Suciedad Cuerpo Y Civilizacion
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SUCIEDAD, CUERPO Y CIVILIZACIÓN

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JOSÉ MANUEL SILVERO A.

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José Manuel Silvero A.

Suciedad, cuerpo y civilización

Asunción, Paraguay 2014

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JOSÉ MANUEL SILVERO A.

©

2014 JOSÉ MANUEL SILVERO A. UNIVERSIDAD NACIONAL DE ASUNCIÓN (UNA) Diagramación de interior: Gilberto Riveros Arce [email protected] Corrección: Milciades Gamarra Foto de portada: Martha Elena Llano [email protected] www.sentir.org/marthallano Diseño de tapa: Rodolfo Insaurralde Todos los derechos reservados. Hecho el depósito que marca la Ley Nº 1.328/98. Edición limitada. ISBN: 978-99953-2-785-9

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A Herma Mabel, José Manuel, Cecilia Malem, Manuel de Jesús y Pedro Elián; azuzadores de ausencias, vigilantes de la alegría, bulliciosos en cada reencuentro.

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La verdad es perro fiel que vive en todas las casas que muerde a quien no lo atiende y defiende a quien lo guarda. GABO FERRO (historiador y músico argentino)

El pensamiento es tarea de vagos y maleantes. Hay que saber perderse para trazar un mapa: vagar por los márgenes y por el desierto, fuera de las fortalezas en las que están encerrados la verdad, el bien y la belleza. Sólo los nómadas descubren otros mundos. Hay que saber pervertir la ley (jugar con ella) y a veces subvertirla (ponerla en cuestión) para cambiar y/o quitar la ley: provocar malos pensamientos en los bienpensantes, asediar las sedes de la verdad, el bien y la belleza. Sólo los malditos mejoran este mundo. JESÚS IBÁÑEZ ALONSO (sociólogo español)

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PRÓLOGO

Hablar no solamente sin pelos en la lengua, sino revolcándonos en la misma mierda de la que formamos parte y que nos constituye resulta el desafío más potente al prologar este texto imperdible. La narrativa, la terminología, las reflexiones, las citas, las referencias y notas, el recurso a bibliografía, fuentes, archivos y el compromiso con Paraguay, Nuestra América y las/os seres humanas/os y con la vida misma en general del mundo in-mundo constituyen una narrativa apasionante y con poder anzuelístico –valga el neologismo– que no sólo atrapa, más bien se deja atrapar para no soltarla nunca jamás. Quien encare la dedicatoria y los epígrafes, ya no se podrá apartar de leer línea a línea y con todo cuidado este enigmático escrito, al mismo tiempo y para nada contradictoriamente, sumamente esclarecedor. No se trata de iconizar a Paraguay, a Nuestra América o a la mierda. Se trata de atreverse a mirarnos de frente, a mirar a nuestro alrededor, a reconocernos y reconocer a las y los demás con toda franqueza y con el deseo intenso de acceder juntos (todas y todos) a la dignidad humana más plena. Para eso resulta menester enfrentar binarismos descalificantes y excluyentes, ninguneos sin otro soporte que el desdén soberbio, petulancias de ‘sabidurías’ dogmatizadas. Se trata de enfrentar, nada menos que desde nuestro Paraguay amado, desde la cotidianidad, los desafíos que hoy nos convocan y proponer modalidades de satisfacer demandas que nos acucian desde hace siglos ya. Justamente porque el autor es capaz de invertir el peligro de la vecindad –por la cual tanto ha sufrido históricamente Paraguay– para volverla una relación de fecundación mutua, de historia correlacionada, de afueras y adentros requeridos de examen cui-

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dadoso y matizado, para no perder de vista detalles, convergencias y divergencias siempre articuladas entre sí. Los cuerpos bárbaros que somos enfrentamos a la pretensiosa civilización sometedora y prepotente desde nuestra suciedad, mierda, lodo, olores, comidas, ritmos, expresiones verbales muy específicas y muy nuestras. Se trata de revalorar y revisar nuestras percepciones, para lograr absorber la riqueza de las mismas, sus matices, sus facetas, sus dimensiones. Toda esta labor se acrecienta, por cierto, cuando tenemos oportunidad de experimentar peripecias en viajes recorriendo otros mundos, justamente aquellos que nos quieren convertir en inmundos o que nos descalifican así desde tiempos inmemoriales. Las responsabilidades se incrementan, cuando, como se muestra en este libro somos capaces, también, de enfrentarnos a las discriminaciones ‘internas’, a las que se han ‘normalizado’ o ‘naturalizado’ y repetimos inercialmente. Justamente, examinar la formación que hemos recibido en la casa, en la escuela, en la calle, en los medios, en las diversas actividades religiosas, comunitarias, amicales, barriales, etc. nos confirma en esas actitudes y pre-juicios descalificadores y denigrantes de las y los demás, cuando –supuestamente– no cumplen con lo que ‘debería(n)’ ser. Concentrar atención en las tradiciones pedagógicas higienistas constituye la convocatoria de este libro para rehacer nuestra historia hasta en detalles inmediatos y poder comprender de modo más adecuado por qué actuamos como actuamos. Aquí no pude menos que recordar palabras que mi padre repetía y al principio me costaba entender. Decía algo así como: si Lombroso hubiera tenido razón, la policía sería innecesaria. Se refería a que los rasgos fisionómicos delatarían sin lugar a dudas a los delincuentes y, por lo tanto, cada quien podría precaverse con anticipación y eludir todo tipo de agresiones. Por supuesto, la ironía era plena y aquí, José Manuel Silvero insiste en esas dimensiones irónicas, humorísticas y logra mostrar cómo se requiere avanzar de una ética presuntuosamente ‘moralizante’ y totalmente ineficaz a una estética capaz de advertir sensibilidades y valorarlas como parte de los cuerpos que somos. Individualismos, moralismos, dualismos –virtudes (propias) / vicios (siempre ajenos...)– no ayudan en nada a afrontar los desafíos que

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nos desquician. Perdernos en ‘utopismos’ evasivos, ignorar las dimensiones oligárquicas y transcorporativas ‘globalizantes’ impuestas a nuestras cotidianidades, eludir las dimensiones económicas siempre operantes constituyen, entre otras, metidas de pata muy difíciles de saldar. El autor nos anima a asumirnos como los sin-vergüenzas que somos y a encarar la construcción de auténticas alternativas, sin quedarnos atrapados en puro bla-, bla- y, menos, en promesas inalcanzadas, las cuales lo único que logran es prolongar tiempos sin logros. Suponemos –y esperamos no equivocarnos– que las siguientes concisas palabras de José Manuel resumen el meollo de este esfuerzo y nos atrevemos a citarlas aquí para dar lugar a la ansiada lectura completa de su valiosísimo esfuerzo, el cual generosamente nos comparte. “Puede que encontremos algún día la respuesta ante la persistencia de este misterioso: ‘no ser siempre todavía’” (p. 147). No perdamos un minuto más. ¡Leamos y manos a la obra! Horacio Cerutti-Guldberg Cuernavaca, Morelos, México, 10 de noviembre de 2013.

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INTRODUCCIÓN Nada de lo que es humano me es ajeno. TERENCIO (escritor latino)

La cuestión nominal ¿Es posible pensar la repugnancia y la asquerosidad? ¿Si la lucha cotidiana pasa por eliminar todo lo excrementicio, de qué vale fijar la mirada en la suciedad? La poderosa idea de lo límpido ha cimentado gran parte de la historia de las ideas de estos últimos doscientos años y ha contribuido a que desde la civilización1 se enfrente a la barbarie con la finalidad de consolidar la modernidad. A pesar del tiempo, el poderoso imaginario construido desde el higienismo ha legado un ideal donde la mierda (material y simbólica) es el centro de prácticas construidas a base de prejuicios y temores. ¿Acaso no seguimos creyendo que la lengua –la escrita y la hablada– precisa estar higienizada para evitar así cualquier posible contaminación? Y las acciones de cuerpos en extremo disciplinados reciben el nombre de “impecables”. La suciedad resultó un aliado perfecto de aquellos que precisaban controlar “cuerpos” y conductas. Durante mucho tiempo la idea de “pureza excelsa” se ha asociado a la “virginidad” e “inmaculada” actitud de 1.

“La concepción occidental de la civilización está, pues, vinculada de forma inseparable a la desintegración de la mierda, y su relativa visibilidad o invisibilidad, es por así decirlo, una escala para medir los niveles de desarrollo de un país”. Werner, Florian. La materia oscura. Historia cultural de la mierda. Buenos Aires: Tusquets editores. 2013, p. 12.

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organismos totalmente panoptizados. Entonces, la idea de mancha aparece como una cuestión de trascendental importancia, tanto a nivel simbólico como real. La mácula, al estigmatizar por igual a los anormales y sucios morales, hace emerger un lugar adecuado que congrega a los inmundos, es decir, a los que están fuera del mundo, en la periferia. Llamativamente, el lugar “secreto” que todos intentan olvidar es donde están depositados la mierda, lo repulsivo y lo asqueroso. En medio de un paisaje repugnante se co-funden basuras, aborígenes, campesinos desahuciados, desechos y todo tipo de remanentes. En los confines de nuestras ciudades habitan nuestros temores más grandes. Por eso, lo in-mundo oculta lo humano al evitar lo repugnante y evadir todo lo asqueroso. Poner un velo entre “nosotros” y “ellos” nos reporta seguridad y confianza. La mancha se debe limpiar a cualquier precio, incluso negándola. Por ello entusiasma sentirnos seguros, aseados, centrados y harto ordenados. Intentamos “asegurar” que todo esté bien, en orden, terso, en su lugar, como corresponde, etc. Sin embargo, nada es indudable. Tenemos la certeza de que vamos a perecer en un tiempo no mayor de cien años y que el maldito fango nos engullirá con esa repugnante y asquerosa voracidad de la que es depositaria. Tener un cuerpo implica una inevitable y continua colisión con lo abyecto. El orgullo se torna mortal y la humillación de saberse limitado y con vocación de lodo golpea con inusitada fuerza nuestra certeza. Aun así, hay días en que anhelamos ser eternos. Entonces se intercalan esperanza y duda. Vivir la cotidianeidad pasmados de extrañeza es un ejercicio lícito y humano, nos acerca a lo que somos. Desde la repugnancia y la asquerosidad nos instalamos allende de la ficción “límpida” y “aséptica” de que todo está claro, explicado y en su lugar. Desde la escatología y el higienismo, la duda puede enfrentarnos a lo genuinamente humano. Desde la inmundicia y lo excrementicio, la demanda insoslayable de preguntar, revisar, reordenar, matizar y seguir buscando puertos seguros a sabiendas que nunca lo conseguiremos, se hace grande. Entonces, este libro nace con la intención de celebrar la hermosa y

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siempre necesaria “duda”, el préstamo más insaciable e indómito que pagaremos en el futuro. ¿Podríamos ser mejores si aupamos un altercado a favor de la disolución de conceptos almidonados y harto encorsetados? ¿Existe la posibilidad de vociferar por todos los rincones constreñidos, la condición humana del que se asume corpóreo? Imaginémonos por un momento una gran revolución gestada a partir de una simple evidencia: “soy un cuerpo y nada de lo que es humano me es ajeno”. En el libro, sospechamos, en consonancia con Nussbaum, que la repugnancia ha sido utilizada a lo largo de la historia como un arma poderosa en los esfuerzos sociales realizados para excluir grupos y personas. El deseo de separarnos de nuestra condición animal es tan fuerte que a menudo no nos limitamos a las heces, las cucarachas y los animales viscosos. Necesitamos un grupo de humanos para unirnos contra ellos, que vienen a ejemplificar la línea limítrofe entre lo humano y lo vilmente animal. Si esos casi animales están entre nosotros y nuestra propia condición animal, entonces estamos a un paso más lejos de ser animales y mortales. Así, a lo largo de la historia ciertas propiedades repugnantes –lo viscoso, el mal olor, lo pegajoso, la descomposición, la podredumbre– han sido monótonas y repetidamente asociadas, verdaderamente proyectadas sobre determinados grupos, en referencia a los cuales agrupaciones privilegiadas buscan definir su estatus humano superior.2

Y ¿quiénes podrían ser esos grupos humanos repugnantes? Nussbaum nos invita a mirar la historia y advertir en ella esa larga lista de individuos de clase baja imaginados como manchados3 por la suciedad

2. 3.

Nussbaum, Martha. El ocultamiento de lo humano. Repugnancia, vergüenza y ley. Buenos Aires: Katz. 2006, p. 130. “La mancha en su acepción más amplia pertenece a la semántica escatológica por su carga simbólica de impureza, suciedad, contaminación y estigma. La mancha acentúa su carga negativa al significar lo femenino sea desde lo religioso o de lo profano. La gravitación simbólica del pecado original, el comportamiento sexual que trasgrede el



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corporal. Mujeres, negros, aborígenes, judíos, intocables, homosexuales, entre otros. Y ¿qué pasaría si los paraguayos formaramos parte de ese repugnante grupo imaginado por vecinos “dadores de civilización”? En este libro se indaga tal posibilidad. ¿Qué significa escatología? ¿Qué connota el higienismo? Si observamos el Diccionario de la Real Academia, el mismo dedica sendas entradas a la palabra “escatología”. En la primera se establece la relación con el griego éskahtos, último, y logía, tratado y se define como “conjunto de creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba”. La segunda acepción, la que nos interesa, configura la palabra como “tratado de cosas excrementicias” y “cualidad de escatológico”, en el sentido de excrementicio, y establece la procedencia del griego skor, skatos. Pero ¿cómo es posible que se pueda hablar y en este caso escribir sobre la mierda? ¿Qué motiva a un “ser humano” a hurgar en los recovecos donde la inmundicia se enseñorea? La respuesta no es simple. En primer lugar debemos tener en cuenta la fuerza de la costumbre y el innegable poder de los prejuicios a la hora de criar silencios en torno a la inmundicia. Por otro lado, si lo escatológico se ocupa de sustancias que despide el cuerpo, las mismas se han configurado culturalmente como “desagra

orden patriarcal y la periódica mancha menstrual así lo refrendan. Sin embargo, la mancha desliza su abigarrado simbolismo más allá del género, afirmándose como una categoría cultural polisémica y multiforme. Las muchas marcas corporales de lo mórbido, particularmente las de la lepra y la sífilis, representan simbólicamente los más logrados y eficaces estigmas culturales del otro. En lo general, la mancha cobra su sentido más amplio en su polaridad y complementariedad frente a lo limpio, así como en sus poco visibles mediaciones. Recordemos que hay una categoría laboral de actores de lo bajo y lo sucio, cuya función es la limpieza del entorno privado y público. En el plano de las creencias, la mancha va más allá del pecado porque puede adoptar formas secularizadas de significación y representación simbólica”. Melgar Bao, Ricardo. “Entre lo sucio y lo bajo: Identidades subalternas y resistencia cultural en América Latina”, en Cassigoli, Rossana y Turner, Jorge (Coord.) Tradición y emancipación cultural en América Latina. México: Siglo XXI Editores-UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Centro de Estudios Latinoamericanos. 2005, p. 41.

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dables”, “repugnantes” y no aptas para ser tratadas en libros para todo público. Sin embargo, no olvidemos la famosa frase de Barthes: “la mierda escrita no huele”. Bataille nos recuerda que aprendemos a desarrollar el sentido de la repulsión y el asco. Hemos olvidado rápidamente el esfuerzo que nos cuesta comunicar a nuestros niños las aversiones que nos constituyen, que hicieron de nosotros seres humanos. Nuestros niños no comparten de por sí nuestras reacciones.4

Podemos entender el “higienismo” como una corriente de pensamiento abocada al estudio de problemáticas demográficas y poblacionales y con especial atención a grupos de presión social como mendigos, aborígenes, negros, prostitutas y alcohólicos. Como ideología parida de la mano del positivismo y el liberalismo, el higienismo implica el despliegue de una serie de “ropajes” conducentes a la desestimación y estigmatización de la imagen del cuerpo sucio, roñoso, feo, negro donde aborígenes, campesinos y desposeídos se vieron sometidos –al igual que su lengua y su ethos– a una criba en nombre de la moral y el orden. Vigarello afirma que en el siglo XIX, la imagen del pobre y, sobre todo, la de la miseria están cambiando y convirtiéndose en algo más inquietante y más amenazador con la nueva ciudad industrial, igual que va cambiando la “pedagogía” destinada a los indigentes y el lugar que van ocupando las prácticas de limpieza. Finalmente se va imponiendo con insistencia desconocida hasta ese momento una asociación: la limpieza del pobre se convierte en garantía de moralidad que, a su vez es garantía de “orden”.5 4.

5.

Bataille, George. El erotismo. Barcelona: Tusquets. 1992, p. 84. Citado por Chueca, Luis Fernando. “El discurso escatológico sobre el cuerpo en la poesía de J.E. Eielson”, en Estela, Carlos y Padilla, José Ignacio. Homenaje a Eielson. More Ferarum. N° 5-6, Lima, 2000, p. 168. Vigarello, George. Lo limpio y lo sucio. La higiene del cuerpo desde la Edad Media. Madrid: Alianza Editorial. 1991, p. 139.

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En un mundo que consume tanto como produce, la escatología no podría estar ausente. Lo “sucio” como escollo a vencer en sociedades higienizadas y harto disciplinadas contrasta con la pervivencia de situaciones tan injustas como la vida de miles de seres humanos a costa de la basura o el triste espectáculo de las letrinas que a duras penas se yerguen de pie en las periferias. Allí aterrizan los prejuicios desde la repugnancia biológica y sobre todo, el asco moral. Las construcciones culturales empadronan a los “otros” atentando y ahorcando diariamente la idea central de una comunidad política que se precia de ser “Estado Social de Derecho”. La mierda ha servido para distinguir entre nosotros y los otros, para trazar la línea que habría que separar a los que conformaban y definían el orden, para establecer los límites entre lo conveniente y lo inconveniente, entre lo civilizado y lo bárbaro. Eso ha sido así desde que el mundo es mundo.6

El cuerpo Contar con un cuerpo, ser un cuerpo y/o ser en un cuerpo, nos pone de frente en primer lugar a nuestra intrínseca condición política y social. Al ser sujetos corpóreos inevitablemente tendremos algún tipo –poco, mucho o todo– de relación con la ciudad y lo que implica vivir juntos en un espacio determinado y acotado según los criterios de una organización territorial. Mucho antes de formar parte de la comunidad que la lotería social decide, la comida forma parte de esa larga e interesante lucha personal –y colectiva– que debemos asumir. En ausencia de ella, el cuerpo va menguando y el hombre pierde la firmeza y fortaleza necesarias para cumplir sus planes, programas y proyectos. La comida hace al cuerpo y el cuerpo al hombre. 6.

Gómez Canseco, Luis. “Más allá de la Mierda” en Gómez Canseco, Luis (Ed.) Fragmentos para una historia de la mierda. Cultura y transgresión. Huelva: Universidad de Huelva. 2010, p. 270.

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Siendo partícipes de la realidad en su más amplio sentido, necesariamente enfrentamos la mirada del “otro”. Algunas veces el “otro como yo” y otras, el “otro como extraño”. Dependiendo del grado de compromiso y el tipo de alteridad que administremos, los lugares que habitamos serán solidarios o excluyentes. Los cuerpos de los más débiles sentirán en sus entrañas el peso de las decisiones, omisiones y el arpón de los discursos acerca de sus miserias y la soledad de aquel que siendo parte de una comunidad de sujetos políticos comprueba de qué manera su cuerpo se reduce a la mínima expresión de la dignidad y el reconocimiento; se vuelve “basura” ante la mirada del “otro”. Entonces la moral hegemónica se explica sin más preámbulos. Los malos son los débiles, aquellos que carecen de todas las virtudes que la excelsa nobleza (alta dignidad) resguarda y conserva (conservadores) de manera ritualizada (religiones). Si las sociedades actuales evolucionaron de la mano de las libertades fundamentales, todavía los cuerpos soportan la marca indeleble de los que reparten “sentido, orden y bondad”. Las fobias, prejuicios y maledicencias alimentan vetustas imposiciones y disciplinamientos rancios. Si solamente pudiéramos evitar los miles y millones de estigmatizaciones, conseguiríamos jubilar de a poco a miles de millones de cuerpos hipócritas que vierten sus temores y conflictos infundados en los cuerpos de los “otros”. En la medida que una sociedad pisotea los cuerpos de los más frágiles y vulnerables, las élites fortalecen su predominio y todo el quehacer cotidiano es un transitar de cuerpos que luchan por sobrevivir y otros por evitar los reflujos de la gula y los rollos del exceso y el despilfarro. A las persecuciones asociadas a las “opciones” también debemos sumar la industria de dolor y muerte que el hambre produce. Sufrimientos indecibles de cuerpos malogrados por decisiones en extremo egoístas han configurado un escenario desolador e irracional. Sin embargo, paradójicamente, un grupo cada vez más numeroso de sujetos corpóreos sufren los horrores por el consumo excesivo de comida. El peor de los mundos posibles lo es por ausencia. El mejor de los mundos posibles sufre por la abundancia.

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Por ello, hablar de “cuerpo” es también hablar de la vulnerabilidad de muchas de nuestras instituciones y del fracaso de las políticas públicas. La trascendencia no es la consolidación de un legado enorme de superlativa conciencia o un inacabado bienestar donde el sufrimiento y la muerte tiendan a desaparecer. De ninguna manera, la trascendencia es comer sin necesidad de que el cuerpo sea sometido a innúmeras indignidades; es tener un lugar decente donde defecar y seguir sonriendo como todo cuerpo esperanzado. Por eso no podemos referirnos al cuerpo y olvidarnos de la triple condición del sujeto corpóreo; heterótrofo (come y produce desechos), político (vive en ciudades, se organiza), trascendente (se ríe, administra esperanzas). Si hoy somos parte de un rebaño que irremediablemente perecerá en menos tiempo de lo que creemos, tanta obediencia y tanto silencio a cuestas ¿servirá para redimirnos? Preguntar es comprometerse con la respuesta. Callar es fomentar la más perversa de las acciones: la omisión. Al contar con un cuerpo, necesariamente planean sobre el mismo, adiestramientos, disciplinamientos y sujeciones. La interacción está mediada por rituales, fiestas, ceremonias y contenciones. Y es que muchas de nuestras sujeciones políticas, morales, sociales, religiosas, económicas, médicas y culturales se expresan desde la conducta y la representación de nuestro propio cuerpo.7 En este libro sospechamos que las ideas no se erigen en función a revelaciones de origen sobrenatural. Nuestras certezas no vienen del cielo a dignificar nuestros cuerpos. Las marcas, los estigmas o el reconocimiento de lo humano y el respeto por los derechos se logran construyendo legitimidades que inspiran legitimaciones y legalidades siempre dignas. Entonces, pensar el cuerpo de manera discursiva y razonada es una labor posible –y necesaria– en tiempos entremezclados de autonomía e imposi-

7.

Roselló Soberón, Estela. Presencia y miradas del cuerpo en la Nueva España. México: UNAM. 2011, p. 9.

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ción. Lapso bisagra en que podemos elegir nuestro camino o transitar senderos ajenos. Ninguna cultura ni ninguna organización social y política –con independencia del período histórico y del lugar geográfico–, ha ignorado el cuerpo. Muy por el contrario, este ha sido el centro de fuertes atenciones y constantes conflictos. La sexualidad, la emocionalidad, la higiene, la moral, la dietética, la alimentación, la vestimenta, las prácticas vinculadas al cuidado y mantenimiento del cuerpo son apenas algunos de los aspectos propios e inseparables de la “existencia corporal”.8

La cuestión metodológica Las indagaciones que el lector encontrará a lo largo del libro no pretenden producir verdades en consonancia con los estilos metodológicos cuantificables. No se enmarca dentro de los límites de ciertos modelos de investigación que desconocen la pluralidad de saberes. Admitamos sin temor; para muchos dogmáticos, los escritos que salen de los escritorios no pasan de ser dardos inútiles que buscan ingenuamente traspasar el corazón de la certeza. Sin embargo, considero que la ilusión de criticar el estado de las cosas y el orden desordenado es una sana tarea en tiempos de normalización consensuada. Por eso, cuando las ideas se cristalizan, es parte de la faena derretirlas y hacer que fluyan en rumoroso e inquieto manantial de múltiples posibilidades portadoras de sentidos varios. El infierno de la duda, ese enorme caudal de temeridades, destruye con preguntas el mundo-paraíso de los irrebatibles. El éxodo de los que cuestionan es el tártaro de los irrefutables. Al dejar de preguntar por los imponderables, estos se multiplican. Bien podría leerse como “notas”, pues el objetivo del texto no es otro que “marcar” algunas cuestiones a fin de recordar, y si amerita el caso,

8.

Scharagrodsky, Pablo. El cuerpo en la escuela. Buenos Aires: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Programa de Capacitación Multimedial. 2007, p. 2.

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esgrimir como insumos en debates venideros. Como se podrá notar (notar comparte la raíz con noticia, nota, nombre, conocimiento…) este libro se aleja de los tufos de lo “exacto”. Desde una aproximación interdisciplinar se analizan el cuerpo, los excrementos y la idea surgida a partir de la misma aunque sea provisoriamente se intentarán interpretar los conceptos y estrategias conducentes a la edificación de conductas disciplinantes y sus consecuencias prácticas de gran magnitud en la vida de las personas. En línea con Cirigliano9, estimo importante recordar la fascinación que producen en nuestro medio los “temas internacionales estandarizados”. Las políticas que configuran nuestra acción y nuestro pensar tienden, por un lado, a responder preguntas descontextualizadas y por otro, a reproducir soluciones ajenas para tantear corregir nuestros imponderables. No olvidemos que en muchos de los centros tomados como “hormas”, las investigaciones y estudios son productos de problemas reales que acucian a una determinada sociedad y de ninguna manera el saber es consecuencia del amor desinteresado a la verdad. La autonomía e independencia en el “pensar” y en el “decir” se logra en proporción al grado de interés por temas reales y cotidianos. ¿Cómo es posible que se persiga una política de investigación, desarrollo, innovación, el fortalecimiento tecnológico y el afianzamiento de la capacidad científica del país en ausencia de una política integral que revierta el marcado déficit de las necesidades básicas insatisfechas de miles de compatriotas que viven y sobreviven estigmatizados y repugnados? La urgente realidad y las indagaciones que pudieran surgir de los trabajos de las áreas sociales, artísticas y humanísticas no deben considerarse de segundo orden o menor. Si pudiéramos vencer el platonismo que planea sobre nuestro “pensar”, “decir” y “hacer”, muchos de los imponderables cotidianos que acucian a la gente dejarán de ser “sombras” que empañan la verdadera esencia de lo real-ideal. No se puede absolutizar la contingencia, tampoco se puede absolutizar un momento del devenir gnoseológico. 9.

Cirigliano, Gustavo. Universidad y pueblo. Planteos y textos. Buenos Aires: Librería del Colegio. 1973, p. 45.

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Cada pueblo en cada época tiene la ciencia básica que responde a sus necesidades. No existe “la ciencia básica” en sí y para siempre. En la Edad Media europea, la filosofía escolástica era la ciencia básica; en el imperio romano, el derecho era la ciencia básica.10

La cuestión a desarrollar Este trabajo es producto de un interés por los meandros escatológicos que surgen de las profundidades del cuerpo. Por ello, en la primera parte del libro y sus dos capítulos, el lector encontrará un resumen de la disputa entre el cuerpo vivido y el cuerpo objetivado. De modo sucinto revisamos algunos desarrollos teóricos en la línea de la sociología y de la antropología corporal. De las ideas clásicas –fundantes– pasamos a explorar el aporte y las propuestas de los pensadores latinoamericanos. A partir de las “imágenes” construidas y la configuración de los mismos se analiza el destino de los cuerpos “disminuidos”. La utopía de José Manuel Peramás es criticada y a la misma se contrapone la resistencia actante de Oberá. Se cierra el apartado con un breve análisis de la idea de cuerpo según la perspectiva de tres pensadores paraguayos: Cecilio Báez, Natalicio González y Rafael Barrett. En la segunda parte del libro se examinan sumariamente posturas y pareceres de algunos filósofos, sociólogos y artistas en relación a los temas escatológicos. Desde Diógenes de Sinope, pasando por Sócrates, San Agustín, Gustavo Bueno, Zizek entre otros pensadores, dan razones a fin de otorgar a la mierda un lugar dentro de la historia del pensamiento. A nivel nacional, se revisa el aporte escatológico de Gilberto Ramírez Santacruz y Osvaldo Salerno. La tercera parte del libro en su capítulo primero intenta enlazar y explicar la dolorosa relación que el Paraguay mantuvo con la suciedad material y simbólica desde el siglo XVIII en adelante. Analizando el higienismo se pretende develar las razones que hicieron posible urdir contra el 10.

Ibíd.

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Paraguay una “Alianza Civilizatoria” cuyos argumentos estaban, en gran medida, aupados de conceptos higienistas. En nombre del progreso se trajo la guerra (la destrucción y el desamparo es el legado más terso del higienismo). Así, desde imágenes, símbolos y ficciones modernas que surgieron entre los siglos XVIII, XIX y parte del XX, se rastrea la manera en que se delinearon la identidad, la otredad y el lugar de lo limpio y lo blanco, en antagonismo a lo bajo y oscuro, también a lo sucio. En el capítulo segundo se repasan la propuesta pedagógica “normalista” y las marcas indelebles en formato de estigmas que las mismas han improntado en los cuerpos de varias generaciones. En la última parte, a manera de conclusión, se despliega una serie de argumentos a favor de la pluralidad a la hora de configurar y fortalecer las políticas públicas, en extremo necesarias, como el caso de la gestión de excretas, sistema de alcantarillados, tratamiento de residuos sólidos y aguas negras y por supuesto, la distribución de redes de agua en poblaciones alejadas del país.

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Primera Parte Interpretaciones, usos y abusos del cuerpo

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Capítulo I NOTAS EN TORNO AL CUERPO Si todo es discurso, ¿qué pasa con el cuerpo? Si todo es un texto, ¿qué decir de la violencia y el daño corporal? JUDITH BUTLER (filósofa estadounidense)

Precedentes La vida de cada uno –y de los demás– fluctúa en un pedazo de tiempo que se aloja en un cuerpo (y viceversa). Según vaya pasando el tiempo, criamos un cuerpo y gestionamos una historia que no podría ser entendida y asumida en ausencia de un canon fenotípico. Es más, probablemente, la historia de las ideas resulte obscura si no comprendemos a fondo la historia de la corporeidad, que no es más que la historia de la experiencia humana improntada en el cuerpo.11 No en vano Bourdieu nos recuerda que “el cuerpo está en el mundo social, mas el mundo social está en nuestro cuerpo”.12 El cuerpo pertenece al conjunto de categorías más persistentes de la cultura occidental. Fundamentalmente porque soporta, por su aparente evidencia, todas las grandes cuestiones que nos configu-

11. 12.

Aguado Vázquez, Carlos. Cuerpo humano e imagen corporal. Notas para una antropología de la corporalidad. México: UNAM-Instituto de Investigaciones Antropológicas. 2011, p. 321. Bourdieu, Pierre. Lição sobre a Lição. Vila Nova de Gaia: Estratégias Criativas. 1996, p. 36.

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rarían y permitirían que nos inventásemos, nos olvidásemos y volviésemos a concebir una categoría más radical que parecería definir a nuestra humanidad, o sea, aquello que pensadores como Clément Rosset (entre muchos otros) llaman nuestra fatalidad ontológica: nuestra finitud radical y nuestra necesaria singularidad que de todas las maneras o sea siempre, nos determina a que nos reconozcamos en el espejo, en el cine y en la misma sombra que nos hace presente nuestra ausencia inmediata.13

La complejidad de “ser un cuerpo” y al mismo tiempo “contar con un cuerpo” ha sido motivo para que a lo largo de la historia el mismo fuera asumido, construido y transformado de muchas maneras. Al referirnos al cuerpo humano –dice González Crussí– estamos indicando la presencia de una entidad viviente portadora de una estructura y funciones propias y que ostenta cierta apariencia14 y está dotado de un sexo.15 Además, interacciona con sus semejantes, y la interacción genera una enorme multitud de imágenes y estados afectivos. Todo ello determina que la visión del cuerpo sea siempre cambiante, pues los aspectos que se perciben, así como los usos y tradiciones que la visión del cuerpo origina, varían con las civilizaciones, las clases sociales, las épocas, y hasta con las sectas y grupos pequeños o subculturas que existen dentro de una sociedad.16

13. 14.

15.

16.

Tucherman, Ieda. Breve historia de Corpo e de seus monstros. Lisboa: Nova Vega. 2012, p. 18. Con respecto a la evolución de los discursos en torno a la apariencia, se puede consultar el libro de Vigarello, George. La metamorfosis de la gordura. Historia de la obesidad desde la Edad Media al siglo XX. Buenos Aires: Nueva Visión. 2011. Es interesante la historia del británico Norrie May-Welby y la construcción de sexualidad. A los 28 años se realizó un cambio de sexo para convertirse en mujer. Pero tampoco se encontró a gusto con su nuevo cuerpo. Entonces, luego de varias operaciones, tratamientos y diligencias legales, ha optado por un nuevo género: “neutro”. El caso de Norrie es histórico, pues sentó precedente al lograr que las autoridades reconozcan los derechos de las personas que no se sienten de ningún sexo. González Crussí, Francisco. “Historia del cuerpo” en Letras Libres. Nº 49, enero de 2003, p. 8.

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Por su parte, C. Aguado Vázquez indica que el cuerpo humano es un organismo vivo constituido por una estructura físico-simbólica, que es capaz de producir y reproducir significados. Este proceso de producción de sentido implica una interacción continua del sujeto con otros cuerpos dentro de un espacio determinado.17 Si intentamos bucear en los albores de la humanidad, allí encontraremos cuerpos diligentes moviéndose de un lado para otro en busca de comida. No en vano, aquellas pinturas rupestres muestran al hombre persiguiendo, ya sea un mamut, ciervo o lo que fuera. Así, el cuerpo aparece ligado a la caza y a la gestión de la vida. De las cavernas impregnadas por movimientos de cuerpos podemos pasar a la escultura. El cuerpo emerge inerte, la piedra se convierte en el lecho que guarda las marcas de figuras humanas, cuerpos moldeados según un tiempo y una cosmovisión determinada. Pero el movimiento, acción primordial de la vida, volverá una y otra vez asociándose a la imagen corporal. Por ello, los egipcios y persas, con sus imágenes de cuerpos coloridos, hasta las representaciones de los griegos de la época de Pericles de cuerpos en movimientos (tallados y pintados) con gestos y detalles en consonancia con la vida cotidiana, la guerra, el estar en la ciudad, aparecerán en objetos, frisos y en la vida cotidiana de aquella Atenas que no terminamos de ponderar. En este apartado no realizaremos ninguna excursión histórica exhaustiva por los senderos que configuraron la idea del cuerpo. No es intención nuestra revisitar cada época a fin de dar cuenta de los múltiples discursos que se esbozaron en función al mismo.18 No obstante, indicare-

17. 18.

Aguado Vázquez, Carlos. Cuerpo humano e imagen corporal. Notas para una antropología de la corporalidad…, p. 25. Para el estudio del tema en cuestión desde una perspectiva más europea, véanse: Alain Corbin, et al (dir). Historia del cuerpo. Madrid:Taurus. 2005 III. Vols; Feher, Michel (ed.) Fragmentos para una historia del cuerpo humano. Madrid: Taurus. 1991; Le Goff, Jacques. Una historia del cuerpo en la Edad Media. Barcelona: Paidós. 2005; Porter, R., “Historia del cuerpo”, en Burke, Peter (ed.) Formas de hacer Historia. Madrid: Alianza Editorial. 1993; Le Breton, David. Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión. 2002; Bernard, Michel. El cuerpo. Un fenómeno ambivalente. España: Paidós.1994; Rico Chavarro, Dídima. “Hacia la corporización del sujeto: Lo social y las emociones en la dignidad



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mos algunos aspectos básicos que hacen a la discusión planteada por el cuerpo y a partir de allí, intentar analizar algunos aspectos del tiempo presente. A manera de síntesis, siguiendo los delineamientos de González Crussí, podemos decir que las visiones del cuerpo integrarían, por un lado, un cuerpo inefable e invisible, reflejo de una potencia divina e increada, según el concepto de civilizaciones antiguas. Asimismo, el cuerpo como sombra de un arquetipo ideal sería la constante en la filosofía platónica, o como objeto de emoción estética entre los artistas griegos. Presenciamos luego entre los místicos medievales la visión de un cuerpo despreciable, fuente de pecado y bajeza. En el Renacimiento el cuerpo pasa a ser objeto de conocimiento científico. Luego, el cuerpo como mensaje moralizador desde la Reforma. Y finalmente, el cuerpo que se convierte en objeto de intercambio en el mercado libre, el cuerpo de cotización y de compraventa.19 Cuerpo dado vs. Cuerpo construido Tener un cuerpo implica una construcción previa del mismo. Una tarea cuyos cimientos responden a intereses bien localizados tanto geográfica como ideológicamente y que vehiculizan discursos portadores de dominio y disciplinamientos. Como ejemplo podríamos referirnos al cuerpo de la mujer y las huellas de los mandatos, que en diferentes épocas y culturas, han planeado sobre la misma. La legislación moderna, como parte del discurso dominante, situó a las mujeres en una posición de inferioridad con respecto a los hombres, encuadrándolas en una categoría social específica con particularidades propias y subordinadas. Para justificar esta infe

19.

y en la redefinición del sujeto racional”. Tesis de Doctorado. Universidad Carlos III de Madrid. Instituto de Derechos Humanos “Bartolomé de las Casas”. Programa de Doctorado en Derechos Fundamentales. Madrid. 2006. González Crussí…, p. 15.

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rioridad jurídica y social se diseñó un cuerpo ideológico que, de manera más o menos burda o más o menos sofisticada, intentaba demostrar dicha inferioridad física y moral femenina. Las mujeres eran, de acuerdo con los parámetros del discurso dominante, hombres imperfectos y como tales, inferiores y débiles tanto a nivel físico como a nivel moral e intelectual.20

Pérez Molina muestra la manera en que se inventaron normas y actitudes hacia el cuerpo de las mujeres desde un cuerpo ideológico y analiza en su obra dos aspectos de esas normativas: el referido a la necesidad de cubrir el cuerpo de una determinada manera y el que concierne a la virginidad, cuya exigencia es consecuencia del control de la sexualidad femenina por parte del hombre. Es cierto que ejemplos de este tipo abundan a lo largo de la historia de la humanidad. Por ello es un acto justo y ético fijar la mirada de manera crítica una y otra vez en esos mecanismos de control que se han desplegado –y que siguen vigentes– en actos simples y cotidianos. En el intento de adentrarnos en la reflexión, advertimos un primer punto a tener en cuenta; las vertientes desde donde se asume la idea de cuerpo. Por un lado, encontramos que los constructivistas sociales defienden la idea de que el cuerpo es “cultural” y no meramente una entidad biológica. En 1934, Marcel Mauss al leer una conferencia titulada Técnicas y movimientos corporales, probablemente preparaba un prolífico territorio de encuentros disciplinares, particularmente de la historia, la antropología, la sociología y por supuesto, la filosofía. La concepción del “hombre total” de Mauss convoca una triple perspectiva: socio-cultural, psicológica y biológica. En su intervención afirmaba que cosas que nos parecen naturales “son en realidad históricas” y poseen una dimensión simbólica.21 20.

21.

Pérez Molina, Isabel. “La normativización del cuerpo femenino en la Edad Moderna: el vestido y la virginidad” en Revista Espacio, tiempo y forma. UNED: España. Serie IV. Historia Moderna. 1996, p. 103. Véase; Mauss, Marcel. Sociología y Antropología. Madrid: Tecnos. 1979, pp. 337-354.

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Las técnicas corporales varían no solo con los individuos y sus limitaciones, sino sobre todo, con las sociedades, la educación, las reglas de urbanidad y la moda.22

Para Mauss, el cuerpo estaba dotado de simbolismo y las formas en que las personas se movían y se relacionaban con el mismo se iban adoptando a partir de adiestramientos y condicionamientos culturales.23 Asimismo, la taxonomía psicosociológica que había inventariado contemplaba desde el parto a la motricidad y al deporte, desde los cuidados brindados al cuerpo hasta el coito. Asimismo, nos recuerda Maisonneuve, que ciertas corrientes sociológicas tienden a poner acento sobre todo en las diferencias de clase y de sexo que modelan al conjunto de los esquemas corporales: condiciones de trabajo, hábitos de consumo, actitudes y comportamientos en público; en suma, el “estilo” y las “imágenes del cuerpo”.24 Por ejemplo, según P. Bourdieu (1977,1979), el cuerpo percibido es esencialmente un producto sociocultural y la relación con el propio cuerpo no correspondería directamente a la imagen que de él nos ofrecen los demás, sino a ciertos modelos del cuerpo “legítimo” que rigen la evaluación de esa imagen en función de la posición que el sujeto ocupa en la estructura social. La experiencia del cuerpo (y correlativamente de su belleza) estaría fundamentalmente vinculada con tales organizaciones y con la inculcación de un cierto hábito.25

En contrapartida, los defensores de un “cuerpo naturalista”, entre ellos los sociobiólogos, consideraron el cuerpo como una base biológica

22. 23. 24. 25.

Ibíd., p. 345. Roselló Soberón, Estela. Presencia y miradas del cuerpo…, p. 7. Maisonneuve, Jean y Bruchon-Schweitzer, M. Modelos del cuerpo y psicología estética. Buenos Aires: Paidós. 1984, p. 9. Ibíd.

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presocial sobre la cual se fundan las superestructuras del yo y de la sociedad.26 Salinas, en un interesante artículo27, da cuenta de la disputa sostenida entre las dos propuestas e indica que una de las críticas a la corriente teórica del construccionismo social es la contradicción que parece estar implícita en muchos de sus argumentos, para los cuales el significado del cuerpo adquiere un carácter indispensable en lugar de ser un rasgo culturalmente accidental.28 Diana Fuss critica el “esencialismo” que da forma a los postulados del construccionismo social y afirma que al igual que otras muchas perspectivas teóricas, requiere la constante e inevitable referencia al cuerpo humano como receptor de cualquier suceso social.29 Salinas cree que la presencia permanente de un cuerpo biológicamente cambiante, una vez que entra en contacto con el entorno social (incluso antes de nacer el individuo), está sujeta a significados diversos, importantes para la interacción social. Este fenómeno, continúa argumentando, es debido a que son esos significados los que determinan los comportamientos del individuo en respuesta a estímulos del entorno. Desde el momento en que nos referimos a fenómenos que tienen lugar en la sociedad, la esencialidad de lo biológico pasa a un segundo lugar en su facultad determinante, frente a la acción de la cultura social, ya que otros aspectos sociales en los que la interacción del individuo tiene lugar modifican y recrean esas realidades biológicas, concluye Salinas.30 Seguir la línea evolutiva de estos criterios ayuda a proseguir con la reflexión, pues, si aceptamos que el cuerpo es estrictamente biológico, ten-

26. 27.

28. 29. 30.

Para este apartado seguimos el trabajo de Entwistle, Joanne. El cuerpo y la moda. Barcelona: Paidós. 2002, p. 26 y ss. Salinas, Lolas. “Construcción social del cuerpo” en Revista española de investigaciones sociológicas. Nº 68, 1994 (Ejemplar dedicado a: Perspectivas en Sociología del Cuerpo), pp. 85-96. Ibíd., p. 87. Ibíd. Ibíd.

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dríamos un discurso con características muy alejadas de aquel que defiende que el cuerpo pertenece al ámbito cultural. Y si asumimos que el cuerpo es producto de un proceso cultural, las consecuencias del mismo serán decisivas a la hora de querer entender cualquier época histórica. Ya desde el siglo XIX, Engels y Marx reflexionaron sobre el cuerpo humano como fenómeno que solo podía entenderse dentro de un contexto económico, social y cultural. Para ambos, el cuerpo dependía de la naturaleza, pero eran las relaciones y la praxis social las que definían la verdadera corporalidad de los hombres. Entwistle analizó las dos posturas en los siguientes términos: Puesto que el cuerpo tiene una presencia “evidente” como fenómeno “natural”, el criterio “naturalista” es atractivo y, de hecho, resultaría extraño sugerir que éste es un “objeto socialmente” construido. Sin embargo, dado que el caso es que el cuerpo posee una presencia material, también es cierto que el material del cuerpo siempre está siendo interpretado culturalmente en todas partes: la biología no se encuentra excluida de la cultura sino dentro de ella.31

Entwistle insiste en que la suposición comúnmente aceptada de que la biología no pertenece a la cultura fue, durante mucho tiempo, una de las razones por las que los teóricos sociales descuidaron el cuerpo como objeto de estudio. Es verdad que a la hora de escudriñar el cuerpo, se cierne sobre el mismo una especie de misterio, entiéndase esto como algo que “no terminamos de comprender”. Franco Rella afirma que el misterio del cuerpo comienza donde comienza tu cuerpo. Sólo que no sabes dónde comienza. No conoces sus confines. ¿Lo que llamas alma o espíritu está separado del cuerpo? ¿Y dónde se halla trazada la línea de los confines? Vargas Llosa –cuenta Rella– dice que si un cuadro no lo conmueve hasta los testículos, para él no es un gran cuadro. “Sé que cuando he encontrado la imagen que buscaba, esa imagen que unía milagrosamente

31.

Entwistle, Joanne. El cuerpo y la moda…, p. 26.

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fragmentos que giraban inquietos en mi cabeza, he experimentado una emoción intelectual, pero también he experimentado un hormigueo que atravesaba mi cuerpo, rozaba también, por cierto, mi sexo”.32 Las preguntas de Rella son más que pertinentes a la hora de plantear la confrontación entre un cuerpo “natural” y otro “cultural”, es decir, un cuerpo dado y un cuerpo construido. El autor deja abierta la posibilidad de seguir pensado qué es el cuerpo. ¿Dónde puedo, entonces, encontrarlo, dónde puedo tocarlo, que sea él de verdad, mi cuerpo? ¿En una caricia, en una imagen o en un pensamiento?33

El planteamiento de una de las filósofas más influyentes en el campo de los estudios de género, Judith Butler34 y sus “cuerpos que importan” asume la reflexión desde la “materialidad” o “performatividad” del sexo inaugurando así una discusión fascinante y muy rica en matices a la hora de analizar las dos posturas referentes al cuerpo y sus consecuencias. No obstante, más allá de la discusión que no hace muchos años se ha instalado, lo cierto es que la teoría social clásica descuidó o reprimió el cuerpo durante mucho tiempo. Apoyándose en la obra de Turner35, Entwistle afirma que: En primer lugar, la teoría social, concretamente la sociología, heredó el dualismo cartesiano que daba prioridad a la mente y a sus propiedades de conciencia y de razón sobre el cuerpo y a sus propiedades de emoción y de pasión. Además, como parte de sus críticas tanto al conductismo como del esencialismo, la tradición sociológica tendió a evitar las explicaciones del mundo social que tenía en cuenta al cuerpo humano, centrándose en su lugar en el actor 32. 33. 34. 35.

Rella, Franco. En los confines del cuerpo. Buenos Aires: Nueva Visión. 2004, p. 21 y ss Ibíd. Butler, Judith. Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”.Buenos Aires: Paidós. 2010. Turner, Bryan S. El cuerpo y la sociedad. Exploraciones en teoría social. México: FCE. 1984.

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humano como creador de signos y significados. Asimismo, la preocupación sociológica por la historicidad y el orden social en las sociedades modernas, a diferencia de las cuestiones ontológicas, no parecía involucrar al cuerpo. Tal como arguye Turner, en lugar de naturaleza-cultura, la sociología se ha preocupado del yo-sociedad o de agencia-estructura.36

Al parecer, el olvido del cuerpo37 ha sido posible porque no fue asumido más allá de un producto, cuyo tratamiento no podía alejarse de su condición de fenómeno natural, no social, y, por consiguiente, como objeto ilegítimo para la investigación sociológica. Quizá valga como dato, siguiendo a Pacheco38 indicar que, también en la historia de la ciencia, el cuerpo ha sido silenciado una y otra vez. Kuhn afirma que tanto el historiador como el científico vieron el desarrollo de la ciencia como una marcha casi mecánica del intelecto. Su búsqueda era el descubrimiento de los secretos de la naturaleza y la afinación de métodos intelectuales para lograr ese conocimiento. Así, el intelectualismo conectaba de manera directa con el puritanismo. Por lo tanto, el cuerpo se encontraba excluido en la búsqueda de toda trascendencia posible. Turner en su interesante artículo “Los avances recientes en la teoría del cuerpo”, nos recuerda que en contraste con la sociología, al cuerpo huma-

36. 37.

38.

Entwistle, Joanne…, p. 27. “Si bien es cierto que el cuerpo ha sido “silenciado” durante un periodo largo, será Frederick Nietzsche uno de los pioneros de la promoción del cuerpo al oponer de manera ejemplar la contemplación apolínea al impulso dionisiaco cuando trata el origen de la tragedia (1872). El propio Dionisos inspira, al menos, parcialmente, las predicaciones de Zaratustra destinadas a quebrar la tabla de los valores cristianos, que (según él) hacen al hombre abúlico y pusilánime, y a operar una transmutación al exaltar la vida y la voluntad de poderío contra la actitud de resignación. Hay que liberar al hombre torpe y pesado mediante la práctica de la danza, que lo prepara para el vuelo cósmico y para la infinitud”. Maisonneuve, Jean y Bruchon-Schweitzer, M. Modelos del cuerpo y psicología estética…, p. 14. Pacheco Ladrón de Guevara, Lourdes. “Horizonte epistémico del cuerpo” en Región y Sociedad. Colegio de Sonora. México, Nº 30, Vol. XVI, 2004, p. 4.

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no se le ha concedido un puesto de importancia en la antropología desde el siglo XIX.39 No obstante, desde la perspectiva de otros teóricos, el cuerpo tiene una historia que ha configurado la comprensión y la experiencia sobre el mismo. Norbert Elias, por ejemplo, advierte que los desarrollos históricos, como la centralización cada vez mayor del poder en manos de un número más reducido de señores con la aparición de la aristocracia y cortes reales, sirvieron para frenar la violencia entre las personas y los grupos, e inducir a un mayor control social sobre las emociones. Las cortes medievales exigían códigos de conductas cada vez más elaborados e instauraron en los súbditos la necesidad de controlar sus cuerpos para convertirse en personas de “buenas maneras” y “cívicas”.40 La disciplina del cuerpo desde –y a través– del poder ha sido objeto de estudio de uno de los pensadores más lúcidos, Michel Foucault. A diferencia de los teóricos que ignoraron el cuerpo, el pensador francés ha colocado al cuerpo humano en el centro del escenario al considerar el modo en que las disciplinas emergentes de la modernidad estaban principalmente enfocadas en la actuación de los cuerpos individuales de las poblaciones de cuerpos.41 Foucault, en la noción que tiene del discurso, advierte de qué manera se esbozan los regímenes de conocimientos que a su vez dictan las condiciones de posibilidad de pensar y de hablar. Estos discursos tienen repercusiones en el modo en que actúa la gente, puesto que no son meramente textuales, sino que se ponen en práctica en el micronivel del cuerpo. Turner indica que las reflexiones de Foucault demuestran la manera en que los cuerpos individuales son manipulados por el desarrollo de

39. 40. 41.

Véase: Turner, Bryan. “Los avances recientes en la teoría del cuerpo” en Revista española de investigaciones sociológicas, Nº 68, 1994. Véase: Elias, Norbert. El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. México: FCE. 1987, p. 115 y ss. Citado por Entwistle…p. 27. Entwistle, Joanne…, p. 31.

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regímenes específicos, por ejemplo la dieta y el ejercicio, que hacen que el individuo se responsabilice de su propia salud y de estar en forma (la disciplina del cuerpo), y la forma en que son controlados y coordinados (biopolítica) los cuerpos de las poblaciones.42 El cuerpo, por medio de la medicina y la dieta, se convierte en blanco de estos procesos políticos, por los cuales nuestros cuerpos son regulados y administrados en aras del orden social.43

Así, vemos cómo estos dos aspectos están íntimamente relacionados, en especial respecto al modo en que se consigue el control, concretamente mediante un sistema de vigilancia o de panopticismo.44 Sin embargo, en este punto es interesante advertir que el poder para Foucault es “relaciones de fuerza”, esto significa que no es propiedad de nadie, por ello, donde haya poder habrá resistencia al mismo. Es decir, el poder, tras haber invertido en el cuerpo, se halla expuesto a un contraataque del mismo. Pero mi cuerpo, a decir verdad, no se deja someter con tanta facilidad. Después de todo, él mismo tiene sus recursos propios de lo fantástico; también él posee lugares sin lugar y lugares más profundos, más obstinados todavía que el alma, que la tumba, que el encanto de los magos. Tiene sus bodegas y sus desvanes, tiene sus estadías oscuras, sus playas luminosas. Mi cabeza, por ejemplo, mi cabeza: qué extraña caverna abierta sobre el mundo exterior por dos ventanas, dos aberturas, bien seguro estoy de eso, puesto que las veo en el espejo; y además, puedo cerrar una u otra por separado. Y sin embargo no hay más que una sola de esas aberturas, porque delante de mí no veo más que un solo paisaje, continuo, sin tabiques ni cortes. Y en esa cabeza, ¿cómo ocurren las cosas? Y bien,

42. 43. 44.

Entwistle, Joanne…, p. 32. Turner, Bryan. “Los avances recientes en la teoría del cuerpo”…, p. 15. El Panóptico es un proyecto de sistema penal creado por Jeremy Bentham en 1791 a pedido de Jorge III de Inglaterra.

