban exclusi­ vamente con la fuerza. Una evidencia importante de esta nueva perspectiva ha sido el

49 La asistencia militar norteamericana, no por casualidad, fue bastante ele­ vada durante el período de violencia y los años subsiguientes. En el cua­ dro N o. 5 se aprecia la evolución de dicha asistencia: C U A D R O N o. 5

EN VIO S M IL IT A R E S DE ESTAD O S U NID O S A C O L O M B IA . 1950-1968 (Cantidad en millones de dólares) Año Fiscal

1950-1963 1964 1965 1966 1967 1968 1950-1968

Programa

Artículos

de Asistencia Militar

de Guerra excedentes

(PA M )

(a costo de adquisición)

39.4 6.2 5.7 8.3 7.9 12.2 79.7

10.3 .6 .7 .8 1.0 1.0 14.6

F u e n te : R o s a G ó m e z y J. V a ld é s , op. cit., p. 7 9 .

Obsérvese que la “ ayuda” del período 1950-1963 comprendió cerca del 50% del total proporcionado durante el período tomado en referencia. Colombia entró en la órbita de la “ Guerra Especial” promovida por Es­ tados Unidos, mucho antes de que este tipo de estrategia políticormilitar fuera impulsada en Vietnam y otros países. El programa que a finales de la década del cincuenta esbozó Robert Me. Námara, como secretario de Defensa de Estados Unidos, ya había sido iniciada en Colombia algunos años antes.93

50

programa de acción cívica militar. Se trata de algo parecido a los ensayos a escala local hechos en los Llanos Orientales a principios de los cincuenta y que, desde 1960, con la dirección y asistencia de la misión norteamericana en Colombia, se han convertido en un programa de creciente significación. El plan es emplear al ejército, equipo y co n oci­ mientos en proyectos de desarrollo social afectadas actualmente (1967) o en pasado re­ ciente p o r la violencia”. Robert Dix Las dimensiones políticas del cambio. Yale University Press, 1967, p. 302. Este acápite del mencionado libro aparece en R. Lleras y J. Valdés, op. cit., pp. 21 y s.s.

93.

A finales de la década del cincuenta, R. Me. Námara, a la sazón secretario de Defensa de Estados Unidos, alardeando de teórico de la “Guerra Especial”, especulaba respecto al papel que debían desempeñar los ejércitos nativos de cada país para evitar la insu­ rrección y la protesta social. Consideraba que las funciones de los modernos ejércitos: “Incluyen la construcción de caminos, el desarrollo de elementos de comunicación, los programas de Ingeniería Sanitaria y de Salud Pública (...) y en caso de los planes de acción cívica, también, la asistencia militar y la econom ía están frecuentem ente unidas a los objetivos de los Estados Unidos, las Fuerzas Armadas nativas provistas p or el p ro ­ grama de asistencia militar con instructores avezados y la A .I.D . (Agencia para el Desa­ rrollo Internacional) apartando los elementos materiales”. Citado p o r H. Veneroni, E .U . y las F .A . en A m érica Latina. Ed. Periferia. Buenos Aires, 1971, p. 35.

CAPITULO II

Colombia experimentó notables modificaciones en su estructura de­ mográfica desde mediados de la década del cuarenta si se le compara con las características que presentaba la población en períodos anteriores. El mismo crecimiento demográfico, ligado a factores conexos como la urba­ nización y la colonización, alcanzó tan notable significación que en los años sesenta se produjo en el país una verdadera “ avalancha” de estudios de población; estudios auspiciados, en primer lugar, por expertos y funda­ ciones norteamericanas preocupadas por encontrar remedio a aquellos que, eufemísticamente siguiendo una concepción malthusiana, se denomi­ naba “ explosión demográfica” . La mayor parte de esos estudios se concentraron, prioritariamente, en cuantificar el crecimiento de la población nacional y en captar la influen­ cia de tal crecimiento en el proceso de “ marginalidad” urbana — otro término del arsenal ideológico de ese entonces— y despoblación de los campos. El análisis efectuado en estos términos podia aparecer como inocente, si no fuera por el tipo de razones que se esgrimían para aclarar las causas que explicaban tanto la despoblación de los campos como el crecimiento desordenado de las ciudades, con sus cordones de miseria y el incremento de la “ terciarización” económica. Entre esas razones sobresalían las con­ cernientes a destacar los falsos atractivos que la ciudad le ofrecía a los campesinos y a resaltar la ignorancia de éstos por aventurarse en un mun­ do que no era el suyo. Este argumento — que no resiste un análisis media­ namente serio— se constituyó en todo un marco explicativo que pretendió ocultar las múltiples contradicciones existentes en el campo, legitimar al Frente Nacional y “ olvidar” el tenebroso período de la Violencia. *|!SUOTECA DARIO ECHANDIA' (BAGUE

CA DARIO F

Violencia y transformaciones demográficas

CAPITULO II

La mayor parte de esos estudios se concentraron, prioritariamente, en cuantificar el crecimiento de la población nacional y en captar la influen­ cia de tal crecimiento en el proceso de “ marginalidad” urbana — otro término del arsenal ideológico de ese entonces— y despoblación de los campos. El análisis efectuado en estos términos podía aparecer como inocente, si no fuera por el tipo de razones que se esgrimían para aclarar las causas que explicaban tanto la despoblación de los campos como el crecimiento desordenado de las ciudades, con sus cordones de miseria y el incremento de la “ terciarización” económica. Entre esas razones sobresalían las con­ cernientes a destacar los falsos atractivos que la ciudad le ofrecía a los campesinos y a resaltar la ignorancia de éstos por aventurarse en un mun­ do que no era el suyo. Este argumento — que no resiste un análisis media­ namente serio— se constituyó en todo un marco explicativo que pretendió ocultar las múltiples contradicciones existentes en el campo, legitimar al Frente Nacional y “ olvidar” el tenebroso período de la Violencia. ‘{ISilOTECA DARIO EGHANDí* ■BAGUE

I3ACI-

Colombia experimentó notables modificaciones en su estructura de­ mográfica desde mediados de la década del cuarenta si se le compara con las características que presentaba la población en períodos anteriores. El mismo crecimiento demográfico, ligado a factores conexos como la urba­ nización y la colonización, alcanzó tan notable significación que en los años sesenta se produjo en el país una verdadera “ avalancha” de estudios de población: estudios auspiciados, en primer lugar, por expertos y funda­ ciones norteamericanas preocupadas por encontrar remedio a aquellos que, eufemísticamente siguiendo una concepción malthusiana, se denomi­ naba “ explosión demográfica” .

'OTECA DARIO r

Violencia y transformaciones demográficas

52 Pero este tipo de estudio demográfico, cuyos principales representantes se expresaron a través de Planeación Nacional y A S C O F A M E ,1 si bien no señalaban la Violencia como uno de los elementos centrales para explicar el cambio demográfico que sufrió el país en el lapso de veinte años, sí daban soluciones concretas, como aquella de controlar el acelerado creci­ miento de la población con el fin de atemperar el descontento social en momentos de álgidas luchas populares. De tal forma que antes de ser una explicación razonada de todo un proceso histórico, estas “ teorías” , tan en boga en los sesenta, eran una ideología transnacional. En contraposición a esta forma de abocar el problema demográfico, que no la vincula de ninguna manera con la violencia, surgieron otro tipo de estudios que resaltaban el impacto de dicho proceso sobre la estructura poblacional del país.2

Siguiendo un poco dicha variante, en este lugar se sostiene que el acelera­ do salto demográfico que vivió el país desde 1945, estaba directamente asociado con fenómenos de Violencia, así en muchos casos esa relación no fuera directa, sino que estuviera disimulada por otras variables in­ termedias. Para el análisis del contexto económico de la Violencia, partimos de la población siguiendo las formulaciones metodológicas señaladas por Marx en la Introducción a la Crítica de la Economía Política en donde reco­ mienda analizar la población, pero no en abstracto sino vista en sus múl­ tiples determinaciones económicas y sociales para que la misma no apa-

1. Entre otros estudios pueden mencionarse: Departamento Nacional de Planeación, “La población en Colombia: Diagnóstico y política" en Revista de Planeación >' Desarrollo, Volumen 1, N o. 4, diciembre de 1969. Eduardo Arriaga, "M ovim iento migratorio inter­ no en Colombia durante el período intercensal 1951-1964", en Revista de Planeación y Desarrollo, Volumen IV, N o. 1, Enero-M ayo de 1972, pp. 57-111; Ramiro Cardona y Alan B. Simmons. Destino la M etróp o li. Un m odelo general de las migraciones inter­ nas en A m érica Latina. Corporación Centro Regional de Población. Bogotá, 1978 Ra­ miro Cardona (Editor), C olom bia : D istribución espacial de la población . Corporación Centro Regional de Población, Bogotá, 1976. 2. Entre los estudios más significativos en esta óptica merecen destacarse: Urbano Campo, L a Urbanización en C olom bia. Ediciones Armadillo. Bogotá, 1977, y, Urbano Campo. Urbanización y Violencia en el Valle. Ediciones Armadillo, Bogotá, 1979.

53 rezca como una totalidad caótica sino como una totalidad concreta.3 Esta recomendación metodológica puede ser completada con las consideracio­ nes que hace W . Kula quien sostiene que la demografía histórica no debe limitarse a contar y describir a la población sino que su objetivo funda­ mental radica en develar los mecanismos internos que explican sus rela­ ciones y “ funcionamiento” .4 Siguiendo estas formulaciones se presentará a continuación un breve aná­ lisis sobre las modificaciones que experimentó la población en Colombia durante el período 1938-1964, resaltando la evolución de la Población Económicamente Activa (P E A ) y centrando el examen en fenómenos di­ rectamente vinculados con el proceso demográfico como son: la migra­ ción campo-ciudad, la tasa de mortalidad (como manifestación directa de la violencia), el avance de la urbanización y, en fin, el incremento de los frentes de colonización en distintas zonas de la geografía nacional.

Incremento Demográfico y Evolución de la P.E .A. Para efectuar consideraciones sobre la evolución demográfica del país se debe partir de las cifras concernientes a los cambios experimentados por la población entre 1938 y 1964, años en los que se cuenta con datos proporcionados por censos oficiales. En el cuadro N o. 1, se consigna esa información: C U AD R O No. 1

E V O L U C IO N D E M O G R A F IC A DE C O L O M B IA (Hab. en cifras redondeados)

1938 - 1964 1938

Centros Urbanos Porcentaje Areas Rurales Porcentajes Totales

2.692.000 31 6.010.000 69 8.702.000

1964

1951

4.468.000 39 7.080.000 61 11.548.000

9.093.000 52 8.391.000 48 17.484.000

F u e n te : U r b a n o C a m p o . L a Urbanización en C olom bia, p . 15 , C u a d r o N o . 1.

54 A primera vista se aprecia que en un lapso de 25 años, la población co­ lombiana se duplicó y que el predominio de las ciudades se hizo irrever­ sible. Pero estas cifras globales, desde el punto de vista económico y so­ cial, no indican mayor cosa. Para que las mismas adquieran una signifi­ cación concreta, es indispensable conocer la forma como evolucionó la P E A del país. Aunque entre varios estudios existen discrepancias sobre la magnitud real de la P E A , dichas diferencias no son demasiado amplias como para en­ trar en una prolija discusión sobre la validez de los datos proporcionados por distintos autores. De acuerdo a este criterio, se trabajará indistinta­ mente con datos suministrados por los censos de 1951 y 1964, y por cifras compiladas por algunos investigadores. Las variaciones en la P E A aparecen consignadas en el cuadro N o. 2. En forma de resumen, de acuerdo a la posición ocupacional dentro de la P E A , el siguiente cuadro N s 3 precisa aún mas la información proporcio­ nada por el anterior.

