Conocimiento, pensamiento y lenguaje: una introducción a la lógica y al pensamiento científico [1 ed.]
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ELENA TERESA

JOSÉ

C0n0Cim¡enT0, pensamiemo y Lenguaje una introducción a la lógica y al pensamiento científico

Editorial B iblo s Universidad Nacional de Salta H ERRAM IEN TAS EDUCATIVAS

Consejo de Investigación y Facultad de Humanidades

ELENA TERESA JOSÉ

conocimiemo, pensamiemo y lenguaje una introducción a la lógica y al pensamiento científico prólogo: Walter Ornar Kohan

Universidad Nacional de Salta Consejo de Investigación y Facultad de Humanidades

Editorial Biblos HERRAMIENTAS EDUCATIVAS

Conocimiento, pensamiento y lenguaje: una introducción a la lógica y al pensamiento científico - la ed. - Buenos Aires: Biblos, 2006 96 pp. ISBN-10: 950-786-534-9 ISBN-13: 978-950-786-534-3 1. Lógica. 2. Metodología de las Ciencias. CDD 160

Diseño de tapa: Luciano Tirabassi U. Coordinación: Mónica Urrestarazu Armado: Ana Souza © Elena Teresa José, 2006 © Universidad Nacional de Salta, Consejo de Investigación, Facultad de Humani­ dades, 2006 © Editorial Biblos, 2006 Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires [email protected] / www.editorialbiblos.com Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723 Impreso en la Argentina

Esta primera edición de 1.500 ejemplares se terminó de imprimir en Indugraf S.A., Sánchez de Loria 2251, Buenos Aires, República Argentina, en junio de 2006.

A mis alumnos y alumnas de la Universidad Nacional de Salta



Indice

Prefacio, por Walter Ornar Kohan....................................................... 11 Introducción. Justificar lo o b v io .................................................... 13 Capítulo 1 El conocimiento 1. Elementos que intervienen en el proceso delconocimiento................... 17 2. Una clasificación posible de los objetos.............................................. 19 3. Saber, creer, conocer........................................................................ 19 4. Nociones acerca del concepto de “verdad”...........................................21 5. El conocimiento científico: diferencias con el conocimiento vulgar y el filosófico..................................................................................... 23 6. La ambigüedad de la palabra ‘ciencia’ ............................................... 26 7. Una clasificación de las ciencias.......................................................27 8. Diferencias entre una ciencia formal y unafáctica...............................27 Capítulo 2 El pensamiento 1. El acto de pensar y los pensamientos................................................31 2. El concepto..................................................................................... 31 2.1. Relación entre extensión y comprensión..................................... 34 2.2. El árbol de Porfirio................................................................... 35 3. El juicio o proposición......................................................................36 4. Las oraciones proposicionales atómicas y moleculares.......................... 37 5. Los juicios categóricos: A, E, I, O ...................................................... 38 6. El razonamiento............................................................................... 39 6.1. Verdad y validez......................................................................... 40 6.2. Número de premisas de un razonamiento..................................... 43 6.3. Inferencias por conversión........................................................... 45

6.4. Razonamiento mediato de dos premisas...................................... 46 El silogismo categórico................................................................. 46 Reglas del silogismo.....................................................................47 El método del contraejemplo........................................................ 50 Otros razonamientos mediatos......................................................50 Razonamientos deductivos, inductivos yanalógicos.........................52 7. La definición................................................................................... 54 7.1. ¿Se definen palabras o cosas?....................................................... 54 7.2. Elementos constitutivos de la definición....................................... 55 7.3. Tipos de definición...................................................................... 55 7.4. Técnicas de la definición.............................................................. 58 7.5. Reglas de la definición.................................................................62 Capítulo 3 El lenguaje 1. Nociones de semiótica...................................................................... 65 2. Clases de lenguajes: lenguaje natural y lenguaje artificial (técnico y formal)...............................................................................69 3. Lenguaje natural y lenguaje formal....................................................72 4. Usos y funciones del lenguaje............................................................. 78 4.1. Formas de oración.......................................................................80 5. Problemas semánticos: ambigüedad y vaguedad.................................. 80 6. Niveles del lenguaje. Uso y mención. Lenguaje y metalenguaje............ 82 7. Los artificios del lenguaje en la lógica y en laliteratura........................83 7.1. La paradoja del mentiroso............................................................86 7.2. El oxímoron................................................................................87 Anexo. Algunas pautas para escribir un ensayo c o rto .... ..............91 B ibliografía....................................................................................... 95

Prefacio

Presentar un libro es siempre una oportunidad para mostrar ideas, tra­ yectorias, personas. Es la posibilidad de ayudar a alguien a introducirse en un mundo de letras, ideas y palabras; es la apuesta a cruzar por lo me­ nos dos historias, dos pensamientos, dos enfoques. Es con mucha alegría y honor que presento un libro de alguien que, co­ mo Elena Teresa José, es una de esas raras intelectuales que reúne com­ promiso e inteligencia, trabajo y creatividad, experiencia y apertura a lo nuevo. Durante toda su vida profesional ha transitado entre la filosofía, la li­ teratura y la educación; tiene una destacada trayectoria como profesora de lógica y metodología de la investigación; ha escrito varios libros de poe­ sía y ha dedicado toda una vida a ayudar a los otros a poner más atención en el pensamiento. Desde esta trayectoria, no sorprende esta nueva producción suya que tengo el honor de presentar. Conocimiento, pensamiento y lenguaje es, más que el título de un libro, un campo enorme para la enseñanza y la fi­ losofía. En ese campo, Elena Teresa José nos ofrece -con la solidez y el ri­ gor que acostumbra- herramientas de gran utilidad para estudiantes y profesores de nivel superior de distintas áreas y temáticas. Se trata de un libro que atraviesa múltiples áreas. Por un lado, es un libro de filosofía, en tanto su sentido principal parece ser fortalecer el pensamiento. Ésta es la característica más interesante de la filosofía co­ mo espacio transversal: ella atraviesa lo que pensamos porque su foco es justamente lo que nuestro pensamiento presupone, lo que pregunta y lo que deja de preguntar, lo que afirmamos sin pensar, la relación que per­ mite establecer con el pensamiento y entre los distintos pensamientos.

A la vez se trata de un libro de educación, en la medida en que esa ta­ rea filosófica de fortalecer el pensamiento tiene enormes implicaciones pe­ dagógicas, y además el trabajo que la filosofía propone sobre el pensa­ miento no parece ser justamente un detalle para cualquier dispositivo educacional. Por último, se trata también de un libro de metodología de investiga­ ción, en la medida en que su foco está en propiciar las herramientas que permitan al lector un uso crítico, sistemático y riguroso de su pensamien­ to; que piense lógicamente, como le gustaría decir a la autora. En definitiva, se trata de un libro que ayuda a pensar y no creo que nadie pueda sentirse ajeno a esa exigencia en los días que corren. No se trata de un detalle, de algo superficial o poco importante. Por estas ra­ zones, deseamos feliz vida a Conocimiento, pensamiento y lenguaje y una lectura atenta y productiva a aquellos que se avengan a transitar sus páginas. W

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París, diciembre de 2005

Introducción

Justificar lo obvio

L enguaje

“Es la casa del Ser” lo dijo Heidegger, “la entrada a la Patria Humana” lo dijo no importa quién. Es el vehículo de manifestación más asombroso que puede un ser humano poseer. Sin el lenguaje el hombre no tendría algo esencial a su humana condición. Sin el lenguaje la cultura resultaría mutilada en su más prístina expresión. Para describir la realidad lo usamos, para describir al lenguaje no hay más. Y así se instituyen los metalenguajes en forma articulada y nivelada.

