Tradiciones cerámicas del Epiclásico en el Bajío y regiones aledañas: Cronología e interacción 9781407311371, 9781407341064

The Bajío (West-Central Mexico) has been considered by various authors to be a key region for understanding the processe

169 50 48MB

Spanish; Castilian Pages [215] Year 2013

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Polecaj historie

Tradiciones cerámicas del Epiclásico en el Bajío y regiones aledañas: Cronología e interacción
 9781407311371, 9781407341064

Table of contents :
Cover
Copyright
AGRADECIMIENTOS
INDICE
PRESENTACIÓN
TRADICIONES CERÁMICAS ROJO SOBRE BAYO DEL EPICLÁSICO EN EL ORIENTE DELBAJÍO Y SUR DE QUERÉTARO
ÚLTIMOS AVANCES EN EL ESTUDIO TECNO-ESTILÍSTICO DE LA CERÁMICA INCISADEL BAJÍO
EXCAVACIONES DE DOS ÁREAS RESIDENCIALES DE DOS SITIOS, TIPO-CRONLOGÍA DELA CERÁMICA Y SECUENCIA CRONOLÓGICA DE LA OCUPACIÓN DEL CERRO BARAJAS
LA CERÁMICA FUNERARIA DEL CERRO BARAJAS: SERIACIÓN Y CRONOLOGÍA
PRODUCCIÓN Y COMPOSICIÓN CERÁMICA: AVANCES DEL ANÁLISIS DEPROCEDENCIA DEL MATERIAL DEL CERRO BARAJAS, GUANAJUATO
CERÁMICA Y ARQUITECTURA EN ZARAGOZA, MICHOACÁN
CERÁMICAS DEL CENTRO-NORTE DE MICHOACÁN ENTRE EL CLÁSICOY EL POSCLÁSICO
REFLEXIONES EN TORNO A LOS PROBLEMAS DEL EPICLÁSICO Y EL COYOTLATELCO
REFLEXIONES SOBRE LAS RELACIONES DE INTERCAMBIO ENTRE LA CUENCA DESAYULA Y LA REGIÓN DEL BAJÍO (550-1000 D. C.)
LA CERÁMICA DEL EPICLÁSICO EN COLIMA, ANTECEDENTES Y RELACIONESCON EL BAJÍO
LOS MATERIALES CERÁMICOS DEL CÓPORO Y SU CONTEXTO EN LA FRONTERASEPTENTRIONAL DE MESOAMÉRICA
EL BORDE EVERTIDO COMO RASGO REGIONAL DE LA CERÁMICA DE LOS ALTOSDE JALISCO, EL VALLE DE ATEMAJAC Y ÁREAS RELACIONADAS
LA CUENCA DEL RÍO VERDE GRANDE Y SUS CERÁMICAS DIAGNÓSTICAS:UN PRIMER ACERCAMIENTO A LA DINÁMICA DE INTERACCIÓNINTERREGIONAL DEL SURESTE DE ZACATECAS DURANTE EL EPICLÁSICO
CERÁMICAS DIAGNÓSTICAS DEL SUR DE ZACATECAS DURANTE EL PERIODODE APOGEO REGIONAL, CON ÉNFASIS EN EL VALLE DE TLALTENANGO YCAÑÓN DE JUCHIPILA
EL NOROESTE EN EL EPICLÁSICO Y SUS VÍNCULOS CON EL BAJÍO

Citation preview

BAR S2519 2013 POMÉDIO, PEREIRA & FERNÁNDEZ-VILLANUEVA TRADICIONES CERÁMICAS DEL EPICLÁSICO

B A R Pomedio 2519 cover.indd 1

Paris Monographs in American Archaeology 31

Tradiciones cerámicas del Epiclásico en el Bajío y regiones aledañas Cronología e interacción

Chloé Pomédio Grégory Pereira Eugenia Fernández-Villanueva

BAR International Series 2519 2013 18/06/2013 10:23:06

Paris Monographs in American Archaeology 31

Tradiciones cerámicas del Epiclásico en el Bajío y regiones aledañas Cronología e interacción

Chloé Pomédio Grégory Pereira Eugenia Fernández-Villanueva

BAR International Series 2519 2013

ISBN 9781407311371 paperback ISBN 9781407341064 e-format DOI https://doi.org/10.30861/9781407311371 A catalogue record for this book is available from the British Library

BAR

PUBLISHING

AGRADECIMIENTOS

El proyecto de publicación de un libro sobre las tradiciones alfareras del epiclásico en el Bajío y regiones circunvecinas, surgió a raíz de dos reuniones académicas que fueron posibles gracias al apoyo de El Colegio de Michoacán y el Centro francés de Estudios Mexicanos y Centroaméricanos (dirigido entonces por la Dra Odile Hoffmann). Agradecemos, en primer lugar, a ambas instituciones, puesto que dichos eventos constituyeron una etapa decisiva para el inicio del proyecto. Queremos igualmente expresar nuestro agradecimiento a los investigadores que amablemente participaron con los dictámenes de cada uno de los capítulos que conforman este libro: Christopher Beekman, Robert H. Cobean, Annick Daneels, Véronique Darras, Brigitte Faugère, Roxana Enríquez Farias, Christine Hernandez, Achim Lelgemann Herden, Lorenza López Mestas, Ben Nelson y Laure Salanova quienes, gracias a sus comentarios, han contribuido a mejorar el manuscrito original. También queremos agradecer a Eric Taladoire, editor de la serie, por su ayuda en las últimas etapas de preparación del manuscrito y a Michelle Elliott, por su valiosa revisión de la versión de los resúmenes en inglés.Finalmente, debemos dar las gracias a los autores de este volumen por su buena disposición y paciencia durante el largo proceso editorial que, afortunadamente, llegó a su término.

INDICE

PRESENTACIÓN

3

Chloé Pomédio, Grégory Pereira & Eugenia Fernández Villanueva

TRADICIONES CERÁMICAS ROJO SOBRE BAYO DEL EPICLÁSICO EN EL ORIENTE DEL BAJÍO Y SUR DE QUERÉTARO

9

Juan Carlos Saint-Charles Zetina, Luz María Flores & Trinidad Durán

ÚLTIMOS AVANCES EN EL ESTUDIO TECNO-ESTILÍSTICO DE LA CERÁMICA INCISA DEL BAJÍO

19

Chloé Pomédio

EXCAVACIONES DE DOS ÁREAS RESIDENCIALES DE DOS SITIOS, TIPO-CRONLOGÍA DE LA CERÁMICA Y SECUENCIA CRONOLÓGICA DE LA OCUPACIÓN DEL CERRO BARAJAS

33

Gérald Migeon

LA CERÁMICA FUNERARIA DEL CERRO BARAJAS: SERIACIÓN Y CRONOLOGÍA

47

Grégory Pereira

PRODUCCIÓN Y COMPOSICIÓN CERÁMICA: AVANCES DEL ANÁLISIS DE PROCEDENCIA DEL MATERIAL DEL CERRO BARAJAS, GUANAJUATO

65

Juan Jorge Morales Monroy

Cerámica y arquitectura en Zaragoza, Michoacán

79

Eugenia Fernández Villanueva

CERÁMICAS DEL CENTRO-NORTE DE MICHOACÁN ENTRE EL CLÁSICO Y EL POSCLÁSICO

91

Dominique Michelet

REFLEXIONES EN TORNO A LOS PROBLEMAS DEL EPICLÁSICO Y EL COYOTLATELCO

105

Yoko Sugiura Yamamoto

REFLEXIONES SOBRE LAS RELACIONES DE INTERCAMBIO ENTRE LA CUENCA DE SAYULA Y LA REGIÓN DEL BAJÍO (550-1000 D. C.)

115

Susana Ramírez Urrea, Catherine Liot, Javier Reveles & Otto Schöndube

LA

CERÁMICA DEL

EPICLÁSICO EN COLIMA, ANTECEDENTES Y RELACIONES CON EL BAJÍO

129

Ma. de los Ángeles Olay Barrientos, Laura Almendros López & Fernando M. González Zozaya

LOS MATERIALES CERÁMICOS DEL CÓPORO Y SU CONTEXTO EN LA FRONTERA SEPTENTRIONAL DE MESOAMÉRICA

143

Carlos Alberto Torreblanca Padilla, José Antonio Álvarez Ramírez & Luis Cristóbal Colón Luján

EL BORDE EVERTIDO COMO RASGO REGIONAL DE LA CERÁMICA DE LOS ALTOS DE JALISCO, EL VALLE DE ATEMAJAC Y ÁREAS RELACIONADAS

157

José Alfonso Araiza Gutiérrez

LA CUENCA DEL RÍO VERDE GRANDE Y SUS CERÁMICAS DIAGNÓSTICAS: UN PRIMER ACERCAMIENTO A LA DINÁMICA DE INTERACCIÓN INTERREGIONAL DEL SURESTE DE ZACATECAS DURANTE EL EPICLÁSICO

173

Enrique Pérez Cortés

CERÁMICAS DIAGNÓSTICAS DEL SUR DE ZACATECAS DURANTE EL PERIODO DE APOGEO REGIONAL, CON ÉNFASIS EN EL VALLE DE TLALTENANGO Y CAÑÓN DE JUCHIPILA

189

Laura Solar Valverde & Ariadna Padilla González

EL NOROESTE EN EL EPICLÁSICO Y SUS VÍNCULOS CON EL BAJÍO Peter Jiménez Betts

203

PRESENTACIÓN

Chloé Pomédio UMR 8096 – Universidad de París I /Proyecto Barajas / CEMCA

Grégory Pereira UMR 8096, CNRS – Universidad de París I

Eugenia Fernández Villanueva INAH - El Colegio de Michoacán

Desde hace un poco más de diez años, el conocimiento sobre las sociedades prehispánicas del Bajío ha sido notablemente enriquecido gracias al desarrollo de nuevos proyectos arqueológicos llevados a cabo por diversas instituciones mexicanas (INAH, El Colegio de Michoacán) y francesas (CEMCA, CNRS1). La principal novedad de estos trabajos es, en gran parte, haberse enfocado en excavaciones extensivas las cuales eran, hasta la fecha, sumamente limitadas en esta región. En efecto, con excepción de los rescates llevados a cabo en los años 1940 en Chupícuaro, Gto. (Porter 1956) o más recientemente en el sitio de Alfaro cerca de León, Gto. (Ramos de la Vega y Ramírez Garayzar 1992), en Cerrito del Muerto en La Piedad2, Mich., y en Cerrito de Jeréz, también en León3, los trabajos realizados en el Bajío o, más generalmente, en el estado de Guanajuato, correspondían a recorridos y PDSHRV GH VXSHU¿FLH DFRPSDxDGRV RFDVLRQDOPHQWH SRU sondeos (Braniff 1965, Cárdenas 1999; Castañeda et al. 1988, Gorenstein 1985, Juárez Cossío y Morelos 1988; Sánchez Correa 1995; Taladoire 1997; Zepeda 1986; Zubrow 1974). Algunos de ellos, principalmente los trabajos pioneros de Beatriz Braniff, son una base sólida para las investigaciones actuales y futuras. A raíz de estos trabajos, el Bajío fue reconocido como una región nodal entre el Centro, el Occidente y el Norte de México (Jiménez Betts 1992) pero también como el punto de origen de varias tradiciones culturales cuyos rasgos se difundirían ampliamente hacia aquellas regiones mencionadas. Citemos, para el Preclásico tardío, el caso de la cultura Chupícuaro y sus nexos con el centro de México (Darras 1998), el Norte de Michoacán (Carot 2001) y el noroeste de Mesoamérica (Braniff 1998). Para épocas más recientes, es preciso recordar que las culturas del Bajío han sido consideradas como originarias de varios rasgos (principalmente reconocidos a través de la cerámica) que aparecen en el centro de México desde la caída de Teotihuacan hasta el auge de Tula. Asimismo, desde los años 1970, Beatriz Braniff (1972, 1999) ya había detectado en la producción cerámica clásica y epiclásica de la zona del Río Lajas (fases San Miguel y Tierra Blanca) notables antecedentes locales del Blanco levantado y del Rojo sobre bayo, dos técnicas 1 CEMCA: Centro francés de Estudios Mexicanos y CentroAmericanos (Ministère des Affaires Etrangères et Européenne, Francia); CNRS: &HQWUH1DWLRQDOGHOD5HFKHUFKH6FLHQWL¿TXH 2 Rescate llevado a cabo por Eugenia Fernández Villanueva. 3 Rescate llevado a cabo por Carlos Castañeda y Efraín Cárdenas.

decorativas diagnósticas de la cultura tolteca. Lo anterior hizo que Braniff propusiera que el Bajío podía ser un lugar de origen de los grupos toltecas que se asentaron en Tula al inicio del Posclásico (Braniff 1972, 1999). En fechas más recientes, varios autores han considerado que la introducción de rasgos cerámicos originarios del Bajío en el centro de México inició después de la caída de Teotihuacan si no es que un poco antes de la destrucción de la metrópoli (Manzanilla 2005; Cobean 1990; Beekman & Christensen 2003). Según estos autores, estos indicios serían el resultado de la llegada de grupos migrantes originarios del Bajío. Basado en datos de distinta índole (cerámica, patrones alimenticios) correspondiente a la ocupación Coyotlatelco de Teotihuacan mismo, Manzanilla (2005) propone que estos grupos habrían llegado un poco antes del incendio del centro de la ciudad, el cual se produjo en la segunda mitad del siglo VI. En la región de Tula, Mastache y Cobean (1989) LGHQWL¿FDURQYDULRVWLSRVFHUiPLFRVTXHDWULEX\HQDJUXSRV del Bajío instalados en la región antes del auge de Tula. Beekman y Christensen (2003) proponen, por su lado, que el Bajío fue un posible lugar de origen de los grupos nahuas los cuales habrían migrado tanto hacia el centro como hacia el Occidente de México en diferentes épocas (desde el Clásico medio hasta el Posclásico). Para el Occidente, SURSRQHQ SDUD HO FRPSOHMR (O *ULOOR GH -DOLVFR LGHQWL¿cado por Galván y Schöndube (Galván 1976, Schöndube y Galván 1978), un nexo estrecho con las tradiciones arquitectónicas, cerámicas y funerarias del Bajío y norte de Michoacán (Beekman 1996, Beekman & Christensen 2003). Según Weigand (1993), estos nuevos patrones culturales PDUFDQHO¿QDOGHODWUDGLFLyQGH7HXFKLWOiQ)LQDOPHQWH falta recordar que la región de Guanajuato fue también considerada como una posible zona de procedencia de los grupos tarascos chichimecas (o uacúsecha), los cuales llegaron en las cuencas lacustres de Michoacán alrededor del siglo XIII (Jiménez Moreno 1966 citado por Michelet 1988, Michelet et al. 2005). Resulta paradójico que, pese a que son varios los autores que atribuyen al Bajío la paternidad de distintos rasgos culturales ajenos al Centro u Occidente de Mexico y ven a aquella región como un punto de partida de las migraciones ocurridas en el Epiclásico y el Posclásico, el conocimiento de las sociedades que pudieron ser responsables de esos cambios sea muy limitado. Desde el punto de vista arquitectónico, los patios hundidos, tan característicos del Bajío (Cárdenas 1999), no habían sido excavados de ma-

Chloé Pomédio, Grégory Pereira, Eugenia Fernández Villanueva Z A C AT E C A S MALPASO RÍO VERDE GRANDE

> 2000 msnm 1000 a 2000 msnm 500 a 1000 msnm

A G U A SC A L I E N T E S

< 500 msnm o iag nt Sa Río

CÓPORO

JUCHIPILA / TLALTENANGO

N AYA R I T

ALTOS DE JALISCO

G U A N A J U ATO HIDALGO

Q U E R É TA R O

JALISCO

B A J Í O

Río Lerma

SAYULA ZACAPU

COLIMA

VALLE DE TOLUCA

VALLE DE COLIMA

MICHOACAN

Río

E TA D O DE MÉXICO

TLAXCALA

D . F.

MORELOS

PUEBLA

B a l sas

GUERRERO

N

0

100

200

km

Figura 1 - Ubicación del Bajío y de las regiones referidas en la presente publicación (mapa G. Pereira).

nera extensiva por lo que su ubicación temporal quedaba por precisar. Sin dudas, el apogeo de esta tradición arquitectónica corresponde al periodo clásico. No obstante, hasta hace diez años, sólo se contaba con un par de fechas cronométricas procedentes de un sondeo realizado en el sitio de Cerrito de Jeréz (Cárdenas 1999: Anexo 2). Los trabajos recientes realizados en diversos sitios de la región indican la existencia de antecedentes desde el Preclásico tardío (Faugère y Darras 2008, confirmando la propuesta de Castañeda y Cano 1993) así como de su uso prolongado durante el Epiclásico (como en Cañada la Virgen, Zepeda 2007, y Peralta, Cárdenas 2007). Las excavaciones realizadas desde el final de los años 1990 en importantes sitios del sur de Querétaro — San Juán del Río (Saint-Charles 1991, 1993), El Rosario (Saint-Charles Z., Viramontes A. y Fenoglio 2010) — , del valle del Río Lerma — zona de Chupícuaro (Darras y Faugère 2005), Plazuelas (Castañeda 2007), Peralta (Cárdenas 2007), Zaragoza (Fernández Villanueva 2004), Barajas (Pereira et al. 2001, 2005) — o hacia el norte del estado de Guanajuato — Cañada La Virgen (Nieto 1996, Zepeda 2007) y Cóporo (Torreblanca 2007) — han incrementado notablemente nuestro conocimiento sobre las sociedades prehispánicas del Bajío y regiones cercanas. Han permitido ubicar con mayor precisión los sitios en el tiempo y han revelado una insospechada diversidad arquitectónica. Enfocándonos ahora en el periodo estudiado en este libro, los trabajos realizados muestran que el Epiclásico (600900 d. C.) es, sin duda, el periodo de apogeo demográfico

de la región y en el que se realizaron las obras arquitectónicas de mayor amplitud. Aunque el enfoque arquitectónico haya sido central en muchos de los proyectos, las excavaciones han arrojado también, entre otras cosas, una cantidad apreciable de materiales cerámicos, los cuales ofrecen oportunidades para conocer las tradiciones alfareras de la región. La abundancia de materiales recuperados en las excavaciones sistemáticas llevadas a cabo en los últimos años y las problemáticas planteadas por los investigadores en sus proyectos, reactivaron la necesidad de su identificación y caracterización crono-cultural. Tales fueron unos de los objetivos de dos eventos organizados en 2007, que dieron origen a la presente publicación. El primero fue realizado en El Colegio de Michoacán (sede de La Piedad) los días 18 y 19 de junio. Se trató de un taller cuyo propósito era comparar concretamente los materiales de diversos proyectos en curso (Zaragoza, Barajas, Peralta y Cóporo) y llegar, al menos para los sitios ubicados en el suroeste de Guanajuato, a una tipología común. El segundo evento fue una mesa redonda que tuvo lugar en el CEMCA (D.F.) los días 15 y 16 de octubre. En esta ocasión, fueron convocados 36 investigadores procedentes de diversas instituciones mexicanas (INAH, Colmich, UNAM, UDG), francesas (CEMCA, CNRS, Ministerio de Cultura de Francia) y estadunidense (Tulane University), quienes presentaron los resultados de sus trabajos, llevados a cabo tanto en el Bajío mismo como en las áreas circundantes. El objetivo de la mesa redonda era presentar los conocimientos generados a partir de las exploraciones recientes y pro4

Introducción En todo caso, por otra parte, los seis primeros artículos ofrecen, gracias a enfoques variados desde el punto de vista metodológico (comparaciones estilísticas regionales, enfoque tecno-estilístico, secuencia crono-cerámica baVDGD HQ FRQWH[WRV HVWUDWL¿FDGRV VHULDFLyQ GH PDWHULDOHV en contextos funerarios fechados por AMS, estudios de procedencia basados en análisis de pastas, relación entre materiales cerámicos y conjuntos arquitectónicos), numerosas pistas que, esperamos, motivarán trabajos futuros. En los trabajos siguientes, se exploran algunas de las producciones cerámicas procedentes de regiones aledañas al Bajío, con el propósito de esclarecer los posibles vínculos que pudieron tener estas tradiciones. En su capítulo sobre la cerámica del Centro-Norte de Michoacán, Michelet muestra en qué medida el Epiclásico no representa un periodo de ruptura sino de cambios graduales en las producciones cerámicas existentes desde el Clásico. Es notable la semejanza entre varios tipos de aquella región (Lupe inciso, Ciénega rojo negativo en particular) y los que han sido LGHQWL¿FDGRV HQ OD SDUWH RFFLGHQWDO GHO %DMtR6LQ GXGDV ambas áreas mantuvieron fuertes vínculos durante buena parte de su historia prehispánica. Hacia en Centro de México y, en especial, en el valle de Toluca, el Epiclásico aparece como un periodo de cambios tal como lo plantea Sugiura en su trabajo sobre la cerámica Coyotlatelco. En este artículo, se trata tanto de revisar los problemas perVLVWHQWHV VREUH OD GH¿QLFLyQ GH HVWH FRPSOHMR FHUiPLFR como de argumentar y presentar nuevas propuestas sobre su origen, el cual fue considerado, durante mucho tiempo, como vinculado con las producciones del Centro y Norte de Mesoamérica. Hacia el oeste, el Bajío colinda con el área cultural del Occidente y varios vínculos, tanto arquitectónicos como cerámicos fueron notados por los arqueólogos entre ambas regiones. En el artículo de Ramírez y asociados, se intenta GH¿QLUODQDWXUDOH]DGHODVUHODFLRQHVHQWUHOD&XHQFDGH Sayula y el Bajío a través del análisis de las producciones cerámicas, el cual sugiere también conexiones con las regiones de Los Altos de Jalisco y el Norte de Michoacán. Aún más el suroeste, el trabajo presentado por Olay y asociados presenta los materiales cerámicos recientemente recuperados en Colima y resaltan algunos notables vínculos estilísticos con el Bajío que se pueden observar para el SHULRGRHSLFOiVLFR'LFKRVLQGLFLRVFRQ¿UPDQODVREVHUYDciones preliminares presentadas por Isabel Kelly y Beatriz Braniff (1966) en un breve artículo publicado en los años 1960. La última parte del presente volumen consta de cinco artículos que tratan sobre la cerámica de áreas y sitios ubicados al noroeste de Bajío. En su trabajo, Torreblanca y asociados dan a conocer su análisis de las producciones cerámicas del sitio de El Cóporo, ubicado al noroeste del (VWDGRGH*XDQDMXDWR/DFODVL¿FDFLyQSURSXHVWDUHWRPD en parte, los análisis anteriores de Braniff, completando y discutiendo dicha propuesta inicial. En el presente trabajo, se muestra que los vínculos tipológicos y estilísticos establecidos entre la cerámica de El Cóporo y otras regiones apuntan más hacia los Altos de Jalisco y Zacatecas que hacia el Bajío.

piciar comparaciones para tratar de vincular los materiales del Bajío con los de tradiciones culturales vecinas. Uno de los problemas que se planteaba era el de la relación entre los materiales recientemente recuperados y las tipologías establecidas desde los años 1970 (Snarskis 1985, Braniff 1965, 1998). En efecto, la mayoría de los investigadores que han trabajado la región de los años 1980 a la fecha, relacionan sus materiales con los tipos establecidos en el área oriental (Acámbaro) o nororiental (San Miguel GH$OOHQGH  GHO %DMtR 8WLOL]DURQ HO VLVWHPD GH FODVL¿FDción “tipo-variedad” empleado por Snarskis y Braniff, aunque generando nuevas denominaciones de tipos en función de la zona estudiada y proponiendo correspondencias con los tipos originales a partir de similitudes anteriorPHQWHGH¿QLGDV3RUXQODGRHVWDWHQGHQFLDKDIDYRUHFLGR el entendimiento del Bajío como una esfera cultural coherente (Crespo 1992, Solar 2002, Saint-Charles 1990) en la cual resalta la omnipresencia de tres grandes categorías de producciones: la vajilla con decoración rojo sobre bayo, la FHUiPLFDFDIp¿QDSXOLGDGHFRUDGDDPHQXGRFRQGLVHxRV incisos y las ollas con decoración blanco levantado. Pero, al mismo tiempo, esta referencia exclusiva y a veces indiscriminada a los estudios pioneros de Braniff y Snarskis ha generado errores de apreciación (una misma tradición decorativa puede incluir producciones distintas en diferentes periodos, correspondiendo a varios tipos) y contribuido a minimizar o simplemente ignorar diferencias notables que se dan entre las áreas orientales, centrales y occidentales del Bajío. De seguir este camino, se cierra la posibilidad de investigar aspectos importantes que, más allá de la simple tipología, nos hablan de la organización regional de la producción y de las redes de intercambio con todas las implicaciones que conllevan en términos de organización sociopolítica, económica e identitaria. 8QRGHORVREMHWLYRVGHHVWHOLEURHVMXVWDPHQWHPRGL¿FDU esa tendencia que ha propiciado confusiones. Los trabajos presentados en este libro contribuyen a la caracterización de las producciones propias de tal y cual región del Bajío y ubicarlas adecuadamente en el tiempo. Sin duda, aún falta mucho por hacer pero es de esperar que la presente publicación motive otros trabajos. Los textos de Saint-Charles y asociados y de Pomedio proporcionan un enfoque comparativo macro-regional que permite vislumbrar diferentes subregiones. Si el primer trabajo trata principalmente de la tradición decorativa del rojo sobre bayo, el segundo presenta los resultados del estudio de la tradición de los incisos. Los tres siguientes artículos tratan de la cerámica del Cerro Barajas, con una presentación general propuesta por Migeon, un estudio crono-estilístico de vasijas funerarias realizado por Pereira y un análisis de pastas hecho por Morales. La primera parte de este libro termina con la presentación, por Fernández Villanueva, de los materiales cerámicos de Zaragoza/Cerro de Chichimecas en relación con las estructuras arquitectónicas del sitio. Es preciso destacar aquí que estas contribuciones aportan datos inéditos sobre un sector del Bajío — el suroeste de Guanajuato — para el cual las tradiciones alfareras permanecían, hasta hace poco, totalmente desconocidas. 5

Chloé Pomédio, Grégory Pereira, Eugenia Fernández Villanueva Los siguientes capítulos tratan de áreas que correpondent al norte de Jalisco y sur de Zacatecas. Los autores procura aclarar, a partir de indicadores cerámicos, los vinculos interregionales. Los artículos de Araiza y Pérez Cortés se enfocan en dos sectores de la cuenca del río Verde Grande que comparten muchos elementos en común. El texto de Araiza presenta un análisis modal y espacial del borde evertido, un atributo de ollas que constituye un marcador tanto en Los Altos de Jalisco como en el Valle de Atemajac, Aguascalientes y la porción sureste de Zacatecas. Este trabajo resalta que, a diferencia de otras categorías de cerámica (como los cajetes con decoración al negativo), las ollas de borde evertido indican relaciones muy limitadas con el Bajío. Sin duda, más trabajos en esta zona ayudarían a entender los procesos de difusión y desarrollo de varios rasgos diagnósticos del Epiclásico hacia el norte mesoamericano. El trabajo de Pérez Cortés aporta informaciones nuevas sobre la alta cuenca del río Verde Grande y, en particular, en el sitio de Buenavista (sureste de Zacatecas) mientras que el de Solar y Padilla tratan del valle de

Tlatenango y el cañon de Juchipila, hasta hace poco mál conocidos. En ambos trabajos, se discuten, a partir de la presencia de distintos elementos disgnóticos, la posición de cada unos de estos sectores en las amplias redes de interacción que caracterizan el Epiclásico. Finalmente, en el último artículo, Jiménez propone, a manera de síntesis, XQDUHÀH[LyQVREUHODVLQWHUSUHWDFLRQHVFXOWXUDOHVTXHVH pueden establecer a partir del análisis de los rasgos cerámicos compartidos entre el Bajío y las esferas norteñas de Mesoamérica. Si un objetivo importante para al avance de los conocimientos arqueológicos en el Bajío reside en formar una visión global de sus producciones cerámicas, este libro FRQVWLWX\H XQD HWDSD VLJQL¿FDWLYD DXQTXH VLQ GXGD WDPbién, preliminar y por completar. Al leer los diferentes textos que lo componen, el lector apreciará una diversidad GH HQIRTXHV \ UHÀH[LRQHV SURSLRV GH ORV DUTXHyORJRV \ proyectos involucrados, pero también percibirá, sin ninguna duda, una aproximación antropológica al estudio de las prácticas alfareras mesoamericanas.

Bibliografía Castañeda, Carlos 2007 Plazuelas, Pénjamo. En Zonas arqueológicas en Guanajuato. Cuatro casos: Plazuelas, Cañada de la Virgen Peralta y El Cóporo: 21-70, Ediciones La Rana, INAH, México. Castañeda, Carlos y Yolanda Cano 1993 Los túmulos funerarios de Chupícuaro. El caso de La Virgen, Guanajuato. Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana, 25: 17-22, Centro de Investigación en Arquitectura y Urbanismo, UNAM, México. Castañeda, Carlos, Ana María Crespo, Juan Antonio Contreras, Juan Carlos Saint-Charles, Trinidad Durán y Luz María Flores 1988 Interpretación de la historia del asentamiento en Guanajuato. En Primera Reunión sobre las Sociedades Prehispánicas en el Centro-Occidente de México, Memoria, Cuaderno 1: 321-355, Centro Regional Querétaro, INAH. Cobean, Robert H. 1990 La cerámica de Tula, Hidalgo. Colección cientí¿FD,1$+0p[LFR Crespo, Ana María 1992 Unidades político territoriales. En Origen y desarrollo en el Occidente de México, B. Boehm de Lameiras y P.C. Weigand (coords.): 157-176, El Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán. Darras, Véronique (coord.) 1998 Génesis, culturas y espacios en Michoacán, CEMCA, México. Darras, Véronique y Brigitte Faugère Cronología de la cultura Chupícuaro: Estudio 2005 del sitio La Tronera, Puruaguita, Guanajuato. En El Antiguo Occidente de México. E. Williams, P. Weigand, D. Grove (Coords.), El Colegio de Michoacán: 255-282. Zamora, Michoacán.

Beekman, Christopher 1996 El Complejo El Grillo del centro de Jalisco: una UHYLVLyQGHVXFURQRORJtD\VLJQL¿FDFLyQ(QLas cuencas del Occidente de México. Época prehispánica, E. Williams y P. C. Weigand (eds.): 247-291, ORSTOM-CEMCA-El Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán, México. Beekman, Christopher and Christensen Alexander F. 2003 Controlling for Doubt and Uncertainty through multiple lines of evidence: A new look at the Mesoamerican Nahua migrations. Journal of Archaeological Method and Theory 10 (2): 111164. Braniff Cornejo, Beatriz 1965 Estudios arqueológicos en el Río de la Laja. in Boletín del INAH 19: 12-13, México. 1972 Secuencia arqueológica en Guanajuato y la Cuenca de México: intento de correlación. En XI Mesa redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, T. II: 273-323, México. 1998 Morales, Guanajuato y la tradición Chupícuaro. &ROHFFLyQFLHQWt¿FD,1$+0p[LFR 1999 Morales, Guanajuato y la tradición Tolteca. CoOHFFLyQFLHQWt¿FD,1$+0p[LFR Cárdenas, Efraín 1999 El Bajío en el Protoclásico (300-650 d.C.). Análisis regional y organización política. Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán. 2007 Peralta, el recinto de los gobernantes. In Zonas arqueológicas en Guanajuato. Cuatro casos: Plazuelas, Cañada de la Virgen Peralta y El Cóporo: 21-70, Ediciones La Rana, INAH, Mexico. Carot, Patricia 2001 Le site de Loma Alta, lac de Zacapu, Michoacán, Mexique. Paris Monographs in American Archaeology 9, BAR International Series 920, Oxford. 6

Introducción Faugère, Brigitte y Véronique Darras 2008 Gestión del espacio en Chupícuaro, Guanajuato. El patrón del asentamiento en el valle de Acámbaro durante la fase Chupícuaro reciente (400100 a.C.). En Tiempo y región. Estudios históricos y sociales, Volumen II, Ana María Crespo, In Memoriam. C. Viramontes (coord.): 177-213, INAH, Archivo Municipal de Querétaro, Universidad Autónoma de Querétaro, México. Fernández Villanueva, Eugenia 2004 Evidencias de una tradición mesoamericana en Zaragoza. En Tradiciones arqueológicas en el occidente de México, E. Cárdenas G. (coord.): 291206, El Colegio de Michoacán, Zamora. Galván Villegas, Luís Javier 1976 Rescate arqueológico en el fraccionamiento Tabachines, Zapopán, Jalisco, Cuadernos de los Centros 28, INAH, Jalisco Gorenstein, Shirley 1985 Acambaro: Frontier Settlement on the TarascanAztec Border. Publications in Anthropology 32, Vanderbilt University, Nashville, Tennessee. Jiménez Betts, Peter 1992 Una red de interacción del noroeste de Mesoamérica. Una interpretación. En Origen y desarrollo en el Occidente de México, B. Boehm de Lameiras y P.C. Weigand (coords.): 177-203. El Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán. Juárez Cossío, Daniel y Noel Morelos 1988 Proyecto Abasolo 1978, fase de prospección de VXSHU¿FLH(Q Primera Reunión sobre las Sociedades Prehispánicas en el Centro-Occidente de México, Memoria, Cuaderno 1: 257-286. Centro Regional Querétaro, INAH. Kelly, Isabel y Beatriz Braniff 1966 Una relación cerámica entre el Occidente y la Mesa Central. Boletín INAH 23: 26-27. Manzanilla, Linda 2005 Migrantes epiclásicos en Teotihuacan. Propuesta metodológica para el análisis de migraciones del Clásico al Posclásico. En Reacomodos demoJUi¿FRVGHO&OiVLFRDO3RVFOiVLFRHQHOFHQWURGH México, L. Manzanilla (ed.): 123-136, Universidad Nacional Autónoma de México/Instituto de Investigaciones Antropológicas, México. Mastache, Alba Guadalupe and Robert H. Cobean 1989 The Coyotlatelco Culture and the Origins of the Toltec State. En Mesoamerica after the decline of Teotihuacan. AD 700-900, R. A. Diehl y J. C. Berlo (eds.): 46-67, Dumbarton Oaks, Washington. Michelet, Dominique 1988 Apuntes para el análisis de las migraciones en el México prehispánico. En Movimientos de población en el Occidente de México, T. Calvo y G López (coords.): 13-23, CEMCA - El Colegio de Michoacán, México. 7

Michelet, Dominique, Grégory Pereira y Gérald Migeon 2005 La llegada de los Uacusechas a la región de Zacapu, Michoacán: datos arqueológicos y discusión. En 5HDFRPRGRV GHPRJUi¿FRV GHO &OiVLFR DO Posclásico en el centro de México, L. Manzanilla (ed.): 137-153, UNAM, México. Nieto Gamiño, Luis Felipe 1996 Presencia de técnicas constructivas mesoamericanas en el centro ceremonial tolteca-chichimeca Cañada La Virgen. En Seminario. Cronología hisWRULRJUi¿FDGH2FFLGHQWH. Universidad de Colima, Hacienda Nogueras, Comala, Colima. Pereira, Grégory, Gérald Migeon y Dominique Michelet 2001 Archéologie du massif du Barajas : premières données sur l’évolution des sociétés préhispaniques du sud-ouest du Guanajuato, Mexique. Journal de la Société des Américanistes 87: 265281. Paris. 2005 7UDQVIRUPDFLRQHV GHPRJUi¿FDV \ FXOWXUDOHV HQ el centro-norte de México en vísperas del posclásico: los sitios del cerro Barajas (suroeste de Guanajuato). En 5HDFRPRGRV GHPRJUi¿FRV GHO Clásico al Posclásico en el centro de México, L. Manzanilla (ed.): 123-136, Universidad Nacional Autónoma de México/Instituto de Investigaciones Antropológicas, México. Porter, Muriel Noé 1956 Excavations at Chupícuaro, Guanajuato, Mexico. Transactions of the American Philosophical Society 46, Part 5. American Philosophical Society, Philadelphia. Ramos de la Vega, Jorge y Amalia Ramírez Garayzar 1992 Estudio de unidades habitacionales prehispánicas en el sitio de Alfaro, León, Guanajuato. En Origen y desarrollo en el Occidente de México, B. Boehm de Lameiras y P.C. Weigand (coords.): 251-293, El Colegio de Michoacán, Zamora. Saint-Charles Z., Juan-Carlos 1990 Cerámicas arqueológicas del Bajío. Un estudio metodológico. Tesis de licenciatura, Facultad de Antropología, Universidad Veracruzana, Jalapa. 1991 Cerro de la Cruz, persistencia de un centro ceremonial. En Querétaro prehispánico. A.M. Crespo y R. Brambila Paz (coords.): 57-97, Colección Cientí¿FD6HULH$UTXHRORJtD,1$+0p[LFR 1993 Asentamientos sobre barrancas. Río San Juan, Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana 25: 17-22. UNAM, México. Saint-Charles Z., Juan-Carlos, Carlos Viramontes A. y Fiorella Fenoglio L 2010 El Rosario, Querétaro: un enclave teotihuacano en el Centro Norte. Tiempo y región. Estudios Históricos y Sociales, Vol. IV, Municipio de Querétaro, INAH, Universidad Autónoma de Querétaro, México.

Chloé Pomédio, Grégory Pereira, Eugenia Fernández Villanueva Weigand, Phil C. 1993 La transición del Formativo-Clásico y del ClásicoPostclásico en la zona Jalisciense de Teuchitlán/ Eztatlán. En Evolución de una civilización prehispánica. P. C. Weigand : 21-37, El Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán. Zepeda, Gabriela 1986 El desarrollo de un núcleo poblacional asentado HQODFRQÀXHQFLDGHORV5tRV/HUPD\*XDQDMXDWR una apreciación. Tesis de licenciatura, ENAH, México D. F. 2007 Cañada de la Virgen, San Miguel de Allende: La Casa de los Trece Cielos y La Casa de la Noche mas Larga. Zonas arqueológicas en Guanajuato. Cuatro casos: Plazuelas, Cañada de la Virgen Peralta y El Cóporo: 71-182, Ediciones La Rana, INAH, México. Zubrow, Ezra B.W. 1974 The Archaeology of Cañada de Alfaro: A Regional Description. En Models and Innovations: Archaeological and Regional approaches to Guanajuato, Mexico. E. B. W. Zubrow and A. R. Willard (eds.): 1-50, Stanford University, Dept. of Anthropology, Palo Alto, Stanford University, California.

Sánchez Correa, Sergio Arturo 1995 La Gavia, Guanajuato: aproximación al desarrollo cultural de una porción del Bajío noroccidental. Tesis de licenciatura, ENAH, México D F. Schöndube, Otto and Javier Galván V. 1978 Surface Archaeology at El Grillo-Tabachines, Zapopán, Jalisco, México. En Across the Chichimec Sea. Papers in honor of J. Charles Kelley, C. L. Riley,. y B. C. Hedrick (eds.): 144-164, Southern Illinois University Press, Carbondale y Edwardsville. Snarskis, Michael 1985 Ceramic Analysis. In Acambaro: Frontier Settlement on the Tarascan-Aztec Border, S. Gorenstein (ed.): Appendix III, Vanderbilt Publications in Anthropology 32, Nashville. Solar Valverde, Laura 2002 Interacción interregional en Mesoamérica. Una aproximación a la dinámica del Epiclásico. Tesis de licenciatura en arqueología, ENAH, México. Taladoire Eric 1997 La Gavia et La Purísima. Archéologie de sauvetage dans l’Etat de Guanajuato (1977). Archivo Técnico del INAH. 240 p. México. Torreblanca, Carlos 2007 El Cóporo, Ocampo: la arqueología del Tunal Grande. In Zonas arqueológicas en Guanajuato. Cuatro casos: Plazuelas, Cañada de la Virgen Peralta y El Cóporo: 253-305, Ediciones La Rana, INAH, México.

8

TRADICIONES CERÁMICAS ROJO SOBRE BAYO DEL EPICLÁSICO EN EL ORIENTE DEL BAJÍO Y SUR DE QUERÉTARO Juan Carlos Saint-Charles INAH, Centro Regional de Querétaro, México

Luz María Flores INAH, Centro Regional de Guanajuato, México

Trinidad Durán INAH, Salvamento arqueológico, México

Resumen En 1992, un grupo de arqueólogos presentamos la propuesta de las “Provincias cerámicas del Bajío” tratando de esta manera dar un RUGHQDPLHQWRDODGLVWULEXFLyQGHJUXSRVFHUiPLFRVLGHQWL¿FDGRVKDVWDHVHPRPHQWRFRQEDVHHQORVHVWXGLRVTXHVREUHFHUiPLFDVH habían desarrollado desde los años 70, principalmente para la región del Bajío, se enfocó esta propuesta estableciéndose seis provincias cerámicas. Hoy día, el avance de las investigaciones dentro del campo del análisis cerámico, en especial para la región del Bajío entre los estados de Guanajuato y Querétaro, posibilitan replantear las provincias cerámicas, por lo que se pretende, a través de la caracterización y distribución de la cerámica con decoración en Rojo sobre Bayo (Cantinas Red-Orange, San Bartolo Rojo sobre Bayo y Ana María Rojo sobre Café), llevar a cabo su reconsideración.

Abstract In 1992, a meeting of archaeologists proposed the existence of a number “ceramics provinces in the Bajío”, in order to explain the GLVWULEXWLRQRIFHUDPLFVJURXSVWKDWKDGEHHQLGHQWL¿HGDWWKLVWLPH%DVHGRQFHUDPLFVVWXGLHVGHYHORSHGLQWKH%DMtRVLQFHWKH¶V VL[SURYLQFHVZHUHGH¿QHG&XUUHQWUHVHDUFKRQFHUDPLFVSDUWLFXODUO\LQWKH%DMtRUHJLRQEHWZHHQ*XDQDMXDWRDQG4XHUHWDURVWDWHV VXJJHVWVLWLVQHFHVVDU\WRUHGH¿QHWKHVHFHUDPLFVSURYLQFHV7KLVFKDSWHUH[SODLQVDQGGLVFXVVHVWKLVSURSRVHGUHHYDOXDWLRQIRFXVLQJ on the characterization and distribution of red-on-cream decorated ceramics (Cantinas Red-Orange, San Bartolo Rojo sobre Bayo and Ana María Rojo sobre Café).

En la búsqueda por acercarse al conocimiento de la forma de vida de las antiguas sociedades, el arqueólogo principalmente recurre al análisis de las evidencias materiales, apoyado en técnicas y métodos que faciliten alcanzar su objetivo primario. En este sentido, el caso que nos ocupa tiene como propósito dar a conocer, partiendo de los últimos resultados de trabajos que, en el Oriente del Bajío y sur de Querétaro se han llevado a cabo, los avances en torno al análisis de la tradición cerámica Rojo sobre Bayo, que para el período Epiclásico en el área citada la conforman cerámicas denominadas Cantinas Red-Orange, San Bartolo Rojo sobre Bayo y Ana María Rojo sobre Café principalmente. Con base en la descripción de sus características y distribución, se revisaran las propuestas que al respecto fueron hechas por Durán y Saint-Charles en 1986 así como por Saint-Charles et. al. en 1992. Antes de entrar en el tema, es pertinente hacer un resumen de las propuestas mencionadas. En 1986 durante el Taller de Cerámica Prehispánica del Centro-Occidente de México, Durán y Saint-Charles dieron a conocer su trabajo en torno a las Tradiciones cerámicas del Bajío guanajuatense, integradas por tres tradiciones cerámicas con una FURQRORJtDGHDOUHGHGRUGHDG&\GH¿QHQDOD tradición cerámica como la “secuencia de estilos cerámicos que se desarrollan partiendo unos de otros y forman una continuidad en el tiempo” (Bray y Trump, 1976: 235) - a lo que nosotros agregaríamos que esto ocurre en una zona JHRJUi¿FD UHODWLYDPHQWH UHVWULQJLGD &DGD XQD GH HVWDV tradiciones está conformada por uno o más grupos cerá-

micos entre los que se aprecia cierta homogeneidad de los atributos, que los ligan en el tiempo y en el espacio. Lo que distingue a las tradiciones cerámicas es la diferencia que se presenta entre los atributos de los grupos componentes de una tradición y los de otra” (Durán y Saint-Charles, Op. Cit.). Las tres tradiciones cerámicas que describen son: Tradición Rojo sobre Bayo, formada por los grupos cerámicos Rojo/ bayo, Rojo-Naranja/bayo, Paso ancho Borde Rojo y Rojo Barrido; Tradición Café Inciso que corresponde al grupo cerámico Garita Inciso y Tradición Blanco Levantado conformada por los grupos cerámicos Blanco Levantado y Negro /Naranja. Posteriormente, en 1992 y con la intención de sistemati]DUODGLVWULEXFLyQGHJUXSRVFHUiPLFRVLGHQWL¿FDGRVKDVWD ese momento para la región del Bajío, el equipo de trabajo constituido por Saint-Charles, Brambila, Castañeda, Crespo y Flores (1992), presentaron durante el Taller La Cerámica rojo sobre bayo en la Mesoamérica septentrional y el Occidente de México el trabajo titulado Provincias cerámicas del Bajío. Esta proposición considera que “la creación de las provincias cerámicas que proponemos es un primer recurso de técnica arqueológica para dar un ordenamiento DODGLVWULEXFLyQGHJUXSRVFHUiPLFRVLGHQWL¿FDGRVHQORV GLYHUVRVWUDEDMRVFODVL¿FDWRULRVTXHVHKDQHPSUHQGLGRHQ la región desde mediados de la década de los 70’s. Con ello no se pretende dar cuenta de la realidad histórica de los pueblos del centro norte, reseñar aspectos culturales, H[SOLFDUODRUJDQL]DFLyQSROtWLFRWHUULWRULDOTXHVRQ¿QDO-

Juan Carlos Saint-Charles, Luz María Flores, Trinidad Durán Río

La ja s

anaj ua t o Gu

R ío

1

GUANAJUATO Irapuato

Querétaro

Celaya

Salamanca

QUERÉTARO

El Cerrito

Uruétaro San Bartolo Aguacaliente

3

Río

Peralta

a

2

rm Le

Yuriria

El Colorado La Trinidad

El Rosario

R ío

Juan Río San

Tula

HIDALGO San Juan del Río

Cerro de la Cruz La Muralla Vieja San Ildefonso

4

Tula

Presa Solis Tepuxtepec

N

Huapango

Cuitzeo

MICHOACÁN 0

20 km

Figura 1 - Las regiones cerámicas del Bajío central y oriental - Tula mente los objetivos de nuestras líneas de investigación”. Este ordenamiento resulta, entonces, ser solamente una KHUUDPLHQWDGHDQiOLVLVSDUDGLFKRV¿QHV En ese trabajo, ya se esboza la presencia de dos tradiciones cerámicas que muestran una agrupación territorial distintiva en dos regiones: Región Occidental del Bajío (cerámicas con engobe y pintura naranja) y Región Oriental (cerámicas con engobe y pintura roja). Esta región se dividió en cuatro grandes provincias a partir de variaciones estilísticas y formales observadas en la cerámica Rojo sobre bayo, así como en las otras cerámicas asociadas a cada uno de los grupos. Dichas provincias son: Provincia Laja, Provincia Lerma, Provincia Central y Provincia San Juan. El presente trabajo se enfoca a la originalmente denominada Región Oriental y de ésta, a las provincias Lerma Central y San Juan, en tanto que nuestros últimos estudios solamente nos permiten hacer un replanteamiento de ellas. Dicho replanteamiento tiene como eje principal la cerámica Rojo sobre Bayo, su distribución y sus aspectos cualitativos. Así mismo, nos interesa tratar básicamente sobre los materiales del Epiclásico, que son, a nuestro parecer, los más abundantes y los que mayores confusiones han causaGRGXUDQWHODVFODVL¿FDFLRQHVGHWLHVWRVSRUODVVHPHMDQ]DV en los decorados. La razón de este tratamiento se encuentra en una de las observaciones plasmadas en Provincias cerámicas del Bajío: “Dada la persistencia de formas y motivos de las vajillas Rojo sobre Bayo durante un gran periodo de tiempo, no se puede considerar por sí misma como un indicador cronológico. Es necesario entonces hacer un estudio FRQWH[WXDOSDUDDVtGH¿QLUORVGLIHUHQWHVPRPHQWRVGHVXV PRGL¿FDFLRQHV´ 6DLQW&KDUOHVet. al. 1992). Intentamos de esta manera, contribuir a un mayor conocimiento de la cerámica Rojo sobre bayo en la región, para lo cual nos apoyamos en el análisis de vasijas completas o semi completas representativas de cada provincia cerámica, condición que permite apreciar con mayor objetividad las variantes que, principalmente en las formas, presentan estos materiales. 10

Mantenemos las cuatro provincias cerámicas planteadas originalmente: Provincia Laja, Provincia Lerma, Provincia Central y Provincia San Juan, pero para ésta última se considera una ampliación hacia el oriente, alcanzando la cuenca del río Tula, por lo cual proponemos ahora una extensión en su nombre: Provincia San Juan – Tula (Figura 1). Como ya se mencionó, este trabajo se enfoca hacia las tres últimas provincias mencionadas, por lo que por lo pronto no vamos a tratar la Provincia Laja, solamente se hará una referencia general.

1. Provincia Laja Comprende la cuenca del río Laja, que corre de norte a sur desde la zona de mesas y mesetas del norte de Guanajuato hasta su entrada en las planicies del Bajío, a la altura de Celaya, Guanajuato. Esta provincia tiene una larga secuencia de ocupaciones, que van, según la secuencia planteada por Beatriz Braniff (1972, 1998) para el Laja, desde el Formativo Superior hasta el Posclásico Temprano. Los materiales más tempranos corresponden a la Fase Morales, misma que Braniff equipara cronológicamente con Chupícuaro. Le siguen los materiales de la Fase San Miguel, que correlaciona con las primeras fases de Teotihuacan y la fase más tardía propuesta es la Fase Carabino que correlaciona con la fase Mazapa de la Cuenca de México. Quedaron planteadas las fases Tierra Blanca y Agua Espinoza, ocupando un lugar entre las fases San Miguel y Carabino. Para la Fase Morales, se consideran los tipos Morales Bayo, Morales Rojo sobre Bayo, Morales Gris Bruñido, Morales Rojo sobre Gris Bruñido y tipos bicromos y policromos. /D PD\RUtD GH HVWRV PDWHULDOHV VH LGHQWL¿FDQ FRQ ORV GH la Fase Mixtlán propuesta por Michael Snarskis (SaintCharles, Flores y Crespo, 2005). La Fase San Miguel tiene como cerámica diagnóstica los tipos Blanco Levantado y San Miguel Rojo sobre Bayo. La Fase Tierra Blanca in-

Tradiciones cerámicas rojo sobre bayo del Epiclásico en el oriente del Bajío y sur de Querétaro zona, desde los efectuados en los años de 1940 en Chupícuaro, Guanajuato (Muriel Porter, 1956) hasta los realizados en años recientes por investigadoras del Centro de Estudios Mesoamericanos y Centroamericanos (CEMCA), también en el área de Chupícuaro. Desde los años de mil novecientos setenta, Snarskis (1974) estableció una secuencia cerámica para Cerro del Chivo, localizado en las inmediaciones de Acámbaro, Guanajuato. Esta misma secuencia fue revisada y con base en dataciones directas se propusieron cuatro fases (Gorenstein et al., 1985): fase Chupícuaro (650 a.C. – 100 d.C.), fase Mixtlán (100 d.C. – 475 d.C.), Fase Lerma (475 d.C. – 1450 d.C.) y fase Acámbaro (1475 d.C. – 1520 d.C.). Esta secuencia ha sido retomada por diferentes autores, quienes OD KDQ LGR D¿QDQGR SULQFLSDOPHQWH HQ FXDQWR D ODV IDVHV Chupícuaro, Mixtlán y Lerma (Florance, 1989), Véronique Darras y Brigitte Faugère (2005) y Dan M. Healan y Christine E. Hernández (1999). La que aquí nos interesa es la Fase Lerma, ya que es en la que se enmarcan los materiales que vamos a tratar, pero para ello nos basaremos en la propuesta de Healan y Hernández, quienes con materiales del noreste de Michoacán, proponen una división de la fase

cluye Blanco Levantado, San Miguel Rojo sobre Bayo y cerámica Valle de San Luis, así como Cloisonné, pipas y urnas. La Fase Agua Espinoza contiene Blanco Levantado San Miguel Rojo sobre Bayo, mientras que el San Miguel Rojo sobre Bayo prácticamente desaparece. Por último, la Fase Carabino incluye Plomizo, Anaranjado Fino, comales de ángulo basal y molcajetes, entre otros. La cerámica San Miguel Rojo sobre Bayo sería uno de los principales indicadores para esta provincia. Los más recientes trabajos en esta área son los efectuados en Cañada de La Virgen (Gabriela Zepeda, 2007).

2. Provincia Lerma Es posiblemente la provincia mejor conocida en cuanto a sus materiales cerámicos, mismo que van desde el Formativo Tardío hasta el Posclásico Tardío. Esta provincia incluye el recorrido del río Lerma en la porción entre Acámbaro, al oriente, y Peralta, al occidente. Incluye parte de la Sierra de Los Agustinos, el cono volcánico del Cerro Culiacán y la porción Valle de Santiago – Yuriria. Numerosos trabajos arqueológicos se han realizado en esta

Figura 2 - Cerámica Rojo sobre Bayo Bajío 11

Juan Carlos Saint-Charles, Luz María Flores, Trinidad Durán Lerma en cuatro subfases: A, B, C y D. Es en las subfases B y D, en las que encontramos la cerámica rojo sobre bayo que aquí vamos a referenciar. Se trata, en primer lugar, de la cerámica que en 1990 denominamos Rojo sobre Bayo El Bajío (Saint-Charles, 1990), constituida por platos extendidos, a veces trípodes y cajetes trípodes decorados con gruesas líneas rojas que ocupan la mayor parte de la vasija (Figura 2). Los motivos decorativos son estrellas, círculos y espirales principalmente. Healan y Hernández (op. cit.) encuentran semejanzas entre

esta cerámica y la que compone su grupo Ramón Rojo sobre Café, que ubican en la Fase Lerma B. Respecto a esta cerámica, podemos decir que no se idenWL¿FDFRQODGHODVHFXHQFLDGH&HUURGHO&KLYR\QRVKD VLGRGLItFLOVXLGHQWL¿FDFLyQFRQRWUDVFODVL¿FDFLRQHVFHUimicas regionales. Sin embargo, consideramos que guarda muchas similitudes, formales y decorativas, con cerámica de El Rosario, San Juan del Río, Querétaro, que Roxana (QUtTXH]  FODVL¿FyFRPRRojo sobre Bayo Platones, y que relaciona con cerámica encontrada en Teotihuacan,

Figura 3 - Cerámica Cantinas Red-Orange 12

Tradiciones cerámicas rojo sobre bayo del Epiclásico en el oriente del Bajío y sur de Querétaro en las cuevas localizadas al este de la Pirámide del Sol. La aparente ausencia de este grupo cerámico en las secuencias de la región puede estar relacionada con los sistemas FODVL¿FDWRULRV XWLOL]DGRV R ELHQ FRQ TXH YHUGDGHUDPHQWH hay ausencia. Aquí nos inclinamos a suponer que no se trata de una cerámica con una amplia distribución regioQDOVLQRTXHVHORFDOL]DHQVLWLRVHVSHFt¿FRV\VXVHQWRUQRV inmediatos. La cerámica Rojo sobre Bayo El Bajío que aquí tratamos procede de Uruétaro, Guanajuato. A diferencia de la cerámica mencionada, los materiales Cantinas Red-Orange (Figura 3) tienen una amplia distribución en la porción oriental del Bajío y se le reconoce en ODPD\RUtDGHODVFODVL¿FDFLRQHVFHUiPLFDVGHODUHJLyQ(V por ello que aquí los utilizamos para la demarcación de esta provincia. Healan y Hernández (1999) los reconocen y los ubican en la subfase Lerma D, es decir, la más tardía que ellos proponen para la Fase Lerma. Este grupo está conformado por cajetes trípodes y ollas, decorados con delgadas líneas rojas que en las orillas tienen una tonalidad naranja; en el caso de los cajetes, esta GHFRUDFLyQ FXEUH OD VXSHU¿FLH LQWHULRU GH ODV SDUHGHV HO IRQGRSXHGHHVWDUGHFRUDGRRQRSRUODVXSHU¿FLHH[WHULRU generalmente corre una gruesa línea roja ondulada. Algunos cajetes presentan reborde basal. Las ollas son de boca abierta, cuello corto, cuerpo de silueta quebrada y fondo plano. La decoración se presenta desde el borde hasta el inicio de la base. Los motivos decorativos son variados, pero predominan las redes, espirales muy cerradas y greFDV/RVPDWHULDOHVTXHHMHPSOL¿FDQSURFHGHQGH8UXpWDUR Guanajuato.

tiestos de cerámica Cantinas Red-Orange, San Bartolo Rojo sobre Bayo, San Miguel Rojo sobre Bayo, Rojo sobre Bayo El Mogote (Ana María Rojo sobre café) y Rojo sobre Bayo El Bajío. Estos materiales son diagnósticos de las provincias cerámicas aquí propuestas, como ya se vio en el caso de la cerámica Cantinas Red-Orange y Rojo sobre Bayo El Bajío (Provincia Lerma) y de la cerámica San Miguel Rojo sobre Bayo (Provincia Laja). (OVHJXQGRJUXSRFHUiPLFR*UXSRSDVWD¿QDHVWiFRQIRUmado básicamente por cajetes de pasta muy compacta, algunos decorados con líneas rojas. Desde 1982, Flores (1982) presentó los resultados del análisis de los materiales cerámicos de San Bartolo Agua &DOLHQWH*XDQDMXDWR(PSOHDQGRHOVLVWHPDFODVL¿FDWRULR 7LSR9DULHGDG )ORUHV GH¿QLy WUHV YDMLOODV FHUiPLFDVSan Bartolo Agua Caliente, San Juan del Llanito y San Antonio Calichal. Esta cerámica fue considerada por Flores como correspondiente a un período entre 600 y 900 d.C. Lo que aquí nos interesa es el Tipo San Bartolo Rojo sobre Bayo, correspondiente al Grupo San Bartolo Agua Caliente Pintado de la vajilla San Bartolo Agua Caliente, en tanto que lo consideramos indicador espacial por su amplia presencia en esta provincia Central. Este tipo cerámico está conformado por platos, cajetes y ollas trípodes. En el caso de los platos y cajetes, la decoraFLyQVHHQFXHQWUDHQODVVXSHU¿FLHVLQWHULRU\H[WHULRU/RV diseños son más gruesos que los de la cerámica Cantinas Red-Orange, pero los motivos son muy similares. Algunos cajetes tienen reborde basal con muescas. Los soportes, a diferencia de los de la cerámica Cantinas, son más altos y eventualmente se encuentran ranurados. Las ollas son de cuello alto y tienen tres soportes cónicos relativamente 3. Provincia Central pequeños. En las ollas, la decoración se encuentra desde el De oeste a este, va desde la franja oriental de la Sierra de inicio de la base hasta el inicio del cuello (Figura 4). los Agustinos hasta el borde oriental del valle de San Juan Es importante señalar que la decoración en rojo a veces está del Río. Incluye en su porción central al valle de Querétaro. DSOLFDGDGLUHFWDPHQWHVREUHODVXSHU¿FLHSXOLGDGHODYDVLMD Por el norte tiene sus límites en los desprendimientos mon- y otras veces se encuentra sobre un baño blanco o cremoso. tañosos del Pinal del Zamorano y por el sur en el curso del En trabajos realizados en El Colorado (Valencia y SaintCharles, 2000; García y Valencia, 2000), ubicado hacia el Lerma, a la altura de Coroneo, Guanajuato. 3DUDHVWDSURYLQFLDVRODPHQWHVHFXHQWDFRQFODVL¿FDFLRQHV extremo oriental de esta provincia, han sido recuperados cerámicas de Luz María Flores (1982) para San Bartolo ejemplares de ofrenda de cerámicas este tipo. En contexto Agua Caliente, Guanajuato; Ana María Crespo (1991) para de entierros, se asocian a cerámica Garita Black Brown El Cerrito, Querétaro y Rosa Brambila y Carlos Castañeda (Gorenstein et al., 1985). (1991) para la Unidad Tepozán, en Huimilpan, Querétaro. Para El Cerrito, Crespo (op. cit.) propone una etapa inicial 4. Provincia San Juan – Tula que ubica en los primeros años de la era cristiana, pero no le fue posible caracterizarla en tanto que su información Esta provincia se extiende desde la porción media del valle era escasa. Propone también una etapa temprana (400-650 de San Juan del Río hasta el valle de Tula; sus límites nord.C.) a la que corresponden los grupos cerámicos Blanco teños se encuentran en los bordes norteños de los valles de Levantado y Arado y una tardía (650-1050 d.C.) a la que San Juan del Río y del Mezquital, mientras que los límites corresponde el grupo cerámico Cerrito. Tanto el grupo sureños se localizan hacia la cuenca alta del Río San Juan, Arado como el grupo Cerrito incluyen tiestos decorados en en el parteaguas con el Lerma. 5RMRVREUHED\RSHURQRIXHURQSOHQDPHQWHLGHQWL¿FDGRV El arqueólogo Enrique Nalda (1975) propuso para el valle 3DUDOD8QLGDG7HSR]iQ%UDPELOD\&DVWDxHGD  GH¿- de San Juan del Río una secuencia de ocupación cuya prinieron dos grandes grupos cerámicos: Grupo pasta media, mera etapa iba de 500 a.C. a 0 y sus indicadores eran los conformado por ollas rojas, cajetes-platos rojos, cajetes- materiales que denominó Rojo San Juan y Rojo sobre Bayo platos café pulido, ollas café pulido, café alisado (princi- La EstanciaODVHJXQGDHWDSDYDGHDG&(VWiGH¿palmente ollas), cajetes rojo sobre bayo y ollas naranjas. nida por la presencia de cerámica Rojo sobre Bayo Loma Los cajetes Rojo sobre bayo, incluyen, según los autores, Linda; la tercera etapa fue distinguida con cerámica Rojo 13

Juan Carlos Saint-Charles, Luz María Flores, Trinidad Durán

presenta una gran cantidad de tiestos, vasijas completas y VHPLFRPSOHWDV\GH¿JXULOODVTXHIXHURQLGHQWL¿FDGRVFRQ sobre Bayo El Mogote y la ubica entre 400 y 800 d.C. La los de la tradición Chupícuaro (Saint-Charles y Argüelles, última etapa importante comprende de 800 a 1100/1200 1991). d.C. y es la cerámica Rojo Inciso Postcocción Xajay la que 3DUDORV¿QHVGHHVWHWUDEDMRYDPRVDXWLOL]DUFRPREDVHOD ODLGHQWL¿FD cerámica Rojo sobre Bayo El Mogote propuesta por Nalda Por otro lado, tenemos la secuencia establecida por Robert \TXHQRVRWURVLGHQWL¿FDPRVFRQHOWLSRAna María Rojo + &REHDQ   SDUD7XOD HQ OD TXH VH GH¿QHQ FXDWUR sobre Café (Figura 5a) de la Fase Prado de Tula. También fases: Fase Prado (700-800 d.C.), Fase Corral (800-900 utilizaremos el tipo Cañones Rojo sobre Café (Figura 5c), d.C.), Fase Corral Terminal (900-950 d.C.) y Fase Tollan correspondiente a la Fase Corral de Tula y la cerámica que (950-1150/1200 d.C.). en el Cerro de La Cruz, en San Juan del Río, Querétaro En otro trabajo, en el Cerro de La Cruz, San Juan del Río, denominamos Platos Rojo sobre Bayo Moy (Saint-Charles 4XHUpWDURORVPDWHULDOHVFHUiPLFRVKDQVLGRLGHQWL¿FDGRV et. al, 2006; Saint-Charles y Enríquez, 2006, Figura 5b). FRQ WRGRV ORV GLDJQyVWLFRV GH¿QLGRV SRU 1DOGD op. cit.) Vasijas correspondientes a estos grupos cerámicos se para el valle de San Juan del Río y con algunos de los que encuentran asociadas en ofrendas en el Cerro de la Cruz conforman las fases Prado y Corral de Tula propuestas por (González, 2003), lo que implica una correspondencia Cobean (op. cit.), pero además de ello, el Cerro de la Cruz Figura 4 - Tipo San Bartolo Rojo sobre Bayo

14

Tradiciones cerámicas rojo sobre bayo del Epiclásico en el oriente del Bajío y sur de Querétaro

a- Tipo Ana María

b- Tipo Moy

c- Tipo Cañones Figure 5 - Cerámica Rojo sobre Café procedente de la provincia de San Juan - Tula

cronológica, en este caso, igual a las de las Fases Prado y Corral de Tula. Esto se apoya también en dataciones directas (760 ± 35) de carbones localizados en un estrato que FRQWHQtDWLHVWRVLGHQWL¿FDGRVFRQODFHUiPLFDPHQFLRQDGD (Crespo y Saint-Charles, 1996). Consideramos que estos materiales son los mejores indicadores de esta provincia, sin embargo nos interesa también mostrar otra cerámica decorada en rojo sobre bayo cuya distribución se restringe a El Rosario y sitios aledaños. La relevancia de esto es que este sitio contiene elementos cerá15

micos, arquitectónicos y pictóricos que lo asocian directamente a Teotihuacan. No obstante la cercanía de este sitio con el mencionado Cerro de La Cruz (unos siete kilómetros), la cerámica distintiva del primero no está presente en HOVHJXQGR/DFHUiPLFDGH(O5RVDULRVHLGHQWL¿FDHQVX mayoría con los grupos cerámicos de Teotihuacan, principalmente con los de etapas tardías; pero aquí destacamos ODFHUiPLFDTXH(QUtTXH]  GH¿QLyFRPRRojo sobre Bayo Platones (Figura 6), misma que parece corresponder al tipo Plato Coyotlatelco de la Fase Coyotlatelco en Teo-

Juan Carlos Saint-Charles, Luz María Flores, Trinidad Durán tihuacan y que a la vez muestra grandes semejanzas con la cerámica Rojo sobre Bayo El Bajío de la Provincia Lerma, como ya fue mencionado. La cerámica Ana María Rojo sobre Café (Figura 5a) se conforma por cajetes trípodes algunos de los cuales tienen un reborde basal. La decoración se localiza en las paredes interiores de las vasijas y los motivos son pequeñas espirales, cruces a manera de X. La cerámica Platos Rojo sobre Bayo Moy (Figura 5b) consiste en platos pequeños con un soporte tipo pedestal alto y calado; la decoración ocupa la VXSHU¿FLH LQWHULRU GHO SODWR ORV PRWLYRV GHFRUDWLYRV VRQ principalmente cuatro grandes círculos rojos. El soporte se encuentra decorado con gruesas líneas verticales. La cerámica Cañones Rojo sobre Café consiste exclusivamente en ollas de cuello alto, la mayoría de las cuales tienen el borde plano; otra característica es que todas tienen asas verticales, generalmente tres, distribuidas en la parte media y mediasuperior del cuerpo. Estas ollas tienen distintos tamaños, de tal manera que las hay pequeñas, medianas y grandes. La decoración más común consiste en anchas líneas rojas verticales que bajan desde el borde hasta el inicio del cuello, donde coinciden con una ancha línea roja horizontal. El cuerpo está decorado con pares de gruesas líneas rojas verticales. Los materiales que aquí se presentan proceden del Cerro de La Cruz (Figura 5c). La cerámica Rojo sobre Bayo Platones consiste en platos extendidos sin soportes. La decoración se encuentra en la VXSHU¿FLHLQWHUQD\ORVPRWLYRVGHFRUDWLYRVVRQFtUFXORV\ semicírculos ocupando el fondo y las orillas; se presentan también secuencias de “S” y “L” invertida, así como grecas y recuadros (Figura 6).

&RQVLGHUDFLRQHV¿QDOHV De acuerdo a lo expuesto, parece haber una correspondencia cronológica entre los grupos o tipos Rojo sobre Bayo presentados, es decir, parecen ubicarse en un mismo horizonte cronológico, entre 650 y 900 d.C. aproximadamente, período conocido como Epiclásico. Por ello, las provincias cerámicas aquí propuestas se inscriben exclusivamente en este período. Dicho período, según Alfredo López Austin y Leonardo López Luján (2000), corresponde al lapso entre el Clásico y el Posclásico para la mitad occidental de Mesoamérica, (650-900 d.C.). Entre los rasgos distintivos de este período mencionan la conformación de poderosas unidades políticas regionales tras el declive principalmente del estado teotihuacano, cuyas repercusiones se dejan sentir entre las diferentes áreas que estaban bajo su dependencia, las que con ritmos desiguales, unas logran fortalecerse hasta alcan]DUVXDXJH\RWUDVVHFRODSVDQ$OWHUDFLyQRPRGL¿FDFLyQ de las redes de comercio, sorprendente desarrollo económico, cultural y artístico, sobre todo en la mitad oriental de Mesoamérica. Los centros de poder se ubican en emplazamientos estratégicos, sociedades con marcada pluralidad étnica, integración de tradiciones regionales diversas en nuevas formas culturales, entre otras características. En el caso de estas provincias cerámicas, su conformación es evidentemente posterior a la caída de Teotihuacan 16

Figura 6 - Cerámica Rojo sobre Bayo Platones

(hacia 650 d.C.) y parece corresponder a un incremento de los asentamientos y centros ceremoniales, a la vez que a un nuevo ordenamiento territorial. Por ejemplo, al menos en el caso de la Provincia Central, la mayoría de los sitios corresponden exclusivamente al Período Epiclásico. En los otros casos (provincias Lerma y San Juan-Tula) se presenta reocupación de algunos sitios con centros ceremoniales, FX\RV HGL¿FLRV IXHURQ PRGL¿FDGRV \ OD IXQGDFLyQ GH otros asentamientos y centros ceremoniales, los primeros emplazados en las laderas medias y altas de los cerros y los segundos en la cima de los mismos o en lugares escarpados HLQFOXVRHQVXSHU¿FLHVGHOLPLWDGDVSRUSURIXQGDVEDUUDQcas, como los sitios de la cuenca alta del Río San Juan. De cualquier manera, la tendencia de los asentamientos fue a la dispersión, salvo en un caso, La Trinidad, localizado en las inmediaciones de Tequisquiapan, Querétaro, en donde

Tradiciones cerámicas rojo sobre bayo del Epiclásico en el oriente del Bajío y sur de Querétaro el asentamiento es concentrado e incluye áreas habitacionales, espacios ceremoniales y albarradas defensivas; su emplazamiento se da en un espolón acantilado del Macizo del Divino Redentor. Las delimitaciones sugeridas para estas provincias son borrosas y porosas, por lo cual, al menos en cuanto a los materiales cerámicos, encontramos, aparte de ciertas similitudes entre los de una provincia y otra, percolación de los mismos. De cualquier manera, las producciones cerámicas de cada provincia llevan un sello distintivo. Este sello parece ser indicativo de la existencia de unidades políticas regionales, o de acuerdo a la propuesta de Crespo (1992), de Unidades Político Territoriales (UPT), en este caso de tipo MHUDUTXL]DGR6LQHPEDUJRSDUDODGH¿QLFLyQGHXQD837 habrá que estudiar otros factores propuestos por Crespo; las distribuciones cerámicas son tan solo uno de ellos. Por último, queda mencionar que aunque la cerámica decorada en Rojo sobre Bayo tiene una extensa presencia temporal en la región, desde el Formativo Superior y Tardío, los materiales Rojo sobre Bayo del Epiclásico no nece-

Bibliografía Brambila, Rosa y Carlos Castañeda 1991 Arqueología del río Huimilpan, Querétaro. En Querétaro prehispánico: 137-161. Instituto Nacional de Antropología e Historia. Colección &LHQWt¿FD0p[LFR Braniff Cornejo, Beatriz 1972 Secuencias arqueológicas en Guanajuato y la Cuenca de México: Intento de correlación. En Teotihuacan, XI Mesa Redonda : 273-323. Sociedad mexicana de Antropología, México. 1998 Morales, Guanajuato y la tradición Chupícuaro. Instituto Nacional de Antropología e Historia. &ROHFFLyQ&LHQWt¿FD0p[LFR Bray, Warwick y David Trump 1976 Diccionario de Arqueología, p. 235. Editorial Labor (Nueva Colección Labor). España. Cobean, Robert H. 1990 La cerámica de Tula, Hidalgo. Instituto Nacional GH$QWURSRORJtDH+LVWRULD&ROHFFLyQ&LHQWt¿FD 215, México. Crespo, Ana María 1991 El recinto ceremonial de El Cerrito. En Querétaro prehispánico: 163-223. Instituto Nacional GH$QWURSRORJtDH+LVWRULD&ROHFFLyQ&LHQWt¿FD 238, México. 1992 Unidades político-territoriales. En Origen y desarrollo en el Occidente de México B. Boehm de Lameiras y P. C. Weigand (Eds.): 157-176. El Colegio de Michoacán, Zamora. Crespo, Ana María y Juan Carlos Saint-Charles 1996 Ritos funerarios y ofrendas de elite. Las vasijas Xajay. En Tiempo y territorio en arqueología. El centro-norte de México: 115-142. Instituto Nacional de Antropología e Historia. Colección Cientí¿FD0p[LFR 17

sariamente se derivan de aquellos; los cambios de estilos cerámicos en la región son muy marcados. La cerámica aquí tratada guarda más semejanzas con otra de la Cuenca de México, particularmente la denominada Coyotlatelco, que con cerámicas locales de épocas anteriores; pareciera también que nada tienen que ver con materiales del occidente del Bajío y mucho menos del Occidente de México, salvo algunos casos en los que se presentan ciertos motivos decorativos similares en cerámica Rojo sobre Crema de las fases Colima y Armería. Sin embargo, no hay que perder de vista que cerámicas decoradas con líneas rojas, gruesas o delgadas, con motivos geométricos o simbólicos, se encuentran en todo Mesoamérica desde épocas tempranas, por lo que futuros trabajos deberán realizarse bajo un enfoque que integre aquellos elementos materiales asociados a estas tradiciones cerámicas, sólo así se podrá explicar la forma de vida de quienes las produjeron y han dejado como testimonio de su paso por estas tierras.

