Colombia y las FARC-EP: Origen de la lucha guerrillera. Testimonio del comandante Jaime Guaraca 8481361186, 9788481361186

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Colombia y las FARC-EP: Origen de la lucha guerrillera. Testimonio del comandante Jaime Guaraca
 8481361186, 9788481361186

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INI ? ■ M Alberto Matta Aldana EstuI dt Derecho y Ciencias Políticas de Fversidad Ubre de Colombia y Licenen Educación de la Universidad Sande Cali en 1992. su experiencia está a al ámbito de ta promoción y defeni los Derechos Humanos y de la edu»n popular. A finales de 1997 cursó el Master Teorías Críticas del Derecho y la De­ mocracia en Iberoamérica, que ofrece la Universidad Internacional de Andalucía. A partir de 1995 hasta mediados de 1997 fue Consejero para la Paz y los Dere­ chos Humanos en el gobierno del Valle del Cauca, región sur occidental de Colombia, representando en ese cargo a la Unión Pa­ triótica, movimiento político de izquierda fundado en 1985 como producto de los acuerdos nacionales de tregua y paz fir­ mados entre el gobierno de la época y el movimiento guerrillero de las FARC-EP. En la actualidad adelanta una investiga­ ción en torno a la lucha por la tierra en América Latina y sobre la Reforma Agra­ ria como perspectiva favorable para cons­ truir la paz en Colombia.

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Colombia y las FARC-EP Origen de la lucha guerrillera. Testimonio del Comandante Jaime Guaraca

Luis Alberto Matta Aldana

Colombia y las FARC-EP Origen de la lucha guerrillera. Testimonio del Comandante laime Guaraca

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Izenburiia: Colombia y las FARC-EP Egilca: Luis Alberto Matta Aldana Hitzaurrea- Carlos A. Lozano Guillén

A:ala Esteban Montorio Argilaralzea. Editorial Txalaparta s.l. Navazy Vides 1-2 78. Postakutxa 3l300Tafalla NAFARROA Tfnoa. 948 703 934 Faxa 948 704 072 [email protected] httpVAvww.píalaparta com Txaloparlaren lefienengo edizioa Tafalla, I999ko otsaila Copyright O Txalaparta

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Agradecimientos A Diana, mi compañera, con quien fiemos compartido paso a paso este emocionante trabajo de investigación y también los momentos de dificultad presentados-, a Milet Nielo por su incalculable ayuda-, a Ovidio Salinas por la sencillez de sus recomendaciones-, a los compañeros del Partido Comunista Colombiano que me cedieron sus libros y me dejaron conocer sus opiniones-, en España a los compañeros de SODEPAZ, OSPAAAL, e Izquierda Unida, y en el País Vasco a Txalaparta, editorial que hace realidad este sencillo aporte a la memoria de las luchas populares en Colombia, así como al periódico Resumen Latinoamericano y Askapena; a Olga Lucía Marín de la Comi­ sión Internacional de las FARC-EP, y finalmente con especial afecto a Daisy o Chavita compañera de Guaraca, por su paciencia y comentarios que han ayudado a recordar momentos felices, y también de desencanto, en la reconstrucción de esta historia.

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A mi padre, que al contarme sus historias so­ bre la violencia, me indujo a la apasionante cos­ tumbre de reconstruir memorias. A mi hijo Jacobo que ahora me ilumina la vida con su pequeño uni­ verso. A los hombres y mujeres que desde la prisión, desde el surco en la tierra, o desde sus organizacio­ nes populares, sueñan y construyen una patria mejor. A los compañeros asesinados que jamás ol­ vidaremos.

Prólogo

Luis Alberto Matta, un hombre comprometido con la paz y estudiante de temas sociales y de la violencia política en Colombia, nos presenta en este libro el testimonio direc­ to de Jaime Guaraca, legendario guerrillero y uno de los fun­ dadores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colom­ bia (FARC-EP), quien en ameno relato hace un recuento his­ tórico de los conflictos vividos en las zonas agrarias del Tolima, Huila y Cauca, origen de las guerrillas liberales y comu­ nistas a mediados de siglo, de cuya base social nacen las FARC. Describe paso a paso la histórica resistencia del cam­ pesinado y su lucha por defender la vida y la tierra, resisten­ cia que se traduce en los comandos de autodefensa de ma­ sas, fortaleciendo en ¡os núcleos campesinos una actitud in­ dependiente y unitaria, que de hecho les impulsa a plantear en sus zonas de influencia, una verdadera reforma agraria. Es­ to provoca la ira del bipartidismo tradicional y latifundista; en consecuencia, estas regiones son violentamente agredidas por el militarismo, con el respaldo del imperialismo nortea­ mericano, argumentando que constituyen la base social del comunismo; ante la agresión, el movimiento campesino en su resistencia popular, evoluciona cualitativamente a la guerra

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de guerrillas. Es apenas una de las tantas violencias que la clase dominante ha impuesto al pueblo, porque al fin y al ca­ bo, no ha conocido otra forma de gobernar y de atornillar el régimen antidemocrático y despótico que le asegura lucrati­ vos ingresos a la oligarquía, beneficiaría del usufructo del po­ der. Guaraca inicia su relato con prodigiosa memoria en los fi­ nales de la primera mitad de siglo y avanza hasta finales de la década de los sesenta, época en que se presentan los saltos cualitativos en la resistencia campesina y guerrillera, ante las agresiones militares de la oligarquía colombiana empujada por el intervencionismo norteamericano. Es entonces el ori­ gen de la etapa conocida como «violencia en Colombia», a la que historiadores y sociólogos le adjudican tres fases: La pri­ mera desde el 9 de abril de 1.948, tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán; la segunda comienza con el golpe militar de Gustavo Rojas Pinilla, en 1953, y se extiende hasta la caída de la dictadura, en 1957; y la tercera y última, se inicia con el Frente Nacional, en 1958, hasta nuestros días. Sin embargo, bien valdría la pena que los mismos historiadores y sociólo­ gos examinaran la posibilidad de una cuarta etapa de la ac­ tual violencia, iniciada en la década de los ochenta, cuando apareció en toda su magnitud la guerra sucia y el Estado adoptó en definitiva formas terroristas e hizo suya la modali­ dad del conflicto de baja intensidad y del ataque al «enemi­ go interno» promovidas por el contubernio Estado (militares), paramilitares y narcotraficantes. Es una etapa muy definida y de características diferentes a la iniciada (la tercera) con el Frente Nacional.

El legendario guerrillero discurre su historia en los límites de la «actual violencia», porque Colombia ha vivido muchas violencias, casi desde el momento mismo de la independen­ cia, aunque se podría decir que desde antes, porque al fin y al cabo la conquista y la colonia adelantadas por el invasor español se hicieron a sangre y fuego contra los indígenas y patriotas. Todas las violencias siempre se han ejercido desde el poder dominante.

Por eso en Colombia la violencia es un fenómeno históri­ co y sociopolítico, que se ha impuesto desde arriba para de­ fender privilegios e intereses políticos y económicos. El pue­ blo no ha hecho otra cosa que resistir a la violencia de los to-

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dopoderosos. Desde la resistencia indígena para impedir el exterminio de la raza, pasando por el Ejército de patriotas en­ cabezado por Simón Bolívar, que logró la primera indepen­ dencia, hasta la resistencia agraria a los crímenes del latifundismo y la reacción de los campesinos que se levantaron en armas contra la ignominia y para conquistar un nuevo poder, éste sí, de democracia y justicia social. En Colombia existe un Estado violento, que nunca abrió las puertas a la democracia por temor a que surgieran otras fuerzas y sectores que echaran abajo el régimen restringido bipartidista y de intereses oligárquicos. Esto es muy distinto a que haya una suerte de «cultura de la violencia», como sue­ len decir algunos investigadores amparados en estadísticas sobre los niveles de delincuencia y criminalidad, ciertamente altos, pero que en todo caso guardan una relación de causaefecto con el fenómeno sociológico de la violencia, porque muchas de las formas de delincuencia provienen del hambre, la miseria y el desempleo crecientes. Esto es, de la inexora­ ble brecha del capitalismo salvaje cada vez más profunda en­ tre ricos y pobres.

La historia de jaime Guaraca se inicia en su natal Tolima, más concretamente en Santiago Pérez, un corregimiento del municipio de Ataco que fue epicentro de las confrontaciones de conservadores y liberales, y también de comunistas, que en la época constituían sus primeros núcleos en regiones agrarias del Tolima y el Huila. En buena medida era la con­ tradicción de los latifundistas, ligados entonces al Partido Conservador, con los colonos que urgían cada vez más la ne­ cesidad de la reforma agraria. Esa lucha por la tierra desató la agresividad criminal del latifundismo, que no vaciló en orga­ nizar a los paramilitares de la época llamados «pájaros», para asesinar a los luchadores agrarios. Así se fueron conformando los primeros destacamentos guerrilleros, cuya génesis estriba en raíces estrictamente po­ líticas, económicas y sociales. En todo caso el proceso de in­ cubación de la «violencia en Colombia», derivada de la atro­ fia del tejido político y social, tuvo momentos diferentes y ex­ periencias si se quiere coyunturales. Una fue la resistencia de las masas a la violencia latifundista, o la resistencia campesi­ na de Marquetalia, Río Chiquito, El Pato, Villarrica y El Gua­ yabera, las mal llamadas Repúblicas Independientes, y otra 13

la lucha de las FARC-EP, que desde su fundación inició el ob­ jetivo de formar un Ejército Revolucionario para la toma del poder para el pueblo. Entonces -y así lo demuestra la vivencia del Comandante Guaraca- la acción armada campesina y guerrillera no fue só­ lo el instinto de conservación de las masas para defenderse de la violencia ejercida desde el poder dominante, sino tam­ bién parte esencial de un proceso concreto y, quizás sui generis, en la lucha política colombiana, de combinación de todas las formas de lucha de masas. Así, la lucha guerrillera se con­ virtió en parte fundamental del proceso político en Colombia. Este trabajo de Luis Alberto Matta sin duda contribuye a conocer una historia que tal vez no se ha contado en toda su magnitud e implicaciones. Guaraca, «marquetaliano» y prota­ gonista singular de esta historia, muestra la etiología real del conflicto armado, que no radica en la actitud perversa de los revolucionarios, como predican los ideólogos de la derecha y del sistema, sino en las profundas desigualdades del régimen político oligárquico, vacío de democracia y humanismo.

Esta historia es muy útil en el momento actual, cuando en el centro de la atención nacional está el tema de la paz y de los posibles diálogos del Gobierno y la guerrilla para allanar el camino hacia una solución política negociada del conflicto armado y social en Colombia, donde también participan los partidos políticos, la Iglesia, los empresarios y los gremios de la producción. Pero el meollo del asunto está en la paz que anhelan y pretenden unos y otros.

Una es la paz de los de «arriba», es decir, el bipartidismo dominante con todo lo que este concepto abarca, que inclu­ ye desde los gobernantes de siempre al servicio del gran ca­ pital, hasta los representantes de la oligarquía y dueños rea­ les del poder. «Su» paz es la de los sepulcros, la pax romana de que hablara el jurista Eduardo Umaña Luna en el sepelio de su hijo, Eduardo Umaña Mendoza, defensor de los Dere­ chos Humanos, asesinado por el militarismo en Bogotá. Es la paz para que nada cambie. Parte del absurdo crite­ rio de que la guerrilla en Colombia fue una acción perversa de los revolucionarios, y que basta con la «generosidad» del sis­ tema para dar a los alzados en armas unas prebendas y unos beneficios de reinserción. Todas son dádivas efímeras, como

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ocurrió con el M-19, el EPL, el Quintín Lame, el PRT y la CRS, que ya no las tienen, y a sus dirigentes no les quedó otro ca­ mino para subsistir que ubicarse en el establecimiento bajo el ala protectora del tradicionalismo liberal y conservador. En el fondo se convirtieron en «nuevos sectores» que sólo han apuntalado el régimen que antes combatieron con las armas y ahora reciben de éste pequeñas migajas que con el tiempo desaparecerán por completo.

La otra es la paz democrática con justicia social. La que propone el movimiento popular, del cual forman parte las FARC-EP; la paz que será consecuencia de un diálogo con par­ ticipación del pueblo. Será la paz que derivará de la nego­ ciación del conflicto con soluciones políticas, sociales y eco­ nómicas. Es la manera diferente y altruista de ubicar el tema de la reconciliación de los colombianos. Mientras los latifundistas, con su concepto de la pax ro­ mana o paz de los sepulcros, creen que lograrán el acuerdo ofreciendo a los combatientes guerrilleros el 10% de sus tie­ rras, que entre otras cosas no les pertenece, lo que además no resuelve nada pues los insurgentes plantean la reforma agraria; asimismo, los grandes «cacaos» como gran aporte a la paz prometen que se meterán la mano al bolsillo para arrojar la «limosna de paz», mientras la guerrilla propone un modelo alternativo de desarrollo distinto al capitalismo salvaje. El ré­ gimen bipartidista ofrece a los comandantes guerrilleros unas pocas curules en el Congreso; los alzados en armas deman­ dan reformas políticas avanzadas para desmontar la demo­ cracia restringida y el sistema bipartidista y abrir el paso a un régimen pluralista de cambios democráticos y estructurales para la reconstrucción y reconciliación nacional. Son las posiciones que marcan la diferencia y que natu­ ralmente dificultan el proceso de paz en Colombia. Porque no es suficiente sentarse en una mesa a conversar de la paz, lo esencial es que la clase dominante siempre renuente a ceder un ápice de su poder entienda que el país debe cambiar, que el régimen político debe ser otro, diferente al de la práctica del terrorismo de Estado y al de la negación de la democra­ cia. De lo contrario, el conflicto se extenderá indefinidamen­ te y no por el capricho de la guerrilla, sino porque las causas que lo originaron estarán ahí presentes. Inclusive en el su­ puesto, poco probable, de que las fuerzas militares derroten

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a las guerrillas, nada se resolverá porque, con toda certeza, al no modificarse la estructura injusta, arbitraria y violenta del sistema, en poco tiempo aparecerían otras organizaciones guerrilleras, o las derrotadas surgirían de las cenizas, como el Ave Fénix . Estas breves y limitadas elucubraciones están demostra­ das por el relato del comandante Jaime Guaraca, testigo de excepción de la violencia reaccionaria y de la respuesta po­ pular a la misma en esta segunda mitad del siglo XX en Co­ lombia.

Carlos A. Lozano Guillen Abogado y periodista. Director del semanario Voz Subsecretario nacional del Partido Comunista Colombiano Bogotá, mayo de 1998.

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Introducción

1 próximo 27 de mayo de 1999 se cumplen 35 años de La fundación de las FARC, guerrilla revolucionaria que se constituye en importante fenómeno social y político en Amé­ rica Latina; en 1964 sucedió la agresión militar del Estado con­ tra la pacífica zona campesina de Marquetalia y pese a que la Conferencia Constitutiva de este movimiento se realizó dos años más tarde, se toma como fecha oficial el día que se ini­ ció la resistencia. Esta trayectoria de lucha revolucionaria con­ serva una línea consecuente desde sus inicios, siempre en la búsqueda de una salida política al conflicto social y armado que vive Colombia. Con el presente trabajo de investigación intento recrear una experiencia de la lucha armada en América Latina y par­ ticularmente en Colombia, escenario social y político donde el movimiento popular, del que son una expresión las Fuer­ zas Armadas Revolucionarias de Colombia, pone de manifies­ to la vigencia de las luchas sociales para la transformación y derrumbamiento del sistema de relaciones económicas y po­ líticas, basado en la injusticia, que rige la humanidad. Recuperar la memoria individual y colectiva de las luchas

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populares tiene, si persisten los idearios humanistas de cons­ truir un futuro de paz con justicia social para los pueblos, un profundo significado político y ése es el caso del movimiento armado que integran las FARC. Ése es el objetivo central de este libro, que toma como referente al movimiento insurgen­ te más antiguo de América Latina; una organización políticomilitar que se mantiene en los postulados marxistas, pero desde una experiencia particular donde se mezcla el pensa­ miento indígena, negro, campesino y urbano de nuestros días, y que incluye en su ideario la herencia del pensamien­ to Bolivariano y antiimperialista. Las FARC-EP son un Ejército del Pueblo que se nutre de este escenario tan diverso, esta­ bleciendo nuevos paradigmas para la lucha social y política en nuestro continente. El Comandante guerrillero Jaime Guaraca nos entrega en su rica narración los momentos que preceden a la fundación de esta guerrilla; es el testimonio vivo de un capítulo de nuestra historia, sin correcciones y en la construcción idiomática propia de un campesino al que le cabe el país en su me­ moria. La acción de la insurgencia armada en Colombia se cons­ tituye en parte integral e histórica de las luchas sociales de nuestro pueblo, y en ellas alcanza ribetes de leyenda un pu­ ñado de líderes agrarios convertidos luego en legendarios guerrilleros, entre ellos Guaraca, que desde mediados de la década de los cuarenta desafían el sistema y se alzan en ar­ mas rebelándose contra la tiranía y la injusticia. Desde sus primeros años Guaraca conoce los estragos de la violencia en las pacíficas zonas campesinas a las que per­ tenecían él y su familia; siendo aún un niño se integra a las guerrillas, primero al lado de Jacobo Prias Alape o Charro Ne­ gro, formando parte de lo que se conoció como las columnas de marcha, que movilizaron a más de doscientos mil labrie­ gos, que resistían en diversas formas la violencia conservado­ ra, en el período que comprende desde mediados de los cua­ renta hasta el golpe militar en 1953; con Isauro Yosa, conoci­ do como Líster; Manuel Marulanda Vélez, el legendario Co­ mandante Tirofijo; Isaías Pardo, Jesús Medina, Luis Salgado, Mi­ guel Pascuas, Agustín Cifuentes, Miriam Narváez, Jaime Sali­ nas, Israel Valderrama, el Comandante Olimpo, Joselo Losa­ da, el Capitán Arrayanales, Ciro Trujillo y muchos más, desde

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la insurgencia deciden defender sus vidas y luchar por la tie­ rra; luego, obligados por las circunstancias, evolucionan en su resistencia y deciden presionar cambios estructurales al sis­ tema de gobierno. Para entonces, ya con la presencia de Jacobo Arenas, Hernando González y un puñado de hombres y mujeres, se encumbran definitivamente como guerrillas en las montañas y comienzan a conspirar contra el régimen, a conducir ideológica y militarmente una lucha contra el impla­ cable enemigo de clase, y a ser ejemplo en un ejército popu­ lar, al que le han entregado sus mejores años, cabalmente convencidos de que más allá de esta guerra espera esa paz con justicia social que anhelan millones de colombianos. Este trabajo se inicia a finales de 1994, luego de un breve encuentro en Centro América con el Comandante guerrillero. Desde entonces, en diversos momentos, hemos continuado el intenso recorrido por su memoria, elaborando un testimo­ nio cuyo propósito es reconstruir en forma fiel y rigurosa la historia y los sucesos que marcan el origen de la fuerza gue­ rrillera más importante y poderosa de América Latina en la actualidad.

Jaime Guaraca emerge como líder guerrillero al calor de los conflictos agrarios y políticos que sacudieron a Colombia en la primera mitad del siglo XX. Un hombre que desde niño fue obligado por las circunstancias a abandonar sus activida­ des de labriego para empuñare! fusil, frente a la agresión la­ tifundista y sectaria de los partidos tradicionales en el poder político de su país. Hablar de los guerreros nunca ha sido fácil, menos aún cuando su lucha se ha constituido en una fuente de utopías y esperanzas. Hablar de Jaime Guaraca es adentrarse en el co­ razón de un Ejército Guerrillero, porque allí, en el interior de este movimiento, comenzó a construir un legado histórico en las luchas sociales de Colombia; por ello, acercarse a la gran­ deza de un revolucionario como él implica también encontrar la razón de sus sueños y la motivación que alienta sus luchas; en esa intención se descubren sus aciertos, sus limitaciones, debilidades y defectos. Así son los luchadores que se han ju­ gado la vida por un pueblo; hombres y mujeres con decisión y consecuentes con sus principios, aunque en la intimidad sean seres tímidos y sorprendentemente sensibles, que en la lucha, aparte de amar unos ideales, también construyen pro-

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fundos afectos, y es así como a la vuelta de algún sendero, en el momento más inesperado también, se embosca el amor, convertido en mujer y compañera. En este intento de encon­ trar al hombre sencillo y estricto hallamos al hombre enamo­ rado que, así como empuña un imponente fusil, también pue­ de apreciar una flor y tallar una madera con sus manos artesanas. Es el hombre humilde y de espíritu campesino endu­ recido por la guerra, de actitud serena y amable, que pese a asumir una posición de dignidad y rebeldía, conserva la ter­ nura que comparte con sus hijos-, es el camarada y amigo. Un hombre consecuente con sus principios. La pretensión del trabajo que hemos titulado Colombia y las FARC-EP. Origen de la lucha guerrillera. Testimonio del Comandan­ te Jaime Guaraca, no es otra que asumir en estricto sentido de escribiente la autenticidad de un relato, conservando fiel­ mente lo que se constituye en una página histórica y vivencial de las últimas cinco décadas en Colombia

Como soporte del testimonio que entrega el Comandan­ te guerrillero, y por considerar de gran utilidad su inclusión, he compilado diversas citas textuales que reafirman la rique­ za de este extraordinario relato. Asimismo con la intención de hacer más comprensivo el discurso o testimonio de Guaraca, he situado los acotecimientos narrados en su contexto social y político, conservando casi siempre una cronología reflejada además en el título y orden de los capítulos.

Es indispensable recuperar la memoria histórica para comprender nuestra realidad actual. Colombia es un país de grandes tesoros naturales y de excepcional ubicación geográ­ fica-, nuestra riqueza cultural y étnica es muy variada y nues­ tro pueblo en general, exceptuando las elites tradicionales del poder y de la oligarquía, es un pueblo amante del traba­ jo, solidario y soñador, que desafortunadamente ha estado condenado a la represión y a la pobreza injustificada que le impone este sistema aberrante, cuyo modelo económico de «desarrollo» adquiere niveles cada vez más salvajes, repre­ sentados en el neoliberalismo capitalista, la internacionali­ zación desigual de los mercados, las privatizaciones a ultran­ za del patrimonio del Estado construido con el esfuerzo co­ lectivo de los trabajadores o con su explotación, el desem­ pleo creciente que aísla y niega la existencia de los indivi­ duos colectivizando la pobreza y la desesperanza, el modelo 20

antidemocrático de participación política, el narcotráfico, la corrupción y el debilitamiento de la justicia. Colombia por su tamaño es la cuarta nación de América Latina; su extensión equivale a Francia y España juntas, y es un país de fuertes y muy ricos contrastes geográficos. En la ac­ tualidad es una nación fundamentalmente urbana; un 70% de la población habita en las ciudades, mientras en la década de los treinta era a la inversa con una población mayoritariamente rural. El desalojo brutal que ha impuesto el latifundismo ha generado esta nueva realidad, que alcanza niveles sorpren­ dentes de desplazamiento forzado; más de un millón tres­ cientas mil personas han sido desplazadas violentamente de sus regiones en los últimos doce años, víctimas de la contra­ rreforma agraria que adelanta la burguesía terrateniente y que ahora ha intensificado el narcotráfico con sus ejércitos privados de paramilitares, gozando de total impunidad por omisión de la autoridad civil y militar, cuando no de su pro­ tección, como se ha documentado en diversos casos conoci­ dos por instancias defensoras de derechos humanos naciona­ les e internacionales. De ahí el grave error que se comete cuando algunos sectores sociales pretenden otorgar estatus político a los grupos paramilitares y a las llamadas «coopera­ tivas convivir», alegando su crecimiento y expansión militar. La influencia en la población de estas redes de delincuentes, autoras de numerosas masacres y crímenes de lesa humani­ dad, es artificial y no responde a una construcción alternativa de cambios sociales, al contrario, han apuntalado un régimen de terror que facilita el proyecto de contrarreforma agraria lle­ vada a cabo por el latifundio. Por lo regular estos grupos fas­ cistas operan en las zonas densamente militarizadas por el Estado, donde grandes empresarios y terratenientes declaran triunfales su «operación retorno», lanzando al desplazamien­ to forzado y político a los labriegos.

Más de 45 millones de hectáreas de tierra habilitada para la agricultura, en otra época maravillosas parcelas familiares y minifundios productivos, han sido paulatinamente arrebata­ das a los humildes campesinos en cinco décadas de despojo latifundista, con por lo menos un millón setecientas mil fami­ lias que viven ahora en las ciudades, añorando sus tierras. En este sentido es mucho lo que en Colombia se habla de refor­ ma agraria, pero siempre ha sido una política marginal, cuan21

do no un acto coyuntural y retórico para morigerar el descon­ tento popular a base de leyes que jamás se cumplen; al con­ trario, se ha promovido la colonización de nuevos territorios en la selva y se han propagado los cultivos ilícitos, con la com­ plicidad directa e indirecta de la oligarquía, y la demanda permanente de alucinógenos por parte de millones de con­ sumidores de los países desarrollados; también se ha privile­ giado la entrega de territorios baldíos, pero ha sido intocable la tierra adecuada y lista para la agricultura, lo que investiga­ dores como Darío Fajardo, Alfredo Molano o Héctor Mondragón llaman «la frontera agrícola», pues ésta «pertenece» aho­ ra al latifundio ganadero, o a las manos improductivas y anti­ populares de los gamonales políticos.

Colombia, cuya población se aproxima a los 37 millones de habitantes, soporta el empobrecimiento paulatino de su pueblo; 25 millones de personas viven en la pobreza, de los cuales 10 millones sobreviven en la miseria total, muchas ve­ ces involucrados en interminables e intensos circuitos de vio­ lencia endémica generada por la descomposición del tejido social. Es palpable la ausencia de una democracia real y de garantías suficientes que faciliten la participación colectiva en un proceso de reconstrucción nacional, situación que agudiza la crisis; a ello se suma la violación sistemática de los dere­ chos humanos por parte de agentes del Estado, de por sí en­ frascados en graves niveles de corrupción que afecta a casi to­ das sus estructuras de poder, y fuertemente vinculados al narcotráfico y a las redes de asesinos; de ahí la urgente e in­ dispensable depuración de las Fuerzas Militares del Estado, para generar condiciones que favorezcan la construcción de un clima propicio para el diálogo y posterior negociación po­ lítica del conflicto social y armado; este primer paso permiti­ ría abordar problemáticas estructurales que han alimentado el conflicto, y de paso la multitud de violencias que azotan a la sociedad gracias a la descomposición del tejido social y la crisis estructural de la justicia. En un eventual diálogo se de­ be implicar al conjunto del país desde una perspectiva de in­ tervención social y de participación activa en la construcción. de cambios democráticos que transformen el panorama polí­ tico. Para caminar en esa dirección resulta vital el reconoci­ miento efectivo de los derechos fundamentales y de las ga­ rantías que debe ofrecer un verdadero Estado social de de-

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recho, más allá de las formulaciones y tratados a los que han sido proclives los gobiernos del presente siglo en Colombia; el reconocimiento e interlocución política con el poder popu­ lar e histórico que representa la guerrilla colombiana, facilita­ ría la construcción de un camino hacia la paz. No podemos olvidar que el próximo 28 de mayo se cum­ plen 15 años desde que se firmaran los primeros acuerdos de tregua y cese del fuego, firmados por las FARC-EP con el Go­ bierno colombiano, presidido entonces por Belisario Betancur; y que dos años más tarde, producto de los acuerdos, se fundaría la Unión Patriótica, propuesta política que pretendía ser un oxígeno para la democracia, en su condición de movi­ miento popular que integraba la alternativa de izquierda. En su primer examen electoral obtuvo una histórica votación, pe­ ro enseguida este movimiento político, amplio y civilista, fue castigado por la intolerancia bipartidista y soportó el inicio de una cruel guerra sucia que, por la vía del asesinato político de sus dirigentes llevó a la ruptura de los acuerdos de paz. No obstante sectores de diversas tendencias sociales y políticas mantuvieron la presencia de la U.P. con el deseo y la terque­ dad de que echara raíces un proyecto de paz; esto desenca­ denó la rabia de sectores de la oligarquía, el narcotráfico y el militarismo que, inmediatamente impulsaron un aterrador genocidio político, llegando inclusive hasta el asesinato co­ lectivo de su base social, reducida a causa de pavorosas ma­ sacres, amenazas, encarcelamiento y desapariciones, que eli­ minaron la presencia política de la Unión Patriótica en zonas como Urabá y el Magdalena Medio. El esclarecimiento de estos asesinatos, así como el de los defensores de los Derechos Humanos, además de nuevas y reales garantías para los activistas en esta materia, sin duda ayudaría a despejar caminos para la democratización de nuestra sociedad, a construir espacios propicios para la paz. Para que la impunidad no sea un impedimento y poder ga­ rantizar la vida de eventuales desmovilizados o integrantes de nuevos movimientos políticos de oposición democrática, es indispensable el esclarecimiento del genocidio contra la Unión Patriótica, porque es un caso que conmueve a la conciencia humana e implica la negación del derecho a la oposición política; casi cuatromil asesinatos políticos hacen que el caso Unión Patriótica sea, sin duda, el mayor crimen

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cometido contra el movimiento popular y alternativo en Co­ lombia y, visto desde el ámbito internacional, de tos más gra­ ves contra un movimiento político de oposición en el llama­ do Tercer Mundo.

La actual situación y los hechos mencionados me han im­ pulsado en los últimos cinco años a trabajar con pasión en una tarea inevitable para el movimiento popular, contribuir en la recuperación de la memoria individual y colectiva. Esta tarea se interrumpió temporalmente durante mi breve expe­ riencia como Consejero para la Paz y los Derechos Humanos en el Departamento del Valle del Cauca, durante los años 1996-1997, espacio que inicialmente se creó a instancias de un acuerdo político entre la Unión Patriótica, el Partido Co­ munista Colombiano y el gobierno regional; finalmente entre­ gamos este sencillo trabajo que despeja múltiples razones para comprender el intenso conflicto social y armado que vi­ ve Colombia, pero sobre todo, para entender que la paz es una construcción colectiva a partir de la justicia social, la de­ mocracia, la distribución justa de la riqueza, las oportunida­ des de participar y construir espacios políticos y alternativos, el respeto a la diversidad cultural y el desarrollo o solución dialéctica de los conflictos sociales. Por ese motivo la historia política y social -ojalá contada por sus actores- como sucede en este caso, los sucesos que marcan el surgimiento de la lu­ cha armada en Colombia, deben ser motivo de estudio y re­ flexión para las nuevas generaciones. Las FARC-EP nacieron como respuesta a la presión contra el pacífico campesinado marquetaliano; son el producto de la agresión contra las mal llamadas «repúblicas independien­ tes», que sólo existían en la perversa imaginación del impe­ rialismo norteamericano y de la burguesía bipartidista colom­ biana; 16.000 soldados y la aviación de guerra, irrumpieron violentamente contra el movimiento campesino, del que 48 hombres y mujeres asumieron la resistencia armada y hoy, pasados 34 años de haberse cerrado las puertas a la paz, en­ treabiertas brevemente para que circularan pequeñas rejas de luz como lo fue la Unión Patriótica, ese pequeño grupo de rebeldes soñadores se ha constituido en un Ejército del Pue­ blo desplegado por todo el territorio patrio, sembrando sue­ ños y esperanzas a golpe de fusil porque el actual sistema,

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como dice Guaraca, «no dejó sembrar sueños a golpe de ma­ chete, pala y azadón».

Colombia necesita una oportunidad para construir la paz. Para esto es necesario depurar y oxigenar las costumbres po­ líticas que, desde antes de la década de los cuarenta hasta nuestros días, han estado al servicio del latifundio y de la cla­ se política tradicional, bipartidista y excluyente, de la oligar­ quía económica que detenta los monopolios y la exclusión social y de las Fuerzas Armadas del Estado, que fueron for­ madas en la doctrina de la «seguridad nacional» bajo la égida de los norteamericanos y su famosa «escuela de las Américas», donde se enseñó a perseguir, torturar y asesinar a lo que en su lenguaje antipopular llaman «el enemigo interno». Por ello es estrictamente necesario depurar a las Fuerzas Arma­ das del Estado y reorientar en forma civilista su actuaciónque, exceptuando un breve lapso en la década de los cin­ cuenta, no ha necesitado del golpe militar para controlar los hilos del poder.

L«ís Alberto Malta Aldatia

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COMENTARIOS ACERCA DEL ORIGEN Y FORMACIÓN DE LAS ZONAS CAMPESINAS

I campesino colombiano se ha caracterizado siempre por ser muy trabajador y solidario. Hasta los años treinta > cuarenta, las regiones campesinas eran todavía muy sanas . tranquilas; la gente estaba dedicada con tesón a cultivar ’a tierra. En su mayoría eran pequeños labriegos llenos de : sión y de aspiraciones hacia el futuro, aunque intelectua mente no muy avanzados, porque la inmensa mayoría cecampesinado colombiano no sabía leer y escribir. Su iucha > defensa de la tierra era muy fuerte pero pacífica, pese a a creciente amenaza del latifundismo. Se conservaban tradiciones, costumbres y creen ¿ as sa­ nas que permitían la convivencia en forma pacífica no obs tante algunos conflictos, por ejemplo la Guerra de los nn o as de comienzos de siglo, promovida por los caudillos abe-a es y conservadores que, por intereses politiqueros. enne.'ta ron al campesino y comenzaron a crear odios patrio. \ sectarismos políticos relacionados sólo con colotes pe' ?¿o>

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aprovechando la ignorancia o la falta de educación política en los campesinos de entonces, víctimas del engaño y de la ma­ nipulación.'

Sin embargo, la gente se mantenía siempre dedicada al trabajo. Tolima, una región de colonización, era un departa­ mento supremamente pacífico, aunque en el pasado hubiera sido poblado por los indígenas Pijaos y Paeces, cuya tradición histórica fue, como ya dije, guerrera y de defensa de sus te­ rritorios y con odio hacia la intervención extranjera. Cuando la reconquista contra los ejércitos del español Juan de Borja, los Pijaos, al mando de Calarcá, libraron luchas muy importantes y hay gente que cuenta que en ese momento la lucha de los Pijaos contra el ejército de Juan de Borja, tenía visos de gue­ rra de guerrillas. Esa tribu, fue la primera en Colombia que capturó arca­ buces a los españoles Además cogían el arcabuz, lo cortaban por la mitad y de ahí sacaban dos armas. Establecían una es­ pecie de zanjas, como si se tratara de fortificaciones, y las arreglaban de tal manera, que al paso de los invasores caían en ellas; todas esas cosas juntas hacen pensar, que con el tiempo, con los años, con los siglos por ejemplo, ha habido luchas en el mundo, que tienen mucho parecido con lo que hacían los Pijaos. Por ejemplo, en la lucha del pueblo vietna­ mita contra la invasión gringa encontramos muchas trampas similares a lo que en esa época de la llamada conquista, los Pijaos hacían contra los españoles en las zonas de Coyaima,

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I Desde antes de 1849. año en que oficialmente aparecen los partidos Liberal y Conservador en Colombia, éstos se vienen consolidando desde procesos violentos. El poder dominante estimula diversos conflictos arma­ dos, cuyo origen y desarrollo están marcados más por intereses económicos que políticos-, así, desde la violencia, comienza a estructurarse el poder del capital, y la formación de los partidos ve superado el ámbito de las ideas po­ líticas por la corrupción y el sectarismo partidario, realidad que se palpa es­ pecialmente en las zonas agrarias-, en ese marco se desarrolla la llamada Guerra de los mil días a la que se refiere Guaraca, promovida en 1899 por los «caudillos liberales», buscando mejorar su participación en el poder econó­ mico del país. A la mayoría de estos conflictos diversos historiadores y so­ ciólogos los caracterizan como «guerras civiles»; no obstante ambos partidos, desde el poder, han implementado el despojo de tierras, la violencia, el sec­ tarismo y el asesinato de los oponentes políticos, cambiando las costumbres y la realidad cotidiana de la población. (N. del A.).