Tiene encantos, ropajes, privilegios para ocultar o develar sentidos. Puede dejar felices o heridos con sus hechizos y sus sortilegios. No sólo manifiesta, dice, evoca; también hace y cambia realidades. Tiene el poder de engañarnos con mentiras y la virtud de transmitir verdades. La ambigüedad es ínsita en su origen. La metáfora está presente en él Hagamos del lenguaje un instrumento que sea el cauce del entendimiento y nunca una Torre de Babel. Elena Teresa José, Mnemosina, Salta, Gofica, 2000

Aparentemente “justificar lo obvio” es una contradicción, o al menos una incoherencia. Pero también sabemos que sobre “lo obvio” se estructu­ ra la ciencia como corpus. Recordemos solamente la obviedad de los prin­ cipios formulados por Aristóteles, cimientos de su “lógica”. Es obvio que el conocimiento, el pensamiento y el lenguaje son condi­ ciones sin las cuales no habría educación. El tema “conocimiento, pensa­ miento y lenguaje” atraviesa toda la formación docente y figura como con­ tenido en los documentos educativos.

Por ello este libro puede resultar útil para todos los profesorados. También podríamos decir que el conocimiento, el pensamiento y el len­ guaje son la materia prima de toda ciencia. En consecuencia, puede ser útil para asignaturas como Pensamiento Científico, Conocimiento Cientí­ fico, Metodología de la Investigación y afines. De hecho es usado -como apunte de cátedra- en materias en la Universidad Nacional de Salta. Re­ cibí de los responsables de esas asignaturas pertinentes sugerencias. Mi agradecimiento por ello a Daniela Bargardi, Rosario Sosa y María Rosa Percello. Asimismo el conocimiento, el pensamiento y el lenguaje son constituti­ vos del ser humano. Por eso este libro, en definitiva, está dirigido a quie­ nes se interesen en ver una perspectiva más de eso que “lo constituye”. E.T.J.

Capítulo 1

El conocimiento

1. Elementos que intervienen en el proceso del conocimiento Vamos a distinguir en el proceso del conocimiento varios niveles que contienen elementos, valiéndonos de una tabla que luego explicaremos. Esto no quiere decir que el proceso del conocimiento se dé tal como apare­ ce en la tabla; hacemos esta división con fines didácticos. Nivel metalingüístico

Lenguaje que habla de otro lenguaje. Por ejemplo: “lápiz” se escribe con “z”.

Nivel lingüístico

Término, oración declarativa o proposicional (en este nivel también hay otros tipos de oraciones no declarativas), discursos, razonamientos.

Nivel lógico

Concepto, proposición, razonamientos.

Nivel psicológico

Acto de pensar, acompañado de imáge­ nes, percepciones, sensaciones, emotivi­ dades, etcétera.

S

Nivel

Nivel ontológico

Objetos, propiedades de los objetos.

O

gnoseológico

Nivel óntico

Cosas, hechos.

En el nivel óntico las cosas son como son y los hechos suceden como su­ ceden, independientemente de que los conozcamos o no. Éste es un nivel de la realidad física, donde las cosas son naturales; no interviene el cono­ cimiento ni por ende la mano del hombre. Claro que alguien, adoptando una postura filosófica no realista, nos podría preguntar: ¿cómo sé yo que existe una realidad independientemente de que la conozca si no la conoz­ co? Este es un buen planteo y desde luego se lo han hecho grandes filóso­

fos. Aquí vamos a adoptar una posición realista, suponiendo que existe una realidad, independientemente de que se la conozca o no. En el nivel ontológico hablamos de objetos. Etimológicamente la pala­ bra ‘objeto’ deriva de objetum y significa “echar hacia adelante”, “presen­ tarse ante los ojos”. Objeto es lo que se me presenta a mí como sujeto. Por lo tanto, el objeto es objeto de mi conocimiento y es en la interrelación del sujeto con el objeto en la que se da el plano gnoseológico o nivel del cono­ cimiento. En el nivel psicológico ubicamos al sujeto cognoscente. Pero tengamos en cuenta que el sujeto es el hombre que además de sujeto cognoscente es sujeto físico, espiritual, racional, social, y que para producir pensamien­ tos no sólo razona sino que también tiene imágenes, sentimientos, sensa­ ciones, voliciones, pautas de conducta. Cuando el sujeto aprehende inte­ lectualmente al objeto, conoce. Esto constituye el nivel gnoseológico. En el nivel lógico ubicamos las estructuras de pensamiento: concepto, juicio o proposición y razonamientos. Sobre este tema nos referiremos am­ pliamente más adelante. En el nivel lingüístico situamos el “término” como expresión del “con­ cepto”, la “oración declarativa” u “oración proposicional” -como expresión lingüística de la “proposición”- y las “argumentaciones”, como expresión de los razonamientos. En este nivel hay muchas otras oraciones que no expre­ san una proposición porque no afirman ni niegan, como las preguntas, las órdenes, las exclamaciones, la expresión de sentimientos, por ejemplo: “¿Te gustaría que nos encontremos?”, “¡Vete de aquí!”, “Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero” (poema de Santa Tere­ sa de Jesús). Digamos también que si bien la palabra (oral o escrita) es la expresión más común que posee el hombre, hay otros tipos de expresión y comuni­ cación que no son lingüísticos como la mímica, el arte, el sistema taqui­ gráfico, señales, gráficos, sistema Braille, etcétera. El lenguaje sirve para afirmar y negar, pero también para interrogar, ordenar, declamar, exclamar, quejarse, congratularse, alabar, injuriar, operar sobre la realidad, etc. Describimos, explicamos, nos referimos, mencionamos las cosas de este mundo mediante el lenguaje y cuando ne­ cesitamos mencionar, referirnos al lenguaje mismo (que es otra de las co­ sas del mundo), no contamos con otro instrumento más que con el mismo lenguaje. El lenguaje que se refiere a otro lenguaje se constituye en metalenguaje. Por ejemplo: “Alcánzame la lapicera” (lenguaje) “ ‘lapicera’ se es­ cribe con ‘c’ “ (metalenguaje). Para distinguir el lenguaje del metalenguaje usamos comillas. Además, el sujeto no sólo conoce objetos físicos, sino que también crea personajes fantasiosos, hace cálculos matemáticos, tiene sensaciones,

abstrae, generaliza. Por eso es conveniente dar aquí una clasificación de objetos que, como toda clasificación, es arbitraria y por tanto discutible.

2. Una clasificación posible de los objetos 1) Físicos o reales: Están en el tiempo y en el espacio (una silla, una la­ picera, yo en cuanto ser físico). 2) Ideales o formales: Los números, las figuras geométricas, los ele­ mentos de la lógica: conceptos, proposiciones y razonamientos. No es­ tán en el espacio ni en el tiempo. En la realidad hay tres piedras, tres lápices o una madera de forma triangular. Pero el número tres como entidad aritmética o el triángulo como entidad geométrica son objetos ideales, son ideas o meras formas. Igualmente la relación lógica "Si A es > que B, B < A ” no se refiere a nada concreto de este mundo sino que es una forma de cómo discurre mi pensamiento. 3) Psíquicos: Son hechos de la conciencia, como un rubor, una emoción, una imagen o representación, una perturbación. Están en el tiempo. Por ejemplo, la emoción empieza en un momento y termina en otro. Pe­ ro no están en el espacio. El que está en el espacio es el sujeto físico en el que acontecen los hechos de conciencia. 4) Abstractos: La blancura, la patria. 5) De la fantasía: Son producto de la imaginación creadora del hombre. Por ejemplo, el centauro, el Pato Donald o Mafalda. 6) Valores: El bien, el mal; lo bello, lo feo. Se dan en polaridad (en oposi­ ción). 7) Metafísicos: El ser, la nada, la esencia.

