Tendencias y perspectivas en el estudio de la morfosintaxis histórica hispanoamericana 9783964568496

Este volumen reúne una serie de trabajos que se centran en la morfosintaxis histórica hispanoamericana, con el propósito

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Spanish; Castilian Pages 322 [320] Year 2020

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Tendencias y perspectivas en el estudio de la morfosintaxis histórica hispanoamericana
 9783964568496

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Viorica Codita Mariela de La Torre (eds.) Tendencias y perspectivas en el estudio de la morfosintaxis histórica hispanoamericana

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LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA Vol. 76 DIRECTORE S : Mario Barra Jover, Université Paris VIII Ignacio Bosque Muñoz, Universidad Complutense de Madrid, Real Academia Española de la Lengua Antonio Briz Gómez, Universitat de València Guiomar Ciapuscio, Universidad de Buenos Aires Concepción Company Company, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México Steven Dworkin, University of Michigan, Ann Arbor Rolf Eberenz, Université de Lausanne María Teresa Fuentes Morán, Universidad de Salamanca Daniel Jacob, Albert-Ludwigs-Universität, Freiburg im Breisgau Johannes Kabatek, Universität Zürich Eugenio R. Luján Martínez, Universidad Complutense de Madrid Ralph Penny, University of London

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Tendencias y perspectivas en el estudio de la morfosintaxis histórica hispanoamericana

Viorica Codita Mariela de La Torre (eds.)

Iberoamericana l Vervuert l 2019

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Ouvrage publié avec le soutien de la Faculté des lettres et sciences humaines de l’Université de Neuchâtel

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47) Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2019 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 © Vervuert, 2019 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-9192-060-1 (Iberoamericana) ISBN 978-3-96456-850-2 (Vervuert) ISBN 978-3-96456-849-6 (e-Book) Depósito Legal: MDiseño de la cubierta: Carlos Zamora Impreso en España Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro

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ÍNDICE

Introducción Viorica Codita; Mariela de La Torre..................................................................... 9 Reflexiones sobre la interrelación entre diacronía y diatopía. A propósito del español de América Rocío Caravedo..................................................................................................... 19 La morfosintaxis desde la perspectiva de los orígenes americanos, tomando como punto de partida el hablar en Santo Domingo, 1517 Jens Lüdtke............................................................................................................. 43 El posesivo doblado en la historiografía del español de América Javier Medina López.............................................................................................. 63 «A vuestras mercedes pido que veades esta carta». Concordancia gramatical y concordancia pragmática en las cartas de estilo cortesano

Miguel Calderón Campos...................................................................................... 85 Algunos aspectos morfosintácticos del español en contacto con el quechua en documentación virreinal de orígenes

Rosario Navarro Gala........................................................................................... 105 La variación diatópica: un reto para el estudio de la morfosintaxis histórica del español

María Cristina Egido............................................................................................. 127 Historiografía y problemática de las nociones de gramaticalización y lexicalización en el mundo hispánico

Daniel M. Sáez Rivera........................................................................................... 153

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El español en América: retos y problemas de su morfosintaxis histórica Viorica Codita; Mariela de La Torre..................................................................... 173 Morfosintaxis histórica hispanoamericana: estado de la cuestión, fuentes, métodos y perspectivas Esther Hernández; Eva Bravo-García; Félix Fernández de Castro; Juan Pedro Sánchez Méndez.................................................................................. 185 Algunas consideraciones sobre la periodización de la historia morfosintáctica del español americano

Cristina Buenafuentes de la Mata.......................................................................... 223 Gramaticalización y formación de locuciones preposicionales: un caso de variación temporal y espacial en el español de América Carlos Sánchez Lancis........................................................................................... 241 Variedad estructural y dialectal de la construcción activa impersonal

Milagros Alfonso Vega........................................................................................... 263 Morfosintaxis de las formas no personales del verbo en cartas del obispado de Tucumán (siglos xvi y xvii) Carlos Enrique Castilla......................................................................................... 283 Los Comentarios a las Ordenanzas de Minas de Gamboa en el contexto del español americano

Miguel Ángel Puche Lorenzo................................................................................. 305

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Introducción Viorica Codita Université de Neuchâtel Mariela de La Torre Université de Neuchâtel y Université de Fribourg

1. Introducción A pesar de los grandes aportes en el estudio del español en Hispanoamérica, a nadie se le escapan las insuficiencias que persisten en el estudio histórico de la morfosintaxis del español americano. Esta desatención —parcial o total, según la zona o el periodo— se debe, sin duda, a las dificultades que su análisis entraña. De hecho, tal y como señala Sánchez Méndez (2015: 240), desconocemos «hasta qué punto estaba diversificada social y dialectalmente la sintaxis de las variedades castellanas del siglo xvi [llegadas a América] [...] [así como la] posible sintaxis koinética o de interdialecto que debió de surgir en los primeros tiempos a lo largo y ancho de la América española». Desde este espíritu se han iniciado varios grupos de trabajo en torno al proyecto internacional MORPHISPAM (Morfosintaxis Histórica Hispanoamericana), coordinado por Juan Pedro Sánchez Méndez (Université de Neuchâtel) y, hasta 2018, por Elena Rojas Mayer (Universidad Nacional de Tucumán) y, a partir de entonces, por Carlos Garatea Grau (Pontificia Universidad Católica del Perú), que pretende estudiar todos los aspectos morfosintácticos del español en América desde una perspectiva histórica. No es difícil imaginarse el alcance de este esfuerzo para el conocimiento de la historia de la lengua en Hispanoamérica. El libro que aquí presentamos intenta unirse a esta tarea al aunar una serie de trabajos de reconocidos especialistas en el estudio de la morfosintaxis histórica de la lengua española. A través de los diferentes capítulos de este volumen, el lector puede encontrar trabajos que, habiendo seguido perspectivas y posiciones teóricas variadas, prosiguen líneas de investigación consolidadas (Miguel Calderón; Javier Medina; Esther Hernández, Eva Bravo-García, Marta Fernández ­Alcaide, ­Félix

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Fernández de Castro y Juan Pedro Sánchez Méndez) o abren sus investigaciones a nuevos enfoques teórico-metodológicos (Rocío Caravedo, Jens Lüdtke, Rosario Navarro, Daniel Sáez, Carlos Sánchez Lancis). No es la primera vez que se produce semejante situación. Desde los inicios de los estudios americanos, los investigadores se apresuraron en ofrecer teorías explicativas y visiones distintas sobre los fenómenos lingüísticos del espacio hispanoamericano. El periodo de ebullición lingüística hispanoamericana de finales del siglo xx echó las bases metodológicas en las que se basan muchos estudios, incluso actuales, lo que ha demostrado su validez, pero esto no impidió la aparición de reflexiones y perspectivas diversas y matizadas sobre los fenómenos lingüísticos hispanoamericanos. El objetivo de este volumen consiste precisamente en hacer conocer mejor las orientaciones metodológicas de la morfosintaxis hispanoamericana que, echando sus raíces en los estudios sobre el español peninsular (Miguel Calderón, Cristina Egido) y de las zonas americanas mejor estudiadas, retiene sus aspectos positivos y trata de colmar sus insuficiencias. En este sentido, no se trata de ninguna manera de presentar soluciones y respuestas definitivas, sino más bien de ofrecer una visión de ciertos métodos y de los resultados alcanzados, tratando de mostrar sus implicaciones. 2. Contenidos del volumen A pesar de que el estudio histórico de la morfosintaxis seguirá siendo por bastante tiempo una asignatura pendiente —y nunca serán suficientes los esfuerzos para superarla—, los trabajos reunidos en este volumen nos acercan a algunas de las principales áreas de los estudios que intentan focalizar su interés en la morfosintaxis histórica hispanoamericana. No obstante, el desequilibrio que existe entre los diferentes aspectos americanos ya estudiados, por un lado, y el que persiste entre el estudio histórico de las variedades hispanoamericanas y la modalidad peninsular durante los mismos cortes diacrónicos, por el otro, no desanima a los investigadores a aportar su grano de arena en esta empresa que, necesariamente, supone un esfuerzo colectivo. El libro se abre con las reflexiones de Rocío Caravedo sobre la necesidad de integrar la perspectiva diacrónica/diatópica en el estudio del cambio lingüístico en el español de América, considerada «fundamental para una identificación y reinterpretación de los fenómenos en una concepción cohesiva e integradora de la lengua española». Así pues, desarrolla la importancia de la

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interrelación de las dimensiones temporal y espacial en el estudio del cambio lingüístico, ilustrándola con datos referidos a las formas donde y desde que, por un lado, y a la aparición esporádica —aunque regulada— del pronombre vosotros, por el otro, desmontando simultáneamente el lugar común según el cual la inexistencia del pronombre de la segunda persona del plural constituye un fenómeno diferenciador entre el español peninsular y el americano. La autora identifica y describe ambos fenómenos de variación desde las diferencias sociales y cognitivas que se han ido desarrollando a través del tiempo (diacronía/sincronía) y las articula con las espaciales (diatopía/sintopía). A la morfosintaxis de la época fundacional del español americano, concretamente en Residencia tomada a los jueces de apelación de Alonso de Zuazo (Santo Domingo, 1517), se dedica la contribución de Jens Lüdtke. El texto analizado reúne deposiciones de testigos bajo la forma de interrogatorios, es decir, diálogos cuyo carácter formalizado se ve, sin embargo, atenuado por el anclaje deíctico del discurso de los testigos y por el contexto situacional a partir del cual escriben los amanuenses. Así, los rasgos morfosintácticos analizados en dicho texto son principalmente los deícticos: los pronombres personales —y las fórmulas de tratamiento, en particular—, los derivados de la expresión de la persona, aquí y los demás adverbios locativos, los pronombres y adjetivos demostrativos, los adverbios temporales, así como la deixis modal, cualitativa y cuantitativa. Para ello propone un enfoque que permita incluir lo pragmático en una visión que integre la descripción y el desarrollo de los fenómenos lingüísticos en la teoría de los entornos a través de una aproximación hermenéutica a los textos. Del posesivo doblado en el español de América se ocupa Javier Medina López, al reseñar las perspectivas historiográficas más sobresalientes en el estudio de la doble posesión en la dimensión hispanoamericana. El autor insiste en la complejidad de matices que ha desarrollado el posesivo doblado tanto en la evolución histórica como en el contacto de lenguas en algunas zonas del territorio americano. Advierte también que la tesis de la ambigüedad referencial, presente en muchos estudios, ha sido matizada recientemente en trabajos que ponen de manifiesto los nuevos valores que la forma está adquiriendo en algunas zonas hispanoamericanas, como son las descritas para el español de México y del Perú (andino). La contribución de Miguel Calderón Campos se centra en los casos de concordancia pragmática inducida por vuestra(s) merced(es) en los epistolarios del conde de Tendilla (1504-1506, 1513-1515), cartas de estilo cortesano

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en las que Íñigo López de Mendoza, alcaide de la Alhambra y capitán general del Reino de Granada, escribe a cientos de destinatarios de distinta condición social sobre asuntos de gobierno, frecuentemente mezclados con cuestiones familiares y personales. Según el autor, el tratamiento directo/indirecto es sumamente importante para entender el funcionamiento del epistolario. El tratamiento voseante directo comparte dos esferas pragmáticas: la de la intimidad, cordialidad, cercanía, o la de la imposición jerárquica, que se puede matizar con tratamientos nominales como señor, elemento atenuador por excelencia en las misivas cortesanas. Los tratamientos indirectos, por su lado, expresan tanto sumisión jerárquica al interlocutor, si se sirven de la concordancia gramatical en tercera persona (le, se, su), como deferencia, al combinarse con formas directas voseantes (concordancia pragmática). Rosario Navarro Gala, por su parte, atiende a la influencia que el quechua ejerció en las variedades del español habladas por los indígenas en los siglos xvi y xvii. Para ello estudia la documentación peruana de orígenes, concretamente los documentos de protocolo de Pedro Quispe, el primer notario indoamericano del Nuevo Mundo (siglo xvi), las crónicas de Huamán Poma y la relación de Pachacuti Yamqui (siglo xvii). Los fenómenos lingüísticos analizados son, por un lado, la falta de concordancia en género y número tanto entre sustantivo y adjetivo, entre determinante y sustantivo, entre referente y pronombre átono como entre verbo y sujeto, y, por el otro, el uso de los tiempos verbales. La autora observa que la alternancia de muchos fenómenos morfosintácticos, como el uso de la pasiva perifrástica o de la pasiva refleja, se podría explicar, junto con otros factores, por su pertenencia a las partes más formularias, aquellas en las que la tradición repite viejos modelos, o al cuerpo de las cartas que se muestran más permeables a los usos próximos a la inmediatez comunicativa. Por ello, concluye que «las elecciones lingüísticas realizadas por indoamericanos bilingües no pueden adscribirse, sin más, al empleo de un castellano más o menos innovador o conservador en un área concreta (la andina), producido por unos hablantes sociolingüísticamente similares (indígenas hispanizados). El tipo textual y la intención comunicativa de quienes escribieron tales textos es, sin duda, un factor determinante». María Cristina Egido ofrece un espacio de reflexión en torno a la importancia de la variación diatópica en la reconstrucción histórica del castellano partiendo del estudio del neutro de materia en el espacio peninsular. La base empírica de la que se vale la autora se fundamenta en un corpus de documentos notariales especializado en relaciones de bienes, CorLexIn (Corpus

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Léxico de Inventarios), así como en varias colecciones documentales, como las de Sahagún y Otero de la Dueñas (León, siglos x al xiii), los Documentos lingüísticos de España I. Reino de Castilla, de Menéndez Pidal (1966), el Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1800 (CODEA+2015) y diversos estudios, como el de Gómez Seibane (2003), sobre documentos de Castro Urdiales (Cantabria), o el de Almeida, Sánchez-Prieto y Vázquez (2015), sobre documentación toledana. Al cotejar toda esta documentación y exponer los datos —recogidos en las tablas correspondientes—, la autora llega a la conclusión de que «el llamado neutro de materia es un rasgo intrínseco al castellano desde sus orígenes en el norte de la Península». Reconoce, asimismo, que la documentación utilizada está marcada por la interferencia entre el uso local y el uso normativo; no obstante, ello no resta valor al fenómeno, considerando que su arraigo fue suficientemente importante como para que su uso se considerase aceptable en el registro escrito, al menos hasta el siglo xvii. De índole más general son las reflexiones de Daniel M. Sáez Rivera, que se plantea rastrear los orígenes y la evolución de la recepción en el mundo hispánico de los conceptos gramaticalización y lexicalización. Aparte del problema teórico respecto de la repartición o delimitación entre los dos conceptos, el autor incide sobre la aplicación de distintas denominaciones para los mismos fenómenos (como ejemplifica con los marcadores de discurso). Para trabajar adecuadamente con estos conceptos a nivel práctico —también en el ámbito de la morfosintaxis histórica— se tiene que indicar cuál es la definición de gramaticalización (y de lexicalización) que se sigue, enmarcándose en la teoría previa preferida, o perfilar la definición propia de conceptos. Asimismo, subraya la conveniencia de diferenciar entre los diversos tipos de gramaticalización y de lexicalización que se tienen en cuenta para determinado estudio. El capítulo de Viorica Codita y Mariela de La Torre esboza las limitaciones del estudio de la morfosintaxis histórica hispanoamericana, que surgen, en primer lugar, de la dificultad metodológica para definir la naturaleza de los fenómenos morfosintácticos. Abordan, asimismo, los problemas de los corpus disponibles (CORDIAM, CHARTA, CORDE, COREECOM o CHEM) subrayando las carencias de diverso alcance que los caracterizan y que podrían llevar a cuestionar la relevancia de las conclusiones extraídas o formuladas a partir del uso de estos datos. Por último, las autoras insisten en la necesidad de adoptar una perspectiva variacionista para el estudio de la morfosintaxis de los documentos coloniales hispanoamericanos.

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El capítulo encabezado por Esther Hernández, Eva Bravo-García, Marta Fernández Alcaide, Félix Fernández de Castro y Juan Pedro Sánchez Méndez trata diversos temas que giran en torno a una morfosintaxis histórica hispanoamericana. Este capítulo incluye asimismo opiniones de otros investigadores, por lo que la perspectiva sobre ciertas problemáticas o fenómenos gana en variedad y matices. Las cuestiones que se plantean van desde la disciplina en la que incluir la morfosintaxis histórica hispanoamericana (la dialectología, la historia de la lengua o la lingüística de variedades); el acercamiento de las grandes gramáticas (GDLE y NGLE) a la morfosintaxis del español americano; los principales proyectos y obras de referencia, así como la oportunidad de la revisión crítica de estas con el fin de «replantear los viejos problemas desde nuevos puntos de vista»; los fenómenos más estudiados y, en especial, sus procesos graduales de «americanización», así como la noción de «transparencia» de determinadas variantes morfosintácticas americanas; las fuentes documentales, los géneros textuales que se deben contemplar para el estudio de la morfosintaxis del español americano y las dificultades que supone la heterogeneidad de criterios en la presentación de dichos materiales, hasta la necesidad de contextualizar los estudios hispanoamericanos en una perspectiva románica más amplia (no solamente iberorrománica). Espacio de reflexión ofrece también Cristina Buenafuentes de la Mata, esta vez sobre las pautas que hay que seguir para el establecimiento de periodos temporales en la evolución del español americano. La autora muestra los problemas que plantea una periodización de la realidad lingüística histórica hispanoamericana y destaca los puntos divergentes de las propuestas que se han hecho hasta el momento, lamentando que los parámetros empleados hayan sido siempre de índole extralingüística, emanados desde la política lingüística y desde la perspectiva de los hechos históricos (las conquistas de territorios, la independencia de las colonias, el cambio de establecimiento de las Cortes virreinales, etc.). Por ello, atendiendo a las especificidades del español americano, propone configurar una periodización basada tanto en los aspectos externos de la lengua como en los internos. Conjugar estas dos perspectivas es primordial, ya que no se pueden dejar de lado los condicionamientos sociales, políticos y culturales decisivos para la evolución lingüística en el Nuevo Continente, sobre todo durante la época colonial y la independencia. Carlos Sánchez Lancis dedica su capítulo al estudio de la locución prepositiva (de) cara a. Para abordar el análisis, el autor tiene en cuenta varios factores: por un lado, la variación temporal y espacial —a partir de los

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d­ atos ­proporcionados por las bases de datos Corpus Diacrónico del Español (CORDE), Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) y Corpus del Español del Siglo XXI (CORPES XXI)— y, por el otro, el registro lexicográfico, a partir de la información presente en el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española (NTLLE). El autor advierte, en primer lugar, los esquemas sintácticos y semánticos que han favorecido la gramaticalización y la posterior difusión de este grupo de palabras. Los cambios que sufre esta unidad pasan, según el autor, por las siguientes fases de desarrollo: de la cara + adverbio direccional → de cara + adverbio direccional → de cara a + sustantivo → cara + adverbio → cara a + sustantivo. En segundo lugar, pone de manifiesto que este proceso tiene más bien carácter peninsular y empezaría a llegar en parte en su fase final al español de América, si es que realmente ha llegado, pues los casos con un mayor grado de gramaticalización no aparecerían hasta el siglo xvii de forma muy débil y así se mantendrían hasta la actualidad. Por ello, la locución preposicional de cara a es la variante común en todas las zonas, incluso con mayor predominio en la actualidad en el español de América, mientras que la locución sin preposición inicial combinada con un sustantivo (cara a) viene a ser casi exclusiva del español peninsular. Milagros Alfonso Vega, por su lado, explora la evolución que ha experimentado la construcción activa impersonal del tipo «se les dé dos reales de limosna a cada uno» (1599, testamento, 101, CORDE), considerada por las gramáticas tradicionales como una derivación de la voz pasiva refleja impersonal y con una difusión notable en las distintas variedades americanas del español, al punto de ser considerada como una construcción típica del español americano. La autora cuestiona esta creencia defendiendo la tesis de una diferenciación de carácter estructural, resultado de un proceso diacrónico gradual, que se refleja, en última instancia, en una diferenciación de carácter dialectal. A la morfosintaxis de formas no personales del verbo se dedica Carlos Enrique Castilla a través del análisis de diferentes cartas de relación o de petición emanadas del obispado de Tucumán entre 1582 y 1699. Dichos tipos textuales poseen un alto grado de protocolización, lo que deja suponer que los usos lingüísticos allí registrados habían alcanzado un cierto grado de estandarización y difusión al menos en la escritura, y, a la vez, admiten una flexibilidad de extensión y temática que posibilita la incorporación de rasgos del habla. El autor efectúa su análisis desde la perspectiva psicosociolingüística para explicar los fenómenos lingüísticos como estrategias discursivas con efectos retóricos específicos, tomando como punto de partida el concepto de

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«contrato de comunicación» que estructura cada situación de intercambio y que se constituye como un espacio de restricciones y un espacio de estrategias lingüístico-discursivas. Por fin, Miguel Ángel Puche Lorenzo centra su atención en los recursos morfosintácticos utilizados en la redacción de los Comentarios a las Ordenanzas de Minas, del novohispano Francisco Xavier de Gamboa, una de las principales obras sobre minería que se editaron en el siglo xviii. Entre dichos recursos destaca el empleo de procesos morfológicos derivativos recurrentes en la obra que propiciaron el nacimiento de creaciones léxicas características del español de América, por un lado, y del tecnolecto de la minería o el ámbito jurídico, por otro. Algunas creaciones así aparecen caracterizadas, mientras que en otros casos el uso de determinados elementos sufijales propician la inclusión de características diastráticas, al calificarlas el propio Gamboa como arcaísmos o vulgarismos. A su vez, tanto el laísmo como otros aspectos morfosintácticos que afectan la construcción del texto muestran la variedad y riqueza de este tipo de textos, hasta ahora no analizados desde una perspectiva lingüística. Bibliografía Almeida, Belén, Sánchez-Prieto, Pedro y Vázquez, Delfina (2015): «El pronombre átono objeto en la documentación toledana y su lugar en la dialectología», en José M.ª García Martín (dir.); Teresa Bastardín Candón y Manuel Rivas Zancarrón (coords.), Actas del IX Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, vol. I. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 585-600. [CODEA+2015] GITHE (Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español): Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1800, (octubre de 2015). [CORDIAM] Academia Mexicana de la Lengua: Corpus Diacrónico y Diatópico del Español de América (coordinado por Concepción Company Company y Virginia Bertolotti). México: Universidad Nacional Autónoma de México, (agosto de 2017). [CorLexIn] Morala Rodríguez, José Ramón (dir.): Corpus Léxico de Inventarios (CorLexIn), (agosto de 2017). [CHARTA] Corpus Hispánico y Americano en la Red: Textos Antiguos (coordinado por Pedro Sánchez-Prieto Borja), (agosto de 2017). Menéndez Pidal, Ramón (1966): Documentos lingüísticos de España. Vol. I: Reino de Castilla. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

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[MORPHISPAM] Morfosintaxis Histórica Hispanoamericana (proyecto dirigido y coordinado por Elena Rojas Mayer y Juan Pedro Sánchez Méndez).
 Sánchez Méndez, Juan Pedro (2015): «La conformación morfosintáctica de Hispanoamérica: temas y problemas», en José M.ª García Martín (dir.); Teresa Bastardín Candón y Manuel Rivas Zancarrón (coords.), Actas del IX Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, vol. I. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/ Vervuert, pp. 227-260.

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Reflexiones sobre la interrelación entre diacronía y diatopía. A propósito del español de América Rocío Caravedo Università degli Studi di Padova

A propósito del proyecto internacional sobre la Morfosintaxis Histórica Hispanoamericana (MORPHISPAM), presentaré algunas consideraciones sobre la interrelación entre diacronía y diatopía, conceptos clave abundantemente utilizados, si bien dada su antigüedad se dan por consabidos o se utilizan de modo acrítico1. Una razón que nos ha llevado a plantear esta cuestión, aun cuando se trata de conceptos antiguos y de amplia difusión, nace de la observación de que en su utilización se suelen tratar las dimensiones del tiempo y del espacio como coordenadas independientes, de modo que los fenómenos se abordan separada o paralelamente respecto de cada una de esas dimensiones, como si fueran autónomas. Por un lado, cuando se trata de la dimensión diacrónica del español, en el ámbito filológico, con frecuencia se han estudiado los fenómenos que han sufrido modificaciones en el tiempo, sin una relación explícitamente razonada con el espacio. Por otro lado, en la tradición dialectológica (a excepción de la dialectología histórica) y en la más moderna sociolingüística, cuando se trata de la dimensión diatópica, los fenómenos se han considerado en su mera localización espacial de modo exclusivo en la sincronía. En este contexto, no podría ser más oportuna la realización de un proyecto como el mencionado, en el sentido de que ya el título puede interpretarse como un intento de articulación de la dimensión temporal con la espacial. Sin duda, el creciente interés que el español americano suscita actualmente entre los filólogos conducirá a la larga a un cambio en el tratamiento de la diatopía en relación con la diacronía y viceversa.

1   Para los lineamientos del proyecto MORPHISPAM, véase Rojas Mayer y Sánchez Méndez (2019).

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Rocío Caravedo

De otra parte, en el pasado e incluso en la actualidad, se advierte una asimetría en la actitud científica hacia el estudio de las dimensiones señaladas. El estudio de la lengua en la dimensión espacial, a diferencia de lo que ocurre en la temporal, ha sido objeto del descrédito de parte de las teorías lingüísticas que han privilegiado las visiones abstractas o autónomas al abordar el lenguaje, de modo que los aspectos diferenciales referidos al espacio en que discurre una lengua terminan siendo considerados periféricos, por lo tanto, no relevantes para determinar las funciones o las relaciones internas del sistema o de la gramática interiorizada. Cuando se encuentran diferencias en el orden espacial se presume que estas no modifican la configuración interior del sistema. Sin embargo, en la realidad, una buena parte de los cambios lingüísticos que afectan al sistema se producen precisamente en la dimensión espacial, entendiéndola no como mero punto de localización, sino como elemento central en la dirección evolutiva de la lengua, objetivo que, hasta donde se me alcanza, ha sido generalmente descuidado en la investigación2. Por lo demás, los hechos lingüísticos no pueden existir independientemente de su asentamiento en un espacio, coordenada fundamental de la existencia humana y, por lo tanto, del lenguaje, de modo que resulta imprescindible el cambio de actitud científica en el tratamiento de las diferencias espaciales. 1. Consideraciones conceptuales Comenzaré con una brevísima revisión de los conceptos. Se sabe que tanto la diatopía como la diacronía no constituyen conceptos autónomos, sino que forman parte de oposiciones binarias. Así, el concepto de diacronía tiene su contraparte en el de sincronía, junto con otros conceptos centrales saussureanos que se formularon binariamente (aunque Coseriu [1978, 1981b] encuentra los brotes de estos conceptos ya desde el siglo xviii en François Thurot, dentro del prólogo a James Harris, en 1847, en la Gramática de Bello y, hacia fines 2   Se advierte, sin embargo, un cambio de actitud en los últimos tiempos, en los que se amplía la actividad de formación de corpus diacrónicos que abarcan distintas dimensiones espaciales. Aparte del ya clásico Corpus Diacrónico del Español (CORDE), de la Real Academia Española, se cuenta con la publicación en red del Corpus Diacrónico y Diatópico del Español de América (CORDIAM), coordinado por Concepción Company y Virginia Bertolotti, al que hay que añadir el proyecto Corpus Hispánico y Americano en la Red: Textos Antiguos (CHARTA), coordinado por Pedro Sánchez-Prieto Borja. Asimismo, la importancia de la diatopía en el estudio diacrónico ha sido subrayada por otros autores, por ejemplo, Fernández-Ordóñez (2012).

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del xix, en Von der Gabelentz). En la dicotomía saussureana era la visión sincrónica, más que la diacrónica, el único camino para abordar el sistema (­Saussure 1945). En cambio, los conceptos de diatopía y diastratía fueron difundidos por Coseriu, quien, tomándolos de Flydal (1952), los adaptó a su noción de arquitectura de la lengua como objeto histórico, incorporando de su propia cosecha la dimensión diafásica (Coseriu 1981b). El pensamiento coseriano continuó la modalidad dicotómica del razonamiento saussureano, de modo que por analogía con el par sincronía/diacronía se extendería el binarismo a la dimensión espacial: sintopía/diatopía, binarismo al que se añadieron los demás pares, como sinstratía/diastratía y, finalmente, sinfasía/diafasía. Naturalmente la introducción de estos términos no implica que antes de las propuestas mencionadas no se haya reparado en las diferencias espaciales y temporales de las lenguas en la historia de la reflexión sobre el lenguaje. Esta preocupación se da en toda la tradición lingüística, incluso antes del xix, en que surgen oficialmente la lingüística histórica y la dialectología. Pero no es nuestro objetivo hacer un recorrido histórico de estos conceptos, que han pasado a formar parte del léxico común de la disciplina y que, por lo demás, se pueden encontrar en los manuales de la historia disciplinaria. Antes bien, resulta relevante señalar que el binarismo exige una clara determinación del contenido de los conceptos y, por consiguiente, una restricción del campo semántico de cada uno de ellos. Así, los pares diacronía/sincronía frente a diatopía/sintopía no han corrido la misma suerte. Curiosamente solo la diatopía junto con la diastratía y la diafasía forman parte de la cadena variacional en la arquitectura de la lengua (propuesta por Coseriu [1981a] y reformulada por Oesterreicher [2006]) y no guardan una relación simétrica con el par diacronía/sincronía, que posee un estatuto superior respecto de los elementos de esta cadena. Por otro lado, se ha establecido una tácita equivalencia entre diacronía y diferenciación producida a través del tiempo en el eje de sucesividad, mientras que la sincronía se ha restringido a las relaciones simultáneas del sistema, con frecuencia, erróneamente, al actual. De aquí se podría inferir que la diferenciación, es decir, la variación, es solo propia de la diacronía, más que de la sincronía, lo que constituye naturalmente una consideración falsa. En un estudio paradigmático, Coseriu (1978) reinterpretó la dicotomía diacronía/sincronía, asignándole un sentido puramente metodológico, referido a los modos de abordar el objeto más que a las propiedades inherentes de este. De acuerdo con este autor, no es la lengua entonces la que tiene carácter diacrónico o

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sincrónico, sino el modo en que la observamos. Modificando los términos coserianos se trata, pues, de una cuestión de percepción científica. Por lo tanto, la variación se puede encontrar tanto en la perspectiva diacrónica como en la sincrónica. Y lo mismo vale para los fenómenos que se mantienen y no varían, los cuales coexisten junto con los variables en ambas dimensiones. Por consiguiente, la diacronía no se circunscribe a la variación, como comúnmente se postula, ni la sincronía, a la invariación3. A diferencia de la oposición diacronía/sincronía consensualmente utilizada, la de diatopía/sintopía ha perdido el segundo de sus términos. Con respecto a la sincronía, que se convierte en el objetivo central de las teorías lingüísticas en el siglo xx, la sintopía ha sido casi totalmente olvidada y ni siquiera es mencionada en la actualidad en los estudios de variación, de modo que las especificaciones semánticas asignadas a este concepto han terminado subsumidas por el de diatopía, que se ha convertido en polivalente al indicar cualquier referencia al espacio. No obstante, en el ámbito de la filología hispánica, curiosamente, los estudios del español central peninsular no son considerados diatópicos, como los atribuidos al español de América, a menos que se refieran a las zonas alejadas de Castilla. Por si fuera poco, la situación marginal de la diatopía respecto de la teoría lingüística no ha cambiado con la más moderna lingüística de la variación. Si tomamos el modelo canónico laboviano, en la lista de factores extralingüísticos condicionantes de la variación no figura el espacio. La ubicación geográfica no tiene, para Labov, intervención alguna en la variación inherente que forma parte de la estructura de la lengua (Labov 1972). En buena cuenta, Labov utiliza el espacio solo como principio externo de localización de los fenómenos variables, y, por lo tanto, este no interviene directamente en la regulación de las alternativas (Caravedo 2007 y Caravedo 2009: 173)4. Esta actitud se ha continuado en diversos estudios dialectales y filológicos en los que el espacio —cuando es considerado— es un mero localizador y no se incluye en la explicación de los hechos. Y esto tiene consecuencias interpretativas que acentúan la minusvaloración teórica de los fenómenos detectados topográficamente.   Una observación semejante con una crítica a la circunscripción de la diacronía a la variación y al cambio se puede ver en Oesterreicher (2006). 4   Esta actitud general es básicamente mantenida por Labov en sus obras posteriores sobre el cambio (Labov 1994, 2001, 2010). Sin embargo, es de notar que, a partir de 1994, los microespacios como los barrios adquieren especial relevancia en la progresión de los cambios y la figura del líder no conformista cumple un papel protagónico (Caravedo 2003). 3

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Ahora bien, si la dimensión espacial en el par diatopía/sintopía guarda una relación de analogía con la oposición diacronía/sincronía, tendría que situarse en el mismo rango, y diferenciar también modos de acercamiento al objeto, siempre que se siga operando con estos términos. Así, adoptando la formulación coseriana, la visión sintópica se referiría a la inmovilización del espacio de parte del analista, frente a la diatópica, que implicaría la comparación entre espacios diversos. En este sentido, abordar un fenómeno cualquiera en el español de un solo lugar, sea cual fuere la magnitud geográfica, implica una visión sintópica, más que diatópica (esto valdría tanto para el español de Castilla como para el español de Santiago de Chile o de Managua si se estudian de modo independiente sin establecer comparaciones entre ellos). Lo que estas dicotomías implican es la diferenciación de dos estrategias de observación: unitaria frente a comparativa, bien referida al tiempo, bien al espacio. Independientemente de que se utilice o no el término sintopía en lo que a su materialidad se refiere, resulta imprescindible diferenciar entre planos de observación cuando abordamos la lengua en el espacio como objeto histórico. En consecuencia, las dimensiones temporal y espacial deben estudiarse coordinadamente, diferenciando la visión unitaria del tiempo y del espacio (terminológicamente sincronía/sintopía, por un lado) de la visión comparativa (diacronía/diatopía, por otro). El calificativo de histórico alude a una dimensión binaria de la existencia: esto es, el tiempo y el espacio simultáneamente, de modo interdependiente. La diacronía no puede, pues, renunciar a la determinación del espacio y, por lo tanto, obligatoriamente hace entrar las perspectivas diatópica/sintópica y a la inversa, dado que una perspectiva diatópica/sintópica no puede marginar la dimensión temporal, sea sincrónica, sea diacrónica. ¿Cómo interpretamos el cambio lingüístico en relación con las dimensiones temporal y espacial? Primeramente, el cambio plantea un problema epistemológico: aunque ocurre en la acción comunicativa de los hablantes, no puede ser observado sino a posteriori, como hecho acabado (Saussure 1945; Coseriu 1978), aun cuando se hayan desarrollado instrumentos cuantitativos para predecirlo u observarlo mientras ocurre, es decir, en la sincronía a través de las diferencias generacionales (Weinreich, Labov y Herzog 1968; Labov 1994, 2001, 2010). Estas constituyen una clara evidencia de la coexistencia en un mismo periodo de una forma antigua frente a una innovadora. Una hipótesis semejante había sido ya formulada por Gauchat (1905) y posteriormente por Martinet (1975), entre otros. A diferencia de estos autores, sostendré que

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el cambio compete a la diacronía más que a la sincronía, de modo que, cuando estudiamos la variación intergeneracional en el llamado tiempo aparente (Labov 1972), lo que realmente se aplica es una visión diacrónica entre periodos sucesivos, aunque sean temporalmente coexistentes (Caravedo en prensa). En otras palabras, el cambio de un fenómeno específico es observable exclusivamente desde una perspectiva comparativa de tipo retrospectivo, o sea, diacrónica, es decir, no es perceptible en la acción lingüística en la sincronía. Ahora bien, si aceptamos que el cambio es un fenómeno en sí mismo diacrónico, ¿qué papel cumple la diatopía? Aquí enlazamos el discurso con la primera parte, en la que se ha sostenido el carácter interdependiente de las dimensiones espaciales y temporales. En esta línea de razonamiento, la dimensión espacial está omnipresente cuando se aborda la temporalidad, dado que es un hecho indiscutible que el cambio se da necesariamente en un espacio definido, de modo que este no puede ser marginado del foco de observación. Para tal propósito, se impone reformular el concepto de espacio para entenderlo en un sentido social y cognoscitivo, más que meramente geográfico, como ha sido concebido tradicionalmente (Caravedo 2007, 2009). Sin embargo, esto que parece obvio no se tiene en cuenta normalmente en la investigación diacrónica considerada de modo autónomo cuando se estudian los procesos de cambio. La evolución de los fenómenos americanos, por ejemplo, a menudo no es abordada como cambio en el interior del sistema del español, precisamente porque se concibe el espacio como mero indicador territorial, de modo que la diatopía queda como un factor marginal y sirve solamente para identificar los puntos disidentes, localizándolos geográficamente respecto de un paradigma central que se mantiene inalterable. En otras palabras, no se integra la información diatópica con la diacrónica. Sin embargo, el cambio no es un fenómeno exclusivo del tiempo, sino que involucra simultáneamente el espacio, de modo que su estudio no puede prescindir de esta dimensión. En consecuencia, este compete no solo a la diacronía, como se acepta consensualmente, sino también a la diatopía. Por consiguiente, en la definición del cambio, la extensión espacial de este no es una cuestión accidental, sino que forma parte de la naturaleza del fenómeno. Al no ser un fenómeno meramente topográfico, sino de carácter sociocognitivo, la extensión espacial se refiere a la transmisión (si bien una transmisión no fiel sino con mínimas variaciones) de un estadio del conocimiento lingüístico de un hablante/grupo a otro en un

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momento dado5. Como tal transmisión se da a través de la actividad comunicativa, la extensión espacial implica el contacto entre los hablantes. Para que un fenómeno de cambio se concretice en la lengua tiene que haberse transmitido generacionalmente en un mismo espacio, donde los protagonistas mantienen una relación comunicativa constante. Cuando tal relación se suspende, los fenómenos pueden encaminarse en distintas direcciones. Y eso ha ocurrido en el caso del español en ambos continentes y en las diferentes regiones y países. 2. Aplicación al orden morfosintáctico Veamos cómo se manifiesta esta relación simbiótica entre tiempo y espacio cuando se trata de la variación en el orden morfosintáctico, en el que discurro ahora porque es el tema central del proyecto. En este orden, las numerosas diferencias existentes entre las diversas regiones americanas, si consideramos la diatopía como elemento funcional y explicativo, deberían considerarse como propiedades internas del paradigma del español, más que como fenómenos exógenos. Y, en este sentido, la inclusión del par diatopía/sintopía con valor metodológico en el mismo rango de la oposición diacronía/sincronía es fundamental para una identificación y reinterpretación de los fenómenos en una concepción cohesiva e integradora de la lengua española. Para dar un apoyo empírico al planteamiento propuesto, he seleccionado dos ejemplos, entre las múltiples diferencias diatópicas, que atañen a las transformaciones en el plano conceptual del signo, es decir, cuando el significante es el mismo: el primero referido a los nexos conjuntivos, y el segundo, al paradigma pronominal. Partimos de la concepción binaria del signo de acuerdo con los tradicionales postulados saussureanos, según los cuales se da una relación entre un plano material y otro conceptual. La teoría laboviana se ha concentrado en la variación del significante con equivalencia semántica, esto es, teniendo como base la inalterabilidad del significado, lo que deja descuidada la variación en el plano del significado que no implica modificación alguna del plano material   En su principio de reorganización del vernáculo (vernacular re-organization), Labov pone en primer plano el fenómeno de transmisión en la adquisición lingüística, el cual consistiría no en una mera copia del habla de los padres, sino en una modificación progresiva de los moldes recibidos en la etapa temprana de aprendizaje. Textualmente: «children must learn to talk differently from their mothers» (Labov 2001: 415; véase también una reflexión sobre la problemática, planteada por Labov, en Caravedo 2003). 5

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del signo (Caravedo 2008a). Nos referiremos a una suerte de polisemia, que ha sido ya reconocida en el ámbito de la lingüística cognitiva como principio que implica la creación por parte de los hablantes de redes de interrelaciones entre los significados referidos a una unidad (Lakoff y Johnson 1987; Langacker 1987, 1997; Brugman y Lakoff 1988; Evans 2006). Particularmente Evans define el principio de polisemia como un proceso dinámico, más que como un producto estable, en los siguientes términos: «Principled polysemy is an approach which seeks to account for the meanings associated with words as not being absolute and fixed, but rather as being capable of changing over time» (Evans 2006: 79). Tal principio no se circunscribe solamente al léxico sino que abarca también las unidades gramaticales (Caravedo 2014). Consideramos que la variación semántica camuflada en la unidad sensorial es la más productiva y significativa en las diferencias entre las variedades de una lengua, aunque tales diferencias no siempre son inmediatamente reconocibles. Además, la variación conceptual supone modos distintos de captación y de interpretación de unidades semejantes de parte de los hablantes en los diferentes espacios, en que no entra en juego la percepción sensorial. El cambio se presenta, pues, como un proceso dinámico de reconstrucción de los signos lingüísticos en el espacio y en el tiempo. Ante los múltiples casos de este tipo en la variación del español resulta imprescindible adoptar una perspectiva que articule las dimensiones temporal y espacial, y que permita reconocer en el mismo rango descriptivo la transformación del significado de las unidades lingüísticas en los diversos espacios y periodos hispánicos. 2.1. Las formas donde y desde que Veamos un ejemplo sobre formas que actúan como nexos conjuntivos, los cuales ocupan desde hace algún tiempo nuestra atención, precisamente porque han sido objeto de cambios conceptuales tanto en la diacronía como en la sincronía actual (Caravedo 2008a, 2008b, 2014, 2016). Ciertos nexos considerados en la gramática normativa como temporales o espaciales se han actualizado con otros significados en ciertos espacios. Desde el punto de vista diatópico, resulta pertinente reparar en que tales diferencias no corresponden a un español de América considerado en bloque, que forma parte de una visión estereotípica. Detengámonos brevemente en los valores que adquieren solo dos nexos, elegidos entre muchos otros más: donde, caracterizado como espacial, y desde que, como temporal.

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Por lo pronto, los desplazamientos del locativo donde hacia la temporalidad, causalidad o condicionalidad han sido identificados como usos dialectales, regionales o rurales (Alarcos 1994; Alcina y Blecua 1989; Bello 1981; RAE 1979). El desplazamiento hacia el valor condicional se refiere particularmente a la construcción negativa donde no con el valor de si no documentada en Cervantes (Bello 1981: 715-716; Keniston 1937; Kany 1951: 90; RAE 1979: 538; Alcina y Blecua 1989: 1117). Kany aporta datos diacrónicos en el Medioevo y en el Siglo de Oro e incluso en el español moderno. Estos últimos corresponden al español chileno. Por otro lado, los desplazamientos de donde hacia la temporalidad están documentados en diversas ciudades como Lima, Caracas, La Paz, México, Madrid en el corpus de la norma culta (Samper, Hernández y Troya 1998; Caravedo 2008b, 2014). Sin embargo, en Caravedo (2014: 178), en lo que respecta al valor condicional, se ofrece solamente un dato aislado que revela usos esporádicos en Lima (donde tú lo dices por algo será), dado que, en el periodo de publicación del trabajado referido, la autora no contaba con información sobre este fenómeno en otras ciudades. Afortunadamente, en una indagación posterior hemos podido registrar a través de datos de primera mano, seleccionados como soporte empírico de los objetivos planteados, el significado condicional en un número consistente de usos coloquiales provenientes del español actual de Colombia, específicamente Antioquia, de parte de hablantes de diferentes grupos sociales en situaciones informales, es decir, sin la conciencia de sentirse observados. El locus que sirve de ilustración no implica que tales valores se den solo en este lugar, dado que adoptamos de modo provisional una percepción sintópica. Del corpus recogido he elegido los siguientes ejemplos: (1) Donde se entere la policía, le hacen una emboscada y lo atrapan. (2) Donde mi papá se entere, te mata. (3) Donde te vean haciendo eso, te van a dar vuelta. (4) Donde los policías aparezcan, les damos la caza. (5)

Te imaginas donde te hubiera pasado algo... qué habría hecho yo...

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Al analizar los enunciados anteriores, se observa con claridad que el valor de esta forma se mueve en el campo de la causalidad, de modo más específico, es el valor condicional el que está en juego. Los valores condicionales han sido documentados en la diacronía del español (Keniston 1937; Eberenz 1982; Herrero 2005) y también en la diatopía (Kany 1951; Lope Blanch 1986). Esto no significa que se excluya el significado locativo en otros contextos. Es de notar que esta forma registra un valor polisémico en esta región de Colombia. La cuestión relevante es que, a la luz de estos datos, no podemos seguir considerando que la forma donde tenga solo el valor espacial. Una perspectiva que considere el espacio como mero localizador se contentará con registrar el valor diferencial, como ha ocurrido en gran parte de estudios dialectológicos, sea como un hecho desviado de la norma general o como un caso meramente curioso, sin que la categorización del nexo en el plano del sistema sufra ninguna modificación. En cambio, la perspectiva integradora sostenida aquí exige una recategorización del nexo como una unidad polisémica, en que el campo conceptual asignado a una sola forma es más amplio en el espacio comentado que el que poseen los hablantes de otros lugares. Es un hecho que en la historia de estas formas desde los orígenes del español se han verificado desplazamientos conceptuales análogos referidos a otros nexos, muy estudiados en el español peninsular. Por otro lado, en lo que concierne a otras lenguas se han propuesto escalas universales de dirección del cambio que van desde los valores espaciales a los temporales y, posteriormente, a los causales, de modo unidireccional (Heine, Claudi y Hünnemeyer 1991; Slack y Van der Zee 2003). Adicionalmente, se ha acudido a explicaciones de afinidad lógica entre los valores temporales y causales para justificar los desplazamientos. Pero no es la lógica el elemento rector del cambio. Si así fuera, los mismos desplazamientos se actualizarían en todos los lugares, entre todos los hablantes o grupos. Desde una percepción científica que considera como unidad de medida el significado de donde únicamente como espacial (que es la que ha primado) y, consecuentemente, lo categoriza como tal, estos usos quedan al margen del sistema, y normalmente se perciben como desviados de este. Pero esta percepción no es la misma para los miles de hablantes que poseen este valor como propio, transmitido de esa manera por sus mayores, y que se comunican entre ellos sin ninguna ambigüedad ni dificultad de comprensión. No habría razón alguna para no incluir ese valor en el paradigma. Obviamente no es la cognición del lingüista la que debe utilizarse como unidad de medida, como se suele hacer inconscientemente cuando se observan

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los usos que no corresponden a la propia variedad del descriptor o al llamado español estándar. Algo similar ocurre con la locución considerada en el paradigma estándar como temporal delimitativa inicial (desde que). Los desplazamientos de la temporalidad hacia la causalidad de esta construcción han sido estudiados minuciosamente en la diacronía (Eberenz 1982; Méndez 1995; Herrero 2005). En la sincronía y sintopía actuales hemos detectado y analizado ejemplos provenientes de Santiago de Chile (Caravedo 2014: 199-200). En la NGLE se consigna un valor de tipo causal en desde que, «en Chile, Argentina, Uruguay y otros», a veces con valor coloquial y «a veces en registros elevados», como en: «Desde que no tenemos plata, no vamos» (NGLE 2009: 3508-3509)6. Siguiendo con la perspectiva sintópica concentrada en Antioquia (que no figura en la lista de zonas típicas de ocurrencia de este uso), consignamos los siguientes ejemplos con valor condicional: (6) Desde que Ud. tenga claro que todo lo que diga será registrado en su contra, hable; de lo contrario, absténgase (dicho por una fiscal a un prisionero en el momento de tomarle declaración).

(7)

Eso [ese lugar] puede ser, desde que no lo tengan lleno de cachivaches.

Si conectamos ambos casos (donde/desde que), se infiere que los nexos prototípicamente espacial y temporal en cuestión conforman un dominio semántico común. En otras palabras, la polisemia de cada uno de ellos los ha acercado sinonímicamente, de modo que tanto donde como desde que divergen en el plano del significante, pero convergen en el significado, y pueden ser consideradas variantes con equivalencia semántica, de acuerdo con el concepto canónico de variable. Resulta significativo observar cómo detrás del mismo inventario de unidades comunes a los hablantes de español se han creado (y se crean) diferencias conceptuales que recategorizan los primitivos significados y acercan significantes diversos. La polisemia y la sinonimia constituyen, pues, como revelan estos ejemplos, procesos dinámicos interconectados, más que fenómenos fijos e independientes. Obviamente las transformaciones comentadas se originan de un estado de cosas precedente que establece una continuidad en los usos y, en este sentido, 6   Un enunciado como este descontextualizado no descarta de modo absoluto una interpretación temporal.

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es conveniente identificar los fenómenos clave sintópicamente en una visión diacrónica retrospectiva. Si no se adopta un orden de observación, que se inicia con la fijación espacial (sintopía), no es posible determinar el estatuto de los fenómenos en el propio paradigma de los hablantes, más que de los analistas. Esta aclaración es válida en la medida en que el punto de partida descriptivo debe ser la cognición real, vale decir, social, circunscrita a determinados grupos de hablantes, más que a una lógica general propia del que practica el análisis. Se trataría de identificar retrospectivamente en cada uno de los espacios, de modo autónomo, las circunstancias contextuales discursivas y sociolingüísticas de esos desplazamientos. ¿Por qué en unos lugares son admisibles ciertas interpretaciones de las unidades mientras que en otros no? ¿Qué es lo que conduce a la bifurcación espacial en la cognición de una lengua? La inclusión de la comparación diatópica no basta para ofrecer automáticamente todas las respuestas acerca de los fenómenos. Los datos localizados solo permiten decir que algo existe en un espacio, en el que la coordenada geográfica carece de fuerza explicativa: ese ha sido el camino seguido en las visiones dialectológicas tradicionales. Sin embargo, no es la ubicación material lo que está en juego cuando incluimos el espacio. Y, en este sentido, es necesario partir de una visión distinta, referida a un espacio social, más que meramente geográfico, en el que se han creado determinadas circunstancias socioculturales en un territorio dado y se han desarrollado patrones perceptivos transmitidos generacionalmente entre los hablantes que interactúan en la comunicación. Los fenómenos analizados, que implican transformaciones, en este caso, por ampliación de los valores conceptuales contenidos en formas similares, solo pueden ser comprendidos si se consideran las dimensiones espacial y temporal de modo interdependiente, separando organizadamente en la percepción científica las fases unitarias de las comparativas. En este sentido, la dimensión diatópica actúa de modo semejante a la diacrónica, en la medida en que distancia y suspende la cognición lingüística de los hablantes en virtud de la falta de contacto entre ellos y, consecuentemente, entre sus variedades lingüísticas. La distancia o la inexistencia de contacto que se da tanto en el alejamiento espacial como, de modo obvio, en el temporal, hace posible la emergencia de subsistemas diversos. Por ello, los hablantes de una lengua, si no coinciden ni en el espacio ni en el tiempo, no poseerán una cognición idéntica de esta.

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2.2. El pronombre vosotros Vayamos al segundo ejemplo, que sirve nuevamente para calibrar en qué medida el cambio en el plano conceptual del signo depende de las coordenadas temporal y espacial vistas conjuntamente. Hemos elegido un aspecto de la variación pronominal del español actual aparentemente archiconocido, aunque relativamente menos estudiado que otras formas pronominales que han ocupado la atención de los estudiosos, tales como las referidas a la deixis social en singular. En cambio, respecto de la deixis plural, el lugar común descriptivo, que parte nuevamente de la bifurcación en bloque entre el español de España y el de América, señala como fenómeno diferenciador la inexistencia de vosotros en el español americano. Curiosamente se trata de un fenómeno escasamente estudiado desde el punto de vista diacrónico, de modo que no se conocen las circunstancias sociales o discursivas que han llevado a la de­ saparición del pronombre. Además, por si fuera poco, la desaparición no es absoluta como se cree. Si, como lo hemos planteado aquí, incluimos la investigación sintópica, podríamos concluir que la desaparición de vosotros no se ha completado en todos los lugares americanos, ya que, aunque de modo muy restringido, emerge en situaciones específicas (Rivarola 2000: 89, nota 184). En el Perú, por ejemplo, ese mismo significante forma parte del conocimiento de los hablantes con un significado opuesto al peninsular: tiene un valor deferencial, referido a interlocutores virtuales en situaciones comunicativas de alto grado de formalidad, como discursos solemnes orales o, en la escritura, invitaciones formales, a diferencia del uso del castellano norteño y central. Es decir, vosotros no es el plural de tú en la cognición de los hablantes de esta zona. Aunque ustedes es el pronombre general para referirse a más de un interlocutor (en sentido inclusivo o exclusivo), la aparición esporádica pero regulada de vosotros revela que este pronombre no ha desaparecido totalmente del paradigma de los hablantes, de modo que se actualiza en contextos definidos. No es, pues, la frecuencia de aparición el factor determinante del fenómeno, sino su restricción contextual. ¿Cuál es el origen de tal cambio de valores? En la Historia de la lengua española (Cano 2004), de consulta imprescindible para un estado actualizado del conocimiento sobre la evolución del español, los artículos correspondientes a los periodos medieval y clásico (Eberenz 2004 y Girón 2004, respectivamente) testimonian la ausencia de investigación filológica sobre la evolución

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de vosotros7. En el tratamiento del paradigma pronominal, en lo que tiene que ver con las formas plurales, se menciona la aparición de nosotros/vosotros en sustitución de nós y vós hacia el siglo xv (Eberenz 2004: 614-615). Ambas formas coexisten hasta el siglo xvii, cuando terminarían desapareciendo a favor de las compuestas, como afirma Girón (2004: 861-862). A partir de estos testimonios se podría conjeturar que, si en el xviii ya se había consolidado en la Península la diferencia de tratamiento que suponía la deixis social en singular de tú frente a usted, la forma vosotros, existente, según Eberenz (2004: 614-615), como forma plural desde el xv, ya habría ocupado la zona del tratamiento de confianza en plural frente a la deferencial ustedes. Pero falta información sobre el decurso evolutivo en el continente americano, ¿qué condujo a la eliminación de vosotros del paradigma en una gran parte del continente y a la neutralización de la deixis social de ustedes, o al cambio del valor no deferencial al deferencial en situaciones solemnes en otra parte de él? La visión sintópica de tipo retrospectivo, esto es, diacrónica, nos ha llevado a un texto de mediados del xix (1853), siglo clave para la determinación de los procesos de variación y de cambio, en la medida en que coincide con la etapa inmediatamente posterior a la independencia española (1821)8. Esta etapa resulta crucial para seguir el desarrollo autónomo de las variedades americanas, cuando dejan de tener contacto con la Península y se forman sociedades organizadas independientemente, de modo que se corta también la cadena de transmisión lingüística de los usos peninsulares. El texto en cuestión corresponde a una columna periodística que tiene como tema central las costumbres propias de los limeños. Su autor, Manuel Rojas y Cañas (1853), se vale de un estilo dialógico de acercamiento al lector (véase la nota 8). Todos los artículos han sido reunidos en el libro Museo de limeñadas, editado por Cornejo Polar (2005). En este texto, que no corresponde al prototipo de la oralidad —en los términos de Koch y Oesterreicher (1985) y Oesterreicher (1996)— si bien construido en forma de diálogo, se advierte la copresencia de los pronombres

  Para la evolución de las desinencias en el plural, véase Bustos Gisbert (2007).   La importancia del estudio de los fenómenos en el xix en el Virreinato del Perú ha sido subrayada por Rivarola (2008: 795). Textualmente: «En lo que se refiere al perfil lingüístico del s. xix, que yo sepa no ha sido estudiado sobre la base de fuentes directas. Mayor uso se ha hecho de fuentes indirectas, si bien no se ha investigado hasta hoy de modo suficiente a los costumbristas del s. xix en su remedo y estilización del habla popular. Así, por ejemplo, falta un estudio global sobre el Museo de limeñadas de Rojas y Cañas o sobre Lima de Fuentes, que contienen un material que reclama atención y evaluación serias». 7 8

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vosotros/ustedes, lo que podría ser un camino para encontrar la fuente del sistema actual de esta zona. Obviamente solo en una situación dialógica, sea real o ficticia, pueden presentarse las diferenciaciones de la deixis social de segunda persona, que, en el texto analizado, se presenta tanto en singular como en plural, lo que aparentemente se identificaría con el sistema pronominal castellano. No obstante, en este caso, la copresencia de las formas singulares con sus respectivos plurales no constituye signos diferentes, sino casos de variación. Se sabe que la variación como juego de alternativas puede representar la fase precedente de un cambio a favor de una de las alternativas, si bien esto no ocurre siempre, por lo que la visión retrospectiva es esencial, dado que parte del cambio consumado (Caravedo 2016). En este texto se comprueba la fase en que ambas formas deícticas en plural constituían opciones posibles no claramente independientes en el sistema de los hablantes. Adicionalmente, el autor se vale indiferentemente tanto de la forma tú como usted, lo que podría hacer pensar en un entrecruzamiento no nítido entre los valores no deferencial y deferencial de esos pronombres. Veamos los siguientes ejemplos:

(8)

Otra niña dice: mamá qué libro tan feo. Ni una estampa tiene. ¡Bótalo pues hijita bajo el sofá! ¡Tiene doce años la preciosura! (p. 77).



(9)

Y Panchito... dice a su papá: Deme usted un libro muy bueno para leer, búsqueme usted el más mejor, uno que tenga bastantes santitos (p. 77).



(10) ¿Por qué motivo? Porque las gentes dirán por ti, al preguntar a otro quién eres (o tal vez sin que pregunten) ¿no véis aquél que pasea? ¡pues es un ocioso, es un aplanador! (p. 83).



(11) Lleva una de estas, el traje-escoba, arrástralo media vara por el enlosado; usted que va de prisa, le pisó casualmente el canto; pues de nada le sirvió a usted decir ¡Señorita mil perdones! que de redondo le cayó a usted sobre sus barbas (p. 84).

En 9 resulta claro el tratamiento de usted a los mayores, especialmente a los padres (y no viceversa como en 8), que pervive actualmente en Lima entre grupos rurales, si bien era común antiguamente. El uso de usted ocurría también en situación de intimidad entre esposos. En cambio, en 10 y 11, la coexistencia de ambos pronombres parece poseer una motivación nítida, en la medida en que el contexto enunciativo es idéntico, referido a un interlocutor

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virtual que no está claramente diferenciado por la deixis social. Se podría conjeturar —pero es necesario contar con mayores pruebas empíricas— que la variación no solamente se concentraba en los pronombres plurales sino que abarcaba también los singulares. Volviendo a las formas plurales, a diferencia de lo ocurrido en otras zonas americanas, las alternancias de ustedes/vosotros no se concretizaron en la eliminación total de la forma vosotros, sino en su reinterpretación conceptual en un contexto muy restringido. Veamos algunos ejemplos de esta coexistencia en el texto bajo estudio:

(12) ¡Hijos de Lima! ¡Alerta!... Si diez veces al día notáis en las calles, plazas y portales de vuestra culta ciudad (p. 79).



(13) Si en nuestra sociedad reparáis cincuenta anomalías [...] guardaos de hacer en público la más leve censura (p. 79).

(14) ¡Oíd! Un limeño de aquellos que preferiría soportar el dictado de pillo antes que el de pobre, claro es que se moriría de vergüenza primero que escribir estas palabras que siguen (p. 69).

En primer lugar, resulta evidente el uso de vosotros a través de las formas flexivas con referente plural. Para determinar el valor de la forma hay que tener en cuenta que el autor la usa para dirigirse a un lector virtual, de modo que podría tratarse de un uso retórico, más que propiamente coloquial. Ese supuesto carácter retórico de una oralidad ficticia de algún modo se acercaría al valor actual formal que se da en este mismo espacio. No hay modo de saber por ahora si vosotros se utiliza como signo de acercamiento al lector o como señal de cortesía. Pero el autor no se vale solamente de vosotros, sino que alterna este uso con ustedes, incluso en enunciados muy cercanos entre sí y sin que sea clara la referencia deíctica de proximidad o distancia. Así, en el siguiente enunciado en la misma página, tenemos las formas flexivas correspondientes a ustedes:

(15) todos los limeños y limeñas exclaman en son de burla: ¡Gua! Miren pues a ño Fulano! ¿Pues no se ha vuelto un simplón, un oyetonaso? Sí; véanlo criticando a su mesmo país (p. 79).

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Aquí la presencia de las formas verbales marca un cambio estilístico a través de la inserción del discurso directo (con verbum dicendi: exclamar) atribuido a los limeños que critican la actitud de otras personas. En este caso se puede afirmar que la forma verbal concordante con ustedes en imperativo, en este caso, reproduce un estilo coloquial más auténtico en el estilo directo, y, en este sentido, se podría acercar al uso actual hispanoamericano, que neutraliza la distancia comunicativa en el pronombre plural. Sin embargo, la interpretación de las alternancias en todo el texto es compleja y exige un análisis cuidadoso que tenga en cuenta el contexto enunciativo antes de concluir que se trata de un proceso de variación. Para llegar a una conclusión semejante resulta conveniente encontrar la copresencia de ambas formas en la misma enunciación, de modo que se pueda proceder al contraste entre ellas. He elegido dos fragmentos, incluidos dentro de la misma página en enunciados contiguos, en los que se comprueba la alternancia entre ambos pronombres ante un mismo tipo de referente:

(16) ¡Ah, orgullosos abuelos! Vosotros los que rabiáis y os rascáis con ademán furioso las apergaminadas orejas, cuando en el baile se os coloca al lado un contertulio que sea un poquito más trigueño que vosotros o que no necesite como vosotros, de rizarse el pelo con fierros calientes. ¡Ese tal es vuestro hermano! ¡Ese tal es vuestro igual! Y si me apuráis mucho, afirmaré que ese tal es vuestro superior, pues valdrá diez veces más que vosotros, siempre que tenga diez onzas de oro más que vosotros. ¡Gloria y honor a nuestros bailes de palacio! (p. 87).



(17) Con que ajusten ustedes cuentas, los soberbios y encopetados hidalgos que maldicen, cuando en algún salón de baile miran una mano de piel oscura forrada en el guante blanco. Y aten cabos también nuestras orgullosas señoras que se chillan cuando un trigueño y crespo, las viene a ofrecer su brazo para el baile, y no se chillan, cuando sentadas, sobre el pavimento de la iglesia, en las vísperas, viene la hedionda negra a pasar sobre sus galas y terciopelos, pisándolos y estrujándolos con su asquerosa planta. ¿Qué contestan pues las orgullosas personas que salen del salón diciendo: hoy todos somos uno? (p. 87)9.

En 16 reaparece vosotros en enunciados con una retórica elaborada un poco artificiosa, dirigidos a las antiguas generaciones, representada por los   Aunque no tiene relación con el fenómeno comentado, he resaltado el uso laísta.

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abuelos, lo que podría suponer un tratamiento de respeto que se acercaría al valor actual solemne y formal que posee en el español peruano. No obstante, resulta significativo que en 17 se utilice ustedes, aparentemente de modo contradictorio, con el mismo tipo de referente y sin que se produzca un cambio de estilo, lo que hace suponer que se trataba de una alternancia indiscriminada, probablemente precedente a la diferenciación que existe en la actualidad. No obstante, la forma verbal miran se sitúa en un contexto ambiguo, en que podría ser interpretada también como tercera persona. La ambigüedad parece resolverse en el enunciado siguiente (aten cabos nuestras orgullosas señoras...), en que el paso a la tercera persona es más evidente. La forma ustedes quedaría, pues, a mitad de camino entre forma deíctica social y forma referencial de tercera persona, en una situación limítrofe y, además, confusa respecto del valor de vosotros en el pasaje anterior. Obviamente para el hablante de la época no había confusión alguna. Es imprescindible indagar, con un corpus textual más amplio y diversificado, si se trataba en efecto de un valor ambiguo polisémico de las formas en determinadas circunstancias que condujeron a una reinterpretación posterior de sus valores tal como se dan en la actualidad. La polisemia es, como he señalado antes, aquí concebida en un sentido dinámico como proceso impulsador del cambio conceptual, más que como característica estable de las unidades. Aunque los ejemplos de un solo texto son sin duda significativos, hay que reconocer que a la misma vez resultan definitivamente insuficientes para comprobar las conjeturas presentadas, de modo que queda un campo abierto a la investigación de este periodo central en la historia del español mediante la utilización de un corpus más amplio de datos directos. De una cosa estamos seguros: de que las formas pronominales, tal como se presentan en este texto, no podrían ocurrir actualmente en el español de la zona en cuestión, en que ustedes se ha generalizado para el interlocutor plural en las circunstancias coloquiales, mientras que vosotros ha permanecido en estado latente como integrante del sistema cognitivo del hablante que se cristaliza solo en situaciones de máxima formalidad. El texto analizado es testimonio de una posible fase precedente al estadio actual, en que se daba la variación en un sentido cognitivo, dado que el hablante, en este caso, el autor, no solo conoce ambas alternativas, sino que fluctúa entre ellas en el mismo texto, sin establecer una diferencia nítida de orden diafásico. Se presenta una variación aparentemente indiscriminada que en el siglo posterior se irá decantando diafásicamente. La diafasía constituye el caldo de cultivo del cambio, puesto que el hablante mismo posee las alternativas en juego y las reajusta

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contextualmente, lo que puede dar origen a los desplazamientos semánticos. El único rasgo que parece compatible con el uso restringido a la formalidad de vosotros en el español peruano, y que establecería la continuidad diacrónica, es el hecho de que se presente en un estilo de escrituralidad, que, independientemente del grado de coloquialidad en que se inscriba, marca de suyo una distancia comunicativa (para seguir utilizando los términos de Koch y ­Oesterreicher [1985]), insertándose en una retórica pseudoconfidencial, que podría ser interpretada por el receptor/lector como un signo de distanciamiento y, por lo tanto, de formalidad. Se impone averiguar cuál ha sido el camino hacia el abandono o hacia la restricción de la alternancia que ha motivado una reinterpretación conceptual de la forma, contraria a la codificada en la variedad peninsular. Si en el estilo formal de la escritura se daban ambos pronombres ante el mismo tipo de referente, como hemos mostrado, qué ha motivado que solo vosotros haya sido percibido con el valor de distancia, mientras que ustedes se ha convertido en neutral. Aquí entra un fenómeno de percepción subjetiva, que contrapone, por lo menos, dos tipos de significado de vosotros: el de confianza castellano (sin incluir al andaluz, en el que los patrones conceptuales son distintos) frente al deferencial peruano. 3. Final Ante los numerosos casos de variación conceptual en el español que pasan desapercibidos dada la similitud material del significante, si de lo que se trata es de describir la realidad lingüística sin deformarla, el punto de partida descriptivo debe suponer un cambio de actitud científica respecto de las diferencias diatópicas. Así, en los ejemplos seleccionados, bien se trate de los nexos o de las diferencias pronominales, o de cualquier otro fenómeno diferencial, hay que aceptar que no existe un único significado para cada una de las formas morfosintácticas en el español actual. Antes bien, muchas de estas poseen valores y funciones diversos en la cognición de los hablantes de los diferentes lugares, en la medida en que han tenido evoluciones divergentes. Desde este punto de vista, una morfosintaxis histórica debería ser capaz de identificar y de describir tales variaciones en los paradigmas articuladamente, razonándolas respecto de las diferencias sociales y cognitivas que se han producido a través del tiempo, no solo en las variedades del continente americano, consideradas disidentes, sino en todo el espacio hispánico, incluido naturalmente

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en la dimensión diatópica el peninsular. Está de más reiterar que este planteamiento, como espero haberlo mostrado, exige una investigación de los fenómenos en las dimensiones temporales (diacronía/sincronía) ­articulándolas con las espaciales (diatopía/sintopía) en la que quede claramente deslindada la perspectiva unitaria de la comparativa. 4. Bibliografía Alarcos Llorach, Emilio (1994): Gramática de la lengua española. Madrid: EspasaCalpe. Alcina, Juan y Blecua, José Manuel (1989): Gramática española. Barcelona: Ariel. Bello, Andrés (1981): Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (edición crítica de Ramón Trujillo). Tenerife: Cabildo Insular de Tenerife/Instituto Universitario de Lingüística Andrés Bello. Bustos Gisbert, Eugenio (2007): «Las desinencias de segunda persona del plural ¿un problema resuelto? Estado crítico de la cuestión», en Revista de Historia de la Lengua Española, 2, pp. 173-188. Brugman, Claudia y Lakoff, George (1988): «Cognitive Topology and Lexical Networks», en Steven Small, Garrison Cottrell y Michael Tanenhaus (eds.), Lexical Ambiguity Resolution. San Mateo: Morgan Kaufman, pp. 477-507. Cano, Rafael (coord.) (2004): Historia de la lengua española. Barcelona: Ariel. Caravedo, Rocío (2003): «Principios del cambio lingüístico. Una aproximación a la lingüística histórica», en Revista de Filología Española, LXXXIII/1-2, pp. 39-62. — (2007): «El espacio en la lingüística de la variación», en Rosa M.ª Castañer y José M.ª Enguita (eds.), In memoriam Manuel Alvar. Archivo de Filología Aragonesa, LIX-LX, tomo II, pp. 1119-1129. — (2008a): «Zonas borrosas entre temporalidad y causalidad en la sintaxis discursiva del español», en Elisabeth Stark, Roland Schmidt-Riese y Eva Stoll (eds.), Romanische Syntax im Wandel. Tübingen: Narr, pp. 163-184. — (2008b): «Sintaxis de la espacialidad», en Antonio Álvarez Tejedor, Antonio Bueno García, Silvia Hurtado González y Nieves Mendizábal de la Cruz (eds.), Lengua viva. Estudios ofrecidos a César Hernández Alonso. Valladolid: Universidad de Valladolid, pp. 65-86. — (2009): «Percepción, espacios mentales y variedades en contacto», en Célia López y Uli Reich (eds.), Neue Romania, 39. Variaҫão Linguística em Megalópoles Latino-Americanas, pp. 171-195. — (2014): Percepción y variación lingüística. Enfoque sociocognitivo. Madrid/ Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert. — (2016): «La variación del significado y el cambio lingüístico», en Chiara Albertin y Santiago del Rey Quesada (coords.), Hispanica Patavina. Estudios de

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La morfosintaxis desde la perspectiva de los orígenes americanos, tomando como punto de partida el hablar en Santo Domingo, 1517 Jens Lüdtke Universität Heidelberg

1. El planteamiento Consciente de que una historia de los orígenes americanos de la lengua es incompleta si nos limitamos a tratar los primeros cambios, es decir, los léxicos y culturales, trataré de abordar en esta contribución la morfosintaxis de la época fundacional que se echó de menos (Sánchez Méndez 2015) en mi libro publicado en 2014. El estudio de la morfosintaxis se realiza aquí desde la perspectiva de la «historia de la lengua», no de la «gramática histórica», lo que constituye la primera alternativa en el estudio histórico de la morfosintaxis. Por eso no me sirven los planteamientos que todos conocemos. En busca de un nuevo criterio ordenador común a los cambios y las preferencias lingüísticas que arraigan en el Nuevo Mundo, una corriente muy influyente de la lingüística los clasifica globalmente como procesos de pragmaticalización (por lo menos desde Schlieben-Lange 1983, compárese Rojas Mayer 1998). Tal caracterización, si bien es aceptable a grandes rasgos, no permite, a mi modo de ver, una mayor exactitud al describir y circunscribir algunos aspectos pragmáticos. Cuando estudio la lengua en América a partir del hablar y, en su lugar, del escribir, me dedico al problema de cómo sigue funcionando la gramática en el nuevo continente y cómo nacen las divergencias, trátese de innovaciones o conservaciones respecto a las tierras de origen. En este sentido, vengo proponiendo desde hace algunos años un enfoque que permita concretar también lo pragmático en una visión de conjunto que ubique la descripción y el desarrollo de los fenómenos lingüísticos en la teoría de los entornos (Bühler 1961; Coseriu 1967; Lüdtke 2009 y 2011), aplicada ya en algunas tesis de doctorado que he dirigido (Opielka 2008; Hartnagel 2013; Perna 2015).

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La teoría de los entornos se integra en una concepción del lenguaje que otorga la primacía a la semántica, distinguiendo la designación a nivel del lenguaje, el significado a nivel de la lengua y el significado discursivo a nivel de discurso, conjunción de la tríada de lenguaje, lengua y discurso. Por este motivo no puedo aprovechar, por ejemplo, la obra pionera de Lope Blanch (1985) que analiza las cartas de Diego de Ordaz, por haber sido escritas en España, ni otros documentos escritos por indianos en Europa. Carezco de espacio para extenderme aquí en los diversos aspectos de la teoría de los entornos; me limitaré a ir introduciendo los entornos indispensables en cada caso para aclarar mi perspectiva. Sobra decir que es imposible aplicar al pie de la letra el punto de vista del hablar. Por eso es necesario explicar la forma en que, no obstante, accedemos a las huellas del hablar inscritas en los textos. Obviamente el punto de partida se halla en el «origen del campo mostrativo» de Bühler (1961: 134-154) o la «situación inmediata» de Coseriu (1967). Esta última, que será el entorno fundamental que tomaré en cuenta, consiste en «las circunstancias y relaciones espaciotemporales que se crean automáticamente por el hecho mismo de que alguien habla (con alguien y acerca de algo) en un punto del espacio y en un momento del tiempo» (Coseriu 1967: 310), las cuales se construyen en torno al yo, al aquí y al ahora. Estas circunstancias no son algo dado para el investigador, sino que se reconstruyen en la descripción, y más aún en la historia de la lengua. 2. El diálogo y los entornos en la Residencia tomada a los jueces de apelación, por Alonso de Zuazo, Santo Domingo, 1517 En el mejor de los casos se impondría un estudio exhaustivo del documento con la inclusión de todas las informaciones disponibles que puedan servir para la reconstrucción de los entornos que conocían el hablante y el escribiente. Vamos a pasar revista a los entornos considerados en esta ocasión: a) La situación que comprende la situación inmediata, el entorno situacional práctico u ocasional y el entorno situacional empírico o entorno físico. Comparando el «campo mostrativo» de Bühler con la situación inmediata cabe constatar que el campo mostrativo abarca tanto la situación inmediata como el entorno situacional práctico que incluye los objetos que están a la vista de quien habla o de quien escribe. El entorno situacional empírico o

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entorno físico se refiere a los conocimientos del hablante que conciernen a todo lo que va más allá de su campo visual. b) El contexto puede ser la conversión de una situación inmediata en situación mediata, es decir, discursiva, y se puede dividir en contexto inmediato y mediato, así como en anafórico y catafórico. c) El saber lingüístico, o la competencia lingüística, abarca el saber elocucional, idiomático y expresivo: hablamos con los demás sobre el mundo en una lengua y en discursos. d) El universo de discurso (Lüdtke 2011: 867-879). Los entornos más generales son los últimos, los universos de discurso (Coseriu 2006). El documento escogido trata el universo empírico, el mundo en el que viven los españoles de entonces, que es el entorno más general. Los elementos que sirven para enlazar los enunciados con la situación inmediata corresponden no solo a las tradiciones discursivas, que pertenecen al saber expresivo, sino igualmente a las tradiciones elocucionales o elocutivas, que expresan el saber de los hablantes acerca del mundo que rodea a ambas (Lüdtke 2015b). Las tradiciones son históricas, designativas, en el segundo caso, y discursivas, en el primero. Las unas corresponden al lenguaje y son universales, las otras aplican el saber idiomático en los textos. El estudio de las tradiciones elocucionales pertenece a la semántica designativa, el de las tradiciones discursivas, a la semántica discursiva o la lingüística del texto. El punto de vista descriptivo, que está íntimamente relacionado con el de los entornos, es la macroestructura textual en la cual se pueden estudiar los entornos, los cuales se manifiestan en textos de forma dialógica. A ella corresponden el estudio pragmático del lenguaje y el del texto, que suelen ubicarse en ámbitos diferentes de la lingüística, a mi modo de ver en detrimento de ambos. Su ausencia se hace notar ya en la tipología útil de los textos de Adam (1992). Adopto en particular la idea de la secuencia para determinar adicionalmente los contextos discursivos, que se diferencian en narrativos, descriptivos, argumentativos y explicativos además de dialógicos. En mi opinión, el estudio de los entornos permite un mejor acceso a la gama de significados discursivos de aquellos elementos que sirven para el anclaje deíctico y la expresión de las relaciones anafóricas y catafóricas; ofrece mejores posibilidades de las que tradicionalmente se ha creído obtener a través del estudio semántico de la morfosintaxis (NGLE 2009: 1270-1273).