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Natagaima, Purificación, Prado, Chaparral y todo el sur del Tolima. Ése es el pasado de esas zonas, pero luego viene una eta­ pa en que la gente se preocupa más por ampliar sus zonas de cultivo, y es cuando comienza a penetrar en las estribaciones de la cordillera central, a tumbar selva y desmontar terrenos para cultivar, es decir, comienza la colonización.

Colonización campesina (Las Mingas) Como le digo, esto consistía en que toda la gente se de­ dicó a desmontar la selva virgen y a crear allí su pequeña fin­ ca, para mantener su hogar. Era muy bonito y es muy bonito recordar esa época porque los campesinos, para desarrollar su trabajo, empleaban una cosa que se conoció como la min­ ga; ésta consistía en que se ayudaban y colaboraban unos con otros, para la recolección de una cosecha por ejemplo; cose­ chas de maíz, que se daban con mucha abundancia por ser una tierra tan fértil, entonces los campesinos reunían los quince, los veinte, cincuenta campesinos en una sola finca; al día siguiente pasaban a la otra finca y lo mismo sucedía para levantar un rancho. Lo importante era que el dueño de la ca­ sa en construcción tuviera para hacer un buen almuerzo, o de pronto que tuviera chicha2 y allí estaban los campesinos, o también para hacer el desmonte de la selva, la tumba como la llamamos nosotros, así se concentraban los campesinos e iban de finca en finca haciendo ese trabajo. Por esa época no circulaba mucho el dinero, los jornales eran muy baratos; un día de trabajo podía costar en ese mo­ mento, 15, 20 centavos. Circulaba una moneda que se llama­ ba real; los campesinos se unían para arreglar los caminos, para arreglar los puentes, para muchas cosas. No había nin­ gún tipo de reparo, todo se hacía dentro del espíritu del ve­ cino, del compadre, del familiar. Demoraban un poco en cons­ trucción pero se realizaban. Los campos en esa época esta­ ban aislados de la ciudad, casi no había comercio, por eso el cerdo no se vendía, ni se compraba; el ganado no se vendía

2. Bebida alcohólica popularen América, hecha con maíz fermentado.

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ni se compraba; el huevo, las gallinas, la leche, el queso, to­ do se fabricaba o se preparaba para el consumo interno de la familia, de ahí que pudiéramos hablar de la abundancia que había en esa época; las familias no pasaban hambre porque tenían de todo, su casa era una casa llena de provisiones ali­ menticias y existía la solidaridad y un sentido comunitario. Yo recuerdo que en mi casa el primer cerdo que vendió un hermano mío, lo vendió por dos pesos, eso fue en el año 1945. Un huevo no tenía precio, un litro de leche no tenía pre­ cio, se regalaban; un litro de leche se le daba a cualquiera que llegara, podía ser desconocido, aunque en esas zonas no había desconocidos porque como decía eran zonas aisladas de la ciudad, por allá no se veía un sospechoso, no se veía un delincuente, nadie penetraba esas zonas porque eran zonas muy, muy sanas, y nunca se conoció por ejemplo un muerto, una persona muerta en forma violenta. Allí no eran tan comu­ nes las riñas, a pesar de que se tomaba mucha chicha y aguar­ diente del que se destilaba en el campo-, se hacían fiestas, porque si una cosa tiene el Tolima, es que en el año hay mu­ chas celebraciones y fechas específicas. Por ejemplo en el To­ lima lo que es el 24 y el 29 de junio son fiestas, y es época de alegría, fiestas de celebración, San Juan y San Pedro. Como tradición en esa época todo el mundo asaba su lechona, aún todavía, aunque han pasado los años y se han acabado mu­ cho las tradiciones, hay zonas que conservan esa tradición de la celebración de San Juan y San Pedro. Para esos días en el Tolima no había una casa campesina que no comiera la le­ chona asada y para esto destinaban los mejores cerdos; no había casa donde no se comiera el tamal, el insulso plátano maduro y muchas otras cosas que se preparaban para ese ti­ po de fiesta; claro hay otras fiestas religiosas que se celebran, como el 24 de diciembre, el 25, pero sobre todo San Juan y San Pedro, que son fiestas del pueblo.

En esas zonas los muchachos éramos hijos de la coloni­ zación, habíamos nacido durante esos procesos campesinos. Yo nací en una finca colonizada por mi padre, llamada San Isi­ dro, ubicada en la vereda La Estrella; esta vereda correspon­ día al corregimiento de Santiago Pérez, municipio del Ataco. Mi padre comenzó a colonizar en esa zona, hacia 1925, 1927, y logró desmontar selva suficiente para hacer dos finquitas;

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San Isidro y las Mercedes. En esas dos fincas nos criamos no­ sotros. Fuimos ocho hijos, seis varones y dos mujeres. Nuestros padres nos ayudaron a adquirir los conocimientos en la forma y el estilo de educación de la época, muy distinta a la de aho­ ra. De mis padres la única que sabía leer era María Concep­ ción mi madre; mi papá no sabía leer ni escribir pues se limi­ tó a aprender a firmar y nada más; mi padre era un hombre muy sencillo, de una educación natural porque como le digo él no tuvo escuela, sin embargo era un hombre que sentía un profundo amor por la paz, por la tranquilidad, y un profundo amor por sus hijos. En esa región el apellido Guaraca corresponde única­ mente a mi familia. Mi padre se llamaba Eliodoro Guaraca y era de descendencia indígena; a pesar de eso fue un joven al que le tocó pagar el servicio militar, y por lo tanto era reser­ vista de los que estuvieron en la Guerra de los mil días. Des­ pués que salió del servicio militar se encontró con mi mamá y se casaron; formaron un hogar campesino muy bonito; él vivió un tiempo por el Departamento del Huila, pero su ori­ gen verdadero es el Tolima; sin embargo hay que aclarar que en esos tiempos el Tolima y el Huila eran un único Departa­ mento, que se llamaba el Tolima grande. Lo mismo era estar en el Huila que en el Tolima y su población era casi de la mis­ ma descendencia, de la misma raza. Después de casarse mis padres comenzaron a desmontar la selva en la finca donde yo nací, San Isidro; mi padre fue co­ lonizador con muchas dificultades y con mucho sacrificio, era la época en que no había vías de penetración, los recursos in­ dustriales no llegaban a esas regiones, por tanto tenían que sobrevivir con lo que sembraban y producía la tierra; para to­ do tenían que librar una lucha muy grande; lo que era la sal por ejemplo, mi padre nos contaba que había un sitio en la región que se conoce como la salina, que en realidad es un manantial de agua salada de donde los indios desde siglos atrás, extraen la sal; ellos la purifican de ese manantial. El río Atá tiene varios lugares donde nace agua salada, y a mi padre le tocó hacer ese proceso para poder comer con sal: se ponía una olla grande llena de agua a hervir o a mermar, o sea a re­ bajar agua en una paila de cobre, como quien está merman-

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do guarapo para hacer panela, y a medida que eso va mer­ mando va espesando y cuando está bastante mermado, uno la deja sentar y cuando esa agua se enfría, resulta que en el fondo de la paila está el acentón de sal. No es una sal que di­ gamos muy buena, sirve para salar y rinde, pero queda con un amargo y además es un grano grueso; desde esa época los in­ dios han conservado un lote de selva en ese pedazo de la sa­ lina, por eso allí llega muchísimo animalito -aves y roedoresa tomar de esa agua; si querían comer con sal de la que se consigue en el comercio, les tocaba llevar la sal, a la espalda y a pie, desde Aipe Huila, por lo menos tres días. Lo demás, por ejemplo el alumbrado, lo fabricaban ellos mismos; yo al­ cancé a ver cómo hacían unos mechones de tela que untaban de cera de abeja y los torcían y con eso alumbraban; después apareció la posibilidad de alumbrar con lámparas de petró­ leo, hay que recordar que en esa época en realidad la vida era muy sana. Esas regiones fueron tan sanas que uno envidia precisamente volver a esas épocas. ¿Hflbín población indígena en esas zonas de colonización campesina?

Bueno, propiamente las tribus indígenas de ahí estaban retiradas, sin contar por ejemplo nuestra descendencia No­ sotros somos de descendencia de los Pijaos, quienes pobla­ ban muchas regiones del Tolima y del Huila y hay que tener en cuenta que ahora, usted va a esas regiones de Natagaima, de Coyaima, de Purificación y otras y ve la raza de los Pijaos. Los Pijaos fue la tribu que con más desprecio se enfrentó a los españoles, pelió bravamente en esos valles a orillas del Magdalena hasta entrarse a las estribaciones de la cordillera central. Eso permitió que hubiera poca mezcla. Usted puede recorrer esa zona y ver que son casi todos parecidos entre sí, no como sucedió en otras zonas-, yo digo que en el Tolima fue donde menos mezcla hubo-, la hay un poco por la parte de Santa Isabel, esa mezcla entró por el lado de Caldas, por los españoles que venían por el lado de Antioquía, del viejo Cal­ das y parte del Valle del Cauca; no hubo mezcla con los ne­ gros que traían del África, porque allí no hubo asentamiento de negros tampoco, allí lo que se destaca es la herencia del Pijao. I

¿Es el Tolima históricamente, una región de guerreros, si tenemos en cuenta primero la resistencia indígena y luego la del movimiento campe­ sino?

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A mí me parece que la gente ha tenido como herencia en la sangre el desprecio por el opresor, por el explotador y por quien humilla a otra persona; a mí me parece que eso flota en la conciencia de la gente de esta región y eso empezó con la demostración que dieron a los españoles, que causó el des­ precio hacia ellos y eso se ha mantenido contra los opresores; pero en el fondo ha sido gente de paz y muy sensible. De to­ das formas siempre han buscado la forma de defenderse de las agresiones.

Toma de tierras y Ley 200 de 1936

Por esa época se hablaba del Tolima grande, que com­ prendía los dos departamentos hoy separados como Tolima y Huila. En el Huila, también por esos tiempos, por ser esa zo­ na muy montañosa y de buenas tierras, como era por ejemplo a los lados de Balsillas, a los lados de Algeciras, de Gigante, Hobo, Pitalito, estaba en efervescencia la toma de tierras, co­ mo sucedía en el Tolima por ejemplo en Chaparral, Río Blan­ co, y la Herrera; los campesinos querían escoger tierra, y los que aspiraban a ser ya terratenientes y latifundistas querían coger mayor cantidad de tierra. Esta gente que quería coger mayor cantidad de tierra buscaba grandes cantidades de gen­ te, dedicados a la tumba de la selva, porque la tierra se les respetaba según lo que se conoce como la posesión y para te­ ner una posesión, tenía que tener un trabajo concreto; enton­ ces era tumbando la selva, quien tumbara la selva, de acuer­ do a su tamaño, así mismo tenía posibilidades de apropiarse de un terreno bastante grande; entonces los campesinos en lucha con los terratenientes y latifundistas, se unían, tum­ baban la selva, cogían el pedazo de tierra, pero luego una ley del gobierno por esa época dijo que era necesaria una ins­ pección, y cuando no había una mata a raíz en esa tumba, tampoco tenía derecho a reclamarla. Entonces los campesi­ nos idearon una fórmula y la pusieron en práctica; tumbaban la selva y en la noche, sobre todo en noches de luna, traían las semillas y los colinos de plátano, colinos de café, inclusi­ ve café ya con fruto y lo sembraban; el plátano en colinos grandes ya, a punto de florecer y estaban demostrando que ya era una posesión de meses, y en esas condiciones la ley tenía que respetarles a los campesinos su posesión; pero eso 33

fue una lucha contra los latifundistas y los terratenientes que aseguraban ser los anteriores dueños? 4

Entonces se daba también una especie de mingas al con­ trato, pagadas por esa gente rica, en contra de los que esta­ ban haciendo realmente una minga popular para obtener la tierra; eso se mantuvo por muchos años, yo erqo que hasta mediados de la década de los cuarenta. En la misma década se dieron hechos políticos con los que comenzó a cambiar la vida del campesino; esos hechos políticos comenzaron a darse desde que los caudillos conser­ vadores Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez tomaron el poder en 1946. Éste es el verdadero origen del cambio políti­ co, del cambio para Colombia, para el campesino colombia­ no-, comenzó a cambiar mucho la situación: disputas políticas, sectarismo, la ambición por el poder, por mantener el poder en manos de los conservadores y ese sectarismo político se fue profundizando, había por ejemplo una cédula parecida a un librito y ésta se sellaba al votar; esa cédula sirvió para la muerte de muchos liberales; con ella obligaban a la gente a votar por Laureano y Ospina; si no tenía sello lo denomina­ ban collarejo, porque así llamaban a los liberales y a los co­ munistas, y ahí mismo lo decapitaban?

3. «Es conocida la importancia de la Ley 200 de 1936 como el primer in­ tento serio de realizar una reforma agraria Fue el resultado de una concertación con el movimiento campesino en auge*. Héctor Mondragón Báez, Refor­ ma Agraria y Perspectivas del Campesinado. Comisión de Reforma Agraria, VIH Foro del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos «Paz: Democracia, Justicia y Desarrollo», Bogotá 1996, p. 129. 4. «La lucha de los campesinos, con el apoyo de partidos de izquierda, en diferentes sitios del país nos muestra que la Ley 200 de 1936 está prece­ dida de acciones, de movilizaciones de indígenas y campesinos, por lo tanto no ha sido una dádiva ni un regalo del Gobierno de la Revolución en Marcha de López Pumarejo, sino que ha sido consecuencia de la lucha aguerrida de los colonos y campesinos, apoyados por otros sectores de la ciudad y el cam­ po, contra el modelo económico del momento. Las tomas de tierra, el no pa­ go de obligación, declarándose colonos en tierras baldías de la nación, era la expresión de tiempos nuevos de ruptura del viejo modelo de desarrollo hacendatario». Gerardo González, Eh Busca del Horizonte, Alekos publicaciones Ltda, Bogotá 1996, p. 71. 5. «La violencia contra el pueblo, encubierta como una lucha partidista desatada desde el Gobierno conservador contra los liberales y la minoría co­ munista, comienza a teñir de sangre los senderos de Colombia.

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Jorge Eliécer Gaitán, el asesinato de un caudillo popular

Esa situación sigue, al punto de que florece en la vida práctica el 9 de abril de 1948, cuando la burguesía conserva­ dora en el poder, para detener la posible candidatura y la po­ sible toma del poder por Jorge Eliécer Gaitán, prepara el ase­ sinato, lo lleva a cabo y es cuando comienza a cambiar y a mo­ dificar todo, absolutamente todo, en la vida del campo.6

Hechos que desencadena el asesinato de Gaitán Hu&o sectores del Partido Liberal, fundamentalmente de base, que llamaron a organizar la defensa popular-, el Partido Comunista con menos influencia, pero con mayor claridad política, bacía lo mismo-, la derecha conservadora, con el respaldo de los norteamericanos, organizaba mientras tanto la IX Conferencia Panamericana, para fijar la estrategia anticomunista de «defensa continental», que preconizaba Estados Unidos. ¿Se pue-

Sistemáticamente son reprimidas en las ciudades las organizaciones sindicales de la CTC. mientras se auspicia la fundación, bajo la orientación del clero católico, de una central paralela, la Unión de Trabajadores de Co­ lombia UTC, amiga del Gobierno conservador y de filosofía anticomunista En los campos, las prácticas de intimidación y persecución oficial contra gen­ tes indefensas van a adquirir pronto dimensiones de barbarie. Son clamorosas las voces, de todas las tendencias, que piden paz y ga­ rantías ciudadanas. En 1948, ungido ya como jefe único del Partido Liberal, Gaitán congrega en la plaza de Bolívar en Bogotá una gigantesca muche­ dumbre que bate pañuelos blancos en muda condena a la política oficial. La manifestación del silencio, como se la llamó, no consigue empero detener la ac­ ción punitiva del Gobierno, que se dirigía hacia la dictadura sin tapujos’». Edgar Caicedo, Conflictos Sociales del Siglo XX en Colombia, Plaza y Janés, Bogotá 1976, p 36. 6 Jorge Eliécer Gaitán es asesinado el 9 de abril de 1948. Este carismático líder liberal ejerció con éxito el papel de abogado en diversas oportu­ nidades defendiendo sectores obreros y campesinos, lo que le valió el apre­ cio y la admiración de los sectores populares. En más de una ocasión justifi­ có las invasiones rurales y urbanas, explicando la naturaleza social que ori­ ginaba esta situación, a raíz del empobrecimiento y la violencia a que esta­ ba sometida la población. Su talante político comprometido con ideas so­ cialistas y sus posiciones antiimperialistas ganaban simpatizantes en el in­ terior del Partido Liberal; esto agravó el odio que hacia él sentía la oligarquía gobernante empotrada en los partidos tradicionales; por ello el asesinato se le atribuye a la alta dirigencia liberal y conservadora de la época. Su asesi­ nato despertó grandes protestas sociales y levantamientos armados en for­ ma dispersa por todo el país. (N. del A.J.

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den di/erenciar dos etapas en la vida del campesino colombiano, antes y después de estos hechos?

Cómo no. Antes de toda esta etapa era una vida, como la que ya le he narrado, una vida tranquila, pacífica, de colabo­ ración, de optimismo y de esperanza en construir algo bueno para la sociedad, para el campesinado-, después, empieza la nostalgia, empieza el dolor, empieza la intranquilidad por los odios partidistas que hábilmente llevaron los terratenientes del Partido Liberal y del Partido Conservador a esas zonas, y por ahí la violencia; y como empieza la violencia y empiezan los odios, comienza a surgir la venganza y en esas condicio­ nes asesinan a Gaitán, y es entonces cuando se recrudece la situación, con tanta violencia y con tanta crueldad, especial­ mente contra el campesinado, que fuimos los más sacrifica­ dos. Recuerdo, por ejemplo, que mi hermano mayor cuando la muerte de Jorge Eliécer Gaitán ya era un reservista y a los po­ cos días de haber muerto Gaitán, comenzó la desestabiliza­ ción de la casa, del hogar, porque la región fue sacudida por la noticia y a la vez llegó una orden de los dirigentes libera­ les, citando a los reservistas a agruparse en un lugar y condu­ cirse de allí a los pueblos cercanos, para convertirse en la au­ toridad de los pueblos; a mi hermano le tocó hacer eso por ser reservista y liberal. Todos los reservistas se fueron a los pueblos pequeños, a las cabeceras de los municipios, y se convirtieron en autoridades, por todo el sur del Tolima; mi hermano fue autoridad por unas semanas y mandó a meter presos a los conservadores. ¿Asumían el control político y militar de la zona donde vivían?

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Sí. En ese caso los corregimientos y hasta el municipio; en lo que corresponde al lugar donde yo nací, el municipio más cercano era el Ataco Tolima, y ahí pasó eso. Los reservistas se convertían en la autoridad de los pueblos; yo recuerdo que en el corregimiento de Santiago Pérez había unos conserva­ dores, entre ellos algunos comerciantes, que compraban el café y vendían algunos productos; a estos conservadores los reservistas liberales los pusieron presos, a todos los recogie­ ron y eligieron casas o cuartos de las casas como cárceles y los pusieron presos, quedando presos varios días; pero de pron­ to cambia la orientación de los jefes liberales, que ya habían 36

hecho convenios entre el Partido Conservador y el Partido Li­ beral entre sus direcciones, es decir, un acuerdo entre la oli­ garquía. El Gobierno dirigido por los conservadores, en ese caso Laureano Gómez, había prometido darle participación en el Gobierno a los liberales y por ese medio se había arre­ glado todo. A partir de esa fecha, ya muerto Gaitán y habien­ do lo que hubo, no sólo en el Tolima sino en todo el país y en las grandes ciudades -por ejemplo Bogotá, donde sucedie­ ron muchas cosas, muertos, disturbios, incendios-, la orienta­ ción de los caudillos liberales, en ese caso Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo, Darío Echandía, Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos, era que todo volvía a la normalidad, de ahí en adelante no pasaba nada; entonces decidieron po­ ner en libertad a los conservadores y regresar a sus casas, a las fincas los reservistas, y al lado de los reservistas otra gen­ te activa.

(I) Ellos llegan a la casa, y el caso de mis dos hermanos ma­ yores Abelardo y Marco Antonio, es el índice o el patrón de lo que ocurrió en todo el país; llegaron a la casa y ya no pudie­ ron estar tranquilos, comenzó ya la desconfianza, comenzó la zozobra; la situación era ya distinta.7

Comenzamos a ver gente extraña y grupos que andaban por los caminos y las veredas; eso nos puso muy intranquilos, como previendo que algo iba a pasar. Yo veía a los de mi ca­ sa haciendo experimentos, como alistándose para algo; co­ gían por ejemplo una linterna y le acondicionaban a lo ancho del reflector un cartoncito con dos huequitos no más, para alumbrar de noche en los caminos y uno en la distancia veía

7. «La oligarquía liberal, pasado el 9 de abril, comparte el gobierno con el conservadurismo, pero la revancha conservadora arrecia contra el pueblo liberal y contra el movimiento popular en general. Los antiguos colonos son perseguidos mucho más y los latifundistas, apoyados por las autoridades parcializadas, se esfuerzan por apoderarse nuevamente de las tierras, con otros argumentos, con otra forma de actuar pero en el fondo tenían el mismo objetivo: derrotar a los colonos y volverlos nuevamente arrendatarios en sus antiguos feudos». Gerardo González, Eh Busca del Horizonte, Alekos publicacio­ nes Ltda, Bogotá 1.996, p. 101.

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era como un animalito de esos nocturnos que se le dicen cucuy; los veía también tratando de inventarse un tipo de lo que le decían en ese entonces un taco de pólvora negra; ellos envolvían la pólvora negra en papel y le ponían cera a una cuerda de cabuya o de fique, la untaban de cera y luego apre­ taban ese taco con esa cabuya, que al hacerlo explotar, ex­ plotaba ya bastante fuerte, la explosión era dura; bueno, los vi haciendo todo ese tipo de preparativos. En ese momento era un niño y no me imaginaba lo que podría acontecer des­ pués-, pronto, de un momento a otro, ellos desaparecieron de casa, se fueron. Sabían, que por los lados de la Herrera y de Bilbao se estaba organizando una guerrilla Liberal; al mar­ charse le dijeron a mi padre que era necesario construir un rancho fuera de la casa; entonces mi padre eligió un lugar por allá en la platanera, hizo el rancho, llevó para allá las cosas más necesarias, y todo quedó a la expectativa.

Comenzaron las incursiones de la policía y los conserva­ dores armados a las veredas; a nosotros nos sucedió y fue la primer incursión de la policía y los conservadores armados en nuestra vereda de La Estrella. Vino luego la reacción de los campesinos y la consecuencia fue que se dio inicio al agrupamiento de la gente en algunos lugares, pensando en cómo defenderse; se tomaron medidas como la de algunas veces tener que permanecer todas las familias escondidas en el monte; lo primero para no caer en manos de los conservado­ res y de la policía del Gobierno y segundo porque no quedó casa donde vivir-, todo lo quemaron los conservadores. Con los días, tal vez semanas, volvieron mis hermanos a la Estrella, al pueblito, vinieron con un grupo como de doce o quince más. Por primera vez comencé a ver las guerrillas. Re­ cuerdo que allí venía Charro Negro.

Cuando vi por primera vez a Charro yo era un niño-, con Chucho mi hermano pequeño, íbamos detrás de él para oír qué iba a decir, bueno todas las cosas, curiosidades de mu­ chacho, de niño; se le notaba que era un líder, y lo digo sin­ ceramente, porque era un hombre muy alegre, un hombre que despertaba y sembraba una confianza absoluta en la gen­ te, era un hombre que no se le veía temor por nada; recuer­ do que le gustaba beber licor y le gustaba el baile; bueno y por ahí mismo por qué no decirlo, le gustaban las muchachas y con facilidad llegaba a ellas. Le decían Charro Negro aun38

jorge Elíecer Gaitdn habla ante una multitudinaria manifestación en la plaza de Bo­ lívar en Bogotá.

Bogotá' en liornas. Arden los tranvías el 9 de abril de 1948 después de conocerse el Ase­ sinólo de Gaitdn. El pueblo se rebela y empuña las armas.

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que no tenía físico de mejicano, pero usaba un sombrero alondra, un sombrero alón de pelo como de mejicano; Charro, al verlo uno, veía el clásico indio Pijao porque él era de des­ cendencia Pijao, provenía de la tribu de los Pijaos de Natagaima; su padre fue colono en las mediaciones de la Herrera y el Cambrín, una región que se llama Horizonte, allí su padre fundó la finca y los crió a ellos-, otra propiedad de Charro es que era muy cariñoso con todo el mundo, y eso le permitía llegar a la gente, porque se trataba de un buen comandante; cuando eso Charro Negro era un comandante liberal, claro con el tiempo yo lo conocí mejor, ya siendo en realidad jefe porque estuve a su lado; eso fue en 1949 y en ese momento tendría yo diez u once años Bueno, cuando salían mis hermanos provenientes de Bil­ bao, fue cuando comenzaron a agruparse los jóvenes en la fin­ ca de los Hortas, que tiene el nombre de Caicedonia, y que queda en la parte alta de la Estrella; así se daban inicios de lo que sería más tarde el primer comando guerrillero en esa región.

Luego se conoció que en el Paujil le daban también el cuerpo y forma a un comando guerrillero y comenzaba a apa­ recer el nombre de Ciro Trujillo, un líder campesino de la zo­ na, con un don de dirigente natural que se perfilaba ya co­ mandante. Campesino nacido y criado ahí en el Paujil, los hermanos vivían ahí mismo, yo le conocí tres hermanos, re­ cuerdo el nombre de Fabio y de Bernabé; tenían muy buenas fincas, pero a partir de esa época que estamos narrando, se convirtió también en guerrillero liberal, como muchos otros que se convirtieron en guerrilleros-, ese comando de Paujil empezó a agrupar a todos los jóvenes de esa vereda, que jun­ to a los de la vereda de La Estrella en la finca Caicedonia, marcharíamos hacia otra región llamada San Miguel

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A comienzos de los cincuenta se funda en la Estrella, en la finca Caicedonia de la familia Horta el primer comando guerrillero, ya en nuestra región; como le digo ya existía uno en el Paujil, en el Tolima, que lo va liderando Ciro Trujillo; si­ multáneamente se funda por los lados de San Miguel, arriba del pueblo de Gaitania, otro comando; entonces comienza la gente a agruparse en esos comandos; yo que era un niño me iba con el otro hermanito menor al comando, únicamente por curiosidad, porque como niño me gustaba ver a la gente cómo se organizaba pensando en defenderse; nosotros jugábamos

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cón caucheras persiguiendo pajaritos, hacíamos arcos para ju­ gar con flechitas, hacíamos muchas cosas relacionadas con las peleas pero como juego de niños; pero lo que más nos des­ pertaba la curiosidad era ¡ral comando a darnos cuenta de lo que hacían en serio. Y claro, yo veía que en el comando las cosas eran muy buenas, porque había una amistad profunda entre la gente, uno lo notaba por la forma en que se trataban; se estimaban mucho, se trataban siempre de compañeros, entre la gente de la región, especialmente entre los jóvenes. Recuerdo que hubo una orientación que mi padre también puso en práctica y que nos llamó la atención; hizo un rancho por allá lejos de la casa, y eso lo hicieron coordinadamente todas las familias que resolvieron quedarse en la región; des­ pués comprendimos que era una medida de protección, para los pequeños y las mujeres. Comienza a jugar un papel importante la mujer; ellas ele­ gían sitios, porque esos ranchos se iban cambiando, se iban buscando mejores lugares, cada vez más escondidos; casi siempre se encargaban ellas de esto; buscar el sitio más ade­ cuado para que se favorezcan de cualquier descubrimiento por parte de la policía y de los conservadores; y a partir de ese momento, toda la gente de la región, el campesinado de toda la región, empezó a ver en la Policía Nacional, en el Ejér­ cito Nacional y en los Conservadores armados, al enemigo.8

La guerrilla liberal

¿Cómo era el grupo que les visitó, qué armas llevaban, cómo los reci­ bió la comunidad? Ellos venían vestidos de civil, con su sombrero, con su ruana y su machete; las armas que traían eran muy escasas, por ese entonces eran escopetas de fisto, yo no recuerdo ha­ berle visto, tal vez, a Charro, una carabina 22, o sea, una cara­ bina de la «U», todavía no habían peliado con el Ejército, to­

8. La esencia del Ejército y fundamentalmente de la Policía, era de ca­ rácter partidista. La policía dependía para entonces del Ministerio de Go­ bierno, y por tanto, respondía a las consignas sectarias del presidente de turno y su partido (gobernaba el conservador Mariano Ospina Pérez); este Gobierno afirmó públicamente en reiteradas ocasiones que, de ser necesa­ rio, se impondría la «autoridad» a sangre y fuego. (N. del A.). 41

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davía no había armas oficiales allí; esas escopetas de fisto son una copia de lo que fue el arcabuz español. Todavía hoy al­ gunas zonas conservan esas escopetas de fisto, que no era un arma de guerra, sino un arma para cazar, diga usted el mico perezoso, que es el animal que menos rápido anda, porque cargar después de haber disparado la carga que tiene, volver a cargar tiene una demora de varios minutos, porque hay que medir la pólvora en una medida precisa, echársela, luego ha­ cer un taquito de cabuya a la medida de la boca del calibre, meter ese taco con una varilla y bajar el taco hasta pisarlo muy bien, luego coger las municiones, los balines, echárselos, hacer otro taquito y volver a pisar; se le pone el fósforo y allí tiene que tener contacto con la pólvora, para que cuando ese fósforo sea golpeado por el gatillo, la prenda y salga el dis­ paro-, ése era el tipo de arma en esa época; alguna gente des­ pués comenzó a conseguir otro tipo de armas, como la esco­ peta de cápsula, pero ellos en concreto, venían armados así, El único que traía una carabina 22 era Charro Negro. Había en la zona una juventud alegre, una juventud cari­ ñosa, así era la gente del común en el pueblito y por donde ellos andaban la gente los recibió bien, porque se trataba de una población de mayoría liberal y ellos eran guerrilleros li­ berales. La situación empeoraba, a pesar de que la gente se esta­ ba organizando en esos comandos liberales. Recuerdo que por esos días don Zoilo Murcia le dijo a mi padre que me de­ jara acompañar a uno de sus hijos para llevar unos novillos al municipio de Planadas. Llevamos esos novillos a Planadas y los entregamos, luego salimos a la calle y resulta que había sucedido una riña entre dos campesinos; ésa es la primera vez que escucho en mi vida sobre una muerte violenta de dos personas; después de borrachos ellos se encendieron a cu­ chillo, a puñaladas y los dos murieron-, nosotros fuimos a ver por curiosidad también, porque como repito, era la primera vez que encontraba hechos así en mi vida. Los estaban ve­ lando en la cárcel a ambos y eran de la misma vereda, del mismo Partido Liberal, pero por borracheras se encendieron en riña a cuchillo y se mataron los dos a puñaladas; al día si­ guiente era el entierro-, la costumbre para esos entierros era que iba toda la gente a llevar el muerto al cementerio; ya es­ taba el cura párroco del pueblo hablando para darle sepultu­ ra, y cuando estaban en pleno entierro llegó un campesino, 42

que vivía muy abajo por el río Atá, y se dirigió al cura; el cura inmediatamente suspendió el discurso de entierro y dijo, «queridos hermanos míos, ha llegado el momento de que ca­ da uno busque a defenderse por su cuenta, yo me tengo que retirar, porque está la chusma en la brocha». Y nadie entendía qué era eso y comenzó el rumor; y resulta que lo que quería decir el cura era que la chusma había salido a la Brecha, una vereda al lado del corregimiento de Santiago Pérez, como a dos o tres horas de ahí. A la guerrilla liberal los curas, la Poli­ cía y los conservadores le decían chusma. Gabriel Murcia y yo estuvimos allí hasta que los familiares le echaron el último poquito de tierra al muerto y la pisaron, porque el cementerio era en tierra; cuando llegamos al pue­ blo vimos la cantidad de gente que estaba saliendo de las ca­ sas; el cura también arrancó y se fue; por la tardecita ya oscu­ reciendo, nosotros veíamos por los caminos de Planadas, la gente yéndose como si debiera algo. La gente esa noche dur­ mió por allá en el campo, en los potreros; nosotros no nos fui­ mos porque no teníamos por qué irnos; ése fue un primer episodio de dos muertos, y además de una alarma en esas condiciones, donde la gente conservadora ya temía la reac­ ción de los liberales y sus venganzas; ya temían a lo que se conocía como la presunta guerrilla liberal que surgía y que en ese momento los políticos conservadores y el clero, le pusie­ ron el nombre de chusma.0

No les decían ni bandoleros, ni antisociales, ni guerrilla, sino chusma; era un término degradante. Bueno, nosotros vol­ vimos a la Estrella después, lo que hizo posible que este cuento fuera también a Ibagué. Ya con los conservadores en el poder, el Gobierno propiamente, comenzó a alimentarle los ánimos a los campesinos conservadores y les autorizó a pose­ er armas; armarse, y de pronto lo que ocurre es que por los la­ dos de Planadas se concentra una buena cantidad de conser­ vadores del Ataco, de Casa Verde, una finca ubicada entre Ca­

9 Jaime Guaraca se refiere a los levantamientos armados de sectores li­ berales que se sucedieron a lo largo y ancho del país, luego de la insurrec­ ción ciudadana en Bogotá una vez se conoció el asesinato de Gaitán. Aparte de la región del Tolima, hubo levantamientos notorios en Antioquía, los Lla­ nos Orientales, Valle del Cauca, Boyacá y Santander. (N. del A.J.

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sadecín y Polecito, jurisdicción del corregimiento de Santiago Pérez, propiedad de una familia Oviedo, que se habían vuel­ to jefes conservadores, y en común con la Policía Nacional ha­ cen el primer recorrido de Planadas a la Estrella. Pasando por allí van a dar al municipio del Ataco. Por entonces mi Padre ya no nos dejaba dormir en la casa; tan pronto oscurecía, salía­ mos a dormir al rancho que había hecho por allá entre la pla­ tanera, y al otro día hasta que él no salía y miraba qué había por la casa y por los alrededores, no podíamos salir; bueno, una tarde de ésas antes de irnos, como a las cinco de la tarde, se escucharon tres disparos de arma, la explosión era muy du­ ra-, pero como mi padre conocía ya de eso, porque había pa­ gado servicio militar, entonces nos llamó y nos dijo, «mire, esos disparos son tiros de fusil de los que tiene el Gobierno» y enseguida el viejo sospechó algo peligroso e inclusive nos dijo que algo había de malo, y que precisamente los gallos es­ taban anunciando hacía días muchas cosas malas. Bueno, to­ do transcurrió así, nosotros nos fuimos con más razón a dormir al rancho que había construido en la platanera.