3. Saber, creer, conocer Los términos ‘saber’, ‘creer’, ‘conocer’, son ambiguos (es decir, tienen más de un significado). a) Se dice: “Nosotros sabemos jugar al ajedrez”; “Ella sabe cocinar”; “Yo sé forrar un libro” y no “Nosotros conocemos jugar al ajedrez”, etc. Es­ tos enunciados, como dice Ricardo A. Guibourg (1985: 82), parecen in­ dicar que alguien posee cierta habilidad. Es un saber “cómo”. b) Pero otras veces usamos “saber” y “conocer” como sinónimos, como cuando decimos: “Ellos saben geografía europea” o “Ellos conocen geo­ grafía europea”. Esto parece apuntar a lo mismo. En este caso quere­ mos significar que ellos conocen o saben que ciertos enunciados son

verdaderos, como: “Lisboa es la capital de Portugal”; “Los Pirineos es­ tán entre Francia y España”; “El Po es un río de Italia”, etc. Es decir, x sabe que “p”. Es un saber “qué”, c) Distinto es el sentido de conocer cuando digo: “Ellos conocen Europa”. Esto significa que ellos han estado en Europa; que han pisado territo­ rio europeo. O cuando digo: “Juan conoce al cuñado de María”. Aquí se trata de conocimiento directo. ¿Qué pasa con “creer”?1“Yo creo que el medicamento me hará bien” sig­ nifica que tengo fe en que ingiriendo el medicamento va a mejorar mi es­ tado de salud. Tomando el ejemplo también de Guibourg: “Yo creo en Dios”, significa estar persuadido de que Dios existe. Pero cuando digo: “Yo creo que el can­ didato del partido x es honesto y hará buen gobierno”, no quiero significar que el candidato existe, sino que confío en su honradez, capacidad, efica­ cia, etcétera. Como advierte María Cristina González (2002: 14), las distinciones trazadas entre conocimiento directo, conocimiento por habilidad y conoci­ miento proposicional no dan lugar a tipos de conocimiento que no guarden ninguna relación entre ellos. Las tres formas pueden darse conjuntamen­ te - y de hecho se dan en gran parte de nuestra experiencia cotidiana- en una misma situación. Así, la autora pone el ejemplo de que quien sabe conducir automóviles posee, además, conocimiento directo de ellos, ha es­ tado en contacto inmediato con esos objetos y tiene conocimiento proposi­ cional respecto de automóviles. Menuda sorpresa se llevaría un conductor habitual de automóviles convencionales que al sentarse en su asiento ad­ virtiera que el vehículo carece de volante. En razón de su conocimiento di­ recto de los automóviles, sabe que tiene volante. Del mismo modo, por ser un conductor experto sabe que es peligroso frenar en el centro de una cur­ va, que es necesario mantener una distancia prudencial respecto de otro vehículo para evitar choques ante frenadas bruscas. Estos últimos cono­ cimientos son conocimientos proposicionales. Además, la autora observa que, para que haya conocimiento, es nece­ sario que la oración proposicional sea verdadera; no podría ser falsa pues­ to que, en rigor, no hay conocimiento sino una creencia falsa, es decir, equivocada. Por ejemplo, en: “Sé que [la Universidad Nacional de Salta fue creada en 1960]”, 1. Con respecto a “creer”, observemos que a veces significa “tener fe” como estado psicológi­ co o actitud subjetiva, pero también hay creencias racionales. Se cree en algo porque la creencia está justificada o probada empírica y/o racionalmente.

la proposición “la Universidad Nacional de Salta fue creada en 1960” es falsa (podemos constatar la falsedad fijándonos en el Boletín Oficial que la fecha de creación fue en 1972). Pero una de las condiciones para que ha­ ya conocimiento es que la oración proposicional afirmada sea verdadera, por lo tanto no tengo conocimiento sino una creencia falsa. De la misma manera, cuando los antiguos afirmaban que la Tierra era plana, dado que la Tierra siempre fue redonda, ellos no tenían conocimiento sino una creencia falsa.

4. Nociones acerca del concepto de “verdad” Una noción de verdad es la que sostiene la teoría de la correspondencia, que viene del famoso dictum aristotélico, que aparece en la Metafísica: Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es falso, mientras que decir de lo que es que es, o de lo que no es que no es, es verdadero. Observemos que Aristóteles nos habla de “decir”, por lo tanto “lo ver­ dadero” es una propiedad de la oración proposicional, del lenguaje. Más precisamente de lo que afirmamos o negamos mediante el lenguaje proposicional. Así surge la teoría correspondentista de la verdad, como ade­ cuación o correspondencia del lenguaje con la cosa, de la oración propo­ sicional con el objeto (la proposición es el significado de la oración para algunos, para otros es la estructura de pensamiento que se expresa en el lenguaje y para las posturas nominalistas no hay proposición, sólo hay cosas y lenguaje). Si yo digo: “Afuera hay un árbol verde” (oración proposicional) y efec­ tivamente afuera hay un árbol verde, esto es una oración verdadera, es­ toy diciendo la verdad; si afuera no hay un árbol verde, la oración propo­ sicional es falsa. Así la oración puede ser verdadera si yo me ubico miran­ do desde la ventana de mi casa y falsa si yo me ubico en la Puna de Atacama o en otro determinado sitio donde no hay un árbol verde. ¿Qué quie­ re decir esto? Que la verdad en este caso depende de los hechos, va desde el mundo al lenguaje, es el mundo el que determina si la proposición es verdadera o es falsa de hecho. Esta expresión “de hecho” es muy impor­ tante y en latín “hecho” se dice factum. De ahí viene la denominación de ciencias fácticas, las ciencias reales, que trabajan con hechos, que son las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales, a diferencia de las cien­ cias formales que son la lógica y la matemática, que trabajan con las for­ mas o estructuras del pensamiento.

Entonces una oración proposicional es verdadera o falsa según sean los hechos, y una proposición —que ubicamos en el plano lógico—, indepen­ diente de su formulación lingüística, es verdadera o es falsa (dentro de una lógica bivalente en la que se admiten sólo esos dos valores), es decir, tiene la posibilidad de ser verdadera o falsa, sin existir una tercera posi­ bilidad.2 Observemos asimismo que los hechos, lo empírico o lo fáctico, son devinientes, cambian. Por lo tanto, lo que decimos acerca de ellos es provi­ sorio y también falible, falla, se equivoca, y por eso también este tipo de ciencias progresan. En esta especie de objetos (reales, es decir, que acae­ cen en el espacio y en el tiempo), la adecuación entre la oración proposi­ cional y la cosa se verifica mediante la observación y la experimentación, y no hay pruebas concluyentes, casualmente porque la realidad es cam­ biante, está en el tiempo. Las pruebas son provisorias. Por ejemplo, yo puedo ver un palo quebrado bajo el agua y el palo “parece” quebrado pero no lo está porque los sentidos engañan. O yo creo que Juan es médico por­ que voy a su consultorio y veo colgado en la pared su título de médico, pero un buen día leo en el diario que el título de Juan está falsificado. Es decir que el conocimiento empírico puede fallar. Otro ejemplo —en el que usaremos una inducción—es el siguiente: “Yo veo que el cuervo 1 es negro, el 2 es negro, el 3 es negro, el 4 es negro, y así verifico la negrura del cuer­ vo miles de veces. Entonces concluyo que «Todos los cuervos son negros»”. Pero esto no es concluyente: la conclusión no es necesaria, no es forzosa, se desprende de las premisas con probabilidad, puede ser con mucha pro­ babilidad pero nunca con absoluta seguridad, porque es lógicamente posi­ ble que haya un cuervo que no sea negro o que sufra una mutación y se vuelva gris. Además no es posible verificar la negrura de todos los cuer­ vos presentes, pasados y futuros. Pero hay otro tipo de proposiciones en el que las pruebas sí son conclu­ yentes. Esto ocurre en las ciencias formales (la lógica y la matemática) ya que las verdades que postulan son convencionales y arbitrarias, y por eso también son necesarias, forzosas. Por ejemplo “A = A ”, “Si A > B, entonces B < A ”, “2 + 3 = 5” o “el triángulo tiene tres ángulos”. 2. Esto nos remite a los tres principios lógicos formulados por Aristóteles para la lógica bi­ valente. En el plano lógico el principio de identidad se formula diciendo que toda proposi­ ción es idéntica a sí misma: (p = p ) o (p z> p); en el plano ontológico: todo objeto es idéntico a sí mismo (en el mismo tiempo y en el mismo sentido). El principio de no contradicción en el plano lógico: no es posible que una proposición sea a la vez verdadera y falsa —(p . -p ); en el plano ontológico: no es posible que un objeto tenga una determinada propiedad y no la ten­ ga (en el mismo tiempo y en el mismo sentido). El principio del tercero excluido, en el plano lógico: una proposición es verdadera o es falsa sin que exista una tercera posibilidad (p v -p ) y en el plano ontológico, un objeto tiene una determinada propiedad o no la tiene.