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A continuación vamos a reseñar los rasgos morfosintácticos más frecuentes que aparecen en el texto utilizado, que es el que tratan los historiadores de la lengua. Los elementos que determinan el hablar son los más elementales, es decir, los deícticos: el yo de la origo bühleriana, incluyendo los demás pronombres personales con las fórmulas de tratamiento en particular, los derivados de la expresión de la persona, es decir, los adjetivos posesivos que también se enfocan desde el hablar, aquí y los demás adverbios locativos, incluyendo los pronombres y adjetivos demostrativos y, finalmente, los adverbios temporales así como la deixis modal, cualitativa y cuantitativa (Lüdtke 2015a; Rojas 2015). Son particularmente interesantes los documentos que toman acta de deposiciones de testigos. Uno de los documentos más importantes para el estudio del español de los orígenes en América es la Residencia tomada a los jueces de apelación, de 1517, que contiene deposiciones de testigos y, con motivo del control a la actuación de estos jueces, ofrece una visión interna de la vida de la colonia no comparable a la de ningún otro documento. Aparte de ser uno de los primeros documentos de este tipo en el Nuevo Mundo, la Residencia pone la situación inmediata a nuestro alcance. Ante todo, el lugar y la fecha. Las declaraciones de los testigos se documentan en Santo Domingo; la pesquisa secreta se redacta en la casa de morada del juez de residencia Alonso de Zuazo del 17 al 27 de junio de 1517 (Opielka 2008: 291) y es la parte central de un proceso basado en unas diligencias reales que incluyen una provisión real que a su vez conduce a una real cédula (Opielka 2008: 92-104). El escribano real Francisco Tostado, ya en Santo Domingo, se vale de estos documentos para formular un pregón que es un llamamiento a la denuncia de los jueces de apelación y de todos los funcionarios de La Española, Cuba, San Juan de Puerto Rico y Jamaica (Opielka 2008: 105-109) y que conduce también a un interrogatorio (Opielka 2008: 112-142). El interrogatorio es una forma de diálogo altamente formalizado en el que intervienen dos personas, una que pide una información claramente delimitada y otra que responde, en presencia de un tercero que toma acta de la deposición, y en el cual se alternan preguntas y respuestas según condiciones y reglas rigurosas. La respuesta está preestructurada por la pregunta contenida en el interrogatorio, lo que nos impide considerar las secuencias explicativas de las deposiciones, bastante complejas, sin tomar en cuenta las preguntas. Ambas partes son estrictamente interdependientes y forman un «texto dialógico» (Adam 1992: 154). No se puede proceder mecánicamente a la i­nterpretación

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secuencial del texto; la meta ha de ser captar el sentido del documento: la pesquisa secreta no constituye una serie de diálogos donde cada testigo proporciona una explicación a una pregunta, sino que es diálogo y explicación a la vez, con la posibilidad de insertar secuencias de diversos géneros discursivos. Vamos a analizar solo la morfosintaxis de las declaraciones de los testigos, que retoman en parte las preguntas del interrogatorio al que se les somete, centrando nuestra atención en el interrogatorio en la medida en que las preguntas se repiten en las deposiciones de la pesquisa secreta. Detengámonos un momento en la distancia lingüística que media entre la situación inmediata y la edición manejada así como en las deposiciones. Partimos de un texto escrito que se lee a los testigos, lo cual incluye un cambio medial de la escrituralidad a la oralidad. Las respuestas orales se apuntan en el medio gráfico, si bien no literalmente. En ambos casos, las palabras enunciadas en la situación inmediata son transformadas por los amanuenses en la situación mediata de un contexto discursivo, que es el documento que usamos en una edición, y que está basado a su vez en un traslado. Ahora bien, esta forma de acta es tanto más interesante cuanto menor es el esfuerzo del amanuense por convertir la versión oral de las palabras en contexto discursivo gráfico. Hay un conjunto de circunstancias que favorece la conservación de las palabras de este: la presencia del testigo, la identidad del lugar del interrogatorio y, cosa muy importante, la coincidencia del entorno situacional empírico evocado en la pesquisa secreta con la realidad extralingüística. En primer lugar, voy a ofrecer una idea general de los entornos con los cuales debemos contar en estos documentos. La referencia más próxima a la situación inmediata de la escritura la encontramos a continuación de la redacción del acta, por ejemplo, en la certificación del pregón de Alonso de Zuazo: «En fee de lo qual yo [...] fiz aquj este mjo sygno a tal, en testimonjo de verdad» (Opielka 2008: 109). Pongo de relieve los elementos deícticos cuyo único elemento de desfase del acto de escribir es el tiempo del verbo en perfecto simple. Un segundo entorno, ya más alejado del punto de origen, es la coincidencia literal de lo enunciado en la situación inmediata de la deposición con lo escrito en la situación inmediata de la puesta por escrito que representa el entorno situacional empírico mediante el anclaje deíctico, expresado por yo, aquí, allí, ahí, acá, allá, este, ese, aquel, así, tal y tanto. Se entiende que el segundo entorno constituye un entorno situacional solo si aparecen los elementos citados sin referencia al contexto discursivo, como

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en la sustitución de yo por este testigo. En tal caso este testigo documenta la deposición de un testigo presente en la situación mediante el demostrativo este. Por consiguiente, el tercer entorno situacional se distingue del segundo solo por el uso de este testigo en lugar de yo. El cuarto entorno ya no es situacional, sino solo discursivo. El uso de dicho convierte el mismo entorno situacional empírico en contexto discursivo mediato, como vemos en el paso de este testigo a este dicho testigo, esta çibdad de Santo Domingo a esta dicha çibdad de Santo Domingo, etc. A excepción del primer caso, la inversión de la perspectiva del contexto discursivo hacia la situación inmediata nos permite el acceso a las palabras aproximadamente literales del testimonio. Llevé a cabo una prueba de reconstrucción en el caso de las palabras de Pedro Romero, quien depuso en la pesquisa secreta (Lüdtke 2014: 81-82). Se podría objetar al aprovechamiento de este documento el hecho de que sea sumamente formal y esté muy lejos de situaciones comunicativas cotidianas. Esta objeción no me parece adecuada en lo que respecta a nuestro tema. La situación efectivamente es muy formal y las remisiones a lo contenido en las preguntas dan un carácter marcadamente formulario a las deposiciones. No obstante, este carácter se debe en gran parte a las reformulaciones de la deposición original en contextos discursivos en los cuales yo se transforma en este testigo y cada mención de un nombre, de un topónimo o de un fenómeno elucidado en las palabras del testigo se aclara mediante la referencia a un contexto discursivo mediato que precede, ajeno en la referencia a la pregunta o propio en la repetición de elementos de la deposición del testigo, por medio de la machacona repetición de dicho. En realidad, el elemental anclaje deíctico de las personas involucradas, el lugar y el tiempo no permiten mucha divergencia entre esta situación formal, en la cual un testigo comparece ante el juez de residencia, y una conversación común. Tanto es así que resulta imposible averiguar diferencias diastráticas o diafásicas. De manera similar, las referencias a las informaciones de otras personas, porque el testigo «lo oyó decir», no pueden distar mucho de las palabras que los vecinos intercambiaron para ponerse al corriente de las novedades «en estas partes». El anclaje deíctico presenta el verbo en perfecto simple; la norma es: «A la primera pregunta dixo que...». Sin embargo, también se documenta la tercera y, en otros documentos, también la primera persona. Deduzco de la variación entre dixo, dize y digo que el testigo usaba siempre el presente del yo que

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hablaba en esta situación, mientras que el amanuense apuntaba dixo, lo cual corresponde a las reglas de este tipo de texto. En cambio, o bien puede haber un cambio de estilo diafásico, o bien el testigo, Francisco de Monroy, vecino de la villa de Santiago, era capaz de variar en un caso como «lo a oydo desir asy por muy publico e notorio a muchas personas de cuyos nonbres no se acuerda» (Opielka 2008: 169)1 y «dixo este testigo que sabe que el liçençiado Ayllon tovo vn negro, que no se acuerda de su nonbre, que mato a vn honbre en la çibdad de la Vega» (182), variación que empieza en el siglo xiii y continúa hasta la actualidad, si bien con diferentes marcas diasistemáticas, y que vamos a comentar más adelante. 2.1. La deixis personal Hecha esta aclaración, podemos pasar a la deixis personal, espacial, temporal y modal en su relación con los entornos y las secuencias discursivas, empezando por los pronombres personales. Encuentro solo un pasaje en discurso directo donde el testigo Pedro de Baruelo cita las siguientes palabras del diálogo del bachiller Bustamante con los jueces: «[...] Quando oviera algun pleyto en que yo sea abogado, suplico a vuestras merçedes manden llamarme, porque yo qujero estar presente a la vista de los tales pleytos e ynformar a vuestras merçedes» (Opielka 2008: 222). Aparte de la marca de la primera persona del presente de indicativo, ocurren dos formas de yo que corresponden a un uso ineludible. El abogado trata a los jueces de apelación de vuestras mercedes, que es la forma corriente de un inferior para dirigirse a un superior. Además, se nota que sería una falta de respeto pronominalizar este tratamiento aun en el caso de una repetición. Se usa su merced en tercera persona, tal y como aparece en la remisión del escribano de residencia Martín de Calahorra al juez de residencia Alonso de Zuazo (93). A su vez, este juez recibe el tratamiento vos, en todas las formas del paradigma, tanto en la provisión real como en la real cédula de la reina Juana y del joven rey Carlos, que usan el nos mayestático, pronombre que se opone o bien a la segunda persona del plural en el verbo o bien al imperativo (92-101), que es el tratamiento usual de superior a inferior y de igual a igual.

1   A continuación reproduzco únicamente la numeración de las líneas en las citas, repetiré el apellido de la autora y el año de publicación en los cambios de epígrafe.

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A diferencia del uso deíctico alocutorio, los pronombres de tercera persona se emplean tanto para personas como para cosas. En busca de ejemplos, pasé revista a las formas en la deposición de Francisco de Monroy (157-184), y en todos los usos del paradigma comprobé solo remisiones al contexto discursivo, algunas inclusive enfáticas. Aquí aparece también él, por ejemplo, en «[Pedro de Herrera] le dio [a Pedro Cortés] muchos açotes por çelos que del tenja de vna yndia» (159). Hay que destacar más bien la variación de los pronombres personales en la determinación de sustantivos, como en la frase «en la dicha ysla e pueblos della» (167), donde ella se refiere a isla, por tanto a una «cosa» (Thun 1986: 287-289), mientras que con su se refiere a personas: «su amo Pedro de Herrera», que es el amo de Pedro Cortés, «sus avdiençias» [= de los jueces], «con su procurador» [= de este testigo] (Opielka 2008: 159), etc. Esta forma se usa, a su vez, en variación con la duplicación de la referencia a la persona en una de las secuencias narrativas más largas del documento, probablemente una de las primeras documentaciones de este tipo en el español escrito en América: «el dicho Pedro de Herrera dio al liçençiado Bjllalobos quatroçientos castellanos para traer a su muger del dicho liçençiado de Castilla» (161), «en su casa del dicho Boneta» (183), «en su casa del dicho Manzorro» (184). Esta construcción concuerda con otra similar en «vna yndia suya del dicho Pedro Boneta» (184). Además, la estructura se enfatiza mediante el artículo determinado en «[el licenciado Ayllón] truxo el su salario del dicho Hernando Destepa» (244). Es razonable suponer que el tipo de relativa en «el liçençiado Ayllon tovo vn negro, que no se acuerda de su nonbre» (182), que ocurre una vez, estaba pasando al subestándar, ya que contrasta con «vna persona, cuyo nonbre no se acuerda» (160) y «muchas personas de cuyos nonbres no se acuerda» (168), repetido varias veces, así como con otros casos similares en la deposición del mismo testigo. Según parece, esta construcción ya había pasado al subestándar primario (Albrecht 2015), es decir, la competición constante con cuyo desde el siglo xiii se solucionó mediante un arraigo de ambas construcciones en variedades diferentes, por un lado, en la norma culta, por otro, en la popular. 2.2. La deixis locativa Los adverbios locativos de este documento son aquí, allí, ahí, acá y allá, mientras que faltan aquende y allende. Tengo en cuenta solo aquellos adverbios que designan las Antillas. Así que la situación inmediata de la escritura se

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evoca a partir de yo en «yo [...] fiz aquj este mjo sygno a tal» (Opielka 2008: 109), donde aquí se refiere a un lugar del documento firmado, no a la situación en particular en la cual se encuentra el escribano. El entorno situacional empírico está presente en «aqui vinjeron los dichos liçençiados juntamente con el alcalde major» (253), en «aqui esta en esta ysla çinco años poco mas o menos» (221), donde el testigo aclara la ubicación más exacta mediante «en esta ysla», forma característica de la referencia a este entorno, como vemos en la cita en discurso directo en «vengo aqui a esta abdjençia cada dja» (222) y en «aqui esta en esta ysla djez e seys años poco mas o menos» (242). El paso «la mala governaçion que hasta aquj se a fecho» (180-181) documenta el uso temporal de este adverbio conjuntamente con hasta. El siguiente uso de allí se interpreta a partir del yo del escribano Francisco Tostado: «estando en la plaça publica desta çibdad el muy noble señor liçenciado Alonso de Çuaço [...], y estando allj presente Françisco de Vallejo e Françisco de Çisneros» (104-105). Se observa la presentación de la situación inmediata como situación mediata en este contexto discursivo descriptivo y narrativo donde allí se refiere tanto anafóricamente a «en la plaza pública» como a la situación referida. El contexto discursivo narrativo en el cual se documenta la única ocurrencia de ý en una referencia a la sala de la audiencia es el siguiente: «[el secretario] se tornava a entrar e entrado çerravan la puerta de la dicha sala syn dexar entrar a nadie a y leer las dichas petjçiones» (222). Acá se refiere a un lugar más extenso que aquí dos veces en «despues aca que los dichos liçençiados vjnjeron» (142) y en «la dicha avdiençia se asento en esta çibdad de Santo Domjngo e despues aca a visto algunos de los dichos juezes» (191), otra ocurrencia designa el tiempo en «los conosçe [a los jueces de apelación] [...] desde el dicho tienpo aca» (185). Hay que advertir que ni el significado discursivo locativo ni el temporal designan el entorno de la situación inmediata, sino el entorno situacional empírico que en el caso del uso locativo se expresa de forma léxica mediante «estas partes»: «syenpre la jurediçion rreal e mandamjentos de sus altesas fueron en estas partes muy obedeçidos» (181) y otras frases nominales locativas. Se ve claramente el perfil de los entornos en los que ocurren aquí y acá: este se usa en el entorno situacional empírico, aquel en la situación inmediata y, no documentado, muy probablemente también en el entorno situacional práctico. El adverbio correlativo allá está empleado en el documento regio (101) con referencia a las Antillas y, en una deposición en la que un testigo

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(161, 166) alude al lugar donde estaba el futuro rey Carlos, tiene también dos aplicaciones al Nuevo Mundo. En «[el licenciado Villalobos] tovo publicamente otra muger casada que vjno de Castilla a esta ysla para se yr de aquj a >a< tierra firme, que estava alla su marido» (188), la isla donde está el testigo se opone a la tierra firme, y en «los dichos liçençiados han tratado en muchas mercaderias [...] para las enbiar a la ysla de Cuba para que alla las vendiesen» (196) a Cuba como resulta de la cita. Acá y allá están aunados por la especialización en el entorno situacional empírico, mientras que los dos adverbios difieren por su oposición entre cercanía y lejanía. Los demostrativos sirven para localizar personas, objetos, estados de cosas y expresiones por sí solos, si son pronombres, y seguidos de sustantivos, en los demás casos, pero nos encontramos ante la cuestión de quién usa los respectivos demostrativos en la situación originaria, ya que el texto se compone de elementos de variada procedencia. La última instancia es el amanuense, cuyo punto de origen, exceptuando el yo enunciador, coincide, sin embargo, con el del testigo en casi todos los demás casos. Este anclaje deíctico explica la alta frecuencia de este frente a la práctica ausencia de ese y la escasez de las ocurrencias de aquel. Los hechos, las situaciones y los estados de cosas expuestos se enfocan desde el entorno situacional empírico, es decir, el mundo en el que viven los testigos. No obstante las observaciones precedentes, tenemos una referencia a un entorno situacional ocurrido poco antes en un juramento que se describe detalladamente: el dicho señor liçençiado [...] hizo pareçer ante sy a don Françisco de Monrroy, vezino de la villa de Santiago, del qual rreçibio juramento en forma debida de derecho, diziendo que jurava a Dios e a Santa Marja e a vna señal de cruz tal como esta, en que ponja e puso su mano derecha (146).

Otra mención de un entorno del mismo tipo se encuentra en la cita en discurso directo que he reproducido arriba: «[...] vengo aqui a esta abdjençia cada dja o los mas dellos [...]» (222). El mencionado entorno situacional práctico se expresa en el frecuentísimo «este testigo» (por ejemplo 158), que algunas veces está en variación con «este que depone» (164), que constituye una huella del entorno en el cual se encuentra el amanuense quien no puede escribir yo en su puesta por escrito de una deposición, aunque designa a veces al testigo como tal: «Fue preguntado este testigo sy [...]» (164). Por lo tanto, el testigo pertenece a su entorno

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situacional práctico, es decir, al lugar donde se encontraba en el momento de la deposición. El tipo más frecuente de ocurrencias con este consta de dicho demostrativo seguido de una voz toponímica y muchas veces de un topónimo, donde ambos designan un lugar concreto del entorno situacional empírico. Es decir, que las voces y los nombres circunscriben exactamente el mundo en el cual viven los testigos: «estas partes», «esta isla», «esta ciudad», documentados arriba, y en «juezes que fueron de las apelaçiones en estas yslas e tierra firme destas yndias del mar oçeano» (113). El mundo que designan las frases toponímicas es común al testigo y al amanuense. Convertidas en contextos discursivos, estas frases se repiten añadiendo dicho o dicho solo y pueden reproducir tanto las expresiones del testigo como las del amanuense: «[los licenciados] vinjeron por juezes a estas yslas [...] los dichos liçençiados de Villalobos e Ayllon e Matienço fueron juezes de las apelaçiones destas dichas yslas quatro años o çinco poco mas o menos» (157). El uso del adjetivo demostrativo este revela que, aun entrando en un contexto discursivo, la redacción se vincula con una situación apenas pasada, de la cual se conservan, no obstante, dos elementos esenciales, el yo y el aquí, convertidos en frases nominales. A diferencia de otras ocurrencias de las formas del demostrativo este, el neutro esto es una palabra de proveniencia oral enunciada por el testigo: «esto es lo que sabe desta pregunta» (159), fórmula altamente recurrente para terminar la explicación contenida en una respuesta. Las formas de ese están escasamente documentadas. Las pocas ocurrencias de aquel se dividen en dos tipos de contextos discursivos, uno, anafórico, y otro, catafórico y determinativo, o sea, inmediato. Una muestra del primer tipo aparece en el interrogatorio: «sean preguntados [...] sy [los jueces] se ençerravan e hasyan las dichas avdiençias a puerta çerrada [...] e por aquella cavsa, se syguja a las partes daño» (114), sustituida en una deposición acerca de la misma pregunta mediante «de aquella manera» (190). En otros casos de este tipo, aquel parece ser el equivalente oral y común del dicho escrito de la documentación administrativa y representa una diferencia a nivel diafásico: «todo lo que tocava a los vnos lo tenjan los otros de aquel vando por suyo propio» (195); «[el tesorero Pasamonte] tenja fecho vna hornjlla e estava junto con la dicha hornjlla(s) vn alcantara, e que este testigo pregunto a Passamonte, sobrino del dicho thesorero, que para que tenja allj aquella hornjlla» (256). El segundo tipo, los contextos discursivos determinativos o inmediatos, se relaciona o bien con personas como en el interrogatorio, por ejemplo, en

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«aquellos que por los aranzeles e hordenanças de su avdiençia los devian aver e llevar» (117), «aquellas personas que no heran de su vando» (187), o bien se combina, igualmente en el interrogatorio, con estados de cosas en neutro, por ejemplo, «proveyendo todo aquello que proveyera juntamente con los tres [jueces]» (191). 2.3. La deixis temporal Ciertamente no sorprende que agora no aparezca en una designación de la situación inmediata; las referencias a este entorno están implicadas en el tiempo de la enunciación, el presente, como también el entorno situacional práctico. Las ocurrencias aisladas conciernen al entorno situacional empírico como en «agora se trata vn pleyto entre los dichos juezes e Rrodrigo Mexja de la Fuente» (Opielka 2008: 177-178). Las deposiciones no designan el día en que declaran los testigos, hoy es, antes bien, un equivalente más extenso de agora en la designación de la época en la cual ellos viven: «otras yslas que oy estan pobladas, como la Mona e Jamayca, e otras yslas que agora estan [...] de paz e muy pobladas» (197), cuya segunda parte acabo de citar, significado discursivo que se expresa también mediante hoy día en «vee este testigo que oy dia se trata pleyto sobre los dichos sueldos» (200), mientras que mañana sí que se documenta para designar el día siguiente al de hoy en «los dichos juezes de apelaçion començaran mañana, martes, a haser la dicha su resydençia y el dicho liçençiado Lebron desde mañana, martes» (106). 2.4. La deixis modal Veamos los detalles adecuados para aclarar el uso frecuente de así en la Residencia, que está en variación con ansí, aunque así predomina. Los significados son sobre todo anafóricos, en algunos pocos casos también catafóricos, como en el siguiente caso correlativo: «cossas de yndios que se avian de despachar brevemente, se tardavan vn año o dos años, asy como acontesçio en vn pleito de Juan de Lira» (Opielka 2008: 160); o en el uso catafórico de otro contexto discursivo expresado en una subordinada introducida por que: «el dicho su iscrivano llevava muy grandisymos derechos y tantos que asy no

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avia nadie [...] que osase pedir justiçia» (191). El grueso de las ocurrencias lo constituyen los significados discursivos explicativos, como en nunca el dicho Pedro Cortes se oso quexar del dicho su amo a los dichos juezes nj tanpoco en la villa de Santiago, porque sabia e sabe este testigo, e asy se lo a dicho el dicho Pedro Cortes, que a cavsa del dicho liçençiado Ayllon e por las dichas parçialidades e amjstades, no avia de alcançar cunplimjento de justiçia (159).

Entre las documentaciones destacan los significados explicativos conclusivos mediante los cuales los testigos terminan sus deposiciones, como en la primera aparición de dicho adverbio en la deposición precedente. Los significados explicativos conclusivos son propios de las deposiciones y, por lo tanto, no aparecen en las preguntas del interrogatorio. Lo que podría ser un estado de cosas que se retomaría mediante esto u otro demostrativo se presenta como modo de hacer o modo de actuar y se retoma con así. Tal se usa como pronombre deíctico en la referencia a la situación de la firma de un documento que he citado arriba: «fiz aquj este mjo sygno a tal» (109). Otro uso deíctico de tal, pero en función de adjetivo, se documenta en el primer juramento de un testigo, el de Francisco de Monroy, en la breve secuencia descriptiva «una señal de cruz tal como esta», insertada en el documento probatorio del juramento: «rreçibio juramento en forma debida de derecho, diziendo que jurava a Dios e a Santa Marja e a vna señal de cruz tal como esta, en que ponja e puso su mano derecha» (146), mientras que en los demás casos el amanuense se contenta con escribir «la señal de la cruz». Tal ocurre como pronombre en un contexto discursivo anafórico con referencia a un sustantivo: «sabe este testigo que el dicho Almonaçir hera criado del dicho liçençiado Ayllon e que vjno por tal con el de Castilla» (171). La NGLE (2009: 1327-1328) describe este uso como «anáfora de sentido» y «función de atributo», caracterizaciones que no toman en consideración la estructuración del léxico según la cual criado funciona como nomen adiectum con respecto a hombre o persona, al igual que los adjetivos que también se pueden retomar mediante tal (Lüdtke 2011: 194-195, 477-480). La misma función aparece en remisiones a estados de cosas: «quedando los dichos juezes o qualqujer dellos en estas yslas, [...] sera muy gran cargo de conçiençia a sus Altesas sy tal consyntiesen» (Opielka 2008: 181-182).

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El carácter cualitativo del determinante tal se presta mejor al uso discursivo anafórico de los documentos preparatorios de la residencia que no se refiere a cosas, personas y estados de cosas reales, sino virtuales, en secuencias que explican los procedimientos que hay que seguir en la residencia. Las anáforas adjetivas pueden ser indefinidas, como en «que por tales isclavos se vendiesen» (122), «tales condiçiones» (123), «como tales juezes» (134), o definidas, como en «[los licenciados] a cavsa de las tales dadivas dexaron de hazer justiçia» (118), «perdiendo en las tales debdas muchas cantidades de las que avian prestado» (119), «contra los tales capitanes» (124). La diferencia resulta clara en un pasaje que estipula los requisitos que deben cumplir los escribanos según la real cédula: vos damos poder e facultad que para proseçucion de lo susodicho podades nonbrar fasta quatro iscryvanos que sean fechos por nos, e en casso que tales personas quales se rrequjeren para la fideljdad de lo susodicho no hallaredes, queremos e es nuestra merçed que podays criar de nuevo los dichos iscryvanos [...]. Y es nuestra merçed que los tales iscryvanos [...] lleven de salario en cada vn año por el travajo de cada vno dellos veynte e çinco mjll maravedis (101).

Si el sintagma corresponde al tipo tal + sustantivo, se puede parafrasear por sustantivo + «como este», que aparece igualmente en una cita anterior («una señal de cruz tal como esta»), un caso que se explica en la cita de forma más explícita. Una vez identificados, la cualidad de los referentes se indica mediante artículo + tal + sustantivo, como en el ejemplo que acabo de citar. Este empleo no se limita a los documentos escritos, sino que aparece también en el lenguaje oral, como en la siguiente cita literal: «[...] Quando oviera algun pleyto en que yo sea abogado, suplico a vuestras merçedes manden llamarme, porque yo qujero estar presente a la vista de los tales pleytos» (222). En todos estos casos se trata de referentes virtuales introducidos en el discurso inmediatamente precedente. Comparando este caso virtual con el uso de las deposiciones se comprueba que este tal corresponde con el dicho de los testimonios. Esta observación está fundamentada en la siguiente duda del pesquisidor con la respuesta del testigo, refiriéndose a su secuencia explicativa precedente: Fuele preguntado a este testigo que de los tales rrepartimjentos que ansy se hasyan como dicho tjene, sy se a segujdo alguna vtilidad e provecho a la dicha villa de

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Santiago e vezinos della. Dixo que nunca de los dichos rrepartimjentos vjdo que se sygujese a la dicha villa nj vezinos della njnguna vtilidad e provecho (174).

Se podría hipotetizar que la diferencia en el uso de tal en los documentos dispositivos y el de las deposiciones correspondiera a registros diferentes, pero, visto a la luz de una variación entre el dicho y el tal no motivada por la pregunta, no parece que sea así: «antes a visto este testigo todo lo contrario, hasyendose las dichas eleçiones secretas e syn dar parte a los pueblos e villas, mostrandose en las tales eleçiones parçiales e vanderizos» (177). La vitalidad de tal es notable y merece un tratamiento detallado considerando la conservación de su uso en el español hispanoamericano. El adverbio cuantitativo tan es un frecuente modificador de adjetivos y adverbios. La forma pronominal tanto ocurre en algunas locuciones conjuntivas. 3. Conclusiones y perspectivas La residencia analizada es un tipo de texto dialogal y explicativo que comprende sobre todo secuencias narrativas y descriptivas. La deixis personal se enfoca desde yo y vos/vuestra merced según el estatus social del interlocutor. El uso anafórico del pronombre de tercera persona admite la referencia a cosas. Comprobamos entre los posesivos una posible primera documentación escritural del tipo su + sustantivo + de + sustantivo o nombre, donde de + sustantivo probablemente corresponda a un pronombre de tercera persona. La variación entre cuyo + sustantivo y que su + sustantivo se puede interpretar como variación diafásica. En la deixis locativa, aquí/allí se usan para lugares circunscritos, acá/allá, para lugares extensos, oponiendo en el segundo caso o bien tierras americanas con peninsulares, o bien una tierra americana próxima con otra distante. Tanto aquí y allí como acá y allá se relacionan con los demostrativos este y aquel. Aparte de los tiempos verbales, la deixis temporal no tiene prominencia en este texto. En la deixis modal se logra documentar algunos casos de referencia a entornos situacionales, aunque debido al carácter explicativo del documento dominan los contextos discursivos anafóricos, en particular en la conclusión de la explicación en cada deposición. Se opone el tal virtual a el tal en la designación de personas, cosas y estados de cosas existentes sobre todo en las deposiciones. El tal es una alternativa para expresar la anáfora en el discurso. Si se convierte el texto escrito en discurso oral, sería posible detectar un perfil interesante de la oralidad en un diálogo formal.

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He propuesto un modelo de análisis que pretende ser flexible para plasmar la realidad del lenguaje, conectando y relacionando una gran diversidad de puntos de vista. La condición previa de posibles ampliaciones es una aproximación hermenéutica a los textos. Acabamos de abordar el tema de la morfosintaxis del español americano a partir del hablar. He procurado no afirmar, sino mostrar un modelo hermenéutico, ya que en ese tipo de esbozos debemos enfrentar la cuestión de cómo estudiar un tema según el enfoque teórico propuesto o deseado. El presente enfoque no se ha impuesto desde fuera, son más bien los propios hablantes quienes parten del anclaje deíctico en sus discursos o ante todo los amanuenses, quienes escriben a partir de la situación en la cual se encuentran. Este uso del lenguaje no es, en absoluto, necesario: no habría ninguna dificultad en transformar este apoyo en los entornos situacionales en contextos discursivos, lo cual es la norma hoy en día. La desaparición del anclaje de la escritura en la situación inmediata mediante los deícticos durante la época colonial merece un estudio aparte. Me esmeré en buscar las máximas diferencias entre el español hablado y escrito a ambas orillas del Atlántico, pero la única divergencia, si bien mínima, que encontré fue la morfosintaxis del diálogo o de la comunicación cara a cara. No es frecuente que la narración, la argumentación u otros géneros textuales se apoyen en los entornos que motivan tales divergencias. En el hablar la mayor diferencia en cuanto al sentido la determina quien dice yo, aquí y ahora. Sin embargo, el verdadero alcance de esta propuesta se puede deducir solo comparándola con textos similares redactados en zonas hispanizadas posteriormente y analizados según los mismos criterios, así como con otros tipos de textos que forman series de larga duración (es decir, «les séries de longue durée» de la Escuela francesa de los Annales). Pero eso no se puede mostrar en un espacio tan reducido como este. La lengua documentada es la lengua estándar aún no normalizada. Trasplantada a América, sufre adaptaciones léxicas y lexicogenéticas, que llamaría terciarias, considerando que las variedades orales de Andalucía y América son dialectos secundarios con respecto a los dialectos primarios del norte de la Península Ibérica (Coseriu 1981). La lengua estándar terciaria es sobre todo lengua escrita. La distancia entre esta y los eventuales dialectos secundarios es relativamente escasa. En lo que concierne a la documentación de las variedades aquí presentada, se identifica indirectamente un registro oral, el del interrogatorio, y un registro escrito que convierte el registro oral en discurso diplomático indiano.

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He abordado el tema de la morfosintaxis desde la perspectiva y a través de los dominios de la lengua así como con base en un texto. Los dominios y el texto delinean una área relativamente circunscrita. Una de las tareas futuras que más me atrae es el diálogo con aquellas orientaciones de la pragmática del lenguaje, más allá de la teoría de los entornos, que resulten fecundas para la historia de la lengua. 4. Bibliografía Adam, Jean-Michel (1992): Linguistique textuelle. Des genres de discours aux textes. Une introduction méthodique à l’analyse textuelle des discours. Paris: Nathan. Albrecht, Jörn (2015): «Der Katrin ihren Freund hab ich glatt abgehängt ‒ ‘Primärer’ vs. ‘sekundärer’ Substandard. Ein Beitrag zur historischen Varietätenlinguistik», en Michael Bernsen, Elmar Eggert y Angela Schrott (eds.), Historische Sprachwissenschaft als philologische Kulturwissenschaft. Festschrift für Franz Lebsanft zum 60. Geburtstag. Bonn: V & R Unipress/Bonn University Press, pp. 305-316. Bühler, Karl (1961): Teoría del lenguaje (traducción del alemán por Julián Marías). Madrid: Revista de Occidente (1950 primera edición española de la original alemana de 1934: Sprachtheorie. Jena: Gustav Fischer). Bustos Tovar, José Jesús de y Girón Alconchel, José Luis (eds.) (2006): Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española (3 vols.). Madrid: Arco/Libros. Coseriu, Eugenio (1967): «Determinación y entorno. Dos problemas de una lingüística del hablar», en Teoría del lenguaje y lingüística general. Cinco estudios. Madrid: Gredos, pp. 282-323 (primera edición [1955/1956], en Romanistisches Jahrbuch, 7, pp. 29-54). — (1981): «Los conceptos de ‘dialecto’, ‘nivel’ y ‘estilo de lengua’ y el sentido propio de la dialectología», en Lingüística Española Actual, 3, pp. 1-32. — (2006): «Orationis fundamenta. La plegaria como texto», en Eugenio Coseriu y Óscar Loureda Lamas, Lenguaje y discurso. Pamplona: Universidad de Navarra, pp. 61-83. Hartnagel, Angelina (2013): Bernal Díaz del Castillo, Doña Marina und die hohe Kunst der Historiographie. Eine Umfeldanalyse der Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Frankfurt: Peter Lang. Lope Blanch, Juan M. (1985): El habla de Diego de Ordaz. Contribución a la historia del español americano. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Lüdtke, Jens (2006): «La arquitectura de las lenguas en América a principios del siglo xvi», en José Jesús de Bustos Tovar y José Luis Girón Alconchel (eds.), Actas del

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El posesivo doblado en la historiografía del español de América Javier Medina López Instituto Universitario de Lingüística Andrés Bello / Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas / Universidad de La Laguna

1. Presentación La posesión pertenece a un dominio de las lenguas que se presenta con carácter universal y en el que cada sistema determina la forma en la que ese vínculo se manifiesta. Según McGregor (2009: 1, apud Cifuentes Honrubia 2014: 13), puede entenderse la posesión como un concepto relacional que potencialmente cubre una amplia gama de relaciones conceptuales entre entidades, que incluyen (para los seres humanos) las relaciones entre personas y sus partes corporales y productos, entre personas y sus parientes, entre personas y sus representaciones (nombres, fotografías, etc.), entre personas y sus pertenencias materiales (sean animadas o inanimadas), entre personas y cosas sobre las que tienen derecho o control, entre personas y productos culturales e intelectuales, y similares. Para otros entes animados e inanimados, es un conjunto mucho más restringido de relaciones conceptuales el que resulta accesible.

En la posesión se hallan dos realidades: el término poseído y el ente poseedor (empleado para la persona, animal o cualquier otro elemento que posee el elemento poseído), tal y como ha apuntado Cifuentes Honrubia (2014: 13). El asunto del posesivo doblado en el español es un viejo tema al que muchas gramáticas y descripciones de la lengua se han referido, si bien es cierto que son escasos los trabajos que ofrecen una visión panorámica de la situación de estas formas en la dimensión hispanoamericana (Medina López 2019). En este trabajo se señalan algunas de las perspectivas historiográficas más sobresalientes en el estudio de la doble posesión en el español de América.

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2. La posesión en español: apuntes históricos sobre su estructura En la historia del español ha ocupado un lugar destacado el paradigma de las formas posesivas, especialmente en cómo evolucionó el sistema casual latino. Así, a lo largo del tiempo se han planteado la cronología de los hechos y la reconstrucción histórica del posesivo. La crítica ha hecho hincapié en si las formas posesivas, bien si actuaban como adjetivos, bien si lo hacían como pronombres, eran tónicas, al contrario que en el español actual, que distingue las tónicas (la casa mía) de las átonas (mi casa). Asimismo, se ha discutido sobre la evolución fónica de los masculinos mio/mios (Malkiel 1976), las formas femeninas para un poseedor singular (mía, túya, suya) (Romero Cambrón 2009; Barrio de la Rosa 2014), etc. Para Company Company (1991, 2005a, 2005b, 2008 y 2009), junto con todos estos reajustes y modificaciones, hay que tener en cuenta que lentamente se va perdiendo el artículo definido (el/los/ la/las) que acompañó al posesivo en posición prenominal: ¡Ya doña Ximena, la mi mugier tan conplida,/ commo a la mi alma yo tanto vos quería! (Anónimo, Poema de Mio Cid, c. 1140, España, corde). E non quieras fazer por el mi amor, si non lo que yo quiero (Anónimo, Bocados de oro, a. 1250, España, corde).

El vínculo del posesivo con el artículo es obvio. Como señala Romero Cambrón (2008: 65), el pronombre posesivo adopta la misma posición que tiene el artículo, anteponiéndose en todas las lenguas en las que el artículo va antepuesto, con la excepción del rumano, donde va pospuesto. Con la nueva reestructuración, desaparecen to, so, túa y súa y adquieren gran expansión y protagonismo tuyo y suyo. A partir del siglo xiii en adelante, tuyo y suyo son las formas que predominarán como posesivos tónicos de segunda persona de singular y tercera de singular y plural. 2.1. La indeterminación referencial de su(s) En la historia del idioma —y en el caso concreto de las formas posesivas su/suyo—, se ha advertido frecuentemente la indeterminación referencial que aquellas comportan en numerosas frases nominales. El argumento esgrimido, de manera general, ha sido la ambigüedad provocada por la polisemia

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­referencial de su(s). Company Company (1995b: 147) en su estudio sobre la duplicación posesiva en La Celestina señala que la ambigüedad de su(s) es una de las causas que justifican, al menos en un primer momento, la duplicación posesiva frecuente en el texto de Rojas. Esta misma investigadora matizará que la explicación sobre la base de la ambigüedad es insuficiente y que deben buscarse otras razones por las que dicha estructura con tantas restricciones coexiste frente a modelos del tipo «el libro de Juan». Una frase como «su mesa» puede entenderse tanto «de él», «de ellos», «de ella», «de ellas» y, por si esto fuera poco, dirigirse a una segunda persona si lo que se emplea es una forma de respeto o distanciamiento como usted(es): «su casa de usted», «su casa de ustedes». Los documentos antiguos tanto españoles como americanos muestran numerosos ejemplos de especificación referencial en la frase prepositiva posesiva, sobre todo en aquellas que comienzan por una forma de tratamiento del tipo vuestra merced, vuestra excelencia, vuestra señoría, etc., o en los sintagmas estructurados por de + nombre(s) propio(s): Dixo yo ire a su casa de esa vuestra veçjna & le fare tal escanto & le dare tal atalvjna por que esa vuestra llaga sane por mj meleçjna deçjdme quien es la dueña yo le dixe doña endrina (Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de buen amor, siglo xiv, España, CorpEsp).

La cuestión de la vaguedad referencial del doble posesivo de tercera persona fue un hecho destacable en toda la Edad Media. Para este periodo, los rasgos más sobresalientes son los que han señalado algunos autores: 1) Su(s) era impreciso en su referencia. Eberenz (2000: 313) hace notar que la construcción «su libro de él» supone un cierto grado de sincretismo a caballo entre «su libro» y «el libro de él», que añade, además, una función enfática. El objetivo es precisar la referencia al poseedor, especialmente cuando existe ambigüedad en la frase o cuando el sintagma que remite al poseedor no se halla inmediatamente antes o después del sintagma posesivo. En algunos casos, la doble posesión no tiene como única finalidad la de desatar la ambigüedad, dado que el riesgo de confusión no existe, sino que en estas situaciones lo que se hace es enfatizar simplemente la relación posesiva. Para estos ejemplos, Company Company (1993) utiliza la expresión «contexto motivador», que es el necesario para la desambiguación de su(s), y el «no motivador», que se produce cuando la relación posesiva es sentida como inherente. Para Company Company (1993: 83) en la historia

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del español se dio un cambio lingüístico que generalizó las duplicaciones posesivas no motivadas por «conflicto de participantes a expensas de las motivadas». 2) El posesivo se acerca a las estructuras sintáctico-semánticas de los determinantes. Este hecho supuso una presión «para integrar el posesivo en la clase de los determinantes», lo que ocasionó un movimiento de su primitiva posición a la que ocupaban originariamente los determinantes (Company Company 1991: 77). Este cambio es fundamental, sobre todo si se observa la evolución de la frase nominal y el orden de los modificadores. Eberenz (2000: 311-312) dice que el orden en el que aparecen los dos términos de la relación posesiva es el que apunta, mayoritariamente, a que lo poseído suele preceder al poseedor («la casa de Juan»), si bien pueden hallarse ejemplos en los que los autores alteran este orden por razones de rima y fines estilísticos. Por lo tanto, una vez que desapareció el orden sintáctico artículo + posesivo + frase nominal [FN] (del tipo «la su casa»), se incrementó, como consecuencia, «la casa suya», con posesivo pleno pospuesto. La ambigüedad ya señalada del posesivo en la tercera persona es un elemento que fomentó el desplazamiento del posesivo hacia la posposición nominal: «la su casa» > «la casa suya», con lo cual el posesivo fue adquiriendo un nuevo estatuto como determinante que, como dice Company Company (1991: 78), «fue el primer paso en un lento cambio sintáctico que finalizó en la redistribución del sistema de determinantes y adjuntos». Pero ¿cuáles son los elementos que caracterizan, grosso modo, la duplicación posesiva que estoy tratando? Company Company (1991: 75-76; 1994: 112-113) tiene en cuenta los siguientes aspectos: 1) Se da en la tercera persona, nunca con los posesivos de primera y segunda (Company Company 1995b: 142-143). Eberenz (2000: 307) señala que en sus datos tampoco la fórmula «su libro de Juan» tiene mucha constatación, pues apenas alcanza un 2 % de todas las ocurrencias del posesivo de tercera persona. 2) La relación posesiva aparece mayoritariamente en construcciones en singular. 3) La frase prepositiva posesiva está regida por el rasgo [+ humano], lo cual quiere decir que los poseedores son seres animados (Company Company 1994: 115, 117, 124). También Eberenz (2000: 307, 313) hace alusión a

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este aspecto y comprueba que en sus datos la mayor relación se da entre un poseedor humano y un poseído no animado, determinando así la llamada «posesión prototípica», que apunta a que la «posesividad no sería una metáfora gramatical, sino que se referiría en su esencia a una relación asimétrica entre un ser humano y un objeto, siendo fundamental el control que la persona ejerce sobre el objeto». Cifuentes Honrubia (2014) hace ver cómo las características de las entidades poseedor y poseído son consideradas en términos prototípicos y de escala. De esta manera, el poseedor presenta mayor empatía, animacidad y habitualmente es el tópico. Lo que se posee tiene menor empatía. Por ello, en muchas ocasiones, la «relación de posesión se caracteriza como esencialmente asimétrica en términos de empatía, destacabilidad cognoscitiva, agentividad y control» (Cifuentes Honrubia 2014: 13), parámetros que habitualmente se dan con mayor intensidad en el poseedor que en el poseído. 4) Las restricciones también atañen al tipo de posesivo capaz de aparecer en las frases nominales con doble posesivo. Frecuentemente son términos que están en el dominio perceptible o cercano al poseedor, por lo que se crea una relación de «proximidad o inherencia» (Company Company 1995b: 143), la cual se vincula con la «duplicación posesiva cuando lo poseído tiene cognoscitivamente especial preeminencia semántica para el poseedor» (Company Company 1995b: 143). Eberenz (2000: 308) insiste en que para la explicación del fenómeno es clave entender el entorno semántico que se crea tanto en el poseedor como en el poseído, que es, por lo general, el de los seres humanos. Según este autor (Eberenz 2000: 309), sobresalen voces frecuentes en los documentos inquisitoriales, de forma evidente si se considera que «la duplicación se aprovecha aquí para aclarar y destacar la relación correferencial, respondiendo así al imperativo característico del lenguaje administrativo de evitar cualquier ambigüedad» (Eberenz 2000: 309 y nota 57). Por ello sustantivos como mujer, marido, cauallero, señor, amo, criado, hijo, madre, boca, (h)ombres, amantes, vidas, (h)onras, deleite, gracias, etc., son susceptibles de aparecer en estos contextos. 5) La doble posesión con su(s) contrasta con la estructura nominal más común en español («la casa de Juan»), que también pone de relieve una naturaleza posesiva. Así, las dos frases nominales están introducidas por un clítico deíctico en origen (su/la), el poseído ocupa el inicio de la construcción y el poseedor la posición final. Entre ambos se encuentra un nexo (de) que vincula la relación. En realidad, «lo que hace la duplicación posesiva es

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poner de relieve, enfatizar, el valor semántico originario de “suyo propio” que tenía la forma latina suus» (Company Company 1994: 126). 6) Desde la perspectiva tipológica, la doble posesión no se presenta de forma exclusiva en el español; antes al contrario, ha sido descrita para otras lenguas como el griego, hebreo, suajili, quechua, náhuatl, maya, tzotzil o tlapaneco, etc. (Company Company 1994: 114-113; Huerta Flores 2009: 627). Entre las románicas se ha indicado para el latín, portugués, francés y el italiano antiguos, según información de Meyer-Lübke (1890-1906, III: 92-95). Para Huerta Flores (2009: 627), el fenómeno es o fue conocido en otras lenguas como el provenzal, el catalán o el macedonio. El recurso de la ambigüedad referencial de (su)s ha sido el más ampliamente considerado por un sector de la crítica, si bien se muestra escaso, pues algunas entidades poseedoras no pueden aceptar la doble posesión (por ejemplo, «su capítulo del libro»). Lo cierto es que, a juzgar por los últimos análisis, se pone de relieve que hay una tendencia proclive a la combinación con entidades animadas [+ humanas] y [+ preeminencia semántica para el poseedor] que con las inanimadas. En palabras de Company Company (1995b: 149): El rasgo de no diferenciación entre poseído y poseedor confiere a la duplicación posesiva todo un valor de prominencia semántica y proximidad perceptiva que convierte a esta estructura en una estrategia discursiva reforzadora, en un mecanismo de relevancia expresiva, que le proporciona un valor comunicativo especial y del cual los hablantes podemos obtener alguna utilidad.

Según Eberenz (2000), es necesario proponer una nueva interpretación que se sume a las ya consabidas anteriormente; es decir, la exigua gramaticalización de la doble posesión, la topicalización, la posesión prototípica y el elemento desambiguador referencial, además de su poca presencia en los textos y el hecho de que nunca llega el posesivo a excluir el uso del artículo. Por todo ello, Eberenz sugiere una nueva reinterpretación del fenómeno. La doble posesión es «un recurso estilístico que los autores manejan con un amplio margen de libertad» (Eberenz 2000: 315) y que se trata originariamente de una simple alternativa al artículo, localizada con toda probabilidad en la lengua hablada y, quizá, vinculada a ciertas hablas regionales, hipótesis que no se puede probar, pero que resulta plausible en vista de la difusión de la fórmula en algunas variedades americanas.

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Según su visión de los hechos, la doble posesión la hallamos muy pronto en el lenguaje escrito, donde aparece en textos administrativos poco elaborados y se documenta en la mayoría de los prosistas de la época. La presencia del posesivo doblado en textos como Cárcel de amor y La Celestina tiene que ver con una orientación estilística por parte de algunos autores que reproducían, de esta manera, la lengua hablada. 3. Una perspectiva historiográfica sobre la doble posesión Buena parte de los autores que han tratado este asunto considera que la doble posesión es redundante, pleonástica y que se ha generado para solucionar la ambigüedad referencial ya aludida. Así es, al menos, en un conjunto de trabajos publicado a lo largo del tiempo desde el siglo xix en adelante. Bello ya se refería a este asunto en su conocida Gramática de 1847, donde señalaba que, de manera innecesaria, se emplea «su» («su familia de ustedes»), forma que queda circunscrita al diálogo familiar, autor a quien seguirá en sus comentarios, décadas después, Cuervo en su Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana. En esta obra escribe que «así en el sentido de pertenencia como en el de posesión, por pleonasmo se halla usada la partícula conjuntamente con los pronombres posesivos; y solo se admite en el lenguaje familiar en expresiones como su casa de usted» (Cuervo 1886-1893: II, 781b). La idea del pleonasmo también está presente en Meyer-Lübke y su Grammaire des langues romanes (1890-1906: t. III). Pero realmente quien le dedica mayor espacio a este asunto en el siglo xix es Gessner, al publicar en 1893 un artículo en la Zeitschrift für romanische Philologie sobre los pronombres posesivos y demostrativos en español. La valía de este estudio es grande, pues muestra por primera vez ejemplos del español medieval y habla del pleonasmo («Pleonasmus») provocado por la doble posesión. Una corriente importante de estudios a lo largo del siglo xx sigue estos puntos de vista, asentados en la percepción romanística del xix. Así, tenemos las opiniones de Menéndez Pidal (Cantar de Mio Cid, 1908), que habla de que el pleonasmo puede ser sustituido por el «simple artículo»; Keniston (The Syntax of Castilian Prose, 1937) también resalta la ambigüedad castellana del posesivo y Kany, en su Sintaxis hispanoamericana (1945), señala la necesidad de emplear en el habla el doble posesivo por razones de claridad.

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Las obras publicadas en la segunda mitad del siglo xx continúan en esta misma senda, si bien algunas ya empiezan a matizar ciertos aspectos de la doble posesión o especifican más su aparición en el español americano, bien desde la perspectiva colonial, bien desde la época actual. Tal es lo que se observa en las obras de Fernández Ramírez (1987) y de Hernández Alonso (1984: 476), quienes hablan de anfibologías; o en un conjunto variado de aportaciones de la mano de Gili Gaya (1983: 240-241); Alvar y Pottier (1983: 101); Rojas Mayer (1985: 177); Porto Dapena (1986: 120-121); Fontanella de Weinberg (1987: 72); Álvarez Martínez (1989: 147); Abadía de Quant (1993); Penny (1993: 143); Alarcos (1994: 96-97); Martínez Alcalde (1996: 78); Marcos Marín, Satorre Grau y Viejo Sánchez (1999: 164); Picallo y Rigau (1999: 981); Frago Gracia y Franco Figueroa (2001: 93); Sánchez Méndez (2003: 288-289); Aleza Izquierdo (2010: 138-139); Echenique Elizondo y Martínez Alcalde (2011: 175-176), entre otros muchos. 3.1. El posesivo doblado en América Para el caso americano, el posesivo doblado también se ha vinculado con el contacto de lenguas, tanto en épocas pasadas como en la actualidad y, por ende, se ha indicado el sustrato/adstrato lingüístico como posible causa de su mantenimiento y proliferación, según los casos. Así lo describe, por ejemplo, la Nueva Gramática de la Lengua Española (NGLE 2009: 1358, 18.4h). Desde esta perspectiva, el tema se ha relacionado con el tan traído (y controvertido) arcaísmo en el español americano, dado que, al tratarse de una forma medieval española, esta se trasladó a América y allí se mantuvo (Pozzi-Escot 1973: 3; Granda 1999: 63). En el lado contrario, puesto que ya existían algunas de estas estructuras en ciertas lenguas indígenas de fuerte contacto con el español, lo que se produjo fue un mantenimiento de las formas, alentado, por tanto, por el efecto sustratístico/adstratístico de las lenguas amerindias (particularmente con el náhuatl, quechua, aimara y guaraní). Es la conocida como tesis indigenista. Así lo defiende Granda (1999: 63) cuando habla de un fenómeno de «transferencia, por contacto con el español local, de una estructura morfosintáctica quechua». El hecho más destacable en la duplicación posesiva es la asunción de nuevos valores de posesión que adquiere la estructura en el español de México, tal y como Company Company (1995c; 2000: 17) ha relatado.

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Para entender la posición que cada autor ha mantenido sobre el caso que estoy tratando, habría que atender a una serie de hechos que, creo, ayudan a comprender, en su conjunto, cómo se ha explicado la doble posesión. En estos casos, como claramente ha expuesto Company Company (1995a), es necesario tener en cuenta algunos puntos de vista que pasan por la consideración misma del cambio lingüístico (que en la mayoría de las ocasiones se ha hecho desde una posición interna, descartando otras posibles interpretaciones del fenómeno). En este sentido, Company Company (1995a: 309) y A. M. Escobar (2000: 9-11) apuntan que la sintaxis se ha analizado como un terreno poco permeable a los préstamos. Cierto es también que algunos puntos de vista han sido manifestados en la época en la que el análisis estructuralista estaba más de moda (Polionato 1968: 205; Granda 1966). Reveladoras son, en esta concepción de los hechos lingüísticos, las palabras que en 1968 escribía Polionato: tratar de explicar este fenómeno haciendo conjeturas acerca de la idiosincrasia del pueblo español o americano sería caer fuera de los límites de lo estrictamente lingüístico para acceder a un terreno propio de la sociología, o bien de la psicología social. Debemos, pues, abordar el tema sin tentarnos con explicaciones extralingüísticas, aunque el criterio pueda parecer a algunos un tanto estrecho.

En esta misma línea, otro análisis que se basa en los hechos internos del sistema es el que se dirige hacia la reordenación que experimentó el español tanto en las formas de tratamiento como en la reestructuración del paradigma pronominal (personales y posesivos). La pérdida de vosotros trajo como consecuencia la de su adjetivo-pronombre vuestro. Para algunos, la generalización de ustedes y su(s) provocó la ambigüedad referencial de su(s). Pero en opinión de Company Company (1995a: 309-310): de ahí la necesidad de los hispanohablantes americanos de explicitar un poseedor pospuesto en un mayor número de ocasiones. [...] es ésta una explicación insuficiente, ya que aunque todas las modalidades dialectales hispanoamericanas carecen del tratamiento pronominal vosotros-vuestro, no todas emplean frases posesivas duplicadas con la misma intensidad.

Es resaltable, igualmente, la dimensión social del doble posesivo. Frente a lo que ocurría en el español medieval —donde era factible encontrarlo en textos de distinta naturaleza—, en la actualidad el fenómeno está estigmatizado en México y Perú, y está vinculado al habla popular y de indígenas.

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La hipótesis de la retención (es decir, el mantenimiento de un rasgo que proviene de España y que perdura en América) ha tenido una gran acogida. La forma, usual en la época de la conquista, fue llevada a América en boca de los miles de colonos que poblaron el nuevo continente. Autores como Lozano (1975), Martin (1978 y 1985), Suárez (1979), Rodríguez Garrido (1982) y Gutiérrez Marrone (1984), entre otros, han defendido la tesis de la transferencia, basándose en el hecho de que tanto en el quechua como en el aimara la doble posesión es muy productiva. Granda (1999: 64) llega a afirmar que: Las reglas de formación de la frase genitiva en quechua (y, también, en aimara) son básicamente las siguientes: anteposición obligatoria del elemento poseedor al poseído, marcación obligatoria de aquél por un elemento sufijado, invariable, indicador de la relación posesiva y, finalmente, marcación del segundo constituyente (poseído) por elementos sufijados, variables, indicadores de la persona del poseedor (y, mayoritariamente, coincidentes con los morfemas verbales actanciales correspondientes).

Para Granda (1988: 211; 1999: 66; 2002: 45) estamos ante un hecho de causación múltiple establecido entre el español, el quechua y el aimara. Con esta perspectiva, puede explicarse en el español andino la confluencia tanto de la retención de un rasgo del español medieval y clásico como el traslado (transferencia) al español local de elementos morfosintácticos de las lenguas amerindias ya citadas. A esta idea se suman Company Company (1995a) para explicar el fenómeno en el español de México y Merma Molina (2004: 199; 2007: 141; 2008: 111) para el español andino. Según Company Company (1995a: 333): Podríamos concluir [...] que estamos ante una causación múltiple: las duplicaciones posesivas pudieron llegar a un nuevo valor por génesis interna, pero la permanencia y vitalidad de estas estructuras en el español americano sí es resultado del contacto lingüístico con las lenguas amerindias.

Además de constituir una posibilidad interna del sistema lingüístico del español, con lo cual el hablante expresa una relación posesiva especial, también se reconoce que la distinta intensidad con que se presentan estas estructuras en unas y otras variedades dialectales permite sostener que sí puede deberse a préstamo la permanencia

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de duplicaciones posesivas en el español de América, ya que existe una fuerte asociación entre duplicación posesiva y español de zonas con decidida influencia indígena. (Company Company 1995a: 314)

idea que vuelve a confirmar en el caso del español de México, donde la construcción tiene más arraigo en el habla popular, lo que favorece la hipótesis del préstamo (Company Company 1995a: 317-318). La gramática académica (NGLE 2009: 18.4h) hace notar que la doble posesión se registra en el español popular de México, Centroamérica y en el área de los países andinos. Según las academias, ninguna de estas estructuras ha pasado al estilo formal y en España estas construcciones posesivas son poco frecuentes, aunque se pueden oír en el habla popular en los usos de la segunda persona como forma de cortesía («su marido de usted»). Si bien para buena parte de los países americanos la historiografía lingüística se ha ocupado de este asunto del doble posesivo, destacan, de manera notable, dos regiones por encima de las demás: el español de México y el hablado en la zona andina. Para el primer caso, conviene tener en cuenta que: 1) El posesivo doblado se está difundiendo en el español mexicano actual más allá del habla popular y rústica (Company Company 1994: 113; véase también Huerta Flores 2009 y González Zavala 2007). 2) La información es conocida, ya presentada en el discurso a través de nombres propios o pronombres. 3) Las duplicaciones posesivas están asociadas al español de países con una presencia indígena importante1, como, por ejemplo, las analizadas y contrastadas en las zonas de Cuzco, Lima y Guatemala, frente a ciudades como San José, Montevideo y La Habana, con escasas frecuencias. El posesivo doblado en el español de México tiene un empleo diferente del que tenía esta construcción en el español medieval, ya que su valor se encuentra más cercano al de las lenguas mesoamericanas (Company Company 1995a: 332).

1   Esto es, y según las regiones analizadas, Cuzco, Lima y Guatemala obtienen un promedio de duplicaciones por informante mucho más elevado que las otras tres ciudades hispanoamericanas: San José, Montevideo y La Habana. Véanse las tablas 2, 3, 5 y 6 y las gráficas 1 y 2 del artículo de Company Company (1995a: 315-318) para comprender la metodología empleada y los valores estadísticos obtenidos.

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Según la opinión de algunos especialistas, los usos que adquiere su(s) lo acercan más a un presentador, próximo, por tanto, al artículo, si bien el artículo y el posesivo se muestran opuestos en cuanto a la selección léxica de poseídos; es decir, el artículo tiene preferencia por poseídos no humanos, mientras que la construcción encabezada por posesivo lo hace por poseídos humanos. Se genera una aproximación funcional de su(s) a un simple determinante, casi sin significado posesivo y con claro debilitamiento anafórico, tal y como vemos en los siguientes ejemplos de Company Company (2001: 73): Sus vacaciones de Raúl fueron un desastre... (esp. de México) Su alumna de Laura va mucho al club japonés... (esp. de México) Su precio comercial de esta bonita agenda es de veinte pesos... (esp. de México)

El español andino ha sido fuente de numerosos estudios que tratan de relacionar la génesis de las manifestaciones del posesivo doblado tanto con las estructuras heredades del español general, como aquellas que se han vinculado con las teorías de la causación múltiple o la transferencia de estructuras amerindias en un amplio corpus de estudios que analiza las regiones o zonas idiomáticas del Perú, fundamentalmente (Pulgar Vidal 1967; Stark 1970; Pozzi-Escot 1973; Lozano 1975; Mendoza Cuba y Minaya Portella 1975; Minaya Portella, Mendoza, Chavarría y Kameya 1975; Minaya Portella 1976, 1977 y 1978; Miranda Esquerre 1978; Escobar 1978; Soto 1978 y 1983; Cusihuamán 1979; Puente 1979; A. M.ª Escobar 1980, 1992, 1993, 1994, 2000 y 2011; Cerrón-Palomino 1981; Arauco Aliaga 1982; Rodríguez Garrido 1982; Martín 1986; Rivarola 1986; Godenzzi 1987 y 1988; Benavente 1988; Granda 1999; Merma Molina 2004, 2007 y 2008; Calvo Pérez 2007 y 2008; Klee y Lynch 2009, etc.). La Nueva Gramática de la Lengua Española (2009: 1358, 18.4h) hace notar que también en el español andino se recoge una construcción que alterna el orden de los elementos del sintagma prepositivo de la estructura posesiva y que se constituye en la fórmula poseedor + poseído («del carnicero su casa») en vez de en la habitual poseído + poseedor («su hija de su señor»). Para las academias, y para otros muchos autores, el modelo alterado es influencia clara de un calco del quechua o del aimara, y no es frecuente en el habla formal (Escobar 1978; Cerrón-Palomino 1972; Minaya Portella 1978; Miranda Esquerre 1978; Stark 1970; Soto 1978; Gutiérrez Marrone 1984; Stratford 1989 y 1991;

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A. M. Escobar 1992 y 1994; Granda 1999; Calvo Pérez 2007 y 2008; Merma Molina 2007 y 2008; Mendoza 2008, etc.). El referente de la doble posesión aparece de forma obligatoria en el quechua y en el aimara, lenguas en las que el complemento genitivo precede a la frase nominal principal (Cerrón-Palomino 1990: 165). Para Rivarola (1990: 170), este modelo de posesivo invertido se halla en la lengua subestándar, mientras que en la modalidad general no. La investigación llevada a cabo por Merma Molina (2007 y 2008) pone de relieve algunos aspectos que intentan sobrepasar las adscripciones, muy recurrentes en la bibliografía especializada, sobre la transferencia al español andino de la estructura quechua. Para esta investigadora, la doble posesión en el español andino es consecuencia de la concurrencia de tres aspectos: 1) La tematización del poseedor: en las oraciones, el tema se coloca en posición inicial, «de mi sobrina su perro es bravo», «de tu hijo su escuela tiene muy buenos profesores». Esta tematización inicial se caracteriza por presentar un alto valor comunicativo para el hablante; prosódicamente estas frases van separadas por una pequeña pausa que les imprime cierta autonomía; la información ya es conocida por los hablantes, con lo cual se opera toda una suerte de deixis del participante a través de un proceso pragmático-informativo al ser realidades conocidas o mostradas en el contexto; si se trata de nuevas entidades, como los nombres propios, estos van también en primer lugar («del Manuel su bicicleta se lo han comprado en navidad»); formalmente, el modelo preferido de la tematización es la construcción preposicional cuyo núcleo es un nombre («de ti tu vaca se ha perdido»); pueden encontrarse estructuras no preposicionales constituidas por un pronombre reflexivo + elemento poseído [+ humano] o [– humano] («de mi mí mamá es trabajadora»)2. 2) La jerarquía en la naturaleza del elemento poseedor y del poseído: la construcción se inicia con un tema que casi siempre se refiere a un nombre [+ humano] y [+ animado], aunque también es posible, con menos frecuencia, el rasgo [– humano] («su hoja del libro», «su pata de la silla»). Puede advertirse aquí, por tanto, una jerarquía en los rasgos de animación, de tal forma que lo humano prevalece a lo no humano, y lo animado a lo no animado:   Véase Merma Molina (2007: 148, 151, 152, 154, 161; 2008: 116, 118, 119, 120, 125).

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De mi madre sus gallinas son ponedoras. De tu perro su cadena lo has comprado del baratillo. De mi gato su comidita está frío (Merma Molina 2007: 159, 2008: 124).

3) La sustitución del presentador nominal articular (artículo por posesivo): nos hallamos ante una construcción influenciada por la sintaxis quechua. En esta lengua no es obligatorio el artículo y, por ello, las construcciones posesivas en el sur andino peruano se conforman con el posesivo átono en lugar del artículo, lo que genera entonces una doble posesión. En contra del uso mayoritario de lo que ocurre en el español, en la región andina se sustituye el artículo por el posesivo en las construcciones en las que figuran partes del cuerpo, nombres de parentesco, objetos cercanos a la esfera de lo personal, vestidos, utensilios, etc. Con el añadido del posesivo se evitan interpretaciones ambiguas3. 4. Para concluir El asunto de la posesión requiere de un tratamiento mucho más extenso, dada la complejidad de matices que se advierte tanto en su evolución histórica como en el contacto de lenguas en algunas zonas del territorio americano. La tesis de la ambigüedad referencial, manifestada por un buen número de estudios, como he podido reseñar, ha sido matizada en algunos trabajos más recientes que ponen de manifiesto los nuevos valores que la forma está adquiriendo en algunas zonas hispanoamericanas, como son las descritas para el español de México y del Perú (andino). Nuevos valores se suman, de esta forma, a viejas estructuras que, en muchos casos, se han visto fuertemente reforzadas por la coexistencia de similares modelos en las lenguas indígenas americanas. La dimensión sociolingüística del fenómeno es otro de los aspectos que merece una atención más amplia del tema, mucho más allá del que se haya podido atisbar en las páginas de este trabajo.

  Véase Merma Molina (2007: 168, 170, 173; 2008: 131, 132, 134).

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«A vuestras mercedes pido que veades esta carta». Concordancia gramatical y concordancia pragmática en las cartas de estilo cortesano1 Miguel Calderón Campos Universidad de Granada

1. Introducción En general, los hablantes pueden atender a las características gramaticales (concordancia gramatical) o a los rasgos semánticos o pragmáticos (concordancia pragmática) del elemento que induce la concordancia, denominado controller por Corbett (2006). De esta forma, pueden optar entre la concordancia gramatical a la que induce, por ejemplo, el sustantivo colectivo singular gente, como en «esa gente que vino ayer», y la concordancia ad sensum motivada por el semantismo plural del sustantivo («esa gente que vinieron ayer»). Puede definirse la concordancia pragmática como el fenómeno por el cual los hablantes violan o prescinden de las reglas de concordancia sintáctica en favor de unas reglas fundamentadas en la combinación de dos factores: la situación de habla (el contexto situacional) y los procesos lingüísticocognoscitivos de los hablantes en los cuales la prominencia de un determinado elemento en la estructura informativa es fundamental para la codificación lingüística (Jara Murillo 2008: 57).

En el terreno de las fórmulas de tratamiento son frecuentes los casos de discordancia entre el elemento controlador y su paradigma asociado (target, en la terminología de Corbett 2006). Así, por ejemplo, en «A vos ya te lo dije» se establece una «discordancia» entre el controlador vos, etimológicamente segunda persona de plural, y el clítico singular te (Fontanella 1999: 1411  Este capítulo se inscribe en el proyecto I+D Oralia diacrónica del español (ODE), de referencia FFI2013-46207, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad y los fondos FEDER. 1

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1414); lo mismo ocurre en el español de Andalucía occidental en casos como «¿en qué hotel se vais a quedar (ustedes)?» (Lara Bermejo 2013), donde el pronombre ustedes ha conseguido atraer la concordancia de tercera persona del pronombre se, pero no la del verbo, que se mantiene en segunda persona del plural (vais), más acorde con el valor deíctico de las desinencias de segunda persona. En este capítulo nos vamos a centrar en los casos de concordancia pragmática inducida por vuestra(s) merced(es) en las cartas de estilo cortesano de principios del siglo xvi, justo en la época en la que estaba empezando la expansión del español por América. Para ello, analizaremos dos voluminosos epistolarios del conde de Tendilla (1504-1506 [Tendilla1], 1513-1515 [Tendilla2]), en los que Íñigo López de Mendoza, alcaide de la Alhambra y capitán general del Reino de Granada, escribe a cientos de destinatarios de distinta condición social sobre asuntos de gobierno, frecuentemente mezclados con cuestiones familiares y personales (Calderón Campos 2003). En el epistolario son frecuentes casos como los siguientes:

(1)

Ya vuestra merçed sabe quánta razón tengo de procurar por ell alcayde Padilla. Suplico a vuestra merçed que ayáis por mío vn negoçio suyo que hablará Françisco Ortiz (Tendilla2 1514: carta 275).



(2)

Este jubileo pensé que truxera acá a vuestras merçedes, no he tenido dicha, sy os tardáys avrá de yr ell otro allá, no es razón que Granada no la vea la señora doña María... Y las manos de su merçed torno a besar y las vuestras, señor (Tendilla2 1515: carta 178).



(3)

Suplico a vuestra merçed que como hezistes la llaga hagáys la melezina (Tendilla2 1514: carta 738).

Obsérvese cómo la concordancia en tercera persona llega hasta el verbo solo cuando este sigue inmediatamente a vuestra merced («vuestra merced sabe»), pero no cuando se aleja por medio de partículas subordinantes: «suplico a vuestra merced que ayáis»; «suplico a vuestra merced que como hezistes... hagáys»; «sy os tardáys». Tampoco la fórmula vuestra merced va acompañada de posesivos de tercera persona. El autor de la carta prefiere el posesivo vuestras, en lugar de suyas, para referirse a las manos del destinatario, al que trata de vuestra merced: «y las manos... torno a besar, y las vuestras, señor». En esta carta, los posesivos

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de tercera persona tienen valor anafórico: hacen referencia a una persona de la que se habla, no con la que se habla. Así, su merced se refiere a D.ª María, la esposa del destinatario de la carta; y el posesivo suyo («un negocio suyo») equivale aquí a «un negocio del alcaide Padilla». Por el contrario, los elementos del paradigma de segunda persona de plural, os («sy os tardáys») y vuestras («vuestras manos»), tienen valor deíctico, es decir, aluden a la persona con la que se habla. Por tanto, se puede apreciar en estos ejemplos cómo vuestra(s) merced(es) induce solo parcialmente concordancia gramatical de tercera persona cuando le sigue o precede inmediatamente el verbo; en los demás casos, la concordancia se hace con elementos de segunda persona de plural (os, vuestras). El mismo esquema «discordante» se aprecia en este diálogo literario tomado de la Historia verdadera, de Bernal Díaz del Castillo (1555-1568):

(4)

Y luego nuestro Cortés dijo al Montezuma, con doña Marina, la lengua: «Muy gran señor es vuestra merced y de mucho más es merecedor. Hemos holgado de ver vuestras cibdades; lo que os pido por merced que, pues que estamos aquí, en este vuestro templo, que nos mostréis vuestros dioses y teules» (Historia verdadera: 335).

Cortés trata de vuestra merced a Moctezuma. Salvo en un caso («muy gran señor es vuestra merced»), de nuevo con el verbo adjunto en tercera persona, la concordancia con vuestra merced se hace en segunda persona de plural: «vuestras cibdades», «os pido», «vuestro templo», «mostréis vuestros dioses». 2. Preguntas de investigación En otras cartas escritas por el conde de Tendilla, el esquema de trato es diferente del que se ha mostrado en los ejemplos 1-3. Pueden no aparecer tratamientos indirectos de merced, como en 5 y 6, en los que Tendilla emplea exclusivamente el paradigma voseante de plural; o podemos encontrar tratamientos indirectos con paradigma etimológico de tercera persona mantenido de principio a fin de la carta: el uso sistemático de la tercera persona con claro valor deíctico2 se aprecia en el ejemplo 7, en el que Tendilla le pide un favor a Fonseca, miembro del Consejo Real.   Véanse las formas en cursiva del ejemplo 7.

2

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(5)



Para el alguacil de Motril Honrado hidalgo, mi especial señor y amigo: Juan de Castilla dará dozientas hanegas de çevada para enbiar a Adra. Hazed que luego se carguen y se enbíen por mar... y en esto se ponga mucha diligençia como de vos se espera. Y nuestro señor vos aya en su guarda (Tendilla1 1505: 254).

(6)

Para Pero Suárez del Castillo, corregidor de Xerez Señor: El rey, nuestro señor, os escrive lo que veréys y lo que es menester para esto que vos, señor, como buen seruidor de su alteza y mi señor, hagáys... es que con correo apresuradamente, al qual yo haré pagar lo que vos, señor, o vuestro lugarteniente, me escriviere, me hagáys saber lo que allá se a sabido... de don Pedro de Bovadilla, porque la voluntad de su alteza es que en todos casos se tome y desarme (Tendilla2 1514: carta 813).

(7)

Para Fonseca: Muy magnífico señor: Días a que no escreví a vuestra merçed esperando que fuese Françisco Ortyz. Agora, señor, hablé con él. Suplico a vuestra merçed le oya y crea y pues yo no tengo otra esperança ay en mis cosas... syno a vuestra merçed, suplícole que, como de persona suya, tome lo que me toca... y quedo seruidor de vuestra merçed (Tendilla2 1514: carta 504).