Darras, Véronique y Brigitte Faugère 2005 Reacomodos culturales en el valle de Acámbaro D¿QDOGHO)RUPDWLYRODIDVH0L[WOiQ\VXVLJQL¿FDGRDQLYHOORFDO\JOREDO3RQHQFLDSUHVHQWDGD en el Segundo Seminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. El eje Lerma-Santiago durante el Formativo Terminal y Clásico Temprano: presiones cronológicas y dinámicas culturales. Guadalajara. Durán A., Ma. Trinidad y Juan Carlos Saint-Charles 1986 Tradiciones cerámicas del Bajío guanajuatense. 350-900 d.C. Ponencia presentada en el Taller de Cerámica Prehispánica del Centro-Occidente de México. Morelia. 1991 Tradiciones cerámicas del Bajío guanajuatense. 350-900 d.C.. En Contrastes: 26-32. Vol. 1, números 2do y 3er trimestre. Comisión de Difusión D-II-IA-1.México Enríquez Farías, Roxana 2005 El Rosario, un sitio en el valle de San Juan del Río, Querétaro, relacionado con Teotihuacan: elementos para su estudio e interpretación. Tesis de Licenciatura. Escuela Nacional de Antropología e Historia, México. Florance, Charles 1989 A Surface and Analysis of Late and Terminal Preclassic Settlement along the Lerma River in Southeastern Guanajuato, México. Tesis doctoral. Columbia University, UMI, Ann Arbor. Flores Morales, Luz María 1982 Grupos cerámicos tipo – variedad. San Bartolo Agua Caliente. Informe al Consejo de Arqueología. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

Juan Carlos Saint-Charles, Luz María Flores, Trinidad Durán García, Jaime y Daniel Valencia 2000 Arqueología y antropología Física en Querétaro. En Jar Ngú. 15 años de labor del INAH (en Querétaro): 15-30. Revista conmemorativa. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México. González Zozaya, Fernando 2003 Muerte y ritualidad funeraria en entierros y ofrendas. El caso del Barrio de La Cruz, San Juan del Río, Querétaro. Tesis de Licenciatura. Escuela Nacional de Antropología e Historia, México. Gorenstein, Shirley et al. 1985 Acambaro: Frontier Settlement on the TarascanAztec Border. Vanderbilt University. Publications in Anthropology no. 32, Nashville. Healan, Dan M. y Christine E. Hernández 1999 Asentamiento prehispánico y cronología cerámica en el noreste de Michoacán. En Arqueología y etnohistoria. La región del Lerma: 133-155. El Colegio de Michoacán, Zamora. López Austin, Alfredo y Leonardo López Luján 2000 La periodización de la historia mesoamericana. Arqueología Mexicana. Vol. VIII-N° 43. MayoJunio: 14-23. Ed. Raíces, México. Nalda, Enrique 1975 UA San Juan del Río. Trabajos arqueológicos preliminares. Tesis de Maestría. Escuela Nacional de Antropología e Historia, México. Porter, Muriel 1956 Excavations at Chupícuaro, Guanajuato, México. Philadelphia, Transactions of the American Philosophical Society, new series, vol. 46, part 5: 515636, Philadelphia. Saint-Charles Zetina, Juan Carlos 1990 Cerámicas arqueológicas del Bajío. Un estudio metodológico. Tesis de Licenciatura. Universidad Veracruzana, Xalapa. Saint-Charles Zetina, Juan Carlos, Laura Almendros López y Fernando González Zozaya 2006 Cerámica del Epiclásico en el Cerro de La Cruz, Querétaro. En La producción alfarera en el México antiguo III: 257-280. Instituto Nacional GH$QWURSRORJtDH+LVWRULD&ROHFFLyQ&LHQWt¿FD 502, México. Saint-Charles Zetina, Juan Carlos y Miguel Argüelles Gamboa 1991 Cerro de La Cruz. Persistencia de un centro ceremonial. En Querétaro prehispánico: 57-97. Instituto Nacional de Antropología e Historia. ColecFLyQ&LHQWt¿FD0p[LFR

18

Saint-Charles, Juan Carlos y Roxana Enríquez 2006 Cerámica del Epiclásico en el sur de Querétaro. En El fenómeno Coyotlatelco en el centro de 0p[LFRWLHPSR HVSDFLR \ VLJQL¿FDGR. Memoria del Primer Seminario-Taller sobre problemáticas regionales: 309-326. Instituto Nacional de antropología e Historia, México. Saint-Charles, Juan Carlos, Luz María Flores y Ana María Crespo 2005 Cerámicas de tradición Chupícuaro en el Centro 1RUWHVXVFDUDFWHUtVWLFDVKDFLDHO¿QDOGHO)RUPDtivo. En La producción alfarera en el México antiguo I: 687-709 Instituto nacional de AntropoloJtDH+LVWRULD&ROHFFLyQ&LHQWt¿FD0p[LFR Saint-Charles, Juan Carlos et al. 1992 Provincias Cerámicas del Bajío Guanajuatense. Ponencia presentada en Taller La Cerámica Rojo sobre Bayo en la Mesoamérica Septentrional y el Occidente de México. Salamanca. Mayo Snarskis, Michael 1974 Ceramic Analysis. En The Tarascan-Aztec Frontier: The Acambaro Focus. Columbia University. Mecanuscrito. Archivo Técnico de la Dirección de Monumentos Prehispánicos. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México. Valencia, Daniel y Juan Carlos Saint-Charles 2000 ,GHQWL¿FDFLyQ FRQVHUYDFLyQ \ SURWHFFLyQ DUqueológica en el sur de Querétaro. 1990-1999. En Jar Ngú. 15 años de labor del INAH (en Querétaro): 45-71. Revista conmemorativa. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México. Zepeda, Gabriela 2007 Cañada de la Virgen, San Miguel de Allende. La casa de los trece cielos y la casa de la noche más larga. En Zonas arqueológicas de Guanajuato. Cuatro casos: Plazuelas, Cañada de La Virgen, Peralta y El Cóporo: 71-182. Instituto Estatal de la Cultura. Estado de Guanajuato, México.

ÚLTIMOS AVANCES EN EL ESTUDIO TECNO-ESTILÍSTICO DE LA CERÁMICA INCISA DEL BAJÍO

Chloé Pomedio Doctora Universidad París I – UMR 8096 – Proyecto Barajas / CEMCA

Resumen En el Bajío epiclásico se desarrolla una tradición cerámica cuya particularidad reside en su modo decorativo a base de incisiones. Dicha YDMLOODKDVLGRSRFRHVWXGLDGDDSHVDUGHTXHPXHVWUDXQDJUDQGLYHUVLGDGGHIRUPDVWpFQLFDVGHLQFLVLyQ\PRWLYRVLFRQRJUi¿FRV Por lo tanto, se han analizado sistemáticamente los materiales incisos del proyecto Barajas y llevado a cabo una comparación al nivel regional. Exponiendo la metodología y los resultados de este estudio, se propone aqui un nueva tipología y se examina la distribución UHJLRQDOGHORVGLIHUHQWHVWLSRVLQFLVRVHQHO%DMtRORVFXDOHVUHÀHMDQLGHQWLGDGHVORFDOHVPDUFDGDVGHEDMRGHXQDWUDGLFLyQFRP~Q

Abstract During the Epiclassic, in the Bajío, a ceramic tradition developed that was marked by a distinctivedecorative technique based on incisions. Such wares have been little studied despite their wide variety of forms, incision techniques and iconographic motifs. I have systematically analyzed the incised materials recovered by the Barajas project and conducted a regional comparison. After discussion of the study’s methodology and results, this article proposes a model for the spatial distribution of the different incised types in the %DMtRZKLFKUHÀHFWPDUNHGORFDOYDULDQWVRIDQRYHUDUFKLQJFRPPRQWUDGLWLRQ

Ri o

'HVGH OD GH¿QLFLyQ GHO Garita Black-Brown por Alta Vista Z Zacatecas Michael Snarskis en los años 1970, todos los La Quemada proyectos arqueológicos que se llevaron a cabo en el Bajío mencionan la existencia de una cerámica Rio Verde FDIp¿QDFRQGHFRUDFLyQLQFLVDGXUDQWHORVSHULRdos Clásico-Epiclásico (450-1000 d.C.) (Figura G anaj Guanajuato La Gloria Morales 1). En este contexto, cabe hacerse las preguntas Queretaro o Teuchitlan Plazuelas siguientes: ¿existe un solo tipo con variedades o Hidalgo Hid o Barajas Jalisco sc Tula distintos tipos de incisos en el Bajío? ¿Cómo es Zacapu Teotihuacan posible diferenciarlos de manera clara y segura? Tzintzuntzan Mexico Tenochtitlan En el presente trabajo, una muestra de 3330 indiMichoacan h Extensión de la tradición viduos cerámicos incisos propició el estudio tecincisa en el Bajío no-estilístico sistemático de este material (Pome0 km 200 100 dio 2010), con el objetivo de evidenciar las lógicas crono-espaciales que explican la larga presencia Figura 1 - Extensión de la tradición incisa en el Bajío, según R. de esta tradición cerámica. Los últimos resultados demues- Brambila y A. M. Crespo (2005:168) tran la presencia de varios tipos cuyas similitudes apoyan ODKLSyWHVLVGHIHQyPHQRVGHLQÀXHQFLDVHVWLOtVWLFDVSHUR ese término, Laura Solar señala: “Dada su extensión temporal y arraigo en una región no técnicas, entre los asentamientos epiclásicos del Lerma particular, es apropiado el término ‘tradición’ para rePHGLR\HQXQFDVRHVSHFt¿FRODLPLWDFLyQHQVLWLRVRFFLferirse en general a estas cerámicas (Willey y Phillips, dentales del Bajío del tipo Lupe incisoLGHQWL¿FDGRHQHO 1958:34-35); sin embargo, a lo largo de su existencia, norte de Michoacán. Es entonces necesario considerar inteexperimentaron variaciones en el aspecto formal o esracciones de distintas naturalezas: por un lado, la difusión tilístico, que se han catalogado como tipos distintos.” de un estilo o concepto decorativo entre las comunidades (Solar 2002: 179) alfareras del Bajío, por otro lado, la transferencia de una /DQRFLyQGHWUDGLFLyQFHUiPLFDVHGH¿QHHQUHODFLyQDOD tecnología alfarera, en un momento dado, entre el norte de cadena operativa (Leroi-Gourhan 1988: 1068), la cual reMichoacán y la zona occidental del Bajío. $QWHVGHHQIRFDUQRVPiVDODSUREOHPiWLFDPX\HVSHFL¿- mite a las técnicas de manufactura elegidas por el alfarero. ca de la cerámica incisa, parece necesario precisar lo que Los rasgos comunes que comparten los tipos incisos del implica la noción de “tradición cerámica” con la cual los Bajío son primero los acabados (engobe café pulido) y seDUTXHyORJRV VH UH¿HUHQ D HVH PDWHULDO \ WDPELpQ D RWUDV gundo, la decoración —tanto en su ejecución técnica (inciproducciones de la región, que son el Rojo sobre Bayo y el VLyQ  TXH HQ VX UHSHUWRULR LFRQRJUi¿FR JHRPpWULFR  6LQ Blanco Levantado (Castañeda et al. 1988: 325; Saint-Char- embargo, variaciones en las formas, técnicas de incisión y les 1990: 51; Braniff 2000: 39). Acerca de la utilización de en los motivos decorativos, como lo han subrayado algunos L

erm a

R

io

L e rm a

Chloé Pomedio autores (Snarskis 1985: 238; Sánchez y Zepeda 1982; Velázquez 1982; Saint-Charles 1990: 79; Durán 1991: 64-66; Sánchez Correa 1995: 66-68; Migeon 2002:22; Rodríguez 2005: 62, 65) llevan a pensar que todos los alfareros que produjeron esta cerámica no han seguido la misma cadena operativa, y que las variaciones pueden interpretarse en términos culturales. Esa posibilidad podría ayudar mucho en entender mejor las dinámicas de desarrollo humano de la región en el contexto epiclásico. La información publicada sobre la cerámica incisa del Bajío quedó a un nivel de investigación muy general1, visto que los estudios anteriores no han hecho ningún enfoque especial a este material. El primer intento de interpretación cultural sobre la producción de esa vajilla lo hicieron Rosa Brambila y Ana María Crespo (2005: 167-168), quienes propusieron que la zona de la Ciénega Prieta, ubicada al suroeste de la laguna de Yuriria, hubiera sido el centro de producción de esta cerámica, implicando su difusión a partir de un centro de producción único, por una población especializada en su elaboración. La correlación entre una SURGXFFLyQ HVSHFt¿FD \ XQ JUXSR SURGXFWRU QRV SDUHFH muy pertinente. No obstante, los resultados presentados en este artículo demuestran que, al contrario, esta tradición cerámica tenía varios centros de producción. En realidad, la cerámica incisa de la Ciénega Prieta representa solamente una de las varias producciones que conforman la tradición incisa del Bajío, como se explicará adelante. El problema principal que se ha creado acerca de este tema, el cual se vincula con la diversidad interna de esta tradición decorativa, es el de la multiplicación de las denominaciones tipológicas. Ocho tipos diferentes2 y similares a la vez fueURQGH¿QLGRVHQHO%DMtRGHVGHORVWUDEDMRVGH06QDUVkis (1974, 1985) en Cerro del Chivo. Desde entonces, los autores que han trabajado en la región han dado un nombre diferente a la cerámica café pulida incisa que encontraron, D¿OLiQGROD DO WLSR Garita Black-Brown Incised de Snarskis. Sin embargo, los criterios usados por los autores para GH¿QLU ORV WLSRV \ FRPSDUDUORV FRQ HO Garita no son claros, ni tampoco basados en una metodología explícita y sistemática. De esa manera, generaron cierta confusión en el entendimiento de las lógicas tipológicas que componen esa tradición alfarera. Para avanzar en el conocimiento de las dinámicas crono-espaciales de la cerámica incisa del Bajío, llevamos a cabo un análisis tecno-estilístico sistemático (Pomedio 2009) del material encontrado en contextos controlados del proyecto Barajas. Al cabo de este análisis, proponemos una nueva tipología basadas en criterios tecnológicos, morfológicos y estilísticos, que sirva de base VyOLGD D XQD UHÀH[LyQ VREUH ODV LPSOLFDFLRQHV FXOWXUDOHV que se relaciona con esta tradición decorativa.

gran parte de las excavaciones que se llevaron a cabo en diferentes sitios de la falda norte del Cerro Barajas, de 1998 a 2006, en el marco del proyecto CNRS-CEMCA (Pereira, Migeon y Michelet 2001, 2005). Contamos con un total de 4873 tepalcates, que representan 2554 individuos3. Los incisos son presentes sobre un periodo de casi seis siglos (de 450 d.C. a 950/1000 d.C.) correspondiendo a toda la ocupación de los sitios del Cerro (Migeon 2002). Se encuentran desde la fase Nogales (450-650 d.C.) hasta la fase Barajas tardío (750-950 d.C.), con una fuerte abundancia durante la fase Barajas temprano (650-750/800 d.C.). Tenemos incisos en todos los contextos excavados, con una presencia mayor en las estructuras asociadas a las actividades y residencias de la élite (51%), pero también hemos encontrado individuos en contextos de actividades ceremoniales y funerarias (34%), y en menor proporción en las habitaciones más sencillas (11%). También contamos para nuestro estudio con las colecciones del Museo Nacional de Antropología y de cuatro museos locales del Bajío. Registramos los muestrarios del INAH y del CEMCA cuyos proyectos arqueológicos se realizaron en el Bajío y en el norte de Michoacán; asimismo, el material del sitio de Cerro el Chivo conservado en la reserva de Salamanca (Gto) fue igualmente considerado. Completamos estos datos con materiales procedentes de recolacFLRQHVGHVXSHU¿FLHOOHYDGRVDFDERHQODUHJLyQGHHVWXGLR Este material comparativo y complementario del corpus de Barajas, lo conforman 645 tepalcates y 131 piezas completas, o sea 776 individuos en total. El análisis presentado a continuación se efectuó con un total de 3330 individuos.

1982), Café Pulido Inciso (Saint-Charles 1990), &D¿SXYDU(VJUD¿DGRH Inciso (Migeon 2002) 6DQ0LJXHO*UtV(VJUD¿DGR (Braniff 1999).

3 ,QGLYLGXR UH¿HUH D XQD YDVLMD SRWHQFLDO GH OD FXDO VH SXGR KDEHU conservado un solo tiesto hasta la vasija completa.

2. Metodología de análisis

Para contestar las numerosas preguntas que se forman acerca de la tradición de los incisos, tuvimos que aplicar un método de análisis muy preciso y detallado. De esta metodología iba depender la posibilidad de resolver el problema GH ORV LQFLVRV \ VREUH WRGR OD LGHQWL¿FDFLyQ GH ORV FULWHrios pertinentes para entender las lógicas crono-espaciales de esta tradición decorativa. Para lograrlo, escogimos una escala de análisis al nivel individual. Es decir, creamos una base de datos en la cual registramos cada tepalcate o grupo de tepalcates que forme un “individuo”, tomando en cuenta los siguientes criterios: - forma - pasta - técnica de incisión PRWLYRLFRQRJUi¿FR Para poder manejar una gran cantidad de variables dentro GHORVFULWHULRVGHIRUPD\PRWLYRFUHDPRVXQDFRGL¿FDción que permite un registro más rápido y objetivo. Para OD FODVL¿FDFLyQ GH ODV IRUPDV H[LVWHQ PRGHORV JHQHUDOHV 1. El corpus del estudio que adaptamos fácilmente al corpus, mientras que la crea(O FRUSXV GH OD FHUiPLFD LQFLVD \ HVJUD¿DGD SURYLHQH HQ FLyQGHVLVWHPDFODVL¿FDWRULRGHORVPRWLYRVDGDSWDGRDOD iconografía geométrica de los incisos del Bajío se logró a 1 Constan esencialmente de descripciones tipológicas. través de un proceso de experimentación sin antecedente 2 Garita Black-Brown (Snarskis 1974, 1985), Bayo Inciso (Nalda 1981), para la zona. Tres observaciones dieron las pautas de esa Bayo Teotihuacano Variedad Inciso (Velásquez 1982), Café y Negro Pulido (Contreras y Durán 1982), Bayo Inciso Pulido (Sánchez y Zepeda FODVL¿FDFLyQLFRQRJUi¿FD 20

Últimos avances en el estudio tecno-estilístico de la cerámica incisa del Bajío

REPERTORIO ICONOGRÁFICO

MOTIVOS LINEALES

A

B

C

MOTIVOS DE RELLENO

MOTIVOS GEOMÉTRICOS

D

F

E

G

H

G

H1

MOTIVOS EXCEPCIONALES

Z

J

K

L

J

K1

L1

M1

X1

Z1

K2

L2

M2

X2

Z2

X3

Z3

A1

B1

C1

D1

E1

F1

A2

B2

C2

D2

E11

F2

A3

B3

C3

D3

E12

F3

L3

A4

B4

C4

E13

F4

L4

A5

B5

C5

E14

A6

B6

C6

A7

B7

C7

H2

M

X

Z4

Z5

A71

A8

Figura 2 - /DVIDPLOLDVLFRQRJUi¿FDV

1- Existe una gran diversidad de motivos, la cual no depende exclusivamente de una libre imaginación de los alfareros, dado que dichos motivos parecen organizarse según ciertas lógicas y reglas estilísticas; 2- la decoración se estructura en composiciones horizontales —en bandas delimitadas o no— que abarcan todo el contorno de la vasija. Se ubica hacia el borde en las formas abiertas y en la parte superior del cuerpo, en el hombro en las formas cerradas; 3- los motivos pertenecen casi exclusivamente al campo geométrico/abstracto/simbólico. $O UHJLVWUDU HO PDWHULDO VH LGHQWL¿FDURQ JUXSRV R IDPLOLDV LFRQRJUi¿FDV )LJXUD   GHQWUR GH ODV FXDOHV ORV WHmas4 decorativos compartían un mismo motivo principal declinándose en numerosas variantes. Las familias fueron denominadas por letras mayúsculas, y añadimos números SDUDLGHQWL¿FDUODVVXEIDPLOLDV3RUUD]RQHVOyJLFDVSDUHFLyDGHFXDGDODFODVL¿FDFLyQGHODVIDPLOLDVHQIXQFLyQGHO motivo principal y no en función de su composición o complejidad, aunque también tomamos en cuenta estos aspectos. Por supuesto, algunos temas mezclan varios motivos, ORTXHYXHOYHGHOLFDGDODLGHQWL¿FDFLyQGHOPRWLYRSULQFLpal. Pero, por lo general, este se encuentra solo, en el centro de la banda o en el registro superior. La única excepción vale para la familia “D”, donde el motivo principal siempre se encuentra en el registro inferior. Tenemos actualmente un total de catorce familias, divididas en cincuenta y tres subfamilias. En estas familias están repartidos 450 temas completos diversos y 329 incompletos.

¿Cómo registrar de manera segura y exhaustiva cada tema, completo o incompleto, para que al leer el código, el investigador conozca a qué familia pertenece el tema y qué tipo de composición y complejidad tiene? Responder a este REMHWLYR QRV FRQGXMR D HODERUDU XQD FRGL¿FDFLyQ HVSHFt¿FD )LJXUD (QHOODODSULPHUDSDUWHGHOFyGLJRLQGLFD la familia y la subfamilia. La parte central corresponde a un guión si el tema está completo. En el caso contrario, un punto señala un tema incompleto. La segunda parte del código consta de un número de tres cifras, cada cifra cor-

Familia B Motivo principal

Subfamilia 1 Motivo en S horizontal rectilíneo

Guión = tema completo

B1 - 361 = Complejidad = 3 motivos diferentes

número individual

Composición = 6 = motivo principal dentro de una banda

Figura 3 - /DFRGL¿FDFLyQLFRQRJUi¿FD±HMHPSOR

responde a una información precisa sobre la complejidad y la composición del motivo. - La primera cifra indica cuantos motivos diferentes componen el tema. Así se puede saber si el motivo es sencillo o complejo. 47HPDGHVLJQDODWRWDOLGDGGHODFRPSRVLFLyQLFRQRJUi¿FDTXHFRQIRUPD - La segunda cifra indica el tipo de composición del tema, la decoración de la vasija.

21

Chloé Pomedio basándose en la posición del motivo principal (Figura 4). - La tercera cifra corresponde al número individual del tema. Este sistema de registro funciona de tal manera que es imposible registrar dos veces el mismo tema bajo dos códigos diferentes, y que es fácil y rápido encontrar un tema preciso

3. Las técnicas de incisión

Parece importante aclarar que por razones de lógica al nivel de vocabulario y del gesto técnico,5 decidimos utilizar el término de incisión tanto para la decoración en pasta K~PHGD FRPR VHFD R FRFLGD SRUTXH ³LQFLVDU´ VLJQL¿FD                        técnicamente “cortar” y corresponde al término más gene                ral adecuado para el decorado estudiado. Los términos de             “incisión sobre pasta seca o cocida” equivalen a los térmi     QRV³HVJUD¿DGRSUHFRFFLyQRSRVWFRFFLyQ´6LQHPEDUJR            HO WpUPLQR GH ³HVJUD¿DGR´ QR HTXLYDOH D ³LQFLVR´ SRUTXH         corresponde al acto de “quitar materia”, lo que solamente          ocurre sobre un soporte no plástico, es decir una arcilla                seca o cocida (Figura 5).      /DVWpFQLFDVGHLQFLVLyQFRPSOHWDQORVGDWRVLFRQRJUi¿FRV La correlación entre los dos no solamente existe, sino tam              ELpQHVVLJQL¿FDWLYDGHODH[LVWHQFLDGHJUXSRVFHUiPLFRV    GLVWLQWRV/DVWpFQLFDVGHLQFLVLyQVHLGHQWL¿FDQVHJ~QFXDFigura 4 - 0RWLYRVSULQFLSDOHV\FRPSRVLFLRQHVLFRQRJUi¿FDV tros criterios distintos: a- la humedad de la pasta al momento de la incisión. GHQWURGHOFDWiORJR7DPELpQHVORVX¿FLHQWHPHQWHÀH[LEOH b- la profundidad de la incisión (de 1.5mm a 0.4mm se para añadir una gran cantidad de temas sin tener un límite consideró una profundidad estándar); cuando no era poal nivel de cifras o letras. VLEOHGLVWLQJXLUHOSHU¿O PHQRVGHPPGHSURIXQGLGDG  6H KDQ FODVL¿FDGR ORV PRWLYRV HQ PRWLYRV OLQHDOHV OtQHD FRQVLGHUDPRVODLQFLVLyQFRPRVXSHU¿FLDO recta, meandros, espirales). La familia D corresponde a FHOSHU¿OHQ89R:VHJ~QODIRUPDGHODKHUUDPLHQWD un motivo híbrido entre linear y geométrico. Los motivos utilizada por el alfarero.el ancho, que dividimos en 3 categeométricos constan de triángulos, círculos o rectángulos concéntricos, gesto técnico Incisión motivos diversos (familia G), espigas, motivos lineales en paneles, peine, motivos sencillos diversos y conjuntos de Lasca de obsidiana herramienta líneas rectas verticales en paneles. Los Punta vegetal suave o dura motivos de relleno son todos aquellos motivos caracterizados por un relleno de encrucijada. La última categoría corresponde a los motivos excepciosoporte Pasta cuero Pasta fresca Pasta seca Pasta cocida nales, tanto desde el punto de vista icoQRJUi¿FRTXHFXDQWLWDWLYR Como se puede observar en la Figura Inciso o esgrafiado Inciso o esgrafiado 2, las principales familias son la A, B, resultado Inciso pre-cocción post-cocción C y E. La primera (A) integra todos los temas cuyo motivo principal es linear Figura 5 - Tabla de términos técnicos (36,46% de los individuos estudiados), y consta de 8 sub-familias (línea recta, arqueada, ondulada, interrumpida, etc…). La segunda familia (B) incluye todos gorías. Un ancho entre 2 y 1,5mm se consideró como estánlo temas cuyo motivo principal es un meandro o voluta dar (sin anotación). más o menos desarrollada, en forma de S o de L, rectilínea G8QDQFKRHQWUH\PPVHFRQVLGHUyFRPR¿QR\ o curvilínea (6,06% de los individuos). También se han GHDPPVHFRQVLGHUyPX\¿QR encontrado siete variantes repartidas en las sub-familias El primer criterio queda como el más importante por ubicar correspondientes. La familia C corresponde al motivo prin- la acción de la incisión en diferentes momentos de la cadecipal de la espiral (19,58% de los individuos). También se na operativa, según el porcentaje de humedad de la pasta. han encontrado siete sub-familias, las cuáles se diferencian Hemos reconocido cuatro estados de humedad diferentes, tanto por el tamaño, las formas y la manera de asociar las que se caracterizan de la manera siguiente (Figura 6): espirales entre ellas. La familia E integra los motivos triana- la pasta fresca lleva un alto nivel de humedad, lo que JXODUHVFRQVXEIDPLOLDVLGHQWL¿FDGDVHQIXQFLyQGHODQDgeneralmente provoca rebordes alrededor de la incisión. turaleza del relleno (vacío, hachurado sencillo, hachurado doble, punzonado, combinado) y representa 6,96% de los 5 (O JHVWR WpFQLFR VH SXHGH GH¿QLU FRPR XQD KDELOLGDG LQWHJUDGD SRU individuos registrados. aprendizaje, permitiendo la realización de una tarea orientada hacia un REMHWLYRHVSHFt¿FR %ULO\5RX[ 

22

Últimos avances en el estudio tecno-estilístico de la cerámica incisa del Bajío so del cerro Barajas muestra una diversidad interna importante. Sin embargo, el análisis tecno-estilístico que llevamos a cabo demuestra la existencia de vínculos entre IDPLOLD LFRQRJUi¿FD WpFQLFD GH incisión y forma de las vasijas, perPLWLHQGR OD LGHQWL¿FDFLyQ GH RFKR tipos tentativos. El propósito de ese Figura 6 - /DVWpFQLFDVGHLQFLVLyQLGHQWL¿FDGDV artículo no consiste en describir aquí estos tipos, ya que esa b- cuando la arcilla ya empezó a secarse, ya no lleva tanta descripción se detalla en otro trabajo (Pomedio 2010). Lo humedad. Entonces tiene una textura parecida al cuero. Esa que presentaremos a continuación concierne más bien los textura parece la más apropiada para proceder a la incisión, resultados del análisis de repartición espacial que llevamos porque no se crean rebordes y la línea dibujada tiene un DFDERDQLYHOGHO%DMtR6LODPD\RUtDGHORVWLSRVGH¿QLGRV en Barajas muy probablemente tienen un origen local, alaspecto totalmente liso. FFXDQGRODYDVLMDHVWiVHFDODLQFLVLyQRHVJUD¿DGRSUH gunos tepalcates claramente aparecieron como intrusivos. cocción deja ligeras esquirlas en los bordes de la línea dibu- Al recorrer diez sitios ubicados en el Bajío y al estudiar los materiales de Salamanca, de los muestrarios de otros jada. G FXDQGR OD YDVLMD HVWi FRFLGD OD LQFLVLyQ R HVJUD¿DGR SUR\HFWRV\GHORVPXVHRVORFDOHVSXGLPRVLGHQWL¿FDUYDpost-cocción deja esquirlas importantes en los bordes de la rios tipos y establecer una repartición espacial en torno a los criterios de decoración, forma y pasta dentro del Bajío. línea dibujada. PASTA FRESCA

PASTA CUERO

PASTA COCIDA

PASTA SECA

Para el análisis de nuestro corpus nos pareció pertinente apuntar cuando era visible, si dentro de la cadena operativa, la incisión era anterior o posterior al pulido. En efecto, al pulir después de incisar, frecuentemente se puede observar partes incisas un poco tapadas o aplastadas por la herramienta pulidora. Esa diferencia, aunque sea muy sutil, comprueba la existencia de diferentes cadenas operativas. Esa observación fue visible en 15% del corpus de Barajas, con 90% de incisiones sobre pasta fresca o cuero realizadas antes de la etapa del pulido. Los tepalcates correspondientes a los 10% restantes proporcionan sobre todo una PXHVWUDGHWHPDVLFRQRJUi¿FRVPLQRULWDULRV %%/ X2, Z4). La cantidad de tepalcates que conforma el material inci-

4. Organización espacial en el Bajío 6HKDQLGHQWL¿FDGRVHLV]RQDVGLVWLQWDV )LJXUD FRUUHVpondiendo a centros de producción, representados por un WLSRLQFLVRSULQFLSDO/DSULPHUD]RQDLGHQWL¿FDGDMXQWDORV sitios de La Gloria, Cerro de los Chichimecas-Zaragoza y Barajas, es decir los sitios más occidentales del Bajío, con un límite oriental marcado por el río Turbio y el río Lerma, en base al estudio de 35 individuos. La zona 2 corresponde a los sitios de la falda norte de Barajas y la franja occidental del cerro de Huanímaro, en base al estudio de 2538 individuos para Barajas y 82 individuos para los sitios de La Mina, La Fortaleza y las piezas del museo local de Huanímaro. La GUANAJUATO

Río Guan aju at o

La Gloria

Los Chiqueros

zona 1 Penjamo Plazuelas

AB22 La Fortaleza Cerro Barajas

Cerro de Chichimecas

sitios de referencia sitios del recorrido

Abasolo La Tinaja de Negrete La Mina Huanimaro

Irapuato Salamanca Pueblo b Nuevo

Peralta

zona 3 Loma Tendida

zona 2

Valle de Santiago La compañia Río Lerma

zona 4

ciudades con museos visitados durante el recorrido

ciudades 0

5

Celaya

Río Laja

Cerro Colorado Laguna Prieta El Moro Las Yácatas La Yacata

zonas de producción cerámicas

zona 5

Puruandiro

Ojo de Agua

10 km

Figura 7 - Las zonas de producción de cerámica incisa 23

Yuriria

Salvatierrra

zona 6 C. El Chivo

MICHOACÁN

Chloé Pomedio tesis de Sergio Sánchez Correa (1995), correspondiendo al análisis cerámico de los sitios de la Gloria y la Gavia, sitios ubicados al norte del Bajío. Pero representa muy poco maWHULDO LQGLYLGXRV SDUDLGHQWL¿FDUODSURGXFFLyQGHHVWD área. El aspecto más relevante que se pudo observar reside sin duda en la iconografía de esa vajilla, que se limita claramente a las familias A y C5 (Figura 8). A partir de la muestra del proyecto Cerro de los ChichiFAMILIA : A (motivo principal línear) SUBFAMILIA : A3 (línea ondulada) mecas (10 individuos), aparece que los incisos de este sitio tienen algo en común con los de la zona de la Gloria, es A3-201 A3-221 decir que tienen una mayoría de cajetes con temas C5. Esa IDPLOLDLFRQRJUi¿FDUHVXOWDPX\LQWHUHVDQWHSRUORTXHHV A3-202 A3-222 A3-223 distintiva del Lupe inciso, tipo característico del norte de Michoacán (Pereira 1999) que aparece en esta región a parA3-203 A3-224 tir de 550 d.C. (Michelet 1993, este volumen). En las tres zonas, la técnica de incisión es la misma: se trata de una LQFLVLyQ¿QD\VXSHU¿FLDOVREUHSDVWDFXHURPLHQWUDVTXH A3-225 A3-204 las pastas parecen diferir en cada zona6. Las muestras de La Gloria y de Cerro de Chichimecas quedan por el momento LQVX¿FLHQWHVSDUDGHWHUPLQDUGLIHUHQFLDVUHOHYDQWHVDOQLYHO FAMILIA : C (espirales) de las formas de los cajetes. El principal aspecto distintivo SUBFAMILIA : C5 (greca) en las formas concierne la presencia de acanaladuras en el tipo Lupe inciso, que no existen en las producciones del C5-205 C5-206 C5-101 Bajío (Figura 9). Estos datos sugieren que las producciones del Bajío puedan C5-302 entenderse como imitaciones locales del tipo Lupe inciso, C5-201 C5-301 si, como lo pensamos, éste fue el primero en existir. El tipo presente en Barajas, y bien representado en la fase Barajas C5-303 C5-304 C5-202 Tardío, fue nominado Chilillo inciso (Figura 10), pero se necesitarían muestras más amplias y un análisis de pastas con lupa binocular para determinar con seguridad si se trata del mismo en Cerro de Chichimecas y La Gloria. Al nivel Figura 8 - Los motivos de las familias A y C5 (ejemplos) espacial, se observa que la subfamilia C5 aparece solalocal de Valle de Santiago. La cuarta zona, ubicada al sur mente en la parte occidental del Bajío, lo que puede sugerir de la precedente, corresponde a una propuesta tentativa, XQDUHGHVSHFt¿FDDHVDUHJLyQ6HUtDPX\LQWHUHVDQWHFRPYLVWRTXHVXLGHQWL¿FDFLyQVRODPHQWHVHEDVDHQHOHVWXGLR probar esa hipótesis al analizar la difusión de otros elemende 49 individuos procedentes únicamente de recolección tos cerámicos típicos de Michoacán entre éstas dos zonas. GHVXSHU¿FLH/D]RQDFRUUHVSRQGHDOYDOOHGHOUtR/DMD \ VH KD LGHQWL¿FDGR HQ EDVH DO HVWXGLR GHO PXHVWUDULR  4.2. La zona de Barajas y Huanímaro: el tipo Chupiri individuos procedentes del sitio de San Miguel, excavado En su gran mayoría, el material de ésta zona (Figura 11) por Beatriz Braniff. Finalmente, la última zona propuesta pertenece a las familias A, B, C, D, E, F, G y J, todas comcorresponde a la parte del valle del río Lerma ubicada Lupe Inciso (Dibujo Daniel Salazar) Inciso con tema C5, La Gloria (Sánchez Correa 1995: fig.37) alrededor del sitio de Cerro el Chivo, en base al estudio de 229 individuos procedentes de los materiales de excavación del sitio, conservados en la reserva de Salamanca. Estamos muy concientes de que los muestrarios no Chilillo Inciso, Barajas (Dibujo Daniel Salazar) son equivalentes cuantitativamente de una zona a la RWUDSRUORTXHFLHUWRVWLSRVGH¿QLGRVFRPRSDUDOD zona de la Gloria, de Cerro de Chichimecas, Río Laja y de Yuriria deben ser considerados como propuestas tentativas y bases para estudios ulteriores. WHUFHUD]RQDLGHQWL¿FDGDFRUUHVSRQGHDORVDOUHGHGRUHVGH Valle de Santiago, delimitada al este por el Cerro Peralta, al norte por el río Lerma y al sur por la laguna de Yuriria. 6XGH¿QLFLyQVHEDVDHQHOHVWXGLRGHLQGLYLGXRVSURcedentes de los sitios de La Compañía, Loma Tendida, la colección de la reserva INAH de Salamanca y del museo

4.1. La zona occidental (La Gloria, Cerro de los Chichimecas y Barajas): el tipo Chilillo /RV GDWRV GH VXSHU¿FLH HQ HO VLWLR GH OD *ORULD SURporcionaron un material muy escaso, dentro del cual no se encontró ningún tepalcate inciso. Sin embargo, pudimos registrar en nuestra base de datos el muestrario ilustrado en la

0

3 cm

Figura 9 - Los tipos con decoración C5 6 Observación establecida a partir de un examen visual sencillo. &RPSDUDFLRQHV GH OiPLQDV SHWURJUi¿FDV SRGUtDQ FRQ¿UPDU FRQ PiV certeza esa información.

24

Últimos avances en el estudio tecno-estilístico de la cerámica incisa del Bajío

visión deformada por el estudio más profundo efectuado en el corpus de Barajas. Sin embargo, esa diversidad icopartiendo una misma técnica de incisión sobre pasta fresca QRJUi¿FDDSDUHFHWDPELpQHQHOPDWHULDOGHORVUHFRUULGRV o cuero, el pulido aplicado ulteriormente. Si las técnicas de GHOVLWLRGH/D0LQDFRQ¿UPDQGRpVWDFDUDFWHUtVWLFDSDUD incisión parecen globalmente homogéneas, se nota una di- la zona. YHUVLGDGLFRQRJUi¿FDPXFKRPiVHOHYDGDTXHHQODVGHPiV A veces, un pigmento blanco rellena la incisión. Se observa zonas del Bajío y también otras regiones aledañas7. A ese tanto en las ollas como en los cuencos, pero resulta delinivel del análisis, queda una duda de que tengamos una cado aplicar un análisis estadístico con ese criterio, por lo Figura 10 - Elementos diagnósticos del Chilillo inciso

7 En el contexto actual de nuestro conocimiento.

25

Chloé Pomedio

puesta con un fondo redondo. Ese tipo diagnóstico de la zona fue denominado Chupiri inciso9. El aspecto de la pasta10 no se confunde con el que existe

Figura 11 - Elementos diagnósticos del Chilillo inciso

que no sabemos cuando este relleno ha desaparecido o no8. Las formas constan esencialmente de cajetes recto o curvo divergentes y jarras pequeñas globulares o de silueta com8 Es interesante considerar igualmente la presencia de un relleno de SLJPHQWRURMR\REODQFRHQODOR]DLQFLVDHVJUD¿DGDGHOYDOOHGH0DOSDVR en Zacatecas (Wells & Nelson 2001:255).

26

9 Ese tipo consta de tres variantes, según las formas y las familias LFRQRJUi¿FDV DVRFLDGDV 6X GHVFULSFLyQ DVt FRPR OD GH RWURV WLSRV minoritarios que conforman el conjunto de la producción de ésta zona serán detallada en nuestra tesis. 10 Para una descripción de la pasta de los incisos de Barajas consultar el

Últimos avances en el estudio tecno-estilístico de la cerámica incisa del Bajío más hacia el este, pero sí se asemeja mucho con la pasta de la zona del Río Laja. Entre estas dos zonas aparece a veces muy sutil diferenciar los materiales a primera vista. Es necesario observar con atención el pulido que es de mejor calidad y el espesor de las paredes menos importante en OD ]RQD GH %DUDMDV /D JUDQ GLYHUVLGDG LFRQRJUi¿FD WDPbién parece diagnóstica de la zona. Hacia el extremo este, del otro lado del cerro Huanímaro, la muestra del proyecto Peralta es muy interesante porque se divide en dos materiales diferentes: una parte comparte los rasgos de la zona de Barajas, y otra pertenece sin ninguna duda a la zona de Valle de Santiago. El análisis cronológico del material de este sitio podría indicar si las dos producciones fueron to-

vos, técnica de incisión y pasta (Figura 12). La pasta es PX\ ¿QD \ FRPSDFWD QR VH YHQ LQFOXVLRQHV PLQHUDOHV DO ojo, su color es de un café rojizo (5YR 5/6), con un corazón negro. Para ese tipo denominado Cueti inciso, se cuenta principalmente con cuencos curvo-divergentes, pero tamELpQ FRQYHUJHQWHV \ ROODV JOREXODUHV ¿WRPRUIDV GH FXHOOR DOWR/DLQFLVLyQHVPX\¿QDHVWiKHFKDVREUHSDVWDIUHVFD después del pulido, lo que permite distinguirla muy bien de las otras producciones, aun en un tepalcate sencillo. Los motivos pertenecen a las familias A3 y sobre todo Z2. El DVSHFWRLFRQRJUi¿FR GH HVD SURGXFFLyQOODPDODDWHQFLyQ por el repertorio mucho más limitado que el de las demás zonas. No se encuentran composiciones elaboradas, sino

Figura 12 - Elementos diagnósticos del Cueti inciso

temas compuestos de dos motivos diferentes a lo máximo. Es preciso observar otra vez la presencia de la familia A, OD FXDO VH SXHGH FDOL¿FDU FRPR HO JUXSR GH VXEIDPLOLDV más amplio, cuyas composiciones destacan también de las demás familias por su sencillez. La familia Z2 no se encuentra difundida en ninguna otra zona, y representa un mismo tema declinado en unas pocas variantes.

talmente contemporáneas o si una remplazó la otra. 4.3. La zona de Valle de Santiago: el tipo Cueti Las vasijas tienen un aspecto muy diferente al de las zonas occidentales, pues se distinguen tanto por sus formas, motiartículo de Juan Jorge Morales Monroy en ese volúmen.

27

Chloé Pomedio 4.4. La zona de Yuriria: el tipo Salvia Aunque R. Brambila y A. M. Crespo (idem: 168) citan a esta zona como el centro de producción del Garita, desgraFLDGDPHQWHQXHVWURUHFRUULGRGHVXSHU¿FLHQRSURSRUFLRQy una muestra explotable al nivel estadístico. El material registrado solamente nos permitió tener una idea de la pasta, del acabado y de la iconografía presente en esa región. Los tepalcates incisos encontrados al oeste de Yuriria se parecen a los de Valle de Santiago, en cuanto al color del engobe más rojizo que en las producciones del Bajío occidental. Sin embargo, tienen una pasta diferente, donde se aprecia al ojo una cantidad mediana de inclusiones minerales. La técnica de incisión también es similar a la de 9DOOHGH6DQWLDJRVLHQGRVXSHU¿FLDOFRQKHUUDPLHQWD¿QD sobre pasta fresca o cuero, después del pulido. Solamente SXGLPRVLGHQWL¿FDUGRVWLSRVGHSHU¿OGHFDMHWHV UHFWR\ recto-divergente), pero no sabemos si también produjeron ollas. Sin embargo, en base de los criterios mencionados SURSRQHPRVLGHQWL¿FDUXQWLSRSRWHQFLDOGHQRPLQDGRSalvia inciso (Figura 13).

Figura 13 - Elementos diagnósticos del Salvia inciso 28

Aunque la muestra fue limitada, la iconografía, donde destaca la familia A71, se distingue netamente de la del tipo Cueti inciso. Destaca la subfamilia A71. Dicho tema y sus variantes aparecen frecuentemente y únicamente en esta zona. Por otra parte, encontramos unos tepalcates cuyo tema decorativo pertenece a la familia F4 y tiene un aspecto cercano a la iconografía del Altiplano central. 4.5. La zona del Río Laja Para esta zona contamos con los materiales publicados por Beatriz Braniff (1999) y dos muestrarios de su proyecto en la ENAH y en la ceramoteca del INAH de Tlalpan. El muestrario del proyecto Cañada de la Virgen completó nuestros datos (32 individuos). Los incisos del periodo Epiclásico de esta zona se parecen en cuanto a las formas, motivos y técnicas de incisión del tipo Chupiri. Sin embargo, algunos detalles permiten distinguir las dos producciones (Figura 14). De manera general, la ejecución del San Miguel Grís HVJUD¿DGR (nótese que el término adecuado sería inciso) queda un poco menos cuidadosa que la de las producciones más sureñas.La organizacion de los diseños muestra tam-

Últimos avances en el estudio tecno-estilístico de la cerámica incisa del Bajío ELpQ HVSHFL¿FLGDGHV YHDVH )LJXUD   (Q OD PXHVWUD UHJLVWUDGDORVFXHQFRV\ODVHVFXGLOODVWLHQHQXQSHU¿OUHFWR o curvo-divergente, y las ollas parecen muy escasas. Las paredes son un poco más gruesas, oscilando entre 5 y 7 mm mientras en la zona de Barajas el espesor varía entre \PP$OQLYHOLFRQRJUi¿FRVHGLVWLQJXHSRUHOHVSDcio utilizado, que abarca casi la totalidad del cuerpo del cuenco, mientras que en las otras producciones se limita JHQHUDOPHQWHHQHOERUGHRSDUWHVXSHULRU(Q¿QVHQRWD la predominancia de la familia C (espirales), E (triángulos) y hachurados11.

cuencos cónicos, caracterizados por la inclinación a 45° de las paredes. Esa forma no fue registrada en otras zonas. La técnica de incisión es muy particular también, en su gran mayoría sobre pasta fresca, después del pulido, con un insWUXPHQWRFX\DSXQWDDJXGDGHMDXQSHU¿OHQIRUPDGH9GH 0.5 a 1mm de ancho (lo que permite hacer la diferencia con ODLQFLVLyQPX\¿QDGH9DOOHGH6DQWLDJR  7RGRVHVWRVGDWRVQRVSHUPLWHQD¿UPDUTXH\DQRVHMXVWL¿FDOODPDU³*DULWD´ODWUDGLFLyQLQFLVDGHO%DMtRSRUORTXH ese nombre solamente corresponde a una de las producciones que conforman esta tradición.

4.6. La zona de Acámbaro: el tipo Garita black-brown incised El material publicado por M. Snarskis (1974, 1985) y unos 231 tepalcates provenientes de las excavaciones en Cerro el Chivo conservados en la ceramoteca de Salamanca, proSRUFLRQDURQXQDEXHQDPXHVWUDSDUDLGHQWL¿FDUORVLQFLVRV de esta zona. Así, pudimos averiguar que el Garita blackbrown Incised tiene sus propias características que lo diferencian de las otras producciones del Bajío (Figura 15). Por eso pensamos que ese término no se puede extender a todos los incisos del Bajío, sino más bien debe utilizarse exclusivamente a la producción de la zona de Acámbaro. La ca-

5. Las comparaciones extra-regionales Que sea hacia el norte, occidente, sur u oeste, todos los materiales que pudimos comparar ofrecieron semejanzas al QLYHO LFRQRJUi¿FR \ DFDEDGR GH VXSHU¿FLH12. Pero, como lo demuestra la repartición espacial interna del Bajío, no son las vasijas las que viajan, visto que cada zona parece producir y consumir su propia cerámica incisa, sino las imágenes. Sin embargo, no todos los motivos se encuentran difundidos, sino solamente algunos, motivos solares, grecas escalonadas, o líneas onduladas, es decir, motivos pan-mesoamericanos. A partir de esa observación, se puede pensar que las producciones de cerámica incisa en el noroeste de Mesoamérica compartieron únicamente rasgos visuales generales: un engobe café, un acabado pulido y XQDWHQGHQFLDLFRQRJUi¿FDFRP~QKDFLDORDEVWUDFWR/DV formas, pastas, técnicas de incisión, y repertorios iconoJUi¿FRVUHSUHVHQWDURQSDUDFDGDJUXSRGHDOIDUHURPHGLRV identitarios propios. Entonces, se puede pensar que el punto común entre todas las producciones que conformaron la tradición de los incisos no se ubica al nivel técnico, tampoco comercial, sino más bien al nivel ideológico.

6. Conclusiones En este artículo se presentaron los últimos avances del estudio sobre la tradición decorativa de los tipos incisos del Bajío, con un enfoque particular sobre la metodología utilizada y la repartición espacial al nivel regional. Los resultados demuestran que el GaritaGH¿QLGRSDUDHOVLWLRGHO Figura 14 - 6DQ0LJXHOJULVHVJUD¿DGRVHJ~Q%UDQLII  Cerro el Chivo no se extiende más allá de los alrededores Fig. 29) de la zona de Acámbaro. El análisis tecno-estilístico sistemático demuestra también que la cuenca media del Rió UDFWHUtVWLFDPiVREYLDSDUDLGHQWL¿FDUDOGarita concierne Lerma no presenta un solo centro de producción de ceráODLFRQRJUDItDPX\HVSHFt¿FDGHODPD\RUtDGHORVLQFLVRV mica incisa sino varios, los cuales comparten ciertos rasque se registraron. Los temas representados no pertenecen JRVIRUPDOHVFRPRXQDFDEDGRPX\¿QRIRUPDV\FLHUWRV D QLQJXQD IDPLOLD LFRQRJUi¿FD GH ODV GHPiV UHJLRQHV GHO FDPSRVLFRQRJUi¿FRV7DPELpQVHSXGRGH¿QLUGHPDQHUD Bajío y a pesar de la ausencia de piezas completas se puede muy clara como cada centro de producción se diferencia de apreciar una composición interna diferente, que no sigue los demás por una serie de criterios que van desde la pasta líneas horizontales, mientras incorpora motivos de manera utilizada —y todo el proceso de preparación de esta pasta mucho más cursiva. No obstante, el estilo es muy recono- que implica dentro de la cadena operativa— las formas, cible y los temas se componen muy a menudo de los mis- KDVWD ODV WpFQLFDV GH LQFLVLyQ \ ODV IDPLOLDV LFRQRJUi¿FDV mos motivos, a base de círculos y agrupamiento de líneas (las cuales tienen un papel identitario importante). SDUDOHODVFRUWDV(VHUHSHUWRULRORFODVL¿FDPRVGHQWURGHOD familia Z4. En menor proporción, registramos motivos de 12 Lupe Inciso (Michelet 1988 et 1993), Vesuvio Red-Filled Engraved (Kelley 1971 : 783-784), Michilla Red-Filled Engraved (Holien & la familia B5. La muestra proporcionó una gran mayoría de Pickering 1978 : 155), Complejo Murguía (Wells and Nelson 2001 : 256), 113DUDXQDGHVFULSFLyQHLOXVWUDFLyQGHODVIRUPDV\PRWLYRVLFRQRJUi¿FRV del 6DQ0LJXHO*UtV(VJUD¿DGR, vease Braniff (1999: 50-56).

29

Canutillo Inciso y Juchipilla Inciso (Jiménez Betts and Darling 2000 : 159-175)

Chloé Pomedio

Figura 15 - Elementos diagnósticos del Garita black-brown incised

El conjunto de todos estos criterios forman la base de la de¿QLFLyQGHGLIHUHQWHVWLSRVFX\DUHSDUWLFLyQHVSDFLDOUHÀHMD XQD LQWHUDFFLyQ PX\ HVSHFt¿FD DO QLYHO UHJLRQDO$XQTXH queda mucho por hacer a nivel cronológico, el análisis espacial nos permite observar fenómenos interesantes, como juegos de imitaciones y diferenciaciones entrelazados dentro del territorio estudiado. En la parte occidental del Bajío aparece una imitación del tipo michoacano Lupe inciso, mientras las zonas de Valle de Santiago, Yuriria y Acám30

baro muestran una voluntad de diferenciación. En la zona GH %DUDMDV VH VREUHSRQH OD LQÀXHQFLD PLFKRDFDQD D XQD JUDQGLYHUVLGDGLFRQRJUi¿FDPLHQWUDVHQODVGHPiV]RQDV SUHGRPLQDQ XQD R GRV IDPLOLDV HVSHFt¿FDV /DV WpFQLFDV de incisión son iguales entre Valle de Santiago y Yuriria, SHUR ODV SDVWDV \ ORV WHPDV GHFRUDWLYRV GL¿HUHQ 3RU RWUD parte, las mismas técnicas de incisión entre las zonas de Barajas y del Río Laja dejan pensar en que las dos producFLRQHVFRPSDUWLHURQSDUWHGHVXWUDGLFLyQWpFQLFD(Q¿Q

Últimos avances en el estudio tecno-estilístico de la cerámica incisa del Bajío ese análisis demuestra — además de la pluralidad de las SURGXFFLRQHV LGHQWL¿FDGDV ² OD OLPLWDGD GLIXVLyQ GH ORV tipos de una región a la otra. Los recorridos muestran que las vasijas de cada zona fueron producidas y utilizadas casi exclusivamente a escala local. Los resultados del análisis tecno-estilístico de la tradición incisa del Bajío muestran que los alfareros de la región quiVLHURQ SURGXFLU XQD FHUiPLFD ¿QD FRQ GHFRUDFLyQ LQFLVD pero cada quien a su manera y con su propio repertorio icoQRJUi¿FR Si consideramos que el Epiclásico se caracteriza por varios UHDFRPRGRVGHPRJUi¿FRV\XQDFLHUWDLQHVWDELOLGDGSROtWLca, se observa al nivel de la tradición alfarera de los incisos una tendencia general seguramente de origen ideológico, UHÀHMDGDHQHOFRPSDUWLUGHXQPLVPRFRQFHSWRGHFRUDWLYR Sin embargo, se sobrepone a este fenómeno la voluntad de marcar claramente las identidades locales en la producción, resultando una gran diversidad de estilos locales. Estas identidades se caracterizan en parte por registros iconográ¿FRV SURSLRV HQ FDGD ]RQD \ GLIHUHQFLDV PDUFDGDV HQ ODV

Bibliografía Brambila, Rosa y Ana María Crespo 2005 Desplazamientos de poblaciones y creación de territorios en el Bajío. In Linda Manzanilla (ed.), 5HDFRPRGRV GHPRJUi¿FRV GHO &OiVLFR al Posclásico en el centro de México: 155-174. UNAM-IIA, México. Braniff Cornejo, Beatriz 1999 Morales, Guanajuato y la tradición Tolteca. &ROHFFLyQFLHQWt¿FD,1$+0p[LFR 2000 A summary of the Archaeology of North-Central Mesoamerica: Guanajuato, Querétaro and San Luis Potosí. In Michael S. Foster y Shirley Gorenstein eds., Greater Mesoamerica. The Archaeology of West and Northwest Mexico: 3542. University of Utah Press, Salt Lake City. Bril Blandine et Valentine Roux (coords) 2002 Le Geste technique, Technologies, Idéologies, Pratiques, Volume XIV - n° 2. Éditions ERES, Paris. Castañeda López, Carlos et al. 1988 Primera Reunión sobre las Sociedades Prehispánicas en el Centro-Occidente de México, Memoria, Cuaderno 1: 321-355. Centro Regional Querétaro, INAH. Contreras, José Antonio y María Trinidad Durán 1982 Informe general de la temporada de campo del proyecto Gasoducto, tramo Salamanca-Yuriria, Guanajuato. Archivo técnico de la Dirección de Arqueología. INAH, México. Durán, María Trinidad 1991 El desarrollo de los grupos agrícolas en la región Salamanca-Yuriria, de 500 a.C a 900 d.C.. Tesis de licenciatura. ENAH, México. 31

formas de las vasijas, pero sobre todo por la persistencia de técnicas decorativas distintas. En efecto, la transmisión de los conocimientos técnicos de cada grupo alfarero solamente se efectuó al nivel local, lo que indica una restricción de la difusión de estos conocimientos, salvo en el caso del tipo Chilillo inciso, heredero directo del tipo Lupe inciso. Además, la gran diversidad estilística compuesta por todas HVWRVWLSRVORFDOHVVLJQL¿FDXQDFODUDYROXQWDGGHGLIHUHQciación, como una “marca de fábrica” de cada grupo productor. Agradecimiento: Quiero agradecer al CEMCA, el Consejo Arqueológico del INAH, Juan Martín Rojas Chávez y Héctor Robinson del Museo Nacional de Antropología, Luz María Flores del INAH Guanajuato y Juan-Carlos Saint-Charles del INAH Querétaro. También quiero agradecer a los responsables de los museos locales de Abasolo y Huanímaro.

Holien Thomas and Robert B. Pickering 1978 $QDORJXHV LQ D &KDOFKLKXLWHV FXOWXUH VDFUL¿FDO burial to late Mesoamerican ceremonialism. In E. Pasztory (ed.), Middle Classic Mesoamerica: A.D. 400-700: 145-157. Columbia University Press, New York. Jiménez Betts, Peter and Andrew Darling 2000 Archaeology of Southern Zacatecas. The Malpaso, Juchipila and Valparaiso-Bolaños Valleys. In Michael S. Foster y Shirley Gorenstein (eds.), Greater Mesoamerica. The Archaeology of West and Northwest Mexico: 155-180. University of Utah Press, Salt Lake City. Kelley, Charles J. and Ellen Abbot Kelley 1971 An introduction to the Ceramics of the Chalchihuites Culture of Zacatecas and Durango, México. Mesoamerican Studies 5, part I. University Museum, Southern Illinois University, Carbondale. Leroi-Gourhan André 1988 Dictionnaire de la Préhistoire. PUF, Paris Michelet, Dominique 1988 La céramique du projet Michoacán : quelques considérations sur son évolution séquentielle. CEMCA, México. (Informe no publicado) 1993 La cerámica de las lomas en la secuencia cerámica regional. In C. Arnauld, P. Carot et M.-F. Fauvet-Berthelot (eds.), Arqueología de las Lomas en la cuenca lacustre de Zacapu, Michoacán. Collection études mésoaméricaines II13/Cuadernos de estudios michoacanos 5: 149155. CEMCA, México. Migeon, Gerald 2002 Estudio cerámico y secuencia preliminar, Proyecto dinámicas culturales en el Bajío: el Cerro Barajas. Informe técnico, INAH, México.

Chloé Pomedio Nalda, Enrique 1981 Proyecto Lerma Medio (ENAH). Sector Salvatierra-Acambaro. Reporte n°4, mecanoscrito. Archivo del Centro Regional de Guanajuato, INAH. Pereira, Gregory 1999 Potrero de Guadalupe: anthropologie funéraire d’une communauté pré-tarasque du nord du Michoacán, Mexique. Paris Monographs in American Archaeology 5, B.A.R. International Series 816, Oxford. Pereira, Grégory, Gérald Migeon et Dominique Michelet 2001 Archéologie du Massif du Barajas. Premières données sur l’évolution des sociétés préhispaniques de sud-ouest du Guanajuato, Mexique. Journal de la Société des Américanistes t.87: 265-282. Paris. 2005 7UDQVIRUPDFLRQHVGHPRJUi¿FDV\FXOWXUDOHVHQ el centro-norte de México en vísperas del Posclásico: los sitios del Cerro Barajas (suroeste de Guanajuato). In Linda Manzanilla (ed.), ReacoPRGRV GHPRJUi¿FRV GHO &OiVLFR DO 3RVFOiVLFR en el centro de México, pp. 123-136. UNAMIIA, México. Pomedio, Chloé 2009 L’étude techno-stylistique de la céramique inciVpHGH%DUDMDVXQpOpPHQWGHUpÀH[LRQVXUOHV traditions céramiques et les identités culturelles du Bajío, Guanajuato, Mexique. In Objets et Symboles. De la culture matérielle à l’espace culturel, pp. 69-84, L. Dhennequin, G. Gernez et J. Giraud (eds.), ArchéoDoct 1. Ecole Doctorale d’Archéologie. Université de Paris 1 - PanthéonSorbonne.. Publications de la Sorbonne, Paris. 2010 La céramique du Bajío, Guanajuato, Mexique. Étude techno-stylistique de la céramique incisée du Cerro Barajas. Tesis doctoral, Université de Paris I Panthéon-Sorbonne, París. Rodríguez Lazcano, Oscar 2005 Análisis estadístico de materiales arqueológicos de AB-6. Tesis de Licenciatura. ENAH, México.

32

Saint-Charles Zetina, Juan Carlos 1990 Cerámicas arqueológicas del Bajío. Un estudio metodológico. Tesis de licenciatura. Facultad de Antropología, Universidad Veracruzana, Jalapa. Sánchez Correa, Sergio 1995 La Gavia, Guanajuato: aproximación al desarrollo cultural de una porción del Bajío noroccidental. Tesis de licenciatura. ENAH, México. Sánchez Correa, Sergio y Gabriela Zepeda 1982 Informe cerámico, Proyecto gasoducto Guanajuato. Tramo Salamanca-Degollado. Archivo INAH. Guanajuato, México. Snarskis, Michael 1974 Ceramic analisis. The Tarascan-Aztec Frontier: The Acambaro Focus, México. Columbia University. Gorenstein et al.. Archivo Técnico de la Dirección de Monumentos Prehispánicos del INAH, México. 1985 Ceramic Analysis. Appendix III. Acambaro: Frontier Settlement on the Tarascan-Aztec Border, Gorenstein et al. Vanderbilt Publications in Anthropology 32, Nashville. Solar Valverde, Laura 2002 Interacción interregional en Mesoamérica. Una aproximación a la dinámica del Epiclásico. Tesis de Licenciatura. ENAH, México. Velázquez, Gilda 1982 Analísis cerámico del proyecto Lerma Medio, Guanajuato. Tesis de licenciatura. ENAH, México. Wells E. Christian y Ben A. Nelson, 2001 Manufactura de cerámica e innovación tecnológica en el Valle de Malpaso, Zacatecas. In E. Williams and P. C. Weigand (eds.), Estudios cerámicos en el occidente y norte de México: 253-287. El Colegio de Michoacán, Zamora.

EXCAVACIONES DE DOS ÁREAS RESIDENCIALES DE DOS SITIOS, TIPO-CRONLOGÍA DE CERRO BARAJAS

LA CERÁMICA Y SECUENCIA CRONOLÓGICA DE LA OCUPACIÓN DEL

Gérald Migeon UMR 8096 - Ministère de la Culture, Cayenne (Francia)

Resumen La excavación cuidadosa en dos conjuntos arquitectónicos en dos de los sitios más extensos del Cerro Barajas (Pénjamo, Guanajuato) permitió obtener, primero, una secuencia cronológica relativa, y segundo, basándose en fechamientos absolutos por carbono 14, una secuencia ocupacional ubicada entre los siglos cinco y diez después de Cristo. Serán presentados sucesivamente los contextos de estas H[FDYDFLRQHVORVIHFKDPLHQWRVDEVROXWRV\ODVIDVHVGH¿QLGDV\¿QDOPHQWHODVUHODFLRQHVFHUiPLFDVFRQiUHDVYHFLQDV

Abstract The careful excavation of two architectural groups in the two most extensive sites at the Cerro Barajas (Penjamo, Guanajuato) allowed WKHGHYHORSPHQWRI¿UVWDUHODWLYHFKURQRORJLFDOVHTXHQFHDQGVHFRQGEDVHGRQDEVROXWHGDWLQJ & DQRFFXSDWLRQDOVHTXHQFH WKDWVSDQVWKH¿IWKWKURXJKWKHWHQWKFHQWXULHV$':HSUHVHQWWKHFRQWH[WVRIWKRVHH[FDYDWHGVWUXFWXUHVWKHDEVROXWHVGDWHVDQGWKH GH¿QHGSKDVHVDQGWKHFHUDPLFLQWHUUHODWLRQVKLSVZLWKQHLJKERULQJDUHDV

El Cerro Barajas se encuentra en la orilla norte del río Lerma, ridades arquitectónicas que recuerdan sitios de la cultura en el suroeste de Guanajuato (véase Pomédio este volu- &KDOFKLKXLWHVWDOFRPR+HUV  ODGH¿QHSRGtDLQIRUmen, Figura 7). La ladera norte de dicho cerro conserva los marnos acerca de las relaciones y de los movimientos de vestigios de un importante conjunto de asentamientos pre- población norte-sur que, al parecer, se dieron en esta parte hispánicos (Figura 1); unos fueron registrados por primera de la frontera norte de Mesoamérica (Pereira, Migeon y vez al inicio de los años 80, en el marco del proyecto de Michelet 2005). salvamento del Gasoducto Salamanca-Degollado (Zepeda 1988, Sánchez Correa 1993). Este sector queda al norte de la región estudiada por el CEMCA entre 1983 y 1996 en Michoacán (véase en particular para nuestro tema, Carot 1993, 1994, 2000; H2 Faugère-Kalfon 1989, 1991, 1996; Michelet 1990, 1992, 1993, 1995a, 1995b; Migeon 1990, 1992, 1998, 2002a, 2002b, 2003, 2005; Pereira 1999; Pereira y Migeon 2005; Michelet, Pereira A2 y Migeon 2005). La presentación de la secuencia cronológica y de la tipología cerámica del Cerro Barajas son los dos objetivos principales de este artículo. Al iniciar una nueva investigación sobre la transición Clásico-Posclásico en esta zona, partimos de una doble hipótesis basada en algunas similitudes morfológicas entre el sitio de Los Nogales Figura 1 - Mapa de los sitios de la vertiente norte del Cerro Barajas y ubicay aquél de San Antonio Carupo (al norte de la ción de los dos conjuntos analizados en este trabajo (mapa G. Pereira) región michoacana anteriormente trabajada). Ambos sitios tienen en común su ubicación en las laderas 1. Los contextos: estructuras A2 de Nogales y H2 de los cerros, construcciones hechas casi únicamente con de Yácata El Ángel lajas de basalto (con o sin argamasa), centros cívico-ceremoniales con pirámides y estructuras extensas (“palacios”). Estos dos grupos residenciales fueron excavados de maneSe suponía, en primer lugar, que los dos asentamientos ra extensiva, y gracias a estas dos excavaciones, pudimos eran más o menos contemporáneos y que se remontaban GH¿QLUVHFXHQFLDVRFXSDFLRQDOHV\FRQVWUXFWLYDVDSDUWLUGH al Epiclásico-inicios del Posclásico, siendo tal vez Los capas, pisos, construcciones, remodelaciones... (Pereira, Nogales ligeramente más antiguo por ser más norteño ; se Migeon y Michelet 1999, 2000, 2001a, 2002, 2003, 2004, esperaba, por otra parte, que Los Nogales, con particula- 2005a) y del estudio por tipo-variedad de la cerámica asoLa Nopalera

1800 m

B

18 50 m

H

G

El Moro

Camposanto

El

rto

La

Pe

rra

B

n ajó El c

A

C

F

I

D

E

E

D

Los Cuates

C

D

A

A

B

C

B

Las Majadas

1900 m

A

H

D

La Cu ev a

B

G

C

Yácata El Angel

Nogales

A

0m 195

y ue ag M El

B

La Perra

Charco de la Tortuga

A

o cin En El

A

D

Los Toriles

E

N

1000 m

Muralla

La Tije ra

Casas Tapadas

m 00 20

El Encino

B-C

20 50 m

Lomillo Largo

ijera La T

e Pu

F

A

C

E

Gérald Migeon

terraza

plaza

plataforma

b

PATIO

c

d

a g

Nmg

A3 0

f e

A2

20 m

A1

a

Estructura A2

acceso norte

banqueta norte

Cuarto N-E A2sub

temazcal

acceso oeste

Patio A2sub drenaje banqueta oeste

banquetas sur

Nmg

acceso sur

0

2

4m

b

Figura 2 - Plano general de los Grupos A y B de Nogales (a) con ubicación de las estructuras principales y plano de detalle de la estructura A2sub1/2 (b) descubierta debajo de la estructura A2 (plano a: D. Michelet; plano b: G. Migeon)

XQHGL¿FLRFLUFXODU$XQDHVWUXFWXUDUHFWDQJXODUGHGRV FXDUWRV\$XQHGL¿FLRFRPSOHMRHQIRUPDGH8 )LJXUD 1.1. La estructura A2 de Nogales y sus antecedentes 2). Presentaremos enseguida la estratigrafía de A2 de abajo /D HVWUXFWXUD $ HUD OD HVWUXFWXUD YLVLEOH HQ VXSHU¿FLH hacia arriba. correspondiente a la última etapa constructiva del grupo A (Figura 2); está ubicada en el oeste de la estructura A3, 1.1.1. Ocupación inicial (alrededor de 450 d.C.) un conjunto en U, con diferentes cuartos, que abre hacia De la primera plataforma-terraza construida en esta parte el norte sobre un espacio cerrado (plaza, patio, ¿juego de del sitio conocemos dos porciones de dos muros paralelos pelota?...). La estructura A2 puede ser considerada como de contención: utilizan grandes piedras bolas, un tipo de un anexo de la estructura mayor del grupo A, la A3. El gru- material bien diferente de las lajas (retocadas o no) que se po A, localizado en la parte más alta del sitio de Nogales, usarán en las siguientes construcciones. Estos dos muros HVWiFRQVWLWXLGRHQODHWDSD¿QDOSRUWUHVHVWUXFWXUDV$ de contención paralelos constituyen los vestigios arquitecFLDGDDODVXQLGDGHVHVWUDWLJUi¿FDV 0LJHRQF 

34

Excavaciones de dos áreas residenciales de dos sitios, tipo-cronología de la cerámica y secuencia cronológica... un muro mediano de 60cm de ancho y de 4,40m de largo GLYLGHHQGRVSDUWHVFDVLLJXDOHVODVXSHU¿FLHLQWHULRUTXH fue completamente excavada.

tónicos más antiguos encontrados hasta ahora en el Cerro Barajas. Además fueron encontrados en una fosa, abajo del piso de la estructura A2sub2 (la más antigua), asociados a entierros de niños, tepalcates muy raros y « especiales »: un estucado, un seudo-cloisonné y unos seis tricromos.