Como los objetos de las ciencias formales no tienen correlato con la rea­ lidad, ya que son objetos ideales (para posturas idealistas) o mero juego del lenguaje (para posturas nominalistas), el criterio de verdad no puede ser “correspondentista” o “adecuacionista”, sino “coherentista”. La verdad es la coherencia lógica dentro del sistema, opera a nivel sintáctico. Y la co­ herencia o verdad lógica está estrechamente ligada al principio de no con­ tradicción. Cuando en un sistema se puede demostrar como verdad una determinada proposición y su negación (p . -p), el sistema se hace incohe­ rente. La distinción entre prueba concluyente y prueba no concluyente está estrechamente relacionada con la distinción entre ciencias formales y ciencias fácticas.

5. El conocimiento científico: diferencias con el conocimiento vulgar y el filosófico Suele caracterizarse a la ciencia como un tipo de conocimiento que de­ be tener coherencia interna (verdad formal o coherentista) y concordancia externa (verdad fáctica o correspondentista). Imaginemos a la ciencia co­ mo un gran razonamiento válido (coherencia) que está constituido con premisas verdaderas. Lo que dicen esas premisas concuerda con la reali­ dad. Esto se verifica mediante la observación y la experimentación (nos estamos refiriendo a las ciencias empíricas u observacionales). Entonces, podemos considerar la lógica como la estructura de toda ciencia, porque la lógica garantiza que si la forma de razonar es válida y las proposiciones son verdaderas, la conclusión va a ser necesariamente verdadera. Que las proposiciones sean verdaderas es una condición nece­ saria, pero no suficiente. Además de las premisas verdaderas, la estructu­ ra formal de la ciencia debe ser válida. Una guía telefónica, por ejemplo, nos proporciona conocimiento verda­ dero (que tales personas tienen tal domicilio y tal número de teléfono). Es­ ta información es verificable (bastaría con discar el número o apersonar­ se al domicilio indicado), es ordenada, ya que tiene secciones que siguen un orden alfabético, etc. Sin embargo, una guía dista mucho de ser un tra­ tado científico, puesto que no interpreta la realidad, no formula hipótesis, no hace predicciones, no explica nada ni saca conclusiones que se entrela­ zan lógicamente con otras proposiciones hasta constituir teorías, lo que sí hace la ciencia. O sea que la mera acumulación de datos verdaderos no constituye cien­ cia. En otros términos, diríamos que esos datos necesitan ser procesados e interpretados.

Hay otros modos de conocimiento no científicos, como la experiencia re­ ligiosa, la vía de la fe, las vivencias artísticas, el conocimiento vulgar, et­ cétera. * El saber vulgar, que no tiene por qué demostrarse ni explicarse, está asociado con la creencia (doxa) o mera opinión; el saber filosófico, que es un tipo de saber crítico muy especial que indaga el porqué del porqué, lle­ ga a las últimas causas o primeros principios; el saber por medio de dog­ mas es una aceptación de verdades como acto de fe por medio de experien­ cias místicas o revelaciones y no se somete a crítica. De todos estos tipos de saberes, el conocimiento científico es un saber racional e intersubjetivo, que tiene una estructura lógica. De ahí que el nombre de las ciencias toman el sufijo “logia”, como “psi­ cología”, “antropología”, “biología”, “geología”, etc., es decir, un discurso de estructura lógica acerca de la psiquis, del hombre, de la vida, de la tierra. El conocimiento vulgar o conocimiento cotidiano es el que adquirimos por el mero hecho de vivir, es decir por la experiencia, y es un conocimien­ to necesario que sirve de base, incluso, para el conocimiento científico. No obstante el conocimiento científico es mucho más que conocimiento vulgar organizado, exige otros requisitos. En el cuadro de la página siguiente podemos ver algunas diferencias. El saber vulgar o cotidiano no se ocupa de este o aquel objeto, sino que el hombre va adquiriendo conocimiento sobre los objetos de los que va te­ niendo contacto. Sabe que para que la carne se torne comestible es nece­ sario cocinarla, que para ir a tal o cual lugar debe tomar determinado me­ dio de transporte, que cierto alimento le produce acidez, que para sentir menos frío debe vestirse de determinada manera, etcétera. En cambio, una ciencia se distingue de otra por su objeto o punto de vista que estudia al objeto. Así, la geología se ocupa de la materia de que se compone el planeta; la biología, de la vida; la antropología, del hombre; la sociología, de las sociedades; la medicina, de la conservación y el resta­ blecimiento de la salud, etcétera. El conocimiento vulgar no es explicativo. El pescador sabe por expe­ riencia, por ejemplo, que los peces viven en el agua y nadan con aletas. El científico nos dice que los peces, como los demás animales acuáticos, utilizan el oxígeno atmosférico disuelto en el agua y que la natación es producida por movimientos ondulatorios de la musculatura del tronco y de la cola. Así las anguilas, que carecen de aletas, nadan sin ningún tipo de dificultad. Nosotros sabemos que cuando encendemos el televisor vemos una ima­ gen en la pantalla, pero el científico explica los mecanismos internos que ocurren para que se produzca el fenómeno.

Tipo de conoP u n to ^ ^ ^ c im ie n to de vista

Conocimiento vulgar

Conocimiento científico

Conocimiento filosófico

Objeto

No delimita objeto alguno.

Delimita su objeto de estudio.

Es el conocimiento más abarcador. Toma todo como objeto de estudio. Incluso la nada, a la que entifica.

Causas

No explica las causas.

Explica las causas del comportamiento de su objeto de estudio.

Según Aristóteles, es el saber de los primeros principios y las últimas causas. Al ser un saber sin supuestos, no parte de ni llega a causas intermedias.

Método

No es metódico.

Debe estar organizado Es metódico y además sistemáticamente, de teoriza el problema del manera metódica. método. No usa el método estadístico.

Utilidad

Es útil para la vida.

Su utilidad reside en su aplicación para la tecnología.

No deriva en tecnología. Es útil para la vida, para la formación personal y actualmente constituye una disciplina profesional como cualquier otra.

Basado en

Primordialmente en la experiencia y también en sentimientos, costumbres, creencias.

En la experimentación y la razón, con fundamentación, justificación o comprobación de lo que se afirma.

En la razón, pero también en la intuición. Debe fundamentar debidamente lo que afirma con rigor racional.