De esta somera presentación del epistolario del conde de Tendilla surgen algunas dudas que pueden resumirse en las seis preguntas de investigación que se formulan seguidamente: 1. ¿Cuántos esquemas de tratamiento utilizaba Íñigo López de Mendoza en su voluminoso epistolario? 2. ¿Con qué destinatarios y en qué tono podían usarse los diferentes esquemas de trato? Habrá que determinar, en este caso, si el epistolario del conde de Tendilla refleja la estricta estratificación social de la época y, por tanto, si el conde elige de manera escrupulosa distintos esquemas de trato en función de la condición social del destinatario, de su relación personal con él o del tono de la carta. 3. ¿Qué valor tiene en el epistolario el uso de fórmulas voseantes, sin tratamientos indirectos de merced? 4. ¿Cuándo se emplean los tratamientos indirectos vuestra alteza, vuestra señoría y vuestra merced (García-Godoy 2019), especialmente este

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­último? ¿Servía vuestra merced, como afirma Tuten (2008: 2191), para reconocer el estatus nobiliario del interlocutor? El epistolario nos permitirá comprobar la teoría de Tuten, según la cual las fórmulas indirectas en español surgieron en el ámbito cortesano como un mecanismo que servía para reconocer y afirmar el carácter nobiliario del destinatario, merecedor de esa distinción que suponía el trato indirecto de merced (frente al directo voseante). Por tanto, todos aquellos a los que se trataba de vuestra merced, vuestra señoría y, obviamente, vuestra alteza, se distinguían del resto de la sociedad por su estatus aristocrático. 5. ¿Qué valor tiene en el epistolario la fórmula nominal señor, que se combina tanto con vos como con vuestra merced? 6. ¿Cuándo utiliza Tendilla el paradigma gramatical de vuestra merced, manteniendo estrictamente la concordancia de tercera persona, y cuándo emplea el paradigma híbrido o supletivo (García 1994: 16-21; García-Godoy 2015: 685-687) con concordancia pragmática en la que vuestra merced convive con formas de tercera y de segunda persona del plural? Se trata, en este caso, de determinar si una u otra concordancia se elegían al azar o, por el contrario, en función del vínculo que el conde tenía con el destinatario o del tema y tono de la misiva. 3. Aclaraciones conceptuales: deferente, reverencial, intra/extragrupal Para llevar a cabo el análisis del epistolario del conde de Tendilla voy a recurrir a los conceptos de deferencia y reverencia, tal y como los emplea Bertolotti (2015). Deferente es un sinónimo técnico de lo que coloquialmente puede calificarse como amable. Un hablante usa estrategias deferentes cuando recurre a formas corteses con su alocutario porque quiere ser amable con él (Bertolotti 2015: 91). El término reverencial se empleará en un sentido distinto al de deferente. Para entenderlo debemos partir del significado de reverencia (o de «hacer reverencias»): «inclinación del cuerpo en señal de veneración o respeto en grado sumo» (DRAE 2014). Por tanto, hablaremos de trato reverencial cuando el hablante, por la razón que sea, considera que vale menos que su interlocutor y en consecuencia decide ser amable con él (Bertolotti 2015: 91) y mostrar su sumisión (reverencia) respecto a él.

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Ambos conceptos se combinarán con los de intra y extragrupal. Por intragrupal entiende Bertolotti (2015: 92) el sentimiento de formar parte de un mismo grupo, tomado en sentido amplio, no solo en términos de clase social. Por tanto, hablantes de distinta clase pueden ocasionalmente considerarse miembros de un mismo grupo si, por ejemplo, han asistido al mismo colegio en la infancia, han coincidido en el servicio militar de jóvenes, o forman parte de una institución o agrupación social o cultural de algún tipo. Combinando los conceptos anteriores se pueden establecer distintos esquemas de tratamiento, a saber: a) Trato no deferente: cuando el hablante hace un uso poco amable o claramente descortés de las formas de tratamiento. b) Trato deferente extragrupal: el trato cortés concedido por los miembros de un grupo a miembros de otros grupos con los que no tienen intimidad ni cercanía, normalmente en una relación jerárquica de superior a inferior. c) Trato deferente intragrupal: el empleado por los miembros de un grupo para tratarse cortésmente entre sí, mostrando una considerable preocupación por las formas. d) Trato reverencial: el usado para dirigirse a los miembros de un grupo superior, mostrando sumisión y respeto, en una relación jerárquica de abajo arriba (Bertolotti 2015: 91-92). 4. Análisis del epistolario del conde de Tendilla Los dos epistolarios de Tendilla analizados muestran cuatro esquemas de tratamiento bien diferenciados: • Tipo 1: Voseo no deferente: vos, sin refuerzo nominal. • Tipo 2: Voseo deferente extragrupal: vos + señor. • Tipo 3: Tratamiento nobiliario intragrupal: concordancia pragmática de vuestra merced. • Tipo 4: Tratamiento reverencial: concordancia gramatical de las fórmulas indirectas.

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4.1. Tipo 1. Voseo no deferente Este esquema de trato está presente en los ejemplos que figuran a continuación:

(8)

El bachiller Castellanos... me ha dicho que en ese marquesado le deven çiertos maravedís... y le dizen que vos avés dado alguna cabsa en alguna manera que los dichos maravedís no se cobren... Devéys tener manera quel dinero que se deve se enbíe... porque no haziéndose asy tiene el cargo de exsecutar por estos maravedís el señor mi ayo, Alonso Enrríquez, corregidor desta çiudad... Nuestro Señor vos aya en su guarda (Tendilla1 1505: 253).



(9)

A la ora que esta veáys, prended el cuerpo a un herrero que bive en Alaroles, que es mudéjar y valençiano, y en esto no aya dilaçión alguna, y secrestad todos sus bienes muebles y rayzes por ante escriuano y a él enbiad aquí... Vuestro (Tendilla1 1505: 147).



(10) Lo que os encomiendo es que viniendo ay çierta gente que a de venir ay de los señores conde de Vrueña y alcayde de los Donzeles, les toméys alarde nombre por nombre y el día que cada vno llegare, que me lo enbiéys firmado de Ruy Días y de vos, y Dios os aya en su guarda (Tendilla1 1504: 11).

En este esquema, el conde emplea exclusivamente el paradigma de vos, sin ningún tratamiento nominal de refuerzo. Encontramos formas voseantes verbales («veays», «prended», «secrestad», «enbiad», «toméys», «enbiéys»), acompañadas del paradigma pronominal de segunda persona de plural, tanto en posiciones tónicas («vos avés dado», «de vos») como átonas («el señor vos/ os aya»). Se emplea este tipo de voseo sin atenuación nominal para dar órdenes tajantes y directas a los subordinados, por tanto, en una relación extragrupal de arriba abajo. Abundan los actos de habla directivos, que se muestran en el uso de imperativos («prended», «secrestad», «enbiad») y de perífrasis de obligación («debéis tener manera»), acompañados de expresiones temporales de inmediatez: «que luego se carguen», «a la hora que esta veáis», «en esto no haya dilación alguna». El tono de algunas intervenciones del conde se aproxima al de una amenaza: «porque no haciéndose así...». En la lengua hablada de principios del xvi, vos era apropiado para indicar dos valores aparentemente contrapuestos, pero que se desprenden de su

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c­ arácter de fórmula directa: por un lado, servía para indicar intimidad o confianza, por ejemplo, en la relación entre esposos (Fontanella 1999: 1412) o amigos (Calderón Campos 2003: 560-565, 2015: 71); y, por otro, servía para indicar clara superioridad respecto del interlocutor, en la relación, por ejemplo, de padres a hijos, tíos a sobrinos, etc. Estas cartas dirigidas a los subordinados del conde reflejan este segundo uso del voseo. 4.2. Tipo 2. Voseo deferente extragrupal: vos + señor Los siguientes ejemplos son manifestaciones de este esquema de tratamiento:

(11) Señor pariente: lo que aquí va, en lo que a vos toca, sea secreto... sy esta señora se contenta con seysçientos ducados, que vos los dedes... Maestre Pedro quiere començar luego a haser la media culebrina, lo qual él sabe que no quedó asy asentado, syno que hasta Navidad me avía de haser los otros çinco tyros menudos, la media culebrina después. Marauíllome que quiera començar por ella y tanbién vos, señor, errastes, perdonáme, en darle dinero ninguno porque... como sabés... a dineros dados, braços quebrados... Lo que maestre Pedro ha de haser luego son los que verés, señor, por este memorial (Tendilla2 1513: carta 65).



(12) Yo soy avisado... que quieren venir çiertas fustas de moros... para lo qual es menester que vos, señor, con las galeras, seáys en la Herradura luego quan presto pudierdes... porque tengo por çierto que serés a vn tienpo ellos y vos allí o muy çerca. Por ende, yo, señor, os pido por merçed, y digo de parte de su alteza que se haga asy, porque seruirés al rey, nuestro señor... y podría ser que ganásedes onrra y provecho... Allí en Almuñécar, hallarés, señor, quien os avise, que yo avré enbiado, y quedo a lo que, señor, mandardes (Tendilla2 1514: carta 340).

La mejor manera de entender esta nueva estrategia de cortesía del conde es compararla con la del tipo 1. Ahora, como antes, Tendilla está dando órdenes a sus subordinados, pero, en este caso, cuida las formas y atenúa el mandato. Seguimos estando en una relación jerárquica de arriba abajo, pero ahora con voluntad de deferencia. El peso de la deferencia recae en el tratamiento nominal señor, que adquiere una poderosa fuerza mitigadora en todo el epistolario: sirve para atenuar

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el alcance de una afirmación propia que contradice la opinión o la actuación del destinatario. En la carta 65 (ejemplo 11), el conde censura la actuación del capitán Lope López de Arriarán por haber pagado a maestre Pedro antes de terminar el encargo de los cañones, pero matiza su crítica gracias al poder atenuante de señor, que intercala debidamente entre el pronombre y el verbo: «tanbién vos, señor, errastes, perdonáme». Además, el nominal señor se coloca estratégicamente cada vez que el conde da una orden o hace una petición comprometida: «es menester que vos, señor, seáys en la Herradura luego»; «yo, señor, os pido por merçed»; «lo que maestre Pedro ha de haser luego, son los que verés, señor, por este memorial». Otras veces, simplemente, se emplea el tratamiento señor como refuerzo del tono amable que el conde quiere conferir a una carta, en la que pide favores o da órdenes desagradables: «en Almuñécar, hallarés, señor, quien os avise»; «quedo a lo que, señor, mandardes»3. Esta reiteración en el empleo de señor contrasta con las órdenes dadas en los ejemplos del tipo 1, en las que no había atenuación de ningún tipo. Aquí, además del mitigador señor, el conde justifica las órdenes dadas en el peligro inminente («soy avisado que quieren venir ciertas fustas de moros»), se presenta como transmisor de órdenes superiores reales («digo de parte de Su Alteza»), o anticipa posibles recompensas («podría ser que ganásedes honra»). Por último, el ejemplo 11 nos muestra otra faceta interesante del uso voseante en la primera mitad del xvi. Se ha visto su valor como forma idónea para dar órdenes apremiantes (vos escueto) y para dar órdenes o hacer peticiones corteses (vos + señor). Pero al mismo tiempo era la forma que expresaba mejor la cercanía entre los interlocutores. Por eso, al principio de la carta 65 (ejemplo 11), cuando el conde comparte secretos y confidencias con el capitán López de Arriarán, emplea vos sin refuerzos nominales («lo que a vos toca»), lo que sin duda acorta la distancia entre superior y subordinado. 4.3. Tipo 3. Tratamiento nobiliario intragrupal: concordancia pragmática de vuestra merced Gaspar de Tejeda publicó en 1553 un tratado de cartas misivas que tituló Cosa nueua. Primero libro de cartas mêsageras en estilo cortesano 3   Para un estudio del tratamiento señor en las relaciones amorosas del siglo Hamad Zahonero (2015: 406-411).

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xvi,

véase

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(­V­alladolid, 1553). Para él, las cartas cortesanas respondían al esquema que ejemplifica en la misiva siguiente, que Tejeda propone como modelo de carta de recomendación:

(13) ...es llegado el señor fulano, el qual me ha hablado y visitado de parte de vuestra merçed, y muestra seros amigo y seruidor, y ha ofrecido quanto él pudiere para las cosas que acá os tocaren, creo que sean mejores las obras que las palabras... Por eso vuestra merçed allá en sus cosas lo sea, pues muestra tanta voluntad de os complacer y seruir... Y cualquiera cosa que por su persona y procuradores se hiziere, lo estimaré en más que si a mí se me hiciese merced. Y porque su merced escriuirá otras cosas más largo, en esta yo no lo seré, pues sabéys que os tengo de servir sin hazer cumplimientos (Cosa nueua: 76)4.

El estilo cortesano se caracteriza, según el modelo de Tejeda, por emplear un paradigma híbrido o supletivo, con vuestra merced (y no vos) como elemento tónico (como sujeto: «vuestra merced... lo sea», o término de preposición: «de parte de vuestra merced»), acompañado del paradigma pronominal y verbal de segunda persona de plural, que he destacado en negrita: «seros», «os tocaren», «os complacer y servir», «sabéys», «os tengo». De esta forma, se seleccionaba para las funciones de mayor peso sintáctico o pragmático (sujeto, término de preposición) la forma de mayor valor sociolingüístico (García 1994: 21), en este caso, el tratamiento indirecto vuestra merced, que había surgido en ambientes cortesanos en el siglo xv y se empezaba a extender y a ganar prestigio aceleradamente en la sociedad del xvi (Tuten 2008: 2193). Para las demás funciones, de menor peso sintáctico o pragmático, se mantenían las formas voseantes, con su valor deíctico tradicional (os, vuestro). En este esquema cortesano, las formas pronominales o posesivas de tercera persona no solían tener valor deíctico o alocutivo, es decir, no servían para dirigirse al receptor. El paradigma de tercera persona se empleaba fundamentalmente con valor anafórico para hacer referencia a un tercero del que se habla, como se observa en los elementos en cursiva, concordantes con «el señor fulano», al que se alude al principio de la carta. De esta forma, os y vuestro mantienen un uso deíctico o alocutivo, que se opone al anafórico o delocutivo de su y le. 4   En este ejemplo pongo en negrita las formas con valor deíctico, vinculadas con el destinatario de la carta; y en cursiva las de valor anafórico, referidas a la persona de la que se habla.

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Iglesias Recuero, analizando el proceso de gramaticalización de vuestra merced, habla de «la lenta creación de un paradigma propio», en el que le, se y su sufrieron un cambio en «sus propiedades referenciales para adquirir referencia deíctica y no anafórica» (Iglesias Recuero 2008: 1883). En las cartas que hemos llamado de estilo cortesano, le, se y su no han sufrido todavía ese cambio. El conde de Tendilla recurre en numerosas ocasiones a este paradigma supletivo cortesano, siempre para dirigirse a miembros de la nobleza con los que mantiene una buena relación familiar o de amistad. Seleccionamos algunos escritos dirigidos al licenciado Vargas, cuñado del conde, miembro del Consejo Real y tesorero general de Castilla:

(14) A algunas cartas que de vuestra merçed he reçebido no he enbiado respuesta porque... pensé de tener la fiesta con vos, señor, y con la señora mi hermana, cuyas manos beso... yo no me he podido desenbolver hasta pasada Navidad, que espero en Dios que podré veros... Dize vuestra merçed que syn espreso mandamiento de su alteza no devo dexar perder la parte que tengo en Granada. Digo, señor... que lo que alteza ha mandado haser conmigo... es mostrar clara voluntad que yo no entienda en nada con la gente desta çibdad y deste reyno... Por ende, pareçe que es bien apartarse onbre, y asy lo hago en achaque de caça... pero yo hallo que su seruiçio es su voluntad y quiero seguir aquella, aunque a vos, señor, beso las manos por ell consejo (Tendilla2 1513: carta 113).



(15) El liçençiado de Haro es mucho vuestro servidor y áseme... quexado que ni escreuirle ni saludarle no lo haze vuestra merçed... Escreuilde, señor, suplícoslo, alguna cartylla... En verdad, señor, yo tengo más deseo de casar a doña María, mi hija, quel señor comendador mayor... de casar a Juan de Padilla, pero... yo lo he dexado... esperando a yr yo allá para conçertar quándo... Respóndagelo vuestra merçed y sacáme5 perdón (Tendilla2 1513: carta 113).

El esquema supletivo se emplea siempre que el conde muestra un trato deferente intragrupal, es decir, siempre que se dirige amablemente a otros miembros de la nobleza con los que mantiene estrecha relación de cercanía o intimidad. El uso de este esquema se entiende mejor si se compara con el explicado como tipo 2, puesto que mantiene elementos del modelo anterior, pero añade otros que lo particularizan.   Coloco la tilde para enfatizar la pronunciación voseante.

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Al igual que en el modelo 2, el tratamiento nominal señor sigue empleándose como estrategia para captar la benevolencia del interlocutor y reducir la agresión de actos de habla en los que se hacen peticiones, se solicitan favores, se contradicen opiniones o se rechazan propuestas del alocutario. Obsérvese cómo en la carta 113 (ejemplo 14) Tendilla emplea señor estratégicamente para contraponer con delicadeza su opinión con la del licenciado Vargas, destinatario de la misiva: «Dize vuestra merçed...»/«digo, señor... que...». Al final de la carta, el conde concluye su argumentación, contraria a la de Vargas, y de nuevo aparece señor, con su fuerza mitigadora: «aunque a vos, señor, beso las manos por ell consejo»; parafraseando a Tendilla, este viene a decirle al consejero real: «os agradezco vuestro consejo, señor, aunque no voy a seguirlo, porque la voluntad del rey es contraria a vuestro consejo». En el siguiente fragmento (ejemplo 15) aparece señor como atenuante de la petición: «escreuilde, señor, suplícoslo». Por último, vuelve a aparecer el nominal señor cuando Tendilla pide disculpas por estar dilatando el compromiso de boda de su hija María con Juan de Padilla. El conde está dando explicaciones de una conducta que su interlocutor puede interpretar como reprochable. Pero algo nuevo particulariza estas cartas de estilo cortesano: el uso de vuestra merced, que no aparecía en las del tipo 2. Vuestra merced, en estas epístolas dirigidas a otros nobles, sirve para reconocer el rango nobiliario del interlocutor. Los tratamientos indirectos aparecen, como se ha dicho, en las posiciones de mayor peso sintáctico/pragmático: como sujeto («no lo haze vuestra merçed», «respóndagelo vuestra merçed», «dize vuestra merçed») y como término de preposición («cartas que de vuestra merçed he reçebido»). Es importante destacar que se eligen fórmulas indirectas para estas posiciones relevantes porque vos ya no servía para conferir ese estatus aristocrático. De la misma forma, fuera del ámbito cancilleresco, los tratamientos de merced reconocían el estatus social y la valía del interlocutor. En las posiciones de menor peso sintáctico/pragmático, se sigue empleando el paradigma voseante, más directo y cercano. Las desinencias verbales fluctúan entre la tercera y la segunda persona, como se aprecia en la tabla 1.

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Sujeto

3.ª p. sg.

vuestra merced

Término de preposición

3.ª p. sg.

vuestra merced

Clítico

2.ª p. pl.

os

Posesivo

2.ª p. pl.

vuestro(s)

2.ª p. pl.

escrebilde, sacáme

3.ª p. sg.

dize, haze, responda

Desinencia verbal

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Tabla 1. Paradigma supletivo cortesano.

4.4. Tipo 4. Tratamiento reverencial: concordancia gramatical de las fórmulas indirectas El ejemplo más claro de tratamiento reverencial en el epistolario de Tendilla está representado por las cartas que el conde dirige a los reyes. En ellas, el trato es siempre de vuestra(s) alteza(s) con paradigma de tercera persona, mantenido con bastante consistencia6. Las alusiones directas a la servidumbre («humill siervo vasallo») refuerzan el tono reverencial de estas misivas. Ofrecemos dos ejemplos, uno dirigido a los Reyes Católicos, y otro, al rey Fernando, después de la muerte de la reina:

(16) Guarde nuestro señor las muy reales personas y estados de vuestras altezas. Desta su casa, a XXVI de maio de 504. De vuestras altezas humill siervo vasallo y hechura que sus reales manos besa (Tendilla1 1504: 57).



(17) El marqués don Yñigo López de Mendoça, conde de Tendilla... beso las reales manos de vuestra alteza y le hago saber cómo reçebí una çédula de vuestra alteza en que me manda que enbíe a vuestra alteza mi voto y pareçer... sobre a quién se deve proveer el trezenado que vacó por muerte de Miguell Pérez de Almaçán, comendador de Veas... y por cunplir el mandamiento de vuestra alteza... digo que... Guarde nuestro Señor, ensalçe y prospere la muy real persona y estado de vuestra alteza... De vuestra alteza, humill syervo, sus reales manos beso (Tendilla2 1514: carta 384).

  En algunos casos, puede emplearse el posesivo vuestro(s), condicionado por su presencia en el grupo nominal vuestra alteza: «no informo a vuestras altezas... como creo que cumple a vuestro serviçio» (Tendilla1, 1504: 18). 6

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El siguiente nivel jerárquico está representado por la fórmula nominal vuestra señoría, con la que también es frecuente encontrar concordancias gramaticales en tercera persona y, por tanto, una alta frecuencia de los clíticos y posesivos le, se y su:

(18) Para el marqués de Denia: Ilustre señor: Escreví a vuestra señoría besándole las manos por la merçed que me hizo en lo de Azañón y Almayáter, y no ovo carta con la venida de Françisco Ortyz, el qual va agora a tornárselas a besar y a suplicarle mande dar fin en lo que quedó por haser... Suplico a vuestra señoría lo tome como negoçio de su casa, pues lo es... Yo quedo besando sus manos (Tendilla2 1514: carta 499).

El último nivel jerárquico dentro del trato reverencial está representado por la fórmula nominal vuestra merced con paradigma de tercera persona. Una idea muy clara de cómo funcionaba el sistema se puede extraer de las dos cartas siguientes (ejemplos 19 y 20), que envía D. Luis, hijo del conde de Tendilla, tras el fallecimiento de su padre. En ambas emplea el tratamiento vuestra merced. Pero, en la primera, el paradigma es supletivo, más cercano y apropiado para un personaje con el que tanto su padre, en el pasado, como D. Luis, ahora, mantienen una relación de amistad; en la segunda, por el contrario, vuestra merced se combina con formas de tercera persona para no poner en riesgo en ningún momento la distancia exigida por la relación jerárquica. La concordancia pragmática de vuestra merced con formas voseantes genera un tono más cordial y cercano (carta al licenciado Çapata) que el distante impuesto por la concordancia gramatical en tercera persona (carta a Fonseca): (19) Para el licenciado Çapata: El marqués, mi señor, como vuestra merçed a sabido, fallesçió... reçibiré merçed que os acordéys de mandarme en qué os syrva cada vez que se ofresca cosa en que yo lo pueda haser (Tendilla2 1515: carta 1347). (20) Para Antonio de Fonseca: Sabido avrá vuestra merçed el fallesçimiento del marqués... vuestra merçed se acuerde de mandarme en qué le syrva más vezes que suelo y de haserme merçed... con ayuda de Dios, seruille (Tendilla2 1515: carta 1344).

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El mecanismo se repite continuamente. La hibridación paradigmática (tipo 3) de tratamientos nominales indirectos con formas pronominales directas de segunda persona de plural produce dos efectos: por un lado, la fórmula nominal deja claro el reconocimiento apropiado del estatus nobiliario del destinatario de la misiva; por otro lado, las formas de segunda persona de plural imprimen un tono más cercano. En el siguiente ejemplo, Tendilla hace uso de la estrategia:

(21) Para el obispo de Málaga: Señor: Porque no haga vuestra señoría alguna grosería de no venir por Granada o de yr a posar a otra parte syno aquí conmigo, y para saber qué tal venís, enbío a éste; con él me responda vuestra merçed a todas tres quistiones y beso vuestras manos (Tendilla2 1513: carta 60).

Incluso en cartas dirigidas al rey, cuando el tema es personal, el paradigma se hace voseante, lo que demuestra que el tono de la carta puede condicionar la concordancia. En el ejemplo 22, Tendilla muestra su preocupación por el estado de salud de la reina. Empieza con las formas alocutivas protocolarias esperables de tercera persona («una carta de vuestra alteza en que me hace saber»), pero inmediatamente después, en consonancia con un tono más hondo y preocupado, Tendilla da un giro hacia el paradigma directo de vosotros («entramos bevirés... y criarés...»; «el que más viviere de vosotros... el pan que me avéys dado... y days...») para retomar después formas posesivas de tercera persona («desta su cibdad... y todo su reyno»): (22) Muy alto, católico y etc: A veyntynueve de novienbre recebí vna carta de vuestra alteza en que me haze saber del peligro en questá la reyna, nuestra señora... Plazerá a nuestro Señor dar salud a su alteza, como la vuestra lo desea, y que entramos bevirés muchos años y criarés los hijos y nietos de vuestros criados... de mí tenga vuestra alteza por cierto que trabajaré, que el que más biviere de vosotros aya por bien enpleado en mí el pan que me aveys dado y days a comer y que con tal amor y voluntad serviré y trabajaré en la paz y sosyego y recabdo desta su cibdad y fortalezas y todo su reyno (Tendilla1 1504: 190-191).

Por el contrario, cuando el tema y tono de la misiva y el rango del destinatario obligan a guardar distancias jerárquicas (tipo 4), se procura evitar el uso

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de pronombres y posesivos de segunda persona de plural e instalarse lo más posible en el trato indirecto. En estas cartas reverenciales hay dos opciones: la primera es elegir formas de tercera persona (le, se, su) que acompañen a vuestra merced; la segunda, evitar cualquier pronominalización y provocar una machacona acumulación de fórmulas nominales (Eberenz 2000: 110), como se aprecia en 23: (23) Señor: Yo escrivo a Françisco Ortyz... que haga relaçión a vuestra merçed de cosas que me tocan. Suplícole le oya y crea como a mí y es verdad, señor, que yo vo con tanta seguridad y confiança a la puerta de vuestra merçed como fuera a la de quien me entendió, sy bivo fuera, y porque al cabo no creo que seré syervo syn provecho, oso asy hablar como hará Françisco Ortiz, al qual suplico a vuestra merçed quiera oyr y creer. Guarde Dios y prospere la muy ilustre persona y estado de vuestra merçed. Del Alhanbra, VI de julio, 515. Seruidor de vuestra merçed (Tendilla2 1515: carta 1289).

5. Conclusiones Los cuatro esquemas de tratamiento presentes en los epistolarios del conde de Tendilla pueden sintetizarse en la tabla siguiente:

vos os vuestro señor vuestra merced

No deferente

Deferente extragrupal

Deferente intragrupal

x

x

x

x

x

x

x

x

Reverencial

le se su

x

Tabla 2. Sistemas de tratamiento en el epistolario de Tendilla.

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Entre el tipo 1 (no deferente) y el tipo 4 (reverencial) se aprecia una gradación en el tratamiento, marcada por algún elemento lingüístico muy d­­estacado: en el tipo 1, utilizado para dar órdenes tajantes, se emplea vos escueto, sin refuerzos nominales; el tipo 2, deferente extragrupal, empleado para hacer peticiones corteses, añade el tratamiento nominal señor al sistema directo voseante. Sobre el modelo 2 se añaden tratamientos indirectos (vuestra merced, vuestra señoría) para generar un esquema deferente intragrupal, adecuado para tratar con miembros de la nobleza con los que se mantiene una relación cordial, o cuando el tono de la misiva es relajado o más personal. Por último, la concordancia gramatical en tercera persona con los tratamientos indirectos, y, por tanto, la presencia de le, se y su, sirve para dar a la misiva un tono reverencial (tipo 4) más formal y distante. El juego tratamiento directo/indirecto es de vital importancia para entender el funcionamiento del epistolario. El tratamiento voseante directo imprime dos valores posibles: el de la intimidad, cordialidad y cercanía, o el de la imposición jerárquica, que se puede matizar o atenuar con tratamientos nominales como señor, elemento atenuador por excelencia en las misivas cortesanas. Los tratamientos indirectos confieren rango nobiliario al interlocutor. En sí mismos no implican reverencia. Para expresar sumisión jerárquica y distancia, los tratamientos indirectos se sirven de la concordancia gramatical en tercera persona (le, se, su). Por el contrario, esos mismos tratamientos indirectos, combinados con formas directas voseantes (concordancia pragmática), se emplean cuando se quiere transmitir deferencia, sin dejar de reconocer la valía ni el estatus del interlocutor. 6. Fuentes documentales [Cosa nueua] Tejeda, Gaspar de (1553): Cosa nueua. Primero libro de cartas mêsageras en estilo cortesano, para diversos fines y propósitos con los títulos y cortesías que se vsan en todos los estados. Valladolid: Casa de Sebastián Martínez. [Historia verdadera] Díaz del Castillo, Bernal ([1555-1568]/2011): Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Madrid: Real Academia Española. [Tendilla1] Epistolario del conde de Tendilla (1504-1506): Szmolka Clares, José (estudio); Moreno Trujillo, M.ª Amparo y Osorio Pérez, M.ª José (edición y transcripción) (1996). Granada: Universidad de Granada.

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[Tendilla2] Escribir y gobernar: el último registro de correspondencia del conde de Tendilla (1513-1515): Moreno Trujillo, M.ª Amparo, Osorio Pérez, M.ª José y Obra Sierra, Juan M.ª de la (2007). Granada: Universidad de Granada.

7. Bibliografía Bertolotti, Virginia (2015): A mí de vos no me trata ni usted ni nadie. Sistemas e historia de las formas de tratamiento en la lengua española en América. México/ Montevideo: Universidad Nacional Autónoma de México/Universidad de la República. Calderón Campos, Miguel (2003): «Fórmulas de tratamiento en las cartas del conde de Tendilla (1504-1506)», en Tonos. Revista electrónica de estudios filológicos, 5, (enero de 2016). — (2006): «El desgaste pronominal y verbal de vos en la primera mitad del siglo xvi», en José Jesús Bustos Tovar y José Luis Girón Alconchel (eds.), Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Madrid: Arco/Libros, pp. 557-568. — (2015): El español del reino de Granada en sus documentos (1492-1833). Oralidad y escritura. Bern: Peter Lang. Corbett, Greville G. (2006): Agreement. Cambridge: Cambridge University Press. [DRAE] Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2014): Diccionario de la lengua española. Barcelona: Espasa (23.ª edición). Eberenz, Rolf (2000): El español en el otoño de la Edad Media. Sobre el artículo y los pronombres. Madrid: Gredos. Fontanella de Weinberg, Beatriz (1999): «Sistemas pronominales de tratamiento usados en el mundo hispánico», en Ignacio Bosque y Violeta Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, vol. 1. Madrid: Espasa, pp. 13991425. García, Érica C. (1994): «Una casilla vacía en el paradigma pronominal del voseo: convusco», en Jens Lüdtke (comp.), El español de América en el siglo xvi. Actas del Simposio del Instituto Ibero-Americano de Berlín. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 13-38. García-Godoy, M.ª Teresa (2015): «El cambio vuestra merced > usted desde la documentación archivística», en Juan Pedro Sánchez Méndez, Mariela de La Torre y Viorica Codita (eds.), Temas, problemas y métodos para la edición y el estudio de documentos hispánicos antiguos. Valencia: Tirant lo Blanch, pp. 661-694. — (2019): «El tratamiento indirecto en el español colonial. Los títulos honoríficos», en Juan Pedro Sánchez Méndez, Antonio Corredor Aveledo y Elena Padrón Castilla (eds.), Estudios de morfosintaxis histórica hispanoamericana. Vol. I: El pronombre. Valencia: Tirant lo Blanch, pp. 219-262.

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Hamad Zahonero, Nuur (2015): Mucho de «mi coraçón» y de «mi alma» y de «mis entrañas»: tratamientos nominales en las relaciones amorosas en el siglo xvi [tesis doctoral]. Madrid: Universidad Complutense. Iglesias Recuero, Silvia (2008): «Aportaciones al origen de (la) vuestra merced como forma de tratamiento», en Concepción Company Company y José G. Moreno de Alba (eds.), Actas del VII Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, vol. 2. Madrid: Arco/Libros, pp. 1869-1884. Jara Murillo, Carla Victoria (2008): «La concordancia pragmática del verbo en español», en Káñina. Revista de Artes y Letras, XXXII/2, pp. 57-68. Lara Bermejo, Víctor (2013): «El avance de ustedes y las concordancias de tercera persona en el español hablado en la provincia de Málaga», en AnMal electrónica, 34, pp. 183-197. Tuten, Donald N. (2008): «Factores socioculturales en el desarrollo de vuestra merced/usted», en Concepción Company Company y José G. Moreno de Alba (eds.), Actas del VII Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, vol. 2. Madrid: Arco/Libros, pp. 2189-2199.

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Algunos aspectos morfosintácticos del español en contacto con el quechua en documentación virreinal de orígenes1 Rosario Navarro Gala Universidad de Zaragoza

1. Introducción Como todos sabemos, el estudio histórico de la morfosintaxis del español americano no ha recibido la atención que merece, sin duda, a causa de las dificultades que su análisis entraña. De hecho, tal y como señala Sánchez Méndez (2015: 240), desconocemos «hasta qué punto estaba diversificada social y dialectalmente la sintaxis de las variedades castellanas del siglo xvi [llegadas a América] [...] [así como la] posible sintaxis koinética o de interdialecto que debió de surgir en los primeros tiempos a lo largo y ancho de la América española». Hay pendiente, en consecuencia, una ardua tarea que realizar. El proyecto Morfosintaxis Histórica Hispanoamericana (MORPHISPAM), emprendido y dirigido por los doctores Elena Rojas y Juan Pedro Sánchez Méndez, que nace con la vocación de aliviar dicho vacío, incluye entre sus objetos de estudio, muy acertadamente en mi opinión, las variedades surgidas del contacto entre el castellano aprendido por los indígenas y las lenguas maternas de estos, como variedades que son del español general. Señala el mismo investigador (Sánchez Méndez 2015: 243) que el estudio de estas variedades no solo sirve para la descripción y explicación de las mismas, sino que su evaluación y ­análisis 1   Este trabajo se ha realizado dentro del proyecto de investigación I+D del Ministerio de Economía y Competitividad FI2015-63878-C2-1-P. Una primera versión del mismo fue leída como conferencia en el I Congreso Internacional de Morfosintaxis Histórica Hispanoamericana, celebrado en Neuchâtel en el año 2015. Quiero agradecer la invitación a participar en dicho evento a la codirectora del proyecto Elena Rojas, así como a las organizadoras Mariela de La Torre y Viorica Codita. Asimismo, y de manera muy especial, mi agradecimiento al codirector del proyecto y organizador del mismo, Juan Pedro Sánchez Méndez, a quien me une desde hace muchos años una entrañable y sincera amistad.

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nos pone en contacto con «algunos rasgos propios del basilecto colonial del español, lo que nos sirve de manera indirecta para documentar unos usos que, de otra manera, estarían ausentes de los textos por considerarse demasiados vulgares». Y, efectivamente, a lo largo de esta exposición veremos que el contacto con las variedades orales del español llegado a América se manifiesta en los escritos de factura indígena desde el siglo xvi en mayor medida que en aquellos otros escritos por españoles o criollos. Pero no solo nos servirán los textos de producción indígena (que por fortuna son más abundantes de lo que el optimismo nos permitía suponer) para acercarnos a las variedades propias de la inmediatez comunicativa de la época, sino que también nos permiten analizar cómo diferentes tradiciones discursivas que les servirán de vehículo de expresión, aindiándose, pasan a formar parte del patrimonio cultural de estos pueblos hispánicos. Al respecto Parodi y Carrera (2015: 1999-2000) explican el contacto de manera correcta, a mi juicio, al señalar la creación de signos biculturales, en concreto la indianización de los españoles y la hispanización de los indígenas2: A raíz del contacto, se originan situaciones híbridas y sincréticas en el ambiente indiano, las cuales afectan tanto a los peninsulares y africanos reubicados, como a criollos, mestizos e indígenas americanos. Tales mudanzas, que caracterizan la conquista y la colonización de España en América, se distinguen de las formas de colonizar de otros grupos de europeos —sobre todo los franceses, ingleses y holandeses— en América y en otros continentes. Estos últimos, o bien no dieron origen a ningún tipo de mestizaje biológico o cultural, o bien éste fue mínimo. Además, su asentamiento en las tierras recién conquistadas fue distinto de la adaptación española, en los aspectos religiosos, lingüísticos y culturales [...]. En rigor, la conquista y colonización de España en América se distingue de otras por la incorporación y el intercambio de bienes culturales y lingüísticos en ambas direcciones, la del colonizado y la del colonizador, a raíz del contacto y a pesar de las guerras y las luchas por el poder. Ello dio origen a culturas renovadas con grandes 2   Dichos conceptos se refieren en palabras de las autoras (Parodi y Carrera 2015: 1999) «al acomodo cultural y lingüístico, sobre todo, semántico, de los españoles y su lengua a un entorno nuevo; incluye préstamo de voces indígenas, creación de signos biculturales, formación de signos nuevos y adaptaciones culturales. La segunda, la hispanización alude a la otra cara de la moneda. Es decir, a la adaptación por parte de los indígenas americanos a los objetos materiales, lingüísticos y culturales trasladados de Europa al Nuevo Mundo. Incluye también préstamos del español, creación de signos biculturales y formación de signos nuevos en las lenguas indígenas».

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dosis de mestizaje y sincretismo en todos los grupos étnicos de la sociedad sobre todo en zonas de gran densidad indígena.

Varios siglos antes, en 1788, da cuenta de la doble direccionalidad del contacto el clérigo tacneño Ignacio de Castro, cuando, en su Relación, recogida por Porras (1961: 167), deja constancia de la fluidez con la que el bilingüismo se había instalado en Cuzco. De sus palabras se puede inferir la existencia de una variedad de castellano y otra variedad de quechua propias. Dice así: Como es tan numerosa la clase de los Indios, de modo que todo el comercio se hace con ellos o por ellos, se hace indispensable que la lengua de estos Indios sea casi la universal de la Ciudad. Todos los nacidos en el País hablan esta lengua, que se les ha hecho necesaria para entender, y ser entendidos; de modo que aun las Señoras de primera calidad hablan con los Españoles en español, y con los domésticos, criados y gente del Pueblo precisamente en la lengua Indica. Es verdad que con igual destreza en ambas; pero como el mutuo comercio de dos idiomas causa en parte la corrupción de ambos, se reconoce que la lengua de los Indios ha perdido mucho de su nativa elegancia; y la Española ha admitido entre sus voces muchas de las índicas, viciándose al mismo tiempo la pronunciación, y el acento en ella, de suerte que es fácil distinguir a las personas que han nacido acá, de las que han visto la primera luz en otras ciudades del Reyno que no admiten esta mezcla de los dos idiomas. Sin embargo hay personas de distinción, en quienes la especial cultura las hace de un dialecto más puro, efecto de su mejor educación.

Para analizar convenientemente aspectos morfosintácticos y léxicos, además de trabajar con documentación original y, siempre que sea posible, autógrafa, es imprescindible acudir a diferentes fuentes documentales, pues los usos lingüísticos varían según las condiciones comunicativas y la finalidad de los textos. Se impone, en consecuencia, utilizar diferente tipo de documentación a fin de anclar con rigor los resultados no solo en un tiempo, en un espacio y, si es posible, en el papel social del escribiente, sino también en la tradición discursiva de la que proceden. De este modo se contribuye, en cierta medida, a realizar una historia de las tradiciones discursivas, que no puede estar desligada, obviamente, de los usos lingüísticos que le dan forma y sentido3.

3   Sobre la tipología textual americana son pioneros y de obligada consulta los estudios de Carrera de la Red (2006, 2009, 2011), entre otros.

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2. Fuentes para el estudio de las variedades andinas de contacto En el caso del español andino contamos con notables fuentes documentales que permiten, afortunadamente, el análisis de esta variedad del español; dicho estudio, principiado desde hace años por investigadores de la talla de Rivarola (1990, 2000, 2010), Cerrón-Palomino (1992, 2003) y Granda (1994, 2001), no deja de ofrecer datos significativos sobre la configuración de dicha variedad. Gracias al recordado profesor Rivarola contamos (desde 1990) con tres textos, originales y autógrafos, procedentes del siglo xvi escritos por indígenas, que, si bien son de muy escasa extensión, no por ello carecen de interés. En concreto, se trata de tres notificaciones de edictos sobre el inicio del juicio de residencia a corregidores de indios: la primera está firmada por don Francisco Juan Alonso Napanpoma, escribano nombrado, la segunda por Francisco Lorenzo Guaripata, también escribano nombrado, y ambas datadas en 1590; la tercera está firmada por Francisco Alonso Mallco, escribano de cabildo, un año después, en 1591. A dicho corpus podemos añadir hoy 81 nuevos documentos que constituyen una pequeña muestra de lo que hubo de ser el libro de protocolo de Pedro Quispe, escribano de cabildo por su majestad, al menos desde 1581, quien hasta la fecha se ha de considerar el primer notario indoamericano del Nuevo Mundo, y cuyos textos suponen un importante aporte a las fuentes de estudio de la variedad andina desde su origen. Dichos documentos, inéditos hasta hace poco (Navarro 2015), son originales y autógrafos y fueron escritos en los años 1586, 1589 y 1590, en su mayor parte, por Pedro Quispe; en ellos se recoge la vida jurídica privada de los indoamericanos que habitaban en el barrio o parroquia de Nuestra Señora de la Purificación del Cuzco. Junto con los documentos salidos de la pluma del escribano de cabildo se hallan otros, validados por el propio escribano, y también de factura indígena, escritos y firmados por García Sivi Paucar, Antonio Nina Paita o Salvador Pasqual. Las labores escribaniles de dicho cabildo fueron, asimismo, ocasionalmente realizadas por algunos españoles que, pese a la prohibición, parece que vivían en el mismo barrio y colaboraban en sus instituciones, como, por ejemplo, Francisco Roxo, colaborador de la cofradía del Hospital de Naturales —el Hospital de Naturales fue una importante institución cuzqueña ubicada en dicho barrio— o Francisco de Anarcos, encomendero; a dicha nómina hay que añadir algún otro español, como Diego Clavero, escribano de Paucartambo, y otros escribientes cuyo origen no he podido determinar.

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Recordemos que los libros de protocolo recogen la vida jurídica privada de los habitantes de las diferentes áreas que componen la administración de un Estado. El tipo de documentos que incluye es muy variado (cartas de testamento, codicilos, cartas de perdón, de compraventa, poderes, etc.). Dichos documentos, siempre fechados, firmados y validados, aparecen en los libros de protocolo ordenados cronológicamente y numerados de manera consecutiva, por lo que la información que podemos extraer de su análisis es de especial interés, ya que permite la ubicación de las elecciones lingüísticas realizadas por los escribientes de manera confiable en un espacio y un tiempo reales. Además, el estudio de los libros de protocolo es de extraordinaria eficacia para el análisis de la variación lingüística histórica, tanto si se toman protocolos de diferentes épocas como si se realizan cortes sincrónicos. Los motivos de dicho interés no son pocos: 1. El libro de protocolo nos proporciona un corpus variado y abundante; variado porque no se limita a un único tipo textual, si bien todos ellos se incluyen en una misma tradición discursiva, y abundante no solo en cuanto al número de documentos, sino también de escribientes potenciales, ya que lo habitual es que el escribano/notario cuente con varios ayudantes, al menos dos, y que recoja en su libro otros documentos realizados bien por otros escribanos bien por otras personas relacionadas con los otorgantes o, incluso, en ocasiones, por los propios interesados. 2. La participación recurrente de determinados individuos en la elaboración de los documentos notariales cuando estos no se hallan identificados a través de su rúbrica permite, pese a no poder concretar su autoría, agrupar los textos salidos de una misma pluma y, de este modo, aumentar las posibilidades de análisis de las elecciones lingüísticas realizadas por un mismo escribiente. 3. Los documentos de los protocolos nos permiten, como pocos, acercarnos a dos momentos distintos de redacción: el primero se corresponde con la plasmación en papel de las fórmulas que garantizarán la legalidad del documento, que son el resultado de una larga tradición escrita, pero que, analizadas en su diacronía, nos permiten estudiar sus cambios y adaptaciones a las nuevas leyes y a los nuevos usos propios de registros elaborados. Para las fórmulas, la herramienta de la que se sirve el escribiente es la memoria de su aprendizaje formulístico, cuando no la copia o incluso el dictado. En cambio, el segundo momento se haya ubicado en la situación comunicativa

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concreta, producida entre escribiente y otorgante en el momento inmediatamente anterior a su puesta por escrito, que acabará haciéndose extensiva a la relación entre otorgante y destinatarios. Es entonces cuando el escribano, pese a su formación escrituraria, puede dejar —y deja— filtrar usos lingüísticos propios de la época en que escribe e incluso trasladar al papel ciertos rasgos de oralidad, ya que son documentos que se realizan con premura y en condiciones poco favorables para la reelaboración. Es obvio que para interpretar convenientemente los datos hay que realizar una tarea previa de contextualización tanto histórica como de la situación comunicativa en la que se gestaron los documentos; en palabras de nuestro recordado profesor Oesterreicher (2001): un trabajo de ‘recontextualización’. Para el siglo xvii contamos con una mayor variedad en la tipología textual, pues a los documentos de tipo administrativo-forense publicados por Rivarola (2000, 2009 y 2010) sumamos dos crónicas de singular relevancia: La Nueua corónica y buen gobierno, de Huamán Poma, y la Relación de Antigüedades deste Reyno del Pirú, de Pachacuti Yamqui. Y es que crónicas y relaciones como las antes citadas, fruto de una no completa asimilación de diversas tradiciones discursivas, que son usadas como vehículo de expresión por indoamericanos bilingües con distinto grado de competencia, aportan valiosa información sobre usos propios de la inmediatez comunicativa, incluso claramente vulgares. Véase un ejemplo extraído de la crónica de Huamán Poma4; en ella, su autor, cuando se refiere al abuso que los tenientes de corregidor infligen sobre los indios mitayos, dirá: «y le haze trauajar; solo le falta arrascalle el culo» (Navarro 2000: 517), «se emborrachan hasta caer de culo» (Navarro 2000: 785). Asimismo, cuando los fines del autor andino son burlescos o críticos demuestra un excelente conocimiento de los recursos de creación léxica propios del acervo más popular del castellano: proculadrones («procuradores»), licenciasnos («licenciados»), merzenario («mercedario», orden a la que pertenecía su enemigo Martín de Morúa) (Navarro 2000: 648).

  Cuando cito textos de Huamán Poma utilizo mi propia transcripción (Navarro 2000).

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3. Recontextualización, tipología textual y análisis morfosintáctico Ya he señalado la necesidad de analizar los fenómenos lingüísticos atendiendo a las diferentes situaciones comunicativas en que se gestaron, así como a las tradiciones discursivas en las que se incardinan. Y es que de diferentes tipos textuales obtenemos, asimismo, diversa información sobre un mismo fenómeno. Por esa razón no creo que podamos atribuir el adjetivo innovador o arcaico al castellano andino fijándonos, sin más, en la distribución de ciertos fenómenos, por ejemplo, el uso de la pasiva perifrástica o de la pasiva refleja durante los siglos xvi y xvii. La selección de una construcción u otra, según observo en el análisis de la documentación, depende del tipo de texto sometido a estudio. Incluso en determinada tipología textual, como las cartas de testamento, habrá que señalar los diversos momentos en que se compusieron sus diferentes partes. Esto es, hay que discriminar las partes más antiguas y formularias, aquellas en las que la tradición repite viejos modelos, bien sean estos de tema religioso, bien jurídico, de otras, como el cuerpo de la carta, que, concretamente en las escritas por Pedro Quispe y su entorno, se muestra más permeable a los usos próximos a la inmediatez comunicativa (Navarro 2012 y 2015). Solo realizando este trabajo de recontextualización podremos asignar un valor a los fenómenos hallados. 3.1. Pasiva refleja vs. pasiva perifrástica Así, para la construcción señalada, los documentos notariales de Pedro Quispe revelan la siguiente selección: en las partes de la carta que recogen fórmulas tradicionales se emplea la pasiva perifrástica: «que/27 me cuerpo sea sepultado» (fol. 647r); «Ques fecho a 2 de/26 febrero de 1586 años» (fol. 648r). Se trata de, como se comprueba en los ejemplos aducidos, fórmulas propias, sea de la tradición religiosa, sea del estilo notarial. Son estos los casos en los que se emplea la pasiva perifrástica de manera constante. Será en el cuerpo de la carta donde se selecciona siempre la pasiva refleja: «se le dé de limosna dos tostones» (fol. 677v); «Dos carneros [...] se Reparta» (fol. 860v); «se le diga diez mjsas rrezadas» (fol. 892r); passim. En ocasiones se desliza alguna construcción activa con presente de subjuntivo: «mando que mjs/19 albaçeas lo cobren» (fol. 649v) e incluso un futuro de indicativo con valor imperativo: «me lleven a mi casa y me traerán honradamente» [...] un batán que tengo

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de piedra se dará para catalina» (fol. 868r y v) (Navarro 2012). De este uso podríamos extraer la conclusión de que la pasiva refleja, al menos en la última veintena del siglo xvi, era la forma claramente triunfante en la expresión de la pasividad en los hablantes indígenas cuzqueños en registros más o menos formales y, en consecuencia, ahora sí, tildar dicho uso de innovador, respecto, tal vez, de otros usos de determinadas áreas castellanas y americanas5. Si tomamos como fuente para el análisis de la misma construcción la relación de Pachacuti Yamqui, escrita más de 30 años después que estos textos, y observamos el empleo exclusivo de la pasiva perifrástica, ¿podremos deducir de ello que este indoamericano conserva usos arcaicos? En mi opinión, no. Si el objetivo del autor hubiera sido que llegara noticia a los organismos oficiales españoles a fin de obtener algún beneficio concreto, posiblemente las elecciones lingüísticas hubieran sido otras, pero Joan de Santa Cruz, que no es un acendrado humanista, pretende dejar constancia duradera, esto es, tiene pretensiones que podríamos calificar de ‘histórico-literarias’ e ideológicas por lo que intenta adecuar el discurso oral que recoge las voces autorizadas de sus antepasados (posiblemente recibido tanto en quechua como en el español de bilingües con distinto grado de conocimiento del castellano) a una tradición hispánica escrita, que legitime y ponga en pie de igualdad la historia de los incas, entroncándola y haciéndola fluir en tradiciones conocidas a las que dota su autor de prestigio (romances, épica y discurso notarial), y para ello deberá utilizar un castellano que considera y es, sin duda, apropiado para dichos tipos textuales. 3.2. Algunas cuestiones sobre morfología verbal: arcaísmo vs. innovación Lo mismo cabe señalar respecto de otros usos lingüísticos, así, por ejemplo, en los documentos del protocolo de Pedro Quispe es cierto que parece que compiten las formas de futuro medievales y las actuales ponré/pondré o el uso del futuro en subordinada final: «e Para que será çierto y firme», pero, si atendemos a las diferentes partes que componen los documentos, comprobaremos, también en este aspecto, que siempre se usan las formas anticuadas en las partes más formularias y nunca en el cuerpo del escrito, por lo que no se puede atribuir, como se ha venido haciendo, dicho registro al uso propio   En lo que llevo analizado el empleo de la pasiva refleja es menos frecuente en escribanos que realizan su labor en la Península que en aquellos otros que escriben sus documentos en América (Navarro 2011, 2012). 5

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del escribano, sino a la tradición que reproduce. No solo ocurre esto con los documentos de tipo forense, en la crónica de Huamán Poma, se lee el futuro analítico medieval: matarme has, matarte he, poco frecuente en la época de composición de la crónica y que no se puede atribuir tampoco a un uso practicado por el autor, sino a un recurso estilístico empleado por el mismo, que consiste en introducir en su discurso una expresión proverbial con morfología sentida ya caduca en la época, al objeto de criticar las motivaciones de la guerra entre Pizarro y Almagro: «don Francisco Pizarro y don Diego/5 de Almagro, dos capitanes generales en el descubrimien-/6 to deste rreyno del Pirú, y Hernando de Luque, maýstre/7 escuela, saltaron en esta tierra. Luego comensaron a/8 tener deferencias del dicho descubrimiento deste Mundo/9 Nuebo de las Yndias deste rreyno. Y con la cudicia de oro y plata/10 que ya en su corasó trayýa, matarte he o matarme has, y unos y o-/11 tros se mordía y los dichos soldados andauan espantados» (Navarro 2000: 376). Es evidente que este autor indoamericano posee el suficiente conocimiento extralingüístico como para atribuir la forma verbal a un mero rasgo arcaizante. Otra cosa es que, efectivamente, persistan formas verbales que siguieron vivas durante los Siglos de Oro también en la Península, aunque en retroceso: vido, vía (‘veía’) o truxo, presentes en las crónicas de Huamán Poma y en la relación de Pachacuti Yamqui, si bien en la crónica de Huamán Poma sus usos son minoritarios, por ejemplo, truxo se halla en dos ocasiones frente a diecinueve registros de la forma triunfante trajo. Por tanto, el uso innovador se impone claramente. Más conservador se muestra Pachacuti Yamqui también en este aspecto, pues solo hallo un resultado de trajo frente a tres de truxo, truxieron; sin embargo, el intento que realiza el autor de contar la historia de sus mayores en una antigua tradición discursiva hispánica pone en cuestión la validez de la muestra, más allá de la indudable relevancia del hecho en sí, pues no podemos asegurar que fuera esta la forma empleada con frecuencia por el autor en su discurso habitual. 3.3. Conservación del adverbio medieval ý Voy a exponer otro caso peculiar. Se trata, a mi juicio, del mantenimiento del adverbio medieval ý procedente de ibi/hic, que se lee en la relación de Pachacuti Yamqui, siglo xvii. Según Corominas, el adverbio ý fue usual hasta bien pasado el siglo xiv, aunque en ciertas combinaciones muy ­especiales l­ lega hasta principios del xvi (DCECH, s.v. allí). Company Company y ­Espinosa

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Elorza (2014) consideran que la pérdida del anafórico ý debió de producirse como tarde en las dos o tres primeras décadas del siglo xvi, aunque aportan algún ejemplo más tardío extraído de documentación notarial: «vezino de la dicha civdad qu’está ý presente» (Company Company y Espinosa Elorza 2014: 1566); no obstante, piensan dichas investigadoras, considerando la documentación analizada, que, para la segunda mitad del siglo xv, ý es un fósil en el sistema de adverbios demostrativos de lugar. Sin embargo, encontramos todavía en el siglo xvii documentado su uso en texto escrito por el indígena peruano Joan de Santa Cruz. En efecto, en dicho documento aparece camuflado entre una maraña de íes ilativas y enfáticas: «Y el dicho Manco Capac, como su hermano tardó tanto, envió a su hermana para que lo llamase, y lo mismo ý [allí] se quedó el uno y el otro» (fol. 7r). «Y passa a Potina de Ariquipa, y otro viene para más abaxo de Guamanca, que está ý [allí] tres o cuatro serros muy altos cubierto de nieves» (fol. 21v). «Y en este tiempo nació Guayana Capac Ynga en Tomebamba, pueblo de los cañares, y su padre [...] y su madre Coya Mama Anaguarque, ý [allí] edifica la casa y bohiyo muy grande» (fol. 24v) (Navarro 2007). Realiza, en consecuencia, este escribiente un uso que conoce, probablemente, a través, al menos, de dos fuentes: el contacto con la documentación forense y su conocimiento de tradiciones discursivas medievales como los romances y la épica española. Pensemos que en la época que nos ocupa, el aprendizaje se hallaba ligado a los textos. En el caso de los indígenas esto no era diferente, sino que su contacto con los textos debió de ser más intenso y temprano, pues conocido es que los niños a fin de catequizarlos eran utilizados con frecuencia para copiar catecismos (Estenssoro 2003). Algo semejante debió de ocurrir en la edad adulta con la repetición de modelos propios de la tradición jurídico-administrativa, que tan útiles habrían de serles. Prueba del enorme interés que debió de despertar este tipo de manuales, hallamos en un memorial dirigido a Felipe II en 1588 por el sacerdote Bartolomé Álvarez, en él muestra el clérigo su indignación porque unos caciques habían comprado un Monterroso y las Partidas de Alfonso X (Alaperrine-Bouyet 2007). Cabe preguntarse si se perdió el mencionado uso del adverbio ý o quedo escondido entre gentes que vieron detenido su proceso de hispanización en un momento determinado. Y formulo estas preguntas porque he hallado una gramaticalización semejante a la sufrida tempranamente en la Península con el verbo haber. En concreto, en la primera persona singular del ­pretérito perfecto de indicativo, en la caracterización lingüística que Ciro Alegría realiza de sus

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personajes andinos (La Serpiente de Oro [1935] y Los perros hambrientos [1939]). No deja de ser significativo que el escritor peruano sitúe a los personajes que tienen dicho hábito lingüístico en el departamento de La Libertad, en zonas colindantes con los departamentos de Lambayeque, Cajamarca y Amazonas por el norte, con San Martín por el este y con Ancash y Huánuco por el sur, una zona de escarpada geografía y difícil acceso. Véanse algunos ejemplos: Hey andado. Hey ido y mey enscrebido. Nuey visto. Hey matao, passim (Navarro 2003: 79-80). En Navarro (en prensa) puede rastrearse la existencia de hey como auxiliar en las formas de perfecto compuesto, en hablantes de origen criollo desde 1612 hasta 1771. Con posterioridad a esta fecha, dicha forma se halla en la caracterización lingüística de hablantes indígenas y africanos, en obras literarias. Asimismo, documento la existencia de hey para la perífrasis de futuro desde el siglo xviii en la caracterización de hablantes indígenas. En el mencionado trabajo se plantean hipótesis explicativas que apuntan al quechua como causa coadyuvante del mantenimiento y distribución de dicha forma medieval en Hispanoamérica6. Rastro del adverbio ý queda en la misma área todavía en nuestros días en los términos catay ‘mírala’, ‘he ahí’ y velay ‘mírala’, ‘he ahí’, formas que son utilizadas también en la caracterización lingüística realizada por Ciro Alegría de sus personajes indígenas, con un significado equivalente a ‘entonces’, como marcador del discurso (Navarro 2003: 80). Velay es forma recogida por el DRAE como originada por velo ahí. No obstante, considero que todavía no existe una teoría satisfactoria sobre el origen de y en los verbos.   En cambio sí encuentro documentada la existencia de una forma de futuro de probabilidad que recuerda a estas construcciones. Parece ser que el uso de la perífrasis de infinitivo con haber está en el origen de los usos hallados en el noroeste argentino, concretamente en el área de los valles Calchaquíes salteños, como expresión de futuro y de probabilidad. Explica Germán de Granda (2003: 154) este fenómeno como retención morfosintáctica por contacto, y asigna dicho rasgo, que coincide plenamente con el que se da en el castellano clásico, al habla rural contemporánea del noroeste argentino. La existencia de la vocal /i/ considera el mismo investigador que se debe a que ha caído la -d que queda en la secuencia hablada en posición intervocálica: Algún día ti hei ver. Tará cansada con comagre, tal veh en la cama haistar. No vayan pu ahí a hablá. Han estar andando lah almitah. La semejanza entre estos registros reales y la caracterización lingüística realizada por Ciro Alegría es obvia: Mentira Hay haber puatrás [el hablante está seguro de que mentirá]. Dejuro, pero mi mama hay querer matrimonio [seguro que mi madre querrá que nos casemos], Nuay ser, taita [como respuesta a ¿lloverá mañana?] passim (Navarro 2003: 80) con un valor de futuro de probabilidad. Nada extraño tiene, pues esta perífrasis ha tenido valores temporales desde antiguo, así como de necesidad y obligación (Yllera 1971: 100 y ss.). 6

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4. El castellano en contacto con el quechua En cuanto a la influencia que el quechua ejerció en las variedades del español habladas por los indígenas ya en el siglo xvi, se observa que esta puede afectar a todos los niveles gramaticales. Son los fenómenos fonético-fonológicos los que con más facilidad y uniformidad salen a la superficie en los documentos de cualquier tipo, pero un análisis morfosintáctico detenido revela, asimismo, información sobre los mecanismos de contacto. 4.1. Concordancia de género y número El fenómeno morfosintáctico más frecuente y general es sin duda la falta de concordancia en género y número y tanto entre sustantivo y adjetivo, entre determinante y sustantivo, entre referente y pronombre átono como entre verbo y sujeto. Todas ellas asociadas a la ausencia de dicha concordancia en quechua, aunque no de manera exclusiva. Estos son algunos ejemplos hallados en los documentos escritos por Pedro Quispe: «dos casas cubiertas de paxa,/33 y con el patio y huerta (.) que linda» (fol. 670v); «y otro chuçe para/10 mys hijas (.), ques nueua» (fol. 669v); «de las dichas tinaxas que tengo declarados» (fol. 709v); «las cosas de menudencia, mando que mis albaçeas lo Repartan» (fol. 710v); «otras dos mamachumbes, lo vno de los cuzcos y lo otro de los chachapoyas» (fol. 1v) (Navarro 2015). Es cierto que cuando analizamos documentos realizados con premura las faltas de concordancia pueden indicar solo el descuido de quien escribe, que las faltas de concordancia en los pronombres átonos pueden deberse al simple cambio de referente o a una generalización o abstracción de este, pero, cuando estas faltas menudean más allá de lo razonable y se producen en contextos poco proclives a ello, hay que buscar otras explicaciones. Y, efectivamente, hace ya muchos años que se señaló la influencia del quechua para explicar dichos usos frecuentes en el español andino (Cerrón-Palomino 1992; Rivarola 1990). Pero, además, no les faltaban razones a los aprendices de castellano indoamericanos para dudar sobre la adscripción del género y del número, pues, si hoy es difícil enseñar estas cuestiones a un extranjero, imagínense en el siglo xvi. Y hablamos de unos aprendices que podían entrar en contacto con un andaluz que aspiraba la -s implosiva, con un hablante de castellano ­occidental que hiciera uso del neutro de materia, etc., en un mismo espacio ­físico, y,

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a­ demás, ¿quién no ha realizado una concordancia anómala entre sujeto y verbo, especialmente si se trata de una construcción en la que el sujeto no es agente? Es evidente que estos aprendices indígenas, admirables en sus capacidades, se vieron obligados a realizar predicciones sobre la conveniencia o no de tales concordancias. De modo que son varios los factores que influyeron en dichos usos, al menos en sus primeros momentos. Aplicando la terminología de Germán de Granda, estamos ante fenómenos de multicausalismo o causación múltiple, si bien la causa determinante es la existencia en ambas lenguas de una homología básica, ya que el castellano no es una lengua absolutamente regular en lo que a la concordancia de género y número se refiere, como se aprecia en cualquier gramática del español. Que realizar concordancias anómalas era frecuente en esta época se pone de manifiesto cuando en el mismo libro de protocolo del notario Pedro Quispe, encontramos una carta de testamento escrita por Francisco de Anarcos, posiblemente encomendero7, y hallamos, junto con el seseo gráfico, las siguientes faltas de concordancia: «Otra vaca con su hijo [...] que lo conpré [...] se le paguen lo acostumbrado al cura y sacristán» (fol. 653r). O el caso de Francisco Roxo, español sin ninguna duda, pues en los documentos se recoge dicha circunstancia, que desliza un: «En un lugar a do dize hauaytapra» (fol. 868r) (Navarro 2015). Podríamos explicar fácilmente las faltas de concordancia de estos dos españoles, no escribanos de profesión, que, no obstante, se sirven de un tipo textual que conocen bien, aludiendo a factores como la lejanía entre referente y pronombre, así se podría explicar fácilmente el cambio hacia una forma neutra (compré eso que he dicho antes) o atribuyendo dichos usos anómalos al modelo textual que obliga al uso de una pasiva, aquí refleja —como también en los documentos de Pedro Quispe— con un sujeto no personal y unos complementos humanos, que facilitaría la concordancia con el objeto en lugar de con su sujeto sintáctico no personal. Pero cabría preguntarse... ¿y si Francisco de Anarcos hubiera escrito más textos y tuviéramos acceso a ellos, encontraríamos la extensión de estas faltas de concordancia a otros contextos como los visto en Pedro Quispe? Es esperable que no, al menos yo, de momento, no he hallado en un mismo escribiente de origen español tan diversas y abundantes faltas de concordancia.   En uno de estos documentos se encuentra el testigo llamado Juan Uellca, de quien se dice es «yanacona de francisco de/2 anarcos»; es sabido que los yanaconas pasaron a servir a los españoles. 7

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4.2. El uso de los tiempos verbales Asociado al contacto de lenguas se halla igualmente el anómalo uso de los tiempos verbales; recordemos que cuando los españoles llegan al Nuevo Mundo todavía convivían viejos y nuevos usos también en el sistema verbal. Uno de los problemas a los que nos enfrentamos es al hecho de que las variedades peninsulares distan mucho de haber recibido la suficiente atención y, en consecuencia, apenas conocemos nada sobre la selección de los tiempos y su relación con las diferentes intenciones comunicativas de quienes los usan. No obstante, Sánchez Méndez (2015) realiza una excelente síntesis de la situación en la que se halla la oposición perfecto/pretérito indefinido en el mundo hispánico, mostrando la existencia de dos grandes áreas. Por un lado, áreas en las que dicha oposición se basa bien en el tiempo bien en el aspecto. Dentro de las áreas en las que la oposición se establece según el aspecto, a este valor se suman para el pretérito perfecto valores evidenciales o el significado pragmático de enfatización o topicalización. Frente a estas áreas se encontrarían aquellas otras en las que se ha eliminado la oposición, reduciendo su uso bien al indefinido bien al perfecto compuesto. Las variedades andinas se encontrarían entre las áreas en las que se ha producido la reducción a una única forma y aquellas en las que el que al valor aspectual se suma el evidencial. 4.2.1. Los tiempos verbales en documentación forense Veamos qué nos dicen los documentos escritos por indígenas en relación con algunos tiempos verbales, comenzando por los de tipo notarial, porque, pese a que la orientación temporal de los documentos notariales esté dirigida por lo general hacia el futuro, este tipo de documentos no está exento de narración. Pedro Quispe y sus ayudantes indígenas de la parroquia de Nuestra Señora de la Purificación utilizan como tiempos de la narración el indefinido para expresar tiempo que indica una acción acabada en el pasado. Ejemplifico con una misma carta de testamento para que se pueda apreciar el fenómeno en un mismo hablante y tipo textual: «me llevé un carnero [...] conbré ‘compré’ [...] Yten declaro que yo gasté para esta negocio» (fol. 647r); «parezió presente ysauel [...] mujer que fue [...] le concedió la dicha liçençia» (fol. 651v), mientras que el perfecto se emplea para señalar una acción imperfecta reiterada que

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llega a la actualidad, que se opone a los indefinidos que señalan acciones pasadas y terminadas: «desde el tienpo que emos biuido tenemos y procreamos» (fol. 663v). Pero junto con la repetición de la acción no terminada o a punto de hacerlo existe otra motivación para el empleo del perfecto compuesto. En efecto, en mi opinión, se consigue con su empleo un mayor efecto perlocutivo: «lo e cobrado en vezes [...] de las dichas Ropas me e seruido y el dicho mi marido no deue cosa alguna» (fol. 664v) (Navarro 2015), puesto que en esta carta el discurso intenta exonerar a su marido de la restitución de su dote. Este uso podría ser «reflejo de una especialización del valor deóntico original de la forma» (Jacob 2001). 4.2.2. Los tiempos verbales en una carta de petición En otro tipo de texto, una declaración, realizado por el indoamericano Francisco Llontop, la distribución entre indefinido y perfecto es semejante a la señalada para los textos de Pedro Quispe; es decir, su uso es aspectual y a dicho empleo se une una clara finalidad pragmática, que en este caso lleva a su autor a emplear el perfecto aun cuando la acción está terminada. Y, sin duda, se debe atribuir dicho uso a la relevancia de lo que narra, pues el autor del escrito está alegando la ley de la costumbre, el derecho consuetudinario a ejercer como cacique de San Martín de Reque. Vemos en esta declaración que el perfecto, junto con sus valores aspectuales, manifiesta la relevancia jurídica que tiene para su argumentación el hecho de que se haya respetado a lo largo del tiempo la sucesión en el cacicazgo entre sus antepasados: El dicho caçicazgo ni le perteneçe por ninguna bía/8 ni jamás a él tubo açión ni derecho alguno porque el dicho caçicazgo/9 sienpre lo tubieron y poseyeron [...]. En posesión y propiedad/10 como diretos señores dél. Mis anteçesores y los que dellos/11 an suçedido vnos en pos de otros por linia rreta de barón/12 sigún la antigua costumbre y ley que entre ellos a abido asta/13 que a este rreyno binieron y entraron en él los españoles en nuestra/14 posesión (Derecho indígena, legajo 4, cuadro 39, año 1595, fol. 36r)8.

  En el margen superior ha sido añadido: «En el pueblo de san francisco de chiclayo, a veinte y dos días/ del mes de [...] de mil y quinientos y noventa y seis años, ante el capitán/ francisco Dolmos de Ayala Piçarro, corregidor deste pueblo se presenta/ [...] Declara su çuçesión». La transcripción es de mi autoría. 8

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Los usos que acabo de señalar se ajustan bien a los generales, incluso en lo que se refiere al valor pragmático del pretérito perfecto; de todos es conocido el empleo del perfecto para marcar la relevancia subjetiva de un hecho: piénsese en enunciados del tipo mi padre ha muerto el año pasado. De modo que no parece afectar la situación de contacto a la elección de estos tiempos verbales. 4.2.3. Los tiempos verbales en crónicas y relaciones de Indias Asimismo, el pretérito perfecto conserva en la relación de Pachacuti Yamqui valores deónticos relacionados, en este caso y dado el tipo textual, con la intención moralizante de la obra. Muchos de sus usos, que resultan discordantes, parecen responder a razones pragmáticas y corresponderse con la intención de marcar subjetivamente la acción como relevante. Véanse los siguientes casos: Quiere decir que los dos árboles significasen a sus padres y que los yngas que proçedieron que eran y fueron como frutas y que los árboles se habían de ser troncos y rays de los yngas, pues an puesto todas estas cosas para sus grandezas (fol. 8v). Y entonçes dizen que un probe moço llama michi todo handrajo abía entrado en la casa del ynga Sinchi Roca, y una doncella muy querida del dicho ynga se a ydo tras de aquel probe (fol. 11r) (Navarro 2007).

El pretérito pluscuamperfecto de indicativo lo hallamos con sus valores temporales de anterioridad y como variante estilística del pretérito indefinido e imperfecto, pero también parece señalar la sorpresa, lo inesperado, valores semejantes al descrito para el español andino y asociados a la influencia del quechua, pero no desconocidos en el español general (¡Ah, pero si había venido!): Y visto por el ynga la razón le abre la cajilla, y de allí sale como mariposas [...], el qual abía sido pestilencia de sarampión (fol. 36r) (Navarro 2007).

O el señalado en las líneas anteriores: «todo handrajo auía entrado en casa...».

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4.3. Influencia quechua en los orígenes de la variedad andina ¿Afecta el contacto a la variedad andina desde su origen? Desde mi punto de vista, sí. Pero, en principio, no con calcos sintácticos ni otros fenómenos más extremos; lo hace ampliando la distribución de los fenómenos existentes ya en el castellano y solo si —en palabras de Germán de Granda (2003: 253)— «existe una homología básica entre las gramáticas en contacto», a veces esa convergencia se lleva al límite, y podemos encontrar casos, que en lo que sé no han triunfado, en los que el resultado es más o menos agramatical, pero sin que se llegue a perder la comprensión cabal del texto. Véase el uso de la preposición por ante sujeto sintáctico agente en estructuras activas halladas en la relación de Pachacuti Yamqui: «Y assí por el apo tampo [se] los oyieron con atención recibiéndole el dicho palo de su mano» (fol. 4r); «Y por el ynga [se] promete grandes cosas a los curacas» (fol. 33r) (Navarro 2007). En los escritos de Pedro Quispe encontramos registros similares que, en principio, podrían atribuirse al simple lapsus de la proforma se, si bien no hay que olvidar la situación de contacto en la que este autor se desenvuelve, tanto más cuando el mismo fenómeno se documenta en otros tipos textuales de autor, igualmente, indígena, como acabo de señalar: «[se] Me diga (.) vna mysa Resada por el/1 cura de la dicha parroquia» (fol. 678r), «El beneficio beliano [...] cuyo efecto [se] le advirtió por mj» (fol. 651v) (Navarro 2015). Existe una homología básica entre el castellano y el quechua en este tipo de estructuras, pues el quechua posee una pasiva, semejante a la pasiva perifrástica del castellano, con la peculiaridad de que el verbo auxiliar se omite cuando se trata de la tercera persona en presente. En estas estructuras quechuas cuenta el agente, asimismo, con una marca topicalizadora que tiene que ver con la información previamente conocida (Navarro 2010). 5. Conclusión Hemos visto que las elecciones lingüísticas realizadas por indoamericanos bilingües no pueden adscribirse, sin más, al empleo de un castellano más o menos innovador o conservador en un área concreta (la andina), producido por unos hablantes sociolingüísticamente similares (indígenas hispanizados). El tipo textual y la intención comunicativa de quienes escribieron tales textos

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es, sin duda, un factor determinante. Así no podemos pensar que Pedro Quispe, Huamán Poma o Joan de Santa Cruz practicaban un castellano tradicional porque en sus escritos se hallen registrados algunos usos que apunten en esa dirección: futuros analíticos o perifrásticos (matarte he, matarme has), formas verbales que estaban quedando arrinconadas (truxo, porné), el empleo del futuro de indicativo en subordinada final (Para que será çierto), etc., son estos, registros que hay que encuadrar ora como recurso estilístico (Joan de Santa Cruz y su relación épico-ideológica y Huamán Poma en su caracterización del habla antigua) ora como clichés empleados en los documentos notariales (Pedro Quispe), sin menospreciar el rendimiento que ofrece este tipo de documentación, pues ella nos permite, igualmente, aproximarnos a las variedades más informales del español de su época, espacio y nivel sociocultural. Así las cosas, las características que, por el momento, podemos extraer de los textos escritos por indígenas bilingües es su tendencia al empleo de un castellano innovador y próximo a los registros de la inmediatez comunicativa: preferencia por la pasiva refleja, el pronombre relativo que, quesuismo, pronombres de retoma (Navarro 2012) y la presencia de rasgos que ponen de relieve la influencia que la lengua quechua ejerce en el castellano aprendido (abundantes faltas de concordancia que afectan a toda clase de palabras, uso de preposición por ante sujeto sintáctico, extensión de usos pragmáticos a los tiempos verbales perifrásticos, etc.). Naturalmente, el estudio de estas variedades del castellano ayuda a conocer mejor las variedades castellanas llegadas a América con los conquistadores y colonizadores españoles. 6. Bibliografía Alaperrine-Bouyet, Monique (2007): La educación de las elites indígenas en el Perú colonial. Lima: Institut Français d’Études Andines. Carrera de la Red, Micaela (2006): «Análisis de situaciones comunicativas en el documento indiano por excelencia: la carta», en Mercedes Sedano, Adriana Bolívar y Martha Shiro (eds.), Haciendo Lingüística: Homenaje a Paola Bentivoglio. Caracas: Universidad Central de Venezuela, pp. 627-644. — (2009): «Registro e historia del español en América: el ejemplo de Colombia», en Lingüística, 20, pp. 11-34. — (2011): «El registro periodístico en el siglo xix a través de El Redactor Americano. (Santafé de Bogotá, 1806-1809)», en Micaela Carrera de la Red y Claudia Parodi (eds.), Nuevos enfoques y perspectivas para la historia del español de América: sintaxis, contactos y tipología textual, Cuadernos de la ALFAL, 2, pp. 128-153

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La variación diatópica: un reto para el estudio de la morfosintaxis histórica del español1 María Cristina Egido Universidad de León

1. Introducción El estudio que recogen estas páginas parte de la convicción de que para tener un conocimiento completo de la historia de nuestra lengua, y más concretamente de su morfosintaxis histórica, es necesario mirar más allá del mero interés por establecer la cronología de determinados procesos evolutivos; es preciso, además, entrar a analizar, en la medida de lo posible, la variación diatópica que puedan llevar aparejada esos procesos. Esta idea no es nueva, ya ha sido expresada por otros autores, como Fernández-Ordóñez (2001, 20062007, 2011). Debería ser obvio recordar que, si en el seno del castellano actual existe una enorme variedad diatópica, también debía existir en el castellano de épocas pasadas; y, sin embargo, prácticamente nunca se la ha tenido en cuenta a la hora de abordar el estudio diacrónico de nuestra lengua. Fernández-Ordóñez ha señalado en varios de sus trabajos (2001, 2011) que esta falta de interés por la variedad dialectal de épocas pasadas se debe a que la tradición filológica española ha considerado todo el romance castellano escrito a partir de 1250 como uno solo y uniforme. A partir de la mitad del siglo xiii y hasta 1450, en que se hace patente en los textos la creciente ruptura con el sistema medieval, el corpus de textos castellanos medievales puede tratarse como una unidad a efectos de proveer de datos a los estudios de gramática histórica. Se ha tenido en cuenta como única variación la cronológica y prácticamente se ha renunciado a explorar la posible variedad geográfica de los cambios gramaticales. 1   Para la realización de este trabajo se ha contado con la financiación del Ministerio de Economía y Competitividad al proyecto con número de referencia FFI2015-63491-P.

