1819: campaña de la Nueva Granada
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Bajo la lluvia incesante, el Ejército Ubertador atraviesa los llanos de Casanare y el páramo de Pisba para desafiar a las tropas del rey en el altiplano cundiboyacense. Las dificultades de la expedición, la desnudez y la pobreza generalizada destinan a los revolucionarios a una nueva derrota, pero el apoyo masivo del pueblo neogranadino transforma súbitamente la campaña. La noticia de una batalla perdida en Boyacá aterroriza al virrey y a las principales autoridades reales, que huyen de Santa Fe. Buena parte del territorio neogranadino cae entonces en manos de los republicanos por un efecto dominó: es el desplome inesperado y definitivo de la monarquía.

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1819 Campaña de la Nueva Granada

Daniel Gutiérrez Ardila

r8r9 Campaña de la Nueva Granada

Universidad Externado de Colombia

Gutiérrez Ardila, Daniel, 1979-

1819 : campaña de la Nueva Granada 1 Daniel Gutiérrez Ardila - Bogotá : Universidad Externado de Colombia. 2019. 171 páginas : ilustraciones, mapas ; 21 cm. Incluye referencias bibliográficas.

A la memoria de David 1%tson

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l. Bolívar, Simón, 1783-1830 --Crítica e interpretación 2. Colombia- Historia --Guerra de independencia, 1810-1819 3. Colombia-- Política y gobierno-- Historia --Siglo XIX 4. Venezuela-- Historia I. Universidad Externado de Colombia II. Título SCDD 21

986.103

Catalogación en la fuente-- Universidad Externado de Colombia. Biblioteca. EAP. Abril de 2019

© ©

20I9, DANIEL GUTIÉRREZ ARDILA 20I9, UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA

Calle I2 n.o I-I7 Este, Bogotá Teléfono (57-r) 342 02 88 [email protected] www. uexternado.edu.co Primera edición: abril de

20I9

Editor: Carlos Camacho Arango Disefío de cubierta e ilustraciones: Santiago Guevara Composición: David Alba Impresión y encuadernación: DGP Editores S.A.S. Tiraje de I a r.ooo ejemplares Impreso en Colombia

Printed in Colombia Prohibida la reproducción o cita impresa o electrónica total o parcial de esta obra, sin autorización expresa y por escrito del Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia. Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad del autor.

Contenido Preámbulo

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Primera parte: Venezuela

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Venezuela en dos mitades Partidas de ladrones Una mezquina y miserable aldea A media ración Contribuciones, empréstitos y donativos Unión

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Segunda parte: Nueva Granada

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Un cuerpo moribundo Un mes de incertidumbre Gámeza Pantano de Vargas Charalá Boyacá Un viaje penoso e incierto

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73 Sr

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r8r9 1 Campafia de la Nueva Granada

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Tercera parte: Colombia Irrealistas Viva la patria y mueran los godos Colombia Un grande y poderoso pueblo

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Epílogo

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Nota al lector

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Referencias

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Parece un encanto lo que ha pasado delante de nuestros ojos. Francisco de Paula Santander, El general Simón Bolívar en la campaña de la Nueva Granada de I8I9.

Relación escrita por un granadino, que en calidad de aventurero, y unido al Estado Mayor del Exercito Libertador tubo el honor de presenciarla hasta su conclusión.

Preámbulo Después de quince años de revolución, Francia coronó a Napoleón Bonaparte como emperador y dedicó sus esfuerzos a edificar un sistema hegemónico europeo. Este proyecto la comprometió en una serie de guerras en las que España se involucró sin remedio. En 1808, las autoridades de Madrid tomaron parte en un plan para invadir y desmembrar a Portugal, que como aliado de Gran Bretaña se atrevía a contrariar las miras imperiales. No obstante, al atravesar los Pirineos las tropas francesas, de aliadas que eran, se convirtieron en invasoras. Fue así como el rey Fernando VII y su padre, Carlos N, se vieron obligados a abdicar la Corona en favor de Napoleón, que la cedió a su hermano José Bonaparte, y a iniciar un exilio dorado en residencias principescas. Cuando todo apuntaba a un cambio dinástico apacible, el pueblo de la Península se levantó en masa, negándose a reconocer la cesión de la Corona y emprendiendo una lucha dispareja de la que saldría vencedor contra todo pronóstico, con el inestimable apoyo británico. Los insurrectos españoles crearon gobiernos provisionales que finalmente desembocaron en un Poder Ejecutivo con el nombre de "Consejo de Regencia'' y en 13

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Preámbulo

unas Cortes que, reunidas en el puerto de Cádiz sitiado por las tropas francesas, recibieron la tarea de redactar una Constitución para el Imperio español. En un primer momento, los territorios americanos apoyaron la causa del rey cautivo, pero optaron en su mayoría por constituir autoridades propias al conocer la alarmante situación del gobierno de la España libre.

y las del sur de la Audiencia de Quito lograron mantenerse por fuera de la Unión, fieles a España y a Fernando VII.

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En el virreinato del Nuevo Reino de Granada (o el Reino, como se le conocía a secas), cuyo territorio se extendía entre el puerto de Guayaquil y la Capitanía General de Venezuela, y entre la América portuguesa y la Capitanía General de Guatemala, surgieron gobiernos colegiados con el nombre de "juntas" a partir del mes de mayo de r8IO, no solo en las capitales provinciales, sino también en otras poblaciones que rivalizaban con ellas, como Mompós con respecto a Cartagena, o Girón frente a Pamplona. Estas juntas reconstruyeron la unidad de sus respectivos territorios seccionales mediante la política o por las armas. Sin embargo, no lograron ponerse de acuerdo acerca de los mecanismos precisos para restaurar una autoridad general. Surgieron así los Estados provinciales, que adoptaron una forma republicana y crearon autoridades propias, reguladas por constituciones escritas para la ocasión. A finales de noviembre de r8n, los delegados de varios de ellos suscribieron un tratado que dio origen a una confederación, las Provincias Unidas de Nueva Granada. Poco a poco se unieron a ella todos los Estados provinciales, menos el de Cundinamarca (capital Santa Fe, hoy Bogotá), que debió ser incorporado por la fuerza en diciembre de r8r4- Aun así, las provincias del istmo de Panamá, la de Santa Marta

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Este fue liberado en r8r3 por Napoleón, que decidió clausurar el frente español, apurado por la guerra en Rusia. Restituido a su trono, Fernando VII abolió la Constitución expedida por las Cortes y se concentró en recuperar sus dominios americanos. Al efecto remitió una expedición de IO.ooo hombres a Venezuela y al Nuevo Reino. El Ejército Pacificador o de Costa Firme, comandado por Pablo Morillo, sitió Cartagena a finales de r8r5 y avanzó rápidamente hacia el interior hasta aniquilar las Provincias Unidas de Nueva Granada. Los habitantes del Reino se sometieron en su mayoría a las autoridades fernandinas, justificando su participación en la revolución como obra de las circunstancias y de la compulsión de unos pocos cabecillas. No obstante, los patriotas más convencidos se exiliaron en Estados Unidos o en las Antillas, o huyeron a los llanos del Casanare, donde lograron resistir con éxito la represión.

Primera parte

Venezuela

Venezuela en dos mitades La situación de los independentistas dio un vuelco cuando se apoderaron de Angostura en julio de 1817 (actual Ciudad Bolívar, Estado de Bolivar, Venezuela) e instalaron allí el gobierno republicano (mapa r). Encargado del Poder Ejecutivo con facultades absolutas, Simón Bolivar se puso una vez más en campaña con la idea de expulsar a los realistas de Caracas. Desde hacía años estaba obsesionado con la conquista militar de Venezuela, cuyos habitantes eran en su mayoría realistas y lo habían derrotado en 1812 y r8I4Una de las mayores paradojas de la guerra independentista es precisamente esa: los jefes revolucionarios de mayor renombre en el continente salieron de un país que era de manera decidida contrario a sus fines. Bolívar quería aprovechar el verano (diciembre-abril), que le permitía operar en los Llanos, para invadir la serranía litoral y dar un golpe decisivo contra las fuerzas realistas concentradas en torno a la capital de Venezuela. En noviembre de 1817 comenzaron los preparativos y en mayo del año siguiente terminaron las acciones con un saldo terrible. Morillo calculaba que, en las jornadas de Sombrero, Maracay, La Puerta, Ortiz,

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Rincón de los Toros, San Carlos y Cojedes, las tropas bajo su mando exterminaron un ejército rebelde de 3· 500 hombres y S.ooo caballos, haciéndose con 2.500 fusiles, 4-000 bestias de silla y carga, y el archivo del Estado Mayor enemigo. Aunque hay cálculos más conservadores, todos coinciden en que la campaña de 1818 fue un fracaso: los republicanos perdieron toda su infantería y sus oficiales quedaron divididos por rivalidades que afectaban el rendimiento del ejército. Para no citar más que un ejemplo, José Antonio Páez, comandante de las tropas de Apure, desconoció la autoridad de Bolívar, haciéndose nombrar jefe del ejército y director supremo del país. Además, los independentistas eran incapaces de salir de los Llanos (aunque seguían siendo dueños de la extensa línea navegableApure-Orinoco). En suma, si tras la campaña de 1818 los beligerantes se mantuvieron en sus respectivas posiciones y Venezuela siguió dividida "en dos mitades, en dos países distintos" (mapa 2), puede imaginarse lo que significaba para la revolución una derrota tan estruendosa y el tiempo y dinero que podía costarles recomponer tropas, bagajes y monturas. Los independentistas solo controlaban la isla Margarita, la provincia de Guayana y los Llanos, especialmente los de Apure y Casanare. La Tercera División del Ejército de Costa Firme era la encargadade guarnecer el Nuevo Reino. La dirigía Juan Sámano, un hombre de más de sesenta años, "que usaba del singular castigo de escupir y pisar a las personas que le incomodaban". Cuando asumió como virrey en marzo de I8I8, la Tercera División quedó sin comandante. Morillo pensó primero confiar el mando de ella a uno de los experimentados coroneles que habían hecho a su lado la guerra en América, pero Francisco Warleta estaba enfermo y Sebastián de la Calzada