El conocimiento vulgar no tiene por qué ser organizado metódicamen­ te. A menudo consiste en una serie de afirmaciones no comprobadas ni sis­ tematizadas en un razonamiento. Incluso puede haber afirmaciones con­ tradictorias. Pensemos en los refranes populares del conocimiento vulgar: “No por mucho madrugar se amanece más temprano” y “Al que madruga Dios lo ayuda”; “Si quieres triunfar, mira antes de saltar” y “Si quieres triunfar, salta sin mucho mirar”. El conocimiento científico debe organizarse de manera que unas pro­ posiciones se concluyan de otras de un modo coherente, es decir, sin con­ tradicciones. ¿Qué pasa con el conocimiento filosófico? Ninguna definición podría ca­ racterizarlo acabadamente ya que, como dice Jorge Luis Borges:

Cometemos un error muy común cuando creemos ignorar algo porque somos incapaces de definirlo. Si estuviéramos de un humor chestertoniano, diríamos que sólo podemos definir algo cuando no sabemos nada de ello. (Borges, 2001: 33-34) Asimismo, cada cual puede entender por “filosofía” cosas distintas, se­ gún la línea en que esté embarcado. Richard Rorty (Nudler y Naishtat, 2003: 153) hace una interesante clasificación de las filosofías según cómo se entiende el propósito del filo­ sofar: “Filosofía como ciencia, filosofía como metáfora y filosofía como po­ lítica”. En la primera versión pone de ejemplo el positivismo lógico, la epistemología analítica y a Edmund Husserl. Ésta es una concepción de la filosofía que busca un conocimiento universal, fundacional, utilizando un lenguaje racional manifiesto. La segunda versión, que es la metafóri­ ca o poética tendría como conspicuo representante a Martin Heidegger. La subjetividad, lo latente y el lenguaje cifrado tienen mucha cabida en este tipo de filosofía. La tercera versión es la del pragmatismo: la aplicación de la filosofía para mejorar la vida social, en la que coloca como ejemplo el pragmatismo norteamericano, especialmente a John Dewey, para quien la filosofía debe contribuir al desarrollo de la democracia. Me simpatiza la primera clasificación, ya que - y en esto me declaro muy carnapiana- me parece que el lenguaje de la subjetividad, de la me­ táfora, está más relacionado con la literatura, con el arte. En la tercera clasificación se me ocurre que podría estar también Karl Marx, quien con­ cibe la filosofía al servicio de la revolución, pero creo que esta figura es pa­ ra el militante, aunque no veo que sea incompatible ser filósofo, militan­ te y poeta. Pero, repito, aunque la persona pueda ser filósofa, poeta y po­ lítica, me inclino por el conocimiento filosófico que usa un lenguaje claro, que fundamenta y que es fundante.

6. La ambigüedad de la palabra ‘ciencia’ La palabra ‘ciencia’ es ambigua, es decir que se la usa en más de un sen­ tido. Sufre de la ambigüedad proceso-producto, como la palabra ‘edificio’. Cuando alguien dice: “Vamos a ver el edificio”, puede significar que va a ver el edificio que se está construyendo, a medio hacer, con los albañi­ les, carpinteros, etc. Es decir, el edificio en proceso de construcción. Pero puede significar también el edificio ya hecho, el producto de ese proceso. Con la palabra ‘ciencia’ ocurre lo mismo. Podemos significar con ella la actividad de elaborar nuevas ideas, es decir investigación, como cuando vemos a científicos en sus laboratorios y decimos: “Están haciendo cien­

cia”. O podemos referirnos al producto de esa investigación, o sea el corpus científico, la ciencia ya constituida, como la física, la biología, etc., cu­ yos resultados se expresan en un lenguaje, en términos (es justamente allí donde termina el proceso del conocimiento), en oraciones proposicionales y argumentaciones que llegan a conclusiones y dan razones acerca de lo que se quiere demostrar, explicar, probar. A veces también se usa la palabra ‘ciencia’ en el sentido de tecnología, como cuando al observar un sofisticado avión exclamamos: “La ciencia ha­ ce maravillas”. Ahora que tenemos una aproximación de qué tipo de conocimiento es el científico, podemos preguntarnos cómo se clasifican las ciencias.

7. Una clasificación de las ciencias Como toda clasificación, ésta también es arbitraria. Existen varias cla­ sificaciones, pero nosotros seguiremos aquí una que es bastante usual.

Lógica Aritmética

FORMALES

Matemática Geometría CIENCIAS

De la naturaleza: física, geología, biología, etcétera. FACTICAS

Sociales: sociología, econom ía, historia, etcétera.

8. Diferencias entre una ciencia formal y una fáctica Para explicar esto elaboraremos un cuadro construido a partir de las ideas de Mario Bunge (1976: 9-16). Pero antes diremos que la palabra ‘fáctico’ viene de factum, que signi­ fica “hecho”. Son las ciencias de lo real. En cambio ‘formal’ viene de “for­ ma”’. Los números, las figuras geométricas, las relaciones entre símbolos

sin significado no están en la realidad. No hay que confundir el símbolo (“2”, “a”, “p”) con el ente al que representa. Como dice Bunge, nadie ha vis­ to caminar al número 2 por la calle.

CIENCIA FÁCTICA Ejemplo: Física

CIENCIA PURA 0 FORMAL Ejemplo: Matemática - Lógica Tipo de objeto No objetiva. Su objeto es algo ideal.

Es objetiva. Se refiere al mundo.

Relaciones que establece Se contenta con establecer una pura relación entre símbolos

Relaciona hechos, sucesos o procesos Método

Método deductivo. Puramente racional. Demuestran o prueban.

El método deductivo es necesario pero no suficiente. Verifican y experimentan. Verdad

Verdad: coherencia lógica dentro del sistema.

Verdad: adecuación del pensamiento con la cosa. Símbolos

Símbolos vacíos. No interpretados. Ejemplo : 2 + 2 = 4; [(p . q) v -p)].

Símbolos interpretados. Ejemplo: H20 , fórmula en la que H significa hidrógeno, etcétera. Axiomas

Axiomas convencionales (elegidos arbitrariamente).

Axiomas justificados por la experiencia. Carácter

Carácter apodíctico (necesario).

Carácter probable. Demostración

Demuestran definitivamente

Formulan hipótesis provisionales. Verifican (confirman o disconfirman). Sistematización

Se constituyen en sistemas deductivos

Demoran en constituirse en sistemas rápidamente deductivos.

Capítulo 2

El pensamiento

1. El acto de pensar y los pensamientos El problema del conocimiento es estudiado por la gnoseología; el del co­ nocimiento científico, por la epistemología o filosofía de la ciencia; el de los objetos en general, por la ontología; el del lenguaje, por la filosofía del len­ guaje, la lingüística, la gramática, la semiótica, entre otras. La lógica es­ tudia la forma en que discurre el pensamiento y la psicología se ocupa del acto de pensar. El acto de pensar es un hecho psíquico. Pensar es siempre pensar al­ go, ya que no sería posible pensar nada. Lo que sí puede suceder es que pensemos en la nada como objeto metafísico; pero entonces entificamos la nada, la hacemos objeto de nuestro pensamiento. Gracias al acto de pensar se producen los pensamientos. Lo que produ­ ce el pensar es el pensamiento. Como quedó dicho, la lógica es la disciplina que estudia el pensamien­ to, cómo discurre el pensamiento o cómo razonamos. La lógica se ocupa de determinar cuándo un razonamiento es válido, es correcto, y cuándo es in­ válido, incorrecto. La lógica clásica estudia la doctrina del concepto, del juicio (o proposi­ ción) y del razonamiento.

2. El concepto El concepto se forma por un proceso de abstracción de las cualidades esenciales del objeto. Pero el concepto como entidad lógica ya está fuera del sujeto individual. Pensemos ahora en todos los conceptos que existen:

los de ‘perro’, de ‘mesa’, de ‘árbol’, etc. Los árboles existen en la realidad física, pero el concepto árbol es una entidad ideal. La expresión lingüísti­ ca del concepto es el término. En el nivel lógico tenemos también la proposición, que es el significa­ do de una oración declarativa u oración proposicional. También podemos decir que la proposición es la conexión enunciativa (se afirma o se niega) de dos conceptos: el concepto sujeto y el concepto predicado. La lógica tradicional o clásica habla de juicios en lugar de proposicio­ nes. El juicio tiene un matiz más psicológico y la proposición, más lógico. La oración es la expresión lingüística de la proposición, pero no cual­ quier oración, sino las oraciones declarativas o proposicionales, es decir, las que afirman o niegan y por lo tanto pueden ser clasificadas en verda­ deras o falsas. Ejemplo de una proposición: “El perro tiene cuatro patas” (Está en el plano del pensamiento). Ejemplo de una oración: “El perro tiene cuatro patas” (En el plano del lenguaje). En el plano lógico también se encuentran los razonamientos. Así como la proposición está formada por conceptos, los razonamientos están for­ mados por proposiciones o juicios. El razonamiento es la estructura lógica formada por premisa(s) y con­ clusión. Tanto la(s) premisa(s) como la conclusión son proposiciones. Llamamos argumentación a la expresión lingüística del razonamiento.1 Ejemplo de una argumentación: Todos los perros tienen cuatro patas Tom es un perro____________________ Tom tiene cuatro patas

PREM ISAS C O N C LU S IÓ N

1. En realidad la definición de “argumentación” como expresión lingüística de un razona­ miento es correcta en un sentido estricto. Una definición más amplia de argumentación es “dar razones a favor o en contra”. Estas razones son las premisas que apoyan a la conclu­ sión. En una argumentación siempre hay conclusiones implícitas o explícitas. El ejemplo que sigue es un silogismo. Aquí no damos argumentaciones a favor o en contra sino que de­ ducimos que Tom es cuadrúpedo, a partir de las premisas. Pero a lo que apunta la argumen­ tación es a dar razones para convencer, para persuadir.