Al otro día en el mañana, una vaca que mi padre tenía, que cuando iba a dar cría ella se salía del potrero y se iba lejos, co­ mo se dice a parir en otros predios, se había salido justo ese día. Mi padre decidió mandarme a mí y al hermanito menor que me seguía en edad, a Chucho, a buscar la vaca-, nosotros cogimos el camino que de la casa conduce al pueblito de la Estrella, pasamos el sitio que se llama Cuatro Vientos, y no ha­ bía nada todavía, seguimos como rumbo a la escuela y cuando íbamos llegando a un altico que se le conoce como la Puerta del Cóndor, lo primero que vimos en el suelo fue unos me­ chones de cabello de cabeza y unos charcos de sangre-, bue­ no, entonces miramos hacia el lado del camino hacia la media falda y vimos la primera persona muerta; muerto desde el día antes cuando habían sonado los tiros. Llegamos a la Puerta del Cóndor, y cuando la cruzamos, a los seis o siete metros, esta­ ba el otro muerto, que no pudimos reconocer, porque le ha­ bían quitado el cuero de la cara con orejas y todo.10

10. «En ese tiempo los godos a cada policía que matara liberales, según los liberales que matara, le daban ascenso. Entonces, para probar cuántos li­ berales había matado, les quitaban las orejas a los muertos y toda persona que se dejara coger de ellos se quedaba sin orejas...». Jackes Aprile Gniset, «La Crónica de Villarrica», 1LSA - Revista Opción, Bogotá 1.991, p. 55.

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Era un día invernoso. Estaba la neblina sobre la tierra y no veíamos la escuela, cuando en un día claro se veía perfecta­ mente la escuela porque estábamos cerca, oíamos una algara­ bía de voces de personas allí, pero no sabíamos de quién era; esa algarabía nos impulsó a volvernos, y el temor, claro, por los dos muertos que habíamos visto y las condiciones en que es­ taban; entonces nos volvimos y le dijimos a mi padre, mire que hay tal cosa. Mi padre se fue con mi cuñado a verificar, al poco rato comenzamos a ver que la gente, la Policía y los con­ servadores caminaban por la zona hacia las casas y les ponían fuego; reunían todo el ganado de los potreros y los caballos, y se iban cogiendo rumbo por el camino real, que va a Santiago Pérez. En eso le estoy informando que en la vereda de la Es­ trella, el pueblito, todo el pueblito, la escuela y las fincas ale­ dañas, las casas de las fincas aledañas al pueblito, hasta ese día hubo casas, entre ésas la de nosotros, todo quedó en ce­ nizas; en los potreros no quedó una vaca, no quedó un caba­ llo y tres campesinos muertos, se trataba de Justo y Rafael Ji­ ménez, y de Baltazar Collazos. Las dos hijas de Baltazar Colla­ zos, una muchacha de dieciséis y otra de diecinueve años que iban con él, y un hijito varón. Las dos hijas fueron violadas esa noche por la Policía y los conservadores; la escuelita también la quemaron, un sitio donde aprendió toda la gente de la re­ gión; en esa escuela hice yo mis dos años de primaria, y esa escuela fue quemada; entonces, le repito, como resultado de esa primera incursión de la Policía, y los conservadores arma­ dos por esa vereda de la Estrella, el resultado fue ése: El pue­ blo quemado, la escuela quemada y todas las casas aledañas al pueblo y al camino real que desde la Estrella conduce a Monte Loro y Santiago Pérez, porque era una zona totalmente liberal; tres campesinos muertos, dos muchachas violadas y el robo total de todos los ganados y las bestias de la región. Recuerdo el nombre de un cura que iba con ellos, vestido de sotana pero con carabina al hombro, y era un cura de ape­ llido Landazabal o Larrazabal, todavía vive, según dicen por allá en el Huila. A raíz de estos hechos comenzó a profundizar­ se el sectarismo político, y ese suceso comenzó a dispersar la venganza. La muerte de los tres campesinos y lo que hicieron allí los conservadores y la Policía, dejó en la gente un deseo de venganza terrible, porque en la región conocían a esos campe­ sinos como padres de familia, como dueños de finca, como tra­ bajadores, como hombres pacíficos, como gente honrada que

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ejercía en su hogar costumbres sanas; entonces la gente co­ menzó a ver en este crimen un hecho supremamente grave y que dispersó, repito, la venganza; la gente se quedaba en esos ranchos cada vez más escondidos, para allá se iba la mujer con sus hijos; las mujeres no salían de allí, ellas se quedaban en esos ranchos que se comenzó a conocer como caleta; para esos ranchos se llevaban al comienzo las gallinas, los perros, los cer­ dos, y seguían tratando de conservar allí esos animales; se to­ maban algunas medidas, por ejemplo a los perros se les hacía bozal, para que no pudieran ladrar, a los gallos se les hacía también un bozal para que no cantaran, pero se mantenían allí y las mujeres vigilaban y veían por todo eso. El papel revolu­ cionario de la mujer colombiana comienza allí, porque en gran medida se convierte en ese momento en la jefe de la familia, en la que tenía que vigilar por sus hijos, por los animales, por­ que muchos de los padres con sus hijos mayores, se iban para el comando y ellas quedaban allí controlando muchas cosas, controlando el canto del gallo, el ladrido del perro, controlan­ do el grito de los muchachos, controlando el humo, que no sa­ liera mucho humo de donde estaban cocinando los alimentos, controlando que no se pusieran a secar ropas a la vista, ha­ ciendo guardia-, el papel de la mujer es tremendo, ahí comien­ zo a hablar del papel de la mujer colombiana, el papel en el movimiento insurgente, en la lucha revolucionaria.

Comenzaron a surgir otros grupos y comandantes, ade­ más de los ya existentes como Gerardo Loaiza, como Leopol­ do García que eran generales, como Arboleda; entonces sur­ ge Mariachi también y toman el mando de la región; yo no me explico la intención de estos grupos, si era convertirse en cau­ dillos o defender un área o convertirse en personajes de una vereda, pero la verdad ni estaban con Mariachi, ni estaban con Peligro, ni estaban con Arboleda, ni estaban con el movi­ miento dirigido por el Partido Comunista y en ésas se encon­ traba mi hermano Marco-, fue un momento en que los jóvenes por lo general participaron en las guerrillas, aún sin mucha claridad de por qué lo hacían, sólo por sectarismo entre los partidos y eso generaba mucha violencia. '

11 Es de importancia histórica analizar los distintos momentos de las re­ laciones entre ios partidos Liberal y Conservador, que hasta 1958 se disputa­ ron el poder marcados por el sectarismo, manteniendo, eso sí, las coinciden-

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¿Eh su consideración eran sólo manifestaciones de poder local? ¿No concebían movimientos de carácter regional y muchos de ellos no defen­ dían un proyecto político? Sí, eso es lo que yo pienso; porque la idea que ellos te­ nían no era una idea nacional, no era una idea departamental, sino una cosa como de vereda, como de región sin ninguna perspectiva. Al mismo tiempo doy la razón porque no había una instrucción política, y si no había una instrucción política mucho menos un programa a realizar; lo que comprendo un poco es ese afán de no morir fácilmente, de no ir a morir ama­ rrado, de no ir a morir arrodillados; entonces la gente se alza­ ba y formaba un grupo fundamentalmente para defenderse.

El Gobierno hablaba del bandolerismo e intentaba mezclar en ese concepto a los comandos guerrilleros. ¿Que' diferencia había? Uno entiende que el término de bandolero es aplicable a quien cometa actos o actividades contra la población, activi­ dades que no son aceptables. Por ejemplo el comportamien­ to de un bandolero, persona que asalta, que mata con sevicia, en casos por ejemplo de decapitar a una persona, que no le importa cortarle los dedos por quitarle un anillo, es aquella persona que incendia las casas ajenas, el hombre que viola mujeres, que asalta un vehículo de transporte público y mata indiscriminadamente a esas personas que van allí, despoján­ dolos de todas sus pertenencias; bueno ese comportamiento es el que comete un bandolero o bandoleros. Pero no se le puede aplicar a una persona que, aunque está en armas, tie­ ne una actitud defensiva; además yo diría que no es sola­ mente en la parte civil que hay bandolerismo, ahora se cono­ ce que hay bandolerismo en la parte oficial y eso no es de

cías en lo fundamental, el mantenimiento del slalu quo. No obstante, este sec­ tarismo se tradujo regularmente en hechos violentos, fundamentalmente en las zonas rurales, mientras las dirigencias de estos partidos compartían de fondo los privilegios del poder. Desde 1900 a 1930 el país fue administrado por los conservadores, dispuestos siempre a no permitir que se colaran ide­ arios políticos progresistas. No obstante las ideas liberales, preñadas en oca­ siones del socialismo que tomaba fuerza en la URSS, apuraron algunos cam­ bios, fundamentalmente bajo la presión de la naciente clase obrera y de las organizaciones de izquierda; desde 1930 a 1946 el país es administrado por los liberales y de allí se desprenden tibios avances como la Ley 200 de 1936 que buscó apaciguar los conflictos en las zonas rurales. (N. del A ).

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ahora-, recordando un poco, la primera actividad, o sea el pri­ mer episodio político que yo vi en mi vida, que fue lo que sembró la desconfianza, sembró el odio y la venganza entre la población liberal de la Estrella, fue la primera vez que llegó la Policía allí, y los conservadores armados cometieron desde ya un acto de bandolerismo, siendo que iba la Policía Nacional, ¿y por qué lo digo? porque ellos mataron a tres campesinos, yo lo tengo narrado más atrás, pero repito los nombres-, los hermanos Justo y Rafael Jiménez, dueños de la finca la Cum­ bre, y de Baltazar Collazos, dueño de una finca que colindaba con la finca de mi papá, Las Mercedes y con la finca de mi abuela de Juntas, en la zona de la Estrella. El bandolerismo real u oficial, es dirigido por el Estado: en esas zonas la gente lo llama ahora paramilitarismo; noso­ tros en ese entonces también le decíamos chulavita o pája­ ros; bueno esa estrategia la ha utilizado el Gobierno del sis­ tema capitalista desde hace muchos años atrás. Puede que desde mucho antes del 49, porque el capitalismo trae consi­ go eso; el capital entre más se va concentrando en una per­ sona, si esa persona va adquiriendo mayor capacidad, enton­ ces va buscando una protección y esa protección es buscar un hombre o dos para que le cuiden ese capital y lo cuiden a él; esos hombres no van a cuidar y a defender al otro a mano lim­ pia-, tienen que comprarle arma; una vez que les compran ar­ mas ya van decididos a tener que utilizar esas armas y hay que entender que un arma es peligrosa-, y cuando ven que dos hombres no son suficientes van contratando otros, y ése sí es un tipo de sueldo que toda la vida ha sido bien pagado por los capitalistas, y van creando una mentalidad del crimi­ nal, del asesino; eso lo hacían los hacendados ganaderos, los terratenientes desde muchos años atrás, por eso el paramili­ tarismo es producto del mismo desarrollo del capitalismo; producto del dominio que le quieren imponer a cualquier pueblo, hoy el paramilitarismo ha reforzado a esa Policía guardián de los intereses de la gran burguesía y del imperia­ lismo acá en Colombia-, el mismo Ejército y la Policía, ya no son capaces de parar, de defender, inclusive de dominar lo que ellos mismos crearon. Ellos crearon la desconfianza en la dirección del Estado, crearon la venganza, ellos crearon el conflicto, ellos crearon todo. Como respuesta a ese caos y a esa violencia paramilitar y capitalista surge el movimiento re­ volucionario y guerrillero.

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El Gobierno se apoyó en particulares para sus acciones delictivas, ¿podemos definir a esos particulares como gamonales? Bueno, al hablar de gamonal se entiende que es el hom­ bre que más riqueza tiene en el pueblo en pueblos peque­ ños. Puede ser un terrateniente o latifundista, pero ya el te­ rrateniente, el latifundista, tiene sus intereses en el campo, y está muy vinculado con este tipo de acciones y muy vincula­ do con el procedimiento que el Estado, en este caso, aplica para determinadas regiones. Aunque es muy prematuro ha­ blar de eso, hoy se siguen repitiendo hechos que se realiza­ ban en el año 49 y 50; tengo entendido que en la parte del Cesár, en Córdoba y creo que en Sucre, en todas esas regio­ nes agrícolas de Colombia, los paramilitares han quemado hasta los pequeños ranchos, los bohíos, a la gente; hay un hombre que va de visita, de turismo a esas tierras que recla­ ma como suyas, es ese señor Arturo Marulanda, es el que pa­ ga todos esos matones, y le manda quemar el rancho a los campesinos para apropiarse y ampliar su territorio; eso mis­ mo era lo que hacían en los años 49, 50 y 51, hoy se está re­ pitiendo; eso sí me parece un acto de bandolerismo, ésa es una actitud de bandolero; y cómo, de ese señor Arturo Maru­ landa nunca se oye decir que es un bandolero.'2

Bueno, pero eso es de esta época; de la anterior, que es la que centra esta narración, puedo decir también que hubo muchos gamonales regionales que ayudaron, especialmente los conservadores ayudaban, ésas son las cosas que existen desde muchos años atrás. Hay gamonales liberales y conser­ vadores desde que la burguesía maneja esos dos partidos. Ellos contribuían desde entonces para pagarle un sobresuel­ do al sargento o teniente de la Policía o del Ejército, además del sueldo; los gamonales contribuyen económicamente para aferrarlos más a ese procedimiento de bandidos, entonces ésa es una enseñanza que viene de muy atrás, el gamonal li-

12. Guaraca se refiere al ex embajador del Gobierno colombiano ante la Unión Europea en Bruselas, cuestionado por los organismos de Derechos Hu­ manos como patrocinador de grupos paramilitares. Sus haciendas, entre ellas la conocida como Bellacruz, son grandes extensiones de tierra arrebatadas a sangre y fuego a los humildes campesinos de las regiones de Córdoba y Su­ cre en Colombia. (N. del A.). 49

beral y conservador. Desde siempre apenas se diferencian. Llega un momento en que sus intereses los une y colaboran de igual.

La violencia oficial desatada contra los campesinos les obligó a empu­ ñar las armas para defender sus vidas y sus bienes. Una forma de orga­ nización popular en ese sentido fueron los comandos. ¿Qué es y cómo se conformaba un comando, cómo eran las jerarquías, qué cobertura tenían y cuáles eran los mecanismos de comunicación entre los comandos? El comando comenzó con una organización muy débil porque no había experiencia, la experiencia que se transmi­ tía era la que tenían los reservistas, entonces en ese momen­ to no había mucha disciplina; el comando era un ranchón don­ de dormía la gente, ponían un centinela y a la vez estaba el oficial de servicio, que era el que dirigía todo el asunto. Te­ nían establecido el rancho para cocinar y permanecían allí; desde ese lugar daban alguna instrucción por ejemplo de or­ den cerrado, se hacían formaciones, alineamiento, numera­ ción, todas esas cosas; el área era la vereda, por ejemplo en la Estrella ésa era el área de ese comando; comunicaciones casi no las había todavía, porque hay que reconocer que ca­ da región, cada vereda, hacía su comando pero no tenía co­ municación con los otros; los comandos estaban constituidos para defenderse de las agresiones llevadas a cabo por los pá­ jaros conservadores y la Policía.” 14 y” Según algunos documentos de la guerrilla se habla de trece coman­ dos de mayoría liberal en los comienzos de 1950.

Bueno, comandos que yo conocí, puedo comenzar a na­ rrarle los que dirigía alguna gente del Partido Comunista. Es-

13. «Un día la violencia tocó en nuestra propia casa. Los chulavitas lle­ gaban en mi busca exclusivamente porque alguna vez había hecho campaña política a favor de Jorge Eliécer Gaitán entre mis conocidos». Ciro Trujillo, Prfginas de su vida, Ediciones CE1S - Serie Historia y Testimonio, p. 16. 14. «...Doscientos y hasta quinientos hombres que de vez en cuando ha­ cían su aparición en nombre de la autoridad, de la religión, de la patria, eje­ cutaban la consigna de tierra arrasada!». Ibíd. p. 16. 15 «...Decidí plantearles una salida que había oído decir estaban po­ niendo en práctica en muchas regiones. ¡Se trataba de organizar la resisten­ cia! La gran mayoría aceptó de buen grado .. Trabajaríamos organizadamen­ te en grupos, estableceríamos vigilancia para nuestro trabajo y para garanti­ zar la seguridad de las mujeres y los niños. Así surgió más tarde nuestro pri­ mer comando». Ibíd. p. 17 50

taba por ejemplo el Davis, estaba el Saldaña, el Paujil, Calce­ donia, San Miguel, que era un comando donde al final convi­ vían liberales y comunistas, Peña Rica, eso en el sur. Pero ellos tenían también otros comandos, por ejemplo en Calarma, en Amoyá, me refiero a los que dirigían los comunistas. Hay que aclarar que los comunistas dirigían esos grupos gue­ rrilleros bajo la clandestinidad; el Partido Comunista no esta­ ba legal en la guerrilla. Los otros comandos que conocí de los liberales limpios estaban situados en el comando superior en la Ocasión, pero también tenían en la Herrera, en el Horizon­ te, en la Quebrada y en Bilbao, eran los comandos de los li­ berales limpios. Había importantes diferencias entre los co­ mandos de liberales y los comandos orientados por los co­ munistas.16

Ln formación de comandos ¿fue un paso previo a la aparición de una guerrilla organizada y móvil? Sí, hasta cuando se estuvo en Calcedonia, de allí no salió ningún grupo a atacar a ningún lugar; eran comandos funda­ mentalmente defensivos. La gente se trasladaba a los co­ mandos y tenía que dejar sus cosas y animales para guarecer la vida en los comandos. Hasta entonces la gente sufría mu­ cho al dejar abandonadas sus cosas, pero les tocó hacerlo porque era una necesidad; muchos de nosotros, inclusive yo en ese momento, lo que cargaba era muy poca cosa, pues no tenía fuerza para cargar ni lo mío completo, entonces todo se fue quedando y así fue como todas las familias llegarían a San

16 «En 1949 Ospina Pérez cerró el Parlamento instaurando una dictadu­ ra contra sus opositores. Era muy difícil llevar los productos al mercado para canjearlos por otros pues se corría el riesgo de que se los quitaran. Por en­ tonces se habían levantado en armas sectores liberales y comunistas en di­ ferentes regiones del país. El levantamiento liberal tuvo un limitante políti­ co: la motivación fundamental era la lucha contra el Gobierno conservador sin profundizar en los problemas económicos y sociales; en cambio, el levanta­ miento de agraristas y comunistas se planteaba, además de ser contra el Go­ bierno. por una política independiente para el país, que resolviera los pro­ blemas de la población, tales como la reforma agraria democrática, desarro­ llo económico independiente, libertades políticas y paz, entre otras cosas La mayoría de la guerrilla liberal estaba impregnada de un absurdo sectarismo anticonservador que no le dejaba ver el conjunto de la política del país>. Ge­ rardo González, Eh busca del Horizonte, Alekos publicaciones Ltda, Bogotá 1996. p 112.

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Miguel, a ese gran comando de San Miguel, y ya hubo una or­ ganización distinta, ya con carácter militar, y de allí de San Mi­ guel fue que comenzaron a salir las primeras comisiones y co­ menzó a verse una verdadera guerrilla.'7

Las columnas de marcha (Concentración en San Miguel)

Eso duró un tiempo, pero de pronto surgió una orienta­ ción que desconozco de dónde llegó, y fue la de concentrar las familias en los comandos, y entonces comienzan a movili­ zar las familias de todas esas caletas, las fueron sacando y se fueron concentrando en algunos lugares. En cuanto a Calce­ donia se fueron concentrando en un potrero que se llamaba Los Monos, propiedad de una familia más o menos terrate­ niente, de apellido Londoño; la marcha hasta allí fue muy du­ ra, comienzan entonces las familias, las mujeres, a padecer, a despojarse de las gallinas, de los cerdos, de los perros, por­ que iban quedando en esa marcha de la caleta al comando y ya no podían llevar esas cosas y muchos objetos, todo eso iba quedando atrás-, solamente podían llevar lo que cargaran a cuestas, o de pronto en una muía. Comienza ya la tristeza, el dolor, por todas esas cosas que se van perdiendo pues nos tocó buscar la selva, buscar el monte para defendernos de la embestida de la Policía y de los conservadores armados, ubi­ cados en diferentes lugares de esa franja que comprende ca­ si todo el sur del Tolima, pero en este caso especialmente Paujil, La Estrella, Montalvo, Planadas, Gaitania, y Peña Rica; fue a muchas familias que les tocó vivir esa situación; claro que hay que explicar que no fue toda la gente la que escogió ese camino, porque muchas familias se quedaron escondidas en el monte por mucho tiempo-, familias enteras se quedaron donde había selva más espesa y ahí se metieron-, otra parte se fue para la ciudad buscando refugio, para escapar a la

17. «Inicialmente la guerrilla aparece como respuesta a la agresión ge­ nocida y destructora del Gobierno. Nace en defensa de la vida y de los bie­ nes. Se organiza para defender derechos fundamentales. Ése fue su móvil prioritario, inmediato. También lo fue, en gran medida, vengar a Gaitán, cuya presencia se agigantaba en la conciencia del pueblo» Germán Guzmán en. Arturo Aloye, U¡ Paz, U Violencia. Testigos de excepción, Planeta, Tercera edición. Bo­ gotá 1.985, p. 74.

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barbarie de la violencia que comenzó en esos territorios; fue así como, por ejemplo de la Estrella, hubo familias como la de don Pompilio Perdomo y Arsenio Perdomo, que se fueron para Neiva; asimismo don Zoilo Murcia, una parte de los Qui­ lombos, los Arroyo, en fin, muchos más se fueron para Cha­ parral; de todas maneras parece ser que en ese caso los de mayor posibilidad económica buscaban irse. Nosotros a partir de cuando nos ubicamos en la orilla del potrero de Los Monos en la finca del Leal, propiedad de los Quilombos, de allí salíamos a Calcedonia que era la finca de los Hortas, donde se estableció el primer comando en la Es­ trella. Estando en ese potrero de Los Monos de la finca del Leal, nos llegó otra orientación, una orden nueva que prove­ nía del comando del Davis y que consistía en concentrarnos todos en un comando superior; toda esa gente de ese sector del Tolima, de Paujil, de Campo Hermoso, de la Estrella, se concentró toda en el comando de San Miguel; ésa fue una marcha muy penosa.'1*

San Miguel era como un pueblo producto del éxodo; pe­ queños ranchitos, pero eran un pueblo. Para los abuelos co­ menzó la tristeza de encontrarse a kilómetros de su finca, sin saber qué estuviera ocurriendo allí, de encontrarse ya sin ese derecho de opinar, ese derecho de decidir sobre las cosas, pues la distancia trae esas consecuencias; y entonces se com­ prendió que comenzaba una etapa nueva en la vida de los co­ lombianos, esa etapa que luego han llamado los historiado­ res, la violencia.

Bueno, la violencia, ya como fenómeno generalizado, porque le estoy hablando de una amplia geografía del Tolima¡ esa situación estaba ocurriendo por Bilbao, eso estaba ocurriendo por la Herrera, eso estaba ocurriendo por Río Blanco, por Chaparral, estaba ocurriendo por todo el país, ése fue el verdadero origen de la violencia y el verdadero origen de la guerrilla liberal y de la guerrilla en general, todo a raíz

18. Guaraca se refiere en su narración a las históricas «columnas de mar­ cha», nombre que se dio a los gigantescos desplazamientos de masas cam­ pesinas, miles de familias caminaban a través de las cordilleras con el pro­ pósito de agruparse en determinadas regiones, algunas veces buscando or­ ganizarse, otras huyendo de la persecución y la violencia. (N. del A.). 53

del surgimiento de las bandas de conservadores armados, di­ rigidos y orientados por el Gobierno legalmente constituido y amparado por el Ejército y la Policía; por eso, claro, es una cu­ ña, por eso para mí lo de los paramilitares de ahora no es nuevo, eso viene de hace rato, con el propósito de fondo de despojar de su tierra a los campesinos humildes y provocar el éxodo, solo que algunos se quedan y se deciden por la lucha armada como respuesta ¿La gente veía en la guerrilla una protección? Claro, veían en esos grupos a los que irían a defenderlos del peligro; inclusive allí la gente se informaba porque en la región había mucho atraso en ese sentido; en la región había dos radios: una radio la tenía la familia Perdomo, don Pompilio y Arcenio Perdomo, padre e hijo, que eran unos terrate­ nientes medianos, y la otra radio la tenía don Zoilo Murcia, un hombre que tenía una finca y era dueño de una casa en el pueblo con cantina, y para la cantina tenía una vitrola con ma­ nubrio donde ponían discos-, en esas dos radios escuchaba las noticias toda la población, siendo ésta una región tan grande, pero dependían para informarse de esas dos radios. En la radio de don Pompilio Perdomo escuchamos los discursos de Gaitán, y escuchamos el anuncio de la muerte de Gaitán; la gente se agrupaba de noche a oír la radio, a oír los discursos que transmitían. ¿El país se estaba fraccionando? Se estaba nucleando para el enfrentamiento; eso fue latente en esa zona del Tolima; ejemplos como el de la zona de Casa Verde, vereda que está ubicada entre Casadecin y Polecito, perteneciente al municipio del Ataco, a raíz de los ataques y los robos de la Policía y de los pájaros. Había tam­ bién una vereda totalmente conservadora; ellos se habían agrupado allí para convertirse en pájaros o grupos de ladro­ nes y asesinos, armados con el apoyo de la Policía y del Ejér­ cito que fortificaban las fincas donde ellos se estacionaron; eso ocurrió también en el Tolima en una región que se llama Belú, donde había un municipio conservador y también en una región que tiene como nombre San Antonio de los Micos-, concentrados los conservadores allí les llegaba armamento y les llegaban municiones con el apoyo de la Policía y el Ejérci­ to; entonces para que se dé cuenta, la muerte de Jorge Elié54

cer Gaitán y la política de los caudillos tanto liberales como conservadores hizo posible el sectarismo político, lo facilitó, hasta llegar al punto del enfrentamiento, al punto de esta­ blecer un tipo de venganza tanto de un lado como del otro.

A/ comienzo los liberales se organizaron para defenderse de los con­ servadores, pero al final también lo /tacen para atacar... ¿Se supera la au­ todefensa y se transforman en una guerrilla política? Claro, sucede que inicialmente la gente se esconde en el monte, la mayoría del campesinado se esconde, deja su casa, deja su finca y se va al monte, como una manera de protección, porque no se pensaba todavía en cosas mayores, sino en de­ fender la vida; era lo esencial, defender la vida. Todos juntos comenzaron a pensar en la defensa colectiva, pero todavía sin agredir a ninguno; defendían los hijos, la esposa, es decir la fa­ milia, porque las fincas quedaban abandonadas; los semo­ vientes ya se los habían llevado, no quedaba entonces sino la vida por defender. Así era que se reunían y comenzaban por su cuenta y riesgo a prestar sus servicios, a prestar vigilancia, has­ ta que llegó la forma de comando que fue como se organizó la convivencia y de paso empezando a tener una organización de carácter militar para defenderse y defender su familia; pero eso va pasando a otro nivel, cuando se reagrupan las familias en un sitio, eso facilita la reorganización de los jóvenes en la guerrilla, y una parte de ellos ya se dedica a la defensa y al cui­ do de esas familias; pero queda una parte que busca la forma inclusive de agredir. Es cuando comienzan a salir grupos y co­ misiones a determinados lugares, no sólo en busca de los enemigos conservadores, sino también en busca de resolver algunas necesidades de provisiones. Por ejemplo, se da el ca­ so de que comienzan los asaltos a las casas de conservadores, asaltos a los pueblos; es cuando comienza a verse ya el en­ frentamiento directo con la Policía y el Ejército.

De ese campesinado pacífico, trabajador, tranquilo, ale­ gre que había en esa región, fueron surgiendo hombres re­ beldes, producto de la presión que imponían los conserva­ dores armados, la Policía y el Ejército. Del peligro de la des­ trucción fueron saliendo los hombres capaces de disparar un arma. Hombres que a la postre, muchos de esta misma re­ gión, aprendieron inclusive a matar. Se le perdió el miedo a la autoridad; no sólo a la autoridad del Gobierno legalmente 55

constituido, sino que se le pierde el miedo al disparo del fu­ sil, se le pierde el miedo al grupo de hombres armados que viene tras de uno; eso sucede como una necesidad para de­ fender la vida y la defensa de sus hijos, de su esposa y de sus familiares, una necesidad inminente, luchar en defensa pro­ pia, porque es un instinto defender la vida. Yo creo que en esos casos me acojo a hechos concretos y es que el hombre antes de morir lucha por sobrevivir, y la expresión puede ser ésa... Empuñar un arma, empuñar un cuchillo, un machete, un pedazo de palo o una piedra para defenderse... El mismo ma­ chete que se empuñó antes para trabajar. Para hablar en particular, tenemos que hablar de los dos orígenes de la guerrilla, hasta ahí, llegamos nosotros a San Mi­ guel, como liberales puramente. Como un grupo de hombres que se unen para defenderse de su enemigo político, los con­ servadores. En el poder tenían el Ejército, tenían la Policía, para respaldar al Partido Conservador; en consecuencia ve­ nían los campesinos conservadores armados también a elimi­ nar a los liberales. Pero resulta que en el Tolima, en una re­ gión muy específica que es Irco, los comunistas colombianos tenían ya un trabajo desde antemano sobre esa región, que ellos llamaban «autodefensa de masas».

El Partico Comunista y la autodefensa de masas ¿El Partido Comunista era una organización armada?

No, pero ante la ofensiva de los latifundistas y de los mi­ litares contra el campesinado, orientaba la autodefensa de masas. Entonces en esa región de Irco Tolima, situada en el municipio de Chaparral, donde los campesinos sufrieron la lucha por la tierra y fueron víctimas de la violencia, se fueron agrupando; precisamente el Partido Comunista Colombiano, da esa orientación de crear la autodefensa de masas, para contrarrestar la ofensiva de los latifundistas... Y en Irco pren­ dió.

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En Irco surge un campesino nato, por cierto un productor de panela, un padre de familia, un hombre que entendió esa orientación, que había pagado servicio militar en su juventud y que entendía algo de estos asuntos militares. Este campe­ sino se hace al frente de la autodefensa de masas, o lo nom-

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bran el jefe de la autodefensa; le estoy hablando de Isauro Yosa, más conocido como Lisler-, es el primer comandante gue­ rrillero de ideología comunista que aparece en Colombia. 10 (II)

Isauro Yosa y un grupo de campesinos empiezan una mar­ cha, desplazados de su finca, dejándolo todo. Dejan en la fin­ ca, su familia, sus mujeres, sus hijos e inician una marcha ha­ cia el sur y llegan hasta un punto que se conoció como el Davis.20 El comando del Davis era ya como una concentración de guerrilleros, donde había liberales y comunistas; estaba ubi­ cado en Chaparral en el Tolima; ellos llegaron al Davis y traje­ ron la ideología del Partido Comunista y el marxismo leninis­ mo; ya habían preparado hombres y campesinos con cierto co­

19 «Isauro Yosa, conocido en las épocas de la resistencia campesina co­ mo el Comandante Lisler (en homenaje a Enrique Lister, general proletario de la Guerra Civil española), inicialmente un humilde recolector de café a quien su esposa enseñó a leer, estará por siempre inscrito en las páginas de la his­ toria de la lucha por la tierra y las gestas campesinas de las cuales hizo par­ te activa desde niño. Su nombre se inmortaliza junto a los de sus compañe­ ros de lucha Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Vélez, Juan de la Cruz Vá­ rela, Eutiquio Leal, Comandante Olimpo, Jacobo Prias Alape, Charro Negro. Alfon­ so Castañeda y Ciro Trujillo Castaño entre otros. Yosa había nacido en Natagaima el 2 de febrero de 1910 Correspondió a este luchador agrario en los años treinta enfrentar el po­ der latifundista. Por ese entonces circulaba el periódico Tierra, órgano infor­ mativo del Partido Comunista Colombiano. En sus páginas orientaba la orga­ nización campesina, denunciaba los atropellos, reseñaba las luchas agrarias nacionalmente y explicaba que muchas de las tierras de las que decían ser dueños terratenientes adinerados, no tenían títulos y que por lo tanto eran del Estado. Que los campesinos, a través de la acción organizada, podrían disponer de ellas si actuaban planificadamente». Alvaro Angarita, «En me­ moria del legendario dirigente agrario Isauro Yosa, forjado en la resistencia campesina», en VOZ la verdad del pueblo, n° 1988, p 7, 1998 20. «El destacamento del Davis fue fundado en la cumbre de una mon­ taña que se empina partiendo de la hoya hidrográfica de la quebrada la Lindosa. Hacia el sur el terreno está cortado por la profunda depresión en cuya parte más baja se alberga el lecho del arisco río Cambrín. El sitio ya ostenta­ ba tal nombre pero sólo vino a popularizarse cuando los hombres de la gue­ rrilla lo tomaron en cuenta para establecer aquí la sede central de toda una cadena de destacamentos». Manuel Marulanda Vélez, Cuadernos - Estudios so­ bre violencia en Colombia, Ediciones Abejón Mono, 1973, p. 41

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nocimiento y dominio de ese tipo de ideología, del Davis em­ pezaron a desplazar cuadros, a llevar la orientación y la direc­ ción al conjunto del movimiento campesino; fue así como des­ de allí llegaron a San Miguel, donde estábamos nosotros.21 En medio de todo ese problema, y del agrupamiento de familias hacia San Miguel formando el comando, allá llegó un cuadro político enviado desde el Davis y desde entonces co­ mencé a oír la palabra camarada A este hombre le decían el camarada Wilches-, también llegó un hombre con grado militar de teniente, el Teniente Cardenal, que también llegó como jefe militar ordenado por el Davis; ellos llegaban allí a tomar parte de la dirección de San Miguel y a dar la orientación; ellos comenzaron a hacer el trabajo político e ideológico en San Miguel; sobre todo el camarada Wilches empezaba a dic­ tar conferencias, en lo que ellos llamaban «hora sabrosa», que era de ocho a nueve de la noche; pero a su vez empeza­ ba a organizar círculos de interés o círculos de estudio con grupos de personas, tratando por ese medio de ir penetran­ do en la mente de algunos la idea de conformar células de partido. En ese momento el partido estaba clandestino en la guerrilla, el trabajo era muy paciente, muy cuidadoso, muy delicado. Ésa era una guerrilla dirigida por los comunistas pe­ ro de manera no abierta, pues lo hacían muy reservadamente atendiendo una orientación que venía de su dirección 22

El lenguaje utilizado era moderado, pero de comunistas, dando una orientación precisa, concreta, pero sin mencionar a los comunistas. De modo que eso ocurre con un sector de

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21. «La gente de la columna que fundara el destacamento del Davis, y que se engrosó considerablemente con la afluencia de refugiados que acu­ dían de todas partes, se regía por principios revolucionarios y mantenía una elevada disciplina. El Partido Comunista era la fuerza dirigente...». Ibíd, p. 33. 22. «Contra esa política terrorista de «sangre y fuego» del Gobierno con­ servador, comienza una resistencia popular y comienza de una manera es­ pontánea. Es cierto que el Partido Comunista lanzó, desde 1949, su consig­ na de autodefensa de masas contra la violencia reaccionaria gubernamental y se sostuvo la tesis abierta de que contra la violencia oficial había que res­ ponder con la violencia organizada de masas» Gilberto Vieira en, Arturo Alape, La Paz, Lu violencia: Testigos de excepción, Planeta, Tercera Edición, Bogotá 1985. p. 39.

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Comando perteneciente al E/erato de guerrillas liberales, en 1950.

De izquierda a derecha-. Ciro Trujillo con pistola al cinto, Isauro Yosa, Lister, con som­ brero y ruana, y sentado el ¡oven dirigente guerrillero Manuel Maridando Vélez. Fotografía tomada en los primeros años de la década de los cincuenta.