C UAD RO No. 2

POBLACION ECONOMICAMENTE A C TIV A POR RAMAS DE ECONOMIA SEGUN LOS CENSOS DE POBLACION DE 1951 A 1964 (en miles) R a m a s d e la a ctivid a d ec o n ó m ic a

C ifra s absolutas

P e s o e s p e c ífic o

V a ria ció n durante e l p e r ío d o

1951

1964

1951

1964

T o ta l d e la ec o n o m ía _____________________

3.755.6

5.134.1

100.0

100.0

1.378.5

A gric u ltu ra , silvicu ltu ra, ca za y p e zc a

2.023.2

2.42 7.0

53.9

47.3

403.7

Indu stria de ex tra cció n _______________

6 1 .2

81.2

1.6

1.6

20 .0

Industria d e tra n sform ación

460.9

655.9

12.3

12.8

195.0

C on stru cció n ________________

132.9

220.7

3.5

4.3

87.7

10.4

13.2

0.3

0.2

2.8

293.7

440.7

5.4

8.6

236.7

E le ctricid a d , gas, agua, v otros se rv ic io s C g m e r c io ._____ ._______________ T ra n sp orte, co m u n ic a c io n es v a lm a cen a je

130.0

191.8

3.5

3.7

61 .7

S e rv ic io s _____________________

598.0

925.9

13.9

18.0

327.8

O tras a ctivid a d es

134.8

177.5

3.6

3.4

42.7

(\00% ) (2 9 % ) m % ) (42% ) (6 6 % ) (27% ) (81% ) (47% ) 155%1 (3 2 % ll

F u en te: R e v is ta d e p la n e a c ió n y d e sa rro llo v o l. I I , ju n io 1970. p g . 143-298. " E l e m p le o en C o lo m b ia d ia g n ó s tic o y rec o m en d a c io n es d e p o lític a ". C u a d ro 6 p g , 151-92

3. Kart Marx. In trod u cción General a la C rítica de la E con om ía P olítica . Editorial La O ve­ ja Negra. Bogotá, 1975, p. 14.4 4. W. Kula. Problem as y M étod os de la H istoria Econ óm ica . Ediciones Península. Barce­ lona, 1973, p. 353.

55 C U A D R O N o. 3

D IS TR IB U C IO N DE L A P O B L A C IO N E C O N O M IC A M E N T E A C T IV A PO R R A M A S DE L A E C O N O M IA SEGUN LOS CENSOS DE P O B L A C IO N DE 1951 A 1964 (en miles) Posición Ocupacional

Empleadores Trabajadores independientes Ayudantes familiares Empleados

Distribución Porcentual 1951 1964

Cifras Absolutas 1951 1964

386.8 890.0 311.7

420.9 1.283.5 420.9

10.3 23.7 8.3

8.2 25.0 8.2

732.3

1.365.6

1.239.3

1.571.0

19.5 33.0

26.6 30.6

Otros

195.2

71.8

5.2

1.4

Total

3.755.6

5.134.1

100.0

100.0

Obreros

F u e n te : El e m p le o e n C o lo m b ia

D ia g n ó s t ic o y r e c o m e n d a c io n e s d e p o lític a . R e v is ta d e P la -

n e a c ió n y d e s a r ro llo . V o lu m e n II, ju n io 1 9 7 0 . C u a d r o N o . 7, p . 15 2.

Según estas informaciones se puede concluir que, desde el punto de vista de la configuración de distintos sectores económicos — que bien podrían ser asociados con el concepto leninista de clase social, a no ser por la inexactitud en la clasificación y especificación de la función de cada uno de ellos— , como elementos centrales del período se destacan, de una parte, el notable incremento del sector denominado “ empleados” que aumentó en el lapso de tiempo señalado, tanto en términos absolutos como relativos: de otro lado, pese a que en términos relativos la impor­ tancia numérica de los obreros disminuyó, en forma absoluta su volumen sí aumentó. A partir de estos dos elementos centrales se pueden indicar distintas carac­ terizaciones de la sociedad colombiana, que van desde aquellas interpreta­ ciones que ven consolidado en el país un capitalismo tan “ puro” como el de los países de Europa Occidental o Estados Unidos.5 Otros autores tien­ den a señalar cómo en el país se consolidó un proceso de “ terciarización” económica, muy diferente al fenómeno clásico.6 También hay quienes afirman que, pese a que en Colombia el capitalismo no adquirió los tintes definidos adoptados en los países altamente industrializados, para media­ dos de la década del 50 y comienzos del sesenta el predominio cuantitativo de la clase obrera era evidente.7

56 A partir de estas diferentes interpretaciones, consideramos que, induda­ blemente, desde el punto de vista económico, el país experimentó una ra­ dical transformación que implicó la consolidación de la industria manu­ facturera, aunque, si bien es cierto, ese proceso no significó la proletarización absoluta de todos los sectores de la sociedad desplazados de las zonas campesinas. Aunque la información de los censos es muy ambigua, la clasificación de empleados y obreros de acuerdo con los grupos de ocupación, puede reve­ lar el peso que adquirió el proletariado en la industria moderna en compa­ ración con otras actividades, concretamente la agricultura, donde ya se ob­ servaba un notable proceso de proletarización y semiproletarización, que por supuesto, tampoco fue tan lineal y drástico como en su momento lo pretendieron ver ciertos analistas.8 Por último, la evolución de la P E A en la agricultura es un indicador sig­ nificativo de la forma como se alteraban las relaciones existentes en los campos hasta mediados de los años cuarenta. Siguiendo la ambigua clasi­ ficación de los censos, la distribución de la P E A rural está consignada en el siguiente cuadro (ver pág. siguiente, cuadro N o. 4). De acuerdo a estas cifras se puede entonces concluir provisionalmente, mientras se señalan algunos elementos adicionales en el presente trabajo, que en el campo se presentaba una importante transformación de la es­ tructura social predominante hasta los años cuarenta y en las ciudades se concentraba ya una cifra similar de personal ocupada con relación al cam­ po. Para sólo señalar una cifra, podemos decir que en 1947 en la ciudad se concentraban 1.124 000 personas ocupadas, mientras que en el campo

5. Esta fue la concepción original de Salom ón Kalmanovitz en sus obras: La Agricultura en C olom bia 1950-1972. D A Ñ E , 1974 y en “Desarrollo Capitalista en el C am po Colom bia­ n o”, en Mario Anubla (Editor), C olom bia H oy. Editorial Siglo X XI, Bogotá, 1978. 6. Confróntese p o r ejemplo algún a de las obras ya citadas de Ramiro Cardona, pero espe­ cialmente el artículo de Alan Gilbert. “La Concentración Industrial y su impacto en el cre­ cimiento de las ciudades colombianas", en Ramiro Cardona (Editor). C olom bia : D istri­ b ución... op. cit. 7. M edófilo Medina. “Cambios en la Estructura del Proletariado Urbano C ontem poráneo en Colom bia", en Estudios Marxistas, N o. 6, 1974. 8. Especialmente Kalmanouitx en las obras anteriormente citadas.

57 ese mismo personal llegaba a la cifra de 1.755.000.9 Esas magnitudes se modificaron drásticamente, como se puede ver en los diferentes cuadros, en el curso de los años siguientes. CUADRO No. 4

POBLACION RURAL ECONOMICAMENTE ACTIVA. 1938, 1951 y 1964 (miles)1 Cueforta

1951

% Total 1. Empleadores

1964

%

No.

No.

1.808.9 100.00 2.023.2 100.00 2.405.2 100.00 307.4

17.00

335.1

16.56

307.7

9.6

0.53

28.8

1.42

48.1

2.00

3. Obreros

502.1

27.75

818.2 40.44

967.8

40.24

4. Trabajo Ind.

609.5 33.70

488.0 24.12

706.6 29.38

5. Ayudts. Fliares.

338.7

18.72

278.1

13.75

367.8

15.29

41.6

2.30

75.0

3.71

7.2

0.30

2. Empleados

6. No definida

12.79

1. Fuente: Censos Nacionales de Población, ¡939-1951 y 1964. Citados por Salomón Kalmanovttz, en “Evolución de La Estructura Agraria", Cuadernos Colom bianos No. 3. p. 377. Y en la Agricultura en C t iembla 193+1972. Imprenta del DAÑE. Bogotá, s.f.: lyD . p 89

Para constatar la pérdida de importancia de la agricultura, sobre todo en sus formas precapitalistas, dentro de la economía nacional y su progresiva sujeción al modo de producción capitalista, es bueno considerar la evolu­ ción de la P E A por ramas económicas, atendiendo a la tradicional clasifi­ cación en sector primario, secundario y terciario. Esa clasificación para el año de 1964 presentaba los siguientes guarismos:

CUADRO No. 5 D IS T R IB U C IO N P O R R A M A S DE L A P O B L A C IO N E C O N O M IC A M E N T E A C T IV A EN C O L O M B IA . 1964 Rama

Agricultura

Población

Industria Extrativa

2.427.059SECTOR P R IM A R IO 2.508.338 Personas Aprox. 89.27950% de la población ocupada

Transporte Construcción Industria de Transí. Comercio Servicio Otros

191.817 220.705 655.961 440.520 939.222 177.562

Total

SECTO R SE C U N D A R IO

SECTOR T E R C IA R IO

5.134.125

F u e n te : D A Ñ E , X II C e n s o N a c io n a l d e P o b la c ió n . B o g o t á , s.f.

58 Desde el punto de vista de la participación de cada uno de esos sectores en el Ingreso Nacional, disminuyó la importancia de las actividades agríco­ las. Así, entre 1950 y 1958 la participación del sector primario en el In­ greso Nacional prácticamente se mantuvo constante, un 40% aproxima­ damente; mientras la industria fluctuó entre un 15% y 18% respectiva­ mente, el comercio y el sector terciario se mantuvieron a un nivel de 40%.10 de 40% .10 En síntesis, desde mediados de la década del cuarenta la estructura eco­ nómica del país se modificó sustancialmente, siendo ya irreversible la con­ solidación del M odo de Producción Capitalista, aunque en nuestro país éste no adquiera los parámetros del modelo “ clásico” auncuando haya em­ pleado, como veremos, instrumentos parecidos para lograr su consolida­ ción (violencia, despojo, expropiaciones, etc.). El desarrollo del capitalis­ mo en Colombia se expresa, en la consolidación de las dos clases funda­ mentales de esta forma de organización social: el proletariado y la bur­ guesía, aunque en el caso colombiano su existencia está matizada por una serie de clases intermedias, fracciones de clase o clases en descomposición. Esa estructuración de clases, que seguidamente pasamos a detallar, se puede seguir en términos generales a través del estudio de la Población Económicamente Activa (P E A ), la que en corto lapso se concentró en las ciudades y en el campo asumió un nuevo funcionamiento.

La Estructura de Clases de la Sociedad Colombiana desde la Postguerra Durante la postguerra se consolidó en el país el M odo de Producción Capitalista y la industria pasó a ser el eje fundamental de la actividad eco­ nómica, pero en la formación social colombiana coexistían diferentes fo r­ mas de producción precapitalistas, aunque subordinadas a la relación capitalista dominante. Por este mismo hecho, ligado a todo el desarrollo histórico particular del pais, en nuestro medio la estructuración clasista no presenta los niveles claramente definidos que muestra para los casos del capitalismo clásico, inglés o norteamericano, por ejemplo. 9. Carlos Ortiz. E l Desencadenamiento de la Violencia en C olom bia. Tesis de grado. D e ­ partamento de Ciencias Políticas, Universidad de los Andes. Bogotá, 1978, p. 14. 10. Ibid, p. 17.