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Aunque en los últimos años se ha podido observar —por ejemplo, en los índices de las actas de los Congresos de Historia de la Lengua— una mayor presencia de trabajos que inciden en aspectos diatópicos del castellano antiguo (castellano norteño de Cantabria o Burgos, castellano de Toledo, etc.); sin duda, sigue siendo un reto abordar la morfosintaxis diacrónica del español también desde esta perspectiva; es decir, planteándose que el factor geográfico puede ser relevante, si no en todos, sí en muchos de los procesos de cambio morfosintáctico. 2. Objetivo Un aspecto que puede servir de muestra para apoyar esta afirmación es el que ha sido estudiado recientemente por el equipo que formamos investigadores de las Universidades de Burgos, León y Oviedo dentro del proyecto CorLexIn (Corpus Léxico de Inventarios)2. Está relacionado con el reajuste del morfema de género latino en español y con el hecho de que el contenido designado por el neutro en el castellano del norte y en el de una amplia parte del centro occidental de la península sea (además del de ‘abstracto’ frente a ‘concreto’ —el bueno/lo bueno—) el de ‘continuo’, ‘no contable’, etc. —frente a ‘discontinuo’, ‘contable’—. Esto es, que hablantes de esas zonas diferencien entre sustantivos contables, o discontinuos y no contables, o continuos; y manifiesten esa diferencia en la concordancia de los segundos con adjetivos, referentes pronominales, artículo o demostrativos en forma neutra:

2  El CorLexIn () es un corpus de documentos notariales especializado en relaciones de bienes —inventarios, almonedas, tasaciones, cartas de dote, partijas, etc.— procedentes de archivos de toda España. Su fin último es comparar entre el léxico de la vida cotidiana utilizado en las diversas áreas del castellano en los siglos xvi y xvii, y complementar así el que se registre en el Corpus del Nuevo Diccionario Histórico del Español (CNDHE) de la RAE. Pero, además, este corpus se ha revelado como un enorme caudal de información sobre otros niveles lingüísticos, con la ventaja de que este tipo de documentación, frente a corpus más convencionales, como obras literarias, está estrictamente datada y localizada y se debe, casi siempre, a una sola mano.

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discontinuo

masc./fem.

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continuo

masc./fem. (adjetivos concord. en /-o/), pronombres (lo, ello), artículo (lo), demostrativos (esto, eso, aquello).

3. Fuentes Esta investigación es el resultado, en una parte importante, de los datos proporcionados por el CorLexIn. Sin embargo, para completar la misma, se ha considerado esencial no tener como único objetivo el siglo xvii, sino retroceder en el tiempo para aportar, por un lado, información lo más temprana posible sobre este fenómeno en castellano; y, por otro, datos significativos sobre su uso en el pasado de las variedades dialectales castellanas en las que actualmente se mantiene vivo. Para ello se han consultado varias colecciones documentales, como las de Sahagún y Otero de la Dueñas (León, siglos x al xiii), los Documentos lingüísticos de España I. Reino de Castilla de Menéndez Pidal (1966), corpus como el CorLexIn, ya citado, y el Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1800 (CODEA+2015), y estudios como el de Gómez Seibane (2003), sobre documentos de Castro Urdiales (Cantabria), o el de Almeida, Sánchez-Prieto y Vázquez (2015), sobre documentación toledana. 4. Neutro de materia La situación actual del neutro de materia es bastante conocida gracias a los estudios realizados en su momento por Klein-Andreu (1981), García González (1981, 1989) y, ya más recientemente, a los trabajos de Fernández-Ordóñez (1999, 2006-2007) y su perfecta delimitación de los sistemas pronominales átonos, fruto de esta especial concordancia, que conviven en el espacio centro-occidental peninsular, con incidencia variable según el nivel sociocultural de los hablantes:

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6. Elaboración propia a partir de datos de Gómez Seibane (2012).

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Sembrábamos las patatas a mano y ahora lo siembran a máquina (Fernández-Ordóñez 1999: 1357). Se llevaba el maíz al molino y allí lo molían (Fernández-Ordóñez 2001: 13). Había que recoger la hierba y traerlo a casa (Cantabria; Fernández-Ordóñez 1999: 1357). La cera lo apretábamos y salía la miel (sur de Cantabria; Fernández-Ordóñez 2006-2007: 94). El embutido se cura colgándolo para que lo dé el aire (Fernández-Ordóñez 2001: 12). Esos muebles los llevó al casarse, pero antes los quitó el polvo (Fernández-Ordóñez 1999: 1363). La cebada lo tiran en la era para que se seque (Palencia; García González 1989: 100). La lana, haces un colchón de ello (este de León; Fernández-Ordóñez 2006-2007: 99). Antes iban a por agua a la fuente, a la fuente íbamos todas a por ello (Valladolid; Fernández-Ordóñez 2006-2007: 100). El agua hemos salido a por ello ahí, a orilla la carretera, antiguamente (Ávila; Fernández-Ordóñez 2006-2007: 100). La sangre, luego se hacían morcillas con ello (Segovia; Fernández-Ordóñez 20062007: 101).

No abunda, por el contrario, la información histórica sobre el fenómeno. Existen trabajos desde una perspectiva diacrónica para los ámbitos asturiano (García Arias 1995; Viejo Fernández 1993), cántabro-occidente vizcaíno (Gómez Seibane 2003 y 2010) y toledano (Almeida, Sánchez-Prieto y Vázquez 2015), y, más recientemente, el basado en documentación del Siglo de Oro de varias localidades madrileñas (Gómez Seibane y Vázquez 2013).

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Otros estudios, como el de Harris-Northall (2005) sobre obras alfonsíes, aportan muchos datos sobre el neutro de materia expresado por la concordancia con los elementos pronominales lo y ello. Sin embargo, el autor acaba considerando que este fenómeno es una particularidad de los textos castellanos más tempranos que comienza a desaparecer (¡!) en la segunda mitad del siglo xiii, aunque, excepcionalmente, algún autor del xvi, como Alonso de Herrera (Obra de agricultura) —nacido en Talavera de la Reina—, lo siga usando por «arcaísmo» (Harris-Northall 2005: 182-183). Veamos si lo que se ha hallado en nuestra consulta ayuda a llenar un poco más este vacío histórico y geográfico. 4.1. Sustantivo + adjetivo No se registran apenas casos de concordancia con adjetivos hasta los inventarios del siglo xvii del CorLexIn, donde aparecen cientos de ejemplos. En los documentos notariales de compraventa, donaciones, etc., no suele describirse lo comprado o donado con adjetivos; al contrario que en los inventarios, donde, precisamente, un aspecto importante para poder tasar las propiedades es señalar su estado, color, tamaño, material del que están hechas, etc. Aun así, hallamos unos pocos casos anteriores —alguno muy temprano— en documentos del oriente leonés (Sahagún, siglos xii y xiii), Cantabria (siglo xiv), Palencia y Valladolid (siglo xvi):

(1)

A so passamiento, si passare pan et uino collido, sea de Sancti Saluatoriz (1194, Sahagún; Fernández Flórez 1991: doc. 1885).



(2)

Arriendo a uos la heredat de Costançana por XLV cargas de buen pan, las XXV cargas de trigo e las XX de çeuada, a V ffanegas la carga, linpio e seco, que sea de dar e de tomar, e que lo tragades a Sant Fagunt (1278, Sahagún; Fernández Flórez 1993: doc. 1818).



(3)

Pareció JR, prior del monesterio de Santo Toribio, e dix [...] e le diera querella que JB le tenía tomado e entrado una heredat en Bodia (1379, Cantabria; CODEA+2015 0633).



(4)

Para que sea uuestra la dicha tyerra, de uuestros fijos e uestros herrederros, lybre e quito [...] (1410, Montaña; Menéndez Pidal 1966: doc. 10).

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(5)

Más han de dar leña para los dichos religiosos harto para la chiminea del convento (1501, Palencia; CODEA+2015 0326).



(6)

Especial señor, es tanto ya vuestra tardança que aunque no fuera por la necesidad que tengo de los dineros (1520, Valladolid; CODEA+2015 1331).

En los inventarios, el mayor número de ejemplos se concentra con el sustantivo lana, pero aparecen también estameña, seda, raja, bayeta, trama, cecina, plata, madera, etc. Se ordenan los ejemplos de norte a sur:

(1)

Veinte y cinco libras de lana blanco ylado en vbillos, [...] quarenta y seis libras de lana negro ylado en vbillos [...] Toda la paja, tasado en nuebe ducados (1642, San Millán Juarros, Burgos; Morala 2015: 315).



(2)

Seis baras de estopa nuebo (1645, Miranda de Ebro, Burgos; Morala 2015: 316).



(3)

Quatro libras de çeçina salado (1654, Mahamud, Burgos; Morala 2015: 316).



(4)

Tres fuentes de talavera basto que costaron a real (1655, Rituerta, Covarrubias, Burgos; Morala 2015: 316).



(5)

Quarenta libras de lana fraylego vuelto [...] Ciento y veinte libras de trama ylado (1638, Frechilla, Palencia; Morala 2015: 317).



(6)

Otra saya de raxa aceytunado (1652, Carrión de los Condes, Palencia; Morala 2015: 318).



(7)

Siete platos de talavera fino (1654, Autillo de Campos, Palencia; Morala 2015: 318).



(8)

Una bolssa bordada de plata falso [...] Unos calçones de estameña vitoriano (1659, Población de Cerrato, Palencia; Morala 2015: 318).



(9)

Una ropilla de paño frailego aforrada en bayeta plateado [...] Doce platos de talavera fino [...] Toda la madera biexo [...] Diez y ocho carros de paxa bueno (1675, Frechilla, Palencia; Morala 2015: 318).



(10) Cinco carros de paja bueno (1676, Frechilla, Palencia; Morala 2015: 318).

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(11) Bara e media de lila nueuo [...] unos cuerpos de grana colorado con ribete (1601, Sahagún, León; Morala 2015: 323).



(12) Veinte y una madexas de estopa ylado, cozidas (1603, Sahagún, León; Morala 2015: 323).



(13) Otra pieza de estopa curado que tiene nueve varas (1605, Sahagún, León; Morala 2015: 323).



(14) Tres obillos de lana blanco y negro (1617, Sahagún, León; Morala 2015: 323).



(15) Una silla de baqueta negro, bieja (1662, Solanilla, León; Morala 2015: 324).



(16) Media vara de guarniçión de plata fino (1671, Grajal de Campos, León; Morala 2015: 323).



(17) Diez y ocho fanegas de arina tasado a medio ducado [...] Zincuenta varas de ylado de lino y estopa ylado (1610, La Zarza,Valladolid; Morala 2015: 321).



(18) Ocho sáuanas de lienço apuntadas; otra destopa nueuo [...] Dos carros de leña de encina partido, gordo (1648, Nava del Rey, Valladolid; Morala 2015: 321).



(19) Una albanega de Ruan labrada de seda negro demediada (1623, Aguilafuente, Segovia; Morala 2015: 320).



(20) Un poco de leña labrado tasado en cinco reales (1653, Domingo García, Segovia; Morala 2015: 320).



(21) Quatro carretadas de paxa trigaço procedido del dicho pan [...] quatro carretadas de paxa centenaço procedido del dicho pan [...] una carretada de paxa çebadaço procedido del dicho pan (1657, El Espinar, Segovia; Morala 2015: 320).



(22) Una cesta con lana labado prieto (1658, Hoyo de la Guija, El Espinar, Segovia; Morala 2015: 319).



(23) Bara y media de tela blanco (1659, El Espinar, Segovia; Morala 2015: 320).

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(24) Se tasó y vendió la ortaliça que al presente tenía senbrado en las güertas (1657, Torrelaguna, Madrid; Morala 2015: 327).



(25) Yten, en paja de la casa de abaxo apreçiado en CXXXVI (1532, San Martín de Pusa, Toledo; Morala 2015: 328).

4.2. Referente pronominal átono y tónico (lo, ello, le) A) Desde los documentos más antiguos consultados (mediados del siglo x) procedentes del oriente de León (Sahagún y Otero de las Dueñas), encontramos concordancias con pronombres en las que parece pertinente el rasgo de continuidad. Son partes formularias de los documentos en las que se enumeran una serie de elementos, difícilmente divisibles o contables, que se repiten en todas ellas para indicar que se vende o dona esa heredad, esa villa o esa tierra en su totalidad, según se obtuvo como heredero. Pues bien, suele aparecer después la forma illo/illum para hacer referencia a este antecedente múltiple, aunque su núcleo sea femenino:

(1)

Ut sit de odie die et tempore ipsa terra de iuri meo exceso et in tuo si confirmato; ut abeatis et posideatis illo usque in perpetuo (949, Otero; Fernández Flórez y Herrero de la Fuente 1999: doc. 8).

(2) Et ipsa eglesia in Ripa Rubea cum ip[s]as villas, terris, molinis, adqueductibus, pratis, defensis, casas, vineis, id est, una vinea in ribulo Aratoi [...] et alia in villa de Azram [...] secundum ego illum obtinui (955, Sahagún; Mínguez Fernández 1976: doc. 145).

(3)

Et omnes ipsas uillas, quod superius resonant, qum omnibus suis prestationibus [...]. Et obtineant illo firmiter (976, Otero; Fernández Flórez y Herrero de la Fuente 1999: doc. 20).



(4)

Sic facio ego Ugenio pactu vel testamento de mea racione de ganato que me quatraberi[t] de mea mater [...] racione ex integro illo concedo ad eglesie Sancte Marie in Piasza (980, Sahagún; Mínguez Fernández 1976: doc. 304).



(5)

Kartula concanviationis de omnem nostram ereditatem quam abuimus in loco vocabulo Villare [...] et tenuit illo in suo iuro et in suo dominio (980, Sahagún; Mínguez Fernández 1976: doc. 306).

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(6)

Damus et concedimus tibi ipsas uilas, cum omnia suas ereditates ubique potueris inuenire, cum omnia suam rem, secundum illo obtinuerunt in iuris suis usque in presenti die (1019, Otero; Fernández Flórez y Herrero de la Fuente 1999: doc. 124).



(7)

Et in illa uilla qui est in Riangulo, terras, in pratos, in montes, in ualles, in fontes, in molinos, in aquaductos, in kasas, in rios, in pumares[...] Et una pelle alfenec et uno mulo morcelo et uno kabalo, abeas illo et tenias (1046, Sahagún; Herrero de la Fuente 1988: doc. 492).

Al ser partes formularias, se podrían considerar como muestras no válidas, puesto que se supone que son expresiones fijas, apenas sujetas a variación; pero lo que llama la atención es que exactamente las mismas fórmulas, en documentos de la misma época de la zona occidental leonesa, donde no existe este tipo de concordancia, no presentan illo/illum, sino el pronombre que corresponde al género del referente: (1) Uilla mea propria quem abeo de meos parentes [...] Ipsa ere damus eam uobis ab integro (1001, Astorga; Cavero y Martín 1999: doc. 190).

(2)

Tibi uindio atque concedo [...] medietate ipsas ereditates qui sunt in territorio de Villiella et ubique illas potueris invenire (1028, Astorga; Cavero y Martín 1999: doc. 254).

(3) Uineas meas proprias quas auui de mea ganatia [...] uindo tibi illas adque concedo (1052, Astorga; Cavero y Martín 1999: doc. 327).

(4)

Facimus cartula uendicionis [...] de uillas nostras proprias [...] Ipsas uillas, uobis uendimus adque consignamus secundum illas obtinuimus iuri nostro quietas; aueatis eas [...] (1060, Carrizo; Casado 1983: doc. 2).



(5)

Damus et concedimus in ipsa uilla nostra medietate [...] ubi illa potueritis inuenire [...] cum omnias suas agecentias, terras cultas uel incultas, pumares fructuarias, pratis, pascuis [...] per ubi illa potueritis inueniri (1072, Carrizo; Casado 1983: doc. 3).

Pero también se encuentran muestras de esta concordancia en expresiones no formularias, desde finales del siglo x:

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(1)

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Et de illa kalumnia, de ipsos d solidos, perdemitimus illo pro remedio animas nostras et de Atriano (997, Otero; Fernández Flórez y Herrero de la Fuente 1999: doc. 43).

Siglo xi:

(1)

Nodizia de kanato que laxauit Brauolio, monaco [...] et contende Frenando illo dare ad suo filio Floridio (1018, Otero; Fernández Flórez y Herrero de la Fuente 1999: doc. 114).



(6)

Et in illa Uilla de Abito suas raciones, et in illo sauto suas raciones, secundum nobis deo illo ille rex (1021, Otero; Fernández Flórez y Herrero de la Fuente 1999: doc. 131).



(7)

Et facio te filio meo de ista ereditate. Abeatis illo firmiter usque in perpetum (1022, Otero; Fernández Flórez y Herrero de la Fuente 1999: doc. 152).

Siglo xii:

(1)

Et uobis TP de los ganados que ibi traderetis, accipietis de las ieguas los potros, et de las baccas boues [...] hi nos que uos lo contengamos de pan (1181, Toledo; Menéndez Pidal 1966: doc. 260).



(2)

Joanes uendio la sesma de los molinos de la uega et de la quarta del hotro molino [...] de fiador de ferlo sano de toto homne qui lo demandar (1187, Campó; Menéndez Pidal 1966: doc. 16).



(3)

Et esta terra que sea la media oganno posta et que lo labren lo doganno duas uices [...] Et dio por mano [...] que los metesse en la terra et en el rio a medias, et metiolos en ello (1188, Burgos; Menéndez Pidal 1966: doc. 152).

Siglo xiii:

(1)

Si caer hi omezielo o nuptio o maneria, qelo partan a medias (1202, Montaña; Menéndez Pidal 1966: doc. 2).



(2)

Dio la abadessa en camio, a don Fernand Pedrez e desessieronse dello, dieronle en aldea de Rielves, dieronle meatad de quantas tierras an oy en dia (1206, Toledo; Menéndez Pidal 1966: doc. 266).

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(3) Et quanta renda se leuantare dista heredat dolo por mia anima et sihio DA pasare dest sieglo [...] dolo por mia anima[...] et filio nin filia non sea poderoso de sacarlo nin de demandarlo (1207, Burgos; Menéndez Pidal 1966: doc. 158). (4) Si algunas cosas hi ouiere[...] ajan poder de fazer dello lo ques quisieren (1207, Toledo; Menéndez Pidal 1966: doc. 267). (5) Et mi caualo et mis armas mandolo al ospital de Saluatierra (1210, Toledo; Menéndez Pidal 1966: doc. 269).

(6)

E dixo que vira a los omnes de Quintaniella fer leña en el mont [...] e adozirlo a Quintaniella (1211, Palencia; CODEA+2015 0224).

(7) Achella heredad de Zangandex[...] que lo aya por heredad (1215, Briviesca; Menéndez Pidal 1966: doc. 45). (8) E si uacas viejas o nouillos foren de uender [...] que uendan lo que for de uender [...] et el tenedor de las uacas si alguna falla fizier contral conuent que lo emiende por cabillo (1220, Campó; Menéndez Pidal 1966: doc. 25). (9) Toda la mie heredad de Rio tuerto [...] et con fontes, prados, uinnas, percheras, arbores [...] asi cuemo io lo e en Rio tuerto et en Rio seco (1220, Montaña; Menéndez Pidal 1966: doc. 5).

(10) Do a uos toda la mi heredat [...] assi como lo io e; et do uos lo que lo ayades et que lo mantengades [...] et uos que me mantengades los collaços en los fueros que uos lo io do (1230, Briviesca; Menéndez Pidal 1966: doc. 52).



(11) Et uendiles el açenna de Arniellas con todas sus pertenencias, assi cumo yo lo eredaua (1234, Baltanás-Cerrato; Menéndez Pidal 1966: doc. 226).



(12) Et diom el abbat amj .v. armentios, .iii. buex et .ii. bacaf, et so pagada con ello (1236, Campó; Menéndez Pidal 1966: doc. 31).



(13) E yo don Gomez vendo auos [...] todas estas heredades sobredichas por una mula quem diestes por ello (1236, Aranda de Duero; Menéndez Pidal 1966: doc. 219).



(14) E pues que algun omne pregonar ceuera que aya de uender, o cuba de uino de uender, non sea ninguno osado de lo comprar aunado [...] reuendedor de gallinas [...] non exea fuera a las carreras comprallas, mas comprelo dentro

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en la uilla [...] depues que en so casa entrare el uino, en so casa non meta nenguno agua en ello (1238, Sahagún; Fernández Flórez 1993: doc. 1687).

(15) Uos apodero en quanto heredamiento yo e et deuo auer en Nauarra, o quier que lo hy aya, et lo deuo auer, et des apodero me dello et apodero uos en ello (1241, Toledo; Menéndez Pidal 1966: doc. 280).

(16) Depues, aquella heredat que la touiessen don Domingo e sos fiios, [...] ye que ellos non sean poderosos de lo uender, ne empennar [...] ye se lo fiziessen, que lo perdissen (1252, Sahagún; Fernández Flórez 1993: doc. 1715).

(17) E si alguno de vos quisiere vender su heredat, uertos, viñas o casas [...] si el cabildo lo quisiere comprar [...] finque en el cabildo (1253, Toledo; Almeida, Sánchez-Prieto y Vázquez 2015: 591).



(18) A cabo del ano, en pescado e en legumne e en cera e olio e sal e ayos, e costos que fizieron elos que lo conpraron (1281, Otero; Fernández Flórez y Herrero de la Fuente 1999: doc. 750).



(19) Et se, por auentura [...] uenier arffia alguna que tuelga el pan, ho alguna cosa dello (1287, Sahagún; Fernández Flórez 1993: doc. 1840).



(20) Tenemos por bien que non ssaquen de nuestros regnos conejuna njnguna njn çera et qual quier quelo ssacare, que gelo tomen (1288, Vitoria; Menéndez Pidal 1966: doc. 141).



(21) Et mando que den el panno del alquiçer, que tiene Taresa Sanchez, que lo den para ffazer dello una capa (1289, Sahagún; Fernández Flórez 1993: doc. 1852).



(22) Et en tal manera ssean estas tierras e uinales e eras e ssuelos, sobredichas, del nuestro yuro sacadas [...] que ayades poder de lo uender, de lo donar, de lo enagenar, de ffazer dello e en ello todo lo que uos quesierdes (1294, Otero; Fernández Flórez y Herrero de la Fuente 1999: doc. 790).



(23) Recebí de vos SM a pastoradgo treinta e seis vacas mayores e dos toros e treze erales e seis anojos e cuatro añojas [...] en tal manera que lo guarde e le dé pastura e agua (1295, Toledo; Almeida, Sánchez-Prieto y Vázquez 2015: 593).

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Siglo xiv:

(1)

Mando que el heredamiento que tenia en Secadas [...] en prestamo, de que nos da[u]an el quarto e el quinto de quanto pan en ello laurassen, quitoyes el pan e que me fagan por ello el ffuero segundo (1300, Otero; Fernández Flórez y Herrero de la Fuente 1999: doc. 807).



(2)

Pidio al alcalde que las otras çinco ssuertes de la dicha media huerta que aujan[...] quel diesse a el auctoridat et poder para que el lo diesse al conuento (1309, Burgos; Menéndez Pidal 1966: doc. 204).



(3)

Otorgo que vendo a vós [...] media casa e medio corral que se tiene con ella que yo é en Revenga. Véndovollo con entradas, e con salidas (1319, Segovia; CODEA+2015 0564).



(4)

Et otrosi, quando acaesciere que los dichos abad et conuento vos dieren en querella de algunos malefiçios et rrobos et fuerças, que rreçibieron fasta aquí et vos djxieren que non connoçieron las personas de quien lo rresçibieron que fagades pesquisa (1351, Valladolid; Menéndez Pidal 1966: doc. 231).



(5)

Que me pedía que lo atase en la dicha heredat para que lo él podiese aver para el dicho monesterio, e luego el dicho J.T. dix que entrara en la dicha heredat e fiziera una casa en ello así como avulenguero,[...] e el dicho J.T. e el dicho J.V. non fazían por ello fuero nin renta[...] e restituyese en en ello al dicho prior para que pudiese poblar en ello so señorío aquéllos a quien fuese la su merced que en ello quesiese poblar (1379, Cantabria; CODEA+2015 0633).



(6)

E que nos dedes en cada año cinco eminas de trigo e media cántara de vino el día de Sant Martín, según que jelo pagan los otros vasallos (1390, Cantabria; CODEA+2015 0722).

Siglo xv:

(1)

Para que sea uuestra la dicha tyerra, de uuestros fijos e uestros herrederros [...] et para que fagades dello en ello asy commo farydes dellas vuestras cosas propias (1410, Montaña; Menéndez Pidal 1966: doc. 10).

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(2)

Sy avedes cobrado la plata de Monblanque, que nos la enbiedes e sy non la avedes cobrado que dedes en ello por que se cobre luego e lo el traya (1424, Toledo; Menéndez Pidal 1966: doc. 304).



(3)

Treynta e çinco barriles de sydra [...] E juraron en forma de no lo abrir, nin vender nin gastar (xv-xvi, Castro Urdiales; Seibane 2003: 155).



(4) Descargo doscientas fanegas de sal. Diosele leçencia con condicion que non lo pueda vender el nyn nenguno que del lo comprare (xv-xvi, Castro Urdiales; Seibane 2003: 156).



(5)

Quales quier personas que fezieren yerba en viña o binbreras ajenas [...] sy las guardas los toparen que le den cuenta e mostren de donde lo traen (xv-xvi, Castro Urdiales; Seibane 2003: 157).



(6)

Echar todos los puercos e puercas a la grana que oviere en el dicho monte e de le pagar por cada puerco aya grana o no lo haya (xv-xvi, Castro Urdiales; Seibane 2003: 157).



(7)

Diesen licencia para traer [...] la dicha madera e lo cargar en el puerto (xv-xvi, Castro Urdiales; Seibane 2003: 158).



(8)

Este dicho dia e año, se le cargo el vino [...] para que lo venda e den cuenta con pago dello (xv-xvi, Castro Urdiales; Seibane 2003: 155).



(9)

Para dar probisyon del dicho azeyte e candelas a los que fueren por ello (xv-xvi, Castro Urdiales; Seibane 2003: 155).

Siglo xvi:

(1)

Yo embío a Villasana dadle el dinero que traés porque se venga con ello, porque me matan librantes y no tengo qué les dar (1520, Valladolid; CODEA+2015 1331).



(2)

Cualquier persona que quiere usar de oficio de calcetero e jubitero lo usa sin saber cortar calças y jubones (1532, Toledo; Almeida, Sánchez-Prieto y Vázquez 2015: 594).

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(2)

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Pero después de que no se nos da el dicho pan [...] sino que lo vamos a comprar a cuarenta y cincuenta leguas de aquí (1585, Toledo; Almeida, Sánchez-Prieto y Vázquez 2015: 594).

Siglo xvii:

(1)

Zinco varas y media de estameña por pisar y un mandil con ello (1633, Villamuñío, León; Morala 2015: 331).



(2)

Y el dicho alcalde mandó que el dicho Juan Padierna, pastor, guarde el dicho ganado, [...] y se le note no acuda con ello a ninguna persona sin su liçencia (1633, Villamuñio, León; Morala 2015: 331).



(3)

Veinte y vna libras de ylo de zerro para que las aga tejer y, si yo[...] muriere, bista con ello a sus yjos y mis sobrinos (1649, Orduña, Burgos; Morala 2015: 332).



(4)

Seis baras de estopa en tela y falta de pagar al tejedor el trabajo de ello (1656, Mahamud, Burgos; Morala 2015: 331).



(5)

Ciento y quatro libras de cera que es neçesario para ello [la dicha ofrenda] (1660, Cuenca de Campos, Valladolid; Morala 2015: 331).

B) Solo en dos documentos de Cantabria hallamos la concordancia de continuidad con el dativo le, un rasgo que se encuentra también en la actualidad (vid. supra tabla 1):

(1)

E estos dichos casares vos damos con entradas e con salidas, con huertos, e era e corral, e con lo que le pertenece e pertenecer debe (1390, Cantabria; CODEA+2015 0722).



(2)

Quales quier personas que fezieren yerba en viña o binbreras ajenas, que pague de pena dos reales. E sy las guardas los toparen en los caminos que le den cuenta e mostren de donde lo traen, so la dicha pena (xv-xvi, Castro Urdiales; Seibane 2003: 157).

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4.3. Artículo lo y demostrativo esto El número de casos en los que el neutro de materia se manifiesta a través de la concordancia con el artículo o el demostrativo es mucho menor que el visto para los pronombres. Aun así, esta concordancia se encuentra documentada desde el último tercio del siglo xii y extendida desde Cantabria hasta Segovia: (1) Et esta terra que sea la media oganno posta et que lo labren lo doganno si maes non puderen duas uices (1188, Burgos; Menéndez Pidal 1966: doc. 152). (2) E si uacas viejas o nouillos foren de uender [...] que uendan lo que for de uender (1220, Campó; Menéndez Pidal 1966: doc. 25).

(3)

Que nos dedes cada anno IIII almudes de pan, lo medio trigo et lo medio ordio (1223, Oña; Menéndez Pidal 1966: doc. 46).



(4)

Fago pleyto con Martin Loçano de Goçon de la nuestra heredad que nos auemos. E de las sos casas e de la so heredad, del [...] boluemos lo nuestro e lo suio e damoielo por X annos (1243, Sahagún; Fernández Flórez 1993: doc. 1695).

(5) E este ganado pasó todo del vuestro poder al nuestro poder. E otorgamos nós que lo recebimos [...] que nós que lo guardemos bien e lealmientre lo vacuno a toda nuestra costa e lo ovexuno que se guarde por su razión (1319, Valladolid; CODEA+2015 0381).

(6)

Otorgo que vendo a vós, media casa e medio corral que se tiene con ella, lo que fue de don Garcí Sancho (1319, Segovia; CODEA+2015 0564).



(7)

Vendo a vós Alfonso, una viña que es Covalle [...] e con esto vos vendo yo otra viña (1363, Cantabria; CODEA+2015 0605).



(8)

El asadura de oveja o cabra, dos maravedís; la cabeça d’esto a un maravedí (1466, Madrid; CODEA+2015 0017).

(9) La madera que en ella se alló y puso por inventario es lo siguiente (1601, Sahagún; Morala 2015: 332).

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(10) La madera, que es lo del rincón, con las vigas grandes (1638, San Martín de la Cueza, León; Morala 2015: 332).

(11) Un rebociño de vayeta de lo bueno (1660, Cuenca de Campos, Valladolid; Morala 2015: 331).

(12) Llevose cera para el añal dos quartos, además de lo que dejó el difunto (1661, Pinillos de Esgueva, Burgos; Morala 2015: 332).

(13) Diez varas de vaieta de Segovia de lo fino (1664, Segovia; Morala 2015: 331).

5. Reorganización del sistema de referencia pronominal En paralelo a este tipo de concordancia se observa también, desde principios del siglo xiii, el uso del dativo le en lugar del acusativo lo. Por supuesto no es un uso sistemático, pero el número de incidencias sí es lo suficientemente significativo. Los primeros usos se registran en Cantabria, Burgos y el oriente de León. Hace referencia tanto a objetos masculinos animados como inanimados. No es momento para extenderse en los detalles de las teorías que intentan explicar por qué surge este leísmo, me remito al estudio de Fernández-Ordóñez (2001) sobre el tema, solo pretendo sacar a la luz los ejemplos hallados y resaltar el hecho de que sean coetáneos los casos con masculinos animados e inanimados. Esto sería consecuencia del reanálisis que se produce en este paradigma, donde pasa a interpretarse le como referente de acusativo masculino discontinuo para establecer la diferencia con lo (acusativo masculino y femenino continuo): le (masculino discontinuo)/lo (masculino continuo). Además, se registran usos, esta vez esporádicos y más tardíos, de la por dativo para el femenino, les por acusativo plural (los), etc. En la tabla siguiente aparecen todos ellos:

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O

V

I

T

A

S

U

C

A

Siglo xiii  Aquel uillar, quel tenie de Sancti Johannis (1215Burgos; Pidal 1966: doc. 165).  Et do hi mio cuerpo si fuer en logar quel puedan traer (1225, Briviesca / Bureba; Pidal 1966: doc. 48).  Otorgamos a uos […] el molino de Alça pierna, por tal pleit quel tengades bien adobado et sino quel perdades (1232, Montaña; Pidal 1966: doc. 7).  Todo omne que taiar aruol, ol mandar taiar sin plazer de so duenno, peche […] e si prouado non pudiere seer que el dueno de la casa o del uuerto le tayo ol arranco (1238, Sahagún, León: doc. 1687).  Si por auentura algun omne de nuestro linage o de otra parte contra este fecho uinier ol quisies quebrantar (1253, Sahagún, León: doc. 1718).  E damos uos el nuestro suelo que fue de don Gutierre, e uos quel ffagades e quel contengades a fuero de los otros (1253, Sahagún, León: doc. 1721).  Vi priuilegio sin seello e con signo […] e pidieronme merced que ge le confirmasse (1255, Burgos; F. Flórez 1993: doc. 1750).  E el molino quel contegades e que fagades el suelo e quel pobledes (1263, Sahagún, León: doc. 1793).  Desemparo auos el molino que yo auia en Barrihuelo. Desemparo uolle et de aquj uos apodero en el (1263, Segovia; Pidal 1966: doc. 239).  De fazer vo lo sano de nós e de todo omne que demandare el heredamiento sobredicho de vos le arredrar (1275, Palencia; CODEA+2015 0295).  Et este quitamiento le ffago desde el perdon que el rey don Alffonso ffizo en Toledo (1288, SahagúnToro; F. Flórez 1993: doc. 1841).  Mando a mi que leyesse el dicho priuilegio e que le trasladasse (1293, Sahagún, León: doc. 1872).

Siglo xiii  En concejo de Orzales le dio por manero a A.G., quil metjo por en el solar […] uendedores quandol metio A.G. enna heredat (1202, Montaña; Pidal 1966: doc 2).  Que ningun omne que moira […] quel mate bestia ol queme fuego, o padre o hermano quel mate por ocazion que non sean pechados […] i el vezino quil matar peche (1219, Burgos; Pidal 1966: doc. 166).  Et qual iuez quisiere poner el nuestro frayre que atal le ponga (1220, Burgos; Pidal 1966: doc. 167).  El uecino que al uecino matar, nil uala eglisia, nil uala palacio, nil uala dona ne caualero, e sel podieren tomar, metele de iuso […]e sil podieren testiquer cada uez quel testiquieren peche I morauedi (1221, Sahagún, León: doc. 1623).  Et paramos por fiador a don VC, e nol quisioron recebir (1223, Campó; Pidal 1966: doc 28).  Et el cauallo quel cuenten en la meatad del mueble (1225, Briviesca/Bureba; Pidal 1966: doc. 48).  E el labrador que non quesiere laurar fueras por pleicto quel den a comer, o lo demandar alla ol quesier coger pora labrar, sea pregonado que nenguno nol cueya pora labrar, e quil cogir depues pora labrar, peche, fueras si iurar que no lo sobo que pregonado era que nol cogies nenguno (1238, Sahagún, León: doc. 1687).  Si alguno delos finar […] que le lieuen a soterar a San Çaluador (1243, Sahagún, León: doc.1695).  E el peón que las crebantare […] xaquele por traydor. (1244, Pancorbo; Pidal 1966: doc. 57).  Ista est illa despensa quod fecit Dominicus Martini, ubi uos le mandestes (1255, Otero, León: doc. 630).  E si el uuestro omne non quissier uenir tomar el diezmo o el quinto […] nos mostrandolo por prueua o iurando que le lamamos (1282, Sahagún, León: doc. 1825).  Et ssi por auentura alguno uos desafíiase o uos ffiziesse mal, nos que seamos conuusco en uno a correr le et quel matemos (1291, Vitoria; Pidal 1966: doc. 142).  Preguntado sy sabie o uiera que de aquellos iurados quando non plazie con ellos al abbad sil sacaua e metie otro en so lugar […] dixo que oyo dezir a don Siluestre en commo le feziera escriuano el eleyto don Rrodrigo, e Iohan Bueno quel presentara al abbad e al conceio, et el conceio quel resçibiera por escriuano […] et el que le vio usar de su offiçio fasta quel tiro este abbad (1294, Sahagún, León: doc. 1875). Siglo xv  El dicho majuelo, todo o parte dél, e si costa o misión fizierdes por le defender, en juizio o fuera de juizio, vós que seades creído (1407, Escribano Palencia, CODEA+2015 0346).

Siglo xiv  Yeste ssolar uos arrendamof, et que nol podades vender (1310, Briviesca; Pidal 1966: doc. 70).  Vendo un lagar que yo he […] e vendo vos le con el ssobrado que y he (1361, Toledo; Pidal 1966: doc. 297).  Et vendemos vos le todo el dicho majuelo entera mente (1396, Madrid; Pidal 1966: doc. 301).

objeto inanimado

SINGULAR

persona / objeto animado

M

Siglo xvii  Nombraron a Juana de Ezcay […] y absolviéndole ofrezió declarar lo justo” (1640, Pamplona; CorLexIn).  Prometió declarar todos los bienes que fuere sauedora ayan quedado […] y le ayude Dios (1685, Rioja; CorLexIn).

Siglo xiii  Que ella xame a AMG e a G Y e a DG que le aiuden a complir estas mias mandas […] con aquellos que ella xamar que le aiuden (1297, Otero, León: doc. 801).

F

Siglo xv  Por la syngular afecçion que yo he al monesterio de Santa Marja, mj merçed es deles tomar et resçebjr […] mando et defiendo que persona njn personas algunas les non fieran njn maten njn lisien (1454, Ávila; Pidal, 1966: doc. 247).

Siglo xiii  Dioles iuiz que les odis e les iulgas, en so lugar, a DI, arcepreste (1263, Otero, León: doc. 686).

persona / objeto animado

M

PLURAL

Siglo xviii  Y no parecieron más vienes, y los aquí declarados quedaron a cargo de el dicho FV quien se obligó para entregarles cada y quando que se lo pidan, so pena de pagarles de sus uienes (1700, Palencia; CorLexIn).

objeto inanimado

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O

V

I

T

A

D

Siglo xvii  Mandó su merced hacer este auto de oficio y que yo, escribano, le assista (1671, C-Cosío).  Tienen dispuesto lleuarle a curar a la ziudad de Palenzia (a su padre) (1676, C-Montoya).

Siglo xvi  Cierta sentencia que dio en fabor de I.S., boticario, por la cual le condenó en dos mil e quinientos moravedís (1521, Valladolid; CODEA+2015 1348).

Siglo xiv  E segund derecho cualquier deve de correjer su error de antes que otro mayor juiz le correja (1364, Valladolid; CODEA+2015 0606).

este abbad (1294, Sahagún, León: doc. 1875).

Siglo xvii  Dan principio al dicho jmbentario de vienes y le hacen en la forma y manera siguiente (1657, C-Vera).  Y en este estado fenecieron y acauaron este dicho ynbentario[…] Y le hiçieron por ante mí, el dicho Diego Ranero, escriuano. (1667, C-Martínez).  Y zesaron en el dicho imbentario y protestaron proseguirle en todos los demás vienes que parezieren (1676, C-Montoya).

Siglo xvi  E pidió testimonio de su presentación, e los dichos señores dixieron que lo oían e mandáronsele dar, (1521, Valladolid; CODEA+2015 1348).

 Si abito quisier, que sea tenudo a gele dar el dicho convento (1414, Burgos; Pidal 1966: doc. 207).

Palencia, CODEA+2015 0346).

Siglo xvii Se obligó premissa la liçencia que el dicho su marido la dio […] de no yr contra esta escriptura (1646, Palencia; CorLexIn).

Siglo xv  Llamó e hizo llamar a la devota madre doña Costança, abadesa del dicho monesterio, rogándola que veniese a la dicha red, que quería hablar con ella […] diziendo que su voluntad avía buen tiempo era de ser religiosa y lo quería ser, y la pedía por merced que así la reciviese y tomase por tal religiosa, que lo quería ser (1490, Burgos; CODEA+2015 1408).

Siglo xiii  RP crebantonos la casa et fezola pechar III morauedis et tercia por fuerza (1223, Campó; Pidal 1966: doc 28).

Siglo xvi  E por esta carta me obligo a mí de voslo fazer cierto e sano de cualesquier personas que voslo demandaren deziendo que los pertenece so pena de vos dar e pagar todos los moravedís que por ellos me distes (1517, Cantabria; CODEA+2015 0643).

Siglo xiv  Se me enbio querellar, que ellos et sus priores et sus monges an rreçebido de grant tienpo aca et rreçiben muchos males de algunos fiios dalgo […] desonrrando los et tomando los por fuerça el pan et el vjno et la carrne et la çeuada et los ganados et otras sus cosas (1351, Valladolid; Pidal 1966: doc. 231).

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Como ejemplos que recogen casi al completo ese sistema referencial castellano podemos añadir estos de Segovia y Ávila registrados en el CorLexIn.

(1)

Su muger [...] le dejó sus bienes [...] y para que se sepa los bienes que tiene [...] pedía a su merced lo mande poner por inventario los dichos bienes [...] su merced del dicho señor tomó juramento [...] el qual le hiço vien y cumplidamente [...] los quales dichos vienes [...] el señor alcalde le entregó al dicho GM para que los tenga i goçe [...] asta que Dios fuere servido de le llevar de esta presente vida a la otra y, en llevandole [...] (1623, Segovia; CorLexIn).



(2)

A.L. quando cassó a M.G. la dio en dote [...] assi de los bienes que la tocaron de A.H., madre de la dicha MG [...], como de otros que A.L. la dio (1646, Ávila; CorLexIn). Discontinuo Singular M

AC

DAT

F

Le llevar Llevándole Le hiço (el juramento) Le dejó Le entregó

Continuo

Plural M Los tenga

F

M Lo mande (los dichos bienes)

La dio La tocaron

6. Conclusión Hasta aquí se ha pretendido simplemente realizar un ejercicio para reflexionar sobre la idea de partida de este trabajo: si queremos llegar a tener un conocimiento más completo de la historia del español, es preciso tener en cuenta la variación diatópica de nuestra lengua en el pasado acudiendo a fuentes documentales que, por su tipología, nos puedan mostrar más directamente esa variación. En el caso concreto que aquí se ha tratado, podemos concluir que el llamado «neutro de materia» es un rasgo intrínseco al castellano desde sus orígenes en el norte de la Península. El número de ejemplos muestra que este fenómeno ha estado lo suficientemente arraigado en el habla de las zonas señaladas en el mapa arriba expuesto (figura 6) como para que su uso se considerase aceptable

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en el registro escrito, al menos hasta el siglo xvii; aunque fuese en una documentación marcada por la interferencia entre el uso local y el uso normativo. Se ha mostrado también, con una serie de ejemplos, que una de las consecuencias de esta concordancia especial fue el uso muy temprano de le como referente pronominal para acusativo masculino no continuo (tanto animado como inanimado). 7. Fuentes documentales Casado Lobato, M.ª Concepción (1983): Colección diplomática del monasterio de Carrizo (León), I-II (969-1299). León: Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, Colección «Fuentes y Estudios de Historia Leonesa», 28-29. Cavero Domínguez, Gregoria y Martín López, Encarna (1999): Colección documental de la Catedral de Astorga I (646-1126). León: Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, Colección «Fuentes y Estudios de Historia Leonesa», 77. [CODEA+2015] GITHE (Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español): Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1800, (octubre de 2015). [CorLexIn] Morala Rodríguez, José Ramón (dir.): Corpus Léxico de Inventarios (CorLexIn), (octubre de 2015). Fernández Flórez, José Antonio (1991): Colección diplomática del monasterio de Sahagún (857- 1300) IV (1110- 1199). León: Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, Colección «Fuentes y Estudios de Historia Leonesa», 38. — (1993): Colección diplomática del monasterio de Sahagún (857- 1300) V (12001300), León: Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, Colección «Fuentes y Estudios de Historia Leonesa», 39. Fernández Flórez, José Antonio y Herrero de la Fuente, Marta (1999): Colección documental del Monasterio de Santa María de Otero de las Dueñas, I-II (8541300). León: Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, Colección «Fuentes y Estudios de Historia Leonesa», 73-74. Herrero de la Fuente, Marta (1988): Colección diplomática del monasterio de Sahagún (857-1230), II (1000-1073), III (1073-1109). León: Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, Colección «Fuentes y Estudios de Historia Leonesa», 36- 37. Menéndez Pidal, Ramón (1966): Documentos lingüísticos de España. Vol. I: Reino de Castilla. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Mínguez Fernández, José M.ª (1976): Colección diplomática del monasterio de Sahagún (857-1230), Siglos ix-x. León: Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, Colección «Fuentes y Estudios de Historia Leonesa», 17.

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[C-Cosío, 1671] Inventario de bienes de María de Cosío y Nicolás de Cosío, 1671, AHP Cantabria, Protocolo 2377-04 (inédito). [C-Martínez, 1667] Inventario de bienes de Catalina Martínez, 1667, AHP Cantabria, Protocolo 1737-07 (inédito). [C-Montoya, 1676] Inventario de bienes de Alonso de Montoya y Mújica, 1676, AHP Cantabria, Protocolo 0080-06 (inédito). [C-Vera, 1657] Inventario de bienes de Francisco de Vera y Soto, 1657, AHP Cantabria, Protocolo 0078-04 (inédito).

8. Bibliografía Almeida, Belén, Sánchez-Prieto, Pedro y Vázquez, Delfina (2015): «El pronombre átono objeto en la documentación toledana y su lugar en la dialectología», en José M.ª García Martín (dir.); Teresa Bastardín Candón y Manuel Rivas Zancarrón (coords.), Actas del IX Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, vol. I. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 585-600. Fernández-Ordóñez, Inés (1999): «Leísmo, laísmo y loísmo», en Ignacio Bosque y Violeta Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, vol. I. Madrid: Espasa, pp. 1317- 1398. — (2001): «Hacia una dialectología histórica. Reflexiones sobre la historia del leísmo, el laísmo y el loísmo», en Boletín de la Real Academia Española, 81, pp. 389-464. — (2006-2007): «Del Cantábrico a Toledo. El “neutro de materia” hispánico en un contexto románico y tipológico», en Revista de Historia de la Lengua Española, 1, pp. 67-118, y 2, pp. 29-81. — (2011): La lengua de Castilla y la formación del español. Madrid: RAE. García Arias, Xosé Lluis (1995): «Las “scriptae” asturianas y leonesas», en Günter Holtus, Michael Metzeltin y Christian Schmitt (eds.), Lexikon der Romanistischen Linguistik, II/2. Tübingen: Niemeyer, pp. 618-649. García González, Francisco (1981): «/le (lu), la lo (lu)/ en el Centro-Norte de la Península», en Verba, 8, pp. 347-353. — (1989): «El neutro de materia», Homenaje a Zamora Vicente, II. Madrid: Castalia, pp. 91-105. Gómez Seibane, Sara (2003): «“Neutro de materia” en documentación tardo y postmedieval de Castro Urdiales (Cantabria)», en Res Diachronicae, 2, pp. 152-162.

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— (2010): «Diacronía del neutro de materia en el occidente vizcaíno: características de los antecedentes y contextos sintácticos de aparición», en Boletín de la Real Academia Española, 90/302, pp. 217-239. — (2012): Los pronombres átonos (le, la, lo) en el español. Madrid: Arco/Libros. Gómez Seibane, Sara y Vázquez, Delfina (2013): «¿Más huellas del neutro de materia en los Siglos de Oro? Algunos testimonios de la región de Madrid», en Revista de Filoloxía Asturiana, 13, pp. 53-70. Harris-Northall, Ray (2005): «The Count/Non-Count Distinction in Castilian: Evidence for its Place and Function in the Medieval Language», en Roger Wright y Peter Ricketts (eds.), Studies on Ibero-Romance Linguistics. Dedicated to Ralph Penny. Newark: Juan de la Cuesta, pp. 67-185. Klein-Andreu, Flora (1981): «Distintos sistemas de empleo de le, la, lo. Perspectiva sincrónica, diacrónica y sociolingüística», en Thesaurus, 36, pp. 284-304. Morala Rodríguez, José Ramón (2015): «Datos para la historia del neutro de materia en castellano», en Revista de Filología Española, XCV/2, pp. 307-337. Viejo Fernández, Xulio (1993): «La llingua de los documentos del monesteriu de San Bartolomé de Nava (sieglos XIII-XIV)», en Lletres Asturianes, 47, pp. 7-48.

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Historiografía y problemática de las nociones de gramaticalización y lexicalización en el mundo hispánico1 Daniel M. Sáez Rivera Universidad Complutense de Madrid

1. Introducción En la tradición científica de los estudios de historia de la lengua española, el concepto de gramaticalización ha venido a traer un poco de viento fresco teórico a nuestros estudios desde finales del siglo xx y principios del siglo xxi. Sin tener mucho miedo a equivocarnos, podríamos afirmar que, junto con la teoría de las tradiciones discursivas2, la herramienta teórica de la gramaticalización (y otros conceptos anexos con los que pronto empieza a convivir, como es el de lexicalización) resulta ineludible en la actualidad a la hora de plantear una investigación en historia de la lengua española, más si se trata de morfosintaxis histórica. A este respecto podemos empezar por las ejemplares palabras de Elvira (2015) como reflexión de partida acerca de la gramaticalización, la historia de su empleo y la problemática que conlleva: El concepto de gramaticalización abunda en los tratados recientes de lingüística histórica, pero es, en realidad, un término antiguo. Lo utilizó Meillet (1912) hace más de cien años y otros investigadores del siglo pasado hicieron uso del mismo término u otros parecidos. A pesar de su antigüedad, hoy día es más bien una noción difusa y con límites poco claros respecto a otros fenómenos de cambio gramatical, especialmente en la investigación de las últimas décadas, en las que la   El presente trabajo se encuadra dentro del proyecto nacional de investigación Programes 5: Procesos de gramaticalización en la historia del español (V): gramaticalización, lexicalización y análisis de discurso desde una perspectiva histórica, referencia FFI2015-64080-P, cuyo Investigador Principal es Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga. 2   Teoría de origen alemán, derivada del trabajo de Coseriu, cuya difusión en España se estimula de manera determinante a partir de Jacob y Kabatek (2001) y, sobre todo, Kabatek (2005). 1

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etiqueta de gramaticalización ha sido aplicada a fenómenos de cambio esencialmente heterogéneos, que apenas tienen en común el hecho de incorporar alguna novedad en cualquier nivel gramatical. [...] el abuso del término llega a tal límite que resultaría defendible la idea de que el concepto de gramaticalización es inutilizable y prescindible a efectos prácticos (Elvira 2015: 93)3.

Precisamente para aclarar el término de gramaticalización e intentar fijar o más bien debatir sobre su contenido, así como tratar de entender mínimamente cómo se ha ido desdibujando, planteamos a continuación rastrear los orígenes de la recepción en el mundo hispánico a modo de historia (o, mejor dicho, «historiografía») de dos términos empleados para designar diversos o incluso los mismos procesos de «rutinización» lingüística: gramaticalización y lexicalización. Dentro de la tarea historiográfica, intentaremos realizar el tipo IV, recomendado y seguido desde hace tiempo por Koerner (1978: 58): the presentation of our linguistic past as an integral part of the discipline itself and, at the same time, as an activity founded on well-defined principles which can rival those of «normal science» (Kuhn) itself with regard to soundness of method and rigour of application.

Tratando de cuidar tal validez y rigor metodológicos, adoptamos como guía la definición englobadora de historiografía lingüística de Swiggers (2004: 116), que entiende la disciplina como «el estudio (sistemático y crítico) de la producción y evolución de ideas lingüísticas, propuestas por actantes, que están en interacción entre sí y con un contexto sociocultural y político y que están en relación con su pasado científico y cultural», con la dificultad que conlleva realizarlo para un pasado reciente con el que aún no se puede tener la suficiente distancia histórica. Para trazar esta historia nos ayudaremos en gran parte de la «Bibliografía Programes sobre gramaticalización y lexicalización», ordenada por el que escribe estas líneas (Sáez Rivera 2014), aunque con aportaciones de todos los miembros del equipo del proyecto Procesos de gramaticalización en la historia del español. Completamos la información allí contenida con nuevos   Elvira ya había adelantado este tipo de críticas en trabajos previos (Elvira 2012: 315).

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expurgos bibliográficos. Otro recurso que puede ayudar a reconstruir la ciencia normal en una época será la consulta de diccionarios de lingüística, que nos pondrán en la pista de trabajos publicados en España poco consultados en la actualidad. A través de la historiografía de los conceptos de gramaticalización y lexicalización irán surgiendo los puntos problemáticos de la teoría que pueden causar fuerte polémica, tras lo cual intentaremos concluir con algunas pautas de buenas prácticas teóricas. 2. Historiografía de la noción de gramaticalización Aunque existen precedentes conceptuales, resulta bien conocido que la forja del término gramaticalización (en francés, grammaticalisation) se debe a Meillet, quien lo define como «l’attribution du caractère grammatical à un mot jadis autonome» (cito por Meillet 1982: 131, 133). Se trata, por tanto, de la gramaticalización clásica del léxico a la gramática, que Traugott (2002: 2627) etiqueta como gramaticalización primaria, pero que aquí vamos a llamar gramaticalización1. Supone el paso de la clase abierta de palabras a la clase cerrada, y de hecho la vía principal de renovación de las clases cerradas o gramaticales (lo que principalmente interesaba a Meillet), clases que tienen significado relacional frente al significado referencial o autosemántico de las clases abiertas. Sobre este tipo de gramaticalización el acuerdo es grande, aunque existe el conflicto de fijar qué se considera léxico y qué gramática, y si su relación es modular y en principio estanca aunque con interfaces (como se piensa en el generativismo) o un continuum gradual (como se piensa en la lingüística cognitiva, el marco teórico ideal en el que insertar los estudios de gramaticalización), así como decidir cuáles son exactamente las clases abiertas, y cuáles, las cerradas. Dentro del paradigma cognitivo que se fija en la gradualidad categorial de los prototipos conviene adoptar una visión no monolítica no solo de la relación léxico-gramática, sino de la configuración de las propias categorías (Taylor 1995), especialmente las cerradas, en las que, por ejemplo, no todas las preposiciones se comportan igual; unas, más cercanas al prototipo de una unidad corta (monosílaba), átona, con significado abstracto-relacional y selección de sintagmas nominales y pronombres término de preposición (a mí, sin ti, por él), frente a otras como según, que se combina con pronombres personales de sujeto (según yo/tú/él...), o como durante, más

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larga, con t­onicidad y mayor carga semántica (se percibe el durar subyacente), que produce restricciones combinatorias (sustantivos con significado temporal durativo). Precisamente según y durante, como preposiciones no prototípicas, son creaciones romances mediante procesos de gramaticalización (Sánchez Lancis 2001-2002; Castro Zapata 2012), lo cual podría explicar su idiosincrasia. Los problemas teóricos se pueden derivar de Kurylowicz (1965: 524, apud Lehmann 1995: 7), el cual acepta la gramaticalización1 de Meillet del léxico a la gramática, pero va a añadir otra posibilidad de cambio de menos a más gramatical, que ejemplifica con el peso de un formante derivativo a otro flexivo: «Grammaticalization consists in the increase of the range of a morpheme ­advancing from a lexical to a grammatical or from a less grammatical to a more grammatical status, e. g. from a derivative formant to an inflectional one». Se define así una gramaticalización2 que implica un cambio de gramatical a más gramatical, etiquetada por Traugott (2002: 27) como gramaticalización secundaria. Esa es la corriente que sigue también Lehmann (1985: 303), quien dice que la gramaticalización «is a process which turns lexemes into grammatical formatives and makes grammatical formatives still more grammatical». Hopper y Traugott ([1993]/2003: 1) igualmente matizan la segunda parte de la definición, al definir la gramaticalización como «the change whereby lexical items and constructions come in certain linguistic contexts to serve grammatical functions, and, once grammaticalized, continue to develop new grammatical functions». Estas modificaciones en la definición original van a ser la vía por la que quizá se va a producir el abuso del término (y de hecho su posible desterminologización o banalización) para referirse a casi cualquier tipo de cambio gramatical, como denunciaba Elvira (2015: 93) (véase ut supra). Frente a este enredo teórico existen dos posibilidades. Ante la dificultad que puede entrañar definir qué es más o menos gramatical, la primera posibilidad, que adopta, por ejemplo, el mismo Elvira (2015), consistiría en recurrir a redefinir la gramaticalización2 alterando la segunda parte de la definición del término, en una línea similar a la de Hopper y Traugott ([1993]/2003): «La gramaticalización es el proceso que lleva a una pieza con contenido léxico a asumir funciones gramaticales o funcionales. A su vez, también es

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  Existe también versión en francés (Kurylowicz 1966).

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g­ ramaticalización el proceso por el que una pieza con valores gramaticales desarrolla nuevos papeles en la gramática» (Elvira 2015: 93). A esta redefinición la podríamos denominar gramaticalización3. El resultado es que este tipo de gramaticalización es un concepto teórico quizá demasiado potente, precisamente lo mismo que denunciaba a renglón casi seguido Elvira, por lo que no resuelve el problema teórico. En cierta manera se aproxima al concepto de regrammation o «regramación» de Andersen (2006: 233), «a change by which a grammatical expression through reanalysis is ascribed different grammatical content (change within and among grammatical paradigms)»5 que quizá convendría extender en sustitución de esta gramaticalización3 que puede dar a equívocos. Otra solución para evitar esta gramaticalización3 residiría en delimitar claramente qué es más y menos gramatical, con nóminas claras de casos, como el paso de lo sintáctico a lo morfológico (cantare habeo > cantaré) o la conversión de pronombres personales en morfemas vía clitización (como el caso del pronombre sujeto en francés je-mange, o el proceso en curso de coalescencia de los pronombres personales átonos o clíticos como morfemas de concordancia en español: Dalei a Juani un regalo). Precisamente con el sentido de morfologización va a ser con el que se va a utilizar en una de las primeras menciones del término gramaticalización en el ámbito hispánico. Así, según nuestros datos, es Rodríguez Adrados (1958: 2223; 1963: 71), un indoeuropeísta como Meillet, uno de los primeros en utilizar «gramaticalización» en español. Ahora bien, no lo hace acogiéndose exactamente a la definición de Meillet (cuya obra por otra parte cita y conoce, sobre todo la Linguistique historique et linguistique générale), sino de una manera idiosincrásica. De este manera, Rodríguez Adrados (1958: 22-23; 1963: 71)6 la define así: 5  Esta «regramación» la distingue Andersen (2006: 232-233) de la «gramación» o grammation, «a change by which an expression through Reanalysis is ascribed grammatical content (change from any other, including zero, content to grammatical content)» y de la «degramación» o degrammation, «a change by which an expression through reanalysis loses grammatical content (change from grammatical content to other, including zero, content)». Sánchez Lancis, Buenafuentes de la Mata y Prat Sabater (2015: 11) también emplean tres términos análogos: gramaticalización (Ø → X), como la creación del artículo, desgramaticalización (X → Ø), como la pérdida del neutro o de los casos, y regramaticalización (X → Y), como amaveram (pret. plusc. indicativo) > amara (pret. imp. subj.). 6   Rodríguez Adrados (1958) se incorpora a Rodríguez Adrados (1963), pero aparte se recoge en Rodríguez Adrados (1969).

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Llamamos gramaticalización (o morfologización) a la integración en una oposición de elementos morfológicos cuya función originaria es casi siempre diferente [nota: Generalmente, de valor concreto o cero (alargamientos, elementos radicales, etc.). El término «significante» es confuso cuando se prescinde de las oposiciones y se llega a una época previa a las mismas: en ella el significante con frecuencia no significa nada.].

No obstante, el término era conocido en España, pues ya aparecía en el Diccionario de términos filológicos, de Lázaro Carreter ([1953]/1987: 214): Gramaticalización. A. Grammatikalisierung. Proceso mediante el cual una palabra se vacía de contenido significativo, para convertirse en mero instrumento gramatical. Así, por ejemplo, haber ha perdido su significado ‘tener, poseer’, para convertirse en un simple morfema que sirve para la formación de los tiempos compuestos: se ha gramaticalizado. Lo mismo ocurre con el sustantivo mente, hoy es un sufijo para formar adverbios de modo, o con el verbo andar, en frases como anda enamorado, anda metido en negocios, etc.

De hecho, en un trabajo posterior Rodríguez Adrados ([1969]/1974: 67) emplea gramaticalización como paso de lo léxico a lo gramatical según la tradición francesa: Hay, por otro lado, partes del sistema que tienden a caer en desuso y sólo se utilizan en determinados niveles de lengua; y otras en estado naciente. Nada más frecuente, en efecto, que la gramaticalización de elementos léxicos, la conversión en regla gramatical de una entre varias posibilidades de combinación de unidades, etc. Bally (1) [El lenguaje y la vida. Trad. esp., Buenos Aires, 1941] y otros autores [Meillet, sobre todo: Linguistique historique et Linguistique générale. Paris, 1921] han estudiado estos procesos por los que los elementos que se manejan con finalidades expresivas y estilísticas pueden luego convertirse en partes normales de la Gramática.

Como indican con tino Alcaraz Varó y Martínez Linares (1997: 281) en su Diccionario de lingüística moderna, «[e]l proceso de la «gramaticalización» ha sido ampliamente analizado por Rodríguez Adrados (1966) [sic]», esto es, en Rodríguez Adrados (1969). Los ejemplos que propone Rodríguez Adrados ([1969]/1974: 224, 484, 767-768, 771, 820, 874) son la reduplicación, como quisquis ‘cada uno’ frente a quis ‘alguno’, el futuro románico procedente de perífrasis con habeo, debeo, teneo, volo en las que uno de los verbos tomó

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preferencia7, la «fusión significativa» que se crea en el futuro romántico, pero también en los tiempos compuestos o la negación francesa ne... pas, siendo Rodríguez Adrados capaz de señalar ya la importancia de la frecuencia8, los adverbios en -mente (como ejemplo de aglutinación de dos palabras de igual clase en la que uno de los elementos ha quedado gramaticalizado) o las formas perifrásticas del verbo con «gramaticalización de elementos léxicos». No obstante, retiene Rodríguez Adrados ([1969]/1974: 714) el uso idiosincrásico de gramaticalización como morfologización de procesos fonéticos («gramaticalización de fonemas», en el índice del libro [Rodríguez Adrados [1969]/1974: 1010]), con ejemplos como la oposición entre un presente con i (con símbolo de semivocal debajo), derivada de la laringal Hi, del tipo capio/cepi del latín. Alcaraz Varó y Martínez Linares (1997: 281, 619) remiten en su entrada sobre gramaticalización también al anglista Cruz (1988). Por tanto, aunque la noción resulta conocida en España y en los estudios hispánicos, los estudios son escasos al respecto (por ejemplo, Uría 1978), parece haber tenido más calado en los estudios de lenguas clásicas y lenguas modernas que en los de español. Habrá que esperar a finales del siglo xx para la reintroducción del término gramaticalización en España, en español y sobre fenómenos del español, vía influencia alemana y anglosajona que traerá la recuperación de Meillet y Kurylowicz, por ejemplo a través de Lehmann ([1982]/1995; 1985), Heine, Claudi y Hünnemeyer (1991), o Hopper y Traugott ([1993]/2003). Tal reintroducción (por no llamar irrupción) en España y en el mundo hispánico en español tiene varios focos. El primero en España (y desde entonces uno de los más importantes) es el foco catalán y el valenciano, que se inspira en el trabajo de Lehmann ([1982]/1995; 1985) y de Hopper y colaboradores (sobre todo, Hopper, y, en especial, Hopper y Traugott [1993]/2003).

7   «Cuando nos hallamos ante un problema de gramaticalización en que una forma tiende a ser sustituida por otra, es frecuente que exista un cierto número de candidatos, entre los cuales se elige luego: caso del futuro románico, que sucede a un estado fluctuante del lat. vulgar en que había perífrasis con habeo, debeo, teneo, volo (luego se eligió uno u otro de estos verbos), o del futuro germánico (perífrasis con duginna, haba, waírpa, skal en gótico, con selección posterior)» (Rodríguez Adrados [1969]/1974: 484). 8   «Aquí es principalmente la frecuencia de las construcciones y la progresiva falta de valor semántico de sus componentes la que indica la gramaticalización (en la cual intervienen también, claro está, hechos de sistema» (Rodríguez Adrados [1969]/1974: 767-768).

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Destacan especialmente como pioneros Salvador (1995) y Pérez Saldanya y Salvador (1995), quienes aplican las modernas teorías de la gramaticalización a piezas del catalán, como, por ejemplo, encara, o el perfecto perifrástico catalán (Pérez Saldanya 1996), del tipo vaig anar ‘fui’. Estos autores llegan a la gramaticalización a través de la fraseología (Salvador) y la lingüística cognitiva (Pérez Saldanya, cuyo director de tesis fue Ángel López, lingüista de corte cognitivo, una de las vías teóricas de entrada de la gramaticalización). También en la Comunidad Valenciana, en concreto en Alicante, José Luis Cifuentes Honrubia (aunque formado en Murcia) es autor de otro trabajo pionero (Cifuentes 2003), y actuó a su vez como mentor de José Luis Tornel Sala, autor de otro de los artículos presentadores de la teoría en español (Tornel Sala 2000). Levemente más al norte en el oriente peninsular, en Barcelona (Cataluña), vamos a destacar primero el trabajo de Mar Garachana, sobre todo por su a­ rtículo programático en Moenia (Garachana 1999), fruto de sus investigaciones sobre marcadores del discurso (Garachana 1997, 1998a, 1998b). En ambos casos existe continuidad, tanto en cuanto a la puesta a punto completa de la teoría (Garachana 2015), como al trabajo renovado sobre marcadores contraargumentativos como no obstante (Garachana 2014). Dentro del área catalana resulta también iniciador el trabajo de Sánchez Lancis (2001-2002) y, punto seguido, el de Buenafuentes de la Mata (2001-2002, primer trabajo sobre gramaticalización, y 2007), ambos colaborando después con Prat Sabater (Sánchez Lancis, Buenafuentes de la Mata y Prat Sabater 2015). También programático o sinóptico es el capítulo sobre gramaticalización que se incluye en la Introducción a la lingüística cognitiva, de Cuenca y Hilferty (1999: 151-178). Otro núcleo importante es México, quizá por influencia teórica del país vecino angloparlante, Estados Unidos, que irradia a partir del trabajo de Company Company y de ahí a sus múltiples discípulos y colaboradores (más bien discípulas y colaboradoras). Aparte de los primeros trabajos de finales de los noventa (por ejemplo, Company Company 1998), existe otro trabajo programático: el artículo de Company Company (2003) en Medievalia. De Argentina llega por su parte el trabajo pionero y ejemplar de Colantoni (2000). En fuerte conexión con México se encuentra el foco madrileño, por ejemplo, en la Universidad Complutense de Madrid, el grupo de investigación Programes (Procesos de gramaticalización en la historia del español) (2002-actualidad), dirigido inicialmente por José Luis Girón Alconchel, que tiene como hito inicial la ponencia plenaria de Girón Alconchel (2002) en el V

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Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. En la p­ enúltima edición del proyecto (2012-2016), los miembros del equipo, aparte de su director, éramos Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga, Álvaro Octavio de Toledo, Juan Antonio Chavarría y uno mismo; en la última edición, Programes 5 (2016-2019), ha pasado a ser investigador principal el profesor Herrero, al que acompaño en el equipo de investigación, estando formado el equipo de trabajo por el profesor Girón Alconchel, antiguo director, y recuperando para tal equipo miembros anteriores como Angela Bartens, Patricia Fernández Martín y Anton Granvik, y añadiendo a Ana Stulic9. Con la Universidad Autónoma de Madrid, la colaboración con México y la Complutense es fuerte: como anécdota, conviene recordar el curso seminal de Company Company sobre gramaticalización en la UAM en 2002 al que algunos asistimos. En la Autónoma destaca el trabajo de Elvira, especialmente por sus reflexiones críticas sobre la gramaticalización y su empleo de lexicalización, así como el de Rodríguez Molina (2004, 2010), entre otros. Los puentes también se trazan de Madrid con Sevilla o de Sevilla con Madrid en el trabajo de investigadoras sevillanas como Pons Rodríguez (2010), López Serena (2014) o Fernández Alcaide (2016), según algunos de sus recientes trabajos representativos. Aunque a veces los focos actúan independientemente, también hay muchos lugares de encuentro: uno de ellos es el Anuari de Filologia (números 1112, años 2001-2002), con artículos de Garachana (2001-2002), Buenafuentes (2001-2002), Espinosa Elorza (2001-2002), Octavio de Toledo (2001-2002), Pons Rodríguez (2001-2002), Sánchez Lancis (2001-2002). En esta nómina encontramos otros nombres (que implican otros focos), como el de Espinosa Elorza, que desde Valladolid sigue haciendo importantes contribuciones a los estudios de gramaticalización (Espinosa Elorza 2010). Tras estos primeros focos y con la difusión de la teoría ya resulta más difícil (por no decir imposible) restringir geográficamente la publicación de los estudios de gramaticalización.

9  Sobre el grupo, véase https://www.ucm.es/procesosdegramaticalizacionenlahistoriadelespanol, y Girón Alconchel y Sáez Rivera (2014), en especial.

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3. Historiografía de la noción de lexicalización Al igual que ocurría con gramaticalización, ya recogía Lázaro Carreter en su Diccionario de términos filológicos ([1953]/1987) el término de lexicalización, también de origen francés, en este caso formulado por Bally en Linguistique générale et linguistique française ([1932]/1965: 148): Lexicalización. Designa así Bally (1932) el proceso que convierte un conjunto sintagmático en un elemento lingüístico que funciona como una sola palabra. Así, en un abrir y cerrar de ojos equivale a ‘instantáneamente’ (Lázaro Carreter [1953]/1987, s. v. lexicalización).

Probablemente el uso de lexicalización haya tenido una difusión mayor y más temprana en los estudios hispánicos, sobre todo por su aplicación y utilidad teórica en el ámbito de la fraseología. Así, ya Corpas Pastor (1996: 25-26) emplea lexicalización para referirse a la «especialización semántica» como 1) resultado de «adición de significado», del tipo poner el dedo en la llaga (‘acertar con el verdadero origen de un mal, o con aquello que más afecta a una determinada persona’) en cuanto a que se pasa de lo particular, físico y concreto a lo general, psíquico y abstracto, y 2) como resultado de la «supresión de significado», como ocurre en hacer ilusión (‘aludir’). No obstante, también se baraja en fraseología el concepto de «gramaticalización», unido al de «fijación», que va aparejado al de especialización semántica o desmotivación. Ello explica que, en el mismo lugar, Corpas Pastor (1996: 25) se sirva del Diccionario de lingüística de Cerdá para definir «fijación», definición en la que aparecerá «gramaticalización» con el sentido más bien de fosilización: Fijación Lex Proceso de gramaticalización mediante el cual se consolida paulatinamente el uso, exclusivo o no, de ciertas palabras en una expresión dada hasta formarse un significado conjunto inanalizable; p. ej. más o menos, a fin de cuentas (Cerdá 1988, s. v. fijación, apud Corpas 1996: 25).

En el mismo Diccionario de lingüística (Cerdá 1988, s. v. gramaticalización) aparece definida la gramaticalización a la Meillet: gramaticalización Diac Transformación, a lo largo de la historia de una lengua, de un morfema léxico en un morfema gramatical; por ej. en lat. secundum, el

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siguiente, pasó de adjetivo a adverbio, secundum, después de, y de ahí a preposición, secundum, tras, de donde proviene el esp. según.

E igualmente registra el mismo diccionario lexicalización (Cerdá 1988), sin adscribir el término al ámbito diacrónico (por defecto al sincrónico, por la acepción 1, al de la creación de palabras, y por la 2, a la lingüística informática): lexicalización 1 Lex Conversión de un conjunto de rasgos semánticos u otros elementos lingüísticos formalmente mayores en una sola unidad léxica que funciona como palabra independiente; p. ej. [acción de posarse una nave en la ­superficie lunar] → alunizaje; sin embargo, cejijunto. ǁ 2 En lingüística informática, dícese de la clasificación alfabética de los elementos que componen un fichero.

En algunos casos, pues, la labor investigadora en fraseología ha conducido a algunos autores a los estudios de gramaticalización (por ejemplo, a aplicar el concepto de gramaticalización en la formación de unidades fraseológicas irónicas, como estaría bueno y cubrirse de gloria, conforme hace Ruiz Gurillo (2009), que en cambio no emplea el concepto de lexicalización). Otras veces hay interesantes propuestas confluyentes de lexicalización y gramaticalización en el marco fraseológico (como el caso de Blasco 2002, 2006). También es posible el viaje contrario: desde los estudios de gramaticalización los autores se han acabado topando con unidades pluriverbales y han necesitado explorar el concepto de lexicalización, empezando por la misma Traugott, que, en colaboración, escribe otro libro fundamental: Lexicalization and Language Change (Brinton y Traugott 2005). La definición proporcionada por Brinton y Traugott (2005: 96) es, en cierto modo, un espejo de la de gramaticalización en Hopper y Traugott ([1993]/2003: 1), residiendo esta vez el problema en definir qué es «más léxico», como antes «más gramatical»: Lexicalization is the change whereby in certain linguistic contexts speakers use a syntactic construction or word formation as a new contentful form with formal and semantic properties that are not completely derivable or predictable from the constituents of the construction of the word formation pattern. Over time there may be further loss of internal constituency and the item may become more lexical.

Sin embargo, con mucha y desgraciada frecuencia, los estudios fraseológicos y los de gramaticalización parecen compartimentos estancos, pese a que tanto se podrían aportar mutuamente.

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En todo caso, se puede constatar que la boga del concepto de gramaticalización ha traído aparejada el renacimiento del término de lexicalización y un interesante debate o fuerte polémica sobre si es un proceso opuesto, distinto, similar o convergente. Según recuerda Lehmann (2002), ya Kurylowicz (1965) señalaba la lexicalización como un proceso opuesto a la gramaticalización (igual que Moreno Cabrera 1998). El propio Lehmann (2002) reflexiona sobre la contraposición entre lexicalización y gramaticalización. Como proceso en colaboración con la gramaticalización, como vía hacia esta desde la lexicalización, abre amplias vías Rostila (2004). Aparte del trabajo de Brinton y Traugott (2005) destaca la formulación de lexicalización propia de Elvira (2006, 2012, 2015), que en su última presentación reza así: Lexicalización es el proceso diacrónico por el que una expresión compleja, es decir, una unidad que resulta de la combinación de otras más simples por medio de cualquier procedimiento gramatical, queda fijada en el uso, almacenada en el repertorio léxico de la lengua y en la memoria de los hablantes y disponible para ulteriores usos. La lexicalización es una fuente muy frecuente de creación de piezas y unidades del léxico, en general, y de la gramática en particular, lo que explica el interés que ha suscitado entre los investigadores de la gramática diacrónica (Elvira 2015: 169).