2FXSDFLyQ¿QDOHQWUH\G& Está ocupación bastante fugaz (en la presencia de materiales diagnósticos) está representada por ocho tiestos del tipo llamado Cojumatlan incised polychrome GH¿QLGR 1.1.2. Estructuras A2sub2 y A2asub2: entre 450- 750 d.C. La primera estructura construida con lajas no retocadas, por Lister (1949: 24-26) que fueron encontrados sobre A2sub2, mide más de 13.5 x 12 m, y tiene muros de 0.80 m las ruinas de A2. Estos materiales fueron arrojados probade ancho; completa este espacio el anexo A2asub2 de 5 x blemente desde A1, una estructura circular excavada por Pereira ubicada al oeste de A2. P7RGRIXHHGL¿FDGRGXUDQWHODIDVH1RJDOHV En la etapa A2sub1, los habitantes de la zona remodelaron El Cojumatlan incised polychrome es un tipo que forma la estructura anterior quedándose con la misma forma, pero parte de la tradición Aztatlán. Los trabajos recientes realihicieron dos cambios: realzaron el piso interior y acomo- zados en Jalisco en el sitio de La Peña permiten ubicar este daron al menos tres entradas. Después (pero dentro de un tipo entre 850 y 1050/1100 d. C. (Liot et al. 2006: 407-409). lapso de tiempo reducido), construyeron un temazcal (con Dan testimonio de contactos entre los últimos habitantes su canal de desagüe y su fogón) así como dos banquetas del cerro con grupos vinculados con la tradición Aztatlán. Si bien estos materiales son, en sí, interesantes, no hay que bajas, paralelas a los muros norte y sur. 7RGDV HVWDV PRGL¿FDFLRQHV GDWDQ WDPELpQ GH OD SULPHUD olvidar que son escasos y que los demás materiales asociaetapa y probablemente siguieron en uso hasta la destruc- dos son tipos bien conocidos en la fase Barajas (Tepame, ción posterior. Al cabo de estas dos ocupaciones, que fue- Sábila, Chupiri, Nogal, etc. véase anexo 2). Parece que ron al parecer continuas, como lo sugiere en particular lo fue poca la población que frecuentó el cerro, después del parecido de sus planos arquitectónicos, hubo un episodio abandono de la estructura A2 y probablemente de todo el de destrucción, tal vez antrópica. Dan testimonio de eso sitio de Nogales; estos pobladores eran, en parte al menos, numerosos fragmentos de carbón, huellas de un incendio herederos de la tradición cerámica Barajas. importante, y escombros de destrucción presentes en mu1.1.5. Posclásico tardío (alrededor de 1500 d.C.) chos de los sectores excavados. Después de este episodio, los pobladores (¿nuevos?) del Unas puntas de proyectil miniaturas de forma triangular conjunto construyeron diferentes muros de contención y con base cóncava, así como dos fragmentos de objetos de cajones, nivelaron el terreno, excavando en particular la cerámica típicamente tarascos (un fragmento tubular de pipa y un fragmento de vertedera tubular), fueron encontrazona ubicada al sur de la futura estructura A2. das en la plaza del grupo B de Nogales, un conjunto monumental ubicado a unos 100 m al noreste de A2. Los sondeos 1.1.3. Estructura A2: entre 750 y 950 d.C. Fue construida sobre los escombros y las paredes nivela- realizados por Pereira (Michelet et al. 2001: 27-30) indican das de la estructura A2sub1. Hemos comprobado el uso de que estos materiales se relacionan con una reocupación tartierra proveniente del lado este de A2sub1 para asentar el día de esta zona ceremonial de fase Barajas. Esta atribución FURQROyJLFD WDUGtD IXH FRQ¿UPDGD SRU HO IHFKDPLHQWR GH QXHYRHGL¿FLR La estructura A2 mide en su interior, 11,50m por 4,40m con una muestra de carbón procedente de un fogón. No se han dos entradas de 0,70 a 1,00m de ancho en la pared norte; LGHQWL¿FDGRPDWHULDOHVGHHVWDIDVHGXUDQWHODH[FDYDFLyQ ?

zona funeraria

e

g

a

b

k

d

f

c

h

m

i

l

j Nm g

0

acceso tapiado

5m

Figura 3 - Plano general de la estructura H2 de Yácata el Ángel (Levantamiento: D. Michelet; digitalización : G. Pereira) 35

Gérald Migeon de la estructura A2. 1.2. La estructura H2 de Yácata El Ángel (Figura 3) El sitio de Yácata El Ángel está constituido por nueve grupos; el H está ubicado en la ladera baja del sitio, y tiene GRV HVWUXFWXUDV + GH IRUPD EDVWDQWH LQGH¿QLGD \ + Los datos obtenidos durante las tres temporadas de excavaciones permitieron completar el plano preciso de la estructura, pero también entender mejor la dinámica ocupacional GHOOXJDUeVWDUHVXOWy¿QDOPHQWHVHUEDVWDQWHPiVFRPSOHMD que lo que se pensaba al inicio. Pudimos distinguir cuatro etapas principales; dichas etapas IXHURQGH¿QLGDVHQJUDQSDUWH SHURQRH[FOXVLYDPHQWH HQ base a la secuencia constructiva. 1.2.1. Ocupación anterior a H2. Aunque muy limitada, esta ocupación inicial del sector fue claramente evidenciada durante las excavaciones llevadas a cabo en el noroeste de H2a. Una plataforma baja formada por un paramento de piedras angulosas irregulares repelODGDV FRQ ORGR IXH FRQVWUXLGD GLUHFWDPHQWH VREUH HO DÀRramiento rocoso y se relaciona con una capa de ocupación JULVELHQGH¿QLGD Estos elementos fueron sellados por el relleno de la etapa constructiva más antigua de H2, lo que muestra que son anteriores a todo el conjunto.

(véase también Pereira en este volumen). (O¿QDOGHODHWDSDVHFDUDFWHUL]DSRUXQ~OWLPRHYHQWR que marca el abandono de la estructura por sus moradores originales. Se trata de la clausura sistemática de los accesos tanto externos como internos del conjunto. 1.2.4. Etapa 3: ocupaciones post-abandono de H2. La etapa 3 designa las distintas evidencias de reocupación del lugar ocurridas después del abandono de la estructura por sus ocupantes originales. Se trata de ocupaciones episódicas que dejaron huellas limitadas y que pueden ser de época prehispánica o moderna (de esta última, no hablaremos). La reocupación tardía de H2a/b (reapertura del tapamiento de algunos accesos, nivelación y reocupación del atrio) parece corresponder a una intrusión prehispánica. 1.2.5. Conclusión: ocupación temporal del conjunto. Contamos para la etapa, 2 con dos fechas de carbono 14 que ubican la ocupación entre 650 y 820 d. C., es decir en la parte temprana de la fase Barajas. Esta asignación HVWiFRQ¿UPDGDSRUHODQiOLVLVGHORVPDWHULDOHV\DTXHORV tipos tardíos no parecen abundantes. No cabe duda, sin embargo, que la ocupación se haya proORQJDGR GH PDQHUD PHQRV LQWHQVLYD KDVWD HO ¿QDO GH OD fase Barajas tardío, dada la presencia de algunos materiales diagnósticos de este periodo (véase Pereira en este volumen, respecto a la ocupación funeraria encontrada en H2).

1.2.2. Etapa 1: primera etapa constructiva de H2. Se trata de la primera de las dos grandes fases constructivas del conjunto. Se caracteriza por los primeros terraplenes UHDOL]DGRVSDUDPRGL¿FDUODWRSRJUDItDGHOOXJDU8QDQiOLsis 14C del piso del elemento 9 dio un fechamiento ubicado entre 650 y 730 d.C. , para esta fase inicial. Estos rellenos, que no lograron compensar completamente los desniveles naturales, sirvieron de base a una serie de muros, los cuales fueron arrasados al iniciar la etapa siguiente. Estas transformaciones posteriores impidieron lograr una reconstrucción completa del plano de H2 en su primera etapa. Los datos registrados dejan pensar en un HGL¿FLRFXDGUDGRTXHPHGtDDOUHGHGRUGH;PHWURV $GHPiVGLVSRQHPRVGHVX¿FLHQWHVHOHPHQWRVFRPRSDUD GH¿QLUODRUJDQL]DFLyQHVSDFLDOPiVSUHFLVDGHOFRQMXQWR En la parte oeste, un salón de 20 x 20m, con una puerta hacia el Norte encerraba un impluvio; el salón o la sala colindaba con un conjunto de igual tamaño ubicado en la parte este. En este conjunto este, entre cinco y siete cuartos fueron delimitados, cuyas funciones son desconocidas. 1.2.3. Etapa 2 : segunda etapa constructiva de H2. Aunque el contorno general del conjunto H2 no sufrió cambios notables en la etapa 2, la organización interna de los espacios cambió radicalmente. En esta etapa, distinguimos dos sub-fases (2a y 2b). La primera corresponde a la reconstrucción global del conjunto, mientras que la segunda sólo afecta el área noroeste de la sección este (espacios H2c, d, g, k, m). Cabe señalar que la ocupación funeraria localizada en el noroeste de H2a ocurrió a lo largo de la etapa como lo comprueba el fechamiento de un hueso entre 660 y 820 d.C. 36

2. Cronología general de la ocupación del Cerro Barajas y tipología cerámica En los laboratorios de Gif/Yvette (Francia) y de Groningen (Holanda), se fecharon, por 14C, veinte muestras de carbón y de hueso de diferentes contextos: habitacionales, funerarios, ceremoniales (Migeon y Pereira 2007: 214-215, véase Pereira en este volumen). Las catorce muestras de los diferentes niveles de ocupación de las estructuras A1, A2, A3 de Los Nogales, la del grupo B de Los Nogales, las dos de sepulturas excavadas en el grupo G de Nogales, la de la ocupación funeraria de Camposanto, y las dos de la estructura H2a-b de Yácata El Ángel y del conjunto funerario asociado serán utilizadas para la realización de la secuencia presentada en el anexo 1 (únicamente las dataciones de la estructuras A1, A2 y A3 de la secuencia cronológica de Nogales). El análisis por tipo/variedad de la cerámica - en total son PiVGHWHSDOFDWHVFODVL¿FDGRVGHORVFXDOHVPiVGH 7000 par A2 de Nogales y casi 21000 por H2 de Yácata El Ángel, - y las fechas de 14C permiten proponer una secuencia ocupacional. La Tabla 1 trata de cruzar los datos arquitectónicos (etapas constructivas), cerámicos (tipos principales), y cronológicos (en particular, los fechamientos de estos dos grupos), para una mejor comprensión de la secuencia temporal general del Cerro Barajas (intervalos y fases), gracias a las dos secuencias de los grupos A de Nogales y H2 de Yácata El Ángel. Los dos fechamientos hechos en el conjunto funerario del grupo G de Nogales (650-870 y 680-890 d.C. en fechas calibradas) y el único hecho en el conjunto funerario de

Excavaciones de dos áreas residenciales de dos sitios, tipo-cronología de la cerámica y secuencia cronológica... Etapas constructivas de las estructuras/o contextos A= sitio de Nogales H= estructura H2 de Yácata El Ángel

Fechas AD Calibradas 2 sigmas (95.4%)

Tipos cerámicos Representados : tipos diagnósticos en negrita

Intervalos propuestos

Fase propuesta

Rellenos de la plataforma de A2 Rellenos de la plataforma de A2 Piso de A2sub1 Piso de A2sub1 Etapa A3sub2 Sepultura intrusiva en A2sub2

410-540 200-800 380-570 400-540 530-600 530-730

450-600/650 d. C

Nogales

Relleno del patio de A2 Etapa A2sub1 Etapa A2sub1 Conjunto funerario de H2 Etapa 1 de H2

560-730 640-870 680-900 660-820 650-730

600/650-750 d. C.

Barajas temprano

Rellenos de destrucción de A3sub1 Relleno de construcción de A3 Basurero de A2 Etapa A2 Etapa A3 Etapa 2 de H2

685-893 645-776 680-890 680-900 770-890 690-940

1 Seudocloisonné, 6 Tricromos Mezquite rojo/bayo Chupiri café pulido Tuna blanco levantado 7HSDPH¿QRSXOLGR Biznaga rojo/anaranjado 1RJDOURMRHVJUD¿DGR Huizache rojo sobre bayo Chupiri café pulido Tuna blanco levantado 7HSDPH¿QRSXOLGR FRSDV Biznaga rojo/anaranjado Lechuguilla rojo/anaranjado negativo Huizache rojo sobre Bayo 1RJDOURMRHVJUD¿DGR Copal terracota burdo Sábila negro/anaranjado Moro rojo pulido Pitayo blanco y negro/anaranjado Chupiri café pulido 7HSDPH¿QRSXOLGR FRSDV

750-900/950 d. C.

Barajas tardío

Etapa A1 y capa de reocupación de A1 Abandono de A2 Etapa 3 de H2

780-990

Cojumatlán policromo inciso

950-1100 ? d. C

Material tarasco : fragmentos de pipas

+/- 1500 d. C.

Barajas terminal / Posclásico temprano Posclásico tardío

Reocupación cerca del altar del grupo B de 1520-1550 Nogales Tabla 1: Secuencia cronológica del Cerro Barajas

do-cloisonné, de 6 tricromos y de una olla Chupiri inciso de grandes dimensiones, todos encontrados abajo del SLVR GH OD HVWUXFWXUD$VXE YpDVH ¿JXUDV HQ 0LJHRQ \ Pereira 2007: 224). Este material estaba fragmentado y fue recuperado en los alrededores de un entierro infantil. Interpretamos ese conjunto como una posible ofrenda de consagración o de inauguración de la estructura al inicio de la ocupación del sitio (400/450 d. C.). La vajilla del tipo Mezquite rojo sobre bayo constituye un grupo bastante bien difundido con 13.40% del material de la fase (véase Migeon y Pereira 2007: 223). Lo encontramos en cuencos hemisféricos, ollitas y cucharones (Figura 4) de paredes relativamente gruesas. El pigmento es aplicado de forma poco cuidadosa y muestra decoraciones sencillas en una banda horizontal en el borde acompañado por diseños diversos (círculos, ganchos, bandas paralelas horizontales) en la pared interna (para los cuencos) o externa 2.1. Fase Nogales (450 a 600-650 d. C.) En los materiales asociados con esta etapa predominan (para las ollitas). ORV WLSRV PRQyFURPRV ¿QRV GH FRORU FDIp RVFXUR (O WLSR El tipo Tuna blanco levantado (véase también Morales Chupiri café pulido de paredes delgadas está bien repre- Monroy en este volumen) es también característico (aunque sentado con 20.30 % del corpus de la fase. Presenta una no exclusivo) de la fase Nogales; con 4,5 % de ocurrencia, variante con decoración incisa (Pomedio, 2010 y en este aparece de manera consistente. Se trata de ollas de pasta generalmente anaranjadas cuyas paredes, generalmente volumen). Cabe señalar la presencia de un tiesto estucado, de un seu- delgadas, fueron cubiertas por un baño blanco que luego &DPSRVDQWR  G&  FRQ¿UPDQ ORV GDWRV DSRUWDdos por las excavaciones de las estructuras citadas (para más detalles sobre los fechamientos, consultar el anexo 2 “fechas 14C del Cerro Barajas” en Migeon y Pereira, 2007: 214-215, para las fechas de los contextos funerarios, véase Pereira en este volumen). El anexo 1 da por fases e interfases (rellenos de construcción), las cifras absolutas y relativas de los tipos cerámicos encontrados en la excavación de la estructura A2 y sus antecedentes. Los datos cuantitativos (porcentajes) indicados a continuación provienen de los resultados obtenidos en la estructura A2, en la cual se fundamentan las relaciones cronológicas expuestas abajo. Además, las estructuras A1 y A3, así como H2 nos proporcionaron datos cerámicos complementarios que utilizaremos de manera cualitativa.

37

Gérald Migeon

b

d

c

a

Figura 4 - Fragmentos de recipientes Mezquite rojo sobre bayo procedentes de las ocupaciones tempra4 - Fragmentos de recipientes Mezquite rojo sobre bayo procedentes de las ocupaciones nas (faseFigura Nogales) de A2sub2 (fotos I. Barrientos) tempranas (fase Nogales) de A2sub2 (fotos I. Barrientos) a) mango de cucharón ; b-c) bordes de cuencos hemisféricos ; d) fragmento de cuerpo de una olla pequeña. =

a

b

22

cm.

Nogales A2 UE 725

=

c

d

18 cm.

Nogales A2 UE 734

5 cm

Figura 6 - Fragmentos de recipientes Tepame rojo negativo procedentes de la ocupación

temprana (fase Nogales) de A2sub2 (dib. D. Salazar) Figura 6 - Fragmentos de recipientes Tepame rojo negativo procedentes de la ocupación temprana (fase Nogales) de A2sub2 (dib. D. Salazar)

Figura 5 - Fragmentos de olla de tipo Tuna blanco levantado (fotos I. Barrientos)

fue raspado, formando líneas paralelas, cruzadas u onduladas (Figura 5). Esta técnica de decoración esta combinada a veces por líneas pintadas en negro (Figura 5b, 5c). El tipo Tepame rojo (Rojo fino pulido) está igualmente presente (Figura 6), aunque en menor proporción (7%) que para las fases siguientes1. Presenta a menudo una decoración al negativo con diseños geométricos (líneas onduladas, peines, triángulos,...). El tipo Biznaga rojo/anaranjado esta representado por ollas de cuellos convexos y curvo-divergentes, y es exclusivo de las fases Nogales y Barajas temprano. La pintura roja o roja/anaranjada se encuentra principalmente en el cuello y el borde exterior y interior; el alisado con palillo es bastante

burdo (Figura 7). 2.2. Fase Barajas (600/650 a 900/950 d. C.) El complejo Barajas se caracteriza por la introducción de tipos (Nogal rojo esgrafiado, Huizache rojo/bayo negativo, Sábila negro/anaranjado, Copal terracota burdo) y modos nuevos (copa de pedestal lisa o trenzada, decoración “zonal” en el Rojo sobre Bayo negativo, diseños nuevos en los incisos, etc.), y por la disminución y desaparición completa de ciertos tipos del complejo Nogales. La aparición de estos elementos nuevos no fue simultánea. En realidad, ocurre en dos componentes estratigráficos sucesivos que permitieron distinguir una subfase Barajas temprano y tardío (véase también Pereira en este volumen).

1 Véase Pereira en este volumen para la caracterización del tipo Tepame durante la fase Barajas.

38

Excavaciones de dos áreas residenciales de dos sitios, tipo-cronología de la cerámica y secuencia cronológica... Kalfon 1996; Pereira 1999, Pereira en este volumen). Las ollas del tipo 1RJDOURMRHVJUD¿DGR (Figura 8) aparecen al inicio de la fase Barajas. Se trata de ollas de paredes delgadas decoradas con líneas paralelas y diseños geométricos elaborados después de la cocción (Pomédio 2010). El tipo Biznaga rojo/anaranjado sigue apareciendo pero coexiste con un tipo nuevo y cercano, el Lechuguilla rojo/ anaranjado negativo (Figura 9), que combina una compleja decoración al negativo (véase Pereira este volumen, Álvarez Díaz de Rivera 2010: 149-150). El tipo Chupiri café pulido sigue teniendo una gran importancia (entre 9 y 13% de ocurrencia). El tipo Chupiri inciso aumenta (8 a 11 %) y el repertorio de los diseños es mucho más variado y complejo (véase Pomédio 2010). 2.2.2. Subfase Barajas tardío (de 750 a 900/950) A los nuevos tipos señalados para la súbase temprana (1RJDOURMRHVJUD¿DGR, copas de pedestal Tepame) hay que agregar varios cambios en la cerámica. El tipo Biznaga desaparece por completo y el tipo Tuna blanco levantado disminuye fuertemente; también el

Figura 7 - Fragmentos de olla Biznaga rojo sobre naranja (foto G. Migeon)

2.2.1. Subfase Barajas temprano (de 600/650 a 750 d. C.) El material cerámico de esta subfase presenta diferencias en las proporciones de los tipos ya mencionados para la fase Nogales mientras que aparecen tipos, formas y decoraciones nuevas. El tipo Mezquite rojo/bayo se vuelve escaso y es remplazado por el tipo Huizache rojo/bayo negativo (véase Pereira en este volumen para una descripción detallada). Cambios notables en formas (copas de pedestal liso con borde reforzado y fondo punteado) y decoraciones son apreciables en el tipo Huizache Rojo sobre Bayo que marca grandes diferencias con el tipo Mezquite. El tipo Tuna blanco levantado, es todavía bien representado durante la subfase Barajas temprano (hasta 8% en el relleno de la estructura A2) mientras que el 7HSDPH¿QRSXOLGR se vuelve cada vez más popular (entre 11 y 13% del material de la subfase) y adquiere formas nuevas (copas de pedestal con puntuaciones, pedestal liso o trenzado) que lo asemejan mucho a los tipos Ciénega rojo y Carupo rojo GH¿QLGRV SDUD HO Centro-norte (Michelet 1993, este volumen; FaugèreFigura 9 - Fragmento de una olla Lechuguilla rojo sobre naranja negativo procedente de la zona funeraria de Nogales G9 (foto I. Barrientos).

a

Huizache rojo/bayo y el Huizache negativo disminuyen de manera bastante marcada, mientras que el tipo Tepame rojo ¿QR parezca más abundante que antes (15 a 18% contra 8 a 15%). Los diseños de los Huizache rojo/bayo son más sencillos y geométricos (véase Pereira este volumen). Aparecen los tipos Sábila negro/anaranjado (3,5 a 5%; Figura 10) y Copal terracota burdo (2,5 a 4%; Figura 11). Dos tipos documentados en otros contextos domésticos (Álvarez Díaz de Rivera 2010) y de almacenamiento (Bortot, 2007) aparecerían durante esta subfase tardía: se trata de los cuencos de hombro quebrado del tipo Moro rojo pulido (a menudo con decoración pintada en blanco) y de las ollas Pitayo blanco y negro sobre anaranjado2.

b

c

d

Figura 8 - )UDJPHQWRVGHROOD1RJDOURMRHVJUD¿DGR IRWRV, Barrientos)

2 (VWRV GRV WLSRV QR KDEtDQ VLGR LGHQWL¿FDGRV FXDQGR UHDOL]DPRV OD FODVL¿FDFLyQSUHOLPLQDUGHORVPDWHULDOHVGH1RJDOHV$ORTXHH[SOLFD

39

Gérald Migeon  

 

 

 

3. Las relaciones con áreas vecinas, por grandes periodos

 

3.1. Fase Nogales: alrededor de 450 d.C. Respecto a las cerámicas exógenas encontradas en los sitios del Cerro Barajas para la fase Nogales, cabe señalar los tepalcates Seudo-cloisonné, Estucados y Tricromos (blanco y negro sobre naranja) asociados con las sepulturas infantiles de la ocupación inicial de A2. Los tipos Estucado y Seudo-cloisonné parecen ligados a un evento particular. Los Tricromos no muestran equivalentes hasta la fecha. El tepalcate de Seudo-cloisonné, en los niveles más antiguos, podría relacionarse con los Seudo-cloisonné de la cultura Chalchihuites (Kelley y Kelley 1971: 162 y Hers 1988: 29-37) y de los Altos de Jalisco (Hers 1989 y Ramos y López Mestas 1996), donde aparece a partir de 200/300. El tepalcate Estucado puede tener relaciones con los materiales encontrados en Queréndaro (Molino Montes y Torres Montes 1975), influenciados por Teotihuacán.

   

Figura 10 - Fragmentos de olla Sábila negro/anaranjado

 

Los diseños en la cerámica Chupiri inciso son geométricos, desaparecen casi completamente los motivos más complejos de la subfase anterior. Aparece además el tipo Chilillo inciso defnido por Pomedio (este volumen). Se observa, en general, en esta fase una simplificación de los diseños de todos los tipos de loza y una mayor esca-sez de los tipos pintados, así como la hegemonía de tipos cerámicos bastante burdos (pasta y acabado), como si se hubiera parcialmente perdido la tradición alfarera de los periodos anteriores.  

3.2. Fase Nogales (450-600/650 d.C.) Durante la fase Nogales, el complejo cerámico encontrado en el sitio de Los Nogales pertenece sin duda alguna a la tradición del Bajío (norte de Michoacán incluido), en particular por la presencia mayoritaria de los tipos Mesquite rojo sobre bayo, Tepame rojo negativo, Tepame rojo pulido, Chupiri café pulido y Chupiri café inciso. Notamos también la presencia de algunos tepalcates del tipo Cantinas Red-Orange y de tiestos con decoración de estilo blanco levantado, ambos bien documentados para el Bajío central y oriental (Snarskis 1974 y 1985 y Castañeda et alii 1988: 326), y el tipo Loma Alta inciso del norte de Michoacán (Michelet 1993: 153-155).

 

3.3. Fase Barajas (600/650-900/950 d.C.) Las características michoacanas persisten, así como las del Bajío. Pero aparece un tipo completamente nuevo, el Sábila negro/anaranjado. Un tipo un poco parecido a los de la tradición negro sobre anaranjado del Bajío aparece a partir de 750 en muchos sitios como El Cóporo (Braniff 1972 y Flores y Crespo 1988), Morales (Braniff 1999 : 96-97 y 126), La Gavia (Sánchez Correa 1995: 79-81) y es citado también por Ramos y López Mestas (1992), Castañeda et al. (1988) y Saint-Charles (1990: 57-58 y 100) para el mismo estado de Guanajuato. Nótese que Braniff (1992: 112-113) describe, para la fase San Luís (350-800) de Villa de Reyes, tres tiestos de cerámica anaranjada con líneas pintadas en negro. Nos podemos preguntar si el tipo Sábila no corresponde a la versión local de esta tradición.

 

Figura 11 - Fragmentos de recipientes Copal terracota burdo  

   

que no aparecen en los conteos del Anexo 2. El tipo Moro rojo pulido está aquí confundido con el tipo Capulín rojo.

3.4. Inicio del Posclásico temprano Como ya lo mencionamos arriba, aparece un tipo diagnóstico del final de Epiclásico e inicios del Posclásico temprano que está muy ligado a la cultura Aztatlán (Cabrero 1991: 184-187). Se trata de los tiestos (Figura 12) que parecen pertenecer a un solo cajete trípode Cojumatlán polícromo inciso (Lister 1949: 29, Susana Ramírez y Catherine Liot, comunicación personal).

   

40

Excavaciones de dos áreas residenciales de dos sitios, tipo-cronología de la cerámica y secuencia cronológica...

 

otros contextos y métodos. Chloé Pomedio (2010) realizó un estudio tecno-estilístico minucioso de las cerámicas decoradas con incisiones. Desde 2006, Juan Jorge Morales criticó la coherencia de la clasificación por tipo-variedad, estudiando las composiciones de las pastas (véase Morales en este volumen). Su estudio implico una reorganización de los tipos por grupos definidos en colaboración con G. Pereira (2007). Hay que mencionar finalmente los estudios morfo-funcionales llevados a cabo por Séverine Bortot (2007) y José Damián Álvarez (2010) en contextos de almacenamiento y de unidades domésticas modestas. En conclusión, nos falta todavía definir mejor algunos tipos cerámicos que hemos visto de manera demasiado rápida, en particular las variedades del tipo Tuna blanco levantado para tratar de encontrar rasgos diagnósticos del punto de vista cronológico, y relacionar unos cuantos tepalcates ais- lados con tipos foráneos desconocidos hasta ahora. Y faltan todavía estudios complementarios para las estructuras A1 y A3 para homogeneizar los datos y realizar los últimos ajustes para asentar definitivamente la secuencia generalgeneral, integrando, en prioridad, los trabajos sobre la cerámica asociada a las sepulturas (Pereira en este volumen) y la cerámica incisa (Pomédio, 2010 y también en este volumen), así como los valiosos aportes de la tesis de Alvarez Díaz de Rivera (2010).

 

                       

Figura 12 - Bordes de cajete Cojumatlan policromo inciso (foto I. Barrientos).

 

4. Conclusión

Esa contribución quiere poner en relieve la importancia del fechamiento preciso de las ocupaciones de los sitios mesoamericanos apoyándose en unas excavaciones arquitectónicas finas ligadas a un estudio cuidadoso de todo el material, en particular cerámico, para proponer cronologías relativas y absolutas más confiables (véase por ejemplo Sterpone 2007). Después del primer trabajo preliminar de clasificación cerámica acabado en gran parte en 2002 (Migeon, 2002) y de las primeras propuestas cronológicas (Migeon 2003; Pereira, Migeon y Michelet 2001b y 2005b), varios estudios más detallados fueron llevados a cabo a partir de  

   

Bibliografía

 

 

Álvarez Díaz de Rivera, José Damián 2010 Organización social y económica de un sector doméstico del Cerro Barajas, Guanajuato: estudios químicos de pisos y análisis funcionales de los materiales. Tesis de Licenciatura, Universidad de las Américas, Puebla. Braniff Cornejo, Beatriz 1972 Secuencias arqueológicas en Guanajuato y la Cuenca de México: Intento de correlación. In Teotihuacan. Actas de la XI Mesa Redonda de la SMA, Vol.2: 273-323, México. 1992 La estratigrafía arqueológica de Villa de Reyes, San Luís Potosí. Colección Científica 265, Serie Arqueología, INAH, México 1999 Morales, Guanajuato, y la tradición tolteca. INAH, Colección científica 395, México. 2000 A summary of the Archaeology of North-Central Mesoamerica : Guanajuato, Querétaro and San Luis Potosí. Greater Mesoamerica. The Archaeology of West and Northwest Mexico. M. S. Foster and S. Gorenstein (eds.): 35-42, University of Utah Press, Salt Lake City. Cabrero García, María Teresa 1991 El complejo Aztatlán y los problemas de su definición. Anales de Antropología 8: 165-189. UNAM, México. 41

Carot, Patricia 1993 Le site de Loma Alta, lac de Zacapu, Michoacán, Mexique. Tesis de doctorado, Universidad de Paris I, Francia. 1994 Loma Alta: antigua isla funeraria en la ciénega de Zacapu, Michoacán. In Arqueología del Occidente de México. Nuevas aportaciones. E. Williams y R. Novella (coords.): 93-121, El Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán, México 2000 Las rutas al desierto: de Michoacán a Arizona. In Nómadas y sedentarios en el Norte de México. Homenaje a Beatriz Braniff, pp. 91-111. IIAEH, UNAM, México. Castañeda Carlos, Luz María Flores, C. Contreras, Ana María Crespo y Juan Carlos Saint-Charles 1988 Interpretación de la historia del asentamiento en Guanajuato. In Primera reunión sobre las sociedades prehispánicas en el centro-occidente de México. Cuaderno de Trabajo 1: 321-355, INAH, Querétaro, México. Crespo, Ana María y Juan Carlos Saint-Charles 1996 Ritos funerarios y ofrendas de élite. Las vasijas Xajay. In Tiempo y territorio en Arqueología: El Centro-Norte de México. A.M. Crespo y C. Viramontes (coords.): 115-142, Colección Científica 323, Serie Arqueología, INAH, México.

Gérald Migeon Faugère-Kalfon, Brigitte 1989 Entre nomades et sédentaires: archéologie du versant méridional du Lerma au Michoacán, Mexique. Thèse de doctorat, Centre de Recherches en Archéologie Précolombienne, Université de Paris I. 1991 San Antonio Carupo (centro-norte de Michoacán, México): nuevas evidencias de ciertas transformaciones en el inicio del Posclásico. Journal de la Société des Américanistes, 77: 45-61. Paris. 1996 Entre Zacapu y Río Lerma: culturas en una zona fronteriza. Cuaderno de Estudios Michoacanos 7, CEMCA, México. Flores, Luz María y Ana María Crespo 1988 Elementos cerámicos en asentamientos toltecas en Guanajuato y Querétaro. In Ensayos de alfarería prehispánica e histórica de Mesoamérica. Homenaje a Eduardo Noguera, México. M. C. Serra Puche y C. Navarrete Cáceres eds, pp. 205220, IIA, UNAM, México. Hers, Marie-Areti 1983 La pintura pseudocloisonné. Una manifestación temprana de la cultura de Chalchihuites. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 53: 25-39. UNAM, México. 1988 Caracterización de la cultura chalchihuites. In Primera Reunión sobre las Sociedades Prehispánicas en el Centro-Occidente de México, Memoria, Cuaderno 1: 23-37, Centro Regional Querétaro, INAH, México. 1989 Los Toltecas en tierras chichimecas. Cuadernos de Historia del Arte, 35, IIE, UNAM, México. Kelley, Charles J. and Ellen Abbot Kelley 1971 An introduction to the Ceramics of the Chalchihuites Culture of Zacatecas and Durango, México. Mesoamerican Studies 5, part I, University Museum, Southern Illinois University, Carbondale. Liot, Catherine, Susana Ramírez, Javier Reveles y Otto Schöndube (coords.) 2006 Transformaciones socioculturales y tecnológicas en el sitio de La Peña, Cuenca de Sayula, Jalisco. Universidad de Guadalajara, INAH, Guadalajara. Lister, Robert H. 1949 Excavations at Cojumatlan, Mexico. Publications in Anthropology 5, University of New Mexico, Albuquerque. Michelet, Dominique 1990 El centro-norte de Michoacán en el Clásico: alJXQDV UHÀH[LRQHV ,Q La época clásica: nuevos hallazgos, nuevas ideas. A. Cardós de Méndez coord., pp 279-291. INAH/MNA, México.

42

1992

El centro-norte de Michoacán: características generales de su estudio arqueológico regional. In El proyecto Michoacán 1983-1987. Medio ambiente e introducción a los trabajos arqueológicos. D. Michelet (coord.): 9-52, Collection Études Mésoaméricaines II-12/ Cuadernos de Estudios Michoacanos 4, CEMCA, México. 1993 La cerámica de las lomas en la secuencia cerámica regional. In Arqueología de las Lomas en la cuenca lacustre de Zacapu, Michoacán. M. C., Arnauld P. Carot et M.-F. Fauvet-Berthelot, eds. Pp. 149-155. CEMCA, México (Collection Études Mésoaméricaines II-13/ Cuadernos de Estudios Michoacanos 5). 1995a La zona nororiental en el Clásico. In Historia antigua de México. L. Manzanilla y L. López Luján (coords.), vol. 2: 205-226, INAH-UNAMPorrúa, México. 1995b La zona occidental en el Posclásico. In Historia antigua de México. L. Manzanilla y L. López Luján (coords.), vol. 3: 153-188, INAH-UNAMPorrúa, México. Michelet, Dominique, Marie-Charlotte Arnauld y MarieFrance Fauvet-Berthelot 1989 El proyecto del CEMCA en Michoacán. Etapa I: un balance. Trace 16: 70-87, CEMCA, México. Michelet, Dominique y Patricia Carot 1998 Arqueología de la región de las cuencas lacustres de Michoacán (1946-1996). In Actas de la XXIV Mesa Redonda. Antropología e Historia del occidente de México, vol. 1: 497-537. SMA, México. Michelet Dominique, Gérald Migeon y Grégory Pereira 2001 Informe de los trabajos de campo realizados en el Cerro Barajas, Guanajuato, 23 de octubre-26 de noviembre de 2000, Centro francés de estudios mexicanos y centroamericanos/Unidad de investigación Archéologie des Amériques del CNRS, Archivo técnico del INAH, México. 2002 Informe de los trabajos de campo realizados en el Cerro Barajas, Guanajuato, 26 de octubre-22 de noviembre de 2001, Centro francés de estudios mexicanos y centroamericanos/Unidad de investigación Archéologie des Amériques del CNRS, Archivo técnico del INAH, México. 2005 La llegada de los Uacusechas a la región de Zacapu, Michoacán: datos arqueológicos y discusión. In 5HDFRPRGRV GHPRJUi¿FRV GHO Clásico al Posclásico en el centro de México. L. Manzanilla (Coord.): 137-153, UNAM, México Migeon, Gérald 1990 Archéologie en pays tarasque. Structure de l’habitat et ethnopréhistoire des habitations tarasques de la région de Zacapu (Michoacán, Mexique). Tesis de doctorado, Universidad de Paris I.

Excavaciones de dos áreas residenciales de dos sitios, tipo-cronología de la cerámica y secuencia cronológica... 1992

Les sites tarasques de la région de Zacapu: confrontation des données archéologiques et ethnohistoriques. In Vingt études sur le Mexique et le Guatemala réunies à la mémoire de Nicole Percheron. A. Breton, J.-P. Berthe et S. Lecoin (coords.) : 95-115, Collection Hespérides, PUM, Toulouse. 1998 El poblamiento del Malpaís de Zacapu y de sus alrededores, del Clásico al Posclásico. In Génesis, culturas y espacios en Michoacán. Darras V. (coord.): 35- 45. CEMCA, Mexico 2002a Les grandes cités tarasques (1ère partie). Archéologia 393 : 38-47. Dijon. 2002b Les grandes cités tarasques (2e partie). Archéologia 394: 50-57. Dijon. 2002c La cerámica del Cerro Barajas. Estudio preliminar. Centro francés de estudios mexicanos y centroamericanos /Unidad de investigación Archéologie des Amériques del CNRS, Archivo técnico del INAH. 2003 $EDQGRQRVSODQL¿FDGRVULWXDOHVGHYDVLMDVPDtadas o de clausura y ocupaciones posteriores. Los sitios del Cerro Barajas, Guanajuato y de Milpillas, en el Malpaís de Zacapu, Michoacán. Trace 43: 97-115. CEMCA, México. 2005 L’évolution des schèmes d’établissement de la région de Zacapu, Michoacán, Mexique, entre le début de notre ère et le XVIe siècle, à partir des données géomorphologiques, archéologiques et ethnohistoriques. In Actes des XXVe Rencontres Internationales d’Archéologie et d’Histoire d’Antibes (21-23 octobre 2004), J.F. Berger et alii (dir.) : 381-392. Migeon, Gérald Dominique Michelet y Grégory Pereira 1999 Informe de los trabajos de campo en el Cerro Barajas, Guanajuato, 28 de octubre-25 de noviembre de 1998, Centro francés de estudios mexicanos y centroamericanos/Unidad de investigación Archéologie des Amériques del CNRS, Archivo técnico del INAH, México. 2000 Informe de los trabajos de campo r e a l i z a dos en el Cerro Barajas, Guanajuato, junio de 1999, 27 de octubre-21 de noviembre de 1999, Centro francés de estudios mexicanos y centroamericanos/Unidad de investigación Archéologie des Amériques del CNRS, Archivo técnico del INAH, México. Molina Montes, Augusto y Luis Torres Montes 1975 La cerámica polícroma de Queréndaro. Anales del INAH, época 7, tomo IV: 31-36. México. Nalda Hernández, Enrique 1986 Descripción y evaluación de un muestreo de área en el Lerma Medio. Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, tomo XXXII: 79-106. México. 1987 A propósito de la cerámica Coyotlatelco. Revista Mexicana de Estudios Antropológicos XXXIII (1): 175-187. México. 43

1991

Secuencia cerámica del sur de Querétaro. In Querétaro prehispánico. A.M. Crespo y R. Brambila Paz (coords.): 31-56, Colección &LHQWt¿FD  6HULH $UTXHRORJtD ,1$+ México. Pereira, Grégory 1999 Potrero de Guadalupe : anthropologie funéraire d’une communauté pré-tarasque du nord du Michoacán, Mexique. Paris Monographs in American Archaeology 5, B.A.R. International Series, Oxford. Pereira, Grégory et Gérald Migeon 2005 Barajas et la Mésoamérique septentrionale. In Archéologies. 20 ans de recherches françaises dans le monde: 664-667, Maisonneuve et Larose, ADPF-Éditions Recherches sur les Civilisations, Paris. Pereira, Grégory, Gérald Migeon et Dominique Michelet 2001 Archéologie du massif du Barajas : premières données sur l’évolution des sociétés préhispaniques du sud-ouest du Guanajuato. Journal de la Société des Américanistes 87: 265-281. Paris. 2003 Informe de los trabajos de campo realizados en el Cerro Barajas, Guanajuato, 28 de octubre-25 de noviembre de 2002, Centro francés de estudios mexicanos y centroamericanos/Unidad de investigación Archéologie des Amériques del CNRS, Archivo técnico del INAH, México. 2004 Informe de los trabajos de campo realizados en el Cerro Barajas, Guanajuato, 25 de octubre-22 de noviembre de 2003, Centro francés de estudios mexicanos y centroamericanos/Unidad de investigación Archéologie des Amériques del CNRS, Archivo técnico del INAH, México. 2005a Informe de los trabajos de campo realizados en el Cerro Barajas, Guanajuato, 25 de octubre-12 de noviembre de 2004, Centro francés de estudios mexicanos y centroamericanos/Unidad de investigación Archéologie des Amériques del CNRS, Archivo técnico del INAH, México. 2005b 7UDQVIRUPDFLRQHV GHPRJUi¿FDV \ FXOWXUDOHV en el Centro-Norte de México en vísperas del Posclásico: los sitios del Cerro Barajas (suroeste de Guanajuato). In 5HDFRPRGRV GHPRJUi¿FRV del Clásico al Posclásico en el centro de México. L. Manzanilla (Coord.): 123-136, UNAM, México. Pereira, Grégory y Juan Jorge Morales 2007 5HRUJDQL]DFLyQGHODFODVL¿FDFLyQFHUiPLFDGHO cerro Barajas. Documento de trabajo inédito, Proyecto Barajas, México. Pomedio, Chloé 2010 La cerámica du Bajío, Guanajuato, México. Etude techno-stylistique de la céramique incisée du Cerro Barajas. Thèse de doctorat de l’Université de Paris I.

Gérald Migeon

Ocupación final

Monocr. rojos varios

Nogal

Chupiri

Chupiri inciso

Tepame

Mezquite

Huizache

Tuna

Cojumatlán

Seudocloisonné

Estucado

5

7-8

9

10-11

12

13

14

15-16

17

18

20-21

22

23

24

8

5

0

43

5,70%

3,50%

0%

30,50%

74

34

0

271

%

9,00%

4,10%

0%

32,90%

A2

17

12

0

94

%

6,70%

4,70%

0%

36,90%

170

24

3

676

1,30% 0,20%

37,20%

% Rellenos Dest/Sed de A2

Destr. A2sub1, relleno A2 % A2sub1 % Rellenos de construcción % A2SUB2 Rellenos de construcción % TOTAL %

9,40%

0

23

0% 16,30% 3

21

7

21

3

0% 14,90%

0

5,00%

14,90%

2,10%

116

3

75

70

151

18

0,40% 14,10%

0,40%

9,10%

8,50%

18,30%

2,20%

1

26

17

32

4

0% 10,20%

10

30

3,90% 11,80% 46

239

2,50% 13,20%

6,70%

12,50%

1,60%

232

205

151

32

0% 12,80%

11,30%

8,30%

1,80%

0

79

15

0

199

1

81

1

97

80

111

62

10%

2,00%

0%

26%

0,10%

11%

0,10%

13%

11%

15%

8,20%

107

24

6

186

2

105

0

70

63

80

36

3,20% 0,80%

24,50%

0,30% 13,80%

0%

9,20%

8,30%

10,50%

4,70%

0

0

0

2

0

0

142

55

69

130

0% 14,60%

5,70%

7,30%

13,40%

663

497

617

285

0,10% 12,00%

9,00%

11,20%

5,20%

14,10% 2 48 5,20% 624 11,30%

0

0

12

5

313

1,20% 0,50%

36,00%

7

36

14

1818

0,10% 0,30%

32,90%

1

3

0

95

0% 10,10% 63

692

1,10% 12,50%

5

Anexo 2: Secuencia cerámica por tipos de A2 44

0

25

1

8

0

0

0% 0,70%

5,70%

0%

0%

5

0

0

0

0,10% 0,60%

1

Total

Copal

2+4

Otros

Crucillo

3

Biznaga

PROCESOS

Sábila

TIPOS

Tricromo

Snarskis, Michael 1974 Ceramic analysis. In The Tarascan-Aztec Frontier: The Acambaro Focus, México. Gorenstein et alii, Columbia University. Archivo Técnico de la Dirección de Monumentos Prehispánicos del INAH, México 1985 Ceramic Analysis. Appendix III. In Acambaro: Frontier Settlement on the Tarascan-Aztec Border. Gorenstein et al., Vanderbilt Publications in Anthropology 32, Nashville. Sterpone, Osvaldo José 2007 Tollan a 65 años de Jorge R. Acosta. UAEH, INAH, Pachuca, Hidalgo, México. Zepeda García Moreno, Gabriela 1986 El desarrollo de un núcleo poblacional asentado HQODFRQÀXHQFLDGHORV5tRV/HUPD\*XDQDMXDWR una apreciación. Tesis de licenciatura, ENAH, México. 1988 Nogales: fortaleza tarasca en el estado de Guanajuato. In Primera reunión sobre las sociedades prehispánicas en el centro-occidente de México. Cuaderno de Trabajo 1: 299-306, INAH, Querétaro, México.

Ramos de la Vega, Jorge y M. Lorenza López Mestas Cambreras 1992 Investigaciones arqueológicas en la Sierra de Comanja, Guanajuato. Tesis de licenciatura, ENAH, México. 1996 Arqueología de la sierra de Comanjá, Guanajuato. In Tiempo y territorio en Arqueología : El CentroNorte de México. A.M. Crespo y C. Viramontes FRRUGV   &ROHFFLyQ &LHQWt¿FD  Serie Arqueología, INAH, México. Saint-Charles, Juan Carlos 1990 Cerámicas arqueológicas del Bajío. Un estudio metodológico. Tesis de licenciatura, Facultad de Antropología, Universidad Veracruzana, Jalapa, Veracruz, México. Sánchez Correa, Sergio Arturo 1993 Comentarios sobre algunos sitios arqueológicos localizados en el suroeste de Guanajuato. Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana 25: 51-57. UNAM, México. 1995 La Gavia, Guanajuato: aproximación al desarrollo cultural de una porción del Bajío noroccidental. Tesis de licenciatura, ENAH, México. Sánchez Correa, Sergio A. y Gabriela Zepeda 1982 Informe de la temporada de laboratorio. Proyecto gasoducto tramo-Salamanca-Degollado, México. Archivo técnico de la Dirección de Arqueología, INAH, México.

26+6 1

141

0% 0,70%

0

100%

0

2

823

0% 0,20%

100%

0%

0%

0%

9

0

0

0

0

0

255

1,20% 3,50%

100%

3

0%

0%

0%

0%

0%

15

0

0

0

0

5

1815

0,90% 0,80%

0%

0%

0%

0% 0,30%

100%

17

7

0

0

0

2,60% 0,90%

20

0%

0%

0%

58

0

0

0

2,60% 7,60%

0%

0%

0%

0

0

0

0

0

0

1

1

6

2

921

0,10% 0,60% 0,20%

100%

20

1

4

2

40

0,30% 4,50% 64

139

1,20% 2,50%

0% 0,10% 8

1

0,10% 0,02%

1

2

755

0% 0,30%

0

100%

0

2

759

0% 0,30%

100%

6

49

14

5518

0,02% 0,10% 0,30%

100%

Excavaciones de dos áreas residenciales de dos sitios, tipo-cronología de la cerámica y secuencia cronológica...

Laboratorio UE y Número

Contexto estratigrá¿FRGHODPXHVWUD

Fechas BP Fechas AD Calibradas 2 sigmas (95.4%) Ocupación funeraria 1285+/-35 660-820 de Yácata El Ángel, (93.5%) Grupo H 840-860 (1.9%) Piso del elemento 9 1325+/-40 650-730 (estructura H2b de (73.0%) Yácata El Ángel 740-780 (22.4%) Capa de ocupación de 1140+/-30 780-990 A1 de Nogales (95.4%)

GrA 23929

2086

GrN 26840

2035

GIF 11495

622

GIF 11669

641

GIF 11370

126

GIF 11369

124

GIF 11668

759

GIF 11496

711

GrN 26838

272

GIF 101067

725

GrN 27839

644

GIF 11497

712

Piso de A2 sub1 de Nogales

1590+/-40

GrN 26839

922

Piso de A2sub1 de Nogales

GIF 11498

713

GIF 11667

793

Piso 4, en el patio de 1210+/-35 A3 de Nogales (fecha problemática) Sondeo 3: Relleno 1225+/-40 de construcción de A3sub1 Sondeo 3: Capa de 1340+/-40 ocupación de A3sub1, parte sup. del piso 2

690-940 (95.4%) 685-893 (95.4%)

Fechas AD Calibradas (68.2%)

Etapas constructivas

Fases y intervalos

685-730 (35.2%) 735-775 (33%)

Conjunto funerario de H2

660-720 (56.3%) 750-770 (11.9%)

Etapa 1 de H2

910-980 (53.0%) 885-905 (15.2%)

A1sub de Nogales

Barajas temprano 650 a 700/750 Barajas tardío 750 a 900/950 Barajas temprano 650 a 700/750 Barajas tardío 750 a 900/950 Barajas tardío 750 a 900/950

787-834 836-878 (68.3%) 776-880 (68.3%)

A3 de Nogales

Barajas tardío 750 a 900/950

A3 de Nogales

Barajas tardío 750 a 900/950

645-776 (95.4%)

656-713 745-758 (68.3%)

A3 de Nogales

Barajas tardío 750 a 900/950

680- 900 (93.5%)

770-890 (57.1%) 720-750 (11.1%)

A2 de Nogales

Barajas tardío 750 a 900/950

640-870 (95.4%)

660-730 (43.6%) 740-780 (24.6%)

A2 de Nogales

Barajas temprano 650 a 700/750

560-730 (88.4%) 740-780 (7.0%) 530-730 (90.3%) 740-780 (5.1%) 430-500 (4.1%) 530-650 (91.3%) 380-570 (95.4%)

615-690 (68.2%)

A2 de Nogales

Barajas temprano 650 a 700/750

580-690 (68.2%)

A2sub1 o 2: ofrendas

Nogales 400/450 a 650

535-605 (68.2%)

A3 de Nogales

Nogales 400/450 a 650

420-540 (68.2%)

A2sub1

Nogales 400/450 a 650

1600+/-30

400-540 (95.4%)

420-470 (30.7%) 480-540 (37.5%)

A2sub1

Nogales 400/450 a 650

1605+/-30 Piso de A2 de Nogales (material proveniente de rellenos correspondientes a las ocupaciones más antiguas) Relleno de construc- 1550+/120 ción de A2 de Nogales (material proveniente de rellenos correspondientes a las ocupaciones más antiguas)

410-540 (95.4%)

420-440 (40.3%) 450-470 (16.7%) 510-530 (9.0%)

Inicios de la ocupación

Nogales 400/450 a 650

200-800 (95.4%)

400-640 (68.2%)

Inicios de la ocupación

Nogales 400/450-550/600

Capa de ocupación de 1225+/-45 A2sub1 de Nogales (proveniente del basurero de A2) Relleno de destruc1300+/-50 ción /derrumbe de A2sub1 de Nogales Piso y parte superior 1380+/-50 del relleno del patio de A2 de Nogales Sepultura intrusiva en 1400+/-60 relleno de construcción de A2sub2 de Nogales A3 de Nogales 1495+/-30

Anexo 1: Fechas y secuencia constructiva de Nogales: estructuras A1, A2 y A3 y de H2

45

LA CERÁMICA FUNERARIA DEL CERRO BARAJAS: SERIACIÓN Y CRONOLOGÍA

Grégory Pereira UMR 8096, CNRS/Universidad de París 1 (Francia)

Resumen Los materiales cerámicos procedentes de tres conjuntos funerarios y un deposito de fundación del Cerro Barajas son analizados aquí FRQHOREMHWLYRGHUH¿QDUODVHFXHQFLDFURQRFHUiPLFDGHO(SLFOiVLFR(OPpWRGRHPSOHDGRHVHOGHODVHULDFLyQTXHVHDSOLFDDXQ corpus de 128 vasijas procedentes de 33 contextos. El estudio parte de una revisión detallada de las condiciones de deposición de los vestigios (la cual depende del patrón funerario) que constituyen una clave fundamental para entender el ordenamiento secuencial de los materiales. El fechamiento en hueso por AMS de seis contextos funerarios permite ubicar temporalmente los eventos estudiados entre 650 y 860 d. C. La seriación de los materiales que caen dentro de este rango y que corresponden al complejo Barajas permite distinguir VXEIDVHVHYROXWLYDV)LQDOPHQWHVHGLVFXWHQODVD¿QLGDGHVGHORVPDWHULDOHVIXQHUDULRVGH%DUDMDVFRQODVWUDGLFLRQHVFHUiPLFDVGH regiones vecinas.

Abstract This paper presents an analysis of 126 vessels that were recovered from funerary contexts excavated from four sites at Cerro Barajas. 2XUSXUSRVHLVWRFUHDWHDVHULDWLRQRIWKHVHFRQWH[WVEDVHGRQWKHFHUDPLFPDWHULDOVLQRUGHUWRUH¿QHWKHFKURQRORJ\RIWKH%DUDMDV SKDVH $' )LUVWZHGH¿QHWKHW\SRORJLFDODQGPRUSKRIXQFWLRQDOSURSHUWLHVRIWKHYHVVHOVDVZHOODVWKHFKDUDFWHULVWLFVRI the contexts from which they were recovered. This latter aspect is particularly important since the formation processes of the deposits are fundamental for establishing the chronological order of the materials. The results obtained permit us to propose three temporal subdivisions within the Barajas phase and to identify the variables that indicate this chronological evolution. Finally, we consider links with other regions that are suggested by the funerary materials.

Es bien sabido que la correcta interpretación de los proce- 1. Los contextos funerarios del Cerro Barajas sos históricos depende, en gran medida, de la capacidad de los arqueólogos en manejar una escala temporal suficiente- Cuatro conjuntos funerarios fechados del periodo Epiclámente fina. En el caso de la arqueología del Bajío, la elabo- sico fueron excavados durante los trabajos realizados en ración de un marco cronológico más preciso es, sin duda, el Cerro Barajas (Figura 1). Los conjuntos encontrados en una prioridad si pretendemos entender cuales fueron las el grupo G del sitio de Nogales y el grupo H de Yácata el relaciones entre los grandes asentamientos que La Nopalera florecieron en esta región. Si efectivamente varios de los sitios monumentales pueden ser fechados del Epiclásico, esta simple asignación El Moro Camposanto no es suficiente si consideramos que dicho periodo abarca más de tres siglos. Antes de Lomillo Largo discutir las relaciones de poder y la organizaLos Cuates ción territorial de la región, es indispensable Yácata El Angel determinar en que medida el desarrollo de esNogales Las Majadas tos centros fue simultáneo o bien si existieron La Perra Charco de la Tortuga desfases cronológicos entre estos. El presente trabajo no tiene la ambición de El Encino Casas Tapadas resolver estas incógnitas que, por lo pronto, Los Toriles quedan fuera de nuestro alcance. En cambio, pretende asentar algunas bases para mejorar la resolución cronológica del Epiclásico en el suroeste de Guanajuato. Para esto, nos basaremos en una se- Figura 1 - Mapa de los sitios de la vertiente norte del Cerro Barariación de los materiales cerámicos procedentes de contex- jas y ubicación de los conjuntos analizados en este trabajo. tos funerarios excavados en el marco del proyecto Barajas (Pereira, Migeon, Michelet 2001, 2005; Pereira, Michelet, Ángel fueron objeto de una excavación extensiva. Se trata, Migeon 2007) 1. en ambos casos, de pequeños cementerios ubicados en el interior de una estructura: en el caso de Nogales, los entierros estaban agrupados en el interior del edificio circular 1 Los trabajos realizados en el marco del proyecto Barajas fueron G9 mientras que en Yácata el Ángel, se concentraban en llevados a cabo por un equipo de investigadores del CEMCA y del la parte noroeste del salón con atrio central del conjunto CNRS con el apoyo financiero de la Commission Consultative des arquitectónico H2. Las demás sepulturas provienen de Recherches Archéologiques à l’Étranger del Ministère des Affaires otras dos áreas funerarias que fueron exploradas de forma 6A

3C

11N2

1800 m

G9

B

18 50 m

H

G

H2a

El

rto

rra Pe La

B

C

B

G

F

I

E

E

D

C

D

A

A

C

B

C

1900 m

D

A

H

D

A

n ajó El c

La Cu ev a

jera La Ti

e Pu

F

A

C

E

B

0m 195

A

El

B

M

A

ue ag

y

El

c En

ino

m 00 20

B-C

A

N

1000 m

Etrangères del gobierno de Francia.

Muralla

20 50 m

La Tije ra

D

E

Grégory Pereira

Nmg

manejo de los datos. Las investigaciones realizadas hasta la fecha indican que el patrón funerario Epiclásico del Cerro Barajas presenta una fuerte homogeneidad. Cualquier sea la edad o el sexo del difunto, todos estaban inhumados siguiendo las mismas reglas: el cadáver estaba enterrado individualmente en una fosa sencilla cubierta, en algunas ocasiones, por lajas de andesita; el cuerpo estaba siempre colocado en posición de decúbito dorsal extendido; su eje principal seguía una orientación este-oeste con la cabeza ubicada hacia el este. Los muertos solían estar acompañados por una cantidad variable de vasijas comúnmente acomodadas cerca de la cabeza o a lo largo del cuerpo. Aunque el patrón funerario parece bastante sencillo, la compleja secuencia de inhumaciones que caracteriza algunas áreas de estos cementerios genera una imagen que puede llegar a ser muy confusa y complica el entendimiento de los contextos. La excavación sucesiva, en un espacio reducido, de numerosas fosas funerarias ha provocado importantes remociones. En estas condiciones, cada vez que se realizaba una nueva inhumación, los entierros más tempranos podían estar parcialmente o totalmente removidos. Este proceso explica la presencia frecuente de osamentas dislocadas que pertenecen a otros sujetos junto con un esqueleto en conexión anatómica así como la existencia de entierros sólo representados por segmentos parcialmente articulados (Figura 2). Estas evidencias no corresponden, de ninguna manera, a algún ritual de desmembramiento o canibalismo. Tampoco se puede considerar la acumulación de osamentas resultante de este proceso como un entierro múltiple ya que los diferentes integrantes del conjunto fueron colocados en fosas individuales y en diferentes momentos. Tomando en cuenta la ubicación de cada contexto en la secuencia de depósitos (Figura 3) así como las propiedades de los materiales asociados, hemos realizado una serie de seis fechas de radiocarbono por AMS en huesos procedentes de esqueletos en conexión anatómica (Figura 4). La calibración de estas fechas nos permite apreciar el rango cronológico en el cual se insertan los contextos analizados: si tomamos en cuenta la globalidad de las fechas y consideramos una probabilidad de 2 sigmas (95,5%), podemos decir que los entierros fueron realizados durante un periodo que

SEP. 10

SEP. 11 SEP. 5

0

40 cm

Figura 2 - Ejemplo de disturbios provocados por entierros individuales sucesivos (conjunto funerarios G9 de Nogales). La Sepultura 10 (esqueleto indicado en gris oscuro) provocó la remoción parcial de 11 y 5 cuyos huesos fueron encontrados en la fosa de 10 (indicados en gris claro).

parcial. Una de éstas se encuentra en una zona habitacional del sitio del Moro. Las sepulturas fueron encontradas en el interior de un pequeño edificio rectangular (estructura 11N2) asociado a un grupo de estructuras habitacionales de dimensiones modestas (11N1, 11M, 11L). La otra se ubicaba en la parte baja del sitio de Camposanto (locus 3C). Esta zona estaba fuertemente alterada por las actividades agrícolas modernas de forma que no fue posible determinar el contexto exacto de estos depósitos. Sin embargo, la presencia de amontonamientos modernos de lajas en esta área indica que los entierros estaban seguramente asociados con algunos edificios. Señalemos, finalmente, que para ampliar un poco más la muestra estudiada, hemos incluido las vasijas procedentes de una ofrenda dedicatoria encontrada en la estructura 6A del Moro. Se trata de un templo sobre un pequeño basamento en el relleno del cual se colocó un conjunto de 11 vasijas, cuyas características son muy semejantes a las que se encuentran en los entierros. Fuera de este caso particular, las 117 piezas restantes provienen todas de sepulturas. Pero antes de presentar los resultados de la seriación, es importante dar a conocer las características de los contextos funerarios ya que éstas pueden tener notables incidencias en el

Sep. 7 Sep. 6

GrA-20080: 1290±45 Sep. 10

Sep. 8

Sep. 11-1

Sep. 11bis

Sep. 5

Sep. 15

Sep. 3-1

GrA-20079: 1325±45

Sep. 3bis

Figura 3 - Diagrama de Harris que ilustra la secuencia de entierros de la sección oeste del cementerio de Nogales G9. Las fechas de AMS señaladas a la derecha fueron obtenidas en muestras de hueso de las Sepulturas 3 (invidivuo 1) y 6. 48

La cerámica funeraria del Cerro Barajas: seriación y cronología Por un lado, los datos obtenido son muy valiosos pues, a diferencia de los depósitos “íntegros” que suelen estar separados el uno del otro, podemos establecer una secuencia cronológica relativa confiable entre los distintos entierros (cf. Figura 3). Esta información es de gran ayuda puesto que nos permite realizar un primer ordenamiento cronológico de los entierros. Luego, insertamos los contextos que carecen de vínculos estratigráficos (entierros “íntegros”) por medio de la seriación usando el método de los baricentros para ordenar el cuadro en un patrón diagonal. Por otro lado, el proceso de remociones sucesivas complica el análisis de los materiales asociados pues parte de las piezas encontradas en un mismo depósito corresponden tanto a un contexto primario (los objetos depositados intencionalmente con el muerto en el momento del entierro) como secundario (objetos removidos desde sepulturas anteriores). Afortunadamente, en la mayoría de los casos, es posible establecer una distinción entre ambas categorías de materiales. Los objetos en posición primaria suelen estar completos y cuidadosamente colocados en torno al esqueleto en posición anatómica. Se encuentran a menudo cerca de la cabeza, a lo largo del cuerpo y, en menor medida, cerca de los pies, encima del pecho o debajo del cráneo. Suelen descansar sobre su base o bien estar colocados de lado. En pocas ocasiones aparecen boca abajo. Los recipientes removidos suelen estar incompletos o bien fragmentados y dispersos. De hecho, no es raro encontrar varios pedazos de una misma pieza en distintas sepulturas. También notamos que se asocian con frecuencia con huesos dislocados que no pertenecen al esqueleto en posición anatómica. Para poder establecer nuestra seriación hemos tenidos que tomar en cuenta estas diferencias. En los depósitos funerarios que fueron objeto o provocaron remociones, hemos distinguido entonces dos lotes: el primero agrupa las vasijas que se encontraban en posición primaria; en el segundo consideramos las piezas que fueron el resultado de una remoción (contexto secundario). En el primer caso, podemos considerar que, al igual que las piezas que provienen de los depósitos “íntegros”, las piezas de un mismo lote formaban parte de un mismo evento. En el segundo, no podemos garantizar la contemporaneidad de los materiales pero, por lo menos, podemos decir que se relacionan con inhumaciones previas a la sepultura donde aparecieron. El punto de partida de nuestro análisis es un total de 33 contextos (32 son sepulturas, el resto corresponde a la ofrenda de 6A) en los cuales se identificaron, hasta ahora, unas 128 vasijas. Sin embargo, para la seriación, hemos tenido que descartar diez contextos ya sea porque carecían de materiales asociados o bien porque las vasijas encontradas no presentaban ningún rasgo diagnóstico del punto de vista cronológico. Después de esta selección, consideramos 23 conjuntos de cerámicas procedentes de depósitos primarios y 6 otros conjuntos encontrados en depósitos secundarios2. Otro aspecto importante del análisis es la selección de los criterios que se tomaron en cuenta para caracterizar cada conjunto de vasijas. Se realizó para esto un registro de las características relacionadas con la forma y los patrones decorativos en cada conjunto. A partir de este registro, selec-

iniciaría en 620 d. C. y terminaría hasta 890 d. C. ; si consideramos una probabilidad de 1 sigma (68,2%), el rango se extendería entre 650 y 860 d.C. Esta información es interesante ya que nos permite asegurarnos de que la mayoría de los contextos que vamos a analizar se distribuyen en un periodo que abarca un poco más de dos siglos. Dicho rango cronológico y las características generales de los materiales asociados nos indican que nos ubicamos dentro de la fase Barajas tal como la hemos definido en trabajos anteriores (Migeon y Pereira 2007; Pereira, Migeon y Michelet 2001, OxCal v4.0.5 Bronk Ramsey (2007); r:5 IntCal04 atmospheric curve (Reimer et al 2004)

GrA-23930 CSP-Sep2

GrA-23929 YEA-Sep1

GrA-20080 NOG-Sep6

GrA-29395 YEA-Sep8

GrA-20079 NOG-Sep3

GrA-29394 YEA-Sep2

400

500

600

700

800

900

1000

Calibrated date (calAD)

Figura 4 - Conjunto de fechas AMS obtenidas en hueso de contextos funerarios del Cerro Barajas

2005). Si nos detenemos ahora en la distribución individual de cada fecha, es interesante notar que muchas de éstas caen en un periodo que va de 650 a 800 d. C. Ahora bien, aunque los resultados obtenidos tienen rangos de error bastante limitados (entre ± 35 y ± 45 años), la resolución de cada fecha suele rebasar 100 años, generando traslapes demasiado importantes para proponer un ordenamiento cronológico confiable.

2. Apuntes metodológicos Es para tratar de rebasar esta limitante que realizamos una secuencia basada en una seriación de los materiales cerámicos encontrados en los entierros. Este método usado desde mucho en arqueología se define como un ordenamiento unidimensional de conjuntos de elementos en una serie en la cual la posición de cada conjunto refleje el grado de semejanza con el resto de la serie. El primer paso para establecer la seriación es definir los conjuntos. En el caso del presente estudio, el manejo del espacio funerario tal como lo hemos descrito en la sección anterior tiene incidencias directas sobre el estudio cronológico de las cerámicas funeraria. Es entonces indispensable tomar en cuenta los datos proporcionados por un análisis fino de los contextos para distinguir lotes de objetos pertinentes. Por un lado, contamos con entierros individuales “íntegros”, es decir que no han sufrido, ni provocado ninguna remoción. En estos casos, nos encontramos en el típico contexto “cerrado” que implica que los objetos encontrados fueron colocados al mismo momento. Pero en otros casos, las inhumaciones sucesivas han provocado remociones totales o parciales. Este proceso tiene ventajas y desventajas.

2 Como lo indicamos arriba, los conjuntos secundarios provienen a menudo de sepulturas donde existe también conjuntos primarios.

49

Grégory Pereira nido por Chloé Pomedio (véase en este mismo volumen, Pomedio 2009: 377-380) y se caracteriza por cierta estandarización perceptible en la forma (cajetes de paredes rectodivergentes), dimensiones, técnica decorativa y diseños de volutas angulosas (sub-familia de motivos C5). En cuanto a las formas, el grupo café fino pulido o inciso incluye principalmente recipientes cuyas dimensiones y morfología se relacionan con el servicio: cajetes, ollas miniaturas o botellones. El grupo formado por los tipos Tepame rojo pulido (25.4%) y Huizache rojo sobre bayo (16.7%) fue también muy popular en los contextos funerarios ya que representa 42.1% de la muestra total. Ambos tipos comparten muchos elementos: son generalmente copas o, más excepcionalmente, cajetes trípodes, que fueron inicialmente usados como molcajetes, tal como lo muestra el desgaste que suele observarse en el fondo punzonado de los recipientes; fueron hechos en una misma pasta (clase D definida por Morales s.f.); áreas más o menos extendidas de la superficie natural de color bayo anaranjado son cubiertas por un engobe rojo que fue pulido; estos recipientes suelen haber recibido una decoración al negativo en las paredes internas y externas del recipiente. Ahora bien, el tipo Tepame (Figura 7) se distingue por tener una engobe rojo que cubre toda la superficie de las paredes internas mientras que el tipo Huizache (Figura 8) se caracteriza por una aplicación incompleta del engobe que forma dos cenefas horizontales entre las cuales se distingue una banda a reserva de color bayo que corresponde al color natural de la loza. Esta banda suele recibir una decoración al negativo mientras que en el tipo Tepame, la decoración negativa se aplica sobre el engobe rojo. Como veremos más adelante, el patrón decorativo negativo y, a veces, la forma del pedestal y del borde, muestran también notables diferencias. En cuanto a su función, hasta donde sabemos, no se observan diferencias notables entre estos dos tipos. Con excepción de algunas copas miniaturas, la función primaria de estos recipientes tiene que ver con el procesamiento de alimentos y, muy probablemente, con la preparación de salsas. No obstante, la superficie muy limitada del fondo punzonado y el fino acabado y decoración de las paredes sugiere que también fueron usadas para el servicio de los alimentos. También, hemos podido observar en varios contextos funerarios (Sepulturas 3 y 8 de Yácata el Ángel; Sepultura 4 de Camposanto) que estos recipientes completos o recortados fueron empleados para tapar ollas3. Los demás tipos presentes son mucho más escasos ya que constituyen menos de 8% del conjunto. Los tipos Nogal rojo esgrafiado y Lechuguilla rojo sobre anaranjado negativo solo son representan por tres piezas cada uno (2.4 %). Ambos tipos corresponden a ollas de pasta fina anaranjada (clase A definida por Morales s.f.) pero son muy distintos en cuanto al tratamiento de superficie, la decoración y las formas. El tipo Nogal (Figura 9a) se caracteriza por un engobe rojo pulido que cubre toda la superficie externa de las paredes delgadas (5mm) de la olla. Esta puede presentar dimensiones reducidas con forma de botellón, o bien tener una capacidad suficientemente importante para ser usada para el almacenamiento de algún producto. La parte media del

cionamos 21 criterios cuya distribución podía hablarnos de cambios cronológicos y eliminamos los rasgos demasiado comunes o demasiado escasos. Por ejemplo, el criterio “copa de pedestal” no fue utilizado en la seriación puesto que es presente en toda la secuencia. En cambio, la presencia de una moldura externa en el cuerpo de la copa, la forma del borde, el patrón decorativo de sus paredes internas y la decoración del pedestal (trenzado o calado) muestran claras variaciones que, como veremos, tienen significado cronológico.

3. Características generales de la cerámica funeraria Antes de presentar los resultados de la seriación, es necesario definir las características generales de la cerámica funeraria Epiclásica del Cerro Barajas (Figura 5). Como lo hemos señalado previamente, dicho material muestra características tipológicas que lo relacionan claramente con la fase Barajas (650-950 d. C.). La presencia de copas de pedestal correspondientes a los tipos Tepame rojo pulido y Huizache rojo sobre bayo, de ollas Nogal rojo esgrafiado, Lechuguilla rojo sobre anaranjado, Sábila negro sobre naranja son buenos marcadores al respecto. Por supuesto, la muestra que proviene de los entierros no es representativa de la producción cerámica total, ya que las vasijas colocadas con Sábila negro/ naranja 2% Nogal rojo esgraf 2% Lechuguilla rojo/naranja 2%

Guanumo blanco y negro 1% otros 4%

Café inciso (Chupiri y Chilillo) 21% Huizache rojo/bayo 16%

Chupiri café pulido 27% Tepame rojo pulido 25%

Figura 5 - Distribución de las vasijas por tipo.

los difuntos fueron seleccionadas según criterios propios al ámbito funerario. La distribución de los materiales por tipos y forma ilustra perfectamente este aspecto. Del punto de vista tipológico, el grupo café fino pulido (Figura 6) representa la mitad de la muestra. Se trata de una vajilla de pasta fina café grisácea (corresponde principalmente a la clase E según la clasificación de pastas establecida por J. J. Morales, s.f.) de superficie pulida en la cual se distinguen tres tipos principales: Chupiri café pulido (27.8%), Chupiri café inciso (16,7%) y Chilillo café inciso (5,6%). El primero se distingue del segundo por carecer de decoración incisa que caracteriza el segundo (cf. C. Pomedio en este mismo volumen). El tipo Chilillo ha sido defi-

3 Séverine Bortot llegó a las mismas conclusiones en su estudio de la cerámica encontrada en contextos de almacenamiento (Bortot 2007).