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las cosas vienen a alojarse en ella. Entran allí –y de eso estoy muy seguro, de que las cosas entran en mi cabeza cuando miro, porque el sol, cuando es demasiado fuerte y me deslumbra, va a desgarrar hasta el fondo de mi cerebro–, y, sin embargo, esas cosas que entran en mi cabeza siguen estando realmente en el exterior, puesto que las veo delante de mí y, para alcanzarlas, a mi vez debo avanzar.45

La visión de Foucault, afirma Entwistle, niega el hecho de que, por difícil que pueda ser el acceso al cuerpo como un campo independiente, nosotros estamos encarnados y contenemos los parámetros de una entidad biológica y que esta experiencia, aunque esté mediatizada por la cultura, es fundamentalmente para nuestra existencia. Los cuerpos no son simples representaciones; tienen una realidad concreta y material, una biología que, en parte, viene determinada por la naturaleza. Los cuerpos son producto de una dialéctica entre naturaleza y cultura.46 En síntesis, el cuerpo es una entidad biológica sometida a una construcción social constante.47 Ahora bien, no es del todo correcto decir que la discusión fue zanjada gracias a una recapitulación que dio pie a la asunción sintética de las dos posturas. Pues, de esta discusión “naturaleza-cultura” se han alejado varios teóricos al advertir que se podía construir una alternativa en relación al “paradigma del cuerpo”, a saber, “paradigma de la corporeidad”. Así, el nuevo criterio se vería retirado de la propuesta estructuralista apareciendo en escena la idea de corporeidad48 como un “estar en el mundo”, cuestión central de la fenomenología de Maurice Merleau-Ponty49 defen-

45. 46. 47. 48.

49.

Foucault, Michel. El cuerpo utópico: las heterotopías. Buenos Aires: Nueva Visión. 2010. Entwistle,Joanne…, p. 44. Véase; VV.AA. “Perspectiva en sociología del cuerpo” en Revista española de investigaciones sociológicas, Nº 68, 1994. Un interesante trabajo donde se grafica la recuperación del cuerpo humano en la reflexión filosófica es el de García González, Bernardo. “Prolegómenos para una fenomenología del llanto” en Desacatos. Nº 30, mayo-agosto de 2009, pp. 15-28. Sobre esta vertiente fenomenológica, véase: Conill, Jesús; Moreno, César y Pintos Peñaranda, Mª Luz. “Cuerpo y alteridad” en Revista de la Sociedad Española de Fenomenología. Serie Monografía 2. Madrid, 2010.

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dida por Thomas Csordas. Asimismo, la “teoría de la práctica” de Pierre Boudieu será una constante en el horizonte de este nuevo planteamiento. Con respecto a la fenomenología, Sáenz realiza un interesante recuento de la manera en que el cuerpo ha sido ubicado, caracterizado y asumido a lo largo de varios siglos. Así, en algunas sociedades primitivas, el cuerpo de la persona estaba subordinado al universo y era una especie de tejido común; en las sociedades occidentales, se fue imponiendo la individuación a través del cuerpo.50 Ahora bien ¿de qué manera se configura la idea de cuerpo desde Platón hasta Descartes? Desde Platón, este fue definido como cárcel del alma. Aristóteles le confirió cierta positividad, debido a su materialidad, aunque su determinación dependía de la forma (psique). Con Averroes, la filosofía árabe heredará la teoría del compuesto humano y la de la corruptibilidad de la materia. La tradición cristiana posterior se caracterizará también por el desprecio del cuerpo contaminador del alma. En la Modernidad, se consuma el aislamiento del cuerpo de los otros y del cosmos. Vesalio, en su De Corporis humini fabrica (1543) instaurará el dualismo entre el ser humano y el cuerpo, que determinará epistemológicamente a Occidente: la anatomía estudia el cuerpo como realidad autónoma diseccionada y objetivada. La filosofía del cógito traducirá esa tendencia, retomando el dualismo platónico-cristiano y despojándolo de toda matriz religiosa y mítica. Descartes separará el cuerpo del mundo, reduciéndolo a una rex extensa opuesta a la res cogitan y desencarnalizando así al yo. (…) El dualismo cartesiano determinará el tradicional menosprecio del cuerpo y la escasez de teorías filosóficas acerca de él. La concepción cartesiana continuará con la filosofía mecanicista del siglo XVII que objetivará el cuerpo, considerándolo como una parte menos humana del ser y representándolo de manera asociacionista.51 50.

51.

Sáenz, M. Carmen. “El cuerpo vivido como nudo de identidad y diferencias. Una alternativa al cuerpo objetivado” en Choza, Jacinto y Pintos, María Luz. Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Themata. Revista de Filosofía. Nº 33, 2004, p. 141. Ibíd., p. 141.

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Es cierto que hoy seguimos explicando el cuerpo desde presunciones naturalistas, de modo que entendemos nuestras actividades como conductas objetivas, que responden a estímulos externos e impersonales, como funciones anónimas. Sáenz cree que de esa manera se perpetúa la disociación moderna cuerpo-alma. Incluso las “ciencias humanas” se han desentendido del cuerpo y se han dedicado únicamente al cultivo del espíritu y al estudio de sus producciones.52 Entonces surgen las teorías fenomenológicas del cuerpo vivido, del cuerpo subjetivo-objetivo, que han pretendido restaurar la unidad de la existencia humana. Husserl, Scheler, Binswanger, Marcel y Merleau-Ponty, entre otros, rompen con la tradición moderna mecanicista del cuerpo y reformulan la subjetividad en abierta oposición con la tradición filosófica dualista. Apoteosis del cuerpo Una postura interesante acerca del cuerpo es la que defiende el portugués Vergílio Ferreira en su obra Invocación a mi cuerpo (1969). En la misma, el pensador y ensayista asume el reto de indagar el ser, la nada, la conciencia y la esencia desde las coordenadas de Heidegger, Malraux, Camus y Sartre. Sobre la misma, Leonel Ribeiro dos Santos sostiene que la antropología filosófica de Ferreira se presenta como una antropología estética, es decir, una antropología del hombre sensible. En una antropología así solo podría terminar en una apoteosis del cuerpo, pues es en el cuerpo que, antes de todo, que el hombre siente y se emociona y, en última instancia, llega a pensar. Es este cuerpo subjetivo, y no tanto espíritu lo que verdaderamente constituye al hombre en cuanto hombre. El cuerpo se da y se aprehende en la inmediata presencia del hombre en el mundo. Por eso, el cuerpo es el lugar irreductible de la inmanencia, solamente a partir del

52.

Ibíd., p. 142.

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cual la trascendencia es posible, pues es del cuerpo que emerge toda la creación humana de significaciones.53

El hombre puede, pues, decir él es su cuerpo, que su cuerpo es su espíritu y que su espíritu es su cuerpo, un cuerpo espiritualizado o un espíritu encarnado, que el cuerpo es, en fin, la realidad más radical e íntima de su ser. Pues somos nuestro cuerpo. Somos lo que somos en nuestro cuerpo y desde nuestro cuerpo.54 Por –y desde– la corporalidad el hombre adquiere una subjetividad y una conciencia desbordando la idea de un mero carácter instrumental como “otro de sí”. La corporalidad es un yo, materia conciencializada que abre el acceso del mundo a nosotros.55 De esta manera Ferreira reivindica la dimensión del cuerpo “vivido”. Mas las propias posibilidades existen en cuanto yo los reconozca como tales. Así, el mundo realmente no existe si el hombre no existe. El gesto de creación soy yo que lo ejecuto y nadie más. De mi cuerpo centrado en el mundo irradia la vida en que un hombre puede vivir, ya sea un mundo-humano, o ya sea simplemente el mundo. Porque no hay mundo fuera de la ordenación que el hombre le impone.56

53. 54. 55. 56.

Ribeiro dos Santos, Leonel. Melancolia e Apocalipse. Estudos sobre o Pensamento Português e Brasileiro. Lisboa: Imprensa Nacional-Casa da Moeda. 2008, p. 361. Ibíd. Fernandes, António Teixeira. Para uma sociologia da cultura. Porto: Campo das Letras. 1999, p. 162. Ferreira, Vergílio. Invocação ao meu corpo. Lisboa: Editora Bertrand. 1994, p. 262.

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Capítulo II EL CUERPO SALVAJE

Una cuestión que posteriormente se quedó, o tornó muy importante para mí es la cuestión del cuerpo. Comprendí, que todas las luchas que se hacen tienen la única finalidad de hacer que el cuerpo sea feliz. No hay absolutamente nada en el mundo más importante que el cuerpo. Si nosotros hacemos la revolución, la única finalidad de la revolución es permitir que los cuerpos no tengan dolor, que los cuerpos no tengan miedo, que puedan dormir en paz, que puedan trabajar en paz, que puedan crear el amor, que puedan tener sus hijos –o no–. Que puedan vivir el futuro sin temores, sin angustias. RUBEM ALVES (escritor brasileño)

Filosofía del cuerpo en Latinoamérica En 1982, el extinto pensador colombiano Fabio Lozano, en el marco del II Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana57, al leer una ponencia titulada “El cuerpo, una realidad alienada”, iniciaba una corriente de pensamiento donde el cuerpo ocuparía un lugar central. En el conjunto de la compleja trama de temas filosóficos que en aquel entonces los pensadores latinoamericanos comenzaban a vislumbrar, destaca la labor

57.

El II Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana fue organizado por la Universidad Santo Tomás de Bogotá (Colombia), entre los días 11 y 16 julio de 1982.

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de Arturo Rico Bovio58, quien tomó la posta dejada por Lozano y pronto se erigió en uno de los pensadores59 de la corporeidad60. La reflexión teórica, tal como lo esbozaron los pensadores latinoamericanos, y que gira alrededor del cuerpo; categoría central de un discurso filosófico que retoma los temas centrales de la Filosofía (Antropología Filosófica, Ética, Metafísica, Epistemología, Filosofía de la Historia y la Cultura, entre otros) y los repiensa en la perspectiva de la corporeidad. El filósofo Horacio Cerutti nos recuerda que el primer trabajo de Rico Bovio partió de una reconsideración de la obra clásica de Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción y que desde la misma, asumió la situación cultural e histórico-social de Latinoamérica abriendo así una veta de investigación muy fecunda. Asimismo, Cerutti advierte que el peculiar enfoque de Rico Bovio cuajó en una obra muy bien lograda y de amplio espectro sobre el derecho desde una perspectiva corporal.61 Con un lenguaje tan riguroso como accesible, construyó una filosofía del derecho a partir de una definición de cuerpo que merece considerarse en toda su fecundidad conceptual.

58. 59.

60.

61.

Rico Bovio, Arturo. Las fronteras del cuerpo. Crítica de la corporeidad. Quito: Abya-Yala. 1998. El filósofo Horacio Cerutti-Guldberg también ha reflexionado acerca del cuerpo, así lo atestigua su indispensable texto: “Preliminares hacia una recuperación del cuerpo en el pensamiento latinoamericano contemporáneo” en Realidad. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, Nº 105. El Salvador, 2005. Por otro lado, el mencionado filósofo dirige el Proyecto “Espacio, dialéctica y cuerpo. Hacia una simbólica desde Nuestra América”. UNAM-México. Sin embargo, el mismo Rico Bovio manifiesta en las Fronteras del cuerpo que no ha estado solo en la tarea de reivindicar el pensamiento en torno al cuerpo. Cita la labor de la gran pensadora peruana Rivara de Tuesta, quien reivindica la labor de Merleau-Ponty con su escrito: Rivara de Tuesta, María Luisa. “El cuerpo en la filosofía de Maurice Merleau-Ponty. en Archivos de la Sociedad Peruana de Filosofía V. Lima, Amarau Editores. 1986, pp. 103-118. Asimismo, hace referencia a la labor del venezolano Arnaldo Esté, quien reflexiona y delinea aplicaciones concretas a la realidad latinoamericana desde el pensamiento referido al cuerpo. Véase: http://aeste.blogspot.com/2009/07/la-integralidad-del-cuerpo-humano.html Rico Bovio, Arturo. Teoría corporal del derecho. México: Universidad Autónoma de Chihuahua-Facultad de Derecho/Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa. 2000.

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De manera sucinta podemos decir que Rico Bovio formula una propuesta que apunta hacia una ruptura semántica con la noción tradicional del cuerpo en tanto “dimensión física del ser humano”. En uno de sus escritos presenta nuevas categorías que hacen posible profundizar la tesis de que «somos un cuerpo», donde lo visible y lo invisible, lo tangible y lo intangible, tienen reconocimiento como dimensiones corporales interrelacionadas estrechamente, en lugar de la socorrida actitud que habla de “tener un cuerpo”, la cual reduce lo corporal a los rasgos físicos, concretos, temporales, que guardan una presunta relación instrumental con eso que llamamos “yo”, “alma” o “subjetividad”.62 Nuestro autor afirma que el ser humano es un cuerpo, no tiene un cuerpo. Así, supera la propuesta dualista y materialista al tiempo de evitar un acercamiento ideológico con ambas doctrinas, sugiere la categoría de “valencias corporales”, propiedades naturales del cuerpo humano que se expresan paralelamente como “necesidades” y “capacidades”.63 Las “necesidades” se corresponden con los impulsos innatos, mientras que las “capacidades” son recursos naturales de los que estamos dotados para satisfacer a las primeras. Las dos se dividen en tres subniveles interrelacionados en orden ascendente: biogénicas, sociogénicas y noogénicas o personalizantes. En el orden de las necesidades, impulsos congénitos que requieren del concurso de “satisfactores”, las fisicobiológicas promueven la supervivencia individual; las sociales las relaciones de comunicación, afecto, amorosas y de intercambio cultural; y las personales incitan a la realización plena de cada humano en cuanto ser único y creativo que aporta al grupo su singularidad. Las tres son indispensables para el desarrollo humano completo, y de su insa-

62. 63.

Rico Bovio, Arturo. “Las coordenadas corporales. Ideas para repensar al ser humano” en Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, Nº 108, enero-Abril de 2005, p. 89. VV.AA. “Filosofía del cuerpo” en Diccionario de Filosofía latinoamericana. Disponible: http:/ /www.cialc.unam.mx/pensamientoycultura/biblioteca%20virtual/diccionario/ filosofia_del_cuerpo.htm

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tisfacción o satisfacción inadecuada provienen los problemas que aquejan a nuestra especie.64

Un pasaje interesante en la construcción del pensamiento de Rico Bovio es el análisis del cuerpo del otro. Los cuerpos ajenos vistos desde nuestro propio cuerpo son asumidos de maneras disímiles. Y esto es por la multiplicidad de coordenadas corporales posibles de la cual disponemos. Así, podemos ver desde la extrema necesidad (el hambre), desde el erotismo, desde el afán de conocimiento, desde la imaginación, desde el enamoramiento, y así, cada perspectiva nos abrirá un ángulo diverso del cuerpo vislumbrado. Incluso las zonas corporales, resultado de la interacción de la vista con otros sistemas motores y con las convenciones vertidas en el lenguaje, adquieren dimensiones diversas según la calidad de la mirada. El fenómeno no se encuentra del todo a merced del ánimo propio, puesto que culturalmente se nos enseña a mirar con cierta perspectiva.65

En ese sentido, el trabajo ya citado de Estela Roselló Soberón coincide plenamente con el horizonte de Rico Bovio en lo que respecta a la mirada del otro. En este caso, una mirada de cosificación, dominación y vasallaje. Y es que el planteamiento de Rico Bovio da pie a pensar la historia de América como un innegable acto de sujeción corporal. Un grupo humano impone al otro, la manera de ver, interpretar y sentir su cuerpo. Aunque esto ocurra de un modo diametralmente opuesto a lo previamente construido, los sujetados y reducidos son conquistados desde la destrucción de sus cuerpos. Al borrarse todas las extensiones corporales de una cultura, se desvanece la idea del cuerpo vigente en ella, alguien diría que a los 64. 65.

Ibíd. Rico Bovio, Arturo. “Las coordenadas corporales. Ideas para repensar al ser humano”…, p. 95.

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indios se les robó el alma, pero, ¿por qué no traducirlo como una pérdida de cuerpo? Su autoimagen corporal había sido robada para sustituirla con la del fiero conquistador, tan distinto en todo a los habitantes de las Indias Occidentales.66

Quizá no sea descabellado afirmar que toda historia pasada y el futuro inmediato que se esboza, probablemente no sea otra cosa que el intento por definir una y otra vez el destino de los cuerpos en función de las muchas solicitaciones de la vida. Entonces, una sociedad únicamente se hace digna en la medida que asume una autoimagen corporal y al mismo tiempo tiene la capacidad de aceptar la diversidad fenotípica. Un grupo humano que no resguarda y garantiza las múltiples autoimágenes posibles con las que convive, impondrá una y otra vez patrones de conductas (vestido, idioma, creencias, educación, etc.) a fin de anular al distinto. La anulación del otro que convive conmigo es también una mutilación de mi propia proyección de vida. Por otro lado, según la manera en que una sociedad plantee el problema de la vida y de la muerte, del trabajo y de las fiestas, según la idea que ella se forje de la naturaleza del hombre y de su destino, según el valor que se asigne al placer y al saber, el cuerpo será evaluado, tratado y representado diferentemente.67 Por ello, las siguientes líneas podrían ayudar a entender la manera en que los cuerpos son reconocidos, explorados, amados u odiados en función de prejuicios insostenibles: El blanco tiene para el negro olor a cadáver. El negro tiene para el blanco olor y color de mierda. Este común reconocimiento sustenta su odio recíproco, odiándose uno al otro precisamente porque se devuelven la imagen de lo que cada uno esconde y se disimula a sí mismo y viendo, en esa obstinación del otro en arrancarse de la propia tierra (de la que, efectivamente, el conquistador se arranca

66. 67.

Rico Bovio, Arturo. Las fronteras del cuerpo. Crítica de la corporeidad…, p. 164. Maisonneuve, Jean y Bruchon-Schweitzer, M. Modelos del cuerpo y psicología estética…, p. 13.

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para, dejando su suelo, ir a cultivar la tierra del otro; es decir, ponerla a punto de producir y hacerla propia para, cultivándola, arrancar al bárbaro de su tierra-mierda), la ciega arrogancia del que no sabe que debe morir. El que impone civilización no puede dejar de creerse inmortal: por eso es por lo que hay un olor a cadáver formado por un retorno de lo que él rechaza de su condición mortal, teniendo que desprenderse como los otros de su doloroso “despojo terrestre”. Los cadáveres no dejan de ser desperdicios que se entierran. Y el occidente cristiano ha mantenido durante mucho tiempo que lo que se imaginaba era el olor a cadáver y el olor a mierda en un temor semejante al que sentía por sus efectos mórbidos.68

En el ámbito de la ética, Rico Bovio tiene elementos que lo acercan a Spinoza y a Gustavo Bueno. Pues, su propuesta de fundamentar el “bien” a partir de las mismas necesidades corporales coincide con el mandato ético por excelencia y con la satisfacción adecuada de cada uno de sus niveles. La firmeza es una de las primeras virtudes, según Benito Espinosa, nuestro mentor. La firmeza es la aplicación de la fortaleza a uno mismo o al grupo; después vendrá la generosidad, cuando la fortaleza se aplique a los demás individuos o grupos.69

Por otro lado, las ideas de Rico Bovio apuntan hacia un objetivo axiológico ético-político cuyo horizonte es la utopía latinoamericana. Esto es, la edificación de una sociedad que propicie el crecimiento integral de todos sus integrantes salvaguardando la dignidad de los cuerpos. Por su parte, Cerutti alega que la demanda de reconocernos como corporales es urgente y más que secular. En uno de sus escritos70, realiza un profundo análisis y al mismo tiempo problematiza la expresión “op68. 69. 70.

Laporte, Dominique. Historia de la mierda. Pretextos: Valencia. 1989, p. 63. Bueno, Gustavo. “La base de la firmeza” en Catoblepas. Revista crítica del presente. Nº 31. Septiembre de 2004. Cerutti-Guldberg, Horacio. “Preliminares hacia una recuperación…, p. 1.

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ción por los cuerpos”. Su reflexión se enmarca, claro está, en los lindes de la Teología de la Liberación y de la Filosofía de la Liberación. Es sumamente claro el filósofo –siguendo a Assmann71– al plantear que el lenguaje no garantiza nada. Es posible darse muchos golpes de pecho y pronunciar palabras, pero si los hechos no acompañan al discurrir es poco lo que se puede esperar de las palabras solas. Es conocida la expresión nuclear de la teología de la liberación: la “opción por los pobres”. Importa destacar que esta opción, decisión, elección, toma de partido significaba inicialmente un colocarse del lado de los pobres, al precio de asumir todos los costos de tal actitud. También es sabido que la jerarquía eclesiástica católica más conservadora supo acotar la radicalidad de esta propuesta mediante el añadido de un término que se ha conservado hasta hoy como ingrediente ya indispensable de esa expresión, al punto de casi confundirse con ella: opción “preferencial” por los pobres. Esa preferencia facilitó no excluir de entrada a los no pobres e, incluso, permite en casos extremos seguir militantemente del lado de los ricos y poderosos.72

En la segunda parte del escrito “los cuerpos que somos” Cerutti realiza una detallada y novedosa excursión visitando propuestas y discusiones desde la producción de pensadores y pensadoras de esta parte del mundo. La abundante referencia y detalles acerca de los desarrollos de teorías y propuestas hacen del escrito una contribución inestimable a la historia de la corporalidad en Latinoamérica. Al cerrar su escrito, el filósofo afirma que no trata de concluir nada, más bien insiste en insinuar algunas vías de indagación posible. No obstante, Cerutti sigue inquiriendo acerca del cuerpo dirigiendo un proyecto en la Universidad Autónoma de México titulado “Espacio, dialéctica y cuerpo. Hacia una simbólica desde nuestra América”. 71. 72.

Assmann, Hugo. Teología desde la praxis de la liberación; Ensayo teológico desde la América dependiente. Salamanca: Sígueme. 1973. Cerutti-Guldberg, Horacio. “Preliminares hacia una recuperación…, p. 2.

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Desde aquella pionera propuesta de Fabio Lozano, varias fueron las reflexiones desde diferentes disciplinas que se han vertido y consolidado a favor del cuerpo. En este apartado vimos de manera muy sucinta73 algunos aspectos del pensamiento latinoamericano en relación al cuerpo y su lucha por recuperar la centralidad del mismo, de regresar lo corporal a su lugar y asumir de esa manera las consecuencias de sujeción. Asimismo, la gran tarea de construir una sociedad donde los cuerpos no sean poseídos únicamente desde abstracciones sino desde experiencias que pueden sentir, imaginar, soñar y pensar su destino, es un reto que exige compromiso de todos. La multiplicidad de cuerpos implica variedad de posturas que a su vez reclama una capacidad dialógica constante. Latinoamérica tiene una nefasta historia de cuerpos que han sido torturados, hambreados, perseguidos, quemados, ridiculizados y olvidados en nombre de ideologías y regímenes políticos coyunturales que en ausencia de condiciones dignas recurrieron a la tortura para marcar los cuerpos y así intentar sostener lo insostenible. Hoy día, el cuerpo ha dejado de ser una mera circunstancia, es una magna experiencia que demanda una construcción diaria en un espacio y tiempo bien delimitados.

73.

Para más detalles sobre el cuerpo en Latinoamérica, véanse: Montoya, Jairo (compilador). La escritura del cuerpo. El cuerpo de la escritura. Medellín: Universidad de Antioquia. 2001; Pedraza Gómez, Zandra. “Cuerpo e investigación en teoría social”. Ponencia leída en la Semana de la Alteridad. Universidad Nacional de Colombia. Sede Manizales. Octubre de 2003; Pedraza Gómez, Zandra. “Derivas estéticas del cuerpo” en Desacatos, Nº 30, mayo-agosto de 2009; Figari, Carlos y Scribano, Adrián. Cuerpos, subjetividades y conflictos: hacia una sociología de los cuerpos y las emociones desde Latinoamérica. Buenos Aires: Fundación Centro de Integración, Comunicación, Cultura y Sociedad – CICCUS. 2009; Ferrús Antón, Beatriz. “Heredar la palabra. Vida, escritura y cuerpo en América Latina”. Tesis de doctorado. Universidad de Valencia. 2005; Citro, Silvia Cuerpos Significantes. Travesías de una etnografía dialéctica. Buenos Aires: Biblos. 2009; Matoso, Elina (compiladora.) El cuerpo In-cierto: arte/cultura/sociedad. Buenos Aires: UBA/ Editorial Letra Viva. 2006; Guido, Raquel. Cuerpo, arte y percepción. Buenos Aires:IUNA. 2009; Citro, Silvia (Comp). Cuerpos plurales. Antropología de y desde los cuerpos. Buenos Aires. 2011.

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En cuerpo y alma Merece una consideración muy especial la obra de la colombiana Zandra Pedraza Gómez74, pues la amplitud, complejidad y riqueza de sus análisis la posiciona como una de las referentes indiscutibles en el campo de la reflexión sobre el cuerpo. La conferencia leída por Pedraza en el II Coloquio de Humanismo y Educación “Cuerpo y subjetividad en la educación” en la Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Javeriana podría servirnos como excusa para intentar mostrar algunas de las muchas “intersecciones” que nuestra autora estudia y problematiza. En la citada conferencia, muestra los cruces que se han dado entre cuerpo y condición humana como parte del proceso de construcción de la experiencia moderna en Colombia. Asimismo, expuso la relación entre el conocimiento del cuerpo y la posibilidad de que este se convierta en una entidad central de la condición humana moderna por medio del uso social de ese conocimiento, cuyos efectos son particularmente visibles en la educación. Por otro lado, en la mencionada alocución, mencionó algunos de los modelos del cuerpo que durante los siglos XIX y XX sirvieron de fundamento para orientar la educación y, como parte de ella, para establecer vínculos entre las formas de conocimiento y de experiencia que han ca-

74.

Pedraza Gómez, Zandra. “El debate eugenésico: una visión de la modernidad en Colombia” en Revista de Antropología y Arqueología, Nº 9, 1997, pp. 115-159; En cuerpo y alma. Visiones del progreso y de la felicidad. Bogotá: Universidad de los Andes. 1999; “Las hiperestesias: principio del cuerpo moderno y fundamento de diferenciación social” en Viveros, Mara y Garay, Gloria (comps.) Cuerpo, diferencias y desigualdades sociales. Bogotá: CES. 1999; “La difusión de una dietética moderna en Colombia: La revista Cromos entre 1940 y 1986” en Armus, Diego (ed.) Entre médicos y curanderos. Cultura, historia y enfermedad en la América Latina moderna. Buenos Aires: Norma. 2002. pp. 293-329; “Las huellas de la vida. Intervenciones estéticas y modelado del Yo” en Pro-Posiçôes, Nº 14, 2, 2002, pp. 91-102; Políticas y estéticas del cuerpo en América Latina. Bogotá: Universidad de los Andes-CESO. 2008.

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racterizado los procesos de socialización y de educación durante este periodo y hasta el presente. Específicamente en lo que respecta al cuerpo en Latinoamérica, Pedraza afirma que: En el caso del estudio del cuerpo en América Latina –con todo el riesgo que acarrea tratar una unidad tan amplia de observación– encuentro posible acercarse a este objetivo justamente a través del “pensamiento latinoamericano”, para designar con este amplio rótulo un horizonte de sentido hegemónico en el cual se han desenvuelto muchos debates significativos en torno del gobierno de la condición y la experiencia humanas de esta región.75

La pensadora colombiana considera que en –y desde- el pensamiento latinoamericano han brotado varios aspectos relativos al orden corporal, tales como la condición colonial y la modernidad, así como los debates próximos a la identidad y cultura latinoamericanas, los argumentos sobre la forma y el sentido de la educación, las discusiones sobre historia, raza y geografía o las actuales tendencias decoloniales. En los diversos tipos de textos que componen el “pensamiento latinoamericano” y en los programas que letrados, intelectuales y especialistas han expuesto, es posible reconocer el vínculo genealógico que gestó una concepción histórico-antropológica sobre la condición humana en la que el cuerpo es un elemento clave para la constitución y el gobierno del Estado-nación en toda la región, afirma Pedraza.76 En relación con la idea de América Latina, Pedraza nos recuerda que la misma es producto de un periodo limitado a un territorio y a un nombre acuñado para marcar la identidad cultural de la región como hecho geopolítico y de esa manera acomodarla de una nueva forma en el contexto internacional de la segunda mitad del siglo XIX. 75. 76.

Pedraza Gómez, Zandra. “Cuerpo y condición humana”. Conferencia leída en la Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Javeriana. 18 de septiembre de 2010, p. 6. Ibíd., p. 6.

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El mencionado periodo se inició hacia 1850 –aunque había surgido ya antes la inquietud en torno de una unidad “cultural” en los movimientos independentistas y en la actividad de los criollos– y se ha distinguido porque ciertos rasgos se promocionaron como aspectos significativos y representativos de la identidad cultural de la región, incluso a costa de reducir y velar su complejidad y heterogeneidad. Efectivamente, para 1898, el conjunto de países que compartían el legado de la experiencia colonial ibérica pasó a ser reconocido internacionalmente como América Latina.77

Esta “conformación” y “denominación” requirió, según Pedraza, tareas específicas a fin de que dicha identidad latinoamericana se impregne de un contenido emocional y pueda exponerse somáticamente. Razón por la cual, el cuerpo se ha visto involucrado plenamente en la consolidación de la idea. Esto ha sido posible en la medida en que el cuerpo ha tendido a convertirse en un recurso primordial para construir y exponer la identidad, actividades, estas dos, que se influencian recíprocamente pues el vínculo entre cuerpo e identidad compromete en el caso de América Latina intereses del orden político nacional expresados en los esfuerzos culturales hechos para modelar la condición humana en torno de maniobras conjuntas de saber y poder.78

Y esta consolidación o en todo caso “impregnación” de sentido, según Pedraza, se logró gracias a una “gran apuesta” desde instituciones y agentes sociales para adherir las prácticas individuales con su interpretación social, es decir: (…) para conseguir que la experiencia subjetiva individual y grupal se acople con las formas de la acción individual y de la interacción social. Así, los procesos involucrados con la formación de la 77. 78.

Ibíd., pp. 6-7. Ibíd., pp. 6-7.

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identidad nacional y regional como la educación, la división sexual del trabajo simbólico, los procesos de higienización, los programas de intervención en la familia, las formas de atención a la niñez y la juventud, entre muchos otros, responden a modalidades de gobierno encaminadas a gestar e invertir un capital cultural y simbólico, expuesto en actos “performativos” de la subjetividad en los que el habitus traduce las complejas relaciones de clase, raza, sexo, edad y localización geopolítica de la región latinoamericana.79

Cuerpos desinhibidos de aborígenes subalternos80 La desnudez de los cuerpos ha sido una cuestión central en los informes, tanto de Colón, Vespucio, Mártir de Anglería como de otros. Cuando el almirante bajó a tierra el día 12 de octubre acompañado de los Pinzón y del notario real, luego de consagrar aquellas tierras a Jesús y declarar propiedad de los Reyes de España, la primera de sus actividades fue observar y describir la condición del “otro”, esto es, la desnudez. Pronto esta cualidad del “otro”, dice Reding Blase, se convertirá para el mundo occidental en el pretexto para realizar la operación que el Conquistador siempre lleva a cabo: la desnudez se transfiere del orden físico al orden espiritual y cultural.81

79. 80.

81.

Ibíd., p. 8. Sobre el punto, Pedraza afirma: “El interés en el cuerpo como expresión de la identidad y de la condición humana tuvo pues, en América, importantes antecedentes desde el siglo XVI. La apariencia de sus pobladores y los signos encontrados por la mirada europea en los cuerpos de los nativos se convirtieron en un ingrediente básico de la concepción moderna acerca de los seres humanos. Incluso después de tres siglos de colonización, las elites criollas insistieron en conseguir a través de la educación del cuerpo que la civilización se expresara corporalmente como principio de la identidad nacional. Aun siendo este un modelo que reforzaba la experiencia moderna de subordinación de las poblaciones americanas, los letrados republicanos lo impulsaron con la miopía producida por su propia posición de superioridad local y de subordinación simbólica y existencial a una jerarquía cuyo control les era ajeno”. Ibíd., p. 9. Reding Blase, Sofía. El buen salvaje y el caníbal. México: CIALC. UNAM. 2009, p. 46.

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La desnudez de los indios no deja de impresionarle por cuanto representa, siguiendo las pautas del espíritu medieval, primero, que estos hombres aun no han sido expulsados del paraíso y, segundo, que los hombres desnudos físicamente también lo son culturalmente: carecen de costumbres, de ritos, de religión, de un espíritu comercial que conduzca a la ganancia. En un relato de Michel de Cuneo, quien acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje, se puede notar de qué manera la “desnudez” es vista como parte constitutiva del ethos aborigen –y muy especialmente– se encuentra asociada a la incitación sexual por parte de la mujer hacia los varones. A continuación, reproducimos parte del triste relato de sujeción y abuso: Mientras estaba en la barca, hice cautiva a una hermosísima mujer caribe, que el susodicho Almirante me regaló, y después que la hube llevado a mi camarote, y estando ella desnuda según es su costumbre, sentí deseos de holgar con ella. Quise cumplir mi deseo pero ella no lo consintió y me dió tal trato con sus uñas que hubiera preferido no haber empezado nunca. Pero al ver esto (y para contártelo todo hasta el final), tomé una cuerda y le di de azotes, después de los cuales echó grandes gritos, tales que no hubieras podido creer tus oídos. Finalmente llegamos a estar tan de acuerdo que puedo decirte que parecía haber sido criada en una escuela de putas.82

La idea de la provocación sexual femenina era de larga data y estaba íntimamente ligada a la definición de las mujeres como “el sexo”, esto es, como sexualmente más volubles que los hombres y presas tanto de la concupiscencia como de la tiranía de la carne. En lo que respecta a las mujeres indígenas, Molina afirma que el pensamiento de la época consideraba que esa naturaleza estaba aún más desarrollada, ya que, al igual 82.

Salas, Alberto Mario y Guérin, Miguel A. Floresta de Indias. Buenos Aires: Losada. 1970, p. 23.

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que sus pares masculinos, poseían una particular afición por los desórdenes carnales, como la antropofagia, las borracheras, el incesto, la poligamia y la sodomía.83 Ulrico Schmidl, quien exploró las tierras del Paraguay, alegaba que estas mujeres son muy lindas y grandes amantes y afectuosas y muy ardientes de cuerpo. El estereotipo de la lubricidad y de la complacencia indígena llegaba a tal punto que el cronista interpretó la huida de unas indias como respuesta a la insatisfacción de su avidez sexual. Cuando la guardia se hubo establecido y todo el mundo se hubo acostado a reposar, nuestro capitán hacia la medianoche había perdido entonces sus tres mozas. Tal vez él no pudo haber contentado en la misma noche a las tres juntas, [pues] él era un hombre viejo de 60 años; si él hubiese dejado a estas mocitas entre nosotros, los peones, ellas tal vez no se hubieran escapado.84

Al parecer, la rígida moral cristiana y sus consecuencias directas hacia el cuerpo y sus necesidades habrían provocado y desencadenado la liberación sexual de los conquistadores en un espacio donde la cultura indígena asumía el cuerpo de una manera muy distinta. Sin embargo, en ese choque de experiencias próximas a la autoimagen corporal, los aborígenes fueron los menos favorecidos. Pues, no nos olvidemos que la transferencia de conceptos cristianos, como el pecado y el individualismo desarticuló el sistema de valores de las sociedades prehispánicas que estaban orientadas hacia la vida comunitaria. Asimismo, la cosmovisión de los aborígenes y la administración de sus cuerpos se toparon con la exaltación de la castidad y la continencia sexual, conductas necesarias para acceder al paraíso. Toda conducta contraria a esto era vista como disoluta

83. 84.

Molina, Fernanda. “Crónicas de la hombría. La construcción de la masculinidad en la conquista de América” en Lemir. Nº 15, 2011, p. 194. Schmidl, Ulrico. Derrotero y viaje a España y las Indias . Asunción: Ediciones NAPA. 1983, p. 171.

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y perversa. Los enemigos de la virtud cristiana eran el diablo, la carne y el mundo; en síntesis: el cuerpo.85 No haría falta analizar tantas crónicas para fortalecer nuestras sospechas y afirmar que para los conquistadores, los cuerpos desnudos y despojados de toda cultura constituían una invitación cotidiana a dar rienda suelta a una cierta lasciva contenida. Seres de segunda categoría Resulta sumamente inquietante recordar y volver a indicar de qué manera las ideas de pensadores como Kant, Hegel entre muchos otros, se basaron en los escritos de Georges –Louis Lecrerc, conde de Buffon86 a fin de “empadronar” a América y a los americanos y muy especialmente, los cuerpos de los aborígenes. América se ha revelado siempre y sigue revelándose impotente en lo físico como en lo espiritual. Los indígenas, desde el desembarco de los europeos, han ido pereciendo al soplo de la actividad europea. En los animales mismos se advierte igual inferioridad que en los hombres. La fauna tiene leones, tigres, cocodrilos, etc.; pero estas fieras, aunque poseen parecido notable con las formas del Viejo Mundo, son sin embargo, en todo sentido más pequeñas, más débiles, más impotentes. Aseguran que los animales comestibles no son en el Nuevo Mundo tan nutritivos como los del Viejo. Hay en América grandes rebaños de vacunos; pero la carne de vaca europea es considerada allá como un bocado exquisito.87

Asimismo, la famosa sentencia de Kant no tiene desperdicio. En su Antropología el filósofo de Königsberg afirma:

85. 86. 87.

Ver: Barbosa Sánchez, Araceli. Sexo y conquista. UNAM: México. 1994, p. 47. Georges –Louis Lecrerc. Euvres Completes. París: Pourrat Frères. 1833-1834. Hegel, Federico. Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Madrid: Alianza.2011, p. 171.

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El pueblo de los americanos no es susceptible de forma alguna de civilización. No tiene ningún estímulo, pues carece de afectos y de pasiones. Los americanos no sienten amor, y por eso no son fecundos. Casi no hablan, no se hacen caricias, no se preocupan de nada y son perezosos.88

Reding muestra que la tesis defendida a partir de la obra Historia natural pintaba a la naturaleza viviente de América como menos activa, menos variada y menos fuerte que la de Europa; cosa que también acontecía con el hombre. Hay, pues, en la combinación de los elementos y de las demás causas físicas, alguna cosa contraria al engrandecimiento de la naturaleza viva en este Nuevo Mundo; hay obstáculos que impiden el desarrollo y quizá la formación de grandes gérmenes; aún aquellos que, por las influencias benignas de otro clima, han recibido su forma plena y su extensión íntegra se encogen, se empequeñecen bajo aquel cielo avaro y en aquella tierra vacía, donde el hombre, en número escaso, vivía esparcido, errante; donde en lugar de usar ese territorio tomándolo como dominio propio, no tenía sobre él ningún imperio; donde no había sometido nunca a sí mismo a los animales ni a los elementos, sin haber domado los mares ni sometido los ríos ni trabajado la tierra, no era él mismo sino un animal de primera categoría y no existía para la naturaleza sino como un ser sin consecuencias, una especie de autómata impotente, incapaz de reformarla o secundarla. La naturaleza lo había tratado más como madrastra que como madre.89

Para el naturalista francés, “hasta los pájaros cantan mal” en América. Aunque no pudo negar la evidencia de una complexión física “sober88.

89.

Kant, Emmanuel. Menschenkunde, oder philosophische Anthropologie. Leipzig : F.C. Starke. 1831, p. 353. Sobre el punto véase el apartado “Kant: A new opinion of the American” en Gerbi, Antonello. The Dispute of the New World.The history of a polemic, 1750-1900. University of Pittsburg Press. 2010, pp. 329-338. Georges –Louis Lecrerc. Euvres Completes… Citado por Redin Blase, Sofía. El buen salvaje y el caníbal, p. 211.

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bia” de los aborígenes y de los animales, ratifica que no son distintos a los de Europa, y que el problema radicaba en que en la mayoría de los casos son más débiles y no hay gran variedad de ellas. Incluso, dice Reding, los descendientes llevados de Europa a América, plantea Buffon, se han encogido y achicado, quedando reducidos, como las propias al continente, a verdaderas y grotescas criaturas.90 La referencia a Buffon nos muestra de qué manera el cuerpo puede sufrir las consecuencias del discurso al punto de convertirlo en un “otro” totalmente degradado y débil, solícito de disciplinamientos y tutelajes redentores. Escribir sobre los aborígenes y disminuir “la potencia del cuerpo” desde la placidez y el confort del Jardín Botánico de París es una tarea más que repugnante. Y los pensadores que intentaron “dibujar” América y a los americanos valiéndose de la Historia natural, no hicieron otra cosa que atacar el cuerpo del otro y forjar una diferencia. Platón y los guaraníes Si analizamos las razones que movieron a José Manuel Peramás para escribir La república de Platón y los guaraníes (1793), probablemente debamos indicar la época y las coordenadas intelectuales de la misma. Tal como lo sugiere Jalif de Bertranou, no podemos dejar de tener en cuenta las fuerzas que desataron la expulsión de los jesuitas del Paraguay y otros detalles que a continuación citamos: En primer lugar, la introducción -de la obra- está dirigida a desvirtuar la opinión de los filósofos racionalistas, bajo cuyo influjo la corona española toma la determinación expulsatoria. Y por otro lado, intenta no solo refutar los deseos de cambios que conmueven a Europa, principalmente a Francia, sino también aseverar que una

90.

Reding Blase, Sofía. El buen salvaje y el caníbal…, p. 209.

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organización como la observada en las misiones paraguayas era óptima para estas tierras.91

Peramás investiga en el citado libro la existencia en el mundo de una república homologable a la de Platón. Afirma que abriga la esperanza de poder demostrar que entre los indios guaraníes de América se realizó, al menos aproximadamente, la concepción política de Platón. Para ello, ofrece el jesuita una síntesis del pensamiento platónico y lo va contrastando con la vida cotidiana de los guaraníes de las reducciones. Desde cualquier punto de vista resulta temerario asumir que los ideales utópicos de Platón hayan sido “trasplantados” con éxito y refrendados con soltura por los miembros de una sociedad totalmente ajenos a ese mundo cerrado cuyo modelo panopticista distaba en demasía de la organización de los guaraníes. No obstante, el cambio de horma a la que fueron sometidos los guaraníes significó, por un lado, el deterioro de una autoimagen forjada al amparo de creencias y realidades muy alejadas de la fe a la que fueron sometidos. Y por otro lado, el cuerpo sucumbió y se diluyó en nombre de una utopía ajena y distante. Si los guaraníes pasaron de vivir una vida “salvaje” a experimentar la república de Platón es porque sus cuerpos fueron disciplinados, controlados, vencidos, dominados, subyugados y marcados de manera constante. Foucault razona que la vida de estos aborígenes reducidos estaba reglada en cada uno de sus puntos. El poblado estaba repartido según una disposición rigurosa en torno de una plaza rectangular al fondo de la cual estaba la iglesia; sobre un costado, el colegio, del otro, el cementerio, y, después, frente a la iglesia se abría una avenida que era cruzada por otra en ángulo recto; las familias tenían cada una su pequeña cabaña a lo largo de estos dos ejes y así se encontraba exactamente reproducido el signo

91.

Jalif de Bertranou, Clara Alicia. “El humanismo platónico en el pensamiento argentino” en CUYO. Anuario de Filosofía Argentina y Americana. Vol. 7, t. 1, 1990, p. 77.

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de Cristo. La cristiandad marcaba así con su signo fundamental el espacio y la geografía del mundo americano.92

La domesticación del tiempo en función a la sujeción del cuerpo se puede ver con detalles en el Cap, XIII de la obra de Peramás. En uno de los párrafos se puede leer: Para que tanto los hombres y mujeres como niños y niñas realizasen los trabajos del día piadosa y honestamente (cual corresponde a los cristianos), el P. Ignacio Insaurralde, gran conocedor del guaraní, escribió, con la colaboración del P. J. Escardón, dos volúmenes (editados en Madrid) con el título Araporuaguiyeihaba: “Del recto uso del tiempo”(…) En estos libros enseña el autor a los indios, punto por punto, cómo pasar el día íntegro santa y dignamente, ya trabajando en casa, ya cultivando el campo, ora camino de la iglesia o asistiendo a la Santa Misa, ora recitando el Santo Rosario o haciendo cualquier otra cosa. Particularmente les explica el modo de participar debidamente de los Sacramentos de Iglesia y de practicar aquella virtud que en cada circunstancia es más oportuna.93

Tanto Foucault como Hegel94 indican que la vida cotidiana de los aborígenes estaba reglamentada hasta en sus más mínimas expresiones. La vida cotidiana de los individuos estaba regulada, no con un silbato, pero sí por la campana. El sueño era establecido para todo el mundo a la misma hora, el trabajo comenzaba para todos a la misma hora; la comida al mediodía y a las cinco; después se acostaban

92.

93. 94.

Foucault, Michel. Dits et écrits. Tomo IV. París: Gallimard. 1994, p. 761. Citado por Ruidrejo, Alejandro. “Foucault: de las Repúblicas Guaraníes del Paraguay a una ontología de nuestro presente” en Pensar en Latinoamérica. Primer Congreso Latinoamericano de Filosofía Política y Crítica de la Cultura. Tudela, Antonio y Benítez, Jorge (comps.) Asunción: Jakembo. 2006, p. 244. Peramás, José Manuel. La República de Platón y los guaraníes. Asunción: Parroquia San Rafael. 2003, pp. 95-96. Hegel, Guillermo. Lecciones sobre la filosofía de la historia universal…p. 172.

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y a la medianoche estaba eso que podemos llamar el despertador conyugal, es decir que cuando la campana del convento sonaba, cada uno cumplía con su deber.95

Tal como afirma Ruidrejo, los jesuitas fueron en el siglo XVI un instrumento de gran importancia en el proceso de supresión de los restos de la sociedad feudal, permitiendo la innovación política y económica. Sin embargo, fueron ellos quienes trasladaron los dispositivos disciplinarios a las colonias de nuestro continente, en las comunidades guaraníes. En efecto, los jesuitas fueron adversarios –por razones teológicas y religiosas, y también por razones económicas– de la esclavitud, quienes, en América del Sur, se opusieron a esa utilización, probablemente inmediata, brutal y muy consumidora de vidas humanas, a esa práctica de la esclavitud tan costosa y tan poco organizada, otro tipo de distribución, control y explotación […] por un sistema disciplinario.96

Es evidente que el cuerpo del aborigen fue blanco de las coacciones disciplinarias y, así, los mecanismos de dominación impregnaron sus marcas. Entonces, el ejercicio efectivo del poder, la “vigilancia” y el “castigo” calaron profundamente en la cotidianeidad de los mismos.97 Peramás, en el capítulo dedicado a los castigos, deja constancia de la “desnudez” de los aborígenes en la medida que fundamenta y detalla la organización y la disposición de las tecnologías de gobierno así como de los espacios panoptizados. Sabía Platón que donde hay hombres, por más buenas que sean las leyes, por recta que sea la disciplina y por prudente y vigilante que 95. 96. 97.

Foucault, Michel. Dits et écrits… Citado por Ruidrejo, Alejandro, p. 244. Foucault, Michel. Le pouvoir psychiatrique. Cours Année 1973-1974. París: Seuil/Gallimard. 2003, pp.70-71. Citado por Ruidrejo, Alejandro…, p. 246 Véase; Chamorro, Graciela. Decir el cuerpo: Historia y etnografía del cuerpo en los pueblos Guaraní. Asunción: Tiempo de Historia/FONDEC. 2009.

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sea el gobernante, siempre habrá muchos que sacudan el yugo y recalcitren. Por consiguiente, la mejor república no es aquella en que no hay delincuentes (pues no existe en lugar alguno tal ciudad o conglomerado humano), sino la que, no bien se da un delito, al punto reprime al reo, para evitar que el mal ejemplo cunda y corrompa a los demás. De aquí dimana la necesidad de la represión, que nunca –dice- causa mal alguno, antes bien, siempre el justo castigo de los crímenes comporta uno de estos bienes: o el mejoramiento del que lo recibe, o al menos de la disminución de su maldad.98

Blas Garay, por su parte, recoge de manera detallada en su libro El comunismo de las misiones jesuíticas. La compañía de Jesús en Paraguay, referencias a los castigos corporales. Era corriente la de azotes, aplicada con crueldad rayana en barbarie. Lo mismo se desnudaba para recibirlos al hombre que a la mujer, sin que las valiese a éstas la más avanzada preñez. Muchas abortaban o perecían a consecuencia del brutal castigo; nadie lo recibía sin que su sangre tiñera el látigo o saltaran sus carnes en pedazos, porque para hacerlo más doloroso se empleaba el cuero seco y duro y sin adobar. En ocasiones dejábase caer lacre o brea hirviente sobre las carnes del reo; y para cerciorarse de que no había fraude en la aplicación de la pena, presenciábanla a veces los Padres, que tan dulcemente regían su amado rebaño.99

En lo que respecta a la visión utópica del mundo y muy especialmente a la construcción de un imaginario excelso, Voltaire demostró un optimismo moderado en una época en que desbordaba la metafísica de Leibniz a favor del mejor de los mundos posibles. En su Cándido hace referencia al Paraguay y específicamente a los jesuitas. En el cap. XIV se

98. 99.

Peramás, José Manuel. La República de Platón y los guaraníes…, p. 191. Garay, Blas. El comunismo de las misiones. Asunción: El Lector. 1996, pp. 62-63.

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refiere a la organización económica y las relaciones de poder de los jesuitas ironizando de la siguiente manera: (…) El gobierno de estas gentes es admirable. Los curas lo poseen todo; los pueblos, nada; ésta es la obra maestra de la razón y la justicia.100

Es verdad que Peramás, en su afán de congeniar los ideales platónicos con la obra de los jesuitas, excluyó la posibilidad de que cada estructura social asuma características propias. En ese sentido, resulta sumamente improbable que una ciudad cuasi-espartana sea homologable a una reducción jesuítica.101 Chamorro afirma que los jesuitas intervinieron en las nociones y en los hábitos indígenas sobre el cuerpo; los grupos indígenas a su vez reaccionaron a esa intervención. Destaco aquí, dice la antropóloga, la idea de conversión religiosa como control sobre el cuerpo indígena; concretamente, como enfrentamiento que se dio a partir de los binomios hombre-mujer, monogamia-poligamia, partes nobles del cuerpo-partes plebeyas del cuerpo.102 Oberá La sujeción de los cuerpos al amparo del imaginario donde el español era el amo y el aborigen el servil aliado, estuvo, sin embargo, matizada por pasajes de rebelión y resistencia. Ese otro –como diría Saffi– que se

100. Voltaire. Cándido o el optimismo. Madrid: Unidad Editorial. 1999, p. 39. 101. “Una cuestión que ni el mismo maestro griego lo hubiera creído si tenemos en cuenta que asignaba a las ciudades los mismos caracteres de los individuos y sus posiciones geográficas. Una vieja idea inspirada en Hipócrates, según la cual todas las actividades de la estructura social son actividades de las diferentes «partes» del alma y aunque esas partes están presentes en cada hombre, no se hallan desarrolladas de la misma manera”. Jalif de Bertranou, Clara Alicia. “El humanismo platónico…, p. 80. 102. Chamorro, Graciela. “Historia del cuerpo durante la conquista espiritual” en Fronteiras, Dourados, MS, Nº 18, Vol. 10, julio-diciembre de 2008, p. 291.

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constituye en el discurso colonial casi siempre difumado, disminuido, porque el europeo le niega o borra deliberadamente su lugar103, resistió y luchó para zafarse de las garras que oprimían sus cuerpos. Siguiendo la clasificación de Saffi, las tres modalidades de resistencia, la oral, escrita y actante, nos referiremos únicamente a la última, esto es, cuando al subalterno se le niega toda viabilidad de hacer posible su denuncia, su aversión, entonces actúa físicamente, recurre al cuerpo para hacer frente al enemigo. Es verdad que resulta un tanto difícil separar las citadas modalidades, no obstante, Saffi argumenta en relación a lo mencionado, en los siguientes términos: (…) se podría objetar que los vehículos de los dos primeros tipos de resistencia, lo escrito y lo oral, son también actos y por lo tanto también caerían dentro de lo que el estudio categoriza de resistencia actante o física. Sin embargo, no todas las representaciones de los actos que se estudian tienen que ver con lo escrito y lo oral. Ahí es donde aparecen los casos en que la resistencia es deliberada, intencional, confrontacional, y en los que está envuelta la expresión dramática del cuerpo. Por lo tanto, se singulariza en el sentido de ser más contundente, más visible, más teatral, si se quiere. En las representaciones de los actos de resistencia actante se detecta una necesidad de exteriorizar la repulsión con el lenguaje del cuerpo y por eso se diferencia de las otras dos.104

En 1579, un gran líder aborigen de nombre Oberá105 (El resplandeciente) recurrió a la danza y al poder de la palabra para así generar y llevar adelante una resistencia feroz. Logró apropiarse del discurso religioso del colonizador que había desvirtuado por completo la imagen que 103. Saffi, Clinia. Resistencia guaraní en la época colonial. Asunción: Intercontinental. 2009, p. 19 104. Ibíd., p. 30. 105. Véanse más detalles del alzamiento de Oberá en Barco de Centenera, Martín del. Argentina y Conquista del Río de la Plata (1602). Madrid: El brocense. 1982.

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los aborígenes tenían de sus propios cuerpos. La operación realizada por Oberá consistió en ajustar el mensaje religioso en función de las costumbres de los aborígenes y así recomponer la autoimagen de estos y sus consecuencias (antropofagia, poligamia, danzas, etc). Al liberar los cuerpos por medio de una sublevación, los valores imperantes se desplazaron. Al quedar libres los cuerpos, el poder se invierte tornándose ambivalente. Entonces, están dadas las condiciones para que una gran crisis, con respecto al concepto de autoridad, se instale. Para más referencias acerca de este alzamiento106, el lector puede remitirse al capítulo del libro de Saffi, quien dedica un interesante estudio a Oberá y sus críticos.107 A continuación, basándonos en textos autorizados, intentamos recrear la prédica del líder y su resistencia actante. 1.

Pyharevete, kuarahy osemboyve, aipykúi ka’aguyguasu mbytére ha agueraha che ndivéi ñe’fi ombopy’aguasúva che pehfinguekuérape. Oúramonguare ko´ã pytagua, he’i oréve roñes¯ hagua. Oñohfi ore akã rehe y ha he’i oréve Kirito ra´yha. Upe ára guive ore rasy, romano mbeguekatu rohóvo ore akãpu´ãramo jepe. Oipe’a orehegui Kirito rérape ore rekove añetéva. Omoinge ore pype kyhyje ha ojapo orehegui teongueguata. Omongu´i ha ombotuju ore rapo. Upévarehe chepochy ha aguata. Aha mombyry che pehenguekuéra rendápe ha asapukái kakuaa: ¡Che ha’e Oberá! Che ha’e ñandejárateete ra´y, ha che sy ha´e kuña johéipyre. Ha´ekuéra chejokuái ambopyahu haguã pende rekove ha ame´fi jevy haguã pefime umi téra pehayhúva.