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dirigía la Quinta División en los llanos de Apure, de donde era inconveniente separarlo. Se resignó entonces a confiar la comandancia a José María Barreiro, un coronel de artillería español, reputado por su valor y actividad, que había dirigido provisional pero exitosamente la provincia de Cumaná. Al ser notificado del nombramiento, Barreiro se puso en camino por la ruta de Mérida y Trujillo con refuerzos venezolanos, que los mandos militares realistas consideraban tan valiosos como "los europeos" para servir en el Nuevo Reino. Desde el comienzo de la pacificación, los peninsulares dependían de reclutas americanos para hacer la guerra en la llamada Costa Firme, porque la catastrófica situación económica de España impedía la financiación de nuevas expediciones y porque los hombres llegados de ultramar con Morillo habían ido muriendo por las enfermedades tropicales y los lances de la guerra. En consecuencia, se impuso tempranamente un sistema para controlar las deserciones y garantizar la disciplina de los diversos cuerpos del rey: los hombres enganchados para el servicio en el Nuevo Reino eran enviados a Venezuela y viceversa. Por eso, Morillo encargó a Barreiro que a su llegada a Santa Fe le remitiera "reinosos", cuyo comportamiento en la reciente campaña elogió, en particular por la defensa "heroica' de San Fernando de Apure. Por eso también le encargó que los llaneros que llevaba consigo fueran remitidos ala gobernación de Popayán, alejándolos de la cordillera Oriental, desde donde podían fugarse con dirección a sus hogares. Esto no significa que los reclutas neogranadinos estuvieran ausentes de esta cadena montañosa. Se sabe, por ejemplo, que había allí patianos, es decir, hombres naturales de la hoya del río Patía, criticados por sus superiores como "demasiado viciosos, principalmente

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en punto a bebida". Como podrá imaginarse, cuando se presentaban urgencias para llenar plazas vacantes, se echaba mano de los pueblos inmediatos. En palabras de Morillo, en 1819 no había en el Nuevo Reino, con excepción del Batallón de León en Cartagena y los restos del de Aragón en Santa Fe, "ningún cuerpo europeo respetable", estando todo él "guarnecido hasta Quito por tropas americanas", que le inspiraban muy poca confianza, siendo propensas a cambiarse de bando "con cualesquier revés".

Desde su llegada a Santa Fe el4 de agosto de 1818, Barreiro actuó en un ambiente enrarecido, pues su designación disgustó a sus subordinados y aun al virrey, que lo consideraban demasiado joven y sin la suficiente experiencia. Una vez al mando, Barreiro se dedicó a organizar y disciplinar tropas que, distribuidas en cuatro batallones de infantería, ascendían a 3.000 soldados, a los que deben sumarse 6oo jinetes. Todos ellos quedaron encargados de una doble misión de defensa y ataque: vigilar, por una parte, los diversos pasos que permitían acceder al altiplano desde el Casanare, y por la otra, erradicar los grupos rebeldes de los Llanos, para evitar que se convirtieran en una amenaza incontrolable.

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La difundida idea según la cual en el Pantano de Vargas y Boyacálucharon "españoles" contra "criollos" carece, pues, de fundamento. La campaña en 1819 fue, sobre todo, una confrontación entre americanos que defendían a Fernando VII y al Imperio español, y americanos que luchaban por implantar la República y la independencia. Muchos de ellos se habían comprometido de manera apasionada con su causa, mientras que otros tantos habían sido reclutados a la fuerza, servían con desgano y aguardaban una ocasión propicia para desertar y regresar a su tierra y a sus hogares. Si no lo hacían era porque la zanahoria (promesas y regalos) y el garrote (vigilancia y castigos) dieron cohesión a los cuerpos militares y vigorizaron la autoridad. Vale citar, en ese sentido, al general Francisco de Paula Santander, que anotó en sus memorias la sorpresa que causó entre los oficiales patriotas el escaso número de deserciones sufridas por el enemigo durante la campaña de 1819, a pesar de que muchos de los reclutas realistas eran "hombres de opinión liberal" y antiguos servidores de la República. Tan eficaz resultó la disciplina impuesta en los cuarteles. Sea como fuere, por lo general, al finalizar una batalla, los soldados derrotados eran incorporados en el bando triunfador.

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Morillo ordenó a Barreiro que tan pronto cesaran las lluvias pasara al Casanare a exterminar a los insumisos. El virrey Sámano confirmó la orden. Calzada operaría al mismo tiempo contra Páez, a quien se esperaba desalojar del Apure. A continuación, podría emprenderse una operación conjunta contraAngostura que aniquilara definitivamente la revolución en Costa Firme. Mientras esto ocurría, Santander recibía de Bolívar el nombramiento de "Comandante de la Vanguardia del Ejército Libertador de la Nueva Granada'' y era ascendido al rango de general de brigada. A finales de agosto se embarcó en Angostura por el Orinoco con dirección al Casanare, seguido por cuantos buques menores había en el puerto, cargados con 1.200 fusiles, municiones, vestuarios y demás elementos de guerra. Su encargo era entrenar y disciplinar las tropas patriotas que allí había y unificar el mando, transformando el conjunto de bandas patriotas rivales en una división capaz de pasar a la ofensiva.

Partidas de ladrones En noviembre de r8r7, una guerrilla de 300 hombres montados, armados con lanzas y 30 armas de fuego, al mando de los hermanos Ambrosio y VicenteAlmeyda, emprendió acciones muy ruidosas en el norte de la sabana de Bogotá, el valle de Tenza yTurmequé, ocupando diversos pueblos como Tibirita, Chocontá y Suesca. La reacción del gobierno virreina! no se hizo esperar y los rebeldes tuvieron que cesar en sus operaciones y huir a los Llanos. Puesto que los comandantes no pudieron ser detenidos, a comienzos de r8r8 se ordenó en Santa Fe la ejecución de sus "estatuas", esto es, de efigies o monigotes que los personificaban. Se desató, igualmente, una feroz represión, que consistió en la confiscación de todos los caballos de la zona y en un centenar de ejecuciones. Hubo otras guerrillas tempranas en el altiplano, pero ninguna tuvo la incidencia de la de los Almeyda. No obstante, la llegada de Barreiro a Santa Fe a mediados de r8r8 coincidió con el surgimiento de partidas patriotas, o por lo menos con su fortalecimiento y la multiplicación de sus acciones. Una opinión política popular contraria al Ejército

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de Costa Firme y a la monarquía española, y favorable a la revolución, la República y la independencia se consolidaba en la región.

orilla del río Castame. Actuaban de acuerdo con las tropas del Casanare y se comunicaban con ellas por intermedio de pequeñas partidas por Firavitoba e Iza. Todos cargaban algún fusil o escopeta, además de machetes, y llevaban la munición en sus guarnieles. Atacaban en pequeños grupos de infantería de unos 25 hombres en una zona comprendida entre Oiba, Guadalupe, Cincelada, Charalá, Gámbita y Chitaraque, sirviéndose solo excepcionalmente de caballos. Todas las conversaciones que tenían, según un informante, eran "contra el gobierno monárquico" y solían convertir a sus prisioneros en reclutas. No todas las guerrillas del año 1819 eran tan antiguas. Sin embargo, es de suponer que su crecimiento progresivo era común a todas y que la vecindad del altiplano a los llanos del Casanare las llevó a trabar relaciones con las tropas patriotas que organizaba Santander y a planificar acciones conjuntas.

Si bien aquellas fuerzas de paisanos no podían luchar frente a frente con la Tercera División, sí lograron desconcertarla, obligándola a vigilar múltiples frentes a la vez, mientras establecían relaciones con Santander y sus hombres en el Casanare. En octubre de aquel año, grupos dispersos importunaron al capitán realista encargado del pueblo de Miraflores, que daba acceso a los Llanos, apoderándose de las armas demás de veinte soldados. Por las mismas fechas reapareció una "partida de ladrones" en el páramo de Albarracín, en cercanías de Ventaquemada, y surgieron otras dos en las montañas de Gámbita y Quicagota. En enero de 1819 se levantaron en la provincia del Socorro "salteadores" que gozaban de un rotundo apoyo popular y apenas podían ser controlados por las cortas fuerzas realistas disponibles. En mayo se manifestó un grupo armado en Chiquinquirá, siendo también imposible exterminarlo por los auxilios y la cobertura que le brindaban los pueblos. En suma, Barreiro no daba abasto: sus hombres se hallaban dispersos por la cordillera, cubriendo los pasos a los Llanos e intentando sosegar los "tumultuosos interiores". ¿Cómo funcionaban estas guerrillas? Las indagaciones realizadas por las autoridades del Socorro a principios de 1819 con respecto al grupo de patriotas armados que dirigía Ignacio Calvo en las inmediaciones de aquella villa dan pistas al respecto. La partida existía desde 1816, antes de que llegaran a la zona las autoridades realistas, y estaba compuesta por unos 200 hombres, que tenían su campamento y ranchería en las montañas de Fábita, a la

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Los jefes realistas reaccionaban desmedidamente a los golpes que daban estas partidas, acrecentando así la impopularidad de la causa del rey y empujando a muchos indecisos a incorporarse en las guerrillas o en las tropas del Casanare. A finales de 1818, el sargento mayor realista Juan de Figueroa y Ladrón se internó con sus hombres por el río U pía, destruyendo "cuantos trapiches, cañaverales y sementeras" encontró. Al ser informado del hecho, el virrey mandó que, en adelante, las tropas del rey se asegurasen de no dejar "hombre alguno" capaz de "manejar armas, bien sea de fuego o blancas" cuando ocuparan territorio enemigo. También ordenó incendiar los pueblos donde se agrupasen los rebeldes, medida que se había practicado ya el año anterior con el pueblo de Zapatosa y que fue adoptada

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en Recetar, Chámeza y el sitio de Tegüitas. Esta política de tierra devastada tendría un efecto contraproducente para la Tercera División, que no pudo contar en los meses siguientes con el auxilio de los habitantes de las vertientes que bajan al Casanare, con los víveres que hubieran podido hallar en sus propiedades ni con los prácticos o baquianos indispensables para recorrer una zona de áspera geografía y caminos extraviados (mapa 3). Durante la campaña de r8r9, las guerrillas patriotas del altiplano tuvieron un papel trascendental, cortando, en primer lugar, las comunicaciones entrelas autoridades realistas de Pamplona y el Socorro con las de Tunja y Santa Fe, de modo que solo pagando "mucho dinero" podía asegurarse la trasmisión de oficios y noticias. En segundo lugar, acudieron a engrosar con sus hombres las maltrechas tropas independentistas. Por último, impidieron la llegada de refuerzos desde el norte, y en particular la del mariscal de campo Miguel Latorre, a quien Morillo quería confiar el mando de la Tercera División.