50

La cerámica funeraria del Cerro Barajas: seriación y cronología

a- Nogales, Sep. 3-8

b- Nogales, Sep. 15-3

c- Nogales, Sep. 11-11

d- Nogales, Sep. 6-2b

e- Nogales, Sep. 9-2

f- Y. el Angel, Sep. 1-5

g- Nogales, Sep. 11-14 dibujos F. Bagot

Figura 6 - Recipientes del grupo Café pulido &KXSLULFDIpSXOLGRDROODFDUHQDGDEROOD¿WRPRUIDFFDMHWH¿WRPLUIR d- cajete con carena basal; Chupiri café inciso: e- cajete hemisférico con diseño sencillo, g- olla carenada con diseños complejos; Chilillo café inciso: f- cajete con diseño C5.

sobre la superficie natural pulida de color anaranjado4 que se combinan con diseños al negativo. El patrón decorativo es distinto según la ubicación en el cuerpo: entre el cuello y la carena, las bandas rojas se distribuyen horizontalmente, delimitando espacios sin engobe que reciben a menudo una decoración al negativo; de la carena para abajo, las bandas rojas son verticales y alternan con bandas negras al negativo. Es interesante notar que este patrón decorativo muestra notables semejanzas el tipo Malpaso negativo polícromo de La Quemada (Jiménez Betts y Darling 2000) aunque los diseños al negativo son mucho más simples en el caso del

cuerpo suele estar marcada por una carena que permite distinguir el fondo hemisférico del hombro cuya curvatura es menor. La decoración esgrafiada fue elaborada en el hombro. Las incisiones fueron realizadas en su mayoría, sobre pasta seca cuando el engobe rojo ya había sido aplicado. Este procedimiento permite que el color más claro de la pasta, expuesto por las incisiones, resalte sobre la superficie roja de la olla. El tipo Lechuguilla (Figura 9c) corresponde generalmente a ollas de dimensiones relativamente grandes (> 25cm de altura) y de paredes más gruesas (5-8mm). Presentan también una carena en la parte media del cuerpo. La decoración combina anchas bandas de engobe rojo aplicadas

4 Hay que aclarar que la cocción de estas piezas (como de otras ollas grandes) pudo provocar variaciones en el color de la superficie natural. Así mismo, no es raro encontrar áreas con tonos beige, bayos y hasta café en una misma pieza.

51

Grégory Pereira tipo Lechuguilla. El tipo Sábila negro sobre naranja (Figura 9b), que es tan común en otros contextos, es solamente representado por dos ejemplares (1.6%). Ha sido identificado como un buen marcador de la parte tardía de la fase Barajas (Migeon y Pereira 2007). Según Castañeda et al. (1988: 330, Fig. 18), la cerámica anaranjada con pintura negra tiene una amplia repartición en toda la porción sur-oeste del estado de Gua-

najuato. Según estos autores, se relacionaría con una ocupación del Posclásico temprano pero las fechas obtenidas en los contextos de Barajas indican una mayor antigüedad (segunda mitad del Epiclásico). En Barajas, el tipo Sábila incluye ollas medianas y grandes que fueron elaboradas en una pasta muy parecida a la de los dos tipos descritos anteriormente. Se caracteriza por cuerpos de forma globular y por una decoración pintada en negro sobre una superficie

= 14 cm.

a- Y. el Angel, Sep. 7-2

b- El Moro, 11N2, Sep. 3-9

= 18 cm.

d- Camposanto, Sep. 1-1

c- Y. el Angel, Sep. 1-10

dibujos de F. Bagot (a y c) y D. Salazar (b y d)

Figura 7 - Recipientes del tipo Tepame rojo pulido a- Copa de pedestal liso bajo, b- Copa de pedestal liso alto, c- Copa de pedestal trensado alto, d- Copa de pedestal calado alto y moldura horizontal en la pared externa.

a- Nogales, 802-1

b- Nogales, Sep. 3-6b

= 12.2 cm.

c- Y. el Angel, Sep. 6-9

d- Nogales, Sep. 11-6

Dibujos de F. Bagot (a, b, d) y D. Salazar (c)

Figura 8 - Recipientes del tipo Huizache rojo sobre bayo negativo a- copa de pedestal bajo con borde sencillo; b- copa de pedestal bajo con borde reforzado; c- copa miniatura de pedestal alto y borde reforzado; d- cajete trípode de soportes sólidos y borde sencillo. 52

La cerámica funeraria del Cerro Barajas: seriación y cronología anaranjada simplemente alisada o, a veces, pulida. La decoración se aplica sobre el cuello y la parte media y superior del cuerpo. Forma conjunto de líneas onduladas paralelas, peines, espirales o círculos concéntricos. Se encuentra con frecuencia en las estructuras subterráneas de almacenamiento donde se piensa que eran usadas para conservar bienes alimenticios (Bortot 2007). El tipo Pitayo blanco y negro sobre café (Figura 9d) es otro tipo muy escaso en los contextos funerarios. Hasta la fecha, sólo contamos con un solo ejemplar (0.8%) encontrado en la sepultura 14 de Nogales G9. Se trata, de hecho, de una pieza excepcional, pues es una olla pequeña de cuerpo ovoide que muestra tres pequeños abultamientos en el hombro. En

otros contextos, suelen ser ollas que se distinguen por sus mayores dimensiones y por estar hechas con una pasta anaranjada de clase B. La pasta empleada para elaborar la pieza encontrada en la sepultura 14 de Nogales es de color café y tiene numerosas inclusiones negras (clase I según Morales s.f.). La decoración se caracteriza por una combinación de anchas bandas blancas y de líneas negras delgadas pintadas sobre una superficie café alisada. Por ser una pieza única que no se encontró asociada con ninguno de los otros tipos mencionados arriba, no hemos podido insertar la sepultura 14 en la seriación. Vale finalmente la pena señalar la ausencia total del tipo Tuna blanco levantado. Si este tipo, que es una variante local

a- Nogales, Sep. 3-15

b- Y. el Angel, Sep. 8-2

= 18.2 cm.

c- Y. el Angel, Sep. 3-2087

d- Nogales, Sep. 14-1 Dibujos F. Bagot (a, b, d) y D. Salazar (c)

Figura 9 - Otros tipos poco representados en los contextos funerarios a- Olla Nogal rojo esgrafiado; b- Olla Sábila negro sobre naranja; c- Olla Lechuguilla rojo sobre naranja negativo; c- Olla minitura Pitayo blanco y negro sobre café. 53

Grégory Pereira de la familia Blanco levantado (Braniff 1999, Crespo 1995), puede ser confundido con el anterior por la combinación de engobe blanco y de líneas pintadas en negro, se distingue sin embargo del Pitayo por presentar una técnica decorativa inconfundible que consta en un “levantamiento” linear del engobe blanco por medio de un instrumento de punta roma. Si este tipo es casi inexistente en los contextos ocupacionales Barajas tardío, sí es bastante abundante en los niveles Barajas temprano. Sin embargo, el hecho que este tipo no aparezca en contextos funerarios marca una diferencia notable con lo que pasa en sitios de la región del Laja como Cañada de la Virgen donde ollas Blanco Levantado han sido recuperadas en sepulturas (Zepeda 2007: 160-163). Cabe señalar finalmente la existencia de seis piezas cuyas características son muy poco comunes en el contexto del Cerro Barajas. Contamos por ejemplo con dos piezas cafés pulidas procedentes de Camposanto cuya forma o decoración no es común: una de estas (sepultura 3) es un cuenco hemisférico semejante a los del grupo Chupiri pero que presenta una decoración al negativo (Figura 10b)5 mientras que la segunda es un pequeño tecomate provisto de una vertedera tubular vertical y de una decoración aplicada que representa un ave (Figura 10a) con pico de pato y dos extrañas orejas de ratón (sepultura 2). Si se encuentran, muy de vez en cuando, fragmentos semejantes a la primera pieza en otros contextos del cerro, la vasija zoomorfa con vertedera es totalmente excepcional. Otras tres vasijas fueron encontradas en los entierros del conjunto G9 de Nogales. La primera es una escudilla trípode miniatura café pulida encontrada en la sepultura 11 (Figura 10c). Esta pieza podría considerarse dentro del tipo Chupiri café pulido pero dado su forma y el grosor de sus paredes, nos parece más prudente considerarla aparte. La segunda es una olla pequeña de engobe rojo pulido y de cuerpo carenado encontrada en la sepultura 14 (Figura 10e). No corresponde al tipo Nogal dado que difiere de éste por la pasta (pasta café grisácea de clase E), el acabado de superficie y la decoración (pintura blanca). Estas últimas características recuerdan el tipo Moro rojo pulido que, no obstante, se caracteriza normalmente por grandes cuencos de bordes convergentes. Otra pieza atípica es un botellón miniatura cuyos fragmentos dispersos fueron hallados en la sepultura 6 (Figura 10d). La pasta, forma y decoración de esta pieza difiere del todo de la producción local lo que permite suponer un origen foráneo que, hasta la fecha, no hemos podido localizar. El cuerpo es globular pero la base es plana; el cuello es angosto y el borde es evertido; la pasta es roja y arenosa; la decoración está formada por líneas pintadas en blanco sobre la superficie pulida del cuerpo, del cuello y del borde. Finalmente, vale la pena mencionar una pieza semi-completa procedente del grupo H2 de Yácata el Ángel (Figura 10f). Se trata de una cuenco hemisférico cuyos fragmentos fueron hallados dispersos entre el relleno de varias fosas funerarias. Dicha situación indica que fue removida de su contexto original (contexto secundario) y que, por lo tanto, no la podemos asignar a un entierro específico. Dada su situación, es probable que haya sido depositado original-

mente en una sepultura de fase Barajas temprano. Sus características son las siguientes: se trata de un cuenco de 20cm de diámetro que parece corresponder un tipo michoacano Epiclásico conocido bajo el nombre de Lupe café inciso (cf. Michelet este volumen ; Michelet 1993: 153-155 ; Pereira 1999: 108). Se caracteriza por una decoración incisa superficial en el borde externo compuesta por un friso de volutas alargadas redondeadas. Pero en el caso de la pieza que consideramos aquí, esta decoración ya no era visible puesto que, en una segunda etapa, la mayor parte de la superficie externa del cajete fue recubierta por una capa delgada de pigmentos de color rojo, blanco, verde, rosa o amarillo. Cada mezcla cromática fue aplicada para formar líneas y diseños cuyo contorno fue logrado al levantar dicha capa, haciendo aparecer el color café oscuro de la cerámica. Si bien el efecto visual obtenido muestra cierto parecido con la decoración pseudo-cloisonnée, la técnica de manufactura es muy distinta y corresponde a lo que Holien (1977) llamó Cheran Style Stripped Investment. En el cajete de Yácata el Ángel, la decoración muestra dos registros horizontales principales: un friso superior blanco con motivos escalonados piramidales y otro inferior, más complejo, formado por grecas escalonadas invertidas de colores alternados. Es muy posible que esta pieza haya sido importada desde el norte de Michoacán donde esta técnica ha sido reportada en varios lugares (Holien 1977, Carot 2005, Filini 2004). Si nos enfocamos ahora a las características morfo-funcionales de la cerámica encontrada en los entierros, podemos destacar una clara preferencia por la vajilla fina relacionada con el servicio y la preparación de ciertos alimentos (Figura 11). Las copas de pedestal características de los tipos Tepame y Huizache son las forman que predominan en la muestra estudiada (40%). Como lo hemos señalado arriba, se trata de recipientes de factura cuidadosa y que se relacionan seguramente con la preparación y el consumo de salsas o bebidas. Los cajetes son la segunda categoría morfo-funcional en orden de importancia (36%). En esta categoría, hemos considerado todos los recipientes abiertos (cuencos y escudillas de perfiles variados) de dimensiones modestas (10 a 22cm de diámetro) que fueron seguramente empleados para el servicio de líquidos y/o alimentos. La mayor parte de estas piezas pertenece a los tipos Chupiri café pulido o inciso. Otra clase de recipiente importante en los contextos funerarios son las formas cerradas cuya morfología y limitadas dimensiones permiten relacionar con el servicio de líquidos. Contamos con una variedad de ollas y botellones cuyas dimensiones varían entre 8 y 25cm de altura. Estas piezas pertenecen, en su mayoría a los tipos Chupiri café pulido e inciso, pero también a algunos otros tipos (Pitayo blanco y negro sobre café, Nogal rojo esgrafiado, Sábila negro sobre naranja). Corresponden a la categoría 5 definida por Bortot (2007: 118-119) en su análisis morfofuncional de las formas cerradas y que es definida como una olla pequeña cuyo diámetro de apertura es inferior a 16cm. En cambio, las ollas de mayores dimensiones (más de 25cm de altura) son mucho menos frecuentes entre los depósitos funerarios (5%). Estos recipientes de mayor capacidad corresponden a las categorías funcionales que Bortot (Op. cit.) considera como apropiadas para almacenar diver-

5 Podríamos considerar tentativamente a esta pieza como un tipo Chupiri café negativo aunque un estudio más completo sería necesario.

54

La cerámica funeraria del Cerro Barajas: seriación y cronología

a- Camposanto, Sep. 2-1

b- Camposanto, Sep. 3-2

c- Nogales, Sep. 11-4

= 12 cm.

= 20,5 cm.

d- Nogales, Sep. 6-3 e- Nogales, Sep. 14-3

f- Y. el Angel, 2117-2

dibujos: F. Bagot (a-e); D. Salazar (f )

Figura 10 - Recipientes de tipos excepcionales o foráneos a- vasija zoomorfa café pulida con vertedera tubular; b- cajete café pulido (Chupiri ?) con decoración al negativo; c- cajete café pulido trípode miniatura; d- botellón miniatura blanco sobre rojo; e- olla carenada blanco sobre rojo; IFDMHWHFDIp¿QRLQFLVR /XSHLQFLVR" UHFXELHUWRFRQXQDGHFRUDFLyQGHWLSR&KHUiQ6W\OH6WULSSHG,QYHVWPHQW (dibujo reconstructivo basado en los distintos fragmentos recuperados).

ollas y los cajetes presentan despostilladuras antiguas a nivel de los bordes, zonas de abrasión, estrías y alteraciones tanto en la base que en algunas áreas de las paredes internas y/o externas. Notamos también la existencia de piezas reparadas o con faltantes como en el caso de las copas, algunas de las cuales presentan el pedestal recortado, probablemente después de una factura accidental de éste. Finalmente, existen también ejemplos de piezas cuyas partes (fragmento de cuerpo de olla recortado, pedestal recortado) que fueron recicladas para ser usadas como tapas de ollas. Para concluir esta sección, podemos decir que la cerámica depositada en las sepulturas no fue especialmente elaborada para un uso funerario. Los recipientes que hemos encon-

sos tipos de productos. Los pocos ejemplares encontrados en los entierros son decorados y pertenecen a los tipos Lechuguilla rojo sobre naranja (decoración al negativo), Nogal rojo esgrafiado y Sábila negro sobre naranja. Otro aspecto que vale la pena señalar es el hecho que la cerámica encontrada en los entierros no es una producción específicamente destinada al ámbito funerario. Por un lado, todos los tipos que hemos mencionado arriba son presentes en los contextos domésticos, aunque en proporciones distintas. Por otro lado, la gran mayoría de las piezas procedente de entierros muestran claros indicios de haber sido usadas antes de ser sepultadas. Las copas-molcajetes presentan desgastes más o menos pronunciados en el fondo, las 55

Grégory Pereira

Copa de pedestal/molcajete

Cajetes/servicio

36%

40%

5%

19%

Ollas pequeñas/servicio

Ollas grandes/almacenamiento

Figura 11 - Repartición por categoría morfo-funcional de los recipientes encontrados en los contextos funerarios

750 a 850 d. C. Es a través de un análisis modal de las formas y de las decoraciones que hemos podido percibir estos cambio temporales (Figura 12). Revisemos ahora estas variaciones modales distinguiendo las que son comunes a todas las subdivisiones de la fase Barajas y que, por lo tanto, tienen un valor cronológico limitado (de hecho, varios de estos modos no aparecen en la seriación); los modos cuya distribución abarca dos de las tres subdivisiones temporales establecidas y los que son exclusivos o casi-exclusivos de una sola subdivisión temporal.

trado en estos contextos presentan evidencias de haber sido usados por los vivos y muchos tienen sus equivalentes en el ámbito cotidiano. Queda claro, sin embargo, que sólo una pequeña parte de la cerámica producida acompañaba los difuntos en el más allá. Los recipientes seleccionados solían corresponder a cerámicas finas generalmente vinculados con el consumo y la preparación de algunos alimentos.

4. Seriación y evolución cronológica de la cerámica funeraria Después de definir las propiedades generales de los recipientes encontrados en los contextos funerarios de Barajas, vamos a detenernos en los rasgos que reflejan una evolución cronológica. La seriación de aquellos rasgos nos ha permitido distinguir tres momentos. La distinción que se marca más claramente es entre la sub-fase temprana y tardía de la fase Barajas. Ya habíamos señalado esta distinción en trabajos anteriores (Migeon y Pereira 2007) y le habíamos asignado los rangos temporales siguientes: Barajas temprano: 650-750 d. C.; Barajas tardío (o reciente): 750-950 d. C. Aparte de confirmar y precisar la distinción entre estas dos sub-fases, la seriación de los materiales funerarios nos permite proponer también una división en dos momentos en el interior de la sub-fase temprana: Barajas temprano 1 (650-700 d. C.) y Barajas temprano 2 (700-750 d. C.). En cuanto a la sub-fase Barajas tardío, las fechas AMS obtenidas apuntan hacia un rango temporal más corto que iría de

4.1. Los tipos Tepame y Huizache Como ya vimos, estos dos tipos están presente a lo largo de la fase Barajas. En ambos tipos, predomina la copa de pedestal / molcajete y la decoración al negativo. Señalemos sin embargo algunos cajetes trípodes de soportes sólidos. Ahora bien, existen sin dudas elementos evolutivos que vamos definir en adelante. Para empezar, si consideramos la proporción relativa de los dos tipos en cada división cronológica, observamos una clara evolución que se caracteriza por un aumento del tipo Tepame y una fuerte disminución del tipo Huizache. Entre las piezas que provienen de contextos BT 1 (n=19), la proporción entre los dos tipos es equilibrada con una ligera sobre representación del tipo Huizache (=10; Tepame=9). Para la sub-fase BT 2 (n=18), los recipientes Tepame (=12) son ahora dos veces más numerosos que los del tipo Hui56

La cerámica funeraria del Cerro Barajas: seriación y cronología Barajas temprano 1 (650-700 d.C.) C3

M3

Barajas temprano 2 (700-750 d. C.)

N15-P N3-S Y6-P Y3-S Y11-P Y2-P N11-S Y7-S Y3-P M2

N11-P N3-P C4

Barajas tardío (750-850/900 d.C.)

N7-S N13-P N10-S Y7-P Y10-P N6-P N9-P N10-P Y8-P Y1-P M6A

Y9-P C1

C2

vasija efigie

1

moldura externa

1

1

pedestal calado

2 1

aplicaciones/acanal.

1

negativo patron 2b

1

2 5

cajete con quiebre basal

1

2

incision C5

1

3

Sábila negro/naranja

1

olla sinuosa

1

1

pedestal trensado

1

olla carenada

1

1

1

1

3

1

2

negativo patron 1b

1

1

1

2

1

1

2 1

Lechuguilla rojo/naranja

1

borde reforzado

1

olla fitomorfa

1

1

1

1

2

soportes sólidos

1 1

1

1

2

1

2

1

1

2

1 1

3

1 1 1

1

1 1

1

1

1 1

1

2

incision temas complejos

negativo patron 1a

3

1

1

negativo patron 2a

1

2

Nogal rojo esgraf

cajete fitomorfo

1

2

1

1

2

1

1

1 1

3

1

1

1

1

1

1

2

1

1

1

1

2

1 1

1

1

1

1 1

1

2

1

1 1

2

1

1

1

1

2

Figura 12 - Seriación de 29 contextos funerarios en función de 21 criterios modales Cada contexto está designado por una letra que corresponde al sitio (C: Camposanto; M: El Moro; N: Nogales; Y: Yácata el Ángel) una cifra que corresponde al número de sepultura y por una P (primario) o una S (secundario) cuando un mismo contexto contiene materiales correspondiente a estas dos clases de depósitos.

zache (=6). Para Barajas tardío (n=14), esta tendencia se acentúa más todavía y las copas Tepame (=11) son casi cuatro veces más numerosas que las Huizache (=3). Falta aclarar que este aumento notable del tipo Tepame en Barajas tardío ha sido observado también en contextos estratigráficos no funerarios. Por ejemplo, en la secuencia estratigráfica de la estructura A3 de Nogales, este tipo representa más del 20 % de los tepalcates diagnósticos en los niveles tardíos cuando no rebasaba los 6% en los periodos anteriores. Ahora bien, esta evolución es acompañada por variaciones significativas en la forma y la decoración de las vasijas. Si nos detenemos primero en los aspectos morfológicos, podemos observar cambios tanto en la forma del soporte, de las paredes como del borde. Los soportes sólidos son poco comunes y sólo los hemos encontrado en contextos BT1 y 26. Los pedestales son mucho más abundantes y pueden ser altos o bajos (Figura 7, 8)7, lisos, trenzados (Figura 7c) o calados (Figura 7d). Se caracterizan por las tendencias evolutivas siguientes: - En la sub-fase BT 1 (n=178), los pedestales suelen ser bajos (14/17) y lisos (16/17). Solo contamos con una pieza Tepame con pedestal trenzado. - En la sub-fase BT 2 (n=14), las formas bajas siguen predominando (9/14) pero las formas altas son mejor representadas (=5) y los pedestales trenzados Tepame son ahora más populares (=5).

- En la sub-fase B tardío (n=12), los pedestales altos se vuelven mayoritarios (=8/12). Siguen existiendo los ejemplares trenzados (=2) y aparecen los pedestales calados (n=2). Ambos son exclusivos del tipo Tepame. Las paredes y los bordes muestran menos variaciones. Las primeras pueden ser curvo-convergentes o sinuosas, lisas o provistas de una moldura horizontal externa. Si la distribución de las tres primeras variables no revela cambios cronológicos significativos, la moldura externa horizontal, que solo aparece en copas Tepame, es exclusiva de la subfase Barajas tardío (Figura 7d). En cuanto a los labios, solo registramos dos formas: pueden ser simples, redondeados o aplanados (tipos Tepame o Huizache) o bien provistos de una especie de moldura o reforzamiento externo (solamente en el tipo Huizache). Hasta la fecha, los bordes reforzados (n=10, cf. Figura 8b, c) solo han aparecido en los contextos de las sub-fases BT 1 (n=4) y 2 (n=6). La decoración al negativo que suele adornar las vasijas Tepame y Huizache también muestra notables cambios cronológicos. Los diseños más complejos ocupan la parte interna de la copa mientras que las paredes externas son simplemente decoradas con líneas horizontales onduladas y/o rectas. La conservación del negativo es muy variable entre una y otra pieza y depende en gran parte del grado de uso del recipiente. Existe en efecto una fuerte correlación entre el grado de desgaste observable en el fondo de la copa y la visibilidad de los diseños. De hecho, en varias piezas, la decoración al negativo se ha borrado casi por completo. En cuanto a los diseños de las paredes internas, la mayoría de las piezas (84%) pueden ser clasificadas dentro de cuatro grandes categorías de patrones decorativos (Figura 13). Los patrones 1a y 1b son característicos del tipo Huizache, mientras que 2a y 2b son típicos del tipo Tepame. La decoración de los recipientes Huizache suele ser organizada en dos registros determinados por dos bandas horizontales de engobe rojo: un registro superior ocupa una

6 Señalemos que los cuatro cajetes trípodes de soportes sólidos encontrados en contextos funerarios pertenecen a varios tipos: una pieza corresponde al tipo Tepame rojo pulido, otra al tipo Huizache rojo sobre bayo, la tercera al tipo Chupiri café pulido y el último es un platito miniatura de tipo no definido. 7 Consideramos como pedestal alto los soportes cuya altura es equivalente o superior a la mitad de la altura total de la copa; el pedestal bajo tiene una altura inferior a la mitad de la altura total y que, por lo general, es equivalente a la tercera o cuarta parte de dicha altura. 8 Los efectivos presentados aquí se refieren a las copas para las cuales el pedestal estaba conservado (como lo hemos señalado arriba, en algunas piezas el pedestal había sido quebrado o recortado).

57

Grégory Pereira

a- Patrón 1a

b- Patrón 1b

d- Patrón 2b

c- Patrón 2a

dibujos originales: F. Bagot (a, b) y D. Salazar (c, d); digitalización: S. Eliès

Figura 13 - Los principales patrones decorativos al negativo de las copas Huizache (a, b) y Tepame (a, b)

franja delimitada por una banda roja en el borde y en la parte inferior de la pared y un registro inferior que cubre el fondo del recipiente. El patrón 1a (Figura 13a) aparece en copas que todas fueron recuperadas en contextos correspondientes a la sub fase BT 1 de tal forma que pensamos que es un elemento diagnóstico de este periodo. Se caracteriza por la combinación de varios rasgos. En primer lugar, el patrón 1a se distingue de 1b por presentar una registro superior dividido en dos o tres secciones determinadas por “pestañas” de engobe rojo en forma de V. En cada una de las secciones se distingue un diseño zoomorfo principal acompañado por puntos y enmarcado en ambos extremos por segmentos rectos y peines colocados oblicuamente. La figura principal es sin duda un venado que los alfareros han representado con un grado de estilización más o menos avanzado. Proponemos que, partiendo de un diseño figurativo del animal, llegamos a representaciones en que sólo algunos atributos específicos del animal (astas, patas, cola) son combinados en composiciones sumamente codificadas y a veces muy alejadas de las representaciones iniciales (Figura 14). El registro del fondo incluye diseños en espiral combinados a veces con representaciones completas o parciales (las puras astas a veces) del venado. El patrón decorativo 1b (Figura 13b) reemplaza el anterior a partir de la sub fase BT 2. De las once piezas cuyo contexto puede ser considerado como seguro, ocho provienen de entierros atribuidos a este periodo. Las demás fueron recuperadas en un contexto BT 1 (n=2) y Barajas tardío (n=1). El

patrón 1b se caracteriza también por una decoración interna en dos registros. Sin embargo, el registro superior carece de las divisiones marcada por pestañas de engobe rojo. En el registro del fondo, seguimos encontrando los diseños en espiral acompañados a veces por conjuntos de segmentos paralelos. El registro superior es un friso continuo en el que alternan dos o tres diseños geométricos que pueden ser conjuntos de segmentos verticales y/o horizontales, peines y/o espirales. La combinación más frecuente asocia peines encontrados, segmentos paralelos verticales y espirales. Si bien la imagen figurativa del venado desaparece por completo, es notable que los diseños usados en el patrón 1b retoman elementos constitutivos del venado estilizado (astas = peine, cola = espiral y patas = segmentos verticales) de forma que nos preguntamos si no marcarían, en realidad, un paso más hacia la abstracción del diseño original. En el caso de los recipientes Tepame, la decoración más compleja se encuentra en las paredes internas que cubre por completo. Ésta muestra también una evolución que, esta vez, marca más bien una diferencia entre las sub fases Barajas temprano (1 y 2) y Barajas tardío. El patrón 2a (Figura 13c) se caracteriza por la presencia de dos diseños invertidos que abarcan ambas mitades de la pieza. Se caracteriza por un conjunto de líneas sinuosas paralelas rematadas por peines. Seis de las quince piezas encontradas provienen de tres contextos fechados de la sub fase BT 1. Para la fase BT 2 se vuelve más abundante ya que contamos con ocho recipientes encontrados en siete contextos funerarios de esta época. Para la sub fase Bara58

La cerámica funeraria del Cerro Barajas: seriación y cronología

Yácata el Ángel 2255

Nogales G9. Sep 3-6

Yácata el Ángel 2088

Yácata el Ángel Sep 2-10

Yácata el Ángel Sep 2-1

a Yácata el Ángel 2093

Nogales G9. Sep 10-6

Camposanto Sep 4-1

Nogales G9. 802-1

b

Yácata el Ángel Sep 1-2118-2

Dibujos D. Salazar

Figura 14 - Diseños de los patrones 1a y 1b de las copas decoradas al negativo a- El diseño del venado en el patrón 1a y sus diversos niveles de estilisación b- Los diseños del patrón decorativo 1b

jas tardío, solo contamos con dos piezas halladas en dos contextos. El patrón decorativo 2b (Figura 13d) es menos abundante que los demás puesto que sólo lo hemos identificado en cuatro piezas. Todas fueron encontradas en contextos Barajas tardío lo que nos permite pensar que se trata de un rasgo característico de este periodo. De hecho, el descubrimiento de copas Tepame con este mismo patrón decorativo en otros contextos fechados de la sub fase tardía confirma esta hipótesis9. En cuanto a la organización del diseño, ésta es muy distinta a la del patrón 2a: en este caso, el interior de la vasija está dividido en tres o cuatro cuadrantes formados por grandes espirales angulares. Cada cuadrante / espiral se encuentra separado por conjuntos de líneas verticales rectas u onduladas y/o peines verticales u horizontales. Alrededor del fondo se encuentra a veces un círculo cuya orilla externa presenta pequeños segmentos perpendiculares a manera de un sol. Si bien encontramos aquí también los

mismos diseños que hemos relacionado arriba con el venado (peines, segmentos verticales, espirales), la estructura radial del conjunto podría relacionarse un aspecto solar. /RVUHFLSLHQWHVGHOJUXSRFDIp¿QRSXOLGR Como lo indicamos arriba, dicho grupo es el más abundante en la muestra analizada. Nos concentraremos principalmente aquí en examinar las variaciones observables en la forma de las vasijas de los tipos Chupiri café pulido, Chupiri café inciso y Chilillo café inciso. En cuanto a la decoración del segundo tipo, solo nos limitaremos a algunas consideraciones generales puesto que este tema fue objeto de un estudio detallado realizado por Chloé Pomedio (2009) en el marco de su tesis doctoral (ver también Pomedio en este mismo volumen). Los recipientes café fino pulido encontrados en los entierros se reparten en dos grandes clases morfo-funcionales: los recipientes abiertos o cajetes y los recipientes cerrados u ollas. En la primera clase, hemos distinguido diferentes modos relacionados con la forma del cuerpo: los cajetes pueden ser simplemente hemisféricos, mostrar una silueta

9 Varias copas con este patrón decorativo fueron encontradas en contextos de almacenamiento fechados de la sub fase Barajas tardío (cf. Bortot 2007, Vol. 2: 54, 144).

59

Grégory Pereira duda las conclusiones que podemos deducir del estudio de su distribución. Tendremos entonces que tomar en cuenta los datos procedentes de otros contextos para evaluar la validez de los resultados obtenidos en los entierros. El tipo Nogal rojo esgrafiado fue encontrado en tres contextos que pudimos asignar a la sub fase Barajas temprano 2. Si bien los datos procedentes de otros contextos estratigráficos parecen confirmar que este tipo no aparece en periodos más tempranos, muestran también que su producción se prolongó durante la sub fase Barajas tardío. Los tres ejemplares de ollas Lechuguilla rojo/naranja negativo provienen también de sepulturas Barajas temprano 2 y, en este caso, los datos procedentes de otros contextos indicarían que este tipo existía desde épocas más tempranas y que desaparece durante la sub fase Barajas tardío. En cambio, la presencia de ollas Sábila negro/naranja en dos contextos tardíos coincide con los datos encontrados en otras excavaciones y hace de este último tipo un buen marcador de la sub fase Barajas Tardío. En cuanto al tipo Pitayo negro y blanco sobre café, su asignación cronológica no fue posible en base a la pieza única encontrada en la sepultura 14 de Nogales. Como lo dijimos arriba, esta olla miniatura fue encontrada en un contexto que no pudimos relacionar estratigraficamente con las demás sepulturas y que tampoco pudimos incluir a la seriación ya que estaba asociada con otra cerámica igualmente excepcional (Figura 10e). No obstante, la presencia de ollas Pitayo en contextos no funerarios de la sub fase Barajas Tardío nos permite suponer una fecha relativamente tardía para esta pieza. Señalemos finalmente el caso del tecomate zoomorfo con vertedera que fue encontrado en un entierro de Camposanto. La asociación de esta pieza con una copa con moldura horizontal nos permite ubicarla dentro de la sub fase Barajas tardío.

sinuosa, una carena basal o bien abultamientos que lo asemejan a una calabaza (fitomorfa). Las ollas pueden presentar un perfil sinuoso sencillo, una carena media, o bien ser fitomorfas (con abultamientos) o, excepcionalmente, tener un cuerpo piriforme. Si proyectamos estas variables en la seriación, notamos que algunas no reflejan ninguna evolución notable mientras que otras fueron más sensibles al cambio. Los cajetes hemisféricos y los que tienen paredes sinuosas aparecen, por ejemplo, en los diferentes periodos sin que notemos variaciones cuantitativas significativas. Otras formas están presentes en las distintas épocas, pero parecen más populares en una u otra sub fase. Es el caso de las ollas carenadas (Figura 6a, 6g) que se concentran netamente en BT 2: de las 14 piezas que corresponden a esta forma, 11 fueron halladas en entierros de esta sub fase. Las ollas de perfil sinuoso podrían haber sido más comunes en la sub fase Barajas tardío (n=3) que en las épocas anteriores (BT 1=1, BT 2=2), pero el limitado efectivo con el cual contamos nos obliga a ser cauteloso con esta interpretación. En cambio, la distribución de los cajetes fitomorfos (Figura 6c) es más significativa ya que las 9 piezas encontradas fueron todas localizadas en contextos de la sub fase Barajas temprano 1. Las ollas fitomorfas (Figura 6b) se relacionan también con periodos tempranos: las encontramos en BT 1 (n=4) y en BT 2 (n=2). A la inversa, los cajetes con carena basal han aparecido únicamente en contextos Barajas tardío (n=8) y podría ser considerados como un buen marcador de esta sub fase. En cuanto a la decoración incisa, los datos que presentamos abajo son muy preliminares y necesitaran ser profundizados a través de un análisis que tome en cuenta todas las variables estilísticas y tecnológicas definidas por Chloé Pomedio en este mismo volumen. Aquí solo hemos distinguido dos categorías: la primera agrupa los temas complejos que corresponden a composiciones que combinan más de tres diseños (Figura 6g); la segunda es más precisa y exclusiva del tipo Chilillo : se trata de los diseños incisos del grupo C5 (cf. Pomedio en este volumen: Figura 8) que se caracterizan por frisos de espirales alargadas y generalmente angulosas (Figura 6f). En la muestra que consideramos aquí, los temas decorativos complejos (n=11) se encuentran principalmente en Barajas temprano (n=10; BT1=4; BT2=6), mientras que los incisos del tema C5 sólo aparecen en Barajas tardío (n=7). Aclaremos que entre estas últimas piezas, contamos con un cajete que, aunque muy parecido a los demás, no corresponde al tipo Chilillo café inciso. Se trata del objeto n° 7 de la sepultura 1 de Yácata el Ángel cuya decoración (espirales curvas y cortas combinadas con acanaladuras, véase Pomedio en este volumen Figura 9) es muy típica del tipo Lupe inciso y acanalado de Zacapu (cf. Michelet, Arnauld & Fauvet-Berthelot 1989: 80; Michelet 1993: 153-155 ; Pereira 1999: 108). Recordemos que, en Michoacán, este tipo, con su decoración característica, existe durante toda la fase Lupe (600 – 850 d. C.) y la fase transicional La Joya (850-900 d. C.).

5. Conclusión Hemos tratado de mostrar en este trabajo que era posible establecer divisiones cronológicas más finas dentro del periodo considerado como Epiclásico. Gracias a una seriación basada en un análisis fino de los contextos funerarios, pudimos distinguir tres momentos dentro de un periodo que abarca 200 años (650-850 d. C.) y que cae dentro de la llamada fase Barajas. Resumiremos brevemente las características principales de estas tres sub-fases: - La sub fase Barajas temprano 1 se distingue por dos rasgos que, hasta la fecha, parecen ser exclusivos de ésta: el patrón decorativo 1a de las copas Huizache rojo/bayo negativo y los cajetes fitomorfos del tipo Chupiri café pulido. Otros rasgos están compartidos con la sub fase Barajas temprano 2, pero aparecen en mayor proporción en la primera. Entre estos, podemos señalar la fuerte representación del tipo Huizache y de las copas con pedestal bajo así como las ollas fitomorfas Chupiri. Otros elementos como los soportes sólidos y los bordes reforzados tienen una distribución equilibrada entre ambas sub fases. - La sub fase Barajas temprano 2 no muestra, al parecer, rasgos exclusivos, pero se define más bien por la ausencia de los elementos propios de las sub fases Barajas temprano 1 y Barajas tardío. Se caracteriza también por la popularidad

4.3. Tipos minoritarios Consideraremos finalmente los demás tipos que no son representados por más de 3 piezas. Dicha escasez limita sin 60

La cerámica funeraria del Cerro Barajas: seriación y cronología de algunos otros rasgos: en las copas Huizache, el patrón decorativo 1b remplaza el 1a; las copas de pedestal trensado Tepame y el patrón decorativo 2a alcanzan su máxima popularidad; al igual, es durante esta sub fase que las ollas carenadas y los temas decorativos complejos del tipo Chupiri café inciso son más abundantes. Señalemos también que sólo hemos encontrado ollas Nogal rojo esgrafiado y Lechuguilla rojo/naranja negativo en contextos de esta sub fase. Sin embargo, sabemos gracias a los datos procedentes de otros contextos, que el primer tipo sigue en uso durante la sub fase Barajas tardío mientras que el segundo podría haber existido desde antes. - La sub fase Barajas tardío se caracteriza por la aparición de varios rasgos nuevos que la distingue netamente de las dos anteriores. En la categoría de las copas de pedestal, el tipo Tepame, que es mucho más popular que en los tiempos pasados, se distingue por un nuevo patrón decorativo (patrón 2b). También presenta elementos formales novedosos como la moldura horizontal en la pared externa y el pedestal calado. En el grupo café fino pulido, aparecen los cajetes de carena basal y los diseños incisos de tipo C5 los cuales coinciden con la aparición del tipo Chilillo café inciso. Finalmente, vemos aparecer las ollas del tipo Sábila negro/naranja. Evidentemente, este esquema evolutivo es todavía preliminar y necesitará ser verificado y precisado gracias al análisis de materiales procedentes de otros contextos del cerro. También valdría la pena ver si es aplicable a otros sitios de la región en los cuales se encuentran los mismos tipos. Pero por lo pronto, los datos obtenidos son muy útiles para entender los procesos de formación de los contextos funerarios estudiados. Permiten reducir la imprecisión de las fechas de radiocarbono y distinguir entierros cuyas fechas proporcionan intervalos semejantes. Finalmente, muestra diferencias en el uso de los diferentes conjuntos funerarios. Es interesante notar, por ejemplo, que la ocupación del cementerio del grupos G de Nogales se concentra en las sub fases Barajas temprano 1 y 2, mientras que la ocupación del sector funerario del grupo H de Yácata el Ángel se prolonga hasta la sub fase tardía. Finalmente, vale la pena formular algunos comentarios respecto a los posibles vínculos de esta cerámica funeraria con regiones vecinas. Aunque la mayoría de la vajilla encontrada en las sepulturas es de fabricación local10, podemos detectar afinidades con regiones más o menos lejanas. Llama especialmente la atención el hecho que estas afinidades sugieren enlaces más estrechos hacia el nor-noroeste (norte de Guanajuato, Altos de Jalisco, sur de Zacatecas) y el sur (centro-norte de Michoacán) que hacia las regiones orientales y occidentales del valle del Río Lerma. El tipo Huizache rojo/bayo negativo es muy llamativo al respecto. Su técnica decorativa y algunos de sus diseños (ondulaciones, peines, puntos) son seguramente heredados de la rica tradición de cerámica rojo sobre crema con negativo tan característica del Clásico temprano en las cuencas lacustres de

Michoacán. En la cuenca de Zacapu, el tipo Tres Palos rojo sobre crema y negativo, que aparece sobre todo durante la fase Loma Alta 2 y 3 (0-550 d. C., véase Carot 2001: 65; Michelet 1993: 150-151), muestra numerosos rasgos en común con nuestro tipo Huizache: son cajetes de fondo punzonado que presentan una decoración al negativo en ambas paredes; en el exterior, la decoración es constituida por simples líneas onduladas, pero es en el interior donde se encuentran los diseños más elaborados; éstos se encuentran enmarcados por dos bandas rojas horizontales (en el borde y en la base de la pared) y forman motivos geométricos y zoomorfos que incluyen a menudo elementos como peines, puntos y segmentos paralelos (Carot 1992: 72-76; Carot 2001: 64-65)11. Por otro lado, las formas de las vasijas Huizache (especialmente los recipientes con soporte anular bajo) y la distintiva distribución en cenefas horizontales provistas a veces de “pestañas” muestra afinidades con la cerámica Epiclásica decorada al negativo conocida en los Altos de Jalisco y el sur de Zacatecas (cf. Jiménez Betts y Darling 2001: 170-172; Pérez Cortés en este volumen; Solar Valverde y Padilla González en este volumen). En cierta medida, tenemos aquí un “puente” en el Lerma entre la tradición temprana del norte de Michoacán y las del Epiclásico del Noroccidente. El patrón decorativo de las ollas Lechuguilla rojo/naranja negativo proporciona otro ejemplo de afinidades con el sur de Zacatecas y en particular con las ollas Malpaso policromado del sector de La Quemada (Jiménez Betts y Darling 2001). Estos enlaces sugeridos por algunos tipos cerámicos son interesantes si consideramos la existencia de otras afinidades, de orden arquitectónicas, que ya habíamos notado entre los sitios del Barajas y los de Zacatecas (los salones con atrio central en particular, cf. Pereira, Migeon y Michelet 2001, 2005; Pereira, Michelet y Migeon 2007). Otras vasijas encontradas en los entierros sugieren contactos con el norte del estado de Guanajuato. Pensamos en el tecomate zoomorfo con vertedera encontrado en Camposanto que tiene un fuerte parecido con piezas encontrada en la región de Cóporo. Una de éstas proviene del sitio de Loma del Conejo (Torreblanca 2008: Figura 9d) mientras que la otra, que está expuesta en el Museo Nacional de Antropología, viene también del área de Cóporo (Torreblanca, comunicación personal 2008). Las ollas con decoración negra sobre naranja son también representadas en esta zona noroccidental de Guanajuato (Torreblanca, Álvarez Ramírez y Colón Luján, en este volumen). Vale la pena señalar que existe cierta semejanza entre la tradición cerámica Epiclásica negra sobre naranja del occidente de Guanajuato con el tipo Negro sobre naranja definida por Robert Cobean (1990: 463-471) para la fase Tollan. Es tentador ver en esta producción guanajuatense otro posible antecedente Epiclásico (junto con el Blanco levantado y algunos tipos rojo sobre bayo) del complejo Tollan. Finalmente, es importante destacar similitudes con algunos tipos diagnósticos de la fase Lupe del norte de Michoacán

10 Usamos aquí el termino local en un sentido amplio ya que las vasijas encontradas pueden haber sido fabricadas en el mismo cerro como en otros centros de producción de este sector occidental del Lerma medio (región de Pénjamo – Abasolo). El estudio de Juan Jorge Morales (en este mismo volumen) sugiere una posible pluralidad de centros de producción.

11 El venado no aparece en el repertorio iconográfico que incluye principalmente aves, serpientes, personajes y algunos cuadrúpedos. Según Patricia Carot (1992: 74), el tipo Tres Palos sería originario de la cuenca de Queréndaro y Cuitzeo donde abunda durante el Preclásico terminal y el Clásico temprano (cf. Filini 2004: 33-34).

61

Grégory Pereira cuya influencia se aprecia más claramente en la sub fase Barajas tardío. La copas de pedestal Tepame rojo de esta época son muy semejantes a las copas Ciénega rojo de la cuenca de Zacapu (moldura horizontal, pedestal calado, decoración al negativo aunque en el caso del tipo Ciénega, los diseños fueron distintos). Los cajetes Chilillo café incisos de esta época muestran también un fuerte parecido con los diseños típicos del tipo Lupe inciso. Recordemos que al menos dos de los recipientes encontrados en Yácata el Ángel corresponden al tipo Lupe inciso (Pomedio en este volumen Figura 9) y que uno de estos fue utilizado como base para la aplicación de una decoración policromada aplicada según una técnica originaria de Michoacán. En este caso también, estas afinidades cerámicas vienen respaldadas por similitudes arquitectónicas que, en este caso, se relacionan con el sitio de San Antonio Carupo (Faugère-Kalfon 1991).

En conclusión, si usamos los datos procedentes de los contextos funerarios de Barajas para entender las relaciones de este sitio con las regiones vecinas, nos queda claro que prevalecen los vínculos norte-sur. En este sentido, Barajas parece formar una suerte de enlace entre las tradiciones cerámicas del norte de Michoacán y el noroeste de Mesoamérica (noroeste de Guanajuato, Altos de Jalisco, sur de Zacatecas). Si bien los tipos afines con el área central y oriental Bajío (blanco levantado, rojo sobre bayo sin negativo) son representados en el sitio bajo de forma de fragmentos encontrados en varios contextos (véase Migeon en este volumen), es interesante resaltar que aquellas producciones no fueron elegidas a la hora de constituir el ajuar funerario. A nuestro juicio, esta ausencia no es el fruto del azar.

Bibliografía Bortot, Séverine 2007 Les structures de stockage du massif de Barajas  : une approche fonctionnelle. Thèse de doctorat, 2 vol., Université de Paris I, Paris. Braniff C., Beatriz 1999 Morales, Guanajuato y la tradición tolteca. Colección científica 395, INAH, México. Carot, Patricia 1995 La cerámica protoclásica del sitio de Loma Alta, Municipio de Zacapu, Michoacán: nuevos datos. En Brigitte Boehm de Lameiras & Phil C. Weigand (Eds.), Origen y desarrollo de la civilización en el Occidente de México: 69-101, El colegio de Michoacán, Zamora. 2001 Le site de Loma Alta, Lac de Zacapú, Michoacán, Mexique. Paris Monographs in American Archaeology 9, BAR International Series 920, BAR Publishing, Oxford. 2005 Reacomodos demográficos del Clásico al Posclásico en Michoacán: el retorno de los que se fueron. En Linda  Manzanilla (Ed.), Reacomodos demográficos del Clásico al Posclásico en el centro de México: 103-121, UNAM, México. Castañeda, Carlos, Ana María Crespo, José Antonio Contreras, Juan Carlos Saint-Charles, Trinidad Durán, Luz María Flores 1988 Interpretación de la historia del asentamiento en Guanajuato. En Primera reunión sobre las sociedades prehispánicas en el centro-occidente de México : 321-355, Centro Regional de Querétaro, Cuaderno de Trabajo 1, INAH, México. Cobean, Robert H. 1990 La cerámica de Tula, Hidalgo. Colección Científica, INAH, México. Crespo, Ana María 1995 La tradición cerámica del blanco levantado. En Ana María Crespo y Carlos Viramontes (Eds.), Tiempo y territorio en arqueología. El centro-norte de México: 77-92, INAH, México. 62

Faugère-Kalfon, Brigitte 1991 San Antonio Carupo (centro-norte de Michoacán, México): nuevas evidencias de ciertas transformaciones en el inicio del Postclásico. Journal de la Société des Américanistes 77: 45-61, Paris. Filini, Agapi 2004 The Presence of Teotihuacan in the Cuitzeo bassin, Michoacán, Mexico. BAR International Series 1279, BAR Publishing Oxford. Holien, Thomas 1977 Mesoamerica pseudo-cloisonné and other decorative investments. PhD Dissertation, Southern Illinois University, Ann Arbor, University of Microfilms. Jiménez Betts Peter & Andrew Darling 2000 Archaeology of Southern Zacatecas. The Malpaso, Juchipila, and Valparaíso-Bolaños Valleys. In Michael S. Foster & Shirley Gorenstein (Eds.), Greater Mesoamerica. The Archaeology of West and Northwest Mexico: 155-180, University of Utah Press, Salt Lake City. Michelet, Dominique 1993 La cerámica de las Lomas en la secuencia cerámica regional. En Marie-Charlotte Arnauld, Patricia Carot & Marie-France Fauvet-Berthelot (Eds.), Arqueología de las Lomas en la Cuenca lacustre de Zacapu, Michoacán, México: 149-155, Cuadernos de Estudios Michoacanos n°5, CEMCA, México. Michelet, Dominique, Marie-Charlotte Arnauld & MarieFrance Fauvet-Berthelot 1989 El Proyecto del CEMCA en Michoacán, Etapa I: un balance. TRACE n°16: 70-87 CEMCA, México. Migeon Gérald & Grégory Pereira 2007 La secuencia ocupacional y cerámica del Cerro Barajas, Guanajuato y sus relaciones con el Centro, el Occidente y el Norte de México. En Brigitte Faugère (Ed.), Dinámicas culturales entre el Occidente, el Centro-Norte y la Cuenca de México del Preclásico al Epiclásico : trabajos recientes: 201230 , Colegio de Michoacán, CEMCA, México.

La cerámica funeraria del Cerro Barajas: seriación y cronología Morales, Juan Jorge s.f. Análisis preliminar de las pastas cerámicas del Cerro Barajas, Guanajuato. Proyecto Barajas, Informe no publicado. Pereira, Grégory 1999 Potrero de Guadalupe : anthropologie funéraire d’une communauté pré-tarasque du nord du Michoacan, Mexique. Paris Monographs in American Archaeology BAR 5, International Series 816, BAR Publishing, Oxford. Pereira, Grégory, Gérald Migeon & Dominique Michelet 2001 Archéologie du massif du Barajas: premières données sur l’évolution des sociétés préhispaniques du sud-ouest du Guanajuato, Mexique. Journal de la Société des Américanistes 87: 265-281. Paris. 2005 Transformaciones demográficas y culturales en el Centro-Norte de México en vísperas del Posclásico : los sitios del Cerro Barajas (suroeste de Guanajuato). En Linda Manzanilla (Ed.), Reacomodos demográficos del Clásico al Posclásico en el centro de México: 123-136, UNAM, México.

63

Pereira, Grégory, Dominique Michelet & Gérald Migeon 2007 El Cerro Barajas, Guanajuato. Arqueología Mexicana n°87: 77-82. Ed Raíces, México. Pomedio, Chloé 2009 La céramique du Bajío, Guanajuato, Mexique. Etude techno-stylistique de la céramique incisée du Cerro Barajas. Thèse de Doctorat. 2 vols. Université de Paris I - Panthéon-Sorbonne, Paris. Torreblanca, Carlos Alberto 2008 El Cóporo, Guanajuato. Arqueología Mexicana n°92: 60-63. Ed Raíces, México. Zepeda, Gabriela 2007 Cañada de la Virgen, San Miguel de Allende. La Casa de los Trece Cielos y la Casa de la Noche más Larga. En Zonas Arqueológicas en Guanajuato. Cuatro casos: Plazuelas, Cañada de la Virgen, Peralta y El Cóporo: 71-182, Gobierno de Guanajuato/INAH, Guanajuato.

PRODUCCIÓN Y COMPOSICIÓN CERÁMICA: AVANCES DEL ANÁLISIS DE PROCEDENCIA DEL MATERIAL DEL CERRO BARAJAS, GUANAJUATO

Juan Jorge Morales Monroy Colegio de Michoacán , La Piedad, Michoacán

Resumen Resultados preliminares del análisis mineralógico de los tipos cerámicos del sitio Cerro Barajas revelan la existencia de diferentes composiciones en sus pastas. Estas diferencias son evidencias indirectas de la utilización de distintas fuentes de materia prima, y de la existencia de varios centros de producción. Por otro lado, el estudio de la producción moderna de los alfareros locales como Don Carmelo y Don Enrique, originarios de Abasolo y Pénjamo, ha enriquecido a la investigación con datos sobre la accesibilidad y manipulación de las distintas fuentes de materia prima en el área.

Abstract Preliminary results of the mineralogical analysis of the ceramic types from the Cerro Barajas site reveal the existence of compositional differences in their paste inclusions. These differences are indirect evidence for the utilization of distinct raw material sources, and the existence of various production centers. Additionally, the ethnographic study of contemporary potters, such as Don Enrique and Don Carmelo, inhabitants of Pénjamo and Abasolo, has enriched this research with data regarding the accessibility and manipulation of distinct sources of raw material within the area.

1. Introducción Este trabajo tiene dos propósitos: el primero es presentar avances del análisis mineralógico de los tipos cerámicos del sitio Barajas; el segundo es comentar la metodología que se está empleando para obtener la información presentada. Los datos expuestos son el resultado preliminar de la utilización, aún en curso, de un modelo regional de procedencia aplicado a la cerámica del sitio Cerro Barajas (Heidke and Miksa 2000; Miksa and Heidke 1995, 2001). Comparando los estudios mineralógicos de la geología local con el de las pastas cerámicas, se busca identificar qué cerámica fue producida localmente y cuál es foránea. La razón de presentar atención a la metodología es consecuencia del taller de cerámica realizado en el Colmich extensión la Piedad, en verano del 2007. En este taller participaron los proyectos arqueológicos de Barajas, Peralta, Zaragoza y Cóporo. El objetivo fue establecer una tipología en común de la cerámica entre los diferentes proyectos. En esta reunión, resultó evidente la utilidad de aplicar estudios de composición para caracterizar a la cerámica del suroeste del Bajío. También las ventajas de contar con una metodología compartida entre los proyectos que permita sistematizar la información y facilite los estudios cerámicos regionales. En cuanto a la estructura de este texto, en el siguiente apartado, se discuten algunos puntos esenciales sobre los estudios de producción y composición cerámica. Se definen conceptos básicos que permiten entender el funcionamiento del modelo de procedencia cerámica. También se tratan algunos aspectos sobre la recolección y análisis de las muestras de materia prima y de la cerámica. La tercera sección hace referencia a la forma en que se está desarrollando el modelo en el caso del sitio Cerro Barajas. La cuarta sección presenta dos ejemplos modernos de producción alfarera, los cuales

han proporcionado valiosa información etnoarqueológica, la cual permitirá evaluar el modelo de procedencia utilizando arqueología experimental. Finalmente la última sección presenta algunos comentarios a manera de conclusión.

2. Arqueologías instrumentales En este trabajo se discute una metodología para realizar estudios sobre la composición y procedencia de la cerámica arqueológica que resulta útil a cualquier posición teórica, lo que Manuel Gándara define como arqueologías instrumentales (por ejemplo geoarqueología, arqueometría, etnoarqueología, y la arqueología experimental) (Gándara 2007:32). Siguiendo a Gándara (2007:33), habría entonces que señalar la posición teórica de donde se desprende o deriva la metodología que se propone, ponerle un “apellido”, que en este caso se podría hablar de más de 50 años de desarrollo y retroceder hasta la Ecología Cultural y la Ecología Cerámica (Matson 1965; Shepard 1956, 1965; Steward 1955). Desde sus inicios, un enfoque de los estudios sobre composición y procedencia cerámica es formular generalizaciones acerca de la relación de la cerámica con el ambiente y el comportamiento a través del estudio de sociedades contemporáneas. Estas generalidades son desarrolladas, en su mayoría, en base a las propiedades físicas y químicas de las materias primas utilizadas en la fabricación de las cerámicas (Arnold 1985:16). La cerámica es considerada como un producto de la modificación cultural de recursos naturales (Bishop et al. 1982:277). Así, la existencia y accesibilidad de recursos básicos necesarios para la fabricación de la cerámica (tierra, agua y fuego) es un factor fundamental para la producción cerámica (Arnold 1985; Bishop et al. 1982; Rice 1987; Shepard 1956). Los trabajos pioneros de Anna

Juan Jorge Morales Monroy O. Shepard (1936, 1946, 1956) establecieron las premisas como conceptos y términos básicos que permitan entenfundamentales utilizadas en estudios recientes sobre pro- der su funcionamiento, para posteriormente presentar los cedencia cerámica: contar con una metodología enfocada resultados preliminares de su aplicación en el sitio Barajas. en la recolección de materias primas para determinar su En términos generales, el modelo aplica técnicas y concepvariación regional química y mineralógica (Bishop et al. tos derivados de la geología para responder a preguntas de 1982; Flannery et al. 2005; Miksa and Heidke 2001; Neff et investigación arqueológicas, lo que hoy se conoce como Geoarqueología (Rapp and Hill 1998, Waters 1992). El moal. 2006; Sharer et al. 2006; Stotlman et al. 2005), Esta determinación de la variabilidad mineral y química delo regional propone una metodología cuyo análisis está de las materias primas presentes en una región, y entre basado en la comparación microscópica de la composición regiones, es fundamental para la creación de una base de del desgrasante de arena en la cerámica, con la composición datos que permita hacer interpretaciones sobre la pro- de arenas recolectadas de distintos centros hipotéticos de cedencia cerámica (Neff et al. 2006, Sharer et al. 2006). Es producción. Un análisis petrográfico detallado de “conteo un punto clave para estudiar la relación de la cerámica con de puntos” provee información cuantitativa-cualitativa el ambiente y el comportamiento, debido a los datos tanto exacta y detallada sobre la composición, la cual es utilizada cuantitativos y cualitativos que proporcionan las diferentes para realizar análisis estadísticos de multivariables (Heidke técnicas utilizadas para determinar esa variación (petro- and Miksa 2000). grafía, análisis de neutrones, rayos x, etc.). Estos datos permiten comparar directamente la composición de la cerámi- 2.1. Arena, pasta cerámica, inclusiones y desgrasante ca con la composición de las materias primas, tanto en las El término de arena se define como cualquier partícula sociedades contemporáneas como en las arqueológicas. Los suelta con un tamaño de grano de entre 0.0625mm y 2mm estudios sobre la composición de materiales arqueológicos (Miksa and Heidke 2001:182; Stoltman 2001:299; Waters son generalmente de carácter interdisciplinario y necesitan 1992:20-21) (Figura 1). Los granos pueden ser mono-crisde técnicas sofisticadas para ser efectivamente aplicados, talinos (minerales) o pueden ser fragmentos de roca muy por lo que es muy importante conocer rigurosamente las pequeños; pueden tener una composición dominada por limitaciones y alcances de la resolución de las técnicas em- la presencia de un solo tipo de grano, o pueden contener una mezcla de diferentes tipos de granos (ej. cuarzos, felpleadas para medir esa variación (Bishop et al. 1982). Actualmente, se requiere determinar detalladamente la despatos, micas y diferentes tipos de fragmentos de roca) naturaleza de la producción cerámica y la intensidad de las (Miksa and Heidke 2001:179). Un mineral es un elemento relaciones de intercambio en una región, en base a estudios o compuesto químico definible que forma un sólido cristasólidos de composición y procedencia del material cerámico lino con una estructura de átomos regularmente ordenada, (Mills and Crown 1995). En las condiciones favorables, los es el producto final estable de los procesos naturales que análisis de composición están llegando a un nivel de sofis- forman las rocas de la corteza terrestre (Dana and Hurlbut ticación que, en micro zonas con una extensión geográfica 1956:4-5; Rice 1987:32). , se pueden asignar fronteras útiles para determinar “zonas La pasta cerámica hace referencia a una categoría que inde obtención” de materias primas (Arnold 1985; Bishop cluye los tres principales ingredientes naturales contenidos et al. 1982; Miksa and Heidke 2001). Phil Weigand y sus en las tierras utilizadas en la producción cerámica: arcillas colegas (Weigand et al. 1977:24) han expuesto y discutido la (granos menores de .002mm en diámetro), limos (entre importancia de este concepto de “zona de obtención” (Pro- .002 y .0625mm) y arenas (mayores de .0625mm) (Stoltvenience Postulate) en sus trabajos sobre la procedencia de man 1999; 2001). Después del quemado, las arcillas y los lila turquesa, y desde entonces se ha extendido a la cerámica mos se convierten en la matriz o cementante de la cerámica. (Bishop et al. 1982; Miksa and Heidke 2001). El concepto En este sentido, las inclusiones refieren a toda partícula no especifica que la variación en la composición entre grupos o plástica contenida naturalmente en el barro, principalmen“zonas de obtención” debe ser mayor a la variación interna de cada zona. El presente estudio sobre la procedencia de la cerámica del sitio Cerro Barajas toma como base el modelo regional de procedencia desarrollado por Elizabeth Miksa y James Heidke en Tucson, Arizona (Heidke and Miksa 2000; Miksa and Heidke 1995, 2001). Este modelo se esta utilizando con éxito aplicado a cerámicas de la Tradición Trincheras en el sitio de La Playa en Sonora (Morales 2006; Morales and Carpenter 2005), y ahora se esta aplicando a cerámicas de la Tradición Bajío en Guanajuato. No se pretende aquí explicar en detalle Figura 1 - Fotografía de arena de la petrofacie C lavada con ácido clorel modelo (se puede consultar www.desert.com/ hídrico: a) fracción gruesa donde resalta la abundancia de fragmentos de petroweb/detailed.php), el objetivo es exponer roca, al centro se aprecia un mineral de alta esfericidad muy redondeado y algunas consideraciones metodológicas así FRQOXVWUHJUDVRE IUDFFLyQ¿QDGRQGHDXPHQWDODSURSRUFLyQGHWLSRVGH granos minerales y disminuyen los fragmentos de roca. 66

Producción y composición cerámica: avances del análisis de procedencia del material del Cerro Barajas, Guanajuato (Miksa and Heidke 2001:180). En la práctica, la identificación y distinción entre el uso de desgrasantes de arena y de inclusiones es considerada una tarea difícil (Rice 1987: 409-410; Stoltman 1999:12). Una manera de lidiar con este problema es complementar la información sobre la composición y distribución natural de las arenas de los arroyos, con el estudio de las arenas contenidas en las fuentes de barros localizadas dentro de cada petrofacie. El análisis químico y mineralógico de las muestras de barro combinado con el modelo de petrofacies creará una base de datos sobre las materias primas que permita identificar y diferenciar, sobre todo a nivel estadístico y morfológico, entre inclusiones naturales y el uso de desgrasantes. Se asume que las inclusiones de arena presentes en las fuentes de barro, a pesar de sus condiciones geomorfológicas, sean un subgrupo identificable de las arenas en esa petrofacie debido a que ambas se derivan de las mismas fuentes litológicas. Lo ideal es un análisis que complemente los alcances y ventajas de los análisis químicos y minerales. En el caso de que exista una cantidad o variación limitada de las inclusiones de arena en la pasta cerámica, la identificación de la cerámica producida en diferentes “zonas de obtención” puede realizarse mediante análisis químicos (Bishop et al. 1982:288). El análisis químico es una técnica utilizada con frecuencia en estudios de composición cerámica en el Occidente (Bucio et al. 2005; Harbottle 1972; Strazicich 1998, 2001; Wells and Nelson 2001). Sin embargo, una buena estrategia analítica es primero utilizar una técnica de “baja tecnología” como es la petrografía (Skibo 1999:3), debido a que los análisis químicos funcionan mejor cuando se basan en un marco interpretativo geológico derivado de estudios mineralógicos como es el petrográfico (Bishop et al. 1982:319). Al final, ambos análisis están restringidos por el conocimiento de la geología local. Cualquiera de estos análisis debe relacionar los resultados de composición de la pequeña cantidad de muestras que se seleccionan, con la composición de la gran muestra de cerámica arqueológica y de materias primas (Shepard 1936, 1946, 1956).

te arenas. El término de desgrasante se utiliza para diferenciar el material no plástico añadido intencionalmente al barro por los alfareros (Noguera 1965:20; Rice 1987:406-409; Shepard 1956:25; Stoltman 1999:12). El concepto de cuerpo del barro se utiliza para designar a la combinación total de ingredientes que forman la cerámica, es una categoría útil en las discusiones sobre tecnología cerámica (Stoltman 1999:12). Un ejemplo etnoarqueológico del uso de desgrasantes en el Occidente son las alfareras huicholas, quienes añaden al barro arena disponible en los arroyos para mejorar y manipular las propiedades de la pasta en la producción cerámica (Weigand 2001:79). Se asume que la selección del desgrasante estaba influenciada por la accesibilidad de los recursos y por las consideraciones técnicas referentes a las características deseadas en el desempeño del barro (Shepard 1956). 2.2. Zonas de obtención: El concepto de las “petrofacies” Las arenas tienen composiciones similares cuando se derivan de las mismas fuentes litológicas y bajo condiciones semejantes; por lo tanto, cuando las arenas en una región pueden ser subdivididas en base a su composición y distribución espacial, se definen las petrofacies: facies petrográficas (Heidke and Miksa 2000:276; Miksa and Heidke 2001:181). En donde la historia geológica de un área muestra que su composición no ha cambiado en el periodo de interés, se puede ver a las petrofacies como zonas de recursos para la obtención de desgrasantes, siendo la composición de las arenas distinta entre petrofacies a una escala significativa (Miksa and Heidke 2001:181). La composición de las arenas rara vez cambia abruptamente de un arroyo al siguiente, los cambios generalmente son graduales con granos de una unidad litológica que van disminuyendo, mientras los granos de la siguiente unidad incrementan (Miksa and Heidke 2001:182). Sin embargo se pueden definir áreas geográficamente delimitadas mediante diferencias en la composición de las arenas. La creación y resolución de los límites de las petrofacies y entre ellas depende de la variación en las unidades litológicas-geológicas, de la cantidad de muestras recolectadas, de la resolución de la técnica analítica y de las técnicas estadísticas utilizadas (Miksa and Heidke 2001:182). Una forma de medir la composición de las arenas es mediante un análisis petrográfico detallado de conteo de puntos (Chayes 1956). Este análisis es una técnica cuantitativa y cualitativa que provee la información necesaria para refinar y caracterizar la composición de las petrofacies. El conteo de puntos provee al investigador con la cantidad y composición de los diferentes tipos de granos presentes en cada muestra; esto permite agrupar a las muestras de arena por su composición para formar petrofacies en base a la abundancia absoluta de los tipos de granos identificados (Miksa and Heidke 2001:183). De esta manera, las arenas de una región pueden ser directamente comparadas con las arenas presentes como desgrasante en la cerámica de esa misma región (Heidke and Miksa 2000:276). Por definición, los desgrasantes de arena son un subgrupo de las arenas disponibles en las petrofacies de donde fueron recolectadas

2.3. Muestras de arena, barro y cerámica Las muestras de arena se recolectaron en base a lineamientos desarrollados para asegurar que cada muestra recogida sea aleatoria y representativa del drenaje de donde proviene (Miksa and Heidke 2001:192). Para poder analizar las muestras de arena, se necesita lavarlas con ácido clorhídrico al 10% para limpiar los granos y remover todas las impurezas. Las muestras procesadas son analizadas con un microscopio binocular estereoscópico para determinar la abundancia relativa de fragmentos de rocas y minerales. De cada muestra de arena se obtiene otra fracción con el fin de realizar placas petrográficas para el análisis con el microscopio petrográfico (Miksa and Heidke 2001:192-193). Las muestras de barro también son lavadas con ácido obteniendo las inclusiones de arena para utilizarlas en el análisis mineralógico. Las muestras de arena son analizadas con el microscopio a un aumento de 10X a 20X, utilizando luz blanca-fluorescente. En el caso de los tiestos, estos son analizados por todos sus lados y sus dos caras para observar 67

Juan Jorge Morales Monroy términos como: masiva, granular, laminar y vesicular (Webster 1987). Además se utilizaron términos más específicos como: textura afanítica (las inclusiones minerales no pueden ser identificadas a simple vista), textura fanerítica (las inclusiones son identificadas a simple vista), y textura porfirítica (la roca presenta fenocristales) (Maley 1994:15). En el caso de los fragmentos minerales, por lustre-brillo se refiere a la propiedad para reflejar la luz. Para determinar el tipo de brillo se utilizan los siguientes términos (Dana and Hurlbut 1956:100): metálico (aspecto brillante de un metal, no transmiten luz), vítreo (tiene el reflejo del vidrio), resinoso (aspecto de resina), graso (parece cubierto por una delgada capa de aceite) y aperlado (aspecto de perla). También se obtiene la diafanidad-transparencia ó propiedad de los minerales para transmitir la luz; la transparencia de los granos se determinó mediante los siguientes criterios (Dana and Hurlbut 1956:103-104): transparente (se puede ver a través del objeto), translúcido (solamente la luz traspasa el objeto) y opaco (no pasa nada de luz a través del objeto). Para la dureza, se utiliza la escala de dureza de Mohs del 1 al 10, donde una punta de metal estaría alrededor de 5 (Dana and Hurlbut 1956: 93; Rice 1987:356). La recolección y análisis mineralógico sistemático de muestras de arena, barros y cerámica, realizados en el laboratorio con un microscopio de bajo costo, es un paso esencial para la caracterización de las fuentes de materia prima y la creación del modelo de petrofacies. También es una manera muy práctica para la caracterización de miles de tiestos de cerámica para determinar su correspondenFLDRQRFRQODVSHWURIDFLHVLGHQWL¿FDGDV/RVDQiOLVLVPiV GHWDOODGRVFRQHOPLFURVFRSLRSHWURJUi¿FRTXHVHUHDOL]DQ HQEDVHDSDUiPHWURVSHWURJUi¿FRV +HLGNHDQG0LNVD 2000:279-280), se aplicarán a todas las muestras de materia prima y a un número representativo de tiestos. Los 10 parámetros utilizados con el microscopio binocular están relaFLRQDGRVGLUHFWDPHQWHFRQORVSDUiPHWURVSHWURJUi¿FRV lo que permite relacionar las descripciones y los resultados GHDPERVDQiOLVLV/RVDQiOLVLVSHWURJUi¿FRVSHUPLWHQYHUL¿FDUFRUUHJLU\FRPSOHPHQWDUODVREVHUYDFLRQHVGHOFHUDmista hechas en el laboratorio.

e identificar el mayor número posible de granos, ya sean desgrasantes ó inclusiones. En la descripción mineralógica de cada muestra se utiliza una forma con 10 parámetros que registra la siguiente información (Elizabeth Miksa y James Heidke, comunicación personal 2003): tipo de grano, abundancia relativa, tamaño, color(es), esfericidad-redondez-angularidad, textura, lustrebrillo, diafanidad-transparencia, forma del cristal, comentarios, y en algunos casos dureza. La abundancia relativa de cada grano se saca utilizando una tabla con estimados

Figura 2 - Ejemplos de estimados visuales para determinar la abundancia relativa de granos. Imagen superior para las muestras de arena (Miksa & Heidke 2003 comunicación personal); LPDJHQLQIHULRUSDUDORVSHU¿OHVGHFHUiPLFD HVFDQHDGR\PRGL¿FDGRGH5LFH 

visuales (Figura 2) que sirven para determinar el porcentaje de cada fragmento de roca o mineral, tanto en las muestras de arena suelta (Figura 1), como en los perfiles de los tiestos (Figura 10). El tamaño de los granos se obtiene basándose en una versión simplificada de la nomenclatura y clasificación presentada por Michael Waters (1992:20-21): grano fino (0.0625 a 0.25mm.), grano medio (0.25 a 0.50mm.), grano grueso (0.50 a 2.0mm.). El color se determina con una tabla de colores Munsell (Munsell 1992). Para la redondez de los granos se utiliza la nomenclatura presentada en la Figura 3 (Powers 1953). Para la descripción de la textura, la cual aplica casi exclusivamente a los fragmentos de roca, se utilizan algunos

2.4. La cerámica En este trabajo se utiliza una nueva terminología para desi-

Figura 3 - Parámetros visuales para determinar la esfericidad, la redondez y lo angular de los graQRVGHDUHQD HVFDQHDGR\PRGL¿FDGRGH3RZHUV  68

Producción y composición cerámica: avances del análisis de procedencia del material del Cerro Barajas, Guanajuato gnar a los tipos cerámicos que retoma los principios del método jerarquizado de tipo-variedad (Smith, Willey and Gifford 1960). Se designó el nombre de cada tipo cerámico por algún lugar o región epónima, al que se le adjuntan algunas características básicas del tipo definido. Esta fue acordada en el taller efectuado en el 2007 en el Colmich extensión La Piedad, por los proyectos arqueológicos de Barajas (Pereira, Michelet y Migeon 2007), Peralta (Cárdenas 2007), Zaragoza (Fernández 2004) y Cóporo (Torreblanca 2007). Se acordó utilizar nombres de plantas locales para llamar a los tipos cerámicos del suroeste del Bajío. Esta nueva terminología se estableció con el fin de diferenciar entre las producciones locales de los sitios Barajas, Peralta y Zaragoza; y entre las producciones propias de la región suroeste del Bajío de las descritas en la parte oriental (Lerma medio, Acámbaro, Querétaro) o nororiental (Río Lajas, San Bartolo). Cabe mencionar que, en este taller, resultó evidente que el material cerámico del Cóporo presenta mayores diferencias respecto de los otros proyectos. En cambio, comparar los materiales de los sitios de Barajas, Peralta y Zaragoza permitió observar la existencia de varios tipos en común, de tipos muy parecidos que al parecer son variantes producidas localmente, y de tipos que solamente están presentes en ciertos sitos. Para el presente trabajo, se ha analizado un primer muestrario de cerámica de alrededor de 15 tipos distintos del sitio Barajas para caracterizar la composición de sus pastas. La muestra analizada consta de 400 tiestos que corresponden a 59 bordes y 242 cuerpos de ollas, 44 bordes y 27 cuerpos de cuencos, 6 bordes y 7 cuerpos de copas, 6 bordes de cuencos de hombro quebrado, 3 fragmentos de incensarios, 3 fragmentos de asas, 2 fragmentos de tapaderas, y un fragmento de plato.

pudo determinar de manera muy general la relación de los centros hipotéticos de producción con la geología local. Esta carta junto con la de escala 1:50,000 sirven como guía para la propuesta inicial de petrofacies. Es un punto de partida que ayuda a establecer una estrategia para la recolección de muestras de materias primas, que permitan contrastar y complementar la información geológica de la carta. Hasta el momento, se ha recolectado un total de 16 muestras de materias primas, 8 de arena y 8 de barro (Figura 4). Del área del sitio Barajas, se recolectaron 4 de arena y 5 de barros. Este sitio se encuentra en la ladera norte de un cerro de origen basáltico con una formación relativamente homogénea que cubre un área bien delimitada propuesta como la petrofacie A (Figura 4 letra A). Del área de Plazuelas se recolectaron 3 de arena y una de barro, y en Pénjamo se recolectó una de arena y una de barro. Tanto Plazuelas como Pénjamo se encuentran en una formación volcánica dominada por riolitas y tobas ácidas en la ladera sureste de la sierra de Pénjamo. Toda esta ladera sureste es propuesta como la petrofacie C (Figura 4 letra C). Del área de Abasolo se recolectó una muestra de barro cerca del poblado de Las Mesas, en la ladera oriente del Cerro de Huanímaro. Esta sierra compuesta por rocas volcánicas ácidas de riolitas y tobas ácidas es propuesta como la petrofacie D (Figura 4 letra D). Aún falta por recolectar bastantes muestras incluyendo las de los sitios arqueológicos de Zaragoza y de Peralta. Estos dos centros hipotéticos de producción están asociados a formaciones volcánicas compuestas de rocas basálticas, cada una propuesta como la petrofacies B y E (Figura 4 letras B y E). Un punto central de la aplicación del modelo es establecer las diferencias y similitudes de las materias primas existentes en las petrofacies propuestas. Especialmente entre las petrofacies A, B, y E, todas de origen basáltico, y entre las petrofacies C y D de origen riolítico. Hasta el momento, las muestras de arena recolectadas en las distintas áreas, muestran diferencias espaciales en su composición. Son evidentes las diferencias observadas entre la composición de las arenas del área del sitio Barajas y la composición de por ejemplo las arenas del área de Plazuelas y Pénjamo. En la Figura 4, se presentan las petrofacies preliminares que se están trabajando las cuales están en proceso de análisis y definición. Hasta no avanzar con el estudio sería muy aventurado hacer alguna observación sobre la procedencia del material cerámico del Cerro Barajas. Las muestras de materia prima recolectadas hasta el momento representan el primer paso hacia la implementación de un modelo de petrofacies en el suroeste del Bajío.