Elvira (2015: 169-171) ejemplifica claramente el proceso con locuciones (como la locución verbal o «expresión» marear la perdiz), fórmulas como puede que, unidades complejas que pueden culminar en una univerbación como aun + que > aunque. Así nos encontramos con conjunciones surgidas por fruto de lexicalización, en lugar de por gramaticalización, como planteaba Meillet. Quizá convendría hablar mejor de lexiconización, al considerar el lexicon como compuesto de léxico y gramática. Otra formulación hispánica original o idiosincrásica relacionada con la de Elvira es la de Girón Alconchel (2008: 34): «lexicalización y gramaticalización surgen y se desarrollan en estrecha cooperación: una gramaticalización requiere siempre una lexicalización previa y tiene como resultado una segunda lexicalización más estable que la primera». Esto es, la gramaticalización empieza por una lexicalización (se gramaticalizan construcciones) y desemboca en otra lexicalización (o mejor de nuevo, lexiconización, al quedar la pieza almacenada en nuestro léxico mental o lexicon, bien con valor gramatical, bien con valor léxico).

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Este tipo de engranaje entre lexicalización-gramaticalización, por el cual la lexicalización desemboca en la gramaticalización o es un tipo de gramaticalización, que parece una novedad teórica tan grande, tiene —no obstante— precedentes que por el furor teórico anglosajón han quedado oscurecidos, por ejemplo, en la tradición francesa. Prueba de ello es la entrada de lexicalización en el Diccionario de lingüística de Dubois, publicado en francés en 1973, y traducido al español en 1979 con reediciones o reimpresiones posteriores (Dubois et al. 1986: 387-388), en el que —como Lázaro Carreter antes— se remite a Bally ([1932]/1965: 148), sobre todo: La lexicalización es el proceso por el cual una serie de morfemas (un sintagma) se convierte en una unidad léxica. Ch. Bally considera la lexicalización como un proceso de «desgramaticalización», un proceso que favorece al léxico a expensas de la gramática. Los términos de un sintagma pueden resultar así inanalizables, desde el punto de vista del empleo lingüístico cotidiano: de repente no se considera como dos unidades y no difiere, en su comportamiento, de súbitamente. En este sentido, existen diversos grados de lexicalización: en francés, se mettre à fuir ‘echar a huir’ apenas está lexicalizado, mientras que prendre la fuite ‘darse a la fuga’ lo está más, por el sentido muy vago del verbo prendre; s’enfuir ‘huir’ está más lexicalizado que el anterior. El proceso de lexicalización puede llegar hasta su punto límite (ej.: en francés, à mon corps défendant ‘a pesar mío’, ‘de mala gana’), pero puede suceder que la locución que podría haberse lexicalizado totalmente engendre una nueva forma gramatical: por ejemplo, los ablativos absolutos latinos pendente pugna, durante somno, lejos de constituir expresiones estereotipadas, lexicalizadas, dieron lugar a una nueva forma gramatical, en español durante, en francés pendant, etcétera (Dubois et al. [1979]/1986: 387-388).

La dificultad de diferenciar claramente entre lexicalización y gramaticalización se puede deber a las muchas similitudes que poseen ambos procesos, conforme compendiaban en cuadro Brinton y Traugott (2005: 110), como la gradualidad, la unidireccionalidad, la fusión, la coalescencia, la desmotivación, la metaforización/metonimización.

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4. Problemática Los problemas arrancan de la propia configuración morfológica del término gramaticalización, como bien señala Elvira (2015: 93): Es verdad que, hasta cierto punto, el propio término gramaticalización, como derivado morfológico, encierra en sí mismo la causa del equívoco, porque contiene en su radical una referencia a lo gramatical, sin mayor precisión, y aplica a esta base un morfema de cambio o resultado. El término derivado tiene tal potencial de uso y aplicación que resulta comprensible que se preste a designar mil y un procesos de cambio diferentes.

Así pues, la conformación morfológica del término sería una de las causas de su posible desterminologización, la cual se produce en cuanto deja de emplearse «gramaticalización» en un marco teórico claro con una definición bien delimitada, sino de una manera vaga como ‘creación de gramática’. Como bien sabemos, el término se forja en francés como grammaticalisation. En inglés resulta problemática su adaptación: la versión más generalizada, por su difusión por Lehmann ([1982]/1995; 1985), Heine, Claudi y Hünnemeyer (1991), o Hopper y Traugott ([1993]/2003), es grammaticalization, pero también se ha empleado grammacization, e incluso grammaticalisation, a la francesa. En español, la principal duda es entre gramaticalización y gramatización, término que conviene preferir como traducción de lo que Auroux (1994: 9) entiende como grammatisation o producción de gramáticas y diccionarios de las lenguas del mundo a partir del Renacimiento, o según la matización del grupo Programes, en el que entendemos gramatización como «consignación en una gramática de un fenómeno lingüístico en proceso de gramaticalización o ya gramaticalizado» (Sáez Rivera 2008: 31). Otro punto problemático que hemos visto antes es el de la repartición o delimitación entre gramaticalización y lexicalización. Un ejemplo del problema teórico producido es el vaivén de aplicación de distintas denominaciones para los mismos fenómenos. Por ejemplo, los marcadores del discurso se pueden ver como un proceso de lexicalización, según la perspectiva de la fraseología (así los estudia Corpas Pastor [1996], como un caso de las «locuciones conjuntivas»), pero también dentro de las primeras formulaciones de lexicalización de Elvira (2012: 316), que ahora prefiere hablar de «discursivización» para la formación de marcadores (Elvira 2015: 183), distinta respecto a la de otros procesos de gramaticalización porque no suelen sufrir

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desgaste fonético (­explicable por su frecuente construcción disjunta con su propio acento) y porque toman alcance sintáctico desplazándose al margen de la oración e incidiendo sobre esta al completo más que perderlo (pasar de lo sintáctico a lo morfológico, por ejemplo), como suele ser habitual en otras gramaticalizaciones. Su naturaleza poco prototípica, como pieza gramatical y como gramaticalización, puede explicar la variación denominativa del proceso de su creación. No obstante, creo que de la polémica está ganando el etiquetado como gramaticalización que ya realizó Traugott (1997). Una buena idea es la de Company Company (2004), que distingue entre gramaticalización oracional (o gramaticalización 1) frente a la gramaticalización extraoracional (o gramaticalización 2), que es la que afecta a la creación de marcadores. Para que la numeración de tipos de gramaticalización encaje en los delimitados por nosotros podríamos hablar de una gramaticalización4. 5. Conclusiones De la evolución de la teoría de la gramaticalización (y la lexicalización) esbozada se pueden deducir algunos consejos de lo que podemos llamar buena praxis teórica. Así, no basta con emplear los vocablos gramaticalización o lexicalización sin más, sino que hay que emplearlos como términos, esto es, como vocablos con una teoría detrás que los respalde y los defina claramente. Por ello, hay que indicar cuál es la definición de gramaticalización (y de lexicalización) que se sigue, enmarcándose en la teoría previa preferida, o perfilar la definición propia de conceptos (como hace Elvira 2015, por ejemplo). Para trabajar adecuadamente con los conceptos de gramaticalización/ lexicalización podría ser conveniente diferenciar entre tipos de gramaticalización (1, 2, 3 y 4, esta última para marcadores) y de lexicalización (creación de fórmulas vs. lexiconización). 6. Bibliografía Alcaraz Varó, Enrique y Martínez Linares, M.ª Antonia (1997): Diccionario de lingüística moderna. Barcelona: Ariel. Andersen, Henning (2006): «Grammation, regrammation and degrammation: Tense loss in Russian», en Diachronica, 23, pp. 231-258. Auroux, Sylvain (1994): La révolution technologique de la grammatisation. Paris: Pierre Mardaga.

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El español en América: retos y problemas de su morfosintaxis histórica Viorica Codita Université de Neuchâtel Mariela de La Torre Université de Neuchâtel y Université de Fribourg

1. Introducción Las limitaciones del estudio de la morfosintaxis histórica hispanoamericana resultan de la dificultad metodológica en definir la naturaleza de los fenómenos morfosintácticos. Esto es, lo más espinoso de los fenómenos morfosintácticos prevalecientes en Hispanoamérica no es clasificarlos, sino definirlos. Es evidente que de momento no existe una definición que abarque por entero todas las particularidades de los fenómenos morfosintácticos prevalecientes en América (Hernández, Bravo-García, Fernández Alcaide, Fernández de Castro y Sánchez Méndez en este volumen, y Company Company 2006: § 2.1.), por lo que cabe plantearse, antes que nada, las siguientes interrogantes: ¿qué es un americanismo sintáctico? ¿Qué particularidades presenta? ¿Cuáles de estas son aceptadas por todos los investigadores? Company Company (2006: 26) es la primera investigadora, hasta donde sabemos, que ofrece una definición de americanismo sintáctico1. Si bien habla de un concepto «huidizo», reconoce su utilidad definiéndolo en los términos siguientes: rasgos sintácticos, en el nivel de oración simple, del español americano que pertenecen a normas urbanas generales, culta y/o popular, de las principales ciudades 1   Ya Rivarola (1986: 35) emplea el marbete americanismo sintáctico, aunque sin explicitar formalmente su definición. Le siguen Steel (1990:15), Hidalgo Navarro (1995-1996: 374) y Torres Torres (2000: 6). Por su lado, Montes Giraldo (2003-2004), aunque emplee la etiqueta incluso en el título de su artículo dedicado a estructuras americanas del tipo se los dije por se lo dije, tampoco define el concepto.

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de Hispanoamérica, compartidos por el habla de dos o más países hispanoamericanos.

Precisa, asimismo, que el rastreo del americanismo sintáctico debe tener en cuenta su ausencia/presencia (construcciones empleadas solo en el español americano), su frecuencia (construcciones compartidas en forma y significado con el español peninsular, pero que, en todas o alguna de sus variantes, muestran una mayor difusión y generalización en América) y sus valores semánticos distintos (construcciones formalmente compartidas con el español peninsular, pero que han desarrollado significados propios en América). No obstante, para dicho rastreo Company Company (2006: 26) descarta tanto las «curiosidades dialectales rurales aisladas o esporádicas» como las «construcciones empleadas por bilingües de lengua materna indígena, resultado de contacto o de aprendizaje deficiente del español». La propuesta de Company Company (2006) —meritoria por su carácter pionero— levanta, sin embargo, algunos problemas, ya que se limita al estudio de las hablas urbanas sin que esta opción se vea fundamentada y sin explicar qué se entiende por «curiosidades dialectales». En nuestra modesta opinión, el estudio del americanismo sintáctico debería, tal como propone Sánchez Méndez (2015: 231), abarcar todas las variedades, sin discriminación, del diasistema americano. Por otro lado, nos parece igualmente problemática la oposición operada entre «español americano» y «español peninsular general», como si de dos bloques monolíticos se tratara. A este respecto, cabe señalar que el policentrismo de la norma española impide considerar dicha separación binaria (Sánchez Méndez 2015: 231). Además, la etiqueta «español peninsular general» es de por sí reductora, ya que cabe preguntarse qué quedaría del español si excluimos a América. Lejos de invalidar la existencia del americanismo (morfo)sintáctico, estos escollos conceptuales no hacen sino corroborar la dificultad en definirlo, sobre todo desde la perspectiva diacrónica: de hecho, habría que estudiar los fenómenos (morfo)sintácticos americanos, no en cuanto resultados de cambios morfosintácticos, sino más bien desde una perspectiva variacionista que contemple su desarrollo y gradualidad (Sánchez Méndez 2015: 231). Difícil tarea, pues, si tenemos en cuenta la complejidad inherente a la cuestión de la norma en América desde el punto de vista diacrónico. Los presupuestos teórico-metodológicos en los que se basan los estudios lingüísticos en su dimensión hispanoamericana se consagran solamente de

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manera tangencial a la morfosintaxis2. Entre los fenómenos estudiados desde una perspectiva histórica —que coinciden en muchas parcelas con los estudios sincrónicos— prevalecen casi siempre los mismos: las formas de tratamiento y sus consecuencias en el paradigma verbal3, los posesivos duplicados, la concordancia de haber, la marcación «plural» del clítico objeto directo o los pronombres personales sujeto, etc. Se silencian otros que podrían arrojar luz sobre su desarrollo histórico o encaminar la investigación por caminos similares o diferentes al español peninsular u ofrecer otra perspectiva sobre los hechos lingüísticos hispanoamericanos (Hernández, Bravo-García, Fernández Alcaide, Fernández de Castro y Sánchez Méndez en este volumen: § 4). Además de la atención casi exclusiva sobre determinados fenómenos morfosintácticos, hay también zonas que han recibido una atención privilegiada, como Argentina, México, Perú o el Caribe. Por el contrario, muy poco se sabe de los países centroamericanos (excepto Costa Rica, estudiada en varias ocasiones por Quesada Pacheco [1990, 2009]) o de Bolivia, entre otros. Tal como sucede con la sintaxis histórica peninsular, los estudios de morfosintaxis histórica hispanoamericana han comenzado a adoptar enfoques novedosos como la teoría de la variación, la teoría de la gramaticalización, la sociolingüística histórica, el contacto de lenguas, el continuo inmediatez/distancia y las tradiciones discursivas. No obstante, falta aún explorar acercamientos desde la macrosintaxis, la diacronía fraseológica y la interfaz sintaxis-pragmática, por ejemplo. Estos nuevos enfoques conllevarán sin duda propuestas metodológicas integradoras que permitan una aproximación más eficaz al estudio de la morfosintaxis histórica, pero a la vez supondrán inevitablemente nuevos retos y dificultades para la investigación. 2. El trabajo con corpus americanos y su valor para el estudio de la morfosintaxis El dinamismo —aunque parcial por los motivos señalados anteriormente— de la «corriente» morfosintáctica histórica hispanoamericana se podría 2   Por mencionar solo algunos: Rojas (1985), Fontanella (1987), Álvarez Nazario (1991), Quesada Pacheco (1990, 2009) y Sánchez Méndez (1997). 3   El voseo es, según Company Company (2006: 26), «la única construcción no compartida» con el español peninsular (opinión compartida por muchos investigadores, también por Sánchez Méndez [2015: 228]).

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explicar en gran parte por la aparición, explotación y fácil acceso a los grandes corpus en línea (CORDIAM, CHARTA o CORDE), además de los que han ido apareciendo en formato impreso. Ahora bien, a pesar del respaldo de esta «infraestructura filológica» (Company Company 2001: 207), sería conveniente tener en cuenta algunas precauciones en relación con las bases de datos en línea, ya que cada plataforma adolece de carencias de diverso alcance que podrían llevar a cuestionar la relevancia de las conclusiones extraídas o formuladas a partir del uso de estos datos. De momento, el corpus textual más amplio y diversificado es el CORDIAM (Corpus Diacrónico y Diatópico del Español de América), además de ser el único dedicado al espacio americano y con documentación en un 90 % escrita por nacidos en América (el 10 % restante corresponde a documentos escritos en suelo americano por españoles, portugueses y franceses llegados a América en las primeras décadas de la conquista y colonización). En sus inicios, el CORDIAM contenía «únicamente textos no literarios y no periodísticos», tal como declaraban las coordinadoras del proyecto en su día (Bertolotti y Company Company 2014: 134), esto es, documentos cronísticos, jurídico-administrativos y cartas. A este subcorpus —el más nutrido de todos— recientemente se le han unido otros dos: el literario y el periodístico. Así, el desequilibrio textual inicial se ha ido subsanando al integrar documentos de otros ámbitos textuales. La diferencia de momento entre los últimos dos subcorpus y el primero (dedicado a los «Documentos») es bastante significativa: a título de ejemplo, CORDIAM-Documentos reúne 3.784.150 palabras, desgajadas en cuatro tipos y, a su vez, en 53 subtipos textuales; CORDIAMLiteratura recoge 3.496 palabras y CORDIAM-Prensa, 687.693 palabras. Además, al no proporcionar los facsímiles resulta muy difícil contrastar los datos, especialmente para aquellos segmentos cuya lectura podría haber dado lugar a «fantasmas» morfosintácticos en épocas o zonas insospechadas o no reflejadas en la bibliografía existente, lo que, desde luego, podría ser positivo, ya que se pueden refutar presupuestos sobre nueva base empírica. No obstante, para poder otorgar a un dato valor de novedad hay que estar seguros, entre otros aspectos, de la grafía y de la lectura consecuente. Asimismo, en los documentos presentes en la base de datos CORDIAM no hay un criterio único de transcripción. Basten como ejemplo las abreviaturas, sin restarles la importancia que puedan tener para la interpretación cabal de un documento, especialmente respecto del nivel de dominio del hábito de la

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e­ scritura. Por ello, la búsqueda se vuelve más ardua y los resultados podrían no ser acordes con la información que realmente recoge la misma base de datos. Por otro lado, en la plataforma CHARTA, el ámbito americano está infrarrepresentado: ofrece muy pocos documentos y, además, de muy pocas zonas americanas. Este vacío se pretende paliar con las transcripciones del proyecto REDES (Red para un Corpus Diacrónico del Español en el Mundo)4, desarrollado por los grupos de investigación de la red CHARTA de las Universidades de Alcalá, Granada, Málaga, Salamanca y Sevilla y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La ventaja de esta plataforma respecto del CORDIAM es que tiene establecidos unos criterios de transcripción y edición de los documentos, que se presentan en tres formatos5: el facsímil6, la transcripción paleográfica y la presentación crítica. Algunos de los escollos de presentación formal y gráfica de los documentos indianos o americanos han sido discutidos en Carrera de la Red y Gutiérrez Maté (2009). El problema del estándar establecido por la red CHARTA consistiría, en primer lugar, en encontrar un patrón satisfactorio de la cabecera para los documentos «complejos», esto es, aquellos documentos que contienen, bajo la misma asignatura, varios tipos de documentos, en gran parte copiados por la misma mano, pero pertenecientes a escribanos distintos o emanados de lugares también distintos. A este escollo formal se añade la duda sobre la pertinencia de la regularización gráfica para la presentación crítica y la complejidad que esta entraña, dependiendo de la zona o de la época de los documentos. Por fin, los problemas del CORDE han sido puestos de manifiesto en varias ocasiones (Garachana y Artigas 2012; Codita 2016: § 5.4). Lo americano se reduce, en gran mayoría y especialmente para la época colonial, a crónicas y descripciones geográficas de los territorios conquistados. La adscripción tipológica resulta también bastante problemática. Además, muchos textos se adscriben a un país actual americano, no obstante, están redactados en la Península, sobre todo en Madrid. Por ello, la producción en suelo peninsular podría falsear el estudio del español americano.

4   Referencia del proyecto: FFI2015-71829-REDT, en (14-08-2017). 5   (16-08-2017). 6   Aunque faltan todavía muchos facsímiles, pues los grupos no enviaron imágenes por no haberlas podido conseguir o por falta de permisos.

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Dentro de los corpus electrónicos dedicados a un solo país americano, son dignos de mención el COREECOM (Corpus Electrónico del Español Colonial Mexicano) y el CHEM (Corpus Histórico del Español en México). El COREECOM, coordinado por Beatriz Arias Álvarez, actualmente ofrece en línea un conjunto de 119 documentos coloniales7 predominantemente novohispanos —procedentes sobre todo de archivos mexicanos y españoles—, adscritos a variedades textuales tan diversas como pueden ser testamentos, cartas de relación, coplas, confesiones, memoriales, cédulas, cartas privadas, solicitudes, etc., es decir, textos de todo tipo de registros: formales, semiinformales e informales. Por otro lado, el COREECOM anuncia una triple presentación de los documentos: la versión facsimilar, la transcripción paleográfica —para facilitar las investigaciones sobre grafemática, morfología y tradiciones de escritura— y la transcripción crítica, sumamente útil a los estudios de morfosintaxis, lexicología y semántica. Otra de las grandes ventajas de dicho corpus es que posee un motor de búsqueda según diferentes criterios, como pueden ser la ubicación geográfica o el sexo del remitente, así como su origen dialectal y étnico-social, lo cual permite el estudio de la variación —tanto a nivel diacrónico como diatópico, diastrático y diafásico— de la lengua colonial. Ambicioso proyecto, igualmente auspiciado por la UNAM —y coordinado por Alfonso Medina Urrea—, el CHEM8 recopila asimismo documentos diacrónicos de la Nueva España y del México independiente (siglos xvi-xix) de diferentes géneros textuales y de diversas áreas temáticas, zonas geográficas y tipos de hablantes. Tal como en el COREECOM, uno de los criterios de clasificación es el registro de lengua, es decir, el mayor o menor grado de formalidad de la escritura o habla de una persona o grupo de personas. Las herramientas proporcionadas por el corpus permiten la búsqueda por ortografía original, por ortografía normalizada o modernizada y por lema, estando previstos en un futuro próximo otros criterios de búsqueda, como la transcripción fonológica y la categoría gramatical. Cuenta, además, con un generador de concordancias con filtros temporales, así como con una herramienta de estadísticas de asociación de palabras a partir de digramas. La primera versión del CHEM contaba con 320 textos, extraídos de los Documentos lingüísticos de la Nueva España, editados por Company Company (1994), aunque los responsables del proyecto tienen como objetivo enriquecer progresivamente el fondo documental.

7 8

  (14-10-2017).   (14-10-2017).

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Así pues, la constitución de un macrocorpus americano sistemático y riguroso, que tenga en cuenta documentación de diversas zonas y épocas, es todavía un desiderátum, a pesar de las evidencias que nos brindan las investigaciones recientes, donde el trabajo con documentos coloniales pone de manifiesto cambios en la diacronía del español de América (Gutiérrez Maté 2013: XXII). Establecer, comprobar o refutar aspectos lingüísticos que se dan por hechos se puede hacer solamente a partir de fuentes variadas y contrastadas, aspecto que queda todavía por suplir. 2.1. Tipos documentales No hay que olvidar, en primer lugar, que las fuentes americanas, ya desde sus inicios, presentan particularidades con respecto a las peninsulares. Son de corte jurídico-administrativo, historiográfico y, en menor medida y de fecha bastante tardía para la cronología americana, de índole literaria. La literatura colonial, por su lado, sigue, hasta bien entrado el siglo xix, en su mayoría modelos peninsulares. Asimismo, gran parte de los documentos del corpus americano ofrece información valiosa sobre todos los niveles lingüísticos, con la ventaja añadida de que la documentación está estrictamente datada y localizada y se debe, casi siempre, a una sola mano. Esta particularidad de los documentos americanos —tanto editados como bajo forma de manuscritos— obedece al hecho de que pertenecen a o se hallan relacionados con instituciones, algunas claramente de la Corte, otras menos (aunque también relacionadas con el gobierno y la administración de los territorios americanos). En cualquier caso, el universo discursivo que encierran los documentos americanos es variado y complejo en su tipología: informes, peticiones, memoriales, cartas y autos judiciales, etc. Existen también muchos documentos poco rutinizados sobre temas muy heterogéneos: religión y moral, conflictos entre grupos de población, temas personales, etc.9. Muchos de estos documentos manifiestan una gran heterogeneidad: sirvan como ejemplo las cartas —reales, oficiales, particulares y privadas (Heredia Herrera 1977)— o los autos, que reúnen disposiciones, declaraciones,  Véase el corpus DOLEO y la descripción en Pons Rodríguez, Bravo García, Garrido Martín y Octavio de Toledo (2014: 190-191) sobre las quejas, procedimiento textual que se concretiza, para el ámbito americano, en cartas, casos o visitas. 9

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c­ ertificaciones, proveimientos, noticias, etc. Los autos judiciales —que constituyen dos secciones completas en el Archivo General de Indias: Justicia y Escribanía de Cámara— han sido reivindicados por algunos investigadores como parte importante de la base empírica en los estudios lingüísticos, mientras que han sido ignorados por otros debido al carácter repetitivo y formulario de sus contenidos y, por lo tanto, considerados como poco idóneos para el estudio de las modalidades lingüísticas hispanoamericanas y la variación que les subyace. 2.2. Reconstruir la variación morfosintáctica a partir de la documentación archivística colonial Es un hecho sobradamente probado que los documentos americanos muestran su valor como fuente de investigación en el ámbito de la morfosintaxis histórica en tanto que espacio variacional respecto de las otras modalidades del español de la misma época (Rojas 1985; Fontanella 1987; Quesada Pacheco 1990; Sánchez Méndez 1997; Gutiérrez Maté 2013; Diez del Corral Areta 2015). Sin duda, las recientes bases de datos brindan nuevas posibilidades para el estudio de la morfosintaxis histórica hispanoamericana. Con todo, hay que hacer una llamada a la prudencia, ya que tal entusiasmo implica una dosis elevada de riesgos en la medida en que el análisis lingüístico se reduce a la exposición de ingentes cantidades de datos sin (re)contextualizarlos convenientemente (Navarro Gala en este volumen). Para valorar los posibles factores de cambio en el desarrollo diacrónico de las modalidades lingüísticas hispanoamericanas y de su morfosintaxis —en tanto que espacio variacional— se deben tener en cuenta las diferentes situaciones comunicativas que encierran los documentos. Por ejemplo, a pesar de las reticencias relativas a la documentación jurídica —especialmente los autos indianos—, se ha demostrado que dichos documentos manifiestan una competencia escrita de impronta oral (Oesterreicher 2005), ya que, entre otras causas, el escribano responsable a menudo posee una escasa cultura, sin formación literaria y sin práctica escritural, esto es, se acerca a lo que se ha denominado un «autor semiculto», permitiéndose libertades narrativas incluso en escritos tan formalizados como las certificaciones o las relaciones al rey. En muchos de estos documentos se verifica que el uso diferenciado de los tiempos verbales responde a razones pragmáticas. Además, en las partes declaratorias

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(­declaraciones de testigo), el estilo indirecto —normalmente introducido con que enunciativo— alterna con el estilo directo, que refleja a menudo rasgos de la inmediatez comunicativa (Koch y Oesterreicher 2007). Valga como muestra este fragmento del doc. 29, 1659, Quito/Otavalo (Relación al rey de Francisco Henríquez de Sangüesa, juez comisario de indios, natural de la ciudad de Quito, sobre asuntos de indios, AGI: Quito, 64, recogido en Sánchez Méndez, Codita, Corredor, Guzmán y Padrón [2018]), de gran valor para el estudio lingüístico10: y disiendole Pues que tiene que ber vuestra mersed con este mandamiento. me resPondio conpro mi suegro vna manada de obejas a fulano con este indio. y disiendole io. ni su suegro de buestra mersed lo Pudo conprar ni el que lo bendio benderlo. [...] a lo qual me resPondio Pues desa suerte todos han cometido delito y yo le dixe Pues si todos le han cometido todos lo pagaran. y no dare indio a quien ubiere contrabenido a los mandatos del gobierno. a lo qual mui soberbio y desconpuestamente me dixo. Presentara vuestra mersed sus comisiones en el cabildo. y alla se beran. a lo qual le dixe Pues que tiene que ber el cabildo con mis comisiones. ni con las hordenes de los superiores, Pues yo tengo mas obligasion que Presentarlas ante la real audiensia y ante los correxidores como lo echo [sic]. a lo qual me resPondio mas altibo y desconpuestamente que no las abia de presentar sino en el cabildo Para que alli se biesen. y bistome io tan yritado le dixe, Daseme del cabildo sien chochos. y como si io vbiese dicho vna gran Blasfemia me perdio el resPeto de tal suerte que me obligo allegarme a el y coxiendolo de las puntas de las melenas desirle, mire quando able con los ministros del rey y tan superiores como io aBle con mucho respeto y cortesia Porque si no lo metere de cabesa en un sepo, y le dare a entender que se me da mui poco de que sea rexidor de la villa. a lo qual retirandose atras enpuño la mano a la daga contra mi. y disiendo io contra mi enpuña la daga y bolbiendo el rostro disiendole a mi escribano demelo Por testimonio. se salio de la sala al patio y coxio una bara y bolbio a entrar en la sala con ella, yritandome de nuebo y Perdiendome el respeto.

No obstante, hay que tener en cuenta que los trasvases entre los rasgos del discurso directo e indirecto ocurren a menudo en función del grado de dominio del escribano en la práctica discursiva y del nivel de planificación del texto, lo que se traduciría en un uso vacilante y poco proficiente de los recursos

10   Algunos aspectos relativos a la oralidad han sido estudiados por Diez del Corral Areta (2014), otros en Sánchez Méndez, Codita, Corredor, Guzmán y Padrón (2018).

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y mecanismos lingüísticos propios de cada uno (Koch y Oesterreicher 2007: 116; Gutiérrez Maté 2013: 18). Todas estas consideraciones nos conducen a replantearnos la importancia de la morfosintaxis de los documentos coloniales como fuente de investigación desde una perspectiva variacionista. En efecto, si consideramos la variación como componente sustancial de las lenguas, deben contemplarse las diferentes situaciones comunicativas contenidas en los documentos americanos en su interrelación con el factor geográfico, ya que los procesos de cambio morfosintáctico se producen inevitablemente en una dimensión espacial. 3. Bibliografía Álvarez Nazario, Manuel (1991): Historia de la lengua española en Puerto Rico. San Juan: Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. Bertolotti, Virginia y Company Company, Concepción (2014): «El corpus diacrónico y diatópico del español de América (CORDIAM). Propuesta de tipología textual», en Cuadernos de la ALFAL, 6, pp. 130-148. Carrera de la Red, Micaela y Gutiérrez Maté, Miguel (2009): «Los documentos americanos (o indianos) en la red CHARTA», en Andrés Enrique-Arias (coord.), Diacronía de las lenguas iberorrománicas: nuevas aportaciones desde la lin­güís­ tica de corpus. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 39-54. [CHARTA] Corpus Hispánico y Americano en la Red: Textos Antiguos (coordinado por Pedro Sánchez-Prieto Borja), (agosto de 2017). [CHEM] Corpus Histórico del Español en México (coordinado por Alfonso Medina Urrea), . Codita, Viorica (2016): Conformación y uso de las locuciones prepositivas en castellano medieval. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert. Company Company, Concepción (1994): Documentos lingüísticos de la Nueva España. Altiplano Central. México: Instituto de Investigaciones Filológicas/Universidad Nacional Autónoma de México. — (2001): «Para una historia del español americano. La edición crítica de documentos coloniales de interés lingüístico», en Leonardo Funes y José Luis Moure (eds.), Studia in honorem Germán Orduna. Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá, pp. 207-224. — (2006): «Aportaciones teóricas y descriptivas de la sintaxis histórica del español americano a la sintaxis histórica del español general», en José Jesús de Bustos Tovar y José Luis Girón Alconchel (eds.), Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Madrid: Arco/Libros, pp. 21-66.

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[CORDE] Real Academia Española: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus Diacrónico del Español, (agosto de 2017). [CORDIAM] Academia Mexicana de la Lengua: Corpus Diacrónico y Diatópico del Español de América (coordinado por Concepción Company Company y Virginia Bertolotti). México: Universidad Nacional Autónoma de México, (agosto de 2017). [COREECOM] Corpus Electrónico del Español Colonial Mexicano (coordinado por Beatriz Arias Álvarez), . Diez del Corral Areta, Elena (2014): «Rasgos de oralidad y escrituralidad en un documento colonial ecuatoriano de 1659», en Juan Pedro Sánchez Méndez, Elena Diez del Corral Areta y Natacha Reynaud Oudot, Estudios sobre el español colonial de la Audiencia de Quito. Lausanne/Zaragoza: Sociedad Suiza de Estudios Hispánicos/Pórtico, pp. 223-240. — (2015): Los conectores consecutivos en documentos coloniales de la Audiencia de Quito (1563-1822). Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert. Fontanella de Weinberg, Beatriz (1987): El español bonaerense. Cuatro siglos de evolución lingüística (1580-1980). Buenos Aires: Hachette. Garachana Camarero, Mar y Artigas, Esther (2012): «Corpus digitalizados y palabras gramaticales», en Scriptum digital, 1, (agosto de 2017). Gutiérrez Maté, Miguel (2013): Pronombres personales sujeto en el español del Caribe. Variación e historia. Valladolid: Universidad de Valladolid, (agosto de 2017). Hidalgo Navarro, Antonio (1995-1996): «Sobre los empleos expletivos del reflexivo se en español americano», en Cauce, 28/10, pp. 361-386. Koch, Peter y Oesterreicher, Wulf ([1990]/2007): Lengua hablada en la Romania: español, francés, italiano. Madrid: Gredos. Montes Giraldo, José Joaquín (2003-2004): «Un americanismo sintáctico», en Archivo de filología aragonesa, 59-60/2, pp. 1475-1484. Oesterreicher, Wulf (2005): «Textos entre inmediatez y distancia comunicativas. El problema de lo hablado escrito en el Siglo de Oro», en Rafael Cano (coord.), Historia de la lengua española. Barcelona: Ariel, pp. 729-769. Pons Rodríguez, Lola, Bravo García, Eva, Garrido Martín, Blanca y Octavio de Toledo y Huerta, Álvaro S. (2014): «La edición de textos de quejas: propuestas preliminares en torno a un corpus histórico-discursivo», en Scriptum digital, 3, pp. 183-200. Quesada Pacheco, Miguel Ángel (1990): El español colonial de Costa Rica. San José: Universidad de Costa Rica. — (2009): Historia de la lengua española en Costa Rica. San José: Universidad de Costa Rica.

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Rivarola, José Luis (1986): «El español del Perú. Balance y perspectiva de la investigación», en Lexis, X/1, pp. 25-52. Rojas, Elena (1985): Evolución histórica del español en Tucumán entre los siglos xvi y xvii. Tucumán: Universidad de Tucumán. Sánchez Méndez, Juan Pedro (1997): Aproximación histórica al español de Venezuela y Ecuador durante los siglos xvii y xviii. Valencia: Tirant lo Blanch. — (2015): «La conformación morfosintáctica de Hispanoamérica: temas y problemas», en José M.ª García Martín (dir.); Teresa Bastardín Candón y Manuel Rivas Zancarrón (coords.), Actas del IX Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, vol. I. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 227260. Sánchez Méndez, Juan Pedro (coord.); Codita, Viorica, Corredor Aveledo, Antonio, Guzmán Riverón, Martha y Padrón Castilla, Elena (2018): Documentos para la historia lingüística de la Audiencia de Quito. Siglos xvi-xix. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Steel, Brian (1990): «Prólogo», en Diccionario de americanismos: ABC of Latin American Spanish. Madrid: SGEL. Torres Torres, Antonio (2000): El español de América. Barcelona: Edicions Universitat de Barcelona.

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Morfosintaxis histórica hispanoamericana: estado de la cuestión, fuentes, métodos y perspectivas Esther Hernández Instituto de Lengua, Literatura y Antropología (ILLA/CSIC) Eva Bravo-García Universidad de Sevilla Marta Fernández Alcaide Universidad de Sevilla Félix Fernández de Castro Universidad de Oviedo Juan Pedro Sánchez Méndez Université de Neuchâtel

Recogemos en las páginas que siguen el debate suscitado con ocasión de la mesa redonda «Morfosintaxis hispanoamericana: estado de la cuestión, fuentes, métodos y perspectivas», que tuvo lugar en Neuchâtel el 5 de noviembre de 2015 y que reunió a los investigadores citados arriba. Esther Hernández Este espacio de discusión nos brinda una extraordinaria oportunidad para que consideremos los problemas que nos plantea el estudio de la morfosintaxis histórica hispanoamericana y para hablar de cómo nos gustaría resolverlos. Para obtener una visión del estado actual de las investigaciones sobre la morfosintaxis histórica del español de América conviene acercarnos primero al concepto del español de América (EA, en adelante), teniendo en cuenta los distintos enfoques, escuelas y épocas en que se ha abordado su estudio. Creo que es importante que delimitemos bien el campo de estudio de la morfosintaxis histórica hispanoamericana. Por mi formación e intereses, yo he abor-

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dado el estudio del EA desde la dialectología; aunque es prácticamente imposible separar su estudio de la historia, siempre para mí lo que prevalece es el parámetro diatópico. Personalmente, tengo la percepción de que fluctúan los límites de este campo de estudio, y que, de un tiempo a esta parte, la historia de la lengua ha ido ganándole terreno a la dialectología y ha ido absorbiendo el campo del EA. Me gustaría conocer la opinión de los participantes de esta mesa redonda al respecto. 1. ¿En qué disciplina ves el estudio de la morfosintaxis hispanoameri­ cana (dialectología, historia de la lengua española)? Eva Bravo-García Si atendemos a la historia, las primeras referencias sobre la configuración de la lengua española en el Nuevo Mundo se van generando desde la comparación con el español de la Península Ibérica y, por lo tanto, nacen desde una perspectiva variacional o dialectal. Los primeros testimonios son, en este sentido, muy elocuentes, como los que nos proporciona el franciscano Toribio de Benavente Motolinía —por todos conocido—, uno de los doce que llegan a la Nueva España. Fray Toribio llega en 1525 al Caribe y ya observa que hay palabras que son propias de la forma de hablar de los españoles que allí residen: «yendo un día muy de mañana en una barca que los españoles llaman canoa» (Motolinía 1985: 221). Esta expresión «que los españoles llaman canoa» indica no solo la extrañeza de la voz, sino el arraigo temprano de su uso entre los españoles. Luego, cuando avance en su camino hacia México, hace dos cosas interesantes: de una parte, usa el término maíz y lo explica como voz llevada allí por los españoles de las islas; de otra, constata diferencias de uso entre voces caribeñas llevada por los españoles (maguey, tuna) frente a otras que se han aprendido del náhuatl (metl, nopal). Descripciones como las de este franciscano no son extrañas y dan testimonio de cómo los términos indígenas aprendidos han ido configurando un español del Caribe, una forma peculiar de hablar que en una veintena de años ha ido configurando la modalidad de los españoles en ese territorio, hasta el punto de que Motolinía, recién llegado de España lo percibe como una variante diferente. La primera visión lingüística de América se construye desde la percepción de la variación, que se genera no solo por el contacto con las lenguas autóctonas, sino también por la acción de los propios peninsulares, sus ­procedencias

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y niveles sociolingüísticos. Los estudios de español de América tienen un anclaje ineludible en la historia del español porque la lengua en América se hace como parte de la historia de los individuos que van allá, se asientan y extienden su idioma. La aproximación correcta hacia el español de América se hace desde dentro de la lengua española, atendiendo a la variedad que se irá configurando en los siglos siguientes a la conquista. Hay un momento en la historia del continente en que empiezan a surgir variantes, algunas de ellas con un marcado carácter diferencial. En las etapas previas y posteriores a las independencias se percibe un español común y una marcada variedad que corresponde con zonas y regiones —a veces no claramente diferenciadas— en las que la lengua ha adquirido ya una fuerte impronta variacional. En definitiva, no hay que esperar a que se produzca la emancipación para que los rasgos peculiares de las distintas zonas tomen fuerza. Personalmente, he comprobado esto analizando documentación previa a la independencia cubana, en la que los rasgos caracterizadores actualmente del país ya están presentes en la documentación estudiada (Bravo-García 2015). Hoy, no obstante, hay que hablar de un español en América según países o zonas, claramente marcado por soluciones distintas y un fuerte núcleo convergente. Si hacemos el camino hacia atrás, desde el estado de la investigación actual hasta los orígenes del español americano, creo que la percepción es idéntica. Los importantes estudios llevados a cabo a lo largo del siglo xx —Alvar (1969, 1970, 1987); Lope Blanch (1968, 1974, 1985); López Morales (1965, 1983, 1990, 1992); Fontanella de Weinberg (1982a, 1982b, 1992, 1993b); Parodi (1995), y tantos otros por todos conocidos— se ocupan primero de lo dialectal, después de la perspectiva sociolingüística y, finalmente, de la descripción histórica del español americano, enlazando con el español peninsular en la parte de historia que es común. Sin embargo, hemos de reconocer que actualmente la imbricación aún no es completa y el hecho es que las obras de referencia para la historia de nuestra lengua apenas contemplan el español americano. Como muestra, es fácil constatar que estos contenidos están bastante ausentes de las clases de historia de la lengua en nuestras universidades, en las que, además, se dedica atención fundamentalmente a los siglos medievales y, si acaso, a los siglos xvi y xvii. En resumen, a nuestros colegas en activo entre 1950-2000 debemos las bases para la investigación de la lengua en Hispanoamérica y sin duda trazaron líneas de investigación fundamentales. Ahora nos corresponde desarrollar

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aún más la integración con los estudios de historia del español que, aunque como investigadores vemos con claridad, tantas veces tenemos que justificar, quizá porque la vida de la lengua en América la conocemos aún de forma fragmentaria y dispersa. Para completar este panorama, desde mi punto de vista, es esencial atender hoy a los componentes que enlazan sociedad y cultura, conectando con los planteamientos de la etnolingüística. Juan Pedro Sánchez Méndez Yo parto de una visión muy distinta a la considerada tradicionalmente y que, por lo que veo, poco a poco se va imponiendo en la investigación. Efectivamente existe una dialectología hispanoamericana, al igual que existe una dialectología española, ambas englobadas en la dialectología del español. Sin embargo, podemos decir que el estudio del español en América, a partir de determinadas líneas que ya señaló Rivarola (2001) por un lado, y, sobre todo, Oesterreicher (2006a) por el otro, y también en parte Penny (2004), no es dialectología. No hay un español general (coincidente básicamente con el peninsular, como se desprende implícitamente de no pocos estudios, véase a este respecto Sánchez Méndez 2015) del que el americano fuese una especie de apéndice dialectal. El denominado español general engloba también, o básicamente, el español de ambas orillas. De hecho, y desde este punto de vista, es muy difícil argumentar o sostener convincentemente por qué un determinado hecho morfosintáctico propio del centro peninsular ha de ser español, o pertenecer al español general, y, en cambio, un fenómeno propio de la altiplanicie mexicana ha de entenderse como dialectal, a modo de desvío o subordinación respecto de ese español general. La historia del español en tanto que lengua histórica es la de todo su diasistema (Zimmermann 2011). Hemos de entender también que cualquier lengua histórica en cualquier momento o sincronía de su historia es siempre un estado de variación (diatópica, diastrática y diafásica) y el paso de una sincronía a otra consiste, por lo tanto, en el paso de un determinado estado de variación a otro. Por su parte, hay cada vez mayor acuerdo en concebir el español como una lengua con una norma policéntrica, lo que ha sido sancionado recientemente por la NGLE (2009). Efectivamente, lo que tenemos en Hispanoamérica es un conjunto de estándares regionales, al igual que el estándar de España sería también regional. El espacio de variación de cualquier región de habla española y los fenómenos dentro de ese espacio de variación adquieren su estatus siempre en referencia a su respectivo estándar, de manera que determina la consideración que deben tener esos fenómenos

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(Oesterreicher 2009b). De esta manera, no se pueden entender como dialectales fenómenos en cuyo espacio de variación no tienen marca diatópica. Así, por ejemplo, mientras que en España la neutralización de vosotros en ustedes sí que sería un fenómeno dialectal con marca diatópica, allí, en cambio, se trataría de un uso general en toda Hispanoamérica y recogido en las diferentes normas. Otro fenómeno es el voseo, considerado erróneamente como dialectal. Puede haber (y la hay) una dialectología del voseo, pero en Argentina el voseo no tiene marca diatópica, sino que es la única realización neutra de su estándar. En otros países, el voseo tendría marca diastrática. Así pasaría con la mayoría de los fenómenos morfosintácticos que se han estudiado. Cuanto más estudiamos y sabemos del español en América, más evidente se hace su integración global en el español como una sola lengua, donde España sería un componente más de ese diasistema, aunque, para ser justos, con una variedad estándar prestigiosa que ha tenido notable influencia en la historia del español. Por lo tanto, el español americano no es una desviación dialectal del español peninsular. Ambas modalidades de español, americana y europea, proceden del estado de variación particular que constituía lo que conocemos como español del siglo xvi. Por lo tanto, las supuestas divergencias de la morfosintaxis habría que establecerlas respecto a ese español, no respecto al español de España en la actualidad. Félix Fernández de Castro En primer lugar, suscribo por completo lo que dice Juan Pedro Sánchez Méndez sobre la conveniencia de contemplar una norma policéntrica para el español. Una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida, y por las que más agradecido estoy a mi carrera, ha sido poder impartir durante muchos años una asignatura de español en América. Eso hace que para mí resulten muy importantes los esquemas eficaces, equilibrados, fáciles de manejar y de retener. En el caso de la división del español de América, siempre parto de las cinco grandes normas cultas de Henríquez Ureña (1921) como referencia general, a las cuales se sumaría, como una más, la peninsular norteña. Desde esta base, la variación dialectal se puede pormenorizar tanto como sea necesario, pero el cartógrafo, cualquier cartógrafo, sabe que cada nivel de análisis exige una escala adecuada, y este arraigado mapa es el que yo sigo utilizando para obtener un equilibrio adecuado entre visión de conjunto y particular. Ahora bien, en este equilibrio no solo importa la escala, sino también que todas las áreas aparezcan en igualdad de condiciones. Y la única manera de lograrlo es que la nuestra sea

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una más entre todas. Si no, se cae en un eurocentrismo que resulta ofensivo. Diacrónicamente hay precedencia, pero muchos hablantes americanos podrían reprocharnos que intentáramos hacer de esto un privilegio. Asimismo, resulta pertinente subrayar algunos indicadores muy importantes del grado de independencia de unas materias frente a otras: las revistas, las asociaciones, los congresos (y aquí hoy estamos ante una clara evidencia de la vitalidad de nuestra área) y las asignaturas que se imparten en las universidades. Esto último plantea siempre una importante pregunta: ¿cómo atraer a los estudiantes a la asignatura de Español en América? Pues bien, lo que yo al menos he podido comprobar durante estos años es que no hace falta atraerlos porque vienen ya convencidos de casa. La inmensa mayoría de los estudiantes Erasmus, que son, no lo olvidemos, quienes escogen libremente asignaturas, prefieren dedicarse al español americano, en mayor medida incluso que al estudio descriptivo del español peninsular. Ejerce un gran atractivo para ellos. En parte por la literatura: quieren poder leer mejor a Cortázar, a Borges, a García Márquez, a Carpentier... Y además ocurre que muchos de ellos han tenido un primer contacto con el español distinto del peninsular, bien sea por una primera estancia en América, por un primer profesor de allá, o por las dos cosas a la vez. Debido a ello, sienten la necesidad de hacer un reajuste entre esa modalidad que han conocido primero y la estipulada como de referencia, la que está en los manuales. Es como si quisieran hacer el viaje de Lenz al revés, evitar que les pase como a ese gran precursor de tantas cosas, que llegó a Chile y escuchaba sonidos araucanos por todas partes, y luego vino a Sevilla y comprobó que algunos de los fenómenos que él había anotado no debían de tener mucho de araucano, venían de otro lado. En definitiva, vienen más que convencidos, y por eso yo creo que la materia tiene una identidad plena, una autonomía absoluta, aunque luego es labor nuestra saber conectarla, explicitar su continuidad con esa koiné previa a la que hoy todos nos referimos, y de la cual surgieron las variantes que luego se desarrollarán en América. Marta Fernández Alcaide Comparto la visión de Juan Pedro Sánchez Méndez y Félix Fernández de Castro a este respecto. Considero que la morfosintaxis hispanoamericana está incluida en el estudio de la historia de la lengua española pues en ella se inserta y por ella se explica, al menos hasta el momento de las independencias, mientras su estudio actual corresponde a la gramática española. Sin duda, la historia del español en América corre caminos distintos al español peninsular.

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Ahora bien, partiendo de que el español es una lengua policéntrica o pluricéntrica (Oesterreicher 2002 y 2006b), en mi opinión el estudio del español de América va más allá de la dialectología (a menos que nos dediquemos a hacer referencias muy concretas de las variedades del español de América, como puedan ser los rasgos sintácticos de las distintas modalidades del español americano motivados por el sustrato o el contacto de las lenguas indígenas). No tendría sentido, por ejemplo, al explicar las formas de tratamiento en español, reducirlo todo a usted; antes bien, explicar el uso de vos es imprescindible, de ahí que, en la NGLE (2009), el capítulo 16, dedicado a los pronombres y formas de tratamiento, sea uno de los que más referencias tenga al español americano. Pero creo que esa visión es una novedad en la lingüística; en efecto, el papel que desempeñaron Rosenblat, Fontanella de Weinberg y otros pioneros en el estudio del español de América fue fundamental para iniciar su desarrollo en el marco de la dialectología y la sociolingüística y, una vez trazado el camino de la diferenciación, es fundamental no separar el español de América del español de España y quizá ahí juegue un papel relevante la preposición: siempre he pensado, a la luz de la bibliografía al respecto, que en confundiría menos (Fernández Alcaide 2009). La lingüística de variedades, en ese sentido, ha sido un punto de inflexión. Pero no olvidemos que ya Bello se anticipó a esta visión cuando en el prólogo a su Gramática declaraba perfectamente válido lo americano «No se crea que recomendando la conservación del castellano sea mi ánimo tachar de vicioso y espurio todo lo que es peculiar de los americanos [...] Chile y Venezuela tienen tanto derecho como Aragón y Andalucía para que se toleren sus accidentales divergencias, cuando las patrocina la costumbre uniforme y auténtica de la gente educada» (Bello 1847: 13). Su modernidad vaticinaba ya la necesidad de estudiar el español americano como parte del español, pues la gramática del español americano es gramática española. Elena Rojas Con todo lo que ustedes han nombrado, es obvio, estoy perfectamente de acuerdo, pero ¿cuál es la pregunta? Yo hubiera empezado con gramática, porque estamos hablando de la morfosintaxis, que ante todo la tienen dentro de la gramática y todo lo que influye después es el español de América, es decir, el español de América desde cada sección, todo lo que se ve desde la dialectología, lo que es la historia que tiene que ver realmente con otro aspecto importantísimo que es mostrar la evolución que tienen ideas, conceptos, d­ ecisiones, etc.,

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pero creo que el principio en el estudio de la morfosintaxis hispanoamericana es la gramática española. Yo me pongo como un español ante un indígena y no me puedo comunicar porque no sabemos nada de nada, entonces empiezan con palabras sueltas que le van dando nombre a las cosas y de ahí se va conformando un poco la base de lo que puede ser una lengua, que son todas maravillosas y todas ciertas, pero así como pensando que partimos de la morfosintaxis. Es decir, creo que lo más lógico, desde mi punto de vista, es eso. Esther Hernández Suscribimos lo indicado por la doctora Rojas, y es el tema que pensábamos abordar en la siguiente cuestión, si bien cabe perfectamente en esta. A lo largo de la historia de la filología y la lingüística hispánica, ha habido cambios de perspectiva de estudio del EA, al ser una entidad que, en efecto, se puede analizar desde el punto de vista geográfico o histórico. En este sentido, para el estado de la cuestión podremos tener una imagen más integral si analizamos el tratamiento que se le ha dado desde los distintos ámbitos de la dialectología, la historia de la lengua, o desde los propios estudios gramaticales. En los estudios que se hacen en España, su presencia en los planes de estudios, las revistas que acogen el campo, las tesis doctorales, etc., es cambiante en función de factores diversos. Una manera de conocer con mayor objetividad la bibliografía es cuantificando las contribuciones en las reuniones científicas o las publicaciones que suelen abordar su estudio. Así, los congresos del EA específicos no se celebran desde Tordesillas (2015). Cierto que la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL) acoge este campo de investigación. Por otro lado, yo pensaba que la razón por la que la Asociación de Historia de la Lengua Española (AHLE) había absorbido en parte las aportaciones a la investigación sobre el EA era porque ya no se celebraban los congresos internacionales del EA. Pero me he dado cuenta, gracias a la web de AHLE —que ha colgado los índices de las ocho actas ya publicadas—, de que, ya desde el primer congreso, celebrado en Sevilla, hay bastantes ponencias sobre el EA. Ha sido siempre un terreno sin fronteras definidas. Una de las primeras menciones al castellano en América la encontramos en Cuervo, por ejemplo, en su artículo del Bulletin Hispanique de 1901. Por cierto, si se fijan, no fue una revista española la que primero aborda el tema del español americano. El motivo es que no había ninguna todavía. Como es bien sabido, hasta 1914 no se publicó la primera revista de filología española,

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la RFE, fundada por Menéndez Pidal, si bien esto tiene que ver con otro asunto —que quizá no viene mucho al caso—, como es el retraso con el que en España la ciencia lingüística se incorporó a los avances de la filología en Europa (Echenique Elizondo 2007). No obstante, traigo esto a colación porque quiero destacar el hecho de que fueron precisamente americanos, o asentados en América, los primeros filólogos que se dedicaron a la ciencia lingüística. Me estoy refiriendo a R. J. Cuervo y R. Lenz. Pero además, el primer dialecto americano que se estudió fue el de Nuevo México por parte de Espinosa, y se hizo en inglés (véase Espinosa [1909-1913] y la traducción de A. Alonso y A. Rosenblat de 1930). Desde entonces hay muchos temas de discusión y mucho camino recorrido sobre ese conjunto de variedades del español al que llamamos español de América (véase Espinosa [1909-1913], y la traducción de Alonso y Rosenblat de 1930). La postura de los primeros dialectólogos sobre Hispanoamérica, Amado Alonso, Rosenblat, etc., era pensar que los fenómenos presentes en el EA ya estaban en el español peninsular (EP, en adelante). Pienso que en los últimos decenios, la obra de Penny (2004), Variación y cambio en español (que tradujo al español Juan Pedro Sánchez Méndez para Gredos) ha contribuido a difundir la idea del continuum de la lengua española; fue una piedra de toque para hacer más difusa la frontera entre la historia de la lengua y la dialectología. Pero también ha contribuido el propio declive de la dialectología, ensombrecida por el auge de la sociolingüística en nuestro ámbito hispánico. En cualquier caso, sería interesante escribir la historia de las ideas lingüísticas, realizar una revisión crítica y creativa de la historia de la lengua española en América, con las miras puestas en orientar mejor la investigación. Creo que la tarea puede consistir en replantear los viejos problemas desde nuevos puntos de vista. En este sentido, quizá aparte de denunciar el notable desequilibrio que se le presta al nivel morfosintáctico frente a otros niveles como el fonético, debemos hacer aquí por resaltar la manera de abordar su estudio. Más que decir lo que queda por hacer, deberíamos ponernos inmediatamente a hacerlo. De hecho, Juan Pedro Sánchez Méndez y Elena Rojas ya se han puesto manos a la obra con la morfosintaxis.

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2. ¿Cómo piensas que han abordado las grandes gramáticas (GDLE y NGLE) la morfosintaxis del español americano? Esther Hernández El panorama de los estudios gramaticales ha cambiado radicalmente en los últimos años con la publicación de las dos gramáticas de referencia del español, la Gramática descriptiva de la lengua española (GDLE 1999) y la Nueva gramática de la lengua española (NGLE 2009). En la GDLE, sus directores manifestaban la necesidad de completar la información gramatical en lo que respecta a la variación dialectal, presentando capítulos específicos sobre algunas cuestiones (leísmo, laísmo y loísmo, las fórmulas de tratamiento y los fenómenos de dequeísmo). Por su parte, la NGLE presentaba «separadamente las variantes de esta o aquella región de América o de España», mediante continuas observaciones y abundantes ejemplos de los usos gramaticales del español de América, de alguna o de varias de sus áreas. En ambas gramáticas, la postura es la de añadir las especificidades del EA al EP. No se plantean, por tanto, como objeto de estudio de partida la morfosintaxis del EA, como estructura per se. Hoy disponemos de una gran variedad de fuentes que permiten cuestionar, entre otros aspectos, la idea en cierto sentido rutinaria de la identidad estructural sintáctica entre España e Hispanoamérica que se ha sostenido tradicionalmente. En mi opinión, las dos gramáticas tienen grandes lagunas con respecto a los usos gramaticales de América. Se ha hecho un enorme esfuerzo por incorporar las investigaciones recientes, pero queda mucho por estudiar. Posiblemente, en cada fenómeno haya que hacer algún matiz, revisión o corrección. En una reunión previa que mantuvimos los miembros de esta mesa en julio de 2015 en el Instituto de Lengua, Literatura y Antropología del CSIC llegamos a la conclusión de que haría bien la Academia en proporcionar bibliografía para, de este modo, facilitar el acceso a las fuentes secundarias y, con ello, despejar mejor el camino para la investigación, una vez detectados los fenómenos y, en algunos casos, poder partir de los resultados previamente obtenidos por otros colegas. En estos últimos meses he leído una entrevista que se le hacía a Ignacio Bosque, en donde, consciente de esta crítica que se le ha hecho a la gramática académica, comentaba que era intención incluir bibliografía en la siguiente edición (Romero 2015). En cualquier caso, continúa siendo una obra de referencia obligada la Sintaxis hispanoamericana de Kany (1994), el único tratado gramatical

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e­ xhaustivo, al que todos los especialistas siguen reiteradamente, en particular los autores de introducciones básicas sobre el EA, pero también las grandes gramáticas arriba mencionadas. Juan Pedro Sánchez Méndez Es indudable, y así se está reconociendo, que la publicación de la NGLE (2009) ha supuesto la consagración o el reconocimiento del español como lengua policéntrica. Pero no deja de ser irónico, pues lo que la Academia ha hecho aquí no es nada nuevo, sino que se ha vuelto a reencontrar con el espíritu del Diccionario de autoridades, considerando parte de las concepciones que sustentaban su espíritu fundacional. En esta primera obra aparecen por primera vez hispanoamericanos como autoridades lingüísticas. Luego, durante tres siglos fue más o menos ignorado y ahora, por fin, vuelve a plantearse. Sin embargo, este reconocimiento normativo de la pluralidad está todavía lejos de verse reflejado en los estudios científicos, lo que llama la atención, porque generalmente suele ser al contrario. Por ejemplo, en la fundamental Historia de la Lengua Española coordinada por Cano Aguilar (2004), que pretende ser la historia de la lengua española, América solo tiene dos capítulos: «Orígenes» y «Lenguas en contacto». Además, cada periodo que aborda se inicia con un detallado capítulo de historia externa e historia de la literatura española, dejando de lado la historia americana y sin que haya mención a la literatura hispanoamericana. Tampoco hay historia morfosintáctica hispanoamericana. La lengua hispanoamericana no tiene ni literatura ni historia. Por su parte, en la monumental Sintaxis histórica de la lengua española editada por Company Company (2006, 2009, 2014), la presencia americana o bien es anecdótica, a través únicamente de la variedad mexicana (y no bien incluida del todo), o bien es marginal y periférica, por cuanto hay alusiones puntuales a fenómenos americanos en algunos capítulos. Por ejemplo, la descripción que se hace en esta gramática de la historia de la oposición canté/he cantado no da cuenta, ni de lejos, del complejo diasistema actual que presenta el uso de estos dos tiempos. Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta La Sintaxis histórica de la lengua española (Company Company 2006, 2009, 2014) es una obra desigual en cuanto al tratamiento diatópico —sin entrar a juzgar de forma individual la calidad de los capítulos—, pero sí creo que hay capítulos que abordan, de una manera sistemática, al menos, la

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d­ ivergencia entre dos bloques dialectales, el de México y el de España, que están muy consolidados. La invitación de la directora en ese sentido era muy explícita. Por ejemplo, el capítulo que hice yo mismo con Cristina Sánchez (Octavio de Toledo y Huerta y Sánchez 2009) surge del contraste entre la cuantificación exclamativa cómo de en España con qué tan en una cantidad de variedades americanas. Si decimos que en la GDLE hay al menos tres capítulos que sí contemplan la variedad del español americano, creo que también se podrían encontrar tres o cuatro capítulos de la Sintaxis histórica que la estudia de una manera adecuada. Eva Bravo-García Coincido plenamente con lo que plantea Juan Pedro Sánchez Méndez. Es fácil constatar, en la forma de tratar el español americano en el ámbito universitario y en la investigación, que los rasgos americanos no se consideran parte nuclear de la gramática del español, y siguen considerados como ancilares de contactos lingüísticos y sociales no bien conocidos. Pese a que los filólogos somos conscientes de que no debería ser así, no hay un trato parejo de las soluciones americanas, siempre asociadas a lo dialectal y, en muchos casos, topicalizadas. De hecho, cuando nos enfrentamos en la docencia universitaria a la asignatura Español de América nos vemos obligados a rastrear los fenómenos caracterizadores del español americano en materiales dialectales, no en los manuales de historia de la lengua española, como ya hemos comentado. Esta misma dicotomía se observa en el amplio y actual campo de la enseñanza del español como lengua extranjera, también enfocado de manera etnocéntrica hacia la variedad peninsular, al menos tal y como se plantea en y desde España. Ha sido presentado en fecha reciente el Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (SIELE) como una propuesta de panhispanismo y pluricentrismo aplicado al aprendizaje y a la enseñanza del español. SIELE debe su «I» a «Internacional porque, coordinado desde México y España, incorpora las variantes cultas del gran mapa lingüístico del español». Coordinado por el Instituto Cervantes y las Universidades de México, Salamanca y Buenos Aires, esta nueva acreditación de idioma asegura que «cada prueba del SIELE combina, obligatoriamente, un mínimo de tres variedades diferentes del español» (SIELE 2015). Lo cierto es que iniciativas como MORPHISPAM, impulsada por Juan Pedro Sánchez Méndez y Elena Rojas, son excepcionales y personalmente me alegran porque nos permite hablar del español en América sin ese ­permanente

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trato diferencial que lo posiciona como algo divergente o, cuando menos, como una rareza respecto a una evolución histórica ceñida a lo peninsular. Es evidente que se ha avanzado en el análisis y la comprensión y es una percepción muy distinta la que nos ofrecen la NGLE (2009) y la GDLE (1999), además de otras obras ya citadas en las que, si no hay un gran contenido referido a América, sí hay al menos una clara conciencia de su pertenencia (Bosque y Demonte 1999; Cano Aguilar 2004; Company Company 2006). No obstante, es aún mucho lo que queda por hacer en pro de esa justa integración, que es lo que hará posible una comprensión plena de la historia lingüística del español. En definitiva, al igual que no hay una visión plena de la historia de la lengua española sin el español de América, tampoco la hay de una gramática española sin considerar los usos y normas americanos. Marta Fernández Alcaide La GDLE (1999) no ha abordado efectivamente la descripción de la morfosintaxis americana, más que quizá de forma anecdótica con algunos capítulos específicos. La NGLE (2009) supone un cambio radical en ese sentido pues verdaderamente contempla el español americano. Creo que está por hacer una cuantificación en ese sentido, no solo de las fuentes, que sería más fácil, sino de los contenidos. Por ejemplo, si nos fijamos únicamente en el material periódico utilizado de corpus de muestras lingüísticas, resulta, en primer lugar, que los documentos relativos a España siguen dando una idea europeísta a la base de ejemplos y, por tanto, al estudio de la gramática en esta NGLE, lo que no la hace muy distinta de las anteriores; en segundo lugar, si sumamos los países sudamericanos, por un lado, y centroamericanos, por otro, el reparto es aproximadamente equilibrado pero pone en paralelo un país, España, con un continente: Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela suman 126 documentos periódicos; Costa Rica, Cuba, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Puerto Rico y República Dominicana suman 91, número ligeramente inferior al relativo a España, 94. De todos modos, aún queda trabajo por hacer, pues incluso en la NGLE a veces las referencias a América pueden verse subordinadas al español de España y es importante desterrar esa perspectiva. Elena Rojas En la Gramática de Bosque y Demonte (1999), siendo Violeta Demonte argentina, dice en el prólogo que hace falta que se haga una gramática que

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a­ tienda a lo de América; los mismos directores de la GDLE (1999) se dan cuenta de esto. Después hay una gramática donde hay evolución, para la NGLE (2009) se ha consultado a los expertos de cada país, pero ahí se empieza un camino para llegar a lo que queremos que sea el final. 3. ¿Cuáles son los proyectos que se han emprendido? ¿Cuáles son las obras de referencia? Esther Hernández Muchos son los avances que se han hecho en el conocimiento de las variedades históricas y dialectales del EA. Disponemos de obras imprescindibles para su estudio: los resultados del proyecto del Atlas lingüístico de Hispanoamérica, de Alvar y Quilis (1984); el Léxico hispanoamericano, de Boyd-Bowman (2003); los Estudios lingüísticos del español hablado en América, editado por Hernández (2009), hechos a partir de las investigaciones del proyecto de la norma culta; las publicaciones y materiales del proyecto de estudio sociolingüístico PRESEEA; los volúmenes de documentos reunidos con el antiguo proyecto de la historia del español americano (Fontanella de Weinberg 1993a); los trabajos de México de Company Company (1994) y, ahora, más recientemente, el trabajo de Arias Álvarez (2015) y su equipo, por nombrar solo algunas de las empresas más importantes. Sobre sintaxis histórica ya se ha publicado la tercera entrega de la detallada obra de referencia dirigida por Company Company, la Sintaxis histórica de la lengua española (2014). Sin embargo, como ha señalado Juan Pedro Sánchez Méndez, esta obra monumental está dirigida, fundamentalmente, al estudio del español peninsular y el español en México. Por lo tanto, afortunadamente, ya no se puede decir que escasean los materiales para el análisis de los hechos de lengua americanos, tanto sincrónicos como diacrónicos. Pero, además, las innovaciones tecnológicas facilitan un acceso eficaz a las fuentes (orales, literarias, periodísticas, etc.) que nos proporcionan datos fiables del habla de las distintas áreas americanas. Son muchos los corpus creados por grupos de investigación nacionales y extranjeros que permiten rescatar estos datos: desde el gran macrocorpus de las páginas en español que prestan los servicios de Google (Google Books o Google Scholar, singularmente), pasando por los bancos de datos léxicos académicos (CORDE, CREA, CORPES XXI) o lexicográficos (NTLLE, NDHE) o el Corpus del Español (CorpEsp) de Davies. Específicamente, desde una perspectiva

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histórica, hay varios proyectos del español americano: CORDIAM (Corpus Diacrónico y Diatópico del Español de América), dirigido por Company Company y Bertolotti; el proyecto 18 de la ALFAL sobre Historia del español de América, coordinado por Carrera de la Red y Parodi, o MORPHISPAM, por citar algunos. Yendo al grano: ¿qué obra de referencia queda por hacer y cómo la podemos hacer? Juan Pedro Sánchez Méndez También sería obra de referencia la ya mencionada Sintaxis histórica, dirigida por Company Company (2006, 2009, 2014), precisamente por los métodos de análisis que propone y que por analogía se pueden extrapolar a toda América; sirve también de referencia para abordar una investigación más sistemática y porque señala caminos aún sin estudio. El problema de las fuentes americanas frente a las de, por ejemplo, la época medieval, con una rica literatura que sirve de base a muchos estudios, es que no existe una prosa colonial, sino hasta finales del siglo xviii. Las fuentes tienen que ser otras. Esto se ve claramente en la Sintaxis histórica, que para México utiliza fuentes coloniales frente al corpus más literario de otros capítulos. Afortunadamente, los documentos coloniales han dado muchísimo de sí y los resultados son evidentes en las ya numerosas investigaciones que los han usado de base. La cuestión es la de utilizarlos bien a la hora de obtener los datos que nos proporcionan. Por ejemplo, son frecuentes los estudios en que se buscan explícitamente los rasgos más orales, sin que se defina previamente qué es o en qué consiste la oralidad, de manera que se mezclan indistintamente rasgos que serían propios de una oralidad universal, como los anacolutos, errores de concordancia, con otros rasgos de oralidad que sí interesan, por cuanto reflejan fenómenos subestándares (Oesterreicher 1994: 172). De esta manera, los documentos coloniales nos permiten, en parte, una reconstrucción del espacio de variación colonial. Esto, con la terminología adecuada, nos permitiría extraer conclusiones muy interesantes. Eva Bravo-García Es necesario abordar de una forma metódica y consistente una historia de la morfosintaxis del español en América, de forma específica pero en conexión con la que se desarrolla en España. En este sentido no quiero olvidar mencionar que seguimos utilizando como contrapunto para el análisis del

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e­ spañol americano la obra de Keniston (1937), prueba de lo que un barrido histórico ordenado sistemáticamente puede ser de utilidad para generaciones futuras. No debemos quedarnos ahí, evidentemente, pero es un punto de partida y ni siquiera eso tiene aún el español americano. Las apreciaciones de los investigadores clásicos —Bello (1847), Cuervo (1901, 1907), Rosenblat (1933, 1945, 1962)—, y los anteriormente citados de la segunda mitad del siglo xx, contienen valiosas ideas y sugerencias sobre vías de investigación que aún debemos andar. Coincido con Juan Pedro Sánchez Méndez en que la documentación colonial sirve al estudio de las variedades subestándares y al análisis de la variación, pero también nos permite observar la conformación de la morfosintaxis al otro lado del Atlántico y la manifestación de distintas posibilidades endonormativas que podían haber sido generales y han quedado como coloquiales, al menos hasta la fecha. El estudio del contexto cultural y social americano ayuda a comprender estos hechos y obliga a una reflexión aún más cuidadosa en la interpretación de los fenómenos que nos ofrece la documentación. Marta Fernández Alcaide El proyecto de Concepción Company Company pretende abarcar el estudio de la morfosintaxis americana, pero en mi opinión no se cumple en todos los casos. El de MORPHISPAM (del que formo parte), creo, en cambio, que sí viene a cubrir de forma más concreta y específica ese hueco. El avance del estudio de la morfosintaxis ha sido más lento y más tardío que en otros niveles de la lengua, por un lado, y, por otro, la incorporación del español americano a los estudios generales del español son solo muy recientes. Queda mucho trabajo por hacer aún. Eva Bravo-García La lengua genera posibilidades que se decantan de distinta manera según la zona. Documentación, enfoque sociolingüístico, historia social (Moreno Fernández 2005) y las perspectivas cognitivas (Caravedo 2014) y de la dialectología perceptual (Quesada Pacheco 2014) son claves para explicar de forma consistente estos procesos. El triángulo lengua, individuo y entorno sociocultural armonizan relaciones claves que aún desconocemos, porque nos queda mucho por estudiar sobre la configuración sociolingüística y cultural de América antes de 1900. La fisonomía actual de muchas zonas del español americano se enraíza en momentos previos a la independencia, en los que son

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causas sociales, en su sentido más amplio (políticas lingüísticas, demográficas, migratorias, geolingüísticas, etc.), las que explican la preferencia por un determinado uso o la diseminación de ciertos rasgos. 4. ¿A qué fenómenos se ha prestado más atención? ¿Cuáles piensas que merecen ser estudiados con más profundidad? Esther Hernández La bibliografía es amplia y especializada. Las investigaciones abordan aspectos de determinadas unidades gramaticales bajo el marco de diversas orientaciones y escuelas: se han estudiado abundantemente los temas clásicos (voseo, dequeísmo, etc.) desde la dialectología de corte tradicional, la sociolingüística, la gramática generativa, etc., mientras que otros muchos fenómenos no han sido objeto de atención y han pasado más desapercibidos, en especial el americanismo morfosintáctico. Juan Pedro Sánchez Méndez No sé si se podría establecer qué es un americanismo morfosintáctico y si existe como tal. Y no es cuestión baladí. Una morfosintaxis histórica hispanoamericana tendría que dar cuenta de cómo se americaniza la lengua o cómo un fenómeno sintáctico se hace americano y qué quiere decir hacerse americano, esto es, qué características tendría que tener una determinada estructura para decir que es americana, porque la mayoría de las cuestiones de divergencia americana ha estado o está en grado diverso también en España. Si se trata de una cuestión de grado, habría que establecer cuánto grado exactamente es necesario para que algo sea americano. Otro ejemplo, el voseo ¿se hizo americano en el momento en que desapareció de España, y utilizamos, por tanto, de nuevo, el español peninsular para establecer a partir de él lo americano? Si es así, habría que hablar también de peninsularismos para aquellos fenómenos que han desaparecido de América. A modo de mera idea de partida que necesita de más estudio, parece, por lo que se infiere de los documentos, que, a partir del siglo xvi, América va desarrollando unas determinadas «rutinas sintácticas» (por decirlo de algún modo), en las que coincidió total o parcialmente con España o divergió. A partir de estas «rutinas sintácticas» surgió lo que sería la morfosintaxis hispanoamericana. Con esto quiero decir que quizá el americanismo no residiría tanto en un fenómeno particular como en el proceso que lleva a ese fenómeno. La americanización estaría pues en una

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serie de rutinas sintácticas distintas a la peninsulares, pero no necesariamente divergentes ni transgresoras. A partir de lo que permitía potencialmente el sistema de la lengua en el siglo xvi hubo distintas posibilidades. En algunos casos, América y España se decantaron por la misma, pero, en otros, cada lado desarrolló la propia. Pero nos movemos en un terreno muy hipotético todavía. Javier Medina López Hay que ser consciente de la verdadera dimensión de lo que estamos tratando: dos mundos o dos realidades. Una realidad de 45 millones de hablantes que no es general ni mucho menos frente a una realidad de 450 millones de hablantes, empezando desde los Estados Unidos hasta la Patagonia. Así, el intento de meter en el mismo saco y desde la misma perspectiva una realidad tan vasta y tan heterogénea —histórica, social, cultural, pragmática y, por supuesto, lingüísticamente— nos lleva a veces a cierta sensación de fracaso. Quizá habría que empezar por zonas y estudiarlas para luego, al cabo de unos años, tener un verdadero mapa descrito de todas las realidades. Por ejemplo, pienso en el español de los Estados Unidos, que ya de por sí es una lengua, comparado con la realidad que tenemos en España, donde prácticamente tenemos el mismo número de hablantes. El intento de meterlos en el mismo saco siempre nos está poniendo de alguna manera en un territorio intermedio (las Islas Canarias), aunque hemos dicho que no pero ha flotado, o yo tengo esa sensación, probablemente por estar en un territorio intermedio, estamos viendo siempre una cierta tendencia a comparar y a contrastar lo español respecto a lo global americano, cuando ni lo peninsular es global ni, por supuesto, lo americano tampoco. Félix Fernández de Castro A mí me gustaría incidir en algo que en mi opinión tiene mucha importancia desde el punto de vista metodológico, y que menciona muy oportunamente Juan Pedro Sánchez Méndez: la cuestión de la gradualidad. Yo he creído percibir, en muchos tratados que se ocupan de la gramática del EA, una cierta resistencia a tipificar como americanismos hechos que se consideraban extensiones de fenómenos documentados en la Península, y que, por tanto, no deberían figurar como diferenciadores. Todo se resuelve con la teoría del barco: si en algún sitio dicen «son medias tontas», es que hubo ahí un barco de aragoneses, o quienes hagan falta, que se llevaron el fenómeno y se establecieron en determinado lugar.