El concepto es, entonces, la idea que se tiene de un objeto sin afirmar ni negar nada de él. Distinguiremos el concepto de la imagen. El concepto es ideal y revela fundamentalmente qué es el objeto; es de­ cir, apunta a las características esenciales del objeto. El concepto es gene­ ral y abstracto. Es de índole lógica. Por ejemplo los conceptos de ‘mesa’, ‘árbol’, ‘hombre’, no son el de esta mesa, el de este árbol, el de este hombre. No es de la mesa redonda, o cua­ drada, o de madera o de acrílico, sino que se refiere a las características esenciales de mesa: “superficie horizontal sostenida por algún tipo de so­ porte”. Vemos que la explicitación de un concepto es una definición. Observe­ mos qué pasó cuando explicitamos el concepto ‘mesa’. La imagen es individual y concreta, y es de índole psicológica. Revela fundamentalmente cómo es el objeto (con sus características esenciales y accidentales). El término, ya hemos visto, es la expresión lingüística del concepto. No se debe confundir “término” con “palabra”, ya que varias palabras pueden expresar un concepto. Ejemplos de término (no afirman ni niegan nada del objeto) expresado en varias palabras: El Santo de la Espada Animal racional Hermanas del padre o de la madre

(por San Martín) (por hombre) (por tías)

Además: a) Distintos términos pueden expresar el mismo concepto: hombre, homme, man, anthropos (distintos idiomas) muro-pared, perro-can, dicha-felicidad (sinónimos) b) Idénticos términos pueden expresar conceptos distintos: vela (de velar) cura (de curar)

vela (de alumbrar) cura (sacerdote)

(homónimos)

c) Todo término con sentido expresa un concepto, pero no todo concepto es expresado lingüísticamente. Hay otras formas de expresión, como el dibu­ jo, la mímica, los gestos, el sistema Morse, el Braille, etcétera. Las propiedades del concepto son la extensión y la comprensión.

• Extensión: es el conjunto de individuos a que se aplica el concepto. Por ejemplo, la extensión de ‘mesa’ comprende todas las mesas pasa­ das, presentes y futuras, sean mesas de cualquier estilo, forma, material, tamaño, etcétera. • Comprensión: es el contenido significativo del concepto o conjunto de propiedades esenciales que encierra el concepto. Por ejemplo, el concepto de ‘mesa’ es, como ya hemos dicho: “superficie horizontal sostenida por algún tipo de soporte”. 2.1.

Relación entre extensión y comprensión

La relación entre extensión y comprensión es inversa. A mayor exten­ sión menor comprensión y viceversa, es decir, a menor extensión mayor comprensión. Pongamos un ejemplo:

Hay más cosas naturales que plantas, porque el concepto de “cosa natu­ ral” incluye a las plantas y además a los minerales, animales, astros. Hay más plantas que árboles porque el concepto planta incluye a los árboles, pe­ ro además a hierbas y arbustos, y así podríamos ir analizando sucesivamen­ te hasta llegar al concepto de menor extensión que es el de ‘lapacho rosado’, pero que tiene mayor comprensión, porque de éste podemos predicar -ade­ más de que es lapacho y rosado- que es árbol, que es planta, que es natural. Pongamos otro ejemplo: - Mesa —Mesa - Mesa —Mesa

ratona ratona ratona ratona

francesa fabricada en julio de 1991. francesa fabricada en 1991. francesa fabricada en el siglo xx. francesa.

-

Mesa ratona. Mesa. Mueble. Cosa útil.

Los conceptos aquí están ordenados lógicamente de menor a mayor extensión o, lo que es lo mismo, de mayor a menor comprensión. Pero es­ to no significa que, en la realidad, de hecho, haya más mesas ratonas francesas fabricadas en julio de 1991 que mesas ratonas francesas fabri­ cadas en 1991. Puede darse el caso de que las únicas mesas de este tipo fabricadas en 1991 sean las de la serie fabricada en julio. Por eso no de­ be confundirse la extensión lógica con el número empírico de objetos. Ahora estamos en condiciones de definir el género como un concepto de mayor extensión y menor comprensión que otro al cual está relacionado, llamado especie. Y especie, a un concepto de mayor comprensión y menor extensión que otro con el cual está relacionado, llamado género. Así “racional” es específico con respecto a animal que es genérico, pero “animal” es específico con respecto a “ser viviente”. 2.2. El árbol de Porfirio Veremos ahora un diagrama muy conocido en lógica clásica llamado “el árbol de Porfirio”. Porfirio (232-304) fue un filósofo neoplatónico nacido en Tiro. Escribió Vida de Plotino, su maestro en Roma. Su obra principal, Isa­ goge, es una introducción a las categorías de Aristóteles, traducida por Boecio, que fue básica en la disputa medieval acerca de los universales. En su doctrina se nota una acentuación del elemento religioso neopla­ tónico, así como la influencia de otras corrientes filosóficas, en especial de la doctrina de Posidonio y Antíoco de Ascalón. Otras obras importantes de este autor son Contra los cristianos y Sentencias sobre los inteligibles. El diagrama en forma de árbol es un método de clasificación por dico­ tomía puesto a punto por Porfirio. Vemos en este árbol que el género de mayor extensión o género supre­ mo es la sustancia o ser. Del “ser” sólo puedo decir “que es” y caigo en una definición tautológica, ya que para definir empleo el mismo verbo que el concepto o término que estoy definiendo. En cambio del concepto “cuerpo” puedo predicar que es “sustancia compuesta”; de “animado”, que es “sus­ tancia corpórea viviente”. Aquí vemos cómo aparece la definición aristoté­ lica de “hombre” por género próximo y diferencia específica: “animal ra­ cional”. Observemos el árbol: el concepto de mayor extensión es “ser o sus­ tancia” y el de menor extensión es “hombre”. En las ramas no aparecen conceptos sino nombres propios y a éstos no los puedo definir sino descri­ bir, que es otra operación lógica.

También este árbol sirve para ver cómo se forman conceptualmente los reinos animal, vegetal y mineral, según la clasificación de la época. Esto lo podemos observar en las ramas de la izquierda:

Diferencia Género subalterno Diferencia Género subalterno

Diferencia

Género ínfimo

Diferencia

o ínfima

Fuente: José Ferrater Mora (1990).

3.El juicio o proposición Aunque podemos usar como sinónimos proposición, juicio u oración (declarativa o proposicional), hay un cierto matiz diferencial. • Proposición: está referida al plano lógico y dentro de una lógica bivalen­ te (tiene la posibilidad de ser V o F). • Juicio: tiene un matiz más psicológico. • Oración: se refiere al plano lingüístico (ésta es V o F según la situación, el contexto). Las proposiciones, juicios u oraciones declarativas afirman o niegan al­ go de algo. Por ejemplo: Pedro está de traje. Afuera hace frío. La Tierra es redonda. La Tierra es cuadrada. María no estudia.