3. El modelo aplicado al sitio Cerro Barajas El primer paso fue revisar un muestrario de cerámica del sitio Barajas con el que se pudo verificar que presenta inclusiones de arena. Enseguida se adoptó una estrategia para la recolección de muestras de materia prima en la que se asume: que en cada centro hipotético de producción, la explotación primaria de recursos utilizados es de un radio de 3 a 5 km, hasta un radio máximo de 7 km (Arnold 1985:34; 2005:17). La recolección de muestras se concentra en este radio de 7km para determinar si la variabilidad geológica en la zona (solo con sitios con un mínimo de 14km entre ellos), es suficiente para establecer diferencias en la composición de las distintas fuentes de materias primas, y de esta manera contestar las preguntas de investigación. Tomamos el sitio Barajas como nuestro primer centro hipotético de producción. La composición de los recursos accesibles al Cerro Barajas será contrastada con la de otros centros productores hipotéticos (Figura 4): 1) el Cerro Barajas; 2) el sitio arqueológico de Zaragoza en el extremo poniente; 3) el sitio arqueológico de Plazuelas; 4) la producción alfarera moderna en la ciudad de Pénjamo; 5) la producción en la ciudad de Abasolo; y 6) el sitio arqueológico de Peralta ubicado en el extremo oriente. En base a la carta geológica Querétaro F14-10 con escala 1:250,000 (INEGI 1999), se

4. Don Enrique y Don Carmelo Hoy en día se reconoce la importancia de los estudios de etnoarqueología y de arqueología experimental (David and Kramer 2001; Schiffer 1995; Sugiura y Serra 1990; Williams 2005a), para facilitar la aplicación de la analogía etnográfica como una heurística o procedimiento que facilita la producción de conocimiento orientado a la construcción de hipótesis útiles a la interpretación arqueológica (Gándara 1990:76). En nuestro caso, se deben desarrollar hipótesis 69

Juan Jorge Morales Monroy

Figura 4 - Mapa que muestras los distintos centros hipotéticos de producción con círculos de 5km de radio que representan el área de explotación primara de recursos: 1) Cerro Barajas, 2) Zaragoza, 3) Plazuelas, 4) La Piedad, 5) Abasolo, 6) Peralta. También se señalan las petrofacies preliminares y las muestras de materias primas recolectadas: A) Cerro Barajas, B) Cerro Chichimecas, C) 6LHUUDGH3pQMDPR' &HUUR+XDQtPDUR( &HUUR=DSRWHGH3HUDOWD HVFDQHDGR\PRGL¿FDGRGH&iUGHQDV 

100 metros del primer lugar sobre la ladera de una pequeña loma (Figura 5). Don Enrique mezclaba 3 tantos de tierra de “ligadura” por 8 tantos de tierra “dura” para preparar la pasta utilizada en la producción de vasijas hechas en molde. Del taller en casa de Don Enrique se recolectaron tiestos de cerámica hechos con barro de este yacimiento para su posterior análisis. También se localizó a Don Carmelo, un segundo alfarero de Abasolo quién todavía se dedica a la producción cerámica. Don Carmelo aceptó que se documentara su proceso de producción de ollas hechas en molde, desde la obtención de la tierra para preparar su cuerpo de barro, hasta la cocción de las piezas. Se obtuvo una muestra de la tierra utilizada para la fabricación de las ollas así como muestras del producto ya terminado (Figuras 6 y 8). El barro de Don Carmelo no necesita que se le agreguen desgrasantes, solamente se cierne el barro para quitarle las piedras e inclusiones de arena muy gruesa y se le agrega agua. Otro agregado menor no directamente intencional se da por la utilización de “tizate” (ceniza volcánica) para que no se pegue el barro en la “torteada” y en la “moldeada” (Figura 7). En la Figura 7 se presentan algunas de las herramientas que se utilizan en el proceso de producción de la cerámica. Entre éstos sobresalen los instrumentos hechos a partir de un metate que fue reciclado, del cual se trabajaron y retocaron tanto las patas como partes del cuerpo para producir dos herramientas indispensables en el proceso (Figura 7: c, d y f).

que explícitamente relacionen la composición de las materias primas utilizadas en la producción cerámica, con el producto terminado y con el comportamiento del alfarero quién selecciona, obtiene y usa las materias primas (Arnold 2005; Arnold, Neff and Bishop 1991). Por esta razón, se realizó una búsqueda de alfareros locales para obtener información sobre la producción cerámica tradicional moderna, localizando a Don Enrique y Don Carmelo. Sin embargo, quedó la sensación de “rescate etnográfico” al que se refiere Eduardo Williams (2005b:165), debido a la rápida interrupción y pérdida de la tradición alfarera. Esta preocupación fue manifestada por los mismos alfareros, quienes son los primeros en reconocer esta pérdida de la tradición familiar alfarera. A continuación se presentan solo algunos aspectos pertinentes con la discusión sobre la procedencia del material cerámico. La familia de Don Enrique vive en el barrio de antiguos alfareros llamado Corral de Piedras en Pénjamo, y al igual que otras familias, ya no produce cerámica desde hace aproximadamente 5 años. Don Enrique nos llevó al lugar donde él y los alfareros del barrio acostumbraban obtener sus tierras. De este lugar se recolectaron muestras de los dos tipos de tierra que utilizaba para preparar su cuerpo de barro. El primer tipo de “tierra” fue recolectada de un perfil expuesto en un arroyo; es un sedimente suelto y muy arenoso que utiliza Don Enrique como desgrasante, “para ligar la tierra más dura”. La segunda muestra, la tierra “dura”, se recolectó a 70

Producción y composición cerámica: avances del análisis de procedencia del material del Cerro Barajas, Guanajuato que contienen naturalmente las inclusiones necesarias. La producción cerámica moderna ha enriquecido a la investigación con datos sobre la accesibilidad y manipulación de las distintas fuentes de materia prima en el área de estudio. Además estos dos casos pondrán a prueba el modelo de petrofacies en formas distintas: la producción de Don Enrique permitirá ver como se comporta el modelo en la identificación de la procedencia de una cerámica que sí utiliza desgrasante; la producción de Don Carmelo permitirá evaluar la posibilidad de identificar la procedencia de cerámicas producidas con barros que ya contienen las inclusiones necesarias, y no necesitan desgrasante. La construcción del modelo de petrofacies como la etnoarqueología y la arqueología experimental son herramientas básicas para lograr la difícil identificación del uso de desgrasantes de arena en la cerámica arqueológica. Las pastas arqueológicas del Cerro Barajas presentan varias composiciones, sin embargo se pueden dividir de manera general en dos grandes grupos basándose en el tipo de inclusiones. Un primer grupo esta caracterizado por pastas donde predominan las inclusiones minerales homogéneas en tamaño, generalmente granos de tamaño fino y medio. Este grupo está integrado por tipos como Mezquite rojo sobre bayo temprano (Figuras 9 y 10), Nogal rojo esgrafiado, Sábila negro sobre naranja, Moro rojo pulido, Chupiri café pulido y Chupiri café inciso (ver Pereira, Pomedio o Migeon en este mismo volumen). El segundo grupo se caracteriza por pastas donde predominan las inclusiones de fragmentos de roca presentes en diferentes tamaños, generalmente granos gruesos y medios. En este grupo entran tipos como Tuna blanco levantado (Figuras 9 y 10, ver Migeon en este volumen), Perimo café rojizo pulido, Huizache rojo sobre bayo y Tepame rojo pulido (ver Pereira este volumen). Esta primera división entre el grupo mineral vs fragmentos de roca no implica que los tipos dentro cada grupo están

Figura 5 - Foto de Don Enrique en el lugar donde obtiene su barro el cual está ubicado dentro de la petrofacie C.

Un dato a resaltar es que ambos alfareros prefieren tierras disponibles en lugares con características similares a pesar de la distancia entre las fuentes a que tienen acceso. Están explotando fuentes, una a 1823 y la otra a 1877 msnm, de sedimentos localizados en lomeríos formados en las partes bajas de la sierras. Los dos alfareros coinciden en que a las tierras de las partes bajas de la cuenca no sirven para la producción, son muy “duras” y revientan debido a su alta cantidad de barro. También hay que resaltar que esta producción cerámica moderna se encuentra asociada espacialmente a sitios arqueológicos del Epiclásico. En el caso de Don Enrique, la colonia Corral de Piedras se encuentra prácticamente al lado del sitio arqueológico Cerro San Miguel. Por su parte la producción de Don Carmelo en Abasolo utiliza recursos disponibles en la ladera oriente del Cerro Huanímaro, donde existen sitios arqueológicos del Epiclásico como el de La Mina.

5. Avances Toda la cerámica arqueológica analizada del Cerro Barajas presenta inclusiones de arena, sin poder determinar por el momento si se trata de desgrasantes. Esto también aplica a la cerámica de Don Enrique y Don Carmelo, con diferencia de que el primero es un ejemplo de la utilización de desgrasantes, y el segundo del uso de barros

Figura 6 - Foto del lugar donde Don Carmelo obtiene su barro dentro de la petrofacie D. En el recuadro se observa el tipo de arenas contenidas en este barro. 71

Juan Jorge Morales Monroy

Figura 7 - Fotografías tomadas del taller de Don Carmelo en Abasolo: a) moldes de diferentes tamaños; b) conjunto de herramientas utilizadas; c) herramientas hechas de un metate quebrado reciclando los soportes y el cuerpo; d) el “torteado” utilizando un soporte de metate; e) utilización de la texana-cuero para terminar el borde; f) herramienta hecha del cuerpo del metate utilizada en distintas etapas de la producción.

acida (Figura 8). Las características generales del tipo de inclusiones que permite dividir la cerámica en estos dos grupos tienen varias implicaciones. Puede deberse al tipo de yacimiento de barro utilizado, ya que la distancia que se transporta un material de su fuente original antes de ser depositado determina el tipo y tamaño de granos que presenta (Miksa and Heidke 2001; Waters 1992). Diferentes tipos de granos se van perdiendo y erosionando en el transporte, siendo los

relacionados entre sí o que tengan la misma composición o procedencia. Solamente comparten características que permiten una primera clasificación y agruparlos de manera general. Cada tipo cerámico incluido dentro de uno u otro grupo puede tener una o varias composiciones, esto es más evidente en el grupo con inclusiones de fragmentos de roca. La cerámica moderna de Don Enrique y Don Carmelo entra en el grupo con fragmentos de roca ya que se caracteriza por presentar inclusiones heterogéneas de roca volcánica 72

Producción y composición cerámica: avances del análisis de procedencia del material del Cerro Barajas, Guanajuato minerales más duros como los cuarzos y feldespatos los que generalmente resisten a este transporte. Otra explicación puede atribuirse a cuestiones técnicas en el procesamiento del barro durante la producción, por ejemplo el uso de diferentes tamaños de “criba”. Una sola fuente de barro puede variar en el tipo y tamaño de inclusiones dependiendo del tamaño de criba que se utilice. Un tamaño muy fino de

tipo presenta (1-3%) unas inclusiones muy finas y características de vidrio volcánico con muy baja esfericidad, de forma rectangular muy angular, son de color negro opaco y con un lustre vítreo. Estas inclusiones son muy difíciles de ver en los perfiles del tiesto, se aprecian mejor en las superficies interior y exterior, especialmente si están algo erosionadas. Por su parte, el tipo Tuna es una cerámica con una pasta que quema de tonos anaranjados a tonos grisáceos (2.5 YR 5/6, 4/6, 6/8, a 5 YR 5/2, 5/3). Tiene un 10 a 20% de inclusiones de diferentes tamaños, predominando los fragmentos de roca gruesos a medios (Figura 10a). Aunque también presenta inclusiones minerales, sobresalen mucho (3 a 10%) los fragmentos de roca volcánica ácida de tonos blancos, probablemente toba ácida vitrificada, con una textura afanítica y totalmente opacos. Estos fragmentos de roca por lo general son de una dureza baja, casi siempre se desbaratan al rayarlos con una punta de metal. Tienen una forma esférica que va de muy angular casi cuadrada a subredondeados. El color de estos fragmentos puede variar: cuando se presentan en una matriz gris, se ven de color blanco grisáceo; cuando la matriz es de color anaranjado, los granos se “manchan” del color de la pasta y se les forma una corteza anaranjada, pero al rayarlos se produce una raya pulverulenta de color blanco. Estas inclusiones le dan a la pasta quemada un aspecto granular-azucarado cuando se observa un corte fresco del perfil del tiesto. También se observan fragmentos de roca volcánica de color rojo (menos del 1%), de muy alta esfericidad y muy redondeados, generalmente de tamaño tan grueso que abarcan la mitad del ancho del perfil. Estos

Figura 8 - Fotografías a 15 aumentos que muestran: a) las arenas “sueltas” contenidas en el barro de Don Carmelo, y b) las misPDVDUHQDVYLVWDVHQXQSHU¿OGHFHUiPLFDGHVSXpVGHODFRFFLyQ

criba podría eliminar la mayoría de los fragmentos de roca de una muestra, resultando en una pasta caracterizada por inclusiones minerales. De esta manera, una misma fuente de barro podría producir tanto una pasta mineral como una de fragmentos de roca (Figura 1). A continuación se presenta la descripción “clave” de las inclusiones características de dos tipos cerámicos contemporáneos: Mezquite (450 a 650 d.C.) y Tuna (450 a 750 d.C.) (Figuras 9 y 10). Estas descripciones ejemplifican la caracterización de un tipo perteneciente al grupo mineral y otro al grupo con fragmentos de roca, ya que en este texto no es posible la descripción de todos los tipos analizados. Aquí no se incluyen todos los atributos que definen cada tipo cerámico, tampoco se incluyen otras características físicas de la pasta, solamente se utiliza el color. Estas descripciones son específicamente de las inclusiones y tienen que complementarse con los resultados del análisis petrográfico, además de toda la información referente a cada tipo en particular tanto de atributos como de contextos (ver Pereira en este volumen). El tipo Mezquite (vease también Migeon en este volumen) es una cerámica con una pasta que se quema en tonos de beige a tonos grisáceos (5 YR 4/1, 5/1 a 5/6, 6/6). Tiene un 10 a 20% de inclusiones de tamaño fino a medio. Las inclusiones tienen un aspecto muy homogéneo en una matriz muy compacta (Figura 10b). Los granos más comunes (10 a 20%) son minerales de aspecto vítreo casi translúcidos, así como minerales de aspecto resinoso de colores grises claros. Estos granos, probablemente cuarzos, son de alta esfericidad y de forma angular a subredondeados. También son comunes (10%) los minerales de color blanco, probablemente del grupo de las plagioclasas, con alta esfericidad y de una forma muy angular a sub angular, además de un aspecto vítreo y opaco. Cuando la matriz de la cerámica es de tonos grises estos granos blancos sobresalen mucho. Este

Figura 9 - a) Fotografía del exterior de un fragmento de olla tipo Tuna blanco levantado; b) fotografía del interior de un cuenco Mezquite rojo sobre bayo. 73

Juan Jorge Morales Monroy

Figura 10 - )RWRJUDItDVDDXPHQWRVGHSHU¿OHVGHFHUiPLFDD WLHVWR7XQDEODQFROHYDQWDGR con un grosor de paredes de 4mm, se aprecian inclusiones heterogéneas de fragmentos de roca. E  WLHVWR 0H]TXLWH URMR VREUH ED\R FRQ XQ JURVRU GH PP \ FRQ LQFOXVLRQHV PLQHUDOHV ¿QDV \ homogéneas en tamaño.

fragmentos son totalmente opacos, masivos, siempre de forma redondeada y alta esfericidad.

localizar los centros de producción, y a entender las relaciones e interacciones de las culturas dentro del Bajío y con tradiciones culturales vecinas. En principio, los resultados preliminares del análisis mineralógico de la cerámica arqueológica del Cerro Barajas confirman la existencia de diferentes composiciones en sus pastas. Estas diferencias en composición son evidencias indirectas de la utilización de diversas fuentes de materia prima, de distintas técnicas de preparación de las pastas, y de la existencia de varios centros de producción. ¿Cuáles son los centros de producción? ¿Quién esta produciendo la cerámica? ¿Cuándo, cómo y en dónde se esta produciendo? ¿Qué se esta produciendo, para quién, y lo más importante, por qué? Responder a este tipo de preguntas nos ayudará a entender la producción cerámica en el Bajío y en áreas vecinas. Este trabajo sobre procedencia cerámica tiene como propósito generar información que nos permita estudiar la organización de la producción, para reconstruir sus contextos sociales económicos y políticos, así como sus cambios a través del tiempo.

&RPHQWDULRV¿QDOHV Mediante la implementación de un modelo espacial de procedencia cerámica en el suroeste del Bajío que comienza con la recolección de materias primas, se pretende terminar con una perspectiva antropológica e histórica sobre la alfarería, en un marco ecológico y sociocultural. Este enfoque permite partir de una base de datos sólida para estudiar las interacciones entre la producción alfarera, el comportamiento y el medio ambiente (Arnold 1985, 2005; Skibo and Schiffer 2009). Se espera que con el análisis de composición y procedencia de la cerámica de los sitios arqueológicos de Barajas, Zaragoza, Peralta y Plazuelas, además del estudio de la producción cerámica moderna, se generen datos que nos ayuden a entender la producción, distribución, consumo y desecho de la cerámica en el Bajío entre el 600 y 900/1000 d. C. Para lograr este objetivo serviría el contar con una metodología compartida que nos facilite sistematizar la información de los distintos proyectos ayudando a

74

Producción y composición cerámica: avances del análisis de procedencia del material del Cerro Barajas, Guanajuato

Bibliografía Arnold, Dean E 1985 Ceramic Theory and Cultural Process. Cambridge University Press, Cambridge. 2005 Linking society with the compositional analyses of pottery: a model from comparative ethnography. En Alexandre L. Smith, Dominique Bosquet & Rémi Martineau (eds.), Pottery Manufacturing Processes: Reconstitution and Interpretation: 1521. BAR International Series 13349, Oxford. Arnold, Dean E., Hector Neff and Ronald L. Bishop 1991 Compositional Analysis and “Sources” of Pottery: An Ethnoarchaeological Approach. American Anthropologist 93 (1): 70-90. Bishop, Ronald L., Robert Rands and George R. Holley 1982 Ceramic Compositional Analysis in Archaeological Prespective. En Michael B. Schiffer (ed.), Advances in Archaeological Method and Theory Vol. 5: 275-330. Academic Press, San Diego. Bucio, Lauro, Agapi Filini y José L. Ruvalcaba 2005 Estudios de PIXE y difracción de rayos X en cerámicas de la cuenca de Cuitzeo. En Rodrigo Esparza & Efraín Cárdenas (eds.) Arqueometría. Técnicas Nucleares y Convencionales Aplicadas a la Investigación Arqueológica: 23-41. El Colegio de Michoacán, Zamora. Cárdenas, Efraín 2007 Peralta, Abasolo. Arquitectura monumental de la tradición El Bajío. En Carlos Castañeda, Gabriela Zepeda, Efraín Cárdenas & Carlos Torreblanca (auts.) Zonas Arqueológicas en Guanajuato: 187249. Instituto Estatal de la Cultura, Ediciones La Rana, Guanajuato. Chayes, Felix 1956 Petrographic Modal Analysis. John Willey & Sons, Nueva York. Dana, James D. and Cornelius S. Hurlbut 1956 Manual de Mineralogía. Editorial Reverté, S.A., Barcelona. David, Nicolas and Carol Kramer 2001 Ethnoarchaeology in Action. Cambridge University Press, London. Fernández M., Eugenia 2004 Evidencias de una tradición mesoamericana en Zaragoza. En Efraín Cárdenas (ed.) Tradiciones Arqueológicas: 291-305. El Colegio de Michoacán, Zamora. Flannery, Kent V., Andrew K. Balkansky, Gary M. Feinman, David C. Grove, Joyce Marcus, Elisa M. Redmond, Robert G. Reynolds, Robert J. Sharer, Charles S. Spencer and Jason Yaeger 2005 Implications of new petrographic analysis for the Olmec “mother culture” model. PNAS 102 (32): 11219-11223.

75

Gándara, Manuel 1990 La Analogía Etnográfica como Heurística: Lógica Muestreal, Dominios Ontológicos e Historicidad. En Yoko Sugiura y Mari Carmen Serra P. (eds) Etnoarqueología Coloquio Bosch-Gimpera: 43-82. Universidad Autónoma de México, México. 2007 El análisis teórico en ciencias sociales: aplicación a una teoría del origen del estado en Mesoamérica. Tesis Doctoral, ENAH, México. Harbottle, Garman 1972 Activation analysis study of ceramics from the Capacha (Colima) and Opeño (Michoacán) phases of West Mexico. American Antiquity 40 (4): 453-458. Heidke, James M. and Elizabeth J. Miksa 2000 Correspondence and Discriminant Analyses of Sand and Sand Temper Compositions, Tonto Basin, Arizona. Archaeometry 42 (2): 273-299. Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática 1999 Carta Geológica Querétaro F14-10. Instituto Nacional de Estadística e Informática, Pachuca, Hidalgo. Maley, Terry S. 1994 Field Geology Illustrated. Mineral Land Publications, Idaho Matson, Frederick R. 1965 Ceramic Ecology: An Approach to the Study of the Early Cultures of the Near East. En Frederic R. Matson (ed.) Ceramics and Man: 202-217. Aldine Publishing Company, Chicago Miksa, Elizabeth J. and James M. Heidke 1995 Drawing a Line in the Sands: Models of Ceramic Temper Provenance. En James M. Heidke and Miriam T. Stark (eds.), The Roosevelt Community Development Study, Vol.2: Ceramic Chronology, Technology, and Economics: 133-204. Anthropological Papers 14. Center for Desert Archaeology, Tucson. 2001 It All Comes Out in the Wash: Actualistic Petrofacies Modeling of Temper Provenance, Tonto Basin, Arizona. In Geoarchaeology: An International Journal 16 (2): 177-222. Mills, Barbara J. and Patricia L. Crown 1995 Ceramic Production in the American Southwest: An Introduction. En Barbara J. Mills & Patricia L. Crown (eds.), Ceramic Production in the American Southwest: 1-29. University of Arizona Press, Tucson. Morales, Juan J. 2006 Las Arenas de La Playa (SON F:10:3): Estudio de Composición Cerámica. Tesis de Licenciatura. Departamento de Antropología de la Universidad de las Américas, Cholula.

Juan Jorge Morales Monroy Morales, Juan J. and John P. Carpenter 2005 Sands of La Playa (SON: F: 10:3) Developed Preliminary Petrofacies Model with Application to Trincheras Ceramics, Sonora México. Ponencia presentada en el “70th Annual Meeting Society for American Archaeology, March 30- April 3”, Salt Lake City, Utah. Munsell Color 1992 Munsell Soil Color Charts. Macbeth Division of Kollmorgen Instruments Corp, New York Neff, Hector, Jeffrey Blomster, Michael D. Glascock, Ronald L. Bishop, M. James Blackman, Michael D. Coe, George L. Cowgill, Richard A. Diehl, Stephen Houston, Arthur A. Joyce, Carl P. Lipo, Barbara L. Stark and Marcus Winter 2006 Methodological Issues in the Provenance Investigation of Early Formative Mesoamerican Ceramics. Latin American Antiquity 17 (1): 54-76. Noguera, Eduardo 1965 La Cerámica Arqueológica de Mesoamérica. UNAM-Instituto de Investigaciones Históricas, México. Pereira, Gregory, Dominique Michelet y Gérald Migeon 2007 Cerro Barajas. Arqueología Mexicana (87): 77-82. Ed Raíces, México. Powers, Maurice C. 1953 A New Roundness Scale for Sedimentary Particles. Journal of Sedimentary Petrology 23: 117119. Rapp, George R. and Christopher L. Hill 1998 Geoarchaeology: The Earth-Science Approach to Archaeological Interpretation. Yale University Press, New Haven. Rice, Prudence M. 1987 Pottery Analysis: A Sourcebook. University of Chicago Press, Chicago. Sharer, Robert J., Andrew K. Balkansky, James H. Burton, Gary M. Feinman, Kent V. Flannery, David C. Grove, Joyce Marcus, Robert G. Moyle, T. Douglas Price, Elisa M. Redmond, Robert G. Reynolds, Prudence M. Rice, Charles S. Spencer, James B. Stoltman and Jason Yaeger 2006 On the logic of archaeological inference: early formative pottery and the evolution of Mesoamerican societies. Latin American Antiquity 17 (1): 90-103. Shepard, Anna O. 1936 The Technology of Pecos Pottery. En Alfred V. Kidder & Anna O. Shepard (eds.) The Pottery of Pecos Vol. 2: 389-576. Papers of the Southwestern Expedition No. 7. Andover Press, Massachusetts. 1946 Technological Features. En Alfred V. Kidder; Jesse D. Jennings & Edwin M. Shook, Excavations at Kaminaljuyú, Guatemala: 198-201. Carnegie Institution of Washington, Washington D.C. 1956 Ceramics for the Archaeologist. Publication 609. Carnegie Institution of Washington, Washington, D.C.

76

1965

Rio Grande Glaze-Paint Pottery: A Test of Petrographic Analysis. En Frederick R. Matson (ed.) Ceramics and Man: 62-87. Aldine Publishing Company, Chicago. Schiffer, Michael B. 1995 Behavioral Archaeology. First Principles. University of Utah Press, Salt Lake City. Skibo, James M. 1999 Pottery and People. En James M. Skibo and Gary M. Feinman (eds.) Pottery and People. A Dynamic Interaction: 1-8. University of Utah Press, Utah. Skibo, James M. and Michael B. Schiffer 2009 People and Things. A Behavioral Approach to Material Culture. Springer Science-Business Media, New York. Smith, Robert E., Gordon R. Willey and James C. Gifford 1960 The type-variety concept as a basis for the analysis of Maya pottery. American Antiquity Vol. 25 (3): 330-340. Steward, Julian 1955 Theory of culture change. Urbana, University of Illinois Press. Stoltman, James B. 1999 The Chaco-Chuska Connection: In Defense of Anna Shepard. En James M. Skibo and Gary M. Feinman (eds.) Pottery and People. A Dynamic Interaction: 9-24. University of Utah Press, Utah. 2001 The Role of Petrography in the Study of Archaeological Ceramics. En Paul Goldberg, Vance T. Holliday and C. Reid Ferring (eds.) Earth Sciences and Archaeology: 297-326. Kluwer AcademicPlenum Publishers, New York. Stoltman, James B., Joyce Marcus, Kent V. Flannery, James H. Burton and Robert G. Moyle 2005 Petrographic evidence shows that pottery exchange between the Olmec and their neighbors was two-way. Proceedings of the National Academy of Sciences PNAS 102 (32): 11213-11218. Strazicich, Nicola M. 1998 Clay Sources, pottery production, and regional economy in Chalchihuites, México, A.D. 200900. Latin American Antiquity Vol. 9 (3): 259-274. 2001 Manufactura e intercambio de cerámica en la región de Alta Vista y La Quemada, Zacatecas (400-900d.C.). En Eduardo Williams & Phil C. Weigand (eds.) Estudios Cerámicos en el Occidente de México: 219-251. El Colegio de Michoacán, Instituto Michoacano de Cultura, Zamora. Suguira, Yoko y Mari Carmen Serra Puche 1990 Etnoarqueología. Coloquio Bosch-Gimpera. Universidad Autónoma de México, México

.

Producción y composición cerámica: avances del análisis de procedencia del material del Cerro Barajas, Guanajuato Torreblanca P., Carlos A. 2007 El Cóporo, Ocampo. La Arqueología del Tunal Grande. En Carlos Castañeda, Gabriela Zepeda, Efraín Cárdenas y Carlos Torreblanca (auts.) Zonas Arqueológicas en Guanajuato: 253-305. Instituto Estatal de la Cultura, Ediciones La Rana, Guanajuato. Waters, Michael R. 1992 Principles of Geoarchaeology. A North American Perspective. The University of Arizona Press, Tucson. Webster, David 1987 Understanding Geology. Oliver and Boyd, Londres. Weigand, Phil C. 2001 La cerámica moderna de los huicholes: estudio etnoarqueológico. En Eduardo Williams & Phil C. Weigand (eds.) Estudios Cerámicos en el Occidente y Norte de México: 57-96. El Colegio de Michoacán, Instituto Michoacano de Cultura, Zamora Weigand Phil C., Harbottle Garman and Edward V. Sayre 1977 Turquoise sources and source analysis: Mesoamerica and the southwestern U.S.A. En Timothy K. Earle & Jonathon E. Ericson (eds.) Exchange systems in prehistory: 15-34. Academic Press, New York.

77

Wells, E. Christian and Ben A. Nelson 2001 Manufactura de cerámica e innovación tecnológica en el valle de Malpaso, Zacatecas. En Eduardo Williams & Phil C. Weigand (eds.) Estudios Cerámicos en el Occidente de México: 253-287. El Colegio de Michoacán, Instituto Michoacano de Cultura, Zamora Williams, Eduardo 2005a Introducción. La etnoarqueología, arqueología como antropología. En Eduardo Williams (ed.) Etnoarqueología. El contexto dinámico de la cultura material a través del tiempo: 13-33. El Colegio de Michoacán, Zamora. 2005b La pesca, la caza y la recolección en el lago de Cuitzeo, Michoacán. Rescate etnográfico e implicaciones arqueológicas. En Eduardo Williams & Phil C. Weigand (eds.) Estudios Cerámicos en el Occidente de México: 165-193. El Colegio de Michoacán, Instituto Michoacano de Cultura, Zamora.

CERÁMICA Y ARQUITECTURA EN ZARAGOZA, MICHOACÁN Eugenia Fernández-Villanueva M. Centro INAH Michoacán-El Colegio de Michoacán AC

Resumen La cerámica y la arquitectura son los indicadores más utilizados en arqueología para construir tipologías, hacer historia cultural o tratar de explicar los procesos sociales ocurridos en el pasado. En el caso de la región centro-occidental de México, concretamente en el de la vertiente del río Lerma, la cerámica ha sido el elemento más reconocido ya que posee características estilísticas importantes y es muy abundante. En cambio, la arquitectura ha merecido poca atención, debido a la escasez de los trabajos encaminados a su estudio. Paradójicamente, en la región la cerámica presenta similitudes tan marcadas a lo largo del tiempo, que es complicado tomarla como referente cronológico único; lo anterior ha hecho que la arquitectura vaya ganando terreno y ocupe un lugar preponderante en la idenWL¿FDFLyQGHDOJXQDVSUiFWLFDVFXOWXUDOHV\GHFDPELRVVRFLDOHVUHOHYDQWHV(QHVWHWUDEDMRVHWRPDFRPRHMHPSORXQFRQMXQWRDUTXLWHFWyQLFRFRQFHUQLHQWHDODSUiFWLFDGHOMXHJRGHSHORWD\VHLQWHQWDFRUUHODFLRQDUORVGRVUDVJRVVHxDODGRVDUTXLWHFWXUD\FHUiPLFDD¿Q de constatar su indisoluble relación para diferenciar los usos de los espacios arquitectónicos.

Abstract Ceramics and architecture are the indicators most commonly used for the construction of typologies, as well as for reconstructing FXOWXUDOKLVWRU\RUWRH[SODLQSDVWVRFLDOSURFHVVHV,QWKHFDVHRIZHVWHUQFHQWUDO0p[LFRDQGPRUHVSHFL¿FDOO\WKH5LR/HUPD9DOley, more emphasis has been placed on ceramics, due to their important stylistic characteristics, and their high abundance. In contrast, the architectural aspect has been somewhat neglected, due to the lack of appropriate research. Paradoxically, in this region, ceramics VKRZYHU\OLWWOHYDULDWLRQRYHUWLPHPDNLQJLWGLI¿FXOWWRXVHWKHPDVXQLTXHFKURQRORJLFDOUHIHUHQFHV7KXVDUFKLWHFWXUHKDVEHFRPH WKHIRFXVRILQWHUHVWDQGRFFXSLHVDSUHSRQGHUDQWSODFHLQWKHLGHQWL¿FDWLRQRIFXOWXUDOSUDFWLFHVDQGSHUWLQHQWVRFLDOFKDQJHV,QWKLV article, we present the example of an architectural complex related to the ballgame, and draw on both types of remains, architecture and ceramics, arguing for their interdependent relationship to differentiate the use of architectural spaces.

1. Zaragoza, Michoacán Zaragoza se localiza en la vertiente central del río Lerma, en el municipio de La Piedad, Michoacán, muy cerca del límite estatal entre Michoacán y Guanajuato (Figura 1). Su emplazamiento en una meseta aislada de baja altura

Figura 1 - Localización del sitio

le brinda una posición privilegiada con un dominio visual casi total hacia las tierras bajas del estado de Guanajuato,

comúnmente conocidas como el Bajío. Dicha meseta, de forma alargada, orientada norte-sur y profusamente terraceada por la población prehispánica, lleva el nombre de Mesa Acuitzio1. Se trata de una formación geológica que forma parte de un conjunto de fallas denominado graben de Penjamillo2.

1 INEGI, 2000. 2 El graben de Penjamillo es una formación geológica de 50 km de largo por 10 de ancho, rodeado por fallas con una dirección N-S, desarticuladas por rocas volcánicas (ignimbríticas) de la Sierra Madre Occidental y por ÀXMRVGHODYD-RKDQQHV0

Eugenia Fernández-Villanueva M.

Figura 2 - Croquis del sitio con estructuras

La extensión del asentamiento prehispánico, que toma su nombre de la población más cercana, se estima en cerca de 600 has, de las cuales un poco más del 10% corresponde a terrazas agrícolas y habitacionales. Las principales estructuras arquitectónicas que conforman al sitio se localizan en el costado oriente de la mesa. Entre ellas destaca un conjunto monumental; alineado en un eje noroeste-sureste, desviado 7° al oeste del norte magnético, que corre casi paralelo a un frente rocoso conocido localmente como reliz (Figura 2). El conjunto arquitectónico principal del sitio está conforPDGRSRUYDULRVDJUXSDPLHQWRVGHHGL¿FLRVTXHGDQOXJDU a plazas y complejos. En este trabajo, me centraré en 2 complejos arquitectónicos, que aunque no incluyen la totalidad de los elementos constructivos del sitio, sí integran los ubicados en la porción central del mismo.

la delimita alcanzaba el metro de altura en promedio y tenía una anchura de 1 a 1.20 metros. La plaza está delimitada al oriente por un basamento piramidal (montículo 2) y al VXUSRUXQDSODWDIRUPDGHEDMDDOWXUD HVWUXFWXUD HGL¿FDciones que serán descritas más adelante. Este complejo fue construido en diferentes momentos. Al inicio, se trataba de una simple estructura consistente en un cuarto porticado, HULJLGDGLUHFWDPHQWHVREUHHOWHUUHQRQLYHODGRSDUDHVH¿Q\ probablemente sobre una pequeña plataforma3. Un segundo momento consistió en la nivelación del terreno dando lugar a un espacio plano más amplio que se extendía hacia HOSRQLHQWHVREUHHOTXHVHHGL¿FyRWURUHFLQWRPiVJUDQGH

2. El centro cívico ceremonial Este espacio urbano del sitio arqueológico IXH HULJLGR VREUH XQD QLYHODFLyQ DUWL¿FLDO de forma irregular. Esta se adapta a la ladera oriente de la mesa y llega a medir hasta 5 metros de altura; por el poniente, se nivela con el terreno llegando hasta el frente rocoso que sirve de respaldo al asentamiento, mientras que por los costados norte y sur va bajando acorde a la pendiente natural mediante terrazas y plataformas construidas ex profeso3DUD¿QHVSUiFWLFRVGHDQiOLVLVHQHVWHWUDEDMR Figura 3 - Detalle de las escalinatas de ambas etapas constructiseparo en dos conjuntos las estructuras principales del sitio. vas de la estructura 2 1.1. Complejo 1. Consistente en una plaza cuadrangular cerrada de 29 por 19.5 metros de largo y ancho respectivamente; el muro que

3DUDHVWDD¿UPDFLyQHVWDEOH]FRXQVLPLOFRQHOVLWLRYHFLQRGH3OD]XHODV Pénjamo, cuyas características arquitectónicas son prácticamente iguales a las de Zaragoza.

80

Cerámica y arquitectura en Zaragoza, Michoacán que el primero, aparentemente con la misma forma. La tercera etapa constructiva implicó un primer montículo (Montículo 2 fase 1), un tercer recinto y el patio delimitado por un muro perimetral. Finalmente, la cuarta etapa consistió en un segundo montículo (Montículo 2, fase 2), un último recinto y la estructura número 3 que aprovechó la parte interna del muro perimetral del patio como su cara norte. - Montículo 2 (VWHHGL¿FLRHVGHSODQWDFDVLFXDGUDGDFRQPHWURVGH largo y 20 de ancho. Presenta una escalinata de acceso por su costado poniente, es decir, se accedía a su parte superior desde el patio cerrado o plaza. Sus fachadas consisten en un solo cuerpo en talud, rematado con un tablero, del que únicamente se encontraron algunas lajas. El montículo 2 corresponde a la tercera etapa constructiva del complejo, como se mencionó líneas arriba. Su subestructura es de planta FDVLFXDGUDGDLJXDODODLGHQWL¿FDGDHQOD~OWLPDHWDSDHV decir, de un solo cuerpo en talud, cuyo núcleo consiste en piedra, tierra y lodo en algunas partes (sobre todo en las esquinas); dicho núcleo está cubierto por bloques de piedra muy bien tallada, de forma rectangular, acomodados en sentido vertical en hileras, que a su vez eran rematadas con otra hilera de piedras más angostas colocadas en sentido horizontal. Este paramento fue después cubierto con gruesas capas de aplanados, repuestas periódicamente. La subestructura tiene una escalinata remetida con alfardas por la cara poniente. La última etapa constructiva, corresponde a lo que actualmente se puede observar: una estructura cuadrangular de 24 metros de largo por 20 metros de ancho, consistente en un único cuerpo en talud con un aparente remate en forma de tablero. La escalinata adosada de la última etapa carece de alfardas y no muestra evidencias de haberlas tenido nunca (Figura 3).

talud, de aproximadamente 60 centímetros de alto cada uno. La orientación del eje longitudinal de la cancha es de 15 grados noroeste. El extremo norte de la cancha es abierto, mientras que el sur se encuentra delimitado por la estructura 1.

1.2. Complejo 2 Este agrupamiento está conformado por los elementos que se describen a continuación.

- Plataforma sur Su forma es rectangular, mide 29 por 15 metros. En ella existen evidencias de espacios cuyo sistema constructivo consiste en muros de piedra con cara tanto al exterior como al interior; en promedio, los muros miden 60 centímetros GHDQFKR\SUHVHQWDQXQD¿QDFDSDGHDSODQDGRGHEDUURHQ la pared interior. Únicamente se ha explorado la habitación localizada en el extremo poniente de la plataforma, cuyo acceso, de 1 metro de ancho, se localiza al centro del edi-

- Estructura 1 Se trata de un montículo/basamento en forma de “L. La DOWXUDGHHVWHHGL¿FLRHVYDULDEOHGDGDVODVFDUDFWHUtVWLFDV GHOWHUUHQR\ODFRQ¿JXUDFLyQLQWHUQDGHOSURSLRFRQMXQWR arquitectónico. Su lado oriente es el más alto (4 metros),

Figura 4 - Petrograbado ubicado en la parte superior de la estructura 3

GDGRTXHVHFRQVWUX\yVREUHHOOtPLWHGHXQDÀRUDPLHQWR rocoso, aprovechándolo como cimiento; por su costado norte en la porción que da hacia la plataforma norte, la DOWXUD GHO HGL¿FLR HV GH GRV PHWURV HQ SURPHGLR SRU HO lado que coincide con el extremo sur del juego de pelota, - Estructura 3 Presenta una forma rectangular y se construyó adosada al muro la altura de la estructura 1 es de escasos ochenta centímeperimetral de la plaza, de hecho, aquél fue aprovechado para tros; hacia el sur, la altura es variable dado que por una VXFRQVWUXFFLyQSDVDQGRDVHUHOPXURQRUWHGHOHGL¿FLR/DV parte, descansa sobre la plataforma sur (1.60 centímetros) dimensiones de esta estructura son las siguientes: 13.7 por 10 y por otro, lo hace sobre el terreno natural, alcanzando en metros, por su costado norte tiene una escalinata de 4 esca- promedio 2.5 metros. La limpieza de la estructura permilones que mide 1.74 metros de ancho. Esta estructura es una WLyLGHQWL¿FDUDOJXQRVDOLQHDPLHQWRVGHPXURVGHFXHUSRV QLYHODFLyQDUWL¿FLDOGHOWHUUHQRTXHDOFDQ]DHOPHWURGHDOWXUD escalonados y dos o tres peldaños de una escalinata que y consiste también en un relleno de piedra y tierra con aparen- comunican con la plataforma sur. temente una sola ocupación, correspondiente a la última etapa - Plataforma norte del montículo 2. En su parte superior se localizan 4 elementos arquitectónicos Tiene una planta rectangular de 26 por 15 metros de largo uno de ellos de forma cuadrangular y tres circulares, así como y ancho. En esta estructura no se localizaron muros que un petrograbado con un diseño en forma de espiral que se ase- pudieran hablarnos de recintos habitacionales, como es el caso de la plataforma sur. meja a un caracol (Figura 4).

- Cancha para juego de pelota. Ésta tiene la forma de I (I latina), tradicionalmente mesoamericana. Mide 56 metros de largo por 15.5 de ancho, mientras que las banquetas que la delimitan tienen 5 y 6 metros de ancho y están conformadas por dos cuerpos sin 81

Eugenia Fernández-Villanueva M. ¿FLRSRUHORULHQWH/RVPXURVGHVFDQVDEDQVREUHXQSLVR de lodo perfectamente compactado, de muy buena manufactura. - Estructuras 5 y 6 6HWUDWDGHGRVSHTXHxDVHGL¿FDFLRQHVXELFDGDVDOVXUGHO conjunto, aparentemente simétricas. De ellas, solo se ha explorado la segunda. En un inicio, se pensaba que podía tratarse de una plataforma habitacional de la élite, dada su ubicación en el centro ceremonial. No obstante, las excavaciones revelaron otra realidad. Conforme se retiraba el escombro que la cubría, fueron apareciendo diferentes tipos GHHYLGHQFLDV3RUHOODGRSRQLHQWHGHOHGL¿FLRVHLGHQWL¿Fy un par de nivelaciones que descienden hacia ese punto cardinal sobre las que se localizaron algunos muros y un canal de conducción de agua, así como evidencias de ceniza y PDWHULDOHV DUTXHROyJLFRV HVSHFt¿FDPHQWH IUDJPHQWRV GH vasijas de barro, que visiblemente fueron expuestas de maQHUDSURORQJDGDDOIXHJR3RUHVHPLVPRODGRGHOHGL¿FLR a un costado del muro, se encontró un gran petrograbado. Poco a poco, fueron apareciendo evidencias que nos hicieron desechar la hipótesis de que se trataba de una habitación, como anchos muros de piedra careada, otras piedras grabadas, esculturas fálicas, espacios cerrados y materiales arqueológicos de todo tipo: restos de vasijas decoradas, puntas de proyectil, cuentas de barro, malacates, fragmentos de metates, punzones de hueso, raederas y raspadores de obsidiana y riolita. /D H[FDYDFLyQ WRWDO GHO HGL¿FLR SHUPLWLy LGHQWL¿FDU ORV espacios con claridad: su planta es cuadrangular, de 12 por 10 metros; tiene una escalinata de acceso por el norte, al centro del muro. Esa escalinata desemboca en un angosto pasillo que a su vez lleva a otra escalera descendente cuyo destino es un cuarto (cuarto 1) con piso de laja delimitado por muros de piedra de hasta 1.5 metros de espesor. Este FXDUWR VH H[WLHQGH KDFLD HO RHVWH GHO HGL¿FLR /D PLWDG oriente de la estructura está ocupada por dos pequeños espacios cerrados (cuartos a y 3a), uno de ellos también con piso de piedras lajas. Estos espacios resultaron particularmente interesantes por la gran cantidad de materiales arqueológicos que contenían, especialmente fragmentos de vasijas de barro, muchos de ellos decorados. 3RUODVFDUDFWHUtVWLFDVGHOHGL¿FLR\ORVPDWHULDOHVDVRFLDdos, puede tratarse de un temascal (baño de vapor), ligado FRQHOULWXDOGHOMXHJRGHSHORWDWDQWRSDUDODSXUL¿FDFLyQ SUHYLDDOPLVPRFRPRSDUD¿QHVWHUDSpXWLFRVGHVSXpVGHO MXHJR8QDFDUDFWHUtVWLFDGHHVWHHGL¿FLRHVTXHVHHQFRQWUDURQDGHPiVUDVJRVLGHQWL¿FDGRVFRQHOFXOWRDODIHUWLlidad, en su forma de esculturas fálicas, una de ellas ocuSDQGRXQOXJDU¿MRHQHOFHQWURGHOSDVLOORGHDFFHVRFRPR SDUWH GHO SURSLR HGL¿FLR \ RWUD XQD HVFXOWXUD GH PHQRU tamaño que la anterior (Figura 5). En el lado oriente, al H[WHULRUGHOHGL¿FLRVHHQFRQWUyXQHQWLHUURP~OWLSOHHQXQ HVSDFLRVXSHU¿FLDOGHOLPLWDGRFRQSLHGUDVTXHPLGH[ 2.37 metros por lado y no más de 30 centímetros de proIXQGLGDG6HLGHQWL¿FDURQXQWRWDOGHRQFHLQGLYLGXRVPiV dos cráneos depositados sobre una de las osamentas. Cinco de estos individuos presentan una deposición primaria. Los materiales recuperados como parte de las ofrendas se en82

Figura 5 - Escultura fálica localizada al interior del temascal

contraron fragmentados y fueron restaurados en la medida de lo posible, logrando rescatar 10 vasijas. Los materiales cerámicos recuperados a través de la excavación de esta estructura son el corpus principal de información analizado en este trabajo.

3. La práctica del juego de pelota Indiscutiblemente, el elemento arquitectónico ceremonial más relevante en todo el sitio es la cancha para juego de pelota, que se erige como el eje principal del conjunto en WRUQRDOFXDOSDUHFHHVWUXFWXUDUVHHOUHVWRGHORVHGL¿FLRV Tradicionalmente, las referencias al juego de pelota en los sitios arqueológicos se han centrado en tipologías de las canchas, en las esculturas o frisos que se encuentran en ellas y en la información contenida en las fuentes documentales sobre los tipos de juego y el ceremonial relacionado con él (Gillespie, 1991; Taladoire, 1981, 1994, 2000; Uriarte, 2000; Aguilar, 2004, Sahagún, 1975). No obstante, poco se han considerado los espacios construidos en torno a la práctica cultural misma, es decir, aquellos diferentes a la cancha, así como los materiales asociados a los que se tiene acceso a través del registro arqueológico. Como ejemplo de elementos arquitectónicos asociados, quisiera resaltar los temascales, de los cuales contamos con muchos ejemplos en Mesoamérica, como es el caso de Ranas y Toluquilla en Querétaro (Mejía y Herrera 2006), Plazuelas en Guanajuato (Castañeda, 2007:35), Xochicalco en Morelos (De la Fuente, et al, 1995, López Luján, 2001), Tula en Hidalgo, Teotenango en el Estado de México, entre otros. Solo algunos autores, principalmente en la región de Casas Grandes en Chihuahua, el suroeste de Estados Unidos, Jalisco y Nayarit (Whalen and Minnis, 1996; Wilcox, 2000; Weigand, 1992), así como en la zona mokaya, en el extremo sur de México (Hill, Warren, 1999; Hill, Warren y John Clark, 2001, Clark, John y Mary E. Pye, 2006) han abordado la temática del juego de pelota como una práctica relacionada con los orígenes de la complejidad social y con la integración política y social. Dado el carácter ritual4 del juego de pelota, las características de las canchas y sus complejos arquitectónicos, así como las de los materiales asociados, adquieren cierta relevancia, toda vez que permiten inferir las particularidades de su práctica en diferentes sitios y latitudes. En Zaragoza, los indicadores apuntan a 4(QHVWHFDVRPHUH¿HURDODVSHFWRULWXDODXQTXHHVELHQFRQRFLGR también un carácter lúdico del juego de pelota.

Cerámica y arquitectura en Zaragoza, Michoacán

Figura 6 - Planta y cortes de la estructura 6 (temascal)

que el juego de pelota se practicaba como un ritual relacionado con un culto a la fertilidad (Cuéllar, 2009). La orientación de la cancha, su asociación directa con petrograbados, y la presencia del temascal son los indicadores más sobresalientes en ese sentido.

de ellos presentes en prácticamente todos los espacios del sitio. Sin embargo, la densidad de cada uno varía sustancialmente en función de la estructura en la que se encuentra, así como del espacio concreto al interior de la misma y, HYLGHQWHPHQWH GH VX SRVLFLyQ HVWUDWLJUi¿FD /D VLWXDFLyQ se complica cuando el espectro temporal y espacial de un tipo cerámico es amplio y llega a abarcar, como en el caso del Bajío y zonas adyacentes, hasta 5 o 6 siglos. Dos casos concretos son la cerámica Rojo sobre bayo con decoración al negativo o la cerámica café incisa. Cuando se analiza el pasado desde una perspectiva regional, debe considerarse un buen número de evidencias o indicadores arqueológicos. Así, el paisaje cultural y la arquitectura se erigen como marcadores importantes de la extensión de tradiciones culturales. En el Bajío, al cruzar la información de los más de 1000 sitios ubicados ahí, nos SHUFDWDPRVGHTXHSHVHDPRVWUDUGLIHUHQFLDVVLJQL¿FDWLYDV en lo que a patrón de asentamiento y características arquiWHFWyQLFDVVHUH¿HUHORVVLWLRVSUHVHQWDQXQDXQLIRUPLGDG notoria en la tipología cerámica. Lo que queda pues, como opción para generar una explicación a dichas diferencias es el análisis de la combinación de cerámica y arquitectura para interpretar el tipo de espacios y de prácticas culturales llevadas a cabo en los diferentes sitios que conforman la región.

4. La cerámica como indicador arqueológico Indiscutiblemente la alfarería, dadas sus características físicas, es el material arqueológico que mejor se conserva en la mayoría de los asentamientos del México prehispánico, junto con la lítica. Los estudios cerámicos constituyen el principal corpus de información en los informes y las publicaciones de índole arqueológica. A menudo suelen llevarse a cabo los análisis cerámicos mediante la construcción de tipologías, en las que los tiestos se agrupan según sus características físicas o bien se hacen estudios arqueométricos a partir de los cuales se logra detectar la composición química e incluso la procedencia de la materia prima, las características de la elaboración y la cocción de las piezas, etc. Las formas y la función de los objetos cerámicos, así como su distribución espacial, son también consideradas al llevarse a cabo los análisis de los materiales y hacer conclusiones sobre aspectos de la vida cotidiana de los grupos que los produjeron, del tipo de espacio (doméstico, taller, palacio, etc.), sobre la tecnología, las relaciones entre grupos, las rutas de intercambio. Los contextos arqueológicos suelen “etiquetarse” según el tipo de materiales asociados y su distribución. Sin embargo, los estudios relacionados directamente con la interrelación entre la cerámica y la arquitectura no se han llevado a cabo de manera sistemática en el caso del Bajío, probablemente por la relativa escasez de las excavaciones. (Q =DUDJR]D VH KDQ LGHQWL¿FDGR  WLSRV FHUiPLFRV5, 11

5. Materiales cerámicos asociados a los espacios arquitectónicos de Zaragoza Hasta hoy, las excavaciones en Zaragoza se han llevado a cabo en cuatro unidades arquitectónicas distintas: El complejo 1 en su totalidad, es decir, la plaza 1, el montíKDEtDHVWDGRFODVL¿FDQGRGHQWURGHOJUXSR³PLVFHOiQHD´\TXHFRUUHVSRQGH a ollas monócromas rojas sin decoración alguna, recientemente decidimos constituir un nuevo tipo, es decir, correspondería al tipo 19: Ollas monócromas rojas.

5 Conforme se ha ido avanzando en el análisis de los materiales y dada la constancia de aparición (que no abundancia) de un tipo de material que se

83

Eugenia Fernández-Villanueva M. color del tiesto, forma, acabado y decoración6/RVWLSRVLGHQWL¿FDGRVHQ=DUDJR]DVH presentan en la tabla 1 (Tipología cerámica de Zaragoza/Cerro de los Chichimecas), donde se resumen las características de cada uno de ellos, así como sus correspondencias con tipologías preexistentes, tanto en la región del Bajío como en otras que comparten ciertas características en sus materiales. El tipo cerámico más abundante en Zaragoza y que además parece ser totalmente local, es el Capulín, que ocupa el 44.13% de los materiales analizados hasta ahora7.El tipo Capulín corresponde principalmente a ollas, DXQTXHWDPELpQVHLGHQWL¿FDURQWHFRPDWHV\ cajetes. Como se verá más adelante, este tipo cerámico se distribuye principalmente en contextos relacionados con el juego de pelota y más concretamente en los sectores 3 y 4 de la estructura 6 y en la banqueta poniente de la cancha. En cambio, en el montículo 2, en la estructura 8 y en la estructura 3, no relacionadas con la práctica del juego de pelota, su proporción disminuye considerablemente frente a tipos como el Chupiri, el Tepame, el Nopal y el Mimosa.

6. Distribución de los tipos cerámicos en las diferentes unidades de excavación

Figura 7 - Algunos de los tipos cerámicos encontrados en Zaragoza

culo 2 y la estructura 3. Del complejo 2 se han excavado la cancha para juego de pelota, la estructura 6 y la plataforma sur. También se excavó en una estructura que no forma parte de ninguno de los dos complejos, ubicada al oriente del complejo 1, denominada estructura 8. La estructura 6 (Figura 6) es la que ha arrojado mayor cantidad de materiales, tanto cerámicos, como líticos y de otra naturaleza. Para su excavación, la estructura se dividió en sectores y los materiales fueron etiquetados y analizados en función de cada unidad de excavación. Así, logramos realizar agrupamientos de tipos cerámicos por espacio arquitectónico al interior y al exterior de la estructura. A PDQHUDGHFRPSDUDWLYRSUHVHQWDUpJUi¿FDVFRQHODQiOLVLV de los materiales cerámicos de las otras estructuras, para DVtLGHQWL¿FDUODUHOHYDQFLDGHODDVRFLDFLyQHQWUHFHUiPLFD y arquitectura. Previo a la reunión que dio origen a esta publicación, se llevó a cabo un taller en el que investigadores de diferentes instituciones nos reunimos para comparar los materiales obtenidos en nuestras excavaciones en sitios del Bajío. Como resultado de aquel taller, establecimos una tipología UHJLRQDOD¿QGHWHQHUXQOHQJXDMHFRP~Q3DUDODGH¿QLFLyQ y descripción de los tipos, elegimos como primer criterio la pasta, posteriormente complementado con atributos como 84

El análisis de los materiales cerámicos recuperados en las excavaciones de Zaragoza ha resultado revelador sobre las tendencias a distribuirse en determinado tipo de espacios arquitectónicos al interior de los espacios públicos del sitio. Los materiales analizados hasta el momento provienen de las siguientes estructuras: Montículo 2, Estructura 3, Estructura 6, Estructura 8, Plataforma sur y Banqueta poniente del Juego de pelota (Figura 7). 6.1 Montículo 2 Los materiales provenientes del montículo 2, corresponden tanto al derrumbe que cubría la estructura por el exterior como al interior del mismo, dado que había un saqueo de 2.5 m de profundidad y más de 10 m de diámetro en su parte superior. El proceso de excavación implicó prácticamente vaciar la estructura, por lo que se obtuvo una gran cantidad de escombro proveniente del interior, con lo que VHORJUyLGHQWL¿FDUHOVLVWHPD\ODVHWDSDVFRQVWUXFWLYDVGHO HGL¿FLR DVt FRPR FRQWURODU HO PDWHULDO GH H[FDYDFLyQ GH IRUPDHVWUDWLJUi¿FD'HHVWDHVWUXFWXUDVHUHFXSHUyPDWHULDO que muestra una presencia mayoritaria del tipo Chupiri y 6 El sistema utilizado es similar al conocido como “vajilla” descrito por Hatch, 1993. 7 Es necesario mencionar que no se incluyen aquí los materiales obtenidos HQ OD SULPHUD WHPSRUDGD GH H[FDYDFLRQHV GDGR TXH OD XQL¿FDFLyQ GH la tipología está en marcha. Por ello, los materiales analizados aquí, corresponden a las exploraciones llevadas a cabo en la temporada 20042005 y se excluyeron una gran cantidad de tiestos erosionados.

Cerámica y arquitectura en Zaragoza, Michoacán

Figura 8 - Ofrenda asociada al entierro 1

minados como “estructuras subterráneas”8.

poca incidencia del Capulín. El material aún está en análisis, pero la tendencia es clara. 6.2. Estructura 3 La estructura 3 fue dividida en cuadrantes para su excaYDFLyQH[WHQVLYD6HLGHQWL¿FDURQ\H[FDYDURQSHTXHxRV espacios cerrados y sellados (¿cajas de ofrenda?), en la VXSHU¿FLH GH OD HVWUXFWXUD /RV PDWHULDOHV VH DQDOL]DURQ por separado y los resultados mostrados aquí corresponden únicamente a esos espacios cerrados. Los materiales recuperados en el resto de la estructura siguen en análisis. Al LJXDOTXHHQHOPRQWtFXORHQHVWHHGL¿FLRODFRQFHQWUDción mayor de materiales corresponde al tipo Chupiri.

- Cuarto “3a” (QHVWHFXDUWRVHLGHQWL¿FDURQROODVWRGDVFRUUHVSRQGLHQWHV al tipo Capulín, cajetes del tipo Tepame, tanto con base pedestal (copas) como sin base con decoración al negativo. Otros cajetes pertenecen al tipo Chupiri, con decoración incisa al interior y/o al exterior; el último de los cajetes LGHQWL¿FDGRVHVGHOWLSRMimosa y presenta decoración al negativo.

- Cuarto 1 Este espacio mide aproximadamente 2.27 por 3.50 metros. El material recuperado en esta unidad de excavación se encontraba en muy mal estado de conservación, aunque 6.3. Estructura 6 La estructura 6 es la que aportó mayor cantidad de infor- D~QDVtIXHSRVLEOHVXFODVL¿FDFLyQ'HWLSRTepame, pudimación. A diferencia de las estructuras anteriores, en ésta PRV LGHQWL¿FDU IUDJPHQWRV GH ROODV \ GH FDMHWHV DOJXQRV el tipo predominante es el Capulín cuyas características y de ellos con decoración al negativo. También estuvo preformas predominantes se detallan en la tabla 1. El control sente material correspondiente al tipo Chupiri, del cual se del material se hizo según su presencia en las diferentes LGHQWL¿FDURQROODVFDMHWHV WDQWRHVJUD¿DGRVFRPRFRQLQunidades de excavación y espacios arquitectónicos identi- cisiones) y cuencos, aunque éstos en mucho menor propor¿FDGRV,QGXGDEOHPHQWHODH[FDYDFLyQGHHVWDHVWUXFWXUD ción. Del tipo Mimosa se recuperaron ollas, algunas decofue la más productiva en términos de cantidad y variedad radas; cajetes con decoración al negativo y platos, también de material arqueológico, así como de contextos y espa- FRQGHFRUDFLyQDOQHJDWLYR(QORTXHVHUH¿HUHDOCapulín, cios arquitectónicos, incluido un depósito funerario múl- las formas corresponden mayoritariamente a ollas, aunque tiple que arrojó datos muy interesantes en cuanto a material WDPELpQVHLGHQWL¿FDURQWHFRPDWHVYDVRV\FDMHWHV(OWLSR arqueológico asociado. A continuación, presentaré las dife- Tuna es muy escaso en el sitio en general, en esta unidad rentes unidades de excavación de esta estructura y la dis- de excavación se vio representado en ollas decoradas con tribución de tipos en cada una de ellas para sentar las bases 2 líneas rojas. sobre las que apoyaré mi interpretación sobre la relación - Entierro 1 entre cerámica y arquitectura. (QHOHQWLHUURVHORJUyLGHQWL¿FDURIUHQGDVTXHLQFOX\HQ tanto materiales cerámicos como líticos; en este trabajo, me - Cuarto “a” Este cuarto, junto con el sector 4, es el que presentó la 8 Se trata de cuartos subterráneos o semisubterráneos que no presentan cerámica mejor conservada de la estructura y con mayor QLQJXQDHQWUDGD\JHQHUDOPHQWHVHHQFXHQWUDQDGRVDGRVDODÀRUDPLHQWR cantidad de piezas semicompletas. Presenta características rocoso, utilizándolo como parte de los muros. Su uso aún no está muy ELHQ GH¿QLGR SHUR VH KD SURSXHVWR TXH VH WUDWD GH HVWUXFWXUDV SDUD similares a los espacios localizados en Cerro Barajas, deno- almacenamiento (Severine Bortot, comunicación verbal, 2005) 85

Eugenia Fernández-Villanueva M. plato izquierdo, coxal, fragmento de fémur y de extremidades superiores); el Elemento 2, localizado al este de la vasija anterior, es un fragmento de cazoleta de sahumador rojo (posiblemente “matado”) con alisado interior y pulido exterior. El cuerpo presenta una decoración calada en forma de “L”. El elemento 3 es un cajete del tipo Chupiri. Esta vasija se encontró boca abajo junto al parietal izquierdo del individuo 2 y se utilizó como tapa del elemento 4 y éste a su vez del elemento 5. El Elemento 4 es un cajete estucado (Figura 9), que cubría directamente al elemento 5, una olla roja del tipo Tepame decorada con motivos al negativo. La vasija al parecer fue matada, debido a que tiene incrustados dos fémures y en el interior un cráneo de mayor tamaño que la boca de la vasija. Finalmente el Elemento 6 es un cajete café, también del tipo Chupiri, con paredes rectas divergentes y base plana.

Figura 9 - Cajete Estucado. Elemento 4 de la ofrenda

limitaré a describir los objetos cerámicos y de entre ellos sólo las vasijas, ya que aparecieron también algunas cuentas de barro, así como tejos. La primera ofrenda se asocia con el Individuo 1 y consta de 4 vasijas, todas del tipo Chupiri. La primera es una olla miniatura de silueta compuesta y base convexa; se encontró sobre el individuo 1 a la altura del tórax, sobre el costillar derecho. La Vasija 2, se encontró al lado izquierdo (oeste) del cráneo del individuo 1; es un cajete monocromo con una pequeña protuberancia en el fondo, que contenía una mandíbula humana en su interior. Este cajete servía como tapa de la Vasija 3, consistente en una olla monocroma, con boca circular, cuello curvo divergente, silueta compuesta y base convexa. Finalmente la Vasija 4, ubicada al este del cráneo, se trata de un fragmento de cajete monocromo (Figura 8). La segunda ofrenda consiste en cinco vasijas ubicadas por debajo del Individuo 2 y asociadas probablemente al individuo 99. La primera de ellas se sitúa debajo del costillar izquierdo del individuo 2 y se trata de una olla grande del tipo Nopal con algunos elementos óseos asociados (omó-

6.4. Estructura 8 /DHVWUXFWXUDHVXQHGL¿FLRTXHVHHQFXHQWUDVHSDUDGRGH los dos complejos descritos al principio de este trabajo. Se ubica aproximadamente 135 metros al oriente de la plaza en un nivel 15 metros más bajo. Se trata de una plataforma de 50 centímetros de altura y de forma geométrica, aún sin GH¿QLUFRQFODULGDGGDGRTXHH[LVWHHVFRPEURDFXPXODGR en su exterior que impide la visibilidad. Se intentó llevar a cabo una excavación extensiva, pero únicamente se logró FXEULUXQDVXSHU¿FLHGHPHWURVFXDGUDGRV/RVUHVXOWDGRVTXHDUURMyWDOH[FDYDFLyQIXHURQPX\ULFRVHVWUDWLJUi¿FDPHQWHKDEODQGR\DTXHORJUDURQLGHQWL¿FDUVHGRVSLVRV EDMR OD VXSHU¿FLH DFWXDO \ VH SXGR FRQWURODU HO PDWHULDO VHJ~QVXXELFDFLyQHVWUDWLJUi¿FD/DPHQWDEOHPHQWHQRORgramos recuperar material fechable por métodos absolutos. A diferencia de la estructura 6, en la que predomina abrumadoramente el tipo Capulín HQ HVWH HGL¿FLR OD PD\RUtD del material corresponde al Chupiri, en todas las capas, aunque su proporción es notoriamente mayor que la de los 9 El pésimo estado de los esqueletos, así como la remoción de los huesos otros tipos sobre todo en la etapa más antigua de la estrucHQGLIHUHQWHVPRPHQWRVGHGHSRVLFLyQGL¿FXOWDQODDVRFLDFLyQSUHFLVDGH tura (Figura 10). los elementos de ofrenda con los cuerpos depositados en la fosa.

)LJXUD*Ui¿FDGHORVPDWHULDOHVLGHQWL¿FDGRVHQODHVWUXFWXUD 86

Cerámica y arquitectura en Zaragoza, Michoacán

7. Conclusiones

uso de fuego para calentar, incluso, se encontró un buen número de tiestos quemados. Es notoria la ausencia de este El análisis de los materiales cerámicos recuperados en las tipo cerámico en las ofrendas del entierro múltiple localiexcavaciones de Zaragoza indica que la distribución de zado al exterior de esta misma estructura. los tipos y, en consecuencia, las formas de las vasijas se En cambio, los contextos de otra naturaleza, no relacionarelacionan directamente con el tipo de espacio al interior dos directamente con la práctica del juego de pelota, predel sitio y con la o las actividades llevadas a cabo en los sentan una densidad mucho menor del tipo Capulín. Lo espacios arquitectónicos (Figura 11). Lo anterior no es mismo sucede con otros sitios en la misma región, donde nada nuevo si lo que se compara son materiales claramente el tipo está ausente. El único sitio con el que podría comdomésticos o relacionados con alguna actividad manufac- pararse esta situación es Plazuelas en el municipio de PénWXUHUDHVSHFt¿FDFRQPDWHULDOHVVXQWXDULRVRSHUWHQHFLHQWHV jamo, Guanajuato. Plazuelas presenta enormes similitudes a ofrendas o bienes de prestigio. Sin embargo, la compa- con Zaragoza, tanto en arquitectura como en cerámica y ración de materiales realizada en Zaragoza en este estudio comparten la práctica ritual del juego de pelota. Lamentase hizo en contextos ubicados todos en el área pública del blemente, por ahora no cuento con datos precisos sobre el análisis cerámico detallado en el que se pueda ver si existe asentamiento prehispánico. La propuesta de que la estructura 6 es un temascal toma ese tipo y su asociación con el juego de pelota. Lo que sí fuerza si además del espacio arquitectónico, incluimos los SXHGRD¿UPDUHVTXHHQ3OD]XHODVHVPX\DEXQGDQWHWDPmateriales arqueológicos en su totalidad10. Las caracterís- bién una cerámica roja lisa. En breve, espero contar con ticas de las ollas del tipo CapulínLGHQWL¿FDGDVHQHOVLWLR muestras para llevar a cabo un análisis comparativo de las permiten relacionar su uso con la actividad de calentar el SDVWDV\SRGHUDVtFRQ¿UPDUVLVHWUDWDGHOPLVPRWLSRFHUiagua necesaria para producir el vapor al interior del temas- mico. cal. Resulta interesante el hecho de que al interior de esta 'HFRQ¿UPDUVHHVWDVXSRVLFLyQVHUtDFRQJUXHQWHHOKHFKR estructura, el tipo cerámico en cuestión apareció mayori- de que el tipo Capulín se asocia directamente con el temastariamente en el sector 4 ubicado al poniente y donde se cal y por ende, con la práctica ritual del juego de pelota y localizó un canal de conducción de agua y evidencias del que forma parte de una tradición cerámica presente en los asentamientos del epiclásico que presentan canchas para 10 En la tesis de licenciatura de Anyul Cuéllar se detallan todos los dicha actividad, no así de aquellos sitios contemporáneos elementos que tienen que ver con el culto a la fertilidad en Zaragoza, que llevaban a cabo otro tipo de prácticas culturales. LQFOX\HQGRORVHOHPHQWRVLGHQWL¿FDGRVHQODHVWUXFWXUD

Figura 11 - Comparativo de todas las unidades 87

Eugenia Fernández-Villanueva M.