59 En Colombia, junto al proletariado y la burguesía, coexisten diferentes clases y fracciones de clases, e incluso las clases fundamentales no presen­ tan tampoco en su interior una definición tan marcada que permita cons­ tatar una clara línea de separación entre una fracción de clase y otra. Para sólo mencionar un caso, en el campo junto al proletariado agrícola coexisten semiproletariados, semiarrendatarios, o pequeños propietarios que en muchos casos se confunden en un mismo sector de clase. Guar­ dando las debidas proporciones espaciales y temporales, esta configura­ ción de la sociedad rural colombiana durante las décadas del cuarenta y cincuenta presentaba algunas similitudes con la estructura agraria de la Rusia pre-revolucionaria, tal y como fue analizada magistralmente por Lenin en diferentes obras." Esta abigarrada estructura clasista de la sociedad colombiana dificulta una comprobación empírica más o menos rigurosa. N o obstante, a partir de los elementos proporcionados por los pocos autores que han abordado con seriedad el problema, es factible presentar un bosquejo general de las clases que coexistían en la formación social del país desde mediados de los años cuarenta. Este es un elemento clave para comprender el carácter de la Violencia, la magnitud de sus repercusiones y el sentido de la sociedad colombiana que emergió de ese conflictivo período. De igual manera, ese análisis es» fundamental ya que el mismo permitirá comprender el alcance de la derrota histórica de la clase obrera y de otros sectores urbanos entre 1945 y 1951 y, como contrapartida, explicar la consolidación de las clases dominantes y la articulación al bloque en el poder bajo la hegemonía de la burguesía industrial, en alianza con otras fracciones burguesas del cam­ po y la ciudad y arrastrando tras de sí a los terratenientes tradicionales. Desde el punto de vista de las clases dominantes, dentro del bloque en el poder ya era hegemónica desde fines de los cuarenta la burguesía, aunque diferentes fracciones desempeñaban papeles diversos de acuerdo a la for­ ma como participaban en el reparto de la plusvalía y estaban relacionadas con la división del trabajo existente en el interior del país. Entre dichas fracciones de la burguesía sobresalen la burguesía industrial y financiera, los comerciantes y los cafeteros.12 Nuevamente, esta separación no aparece tan marcada en la sociedad co­ lombiana, pues en muchos casos los mismos cafeteros son industriales comerciantes o exportadores. Esta coexistencia de intereses se puso de manifiesto en el plano politico en importantes coyunturas de la década del

60 cincuenta, en forma especial durante el gobierno de Rojas tanto en sus co­ mienzos pero más en el momento de su caída en las Jornadas de Mayo de 1957. Para constatar la influencia que van adquiriendo dentro del bloque en el poder las fracciones directamente ligadas a la burguesía, se debe examinar el peso de los gremios en la actividad puramente económica y en su espe­ cial función política, tanto en los partidos, como lo que es más importan­ te, dentro del propio Estado. Hasta tal punto fue grande esta influencia en la órbita estatal que, a partir de ese hecho, Pecaut ha podido sostener que en ese momento el Estado se disolvió en medio de los intereses par­ ticulares de los gremios.1 23 1 En efecto, incluso desde las últimas administraciones liberales ya se nota­ ba la influencia de gremios como FEDECAFE, A N D I, o F E N A L C O , tan­ to a nivel de las presiones por adoptar una política económica que direc­ tamente los favoreciera en la coyuntura de postguerra, como — y esto es lo fundamental— en su “ entromisión” en todas aquellas medidas de tipo social encaminadas a desmontar el “ Estado Intervencionista” de tipo proteccionista desarticulando las organizaciones sindicales y limitando al máximo la movilización obrera y popular.13A Efectivamente la A N D I, entidad fundada apenas en 1944, y FEDECAFE, eran los dos gremios que llevaban la voz cantante desde finales de los años cuarenta. N o sólo tenían miembros en la burocracia gubernamental sino que además estaban directamente representados en diferentes orga­ nismos estatales: en la Junta Nacional de Aduanas, en la Junta Nacional de Control de Cambios; en la Interventoría Nacional de Precios; en el Comité de Inmigraciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, etc.14

11. Cf. Especialmente E l D esarrollo del Capitalismo en Rusia. Editorial Progreso. Moscú, s.f. y A los pobres del Cam po. Editorial PEPE. Medellín, 1973. 12. C. Ortiz, op. cit., p. 20. 13. Daniel Pecaut. Classe ouvriere et systema p olitiq u e en C olom bia. Universidad René Descartes. París, 1979. T om o I. 13A. Renán Vega, Crisis..., pp. 49 y s.s. 14. C. Ortiz, op. cit., p. 21.

61 En el transfondo de la consolidación de ciertas fracciones de la burguesía, especialmente del sector industrial, se encontraba el notable proceso de acumulación de capital que se vivó en el país durante buena parte de las décadas del cuarenta y cincuenta, proceso que se expresó, entre otras co­ sas, en la difusión de las primeras fábricas productoras de bienes inter­ medios y en el agotamiento de la industrialización por la vía de la sustitu­ ción de importaciones, así como en la directa ingerencia del capital monopólico norteamericano. Con estos presupuestos se puede afirmar que el período de la Violencia a la larga resulta ser un momento de unificación y consolidación de la gran burguesía, tanto en el campo como en la ciudad.15 Incluso en las disputas políticas de la época, reiteradas veces salió a relu­ cir el tema del excesivo predominio de los intereses industriales respecto a otras fracciones de las clases dominantes. El propio Alfonso López Pumarejo podía decir abiertamente, al analizar las preferencias gremiales y eco­ nómicas de la administración Ospina, que: “ N o se han con ten ta d o los conservadores co n excluir a m is cop a rtidarios d el servicio p ú b lic o . C o n igu a l tesón tratan de desalojarlos d e sus p osicion es en el com ercio, en la banca, en las industrias, en el ejercicio p riv a d o de las p ro fe sio n e s liberales ( . . . ). S o m o s partida­ rios d e la intervención del E sta d o en p r o v e c h o de la econ om ía na­ cional... N o nos seduce el ideal de la vida cara... N o aspiram os a ser ciudadanos d e una

República de Industriales” ."1

Por otra parte, entre las fracciones de la burguesía se destacó también el sector de los comerciantes, vinculados a actividades exportadoras e impor­ tadoras. Erigieron su propio gremio, F E N A L C O , aunque éste no llegó a adquirir durante los gobiernos conservadores la importancia de los gre­ mios industrial y cafetero.17

Así por ejemplo, durante la administración Ospina Pérez los comerciantes tuvieron reiteradas contradicciones con los industriales y con el propio gobierno, sobre todo en lo relacionado con el control de la comercializa­ ción de los productos de la gran industria. Esta contradicción se expresó, temporalmente, en el plano político en el hecho de que el gaitanismo asu­ mió una permanente defensa de los comerciantes y atacó abiertamente a los industriales. Empeoró, luego del 9 de abril, cuando justamente los in­ tereses más afectados directamente fueron los del comercio, se olvidaron

61 En el transfondo de la consolidación de ciertas fracciones de la burguesía, especialmente del sector industrial, se encontraba el notable proceso de acumulación de capital que se vivó en el país durante buena parte de las décadas del cuarenta y cincuenta, proceso que se expresó, entre otras co­ sas, en la difusión de las primeras fábricas productoras de bienes inter­ medios y en el agotamiento de la industrialización por la vía de la sustitu­ ción de importaciones, así como en la directa ingerencia del capital monopólico norteamericano. Con estos presupuestos se puede afirmar que el período de la Violencia a la larga resulta ser un momento de unificación y consolidación de la gran burguesía, tanto en el campo como en la ciudad.15 Incluso en las disputas políticas de la época, reiteradas veces salió a relu­ cir el tema del excesivo predominio de los intereses industriales respecto a otras fracciones de las clases dominantes. El propio Alfonso López Pumarejo podía decir abiertamente, al analizar las preferencias gremiales y eco­ nómicas de la administración Ospina, que: “ N o se han con ten ta d o los con serva d ores con excluir a m is c o p a rtidarios del servicio p ú b lic o . C o n ig u a l tesón tratan de desalojarlos de sus p osicion es en el com ercio, en la banca, en las industrias, en el ejercicio p riv a d o de las p ro fe sio n e s liberales (. . . ). S o m o s partida­ rios de la intervención del E sta d o en p r o v e c h o de la econ om ía na­ cion a l... N o n os seduce el ideal de la vida cara... N o aspiram os a ser ciudadanos d e una

República de Industriales” .'1 *

Por otra parte, entre las fracciones de la burguesía se destacó también el sector de los comerciantes, vinculados a actividades exportadoras e impor­ tadoras. Erigieron su propio gremio, F E N A L C O , aunque éste no llegó a adquirir durante los gobiernos conservadores la importancia de los gre­ mios industrial y cafetero.17

Asi por ejemplo, durante la administración Ospina Pérez los comerciantes tuvieron reiteradas contradicciones con los industriales y con el propio gobierno, sobre todo en lo relacionado con el control de la comercializa­ ción de los productos de la gran industria. Esta contradicción se expresó, temporalmente, en el plano político en el hecho de que el gaitanismo asu­ mió una permanente defensa de los comerciantes y atacó abiertamente a los industriales. Empeoró, luego del 9 de abril, cuando justamente los in­ tereses más afectados directamente fueron los del comercio, se olvidaron

las rencillas momentáneas entre comerciantes e industriales y los primeros se subordinaron a la hegemonía de los segundos, (véase el análisis que se efectuó en este mismo trabajo sobre las repercusiones económicas del 9 de abril). También a nivel urbano se configuró un gran sector de difícil clasificación como cíase social, pues no cumplía un papel específico dentro del proceso productivo o de la circulación mercantil, sino que más bien se desempeña­ ba como funcionarios ligados al aparato estatal o a las esferas del poder político y económico. Por el lado de las clases urbanas explotadas se destacaban también dife­ rentes sectores y fracciones. En primer lugar tenemos, como lógico resul­ tado del dominio del régimen capitalista en la formación social colombia­ na, al proletariado, que se distribuyó en distintos frentes de la actividad económica. Tenemos, en primer término, a los obreros de las actividades públicas (puertos, ferrocarriles, Río Magdalena y empresas petroleras) que durante las décadas del treinta y cuarenta constituyeron los sectores de más actividad sindical, aunque la mayor parte de ellos hayan estado in­ fluenciados y mediatizados por la política del liberalismo. El aumento de los niveles de proletarización en concordancia con la evolución del sector industrial, puede patentizarse con información cuantitativa referente a la P E A y a la fuerza de trabajo de los distintos sectores de la economía na­ cional. La información proporcionada en el cuadro N o. 6, suministra da­ tos sobre el persona! empleado en los distintos grupos de ocupación. En realidad el incremento de la fuerza de trabajo libre no es muy espec­ tacular, lo que demuestra que tampoco el proceso de industrialización en nuestro país tuvo ni ha tenido la capacidad de absorber a toda la pobla­ ción desarraigada de los campos: ni tampoco ha configurado una super­ población relativa con las características de las formas capitalistas desa­ rrolladas. N o obstante, esas cifras sí indican que un porcentaje significa­ tivo de la fuerza laboral ya se había proletarizado. Es incluso viable supo­ ner que puedan ser aún mayores si se tiene en cuenta que muchos de los

15.

Manuel Sánchez Vásquez, “Sobre la estructura de clases de la formación social capitalista en Colombia. Hipótesis de trabajo", en U n o en Dos. No. 8, 1977, p. 30.1 6

16. E l Tiem po, enero 26 de 1950.

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T o ta l

PEA

EM PLEADO RES

1951

1964

1951

1964

1951

87.076

201.424

3.792

11.149

15.013

26.892

fu n cion a rio s de ca tegoría directiva .

215.509

134.430

3.072

25.438

131.798

42.722

3.

O ficin ista s y tra ba ja dores afin es.

89.940

237.795

195

2.066

1.165

5.549

4.

V en d ed ores y sim ilares

62.559

288.854

583

19.113

16.032

147.158

308.185

486.822

719.456

O c u p a c ió n

1.

P ro fes io n a les Técn icos

2.

G erentes, a dm inistradores,

tra b a ja d ores afines'.

5.

1964

A g ric u lto res , pescadores, m ad ereros y tra b a ja d ores afines.

6.

T r a b a ja d o r e s In d e p e n d ie n te s

1.994.507

1.726.699

334.476

T ra b a ja d o res en ocupaciones de m in ería, canteras y afines.

47.783

42.261

617

531

15.676

13.606

568.960

674.451

18.019

29.517

168.660

211.686

72.547

153.984

605

4.794

11.274

37.131

76.885

156.854

337

8.471

15.223

26.889

3% .68 8

574.480

2.817

7.128

25.905

36.499

7. A rtesan os o p era rio s en fábricas y tra ba ja dores en ocu p acion es afines. 8.

T ra b a ja d o res en la con du cción de m ed ios d e transporte.

9.

T ra b a ja d o res m anuales y jo rn a lero s.

10. T ra b a ja d o res de servicios y sim ilares. 11. O tro s tra b a ja d ores N O E C y tra b a ja d ores en o cu p a cio ­ nes n o Id en tifica d a s o n o declaradas. TO TAL

141.355

177.952

430

3.490

2.218

11.493

3.755.609

5.132.008

385.943

419.882

10.3%

8 .2 %

889.786 23 .7 %

2 5 .0 %

100.0%

100%

1.283

..................^ w v . T . '■ V i v ^ v L

n n w i i v i Vlivni

«N OH UVíU

(Continuación) O c u p a c ió n

1.

P r o fe s io n a le s , técn ico s ,

2.

G ere n te s, a d m in is tra d o re s

tra b a ja d o r e s a fin e s .

A y u d a n t e s F a m ilia r e s

O b re ro s

E m p le a d o s

1951

1964

1951

492

880

61.750

161.359

6.029

1.144

5.948

2.735

50.625

62.799

4.066

736

1964

1964

1951

1951

1964

fu n c io n a rio s d e c a te g o r ía d ire c tiv a . 3.

O fic in is ta s y tra b a ja d o re s a fin e s .

4.

V e n d e d o r e s y sim ila res

5.