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los campesinos en el sur, porque el otro sector se agrupa ba­ jo la dirección de los jefes liberales que surgieron en ese mo­ mento, como fue precisamente las familias de los Loaiza, los García, los Arboleda, refinados liberales, con tendencia a ser terratenientes. Entonces comienza un trabajo también político e ideoló­ gico desde las directivas liberales, desde las capitales del país y de los departamentos, para influir sobre esta gente y mantenerlos en plena y amplia contradicción con los comu­ nistas. Llegó el caso de que las guerrillas liberales profundi­ zaron en el sectarismo político en el que los caudillos libera­ les les orientaban desde la ciudad, y que consistía en el odio hacia los conservadores, con la tendencia y la práctica de la venganza. En esos comandos liberales había eso de que si matan, matamos, si revanchan, revanchamos, si queman, que­ mamos; entonces, el comportamiento de las guerrillas libera­ les fue muy distinto desde un comienzo, mientras la guerrilla dirigida por los comunistas era lo contrario, en la guerrilla co­ munista se hacía todo un trabajo de preparación de los hom­ bres y esa preparación tenía que ver con una proyección po­ lítica, económica y social a largo plazo, se estimulaba algo muy bello y era la solidaridad y el humanismo; desde enton­ ces comencé yo a oír que la lucha era por el poder, que la lu­ cha era por el socialismo; entonces es una diferencia que los distancia mucho de los liberales.

Llegó un momento en que el odio que los liberales le te­ nían al comunismo era muy grande, y por eso eran utilizados por los jefes políticos, en la propaganda que hacían contra Moscú, contra Rusia. En eso se igualaban liberales y conser­ vadores; a propósito de eso yo recuerdo que mi padre algu­ na vez nos hablaba de Rusia, porque cuando él estaba en el Ejército prestando el servicio militar, ya le enseñaban allí ide­ as contra el comunismo, y eso caló en los liberales limpios que odiaban ese país a pesar de que ignoraban hasta dónde quedaba, sólo servían para proliferar la propaganda, diciendo que los comunistas se apropiaban de los bienes, se apropia­ ban de las mujeres así estuvieran casadas, que se apropiaban de los niños, que mataban a los ancianos, el que ya no sirvie­ ra para trabajar lo mataban, y otra cantidad de barbaridades, pero eso lo decían porque los políticos de la ciudad les ali­ mentaban esas tendencias y esas mentiras, con el fin de des­ prestigiar a las guerrillas comunistas. Se aprovechaban de su

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ignorancia, pues como le digo, el mismo Peligro García, Leo­ poldo García, o sea el que luego se convirtió en el General Peligro, perteneciente a las guerrillas liberales, no sabía leer ni escribir, de modo que se apoyaban en esa gente ignorante y eso hacía efectos, tanto en los jefes como en la base, por­ que no era una base politizada; andaban muchas veces con fi­ nes de aplicar la venganza contra los conservadores.

¿Eh qué zonas estaban concentradas estas familias? Estaban casi en la misma zona, separados por comandos; entonces se sabía que era un comando liberal, o que era un comando de los comunes; por ejemplo, el comando principal de los comunes era el Davis; pero el Davis estaba aquí en una colina y pasando el río Cambrín estaba La Ocasión, que era el comando principal de los liberales limpios.

(III) Los comandos principales de los liberales en esa época eran La Ocasión, La Herrera, El Agarre, Bilbao, El Horizonte, La Quebrada, y El Socorro; éstos conformaban las guerrillas li­ berales; la guerrilla de los comunes tenía también sus co­ mandos y el principal era el Davis, luego estaba el Saldaña, Irco, el Cambrín, Paujil, San Miguel, Peña Rica, Calarma, hacia el norte estaba Río Blanco y otros que había en la jurisdicción de Chaparral, éstas bajo la dirección de los comunistas. Des­ de el Davis se veían las luces del comando de la Ocasión por la noche, porque quedaba al otro lado del Cambrín; con estos comandos se libró una lucha por el sectarismo del Partido Li­ beral; ese sectarismo cuajó igual que el sectarismo de los conservadores, dirigidos por los jefes Laureano, Ospina y Urdaneta. Estos partidos y estos políticos, iniciaron la violencia y el sectarismo. Los intereses unen a los partidos tradiciona­ les a nivel de jefes, pero en la base sigue el sectarismo que ellos inculcaron; los jefes unidos aprovecharon esto y de pa­ so inician otro sectarismo, y fue el dirigido contra los comu­ nistas-, para eso aplicaron mucha propaganda, inclusive in­ ventada, porque no se conocía nada sobre la realidad de Ru­ sia en esa época; pero aprovecharon a los campesinos por­ que políticamente eran ignorantes; luego buscaron cualquier pretexto para iniciar la confrontación a tiros; eso lo atizaron los jefes liberales y conservadores unidos en las alturas de 61

sus partidos; para ellos lo más importante era destruir la ca­ pacidad organizativa del campesinado y que los grupos se destruyeran entre sí; de esa manera le evitaban dificultades al Ejército y gastos al Gobierno, y de paso evitaban en el sur del Tolima el importante avance de los comunistas.

¿Charro Negro era militante del Partido Comunista?

No, y el camarada Marulanda tampoco, ellos pertenecían hasta ese momento a los comandos liberales. Yo les conocí siendo liberales, por ejemplo al camarada Marulanda lo vi por primera vez, siendo él un joven y yo un niño, él había lle­ gado al comando de San Miguel y estaba conversando con la gente-, era un joven muy cálido y conversador, muy despierto, hacía chistes y le caía bien a la gente. Su grupo había atacado una comisión de Policía y les habían quitado los fusiles, prue­ ba de eso, él llevaba uno de ésos que le habían quitado a un policía. Ver en manos de la guerrilla un fusil nuevecito, como ése que él llevaba, que le decían fusil mejicano, un fusil lar­ go calibre siete milímetros, muy fino, para larga distancia, da­ ba mucho ánimo, porque decían que era un arma muy poten­ te, y fíjese usted que la guerrilla ya con ese tipo de armas pa­ ra enfrentarse al enemigo-, la gente comentaba muchísimo ese caso, y además que de pronto ese grupo de Marulanda se quedaría en el San Miguel.

Desde esa primera vez que yo lo vi, se le notaba una perspectiva de líder, de dirigente; era un hombre capaz y va­ liente, un hombre afable, un hombre cariñoso y respetuoso con la gente; desde que le vi en San Miguel, siendo yo un ni­ ño, comentábamos con mi hermanito menor, «que bueno, no­ sotros algún día ser soldados de este hombre». Pero resulta que él no se quedó, estuvo unos cinco o siete días y se mar­ chó con su grupo. Recuerdo que lo acompañaban unos que apodaban Mundo Viejo y Llave Seca, unos paisas. Ese grupo fundó un comando en el Socorro, en un sitio muy bien esco­ gido en lo alto, y allí tenían todas las familias que los acom­ pañaban. Yo tendría entonces más o menos once años, tal vez doce años.

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Bueno pero antes de conocerlo habían pasado muchas co­ sas porque, siguiendo con la historia, Charro y Marulanda ini­ cialmente estaban con los Loaizas, o sea con los liberales, y usted sabe que había un enfrentamiento muy fuerte entre co-

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muñes y liberales, un desgaste tremendo. Marulanda y Charro se quedaron un poco a la expectativa, y más bien intentaron acercamientos. Justamente le voy a contar una anécdota: cuan­ do todas las familias de San Miguel, por orden del Davis, mar­ chaban hacia el Davis, pasaban aquí por la cordillera, sobre la Lindosa y el Topacio. En la parte de abajo hay una región que se llama el Socorro y ahí en el Socorro, tenían el comando Ma­ rulanda y Charro Negro. La gente de San Miguel los conside­ raba como enemigos, además ya se estaba peliando por el Davis con los liberales, y esa situación se reflejaba en todas partes; entonces durante la marcha los nuestros mandaron a buscar provisiones, me refiero a plátano, yuca, maíz y todo eso; la comisión encargada de esto bajó, y aprovechando la cercanía se acercaron al comando de Charro y Marulanda y co­ menzaron a dispararles, como una forma de hostigamiento. Charro y Marulanda dijeron a su gente, «no disparen ni un tiro contra ellos; métanse a las fortificaciones y quédense ahí quietos, respáldense para que no vaya a haber un muerto, ni un herido pero no respondan ni un tiro contra esta gente, por­ que a lo mejor, la gente que está disparando hacia acá, no en­ tiende que nosotros no estamos en esa contienda, no entien­ de que nosotros somos sus compañeros en esta disputa con los conservadores; los que dirigen el Partido Comunista, no son los enemigos nuestros»; eso dijeron ellos a su gente. Un adelanto al aspecto político del momento, y muy profundo. Así fue que ellos no dispararon ni un tiro; cuando la gente se cansó de disparar allí y que no les respondían, entonces se fueron. Más adelante Marulanda y Charro por algún medio es­ cribieron una nota y la mandaron, para que se dieran cuenta; mandaban a decir que ellos no eran los enemigos, y que en consecuencia querían hablar, querían conversar y pactar algo, porque nosotros somos compañeros de ustedes. Cuando se da el desplazamiento desde San Miguel de to­ da la gente hacia el Davis es cuando se une Charro y Maru­ landa a la gente de San Miguel y llegan al Davis todos juntos.

La columna de marcha hacia el Davis

Es así como más adelante se producen acercamientos y fi­ nalmente acuerdan marchar ¡untos hacia el Davis, ya con no­ sotros. Todas las familias, tanto de San Miguel como las que

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vivíamos en todos esos lugares, marchamos hacia Peña Rica e hicimos el paso por el río Atá, luego cogimos por la vereda Palma Brava, hasta que subimos a un cementerio que tenían los indígenas y volvimos a caer al cañón del río Atá; cogimos esas travesías y subiendo hasta caer al Támaro. Todo este re­ corrido tan duro se hizo porque había una ofensiva de la Po­ licía y del Ejército hacia la región, y era una manera de prote­ ger a las familias que marchaban con nosotros; precisamente el Ejército tomó esas regiones después de haber sido eva­ cuadas por nosotros, tomó el comando de San Miguel; allí quemaron el comando y a la única persona que cogieron, un hombre que se conocía con el nombre de Pepino, la asesina­ ron porque se puso a sacar sus últimas cosas y en eso llegó el Ejército y lo cogió; nunca más se supo de él; mientras tanto nosotros fuimos a dar al Támaro y con nosotros iban centena­ res de familias.

Estando en el Támaro, lo que hoy es Marquetalia, llegó otra orden para las familias: debíamos continuar la marcha con rumbo hacia el Davis.

Bajamos nuevamente por las mismas trochas que había­ mos subido; bajamos por el río Atá hacia la Bella y cogimos el camino de los indígenas hasta las Palomas. Subiendo por esa trocha de las Palomas, a montar la cordillera de Canoas, por la ruta a San Miguel; de Canoas bajamos un poco, cerca de un lugar que se llama la Lindosa, y atravesamos buscando la ru­ ta del Topacio, para volver a caer a Montalvo, por arriba de la Trigueña, luego a la Ortiga, cogiendo la cordillera hasta llegar a una finca que se llama la Pereza. Esta finca era de un her­ mano de Ciro Trujillo. Eran ya terrenos bajando para un co­ mando que tenían los del Davis llamado el comando del Saldaña. El Saldaña era un comando de guerrilleros del Davis; un comando como los que ya había conocido, donde estaban to­ das las familias acampadas en pequeños ranchos, casi como un pueblito; el día que hacíamos el paso del río Saldaña por una hamaca, o sea un puente colgante, por ese mismo mo­ mento aparecían los aviones del Gobierno, del Ejército bombardiando y ametrallando; allí vimos cómo lanzaban una gra­ nada de alto poder explosivo, o sea una bomba, que al esta­ llar se dividía en partículas y a cada partícula se le quedaba pegada una sustancia negra y espesa, que se convertía en una 64

llama. Con esto estaban acabando de quemar cuanto rancho, cuanta casa había quedado. Al mismo tiempo incendiaban los platanales, los potreros, los cañaduzales, en toda esa área del margen del río Saldaña; parecía que el Ejército buscaba un despeje de toda esa área, porque en ese momento las tro­ pas asediaban el Davis y ya estaban en la Ocasión, en el Ho­ rizonte y en la Quebrada, pero según supimos en días poste­ riores, ya tenían intención de continuar la marcha de regreso a Chaparral y tenían temores de que la guerrilla estuviera apostada por esos márgenes del río Saldaña, y a eso le adju­ dico yo ese bombardeo en esas condiciones, quemándolo to­ do. Y así en esa situación, llegamos nosotros al Davis. Ese es el momento cuando Charro, Marulanda y su gente se vinculan al movimiento, dirigido por el Partido Comunista. Pero ellos llegan al Davis, siendo todavía liberales. Ya en el Davis comienzan a hacer un trabajo sobre ellos. No fue duro llevar a Marulanda a militar en el partido, ni fue duro llevar a Charro a militar en el partido, porque era una cosa ya natural; digo yo, era por naturaleza lo que su capacidad política y su conciencia le dictaba; pero esa anécdota, yo la recuerdo mu­ cho, porque demostró desde el comienzo capacidad política.21

De los hechos dolorosos que me recuerdan esa travesía, está uno que sucedió durante ese desplazamiento: al haber abandonado el Socorro la gente de Charro y Marulanda, el Ejército se tomó la zona y comenzó a patrullar; con el Ejérci­ to venía un hombre que había estado un tiempo en las gue­ rrillas liberales que se apodaba Pasillo; ese hombre en una patrulla del Ejército llegó hasta una finca cerca de la Lindosa, donde se habían quedado dieciocho niños pertenecientes a unas familias rezagadas; los niños estaban en una casita ubi­ cada en una finca que se llama el Recreo; habían bajado a lle­ var provisión pero no llegaron hasta la Lindosa, se quedaron en esa casa y allí les llegó el Ejército de madrugada, rodeó la casa, y este hombre de seudónimo Pasillo, entró y mató a die­ ciséis niños, dejándolos allí decapitados a machete; ese hom­ bre yo considero que es un sicario. Entonces para que se dé

23. «Yo no podría decir que a un hombre tan inteligente como Pedro An­ tonio Marín alguien lo llevó a la militancia comunista. Él mismo se fue acer­ cando hasta que llegó a nuestro querido Partido Comunista». Ciro Trujillo, Prfginas de su vida, Ediciones CEIS - Serie Historia y Testimonio, p. 26. 65

cuenta, que el criminal, que el sicario amparado por los terra­ tenientes, viene desde hace muchos años. Eso es a lo que hoy se le llama paramilitar, porque actúa con la protección del Ejército, que no impidió semejante crimen; al contrario, lue­ go de esa masacre, Pasillo siguió andando con ellos, como si no pasara nada-, no había justicia. Eso forma parte del soste­ nimiento y la vida del sistema capitalista. El Davis, la mayor concentración campesina y guerrillera en 1950 El Davis era un comando muy organizado, tenía un siste­ ma de trabajo combinado con la actividad guerrillera, a pesar de eso no se resolvían para tanta gente las necesidades; Isauro Yosa, el Mayor Lister, estaba al frente de la dirección políti­ ca, también estaban Baltazar, Fabián, Melco y Timochenco, el primerTimochenco; el Capitán Arrayanales, Canario, el primer Canario y el Capitán Llanero-, ésos eran los militares que diri­ gían al Davis; estaba también un teniente Melco y el tenien­ te Roldán, un negro muy alto.

Uslcti fia utilizado términos como Teniente Cardenal, Capitán Arra­ yanales; ¿por que' esos títulos de militares? Porque en esa época, cuando se inicia la guerrilla, se re­ tomaron los grados militares, similares a los de la Fuerzas Ar­ madas; entonces había dragoniantes, cabos segundos, cabos primeros, sargentos segundos, sargentos primeros, subte­ nientes, tenientes, capitán y mayor. Hasta ahí había grados. Lister era el jefe militar en el Davis y tenía grado de Mayor. Entonces, por ejemplo en ese caso, Charro era un sargento primero, Marulanda era un sargento en ese momento; había otros con mando superior, por ejemplo el Capitán Arrayana­ les, el Teniente Cardenal; era la estructura orgánica que le ha­ bían dado a la columna de marcha de Irco, que llegó al Davis dirigida por los comunistas.

Los liberales también tenían ese tipo de jerarquía; por ejemplo, Gerardo Loaiza, el padre de los Loaiza llegó a ser general; a él se le conoció como el General Peligro, y los cua­ tro hijos eran capitanes; en otra familia, existió posteriormen­ te el general Mariachi. Pese a que fia transcurrido un tiempo en que usted y su familia acompaña a la guerrilla, íiay un momento donde se alista definitivamen­ te como guerrillero y asume responsabilidades. ¿Cuándo sucede?

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El ingreso mío se produce en el Davis y de una forma muy sencilla, nosotros, como le contaba, éramos seis hermanos; los tres primeros Abelardo, Marco Antonio y Nicolás fueron guerrilleros; ellos se convirtieron en guerrilleros y comenza­ ron a andar en comisiones para un lado y otro, y mientras, yo llegué con mi padre, mi hermana y los dos hermanos meno­ res al Davis. Aquí organizaron una cosa que se conoció como el Batallón Sucre, que era una organización de los niños de mi edad, donde se establecían las formaciones como si se trata­ ra de soldados; esa organización tenía un día dedicado a la reunión de pioneros y recuerdo que estaba dirigida por la Ju­ ventud Comunista. El Secretario General de la Juventud dirigía periódica­ mente la reunión de los sucres, y allí íbamos todos; éramos como unos trescientos o más niños y cumplíamos algunas ta­ reas; también participábamos de las formaciones para rela­ ción en el patio. Las tareas que nosotros hacíamos eran, apar­ te de la vigilancia, recolectar leña para el casino, ir a traer pro­ visiones al campo (plátano, yuca, maíz) y de vez en cuando las tareas de ir a limpiar una sementera. En el Davis el que era apto para guerrillero participaba en la fila guerrillera, in­ clusive estaba formado por compañías y cada compañía tenía setenta y cinco hombres, y había como cuatro o cinco compa­ ñías; el viejo que no podía ir a la guerrilla, entonces lo dedi­ caban a trabajo agrícola, a sembrar o desyerbar, sembrar yu­ ca, maíz, plátano en las fincas cercanas; el joven que no esta­ ba apto para desyerbar ni para ir a filas, pero que se consi­ deraba también de fila, ¡o organizaban en lo que se llamó la comisión de construcción: era el encargado de construir casas, ranchos, para alojar a la gente; tenía que traer la palma de te­ cho de muy lejos, entonces tenía que dedicar un personal a eso; y los niños entre nueve y trece años al Batallón Sucre. Bueno, en el Batallón Sucre me vinculé organizadamente des­ de que llegué al Davis; al poco tiempo, por varias circunstan­ cias, me animé a vincularme con una compañía que estaba al mando del Capitán Arrayanales, tendría yo unos trece años quizá. Yo le comenté que no quería ser del Batallón Sucre y entonces me admitió en su compañía; en esa compañía yo permanecí un tiempo largo; éramos setenta y cinco hombres y participamos en varias comisiones; allí estaban también un hermano y mi cuñado. Una de las misiones que recuerdo era meternos a la región de la Guajira cerca ya del Huila, para ata-

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car un comando conservador que estaba allí armado, al man­ do de un rico terrateniente de nombre Anatolio; este ataque se hizo porque allí había un cuartel o un centro de concentra­ ción de los conservadores de esa vereda, armados con el per­ miso y el respaldo del Gobierno. La dirección de la guerrilla determinó atacarlos con el fin de eliminar ese grupo; hubo por cierto un enfrentamiento bastante duro, que hasta hubo que lanzarle granadas dentro de la casa, pero se eliminó a to­ dos y en nuestras manos quedaron las armas que tenían.

Anatolio era el ¡efe de un grupo muy grande; concentraba en determinados días en la finca a todos los seguidores y se desplazaban por toda la vereda, inclusive ellos solos, sin el respaldo de la Policía; tenían confianza en su mando y había matado liberales, incendiado casas y robado ganado; en ese entonces al robo de quince o veinte reses en adelante se le llamaba revancha, o sea que él ya había revanchado ganado por todas esas zonas. La guerrilla tomó la determinación de quitarlo; lo quitó y se acabó el mal. Eso ocurrió en la región de la Guajira, cerca al Huila.

Otra de mis primeras comisiones fue una que dirigió el Teniente Antonio; esa comisión salió a tomarse un pueblito que se llama El Polvero, cerca a Polecito-, allí había unos al­ macenes grandes propiedad de unos ricos, y la orden fue co­ ger de allí para llevar, sin importar la talla, el color o la cali­ dad; la cuestión era que en el Davis había mucha gente ne­ cesitada, yo recuerdo que me llevé dos pantalones y dos ca­ misas puestas y así mismo el que iba conmigo, Nicolás, uno de los hermanos, y les llevamos a Chucho y a Joaquín, los her­ manos más pequeños que estaban en el comando; así hicie­ ron todos y una vez llegamos al comando, todo se distribuyó entre la gente. En eso nos distinguíamos en el Davis de los li­ berales limpios. Los dirigentes liberales acaparaban las me­ jores cosas y las revanchas de ganado, mientras que en el Davis, todo se repartía colectivamente. Era producto de la orga­ nización y de los criterios de mando con mucha justicia, pues todo lo que llegaba allí se repartía equitativamente. Dada la cantidad de civiles bajo la responsabilidad del comando, no se alcanzaba a resolver todos los problemas; no había presupuesto suficiente; todo se repartía según las con­ diciones. Por ejemplo, si se sacrificaba una res, o si llegaba la

yuca, se repartía equitativamente; pero había productos que

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no se conseguían fácilmente, por ejemplo una camisa; no ha­ bía quien le diera una camisa a un guerrillero, o un calzado; ya al final se organizó un taller para fabricar alpargatas, con penca de cabuya, y en esto se trabajaba en comisiones re­ partiéndose el trabajo y la producción; de ahí el gran afán por salir en comisión, para resolver problemas. Nuestros morra­ les eran de fique y no se nos daba ni cobijas, pues de esto casi no había; la gente, los guerrilleros, andaban de civil, por­ que no había otra manera. A pesar de estas dificultades el Davis fue algo tan organizado que alcanzó a tener hasta juez; yo recuerdo lo que se llamó el frente democrático, que era una reunión los domingos, donde iba toda la gente, militares y civiles; allí se planteaban todas las cosas buenas o malas, para modificar o replantear cosas; allí se nombró juez y se­ cretario; recuerdo que el juez era un viejito que lo apodaban Martillo; Martillo era un tinterillo de Chaparral.24 También la parte militar estaba muy bien organizada y el comando había sido fortificado a su alrededor, por los conflic­ tos que se vivía en la disputa con los liberales y conservado­ res. Ese conflicto con los liberales agregaba nuevos problemas a los ya existentes en el comando, como era el hambre que ya se comenzaba a sentir pese al auge de cosecha de maíz, de fri­ jol, porque todo alrededor eran fincas de campesinos y se cul­ tivaba mucho plátano, yuca, pero a medida que se iba con­ centrando semejante cantidad de gente, eso fue agotando las provisiones. Al Davis fueron centenares y centenares de per­ sonas las que llegaron huyendo de la violencia liberal y con­ servadora, o simplemente buscando, además de protección, facilidades para organizarse para luchar por la tierra; por eso las columnas de marcha en su mayoría iban hacia el Davis.25

24. En algunas zonas de Colombia se les dice tinterillos a los abogados de regular calidad; en otros casos se le llama así al que actúa como abogado sin tener grado, pero que conoce de leyes y a menudo actúa como asesor. Guaraca ejemplariza con Martillo este caso típico. (N. del A.) 25. « Para el historiador británico E.J. Hobsbawm, la 'violencia repre­ senta probablemente la mayor movilización armada de campesinos (ya sea como guerrilleros, bandoleros o grupos de autodefensa) en la historia re­ ciente del hemisferio occidental». Juan Manuel Ibeas y Luis Fernando Mon­ eada, «Colombia Heterogeneidad del movimiento guerrillero, multipolaridad de la guerra y maraña negociadora», en Políticas, revista editada en la Uni­ versidad del Valle, volumen 6 y 7 en coedición con SODEPAZ, 1997, p. 4.

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Allí murieron niños de hambre; el batallón Sucre enterró niños de cuatro, cinco y seis años, también producto de la diarrea, fiebre, desnutrición y otras enfermedades; hubo días que llegamos a enterrar hasta siete niños y aparte de eso el enfrentamiento militar y la defensa del comando, sumaban muchas dificultades a la situación. El Davis se enfrentó a los liberales limpios que comandaban principalmente los Loaiza y los Peligro. En ese momento se habían intensificado las venganzas entre los partidarios liberales y conservadores. Desafortunadamente muchos de nuestros líderes murieron en la contienda con los liberales limpios, que también per­ dieron gente, como el caso de los hijos de Gerardo Loaiza; de los nuestros me di cuenta cómo y dónde murieron algunos en esas peleas; por ejemplo el primer Canario, un campesino de edad madura, que tenía una finca ahí, a un lado de la Lindosa, casi frente a la explanación del Davis; este primer Canario, murió en la pelea con los limpios, cuando éstos sitiaron al Davis. Una mañana la gente hizo un avance para despejar la vía hacia el Robla! y la Berbena, alcanzando a avanzar de las trin­ cheras del comando hasta el cementerio; pero como Canario en plena pelea estaba gritando e insultando al enemigo, una mañana que no había aclarado todavía y que estábamos tiro que iba, tiro que venía, Canario gritando, insultándolos, lo ubicaron y un tiro le entró por la boca y le salió por el hueso occipital. El tiro le tumbó dos dientes, ese compañero murió allá.

El primer Joselito también era otro campesino de la re­ gión y también murió en pelea con los liberales limpios. Mu­ rió en la Quebrada en un asalto de los del Davis a los libera­ les limpios en la Quebrada; y murió por la valentía: se lanzó a coger la trinchera de los limpios y ahí lo mataron Recuerdo que en ese mismo momento le comunica a Camargo que a su hermano lo habían matado, entonces se lanzó contra el ene­ migo como loco y también lo mataron. El segundo Canario ya es cuando Marquetalia-, este hombre no reivindicó el nombre del primer Canario, pues finalizó desertando en momentos que no lo debe de hacer nadie, en pleno combate y se fue no se sabe para dónde, además se perdió el fusil porque se lo llevó y lo botó en el camino. A pesar de tanta gente que se perdió, el Davis iba tomando la delantera, porque los comu­ nistas tenían más capacidad organizativa y mejor orientación

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política, aparte de que las gentes iban reconociendo en la orientación de los comunistas una cosa que superaba los con­ flictos entre partidos. Y ya se hablaba de cambios sociales y de luchar por la tierra, para mejorar las condiciones de vida. Si los comunistas luchaban con los liberales limpios era para defenderse, pero siempre impartían la idea de luchar unidos contra el sistema y los ricos terratenientes. Cuando eso sucede, que los liberales iban perdiendo adeptos y que cedían terreno ante la contraofensiva de los comunistas, entonces el Gobierno comprende que ya no le son tan útiles los comandos liberales y lanza una gran ofensi­ va donde a veces también atacaba grupos liberales. Lo pri­ mero que se tomaron fue el comando liberal de la Quebrada y luego siguieron hacia el Davis; en esa pelea del Davis con el Ejército, murió el Teniente Roldán el Negro; el Ejército siguió hasta el comando de la Ocasión, saliendo por ahí hasta Cha­ parral; claro, esta metida del Ejército le costó muchísimo, tan­ to en hombres como en armas.

Otra vez marchando hacia la selva

El Ejército inició un bombardeo permanente con aviones y tiraban una bombas grandísimas, que dejaban unos huecos enormes, como de unos ocho metros a la redonda; con los días esas bombas produjeron una cantidad de moscas terri­ ble. Esas bombas que dejaron caer sobre el Davis, muy cerca del comando, fueron las que produjeron esa mosca en canti­ dades; a la persona que picaban le producían una llaga o una lora, como le dicen por ahí a esos granos en la piel; al poco tiempo hubo gente que tenía dos y tres loras, sobre todo en las piernas, en los brazos y la cara, porque donde picaba esa mosca producía una infección; ese tipo de bomba traía pro­ ductos químicos, bacteriológicos, que hacía posible la apari­ ción de estas infecciones, por medio de las moscas que pro­ ducía. Con estas crueldades el Ejército buscaba doblegar la resistencia campesina, que sufría con los desplazamientos forzados impuestos por los bombardeos, los ataques de los liberales limpios y el hambre. Cuando el Ejército finalmente entró al Davis, entonces la guerrilla del Davis empezó a sacar comisiones hacia la perife­ ria para obligar al Ejército a retirarse del Davis; en una comi-

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sión me sacaron de la compañía del Capitán Arrayanales y me incluyeron en una comisión con Charro Negro. Eso fue en los primeros meses del 1953; el caso es que nosotros tuvimos va­ rias comisiones en zonas alejadas, buscando llamar la aten­ ción para que las tropas salieran del Davis; buscábamos salirnos a media cuesta, rumbo a Planadas, Sur de Atá y buscan­ do más bien hacia el Huila con Charro Negro. Con la llegada del Ejército, comenzó la evacuación de las familias; la gente se salió en comisiones; casi todas las fami­ lias fueron evacuadas a Buena Vista, un sitio arriba, en las ca­ beceras de la quebrada La Lindosa; a otros los mandaron al Cambrín y varios centenares de familias se internaron en la selva, buscando protección más adentro. En esos nuevos lu­ gares lo primero que hubo fue cursos políticos. A un curso po­ lítico de ésos asistió el camarada Marulanda; pienso que fue de los primeros cursos que tomó; también asistió Charro, en­ tonces ambos sargentos, grados que otorgaban en el Davis. En esos cursos también trabajó mi hermana, que era del co­ mité femenino; ella salió en varias ocasiones a dictar charlas. Bueno, después de estos cursos, comenzaron a salir comisio­ nes, que enviaba Charro Negro a despejar lugares, buscando replegar al Ejército y proteger así las familias que marchaban. En una comisión nos tocó a media cuesta hasta bien abajo a caer al Saldaña, rumbo ya hacia el Huila buscando la perife­ ria, tratando de abrir camino y de buscar fuerzas para sacar las tropas del Davis. Así el conflicto se hacía cada vez más fuerte y además otros levantamientos armados sacudían al país; la protesta social crecía en las ciudades, uno sentía que el país era un caos por el sectarismo y la violencia.

El golpe militar de Rojas Pinilla (13 de junio de 1953)

Cuando se escuchó la noticia de que Rojas Pinilla había tomado el poder, comenzó la propaganda ofreciendo paz, jus­ ticia y libertad.

La noticia la escuchamos nosotros estando en una enra­ mada para el beneficiadero de café, de la finca el Dorado pro­ piedad de los señores Rodríguez. Éste era un sitio muy ade­ cuado, porque era un sitio cubierto sin posibilidades de visi­ bilidad y en medio de unos cafetales inmensos; Charro utili­ zaba mucho este lugar para descansar y hacer cursos con to­ da la gente; y allí estábamos acampados los que andábamos

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con él, cuando se produce la noticia, pero Charro no quiso ha­ cer comentario ninguno; comenzó a preparar la marcha y so­ lamente él sabía en qué dirección íbamos a continuar. Al final se conoció que íbamos hacia San Joaquín, una vereda que queda pasando el río Ata, y allí fue donde llegó el camarada Marulanda, que con el grupo que traía ya éramos como cien; continuamos la marcha hacia los lados de Montalvo como si fuéramos a volver al Davis. Cuando llegamos a Montalvo en­ contramos un grupo grande de guerrilleros, se trataba de la dirección del Davis que también hacía un recorrido por esos lados; venían con Lister, entre ellos Fabián, Melco y Timochenco. Hacia Calarma había salido el Comandante Alfonso Castañeda o sea Richard. Para Natagaima salió otro grupo y me parece que allí iba Ave Negra.

Charro y Marulanda nos reúnen y nos plantean el tema político; nos explican que se trata de un militar en el poder; que Rojas Pinilla se había tomado el poder por las malas, desplazando al presidente encargado, el conservador Urdaneta Arbelaez, que estaba sustituyendo a Laureano Gómez, pero que se trataba de los mismos capitalistas en el poder; que este Gobierno militar mantenía la violencia y la persecu­ ción contra los comunistas y que ése no era el Gobierno que necesitaban los colombianos; por eso no iban a parar la lucha, y quienes les siguieran sería por su propia voluntad, decidi­ dos a afrontar lo que se viniera, con el agravante de que aca­ baban de informar que en el Davis la gente estaba regresan­ do a las fincas, pues tenían la gran ilusión de que con las pro­ mesas de Rojas podrían volver a trabajar y poner a producir la tierra que habían abandonado por causa de la violencia. Charro y Marulanda plantean que quienes quisieran re­ gresar a sus tierras debían dejar sus armas, que muchas veces consistían máximo en escopetas de cápsula, de fisto y una que otra carabina de la U; si tenían familias por los lados del Davis y querían acompañarlas hasta sus fincas y luego regre­ sar, perfectamente podían hacerlo; para eso tenían hasta veinticinco días para ir y regresar; si necesitaban más tiempo, se otorgaba hasta mes y medio. Bueno, y los que quisieran quedarse allí, podían dar un paso al frente. Así fue que nos decidimos como unos diez o doce muchachos; entre ésos es­ taba Mundo Viejo; de los que se quedaron atrás estaba Mar­ co, mi hermano, Cacique o Gregorio López, cuñado y otros fa-

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miliares; ellos quedaron en volver una vez ubicaran a mi pa­ pá y a mi hermana. Entre los que se fueron por sus familias estaba Gasolina, hermano del camarada Marulanda y también Chiquito o sea Isaías Pardo. Con los que al final volvieron quedamos en total cerca de cincuenta, y así regresamos a San Joaquín; de allí salimos a montar otro comando en Sur de Atá, que llamamos Pescado; lo fundamos en una finca propiedad de Medardo Parra, se preparó todo para marchar, y todavía yo no conocía ningún plan; los camaradas Charro y Marulanda se limitaban a decir, que no sabían qué situación se iba a presentar. Mientras tan­ to era mucho el apogeo de propaganda en favor de Rojas Pi­ nilla, hasta en discos, pues ya sonaban en las cantinas de Pla­ nadas, Gaitania, Sur de Atá, bueno por todas partes, discos alusivos a Rojas Pinilla. En el campamento cuidábamos las ar­ mas que teníamos; estábamos con Charro y Marulanda, que preparaban las condiciones para una marcha, y lo primero que hicieron fue comprar armamento y munición calibre pun­ to treinta, pues en ese grupo guerrillero había puros fusiles siete milímetros. Recuerdo que el camarada Marulanda cogía un casquillo o cartucho quemado de siete milímetros, le cam­ biaba el fulminante por uno nuevo, le echaba la pólvora, li­ maba una bala punto treinta y la colocaba allí, para disparar en siete milímetros, por esa época es que mi hermano un día me dice, «alístese que nos vamos para la finca donde está mi papá y los otros hermanos, vamos a trabajar». Yo tenía otra decisión y entonces le dije, «Yo decidí ya, acompañar a Cha­ rro y Marulanda hasta el fin-, de modo que yo hice ya esa pro­ mesa y no puedo echar atrás».

La situación se nos hizo a nosotros muy dura y complica­ da; Rojas Pinilla al tomar el poder fue un hombre que aplicó una política rápida y audaz. Rojas cuando toma el poder de­ creta el indulto y la amnistía, buscando con eso desmovilizar a las guerrillas, y según él pacificar el país; antes que todo, Rojas Pinilla indultó a los militares y policías implicados en hechos criminales, buscando con eso unificar a las Fuerzas Ar­ madas a su alrededor26.

i 26. Guaraca se refiere al primer Decreto Ley que firma el dictador mili­ tar, D. 2184 de agosto de 1953, donde inclusive mejora el sueldo a los milita­ res. (N. del A.).