TIPO

TEPAME

CHUPIRI

MIMOSA

CAPULIN

TUNA

MAGUEY

COPAL

NOPAL

CASAHUATE

ESTUCADO

POCHOTE

MONÓCROMO

PASTA -Anaranjado a rojo. -Grosor fino/medio. -Compacta, con partículas blancas, negras y cafés

FORMAS -Ollas: globulares y de silueta compuesta. -Cajetes -Cajetes base pedestal y anular -Platos -Cuencos -Cucharones

-Bayo a café o negro -Grosor fino o delgado -Muy compacta, con partículas blancas o negras muy finas

-Cajetes de diversos tamaños y formas (>) -Ollas -Cuencos -Platos

-Bayo o café al anaranjado -Muy compacta con partículas blancas negras y rojas muy pequeñas

-Cajetes -Cajetes base pedestal -Base pedestal calado -Platos -Ollas

-Bayo o café -Gruesa, con numerosas partículas brillantes, cafés y rojizas. -Poco compacta, arenosa - Anaranjado claro a fuerte, rosado - Compacta -Rojo -Semicompacta, partículas blancas, amarillentas y rojas -Anaranjado claro a fuerte, rosado -Grosor de fino a medio -Compacta

-Rojo fuerte opaco -Grosor medio/grueso -Muy compacta con partículas negras -Anaranjado al café claro o grisáceo -Grosor fino/medio -Compacta con partículas blancas, cafés, rojizas y numerosas color cobrizo, notorias en la superficie -Bayo a café grisáceo -Grosor fino o delgado -Semicompacta con partículas blancas brillantes -Bayo a café o negro -Grosor fino o delgado -Muy compacta, con partículas blancas o negras muy finas -Bayo a grisácea -Grosor muy fino -Compacta con partículas blancas muy pequeñas y riolita -Anaranjado al café. -Grosor medio/grueso -Partículas de color negro, rojo, blanco y anaranjado,

-Ollas globulares -Ollas silueta compuesta -Ollas boca ancha -Tecomates -Cajetes Ollas grandes -Ollas de silueta compuesta

ACABADO DE SUPERFICIE -Pulido -Alisado -Incisiones en el fondo de los cajetes -Color exterior anaranjado/rojo claro y rojo fuerte/café -Engobe pulido a palillos - Raspado - Color bayo al negro, pasando por café, gris y rojizo -Pulido -Alisado -Incisión en cajetes -Color bayo y café al anaranjado

-Alisado -Pulido muy ligero

DECORACIÓN -Pintura al negativo (interior y exterior) -Esgrafiado -Inciso -Negro/rojo -Rebordes lisos, con protuberancias o con muescas -Motivos geométricos, grecas y figuras amorfas - Inciso - Esgrafiado - Pintura al negativo - Protuberancias - Acanaladuras -Perforaciones -Motivos geométricos -Bicromía rojo/bayo -Pintura al negativo -Franjas rojas en borde y cuello -Reborde -Punzonado -Protuberancias -Perforaciones -Motivos geométricos, zoomorfos y antropomorfos -Engobe rojo -Pintura roja sobre el color de la pasta en líneas gruesas. -Motivos: líneas gruesas - Diseños al negativo en cajetes

-Capa de caolín sobre alisado

--Líneas negras o cafés sobre la capa blanca de caolín -Motivos: Bandas gruesas en blanco, líneas finas paralelas o entrecruzadas en negro

-Ollas

-Alisado -Engobe del color de la pasta pulido

-Botellas de cuerpo globular -Ollas?

-Alisado burdo

-Pintura negra del cuello hacia abajo -Pintura roja en parte interior del cuello -Protuberancia -Motivos: líneas rectas, paralelas y curvas. Espirales -Prácticamente nula -Acanaladura -Incisiones finas

-Ollas globulares -Ollas silueta compuesta

-Pulido

-Pintura negra o café rojiza -Pintura al negativo. Líneas curvas -Motivos: Líneas horizontales paralelas del cuello hacia la parte media.

-Cajetes -Ollas

-Muy pulido -Barrido -Engobe crema

-Pintura roja -Motivos: Líneas

-Cajetes

-Pulido

-Polícromo

-Ollas

-Alisado -Pulido ligero -Engobe

-Ollas globulares -Ollas silueta compuesta

-Alisado burdo -Raspado

-Pintura blanca sobre el engobe rojo Diseños: bandas o líneas curvas, del cuello hacia la parte media -Perforaciones -Ninguna

Cuatro 1 - Tipología cerámica de Zaragoza/Cerro de los Chichimecas 88

CORRESPONDENCIA

-Garita (Bajío) -Lupe Pulido y Lupe Inciso (Zacapu) - Tingambato - Cuitzeo - Tierras altas de Jalisco -Rojo Barrido y Paso Ancho borde rojo (Bajío)

-Blanco levantado (Tula, Bajío, Centro de México, Sinaloa, Jalisco, Colima, San Luis Potosí, Querétaro, Hidalgo y Estado de México) -Negro/Anaranjado (Bajío, Tula)

Cerámica y arquitectura en Zaragoza, Michoacán

Bibliografía Abbot, David R., Alexa M. Smith y Emiliano Gallaga 2007 Ballcourts and ceramics: The case for Hohokam marketplaces in the Arizona desert. American Antiquity, 72 (3): 461-484. Society for American Archaeology. Aguilar, Manuel 2004 Filosofía y simbolismo del juego de pelota mesoamericano. Estudios Jaliscienses, 56: 10-28. Ulama. Colegio de Jalisco, México. Arnaud, Charlotte, Patricia Carot y Marie-France FauvetBerthelot 1993 Arqueología de las Lomas en la Cuenca Lacustre de Zacapu, Michoacán, México. Cuaderno de Estudios Michoacanos 5. CEMCA. México. Brambila Paz, Rosa y Ana María Crespo 2005 Desplazamientos de poblaciones y creación de territorios en el Bajío. In 5HDFRPRGRVGHPRJUi¿FRV del Clásico al Posclásico en el centro de México, L. Manzanilla (Ed.): 155-173. UNAM/Instituto de Investigaciones Antropológicas, México. Brambila, Rosa, Ana María Crespo y Juan Carlos SaintCharles 1993 Juegos de pelota en el Bajío. Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana 25: 89-95. Centro de investigaciones en arquitectura y urbanismo. Seminario de Arquitectura prehispánica. UNAM, México. Cárdenas, Efraín 2007 Peralta, Abasolo. In Zonas Arqueológicas en Guanajuato, Cuatro casos: Plazuelas, Cañada de la Virgen, Peralta y El Cóporo : 187-246. Fideicomiso de Administración e Inversión para el Rescate y Conservación de Sitios Arqueológicos en el Estado de Guanajuato, Instituto Estatal de la Cultura, México. Castañeda Carlos 2007 Plazuelas, Pénjamo. In Zonas Arqueológicas en Guanajuato, Cuatro casos: Plazuelas, Cañada de la Virgen, Peralta y El Cóporo. Fideicomiso de Administración e Inversión para el Rescate y Conservación de Sitios Arqueológicos en el Estado de Guanajuato: 21-66, Instituto Estatal de la Cultura, México. Clark, John E. y Mary E, Pye 2006 Los orígenes del privilegio en el Soconusco, 1650 a.C.: dos décadas de investigación. Revista Pueblos y Fronteras digital. Historia y Antropología del deporte, 2: 54. UNAM, México. http://www. pueblosyfronteras.unam.mx Cobean, Robert H. 2005 El análisis de la cerámica en Mesoamérica: comentarios sobre enfoques y metodología. In La producción alfarera en el México antiguo. 1: 55-71. &ROHFFLyQ FLHQWt¿FD VHULH DUTXHRORJtD ,QVWLWXWR Nacional de Antropología e Historia, México.

89

Cuéllar López, Arlette 2009 El culto a la fertilidad en Cerro de los Chichimecas, Michoacán. Tesis de licenciatura en Arqueología. Universidad Autónoma de Zacatecas, México. De la Fuente, Beatriz, et al 1995 La acrópolis de Xochicalco. Instituto de Cultura de Morelos, Cuernavaca, México. Faugère-Kalfon, Brigitte 1996 Entre Zacapu y Río Lerma: Culturas en una zona fronteriza. Cuaderno de Estudios Michoacanos 7. CEMCA. México. Gillespie, Susan D. 1991 Ballgames and boundaries. In The Mesoamerican Ballgame, V. Scarborough y D. Wilcox (eds): 417345. The University of Arizona Press. Tucson. Hill, Warren 1999 Ballcourts, competitive games and the emergence of complex society. Tesis doctoral. The University of British Columbia. UMI. Hill, Warren D. y John E. Clark 2001 Sports, Gambling, and Government: America’s First Social Compact? American Anthropologist 103 (2): 331-345. Blackwell Publishing, Malden. INEGI 2000 &DUWD 7RSRJUi¿FD   Pénjamo: F14C71 Guanajuato/Michoacán. México. Johannes, Martine H.A 2004 Modelling of the water balances in the Rio Turbio aquifer, Mexico. Revision of an existing hydrological model and application to the Rio Turbio aquifer, Mexico. M Sc Thesis. Wageningen University and Research Center, Wageningen. López Luján, Leonardo 2001 ;RFKLFDOFR(OOXJDUGHODFDVDGHODVÀRUHV, Xochicalco y Tula. Jaca Book-CONACULTA: 17141, México. Mejía Pérez Campos, Elizabeth y Alberto Herrera Muñoz 2006 El sur de la Sierra Gorda: Ranas y Toluquilla. Arqueología Mexicana n°77: 38-41. Ed Raíces, México. Migeon, Gérald y Gregory Pereira 2007 La secuencia ocupacional y cerámica del Cerro Barajas, Guanajuato y sus relaciones con el Centro, el Occidente y el Norte de México. In Dinámicas culturales entre el Occidente, el Centro-Norte y la Cuenca de México del Preclásico al Epiclásico: trabajos recientes, B. Faugère (Ed.): 201231. Colegio de Michoacán, CEMCA, México. Nelson, Ben y Destiny Crider 2005 Posibles paisajes migratorios en el norte de México y el suroeste de Estados Unidos durante el Epiclásico y el Posclásico. In 5HDFRPRGRVGHPRJUi¿FRV del Clásico al Posclásico en el centro de México, L. Manzanilla (Ed.): 75-102. UNAM/Instituto de Investigaciones Antropológicas, México.

Eugenia Fernández-Villanueva M. Pereira, Grégory, Gérald Migeon y Dominique Michelet 2005 7UDQVIRUPDFLRQHV GHPRJUi¿FDV \ FXOWXUDOHV HQ el centro-norte de México en vísperas del Posclásico: los sitios del cerro Barajas (suroeste de Guanajuato). In 5HDFRPRGRV GHPRJUi¿FRV GHO Clásico al Posclásico en el centro de México, L. Manzanilla: 123-136. UNAM/Instituto de Investigaciones Antropológicas, México. Popenoe de Hatch, Marion 1993 Análisis de la cerámica: Metodología ‘Vajilla’. En III Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 1989. J.P. Laporte, H. Escobedo y S. Villagrán (eds): 287-302. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala, Guatemala Sahagún, Fray Bernardino de 1975 Historia general de las cosas de la Nueva España. Tercera edición. Editorial Porrúa. México. Saint-Charles Z., Juan Carlos 1990 Cerámicas Arqueológicas del Bajío: Un Estudio Metodológico. Tesis de licenciatura en Ciencias Antropológicas con Especialidad en Arqueología. Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana, Xalapa. Scarborough, Vernon y David R. Wilcox 1991 Review The Mesoamerican Ballgame, Journal of Field Archaeology, 19 (4): 518-521 (Winter, 1992). Boston University. Shepard, Anna O. 1980 Ceramics for the archaeologist. Carnegie Institution of Washington, Publication 609, Washington, D.C. Taladoire, Eric 1981 Les terrains de jeu de balle (Mésoamérique et Sudouest des États-Unis). Estudios Mesoamericanos, II, (4), Misión Arqueológica y Etnológica Francesa en México, México. 1994 El juego de pelota precolombino. Arqueología Mexicana. II (9): 6-15, Ed. Raíces, México.

90

1998

El centro norte como frontera del Occidente. Antropología e Historia del Occidente de México. XXIV Mesa Redonda SMA. Tomo II. SMA, UNAM. México. 2000 El juego de pelota mesoamericano. Origen y desarrollo. Arqueología Mexicana, Vol. VIII. N° 44: 20-27. Julio-Agosto. Ed Raíces. México. Uriarte, María Teresa 1992 Introducción. El juego de pelota en Mesoamérica. Ma.Teresa Uriarte (coord): 13-15, Siglo XXI editores. Primera edición, México. 2000 Mariposas, sapos, jaguares y estrellas. Práctica y símbolos del juego de pelota. Arqueología Mexicana. Volumen VIII. N° 44: 28-35. Julio-Agosto. Ed. Raíces, México. Weigand, Phil C. 1992 El juego de pelota prehispánico y las canchas de pelota de Jalisco y Nayarit: la tradición de Teuchitlán. En El juego de pelota en Mesoamérica, Ma. Teresa Uriarte (coord). 237-263. Siglo XXI editores. México. Whalen, Michael y Paul E. Minnis 1996 Ball courts and political centralization in the Casas Grandes region. American Antiquity, Vol. 61, N°4,: 732-746. Society for American Archaeology. Wilcox, David R. 1992 La expresión más septentrional del juego de pelota de Hohokam y la prehistoria del Nuevo Mundo. En El juego de pelota en Mesoamérica, Ma. Teresa Uriarte (coord): 265-304. Siglo XXI editores. México 2000 El nexo Tepiman: un modelo de la interacción entre Mesoamérica y el suroeste norteamericano. Relaciones 82, Vol. XXI: 59-83. El Colegio de Michoacán AC, México.

CERÁMICAS DEL CENTRO-NORTE DE MICHOACÁN ENTRE EL CLÁSICO Y EL POSCLÁSICO

Dominique Michelet UMR 8096, CNRS/Universidad de Paris 1 (Francia)

Resumen Entre aproximadamente 500 y 900 d.C., la cerámica de la porción Centro-Norte de Michoacán cambió paulatinamente. A pesar de esa FRQWLQXLGDGSXHGHQSHUFLELUVHDOJXQDVPRGL¿FDFLRQHVWDQWRHQORVWLSRVFRPRHQORVPRGRV(OODVSHUPLWLHURQGLVWLQJXLUXQFRPSOHMR /XSH TXHWDOYH]WXYRGRVDVSHFWRV WHPSUDQR\WDUGtR \HQPDUFiQGRORRWURVGRVPHQRVGH¿QLGRVTXHIRUPDQWUDQVLFLRQHVGHXQ lado con el complejo anterior (Loma Alta) y, del otro con el complejo del Posclásico temprano (Palacio). El poder seguir la evolución FHUiPLFD\WUDGXFLUODHQIDVHVWHQWDWLYDVQRVLJQL¿FDTXHKXERWUDQVIRUPDFLRQHVUDGLFDOHV(QUHDOLGDGHQODUHJLyQEDMRFRQVLGHUDFLyQ el “Epiclásico” no representa de ninguna manera una ruptura, ni en el plan crono-cerámico, tampoco en el cultural.

Abstract Between approximately A.D. 500 and 900 , the ceramics of North-Central Michoacán changed gradually. In spite of this continuity, VRPHPRGL¿FDWLRQVFDQEHSHUFHLYHGLQWKHW\SHVREVHUYHGDVZHOODVLQPRGHV7KHVHFKDQJHVDOORZXVWRUHFRJQL]HDFRPSOH[ /XSH  WKDWPLJKWKDYHWZRSKDVHV HDUO\DQGODWH DQGWZRRWKHUOHVVGH¿QHGSKDVHVZKLFKUHSUHVHQWWUDQVLWLRQVRQWKHRQHKDQGIURPWKH anterior complex (Loma) and on the other hand to the Early Postclassic (Palacio). The ability to follow the ceramics’ evolution and to translate it into phases does not mean radical transformations occurred. In reality, in the region considered, the “Epiclassic” does not represent a rupture, either from a chrono-ceramic perspective, or from a cultural one.

1. Contexto y generalidades Cuando en 1983 el CEMCA (Centro francés de estudios mexicanos y centroamericanos) empezó a investigar sobre la arqueología del Centro-Norte de Michoacán1, en la región comprendida entre las orillas meridionales de la antigua cuenca lacustre de Zacapu al sur-sureste, el margen sur del valle del Lerma al norte y el macizo del Zináparo al noroeste, o sea en un territorio de aproximadamente 1000 km2 (Figura 1), muy poco se sabía del pasado arqueológico de esta zona: de hecho, hasta aquel entonces, menos de 10 sitios habían sido mencionados en este sector por un número muy contado de autores. El primero, Carl Lumholtz (1904), había reportado un asentamiento ubicado justo al oeste y arriba de la ciudad de Zacapu, El Palacio-La Crucita (MICH. 23 en la nomenclatura del CEMCA), donde había recolectado en particular restos óseos humanos correspondientes al Posclásico tardío (véase 3HUHLUD 3RVWHULRUPHQWHD¿QDOHVGHORVDxRV Alfonso Caso (1930) volvió a visitar El Palacio, pero también realizó pequeñas excavaciones en dos lugares de la parte baja cercana a Zacapu, llamados respectivamente Potrero de la Isla y Potrero de la Aldea: en el primero de los dos sacó a la luz algo de cerámica que él consideró como anterior al desarrollo tarasco y que efectivamente re1 Tres programas colectivos se sucedieron en el tiempo: Michoacán I, que se extendió, en lo que toca a las operaciones de campo, entre MXQLRGH\¿QDOHVGHSHUPLWLyHVWDEOHFHUODVJUDQGHVOtQHDV de la historia prehispánica de la región, pero también profundizar los FRQRFLPLHQWRV HQ XQD PHGLD GRFHQD GH WHPDV HVSHFt¿FRV 0LFKRDFiQ II (1988-1991), por su parte, fue enfocado hacia el estudio del medio DPELHQWHDQWLJXR\GHVXVFDPELRVDORODUJRGHOWLHPSR¿QDOPHQWHHO tercer proyecto, Zacapu o Michoacán III (1993-1996), tuvo como meta la ampliación de los conocimientos, otra vez sobre aspectos particulares de la historia prehispánica local. Acerca de las investigaciones realizadas en la misma zona después de 1996, véase más adelante.

sultó ser del Clásico. Finalmente, una estudiante de la universidad de Yale, Mary K. Freddolino, presentó y discutió, en el marco de su tesis doctoral (Freddolino 1973), unas cuantas informaciones que ella había recabado por medio de una prospección parcial y de algunos sondeos llevados a cabo en cinco sitios, siempre en las cercanías de Zacapu: en tres de las grandes concentraciones “urbanas” tardías del Malpaís de Zacapu (MICH. 23, MICH. 31, La Ciudad Perdida o El Malpaís Prieto y MICH. 38, Las Iglesias o El ,Q¿HUQLOOR DVtFRPRHQGRVOXJDUHVPXFKRPiVPRGHVWRV del borde occidental del ex-lago de Zacapu. A este total de 7 sitios, se podía agregar un asentamiento con arquitectura más o menos monumental del norte de la región, El Palacio de San Antonio Carupo (MICH. 103), donde el INAH había efectuado trabajos de consolidación en los años 1970 pero sobre el cual no se tenía mayor información, así como un (¿?) probable yacimiento de obsidiana en el cerro Zináparo-Churintzio (Ericson and Kimberlin 1977) — detectado, pero no localizado precisamente. En realidad, los escasos datos recogidos en esta muestra limitada de sitios aportaban poco conocimiento acerca de la cronología de la ocupación regional, y menos aún sobre una eventual secuencia cerámica2. Pero hay que reconocer que, de manera más general, en todo el norte de Michoacán hasta en la cuenca de Pátzcuaro, antes de 1983, casi nada había sido publicado concerniendo la evolución de las cerámicas, y eso a pesar de que tempranamente Hugo Moedano K. (1946) había entrevisto una posible sucesión crono-cerámica en el material pre-tarasco recogido por él en unos sondeos excavados cerca de Zinapécuaro. Este trabajo 2 Hace excepción al respecto el trabajo de Freddolino (1973); sin embargo, este autor, al igual que varios de sus antecesores, tendió a confundir el material del Preclásico Tardío, el cual incluye varios tipos policromos, con aquel del Posclásico Tardío, momento en que vuelven a aparecer (otros) tipos pintados: sobre el particular véase, en otros, Carot 2005.

Dominique Michelet entre los inicios del Clásico y el Posclásico tardío3. En ausencia de secuencia crono-cerámica de referencia, era pues imprescindible tratar de establecer una lo más pronto posible, es decir desde los comienzos de las investigaciones del CEMCA. Es verdad que el programa Michoacán I permitió recabar muchos datos mediante la realización de varias operaciones de campo (Michelet 1992): la localización de 358 sitios y loci con la recolección, en muchos de HOORVGHPDWHULDOHVGHVXSHU¿FLHODH[FDYDFLyQGHPiVGH 100 sondeos en 68 sitios y loci, estos últimos localizados en las lomas que emergían del ex-lago de Zacapu; la realización de excavaciones de mayor amplitud en 7 asentamientos, entre ellos 2 cuevas; la datación, por el laboratorio del entonces Departamento de Prehistoria del INAH, de unas 20 muestras de carbón asociadas con materiales arqueolóJLFRV\SURFHGHQWHVGHFDSDVHVWUDWLJUi¿FDPHQWHELHQLGHQWL¿FDGDV $KRUD ELHQ HO PDWHULDO FHUiPLFR UHFRJLGR HQ HVWDVRSHUDFLRQHVHOFXDOIXHFODVL¿FDGRVLJXLHQGRXQDOygica adaptada del sistema tipo-variedad4, no presentaba las HVSHFL¿FDFLRQHVDGHFXDGDVFRPRSDUDFRQVWUXLUIiFLOPHQWH la secuencia esperada y para que ésta fuera forzosamente válida para todo el territorio investigado. Las limitaciones con las que topamos son de distintas índoles, pero las principales pueden enlistarse de la siguiente manera. - Rara vez en las excavaciones realizadas, descubrimos una superposición/sucesión de episodios de ocupación con colecciones cerámicas representando claramente más GHXQFRPSOHMR(QWUHODVSRFDVH[FHSFLRQHV¿JXUDQXQRV sondeos que ilustran la transición del Preclásico al Clásico (la trinchera T17B de MICH. 66, el sondeo excavado en MICH. 122, el sondeo S21 de MICH. 215) o aquella que se sitúa entre el Posclásico temprano y el Posclásico tardío (el sondeo S1 de MICH. 23)5. Pero para el resto de la secuencia 3 En fechas mucho más recientes, otros análisis sistemáticos fueron consagrados a cerámicas encontradas en el noreste del Estado, lo que abre perspectivas para subdividir el complejo Lerma de Snarskis: véase Hernandez 2000, 2001, Hernandez and Healan 2008.

Figura 1 - La región del Centro-Norte de Michoacán —y sus subdivisiones— trabajada a partir de 1983 en el marco de varios programas de investigación del CEMCA, y su localización en su contexto.

pionero, que por primera vez había documentado e intentado ordenar cerámicas del amplio intervalo que separa el ¿QGHODWUDGLFLyQ&KXStFXDUR\HOSHULRGRWDUDVFRGHVDfortunadamente había quedado aislado. Sólo en vísperas del inicio de las investigaciones del CEMCA, aparecieron unos que otros elementos diagnósticos de ocupaciones que podían situarse dentro de este mismo intervalo: en TingamEDWR 3LxD&KDQ\2L VLWLRGHO¿QGHO&OiVLFRHQHO fraccionamiento Loma Santa María de lo que era entonces las afueras de Morelia (Manzanilla 1984), un asentamiento más bien de los comienzos del Clásico local; en Cerro del Chivo y sus alrededores, Acámbaro, también, un sector con una larga ocupación (Gorenstein 1985). La cerámica de este ~OWLPRSDUDMHIXHDXQREMHWRGHOSULPHUHVWXGLRHVSHFt¿FR detallado que se efectuó sobre este tipo de material en toda la zona septentrional michoacana (Snarskis 1985; véase Sánchez C. 1995 en una perspectiva comparativa), pero las fases Mixtlan y, sobre todo, Lerma, que allí se establecieron y que suceden al episodio Chupícuaro, son de una duración muy extensa, como si casi no había habido cambios 92

4(OVLVWHPDGHFODVL¿FDFLyQWLSRYDULHGDGXWLOL]DGRFRQSURYHFKRHQHO área maya desde hace más de medio siglo, posee, entre sus características, el hecho de concebir las diferencias entre las cerámicas y de tomarlas en cuenta distinguiendo clases jerárquicamente ordenadas, según los criterios movilizados. De la más general a la más particular, las clases de este sistema son la loza (ware), el grupo, el tipo y la variedad. Así pues, HQSULQFLSLRXQDOR]DHVWiGH¿QLGDSRUXQDSDVWDFRP~QXQJUXSRSRUXQ PLVPRJpQHURGHWUDWDPLHQWRGHVXSHU¿FLH DPHQXGRXQHQJREH XQWLSR SRURWUDVFDUDFWHUtVWLFDVHQHOWUDWDPLHQWRGHVXSHU¿FLH IUHFXHQWHPHQWHHO tipo de decoración: pintura, incisión, etc.) y una variedad por variaciones menores. Entre otras ventajas, esta jerarquía explícita de los criterios retenidos a cada nivel y de las categorías creadas hace del sistema tipo-variedad un método con indudable valor holístico. El análisis y la FODVL¿FDFLyQGHOPDWHULDOFHUiPLFRKDOODGRHQHOPDUFRGHORVSURJUDPDV Michoacán I y III fue a cargo básicamente del autor, con la ayuda de la Arqlga Nelly Silva Sánchez. 5 Cabe aclarar que, durante las investigaciones que desarrollamos en el Centro-Norte de Michoacán, raramente utilizamos la terminología de los grandes periodos mesoamericanos (Preclásico, Clásico, Posclásico) y de sus subdivisiones, dando preferencia a los nombres de las fases que allí logramos distinguir. Sin embargo, si parece ser que a nivel local la sucesión Clásico - Posclásico temprano - Posclásico tardío coincide temporalmente bastante bien con lo que se observa en el Altiplano central, consideramos la fase Loma Alta, la cual se prolonga hasta aproximadamente 500 d.C., como más representativa de un Preclásico tardío que de un Clásico. Dos argumentos pueden adelantarse en apoyo de esta actitud. La fase Loma Alta, aunque pudo ser subdividida con base en sus producciones cerámicas (cf. Carot 2001), es no obstante un todo coherente, y sus inicios remontan

Cerámicas del Centro-Norte de Michoacán entre el Clásico y el Posclásico

Figura 2 - Sitios sondeados (puntos negros) entre 1983 y 1986 y excavados extensivamente (círculos enmarcando los puntos). Los sitios sondeados en la zona de las lomas del ex-lago de Zacapu aparecen en el agrandamiento del mapa a la derecha

y el ordenamiento de las diferentes colecciones, tuvimos que aprovechar los pequeños traslapes que existen en algunos de los casos, y recurrir a los principios generales de la seriación, aunque sin aplicarlos de manera sistemática, o VHDXVDQGRSURFHGLPLHQWRVJUi¿FRVR\HVWDGtVWLFRV - Dentro del conjunto de sondeos pero, sobre todo, de excavaciones extensivas que se vinieron haciendo de 1983 a 1986, existió un desequilibrio innegable a favor de la porción sureste del territorio investigado (Figura 2). Consecuentemente el material cerámico recuperado en la zona del ex-lago de Zacapu y en algunos asentamientos de aquella, cercana, conocida como “El Malpaís de Zacapu”, consta de más colecciones, las cuales resultaron también ser más abundantes y presentar un mejor estado de conservación. Todo eso explica pues que la secuencia regional haya sido fundamentada en ellas. Cuando posteriormente se trató de FODVL¿FDU HO PDWHULDO UHFRJLGR HQ HO UHVWR GH OD UHJLyQ GH trabajo, es decir en la zona Vertiente sur del Lerma y en el sector Zináparo-Churintzio, nos dimos cuenta de que este material no se dejaba siempre repartir bien entre los WLSRVGH¿QLGRVHQOD]RQD/DJRDXQVLJOREDOPHQWHH[LV-

tían muchas semejanzas. Pero no disponíamos de colecFLRQHV VX¿FLHQWHV FRPR SDUD LQWHQWDU HODERUDU FRQ HOODV otra secuencia, la cual, por otra parte, habría sido bastante más corta, ya que en todo el norte de la región no se había detectado sitio alguno anterior a los años 600 d.C. y que la ocupación del mismo sector durante el Posclásico tardío (post 1250 d.C.) fue en realidad esporádica (Faugère-Kalfon 1992, 1996, Arnauld y Faugère-Kalfon 1998, Darras 1999). No obstante, para tomar en consideración las particularidades de las colecciones cerámicas norteñas, decidimos crear, en algunos casos, verdaderos tipos o, en otros y más frecuentemente, distinguir variedades locales de los tipos de la zona Lago. Sea lo que fuera, queda claro que el material de la porción septentrional de la región permanece menos conocido y fue registrado de manera menos precisa que aquel que integra la secuencia propiamente dicha. La secuencia cerámica de la región de Zacapu —en particular su porción que va de lo que consideramos como el Clásico hasta los inicios del Posclásico y donde debe situarse el lapso de tiempo que en otras partes ahora suele llamarse el “Epiclásico”6 (véanse en particular Solar V. 2006, Merino

más o menos al último siglo antes de nuestra era, un momento en que aún no se habla de Clásico en ninguna parte de Mesoamérica. Por otro lado, queda bien establecido que varios de los tipos cerámicos de esta fase tienen antecedentes claros en la producción alfarera de Chupícuaro (Carot 2005, Michelet y Carot 1998), una manifestación cultural considerada como muy tradicional del Preclásico medio y tardío.

6 Este término, que apareció en la literatura hace ya tiempo fundamentalmente para designar el momento de auge de unos sitios postTeotihuacan, pero que cobró más importancia en años recientes, sigue siendo, a nuestro parecer, muy (para no decir estrictamente) ligado a la KLVWRULD GHO $OWLSODQR FHQWUDO 6H UH¿HUH VHJ~Q OR TXH HQWHQGHPRV DO periodo posterior al apogeo de la gran metrópoli (o sea post-Xolalpan) y

93

Dominique Michelet

PALACIO

PALACIO

LA JOYA

LA JOYA

900 850 800

LUPE TARDÍO

[ LUPE TARDÍO ]

LUPE TEMPRANO

LUPE [ TEMPRANO ]

750 700 650 600 JARÁCUARO JARÁCUARO

550 500

LOMA ALTA LOMA ALTA (Michelet et al. 1989)

(Pereira 1999 y el presente volumen)

Figura 3 - Dos maneras de concebir la sucesión de las fases cronológicas en el Centro-Norte de Michoacán

C. y García Cook 2006)—, no ha sido publicada de manera detallada, mas sólo reportada de manera sintética o particular (Michelet et al. 1989, Michelet 1990, 1993). Durante el intervalo contemplado en el presente trabajo, la secuencia consta de una fase principal que consideramos como clásica y que puede ser subdividida en dos: Lupe temprano y Lupe tardío. Ésta está separada de la gran fase anterior Loma Alta (que también pudo ser subdividida: Carot 1992) por un momento de transición, al que, sin embargo, dimos un nombre, Jarácuaro, y de la fase del Posclásico temprano, o Palacio, por otro momento intermedio que llamamos La Joya. Las fechas que propusimos para estos diversos episodios (Figura 3 izquierda) se apoyan en unas cuantas dataciones 14C, las cuales desafortunadamente son más reducidas para el intervalo stricto sensu que aquí nos interesa que para otras partes de la secuencia (véase Michelet 1992, Fig. 8): entre las dos más tempranas, una corresponde más ELHQDO¿QDOGH/RPD$OWDWUDQVLFLyQ-DUiFXDUR ,1$+ que cae ya sea entre cal. —2 T— 435 y 448 d.C. o bien entre 472 y 497, o aun entre 530 y 660) mientras que la otra (INAH 715) no va asociada con cerámica diagnóstica. Por su parte, las tres fechas siguientes (INAH 718, 713 y 393, dos de ellas obtenidas en sitios del norte de la región), son netamente más recientes y fechan más bien los inicios del Posclásico temprano o fase Palacio del siglo X, habiendo sido encontradas las muestras en cuestión precisamente junto con cerámicas del complejo Palacio. Así pues, si queda bastante seguro que los periodos Jarácuaro, Lupe temprano, Lupe tardío y la Joya se sitúan entre aproximadamente 500 y 900 d.C., las fechas de subdivisión que aparecen en la Figura 3 no son totalmente seguras. anterior al desarrollo de Tula, un lapso comprendido entre 650 y 900 d.C. (véase Manzanilla et al. 2006).

94

Falta agregar también, antes de presentar y discutir brevemente los materiales representativos de estos cuatro siglos, que los trabajos que se llevaron a cabo en la misma región en el marco del programa Zacapu (Michoacán III) o aun después, aportaron datos sustanciales sobre el tema de la cronología y de la secuencia cerámica. Si los hallazgos de P. Carot en el sitio de Loma Alta, notablemente entre 1996 y 1998 (véase por ejemplo Carot 2005) conciernen una parte de la historia local anterior a la que nos ocupa, las amplias excavaciones realizadas por G. Pereira en el sitio MICH. 215, Potrero de Guadalupe (Pereira 1997, 1999), y sus componentes funerarios, precisaron de manera muy notable las informaciones obtenidas a partir de los análisis anteriores, y eso al menos en dos aspectos: la ocupación del sitio, y en particular su uso funerario y otras actividades más o menos conexas, pudieron ser ordenados temporalmente en una secuencia de seis etapas, entre las cuales las numeradas III, IV y V nos interesan particularmente aquí ya que se extienden desde Lupe temprano hasta Palacio (Op. cit., pp. 40-41). Por otra parte, el material excavado por Pereira, especialmente en las sepulturas, corresponde casi siempre a recipientes completos, los cuales dan unas imágenes de las categorías cerámicas mucho más completas que los tiestos recogidos en las excavaciones anteriores. En las líneas que siguen, nos apoyaremos sobre los UHVXOWDGRVGHODFODVL¿FDFLyQTXHVHKL]RSDUDHVWDEOHFHUOD secuencia cerámica inicial, pero enriqueciéndolos con los datos conseguidos en el marco del último trabajo citado.

2. Categorías cerámicas del intervalo 500-900 d.C. en el Centro-Norte de Michoacán Como lo mencionamos más arriba, subdividimos este lapso de tiempo en cuatro momentos: una verdadera fase en la cual propusimos, desde los años 1980, distinguir dos subfases, enmarcada entre dos periodos transicionales de duración más o menos corta. El primero de estos últimos, JaráFXDURKDSRGLGRVHUGH¿QLGRFRQEDVHHQDOJXQRVVRQGHRV notablemente el que fue excavado en el sitio epónimo 0,&+ \TXHSURSRUFLRQyWLHVWRVFODVL¿FDEOHV7. Por su lado, Pereira (1999) ubica en este mismo episodio una mayoría de las sepulturas con cerámicas excavadas en MICH. 215 (15 sobre un total de 29). Dado que el intervalo Jarácuaro ha sido siempre considerado y presentado como una transición, no es de sorprenderse que el material cerámico que lo caracteriza combine elementos que provienen de la fase anterior (Loma Alta) con otros más o menos nuevos. No conviene describir aquí las categorías cerámicas sobrevivientes del complejo Loma Alta. Basta recordar que se trata casi exclusivamente de reSUHVHQWDQWHVGHOJUXSRGHORVPRQRFURPRVFDIpQHJUR¿QRV con los tipos Loma Alta pulido y Loma Alta inciso-rayado; a este conjunto se deben agregar también unos especimenes de grupos pintados, principalmente de los tipos Tres Palos Rojo sobre Crema y Tres Palos Rojo y Negro (Negativo) 7 Entre otros ejemplos de esta transición, se puede citar igualmente el sondeo efectuado en Mich. 56 (Yácata La Virgen), en el cual no se recogió mucho material (162 tepalcates), pero de donde proviene la fecha 14C INAH 710.

Cerámicas del Centro-Norte de Michoacán entre el Clásico y el Posclásico 5/4) e, igualmente, a gris (7.5YR 5/4), sin llegar nunca sin embargo al negro, un color a la inversa bien presente en los especimenes del grupo Loma Alta; su tipo de acabado, el cual no es regular y deja ver huellas casi como de palillo: y el espesor reducido de sus paredes (éstas, aunque superiores a muchos ejemplares del tipo Loma Alta pulido, raramente superan los 5 mm). Tres tipos componen el grupo. - Lupe Pulido (Figura 4) es el más común; no presenta ninJXQD GHFRUDFLyQ IXHUD GHO SXOLGR GH ODV VXSHU¿FLHV$SDrece más que todo bajo las formas de cuencos de paredes convexas y de cajetes principalmente con paredes abiertas, con fondos planos o convexos (Figura 4-2 hasta 7) o aun, a veces, provistos de tres soportes en forma de lengüetas (Figura 4-8). Todos los recipientes de este tipo son de dimensiones modestas (una mayoría posee un diámetro de unos 10-12 cm en la apertura). Las otras formas (pequeñas ollas, tecomates, molcajetes) son bastante excepcionales (Figura 4-1 y 9). - Lupe Inciso (Figura 5). Corresponde grosso modo al tipo anterior pero con la presencia, sobre los bordes exteriores, de una decoración incisa relativamente ligera. Si exceptuamos algunos casos, poco numerosos, de motivos distintos (Figura 5-4, 6 y 5, siendo este último tal vez une versión corrupta del motivo el más ubicuo: véase infra), las decoraciones observadas giran en torno a dos grandes géneros de combinaciones que son en orden creciente de ocurrencia: unos frisos horizontales de triángulos con trazos oblicuos en su interior, a veces duplicados (y, en este caso, con puntas opuestas) o asociados con otros motivos (Figura 5-8 y 9); un friso horizontal de volutas angulares repetidas, con

Figura 4 - Ejemplares de cerámicas del tipo Lupe Pulido y sus procedencias (tomados de Pereira 1999 y Arnauld et al. 1993, dibujos F. Bagot y R. Ávila): (1) Mich. 215, sep. 10-3; (2) Mich. 215, sep. 36-3; (3) Mich. 215, sep. 40-1; (4) Mich. 215, sep. 9-10; (5) Mich. 215, sep. 33-1; (6) Mich. 215, sep. 9-8; (7 y 8) Mich. 215, Estructura funeraria 1; (9) Mich. 215, sep. 9-30

sobre Crema8. Pero en Jarácuaro, ya están presentes y empiezan a cobrar importancia tipos diagnósticos de la fase Lupe; de éstos así como de las particularidades posteriores diagnósticas de la transición La Joya, tenemos ahora que dar razón. Aparte de los recipientes de pasta tosca (grupo Zacapu tosco), los cuales empiezan a tener, durante la fase Lupe, VXSHU¿FLHV HQJREDGDV HQ URMR \ FRUUHVSRQGHQ HQ VX JUDQ mayoría a ollas sencillas de tamaño medio, lo que más FDUDFWHUL]D HVWD IDVH /XSH VRQ XQRV PRQRFURPRV ¿QRV R ¿QRVPHGLDQRVORVFXDOHVVHUHSDUWHQHQWUHFXDWURJUXSRV 2.1. Grupo Lupe Si éste llega a reemplazar completamente en la fase del PLVPRQRPEUHHOJUXSR¿QRPiVDQWLJXRWDPELpQPRQRcromo, Loma Alta, su aparición remonta indudablemente al intervalo Jarácuaro y aun probablemente a los últimos WLHPSRVGHODIDVH/RPD$OWD$GHPiVGHOD¿QH]DGHVXV pastas, todas las cerámicas de este grupo se reconocen por tres criterios que aparecen en conjunto: las coloraciones GHVXVVXSHU¿FLHVTXHLQFOXVRHQXQDPLVPDSLH]DYDUtDQ alrededor del café, de claro (5YR 5/6) a oscuro (5YR Figura 5 - Ejemplares de cerámicas del tipo Lupe Inciso y sus 2.5/2), pero también a menudo a beige verduzco (10YR procedencias (en parte tomados de Pereira 1999 y Arnauld et al. 1993, dibujos F. Bagot y R. Ávila): (1) Mich. 215, sep. 9-31; (2) Mich. 215, sep. 9-7; (3) Mich. 215, sep. 9-32; (4) Mich. 215, E. 36-206.2; (5-10) Mich. 215, sondeos 21 y 20

8 Notemos sin embargo que Pereira puso a la luz dos vasos miniaturas del tipo antiguo Urumbécuaro Rojo Mate sobre no Pulido, respectivamente en las sepulturas 35 y 38.

95

Dominique Michelet o sin una o dos líneas horizontales ondulantes más abajo (Figura 5-1, 2, 3 y aun 7). - Lupe Acanalado/Punzonado (Figura 6). Aquí las cazuelas que constituyen casi la única forma, son semejantes en todos sus otros aspectos a aquellas del tipo Lupe pulido, pero comprenden también unas pocas acanaladuras lineales, angostas y poco hondas (en el caso más sencillo éstas forman cuatro rayos que parten del fondo: Figura 6-1), verticales, horizontales u oblicuas que pueden o no ir combinadas con grupos de tres o cuatro pequeños golpes de punzón diseñando un triángulo (Figura 6-6) o un cuadro o igualmente con líneas horizontales de puntuaciones, generalmente más marcadas ya que en la otra cara del vaso logran producir pequeñas protuberancias o bolitas (Figura 6-4 y 5). - Al margen del grupo Lupe, —pero en realidad podría también haber sido clasificado en el Grupo Ciénega (cf. infra)—, existe otra categoría que designamos como Lupe

esfera pudiendo alcanzar hasta 14 cm de diámetro máximo, y con mangos macizos, planos o sub-planos y de anchura que va reduciéndose hacia la parte proximal. Aunque poco difundido, este tipo no puede ser dejado de lado puesto que constituye un marcador tajante de la fase Lupe. 2.2. Grupo Ciénega Al igual que para el Grupo Lupe, los representantes del Grupo Ciénega ocupan un lugar destacado durante la fase Lupe (de alrededor de 10% hasta más de 20% de las diferentes colecciones), pero sus primeras manifestaciones son anteriores (fase Loma Alta), mientras que sus últimas se encuentran durante el intervalo La Joya y aun un poco después. Tres criterios permiten distinguir este grupo de los demás: la cocción de las pastas que muy a menudo muestran un corazón oscuro o negro en contraste con las partes externas más claras (es este elemento justamente que los Lupe Cucharas comparten con el Grupo Ciénega); la presencia sobre las superficies de un engobe rojo-anaranjado (2.5YR 4/6, 4/8, 10R 4/8, 5/8 preferentemente), el cual, sin embargo, no las cubre completamente; un pulido de las partes con engobe relativamente cuidadoso. Existen dos tipos en el grupo. - Ciénega Rojo (Figura 8). Los recipientes de este tipo son monocromos y se reparten fundamentalmente entre dos categorías morfológicas, siendo la primera mucho más frecuente: cuencos, entre los cuales existen numerosos molcajetes, con diferentes clases de soportes, y ollas sencillas de chicas a medianas (alrededor de 15 cm de altura: véase Figura 8-7). Sobre los cuencos, el engobe no cubre por supuesto el fondo de los molcajetes, tampoco la parte inferior de las paredes externas (a veces, el límite del engobe al exterior va realzado por una nervadura que puede ser punzonada o provista de lengüetas miniaturas (Figura 8-1 y 5); las clases de soportes varían de unos sub-cónicos sólidos9, o eventualmente huecos, a verdaderos pedestales a veces calados, pasando por bases anulares bajas, las cuales constituyen la solución más común, entre los molcajetes por lo menos. Las partes activas de estos últimos no presentan nunca motivos incisos linealmente, sino zonas punzonadas con instrumentos puntiagudos o en forma de uñas (Figura 8-8). - Ciénega Rojo y Negro Negativo (Figura 9). Este tipo ha sido creado por Pereira (1999, p. 113) con base en cinco recipientes enteros excavados por él en MICH. 215. A pesar de lo reducido de la muestra, no existe ningún impedimento para admitir la existencia de esta clase cerámica, en particular en la medida en que en el Grupo Carupo, el cual es el equivalente norteño de Ciénega, se reconoció, desde la primera clasificación realizada, un tipo bastante parecido, con pintura negativa. La falta de reconocimiento del tipo Ciénega Rojo y Negro Negativo sobre tepalcates, se debe seguramente a la mala conservación de las decoraciones. Los cinco especimenes publicados por Pereira son copas con pedestal las cuales ofrecen, como motivo principal, una línea ondulante sobre un eje horizontal debajo del labio, al interior y/o al exterior, asociada con otros motivos más

Figura 6 - Ejemplares de cerámicas del tipo Lupe AcanaladoPunzonado y sus procedencias (en parte tomados de Pereira 1999 y Arnauld et al. 1993, dibujos F. Bagot y R. Ávila): (1) Mich. 215, sep. 19-2; (2) Mich. 215, sep. 29-2; (3) Mich. 215, Sect. XIV258.2; (4) Mich. 215, Estructura funeraria 1; (5) Mich. 53; (6) Mich. 263

Cucharas (Figura 7). De pasta fina con corazón oscuro y superficies sin engobe de color mucho más claro (7.5YR 5/4, 7.5YR de 8/2 a 6/4) y alisadas o escobeteadas, las piezas de este tipo corresponden a una sola forma: unos cucharones con “cazoletas” poco hondas, generalmente en casquete de

9 Se trata de cuencos trípodes, pero Pereira (1999, p. 112) señala un vaso tetrápode en el material asociado con una sepultura fechada del intervalo Jarácuaro, es decir en una fecha temprana.

Figura 7 - Ejemplar del tipo Lupe Cucharas y su procedencia (tomado de Arnauld et al. 1993, dibujo F. Bagot): Mich. 263 96

Cerámicas del Centro-Norte de Michoacán entre el Clásico y el Posclásico

Figura 9 - Ejemplares de cerámicas del tipo Ciénega Rojo y Negro Negativo y sus procedencias (tomados de Pereira 1999, dibujos F. Bagot y R. Ávila): (1) Mich. 215, sep. 13-3; (2) Mich. 215, sep. 14-2; (3) Mich. 215, sep. 20-3 Figura 8 - Ejemplares de cerámicas del tipo Ciénega Rojo y sus procedencias (en parte tomados de Pereira 1999 y Arnauld et al. 1993, dibujos F. Bagot y R. Ávila): (1) Mich. 215, sep. 23-1; (2) Mich. 215, E. 15/sep. 4-38.1; (3) Mich. 215, sep. 40-2; (4) Mich. 215, sep. 9-9; (5 y 6) Mich. 215, Estructura funeraria 1; (7) Mich. 70; (8) Mich. 66, T17B, niv. 6

tipo monocromo, denominado Carupo Rojo (Figura 10), está caracterizado por un engobe rojo que recubre parcialmente sus superficies y que, tal vez a causa de la calidad de la pasta, aparece a menudo mal conservado (se erosionó), un fenómeno que a la inversa es muy raro en el Grupo Ciénega. En el tipo Carupo Rojo, al igual que en Ciénega Rojo, encontramos un mayoría de cuencos trípodes o con base anular o aun, aunque menos frecuentemente, con pedestal, así como unos cuantos especímenes de ollas. Entre los Carupo Rojo y Negro Negativo (Figura 11), no registramos copas con pedestal, tal vez al no disponer de piezas completas, pero sí hay cajetes sin soporte (con bases convexas) y otros con base anular. Otro detalle merece ser destacado: el hecho de que la nervadura horizontal que existe sobre la pared externa de varios ejemplares puede situarse en una posición relativamente alta, en realidad cerca del borde.

abajo que forman otros registros horizontales (Figura 9-3). 2.3. Grupo Carupo Éste fue distinguido desde pues los primeros trabajos del proyecto Michoacán I, al revisar los materiales recogidos en la zona Vertiente sur del Lerma. Entre ellos, en efecto, aparecían con cierta frecuencia tepalcates bastante similares a los del Grupo Ciénega, pero con una pasta demasiado distinta para que fueran clasificados en el mismo grupo: esa pasta también es fina, aunque incluye a veces abundante desgrasante; tiene un aspecto algo arenoso y, sobre todo, su color es homogéneo: de una pieza a la otra sin embargo, su tono puede fluctuar del amarillo al beige-anaranjado. El

Figura 11 - Ejemplares de cerámicas del tipo Carupo Rojo y Negro Negativo y sus procedencias (en parte tomados de Faugère-Kalfon 1996, dibujos F. Bagot y R. Ávila): (1) Mich. 103, El Asoleadero, GH, E. 2; (2) Mich. 103, El Asoleadero, A, niv. 3-4; (3) Mich. 111; (4) Mich. 103, El Asoleadero, P, niv. 4

Figura 10 - Ejemplares de cerámicas del tipo Carupo Rojo y sus procedencias (dibujos F. Bagot y R. Ávila): (1) Mich. 378, C, niv. 3; (2) Mich. 379, A, niv. 1; (3) Mich. 387; (4) Mich. 111; (5) Mich. 387 97

Dominique Michelet Finalmente se debe señalar que, si existe cierta variedad entre los motivos, el tema de la línea horizontal ondulante igualmente está presente y aun pudo ser bastante difundido. En resumidas cuentas, parece muy verosímil que el Grupo Carupo haya constituido una versión septentrional del Grupo Ciénega: salvo la gran diferencia que existe entre las pastas y que indica probablemente centros de producción diferentes con acceso a yacimientos de arcillas distintos, las demás variaciones que se pueden constatar entre ambos son leves y, en particular, al parecer no tienen sentido cronológico.

Uno de los elementos más característicos entre los bordes de ollas La Joya Rojo es un engrosamiento externo de su reborde, el cual, en muchas ocasiones, logra formar con el labio propiamente dicho una pequeña acanaladura horizontal (Figura 12-5 y 6). A este tipo de borde que constituye un modo cronológicamente significativo (cf. infra), se le ha dado un nombre específico: borde Chirimoyo. Al recapitular, en estas líneas, las clases cerámicas que encontramos en el Centro-Norte de Michoacán y que atribuimos al lapso de tiempo 500-900 d.C., nos falta fundamentalmente hablar de un grupo, Hornos, y de unos tipos, propios de la zona más septentrional, pero poco representados.

2.4. Grupo La Joya El último grupo característico de la fase Lupe, comprende a la fecha un solo tipo, La Joya Rojo (Figura 12). Corresponde a una cerámica de pasta generalmente menos fina que aquella del Grupo Ciénega, aun si mayormente los recipientes La Joya, incluso algunas ollas de tamaño medio (arriba de 30 cm de altura), tienen paredes bastante delgadas. Los demás criterios diagnósticos del grupo y del tipo son el color del engobe (un rojo generalmente más oscuro —10R 4/6, 4/8) que el que se observa en el Grupo Ciénega, y el tratamiento de las superficies con engobe: aquí son pulidas de manera mucho más somera y casi siempre se ven huellas “de palillo”. Entre los vasos La Joya Rojo, hubo seguramente unos cuantos cuencos o cajetes (existen algunos ejemplos de bases en forma de pedestal (Figura 12-11), así como bordes con nervadura horizontal) e, inclusive, escasos molcajetes (con superficies de trabajo ahora no punzonadas, al menos en ciertos casos), pero la forma que domina el tipo es claramente la olla globular, de borde más o menos ensanchado y de cuello corto, salvo en unas excepciones: los cuellos más altos, sub-cilíndricos, poseen a veces un perfil sinuoso, formado por un abultamiento anular central.

2. 5. Grupo Hornos El grupo Hornos parece haberse desarrollado a partir del periodo La Joya, o justo antes; ha durado durante todo el Posclásico temprano —donde puede alcanzar un 15% de unas colecciones— y posiblemente se habría prolongado hasta los inicios del Posclásico tardío (Figura 13). Se caracteriza por una pasta dura, cualquiera que haya sido su calidad, con casi siempre un corazón de color oscuro (cocción muy parcialmente oxydante); también por superficies naturales (sin engobe), alisadas u, ocasionalmente, pulidas; finalmente por unos espesores de paredes superiores a los que pueden registrarse en los demás tipos “finos” (6 mm como promedio). En realidad, existen al parecer dos categorías de cerámicas Hornos que comparten los tres criterios que acabamos de enumerar, aun si, de una categoría a la otra, puede haber habido continuum: en unos, mayoritarios, la pasta es muy fina, mientras que en los otros es bastante más burda (con desgrasante abundante y bien visible al ojo) sin que estos pierdan por tanto su dureza característica. Dentro de las dos categorías, se hallan las mismas variaciones en cuanto a los tratamientos de superficie y modos decorativos. Aparentemente, varios recipientes no recibieron ningún tratamiento aparte del alisado-pulido de sus paredes, las cuales quedaron naturales y son de color beige-gris. Los tratamientos suplementarios, que aparecen sobre varios tiestos del grupo, son ya sea de orden plástico (estos siempre se localizan en los bordes al exterior), o bien están formados por motivos pintados en rojo (esos se encuentran aparentemente siempre en las paredes internas): es el caso de todos los especimenes ilustrados en la Figura 13. Las decoraciones plásticas incluyen diferentes técnicas y llegan a componer motivos variados: aplicaciones así como distintas maneras de engrosar los bordes —muy a menudo estos elementos van asociados con puntuaciones, medianas a grandes, sobre los labios o las partes engrosadas; puntuaciones chicas lineales solas sobre los bordes; incisiones de líneas oblicuas o en forma de espiguillas formando frisos horizontales. Esa técnica y el motivo de las espiguillas parecen haber sido los más usados. En lo que concierne las decoraciones pintadas, predominan líneas —o segmentos— bastante angostas ondulantes, múltiples y paralelas; esas se organizan horizontal, diagonal o verticalmente y logran cubrir gran parte de las superficies de una manera que recuerda bastante el tipo Mazapa Rojo sobre Café, variedad Mazapa fechado de la fase Corral Terminal

Figura 12 - Ejemplares de cerámicas del tipo La Joya Rojo y sus procedencias (dibujos F. Bagot y R. Ávila): (1) Mich. 66, S15, final del niv.  2; (2)  Mich.  78(2); (3)  Mich.  29; (4)  Mich.  353; (5) Mich. 262; (6) Mich. 53; (7) Mich. 368, S1, niv. 1; (810) Mich. 368; (11) Mich. 402 98

Cerámicas del Centro-Norte de Michoacán entre el Clásico y el Posclásico

Figura 13 - Ejemplares de cerámicas del Grupo Hornos y sus procedencias (dibujos F. Bagot y R. Ávila): (1) corte de una ladrillera al sur del cementerio de Naranja; (2) Mich. 163; (3) Mich. 325; (4) Mich. 313; (5) Mich. 53; (6) Mich. 326; (7) Mich. 163; (8) Mich. 85; (9) Mich. 316; (10) Mich. 367

de Tula (900-950) (Cobean 1990, pp. 267-280)10. Cabe añadir que las decoraciones pintadas al interior van frecuentemente combinadas con decoraciones plásticas externas, en particular las hechas por incisión. Aun sin disponer de verdaderas piezas completas, se puede aseverar que vasos de diferentes formas existieron en el Grupo Hornos. Prácticamente todos los bordes conocidos en él son abiertos. Pertenecen en su mayoría a cuencos de dimensiones relativamente importantes (con diámetros en sus bordes que pueden alcanzar de 25 a 30 cm): véase la Figura 13-1. Hubo igualmente cajetes de perfil carenado (Figura 13-8 y 5) y tal vez cazuelas trípodes, con soportes bulbosos huecos, dos modos morfológicos que justamente aparecen durante la fase Palacio y que están presentes en el Grupo Palacio de los monocromos finos café. Además de las formas mencionadas, hubo probablemente también ollas en el Grupo Hornos (Figura 13-4).

mencionar dos tipos más, los cuales fueron encontrados casi exclusivamente en las zonas más al norte del espacio de trabajo y que, incluso, tienen ahí una distribución espacial restringida. Ambas, sin embargo, pueden fecharse de la parte final del Clásico por su asociación con otras categorías cerámicas. El Madroño Cepillado parece haber sido algo muy local, fabricado aun tal vez en un solo taller situado en la falda sur del Cerro El Metate (Figura 2, sitios MICH. 368 hasta MICH. 50), dada la cercanía entre sí de los sitios en los que fue hallado: se trata de una cerámica

2.6. Otros tipos Como complemento de esta presentación sintética de las categorías cerámicas más representativas del intervalo 500-900 d.C. en el Centro-Norte de Michoacán, conviene

Figura 14 - Ejemplares de cerámicas del tipo El Madroño Cepillado y sus procedencias (dibujos F. Bagot y R. Ávila): (1) Mich. 138, S1, niv. 1; (2) Mich. 368, S1, niv. 2; (3 y 4) Mich. 368; (5) Mich. 136, S1, niv. 2

10 Existen otras comparaciones posibles entre el material de la fase Palacio y cerámicas contemporáneas de Tula.

99

Dominique Michelet de pasta mediana-burda y sin embargo bastante delgada (5 mm como máximo); de color café claro-gris, presenta superficies interiores y externas naturales alisadas o, mejor dicho, cepilladas. Los bordes recogidos corresponden a vasos un poco entrantes (incluyendo algunos verdaderos tecomates, Figura 14-1) o con paredes casi verticales (posibles cilindros) (Figura 14). El tipo Braseros San Antonio, por su parte, como lo indica su nombre, reagrupa fragmentos de braseros de pasta mediana a tosca y de color gris a café rojizo (Figura 15). Las superficies de estos recipientes, alisadas, han recibido en no pocas ocasiones un baño blanco o aun una capa de estuco. Pero el elemento más llamativo del tipo es la presencia, en las paredes externas, de aplicaciones, sobre todo protuberancias numerosas y apretadas. Los incensarios de este tipo tienen paredes espesas (de 8 a 13 mm sin tomar en cuenta las aplicaciones) y, en unos casos al menos, podrían haber tomado la forma de grandes cazuelas con borde evertido (Figura 15-2).

(Op. cit., p. 115). En este nuevo tipo, el rojo, que tiende al café, es generalmente más oscuro (2.5YR 2.5/4, 3/6, 4/6); puede encontrarse en las dos caras de los tiestos junto con la decoración negativa, pero hay casos de paredes internas sin rojo, de color café, y pulidas. La forma más común es la de un cajete con fondo más o menos plano; no identificamos copas con pedestal del tipo Chilar Rojo y Negro Negativo, variedad Crucita, pero solamente hay tres recipientes completos conocidos, aquellos excavados por Pereira (Op. cit., p. 116). Finalmente, otro criterio de diferenciación importante atañe a los motivos, los cuales son ahora bastante más complicados que en el tipo con decoración negativa de los Grupos Ciénega y Carupo: se desarrollan en frisos horizontales con variantes de uno al otro cuando son varios, enmarcados por líneas también horizontales. Así pues, en este caso, si las técnicas empleadas en los tipos de antes y después de los años 900 d.C. son las mismas, las evoluciones observadas justifican la distinción de dos tipos.

3. Del Clásico al Posclásico en el Centro-Norte de Michoacán

Figura 15 - Ejemplares de cerámicas del tipo Braseros San Antonio y sus procedencias (dibujos F. Bagot y R. Ávila): (1 y 2) Mich. 23; (3) Mich. 103, El Asoleadero, A, niv. 2

Faltaría aquí solamente agregar unos comentarios acerca de dos tipos que aparecen en el Posclásico temprano y que nos interesan particularmente por sus relaciones y diferencias con tipos del Clásico que discutimos más arriba. Al inicio de la fase Palacio (alrededor de 900 d.C.), en lo que a los monocromos finos café se refiere, el Grupo Palacio sustituye al Grupo Lupe. El tipo Palacio Pulido, que reemplaza entonces al tipo Lupe Pulido y se distingue de él en varios aspectos (principalmente el tipo de pulido de las superficies, la cocción y los colores así como las formas de los recipientes), pudo sin embargo haber sido prefigurado en ciertas de sus particularidades por algunos especimenes que aún pertenecen a la categoría Lupe Pulido: tal es el caso, por ejemplo, de un cajete trípode (con soportes huecos) carenado, puesto a la luz por Pereira (1999, pp. 106107) entre los materiales de la sepultura 21 de MICH. 215. En el diagrama de Harris construido por el mismo autor (Op. cit., p. 41), esta sepultura pertenece al episodio IV de la historia de la zona funeraria, la cual cae en Lupe tardío/ La Joya. A la fase Palacio también, pudo ser asociado, tempranamente en la clasificación de la cerámica regional, un tipo denominado Chilar Rojo y Negro Negativo, variedad Crucita, el cual se sitúa probablemente en la prolongación directa del tipo Ciénega Rojo y Negro Negativo (véase más arriba), pero con diferencias, tal como lo subraya Pereira

Después de haber revisado brevemente las principales categorías cerámicas crono-sensibles de este periodo, falta reflexionar ahora sobre los índices de evolución en los que uno puede apoyarse. Como dijimos, los cuatros siglos que cubre el lapso de tiempo bajo análisis fueron tentativamente divididos en cuatro momentos (Michelet 1990; véase también la Figura 3). No es verdaderamente necesario hablar mucho del primer intervalo, Jarácuaro, el cual fue juzgado como habiendo servido de transición entre las fases Loma Alta y Lupe. Inicialmente, tuvimos la tentación de considerar que este episodio Jarácuaro había sido de bastante corta duración, unos 50 años en total, situándose entre 550 y 600 d.C. (en fechas reales). Pereira (1999, p. 118) observa que, dada la importancia de los eventos funerarios que él registró en el sitio MICH. 215 para aquel entonces, esta interfase podría haber durado un poco más: sugerimos aquí que se habría prolongado más o menos de 500 a 600 d.C. Sea lo que fuera, en ella existen aún elementos que provienen de la tradición Loma Alta (y no solamente tipos, sino también modos, en particular morfológicos como son las bases de unos cuencos con ligera cavidad o los bordes entrantes), pero categorías que caracterizarán plenamente la fase Lupe ya aparecen también. La partición de la fase Lupe (600850 d.C.) en dos sub-fases de duración casi comparable y divididas en torno a los años 700-750 había sido propuesta al origen para contrastar los sitios Lupe en que, de vez en cuando, permanecen algunas supervivencias cerámicas de Loma Alta y los otros, igualmente Lupe, pero donde estos elementos ya nunca ocurren, mientras que pueden estar presentes especimenes de cerámica La Joya. Esta partición tuvo como principal consecuencia e interés hacer resaltar que la población de la región estudiada, fuertemente centrada al inicio sobre la zona lacustre de Zacapu, había conocido una extensión espacial marcada hacia la zona Vertiente sur del Lerma durante el segundo momento, o Lupe tardío (Michelet 1990, pp. 286-287). Ahora bien, queda claro que a nivel cerámico existe un solo y mismo complejo Lupe.

100

Cerámicas del Centro-Norte de Michoacán entre el Clásico y el Posclásico El episodio La Joya, por su parte, fue originalmente distinguido, al igual que Jarácuaro, como un breve momento de transición —de tal vez unos 50 años de duración—, en HO TXH VH PDQL¿HVWDQ XQDV WUDQVIRUPDFLRQHV FHUiPLFDV anunciando en particular algunas de ellas elementos del complejo Palacio del Posclásico temprano. Pereira (1999: 119), con base en los datos que recogió en MICH. 215, no separa los intervalos Lupe tardío y La Joya. De hecho, las evoluciones que se tomaron en cuenta en la secuencia como marcadores de La Joya son tenues, pero como lo son en realidad casi todas las otras que, de 500 a 900 d.C., fueron consideradas como pautas para subdividir estos cuatro siglos de producción y consumo alfarero. Puede que la GL¿FXOWDGSDUDGLVWLQJXLU/D-R\DWHQJDDOJRTXHYHUFRQOD EUHYHGDGWHPSRUDOTXHOHDVLJQDPRV\TXHHVWDGL¿FXOWDG sea en realidad aún más severa, si resulta que algunos de sus elementos supuestamente característicos (más importancia relativa del tipo La Joya Rojo, uso de los bordes Chirimoyo, comienzos del Grupo Hornos) aparecieron durante la fase Lupe tardío. De ser así, tal vez sería neFHVDULRYROYHUDFRQ¿JXUDUORVSHULRGRVGHODVHFXHQFLD\ suprimir la sub-fase Lupe tardío, ampliando paralelamente tanto Lupe (temprano) como La Joya (véase Figura 3 derecha). Pero, para poder escoger entre las diferentes maneras de segmentar esta porción de la secuencia, tendríamos TXHGLVSRQHUGHPiVGDWRVORVX¿FLHQWHPHQWHSUHFLVRVHV GHFLU PDWHULDOHV QXHYRV HVWUDWLJUi¿FDPHQWH ELHQ RUGHQDdos y cronométricamente bien amarrados. Otra opción que QRWRFDPRVDTXt\TXHH[LJLUtDXQWUDEDMRHVSHFt¿FRVHUtD una comparación sistemática con materiales encontrados en fechas más o menos recientes en regiones circundantes \FXLGDGRVDPHQWHFODVL¿FDGRV YpDQVHSRUHMHPSOR+HUnandez 2000 y 2001 o los trabajos de Pereira y Pomedio en el presente volumen). Por el momento, y hasta que se realicen los estudios aludidos, podemos solamente subrayar los principales elementos disponibles para medir las evoluciones cerámicas entre 600 y 900 d.C. ‡$SDULFLyQHQHOWLSRLupe PulidoGHIRUPDVTXHSUH¿JXran Palacio Pulido FD]XHODV FRQ ERUGH GH SHU¿O VLQXRVR o con carena y con soportes trípodes huecos bulbosos con VRQDMDVHVWDIRUPDHMHPSOL¿FDGDSRUODSLH]D\DFLWDGD hallada por Pereira (1999, Fig. 56-12) en la sepultura 21 de MICH. 215, es seguramente de aparición tardía, de la interfase La Joya o, por lo menos, posterior a 800 d.C. ‡ 'HQWUR GHO WLSR Lupe Inciso, las pocas colecciones excavadas con estratigrafía enseñan que el motivo del friso horizontal de volutas angulares tuvo tendencia a suplantar todos los demás con el tiempo. Así pues, por ejemplo, los frisos de triángulos con trazos al interior son típicos más bien de los inicios de la fase Lupe (Lupe temprano). ‡(QHOWLSRCiénega Rojo, unos modos morfológicos también tienen valor cronológico: conciernen notablemente las bases de los cuencos-cajetes. Los ejemplares con soportes cónicos sólidos triples (o, aún de manera más evidente, cuádruples) son los más antiguos, mientras que las bases anulares habrían antecedido los pedestales: cabe notar al

respecto que, si cuatro copas con pedestal fueron encontradas en la Estructura Funeraria 1 de MICH. 215, colocada por Pereira en su diagrama de Harris en la fase Lupe temprano, los dos ejemplos que él mismo descubrió pertenecen a sepulturas (20 y 21) que son fechadas de Lupe tardío/La Joya (Op. cit, pp. 41 y 112; Michelet 1993, Fig. 53). ‡(OWLSRCiénega Rojo y Negro NegativoGH¿QLGRSRU3Hreira y que está representado por cuatro copas con pedestal (nótese la forma) está asociado, en MICH. 215, a tres sepulturas (13, 14 y 20) y a un temascal, contextos todos que se sitúan en el periodo Lupe tardío/La Joya de Pereira. Eso sugiere fuertemente que este tipo es característico de los años 750-900 más que del periodo 600-750 d.C. Es posible que, durante este último periodo, más antiguo, haya existido (subsistido), como categoría cerámica con pintura negra negativa, algo del tipo Chilar Rojo y Negro Negativo, variedad Chilar, cuyo origen remonta a la fase Loma Alta. ‡(OWLSRLa Joya Rojo, presente desde fechas relativamente tempranas, conoció sin lugar a dudas su auge —cuantitaWLYR²KDFLDHO¿QDOGHOLQWHUYDORGHORVFXDWURVLJORVPRmento exclusivo por otra parte de los bordes Chirimoyo. ‡ (O JUXSR +RUQRV ¿QDOPHQWH HQ VXV GLIHUHQWHV WLSRV \ variedades, es igualmente un elemento diagnóstico de los últimos tiempos del intervalo que nos interesa. Su apogeo VHXELFDGH¿QLWLYDPHQWHHQHOFRPSOHMR²\ODIDVH²3DODFLRSHURHQFROHFFLRQHVGHO¿QGH/XSHRGH/D-R\DGLFKR grupo puede ya corresponder a unos 2 ó 3% del material de ciertos niveles. Esta lista que acabamos de hacer recopila los principales indicios de los cambios que se dieron en materia de cerámica entre aproximadamente 600 a 900 d.C., en el Centro-Norte de Michoacán, o, al menos, de aquellos que logramos percibir. No es muy impresionante, pero tampoco desdeñable. Ilustra a la vez transformaciones y una fuerte continuidad GHVGH HO ¿QDO GH OD IDVH /RPD$OWD KDVWD ORV LQLFLRV GHO Posclásico. Este último carácter hace difícil distinguir en la región un Epiclásico que tuviera algo que ver cultural o cronométricamente con los episodios del mismo nombre conocidos en la Cuenca de México y zonas vecinas. En la región michoacana donde trabajó el CEMCA, el lapso de tiempo comprendido entre más o menos 750 y 900 d.C. IXHTXL]iVHOWHDWURGHODSULQFLSDOH[SDQVLyQGHPRJUi¿FD que hubo hacia los sectores más norteños, continuándose la ocupación de dichos sectores durante buena parte de la fase Palacio. En términos de patrones de asentamiento (Arnauld y Faugère-Kalfon 1998), las rupturas más importantes —relacionadas con procesos opuestos, de expansión y retracción poblacional—, habrían pues tenido lugar duUDQWH²RDO¿QDOGH²ODIDVH/XSHWHPSUDQR\KDFLDORV últimos decenios de la fase Palacio. En lo que a la cerámica VHUH¿HUHKD\TXHUHFRQRFHUTXHHQQLQJXQRGHHVWRVGRV grandes momentos en que la distribución de la población cambió, hubo reemplazo de un complejo por otro compleWDPHQWHQXHYR$SHVDUGHODVPRGL¿FDFLRQHVSHUFHSWLEOHV esto señala una indudable permanencia cultural regional.

101

Dominique Michelet

Bibliografía Arnauld, Charlotte, Patricia Carot y Marie-France FauverBerthelot 1993 Arqueología de las Lomas en la cuenca lacustre de Zacapu, Michoacán. Collection Études Mésoaméricaines II-13/Cuadernos de Estudios Michoacanos 5, CEMCA, México. Arnauld, Marie-Charlotte y Brigitte Faugère-Kalfon 1998 Evolución de la ocupación humana en el Centro-Norte de Michoacán (Proyecto Michoacán, CEMCA) y la emergencia del Estado tarasco. In Véronique Darras (coord.) Génesis, culturas y espacios en Michoacán: 13-34. CEMCA, México. Carot, Patricia 1992 La cerámica protoclásica de Loma Alta, municipio de Zacapu, Michoacán: nuevos datos. In Brigitte Boehm de Lameiras y Phil C. Weigand (coords.) Origen y desarrollo de la civilización en el Occidente de México: 69-101. El Colegio de Michoacán, Zamora. 2001 Le site de Loma Alta, lac de Zacapu, Michoacán, Mexique. Paris Monographs in American Archaeology 9, BAR International Series 920. BAR Publishing, Oxford. 2005 5HDFRPRGRVGHPRJUi¿FRVGHO&OiVLFRDO3RVFlásico en Michoacán: el retorno de los que se fueron. In Linda Manzanilla (coord.), ReacoPRGRV GHPRJUi¿FRV GHO &OiVLFR DO 3RVFOiVLco en el Centro de México: 103-121. UNAM, México. Caso, Alfonso 1930 Informe preliminar de las exploraciones realizadas en Michoacán. Anales del Museo Nacional 4ª época, 6 (2): 446-452. México. Cobean, Robert H. 1990 La cerámica de Tula, Hidalgo (Colección FLHQWt¿FD  (VWXGLRV VREUH 7XOD   ,1$+ México. Darras, Véronique 1999 Tecnologías prehispánicas de la obsidiana: los centros de producción de la región de Zináparo-Prieto, Michoacán. Collection Études Mésoaméricaines II-17/Cuadernos de Estudios Michoacanos 9. CEMCA, México. Ericson, Jonathan E. and Jerome Kimberlin 1977 Obsidian Sources, Chemical Characterization and Hydratation Rates in West Mexico. Archaeometry 19 (2): 157-166. Faugère-Kalfon, Brigitte 1992 Algunos aspectos del Clásico en el CentroNorte de Michoacán. Arqueología 7: 39-50. INAH, México. 1996 Entre Zacapu y Río Lerma: culturas en una zona fronteriza. Collection Études Mésoaméricaines II-15/Cuadernos de estudios michoacanos 7. CEMCA, México. 102

Faugère, Brigitte (coord.) 2007 Dinámicas culturales entre el Occidente, el Centro-Norte y la Cuenca de México, del Preclásico al Epiclásico. Colegio de Michoacán/ CEMCA, México. Freddolino, Mary Kimball 1973 An investigation into the “pre-Tarascan” cultures of Zacapu, Michoacan. PhD dissertation. University of Yale. Gorenstein, Shirley (ed.) 1985 Acámbaro: Frontier Settlement on the Tarascan-Aztec Border. Publications in Anthropology 32. Vanderbilt University, Nashville. Hernandez, Christine 2000 A history of prehispanic ceramics, interaction, and frontier development in the UcareoZinapécuaro obsidian source area, Michoacan, México. PhD dissertation. Tulane University. 2001 Una comparación entre la fase Perales en el noreste de Michoacán y la fase Lerma en Acámbaro, Guanajuato. Arqueología, 25: 23-45. INAH, México. Hernandez, Christine and Dan M. Healan. 2008 The Role of Late Pre-Contact Ethnic Enclaves in the Development of the Eastern Tarascan Frontier. Ancient Mesoamerica, 19 (2): 265282. Cambridge University Press, Cambridge. Lumholtz, Carl 1986 El México desconocido, 2 vols, edición facsimi[1904] lar del original publicado por Charles Scribner’s Son, New York. Instituto Nacional Indigenista, México. Manzanilla, Linda, Claudia López y Claudia Nicolás. 2006 La cerámica de la Cuenca de México durante el Epiclásico/Transición al Posclásico temprano (650-900 d.C.). In Beatriz L. Merino Carrión y Ángel García-Cook (coords.), La producción alfarera en el México antiguo, vol. III, La alfarería del Clásico tardío (700-1200 d.C.): 169186. INAH, México. Manzanilla López, Rubén 1984 Loma de Santa María I, Morelia, Michoacán. Un sitio del periodo clásico mesoamericano. Tesis profesional, ENAH, México. Merino Carrión, Beatriz Leonor y Ángel García Cook (coords.) 2006 La producción alfarera en el México antiguo, vol. III, La alfarería del Clásico tardío (7001200 d.C.). INAH, México. Michelet, Dominique 1990 El Centro-Norte de Michoacán en el Clásico: alJXQDVUHÀH[LRQHVIn Amalia Cardos de Méndez (coord.), La época clásica: nuevos hallazgos, nuevas ideas: 279-290. MNA /INAH, México.