195

959

84.271

226.841

4.114

2.380

1.402

9.798

43.027

110.750

1.515

2.035

277.789

369.006

21.521

7.606

5.285

49

15.067

20.219

22.321

360

1.041

49.824

447

458

10.616

1.206

4 .25 0

345.956

523.348

66

1.481

42.835

112.556

18.143

311.001

420.685

732.875

8 .3 %

8 .2 %

1 9 .5 %

A g r ic u lt o r e s , p e sc a d o res, m a d e re ro s y t ra b a ja d o re s a fin e s .

6.

61.071

826.736

1.261.153

47.163

7.828

22.881

79

309

T r a b a ja d o r e s en o c u p a c io n e s d e m in e ría , ca n tera s y a fin e s .

7.

23.756

O p e r a r io s en fá b ric a s , a rtesan os y tra b a ja d o r e s en o c u p a c io n e s a fin e s .

8.

T r a b a ja d o r e s en la c o n d u c c ió n

9.

T r a b a ja d o r e s m an u a les

d e m e d io s d e tra n s p o rte. y jo r n a le r o s . 10.

109.003

400.250

6.335 46.827

116.705

27.891

12.779

4.149

2.015

3.435

4.331

20.738

3.225

197.151

70.172

T r a b a ja d o r e s d e s e rvicio s y sim ila res.

11.

317.002

O t r o s tra b a ja d o r e s N O E C y

1.572

tra b a jo s en o c u p a c io n e s n o d e c la ra d o s

TOTAL

479

Fuente. Pinto L. A. Transición Social en Colombia. Bogotá, 1970, p. 110. Tomado de: M. Medina. O p. cit. p. 22.

1.365.600 1.238.853 2 6 .6 % 3 3 .6 %

17.760

77.250

3 0 .6 %

5 .2 %

31.172

1 .4 %

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• * • Regiones de mayor impacto del • • * fenómeno urbano RegiQnes de permanente despor blamiento rural en su máxima intensidad.

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Zona ca fetero .-*» ^

^

Tomado d«:

principal.

Geografía de ia expulsión violenta del campesinada

Urbano Campo, op. clt. pg 4 9

50. Este es el argumento de C. Ortiz, muy diferente al que sostuvo en su prim er trabajo de 1977, que se encuentra en su libro: Estado y Subversión en C olom bia, reproducido. Igualmente en G. Sánchez y R. Peñaranda (compiladores). Pasado y Presente de la Violencia en C olom bia. C E R E C Editores. Bogotá, 1986, pp. 267-303.5 1 51. U. Cam po. L a U rbanización..., p. 65.

92 Colonización Diferentes estudios sobre la agricultura colombiana han establecido que en el país la “ solución” del problema agrario fue escamoteada para los campesinos mediante la apertura de frentes de colonización bajo los auspicios del Estado, sin repartir ni un centímetro de tierra. La ley 100 de 1944 ratificó la consolidación de la gran propiedad y la ampliación de la frontera agrícola por parte de los campesinos desarraigados de sus mise­ rables parcelas. Pues bien, durante el curso de la última parte de los años cuarenta y las décadas posteriores, ese proceso de apertura de nuevos frentes de colonización y de ampliación de la frontera agrícola se diversi­ ficó y adquirió un mayor grado de complejidad.

Entre los factores que contribuyeron a expandir la colonización se deben destacar: de una parte, la política agraria general del Estado colombiano que adoptó esa vía como la “ solución” óptima a la monopolización de tierras por parte de los terratenientes tradicionales y la conversión de la hacienda tradicional en hacienda capitalista: y, de otra parte, el proceso de guerra civil que se vivió en los campos desde mediados de los años cuarenta.

Y a desde la campaña presidencial de Ospina Pérez éste fue enfático en destacar los aspectos fundamentales de su política agraria, que partía de un apoyo tácito a la Ley 100 y una continuación de la política agraria de las últimas administraciones liberales, cuyo objeto último era la consoli­ dación del desarrollo gran burgués de la agricultura colombiana. Conti­ nuando con esa política de los liberales, Ospina llegó mucho más allá y durante su administración dio un impulso especial al reforzamiento de la gran propiedad y de apoyo oficial a los procesos de colonización. Para el efecto creó el Instituto de Parcelaciones, Colonización y Repoblación Forestal en el año de 1948. Dicho organismo debía encargarse de fortale­ cer la gran propiedad mediante la concesión de incentivos especiales y el impulso de la colonización. Es interesante conocer el pensamiento de su primer gerente, el conservador José Jaramillo Montoya, quien anunciaba los objetivos del nuevo instituto, como para que no quedaran dudas de sus propósitos, haciendo una crítica abierta a la Ley 200 de 1936, dictada bajo el gobierno liberal de A lfonso López Pumarejo. A l respecto sostenía el mencionado funcionario:

93 “ L a L e y 200 d e 1936... causó g ra ves p erju icio s a la agricultura c o ­ lom bia n a p o r su errada interpretación, q u e m o t iv ó la dism inución d e los cu ltivos agrícolas. E l p rop ieta rio rechazó, entonces, el trabajo d e agregados y cultivadores, ante el tem o r d e con flictos litigiosos, reclam aciones y dificultades... C o m o consecuencia los ca m p os f u e ­ ro n abandonados, d ism in u yó la p ro d u c c ió n y las ciudades se vieron invadidas p o r cam pesinos q u e buscaban tra ba jo en las obra s p ú b li­ cas, industrias, burocracia, cu ando n o ingresaban al g re m io de los desocupados, ya q u e el espíritu u rba n o les atraía con to d o s Sus hala­ gos (. . . )” . »

Seguidamente, efectuaba una serie de anuncios demagógicos sobre la ne­ cesidad de realizar parcelaciones y promover el regreso de los campesinos a sus tierras, pero, desde luego, sin considerar para nada la posibilidad de subdividir las grandes propiedades, sino sugiriendo simplemente la parce­ lación de propiedades públicas y de baldíos. Finalmente, remataba su análisis retomando el problema de la colonización, que no dudaba en aplaudir como un remedio recomendable para los males sociales que tenía el país y especialmente el campo colombiano. Concretamente señalaba: “ E n relación con la obra realizada p o r la colon iza ción ( . . . ) después d e pacientes ensayos e investigaciones se ha logrado hacer p ro d u cir extensas áreas de terrenos, antes com p leta m en te baldías. D e s p u é s de las p rim era s realizaciones en parcelaciones p o d r e m o s dedicar espe­ cial atención a la colonización en la cual se encuentra el b en eficio de q u e ésto ayudará a los cam pesinos q u e con algunas posibilidades quieran dedicarse p o r en tero a la agricultura o a la ganadería. Y en esto se presenta la op ortu n id a d de cola bora r en la ayuda d e nuestra eco n o m ía co n el a p rovech a m ien to d e lo s baldíos d e la n a c ió n ” . 53

Esta política oficial de colonización se reforzó con la expulsión de milla­ res de campesinos de sus parcelas, que constituyeron el eje de los movi­ mientos migratorios que se dirigían a las ciudades o a otras zonas agrarias del país para ampliar la frontera agrícola. Así el segundo proceso no siga

52.

La Ley de tierras ocasionó “el abandono del cam po y la parcelación lo repoblará”. E l Siglo, septiembre 18 de 1948.

53. Ibid.

94 inmediatamente a la expulsión de sus parcelas, sí fue una causa eficiente del posterior “ auge” colonizador que tomó fuerza a fines de la década del cincuenta y se convirtió, de la misma manera, en uno de los presu­ puestos de la reforma agraria de comienzos de la década siguiente. Para darse cuenta de la magnitud del proceso colonizador, tanto espontá­ neo como “ planificado” en el territorio colombiano, es pertinente mos­ trar esquemáticamente las zonas que englobaba durante los años sesenta. Según estudios del geógrafo E. Guhl, la colonización presentaba los si­ guientes frentes a nivel de los departamentos:

CUADRO No. 14 Z O N A S DE C O L O N IZ A C IO N A N IV E L D E P A R T A M E N T A L (D E C A D A D E L 60) Departamento

Antioquia

Bolívar Boyacá

Cauca Córdoba Cundinamarca Chocó Huila

Magdalena

Meta Nariflo Norte de Santander

Santander Tolim a Valle del Cauca Guajira Arauca Putumayo Vaupés

Zonas

Valle del rio Magdalena' Bajo Cauca Nechi Costa Antioquefla Macizo Andino del Baudó de Jaramillo en la cordillera Occidental. Darién Antioqueño y carretera al mar. Cordillera Occidental en la región de Urrao. Serranía de San Lucas Valle d d río Magdalena. Territorio Vásquez. Vertiente Oriental de la Cordillera Oriental, Casanare Caldas, Cordillera Occidental, Ver­ tiente chocoense, Valle del río Magdalena en muy pequeñas extensiones. A lto Caquetá-Macizo Colombiano Cordillera Occidental y Costa del Pacífico. Montaña del Alto Sinú, Montañas dd A lto río San Jorge. Sumapaz y baja veniente sobre el río Magda­ lena. El Darién. Macizo Colombiano-Moscoyen, Villalobos, Cordillera Oriental sobre el departamento dd Meta y Caquetá. Sierra Nevada de Santa Marta Serranía de los Motilones, Montes de Oca, Valle dd río Magdalena. Sumapaz y rio Duda. Cordillera Centro-Oriental, vertiente exterior y Occidental, Llanura dd Pacífico. Seiranía de los Motilones, Catatumbo y Carare-Opón. Valle dd Magdalena - Tunebia. Vertiente del Nevado del Huila y Sumapaz. Cordillera Ocddental y Valle del río Garra­ patas. Dibulla y Montes de Oca. Piedemonte Amazónico. Piedemonte Amazónico, Orito, Caldero, Guamuéz, R io de San Juan. San José d d Guaviare - El Retomo.

Tom ado de: DAÑE. B oletín M ensual de Estadística, 1971.

95 Gran parte de estos focos colonizadores se abrieron desde finales de los años cuarenta y se ampliaron en los años cincuenta. Los testimonios que han sido recogidos entre sobrevivientes de las primeras oleadas coloniza­ doras así lo indican.54 Nuestra propia consulta de prensa de finales de los años cincuenta mues­ tra también cómo, sobre todo después de la caída de Rojas Pinilla, a nivel de las esferas gubernamentales se empezó a considerar la colonización como la mejor forma de redimir de la Violencia a los campesinos afecta­ dos. Por supuesto que el tema no se planteaba en esos términos, sino que se le rodeaba de toda una explicación eminentemente ideológica que se afanaba por recalcar las buenas intenciones pacificadoras del Frente N a­ cional en comparación con el “ totalitarismo” de la dictadura. Nada se decía del verdadero origen de las masas de campesinos migrantes que se disponían a ampliar la frontera agrícola del país. Tampoco se men­ cionaba el tema de la Violencia política, partidista y sectaria que afectaba a cientos de millares de labriegos humildes. Todo era obra y gracia de los buenos propósitos del gobierno y los parti­ dos. La colonización no estaba ligada, según el discurso oficial, con los problemas reales que generaba el desarrollo del capitalismo ni con el con­ flicto de clases sociales en el campo colombiano. Demográficamente la colonización ha tenido efectos sobre la estructura poblacional del país, ya que ha implicado el reacomodamiento espacial en zonas inhóspitas donde no existía prácticamente ningún rasgo de presen­ cia estatal.55 Sólo hasta cuando los antiguos bosques y selvas fueron “ civilizados” , emergió la presencia estatal o de los partidos políticos. Este proceso en los años posteriores no se ha detenido, hasta el punto de que algunos

54. Cf. El excelente testimonio recogido por A. Molano. "D e la Violencia a la Colonización. Un testimonio colom biano", en Estudios Rurales Latinoamericanos. Vol. 4, N o. 3, Septiembre-Diciembre de 1981, pp. 257-285 55. William Ramírez. "La Guerrilla Rural en Colom bia: Una Vía hacia la Colonización Arm a­ da", en Estudios Rurales Latinoamericanos. Vol. 4, N o. 2. M ago-Agosto de 1981, p. 199 y s.s.