Mapa 3: Manifestaciones de algunas guerrillas patriotas en la cordillera Oriental(1818-1819)

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O • A

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Pueblos del piedemonte quemados por la Tercera División Áreas de actividad guerrillera 1.000 - 2.000 msnm 100Km o 50 2.000-3.000 msnm 1 3.000-4.000 msnm Capital del Reino Mapa base: Colombia física-Cartur Capital provincial

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Una mezquina y miserable aldea Aun después de la toma de Angostura por parte de los independentistas en julio de 1817, Venezuela era un Estado republicano apenas en el papel. En la práctica se trataba de una "sociedad que solo se componía de soldados, donde los recursos para su subsistencia se tomaban de la masa de bienes, que la necesidad convirtió en comunes, y donde las barracas del ejército fueron por mucho tiempo las solas ciudades de que se componía la República''. Esta informalidad se prolongó por algo más de un afio, hasta que comenzó a ser reparada el I7 de octubre de 1818 con la convocatoria a elecciones para conformar un Congreso constituyente de treinta diputados: cinco por cada una de las provincias de Caracas, Margarita, Barcelona, Cumaná, Guayana y Barinas. Como la lucha no era solo por la independencia, sino sobre todo por "una libertad civil bien constituida", se requería que la ley y la autoridad derivasen de la voluntad general. Pero, ¿cómo conseguir el consentimiento del pueblo, cuando este, en su mayoría, aprobaba tácita o expresamente a la monarquía espafíola y a sus agentes? Para las autoridades

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provisionales de la República de Venezuela era lícito que en tales circunstancias una minoría obrara por la sociedad entera, que se consideraba oprimida: "Por una voluntad presunta y natural, habilitados están para obrar extraordinariamente en su favor los que tuvieron la fortuna de ser los primeros invasores de la tiranía", sin que los pasos que dieran para lograr su propósito pudieran" graduarse de atentados contra la majestad del pueblo".

El texto de la convocatoria a elecciones para el Congreso constituyente planteaba que la causa independentista rebasaba los intereses estrechos de Venezuela para confundirse con la totalidad del continente: "Nuestros diputados [... ] [s]e imaginarán también nombrados por las demás secciones de nuestro hemisferio oprimido, y como tales, reunidos en Congreso, jamás perderán de vista el grandioso cuadro de todas ellas". Y puesto que la suerte de la Nueva Granada, "vecina y aliada", interesaba particularmente a los venezolanos, la convocatoria se extendió a la provincia de Casanare, a la que se concedió el nombramiento de cinco diputados. Se trataba de encontrar con su ayuda los medios más propicios para liberar el virreinato y para llevar a buen término el viejo proyecto revolucionario de fundir ambos países en uno solo: "A sus respectivos Congresos toca esta materia importante; nos contentaremos con recordarla, complaciéndonos de antemano con la idea del suceso que esperamos". Se pretendía, eso sí, que a medida que se fueran liberando las demás provincias del Reino, estas nombraran y remitieran diputados al Congreso de Venezuela, siguiendo el ejemplo del Casanare.

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El Consejo de Estado de Venezuela descartó la modalidad de elecciones indirectas, según la cual los ciudadanos escogían electores, encargados de designar a continuación a los representantes del país. La nominación de los diputados se haría, pues, directamente por el reducido número de venezolanos que respaldaban el proyecto independentista y que en su mayoría pertenecían al ejército: "Siendo del fuero de la guerra casi todos los sufragantes y estando la mayor parte de ellos reunidos en plazas, campos y otras posiciones militares, serán estos los parajes más a propósito para la elección". N o obstante, las votaciones se realizarían también en las "parroquias libres", a fin de que no fueran "defraudados de este derecho los ciudadanos que en ellas residan y sean capaces de elegir". Con todo, podría participar un amplio número de hombres, puesto que la edad mínima de 21 años era excusable para quienes estuvieran casados, y además podrían votar los propietarios, los empleados públicos provistos con un sueldo de 300 pesos anuales y quienes tuvieran un establecimiento comercial superior o equivalente a esa misma suma, o tierras arrendadas para agricultura y ganadería. Los oficiales, sargentos y cabos podrían votar igualmente, así como los inválidos por causa de guerra y hasta la tropa, siempre y cuando cumpliera con los requisitos descritos.

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Las elecciones se realizaron en las diferentes provincias "menos por los pueblos que por los soldados". Los diputados fueron llegando a Angostura hasta que el Congreso pudo instalarse el 15 de febrero de 1819 a las u de la mañana. El Correo del Orinoco, periódico de los republicanos, celebró el heroísmo de un pueblo que se reunía en medio de un "inmenso desierto a consolidar su independencia" y saludó el desprendimiento de Bolívar, que renunciaba a su poder absoluto para confundirse con los demás ciudadanos. Leyó este un discurso que se haría famoso, "tan lleno de interés y

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tan patético", al decir del periódico citado, "que ni ciudadanos ni extranjeros pudieron contener las lágrimas". ¿Qué dijo el presidente de Venezuela?

dirigiéndose a Haití y a la ciudad de Angostura, donde recibió el encargo de redactar el Correo del Orinoco, antes de ser nombrado diputado por la provincia de Caracas en el Congreso de Venezuela. Zea obtuvo, pues, la presidencia de la República de manos de Bolívar. Revestido de esa autoridad, dijo a los diputados:

Bolívar se declaró aliviado de concluir el "terrible y peligroso encargo" que había recibido de "Dictador jefe supremo de la República", rogó que se aboliera absoluta e inmediatamente la esclavitud y presentó un proyecto de Constitución que había formado con el auxilio de varias personas. Si bien consideraba que la perpetuación de un individuo en el mando era un riesgo para los gobiernos democráticos, pensaba también que los americanos eran un pueblo ignorante y pervertido por las instituciones coloniales, de modo que serían "instrumento ciego de su propia destrucción" si se les permitía ejercer la libertad que apenas recobraban. N o pudiendo los venezolanos soportar el "beneficio de un gobierno completamente representativo", recomendaba, entonces, transformar el Senado en una corporación hereditaria, que contuviera los desatinos populares y el riesgo de un" despotismo deliberante". Pidió, así mismo, un Poder Ejecutivo vitalicio, inspirado en la magistratura de los reyes ingleses. Concluido el discurso, Bolívar invitó al recién instalado Congreso a nombrar un presidente interino para entregarle el mando. El elegido fue Francisco Antonio Zea. Era este un antioqueño que había hecho parte de la Expedición Botánica hasta 1795, cuando se vio inmerso en un proceso judicial por sedición que lo llevó a España. Allí fue exonerado y colmado de honores, y allí presenció también la llegada de José Bonaparte, a cuyo gobierno adhirió, razón por la cual debió huir a París cuando Fernando VII regresó a España. Las dificultades que atravesó en esa ciudad como exiliado lo animaron a sacrificar lo poco que tenía,

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Todas las Naciones y todos los Imperios fueron en su infancia débiles y pequefíos, como el hombre mismo a quien deben su institución. Estas grandes ciudades que todavía asombran la imaginación, Menfis, Palmira, Tebas, Alejandría, Tiro, la capital misma de Belo y de Semiramís, y tú también, soberbia Roma, sefíora de la tierra, no fuiste en tus principios otra cosa que una mezquina y miserable aldea. No era en el Capitolio, no en los palacios de Agripa y de Trajano; era en una humilde choza, bajo un techo pajizo que Rómulo sencillamente vestido, trazaba la capital del mundo y ponía los fundamentos de su inmenso imperio. Nada brillaba allí, sino su genio, nada había de grande, sino él mismo. No es por el aparato ni la magnificencia de nuestra instalación; sino por los inmensos medios que la naturaleza nos ha proporcionado y por los inmensos planes que vosotros concebiréis para aprovecharlos, que deberá calcularse la grandeza y el poder futuro de nuestra República.

Zea solo ocupó la presidencia de la República por unas horas, pues el Congreso no tardaría un día en encargársela de nuevo a Bolívar. No obstante, como este partió el27 de febrero rumbo al río Arauca, el Congreso de Venezuela eligió un vicepresidente, encargado de ejercer entre tanto el Poder Ejecutivo. Zea fue nuevamente el elegido. En cuanto al texto constitucional, los diputados del Congreso optaron por un Senado vitalicio, pero no hereditario, y por una presidencia de cuatro años de mandato y una sola posibilidad de reelección.