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Rojas inmediatamente después nombra una comisión de paz, pero no para que esté en Bogotá, sino que la desplaza a las zonas para buscar acuerdos con las guerrillas. Yo recuer­ do que uno de los integrantes de esa comisión de paz era el General Duarte Blum, que primero se dirigió a los llanos a entrevistarse con Guadalupe Salcedo; ésa era la guerrilla li­ beral más numerosa y mejor armada que había en Colombia en 1953, pues luego del 9 de abril de 1948, cuando matan a Gaitán, los terratenientes liberales de los llanos orientales fi­ nanciaron las guerrillas que se levantaron en protesta por es­ te asesinato y que comenzaron a combatir al Gobierno con­ servador, bajo la dirección de Eduardo Franco Isaza y Gua­ dalupe Salcedo. Estas guerrillas eran liberales y su lucha era más partidista que social, mejor dicho, no buscaban transfor­ mar el sistema capitalista; ese General Duarte convenció a las guerrillas de los llanos y a su Comandante Guadalupe Sal­ cedo para llegar a un acuerdo de paz, y fueron miles de gue­ rrilleros los que fueron a entregar las armas y bajaron a en­ tregarse, prácticamente a cambio de nada, porque más tar­ daron en entregar las armas que en comenzar a matarlos, y aparte de eso el Gobierno incumplió la mayor parte de los acuerdos.27

Algo parecido sucedió con ¡as guerrillas del medio Mag­ dalena en el departamento de Santander, comandadas por Rafael Rangel Gómez, que inclusive había sido alcalde liberal en Barrancabermeja, una ciudad a orillas del río Magdalena donde las luchas obreras han sido tradicionales. Él fue alcal­ de representando a una ¡unta revolucionaria liberal, luego del crimen contra el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán; bueno,

27. «El acceso de Rojas al poder, el 13 de junio de 1953, generó grandes expectativas de paz que se concentraron en una política de pacificación pen­ sada sobre la base de la recuperación para el Estado del monopolio del uso legítimo de las armas. Para ello el General Rojas propuso y desarrolló dos grandes objetivos, uno, cohesionar en torno suyo a las Fuerzas Armadas de tal manera que le sirvieran como institución de apoyo a su Gobierno; y otro, desmovilizar y desarmar cada uno de los grupos alzados en armas a través de un proceso de diálogo y negociación con fines de reinserción». Miguel Ángel Afanador, Amnistías e Indultos, La Historia Reciente 1948-1992, Documentos ESAP, Bogotá 1993, p. 31 a 32.

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pues Rafael Rangel Gómez también entrega las armas y se desmovilizan esas guerrillas.23

La misma situación ocurrió en Urrao Antioquía, donde también hubo mucha violencia y mucho problema con los la­ tifundistas conservadores, que acusaban a los liberales de ser ateos. Allí surgió una guerrilla liberal, las guerrillas de Franco, el primer Franco al que se le conocía como el Capitán Franco, que entre otras cosas también lo mataron después de entre­ garse; todo esto pasó como a mediados del 53.29 Las guerrillas comandadas por liberales, no eran todas iguales, pues había unas más progresistas que otras; por ejemplo en ese caso de Guadalupe Salcedo, y quizá un poco también las de Rafael Rangel, para mí no eran guerrillas lle­ nas de sectarismo, eran guerrillas que habían nacido y habían crecido al calor de la necesidad de defender la vida; otra co­ sa es el engaño a que fueron sometidas por las directivas li­ berales del partido y su utilización, pero ellos se levantaron en armas inicialmente para defender la vida. Pero eso ocurrió también, y fue mucho más allá con las guerrillas liberales del sur del Tolima, por ejemplo con las guerrillas de los Loaiza a las que había pertenecido el camarada Marulanda-, le ocurrió a las de los García con Leopoldo

I

28. «El 3 de agosto de 1953 en el sitio Mata de Plátano, en la región del Opón, cerca de Barrancabermeja, Rafael Rangel se entregó al Capitán Cerón, con un poco más de cien hombres. Dijo a sus guerrilleros unas frases cortas, hubo llanto por la separación de Rangel; los guerrilleros fueron traídos a Barrancabermeja y allí se prepararon unas ollas comunes en el barrio Palmira y vino mucha gente a conocer la guerrilla. Rangel una vez se presentó «él vino al batallón y no pudo hablar con nadie, allá dizque le hicieron honores con el grado de comandante...!». Alejo Vargas Velázquez, entrevista a Luisa Delia Pi­ fia, dirigente popular de Barrancabermeja, en Magdalena Medio SantandereanoColonización y Conflicto Armado. CINEP 1992, p. 134. 29. Guaraca se refiere al pacto de paz suscrito en los primeros días del mes de julio de 1953, entre la dictadura de Rojas y las guerrillas en Antioquía, recordando de paso la oleada de crímenes que se cometieron contra los gue­ rrilleros desmovilizados, incluyendo al propio Franco, luego de firmados los acuerdos y entregadas las armas, ante la pasiva complicidad de los dirigen­ tes liberales que en un principio les impulsaron al levantamiento armado de carácter partidista, para luego dejarles prácticamente a la deriva, temiendo que por su cauce se extendiera la rebelión armada y debilitara al Estado. (N. del A.)

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García al frente, conocido como el General Peligro; y las de Ar­ boleda, que fue de los del Davis, y que la política de los cau­ dillos liberales de Ibagué lo hicieron cambiar antes de ese proceso, haciéndose al lado de los liberales limpios. En el sur del Tolima estos grupos llamados los liberales limpios, ni qué decir, ésos sí que entraron en contacto con el Gobierno, para firmar acuerdos, y luego se salieron a los pueblos con el apo­ yo del Ejército a bloquear el trabajo de los comunistas; estos sectores liberales algo tuvieron de auge, mientras le fueron útiles al Gobierno.30 Por esa misma época las guerrillas del Sumapáz y lo que se llama el Tequendama, en los departamentos de Cundinamarca y parte del Meta, inclusive esa zona que toca parte del sur del Tolima, también se entregaron, aunque en esa región las condiciones fueron diferentes, porque esas guerrillas ha­ bían tenido bastante influencia de líderes comunistas que no pensaban en la lucha partidista, sino en la lucha por la tierra. Hubo por esos lados un gran dirigente agrario de nombre Juan de la Cruz Varela que dejó huella en la zona. En esa re­ gión del Sumapaz, la entrega se hizo pero sin entregar armas, es decir la gente se dedicó al trabajo agrícola, se desmovilizó comprometiéndose a dejar las armas y dedicarse al trabajo.31

En esa región había pegado muy bien la propuesta del Partido Comunista de crear comandos de autodefensa de ma­ sas, ante la agresión de los pájaros armados que comenzaron a robar y matar durante el Gobierno de Laureano Gómez a co­ mienzos de los años cincuenta. Las guerrillas liberales de esa zona ya habían alcanzado a hablar de paz con el Gobierno de

30. «...el 22 de agosto de 1953, un grupo que si bien no era muy nume­ roso -148 guerrilleros- tenía a su cabeza dos de los más influyentes jefes guerrilleros del Tolima, el Mayor Arboleda y el General Mariachi, Jóse María Oviedo. Se pusieron a disposición de las autoridades militares en la hacienda Santa Ana, frente a una concurrencia de comerciantes, hacendados, cafeteros, y corresponsales de El Tiempo y la revista Semana». Miguel Ángel Afanador, Amnistíase Indultos, La Historia Reciente 1948-1992, Documentos ESAP, 1993, p. 45 31. El relato de Guaraca se ubica en este momento, más o menos a fina­ les de 1953, cuando se fortalece en la región un importante movimiento agra­ rio muy influenciado por el Partido Comunista, que en alianza con sectores democráticos, fundamentalmente del Partido Liberal, fundan lo que se co­ noció en aquella época como el Frente Democrático de Liberación Nacional. (N. del A.) 77

Laureano, porque había terratenientes tanto liberales como conservadores, pero los que más fuerza tenían eran los co­ munistas, y por eso el acuerdo fue diferente, en todo caso desmovilizándose. (IV) Con eso le estoy diciendo y justificando que no quedó ningún grupo guerrillero con las características del nuestro, lo que yo llamo el grupo de los treinta. Nosotros seguimos en guerra, porque no nos convencían esas propuestas de la dic­ tadura, por eso también fuimos aislados un tiempo, y nos quedamos algo solos. Rojas Pinilla prometió paz, justicia y li­ bertad, propuesta de la que desconfiamos y no quisimos aceptar. Fueron dos años larguitos que se pelió, se combatió y que nos persiguieron, nos bombardearon y nos ametralla­ ron. En ninguna otra parte del país habían guerrilleros peliando.

Entonces el Gobierno tenía más posibilidades de con­ centrar fuerzas para atacarnos, eso lo primero. Lo segundo, nuestras peleas sobre esa faja de la cordillera central, Huila, Cauca, no se conocían; se estaba librando una lucha allí y na­ die se daba cuenta

La marcha de los treinta. (Desde el Tolima cruzando por el Huila, en dirección a Río Chiquito en el Cauca) Cuando por fin se organizó el grupo, desde la finca de Me­ dardo Parra, puedo plantear que en ese momento éramos los únicos que estábamos en armas en Colombia; éramos veinti­ séis varones y cuatro mujeres. A continuación la lista que re­ cuerdo de esos treinta guerrilleros: Jacobo Prias Alape o Cha­ rro Negro, proveniente de la vereda el Horizonte, municipio de Chaparral. Manuel Marulanda Vélez o Tiro Fijo, de Génova Quindio. Juan Tavera o Antonio Rodríguez de la Estrella. Alberto López o Buenu, de la Estrella. Gregorio López o Cacique, de la Estrella. Rubén Murcia o Crucero, de la Estrella. González o Mi­ nuto, de la Estrella. Alias Ruperto del Municipio de Chaparral. Carmelo Perdomo o Gilberto López, de la Estrella. Jesús Marín o Gasolina, de Génova Quindio. Alias Virgen Santa, hermano de Charro, de la Vereda Horizonte. Isaías Pardo o Chiquito, de Pla­ nadas. Luis Pardo o Tula, de Planadas. Javier Pardo o Corona, de Planadas. Jaime Guaraca Durán, de la Estrella. Alias Darío,

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de Chaparral. Alias Eliécer, de Chaparral. Alias Idilio, de Cha­ parral. Alias Nerón de Chaparral. David Molano o Cocona, de Sur de Atá. Agustín Cifuentes o Azulejo, de Sur de Atá. Alias Faenza, de Caldas. Rogelio Díaz, de Chaparral. Gustavo Mén­ dez, de Chaparral. Alias Pomponio, de Saldaña. Pablo Marín,padre de Marulanda, proveniente de Génova. Luz Mila, pro­ veniente del Tolima. Lucero, del Tolima. Rosa Marín, herma­ na de Marulanda, y de la misma zona del Tolima. Domitila Ducuara, tolimense. Al principio, los treinta que iniciamos la marcha a finales de 1953 quedamos aislados, tanto de la población civil como de la dirección del Davis y al mismo tiempo de la dirección del Partido Comunista.

Vuelvo a insistir en que, por lo menos durante dos años, a partir de que asume el poder Rojas Pi n i lia, en Colombia hu­ bo como guerrilla móvil y activa solamente los treinta guerri­ lleros que he mencionado al mando de Charro y Marulanda; el Davis había sido evacuado y donde solamente había que­ dado una pequeña compañía, al mando del Capitán Llanero, fue prácticamente asesinada por el Ejército y por los liberales limpios al mando del General Peligro, Arboleda y el General Loaiza; al fin y al cabo no quedó nadie en el Davis. Los que marcharon con Alfonso Castañeda conocido como Richard, que iban hacia Calarma, al final tomaron el rumbo hacia Villa-

Em la parte superior, Juan de la Cruz Vareta, líder agrario del Sumapaz, se dirige a una manifestación campesina en Pasca Cundinamarca en 1959.

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rrica. Los que iban con Ave Negra se fueron para Natagaima. El grueso de la dirección del Davis con Isauro Yosa, Lister, se ubicaron en la Ucrania, arriba de Peña Rica y finalmente como en cuarenta y cinco días marcharon a Villarrica. Todos ellos terminaron en Villarrica.

¿Qué pasa con su familia durante este período? Durante el año 55, es cuando las guerrillas resurgen en el país por la violencia de Rojas Pinilla, mis hermanos se habían quedado por los lados del Davis, en sus fincas trabajando, co­ mo es el caso de Abelardo y Joaquín. Ayudaban a la guerrilla pero no eran guerrilleros, pues estaban dedicados a su tierra. Un día cualquiera un vecino los sapió; ellos trabajaban en el día y en la noche se iban a dormir a otro sitio; el Ejército un día llegó, rodeó la casa y ahí los cogieron en presencia de sus esposas y de sus hijos y se los llevaron amarrados. Con el Ejército venían los que habían iniciado la contraguerrilla, va­ rios de ellos en el pasado guerrilleros liberales del General Mariachi, entre ellos Hipólito Murcia, Jorge Horta y los Tama. Enseguida comenzaron a maltratar a mis hermanos; los saca­ ron de allí por el camino que conduce a Planadas, pero a mi­ tad de camino en una finca que se llama la Trigueña, comen­ zó para ellos su último día. Los torturaron, les hicieron de to­ do, los colgaron hasta que murieron en la tortura. Después de muertos les picaron su cuerpo, por lo que quedaron irreconocibles y en eso participaron civiles, que ya nombré algunos. Esos crímenes jamás ningún inspector de policía, ningún juez, nadie ha dicho una palabra, porque con el hecho de que sindicaban a mis dos hermanos de bandoleros, fue suficiente para que quedara impune y para mejor decir, los contrague­ rrilla civiles que participaron en eso por ahí andan en Plana­ das y por Chaparral tranquilamente, y no han sido llamados por nadie a decir una palabra; y no solamente eso, sino que se apropiaron de la finca, como hicieron con otras fincas.

Mi otro hermano, Marco, murió también por Planadas; le montaron una celada invitándolo a una fiesta, y cuando iba desprevenidamente para esa fiesta, resulta que el Ejército estaba emboscado; lo primero que hicieron fue herirlo grave­ mente, mas combatió allí hasta que lo mataron; en eso parti­ cipó otro hombre que se había convertido en contraguerrille­ ro llamado Efraín Valencia, uno de los que más adelante voy a tener que referirme-, Efraín Valencia era un civil de Gaitania

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El ejército guerrillero de Sumapaz, al mando de Juan de la Cruz Varela, baja a en­ tregarse durante la amnistía de 1953.

Columna de guerrilleros liberales en los llanos Orientales de Colombia, cuando se diri­ gían a entregar las armas en 1953 durante la amnistía del dictador Rojas Pinilla. La gran mayoría fueron posteriormente asesinados por el régimen, entre ellos; el legendario Guada­ lupe Salcedo.

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que se había ido a Planadas con el Ejército, para salir seña­ lando a la gente. Efraín Valencia desde el sitio en que cayó mi hermano, se lo echó al hombro, vino y lo tiró al frente de la casa donde era la fiesta y ahí es como muere mi hermano Marco. Mi hermano menor, Chucho, fue asesinado por orden de un capitán del Ejército; el asesinato lo llevaron a cabo dos hermanos de apellido Bustos; lo asesinaron por la espalda castigándole su militancia liberal.

Mi familia fue comprometida con la lucha por la tierra, por eso fueron víctimas de la persecución, del asesinato y del desplazamiento forzado. De mi familia, del matrimonio Guaraca Durán, quedo yo. Me duele la muerte de mis hermanos, sobre todo los dos que murieron torturados y cómo quedaron los cuerpos. Muy pronto comprendí qué era lo que sucedía en el país; muy pronto yo comprendí que la lucha iba a ser muy prolongada, y que en ese enfrentamiento iba a morir mucha gente. A pesar de que me dolía la muerte de mis hermanos, lo que hizo fue fortalecer más mi deseo de luchador; no con venganza, porque en ese aspecto los revolucionarios no de­ bemos pensar en la venganza, sino contra la injusticia y con­ tra la impunidad, que es lo que en este país se aplica desde el Estado. Esto fortaleció más mi espíritu y mi ánimo de con­ tinuar en el movimiento hasta ver el triunfo y sin rencor, por­ que si en mí existiera rencor yo hubiera podido hacer algo contra la gente civil que ha participado en el asesinato de mis hermanos, pero he esperado a que sea el conjunto del movi­ miento revolucionario el que haga justicia, y que algún día se tendrá que hacer esa justicia, como se debe hacer, como se debe castigar a un criminal, a un bandido, con la ley, pero no como la ley de ahora, pues el Gobierno habla de castigar al delincuente y llevarlo a las cárceles, pero las cárceles las usa contra el pueblo, criminalizando la lucha popular. Años más adelante estuve injustamente detenido cinco años y unos meses en la isla prisión Gorgona, que tenía un régimen espe­ cial para aislar a un ser humano, o sea que conozco el tema, conozco cómo es la prisión y se cómo se aplica el régimen cuando es contra los luchadores populares. Han transcurrido los años y todo está igual en ese aspec­ to de la justicia, incluso tiende a ser peor ya que la injusticia se aplica de diversas maneras y más ahora que se autoriza la justicia privada. Yo no comprendo cómo un Estado legaliza y da permiso a los matones para que asesinen al que quieran;

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y cuando hablo de eso me estoy refiriendo a la legalización de los paramilitares en Colombia mediante decreto, con las famosas Cooperativas Convivir. Eso es dar salvoconducto a los matones; me parece que el país está retrocediendo y que las leyes se olvidan, o que la historia se pone en entredicho. Me parece un gravísimo error del sistema, y me parece un gra­ vísimo error por esta sencilla razón: Conocí por ejemplo que cuando comenzaron a entrenar a los grupos paramilitares en el medio Magdalena -que a esos grupos de paramilitares lle­ varon extranjeros, terroristas extranjeros, israelíes y británi­ cos, muy reconocidos y que fueron contratados y que entra­ ron al país legalmente- tenían conocimiento los altos mandos militares, tenían conocimiento los ministros y el Presidente, y el dinero salía de los famosos narcotraficantes de Medellín y de Cali. Allí a ese entrenamiento llevaron y reclutaron jóve­ nes muy pobres de corta edad, fáciles de hacer con ellos un elemento dócil al crimen; estos grupos de jóvenes entrena­ dos luego han cumplido una clara estrategia contrainsurgen­ te, y a eso es a lo que se le llama terrorismo de Estado, por­ que estos grupos se hacen conocer como gente que está can­ sada de la izquierda y de la guerrilla, y entonces encubren las acciones criminales del Ejército.

Los terratenientes, el narcotráfico y en general grupos an­ ticomunistas, se han aprovechado de muchos jóvenes de­ sempleados y les enseñaron el arte de manejar un arma, les enseñaron la profesión de matar, de ser asesinos, y algo peor, muchos de los desaparecidos en Colombia fueron llevados a esos sitios de entrenamiento para torturarlos y ponerlos en mano de esos asesinos; se han cometido crímenes con sevi­ cia en colombianos honrados y honestos y no se han encon­ trado jamás los cuerpos; se me viene a la memoria el compa­ ñero Miguel Ángel Díaz, uno de los desaparecidos ya de esta época, de la historia más reciente.”

32. Miguel Ángel Díaz, dirigente comunista desaparecido el 5 de octubre de 1985 durante la guerra sucia adelantada por el narcotráfico y los grupos paramili­ tares, en Puerto Boyacá, población limítrofe entre los departamentos de Antioquía y Boyacá. Aplicando esa estrategia intentaban el desalojo de la Unión Pa­ triótica, movimiento que adquiría fuerza social y política en la región, sitio tradi­ cionalmente conocido por ser un bastión de las luchas populares en Colombia, hoy en manos de poderosos grupos terratenientes y ganaderos De la desapari­ ción forzada de Miguel Ángel Díaz, diversos organismos de Derechos Humanos, señalan como cómplices a las Fuerzas Armadas del Estado. (N. del A.)

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Pero sigamos en la época anterior, donde se centra prin­ cipalmente este relato. En esos años cincuenta, eran los mis­ mos oficiales de la Policía los que preparaban a los pájaros, aprovechando el sectarismo partidario de la gente, sectaris­ mo que llevó al país, en la administración de Gómez y de Ospina, donde ellos mismos llegaron a dirigir cuadrillas de con­ servadores y entonces decían que había que matar hasta el último liberal. En esas oleadas de crímenes también jugó un papel importante la Iglesia, la alta jerarquía de entonces, y por supuesto no faltaban los curas reaccionarios, porque hu­ bo curas en los pueblos que después del sermón decían que viva Cristo Rey y mueran los cachiporras; así se referían a ios liberales; llegaba el momento de decir una misa y luego ati­ zar ideas anticomunistas para mandar a matar liberales; por eso era que los seguidores de Laureano Gómez, el presiden­ te conservador de la época, echaban la bendición y salían a matar collarejos en nombre de Dios y cuando hablaban de collarejos, se referían a los liberales y a los comunistas. Bueno, volviendo al grupo de los treinta guerrilleros que no entraron en amnistía ni dialogaron con Rojas Pinilla, quie­ ro decirle que nosotros comenzamos actividades con una sa­ lida-, esa primera salida de esas treinta personas fue muy ale­ gre, porque íbamos de marcha a conocer nuevas tierras, nue­ vos parajes y no sabíamos qué íbamos a encontrar en el ca­ mino. Al tercer día de marcha llegamos al límite entre Tolima y Huila, subiendo por el Río Claro por las cabeceras, hasta una región llamada Santa María.

El día que cruzamos la línea entre el Tolima y el Huila, ya en territorio del Huila, pronto salimos a la cabecera de los po­ treros de la región del Baché; esa región estaba poblada total­ mente por conservadores; ahí nos tocaba dejar que oscurecie­ ra para poder hacer el paso por esas fincas. Mientras oscurecía teníamos centinelas adelante y atrás; a mí me tocó adelante viendo hacia la zona poblada de conservadores; era el turno de dos a cuatro de la tarde y el relevante de ese turno era el Teniente Antonio; cuando este camarada llegó a visitarme por segunda vez, le pregunté; «¿Usted sabe de esas casas que ve­ mos desde aquí, es que vamos a atacar?»; «Por ahora nosotros no vamos a atacar ninguna casa; nosotros vamos de marcha porque tenemos que atravesar tres cordilleras más, de modo que no se haga ilusión de que nos vamos a quedar por aquí.

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Cuando el Teniente Antonio se marchó alcanzó a darme nos­ talgia pensando en mi padre y mis hermanos, porque com­ prendía que ya no había paso atrás, pero al fin y al cabo reflexionaba sobre la determinación que había tomado y me llenaba de ánimo nuevamente. Seguimos la marcha por la no­ che y tan pronto empezamos a pasar cerca de las casas co­ menzaron los perros a ladrar. De paso nos cogió un aguacero que hizo crecer el río Baché, al punto de que casi no lo pode­ mos cruzar. Como yo era tan muchacho todavía, pasé en lo al­ to; una mano me la llevaba cogida Baena y la otra Cacique y así hicimos el cruce. Como a las dos de la mañana, ya al otro lado en la cuesta, dice Gilberto, que era el guía, «en aquella casa de allí el hombre es amigo; yo he trabajado ahí anteriormente; va­ mos a llegar a ver si nos da posada, aunque sea mientras ama­ nece». Cuando llegamos allá y al tocar la puerta, salió el primer hombre y lo que hizo fue disparar un revólver varias veces, y en esos disparos hirió en una mano al Teniente Antonio. La re­ acción del grupo fue una reacción muy grande, porque hubo que tomar a como diera lugar esa casa, pues lo que descubri­ mos allí fue un retén de conservadores.

Recuerdo que el guía que jugó un importante papel en toda esa travesía, reservista conocedor de la zona, fue Car­ melo Perdomo, al que llamábamos Gilberto López. Ahí comen­ zaba la vida guerrillera de Gilberto López.

Los militares concentraron esfuerzos en nosotros y a par­ tir de ese momento se inicia una persecución por aire y por tierra. Fue el único grupo guerrillero que no asistió a reunio­ nes con el Gobierno de Rojas Pinilla ni entregó armas. Fue el único grupo guerrillero que en el movimiento revolucionario creó un precedente de comportamiento y dignidad frente al enemigo de clase. Esta nueva situación nos generó problemas y en las ca­ beceras del río la Bodega en el Huila, a raíz de un asalto de los carabineros, perdimos el primer compañero, Virgen Santa, hermano de Charro Negro. En ese asalto yo no estaba porque formaba parte del otro grupo que estaba con el camarada Marulanda en una misión. Nosotros no oímos ni las detonaciones del asalto a pesar de que dispararon miles de cartuchos, se­ gún lo comprobamos en las paredes de la casa, construida en madera cerrada, parecía un colador. Avanzamos un poco y en­ contramos cerca del camino una tumba, donde recientemen­ te habían enterrado a alguien; pronto unos compañeros se

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pusieron a sacar tierra para ver si destapaban, cuando vimos dos compañeros que enviaba Charro para buscarnos. Los compañeros nos contaron lo que había pasado.

De allí nos unimos y marchamos a buscar el límite entre el Huila y el Cauca y llegamos a un sitio que lo llamamos el Roble, donde establecimos el campamento. Charro y Marulanda acordaron dejar en ese campamento al Teniente Anto­ nio al mando de la gente, y salir en una comisión nuevamen­ te hacia el Tolima por los lados del Támaro. Yo no sabía absolutamente nada de planes de nada; pe­ ro con el tiempo comprendí que en la reunión de Charro y Marulanda, con el grupo de Lister y la dirección del Davis en Montalvo, se había llegado a acuerdos que consistían en que nosotros hacíamos un recorrido hacia el Cauca, buscando a Río Chiquito, por la vía de Belalcazar hasta la Símbula, que Lister y la gente se subían por el margen del río Atá, buscan­ do la Bella a un punto que se llama Ucrania y por allí espera­ rían el contacto de Charro.

Nosotros al Tolima pudimos llegar a tres o cuatro casas nada más. Recuerdo por cierto que en Nazareno llegamos a casa de un campesino muy amigo nuestro de nombre Luis, y las otras dos fueron arriba, nuevamente en la casa de Medar­ do Parra, gran amigo nuestro. Con lo que pudimos conseguir en esas cuatro casas de fiambre hicimos el recorrido por el Tolima-, pero fíjese que al paso del Baché hacia el Tolima vol­ vieron a descubrirnos los conservadores y nos metieron la Po­ licía. Cuando volvíamos otra vez del Tolima hacia el Roblal, en el paso del Baché, volvieron otra vez a encontrarse con noso­ tros, pero en ese momento de regreso ya no íbamos sino sie­ te, porque la comisión era de nueve y cuando salimos a Na­ zareno Charro le dio permiso a Minuto y a Crucero para ir a ver las familias a la Estrella y ninguno de los dos volvió. La paz que ofrecía Rojas Pinilla había calado en la gente; le adjudi­ caban la violencia a los comunistas-, a Charro y Marulanda ha­ bía que acabarlos, decían los del Gobierno, por eso la gente no quería colaborar. Regresamos siete nada más.

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La fundación de Marquetalia Luego de que pusieron a la población en contra nuestra, hicimos nuevos intentos de volver al Tolima, como sondeo y 86

exploración, o sea, como a intentar una especie de recon­ quista de ese territorio. Una primera gira la hicimos los siete de que hemos hablado, que no salimos sino a cuatro casas. Una segunda la hizo el camarada Marulanda y ya en esa sali­ da, él y sus hombres realizaron unas peleas por el Tolima, vol­ viendo luego a Río Chiquito. Después salió Charro, hizo una primera gira personalmente y nuevamente volvió a Río Chi­ quito y después salió de nuevo con mucho más entusiasmo, porque había encontrado nuevas perspectivas. Del Cauca se trajo un lote de muías y muletos para el Tolima, por la Símbula arriba a caer al Támaro; Charro sale en esa vez y hace un recorrido largo, se sale al Huila, baja por la Julia, por Órganos, Aipe y baja a Natagaima, hace contacto con la dirección del Partido, informa de muchas cosas, encuentra muchas pers­ pectivas, recluta gente y cuando sube, entonces llega al Tá­ maro y tengo entendido que pensaba volver hasta Río Chi­ quito, pero al final decidió quedarse en esa zona selvática y muy estratégica conocida como el Támaro y llamar ese sitio Marquetalia. Hizo el campamento y se estableció allí. Charro fue quien fundó Marquetalia. Le dio el nombre de Marquetalia a lo que antes fuera el Támaro; el río sigue hoy llamándo­ se Támaro. Cuando Jacobo Prias Alape, Charro Negro, funda Marquetalia, el camarada Marulanda estaba en Río Chiquito; esto fue como en el año 55. Después el camarada Marulanda decide venirse de Río Chiquito y se une a él en Marquetalia. A partir de eso, los dos principales jefes del movimiento eran ellos; por razón de estructura y de mando, Marquetalia se convertía enton­ ces en el comando superior. De modo que el papel de los dos era el papel del dirigente, pues se venían destacando así, como políticos y como militares. El camarada Marulanda desde el principio ha sido un militar intachable, con muchos conocimientos y estrategia, probados con el tiempo, que hasta altos oficiales del Ejército preparados en escuelas gringas no han podido doblegar la capacidad del camarada Marulanda en lo militar. Charro era la máxima autoridad, era el jefe superior, y segundo al mando el camarada Marulanda.

Desde Marquetalia se comenzó a dirigir el resto de traba­ jo, organización y orientación. Los comandos que se coordi­ naban desde allí eran Río Chiquito, la Símbula y la Troja en Tierradentro Cauca, allá como quien va para el páramo de

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Mora; este último era un comando conformado por indígenas. Todos estos comandos ya eran de dirección comunista. Estaban menos aislados que al comienzo, como sucedió en los lugares donde se originaron, como en el caso de mi re­ gión de la Estrella. La organización era mejor, las estructuras de mando estaban bien especificadas y se hablaba de debe­ res y de derechos, al mismo tiempo eso permitía establecer un control en todas las cosas. La comunicación se hacía con mensajeros o correos; un correo entre Marquetalia y Río Chi­ quito se iba en seis o siete días, por trochas y sendas conoci­ das por los guerrilleros. Para donde había poca comunicación era para el Pato y para el Guayabero; eran comandos un poco más independientes, con su propia dirección, pero claro, di­ rigidas por comunistas. Por esa época ya era una condición, así no estuviera establecida como norma, que para ser man­ do debía ser militante comunista. En los primeros años de Río Chiquito, el Partido estaba en la dirección y era el que dirigía y orientaba, aunque lo hiciera en forma clandestina. Recuer­ do que cuando Charro Negro me lleva a mí a militar al Parti­ do en 1956, no había en Río Chiquito sino dos células y con la que organizaron donde yo milité eran tres pero en total, el movimiento era de orientación comunista.

Quedamos totalmente aislados. Ya por ese tiempo a me­ diados del 55 es que se resuelve mandar un compañero en busca de contactos, y la misión recayó sobre el Teniente An­ tonio, que era muy voluntario y valiente. Él se salió por Belal­ cazar y fue a dar a Villarrica, en busca de esos contactos. En Villarrica encontró la gente y la dirección del Davis, habló con ellos y especialmente se encontró con Ciro Trujillo. Ya Anto­ nio había informado a Ciro de ¡a situación de río Chiquito, cuando el Ejército lanzó la operación contra Villarrica, y eso motivó que Ciro Trujillo se marchase para el Cauca.

Fundación del comando Río Chiquito

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Luego salimos rumbo a Belalcazar en el Cauca, llegando hasta el Venado donde encontramos un grupo de indígenas en la finca de un señor Gabriel Restrepo, que trabajaban pa­ ra la Policía; uno de ellos nos sapió, pues dio el parte de nuestra presencia en la zona y a las dos de la mañana nos asaltó el Ejército. Tuvimos heridos y perdimos tres escopetas

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con equipos y municiones. Nosotros llegamos al Venado en un tiempo de mucho invierno. Gabriel Restrepo tenía como trabajadores a un grupo de indígenas; una pareja de indíge­ nas que estaban en casa eran demasiado amables y nos man­ daron a seguir, nos dieron café con leche y muy atentos; Cha­ rro comentó que nos quedaríamos ahí. Entonces nos queda­ mos y por la noche se comenzó la guardia, por cierto con una luna muy clarita. A mí me tocó el turno de siete a nueve, de nueve a once le tocó a Molano; por la tarde habían llegado los indígenas que estaban trabajando y se hablaban en lengua que no entendíamos nosotros; como a las cinco de la tarde sa­ lió la indígena, ahí en presencia nuestra, al corredor de la ca­ sa y llamó a un indígena pero lo hizo en español y lo mandó por leña para rajar. Ese indio fue el que bajó hasta el munici­ pio de Belalcazar para informar de nuestra presencia allí. No­ sotros no sabíamos nada y nos quedamos. Toda la noche los indígenas se quedaron haciendo envueltos de mazorca de maíz, cocinando ovejo y dejando gran cantidad de comida preparada. Cuando yo entrego el turno a las nueve de la no­ che, le digo a Baena que el indio que se fue por los palos de leña no había regresado. Baena le informa a Charro y éste or­ denó que el centinela esté muy atento y que se salga al por­ tón. Desde ahí se veía la travesía allá a lo lejos y la luna no dejaba pasar a nadie sin verlo. Cuando Faensa, otro de los compañeros, le recibe a Molano el turno, no quiso irse al por­ tón, se quedó al pie de la puerta e inclusive se entró ahí cer­ ca del fogón donde estaban cocinando; la india lo entretuvo dándole arepa y carne, mientras el Ejército ya estaba ahí, ca­ si en el portón mirando lo que él hacía. Cuando Faensa se dio cuenta ya el Ejército se nos había metido.

Las casas de los indígenas son largas y tienen dos puer­ tas, una enfrente de la otra. El Ejército avanzó y se tomó la puerta principal. En las primeras descargas mataron un indí­ gena, mientras a Charro Negro le pegaron dos tiros en la ca­ beza, pero por fortuna de resbalón. Baena fue a salir por la puerta principal disparando con su fusil, pero le pegaron un tiro en el brazo. En vista de esa situación y nosotros todos adentro, Charro así como estaba herido, sacó fuerzas y de un golpe arrancó la puerta de atrás con todo y bisagras, buscan­ do cómo salir; bueno y salimos peliando. Baena al final salió pero no venía normal, pues se estrelló con un cerco muy du-

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ro y cayó para atrás; entonces yo lo cogí de los pies y lo tiré para abajo, y más adelante dijo: «Cojan este fusil porque yo me muero, voy muy mal herido». Entonces cojo el fusil y en­ tre Molano y yo lo cogemos de un brazo para llevarlo unos metros en el potrero para abajo, hasta que se desmayó. En­ tonces alcanzo a Charro para decirle que Baena se murió. Cuando lo alcanzo me dice: «Corra que Gilberto también va muy herido y lo auxilia-, además él sabe dónde están los po­ cos centavos que tenemos, y si se muere no vamos a saber dónde están». Entonces alcanzo a Gilberto y le digo que es­ pere a Charro para hablar; cuando regreso, veo que ya vienen Charro y Molano y seguimos para abajo los cuatro, hasta lle­ gar a una quebrada donde pudimos descansar.

Las heridas de Charro y de Gilberto no eran tan graves co­ mo para morirse-, entonces pasamos al otro lado y cuando amaneció tratamos de ver por dónde venía el Ejército, que por cierto amaneció por allí muy cerca, luego supimos que se devolvieron a comer todo lo que esa familia de indígenas les habían preparado Esa familia se fue con el Ejército llevándo­ se todo, hasta el ganado, y la finca quedó sola; cogieron rum­ bo a Belalcazar y nosotros allá al frente mirando para la casa, cuando de pronto vimos una persona que se asomaba por el filo, como enruanado; resolvimos mandar a Molano para que averiguara y resulta que era Baena, que no había muerto, sólo se había desmayado por las heridas y así fue como al final nos volvimos a reunir. Ésas son las cosas, no muere uno por pura de buenas, porque el Ejército había podido eliminarnos a to­ dos en esa casa.