96 autores consideran a la guerrilla como impulsora de la colonización arma­ da, que ha servido para modernizar y forzar la acción estatal en regiones alejadas del centro del país, que de otra manera no recibirían la más míni­ ma atención gubernamental.56

Resumiendo, podemos decir que la Violencia de los años cincuenta tuvo repercusiones directas en la oleada colonizadora que ha vivido el pais des­ de entonces. A lfredo Molano puntualiza que la colonización,

“ ...t u v o c o m o resorte principal la violencia partidista, ya q u e usual­ m en te las m otiva cion es políticas en cu brieron el d e s p o jo de tierras, la concentración d e las m ism as y la expulsión d e cam pesinos. A s í suce­ d ió en el Valle del Cauca, en algunas zonas cafeteras y en n o p oca s regiones d e la costa. L a persecución a los cam pesinos y aún su p r o ­ p ia defensa — p ro ceso s q u e tenían su p ro p ia dinám ica — , n o deben oscurecer el resultado fin a l: el c a m b io de p ro p ie d a d de m u ch os p r e ­ dios. Tanto los p ersegu id os c o m o los defendidos, p erd ieron sus tie­ rras a m a n os d e los gam onales, q u e lo atacaban o los protegían. M u c h o s d e estos cam pesinos se unieron a g ru p o s guerrilleros de u n o u o tro ba n d o y se internaron p o r razones d e sobreviven cia física y social, en lugares inhóspitos reputados c o m o baldíos. A s í se inicia la colonización del Valle M e d io del M a g d a len a y B a jo Cauca, tam bién de buena p a rte del p ie d e m o n te llanero desde Támara y Pa ja rito, hasta G ranada y F u en te d e O r o ” 57

En el período de la Violencia (1945-1966) se desarrolló un intenso proceso! colonizador, motivado por factores económicos y políticos que ocasiona­ ron la expansión de la frontera agrícola. Esa incorporación de zonas “ in­ civilizadas” a la vida económica nacional — aunque muchas de esas regio­ nes hayan seguido siendo muy marginales— no fue, desde luego, idéntico. En verdad cada proceso ¿olonizador tuvo sus propias características, en concordancia tanto con las motivaciones de los migrantes — toda su cultu­ ra, sus hábitos e historia— como con las formas socio-culturales de los habitantes locales de la frontera recién abierta (que por lo general eran indígenas). De ese complejo contacto resultaron los diversos tipos de colo­ nización, unos más “ pacíficos” que otros, pero todos en general signados con la imborrable impronta de la Violencia.58

97 Mortalidad El último factor que debe ser considerado en el estudio demográfico de la Violencia es el relacionado con los niveles de mortalidad alcanzados en ese período. En verdad, la mortalidad debió constituirse en la variable inicial del análisis, ya que ésta muestra, como ningún otro indicador, el verdadero carácter alcanzado por determinado proceso de Violencia. Sin embargo, como el interés de éste capítulo no ha consistido tanto en efectuar un exhaustivo análisis demográfico en el sentido convencional del término — en cuanto tienen que ver con pirámides de edades y estructura interna de una población— , sino en mostrar las repercusiones generales que en la distribución espacial de la población generó el proceso de V io­ lencia (por eso consideramos las migraciones, la colonización y la urbani­ zación), hemos constatado que algunas apreciaciones sobre la mortalidad se convierten en punto de llegada para rematar el análisis efectuado pre­ viamente. Para concluir, así, que la causa principal del gran éxodo poblacional que conoció el país desde mediados de los años cuarenta estaba vinculado, primordialmente, con fenómenos de Violencia y no con otro tipo de circunstancias (psicológicas o de racionalidad económica, por ejemplo). Establecer una cifra así sea aproximada del número de muertos que dejó la Violencia es bastante difícil, por lo cual los investigadores coinciden en señalar que al respecto tan sólo se pueden establecer tendencias antes que cifras exactas.5 89 7 5 6

56. Ibid. 57. Alfredo Molano, “ Violencia y colonización". En Revista F o ro , N o. 6, jun io de 1988, p. 26. 58. Ib id ., p. 28. 59. Información sobre la cantidad de muertos que dejó el proceso de Violencia de mediados de siglo se encuentra en : Germán Guzmán et. al., L a Violencia en C olom bia. T om o I, Editorial Tercer M undo, Bogotá, 1962, pp. 287 y s.s.'Paul Oquist, Violencia, C onflictos y P olítica en C olom bia, Editorial Banco Popular. Bogotá, 1978, pp. 84 y s.s. J. Henderson, op. cit., pp. 315-16.

98 Según las apreciaciones de Paul Oquist, quien se basó en informaciones proporcionadas por la Compañía Colombiana de Datos, durante el perío­ do comprendido entre 1946 y 1957 se produjeron en el país un total de 168.451 muertos, discriminados a nivel regional en la forma como lo indi­ ca el gráfico N o. 2.

G R A F IC O

N .

2

'ECONOM IA Y VIO LEN CIA" 45

MUERTOS 40

POR

VIO LENCIA

Dato» »ntr» 1946 a L957 D tp to

M u » rt «

35-

I® Antiguo Calda»

4 2 .8 0 5

30-

2®Tolima 39 Antloquia 4® Nort» d» Santander 59 Santander 6 9 Valí» d»l Cauca 7 « M » ta 89 Boyoca 99 Hulla 109 Cundinomarca

2 9 .9 2 6 2 5 .2 7 8 20209 18812 12.687 5.649 5.199 3.982 3904

25

TOTAL

168.451

20-

10-

5-

|9

F u * n tt:

29

PAUL OQUtST,

39





6*

79



99

109

V I0 l£ N C lA , CONFLICTO Y P O L IT IC A EN CO LO M B IA ,

99 L o interesante es constatar cuales fueron las regiones más afectadas por la Violencia. Sobresalen, en primer lugar, el Viejo Caldas, luego el Tolima y después Antioquia. S; se compara esta información con los datos men­ cionados en las secciones anteriores, se podrá notar una cosa significativa: los mayores focos de Violencia partidista son los mismos en donde los procesos de migración y crecimiento de las ciudades fueron más marca­ dos, salvo el caso excepcional de la Costa Atlántica. Los otros se constitu­ yeron en zonas de expulsión y de atracción de migrantes.

Sorprende particularmente el caso del Antiguo Caldas, donde se presenta­ ron a la vez las cifras más elevadas de mortalidad y las de despoblamiento (como ya vimos antes) y, económicamente, se concentró la producción cafetera que nunca se vio alterada por la Violencia sino que, por el con­ trario, se alimentó y nutrió con ese proceso. Hay que señalar que existe otro factor adicional, íntimamente vinculado con procesos de violencia: el número de parcelas perdidas. Es apenas lógi­ co suponer que un buen número de labriegos, ante constantes amenazas y el temor de perder sus vidas, dejaban abandonados sus predios. Eso ex­ plica, entonces, que no en todos los casos la variable de mortalidad refleje exactamente la magnitud del efecto de la Violencia, como acontece en el caso del Valle, Boyacá y Cundinamarca. Considerando el número de par­ celas perdidas, se puede constatar su importancia en el desarrollo de la Violencia, (como se indica en el gráfico No. 3). Asi las cosas, queda un poco más claro el origen de la migración acelerada a Bogotá de gran nú­ mero de campesinos provenientes de Cundinamarca, Tolima y Boyacá, y por qué también alcanzó tanta magnitud la migración de población va lluna. Pero el tema de la tierra y de los efectos que sobre ella causó la Violencia será analizado con más detalle en el próximo capitulo.

100

GRAFICA No 3 "e c o n o m í a

PARCELAS

v io l e n c ia "

AGRICOLAS

Parcelas

Depto

96-

84-

72-

PERDIDAS POR LA VIOLENCIA

1- -

Antloquia

16.200

29 -

Boyaca

2 6 .4 0 0 3 6 .8 0 0

39-

Ant. Caldas

49 -

Cauca

59 -

Cundinamarca

5 0.4 00

69 -

Hulla

27.100

7« -

Meta

89 -

Norte

3 .0 0 0

800 38*400

de Santander

99 -

Santander

2 6.600

109 -

Tollma

5 4.900

119 -

Valle

9 8.400

122 -

Otros Deptos. e Int.

14.648

“ ECONOMIA Y VIO LENCIA” HOMICIDIOS EN COLOMBIA. 1946-1960 (por 100.000)

108 ■

y

393.648

TOTAL 60-

48

36-

24-

|9

Fuente:



38

49

59

69

89

99

119

Datos citados por Paul Oqulst en: ' Violencia , Conflicto y política en Colombia'.'

129

CUADRO No. 15

“ ECONOMIA Y VIO LEN C IA” HOMICIDIOS EN COLOMBIA. 1946-1960 (por 100.000) Departamentos

u> > o

O > es £ *» O

1946

8.7 Antioquia Atlántico 3.1 Bolívar 3.0 Boyacá 12.8 Caldas 6.6 Cauca 9.3 Córdoba Cundinamarca 11.9 Chocó 6.0 Huila Magdalena 5.3 Nariflo 9.6 Norte de Santander 48.0 Santander 16.1 Tolima 8.5 19.4 Valle Intendencias 14.5

1947

1948

1949

1950

6.2 8.8 14.5 25.8 3.0 9.2 12.1 9.7 1.5 2.4 5.2 4.3 17.8 32.1 50.6 33.5 7.9 14.1 29.0 30.1 7.0 11.9 12.6 11.7 9.3 3.8 6.3 11.4 77.1 30.0 7.2 16.7 5.7

11.5 1.8 8.5 12.1 8.6 46.0 40.3 11.4 21.6 15.2

17.5 3.6 12.2 17.9 9.2 79.5 86.5 13.9 69.3 27.1

Fuente: Colombia, Ministerio de Justicia, C in c o a ñ os, anexo, p. 41. Tomado de: J. Henderson, Cuando Colombia se desangró, p. 375.

23.6 9.8 10.0 17.2 5.9 53.5 37.4 31.2 76.2 35.3

1951

1952

25.0 6.2 6.0 35.9 34.7 15.5

45.6 33.9 7.6 6.4 5.5 38.2 25.3 37.0 41.8 14.8 15.9 1.4 2.9 35.0 22.4 18.6 5.9 18.4 59.0 9.5 17.9 6.4 6.9 52.0 51.0 57.0 46.9 86.7 63.4 83.5 44.9 60.9 40.3

31.2 13.3 23.2 14.9 8.9 43.5 43.5 47.6 68.1 45.7

1953

1954

21.3 7.6 6.1 20.1 42.2 19.9 9.3 17.5 8.1 50.9 15.1 9.1 46.3 36.1 47.9 33.1 20.4

1955

1956

23.5 29.4 6.6 7.5 6.1 4.6 17.0 19.2 51.8 59.5 26.1 27.6 5.1 9.5 22.3 18.0 3.6 14.3 47.6 99.9 12.2 11.5 11.0 5.6 47.7 51.5 40.2 41.9 98.1 164.1 57.0 54.6 24.4 21.2

1957

1958

1959

1960

24.2 38.4 38.3 41.6 4.7 6.0 6.6 6.3 7.6 5.2 5.0 11.8 19.7 26.6 22.3 27.9 91.0 117.0 81.1 43.5 32.1 44.8 27.1 25.9 8.5 8.1 6.4 4.7 18.9 24.7 22.9 23.7 12.1 14.7 10.4 11.0 47.3 68.3 21.8 31.9 14.1 14.2 12.5 11.8 8.5 9.0 10.3 8.0 49.6 62.7 66.4 56.8 36.2 59.0 50.6 56.0 115.6 133.7 100.7 62.8 87.5 97.3 62.4 51.2 28.8 27.4 29.6 27.9

CAPITULO III Violencia y Desarrollo Capitalista En el período de más acentuada Violencia, en especial entre la primera fase y el advenimiento del gobierno de Rojas Pinilla, la situación eco­ nómica del capitalismo en Colombia fue boyante. En los principales ren­ glones y sectores económicos se presentó un momento positivo del que salieron favorecidas las clases dominantes. Ese momento de prosperidad — que se prolongó hasta 1956, cuando se inició un largo ciclo recesivo— coincidió con un importante nivel de pre­ cios del café colombiano en el mercado mundial. Dicha bonanza, sin em­ bargo, no puede considerarse como el único factor explicativo del auge en el proceso de acumulación que conoce el capitalismo colombiano: es uno más, aunque de indudable importancia, pues junto a él se destaca el despegue de la agricultura comercial moderna en algunas zonas planas del país: el desarrollo, a finales del cincuenta, de exportaciones no tradiciona­ les que generaron divisas para impulsar el proceso interno de industriali­ zación; la construcción de obras de infraestructura durante los gobiernos conservadores (Paz del Río, Salvajina, carreteras, distritos de riego, aero­ puertos, etc.), pero más acentuadamente en el gobierno de Rojas Pinilla: la apertura liberal a las inversiones extranjeras que empezaron a desem­ peñar un rol significativo en importantes ramas de la industria nacional: y finalmente, todos estos procesos fueron más fáciles de implementar ante la ausencia de una oposición organizada entre las clases subalternas — no obstante que se presentó resistencia campesina en amplias zonas del país— dado que el movimiento obrero y popular de las ciudades fue desarticulado. Todos estos elementos serán analizados seguidamente bajo la óptica de que el proceso fundamental — lo que no significa que sea el único— du-

104 rante los años de la violencia, lo constituyó el desarrollo del capitalismo y el aceleramiento de la acumulación de capital. Si bien es cierto que este no es un proceso lineal, ya que en los años cincuenta se presentan varios ciclos intermitentes de crecimiento y de recesión, sí se puede observar como, al final de los años cincuenta y comienzos de los sesenta — cuando concluía la violencia— el país que emergía de ese tenebroso período era totalmente distinto: con un sector industrial manufacturero que se ubicó al frente de las actividades económicas; con una acelerada urbanización: con el despoblamiento de los campos; con una agroindustria en proceso de despegue; con un sector cafetero que, ante las circunstancias de desa­ rrollo capitalista, debió plegarse a ese proceso e iniciar el período de mo­ dernización de la estructura productiva y técnica del cultivo del café.