A media ración Morillo, que había combatido en los Llanos, instruyó a Barreiro sobre la manera en que debía entrar al Casanare. Antes que nada, era preciso avanzar durante el verano (diciembre-abril) para evitar las crecientes de los ríos, la dificultad consecuente de vadearlos y la inundación de las sabanas, que entorpecían las operaciones y dejaban los flancos muy expuestos. Además, debía llevar consigo un cuerpo de caballería respetable y caminar "con mucho tino, sin separarse mucho de la cordillera'', porque en ningún caso podía quedar descubierto el altiplano. Aconsejaba Morillo, así mismo, limitarse a descender la cordillera hasta Po re y Chire, enviando una columna para inspeccionar los llanos de San Juan y San Martín. La idea era aniquilar los focos rebeldes inmediatos al piedemonte y restablecer el suministro de ganado que estos habían interrumpido y que dificultaban el sustento de las tropas del rey en el altiplano. Barreiro se dirigió a Tunja a finales de r8r8 con la esperanza de ponerse pronto en marcha, pero tuvo que pasar casi todo el verano en esa ciudad y en Sogamoso debido a la escasez de armamentos, vestuarios y caballos. A comienzos

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A media ración

del año siguiente anunciaba un faltante de 300 bestias, que se mandaron recolectar en las provincias del altiplano y aun en la de Cartagena, adonde se requirió también por armamento. Las telas (paños y jerga) se pidieron a Quito. El n de marzo, Barreiro anunciaba que el número de caballos con que contaba era muy corto y que muchos de ellos eran "demasiado endebles" y no soportarían el paso de la cordillera. Dos días después indicaba al virrey que uno de los batallones bajo su mando solo tenía 120 fusiles para 700 hombres. Los oficiales habían tenido que endeudarse para vestir a sus hombres, sin que ello bastara para reparar la desnudez de todos. Peor aún, de los 14.000 pesos a que ascendían los gastos en los primeros meses del año, solo se habían recibido I. 500, insuficientes aun para "condimentar el rancho".

como de los rebeldes del Llano. Así, solo dispuso para las operaciones de una corta fuerza de 1.200 infantes y 540 caballos, frente a 1.000 soldados y 1.200 hombres montados que componían la del enemigo.

Con su expedición mal equipada, pero debiendo cumplir órdenes superiores, Barreiro entró en campaña el23 de marzo enviando parte de las tropas a Paya. Desde el comienzo tuvieron que privarse de muchas cosas, empezando por la comida, "pues sin haber salido aún de la cordillera, ha sido preciso, para que no falten del todo las subsistencias, poner a la tropa, inclusos los oficiales, a media ración''. Para colmo, los soldados, que eran criollos, buscaron (y lograron) desde el inicio de las marchas desertar en grupos. Para frenar esta gangrena, Barreiro ordenó fusilar a algunos de los desertores capturados. La llegada indeseable de las lluvias agravó las dificultades de la expedición. El comandante de la Tercera División debió, además, mantener avanzadas en los pasos de la cordillera (Cáqueza, Medina, Gachetá, Garagoa y Miraflores) y en las provincias del Socorro y Pamplona para prevenir sorpresas, tanto de las guerrillas del altiplano

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Concluida la travesía de la cordillera, Barreiro logró reunir todas sus tropas el 4 de abril en el pueblo de Morcote, único fiel a las tropas del rey en todo el piedemonte. Con grandes dificultades para alimentar a sus hombres, emprendió luego la marcha hacia Po re, la capital provincial, que cinco días más tarde encontró desierta. Si bien había mucho ganado, este era salvaje, de modo que solo podía atraparse en rodeos, a lazo, y "a costa de algunos hombres y caballos heridos". Tan fieros eran los toros, que atacaban a los soldados durante las jornadas rompiendo las columnas. Otro problema eran la escasez y la naturaleza de los pastos disponibles, que hicieron mucho daño a las bestias. No menos grave, el enemigo, que nunca los perdió de vista, se empeñó en atacarlos constantemente por los flancos y en rehuirlos una y otra vez para cansados. Por último, la deserción de venezolanos a medida que se acercaban a sus casas siguió desangrando poco a poco a la división. Tras cuatro días de descanso, los realistas avanzaron hasta La Laguna y al día siguiente hasta el Hato El Palmar. Allí decidieron regresar a Po re, porque los hombres andaban exhaustos tras varios días a "cuarta parte dela ración'' y la caballería estaba casi enteramente destruida: solo 150 bestias eran útiles aún y los jinetes iban en su mayoría desmontados, llevándolas por delante o con "las sillas en la cabeza''; habiendo desjarretado las que no pudieron proseguir por el cansancio. Las lluvias constantes empantanaban ya las sabanas, casi intransitables, y los ríos solo podían atravesarse con mucha dificultad.

Venezuela

A media ración

Barreiro intentó preservar la poca caballería que le quedaba, ordenándole que tomara el camino de la cordillera. Para cubrir su retaguardia, permitirle llegar sin percances al altiplano y contener la deserción de venezolanos, permaneció dos días en Pote. El hambre lo atormentó entonces aún más, porque la captura de novillos a pie era imposible de no ser a bala. El 18 de abril la expedición atravesó el Pauto para adentrarse apresuradamente por la cordillera, ante el acoso de los patriotas, que persiguieron sus diversas columnas hasta Paya, La Salina y Garagoa (mapa 4). El fracaso realista en Casanare acrecentó las murmuraciones de los pueblos, que notaron el descalabro y la magnitud de la deserción. También hizo flaquear lamoral de la Tercera División, que vio cómo sus hombres se pasaban "casi en cuerpo a Santander" y cómo durante su ausencia se formaron en el altiplano "porción de partidas" rebeldes. Ante los pobres resultados de la expedición preventiva desaparecieron las esperanzas de aniquilar los focos rebeldes del Casanare: en adelante, la Tercera División se limitaría a contener todo proyecto de invasión.

Mapa 4: La expedición preventiva de la Tercera División

--¿ Ruta seguida por Barreiro y sus hombres

1.000- 2.000 msnm 2.000- 3.000 msnm 3.000- 4.000 msnm

a .a. •

o

50

- - -

100Km 1

Capital del Reino Capital provincial Hitos del tránsito

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Contribuciones, empréstitos y donativos En la provincia de Tunja se concentraron contingentes importantes del Ejército de Costa Firme debido a su cercanía a los Llanos y a su ubicación en la ruta que de Santa Fe conducía a Venezuela, donde más activa era la contienda y adonde debían encaminarse sin tregua hombres y recursos de todo tipo. La manutención de las tropas realistas era muy costosa: a principios de r8r8, el capitán Lucas González, entonces comandante de la Tercera División, dio al virrey Sámano cifras concretas sobre lo que significaba para Tunja el mantenimiento de aquel cuerpo. Desde abril de r8r6, cuando la ocuparon las tropas del rey, dicho territorio había llegado a sustentar hasta 4.000 hombres "con bastante caballería" por ser "preciso paso para todas partes". Las poblaciones de Chiquinquirá, Leiva y Tunja habían contribuido con 200.000 raciones, sin que por ello algunos oficiales dejaran de pedir "a diestro y siniestro, en perjuicio y aniquilamiento de los pueblos, apurados y miserables". Había además tres hospitales en la zona, "que solo su consumo sería bastante a la provincia donde se hallasen".

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Venezuela

Contribuciones, empréstitos y donativos

En cada remesa de víveres hasta los almacenes del Casanare, ubicados en Chita, Chire y Pore, se empleaban de balde entre 500 y 6oo hombres. Durante un año había existido en Tunja una "maestranza'' donde laboraban más de 100 sastres y zapateros, sin que se les diera por su trabajo nada más que el alimento. Mucha gente continuaba dedicada en las mismas condiciones a la fabricación de galleta para sustento de las tropas, lo que redundaba en perjuicio de sus empobrecidas familias. Por último, pasaban de 500 los caballos expropiados. El capitán González señalaba que en esas circunstancias era apenas natural que muchos habitantes optaran por marcharse "con pretexto de comercio" y eximirse "de los dilatados repartimientos y exacciones".

sin fondo en que se había transformado el Ejército de Costa Firme.

Para 1819 la situación era intolerable. El 18 de mayo, el cabildo de la ciudad, que hoy llamaríamos concejo municipal, tomó la voz a nombre de toda la provincia para interpelar al virrey. Según afirmaron los miembros de la corporación, 12 pesos diarios se gastaban en luz y leña para el ejército acantonado en las inmediaciones, de manera que solo ese rubro representaba al año más de 4.000 pesos. La ciudad de Tunja era incapaz de financiar ese gasto, porque sus recaudos ascendían apenas a 6oo pesos, habiendo disminuido considerablemente por "falta de contribuyentes". Las rentas de la municipalidad estaban conformadas además por el alquiler de los ejidos o tierras comunales, pero de ellas nada lograba obtenerse, estando ocupadas "con las brigadas de caballerías y con los ganados de las provisiones". Los terrenos que antes permitían a los habitantes más pobres arrendar parcelas de subsistencia o recuperar los novillos destinados al sacrificio para abasto de la ciudad habían sido apropiados también por el hoyo

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Para remediar el déficit, se impusieron gravámenes bajo distintas denominaciones ("contribuciones, empréstitos y donativos") a los habitantes de la provincia, lo que llevó a muchos a trasladar su residencia a otros lugares en los que las urgencias del erario eran menores. Había ciertamente que financiar la leña requerida por los soldados para cocinar y el cebo necesario para iluminar los cuarteles. Pero aun cuando el alto gobierno asumiera los costos de una y otro, quedarían pendientes asuntos mucho más urgentes y de mayor importancia. El cabildo de Tunja refirió de manera sucinta la naturaleza de los socorros que había estado librando al ejército del rey: Esta provincia ha contribuido hace tres años con un asombroso número de raciones, con la entrega de todas sus caballerías y bestias de cargas para el servicio del ejército. Con la conducción a hombros de víveres y utensilios de todas las tropas hasta los Llanos, con el alojamiento de toda la división en cuarteles para las tropas, oficiales, caballería, hospitales, almacenes y demás. Con todos los víveres de ganados y legumbres que ha habido en su territorio, y con todas las armas, ganados y recursos que tenía para el servicio y consumo de las tropas, de modo que, no solo faltan ya estos artículos, sino también los medios y recursos para adquirirlos, pues faltan las semillas, los bueyes y bestias de carga, las herramientas y auxilios para la agricultura, y solo se hallan en los pueblos y campos infinidad de familias mendigantes y arruinadas.