Como vemos, las oraciones declarativas son verdaderas o falsas (V o F) y están formadas por términos. El término sujeto, el término predicado y la cópula que los une enunciativamente (es decir, en forma de afirmación o negación).

4. Las oraciones proposicionales atómicas y moleculares Se llaman oraciones proposicionales atómicas las proposiciones sim­ ples. Por ejemplo: Juan come manzanas. Llueve. El libro está sobre la mesa. Se llaman oraciones proposicionales moleculares las compuestas por oraciones proposicionales simples, unidas por conectores como: “y”, “si... entonces”, “o”, “si y sólo si”. Por ejemplo: El libro está sobre la mesa y el vaso sobre el libro. Si María trabaja, entonces gana dinero. El niño juega o la madre se cansa. 4 es mayor que 2 si y sólo si 2 es menor que 4. Cuadro aristotélico: clasificación de los juicios (u oraciones proposicionales) Por su cantidad (el predicado se Individuales o singulares: Juan es bueno. atribuye a uno, varios o todo el su­ Particulares: Algunas mesas son de madera. jeto). Universales: Todos los hombres son mortales. Ningún ar­ gentino es asiático. Por su cualidad (el sujeto es Afirmativos: Juan ríe. Todo número tiene sucesor. compatible o no con el predicado). Negativos: Juan no ríe. Ningún mamífero es ovíparo. Por su modalidad (la cópula es Asertórico: Este cuerpo cae (efectivamente). efectiva, forzosa o probable). Problemáticos: Es probable que se descubra una vacuna contra el sida. Apodícticos: El triángulo tiene (forzosamente) tres ángulos. Por su relación (entre sujeto y Categórico: S es P. La Luna es el satélite de la Tierra. predicado) Hipotético: Si S, entonces P Si es salteño, entonces es independiente - condicional - alter­ argentino. nativo. Disyuntivo: S es P o Q. Las proposiciones son verdade­ ras o falsas.

Obsérvese que las oraciones proposicionales asertóricas son utilizadas por las ciencias fácticas (o empíricas), que son ciencias que estudian he­ chos, sucesos o procesos. Sus afirmaciones entran en conflicto con la rea­ lidad y por eso se equivocan, rectifican y avanzan. En cambio, las ciencias formales (lógica y matemática) usan oraciones proposicionales apodícticas. Son verdades convencionales, a nivel de ideas, que no entran en conflicto con la realidad.

5. Los juicios categóricos: A, E, I, O Aristóteles toma los juicios categóricos (por su relación) y los divide en particulares y universales (por su cantidad) y afirmativos y negativos (por su cualidad). A los singulares no los toma en cuenta y a los fines del silo­ gismo los considera universales. De esta combinación surgen: Juicio

Nombre

Forma o estructura Todo S es P

Universal afirmativo

A

Universal negativo

E

Ningún S es P

Particular afirmativo

1

Algún S es P

Particular negativo

O

Algún S no es P

Se supone que los nombres de estos juicios provienen de las primeras vocales de las palabras latinas Afflrmo y NEggO. Los juicios A e I son afirmativos y los E y O, negativos. El juicio “A” representa una inclusión total. Todo S es P Ejemplo: Todo hombre es mortal. El juicio “E” representa una exclusión total. Ningún S es P. Ejemplo: Ningún hombre tiene alas. El juicio “I” representa una inclusión parcial. Algún S es P. Ejemplo: Algunos sáltenos son poetas. El juicio “O” representa una exclusión parcial. Algún S no es P. Ejemplo: Algunos sáltenos no son p

Así vemos que en “A ” el término sujeto está distribuido o tomado en to­ da su extensión. Se habla de todos los hombres. La clase de los hombres está incluida totalmente en la clase de los mortales. El juicio “E” distribuye o toma en toda su extensión tanto el sujeto co­ mo el predicado. La totalidad de los miembros de la clase de los hombres está excluida de la totalidad de los miembros de los seres que tienen alas. El juicio “I ” no distribuye o toma en toda su extensión ni el S ni el P. No se habla ni de todos los miembros de la clase de los salteños, ni de to­ dos los miembros de la clase de los poetas, sino de algunos de esos salteños que son poetas. No todos los salteños son poetas ni todos los poetas son salteños. El juicio “O” no distribuye o toma en toda su extensión su término su­ jeto, pero sí su término predicado. Estos algunos salteños están excluidos de la totalidad de la clase de los poetas. Lo que acabamos de decir, y que es muy importante a los fines de de­ terminar la validez o la invalidez de los silogismos, podemos resumirlo en el siguiente cuadro: término sujeto distribuido término predicado no distribuido

A: Todo S es P

E: Ningún S es P

1: Algún S es P

0 : Algún S no es P

término predicado distribuido

término sujeto no distribuido

Por lo tanto tenemos: Juicio A: distribuye

y no P

Juicio E: distribuye

y0

Juicio I: no distribuye S ni P Juicio O: no distribuye S y sí ¡P]

6. El razonamiento María está sentada en su casa. Decide salir de compras y piensa: “Si hay sol me pondré el traje de seda. Si no hay sol, me pondré el vestido azul de lana”. Mira afuera por la ventana y exclama: “Hay sol. Por lo tanto, me pondré el traje de seda”.

María ha elaborado un razonamiento cuya forma es la siguiente: Si P, entonces Q Si no P, entonces R P Por lo tanto Q Ésta es una forma de razonamiento válida. María ha discurrido correc­ tamente. Es decir, ha inferido la conclusión necesariamente o forzosamen­ te o apodícticamente (estas palabras son sinónimas) de las premisas. Este tipo de razonamiento es deductivo, y un razonamiento deductivo es válido o correcto cuando su conclusión es extraída necesariamente de sus premisas o, lo que es lo mismo, cuando —como veremos luego en más detalle- es imposible que partiendo de premisas verdaderas se pueda lle­ gar a conclusión falsa. Observemos entonces que los razonamientos están constituidos por proposiciones y las proposiciones por conceptos, por lo que podemos infe­ rir que el razonamiento es la estructura de pensamiento más compleja. Las proposiciones que sirven de base o fundamento para poder extraer o inferir una conclusión se llaman premisas. La proposición, que se des­ prende (necesariamente o no) de las premisas, se llama conclusión. La conclusión es generalmente precedida de partículas como “por lo tanto”, “por consiguiente”, “entonces”, “en consecuencia”, etcétera.

6.1. Verdad y validez Como hemos visto, de acuerdo con la teoría de la correspondencia o de la adecuación, la clásica definición de verdad adaequatio rei et intellectus es la adecuación o la concordancia de la cosa con el pensamiento. Pongamos un ejemplo. Si yo digo: “E l álamo tiene clorofila”, es una pro­ posición verdadera porque hay adecuación entre el pensamiento (proposi­ ción) o el lenguaje (enunciado u oración) con la cosa álamo que contiene clorofila. Recordemos que pensamiento y lenguaje forman una unidad in­ destructible. ¿Cómo comprobamos nosotros si se da o no la adecuación? Por medio de la observación, de la experimentación, la medición, etc., es decir, de las técnicas metodológicas usadas por la ciencia. La verdad y la falsedad son atributos de las proposiciones. De los razo­ namientos no podemos decir que sean verdaderos o falsos, sino que son vá­ lidos o inválidos.