L a industrialización durante la postguerra Durante el período inicial de la postguerra, la industrialización en Colombia conoció una etapa de revitalización y crecimiento, caracterizada fundamentalmente por dos elementos complementarios: 1. Un rápido pro­ ceso de acumulación, que implicó un reforzamiento de ciertos sectores industriales desarrollados desde antes de la guerra y la consolidación de nuevos sectores; 2. La inserción de la economía colombiana, y de la in­ dustria en particular, en el proceso de internacionalización del capital. Son estos dos procesos los que configuraron un desarrollo particular de la industria colombiana, inscrito en el contexto del capitalismo transna­ cional y monopolista y además caracterizaron la forma como la economía del país se ligó a ese capital monopolista. La mejor fuente comparativa del desarrollo industrial durante la Violenicia la proporciona la existencia de los censos industriales de 1945 y de 1953.1 Partiendo de esta base empírica efectuaremos algunas considera­ ciones sobre el patrón de industrialización desarrollado en el país durante este período y, luego, se tendrán en cuenta los efectos de ese proceso.1

1. C f. Contralorfa General de la República, P rim e r Censo In d u stria l de C olom b ia , Resu­ men General, tomo XVI, Imprenta Nacional, Bogotá, 1947; DAÑE, “Resumen general del segundo Censo Industrial Colombiano de 1953”. Distintas ediciones del B oletín M en ­ sual de Estadísticas, 1954-1955.

105 Si se observan las cifras del censo industrial de 1945 se podrá concluir que, en esos instantes, en la industria nacional predominaba el sector de bienes de consumo (el 80.7%), luego seguía la producción de bienes inter­ medios (con un 16%) y el sector destinado a producir bienes de capital tan sólo constituía el 3.3% del total.2 A l considerar con más detalle la estructura industrial, se observa que en los distintos sectores predominaban diversos grados de desarrollo en cuan•to a nivel tecnológico y productividad. Así se tiene que mientras en el sec­ tor de bienes de consumo existían industrias que generaban un escaso valor agregado (principalmente aquellos sectores con predominio de una organización artesanal; molinos, trilladoras de café, etc.), también exis­ tían industrias con importantes avances tecnológicos (ingenios, fábricas de chocolate y galletas).3 El sector de bienes intermedios presentaba un desfase tecnológico más agudo frente al de bienes de consumo, pues allí eran representativas in­ dustrias poco desarrolladas (cuero y madera). Aunque en este sector se encuentra la industria química, ésta en 1945 comprendía unidades poco tecnificadas (como jabonerías, producción de fósforos) junto a agrupa­ ciones con alta tecnología (producción de derivados de petróleo, caucho y minerales no metálicos). Pero, en general, el desarrollo tecnológico era más escaso en este sector que en el de bienes de consumo.

Si se compara esta estructura industrial con la predominante ocho años después se constatará que a nivel global no se presentaron cambios signi­ ficativos en cuanto al porcentaje que cada uno de los sectores tenía dentro del total de la industria. Los bienes de consumo siguieron representando el 80% del total, los intermedios el 17% y los de capital el 3% .4

L o más importante, sin embargo, es que en el interior de los distintos sec­ tores se presentaron cambios significativos, en cuanto a desarrollo tecno­ lógico y productividad. Comparando la evolución de los sectores de bie­ nes de consumo e intermedios se aprecia la magnitud de los cambios ope­ rados. En cuanto a los bienes de consumo su evolución se observa en el cuadro N o. 1.

106

CUADRO No. 1 C O L O M B IA : SECTO R DE BIENES DE C O N SU M O C O R R IE N TE P O R A G R U P A C IO N E S IN D U S T R IA L E S E N 1953 Y C R E C IM IE N T O R E L A T IV O 1945-1953 (porcentajes) Agrupaciones Industriales

Crecimiento Relativo 1945-1953 (•)

Participación Porcentual 1953

Alimentos Bebidas Tabaco Textiles Confecciones Muebles Imprentas Industrias diversas

96.5 124.0 98.4 103.9 90.6 66.9 88.6 89.8

50.7 15.6 3.1 18.2 8.3 0.8 2.4 0.9

TO TAL

100.0

100.0

(* ) Relación entre las tasas de crecimiento de la agrupación y el sector. Fuente: Primer Censo Industrial de Colombia 1945. Segundo Censo Industrial Colombia 1953.

En este sector crecieron más dinámicamente las agrupaciones de tecnolo­ gía avanzada (bebidas y textiles) pero las demás crecieron menos que el promedio. Uno de los hechos que impidió que el cambio en el sector fuera más significativo, lo constituyó la evolución de los precios del café, que conocieron alzas permanentes hasta 1954. El efecto de esta circunstancia radicó en que, sin modernizar la industria cafetera, crecieron las trillado­ ras, lo que aumentó la participación de la rama alimenticia dentro del total del sector de bienes de consumo.5 Por su parte, en el sector de bienes intermedios sobresale el avance de las agrupaciones de papel, caucho, derivados de petróleo y metálicas básicas. La información respectiva se presenta en el cuadro N o. 2.2 4 3 2. Contraloria General de la República¡ Primer Censo..., op. cit. 3. Ibid. 4. D A Ñ E , “Resumen General’’... op. cit.

107 C U A D R O N o. 2

C O L O M B IA : SECTOR DE BIENES IN TE R M E D IO S PO R A G R U P A C IO N E S IN D U S T R IA L E S EN 1953 Y C R E C IM IE N T O R E L A T IV O 1945-1953 (porcentajes) Agrupaciones Industriales

Crecimiento Relativo 1945-1953

Participación Porcentual 1953

Maderas excepto muebles Papel Cuero Caucho Productos químicos Derivados del Petróleo Minerales no metálicos Metales básicos

62.3 145.3 78.7 176.6 95.5 111.3 98.9 150.9

6.4 4.7 11.2 10.0 26.1 13.9 24.4 3.3

TO TAL

100.0

100.0

Fuente: Primer Censo Industrial de Colombia 1945 y Segundo Censo Industrial 1953.

Aunque el sector productor de bienes de capital disminuyó porcentual­ mente respecto a las cifras de 1945, en su interior también se presentaron desniveles en avance tecnológico. Entre las agrupaciones más desarrolla­ das están maquinaria eléctrica y material de transporte, mientras las más estancadas fueron las agrupaciones de productos metálicos y maquinaria mecánica. El estancamiento relativo del sector de bienes de capital se de­ bió, en parte, al hecho de que durante la postguerra aumentó la capacidad para importar y buena parte de las divisas acumuladas durante la guerra se emplearon en importar maquinaria.6 Desde el punto de vista de la estructura industrial se puede, entonces, de­ rivar una primera conclusión: la industria se diversificó intersectorialmente pero esa dinámica fue impuesta por el proceso de sustitución de impor­ taciones de bienes de consumo corriente y la expansión del mercado inter­ no. El poco avance en los sectores intermedios y de bienes de capital está relacionado con el aumento en la capacidad de importar y el bajo arancel que facilitaba la traída de equipos y bienes de producción.7

108

C U A D R O No. 3

C O LO M B IA : SECTOR DE BIENES DE C A P IT A L PO R A G R U P A C IO N E S IN D U S T R IA L E S EN 1953 Y C R E C IM IE N T O R E L A T IV O 1945-1953 (porcentajes)

Agrupaciones Industriales

Crecimiento Relativo 1945-1953

Productos metálicos Maquinaria no eléctrica Maquinaria eléctrica Material de transporte

80.7 100.5 247.7 148.2

TO TAL

1 0 0 .0

Participación Porcentual 1953

56.9 10.8 13.7 15.9 1 0 0 .0

Fuente: Primer Censo industrial de Colombia 1945. Resumen General del Segundo Censo Industrial 1953.

El desarrollo de la industria durante la década del cincuenta implicó un notorio incremento de su participación dentro del PIB , desplazando pro­ gresivamente a la agricultura del puesto más importante dentro de la eco­ nomía colombiana. En las cifras presentadas sobre la evolución del P IB industrial y su relación con la evolución del PIB total claramente se obser­ va ese fenómeno (véase cuadro N o. 4).6 7

6. Antonia García, G u ió n y el problem a de la R evolu ción Colom biana, Editorial, M .S .C ., pp. 23 y s.s. 7. Mariano Arango, “La industria en Colombia 1945-1953". En Lecturas de Econom ía N o. 12, 1983, Uriuersidad de Antioquia, p. 42.

109 C U A D R O No. 4

C O M P O S IC IO N DE L A A C T IV ID A D E C O N O M IC A . 1945-1964 (En pesos constantes de 1975) 1945-9

Sector Agropecuario Minería Industria manufacturera Construcción Comunicaciones Electricidad, gas y agua Comercio Servicios Financieros Transporte Servicios del gobierno Servicios personales Alquileres de vivienda

1950-4

%

1955-9 «Po

1960-4 Vo

40.5 2.8 14.8 3.4

33.6 3.2 17.4 2.8

31.3 3.2 19.4 3.4

28.9 3.1 20.6 2.9

0.5

0.3

0.4

0.5

11.6 4.9 6.1

10.4 6.6 7.3

9.8 6.9 6.9

9.8 6.9 7.1

15.5

6.7

6.7

7.3

%

1. Incluye pesca, caza y silvicultura. Fuente: Cuentas nacionales de Cepal (1945-1950), y D AÑ E (1970-1984). Tom ado de: “ El problema laboral colombiano: Diagnóstico, perspectivas y políticas” , E c o n o ­ mía Colom biana, Separata N o. 10, Agosto-Septiembre, 1986, p. 20.

Sin embargo, un hecho básico al considerar esas cifras debe ser tenido en cuenta: el sector que presenta un aumento más significativo es el de servi­ cios, en donde aparecen una variada gama de actividades de difícil clasifi­ cación (comercio, servicios financieros, personales, etc.) y con diferentes relaciones laborales en su interior (que van desde relaciones salariales has­ ta formas de trabajo independiente). Esto indica que la industria se con­ virtió durante los años cincuenta en el principal sector de la actividad económica del país — poniendo de presente la consolidación del modo de producción capitalista— , mostrando las particularidades de ese proceso en el contexto histórico de la sociedad colombiana. Porque una cosa sí es clara: la industria se convirtió en el primer renglón pero no logró homogenizar todas las actividades económicas bajo la relación básica capitalis­ ta, sino que en el interior de la economia se perfilaban una serie de rela­ ciones intermedias no propiamente capitalistas que tuvieron gran impor­ tancia económica (actividades comerciales, vendedores ambulantes, secto­ res “ terciarios” , etc.).

110 La evolución de la industria durante el período de la Violencia puede di­ vidirse en dos fases principales. Un primer período que comprende el quinquenio 1945-1950 y uno segundo que abarca desde este último año hasta 1958. El dinamismo del sector industrial, teniendo en cuenta estas dos fases, aparece a continuación: C U A D R O N o. 5

D IN A M IS M O D E L SECTOR IN D U S T R IA L (Tasas de crecimiento logarítmicas anuales % )

Período

Fabril

Artesanal

Total

1945-1950 1950-1958

10.2 7.4

9.2 3.3

10.0 6.5

Fuente: “ Cuentas Nacionales” , Banco de la República y C E P A L , “ El desarrollo Económico de Colombia” , A n exo estadístico. DAÑE.