Cerámicas del Centro-Norte de Michoacán entre el Clásico y el Posclásico 1992

El Centro-Norte de Michoacán: características generales de su estudio arqueológico regional. In D. Michelet (coord.), El proyecto Michoacán 1983-1987. Medio ambiente e introducción a los trabajos arqueológicos. Collection Études Mésoaméricaines II-12/Cuadernos de Estudios Michoacanos 4: 9-52. CEMCA, México. 1993 La cerámica de las lomas en la secuencia cerámica regional. In Charlotte Arnauld, Patricia Carot y Marie-France Fauvet-Berthelot, Arqueología de las Lomas en la cuenca lacustre de Zacapu, Michoacán. Collection Études Mésoaméricaines II-13/Cuadernos de Estudios Michoacanos 5: 149-155. CEMCA, México. Michelet, Dominique, Marie-Charlotte Arnauld y MarieFrance Fauvet-Berthelot 1989 El proyecto del CEMCA en Michoacán. Etapa I: un balance. Trace 16: 70-87. CEMCA, México. Michelet, Dominique y Patricia Carot 1998 Arqueología de la región de las cuencas lacustres de Michoacán (1946-1996), In XXIV Mesa Redonda. Antropología e Historia del Occidente de México, vol. 1: 497-537. Sociedad Mexicana de Antropología, México. Moedano K. Hugo 1946 La cerámica de Zinapécuaro. Anales del Museo Michoacano, 2ª época, 4: 39-49. Morelia. Pereira, Grégory 1997 Costumbres funerarias y sociedad del Clásico tardío en la cuenca de Zacapu, Michoacán. Arqueología, 18: 61-84. INAH, México.

103

1999

Potrero de Guadalupe. Anthropologie funéraire d’une communauté pré-tarasque du nord du Michoacán, Mexique. Paris Monographs in American Archaeology 5, BAR International Series 816. BAR Publishing, Oxford. The utilization of grooved human bones: a re2005 DQDO\VLV RI DUWL¿FLDOO\ PRGL¿HG KXPDQ ERQHV excavated by Carl Lumholtz at Zacapu, Michoacán, Mexico. Latin American Antiquity 16 (3): 293-312. Piña Chan, Román y Kuniaki Oi 1982 Exploraciones arqueológicas en Tingambato, Michoacán. INAH, México. Sánchez Correa, Sergio 1995 La Gavia, Guanajuato: aproximación al desarrollo cultural de una porción del Bajío noroccidental. Tesis profesional, ENAH, México. Solar Valverde, Laura (ed.) 2006 El fenómeno Coyotlatelco en el centro de MéxiFRWLHPSRHVSDFLR\VLJQL¿FDGR0HPRULDGHO primer seminario-taller sobre problemáticas regionales. CONACULTA-INAH, México. Snarskis, Michael 1985 Appendix III: Ceramic analysis. In Shirley Gorenstein (ed.), Acámbaro: Frontier Settlement on the Tarascan-Aztec Border. Publications in Anthropology 32: 207-296. Vanderbilt University, Nashville.

REFLEXIONES EN TORNO A LOS PROBLEMAS DEL EPICLÁSICO Y EL COYOTLATELCO

Yoko Sugiura Yamamoto IIA-UNAM , Invest. T. de T.C.

Resumen A raíz de la caída de Teotihuacan y la concomitante desintegración del gran sistema pan-mesoamericano, se gesta el reordenamiento tanto político-social como cultural en todo el ámbito mesoamericano, que caracteriza el período siguiente, el Epiclásico. La transitorieGDGGHGLFKRSHUtRGRVHPDQL¿HVWDHQWUHP~OWLSOHVDVSHFWRVSRUODDSDULFLyQGHQXHYDVH[SUHVLRQHVFXOWXUDOHV\ODSHUVLVWHQFLDGHORV DQWHULRUHVFXDQGR7HRWLKXDFDQWHQtDODSUHSRQGHUDQFLDSROtWLFD/DSUHVHQFLDGHODFHUiPLFD&R\RWODWHOFRTXHDQXQFLDHO¿QGHOPXQGR teotihuacano, y su rápida difusión en una gran parte del centro de México la convierten en un indicador insustituible para comprender los complejos procesos que se desencadenan con la caída de Teotihuacan. Este capítulo puntualiza, por un lado, los problemas relevantes hasta la actualidad no resueltos que provocaron discusiones y controversias acerca de la cerámica Coyotlatelco, desde el nivel más básico hasta el más abstracto. Por otro lado, describe el panorama del YDOOHGH7ROXFDGRQGHODSUHVHQFLDGHODPLVPDWXYRXQDLPSRUWDQFLDVLQJXODUGXUDQWHHO(SLFOiVLFR$VLPLVPRDSDUWLUGHXQDUHÀH[LyQ referente a los problemas ampliamente discutidos y con base en los datos recabados en diversos sitios epiclásicos del valle de Toluca, plantea una nueva propuesta acerca de su origen y consolidación como un complejo cerámico representativo de este periodo.

Abstract In the wake of the fall of Teotihuacan and the related disintegration of the large pan-Mesoamerican system, a new socio-political and cultural order develolps and characterizes the next period, the so-called Epiclassic. This transition manifests itself, among several aspects, through the appearance of new cultural expressions and the persistence of older ones that date back to the period of Teotihuacan’s political predominance. Coyotlatelco ceramics, which presage the end of the Teotihuacan world, and their rapid diffusion throughout a vast part of Central México, become an irreplaceable indicator for our understanding of the complex processes that occur with the fall of Teotihuacan. 7KLVFKDSWHU¿UVWGLVFXVHVWKHFXUUHQWDQGXQUHVROYHGSUREOHPVWKDWKDYHOHGWRGHEDWHVDQGFRQWURYHUVLHVUHJDUGLQJ&R\RWODWHOFRFHramics, from the most basic level to the most abstracted. Next, it describes the Toluca’s Valley panorama, where the presence of these ceramics had a singular importance during the Epiclassic. Likewise, drawing on well-debated problems and information collected in several Epiclassic sites in the Toluca valley, this chapter offers a new proposal forits origin and consolidation as a diagnostic ceramic complex.

Sin duda el problema del Epiclásico y, por ende, el Coyotlatelco representan el tiempo de cambios y ajustes que son consecuencias esperadas a la desarticulación del mundo teotihuacano. El fenómeno epiclásico tiene, así, profundas implicaciones que inciden en múltiples dimensiones como la política, la económica y la socio-cultural. Sin subestimar dichas implicaciones, pero siguiendo el sentido expreso del presente libro, enfocaré este capítulo en torno al problema coyotlatelco a partir explícitamente de la perspectiva cerámica. Así mismo, debo aclarar que las reflexiones vertidas en este texto parten y se derivan fundamentalmente de los resultados alcanzados en el primer seminario-taller sobre problemas regionales, titulado El fenómeno Coyotlatelco en el centro de México: tiempo, espacio y significado, el cual se llevó a cabo en la Ciudad de México en el año 2004. Después de reflexionar sobre las discusiones y polémicas suscitadas durante las sesiones del taller, y releer cuidadosamente los trabajos reunidos en la memoria de dicho encuentro, publicado bajo el título de El fenómeno Coyotlatelco en el centro de México: tiempo, espacio y significado (Solar 2006), revisando los datos e información mencionados en ellos, debo puntualizar que efectivamente hemos logrado importantes avances acerca del problema coyotlatelco. Pero también debo expresar que todos los participantes salieron de aquel taller, no sólo conscientes, sino

también convencidos, de que existen más discrepancias y discusiones que acuerdos, más dudas y preguntas que respuestas, más problemas a resolver que resueltos, etc. Uno de los problemas centrales en torno a la cerámica coyotlatelco proviene del aspecto más elemental y fundamental como su definición misma. Existe una diversidad de opiniones acerca de este punto, las cuales se atribuyen, en gran medida, al hecho de que la distribución de la cerámica conocida como Coyotlatelco sólo necesitó un tiempo relativamente corto para cubrir un área considerable del centro de México y que “nadie” proclamara su derecho de autoría o su marca de origen o denominación como el caso de la cerámica teotihuacana (Sugiura 2006). La cerámica, como toda cultura material, tiene múltiples componentes que atraviesan propiamente todos los aspectos de la sociedad prehispánica y que deben abordarse desde distintos ángulos. Quizá a esta propiedad de la cerámica se atribuye lo que Laura Solar (2006: 4) puntualiza: “el Coyotlatelco no puede ser definido de una sola manera para todos los casos”. Sin negar lo mencionado por esta autora, considero pertinente partir de una base consensuada. De otra manera, difícilmente podremos comparar y discutir un material del otro. Después de ocho décadas trascurridas desde que Alfred Tozzer (1921) denominó como el Coyotlatelco a un conjunto de materiales decorados en rojo sobre

Yoko Sugiura Yamamoto rativos infructuosos, mismos que acarrean resultados no sólo imprecisos sino también sesgados acerca de los aspectos cronológicos y geográficos del Coyotlatelco. Como he mencionado anteriormente, salta a la vista la idea persistente de circunscribir el Coyotlatelco a un tipo cerámico determinado como la concebida originalmente por Tozzer. Una mirada derivada de ésta es la que se encuentra en la definición de Margarita Gaxiola (2006a) quien considera el Coyotlatelco como un tipo cerámico de servicio. Otros autores lo conciben como un tipo específico, cuya definición se deriva de una serie de atributos que no están especificados o insuficientemente definidos, lo que hace difícil evaluar los resultados. Existen aún otros autores que especifican las variables empleadas en su clasificación como las mencionadas en el estudio de Raúl García Chávez, Luís Manuel Gamboa, Nadia Vélez Saldaña y Natalia Moraga Segura (2006: 100), la selección de sus variables para determinar tipos cerámicos, en este caso las formas, decoración y dimensiones, no está correctamente sustentada, sobre todo la de dimensiones. Sin duda, el problema que atañe a la clasificación de los materiales ha ocupado y sigue ocupando un lugar central en la arqueología, ya que, en gran medida, se ha sustentado su interpretación en los resultados de diversos materiales clasificados y en la coherencia metodológica. Naturalmente, en este ensayo corto, sería una tarea inalcanzable discutir acerca de un tema tan complejo como el de clasificación, en este caso de la cerámica prehispánica, no obstante podemos resumir las múltiples posturas en dos vertientes fundamentalmente: uno en la tipología (Whallon y Brown 1982) y el otro en el análisis modal con atributos (Wright 1967). Sin entrar en la profundidad que requiere el tema, podemos señalar que la arqueología mexicana ha tenido una mayor inclinación hacia la tipología y sus variantes como el sistema tipo-variedad, mediante el cual se intenta producir unidades taxonómicas que tienen cualidades comparables y un lenguaje accesible entre los analistas (Willey, Culbert and Adams 1967: 290). En relación al proceso de tipología, Robert Whallon y James Brown (1982: 127) atinadamente comentan que se trata de “one of searching for and discovering order or structure in a set of data and not as a process of imposing any arbitrary order on the data”. Un tipo puede definirse como un grupo o una clase de objetos que presentan coherencia u homogeneidad interna y que pueden ser separados de otros grupos mediante una o más discontinuidades (Hudson 1982; Whallon and Brown 1982), no obstante una tipología tradicional, en prácticas reales, está construida en forma rígida por materiales cerámicos agrupados con base en una serie de variables, que el clasificador selecciona tácitamente como elementos constitutivos de un objeto cerámico. Uno de los problemas reales en la tipología radica no sólo en la selección de atributos ya aglutinados, sino también en su manejo poco flexible, ya que una vez establecido un tipo, adquiere su calidad como verdad, y a él se incorporan los materiales de otras proveniencias. La ausencia tanto de unidades de análisis suficientemente específicas y coherentes, así como su registro acucioso, no nos permite detectar las pequeñas variaciones que puedan resultar relevantes, puesto que impide disgregar atributos

color natural del barro en Santiago Ahuizotla, Azcapotzalco, aún no hemos logrado un consenso acerca de lo que se refiere por este nombre. En aquella publicación, Tozzer define al Coyotlatelco como un tipo cerámico que representa una etapa histórica posterior a Teotihuacan, la cual termina antes de la formación del estado tolteca. El hecho de que Tozzer lo concibió como un elemento que denota la etapa pre-tolteca o proto-tolteca y no epi-teotihuacano es sintomático, ya que estaría explícita o implícitamente enfatizando un mayor vínculo del Coyotlatelco con lo tolteca y no con lo teotihuacano, tradición que lo antecede. Independientemente de que su postura fuese correcta o no, el gran mérito de Tozzer fue el hecho de haber insertado, con base en la identificación de un tipo cerámico, una etapa transicional entre el Clásico teotihuacano y el Posclásico tolteca. Reflexionando el estado de conocimiento de la arqueología del centro de México de hace ocho décadas, cuando Tozzer estableció el término Coyotlatelco, se podría resaltar la relevancia de haber reconocido que los procesos históricos no se constituyen por dos momentos separados sobrepuestos uno sobre otro de manera tajante, sino que se desarrollan con mayor complejidad. Desde entonces, se han propuesto diversas definiciones que pueden llegar a un alto grado de disimilitud, incluyendo términos como complejo, estilo cerámico o estilo decorativo, esfera, fase histórica, tradición, cultura, entre otras. En algunos casos, se han referido como un grupo bio-cultural específico. En otros casos, un mismo texto contiene varios términos como si fueran todos equivalentes. Cabe, sin embargo, señalar que, de todas aquellas opiniones, la postura originalmente adoptada por Tozzer ha tenido una vigencia notable entre los arqueólogos mesoamericanistas como se manifiesta en la tendencia de equiparar (DuSolier 1979, Parsons et al. 1982, Rattray 1966, Cobean 1990, Gaxiola 2006a, Avilés y Solar 2006, etc.) el Coyotlatelco con un tipo cerámico con decoración fácilmente identificable, pintada en rojo sobre bayo y con una cronología comprendida en el Epiclásico. La diversidad en torno a la definición de la cerámica coyotlatelco, a mi juicio, proviene del orden conceptual, más que del metodológico-técnico estrictamente hablando. No se trata simplemente de delimitar un universo de análisis con el fin de evitar conclusiones poco claras derivadas, por ejemplo, de un análisis regional (Gaxiola 2006b; Solar 2006: 3). Naturalmente, tanto el aspecto conceptual como el metodológico están estrechamente relacionados, pero si no existe, en primer término, un acuerdo básico en cuanto a cómo concebir este conjunto de material cerámico conocido como el Coyotlatelco, no tenemos, ni siquiera, la certeza de qué estamos discutiendo. Algunos autores como Solar consideran que es poco factible que todos los arqueólogos que tratan el tema Coyotlatelco “opten por la misma definición” (Solar 2006: 3); no obstante pienso que es importante reconocer la relevancia de llegar a un acuerdo en el terreno que estamos pisando. Precisamente, la falta de consenso sobre un aspecto tan fundamental como la definición misma del Coyotlatelco ha sido una de las causas que inhibieron una comprensión cabal de la problemática. A esta carencia se atribuyen, también, los estudios compa106

5HÀH[LRQHVHQWRUQRDORVSUREOHPDVGHO(SLFOiVLFR\HO&R\RWODWHOFR cidar el problema del Coyotlatelco, esta tipología excluye otras variables no sólo morfológicas, sino también las relacionadas con los aspectos funcionales del objeto en estudio, los cuales tienen implicaciones relacionadas con procesos técnicos de manufactura. Éstas, en conjunción, podrían enriquecer nuestro conocimiento en torno al Coyotlatelco. En cambio, reducir esta cerámica a un solo aspecto no nos permitiría abordar cabalmente la problemática. Con base en lo expuesto anteriormente, puntualizo mi postura de la siguiente manera: el Coyotlatelco como fenómeno cerámico conviene definirse, en primer término, como un complejo a escala regional, en este caso concreto, del valle de Toluca. Como complejo cerámico, se caracteriza por una serie de atributos específicos que comprenden, entre otros, los cronológicos, los morfológicos, los aspectos funcionales y los decorativos, incluyendo los motivos decorativos. La incorporación de estos atributos que atraviesan dimensiones analíticas de niveles distintos evita que el estudio de la cerámica coyotlatelco quede circunscrito a un solo nivel de análisis, abriéndose a múltiples aspectos que deben ser analizados con el fin de lograr una comprensión más integral. De acuerdo con Willey, Culbert and Adams (1967: 304), un complejo cerámico se refiere a “la suma total de cerámicas asociadas que contiene un significado conveniente, el cual fácilmente se distingue por su distribución geográfica y temporal”. Los mismos autores reconocen que los complejos cerámicos son unidades fundamentales del análisis cerámico, ya que nos sirven como punto de partida para cualquier intento de comparación (Willey, Culbert and Adams 1967: 293). Además, mencionan que un complejo cerámico puede dividirse en subcomplejos cuando, al interior, se agrupan por presentar significados para su interpretación cultural (Willey, Culbert and Adams 1967: 304). Aunque los mismos autores recomiendan que no es conveniente extender el nombre de un complejo más allá de una muestra arqueológica de mayor tamaño, señalan, también, que éste puede tener dos niveles: uno, que corresponde a un sitio arqueológico determinado y el otro que cubre un área más allá de un sitio; es decir, a nivel regional propiamente hablando. El caso concreto del valle de Toluca representa precisamente este segundo caso. Dado que en esta región se manifiesta una fuerte homogeneidad en los elementos constitutivos de la cerámica coyotlatelco, podría emplearse el término complejo más allá de un sitio arqueológico determinado, extendiéndolo al nivel regional. Gaxiola (2006a: 32), así como Avilés y Solar (2006: 174), expresan su inquietud con respecto a concebir el Coyotlatelco como un complejo regional, ya que dicho término puede homogeneizar una realidad diversa, subsumiendo la variabilidad interna del fenómeno. Esta preocupación no deriva de la concepción misma que envuelve el término complejo regional, sino más bien refleja el problema emanado de la delimitación geográfica de la denominada “región”. Al parecer estas autoras emplean el término “regional” a escala mayor, incluyendo varias regiones geográficas que, a su vez, forman parte del Altiplano Central de México. La preocupación, asimismo, expresa el estado actual del conocimiento acerca del Coyotlatelco, resultado del trata-

fusionados en pequeños elementos que forman parte de ellas, dificultando la realización de un análisis conciso. Tampoco es posible extraer los elementos necesarios que nos permitan cruzar o asociar con otros para ir construyendo una unidad mayor. De esta manera, una tipología cerámica rígida, establecida por atributos aglutinados impide el intercambio de variables, requerimiento que puede surgir en una faceta analítica, dificultando las comparaciones precisas entre éstas a niveles puntuales o de escalas variadas. Aún considerando que la tipología propuesta consista en variables bien definidas y ponderadas, concebir el Coyotlatelco como un tipo cerámico reduciría el problema a unos cuantos aspectos y no nos permitiría profundizar más allá de lo que hemos logrado en los últimos ocho décadas. Otra vertiente de clasificación se refiere al análisis modal, en el cual se toma en consideración un atributo o una serie de atributos que disponen significados por sí mismos. El mode es “a standard, concept or custom which governs the behavior of artisans of a community, which they hand down from generation to generation” (Rice 1987: 279, Rouse 1960: 313-315). De dos tipos de modes, el conceptual y el procedural, el primero se relaciona con el estilo o forma del objeto y el segundo con la manufactura. Desde esta perspectiva, el estilo, sobre todo el decorativo, se aprecia en términos de representación visual y está íntimamente relacionado con la comunicación y transmisión de información acerca de la identidad de la sociedad que lo produce y del lugar en donde aparece (Rice 1987: 244-245). No obstante de su importancia, se ha utilizado con laxitud desmesurada. En relación a lo escrito anteriormente, considero pertinente reiterar lo mencionado por Brown (1982: 181-182) acerca de una tipología estilística: “Since stylistic variability is everthing that is not subsumed by technical, social, or ideational function, this means that the stylistic sector of an artifact is not governed by mechanical function, the transfer of energy, or the manipulation of matter”, sino que se encuentra “related to processes of information exchange. Specific stylistic form is seen to emit message which are broadcast throughout the use of artists. Depending on message content, message visibility, and social contexts to which artifacts are exposed, as well as on the cultural matrix in which this stylistic communication takes place, different artifacts carry different kinds of messages and stylistic form has different meanings” (Wobst 1977: 335-337). Autores como Avilés y Solar (2006) conciben el Coyotlatelco como un estilo decorativo rojo sobre bayo. Desde la perspectiva mencionada anteriormente, queda claro que, en una tipología estilística, las relaciones que guardan los elementos individuales tienen una mayor relevancia; es decir, la gramática estilística ocupa un lugar más preponderante que los elementos mismos. La tipología estilística es, en efecto, útil como herramienta metodológica para escudriñar las relaciones sociales y sus contextos a través de estilos visuales, no obstante, en la actualidad en que no se cuenta con los datos específicos de los elementos estilísticos y menos aún la manera como están organizados dichos elementos, su alcance y utilidad son muy limitados. Además, en un nivel analítico muy específico para dilu107

Yoko Sugiura Yamamoto a otras esferas de la sociedad como la ideológica, representada por sahumadores, braseros e incensarios. A su vez, es importante reconocer que no todas las piezas decoradas son de servicio, ya que se han encontrado algunas formas que no pertenecen a la vajilla de servicio como las cazuelas con labio pintado en rojo y las ollas cuyo cuerpo presenta decoración en rojo de motivos complejos. Por su parte a mí me resulta particularmente significativo que estas formas no sólo comparten las características básicas de una pieza cerámica, sino que también coexisten en contextos arqueológicos, sobre todo en los sitios pequeños o en contextos habitacionales. Los materiales cerámicos de numerosos sitios localizados en el sur de la cuenca de México por Jeffrey Parsons y su grupo (Parsons et al. 1982: 339), así como en el valle de Toluca por Sugiura (Nieto H. 1998, Sugiura Y. 2005) demuestran que no se puede estudiar los decorados y los monocromos en forma separada y que el estilo decorativo de rojo sobre bayo o la forma específica como la vajilla de servicio, por sí solos, no son suficientes para definir el Coyotlatelco. A partir del supuesto de que los atributos mencionados anteriormente forman parte de una misma unidad y que se caracteriza el universo coyotlatelco por la coexistencia de materiales cerámicos con diferentes atributos morfológicos y estilísticos, hemos sugerido la pertinencia de tomar conjuntamente en consideración los atributos señalados anteriormente, sin distinguir entre las piezas decoradas en rojo sobre bayo y las vasijas monocromas y las formas de uso cotidiano y ritual. Lo anterior me lleva a reflexionar en la conveniencia de abandonar una visión reduccionista del Coyotlatelco y tratarlo de manera incluyente, pero con un rigor suficiente. De otra forma, seguirán sin resolverse los problemas torales, incluyendo lo más elemental, como su definición, que han sido centro de discusiones y discordancias. Sin duda, gran parte de aquellas discusiones en torno a la definición del Coyotlatelco se atribuye, como señalan atinadamente Patricia Fournier, Juan Cervantes y James Blackman (2006: 56), al manejo poco consistente tanto de la variable temporal como de otros rasgos cerámicos que no nos permite establecer las similitudes y diferencias entre los materiales cerámicos del Coyotlatelco. Una propuesta para subsanar esta dificultad es la construcción de bases de datos, sin las cuales ningún estudio podrá tener la fortaleza necesaria para validar sus resultados; para ello, el primer paso consiste en la delimitación y definición de los atributos a considerarse, que deben exhibir consistencia y especificidad. Lamentablemente, los resultados publicados de las investigaciones arqueológicas pocas veces cuentan con la información precisa del análisis de los materiales, que es el soporte de su interpretación. Así, dejan a los lectores escasa posibilidad para evaluar los resultados. En el caso concreto de los materiales cerámicos del Coyotlatelco, si cada fragmento cerámico se considera individualmente y, por lo tanto, cuenta con un registro propio de sus atributos en esas bases, es posible extraer cualquier variable que se requiera para establecer una tipología tradicional, además de darle una mayor consistencia por permitirnos detectar puntualmente las similitudes y las diferencias entre atributos. Teniendo una base de datos

miento poco preciso y sistemático del proceso analítico de los materiales cerámicos. Por su parte, la definición del Coyotlateco como un complejo cerámico regional, a mi parecer, no se contradice con la idea de concebirlo como una esfera cerámica (Cobean 1990; Solar 2006). Como mencionan atinadamente Willey, Culbert y Adams (1967: 306), la correlación de varios complejos cerámicos constituye una herramienta útil para responder a preguntas como la contemporaneidad de dichos complejos que, a su vez, tienen implicaciones en la historia cultural. No obstante, los complejos pueden asociarse de manera disímil, por consiguiente, una simple correlación no es necesariamente idónea para realizar estudios comparativos. Es importante distinguir los que están estrechamente relacionados de otros que, a pesar de ser coetáneos, presentan diferencias. En este contexto, resalta la relevancia del concepto de esfera cerámica definido como la suma total de todos los tipos y modes de los complejos que la conforman. Dicho concepto resulta ser útil precisamente para dar un mayor énfasis a los complejos que exhiben un alto grado de similitud como por ejemplo cuando dos o más complejos comparten la mayoría de sus tipos más comunes. De esta manera, aunque los conceptos como el complejo cerámico y la esfera cerámica representan diferentes niveles conceptuales, son mutuamente complementarios. Reiterando lo mencionado anteriormente, considerar el Coyotlatelco como un complejo cerámico, que incorpora una serie de atributos, implica forzosamente que una sola variable ya sea morfológica o de estilo decorativo no basta para esclarecer el problema. Si lo definimos únicamente con base en las vajillas decoradas de servicio, quedaría excluido un conjunto de formas monocromas como cajetes, cazuelas, ollas y comales, las cuales corresponden genéricamente a las actividades culinarias, de almacenaje y transporte, además de servicio. En el estudio de la producción de la cerámica coyotlatelco basado en el análisis instrumental de activación neutrónica aplicado a 103 muestras, Crider, Nichols, Neff y Glascock (Crider et al. 2007) incluyen, además de los fragmentos decorados en rojo sobre bayo que, según su clasificación, corresponde a un tipo específico denominado como Rojo sobre bayo Coyotlatelco que, a su vez, forma parte del mismo complejo, otros monocromos de uso cotidiano. Los resultados demuestran claramente una tendencia preponderante en la que la mayoría de ambos grupos cerámicos comparte las características en pasta. La misma tendencia se observa en el caso del valle de Toluca, donde la cerámica coyotlatelco con decoración roja sobre color natural del barro o sobre un engobe blanco, la incisa y la monocroma presentan las mismas características en cuanto a pastas. La gran similitud que se observa en ambas no se limita a las pastas, sino también a otros aspectos técnicos como el de cocción y de manufactura, sobre todo en el acabado y la formación de piezas. Asimismo, en los colores de superficie, no se distingue ninguna diferencia entre las piezas decoradas en rojo sobre bayo y las monocromas. Las similitudes entre éstas en los atributos mencionados anteriormente se han identificado, también, en formas cerámicas que pertenecen 108

5HÀH[LRQHVHQWRUQRDORVSUREOHPDVGHO(SLFOiVLFR\HO&R\RWODWHOFR

Figura 1 - Técnicas decorativas. Decoración incisa a y b, decoración pintada d y e, decoración sellada c y f. a, b, d, e Sugiura 2005, c Proyecto SCAT, f Gaxiola 2006.

lado consiste en una banda delgada con motivos cursivos geométricos que circundan el exterior del cuerpo (Figura 1: c, f); 4- Aunque pertenece, genéricamente, a la técnica de incisión, se distinguen de lo mencionado anteriormente los que tienen decoración grabada en relieve o sellada-grabada con motivos muy complejos ejecutados en una superficie considerable (Figura 2). Los materiales con esta decoración se han localizado en la porción oriental, pero sobre todo en el sur de la cuenca de México. Al respecto, Parsons (et al. 1982: 424) advierte su posible vínculo con las regiones al sur y al este del valle de México. A mi juicio, este tipo pertenece a otra esfera cerámica del Epiclásico, coetánea a la del Coyotlatelco; 5- También, debo mencionar el problema de la cerámica Xajay y las pipas de barro (Avilés y Solar 2006, Fournier, Cervantes y Blackman 2006: 66; Bonfil 2006) (Figura 3). Las dudas con respecto a su cronología y su distribución geográfica han propiciado controversias y polémicas en relación con el Coyotlatelco. Si bien estos dos elementos se encuentran asociados (Piña Chan 1981; Nalda 1975), los motivos, así como la técnica de esgrafiado poscocción que caracterizan el Xajay, difieren de los elementos diagnósticos del Coyotlatelco. Desde el punto de vista de la región occidental del actual Estado de México (Limón B. 1978, Gutiérrez de Limón 1979) tanto el Xajay como las pipas (Figura 3) pertenecen más bien a la región de Querétaro y el Bajío, y cronológicamente al Posclásico, como mencionan Juan Carlos Saint-Charles y Roxana Enríquez (2006). Coinciden con lo mencionado por estos autores los materiales cerámicos de Huamango, único sitio excavado extensivamente en la región noroeste del Estado de México a mediados de los setentas (Piña Chan, 1981). Ángeles Segura (Segura y León 1981) menciona que el sitio pertenece al Posclásico (900-1300 d. C.) y que sus materiales cerámicos exhiben relaciones con la región de San Juan

precisos, es posible no recurrir a la tipología tradicional y, en su lugar, se podrá abordar la cuestión analítica desde múltiples direcciones. Una de las preocupaciones primordiales del Proyecto Santa Cruz Atizapan, Estado de México, es precisamente la construcción y el manejo adecuado de la base de datos, consistente en una serie de atributos específicos. Por falta de espacio, no podemos discutir los procesos metodológicos y técnicos empleados para dicha tarea. Ciertamente, dada la gran cantidad de variables que deben ser registrados, es ardua la tarea de ir completando dichas bases de datos y, además, consumen un enorme tiempo y recursos tanto financieros como humanos. No obstante, son precisamente éstas las que nos han permitido detectar ciertas apreciaciones erróneas que hemos venido aceptando como: 1- El incluir los cajetes esgrafiados dentro del Coyotlatelco, dado que se encuentran en una etapa más temprana que dicha cerámica (Cobean 1990: Prado), como podemos observar por las características de sus motivos, colores exteriores, formas como los vasos y posición estratigráfica; 2- El caso de la decoración incisa con diferentes modalidades se concentra en la etapa temprana del Epiclásico y va disminuyendo posteriormente, y por tanto no persiste a lo largo de todo el desarrollo coyotlatelco. La técnica incisa en sí no es un elemento diagnóstico del Coyotlatelco, sino más bien los motivos decorativos ejecutados con la técnica de incisión que, en general, son transposición de los pintados, aunado al color cremoso del exterior de las piezas, son los que nos indican si las piezas pertenecen al Coyotlatelco o no (Figura 1: a, b); 3- Lo mismo sucede con las piezas selladas del Coyotlatelco, ya que dicha técnica aparece en los materiales teotihuacanos. Con respecto a sus motivos, que generalmente se encuentran aplicados en los cajetes curvo convergentes o semiesféricos, se aprecia poca variabilidad a lo largo del Epiclásico. Lo que permite distinguir el Coyotlatelco sel109

Yoko Sugiura Yamamoto

Figura 2 - Sellado con banda ancha. a Martínez 1994, b-c tomado de García 1995 por Gaxiola 2006.

del Río por la presencia de los tipos Rojo sobre Bayo, El Mogote Lineal, el Rojo Xajay (subrayado por la que escribe este ensayo). La cronología tardía de Huamango se sustenta, también, por la casi nula (si no es que nula) presencia de la cerámica coyotlatelco en esta región noroccidental del Estado de México. Al respecto, Limón (1978; Limón y Nieto H. 1998) menciona que, en el reconocimiento de superficie en la región de Temazcalcingo, se han identificado “no más de tres sitios coyotlatelcos”. Por su parte, en la cuenca del Alto Lerma, región donde se registra la mayor densidad de sitios coyotlatelcos en el México Central, la presencia del Xajay y las pipas de barro es mínima y se circunscribe cronológicamente a los sitios del Posclásico Temprano y espacialmente, al extremo norte de la región,

colindando con el valle de Ixtlahuaca, donde se aprecia una vaga y efímera presencia de los asentamientos coyotlatelcos. A reserva de un estudio de mayor profundidad, los datos disponibles hasta la fecha de la porción occidental del Estado de México parecen sugerir, con excepción del trabajo de Bonfil (2006), que la cerámica Xajay y las pipas acodadas de barro no pertenecen a la esfera coyotlatelco ni cronológica ni geográficamente. Aún si se consideraran contemporáneas, como así lo sugieren los autores como Fournier, Cervantes, Blackman, Avilés, Solar y Bonfil, su distribución en la porción occidental del Estado de México no coincide con la del Coyotlatelco. Todo lo anterior nos hace pensar que ambos pertenecen a una esfera diferente al Coyotlatelco y que no debemos de considerar como ele-

Figura 3 - Cerámica Xajay. a-e Nalda 1975, f-h Fournier 2006, i Saint-Charles 2006 110

5HÀH[LRQHVHQWRUQRDORVSUREOHPDVGHO(SLFOiVLFR\HO&R\RWODWHOFR un proceso, más bien, endógeno de la cuenca de México, el cual expresa una consecuencia concomitante del ocaso de Teotihuacan, manifiesta, entre otras cosas, en la dispersión de población urbana hacia otras zonas dentro de la cuenca, pero también hacia las regiones circunvecinas. A eso se atribuye su clara manifestación en el uso de elementos simbólicos expresados en los adornos de incensarios y braseros, así como en las figurillas y otras formas genéricas de vasijas coyotlatelcos, en las que se aprecia cierta continuidad inequívoca del legado teotihuacano. Naturalmente, no niegan la incorporación de algunos elementos exógenos, sobre todo, en el estilo decorativo (como segmentos de motivos compuestos trazados en contraposición), pero niegan la idea de que el Coyotlatelco se sobrepone a la tradición teotihuacana; refutando que exista una ruptura o discontinuidad entre estos dos. Dicha perspectiva tiene implicaciones en otras dimensiones sobre todo acerca del origen norteño del Coyotlatelco, idea que ha estado latente desde décadas anteriores, pero que el estudio de Jiménez (2006) ha refutado con evidencias arqueológicas. Las variabilidades internas del Coyotlatelco tienen una estrecha relación con la regionalización y la identificación de los grupos fundadores del Coyotlatelco. Uno de los consensos alcanzados en el taller de 2004 fue precisamente este aspecto. Se ha considerado el valle de México como la región nuclear del Coyotlatelco, hecho que probablemente se atribuye al primer descubrimiento de dicha cerámica. Se han, además, mencionado dos regiones más que son el valle de Toluca y el de Tula (Solar 2006:19). A diferencia del valle de Toluca, donde se manifiesta una homogeneidad notable, la cuenca de México exhibe una diversidad intrarregional. Por ello, es quizá conveniente subdividir el valle de México en tres (García Chávez et al. 2006) micro-

mentos constitutivos del Coyotlatelco. Si consideramos que el Coyotlatelco constituye un complejo cerámico con una distribución temporal y espacial definida, los aspectos como la gestación, evolución interna y variaciones al interior del Coyotlatelco representan implicaciones fundamentales para obtener una visión integral del tema. Al hablar del proceso de gestación y consolidación, así como la evolución interna del Coyotlatelco, es necesario tener ideas claras acerca de los contextos cerámicos que preceden al Epiclásico. Si todos estamos de acuerdo en que el Coyotlatelco constituye uno de los elementos más representativos del Epiclásico en el valle de México y las regiones circunvecinas, es necesario dirigir nuestra mirada hacia el Clásico, en este caso concreto, el de Teotihuacan, que nos permite rastrear sus posibles antecedentes. Cobra, entonces, una relevancia particular la discusión en torno a la supuesta “continuidad o discontinuidad” entre la tradición cerámica teotihuacana y el Coyotlatelco. Ciertamente, sin entender el paso del Clásico al Epiclásico, nuestra visión acerca del Coyotlatelco sería incompleta. Sin profundizar en este punto por cuestión de tiempo, sugiero que abandonemos dicho término dicotómico, pues la realidad arqueológica no puede entenderse desde esta perspectiva. Debemos, más bien, de ir definiendo qué elementos constitutivos de ambos materiales perviven del Clásico al Epiclásico y cuáles se dejaron de utilizar, así como ir entendiendo su significado en el proceso de gestación. Comparto mi punto de vista (Sugiura 2006) con los argumentos expresados por Sanders (2006), Parsons (2006), Diehl (1989), Piña Chan (1967) y otros arqueólogos (Vargas 1975 y 1978) quienes encuentran cierta tendencia en la que los materiales cerámicos del Clásico teotihuacano van evolucionando hacia la conformación del Coyotlatelco. Se trata de

Figura 4 - Sitios Coyotlatelco en la cuenca de México y valle de Toluca. Sanders et al. 1970, García et al. 2006, Sugiura 2006. 111

Yoko Sugiura Yamamoto regiones. Las características específicas del Coyotlatelco en la región occidental presentan, por un lado, menor similitud a las de otras zonas de la cuenca y, por el otro, mayor cercanía con el valle de Toluca. Con base en los datos tanto publicados como inéditos del valle de Toluca y comparando con los materiales del sur de la cuenca y del valle de Teotihuacan, así como de la región de Tula, debe considerarse que el occidente de la cuenca de México y el vecino valle de Toluca, conforman una región nuclear del Coyotlatelco. Así mismo, se han propuesto Teotihuacan (Sanders 1989 y 2006) y el sur de la cuenca de México (García y Martínez 2006; García et al. 2006) como los posibles lugares o zonas donde se dio la conformación de dicho complejo cerámico. De estas propuestas, la menos convincente es la relacionada con el sur de la cuenca de México, región que, comparada con el occidente de la misma, manifiesta una discontinuidad notable en los patrones de asentamiento entre el Clásico y el Epiclásico y que, además, se caracteriza

por una preponderancia de los sitios de menor jerarquía y por una menor densidad de asentamiento. La zona de la serranía de Guadalupe en el occidente del valle de México (2006), en cambio, alberga la mayor densidad de sitios importantes del Epiclásico en toda la cuenca de México y presenta, además, cierta continuidad en la ocupación desde tiempos anteriores como se observan en el mapa de Sanders, Parsons y Santley (1979). Es esta zona la que se distingue por tener la cerámica de mejor calidad (Rattray 2006) dentro de la cuenca de México. Todo lo anterior nos sugiere que, después del ocaso de Teotihuacan, la zona focal de la cuenca se trasladó hacia el occidente de la misma, sobre todo alrededor de la serranía de Guadalupe (alrededor de la actual ciudad de Azcapotzalco) y que en esa zona se consolidó el Coyotlatelco. De ahí, se difundió con un ritmo acelerado en todo el valle de Toluca, cuya propagación se atribuye a la cercanía étnica-social de ambas regiones (Figura 4).

Bibliografía Avilés Moreno, María Rosa y Laura Solar Valverde 2006 Constantes y variables en el complejo cerámico de Las Moras, un sitio Epiclásico en el norte del Estado de México. En El fenómeno Coyotlatelco en el centro de México: tiempo, espacio \ VLJQL¿FDGR 0HPRULD GHO 3ULPHU 6HPLQDULR Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 163-181. CONACULTA – INAH -Coordinación Nacional de Arqueología, México. %RQ¿O2OLYHUD$OLFLD 2006 La cerámica rojo sobre bayo y el complejo San Juan. Primeros acercamientos al Epiclásico del norte del Estado de México. En El fenómeno Coyotlatelco en el centro de México: tiempo, HVSDFLR \ VLJQL¿FDGR 0HPRULD GHO 3ULPHU 6Hminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 375-392. CONACULTA-INAH -Coordinación Nacional de Arqueología, México Brown A., James 1982 On the Structure of Artefact Typologies. En Essays on Archaeological Typologies. R. Whallon and J. A. Brown (eds.): 176-190. Center for American Archaeology Press, Evanton. Cobean, Robert H. 1990 La cerámica de Tula, Hidalgo. INAH. Colección &LHQWt¿FDQ~P0p[LFR Crider, Destiny, Deborah L. Nichols, Hector Neff and Michael D. Glascock 2007 In the Aftermath Of Teotihuacan: Epiclassic Pottery Production and Distribution in the Teotihuacan Valley, Mexico. Latin American Antiquity 18 (2): 123-143.

112

Diehl A., Richard 1989 A Shadow of Its Former Self: Teotihuacan during the Coyotlatelco Period. En Mesoamerica After the Decline of Teotihuacan : A.D. 700-900. Richard Diehl and Catherine Berlo (eds.): 9-18. Dumbarton Oaks Research Library and Collection, Washington. Dunnell C., Robert 1978 Style and function: a fundamental dichotomy. American Antiquity 43: 192-202. Du Solier, Wilfrido 1979 Cerámica arqueológica de San Cristóbal Ecatepec, Estado de México. Apéndice de ArqueoORJtD GH VXSHU¿FLH HQ 6DQ &ULVWyEDO (FDWHSHF Estado de México: 191-228. Biblioteca Enciclopédica del Estado de México. Gobierno del Estado de México, Toluca Fournier García, Patricia, Juan Cervantes Rosado y M. James Blackman 2006 Mito y realidad del estilo epiclásico coyotlatelco. En El fenómeno Coyotlatelco en el centro de 0p[LFRWLHPSRHVSDFLR\VLJQL¿FDGR0HPRULD del Primer Seminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 97-125. CONACULTA-INAH-Coordinación Nacional de Arqueología, México. García Chávez, Raúl, Luis Manuel Gamboa Cabezas, Nadia Vélez Saldaña y Natalia Moragas Segura 2006 &ODVL¿FDFLyQ\DQiOLVLV¢SDUDTXp"/DFHUiPLFD de fase Coyotlatelco de la Cuenca de México, como indicador del proceso de descentralización política. En El fenómeno Coyotlatelco en el FHQWURGH0p[LFRWLHPSRHVSDFLR\VLJQL¿FDGR Memoria del Primer Seminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 97-125. CONACULTA-INAH-Coordinación Nacional de Arqueología, México.

5HÀH[LRQHVHQWRUQRDORVSUREOHPDVGHO(SLFOiVLFR\HO&R\RWODWHOFR García Chávez, Raúl y Diana Martínez Yrízar 2006 Proceso de desarrollo del Estado tolteca durante las fases Coyotlatelco y Tollan-Azteca. En La producción alfarera en el México Antiguo. Ángel García Cook y Beatriz Leonor Merino Carrión (eds.) 5: 221-256. INAH, México. Gaxiola González, Margarita 2006a El estilo decorativo de la cerámica rojo sobre café de Huapalcalco. En El fenómeno Coyotlatelco en el centro de México: tiempo, espacio \ VLJQL¿FDGR 0HPRULD GHO 3ULPHU 6HPLQDULR Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 327-343. CONACULTA – INAH -Coordinación Nacional de Arqueología, México. 2006b Tradición y estilo en el estudio de la variabilidad cerámica del Epiclásico en el centro de México. El fenómeno Coyotlatelco en el centro de 0p[LFRWLHPSRHVSDFLR\VLJQL¿FDGR0HPRULD del Primer Seminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 3154. CONACULTA-INAH-Coordinación Nacional de Arqueología, México. Gutiérrez de Limón, Silvia 1979 Arqueología del valle de Ixtlahuaca, Estado de México. Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, México. Hudson, F. R. 1982 6RPH $VSHFWV RI $UFKDHRORJLFDO &ODVVL¿FDtion. En Essays on Archaeological Typology, R. Whallon and J. A. Brown (eds.): 21-29. Center for American Archaeology Press, Evanton. Jiménez Betts, Peter 2006 La problemática del Coyotlatelco vista desde el noroccidente de Mesoamérica. En El fenómeno Coyotlatelco en el centro de México: tiempo, HVSDFLR \ VLJQL¿FDGR 0HPRULD GHO 3ULPHU 6Hminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 375-392. CONACULTA –INAH -Coordinación Nacional de Arqueología, México. Limón B. Morrison 1978 El valle de Temascalcingo, estudio arqueológico de una región. Tesis de maestría. ENAH, México. Limón B. Morrison y Cosme Rubén Nieto Hernández 1998 El norte del Estado de México, bosquejo arqueológico. En Historia general del Estado de México. T. 1. Yoko Sugiura (coord.): 163197. Gobierno del Estado de México y Colegio Mexiquense, Toluca. Nalda Hernández, Enrique 1975 UA San Juan del Río. Trabajos arqueológicos preliminares. Tesis de maestría. ENAH, México. Nieto Hernández, Cosme Rubén 1998 Excavaciones en el valle de Toluca. Propuestas sobre su secuencia cultural. Tesis de licenciatura. ENAH, México. 113

Parsons R., Jeffrey 2006 A Regional Perspective on Coyotlatelco in the Basin of Mexico: Some New Thoughts About Old Data. En El fenómeno Coyotlatelco en el FHQWURGH0p[LFRWLHPSRHVSDFLR\VLJQL¿FDGR Memoria del Primer Seminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 83-96. CONACULTA-INAH-Coordinación Nacional de Arqueología, México. 3DUVRQV5-HIIUH\(OL]DEHWK%UXP¿HG0DU\+3DUVRQV and David J. Wilson 1982 Prehispanic Settlement Patterns in the Southern Valley of Mexico: the Chalco-Xochimilco Region. Museum of Anthropology. University of Michigan. Memoir num. 14, Ann Arbor. Piña Chan, Román 1967 Un complejo coyotlatelco en Coyoacán, D. F., México. Anales de Antropología. IIA-UNAM, México. Piña Chan, Román (Dir.) 1981 Investigaciones sobre Huamango y región vecina. Vol I. Memoria del Proyecto. Gobierno del Estado de México, Secretaría de Desarrollo Económico y Dirección General de Turismo, Toluca. Rattray, Evelyn Childs 1966 An archaeological and stylistic study of Coyotlatelco pottery. Mesoamerican Notes. N° 7-8: 87211. Universidad de las Américas, México. 2006 El Epiclásico de Teotihuacan y Azcapotzalco. En El fenómeno Coyotlatelco en el centro de 0p[LFRWLHPSRHVSDFLR\VLJQL¿FDGR0HPRULD del Primer Seminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 201-214. CONACULTA-INAH-Coordinación Nacional de Arqueología, México. Rice, Prudence 1987 Pottery Analysis: a sourcebook, University of Chicago. USA. Rouse, Irving 1960 7KH FODVVL¿FDWLRQ RI DUWHIDFWV LQ $UFKDHRORJ\ American Antiquity. Vol. 25. Num. 1: 313-323. Saint-Charles Zetina, Juan Carlos y Roxana Enríquez Farías 2006 Cerámica del Epiclásico en el sur de Querétaro. En El fenómeno Coyotlatelco en el centro de 0p[LFRWLHPSRHVSDFLR\VLJQL¿FDGR0HPRULD del Primer Seminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 309-326. CONACULTA-INAH-Coordinación Nacional de Arqueología, México Sanders T., William 1989 The Epiclassic as a Stage in Mesoamerican Prehistory: an Evaluation. En Mesoamerica after the Decline of Teotihuacan A.D. 750-900. R. A. Diehl & J. C. Berlo (eds.): 211-218. Dumbarton Oaks Research Library and Collection, Washington.

Yoko Sugiura Yamamoto 2006

Late Xolalpan-Metepec/Oxtotipac-Coyotlatelco; Ethnic Succession or Changing Patterns of Polítical Economy: A Reevaluation. En El fenómeno Coyotlatelco en el centro de México: WLHPSRHVSDFLR\VLJQL¿FDGR0HPRULDGHO3ULmer Seminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 183-200. CONACULTA-INAH-Coordinación Nacional de Arqueología, México. Sanders T., William, Jeffrey R. Parsons and Robert S. Santley 1979 The Basin of Mexico: ecological process in the evolution of a civilization. Academic Press. Studies in Archaeology, New York. Segura, Ángeles y Maximiliano León 1981 Cerámica y escultura de Huamango, Estado de México. En Investigaciones sobre Huamango y región vecina. Vol I. Román Piña Chan (Dir.): 85-129. Memoria del Proyecto. Gobierno del Estado de México, Secretaría de Desarrollo Económico y Dirección General de Turismo, Toluca. Solar Valverde, Laura (ed.) 2006 El fenómeno Coyotlatelco en el centro de 0p[LFRWLHPSRHVSDFLR\VLJQL¿FDGR0HPRULD del Primer Seminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. CONACULTA-INAH-Coordinación Nacional de Arqueología, México. Solar Valverde, Laura 2006 El fenómeno Coyotlatelco en el centro de México: consideraciones en torno a un debate académico. En El fenómeno Coyotlatelco en el FHQWURGH0p[LFRWLHPSRHVSDFLR\VLJQL¿FDGR Memoria del Primer Seminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 1-29. CONACULTA-INAH-Coordinación Nacional de Arqueología, México. Sugiura Yamamoto, Yoko 2005 Y atrás quedó la Ciudad de los Dioses. Historia de los asentamientos en el valle de Toluca. IIAUNAM, México.

114

2006

¿Cambio gradual o discontinuidad en la cerámica?: discusión acerca del paso del Clásico al Epiclásico, visto desde el Valle de Toluca. En El fenómeno Coyotlatelco en el centro de México: WLHPSRHVSDFLR\VLJQL¿FDGR0HPRULDGHO3ULmer Seminario-Taller sobre Problemáticas Regionales. Laura Solar Valverde (ed.): 127-162. CONACULTA-INAH-Coordinación Nacional de Arqueología, México. Tozzer M., Alfred 1921 Excavation of a site at Santiago Ahuizotla, D.F., México. Bureau of American Ethnology Bulletin. Num. 74: 13-55. Vargas Pacheco, Ernesto 1975 La cerámica. En Teotenango: el antiguo lugar de la muralla. Román Piña Chan (ed.) T. I: 191265. Gobierno del Estado de México, Toluca. 1978 Transición del Clásico al Posclásico a través de Ojo de Agua y Teotenango. ENAH. Tesis de Licenciatura, México. Whallon, Robert and James A. Brown (eds.) 1982 Essays on Archaeological Typology. Center for American Archaeology Press, Evanton. Willey Gordon R., Patrick T. Culbert and Richard E. W. Adams 1967 Maya Lowland ceramics: a report from the 1965 Guatemala City conference. American Antiquity 32: 289-315. Wobst H., Martin 1977 Stylistic behavior and information exchange. En For the Director: Research Essays in Honor RI -DPHV % *ULI¿Q $QWKURSRORJLFDO 3DSHUV Charles E. Cleland (ed.) 61: 317-342. Museum of Anthropology. University of Michigan, Ann Arbor. Wright, James V. 1967 Types and Attribute Analysis: Their Application to Iroquois Cultural History. En Iroquois Culture, History and Prehistory; Proceedings of the 1965 Conference on Iroquois Research. E. Tooker (ed.): 99-100. New York State Museum and Science Service, Albany.

REFLEXIONES SOBRE LAS RELACIONES DE INTERCAMBIO ENTRE LA CUENCA DE SAYULA Y LA REGIÓN DEL BAJÍO (550-1000 D. C.)

Susana Ramírez Urrea Catherine Liot Javier Reveles Universidad de Guadalajara

Otto Schöndube INAH, Jalisco

Resumen En las últimas dos décadas, se han venido realizando trabajos sistemáticos en la Cuenca de Sayula. Para la fase Sayula (550-1100 d.C.) se ha podido establecer un sistema de patrón de asentamiento jerarquizado. Es durante esta época que la región presenta su mayor auge sociocultural. El análisis de los datos obtenidos en conjunto con los primeros resultados de las recientes excavaciones en el sitio La Picota, no permiten entender de manera clara las relaciones de intercambio entre el Bajío y la Cuenca de Sayula, sin embargo, ciertos indicios sugieren se pudieron dar de manera indirecta a través de la región de los Altos de Jalisco y posiblemente hacia el norte de Michoacán.

Abstract 2YHUWKHODVWWZRGHFDGHVV\VWHPDWLF¿HOGZRUNKDVEHHQFDUULHGRXWLQWKH6D\XOD%DVLQ$KLHUDUFKL]HGVHWWOHPHQWSDWWHUQKDVEHHQ established for the Sayula phase (550-1100 A.D.). It is during this period that the region reaches its socio-cultural zenith. The analysis RILQIRUPDWLRQREWDLQHGIURPWKH¿UVWUHVXOWVRIUHFHQWZRUNDWWKHVLWHRI/D3LFRWDDOORZVXVWREHWWHUXQGHUVWDQGH[FKDQJHUHODWLRQVKLS between the Bajío and the Sayula Basin. Nevertheless, some indications suggest that they occurred in indirectly way, through the Altos de Jalisco region and possibly through northern Michoacán.

En las últimas dos década, mucho se ha hablado de las relaciones de intercambio y de sus repercusiones en la dinámica social de los grupos que habitaron el Occidente y Noroeste de México y del papel clave que debió jugar la región del Bajío, como uno de los componentes importantes para dicho intercambio. También se ha sugerido que el Bajío debió ser una zona de enlace o engranaje entre dichas regiones y el Altiplano Central (Jiménez Betts 2006: 142-143; Jiménez and Darling 2000: 155-180). Si bien es cierto que dicha región debió tener un papel vital en la conformación y estructuración de las redes de intercambio, no parece haber sido la única, y su relación con otras regiones inmersas en dichas redes no es del todo evidente, como es el caso de la Cuenca de Sayula. Este trabajo tiene FRPR REMHWLYR H[SORUDU \ UHÀH[LRQDU VREUH ORV SRVLEOHV vínculos y su naturaleza, así como los mecanismos de intercambio entre ambas zonas: el Bajío y la Cuenca de Sayula. Para tal efecto, se tomarán a los materiales ceráPLFRV WDQWR UHFLSLHQWHV FRPR ¿JXULOODV FRPR EDVH SDUD el estudio, complementándose con otros materiales como objetos y herramientas de obsidiana o de otra índole. Para lo anterior, el presente trabajo pretende primero resaltar la importancia de la Cuenca de Sayula en el contexto JHRJUi¿FR $GHPiV VH GHVFULEH GH PDQHUD VXFLQWD OD situación socio-política en la zona durante el Epiclásico que corresponde a la fase Sayula (550-1100 d. C.), particu-

larmente la porción temprana y media. También se muestran las evidencias recientemente encontradas en el sitio La Picota que han venido a dar luces sobre la temática en cuestión. Finalmente, se abordan las relaciones interregionales de la Cuenca de Sayula con otras regiones, poniendo énfasis en las posibles evidencias que den indicios de los vínculos entre el Bajío y la Cuenca de Sayula.

1. La Cuenca de Sayula y su dinámica regional La Cuenca de Sayula se ubica a 60 km al sur de GuadalaMDUDHQODSURYLQFLD¿VLRJUi¿FDGHOHMH1HRYROFiQLFR(V una cuenca de carácter endorreico y constituye un complejo geomorfológico bien delimitado, que abarca 700 km2 en su eje norte-sur. Esta delimitada por las sierras de Tapalpa al oeste y la del Tigre al este; al norte se localizan la Sierra de San Marcos y La Difunta que la separan del graben de Chapala. El valle de Teocuitatlán forma el brazo este de la cuenca, el cual está drenado por el río Toluquilla que nace en la cañada del mismo nombre, en la Sierra del Tigre, cerca del poblado de Citala. Este valle muestra características distintas de la zona lacustre: es muy fértil donde el suelo es rico en componentes orgánicos y minerales (vertisol1) lo que hace que tenga un alto potencial agrícola (Figura 1). 1 Suelo con alta proporción de arcillas expandibles (montmorillonitas) que se forman en condiciones de sobre humedad periódica y fuerte desecación.

Susana Ramírez Urrea, Catherine Liot, Javier Reveles, Otto Schöndube

Figura 1 - Mapa de la cuenca de Sayula, Jalisco

La zona lacustre de la cuenca se compone por cuatro grandes unidades geomorfológicas que corresponden a actividades humanas distintas (Liot y Schöndube 2005: 56): (1) La playa, ubicada en el fondo de la cuenca, es el receptáculo de sedimentos y del agua; sus suelos contienen altos contenidos de sales (idem: 56). (2) Las planicies aluviales que constituyen –sobre todo en el sector este y el valle de Teocuitatlán- las áreas más fértiles, y por consecuencia más propicios para los cultivos. (3) El pie de monte ubiFDGRHQORVÀDQFRVGHODVLHUUD\  OD6LHUUD Para entender varios aspectos de la problemática en la dinámica regional suscitada en la cuenca durante la época prehispánica, es necesario considerar su ubicación privilegiada en el marco panregional: constituye un corredor JHRJUi¿FRHVWUDWpJLFRGHELGRDTXHFRQHFWDHQGRVHMHVD varias regiones del Occidente de México como a la costa GHO3DFt¿FR &ROLPD\VXUGH-DOLVFR FRQHODOWLSODQRMDOLVciense, la región de los Altos, y el Noroeste de México – en su eje norte-sur -, así como a dichas zonas y a la costa GHO3DFt¿FR -DOLVFR1D\DULW\6LQDORD FRQ0LFKRDFiQOD región del Bajío y el Centro de México - en su eje oesteeste- (Ramírez Urrea 2006: 174). Dicha característica geoJUi¿FD \ VXV UHSHUFXVLRQHV HQ OD GLQiPLFD VRFLRFXOWXUDO han sido ampliamente discutidas en otros trabajos (idem: 151-197; Liot et al. 2007: 165-200), pero vale la pena resaltar algunos aspectos de esta situación. De acuerdo a Gill and Frank (1991: 76-81), los corredores naturales forman cuellos de botellas, dado que es donde convergen varias rutas de intercambio por donde pasan y se redistribuyen recursos naturales y/o productos exóticos. Los cuellos de botellas son especialmente importantes para la conformación y desarrollo de las economías, y 116

su control es un factor clave para atraer poderes a tales áreas, y/o un recurso estratégico per se que seguramente fortaleció a las sociedades que lo habitan y/o lo controlan (Ramírez Urrea: 154; Idem. (VWDFDUDFWHUtVWLFDLQÀX\yGH manera importante en la conformación de las estructuras sociales y su desarrollo en la cuenca de Sayula, y seguramente tuvo que ver para que la zona jugara un papel de primer orden en la dinámica regional a través del tiempo, y muy particularmente entre el 500 y 1300 d. C. Adicionalmente, en Sayula se han podido reconocer dos de los tres imanes propuestos por Gill and Frank, a) mano de obra y/o recursos naturales, tecnologías dentro del proceso de acumulación y, b) nexos y corredores logísticos presentes en el intercambio interzonal (ibídem: 154-155) 1.1. Antecedentes En las últimas dos décadas, se han llevado a cabo proyectos de investigación2 en la cuenca de Sayula, que permiten tener un panorama hoy en día más amplio sobre la dinámica sociocultural de la región. Durante estos casi veinte años de trabajos, se ha registrado un total de 186 sitios, con una ocupación continua que se remonta hacia el 3 000 a. C. hasta la llegada de los españoles a la zona en 1532 d. C. Los trabajos han permitido caracterizar varios aspectos importantes en la arqueología regional como patrones de 2 El primer Proyecto “Arqueología de la Cuenca de Sayula” auspiciado por el IRD (antes ORSTOM), la U de G y el INAH (cf. Schöndube, Valdez y Emphoux 2006); El proyecto “Transformaciones Socioculturales y Tecnológicas durante el Epiclásico y Posclásico en la cuenca de Sayula, Jalisco” U de G, INAH y CONACYT (cf. Liot, Ramírez, Reveles y Schöndube 2006). El tercero, actualmente en proceso, “Poder e Intercambio en la Cuenca de Sayula en el Epiclásico y Posclásico” U de G, INAH y CONACYT.

5HÀH[LRQHVVREUHODVUHODFLRQHVGHLQWHUFDPELRHQWUHODFXHQFDGH6D\XOD\ODUHJLyQGHO%DMtR G& DVHQWDPLHQWR \ IXQHUDULR UH¿QDU OD FURQRORJtD HVWXGLRV sobre tecnologías (producción de sal, lítica, cerámica, aspectos hidráulicos, etc.) y otras características culturales (Valdez, Schöndube y Emphoux 2005; Liot et al. 2006). 1.2. Situación socio-política-económica en la Cuenca de Sayula en el Epiclásico (Fase Sayula) Hacia el 450/500 d. C. (fase Verdía, Transición Sayula) las sociedades asentadas en la cuenca de Sayula presentan una identidad propia sustentada en una organización social compleja, capaz de controlar, producir y redistribuir productos tanto extraídos localmente como la sal, como otros bienes alóctonos, tales como la obsidiana y la concha. A inicios de la fase Sayula, en el 500/550 d. C., se cuenta con un aumento de asentamientos con respecto a la fase anterior con un total de 125 sitios, localizados principalmente en las primeras terrazas aluviales cercanas a la playa, y en la zona de la playa; éstos últimos constituyen, en su mayoría, talleres multifuncionales relacionados con la extracción de sal y con otras actividades como la talla de obsidiana y concha (Valdez et al. 2005: 91-103; Liot et al. 2007: 171-173). La fase Sayula corresponde a la etapa de mayor auge e innovación sociocultural y al apogeo de una identidad reJLRQDODVtFRPRXQDLQWHQVL¿FDFLyQ\XQDXPHQWRHQODV relaciones de intercambio, principalmente en un eje nortesur (Ramírez Urrea 2006: 151-197). Se han excavado seis sitios que presentan evidencias de la fase Sayula: Fraccionamiento San Juan, Atoyac (CS-16), Cerritos Colorados (CS-11), Caseta (CS-32), La Motita (CS-24) y recientemente, La Picota (CS-08) (Figura 2) (Valdez, et al. 2005; Valdez 1994; Acosta 1994; Noyola 1994; Guffroy 1996; Liot 2000). Con base a estos trabaMRVDVtFRPRDORVUHFRUULGRVGHVXSHU¿FLHGXUDQWHODIDVH 6D\XODVHFXHQWDFRQHYLGHQFLDVGHHVWUDWL¿FDFLyQVRFLDO acceso diferenciado de los recursos, control y redistribución de los mismos, desarrollo y control de tecnologías llegando a una verdadera especialización destacando la relacionada con la producción salinera, y en menor medida, la lítica, la concha y la cerámica (Liot 2000; Valdez et al. 2005). Se han encontrado manifestaciones que sugieren la existencia de un culto probablemente formalizado, el cual se plasma entre otras cosas, en un patrón arquitectónico con la presencia de plazas cerradas con altar central en los sitios más relevantes. En un trabajo recientemente publicado (Liot et al. 2007: 169-171), con base en un análisis de las evidencias detectadas, se propuso un modelo de jerarquización a nivel UHJLRQDO6HLGHQWL¿FDURQFLQFRQLYHOHVGHVLWLRVFRQEDVH además de las evidencias registradas, en el patrón de asentamiento (idem) (Figura 2): 1- Centros cívicos-ceremoniales donde se concentra el poder político y religioso. Se han localizado tres sitios de este nivel del que destaca La Picota (CS-08) y del que más adelante se abordará. Los centros se caracterizan por estar compuestos de conjuntos arquitectónicos de carácter PRQXPHQWDO\FRQXQDSODQL¿FDFLyQGHOHVSDFLR,QFOX\HQ plazas delimitadas por montículos con una estructura central que parece ser un altar. 117

Figura 2 - Modelo del patrón de asentamiento Jerarquizado, )DVH6D\XOD G&  /LRWHWDO¿JXUD

2- Centros de control de producción y almacenamiento, así como de redistribución de recursos claves o estratégicos como la sal, lítica y concha. Se han detectado 6 sitios de esta categoría dentro de los que destaca Cerritos Colorados (CS-11). Se encuentran en los niveles de playa y/o dunas circunvecinas, junto a los talleres de producción de sal, lítica y concha. 3- Centros cívicos menores ubicados en el pie de monte. Se caracterizan por la presencia de pequeños conjuntos arquitectónicos formados de plataformas piramidales y altares elaborados en piedra y tierra. 4- Áreas habitacionales dedicadas a la agricultura. Se cuenta con un total de 85 sitios de esta naturaleza, ubicados en su mayor parte en las planicies aluviales y el pie de monte. Cabe señalar que por lo regular se ubican en el sector sur de la cuenca. 5- Talleres de producción y áreas de actividad especializadas. La mayoría de estos sitios corresponde a talleres de producción de sal con un total de 28, distribuidos en todas las zonas salinas de la playa. Estos se concentran hacia el sector oeste y noroeste de la cuenca. /LRW\RWURV  FRQEDVHHQVXFODVL¿FDFLyQ evidenciaron la existencia de una jerarquización regional de asentamientos, “donde se subraya la presencia de una elite local que controla la producción y redistribución de la sal, así como las actividades relacionadas con la transformación de otros materiales (talla de concha y lítica)”. Es evidente que en los sitios de primer nivel fue en donde se asentaros dichas élites, y fue en éstos donde se debió llevar el control del intercambio regional y a nivel panregional.

Susana Ramírez Urrea, Catherine Liot, Javier Reveles, Otto Schöndube

)LJXUD/HYDQWDPLHQWRWRSRJUi¿FRGHOVLWLRDUTXHROyJLFR³/D3LFRWD´0XQLFLSLRGH7HFKDOXWDGH0RQWHQHJUR-DOFRQ localización de zonas afectadas.

sur, aunque también se ha encontrado evidencias de talla en el sitio CS-22, ubicado en la playa entre Anoca y el sitio Cerritos Colorados (CS-11), al norte. Se han detectado diferencias en algunos estilos cerámicos de la fase Sayula donde se tienen variantes o estilos muy abundantes en el sur, mientras que, en el norte, son muy escasos o nulos (Acosta et al. 1996: 374-362; Acosta et al. 1998: 109). (VWDGLYLVLyQVHUHÀHMDDGHPiVHQHOLQWHUFDPELRSXHVODV navajillas prismáticas de obsidiana verde procedente del yacimiento de Pachuca (Hgo.) están concentradas principalmente en el sitio Carmelita, donde se encuentran en VXSHU¿FLH KDVWD VLHWH IUDJPHQWRV DSUR[LPDGDPHQWH SRU metro cuadrado, mientras que en las dos temporadas de excavación en el sitio La Picota (CS-08), así como en las propias del sitio Cerritos Colorados (CS-11), sólo se ha recuperado un fragmento procedente de La Picota. Cabe mencionar, sin embargo, que lo anterior puede deberse a que son más comunes en el Clásico Temprano y Medio (fase Verdía II 300-450 d. C., fase Verdía-TransiciónSayula (450-550 d. C.), y los estratos excavados hasta ahora tanto en La Picota como en los otros sitios Sayula caen entre 550 y 1000 d. C. Dentro de los sitios cívicos-ceremoniales, sobresale La Picota (CS-08), por su extensión mayor a 100 ha, su planeación del espacio y patrón arquitectónico, así como por su monumentalidad notoriamente más grande que el resto de los asentamientos de su categoría. La diversidad y, en algunos casos, la suntuosidad en los materiales es otro factor que sugieren su importancia. El sitio se localiza en una posición estratégica no sólo por la cercanía de talleres de producción de sal y la presencia de objetos de obsi-

Asimismo, mencionan que hubo un control y redistribución del excedente en productos relacionados con las actividades agrícolas por parte de la élite. Los centros administrativos o de segundo nivel dependían al parecer de los centros cívicos más importantes. La evidencia sugiere que, en los primeros, del que destaca Cerritos Colorados, existía un grupo de la élite o vinculado a ésta, que controlaba la producción de la sal, la talla de lítica y concha (ibídem 168-169). Cabe mencionar que tanto la lítica como la concha son productos obtenidos a través del intercambio; la lítica llegaba no solo en producto terminado, sino en núcleos para obtener las herramientas (Reveles 2005: 349-368). Para la concha paso algo similar, pues se cuenta tanto con conchas para trabajar como con productos terminados (Ibidem 170-171). En ambos casos, se tienen concentraciones importantes de desechos de talla. Por otro lado, los centros funcionaban también como centros de acopio. Con base al análisis de los datos de la fase Sayula, se propuso que la cuenca pudo presentar una división interna a nivel sociopolítica y económico (Acosta et al. 1998: 109). Se han observado diferencias en ciertos materiales y/o presencia/ausencia de los mismos entre el sector norte y el sur: el primero dedicado más a las actividades ligadas con la producción de sal y el segundo a las de tipo agrícola y de subsistencia (Liot et al. 2007: 172). Por ejemplo, el mayor número de talleres de producción de sal se localizan en el noroeste, mientras que los sitios habitacionales y de tipo aldea en la parte sur. Asimismo, las evidencias de posibles talleres de producción de concha se concentran principalmente en el sitio Carmelita (CS-04) ubicado en el 118

5HÀH[LRQHVVREUHODVUHODFLRQHVGHLQWHUFDPELRHQWUHODFXHQFDGH6D\XOD\ODUHJLyQGHO%DMtR G& diana y concha; está rodeado de tierras aluviales con alto potencial agrícola, con un acceso muy cercano a la sierra de Tapalpa donde se pueden obtener otros recursos como caza, madera, minerales y materiales para construcción entre otros; además de conectar esta zona (la sierra) hacia la región oeste de Jalisco, donde se localiza el Valle de Cocula y la región de Etzatlán (donde se encuentran algunas de las minas de obsidiana) (Figura 2). Por otro lado, se localiza cerca de la yuxtaposición de los pasos naturales donde convergen los ejes este-sur y este-oeste. Por otro ODGRVXLPSRUWDQFLDHQODVUHGHVGHLQWHUFDPELRVHUHÀHMD con la presencia de materiales alóctonos como obsidiana y concha, además de cerámicas no locales relacionadas con la élite (i. e. Pseudo-cloisonné).

2. El sitio La Picota (CS-08)

Figura 4 - Vista del Conjunto Sur. Al fondo se observa el Montículo I.