Ante la falta de fondos públicos, los habitantes de la provincia habían tenido que asumir la alimentación de los hombres del rey y entregarles sus caballos, mulas y bueyes,

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Contribuciones, empréstitos y donativos

que fueron transformados en monturas o en recuas para el transporte de víveres y municiones. Cedieron como cargueros y arrieros a sus peones y mozos de hacienda, o peor aun, a sus padres, hijos o hermanos, quedando en vilo la subsistencia familiar. Alojaron en sus casas a oficiales y soldados, y transformaron los edificios más amplios en cuarteles, hospitales, bodegas y pesebreras. Vaciaron sus fincas de vacas, ovejas y gallinas, viendo cómo se confiscaba una y otra vez el grueso de la producción agrícola para alimentar al ocupante. Se despojaron de hachas, machetes y azadones para paliar la escasez de hierro y la urgencia con que se requería en las armerías ...

algunas provincias debían contribuir de forma masiva con hombres para conformar las tropas reales y con recursos para alimentarlas, vestirlas y curarlas, como fue también el caso de Popayán; otras se mantuvieron prácticamente al margen de aquellas exigencias. Las gobernaciones deAntioquia y Riohacha, por ejemplo, se libraron de la presencia de contingentes armados importantes y por consiguiente del pago constante de raciones, uniformes, gastos de hospitalización, etc. Otras jurisdicciones, destacadas por su fidelidad al rey en tiempos de la revolución, fueron también eximidas de empréstitos, reclutamientos y contribuciones forzosas: tal fue el caso de Cuenca, Guayaquil, Pasto, Santa Marta, Panamá, Veraguas, Portobelo ...

La suma de los sacrificios era tal, que el cabildo temía la "total ruina y desolación'' de la provincia. Por ello, sus miembros hicieron un llamado desesperado al virrey para que repartiera la carga que implicaba la residencia de la Tercera División entre todas las gobernaciones y corregimientos del Nuevo Reino: La situación local de esta la ha constituido como un antemural, limítrofe a la de los Llanos, por cuya circunstancia ha sido preciso que sus habitantes sufran las más graves pensiones consecuentes a la guerra, pero no tiene duda que las provincias interiores han disfrutado de la seguridad, tranquilidad y desahogo que les ha proporcionado su localidad interior a costa de los sacrificios de esta, y por lo mismo parece de justicia que todas concurran a la parte de estos gastos.

El alegato de los miembros del cabildo de Tunja indica que el peso de la pacificación realista estuvo repartido de manera muy desigual en el territorio virreina!. Mientras

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El cabildo de Tunja concluyó su oficio al virrey reclamando los 20.000 pesos que habían costado las 1.000 reses e igual número de cargas de harina que fueron precisas para la incursión de la Tercera División a los Llanos a comienzos de r8r9. Los habitantes de la provincia las habían costeado en su totalidad, confiando en que la comisaria general las pagaría más temprano que tarde, pero los vecinos no habían recibido todavía un cuartillo. Después de enterarse de los reclamos de los tunjanos, el virrey Sámano mandó poner la siguiente nota: "El mantener tropas cede en beneficio general de los pueblos y es justo que todos contribuyan''. El máximo representante del rey en el territorio neogranadino no era un mago: estaba fuera de su alcance obtener doblones de oro de una tesorería exhausta. Por lo mismo, tampoco era mucho lo que podían hacer los miembros del tribunal de cuentas, máxima autoridad del virreinato en materia de hacienda. En cuanto a repartir

Venezuela

los costos generados por la Tercera División en Tunja entre todos los gobiernos que conformaban el Nuevo Reino, era ciertamente una medida sana en teoría, pero ineficaz en la práctica por las dilaciones e incumplimientos que traería consigo. Entre tanto, los rebeldes de los Llanos actuaban sin descanso.

Unión Santander hizo cuanto estuvo a su alcance para superar las rencillas entre neogranadinos y venezolanos en el Casanare y preparó la unión de ambos países, haciendo que el ejército bajo su mando reconociera la autoridad del presidente de Venezuela y garantizando en dicha provincia la elección de cinco diputados para el Congreso de Angostura. No significa esto que aprobara la unión definitiva de los territorios una vez liberados. Más bien, consideraba que la disolución de las Provincias Unidas de Nueva Granada en r8r6 demostraba la necesidad, mientras durara la guerra, de tener un gobierno fuerte y un ejército contundente para vencer de forma definitiva a España. Si el Casanare se transformó provisionalmente en protectorado venezolano y si allí se llevaron a cabo elecciones que confirmaron su nueva condición, esto se debió al estado desventajoso de la revolución en el virreinato. Santander no descartaba una unión permanente, pero consideraba, con otros neogranadinos principales del Casanare, que esta no debía hacerse de cualquier manera. Cuando estaba ya en curso la campaña de r8r9, señaló

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Venezuela

en una carta: "La unión de los dos pueblos no me parece imposible; pero sí lo será, si en el modo de verificarla nos erramos. Si [ ... ] por fuerza se quiere hacer, no lo dude usted, nos empeñamos en una guerra; pero si oyendo a sus representantes legítimos, se les persuade la utilidad e importancia de esta unión, tampoco debe usted dudar que se deje de verificar". Lo que temían Santander y muchos de sus compatriotas era que el territorio neogranadino se convirtiera en una colonia de Venezuela. ¿Cómo evitar tal cosa? ¿Qué procedimiento debía seguirse para ligar ambos Estados? En abril de r8r9 Santander instruyó sobre el particular al coronel José María Vergara, uno de los neogranadinos elegidos para representar al Casanare en el Congreso de Venezuela: "Váyase luego, luego, y no deje que nos impongan la ley los representantes de 6oo almas. Ya se dice que Nueva Granada y Venezuela están incorporadas de hecho. No sé de dónde, por qué sea esa incorporación. Asista a algunas sesiones, pida licencia o renuncie, y véngase, aunque sea a pie". En el mes de julio, al incorporarse a la asamblea constituyente de Angostura, Vergara abordó el tema en un discurso inequívoco: La unión de la Nueva Granada y Venezuela no puede ni debe ser como la de país conquistado, o cedido en calidad de dote por convenir al interés de dos familias o en cambio de otro por la misma o diferente mira política. Debe hacerse por la expresa voluntad de los habitantes de ambos países, convencidos de la recíproca utilidad que debe resultarles. Nueva Granada se unirá en obsequio de su eterna tranquilidad, del engrandecimiento nacional, de la prosperidad general y en reconocimiento a Venezuela, de cuyo constante patriotismo y liberalidad recibe

Unión

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la libertad e independencia. Venezuela, menos poblada, con menos extensión en su territorio, conocida falta de recursos por una guerra desoladora, tiene tal vez mayor interés en propender a esta unión. Ambos países conocen su utilidad, ambos han aspirado a esta grande obra; al Soberano Congreso toca poner sus bases y buscar los medios de realizarla.

Los procederes del gobierno de Venezuela debían ser coherentes con la naturaleza del régimen adoptado. En ningún modo podían confundirse los actos de autoridades republicanas con los de los reyes europeos, que trataban a sus súbditos como partidas de ganado, intercambiándolos o dándolos en prenda para asegurar uniones ventajosas a sus hijos. Que Vergara se dirigiera al Congreso de Venezuela para recomendarle ese asunto particular indica que los neogranadinos emigrados más influyentes esperaban que aquella asamblea contuviera eficazmente al ejército revolucionario. En concreto, Vergara propuso que el Congreso suspendiera la discusión de la Constitución, pues para ser legítima en la Nueva Granada, los representantes de ella debían participar en los debates. Debía expedirse, más bien, un "reglamento provisional de gobierno"; ordenarse una conducta "política, fraternal y generosa'' a las tropas que iban hacia el altiplano, evitando que se transformaran en "nuevos opresores"; y restablecerse los gobiernos provinciales y el gobierno general de la Confederación que el Ejército Pacificador aniquiló en r8r6. Los representantes de Venezuela tomaron nota del discurso, pero prosiguieron sus tareas, considerando que la Constitución podría ser aprobada por el pueblo neogranadino a su debido tiempo, de acuerdo con los procedimientos legítimos. Se limitaron entonces a nombrar una

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Venezuela

comisión encargada de redactar un proyecto de unión y a expedir dos leyes importantes. Según la primera, sobre secuestros y confiscaciones, en toda población "libertada'' las autoridades solo se apropiarían de los bienes de quienes emigraran definitivamente y de los del gobierno espaiiol. En consecuencia, respetarían las propiedades de cuantos abrazaran la causa independentista a la llegada de sus tropas, sin importar su conducta pasada, así como el patrimonio delas mujeres e hijos de enemigos de la República que optaran por permanecer en el país. La segunda ley privilegiaba la política de atracción sobre la de castigo, no solo con respecto a los americanos que permanecían "obcecados sosteniendo la causa del rey", sino también a los españoles que combatían forzados. Ningún individuo que se presentara de buena fe a los jefes del ejército, una vez "libertado" el lugar de su residencia, sería molestado en su persona o en sus bienes. Del mismo modo, todo servidor del rey que se uniera a la causa conservaría su grado, distinción y clase. Finalmente, la ley exigió el respeto de los monumentos, cosas sagradas, archivos y establecimientos públicos de los territorios ocupados por las tropas de la República de Venezuela.