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Yo creo, sin embargo, que se pueden trazar líneas claras. Y las líneas claras son, paradójicamente, las que no se ven, las que convierten a determinado hecho morfosintáctico en «transparente», invisible para sus usuarios, las que lo despojan de la estigmatización con que se percibe en otros lugares desde la norma prestigiosa. Ningún valenciano culto se da cuenta de que dice «habían coches en la calle», porque esa variante gramatical se ha vuelto tan general allí que nadie la ve, recorre toda la pirámide sociolectal, de arriba abajo, hasta tal punto que ya no está ni mal, ni bien vista, se ha vuelto, como decía, invisible, «transparente». Cuando un fenómeno cruza este umbral, tenemos, creo yo, un criterio claro para considerar que la variación ya no es gradual, y que lo cuantitativo se ha convertido en cualitativo, que diría el otro. Veamos esto con más detalle. Hay un episodio de mucho interés en la gestación de las Apuntaciones... de Cuervo, que siempre me llamó la atención (Fernández de Castro 2015). En las primeras ediciones bogotanas, de los 1860-1870, Cuervo se refiere al morfema de género con una perspectiva secamente normativista. Para él, en América, el masculino y el femenino se usan a veces «mal», en disonancia de lo establecido por la norma académica: feroza, liberala, cuentisto son descritas todavía como transgresiones de la norma. Sin embargo, cuando se traslada a Francia, el enfoque cambia. Cuervo se impregna de las ideas neogramáticas, y del psicologicismo que las acompaña, y, entonces, ese mismo capítulo, el tercero, en las reediciones de los 18801890, se replantea por completo, y la primera palabra que en él aparece es «Analogía». A partir de ahí, él detecta la tendencia a algo distinto. Ya no se trata solo de que esté «mal», es algo estructural, una querencia de los hablantes por construir pares analógicos de femeninos y masculinos, lo más regulares y numerosos posible. Como en tantas otras cosas, Cuervo abre aquí un camino que quizá valdría la pena seguir, porque él nos demuestra la generalidad con que el fenómeno se da en América, mucho mayor que aquella con la que se presenta en España. En español peninsular usamos estudianta o parienta, pero no son palabras inocentes, están cargadas de connotaciones machistas o despreciativas, porque en ellas el género no es un morfema sin más, sirve antes como diferenciador léxico que como puro categorizador gramatical. En cambio, y esto Cuervo lo detecta muy bien, allá se prefiere usarlo como morfema, y esto explica el larguísimo inventario de ida y vuelta analógica entre los dos géneros, donde aparecen feroza, liberala, criminala, aborígena, sujeta, yerna, pero también ovejo, nuero, cuentisto, pianisto, criaturo, etc. Yo creo que aquí podemos hablar de un salto tajante, de una ruptura en la gradación, y que este

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corte puede ayudarnos a atrapar esa escurridiza criatura que Esther Hernández bautiza tan oportunamente como «americanismo gramatical». Esta noción de la «transparencia» de determinadas variantes la hemos usado y debatido a menudo Esther Hernández y yo en numerosas conversaciones y trabajos conjuntos. Y se nos aplica y la necesitaríamos todos por igual, los del lado de allá y los de aquí. Permítanme contarles dos anécdotas relacionadas con esto. En cierta ocasión tuvimos en Oviedo como invitada a una profesora de español de una universidad norteamericana. Licenciada en Letras por la Universidad de Bogotá, se había doctorado después en los Estados Unidos, donde vivía desde hacía décadas, con su marido y un hijo. El caso es que ella quiso venir a mi clase de Español en América, y se dio la casualidad de que ese día me tocó explicar una construcción extendida por muchos países, entre ellos Colombia, el llamado «plural comitativo». Es una estructura interesantísima, contra cuyos peligros aviso siempre a mis estudiantes: en efecto, para los peninsulares no levantinos y para muchos americanos, «Lo estuvimos hablando con Asunción» significa que el emisor y alguien más, al menos, conversaron con Asunción, pero, para un hablante «comitativo», Asunción y él podían estar perfectamente solos. Pues bien, yo acabé como pude mi descripción del fenómeno, y quise aprovechar la presencia de mi invitada para preguntarle cómo se las arreglaba ella para explicarlo. Para mi pasmo, me estaba mirando estupefacta, y me dijo: «Profesor, no puedo explicar nada, solo agradecerle que al fin entiendo por qué mi marido lleva toda la vida preguntándome con quién voy a los sitios». Y es que, aunque la comunicación entre ambos era siempre en inglés, ella calcaba la estructura comitativa en esa lengua, para desconcierto y sin duda prueba del total cariño y la confianza de su esposo. En esto consiste la «transparencia», y por eso debemos ser capaces de detectarla y superarla, de hacer visibles estos hechos. Todo el mundo se da cuenta de la [ž] bonaerense, y se siente seguro usándola para caracterizar esta modalidad. Todo el mundo anota y registra las variantes léxicas de cada región o cada pequeña aldea. Pero la gramática es como si nadie la viera, como si no estuviera ahí. Y lo mismo nos pasa a nosotros. Una querida y brillante amiga mía gaditana cursó una magnífica carrera en Filología Clásica, y al finalizar ingresó en el profesorado de enseñanza media, siendo destinada a Navarra. Su pronunciación era la que tenía que ser, la propia de una culta y refinada andaluza, pero eso no impidió a una compañera suya de claustro, en algún instituto de Pamplona, espetarle un día: «Es que si yo hablaría tan mal como tú, me daría vergüenza salir a la pizarra». Y se quedó tan fresca. Eso sí, seguro que

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lo dijo con todas las eses finales bien marcadas, porque ella no tenía nada de qué avergonzarse. Y es que se estigmatiza la pronunciación, se estigmatiza el léxico, pero la gramática no la tiene en cuenta ni quien se considera árbitro de la corrección idiomática. Esa podría ser una labor nuestra, encontrar estos fenómenos, sobre todo en el ámbito del español en América, y conseguir que dejen de ser «transparentes». Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta Me gustaría mencionar dos fenómenos que igualmente dan problemas a la hora de comparar variedades, uno es la poligénesis, y el otro, la deriva tipológica. Estaba pensando, a propósito de feliza o de feroza, porque no es lo mismo feroza que estudianta; posiblemente estudianta, uno lo dice en Oviedo y, aunque pueda sonar muy machista, nadie se echa las manos a la cabeza, en cambio feroza suena más raro, pero no solo me suena, lo oigo, sino que lo digo y feliza también: «Mírala que está tan feliza». Lo decía también porque si está en las anotaciones de Cuervo, pues no es probable que eso fuera un barco de mercedarios, aunque para algunas cosas sí puede explicar algún testimonio léxico, pero de distintas variedades dialectales y eso es un problema. Y el otro es el de la deriva tipológica. Seguro que el leísmo aragonés no tiene nada que ver con se los dije, pero, finalmente, es lo mismo, entonces qué hacemos (quiero decir que es lo mismo y no es lo mismo porque la marcación no es la misma, pero hay una parte del fenómeno que es igual). Digo una cierta deriva tipológica del español en su conjunto hacia la marcación en plural del dativo. Entonces, ¿qué hacemos con este tipo de fenómenos? Marta Fernández Alcaide Creo que sobre todo se ha prestado atención a aquellos fenómenos que responden a una segunda parte de la historia del español, es decir, aquellos que en el español de España se detuvieron, llegaron a un estadio fijo, mientras que en el español americano tuvieron una continuidad o desarrollo distintos. Retomando la segunda pregunta, en la GDLE (1999) se restringe al leísmo, las formas de tratamiento y el dequeísmo. En la NGLE (2009) hay más incursiones en el español de América: son interesantes en ese sentido los capítulos 5 y 6, sobre derivación nominal; el 8, de derivación verbal; el 9 sobre derivación apreciativa; el 16, que ya he mencionado anteriormente, los del verbo, el 23 y el 28 sobre todo, acerca del tiempo y el aspecto y acerca de las perífrasis verbales, respectivamente, el del adverbio, el 30, y el 36 sobre el régimen

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preposicional. Esa línea, por supuesto, es de gran interés. Ahora bien, creo que hay que reivindicar una segregación del estudio del español americano en sí mismo, sin tener como punto de comparación el español de España, pues eso perjudica nuestra visión: solo vemos lo que falta, lo que difiere, pero no vemos lo que únicamente existe en el español americano. De todos modos, como ha señalado Juan Pedro Sánchez Méndez, hay que empezar por definir qué es un americanismo sintáctico, qué hace falta para que determinada construcción se considere exclusiva de América. Ahí sí habría que prestar atención para contemplar la morfosintaxis americana como parte de una norma pluricéntrica y no confundir su estudio con el estudio dialectológico, perfectamente válido, por supuesto, pero no imprescindible para hacer morfosintaxis americana, como se ha defendido anteriormente. Nos movemos en un ámbito mucho más complejo y, como ha señalado Félix Fernández de Castro, más marginado, incluso por los propios hablantes del español, que tienen una conciencia lingüística más o menos clara sobre la fonética y sobre el léxico de las modalidades del español, pero que generalmente carecen de una idea sobre la morfosintaxis, las construcciones sintácticas que emplean al hablar. Yo misma, por ejemplo, que soy sevillana pero no tengo un andaluz especialmente marcado, hasta que no terminé la carrera no me enteré de que utilizaba —y utilizo— una construcción sintáctica marcadamente andaluza como «una poca de agua» en vez de «un poco de agua» o «unos pocos de libros» por «unos pocos libros». Por eso es fundamental seguir trabajando en esta línea, en la que se está avanzando mucho en las últimas décadas, pero donde siguen quedando puntos oscuros. Esther Hernández En cualquier caso, respecto de si los fenómenos divergentes americanos estaban presentes en el español peninsular, yo lo limitaría a la mayoría, no a todos. Creo que hay desarrollos diferenciados en todos los niveles de análisis. He trabajado más en el léxico, pero pretendo ahora trabajar en el morfosintáctico. Sin duda, es imprescindible conocer la dialectología histórica peninsular para analizar la americana. Hay que prestar más atención a las lenguas indígenas, y no solo en el nivel léxico. Otra cuestión que nos gustaría descubrir es hasta qué punto hay o no fenómenos generales en América, y para esto nuevamente necesitamos el auxilio de la dialectología. Por último, para mí un concepto fundamental es —como han mencionado Juan Pedro Sánchez Méndez y Félix Fernández de Castro— el de la gradualidad de los fenómenos,

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asunto que Frago ha tratado en varias ocasiones con acierto (por ejemplo, en Frago Gracia 2010). Juan Pedro Sánchez Méndez Yo no veo la poligénesis y la deriva tipológica de la que habla Álvaro S. Octavio de Toledo como cosas opuestas a la hora de incorporarlas a la investigación, sino como puntos de vista, y habría entonces que precisar qué queremos decir con una y otra. Por ejemplo, cuando hablamos de poligénesis pensamos en algo interno de una única lengua, pero es una cuestión de grado: se podría pensar en una poligénesis románica, así los fenómenos idénticos que se dan en francés y en español, como ocurre con la neutralización de la oposición canté/he cantado en español andino y de Argentina y en francés. También habría una poligénesis iberorrománica y, reduciéndola más, una poligénesis interna del castellano. Respecto a la deriva tipológica, que da lugar a romances distintos, como, por ejemplo, el partitivo del francés o la marcación de complemento directo de persona en español con la preposición a, aquí el problema es establecer en qué consiste esa deriva tipológica de una lengua a nivel interno. ¿Qué sería en este caso un tipo y cómo lo establecemos? A fin de incluirlos en la investigación habría, en primer lugar, que acotar ambos términos y, a partir de ahí, establecer la manera de hacerlos operativos para poder extraer conclusiones. Quizá sean esos procesos, o «rutinas sintácticas», los que nos llevarían a esa deriva o poligénesis. Javier Medina López Tengo una experiencia en ese sentido interesante y hasta cierto punto traumática. Durante casi quince años fui profesor de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en los curso de verano para extranjeros en el mes de agosto, con todo el agradecimiento, porque conocí a muchos colegas de León... Todo el profesorado era de Madrid hacia arriba y yo era el único canario, que seseaba, que aspiraba las eses. Me llamaban, por el exotismo de mi manera de hablar, para que un extranjero oyera a un hablante especial... Pero lo que me parecía más manipulador era el tipo de examen que luego se le ponía al alumnado en algunos aspectos gramaticales. Por ejemplo, la tan traída y llevada oposición canté/he cantado, siempre la forma simple y la forma compuesta, según mi criterio y según mi norma lingüística, yo siempre diría «esta mañana desayuné un café con leche», nunca diría «he desayunado un café con leche»; entonces, cuando daba la clase de gramática, pues luego examinaban

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otros profesores que no eran de la parte teórica, tenía que buscar la forma exacta para que el alumno no tuviera ninguna duda de qué forma verbal se empleaba, si la forma compuesta o la forma simple, porque no se admitía mi variedad, no se admitía la variedad que se usa en Canarias mayoritariamente y también en América, sin entrar en otros aspectos, porque el castellano emplea la forma compuesta. Y, a mí, eso siempre me pareció, por un lado, una cierta deslealtad lingüística y, por otro, una forma de manipular el examen para que cuadrara, porque el profesor de gramática daba por válida una opción, mientras que el que iba a corregir el examen, porque era de otra modalidad lingüística, la daba por incorrecta; esa era la realidad que se planteaba luego con los exámenes de Español como Lengua Extranjera. Al margen de que una buena parte de la producción editorial del español está en manos de empresas españolas, entiendo que es muy difícil reflejar toda esa dimensión de variación, pues es muy complicado para un extranjero, cuando lo que quiere es aprender una norma, pero puede darse cuenta de que el español tiene además otra serie de opciones, que son igualmente válidas, que las que se emplean en otro lado, al otro lado del charco. Eva Bravo-García En los exámenes actuales del Diploma de Español como Lengua Extranjera (DELE) hay solo tres preguntas sobre una modalidad que no sea la peninsular. Si eso se extrapola a la situación del idioma, se proporciona al aprendiz de español una percepción de la realidad americana alejada de su peso real o, cuando menos, tópica. Estamos a la espera de cómo se diseñe SIELE, qué cabida dé a las realizaciones americanas y, en definitiva, a cuáles incluya. Estamos en un momento muy oportuno para llevar a la práctica, de forma incontestable, la visión policéntrica defendida por la Academia. Paradójicamente, en el campo de la enseñanza del Español como Lengua Extranjera hay una contradicción porque se aprecia y valora al profesional de Español como Lengua Extranjera hablante de algunas variedades, como la canaria; sin embargo, los exámenes responden a la versión castellana norteña.

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5. ¿Faltan materiales por reunir para el estudio de la morfosintaxis del español de América? ¿Cuál es tu experiencia con los distintos tipos de fuentes? ¿Cómo sería el corpus ideal para los análisis morfosintácticos? Esther Hernández Juan Pedro Sánchez Méndez y yo participamos en el primer congreso de la red CHARTA, en donde discutimos, junto con Enrique Obediente y José Luis Ramírez Luengo —que actuó como moderador de mesa—, sobre diversos asuntos acerca de la edición de textos: qué es un texto indiano, las tipologías textuales y los niveles diastráticos que habría que incluir, los problemas materiales de la edición, los indigenismos, etc. Por este motivo, dejamos a un lado estas cuestiones para evitar repetirnos, y sobre estos aspectos me permito remitirme a la publicación a la que dio lugar aquel encuentro (Hernández 2012; Obediente Sosa 2012; Ramírez Luengo 2012; Sánchez Méndez 2012). Específicamente, para el levantamiento de una empresa como la morfosintaxis histórica hispanoamericana, creo que lo que se han propuesto los coordinadores del proyecto MORPHISPAM es una excelente idea. Están haciendo camino al andar, sencillamente se han puesto a hacerla, contando con un equipo amplio de especialistas de un modo colaborativo. Por eso, Juan Pedro Sánchez Méndez podría explicarnos el proyecto, del cual, sobre todo, me interesa la cuestión metodológica. También le pido a Eva Bravo, que es una de las que ya ha redactado un capítulo en ese proyecto, que nos explique qué dificultades ha encontrado (si es que las ha tenido), cuáles son sus fuentes, etc. No obstante, antes convendría debatir también sobre las posibles fuentes históricas que quedan por ver y sobre la transcripción de los documentos y su utilidad para nuestros propósitos gramaticales. Eva Bravo-García Para cualquier investigador que emprenda un trabajo amplio, de calado y extensión cronológica como la morfología histórica que nos ocupa (MORPHISPAM), hay dos dificultades iniciales: de una parte, la recopilación de materiales comparables de todos los países (registros, tipología textual, etc.) y, de otra, la disparidad de criterios con que dichos materiales son presentados. Son hitos fundamentales los trabajos de conjunto disponibles impulsados por Fontanella de Weinberg (1993a); Company Company (1994); Rojas Mayer (2000, 2008a, 2008b); Melis, Rivero y Arias (2008); Bertolotti, Coll y

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Polakof (2010, 2012), y tantos otros corpus que han servido como base a investigaciones concretas, muchos de los cuales pueden incluirse en CORDIAM si los autores lo desean, lo que hará posible disponer de un repositorio plural y sólido. CHARTA es una importante red internacional que está agrupando a numerosos equipos cuyo trabajo nos permitirá disponer en un futuro de mucho material transcrito de forma homogénea. Esto nos permitirá comparar, con seguridad y paridad de fuentes, documentos de diversas épocas, zonas y tipología textual. El futuro de la investigación creo que pasa necesariamente por el trabajo colaborativo y la construcción de repositorios accesibles que permitan difundir el conocimiento y los estudios sobre esos fondos. De otra parte, hay que hacer un importante trabajo de revisión de fuentes ya sacadas a la luz y disponibles solo en transcripción modernizada, como ocurre con el gran corpus cronístico. Sería conveniente hacer un trabajo humilde de transcripción de estos textos, que a menudo son valiosos y fundamentales para la historia del español, como es el caso de la Colección de documentos de García Icazbalceta (1858) o la magnífica compilación de Konetzke (1953-1962). Materiales interesantes que debemos incorporar son los creados por bilingües y traductores (Rivarola 2000), así como los documentos cotidianos en lengua indígena con sus traslados. En ellos se muestra de forma palpable el contacto y la interferencia morfológica. Precisamente, en el proyecto CULTURECONTACT estamos transcribiendo conforme a los criterios de CHARTA documentación de este tipo. Y, finalmente, hemos de reconocer que lo que realmente nos da seguridad y tranquilidad cuando estamos usando estos materiales es disponer de las imágenes originales. Esto permite no solo resolver dudas, sino poder analizar temas grafémicos, documentales, etc. Por ello, es muy deseable que los repositorios actuales proporcionen las imágenes o, cuando menos, el enlace al archivo que las guarda si el documento está digitalizado. El Portal de Archivos Españoles en Red (PARES) es, en este sentido, un instrumento utilísimo al servicio de la investigación y de la difusión del conocimiento de la historia y la cultura en lengua española, y a esta iniciativa se están sumando cada vez más archivos. Aún hay verdaderos tesoros por encontrar, pero, para ello, hoy lo mejor es sumergirse en archivos municipales y parroquiales de América; en ellos, todo es posible.

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Juan Pedro Sánchez Méndez El tema de las fuentes documentales ha conocido en la actualidad un amplio y prometedor desarrollo. Podemos decir, por fin, que se ha obtenido un notable avance en la consecución del objetivo señalado hace años por Lapesa (1996: 275-276), que insistía en la necesidad de poder contar con «documentación segura en texto y fecha», para lo que era necesaria «una colección de Documentos Lingüísticos de Hispanoamérica semejante a la que Menéndez Pidal proyectó para el español medieval». Así, hay que hacer mención a la labor emprendida hace años por la Comisión de Estudio Histórico del Español de América, cuya constitución se acordó en el VIII Congreso Internacional de la ALFAL, realizado en Tucumán, en septiembre de 1987. Fue este un momento en que el naciente interés por los estudios diacrónicos del español, estimulado por el trabajo de Lope Blanch (1985) sobre El habla de Diego de Ordaz, llevó a un grupo de investigadores a integrar un equipo de rastreo e investigación de documentos coloniales de distintas regiones a lo largo de la geografía americana. El equipo fue coordinado por Beatriz Fontanella en 1993 y luego por Elena Rojas desde 1996. Se inició así la búsqueda y selección de documentos en la mayoría de los archivos hispanoamericanos y en el Archivo General de Indias para la recolección de documentos provenientes de casi todos los países de América (incluyendo los Estados Unidos de América), Canarias y Andalucía. Con este material, la RAE ha publicado, por el momento, cinco volúmenes de Documentos para la historia lingüística de Hispanoamérica. Siglos xvi a xviii, que ya son una referencia obligada de diversos trabajos de investigación léxica, gramatical, fonética-fonológica y morfosintáctica, con un especial enfoque pragmalingüístico histórico. Asimismo, tampoco han faltado publicaciones complementarias de transcripciones hechas con rigor, como la importante colección de documentos coloniales del altiplano mexicano realizada por Company Company (1994). Marta Fernández Alcaide En mi opinión se están rellenando huecos. Se está trabajando mucho por completar el panorama textual del EA. Aparte de los materiales clásicos que todos los que estudian el EA conocen y utilizan, como demuestra la Sintaxis histórica coordinada por Company, y otros no tan clásicos pero igualmente fundamentales para acercarnos zonas o periodos concretos, como puedan ser Documentos lingüísticos de la Nueva España (Company Company 1994), Documentos para la Historia Lingüística de Mérida (Venezuela) – (Siglos

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xvi-xvii) (Obediente Sosa 2003) o Documentos para la historia lingüística de Hispanoamérica. Textos del Caribe (siglos xvi y xvii) (Guzmán 2015), y aparte también de lo que se puede encontrar volcado en los grandes corpus en línea como el CORDE, hay que hacer referencia a CORDIAM, proyecto del que me enorgullece formar parte y que, en mi opinión, sí supone un cambio significativo en cuanto a materiales se refiere. En efecto, el Corpus Diacrónico y Diatópico del Español de América (www.cordiam.org) se elabora con corpus cedidos por sus editores; todos ellos comparten ser documentos de archivo, son, por tanto, textos no literarios y no periodísticos que recogen una amplia variedad discursiva; cronológicamente abarcan desde 1494 a 1905 y geográficamente hay textos de todos los países americanos hispanohablantes, del sur y oeste de Estados Unidos, Jamaica, Haití y Guyana (antiguos territorios de la Corona española). Su novedad y su ventaja radica en reunir todos esos textos, muchos previamente publicados, y hacerlos accesibles a la comunidad científica a través de Internet. De este modo, este proyecto suple, al menos hasta ahora parcialmente, las carencias detectadas en otros corpus.

Esther Hernández Por mi parte, me gustaría solo añadir que hay un género textual que tenemos delante y que no solemos tener en cuenta. A menudo, los diccionarios, las gramáticas, los manuales de lenguas de los siglos xvi, xvii y xviii y, desde luego, los del xix y xx, contienen información gramatical y reflexiones interesantes, incluso a nivel metodológico. De hecho, en el capítulo que estoy haciendo para el volumen del verbo he encontrado información muy relevante sobre el uso de la construcción comitativa. Por otro lado, la obra Documentos públicos y privados del siglo xvi. Textos para la historia del español colonial mexicano I, de Beatriz Arias Álvarez y su equipo (2015), obra que ha sido recientemente premiada por la RAE, tiene una novedad interesante, frente a otras ediciones de textos americanos, puesto que hace la doble presentación de textos, en versión paleográfica y en versión crítica, según el modelo practicado por Pedro Sánchez-Prieto y la red CHARTA. Esta consideración metodológica no me parece baladí. No sé si es muy económica o si, al final, lo que queremos es disponer de la foto. Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta El problema con el que nos enfrentábamos los colaboradores de la Sintaxis histórica de la lengua española —y esto lo hemos discutido mucho con la

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propia Company— era el punto de partida muy desigual, sobre todo con respecto al conocimiento histórico de las distintas variedades. Es decir, en el caso de México podíamos partir de las propias colecciones que había editado ella, de los documentos que había editado Lope Blanch, en fin de una serie de cosas relativamente fiables, un conjunto de estudios más o menos detallado sobre aspectos distintos, pero cuando llegábamos a Bolivia había muy poco, cuando llegábamos a Ecuador, aparte de lo que ha publicado Juan Pedro Sánchez Méndez, pues nos quedábamos sin nada, y para la época anterior a la que empieza a tratar Juan Pedro Sánchez Méndez, nos quedábamos sin suelo y eso es un problema a la hora de hacerle justicia de verdad a una sintaxis con una consideración dialectal amplia. Entonces, el estado de nuestro conocimiento de las distintas variedades es muy diverso. Cristina Egido En las construcciones con se, eché de menos sobre todo materiales del xix, tengo todo el material del CREA, tengo los materiales de cultos, de no cultos, cientos de grabaciones, y se puede sacar lo que quieras. Yo eché en falta sobre todo del xix y lo monté con periódicos que pude encontrar en Internet que eran antiguos, xix y principios del xx; utilicé, para la parte colonial, hasta el xviii, los documentos que ha dirigido Elena Rojas y demás, CORDIAM no existía todavía, pero respecto de CORDIAM me ha pasado una cosa muy rara: me encuentro se los en el siglo xvi en documentos colombianos, no sé si es un desliz, porque, en la Sintaxis histórica, Company dice que se los hasta el xviii no aparece, entonces a mí me gustaría ver los originales y yo me encuentro ya se los y se las incluso con femenino en el xvi. No sé si es un desliz de quien transcribió eso, que se coló su uso, me gustaría ver el original de ese documento porque yo ahí aporté documentos del oriente de Bolivia, yo sé cómo transcribí mis documentos, pero no sé cómo están transcritos los otros y, por otras cosas que he visto de transcripciones, hay cosas que no me cuadran, a ver si se cuelgan los facsímiles, que sí que los hay y de hecho me han dicho que los van a colgar, porque a mí me suena un poco raro. Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta Algo importante que ha dicho Cristina Egido —y que también habéis subrayado aquí— es que, para el periodo de finales del siglo xvii hasta la independencia, no es que falte documentación americana, sino que falta además documentación peninsular, que podría servir como piedra de toque, y lo digo

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porque los que nos hemos acercado al xviii peninsular nos hemos encontrado con trabajos de colegas sobre variedades americanas donde se decía «esto es típico del español del Uruguay del siglo xviii» y resulta que está en el español peninsular también. Entonces, para la historia de la lengua española en general falta documentación para una época muy amplia. 6. ¿Hasta qué punto los hechos lingüísticos del español de América son comparables con los de las lenguas iberorrománicas, por un lado, y con los de las románicas, por otro? ¿Cómo podemos contextualizar nuestras investigaciones en estos ámbitos de estudio? Esther Hernández Pienso que la importancia de la romanística es crucial, en especial para las cuestiones metodológicas. Y es quizá una lingüística más histórica que otras, gracias a que conocemos su punto de partida, el latín. Se ha hablado bastante también de que ha habido un cierto renacimiento de los estudios diacrónicos frente a otras corrientes de la lingüística. La tradición americanista europea es muy sólida y algunas ideas han hecho mella. Han dado mucho juego los conceptos de hablante semiculto (Oesterreicher 2009a) para el análisis de la oralidad de los textos, así como el de las tradiciones discursivas (Kabatek 2008). Son ideas pujantes que inciden en la bibliografía de manera muy notoria; en especial en los especialistas de historia de la lengua. Por otro lado, la idea de pluricentrismo (Lebsanft, Mihatsch y Polzin-Haumann 2012) manejada en la Asociación Alemana de Hispanistas es también muy útil. Todos estos parámetros se pueden integrar en los análisis que se hagan para construir la gramática histórica del español americano. En fin, sería muy interesante tratar de contextualizar la lingüística hispánica en otros ámbitos lingüísticos. Martin Hummel (en prensa) ha puesto en perspectiva iberorrománica su análisis sobre los adverbios en -mente y Juan Pedro Sánchez Méndez tiene especial interés en que hagamos ese zoom con respecto del tema que nos ocupa. Hay que saber qué se está haciendo con otras lenguas, porque a veces trabajamos ensimismados, dispersos y fragmentados. Hay que mirar qué se hace con el inglés americano y el británico, ahí podemos encontrar alguna inspiración para nuestros estudios y análisis americanos.

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Juan Pedro Sánchez Méndez Un importante avance en el ámbito hispanoamericano de integración de los hechos externos en los internos ha sido la teoría de la koineización y estandarización de Granda y Fontanella. Sin embargo, el mayor avance se ha producido en el ámbito de las tradiciones discursivas, nacido en el marco de la lingüística románica alemana poscoseriana (Koch y Oesterreicher 2007). Como demuestra Koch (2008), la difusión de una innovación puede darse también en una determinada tradición discursiva, y, de ahí, detenerse o convertirse con el tiempo en una nueva regla idiomática de una comunidad lingüística. En ese sentido es esclarecedor, y sirve de referencia sobre el valor de las tradiciones discursivas en el marco de la lingüística histórica, su estudio sobre la historia del tratamiento de vuestra merced en español. Son todavía pocos los estudios concretos en este ámbito dedicados a América, pero su aplicación a la historia del español americano y la de su morfosintaxis será a buen seguro provechosa y muestra nuevas vías de análisis. Dentro de este modelo, la historicidad del lenguaje, entendida como el carácter transitorio y variable de las formas lingüísticas, implica, como señala Oesterreicher (2006a: 141-144), tres maneras de entender los hechos lingüísticos, que deben complementarse a la hora de estudiarlos, a saber: a) la historicidad-cambio lingüístico, o el estudio de los cambios y procesos que encontramos en todos los niveles lingüísticos, y cómo una innovación se difunde y se generaliza en determinadas tradiciones discursivas; b) la historicidad-variación lingüística, que consiste en atender a la variación lingüística en la sincronía según factores pragmáticos, funcionales y situaciones comunicativas, lo que incluye también la descripción de su espacio variacional y los problemas del estándar y las normas, y, finalmente, c) la historicidad-diversidad/diferencia lingüística, que atiende a las distintas variedades dentro de una lengua, por ejemplo, el contraste entre español andino frente al español mexicano y su carácter diferencial. Es una necesaria visión panrománica. Por ejemplo, en la oposición canté/ he cantado, desde una óptica interna del español, vemos todo el diasistema con las variedades que distinguen y las que no. Desde el punto de vista del diasistema llama la atención que, de todas las variedades del español, es la peninsular la única que ha desarrollado una distinción temporal, por lo que no es tan «normal» o general como se ha considerado tradicionalmente. Si adoptamos un punto de vista iberorrománico, podríamos establecer las concomitancias que esta oposición mantiene en Canarias y algunas variedades americanas con

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el occidente peninsular (asturiano, leonés, gallego y portugués). ¿Se podría poner en relación con el contacto de variedades dialectales en la América de los orígenes? Desde una perspectiva románica, los procesos de neutralización americanos andinos son románicos. 7. Bibliografía Arias Álvarez, Beatriz (2015): Documentos públicos y privados del siglo xvi. Textos para la historia del español colonial mexicano, I. México: Instituto de Investigaciones Filológicas/Universidad Nacional Autónoma de México. Alvar, Manuel (1969): Variedad y unidad del español: Estudios lingüísticos desde la historia. Madrid: Editorial Prensa Española. — (1970): Americanismos en la «Historia» de Bernal Díaz del Castillo. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica. — (1987): Léxico del mestizaje en Hispanoamérica. Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica. Alvar, Manuel y Quilis, Antonio (1984): Atlas Lingüístico de Hispanoamérica. Cuestionario. Madrid: Instituto de Cooperación Iberoamericana. Bello, Andrés (1847): Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, Santiago de Chile: Imprenta del Progreso. Bertolotti, Virginia, Coll, Magdalena y Polakof, Ana C. (2010): Documentos para la historia del español en el Uruguay. Cartas personales y documentos oficiales y privados del siglo xviii. Montevideo: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación/Universidad de la República. — (2012): Documentos para la historia del español en el Uruguay. Cartas personales y documentos oficiales y privados del siglo xix. Montevideo: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación/Universidad de la República. Boyd-Bowman, Peter (2003): Léxico hispanoamericano (1493-1993) (editado por Ray Harris-Northall y John Nitti). Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies [CD-Rom]. Bravo-García, Eva (2015): «Preparando la independencia: la lengua y los documentos de la insurrección Cubana (1868-1898)», en José M.ª García Martín (dir.); Teresa Bastardín Candón y Manuel Rivas Zancarrón (coords.), Actas del IX Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 2061-2076. Cano Aguilar, Rafael (coord.) (2004): Historia de la lengua española. Barcelona: Ariel. Caravedo, Rocío (2014): Percepción y variación lingüística: Enfoque sociocognitivo. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert.

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Algunas consideraciones sobre la periodización de la historia morfosintáctica del español americano1 Cristina Buenafuentes de la Mata Universitat Autònoma de Barcelona

1. Introducción Los investigadores en historia de la lengua y en gramática histórica, desde el siglo xviii, han necesitado recurrir a la delimitación de periodos temporales, es decir, a la periodización de la lengua, para la ordenación de los datos lingüísticos. Así, lo que en un principio era y sigue siendo una pauta metodológica, en la actualidad ha cobrado fuerza, de modo que incluso se puede considerar que el establecimiento de una periodización de los cambios lingüísticos es ya una acción imprescindible en cualquier estudio de índole diacrónica. Si bien a nivel práctico la periodización es una necesidad, a nivel teórico no se ha avanzado lo suficiente. Ya en los años noventa del siglo pasado, los trabajos clásicos de Eberenz (1991), Marcos Marín (1992) y Martínez Alcalde y Quilis (1996) sobre la periodización evidenciaron las principales deficiencias que existían en este ámbito: por un lado, que las divisiones temporales existentes se basan mayoritariamente en criterios extralingüísticos y, por otro, que las escasas periodizaciones realizadas teniendo en cuenta criterios lingüísticos no toman en consideración el componente morfosintáctico. Pese a que, en los últimos tiempos, los estudios diacrónicos sobre el español están empezando a poner en práctica periodizaciones basadas en criterios internos a partir del análisis de cambios gramaticales (véanse los volúmenes de la Sintaxis   La investigación necesaria para llevar a cabo este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda de la DIGICYT para los proyectos Historia interna del Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española en el siglo xix (1817-1852) (FFI2014-51904-P), Variación en la interfaz sintaxis-discurso (FFI2014-56968-C4-2-P) y Redes de variación microparamétricas en las lenguas románicas (FFI2017-87140-C4-1-P), así como al apoyo del Comissionat per Universitats i Recerca de la Generalitat de Catalunya concedido al Grupo de Lexicografía y Diacronía (2017 SGR1251). 1

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histórica dirigida por Company Company), se observa que esta orientación no se ha desarrollado todavía con la suficiente profundidad en el caso del español americano. Salvo algunas excepciones (Sánchez Méndez 2003), se podría afirmar que falta todavía una periodización del español de América que esté al mismo nivel que la efectuada en los últimos tiempos para el español peninsular, carencia debida, seguramente, a la complejidad evolutiva del español llevado al Nuevo Mundo. Por ello, Zimmermann (2012: 195) señala que «periodizar la historia de la lengua española en Hispanoamérica no es algo común». Por este motivo, siguiendo las pautas teóricas establecidas por los estudios pioneros de Eberenz (1991), Marcos Marín (1992), Ridruejo (1993) y Martínez Alcalde y Quilis (1996), y otros realizados después como los de Sánchez Lancis (2001 y 2009), Buenafuentes (2002) y Eberenz (2009), este trabajo efectúa un estado de la cuestión de la periodización en el caso del español de América focalizando el análisis en los fenómenos morfosintácticos. Así pues, esta revisión quiere mostrar no solo el estado actual en el que se encuentra la periodización cuando se atiende a la morfosintaxis del español americano, sino también reflexionar sobre qué pautas seguir a la hora de establecer periodos temporales que reflejen la compleja realidad lingüística del español de América. 2. Propuestas de periodización del español de América Desde el punto de vista teórico, no son muchas las propuestas de divisiones en periodos para el caso del español de América. Como señala Sánchez Méndez (2003: 26), el pionero en el establecimiento de periodos dentro de la evolución histórica del español americano fue Cuervo (1955). El autor colombiano señaló dos periodos, la etapa colonial y la etapa independiente, y el corte entre ambos lapsos de tiempo lo situó más allá de la independencia de las colonias americanas, es decir, prácticamente a finales del siglo xix. Ello es debido a que Cuervo consideró que en la primera fase se produjo tanto la aclimatación del español llevado a las colonias a la nueva realidad americana como la diferenciación de sus particularidades regionales, motivada por el establecimiento de las naciones independientes. En la segunda fase, integrada solo por el siglo xx, el español de cada país americano tiene ya su propia identidad y norma lingüística, si bien siempre dentro de una norma culta común.

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Pese a que esta división temporal del maestro colombiano es el primer intento de periodización, la propuesta que se toma como referente en gran parte de los trabajos que han planteado este tema es la que efectuó Guitarte en 1983, que dividía la historia del español de América en cinco periodos, tres coloniales y dos que siguen a la independencia (Sánchez Méndez 2003: 27-31). Posteriormente, Guitarte ofreció otra periodización en la que dividía los cinco siglos de historia del español americano (desde el siglo xvi hasta la actualidad) en únicamente tres periodos: [...] el primero, de unidad como un todo en época colonial; el segundo, en el siglo xix, de separación de sus dos mitades y de fragmentación de la parte americana, y un último periodo en el siglo xx, en que las entidades políticas surgidas de la división anterior convergen de nuevo a la unidad lingüística (Guitarte 1991: 66).

Las periodizaciones más recientes han sido elaboradas por Zimmermann (2012) y Lüdtke (2014). El primero afirma que es necesario en el establecimiento de periodos apostar por una periodización de las lenguas indoamericanas y establece siete fases en el caso del español americano, mientras que el segundo lleva a cabo una revisión de la primera periodización efectuada por Guitarte y establece cinco cortes temporales, con una temporalización muy precisa. Las distintas periodizaciones descritas se resumen en la siguiente tabla2: xvi

xvii

Cuervo (1955)

xviii

xx-xxi

xix

Periodo independiente

Periodo colonial

Guitarte (1983) Guitarte (1991) Zimmermann (2012) Lüdtke (2014)

Orígenes

Florecimiento del mundo colonial

Primer periodo (unidad) Fase 1 1.er corte

Fase 2 2.º corte

3.er corte

Peaje a la época independiente

Época independiente

Segundo periodo (divergencia) Fase 3

Fase 4

Fase 5

4.º corte

Estado actual Tercer periodo (convergencia) Fase 6

Fase 7

5.º corte

Tabla 1. Periodizaciones del español de América.   Cuadro adaptado de Sánchez Méndez (2003: 26).

2

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Como se desprende de la tabla 1, las divergencias en las periodizaciones efectuadas hasta la fecha se centran en la extensión temporal tanto de lo que se ha llamado el periodo de los orígenes como del de la época de la independencia. Las fluctuaciones en la periodización del estadio de los orígenes vienen motivadas por la consideración de las distintas fases de nivelación del español de América en función de si se consideran pertenecientes a la misma etapa o no. Así, según Sánchez Méndez (2003), en la primera nivelación sería muy relevante el español de las Antillas con participación de los conquistadores de procedencia andaluza. Esto correspondería a la etapa de los orígenes de Guitarte (1983). Después, con la expansión a otros territorios (Nueva España, Perú, Bolivia, Venezuela, Argentina, etc.), se produce una segunda nivelación a la que también contribuirán los colonos norteños y castellanos. Finalmente, a mediados del siglo xvii, se habrían conformado las distintas variedades del español americano. En cuanto a los periodos que pivotan en la época de la independencia de las colonias americanas y en la proclamación de los Estados independientes, según la periodización efectuada, se observa la vacilación en la situación del siglo xviii: hay periodizaciones que lo incluyen dentro de un estadio que constituye el preludio de una etapa en la que aflorará la nueva identidad lingüística americana, por lo que este siglo se consideraría el caldo de cultivo para la reafirmación nacional de la centuria siguiente; sin embargo, en otras, el siglo xviii pertenecería a la fase de los orígenes, ya que las diferencias en las distintas regiones del español de América ya estaban consolidadas antes de que se empezasen a proclamar los Estados independientes a principios del siglo xix. Así, la independencia de las colonias llevó consigo el nacimiento de un sentimiento de identidad lingüística para cada Estado, lo que derivó en el establecimiento de distintas normas regionales. Pese a las diferencias que se observan en los distintos periodos propuestos, todas las periodizaciones expuestas hasta el momento coinciden en una cuestión: los parámetros que se han empleado para su configuración son siempre extralingüísticos. Se trata de propuestas que se basan en la situación lingüística del español desde la perspectiva de la política lingüística y también de los hechos históricos (las conquistas de territorios, la independencia de las colonias, el cambio de establecimiento de las Cortes virreinales, etc.). De hecho, autores como Germán de Granda (1994) han criticado precisamente este tipo de periodizaciones porque no tienen presentes los aspectos internos a la lengua. Del mismo modo, cuando se toman como referencia estas periodizaciones, se evidencia una falta de consenso entre el punto de vista teórico y el práctico,

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ya que las periodizaciones que se emplean en los estudios diacrónicos del español americano se basan siempre en la temporalización por siglos e ignoran las periodizaciones que se han llevado a cabo a nivel teórico (salvo algunas excepciones como Sánchez Méndez [2003] que sigue de cerca la periodización de Guitarte [1983]). Es muy posible que esta divergencia venga motivada porque las divisiones temporales efectuadas hasta el momento desde el punto de vista teórico se basan en criterios extralingüísticos, como se ha señalado, mientras que las que se basan en siglos analizan los cambios lingüísticos internos y suelen obviar la influencia de factores externos, tal y como ya señalaba Lapesa (1991: 276). Esta evidencia plantea la necesidad en periodización de conjugar las dos vertientes, la externa y la interna, máxime si la realidad lingüística que se quiere periodizar es la del continente americano. Una de las conclusiones a las que se ha llegado a nivel teórico en el ámbito de la periodización es que más allá de las diferentes denominaciones que se ofrecen de los periodos temporales (época colonial, época fundacional, época de la Ilustración, época de la independencia, época virreinal, etc.), es necesario atender a dos premisas a la hora de establecer periodizaciones. En primer lugar, las dos fases del cambio lingüístico, es decir, la innovación y su adopción y posterior difusión (Buenafuentes 2002) y, en segundo lugar, la gradualidad del cambio. De hecho, las periodizaciones que se efectúan habitualmente para un mismo fenómeno lingüístico muchas veces difieren porque el foco de atención se pone en el inicio del cambio, en su desarrollo, en su expansión o en su culminación. Por tanto, conviene en periodización establecer en la medida de lo posible el lapso de tiempo que se desarrolla desde el inicio del cambio hasta su consolidación. En muchas ocasiones, cuando se periodiza, se señala el inicio o el final pero no ambos extremos de la evolución de los fenómenos. Por ejemplo, se suele indicar que la igualación de vos y tú en el sistema de tratamiento no deferencial se produce a partir del 1560 (Girón Alconchel 2004), pero no se señala que este proceso acaba cuando vos desplaza a tú a mediados del siglo xvii (Cano Aguilar 1988). Lo mismo sucede con el triunfo de ustedes como segunda persona del plural en el sistema pronominal no deferencial, ya que se señala su consolidación a finales de la época virreinal (Rivarola 2004), pero no cuándo se empieza a gestar el cambio. En segundo lugar, para establecer periodos temporales cuya base sea un sistema lingüístico se tiene que atender a cambios que provoquen un ­reajuste en el sistema (es decir, que impliquen la aparición o desaparición de una oposición funcional), que se concentren en determinado momento y que estén

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vinculados entre sí (Ridruejo 1993). Sirva como ejemplo de esta vinculación de los cambios cómo la transformación de las fórmulas de tratamiento trajo consigo cambios en el paradigma verbal o, como señala Company Company (2012), cómo la obligatorificación de ustedes tuvo como consecuencia la mayor extensión del doblado de objeto indirecto en el español de México. En definitiva, una periodización basada en criterios lingüísticos debe trazar líneas evolutivas de cada uno de los cambios funcionales desde su origen hasta su consolidación y superponerlas cronológicamente, lo que permitiría visualizar no solo la posible vinculación de los distintos cambios entre sí, sino también su coincidencia temporal y, por tanto, la pauta para el establecimiento de una etapa. Por este motivo, señalaba Eberenz (1991: 93) que los estadios de la periodización de una lengua deberían ser «lapsos de tiempo en los que, después de un reajuste acelerado de las estructuras, se observase una prolongada fase de estabilidad». 3. Cambio morfosintáctico y periodización en el español americano Las carencias de la periodización desde una perspectiva interna en el caso del español americano se evidencian más si tomamos como objeto del establecimiento de periodos los cambios gramaticales. De hecho, si se analizan las gramáticas e historias de la lengua del español3, se observan diferentes problemas. En primer lugar, el español de América no está demasiado representado en estas obras. Tal y como señalan Martínez Alcalde y Quilis (1995), solo las obras de Bello (1978) y Cuervo (1955) destacan el papel del español americano en la historia de nuestra lengua. En segundo lugar, cuando se señalan los cambios del español de América, se atiende mayoritariamente a los cambios de tipo fonético o a aquellos relativos al léxico. Son bastante escasos los tratados diacrónicos que refieren a cambios gramaticales del español americano y menos todavía aquellos que ofrecen su periodización. En este sentido, el cambio de tipo gramatical más descrito en los manuales es el que refiere a las fórmulas de tratamiento y a sus consecuencias en el paradigma verbal. Apenas se mencionan otros cambios gramaticales, que recoge, por ejemplo, Kany ([1963]/1969).   En este análisis se han tomado exclusivamente las gramáticas históricas y las historias de la lengua generales del español. No se han tenido en cuenta, obviamente, los estudios monográficos sobre cambios gramaticales en las diferentes variedades del español americano. 3

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En resumen, los manuales de gramática histórica y las historias de la lengua se caracterizan por tres tipos de actuaciones respecto al tratamiento de la morfosintaxis del español americano: en primer lugar, existen obras que no aportan ningún tipo de información, como sucede, por ejemplo, con las gramáticas históricas de García de Diego (1970), Lathrop ([1980]/1984) y Lloyd ([1987]/1993). En segundo lugar, obras que señalan algunos cambios, normalmente los más generales, en cuanto a la morfosintaxis del español de América, pero no llegan a establecer su periodización, como, por ejemplo, Hanssen ([1913]/1945) o Menéndez Pidal (1940) (véase Moreno de Alba 2003). Finalmente, la mayoría de los tratados analizados suelen ofrecer una periodización de los cambios que se producen en el componente morfosintáctico del español americano, aunque en la mayoría de los casos la información que se aporta se refiere a las fórmulas de tratamiento. En este grupo se hallarían gramáticas históricas, como las de Urrutia y Álvarez (1983) y Penny ([2002]/2006), e historias de la lengua, como las de Lapesa (1981), Cano Aguilar (2004) y Menéndez Pidal (2005)4. Realmente, se observa un cambio radical en las gramáticas históricas más recientes no solo por su atención a la evolución morfosintáctica, sino también por el interés en establecer periodizaciones de los cambios lingüísticos. En este sentido, destaca la Sintaxis histórica de la lengua española dirigida por Company Company. En primer lugar, la periodización de los cambios que se producen en el español es un factor que articula todos sus capítulos, aunque el español americano se trata en la mayoría de ellos de forma conjunta al peninsular. Por ejemplo, Elvira (2009: 1417), en su capítulo sobre el nexo que en las oraciones de relativo, señala que «el español americano no es objeto de la presente investigación y aparece referido siempre de manera tangencial a propósito de fenómenos documentados en español peninsular». Sin embargo, en algunos capítulos sí que se ofrece algún tipo de periodización del español de América. Por ejemplo, De Jonge y Nieuwenhuijsen (2009) periodizan la evolución de las fórmulas de tratamiento; Camus (2009: 895)   De hecho, tanto Lapesa (1981) como Menéndez Pidal (2005) incluyen capítulos aparte sobre el español de América en sus historias de la lengua. Se centran en aspectos léxicos y fonéticos, ya que el único fenómeno de tipo morfosintáctico que se analiza es el voseo-tuteo. Cabe destacar que Menéndez Pidal (2005) realiza una división temporal que afectaría al español americano: dentro del periodo del Renacimiento humanístico (1474-1554) incluye el capítulo «El Nuevo Mundo. Gran expansión territorial del idioma» y, posteriormente, el periodo denominado «Desarrollo del español en América», que iría de 1551 a 1617. 4

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señala la cronología de la extensión en América de la construcción artículo indefinido + posesivo (uno su primo), y Octavio de Toledo y Huerta y Sánchez López (2009: 1028) datan la conservación en América de las estructuras qué tanto y qué tan. Pese a la continua presencia de periodizaciones en el análisis de los fenómenos, esta sintaxis histórica, al ser una obra centrada en la evolución del español desde los orígenes, no presta lógicamente la misma atención al español americano, pese a que, a partir del siglo xvi, se incluyan, tal y como se afirma en su introducción, textos de esta procedencia, si bien pertenecen a la variante mexicana. Para hallar un tratamiento más pormenorizado de la cronología de los cambios morfosintácticos del español americano hay que dirigirse a obras que tratan precisamente esta variedad del español desde el punto de vista histórico, que no son demasiado abundantes desde la perspectiva general. De hecho, señala ­Lüdtke (1998: 1511) que «falta todavía una historia general del español de América. [...] aunque sí hay intentos (por lo menos uno) de escribir la historia de la lengua de un país». En esta línea, podemos afirmar que tampoco existe una gramática histórica del español americano, de perfil semejante a la obra elaborada por Claudia Parodi para el componente fonético-fonológico (Parodi 1995). Sin embargo, sí que existen algunas obras que llenan en la medida de lo posible este vacío. Por ejemplo, Frago (1999) ofrece algunos apuntes sobre la evolución morfosintáctica del español americano, si bien no se periodizan y quedan ocultos al conceder mayor protagonismo a los fenómenos fonéticos y léxicos. Además, al ser una historia de la lengua, el análisis que se efectúa es de tipo externo, basado sobre todo en la procedencia dialectal de los conquistadores. Un punto de inflexión en este sentido sería la obra de Sánchez Méndez (2003), pues no solo es una historia de la lengua sino también una gramática histórica. Esta obra destaca por tres motivos: porque se centra en el español de América, porque atiende a los fenómenos morfosintácticos y porque ofrece su cronología. Sobresale, en primer lugar, la cantidad de fenómenos morfosintácticos (véase tabla 25) que se analizan y también que prácticamente siempre se señala la cronología basada en la documentación. También se atiende a la distinta periodización en función de la zona dialectal dentro del continente americano.   Se resumen en esta tabla solo algunos de los cambios morfosintácticos en los que se señala su cronología. Se ofrecen otros muchos en los que no se establece con exactitud su datación y que, por tanto, cabría investigar para tenerlos en cuenta en el establecimiento de una periodización interna. 5

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Cambios que se producen en el siglo xvi • Pervivencia de el más sustantivo con a- o au- inicial (el artillería) • Igualación vos-tú tratamiento no deferencial Cambios que se producen en el siglo xvii • Pérdida artículo + posesivo (la nuestra hija) • Pérdida demostrativo + posesivo (este mi amigo) • Pérdida un + posesivo (una su çedula) • Triunfo haber en los tiempos compuestos (es llegado vs. ha llegado) • Desaparición del empleo transitivo de haber (haber ‘tener’) • Igualación valores -ra/-se en oraciones condicionales Cambios que se producen en el siglo xviii • Pervivencia del género en sustantivos que luego cambiaron a femenino (puente, orden, dote) • Cambio género femenino en los posverbales (el vuelto, el llamado) • Desaparición del plural en lugar de singular en las partes del cuerpo (le cortó las nariçes) • Desaparición uso de el + un (el un peso) • Desaparición uso de dicho + posesivo (dicho su amigo) • Extensión de las formas de + pronombre frente a posesivo (de nosotros frente a nuestro) • Triunfo de quienes como plural de quien • Triunfo de estar con sentido locativo (es en la puerta vs. está en la puerta) • Desaparición de ser + participio en la pasiva (es dicho) • Pérdida del partitivo (beber del agua) Cambios que se producen en el siglo xix • Omisión del artículo en expresiones temporales (desde quatro de mayo) • Desaparición de la preposición a en el CD (hirieron dos soldados)

Tabla 2. Fenómenos morfosintácticos periodizados en Sánchez Méndez (2003).

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Como se desprende de esta tabla, hay una clara acumulación de cambios en el siglo xviii, lo que mostraría un corte en este siglo. Esta sistematización, a la espera de un análisis que tenga en cuenta más cambios, viene a confirmar para el español americano en general los resultados de Company Company (2007 y 2012) respecto al español de México. Así, mientras en el español peninsular, el siglo xviii, en cuanto a los cambios gramaticales, no presenta «un conjunto de evoluciones coincidentes en el tiempo que caractericen suficientemente esta etapa» (Sánchez Lancis 2012: 43), por lo que podría considerarse, tal y como señalan Sánchez Lancis (2001) y Eberenz (2009), un periodo de estabilidad; en la evolución del español americano es todo lo contrario: precisamente es en este siglo en el que se desarrollan o culminan muchos de los cambios que después darán pie a la configuración de las variaciones gramaticales características del español de América, en general, y de las distintas variedades dialectales americanas, en particular. 4. Reflexiones en torno a la periodización en el español de América A partir de todo lo expuesto, se concluye la importancia de aunar en periodización la perspectiva externa e interna y de reconciliar las periodizaciones realizadas desde el punto de vista teórico con las efectuadas desde el punto de vista práctico. Respecto de la perspectiva externa en periodización, señala Lüdtke (2014) que el establecimiento de periodos es una tarea tanto de dialectología histórica como de sociolingüística histórica. En este sentido, tal y como señalaba Lapesa (1991), resulta muy importante tener presente la procedencia regional y social de las gentes que viajaron a América y no solo durante los primeros años de la colonización, sino también a partir de 1580, durante la época virreinal. Asimismo también es importante tener en cuenta la influencia que pudieron ejercer las lenguas indígenas (de mayor importancia en el caso del léxico), la mayor o menor resistencia a todo lo que procedía de la metrópoli y la intensidad de la colonización. Desde el punto de vista lingüístico, el panorama del español americano en el siglo xvi es un reflejo de la situación lingüística en la que se hallaba la Península durante la conquista. Hay fenómenos del español americano del siglo xvi que se habían iniciado en España mucho antes en el norte y que se estaban extendiendo al centro y al sur. No hay que olvidar, tal y como afirma Lüdtke (2014: 25), que la lengua llevada a las Indias es una lengua trasplantada, pero

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que fue cambiando una vez llevada al Nuevo Continente. Por tanto, se llega a la conclusión de que a la hora de periodizar se debe partir de la situación lingüística de la Península y observar los desarrollos que llevaron a la diversidad dialectal que se consolidó a partir de la independencia de los Estados americanos. Desde el punto de vista interno, se evidencia en la periodización del español americano la desatención al cambio gramatical. En el caso del español de América, los cambios gramaticales deben ir más allá de la particular evolución de las fórmulas de tratamiento. Sánchez Méndez (2003) y Company Company (2012) (véase tabla 2) ya dan cuenta de cambios gramaticales de especial relevancia en el español americano, pero cabría añadir otros que ya señaló Kany ([1963]/1969). Se trata de cambios que se documentan antiguamente en el español peninsular y que, o bien desaparecieron en España (o quedaron relegados a algún dialecto peninsular o al registro informal), y se conservaron en América (posposición de los clíticos, uso de demostrativo y posesivo, extensión de los verbos reflexivos, empleo de las formas en -ra para pluscuamperfecto de indicativo, supervivencia del futuro de subjuntivo), o bien existen en los dos continentes pero su difusión es mucho mayor en el caso de América (pluralización de los nombres abstractos, doblado de clítico, uso de ese por aquel), o han desarrollado otros valores diferentes a los del español peninsular (uso de ello como sujeto impersonal y como partícula enfática y concesiva en las Antillas, empleo de haber de + infinitivo como futuro, uso de futuro —con enclisis del pronombre— como imperativo en Ecuador). Una vez establecidos los cambios gramaticales funcionales, como se ha señalado, hay que analizar su evolución, teniendo en cuenta su inicio y su consolidación, así como observar su coincidencia en un periodo de tiempo y su efecto sobre otros componentes del sistema. Añadiríamos a las consideraciones de Lüdtke que la periodización tiene que venir respaldada por una tarea previa de ecdótica. Es decir, la elección de los textos sometidos al análisis va a ser un factor clave también a la hora de establecer periodizaciones. Pese a que los textos escritos serán siempre el objeto del análisis diacrónico de los cambios, conviene no perder de vista en el caso del español americano que, si lo que se pretende es observar la diferenciación dialectal respecto al español peninsular, es mejor no analizar obras literarias6,   Sin embargo, Lüdtke (2014) señala que no deben descartarse los textos literarios, pues también forman parte de la arquitectura lingüística del español colonial, aunque no ayuden a los investigadores a trazar los rasgos diferenciadores desde el punto de vista dialectal. 6

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ya que en su mayoría imitan la literatura europea hasta prácticamente el siglo xix. Por este motivo, es necesario tomar documentación de los archivos y fondos documentales, como así se viene realizando durante los últimos años. Además, cabe también que los textos se acerquen lo máximo posible a los discursos orales, ya que en ellos suele emerger de forma más evidente la diferenciación dialectal (Lüdtke 2014)7. Para finalizar con los problemas que plantea la periodización en el español de América, cabe plantearse si es posible una periodización general de todo el español americano o si bien es obligado realizar periodizaciones por países o áreas dialectales —como se ha realizado ya para el caso del español de Argentina (Fontanella de Weinberg 1999), Cuba (Choy 1999), Chile (Chávez Fajardo 2011) y México (Zimmermann 2012)—. A tenor de los estudios efectuados sobre periodización en el español de América, «no parece conveniente limitarse a un solo dominio lingüístico o país» (Lüdtke 1998: 1512). De hecho, Zimmermann (2012) considera un error en periodización realizar la del español americano partiendo de la homogeneidad lingüística con respecto al español de la Península, sobre todo, en la época colonial. Si bien la política lingüística de la época colonial tenía su centro en la metrópoli, la resistencia a este influjo fue diferente en función de la zona. Esta diferenciación se hizo mayor a partir de la independencia de las regiones americanas. Por tanto, la conclusión es que debe realizarse una periodización por países o áreas lingüísticas y «tras haber descrito estas historias y periodizaciones se puede averiguar si hay rasgos suficientemente comunes y solapados entre ellos para configurar una periodización a nivel hispanoamericano o por lo menos supranacional» (Zimmermann 2012: 199). De hecho, se ha evidenciado cómo determinados fenómenos tienen una periodización diferente en función del país o zona geográfica: algunos se convierten en rasgos propios de esa área dialectal, otros se conservan durante más tiempo en algunas zonas hasta que acaban por desaparecer de manera general. Esto es lo que sucede, por ejemplo, con la sustitución del pronombre personal nos por nosotros: en algunas zonas (Argentina) nos se documenta hasta finales del siglo xviii, mientras que en otras ya había desaparecido en el siglo xvii (Venezuela, Ecuador) o incluso antes (México, Perú). Del mismo modo, se encuentran testimonios de la mezcla del paradigma de vosotros y vuestras mercedes en algunas zonas, como Argentina, hasta 7   Lüdtke (2014: § 1.5.3) lleva a cabo una profunda caracterización de los textos en función de parámetros de tipo diastrático y diafásico.

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principios del siglo xix, mientras que en otras, como Venezuela o Ecuador, no llega más allá de comienzos del siglo xvii. En definitiva, la periodización en el español de América debe efectuarse desde abajo hacia arriba, de lo particular a lo general, es decir, debe articularse de manera inductiva. 5. Conclusiones Este trabajo ha mostrado los problemas que plantea el establecimiento de periodos temporales en los estudios diacrónicos en general, problemas que se agravan si la periodización que se pretende efectuar se centra en la evolución del español americano. Como se ha podido comprobar, la periodización en el español del otro lado del Atlántico es algo que ha empezado a preocupar hace relativamente poco tiempo y, salvo algunas excepciones, también son escasas las periodizaciones que han tomado en consideración los cambios gramaticales. Conviene, pues, trabajar en esta línea del mismo modo que se ha llevado a cabo en la periodización del español peninsular (Eberenz 1991, Marcos Marín 1992, Sánchez Lancis 2001, Eberenz 2009) pero atendiendo a las especificidades del español de América. Así es muy importante conjugar la perspectiva externa e interna, ya que no se puede dejar de lado los condicionamientos sociales, políticos y culturales porque fueron decisivos para la evolución lingüística en el Nuevo Continente, sobre todo durante la época colonial y la época de la independencia. Asimismo, cabe estudiar la evolución de los fenómenos lingüísticos, sobre todo los cambios gramaticales: trazar la evolución de un cambio supone tener en cuenta su innovación y su adopción, y las distintas etapas del cambio lingüístico deben derivar de momentos en los que se produzca una acumulación de cambios que impliquen un reajuste del sistema. En el caso particular del español americano, cabe diferenciar desde los inicios de la conquista entre zonas geográficas y, una vez establecida la evolución de los fenómenos en cada una de las áreas dialectales, se podrá llegar a establecer una periodización general del español de América. Asimismo, hay que tener en cuenta tanto aquellos cambios gramaticales que acabaron por consolidarse de forma distinta a la Península según la zona americana como aquellos que tuvieron el mismo resultado que en el español peninsular, pero mayor extensión en función de cada área dialectal americana. Finalmente, se ha hecho hincapié en la importancia que tienen los textos para desarrollar una periodización lo más fiel posible a la realidad lingüística

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de cada época: cuanto más cuidadosos seamos con la documentación, más cercano será este reflejo. Si bien cualquier división de un cambio lingüístico es arbitraria, hoy no se puede negar la practicidad de la periodización en las investigaciones diacrónicas. En el caso del español peninsular es mucho el camino que se ha recorrido; sin embargo, como se ha mostrado y pese a algunos trabajos, queda mucho por hacer en el caso del español de América. 6. Bibliografía Bello, Andrés ([1847]/1978): Gramática de la lengua castellana. Madrid: Edaf. Buenafuentes de la Mata, Cristina (2002): «Cambio gramatical y periodización en español», en Res Diachronicae, 1, pp. 96-105. Camus, Bruno (2009): «Cuantificadores I. Los cuantificadores propios», en Concepción Company Company (dir.), Sintaxis histórica de la lengua española. Segunda parte: La frase nominal. México: Fondo de Cultura Económica/Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 881-960. Cano Aguilar, Rafael (1988): El español a través de los tiempos. Madrid: Arco/Libros. — (coord.) (2004): Historia de la lengua española. Barcelona: Ariel. Chávez Fajardo, Soledad (2011): «Historia de la lengua española en Chile: intentos de periodización», en Elena Carmona y Santiago del Rey (coords.), Id est, loquendi peritia: aportaciones de la lingüística diacrónica de los jóvenes investigadores de historiografía e historia de la lengua española. Sevilla: Universidad de Sevilla, pp. 193-201. Choy, Luis Roberto (1999): Periodización y orígenes en la historia del español de Cuba. Valencia: Tirant lo Blanch. Company Company, Concepción (2007): El siglo xviii y la identidad lingüística de México. México: Academia Mexicana de la Lengua/Universidad Nacional Autónoma de México. — (2012): «El español en el siglo xviii. Un parteaguas lingüístico entre México y España», en M.ª Teresa García Godoy (ed.), El español del siglo xviii. Cambios diacrónicos en el primer español moderno. Bern: Peter Lang, pp. 255-291. Cuervo, Rufino José (1955): Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano con frecuente referencia al de los países hispano-americanos. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo. De Jonge, Robert y Nieuwenhuijsen, Dorien (2009): «Formación del paradigma pronominal y formas de tratamiento», en Concepción Company Company (dir.), Sintaxis histórica de la lengua española. Segunda parte: La frase nominal.

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Gramaticalización y formación de locuciones preposicionales: un caso de variación temporal y espacial en el español de América Carlos Sánchez Lancis1 Centre de Lingüística Teòrica / Universitat Autònoma de Barcelona

1. Introducción Si bien las preposiciones del español forman una clase gramatical cerrada, la formación de locuciones preposicionales, según la NGLE (2009: § 29.1g), ocasiona que este paradigma aumente considerablemente, pues varias palabras adquieren conjuntamente el funcionamiento y el sentido gramaticales de una preposición. Se trata, de este modo, de un recurso vivo hoy día, aunque vigente desde los orígenes, que permite añadir rasgos léxicos a una clase de elementos que posee básicamente rasgos gramaticales. De todas formas, como señala Cifuentes Honrubia (2003), también hay que tener muy en cuenta que toda nueva locución preposicional es el resultado de un proceso de gramaticalización, ya que elementos que son en un principio léxicos adquieren unas determinadas funciones gramaticales. En el presente trabajo se estudia, en diferentes diccionarios (NTLLE) y corpus textuales académicos, tanto la variación temporal (CORDE) como la espacial (CREA y CORPES XXI) sufrida por una determinada locución preposicional representativa de un tipo de locuciones preposicionales, recogidas por la NGLE, formadas a partir de la combinación (preposición) + sustantivo + preposición. Como señala la NGLE (2009: § 29.9l), se trata de la pauta más productiva de formación de locuciones preposicionales y, a pesar de que muchas de las que se incluyen en este grupo son de empleo general en español, algunas quedan restringidas a zonas geográficas y usos sociales determinados. De entre todas estas, existe un conjunto que expresa ubicación o dirección,   La presente investigación ha sido parcialmente financiada con una ayuda del MICINN y FEDER (FFI2014-56968-C4-2-P y FFI2017-87140-C4-1-P) y de la CIRIT del Comissionat per Universitats i Recerca de la Generalitat de Catalunya (2017 SGR 634). 1

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como (de) cara a ~ frente a; orilla(s) de, esquina a, ribera(s) de; camino de, rumbo a. Por razones de espacio, nos vamos a centrar aquí solo en la primera, en la que, a diferencia del resto, se gramaticaliza un sustantivo que expresa una parte del cuerpo y posteriormente se lexicaliza junto a una preposición formando una nueva locución preposicional, (de) cara a, con un nuevo valor (cara a ‘mirando en dirección a, hacia’, ‘con vistas a’; de cara a ‘en relación con’). Nuestro objetivo es empezar a establecer, a partir de la locución preposicional estudiada, por un lado, qué esquemas sintácticos y semánticos han favorecido o no la gramaticalización y la posterior difusión de este determinado grupo de palabras más o menos homogéneo del español; y, por otro, confirmar si existen formaciones propias y exclusivas de Hispanoamérica, si presentan variaciones frente al español peninsular, cuál es su origen histórico y cuáles han sido las posibles causas que han propiciado tal variación. 2. (de) cara a en los diccionarios del NTLLE El vocablo cara se halla en un total de 61 diccionarios del NTLLE. A pesar de no ser de origen latino, es una palabra común en las lenguas románicas occidentales. La voz originaria latina facies ‘rostro, cara’, que evolucionó al español como faz ~ haz, usual en español medieval, acabó siendo sustituida por el vocablo cara, al ser considerada arcaica (DCECH, s. v. haz). Esta relación entre ambas palabras, con posibles implicaciones diastráticas y diafásicas, explicaría que la primera aparición del vocablo cara en los diccionarios estudiados no sea hasta 1604 (mientras que la de haz ya se encuentra en Nebrija (1495?: s. v. haz, NTLLE): Cara, La face. / Cara, Vers. / De cara del nauio, Vers le nauire (Palet 1604: s. v. cara, NTLLE).

Como se observa, cara ya se recoge en este compendio tanto con el valor sustantivo (la face) como con el valor preposicional (vers), e incluso se añade lo que podría ser la locución preposicional de cara de. Esto no es de extrañar debido al carácter preposicional que adquiere, según el DCECH, incluso el propio sustantivo ya desde sus inicios, y durante todo el español medieval, a partir de la contracción de la locución preposicional cara a ‘hacia’, empleo que decae a partir del siglo xvi:

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Cara [...]. La locución cara a, contraída en cara, es muy usual como preposición hasta el S. xvi [Partidas; cara Sant Juan del Encina son idas en el Villancico 5.º de Juan del Encina, etc.], en que se vuelve palabra rústica. J. de Valdés advierte: «cara por hazia usan algunos, pero yo no lo usaré jamás» (Diál. de la L., 104.6). [...] (DCECH: s. v. cara).

Sin embargo, a pesar del comentario anterior, los diccionarios del siglo xvii siguen recogiendo este valor preposicional del vocablo cara: Cara, hazia alguna parte, versquelque lieu (Oudin 1607: s. v. cara, NTLLE). Cára, házia algúna párte, Vers quelque lieu, ver⌠o qualche luogo (Vittori 1609: s. v. cara, NTLLE).

Ciertamente, la argumentación fonética del DCECH sería la más coherente. Así se explicaría por qué en el caso de Covarrubias (1611), donde convive el valor meramente sustantivo con el mal llamado adverbial, los ejemplos aportados lo combinan con un adverbio direccional que empieza por a-: Cara, aduerbio vale hazia alguna parte,como cara arriba,carabaxo,caradelante,caratras. Lat. ver⌠us,aduer⌠us. De cara ⌠e dixo encarar, como encarar el alcabuz al enemigo,poner⌠ele de cara matarle. [...] (Covarrubias 1611: s. v. cara, NTLLE).

Curiosamente, la mal denominada función adverbial, ejemplificada únicamente como modificadora de un adverbio direccional que empieza por a-, será recogida de nuevo en el siglo xviii por el primer diccionario académico, Autoridades, aunque se señalará explícitamente que se trata de un empleo arcaico o vulgar. Además, junto a este valor, se añadirá también por primera vez el más cercano a nuestra actual locución preposicional de cara a, pero incluido como ejemplo dentro de la definición de la locución adverbial de cara: Cara. adv. de lugar. Significa lo mi⌠mo que Hácia alguna parte: como Cara atrás, Cara adelante, e⌠to es hácia atrás, hácia adelante. No e⌠tá yá en u⌠o, ⌠ino entre los rú⌠ticos. Lat.Ver∫us. Ad. Aduer∫us. Ming. Revulg. copl.2. / Y no otéas, ∫i te vás / adelante ò cara atrás. [...]. De cara.adv. Lo mi⌠mo que Enfrente: y a⌠si ⌠e dice, De cara à la Iglé⌠ia:e⌠to es enfrente de la Iglé⌠ia. [...].

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Volver cara al enemigo. Es volver à pelear los que ⌠e havian pue⌠to en huida, rehacer⌠e y re⌠i⌠tir al ímpetu de los contrários. [...] (RAE Autoridades 1729: s. v. cara, NTLLE).

Como se constata en el caso de la locución adverbial de cara ‘enfrente’, en uno de los ejemplos aportados por Autoridades aparece combinada con la preposición a en de cara a la iglesia ‘enfrente de la iglesia’, construcción característica de la locución preposicional. Por otra parte, también se recoge la combinación del sustantivo cara sin determinante con el verbo de movimiento volver seguido de un sintagma preposicional precedido por la preposición a, estructura de locución de tipo verbal que consideramos en cierto modo como posible precursora de la locución preposicional actual. Posteriormente, en la edición académica de 1780 (repetida en la edición de 1783) se mantienen ambos valores considerados adverbiales, uno como adverbio de lugar antiguo (equivalente a la preposición ‘hacia’) y otro como modo adverbial (locución de cara ‘enfrente’), pero en el ejemplo aportado en este último caso ya no aparece la actual locución preposicional de cara a: Cara. adv. l. ant. Lo mismo que hácia. [...]. / de cara. mod. adv. Enfrente; y así se dice: da el sol de cara. [...] (RAE 1780: s. v. cara, NTLLE).

Unos pocos años después, Terreros (1786) aporta un matiz diferenciador a las precisiones hechas por la Academia sobre el empleo y la vigencia de cara como preposición de lugar. Para este lexicógrafo, la utilización de este sustantivo con tal función sería más bien un problema de tipo diatópico, dado su uso general en ciertas zonas, a pesar de que en otras sí habría adquirido un carácter anticuado: Cara, adv. de lugar, lo mi⌠mo que ácia, V. Cara atrás, cara la izquierda, [...]. Es mui comun, y u⌠ado en las Montañas, en otras partes ⌠e ha anticuado ⌠in cau⌠a (Terreros 1786: s. v. cara, NTLLE).

Con todo, pensamos, a partir de lo que ya se ha señalado antes en el DCECH, que todos estos comentarios en cierto modo son una prueba del empleo y la vigencia en una época determinada de la locución preposicional cara a en su forma sintética, contraída fonéticamente por el contacto de una misma vocal (cara a), la cual curiosamente no aparece recogida en su variante analítica en estos mismos diccionarios, tal vez al ser considerada vulgar o ­excesivamente

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dialectal. De ahí el comentario final de Terreros, que parece no acabar de entender el abandono de su uso en ciertas zonas. Por último, la Academia, a finales de este mismo siglo, incluirá por primera vez el mal llamado empleo adverbial de este vocablo como una definición más, aunque seguirá insistiendo en el poco uso de este valor en la lengua general: Cara. [...]. 6. adv. l. p. us. Lo mismo que hácia. [...] (RAE 1791: s. v. cara, NTLLE).

Posteriormente, la edición académica de 1803 repite lo mismo que la de 1780, volviendo a la separación de definiciones, y se reiterará prácticamente lo mismo en las ediciones de 1817, 1822, 1832, 1837, 1843, 1852 y 1869, con algún pequeño cambio en las definiciones, sin la menor alusión a la posible existencia de la locución preposicional (de) cara a. Sin embargo, no es hasta casi a finales del siglo xix, cuando la Academia incluye por primera vez, aunque de forma indirecta, la existencia de dicha locución preposicional: Cara. [...].|| adv. l. Hacia. cara adelante; cara atrás. || Mirando hacia, ó con la cara vuelta hacia. cara al sol. || [...] (RAE 1884: s. v. cara, NTLLE).

Como se puede observar, se produce en cierto modo una precisión en la caracterización de este vocablo como (mal llamado) adverbio de lugar. En primer lugar, curiosamente, deja de ser considerado como arcaico o poco usado, sin que aparezca ninguna referencia explícita sobre su utilización. En segundo lugar, se distinguen dos valores en función de su carácter sintético (‘hacia’) o analítico (‘mirando hacia’), tal y como reflejan los ejemplos aportados, ya sea combinado con un adverbio direccional que empieza por la vocal a- (cara adelante), ya sea con un sintagma preposicional precedido por la preposición a (cara al sol). Y, en tercer lugar, la locución adverbial de cara ‘enfrente’ mantiene su valor propio y diferenciado respecto al uso anterior. Esta modificación tan notable en la estructura de las definiciones y en los ejemplos señalados se mantendrá en las ediciones de 1899 y 1914. Sin embargo, en la de 1925 se produce un cambio muy significativo, ya que ambas definiciones como adverbio de lugar se unificarán en una sola, combinándose intuitivamente los dos tipos de ejemplos recogidos en un mismo lugar, por lo que coexistirán tanto la forma sintética fonética como la analítica, y se añadirá también por separado la locución adverbial:

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Cara. [...].|| 14. adv. l. Hacia, i.ª acep. cara adelante; cara al sol. || [...] || De cara. m. adv. Enfrente, i.ª acep. Da el sol de cara. || [...] (RAE 1925: s. v. cara, NTLLE).