1.

Muy temprano, antes de que el sol se asome, surco los inmensos bosques llevando conmigo la palabra que enaltece a mi pueblo.

106. Existen otros alzamientos que el lector puede ver con detalles en el texto citado de Clinia Saffi. 107. Saffi, Clinia…, pp. 181-197.

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Cuando llegaron estos extranjeros nos dijeron que debíamos arrodillarnos. Nos derramaron agua en la cabeza y nos comunicaron que pasábamos a ser hijos de Jesucristo. Desde ese día estamos enfermos, lentamente padecemos una muerte aunque sigamos vivos. Y es que en nombre de Jesucristo nos arrebataron nuestro verdadero modo de ser. Empotraron en nuestros cuerpos el miedo y nos convirtieron en muertos que caminan. Trituraron y fermentaron nuestra raíz. Por eso estoy enojado y camino. Voy muy lejos al encuentro de mis hermanos y al verles grito con ferocidad: ¡Yo soy Resplandeciente! Yo soy el verdadero hijo de Dios y mi madre es una mujer inmaculada. Ellos me envían a renovar las vidas de ustedes y así devolverles sus nombres que tanto aman. 2.

Ha’e chupekuéra añetehápe ikatuha ajapo opamba’e Ñandejára ojapóva. Asapukái hatã ha che rete omimbi, upéicha che pehenguekuéra opáy ha cherecha, che ha’eha Oberá. Ahahápe tuicha vy’apópe che ruguait‡ mitã, kakuaa ha mayma che pehenguekuéra. Ha´ekuéra hasfi, otyryry ha osapukái asy. Ojerure chéve aipe’a haguã chuguikuéra ykarai Kirito rérape omongy’ava’ekue hekovekuéra. Ha che, ajoheikuévo umi tekove y ky’a omoneva’ekue, ha’e kakuaaite: ¡Che ha’e Ñandejára remimbou! Ko ára guive ipyahu ha hekovia tete iky’ava’ekue. Iñambue ñes¯ ha ñakãity. Ikatujev¤ma jahupi yvate ñande resa ha jajapo ñande ru teete ñanembo’eva’ekue. Jajeroky jev¤ta heta, javevépeve ha japurahéita yma jajapo haguéicha. Jajukáta pete‡ vakara´y ha jajapóta chugui yvyku´i. Upéi, ñambovevéta yvytúre che rérape, upéicha ñambovevéta ko´ãva Kirito rérape ouva´ekue oipe´a ñande hegui ñande réra. Upéicha avei, jahayhu ha jakejev¤ta mokõi téra, mbohapy kuñándive. Ha peikuaáke, ko´ága guive, tatavai aña rógape oîva, opámaha. Che areko che pogu¤pe tataveve tuichapajepéva ahapy hagua umi tapicha kurusu ha mboka orekóva.

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2.

Les dije también que mis poderes son similares a los de Dios. Que puedo hacer todo lo que Dios hace. Así, al elevar mi voz, todo mi cuerpo se ilumina. Entonces, mis hermanos abren los ojos y ven que yo soy Resplandeciente. Donde vaya, con gran alegría salen a mi paso niños, adultos y todos mis hermanos. Ellos no paran de llorar, se arrastran y no dejan de sollozar de manera lastimera. Me imploran que borre de sus vidas el agua (bautismo) que, en nombre de Jesucristo, sus vidas manchó. Y al limpiar esas vidas de hedionda agua, pronuncio con fuerza: ¡Yo soy el enviado de Dios! Desde este instante se rejuvenece y cambia el cuerpo sucio. El tiempo de la sumisión y genuflexión ha terminado. Ya podemos alzar al cielo nuestros ojos y hacer lo que nos enseñó nuestro verdadero padre. Volveremos a danzar hasta que nuestros pies sean livianos y nuestro canto auténtico. Luego, sacrificaremos un ternero y lo convertiremos en polvo, lanzaremos al viento las cenizas y ellas se irán. De la misma manera se marcharán estos extraños que en nombre de Jesucristo vinieron a sacarnos nuestros nombres. Asimismo, podremos volver a amar y dormir con dos o tres mujeres. Y sepan, desde este instante, el fuego que mora en la casa del diablo, se ha extinguido. Yo tengo bajos mis manos un enorme cometa para quemar y destruir a esos que tienen la cruz y la espada.

3.

Upéicha aguata oparupiete, che ra´y Guyraro che potyvõ. Roho umi tekoha rupi ha rombopyahu tekove. Pya´énte ipy´aguasupa che pehfinguekuéra ha mburuvichakuéra avei. Roreko jev¤ma ore rérateete, ha ko´ãga roikovaíta ore yvyrehe. Ore ha´e jev¤ma ore. Opáma tindy. Rohechaukáta umi oremongaraiva´ekuépe mávapa ore. ¡Che ha´e Oberá! Heta aguata, ha ahechauka rire opavave che pehenguekuérape ikatuha ñande jaiko yvy ape ári ñandehaícha, aju ha´e haguã pefime jaikovaita ha umi mbaretépe ñane mongaraíva´ekue ndive. Aníke ikangy pende rekove añete. Che rataveve ohapypaitéta chupekuéra, añetehápe ha´e

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pefime. ¡Che ha´e Oberá! Heta aguata, ha ahechauka rire opavave che pehenguekuérape ikatuha ñande jaiko yvy ape ári ñandehaícha, aju ha´e haguã pefime jaikovaita ha umi mbaretépe ñane mongaraíva´ekue ndive. Aníke ikangy pende rekove añete. Che rataveve ohapypaitéta kuera, añetehápe ha´e pefime. Ohova´erã umi ñande yvy ha ñande rekove ouva´ekue oipuru. 3.

Así, el camino me lleva por varios lugares. Mi hijo Pájaro Amargo me ayuda. Vamos por esos lugares y renovamos vidas. Al poco tiempo, mis hermanos y los jefes se armaron de coraje. Y es que ya recuperamos nuestro verdadero nombre y ahora ha llegado el momento de pelear por nuestra tierra. Volvimos a ser nosotros. Ha terminado la sumisión. Ahora sabrán esos que nos bautizaron quiénes somos nosotros. ¡Yo soy Resplandeciente! Luego de caminar muchos caminos y de mostrar a mis hermanos que podemos vivir sobre la faz de la tierra siendo nosotros mismos, hoy vengo a decirles que ha llegado el momento de la lucha. Vamos a darles guerra a aquellos que usando la fuerza nos quitaron nuestros nombres con el bautismo. Que no se tambaleen vuestros verdaderos nombres. Mi cometa quemará, les digo muy en serio. Deberán marcharse aquellos que colonizaron nuestras tierras y nuestros cuerpos.

4.

Oñondive ndaikatumo´ai hikuái ipu´aka ñanderehe. Oimfiramo o‡ tapicha ipy´amir‡va oikoséva tyryryhápe ha oipotáva téra iñambuéva, topytánte. Oimfiramo okyhyjéva tekove añetégui ha oimo´ãva umi tetãygua ogueruha vy´a ha mborayhu, ha pefime ndaha´éiha péicha. Ha´ekuéra ou ñande juka haguã. Upévarehe ojuka ñande rekove yma. Ohapy ñandehegui ñande jeroky teete ha he´i ñandéve o‡ha aña ha angaipa. Pejepytaso chendive ha ñanesãsóta, ∑rámo pefi ndaha´evéima ava ha che Oberá. Ha´epávo che ñe´fi ha´ekuéra tuicha opurahéi: “Oberá, Oberá, Oberá. Payuatupa, Tanbebe, Ibyte, byte, byte”.

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4.

Si estamos juntos, ellos no podrán vencernos. Pero si alguno de ustedes es miedoso y prefiere vivir arrastrado con nombre ajeno, será mejor que se quede. Si alguien teme vivir una vida auténtica y cree que los extraños traen alegría y amor, yo les digo que no es así. Ellos vienen a aniquilarnos. Por eso han matado nuestra verdadera forma de ser. Han quemado nuestra danza y nos han convencido de que existe el diablo y el pecado. Luchen a mi lado como valientes y las cadenas se romperán. Si esto no ocurriese, ustedes dejarán de ser ustedes y yo dejaré de ser Resplandeciente. Al terminar mis palabras, ellos cantaron fuerte: “Resplandor, resplandor, resplandor, del padre, también Dios de nosotros”

Este tipo de choque de “posturas” ¿pudo haber sido producto de algunos “errores” en la gestión del poder? Según Graciela Chamorro108, el ambiente de conflicto en que esos episodios sucedieron y fueron registrados permite afirmar que ellos no fueron simplemente malentendidos entre profesos de dos sistemas religiosos distintos. Tratábase de una reacción de los indígenas contra la religión que los quería sujetar a los designios de seres sobrenaturales todopoderosos y complacientes con la explotación colonial. Innúmeras fuentes atestiguan cómo los indígenas “guaranizaron” elementos de la predicación cristiana para contrarrestar el poder de los propios cristianos.

108. Chamorro, Graciela. “La buena palabra. Experiencias y reflexiones religiosas de los grupos guaraníes” en Revista de Indias. Nº 230, Vol. LXIV, 2004, p. 122.

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Fig. 1 “Posando en la Plaza Uruguaya-Asunción” Foto del autor, 2013.

Cuerpo intrascendente La historia política del Paraguay bien podría catalogarse como un largo devenir de sujeciones corporales y/o los disciplinamientos reiterativos. Más allá de los signos ideológicos imperantes a lo largo de la vida política del país, los cuerpos han acusado recibo por parte de los que detentaban el poder y las consecuencias muchas veces fueron terribles y deshonrosas. El proyecto político del Dr. Francia se basó, en parte, en el aislamiento y el constante desvelo con relación a las intenciones anexionistas de los países vecinos. Asimismo, el poder centralizado en su cuerpo mermó las

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posibilidades de que otros cuerpos logren algún grado de autonomía. La consolidación de su liderazgo significó una purga importante, borrando del escenario la presencia de varios líderes de la primera hora de la independencia del Paraguay. Muchos protagonistas terminaron muertos a fin de que el Dictador sea el “único” cuerpo merecedor de autoridad y prestigio. Rengger da cuenta de los detalles de la vida doméstica del dictador y afirma que este le confió una labor bastante curiosa. (...) le gusta que le miren a la cara cuando le hablan, y que se le responda pronta y positivamente. Un día me encargó con este objeto que me asegurase, haciendo autopsia de un paraguayo, si sus compatriotas no tenían un hueso de más en el cuello, que les impedía levantar la cabeza y hablar recio.109

Helio Vera110, al tiempo de inspirarse en la anécdota para el título de su famoso libro En busca del hueso perdido, considera que de tener alguna base firme la hipótesis que los paraguayos contamos con un hueso de más, nos hallaríamos ante un grave desafío, pues poseeríamos el carácter de rara avis en la monótona y prolífica especie de los bípedos implumes. Más allá de la fina ironía que caracteriza a toda la obra de Vera, el silencio y abatimiento del paraguayo, no pocas veces homologado al cretinismo, fue utilizado como dardo y escudo por parte de autores positivistas y nacionalistas. No obstante, quizá sea oportuno ir más allá de la simple descripción de una condición del “ser nacional silencioso”, “siempre cabizbajo”, con unas condiciones materiales en extremo paupérrimas, e intentar preguntarse las razones profundas que hicieron posible tamaña sujeción corporal.

109. Rengger, J.R. Ensayo histórico sobre la revolución del Paraguay. Asunción: El Lector. 1996, p. 123. 110. Vera, Helio. En busca del hueso perdido. Tratado de Paraguayología. Asunción: RP. 1990.

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Boris Cyrulnik afirma que la vergüenza es uno de los sentimientos más comunes y más complejos del ser humano. Es una representación mental que toma forma cuando entendemos que también existe el mundo del otro y comenzamos a notar su mirada y vernos reflejados en ella. En relación con el silencio escribe: Si queréis saber por qué no he dicho nada, bastará con averiguar lo que me ha forzado a callar. Las circunstancias que rodean al hecho y las reacciones del entorno son coautoras de mi silencio. Si os digo lo que me ha ocurrido, no me creeréis, os echaréis a reír, os pondréis de parte del agresor, me formularéis preguntas obscenas o, peor aún, os apiadaréis de mí. Sea cual sea vuestra reacción, bastará con hablar para sentirme mal ante vuestra mirada. De modo que callaré para protegerme, descubriré únicamente la parte de mi historia que sois capaces de soportar. La otra parte, la tenebrosa, seguirá viviendo en silencio en los sótanos de mi personalidad. Esta historia sin palabras dominará nuestra relación, porque en mi fuero interno ya me he retratado, interminablemente, palabras no compartidas, narraciones silenciosas.111

En la cotidianeidad el saludo está inundado de porãmba, trankilopa (todo está lindo, todo está bien.) Aunque la situación sea de extrema necesidad, la palabra se verá siempre prevenida por un halo de misterio que evita retratar la verdadera condición de sufrimiento, despojo o abuso de poder. ¿Tantos años de silencio forman parte de una estrategia de supervivencia o es la expresión más clara de una ausencia total de participación ciudadana? La respuesta la debemos buscar teniendo en cuenta los mecanismos eficientes que se desplegaron a fin de sujetar y/o redimir los cuerpos. A mi criterio se ensayaron varios modelos, pero me referiré únicamente y de manera muy breve a tres trabajos.

111.

Cyrulnik, Boris. Morirse de vergüenza. El miedo a la mirada del otro. Buenos Aires: Debate. 2011, p. 11.

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Por un lado, el de los positivistas-liberales, especialmente, Cecilio Báez, por otro lado, la postura nacionalista autoctonista de Natalicio González y la propuesta de un cuerpo lastimado y explotado, visión que acompaña al discurso de Barrett. El silencio como producto del despotismo es la razón que valida Cecilio Báez. La condición del paraguayo cabizbajo y en extremo silencioso a raíz de una falsificación de su ser es la idea defendida por el nacionalismo telúrico de González. Dolor e indignidad, explotación y sufrimiento, son algunos de los puntos que Rafael Barrett destaca para retratar el cuerpo de los paraguayos. En los tres autores, el cuerpo aparece en el centro del debate. Y es que el mismo ha sido siempre el blanco de todas las dominaciones, pues nuestro ser existe y se proyecta desde y en presencia de una materialidad corpórea. Foucault afirma claramente que el poder no se encuentra por fuera del hombre. Vive y se hace fuerte en el hombre mismo, en su vivir cotidiano. El poder que subyuga y domina no es exterior y por lo tanto no se puede hablar de pasividad y absoluta sumisión. En gran medida somos parte de la construcción de un poder que nos puede controlar o permitir controlar a otros. Además, el dominio es utilizado como una extensa red de relaciones donde el cuerpo está también directamente inmerso. Por ello el cuerpo es considerado un verdadero campo político. Si la tarea primordial en el quehacer político pasa por encontrar y consolidar mecanismos que aseguren la obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos, lo más importante sería la identificación de esos elementos con la virtualidad de aglutinar y asegurar el éxito de la empresa. De ahí que toda dominación sobre una pluralidad de hombres probablemente requiera un cuadro administrativo a fin estimular la creencia en su legitimidad.112 A pesar de la transitoriedad de la obediencia en un contexto siempre coyuntural, las solicitaciones que el cuerpo experimenta empujan a las políticas de dominio a renovarse de manera constante.

112.

Weber, Max. Sociología del poder. Los tipos de dominación. Madrid: Alianza. 2007.

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El cuerpo cretinizado por secular opresión Cecilio Báez (1862-1941) nació y creció en un contexto político y cultural de crisis. La posguerra del 70 y sus consecuencias arroparon por completo su perspectiva acerca de la vida al punto de dar forma a sus posteriores ideas, especialmente las relacionadas a la libertad y el progreso. De hecho, la matriz de su pensamiento se inscribe íntegramente en las líneas del liberalismo y del positivismo de inicios del siglo XIX. En la posguerra, como era de esperar, las ideas liberales ganaron espacio en el Paraguay. Báez, en su Tesis de doctorado Ensayo sobre la libertad civil, sienta las bases de un liberalismo que se fue consolidando, específicamente en el plano político partidario. No obstante, Báez tuvo que matizar sus posturas en función a los temas, las circunstancias y las coyunturas. En su libro Cuadros históricos y descriptivos tensa un hilo invisible que aúna sutilmente retazos de liberalismo y positivismo desde una perspectiva revisionista, con un claro interés pedagógico y deontológico donde el cuerpo y ciertas “excrecencias” debían ser trascendidos. Con relación al “silencio de los cuerpos”, Báez, como buen positivista, argumenta a favor de un presente como puente hacia un futuro de progreso y critica todo vestigio de un pasado alejado del estadio positivo. En la famosa polémica sostenida con Juan E. O’Leary, el juvenilismo113 aparece con toda su fuerza. De hecho, la chispa que inició el fuego cruzado no fue otra que una advertencia a la juventud y al pueblo sobre los peligros de la devoción hacia un pasado cretinizante. Y ese pasado a superar es en primer término el de los guaraníes, quienes, según, Báez eran tristes y taciturnos. Si el dictador Francia pidió a Rengger averiguar acerca del hueso que hacía imposible sostener la mirada del paraguayo, Báez retrata a nuestros aborígenes en la misma línea del dictador. No se comunicaban entre sí, es decir, que no se cambiaban ni ideas, haciendo imposible todo progreso. No tenían afición ni por el baile,

113.

El hombre mediocre lo es por viejo, afirma José Ingenieros.

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ni por la música, ni por el canto, ni por ningún juego. Entre ellos, nada de tertulia, ni de reuniones amistosas, desde que la vida de familia no existía. No se hablaban sino por necesidad. Nunca se reían, ni demostraban su alegría en ninguna forma.114

A este pasado no muy glorioso, se le sumó la administración absoluta del Dr. Francia, a cuyo respecto dice Báez: Viviendo en la más absoluta ignorancia, el pueblo paraguayo parece que no se había dado cuenta de su duro despotismo, pues, cuando murió, derramó sobre su tumba lágrimas de sincero dolor. En efecto: con el sistema del aislamiento y de la incomunicación absoluta, el pueblo había llegado a perder la noción de la geografía y de la vida en relación.115

En su libro La Tiranía en el Paraguay, específicamente en el capítulo dedicado a la instrucción pública en el Paraguay, Báez manifiesta claramente que por falta de instrucción, el pueblo paraguayo no tiene todavía costumbres democráticas: el pueblo campesino es muy ignorante. En el Parlamento no hay ideas, y la prensa nacional no cuenta ni con un solo órgano de principios por falta de un público leído que le dé vida. Esta es la verdad. Báez continúa diciendo que la verdad, como ciertos remedios, tiene sus amarguras; pero hay que devorarlas con resignación, si queremos suprimir los males. Remata su idea con tres líneas sintéticas, cargadas de liberalismo y espíritu progresista: Eduquemos al pueblo por la instrucción y por los actos de buen gobierno; porque un pueblo se desmoraliza por los atentados gubernativos, se corrompe por el despotismo, y se cretiniza por la falta de instrucción.116 114. 115. 116.

Báez, Cecilio. Cuadros históricos y descriptivos. Asunción: Talleres Nacionales de H. Kraus. 1906, p. 13. Ibíd., p. 156. Báez, Cecilio. La tiranía en el Paraguay: sus causas, caracteres y resultados; colección de artículos publicados en “El Cívico”. Asunción: Tip. de “El País”. 1903, p. 14.

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El Paraguay, escribe Báez, llegará a ser una verdadera nación y tendrá historia por el trabajo, la instrucción y la libertad; pues su pasado, como bien lo dice el mismo poeta chileno –se está refiriendo a Eusebio Lillo–, no es sino una leyenda sombría, digna de la musa del Dante, hábil en describir pavorosos cuadros. No olvidemos que la formación del ciudadano es el objetivo de las prácticas impulsadas por los discursos somáticos. Ser ciudadano, dice Pedraza, es sinónimo de un comportamiento ético que revela el ejercicio de ciertas virtudes impuestas o asumidas como válidas. Es decir, cumplir un código gramatical que la urbanidad refleja a cabalidad, y la higiene y la cultura física complementan con ejercicios que satisfacen el deber de un cuerpo sano y el de velar por su capacidad productiva y sensitiva. El ciudadano es el principal ingrediente de la nación y la nación equivale a la civilización. Pedraza advierte que la civilización imaginada durante el primer período de la modernidad es la lucha por conjurar la barbarie: degeneración racial, sentidos abotagados, falta de claridad en el entorno, cuerpos ineficientes, torpes, antiestéticos e inmunes a la belleza. Los cuerpos mismos han de ser garantes de una formación social respetuosa de las diferencias construidas y conservadas gracias a órdenes que disponen usos del cuerpo y formas estéticas.117 En su discurso como flamante abogado por la Universidad Nacional de Asunción, Báez insta a prevenir un nuevo eclipse del espíritu y el predominio de las pasiones impuras, avigorando la inteligencia con sólidos conocimientos y grabar profundamente en la conciencia las ideas de patria y libertad, que son los puntos polares del eje moral de la sociedad. Esta propuesta redentora de la obra de Báez exige al cuerpo liberarse, tanto de las sujeciones de los tiranos como del oscuro horizonte de la ignorancia y la superstición. El filósofo paraguayo Juan Santiago Dávalos redactó un interesante estudio118 donde pone en duda las ideas emancipa-

117.

Pedraza Gómez, Zandra. “El régimen biopolítico en América Latina. Cuerpo y pensamiento social” en Iberoamericana, IV, 15, 2004, pp. 12-13. 118. Sobre este punto, el filósofo realiza una brillante crítica a las ideas de Báez. Véase; Dávalos, Juan Santiago. Cecilio como ideólogo. Asunción: Escuela Técnica Salesiana. 1967.

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doras de aquel. Para el pensador, Báez no era un intelectual ni mucho menos científico, sino un ideólogo: un ser híbrido, una mezcla de intelectual y político, ya que combina la teoría con la acción. Entiende el filósofo por ideología como la falsa conciencia e instrumento erudito de la praxis política y por ciencia, como saber fundado, verificable y verdadero de las cosas. Desde esta óptica, Báez nunca fue un científico. Sin embargo, echaba mano de conceptos y categorías científicas con la finalidad de revestir su discurso de un cierto halo cientificista y así otorgar poder y autoridad a sus ideas. Cuando Dávalos se refiere al ideal racionalista que tanto persiguió Báez, considera aquel que no era otra cosa que una utopía antihistórica pues su meta –la instauración de una realidad esencial del hombre donde la racionalidad y la libertad campeen a sus anchas– simplemente no coincide con la realidad concreta del hombre. Además, el filósofo tritura la idea arquetípica del deber ser, esa pretensión moralizante que se evidenciaba casi en todos los textos de Báez. El cuerpo guerrero Natalicio González119 cree que el deseo de trasplantar a estas tierras la civilización europea120 no ha hecho otra cosa que dañar y ensuciar la idea de lo “paraguayo”. Así, la forma cristalizada –forma sin alma, caparazón sin contenido– de una cultura que no es propia de estas tierras ha posibilitado que muchos males se desencadenen. Según Natalicio, lo abyecto se instala cuando el cuerpo traiciona su esencia, y lo hace alzándose contra la idea que le da nombre, corrompiendo así su decoro. El esencialismo que persigue González es de importancia capital en la construcción de un nacionalismo autoctonista telúrico cuyas características encajaron a la perfección con los cuerpos de la masa popular, cuyo conato estaba golpeado por la pobreza y la ausencia de proyectos políti-

119. Político y pensador paraguayo. Fue presidente de la República de 1948 a 1949. 120. Esta idea se aprecia en varios textos; Milagro Americano; Cómo se construye una nación; El Paraguay eterno, entre otros.

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cos emancipadores. En ese sentido, el discurso de Natalicio es sumamente seductor, pues, en nombre de un axioma –una idea fundante– prepara el camino apelando a la tradición y a la lealtad. Según la argumentación del pensador, en una nación, los individuos se suceden con ritmo y movimiento de ola, pero la idea que el grupo desea corporizar persiste y esa idea no es otra que la esencia de lo paraguayo. A partir de esta argumentación, el análisis del destino de los cuerpos pasa por el tamiz de una especie de puja biopolítica. Por un lado, la propuesta europea positivista y por el otro, el autoctonista. Para Natalicio el “ente silencioso” está revestido de profunda concepción moral, estética y económica. Y el mismo hace que el “arquetipo imperecedero” luche por retomar su lugar. Así, el prototipo del hombre paraguayo no será el noble, ni el caballero, ni el artesano, sino el agricultor soldado. El estatuto ontológico del paraguayo adquiere con esta propuesta una clara dignidad con base en ciertos caracteres indiscutibles como la tierra, el trabajo en el campo, el sufrimiento, la abnegación y muy especialmente la “desnudez de los pies”. Este detalle de los pies descalzos121 es inversamente proporcional a la cabeza bien amoblada de los positivistasliberales. Un detalle a tener en cuenta se puede apreciar en la portada de uno de los libros más emblemáticos de González, El Paraguay Eterno122. En la misma se sintetiza la puja corporal de “unos” y “otros”. Dos cuerpos sujetando un mismo elemento (bandera paraguaya) desde dos perspectivas

121. “Derrotar al cebo’i era muy difícil, por la falta de instalaciones sanitarias y porque la gran mayoría andaba descalza. Aunque las autoridades nacionales y la Rockefeller invirtieron mucho dinero y esfuerzo y obtuvieron algunos resultados, el bicho no se rendía. Esta información la tomé del libro de Jerry Cooney y Frank Mora titulado El Paraguay y Estados Unidos, de reciente publicación en Asunción. Y la complementé con el que me dio el doctor Telmo Aquino: la guerra contra el cebo’i se ganó hacia 1960, cuando llegaron las llamadas zapatillas japonesas, de uso popular. Al dejar de andar pynandí (descalzo), el paraguayo dio menos pie –literalmente– al gusanito, que sin desaparecer dejó de crearle tantos problemas.” Rodríguez Alcalá, Guido. “La nariz de Cleopatra” en Diario Última Hora. Miércoles 26 de agosto de 2009. 122. González, Natalicio. El Paraguay Eterno. Asunción: Cuadernos Republicanos. 1987.

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(manos) pero con un detalle de por medio; en la parte superior derecha de la portada se observa un cuerpo ataviado elegantemente con una camisa y un saco con detalles a rayas más dos brillantes gemelos apretando el palo con manos firmes y aristocráticas. En contrapartida, en la parte inferior derecha, un cuerpo presumiblemente desnudo, con un par de antebrazos fornidos y manos decididas, sostiene el madero con fuerza, pero el mástil se rompe justo en el medio y la portada insinúa que la enseña tricolor queda en manos del elegante liberal.

Fig. 2 Portada del libro El Paraguay eterno de Natalicio González, 1987.

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El dolor del cuerpo Probablemente la perspectiva de Rafael Barrett (1876-1910) con relación a los cuerpos sea la más acertada para visualizar con justicia la compleja historia de sujeción y dominación. Como escritor fue más allá de los discursos y el brillo de la prolija pluma. Decidió bajar hasta el fondo de los barrancos empobrecidos y ahí pudo divisar el inmenso martirio de los cuerpos explotados y cercenados por sanguijuelas y capangas. En varios escritos denuncia sin ambages la extrema pobreza y el abandono a los que se ven sometidos los desposeídos. Si en la concepción de Natalicio la lucha pasa por deshacerse de los elementos “extraños” que impedían la expresión del “ser paraguayo”, en Barrett la consigna pasa por liberar al cuerpo de tanto dolor. El escritor manifiesta compungido lo que ha visto en la campaña durante un lapso no mayor de un año, tiempo suficiente para entender que los cuerpos estaban sometidos a la más abyecta de las injusticias: la pobreza. He visto los viejos caminos que abrió la tiranía devorados por la vegetación, desleídos por las inundaciones, borrados por el abandono. Cada paraguayo, libre dentro de una hoja de papel constitucional, es hoy un miserable prisionero de un palmo de tierra. No tiene por dónde sacar las cosechas, que tal vez en un esfuerzo desesperado, arrancaría al suelo y se contenta con unos cuantos liños de mandioca, roídos de yuyos. Más allá, bajo el naranjal escuálido que dejaron los jesuitas, se alza el ranchito de lodo y de caña, agujero donde se agoniza en la sombra. Entrad: no encontraréis un vaso, ni una silla. Os sentaréis en un pedazo de madera, beberéis agua fangosa en una calabaza, comeréis maíz cocido en una olla sucia, dormiréis sobre correas atadas a cuatro palos.123

123. Barrett, Rafael. El dolor Paraguayo. Caracas: Ayacucho. 1978, p. 54.

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Además de la referencia a cuerpos aquejados tanto por las diarreas como por todo tipo de enfermedades, Barrett denuncia las condiciones inhumanas en las que vivían los enfermos mentales en el Paraguay de inicios del siglo XX. En su descripción de la situación, la indignidad y la mierda son dos puntas de un mismo hilo. Figuraos una inmunda cárcel, en que la miseria hubiera hecho perder el juicio a los infelices abandonados allí dentro. Sobre el fango de un patio lúgubre, acurrucados contra los muros, gimen, cantan, aúllan, veinte o treinta espectros, envueltos en sórdidos harapos. Una serie de calabozos negros, con rejas y enormes cerrojos, agobia la vista (…) Las camas son sacos de sucia arpillera. Un hediondo olor a orines, a cubil de bestias feroces nos hace retroceder. (…) Descalzas con los pies hinchados, las idiotas, incapaces de espantarse las moscas, se cubren de llagas. Rascan la tierra en que se revuelcan todo el día, y se quedan sin uñas.124

124. Ibíd., p. 52.

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Segunda Parte El cuerpo y sus desechos

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Capítulo I ESCATOLOGÍA E HIGIENISMO

Evidentemente, la actitud del ser humano con respecto al tratamiento de los excrementos y la suciedad ha variado a través de las épocas y entre las distintas culturas (…). En su creencia presuntuosa de ser el amo y señor del mundo, el hombre moderno, con su manía por el aseo, llevó al mundo a la más atroz fecalización del ámbito ecológico. CARLOS ZICANELLI (escritor argentino)

Inmundicia El contexto material y cultural ha moldeado el cuerpo a lo largo de los siglos al punto de sufrir mutaciones de gran importancia. Podemos constatar en la antigüedad la idea de un cuerpo inefable e invisible, reflejo de una potencia divina e increada. Por su parte en la filosofía platónica observamos al cuerpo como sombra de un arquetipo ideal, o como objeto de emoción estética entre los artistas griegos. Con los místicos medievales, el cuerpo se vuelve despreciable, es fuente de pecado y bajeza. En el Renacimiento el cuerpo se convierte en objeto de conocimiento científico. La Reforma Protestante configurará el cuerpo como mensaje moralizador. La Revolución Industrial lo será gracias a la explotación y alienación de miles de cuerpos. En el tiempo presente, el cuerpo está atravesado por infinitas posibilidades de “ser” y “hacerse”. No obstante, va en aumento 87

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el riesgo de configurar el cuerpo como objeto de intercambio en el mercado libre.125 Son innumerables los cambios que imprimieron a la propia carne perspectivas distintas que a su vez animaron “miradas” diferentes, valoraciones muy dispares y por ende, con secuelas no siempre emancipadoras. Por ejemplo, la administración de salud y la concepción de la enfermedad. El cuerpo normal y anormal. El discurso acerca de la vida y su correlato último, la muerte. La legitimidad concedida al goce y al placer en un contexto donde las normas hacen mella en el cuerpo a fin de desarrollar en él todo su poder, etc. La pulcritud, por ejemplo, terminología potenciada in extremis por sociedades puritanas, totalitarias y decadentes, impide hablar de asuntos corporales “poco decentes” como la inmundicia. El “decoro” reprimió durante mucho tiempo la posibilidad de pensar la inmundicia como trastos de la desigualdad social y la explotación del hombre por el hombre. Mary Douglas considera que la suciedad, tal como la conocemos, consiste esencialmente en desorden. No hay suciedad absoluta: existe sólo en el ojo del espectador. Evitamos la suciedad, no por un temor pusilánime y menos aún por espanto o terror religioso. Tampoco nuestras ideas sobre la enfermedad dan cuenta del alcance de nuestro comportamiento al limpiar o evitar la suciedad. La suciedad ofende el orden. Su eliminación no es un movimiento negativo, sino un esfuerzo positivo por organizar el entorno. Será por ello que Jaime Alvar se pregunte ¿por qué la observación médica de la mierda es soportable y no lo es su análisis social o histórico? ¿Por qué es de mal gusto estudiar la mierda y no, por ejemplo, el asumir con naturalidad el esclavismo? Frente a lo que ocurre con otras funciones corporales, la defecación es considerada muy negativamente. Como consecuencia, son po-

125. González Crussí, Francisco. “Historia del cuerpo”…, p. 8.

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cos los estudios que se han preocupado por conocer la historia social de la mierda, que en mi opinión, puede tener mucha más relevancia de la que se pudiera atisbar a simple vista.126

No obstante, al asumirnos corpóreos, indefectiblemente la asquerosidad forma parte de nuestro panorama existencial, ya sea como “pedazo” del escenario o como resultado de nuestra condición como organismos heterótrofos. Reflexionar acerca de lo asqueroso nos lleva a indagar las razones que hacen posible que los desechos sean “asumidos”, “gestionados” y “conducidos” a fin de que se salvaguarde el espacio que nos congrega y cobija. Es condición indispensable y obligada para cualquier sociedad tratar sus desechos, pues en gran medida, alrededor de la inmundicia, se construye una práctica cultural muy peculiar donde al tiempo de aceptar, también negamos.127

126. Alvar, Jaime. “Del cuerpo al Cosmos” en Gómez Canseco, Luis (Ed.) Fragmentos para una historia de la mierda. Cultura y transgresión. Huelva: Universidad de Huelva. 2010, p. 65. 127. “(…) nuestras ideas de la suciedad no son a todas luces tan recientes. Seamos capaces de hacer un esfuerzo y pensemos retrospectivamente más allá de los últimos cien años, y analicemos después las bases para evitar la suciedad antes de que hayan sido transformadas por la bacteriología; antes, por ejemplo, de que considerásemos abstraer lo patógeno y la higiene de nuestra noción de la suciedad, persistiría la vieja definición de ésta como materia puesta fuera de su sitio. Este enfoque es ciertamente muy sugestivo. Supone dos condiciones: un juego de relaciones ordenadas y una contravención de dicho orden. La suciedad no es entonces nunca un acontecimiento único o aislado. Allí donde hay suciedad hay sistema. La suciedad es el producto secundario de una sistemática ordenación y clasificación de la materia, en la medida en que el orden implica el rechazo de elementos inapropiados. Esta idea de la suciedad nos conduce directamente al campo del simbolismo, y nos promete una unión con sistemas de pureza más obviamente simbólicos. Podemos reconocer en nuestras nociones de suciedad el hecho de que estamos empleando un compendio universal que incluye todos los elementos rechazados por los sistemas ordenados. Se trata de una idea relativa. Los zapatos no son sucios en sí mismos, pero es sucio colocarlos en la mesa del comedor; la comida no es sucia en sí misma, pero es sucio dejar cacharros de cocina en el dormitorio, o volcar comida en la ropa; lo mismo puede decirse de los objetos de baño en el salón; de la ropa abandonada en las sillas; de objetos que debieran estar en la calle y se encuentran dentro de casa; de objetos del piso de arriba que están en el de abajo; de la ropa interior que



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La revisión de posturas y discursos varios en relación a lo inmundo quiere –de alguna manera– hacer “notar” que podemos y debemos “pensar lo inmundo” para conferir a los desechos, a la mierda y a la basura, el verdadero lugar que les corresponde. Nuestro interés por la mierda rebasa la idea de “suciedad” como construcción desde las coordenadas de una “asepsia” normalizada. Como la necesidad de defecar es irreprensible, siempre ha habido autores que, a pesar del estigma académico y social, se han atrevido a escribir sobre los hábitos fecales de sus congéneres, lo que contribuye a la inserción cultural de la deposición. A partir de esta reducida información se puede afirmar que el desarrollo de la civilización va emparejado a la mejora del tratamiento de los residuos corporales.128

La mierda, dice Werner, representaba una materia singular, ya algunos milenios atrás, era algo que había que mantener lejos de los lugares donde se llevaban a cabo los quehaceres elementales como comer, dormir o rezar.129 Sin embargo, en la Edad Moderna, la excrecencia humana se hace tabú y se asocia a la vergüenza y entonces produce incomodidad. Es el momento en que el hombre empieza a convivir inmerso en un sistema social cada vez más estrecho y complejo que acrecienta la necesidad de autocontrol. Las modernas normas de decencia relativas a la mierda se trasladan progresivamente del papel a la psique: reglas registradas en los tratados de cortesía o en los decretos de la corte durante el siglo XVI, y que la mayoría de los adultos interiorizaron. Estas normas se convirtieron en un componente del asoma allí donde debiera estar la ropa de vestir, y así sucesivamente. En pocas palabras, nuestro comportamiento de contaminación es la reacción que condena cualquier objeto o idea que tienda a confundir o a contradecir nuestras entrañables clasificaciones”. Douglas, Mary. Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de tabú y contaminación. Madrid: Siglo XXI. 1973, pp. 54-55. 128. Ibíd., p. 66. 129. Werner, Florian. La materia oscura…, p. 10. 

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sentimiento de vergüenza, y comenzaron a percibirse como algo normal.130

Basura, suciedad, excrementos, mierda y otros131 Basura proviene del latín versura y este de verrere, barrer. Es decir, aquello que se vierte (de ahí el sentido de versión) y, por otro lado, aquello que se ha barrido. Barredura significa lo que se ha sacado por sucio de en medio, que no está en su sitio y, por tanto, lo que hay que mover hacia otro lugar para que se recicle, se reactive o se degrade. Vemos entonces que una de las cualidades primordiales de la basura es que ella debe estar fuera de este mundo (inmundo). No obstante, esta acepción, no parece muy convincente, pues, por más aseados que seamos, la basura seguirá permaneciendo en este mundo. La cuestión adquiere otro sentido si recordamos que en el idioma griego clásico las cosas y los conceptos se definen de forma perfectiva. Entonces, lo in-mundo podría significar “ausencia de mundo”. ¿En qué sentido? En el sentido de un horizonte pulcro, perfecto, límpido. ¿Y de dónde surge esta idea? De los filósofos griegos clásicos. Para los pensadores de aquel entonces, la “belleza” fue imaginada como una de las particularidades exclusivas del “ser”, había otras, como la bondad, unicidad y veracidad, pero nos interesa la “belleza” de manera particular. Así, la raíz griega kosmeín era utilizada, tanto para nombrar al universo (que era bello y ordenado) y a las cosas bellas. Entonces, de ahí deriva el sentido de “cosmos” y “cosmética”. Cuando Grecia se expande al mundo a través de sus ideas, los romanos asumen este concepto pero usan la raíz mundi. Entonces, el vocablo inmundo se entiende como lo

130. Ibíd., p. 11. 131. Un estudio más detallado se puede ver en: Alvar Ezquerra, Manuel. Del Vientre al diccionario. “Paseo por los campos de la defecación” en Gómez Canseco, Luis (Ed.) Fragmentos para una historia de la mierda…., p. 37.

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inverso y contrario a ese ideal del “ser” que debe ser bello y ordenado. Lo in-mundo porta lo feo, desordenado y “no es”. Sucio, por su parte, según los especialistas en etimología, viene del latín sucidus, que a su vez procede de sucus (jugo, savia), y en su origen, solo significaba lo húmedo. El adjetivo se aplicaba a la lana recién esquilada, aún no lavada, llena de sudor animal y húmeda, así como a los seres demasiado sudados. Con el tiempo, el adjetivo cambió su sentido hasta llegar a significar aquello que se asume como impuro, manchado, etc.

Fig. 3 “Le Parfumeur”. Grabado de Bernard Picart. Siglo XVIII.

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Fijémonos ahora en la palabra excremento. El mismo proviene del latín excemere, excrevi, excretum que significa algo así como lo que se debe “mantener aparte”. De nuevo encontramos la idea “fuera”, lo que se encuentra más allá de los límites. (…) excrementun tiene la misma raíz que la palabra para “secreto”, secretum: la mierda es una sustancia oculta y misteriosa.132

También se emparenta con secemere, que tiene el mismo significado, de donde viene secretar, secretaria. Si aplicamos el sufijo dis, vamos a tener discernir, discreto, discreción. Siempre en la línea de algo que se traspasa, filtra, criba, suda o selecciona. Podemos entonces empezar a vislumbrar la idea de discriminación, separación y orden como sustrato de aquello que hace posible que tenga sentido el “reciclado”. ¿Qué se dice de la mierda? El término español “mierda” deriva del latín “merda”; según Corominas en su diccionario etimológico, esta última carece de etimología clara, pero parece sensato emparentar con el sáncrito “mrd” “arcilla”, 133 “moco”. Por su parte, Werner realiza un interesante “rastreo” etimológico del término en lengua alemana. Etimológicamente, la palabra alemana para mierda (ScheiBe) se atribuye a la raíz indoeuropea skei-d-, la cual, al principio, significaba solamente “dividir” o “separar”; la palabra del alto alemán moderno “scheiden” (“divorciar”, “separar”) procede de la misma raíz. Igualmente el término “schisma” (“cisma”) en contexto religioso,

132. Werner, Florian. La materia oscura…, p. 12. 133. Ibíd., p. 27.

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así como la palabra “schizophrenie” (“esquizofrenia”) para designar una doble personalidad de aquella. En el sentido originario, “scheiBe” solo era algo que se separaba del cuerpo y se escindía de él. Este carácter neutral se muestra en el término alemán “ausscheidung” (“excreción”), con el que scheiBe, mucho más vulgar y común, está emparentada en origen.134

Por su parte, entre los doxógrafos, la poca importancia que estos especialistas han prestado a la presencia de una tradición escatológica135 es notoria. No obstante, varios intelectuales han situado el tema en perspectiva filosófica y sociológica, además de la ya conocida presencia de la mierda como aliada de no pocos artistas.136 Desde los filósofos de la eterna Atenas, pasando por las elucubraciones y constataciones de los sociólogos como Norbert Elias hasta las reflexiones de Gustavo Bueno sobre la democracia y la basura televisiva, pensadores, aventureros, científicos, políticos y artistas han fijado la mirada en la inmundicia, sin más necesidad que fortalecer algún tipo de comprensión acerca de la conducta del ser humano, o la muestra clara de nuestra finitud, de nuestra condición pasajera cuyo destino es el sucio barro. Así, por ejemplo, Fernando Navarro nos recuerda el ataque que Séneca propinó a la memoria del difunto 134. Ibíd. 135. Laporte nos recuerda que “La Biblioteca scatológica ofrece una lista impresionante de obras, la mayor parte en latín, publicadas entre los siglos XVI y XIX. Citamos para el siglo XVI el De excrementis, el De egestionibus y la Dissertatio de expulsione et retentione excrementorum; además en el orden de su publicación: Dissertatio de utilitate inspiciendorum ut signorum (1693), Dissertatio de medicina stercoraria (1700) , Chylologia histórico-medica (1725-1750), Dissertatione de alvina excretione ut signo (1756), etc., etc., y, finalmente dos obras entre las más recientes a principios del siglo XIX, Dissertatio de retrimentorum corporis humani coloribus variam in aegrotis significatione praebantibus; sabia copia del Grand Mistere del Doyen Swift, publicado en 1804; y, concluyentemente, como su título indica, la obra publicada en 1821, Dissertatione de medicamentis ex corpore humano desumptis merito negligendi”. Laporte, Dominique. Historia de la Mierda. Valencia: Pretextos, p. 99. 136. Existe una larga lista de escritores y artistas que han recurrido a la escatología para tratar el tema en sí o como excusa para cuestiones prohibidas o sobredimensionadas. Aristófanes, Dante, Kundera, Rabelais, Montaige, Cervantes, Quevedo, Sade, Zola, Joyce, Cortázar, Borges, Esteban Echeverria, Piero Manzoni, entre muchos otros. Y en nuestro país, Augusto Roa Bastos, Gilberto Ramírez Santacruz, Osvaldo Salerno, entre otros.

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emperador romano Claudio, quien gracias a sus fieles senadores intentó convertirlo en un dios. Séneca golpeó al difunto recordando las últimas palabras pronunciadas por el pretendido dios: Vae me! Puto, concacavi me (Ay de mí, creo que me he cagado). El viejo recurso de la sátira, dice Navarro, consiste en pensar de qué manera sorprender al hombre en un acto culpable o en un gesto indecoroso, con los pantalones caídos. Con esa técnica quedan al aire las partes vergonzosas y el hombre se ve rebajado desde lo divino a lo animal, para recordar que detrás de cada homo sapiens y de sus ejercicios espirituales hay un mamífero que se nutre, entra en celo, contrae enfermedades… y, al cabo, defeca.137 A continuación pasamos a revisar algunas posturas y/u opiniones acerca de la inmundicia. Diógenes de Sínope y los baños Al referirnos a Diógenes de Sínope, la seriedad –que supuestamente debe envolver a la filosofía– se escurre. La gravedad que solemos asociar a tan noble disciplina se aleja e inmediatamente nos enfrentamos de lleno a un filósofo “cómico” e, inclusive, “payaso”. Y es que para Diógenes, el humor corrosivo, el chiste desopilante y la capacidad de captar la más mínima posibilidad de retorcer un discurso hasta volverlo ridículo, son marcas señeras de su modus operandi. El humor, la risa y el chiste son herramientas (…) la nota humorística del cinismo practicado por Diógenes no sería un mero agregado casual; la preferencia por el chiste y, sobre todo, la explotación del aspecto gracioso de las ambigüedades lingüísticas son signos de una intuición más profunda que dice relación con el lenguaje y su relación problemática con la realidad. Quiero decir con esto que

137. Navarro, Antolín Fernando. “Poppysmata. Pedorretas literarias en latín”, en Gómez Canseco, Luis (Ed.) Fragmentos para una historia de la mierda…, p. 82.

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Diógenes ocupa el humor y la salida graciosa con fines propedéuticos: el chiste, y toda su puesta en escena, no sólo distiende la seriedad del discurso y relativiza el dogmatismo, sino que, en este caso, abre la rendija por la cual vemos el aspecto ambivalente y cambiante de la realidad, que no puede ser apresado por el lenguaje y sus categorías lógico-conceptuales basadas en el principio de no contradicción y la eliminación de la ambigüedad del discurso. En ese sentido, Diógenes está en franca oposición al armazón conceptual que desde Platón en adelante, y definitivamente con Aristóteles, se impone en la filosofía: la exclusión del ámbito del Ser de la ambigüedad, del doble sentido y del cambio oscilante.138

Ahora bien, entre unas de las tantas anécdotas del chistoso Diógenes de Sínope aparece una ligada a la inmundicia. Cuenta su tocayo Diógenes Laercio que un día nuestro pensador perruno, hallándose en un baño nada limpio, recurrió a su consabida ironía y profirió: ¿Los que se bañan aquí dónde se lavan?139 El Sócrates “limpio” Platón en su diálogo titulado Parménides140 pone en boca de este y de su maestro Sócrates una conversación que gira alrededor de la inmundicia. Parménides: Con respecto a estas otras cosas, Sócrates, que podrían parecer ridículas, tales como el pelo, el lodo, la basura y todo cuanto hay de indecente o innoble (…) Sócrates: Nada de eso; con relación á estos objetos, nada existe más que lo que vemos. Temería incurrir en un gran absurdo, si les atribuyese también ideas (…)

138. Jeria Soto, Patricio. “Diógenes de Sínope. Una reflexión sobre la problemática del lenguaje filosófico” en Byzantion Nea Hellás. Santiago de Chile, Nº 29, 2010, pp, 52-53. 139. Laercio, Diógenes. Vida de los filósofos más ilustres. Bogotá: Universales (s.a), p. 178. 140. Platón. Obras completas. Edición de Patricio de Azcárate. Tomo 4. Madrid. 1871.

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Parménides: Eres joven aún, Sócrates, y la filosofía no ha tomado posesión de ti como lo hará un día, si yo no me engaño. Entonces no despreciarás nada de cuanto existe. Ahora, a causa de tu edad, sólo te fijas en la opinión de la generalidad de los hombres (…)

Mejor “decir” que “oler” A pesar de haber afirmado Inter faeces et urinas nascimur (nacemos entre heces y orinas), para el hijo rebelde de Mónica, Agustín de Hipona, el conocimiento de la basura, en efecto, se debe tener por mejor que el nombre mismo, el cual debe preferirse a la basura misma. Pues no hay otra razón para preferir el conocimiento al signo, sino que éste es para aquél y no aquél para éste.141 La preocupación e indicación de Agustín podría entenderse en el contexto de la época y en la tradición que abarca desde el siglo I al siglo XI en la que los teólogos tuvieron que comprometerse en la difícil tarea de buscar respuesta a la cuestión del devenir de las especies consagradas en la eucaristía, y trabajar sin descanso para afinar su análisis y allanar la contradicción entre la materialidad del pan y del vino sometidos a la digestión y el carácter incorruptible del cuerpo de Cristo. Por eso, la reflexión sobre lo excremencial les era muy familiar, y, principalmente al santo, que resolvía la cuestión distinguiendo lo visible corruptible de lo invisible incorruptible.142 El molestoso pedo y el sueño de Franklin Resulta “incómodo” advertir que ciertos pensadores hayan dedicado su tiempo a cuestiones tan “etéreas” como el pedo. Sin embargo, no son pocos143 los que han consagrado líneas e incluso obras enteras al “mo141. San Agustín. De Magistro. Citado por Laporte, Dominique. Historia de la Mierda…, p. 18. 142. Ibíd. 143. Véase el clásico libro de Hurtaut, Pierre-Thomas. Art de péter de 1751.La versión en español; El arte de tirarse pedos. Editorial pepitas de calabaza: Logroño, 2009; Quevedo,



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lestoso gas”. En ese sentido, destaca la reflexión que en su momento Benjamin Franklin dedicó a la mencionada cuestión. En 1781 el intelectual redactó una carta en respuesta a una convocatoria de trabajos proveniente de la Real Academia de Bruselas. En la misma, planteaba la necesidad de indagar los métodos para mejorar el olor de la flatulencia humana. Su escrito cuyo título “Pee orgullosamente”144, aunque no llegó a enviar a la Real Academia, proyecta una serie de ideas relacionadas a la inmundicia, puntualmente a la flatulencia y sus consecuencias sociales. Llamativamente, a cientos de años después, la ironía de Franklin se ha materializado plenamente. Los inventores Brian J. Conant y Myra Conant han patentado en los EE.UU.145 un novedoso parche cuyo nombre revela su objetivo Flatulence deodorizer (Pedo desodorizado). Asimismo, en el Monell Chemical Senses de Philadelphia, Pennsylvania, científicos de muchas disciplinas trabajan juntos para centrarse en la comprensión de los mecanismos y funciones del gusto y del olfato y definir el significado general de estos sentidos en la salud humana y las enfermedades. Pamela Dalton, una de las investigadoras del Monell, investiga malos olores, especialmente en las heces humanas en función a la percepción que se genera desde imágenes.146



Francisco de. Gracias y Desgracias del Ojo del Culo. Sevilla: El Olivo. 2000; Anónimo. Tratado del Pedo. Buenos Aires: E. Santiago Rueda Editor. 2006; Dawson, Jim. Who Cut the Cheese?: A Cultural History of the Fart. Berkeley: Ten Speed Press. 1999; Bart, Benjamin. The history of farting. Michel Omara. 1995; Cantos Lodroño, Ismael. La paz volátil. Conferencias sobre el pedo. Cocentaina (España): Editorial Manuzio. 2008; entre otros. 144. Franklin, Benjamin. Fart Proudly. Writings of Benajamin Franklin You never Read in School. Frog Books. 2003. 145. El producto se registró en la Oficina de Patentes de los EE.UU. con el número US 6,313,371 B1 en fecha 6 de noviembre de 2001. En la actualidad se comercializa on –line a 13.95 dólares. Se puede acceder a observar los detalles del mismo y apreciar las figuras que explican el funcionamiento del parche. Véase, http://www.google.com/patents/ US6313371 146. http://www.monell.org/faculty/people/dalton

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Fig. 4 “Flatulence deodorizer” Patente: US 6,313,371 B1. 2001.

Etnología escatológica de Bourke Otra obra curiosa, llena de anécdotas y datos interesantísimos en la línea que nos afecta, se publicó a fines del siglo XIX. Su autor, el militar, 147 antropólogo e historiador estadounidense John Gregory Bourke. La obra, Escatología y Civilización. Los excrementos y su presencia en las costumbres, usos y creencias de los pueblos, asume el estudio de los excrementos desde una óptica cultural y abarca un arco de tiempo bastante amplio. Bourke recopiló anécdotas e información de diferentes pueblos (y épocas distin147. Bourke, John Gregory. Escatología y Civilización. Los excrementos y su presencia en las costumbres, usos y creencias de los pueblos. Barcelona: Círculo Latino. 2005.

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tas) acerca de excrementos y desechos en general. Constituye un texto cuya minuciosa indagación acerca de las muchas conductas de los seres humanos con relación a lo escatológico, nos acerca a una riqueza cultural cuya diversidad es patente. Al mismo tiempo, descubre muchos orígenes de varias creencias y miedos que, aún hoy, siguen vigentes. El autor cita, por ejemplo, el caso de los reyes árabes cuyos excrementos eran la materia prima para la elaboración de un incienso sagrado; los amuletos de monjes budistas confeccionados con las secreciones, cabellos o uñas de un lama; hasta llegar a los excrementos del niño Jesús, considerados como poseedores de poderes milagrosos.148

En la obra también se detallan rituales y supersticiones para animar hechizos y sortilegios. Para muchos de aquellos a los que la cultura occidental denomina “primitivos”, el hecho de esconder cuidadosamente los propios excrementos no obedecía a ninguna medida higiénica o estética, sino a la creencia de que sus deyecciones podían ser usadas para acciones mágicas en su contra.149

Civilización y excrementos según Norbert Elias En El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas se analiza un conjunto de pautas, que han hecho posible durante el feudalismo y más tarde en la modernidad, forjar conductas cada vez más cercanas a ideas como “intimidad”, “pudor” y “desagrado”. Barcena y Melich sostienen que la antigua distinción entre lo privado y lo público ha quedado, en la época moderna, cada vez más difuminada, al interponerse entre ambas esferas lo que Hannah Arendt llamó el espacio de lo social, 148. Zicanelli, Carlos. “Estudio preliminar” en Escatología y Civilización…, p. 6. 149. Ibíd., p. 7.