El sitio La Picota fue reportado en la década de 1940’s por la Dra. Isabel Kelly como un asentamiento con arquitectura monumental correspondiente a la siguiente fase llamada Amacueca (Periodo Posclásico) (Kelly s/f). PosteULRUPHQWHHQWUH\IXHLGHQWL¿FDGRSRU6OHLJKW (1965) durante un breve recorrido por la zona, así como por Phil Weigand y Acelia García de Weigand (2002), quienes realizaron varios croquis de los conjuntos arquitectónicos más importantes, además de resaltar su extensión y su importancia en la dinámica regional. La Picota se localiza en el sector norte de la cuenca, a un kilómetro aproximadamente del poblado de Techaluta de Montenegro, municipio del mismo nombre. Cuenta con cuarenta montículos3 distribuidos en 100 ha; sin embargo, el sitio debe tener una mayor extensión hacia las planicies aledañas, dado que en los cortes hechos por las corrientes de agua, se pueden observar restos de construcciones y materiales arqueológicos como cerámica y lítica. Al oeste, lo parte la carretera libre Guadalajara – Colima y al este la vía del tren, quedando una de las plataformas de mayor tamaño del otro lado de la vía (Figura 2, Figura 3). En el extremo norte, se pudo detectar un arroyo hoy en día VHFR \ SRFR SHUFHSWLEOH GHVGH OD VXSHU¿FLH TXH FUX]DED al sitio por su lado norte atravesando uno de los conjuntos (norte) (Figura 3). Otro arroyo se localiza en los límites sur del sitio, que, en época de lluvia, corre abundante agua procedente de la sierra de Tapalpa. 'XUDQWHHOOHYDQWDPLHQWRWRSRJUi¿FRHIHFWXDGRHQ se estableció que los montículos conforman tres grandes conjuntos con un evidente principio de simetría: Conjunto Norte, Sur y Oeste. Los tres conjuntos4 presentan un patrón similar que consta de una plaza cerrada rodeada por montículos con una estructura central que se sugiere como un altar. Cabe notar que este patrón observado en La Picota y

en otros sitios de primer y segundo nivel de la fase Sayula aparece en otros sitios del Occidente y noroeste de México durante el periodo Epiclásico (Lelgemann 1992). El conjunto Sur es el más monumental de los tres; se compone de varias elevaciones entre las que destaca el montículo de mayor tamaño del asentamiento con doce metros de altura (Montículo I) (Figura 4). Además de contar con la plaza y los montículos que la rodean, hacia el sur se localiza otra pequeña plaza o patio también cerrado, formado por el montículo mayor y otros más, uno de ellos con aparente forma en “L” ubicado al oeste y al este otras dos elevaciones de unos tres metros de altura (Figura 5).

3 En 2005 el sitio sufrió una afectación importante por el propietario de una parte del predio donde se ubica el sitio, destruyendo en su totalidad dos montículos (Figura 3). 4 El Conjunto Norte, pese a que presenta un patrón similar, parece IXH PRGL¿FDGR HQ HO 3RVFOiVLFR &XHQWD FRQ XQD PD\RU FDQWLGDG GH PRQWtFXORVGLVSHUVRV\VLQXQRUGHQGH¿QLGR )LJXUD (VWDGLVWULEXFLyQ no parece corresponder al patrón espacial observado en los otros conjuntos (plaza cerrada con altar central), el cual es característico de los sitios de la fase Sayula y del Epiclásico.

119

)LJXUD/HYDQWDPLHQWRWRSRJUi¿FRGHO&RQMXQWR6XUFRQXELcación del Banco de Nivel (BN) y la cuadrícula de excavación.

Con base en los materiales recolectados tanto en super¿FLHFRPRGHODVH[FDYDFLRQHVVHVDEHTXHHOVLWLRWXYR

Susana Ramírez Urrea, Catherine Liot, Javier Reveles, Otto Schöndube una larga ocupación, por lo menos desde el Formativo Medio hasta principios de la época colonial; sin embargo, ODSODQL¿FDFLyQHVSDFLDO FRQMXQWRVDUTXLWHFWyQLFRV \VXV montículos parecen tener sus inicios durante la fase Verdía, entre el 300 y 500 d. C. y su auge fue durante la fase Sayula. La sedimentación del sitio es muy profunda por lo que los vestigios de las fases tempranas - Atotonilco (800400 a. C.) y sobretodo Usmajac (400-200 a. C.) - deben localizarse varios metros debajo. 2.1. Trabajos Recientes En 2004, se realizó la primera temporada de campo en el sitio5. Las excavaciones se concentraron en el Conjunto Sur, dado que constituye el sector de mayor monumentalidad y extensión, además de contar con materiales de diversas fases que atestiguan una ocupación tal vez más larga que en el resto de los conjuntos. Se intervinieron tres estructuras ubicadas en la plaza: el Montículo I (el de mayor tamaño), el Montículo III ubicado al oeste de la plaza y el Montículo V que constituye la estructura central (Figura 5). Para los objetivos de este trabajo, se concentrará la atención principalmente en el Montículo III. Los primeros resultados atestiguan una ocupación del sitio hasta la época colonial, con la presencia de fogones y materiales coloniales ubicados en el Montículo I (Liot et al. 2008). Los tres montículos intervenidos tuvieron además evidencias de ocupación para la fase Amacueca (11001532 d. C.); se recuperó unas fechas 14C, que provienen

Figura 7 - Cajetes, cajetes y molcajetes de base anular y pedestal tipo Atoyac Inciso, fase Sayula. A-j provienen del sitio Cerritos Colorados; k-m: La Picota, Cuenca de Sayula, Jalisco

de la capa IV que sella un piso en la cima del Montículo I, que con dos sigmas dio como resultado 1250-1300 d. C. (idem 2008:10).6 Sin duda, la ocupación más importante del sitio se dio durante la fase Sayula (500/550-1100 d. C), no solo por el patrón espacial predominante del sitio que es característico de esa época, sino por los materiales cerámicos recuperados durante las excavaciones, los cuales corresponden hasta en un 76 % a esta fase. Se cuenta además con unos cuantos materiales de épocas más tempranas, atestiguando una ocupación tal vez desde el Formativo Medio (fase Atotonilco), aunque la evidencia contundente se remonta a la fase Usmajac (300 a. C. a 300 d. C.) (Ibidem. 2008: 41-49). 2.2. Montículo III El Montículo III se localiza al oeste de la plaza, justo enfrente del montículo de mayor tamaño, el Montículo I (Figura 5). Cuenta con una altura de alrededor de cuatro metros. Los trabajos realizados fueron limitados, pero se espera en un futuro próximo reanudarlos para entender mejor los contextos excavados. Pese a ello, las evidencias recuperadas fueron muy interesantes sobre todo por los materiales encontrados. /DV H[FDYDFLRQHV FXEULHURQ XQD VXSHU¿FLH GH  m2, las cuales abarcaron desde la plaza, el talud hasta la cima del montículo. En la cima se bajó entre 40 y 50cm de profundidad promedio. Los contextos excavados a este nivel se encontraron muy removidos por las actividades agrícolas; pese

Figura 6 - Detalle planta. Cima Montículo III. La Picota, Cuenca de Sayula, Jal 5 En 2008 y 2099 se llevaron al cabo dos temporadas de campo las cuales se concentraron en el Montículo I. Los datos aún están en proceso de análisis por lo que sólo se mencionará aquellos que resulten de interés para este trabajo.

6 Se está en espera de nuevos fechas radiométricas de las excavaciones del Montículo I. Sin embargo, por los materiales encontrados todo parece indicar que caerán dentro de lapso conformado por la fase Sayula, es decir, 550 a 1000 d. C.

120

5HÀH[LRQHVVREUHODVUHODFLRQHVGHLQWHUFDPELRHQWUHODFXHQFDGH6D\XOD\ODUHJLyQGHO%DMtR G& blemente troncos de pinos traídos de la Sierra de Tapalpa) usados como columnas para sostener un techo (Liot et al. 2009; Liot et al. en preparación).

Figura 8 - Vista de la plaza del Conjunto Sur desde el Montículo I. Al fondo se observa el Montículo III antes de excavarse.

a ello, se pudieron reconocer de manera clara algunos contextos que permiten deducir una unidad habitacional ocupada por la élite. Los pisos de ocupación estaban varias veces reutilizados, lo que sugiere que estuvo habitada sucesivamente a través del tiempo (Figura 6). (QWUH ORV FRQWH[WRV H[FDYDGRV VH LGHQWL¿FDURQ WUHV IRgones, restos de construcciones que parecen pertenecer a los cimientos de muros interiores y a escalones que marcan el acceso a otro espacio, tal vez al interior de la casa. Se encontraron restos de adobes, dos pisos hechos de tizate, bajareque, parte de un entierro al parecer de un infante, una olla trípode antropomorfa de cerámica del tipo Atoyac Inciso Tardío como ofrenda (Figura 13) y acumulaciones de material, probablemente desechos (Figura 6). Pese a que los fogones pudieron tener una función de tipo doméstico, el hecho de encontrarse en un mismo espacio reducido, hace pensar que se realizaba algún tipo de actividad especializada. Por ahora, las evidencias recuperadas no permiten saber de qué tipo. En las Temporadas 2008 y 2009, durante las excavaciones en el Montículo I, se LGHQWL¿FDURQ XQD VHULH GH HVWUXFWXUDV FLOtQGULFDV D YHFHV de más de un metro de profundidad, hechas en piedra con rampas de lajas adosadas, algunas de ellas con restos de carbón en el fondo. Varias de ellas se encontraron removidas o rotas por fogones coloniales (Liot et al. 2008: 16; Liot et al. en preparación). Aunque los datos están en proceso de análisis, una de las hipótesis más fuertes es que fueron estructuras de soporte de postes de madera (proba-

Figura 9 - Tiestos con decoración pseudocloisoné. (Izquierda) tiesto procedente de Cerritos Colorados (CS-11). 121

2.3. Los materiales y otras consideraciones Tanto la cerámica como los restos de lítica recuperados en el Montículo III fueron superiores al resto de los otros montículos excavados. Los materiales líticos corresponden a desechos de talla de obsidiana. Se tiene además dos raspadores fabricados en un extremo de las navajas, que vienen de esta área. Otras piezas con retoque bifacial y unifacial, que en su mayoría se encuentran en proceso de fabricación, también vienen casi todas del Montículo III. Se recuperaron además navajas o láminas con el talón sin preparación y lisos. Otro tipo de artefacto recuperado fueron las navajillas prismáticas con 87 fragmentos, de los cuales 57 provienen del Montículo III (Liot et al. 2008). Estas se registran en la Cuenca en la porción tardía de la fase Sayula. Con base a sus características intrínsecas y comparaciones con otras muestras analizadas con el méWRGR GH$FWLYDFLyQ 1HXWUyQLFD VH LGHQWL¿FDURQ SDUD ODV navajillas prismáticas dos yacimientos: la Joya, Jalisco y XQDIXHQWHKDVWDDKRUDQRLGHQWL¿FDGD 5HYHOHV 368; apéndice 8: 461-462). El material recuperado corresponde en su mayoría a la fase Sayula, y en menor medida de las fases Usmajac (Preclá-

Figura 10 - Cajete de base anular con decoración al negativo procedente de los Altos de Jalisco

sico Tardío) y Amacueca (Posclásico), así como un tiesto del tipo Cojumatlán Policromo correspondiente a la Tradición Aztatlán del Posclásico Temprano. Es de destacar que dentro de las acumulaciones de material se recuperaron varios fragmentos de cerámica con decoración pseudo-cloisonné (Figura 9). Hasta antes de las excavaciones en La Picota, se había documentado únicamente un tiesto de cajete de base pedestal con esta decoración, procedente de Cerritos Colorados (Ramírez Urrea 2006: 169, foto, 170; Figura 10). En la temporada 2008, se recuperó una copa completa con decoración pseudo-cloisonné como parte de la ofrenda de un infante; ésta es la primera vez en la región que se recupera en un contexto de esas características (Liot et al. en preparación). Al igual que el tiesto de Cerritos Colorados, tanto la copa como los tiestos presentan la pasta gris oscuro lo que hace suponer que es similar a la cerámica del mismo tipo del Valle de Atemajac. Además de la cerámica pseudo-cloisonné, se registró un WLHVWR FRQ LQFUXVWDFLyQ GH PLFD UHVWRV GH ¿JXULOODV WLSR Cerro de García, algunas casi completas, un disco con perforación; cuentas de concha entre ellas un caracol pequeño y una cuenta tubular posiblemente de Spondylus, además

Susana Ramírez Urrea, Catherine Liot, Javier Reveles, Otto Schöndube la atención la gran cantidad de ollas, pero sobre todo fragmentos de cajetes y molcajetes de base pedestal o copas FRQGHFRUDFLyQSROLFURPD )LJXUDVDEF 6HLGHQWL¿caron además varios fragmentos con decoración policroma y con negativo; dicha técnica prácticamente no se había reportado en los materiales de la fase Sayula7 (Figura 12). Vale la pena mencionar que los recipientes en forma de copa se han encontrado en forma regular como ofrendas de entierros de fase Sayula en sitios excavados en la Cuenca (Noyola 1994: 61; Liot et al. 2008). Asimismo, las decoraciones tanto pseudo-cloisonné como al negativo

Figura 11 - Cajetes y Molcajetes de base pedestal (Copas), La Picota: a y b con decoración policroma; c, con decoración policroma y base calada. d, molcajete de base pedestal tipo Atoyac Inciso, Cerritos Colorados.

Figura 13 - Olla trípode antropomorfa tipo Atoyac Inciso Tardío (ofrenda 1).

se encuentran de manera exclusiva dentro de esta forma. La decoración al negativo siempre se encuentra en el tipo Sayula PolicromoFRQH[FHSFLyQGHXQD¿JXUDKXHFDTXH se localiza actualmente en el Museo Regional y que se sabe proviene de Sayula (Figura 14). La decoración al negativo se había registrado de manera muy escasa en cuencos asociados a Tumbas de Tiro, en la fase Usmajac (300 a. C. 300 d. C.). Los tiestos encontrados en La Picota son de fabricación local, de hecho siempre son del tipo Sayula Policromo, diagnóstico sobre todo de la fase Sayula IIa o Media (700- 900 d. C.). Sin embargo, la técnica de decoración al negativo no parece tener sus

de fragmentos de brazaletes. Se recuperaron también una alta densidad de fragmentos de cajetes semiesféricos, cajetes y molcajetes de base anular y base pedestal del tipo Atoyac Inciso, similar a una copa del tipo Atoyac Inciso encontrada en Cerritos Colorados (Figuras 7, 11d). Llamó

)LJXUD(¿JLHKXHFDWLSR6D\XOD3ROLFURPRFRQGHFRUDFLyQ al negativo. Museo Regional de Guadalajara. 7 Durante el recorrido de 1998 en el sitio se encontró un fragmento también de una copa policroma con decoración al negativo. Hasta ese momento el tiesto era el primero con decoración al negativo en el material de la fase Sayula.

Figura 12 - Tiestos de cajetes y molcajetes de base pedestal policromos con decoración al negativo, La Picota, Cuenca de Sayula, Jal. 122

5HÀH[LRQHVVREUHODVUHODFLRQHVGHLQWHUFDPELRHQWUHODFXHQFDGH6D\XOD\ODUHJLyQGHO%DMtR G&

Figura 16 - Banquito de cerámica, tipo Sayula Policromo. Figura 15 - Tiesto con decoración policromo no local, posiblemente procedente del valle de Tlaltenango.

antecedentes en la región. Pese a que se han realizado excavaciones extensivas en asentamientos contemporáneos como Cerritos Colorados (CS-11) y el Fraccionamiento San Juan Atoyac (CS-16), hasta antes de las excavaciones en la Picota, sólo se contaba con un tiesto de fabricación ORFDO UHFRJLGR HQ VXSHU¿FLH HQ GLFKR VLWLR &DEH DFODUDU que en Atoyac se recuperó, como ofrenda de entierro, un cajete de base anular rojo sobre bayo con decoración al negativo de fabricación no local, que puede venir de los Altos de Jalisco o del cañón de Juchipila, zonas en donde es muy común (Noyola 1994: 63, Figura 4, 79; Ramírez Urrea 2006: 169) (Figura 10). En las excavaciones de 2004, 2008 y 2009 en La Picota, se recuperaron igualmente numerosos tiestos de este mismo tipo, por lo que se observa, por un lado, que es un tipo popular entre las élites de la fase Sayula y, por el otro, remarca una fuerte interacción entre las élites de Sayula con dichas regiones de donde al parecer proviene: Los Altos de Jalisco y el cañón de Juchipila en Zacatecas. Asimismo, su presencia más notoria en el sitio, en comparación con otros asentamientos contemporáneos de la zona, resalta un especial vínculo importante de La Picota con los Altos de Jalisco, y sustenta la hipótesis del papel importante del sitio en las relaciones interregionales. Además de los tiestos al negativo característicos de la región de Los Altos, se cuenta con otros más de procedenFLDDOyFWRQD(QWUHHOORVVHLGHQWL¿FyXQRFRQGHFRUDFLyQ policroma que podría venir del valle de Tlaltenango en Zacatecas (Peter Jiménez y Laura Solar, comunicación personal 2007) (Figura 15). Asimismo, se recuperaron otros más con decoración policroma que proceden al parecer de Nayarit, así como tiestos que parecen corresponder al tipo Gavilán Policromo de la fase Amapa, etapa anterior a la fase Sayula, contemporánea a la fase Usmajac. Una pieza que llama la atención es un banquito fabricado en cerámica (Figura 16). Es de fabricación local, del tipo Sayula Policromo y hasta hoy no se había registrado en la zona. Dicho objeto tal vez sirvió como asiento de personaMHVGHDOWRHVWDWXVFRPRVHREVHUYDHQODV¿JXUDVKXHFDV de la época de Tumbas de Tiro. Por otro lado, estos asientos son muy comunes en el valle de Atemajac. Adicionalmente, se recuperó en el material de La Picota las bateas de cerámica. Éstas, además de haberse reportado en el Valle de Atemajac y Tala (Lorenza López-Mestas, comunicación personal 2006), al parecer son bastante frecuentes en el valle de Tlaltenango al sur de Zacatecas (Laura Solar, comunicación personal 2007). 123

Todos estos elementos permiten resaltar el papel de primer orden del sitio en la dinámica regional y pan regional. Asimismo, atestiguan que el sitio fue el asiento de poder tal vez más importante que albergó a la élite local, la cual estaba ligada e inmersa en el intercambio entre élites a nivel panregional.

/DFXHQFDGH6D\XOD\(O%DMtR5HÀH[LRQHVGH sus relaciones En un trabajo publicado (Ramírez Urrea 2006: c, Figura 7, 175), se analizan las redes de interacción en el Occidente y noreste de México y el papel que jugó la Cuenca de Sayula en la dinámica regional. En la Figura 17, se muestran las esferas de interacción propuestas para la Cuenca de Sayula y para el Noroccidente en general. En ese trabajo quedó GHPDQL¿HVWRHOSDSHOGHSULPHURUGHQTXHGHELyWHQHUOD región en las relaciones interregionales entre los grupos de élite de diversas estructuras equipolentes asentadas en el Occidente de México, entre otras cosas, por su ubicación estratégica y por la producción de sal a gran escala y de concha (idem.). Asimismo, se acentuó que además de intercambiar recursos estratégicos como la sal y la obsidiana, el intercambio era fomentado por la demanda de bienes suntuosos como ornamentos de concha, cerámica especializada como el pseudo-cloisonné y uso de la técnica al negativo en ceráPLFD SDUWLFXODUPHQWH ODV FRSDV  ¿JXULOODV WLSR , \ WLSR Cerro de García variante F; turquesa entre otros (ibídem.). Los primeros resultados de los trabajos en La Picota refuerzan aún más dicha propuesta, además de que resalta el papel destacado del asentamiento en la dinámica panregional. Durante los trabajos en La Picota, se registraron varios objetos suntuosos o marcadores de status, asociados íntimamente con la élite. Entre ellos, la cerámica pseudocloisonné, cerámica (copas) con decoración al negativo; fragmentos de recipientes de base anular con decoración al negativo procedentes de la región de los Altos de Jalisco, ¿JXULOODV WLSR &HUUR GH *DUFtD QDYDMLOODV SULVPiWLFDV mosaicos hechos de turquesa y cuentas de concha (probablemente spondylus), y cuentas de algún material todavía QRLGHQWL¿FDGR WDOYH]DUPDGLOOR  (ORGLH0DVFRPXQLFDción personal 2010), estos últimos atavíos como parte del ajuar de los individuos inhumados; otros objetos como los discos de arenisca cubiertos de pigmento amarillo, encontrados recientemente sobre el pecho de un individuo que es parte también de la ornamentación de ajuar mortuorio (Cárdenas 2009).

Susana Ramírez Urrea, Catherine Liot, Javier Reveles, Otto Schöndube 'HO PDWHULDO UHFRJLGR HQ VXSHU¿FLH VH WLHnen fragmentos de cabeza del tipo F (cara triangular). Dichos fragmentos sólo se han encontrado en tres sitios en la cuenca - La Picota (CS-08), Cerritos Colorados (CS-11) y Carmelita (CS-04) – todos asentamientos de primer y segundo nivel de la jerarquía regional. Cabe recordar que, durante las excavaciones en La Picota, se recuperaron numerosos restos de herramientas de obsidiana; una parte importante de la muestra proviene del yacimiento de La Joya, Jalisco (Liot et al. 2008). También se cuenta con navajillas procedentes de un yacimiento hasta ahora no LGHQWL¿FDGR /LRW et al. 2008: 53; Reveles 2005: 349-368), además del único ejemplar de navajilla procedente del yacimiento de Pachuca, Hgo. También se tienen numerosos fragmentos de objetos de concha que provieQHQGHO3DFt¿FR En un ejercicio por encontrar algunas pistas de posibles relaciones de intercambio económico e ideológico entre la cuenca de Sayula y el Bajío, se observó que existía un Figura 17 - Mapa esferas de interacción para el Noroccidente de México en el Epi- objeto, que si bien no corresponde de ninclásico (tomado de Ramírez Urrea 2006: 157-197, Figura 7: 175). guna manera a un mismo tipo en todas las áreas y por lo tanto no se puede considerar Uno de los artefactos marcadores propuestos junto con los un artefacto marcado como los antes mencionados – i. e. cuencos Atoyac IncisoVRQODV¿JXULOODVWLSR&HUURGH*DU¿JXULOOD&HUURGH*DUFtDHOFXHQFRWLSRAtoyac Inciso o el cía, en especial la variante “F” (Figura 18). La distribución cajete de base anular con decoración al negativo, la ceráWDQDPSOLDGHHVWRVREMHWRVHQHVSHFLDOODV¿JXULOODVSHUmica pseudo-cloisonné -, comparte algunas características mitieron establecer la esfera Jaliscolima (Idem ¿JXUD comunes como: (1) la forma, que es un cajete/molcajete de 5, 168), que sugiere la existencia de una red que va de Sur base pedestal mejor conocida como copa; (2) la base que D1RUWH GHODFRVWDGHO3DFt¿FRHQ&ROLPDKDVWD7RWRDWH es generalmente calada, aunque varía de una a otra región, en el Cañón de Bolaños). Todo parece suponer que estuvo y (3) el fondo que presenta por lo regular incisiones muy vinculado con el intercambio de ornamentos de concha, la ¿QDVSRUORTXHVHVXJLHUHQFRPRUHFLSLHQWHVWLSRPROFDsal8, ciertas herramientas de obsidiana9 y tal vez de otros jetes, en muchos casos con huellas de uso. materiales suntuosos como plumas y algodón, además de La cerámica pseudo-cloisonné también se encuentra asoque dicho intercambio seguramente fomentó y fortaleció ciada a dicha forma. En la región del Bajío, se cuenta con un vínculo ideológico entre las élites regionales (Ibidem recipientes similares en rojo sobre bayo con decoración 163-176). al negativo (véase Pereira en este mismo volumen); en En la Picota, se encontraron además varios fragmentos de Sayula, tienen decoración policroma (Rojo/Naranja sobre ¿JXULOODV&HUURVGH*DUFtDDOJXQRVGHHOORVVHPLFRPSOHcrema o bayo) y algunos casos en Sayula tienen caras adotos procedentes en su mayoría del Montículo III excavado sadas. en la Temporada 2004. En las Temporadas 2008 y 2009, Este ejercicio tuvo como objetivo el rastreó de donde apaVH UHFXSHUDURQ ¿JXULOODV SHTXHxDV GH HVWH WLSR SHUR QR recen recipientes con los tres criterios antes expuestos. El son de la variante F. Unas de ellas se encontraron como resultado de su distribución se presenta en la Figura 19. Se ofrenda de un entierro y otras asociadas también a contexobservó que las copas han sido reportadas en los sitios más tos funerarios (Liot et al. en preparación; Cárdenas 2009). importantes para Guanajuato (Cerro Bajaras, El Cóporo, 8 De acuerdo a los trabajos de Liot (2000), una de las regiones, Peralta, Cañada de la Virgen, Plazuelas10); en la cuenca probablemente la más importante tierra adentro, de producción de sal de Zacapu al norte de Michoacán (Michelet 1993: 153fue la Cuenca de Sayula durante el Epiclásico que corresponde a la fase ¿JXUDHVWHYROXPHQ \HQYDULDVUHJLRQHVGH Sayula, por lo que uno de los recursos estratégicos de la cuenca, además Jalisco, como Sayula, el Valle de Atemajac y, más al norte, GHVXXELFDFLyQHQHOiPELWRJHRJUi¿FRIXHODVDO en la región de los Altos; y al sur en Autlán, Tamazula y 9 De acuerdo a Reveles (2005: 349-368), se han encontrado evidencias que permiten suponer que se está trabajando algunas de las herramientas Zapotlán el Grande, así como al sur de Zacatecas (Ramírez de obsidiana. Se ha detectado que a la cuenca llegan tanto objetos terminados como en preforma y es en los talleres de producción de sal localizados en la playa en donde además de trabajar la sal, se trabaja algunos tipos de herramientas de obsidiana, además de ornamentos de concha.

10 Para mayores detalles sobre los sitios de Guanajuato y sus materiales cf. Castañeda et al. 2007; Arqueología Mexicana, Vol. XVI, Num. 92, 2008). Para Cerro de Barajas cf. Pereira, Migeon y Michelet 2005: 123136; Pereira y Migeon 2008: 52-55, Pereira este volumen.

124

5HÀH[LRQHVVREUHODVUHODFLRQHVGHLQWHUFDPELRHQWUHODFXHQFDGH6D\XOD\ODUHJLyQGHO%DMtR G&

Figura 18 - Figurillas Cerro de García de la Cuenca de Sayula, Jalisco.

Urrea 2006: 165-170). El ejercicio resultó muy ilustrativo porque se pudo observar que hay dos esferas de distribución. La primera, que abarca el oeste del Bajío, el norte de Michoacán y los Altos de Jalisco, corresponde a la distribución de las copas rojo sobre bayo con decoración al negativo. En la segunda esfera de distribución, se tienen, además de las copas con base calada, los cajetes de base anular del tipo Atoyac Inciso, ODVROODVH¿JLHFRQERUGHDQJXODUWLSR,]WHSHWH\ODV¿JXrillas tipo Cerro de García. Todos estos materiales parecen formar una especie de “complejo cultural” pan regional. En algunos áreas como la cuenca de Sayula, el valle de Atemajac, pero sobre todo en los Altos de Jalisco, convergen todos estos tipos, además del cajete de base anular con decoración al negativo (Figura 19). Es interesante entonces que este tipo de recipiente per se esté relacionado, en la mayoría de los casos, a contextos que sugieren una estrecha asociación con la élite - por lo menos para la cuenca de Sayula -. También llama la atención - o por lo menos para Sayula - este tipo de recipientes en donde se está incorporando la decoración al negativo y pseudo-cloisonné. Por otro lado, por sus características y en la mayoría de los contextos asociados, sugieren ostentar un contenido ideológico compartido. Detrás de la distribución de dichos recipientes, se puede pensar también en una HVIHUDLGHROyJLFDFRPSDUWLGDSXHVVH¿JXUDQHQODPD\RUtD de los casos como una moda restringida a sitios donde se asentó la élite y de uso exclusivo de ésta. Además, es sugerente que en ambas esferas se encuentren tanto las copas de características similares, como los recipientes cafés con decoración incisa: parecen ser una misma moda, pero con características y técnicas distintas. Por otro lado, la coexistencia en varias áreas de estos cuatro recipientes – copas, cajetes de base anular tipo Atoyac Inciso, la olla de borde angular con cara adosada tipo Iztepete y cajetes de base anular decorados al negaWLYR±DVtFRPROD¿JXULOOD&HUURGH*DUFtDSDUHFHQIRU125

mar un “complejo cultural” que podría ser el resultado de un intercambio no sólo de bienes de lujo y estratégicos sino de tipo ideológico. En efecto, las estructuras de poder parecen estar vinculadas a ciertos conceptos ideológicos D¿QHVDOLQWHUFDPELRGHELHQHVVXQWXRVRV11, además de que seguramente son un símbolo asociado al poder y con un VLJQL¿FDGRGHWLSRULWXDO\UHOLJLRVR En lo que respecta a la decoración al negativo, en la cuenca de Sayula está restringida a la élite, pues sólo se ha recuperado hasta ahora en el Montículo III, el cual parece constituir una unidad habitacional de élite. Además, esta presente en recipientes que por lo regular son ofrendas de entierros. El conocimiento de la técnica al negativo en sí, o lo que se conoce como know how, parece estuvo restringida o transmitida a ciertos grupos de poder (elites) y utilizada en contextos especiales, por lo menos para Sayula. Esta técnica decorativa y el tipo Rojo sobre bayo con decoración al negativo marcan un vínculo importante entre las élites de regiones donde está muy común: los Altos de Jalisco y de manera más sutil con la región del Bajío y el norte de Michoacán. El empleo de la decoración al negativo en la Cuenca parece responder a una imitación o adopción de dicha técnica íntimamente ligada con las élites, lo que refuerza la idea de un vínculo importante entre éstas, asentadas en dichas regiones y las propias de la Cuenca de Sayula. En contraparte, Beekman (1996: 258-260) y Beekman and Christensen (2011) sugieren que las innovaciones y la introducción de nuevos estilos como las copas, el tipo Atoyac Inciso entre otros materiales asociados a la fase El Grillo presentes en varias regiones del Occidente como el Valle de Atemajac, los Altos de Jalisco y por supuesto en la Cuenca de Sayula, son el efecto de migraciones de grupos, probablemente hablantes de Nahua, que llegaron 11 Seguramente dentro de este intercambio se vinculan materiales como turquesa, amazonita y otros materiales todas insignias relacionadas con el poder.

Susana Ramírez Urrea, Catherine Liot, Javier Reveles, Otto Schöndube

Figura 19 - Distribución de los cajetes y molcajetes de base pedestal calada.

y se asentaron en dichas áreas, procedentes de la región del Bajío, alrededor del periodo Epiclásico. Dichos grupos aparentemente se habían asentados en la región del Bajío tiempo atrás. Su estudio es muy interesante y abre la puerta a la discusión, y debe tomarse en cuenta las repercusiones que tuvieron en la movilidad de los grupos en Mesoamérica. En el caso de Sayula, se han documentado elementos que permiten evidenciar con bastante seguridad para el periodo Posclásico la llegada de grupos relacionados con la Tradición Aztatlán (Ramírez Urrea 2006: 165170; Liot et al. 2006) y más tarde con los tarascos (Noyola 1996: 76). Sin embargo, para el Epiclásico, por el contexto arqueológico, es difícil rastrear dichas evidencias, aunque se han encontrado variantes regionales dentro de la zona que podrían resultar de la llegada de grupos externos. No obstante, en Sayula se ha encontrado una continuidad en los estilos y las técnicas decorativas, donde muchos de sus antecedentes se pueden encontrar en la cerámica de las fases Usmajac Tardía (0- 200 d. C.), Verdía (100-350 d. C.) y Verdía- Transición-Sayula (350-500/550 d. C.). Es sobre todo en esta última donde es contundente la transición entre los materiales Verdía y los de fase Sayula (Guffroy   3RU RWUR ODGR ORV WUDEDMRV KDQ SHUPLWLGR UH¿QDU la cronología de la región, por lo que ahora se tiene bien LGHQWL¿FDGRTXHODVFRSDVSROLFURPDV FRQGHFRUDFLyQDO negativo) comienzan un poco más tarde que el tipo Atoyac Inciso. Cabe mencionar, sin embargo, que la aparición de dichos recipientes (copas) como parte del corpus de la fase Sayula Tardía (700/750-1000 d. C.) esta relacionada con la introducción de una pasta hecha de cineritas volcánicas y una tecnología que ciertamente hace pensar en la presencia de una nueva tradición alfarera en la zona, pero hay que ser cuidadosos porque la presencia de una nueva tecnología o GH HVSHFLDOLVWDV QR VLJQL¿FD QHFHVDULDPHQWH OD LQWURGXFción de “grupos” procedentes del Bajío. 126

Es un hecho que existieron relaciones entre las regiones del Bajío y Sayula; sin embargo la evidencia expuesta sugiere que se dieron a través del norte de Michoacán, pero sobre todo por la región de Los Altos de Jalisco, la cual parece constituir la zona de enlace entre Sayula – y Sur de Jalisco- y el Bajío, como parece ser el caso también para otras zonas como San Luís Potosí y Zacatecas. La interacción entre las regiones en cuestión entonces parece se dio de manera indirecta. Sin embargo, ciertos indicios encontrados recientemente en La Picota durante la temporada de campo de 2008 (Liot et al. 2008) sugieren que, a pesar de que se dio aparentemente de manera indirecta, la relación fue constante y continua. Algunos de estos indicios son los hallazgos encontrados en el mismo contexto donde se recuperó como ofrenda de entierro la copa con decoración pseudo-cloisonné. Asociada a ésta se halló un cajete con decoración al parecer al fresco que recuerda bastante a materiales de este tipo reportados para OD ]RQD GHO %DMtR 'H FRQ¿UPDUVH HO GDWR VHUtD OD SULmera evidencia de material con fuerte reminiscencia con esa zona. Cabe mencionar que algunos de los materiales expuestos en el Museo de sitio de Plazuelas recuerdan a algunos de los de Sayula (Otto Schöndube, comunicación personal). Por último, ambas regiones parecen conformar dos complejos culturales contemporáneos con fuertes reminiscencias, pero distintos: están compuestos por un ensamble de materiales diferentes, pero a la vez similares. Es decir, comparten ciertos elementos como formas, decoración y el uso de la técnica al negativo como en el caso de las copas, pero a la vez se trata de tipos distintos que, sin embargo, se sugieren como la misma idea, como por ejemplo el tipo Atoyac Inciso de la cuenca de Sayula y los tipos café incisos del Bajío. Los datos hasta ahora expuestos sugieren que la Cuenca

5HÀH[LRQHVVREUHODVUHODFLRQHVGHLQWHUFDPELRHQWUHODFXHQFDGH6D\XOD\ODUHJLyQGHO%DMtR G& de Sayula estuvo inmersa en un sistema de redes de intercambio que le permitió compartir, aunque en este caso de manera indirecta, con regiones más lejanas como el Bajío. Aunque las evidencias de contactos entre ambas áreas son muy sutiles, es seguro que se dieron, utilizando a las

estructuras existentes en esas áreas. Sin embargo, estudios futuros son necesarios para estudiar y entender mejor la relación entre la Cuenca de Sayula y el Bajío y su dimensión social en el contexto pan regional.

Bibliografía Acosta Nieva, Rosario 1994 Los entierros del fraccionamiento San Juan, Atoyac, Jalisco. Contribuciones a la arqueología del Occidente de México. Eduardo Williams (ed) pp. 93-114. El Colegio de Michoacán. Zamora, Michoacán. Acosta Nieva, Rosario, J. P. Emphoux y Susana Ramírez Urrea 1996 El Sur de la Cuenca de Sayula, Jalisco: el sitio Caseta, un ejemplo. Las cuencas del Occidente de México. E. Williams y P. Weigand eds pp. 367-394. El Colegio de Michoacán, CEMCA y ORSTOM. Zamora, Michoacán. Acosta Nieva, Rosario, Susana Ramírez Urrea y Luis Gómez Gastelum 1998 Desarrollo Sociocultural en la Cuenca de Sayula durante la época prehispánica. En El Occidente de México: arqueología, historia y medio ambiente. Perspectivas regionales. Actas del IV Coloquio de Occidentalistas, R. Avila, J-P. Emphoux, L. G. Gastelum, S. Ramírez, O. Schöndube, F. Valdez (eds), pp. 101-118. U de GORSTOM. Guadalajara, Jalisco. Arqueología Mexicana 2008 Guanajuato. Arqueología Mexicana. Vol. XVINúm. 92. Ed Raíces, México. Beekman, Christopher S. 1996 El Complejo El Grillo del centro de Jalisco: XQDUHYLVLyQGHVXFURQRORJtD\VLJQL¿FDGRLas Cuencas Lacustres del Occidente de México (época prehispánica). E. Williams y P. Weigand eds, pp. 247-292. ORSTOM, El Colegio de Michoacán, CEMCA. Beekman, Christopher S. and Alexander F. Christensen 2003 Controlling for Doubt and Uncertainty Through Multiple Lines of Evidence: A New Look at the Mesoamerican Nahua Migrations. Journal of Archaeological Method and Theory, Vol. 10, N° 2. 2011 Power, Agency, and Identity: Migration and Aftermath in the Mezquital Area of North-Central Mexico. In Rethinking Anthropological Perspectives on Migration, Graciela S. Cabana and Jeffery J. Clark eds., pp. 147-175. University Press of Florida. Cárdenas S. , Cinthya 2009 Ritos funerarios en el sitio La Picota. Ponencia presentada en el VII Coloquio Internacional de Occidentalistas. Centro Universitario de Ciencas Sociales y Humanidades (CUCSH), Universidad de Guadalajara. 2-4 de septiembre, Guadalajara. 127

Castañeda, Carlos, Gabriela Zepeda, Efrain Cárdenas, Carlos Torreblanca 2007 Zonas Arqueológicas en Guanajuato. Cuatro casos: Plazuelas, Cañada de la Virgen, Perarlta y El Cóporo. Instituto Estatal de Cultura. Ediciones La Rana, Guanajuato. Gill, Barry K. and André Gunder Frank 1991 5000 Years of World System History: The Cumulation of Accumulation. En Core /Periphery Relations in Precapitalist World, C. Chase-Dunn y T. D. Hall (eds), pp. 67-112. Westview Press. Boulder, San Francisco, Oxford. Jiménez Betts, Peter 2006 Avances Recientes en la arqueología de Malpaso. IV Coloquio Pedro Bosch-Gimpera. El Occidente y Centro de México. Volumen I: 131150. Ernesto Vargas Editor. Instituto de Investigaciones Antropológicas-UNAM. México, D. F. Jiménez Betts, Peter and Andrew Darling 2000 The Archaeology of Southern Zacatecas: The Malpaso, Juchipila, and Valparaiso-Bolaños Valleys. In Greater Mesoamerica. The Archaeology of West and Northwest Mexico. Michael. S. Foster and Shirley Gorenstein (eds.): 155-180. The University of Utah Press. Salt Lake City. Kelly, Isabel s. f. A surface survey of the Sayula-Zacoalco Basins of Jalisco (1941-1944). Manuscrito inédito. Lelgemann, Achim 1992 La cronología de La Quemada, Zacatecas y la ocupación Clásica de la periferia noroccidental de Mesoamérica. Tesis de Maestría. Universidad de Berlín, Facultad de Humanidades. Liot, Catherine 2000 Le salines préhispaniques du bassin de Sayula (Occident du Mexique): milieu et techniques, Paris Monographs in American Archaeology, 6. BAR 849, BAR Publishing. Oxford. Liot, Catherine y Otto Schöndube 2005 Medio Ambiente y Recursos de la Cuenca. Arqueología de la Cuenca de Sayula. F. Valdez, O. Schöndube y J. P. Emphoux (coords), pp. 49-68. Universidad de Guadalajara e Institut de Recherche pour le Développement. Guadalajara. Liot, Catherine, Susana Ramírez, Javier Reveles y Otto Schöndube (Coordinadores) 2006 Transformaciones socioculturales y tecnológicas en el sitio La Peña, Cuenca de Sayula, Jalisco. Universidad de Guadalajara e Instituto Nacional de Antropología e Historia. Guadalajara, Jalisco.

Susana Ramírez Urrea, Catherine Liot, Javier Reveles, Otto Schöndube Liot, Catherine, Susana Ramírez, Javier Reveles y Carmen Melgarejo 2007 Producción, distribución y relaciones interregionales en la cuenca de Sayula del 500 al 1100 d. C. En Dinámicas Culturales en el Occidente, el Centro-Norte y la Cuenca de México, del Preclásico al Epiclásico. Brigitte Faugère coord, pp. 165-200. El Colegio de Michoacán y CEMCA. México. Liot, Catherine, Susana Ramírez, Javier Reveles y Otto Schöndube 2008 Excavaciones en el Sitio Arqueológico La Picota, Mpio. de Techaluta de Montenegro, Jalisco. Temporada 2004. Primer Informe presentado al Consejo de Arqueología del INAH. Universidad de Guadalajara e INAH. Guadalajara, Jalisco. Liot, Catherine, Javier Reveles, Cinthya Cárdenas, Susana Ramírez, Franca Mata-Ratkovich, Carlos Santos y Otto Schöndube En Excavaciones en el sitio Arqueológico La Picoprep. ta, Mpio. de Techaluta de Montenegro, Jalisco. Temporada 2008-2009. Segundo Informe Técnico al Consejo de Arqueología del INAH. Universidad de Guadalajara e INAH. Guadalajara, Jalisco Michelet, Dominique 1993 La cerámica de las Lomas en la secuencia cerámica regional. En Arqueología de las Lomas en la Cuenca Lacustre de Zacapu, Michoacán, México. C. Arnauld, P. Carot y M. F. FauvetBerthelot (eds), pp. 149-155. Cuadernos de Estudios Michoacanos, 5. CEMCA. México. Noyola, Andrés 1994 La cerámica del Fraccionamiento San Juan, Atoyac. Contribuciones a la Arqueología y Etnohistoria del Occidente de México. E. Williams ed, pp. 55-91. El Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán. Pereira, Grégory, Gérald Migeon y Dominique Michelet 2005 7UDQVIRUPDFLRQHV GHPRJUi¿FDV \ FXOWXUDOHV HQ el Centro-Norte de México en vísperas del Posclásico: los sitios del Cerro Barajas (suroeste de Guanajuato). En 5HDFRPRGRVGHPRJUi¿FRVGHO Clásico al Posclásico en el centro de México. L. Manzanilla, coord. pp. 123-136. IIA-UNAM, México.

128

Pereira, Grégory y Gérald Migeon 2008 Cerro Barajas, Guanajuato. Arqueología Mexicana. Vol XVI, n° 92: 52-55. Ed Raíces, México. Ramírez Urrea, Susana 2006 El papel interregional en la Cuenca de Sayula, Jalisco, en el Epiclásico y Posclásico Temprano. Observaciones preliminares. En IV Coloquio Pedro Bosch-Gimpera. El Occidente y Centro de México, Vol I. Ernesto Vargas Pacheco (ed). IIA-UNAM. México, D. F. Reveles, Javier 2005 La lítica en la cuenca de Sayula. Arqueología de la cuenca de Sayula, pp. 349-367, F. Valdez, O. Schöndube y J. P. Emphoux (coords). Universidad de Guadalajara – CUCSH – CUSUR, IRD. Sleight F. 1965 Archaeological Explorations in Western Mexico. Explorers Journal 43: 154-161. New York. Váldez, Francisco 1994 Las áreas domésticas en el sitio San Juan, Atoyac, Jalisco. In Contribuciones a la arqueología del Occidente de México. Eduardo Williams (ed), pp. 23-54. El Colegio de Michoacán. Zamora, Michoacán. Valdez, Francisco, Otto Schöndube y Jean-Pierre Emphoux (Coordinadores) 2005 Arqueología de la cuenca de Sayula, Universidad de Guadalajara-CUCSH-CuSur, IRD. Weigand Phil y Acelia García de Weigand 2002 El sitio arqueológico La Playa de Techaluta, Jalisco. Serie Antropología en Jalisco. Una visión Actual, Nº 13, Secretaria de Cultura del Gobierno de Jalisco.

LA

CERÁMICA DEL

EPICLÁSICO EN COLIMA, ANTECEDENTES Y RELACIONES CON EL BAJÍO Ma. de los Ángeles Olay Barrientos Laura Almendros López Fernando M. González Zozaya Centro regional Colima, INAH

Resumen Ya desde sus primeros trabajos, Isabel Kelly percibió la relación entre algunos tipos cerámicos de Colima con otros existentes en “El Bajío”. Durante el periodo Epiclásico, esta conexión tiene una mayor manifestación especialmente con las similitudes cerámicas de DOJXQRVWLSRVHQFXDQWRDIRUPDV\DFDEDGRVGHVXSHU¿FLH$SDUWLUGHHVWDLQIRUPDFLyQQRVKDFHPRVDOJXQDVSUHJXQWDVDFHUFDGHORULgen de dichas tradiciones cerámicas y de las dinámicas económica, política y social de las mismas. A través de esta sinopsis, queremos PRVWUDUPDWHULDOHVFHUiPLFRVREWHQLGRVGHH[FDYDFLRQHVVLVWHPiWLFDVHQ&ROLPDDVtFRPRUHDOL]DUXQDUHÀH[LyQDFHUFDGHORVSUREOHmas cronológicos e interpretativos. Al mismo tiempo queremos proponer futuras líneas de investigación con respecto a la secuencia cultural del Valle de Colima y sus relaciones con otras áreas.

Abstract From the start of her research, Isabel Kelly recognized the relation between certain ceramic types from Colima and others from the Bajío. During the Epiclassic period, this connection manifested itself especially through the similarity in ceramic forms and their ¿QLVKHGIHDWXUHV'UDZLQJRQWKLVLQIRUPDWLRQZHUDLVHVRPHTXHVWLRQVUHJDUGLQJWKHRULJLQRIWKHVHFHUDPLFWUDGLWLRQVDVZHOODV theireconomic, politic, and social dynamics. Through this synopsis, we present archaeological ceramic material recovered from systematic excavations carried out in Colima, as ZHOODVWRUHÀHFWRQFKURQRORJLFDQGLQWHUSUHWDWLYHSUREOHPV)XUWKHUPRUHZHSRVVLEOHIXWXUHOLQHVRIUHVHDUFKZLWKUHVSHFWWRWKH cultural sequence of the Colima Valley and its relations with other regions.

Uno de los principales problemas que enfrentamos los investigadores que trabajamos los materiales arqueológicos de Colima radica en interpretar las descripciones genéricas con las cuales Isabel Kelly (1980: 4) estableció la secuencia cerámica para lo que denominó como el Eje Armería, un área que abarca al Valle de Colima y la cuenca baja del río Armería.1 La secuencia fue establecida a partir de 15 fechas obtenidas del análisis de radiocarbono de diferentes muestras de conchas (6), caracoles (7), restos humanos (1) y tiestos (1). No puede dejar de mencionarse sin embargo que el trabajo en el cual Kelly organiza la secuencia cerámica tuvo como objetivo principal el de presentar el material más temprano de dicha secuencia: la fase Capacha. La temporalidad que ella estableció para este material se ubicó hacia el 1,500 a.C., fecha que ha sido cuestionada por autores como Joseph Mountjoy (1989, 1994) y por algunos geólogos quienes proponen fechas más tardías, pues han estudiado el comportamiento de las emisiones del volcán de Fuego de Colima (Navarro, 1996). Señalamos lo anterior como un ejemplo del tipo de planteamientos que han ido sustentando la necesidad de evaluar con mayores datos la secuencia cultural tanto del Eje Armería como del oriente de Colima (Eje Salado-Naranjo-Coahuayana).

Es preciso señalar, sin embargo, que la evidente necesidad de sustentar con mayores elementos la secuencia de dos de las cuatro regiones que forman Colima (las otras serían Manzanillo/Barra de Navidad y el área montañosa de Minatitlán)2 no ha contado con proyectos de investigación de largo aliento cuyo interés haya permitido invertir en la investigación arqueológica de la región. Los proyectos de la arqueología institucional implementados en el Occidente de México se han caracterizado como es sabido, por su pobreza presupuestal. Por esta razón, la mayor parte de las intervenciones arqueológicas que se realizan derivan de trabajos coyunturales como los rescates y los salvamenWRVDUTXHROyJLFRVORVFXDOHVFRPRVHVDEHVRQ¿QDQFLDdos por los denominados “terceros”. Estas aportaciones sin embargo, suelen restringirse a los trabajos de campo y a un período corto de gabinete. 6HxDODPRV OR DQWHULRU D ¿Q GH GDU FODULGDG DO SDQRUDPD con el que contamos en la actualidad, el cual se caracteriza por una relativa abundancia de exploraciones y por una enorme necesidad de otorgar coherencia al cúmulo de datos que se han venido recabando desde 1998, fecha a partir de la cual la zona conurbana de Colima y Villa de Álvarez se ha expandido de manera sistemática, propiciando la multiplicación de los mencionados trabajos de rescate y

16LELHQODVHFXHQFLDHVWDEOHFLGDUH¿HUHDHVWDVUHJLRQHV,VDEHO.HOO\ no deja de referirse al comportamiento de los materiales en lo que ella denomina el oriente de Colima (las cuencas de los ríos Salado y Naranjo y el extenso valle costero que forman ambas corrientes al unirse en el Coahuayana), secuencia que ella esboza, pero la cual no acaba de establecer en virtud de no contar con los fechamientos pertinentes.

2 La secuencia de Manzanillo-Barra de Navidad se encuentra sustentada en gran medida por la establecida por Clement Meighan para el sitio de Morett en donde se obtuvieron 16 series de radiocarbón y 115 fechas por hidratación de obsidiana (Meighan, 1972). En cuanto a la región de Minatitlán, la misma ha sido poco estudiada aun cuando se cuenta con los trabajos efectuados por Bruce Benz a partir de su Proyecto Manantlán.

Ma. de los Ángeles Olay Barrientos, Laura Almendros López, Fernando M. González Zozaya salvamento arqueológicos. Queda claro que el conocimiento relativo al comportamiento de los materiales arqueológicos recuperados pasa por el análisis de los universos procedentes de cada intervención. Es entonces cuando sucede lo dicho en el inicio del trabajo: resolver el problema que supone conocer y reconocer los principales tipos que caracterizaron las diferentes vajillas utilizadas por los antiguos pobladores del valle de Colima. De algún modo, el primero de los problemas lo hemos ido resolviendo en la medida en que se han estudiado abundantes muestras en las que se encuentran representados prácticamente todos los materiales de las fases propuestas por Kelly. El segundo se ha tornado complicado en virtud de que, como señalamos, el trabajo en el cual se establece la secuencia es harto sintético y, dado que no existen ni imágenes ni descripciones exhaustivas, crípWLFR6LDHOORDJUHJDPRVDGHPiVODGL¿FXOWDGGHREWHQHU un número mayor de fechamientos absolutos, el panorama se torna aún más difícil.3 Cabe mencionar sin embargo que nos encontramos trabajando sobre la aplicación de otras formas de fechar eventos así como propiciando alguna inversión que permita otorgar una mayor certeza y claridad a la secuencia cerámica propuesta por Kelly, hace ya casi tres décadas. Establecida de antemano la limitante que cruza actualmente nuestro trabajo, queremos señalar que el propósito del mismo es el de esbozar una serie de ideas que tienen que ver con la ocurrencia, permanencia, dispersión y desaparición de algunas tradiciones cerámicas cuyas características formales irrumpen en el área central de la cuenca del río Lerma hacia principios de nuestra era, constituyéQGRVHHQDOJXQRVFDVRVHQWLSRVFRQVLJQL¿FDQFLDHVWLOtVtica y cronológica para el periodo que va de la caída de Teotihuacán a la emergencia de Tula. Hablaremos también de cómo justamente en el Epiclásico se lleva a cabo un notable cambio en las tradiciones cerámicas de Colima, las cuales se encuentran ligadas en gran medida a los moYLPLHQWRV GHPRJUi¿FRV VXFHGLGRV HQ HVWH SHULRGR HQ HO altiplano mesoamericano.

1. La tradición antigua: fases Capacha, Ortices y Comala

de “ombligo”, la presencia de vasijas con baños guinda y FRQGHFRUDFLyQ]RQDOODVYDVLMDVFRQDVDGHHVWULER\¿QDOPHQWH ORV WUt¿GRV YDVLMDV TXH VH FDUDFWHUL]DQ SRU WHQHU tres conductos cerámicos que conectan dos recipientes en forma de ollas. Si bien el estilo Capacha es singular en cuanto a sus formas, cabe mencionar que sus acabados permanecerán de manera clara en los tipos que predominarán en la fase siguiente, Ortices. Es en este período (500 a.C.-100 d. C.) propiamente cuando se desarrollan los estilos que pueden considerarse como los ejes de las tradiciones cerámicas de Colima: los acabados rojos y rojo guinda; los bícromos URMRFDIp\URMRJXLQGDFDIp\¿QDOPHQWHHObandas sombreadas con sus variantes. Una cuarta tradición –aunque más corta- lo podría constituir la de cerámicas incisas, las cuales se popularizaron hacia el Formativo superior (fase Ortices) y permanecieron durante las fases siguientes (Comala, Colima y Armería). A continuación, procederemos a describir en términos generales estas tradiciones. 1.1. Los acabados guindas, rojo –guindas y rojos Los grupos más tempranos son los guindas y los denominados como rojo-guinda. Se trata de ejemplares cuyo color de la pasta es 5YR 6/4 (light reddish brown), las paredes de fractura (se trata de la forma en que se fracturan las vasijas y nos permiten ver la estructura de la misma y determinar cuestiones como la cocción y la morfología de la propia pasta) son rectas, la cocción puede ser completa o incompleta, el desgrasante es arena y el grosor de paredes puede ir de 5 a 8mm. El baño que presentaron pudo ir de un rojo opaco (7.5R 4/6 red) a un rojo guinda (7.5R 4/4 weak red). Las formas características van de amplios platones de fondos planos y cóncavos con paredes rectas y curvo divergentes; hay también cajetitos de fondo cóncavo y paredes rectas, recipientes profundos con bordes curvo divergentes y ollitas de boca ancha con bordes ligeramente curvo divergentes cuyas formas nos remiten a las que caracterizan al tipo bandas sombreadas (Figura 1). Existieron sin embargo otras variantes, como vasijas que presentan una serie de baños que parecen depender de un color base, es decir, al principio la vasija muestra un baño guinda/cafetoso (2.5YR 4/3 reddish brown) sobre el cual se aplicaron bandas verticales y paralelas de color rojo

Se dijo ya que la tradición alfarera de nuestra región inicia a partir de sus pobladores más tempranos, los ligados a la tradición Capacha. Estos materiales fueron recuperados en el interior de fosas excavadas en el tepetate que abrigaban entierros sencillos con ofrendas consistentes en ollas pequeñas de boca abierta, tecomates, cántaros y formas compuestas. Se hicieron presentes a la vez los elementos que sirvieron para caracterizar el estilo: las ollas de boca abierta con “cintura” y su decoración realizada a través de líneas incisas paralelas partiendo de una suerte 3*UDQSDUWHGHODGL¿FXOWDGGHIHFKDUORVFRQWH[WRVUDGLFDHQHOELQRPLR que conforman el clima y los suelos del valle de Colima, los cuales actúan en contra de la conservación de materiales orgánicos. Si a ello agregamos, además, el que la región fue objeto de saqueos mayúsculos durante décadas y que el crecimiento poblacional se ubica en las mismas áreas colonizadas por el hombre a lo largo del tiempo, entenderemos que la alteración y las sucesivas reocupaciones han minado las posibilidades GHREWHQHUPXHVWUDVFRQ¿DEOHVVXVFHSWLEOHVGHVHUIHFKDGDV

Figura 1 - Tiestos con acabados guinda de la fase Ortices 130

La cerámica del Epiclásico en Colima, antecedentes y relaciones con el Bajío (7.5R 4/4 weak red) a morado (7.5R 4/2 weak red). Las formas parecen corresponder a vasijas globulares de cuellos cortos y bordes cortos recto divergentes. Uno de los tipos diagnósticos de Ortices es la presencia de

Figura 2 - Ejemplos de tiestos de los tipos rojos-guindas de la fase Ortices

algunos ejemplares con tres colores, los mismos muestran el baño de color guinda (7.5R 4/4 weak red) el cual es aplicado a partir de diseños consistentes en bandas verticales sobre el cuerpo de la vasija y sobre el cuello interior (Figura 2). Es decir quedan áreas en las cuales no se aplica el baño, haciendo resaltar de ese modo el color café original (5YR 6/4 light reddish brown). Estas bandas cafés están, sin embargo, delimitadas a partir de un baño ligeramente morado (de 7.5R weak red a 7.5 3/2 dusky red). La vasija, DO¿QDOSXHGHSUHVHQWDUXQOLJHURSXOLGR/DVIRUPDVTXH

se localizan en este grupo se encontraron elaboradas mediante la técnica del modelado y presentan acabados que recuerdan lo Capacha (Mountjoy, en prensa). Las formas sin embargo son distintas, pues predominan los platones con decoración negra/morada a partir de líneas paralelas onduladas y los vasos de fondo plano, paredes rectas y pequeñas asas en el borde exterior (Figura 3). En cuanto a los cajetes encontramos que algunos pueden presentar un baño de color guinda (7.5R 4/4 weak red) sólo en la parte exterior de bordes recto expandidos; estos platones de boca ancha tienen un grosor de paredes que pueden ir de 5 mm a 1.2 cm y los baños pueden ser sólo interiores o exteriores o ambos. Se puede dar el caso, también, de una suerte de baño cafetoso oscuro (5YR 4/4 reddish brown) interior o exterior. Una última variante radicaría en que los baños contuvieran cualquier suerte de pulido (tanto exterior como interior o ambos). De alguna manera los acabados guindas y rojo-guindas de Ortices se transforman en la fase siguiente en el acabado del tipo más conocido y reconocido de la secuencia de Colima: el Rojo Pulido Comala. Este tipo corresponde a la cerámica funeraria utilizada durante el período de esplendor de la etapa de tumbas de tiro. Se trata de una cerámica cuya pasta es de un tono 2.5YR 5/6 red a 2.5YR 4/8 red, las paredes de fractura son rectas, la cocción va de completa a incompleta y el desgrasante es arena. En ocasiones se aprecia en los cortes de las vasijas que la arena pudo haber sido o no cernida, esto en función de la presencia de micas o feldespatos de mayor o menor tamaño, lo cual parece haber habido una suerte de diferenciación entre la pasta destinada a ciertas “formas” de vasijas. En este sentido, las vasijas de silueta compuesta, fondo cóncavo y bordes casi recto expandidos, serán las que presentan una mayor calidad. Esto se aprecia también en los tecomates y en algunos cajetes de fondo plano o cóncavo. En el caso de las ollas, éstas pueden ser un tanto toscas, sin embargo, se encontraron ollas que fueron elaboradas con gran cuidado. Si bien esta descripción alude a las formas consideradas como domésticas, es claro que las formas más conocidas VRQODVTXHUH¿HUHQDODVYDVLMDVDQWURSRPRUIDV]RRPRUIDV \¿WRPRUIDVTXHVHHQFXHQWUDQWDQWRHQFROHFFLRQHVS~EOLcas como privadas. 1. 2. Los bícromos rojo/café y rojo-guinda/café Sin duda esta tradición arranca a partir de los tipos que Kelly (1980: 60) denomina como Red on Brown y Red on Brown, incised outlining en los materiales pintados de Capacha. El primero de los cuales se hace presente en dos formas que serán características en Ortices (vasijas de fondo cóncavo y amplia boca con bordes curvo divergentes) y Comala (los típicos cántaros). En cuanto al segundo, el PLVPR UH¿HUH D OR TXH$UWXUR 2OLYHURV GHQRPLQD FRPR Opeño pintada, incisa y/o punzonada (Oliveros, 2004: 79) pero que otros autores puntualizan como decoración zonal (Baus y Ochoa, 1989: 322). La combinación de estos colores será recurrente a lo largo de las fases Ortices y Comala, a partir de tipos como el Banda guinda sobre café y el Banda roja sobre café. Las diversas variantes que existen tienen que ver con que los

Figura 3 - Tiestos de los tipos guindas con decoración negra/ morada 131

Ma. de los Ángeles Olay Barrientos, Laura Almendros López, Fernando M. González Zozaya

Figura 4 - Ejemplos de vasijas de los tipos Banda guinda sobre café y Banda roja sobre café.

ejemplares sobre los que se colocó el color guinda, rojoguinda o rojo, fue previamente pulido o los ejemplares fueron sólo alisados. En el caso de que trate de ejemplares pulidos, las formas recurrentes serán pequeñas ollas de cuellos cortos y bordes curvo divergentes; en el caso de ser alisados, lo más probable es que se trate de grandes ollas de boca estrecha y bordes cortos recto divergentes. Los ejemplares que pueden no seguir esta regla son una suerte de platos o cajetes de fondo cóncavo o plano con paredes recto divergentes (Figuras 4 y 5).

Figura 5 - Ejemplo de cajete de fondo plano del tipo Banda roja sobre café

1. 3. El bandas sombreadas Este grupo es particularmente característico de la fase Ortices, aún cuando permanece de manera constante durante las fases Comala, Colima y Armería. El tono de la pasta es de 7.5 YR 6/4 light brown, sus paredes de fractura son rectas, la cocción va de completa a incompleta, el desgrasante es de arena y el grosor de las paredes puede ir de 5 a PP(ODFDEDGRGHVXSHU¿FLHGHHVWHJUXSRHVPX\FDUDFWHUtVWLFR\QRVUH¿HUHTXHODVYDVLMDVGHHVWHJUXSRIXHURQ decoradas mediante una técnica peculiar, la cual parece haber sido una suerte de “lechado” de color blanquecino (10 YR 8/2) a partir de lo que Kelly denominó como “brochas 132

P~OWLSOHV´2WURVDXWRUHVORVXHOHQGH¿QLUPiVELHQFRPR una técnica que “lavaba” el lechado inicial de una manera diferenciada (Figura 6). De cualquier modo que se haya producido el acabado, este lucirá una serie de bandas paralelas en diagonal (de derecha a izquierda o de izquierda a derecha) e, incluso, en bandas paralelas verticales. Estas bandas blancas resaltan sobre el color original de la vasija (7.5 YR 6/3 light brown). El borde exterior muestra bandas angostas o anchas colocadas de manera horizontal rodeando el cuello exterior. Estas características bandas pueden ser colocadas ya en el exterior ya en el interior de las vasijas o en ambos lados. Las formas recurrentes fueron ollas de fondo cóncavo y paredes ligeramente curvo divergentes, de boca ancha y cuerpos profundos. Como Olay lo ha venido mencionado en diversos informes técnicos (Olay, 2001, 2004), parece ser que las diferencias que se observan a lo largo del tiempo se plasman tanto en las formas como en sus bordes. En este sentido encontramos que los bordes bandas sombreadas que presentan coloraciones más bien guindas (7.5 YR 4/6 red) presentan tonos en mucho semejantes al grupo guindas, esto es, son contemporáneos a las diversas variantes del Ortices guinda, etapa durante la cual predominan las vasijas de fondo cóncavo, boca abierta y bordes curvo divergentes. Durante la fase Comala, estas formas muestran bocas menos abiertas en cuyos bordes se presentan tonos más bien café o café rojizos oscuros (2.5YR 4/4 reddish brown). Otra forma recurrente en las fases tempranas son los amplios platones de fondos planos o cóncavos, los cuales presentan diseños rojo-guindas, elaborados sobre baños que pueden ir de café a bayo en los cuales se aprecian restos de las bandas sombreadas (Figura 7). Es digno de resaltarse que en este tipo se suceden diversas variantes en las que intervienen casi siempre los tonos rojos guindas, en todo caso, la aplicación del lechado con brochas que produce el efecto de las bandas suele resaltarse sobre fondos bayos, grises, cafés oscuros o negros. El lechado blanquecino (10YR 8/2 white) se encuentra tanto en el interior como en el exterior de las vasijas. Las formas más comunes continúan siendo estas grandes vasijas de bocas anchas, de fondos cóncavos, paredes curvo divergentes y bordes cortos ligeramente divergentes. El borde interior presenta baños rojo-guindas (7.5R 4/6 red) a rojos brillantes (7.5R 4/8 red), a partir de dos bandas anchas, XQDHQHO¿ORGHOERUGH\RWUDDODDOWXUDGHOFXHOOR\HQWUH

La cerámica del Epiclásico en Colima, antecedentes y relaciones con el Bajío

Figura 6 - Ejemplos de vasijas del tipo Bandas Sombreadas

ambas, una, dos o hasta cuatro líneas angostas sobre las cuales se agregan los ondulados oscuros entre morados y negros (7.5R 3/2 dusky red) que en ocasiones se transforman en líneas en zigzag. Una discusión sumamente interesante es la existencia de

jetes de fondo plano y paredes recto divergentes con diámetros amplios. Existieron también cajetes de fondo plano y cóncavo y paredes ligeramente curvo convergentes. Este tipo podría ser un temprano antecedente de la tradición rojo sobre bayo que caracterizará las cerámicas del Clásico tardío en los altiplanos centrales y el cual ha sido LGHQWL¿FDGRFRQODWUDGLFLyQCoyotlatelco. No puede dejar de señalarse que autores como Beatriz Braniff (1972), Ana María Crespo (1996) y Juan Carlos Saint-Charles (1990) han bordado sobre la hipótesis que plantea a esta última tradición como heredera de las cerámicas formativas del Lerma medio (Chupícuaro), contemporánea en algún momento con lo Ortices. Al respecto cabe mencionar la existencia de formas que dan cuenta de esta relación, como la vasija de la imagen de abajo (Figura 8).

Figura 7 - Tiestos correspondientes a un platón de fondo plano donde se aprecian las bandas sombreadas

1. 4. Los grupos incisos Como en el caso de los bícromo rojo sobre café, la decoración incisa comienza su ocurrencia en Colima a partir de los adornos que presentan el corpus Capacha. Durante mucho tiempo se pensó que el característico Tuxcacuesco inciso reportado por Kelly (1949) para el área de Zapotitlán y justamente Tuxcacuesco correspondía a un marcador de la última etapa del Formativo (circa 100 a.C.) y que se HQFRQWUDEDDVRFLDGRDODYH]FRQODVFDUDFWHUtVWLFDV¿JXrillas sólidas conocidas como Ortices Tuxcacuesco. No obstante, el hallazgo de materiales Tuxcacuesco inciso que recuerdan los diseños Capacha deja en claro que existió una suerte de continuidad estilística que hemos podido vis-

la variante que denominamos como Bandas Sombreadas Rojo/Bayo; este grupo presentó una pasta de color 7.5YR 5/6 strong brown. La característica de éste es que sus ejemplares mostraron un baño que va de crema (10YR 7/3 very pale brown) a café claro (café claro (7.5YR 6/6 light brown). Los tiestos observados presentaron la particularidad de mostrar el típico acabado de las vasijas con bandas sombreadas en sus cuerpos exteriores. El acabado interior mostró diseños con base a bandas horizontales y paralelas de color rojo (7.5R 4/6 red) que recuerdan los bordes interiores de las ollas bandas sombreadas de las fases Ortices y Comala. Las formas predominantes fueron amplios ca-

Figura 8 - Ejemplo de vasija del tipo Bandas Sombreadas con formas más semejante a piezas guanajuatenses 133

Ma. de los Ángeles Olay Barrientos, Laura Almendros López, Fernando M. González Zozaya

Figura 9 - Tiestos del tipo Tuxcacuesco inciso

lumbrar a partir de los universos cerámicos recuperados en exploraciones controladas4 (Figura 9). Este tipo suele considerarse como un marcador tempoUDO WRGD YH] TXH VXV RFXUUHQFLD VH GLR KDFLD HO ¿Q GH OD fase Ortices y el principio de la fase Comala, esto es el momento en el cual se sucede una transición que implicó, desde luego, más que un cambio cronológico. Esta etapa puede ubicarse hacia los últimos años antes de Cristo e inicios de nuestra era. El color de su pasta es de 7.5YR 6/4 light brown, el desgrasante es de arena cernida, las paredes de fractura son rectas, la cocción es incompleta, se observó la presencia de micas. El grosor de las paredes

va de 4 a 8 mm. Acaso lo característico de este tipo es que las incisiones que forman sus diseños fueron efectuadas postcocción. Estos diseños consisten en una serie de líneas paralelas que forman cuadrados, rectángulos o rombos y TXHVXHOHQWDPELpQUHSUHVHQWDUHOSHU¿OGHDYHVRGHVHUpientes. Las vajillas Tuxcacuesco nos remiten a vasos de paredes rectas y fondos planos o ligeramente cóncavos. Algunos ejemplares, sin embargo, presentan soportes trípodes o tetrápodos con formas de animales (Figura 10). Esta tradición de cerámicas incisas se mantiene a lo largo de la fase Comala a partir de cajetes de fondos ligeramente cóncavos y paredes rectas. En estos casos, la decoración HVJUD¿DGDVXHOHWHQHUGLVHxRVPXFKRPiVOLQHDOHV\SRFDV YDULDQWHVLFRQRJUi¿FDVDGLIHUHQFLDGHODIDVHDQWHULRU +DFLDHO¿QGHODIDVHComala es cuando la región se ve impactada por una serie de cambios que operan a nivel PDFURUHJLRQDO\TXH2WWR6FK|QGXEH  GH¿QLyKDFH varios años como el arribo de lo que llamó la Nueva Tradición, término polémico que actualmente se ha estableFLGRGHPDQHUDJHQHUDOFRPRHO¿QGHODWUDGLFLyQGHOD denominada Tumbas de Tiro; la cual fue sintetizada como el momento en que el Occidente de México se torno más mesoamericano en sus expresiones de cultura material. Esta visión ha sido desde entonces cuestionada por autores diversos y sin duda el que mejor ha organizado una información dispersa y difícil de ser comparada entre sí es Christopher S. Beekman, cuyo interés derivó de las hipótesis planteadas por Phil Weigand. A partir de su trabajo, Beekman estableció dos claras tendencias de explicación UHODWLYDDOFDPELRVXFHGLGRDO¿QGHODWUDGLFLyQGHWXPEDV GHWLURSRUXQODGRXQDWHQGHQFLDTXHVHGH¿QHDSDUWLUGH la introducción de elementos toltecas y por el otro, una propensión a entenderla como producto de una expansión teotihuacanoide (que no teotihuacana). Beekman (1980) está convencido, en este sentido, de que el afán de comprender el proceso a partir de una mera intrusión cultural venida del centro de México impide la construcción de modelos novedosos que intenten la mirada local: Esta referencia recurrente al Altiplano central y a sistemas políticos grandes ha oscurecido otras posibles fuentes para las disyunciones arqueológicas del Occidente y Norte de México. [para mí] la mayoría de los materiales que se atribuyen a la interferencia del Altiplano (tanto “teotihuacanos” como “toltecas”) en realidad pertenecen a una transformación del período Epiclásico con orígenes en Guanajuato. De tal suerte se ha propuesto que por el corredor formado por la cuenca del río Lerma penetró una nueva égida cultural que se expresa en un notable cambio de sus expresiones materiales más habituales: las vajillas de uso común y las formas de enterramiento. Así, las tumbas de caja reemplazan a las tumbas de tiro y el complejo cerámico funerario de estas últimas es transformado a partir de una mayor presencia de vajillas utilitarias en las que predominan formas que incluyen bases anulares, soportes huecos trípodes, molcajetes con punzonado o incisiones (usualmente con base anular, pero ocasionalmente con soportes cilíndricos

Figura 10 - Ejemplo de vasija del tipo Tuxcacuesco inciso 4 En su trabajo de 1998, Bruce Benz y Karen Laitner señalan como los WLSRV GH¿QLGRV SRU .HOO\   SDUD ODV IDVHV 2UWLFHV \ &RPDOD GHO centro de Colima pudieron servir como referencia relativa para ubicar espacialmente tipos de regiones como el valle de El Grullo-Autlán y la costa central de Jalisco. Los autores no lo enfatizan de manera clara pero se deja entrever una impronta cultural relativamente homogénea, lo cual parece indicar, a partir de los diseños que decoran estos tipos cerámicos, una iconografía que remite a concepciones del mundo compartidas.

134

La cerámica del Epiclásico en Colima, antecedentes y relaciones con el Bajío o mamiformes), tipos de borde muy distintivos, placas o “bateas” rectangulares y casi planas y la frecuente ocurrencia de copas y ollas miniatura en las tumbas. Las ollas usualmente están decoradas con una pequeña cara modelada sobre el borde (Beekman 1980: 248). Cabe aclarar que las formas mencionadas no aparecen de manera tan literal en las vajillas que utilizaron los pobladores de las fases Colima y Armería (500-1,000 d.C.), SHULRGRTXHUH¿HUHDOWHPDFHQWUDOGHOHQFXHQWUR

2. El Epiclásico en Colima: fases Colima y Armería