Esta caracterización se repite en las ediciones de 1927, 1936, 1939, 1947, 1950 y 1956, sin que exista una clara y determinada concreción de la locución prepositiva (de) cara a, a pesar de que en el Diccionario histórico de la lengua española (1933-1936) se mezclen de nuevo ejemplos con y sin la preposición a, tanto en la forma preposicional (aquí sí se habla de preposición y no de adverbio) como en la adverbial en diferentes épocas: Cara. [...]. 18. prep. Hacia, frente. ¶ «Et estando así cara al sol.» Partidas, [...].¶ «Cara acá viene nuestramo, cargado de más cordojos, que tiene hojas un manzano.» Tragedia Policiana [...].¶ [...].¶ De cara. m. adv. Enfrente o de frente. ¶ [...].¶ «Es tierra exenta, descubierta, no avahada ni sombría, las sierras o montañas altas de cara al sol.» B. Casas, Apol. Hist. de Indias [...]. ¶ [...] (RAE 1936: s. v. cara, NTLLE).

Posteriormente, en la edición del diccionario académico de 1970 se produce una mayor concreción en la definición tanto del valor preposicional (continúa contradictoriamente su caracterización como adverbio de lugar) como del valor adverbial de este vocablo: cara. [...].|| 14. adv. l. hacia, en dirección a. cara adelante; cara al sol. || [...] || de cara. m. adv. enfrente, en parte opuesta o delante. Da el sol de cara. || [...] (RAE 1970: s. v. cara, NTLLE).

Como pequeña novedad, en la 3.ª edición del diccionario académico manual de 1983 se sustituye el ejemplo cara al sol por el de cara a la pared (suponemos que por razones políticas, a pesar de su antigüedad, aunque reaparecerá esporádicamente en la edición usual de 1984), y se introduce por primera vez el concepto de locución adverbial para caracterizar la construcción de cara, a la que se le añade una nueva acepción: cara. [...].|| adv. l. hacia, en dirección a. cara adelante; cara a la pared. || [...] || de cara. loc. adv. enfrente. Da el sol de cara. || [Con valentía, sin miedo. Hay que mirar el futuro de cara. || [...] (RAE 1983: s. v. cara, NTLLE).

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Y, por fin, en la 4.ª edición manual de 1989, por primera vez en toda la historia lexicográfica de este vocablo, se recoge la existencia de la locución prepositiva como tal, y ya no como adverbio, en sus dos variantes (cara a o de cara a ‘mirando a, frente a, hacia’), añadiéndose en la definición un valor figurado (‘con vistas a’), en oposición al valor locativo y figurado de la locución adverbial de cara ‘enfrente’, ‘con valentía, sin miedo’: cara. [...].|| cara a, o de cara a. loc. prepositiva. mirando a, frente a. || fig. con vistas a. cara a las elecciones. hacia, en dirección a. cara adelante. cara a la pared. || [...] (RAE 1989: s. v. cara, NTLLE).

Esta nueva caracterización se incorpora en la edición del diccionario académico de 1992, aunque en ella todavía se mantiene la existencia de la preposición (por fin ya no adverbio) antigua, en donde se desglosan coherentemente las distintas definiciones en función del origen y de la categoría gramatical del vocablo. De esta forma se distinguirá claramente el valor locativo preposicional direccional (cara a ‘en dirección a’) frente al adverbial estático (de cara ‘enfrente’), además de un valor figurado (‘ante, con vistas a’ y ‘en relación con’, respectivamente): cara.1 [...].|| 16. prep. ant. hacia. || [...] || cara a. loc. prepos. Mirando en dirección a. cara al mar. || 2. fig. ante, con vistas a. cara al futuro. || [...] || de cara. loc. adv. enfrente, en parte opuesta o delante. Da el sol de cara. || de cara a. loc. prepos. En relación con. || [...] (RAE 1992: s. v. cara1, NTLLE).

Algunos de estos valores, recogidos en la anterior edición sobre las dos locuciones preposicionales, y conservados de forma prácticamente igual en la de 2001, son matizados en el DPD de 2005. Así, sobre la locución preposicional de cara a, por un lado, curiosamente se señala, en cierta contradicción con lo expresado en el diccionario académico anterior, que los valores figurados de ‘ante’ y ‘en relación con’, el primero más propio del lenguaje periodístico, no serían normativos; y, por otro lado, aspecto que más nos interesa para el presente estudio, se añade información de tipo dialectal, ya que se indica que el empleo de esta locución sin la preposición de con el sentido locativo direccional de ‘frente a, mirando en dirección a’, así como con el valor figurado de ‘con vistas a’, es más propio del español peninsular, información que se comprobará más adelante:

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cara. 1. de cara a. Locución preposicional usada con sentidos diversos: a) ‘Frente a, mirando en dirección a’: «Permanece callado, de cara a la pantalla vacía» (Volpi Klingsor [Méx. 1999]). En España también se usa sin la preposición de: «Pasaron la noche cara a la pared» (Rubio Sal [Esp. 1992]). b) ‘Con vistas a’: «La propuesta de Lula [...] fue la ganadora de la votación sobre el rumbo que seguirá el Partido de los Trabajadores de cara a las elecciones del próximo año» (Clarín [Arg.] 1.9.97). En España también se usa sin la preposición de: «El cielo, cara a la primavera, se pintaba de azul celeste» (Asenjo Días [Esp. 1982]). c) Aunque es frecuente en el lenguaje periodístico, no se recomienda el empleo de (de) cara a con el sentido de ‘ante’: «Con esto se pone fin, al menos cara a la opinión pública, a la controversia suscitada» (Abc [Esp.] 3.6.86). Es preferible, en estos casos, usar la preposición ante. d) Tampoco debe emplearse con el sentido de ‘en relación con’: «A cambio de lo que los iraquíes califican de “valiosa, coherente y honesta” actitud española de cara a Oriente Próximo, [...].» (País [Esp.] 12.2.80) (DPD 2005: s. v. cara1).

Dadas las anteriores observaciones, se entiende que el DELE de 2006 suprimiera el valor de ‘ante’ en la segunda acepción de cara a, así como el de ‘en relación con’ en de cara a. Pero no resulta coherente con las afirmaciones vistas del DPD eliminar la locución preposicional de cara a del listado, ni tampoco no dar ninguna información de tipo diatópico sobre la particularidad peninsular de la locución cara a: cara1. [...].|| ∼ a. loc. prepos. 1. Mirando en dirección a. Cara a la pared. || 2. con vistas a. Hay que mejorar el equipo cara al campeonato. || [...] (DELE 2006: s. v. cara1).

Por ello, resulta un tanto incoherente que el DE de 2011 vuelva a incluir la locución preposicional de cara a, decisión que consideramos acertada dado su empleo en español general, pero con el sentido no admitido de ‘en relación con’: cara1. [...]. ∼ a. loc. prepos. 1. En dirección a o mirando a. Para cachearlos los colocaban cara a la pared. El balcón se halla cara al mar. 2. Con vistas a, o para. ¿Qué novedades tendrá el programa del partido cara a las elecciones? [...] de ∼. loc. adv. De frente o por delante. El viento sopla de cara. Me di de cara contra una farola. [...] de ∼ a. loc. prepos. En relación con. Estas novedades supondrán una mejora de cara al cliente (DE 2011: s. v. cara1).

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Y esta locución con este valor no normativo sigue apareciendo en la última edición del DRAE: cara1. (Del lat. cara). f. [...]. prep. 15. desus. hacia. [...].|| ∼ a. loc. prepos. 1. Mirando en dirección a. || 2. con vistas a. [...] || de ∼. loc. adv. De frente o por delante. Da el sol de cara. || de ∼ a. loc. prepos. En relación con. [...] (DRAE 2014: s. v. cara1).

A partir de los datos anteriores, de nuevo sin información dialectal, se marca, por una parte, la presencia antigua en la lengua de cara ‘hacia’ como preposición; y, por otra parte, se indica la existencia de dos tipos de locuciones preposicionales totalmente contrapuestos por su significado, sin relación aparente: cara a, con el sentido locativo direccional de ‘mirando en dirección a’ o con el valor figurado de ‘con vistas a’, y de cara a, con el sentido figurado de ‘en relación con’. En ningún momento se desprende de dicha caracterización la posible presencia o ausencia de la preposición de sin que el sentido de la locución pudiera variar. 3. (de) cara a en otros diccionarios recientes no académicos Por todo ello, la caracterización realizada por el DUE nos parece de lo más acertado a la hora de dar cuenta de todos los valores gramaticales y los distintos sentidos que posee la construcción, con la única salvedad de su interpretación como adverbio ante un auténtico adverbio direccional, ya que establece una identidad única vaya o no precedida por la preposición de: cara [...]. 12 (adverbio). Delante de un adverbio que empieza por «a» equivale a «cara a» (véase): ‘Cara arriba [adelante]’. [...]. Cara a (pronunc. enclítico «caralaparèd»; familiar). (I) Expresión prepositiva equivalente a «hacia»: ‘Caminábamos cara al norte. Voy cara a casa. Va cara a un desastre’. [...]. (II) «De cara a». Significa también «frente a» o «mirando hacia»: ‘Cara a la pared’. [...]. C. abajo (aplicado a personas y a cosas). *Tumbado, con la cara hacia abajo. C. arriba (íd.). «Boca arriba». *Tumbado, con la cara hacia arriba: ‘Pon las cartas cara arriba’. [...]. De cara. Por *delante: ‘Nos daba el sol de cara’. O en contra, desde delante: ‘Teníamos el viento de cara’. [...].De cara a (pronunc. «de càra»: ‘de cara la pared’). «Cara a». [...] (DUE 1966: s. v. cara).

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Esta identificación entre ambas locuciones, cara a y de cara a, también es señalada por Gutiérrez Cuadrado: cara [...]. ∼ a o de ∼ a 1 Pensando en, para: El partido estudia algunas reformas de cara a las próximas elecciones. 2 Mirando a, frente a: La maestra la castigó y la puso de cara a la pared. [...] (Gutiérrez Cuadrado 1996: s. v. cara).

También en el DEA: cara i [...]. V loc prep 47 (de) ∼ a. En posición o dirección hacia, o mirando a.  Arce Testamento 29: El Bayona me dejó rápidamente cara al suelo. [...]. CNavarro Perros 117: Ventosa se fijó en un hombre que había de cara a la pared. 48 (de) ∼ a. Ante.  [...]. Medio Bibiana 78: El hombre, un locutor de radio posiblemente, parece que está hablando ante un micrófono, cara al público. [...]. 49 (de) ∼ a. Con vistas a.  [...]. MReverte Pue 9.10.70, 2: Comienzan los primeros aldabonazos de cara ya a las elecciones [municipales]. [...] (DEA 1999: s. v. cara i).

Así como en el DUEAE, en donde se hace una pequeña referencia al uso propio del español peninsular del sentido de ‘ante’, sin que se señale ninguna diferencia de tipo diatópico para el resto de acepciones: cara [...] cara a o de cara a (i) Hacia el lugar que se indica, o enfrente de una persona o cosa, mirando hacia ella: está castigado de cara a la pared; [...] el trono de Carlos está frente al altar y cara a un mosaico [...]. (ii) Esp Ante determinada cosa o respecto a ella: ¿qué perfil ofrece el arte español de cara a Europa?; [...] (DUEAE 2002: s. v. cara).

4. (de) cara a en los corpus de la RAE Una vez visto el diferente tratamiento que ha sufrido la locución preposicional (de) cara a a lo largo de la historia en un corpus lexicográfico del español, es necesario estudiar su evolución real mediante el análisis de distintos corpus textuales, tanto diacrónicos como sincrónicos, con el fin de comprobar si se trata o no desde su origen de una única estructura, y si posee o no determinadas particularidades relacionadas con su extensión espacial.

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4.1. (de) cara a en el CORDE A pesar de que el sustantivo cara ya aparece en el CORDE desde 1129 en los Fueros de Medinaceli, no se encuentran ejemplos como preposición en todo el español medieval, excepto combinado con un adverbio direccional (35 casos en 15 documentos, pero solo 3 casos en 3 documentos hasta 1300, y ninguno con valor preposicional):

(1)

Et torno ella la cara atras & aderredor de si como qui cata por armas [...] (Alfonso X, General Estoria. Segunda parte, c. 1275, España, CORDE).



(2)

& mando a Drimiden que se echasse en ella & se tendiesse de la cara arriba (Alfonso X, General Estoria. Cuarta parte, c. 1280, España, CORDE).



(3)

[...], dio vn colpe conla mano enel asta del viraton assi como lo tenie enla tiesta, et crebosse el asta, et la sangre le començo a correr por la cabeça et por la cara ayuso (Anónimo, Gestas del rey don Jayme de Aragon, a. 1396, España, CORDE).

Los anteriores ejemplos podrían entenderse como el origen de la futura locución preposicional, ya que el sustantivo cara, precedido por un determinante y, en ocasiones, también por una preposición (la cara atras & aderredor, de la cara arriba, por la cara ayuso), aparece combinado con un adverbio locativo direccional para expresar la realización de un movimiento que tiene su origen en esta parte del cuerpo. Si además le añadimos el hecho de que este sustantivo se construye frecuentemente con verbos de movimiento, no es de extrañar que acabara adquiriendo tal valor direccional mediante un proceso de gramaticalización:

(4)

Depues que esto ouo dicho maria uoluio la cara a otra parte & degollolo (Alfonso X, Estoria de Espanna, c. 1270, España, CORDE).

Sin embargo, no aparece en teoría como preposición sola en el corpus analizado hasta el siglo xv. Además, lo hace en muy pocos casos (9 casos en 4 documentos) y siempre combinado con un adverbio locativo direccional, por lo que se reafirman las dudas sobre si se trata realmente de una preposición o de una locución preposicional con la preposición a, de la que tampoco se

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hallan casos explícitos en esta época, que por razones fonéticas se fusiona con el elemento siguiente:

(5)

[...] presupuesta buena dieta & purgacion sea echado cara arriba el paciente (Anónimo, Traducción del Tratado de cirugía de Guido de Cauliaco, 1493, Madrid, España, CORDE).



(6)

Todo movimiento o es hecho naturalmente, como el movimiento de la piedra cara abaxo, o contra natura, [...] (Fray Vicente de Burgos, Traducción de El Libro de Propietatibus Rerum..., 1494, España, CORDE).

En cambio, no resulta tan complicado encontrar ejemplos de la locución preposicional de cara a en esta misma época. Si bien la primera aparición de la locución adverbial de cara en el corpus es de 1140:

(7)

El que aquí muriere lidiando de cara, / préndol’ yo los pecados e Dios le abrá el alma (Anónimo, Poema de Mio Cid, c. 1140, España, CORDE).

La primera documentación de la locución preposicional de cara a no sucede hasta 1256 (2 únicos casos en 1 documento en todo el siglo xiii, 27 casos en 14 documentos en el resto del español medieval):

(8)

Et quando uiniere ante ti algun demoniado. & lo quisieres guarecer; coniura lo por los nonbres de mercurio et amuestral el aniello. luego te caera de cara atierra. (Alfonso X, Picatrix, 1256, España, CORDE).



(9)

Ý luego en somo del corral una casa pequenna, que está de cara a la puerta del corral, [...] (Anónimo, Becerro de visitaciones de casas y heredades, p. 1303, España, CORDE).



(10) e ansí como se va alongando el sol, ansí se va poco a poco bolviendo de cara al sol (Enrique de Villena, Tratado de Astrología, 1428, España, CORDE).

Por consiguiente, se podría sostener que la construcción adverbial fuera anterior a la preposicional. Ejemplos como el siguiente, en donde se expresa el origen de un movimiento mediante el sustantivo cara precedido por la preposición de y el sentido de su dirección a través de un adverbio locativo que

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empieza por a-, propiciarían la gramaticalización de esta estructura, originando la locución preposicional de cara a:

(11) & echosse tendido de cara ayuso en tierra (Alfonso X, Estoria de Espanna, c. 1270, España, CORDE).

En relación con el español clásico, continúan sin encontrarse ejemplos en el corpus de la locución preposicional cara a, con la posible excepción de ocho casos en siete documentos seguido de un adverbio de dirección en diferentes construcciones, entre las que se hallan los dos primeros ejemplos, ya básicamente en el siglo xvii, del español de América (concretamente de México):

(12) y, así como prenden, sale de cada una una raíz muy derecha cara [a]baxo, y va a buscar la tierra [...] (Fray Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, c. 1527-1561, España, CORDE).

(13) MALICIA. Dí de qué. ¿Sabrás decillo? / DESCUIDO. De veros cara adelante / y otra cara al colodrillo (Fernán González de Eslava, Coloquio primero. El obraje divino, a. 1600, México, CORDE).

(14) Ven vn conejo (met. la tierra) que estas en pie o cara arriba echado de bruças. (Hernando Ruiz de Alarcón, Tratado de las supersticiones..., 1629, México, CORDE).

Sin embargo, los ejemplos de la locución preposicional introducida por la preposición de (de cara a) siguen teniendo también una mayor presencia en esta época (15 casos en 11 documentos, con 1 caso de México y 1 de Panamá, ambos también del siglo xvii):

(15) ¿Qué, mi vida, de cara arriba? (Francisco Delicado, La Lozana Andaluza, 1528, España, CORDE).



(16) [...] y otra fuente donde dicen las Fuentes, en la solana de cara a do sale el sol, [...] (Anónimo, Relaciones topográficas de los pueblos de España. Madrid, 1575-1580, España, CORDE).

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(81) Y en el verano pónense en las mañanas, para tomar la fresca, d’espaldas hazia oriente y de cara [a] poniente; a las tardes, pónense de cara a tramontana y d’espaldas hazia mediodía (Anónimo, Los veintiún libros de los ingenios y máquinas de Juanelo Turriano, a. 1605, España, CORDE).



(17) Y a los que estaban de cara al oriente les pareció vino de allá la claridad, y a los que al occidente que de manera que pareció que venía de todas cuatro partes del mundo (Fray Jerónimo Mendieta, Historia eclesiástica indiana, c. 1604, México, CORDE).



(18) y llegando tigre ó león, [...], la centinela bufa y bate los dientes, con que despierta á la manada y se pone en arma, que es ponerse todos de cara al enemigo (Anónimo, Descripción corográfica de algunos lugares de las Indias, 1610, Panamá, CORDE).

Así, en los ejemplos anteriores, es posible encontrar el sintagma preposicional de cara (a) construido con un adverbio locativo direccional (de cara arriba); con una oración introducida por un adverbio relativo de lugar (de cara a do sale el sol); con un sustantivo que expresa un punto cardinal (de cara [a] poniente; de cara al oriente), o un viento relacionado con una orientación específica (de cara a tramontana), en donde además contrasta con otras expresiones de valor parecido con la preposición hacia (d’espaldas hazia oriente... d’espaldas hazia mediodía); o con un sustantivo referente a persona (de cara al enemigo). Finalmente, respecto al español moderno y contemporáneo, la combinación cara + adverbio direccional se halla en 28 casos en 26 documentos, pero realmente como preposición solo en 3 casos en 2 documentos en el siglo xix de España y en 8 casos en 8 documentos en el siglo xx (todos de España menos 1 de Perú):

(19) [...] y las greñas, rudas y entrecanas, desgajándose de la cabeza, como si quisieran enredarse con las barbas que, [...], crecen rígidas cara arriba (José María de Pereda, El buey suelto..., 1878, España, CORDE).



(20) Vanse los carros flajelados por la tarde, / y entre 1878, ellos los míos, cara atrás, a las riendas / fatales de tus dedos (César Vallejo, Trilce, 1922, Perú, CORDE).

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(21) Y cada uno de ellos andaba cara adelante (Vicente Molina, Misal completo en castellano, 1943, España, CORDE).

Por su parte, la locución preposicional precedida por preposición, de cara a, se halla en este periodo en un total de 203 casos en 132 documentos: 5 casos en 4 documentos en el xviii (3 de Perú [60 %], con valor figurado, y 2 de España [40 %], con valor direccional); 27 casos en 19 documentos en el xix (23 de España [85,18 %]; 2 de Cuba [7,40 %]; 1 de Ecuador [3,70 %], y 1 de Nicaragua [3,70 %]); y 171 casos en 109 documentos en el xx (129 de España [75,43 %]; 8 de Perú [4,67 %]; 6 de Argentina [3,50 %]; 6 de Cuba [3,50 %]; 5 de México [2,92 %]; 4 de Uruguay [2,33 %]; 4 de Venezuela [2,33 %]; 3 de Chile [1,75 %], y 2 de Colombia [1,16 %]). Como se puede constatar, se trata de una construcción predominantemente del español peninsular, que tendría su mayor difusión en el español de América a partir del xx:

(22) Este pequeño espejo que mira acia el observador, [...], sirve para hacer las observaciones de cara al objeto (Antonio de Ulloa, Viaje al reino del Perú, 1748, Perú, CORDE).



(23) Dio Jacinta de cara a diferentes personas muy ceremoniosas (Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, 1885-1887, España, CORDE).



(24) No me pongan en lo oscuro / A morir como un traidor: / ¡Yo soy bueno, y como bueno / Moriré de cara al sol! (José Martí, Versos sencillos, 1891, Cuba, CORDE).

(25) Con los diez dedos abiertos, bajo el cielo encapotado, de cara al mar abierto... (Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz, 1962, México, CORDE).

(26) Weininger elabora —sentando un precedente para las escuelas de hoy, que viven solamente de cara al pasado— un rudo ataque a la cuestión sexual (Juan José López Ibor, El libro de la vida sexual, 1968, España, CORDE).

Sin embargo, la mayor novedad de esta etapa histórica es la documentación de casos con la locución preposicional cara a. Si bien no se halla en el corpus analizado ejemplos de esta construcción en el siglo xviii, sí se encuentra 1 caso en 1 documento en el xix, únicamente de España (100 %), y 100 casos en 61

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documentos en el xx (82 en 45 de España [82 %]; 5 en 5 de Guatemala [5 %]; 3 en 2 de Argentina [3 %]; 2 en 1 de Cuba [2 %]; 2 en 2 de Perú [2 %]; 2 en 2 de Venezuela [2 %]; 1 en 1 de Ecuador [1 %]; 1 en 1 de Honduras [1 %]; 1 en 1 de México (1 %), y 1 en 1 de Panamá [1 %]). Como se puede comprobar, se trata de una construcción tardía respecto a la variante con la preposición de antepuesta, propia del siglo xx y de gran predominio en el español peninsular (82 %) frente a su menor uso en el español de América (18 % en contraste con casi un 25 % de la anterior):

(27) Retrogradó diez pasos, se colocó cara al atrio de la iglesia, mirando á sus tapias, [...] (Emilia Pardo Bazán, El cisne de Vilamorta, 1885, España, CORDE).



(28) Profesor.- Pues sencillamente, faz, haz, cara. Por eso decimos cara al sol, cara al peligro, etc. Ahora sólo conocemos a hacia con el sentido abstracto del versus latino (Avelino Herrero Mayor, Diálogo argentino de la lengua, 1954-1967, Argentina, CORDE).



(29) El Domador y sus partidarios se arrojaron cara al suelo (Miguel Ángel Asturias, El Alhajadito, 1961, Guatemala, CORDE).

(30) Estas circunstancias topográficas justificarían suficientemente la titularidad, cara al pasado, que se ha escogido (Luis García Arias, La guerra moderna y la organización internacional, 1962, España, CORDE).

4.2. (de) cara a en el CREA El análisis del CREA, últimos 25 años del siglo xx, confirma las tendencias vistas anteriormente. Se sigue encontrando de forma un tanto discreta la estructura cara + adverbio direccional (36 casos en 31 documentos), pero realmente como preposición solo se encuentra en 11 casos en 9 documentos (8 en 6 de España [72,7 %]; 1 en 1 de Argentina [9,1 %]; 1 en 1 de México; [9,1 %], y 1 en 1 de Nicaragua [9,1 %]):

(31) [...] y la osezna [...], comiéndose cara abajo los terrones de azúcar, [...] (Julio Cortázar, Reunión y otros relatos, 1983, Argentina, CREA).

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(32) Las sábanas cubren un cuerpo cuya cabeza reposa sobre la almohada, cara arriba, cara al techo (Félix de Azúa, Diario de un hombre humillado, 1987, España, CREA).

Por su parte, la locución preposicional de cara a continúa siendo la opción más abundante en los distintos textos, aunque de nuevo se constata su mayor arraigo en el español peninsular frente al español de América (2 450 casos en 1 813 documentos: 1 912 de España [80,91 %]; 109 de México [4,61 %, donde predomina el valor figurado]; 77 de Argentina [3,25 %, con preferencia por el valor figurado]; 40 de Venezuela [1,69 %]; 36 de El Salvador [1,52 %]; 32 de Colombia [1,35 %]; 26 de Guatemala [1,10 %], 25 de Estados Unidos [1,05 %], y 24 de Chile [1,01 %]):

(33) ¿Faltan plazas hoteleras en Barcelona de cara al año 92? (Tiempo, 26-031990, España, CREA).



(34) [...] el uruguayo Seoane quien sería el último refuerzo rojiblanco de cara al campeonato (Excélsior, 25-07-2000, México, CREA).



(35) [...], si se piensa en el mapa político que comienza a armarse de cara a las presidenciales de 1999 (La Nueva Provincia, 29-04-1997, Argentina, CREA).



(36) Hoy los discursos son ‘de cara a la TV’, [...] (El Universal, 15-10-1996, Venezuela, CREA).

Por último, la locución preposicional sin preposición antepuesta cara a aparece en un total de 241 casos: 227 de España (94,19 %); 4 de Estados Unidos (1,65 %); 3 de México (1,24 %); 2 de Argentina (0,82 %); 2 de Venezuela (0,82 %); 2 de Colombia (0,82 %), y 1 de Chile (0,41 %). Este dato corroboraría algunas de las consideraciones vistas en los diccionarios, ya que se trataría de una construcción prácticamente exclusiva del español peninsular. Su presencia, escasa, en el español de América podría explicarse tal vez por influencia del género periodístico del español europeo:

(37) Otra, en cambio, hablaba de un indio que se colocaba cara al sol, con el penacho nuevo... (ABC Cultural, 12-07-1996, España, CREA).

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(38) Se trata de un acuerdo de importancia estratégica, [...], cara a un futuro inmediato y sobre todo a largo plazo (Diario de las Américas, 15-04-1997, EE. UU., CREA).



(39) Imagen de lo inexpugnable, para ser plantada en lo alto de un promontorio cara a un mar o un desierto, [...] (Octavio Paz, Sombras de obras. Arte y literatura, 1983, México, CREA).



(40) Pero la libertad no es sólo un derecho que se reclama para uno mismo, es un deber que se asume cara a los otros (Revista Hoy, 07-13-01-1981, Chile, CREA).

4.3. (de) cara a en el CORPES XXI Finalmente, el CORPES XXI, doce primeros años del siglo xxi, acaba por confirmar la tendencia observada anteriormente. Así, se sigue usando en general el sustantivo cara como preposición en la estructura cara + adverbio direccional, aunque de forma minoritaria, en un total de 19 casos en 14 documentos: 10 de España (0,12 de frecuencia normalizada [fn]); 2 de la zona chilena (0,13 fn); 2 de México y Centroamérica (0,04 fn); 2 de Río de la Plata (0,06 fn); 1 de la zona andina (0,06 fn); 1 del Caribe continental (0,03 fn), y 1 de Guinea Ecuatorial (1,08 fn):

(41) Explicadas las normas del juego, vuelves la primera carta y dices: «Ésta no es» y la dejas cara arriba sobre la mesa (Inés M. Fuentes, Magia Inés... plicable, 2009, España, CORPES XXI).



(42) Las miró hasta que el rimel chorreó cara abajo, [...] (Carmen Figueroa Salas, «Nada de ruidos. Nada de huesos. Nada», Ansias Vivas, 2005, Chile, CORPES XXI).

En el caso de la locución preposicional de cara a, esta sigue siendo la estructura utilizada mayoritariamente, repartida de forma bastante equilibrada entre el español peninsular (45,61 %) y el español de América (53,94 %), con 3 615 casos en 3 025 documentos (1 649 de España [20,80 fn]; 585 de México y Centroamérica [13,11 fn]; 445 de Río de la Plata [13,93 fn]; 337 del Caribe continental [12,26 fn]; 215 de las Antillas [11,63 fn]; 176 de la zona andina

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[10,65 fn]; 163 de zona chilena [11,36 fn]; 29 de Estados Unidos [10,01 fn], y 16 de Guinea Ecuatorial [17,33 fn]):

(43) [...], se establecen pactos en los que se reconoce al donante como padre genético, pero tanto su figura como el papel que desempeñará de cara a la criatura son pactados previamente [...] (Cristina Garaizábal y María Teresa Climent, «La maternidad lesbiana y sus derechos», El País, 14-12-2012, España, CORPES XXI).



(44) Me recosté de cara al sol, esperando el silbato que indicaría a las dos crujías la hora de regresar [...] (Luis González de Alba, Otros días, otros años, 2008, México, CORPES XXI).



(45) Camina por el medio de la calle, de cara al viento (Luis Lozano, El imitador de Dios, 2011, Argentina, CORPES XXI).

(46) Finalmente pensando en la gran importancia del sector agropecuario de cara a la nueva legislatura que está por iniciar, [...] («Balance Legislativo Agridulce para el sector agropecuario», Revista Nacional de Agricultura, 2009, Colombia, CORPES XXI).

Finalmente, respecto a la locución preposicional cara a, los datos demuestran su carácter casi exclusivo para el español peninsular, compartido curiosamente por el español ecuatoguineano, ya que, de 59 casos en total, 40 son de España (67,8 %); 14 de Guinea Ecuatorial (23,72 %); 2 de Estados Unidos (3,38 %); 1 de las Antillas (1,7 %); 1 de la zona andina (1,7 %); 1 de México y Centroamérica (1,7 %), 0 de la zona chilena, 0 de Río de la Plata y 0 del Caribe continental:

(47) Más allá del suspense creado cara a la captación del lector, [...] (Aurora Egido, La búsqueda de la inmortalidad en las obras de Baltasar Gracián, 2014, España, CORPES XXI).



(48) [...], para evaluar nuevos componentes aerodinámicos del monoplaza cara a las siete rondas finales del calendario de la Fórmula Uno (Luis Ramírez, «Gutiérrez corrió el F1 de Sauber a 320 km/h», Milenio. La Afición, 2011, México, CORPES XXI).

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(49) solo así puede interpretarse su decisión final de someterse a un matrimonio por interés, [...], pero que también es situación cara a la tradición melodramática y folletinesca (Joel Del Río, «Lamentos del suburbio: épica de la pequeñez», Cine Cubano, 2005, Cuba, CORPES XXI).

Como se puede comprobar, el español de América apenas representaría un 8,47 % del total de casos, lo que confirmaría el carácter europeo de dicha variante de la locución sin preposición antepuesta. 5. Conclusión El estudio de la locución preposicional (de) cara a en español, a partir de los distintos diccionarios y corpus académicos, nos ha permitido constatar, por una parte, la importancia de este tipo de fuentes para obtener una visión, lo más fidedigna posible, de los procesos de gramaticalización en la formación de estas construcciones del español; por otra, nos ha demostrado que las locuciones preposicionales, como tantos otros elementos gramaticales, están sujetas a fenómenos de variación no solo temporal, sino en gran medida también espacial. Por ello, no puede realizarse su análisis completo sin tener en cuenta su variación para poder entender el porqué de la presencia o ausencia de cierta locución en una determinada zona del español de América, en definitiva, la verdadera causa de las diferencias y semejanzas entre ambos lados del Atlántico. Así, gracias al estudio realizado, se ha podido establecer un posible origen de la locución (de) cara a a partir de la combinación, en diferentes construcciones en español medieval que expresan el sentido de un movimiento, del sustantivo cara con los adverbios locativos direccionales, los cuales tienen entre sus características la presencia al inicio de palabra de la vocal a-. Junto con esta estructura, la existencia desde un principio de la locución preposicional de cara a, combinada también con adverbios locativos direccionales, propiciaría la extensión de esta construcción a sustantivos precedidos por la preposición a, lo que origina su gramaticalización. Posteriormente se daría la alternativa de la supresión de la preposición inicial de solo en la construcción seguida de adverbio direccional en el siglo xv, configurándose como una variante de la estructura anterior con un mayor grado de gramaticalización, al funcionar cara como un adverbio prepositivo o una auténtica preposición, y no culminaría hasta el siglo xx, época en la que se podría construir finalmente

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con un sustantivo: de la cara + adverbio direccional → de cara + adverbio direccional → de cara a + sustantivo → cara + adverbio → cara a + sustantivo. Este proceso sería más bien propio del español peninsular y empezaría a llegar en parte en su fase final al español de América, si es que realmente ha llegado, pues los casos con un mayor grado de gramaticalización no aparecerían hasta el siglo xvii de forma muy débil y así se mantendrían hasta la actualidad. Por ello, la locución preposicional de cara a es la variante común en todas las zonas, incluso con mayor predominio en la actualidad en el español de América, mientras que la locución sin preposición inicial combinada con un sustantivo viene a ser casi exclusiva del español peninsular, como ya señalaban algunos diccionarios. 6. Fuentes documentales [CORDE] Real Academia Española: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus Diacrónico del Español, (octubre de 2015-marzo de 2016). [CORPES XXI] Real Academia Española: Banco de datos (CORPES XXI) [en línea]. Corpus del Español del Siglo XXI, (octubre de 2015-marzo de 2016). [CREA] Real Academia Española: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de Referencia del Español Actual, (octubre de 2015-marzo de 2016). [NTLLE] Real Academia Española: Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española, (octubre de 2015).

7. Bibliografía Cifuentes Honrubia, José Luis (2003): Locuciones prepositivas. Sobre la gramaticalización preposicional en español. Alicante: Universidad de Alicante. [DCECH] Corominas, Joan y Pascual, José Antonio (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (6 vols.). Madrid: Gredos. [DE] Real Academia Española (22011): Diccionario del estudiante. Barcelona: Santillana. [DEA] Seco, Manuel, Andrés, Olimpia y Ramos, Gabino (1999): Diccionario del español actual (2 vols.). Madrid: Aguilar. [DELE] Real Academia Española (2006): Diccionario esencial de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe. [DPD] Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2005): Diccionario panhispánico de dudas. Madrid: Santillana.

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[DRAE] Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua ­Española (2014): Diccionario de la lengua española. Barcelona: Espasa (23.ª edición). [DUE] Moliner, María (1966): Diccionario de uso del español (2 vols.). Madrid: Gredos. [DUEAE] Battaner Arias, Paz (dir.) (2002): Diccionario de uso del español de América y España. Barcelona: SPES (VOX). Gutiérrez Cuadrado, Juan (dir.) (1996): Diccionario Salamanca de la lengua española. Madrid/Salamanca: Santillana/Universidad de Salamanca. [NGLE] Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2009): Nueva gramática de la lengua española (2 vols.). Madrid: Espasa. Real Academia Española (2001): Diccionario de la lengua española. Madrid: ­Espasa-Calpe (22.ª edición).

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Variedad estructural y dialectal de la construcción activa impersonal Milagros Alfonso Vega Universidad Autónoma Metropolitana

1. Introducción Las construcciones llamadas tradicionalmente «activas impersonales», a la que investigaciones más recientes llaman «impersonales reflejas» o «impersonales con se»1, son estructuras que han provocado, además de mucho interés, puntos de vista diversos o hasta contradictorios en cuanto a su análisis (funciones gramaticales, adscripción del se, significado), en cuanto a su origen (cuándo y por qué) y en cuanto a su extensión dialectal. Numerosos trabajos, dentro de distintos modelos teóricos, se han dedicado a hacer una descripción sincrónica de esta estructura relativamente novedosa de la lengua española y a discutir los problemas que plantea su análisis sintáctico, mientras que otros han trazado hipótesis acerca del desarrollo diacrónico y las motivaciones que trajeron como resultado la lectura activa impersonal. Además del análisis sincrónico y del estudio diacrónico, surge un tercer tipo de cuestionamientos, a mi juicio todavía bastante inexplorado, que tiene que ver con la extensión desde un punto de vista diatópico. En este sentido, una idea bastante extendida, aunque no demostrada, es que se trata de una construcción típica del español americano, y que en América se ha dado una mayor difusión del cambio, a pesar de haber estado este documentado desde, por lo menos, los siglos xv y xvi. Sin embargo, el fenómeno no es tan sencillo y claro. Después del análisis de una buena cantidad de datos representativos de ambas zonas hispanohablantes, no me atrevería a repetir tal afirmación.

1   Incluyendo la NGLE (2009) y la NGLE Manual (2010). Anteriormente, ya se había discutido (Mendikoetxea 1999) acerca de la terminología: impersonales reflejas en vez de activa impersonal. A mi juicio, la ventaja de mantener el término de activa impersonal es que marca claramente la diferencia entre esta estructura y la pasiva, que también puede ser refleja y también puede ser impersonal.

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Más bien, y en ello radica el objetivo de esta investigación, podría suponerse que hay una diferenciación de carácter estructural, resultado de un proceso diacrónico gradual, que se refleja, en última instancia, en una diferenciación de carácter dialectal. Para mostrar lo anterior, primeramente analizaré las distintas construcciones gramaticales que pueden funcionar como activas impersonales en lengua española, para después pasar a discutir cómo esta variedad estructural va de la mano con una difusión gradual del cambio y, finalmente, complementar el análisis con la discusión acerca de su extensión dialectal. 2. Perspectiva sincrónica Desde un punto de vista sincrónico, las construcciones activas impersonales plantean numerosos problemas para la gramática del español. Primero, resulta dudosa la adscripción de la partícula se, que en estos casos se aparta considerablemente de sus otros usos en la lengua. Segundo, no hay acuerdo en cuanto a la función que desempeña esta partícula en la estructura oracional: mientras que para algunos es un verdadero sujeto gramatical, para otros existen argumentos que hacen insostenible un análisis como tal. Tercero, existen diferencias internas en cuanto a la posibilidad de una lectura existencial frente a un sentido universal. Cuarto, no están suficientemente estudiadas las diferencias sociales y dialectales en el uso de esta estructura. Y quinto, es interesante que aparezcan involucradas distintas construcciones sintácticas: transitivas, intransitivas, atributivas y de régimen. Particularmente importante para el interés de esta investigación resulta la heterogeneidad de estructuras gramaticales que pueden considerarse, siguiendo un criterio formal, como activas impersonales2. Por el momento, y para que se entienda mejor lo que quiero expresar, comenzaré por presentar brevemente la diversidad de patrones sintácticos que en español actual pueden clasificarse como impersonales con se (algunas indiscutiblemente, otras con cierto margen para la discusión). 2   Para consideraciones sincrónicas sobre los puntos que no serán abordados por el momento pueden consultarse, en relación con el significado genérico o existencial, los trabajos de Hernanz (1990), De Miguel (1992), Mendikoetxea (1999); y en relación con la función y adscripción de la partícula se en estas construcciones pueden consultarse Alarcos (1980), Maldonado (1999), Mendikoetxea (1999) y Sánchez (2002: 18-50).

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2.1. Se + V transitivo + preposición a + FN3 Dentro de las distintas clases de activas impersonales, una de las construcciones más frecuentemente documentadas, y también una de las que más claramente evidencia su carácter impersonal, es aquella en que la frase nominal aparece introducida por la preposición a, de manera que es imposible un análisis formal que la considere el sujeto paciente de la oración:

(1)

despedir no debe ser tan difícil cuando se despide a tanta gente (Faro de Vigo, 28-03-2001, España, CREA).



(2)

la minuta nunca se firmó y tampoco se contrató a ningún otro asesor externo (El Tiempo, 23-06-1996, Colombia, CREA).

Obsérvese, en estos casos, que la frase nominal introducida por la preposición a asume la forma de un objeto directo, probablemente por analogía con los objetos directos animados del español. 2.2. Se + V + preposición + FN Un segundo tipo de estructura prepositiva es la que involucra a un verbo de régimen, de manera que se anula también la posibilidad de la lectura pasiva y hace obligatoria una interpretación impersonal:

(3)

Así, para decir que llueve se habla de «precipitaciones pluviales» (Dolina, El ángel gris, 1993, Argentina, CREA).



(4)

generalmente cuando se habla de ambiente, no se habla de rostros humanos (Bolsa de mujeres, 64, 02-03-2002, Nicaragua, CREA).



(5)

Muchas veces se oye hablar o se escribe sobre el contenido de ácido úrico de los alimentos (Aguilar, La dieta vegetariana, 1995, España, CREA).

Esta clase de estructuras, como veremos más abajo, parecen estar bastante extendidas en los distintos dialectos del español.   Abreviatura para frase nominal.

3

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2.3. Se + V transitivo + FN plural Otro patrón sintáctico de las estructuras impersonales activas es aquel en el que no aparece involucrada una preposición, pero la falta de concordancia entre el verbo y la frase nominal evidencia la interpretación de la primera como un objeto sintáctico, más que como un sujeto paciente: (6) se puede dar avances importantes de 30 ó 40 puntos de disminución de la cantidad de pobres que tenemos en nuestro país. Pero para hablar de erradicar la pobreza se requiere décadas, se requiere una cantidad importante de años (Fox en vivo, Fox contigo, Radio ACIR, 30-09-2000, México, CREA).

Frente a las activas impersonales prepositivas, bastante frecuentes en distintas zonas dialectales del español y aceptadas sin reservas por las gramáticas normativas, la activa impersonal surgida como consecuencia de la ruptura de la concordancia entre el verbo y la frase nominal parece estar menos extendida y mucho más estigmatizada4. 2.4. Se + V transitivo + FN singular + FN singular o plural La presencia de más de un núcleo en la frase nominal que podría interpretarse como sujeto paciente hace esperar que, si la construcción se interpreta como pasiva, se establezca la concordancia en plural. Sin embargo, en numerosas ocasiones se coloca el verbo en singular:

4   La RAE en su Esbozo (1973: § 3.5.6.c.) aconseja atenerse al uso culto, con concordancia, en el caso de construcciones como Se venden botellas, Se alquilan coches, aunque analiza como activa impersonal de sujeto genérico tanto a las oraciones en las que la frase nominal aparece introducida por una preposición como a las de verbo intransitivo. A pesar de la recomendación normativa, tanto la RAE como Gili Gaya (1943: § 61 y § 105) ven en este tipo de oraciones una extensión de la construcción activa impersonal cuando la frase nominal refiere a un sustantivo inanimado: «Generalizada ya esta construcción con complementos de persona, tiende a propagarse con complementos de cosa, claro está que sin preposición en este caso» (RAE 1973: § 3.5.6.c). Para Mendikoetxea (1999: § 26.3.22 y § 26.6), por el contrario, esta idea es errónea: la explicación de la falta de concordancia hay que buscarla en procesos generales de la sintaxis del español, en particular, en aquellos que afectan a las características formales de los sintagmas nominales sujeto y objeto.

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(7) Cuando se tiene corta edad y poca experiencia, elegir trabajo implica enorme esfuerzo (Olivera Figueroa, ¿Enfermera, doctora o santa?, 1991, México, CREA).

(8) Para ello se requiere voluntad política y visión de futuro en la administración, solidaridad y compromiso profesional en el sector médico (ABC Cultural, 27-09-1996, España, CREA).



(9)

para eso se necesita talento y agallas (La Vanguardia, 12-10-1994, España, CREA).

Si bien no podríamos alegar falta de concordancia en sentido estricto, estas estructuras en las que la concordancia podría establecerse también con el verbo en plural resultan de suma importancia para la difusión y el establecimiento de la construcción. 2.5. Se + clítico + V Las activas impersonales pueden combinarse con pronombres clíticos, tanto en caso acusativo como dativo, en el español de América y en el peninsular5, lo que constituye una evidencia de que se trata de un objeto más que del sujeto paciente de la construcción:

(10) quisiera que se me apoyara y se me diera orientación a quién dirigirme (Fox en vivo, Fox contigo, Radio ACIR, 30-09-2000, México, CREA).



(11) salió en defensa de su país después de que se le acusara de atrocidades (El Mundo, 15-08-1995, España, CREA).

  Dentro de estas estructuras, De Benito Moreno (2013) documenta en el español peninsular rural una pronominalización más amplia que afecta a oraciones activas y pasivas, en el sentido de que los clíticos pueden tener un referente no humano: «(la ropa) Hombre, se la humedecía». 5

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2.6. Se + V intransitivo A pesar de la relación generalmente aceptada de la activa impersonal con la voz pasiva y, por tanto, con la transitividad, la construcción se ha extendido a los verbos intransitivos, aunque al parecer son estructuras diacrónicamente más tardías (Alfonso en prensa):

(12) La verdad es que cuando se trabaja se descansa, y cuando se descansa se trabaja (Rey Rosa, Lo que soñó Sebastián, 1994, Guatemala, CREA).



(13) lo distinta que es la existencia cuando cada día se vive como si fuese el último (Arenales, Desde el Arauco, 1992, España, CREA).

2.7. Se + V copulativo Vinculada con la construcción anterior, y posiblemente como una derivación de ella, encontramos también activas impersonales con verbos copulativos en oraciones de predicado nominal: (14) Se es ambicioso porque se es humilde (El Mundo, 29-12-1994, España, CREA). (15) Cuando se ha sido electricista una vez se es electricista siempre: es como una marca (Vilalta, Nada como el piso 16, 1975, México, CREA).

(16) que no se estén estableciendo roles preestablecidos desde que se es niño (Fox en vivo, Fox contigo, Radio ACIR, 28-10-2000, México, CREA).

2.8. Impersonales con se: unidad en la diversidad A pesar de cierta heterogeneidad sintáctica, estas estructuras tienen en común, desde un punto de vista formal, la presencia de un se invariable y concertado con el verbo en tercera persona de singular, además de la inexistencia de frases nominales o pronominales a las cuales asignar la función de sujeto gramatical. Desde un punto de vista del significado, es evidente el carácter impersonal de la construcción.

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De este modo, no hay duda de que, frente a la construcción pasiva, la activa impersonal tiene propiedades tanto sintácticas como semánticas que la hacen formar parte de un tipo de estructura claramente diferente. La falta de concordancia en unas construcciones (6-9), la presencia de preposiciones en otros (1-5), así como la intransitividad (12-16) eliminan tanto la posibilidad de una lectura pasiva como la posibilidad de incluir un agente personal de la acción. Por tales razones, no es sostenible, desde mi punto de vista, considerarlas como una variante de la voz pasiva refleja6. Obviamente, no considero aquí aquellas estructuras en las cuales está presente una frase nominal en singular, que puede considerarse el sujeto paciente de la oración, a pesar de que, por el significado, algunos autores consideran a estas últimas como una variante de la misma construcción (Monge 1955). En este punto, cabe entonces preguntarse qué elementos sintácticos y semánticos favorecen la aparición de esta clase de estructuras. Evidentemente, puede responderse tanto desde un punto de vista sincrónico como diacrónico. Y, sistemáticamente, los factores involucrados y definitorios de la construcción, tanto de su delimitación o reconocimiento sincrónico, como de su origen, parecen ser absolutamente los mismos. Veamos algunos de ellos. En primer lugar, llama la atención la presencia de perífrasis verbales, en particular con verbos auxiliares de carácter modal:

(17) cómo creen ustedes que se pueda sacar a este país de la pobreza (Fox en vivo, Fox contigo, Radio ACIR, 30-09-2000, México, CREA).



(18) están tratando de generar proyectos donde se pueda invitar a trabajar a estos grupos de jubilados (Fox en vivo, Fox contigo, Radio ACIR, 30-09-2000, México, CREA).

(19) y se puede dar avances importantes de 30 ó 40 puntos de disminución de la cantidad de pobres que tenemos en nuestro país (Fox en vivo, Fox contigo, Radio ACIR, 30-09-2000, México, CREA).

En segundo lugar, la presencia de elementos intercalados entre el verbo y la frase nominal es un factor que favorece la pérdida de la concordancia y, por tanto, su conversión en una construcción activa impersonal: 6   Véase también Hernández (1966: 62), quien cuestiona la afirmación de Casares (1941: 239) de que se trata, en estos casos, de un tipo especial de pasivas.

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(20) No creo que se trate en estos momentos de trabajar sobre teoría, aunque ésta sea sobre política lacaniana (Conversación del grupo de estudios andaluz, 2000, España, CREA).



(21) verdad que a veces se hace por los muertos cosas que no se hubieran hecho por los vivos (DEM 121001039).

En tercer lugar, puede observarse, salvo contadas excepciones, el carácter imperfectivo de las oraciones impersonales ejemplificadas hasta el momento. El primero y el último de los tres rasgos que acabo de mencionar coinciden con aquellos factores que han sido considerados como «activadores de genericidad» (Hernanz 1990; De Miguel 1992). Mucho antes, Monge (1955: 65-66) había notado que, en muchos casos, el presente de valor general o habitual en que aparece el verbo equivale semánticamente a una forma de auxiliar modal + infinitivo, tanto en la voz pasiva como en la activa. La razón, según este autor, puede ser la misma: en las frases de máxima abstracción y generalidad es donde el valor medio ha de ser más débil, y, por ello, donde primero aparecen los nuevos valores de los giros pronominales, que se acercan a lo activo o a lo pasivo, en función de factores de índole diversa. 3. Perspectiva diacrónica A los problemas sincrónicos ya mencionados hay que añadir, desde un punto de vista diacrónico, la duda acerca del origen de la activa impersonal, en cuanto a su cronología y en cuanto a la derivación de este se innovador. Cuando se habla de la activa impersonal en la historia del español, suele afirmarse que es una construcción que comienza a ponerse en práctica desde fines del siglo xv (Gili Gaya 1943; Lapesa 1981; RAE 1973) o principios del xvi (Monge 2002)7. Sin embargo, ya desde el siglo xiii he podido documentar casos en los que se rompe la concordancia con una frase nominal en plural, o

7   Según Monge (2002: 380) «estas construcciones no aparecen con extensión y regularidad hasta principios del siglo xvi», aunque aclara que es «casi obligado suponer una presencia mucho más antigua de estas frases (quizá no en el caso de se le imita, que, en un momento dado, rompen la interdicción que pesaba sobre ellas en la lengua escrita e irrumpen en ella tal como están, es decir, ya perfectamente formadas».

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donde se podría establecer la concordancia, con dos o más núcleos nominales en singular:

(22) Por el escudo del cristal de Pallas, entiendese los quatro saberes del quadruuio (Estoria, c. 1270, 279, 22a).

(23) se entiende por ell uertud o omne lleno de uertudes (Estoria, c. 1270, 279, 14a).

(24) E, si se cree los magicos, expellen las tempestades con el cerco de aquesta e contrastan a los relámpagos y rayos (Lapidario, 5, 14; tomado de Monge 1955: 66).

Lo que realmente sucede a fines del siglo xv es que podemos documentar una mayor diversidad de estructuras pronominales que formalmente no pueden considerarse pasivas. Veamos. En primer lugar, es bastante frecuente que continúe la lectura como activa impersonal cuando la presencia de una frase nominal plural o con varios núcleos en singular, originalmente el sujeto paciente de la oración, rompe la concordancia con el verbo, con lo que se pierde la posibilidad de un análisis como pasiva refleja impersonal: (25) que se dio por los arrocabes de las dichas dos piezas tres mill e cient mrs. (Carta de pago, 1499, 519, CORDE). (26) que se puede aver cada año cuarenta cuentos (Carta de Colón, 1499, 424, CORDE).

(27) sabiendo que esta mi pena y flutuoso dolor no se rige por razón (Celestina, c. 1499, 136).



(28) para ello no se avía esperado el mandado y consejo y consentimiento de Vuestra Real Señoría (Reyes, 40, 22).

En este periodo, además, la activa impersonal aparece en la construcción que involucra un clítico de objeto, con lo cual se anula la posibilidad de una lectura en voz pasiva:

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(29) a la ora se le avía agraviado mucho (Reyes, 60, 1).



(30) ¡o malvado, como que no se te entiende! (Celestina, c. 1499, 120).

El carácter activo impersonal es también muy claro en aquellos casos en que la presencia de una preposición que introduce la frase nominal impide la interpretación de la estructura como una oración pasiva: (31) como se escribe de la probática piscina (La Celestina, c. 1499, 122). (32) como se dize del unicornio (La Celestina, c. 1499, 160).

(33) costó el paño colorado que se echó en el sayo del rrebentado vn rreal (Auto de la Pasión, 1486-1499, 188, CORDE).

Durante el siglo xvi, continúan documentándose las activas impersonales en las variantes estructurales que acabo de mencionar, es decir, con frase nominal en plural (34-35) o con varios núcleos en singular (36-38), con clítico de objeto (39-40), así como la construcción prepositiva con verbo de régimen (41): (34) se les dé dos reales de limosna a cada uno (Testamento, 1599, 101, CORDE). (35) para que se entienda los bienes con que entra en el dicho matrimonio (Escritura de recibo de dote, 1595, 386, CORDE).

(36) A personas sanas y muy pobres, se les ha dado y da una moderada racion de carnero y pan (Informe sobre el estado sanitario, 1599, párrafo 29, CORDE).

(37) ¿No se cría una yerba y una planta? (El rey Bamba, 1590, párrafo 81, CORDE).

(38) en él se puede dar a uno de rey título y nombres (El rey Bamba, 1590, párrafo 18, CORDE).



(39) como soy rey traidor se me ha convertido en soga (El rey Bamba, 1590, párrafo 74, CORDE).

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(40) por ello se les pueda sacar prendas y venderlas (Ordenanzas del gremio de sastres, 1599, 463, CORDE).

(41) se trató e concertó de contraer matrimonio (Escritura de recibo de dote, 1595, 385, CORDE).

La variedad estructural se incrementa en este siglo con la aparición de activas impersonales con la preposición a y frase nominal animada (42), así como con verbos intransitivos (43): (42) Que si a dos o tres se huvjesse quarteado, njnguno ternja atre/24 vjmiento de oponerse cada dia contra las provisiones de vuestra majestad (DLNE, 34).

(43) El castillo San Cervantes es éste, por do a la Sagra se va (El rey Bamba, 1590, párrafo 43, CORDE).

En suma, la construcción innovadora se va difundiendo de manera gradual, lo que no solo se refleja en el incremento del número total de estructuras documentadas, sino también en una diversificación de la forma de las construcciones que pueden aceptar la lectura impersonal. Es necesario hacer una aclaración en este punto. Si bien es cierto que, como afirma Monge (2002: 371), el significado activo estaba presente ya desde mucho antes en construcciones concordadas en singular, que difícilmente podrían interpretarse como pasivas, es en estos casos que aquí recojo donde, evidentemente, la lengua ha aceptado una o más nuevas formas para expresar este significado. Por tal motivo, en este trabajo me refiero exclusivamente a aquellas construcciones en las que existe una evidencia formal que indique que la oración está siendo interpretada como una voz activa con sentido impersonal, y dejo de lado aquellas en que la concordancia permite suponer tanto una lectura en voz activa como una interpretación de pasiva impersonal. En cuanto al origen del cambio, tanto en las gramáticas tradicionales como en las historias de la lengua, así como en trabajos específicos, suele aceptarse que la construcción activa impersonal deriva de la voz pasiva refleja impersonal cuando se trata de verbos transitivos, como en Se ayuda a los estudiantes (Gili Gaya 1943: § 61 y § 105; Lapesa 1981: § 97), pero que está emparentada con los verbos seudorreflejos en el caso de los intransitivos de la clase de Se vive bien aquí (Gili Gaya 1943: § 61; RAE 1973: § 3.5.6). Para Monge (1955

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y 2002), por el contrario, el valor activo impersonal de las frases pronominales es también una consecuencia directa de la pérdida del valor medio y no un desarrollo secundario a partir de las frases de pasiva pronominal8. 4. Perspectiva diatópica9 En estudios particulares sobre el tema (Mendikoetxea 1999; Sánchez 2002: I) se ha abordado el problema de las construcciones activas impersonales, sobre todo en perspectiva sincrónica pero con comentarios diacrónicos, y se ha hecho notar, posiblemente de manera intuitiva, que el uso de la construcción en la que se rompe la concordancia «parece haberse extendido en los últimos tiempos, especialmente en el español de América, aunque sin llegar nunca a generalizarse» (Mendikoetxea 1999: § 26.3.2.2). El hecho de que la construcción impersonal con se no haya llegado nunca a generalizarse ha sido notado también por Monge (1955: 70), Alvar (1959: 78) para el caso del español hablado en Tenerife, Lope Blanch (1991: 12) para el caso de México, Vidal (1964: 188) para Argentina, y Oroz (1966: 382) para la situación de Chile. Todos estos investigadores, después de estudiar las hablas de sus respectivos países, llegan a la conclusión de que, aunque hay una alternancia entre la construcción concordada (pasiva) y la no concordada (activa impersonal), la estructura conservadora sigue predominando. Martín Zorraquino (1979), por su parte, hace su propio recuento de la frecuencia de aparición de las construcciones «anómalas» frente a los usos «normales» de las impersonales con se (siempre en relación con la presencia o ausencia de concordancia), a partir de textos procedentes de diversos géneros literarios (narrativa, lírica, teatro, ensayo científico y prensa), así como de conversaciones grabadas tanto de habla hispanoamericana como peninsular. La conclusión a la que llega la autora es que la estructura anómala aparece 8   Para una discusión acerca del origen de la construcción véase Gili Gaya (1943: § 105), Monge (1955), Bobes (1974: 310), García (1975: 11), Lapesa (1981: § 97), Moliner (1990: 1116), Carrasco (1996), Morales (1997: 431) y Alfonso (en prensa). 9   Se ha investigado la distribución geográfica de estas construcciones teniendo en cuenta la variación dentro de la Península Ibérica. Por ejemplo, De Benito Moreno (2010) compara oraciones españolas con se, tanto impersonales como pasivas, con sus respectivos equivalentes en portugués, gallego, asturiano y catalán. Sin embargo, mi interés en el presente capítulo se centra en contrastar el uso de la activa impersonal (no la pasiva) en el español peninsular frente al español americano.

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con una frecuencia realmente baja en casi todos los textos, generalmente por debajo del 10 % (Martín Zorraquino 1979: 188 y ss., en especial, la nota 47): «En todos los casos, para los diversos géneros literarios, y tanto si los autores son españoles como si proceden de Hispanoamérica, la frecuencia de los usos normales es, según hemos visto hasta ahora, superior al 90 % del total de casos recogidos». Y esta situación no cambia al analizar los datos recogidos por Martín Zorraquino para la lengua hablada. Curiosamente, varios autores ofrecen numerosos ejemplos de estas construcciones, con la aclaración de que destaca su presencia en la lengua hablada, en ciertos anuncios callejeros o aparecidos en la prensa y, esporádicamente, en las obras de algunos escritores, según indica Martín Zorraquino (1979)10. Hay que resaltar, sin embargo, una diferencia notada por Martín Zorraquino en relación con la aparición de la estructura anómala en la prensa peninsular e hispanoamericana. En los artículos de agencia o correspondientes a secciones deportivas, culturales, de información, local, etc., la presencia de los giros anómalos es mínima tanto en las publicaciones de España como de América. La lengua de la publicidad (la sección de anuncios clasificados por palabras o de avisos clasificados de los periódicos de Hispanoamérica) arroja, en cambio, datos más significativos. Mientras que en la prensa española, en las secciones destinadas a la publicidad, los casos anómalos registrados por Martín Zorraquino representan el 2,21 % del total, en la prensa americana, el número de casos sin concordancia recogidos en las secciones destinadas a la publicidad es más alto 6,89 %. Más aún, en el habla de la Ciudad de México la autora identifica estructuras no concordadas en un 9,77 %. La idea de que las impersonales con se están más extendidas en el español americano procede, además, de la afirmación de Monge (1955: 70), quien considera, siguiendo a Cuervo (1947: 90) y a Tiscornia (1930: 219), que «el giro se ha extendido bastante en el español de América». En suma, explícita o implícitamente, se ha aceptado que las impersonales reflejas son más utilizadas en Hispanoamérica que en la Península, pero que, de cualquier forma, se trata de una construcción de carácter marginal. Y es aquí donde, a mi juicio, es necesario matizar la afirmación. Regresemos a la variedad estructural de las construcciones en las que interviene la activa impersonal, hagamos un recuento de la aparición de algunas de estas 10   La autora (1979: 151-163) presenta numerosos ejemplos de la construcción activa impersonal en varios dialectos del español.

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estructuras en el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) y observemos lo siguiente: Estructura Se + V transitivo + preposición a + FN Se + V + otra preposición + FN Se + V intransitivo Se + V copulativo

España Hispanoamérica 50 % (61/122) 50 % (61/122) 55 % (1 085/1 987) 45 % (902/1 987) 49 % (1 060/2 180) 51 % (1 120/2 180) 59 % (460/774) 41 % (314/774)

Tabla 1. Aparición de algunas clases de impersonales con se en el CREA.

En la primera clase de estructura, la formada por la partícula se, verbo en singular seguido de la preposición a, documenté construcciones con los verbos castigar, perseguir, condenar, responsabilizar, avisar, amenazar y convencer, que han sido reconocidas como inequívocamente impersonales:

(44) Si sólo se castiga a los culpables, sólo los culpables sienten miedo (Galeano, Bocas del tiempo, 2004, Uruguay, CREA).



(45) son muchas las repercusiones negativas que pueden sobrevenir cuando se castiga a alguien (Pinillos, Principios de psicología, 1975, España, CREA).



(46) No le gusta nada la manera en que se persigue a algunas personas libres (El País, 1997, España, CREA).



(47) A él lo persiguieron como se persigue a una rata (Alape, La paz, la violencia: testigos de excepción, 1985, Colombia, CREA).



(48) Para la intervención se avisó a un cirujano médico (López, Un gorila con paperas, 2001, España, CREA).

No se trata de un recuento exhaustivo, puesto que hay otros verbos que aceptan la misma construcción, pero los seleccionados fueron buscados en el CREA en general, que se caracteriza porque los textos representativos de España y de América corresponden al 50 %, respectivamente. Y, coincidentemente, documento la misma cantidad de construcciones para cada una de estas dos áreas geográficas.

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En el caso del segundo grupo, aquellas estructuras formadas por la partícula se y verbo en singular seguido de otra preposición, tomé como muestra las construcciones impersonales del tipo de se habla de:

(49) Dividido en dos grandes bloques, en el primero se habla de dicha relación así como del contraste entre los actores y la sociedad que los observa, los odia y, en raras ocasiones, los ama (Stichomythia. Revista de teatro español contemporáneo, 2002, España, CREA).



(50) en éste es difícil no conmoverse cuando se habla de la muerte de la madre (El Mundo, 15-06-1996, España, CREA).



(51) En el terreno de las artes plásticas, con frecuencia se habla de pinturas, esculturas, retablos, herrerías, fuentes o muebles barrocos, que cumplen una función decorativa, pero difícilmente se hace referencia a construcciones barrocas (Celorio, Ensayo de contraconquista, 2001, España, CREA).

Llama la atención la gran cantidad de ejemplos documentados, considerando que exploré exclusivamente este verbo y solo en presente de indicativo. Y llama también la atención su uso ligeramente más frecuente en el español peninsular. Pero es la clase de los verbos intransitivos la que sorprende por su abundante uso, tanto en Hispanoamérica como en la Península, a pesar de que la búsqueda se hizo, solamente, en lo concerniente a los verbos vivir y trabajar, utilizados como impersonales intransitivos con se:

(52) nada como el aislamiento acústico cuando se vive en una ciudad (Alou, Damián, Una modesta aportación a la historia del crimen, 1991, España, CREA).



(53) Y ahora en Cuba no se vive con la tranquilidad de unos años atrás (Quintero, Te sigo esperando (Una crónica cubana de los noventa), 1996, España, CREA).



(54) Acá se trabaja que ni te digo y se gana cada vez menos (Piglia, Respiración artificial, 1980, Argentina, CREA).

(55) Siempre he pensado que se trabaja mejor en espacios pequeños (La Vanguardia, 10-08-1994, España, CREA).

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Por último, las impersonales con se en oraciones de predicado nominal han sido documentadas en el habla tanto de Hispanoamérica como de la Península, aunque en esta última zona con una amplia superioridad numérica: (56) Me prometiste que hoy me enseñarías cómo se es feliz (Arrabal, El Arquitecto y el Emperador de Asiria, 1975, España, CREA).

(57) Donde se está muerto, ni se es ni no se es feliz. (Alegre Cudós, Locus amoenus, 1989, España, CREA).



(58) Me di cuenta hace poco tiempo. Cuando se es joven, ciertas cosas no se ven claras. (Salisachs, La gangrena, 1975, España, CREA).



(59) porque cuando se es médico, mi cuate se es todo (Del Paso, Palinuro de México, 1977, México, CREA).



(60) Uno nunca está tan solo como cuando se es adolescente y tiene un secreto (García Ramis, Felices días tío Sergio, 1986, Puerto Rico, CREA).

Si uno comparara, exclusivamente, la frecuencia relativa de la activa impersonal frente a la pasiva refleja, posiblemente la construcción sea minoritaria11. Sin embargo, si nos centramos, como se ha visto, en la aparición absoluta de la estructura, podemos darnos cuenta de que la frecuencia de uso de esta construcción innovadora no es para nada desdeñable. Curiosamente, las construcciones aparentemente más recientes o más alejadas de la estructura original en términos diacrónicos son las que parecen estar más extendidas. Me refiero a la que incluye a verbos intransitivos (se vive, se trabaja), así como la que involucra a los copulativos en oraciones de predicado nominal, cuya aparición en la lengua, además de tardía, resulta discutible en el sentido de que han sido asociadas con otros usos del se, más que como una derivación de la voz pasiva. Faltaría por estudiar, pues, qué sucede en la actualidad con las impersonales con se marcadas por la falta de concordancia entre el verbo en singular y una frase nominal en plural, junto con las estructuras caracterizadas por un   Aunque, como afirma Carrasco (1996: 246), «el mayor índice de frecuencia de la pasiva refleja no prueba más que eso, es decir, su mayor productividad, pero de ninguna manera su precedencia y su condición de punto de partida con respecto al se impersonal». 11

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verbo en singular y varias frases nominales yuxtapuestas o coordinadas, cada una en singular, que han sido, tradicionalmente, las más estigmatizadas. En conclusión, de los datos que acabo de presentar se deduce que ni las activas impersonales son tan marginales en español actual como podría suponerse debido a su reciente difusión en la lengua, ni podemos afirmar con certeza que se trata de una construcción característica del español americano, ni del lenguaje oral, ni mucho menos del habla poco cuidada. Se trata, al parecer, de una construcción bastante extendida o que, por lo menos, está extendiendo cada vez más su uso en distintos dialectos del español. Las razones de esta extensión podrían tener que ver con el hecho, notado por Mendikoetxea (1999 y 2002)12 para las oraciones con se en general, incluida la voz pasiva, de que esta clase de impersonales designan un grupo de personas que puede incluir tanto al hablante como al oyente, excluir a uno de los dos, o excluir a ambos, lo que las distingue de otros procesos impersonales cuyo ámbito de referencia es más restringido. 5. Fuentes documentales [CREA] Real Academia Española: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de Referencia del Español Actual, (mayo-octubre de 2015). [DEM] Diccionario del español de México. México: Departamento del Programa del Diccionario del español de México/El Colegio de México. [CORDE] Real Academia Española: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus Diacrónico del Español, (mayo-octubre de 2015). [Estoria] Alfonso X ([c. 1270]/1956): General Estoria. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. [DLNE] Company Company, Concepción (1994): Documentos lingüísticos de la Nueva España. Altiplano Central. México: Universidad Nacional Autónoma de México. [Cartas] Otte, Enrique (1993): Cartas privadas de emigrantes a Indias 1540-1616. México: Fondo de Cultura Económica. [Reyes] Pulgar, Fernando de ([c. 1480-1484]/1943): Crónica de los Reyes Católicos. Madrid: Espasa-Calpe. [La Celestina] Rojas, Fernando de ([c. 1499]/1993): La Celestina. Madrid: Cátedra (7.ª edición).

  «Las oraciones con se son más flexibles (de ahí quizá su uso abundante en la lengua hablada y escrita) al poderse emplear con un ámbito de referencia tan amplio» (Mendikoetxea 1999: 1647). 12

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6. Bibliografía Alarcos Llorach, Emilio (1980): «Valores de /se/», en Estudios de gramática funcional del español. Madrid: Gredos, pp. 213-222. Alfonso Vega, Milagros (en prensa): «Orígenes de la construcción activa impersonal. Cronología y motivaciones». Alvar, Manuel (1959): El español hablado en Tenerife. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Bobes Naves, M.ª del Carmen (1974): «Construcciones castellanas con “se”. Análisis transformacional», en Revista española de lingüística, 4/1, pp. 87-127, y 4/2, pp. 301-325. Carrasco, Félix (1996): «El se impersonal en América: consideraciones diacrónicas», en Lexis, XX/1-2, pp. 237-251. Casares, Julio (1941): «La pasiva con “se”», en Nuevo concepto del diccionario de la lengua y otros problemas de lexicografía y gramática. Madrid: Espasa-Calpe, pp. 225-240. Cuervo, Rufino José (1947): El castellano en América. Buenos Aires: El Ateneo. De Benito Moreno, Carlota (2010): «Las oraciones pasivas e impersonales con se: Estudio sobre el ALPI», en Dialectología, 5, pp. 1-25. — (2013): «(Esa tela) se la descose: La pronominalización del paciente en las impersonales reflejas del español peninsular», en Borealis: An Internacional Journal of Hispanic Linguistics, 2/2, pp. 129-157. García, Érica C. (1975): The Role of Theory in Linguistic Analysis. The Spanish Pronoun System. Amsterdam/Oxford: North-Holland Publishing Company. Gili Gaya, Samuel (1943): Curso superior de sintaxis española. Barcelona: Bibliograf. Hernández, César (1966): «Del se reflexivo al impersonal», en Archivum, XVI, pp. 39-66. Hernanz, M.ª Lluïsa (1990): «En torno a los sujetos arbitrarios: la 2ª persona del singular», en Violeta Demonte y Beatriz Garza Cuarón (eds.), Estudios de lingüística de España y México. México: Universidad Nacional Autónoma de México/El Colegio de México, pp. 151-178. Lapesa, Rafael (1981): Historia de la lengua española. Madrid: Gredos. Lope Blanch, Juan M. (1991): Estudios sobre el español de México. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Maldonado, Ricardo (1999): A media voz. Problemas conceptuales del clítico se. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Martín Zorraquino, M.ª Antonia (1979): Las construcciones pronominales en español. Paradigma y desviaciones. Madrid: Gredos. Mendikoetxea, Amaya (1999): «Construcciones con se: medias, pasivas e impersonales», en Ignacio Bosque y Violeta Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de

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la lengua española, 2. Las construcciones sintácticas fundamentales. Relaciones temporales, aspectuales y modales. Madrid: Espasa, pp. 1631-1722. Miguel Aparicio, Elena de (1992): El aspecto en la sintaxis del español: perfectividad e impersonalidad. Madrid: Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid. Moliner, María (1990): Diccionario de uso del español. Madrid: Gredos. Monge, Félix (1955): «Las frases pronominales de sentido impersonal en español», en Archivo de Filología Aragonesa, VII, pp. 7-102. — (2002): «Las frases pronominales de sentido impersonal en español», en Cristina Sánchez López (ed.), Las construcciones con se. Madrid: Visor, pp. 343-391. Morales, Amparo (1997): «El se impersonal: valores referenciales y algunos aspectos diacrónicos», en Anuario de Letras (México), XXXV, pp. 417-433. [NGLE] Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2009): Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa. [NGLE Manual] Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2010): Nueva gramática de la lengua española. Manual. Madrid: Espasa. Oroz, Rodolfo (1966): La lengua castellana en Chile. Santiago: Facultad de Filosofía y Educación. Real Academia Española (RAE) (1973): Esbozo de una nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe. Sánchez López, Cristina (2002): «Las construcciones con se. Estado de la cuestión», en Cristina Sánchez López (ed.), Las construcciones con se. Madrid: Visor. Suñer, Margarita (1974): «Where does impersonal se come from?», en R. Joe Campbell, Mark G. Goldin y Mary Clayton Wang (eds.), Linguistic Studies in Romance Languages. Proceedings of the Third Linguistic Symposium on Romance Languages. Washington: Georgetown University Press, pp. 146-157. Tiscornia, Eleuterio F. (1930): La lengua de Martín Fierro. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras/Universidad de Buenos Aires. Vidal de Battini, Berta (1964): El español de la Argentina. Estudio destinado a los maestros de las escuelas primarias. Buenos Aires: Consejo Nacional de Educación.

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Morfosintaxis de las formas no personales del verbo en cartas del obispado de Tucumán (siglos xvi y xvii) Carlos Enrique Castilla Universidad Nacional de Tucumán

1. Algunas cuestiones previas 1.1. Generalidades Cuando nos proponemos el estudio diacrónico de los rasgos característicos del español en América, una de las primeras dificultades y, al mismo tiempo, el gran desafío es el hecho de enfrentarnos a la heterogeneidad como nota sobresaliente. Esta heterogeneidad de nuestro objeto de estudio es producto no solo de la extensión territorial del continente —que supone la interacción lingüística en contextos diversos—, sino también, de la dimensión temporal, que involucra procesos históricos cuyas fronteras no son homogéneas en toda la región. Por tanto, la investigación sobre el español hablado y escrito en América desde las perspectivas diatópica o diacrónica resulta insuficiente si no se consideran, además, los subsistemas diastrático y diafásico junto con la dimensión diamésica sugerida por Pottier (2003). Aporta a la complejidad de nuestro estudio el hecho que los documentos registran no pocas veces las prácticas del lenguaje cotidiano, hablado e intangible, como marcas de lo oral en lo escrito. Tales marcas constituyen trasvasamientos de un registro a otro en una especie de continuum no siempre fácil de diferenciar (Oesterreicher 2004; Maldonado 2011). La complejidad de los fenómenos lingüísticos, ligados siempre a prácticas sociales e individuales de sujetos situados en contextos específicos de producción, con intenciones también específicas y que utilizan estrategias pertinentes para cada caso, nos lleva a la consideración de los aportes de Charaudeau. Para el especialista francés, todo acto de lenguaje nace, vive y toma sentido en una situación de comunicación determinada y, por tanto, no se puede dar cuenta de aquel si no se da cuenta conjuntamente de la situación en la cual la interacción lingüística

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se inscribe (Charaudeau 2009). En este sentido, resulta operativo el concepto de contrato de comunicación, concebido como el conjunto de condiciones de realización de un acto de lenguaje que se constituye como un espacio de restricciones y un espacio de estrategias lingüístico-discursivas que permitiría la puesta en escena del discurso y aportaría el encuadre de referencia estable para su realización (Charaudeau 1995). 1.2. Textos y contextos de escritura en la América colonial: el género epistolar Ahora bien, para ir posicionándonos en el periodo en el que fueron escritos los textos que analizamos en esta oportunidad, enlazamos las reflexiones precedentes con las afirmaciones de Mignolo cuando expresa que existe, a pesar de la pluralidad y diversidad de producciones textuales de la América colonial, un referente común, así como «ciertas fronteras cronológico-ideológicas que determinan no una unidad, sino una familia textual» (Mignolo 1992: 58). Este aire de familia, en principio, sería un punto de partida para pensar en una cierta tendencia lingüística, ciertas modas, prácticas de escritura, modos de hablar, etc., que posibilitarían algún grado de generalización más allá de la diversidad de formas y funciones textuales (Mignolo 1992: 59). Mignolo agrupa en la misma familia las cartas relatorias, las relaciones y las crónicas. Sin embargo, cabe señalar que, si bien es posible reconocer un aire de familia textual, los dispositivos comunicativos y los entornos de escritura suelen ser muy diferentes en cada caso (Rojas 1985; Maldonado 2011). Centrándonos en nuestro conjunto de textos, entendemos que, como práctica discursiva, la carta abre un diálogo con una persona ausente y distante, en lo que se denomina una especie de diálogo retardado (Maldonado 2011: 109)1. Las cartas que estudiamos constituyen un conjunto de epístolas emanadas del ámbito del obispado del Tucumán en los siglos xvi y xvii. El contexto sociopolítico de escritura de estos documentos se caracteriza por la tensión entre los poderes civil y religioso en el afán de obtener el control sobre el 1   En esta especie particular de diálogo in absentia, son esenciales las deixis que permiten relacionar el enunciado con las circunstancias en que se emite. Las marcas textuales del enunciador y la estructuración textual de este género han sido ampliamente desarrolladas por Maldonado (2011), especialmente en lo que se refiere a la conformación lingüístico-discursiva de los sujetos del evento verbal.