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ese ámbito en el que se “espera de cada uno de sus miembros una cierta clase de conducta, mediante la imposición de innumerables y variadas normas, todas las cuales tienden a ‘normalizar’ a sus miembros, a hacerlos actuar; a excluir la acción espontánea o el logro sobresaliente”.150 Una de esas conductas que merecieron todo el control por parte de la sociedad fue la de la defecación. Durante mucho tiempo la deposición al aire libre fue tolerada socialmente, pero con el tiempo se fueron condenando dichas prácticas y se procuró que la defecación se realice en “privado” evitando así la vista pública de semejante acto. A partir del siglo XVIII la vieja costumbre de evacuar en cualquier sitio y a la hora requerida por el cuerpo había cambiado radicalmente. Elias demuestra que la tendencia en la modernidad temprana apuntaba hacia un “aplazamiento” cada vez más notorio del momento en que uno realmente deseaba defecar y el momento en que podía hacerlo. De esta manera, el cuerpo se vio sometido a una autocoacción. (…) esta exclusión de las necesidades corporales de la vida pública, así como la regulación y modelación correspondientes de la vida impulsiva fueron posibles únicamente porque, a la par con la sensibilidad creciente se inventó un utensilio técnico que resolvió de algún modo este problema de la exclusión de tales funciones de la vida social y su reclusión en otros lugares. En este caso se siguieron pasos parecidos a los de las técnicas de la mesa. El proceso del cambio psicológico, el avance de los límites del pudor y del desagrado no se pueden explicar desde un solo punto de vista en función únicamente del desarrollo de la técnica y de los descubrimientos científicos.151

150. Barcena, Fernando y Melich, Joan-Carles. “El aprendizaje simbólico del cuerpo” en Revista Complutense de Educación. Nº 2, Vol 11, 2000, p. 63. 151. Elias, Norbert. El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. México: FCE. 1987, p. 181.

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El basilisco Gustavo Bueno ordena la basura El filósofo español Gustavo Bueno se sumerge en el tema en Telebasura y democracia152 y sostiene que observar la basura es mirar la realidad. Leyendo su libro, dice Alberto Hidalgo, un profano llega a comprender que cuando tirábamos todo al mismo “cubo de la basura”, sin distinguir nada, estábamos haciendo metafísica, porque tomábamos a la basura como un concepto “transcendental”. En cambio que cuando hemos aprendido a discriminar en casa, entre “envases”, “plásticos”, “vidrio” y “basura orgánica”, nos hemos convertido en analíticos e investigadores. Vamos, que de ahora en adelante, no distinguir un programa de “basura desvelada” de un programa de “basura fabricada”, es como confundir un hueso de pollo con una botella de plástico.153 Gustavo Bueno haciendo referencia a la basura sostiene que lo trascendental tenía que desbordar todas las categorías, y ahora la basura es trascendental: hay basura doméstica, basura cósmica, ADN basura, literatura basura, comida basura..., demasiada basura. Se dice que la basura es lo inmundo, lo que está fuera del mundo, pero ¿cómo puede haber algo fuera del mundo? Las grandes metafísicas de la antigüedad se pueden traducir muy bien en términos de basura. Están las metafísicas que niegan la basura como realidad, porque la consideran pura apariencia: es la metafísica eleática de Parménides. La tradición contraria es la oriental y neoplatónica, para la que la basura sería el mundo. Todo ello se reproducirá en la contraposición entre naturaleza y cultura: la naturaleza es lo limpio, la madre naturaleza, y lo sucio y la basura es la cultura.154

152. Bueno, Gustavo. Telebasura y democracia. Barcelona: Ediciones B. 2002. 153. Hidalgo, Alberto. “Contra recurrencia, reciclaje” en El prisma crítico. Diario El Comercio. Gijón-España, 2 de marzo de 2002, p. 78. 154. Martínez, José María. “Entrevista a Gustavo Bueno” en ABC Cultural, Nº 526, Madrid, sábado 23 de febrero de 2002. pp. 5 -9.

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Paradigma basura En un texto titulado Nunca fue tan hermosa la basura, José Luis Pardo afirma que: Ninguna otra forma de sociedad anterior o exterior a la moderna ha producido basura en una cantidad, calidad y velocidad comparables a las de las nuestras.155

Pardo cree que asistimos a un tiempo en que la sociedad está repleta de lo que él llama no-lugares o lugares-basura, fruto de un paradigma-basura, “porque no hay en realidad ningún nuevo paradigma hacia el cual estemos transitando, sino únicamente la destrucción sistemática y concertada de aquel bajo el cual vivíamos”.156 Es verdad que Pardo reflexiona de un modo más abierto y muy en perspectiva del arte y la ética y un tanto alejado de la escatología, Asúa considera que con su crítica y reflexiones marca con exactitud la frontera entre la estetización general (o política) y la “obra de arte”, fenómeno no solo perfectamente ajeno a lo anterior sino además (y por paradoja) su opuesto absoluto. Dicho con una simplificación imperdonable, Pardo expone desde diversas perspectivas y con múltiples objetos que allí donde hay “obra de arte” hay experiencia del sentido del mundo y del significado humano, pero allí donde hay estetización solo hay nihilismo. Así, por ejemplo, la invasión de la basura en el conjunto completo de nuestras vidas (ciudades-basura con edificios-basura para habitantes-basura) que fuerza una estetización universal de la basura (solo lo reciclable es bello) y en consecuencia impone un valor polí-

155. Pardo, José Luis. Nunca fue tan hermosa la basura. Madrid: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. 2010, p. 163. 156. Ibíd., p. 175. Citado por López Ribera, Juan Antonio. “¿Tiene futuro la filosofía?” En Tonos. Revista Electrónica de Estudios Filológicos. Nº 22, enero de 2012.

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ticamente correcto a los detritos gracias a su virtual reciclado. Las viviendas reciclables pueden mudar en hoteles, hospitales, aeropuertos o iglesias. Los trabajadores reciclables están en un perpetuo reciclado laboral. Los humanos reciclables tienen pechos, rostros o hígados de recambio. Pero sumados todos los casos, siendo la basura lo propiamente reciclable, la extensión del vertedero se ha hecho escalofriante.157

Zizek y los inodoros El 25 de noviembre de 2003, en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, el reconocido pensador esloveno Slavoj Zizek leyó una conferencia titulada “La Estructura de la Dominación Actual y los Límites de la Democracia”. En un momento de su alocución, se refirió a uno de sus libros, How to reader Lacan, 158 para indicar inmediatamente la ligazón existente entre el retrete y la ideología. El filósofo dijo que le impactaron mucho las diferencias de estructura de los baños en Alemania, en Francia y en EE.UU. Como probablemente sepan ustedes, dijo Zizek al auditorio, en Francia el agujero por el cual desaparecen los excrementos está allí detrás como para que desaparezca lo más rápidamente de la visión. En los antiguos baños alemanes se constata un viejo ritual alemán. El agujero del inodoro está adelante como para que uno no solamente pueda oler los excrementos sino que, de paso, pueda hacerse un control de salud y demás. Los inodoros norteamericanos están llenos de agua, como para que los excrementos floten por ahí. Entonces el pensador se pregunta qué razones existen para que esto sea así. Y manifiesta que ha leído algunos libros sobre la comprensión de los inodoros, pero que increíblemente no encontró una justificación para explicar esas diferencias. Zizek afirma que todos tratan de argumentar de manera instrumental, cuál es más práctico y demás, pero mi lectura aquí

157. Azúa, Félix de. “La filosofía en el vertedero” en El País, 8 de mayo de 2010. 158. Zizek, Slavoj. How to reade Lacan. New York: W.W. Norton & Company. 2007.

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es de corte mucho más ideológico, sentencia. Desde fines del siglo XVIII se presenta esta idea de la trinidad espiritual europea. Se da el tema de la economía inglesa, la política francesa y la metafísica y poesía alemanas. Pero acaso, ¿no encontramos justamente eso en la estructura de los inodoros? El enfoque francés es revolucionario (el agujero allá atrás debería desaparecer y ser liquidado lo más rápido posible). El estilo anglosajón es práctico, económico: agua y demás. El estilo alemán, con lo que refleja, tiene una actitud poética. Si bien esta lectura ha sido un poco rápida tengan esto en cuenta cuando desarrollen una clase magistral y alguien les hable del fin de las ideologías, piensen que apenas termina la clase y esa persona va al baño, ingresa en la ideología. En How to reader Lacan, Zizek cita la obra de Claude Lévi-Strauss159 y recuerda que las tres maneras principales de preparar los alimentos (crudos, horneados, hervidos) funcionan como un triángulo semiótico: los usamos para simbolizar la oposición básica entre (“crudo”) naturaleza y (“horneado”) cultura, al igual que el término medio entre los dos contrarios (en el proceso de hervir).160 Entonces, como suplemento a Lévi-Strauss, es tentador proponer –dice Zizek– que la caca también puede servir como “comida para el pensamiento”: los tres tipos básicos de diseños de inodoros occidentales constituyen una especie de contrapunto excremental al triángulo culinario de Lévi-Strauss. En el inodoro tradicional alemán, el hueco por el que desaparece la caca al bajar la cisterna se halla delante, de modo que esta se encuentra en un primer momento ante nosotros para ser olida e inspeccionada en busca de alguna enfermedad; en el típico inodoro francés, por el contrario, el hueco se localiza en la parte posterior para que la caca desaparezca lo antes posible; por último, el inodoro americano nos presenta una especie de combinación, un punto

159. Lévi-Strauss, Claude. Mitológicas I. Lo crudo y lo cocido. México: FCE. 1968. 160. How to reader Lacan..., p. 16.

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medio entre esos polos opuestos: la taza del inodoro está llena de agua, con lo cual la caca flota, visible, pero no para ser inspeccionada. No es extraño que, en la famosa discusión sobre los distintos inodoros europeos al principio de su semiolvidado Miedo a volar, Erica Jong afirme irónicamente que “los inodoros alemanes son la verdadera clave de los horrores del Tercer Reich. Quienes son capaces de construir inodoros como éstos son capaces de cualquier cosa”.161

Zizek considera que un objeto tan simple como un inodoro no puede ser explicado en términos tan escuetos y básicos, pues el mismo envuelve toda una serie de creencias fundamentales subyacentes y esenciales. La “historia” de la mierda de Laporte El psicoanalista francés Dominique Laporte (1949-1984) nos ha legado un interesante libro titulado Historia de la mierda,162 escrito en París dos años después de aquel emblemático mayo del 68. Con apenas veinte años de vida, Laporte trazó una obra donde redefine radicalmente el pensamiento dialéctico y la política posmarxistas de manera irreverente al tiempo de abrir un cauce en paralelo a las posturas de pensadores posmodernos como Foucault, Deleuze, Guattari, Lyotard, entre otros. Analizar la sociedad y la cultura desde el retrete es tarea posible. Al documentar la relación que los seres humanos han tenido con sus propias heces se pueden evidenciar las normas resultantes, las leyes, los rituales, las invenciones e incluso el modo en que la arquitectura y la arquitectura del paisaje han cambiado. La escatología de Laporte se erige como una herramienta para el análisis cultural. Para lograr su cometido, nuestro autor recurre a la genealogía histórica y fusiona las perspectivas de Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud,

161. Ibíd., p. 17. 162. Laporte, Dominique. Historia de la mierda. Valencia: Pretextos 1989.

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Georges Bataille, Karl Marx, Roland Barthes y Michel Foucault para mostrar de qué manera el desarrollo de las técnicas de saneamiento en Europa occidental afectó de modo central a la formación de las nociones modernas de la individualidad. El surgimiento del capitalismo moderno y el Estado nacional implicó un profundo cambio de actitud hacia los residuos humanos. El ensayo comienza con dos edictos del siglo XVI de la monarquía francesa, uno decretando que la lengua francesa debe ser “purificada” de sus impurezas lingüísticas, el otro edicto exige que cada hogar recoja y elimine los residuos de sus habitantes. Al afirmar su poder disciplinario sobre el cuerpo, el Estado creó una nueva concepción de “la privacidad”, una separación del espacio público y privado que fomenta la ecuación del yo individual con el control de los intestinos. Si la lengua es bella es porque un maestro la lava. Un maestro que lava los lugares de mierda se desembaraza de las inmundicias, sanea ciudad y lengua y les confiere orden y belleza.163

Historia de la mierda revela la mitología humanista acerca de la grandeza de la civilización. Y lo hace diseccionando la gestión de los desechos humanos tanto para el esbozo de la identidad como individuos y la importante configuración y la organización de la ciudad, como para el surgimiento de la nación-estado, el desarrollo del capitalismo, y el mandato para obtener un lenguaje limpio y correcto. Si alguna vez creímos estar por encima de la mugre, Laporte afirma que estamos completamente atascados en ella, sobre todo cuando intentamos mostrarnos limpios e higiénicos. Limpia, la lengua responde a tres exigencias de la civilización tal como las definió Freud: limpieza, orden y belleza” donde no interviene como causa principal el solo registro de lo útil. Lavar, ordenar, embellecer: el hecho de que esta tríada discursiva opere de

163. Ibíd., p. 14.

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modo también manifiesto y simultáneamente en la policía municipal y en la lengua, despeja la sospecha de que no es la suciedad la que debe representar un problema desde el punto de vista histórico, sino más bien la compulsión a lo limpio en cuanto que no encuentra sus justificaciones utilitarias fuera de una construcción retrospectiva.164

En el libro de Laporte, la “mierda” es asumida literalmente como tal, y al mismo tiempo como metáfora de lo no deseado. De esta manera, la mierda es más que un concepto en relación a los objetos, las ideas y las prácticas que han sido consideradas indeseables por una sociedad determinada. Cátedra de Mierda Luis Gómez Canseco, prestigioso profesor de la Universidad de Huelva, en el año 2005 reunió a 12 catedráticos españoles para discutir sobre lo excrementicio bajo el lema “Historia de la mierda: cultura y transgresión”. El evento ha sido todo un éxito. Más de 500 alumnos han participado de tan “sucio” e “indecente” evento. En la presentación del libro producto de aquel encuentro, Gómez Canseco expresó lo siguiente: Puestos para hacer cábalas, para sobrevivir sólo hacen falta algunas cosas sencillas, como respirar, dormir, comer o cagar. Todo lo demás, quiero decir, la política, el arte, la filosofía o la religión, son metafísicas, precisamente porque van más allá de la física. Pero al hombre no le ha bastado con disfrutar del mundo y se ha empeñado, para bien o para mal, en hurgarle las tripas. Sea como fuere, el ejercicio resulta divertido, porque al hacerlo las cosas adquieren dimensiones nuevas e insospechadas. Piensen, por ejemplo, en una humilde patata; pásenla por el tamiz de la metafísica o escriban la

164. Ibíd., p. 19.

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palabra “patata” en un folio blanco, y habrá dejado de ser una patata para adquirir un sentido simbólico. Con la mierda ocurre otro tanto.165

López Austin y la mierda como símbolo Si Europa tiene a un Dominique Laporte, América Latina cuenta con el talento de Alfredo López Austin y la sensibilidad estética de Francisco Toledo. Allá por 1986 comenzaba una peculiar aventura, la de escribir y pintar –cada quien a lo suyo– sobre el tema de la mierda “en el contexto cultural indígena mexicano”. El libro Una vieja historia de la Mierda reúne, además del mencionado recuento y trayectoria del citado tema, cuestiones de gran importancia acerca del cuerpo. Así, se puede observar que en el apartado cuatro, López Austin afirma: Los mexicas concebían el cuerpo humano como la unión complementaria y opuesta de dos mitades. Arriba quedaban las funciones más nobles: el pensamiento, combinado con los sentimientos serenos; la asimilación de alimentos, que en la parte superior del cuerpo vertían sus jugos nutricios, y el vínculo con las divinas fuerzas del destino. Abajo, en cambio, estaban las pasiones y las fuerzas, y el proceso digestivo inferior consistía en preparar las heces para su expulsión.166

Para López Austin, la mierda pervive y de mil maneras. Con una sonoridad única que su pluma y talento han plasmado en las páginas embellecidas por los dibujos de Toledo, el prestigioso investigador nos recuerda que la mierda tiene sus historias. Y que son muchas, sin duda. Y

165. Gómez Canseco, Luis (Ed.) Fragmentos para una historia de la mierda. Cultura y transgresión... p, 13. 166. López Austin, Alfredo y Toledo, Francisco. Una vieja historia de la mierda. México: CEMCA-Le Castor Astral. 2009, p. 29.

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que una de ellas perteneció a las formas de pensar y actuar de hombres que vivieron junto a los lagos, dentro de ellos, rodeados por conos apagados de volcanes, respirando el aire delgado que beben las águilas. De su dios radiante recibieron el nombre de mexicas.167 Una de estas historias es la historia de la mierda pronunciada en náhuatl, traducida aquí al matlatzinca, allá al otomí, más allá a muy diversas lenguas, o pronunciadas en otomí, matlatzinca o en muy diversas lenguas para ser traducida al náthual, siempre entendida porque la historia de la mierda –como otras muchas– venía pasando de una lengua a otra, de un pueblo a otro, por milenios, desde antes que las palabras nahuas sobrenadaran los espejos de los lagos (…)Y no es solo historia de la mierda porque como historia parcial, guarda en sus recovecos los secretos de las demás historias. 168

Al ser nombrada, la mierda, afirma López Austin, se convierte en símbolo. Escatología en Paraguay El transgresor Osvaldo Salerno En nuestro país la suciedad siempre estuvo presente en el horizonte de los artistas; como estrategia a la hora de representar ciertas ideas relacionadas al cuerpo, a la falta de libertad, a la indigna opresión o a favor de la necesaria transgresión estética; o como parte de las asquerosas piletas de la dictadura stronista169 donde pensadores, artistas y luchadores sociales se encontraron con lo más abyecto de un régimen obsesionado con los

167. Ibíd., pp. 14-15. 168. Ibíd., pp. 15-16. 169. “Pileta: denominación dada por presos y policías al más temible de los métodos de tortura utilizado en dependencias policiales. Consistía en una bañera común cargada de agua, a veces mezclada con desperdicios, en la que era sumergido de espaldas el prisionero, quien tenía los pies atados y fijados al suelo. El torturador se subía a horca-



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cuerpos que osaban “expresar” sus ansias de libertad. Así, muchos fueron golpeados, vigilados, asesinados y otros quedaron disminuidos al punto de ser manchados con el estigma de “contrera”, “comunista” , etc. En 1976, en plena década de consolidación de la dictadura stronista, Osvaldo Salerno salta de la impresión de las cosas a las de las manos que las imprimen y luego hasta la del cuerpo entero, su propio cuerpo.170 La mancha en su vocación de marca de ganadería totalitaria, también lo es de impronta y carácter. Quizá por ello podamos expresar que la libertad de la cual el Paraguay nunca gozó es aquella donde los cuerpos forjan y gobiernan su destino sin más huellas y preceptos que las decididas autónomamente. Imponer, alertar, escarmentar, vigilar y subyugar; herramientas altamente eficaces que operan a favor del infradesarrollo material y simbólico. Cuerpos improntados, silencio a la carta: antesala y letrina de fanáticos, autoritarios y dadores de civilización. Curiosamente, la obra de Salerno, dice Ticio Escobar, no tiene un tono denuncialista en relación a la dictadura stronista. Sin embargo, el cuerpo violentado aparece en toda su soberbia indignidad. Salerno objetiva su cuerpo, lo entinta y aplasta contra el papel y lo vuelve presencia y falta de sí, pura huella; como si hubiese logrado él despellejarse y dejado la piel en forma de mancha estriada, porosa, velluda; mancha gráfica, ajena al espesor y los temblores de la carne. Y como si ese pellejo hubiera quedado embebido de una íntima verdad de la carne separada; verdad a medias, que está tanto en la mancha como en el cuerpo y no se encuentra completamente en ningún lado.171

jadillas sobre el tórax del interrogado y lo sumergía hasta grados cercanos a la asfixia por inmersión. El preso era sacado del agua por breves segundos y, mientras recibía golpes, debía responder las preguntas que se le formulaban”. Boccia Paz, Alfredo. Diccionario usual del stronismo. Asunción: Servilibro. 2004. Citado por Amigo, Roberto. La inminencia. Ejercicio de interpretación sobre la obra de Osvaldo Salerno. Asunción: Centro de Artes Visuales. Museo del Barro. 2006, p. 25. 170. Escobar, Ticio.“La escritura ausente” en La cicatriz. Obra de Osvaldo Salerno. Madrid: Casa de América. 24 de setiembre-7 de noviembre de 1999, p. 22. 171. Ibíd., p. 23.



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En La pileta172, de nuevo el artista se refiere –de manera implícita– a la suciedad, al dolor y la regimentación de los cuerpos. Sin ambigüedades, el artista opta por denominar su obra con el nombre codificado en el Paraguay para designar ese procedimiento de tortura.173

Asimismo, en su serie titulada Ropa usada una vez más el cuerpo y la suciedad serán protagonistas en el contexto de un discurso claramente transgresor, pero al mismo tiempo espolea una feroz crítica al ideal higienista. En ese sentido, Ticio Escobar indica que la obra toma su título de un artículo de Nelly Richard referido al hábito de comprar ropa usada, propio de los países subdesarrollados. La ropa usada introduce la duda, plantea la incertidumbre, contagia una sospecha que infecta la visión apoyada en la creciente medicalización higienista de la existencia. La idea de gérmenes o de microbios ocultos en el secreto de las telas y en los entretelones de su comercio de la reventa, contamina el ideal paranoico del cuerpo sano aislado de toda circulación a la que puede mezclar los flujos epidémicos del subdesarrollo.174

Mellado, por su parte, reflexiona sobre la serie y considera más que un conflicto entre una forma pura y las vicisitudes del cuerpo, lo que Salerno hace es apuntar a la suciedad, a la promiscuidad museal, a la intimidad compartida de las colecciones, a la hibridez de los objetos que pone en escena.175

172. 173. 174. 175.

1997, instalación, materiales diversos, 800 x 100x 15 cm. Amigo, Roberto. La inminencia…, p. 25. Escobar, Ticio.“La escritura ausente”…, p. 38. Mellado, Justo Pastor. La novela de inscripción de Osvaldo Salerno. Asunción: Centro de Artes Visuales. Museo del Barro. 2006, p. 23.

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La ropa usada, en mi concepto, está referida no tanto a las adherencias de una malla imaginaria de referencias y asociaciones neutralizadas por el lavado y la desinfección, sino a la suciedad y a la contaminación de las prácticas locales. En esta metáfora se ha olvidado el hecho de que, para circular como ropa re-habilitada, el procedimiento de higienización borra toda huella de su procedencia material. No hay memoria de la adherencia. Esta ha sido aniquilada, para poder ser re-incorporada a la cadena de valor del comercio de vestuario en mercados vulnerables. De ahí que resulte necesario extender la metáfora de modo retroversivo, con el objeto de instalar la crítica de la cadena de valor del mercado museal contemporáneo, en cuyo seno lo popular y lo indígena deben ser higienizados para ser incorporados a la producción reductora del gran capital curatorial del arte contemporáneo. Al menos en esta operación de higienización, la ropa usada por los europeos circula libre de bacterias, parásitos, hongos y gérmenes patógenos.176

El papel higiénico de Gilberto Ramírez Santacruz En el año 2008, la BBC177 celebraba el hecho de que unos emprendedores españoles hayan decidido llevar adelante un curioso negocio: el papel higiénico literario. Su principal mentor, Raúl Camarero, quien dirigía una compañía de teatro, escribió una obra titulada “Emprendedores”, que giraba en torno a una empresa que imprimía clásicos literarios en papel higiénico. La obra obtuvo una buena crítica y fue merecedora de un premio en el Festival de Teatro de Sevilla. Entonces, autor e intérprete decidieron transformar la ficción en realidad. El producto incluye fragmentos de obras clásicas, teatro, poesía así como de textos sagrados del Budismo y la misma Biblia.178 Un año después, el escritor japonés Koji Suzuki publicó su novela Drop (gota, en español) y utilizó también el papel higiénico como soporte. 176. Ibíd., pp. 23-24. 177. Infante, Anelise. “Limpia, pule y da esplendor” en BBC MUNDO.COM. 25 de abril de 2008. Véase en http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_7365000/7365604.stm 178. http://www.youtube.com/watch?v=VnvAZelDGH0

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Tanto aquel como este, vendieron en cantidades considerables. Drop, en poco tiempo vendió más de cien mil copias, convirtiéndose en un verdadero best-seller. La historia de terror acontece en un baño japonés y ocupa exactamente 88 centímetros de papel repitiéndose 34 veces en cada papel higiénico. Luego de referirnos a estos dos ejemplos, la obra de Gilberto Ramírez Santacruz adquiere un valor superlativo, por varias razones. En primer lugar por la fecha de publicación: 1990. Es decir, un escritor paraguayo se adelantó casi dos décadas a los citados más arriba. En segundo lugar, la osadía y el valor de publicar un poemario en rollos de papel higiénico en el seno de una sociedad profundamente traumatizada por una historia contradictoria en términos higienistas, es verdaderamente loable. La anécdota que el mismo Gilberto consigna a manera de presentación da cuenta de algunos detalles de la mierda y la gestión de la misma en el Paraguay. Comenta el autor que su hermano Gregorio le insistió para que publicara en papel higiénico sus poesías, pues, de esa manera lograría vender más y, de paso, serviría para que sus lectores lo usen en caso de necesidad. Gilberto no asumió tal posibilidad hasta que en una oportunidad ocurrió lo siguiente: ante la visita de un pariente que rogaba al escritor obsequiarle un libro autografiado y así lucirse con el fetiche ante los demás parientes y amigos del pueblo, Gilberto accedió a la petición y regaló uno de sus libros al visitante. Al cabo de unos años, el autor decidió devolver la cordialidad y realizó una visita al pariente. Luego de una larga marcha de unos buenos kilómetros, nada más arribar a la casa del pariente el escritor experimentó unas ganas de evacuar, hecho que hacía urgente el uso de la letrina. ¡Sorpresa! El escritor se encontró en ese momento tan grato con su poemario colgado de un alambre y deshojado más de la mitad. Ese día también el autor deshojó su propia obra y decidió escuchar a su hermano Gregorio y, además, seguir dando razones a su otro pariente... y publicó Poemas descartables y otros baladíes179 en formato papel higiénico. 179. Ramírez Santacruz, Gilberto. Poemas descartables y otros baladíes. Buenos Aires: Editorial Emiliano.1990.

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Al optar por dicho papel, el autor construye una metáfora en pleno auge del neoliberalismo económico salvaje (los noventa) y denuncia la manía de “hacer todo” con la única condición de que redunde en ganancia financiera. Todo pasaba por las ganancias, incluso la poesía. De esa forma, toda expresión poética se ubicaba muy lejos de la lógica de las inversiones para convertirse en puro gastos para el sistema. Entonces, Gilberto pone en cuestión el valor de los libros, de la palabra, de la expresión y desobedece lo “normal” violentando el orden pactado en cuanto a soporte de las letras. Más allá de su simple contenido poético y literario, simula un producto útil o utilitario, que en última instancia, si no sirve para ennoblecer las almas, serviría al menos para limpiarse el culo. El poemario de Gilberto es un anuncio y adelanto de lo que años después sería visto y tenido por cursi y progre. Cuando nadie osaba tan siquiera imaginar, el papel higiénico ya era libro en el Paraguay.

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Tercera Parte La Civilización enfrenta a la Barbarie

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Capítulo I EL MOVIMIENTO HIGIENISTA

(...) había muchos enfermos de anemia parasitaria en Borjita porque, si bien la Misión Rockefeller había visitado la zona, muchos casos nuevos se habían producido debido a la falta de letrinas. LEÓN CADOGAN (antropólogo y etnólogo paraguayo)

La suciedad se politiza Bonastra sostiene que la Ciencia de la Policía es la denominación acuñada a fin de organizar los esfuerzos reguladores en la última etapa del siglo XVIII y a principios del siguiente y que llegaron a incidir de manera absoluta en el gobierno de las ciudades.180 Y es que las urbes occi-

180. La Ciencia de la Policía se afianza bajo el amparo del despotismo ilustrado. Chaverra afirma que “en el Renacimiento y la Ilustración el cuerpo se vuelve geométrico, “La naturaleza ha diseñado el cuerpo humano de tal manera que sus miembros están debidamente proporcionados en relación con la estructura global” (Sennet, 1997, p. 46). Se anestesia bajo los efectos de una razón desmesurada y un progreso científico, que despliega un modelo de belleza, de la naturaleza armónica, para dar paso a lo alargado del manierismo y a la época clásica, donde se disfraza tras máscaras y bambalinas, abandona su carne en los ornatos de los miriñaques, en los velos del ballet, en las pelucas finas y perfumadas, hasta llegar al Barroco y el Rococó como cuerpo maquillaje, artificio, superficie. La modernidad en su afán de universalizar el pensamiento y crear juicios a priori que determinaran la voluntad del hombre en una causa común y en una pedagogía, ética y estética de la razón, dio al arte la premisa de una convocatoria social desde la conciencia. Se olvidó su carácter festivo y el cuerpo se encarceló en la representación y la lógica”. Chaverra Brand, Ángela. “El cuerpo habla: reflexiones acerca de la relación cuerpo-ciudad-arte”, en Revista Virtual Universidad Católica del Norte. Nº 26, febrero-mayo de 2009, p. 10.

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dentales de aquel entonces experimentaron un progresivo crecimiento de habitantes procedentes principalmente del ámbito rural. Esto fue debido, entre otros factores, a la incipiente industrialización y al relativo descenso de la mortalidad infantil, de cuya consecuencia se llenó de población joven en busca de trabajo en la producción fabril. Tales circunstancias propiciaron, a pesar de los intentos reguladores de la anterior centuria, un rápido deterioro de la estructura física de las ciudades, que en muchos casos heredaban aún la estructura medieval. Así pues, el hacinamiento, la segregación social, la falta de servicios públicos y la degradación de las condiciones higiénicas se convirtieron en el telón de fondo de la ciudad que vio la luz con el nuevo siglo.181 Por otro lado, la terrible experiencia de las ciudades europeas con las epidemias y endemias de viruela, fiebre amarilla o tuberculosis, entre otras, reducía de manera considerable la población, al punto de hacerse necesario el ejercicio de la estadística y el control de la profusa mortalidad. Al conjugarse la Ciencia de la Policía con los requerimientos que en aquel momento demandaba la situación, llevó a los médicos y pensadores a una profunda reflexión sobre las causas que lo motivaban, desarrollando una corriente de pensamiento conocida como higienismo, que definía la nueva urbe industrial como un extenso campo patológico que debía ser estudiado y reformado. La ciudad era vista como un foco de pestilencia física y moral que precisaba ser desterrado.182 El higienismo comenzó a ganar terreno y expandirse por las ciudades más importantes del mundo, gracias a las ideas de un grupo de jóvenes ingleses y, especialmente, un abogado. En el siglo XIX, a raíz del avance social que había llevado a cabo la burguesía industrial, la teoría miasmática había tomado nueva fuerza sobre todo en Inglaterra. Ella resultaba particularmente afín a 181. Bonastra, Joaquim. “Higiene pública y construcción de espacio urbano en Argentina. La ciudad higiénica de La Plata” en Scripta Nova Revista Electrónica de Geografía y Ciencia Sociales. Universidad de Barcelona, Nº 45, Vol. 28, 1999, p. 1. 182. Ibíd.

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las ideas utilitarias y ambas convergieron en el campo de la sanidad. Tales ideas eran defendidas y pregonadas desde la década de 1830 por un grupo conocido como los Jóvenes Radicales Ingleses. El líder de estos seguidores de Jeremías Bentham era el abogado Edwin Chadwick, discípulo dilecto del maestro, quien en 1842 había confeccionado en colaboración con su amigo, el economista Nassau Senior, su Report on an inquiry into the sanitary condition of the labouring population of Great Britain.183

Kohl indica que la concepción sanitaria de Chadwick se basaba en afirmar que el bienestar de la población debía ser considerado de interés público, ya que junto a la mano invisible que, de acuerdo a Adam Smith, guiaba a la economía, era necesaria la mano del legislador y del administrador que guiaran a los hombres en sus actividades económicas y sociales. De este modo, resultaría factible coexistir en armonía y hacer buenos negocios. En consecuencia, toda obra que tendiera a prevenir las enfermedades y a mejorar la existencia material de la población quedaba justificada en virtud de este principio.184 Vigarello, por su parte, afirma que la palabra que a principios del siglo XIX ocupó un lugar inédito no es otra que “higiene”, pero de una manera distinta a la connotación tradicional. Los manuales que tratan de la salud van cambiando de título. Hasta entonces estaban todos concentrados en el “mantenimiento” o en la “conservación” de la salud. Ahora no hay más que tratados o manuales de “higiene”. Todos definen su terreno por medio de esta denominación, hasta entonces tan poco utilizada. La higiene ya no es el adjetivo que califica la salud (en griego, hygeinos significa: lo que es sano), sino el conjunto de los dispositivos y de los conocimientos que favorecen su mantenimiento. Se trata de una disciplina particular en el seno de la medicina. Es un ámbito de conocimientos y no ya un calificativo físico. Con este título se ha abierto

183. Kohl, Alejandro. Higienismo argentino: historia de una utopía: la salud en el imaginario colectivo de una época. Buenos Aires: Editorial Dunken. 2006, p. 29. 184. Ibíd., p. 30.

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bruscamente todo un campo. Se trata de subrayar sus “vínculos con la fisiología, la química, la historia natural”, insistiendo en sus orígenes científicos. Es imposible evocar tal disciplina sin recordar algunas exigencias de rigor o de concebirla sin convertirla en una “rama” específica del saber médico. También se trata de un cambio de condición. Al final del siglo XVIII, el médico se ha codeado con la política, pues ha desempeñado un papel en la ordenación de las ciudades y en los diferentes lugares públicos. Ha influido en ciertos comportamientos colectivos (desde el riego de las calles hasta la abertura de ciertos barrios) y esta influencia sobre la vida cotidiana no podía dejar de tener consecuencia. El médico de principios del siglo XIX reivindica, a este respecto, más rigor, un pensamiento más sistemático: no tiene ningún conocimiento sobre las leyes de la salud, pero sí una voluntad más fuerte de afirmar un saber totalizado, e insiste en subrayar una competencia “científica”.185

La enfermedad entre los higienistas está emparentada con la sociedad, es decir, la misma se asume desde una concepción de la dolencia como producto social. Por ello, en los estudios higienistas de tipo epidemiológico se puede observar información sobre el medio geográfico, económico y social en el que se desarrollan las dolencias estudiadas. Si bien los médicos de la época tenían un especial interés en la preservación de la salud (enfermedades epidémicas; cólera y fiebre amarilla especialmente) también eran motivo de preocupación las enfermedades endémicas permanentes en las ciudades como la viruela, tifus, difteria, escarlatina, etc. Asimismo, las enfermedades profesionales relacionadas con la Revolución Industrial. Por ello, la creciente inquietud acerca de la sociedad y sus imponderables hizo posible que los higienistas esbozaran una línea de pensamiento social, en la que aparecen reflejados entre otros, los siguientes temas: –El pauperismo y la beneficencia –La moralidad y las costumbres de la época 185. Georges, Vigarello. Lo limpio y lo sucio. La higiene del cuerpo desde la Edad Media…, pp. 210212.

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–Los sistemas políticos. Utopías –La lucha de clases –La reforma social Asimismo, los higienistas también realizaron toda una serie de investigaciones empíricas de tipo sociológico y geográfico. Los trabajos sociológicos estaban encaminados a testar la situación de la clase obrera y el impacto de la industrialización sobre la salud pública (mortalidad infantil, sobremortalidad de los trabajadores, condiciones de trabajo y vivienda, alimentación, etc.). Desde el campo de la higiene, se trataron también, ampliamente, problemas del espacio urbano, como la limpieza y la salubridad de las ciudades en su conjunto; pero a la vez aparecen: –Servicios: mataderos, alcantarillado, cementerios, etc. –Hábitat: ciudades obreras, habitaciones, etc. 186 –Edificios públicos: hospitales, cárceles, templos, etc. Por otro lado, resulta evidente el poder que el Estado –muchos de ellos incipientes– encontró en el higienismo. Con la entrada del biopoder, el poder disciplinario no desaparece. Al contrario, complementariamente, se desvía hacia otro nivel. El gran ejemplo es el caso de la medicina: si anteriormente la misma se ocupaba de la vigilancia y el control de la vida sexual de los individuos, la biopolítica y sus objetivos son la fertilidad y la procreación de una población. El elemento que circula en él, traspasa al individuo como sociedad, es la norma, erigiendo la sociedad en normalizadora: una sociedad donde se cruzan la norma de la disciplina y de la regulación.187

En ese sentido, analizando la obra de Felipe Monlau Elementos de Higiene pública (1847) se evidencia claramente una defensa inequívoca y al

186. Urteaga, Luis. “Miseria, miasmas y microbios. Las topografías médicas y el estudio del medio ambiente en el siglo XIX” en Geo Crítica. Cuadernos críticos de Geografía Humana. Universidad de Barcelona. Año V, Nº 29, noviembre de 1980. 187. Tucherman, Ieda. Breve historia de Corpo e de seus monstros…, pp. 92-93.

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mismo tiempo una promoción de prácticas de sujeción corporal, donde la cabeza visible es un Estado en extremo paternalista que, además de encargarse de las cuestiones administrativas, también cae bajo su jurisdicción, se alimenta la “cuestión moral”. Por ello no se puede analizar el higienismo en ausencia de un contexto, producto de condicionantes varios, a saber: ideológico, económico, político y educativo. No obstante, uno de los aspectos que nos interesa de la consolidación de los postulados higienistas pasa por visualizar el modelo de gestión panopticista que se desplegó, y donde la “estigmatización” y “normalización” de las clases populares, vulnerables y menos favorecidas, eran una constante. Un dato no menos importante a tener en cuenta a la hora de calibrar el grado de intromisión y sujeción es el férreo control sobre el cuerpo del niño. Revisando solamente un texto podemos advertir de qué manera el poder “se instala en el cuerpo”. Las recomendaciones y acciones llegaron a fundamentar la más absoluta sumisión, atadura y vigilancia. Para ilustrar lo mencionado recurrimos a uno de los textos de Monlau del año 1853 titulado Higiene del matrimonio ó libro de los casados en el cual se dan las reglas é instrucciones necesarias para conservar la salud de los esposos, asegurar la paz conyugal y educar bien á la familia. En el Cap. VII. De la educación de los hijos, aparece al final (del mismo) un apartado bajo el nombre de “pasiones de la pereza” y una de sus nefastas consecuencias, la masturbación. Veamos las razones de Monlau para combatir la pereza y evitar el funesto “vicio solitario”. Esta indolencia habitual –la pereza–, como no proceda de un estado morboso, es signo infalible de una mala educación. De todos modos es indispensable combatirla con energía, porque entre las verdades clásicas ninguna más digna de tenerse siempre presente, que aquella de que la ociosidad es madre de todos los vicios. Todos los bandidos y criminales célebres fueron perezosos en su niñez (…) Las estadísticas judiciales revelan, por otra parte, que la cuarta parte de los acusados vivían en la ociosidad y la vagancia. Sirva de aviso también que muchos niños o jóvenes se emperezan y no quieren aplicarse al estudio, ni al trabajo, por haberles sus padres dado

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imprudentemente noticia de sus riquezas. El doctor Descuret cita el curiosísimo caso de un joven brasileño, colegial en un liceo de París, dominado de la pereza por esta última causa, y que curó de su pasión en cuanto se le comunicó la noticia (fingida) de que su padre habia quedado arruinado.188

Pero si vamos a referirnos a las pasiones lo que hay que lograr es librarle al niño de la masturbación. Según Monlau, la misma es una especie de enfermedad sin dolor, pero vicio odioso y funesto, que trae de seguro la ruina del cuerpo y la perdición del alma.189 Y ¿por qué considera nuestro autor la masturbación en estos términos? ¿Acaso el higienismo no se ha librado –en parte– de la pesada herencia del catolicismo al aliarse al positivismo y al todopoderoso liberalismo bajo el manto de un claro racionalismo? Al parecer, unos y otros –con todo lo que les separa– estaban unidos por una preocupación común: la “moral”.190 Rastreando el texto en cuestión podemos encontrar más elementos para entender hasta qué punto la suciedad traspasa el entorno y se instala en el cuerpo. Volviendo a la práctica “anormal” de la masturbación, Monlau dice: (…) este abuso de sí mismo, esta acción irregular, anormal y anticipada de los órganos reproductores, que no puede tener por resultado la propagación de la especie; ese hábito terrible, designado también con la expresión históricamente inexacta de onanismo, con la expresión incompleta de queiromanía, y, por último, con la expre-

188. Monlau, Felipe. Higiene del matrimonio ó libro de los casados en el cual se dan las reglas é instrucciones necesarias para conservar la salud de los esposos, asegurar la paz conyugal y educar bien á la familia. Madrid: Impr. y Esterotipía de M. Rivadeneyra. 1853, p. 502 . 189. Ibíd., pp. 502 y ss. 190. En el texto de Surbled, Jorge. La moral en sus relaciones con la medicina y la higiene. Barcelona: Juan Gili.1937, se puede leer claramente de qué manera se conjuga la moral cristiana con el higienismo. No en vano, en la primera parte del libro Surbled dice: “Los tiempos no son favorables a la continencia, base del celibato; mas no importa. El siglo pasará, pero las palabras de Jesús siempre permanecen ¡Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios!”, p. 3.

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sión incompleta de mastupacion, ha sido objeto de innumerables observaciones y formado el asunto de muchísimos tratados especiales.191

A partir de aquí, el autor comienza a listar las posibles razones de tan infortunado acto. En primer lugar encontramos que las culpables bien podrían ser las nodrizas, en segundo lugar, una educación pública deficiente, más una lamentable educación religiosa harán posible que siga vigente uno de los más “crueles azotes de la humanidad”. Nodrizas ha habido tan libertinas, que se han servido de los mismos niños que criaban para satisfacer infames apetitos; y otras hay, no tan culpables como estúpidas, que estimulan los órganos genitales de los pobres infantes, con la única intención de acallar sus gritos (…) hasta ha habido niños –¡acción abominable!– que han sido corrompidos por aquellas mismas personas que debían ser los guardadores de su inocencia.192

El higienismo se afianzó de a poco, en función a los estragos que las pestes y muchas otras enfermedades causaron en la Europa del siglo XVIII, pero además, también ha sido “medio” para configurar una línea divisoria entre los limpios y sucios, decentes y vulgares, blancos y negros, en última instancia, entre los “civilizados” y los “bárbaros”. Todos los delitos, todos los crímenes reconocen por causa , o la educación moral descuidada, o la falta de instrucción (ignorancia) , o la miseria. No hay que buscar otras causas. El hombre es esencialmente bueno: el hombre educado, instruido, y que disfruta de alguna comodidad, no delinque. Cuando el hombre delinque, estemos seguros de que ha sido mal educado, o es poco instruido, o carece de lo indispensable para cubrir sus necesidades. Pues bien;

191. Monlau, Felipe. Higiene del matrimonio…, p. 503. 192. Ibíd.

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si sublata causa, tollitur effectus, claro es que la terapéutica de las penitenciarías deberá consistir en reformar la educación moral del penado, en instruirle, en enseñarle un oficio, en darle medios de librarse de la indigencia. Las amonestaciones, ora suaves, ora severas, el constante buen ejemplo, el régimen alimenticio, la gimnástica, la lectura, los ejercicios piadosos, los premios, las privaciones, etc., serán, pues, los remedios heroicos, los remedios únicos que deban emplearse para curar a los delincuentes.193

Por otro lado, así como se ha normalizado el cuerpo, el higienismo también ha llevado adelante una larga y eficaz batalla que culminará en la imposición de unos criterios de regulación de los olores. Se podría pensar, a decir de Larrea Killinger, en una “colonización olfativa”. La misma se entiende como la conquista del universo de los olores por parte de la medicina, y su influencia en el desarrollo de la higiene, el urbanismo y la estética. Esta colonización abre un proceso interno y externo de legitimación de los significados socioculturales que se reproducen en torno a la experiencia olfativa en una sola dirección: alcanzar la utopía higiénica, basada en un nuevo orden moral. Decimos que es “interno” porque se trata de aplicar el conocimiento higiénico a favor del control olfativo en la misma sociedad, a través de la deslegitimación de los saberes populares. Sin embargo, es al mismo tiempo “externo”, porque este proceso se da en otros contextos culturales.194

Vigarello indica con claridad que la imagen del pobre y, sobre todo, la de la miseria están cambiando195 y convirtiéndose en algo más inquie193. Monlau, Pedro Felipe. Elementos de higiene pública. Barcelona: Imprenta Pablo Riera. 1847, p. 825. 194. Larrea Killinger, Cristina. “La colonización olfativa de la medicina. Cuerpos y espacios urbanos” en Calle 14.Revista de investigación en el campo del arte: Arte y Decolonialidad. Universidad Distrital de Bogotá. Colombia, Nº 5, Vol. 4,2010, p. 29. 195. Sobre el punto es interesante lo apuntado por Sennett. “El limpiar de manera escrupulosa los excrementos del cuerpo se convirtió en una práctica específicamente urbana y



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tante que nunca y más amenazadora con la nueva ciudad industrial, igual que va cambiando la “pedagogía” destinada a los indigentes y el lugar que van ocupando las prácticas de limpieza. Finalmente se va imponiendo, con insistencia desconocida hasta ese momento, una asociación: la limpieza del pobre se convierte en garantía de moralidad que, a su vez, es garantía de “orden”.196 En el siglo XIX, según avanzaban los efectos de la Revolución Industrial, la idea y la evidencia a favor de una creciente importancia de la mano de obra barata empujaron a las élites a pensar en la salud del trabajador.197



de la clase media. A mediados del siglo XVIII, la gente de la clase media comenzó a utilizar papel desechable para limpiarse el ano después de defecar. Por esa fecha los orinales comenzaron a vaciarse diariamente. La propia repugnancia a los excrementos era un fenómeno urbano, cuyo origen estaba en las nuevas ideas médicas acerca de las impurezas que bloqueaban la piel. Además, quienes transmitían ese conocimiento médico vivían en la ciudad. “Los campesinos y los médicos eran literalmente incapaces de comunicarse en un mundo común de representaciones del cuerpo y sus peripecias”, escribe la historiadora Dorinda Outrarn. Los campesinos conocían hombres de ciencia solamente en las personas de barberos, que también hacían las veces de cirujanos en los pueblos, y estos barberos-cirujanos sólo constituían el uno por mil en la Francia de 1789, mientras que los médicos titulados eran el uno por diez mil y vivían en su mayor parte en las ciudades. Tales creencias sobre la importancia de dejar que la piel “respirara” contribuyeron a cambiar la forma en que la gente se vestía, cambio que resultó evidente en fecha tan temprana como la cuarta década del siglo XVIII. Las mujeres redujeron el peso de sus vestimentas utilizando tejidos como la muselina o el algodón. También cortaron los trajes para que cubrieran más holgadamente la figura humana. Aunque los hombres mantuvieron el artificio de las pelucas, que de hecho se fueron haciendo más complicadas durante el siglo XVIII, los hombres también intentaron aligerar y aflojar la ropa que llevaban. El cuerpo que era libre para respirar era más saludable porque sus vapores nocivos eran expulsados con facilidad. Además, para que la piel respirara, la gente tenía que lavarse con más frecuencia que antes. El baño diario de los romanos había desaparecido en el período medieval. De hecho, algunos médicos medievales lo consideraban peligroso porque desequilibraba radicalmente la temperatura del cuerpo. Ahora la gente que se vestía de manera liviana y se bañaba a menudo no tenía ya que disfrazar con perfumes fuertes el olor del sudor. Los perfumes de las mujeres y los tónicos de los hombres se habían elaborado en los siglos XVI y XVII con aceites que frecuentemente causaban erupciones cutáneas, de manera que el buen olor corporal se pagaba con pústulas”. Sennett, Richard. Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. Madrid: Alianza Editorial. 1997, p. 281. 196. Georges, Vigarello. Lo limpio y lo sucio. La higiene del cuerpo desde la Edad Media..., p. 240.

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Entonces, a la par del higienismo, se irá consolidando la idea de “salud social” en respuesta a un imponderable: “enfermedad social”. El concepto de “enfermedad social”, que implica relacionar el origen de la enfermedad con la propia organización social y especialmente con las desigualdades sociales, “no es un concepto inmanente, que estuviese presente desde los primeros momentos de la reflexión racional acerca de la naturaleza de las enfermedades, sino que se ha desarrollado en los dos últimos siglos, formando parte de la cultura industrial”.198

La noción de limpieza que subyace en el higienismo es portadora de una ambición compleja y totalizadora a la par, dice Vigarello. Puesto que, de la limpieza de la calle a la limpieza de los alojamientos, de la limpieza de las habitaciones a la limpieza de los cuerpos, lo que se intenta es transformar las costumbres de los menos afortunados. Expulsar sus supuestos “vicios”, patentes o visibles, mitificando las prácticas de sus cuerpos. De lo que se trata es de la instalación de una verdadera “pastoral de la miseria” en la que la limpieza tendría casi fuerza de exorcismo. La mecánica de las ciudades y la moral van a entremezclarse hasta meterse en las costumbres íntimas de los más humildes, afirma Vigarello.199

197. Rodríguez Ocaña considera que “la vinculación entre pobreza y enfermedad empezó a tener un carácter de evidencia a partir de los primeros decenios de siglo XIX, especialmente por la influencia de la aparición del cólera en Europa en 1831, así como también por la revolución de 1848, que contribuyó al hecho de que los médicos mostraran más interés por las cuestiones sociales”. Citado por Quintanas, Anna. “Higienismo y medicina social: poderes de normalización y formas de sujeción de las clases populares”, en Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política. Nº 44, enero-junio, 2011, p. 274. 198. Rodríguez Ocaña, E., “El concepto social de enfermedad” en Albarracín, A. (coord.) Historia de la enfermedad. Madrid: Centro de Estudios Wellcome-España. 1987, p. 341. Citado por Quintanas, Anna. “Higienismo y medicina social: poderes de normalización y formas de sujeción…, p. 274. 199. Georges, Vigarello. Lo limpio y lo sucio. La higiene del cuerpo desde la Edad Media…, pp. 240241.

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La limpieza pública en el siglo XIX, con la difusión y consolidación del movimiento higienista, entabla y gana una batalla moral, de ahí que sea fácil asociar; higiene con “Civilización” y su ausencia, con “Barbarie”. En una conferencia pronunciada a los ferroviarios y en clave higienista, el portugués Joa Cid reflexiona que la palabra civilización y las derivadas de ella, tienen como tantas otras palabras portuguesas, en su gran mayoría, un origen latino. Civilización viene de civis-is, el ciudadano, ser moral sui-juris, responsable ante sí mismo, ante los otros y ante la ley. El mismo origen tiene la palabra civil, de ciudadano y civilidad –ciencia del gobierno de la ciudad, que es el conjunto de ciudadanos y no el agrupamiento de casas formando calles más o menos alineadas–. La palabra civilidad ya entre los romanos significaba afabilidad, cortesía, honestidad, buenas maneras, cualidades que eran precisamente las que distinguían al ciudadano de aquel que no tenía ese estado y que eran designados con el término de “bárbaros”, que correspondía a personas de instintos feroces, sanguinarios, en las que predominaban las tendencias para la única satisfacción de apetitos materiales.200 Monlau indica en uno de los apartados de su extenso libro, la manera en que evoluciona el poder en relación al control y la gestión de la inmundicia, y muy en la línea del discurso moderno, considera que el individuo gracias a la moral de la ilustración podrá hacer frente a los imponderables: (…) el poder religioso iba unido con el civil y político, y en que los preceptos higiénicos formaban parte de la legislación religiosa: pasó la otra época en que el poder civil, si bien separado ya del religioso, cuidaba esencialmente hasta de la higiene privada: y ha llegado una tercera época en la cual la ley calla sobre muchas cosas que antes mandaba, y el magisterio se detiene al llegar al domicilio par-

200. Cid, João. “A Higiene e a Civilização” en Separata do Boletim da Câmara Municipal do Porto. 1935, pp. 12-13. Citado por; Castro Seixas, Paulo. “Higienistas. Textos que Fizeram Cidade” en Patin, Isabel (Org.) Literatura e Medicina. I Encontro de Estudos sobre Ciencia e Cultura. Porto: Fundação Fernando Pessoa. 2004.

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ticular, que considera como una ciudadela del individuo. La libertad individual ha venido a ser como una especie de necesidad de los tiempos modernos. En la antigüedad, y durante muchos siglos de la Edad Media, la moral se hallaba interesada en que la casa del ciudadano estuviese abierta al censor, y en que aquella fuese, por decirlo así, transparente: hoy la moral permite que nuestras casas sean opacas. Fíase hoy más en las luces individuales, y algo se espera de la conciencia alumbrada por la educación. No obstante, empero, de que tal sea el estado de cosas que ha traído la civilización en sus últimas fases, la autoridad pública no puede jamás prescindir de los deberes que le impone la tutela social, ni abdicar los derechos de razonable vigilancia censoria que le corresponden, como la cabeza, como la inteligencia superior del país.201

El tránsito de la limpieza es otro aspecto interesante a tener en cuenta, pues la evolución del discurso higienista parte de la calle, pasa luego a la vivienda y de ahí aterriza en la persona instalándose plenamente en el cuerpo incidiendo de esa manera en la costumbre. Si la suciedad está emparentada con el vicio, entonces, la moral y el orden serían las herramientas indispensables para que el público implicado en esta operación se vea sometido a la asepsia de una estrategia civilizatoria y depuradora. ¿Y los estamentos implicados, quiénes son? Vigarello responde de manera magistral al tiempo de recurrir a citas que retratan su respuesta: (…) no es la burguesía, sino evidentemente el pueblo pobre de las ciudades (…) es imposible evocar estas descripciones ni subrayar la particular insistencia con la que se persigue la suciedad del indigente: “¿Y su piel? Su piel, aunque sucia, se reconoce en el rostro, pero en el cuerpo está pintada, está oculta, si se puede hablar así, entre los insensibles depósitos de exudaciones diversas; nada está más horriblemente sucio que estos pobres deshonrados”. Olores y sudores van a amalgamarse con las moralidades “dudosas”: “Le abren a una un cuarto ya habitado a veces por una decena de indi201. Monlau, Pedro Felipe. Elementos de higiene pública…, p. 808.