Segunda parte

Nueva Granada

Un cuerpo moribundo Tras poner fin a las disputas de los patriotas del Casanare y organizar una división, Santander informó a Bolívar acerca de los progresos alcanzados, la opinión favorable de los pueblos de la Nueva Granada y las grandes posibilidades que había de vencer a la Tercera División en una batalla decisiva. De conseguirlo, se apoderarían de provincias pobladas y ricas, retaguardia inmejorable para adelantar con éxito la campaña de Venezuela. Bolívar recibió el informe en lapo blación de Manteca!, en los llanos del Apure, y le pareció tan convincente que el 20 de mayo de 1819 avaló la idea de atacar conjuntamente las posiciones realistas de la Nueva Granada. "La rapidez será la divisa de esta campaña", declaró en una carta en la que explicó sus planes al vicepresidente de Venezuela, Francisco Antonio Zea. Quería decir que el éxito dependía en buena medida de la sorpresa que causara la incursión de sus hombres por una zona que el enemigo había conservado sin sobresaltos durante los tres últimos años. Pero el triunfo dependía también de mantener simultáneamente varios frentes de guerra. En el oriente de Venezuela debían

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Nueva Granada

Un cuerpo moribundo

proseguir por lo tanto las hostilidades y con ello la dislocación de las fuerzas del rey, mientras que José Antonio Páez distraería con sus hombres a la Segunda División del Ejército de Costa Firme en Barinas y avanzaría con parte de ellos hacia los valles de Cúcuta para llamar la atención de la Tercera y facilitar de este modo la incursión patriota por el altiplano a través de la provincia de Tunja. Por último, se esperaba que el aventurero escocés Gregor MacGregor, al mando de una expedición financiada desde Londres por el agente de las Provincias Unidas de Nueva Granada, completase el plan, invadiendo algún punto de la costa de Riohacha o Santa Marta.

imprudentemente por Macanal y Garagoahasta Guateque, a tres jornadas de Santa Fe, antes de caer prisionero y morir fusilado. Santander envió además a uno de sus capitanes a Sogamoso, de donde era natural, a tomar noticias exactas y recibió también comisionados de patriotas del altiplano. Los informes lo convencieron de que guerrillas patriotas formaban un "cordón" en las provincias de Santa Fe, Tunja, Socorro y Pamplona, causaban mucho daño al enemigo y protegían a los desertores. Pudo comprobar también que el pueblo era muy favorable a la causa, que abundaban los chismes sobre una expedición inminente desde Venezuela y sobre invasiones de tropas revolucionarias por Guayaquil y Popayán, y que no eran pocos los ofrecimientos de haciendas, armas y ganados: "hasta las indias" afirmaban reservar sus mantas "para abrigar soldados patriotas, a quienes llaman buenos cristianos".

La campaña de la Nueva Granada empezó en la estación lluviosa por dos razones: el enemigo, que descartaba un movimiento emprendido con tamañas dificultades, estaría desprevenido y las inundaciones de los Llanos cubrirían la retaguardia patriota en el Apure. En caso de que Morillo lograra volar en auxilio de las fuerzas que defendían la ciudad de Santa Fe, las tropas que batallaban en Venezuela podrían asegurarse fácilmente el control de Caracas y su provincia. De fracasar la expedición, Bolívar confiaba en poder regresar a tiempo a los Llanos para participar de nuevo en aquella guerra. Santander no esperó la decisión de Bolívar para hacer preparativos y ordenó a uno de sus hombres internarse por la cordillera hasta el valle de Tenza, sin duda con el propósito de averiguar si la expedición proyectada era viable: a la cabeza de un escuadrón, el teniente coronel francés Reynal Sasmajous, uno de los numerosos extranjeros atraídos por la causa independentista, logró sorprender varios destacamentos enemigos en pueblos de la zona, penetrando

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Las tropas venezolanas se pusieron en movimiento desde Manteca! con dirección al occidente el25 de mayo. Como ya estaban inundados los Llanos, muchos caballos de oficiales y mulas que conducían la artillería se ahogaron. De hato en hato, atravesaron el río Arauca el 4 de junio y ocho días más tarde llegaron a Tame, donde se encontraron con la división que comandaba Santander. Quedaron así reunidas las tropas de Venezuela con las del Casanare en un ejército compuesto por dos divisiones y 2. 500 hombres, que recibió el nombre de "libertador", por imaginarse que el pueblo neogranadino se encontraba reducido a la esclavitud y que su tarea era redimirlo del yugo español. Los soldados andaban prácticamente desnudos, "casi todos sin calzones ni camisa", siendo raro el que "conservaba su chupa o pantalón" o "los restos de sus viejas chaquetas". Los más

Un cuerpo moribundo

6r

ataviados llevaban puesto solo una especie de taparrabos llamado guayuco. El r8 de junio la expedición llegó a Pare, lugar en el que descansó cuatro días. Notando Bolívar que uno de los coroneles extranjeros se ponía la vieja casaca de su uniforme sin camisa, ordenó a su mayordomo que le diera una de las suyas, a lo que este respondió: "¿Cuál? [ ... ] Usted no tiene más que dos, la puesta y otra rota que la están lavando". El ejército reanudó su marcha el 22 de junio por el piedemonte hasta Morcote y comenzó el ascenso de la cordillera, que se hizo de forma escalonada: la división a cargo de Santander adelante, luego la que comandaba José Antonio Anzoátegui y finalmente la caballería que escoltaba el armamento y la Legión Británica, bajo la supervisión de Carlos Soublette. En la travesía de la montaña, según recordaría años después un testigo presencial, se perdió "una gran parte de los caballos y todo el ganado que se conducía'' para alimento de la tropa. Bolívar es aun más dramático en su correspondencia: en cuatro días de ascenso "los furgones del parque de artillería se inutilizaron y el ganado de relevos pereció todo", siendo rara la bestia de carga o silla que concluyó la travesía. El 27 de junio, la vanguardia de la expedición se enfrentó por primera vez a los realistas, derrotándolos en la población de Paya. No obstante, el disgusto de los llaneros iba en aumento: a las dificultades del ascenso, el frío y las lluvias se sumaba la miseria: "había soldados que solo tenían por todo vestido un guayuco de palma y un sombrero de paja o cuero". Por ello se planteó la posibilidad de abortar la campaña, desandar el camino e intentar la invasión de la Nueva Granada por Guasdualito y Cúcuta. Santander

(6-11

Nueva Granada

reunió entonces a los oficiales de la división de vanguardia y con su respaldo ofreció adelantarse para inspeccionar la provincia de Tunja y conocer la opinión del pueblo. Si tenía éxito, el ejército de Venezuela podría unírsele luego. De lo contrario, se preservaría para retomar la guerra en el Apure contra Morillo. Entre Paya y los pueblos del altiplano se interpone el páramo de Pisba, que alcanza los 3.900 metros de altura. En la marcha lluviosa para coronarlo muchos soldados desertaron buscando volver al Llano, más de cien perdieron la vida, "un número mayor llenó los hospitales y el resto de la tropa quedó tan estropeado que no podía hacer la más pequeña marcha''. La caballería llegó sin sus bestias, sin monturas y sin armas "porque todo le parecía un estorbo al soldado para caminar y salir del páramo; quedaron abandonadas las municiones y provisiones, porque no hubo mulas que pudieran salir, ni hombre que se detuviera a conducirlas; preferían encontrar al enemigo a la salida en cualquier estado y morir heroicamente antes que perecer víctimas del frío". Cuando el ejército se reunió en Tasco "era un cuerpo moribundo" (mapa 5).

Un cuerpo moribundo

Un mes de incertidumbre

Las primeras noticias sobre la expedición patriota se recibieron en Tunja a comienzos de junio de r8r9, por la vía de Pamplona y Venezuela. El gobernador de dicha provincia avisó el día 7 a José María Barreiro, comandante de la Tercera División, que desde las poblaciones venezolanas de San Cristóbal y Guaca se anunciaba la reunión de las fuerzas de Bolívar y Páez en Guasdualito, y su intención de penetrar al virreinato por los valles de Cúcuta. A finales de mes, Barreiro recibió confirmación de los primeros desplazamientos y explicó al virrey Sámano que la invasión no se realizaría por donde se había pensado en un comienzo, sino por alguno de los pasos de la cordillera que mediaban entre el Casanare y las provincias de Tunja y Santa Fe: de producirse algún movimiento hacia Cúcuta, este sería, en su concepto, solo una distracción. Los riesgos se acrecentaban entonces por ser varias las opciones con que contaban los rebeldes para realizar su incursión al altiplano:

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Un mes de incertidumbre

Nueva Granada

I.

Remontando el río Casanare para salir a los pueblos de La Salina y Chita.

2.

Por Puebloviejo y el páramo de Pisba hasta Socotá y Sacha.

3· Por la vía de Paya hacia Labranzagrande, Tópaga y Gámeza.

4· Siguiendo el curso del río U pía para salir a Miraflores y Ramiriquí.

HONDA A.

5. A través deMedina, a espaldas del páramo de Chingaza, para acceder a la sabana por Gachalá y Gachetá. 6. Trepando a la cordillera por Cáqueza, es decir, una ruta semejante ala actual carretera que de Villavicencio conduce a Bogotá, y

7· Por las múltiples entradas del valle de Tenza. Barreiro consideraba que las cinco primeras opciones eran muy poco probables: el paso por páramos y montañas tan ásperas, de suyo difícil para hombres provenientes de tierra caliente, se hacía mucho más complejo por las bajas temperaturas que traía consigo la estación lluviosa. La vía de Cáqueza, de sendas estrechas, atravesada por grandes quebradas y muy distante del lugar de reunión del ejército independentista, podía descartarse también. Según Barreiro, los rebeldes llegarían por alguno de los caminos que ascendían al valle de Tenza, pues eran los más cercanos a la capital virreinal, la cordillera era más baja en aquella zona y el clima, más benévolo (mapa 6).