Esto implicó que la participación de la industria dentro del PIB pasara de 15% en 1950 a 17.2% en 1958.8 ¿Cómo explicar este avance de la indus­ tria? Creemos que no responde a una única causa, sino que se configura como resültado de una serie de circunstancias particulares del desarrollo del país en los años cincuenta. Entre los elementos que se pueden bosque­ jar para explicar el avance de la industrialización se encuentra, en primer lugar, el incremento de los precios del café, que generó gran cantidad de divisas, algunas de las cuales se invirtieron en el plano industrial.-Un se­ gundo factor estaba relacionado con la ampliación del mercado interior, expresado en la urbanización y en los aumentos de consumo de bienes producidos por la industria, tanto a nivel urbano como rural. Un tercer factor, lo constituyó la ampliación de la división del trabajo, entre secto­ res vinculados a la rama industrial y a la agrícola, que implicó la especialización y complementariedad de procesos, pero subordinados a la indus­ tria. Por último, continuando con la política de sustitución de importa­ ciones, nuevas ramas de la industria colombiana fueron incorporados a ese proceso durante los años cincuenta; primordialmente esto se observó en la rama alimenticia y en los sectores de consumo durable.9 8. Alberto Corchuelo. “El proceso de industrialización colom biano 1945-1958". En U n o en Dos, N o. 4, p. 48. 9. Ibid, p. 54.

111

Pero el desarrollo fundamental de los años cincuenta estuvo marcado por la importancia que adquirió la industria manufacturera, en ramas como la producción de derivados de petróleo, metálicos básicos, metalurgia, caucho, etc. Esa información está consignada en las cifras que se presen­ tan en el cuadro N o. 6. C U A D R O N o. 6

T A S A S DE C R E C IM IE N T O DE L A S R A M A S IN D U S T R IA L E S Y SU C O N T R IB U C IO N A L A E X P A N S IO N , PE R IO D O 1950-1958 Crecimiento *1%

Alimenticios Bebidas Tabaco Textiles Confecciones y Calzado Madera y muebles Papel Edit. Imprentas Cuero Caucho Químicas Derivados del Petróleo Minerales no Metálicos Metálicos Básicos Mecánicas y Metalurgia Diversos TOTAL

Contribución %

6.0 4.4 3.1 7.1 6.8 8.2 11.4 9.3 4.4 12.5 9.9 13.0 5.7 34.2 17.3 7.1

13.7 10.0 3.4 16.0 5.1 2.2 1.9 3.4 1.0 3.3 10.9 4.8 4.6 4.6 13.3 1.8

7.4

100

Fuente: Cálculos con base en Muestras anuales Manufactureras, D AÑ E y Cuentas Nacionales, Banco de la República.

Tom ado de: A . Corchuelo, op. cit., p. 54.

El impulso y consolidación de estos sectores generó efectos globales sobre la estructura industrial y económica del país, que transformaron su estruc­ tura productiva. De esa manera se constituyó un mercado relativamente amplio, dado que el impulso — fundamental para el proceso de acumula­ ción de capital— se dio por el lado del fortalecimiento del consumo pro­ ductivo, todo lo cual configuró una amplia división del trabajo entre sec­ tores, aumentó la productividad del trabajo y amplió los mercados.10 Alberto Corchuelo resume bien el impacto multiplicador del desarrollo industrial colombiano en los años cincuenta, cuando afirma que: “ L a con tribu ción del sector industrial a la expansión g lo b a l s o b re ­ venía a través d e su creciente p ro d u c c ió n m aterial q u e determ inaba m a yores tasas y niveles d e p ro d u c tivid a d n o s ó lo a l interior d el m is­ m o sector sin o d e los restantes... E l m is m o p ro c e s o d e urbanización,

112

q u e p u e d e ser visto c o m o p ro d u c to d e la expansión industrial, con s­ tituía un p o d e r o s o ingrediente en la aceleración d e las tasas de p r o ­ ductividad al originar una transform ación cualitativa de los p atrones d e c o n s u m o m ediante la sustitución de los m é to d o s de p ro d u c c ió n c o n q u e se satisfacían las distintas necesidades básicas m anufactu­ reras. Esta sustitución im plicaba el ro m p im ie n to d e ciertas activida­ des artesanales rurales, en especial las dedicadas a la p ro d u c c ió n de con feccion es, alim entos, tabaco y bebidas, y d e esta f o r m a otorgaba un m a y o r im p u lso a la división d el trabajo y a la am pliación de los m erca d os de la industria fa b r il s o b r e los m ercados artesanales, gra­ cias a los m e jo re s p recio s q u e rom p ía n las barreras naturales d e los m erca d os regionales en d o n d e op eraban las unidades p rod u ctiva s artesanales” . u

Este constituye el típico proceso de acumulación capitalista que rompe, a pesar de la resistencia, las relaciones predominantes en formas de pro­ ducción precapitalista, integrando al conjunto de la economía y sociedad — asi no en todos los lugares existieran relaciones capitalistas— a la hege­ monía del capital. En esto, por consiguiente, el país no se distinguió en cuanto al proceso clásico de ampliación del mercado interno — tratado por Lenin o Kautsky— : lo que varió, desde luego, fueron las formas his­ tóricas peculiares de desarrollo de ese proceso. Dentro de esas formas particulares la Violencia jugó un papel de primer orden, pues se constitu­ yó en un mecanismo “ superestructural” para agilizar la modernización económica del país y la implantación del modo de producción capitalista. La expansión de la industria manufacturera fue, además, el factor fun­ damental que planteó la necesidad de modernizar la agricultura, haciendo que se constituyera un sector agroindustrial moderno, dotado de equipo sofisticado, con un amplio paquete tecnológico y con una relación capita­ lista en la organización de la unidad productiva, frente a un sector tradi cional, de economía familiar, explotado antitécnica e improductivamente por la familia campesina. La economía agroindustrial debió especializarse en la producción de materias primas para la industria y la economía cam­ pesina acoplarse a producir alimentos. Asi las cosas, en el fondo del asun­*1

to. Ibid,

p. 58.

11. Ibid, p. 59.

113 to de la modernización de la agricultura colombiana se encontraban, en primer término, los requerimientos de la industria. De tal manera, que la violencia, en forma aparentemente indirecta, contribuyó a su modo a acelerar esa especialización agrícola y a constituirse en una actividad com­ plementaria de la industria, que, a su vez, aceleró el proceso de acumula­ ción de capital. Ahora bien, el otro aspecto fundamental del proceso de acumulación de capital durante los años cincuenta, estaba relacionado con la estructura altamente monopolista de la industria colombiana. Hacia 1958 el proceso de concentración y centralización de capital, que en realidad había sido una constante de la evolución industrial del país desde los orígenes de esa actividad económica, había alcanzado niveles significativos. Así tenemos que en el año considerado, de las plantas industriales con más de 100 tra­ bajadores, 367 establecimientos concentraban el 70.3% del valor agregado fabril y el 47.4% del empleo.12

De la misma manera, al finalizar los años cincuenta 6 empresas de bebi­ das concentraban el 80% de la producción: una sola empresa de tabaco monopolizaba el 70% de la producción del sector; en la rama de textiles (telas, hilos y confecciones), 29 empresas controlaban el 87% de la pro­ ducción.13 Este proceso de concentración y centralización de capital se tornó más evidente después de 1945, en plena postguerra, ya que en los más impor­ tantes rubros de la industria nacional existían pocas empresas, que contro­ laban en forma monopolista y oligopolista el mercado y/o la producción: en galletas, una empresa: en productos lácteos, una: en el sector de azú­ car, dos: en cerveza, cuatro: en gaseosas, dos: en cigarrillos, una; en cal­ zado de caucho, dos; etc.14

A la concentración y centralización de capital en la industria colombiana durante los años cincuenta contribuyó la difusión de nueva tecnología. La que sólo pudo ser adquirida por las industrias de mayor disponibilidad de capital líquido o que podía conseguir, con base en su poder y tamaño, créditos fáciles en el exterior o, sencillamente, fueron las empresas ex­ tranjeras las que fácilmente pudieron operar con maquinaria más sofisti­ cada y productiva. N o es raro, por esto, constatar que los sectores de punta de la industrialización colombiana durante el período de postguerra

114 hayan sido aquellos donde fue más notable el proceso de incorporación de tecnología moderna e intensiva en capital.1 25 4 3 1 Como resultado obvio, esos sectores industriales presentaron los más im­ portantes incrementos en productividad y volumen de producción. Para sólo dar una muestra representativa en ese sentido, consideremos algunos datos referentes al aumento en la producción de importantes materias primas industriales.

CUADRO No. 7 A U M E N T O E N L A P R O D U C T IV ID A D DE A L G U N A S M A T E R IA S P R IM A S IN D U S T R IA L E S Materia Prima

Azúcar (toneladas) Gasolina (mil barriles) Acido sulfúrico (tnls) Paños (millones de mts) Hilazas y fibras artificíales (toneladas)

1952

1956

Cree. %

144.9% 2.25 • 6.700 3.64

240.463 5.40 11.300 4.66

69.3 73.2 58.9 28

3.700

7.800

>•

111

Fuente: Gabriel Poueda Ramos, “ Historia de la Industria en Colombia” . Revista Trimestral andi, No. 11, 1970, p. 70 y s.s.

Las materias primas de mayor importancia para la industria nacional tu­ vieron un crecimiento espectacular en un lapso de cuatro años. El incre­ mento más significativo se presentó en el consumo de gasolina (73.2%) y de fibras artificiales (111%). Muestra clara de que el desarrollo industrial jalonaba otros sectores de la economía.

12. Ibid, p. 65. 13. Ibid. 14. Ibid, p. 64. 15. Ibid, p. 65.

115 Para terminar este breve análisis del desarrollo industrial del país durante los años cincuenta, es necesario efectuar una corta consideración sobre la forma como la ofensiva de las clases dominantes contra la clase obrera — cuyos elementos más significativos hemos explicado detalladamente en el primer capítulo— implicó aumentos en los niveles de explotación de la fuerza de trabajo, lo que facilitó y aceleró el proceso de acumulación en la industria colombiana. Cálculos elaborados por historiadores del movimiento sindical indican que durante el período aqui considerado se presentan notorios aumentos en las tasas de explotación y extracción de plusvalía de los trabajadores colombianos. En el siguiente cuadro se precisa esa información.

CUADRO No. 8 A U M E N T O DE L A P O B L A C IO N T R A B A J A D O R A Y E V O L U C IO N DE L A C U O T A DE P L U S V A L IA

1945

Empresas 7853 Personal ocupado 135400 Salarios Pagados 105.6 Mili Valor Agregado 144.8 ” Plusvalía Total 39.2 ” Plusvalía por Trabajador (enpesos) 280

1953

11243 199116 430.0 M ili 1500.0 ” 1068.0 ” 5340

1956

9853 211979 666.0 MUI 2227.0 ” 1561.0 ” 7480

1957

11007 230773 894.0 M ili 2823.0 ” 1960.0 ” 8520

Fuente: Documentos Políticos No. 21, enero de 1961, p. 62.

Según estas cifras, la plusvalía extraída por cada trabajador prácticamente se triplicó en un lapso de 10 años. Este aumento de extracción de plusva-lía, que alcanzó modalidades incluso de plusvalía absoluta, como en los primeros tiempos de constitución de la sociedad capitalista, fue resultado directo del proceso de desorganización sindical y política a que se vieron sometidos los trabajadores, sobre todo después de la huelga de Fedenal, en diciembre de 1945. Detrás del auge capitalista de la industria durante el período de la Violencia, se encontraba, entonces, un incremento acelerado de los niveles de superexplotación del trabajador colombiano.

116

CUADRO No. 9 C O L O M B IA : R E M U N E R A C IO N A L TR A B A JO , P R O D U C T IV ID A D Y P A R T IC IP A C IO N EN E L V A L O R A G R E G A D O PO R D E P A R T A M E N T O S E N 1953. (Pesos y Porcentajes) Remuneraciones a valor agregado (Porcentajes)

Valor agregado por trabajador (pesos)

Remuneración por trabajador (pesos)

Antioquia Atlántico Cundinamarca Valle del Cauca Resto del pais

29.0 33.7 31.1 31.4 22.9

8.136 6.986 7.771 7.409 6.830

2.359 2.354 2.416 2.326 1.564

TO TAL

28.7

7.527

2.160

Departamento

Fuente: Resumen general del Segundo Censo Industrial - 1953.