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viduos educados como tártaros en el desprecio de la camisa y que no saben lo que es lavarse” (…) Y empieza a cuajar la idea de ciertos vínculos imaginarios como el de la suciedad, que desemboca en el vicio. Miseria inquietante cuyos harapos y piojos son signos de un ilegalismo siempre posible y de una delincuencia por lo menos latente: “Si el hombre se habitúa a los andrajos, pierde inevitablemente el sentimiento de la dignidad, y cuando este sentimiento se ha perdido, queda la puerta abierta a todos los vicios”.202

Al fortalecer un discurso desde el cual se construye un imaginario donde lo sucio es terreno de la periferia, tanto material como moral, la gran operación higienista se afianza en conectar y advertir los vínculos entre la miseria, las enfermedades y la suciedad. Entonces, se puede notar con claridad en los textos del XVIII, XIX y principios del XX de qué manera irrumpen con inusitada fuerza elementos entre los cuales destacan la medicalización de la sociedad. Asimismo, el temor a las “miasmas” o corrupción del aire se desplaza hacia el miedo a las condiciones de vida de quienes viven entre la miseria y la pobreza. La suciedad que se hace patente con la aglomeración y el hacinamiento, razón por la cual es necesario un estricto control, regulación y sobre todo, vigilancia. Pero ese control, regulación y vigilancia es sobre todo corporal. Los “desórdenes corporales” deben ser purgados de la manera más rigurosa, es decir, la barbarie se cura con una alta dosis de civilización y decoro. La cita de Monlau no necesita matización alguna: Nosotros, prescindiendo aquí del valor que pueden tener ciertos cálculos estadísticos absolutos, afirmamos que la verdadera civilización, la que es industrial y moral a la vez, no aumenta el número de locos. La civilización desequilibrada, la que se limita a la industria, descuidando la moralidad, esa sí que aumenta el número de locuras y manías, como también el de pleitos, suicidios y atentados de toda especie.203 202. Vigarello, Georges. Lo limpio y lo sucio…, pp.241-243. 203. Monlau, Pedro Felipe. Elementos de higiene pública…, p. 816.

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La sujeción y el disciplinamiento más el régimen de encierros y la cultura del manicomio son prácticas que el higienismo ha desplegado y afianzado con absoluta determinación. ¿Qué debe hacer el Gobierno cuando las pasiones terminan o se despliegan por medio de atentados contra las personas? Lo mismo que en el caso de una enfermedad física o corporal. Un delincuente, un criminal, es un enfermo afectado de dolencia contagiosa, transmisible; es un loco que se ha dañado a sí mismo, que ha causado daño a estos o a los otros individuos, y que podría seguir causándolo a sí mismo, a los demás individuos, y a la sociedad en general. Sin maltratarle se le debe aislar en un lugar seguro (cárcel); se le debe quitar una libertad de la cual ha abusado, y de la cual podría seguir abusando. Aislado que esté el delincuente o enfermo moral, el juez (al cual consideramos como a un verdadero médico) redactará la historia de la enfermedad (sumaria, causa, proceso) . Esta historia, cual una historia clínica, comprenderá los nombres, la naturaleza, la edad, la profesión, el estado y demás circunstancias individuales del delincuente; la educación que recibió este, su conducta antes de cometer el delito; todos los pormenores de este, sus causas, problemas, etc., etc. En vista de todo, dispondrá el juez que el delincuente pase al hospital moral (casa de corrección, presidio, penitenciaría) por cinco o seis meses, por uno, dos, tres o más años, según el tiempo que juzgue necesario para destruir la causa de la enfermedad, y para restablecer al doliente en términos de que no reincida, o de que no vuelva a enfermar.204

Breve referencia al higienismo en Latinoamérica En este apartado no vamos a enumerar las acciones que el movimiento higienista desplegó en Latinoamérica y mucho menos podremos abordar la compleja trama que rodeó a la misma desde el punto de vista

204. Ibíd., p. 821.

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político y social.205 Y no lo podemos hacer sencillamente por la inconmensurabilidad de la cuestión y los muchos intersticios y conexiones que el tema devela. No obstante, subrayaremos algunos puntos importantes y muy especialmente podríamos preguntarnos: si el higienismo como ideología ¿asumió el reto de redimir a los de la periferia y al mismo tiempo disciplinar los cuerpos que vivían en desorden?, ¿qué aconteció en esta parte del mundo? La respuesta es sencilla: el higienismo se enseñoreó y conquistó ciudades y desiertos. Moldeó cuerpos, sujetó conductas y legó prácticas panopticistas hasta hoy vigentes. Es cierto que la salud pública a mediados del XIX y parte de la primera mitad del XX se ha visto fortalecida a instancia de prácticas de control, coadyuvando a evitar que la mortalidad por causas asociadas a la suciedad vaya en aumento. Nuestro interés, sin embargo, pasa por rastrear el “componente moral” que dio pie a las estigmatizaciones y muy especialmente a una forma muy específica de disciplinamiento corporal. Entonces, desde el horizonte que nos interesa, el primer punto a tener en cuenta es que el movimiento higienista, probablemente, se estableció en la región hacia mediados del siglo XIX siendo uno de sus precursores el argentino Guillermo Rawson, quien se desempeñó como ministro del Interior del Gobierno de Mitre. En 1872 creó y dirigió la Cátedra de Higiene Pública en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. En 1881 publicó Observaciones sobre Higiene Internacional contribuyendo así a la difusión de las ideas higienistas en toda Latinoamérica.206

205. Para una visión general sobre el tema, véase; Abel, Christopher. Health, Hygiene and Sanitation in Latin America c.1870 to c.1950. London: University of London. Institute of Latin American studies Research papers 42. 1996. 206. Sobre algunos de los precursores en la Argentina, véanse; Coni, Emilio. Memorias de un médico higienista. Buenos Aires: Asociación Médica Argentina, 1918; Rawson, Guillermo. Escritos Científicos. Buenos Aires: Jackson, 1953. Estudios más detallados y específicos, véanse: Nouzeilles, Gabriela. Ficciones somáticas. Naturalismo, nacionalismo y políticas médicas del cuerpo (Argentina 1880-1910). Rosario: Beatriz Viterbo, Estudios Culturales. 2000; Kohl, Alejandro. Higienismo Argentino: Historia de una Utopía: La Salud en el Imaginario Colectivo de una época. Buenos Aires: Editorial Dunken. 2006; Sánchez, Norma Isabel y Kohn Loncaria, Alfredo. La Higiene y los Higienistas en la Argentina: 1880-1943.



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Pero el movimiento tiene bases políticas y filosóficas que no podemos dejar de indicar. Teresa Cañedo asevera que al dar comienzo el siglo XIX, algunos países latinoamericanos se irían independizando de la política de España bajo el estandarte del liberalismo. De ahí que la constante sea el deseo de ruptura total, respecto de la que hubiera sido durante tres siglos su cabeza rectora. La independencia conllevaba, por un lado, la desaprehensión del tutelaje de España, y muy especialmente el olvido del pasado y la construcción de una nueva América bajo el signo indiscutible de la libertad. Así, el triunfo de la constitución de corte liberal en algunos de los países emancipados es una clara muestra del valor que se le otorga207 ba a la libertad, inspirados, claro está, en la Constitución de los EE.UU. Buenos Aires: Sociedad Científica Argentina. 2007; Bonastra, Joaquin. “Higiene pública y construcción de espacio urbano en Argentina. La ciudad higiénica de La Plata” en Scripta Nova.Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Nº 45 (28), 1999; Dragoni, Sergio Alberto. Héroes y villanos de la medicina. Las dos caras de la moneda. Buenos Aires: Editorial Dunken. 2012. Para el caso del Brasil, véanse; Soares, Rodrigo. “La difusión del Higienismo en Brasil y el saneamiento de Pelotas (1880-1930)” en Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona, Nº 69 (38), 2000; Soares, Carmem. “O pensamento médico higienista e a Educação Física no Brasil: (1850-1930)”. São Paulo, 1990. Dissertação do Mestrado. Pontifícia Universidade Católica de São Paulo; Gois Junior, Edivaldo; Lovisolo, Hugo. “Descontinuidades e Continuidades do movimento higienista no Brasil do século XX” en Revista Brasileira de Ciências do Esporte, Campinas. Nº 1, vol. 25, septiembre de 2003. Para el caso de Uruguay, véanse; Acosta, Luis. Modernidad y Servicio Social: un estudio sobre la génesis del servicio social en el Uruguay. Río de Janeiro: Mimeo. 1997; Barran, J. P. Medicina y sociedad en el Uruguay del Novecientos. El poder de curar. Tomo I. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental. 1993. Para el caso de México, véanse; Ballin Rodríguez, Rebeca. “El Congreso Higiénico pedagógico 1882”. México, 2008. Disertación de Maestría. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Facultad de Historia; Claudia Agostini (coord.) Curar, sanar y educar. Enfermedad y sociedad en México, siglos XIX y XX. Ciudad de México: UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas / Puebla, BUAP, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”. 2008. Para el caso de Ecuador, véanse: Muratorio, Blanca (ed.) Imágenes e Imagineros. Representaciones de los indígenas ecuatorianos, Siglos XIX y XX. Quito: FLACSO. 1994; Gayraud, E. y Domecq, Dominique. La Capital del Ecuador, desde el punto de vista médico-quirúrgico. Quito: Imprenta de la Universidad Central. 1888; Kingman Garcés, Eduardo. La ciudad y los otros. Quito 1860 -1940. Higienismo, ornato y policía. Quito: FLACSO Sede Ecuador. Universidad Rovira e Virgili, Editorial Atrio. 2004. 207. Cañedo-Argúelles Fábregas, Teresa. “El pensamiento americano en el siglo XIX” en Ramos Pérez, Demetrio (Coord.) Gran Historia Universal XII. Historia de América. Madrid: Najera. 1987, p. 223.



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Es verdad que en el Paraguay el proceso fue distinto, pero las ideas liberales terminarán imponiéndose nada más culminar la guerra del 70. El liberalismo, el positivismo208, el darwinismo social y el higienismo, formaron parte de una estrategia coordinada en pos de un orden utópico –o distópico, depende desde que perspectiva se lo evalúe–. Los múltiples imponderables acaecidos a la hora de forzar la implantación de modelos culturales y bases jurídicas muy alejadas del ethos plural y enmarañado de las diferentes naciones, dejó como resultado prácticas y actitudes en extremo estigmatizantes y deshonrosas. Todos estos referentes ideológicos y simbólicos sirvieron de vehículos para construir extendidas lógicas autoritarias de exclusión social y étnica, hermanando al indígena, al pobre y al joven marginal de las ciudades latinoamericanas. La otra cara de esta realidad se fue cribando desde el campo de las culturas subalternas, que lograron resemantizar o carnavalizar los sentidos estigmatizantes de los discursos y creencias higienistas y escatológicas de nuestras burguesías y oligarquías latinoamericanas.209

La estrategia liberal para construir un Estado moderno; la propuesta positivista de superar todo lo anticuado210 –incluyendo la oralidad y la

208. Sobre el positivismo en Latinoamérica, véanse: Zea, Leopoldo. El positivismo en México. México: El Colegio de México. 1943; Zea, Leopoldo. Apogeo y decadencia del positivismo en México. México: El Colegio de México. 1944; Zea, Leopoldo. Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica. Del romanticismo al positivismo. México: El Colegio de México. 1949; Zea, Leopoldo. Pensamiento positivista latinoamericano (selección y prólogo) Caracas: Biblioteca Ayacucho.1980; Romero, José Luis. El obstinado rigor. Hacia una historia cultural de América Latina. México: UNAM, Coordinación de Humanidades /CCyDEL. 2002; Caturelli, Alberto. Historia de Historia de la filosofía en la Argentina 1600-2000. Buenos Aires: Ciudad Argentina, editorial de ciencia y cultura & Universidad del Salvador. 2001. 209. Melgar Bao, Ricardo. “Entre lo sucio y lo bajo…, p. 30. 210. Es indispensable la referencia a dos textos; Sarmiento, Domingo Faustino. Conflicto y armonía de las razas en América. Buenos Aires: S. Oswald. 1883; Sarmiento, Domingo Faustino. Civilizacion i Barbarie. Vida de Facundo Quiroga. Aspecto físico, costumbres i abitos de la republica Argentina. Santiago: El progreso. 1845; Álvarez, Agustín. La transformación de las razas en América. Barcelona: F. Granada y ca. 1906.

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superstición de los aborígenes–, la nueva arquitectura urbana211 inspirada en ideales higienistas y las múltiples políticas de salubridad y especialmente la “normalización” de la educación, realizarán en Latinoamérica la gran operación de “limpieza”.212 A lo largo de más de una centuria, las obsesiones de las oligarquías y burguesías latinoamericanas emularon a su manera el discurso higienista del control social y la modernización urbana de los europeos. Así, la tierra hedionda y fangosa, el agua estancada, el cadáver putrefacto, la basura y la vivienda miserable se fueron desplazando de lo público a lo privado u oculto, acaso porque las coordenadas higienistas del proceso urbanizador ya las había eliminado, desodorizado o resituado en la periferia. A mediados del siglo XIX, tras las epidemias del cólera en las ciudades europeas y las capitales latinoamericanas, la mirada medicalizada de los administradores urbanos se desplazó hacia los espacios de vida de los pobres.213

García sostiene que en Europa, los desarrollos de la higiene pública respondieron, por una parte, a los nuevos conocimientos sobre el origen hídrico y aéreo de algunas enfermedades, pero también a las necesidades planteadas por el crecimiento del nuevo sistema de producción industrial y mercantil que sustentaba la economía de las grandes potencias europeas. En los países europeos la alternativa de la revolución burguesa había puesto el poder en manos de los productores industriales, enfrentándolos a la aristocracia terrateniente feudal. El nuevo tipo de organización económica que se impuso conllevó el desplazamiento de gran cantidad de personas desde el campo hacia la ciudad buscando trabajo en las fábricas citadinas, con el consecuente hacinamiento urbano y el aumento en la

211.

Véase: Kingman Garcés, Eduardo. La ciudad y los otros. Quito 1860 -1940. Higienismo, ornato y policía. Quito: FLACSO Sede Ecuador. Universidad Rovira e Virgili. Editorial Atrio. 2006. 212. Véase: Cap. 3 “Educación para el desierto”. Siede, Isabelino. Educación política. Ensayos sobre ética y ciudadanía en la escuela. Buenos Aires: Paidós. 2007. 213. Melgar Bao, Ricardo. “Entre lo sucio y lo bajo”…, p. 32.

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incidencia de enfermedades debidas a la infección cruzada y a la mala alimentación. Esto obligó a los Estados europeos a garantizar condiciones higiénicas en las ciudades para asegurar la buena salud de los trabajadores, con el doble fin de mantener la productividad y de proteger a los grupos sociales dominantes contra la contaminación por parte de las clases pobres. Los Estados, representando los intereses de esa burguesía industrial y comercial, comenzaron así a centralizar los poderes estatales para lograr un control más eficiente de las actividades tanto higiénicas como productivas.214 Por su parte, en América Latina, la burguesía surgió sobre la base del latifundio tradicional, subordinado a los intereses comerciales extranjeros, y se entrelazó con la aristocracia terrateniente, dando lugar a una forma de gobierno cerrado, que ha sido llamado “oligárquico” y en el cual, no siempre los que tomaban las decisiones políticas correspondían con quienes detentaban el poder económico. Esto condujo a veces a un Estado que debiendo ser el aparato de gobierno de un grupo de productores industriales o comerciales, respondía más a los intereses de sectores ligados a la producción precapitalista.215 Es en este contexto que debemos ubicar el desarrollo del higienismo en nuestros países, de lo contrario, no podríamos encontrar las razones que expliquen la “acción civilizadora” higienista, de la cual fueron objeto aborígenes, negros, niños, enfermos mentales, etc. El control que se desplegó desde varios frentes y que se ha exacerbado en cuanto vigilancia, ha fijado su mirada hacia los lenguajes corporales, la oralidad y la escritura. Asimismo, un aspecto importante que no debemos perder de vista es la conquista de la tierra y el disciplinamiento de la sociedad rural216 todo en nombre del progreso y el orden. 214. García, Juan César. Pensamiento social en salud en América Latina. México: McGraw Hill/ OPS. 1994, pp, 102-103. 215. Ibíd., p. 103. 216. Garavaglia y Gautreau hacen referencia al papel de la ciencia y de la tecnología, tanto en el sentido de “saberes específicos que eran requeridos por las autoridades en pleno auge del positivismo con la intención de auxiliar al Estado naciente en tareas concretas,



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Gracias a los extraordinarios trabajos de varios investigadores de toda Latinoamérica, hoy podemos evidenciar de qué manera en esta parte del mundo, en un momento dado se configuró un escenario donde las nociones del positivismo y la clara observancia de las medidas higienistas irrumpieron en los discursos políticos, legales, educativos y sociales. El movimiento higienista se encargó de proscribir todo aquello considerado nocivo para la salud y el bienestar común. La intención manifiesta de reformar costumbres y prácticas habituales en las clases bajas alcanza la dimensión de una cruzada moral. Es así como el universo de “lo bajo”, el de los raterillos, los jugadores, los beodos perpetuos, los pordioseros lacerados, los indios, los vagos y las prostitutas, será perseguido por no coincidir con los lineamientos de la modernidad.217 Si el higienismo se sirvió de la medicina, la pedagogía no ha quedado atrás en la búsqueda de la homogenización civilizadora. Pues, el cuerpo continuamente ha permanecido sujeto en el interior de dominios muy



como en el sentido simbólico de discurso legitimador del Estado mismo y su proyecto de orden, al que podía responder el reclutamiento de determinados personajes etiquetados como “científicos”. Los científicos aportaban un plus de legitimidad para el proyecto estatal, al rodearlo del prestigio que se atribuía a sus países de origen o a su supuesta solvencia científica o técnica. La importancia de este designio de orden que imperó en Argentina en los momentos álgidos del positivismo, a mediados del siglo XIX, se pone también de manifiesto en la contribución de Mariana Canedo, “Mucho más que una cuestión de medidas. Las comisiones para el arreglo de los pueblos del Estado de Buenos Aires. Pergamino, Arrecifes, San Pedro, 1854-1856”. El concepto mismo de estatalidad se hace tangible en el proyecto de aquellas comisiones para el arreglo de los pueblos y ejidos de la campaña, concebidas por el Estado de Buenos Aires para ordenar el mundo rural con arreglo a una racionalidad determinada, racionalidad de Estado y de origen urbano, que se llevaba incluso hasta imponer una determinada traza de los ejidos y de las calles de los pueblos. El relato de las operaciones de estas comisiones revela un afán de regularidad en el que asoma la voluntad de disciplinar a la sociedad rural desde un poder central ajeno y superior a ella, imponiéndole un orden en el cual iba implícito el poder simbólico del Estado”. Garavaglia, Juan Carlos y Gautreau, Pierre (eds.) Mesurar la tierra. América Latina. Controlar el territorio. Siglo XVIII y XIX. Rosario: Prohistoria Ediciones; State Building in Latin America. 2011, p. 21. 217. Herrera Rangel, Daniel. “Entre decentes y mugrosos. Los estigmas de la pobreza en el México porfiriano”. Disertación de Maestría. México, 2008. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, p. 9.

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constreñidos que le han impuesto coacciones, interdicciones, autorizaciones y obligaciones permanentes. Paraguayos sucios e incivilizados Si realizáramos una detallada investigación acerca de cómo ha obrado la construcción del imaginario positivista-liberal en torno al Paraguay nos encontraríamos con un tendal de opiniones que se ajustan a los argumentos que inspiraron al movimiento higienista de finales del siglo XIX. Lo repugnante y asqueroso, lo bajo y vulgar, la suciedad y la ignorancia serán ingredientes –según los censores– de un país bárbaro y despotizado. Al estar empadronados en las filas de los “bárbaros” y disminuidos, la cruzada civilizatoria necesariamente debía acometerse a fin de “limpiar” el Paraguay. En ese sentido, la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) que soportó el Paraguay tuvo como trasfondo ideológico, al decir de Pomer, una condición supranacional del liberalismo, misión que le compete como exterminador de la barbarie.218 Una comunidad en la barbarie justifica entonces la intervención aliada para la realización de un destino compartido en la civilización. La liberación del Paraguay –tal como la presentan aliados y legionarios– se convierte en una causa común americana, y la Triple Alianza resulta una alianza civilizatoria.219

Antes de pasar a indicar párrafos de algunos textos que a nuestro parecer contienen elementos inequívocos, es oportuno recordar que el higienismo se inserta en el contexto de las profundas trasformaciones económicas y por ende, las consecuencias de las mismas. Asimismo, los des-

218. Pomer, Leon. La guerra del Paraguay. Estado, política y negocios. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. 1968, p. 113. 219. Benisz, Carla. “Civilización y barbarie en el Paraguay de la postguerra”. Ponencia presentada en el X Encuentro “Arte, creación e identidad en América Latina”. Rosario-Facultad de Humanidades y Artes. Octubre de 2010, p. 3.

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equilibrios sociales originados a raíz de la industrialización y los posibles conflictos referidos a las condiciones de trabajo derivados de las relaciones capital-trabajo forman parte del escenario de fondo. Entonces, vale preguntarnos: ¿el Paraguay de los López sufrió revueltas de trabajadores a consecuencia de una eclosión social donde el hacinamiento y las condiciones fabriles eran insoportables?220 ¿Hay registros que dan cuenta de la necesidad imperiosa de disciplinar los cuerpos a razón de una “salud política” ineludible que evite una verdadera revolución en detrimento de los capitalistas? ¿Fue necesaria la tutela y vigilancia sobre los sectores populares? ¿Se llevaron adelante políticas tendientes a introducir controles y disciplinas que atenuasen la tensión social derivada de la miseria y disminuyesen, además, la incidencia de la mortalidad? ¿En qué medida el Paraguay del siglo XIX necesitaba de higienistas que actuasen de intermediarios y árbitros en los conflictos de clase? ¿Se precisaban agentes integradores de los nuevos contingentes urbanos, divulgando medidas higiénicas y nuevos hábitos de vida y trabajo que racionalizasen los procesos laborales y los espacios domésticos? Es probable que el Dr. Francia, don Carlos A. López y su hijo Francisco asumieran una concepción muy particular del poder y la organización política, no obstante, al parecer no precisaban de higienistas inspiradores para llevar adelante sus planes políticos y el fortalecimiento de un Estado incipiente. Ahora bien, en contrapartida a lo expresado, los aliados (Argentina, Brasil y Uruguay) sí recurrieron a ideas muy cercanas al higienismo, so220. Eduardo Kigman se pregunta en la misma línea: “¿Hasta qué punto podemos hablar en ciudades de este tipo, del surgimiento de un asalariado moderno (en el sentido de Marx) que hubiese requerido pasar por un proceso de disciplinamiento? ¿En qué medida las relaciones cotidianas no estaban aún fuertemente marcadas por la “costumbre”, al punto de que las propias innovaciones se veían condicionadas por ello? A lo mejor, sólo podamos hablar de una modernidad incipiente de la cual estaban excluidas (para bien o para mal) amplias capas sociales. Y si esto fuese así, ¿cuál pudo haber sido el rol de una tecnología disciplinaria como la que habían desarrollado en Europa los higienistas?” Garcés, Eduardo Kingman. “Los higienistas, el ornato de la ciudad y las clasificaciones sociales” en Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Nº 15, 2002, p. 105.

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bre todo racial, para indicar una y otra vez la barbarie que arropaba al Paraguay. Las ideas de libertad y civilización que comenzaban a ganar estima en la región se vieron ferozmente amenazadas por el despotismo patológico del Paraguay. Entonces, ante unos propagadores infecciosos, y por ende culpables, no solo de su propia enfermedad, sino de una posible enfermedad de los demás, no quedaba otra que preparar la purificación a gran escala. Esa gran operación de limpieza se erigió, desde un primer momento, como un discurso civilizador acompañado de una carga importante de prejuicios y estigmatizaciones gratuitas. Desde una “moral superior” se preparó el camino para la gran guerra. El Paraguay fue imaginado como un páramo donde indefectiblemente, los ideales modernos debían aterrizar, a como dé lugar. La gran empresa progresista se instaló durante años en textos e intenciones, hasta que un día tomó cuerpo y la guerra diezmó el país dejando muerte y desolación y unas secuelas que al día de hoy persisten en muchos cuerpos “normalizados”. Paradójicamente, esa demanda de civilidad y orden desembocó en destrucción y subyugación sistemática. Los famélicos cuerpos sobrevivientes recibieron una pedagogía normalista a fin de criarse dóciles dificultando así la construcción autónoma de un destino. Esa alucinación por acabar con la barbarie del Paraguay, sin embargo, tenía un objetivo bien claro: las pretensiones económicas, comerciales y anexionistas de los vecinos. En este apartado queremos mostrar de qué manera el ideal higienista estuvo presente como arma discursiva que preparó el camino para la guerra. Al emparentarse “civilización”, con “limpieza”, “salud” y “educación moral normalista”, se construyó un alegato poderoso donde la necesidad de introducir y ejercitar valores adecuados haría posible que el Paraguay se asome a un estadio superior logrando así la tan ansiada evolución.221 Sin embargo, nada de lo que tanto se había pregonado en clave progresista fue posible. Los cuerpos que –según el discurso de los Alia-

221. Sobre el punto, véase: Kohl, Alejandro. Higienismo argentino: historia de una utopía: la salud en el imaginario colectivo de una época…, p. 59.

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dos– vivían en estado de opresión, luego, en la posguerra fueron sometidos a la peor de las pesadillas: la pobreza y la exclusión. ¿Es arriesgado suponer que la Guerra de la Triple Alianza destruyó las bases de un proyecto nacional que se venía gestando de manera independiente? ¿Acaso es temerario sospechar que las pretensiones anexionistas de los vecinos se aliaran con las ideas en boga de aquel entonces para legitimar dichas ambiciones? ¿Es imposible rastrear la indignidad a casi 150 años de aquel acontecimiento? La respuesta es no. Desde la repugnancia, el asco y la construcción de un ideal límpido y civilizado, el Paraguay sufrió el más abyecto e indecoroso destino. En línea con lo expresado nos fijaremos en algunos escasos párrafos a fin de mostrar, particularmente de qué manera el examen del incipiente movimiento higienista de la segunda mitad del siglo XIX brindó insumos a un discurso que exigía al Paraguay orden social. Si el Estado debía insertarse en la modernidad, la instauración de la “civilización” ya no podía esperar. Por ello, la sucia “barbarie” que acompañó a toda la historia nacional debía ser “higienizada” lo antes posible. La indecente barbarie En 1864 la pluma de Pelham Horton Box repetía como si de una plantilla se tratara el argumento de que en esta parte del mundo, los cuerpos se habían vuelto en extremo dóciles y silenciosos.222 El Paraguay, en su informe confidencial, aparecía como un lugar manchado por el despotismo:

222. El tema del silencio es sumamente importante en el discurso positivista, pues el mismo conecta con el cretinismo a raíz de la falta de libertad. Un relato del Gral. Mc Mahon muestra la crueldad de la Guerra de la Triple Alianza y el silencio administrado con todo el sufrimiento que ello implica. “Los niños de tiernos años llegaban arrastrándose con las piernas deshechas o con horribles heridas de balas en sus cuerpos semidesnudos. No lloraban ni gemían ni imploraban auxilios médicos. Cuando sentían el contacto con la mano misericordiosa de la muerte, se echaban al suelo para morir en silencio como habían sufrido”. Cuarterolo, Miguel Ángel. Soldados de la memoria: imágenes y hombres de la Guerra del Paraguay. Buenos Aires: Editorial Planeta. 2000, p. 78.

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El dominio de los jesuitas, del Dictador Francia y de los López, padre e hijo, le ha inculcado la más profunda veneración por las autoridades. Habrá tres o cuatro mil que saben más y para quienes la vida bajo tal gobierno es una carga (…)223

Pero algunos años antes del inicio de la guerra –incluso 15 años antes224– Sarmiento ansiaba libertar al Paraguay y llamaba a los vecinos a unirse a tan diáfano plan: Tenemos fe que de llegar el momento en que los países vecinos a la desgraciada población del Paraguay, han de intervenir para mejorar las condiciones del gobierno tan anómalo como el de don Carlos Antonio López.225

El ideal civilizatorio no podía faltar en el aseado discurso que los interesados habían fortalecido con la única intención de limpiar el sucio Paraguay y así evitar el contagio en la región. Si queremos salvar nuestras libertades y nuestro porvenir, tenemos el deber de ayudar a salvar al Paraguay, obligando a sus mandatarios a entrar en la senda de la civilización.226

Sin embargo, paradójicamente, el mismísimo Mitre había expresado en su momento que el Paraguay se hallaba en muchos aspectos en condiciones más favorables que los países de la región. Entonces, ¿cómo es posible que al poco tiempo el discurso se tornara diametralmente opuesto? 223. Horton Box, Pelham. Los orígenes de la Guerra de la Triple Alianza. Asunción: Niza. 1958, p. 298. 224. Sobre la evolución del “discurso civilizatorio” de los aliados y el proceso de legitimación, véase el trabajo de Mendoza, Hugo. La Guerra contra la Triple Alianza 1864-1870. 2ª Parte. Asunción: El Lector/ABC. 2010, pp. 15-19. 225. Sarmiento, Faustino. El Nacional. 24 de mayo de 1860. Citado en Pomer, Leon. La guerra del Paraguay. Estado, política y negocios. Buenos Aires: Colihue. 2008, p. 119. 226. Sarmiento, Faustino. El Nacional. 26 de septiembre de 1862. Citado en Pomer, Leon…, p. 120.

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“V.E. se halla en muchos aspectos en condiciones mucho más favorables que las nuestras. A la cabeza de un pueblo tranquilo y laborioso que se va engrandeciendo por la paz y llamando en ese sentido la atención del mundo; con medios poderosos de gobierno que saca de esa misma situación pacífica, respetado y estimado por todos los vecinos que cultivan con él relaciones proficuas de comercio; su política está trazada de antemano y su tarea es tal vez más fácil que la nuestra en estas regiones tempestuosas, y es como lo ha dicho muy bien un periódico inglés de esta ciudad, V.E. es el ‘Leopoldo de estas regiones’, cuyos vapores suben y bajan los ríos superiores enarbolando la bandera pacífica del comercio, y cuya posición será más alta y respetable, cuanto más se normalice ese modo de ser entre estos países”.227

A un par de meses del inicio de la guerra, la perorata por parte de los “progresistas” acerca de la necesidad de purgar el Paraguay y limpiar la gigantesca excrecencia producto de años de ignorancia y despotismo, persistía. La enorme tarea aséptica debía realizarse desde una Alianza Civilizatoria. Si no la alianza, al menos un completo acuerdo debe establecerse entre los Gobiernos que representan en América el principio de la civilización contra las aspiraciones y las sombrías desconfianzas de los verdaderos representantes de la barbarie.228 Las alianzas del Río de la Plata quedan así definidas: Alianza de Civilización y de las formas regulares de gobierno (…) ¿Qué han de hacer por su parte los hombres de orden, los pueblos ilustrados, los gobiernos regulares, si no es ponerse de acuerdo, para evitar que las conquistas de la civilización sean destruidas por la barbarie?229

227. Correspondencia de Mitre a López. 2 de enero de 1864. Archivo del Gral. Mitre. II. p. 50. Biblioteca de la Nación. Citado por Castagnino, Leonardo. Guerra del Paraguay. La Triple Alianza contra los países del Plata. Buenos Aires: Ediciones Fabro. 2011. 228. La Nación. 4 de septiembre de 1864. Citado en Pomer, León…, p. 120. 229. Ibíd., p. 120.

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La mayoría de los pulcros higienizados coincidían en que el Paraguay era un pueblo “intensamente” ignorante, razón que hacía posible esa larga tradición autoritaria que la caracterizaba y una historia política plagada de crisis interminables. La barbarie notoria que arropa a los cuerpos ha hecho posible –según Horton Box, Sarmiento, Estrada y otros– que los mismos estimen que no hay país alguno tan poderoso o tan feliz como el Paraguay y que ha recibido la bendición como pueblo de tener un Presidente digno de toda adoración. Entonces, como era de esperar, el fregado debía provenir necesariamente de afuera. Si a la larga se produjera una revolución, sería traída por los paraguayos que ahora se educan en Europa, o sería la obra de una invasión extranjera de un ejército paraguayo en campaña en el exterior. Pero, aun así, sería dudoso –remata Horton Box– que un cambio violento no legara un ruinoso estado de anarquía por muchos años, pues la educación y la adquisición de conocimientos han sido tan descuidadas, y hasta reprimidas, en el Paraguay, que no veo a nadie capaz de asumir la conducción de los negocios del Estado y todavía menos de lograr una influencia predominante sobre sus conciudadanos.230

Masterman, un farmacéutico inglés contratado por Don Carlos, tampoco escatimó esfuerzos para refrendar el atraso y la ignorancia. Siempre confundían a Londres con la Inglaterra; y aun el padre Román, que tenía una biblioteca, que para esta parte del mundo debe considerarse muy grande, es decir, cerca de cincuenta volúmenes, y a quien encontré leyendo una traducción española de la vida del cardenal Wiseman, me preguntó muy confuso, si Londres estaba en Inglaterra o Inglaterra en Londres, y si esta última lindaba con la Francia. Por estar aislados, abrigaban, como es de supo-

230. Horton Box, Pelham. Los orígenes de la Guerra de la Triple Alianza…, p. 298.

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ner, una muy alta idea de su país y de la vasta importancia política que debe poseer entre las naciones.231

Una educación en extremo escasa sumada a una tecnología desfasada había contribuido a que el pueblo paraguayo esté sumergido en la más absoluta prehistoria. Como se comprende en un pueblo como este, las ciencias y las artes son naturalmente primitivas, especialmente la que pertenecen a la agricultura y a las manufacturas domésticas. Aquella tierra rica, arenosa y pulverizada exige poco trabajo; el más rudo de los arados, que consiste solo en una rama gruesa con dos vástagos divergentes sirve para todos los procederes de la labranza. Este instrumento, tiene como tres pies de largo, es puntiagudo, la parte que hace las veces de reja es endurecida por medio del fuego, y los dos brazos laterales sirven de manijas. Completa el instrumento, una yunta de bueyes que tirando una guasca asegurada a un yugo, al que se unen los animales. Cuando se envejece o descompone una rama cualquiera del aparato arriba mencionado, se le reemplaza.232

En la lista de imponderables que Masterman había indicado no podía faltar la nula gestión de los residuos. Si un pueblo carece de la tan mentada civilización, necesariamente la suciedad formará parte del paisaje y las ciudades se privarán de la pulcritud y el ornato. Se ignora del todo el uso del abono; la basura de la capital era depositada en la plaza y en frente a las oficinas públicas, con el objeto de echarla después al río.233

231. Masterman, Jorge Federico. Siete años de aventuras en el Paraguay. Buenos Aires: Imprenta Americana. 1870, p. 53. 232. Ibíd. 233. Ibíd.

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La imagen del “otro” degradado se forma y potencia desde la carencia, la privación y la escasez. A partir de unos mecanismos bien diseñados, la mácula de la imperfección se indica una y otra vez al punto de equiparar al unísono suciedad, símbolos grotescos y vulgaridad estética. El genio paraguayo a los ojos de Richard F. Burton es portador indiscutible del mal gusto, matriz de lo prosaico y gestor de lo mediocre. Desde estos términos, la ciudad y todo lo que ella cobije, será depositaria de una suciedad y bajeza sin par. El célebre aventurero, nada más al ingresar por la bahía a la ciudad de Asunción se fija en la suciedad y en el deficiente intento artístico que engalana la ciudad. En la parte posterior de las defensas el terreno verde se vuelve cenagoso por culpa de un sucio arroyito que drena hacia el este y, unas 200 yardas más allá, se observan los destruidos galpones que imitan las barras de Humaitá. El objetivo más llamativo es el palacio sin terminar del Mariscal Presidente. Habría sido más ventajoso construirlo en terreno más elevado, pero resulta evidente que busca atraer el primer vistazo del recién llegado y ser el último punto sobre el que se posa la mirada del que parte. Es un edificio extravagante (…). Es un absurdo total, considerando las dimensiones de la ciudad: un cuerpo y dos alas que se proyectan hacia el sur sobre una pequeña plaza provista de una fuente.234

La incapacidad y absurdo, más la disminuida expresión artística en relación al Palacio de los López, no son suficientes para el examen al que es sometido el Paraguay. El inglés, “interventor estético” y “gestor monopólico de símbolos”, se tomará su tiempo para poner en duda la “virilidad del león” y destacar la ordinariez de la estrella, símbolos del Paraguay. De esta manera, la radiografía de lo bajo se patentiza desde los ojos

234. Burton, F. Richard (1870) Cartas desde los campos de batalla del Paraguay. Buenos Aires: El Foro. 1998, pp. 530-531.

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del que es portador de cánones estéticos apropiados y significados adecuados para así repartir sentido a insignias y expresiones nacionales. (…) Se observan algunos prodigiosos intentos artísticos: esculturas emblemáticas, como un gorro frigio en un palo, sostenido por la Religión y el Patriotismo. También un par de leones heráldicos; el león del Paraguay, cabe señalar, es el jaguar, no el típico león británico ni, como M. Demersay dice, un leopardo. De hecho se trata del león de Yberá, una bestia casi tan inofensiva como el “León de Essex”. No obstante, el himno nacional argentino alude a él en el verso: Y a sus plantas rendido un león. Estos leones están hechos de arenisca local; doy fe de su aspecto grotesco, y muestran cuidadosos sus traseros hacia la casa del amo.235 Frente a la ribera está el Cabildo, un voluminoso edificio de dos pisos con forma de paralelepípedo. En el pedimento central se observan los dos medallones típicos: el superior tiene la inscripción “República de Paraguay” en media luna sobre una vulgar “estrella solitaria” (…)236 En una esquina está la casa “terrea” del Mariscal Presidente; el exterior es mediocre (…)237 Al oeste del edificio y frente a la Calle 25 de Diciembre se encuentra la capilla de S. Francisco a medio construir. La cúpula de ladrillo, de escaso diámetro, todavía está erizada con un enclenque andamiaje de bambú y troncos de palmera. No puedo entender cómo el señor Homen de Mello (Viagem ao Paraguay, febrero-marzo de 1869) llama a esto una “magnífica basílica”.238 Unos pocos pasos nos conducen a la antigua Catedral, ahora la iglesia de la Encarnación (…) Hacia el norte están el jardín y la casa del cura, pero ambos en triste abandono (…). El púlpito, la pila bautismal y los confesionarios tienen formas atractivas, nada modernas.239

235. 236. 237. 238. 239.

Ibíd., pp. 530-531. Ibíd., p. 536. Ibíd., p. 541. Ibíd., p. 541. Ibíd., p. 536.

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El interior es un lúgubre galpón –se refiere a la nueva Catedral–, cuyos pilares sostienen un cielo raso plano de madera pintada. Las capillas no ocupan camarines retirados y la sacristía tiene aspecto pobre y humilde.240 Entre el desembarcadero y el arsenal está la Proveeduría, un amplio e irregular galpón de ladrillos y tejas (…) Apestando a desperdicios, estas pocilgas son únicamente aptas para albergar a las moscas que se crían entre los caballos y la carne, mientras que un coro de voces ebrias y el punteo de guitarras hablan del libertinaje de un campamento.241 Aquí y allá aparece una rampa pavimentada con un declive imposible de subir y los carruajes no pueden usarse jamás. Hay desperdicios tirados por todos lados, animales muertos en cada calle y, por donde circulan los carros, las ruedas a menudo quedan atrapadas en el cenagal. Los brasileros declaran que ellos han mejorado las calles, que encontraron cubiertas de pastos y malezas. Como todas las obras públicas de Asunción, nada puede resultar más detestable que los caminos, y recuerde que los recorrí en plena sequía.242 ( …) Regresamos a la plaza principal para adentrarnos en la ciudad por la mugrienta calle de la Catedral, que corre de norte a sur.243 Los vasallos, si no se encuentran en los cuarteles, deben conformarse con los ranchos más abominables, cobertizos con techos de tejas sostenidos no por paredes sino por postes. Tampoco pueden mostrar sus padecimientos; éstos deben ocultarse a la mirada opulenta con los largos muros de ladrillo que unen palacio tras palacio. Un gran arsenal de costosa construcción, los diques junto al río, un tranvía y una línea de ferrocarril han cubierto todo el asunto con un tenue barniz de civilización pero esta pátina es demasiado reciente y palpable: el pretendido progreso es totalmente

240. 241. 242. 243.

Ibíd., p. 538. Ibíd., p. 534. Ibíd., p. 535. Ibíd., p. 540.

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superficial y basta hurgar un poco para descubrir debajo a la República Paraguaya de los Guaraní “jesuitizados”.244 Todas tienen aljibes para recoger el agua de lluvia y criar mosquitos (…)245 El Cabildo está apoyado en pilares, mientras debajo de este hay mazmorras más terribles que las Piombi de Venecia.246

Nada más iniciarse la guerra, otro conocido intelectual “fumigado” por los ideales higienistas –José Manuel Estrada– publicó un libro donde exponía sus ideas en relación al grado de barbarie presente en el Paraguay. La privación de entendimiento y falta de empresas intelectuales ha incidido en la disposición de una mentalidad rústica y un ánimo remoto de todo lo que concierne a la creatividad, racionalidad y sentido crítico. Nada existe en el Paraguay de cuanto podía esperarse ni en las ciencias, ni en las artes, ni en la industria. Rodeados por una espléndida naturaleza, que parece debiera infiltrar en el alma más tosca el amor a lo bello y el entusiasmo por los espectáculos de la creación, estrofas de luz y de vida, que hacen un himno del universo, los paraguayos no se elevan a la inspiración ni parecen sentir esa inclinación vehemente del espíritu a verter sus emociones, en las notas de la música, en las tintas del cuadro, en las robustas obras de las artes plásticas, ni en la poesía ni en el libro (…)247

La exigencia al Paraguay de una apertura bajo el “signo sagrado” del liberalismo y el positivismo estaba unida a elementos igualmente fundamentales como la supremacía racial, la moral hegemónica y un intento reiterado de sujetar los cuerpos por medio de las ideas fuerza del incipiente movimiento higienista. La mancha del Paraguay es su ignorancia, su barbarie y su carácter cerrado producto de tantos años de despotismo.

244. 245. 246. 247.

Ibíd., p. 543. Ibíd., p. 539. Ibíd., p. 537. Estrada, José Manuel. Ensayo histórico sobre la Revolución de los Comuneros del Paraguay en el siglo XVIII seguido de un apéndice sobre la Decadencia del Paraguay y la guerra de 1865. Buenos Aires: Imprenta de la Nación. 1865, p. 218.

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Nadie en el Paraguay inicia un solo pensamiento; nadie recorre las conquistas de la ciencia moderna y las funde y las aplica para estimular a sus conciudadanos a plantear en el suelo de la patria instituciones que como el injerto joven en el trono corroído por los inviernos, están renovando diariamente la fisonomía de los pueblos cultos. Todo el mundo avanza: de todo saca provecho el hombre; pero todo cortejo de la civilización pasa sin dejar huella alrededor del pueblo despotizado, como esas generaciones de insectos luminosos que rozan con sus alas las ventanas del gabinete cerrado y oscuro, sin disipar sus sombras, sin dejar un recuerdo. No de otro modo vive el Paraguay en medio del hervir incesante del progreso en la América Latina. El ruido del hacha de la civilización que engrandece las ciudades de sus vecinos y anula sus soledades, no tiene eco en el Paraguay.248

Otro documento aparece en pleno fragor de la guerra, sin firma alguna, pero todo indica que el libro formó parte de una estrategia bien pensada por parte de los Aliados. Su nombre, Papeles del Tirano del Paraguay sugiere la intencionalidad de la obra. En uno de sus párrafos describe al país como fragmento de la salvaje naturaleza y donde la especie humana ha quedado separada de ella merced al aislamiento y la barbarie. El Paraguay está en medio de bosques seculares, solo, aislado, a distancia de quinientas leguas de las costas del Atlántico, y medio siglo había transcurrido desde que quedó separado de la especie humana. Nada de lo que ha sobrevenido en la tierra en ideas, en instituciones, de un siglo a esta parte ha penetrado en el Paraguay, y, sin embargo, en este siglo transcurrido se han operado precisamente todos los grandes cambios sociales en Europa misma.249

Y como no podía faltar en todo discurso higienista, el libro aplasta la imagen del país recurriendo a criterios inmorales e imaginando al Para248. Ibíd. 249. Papeles del Tirano tomados por los aliados en el asalto de 27 de diciembre de 1868. Buenos Aires: Imprenta Buenos Aires. 1868, p. 8.

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guay como un lugar disoluto y corrompido donde los cuerpos viciosos encuentran licencia necesaria para cometer todo tipo de perversiones. Y todo por estar instalado en un tiempo lejano, distante de toda posible civilización. En lo moral es como Australia, en lo físico, un fragmento del mundo antiguo.250

El Brasil, en consonancia con el discurso bélico del momento, tampoco perdió la oportunidad para catalogar el conflicto como un verdadero combate entre la reluciente civilización y la sucia barbarie. La gestión de la imagen del Paraguay estaba envuelta con un ropaje donde los descalificativos sobraban.251 El ilustrador y caricaturista Angelo Agostini pintarrajeó a Solano López como el Nerón de América (Fig. 5 ). Otros literatos y periodistas lo consideraban el “Atila sanguinario”, “encarnación del mal”, “loco”, “caníbal”, etc. Siguiendo a Figari podemos advertir que la estrategia de acercar al “otro” a la condición de “animal” se asocia directamente con la repugnancia, con lo animal en lo humano, no desconectado por cierto al abandono del estado de naturaleza y a lo religioso. Aquella naturaleza que debemos olvidar al precio de la civilización. La animalidad repugna y estéticamente asigna belleza. Cuanto más cerca de un animal se esté, más feo se será, peor se olerá y menos sabremos a qué atenernos. Cuanto más se deforme una imagen de acuerdo al canon de belleza masculina o femenina, la iden-

250. Ibíd. 251. Varias publicaciones estaban destinadas a ridiculizar al ejército paraguayo y enaltecer la valentía de los aliados. Sobre el punto se puede consultar; Silveira, Mauro César. A batalha de papel. A charge como arma na guerra contra o Paraguai. Florianópolis: Editora UFSC.2009; Borowiski Lavarda, Marcus Túlio. “A iconografia da Guerra do Paraguai e o periódico Semana Illustrada - 1865-1870: um discurso visual” Brasil, 2009. Dissertação do Mestrado. Universidade Federal da Grande Dourados.

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tificación se hará en términos animales. Y aún más, entre la animalidad y la deformidad surge lo monstruoso. La monstruosidad impacta desde lo otro no natural, cuasi animal y absolutamente deforme. Lo monstruoso y lo animal no solo desagrada, huele mal, asquea, sino que nuevamente atemoriza. Lo animal es incivilización, el fin de la sociedad. Allí donde se acaba mi seguridad ontológica en términos de que vivimos en un mismo mundo. El fin de la socie-

Fig. 5 “El Nerón del siglo XIX” Grabado de Angelo Agostini Publicado en la Revista Vida Fluminense. 12 de junio de 1869.

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dad entendida como la presunción, en términos de Schutz, de que “yo creo lo que todos creen”. Distinguirse del estado de naturaleza implica el pudor, la vergüenza, pero también y sobre todo la repugnancia. La consideración de animalidad anula el carácter humano y habilita para todo acto no solo de agresión y violencia, sino también de exterminio.252

Ahora bien, la presencia de conceptos que apelan a una supuesta supremacía racial, portadora de una grandiosa civilización más la superioridad moral donde el “otro” es homologado a lo “animal”, también estuvo presente en el discurso de los paraguayos. Los enemigos de los paraguayos eran caricaturizados y estigmatizados con marcantes; cabra para Mitre, carumbé para Caxías y macacos para la soldadesca de color. “Los incivilizados son los que vienen a destruir un país civilizado siendo ellos esclavos”, reza el fragmento de una publicación paraguaya. Mariscal López se ha ganado la reputación universal, y ha aumentado la profunda gratitud de sus compatriotas que tienen el orgullo de contar a su cabeza al primer Adalid de Sud-América. Su invencible espada arrojada sobre la balanza del destino de una gran parte de los pueblos de América, y puesta al servicio de principios eternos, ha contrariado a los ambiciosos que hacen de la carne humana una mercancía y que quieren domeñar a los pueblos bajo el imperio de la fuerza y del despotismo. El Mariscal López es la encarnación de la idea de progreso, de la idea de la independencia de los pueblos, de la idea de paz y porvenir a que atienden las aspiraciones santas de los hombres amantes de la civilización y justicia.253

Si Mitre, Sarmiento y Estrada coincidían en la necesidad de una “higiene racial”, desde Cabichuí no se ocultaba la animadversión y el desprecio hacia los enemigos de color (kambá). 252. Figari, Carlos Eduardo. “Las emociones de lo abyecto: repugnancia e indignación”, p. 135. 253. Cabichui. Nº 22, Año 1, Paso Pucú, 24 de julio de 1867.

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Sí, seguiremos al Mariscal López, porque es nuestra estrella polar en el camino de los grandes destinos. Su genio nos ha cubierto de laureles en los campos de batalla y de renombre en los ámbitos de la tierra; su genio ha eclipsado a los pigmeos que le acometen y su genio colocará al país en las venturadas regiones de la prosperidad y de la paz.254

La desesperación de los feos, deformes y sucios monos se enfrenta –según Cabichuí– a la reluciente humanidad de los valientes y tersos paraguayos. “El macaco afligido El macaco afligido A la vista se conoce: Lleva detrás una cola Entre las piernas metida Y por el olor que despide De lejos de ver se echa Que va bien humedecida O que bien… se le ha aflojado”255

En la guerra, las referencias escatológicas abundaban en el lenguaje y también en los grabados de Cabichuí. En la Fig. 6 se puede observar a un almirante brasilero alterado que responde a la amenaza de los paraguayos con ventosidades descomunales. Asimismo, se observa a un grupo de siete soldados, todos de color, gritando desesperadamente ante la intimidación de los paraguayos.

254. Ibíd., pp. 1-2. 255. Cabichuí. Nº 1, Año 1, Paso Pucú, 13 de mayo de 1867.

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Fig. 6 Cabichuí. Noviembre de 1867. Año 1, Nº 46.

Podemos decir que desde el lenguaje escatológico e higienista, se anunció el fin de la guerra. Una imagen publicada por Semana Ilustrada afirmaba que había concluido la contienda con la muerte del Mariscal López. En la misma aparece el militar paraguayo lanceado por un soldado brasilero. Al pie de la imagen una leyenda que dice: Chico Diabo atravessando com uma lança o monstro mais bárbaro e hediondo, que tem visto o mundo –o execrando Francisco Solano López– destruidor de sua própria pátria.256

Si se cubrió de mierda al Paraguay, varios intelectuales coincidieron en la necesidad de realizar una limpieza de la historia a fin de redimir al país de tanta infamia. 256. Semana Ilustrada. Nº 485. 27 de marzo de 1870, p. 3880. Citado por Borowiski Lavarda, Marcus Túlio. A iconografia da Guerra do Paraguai…, p. 129.

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Y a las otras mentiras con que se quiso tiznar el honor de nuestra historia, llega su turno. ¡Juro dejarla limpia y tersa!257

Ahora bien, la operación de ablución, al parecer también propició la construcción del mito del héroe. La figura amplificada del Mariscal López, no obstante, ha servido para “aglutinar” partidarios y no necesariamente para redimir al pueblo. Desde el nacionalismo se han animado elementos higienistas que hacen referencia a una “garantía” emanada de la imagen del “único líder”, puro, fiador de la más incólume tradición. La guerra continúa por otros medios Mientras la mayoría de los varones –incluso mujeres y niños– libraban los últimos combates en los campos de batalla, de la Argentina arribaban los que organizarían el destino del Paraguay. Se instaló un Gobierno Provisorio y bajo el signo de la civilización se animó una nueva “aurora” para el país. La tiranía del país, ya en su agonía, escupe todavía a la faz de la civilización, devolviéndole en la condición más mísera y abyecta, los restos truncados del heroico pueblo, cuyo valor, virtud y abnegación merecen el respeto universal. (…) Es preciso que el pueblo sea regenerado para que otra vez no caiga en la esclavitud. Es preciso hacer, por medio de la instrucción pública y liberales instituciones, imposible la erección de un tirano. (…) Es preciso, en fin, que el inmenso dolor que abate nuestros espíritus y las lágrimas que inflaman los ojos de nuestras viudas y de nuestros huérfanos no sean estériles para la civilización. Si ha habido falta y ella ha sido grave, el castigo ha sido cruel, la expiación tremenda. Hagamos que la redención sea digna de su objeto y grandiosa en sus resultados. Debemos una religiosa ofrenda a las víctimas de la tiranía, un

257. Domínguez, Manuel. El Paraguay. Sus grandezas y sus glorias.Buenos Aires: Ayacucho. 1946, p. 44.

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porvenir de libertad a nuestros hijos y una satisfacción al mundo civilizado.258

No obstante, a pesar de los buenos deseos, la presencia de la basura, despojos, excrementos, putrefacción y todo tipo de inmundicia, aumentó de manera considerable. Un periodista de The Weekly Standard escribía: El centro de Asunción todavía se encuentra en un estado de suciedad espantoso y, posiblemente, seguirá así hasta que el enérgico comandante en jefe efectúe otra visita.259

El 7 de julio de 1870, el Gobierno provisorio instituye un Consejo de Medicina e Higiene Pública.260 Tenía por objetivo principal la higiene pública y el velar por la salud pública, especialmente en lo que concierne al control del ejercicio fraudulento de la profesión médica y la farmacéutica. Que a la Policía faltan medios científicos que se requieren para privar los medios ilícitos empleados por los charlatanes y especuladores que abusando de la manera más injustificable, ejercen la profesión médica y farmacéutica, sin tener aquellos requisitos legales

258. Registro Oficial del Gobierno Provisorio de la República del Paraguay. Años de 1869 y 1870. Asunción: Imprenta de “El Pueblo”. 1871, p. 10 y ss. 259. Citado por Gaylord Warren, Harris. Paraguay y la Triple Alianza. La década de posguerra 1869-1878. Asunción: Intercontinental. 2009, p. 226. 260. “El Gobierno Provisorio debía frente a una situación de mucha dificultad en lo que a salubridad e higiene se refiere. La administración sanitaria pasa a depender de la Secretaría de Gobierno, mediante la creación del Consejo de Medicina e Higiene Pública, conformado por dos médicos militares brasileros: Rosendo Munis Barreto y João Adrião Chaves; el argentino Dr. Manuel Biedma y el inglés, Dr. Guillermo Stewart. Luego el Consejo de Medicina e Higiene Pública pasó a depender del Ministerio del Interior con la función de fiscalizar los mercados, tablada y limpieza pública, hasta que crearon las Municipalidades y la higiene pública pasó a ser responsabilidad de ella”. Ramírez de Rojas, María Elena. El Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social: Su historia. Dirección General de Planificación y Evaluación. Dirección de Documentación Histórica/MSPyBS: Asunción. 2013, p. 10.