Los razonamientos son válidos o inválidos en virtud de su pura forma lógica. Formalicemos el lenguaje y veamos una forma de razonamiento, obviamente válida: la ley de transitividad. Todo A es B Todo B es C Todo A es C Quien razone o argumente de esta forma lo está haciendo válidamente. Ahora bien ¿qué relación hay entre verdad y validez? En una forma vá­ lida de razonamiento no es posible que de premisas verdaderas se llegue a una conclusión falsa. Es decir que, si a un esqueleto formal correcto o válido lo llenamos con contenidos verdaderos, concluimos necesariamen­ te en verdades y esto es valioso para la ciencia que, para ser tal, debe po­ seer coherencia interna (validez) y correspondencia externa (verdad). El científico no sólo debe hacer comprobaciones empíricas para establecer que las proposiciones que afirma son verdaderas sino que también debe inferir válidamente las conclusiones y para ello debe hacer uso de la lógi­ ca. En efecto, recordemos que la ciencia es, de alguna manera, lógica apli­ cada. La geología es el logos de la tierra; la biología, el logos de la “vida”, la antropología, el del hombre, etc. Tomamos aquí el vocablo logos en su acepción de ciencia, tratado de, estudio, y ello significa lenguaje sistema­ tizado de (algún asunto), es decir, lógica, ya que la lógica es un lenguaje, el más sistematizado y perfecto de los lenguajes, y siendo el conocimiento científico sistemático, su estructura debe ser lógica, es decir coherente; y coherente es aquello que no admite contradicción. El esqueleto formal de la ciencia debe ser lógico. La lógica garantiza que las afirmaciones que van deduciéndose unas de otras sean válidas, es decir que el enlace deductivo de sus proposiciones “salva la verdad”, por lo que su soporte formal es correcto. Veamos ahora qué pasa cuando llenamos una forma válida con premi­ sas falsas. Ejemplifiquemos en lenguaje natural el esqueleto anterior, que es válido. Validez C a s o I. P r e m i s a s

v e r d a d e r a s y c o n c l u s ió n v e r d a d e r a

Toda planta tiene clorofila. Toda clorofila es verde. Toda planta es verde.

C aso

II.

P r e m is a s

f a l s a s y c o n c l u s ió n f a l s a

Todo hombre es cuadrúpedo. Todo cuadrúpedo tiene cinco patas. Todo hombre tiene cinco patas. C aso

III.

P r e m is a s

f a l s a s y c o n c l u s ió n v e r d a d e r a

Todo triángulo es cuadrado. Todo cuadrado tiene tres lados. Todo triángulo tiene tres lados. C aso

IV.

P

r e m is a s v e r d a d e r a s y c o n c l u s ió n f a l s a

No es posible que se dé en un razonamiento válido. Si esto ocurre, quie­ re decir que la forma de razonamiento es inválida, pues es imposible en una forma de razonamiento válida que de premisas verdaderas lleguemos a una conclusión falsa. Como vemos, si las premisas son falsas (casos n y m) -aun siendo la forma válida—, se puede concluir cualquier cosa (V o F). Aunque razone­ mos válidamente en cuanto a la forma, no hay garantía de concluir en verdad si es que las premisas de las cuales se parte en el razonamiento son falsas. Invalidez Si la estructura es inválida, no hay garantía de nada; puede ocurrir cualquier cosa. Ejemplo de una estructura inválida: Todo A es B Todo C es B Todo A es C

C a s o I. P r e m i s a s

v e r d a d e r a s y c o n c l u s ió n f a l s a 2

Todo salteño es argentino. Todo tucumano es argentino. Todo salteño es tucumano. C aso

II.

P r e m is a s v e r d a d e s y c o n c l u s i ó n v e r d a d e r a

Todo salteño es americano. Todo argentino es americano. Todo salteño es argentino. C aso

III.

P r e m is a s f a l s a s y c o n c l u s i ó n v e r d a d e r a

Todo salteño es ruso. Todo argentino es ruso. Todo salteño es argentino. C aso

III.

P r e m is a s f a l s a s y c o n c l u s i ó n f a l s a

Todo salteño es tucumano. Todo jujeño es tucumano. Todo salteño es jujeño. ¿Cómo obra la ciencia? La ciencia -idealmente- se constituye como en el caso i de los ejemplos de validez, es decir, infiriendo válidamente con­ clusiones a partir de proposiciones verdaderas (aunque sean provisional­ mente verdaderas) que comprueba con sus propias técnicas, se trate de astronomía, medicina, historia, etcétera. 6.2. N úm ero de prem isas de un razonam iento Un razonamiento puede tener una o más premisas. Cuando tiene una sola premisa se llama razonamiento inmediato. Cuando tiene dos o más premisas es mediato.3 2. Si logramos encontrar un ejemplo así -e n el que de premisas verdaderas se llega a una conclusión falsa-, la forma es inválida. En esto consiste el método del contraejemplo, como se ve en detalle más adelante. 3. En los libros de lógica clásica encontramos indistintamente las expresiones “inferencias

Dentro de los razonamientos deductivos inmediatos que estudia la ló­ gica clásica tenemos: inferencias por oposición (cuadro tradicional de opo­ sición), inferencia por conversión, por obversión, por contraposición.

Cuadro tra d ic io n a l de oposición

(Ningún S es P) subalternante

subalterna

La relación entre la A (universal afirmativa) y la E (universal negati­ va) —difieren en cualidad y tienen la misma cantidad, son universales—se llama contraria. Ambas pueden ser falsas a la vez, pero ambas no pueden ser verdaderas a la vez. Por ejemplo: “Todos los hombres fuman” y “Nin­ gún hombre fuma”, ambas son falsas porque hay hombres que fuman y hombres que no fuman. La relación entre la I (particular afirmativa) y la O (particular negati­ va) -difieren en cualidad y tienen la misma cantidad, son particulares- se llama subcontraria. Ambas pueden ser verdaderas a la vez, pero ambas no pueden ser falsas a la vez. Por ejemplo: “Algunos hombres fuman” y “A l­ gunos hombres no fuman”, ambas son verdaderas. En cuanto a las relaciones subalternas, ambas difieren en cantidad. La A es subalternante respecto de la I (que es la subalterna) y la E es subal­ ternante respecto de la O (que es la subalterna). Si las universales son inmediatas y mediatas” o “razonamientos inmediatos y mediatos”. En rigor, “inferencia” es la estructura mental o discursiva que permite sacar una conclusión y que la precede (“por lo tanto”, “por consiguiente”, “entonces”, “luego”, etc.), y “razonamiento”, la estructura com­ puesta por la/s premisa/s y la conclusión. En este contexto usaremos indistintamente “infe­ rencia” y “razonamiento”.

verdaderas, las particulares son verdaderas, porque lo que se predica de todo, se predica de una parte de ese todo. Si las particulares son falsas, las universales son falsas, porque un solo caso falso hace falsa la ley o pro­ posición universal. La proposición “Todos los metales son duros” fue ver­ dadera hasta que se descubrió el mercurio, que hizo falsa la ley o propo­ sición general. Los lógicos medievales decían que la verdad desciende y la falsedad asciende. Si es verdad que “Todos los salteños son argentinos”, se deduce que “Algunos salteños (por ejemplo los metanenses, que son parte de ese todo) son argentinos” es también verdadera, o que un miembro de esa clase, Martín Miguel de Güemes, que es salteño, también es argentino. Lo mismo ocurre con las subalternas negativas. Si E es verdadera, se deduce la verdad de O. Si es verdad que “Ningún salteño es jujeño”, se in­ fiere que “Algunos salteños (por ejemplo los metanenses, que son parte de ese todo) no son jujeños” es también verdadera, o que un miembro de esa clase, Martín Miguel de Güemes, que es salteño, no es jujeño. Por último, las contradictorias difieren en cantidad y cualidad; si una es verdadera, la otra es necesariamente falsa. De allí salen las inferencias inmediatas por oposición: S i A v - » E F. I v O p s íev

* a f; i f; o v

S i I y - ^ E F. A y O S i O y T > A F>E e I SiAF " ^ O v E e I Si E p E I yA y s í i f * a f. e ;v. o S i O F * A v E F;I

quedan intedeterminadas quedan intedeterminadas quedan intedeterminadas O quedan intedeterminadas v

v

6.3. Inferencias p o r conversión Se parte también de las proposiciones categóricas A, E, I, O. A partir de la proposición categórica se puede inferir o deducir la conversa, o sea, convertir el sujeto en predicado y el predicado en sujeto: A: “Si Todo S es P” “Algún P es S”