1.000- 2.000 msnm 2.000- 3.000 msnm 3.000 - 4.000 msnm

11 .6.

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1

Posible ruta Capital del Reino Capital provincial Mapa base: Colombia física-Cartur Fuente: Barreiro a Sámano (Tunja, 25 de junio de 1819), en: Friede, La Batalla ... , pp. 22-24.

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Un mes de incertidumbre

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Tratándose de especulaciones, los espías tomaron una importanciafundamentalparaconoceratiempoelverdadero plan de operaciones del enemigo. Barreiro, entre tanto, concentró parte de sus tropas en Santa Rosa para atender la eventual llegada de los revolucionarios por Gámeza, Pisba o Miraflores, redujo las guarniciones de Chita y Paya a 150 hombres cada una y declaró al virrey su intención de reunir la mayor cantidad de fuerzas posible alrededor de Tunja, "como punto más céntrico", para responder a cualquier amenaza (mapa 7). La situación comenzó a definirse el21 de junio, cuando el comandante realista de la columna avanzada de Paya anunció a Barreiro que una partida bajo su mando había detenido a un grupo de insurgentes en el sitio de El Moríchal, muy cerca de Yopal. Estos informaron de la reunión del ejército invasor en Po re (90 km al nororiente), tras cruzar el río Casanare. El día 27, el mismo jefe de Paya informó el avistamiento de unos 1.200 infantes y 200 caballos, el primer intercambio de tiros por algo más de cuatro horas y su retirada hacia Labranzagrande con todos los habitantes de la zona, que lo siguieron a la fuerza. El camino de Pisba quedó así libre de tropas del rey, aunque sin puentes, pues aquellas tuvieron la precaución de cortarlos para entorpecer la marcha de los rebeldes. Cuando Barreiro supo, un par de días después, que otros 400 infantes enemigos habían llegado a Paya, vio más claramente el lugar por el que entraría la expedición enemiga al altiplano. Ordenó, en consecuencia, retirar las tropas de La Salina, pero mantuvo las del valle de Tenza, porque temía que por allí ingresara otro cuerpo rebelde que pusiera en riesgo a Santa Fe.

RloGuaviare

Mapa 7: Dispersión de la infantería de la Tercera División en las provincias adyacentes al Llano (28 de mayo de 1819) 1.000 - 2.000 msnm 2.000- 3.000 msnm 3.000 - 4.000 msnm O

50

- - -

100Km 1

=

Guarnición y fuerza destacada lB Capital del Reino A. Capital provincial Mapa base: Colombia física-Cartur Fuente: Estado de fuerza, Rodriguez-Lee, t.lll, p. 397. Nota: los estados de fuerza de Tunja

y Sogamoso corresponden al 7 de julio de 1819, Friede, p. 55.

Nueva Granada

Un mes de incertidumbre

El5 de julio, Barreiro informó al virrey que las guerrillas del Socorro habían avanzado hacia la provincia de Tunja para unirse con la expedición patriota. A pesar de la persecución de los soldados del rey, lograron pasar la cabuya, la tarabita o el puente de cuerdas de Socha, internándose por el páramo de Pisba. Sin embargo, ese mismo día, el virrey comunicó a Barreiro la pérdida del punto de Medina, por lo que aún no podía descartarse un movimiento combinado de tropas por dos pasos de la cordillera: hacia Tunja y hacia Santa Fe. Estas sospechas se vieron reforzadas con los avisos que dio casi al mismo tiempo el comandante militar del valle de Tenza sobre la presencia de vigías patriotas en las inmediaciones de Miraflores, de modo que se propuso dar un rodeo por Macanal para sorprenderlos por la retaguardia.

Tras una noche muy lluviosa y oscura, Barreiro abandonó la ciudad de Tunja, dirigiéndose all ugar de las hostilidades. Un mes de incertidumbre había terminado. Muy pronto los dos ejércitos iban a verse finalmente las caras.

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La poca claridad sobre los verdaderos designios del enemigo no alteraba un hecho sustancial: si España quería conservar la capital virreina!, guarnecida por poco más de 400 hombres, la responsabilidad dependía por completo de la Tercera División. Como estaba en inferioridad numérica con respecto a los invasores, constando aproximadamente de 1.500 soldados y 350 caballos, no podía aventurar su suerte internándose por el páramo de Pisba. Aun así, Barreiro era optimista al suponer que las tropas bajo su mando estaban mejor entrenadas que las del enemigo y que las vencerían sin dificultad cuando salieran al altiplano. El 7 de julio se enteró de que los rebeldes habían emboscado a las 2 de la madrugada una partida realista en el pueblo de Corrales y de que 6oo de ellos se habían presentado en la tarde en el convento de Belén, a menos de 5 kilómetros de Sogamoso.

7I

Gámeza El6 de julio, una vez concluida la travesía por la cordillera, llegó a Socha el ejército patriota "reducido a un verdadero esqueleto", de forma que "parecía imposible que pudiera resistir al español". El poblado estaba ubicado en la provincia de Tunja, más precisamente en el valle de Sogamoso, que se convertiría en el cuartel general de la Tercera División. Como casi todos los caballos habían perecido en el tránsito del páramo y los soldados habían abandonado sus monturas y armamento para acelerar el paso, los oficiales republicanos se concentraron en conseguir bestias y sillas de remplazo, en auxiliar las fuerzas que aún luchaban por salir de la montaña, en concentrar hombres y pertrechos, y en establecer contactos con las guerrillas que operaban en los alrededores. La expedición contó con el auxilio eficaz de los habitantes de la zona, para quienes "la repentina aparición del ejército republicano [ ... ] fue un golpe eléctrico". Los habitantes de Socha y Socotá fueron en busca de los soldados emparamados y de las bestias cansadas que se rezagaron en la montaña, y cargaron en sus espaldas los fusiles y municiones regados por el camino.

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Nueva Granada

Gámeza

El apoyo sincero de los hombres y mujeres de la provincia de Tunja a la causa se tradujo en noticias fidedignas, reclutas, víveres y armas. Al respecto dijo Bolívar:

que hacían rogativas en su favor, les regalaban huevos, carneros, aguardiente y otras cosas a la División, y aprehendían y le presentaban como prisioneros a los soldados patriotas dispersos que caían en su poder.

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Los espafioles temen no solamente al ejército sino al pueblo, que se manifiesta extremadamente afecto a la causa de la Libertad. Muchos pueblos distantes del centro de mis operaciones han venido a ofrecer cuanto poseen para el servicio del ejército, y aquellos que encontramos en nuestro tránsito, nos reciben con mil demostraciones de júbilo. Todos arden por vernos triunfar y prestan generosamente cuanto puede contribuir a darnos la victoria.

Como en especial eran urgentes los caballos, la ropa y las cobijas para la tropa desmontada y desnuda, una y otras se remitían "a guisa de enjalma'' sobre las monturas cedidas. Las mujeres se destacaron por su generosidad con los soldados, despojándose aun de enaguas y camisones para la fabricación de prendas de vestir (calzoncillos, camisas, chaquetas). Los oficiales realistas notaron con estupor la adhesión popular al movimiento independentista. Barreiro indicó al virrey Sámano, por ejemplo, que todos los pueblos subordinados al de Gámeza habían "recibido con las mayores demostraciones de alegría a los rebeldes, saliéndoles al encuentro y teniéndoles prevenido provisiones y demás auxilios necesarios, sin que uno solo haya dejado de presentárseles". El jefe de la Tercera División se refirió también a la colaboración prestada al enemigo por los curas y alcaldes, que no le comunicaron "la más pequeña noticia'' y permanecieron en sus pueblos "obsequiando a los rebeldes". Según explicó, solo eran fieles al rey los indios,

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Barreiro llegó a Sogamoso en la noche del9 de julio. A la madrugada del día siguiente ordenó un reconocimiento de los pueblos de Corrales y Gámeza. Los treinta hombres que envió al primer punto se encontraron con más de 300 rebeldes que los rodearon y acuchillaron. En Gámeza se produjo otro incidente al llegar la partida realista, que sufrió el ataque de los invasores. No obstante, siendo muy superior en número, los destrozó por completo. Tras estas escaramuzas se trabó un combate más formal, al cabo del cual r.ooo hombres de infantería yr8o de caballería del ejército realista despedazaron dos columnas independentistas, una de caballería de 300 unidades y una de infantería de 200. Los numerosos prisioneros resultantes apenas lograron llegar al campamento de la Tercera División: allí, los soldados del rey los mataron a todos con el consentimiento de Barreiro, que consideraba necesario ensangrentar a sus soldados, según comunicó al virrey Sámano poco después. Los independentistas reaccionaron con dos divisiones que obligaron a los defensores realistas a guarecerse del otro lado del Gámeza y a atrincherarse en la peña de T ópaga, desde donde dominaban el puente sobre el río. Barreiro calculaba que las fuerzas enemigas lo duplicaban en número, estando compuestas por algo más de 2.000 hombres: la mitad, de tropa regular, y el resto, "indios flojos". El territorio que cubrían era bastante extenso, pues entre Corrales, Gámeza, Tasco (donde suponía que estaba el cuartel de Bolívar) y Socotá (emplazamiento de

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los hospitales y de las armerías) hay 6o kilómetros. El comandante de la Tercera División seguía convencido de que lo esperaba la victoria por contar con hombres más disciplinados y aguerridos, y prometió al virrey que la conseguiría al día siguiente.

mínima la artillería empleada a lo largo de la campaña por uno y otro bando, y estando ambos pobremente armados y municionados, la conclusión más importante que arrojan los datos de la munición gastada por los realistas en Gámeza es que las armas más usadas en los combates de 1819 fueron las lanzas de la caballería, las armas blancas y las bayonetas de los infantes.