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que se exigen en los países regularmente organizados para ejercer tales profesiones.261

No obstante, el aumento de “charlatanes” obedecía a la precaria situación del país y en especial a la acuciante necesidad de médicos, pues, varias y reiteradas fueron las enfermedades que amenazaban a la sufrida población. (…) hoy más que nunca se manifiesta la necesidad de un Consejo de Medicina e Higiene Pública, competentemente autorizado para minorar en todo lo posible la intensidad de las epidemias que con frecuencia amenazan a las poblaciones, y de prevenir los asaltos aún más peligrosos de los que hacen de la medicina y de la farmacia un bárbaro medio de ganancia y de explotación y un comercio inicuo atentatorio a la existencia misma de individuo.262

La situación de los cementerios es una referencia no menos importante en el horizonte higienista. Sobre el punto habrá llamado en demasía la atención el dantesco escenario de los miles y miles de cuerpos esparcidos a lo largo y ancho del país, cuerpos en descomposición, moribundos por inanición, enfermos en estado terminal, etc. Y, sumada a semejante cuadro, la presencia de los perros callejeros en la ciudad de Asunción, es una cuestión persistente y que aparece con la misma intensidad 60 años después en la obra Infortunios del Paraguay de Teodosio González. Y es que en la Asunción de la posguerra, la gestión de los cadáveres no fue empresa fácil. Los refugiados no morían solo en los caminos que llevaban a Asunción, sino que también caían exánimes en las calles, víctimas del hambre y las enfermedades. A causa de las jaurías de perros hambrientos que deambulaban con entera libertad, era de la mayor importan-

261. Registro Oficial del Gobierno Provisorio de la República del Paraguay. Años de 1869 y 1870…, pp. 120-121. 262. Ibíd., p. 121.

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cia ocuparse de los difuntos, cuyos cuerpos a menudo yacían durante horas allí donde habían caído. Los carros del Gobierno, todos los días, recogían los cuerpos, pero se demoraban en hacerlo, y las calles eran “inmensos focos de infección”.263 Ante esta situación, el 15 de diciembre de 1870 el Presidente de la República decretó la prohibición de enterrar los cadáveres en el Cementerio de La Encarnación, y en cualquier otro punto del distrito de la Capital que no sea en el Cementerio de la Recoleta. En el mencionado Decreto se puede leer que la falta de control con respecto a la inhumación de cadáveres infecta el aire con los gases que despide a través de la tierra, y teniendo conocimiento de haberse permitido ya en número inconveniente enterrárseles en el Cementerio de la Iglesia de la Encarnación, el Gobierno decidió tomar cartas en el asunto pues le incumbe el deber de observar los preceptos de la higiene. Los artículos 2 y 3 regulan los detalles a fin de evitar la contaminación: Art. 2. Cada fosa de cadáveres tendrá un metro y cincuenta centímetros de profundidad, o sea, seis cuartas. Art. 3. En el acto de depositar el cadáver en ella, se cubrirá de cal viva y si fuese enterrado en un ataúd, se abrirá y se practicará la misma operación.264

No obstante, el Art. 5 deja entrever la condición provisoria y circunstancial de estos mandatos, pues afirma que: las disposiciones se observarán estrictamente hasta que se dicte un reglamento definitivo, quedando los infractores responsables ante las autoridades competentes, so pena del castigo que se imponga, debiendo comunicar a los Curas Párrocos y al Jefe Político de la Asunción para su estricta observancia.265

263. Ibíd., p. 226. 264. Registro Oficial del Gobierno de la República del Paraguay. Asunción: Imprenta de la Nación paraguaya.1872, p. 17. 265. Ibíd., p. 17.

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El 18 de octubre de 1870, el presidente del Consejo de Medicina e Higiene Pública, João Adrião Chaves, arrimó al escribano mayor de Gobierno una copia del Reglamento del mencionado Consejo. La primera parte del Reglamento se aboca a la gestión y control de las habilitaciones de los médicos, boticarios, dentistas, flebótomos y parteras. La segunda parte atiende todo lo concerniente al estado sanitario de la capital. En el Art. 31 dice claramente que el Consejo de Medicina e Higiene es el único poder habilitado por el gobierno de la República para vigilar sobre las condiciones higiénicas de la capital.266 La ayuda de la Policía se torna fundamental para el cumplimiento de lo establecido en el Reglamento. Así, en el Art. 33 dice, para que no quede sin provecho por falta de fuerza material, la acción moral del Consejo, de modo que éste no pierda su autoridad, la Policía tiene que prestarle todo auxilio en favor del cumplimiento de las medidas sanitarias.267 La posibilidad de que el país devastado sufra una epidemia era inminente. Por ello, el Consejo estableció con claridad los deberes del mismo en caso de que las enfermedades ganen las calles. En su Art. 35 expresa que cuando haya sospecha de la aparición de una epidemia, el Consejo previniendo a la población sin amedrentarla, debe ser el principal Consejero del Gobierno y del Pueblo y por tanto le compete: 1. Instruir al Gobierno respecto a las providencias que debe prontamente realizar en favor del Pueblo. 2. Publicar y distribuir instrucciones a los habitantes de la Capital y del interior. 3. Patentizar en esas instrucciones, la necesidad de un régimen dietético, sin perjuicio de la instrucción de un aseo y limpieza extraor-

266. Registro Oficial del Gobierno Provisorio de la República del Paraguay. Años de 1869 y 1870…, p. 4. 267. Ibíd., p. 4.

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dinarios, y de una modificación de hábitos según las posibilidades de cada uno.268

Asimismo, los cementerios, los puertos y los buques serían sometidos a estricto control. Además, la capital del país quedó dividida en distritos sanitarios según las parroquias (Catedral, Encarnación, San Roque), en las mismas el control y la vigilancia estaban a cargo de un inspector cuyas obligaciones eran: 1. 2.

Hacer visitas domiciliarias. Visitar cuando quiera, los mercados, almacenes, hoteles, panaderías, confiterías, carpas y otros establecimientos comerciales. 3. No consentir en esos lugares ni la venta, mucho menos el depósito de carne en estado de putrefacción, ni de ningún otro alimento que en lo más mínimo pueda ser nocivo a la salubridad pública, debiendo por el contrario, todos esos establecimientos, estar surtidos de los más sanos comestibles, bien como de las más puras bebidas. 4. Imponer inmediatamente las multas cuando haya infracción de esas disposiciones. 5. No admitir que se entierre a un cadáver, sin que a este acto preceda un certificado de óbito y de la enfermedad, firmado por el médico asistente. 6. Pedir mensualmente al Consejo los mejoramientos que juzgue necesarios en su distrito. 7. Impedir que se amontonen basuras en las calles y plazas. 8. Recomendar mucho aseo en los frentes, interiores y fondos de las casas. 9. Multar a aquellos que no observen en las casas las recomendaciones prescriptas. 10. Llamar la atención de la policía para que remueva de las calles los cuerpos expuestos a putrefacción.

268. Ibíd., p. 4.

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11. Presentar al Consejo una memoria de sus trabajos, y una estadística nozoológica y mortuoria de su distrito, durante el tiempo en que sirvió. 12. Enviar diariamente a la policía, copias de los óbitos, para que sean publicadas por la prensa diaria.269

Un dato interesante a tener en cuenta y que el Reglamento asume, son las visitas domiciliarias. Cada dos semanas el inspector del distrito realizaba una inspección a las casas de los barrios. Es de suponer que las más humildes eran objetos de revisiones más detalladas. Todas las piezas de las casas podían ser franquedas por el inspector, de esa manera examinaba y recomendaba a los propietarios e inquilinos modificar o extinguir las malas condiciones higiénicas de la casa. Además de examinar, los inspectores podían imponer multas a los que no cumplían con los mandatos expresados con antelación. Las multas por falta de aseo en los domicilios, amontonamiento de basuras en las calles y venta de productos comestibles de dudosa procedencia y calidad ascendían a diez pesos fuertes.270 Pero las multas aumentaban a 20 pesos fuertes en casos de no presentar certificado de defunción; a 30 pesos en el caso de vender carne de mala calidad; a 50 pesos en caso de reincidencia; y podría incluso terminar en prisión en caso de reiteradas contravenciones. Más allá del esfuerzo prodigado por el Gobierno, los inspectores y por supuesto, la acción moral del Consejo, la suciedad permaneció de manera firme y decidida aliándose con enfermedades de todo tipo. La persistencia de un ambiente pestilente y hediondo exigió una vez más al Gobierno a pronunciarse sobre la situación. Así, el 23 de diciembre de 1870 se da a conocer un Decreto donde el reducido número de facultativos que componían el Consejo de Medicina e Higiene Pública exigía a las autoridades a sumar miembros al mismo, pues:

269. Ibíd., p. 6. 270. Ibíd., p. 7.

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en los actuales momentos en que ardua tarea le está encomendada debido a la crisis epidémica por la que atraviesa el país.271

Sin embargo, a pesar del interés del nuevo Gobierno y el trabajo realizado, el 1 de abril de 1872, el Vicepresidente de la República en ejercicio del Poder Ejecutivo, manifestó que el Consejo de Higiene se encontraba acéfalo por la renuncia o ausencia de todos sus miembros, a consecuencia de la pestilencia, razón que lo obligó a decretar su disolución. Pero más allá de las intenciones y esfuerzos, la realidad ofrecía una situación no muy auspiciosa. Persistía el hábito de la gente de arrojar a la calle sus basuras, desperdicios y agua sucia, a pesar de la amenaza de las fuertes multas. Las tropas brasileras eran notoriamente infractoras, pues dejaban que se acumularan frente a sus cuarteles grandes montones de basura. Toda suciedad del Hospital argentino se llevaba a la calle mediante un conducto que desaguaba en el río Paraguay. Como contrapartida, el hospital naval brasilero recibía elogios por su limpieza.272 Pero la suciedad no se limitó al territorio paraguayo, la epidemia de 1871 sacudió y transformó la vida social e institucional de Buenos Aires con enorme dramatismo: más de trece mil muertes en cuatro meses, la habilitación de un nuevo cementerio, más de cincuenta mil habitantes que abandonaron temporalmente sus hogares y sus barrios.273 Y la mugre paraguaya, supuestamente, tuvo mucho que ver en semejante desgracia, pues la mayoría de los cronistas coincidían en que el mal se había generado en suelo guaraní. En 1876 el presidente Gill formó la Comisión de Higiene Pública presidida por el Dr. Guillermo Stewart. Según Andrés Gubetich, la primera institución que tuvo por atribución atender la salud pública y prevenir la propagación de cualquier en271. Registro Oficial del Gobierno…, p. 29. 272. Gaylord Warren, Harris. Paraguay y la Triple Alianza. La década de posguerra 1869-1878…, p. 226. 273. Costa Malosetti, Laura. “Buenos Aires 1871: imagen de la fiebre civilizada” en Armus, Diego (compilador). Avatares de la medicalización en América Latina (1870-1970). Buenos Aires: Lugar Editorial. 2005, p. 41.

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fermedad epidémica o contagiosa fue creada por la ley del 15 de octubre de 1883, con el nombre de Consejo de Medicina. Este Consejo se componía de cuatro médicos, dos farmacéuticos y un químico, nombrados de dos en dos años por el Poder Ejecutivo. Era responsable de sus actos y de las consecuencias que de estos se originaban. Las reclamaciones contra las medidas ordenadas por el Consejo se dirigían al Ministerio del Interior, si eran de carácter administrativo, y a los jueces de primera instancia, si lo eran de carácter contencioso. El servicio del Consejo de Medicina era carga pública. Otra de sus atribuciones consistía en vigilar el ejercicio legal de la medicina, cirugía, farmacia y los demás ramos del arte de curar, para cuyo efecto, estableció las disposiciones generales y penales correspondientes.274 Más allá de las instituciones, la mierda seguía reinando en un ambiente donde los asuncenos no asumieron la responsabilidad de gestionar sus desechos a favor de un espacio limpio y saludable. En un periódico capitalino de 1884 se puede leer lo siguiente: La ciudad está llena de suciedades, en el centro, las letrinas subterráneas se encuentran en el más deplorable estado, y los mercados, los albañales y los patios de las casas no se conservan tampoco limpios; al lado Sud, desde las calles Pilcomayo y Bermejo, existen grandes cantidades de basuras que infestan la atmósfera; al Norte, a partir desde la iglesia de La Encarnación hasta el Chorro se ve también la misma cosa sobre los barrancos que se extienden en uno y otro punto, siendo de notar la parte comprendida entre el Cabildo y la Iglesia de la Catedral, donde a más de superabundar tales inmundicias, existen también casuchas de paja, de malísimo aspecto. Puede decirse, pues, que vivimos en medio de las más asquerosas basuras. ¡Dios sabe cómo no perecemos todos de alguna epidemia!275 274. Gubetich, Andrés. “Origen, Organización Actual y Servicios Sanitarios del Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública del Paraguay” en Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana. Agosto, 1927, pp. 571-572. 275. “Volvamos sobre la higiene” en La Democracia. Nº 1.044. Año IV. 21 de noviembre de 1884.

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La preocupación por algún brote epidémico era constante. En ese sentido, el periódico citado más arriba expresa en uno de sus apartados: Hácese, pues, necesario poner en práctica lo aconsejado por el Consejo de Medicina en su última nota al gobierno y es lo siguiente: 1. Hacer efectivas las ordenanzas municipales sobre higiene 2. Obligar a todos los dueños de casas, en vez de mantener en ellas letrinas subterráneas, a proveerse de letrinas portátiles, con la condición de vaciarlo de mes en mes 3. Mandar despejar la parte comprendida entre el Cabildo y la Catedral de las casuchas allí existentes, y destruir, por la acción del fuego, todos los depósitos de basuras que rodean la ciudad. Todas estas medidas deben ponerse en práctica, aplicando severísimas multas a los que dejaren de cumplir las ordenanzas y disposiciones legales que se dictaren al efecto indicado. La severidad en estos casos es exigida por la necesidad; y toda medida que se tomase con tal fin siempre es justificable, por más arbitraria que fuese. Hay momentos supremos en que todo se sacrifica, todo absolutamente, a la dura ley de la necesidad. Uno de ellos por ejemplo, es el caso de una terrible epidemia, o cuando hay peligro eminente de que ésta invada una población.276

Warren, parafraseando un escrito de la época, dice que en la década de 1890, el mercado de Asunción ofrecía “color” y “olor”. (…) el mercado seguía siendo una amenaza a la salud pública, un foco de infección “que continuamente emite sus olores insalubres y contamina todo el vecindario”.277

En 1892 se creó la Junta de Salubridad eliminada luego en 1893. En agosto de 1899, a raíz de la peste bubónica, se promulgó una ley que creó

276. Ibíd. 277. Gaylord Warren, Harris. Paraguay y la Triple Alianza. La reconstrucción del Paraguay, 18781904. Asunción: Intercontinental. 2010, pp. 38-39.

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el Consejo Nacional de Higiene, subordinado al Ministerio del Interior, presidido por el Dr. Guillermo Stewart, conformado por cuatro médicos y dos farmacéuticos, a cuyo cargo quedaba la administración sanitaria fluvial y terrestre del país. La misma fue completada por otra de fecha 21 de febrero de 1900 que facultaba al Consejo Nacional de Higiene, mandar practicar visitas domiciliarias todas las veces que creía conveniente con el fin de verificar las condiciones higiénicas de las habitaciones y ordenar las medidas que correspondían en cada caso. A los efectos de la disposición anterior, el Consejo Nacional de Higiene podía pedir el allanamiento inmediato a la autoridad competente, del domicilio de las personas que se hubiesen negado a acatar las resoluciones del Consejo, debiendo dicho allanamiento proveerse en juicio sumarísimo. Asimismo, si los propietarios se resistían a ejecutar las medidas higiénicas ordenadas por la autoridad sanitaria, se mandaba practicar por el Consejo Nacional de Higiene por cuenta de los mismos.278 El 17 de noviembre de 1902 una ley modificó los artículos 1 y 2 de la ley de 1899, estableciendo lo siguiente: ART. 1. Créase un Departamento Nacional de Higiene que estará a cargo de un Director, que será ciudadano paraguayo y médico diplomado. Serán miembros consultivos de dicho Departamento el Director del Instituto de Bacteriología y el Intendente Municipal. Dicho Departamento tendrá a su cargo la administración sanitaria fluvial y terrestre de la República y será la autoridad superior de higiene pública.279

En 1915 en fecha 15 de setiembre se promulgó la Ley Nº 153 y la misma estableció que la Dirección Superior del Departamento Nacional de Higiene estará a cargo de un Consejo formado por un director y cuatro

278. Gubetich, Andrés. “Origen, Organización Actual y Servicios Sanitarios del Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública del Paraguay”…, p. 572. 279. Ibíd., p. 572.

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vocales nombrados por el Poder Ejecutivo. Asimismo, el director y tres vocales, por lo menos, del Departamento de Higiene debían ser médicos diplomados. Durarían cuatro años en el ejercicio de sus cargos y podían ser reelegidos. En 1917 la Asistencia Pública Nacional se fusionó con el Consejo Nacional de Higiene y se conformó el Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública, antecesora del Ministerio de Salud Pública. La Comisión Nacional se suprimió y pasó a depender de la Asistencia Pública del Departamento Nacional de Higiene, centralizando todos los servicios de higiene y de asistencia pública bajo una misma dirección técnica, a cargo del Dr. Andrés Gubetich, con los siguientes establecimientos: Dispensario de Lactante, Orfanatorios, Manicomio Nacional, Policlínica Nacional, Leprocomios, Dispensarios para tuberculosos y otro para sífilis, Sanatorios, Hospitales Regionales o Estaciones Sanitarias, Asilo para la Vejez. En el gobierno del coronel Rafael Franco (1936) se creó el Departamento General de Salubridad e Higiene Pública, a cargo de un director general de Salubridad e Higiene, quedando centralizados como dependencia de dicho Departamento todos los servicios públicos de salubridad asistencial e higiene, con excepción de la Sanidad Militar.280 La plaga paraguaya A continuación señalaremos algunos episodios de la historia de nuestro país e intentaremos mostrar de qué manera la suciedad, tanto fáctica como imaginada, se erigió en varios momentos como la gran protagonista de la vida nacional.281

280. Ramírez de Rojas, María Elena. El Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social: Su historia…pp. 12-13. 281. Para acceder a los detalles acerca de la gestión de la suciedad además de otros aspectos relacionados a la vida social, económica y jurídica del Paraguay entre los siglos XVIII y la primera década del XIX, véase: Caballero Campos, Herib. Los Bandos de Buen Gobierno de la Provincia del Paraguay. 1778-1811. Asunción: Arandurã/FONDEC. 2007.

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Así, en 1899, la mugre paraguaya será la figura descollante a nivel regional y mundial. A pesar de la ausencia de una certeza probada, la procedencia de la peste bubónica fue atribuida al Paraguay.282 De esta manera, la atención de todas las sospechas se concentró en nuestro país.283 En agosto del año mencionado, saltó la alarma y los vecinos se prepararón temiendo lo peor. Varias fueron las versiones acerca del origen de la peste, pero la nación recién devastada fue el blanco perfecto de las críticas y se posó sobre ella todo tipo de prejuicios que a su vez dio paso a un estricto control y vigilancia absoluta. El país sufrió una importante reducción comercial a raíz de la rigurosa cuarentena a la que fue sometido. No podemos perder de vista el escenario de fines del siglo XIX y los posteriores años de la primera mitad del siglo XX, pues en ella, paulatinamente se fueron consolidando en toda Latinoamerica, una manera nueva de organización de las estructuras sanitarias, no necesariamente como respuesta a las necesidades de la población, sino motivadas por el claro interés de formar parte de un comercio internacional en auge. La creación de consejos de sanidad, juntas o direcciones nacionales de higiene orientadas a solucionar problemas sanitarios específicos representó, al decir de Juan César García, un cambio notorio con relación al papel jugado anteriormente por el Estado. De una parte, se crearon unidades burocráticas

282. “La peste es causada por la bacteria Yersinia petis que se contagia por las pulgas con la ayuda de la rata negra –Rattus rattus–, que hoy conocemos como rata de campo. Esto ocurre cuando una pulga de una rata infectada con materiales o alimentos contaminados que entran por algún corte de piel, o al ser ingeridos. Cualquier animal o insecto que vive y se reproduce en cloacas, como por ejemplo las cucarachas y las ratas, son una vía fácil para una contaminación y posterior infección”. Boccia Paz, Alfredo y Boccia Romañach, Alfredo. Historia de la medicina en el Paraguay. Asunción: Servilibro. 2011, p. 127. 283. Un dato importante que evidencia la “mancha” instalada sobre el país es el comportamiento de Léon Charles Albert Calmette. Este afamado científico francés, quien participó en el desarrollo del primer suero inmunizante contra la peste bubónica, recurrió a un grosero eufemismo a la hora de enfrentarse a alguna pestilencia desconocida utilizando el nombre de “plaga paraguaya”. Echenberg, Myron J. Plague Ports: The Global Urban Impact of Bubonic Plague Between 1894 -1901. New York: New York University Press. 2007, p. 138.

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con responsabilidades ejecutivas en lugar de simples cuerpos colegiados de carácter consultivo y, por otra, se tecnificó el proceso de intervención estatal en salud articulándose con la estructura económica.284 La versión que se popularizó desde las páginas de Caras y Caretas es que el 14 de agosto atacó a un soldado del cuartel de Infantería e inmediatamente fueron sucesivamente infectados 23 soldados más, de los cuales 12 fallecieron. En Buenos Aires, el Dr. Diógenes Decoud denunció la existencia de la peste y motivó el arribo a la capital del país de una comitiva médica presidida por el Dr. Carlos G. Malbrán285 y de los doctores Otto Voges y Juan Carlos Delfino.286 Desde las páginas de la mencionada revista se puede advertir que fue enorme el impacto a nivel social y político de esta peste, pues la población argentina se encontraba muy temerosa de las consecuencias que podría acarrear lo acontecido en Asunción. El miedo de los vecinos se puede observar en uno de los fragmentos de la crónica en cuestión: Más de ciento cuarenta leguas de río, entre el Paraguay y el Paraná, hacían desde luego ilusorio y gongorino todo el aparato sanitario, reforzado con buques de guerra, para el caso de un desarrollo mayor de la epidemia asunceña que llevase el pánico a aquella ciudad, desguarnecida de toda defensa higiénica, y moviese a la gente a huir del contagio. Sin embargo, es lo cierto que la actividad de las autoridades sanitarias, irradiando telegramas, informaciones, comisionados, sentencias de muerte contra pulgas y ratas y órdenes de fumigación contra todo bicho viviente, consuela y entona un poco, haciendo bajar tal cual la temperatura de las aprensiones en la imaginación popular.287

284. Eslava, Juan Carlos. “El influjo norteamericano en el desarrollo de la salud pública en Colombia” en Biomédica. Nº 18 (2), 1998, p. 103. 285. Médico, profesor y político. Miembro del Comité de Limpieza de la Ciudad de Buenos Aires, inspector técnico de Higiene de la Municipalidad y jefe del laboratorio del Departamento Nacional de Higiene. 286. “La peste bubónica en el Paraguay” en Caras y Caretas. Nº 52. Año 2, Buenos Aires, 30 de septiembre de 1899. 287. Ibíd.

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Luego de realizar un detallado informe de cómo se inició la peste y advertir de los peligros a la que está sometida la Argentina como país vecino, la revista destaca la visita de la comitiva de médicos a la capital paraguaya y describe los lugares donde supuestamente se propagó la peste dejando para el final de la nota, la perla más preciada; la opinión de un médico uruguayo, el Dr. Serafín Rivas Rodríguez, gran conocedor del Paraguay, según la revista. El doctor Rivas confirma esta preciosa y ya generalizada verdad científica; que la infección paraguaya es una enfermedad de la gente sucia, de los filósofos que no se lavan, morbo que prende en los barrios donde prevalece el culto de la mugre. Hay en la Asunción, según el doctor Rivas, un arroyuelo, el Jacú, correntoso cuando llueve y con estanques pútridos cuando no, el que atravesando la población más miserable recibe todas las inmundicias de las chozas costeñas, las que, bajo un calor intenso, una luz vivísima y un desequilibrio eléctrico frecuente, convierten al arroyo en un inmenso laboratorio de calamidades.288

El cronista de la mencionada revista no quiso desaprovechar la oportunidad para indicar algunas “falencias” de la higiene y del fracaso del sistema educativo, pues la manera en que la mierda se place en la capital del país era providencial. Según el mencionado cronista: la falta de cloacas, los aljibes sospechosos y los excusados inmundos ¡De eso no más puede morirse media cristiandad! Conque, ya se sabe: higiene, higiene, higiene: y vengan pestes! el que no se lave, que haga de cuenta que lo están velando! Claro es que los atacados por la peste no pueden alegar ignorancia de tan sencillos medios profilácticos. En los libritos de higiene que se leen en los colegios de primera enseñanza se preconizan las excelencias que produce el lavarse la cara y el resto del cuerpo. Pero ¡se olvida tan pronto lo que en el colegio se aprende! Hay individuos que no hacen

288. Ibíd.

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memoria de las reglas gramaticales, ni de la tabla de Pitágoras, ni de lavarse el rostro, sentencia el uruguayo. Por su parte, la Buenos Aires de finales del siglo XIX, siempre según la revista mencionada, no tendría razones reales para preocuparse en demasía por la peste, exceptuando la situación del Paraguay y sus pésimas condiciones de salubridad. Nosotros, y con nosotros todos los amantes de la hidroterapia, estamos seguros de que en Buenos Aires no va a suceder nada.Nos hallamos casi en igualdad de condiciones que París, donde el Dr. Metchnikoff ha dicho: Nada teman los parisienses, pues podemos prevenir y curar la peste (…) Aquí, aún sin necesidad de ser un Metchnikoff, cualquiera puede asegurar que nuestras autoridades no nos dejarán infectar por torpeza: A lo sumo, sucedería eso por exceso de celo sanitario.289

Si la inmundicia paraguaya fue noticia en la Argentina, en el Brasil290 no fue menos. El ministro brasilero en Asunción, Itibeke de Cunha, al ser consultado sobre la existencia de la epidemia en la capital, minimizó la situación, respuesta que le valió el cargo. Con la ironía característica de la revista Caras y Caretas, lo acontecido con el diplomático aparece al final de la nota en estos términos: (...) el señor Cunha resulta la primera víctima brasileña producida por la peste bubónica. O, si se quiere, que el cuerpo diplomático ha sido atacado en uno de sus miembros.291

289. Ibíd. 290. Véase: Do Nascimento, Dilene Raimundo. “La llegada de la peste al Estado de São Paulo en 1899”, en Dynamis.Acta hispanica ad medicinae scientiarumque historiam illustrandam. Nº. 1, Vol. 31, 2011. 291. “La peste bubónica en el Paraguay” en Caras y Caretas. Nº 52.

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Sin embargo, la versión aceptada por la literatura actual y, que en su momento lo volvió a expresar en la IX Conferencia Sanitaria Panamericana el delegado paraguayo, es que la epidemia se inició en Hong Kong en 1894 y se diseminó a través de las rutas marítimas a diferentes regiones del mundo y, entre estas, a Sudamérica. La peste, según el interesante trabajo de Martínez y Sotomayor, hizo su ingreso al continente sudamericano en abril de 1899 con la llegada a Montevideo (Uruguay) del velero holandés Zeir, proveniente de Rotterdam, que llevaba un cargamento de arroz de la India. Durante el viaje y al paso por las Islas Canarias se encontraron ratas muertas en el velero y, posteriormente, dos marineros murieron infectados, probablemente por peste. En Montevideo, el cargamento fue transferido al barco de vapor argentino Centauro, el cual partió el 19 de abril del mismo año, atravesando el puerto de Buenos Aires, La Plata y el río Paraguay (viaje durante el cual, también se advirtió la presencia de ratas muertas a bordo), para llegar finalmente a Asunción el 26 de abril. Dos días después y el 1° y el 4 de mayo, se documentó la muerte de tres marineros del barco argentino con diagnóstico presuntivo de neumonía aguda, fiebre tifoidea y pleuritis, respectivamente.292 El Dr. Guillermo Stewart293 investigó los casos descartando la fiebre amarilla como responsable y encontró en los difuntos indicios de la peste; sin embargo, no se logró un diagnóstico definitivo hasta que unos estudios laboratoriales ratificaron las sospechas. Inmediatamente llega al Paraguay una Misión Médica enviada por el Departamento de Higiene de Buenos Aires anunciándose oficialmente el 14 de setiembre de 1899, que las investigaciones bacteriológicas comprobaron la existencia de la peste bubónica en Asunción del Paraguay. Una vez instalada la comitiva médica argentina, animó a las autoridades paraguayas a reorganizar el Consejo Nacional de Higiene bajo la

292. Faccini-Martínez, Álvaro y Sotomayor, Hugo. “Reseña histórica de la peste en Suramérica: una enfermedad poco conocida en Colombia” en Biomédica. Nº 1, Vol.33, Bogotá, Jan./Mar de 2013, p. 11. 293. Stewart, Guillermo. “La peste bubónica en el Paraguay” en La Semana Médica. Nº 6, 1899, pp. 477-481.

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dependencia del Ministerio del Interior quedando a su cargo la administración sanitaria, pluvial y terrestre de la República. Asimismo, los médicos argentinos alentaron a luchar contra los transmisores de la peste.294 Con fecha 28 de setiembre de 1899, por Resolución Nº 16, el Consejo de Higiene creó una Sección de Desinfección y Desratización y el día siguiente, el 29 de setiembre, pidió telegráficamente a Europa el material necesario para montar la sección de acuerdo a los modernos conceptos de profilaxis, de modo pues, que al finalizar el año 1899, el Paraguay ya contó con una instalación completa de Desinfección y Desratización. Posteriormente ha ido adquiriendo el material que se iba lanzando al comercio, no sólo para un servicio terrestre sino también fluvial, contando para el efecto con un equipo Marot de gran poder y una serie de fumigadores Clayton portátiles, chicos y grandes, que han prestado y prestan un eficiente servicio contra la plaga murina.295

Echenberg expresa, con base en informes de la época296, que los argentinos no se sorprendieron del comportamiento de los paraguayos en relación con la aparición de la peste y la manera en que se gestionó la misma, pues: (…) la comunidad médica argentina no tenía una buena opinión de sus vecinos paraguayos para quienes era una nación que consideraban al margen de la civilización.297

294. Masi, Cayetano. “La peste en el Paraguay. Labor realizada por el Departamento Nacional de Higiene y Asistencia”. Actas Generales. IX Conferencia Sanitaria Panamericana. Buenos Aires, 12 al 22 de noviembre de 1934, p. 485 y ss. 295. Ibíd. 296. Agote, Luis y Medina, Arturo J. La peste bubónica en la República Argentina y en el Paraguay: epidemias de 1899-1900: informe presentado al Departamento Nacional de Higiene. Argentina. 1901. 297. Echenberg, Myron J. Plague Ports: The Global Urban Impact of Bubonic Plague Between 1894-1901…, p. 139.

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Luego de tres décadas y media, la mancha y la preocupación de los vecinos por la mugre material y simbólica, permanecían vigentes. De hecho, el informe brindado por parte del representante del Paraguay a los asistentes de la IX Conferencia Sanitaria Panamericana celebrada en Buenos Aires en el año 1934 se centró básicamente en la lucha contra la suciedad. El Dr. Masi exhibió un detallado informe de cómo en un lapso de siete años, por diversos métodos (atrape, fumigación y envenenamiento) se logró matar la siguiente cantidad de ratas; 723 en 1927, 384 en 1928, 373 en 1929, 672 en 1930, 1.156 en 1931, 1.861 en 1932 y 1.105 en 1933, totalizando 6.274 ratas extintas.298 Foucault afirma que Occidente no tuvo más que dos grandes modelos de control de individuos; uno es el de la exclusión del leproso; el otro es el modelo de exclusión del apestado. … la práctica concerniente a la peste era muy diferente de la referida a la lepra. Puesto que ese territorio no era el territorio confuso hacia el que se expulsaba a la población de la que había que purificarse, sino que se lo hacía objeto de un análisis fino y detallado, un relevamiento minucioso (...)299 No se trata de una exclusión, se trata de una cuarentena. No se trata de expulsar sino, al contrario, de establecer, fijar, dar su lugar, asignar sitios, definir presencias, y presencias en una cuadrícula. No rechazo, sino inclusión.300

Gracias a las reflexiones de Foucault podemos suponer que la persistente preocupación de los vecinos condicionó el informe del Dr. Cayetano Masi. El modelo de control político firme e insistente que observa y vigila hace que el “apestado” sea sometido a una observación constante y meticulosa.

298. Ibíd. 299. Foucault, Michel. Los anormales. México: FCE. 2007, p. 52. 300. Ibíd., p. 53.

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La reacción a la lepra es una reacción negativa; una reacción de rechazo, exclusión, etcétera. La reacción a la peste es una reacción positiva; una reacción de inclusión, observación, formación de saber, multiplicación de los efectos de poder a partir de la acumulación de la observación y el saber.301

La capital sin cloacas Teodosio González legó a la literatura sociológica un interesante libro con un título inquietante: Infortunios del Paraguay. Las desgracias consignadas son de varias índoles pero básicamente podría sintetizarse en la falta de infraestructura y organización. Uno de los temas que el autor considera de suma gravedad es la negligencia de las autoridades a la hora de dotar a la capital del Paraguay con un sistema cloacal y una red de aguas corrientes. Dijimos que entre las obras públicas cuya carencia ha concitado al Paraguay tanto desprecio, ninguna ha servido de motivo de tanto bochorno y menosprecio en el extranjero, como la falta de cloacas y aguas corrientes (…) La incuria de los gobiernos del Paraguay tocante a este asunto ha sido realmente criminal. Y eso que el pueblo ha estado reclamando esta mejora a cada momento a gritos.302

Cuando es nombrado John Stewart a fin de que participe como delegado paraguayo en la Conferencia Sanitaria Internacional de Estados Americanos que se reunió en la ciudad de Washington el 2 de diciembre de 1902, en una parte del instructivo que el Ministerio de Relaciones había enviado al mencionado delegado decía claramente: Ningún trabajo importante de saneamiento de la capital se ha efectuado hasta hoy, pero se están estudiando proyectos de construc-

301. Ibíd., p. 55. 302. González, Teodosio. Infortunios del Paraguay. Asunción: El Lector. 1997, p. 183.

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ción de cloacas y de la instalación de un sistema de abastecimiento de agua potable que se cree se llevarán a la práctica en breve tiempo.303

La preocupación de Teodosio nace a raíz de su interés por conseguir una concesión por parte del gobierno de Schaerer entre los años 1911 y 1912 y así construir la red de agua corriente y el sistema cloacal para la ciudad de Asunción. Como se verá, han pasado diez largos años y lo expresado por Stewart en Washington no se concretó. Pero la propuesta de Teodosio tampoco prosperó. La negativa de las autoridades desencadenó una peculiar reflexión excrementicia digna de la más alta literatura escatológica. La propuesta mencionada en su momento demandó que el autor de Infortunios depositara 20.000 pesos oro sellado en concepto de garantía, exigencia que motivó la venta de una propiedad de su señora esposa. Sin embargo, como ya mencionamos, el entusiasmado hombre de letras se vio forzado a abandonar sus intenciones y de paso perdió el capital que había invertido como precaución. Teodosio recuerda que, allá por junio de 1924, se publicó en un periódico de la capital la manifestación hecha a un amigo paraguayo por un extranjero. Pero, ¿cómo es posible que un país moderno, civilizado, que otorga títulos universitarios y hace parte de la Liga de las Naciones, con numerosos hijos conocedores de los demás países de América y Europa, donde no hay población de más de diez mil habitantes, sin obras de salubridad, permita que su ilustre capital, la más vieja y gloriosa del Río de la Plata, madre de Buenos Aires y abuela de Montevideo, carezca todavía de obras de salubridad, como una toldería del tiempo de Ayolas? ¿O es que los paraguayos, acostumbrados a desafiar a cada momento a la muerte, en los campos de batalla han llegado, por este camino a un desprecio tal de la vida

303. Ministerio de Relaciones Exteriores. República del Paraguay. Instrucciones que han de servir de guía al delegado del Paraguay. 11 de noviembre de 1902.

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que se solazan sentados sobre un sumidero de cuatro siglos como es la Asunción, en provocar a diario con pasmante impavidez, los airados estallidos de las más temibles pestes que asuelan la humanidad”.304

Tres años después, en el mismo periódico, nuestro autor expresaría en un par de artículos, el bochorno y peligro constante que representa una ciudad sin cloacas. Pasando la vista sobre los dibujos que trae la obra de Schmidel referente a la fundación y primera población de la Asunción, se ve, que el núcleo principal de la ranchería de los conquistadores se encontraba en la convergencia de las actuales calles Buenos Aires y Convención, frente al Palacio de Gobierno. Pues bien, hoy después de 400 años, a cien metros del más bonito palacio de gobierno del continente americano, se echan todavía en ese lugar a la calle, las aguas servidas en la misma forma, que lo hacían las lindas indias carias traídas de Arecayá para compartir la suerte de nuestros antepasados. (…) La gloriosa Asunción, cuna de la civilización del Río de la Plata, madre de Buenos Aires, abuela de Montevideo (…) todavía se encuentra falto de obras de salubridad, de las que no carece ninguna capital del universo, ni ciudad de algún merecimiento, encontrándose a este respecto, poco menos que cuando echó sus primeros cimientos.305

Nuestro autor considera que la base de la salud y el vigor de los pueblos es la higiene; y la base de la higiene es el agua abundante y buena. En ese sentido, llega a la conclusión que el pueblo que más usa y hasta abusa del agua y del jabón es el pueblo más sano y vigoroso, y pone como ejemplo a los EE.UU. En contrapartida, los pueblos que menos recurren al agua y al jabón, están apestados por las enfermedades más terribles y repugnantes. Teodosio considera que el Paraguay está incluido en la lista de estos países. 304. Ibíd., p. 188. 305. Ibíd., p. 189.

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Y ¿cómo no ha de estar este pobre país en esa lista negra, si en materia de higiene pública, de obras de sanidad, todavía se encuentra como los egipcios en tiempo de los faraones o los israelitas en tiempo de Moisés, no teniendo para bañarse y tomar otra agua que la del cielo, la de sus ríos, arroyos y cisternas, ni más desinfectantes que su sol ardiente? Dios sabe, hasta cuándo seguiremos así, porque el gobierno actual ha creído más importante y urgente estabilizar la moneda y el crédito público, que estabilizar la salud del pueblo.306

En cuanto a la necesidad de contar con un sistema de agua corriente y sistema cloacal, Teodosio defiende que es urgente, pues no cree posible poder construirse edificios importantes en ausencia de esos dos elementos. En las ciudades donde no hay ese servicio, no pueden edificarse grandes hoteles, clubes, palacios, hospitales, cuarteles, asilos, parques ni jardines, ni instituir servicio de bombas para incendio y bomberos. Vale decir que no puede haber salud, confort, placer, alegría ni seguridad, manifiesta el autor. La higiene, según Teodosio, fue un punto clave para que el Paraguay celebre el centenario de su independencia del modo más pobre y callado. La Asunción de aquel entonces carecía de las comodidades necesarias para recibir decentemente a los invitados. Con hoteles sin baños suficientes y las calles inundadas de agua sucia y oliendo a desperdicio y el empedrado llamado con justicia empeorado, era mejor no invitar y dar parte de enfermo, como hacen los diplomáticos sórdidos y tacaños en sus días patrios.307

La figura de Eligio Ayala no queda muy bien parada en Infortunios, y mucho menos en lo relacionado a la salubridad. Durante diez años (19201930) Eligio fue una figura central predominante en la vida política del

306. Ibíd., p. 190. 307. Ibíd., p. 191.

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país y, teniendo en cuenta su experiencia en Europa y la de su gabinete compuesto por personas que habían estado fuera del país, era de esperar que las obras de salubridad encuentren en el político un aliado natural. Pero no fue así. Teodosio sentencia tajantemente que Eligio Ayala fue el principal obstáculo para la implantación de las obras de salubridad en la capital. Esa actitud no fue sino una de tantas manifestaciones de su genialidad de neurasténico, de su engreimiento colosal, de su inoculable y soberano desprecio por este país y a sus hombres, que a cada momento le llevaba a ponerse frente a frente, él solo, contra toda opinión de la Nación entera, por simple sport –actitud que sostuvo hasta su postrer suspiro–. Su muerte misma fue en su causa y su forma el último escupitazo que arrojó a la faz de la tierra.308

Han transcurrido 82 años desde la publicación de Infortunios del Paraguay; sin embargo, los imponderables han persistido. En el año 2012, el Arq. Julio Mendoza, titular de la Cámara Paraguaya de la Vivienda e Infraestructura (Capavi), manifestaba la necesidad de que el Estado invierta en el sistema de alcantarillado a nivel país. (…) ni siquiera la zona más “chuchi” de Asunción tiene cloaca. Donde está el Sheraton y van a construir el World Trade Center, no hay cloaca. Así que ni hablar del resto del país.309

La lucha contra el py sevo´i 310 La deficiente gestión de las excretas ha dado pie, no solamente al “bochorno y desprecio” de los extranjeros, según palabras de Teodosio 308. Ibíd., p. 198. 309. “Mendoza, de Capavi, reitera que debe invertirse en cloacas” en Diario ABC Color. 20 de febrero de 2012. 310. Expresión utilizada en guaraní para significar el mal de la anquilostomiasis. (Py: pie; sevo´i: gusano).

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González, sino tambien instaló un problema a nivel país que ha exigido una larga lucha de propios y extraños, nos estamos refiriendo a la anquilostomiasis.311 De la mano del Consejo Nacional de Higiene, en 1917, se llevó adelante una campaña a nivel nacional con el propósito de contrarrestar el mal. La labor consistió en la medicalización antianquilostomiásica, no así en mejoras del sistema de saneamiento. En 1920 el Comité Ejecutivo de Sanidad reorganizó esta labor y se formaron entonces los primeros guardas sanitarios, quienes procedieron a la medicación casa por casa. Sin embargo, la inquietud por el aspecto del saneamiento de la vivienda era incipiente.312 Con la formación de los mencionados guardas sanitarios, los criterios higiénicos salen de los escritorios de las instituciones y se recurre a conceptos propios de la milicia como “intervención”, “campañas”, “lucha”, “combate”, de esta manera, la mierda de los “sub-alternos” quedó sometida a vigilancia. Los guardas sanitarios fueron provistos de traje kaki de montar, gorras con cruz verde, montados (caballo) y arreos completos. Se les instruyó y se comenzó a pegar los carteles a fin de despertar el interés de la población.313 La campaña se inició con carteles de propaganda que circularon en las zonas de Asunción, Caacupé y Villarrica. En uno de ellos se puede leer la importancia de someter a un riguroso análisis los excrementos a fin de evitar la “contaminación”, expresión que aparecerá de manera insistente en el discurso de la época.

311.

Un trabajo detallado y con referencias a investigaciones relacionadas a la lucha contra la anquilostomiasis es el de Insfrán, José.V. “Datos sobre el desenvolvimiento de la lucha contra la uncinariásis en el Paraguay. Apuntes para la bibliografía nacional” en Biblioteca de la Sociedad Científica del Paraguay. Nº 2, 1928. 312. Hilburg, Carlos. “Control de la anquilostomiasis en el Paraguay”. Trabajo presentado en el Cuarto Congreso Interamericano de Ingeniería Sanitaria, São Paulo, Brasil, julio de 1954. 313. Recalde, Juan F. y Urbieta, Manuel. Campaña contra la verminosis intestinal en la Rp. del Paraguay. Asunción: s.d. 1920, p. 3.

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Fig. 7 Cartel de propaganda. Dirección Nacional de Higiene y Asistencia Pública. 1920.

Durante la campaña de los años 20, la sujeción corporal de los infectados ha sido total. El guarda sanitario llegaba a la casa sospechosa y ofrecía a la familia nociones elementales sobre la anquilostomiasis. Al mismo tiempo, expresaba la conveniencia de que los mismos estén curados e inmediatamente pasaba a enseñarles los medios profilácticos para evitar la enfermedad. El riguroso control se traducía en anotaciones exactas (filiación de todos los habitantes de las casas que visitaban). Una vez terminada la charla sobre la enfermedad, los guardas repartían pequeñas cajitas a cada uno de los miembros de las familias a fin de recoger muestra de materia fecal y así determinar el resultado luego de un análisis previo. En el caso de que el resultado fuese positivo, el guarda anotaba el resultado y acercaba al médico del sector para que este recete el medicamento necesario. El farmacéutico de la zona preparaba la fórmula pertinente conforme a la edad del enfermo. Una vez en posesión de los medicamentos, el guarda visitaba nuevamente las casas y personalmente hacía que los enfermos tomen la medicación e inmediatamente expedía una certificación a las personas afectadas de anquilostomiasis. Durante el día de la primera medicación, la vigilancia era estricta, pues en el caso de que apareciera algun síntoma anormal se comunicaba inmediatamente al médico correspondiente. Pasados unos días, el trámi-

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te comenzaba de nuevo. El guarda repartía una vez más las cajitas y recogía la segunda muestra de materia fecal y volvía a cumplir el mismo protocolo. El ciclo se cerraba con el acopio de toda la estadística generada el torno a la enfermedad y se le comunicaba al secretario de la zona, quien tenía a su cargo los libros de registro. La campaña de 1920 (al igual que la de 1917) no tuvo el éxito esperado. Una observación acerca del fracaso lo señaló Carlos Hilburg314, afirmando que la campaña de 1917 y la de 1920 se centró exclusivamente en la medicalización, descuidando por completo el aspecto más importante para lograr resultados satisfactorios, esto es, el saneamiento de las viviendas. Llamativamente, la idea de que el mal endémico fuese producto de condiciones de pobreza ligadas a factores varios como la ausencia de políticas públicas que ayuden a consolidar criterios como la gestión responsable de aguas negras y de excretas y así fortalecer las condiciones sanitarias de los más humildes, se encontraba totalmente ausente del discurso burocrático315 de los que gestionaban la campaña. Sin embargo, en la época sí primaron dos criterios a tener en cuenta: la vigilancia sanitaria de “grupos de riesgo” y, por otro lado, el cuidado y celo estricto para asegurar el acopio de productos de los EE.UU. garantizando así ausencia de cualquier peligro para el país norteamericano.316

314. Hilburg,Carlos. “Control de la anquilostomiasis en el Paraguay”… p. 11. 315. En la VI Conferencia Sanitaria Internacional realizada en Montevideo en diciembre de 1920, el representante de Paraguay, el Dr. Juan Francisco Recalde, presentó la siguiente moción: “Se aconseja a todos los Gobiernos de América: 1. La exploración científica de todos sus núcleos de población sospechosos de estar contaminados de verminosis intestinal en modo especial de uncinariasis. 2. Presentar en la próxima Conferencia un informe sobre el porcentaje de infectados y su distribución geográfica. 3. Indicar el sistema de tratamiento colectivo que se hubiese encontrado más rápido, más sencillo y más eficaz”. Actas de la VI Conferencia Sanitaria Internacional de las Repúblicas Americanas. Montevideo (12 al 20 de diciembre de 1920). Washington DC: Unión Panamericana. 1921, p. 182. 316. Otra propuesta de la delegación paraguaya en la VI Conferencia Sanitaria Internacional fue la de “facilitar la certificación de carga que de puertos sudamericanos se destine a puertos de Estados Unidos y viceversa, y ayudar a las autoridades consulares y sanita-



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Mientras, a lo interno del país, paradójicamente, una vez más aparecía en escena la imagen de la “barbarie” y la “degeneración”. El Comité Ejecutivo de Sanidad transfirió al “ignorante pueblo” la responsabilidad por la presencia de los males y la persistencia de sufrimientos y miserias, así como la proliferación de la anquilostomiasis, la buba, la sífilis, la lepra entre otro males. Con letra negra y en un tamaño considerable, uno de los carteles lucía en su encabezado la siguiente expresión: Por causa de la ignorancia nuestro pueblo sufre y vive en la miseria. A continuación se podía leer las razones que justificaban dicha afirmación.317

rias que tengan a su cargo esa certificación, a resolver lo que deberá hacerse con cada clase de carga que se presente. Asimismo, propuesto celebrar una Conferencia Panamericana sobre Cuarentena anualmente en algún lugar apropiado entre los representantes de las autoridades sanitarias de cada país interesado, con el objeto de formular y llevar a efecto las siguientes medidas, que tienen por mira el despacho económico de cargamentos. 1. Inspecciones recíprocas de elementos, medidas y métodos concernientes a la cuarentena en los diversos puertos americanos. 2. Estudios constantes realizados en las ratas de los diversos puertos, por medio de la captura organizada y el estudio bacteriológico de dichos roedores; C. Construcción y renovación, a prueba de ratas, y conforme a los métodos más modernos, de muelles, bodegas, almacenes de depósito y otros edificios. 3. Certificación de carga por medio de la selección, atentos los métodos de empaque y las condiciones sanitarias del lugar en que haya sido almacenada dicha carga antes de su embarque”. Ibíd., p. 192. 317. “Ud. que sabe leer, instruya a sus conocidos de las terribles consecuencias de la ANQUILOSTOMIASIS, combata sus prejuicios y aconséjeles que recurran a la ZONA SANITARIA Nº 1 (CERRO CORÁ Nº 530), en donde se les atenderá gratuitamente; Ud. que comprende la gravedad de este mal social que va degenerando y aniquilando nuestra raza, recomiende a sus parientes y amigos que reciban bien y faciliten al médico su misión, cuando próximamente visite sus casas y les entregue los medicamentos, para evitar la propagación de la ANQUILOSTOMIASIS; Ud. que conoce las vías de entrada del anquilostoma en el organismo –piel y tubo digestivo– aconseje las medidas preventivas contra la ANQUILOSTOMIASIS, recomendando beber agua de fuente o de pozo, protegida por brocales, bañarse diariamente y lavarse frecuentemente las manos, evitar comer las legumbres crudas; invitar a que todos usen calzados, y expresar la necesidad de poseer excusados higiénicos, es decir, con depósitos de más de un metro de profundidad y, si es posible impermeable. Cumpliendo y haciendo cumplir estos preceptos, habréis hecho obra de sano y útil patriotismo”. Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública- Comité Ejecutivo de Sanidad”. Recalde, Juan F. y Urbieta, Manuel…, p. 5.



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Entre 1923 y 1928, la Fundación Rockefeller se hace cargo de la campaña bajo la dirección del Dr. Fred L. Soper. El 8 de noviembre de 1923 se firmó un contrato entre la Fundación Rockefeller y el Poder Ejecutivo; el mencionado contrato fue sancionado como ley (Nº 557), en la que se establecía que la Fundación se comprometía a cooperar con el Gobierno del Paraguay por el término de cinco años consecutivos, prorrogable por acuerdo de ambas partes contratantes, en la campaña sanitaria para combatir la anquilostomiasis en todo el territorio nacional. El contrato terminó el 31 de diciembre de 1928, por razones de “complicaciones internacionales”318 según el informe del director general de Higiene y Asistencia Pública, el Dr. Cayetano Masi.319 En relación al plan de trabajo establecido por la Fundación destacan dos aspectos; el primero tenía que ver con la continuación de la estrategia de medicación en masa de la población, pues la prevalencia de la enfermedad ascendía al 90% en las zonas rurales, siendo menor en las ciudades. Los guardas sanitarios siguieron realizando el trabajo de visita casa por casa y recibieron una vez más adiestramiento para fortalecer la campaña. Por otro lado, un detalle clave en esta nueva etapa de la lucha con-

318. La “salida” de la Fundación motivó especulaciones varias acerca de la participación e involucramiento de empresas ligadas a Rockefeller en la organización de la guerra de Bolivia contra el Paraguay. Sobre el punto véase: Chiavenato, Julio José. La guerra del petróleo. Buenos Aires: Punto de Encuentro, 2007, p. 118 y ss. Por su parte, Cueto señala que “fueron varios los motivos que empujaron a la Fundación Rockefeller a abandonar varios de sus programas teniendo en cuenta que el fondo político y social de los mismos no redituaba de la manera en que lo habían esbozado en los años 20. La gigantesca dimensión de la anquilostomiasis en varios de los países, el elevado costo de las campañas, la resistencia de curanderos y algunos médicos, las tensiones entre los expertos extranjeros y los inspectores locales, la efímera existencia de las letrinas, las complicadas condiciones políticas de ciertos países y la dificultad para convencer a los funcionarios locales de que la anquilostomiasis era un problema nacional”. Cueto, Marcos. Los ciclos de la erradicación: la Fundación Rockefeller y la salud pública latinoamericana. 19181940. Véase, Cueto M. (editor) Salud, cultura y sociedad en América Latina. Nuevas perspectivas históricas. Lima: IEPIOPS. 1996, p. 179 y ss. 319. Masi, Cayetano. “La Sanidad en el Paraguay” en Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana. Octubre, 1934, pp. 903-908.