De ahí continuamos en una situación crítica porque no te­ níamos ni buenas alpargatas, ni machetes, es decir estába­ mos desprovistos en ese momento de todo y con los tres en­ fermos y siempre graves, especialmente Baena; en esa situa­ ción una de las primeras familias que encontramos y que nos ayudaron mucho, resultaron ser unos paisas, la familia de Mi­ guel Madrid. Recuerdo que a mí me dieron una ruana y unos tenis.

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Nosotros seguimos insistiendo en la penetración al de­ partamento del Cauca, haciendo un recorrido sobre el muni­ cipio de Belalcazar buscando hacia la Símbula; pensábamos que era la posible nueva vía para caer al Tolima por los lados de Marquetalia. En río Chiquito, en algunas comunidades in-

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digerías, había varios curanderos y brujos que tenían la idea de no dejarnos entrar a la región, influenciados por la propa­ ganda anticomunista. Recuerdo entonces que en varios de esos filos que nos tocaba cruzar, en los potreros encontrába­ mos una especie de cerco, donde por la noche los indígenas habían salido a hacer ritos, dejando en el sitio coca mascada con tabaco, escupa, tronquitos enterrados, con un cerco que supuestamente no nos dejaría pasar; eso lo encontramos en varias ocasiones y en varios lugares; ellos no protestaban con­ tra nosotros en otra forma, solamente así y sólo al comienzo. Pero resulta que nosotros no le poníamos cuidado a eso; por ejemplo en mi caso, si iba en vanguardia pasaba y luego co­ municaba lo que veía, sin ningún tipo de problemas, claro que uno tiene en cuenta que nuestro pueblo es muy creyen­ te y en muchos casos piensa que tienen un poder sobrenatu­ ral que es aplicable en ese aspecto. Miguel Madrid y su fami­ lia nos ayudaron a ponernos en contacto con los indígenas ex­ plicándoles que éramos revolucionarios, que éramos compa­ ñeros y por ese medio se fue haciendo la confianza con ellos, y se fue extendiendo hasta que los indígenas se hicieron al la­ do nuestro. Esas primeras entradas a río Chiquito fueron has­ ta allí no más, porque iniciamos el regreso en busca del ca­ marada Marulanda, para informarle de todo lo sucedido. Después de regresara! campamento del camarada Maru­ landa buscamos la zona de río Negro. En ese campamento de río Negro encontramos a la familia de Marco Medina que nos ayudó mucho; ése fue el primer campesino que se unió a no­ sotros en el Cauca; fue quien nos contactó a la gente en la re­ gión de Mazamorra y así fuimos haciendo nuevos contactos en el Cauca. Luego fundamos un campamento en Narvaez y es cuando el Ejército de la base de río Negro comienza a amenazar a los campesinos en la zona de Mazamorra, a ame­ nazarlos en el paso de la base militar, a reprimirlos por un la­ do y por otro, y entonces eso nos ayuda a que se dé la pri­ mera llegada de campesinos huyendo de! Ejército. Se vienen algunas familias indígenas con nosotros, y de esas familias convencimos un poco a jóvenes para comenzar a prepararlos. Meses después hacemos el mismo intento que llevábamos cuando nos asaltaron, y en ese intento sí se pudo penetrar hasta la Símbula.

En la Símbula, se encontraban unos antiguos guerrilleros, 91

que es el caso de Laurentino Perdomo o Rocalloso y de Maiquí, que resolvieron unirse a nosotros y con ellos venían sus es­ posas, Marina Ruiz y Eva Paya, esposa de Maiquí. Ése fue el primer refuerzo que pudimos obtener, porque eran dos hom­ bres ya experimentados y que tenían dos armas y sus muje­ res, que con ellas ya el grupo de mujeres aumentaba a seis, eso ya era un refuerzo muy bueno. Después de Mazamorra nos vamos para río Chiquito, haciendo una entrada por el Pal­ mar, y entonces el Ejército comenzó a amenazar a toda esa gente del Palmar, de Araujo, de la Ceja y resulta que con esa amenaza, el Ejército nos fortalece, porque pone todo ese campesinado de nuestra parte, ante los abusos de la fuerza pública. Comenzamos actividades culturales mientras los coman­ dantes Charro y Marulanda daban charlas sobre la situación; ahí estábamos enseñando y aprendiendo. De los allí presen­ tes provenientes del Davis y con grado estaban Charro y Ma­ rulanda, que me parece eran tenientes; también Antonio y Baena; luego seguía Cacique, quien era cabo; a partir de los primeros reclutamientos en esa área, Charro y Marulanda de­ ciden otorgar los primeros grados militares; los primeros en recibir grado fueron Gasolina, hermano del camarada Maru­ landa; Gilberto López, Darío e Isaías Pardo; ellos fueron ios primeros cuatro ascendidos. La misma presión del Ejército desplazó a los campesinos y los envió hacia nosotros-, ahí co­ menzó a crecer el movimiento; ya nos desplazamos por los al­ rededores de Río Chiquito, por el Palmar, Araujo, Bejucal; vi­ no una gran ofensiva del Ejército, entonces la gente nos bus­ có a nosotros y comenzamos a meternos más hacia la selva, y así fue que fundamos el comando de Río Chiquito.

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Más adelante nos cambiamos de campamento dejando el Roblal y luego establecimos uno en la finca del indio Matías, más abajo de Zaragoza, aproximándonos al río Narvaez. En este campamento Charro y Marulanda deciden realizar una tumba de selva para sembrar maíz, porque estaban esca­ seando en la región los productos agrícolas y había que ha­ cerlo. Como en el grupo guerrillero estábamos unos muchac­ hos que no podíamos tumbar árboles con el hacha y el ma­ chete nos seleccionaron para prestar la guardia día y noche y los adultos a tumbar la selva; a nosotros nos tocaba el día, eran dos o tres puestos de vigilancia en el día; a veces le to­ caba el día completo a uno solo, de seis a seis, de seis de la

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mañana a seis de la tarde; allá nos llevaban el desayuno y el almuerzo. Cuando por la tarde regresábamos al rancho donde teníamos la avanzada que era distante del campamento, ahí nos tenían la comida; al otro día muy a las cinco y media de la mañana volvíamos a marchar hacia el puesto de vigilancia. De la base militar de Río Negro empezaron a llegar cartas, in­ vitando a una conversación. Los comandantes estudiaron la carta, la respondieron y concertaron una cita. Se entrevistaron y acordaron que de nosotros saldrían dos y que irían acom­ pañados con ocho o diez soldados que salieran a Neiva. Esos dos compañeros llevaban la misión de hablar con el goberna­ dor del Huila y si era posible buscar un acuerdo de paz. Cuan­ do acuerdan que saldrían dos, Charro hace formar a la gente y pide dos voluntarios para eso; se ofrecieron dos valientes, Alberto y Gregorio López, los dos hermanos que llamábamos Buena y Cacique.

La dirección había puesto un plazo para el regreso de los dos compañeros; el plazo se venció, diez días y no regresa­ ron. En realidad debo reconocer que para mí fue muy doloro­ so, en ese resto de días prestar guardia allí, mirando por ese camino a ver si los veía venir a los dos. Después del medio día yo no quitaba la vista de ese trecho de camino, para ver­ los asomar allá; eran los dos como padres o como hermanos para mí; había momentos que me daba una tristeza terrible-, momentos que me estaban señalando lo que había ocurrido, que lo comprobamos después cuando un muchacho hijo de Marco Medina y de los primeros que se unieron a nosotros en el Cauca nos contó que los vio llegar, porque él estaba preso en una finca por el camino. Más adelante cuando se escapa viene hasta el comando y nos cuenta todo, vio cómo se fue­ ron con diez soldados que iban a llevarlos a Neiva; saliendo se encontraron con un Capitán Gil que iba en un operativo contra nosotros y éste les preguntó que para dónde iban y de qué se trataba. Una vez se enteró, ordenó asesinarlos; ahí quedaron los dos guerrilleros que iban a la misión de paz. En­ tregaron su vida buscando formas de convivencia. Una vez confirmada ya la muerte de los dos compañeros, en el campamento de Matías se decidió cambiar de sitio y nos fuimos a fundar un nuevo campamento a orillas de río Ne­ gro; pero hay que decir que el operativo, que iba al mando del Capitán Gil, autor de la orden para asesinar a los dos com­ pañeros, llegó y se ubicó en Zaragoza. Inmediatamente los ca-

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maradas Charro y Marulanda dispusieron sitiarlos por cuatro flancos con los seis fusiles que había. Empezó a las seis de la mañana la acción contra ellos. Cualquier soldado del Gobier­ no que daba blanco se le tiraba. Todo el día se combatió, así que no prendieron ni candela en todo el día; de todas formas se nos salieron por un camino de un aserrío durante la se­ gunda noche, llevando muertos y heridos con muchas dificul­ tades, antes de amanecer. Después de esas acciones nos cambiamos de orillas de río Negro a orillas ya del Cauca e hi­ cimos un campamento allí Nosotros siempre acostumbrába­ mos a mantener un grupo retiradito del campamento a fin de prever la presencia enemiga. Otro operativo del Ejército se adentra por el trillo, por la trocha que nosotros teníamos pa­ ra llegar al campamento y se entabla la pelea; allí nos matan a otro compañero a quien apodábamos Nerón. Se pelió por ahí hasta que el Ejército se metió por ese río Negro; se pelió en todo ese trayecto y terminó la pelea hasta los puros po­ treros de Marco Medina-, el Ejército sufrió mucho y todo lo que llevaba de equipaje lo fue dejando tirado en el camino porque tuvo que llevarse muchos heridos y algunos muertos, mientras que entre nosotros no hubo ni un rasguñado.

Ese primer comando de Río Chiquito fue atacado por el Ejército y bombardeado por la fuerza aérea, donde murió po­ blación civil, algunas mujeres y niños. Nosotros entonces nos adentramos más en la selva y fundamos otro comando; allí fue donde tiempo después llegó Ciro Trujillo, guiado por el Te­ niente Antonio. Para entonces ya estábamos a finales del año 1955 luego de la resistencia en Villarrica, de la que vamos a hablar más adelante

Agresión a Villarrica y expansión de la lucha armada en 1955

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Rojas Pinilla traiciona su palabra de paz, justicia y libertad y aparte del asesinato por todas partes de guerrilleros rein­ sertados realiza una masacre de estudiantes el 8 de junio de 1954 en Bogotá, que genera muchas revueltas populares en otras ciudades. Ya la gente le perdía el miedo y la confianza a esa dictadura. Posteriormente Rojas Pinilla planea varias pro­ vocaciones contra el movimiento campesino de Villarrica, co­ mo el encarcelamiento injusto de Lister, porque allí fue don­ de cayó preso Lister a finales del 54 y es llevado a los campos de concentración de Cunday en el Tolima.

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La dictadura militar realiza la operación militar sobre la re­ gión de Villarrica, iniciando el ataque con varios batallones y bombardeos con la Fuerza Aérea, en junio de 1955; los anti­ guos guerrilleros que se encontraban allí desmovilizados tra­ bajando la tierra, y que también habían simulado una entrega, retoman las armas y se enfrentan en una resistencia muy bue­ na; es histórica la resistencia que se logró en Villarrica, donde los campesinos armados aguantaron varios meses defendien­ do el sitio, con todo tipo de armas, pero más que todo con la decisión y la voluntad de no dejarse arrebatar la tierra.” ’4 En esas condiciones se va repartiendo la resistencia, y es cuando yo digo que para nosotros comienza a mejorar la si­ tuación, ya que hay otros más que combaten con el Ejército, y ya las fuerzas del Estado tienen que ponerle cuidado a eso. Pero lo más importante del ataque a Villarrica, es que reinicia la lucha guerrillera.

33. «Isauro Yosa (apreciado dirigente agrario de la región conocido como Lister y otros dirigentes campesinos fueron detenidos en Villarrica (Tolima) donde existía un fuerte movimiento campesino, altamente politizado y encuadrado en el Partido Comunista. Las autodefensas retomando sus ar­ mas iniciaron la guerra de Villarrica que le sirvió al Gobierno de pretexto para declarar al Sumapaz zona de operaciones militares. Para junio de 1955 el Ejército había logrado avances significativos en Villarrica, mediante el bombardeo sistemático de la zona, minando la capacidad de resistencia de sus habi­ tantes y obligando al éxodo campesino». Miguel Ángel Afanador, ídem, p. 49. 34. «...Un grupo de desarrapados, contra 9 000 hombres con tanques de artillería y aviones, inventando armas artesanales «Arma estratégica de los campesinos era el famoso catalicón, un tubo de acueducto más o menos de 3 o 4 pulgadas, según el material que se encontraba A ese pedazo de tubo, de uno cincuenta y hasta dos metros, se le soldaba un extremo, dejando un hueco para introducir una mecha de dinamita. Se llenaba una parte con pól­ vora blanca o pólvora negra, de ésa de cacería, de las comunes, 3F o 2E Se le echaba un paquete, o dos, o cinco, a ese tubo Se calzaba bien con fique, y se trituraba todo tipo de hierro disponible, así que hubiera que partir moli­ nos, puntillas, alambre de púas recortado, hasta tener dos o tres libras de carga, y se llenaba prácticamente. Cuando todo estaba listo, se amarraba el tubo a un árbol y se enfocaba hacia el sitio donde se presentía que iba a lle­ gar una columna. Entonces se le metía candela Al principio fue un arma ate­ rradora para la fuerza pública porque derribaba todo, maleza y todo lo que encontraba por delante». Nicolás Buenaventura, en el prólogo de «La Cróni­ ca de Villarrica», de Jackes Aprile - Gniset, Primer concurso nacional de me­ morialistas 1LSA - Revista Opción, 1991, p. 4.

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Los ánimos de lucha guerrillera crecen por la presión del Ejército, por la traición de Rojas Pinilla; esta nueva situación afecta al Tolima. También algunos liberales limpios retoman armas y es así como resurge Mariachi, apareciendo ya como el General Mariachi, al lado de los liberales limpios. Gran parte de esa resistencia campesina de Villarrica, que al final fue derrotada, inicia una marcha, llamada la «marcha de la cordillera oriental», donde va Alfonso Castañeda o Rícftard y también Diamante, cuadros militares y políticos de ori­ gen campesino, que con un buen puñado de combatientes inician la marcha; más adelante, en el Guayabero, se queda Diamante con un grupo de guerrilleros, y Richard sigue hasta llegar al Pato y entonces fundan dos comandos, uno en la zo­ na del Guayabero y otro en el Pato, aumentando el proceso de colonización en esa zona. El mérito de Ciro Trujillo yo lo considero, pues cuando la operación Villarrica en 1955, Ciro no cogió hacia la cordillera oriental, sino que cruzó el Magdalena y se dirigió hacia el sur del Tolima arriba, hasta el Támaro, y luego tomó por la Símbula hasta llegar a Río Chiquito. Ése era un gran refuerzo pa­ ra nosotros y así es como llega Ciro al Cauca; nosotros llevá­ bamos ya más de un año en esa región; con eso estoy dicien­ do que los fundadores de Río Chiquito fuimos nosotros, fun­ dadores del comando que inicialmente existió en la selva con ese nombre.

La llegada de Ciro es importante porque significaba ma­ yor fortalecimiento. Ciro llega con tres hombres más, incluido Antonio, que en estos casos de la lucha revolucionaria y de la guerra resulta muy importante un refuerzo; llevaban además tres fusiles, buenas municiones y una escopeta, que eso, y porque además eran mandos, significaba un refuerzo impor­ tantísimo. Cuando Ciro llegó hubo alegría y en mi caso la ale­ gría fue muchísima; conocía a Ciro de mucho antes y Antonio era de la Estrella, y volvía otra vez con nosotros.

Mientras todo esto sucedía, en 1956 aumenta la represión y Rojas declara ilegal al Partido Comunista, y en agosto de ese mismo año sucede una gran explosión de dinamita en Cali perteneciente al Ejército, que produce muchos muertos civi­ les. Todo esto, más la protesta social y la lucha guerrillera que aumentaba nuevamente, estaba debilitando a la dictadura. 96

La caída de la dictadura El año 1957 se produce un acontecimiento en Colombia de grandes magnitudes, en el que intervinieron todas las es­ feras políticas, económicas y sociales del país. Fue precisa­ mente ese gran movimiento de masas del 10 de mayo de 1957 que culminó con la derrota de Rojas Pinilla y su caída del poder. Un gran paro cívico nacional lo obligó a la renuncia. Pe­ se a que esta gran protesta fue organizada por la burguesía y desde el exterior, en España más concretamente, en la calle participaron los sectores populares, y claro el paro afectó a to­ das las empresas más importantes porque la burguesía orde­ nó parar las fabricas de su propiedad con tal de que la gente saliera a las calles, o sea prácticamente fue una manifestación pagada por la burguesía. Queda el hecho importante, de ha­ ber sacado del poder a Rojas Pinilla como dictador, por eso fue importante ese 10 de mayo de 1957. Al frente del país quedó gobernando una Junta Militar, la cual se comprometió a entregar el Gobierno al primer presi­ dente del Frente Nacional, que le correspondería a un liberal, en este caso a Alberto Lleras Camargo. La Junta Militar gober­ nó un año con la complicidad y coordinación de los dirigentes máximos del Partido liberal y del Partido Conservador. La gran burguesía liberal y conservadora se había reunido en Madrid y planeado la posibilidad de sacara Rojas Pinilla del poder, pues estaba afectando a sus intereses; pero, a la vez que planearon cómo se iba a desarrollar la campaña para po­ der aglutinar a las masas en ese gran movimiento, planearon el famoso Frente Nacional, que consistía en alternarse el mo­ nopolio del poder durante 16 años.35

35. Guaraca se refiere al Pacto de Benidorm, firmado en Madrid (Espa­ ña) en los primeros días de marzo de 1957, en plena dictadura de Rojas, en­ tre Alberto Lleras Camargo, del Partido liberal y Laureano Gómez, del Parti­ do Conservador. Crean un frente civil de oposición al régimen militar trazan­ do dos tareas: primero derrocar a Rojas y, segundo, repartirse el poder go­ bernando el país alternadamente cuatro años cada partido, hasta completar 16 años. Inicialmente el acuerdo bipartidista había contemplado tres perío­ dos presidenciales, durante la reunión celebrada en Sitges. El Pacto de Be­ nidorm excluyó a las demás opciones políticas de oposición. (N. del A.) 97

La Junta Militar comenzó igual que cuando Rojas dio el golpe: empieza a ofrecer amnistías y diálogo. A partir del 10 de mayo de 1957 ya con la Junta Militar, se volvió a intensifi­ car la desmovilización de la guerrilla. La guerrilla del sur del Tolima y del Cauca, dirigida por el Partido Comunista bajo el mando de Charro Negro y Manuel Marulanda, nuevamente no quería entrar en esa desmovilización porque desconfiaban de la Junta Militar y estaban pensando en el futuro del país.

Los partidos tradicionales, para aprobar esa alternancia, del poder que llamaron Frente Nacional, se inventaron un plebiscito que, una vez salió del poder Rojas Pinilla, se llevó a efecto en todo el país en los primeros días de noviembre de I957.36 Yo me encontraba en el comando de la Símbula, un co­ mando en su mayoría conformado por indígenas, dirigido en­ tonces por el Teniente Rocalloso, un viejo guerrillero cuyo nombre real era Laurentino Perdomo; allí se hablaba el cas­ tellano y la lengua paez; yo había sido trasladado por un año de Marquetalia a la Símbula, en el Cauca, para ayudar a diri­ gir, a enseñar, a los indígenas instrucciones militares, por eso me encontraba allí cuando sucedió la caída de Rojas, y debo decir en forma muy sincera que nosotros no nos informamos a tiempo de lo que había sucedido porque no teníamos con­ tacto con la población civil; la convivencia era con la gente del comando, no había radio, ni siquiera la radio antigua de pila grande, porque resulta que eso no duraba mucho tiempo y era muy costosa. Entonces no nos pudimos informar de lo que había acontecido de inmediato. Un día llegó Ciro Trujillo, que en ese momento comandaba a Río Chiquito, ya que Charro Negro y Marulanda se encontraban en el Tolima desde que se había fundado Marquetalia. Ciro llega con un personal, ha­ blan con Rocalloso, y sacan también de la Símbula a varios

36. «.. El General Rojas Pinilla dejó una Junta Militar encargada del Go­ bierno que, en lugar de llamarlo a él nuevamente a la presidencia como es­ peraba, se entendió con la clase dominante, con las directivas de los parti­ dos tradicionales y organizó el famoso plebiscito del primero de noviembre de 1957, que estableció el bizarro sistema constitucional del Gobierno pari­ tario de los partidos Liberal y Conservador». Gilberto Vieira en, Arturo Alape, Lu paz, Lu violencia: Testigos de excepción. Planeta, Tercera Edición, Bogotá I 985, p. 208.

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compañeros y entre ésos me incluyeron a mí; luego nos reu­ nieron a todos y Ciro explica la misión: se trataba de bajar del comando, aproximarse a Belalcazar, a un sitio por el río Símbula abajo, a fin de tener una entrevista con representantes del Gobierno, y especialmente autoridades del Cauca, por­ que se trataba, de que las cosas políticas a nivel de Gobier­ no habían cambiado, y en ese momento estaba dirigiendo al país una Junta Militar, y que éstos prometían entregarle a un civil el Gobierno, luego entonces era necesario parar también la guerra. Esa explicación da Ciro a la gente. Al día siguiente salimos y en una sola jornada nos aproximamos al puente de la Símbula, que de ahí a Belalcazar son aproximadamente quince minutos en carro. Ese mismo día por la tarde comenzaron a venir algunas gentes a hablar con Ciro y con Rocalloso, y al otro día ya vino el alcalde de Belalcazar; por la tarde volvió el alcalde y ya tomaron el acuerdo de entrevistarse ese mismo día en la carretera, a un lado del puente de la Símbula; más tarde llegaron los carros trayendo como autoridades un coro­ nel del Ejército que dirigía al batallón en Popayán, me pare­ ce que el Batallón Rifles; llegó como autoridad el gobernador del Cauca, llegó el alcalde de Belalcazar, y un monseñor Vallejo; eran los encargados de la entrevista con Ciro y Rocallo­ so; esa entrevista se realiza dentro de un vehículo ahí en la carretera; ellos hablaron mientras nosotros tuvimos que pres­ tar guardia alrededor, para evitar cualquier sorpresa; luego de allí salimos a una casa cercana donde nos alojamos; nosotros éramos aproximadamente dieciocho; allí a esa casa llegó co­ mida y mucha bebida toda la noche; un cura se emborrachó hablando con Ciro y tomando aguardiente, nosotros los de guardia no dormimos, estuvimos pendientes de la seguridad; al otro día en la mañana, nos dice Ciro que volvíamos a bajar al puente; llegaron tres carros, la camioneta del alcalde y dos carros más, entonces de entrada la orden de Ciro era que nos íbamos para Belalcazar, y así fue; nos subimos a los carros y cogieron rumbo a Belalcazar, nosotros armados y equipados, un poco preocupados, teniendo en cuenta que en Belalcazar había una base militar muy poderosa y que no había sido desmovilizada; nosotros salíamos para allá apenas con una sola entrevista que se había tenido el día anterior. Uno no se puede imaginar cómo se pone la persona cuan-

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do, por ejemplo, nosotros salimos a la esquina de la plaza de Belalcazar y los carros dan un giro hacia la izquierda allí y co­ gen haciendo una escuadra directo, como quien iba para el propio batallón, para la propia base. De pronto giran a la de­ recha otra vez y bajan para la plaza, para colocarse frente a la iglesia y cuando nosotros vimos ios carros derechos a la base y esa cantidad de soldados asomados por las ventanas de la edificación, muchos pensamos que íbamos a quedar en ma­ nos del Ejército, pero no fue así afortunadamente. Ese día nos bajamos de los carros frente a la iglesia y se distribuyeron los compañeros en grupos de dos y tres, pues estaba prohibido quedarse uno sólo. A Ciro lo acompañaban tres compañeros, a Rocalloso otros tres, para que los cuidaran, porque eran las personas más indicadas los que buscaba la gente para con­ versar; estando en ésas comenzaron a salir a la plaza como cuatro filas de niñas normalistas y la plaza se llenó totalmen­ te, yo no sé, ni siquiera puedo calcular cuántas niñas había, pero de todas maneras esa plaza quedó blanquita toda de ni­ ñas normalistas, dirigidas por las monjas. Iban con el propó­ sito de vernos y supuestamente buscar nuestra salvación. En ese momento no veía un guerrillero al otro, porque se metie­ ron en el medio y nos fueron desplazando, al punto que co­ mo digo no se veía de uno a otro. Cuando comenzaron a reti­ rarse, algo así como a los quince o veinte minutos, tenía me­ dallas en los bolsillos de la camisa, en el bolsillo del panta­ lón, escapularios colgados del fusil, y por todas partes; ésa era una manifestación de salvación para nosotros. Yo me pregunto ahora dónde estarán esas niñas de esa época, qué harán, con qué concepción política pensarán las que me echaron medallas en los bolsillos y me colocaron es­ capularios en el fusil. Pero bueno, fue una acción interesante, porque ahí en esa normal de Belalcazar, van estudiantes de todas las regiones de Colombia y nos conocieron de forma di­ recta; éramos hombres y mujeres, campesinos e indígenas al­ zados en armas por culpa del sistema.

Al final el alcalde dispone su camioneta y salimos nueva­ mente. Ciro iba en la cabina con el alcalde y cogemos la ca­ rretera de Belalcazar para abajo saliendo como quien va para la Plata, pero en dirección a Valencia, por el puente del Río Paez, que es un puente altísimo, sobre un río muy caudaloso. Ciro habló con la gente en Valencia y organizó así, me parece a mí que sin madurar mucho, sin mucho pensarlo, esas reu-

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niones con la gente de la región para hablar de paz. De allí hi­ cimos un recorrido por todos esos pueblitos y fuimos a dar a un pueblo que se llama Ricaurte, de Belalcazar para abajo. En cada pueblo aprovechábamos el día de mercado; en Ricaurte la gente fue toda a oír el discurso de Ciro en la plaza; luego de estas jornadas salimos nuevamente con rumbo a Río Chi­ quito.

Se funda la población de Río Chiquito

A raíz de las conversaciones de Ciro, se tomó la decisión de desmantelar ese comando allá en la selva y ordenar que bajara toda la gente al plan de Río Chiquito, donde se iba a construir el pueblo. Se veía en la gente una alegría muy gran­ de, porque la esperanza era que se salía de allí nuevamente para las fincas a trabajar, con la esperanza de hacerlo en paz. La gente ideó todo tipo de instrumentos improvisados para hacer bulla con alegría; una vez abajo, nos establecimos en pequeñas casas de campaña, mientras se medía el plan y se ideaban las calles y se pensaba en la capacidad de la plaza, y dónde iba cogiendo cada uno su pedazo; se eligió también el sitio para la escuela; en esa actividad participé en Río Chi­ quito, antes de salir para el Tolima.

Estábamos trabajando en la construcción de lo que sería el pueblo de Río Chiquito cuando llegó una orden, como a los ocho días, y me enviaron a Marquetalia para asistirá un curso político e ideológico, y a la vez un entrenamiento de orden cerrado, porque parece ser que por Marquetalia no habían te­ nido ni las primeras conversaciones de paz con las autorida­ des. Al llegar a Marquetalia, por ser éste el comando mayor, automáticamente quedamos al mando de Charro y Marulanda; mientras tanto Ciro quedó en Río Chiquito, en la cons­ trucción del pueblo. Cuando a mí me envían desde Río Chiquito a Marquetalia ya existía la programación de un curso de capacitación. Ya se manejaba en la parte ideológica y política el lenguaje revolu­ cionario y después de esa parte venía lo militar. Sobre todo instrucciones de orden cerrado y parte de orden abierto, que eso lo daba el camarada Marulanda.

Terminado el curso salimos en campaña con el camarada 101

Marulanda; nos tocó transitar mucho terreno de noche, para no dejarnos ver de la gente de la población civil, pese a que Marquetalia tenía ya influencia sobre mucha gente y en varios municipios como Gaitania, Natagaima, Coyaima y Ortega en el Tolima, y por otro lado en el Huila, influencia sobre Aipe, San Luis, La Julia y el Carmen, asimismo cerca de Palermo y Villa vieja. Sin embargo, como las condiciones se estaban ponien­ do difíciles y se necesitaba de mucho cuidado, a nosotros nos tocaba andar de noche. De todas maneras nos aproximamos a un objetivo que era muy rápido: sobre la carretera central que de Neiva conduce a Bogotá realizamos una emboscada abajo del puente del Baché; allí nos emboscamos y quien ca­ yó en la emboscada fue un equipo campeón de tiro del Ejér­ cito.

I

Era un equipo de diez hombres y en la emboscada caye­ ron nueve, sólo se salvó uno porque, muy rápido, tomó carre­ tera abajo y se fue, los otros cayeron allí y nosotros recupera­ mos los nueve fusiles, por cierto muy buenos; perdimos un hombre, que representaba para nosotros por varios hombres, allí perdimos al hermano del camarada Marulanda, un joven inteligente muy capaz, muy fraternal, muy audaz; allí lo mata­ ron, en esa emboscada; lo llamaban en ese momento Jarami­ llo; lo mataron en medio del compañero Gilberto López y mi persona, nosotros en medio del tiroteo no hicimos sino co­ rrerlo un poquito de donde quedó muerto-, yo fui a avisarle al camarada Marulanda, el camarada Marulanda no me enten­ día, porque yo no le decía directamente lo mataron, y él en­ tonces me decía, dígale a Jaramillo que coja adelante en van­ guardia, hasta que me tocó decirle, camarada pero Jaramillo está gravemente herido; cuando él ve a su hermano caído, or­ dena levantarlo y seguimos. Eso son unos llanos donde hay mucho ganado, y cuando nosotros nos aproximábamos a ese ganado ya sobrevolaba sobre nosotros una avioneta y se nos colocan dos situaciones o dos peligros, la avioneta y un toro cebú, que se nos colocó delante a no dejar pasar la gente, aunque una parte iba adelante; entonces llega Isaías y coge una carabina veintidós, le disparó al toro y lo sacó corriendo, pero la avioneta había hecho dejar a Jaramillo tirado en el ca­ mino; los que lo llevaban lo habían dejado, cuando yo llego ahí y lo veo, lo recojo, me lo echo al hombro y me voy con él;

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en ésas me alcanza el camarada Marulanda y dice, «pero us­ ted por qué va con él». Entonces le contesté, «porque lo ha­ bían dejado en el camino y yo no quiero que él se quede por ahí». Me pidió que dejara que otro lo llevara y me ordenó ir con otros tres a tomar el camino que viene del Baché, para que de la base militar del Baché no nos alcanzaran a atajar; yo llevé tres guerrilleros y nos fuimos a tomar el camino que vie­ ne de la base. De todas maneras yo abandoné el camino a las siete de la noche, y a esa hora busqué a los compañeros se­ gún las indicaciones que tenía; a eso de las nueve y media llegué a donde ellos estaban; al otro día le dimos sepultura al compañero y volvimos a coger rumbo hacia Marquetalia. El Ejército se había regado por esa zona y hubo varias pe­ leas por el camino real, que de la línea baja hacia la hacienda de la Florida, así mientras en Río Chiquito se construía ya un Pueblito, nosotros, bajo la dirección del camarada Marulanda, estábamos combatiendo al enemigo; se combatió desde el Baché hasta Florida; en esa zona por los lados de Gaitania es­ taba Isaías, quien también les salió al paso a los militares, y se combatió de punta a punta. Cuando eso ocurría, en otras zonas las guerrillas marchaban hacia la desmovilización y al­ gunos grupos marchaban a dedicarse al trabajo agrícola. Eso le ocurrió a la zona del Guayabero, donde había un impor­ tante movimiento agrario; también ocurrió con la mayoría de los grupos de liberales limpios, sólo que muchas veces sin entregar armas porque las autoridades no se las pedían, al contrario, cuando implantan la paz del Frente Nacional, con algunos de estos grupos el Gobierno hizo un compromiso, se­ leccionando a los más bandidos, los más antisociales y mato­ nes, como en el caso de Puñalada y Contrafuego y así por el estilo otros, y los fueron ubicando en ios pueblitos del Tolima, en grupos dizque de Policía; entonces a ellos les sumi­ nistraban las armas y las municiones y además les pagaban un sueldo. Una parte de ellos se volvieron ricos hacendados, conservando su actitud de matones, en este caso ya como la­ tifundistas al servicio del Gobierno, y así continuaron sus ac­ tividades criminales contra el campesinado y contra los co­ munistas.

Nosotros, ante estos sucesos, seguíamos combatiendo y por ahí se le crearon varias bajas al Ejército, porque ellos que­ rían atajarnos del todo, sin embargo llegamos a Marquetalia.

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Ya estábamos en los finales de 1957 y por todas partes se escuchaba que la totalidad de las guerrillas estaban firmando la paz y desmovilizándose; lo que hizo el Frente Nacional fue moverle la arena a todos los movimientos guerrilleros, inclu­ sive a los que dirigía el Partido Comunista. Es el caso de las guerrillas liberales del Tolima; Gerardo Loaiza-, Leopoldo García, el General Peligro-, Mariachi, todos estaban presentándose a esas conversaciones de paz; todos estaban participando de esos procesos, por eso digo que el Frente Nacional movió la arena de todos los movimientos guerrilleros; no obstante con nosotros sucedió algo diferente. Para entonces Charro ya había realizado las primeras conver­ saciones; allí había un político que lo llamábamos Arboleda, y que no sabía nada de instrucción militar, pero en cuestión de entrevistas con el Gobierno era muy bueno porque, eso sí, para exponer un tema y para hablar sabía muy bien; entonces se acordó que él presenciara con un grado de teniente todas las entrevistas; así se comenzó el asunto mientras en el país calaba profundamente el paso de la Junta Militar al nuevo Presidente, que se posesionaría en 1958, y que con él iba a comenzar el Frente Nacional.

Con nosotros hubo acuerdos de cese del fuego y acuer­ dos de no agresión; acuerdos como que las tropas del Go­ bierno se iban de esa región del sur del Tolima, de todas las bases y retenes que tenían en esa región. En realidad la reti­ rada de tropas la cumplieron, y algunas otras cosas, por ejem­ plo la posibilidad de salir la gente a los pueblos, la posibili­ dad de ponerse a trabajar. Esa propuesta la aceptaron entonces en el movimiento de Marquetalia, que era el mismo movimiento de Río Chiquito y la Símbula, porque dependíamos de una sola dirección. Rea­ lizamos una asamblea, una conferencia para estudiar la situa­ ción y oír la opinión de los guerrilleros al respecto; esa confe­ rencia llegó a la conclusión de que había que desmovilizar al movimiento armado, pero que no se iban a entregar armas. Acordamos también que se eliminaran todos los grados militares o que quedaran suspendidos; que la gente se ponía a trabajar y el que quisiera quedarse a trabajaren la región lo podía hacer y el que quisiera irse se podía ir para su lugar de origen; los bienes del movimiento, que estaban representa-

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dos en un ganado y otros animales, se distribuyeron a la gen­ te; la conferencia tomó como conclusión distribuir la tierra, porque en Marquetalia eran terrenos baldíos.