El n de julio, cuando los patriotas ajustaban apenas cinco días en el altiplano, se libró el segundo combate formal de la campaña. A pesar de los disparos, los revolucionarios atravesaron el río Gámeza en cantidad considerable, pero fueron incapaces de desalojar al enemigo de sus posiciones y perdieron 180 hombres. Los realistas, por su parte, perdieron solo dieciséis de tropa y un teniente. No obstante, superados numéricamente, los 900 infantes de ese bando debieron gastar mucha munición (35.000 cartuchos, lo que arroja un promedio de 39 tiros por soldado), hasta quedar casi desprovistos de ella. Como el combate duró entre cinco y ocho horas, según la documentación existente, en Gámeza, en el mejor de los casos, cada soldado realista disparó unas ocho veces por hora y, en el peor, unas cinco. Se trató ciertamente de una frecuencia baja, ya que un combatiente podía realizar en aquella época entre dos y tres tiros por minuto (de 120 a 180 por hora) con un fusil europeo convencional, y uno por minuto (6o por hora) con los que tenían el ánima estriada, como el Baker inglés, por ser su carga más dispendiosa. Aun suponiendo que las bajas patriotas obedecieran todas a disparos (cosa que evidentemente no sucedió), solo una de cada 194 balas habría sido mortal: apenas el 0,5%, cuando se consideraba en Europa que alrededor del 5o/o de los tiros hechos a 100 pasos de distancia en medio de una batalla daba en el blanco. Siendo

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Al finalizar la batalla, los independentistas enfilaron hacia el pueblo de Tasco, donde aguardaron la llegada de cuerpos que todavía no terminaban el tránsito de Pisba: 400 hombres de caballería y 200 ingleses rezagados. Conseguido el empalme, el ejército patriota, que alcanzaba ya las 2. 500 plazas, tendió cuatro cabuyas sobre el río Chicamocha, comenzó a atravesarlo el 16 de julio, ocupó el pueblo de Betéitiva y tomó luego posiciones en los corrales de Bonza, valle de Cerinza, muy cerca de Duitama. Allí los oficiales se esforzaron nuevamente por atender las urgencias de los soldados, pero no pudieron vestirlos porque "en los pueblos ocupados no había telas, pues los realistas las habían recogido todas". Barreiro, asombrado, se preguntaba cómo los patriotas, "enteramente en cueros", podían resistir tanto frío. Si bien sus hombres estaban mejor equipados, dormían también a cielo abierto, carecían como aquellos de cobijas y llevaban siempre la ropa mojada, pues tenían solo una muda. Es un hecho comprobado por documentos que entre el 7 y el 19 de julio no paró de llover en esas tierras. Las municiones se inutilizaban por la humedad y los fusiles perdían su eficacia al ensuciarse. En Socotá, uno de los pueblos de la retaguardia, se intentó fabricar cartuchos y rehacer los que se mojaron en el tránsito del

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páramo, aunque para ello escaseaba el papel. Así mismo, se montaron dos fraguas para construir lanzas con los cañones de fusiles descompuestos, único hierro disponible. Los hombres del rey, por su parte, fueron a los Molinos de Tópaga (se trataba de una región triguera), adonde llegaron "muchísimos prisioneros". Barreiro, fiel a su propósito, los hizo matar "al momento para comprometer más el soldado''. A dicho punto llegaron también los 200 hombres de la columna de Paya: a esas alturas no cabía ya ninguna duda del plan de campaña del adversario y no tenía sentido seguir indagando por sus movimientos a través de la cordillera. Sin municiones y con muchos menos hombres que el enemigo, Barreiro pasó a la defensiva. El virrey Sámano le envió 26.ooo cartuchos y 4-000 piedras de chispa, que recibió en el camino hacia Sogamoso, Firavitoba y Paipa, con la recomendación de usarlos con parsimonia, pues quedaban pocos en Santa Fe. Barreiro era consciente de que la nueva estrategia no lo favorecía, porque, según informó al virrey, mientras más terreno ocupara el enemigo, aumentarían en proporción sus recursos de subsistencia. Obligado a retroceder sin buscar la acción decisiva con que había soñado en un comienzo, el jefe de la Tercera División sabía que los rebeldes buscarían rebasarlo por los flancos "para caer a retaguardia'' (mapa 8).

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Pantano de Vargas El2o de julio, Barreiro avisó al virrey Sámano la inminencia del combate que decidiría su suerte. Estaba equivocado, pues no sería en una, sino en dos batallas que se sellaría el destino de la Tercera División y el del Nuevo Reino de Granada. En los días siguientes, los ejércitos estuvieron a la vista el uno del otro y hubo algunos tiroteos. Mediante acciones menores de guerrillas quisieron forzar una salida a campo abierto para librar combate. El escenario de estos preparativos fueron los potreros de Bonza, a un paso de Duitama. El25 de julio, fecha fuertemente simbólica por ser el día del apóstol Santiago, patrón de España, el ejército patriota se movió por fin hacia el sur con el designio de obligar al enemigo a abandonar sus posiciones, fortificadas con trincheras y parapetos. A las diez de la mañana atravesó el río Chicamocha y al medio día se encontró con la caballería de los realistas, que le cerró el paso en una hacienda conocida con el nombre de Pantano de Vargas. Todo el encuentro tuvo por objeto el dominio de las montañas ubicadas al oriente: los revolucionarios, dueños al comienzo de dichas alturas, fueron

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desalojados de ellas por la espalda y a bayonetazos. Cuando parecía que iban a ser aniquilados por la acción conjunta de la caballería y la infantería en el callejón que configuraba la hondonada, se produjo una reacción desesperada que rindió sus frutos y en la que se destacaron las legiones extranjeras. Los hombres del rey, desprovistos de municiones, no lograron retomar la cuesta, y al arreciar la lluvia y caer la noche debieron cesar el combate. La Tercera División y el Ejército Libertador proclamaron el triunfo en sus respectivas comunicaciones y quedaron a la espera de un nuevo encuentro, que suponían sería, esta vez, decisivo.

de las cumbres. Por eso, Barreiro hizo un llamado urgente para que le remitiese a Tunja 50.000 cartuchos y alguna artillería ("dos cañoncitos de montaña'' y un "pequeño obús") con el fin de obligar al enemigo a salir a campo descubierto y frustrar la estrategia de "encorralamiento" de Bolívar.

El jefe de la Tercera División calculó en la noche del combate, en medio de un aguacero torrencial y cuando aún no se reincorporaban al cuartel todos los dispersos, haber sufrido 140 bajas. Luego, refirió, basado probablemente en los informes de sus espías, que los soldados enemigos remitidos a los hospitales ascendían a 190. En tanto, el parte oficial de los patriotas habla de 500 soldados del rey muertos o malheridos, contra 100, aproximadamente, de su lado. El cura de Ramiriquí recordó años después haber visto unos 6oo cadáveres enterrados en una fosa común de la hacienda y aseveró que los realistas sumaban dos tercios. Todas estas cifras deben tomarse con cautela. En las comunicaciones dirigidas al virrey el día siguiente, Barreiro supuso que Bolívar, poco confiado en el coraje de sus tropas, buscaba posiciones sin salida para que la desesperación produjera "los efectos del valor". Se refería al río Gámeza, que condenó a los soldados patriotas a avanzar o morir, y al pantano y a los precipicios que los obligaron días después a batirse desesperadamente por la posesión

El 26 de julio, el Ejército Libertador permaneció en el Pantano de Vargas y el de Costa Firme, en el pueblo de Paipa, adonde se retiró después del combate. Al día siguiente, el primero regresó a Bonza: necesitando reponer sus bajas, recibió con alivio 6oo rezagados de la travesía de Pisba y 400 reclutas enviados del Socorro y Pamplona. Además, enganchó 500 más en las inmediaciones "sin distinción de indios y vecinos", gracias a la publicación de una ley marcial que ordenó, so pena de fusilamiento, que todo hombre entre los quince y los cuarenta años se presentara al servicio. En total, 1.500 hombres de tropa frescos se habrían unido a los independentistas. Los realistas, por su parte, recibieron premios en dinero desde Santa Fe, así como refuerzos de Chita y del Valle de Tenza. Para acrecentar el entusiasmo de los soldados, les ofrecieron el botín de los pueblos que ocuparan. Sin embargo, no llamaron a los efectivos apostados en Garagoa, Macanal y Ramiriquí para defender los pasos de la cordillera más al sur, pues aún temían una segunda incursión por aquellas partes. A finales de julio, según cálculos de Barreiro, los independentistas ascendían a 2.8oo hombres, 6oo de ellos a caballo. Los realistas, a 1.300 plazas de infantería y 350 de caballería. La superioridad de los invasores se mantenía tanto como el perfil de la campaña: los defensores

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debían seguir a la defensiva, impidiendo que les ganaran la espalda y el camino a la capital virreina!. Entre tanto, para compensar su desventaja, Barreiro rogaba al virrey por refuerzos, algunas piezas de artillería y, sobre todo, por munición, porque las diez cargas que acababa de recibir solo le aseguraban cincuenta tiros por soldado. La inacción que convenía ala Tercera División no disgustaba tampoco a los independentistas, que debían disciplinar e instruir a los nuevos reclutas. Estos seguían al ejército en sus movimientos "directos y retrógrados" y hacían el aprendizaje elemental en los ratos de descanso. Santander describiría después aquel llamativo espectáculo: "mientras unas tropas tiroteaban al enemigo, lo divertían, y otros descansaban haciendo sus ranchos, los reclutas, en continua instrucción, aprendían a manejar el fusil, a formarse en columnas, desplegar en batalla y todo lo demás que era indispensable". Los ejércitos permanecieron frente a frente, observándose recelosos y evitando de común acuerdo la batalla (mapa 9).

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