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tra la anquilostomiasis –y este es el segundo aspecto importante– fue la inspección de todas las viviendas y la constatación del estado de las letrinas. Se recomendó la construcción o reparación de todas aquellas que así lo demandaran. Por la cantidad de letrinas en mal estado y, en otros casos, la ausencia de las mismas, se exhortó a contar en las casas con un sistema de gestión de excretas. La letrina no tenía que ser necesariamente sanitaria, aunque se procuraba que lo fuera. Este trabajo de instalación y reparación estuvo respaldado por una activa campaña de educación sanitaria, así como por la ayuda de las autoridades municipales en los casos en que se solicitó. La campaña de 1923-1924 cubrió prácticamente toda la región Oriental del Paraguay. Según la Fundación, los resultados fueron muy satisfactorios, se medicó al 65% de las personas encuestadas, y el porcentaje de casas con letrinas aumentó del 11,4% en la primera inspección, a 87,5% en la última.

Fig. 8 Cartel de lucha contra la anquilostomiasis. Dibujo de B. Stephany. Fundación Rockefeller.

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Una vez que la Fundación Rockefeller se alejó del programa, ocurrieron dos cuestiones a tener en cuenta. En primer término, se apostó por una mirada más compleja en relación a la realidad y se asumió la necesidad de enfrentar la anquilostomiasis de manera estructural. Asimismo, con la capacidad instalada por las sucesivas campañas, la experiencia ganada posibilitó que se continuara cuatro años más de labor para dar paso luego a la preocupación por la fiebre amarilla. Una manifestación realizada por el Dr. Cayetano Masi al Ministerio del Interior resume el interés incipiente por la gestión de la inmundicia y todo lo que conllevaba la tarea de limpieza, además de la buena alimentación y acceso a agua potable. En Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, con su política higiénica, han hecho descender las infecciones entéricas a cifras increíbles, y dicha política consiste en la obtención de abastos de agua de garantizada pureza, en la higienización y la pasteurización de la leche y, en fin, en la vigilancia estricta de los alimentos y la buena disposición de las inmundicias, inclusive la cremación de basuras. Mientras llega la hora en que se dote al país de un servicio de agua corriente, este Departamento continuará luchando sin esperanzas. No obstante, encontró en el método llamado de verdunización, que fue inspirado por Bunau Varilla, una posible solución para dotar a la población civil de agua privada de gérmenes patógenos, sin perder los principios organolépticos. Apenas se reciban datos completos sobre los aparatos necesarios, me permitiré someterlos a la consideración de las autoridades a cuyo cargo se halla el control del agua en nuestro país, y a la Sanidad Militar, que tiene el problema del agua del Chaco.320

En el mismo informe del Dr. Masi, sin embargo, se constata su decepción, ya que desde 1932, año en que se inició el conflicto bélico con Bolivia, los avances relacionados a la cuestión sanitaria fueron prácticamente nulos. 320. Ibíd., p. 904.

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En la memoria del año pasado decía que esta Dirección General vería con agrado que en el presupuesto próximo se incluyeran partidas necesarias para la organización de las unidades sanitarias, cuya adopción se viene aconsejando desde tiempo atrás. Séame permitido seguir insistiendo en que se implante esta clase de organización sanitaria, con la cual no se pierde de vista la condición de un rendimiento máximo a un costo mínimo. A las unidades sanitarias corresponderá dominar las endemias que son en ciertas zonas el flagelo de la población rural, crear muros sólidos y permanentes contra la enfermedad, y divulgar todos aquellos principios que hagan comprender cómo se ha de practicar la higiene, base de la salud, y en una palabra, ser el consejero de higiene de la región. Proteger la salud es garantizar la felicidad humana.321

La inquietud acerca de contar con un sistema de gestión eficiente de las excretas, sistema de aguas corrientes y cloacas, aparecía esporádicamente en los discursos oficiales. Si bien es cierto que la realidad y sus imponderables no se adecuaban a los buenos discursos y análisis de la problemática, tímidamente se mostraba el drama en toda su dimensión. Uno de los políticos que evidenció, auque no le dio solución efectiva, fue Eusebio Ayala. El 1 de abril de 1934, en un discurso leído ante el Honorable Congreso Nacional, parte de su alocución giró en torno a la inmundicia y reivindicó la labor de los higienistas. Pero no tenemos el derecho de confiar exclusivamente al sol y a las lluvias, los servicios de desinfección y de higiene. Un control severo de las condiciones sanitarias domésticas se requiere en las aglomeraciones urbanas. Obras impostergables son para la Capital las aguas corrientes y cloacas. En la primera oportunidad se hará uso de la autorización legislativa para contratarlas. También la campaña sufre de la contaminación de las aguas de consumo y, a veces, de la insuficiencia. Los manantiales y bebederos necesitan reunir condiciones apropiadas para evitar que las aguas se vuelvan polutas. 321. Ibíd., p. 906.

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En suma, en materia de protección sanitaria existe un vastísimo campo de acción que se recomienda a la atención de los médicos, higienistas y hombres públicos. Se trata de tener la exacta visión de estos problemas y de encauzar las buenas voluntades hacia la realización de un programa sostenido y enérgico.322

En 1936 se intentó una campaña de erradicación del Aedes Aegypti, a raíz de un brote de fiebre amarilla en la frontera brasileña, pero recién en diciembre de 1947 se logró iniciar la campaña, terminando en julio de 1957 con la supuesta erradicación del temido Aedes. En 1942 el Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública (SCISP) construyó una red parcial de alcantarillado en Asunción y presentó un anteproyecto para abastecimiento de agua potable para la ciudad, pero la idea no prosperó. Sin embargo, en 1945 el MSP y BS creó un Departamento de Ingeniería Sanitaria, que fue suprimido dos años más tarde, en 1947. Se volvió a crear en diciembre de 1954 con el nombre de División de Saneamiento Ambiental. Asimismo, este mismo año se inicia la integración de las actividades de saneamiento dentro de los servicios sanitarios locales. Veinte años después del encendido discurso de Eusebio Ayala, el Paraguay de nuevo recurre a la solidaridad y buena predisposición de un organismo internacional para llevar adelante un programa de control de la anquilostomiasis. La Organización Mundial de la Salud brindó asistencia técnica desde el mes de agosto de 1951 en la zona urbano-rural Asunción-Villarrica. Se optó por estos dos puntos del país por dos motivos: porque aproximadamente el 40% de la población total del Paraguay se asentaba entre las dos ciudades y, además, la concentración de la población en estos dos polos era importante, pues, respondía a la atracción de mano de obra de las intensas actividades agrícolas e industriales de la zona, facilitada por la importante carretera que une a la capital con Villarrica.323 322. Mensaje del Presidente de la República Doctor Eusebio Ayala al H. Congreso Nacional. Abril de 1934. Asunción: Imprenta Nacional. 1934. Citado en Boletín de la Oficina Panamericana. Agosto, 1934, pp. 696-697. 323. Hilburg,Carlos. “Control de la anquilostomiasis en el Paraguay”…, p. 11.

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Un detalle a tener en cuenta en relación a las dos ciudades favorecidas pasa por imaginarnos la ausencia de una política sanitaria integral (incluyente), capaz de visualizar los lugares menos beneficiados del país alejados de los centros de producción donde las actividades agrícolas se desarrollaban en condiciones de total precariedad con un alto índice de explotación por parte de los intermediarios y acopiadores. Por ende, comunidades sin medios para acceder a condiciones mínimas de gestión de las excretas y servicios de agua potable. En ese sentido, no es tan arriesgado pensar que gran parte del fracaso en la lucha contra la anquilostomiasis se haya debido a la cortedad de miras de los estrategas al abandonar del horizonte de prioridades a la mayoritaria periferia y al mismo tiempo, la negligencia expresa a la hora de asumir la cruda realidad campesina; enorme penuria e indignidad, dimensiones necesarias para hacer frente a lo que en aquel entonces era el primer motivo de morbilidad. La estrategia de la OMS no se alejó en demasía de lo que había sido la campaña de la Fundación Rockefeller entre los años 1923 y 1928 en cuanto al adiestramiento de los guardas sanitarios y el control casa por casa de la gestión de las excretas. Sin embargo, un dato trascendental aparece entre los puntos del adiestramiento; deben saber construir letrinas sanitarias. Los educadores sanitarios preparaban a los guardas para las visitas domiciliarias y les dotaban de herramientas como: –Actitud ante las diversas reacciones del público –Maneras de explicar los objetivos de la campaña –Estrategia para compartir las recomendaciones

Se puede deducir, con base en la estrategia resumida en estos tres puntos, que la propaganda utilizada desde 1917 había sido estéril o en todo caso, no se ajustó al lenguaje cotidiano de la gente. Es sumamente llamativa, al tiempo de predecir su ineficacia, la manera en que fueron redactados los carteles de las campañas anteriores, específicamente los del año 1920. Algunos términos utilizados para advertir a la población estaban redactados en un tono imperativo y estilizado de tal forma que sonaba en extremo elegante y desubicado al mismo tiempo. 191

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Vuestra cooperación reside en seguir los consejos: –Procurad poseer excusados impermeables, es decir, de material, –No andéis descalzos y haced que los vuestros también usen calzados, –No bebáis agua de pozos que no tengan brocales, –Conservad vuestro cuerpos en estado higiénico, –Bañáos diariamente: de otro modo estaréis predispuestos no sólo a la anquilostomiasis, sino a cualquier mal. Si todo el mundo cumple con su deber pronto desaparecerá la anquilostomiasis. Es deber de humanidad y patriotismo contribuir a este supremo esfuerzo por la salud pública. Hacedlo!324

Este lenguaje excelso no se parecía en nada a la gente humilde con py sevo´i que por cierto, en su mayoría se comunicaban recurriendo al idioma guaraní. No bastaba con ser imperativo si las condiciones socioeconómicas impedían construir una letrina con cámara séptica y así mismo, contar con un par de calzados. Tres décadas después de este enérgico mandato de “hacedlo!”, la prevalencia de la anquilostomiasis persistía al igual que una cantidad importante de gente descalza325 al amparo de las condiciones de extrema pobreza. En 1950 un porcentaje importante (18,9%) de viviendas –urbanas y rurales– no contaban con excusados, dato que nos hace suponer que defecaban en el suelo.

324. Recalde, Juan F. y Urbieta, Manuel. Campaña contra la verminosis intestinal…, p. 4. 325. “La anquilostomiasis, además de ser una enfermedad familiar, lo es también de la colectividad, y que para lograr su control es necesario que todas las viviendas eliminen eficazmente sus excretas. También resulta significativa la escasa diferencia en cuanto a parasitismo entre los que disponen de letrinas deficientes y los que carecen de ellas por completo. Esta estrecha relación se puede interpretar desde el punto de vista de esta enfermedad, como la equivalencia de una letrina deficiente a la falta o ausencia de letrina. El uso del calzado para evitar la infección es importante. El relativamente alto porcentaje de parasitismo entre las personas que generalmente llevan calzado se explica por la circunstancia de que, aun en este grupo, es costumbre, especialmente entre los niños, andar descalzos en casa y en sus cercanías durante los calurosos meses de verano”. Hilburg, Carlos. “Control de la anquilostomiasis en el Paraguay”…, p. 12 y ss.

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Fig. 9 Censo y tipo de instalación sanitaria. Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana. Agosto de 1958.

Ante la necesidad de contar con letrinas, el programa organizó un taller de fabricación de losas (pisos de cemento) a fin de poner a disposición de la gente. Durante esta campaña se realizaron reuniones y encuentros con las familias con el afán de instruirlos en el uso de las letrinas, el mantenimiento y la construcción de nuevas unidades. Las losas fueron utilizadas con mucho éxito para los pisos de las letrinas. Un detalle acerca del diseño es que la misma carecía de sentadera; según Hilburg, la razón obedecía a que, defecar en cuclillas conectaba con las costumbres de la población. Sin embargo, probablemente el diseño respondía al abaratamiento de los costos y, además, una vez que se llenaba el hoyo donde se depositaban las excretas, se podía cubrir con tierra y se iniciaba otra letrina reciclando algunos de los materiales de la anterior en desuso. Otro problema importante y recurrente era la poca consistencia de los terrenos para soportar las estructuras así como la falta de recursos para colocar brocales a los pozos y así evitar filtraciones y desmoronamientos. Ante esta situación, se recurrió a la utilización de unos armazo-

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nes de cañizo hechos con varillas de caña de Castilla (tacuarillas). La participación de la comunidad fue importante en la edificación de las letrinas, pues, los guardas cobraban por su trabajo de construcción y las losas eran vendidas a precio de costo. Los responsables del programa consideraban que al invertir trabajo y dinero en la construcción de letrinas ayudaba a un cierto empoderamiento por parte de las familias que accedían a la mencionada tecnología. Entre 1952 y 1957, año en que terminó el programa, se erigieron 26.115 letrinas nuevas y fueron reparadas otras 2.240.326

Fig. 10 Detalle de la instalación de un canasto de caña de Castilla, para reforzar el hoyo de una letrina en Paraguay. Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana. Agosto de 1958.

326. González Torres, Dionisio. Temas médicos. Vol III. Problemas de Salud Pública. Asunción: Imprenta Nacional. 1963, pp. 17-39. Asimismo, se puede leer un informe detallado sobre el tema en; Ruiz, Próspero y Pierce, George . “Instalaciones Sanitarias en las Américas, con especial referencia a las letrinas” en Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana, agosto, 1958.

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Los programas de saneamiento básico ambiental se extendieron luego a San Lorenzo, Encarnación, Paraguarí, Carapeguá entre otras ciudades. No obstante, la Encuesta Sanitaria de Vivienda de 1957-1958 arrojaba datos poco alentadores en cuanto a la persistencia de ciertos rangos porcentuales en relación a las necesidades básicas. Así, para la fecha indicada se contaba en las zonas rurales del país con un 88% de viviendas con algún sistema de gestión de excretas, de las cuales, 86% eran letrinas y 2% cámaras sépticas. En cuanto a las condiciones, solamente el 13% se consideró como eficiente. El 44% tenía que ser reparado y el 43% construido. Un porcentaje de 32% de las letrinas estaban con el hoyo repleto. El 71% con pisos en mal estado. 87% eran letrinas sin tapa, un 20% sin caseta y un 47% con caseta en muy mal estado. El 38% de las letrinas no contaban con un techo y un 20% tenía techo permeable. Y ni hablar de las ubicaciones de las letrinas con respecto a los pozos de agua. En relación con la disposición de basuras y estiércoles, la Encuesta Sanitaria de Vivienda de 1957-1958 evidenció que en los barrios de Asunción y en las zonas rurales del país, la basura era gestionada de manera deficiente. El 82% de las casas encuestadas depositaban sus basuras en el patio o en los patios baldíos de los vecinos. El 13% de esas casas tenían hoyos para acumular las basuras y luego cubrirlas con tierra. La recolección municipal llegaba en todo el país a un mínimo del 2%. Sin embargo, el “esparcido” de la basura alcanzaba el preocupante 68% en la capital y un 82% en el interior del país.327 En los albores de la década de 1950, Asunción era la única capital en toda Latinoamérica que carecía de un sistema de abastecimiento de agua potable. Entonces, para hace frente a tan notable imponderable, en 1954 nace la Corporación de Obras Sanitarias de Asunción (Corposana), que en sus orígenes tenía como meta elaborar proyectos, construir y además, atender la explotación y administración de las obras y servicios de agua potable y alcantarillado sanitario de la capital del país.328 Luego de 54 años 327. González Torres, Dionisio. Temas médicos. Vol III…, p. 23 y ss. 328. En 1966 se decidió ampliar al interior del país teniendo en cuenta las necesidades y demandas de la ampliación del servicio. En el año 1972, el Ministerio de Salud Pública



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del nacimiento de Corposana, el crecimiento anual en cuanto a cobertura de sistema de alcantarillado en el Departamento Central ha sido del 0,08%, esto es, de un escaso 4,7%329 a lo largo de todos estos años. En cuanto a la disposición de excretas y disposición de residuos, al año 2011, el Paraguay a lo largo de su territorio contaba con una cobertura de alcantarillado de tan solo 8,5%. El 51,2% de la población paraguaya elimina “la mierda” a través de descargas directas en los patios. Un 27% cuenta con pozos ciegos y/o tanques sépticos. Un importante 8,8% vierte sus desechos en la vía pública. El 3,3% vierte en un curso de agua superficial y un 1,4% se vale de “otros medios”.330 Pero volvamos hacia atrás que no hay mucha diferencia con el tiempo presente. Al parecer, a finales de los 50 del siglo pasado, se estaba dando una transición del higienismo al sanitarismo. Y es que con el modelo higienista, el Estado tradicional centraba su intervención en salud (y en otros aspectos de la vida), en temas preventivos y especialmente en la regulación del ambiente y de los estilos de vida. Pero dicha intervención estaba más relacionada con prácticas autoritarias que con los derechos sociales y democráticos. Tal como habíamos indicado, con el higienismo la salud se hace fuerte desde la intervención de la “policía médica” que debía transformar los cuerpos de los pobres en obreros más aptos para el trabajo y evitar que los mismos representen algún tipo de peligro para los ricos. Pero con el sanitarismo, el higienismo como tal se iría complementando hasta diluirse bajo la matriz de un nuevo concepto que ganaba legitimay Bienestar Social creó el Servicio Nacional de Saneamiento Ambiental (Senasa), entidad que tenía por responsabilidad la promoción de servicios de agua y disposición de excretas en todas las comunidades con población inferior a 4.000 habitantes, las poblaciones mayores debían ser atendidas por Corposana. En 2000 se estableció el Ente Regulador de Servicios Sanitarios (Erssan). 329. Véase con más detalles en Díaz, Ana. Alcantarillado y Capital Social en el Paraguay. Areguá: Gobernación Central.CERI. 2008, p. 15 y ss. 330. Véase Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social. Manuales de Saneamiento Básico para Gobernaciones y Municipios 1. Organización y Legislación del Sector Agua y Saneamiento. Asunción: OPS/OMS. 2011, p. 10.



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ción. De a poco, ese viejo orden panopticista fue dando paso a una noción más abierta a la participación ciudadana y con un objetivo cercano al bienestar público más que a la vigilancia corporal. En el siglo XIX aparece en todos los países del mundo una copiosa literatura sobre la salud, sobre la obligación de los individuos de garantizar su salud, la de su familia, etc. El concepto de limpieza, de higiene como limpieza, ocupa un lugar central en todas estas exhortaciones morales sobre la salud. Abundan las publicaciones en las que se insiste en la limpieza como requisito para gozar de buena salud, o sea, para poder trabajar a fin de que los hijos sobrevivan y aseguren también el trabajo social y la producción. La limpieza es la obligación de garantizar una buena salud al individuo y a los que le rodean. A partir de la segunda mitad del siglo XX surge otro concepto. Ya no se habla de la obligación de la limpieza y la higiene para gozar de buena salud sino del derecho a estar enfermo cuando se desee y necesite. El derecho a interrumpir el trabajo empieza a tomar cuerpo y es más importante que la antigua obligación de la limpieza que caracterizaba la relación moral de los individuos con su cuerpo.331

En coincidencia con este tránsito del higienismo hacia el sanitarismo, aparece en 1960 una obra de Wagner y Lanoix donde se deja constancia de la nueva mirada a la que será sometida la suciedad. La insuficiencia de los sistemas de evacuación de excretas va asociada frecuentemente a la falta de adecuados suministros de agua y de otros medios de saneamiento, así como a un bajo nivel económico de la población rural. Ese conjunto de circunstancias, todas las cuales influyen sobre la salud, hace difícil saber cuál es la intervención de cada uno de estos elementos en la transmisión de las enfermedades. Sabido es, sin embargo, que existe una relación entre la evacuación de excretas y el estado de salud.332 331. Foucault, Michel. “La crisis de la medicina o la crisis de la antimedicina”…, p. 18. 332. Wagner, E.G y Lanoix, J.N. Evacuación de excretas en las zonas rurales y en las pequeñas comunidades. Ginebra: OMS.1960, p. 9.

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Desde este escenario y bajo los auspicios de este nuevo enfoque se entiende mejor la labor de José Antonio Chico Romero.333 Ingeniero civil con especialidad en irrigación y fuerza motriz, además de obtener el título en Ingeniería Sanitaria (Facultad de Higiene y Salud Pública. San Pablo, Brasil). El mencionado ingeniero es nombrado en año 1956 jefe del Departamento Técnico de Corposana y bajo su dirección se inició y completó el sistema de agua potable de la Capital cuya inauguración data del 15 de agosto de 1959. A raíz de su experiencia y buenos oficios es contratado en 1960 por el Gobierno de Venezuela para integrar el plantel técnico de la División de Saneamiento Ambiental del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Seis años después, en 1966 es contratado por la Oficina Sanitaria Panamericana (OPS/OMS) para integrar el plantel técnico de la Organización y así asesorar los programas de Saneamiento de los países centroamericanos.

Fig. 11 Colocación de los primeros caños de distribución de agua en el centro de Asunción. 1957. Extraído de Paraguay y los 100 años de la OPS/OMS. Asunción. 2002. 333. Uno de los libros que asume plenamente las ideas de Wagner y Lanoix es Chico Romero, José Antonio. Curso medio de saneamiento ambiental. Asunción. 2007.

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En el año 1962, ante la XIV Conferencia Sanitaria Panamericana el delegado paraguayo Dionisio González Torres se refirió a las cuestiones de saneamiento expresando que sigue con ritmo creciente el desarrollo del programa de saneamiento ambiental, en lo que se refiere a provisión de agua potable y eliminación de aguas servidas. Explica que el esfuerzo ha sido grande y que en 1961 se construyeron 180 pozos en centros de salud, escuelas, hogares públicos para uso comunal y además, se repararon y 334 construyeron 2.000 letrinas. No obstante, la situación de extrema precariedad persistió a lo largo de varias décadas. A pesar de que las autoridades paraguayas recibieron cuantiosos créditos internacionales para el fortalecimiento de los servicios sanitarios, redes de agua y alcantarillado, la consolidación de un “país limpio” se tornaba harto difícil. Nada más al iniciarse la década de los 80, la situación de las zonas rurales del país en relación a los parásitos no era nada alentadora. En la zona de Caazapá,335 cerca del 53% de los niños comprendidos en la categoría de 1 a 4 años de edad estaban afectados de parásitos al igual que aproximadamente el 80% de los de la categoría de 15 a 19 años. La anemia, derivada de enfermedades parasíticas, afectaba al 69% de la población. La exigua importancia demostrada por las autoridades en relación con la instalación de condiciones básicas de saneamiento se puede apreciar en las decisiones que se asumieron a lo largo de la historia. La construcción de letrinas nunca ha sido prioridad. Si bien es cierto que todas las encuestas revelaban números escandalosos, la urgencia pasaba por otros temas. En el marco de un proyecto de Desarrollo que el Banco Mundial financió en la década de los 80 y que alcanzó la nada despeciable suma de 54,3 millones de dólares, la construcción de letrinas fue simplemente una

334. OMS. XIV Conferencia Sanitaria Panamericana. Acta taquigráfica. 5ta Sesión plenaria. 27 de agosto de 1962, p. 59 y ss. 335. Informe Nº 3590b-PA. Banco Mundial. Informe de Evaluación Proyecto de Desarrollo de la Zona de Caazapá. 6 de enero de 1982, p. 12.

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burda excusa. El apartado dedicado a la salubridad involucra a una institución contraparte y expresa que el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPBS) asumirá la responsabilidad de la construcción, dotación de equipo y operaciones de los cuatro centros de salud pública y cuatro dispensarios estipulados en el proyecto. El MSPBS tiene secciones encargadas de administración, programación y evaluación, ingeniería y capacitación. La unidad de ingeniería hará los arreglos necesarios para la fabricación de 7.000 letrinas de plataforma y la entrega de las mismas a los diversos centros de salud y dispensarios de la zona. Las familias interesadas en obtener dichas plataformas las retirarán gratuitamente del centro o dispensario más próximos. Las familias se comprometerán a construir una caseta exterior o cobertizo donde se colocará la plataforma. Esta vendrá acompañada de instrucciones, inclusive un plan de construcción. En las negociaciones se obtuvieron seguridades de que las 7.000 plataformas se fabricarían solamente en la medida en que la demanda lo justifique. Ahora bien, la comunidad internacional y un buen número de organismos de todo el mundo han colaborado ya sea con préstamos o donaciones para hacer frente al gran déficit de la salubridad en el país. En el año 1998, el Banco Mundial evaluó los proyectos: Rural Water Supply Project (Loan 1502 PA), Rural Water Supply and Sanitation Project Il-l1l (Loans 2014, and 3519 PA)336, entre líneas se puede advertir con extrema claridad, la enorme cantidad de dinero que se ha gestionado –y se sigue– en nombre de la mierda en Paraguay. ¿Será que la práctica corrupta de muchos ha encontrado un nicho inconmensurable en temas como la gestión de excretas, construcción de alcantarillados, instalación de redes de agua, entre otros?

336. The World Bank. Report Nº 17923. Paraguay. Impact Evaluation Report Community-based Rural Water Systems and the Development of Village Committees Rural Water Supply Project (Loan 1502 PA), Rural Water Supply and Sanitation Project Il-l1l (Loans 2014, andc 3519 PA). 29 de mayo, 1998.

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Puede que encontremos algún día la respuesta ante la persistencia de este misterioso: “no ser siempre todavía”. Pychaichi y los bailarines La falta de una política integral de saneamiento, el suministro deficiente de agua potable y el poco interés estatal en dotar a las comunidades del interior del país con infraestructuras dignas y dignificantes en relación a sistemas de gestión de excretas, han facilitado la emergencia en el imaginario colectivo de un personaje con características propias y que ha dado lugar a leyendas dolorosas y tristes relatos. La anquilostomiasis dejó marcas importantes en el pueblo paraguayo. Así, en los difíciles años de inicios del siglo XX hasta finales del mismo inclusive, las necesidades de los campesinos se multiplicaban. En ese contexto surge el retrato de un niño desnutrido, en extremo desposeído con los pies descalzos y con heridas importantes por la presencia de parásitos, especialmente la uncinaria. La indefensa criatura simbolizó a Pychaichi (el de los pies lastimados). Desde la afligida pero poderosa imagen del niño que resiste las adversidades en una sociedad marcada por las desigualdades sociales, Pychaichi es portador de una de las críticas más implacables y duraderas que las clases menos favorecidas han instalado dentro del imaginario popular paraguayo. El poeta Carlos Martínez Gamba retrata las penurias del niño y resalta las diferencias expresas a las que se encuentra sometido el desamparado. Al mismo tiempo enfatiza en su prosa algunos elementos a tener en cuenta; la subalimentación, el maltrato y la escatología como parte del submundo de los que no tienen posibilidades de acceder a ciertas cuestiones básicas: Ore ro’u so’o ha Pychaichi ho’u tukumbo (Nosotros comemos carne y Pychaichi se nutre de los golpes); Votika pohame ore rasy vove ro ñe pohano (Con medicamentos de la botica nos tratamos cuando estamos enfermos); Pychaichi katu asuka del kámpo mi mante i sa-

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rampiu ári oipyso (Pychaichi, sin embargo, extiende sobre su piel llena de sarampión, cagada disecada de perro).337

En oposición a la imagen del miserable niño, en los salones de la elegante Asunción de inicio del Siglo XX, se sucedían delicadísimos bailes en los que participaban hijos e hijas de las familias de la selecta clase social. El Paraguay festejó el 13 de Mayo, aniversario de su independencia política, con verdadero entusiasmo, celebrándose lucidísimas fiestas en los institutos de enseñanza y en los círculos sociales. Por primera vez se efectuó en la Asunción un baile infantil con trajes característicos y tuvo un éxito que sobrepujó a todas las esperanzas. Tomaron parte en él los hijos de las familias de mayor significación social en la Asunción, y se puso de manifiesto, por primera vez, la evolución que está sufriendo el tipo nativo, transformado por las corrientes inmigratorias que han llevado su valioso contingente étnico a aquel país.338

Mientras Pychaichi luchaba por sobrevivir, al igual que sus padres en los grandes latifundios en manos de extranjeros, la “clase alta” junto a la Sociedad de Beneficencia, organizaban bailes con fines caritativos. Los bailes de Buenos Aires fueron tomados como modelo y, además, los trajes y adornos necesarios fueron confeccionados en la ciudad porteña. El reporte de Caras y Caretas se cierra con las siguientes líneas: En el Paraguay no son frecuentes estos grandes torneos de la elegancia y tenemos la seguridad de que el que se realice asumirá proporciones de verdadero acontecimiento social.339

337. Martínez, Luis María. El trino soterrado. Paraguay: aproximación al itinerario de su poesía social. Tomo II. Ediciones Intento: 1986, p. 89 y ss. 338. “Actualidad paraguaya. Baile infantil en celebración de la fiesta patria” en Caras y Caretas. Nº 141, año 4, Buenos Aires, 15 de junio de 1901. 339. Ibíd.

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Saltzman considera que el cuerpo es el territorio en el cual se inscriben nuestra historia, miedos, angustias, tristezas y alegrías, represión y placer, y muta en el tiempo para dar cuenta del imparable fluir de la existencia. Es a la vez espacio primitivo de olores y secreciones, pero también de gestos aprendidos y controlados. Es la conexión entre el adentro y el afuera. Puede llenarse, vaciarse, inhalar, comer, recibir, sentir, expresarse y así sintetizar la continuidad entre uno y el mundo circundante.340

Fig. 12 Pareja ganadora del concurso de baile. Extraída de la Revista Caras y Caretas, Nº 141, año 4, 1901.

340. Saltzman, Andrea. El cuerpo diseñado. Sobre la forma en el proyecto de la vestimenta. Buenos Aires. 2007, p. 19.

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Por eso, entre Pychaichi y los bailarines, se pone de manifiesto la idea del cuerpo como construcción, tanto individual (usuario que percibe el mundo a través del vestido) como social (cuerpo disminuido por otros cuerpos). La vida, la sociabilidad y muy especialmente, las diferencias socioeconómicas, encuentran en el cuerpo el aliado perfecto para hacerse notar.

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CAPÍTULO II NORMALES Y ANORMALES

Resultará degenerado todo aquel individuo cuyas anomalías físicas o morales atenten no solamente contra la especie o la raza, sino también contra los elementos propios del proyecto de la élite. GABO FERRO (historiador y músico argentino)

La suciedad simbólica La suciedad no solamente es pasible de “contaminación”, también contiene “en sí” razones para instalar mecanismos y dispositivos en pos de un eficaz ejercicio de estigmatización, exclusión y control. Lo “sucio” como nóumeno y la “suciedad” como fenómeno despliegan posibilidades infinitas para abordarlas desde diferentes ópticas, niveles y sentidos. Desde lo simbólico como hilo invisible que sustenta discursos legitimadores y desde lo material como situación límite, lugar inmundo de los “otros”. Al hablar de la suciedad y de los mecanismos necesarios para enfrentarla, necesariamente debemos fijar la mirada en la pedagogía reinante entre los siglos XVIII y XIX. La idea contenida en una acepción, aparentemente intrascendente, puede derivar en la representación y significación del entorno. Por ello, intentaremos en este apartado abrir el vocablo “normal” y revisar la concepción del mismo en un tiempo dado y sobre todo, las consecuencias operativas. Si existe una institución eficaz en extremo a la hora de reproducir mandatos, anhelos, proyectos y también

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estigmatizaciones, esa es la escuela. Entonces, seguiremos hurgando en lo inmundo a través de la pedagogía y muy especialmente, desde el normalismo. Normalismo Sobre los orígenes de las Escuelas normales no existe una fecha consensuada, no obstante, siguiendo a Larroyo341, se podría indicar que la misma se remonta a una obra del siglo XVI del alemán Augusto Hermann Francke titulada Enseñanza más breve y sencilla para dirigir a los niños hacia la verdadera piedad y el espíritu cristiano. Igualmente, es sumamente detallada la obra de Noguera342 con respecto a los antecedentes del normalismo en Europa. Un dato a tener en cuenta es la utilización en 1770 por parte del pedagogo austriaco Messmer del término “Escuela Normal”. Pero será en Francia donde la Escuela Normal florecerá con las connotaciones que a nuestro horizonte interesa. No en vano, se considera generalmente como la primera Escuela Normal la fundada por la Convención Nacional Francesa en 1794 con la Ley Lakanal. Se denominó Escuela Normal para expresar que la misma debía ser “el tipo y la regla de todas las demás”. Empezó a funcionar en 1795 teniendo solamente una existencia de cuatro meses. Napoleón creó las escuelas normales con un Decreto en 1808 que no se cumplió hasta 1811, cuando se fundó la Escuela Normal de Strasburg inspirada en los Seminarios alemanes que el Duque de Sajonia-Coburgo había propiciado ya en 1698 para la formación de los maestros de sus estados. Desde 1811 la cantidad de las escuelas normales fue en aumento debido especialmente a las necesidades surgidas de las transformaciones industriales y sociológicas que los siglos XIX y XX, demandaban.

341. Larroyo, Francisco. Historia General de la pedagogía. México: Porrúa. 1967, p. 399. 342. Noguera Arrom, Juana. La Escuela Normal de Tarragona (1843-1931): Cien años de la vida de una escuela normal. Barcelona : Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona. 1984, pp, 35-36.

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Un intelectual colombiano de inicios del siglo XX dejó plasmados en un documento la percepción y la recepción del normalismo en su país y el ensamblaje necesario con la higiene. Y es que la consolidación del normalismo es, también, la consolidación del discurso higienista y viceversa. La higiene es una ciencia nueva, apenas si tiene algo más de un siglo, nació en 1802, en París, con la creación del Consejo de Salubridad de París; se desarrolló y floreció en los campos ubérrimos de Europa a favor de los esfuerzos de muchos hombres de ciencia del siglo XIX, hasta 1876, cuando Alemania creó la oficina de Sanidad Imperial, la que compiló todo lo que de higiene hasta entonces andaba disperso, formó textos y fundamentó la higiene pública y privada. Por esta misma época comenzaron a conocerse entre nosotros sus principios verdaderos: por los años de 70 trajo el Gobierno nacional profesores alemanes para dirigir las Escuelas normales, y puede decirse que ellos importaron la higiene a nuestro territorio y principiaron a inculcarla en nuestras costumbres coloniales, que con tan aberrante persistencia perduran en nuestro espíritu público y sistema de gobierno.343

La connotación política que atraviesa la idea de higiene se patentiza en su rostro cristalino como expresión de civilización, rasgo que asumirá el normalismo con todas sus fuerzas y que servirá como excusa para controlar, apartar, intervenir, combatir y moldear cuerpos. (…) todo país civilizado sabe que la higiene es la base del progreso de la nación, la prosperidad de la raza, la salud y alegría del pueblo y el fundamento de la comodidad y la riqueza.344

343. Solano R., Cenon. Organización de la higiene pública. Bogotá: El Siglo. 1918, p. 4. 344. Ibíd., p. 3.

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La Escuela Normal de Paraná Además de haber sido matriz de un modelo educativo en boga desde la cual se patentó la impronta del higienismo, la Escuela Normal de Paraná fue una de las instituciones que promocionaron el positivismo como ninguna otra llegando a influir en la región de manera considerable y duradera. La misma había sido fundada por Domingo F. Sarmiento en 1870, con el objeto de conseguir las metas que su iniciador perseguía: la independencia mental de su nación y de toda Hispanoamérica. El positivismo adoptado por la Escuela será el de Comte, pero adaptado críticamente al liberalismo. El acomodo era necesario, pues el comtismo ortodoxo se oponía a una concepción liberal de la sociedad.345 Mucha tinta corrió sobre Sarmiento y su “cruzada civilizadora”, pero basta citar algunas líneas de Borges para tener una idea acabada de los sentimientos encontrados que el intelectual argentino ha despertado en propios y extraños. Sarmiento (norteamericano indio bravo, gran odiador y desentendedor de lo criollo) nos europeizó con su fe de hombre recién venido a la cultura y que espera milagros de ella.346

Uno de los principales animadores de la Escuela Normal de Paraná, Pedro Scalabrini difundió la doctrina positivista de Auguste Comte de manera vehemente, pero además defendió las teorías evolucionistas y organicistas de Herbert Spencer y los principios evolucionistas de Charles Darwin, incorporando posteriormente los aportes de la psicología experimental y la sociología. El método experimental es encumbrado, se acepta como dogma la subordinación de las ciencias psíquicas a las naturales y se mantiene una postura fuertemente agnóstica además de adhe-

345. Beorlegui, Carlos. Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Una búsqueda incesante de la identidad. Bilbao: Univ. de Deusto. 2004, p. 293. 346. Borges, Jorge Luis. El tamaño de mi esperanza. Buenos Aires: Sex Barral. 1993, p. 12.

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rirse a tendencias individualistas del liberalismo inglés, renegando de lo nacional –desfasado– con una fuerte tendencia europeizante. Con el “normalismo” se comienza a configurar un tipo de docente que asume un rol político. No solamente debe enseñar, además debe instruir y sobre todo civilizar, homogeneizar y disciplinar grandes masas de inmigrantes y criollos desde una concepción íntegramente extranjerizada. La homogeneización en aras de la consolidación de una joven nación solícita de identidad común. Leoz realiza un examen del término “Escuela Normal” y a partir del mismo progresa hacia significaciones imaginarias derivadas del mismo. El término puede brindar los primeros indicios de las significaciones que estas tenían, en el imaginario de los pedagogos que las concibieron. “Normal” en el Diccionario de la Real Academia Española remite a tres acepciones, que dan cuenta, en parte, de las significaciones imaginarias que entrañaba la institución en el imaginario social. 1- “Dícese de lo que se halla en su “estado natural”. 2- “Dícese de lo que por su naturaleza, forma o magnitud se ajusta a ciertas “normas fijadas de antemano”. 3- “Que sirve de norma o regla.” Coherente con la segunda y tercera acepciones, se puede decir que estas instituciones, que nacieron bajo el manto del paradigma positivista, tenían como objetivo imponer normas que, por efecto cascada se difundieran en todo el sistema educativo naciente. La Escuela Normal se ofrecía como modelo a seguir por todas las instituciones, aun cuando su objetivo fundamental se orientaba hacia la población docente, porque no sólo intentaba garantizar la formación académica de los maestros, sino homogeneizarla interviniendo en forma directa en los contenidos curriculares y sobre todo en la metodología con que estos se enseñaban.347

347. Leoz, Gladis. “Cien años del Normalismo en el imaginario social argentino”, en Revista Hermes, Nº 2, Publicaciones IFDCS. Versión Digital: http://www.ifdcsanluis.edu.ar/ hermes/article.php3?id_article=17

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Un detalle a tener en cuenta, siempre en la línea de acopiar más datos a fin de fortalecer nuestra sospecha en relación al término “normal”348, es la connotación de violencia simbólica que arropa al término desde un supuesto naturalismo como sinónimo de garantía epistemológica y excelencia moral que propiciaron la presencia en los textos normalistas, normativas y discursos alusivos –o referencias directas– a los cretinos, los enfermos, los físicamente impedidos, los menores, los vagabundos, los delincuentes, es decir, los inhábiles para el estudio y la instrucción primaria, más concretamente. Este proceso de estigmatización y estereotipación corporal estuvo avalado por el modelo médico positivista, el cual se nutrió de saberes provenientes de la fisiología, de la psicología experimental, de la criminología y de la antropología física. Para esta última “ciencia” las cualidades del hombre se derivaban de su apariencia morfológica, dando especial importancia para el rendimiento escolar a las relaciones existentes entre el volumen del cerebro, las dimensiones del cráneo y las capacidades intelectuales. La antropometría utilizada en la escuela fue una máquina de clasificar y jerarquizar cuerpos: más o menos altos, más o menos bajos, más o menos gordos, más o menos flacos, más o menos perezosos, más o menos hiperactivos, más o menos dubitativos, más o menos débiles, más o menos afeminados (para los niños), más o menos “varoneras” (para las niñas), más o menos histéricas, más o menos inestables, más o menos epilépticos, más o menos neurasténicos, más o menos imbéciles (especialmente para los indígenas o para ciertos grupos inmigrantes), más o menos atrasados intelectuales (especialmente para las mujeres), más o menos infantiles (especialmente para las mujeres), etc.349

348. Foucault dice que “la pericia médico-legal no se dirige a delincuentes o inocentes, no se dirige a enfermos en confrontación a no enfermos, sino a algo que es, creo la categoría de los anormales, o si lo prefieren, es en ese campo no de oposición sino de gradación de lo normal a lo anormal donde se despliega efectivamente la pericia médico-legal”. Foucault, Michel. Los anormales…, p. 49. 349. Scharagrodsky, Pablo. El cuerpo en la escuela…, p. 9.

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Por otro lado, y esto lo analiza Leoz, el resto de las instituciones educativas que no estaban caratuladas como normales, ¿eran vistas y tenidas como anormales? Asimismo, los maestros que no hubieran pasado por la institución formadora por excelencia, ya sea porque enseñaran con otra metodología, se apartaran o modificaran los contenidos curriculares, ¿eran anormales? Y qué ocurría con los alumnos que por decisión de los padres o algún otro motivo no pasaban por las aulas de las escuelas normales, ¿eran anormales? Leoz considera que determinar que lo propio es lo “normal” y lo ajeno no lo es, entraña un acto de violencia simbólica, categóricamente coherente con el absolutismo, autoritarismo, el dogmatismo y la pedantería que caracterizaron el normalismo ultraortodoxo.350 Probablemente, el “normalismo” como proyecto y estrategia confirma la aseveración de Foucault que a partir del siglo XVIII, o de sus postrimerías, existen dos tecnologías de poder que se establecen con cierto desfase cronológico y que se superponen. Por un lado una técnica disciplinaria, centrada en el cuerpo, que produce efectos individualizantes y manipula al cuerpo como foco de fuerzas que deben hacerse útiles y dóciles. Por el otro, una tecnología centrada sobre la vida, que recoge efectos masivos propios de una población específica y trata de controlar la serie de acontecimientos aleatorios que se producen en una masa viviente.351 La concepción del cuerpo que el normalismo gestionó, sometió las diferencias sociales y culturales a la primacía de lo biológico, o mejor dicho de un imaginario biológico, naturalizando las desigualdades de condiciones y justificándolas a través de observaciones supuestamente científicas: el peso del cerebro, el ángulo facial, la fisiognomía, la frenología, el índice encefálico, la amplitud torácica, etc. A través de una multiplicidad de mediciones se buscaron pruebas irrefutables de la pertenencia a una

350. Leoz, Gladis. “Cien años del Normalismo en el imaginario social argentino”. 351. Foucault, Michel. Genealogía del racismo. De la guerra de razas al racismo de Estado. Madrid: La Piqueta. 1992, p. 258.

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“raza”, de los signos manifiestos, inscriptos en la carne, de la “degeneración”, del afeminamiento, de la holgazanería o de la criminalidad.352 Scharagrodsky además nos recuerda que era muy común observar en los documentos escolares oficiales de la época, la afirmación de que los pobres eran borrachos, con tendencias a caer en la delincuencia, o que eran sucios y, por lo tanto, debían bañarse más que los ricos, sobre todo en invierno. La escuela debía civilizar y, a la vez, domesticar la «carne» y los sentidos.353 La docilidad del cuerpo, la disciplina asumida, la conducta “impecable” y la buena predisposición para con los que podían y debían otorgar el saber y la civilidad eran el gran objetivo del normalismo. ¿Qué sentido podría tener el hecho de formar una fila –como los obreros de la fábrica en la película de Charles Chaplin “Los Tiempos Modernos”– y tomar distancia del compañero más inmediato? ¿Cómo se explica la obsesión por la rigidez ortopédica del cuerpo que se sintetiza en la famosa “posición de lectura”? ¿Por qué los alumnos debían marchar con el pie izquierdo tomando siempre distancia, de manera ordenada y en silencio? ¿La “ausencia de expresión” como medida profiláctica contra el alboroto no habrá contribuido grandemente en la configuración y consolidación de regímenes autoritarios? La disciplina y el control son dos puntos centrales de este proyecto homogeneizador. Todas estas prácticas de sujeción fueron desarrolladas e introducidas como estrategia pedagógica de una matriz donde el cuerpo debía ser moldeado y transvasado por ideales de rectitud –tanto moral como corporal– orden y civilidad. Quizá el hecho de esperar la orden del maestro para mover el cuerpo sea la expresión más nefasta de este plan donde el organismo queda atrapado bajo las fauces de la “norma”. Los bancos escolares no sólo respondieron a una prevención de la enfermedad física, sino también de lo intelectual y moral. Fijar los cuerpos al suelo fue muy importante. Los bancos se convirtieron

352. Scharagrodsky, Pablo. El cuerpo en la escuela…, p. 9. 353. Ibíd., p. 8.

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en artefactos ideados con el fin de producir, y a la vez limitar, los movimientos de los niños facilitando los rituales corporales, e impidiendo las deformaciones físicas y mentales. Controlar las distancias entre los cuerpos y los contactos corporales “permitidos” fueron tareas escolares esenciales. Como señala Sennett354, “en la modernidad el orden significa falta de contacto” y la institución escolar probablemente haya sido el lugar más eficaz para la concreción de dicho objetivo. En consecuencia, los bancos garantizaron toda una ortopedia corporal. Detrás de todas esas prescripciones corporales se manifestó una obsesión por el disciplinamiento del cuerpo; siendo el orden, el control y la vigilancia los medios más utilizados para concretarla.355

Un detalle higienista sumamente interesante apuntado por Sennett es que en el siglo XIX la defecación se convirtió en una actividad privada, al contrario que un siglo antes, cuando era habitual charlar con amigos mientras uno se sentaba en una chaise-percé 356 bajo la cual había un orinal. En el aseo, que ahora contenía un baño, un lavabo y un retrete, uno se sentaba tranquilamente, pensando, quizás leyendo o bebiendo algo, sin ser molestado. Este mismo retiro era posible en sillones en otros lugares más públicos de la casa, sillones en los que una persona exhausta después del trabajo tenía derecho a no ser molestada. La conexión existente entre el normalismo y el higienismo nos muestra la irrupción de una gran utopía individualista donde desde ciertos ideales se consiguió empadronar a cuerpos sometiéndolos en masa a un régimen de pulcritud, orden, aseo y civilidad con la finalidad de conseguir una regulación social global. Además, ciertos elementos todavía hoy vigentes fueron potenciados por el normalismo como el discurso de que la matriz heterosexual era la única alternativa posible; por ello, ciertas conductas consideradas como sexualmente “equivocadas” fueron definidas como enfermedades peli-

354. Sennett, Richard. Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental…, p. 23. 355. Scharagrodsky, Pablo. El cuerpo en la escuela…, p. 8. 356. Es una combinación de silla cómoda y orinal.

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grosas. Si bien esta matriz se consolidó a fines del siglo XIX y principios del XX, la escuela a lo largo del siglo XX se perfiló como un formidable mecanismo para formar sujetos sanos. Vale decir, sujetos con un cuerpo y, sobre todo, una mente “sana”, libre de todo “vicio y anormalidad”.357 Sucios y orejudos. Normalismo en Paraguay De alguna manera, ya podemos encontrar, implícitamente, antecedentes del normalismo en el gobierno de Don Carlos A. López. Sin embargo, explícitamente, será en 1889 cuando Atanasio Riera, uno de los reformadores de la educación de la posguerra, envíe una carta a un senador argentino solicitándole cooperación en la consolidación del sistema educativo paraguayo; en ese momento, el normalismo iniciará su andadura como tal. De hecho, el objetivo de la carta era la venida al Paraguay de las Speratti. En uno de los párrafos de la misiva destaca las siguientes líneas: Tengo conocimiento de que en esa capital residen dos hijas de esta Nación, las Srtas. Speratti que actualmente ejercen la profesión en la Escuela Normal de Maestras. Ellas como hijas de esta Nación que hoy trata de levantarse sobre la ilustración pública, creo que, inspiradas por el patriotismo, no vacilarán para venir a contribuir con sus conocimientos profesionales a la obra de regeneración en que todos estamos interesados.358

Las hermanas quienes se hicieron cargo del normalismo en el Paraguay desde 1890 iniciarían un largo proceso de extranjerización de la educación paraguaya.

357. Ibíd., p. 9. 358. Carta de Atanasio Riera a Conrado Romero. 1 de noviembre de 1889. Citado en Monte de López Moreira, María Graciela. Adela y Celsa Speratti. Pioneras del magisterio nacional. Asunción: El Lector/ABC. Colección Protagonistas. 2011, p. 72.

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Una vez culminada la Guerra de la Triple Alianza se sucedieron varias estrategias a fin de instalar instituciones regulares y eficientes a la hora de dar respuesta a las múltiples necesidades derivadas de la situación. En uno de sus discursos, Juan Bautista Egusquiza359 expresa claramente la confianza en la “normalización de los cuerpos” desde maniobras que asumen por lo menos dos elementos: espacio y tiempo. La educación y las demás formas de instrucción comenzarían a pensarse al igual que los cuarteles donde la imposición de la norma era una constante. Por medio del hábito al trabajo, gracias a talleres para los vagabundos y delincuentes, se lograría regenerar moralmente a los vagos quienes dejarían de ser inútiles y al mismo tiempo representar un peligro para la sociedad. El discurso del egresado de una de las escuelas normales más prestigiosas de la región mostraba claramente la necesidad de vincular la pobreza con el vicio o la suciedad moral. La higiene y la moral son una misma cosa para Egusquiza y para los higienistas de aquel entonces, la identificación entre moral, higiene y orden social era total. Se crearán talleres donde los vagabundos y delincuentes puedan adquirir el hábito del trabajo, el único medio para estimular la regeneración moral de personas inútiles o peligrosas para la sociedad.360

La explotación, la miseria, las tierras en manos de los latifundistas argentinos no aparecían en el horizonte higienista de aquel entonces. El ideal de progreso y de civilización se estaba consolidando para aquellos capitalistas extranjeros que tenían intereses en el país o aquellas familias cercanas a estos. En definitiva, dice Schvartzman, la Guerra de la Triple

359. Presidente del Paraguay entre 1894 y 1898, formado en la Argentina y el Uruguay bajo los preceptos del normalismo, sirvió además como militar en el ejército argentino. 360. Egusquiza, Juan Bautista. Mensaje. Abril de 1894, p. 10. Citado en Gaylord Warren, Harris. Paraguay y la Triple Alianza. La reconstrucción del Paraguay, 1878-1904…, p. 459.

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Alianza, en su impacto estructural y a largo plazo, significó en realidad la destrucción del auge económico paraguayo que se daba en la expansión del capitalismo en la época de los López; la recuperación habría de ser lenta, penosa e ineficiente, lo que explica en parte el porqué Paraguay permaneció, hasta bien entrado el siglo XX, como uno de los países más subdesarrollados del continente americano.361 Ante esta realidad como telón de fondo, es probable que la situación nutricional, más las condiciones básicas de salud y bienestar de miles de niños paraguayos haya sido un factor preponderante a la hora de confrontar con estos, los ideales normalistas que desde la Argentina deseaban instalarse en el país. Sin embargo, antes de la llegada de las Speratti, el higienismo y sus múltiples estrategias ya estaban puestas al servicio de la educación. La práctica de controlar, vigilar y degradar los cuerpos sucios y repugnantes, probablemente haya durado en el sistema educativo paraguayo un poco más de cien años. Por ello, vale la pena recordar que a finales de 1881, el Reglamento General para las Escuelas Públicas362contenía una serie de artículos relacionados a la higiene que servirán como guía para proceder con los sucios. Con respecto a la limpieza del patio y de las aulas expresaba: Art. N° 40: El barrido de la escuela debe hacerse diariamente por persona costeada por el Consejo del distrito, cuidando de que los techos y paredes se encuentren siempre perfectamente aseados. Art. N° 41: La persona encargada del aseo de la escuela desempolvará las mesas y bancos después del barrido, lavará los vidrios de la escuela una vez por semana a lo menos, y mantendrá el aseo diario de las letrinas, patios y el trozo de calle correspondiente al frente del edificio.363

361. Schvartzman, Mauricio. Contribuciones al estudio de la sociedad paraguaya. Asunción: Secretaría Nacional de Cultura. 2011, p. 99. 362. A.N.A. Ministerio de Justicia C. e I. Pública (1872 - 1881) Vol. I. Hoja. 153 y siguientes. Citado por Florentín, Flavio. Historia de la Educación en el Paraguay de postguerra 1870 a 1920. Asunción: El Lector. 2009, pp. 179-180. 363. Ibíd.

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Por su parte, la suerte de los “sucios” es puesta en duda con el mandato del Reglamento, pues, además de ser controlados por un monitor, podían ser “expuestos” como parte de un escarmiento público por su obstinación hacia la suciedad. Asimismo, la ocasión podía ser motivo de una clase de higiene donde el sucio es “evidenciado” y puesto en escena como parte de la pedagogía pulcra que ansiaba instalarse. Art. N° 42: El maestro queda encargado de hacer cumplir con exactitud las indicadas prescripciones, y para el mantenimiento del aseo de las clases, patios y letrinas, durante el día formulará un reglamento interno de policía, nombrando de entre los niños un monitor, que haga cumplir las disposiciones que al caso se refieran. Art. N° 43: El niño desaseado que después de haber sido amonestado amistosamente por la primera vez, continuara dando mal ejemplo por su abandono, se le hará asear en cuanto sea posible, en presencia de los demás compañeros, previniendo el maestro a las familias que deben enviar a los niños en un estado conveniente de limpieza.364 Art. N° 44: Antes de comenzar la primera clase el maestro formará a los niños en el patio, donde les pasará revista de aseo personal, procurando que todos se presenten con las manos y cara lavadas, las uñas cortadas, bien peinados, limpio el calzado y sin roturas en la ropa. Se hará salir de la fila al niño sucio o desaseado para que vaya a lavarse o limpiarse en la misma escuela. En seguida dará a los alumnos algunas lecciones sobre higiene. Art. N° 45: Todos los años se hará el blanqueo de la escuela, y tanto esta operación como la de pintura y cualquier otra refacción necesaria, se efectuará durante la época de vacaciones ordinarias; pero en el caso de que la reparación fuere de urgente necesidad, podrá verificarse en cualquier época del año. En los edificios alquilados, se exigirá al contratarlos que sus propietarios den cumplimiento de esta disposición.