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territorio, sus habitantes y sobre el tráfico de recursos económicos con ellos vinculados2. Estas cartas contienen el relato de los acontecimientos, referidos desde la mirada de las autoridades eclesiásticas, con sus propios intereses (no siempre evangelizadores). Los enunciadores configuran su discurso desde la posición de sujetos que denuncian los excesos de autoridad de los gobernadores de Tucumán, asumiendo la voz de los sin voz, o mejor dicho, la escritura de los sin escritura. Se trata de un discurso legitimado por el poder regio en la medida en que ellos, los obispos y sus funcionarios, asumen la obligación de velar no solo por las almas de los súbditos, sino también por el patrimonio material del rey. La Gobernación del Tucumán se extendía en el extremo sur del Virreinato del Perú, en la frontera entre el territorio delimitado y organizado por la administración colonial y el espacio habitado por los pueblos originarios todavía no dominados. Esta situación periférica acentuaba la dificultad

  Para aproximarnos a los datos históricos referidos a la vida publica de los funcionarios del obispado de Tucumán, remitimos a De Angelis (1836) y Quesada (1865). Don Francisco de Victoria (?-1592) fue el primer obispo de Tucumán. Nacido en Portugal, realizó la carrera eclesiástica y se ordenó fraile dominico en Perú. Cuando fue nombrado obispo de Tucumán, inició sus tareas en Santiago del Estero (sede del episcopado establecida en 1570). El entusiasmo con el que encaró su acción pastoral se manifiestó en las numerosas visitas realizadas a los poblados dispersos de su jurisdicción, fomentando la obra misionera entre los aborígenes de la región. Para favorecer su acción evangelizadora trajo misioneros del Brasil, junto con provisiones muy necesitadas en la región tucumana; por ello, se lo acusó de haber abierto el comercio entre Brasil y Tucumán. Rápidamente se convirtió en una figura polémica y se vio obligado a dejar su cargo debido a un conflicto directo con el gobernador Lerma. Murió en Madrid. Don Francisco de Salcedo, deán del obispado, fue bien recibido por el gobernador, que lo albergó en su propia casa, hasta que comenzaron a enfrentarse por motivo de la validez de sus respectivos títulos, el uno de deán, el otro de licenciado. La disputa llegó a tal extremo que se formaron bandos entre los ciudadanos, hasta que Lerma ganó la contienda ocasionando que Francisco de Salcedo se decidiera a regresar al Perú, pero fue detenido en Talavera y encarcelado humillantemente junto a criminales comunes. La soberbia y la impunidad del gobernador Lerma fueron en crecimiento, a tal punto que no vacilaba en vejar a funcionarios, clérigos y civiles, ya que, lejos de las altas autoridades del Perú, las víctimas no podían hacer llegar las quejas por su despotismo. El doctor don Julián de Cortázar, natural de la villa de Durango, en Vizcaya, hizo el juramento de su cargo el 24 de diciembre de 1624. Juan Bravo Dávila y Cartagena nació en 1629 en Cuzco (Perú) y estudió en el Seminario de San Antonio Magno en esa misma ciudad, y en la Universidad de San Marcos de Lima. Fue propuesto en 1687 por el rey Carlos III para ocupar el cargo de obispo de Córdoba del Tucumán. Consagrado obispo en Chuquisaca, entró en su diócesis en 1690 y ejerció su ministerio por un breve tiempo, ya que falleció en diciembre del año siguiente. 2

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del proceso de urbanización, a la vez que facilitaba los atropellos cometidos por los mandatarios. 2. Las formas no personales del verbo: usos y efectos discursivos En la tradición gramatical denominamos formas no personales del verbo a tres categorías que hemos heredado del latín: el infinitivo, el participio y el gerundio. Se trata de formas verbales de procedencia y naturaleza bien distinta —detalles en los que no podemos detenernos en esta oportunidad—, aunque se las ha agrupado de esta manera por tener como rasgos diferenciadores la ausencia de morfemas de persona y número y por presentar escasa variedad en la flexión desinencial. En estas tres categorías se han reunido las cinco que poseía el latín y han asumido las funciones y los usos de las formas latinas desaparecidas ya tempranamente en el romance medieval3. En esta oportunidad nos detenemos en los usos de estas formas no personales en relación con la particular configuración discursiva de los textos seleccionados: cartas que denuncian y acusan a las autoridades civiles y, para ello, los sujetos de la enunciación despliegan una serie de recursos lingüísticos para otorgar fuerza argumentativa al enunciado. 2.1. El participio: sus usos El participio se caracteriza primariamente por ser una forma en tensión entre su naturaleza adjetival y su naturaleza verbal. En cuanto a la primera, la presencia de morfemas de género y número remite siempre a un elemento nominal o pronominal con el que concierta y con el que establece una relación fórica tan fuerte que admite múltiples situaciones de uso, en algunos casos, bastante gramaticalizadas. En cuanto a la segunda, el componente verbal permite presuponer complementos propios del verbo.   La bibliografía específica para cada una de las formas no personales del verbo es abundantísima y aborda difrentes aspectos desde perspectivas muy diversas y en todos los niveles de análisis del lenguaje. Todas ellas resultan aportes reveladores de diferentes aspectos de este tipo de palabras. Para una mirada de conjunto remitimos, en primer término, al Manual de gramática histórica de Company Company y Cuétara Priede (2014) y, para la cuestión específica de la formacion de los tiempos compuestos, a la Sintaxis histórica de la lengua española. Primera parte: La frase verbal, bajo la dirección de Company Company (2006). 3

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2.1.1. El participio usado como adjetivo Este uso corresponde a la forma prototípica de adjetivo + sustantivo, en donde el componente verbal del participio lleva latente el aspecto perfecto-pasivo y presupone el complemento agente (Gutiérrez Ordóñez 2001: 67-68). Observemos con respecto a este tema, la siguiente fórmula de tratamiento en la que el participio oculta y, a la vez, devela el agente: (1) muy querido Señor (c. 1582, Argentina, ADM, CORDIAM).

Para poder comprender los complejos mecanismos de sentido que se articulan en esta expresión de saludo inicial de la carta, debemos reconstruir la escena enunciativa y atender al hecho de que el remitente es el obispo de Tucumán, don Francisco de Vitoria, el destinatario es el rey y la intención de la misiva es el reclamo, pues, nuestra perspectiva de lectura no nos permite aislar las expresiones lingüísticas de su entorno discursivo. Precisamente, en ese contexto de protesta y súplica, se ponen en juego componentes pragmáticos que van más allá de la simple fórmula de tratamiento hacia el monarca. En esta frase, el participio es la pieza clave que activa al menos dos posibilidades de restitución del complemento agente sugerido: a) Aspecto declarativo: el agente elidido es el propio remitente y, por lo tanto, simplemente activaría una forma de cortesía hacia la persona regia. b) Aspecto declarativo + restrictivo: el agente representaría al colectivo de los súbditos del monarca, por quienes el rey debiera ser querido, al menos en la representación del imaginario sobre el orden colonial. La restricción se advierte si activamos el giro irónico posible en el contexto de denuncia, es decir, la fórmula de tratamiento inicial expresaría que, excepto el gobernador, todos manifiestan respeto por su señor. En situaciones sintácticas similares, el componente verbal activa el complemento instrumental o el régimen verbal correspondiente. Veamos dos ejemplos de uso en los que las expresiones, estructuradas en torno al participio, refuerzan la orientación pragmática del objetivo de las misivas. En la carta del obispo de Tucumán, fray Fernando de Trejo, en la que denuncia al gobernador, don Alonso de Ribera y Zambrano encontramos el siguiente fragmento:

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pero lo que mas duele es que al patrimonio de Jesucristo nuestro señor se le defraudan todas estas almas compradas y redimidas a costa de su preciossissima sangre y las almas de los españoles y de los gobernadores y ministros que auian de remediar este daño (1609, Argentina, ADM, CORDIAM).

Observamos la construcción enfática mediante la redundancia expresada por los significados de los participios de comprar y redimir, en construcción complementaria con el sustantivo patrimonio. Cada uno de estos verbos posee un significado propio en contextos especializados y bien definidos, pero puestos aquí en la misma construcción nominal refuerzan en conjunto el componente vinculado con el beneficio que se obtiene por un precio. A su vez, si cruzamos estas expresiones con el matiz religioso que tiñe todo el documento, advertimos el diseño retórico de toda esta sección: las almas que se pierden para la fe reflejan una administración fraudulenta de los bienes espirituales —y materiales— y se configuran discursivamente como una pérdida ganancial, una malversación del bien precioso invertido en ellas. En otra carta del obispo Vitoria el discurso vuelve recurrentemente en torno a la responsabilidad de la autoridad religiosa sobre los bienes materiales y espirituales como expresión intrínseca de la acción pastoral. La frase que se utiliza es la expresión de participio presente del verbo tocar seguido de su argumento régimen encabezado por la preposición a. La expresión tocante(s) a permite desplegar y ampliar el sentido difuso del sustantivo cosas o del sintagma nominal muchas cosas adjuntándole otro sintagma nominal con el que establece una interdependencia semántica. En el siguiente ejemplo observamos la compleja constricción sintáctico-semántica:

(3)

de alli entrare en tucuman a ocuparme en mi ministerio [...] de muchas cosas tocantes a Vuestro Real seruiçio (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

Por un lado el participio, actuando como un adjetivo deverbal, concierta en género y número con el sustantivo que le precede, pero no actúa del todo como un modificador; por otra parte, el componente verbal habilita el régimen que señala una direccionalidad, indicada por la preposición a; finalmente, todo el conjunto de tocante a adquiere el valor de una frase prepositiva en la que subyace un rasgo semántico de interés, en donde la parte interesada está representada por el argumento régimen del participio. Estratégicamente esta construcción permite al sujeto focalizar la atención hacia los intereses del rey,

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al mismo tiempo que habla de sí mismo y de su conveniente actuación a favor de dichos intereses. 2.1.2. El participo integra formas verbales compuestas Se observa en los documentos analizados un cierto grado de gramaticalización de las formas verbales compuestas, predominantemente la construcción de haber + participio perfecto, y con menos frecuencia formas de tener + participio perfecto. En estos casos se observan ciertas particularidades. En primer lugar, advertimos la flexibilidad variable en la frase verbal constituida por el verbo auxiliar y el participio, que admite una abanico de posibilidades que van desde la forma prototípica en donde la frase verbal se percibe como una unidad fónica y de sentido y, por lo tanto, aparece escrita como una unidad léxica, como en el ejemplo 4; hasta construcciones que admiten la interpolación de otras unidades funcionales entre ambas formas, como en el ejemplo 5:

(4)

Por que asido V. Magestad mal informado en su probeymiento (1604, Argentina, ADM, CORDIAM).

(5) tambien avra el audiencia delos Charcas dado quenta de parte dello (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

Además, esta construcción aparece como frase modalizadora del discurso mediante el uso de frases con aspecto coactivo-perfectivo. En el ejemplo 6, la construcción representa discursivamente la acción del obispo Vitoria como efectivamente realizada, conforme a los atributos de la autoridad eclesiástica y por delegación del poder regio: (6) e hecho nombramiento de la chantria de nuestra Iglesia (1587, Bolivia, ADM, CORDIAM).

Por otra parte, se advierte la conservación de formas arcaizantes con auxiliar tener o quedar en las cuales el participio concierta en género y número con el objeto. En estos casos se observa que el uso de los mencionados auxiliares no es arbitrario, sino que es más frecuente en contextos en los que el

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enunciador desea reforzar el sentido de acción completamente acabada4, como en los ejemplos 7 a 9:

(7)

Don Francisco de Salçedo tesorero de la yglesia cathedral deste obispado de Tucuman tiene dada ynformaçion de seruiçios (1600, Argentina, ADM, CORDIAM).



(8)

y para que las verdades que yo tengo escritas y dire en vuestra real presencia, no tengan aquel quilate, credito y autoridad que merece la persona de un obispo y que por la bondad de Dios ha uiuido como deue asu estado (1587, Bolivia, ADM, CORDIAM).

(9) Quedan visitadas, las çiudades de Sanctiago del Estero (donde esta la chatedral, Cordoua, Rioja y Londres (1620, Argentina, ADM, CORDIAM).

2.1.3. La voz pasiva En los documentos estudiados la voz pasiva sigue la configuración prototípica, aunque en muchos casos se advierte la anteposición del complemento agente como recurso para focalizar el tema en dicho argumento, como en el ejemplo 10:

(10) Nuestro señor Vuestra Real persona prospere con larga vida y augmento de mayores stados y señorios: como por vuestros criados es deseado (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

Sin embargo, en la mayoría de los casos, el complemento agente no aparece explicitado y debe inferirse de la situación comunicativa que el documento presenta. Desde la perspectiva que hemos postulado en este trabajo, interpretamos esta ausencia estrechamente ligada con la particular situación comunicativa. Así, por ejemplo, en el siguiente fragmento de la carta al rey, escrita por el obispo Vitoria en 1586, este denuncia el falso testimonio del gobernador de Tucumán y sugiere la participación de otros posibles responsables en las mentiras y calumnias:

4

  Véase el artículo bien documentado de Martínez-Atienza (2008).

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(11) y que en esta provision fue Vuestra Magestat engañado, con falsa y siniestra Relacion embio a manos del mesmo secretario la Renta que e tenido en todo el tiempo que ha soi obispo (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

Antes de pasar adelante, conviene recordar que una de las principales quejas de la autoridad eclesiástica en la serie de cartas que estudiamos tiene como objetivo denunciar no solo los excesos cometidos por la autoridad civil hacia los súbditos —especialmente los naturales de la región—, sino, además, los atropellos hacia la propia autoridad religiosa. Por su parte, la autoridad civil había denunciado en otros documentos el incumplimiento de los deberes del obispo. La queja de don Francisco de Vitoria pone en evidencia el hecho y a la vez desdibuja la mención de los responsables mediante el uso de la voz pasiva como estrategia lingüístico-discursiva. En el ejemplo 11 vemos cómo el uso de esta perífrasis tiene otros efectos discursivos: a) El enunciador focaliza la acción en la persona del rey —sintácticamente, sujeto de la oración, abrazado por los dos componentes verbales de la perífrasis—, desplazando la atención hacia aquel y posicionando al monarca como el principal afectado por las acciones del gobernador y sus secuaces. b) Como consecuencia de lo anterior, hay una especie de gesto de cortesía, puesto que, al construir la imagen del rey como víctima del engaño, le disminuye, en cierta medida, el grado de responsabilidad. El obispo se mueve en un terreno bastante poco sólido y, si bien debe increpar al rey, no puede hacerlo con tanta crudeza: es una especie de reclamo acusatorio y simultáneamente una disculpa. En los siguientes fragmentos vemos el uso de la voz pasiva con otros efectos discursivos que, por supuesto, dependen del entorno oracional y de la identidad del enunciador. Los dos casos son formas con auxiliar en infinitivo. En el ejemplo 12, la acción está dirigida al opositor y, por ende, la fuerza discursiva está puesta en el verbo conjugado en tercera persona del singular, que remite anafóricamente al gobernador: (12) mereçe ser reprehendido y castigado y que rezeloso de la honrra de dios y de vuestro sevicio desinteresado (si aca lo ai) haga informacion para que Vuestra Magestat sea desengañado (1587, Bolivia, ADM, CORDIAM).

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En el ejemplo 13, el sujeto es el enunciador que se configura lingüísticamente como súbdito leal capaz de someterse por voluntad propia al dictamen de la ley:

(13) y si algun otro de mi persona tuuiere que dezir, a imitacion de Samuel me pongo por ellos a ser Residenciado y por Vuestra Magestat castigado y priuado de la graçia que suelen tener los obispos que no hazen el deuer en su estado (1587, Bolivia, ADM, CORDIAM).

En la misma dirección de lo que venimos diciendo, resulta singular el uso de una forma de pasiva con se, ejemplo 14, en donde, además, el participio de la perífrasis admite la variación aspectual que refuerza el efecto discursivo, en la medida en que el verbo quebrantar no solo implica romper el compromiso, sino que, además, este gesto se hace con premeditación y alevosía.

(14) aunque me he ynformado de personas fidedignas, con particular cuydado, si en alguna ocassion se ha quebrantado, Vuestro Real patronazgo, y no se ha guardado, ansi por mis anteçesores, como por las Sedes Vacantes, no he allado, quien me diga nada, en raçon de esto, sino antes lo contrario de que siempre le han visto guardar, con mucha puntualidad (1620, Argentina, ADM, CORDIAM).

Una forma de refuerzo de sentido pasivo es la construcción de estar + participio perfecto. En estos casos se observa el uso del verbo auxiliar como refuerzo de un estado de cosas descripto por el contenido semántico del participio. Ya sea que se trate de sujetos animados o inanimados, las construcciones de este tipo permiten al enunciador focalizar el discurso en las víctimas y los efectos producidos sobre ellas por el mal gobierno, como en los ejemplos 15 y 16:

(15) estos pobres vasallos de V. M. estan constituidos en la de esclauos con sus mugeres e hijos priuados de toda livertad gouernados por unos infernales hombres, que llaman pobleros que mereçen mejor el nombre de Demonios encarnados segun son los daños que en lo corporal y espiritual hazen a estos desamparados vasallos de V. M. (1609, Argentina, ADM, CORDIAM).



(16) Toda esta Prouincia (Señor) esta totalmente rematada, ansi, en lo temporal, como en lo espiritual. en lo temporal, no se guarda ordenança ninguna, de

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las que dexo, en Vuestro Real nombre, Don Françisco de Alfaro, para el buen gouierno della, los Yndios trauajan, mas quelos, israelitas, en Egipto, y tras esso, andan desnudos, y mueren de ambre, y assí les luçe a sus encomenderos, que quiere Dios, estan tan miserables como ellos (1620, Argentina, ADM, CORDIAM).

2.2. El infinitivo: sus usos El infinitivo español es una forma invariable que aspectualmente admite una amplia gama de posibilidades. Su rasgo más distintivo es la ausencia de marcación temporal y suele considerárselo como el no tiempo; significativamente, en esta ausencia radica la potencialidad de usos diversos en numerosos contextos, indicando pasado, presente o futuro. Como se ha apuntado para el participio, esta forma admite los complementos propios del verbo de base. En esta oportunidad nos detenemos en aquellos usos en que advertimos la productividad comunicativa en relación con los efectos discursivos buscados por el enunciador en los contextos de producción antes mencionados. En la mayoría de los casos, el contexto de aparición de las construcciones con infinitivo sirve a los efectos de reforzar pragmáticamente la argumentación. 2.2.1. Perífrasis con verbos modalizadores poder, soler, deber, haber que + infinitivo En cuanto al uso de perífrasis con poder, advertimos dos posibilidades con el verbo modalizador en tercera persona de singular. En los ejemplos encontrados, el enunciador desdibuja su yo convirtiéndose en tema del enunciado o en referente del mismo y nos posiciona en la instancia delocutiva. En los ejemplos 17 y 18, el contexto de privación indicado por el adjetivo indefinido o por el adverbio de negación crea la instancia discursiva que sirve como preludio a la súplica:

(17) muy querido Señor, Domingo de orinex en nombre de don fray francisco de Vitoria obispo de tucuman Digo que en tiempo que a residido en su obispado a visto y contenido el poco fruto que puede hazer en el por que para las Dotrinas que son menester para çien mill animas que abra en el dicho obispado en tresçientas leguas de distrito no ay sino çinco clerigos (1582, Argentina, ADM, CORDIAM).

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(18) él no se puede sustentar con ello y mucho menos con la merced que Vuestra Alteza le manda hazer de las quinientas mill (1582, Argentina, ADM, CORDIAM).

A continuación, el enunciador pasa de la trama descriptiva de los sucesos, que sirve de argumentación para conseguir lo que se pide, a la instancia perlocutiva. Escuchamos ahora la voz del locutor realizando la petición. El hecho de mantener coherentemente la tercera persona gramatical puede interpretarse como una estrategia discursiva de cortesía que pretende atenuar y desplazar el foco de la instancia interlocutiva a la instancia delocutiva, ejemplo 19:

(19) Suplica a Vuestra Alteza le mande dar liçençia para poderse benir a estos Reynos (1582, Argentina, ADM, CORDIAM).

En el ejemplo precedente advertimos el complejo mecanismo de la estrategia lingüística que se pone en juego. El que pide y quien espera recibir el beneficio es la misma persona —el obispo de Tucumán, que solicita ser relevado de su cargo en América—, se advierte la coherencia en el nivel gramatical porque el verbo presupone el sujeto en tercera persona del singular en relación con los pronombres átonos le y se con los que el yo del enunciador se enmascara. La construcción con poder + infinitivo pone sobre la superficie discursiva el vínculo de sometimiento a la voluntad regia, con lo cual se refuerza la relación asimétrica entre el locutor y el destinatario. Este detalle no es menor, porque, si recordamos que el obispo Francisco de Vitoria había sido acusado de entablar relaciones comerciales no autorizadas con las colonias portuguesas en el Brasil, el efecto de sometimiento a la voluntad real es el gesto que lo reivindica como hombre leal a la Corona española. En los ejemplos 20 y 21, con soler y deber, el efecto discursivo buscado es el mismo: persuadir al rey.

(20) en razón que viniendo de fuera de la cibdad (el gobernador) no lo solia recçibir (1582, Argentina, ADM, CORDIAM).

Observamos el énfasis en la conducta reprensible del gobernador, quien, en cada oportunidad en que el legado episcopal se presenta en la ciudad, repite el gesto de desprecio hacia la persona del deán y, en él, hacia el propio obispo. La reiteración de este gesto humillante hacia la autoridad eclesiástica es uno de los motivos del pedido de revocación del cargo.

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En otro documento encontramos una especie de reivindicación ante el descrédito y el ultraje, el obispo, don Julián de Cortázar, defiende su tesón e insistencia en cumplir con el mandato cristiano y de su cargo, a pesar de los desplantes y la falta de apoyo financiero de la autoridad civil. El siguiente ejemplo se articula coherentemente con el gesto de denuncia:

(21) Pero con todo, se deue atropellar, por cumplir, con la obligacion del oficio Pastoral (1620, Argentina, ADM, CORDIAM).

En esta sección anotamos dos observaciones. Primera, la construcción impersonal con se, cuya fuerza perlocutiva se pone de manifiesto en el sentido obligativo —modalidad deóntica y conativa— que semánticamente expresa5. Segunda, el uso del infinitivo atropellar, que indica, semánticamente hablando, una reacción rápida y violenta frente a la violencia real y simbólica del gobernador. De esta manera, el contexto oracional sirve de soporte a la argumentación, que se articula sobre la consideración de que el fin —el cumplimiento de las obligaciones inherentes al cargo— justifica los medios. 2.2.2. Cláusulas sustantivas de diversa índole Las cláusulas sustantivas con infinitivo y función de objeto directo con verbos de lengua, pensamiento o similares son estructuras que permiten la introducción del discurso referido que sirve de testimonio y consolida la intención persuasiva de estas cartas. Estas estructuras predominan en las secciones que corresponden a la narratio y contribuyen a crear la ilusión de verosimilitud a través de la presentación de los hechos y de otras voces que —a modo de testigos— confluyen en la misma dirección de la argumentación y la denuncia. Los verbos que rigen estas construcciones están siempre en tercera persona, como en los ejemplos 22 y 23:

(22) segun los muchos disparates qe aqui refieren hauer hecho el Licenciado Fernando de Lerma gouernador (1582, Bolivia, ADM, CORDIAM).

5   Esta forma de impersonal con se se emparienta semánticamente con la perífrasis pasiva obligativa latina de gerundivo neutro singular + esse.

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(23) indulgencias para una yglesya hermita que dize haber edificado (1583, Argentina, ADM, CORDIAM).

En otro fragmento, el argumento por lo conveniente reaparece articulado sobre el soporte sintáctico de la construcción de parecer + infinitivo con sujeto expreso6, ejemplo 24:

(24) Tanbien enbio, los Capitulos, de Visita, que he puesto, en las çiudades que he visitado, que me han pareçido conbenir, para el buen gobierno de las Yglesias (1620, Argentina, ADM, CORDIAM).

Consideramos en esta breve sección de qué manera el sujeto de la enunciación desplaza el foco de la atención sobre el documento capitular. La mención de dichos documentos es el centro de un entramado de construcciones, el sintagma nominal los capítulos es, a la vez, objeto de los verbos enviar y poner y se interpreta como sujeto de la construcción compleja con el verbo parecer. El sujeto de la enunciación, por su parte, aparece objetivado en el pronombre personal me. En este mismo apartado consideramos las construcciones con verbos de la instancia interlocutiva. Son expresiones en las que se pone en la superficie discursiva al emisor y al destinatario y se hace evidente el contrato de comunicación. En relación con el destinatario —el rey— encontramos dos casos en los que se usa el verbo mandar en presente de subjuntivo con valor de imperativo, uso impuesto por la cortesía y la relación asimétrica de los interlocutores. La acción que se pretende que sea impuesta mediante la orden se expresa en infinitivo con el pronombre personal de primera persona —sujeto de la enunciación— en caso oblicuo y semánticamente entendido como objeto hacia quien se dirigen los efectos de dicha acción:

(25) mande darme liçençia para que la mesma pueda hazer en manos de su santidat y haziendo election en otra persona demas fuerças y suffiçiençia que la mia (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).



(26) mande Vuestra Magestat hazerme esta merced que sin el cargo de obispo (quedare) por muy bien seruido de mi persona en lo que me quisiere ocupar, yo me parto esta semana desta cibdad para los Charcas (1586, Argentina, ADM, CORDIAM). 6

  No se trata de la forma impersonal, para el caso, véase Gómez Torrego (1992).

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2.2.3. Construcciones causativas de haber + infinitivo Este tipo de construcciones revelan la presencia de un sujeto que, legitimado por la fuerza de su autoridad, tiene la potestad de provocar una acción, de hacer hacer (Cano Aguilar 1981; Charaudeau 1992)7. Veamos dos ejemplos en dos situaciones diferentes. El primer caso se da en la instancia interlocutiva, el sujeto de la enunciación muestra de qué manera puede hacer cumplir las ordenanzas reales en la medida en que su cargo legitima su poder. En el ejemplo 27, el obispo de Tucumán, Julián de Cortázar, expresa:

(27) se publico en la Yglesia dela compañia de Ihesús de esta çuidad, Vuestra Real çedula y el vreue de su sancto con la demostraçion y solemnidad posible, hallandome yo presente, en la dicha publicacion, con toda la çiudad, y Religiones, y la demas gente del distrito, que para para el efecto hize conbocar y mande se guarde y cumpla en toda esta diocessi (1620, Argentina, ADM, CORDIAM).

La misma estrategia, pero en la instancia delocutiva, sirve para construir discursivamente la imagen del gobernador. El ejemplo 28, perteneciente al mismo documento que el anterior, resulta interesante en la medida en que se produce el cruce de las dos instancias de la enunciación: por una parte, el verbo hacer en tercera persona provoca cierta distancia entre el enunciador y el relato que refiere; por otra, la presencia del pronombre personal en primera persona del singular provoca una vuelta a la instancia interlocutiva: el sujeto discursivo que escribe es simultáneamente el objeto sintáctico sobre el que recae la acción expresada por medio de la perífrasis:

(28) Puso Vro goueror, un sitial grandioso sin atender a lo que pocos dias antes me exorto lo susodho, por lo qual vera V. Magd, lo mucho que me haze padeçer con estas y otras sinraçones que haze conmigo cada dia (1620, Argentina, ADM, CORDIAM).

  Para un despliegue de esta conceptualización, así como la posible incidencia de las lenguas andinas en la recurrencia de estas formas en el español de Hispanoamérica remito al extenso y bien fundamentado estudio de García Tesoro (2014). 7

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2.3. El gerundio: sus usos En la lengua latina, el gerundio equivale a un sustantivo porque se declina y porque se desempeña en la frase como tal. Según la gramática, al gerundio le corresponde la función de adverbio. Sin embargo, esta distribución, por simplificadora, no permite dar cuenta de un fenómeno más amplio y de los múltiples usos del gerundio. En este sentido, Bobes Naves advierte que «efectivamente el gerundio ha pasado a sustituir en el uso a formas latinas perdidas, como el participio de presente, y, por ello, desempeña funciones que eran propias de estas formas, como la de adjetivo» (Bobes Naves 1975: 2). En relación con el aspecto temporal del gerundio, la gramática tradicional ha aceptado las construcciones en las que el gerundio expresa coincidencia temporal o anterioridad inmediata respecto al verbo de la oración en que se halla y, por el contrario, ha considerado impropias las expresiones en las que el que el gerundio indica posterioridad con respecto a la acción expresada por el verbo principal. Gili Gaya afirma, en este sentido, que «el gerundio no es adecuado para significar posterioridad, consecuencia o efecto» (1970: 192). Veamos, en los documentos estudiados, las posibilidades que el uso habilita para el gerundio. a) Construcción absoluta con matiz adverbial:

(29) en tresçientas leguas de distrito no ay sino çinco clerigos donde son menester mas de çiento aviendo veynte leguas distintas unas de otras (porque hay veinte leguas distintas unas de otras)8 (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

(30) placiendo a dios (si a Dios place) dare a V.S. muy larga quenta de las cosas del y de las demas del peru (1618, Argentina, ADM, CORDIAM).

b) Perífrasis de ir + gerundio con valor de pretérito continuo: (31) en los quatro años que ba gouernando (que gobernó y gobierna) se a despoblado de la gente mas granada y Rica que auia (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

8   En este caso, como en los siguientes, ponemos entre paréntesis las construcciones con gerundio, desplegando los matices semánticos que el contexto textual sugiere.

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(32) despues que yo a esta cibdad llegue al conçilio prouincial que en ella se ba çelebrando (se celebró), y se acabo por el mes de diziembre del año passado (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

c) Perífrasis de andar + gerundio con valor de presente continuo, cotemporalidad con el presente de la enunciación: (33) Ando averiguando la gruesa de la renta para ver como se podra ajustar y que le quedara a cada Maestro de renta si bien siempre esto sera necessario Vuestra Magestad con la piedad christiana que acostumbra ayude con algo de synodo en casso de ser necessario (1699, Argentina, ADM, CORDIAM). (34) Ando procurando hazer un monesterio a donde se rrecojan, e asta tanto que siruan los yndios que están rrepartidos en Salta, a donde pienso cassar con los soldados que allí están dos dozenas dellas e las más en la primer çiudad que poblare (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

d) Gerundio con matiz temporal reiterativo:

(35) en razón que viniendo de fuera de la cibdad (cuando venía, cada vez que venía de fuera de la ciudad) no lo solia Recçibir (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

e) Gerundio con matiz temporal que expresa simultaneidad + causalidad: (36) no comunicando mis quejas (al no comunicar mis quejas/porque no comunicaba mis quejas) por temor del gouernador fue de salir por las calles de la cibdad a pedir pan por amor de dios [...]: y viniendo en semejante approbio, y viendome con los tres saçerdotes en toda la prouinciaa por auer prendido el gouernador a los demas y embiadolos por tierra de guerra con grillos y cadenas a las Charcas (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

(37) De los excessos que en el gouierno ha tenido el licenciado Lerma no dare mas Relaçion dexandolo (porque lo dejo) a la audiencia que como de toda esta informaçion lo avra de hazer con la verdad y entereza que de semejante tribunal se puede esperar (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

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f) Gerundio con matiz modal:

(38) me determine salir huyendo con dos solos compañeros çien leguas por tierra de guerra por a donde çinquenta passan con gran peligro: temiendo por menos inconveniente morir a manos de paganos: que viuir entanto approbio entre christianos vassallos de V. Magaestad digo que sali huyendo por que nunca el gouernador me diera compañia de gente con quien salir (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

(39) por que tuuieron notticia que yo escrui y di notticia a Vuestra Magestad de sus excessos, han conspirado contra mi haziendome mil injurias e injusticias tratando mal de mi persona juntando cartas falsas llenas de cosas siniestras solo para macularme y poner en mala opinion mi persona (1587, Bolivia, ADM, CORDIAM).

g) Gerundio con matiz modal + temporal: (40) esperando esta merced e licencia (así, mientras esperaba esta merced y licencia) Vino al gouierno desta tierra Juan Ramirez de Velasco con tan poco talento para el officio (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

(41) en Razon de que llegando a Vuestra Real presensia (así, cuando lleguen a vuestra real presencia) no sean creidas mis uerdades y el desengaño de su mal biuir (1587, Bolivia, ADM, CORDIAM).

h) Gerundio con matiz modal + causal:

(42) Muchos males e dado cuenta a Vuestra magestad del estado desta tierra y de las calamidades y miserias que en ella se padece, por lo qual no pudiendo sufrir la uida della (como no puedo/porque no puedo sufrir la vida de ella) y los contrastes y baterias que los gournadores tienen con la iglesia e pedido y supplicado a Vuestra magestad me diese licencia para dexar el obispado e irme a castilla e hize Renunciacion (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

i) Gerundio con matiz concesivo:

(43) y desto tiene enRedada a seis meses toda la tierra y para que yo no escriua y a mis cartas no de Vuestra magestad credito, quierelo ganar con referir males de mi mereciendo mucho (aunque merezco mucho) por Vuestro Real

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seruicio y en el de dios en esta tierra para lo que en ella e plantado y de muchas cosas que e fecho lleuare testigos de que se tendra Vuestra Magestad por muy seruido (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

j) Gerundio con matiz final:

(44) después que yo sali el uno fue huyendo de la furia del que gouierna (para huir de la furia del que gobierna) al Paraguay (1586, Argentina, ADM, CORDIAM).

3. Conclusiones En los textos analizados hemos podido advertir la multiplicidad de usos de las formas nominales del verbo, tanto en la dimensión interlocutiva como en la dimensión delocutiva, con diversos efectos discursivos de acuerdo con la situación de enunciación descrita al comienzo. Por lo tanto, consideramos que la frecuencia y abundancia de aparición de los fenómenos observados se deben a la configuración lingüístico-discursiva, entendida como estrategia semiótico-discursiva, para construir por medio del lenguaje un universo posible, diseñar un estado de cosas que permiten al enunciador legitimar su palabra, la denuncia y la súplica. Estas dos intencionalidades abren el espacio textual a la dimensión argumentativa del lenguaje, que opera con todos los recursos de que dispone para que el enunciador logre el efecto persuasivo esperado. En este contexto de uso, las formas nominales, a pesar de su aparente sencillez, resultan el recurso apropiado y efectivo para describir personas y estados de cosas y para narrar acontecimientos y, a la vez, modalizar el discurso en torno a la descripción y la narración. Esto es posible en la medida en que las formas nominales condensan en una sola forma lingüística múltiples matices de sentido que se actualizan y se despliegan de acuerdo con las necesidades del enunciador en una situación enunciativa determinada. Desde el punto de vista retórico, el uso de la formas nominales contribuye a dinamizar la narratio porque favorece la parataxis por sobre la hipotaxis, creando el efecto de una escritura más cercana al registro oral y que responde al topos del calamo currente, propio del género epistolar. En relación con la argumentación, la parataxis —manifestación lingüística de la copia verborum— favorece la accumulatio y la amplificatio como estrategias persuasivas.

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4. Fuentes documentales [CORDIAM] Academia Mexicana de la Lengua: Corpus Diacrónico y Diatópico del Español de América (coordinado por Concepción Company Company y Virginia Bertolotti). México: Universidad Nacional Autónoma de México, (enero de 2016).

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Los Comentarios a las Ordenanzas de Minas de Gamboa en el contexto del español americano1 Miguel Ángel Puche Lorenzo Universidad de Murcia

1. Introducción En 1761 vio la luz la obra de Francisco Xavier de Gamboa Comentarios a las Ordenanzas de Minas, considerada una de las publicaciones más importantes del siglo xviii hispano en los ámbitos jurídico y minero. Mediante ella se impulsaba una práctica tradicional que era sometida a una profunda renovación a la vez, dadas las nuevas necesidades que de aquella emanaban y ante el anquilosamiento en que se encontraba. Para comprender sus intenciones, no podemos obviar que hasta este momento la riqueza que encerraba el subsuelo era propiedad de la Corona y, por tanto, se vislumbra el siglo xviii como «el periodo de la historia con mayor intervención del Estado en la minería», algo que cambia de forma notable en el siglo siguiente (Sánchez Gómez 2005: 238). Los aires de renovación que impulsaba el autor a través de esta obra se plasmaron en ámbitos diversos, como el de la técnica, el de la economía y el jurídico, que propiciaron cierto optimismo en la búsqueda de una rentabilidad en el fruto de las explotaciones, a la vez que sometía a crítica los problemas que había padecido la minería hasta ese momento y que conocía perfectamente, a causa de su reputada trayectoria en litigios de minas. Gamboa era de ascendencia vizcaína2 y formó parte de esa generación de científicos americanos unidos por una ideología común, el nacionalismo científico, enfocada hacia la domesticación de la ciencia, en palabras de   Este estudio se enmarca en el proyecto Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la técnica, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (FFI201015240 y FFI 2013-41711-P), desarrollado por el grupo Neolcyt, grupo consolidado de la Generalitat de Catalunya (2014SGR-172) y que forma parte de la Red Temática «Lengua y ciencia». 2   No se puede olvidar la importancia que tuvo la población vasca en la configuración del español americano, analizada, entre otros, por Echenique Elizondo (1980 y 1986), a lo que colaboraría el alto nivel sociocultural al que pertenecía ese contingente poblacional. 1

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­ aldaña (1996: 191). La obra fue redactada en un largo periodo de cinco años S y en ella, junto con el proyecto de renovación minera, se describen determinados procesos técnicos y metalúrgicos en el beneficio de los minerales que, hasta ese momento, solo eran conocidos por quienes desarrollaban este trabajo. De Gamboa surgió la idea de crear un colegio que instruyera a los mineros, pero no sería hasta 1792, cuando se fundó el Real Seminario de Minería, junto al Tribunal de Minería, dos años antes de su muerte (Saldaña 1996: 192 y ss.). El desarrollo de la minería en el siglo xviii no podría comprenderse, por tanto, sin la valoración necesaria de los Comentarios, que pretendían hacer rentables y beneficiosas aquellas explotaciones que se encontraban abandonadas o en mal estado, y evitar, de ese modo, lo ocurrido en la Península Ibérica en tiempos pasados, aunque a ese abandono también contribuyeron la extraordinaria riqueza mineral americana y las facilidades para su explotación. 2. Fuentes e intenciones de Gamboa en los Comentarios Dadas las intenciones de Gamboa a la hora de formar profesionales en ese trabajo y dado el nuevo marco legislativo que propone ante las nuevas necesidades surgidas, no resulta extraño que destaque, como impedimento al buen desarrollo de la minería, no solo la falta de caudales, sino también la acción de los mineros, tal como indicó Lacueva Muñoz (2010: 28), lo que nos lleva a leer: Se cuentan por vanos nombres los Privilegios de los Mineros, que nada influyen a su beneficio, ni al crecimiento de la labor de las Minas, cuya esterilidad se lamenta por la falta de avíos, y de caudales: y al proprio tiempo se ponderan los tres enemigos de el Minero, que son el Minero mismo, y sus desperdicios, la escasez de el Aviador, y sus tratos, la calidad de los Sirvientes, y su hurtos (Gamboa: Prólogo).

A ello se suma la formación y los escasos conocimientos que poseían acerca del trabajo desempeñado, tal como advierte en: Los que miden nuestras Minas son los que se llaman Peritos en el Arte, y Mineros de profession; pero suelen serlo por mal nombre: (no hablamos de aquellos, cuya probidad, y experiencias están bien acreditadas) pues apenas tienen superficial noticia de la Geometría Práctica, pero están obligados á saber perfectamente. No se sujetan, como debieran, á rigoroso examen. Son unos ignorantes tales, que para

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medir, dár Contraminas, Lumbreras, Tiros, y Socabones, se fundan en sus débiles congeturas, sin alcanzar siquiera el uso de el Agujon: causando el malogro de crecidos caudales en el peor efecto de sus operaciones. Viven solo de los derechos, y de lo que en antigua frase se llamaban también derechos, ó de el Polvo: gente muchas veces preocupada, y susceptible de el interés (231).

Estas cuestiones han sido analizadas desde diferentes perspectivas históricas, como mostró Trabulse (1985, 1990)3, y dan a entender la profunda preocupación del autor por estos temas, afán que persiguió durante toda su vida, tal como hemos conocido recientemente a través de textos manuscritos inéditos (Méndez Pérez 2012). Esta disciplina, de antigua raigambre social, poseía una tradición de estudios y tratados que Gamboa conoce a la perfección, demostrado este hecho en el mismo prólogo, donde deja constancia de las obras y autores que se han dedicado, desde la Antigüedad hasta sus días, españoles o no, a la descripción y estudio de la tarea minera; aunque se lamenta de que tales escritos no sean comunes entre los mineros. Justifica este hecho la lengua en que, en ocasiones, se haya transmitido el texto en cuestión: Con Agricola... no se puede contar para el uso común de los Metalicos, por ser Latino su Idioma, con voces, y en materia tan extraña, que su comprehension necesita ciencia, y estudio à parte... Esto mismo sucede con San Isidoro, Possidonio, Diodoro de Sicilia, Polibio, Strabón, Plinio, Cardano, Caryophilo, y demás que escribieron en Idioma Latino... y otros muchos AA. Alemanes, y Franceses, que han dado à luz en su Idioma diversas, y curiosas Dissertaciones (Prólogo).

A raíz de la naturaleza jurídica de los Comentarios, Gamboa se detiene no solo en el proceso lingüístico de transmisión, sino también en las diferentes administración y jurisdicción que corresponden a las minas fuera del territorio español, lo que repercute, de forma irremediable, en aplicaciones distintas en la concepción de la minería:   Asimismo, hemos de destacar la vasta bibliografía que ha abordado este tema y ha puesto de relieve la figura de Francisco Xavier de Gamboa. Merece ser mencionada la aportación de Torales Pacheco (2001), que destaca el origen vasco de muchos de estos científicos novohispanos y el papel desarrollado por ellos en cuanto a la fundación de la Real Sociedad Bascongada. Esta autora que también indica cómo intervinieron mineros y científicos alemanes, aunque su impronta apenas haya sido puesta de relieve, asunto al que nos intentamos acercar desde un punto de vista teórico de esta disciplina (Puche Lorenzo en prensa). 3

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De otros Reynos no ay necessidad de mendigar Ordenanzas Metalicas, por ser abundantissimas las nuestras. Las que se observan en Alemania, referidas, y explicadas por Agricola, sirvieron á la formación de ellas, aunque tienen otros limites las Minas, y otro modo de govierno por compañías (6).

Interesante resulta la referencia donde denuncia las constantes refundiciones de obras de este tipo, generalmente manuscritas, que no son consultadas por los mineros. Esta circunstancia obstaculiza, aún hoy, un estudio sobre minería, puesto que numerosas fuentes nunca llegaron a ser publicadas y, a veces, resulta en extremo difícil su acceso: No puede negarse, que hay sugetos de grandes experiencias, práctica, y aplicación; pero la refunden en ellos mismos, sin poderla comunicar a los demás. Pocos Mineros, y aun Letrados, manejan el Manuscrito de medir Minas, que con el de medidas de Tierras, y Aguas escribió don Joseph Saenz de Escobar, Abogado-Fiscal de la Real Audiencia de Mexico, tan experto Geometra, como grave Jurisconsulto. Tratado de pequeño bulto; pero de grande nervio, y substancia; de cuyas noticias nos servimos en las respectivas Ordenanzas de Medidas exteriores, è interiores de las Minas, que fuè su principal propósito, è instituto (Prólogo).

De estas palabras se extrae la información referente a cuál fue la principal fuente de la que bebió Gamboa; nos referimos a Geometría práctica y mecánica de Joseph Sáenz de Escobar, que no se publicó en su momento y que se conserva, aún hoy, en formato manuscrito prácticamente en su totalidad4. 3. Gamboa y la lengua: su interés por el léxico Si es innegable la importancia de este texto a la luz de los aspectos mencionados, también lo es para la historia de la lengua, sobre todo para el estudio del léxico, prestado o creado mediante procesos morfológicos, desde una concepción diacrónica, pero también para el español de América, desde una concepción diatópica. Esta relevancia, que pretendemos mostrar, viene 4   Se conservan numerosos manuscritos de la obra porque fue copiada de forma abrumadora durante todo el siglo xviii, a raíz del valor didáctico que poseía. Está dividida en tres tratados referidos a las medidas de tierras, de aguas y de minas. Recientemente se ha publicado la transcripción del primero de ellos por parte de Urquiola Permisán (2012), aunque el estudio de su importancia técnica, entre otras cuestiones, fue abordado con anterioridad por Nickel (2000).

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­ otivada desde el momento en el que el autor crea un capítulo autónomo dem dicado a «la significación de algunas voces obscuras, usadas en los Minerales de Nueva España». Podría ser considerado aquel un glosario escondido (Díez de Revenga 2008: 654), aunque ha sido citado en descripciones histórico-jurídicas de los Comentarios por numerosos autores y puesto de relieve por Díez de Revenga y Puche Lorenzo (2012) para la historia del léxico, en particular. Con respecto a este apartado, Trabulse (1970: 135 y ss.) indica que está inspirado en una sección que introdujo Sáenz de Escobar en la Geometría práctica y mecánica bajo el nombre de modo de hablar de la gente de minas, que se constituiría, por tanto, en fuente inmediata del capítulo que podemos leer en los Comentarios de Gamboa y cuyo título nos recuerda inevitablemente al primer repertorio lexicográfico sobre minería conocido en nuestra lengua5. Nos referimos al Diccionario y maneras de hablar que se usan en las minas y sus labores en los ingenios y beneficios de los metales (1609), de García de Llanos. Aunque no hemos podido consultar el manuscrito manejado por Trabulse, sí hemos revisado las dos copias que se conservan en la Biblioteca Nacional, que, a su vez, son las que poseen una fecha de redacción más antigua. En ninguna de las dos hemos encontrado incorporada una sección con un título similar y, tras la lectura de ambos ejemplares, tampoco hemos hallado ninguna recopilación léxica, lo que nos hace pensar que la preocupación por el léxico sería un hecho original de Gamboa que justifica de la siguiente manera: Y como que el nobilissimo Arte Metalico tiene sus proprias voces facultativas, mutuadas algunas de el Idioma Indico en su origen, aunque corrompidas por los Españoles; se da razón, no de todas, (que seria empressa para un Diccionario) sino de la significación de las mas usuales en la Minerìa: lo mismo que executò Agricola con algunas voces de las Minas de Alemania (Prólogo)6.

 Ante la imposibilidad de consultar el manuscrito de Sáenz de Escobar, tal como indicamos en otro trabajo (Díez de Revenga y Puche Lorenzo 2012: 175), hemos accedido para justificar ese dato a la descripción llevada a cabo por Trabulse (1990), que señala la repercusión de la obra de este abogado criollo, a pesar de no haber sido publicada nunca, y la influencia que se advierte en el capítulo XXVII de los Comentarios de Gamboa y la sección introducida por Sáenz de Escobar. Del mismo modo, esta influencia continuó en el tiempo, pues, en el siglo xix, López de Cancelada volvió a copiar casi en sentido literal la recopilación léxica publicada por Gamboa (Díez de Revenga y Puche Lorenzo 2012: 182). 6   La cita es interesante para comprender la valoración que hace Gamboa sobre el vocabulario técnico, por un lado, y la adaptación de préstamos indígenas, por otro. 5

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Junto con este capítulo, también resulta interesante adentrarse en el capítulo siguiente, el XXVIII, dedicado al inventario y descripción de los asientos de minas de Nueva España. Gamboa consideraba que estaba desatendida esta tarea y recurre a las obras de autores anteriores, como Barba o Carrillo, para describir las explotaciones mineras y la riqueza de ellas extraída. Para que su labor esté actualizada, deja igualmente buena cuenta de que todas esas noticias, como las de algunos viajeros y científicos extranjeros, estaban atrasadas y reivindica, en consecuencia, esa nueva descripción, con cierta dosis crítica: Describen muchos las Minas de Francia, que no se les pone mano. Carrillo las de España, estando olvidadas. Barba las de el Perù, sin trabarse en las mas de ellas. Y assi será conveniente, que se tenga noticia de los Minerales de la Nueva-España corrientes, atrassados, y decaídos en su actual estado, adelantándose las noticias de Herrera, Bry, Laet, algunos viajeros, y Don Joseph de Villa-Señor, por haverse descubierto nuevas Minas en el tiempo posterior, y otras variado de aspecto (501).

La lectura de ese compendio léxico nos facilita la localización de numerosos indigenismos que dieron lugar a denominaciones toponímicas, como «Chametla. Mineral antiguo, y arruinado por las aguas, cercano a Rosario, que dista de México 220 leguas al Poniente» o «Chiguaga. Mineral célebre desde el año de 1718 en que se erigió en Villa. Sus minas son de rara naturaleza», que nos sugieren adentrarnos de nuevo en los conceptos de mina y minero, que ya estudiamos (Puche Lorenzo 2012) y a los que evocaba Andrés Manuel del Río7, frente al uso de los significados extranjeros que habían adquirido. Introducimos esta apreciación como punto de partida a nuestro trabajo porque nos puede ser de gran utilidad a la hora de delimitar el significado de unas voces indispensables en este recorrido. Alternan en las descripciones de los topónimos las voces minas y mineral, esta última podría llevarnos a la confusión de considerar el término antecedente como un tipo de sustancia inorgánica designada mediante un indigenismo. Pero debemos tener en cuenta que mina es un galicismo que se extendió a finales del siglo xv y fue desplazando a la   Nos referimos a la traducción que llevó a cabo Del Río de las Tablas mineralógicas de Karsten, donde introduce, al mencionar el significado de la voz metal, lo siguiente: «o metal, sirviéndole esta última para reivindicar la terminología utilizada por los autores españoles que destacaron en lo que acabaría denominándose Mineralurgia: Barba, Gamboa y todos nuestros mineros, que tienen sin disputa mas derecho que los extrangeros á que se admitan sus términos, usan la voz metal en el sentido que los Franceses aplican a mine o mineral, y así la uso yo...» (Puche Lorenzo 2008: 773). 7

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denominación patrimonial minero o minera. De ahí que, en estas descripciones, mineral sea el lugar donde se halla algún minero y se convierta este en un testimonio de un uso léxico agonizante en nuestra lengua8. El hecho de que aparezca de este modo, concretamente en ese capítulo de la obra, nos puede sugerir la idea de que la alternancia léxica se deba a la variedad de materiales recopilados por el autor a la hora de confeccionar este inventario. Por ello, los testimonios recogidos de textos de autores antiguos utilizarían la voz mineral, mientras que las descripciones de los nuevos criaderos y explotaciones o la situación actual en la que se encontraban minas otrora opulentas llevadas a cabo por Gamboa se realizarían mediante la voz mina y, de ese modo, evitar confusión con la acepción que estaba ya generalizada en el seno de la lengua para mineral. Así se comprueba desde el momento en el que, en el desarrollo de la obra, el uso que se percibe de esta voz se corresponde con el material inorgánico de gran riqueza en este caso y nunca para el conjunto o lugar donde se encuentran mineros o minas. La estructura morfológica nos da la pista del tipo de palabra que analizamos y del significado que posee. Como muestra de ello, podemos recordar, haciendo un guiño a la lexicografía, que la Real Academia utilizaba la marca diatécnica de Mineralogía desde Autoridades, antes de que existiera la disciplina que conocemos con ese nombre en la actualidad. Si nos atenemos a los formantes que componen esa voz, Minera y logía, comprendemos sin ningún problema el significado que posee. Cuando nace, a partir del siglo xix, la nueva disciplina científica, se genera en la lexicografía la división, a veces de forma opaca, en la marcación entre Mineralogía (Mineral.) y Minería (Min.). Se puede afirmar que los Comentarios de Gamboa constituyen una preciosa fuente para el estudio del léxico del español americano9, atendiendo a diversas direcciones: indigenismos, voces de la actividad minera y, por último, léxico jurídico, pues la naturaleza de la obra posee esa perspectiva. Consciente el autor de que determinados términos empleados en la minería novohispana no eran del dominio general y debía comprenderse su significado en un texto de carácter legislativo, disipando de ese modo cualquier duda de i­nterpretación,   La vida de esta voz, usada como sustantivo y con ese significado, se registra en el DRAE desde 1803 hasta 1884, después, desaparece; por otra parte, la lexicografía no académica también la registró mayormente como voz desusada. Hemos de indicar que la consulta de los diccionarios que se citan en este capítulo se ha realizado a partir del NTLLE (en línea). 9   De estos asuntos ya nos ocupamos en un trabajo anterior donde destacamos la trascendencia de la obra de Gamboa para la historia de la lexicografía española (Puche Lorenzo 2014). 8

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utiliza recursos y fórmulas ya clásicos para perseguir ese fin. Hecho que se justifica al ser aquel un caudal léxico constituido por elementos indígenas, voces especializadas de la minería española o constituyentes léxicos utilizados en el ámbito del español novohispano. En consecuencia, encontramos: 1. coordinaciones disyuntivas: se cerrasen o inutilizasen las vetas (38), la cadena mensoria o cordel de metal (259), dos miras o dioptras (261), lamas o jalfontles (409), por donde se mete la leña o mezote (404); 2. explicaciones mediante la construcción esto es: tapextle, esto es, tablados (233), si la labor va a chiflon, esto es, ganando en longitud y profundidad (243); 3. denominaciones introducidas por los verbos llamar y decir: las quales porciones, o derechos reservados, se llaman regalías (11), Todo lo que se halla entre vena y vena... se llama intervenio (202), en Alemania llaman Jurados a estos peritos (235), esta se afianza con unos troncos que dicen llaves (356), ay otros tiros que llaman ossinados o arrastrados (357), Boca ladrona, como llaman vulgarmente10 (295), Denunciacion (que ordinariamente llaman Denuncio) (216), Máquina tractoria de dos ruedas... que dicen linternilla (356), Dícese Malacate en el idioma mexicano el huso con que se hila y de aí se transmitió a las Minas (357); 4. aposiciones, oraciones de relativo, explicaciones entre paréntesis u oraciones atributivas: desmamparadas, que no se labraban (67), Tepusquis que son pedazos de plata mezclada con oro (426), Mantas, que son cestos de cuero de res (356), Catas (nombran cata las bocas que se hacen en solicitud de la vena) (184), Greta es espuma de plomo (396). En cuanto al estudio del campo de especialidad al que se adscribirían estas voces, podríamos crear dos grandes conjuntos, desiguales en relación con el número de vocablos que lo aglutinan, aunque no por ello menos importante uno que el otro. En primer lugar, el léxico jurídico, caracterizado por ser de procedencia latina y tener un cierto matiz de arcaísmo. Prácticamente, todas esas voces están introducidas en las diversas obras lexicográficas como forenses, aunque pertenecientes estas a las más diversas ramas del derecho, desde el civil hasta el eclesiástico. De ese modo podemos advertirlo en vigorizar 10  Este vulgarmente debe ser entendido como perteneciente a la lengua general sin que exista una apreciación diastrática.

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(3), regalías (11), fundo (16), falencia (45), recrecer (46), minoración (47), prefinido (46), caucionar (158), dubio (286), diuturno (151), erogar (320), denunciación (216) o ratihabición (306). El segundo grupo estaría constituido por el léxico perteneciente a la minería, mucho más numeroso que el anterior en cuanto a su formación y procedencia se refiere. Además, Gamboa remarca este tipo de voces en cursiva con la finalidad, probablemente, de indicar que es un vocablo importante y técnico, aunque no siempre decida utilizar este tipo de marcación tipográfica. Por un lado, hallamos, como no podía ser de otra manera, un nutrido caudal de indigenismos, no tan numerosos como se pudiera pensar en un primer momento y procedentes, en su mayoría, de las lenguas mesoamericanas, dado el solar que ocupaba Nueva España. Aquí se enmarcarían palabras como pepena, quitapepena (461), tepetate (52), tapextle, jalfontle (409), mita (336), panino (298), xacal (357)11, mezquite (399), mezote (404), molonque (406), temescuitate (406), tepusquis (426) o melcocha (402). Por otro lado, nos encontramos ante aquellos vocablos patrimoniales y, ocasionalmente, algún préstamo de alguna lengua europea que poseen una especialización referida a la minería, bien porque denominen minerales o sus propiedades, bien porque sean el significante de utensilios, acciones o lugares que desde tiempos remotos han sido propios del caudal léxico de esta disciplina, como alcribis, azufre, azogue, acero, barreno, cendrada, contramina, criadero, escorial, guija, jarcia, horno de fundición, lis, magistral, pella, pozo, socavón, terrero, tobera, vena o veta, que se repiten constantemente en el desarrollo de la obra. En otras ocasiones, se crean voces especializadas mediante la ampliación semántica de otras ya existentes en el idioma, motivadas unas veces por la similitud con el elemento originario o por procesos metafóricos12: «Boca: es la abertura primera que se hace sobre la veta», «Botas: Son de una piel entera de Buey, para sacar las aguas por los Tiros», «Camino: No solo es lo que suena; sino que se llaman assi lo costales, y sacas de metales en algunas partes».

  En algunos casos, como este, llega a introducir la traducción al español del indigenismo transcrito: «Tienen los tiros una cubierta sobre su boca y se llama xacal, que quiere decir choza o cobertizo» (357). 12   Los ejemplos extraídos en este apartado y en el que se muestra a continuación están localizados en el capítulo XXVII de los Comentarios, por ello se incluye tanto la voz como la definición aportada por Gamboa. 11

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En otros casos, sin embargo, estos términos son comunes a la lengua general y se diferencian porque el referente, siendo el mismo, se convierte en un instrumento, objeto, estado, lugar o acción recurrentes en la labor de la minería: «Bonanza. Se dice, quando se encuentra labor de metales ricos», «Colores. Los que tiñen la superficie de la tierra, y al rayo de el Sol manifiestan el Bermellon, ó Jales, que son signos de Mineral», «Despensa. Un quarto mas seguro para guardar los metales ricos, y la Galera para los comunes», «Mecha. Una torcida de sebo, que forma el Operario, nombrado Cohetero, ò Golpeador de sus canzoncillos, ò camisa, las mas veces para dar fuego al Cohete». 4. Recursos para la creación léxica 4.1. La derivación Interesante grupo es aquel constituido por voces creadas a partir de los recursos morfológicos de la propia lengua, en donde predominan los procesos de sufijación, de gran riqueza, muestra indiscutible de la vitalidad que poseía ya en aquel momento el sistema de derivación del español en América. De modo que hallamos palabras derivadas mediante el sufijo, de carácter regresivo13, -e, que forma sustantivos deverbales que pueden llegar a convivir con otras formas derivadas, cuya diferencia se extrae, en ocasiones, por cuestiones, bien estilísticas, bien semánticas. La información proporcionada suele indicar acción y resultado de la acción y se añaden, por lo general, a verbos de la primera conjugación, aunque también pueden hacerlo con los de la tercera, caso que no hemos localizado en nuestros ejemplos (Lang 1992: 193; Moreno de Alba 1986: 75). Pharies ha considerado su origen como incierto, dado que se trata de un modelo derivacional característico del iberorromance, sin embargo, junto con las diversas teorías que se han desarrollado al respecto, plantea la hipótesis de su utilización por variación vocálica (Pharies 2002: 181-183). Lo que sí se denota en el texto es la productividad que posee en el ámbito americano desarrollado bajo el auspicio de la minería: desatierre (361), descargue (493), desfrute (322), derrumbe (493), despueble (493), desmonte (338), empaque (46), entrompe (402), ensaye (32), ahonde (310), ademe (321), aterres (62),   No es este el lugar para tratar la polémica suscitada en cuanto a la «existencia» del llamado «sufijo cero» para este tipo de procesos, terminología que no se considera demasiado apropiada en la NGLE (2009). 13

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atierre (362) o pueble (322). Dentro del campo de la derivación regresiva, incluimos los sustantivos creados mediante -o, que son menos numerosos, a pesar de la elevada productividad que posee en nuestra lengua. Frente al caso anterior, sí es posible hallar un origen latino a este sufijo (Pharies 2002: 413 y ss.). Los ejemplos localizados son: denuncio (216), fundo (16), recuesto (314) o soplo (395). El sufijo -dor permite crear sustantivos deverbales referidos a profesiones, instrumentos o lugares donde se realiza alguna acción. Se observa gran recurrencia a este tipo de formas que, con el paso del tiempo, se han convertido en características del léxico técnico (Lang 1992: 189). Procedente del latín -tor, el resultado en castellano ofrece una clara divergencia frente al funcionamiento que se documenta en latín, puesto que en la lengua romance puede interpretarse como sustantivo o adjetivo (Pharies 2002: 170), como se puede advertir en la mina descubridora (194). Las formaciones halladas son descubridor (42), denunciador (42), aviador (45), hallador (69), expilador (294), ademador (338), lazador (338), recogedor (338), rescatador (42), ensayador (384), afinador (387), apurador (490), atacador (490), atajador (490), tallador (432), abridor (432), golpeador (496), hondor14 (494). Información similar se puede extraer de las voces formadas mediante el sufijo -dero: cebadera (404), cocedero (395), escarbadero (102), incorporadero (495), lavadero (369), reposadero (397)15. -era y -ero aportan sustantivos deverbales o denominales con valor locativo, aunque también se introducen objetos y denominaciones de oficios (Lang 1992: 188, Moreno de Alba 1986: 83 y ss.); no obstante, destaca la productividad de este sufijo para las designaciones de personas por los nombres de oficios o actividades o la indicación de un lugar (Pharies 2002: 230): minero (84), barretero (128), azoguero (151), parcionero (164), hacendero16 (167), copero (208), tanatero (455), cigarreros, lumbrero (31), grassero (396), lamero (495), lumbrera (233), planchera (396), salitrera (91), fullero (84), rebotallero (498), tronera (397). Nótese que el uso del femenino se generaliza para la indicación del lugar.   Puede advertirse en este ejemplo el cruce o confusión con el sufijo -dura.   No vamos a ocuparnos aquí de los dobletes ocasionados por la formación de voces con ambos sufijos, así como las confusiones entre la designación del instrumento o el lugar donde se desarrolla la acción, al que se han dedicado interesantes trabajos. 16   La coincidencia formal con -dero se debe al hecho de que la voz posee la consonante dental en la raíz. 14 15

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-aje, sufijo de origen francés, permite crear sustantivos procedentes de verbos o sustantivos. Posee un valor de colectividad o de conjunto y, además de este uso, puede tener significados próximos a la denominación de oficios o, incluso, cercanos a la acción verbal, como se advierte en los ejemplos siguientes (Lang 1992: 176; Moreno de Alba 1986: 53): arrumage (34), señoreage (37), minerage (378), monedage (435), braceage (435). Si nos atenemos al significado expresado por estas formaciones, se refieren estos a voces procedentes de la terminología fiscal o denominaciones de colectividad, tal como recogió Pharies (2002: 52). Otros procesos de sufijación con menor productividad en el texto analizado son -ería, que forma sustantivos denominales con valor locativo, azoguería (7), cavallería (206); -ario, que, como sufijo culto, remite a la presencia de latinismos, como cedulario (88) o plenario (189), junto a los que habría que añadir pagas semanarias (428), con una clara intención latinizante por parte del autor; -ada, que produce sustantivos abstractos, deverbales o denominales, con el significado de acción o del resultado de esta, como se advierte en los casos que reproducimos a continuación: cendrada (396), crassada (437), mercenada (13), plomada (237); -al, que permite crear sustantivos o adjetivos sustantivados denominales con valor locativo o designación de lugares donde abunda lo contenido en la raíz: ostrales (107), bohedales (198); -dad, que deriva sustantivos a partir de adjetivos, principalmente, pero también de sustantivos. La variante -idad posee mayor vitalidad en campos relativos a la ciencia o la industria (Pharies 2002: 163): declividad (269), obliquidad (265), relacionado este hecho con la presencia de -oso en formaciones propias de la nomenclatura química: antimonioso (413), ferroso (395), margagitoso (400), plomoso (395). Si nos detenemos en el verbo, además de los recurrentes -ar, -izar y -ear: vigorizar (3), minereando (123), vaporizar (397), catearen (282), estacar (20), barrenarse (488), quintaron (50), violentar (36), se nutre de nuevas formas a partir de los procesos de prefijación: desayudando (57), desmamparadas (67), deslindarse (41), desazogar (388); y, sobre todo, parasíntesis: ayemado (498), apericado (498), ensolvan (41), emborrascar (297), despilarar (365), desaglobular17 (415) o entrompar (402).  Incluimos despilarar y desaglobular como verbos parasintéticos porque no hemos hallado una formación primaria, pilarar o globular. Para considerar la existencia de este proceso debe existir, entre otras cuestiones, una relación semántica, además de formal, entre la base y el derivado (Serrano Dolader 1995: 77 y ss.). 17

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Caso especial en el campo de la derivación es aquel donde es fácil identificar la presencia de un sufijo, de valor apreciativo en su origen, que se encuentra lexicalizado. Entendemos por lexicalización la conversión del afijo derivativo en lexema que, desde un punto de vista semántico, se caracteriza por una concreción semántica (Buenafuentes de la Mata 2010: 102-105). Los ejemplos que se incluyen en este proceso, hallados en la obra de Gamboa, se refieren a denominaciones de minerales, por un lado, y a las diferentes partes de que constaba la maquinaria utilizada para la extracción y el lavado de minerales. En ellos predomina la presencia del sufijo -illo: cardenillo (498), catilla (102), cendradilla (418), copillas (418), escobilla (67), fraylecillos (400), frijolillo (399), grassilla (396), gualdrilla (399), jaboncillo (498), linternilla (356), plomillo (498) o polvorilla (498) y, en menor medida, -ete: sombrerete (470), y -azo: lampazo (498). 4.2. La composición Otro recurso de gran amplitud en la elaboración de un texto especializado es la composición, que ofrece un amplio abanico de posibilidades para describir y denominar la realidad americana. Los resultados procedentes de este proceso pueden estar unidos gráficamente o no, incluyendo, de este modo, las unidades conocidas como compuestos sintagmáticos, que suelen ser característicos de las lenguas de especialidad. En ellos se advierte un proceso de lexicalización formal que se conforma de dos posibles maneras, bien donde el primer elemento posee un valor literal y el segundo presenta un significado transparente, bien donde el segundo elemento actúa como marca distintiva con respecto a otros compuestos procedentes del mismo paradigma, como ha señalado Buenafuentes de la Mata (2010: 278-281). Cuando estos compuestos contienen una preposición se denominan compuestos preposicionales (Lang 1992: 92) o compuestos por sinapsia (Alvar Ezquerra 1996: 22) y se corresponderían con el segundo proceso de lexicalización que se ha mencionado: hornos de fundición (96) u hornos de reverbero (397), por ejemplo. Por otra parte, se muestran compuestos sin preposición, llamados por disyunción por Alvar Ezquerra (1996: 24), donde se constata la estructura de dos sustantivos o sustantivo y adjetivo y la intervención de la metáfora o metonimia para la configuración semántica de la unidad resultante: hornos castellanos (397), boca ladrona (295) o boca mejora (276). A veces se presentan las dos

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u­ nidades léxicas que integran el compuesto separadas por un guion, como muestra del alto grado de lexicalización que, con el paso del tiempo, podrá materializarse en una plena fusión ortográfica de aquellos: guarda-mina (32), gentil-hombre (208), guarda-raya (286), guarda-materiales (440), guardavistas (440) o guarda-cuñas (440). La fusión ortográfica total, y posteriormente perpetuada en el lexicón español, se advierte en unos pocos ejemplos, aunque claramente ilustrativos: contramina (61), contraventor (219), sobrepuja (52) o tornaviage (378). 5. Otros aspectos morfosintácticos Al lado de estas cuestiones, la riqueza del texto presentado en el plano morfosintáctico se hace patente en algún caso aislado de laísmo, fenómeno extraño en el español americano: erogar caudal, enademarla, desaguarla, darla un cañon y lumbreras para la respiración (320), que podría deberse bien a un proceso analógico o bien a un error del impresor, pues el texto, recordemos, se editó en Madrid. Al lado de este uso anómalo del pronombre átono la, hemos hallado la presencia de lo en el campo de las denominaciones toponímicas. Este recurso ha sido visto como característico de tierras aragonesas y catalanas y la zona de influencia de ambas, Valencia y Murcia, en este caso. Constituiría una estructura formada por el artículo neutro aragonés lo junto a la preposición de y el apellido del dueño o colonizador de un territorio (Ramírez Munuera 2015: 256 y ss.): parage que llaman de Doña Juana, por otro nombre lo de Melgarejo (477) o en el otro llamado Omitlan, ó lo de Guerrero (477). Estos ejemplos podrían ponernos sobre la pista de la llegada a tierras de Nueva España de colonizadores de esa procedencia, que dejaron su impronta en la toponimia. Dado que la obra, además de tratar sobre minería, es un compendio legislativo, Gamboa expone la legislación existente y cómo debe ser modificada ante las necesidades surgidas con el paso del tiempo. Muchas de las ordenanzas y leyes vigentes hasta ese momento databan de la Edad Media, por lo que esta modificación era más que urgente. Ante tales hechos, va realizando numerosas anotaciones de carácter gramatical que afectan a la redacción de un texto legislativo porque o se prestaban a confusión en el siglo xviii o eran redacciones extrañas para él. Así observamos todo lo concerniente a

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La dicción solo, ó solamente es taxativa, restrictiva, y limitativa: solo rige, y dispone en el caso en que habla, y para los otros casos induce regla contraria (299). Dentro y fuera en el contexto minero al explicar dentro ó fuera de la mina (326): por dentro, ó haciendo faena, quando se emborrascan las vetas... Por fuera se entiende dar socavón, tiro, ademar el tiro... (326). Esta es forma tan precisa, como denota la palabra con tanto de la Ordenanza, que importa una condición, sin la qual no podrá desfrutar el derecho de primer Descubridor (187).

O los problemas que plantea heredare (191) en su valor de futuro de subjuntivo. Este tipo de anotaciones, de gran valor para conocer los usos lingüísticos de la época en la lengua general o en una lengua especializada, como es este caso, no son nuevos; de hecho en las Partidas alfonsíes se encuentran ejemplos sobre valores de coordinación de las conjunciones e y o (Díez de Revenga 2007: 348). 6. Conclusiones En un trabajo, ya clásico, Moreno de Alba (1995: 99) expresaba: «Quizá donde haya mayor riesgo de fragmentación, no sólo en el español americano, sino en la lengua general, sea en el léxico, particularmente en el vocabulario técnico». Desde una perspectiva diacrónica, hemos abordado una de las principales obras no literarias impresas del siglo xviii que, tras el acercamiento mostrado, pone de relieve la enorme riqueza del español americano a la hora de utilizar los recursos morfológicos de la lengua común y crear un caudal especializado que, en ocasiones, fue extendiéndose poco a poco en la lengua general, aunque hubo casos en los que no sucedió de esa manera. Por ello, se puede afirmar que, en el caso de una técnica tradicional, como es la minería, la lengua utilizada hasta ese momento adopta los mecanismos morfológicos y morfosintácticos de la lengua general pero enriqueciéndolos y dotándolos de una vitalidad que contrasta con los constatados en la lengua general peninsular o americana. Además, la actividad minera nos sirve para establecer similitudes en cuanto a la evolución del español de España y el de América, pues la llegada del pueblo romano a la Península, su interés por las riquezas minerales y el influjo de las lenguas prerromanas en el latín, sería un fenómeno que se

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repetiría 1500 años después cuando los descendientes de esa situación llegaron a América. Para terminar, mediante este trabajo hemos pretendido poner de manifiesto la importancia que adquiere, junto con la diacronía y la diatopía, la diatecnía a la hora de estudiar la evolución morfológica o morfosintáctica de nuestra lengua en América. Por ello, nos gustaría utilizar las palabras de Francisco Xavier de Gamboa porque, a través de estas líneas, «este ha sido el diseño de la obra, si acertáremos a llenar de utilidad... será un grande honor nuestro, objeto noble y decoroso de cualquiera escritor en sus fatigas». 7. Bibliografía Alvar Ezquerra, Manuel (1996): La formación de palabras en español. Madrid: Arco/Libros. Buenafuentes de la Mata, Cristina (2010): La composición sintagmática en español. San Millán de la Cogolla: Cilengua. Díez de Revenga, Pilar (2007): «Aproximación al léxico jurídico de la Quinta Partida», en Inmaculada Delgado Cobos y Alicia Puigvert Ocal (eds.), Ex admiratione et amicitia. Homenaje a Ramón Santiago. Madrid: Ediciones del Orto, pp. 341-364. — (2008): «El léxico de la minería a través de un diccionario inédito del siglo xviii», en Dolores Azorín (dir.), El diccionario como puente entre las lenguas y culturas del mundo. Actas del II Congreso Internacional de Lexicografía Hispánica. Alicante: Universidad/Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, pp. 653662 (edición en CD). Díez de Revenga, Pilar y Puche Lorenzo, Miguel Ángel (2012): «Los repertorios lexicográficos españoles sobre minería», en Lengua y ciencia. Recepción del discurso científico. Quaderns de Filologia. Estudis Lingüístics, 17, pp. 173-188. Echenique Elizondo, M.ª Teresa (1980): «Los vascos en el proceso de nivelación lingüística del español americano», en Revista Española de Lingüística, 10, pp. 177-188. — (1986): «Vascos y vascuence en el proceso lingüístico nivelador del español americano», en Actas del I Congreso Internacional sobre «El Español de América». San Juan: Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, pp. 269-274. Gamboa, Francisco Javier de ([1761]/1980): Comentarios a las Ordenanzas de Minas, dedicados al Catholico Rey, Nuestro Señor, Don Carlos III. (Que Dios guarde) Siempre magnánimo, siempre feliz, siempre augusto. Madrid: Oficina de Joachin Ibarra (edición facsímil).

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