Desmovilización de la autodefensa campesina. Impulso del movimiento agrario en Marquetalia Había algún que otro terreno abierto y algún que otro tra­ bajo de los indígenas; la orden era que esa tierra se distribu­ yera. La conferencia acordó que se le respetaba a los indíge­ nas su derecho como resguardo indígena del río Atá hacia arriba, y del río Atá bajando hacia la derecha nos quedamos nosotros. Se puso la condición de que quien recibiera un pe­ dazo de terreno entregado por el movimiento y hubiera allí un trabajo de los indígenas, tenía que llegar a un arreglo con ellos y pagarle a como estuviera el peso de ese trabajo en moneda corriente y legal; se acordó recoger las armas y guar­ darlas, además de un encargado de ellas para su buen man­ tenimiento, responsabilidad que recayó en Chiquito o sea Isaías Pardo; se acordó nombrar la comisión que iba a distri­ buir la tierra, haciendo una pequeña reforma agraria, una au­ téntica reforma agraria, la primera de ese tipo en Colombia.

Para esa responsabilidad se nombró al antiguo tesorero de la organización, que era Guillermo, le decían el gocho Gui­ llermo, y con él unos cuatro más. Tenían autonomía o autori­ dad para empezar a entregar todo lo que había alrededor de Marquetalia, hasta San Miguel. Todo eso eran terrenos bal­ díos. O sea, que como eran terrenos baldíos tenían jurisdic­ ción respetando los trabajos que hubieran hecho los indíge­ nas, que había que pagarlos. No hubo preferencias en la dis­ tribución y menos conflictos, porque los compañeros que de­ cidieron quedarse fue voluntariamente. La gente inmedia­ tamente se fue ubicando donde ya habían visto un terreno, por ejemplo en la finca de Peña Rica se quedaron los Gonzá­ lez; la comisión lo que hacía era oficializar la entrega. En esta reforma agraria únicamente se entregaba y deline­ aba la tierra, porque no se podía ofrecer ningún otro tipo de garantía; la garantía la esperábamos de parte del Gobierno se­ gún las promesas que nos hacían. Así fue como acordamos que se conservaría nuestra forma de organización de masas, que era la que sustituía a la organización militar, y que por enton­ ces nos llamaríamos movimiento agrario. Otras conclusiones 105

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que se dieron, era que no olvidáramos la orientación política en las áreas de influencia del movimiento, que había que se­ guir buscando el contacto permanente a fin de no perder las masas que nos estaban apoyando. Quedó en claro en esa con­ ferencia el peligro que revestían los antiguos guerrilleros libe­ rales, y ante eso, había que mantener la guardia en alto, por­ que no podíamos pensar en qué iba a parar todo el proceso, pues se conocía que en los guerrilleros liberales limpios exis­ tía un sectarismo terrible y era posible que ese sectarismo fuera aprovechado por el Gobierno y el Frente Nacional. Con base en esas orientaciones nosotros nos desmovilizamos; en­ tonces la conferencia aprobó que se debía realizar una fiesta para la entrega de los bienes a los combatientes; se reunió el ganado, se reunieron todos los bienes y se realizó la fiesta de despedida, aquel 24 de diciembre de 1957. En la fiesta hubo mucha gente que lloró la despedida; gente que había venido por ejemplo de Antioquía, de Caldas, de la costa, muchas delegaciones campesinas del país que quisieron participar de esta fiesta en Marquetalia; fuimos acompañados por mucho campesino que subió, proveniente de distintas veredas aledañas a Gaitania, Sur de Atá y toda esa región-, fue una fiesta muy buena-, yo conservo recuerdos y memorizo partes de canciones populares que inventamos allí; por ejemplo... «El veinticuatro en Marquetalia, otra fiesta po­ pular, donde todos los campesinos, nos vienen a acompañar». Otro pedacito de canción... «Qué orgullo haber nacido en Mar­ quetalia, luchando por la tierra, la justicia y la libertad...».

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Bueno, se inventaron muchos versos y la gente cantaba con alegría y esperanza en este proceso organizativo del campesinado; jóvenes que oían la influencia que tenía el movimiento guerrillero en Marquetalia, y en todo el sur del Tolima, llegaban a pedir ingreso a nuestras filas; gente que quería en realidad convertirse en un integrante del movi­ miento campesino por el triunfo de Colombia, porque ha­ bían vivido y sobrevivido no sólo la dictadura de Rojas Pini11a, sino la dictadura del Partido Conservador, durante los años que gobernó Laureano Gómez, Ospina Pérez y Urdaneta¡ conocían cómo se había desarrollado desde el año 49 se­ mejante violencia en todo el país, entonces esos jóvenes lle­ gados de todos esos lugares, del Quindio, de Caldas, del Va­ lle, del Huila, en vista de que la fiesta era para despedirnos, les daba nostalgia esa despedida. Todo se repartió; con el 106

ganado se hizo lo siguiente: Grande o pequeña se distribuía una res para dos y se le ponía dos números, y asimismo se hicieron las boletas y se sorteó todo el ganado, por medio de una boleta como quien hace una rifa; al que le tocó una par­ te, entraba en negociación con la otra parte, y así se entrega­ ron ios bienes que habían sido conseguidos con el esfuerzo de todos. La gente que quiso irse se fue, los que quisieron quedarse se quedaron y los que quisieron tierra para traba­ jar, se les entregó la tierra para trabajar, se les deslindó; así fue como se abrió esa zona, se desmontó la selva para colo­ nizar más territorio y se puso a producir, así se inició o se continuó este proceso en Marquetalia. El Frente Nacional. De la dictadura militar a la dictadura bipartidista Es importante recalcar que todo se distribuyó con un sen­ tido socialista; todos sentimos que se reconocía el esfuerzo colectivo; hubo un acuerdo que consistía en dejar un lote grande de terreno, donde había unos potreros enrastrojados; allí dejábamos veinte novillas y dos toros, como propiedad del Partido, eso era para el Partido Comunista. Esta finca posteriormente se le entregó en avalúo a Isauro Yosa, para que trabajara cuando salió de la cárcel; la ayuda de los marquetalianos fue ésa, para él y para el Partido. Llegó un momento en Marquetalia en que no quedaron sino Gilberto López, Isaías Pardo, Tula, su hermano Luis Par­ do y Rogelio Díaz, que en compañía se habían organizado pa­ ra fundar una finca y estaban trabajando; Efraín el Patilludo, también estaba abriendo una finca; Abraham García, Luis Ló­ pez Coralito y su hermano también. Isauro Yosa estaba dedi­ cado al trabajo en la finca que le dejó el movimiento; Aldemar también haciendo otra finca, bueno, fueron pocas las per­ sonas que quedaron en el puro pueblito de Marquetalia; el resto se distribuyó hacia abajo, pero los que nos quedamos, lo hicimos con ánimo de trabajar y lo hicimos muy duro; aquí empezó otra etapa y fue una etapa dura, porque todo el mun­ do se dedicó al trabajo en sus tierras.

La cuestión organizativa y política prácticamente se aban­ donó por un tiempo; entonces el jefe, que era Charro Negro, iba cada dos, tres o cuatro meses; él tenía su mujer y su casa 107

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allá, pero permanecía fuera, por el Huila; en eso el Gobierno resultó dando dizque un dinero de rehabilitación pero ese di­ nero de rehabilitación a unos les sirvió para algo a otros no nos sirvió para nada, porque los que necesitamos para cons­ truir casa, no nos alcanzaba para construir casa, para comprar una finca, no nos alcanzaba, entonces al fin y al cabo para na­ da; a mí por ejemplo voy a decir que todo lo que me dio la rehabilitación fueron mil quinientos pesos-, con eso y lo que tenían, se ponía la gente a negociar; Charro por ejemplo, com­ praba ganado, lo ponía a engordar, lo revendía, compraba muías cerreras, las hacía amansar y las vendía; pero lo princi­ pal para él fue que compró una máquina de proyección de ci­ ne, y viajaba de pueblito en pueblito presentando películas, haciendo ese trabajo, pero propiamente la orientación políti­ ca se había dejado.

El camarada Marulanda se ubicó como inspector y jefe de trabajo en la carretera del Carmen a Gaitán; mantuvo allí una posición de dirigente, tomando influencia sobre un gran nú­ mero de trabajadores de la carretera y de gente de Neiva; ese trabajo que hizo con el tiempo nos iba a servir mucho, por la cantidad de contactos con la población; Gilberto López tam­ bién se dedicó al trabajo, especialmente a montar una finca en Marquetalia-, Alirio Saavedra montó una farmacia en el mu­ nicipio de Chapinero en el Huila y allí se mantuvo vendiendo medicinas; Isaías Pardo también estaba haciendo una finca en la zona-, yo también prácticamente me había dedicado al tra­ bajo de la tierra-, estoy hablando del año 58.

Mientras tanto en el Cauca, en Río Chiquito, todo se reor­ ganizó, y se hizo un gran trabajo de masas y los indígenas se pusieron a trabajar muy animadamente. Una vez establecido el pueblito, aparecieron nuevas tienditas con productos lle­ vados del Huila, principalmente de Neiva; se hicieron merca­ dos de café, de frijoles y de otros productos y se estableció como una especie de cadena de comercio.

Al poco tiempo todo empezó a cambiar. Comenzaron las presiones contra el movimiento agrario de Marquetalia; el ambiente que generaban los militares y los terratenientes contra nosotros comenzó a afectarnos, porque resulta que el Gobierno de Alberto Lleras Camargo empezó a aplicar la po­ lítica de llamar a los que habían sido guerrilleros liberales y les ofreció muchas cosas, hasta el punto que llegaron a hacer acuerdos que iban contra el movimiento revolucionario y 108

campesino; todos esos acuerdos iban contra Marquetalia,- fí­ jese que desde ese entonces la burguesía liberal ha sido co­ rrompida. Entre ellos mismos ya había divisiones y un sector liberal no estaba de acuerdo en cómo estaba repartido el po­ der ni con el tratamiento de algunos problemas, y surgían al­ gunas voces que criticaban el Frente Nacional; uno de esos grupos se llamó el MRL.17

Por otro lado estaba ya la ANAPO, un partido que había fundado el ex dictador Rojas Pinilla y que tenía algún respal­ do, porque alguna gente estaba todavía confundida, pues la burguesía liberal conservadora primero lo declaró como el salvador del país cuando recién dio el golpe, y después cuan­ do lo derriban del poder para montar el Frente Nacional, mu­ chos quedaron con la duda y algunos le apoyaban.18

37. El MRL (Movimiento Revolucionario Liberal) surge a propuesta de Alfonso López Michelsen. delfín liberal, hijo de López Pumarejo, quien había sido presidente de Colombia entre 1934 y 1938. López Michelsen alega que la alternación de poder es ilegal (sin mencionar su talante excluyeme). Esta breve división tiene que ver más con la clientela política que con el progra­ ma. aunque López, en un principio, respaldaba de palabra a la Revolución cubana y buscó algunos acuerdos de tipo electoral con el Partido Comunista Colombiano, inclusive convocando de manera conjunta con el PCC a una gran protesta en abril de 1961 en Bogotá, que condenaba la invasión gringa de Ba­ hía Cochinos en Cuba Más tarde, el MRL en sus contradicciones se dividiría en varias tendencias. De este movimiento se desprenden algunos cuadros políticos, que más tarde toman parte en la fundación de las guerrillas del ELN (Ejército de Liberación Nacional), tema que aborda más adelante Jaime Guaraca en su narración. (N. del A.) 38. Rojas era un militar salido de sectores sociales de clase media. Ade­ más de ello era de origen conservador y tenía algún ascendiente en la militanda de este partido, así como en sectores retrógrados de la Iglesia católi­ ca Esto le animó a lanzar una propuesta política de oposición llamada la Alianza Nacional Popular, ANAPO. En el año 62 este movimiento alcanzó una importante votación y el 19 de abril de 1970 pierde las elecciones presiden­ ciales en un descarado fraude del bipartidismo que monta como presidente a Misael Pastrana Borrero, padre del actual presidente Andrés Pastrana. Las propuestas de la ANAPO, más de carácter populista que de transformación social, debilitan al final este movimiento y su respaldo popular decae; no obstante, núcleos importantes de su dirigencia se desprenden de este mo­ vimiento y en la década de los setenta, formarán parte de la fundación del movimiento 19 de abril M-19, guerrilla que introdujo en su momento ele­ mentos nacionalistas y estrategias de carácter urbano en la lucha insurgente. Su propuesta inicial plantea el rompimiento del bipartidismo tradicional. (N. del A.)

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Nosotros estábamos trabajando la tierra, así como narro el asunto, todos dedicados al trabajo, y existen suficientes prue­ bas de que estábamos dedicados pacíficamente a lo nuestro Mientras tanto los terratenientes, el Gobierno y los militares, planeaban cómo eliminar al movimiento campesino, un mo­ vimiento democrático y pacífico; pensaban en eliminar a su dirección, a la antigua dirección guerrillera y a la gente que respaldó este trabajo de formación y consolidación del movi­ miento campesino. Entonces empezaron a preparar ciertas condiciones en la población de Gaitania, y allí comenzaron a formar un grupo de provocadores; ese grupo de provocadores tenía su misión concreta, pero primero voy a dar los nombres del grupo de provocadores: como dirigentes destacados para ese grupo estaba Camilo Inciso, Joaquín Sánchez y otros agazapados co­ mo Alberto Días, los Avilas; también se encontraban Alirio Salcedo, Arturo Salcedo, Luis Ángel Gallo, el Ronco Ivan, y otro poco de sinvergüenzas que los acolitaban, pero los pro­ motores eran ésos como jefes y entre ésos se mezclaban al­ gunos que un día habían estado al lado de nosotros, pero otro día estaban al lado de ellos, como por ejemplo los Cardona, de modo que entonces ese grupo se encargaba de estar en las cantinas a donde iban los campesinos a tomar unas cerve­ zas los fines de semana-, allí se hacían los provocadores para estar insultando, provocando y humillando; lo hacían ahí en el pueblo de Gaitania, buscando cualquier pretexto para montar peleas e intentar por esa vía eliminar a los comunistas.

Ya habían declarado públicamente ser enemigos acérri­ mos de los comunistas. Había domingos que se formaban tri­ fulcas en la calle, porque ellos con ganas de darnos y nosotros a no dejarnos; un día por ejemplo se lanzaron contra mí en plena calle. Varias personas vieron cómo me tiraron machete encima. Como yo no me dejé pegar, ya se estaban metiendo otros que los acompañaban; Gilberto que estaba por ahí, en­ tonces se metió a ayudarme y se pudo controlar la situación. Un domingo fue en toda la calle principal: Camilo Inciso, un provocador de la zona, salió con un revólver e hizo unos tiros al aire amedrentando a la gente; para esas situaciones no fun­ cionaba el inspector de Policía, no había nada en Gaitania que pusiera orden, a pesar que había un inspector nombrado por el Gobierno, pero no funcionaba; el inspector ignoraba 110

estos sucesos; de pronto apareció muerto un campesino de nombre Marco Bustamante, amigo nuestro, por cierto un buen campesino, trabajador, honrado; en sus límites había un te­ rreno de un rico, y todavía se sigue el rumor de que ese rico pagó para que lo mataran; apareció muerto ahí al pie de Gaitania, en una quebrada que se llama el afiladero; ahí mismo aprovecharon y dijeron los provocadores y los liberales lim­ pios en Planadas, que eran los comunistas los que estaban matando liberales, así ya, para el año 59 fue peor porque se fue agudizando la situación y aumentaron las provocaciones. El propósito principal de los planes contra Marquetalia era eliminar a los principales dirigentes. Había por ejemplo un plan directamente contra Charro Negro. Como era un gran organizador, para organizar cosas era muy especial. Charro a su vez era de la junta de Mejoras Públicas de Gaitania; re­ cuerdo que habían organizado un reinado para recolectar fon­ dos para esa junta, y ahí llegaron los provocadores. Se metie­ ron al baile. Luis Ángel Gallo tenía un caballo muy bueno y ca­ da nada salía a Gaitania en él a cualquier hora del día o de la noche. Los provocadores sabían que Charro Negro era un hombre para todo, lo mismo era montarse en un caballo en el galápago, en la montura o en el anca también, pero lo impor­ tante era estar dispuesto para todo; teniendo en cuenta eso, hicieron el primer plan para matar a Charro. Entonces trajeron el caballo de Luis Ángel a la escuela donde estaba la candídata que apoyaba Charro, con fines de brindarle el caballo yéndose uno de ellos en la montura, y montando a Charro al anca, con el propósito de tirarlo más adelante. Por fortuna eso les falló.

Luego idearon otro plan para matarlo. Sabían que si había una riña, con lo que fuera, a puños o a peinilla, Charro siem­ pre iba y se metía por medio a separar a los que peliaban, a impedir que peliaran, porque así era Charro. Entonces hicie­ ron un plan que consistía en que uno de los Cardonas, en pleno baile, sacara peinilla para tirarse con uno que apoda­ ban Cabezón. Bueno, llegó la fiesta y ahí estaban todos los provocadores; se pusieron a tomar y Charro no llegó hasta que ellos ya estaban bien tomados. Cuando Antonio Cardona sacó la peinilla y fue a iniciar el plan, que era tirarle al Cabe­ zón, el Cabezón comenzó a defenderse; en ésas el hermano de Antonio, Juan Cardona, vio que se tiraban peinilla y tal vez no sabía que era un plan, y entonces sin mediar palabra in-

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tervino y le pegó unos machetazos al otro en la cabeza. Ca­ bezón, al verse herido, sacó un revólver y le pegó un tiro a ca­ da uno de los hermanos Cardona. Luego se supo toda la his­ toria, por qué Charro no se había metido en la pelea: unas muchachas sospecharon lo que se tramaba y no le dejaron meterse. Los intentos para eliminar a los dirigentes de Marquetalia fueron muchos. Otro caso de provocadores es uno que suce­ dió con la muerte de un comerciante de Gaitania, un hombre trabajador que por razones, según dicen pasionales, un día, se puso a tomar, y después de borracho echó una botella de aguardiente en el morral y se fue al puente de Gaitania, has­ ta que ya más borracho, se tiró al río. El cuerpo del hombre lo encontraron río abajo, por allá cerca a sur de Atá; el cuerpo no tenía sino los golpes que recibió contra las piedras. Ahí mis­ mo los provocadores para tratar de echarnos la gente encima dijeron que habían sido los comunistas. Charro y Marulanda eran de los dirigentes más visibles y reconocibles por su labor en favor del movimiento. Pero la di­ ferencia estaba en que el camarada Marulanda casi nunca es­ taba en bailes-, era un hombre muy alegre pero muy serio. Por ejemplo, no se metía a una cantina. Además no dormía en un sitio sólo-, compró una casa ahí en Gaitania, pero se movía mucho entre sus amistades-, él ha sido siempre un hombre muy disciplinado.

En ese período de Gobierno de Alberto Lleras Camargo, primer presidente del Frente Nacional, a nosotros nos afecta­ ba fundamentalmente la persecución de los liberales limpios; ésa era una estrategia de ese Gobierno en el 59, justo cuando nos habíamos dedicado al trabajo; yo en esa época no era de la dirección y no conocía los planes de la dirección. Conocía de las actividades ya sobre la marcha. Recuerdo que un do­ mingo por la tarde se convocó a una conferencia en la plaza de Gaitania que iba a dictar Charro, y recuerdo que preguntó a los asistentes que si querían desayunar con un comunista o hablar con comunistas, pues que ahí estaban los comunistas-. «Yo personalmente, milito en el Partido Comunista Colom­ biano, y yo, como todos los compañeros, trabajamos por la paz y el progreso de esta región». Pero los provocadores si­ guieron la tarea de intimidar a los compañeros; una tarde sa-

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carón a puro plan a varios compañeros, entre ésos unos sas­ tres que eran compañeros nuestros. También le dieron ma­ chete a Pedro, un médico de ¡a región y compañero nuestro. Otro día le dieron plan a Parménides Cuenca, a Montegranario Cuenca y le pegaron a un compañero, Ezequiel Gallo,- a otro de nombre Pablo Suaza lo corrieron del pueblo. Un día entré a Gaitania como a las dos de la tarde, me di­ jeron a la entrada del pueblo que no entrara porque había peligro. No hice caso y fui a la casa donde me quedaba,- de­ sensillé el caballo y lo puse a comer caña, cuando llegó uno que se llamaba Arturo Salcedo, preguntando por mí; yo les di­ je a los de la casa que no tenía por qué esconderme; enton­ ces salí y cuando nos vimos, me dijo que fuéramos a tomar una cerveza. Le dije que no; él insistía a que fuéramos y co­ mo yo sospechaba que era una trampa, no acepté y menos a mitad de semana, que eso no se justificaba. Se marchó ofus­ cado y me salí al Jordán a buscar los compañeros que vivían por allí. Les conté y discutimos el problema; la propuesta que les hice era venirnos para Gaitania enseguida y no aceptar que nos sacaran de allí sin decir nada. La propuesta era pa­ trullar a Gaitania por la noche en grupos de tres, para comen­ zar a poner orden y enfrentar a los provocadores.

Esa misma noche, como a las nueve, recorrimos las canti­ nas y comenzamos a prohibir a los cantineros vender trago después de esa hora. Días antes recuerdo que nos habíamos encontrado Ezequiel Gallo, Pablo Suaza y yo y les había pro­ puesto de que organizáramos otra célula de Partido. Pensá­ bamos en revivir las autodefensas y ellos estaban de acuer­ do. Acordamos que cuando Isauro Yosa bajara a hacer merca­ do el siguiente sábado, ese día por la noche iríamos a hablar con él del tema. Cuando lo vimos y se lo planteamos aceptó. Convocamos una reunión en la población del Jordán, y en esa primera reunión reestructuramos una célula de Partido en Gaitania.

¿Que significó para los inarquetalianos el triunfo de la Revolución Cubana? Ese acontecimiento se dio comenzando el año 1959. Por estos días la gran mayoría del movimiento guerrillero en Co­ lombia se había desmovilizado; era el siguiente año de apo­ geo del Frente Nacional. Por tal motivo lo que se conocía por

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noticias, por la radio, por la prensa, era muy poco; quizá quie­ nes más informaron fueron los comunistas. Para nosotros fue un hecho muy importante y de gran significación el hecho de que en Cuba hubiera triunfado una revolución, y esto nos lle­ nó de admiración por este pueblo tan pequeño en tamaño geográfico y con tan grande triunfo y en esas condiciones. Puesto que ése era nuestro anhelo, el triunfo revolucionario, eso nos animó y nos hizo soñar. Pero claro, eso se da en otras condiciones y en una forma tan distinta por lo geográfico, pe­ ro para nosotros era un paso muy adelante, un paso muy po­ sitivo en la liberación e independencia de los pueblos de América Latina; ése para nosotros era el comienzo de una lu­ cha por una verdadera independencia de los pueblos de América Latina?’

Nosotros continuamos nuestro proceso de organización. En él surgían todo tipo de problemas y también cuestiones personales; una fue la traída de un ganado de por allá del Cau­ ca para Marquetalia; lo había traído Isaías con otros compañe­ ros; hubo gente que reclamó ese ganado y entonces había que devolverlo; en primera instancia Isaías se opuso, entonces se le explicaron las consecuencias. No obstante Isaías explicaba que el Gobierno no había cumplido con las promesas; que por eso habían decomisado ese ganado a un terrateniente del Cauca llamado Manuel Gutiérrez. Los provocadores aprove­ charon que se supo ese suceso para empezar a decir que los comunistas estaban dedicados a robar, y claro, ésa sí era una campaña muy fea y muy negativa para nosotros. Por eso todos estábamos de acuerdo de devolverlo y estábamos conven­ ciendo a Isaías.

Isaías aceptó entregar el ganado y este ganado se le en­ tregó a Manuel Gutiérrez ahí en Gaitania, excepto unas vacas que se murieron en la travesía por el páramo. Isaías era un

39. El primero de enero de 1959 triunfa la Revolución Cubana. Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos y un numeroso grupo de guerrilleros ha­ cen su entrada triunfal en la Habana, derrocando la dictadura de Fulgencio Ba­ tista. Cuba se declara como el primer Estado Socialista de América, desatando la ira del imperialismo norteamericano y la preocupación de las oligarquías latino­ americanas, que ven en la revolución un mal ejemplo a raíz de la explosión de simpatías que genera este hecho social y político en el continente, especialmen­ te en los sectores campesinos que luchan por la tierra. (N. del A.)

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hombre muy comprensivo; no voy a hablar mucho de él en es­ te momento, pero hay que decir que era un hombre muy va­ liente y revolucionario y un gran amigo y compañero. Se trajo ese ganado por las necesidades que había y por los incum­ plimientos del Gobierno y con la ilusión de beneficiar al mo­ vimiento campesino. Cuando cogió un lote de tierra en Mar­ quetalia, fundó allí una muy bonita finca. Usted no se imagi­ na cómo era Isaías Pardo derribando selva, colonizando nue­ vas tierras para sembrar maíz, ése era un hombre de aspira­ ciones y sobre todo de mucho trabajo y honesto.

Con esa clase de problemas nos coge el año 60; el día 10 de enero de 1960, un domingo, teníamos que reunirnos para tratar varias cosas que estaban pendientes, entre ésas lo del famoso ganado. Pero el mismo Charro nos dijo, «no, hoy es domingo, dejemos y nos reunimos mañana lunes». Ese lunes era 11 de enero; como yo vivía a hora y media de ahí de Gaitania, en una finquita que tenía por esos lados, entonces fui el domingo por la tarde, pensando en madrugar de allá para estar temprano en Gaitania; yo tenía cuando eso una muía y un caballo y cualquiera de los dos me servía para venir a Gai­ tania. Ese día me paré a las cinco de la mañana para alistar los animales, pero desafortunadamente sólo a las seis de la ma­ ñana terminé de ensillar la muía luego de haberla cogido, pues se habían salido del potrero. Ahí mismo salí rumbo pa­ ra Gaitania. Cuando salgo al camino real que de Gaitania va para Marquetalia, por el camino del puerto vi al campesino Antonio Cangrejo, dueño de una de las fincas de por allí, que me sale al camino a preguntarme para dónde iba; cuando le digo, me dice. «¿Cómo se va a meter para allá, es que usted no sabe lo que pasó?». Como yo no sabía nada desde el día anterior, le dije que no, y entonces me dice, «como le parece que mataron a Charro». Mi sorpresa fue muy grande. Luego me dijo que hacía po­ co había pasado uno de los muchachos avisando la noticia ha­ cia Marquetalia; cuando le pregunté por el resto de la gente me dijo que no se sabía nada y que tampoco habían pasado por allí. El campesino me advirtió que no bajara, pero yo le expliqué que era mi deber ir hasta allá; le dije que por ahí es­ taba el camarada Marulanda y los demás compañeros, y mi deber era estar con ellos.

Cogí el camino hacia el pueblo y al llegar al pueblito del

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Jordán me encontré al camarada Marulanda que ya estaba ahí. Para mí al principio íue mucha la tristeza con la noticia del ase­ sinato de Charro, pero encontrar bien al camarada Marulanda, fue mucha alegría. Nos sentamos a conversar la vaina, cuando al rato llegó Rogelio, más tarde salió Lister que estaba en el pueblo, después salió Abanico, todos fueron saliendo a Gaitania por rutas diferentes. Luego acordamos una reunión urgen­ te para ver qué se iba a hacer, «porque hay que salirle al paso a estas cosas», dijo el camarada Marulanda. Y la propuesta fue concreta: Primero poner en conocimiento de las autoridades departamentales y nacionales el hecho, denunciándolo como una provocación y un intento de dañar al movimiento campe­ sino que trabajaba pacíficamente. El camarada Marulanda de todas maneras nos advirtió: «Estén seguros que esta zona se la va a tomar el Ejército, con este pretexto montado por ellos mismos: ésa va a ser la respuesta de las autoridades a nuestra queja»; y era verdad, todo lo tenían calculado.

El asesinato de Jacobo Prias Alape, Charro Negro

Los mariachistas llegaron amaneciendo a Gaitania y se distribuyeron en la plaza y en las calles principales; entre ellos iban un tal Pérez, Contrafuego, Puñalada y otro poco de criminales y matones comprobados. Eran como unos veinte, vestidos todos con uniforme verde de la Policía Nacional. Charro Negro, que vivía en un cuarto que le había alquilado Francisco Zuluaga, un comerciante de Gaitania muy amigo de él, no se había ni levantado; la puerta del cuarto era justa­ mente frente a la plaza. Ahí le llegaron los mariachistas; cuan­ do sale, se da cuenta de la cosa y ya lo estaban llamando. Sin saludarlo ya le estaban preguntando que por qué los comu­ nistas estaban matando liberales. Y que por qué los comu­ nistas estaban robando ganado; que qué era lo que pensaban los comunistas. Charro comenzó a explicar que nada teníamos que ver en esas muertes. «Al contrario, estamos contribuyen­ do con el inspector en esas investigaciones; hay rumores muy extraños por ahí y contradictorios, por eso nosotros somos los más interesados en que se aclaren esos casos en beneficio de la paz, que es lo que más nos interesa». Aunque ellos lo sa­ bían, Charro explicó que también había otros casos que han sido comprobados como accidentes; estaba el caso del co­ merciante ahogado. «El asunto del ganado ya está resuelto; 116

estamos investigando para dar respuesta y solución a todos los problemas y asuntos negativos». Todo eso les explicó. Luego de esa discusión, Charro salió para donde Canducha, una viejita de nombre Candelaria que tenía un pequeño res­ taurante y que era donde él comía. Canducha fue para mí en esa época como una segunda mamá, porque me ayudó mu­ chísimo desde que estuvo refugiada en Marquetalia y luego con la pacificación se bajó a Gaitania, por eso vivía allí. Bue­ no, Charro llegó donde ella a tomar café. Ahí en ese momen­ to estaba Listen cuando lo vieron molesto por la discusión con los mariachistas, Canducha y Lister le dijeron que no sa­ liera más a la calle. Le insistieron y también otra gente que estaba allí, que no saliera, que se quedara allí. Charro lo úni­ co que dijo fue que él no se iba a ocultar, que primero él te­ nía que dar respuesta a lo que preguntaban y en segundo que no tenía miedo, porque no tenemos nada que ocultar. «Mire que no es por miedo, es que no le conviene que salga», le dijo nuevamente Candelaria.

De todas formas salió y al llegar a la esquina de la plaza, donde está Telecom, voltiando hacia la farmacia de Joaquín Sánchez, los mismos que antes habían discutido con él y que supuestamente ya tenían todo claro, Pérez, Puñalada, Contra­ fuego y otros, estaban en el mismo lugar, y de ahí le dispara­ ron por la espalda. Le pegaron tres tiros. Charro cayó frente a la farmacia de Joaquín Sánchez muerto. Con los primeros tiros salió Anatanael Vera, que había sido de la autodefensa de Gaitania y apenas lo vieron que salió a la plaza por los lados de Telecom, ahí le tiraron y también lo mataron. Misael Cal­ derón, otro campesino, también corrió para allá y desde ahí, de los lados de la casa de los López, salió a mirar, pero des­ de otro lado, que él no alcanzó a darse cuenta, le dispararon y lo hirieron gravemente de muerte cayendo más adelante frente a la casa de Manuel Moreno. Ésos fueron los muertos que produjo la entrada de los liberales mariachistas a Gaita­ nia aquel I I de enero de 1960. Su plan era asesinara Charro Negro, y lo consiguieron.

Los mariachistas perseguían comunistas, pero fíjese que resultaron además siendo comunistas las propiedades, hasta las gallinas, porque todo se lo robaron, hasta máquinas de co­ ser, todo lo que más pudieron robar, todo se lo llevaron. Se llevaron los caballos y otros animales. Hubo un gran saqueo por parte de esa gente; era la más grande provocación. I 17

Luego de la matanza que nos hicieron los liberales maria­ chistas empezaron a llegar decenas de campesinos de otros lados, todos con la intención de quedarse con lo que les pro­ metían los jefes mariachistas; los gamonales de la región que­ rían repoblar la zona a su antojo; esos campesinos traídos de otras partes venían con la ambición de robar. Eso no sucedía solamente en Gaitania, también pasaba en la región del Hueco, ahí frente a Planadas; sitios donde ha­ bía trabajo del movimiento campesino y donde Joselo tenía su finca. Allí había una buena militancia del Partido Comunis­ ta. Allí también robaron y asesinaron-, entre otros mataron a un compañero que era un artista, un hombre bueno y pacífi­ co, al que decíamos cariñosamente Cancionero y se llamaba Luvín Perdomo-, las tropas militares de Gaitania lo encontra­ ron una vez en la calle y, sin más, le pegaron un tiro que le da­ ñó la pierna derecha; sufrió mucho para recuperarse, pero al fin pudo recuperarse y andar en muletas, pero cantando y componiendo canciones-, era un músico natural. A ese mucha­ cho, lo asesinaron después los liberales limpios.40

A las once del día siguiente de la muerte de Charro, llegó Isaías Pardo a reforzar la resistencia contra los mariachistas con la gente que tenía en Marquetalia. Ya con esos refuerzos la cosa se puso dura para los limpios. Cuando el camarada Marulanda regresa, luego de reunirse con las autoridades de-

40. «Pese al carácter pacífico de estos movimientos, los asesinatos de dirigentes agrarios empezaron a sucederse uno tras otro. El 9 de enero de 1960, un cabo de la Policía siega la vida del ex guerrillero Silvestre Bermúdez, Mediavida. Posteriormente cae asesinado el ex guerrillero Hermógenes Vargas, Vencedor, el 11 de enero es ultimado en Gaitania, el gran Comandante de las guerrillas revolucionarias, Jacobo Prias Alape, Charro Negro, muerte atribuida a José María Oviedo, Mariachi, un guerrillero liberal amnistiado, puesto al ser­ vicio de los intereses latifundistas. A partir de ese momento se intensificaron los hostigamientos contra la población campesina por parte de grupos armados irregulares, promovidos por el Ejército y guiados por antiguos guerrilleros liberales. Esta situación condujo al incremento de la violencia en esta región y a la adopción por par­ te de los campesinos de medidas de seguridad y defensa militar, de tal mo­ do que en los años siguientes se presentaron algunos enfrentamientos ar­ mados en las poblaciones de Gaitania y Planadas». «Las FARC-EP: 30 años de lucha por la Paz, Democracia y Soberanía», en Resistencia, suplemento infor­ mativo de la Comisión Internacional, sin fecha, p. 3.

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nunciando estos hechos, entonces nos manda llamar y nos in­ forma que había puesto en conocimiento los hechos de Gaitania al batallón Tenerife, a la gobernación del Huila y tam­ bién en Ibagué a la sexta brigada. Que todos le habían dado la misma respuesta, el único que puede entrar a mediar en esa situación es el Ejército. En consecuencia venía el Ejército para la zona. El Ejército pidió un guía del Carmen para entrar las tropas hasta Gaitania. Nosotros, pensando que en verdad iban a ayudar, les prestamos la colaboración que pidieron, entonces ese guía fue el camarada Joselo. Cuando el Ejército marchaba a Gaitania por el camino del Carmen, la Línea, Florida, y el Alto del indio, los mariachistas se movían de Gaitania; parecía que todo estaba coordinado para no encontrarse; ya su misión de provocadores había si­ do cumplida y, de paso, habían justificado el ingreso directo de las tropas del Gobierno para controlar la región. El Coro­ nel Charry, que comandaba el batallón Tenerife, volaba en su helicóptero desde donde iban marchando las tropas hasta Gaitania, a hablar con Mariachi, y volvía donde estaban las tropas; si las tropas avanzaban para Gaitania, entonces los li­ berales limpios se iban para Planadas; eludían unos y otros el enfrentamiento concertadamente; nosotros confirmamos que eran la misma fuerza. Así entraron las tropas a Gaitania.