Esta era la directa consecuencia de la Violencia urbana que se gestó con­ tra el proletariado y otros sectores urbanos desde mediados de los años cuarenta, durante las últimas administraciones liberales. En esa medida, la acción del Estado y de los partidos políticos fue ampliamente eficaz para el capitalismo colombiano. En forma enfática Mariano Arango considera fundamental, en el proceso de acumulación de capital durante los años cincuenta, la desorganización de los sectores obreros. Concretamente indica: “ L a acum ulación d e capital industrial en el p e r ío d o 1945-1953 se ba só en la extracción d e plusvalía absoluta y relativa. L a p ro d u c ti­ vidad a p re c io s corrientes a u m en tó en el 6 4 .8 % , d e 1.000 p e so s en e l p rim e r a ñ o a 7.482 en e l segundo, m ientras la rem uneración al tra ba jo creció el 1 9 4 .5 % , d e 729 p e s o s a 2.147. A

consecuencia de

ello, el p o rc e n ta je d e las rem uneraciones en el va lor agregado indus­ trial se r e d u jo del 7 2 .9 % en 1945 al 2 8 .7 % en 1953. L a rem unera­ ción al tra ba jo p ierd e com p leta m en te su relación con la p ro d u c tiv i­ d a d del tra ba jo y pasa a depender del m ín im o para p ro d u c ir la f u e r ­ za d e tra b a jo ; así, se observa q u e la p a rte del tra ba jo en el valor agregado es d el 4 4 % en el sector d e bienes d e capital y d el 2 6 .4 % en

117 el sector d e bienes de c on su m o, p e r o s ó lo p o r q u e de ese m o d o es p o s ib le un ingreso m ín im o a la fu e rz a d e tra ba jo co n una p ro d u c ti­ vidad en el p rim e r sector un 4 0 % m e n o r: las rem uneraciones fu e r o n 2.174 y 2.181 p e s o s respectivam ente y la total d e 2 .1 4 7 ” . 16

La violencia en forma directa jugó su papel en ese proceso, pues se cons­ tituyó en el factor fundamental para normalizar la “ oferta” de trabaja­ dores, impulsando la migración a las ciudades o hacia zonas agro-indus­ triales e incrementando la superpoblación relativa que buscaba trabajo en la ciudad.17 Este factor y la implacable inflación vivida en el país desde comienzos de los años cuarenta, provocaron un claro envilecimiento del salario real de los trabajadores, lo que claramente se puede constatar ob­ servando la evolución de la participación de los asalariados en el valor agregado industrial. En efecto, en el cuadro N o. 9 se puede apreciar la manera como se homogenizó, pese a diferencias de productividad y nivel de calificación de fuerza de trabajo, la remuneración de los obreros. Aunque la clase obrera no hubiera vivido directamente la etapa más san­ grienta de la Violencia, sí fue afectada por ese proceso, por la forma como se resintieron sus ingresos. Además, poco tiempo después muchos de los campesinos expulsados del campo engrosaron las filas del proleta­ riado colombiano.

Incremento de la inversión extranjera en la economía co­ lombiana Y a indicamos en capítulos anteriores la forma como, durante los años cincuenta, el país se inscribió en el contexto internacional de Guerra Fría, bajo la égida de Estados Unidos. Pues bien, esa abierta vinculación del país en la órbita norteamericana, iniciada desde los años veinte, amplia­ da durante la guerra y consolidada en la postguerra, influyó en todos los aspectos de la vida nacional. Como consideramos que lo político es sobre­ determinante, pensamos que el análisis del incremento de intereses eco­ nómicos norteamericanos en el país durante los años cincuenta, estaba en directa vinculación con los intereses políticos y estratégicos de Estados

16. M. Arango, op. cit., p. 50. 17. Ibid.

118 Unidos, tanto respecto a Colombia como al conjunto de América Latina. Es más, desde finales de los años cuarenta la postura adoptada por el go­ bierno norteamericano y los empresarios privados de ese país frente al hemisferio, estaba encaminada a impedir cualquier brote de nacionalismo — tipo Guatemala— que pusiera en peligro sus intereses en la región. Concluyendo, en 1948 — y en concordancia con lo aprobado en la Confe­ rencia Panamericana de Bogotá— , el presidente de la United Fruit Company, Thomas D. Cabot, proponía, como requisitos fundamentales para garantizar la inversión de Estados Unidos en el resto del continente, las siguientes cláusulas: 1. Las propiedades no serán nacionalizadas. 2. N o se dictarán leyes discriminatorias. 3. Los inversionistas tendrán derecho ( ! ! ) a llevar consigo dirigentes y técnicos. 4. N o se aplicarán impuestos discriminatorios ni excesivos para absorber un porcentaje extraordinario de las utilidades.18 Se esbozaba todo un programa general de tipo político para garantizar la seguridad de las inversiones norteamericanas en los demás países del he­ misferio. Entre la justificación política de ese plan sobresalía — cosa que no podía faltar— el anticomunismo y el maniqueísmo: cualquier país que se negara a aceptar de plano las condiciones de los inversionistas y el go­ bierno norteamericano, en el acto aparecía como un títere de los comu­ nistas y un peligro para el “ mundo libre” , sin importar el régimen políti­ co imperante en ese país.19 Dentro de este marco político global desde finales de los cuarenta se incre­ mentaron notablemente las inversiones norteamericanas en el resto del continente. Algunas cifras muestran ese proceso. Mientras que en 1940 el total de inversión norteamericana ascendía a 2.962 millones de dólares, en 1950 esa cifra casi se había duplicado (4.445 millones de dólares) y en 1961 su monto total era de 8.200 millones de dólares.20 Pero más importante es considerar el monto de las ganancias obtenidas por los inversionistas directos. Así, tenemos que si esas ganancias ascen­ dieron, para el total de inversión efectuada en la región, a 672 millones de

119 dólares en 1948, ya en 1955 esas mismas ganancias alcanzaban una cifra de 976 millones de dólares.1 01 2 9 1 8 Por supuesto, la inversión norteamericana no tenia la misma importancia en todos los países ni en todos predominaba la inversión directa, pues en las naciones centroamericanas todavía los enclaves — principalmente bananeros— mostraban una clara preponderancia, tanta que se daban el lujo de organizar golpes de estado, como el realizado por la C IA , la OEA, y la United Fruit Company contra el gobierno de Jacobo Arbenz en 1954, en Guatemala. En el caso especifico de Colombia la inversión directa empezó a tomar importancia desde fines de la guerra mundial. Aunque tampoco adquirió una magnitud comparable a la de otros países de la región. Además por­ que los enclaves bananero y petrolero soportaron una prolongada crisis, tanto por factores económicos y financieros, como por las luchas que li­ braron, como en el caso del petróleo, los trabajadores colombianos. En general se apreció, además, un viraje en las áreas de interés económi­ co por parte de Estados Unidos, ya que dejaron de ser considerados como sectores de primera importancia la industria extractiva y de subsistencia para ser desplazadas por la industria manufacturera y el sector financiero, aunque dfsde luego siguieron conservando su importancia la industria pe­ trolera y algunos sectores mineros.22 La Segunda Guerra Mundial marcó una nueva etapa en la inversión ex­ tranjera en el país. Desde ese momento se perfilan dos características que hasta hoy subsisten: primero, Estados Unidos era el inversionista líder en 18. “Latinoamérica ofrece hoy al extranjero las mismas condiciones de 1848”, E l Siglo, n o ­ viembre 10 de 1948. 19. El mismo director de la United Fruit Company decía que el “mayor antídoto contra la propagación comunista en Latinoamérica (es el de) la prosperidad económ ica... Para contrarrestar esta propaganda roja... los inversionistas norteamericanos en los países de Latinoamérica deben demostrar que están genuinamente interesados en el progreso eco­ n óm ico y en el bienestar social de la América Latina” . E l Siglo, ibid. 20. Theotonio Dos Santos, E l nuevo carácter de la dependencia, mimeo, s.f., p. 11. 21. Mauricio Botero, La herencia del Frente N acional, Ediciones Tercer M undo, Bogotá, 1986, p. 49. 22. Konrad Matter, Inversiones extranjeras en la econom ía colom biana, Ediciones Hom bre N uevo, Medellín, 1977, p. 127.

120

Colombia y, segundo, el eje de la inversión se centró en la industria y en las finanzas. N o por casualidad la inversión norteamericana aumentó en el país luego de la guerra de Corea.23 Según un estudio de la H a rv a rd Business S ch ool, en 1945 operaban en Colombia 10 multinacionales norteamericanas, entre 1946 y 1957 ingresa­ ron al país 19 corporaciones, y 44 durante los diez años siguientes.24 Sólo hasta 1948 se abrió la primera sucursal de un Banco Norteamericano y en 1950 la inversión extranjera en ese sector únicamente ascendía a 4 millo­ nes de dólares.25 De acuerdo a la fecha de su consolidación, la inversión extranjera en las principales ramas manufactureras evolucionó en la siguiente forma: papel, 1944; textiles, 1944; productos metálicos y maquinaria, 1956; caucho, 1944-49; derivados del petróleo, 1952-54.26 Entre los mecanismos más utilizados por las firmas extranjeras para pene­ trar en el mercado nacional se destacó la asociación con capitales nativos, los cuales fueron absorbidos rápidamente, para pasar a convertirse en las dueñas o accionistas mayoritarios de las empresas. Tal cosa sucedió en ca­ sos como el de la W .R . Grace que en 1940 compró una parte de Tej¡cón­ dor y en 1951 era ya su principal accionista; la Celanese en 1951 tenía una participación del 75% de capital extranjero.27 También es bueno recordar que algunas empresas creadas en la década del 40, bajo los auspicios del Instituto de Fomento Industrial, IF I, y con capital estatal, fueron asimila­ das por el capital transnacional pocos años después. En este sentido es particularmente revelador el caso de Icollantas y Peldar. La evolución de la inversión directa de Estados Unidos en Colombia se aprecia en el cuadro N o. 10.

La inversión norteamericana en la economía colombiana aumentó en un 400 por ciento en un breve período de 25 años. Pero su importancia sólo se puede apreciar si se compara con el total de inversión extranjera exis­ tente en nuestro país, tal como lo registra el cuadro N o. 11. La penetración del capital extranjero durante la postguerra indicaba no sólo la hegemonía del capital norteamericano sino, además, mostraba el proceso de internacionalización de la economía colombiana — lo que autores como Matter denominan “ desnacionalización” de la industria

CUADRO No. 10

IN V E R S IO N D IR E C T A DE EE. U U . E N C O L O M B IA . 1940 - 1964 (Valores en libros a final de cada año)

Manufacturera Millones USS

1940 1943 1946 1950 1952 1955 1956 1957 1958 1959 1960 1961 1962 1963 1964

1 4 12 25 37 58 68 61 68 77 92 94 102 120 148

P ec a u t, D a n ie l. Clases Ouvriera et sisteme politique en Cobrable, 1930-1953, 2 tom os.

These pour le Doctorad en Lettres Sciences Humaines, Academie de Paris-Univesité R en é Descartes, Sciencies Humaines, Sorbonne, París, 1979. Z a m b ra n o , P a tr ic ia et a l. De la Unión Nacional a la Guerra Civil, U niversidad d e los A n d es, Facultad d e E con om ía, B o g o tá , 1977.

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193 0-1 95 3, 2 tom os.

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Finalizó la impresión el 25 de octubre, 1990, en los talleres gráficos del Departamento de Publicaciones de la Universidad Distrital Francisco Josó de Caldas.

Renán Vega Cantor Nació en Bogotá. Licenciado en Ciencias Sociales de la Universi­ dad Distrital, Economista y Magister en Historia de la Univer­ sidad Nacional. En la actualidad es profesor de Historia en las Universidades Pedagógica Na­ cional y Distrital. Es autor de los libros “ Crisis y caída de la República Liberal” , “ Colombia entre la Democracia y el Imperio” y coautor de “ Or­ ganización y promoción de la comunidad” ; “ Los Llanos: una historia sin fronteras” ; “ 12 de Octubre: ¿descubrimiento o inva­ sión?” . Publicó una Antología de textos del escritor peruano José María Arguedas. Colaborador habitual de las publicaciones Colombia Hoy, Opción, Revista de la Universidad Distrital y Boletín Cultural y Bibliográfico. Junto con Mario Aguilera obtu­ vo el premio en el concurso sobre el Impacto de la Revolución Francesa en Colombia, organizado por la Universidad Nacional y el Banco Popular, con el trabajo titulado “ Revolución France­ sa: Simbología y Movimiento Popular” , investigación próxima a publicarse.

Eduardo E. Rodríguez Ruiz Nació en Gutiérrez (Cundinamarca). Economista de la Uni­ versidad Nacional, con estudios en Ingeniería Catastral en la Universidad Distrital; ha realiza­ do una serie de investigaciones sobre: Los artesanos en Colom­ bia, La deuda externa en C o­ lombia, el Catastro y la valorización. Y ha colaborado en diver­ sos estudios de valorización.