Ya con las tropas del Gobierno en Gaitania, permaneci­ mos ahí pero sin las armas. En una casa del Jordán, dejamos escondidas las armas y nos fuimos a Gaitania como por curio­ sidad. Al otro día de estar el Ejército en Gaitania, Francisco Zuluaga tuvo una discusión con el coronel Charry en la plaza principal, a un lado de las cenizas de todo lo que tenía Cha­ rro y que lo habían quemado los mariachistas después de asesinarlo. Pacho Zuluaga le discutía al coronel y le decía: «Éstas son las injusticias que no se pueden perdonar; un hombre que le trajo progreso a la región, como era Charro y vea lo que le hicieron; un hombre que pertenece a la Junta de Mejoras Públicas y que desde allí ha luchado por el bienestar de ¡a región, y por el sectarismo asesinarlo, cometer seme­ jante injusticia». Eso le decía Zuluaga al coronel. El militar sólo comentaba su presencia como mediador, pero no habla­ ba de apresar a los bandidos.

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Nosotros comenzamos a hacer unas reuniones en las ve­ redas aledañas a Gaitania, donde el camarada Marulanda era el que le explicaba a la gente la nueva situación y las pers­ pectivas. Se hacían reuniones en el Jordán, en Nazareno, en la zona de la Quebrada antecitos de entrar a Gaitania. En una de esas reuniones en casa de Misael Calderón, luego de que sa­ limos, pasamos cerca del cuartel y entonces nos salió el Ma­ yor Torres y nos dijo que ellos querían hablar con nosotros Esperamos un rato y entonces salió el Coronel Charry y dijo: «Manuel, quiero hablar con usted unas cosas; tengo conoci­ miento de un tipo de reuniones que ustedes están haciendo con la gente-, queremos que ustedes desistan de esas reunio­ nes-, ahora somos nosotros los que coordinamos las cosas aquí». El camarada Marulanda le contestó que esas reuniones se hacían porque la gente estaba pidiendo explicaciones por la muerte de Charro y las razones de por qué el Ejército no perseguía a los asesinos y por qué no estaban presos, «ade­ más la gente se pregunta qué ocurre y qué es lo que va a ocu­ rrir, así que estas reuniones son a petición de la gente mis­ ma». El coronel amenazó al camarada Marulanda con privarlo de la libertad si insistía en esas reuniones

Después de ese encuentro hicimos otras reuniones, pero diciéndole a la gente lo que pasaba y los nuevos riesgos. Además, la gente había visto que los mariachistas venían a Gaitania y tomaban trago en las cantinas y que el Ejército lo sabía. El Ejército los veía armados y era como si no viera na­ da. Ahí comenzaba la amenaza contra nosotros. El camarada Marulanda un día me dijo: «No vuelvo a entrar a Gaitania en esas condiciones». Y no volvió. Nos fuimos bajando por el Jor­ dán y de ahí para el Puerto; luego de esa charla, fue el último día que estuvimos en Gaitania. El Ejército de Gaitania sigue hacia Planadas y se estable­ ce allá. Meses después la amistad entre Mariachi y el Ejérci­ to se afecta a raíz de un suceso: un día en el aeropuerto, en la única pista que había y también el único vuelo que llegaba, esperan al gerente local de la Caja Agraria, no recuerdo el nombre ahora, pero era un hombre prestigioso y servidor de la comunidad, que llevaba un dinero para la caja agraria; los bandidos de Mariachi lo matan y se roban el maletín del di­ nero. Ese hecho desencadenó entre ellos una ola de muertes, por la repartición de esa plata, por robarse entre ellos mis120

mos. El Ejército intervino y lo que recuperó fue muy poco; esa situación puso ya mucha evidencia y entredicho entre los mariachistas y el Ejército; aunque el Ejército no operó, por lo menos sí aumentó el desprestigio, hasta verse obligado a vin­ cular de manera definitiva este grupo al Ejército, para poder controlarlos. Bueno separaron a algunos y también esto sepa­ ró un poco a los campesinos, pues confundía mucho el que al­ gunos campesinos se llamaran mariachistas y se movieran por zonas de trabajo y organización popular del movimiento cam­ pesino, en unidad con el Ejército. Algunos hampones, muy pocos, quedaron por fuera de esa alianza con el Ejército; la gran mayoría que se quedaron por fuera de la alianza con el Ejército fueron campesinos con ganas de trabajar y establecer una familia y muchos de ellos ya propietarios de alguna tierrita. Pero el bandido, el propio bandolero, fue el que se alió al Ejército colombiano y con ellos conformaron los primeros grupos contraguerrilleros con sueldo del Gobierno. Comenzaba a caminar muy lento, pero en firme, una gran amenaza contra la propia Marquetalia.

Se comenzaron a restringir las salidas del movimiento campesino hacia Gaitania, especialmente de los varones; ha­ bía que mandar las mujeres y con muchos riesgos comprar las cosas allí del mercado. Se fue complicando la situación.

Contra Marquetalia se siguen tejiendo acusaciones, al punto que ese mismo año el Mayor Torres, aprovechando que Lister estaba saliendo a Gaitania, donde vendía queso y otros productos y donde compraba su mercado, le solicita a Lister que le colabore al Ejército, y Lister le dice que le explique en qué le puede colaborar; entonces el Mayor comienza por re­ comendarle que diga a los muchachos de Marquetalia que se presenten al Ejército con el ánimo de pagar servicio. Lister le pregunta que si ha pensado en algunos y es cuando el Mayor le pasa una lista donde estábamos Isaías Pardo, Luis Pardo, Jaime Guaraca, Darío Lozano, Joselo, Rogelio Díaz y creo que Germán Romero que le decíamos Palas. Lister entonces sube y en una reunión nos informa la intención del Ejército y lo que se estaba tramando contra nosotros. En esa reunión acorda­ mos que nadie que tenga mando se puede acercara Gaitania. Ésa era una nueva restricción que nos imponía el Ejército.

Entonces decidimos hacer una salida para el Huila, des-

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pués de una reunión de la dirección y de una asamblea que realizamos en Peña Rica, en casa de los González, con toda la gente de la región. La conclusión era que el Ejército en Gaitania pensaba reprimirnos. La prueba estaba en que los asal­ tantes y matones de la zona que se dedicaban al robo y que nos habían humillado en ocasiones, andaban por ahí muy contentos con el Ejército.

Eso lo discutimos en una asamblea con toda la gente, pues allí iban hasta los niños a esas reuniones generales y las decisiones eran todas colectivas. Entre las cosas que se ad­ vertían, estaba la zozobra por las noticias que subían de Gaitania de que los limpios iban a tomar Marquetalia. Acorda­ mos comenzar a prepararnos y estar organizados para enfren­ tarlos. Cada nada llegaban los comentarios de que iba un gran número de mariachistas hacia donde estábamos nosotros, in­ clusive por el Cauca. Nos llegaron a decir que los limpios iban a tomar Marquetalia, bajando el Cauca por el río Yarumales. Otras veces que por la Herrera, que ya venían metiéndose por allá. Era una especie de propaganda sicológica contra no­ sotros, con la intención de desesperarnos o aburrirnos; noso­ tros no le poníamos mucho cuidado a eso, pero tampoco nos descuidábamos. Estábamos trabajando pacíficamente y sin embargo no nos dejaban tranquilos. Nuestros productos agrí­ colas y la madera, ya no podíamos salir a venderlos; todo era hostilidad y provocaciones. Ahora que recuerdo, se organizó entonces un curso en Marquetalia con la gente, un curso político y de nuevo algo de instrucción militar para comenzar a revivir la experiencia de la autodefensa. Vinieron dos hombres de la ciudad; uno de ellos se le conocía con el nombre de Carlos Ruiz, luego se le conoció como Arturo Alape. Él dictó un curso político en Mar­ quetalia en esa época y luego se marcharon nuevamente Después nosotros hicimos otros cursos con algo de instruc­ ción militar en forma muy sencilla. Estábamos pensando en poner a funcionar la autodefensa, teniendo en cuenta que la posibilidad de que los Limpios tomaran Marquetalia, podía ser realidad; se hacían prácticas nocturnas, eran especie de maniobras con la gente. Todo esto sucedió en 1960. Después la dirección aprobaría organizar el grupo de autodefensa re­ gular. Para eso la dirección pensó en preparar un grupo de jó­ venes, dotarlos de armas y pagarles una bonificación de cin-

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co pesos mensuales para que vigilaran. El camarada Marulanda se ocupó de eso.

La autodefensa regular Comenzamos a montar una guardia bien organizada, por­ que en verdad podían tomarnos por sorpresa; ésa es la idea de la autodefensa regular Esta autodefensa se crea con la mi­ sión de estar patrullando entre dos y tres o cuatro compañe­ ros, previendo cualquier peligro. A la gente se le advirtió que donde llegaran los compañeros se les debía suministrar co­ mida y posada para que pasaran la noche, porque estaban dedicados a la vigilancia; de modo que así se creó la autode­ fensa regular, con esa misión específica; para permitirnos tra­ bajar de una manera más tranquila Al terminar 1960 teníamos lista la autodefensa. La lista de compañeros que integraron esa autodefensa regular fueron Miguel Pascuas, Rigoberto Losada conocido como Joselo, Jaime Bustos, Federico Aldana, Esaí Esquivel, Alonso Esquive!, Is­ rael Valderrama, Antonio Garzón, Pedro Ipús, Abel Vanegas, uno que le decíamos Tarzán, José Bedoya, Luis González, Al­ fredo Tolima, Germán Pasos lentos, Alfredo Ovejo, Eliver Pa­ rra, Eliécer Charry, Vidal Charry, Ismael Sánchez, Domingo Ri­ vera que también le decíamos Perrusco y Alfio Rojas. Varios desertaron cuando vieron lo difícil de esa tarea; algunos lo hi­ cieron y al final terminaron trabajando para los enemigos del movimiento campesino; entre éstos hay que mencionar a Raúl Garabato y Reinaldo Avilés. Otros desertores fueron Ras­ guño y Abraham Bejuco.

Hoy en las FARC, de aquel grupo histórico de jóvenes que hicieron parte de la autodefensa regular, y que en este momento continúan, están el camarada Miguel Pascuas, ac­ tual comandante del Sexto Frente, y el camarada Jaime Bus­ tos.

(V) En ese momento estábamos muy amenazados: por un la­ do los liberales limpios decían por ahí que se iban a meter a la región y que nos iban a matar; por otro lado le temíamos al Ejército, del que no sabíamos con claridad en ese momento

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qué iba a hacer. Nos habíamos quedado sin Charro Negro y reducidos en nuestra región, sin poder siquiera salir a vender los productos que teníamos en las fincas o para comprar en los mercados. Teníamos el temor de que esa situación nos co­

giera así, casi desarmados, entonces comenzamos a pensar en la compra de armas, pero con el agravante de no tener pla­ ta y tampoco quién nos las vendiera en ese momento. Orga­ nizamos salidas en busca de armas, y fue cuando se atacó a una patrulla entre el Carmen y el Alto. Esa acción nos dio seis fusiles, que le quitamos al Ejército peliando, y volvimos a Marquetalia.

Alirio Salcedo y Efraín Valencia, casos de paramilitarismo contra Marquetalia En Gaitania, sobre todo el Mayor Torres y el Coronel Charry, estaban organizando un grupo paramilitar. Le dieron el mando de ese grupo a Alirio Salcedo y le dieron el segundo mando a Efraín Valencia. Nosotros ya sabíamos que el Ejérci­ to en más de una ocasión le había prestado soldados a Alirio Salcedo para que incursionara en nuestra región, y a nosotros nos mentían diciendo que el Ejército hacía de mediador en la zona. El propósito de esos grupos era incursionar a robar y a emboscarse en los caminos para matar y crear zozobra entre la población campesina influenciada por los comunistas y de

paso, con los enfrentamientos que se presentaran, utilizar eso como pretexto para meter al Ejército en la zona como habían hecho en Gaitania.

Ya eran muchas las provocaciones que habían llevado a cabo. Mucho antes, por ejemplo, habían matado unos indíge­ nas en San Miguel. Alirio Salcedo y su gente cazaban adentro del río San Miguel y una mañana pasó un grupo de indígenas que iba con sus perros de caza. Aprovecharon para emboscar a los indígenas-, mataron a dos e hirieron a otros. Como sucedió con las mujeres que tenían que salir a mer­ car, unas a Palma Brava, otras a Juntas, y así a otras regiones; algunas no alcanzaban a llegar allá a Marquetalia y se tenían que quedar. Un día unas compañeras se habían quedado un domingo por la tarde en la casa de Lozano-, ya llevaban la pro­ visión para sus casas. Pues el lunes amaneció Alirio Salcedo distribuido en dos grupos ahí, uno en el alto del cementerio

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arriba de la casa de Lozano y el otro casi al frente. Los que es­ taban frente a la casa lanzaron unas granadas y los de atrás, que venían por el lado del cementerio, lanzaron un ataque y se tomaron la casa. Los liberales limpios le prendieron fuego a la casa y se robaron los mercados.

Había muchos, pero muchos, testigos de que Alirio Salce­ do entraba con sus hombres al cuartel del Ejército; bueno pues teníamos razones para haber tomado una decisión. En una asamblea que habíamos tenido días antes en cercanías de Peña Rica, una asamblea muy amplia, el camarada Marulanda dijo que ése era un peligro que teníamos y no sabía­ mos cuántos íbamos a morir en manos de Alirio Salcedo, cuántas casas más íbamos a perder quemadas por este ban­ dido, cuántos animales más nos iban a robar, entonces que todo el mundo opinara sobre qué hacer. Todos estuvieron de acuerdo, y el camarada Marulanda también, de que debíamos movilizarnos, y si algún día más volvía a aparecer, todos nos pusiéramos a la defensiva y actuar como fuera necesario, y perseguirlo hasta donde fuese necesario, para quitarnos ese mal. Pues bien, ese día, el del ataque a las mujeres, Alcio Ro-

Autodefensa Regular. La resistencia campesina retoma las armas, de izquierda a dere­ cha; Fafrían, Panquemao, Pedro Ipús, Tunan y Cartucho, portando las primeras armas re­ cuperadas del E/ército. Fotografía tomada en el Tolima en 1961.

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jas, un campesino, nos avisó corriendo. Por donde primero pasó fue por donde yo vivía-, esa noche se habían quedado a dormir en mi ranchito Isaías Pardo y Agustín Cifuentes, Azulejo. inmediatamente nos levantamos a cumplir la tarea que ha­ bía sido asignada por la asamblea: perseguir al agresor. Di­ mos la voz de alerta y la gente dejó lo que estaba haciendo y ahí mismo todo el que pudo arrancó y nos movilizamos. Cuan­ do llegamos a San Miguel, Alirio Salcedo todavía estaba ahí cerquita y comenzó a disparar a la gente que venía bajando. La gente gritaba animada con nuestra presencia, hasta que llegamos a la casa, ya quemada, de Lozano, mientras Salcedo cogía para la cordillera. Isaías dispuso de la gente y fue de­ jando grupos de cinco y de siete por los caminos, previendo el paso de Salcedo, y por último avanzamos hacia el Puerto y ese lugar lo ocupamos Isaías, Lozano, Azulejo y yo. En ese lu­ gar, llevábamos casi una hora de ventaja a Alirio Salcedo en su retirada, que iba según nuestras cuentas con veintisiete hombres armados. Nosotros ahí emboscados y de este pe­ queño grupo que me correspondió, los únicos con fusil éra­ mos Lozano y yo-, Azulejo tenía un revólver e Isaías tenía sólo unas granadas, de las que fabricábamos nosotros. Justo por ahí entró Alirio Salcedo. Iba adelante y desde que lo vi ya lo reconocí que era él. Fue el primero que cayó, también murió otro comandante de ellos, que venía de por allá del Socorro; los demás, al verse perdidos por la forma de la emboscada, salieron huyendo. Recuperamos dos fusiles con munición nueva, y además comprobamos que todo eso era del Ejército; después del gol­ pe que les dimos comenzó ese grupo a desbaratarse. Ésa fue una manera de ponerle remedio a esa amenaza. Queda toda­ vía por ahí Efraín Valencia, otro paramilitar al servicio del Ejército. Efraín Valencia decide matar a Pacho Zuluaga, uno de nuestros más queridos compañeros-, a Pacho lo matan en el año 61; hubo muchos testigos que vieron a Efraín en el ase­ sinato, inclusive la mujer y una nieta de Pacho vieron, y todo eso se le contó al Ejército, pero nada hizo. Nosotros después reunimos pruebas de que Efraín se escondió en el batallón del Ejército y que después se fue para Planadas y allí forma­ ron una especie de cuartel general. Nadie atendió nuestras denuncias. Se resolvió esta situación en medio de dos oficia­ les, en la plaza central de Planadas. Ahí se le señaló el casti­ go que merecía.

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Primera Conferencia de Autodefensa reunida en abril de 1961

Por esos días se realizó una conferencia en Marquetalia con una delegación del Partido Comunista. Vinieron compa­ ñeros campesinos de otros lugares, pues hubo delegación de Guayabero, Natagaima, del Pato, de Neiva y había un miem­ bro del Comité Central del Partido Comunista, de nombre Mario Lafont. En esa conferencia se iban analizar los problemas de la región, pero también de un llamado de atención o una crítica al camarada Marulanda, por parte del enviado del Central, por los hechos ocurridos en esa zona con el Ejército. Hubo una muy amplia discusión y ayudamos a aclarar de qué se tra­ taba. Explicamos la complejidad de la situación y lo delicado de ese momento, puesto que había planes concretos para li­ quidarnos, por parte del Ejército y los liberales limpios; ex­ plicamos que nosotros no estábamos dispuestos a dejarnos matar. Quedó claro que si el enemigo nos obligaba a tomar de lleno las armas, lo haríamos, puesto que el derecho a la de­ fensa lo reivindicábamos como colombianos de bien; hasta la Constitución Nacional nos amparaba en ese caso.

Por ejemplo expusimos un caso: Lozano le solicitó a Isaías un favor, en que le pide que le suba un trapiche desde el Puerto; Isaías me pidió que le acompañara y yo acepté. Nos llevamos cinco muías incluyendo la mía, para subir el trapiche y algo de yuca y otras cosas. Cuando ya veníamos de regreso por el camino que del Puerto conduce a Gaitania, como era domingo, los campesinos iban en grupos, así los encontrába­ mos a todo lo largo, inclusive junto a nosotros siguiendo las muías iban varios; yo, que avanzaba adelante llevando de ca­ bestro una muía, salí al camino real que de Gaitania conduce a Marquetalia cuando vi el rastro que había dejado el Ejérci­ to en el camino. Cuando fui a avisarle a Isaías, alcancé a ver un grupo de soldados que ya estaban frente a nosotros; yo llevaba un revólver escondido pero a la mano; entre los mili­ tares iba un teniente y ahí mismo me dice: «Quiubo hermano, pare ahí», cuando yo le vi las intenciones de atacarme, de una vez le quemé el primer tiro; ellos contestaron abriendo fue­ go; desde otro flanco me disparó otro grupo y me dañaron el tambor del revólver de un tiro. Ya sin arma corrí en zig-zag por un callejón hacia abajo y de milagro no me mataron, porque

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tenían montada ¡a emboscada para hacerlo; me quemaron más de doscientos tiros. En todo caso corrí por el rastrojo hu­ yendo de los tiros. Ese día habían pasado muchas cosas, pues la casa de Salvador Waltero la habían allanado y se habían lle­ vado sus dos hijos, que no se metían en nada, sólo eran cam­ pesinos. También habían amanecido al otro lado del río en la Floresta; también en la casa de Andrés Ruiz; fue un ataque si­ multáneo contra toda esa población. De Isaías no supe más en ese ataque porque nos separaba un trecho. Yo me bajé por los potreros hasta un sitio que se llamaba la Palma; esta­ ba muy preocupado y un poco triste porque pensaba que a Isaías lo habían matado en esa emboscada, en semejante abaleo. De pronto, en la cabecera del potrero vi que asomó una persona y por los saltos reconocí que era Isaías. Le silbé y corrió hasta donde yo estaba y cuando llegó me dijo: «pen­ saba que te habían matado, Jaime». Yo le dije que pensaba lo mismo de él. El caso es que perdimos las muías y el trapiche, pero estábamos vivos. Ésa era una de las pruebas de la persecución que está­ bamos soportando los campesinos de la zona. Otra prueba para la conferencia fue demostrar con pruebas y testimonios que el Ejército se subía a una loma al otro lado del río, hacia la Floresta, y por allí instalaba unos morteros y comenzaba a bombardear el camino y a veces las casas o sus alrededores, era increíble que sucediera algo así, pero sucedió en esa re­ gión. Fue una de las tantas provocaciones y crímenes del Go­ bierno y sus militares contra el movimiento campesino. Lle­ garon al extremo de matar a los perros y otros animales de la gente. Todas esas cosas se llevaron como prueba a la confe­ rencia y se les explicaron a los delegados del Partido. La reunión terminó con un buen clima y con buenas con­ clusiones, aprobando métodos de trabajo y sin perder de vis­ ta la necesidad de seguir labrando la tierra y mejorando el ni­ vel político, es decir sin perder de vista la necesidad de se­ guir trabajando. Ése sería el lema del movimiento agrario, pe­ ro con la organización debida y con el respaldo de la autode­ fensa regular.4'

41. «La Primera Conferencia de Autodefensa tuvo justamente que res­ ponder a la ofensiva contra una región determinada con el alzamiento en ar­ mas de todas las regiones, dejando de lado su realidad concreta, sin cuidar-

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En ese mismo año 61, a mediados, sucedió un accidente aéreo; se cayó un avión pequeño de los que volaban para Pla­ nadas-, cuando esa avioneta se accidenta en el alto de Chapinero, por esos lados estaba Isaías con un grupo pequeño de autodefensa. De Planadas el Ejército mandó un helicóptero con un teniente más el piloto. Cuando el helicóptero llega al sitio del accidente, ya los compañeros de la autodefensa es­ taban allí. Los compañeros intentaron hablar con el teniente, pero éste se ofuscó e intentó disparar con su revólver de do­ tación. Entonces los compañeros reaccionaron más rápido. Luego vinieron dos pilotos de civil, pero el movimiento los retuvo; la empresa de aviación rápidamente ofreció una re­ compensa para saldar el problema y bueno, la autodefensa la recibió.

En ese mismo año 61 estando en el Hueco, una zona muy cafetera, cerca a Gaitania, el Ejército organizó contra nosotros una ofensiva, al punto de que cercó al Hueco por todas par-

se de asegurar el apoyo de masas por tal alzamiento, equivaldría a jugar in­ fantilmente a la guerrilla, que el enemigo sabría aprovechar política y mili­ tarmente ese paso en falso del movimiento. Y el desarrollo de los acontecimientos ha demostrado que existen múl­ tiples formas de solidaridad elevada, sin que por ello quienes la organizan se vean afectadas directamente, y siempre que su empleo no sea el produc­ to de la improvisación sino de la capacidad material y de la audacia para lle­ varla adelante. Tomando en cuenta las previsiones de la Conferencia pueden desarrollarse, con arreglo a las condiciones concretas, iniciativas de solidari­ dad tales como. 1) Creación de fuerzas limitadas de apoyo que se incorporen con sus ar­ mas a la lucha guerrillera de aquellos núcleos que requieran más ayuda. 2) Creación de grupos guerrilleros ultramóviles, especialmente entrena­ dos, para que realicen labores de distracción en zonas distantes de sus luga­ res de origen 3) Creación de grupos guerrilleros del tipo del «26 de Septiembre», que actúen dentro de una determinada área, manteniendo una absoluta movili­ dad y clandestinidad. 4) Unificación accidental de efectivos armados para desarrollar determi­ nadas campañas cortas, o golpear cierta cantidad de objetivos militares, ga­ rantizando el logro de los planes que durante esa transitoria unificación de­ ben desarrollarse. 5) Diseminación o descentralización en forma organizada de los distin­ tos grupos guerrilleros, en pequeños destacamentos, que actúen coordina­ damente en una vasta área territorial, apoyándose en las regiones atacadas» Ciro Trujillo, ídem, p. 88 a 90.

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tes y tuvimos que peliarnos cuatro días, hasta que el camara­ da Marulanda pensó que ya era hora de la retirada de esa zo­ na. Ésa fue una prueba de fuego para la autodefensa. La situación a comienzos de 1962 siguió igual de difícil porque aumentaron las provocaciones del Ejército y de los li­ berales limpios. Es en este año que el Gobierno decide rea­ lizar una ofensiva directa contra nosotros; de esa situación no­ sotros ya estábamos informados. Empezamos a tomar los ca­ minos por las tres rutas que iban a penetrar, entre ésos el ca­ mino real. Efectivamente el Ejército llegó y se comenzó a pe­ lear con ellos. Se pelió por el camino real principal; allí el Ejército perdió hombres y armas. Se pelió por el lado de la Suiza también. Las tropas llegaron hasta San Miguel y allí nos tocó hacer la resistencia más dura, a base de voluntad y de moral revolucionaria muy grande. Por esos días, y en solidari­ dad con el movimiento campesino, se produce un gran movi­ miento de masas en el país, con grandes manifestaciones en las grandes ciudades. El peso de esa solidaridad hizo que el Ejército detuviera sus operaciones temporalmente y se que­ dara en San Miguel, olvidándose por el momento de seguir hacia Marquetalia. Un poco más tarde se retiró a Gaitania. No­ sotros volvimos al trabajo y al poco tiempo ya teníamos otra vez productos del campo.

El movimiento campesino, a pesar de todo, seguía forta­ leciéndose. Entonces se comienza a hablar de que nosotros éramos unas repúblicas independientes, según la filosofía de Alvaro Gómez, un senador del conservadurismo hijo de Lau­ reano Gómez. En el Senado de la República comienzan a de­ batir nuestra situación y eso incrementa las provocaciones y los señalamientos contra el campesinado.

El movimiento 26 de septiembre En Natagaima había un regional del Partido Comunista y tenían una autodefensa de masas. La concepción de autode­ fensa en esa época era muy amplia. Ante todo era la vigilan­ cia colectiva, previendo que no entrara gente desconocida en la región, o por lo menos aquellos que se notaba que no eran trabajadores o gente de bien. La autodefensa se dedicaba a arreglar problemas personales, a arreglar problemas de lin­ deros y resolver conflictos entre la gente, buscando la convi­ vencia y la tranquilidad. Cuando la gente se organiza así, pue130

de haber inspector de Policía, que éste se gana el sueldo sin hacer nada. Lo mismo que hoy día pasa en los lugares donde existen frentes de las FARC.

En Natagaima por aquella época ocurría algo parecido; sólo que todos esos problemas los arreglaba por concertación la dirección de Partido Comunista. Siempre buscando los consensos y la buena relación entre la gente. Para los ene­ migos del movimiento campesino esto era una República In­ dependiente y por eso el Ejército continuó las provocacio­ nes.

La gente comenzó a alejarse, a esconderse, a tener mie­ do. Por eso es que al margen del río Anchíque, por la que­ brada la Troja, la gente se escondió por esos lados. Aunque no era zona fértil, por lo menos protegían sus vidas. La gente resistió lo que más pudo, pero el Ejército rodeó la zona y co­ menzó a matar. Pasan de quince los muertos inocentes en ese lugar. En esa masacre perdieron la vida varios miembros de la dirección comunista de Natagaima. Entre ellos recuerdo a Plácido Aragón, uno de los dirigentes más queridos de la re­ gión. Había tenido el grado de teniente en la guerrilla y por eso lo llamaban el Teniente Tolima. Ahí murió otro gran gue­ rrillero del Davis, valeroso y solidario, que tenía el seudóni­ mo de Ave Negra y le decían Preste. Pero hay que aclarar que ya estaba dedicado al trabajo campesino y era militante co­ munista dedicado a la organización de masas.

Apresaron mucha gente y saquearon muchas viviendas; de los pocos que quedaron vivos podemos contara Televisión o Carlos Julio, un luchador de la región y militante comunista. Ése ha sido un duro golpe para el Partido y por eso quienes quedaron de aquel ataque reforzaron su moral de lucha, co­ mo el caso de Televisión que, en compañía de otros compa­ ñeros, se reorganizaron y después con justa razón golpearon al Ejército, reivindicándose a partir de ese ataque como la au­ todefensa del 26 de septiembre. Ése es el origen del movi­

miento 26 de septiembre. El 26 de septiembre, grupo guerrillero que eligió esa fe­ cha en honor de los caídos en 1962, le dio duros golpes al Ejército, entre esas acciones está una que se realizó por la ca­ rretera que de Prado conduce a Dolores. Nosotros previendo todos estos hechos empezamos a ar-

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marnos para enfrentar una arremetida del Gobierno. Entre la Undosa, Aleluyas y el Carmen, le hicimos una emboscada al Ejército en la que tomamos seis fusiles nuevecitos, como los queríamos nosotros, y con ellos volvimos a Marquetalia. Ya las peleas se estaban incrementando en el Tolima. Nos baja­ mos a la Vega del muerto y ahí le organizamos una embosca­ da al Ejército que patrullaba de Gaitania a Planadas ya finali­ zando el año 62. Ahí cogimos otros fusiles y, lo mejor, recupe­ ramos veinticinco muías de carga de las tropas del Gobierno; algo curioso es que recuperamos las cinco que nos habían quitado cuando perdimos el trapiche con Isaías.

Lista de los pobladores de Marquetalia

De los pobladores marquetalianos en ese momento po­ demos hacer una lista muy aproximada. Pobladores dueños de parcelas o fincas estaban: Manuel Marulanda Vélez, Isauro Yosa, Isaías Pardo, Luis Pardo, Efraín Patilludo, Luis y Andrés López, Parménides Cuenca, Bolita, Darío Mejía, Chucho Ortíz, Martín Cruz, Jaime Guataca Duran, Abraham García, Timbre, Campo Elias Luna, Víctor Luna, Baudelino Cruchot, José Cruchot, Germán Romero, Honorio González, Jesús Medina Ló­ pez, Rogelio Días, David González, Elicerio González, Fidel González, Teófilo Guzmán, Gabriel Hualteros, Darío Lozano el hijo, Secundino López, Cadillo, Rigoberto Losada, Jaime Re­ yes, Jaime Salinas, Joaquín Ospina, José Peñalosa, José Ortíz, José Colorado, Reyes Ortíz, Alirio Cortés, Elias Ortíz, Feliciano Cruz, Agustín Cifuentes y Evaristo Losada. Alvaro Gómez Hurtado, senador de la época, seguía insis­

tiendo, como ideólogo del régimen, en llamar a las zonas campesinas Repúblicas Independientes. Yo creo que este po­ lítico del bipartidismo liberal y conservador, hasta en la san­ gre llevaba ese odio hacia los trabajadores y especialmente contra el movimiento agrario, por la rebeldía y la capacidad organizativa que había demostrado. Era un hombre que odia­ ba al campesino, de una casta de ambiciosos políticos que sólo han deseado acaparar riqueza, acaparar la tierra y el po­ der. Para lograr sus objetivos no dudan en hacer uso de la vio­ lencia; ésa es la mentalidad de esa burguesía colombiana, tanto de liberales como de conservadores. Este hombre, Gó­ mez Hurtado, de filiación conservadora, para asustar a los mi-

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litares empezó a decir que las regiones campesinas eran cam­ pamentos guerrilleros y no un movimiento agrario; se dedicó a ocultar nuestro deseo de paz y de progreso, porque nues­ tro movimiento campesino lo único que anhelaba era la paz y la posibilidad de cultivar la tierrita para el sustento de nues­ tras familias. Esas permanentes acusaciones y persecución al movimiento campesino tuvieron repercusiones muy hondas en la vida de los colombianos, que en las ciudades se refle­ jaba en un gran respaldo popular al movimiento agrario. Ese momento el camarada Gilberto Vieira, dirigente na­ cional del Partido Comunista, era representante a la Cámara. Vieira citó a una sesión de la Cámara de Representantes al ministro de la Defensa para que respondiera sobre la situa­ ción de agresiones y de crímenes contra el movimiento cam­ pesino; en un memorable discurso, el camarada Vieira acusó al latifundismo bipartidista, al Gobierno, a la Policía y al Ejér­ cito, de lo que pudiera pasar en las zonas campesinas y de sus consecuencias. Gilberto Vieira es, hasta ahora, en Colombia uno de los hombres que ha dedicado todo el tiempo de su vida a la de­ fensa del pueblo colombiano, y muchas de sus opiniones han servido para el desarrollo del país. Cuando ha criticado el atraso colonial, y las formas de esclavitud que sigue viviendo nuestro país ha apostado para el cambio en el modo de pro­ ducción. A Gilberto Vieira, ante todo, le reconozco que ha si­ do uno de los líderes de América Latina que con más fuerza y claridad ha interpretado el marxismo leninismo y desde la práctica se ha comprometido a buscar la paz, enseñando que la respuesta a los problemas sociales, económicos, políticos y culturales, se encuentra en el marxismo.

(VI)

Cuando Gilberto Vieira plantea en la Cámara las denun­ cias, los partidos tradicionales y las Fuerzas Armadas no re­ conocen estos hechos reaccionarios y criminales. En ese mo­ mento se enfocaban hacia la misma suerte otras zonas del país a las que también se les acusaba de repúblicas inde­ pendientes. Se referían además de Marquetalia, al Pato, a Río Chiquito, Guayabero, Natagaima, el Ariari, Sumapaz, Viotá, Urrao en Antioquía, Medio Magdalena, Yacopí y Cimitarra-,

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unas zonas con más fuerza que otras, pero de todas maneras se señalaban las áreas de influencia del movimiento campe­ sino, especialmente por ser zonas donde había influencia no bipartidista, pues allí la influencia era de los comunistas. El autor intelectual de esas agresiones era Alvaro Gómez Hurta­ do y además el Gobierno, al que le molestaba que hubiera allí un principio de organización de izquierda en esos movi­ mientos. La vida comenzaba a cambiar y a veces se perdía la esperanza y el deseo de seguir en la producción agrícola, por­ que con las amenazas no se veía el futuro muy claro.42

Hubo ofensivas militares como la contra Natagaima, que costó vidas, y en las otras zonas había muchas provocaciones contra el campesinado. Utilizaban a alguna gente, para que trabajaran como pájaros, como se les conoció en la violencia a los conservadores armados; estos pájaros comenzaban a sa­ lir y también grupos liberales al servicio del Gobierno, para asesinar gente y entonces echarle la culpa a los colonos; esto sucedió por ejemplo en el Pato. Esta provocación era una me­ dida de presión política para justificar la agresión del Ejérci­ to después, todo esto lo planearon con el cuento de que es­ tas zonas eran repúblicas independientes, para justificar la operación del Gobierno que ya estaba planeada, con el pro­ pósito de reconquistar para el manejo bipartidista y para los terratenientes esta zona del país. (Vil)

La verdad de fondo era que allí los campesinos se habían organizado. Los colonos de una manera propia y muy sana, con criterios progresistas y democráticos, habían establecido normas de convivencia pacíficas y la explotación de la tierra se hacía con criterios de solidaridad y de trabajo colectivo. Lo

42. Desde mediados de 1961 se había intensificado el debate en torno a la supuesta ilegalidad de las mal llamadas «repúblicas independientes», calificativo que asignó el senador Alvaro Gómez Hurtado a las regiones cam­ pesinas influenciadas por el Partido Comunista Colombiano Gómez preten­ día aislar y desacreditar la lucha campesina por la tierra, trasladando la dis­ cusión a la institucionalidad y basándose en una especie de histeria antico­ munista, denominándoles grupo de bandoleros a toda expresión organizati­ va de labriegos, pese a las posiciones pacifistas del movimiento campesino que se extendía por la geografía nacional. (N. del A.)

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