364. Ibíd.

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El horizonte higienista continuó su cruzada con la consolidación del normalismo. El cuidado de la ropa, la atención de la comida y la bebida e incluso la vivienda y los espacios de recreación pasaron a ser preocupación de los higienistas, pero también de educadores, intelectuales y políticos de diferentes campos ideológicos. La salud del cuerpo individual terminó refiriendo a la del cuerpo social en la medida en que las enfermedades infectocontagiosas obligaban a intervenir, a veces con mecanismo poco tolerados desde el liberalismo, en familias y personas de diversos sectores sociales, sobre todo de las clases más bajas. La pedagogía de la higiene superpuso en Argentina y también en Paraguay con la preocupación por el futuro racial, donde los infantes débiles y escrofulosos del presente traían desesperanzas y temibles visiones sobre soldados imposibilitados de defender la patria, madres incapaces de cuidar una prole sana, obreros y trabajadores marcados por la degeneración mental y física, correlato del crimen, la locura y los vicios de la civilización occidental.365

En esta línea, indagaremos de manera muy breve la obra de una de las herederas del normalismo de las Speratti, e intentaremos mostrar de qué manera se estigmatizó y controló a los niños y niñas que no caían bajo la premisa de lo pre-establecido, de lo “estereotipado”. En Misceláneas Paidológicas para padres y educadores, María Felicidad González dedica un capítulo entero a los mismos. En la primera parte de su análisis María Felicidad nos recuerda que el educador debe encauzar las aptitudes nacientes del niño y que esto solo será posible en la medida que conozca con exactitud la naturaleza del niño. Así, podrá observar cuidadosamente a “unos” y “otros” a fin de “no mezclarlos” evitando una posible contaminación. 365. Di Liscia, María Silvia. “Médicos y maestros. Higiene, eugenesia y educación en Argentina (1880-1940)” en Di Liscia, María Silvia y Salto, Graciela Nélida (editoras.) Higienismo, Educación y Discurso en la Argentina (1870-1940). Argentina: Editorial de la Universidad de la Pampa. 2004, p. 37. (La cursiva es nuestra).

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(...) el deber del educador, de seleccionarlos en dos grupos: los que por su aspecto exterior y actividades psíquicas se hallan dentro de la generalidad y responden a todas las características de la raza, del medio y de la edad (que forma el grupo más numeroso), y los que por sus tendencias extrañas y manifestaciones anímicas particulares se apartan de lo regular, de lo corriente y de los que evolucionaron normalmente.366 Pues bien, estas diferencias anotadas, en los hogares y en las aulas, han dado margen a que se le designe al primer grupo con el nombre de normales, y al segundo grupo, con el de anormales.367

María Felicidad, sin embargo, cree que una clase especial de anormales368, luego de un tratamiento especial, pueden llegar a incorporarse a las clases de los normales. Son los llamados anormales pedagógicos o falsos anormales (intelectuales o afectivos). Los que forman el grupo de los anormales verdaderos necesitarán un tratamiento y un espacio alejado de los normales. Por su parte, los retrasados mentales son aquellos que vegetan años tras años en los bancos de un aula, sin poder pasar de grado. Niños simpáticos por la bondad de su carácter: son dóciles, quietos, tímidos, no molestan para nada, de poca retención, atención versátil e incapacidad

366. González, María Felicidad. Misceláneas Paidológicas para padres y educadores. Asunción. 1942, p. 128. 367. Ibíd., p 128. 368. “Lo ‘normal’ o ‘anormal’ se ha ligado con ‘cosa buena’ o ‘cosa mala’, ‘salud’ o ‘enfermedad’, ‘deseable’ o ‘indeseable’, conceptos encarnados en una necesidad de clasificar lo que hace y piensa la mayoría, no directamente en relación con la ética o la moral. Herencia del positivismo, donde la medición y cuantificación establecían los parámetros de la ‘normalidad’. La física, la química, la matemática, son tomadas como modelos de referencia, trasladando este modelo a las ciencias sociales, disfrazando la diversidad de situaciones epistemológicas mediante trucos terminológicos, es decir hablando continuamente de medición, experimento, escala, intentando hacer de la conducta o de la actitud algo medible”. Sosa, Laura Mercedes. “Educación corporal y diversidad. La inclusión de niños y niñas con discapacidad en las prácticas corporales”. 2012. Disertación de Maestría. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de La Plata, p. 97.

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para razonar; muy serviciales y de marcada predisposición para manualidades. Son los retrasados mentales. Su capacidad adquisitiva no les permite marchar al ritmo de los normales.369 También existen otros que repiten constantemente el grado porque son: turbulentos, inquietos, pendencieros, irrespetuosos, parlanchines, voluntariosos, perezosos, memoriones de atención voluble y gran deficiencia en la aptitud reflexiva (…) No carecen de inteligencia, pero son incapaces de regularizar sus funciones anímicas con un trabajo metódico, por eso no aprovechan la enseñanza. 370 ¿Qué conexión puede tener esta descripción de una de las referentes del normalismo paraguayo con la cuestión higienista? La respuesta se encuentra en la misma obra de la mencionada autora, cuando, por un lado, en nombre de un ideal estereotipado discrimina a los anormales alentando la limpieza racial.371 Por otro lado, entre las causas las singularidades de los anormales pedagógicos aparecen los dos posibles motivos: –Mimos de padres excesivamente jóvenes o de edad madura –Afecciones que obstaculizan el desarrollo normal y mental del niño; parásitos intestinales (la anquilostomiasis en nuestro país); deficiente desarrollo de los órganos de fonación y articulación (tartamudez y ceceo); mala alimentación, anemia, vegetaciones adenoideas en la nariz, garganta y oídos, que ocasionan asma, angina, resfrío permanente, sordera unilateral; visión defectuosa: miopía y astigmatismo, abandono de los padres o encargados, falta de asistencia, ignorancia del medio en que actúa, cambio continuo de residencia y las enfermedades nerviosas.372

369. Ibíd., p. 128. 370. Ibíd. p. 128. 371. María Felicidad cita párrafos de la obra de Sarmiento indicando, en primer lugar que los anormales no deben estar con los normales. Deben estar en centro especiales. Asimismo, aconseja a realizar estudios antropométricos y no descuidar información acerca de los rasgos que puedan suministrarle la herencia. Ibíd., p. 130. 372. Ibíd., p. 130.

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Olaechea nos recuerda que en esta época, el auge de la teoría del evolucionismo, de la supervivencia de las especies más aptas, en las ciencias biológicas, también fue aplicado a las ciencias sociales, como la sociología, la antropología, etc. Por ello no es casual que encontremos una explicación de las “anormalidades” biológicas en la especie humana, como incidente en las “anormalidades” morales e intelectuales. Específicamente, en cuanto al tratamiento de la especie humana, encontraremos terminologías como degeneración y desviación de la raza (desviación respecto a la normal humana).373 La propuesta de María Felicidad en relación a los anormales verdaderos coincide perfectamente con lo enunciado por Olaechea en cuanto al grado de intervención y de clasificación: Los anormales verdaderos o no pedagógicos forman el segundo grupo que demanda, más que el otro, asistencia médica y escuelas especializadas, y que nunca podrán incorporarse al de los normales. Son los sordo-mudos, los ciegos, los lisiados, los idiotas, los imbéciles, etc., etc. Estos anormales son inconfundibles con los anormales pedagógicos, porque su aspecto exterior o sus manifestaciones espirituales les hacen bien distintos a los demás, para pasar inadvertidos en una escuela común. (…) La causas de estas clases de anomalías son: taras hereditarias, alcoholismo, tuberculosis, enajenación mental y otras enfermedades de carácter nervioso.374

Entonces, la proposición de nuestra pedagoga es la de recurrir al Cuerpo Médico Escolar compuesto por clínicos, cirujanos y especialistas (consultorios: oftamológicos, otorrinolaringológico, dermatológico, de clínica general y rayos x, para niños enfermos) quienes con su intervención

373. Olaechea, Belén. “El discurso médico y la normalización de los cuerpos. 1890-1915”. Ponencia. 8º Congreso Argentino y 3º Latinoamericano de Educación Física y Ciencias. Departamento de Educación Física, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. 2009. 374. González, María Felicidad. Misceláneas Paidológicas para padres y educadores…, p. 132.

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pueden y deben contribuir con eficiencia a la selección de los anormales escolares. La atención de este Cuerpo debe ser “fiscalizadora” y su radio de acción se debe extender hasta las más apartadas escuelas. Con la finalidad de cumplir con este cometido por el Estado, los educadores previamente tendrán comunicación con los padres, mandarán la lista de alumnos que necesitan observación médica, para las que cooperarán las Visitadoras375, que deben ser maestras normales con dos años de estudios especiales en la Facultad de Medicina.376 Se puede observar en las ideas de María Felicidad que la higiene, además de ser parte de la rama de la medicina, también es elevada a la categoría de virtud con ropajes siempre encorsetados de pautas morales, donde la limpieza es también limpieza del espíritu. Sin embargo, a pesar de la complejidad del término, el aspecto médico prevalece a la hora de dar sentido al mismo. Por ello, el normalismo como proyecto pedagógico recurrió a la medicina como práctica social para controlar periódicamente el modo de vida de los sujetos, y dispuso de planes y programas que regularon, velaron y registraron el cumplimiento de los mismos. Así, el que no se situaba dentro de la norma era considerado como “desviado”, un “anormal”. En ese sentido, es bueno tener en cuenta que la ideología predominante de la época formulaba una visión integral de las personas. Es decir, la constitución de cada sujeto depende de un equilibrio físico, mental y moral. A partir de esta definición del sujeto, se ha propuesto una educación integral, que incida en estos tres aspectos

375. Aquí podemos notar de qué manera el higienismo incidió en varias profesiones y en ámbitos distintos. En ese sentido, vale recordar que la historia del “Instituto Andrés Barbero” está ligada a lo mencionado. En el año 1939 por un Decreto del Poder Ejecutivo se crea la“Escuela de Visitadoras Polivalentes de Higiene”. Sobre el tema y demás expresiones del higienismo en el Paraguay como la beneficencia, véase: García, Stella Mary. Bases para un análisis del origen del Trabajo Social en Paraguay. Asunción: BASE Investigaciones Sociales. Enero, 1996. 376. Ibíd., pp. 130-131.

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(o ejes). También, al hablar del discurso médico, éste creía que una debilidad física implicaba una debilidad mental y moral. Un claro ejemplo de esta idea fue el estudio que se realizó sobre “el caso petiso orejudo”, donde se le atribuía un grado de idiotez determinado, basados en el tamaño de sus orejas. Esta perspectiva científica dio fundamento a la realización de diferentes estudios antropométricos, donde se vinculaba estrechamente diferentes “anormalidades” físicas con “anormalidades” mentales. Esta visión antropométrica es considerada una forma legítima de clasificación y a partir de estándares estadísticos se establecen los de normalidad y belleza.377

La preocupación por la anormalidad y todo lo concerniente a la raza era tema en boga en los primeros años del siglo XX. En ese sentido, llama la atención un detalle presente en la obra de María Felicidad: la del orejudo. Cabe recordar que uno de los primeros casos de asesinatos en serie que mantuvo en vilo a la sociedad argentina involucró justamente a Cayetano Santos Godino, el “Petiso Orejudo”. Sus actos tuvieron una repercusión mediática, en primer lugar porque sus víctimas fueron bebés y niños pequeños y en segundo lugar porque Césare Lombroso, el famoso criminólogo italiano, afirmaba que ciertos rasgos como la fealdad era uno de los motivos para que un delincuente se vea motivado a matar o robar. Cuando en 1912 fue capturado el “Petiso Orejudo”, lo llevaron a una institución psiquiátrica donde le realizaron diversos estudios. En 1927 fue sometido a una cirugía reductora de sus orejas, ya que creían que debido a su gran tamaño, se producía su idiotismo.378 377. Olaechea, Belén. “El discurso médico y la normalización de los cuerpos 1890-1915”…, p. 6. 378. Es interesante observar de qué manera las ideas positivistas higienistas incidieron en la paidología de la época y en la configuración arbitraria de ciertos rasgos como “amenazas” de un orden social, siempre cercanos a lo delictivo. El positivismo finisecular de José Ingenieros está arropado de características higienistas estigmatizadoras. La idea de “el hombre mediocre” comparte los rasgos del idiotismo, la degeneración y otras “pautas” propias del higienismo. Asimismo, las ideas de Carlos Octavio Bunge y sus estudios sobre la degeneración influyeron de manera importante en la pedagogía de la región.

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Fig. 13 El “Petiso Orejudo”. Foto de la Biblioteca Nacional Argentina.

Un párrafo de Misceláneas asume plenamente la moda de identificar al malévolo teniendo como criterio rasgos del canon fenotípico. Muy frecuentemente se observan en los anormales pedagógicos, estigmas de degeneración: labios leporinos, paladar estrecho, mala implantación de los dientes y cabellos, pabellón de las orejas muy separado del cráneo, seis dedos en las manos y en los pies.379

El degeneracionismo, dice Cecchetto, creía en el carácter hereditario de la enfermedad mental, pero también en que los rasgos patológicos se acumulaban de generación en generación, hasta expresarse de manera abierta en el último representante de la estirpe. Este individuo albergaría en su fenotipo la completa historia de su generación familiar. Por lo demás, la teoría reconocía que una enfermedad inicial podía ser achacada a causas ambientales-sociales, pero pronto estas deficiencias se transferían

379. González, María Felicidad. Misceláneas Paidológicas para padres y educadores…, p. 130.

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a la generación siguiente de manera orgánica y sucesivamente hereditaria, instalándose en el cuerpo y proyectándose hacia lo social.380 Llamativamente, bajo esta propuesta “paidológica” supuestamente varias generaciones de paraguayos y paraguayas se “formaron”. Si el término “formación” implica discriminación, control, estigmatización y administración de proyectos rehabilitadores, entonces la aseveración tiene sentido. Los conceptos de “normal” y “anormal” son constructos instituidos a través del tiempo por concepciones filosóficas no necesariamente dignificantes. De ahí que constituyen un par antagónico que ha tenido repercusiones en la construcción y reconstrucción del cuerpo.381A lo largo de la historia de la educación paraguaya, temas como la pobreza, la explotación, la problemática de la distribución injusta de la tierra, la migración, el criadazgo, la sub-alimentación y otros imponderables que hacen al fondo de la historia misma de los cuerpos, de ningún modo fueron considerados aspectos fundamentales a la hora de esbozar políticas educativas duraderas, significativas y liberadoras. Ahí donde la justicia es administrada de manera negligente y desigual, los cuerpos deben pagar las consecuencias de algún modo. ¿Cómo se explica que en pleno siglo XXI todavía persistan escuelas con infraestructuras del XIX? ¿Este detalle no es anormal? ¿De qué manera las reformas educativas –con unos costos millonarios– contribuyeron a la superación de la pobreza382 y la desigualdad posibilitando la emergencia del ideal higienista de una niñez limpia, prolija y saludable? Es mucho más fácil estigmatizar y así controlar los cuerpos que cambiar el estado de injusticia y otorgar dignidad en igualdad de condiciones. Si la mácula se gestiona desde un lenguaje de relaciones donde el punto

380. Cecchetto, Sergio. La biología contra la democracia. Eugenesia, herencia y prejuicio en Argentina (1880-1940) Mar del Plata: EUDEM. 2008, p. 35. 381. Sosa, Laura Mercedes. “Educación corporal y diversidad…, p. 94. 382. Véase: Ortiz Sandoval, Luis. Educación y Desigualdad. Las clases desfavorecidas ante el sistema educativo paraguayo. Asunción: Ceaduc. 2013.

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central es el hecho de desacreditar al “otro”, de esa manera se logra un dominio sobre su cuerpo. El término normal se popularizó a partir de vocabularios específicos de la pedagogía y la medicina. De esa manera el siglo XIX dispensó ese carácter al prototipo escolar y el estado de salud orgánica. No obstante, tanto la reforma hospitalaria como la pedagógica expresan una exigencia de racionalización que aparece igualmente en la política, como en la economía bajo el efecto del maquinismo industrial naciente que desemboca en lo que se llama “normalización”, entonces, la normalidad y la ideología normalizadora son una construcción en un tiempo y un espacio determinado, fruto de relaciones de desigualdad que permiten a un grupo instalar criterios para delimitar qué es y no es, es decir posiciones hegemónicas que aparecen como únicas e incuestionables.383 La legitimación de “la normalidad” y los efectos de estigmatización en la construcción de un “otro anormal” no se podría constituir como tal en ausencia de alteridad, de otro que lo constituya. En ese sentido, la normalidad se ha inventado a sí misma con una hegemonía en función de crear plácidamente a sus monstruos para “calmar” la propia mismidad, son antídotos de la mismidad.384 Entonces, ¿si el orejudo no estuviese ahí? ¿Quién sería el anormal? Eugenesia y educación La Biología moderna mucho ayudó a los incipientes estados nacionales a imaginar una sociedad libre de “desechos humanos” donde los conceptos de raza y civilización sonaban diariamente como queriendo exorcizarse de la realidad a golpe de insistencia. El buen origen, de ahí eugenesia, es una propuesta que ya se podía apreciar en la República de Platón. Asimismo, ver trazos de eugenesia en cierta literatura utopista del siglo XIX no era inusual. Pero será Francis Galton, primo de Charles Dar-

383. Ibíd., p. 96. 384. Ibíd.

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win, el iniciador de la eugenesia como tal. Luego de haber buscado y encontrado el reconocimiento en el campo de la exploración, la geografía y la meteorología, la lectura del Origen de las especies le llevó a estudiar con más detalles las cuestiones relacionadas a la herencia humana. Galton creía que su primo aportó con su teoría de la selección natural, una interpretación científica del arte de la selección artificial en la agricultura y la ganadería. Por ello se puede notar en sus obras relacionadas a la herencia humana, la insistencia en la crianza selectiva, y solo ella podía lograr los cambios en el comportamiento humano precisos para la mejora de la sociedad.385 El poder del hombre sobre la vida animal, al producir todas las variedades del modo que sea, es enormemente grande, da la impresión de que la estructura física de las generaciones futuras es casi tan flexible como el barro, bajo el control de la voluntad del ganadero. Mi propósito es demostrar con mayor precisión de lo que se ha intentado hasta ahora (por lo que yo sé) que también las cualidades mentales pueden controlarse.386

Galton elaboró una muestra de hombres eminentes (científicos, estadistas, jueces, artistas y eclesiásticos) y calculó la proporción de ellos que eran parientes consanguíneos. Consideró esta proporción muy alta y dedujo de ello que los rasgos mentales y de comportamiento que habían hecho a aquellos hombres se heredaban en familias y se transmitían genéticamente de una generación a otra. Este trabajo le persuadió de que era tarea prioritaria de la investigación científica realizar un estudio más profundo de la herencia humana, y que la política de reproducción humana selectiva, guiada por los descubrimientos de esa investigación, merecía una consideración seria. Entonces publicó en 1869 su obra titulada Genio Hereditario: investigación de sus leyes y consecuencias.387 385. Gordon, Scott. Historia y filosofía de las ciencias sociales. Barcelona: Ariel, 1995, p. 555. 386. Galton, Francis. “Hereditary Talent and Character”. Macmillan’s Magazine, 1865. Citado por Gordon, Scott…, pp. 555-556. 387. Gordon, Scott. Historia y filosofía de las ciencias sociales…, p. 556.

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La obra no tuvo una buena acogida en sus inicios, pero muy pronto se convirtió en indispensable cuando el movimiento eugenésico fue ganando adeptos y defensores en varios lugares del mundo y también en 388 Latinoamérica. Las ideas de Sarmiento acerca de la “limpieza racial” fueron pensadas casi al mismo tiempo que las de Galton. La “solución final” para los gauchos, negros, indios en general y también para el Paraguay, no se alejaba en demasía de la eugenesia negativa, cuyas medidas estaban destinadas a las clases bajas, con el objetivo último de hacerlas “desaparecer”, es decir, limpiar el terreno por el peligro que supone estar en contacto con ellas. Al leer con atención fragmentos de la carta que envió Sarmiento a Mitre, se puede “apreciar” su “desprecio” hacia las razas disminuidas y la urgencia de barrer con ellas para evitar cualquier posible contaminación. Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva y colonial... Son unos perros ignorantes... Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era necesario purgar la tie-

388. Sobre la eugenesia en Latinoamérica, de manera sucinta, véanse: Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo (compiladores.) Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino. Buenos Aires: Siglo XXI. 2005; Armus, Diego (compilador). Avatares de la medicalización en América Latina (1870-1970). Buenos Aires: Lugar Editorial. 2005; Villela Cortés, Fabiola y Linares Salgado, Jorge E. “Eugenesia. Un análisis histórico y una posible propuesta” en Acta Bioethica. Nº 17, 2011, pp. 189-197; Grossi Animat, Amanda. Eugenesia y su legislación. Santiago de Chile: Editorial Nascimento. 1941; Mac-Lean y Estenos, Roberto. La eugenesia en América. México: Biblioteca de ensayos sociológicos. 1952; Noguera, Carlos Ernesto. Medicina y política: discurso médico y prácticas higiénicas durante la primera mitad del siglo XX en Colombia. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT. 2003; Palma, Héctor. Gobernar es seleccionar: apuntes sobre la eugenesia. Buenos Aires: Jorge Baudino Editores. 2002; VV.AA. Primera jornada peruana de Eugenesia, Lima 3-5 de mayo de 1939. Lima: Imprenta La Gotera, 1940.

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rra de toda esa excrecencia humana, raza perdida de cuyo contagio hay que librarse.389

La suciedad era un detalle que obsesionaba a Sarmiento, el autor de Conflicto y Armonía de Razas (1883), el mismo quien propugnó el “blanqueamiento” racial por medio de la inmigración nordeuropea, poco antes de morir, escribió a un amigo: Estoy como un viejo tacho de cobre, limpio todavía, sin herrumbres, pero abollado a golpes.390

Paradójicamente, Sarmiento vivió los últimos meses de su vida en la tierra de los “perros ignorantes”, en el lugar donde los “roñosos” habían resistido, años de una cruel guerra, animada por una “Alianza Civilizatoria”.

Fig. 14 Chalet de Sarmiento en Asunción. Extraída de la Revista Caras y Caretas, Nº 49, año 2, 1899. 389. Sarmiento, Faustino. Carta a Mitre. 1872. Reproducido en El Nacional. 12 de diciembre de 1877. 390. Bernardez, M. “Sarmiento” en Caras y Caretas. Nº 49, año 2, Buenos Aires, 09 de septiembre de 1899.

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El breve tiempo que estuvo en el Paraguay, asesoró al Consejo Superior de Educación para elaborar los planes educativos de aquel entonces y además se involucró en otros temas relacionados al quehacer educativo. Por ello, no es aventurado suponer que varios de los intelectuales paraguayos del siglo XX estuvieran imbuidos de ideas cercanas al positivismo, al darwinismo social y a elementos conceptuales que apuntalaron el discurso eugenista y del higienismo, propiamente dicho. Y es que los temas del siglo XIX, especialmente los suscitados desde la ciencia, fueron cruciales para los debates de inicios y mediados del XX, pues desde la misma, se asumió un poder extraordinario capaz de construir diversas representaciones del mundo junto con formas de intervenir en él. En una época signada por la “fe” en la racionalidad de la conducta humana y la confianza en el progreso ilimitado, surgieron reivindicaciones sociales, muchas de ellas relacionadas a la salud. A los temores del peligroso socialismo se sumaron otras cuestiones preocupantes dentro de la élite dirigente: las llamadas conductas “antisociales”, las cuales integraban el crimen, la prostitución, la locura, las enfermedades de transmisión sexual. Al mismo tiempo, creció la preocupación por el mejoramiento higiénico y eugenésico, lo cual provocó la intervención en el seno de los hogares, la atención del parto, de la niñez. En ese marco, la medicina y la biología, fieles legitimadoras del método positivista, fueron disciplinas que contribuyeron a dar solución a aquellas problemáticas.391

Palazón firma que el racismo es una forma de dominación que viola todos los derechos humanos: se vincula con la explotación de la mano de obra, con la división mundial en centros y periferias, con la división humana en géneros y oficios superiores e inferiores, y se vincula con las

391. Comerci, María Eugenia. “Materializaciones y simbolismos en un espacio público. El caso del Hospital Común Regional de Santa Rosa” en Di Liscia, María Silvia y Salto, Graciela Nélida (editoras) Higienismo, Educación y Discurso en la Argentina (1870-1940)…, p. 217.

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ideologías civilizatorias; adicionalmente, niega la oportunidad que tenemos de enriquecernos con la cultura del otro.392 Y es desde esta línea política que el racismo se propone realizar la eugenesia o profilaxis de la especie según las leyes de la herencia: depurar la progenie, sometiendo o eliminando a los “inferiores” que no se dejan someter. Se plantea como una superación física y cultural de la humanidad, sin que se escuche o se dialogue con los pueblos que se estigmatiza como inferiores y, como tal, dice exterminables –genocidio– o bien sometibles a la cultura superior –culturicidio–.393 Seleccionar, vigilar y dominar En la dinámica del higienismo paraguayo, los intelectuales, políticos y los profesionales de la salud proveyeron conceptos sumamente eficaces en lo que respecta a vigilancia y sujeción corporal. La construcción de un discurso que emergía como indiscutible por su raíz científica ayudó a la generación de una inquietud por parte de las élites que veían de qué manera sus temores acerca de la suciedad se legitimaban desde la academia. Por ello, la presencia de enfermedades, vicios y taras entre los pobres y miserables creó la imagen del “otro”. El “otro” como contrario y ajeno a lo moderno, al avance, es decir, a la vida civilizada. El higienismo arropó a los cuerpos de sospechas y temores, dos razones más que suficientes para vigilar y someter. En el Paraguay higienista (finales del XIX hasta mediados del XX) ocurrió un fenómeno muy distinto a lo acontecido en la Argentina. Si en el país vecino, gracias a la medicalización de las instituciones se estaba forjando un ideal de ciudadano acorde con los nuevos principios de “orden-moral-salud” y que implicaba por un lado, el disciplinamiento en el trabajo, en los hábitos higiénicos, y en los símbolos nacionales, y por otro,

392. Palazón Mayoral, María Rosa. ¿Fraternidad o dominio? Aproximación filosófica a los nacionalismos.UNAM: México. 2006, p. 222. 393. Ibíd.

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el de una ideología, que reclamaba una mejora en las condiciones materiales de vida, como medio de combatir los males epidemiológicos no deseados del proceso de urbanización; en estas tierras caló hondo parte del discurso higienista y de su triada “orden-moral-salud”. No obstante, las condiciones económicas imposibilitaban un escenario homologable al de la Argentina, específicamente en lo que respecta a políticas urbanistas. El Paraguay distaba en demasía de una realidad producto de ciudades como la de Buenos Aires. La preocupación higienista básicamente se centró en la campaña (interior del país) paraguaya. Si bien es cierto que desde el higienismo, se alentó la mejora de las condiciones de vida, sin embargo, como ya advertimos, no constan denuncias y cuestionamientos serios en relación a las dinámicas económicas y sociales dominantes. El análisis de la distribución y acumulación de la riqueza no aparecía como factor importante en el horizonte higienista. No obstante, sí pedían transformar el rol del Estado pero como “tutores de pobres” mediante el traslado de la “filantropía privada” al “área estatal”.394 Eugenie Desde este panorama y teniendo como escenario la importancia atribuida a la eugenesia y al higienismo, a continuación pasaremos a revisar un escrito titulado Valor social de la salud de Justo Prieto.395 En la obra, el autor parte de un análisis sucinto de la idea de progreso insinuando que no es otra cosa que el ideal de perfección a lograr, merced a una evolución y no como producto de una simple transformación. Y las

394. Álvarez, Adriana. “Hacia un balance historiográfico de la salud pública. Las pestes y las enfermedades en la Argentina de fines del siglo XIX” en Anuario Colombiano de Historia. Social y de la Cultura. Nº 26, 1999. 395. Político e intelectual paraguayo (1897-1982) Fue catedrático de sociología de la Universidad Nacional de Asunción y de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Ejerció el cargo de ministro de Educación y Justicia, además fue rector de la Universidad Nacional de Asunción.

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causas para la consolidación del progreso son varias, Prieto las agrupa en vitales y sociales.396 Luego de hacer un breve repaso de algunas ideas de pensadores como Spengler y Sttodar, fija su interés en Francis Galton. Considera que el inglés es el adalid de la nueva intelectualidad y que gracias a su trabajo la moderna eugenesia pudo adquirir relieves científicos a fin de incidir sobre los germo-plasmas que serían, según Prieto, algo así como la materia prima de la vida. No obstante, la eugenesia no podría responder de manera eficiente las aspiraciones de los que ven en la salud un factor de civilización, pues quedarían fuera del ámbito de la eugenesia los sectores “sanitariamente inferiores” de la sociedad.397 Estos interesarían poco como elementos de selección en razón de ofrecer una precaria perspectiva de utilización por las deficiencias físicas y mentales de los individuos, los cuales, abandonados así a su suerte, irían transmitiendo sus taras a sus descendientes, formando estos un bloque pernicioso frente a esa élite pletórica de salud y de vida que se obtendrían, por los procedimientos eugenésicos, de los elementos sanos.398

Prieto continúa con su indagación y sostiene que desde la Biología se pueden considerar las taras, las predisposiciones y aún las degeneraciones efectivas como insignificantes y que las mismas podrían ser desarraigadas de los germo-plasmas, mediante procedimientos adecuados durante generaciones. Surge así la acción del médico o del higienista quien al recurrir a métodos curativos intensivos y radicales, aplicables no solo a la colectividad en general, sino también a casos especiales de trascendencia en la formación futura del ser, en cuanto ellos puedan serle eficaces gracias a su aplicación antes del nacimiento, ayuda a obtener un ser apto para la vida.

396. Prieto, Justo. Valor social de la salud. Montevideo: Imp. Administración de Lotería. Ministerio de Salud Pública. República Oriental del Uruguay. 1939, p. 9. 397. Ibíd., p. 10. 398. Ibíd.

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El autor manifiesta, sin embargo, que para obtener un ser apto para la vida, existen implicancias varias como la lucha contra adversarios poderosos como son las leyes de adaptación, herencia y selección que se originaron en la Naturaleza, la cual no entregará fácilmente sus secretos a la curiosidad científica y al poder humano demasiado exiguo frente a ella. Precisamente por esa importancia en que el hombre se encuentra frente a esas leyes, como ante todo lo misterioso, se ha caído en una serie de errores, de confusiones y de exageraciones que han originado numerosas derivaciones inexactas que fluyen de tales leyes. Para el logro del objetivo, los biólogos se han fundado en principios generales y los eugenistas en observaciones y descubrimientos ya más definidos. Entonces, corresponde por excelencia al médico reflexionar los métodos a seguirse, mediante la clínica y la higiene, porque si a aquel interesa preponderantemente conservar la parte sana de la comunidad, a esta preocupa la recuperación de los que quedan a la saga.399 Por su parte, el sociólogo también se muestra preocupado ante esta situación. A él corresponde, según Prieto, proponer un sistema de previsión social a fin de ofrecer a cada ciudadano la seguridad de que su salud es importante. Y manifiesta esto, pues: Considerando a los enfermos físicos y mentales como un vasto ejército de inadaptados que conspira contra la estabilidad social, y que de tiempo en tiempo recibe el aporte de las epidemias o de las grandes convulsiones sociales, especialmente económicas y políticas, minando la salud pública, no solo en cuanto pueda ser combatida por la ciencia sino también por la leyes represivas, concibe como indispensable la implantación de un sistema de previsión social, fundado en una nueva ordenación de los elementos de progreso.400

Luego de reivindicar el poder de los médicos y considerar que la eugenesia no basta para dar soluciones de alcance global, Prieto analiza la

399. Ibíd. 400. Ibíd., pp. 10-11.

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importancia de la Salud desde la óptica de la economía, el derecho, la política, la psicología, la demografía y la moral. No revisaremos cada una de ellas, nos fijaremos únicamente en el valor moral de la salud y en la salud como factor demográfico para mostrar el grado de paternalismo, sujeción corporal a la que eran sometidos los cuerpos “enfermos”, “sucios”, “malos”, “degenerados”. Dice nuestro autor que la salud al ser un valor moral, es una virtud que debemos practicar. No hay enfermedades vergonzosas sino en razón de la indolencia que la origina o la conserva. El enfermo debe considerar al médico como un confesor a quien un pecador acude presuroso en busca de absolución, y al medicamento como el agua del Jordán. La enfermedad es una inmoralidad por el contagio siempre inminente de algunos como por sus consecuencias perturbadoras en los ámbitos personales y en las costumbres sociales. Solamente un hombre sano tiene una conciencia limpia y sus actos son altruistas. Al lado del precepto “Ayúdate” de Smiles, debe figurar otro: “Cúrate”, y más práctico que el precepto socrático “Conócete a ti mismo” sería este otro: “Conoce tu organismo”.401

La completa identificación entre el enfermo, el sucio y el degradado moral se confunde en la visión de Prieto cuando afirma: Tanto el alma como el cuerpo de un enfermo puede ser foco de infección.402

En el apartado dedicado a la salud como factor demográfico, el autor es categórico al afirmar que el progreso de una sociedad depende de su vitalidad. El totalitarismo subyacente en sus apreciaciones se desborda al decir que no es válida cualquier vitalidad, sino la fuerza del individuo

401. Ibíd., p. 11. 402. Ibíd., p. 12.

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con una exacta conciencia de su valor demográfico y su “pertenenciasujeción” a una horma establecida por el “espíritu nacional”. (…) porque se siente un elemento integrante de la comunidad ante la cual se considera con una obligación: la de contribuir, usando de la plenitud de su vida física, para mantener la cohesión material, defendiendo sus fronteras, y la cohesión moral mediante el mantenimiento de los ideales colectivos, de las tradiciones, en una palabra, conservando el espíritu nacional.403

El discurso de Prieto muestra la manera en que el cuerpo debe ser disciplinado, controlado, vigilado desde un constructo sin sentido pero profundamente autoritario. El misterioso “espíritu nacional” legitima la intervención social desde la práctica de la higiene pública, la eugenesia, la puericultura, instituciones como Gota de leche, todas ellas signadas por una clara medicalización de la sociedad. En definitiva, la construcción –o el intento– de una “nacionalidad” desde los hilos del higienismo fue irreversiblemente, el bastimento de tecnologías de dominación y sujeción corporal donde la limpieza y la profilaxis se tomaron de la mano. Talak nos recuerda que la idea de preservación de la sociedad como un todo, más allá de la simple suma del bienestar de cada integrante individual, puso en primer plano las nociones de higiene y profilaxis como metas inherentes del nuevo modelo médico. Sin embargo, mientras la noción de higiene estaba asociada al mejoramiento de las condiciones ambientales para evitar o minimizar la aparición de enfermedades o anomalías en la sociedad presente, la noción de profilaxis aludía a las intervenciones que buscaban a través de medios selectivos desterrar en el presente elementos perniciosos para la sociedad futura (eugenesia).404 Foucault afirma que hasta mediados del siglo XX la función de garantizar la salud de los individuos significaba para el Estado, esencial403. Ibíd., p. 12. 404. Talak, Ana María. “Eugenesia e higiene mental: usos de la psicología en Argentina (19001940)” en Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo (compiladores.) Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino…, p. 564.

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mente, asegurar la fuerza física nacional, garantizar su capacidad de trabajo y de producción, así como la de defensa y ataques militares. Hasta entonces, la medicina estatal consistió en una función. Orientada principalmente hacia fines nacionalistas, cuando no raciales.405 Alcoholismo y reforma social La miseria de amplios sectores de la sociedad, especialmente la campesina, fue objeto de análisis por parte de instituciones del Estado y de muchos intelectuales de inicios del siglo XX. Justo Pastor Benítez406 fue uno de los que reflexionaron acerca de las terribles consecuencias del temido vicio. Para el intelectual liberal, el alcoholismo es la causa de la miseria y no una consecuencia de la misma. La línea de su argumentación es consecuente con la de la época donde la solución pasaba por la superación de estas lacras acentuando la acción filantrópica o caritativa y arguyendo incluso, la necesidad de una verdadera “reforma social”. Es bueno recordar, siguiendo a Quintanas, que para el higienista, la sociedad era concebida como un organismo vivo, con sus propias características anatómicas y fisiológicas. Entonces, las patologías sociales serían todas aquellas alteraciones del orden político, económico y moral vigente que se consideraba que, de alguna manera, perjudicaban el estado de salud de la población: desde el alcoholismo, el nicotismo y la prostitución, hasta la mendicidad, la vagancia, la criminalidad, el suicidio, la ignorancia o el fanatismo, pasando por el caciquismo, el pauperismo, las huelgas, los motines y las revoluciones. En todas estas situaciones, se entendía que se estaba rompiendo el equilibrio necesario para conservar la salud, tanto del organismo social como del individual.407

405. Foucault, Michel. “La crisis de la medicina o la crisis de la antimedicina” en OMS/OPS. Medicina e historia. El pensamiento de Michel Foucault. Washington. 1978, p. 18. 406. Benítez, Justo Pastor. Ensayos sobre el liberalismo paraguayo. Asunción: Archivo del Liberalismo. 1988. 407. Quintanas, Anna. “Higienismo y medicina social…, p. 278.

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Sin embargo, al parecer, la verdadera preocupación de los higienistas no era tanto la penuria de medios con sus inevitables secuelas de alimentación insuficiente, vivienda insalubre, fatiga prematura y desplazamiento de la mujer y de los hijos que engendran la enfermedad en la familia obrera y la degeneración de la raza; sino la disminución de la capacidad productora colectiva, lo que, en último término, representa una pérdida cuantiosa del capital nacional en vidas y haciendas. Hay, pues, tres elementos interesados en la resolución del problema: el obrero que pierde la salud y la existencia, el patrono que no obtiene del capital el debido rendimiento y el Estado que, nutriéndose de una y otra raíz, no puede prosperar y engrandecerse si ambas caducan. Los tres necesitan colaborar en la obra común, porque los tres son, en definitiva, los beneficiarios directos del provecho.408 Al respecto, Warren considera que en la posguerra, las actividades sociales de las clases pudientes merecían una amplia cobertura de la prensa, sin embargo, esa misma prensa ignoraba por regla a las clases rurales, exceptuando a quienes deploraban la pereza e improvidencia de las masas y las exhortaba a trabajar con devoción.409 Los intelectuales no se cansaban de repetir ¡manos a la obra!, aunque dejando a otros la tarea de poner en práctica el lema.410

En un apartado intitulado Venenos de la raza, Benítez manifiesta que: La grata impresión que se experimenta al viajar por la campaña ante la belleza y variedad del paisaje, el espectáculo de la labor fecunda y alentadores síntomas de progreso, se neutraliza por algo que entristece y duele: el alcoholismo. He ahí la plaga, flagelo devorador como el acridio, más duro que la sequía, cruel como las

408. Ibíd. 409. Gaylord Warren, Harris. Paraguay y la Triple Alianza. La reconstrucción del Paraguay, 18781904…, p. 447. 410. Ibíd.

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revoluciones, temible como la peste, repelente como un crimen. No se transita un kilómetro sin encontrar al paso la infame “banderita blanca”, burdel campesino donde no hay sino caña.411

La preocupación de Benítez se entremezcla con elementos de economía y moral. Las fuerzas físicas y la producción económica del campesino se diluyen en la copa del aguardiente, según nuestro autor. Allí naufragan su dignidad, su hogar, su moral, allí está la suprema causa del atraso, de la miseria.412 Toda posible reforma social, todo atisbo de progreso, serán inútiles si no se elimina con energía reprimente el alcoholismo de los campesinos. Espanta el daño que está causando, asustan las proyecciones sociales, fisiológicas y económicas que ha de tener el flagelo si no se le pone valla. Como el aceite, ese alcohol venenoso va infiltrándose para infestar al último agricultor y arruinar el último hogar. Hay pueblos en los que el espectáculo de la ebriedad es permanente, normal, cotidiano. A nadie molesta. Se han aflojado todos los resortes: se proclama el fatalismo, la imposibilidad de lo irremediable y se sigue bebiendo. ¿No habrá arma divina o humana con qué combatirlo? ¿No se pondrá alguna vez la mano en la llaga?413

Por su parte, las reflexiones de Genaro Romero como director de Tierras y Colonias asumen la preocupación del gobierno de aquel entonces por llegar a los campesinos, no por medio de una atención efectiva, sino gracias a una publicación gratuita de nombre Cartilla informativa. Los folletos que aparecían abordaban temas varios como la anquilostomiasis, la viruela, el sarampión, tuberculosis, tétanos, gripe. Asimismo, se encargaba de instruir a los campesinos para hacer frente a las picaduras de insectos como piques y arañas. Además de mordeduras de serpientes, perros

411. Benítez, Justo Pastor. Ensayos sobre el liberalismo paraguayo…, p. 112. 412. Ibíd. 413. Ibíd., pp. 112-13.

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rabiosos, intoxicaciones en general y muy especialmente el problema del alcoholismo. A manera de una pragmática general, los folletos eran repartidos con la intención de hacer frente a las muchas necesidades del campesino quienes debían sortear los imponderables en ausencia de personal sanitario suficiente e infraestructuras debidas, a lo largo y ancho del país. Un periódico (El Liberal) de aquel entonces reprodujo parte de lo expresado por Romero en una de sus Cartillas. Como se podrá notar, persistían la idea y la imagen de la suciedad como corolario de la ignorancia y la indolencia. Varias enfermedades en complicidad con la ignorancia, la despreocupación y la pobreza causan el debilitamiento y la ruina de nuestra población rural. La mayoría sería curable si se preocupara de educar más la voluntad y la indolencia de los campesinos, si se dieran a conocer más esas enfermedades, sus peligros, sus consecuencias y sus modos de evitarlas.414

Romero compiló las expresiones vertidas en los periódicos de la época que resumían los contenidos de los folletos que periódicamente aparecían. Específicamente, uno de ellos, abordó la anquilostomiasis en los siguientes términos: Está demostrado por observaciones científicas que los niños que padecen de anquilostomiasis se desarrollan de una manera muy pobre, tanto físicamente como en lo moral. Y si esto es así, como en verdad lo es, ¿qué podemos esperar de esos miles de niños anquilostomiásicos diseminados por toda la república? Tales niños, pálidos, panzones abotagados o enclenques, son sin embargo los jefes de las futuras familias, los agricultores del porvenir, la esperanza de la patria…Y esas son las condiciones en las que crecen todos los niños de nuestros agricultores.415

414. Romero, Genaro. Cartilla Informativa. Informaciones para los agricultores. Asunción: Imp. Lit. M. Brossa. 1923, p. 45. 415. Ibíd., p. 48.

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Está claro que el interés de la prensa en promocionar los folletos no pasaba por denunciar la situación de injusticia a la que eran sometidos miles de campesinos y sus respectivas familias. En el Paraguay de los años 20, la gran preocupación de la clase explotadora distaba en demasía de la salud de los hijos indefensos de los campesinos o de las condiciones insalubres en que vivían. La verdadera y única preocupación era que: Esta enfermedad de los campesinos es uno de los más serios obstáculos con que tropieza el desarrollo agrícola y económico de la nación.416

Si en los folletos se desgranaban ideas, decálogos y mandatos, su finalidad última consistía en disponer de un cuerpo sano para seguir produciendo en beneficio de otros. De ahí la importancia del higienismo como brazo ejecutor de prácticas y hábitos “saludables”. El aseo en la casa y sus alrededores es indispensable como medida y costumbre higiénica ; el barrido en las casas alegra; porque una casa sucia entristece, y disgusta, y nos da mala idea de sus dueños o habitantes. El aire que se respira en las casas o habitaciones aseadas es saludable; y el de las casas desaseadas es enfermizo o mal sano.417

Higiene del matrimonio El famoso divulgador Peratoner dice en su obra Higiene y fisiología del amor en los dos sexos que la higiene es un sistema de altas previsiones que abarca todos los actos de la vida.418 Por ello, desde el horizonte higienista,

416. Ibíd., p. 48. 417. Ibíd., p. 18. 418. Peratoner, Amancio. Higiene y fisiología del amor en los dos sexos. Afrodisia y Anafrodisia los dos polos de la pasión amorosa, consejos útiles; Hermafrodismo y hermafroditas en la especie humana, hechos curiosos, errores graves sobre el particular. Ampliación refundida del libro de igual título del Doctor A. Debay, con copiosos extractos de la obra célebre del profesor F. Ronband



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todo lo relacionado al sexo necesariamente debía ser reglado y vigilado desde unos parámetros construidos culturalmente y a su vez legitimados, desde criterios emanados del gremio médico. En ese sentido, la gestión del cuerpo no podía significar un asunto individual. Entonces, todo aquello que se salía de la norma era propenso a la degeneración de la moral individual y social (el hermafroditismo, las enfermedades venéreas, la masturbación o el libertinaje). Al ser el coito un medio para la reproducción y nunca un fin en sí mismo, los médicos higienistas argumentaron a favor del amor como potencia genésica. La lógica higieno-panopticista arrincona al cuerpo una y otra vez al punto de controlarlo hasta en los más nimios detalles de su intimidad. En esta línea, vamos a revisar un texto titulado Higiene del Matrimo419 nio de Eduardo López Moreira. Bajo el auspicio de un destacado higiniesta paraguayo de inicios del siglo XX, David Lofruscio,420 nuestro autor urde un discurso radicalmente higienista y expone las razones “científicas” del mismo. Tal como habíamos advertido, el higienismo ha dado las herramientas para que la élite instale y despliegue sus criterios y así delimitar lo debido y lo indebido. Desde criterios hegemónicos producto de una medicalización, aparecen los mandatos de los médicos como únicos e incuestionables. En este caso, el que expone la razones higiénicas es todavía un estudiante de medicina, pero ya adopta la postura y actitud propia de un higienista de inicios del siglo XX. Warren cita las impresiones de un cónsul general brasilero quien al terminar la guerra ansiaba que la civilización se asiente en el Paraguay de



concernientes a la impotencia genital por Amancio Peratoner. Barcelona, La Moderna Maravilla, gran casa editorial, Establecimiento Tipográfico de los Sres. de N. Ramírez y C.ª: Barcelona. 1880, p. 213. 419. López Moreira, Eduardo. Higiene del matrimonio. Conferencia dada en el “Centro de Estudiantes de Medicina”. Universidad Nacional de Asunción. Talleres Nacionales de H. Kraus: Asunción. 1903. 420. Lofruscio, David. Higiene pública y privada. Asunción: Universidad Nacional de Asunción-Talleres Nacionales de H. Kraus. 1903.

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una vez por todas y para el efecto recurrió –como siempre acontece– al cuerpo y a la moral para refrendar su anhelo. (…) la característica del orden social sobre la cual se asienta la familia no es el casamiento religioso católico, sino el concubinato de todos. Incluso omitiendo cualquier otro factor, éste solo manifiesta y explica la debilidad y el atraso de una nación condenada a perecer si no la rescata de la decadencia moral en que está sumida una fuerte corriente civilizadora.421

Quizá por ello, la importancia de la higiene –en este caso del matrimonio– como política pública por encima de los usos privados. López Moreira es categórico al expresar lo siguiente: No solo debe interesar a quienes lo tengan que poner en uso, sino que también al Gobierno, puesto que de ello se tiene el resultado del adelanto de un país y lo fuerte de un ejército, porque la constitución buena de sus soldados hará que puedan resistir a las vicisitudes propias de la milicia.422

Puesto que el centro de interés del texto es el matrimonio, la premisa a indagar es el concepto que el autor tiene acerca del amor. En la antigüedad, se consideraba generalmente al amor como lo consideran hoy los fisiólogos y los médicos; es decir, como un deseo imperioso, análogo al del hambre, la sed, la respiración, etc., pero sublime porque tiende a la reproducción de la especie, al aumento de la población, y por lo tanto, al mayor poderío de la patria.423

421. Gaylord Warren, Harris. Paraguay y la Triple Alianza. La reconstrucción del Paraguay, 18781904…, p. 451. 422. López Moreira, Eduardo. Higiene del matrimonio…, pp. 3-4. 423. Ibíd., p. 4.

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Como se podrá notar, el cuerpo queda totalmente relegado a las necesidades de la patria en función a la estadística demográfica. No obstante, desde el punto de vista de la moral, los vicios y las “pasiones impuras” gracias al matrimonio quedarían moderadas, pues la unión es sinónimo de “perfectibilidad humana” según el autor. Una vez ofrecidos los argumentos a favor del matrimonio y de su necesidad como estrategia a favor de la demografía, el texto se aboca al punto inicial de la cuestión: la selección de la pareja. Para cumplir con esta ley, es necesaria la elección, no respecto a la hermosura, a la riqueza sino a la edad requerida para la unión, los estados morbosos y condiciones morales para cada uno.424

Considera nuestro autor que ordinariamente los matrimonios desproporcionados (en edad) son tristes e inmorales, razón que debe mover a las autoridades a legislar con la finalidad de prohibir estas uniones y evitar malformaciones de fetos en caso de darse la fecundación. El siguiente punto es más que interesante y tiene que ver con el temperamento de los futuros esposos. Una completa vigilancia corporal también debía tener en cuenta “el genio” a fin de evitar complicaciones. Muestra clara de la poderosa y profunda intromisión del higienismo en la vida de las personas. (…) es necesario también tener presentes los diferentes temperamentos. Se ha observado que la unión del bilioso al linfático, del sanguíneo al nervioso, etc., dan niños llenos de fuerza y salud con un temperamento o de una idiosincrasia menos dispuesta a los vicios físicos y morales que los padres hayan podido tener.425

424. Ibíd., p. 4. 425. Ibíd., pp. 5-6.

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Avanzando en la lista de los mandatos de López Moreira, el siguiente ítem a considerar es la presencia de enfermedades en los futuros esposos. El permitir que se unan y se confundan predisposiciones enfermizas, es favorecer y fomentar el desarrollo de afecciones, tanto más rápidas y graves, por cuanto encuentran un terreno virgen dispuesto a fecundarlas y a perpetuarlas.426

Como habíamos visto anteriormente, la eugenesia se refiere básicamente al buen nacimiento. Entonces, una de las preocupaciones centrales de los defensores de la misma era la de propiciar “parejas correctas”. Aquellos “bien nacidos” estaban habilitados a dejar descendencia, no así, los “mal nacidos”. La creencia firme que la gente inclusive heredaba rasgos de comportamiento como la criminalidad al igual que se hereda el color de los ojos, propició un discurso sumamente violento, pues situó a los inferiores entre los no deseados genéticamente y a los aptos para dejar descendencia. La siguiente exclamación sintetiza toda la fuerza de lo mencionado: ¡Qué crimen social no sería, la unión de individuos de taras tuberculosas o sifilíticas, o bien que sufran estas mismas enfermedades!427

Como es de notar, la “enfermedad” está muy presente en el imaginario médico de la época. El “mal” que atenta contra un “orden” anhelado debe ser evitado para así impedir más degeneraciones, malformaciones, taras, entre otros males. Sin embargo, en ningún apartado López Moreira plantea las condiciones insalubres de las instalaciones sanitarias a lo largo y ancho del país. En el momento que ofrecía sus recetas para los futuros casados, una gran

426. Ibíd., p. 6. 427. Ibíd., p. 6.

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parte del país se encontraba con graves problemas de uncinaria, desnutrición, disentería y una ausencia total de políticas públicas a favor de la promoción de gestión de excretas, sistemas de redes de agua potable, alcantarillado, etc. El “discurso” citadino nunca coincidió con las necesidades del campo y no podía, pues no conocían a cabalidad la cruda realidad los que desde un atril proferían ideas como: Hay que también tomar en consideración, si la mujer tiene la aptitud necesaria para el parto, especialmente en las que son pequeñitas, endebles, cojas, mal formadas o raquíticas.428

Continuando con el registro de la obra, un detalle llama la atención por lo inusitado de la cuestión. La sugerencia de nuestro autor de limitar el noviazgo es argumentada de la siguiente manera: Entre jóvenes ardientemente apasionados el uno del otro, y que se ven todos los días, hay un peligro real en la prolongación desmesurada de esta situación; así es que se les ve enflaquecer de día en día, ponerse pálidos y desmejorarse, sobre todo a la joven, al cabo de tantos meses de entrevistas diarias, que son verdaderas pruebas incompatibles con la continencia. Todo esto es un motivo para que cuanto antes se realice la unión, si no se quiere exponerlos a que pierdan su virtud, o a lo menos, que pierdan su salud.429

Una vez “controlado” y “vigilado” el tiempo de noviazgo, debe cuidarse con detalles el día de la boda, pues podría coincidir la misma con la “regla” de la mujer o a raíz de la presión propia del casamiento, hacer que la misma se precipite. Por eso, nuestro autor recomienda: Así el momento o la época más favorable para la celebración de la unión, es el día intermedio entre una y otra menstruación.430

428. Ibíd., p. 7. 429. Ibíd., p. 8. 430. Ibíd., p. 8.

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Una vez que se fije la fecha de la boda y la misma hubo acontecido, el esposo deberá portarse la noche de la unión de una manera “adecuada”: (…) el hombre no se debe exaltar por los deseos genésicos, se portará con calma, puesto que la joven esposa tendrá su espíritu agitado a causa del cambio repentino de estado (…)431

Una vez consumado el acto, López Moreira es categórico al afirmar que se debe tener muy en cuenta los preceptos de la Higiene del matrimonio, los cuales cita y son: Ser siempre moderado, no abusar de los placeres sexuales, como también tener como hora más adecuada la noche, puesto que es el momento en que las fuerzas gastadas durante el día son recuperadas. Se sabe que la erección es más fácil por la mañana al despertar, cuando la vejiga se halla distendida por la orina acumulada durante la noche: en efecto, esta distención provoca una compresión en los plexos venosos situados entre la vejiga y el pubis y que se continúan con la vena dorsal del pene. No por la facilidad de erección a esta hora se debe utilizarla, porque después no existe tiempo suficiente para descansar de la fuerte sacudida que experimenta el sistema nervioso.432

La masturbación es un punto importante dentro del horizonte médico higienista; el mismo ha sido objeto de múltiples estudios.433 Al ser la cópula con fines reproductivos, liberar el esperma adecuadamente es la parte política del “acto sexual” y es allí donde los higienistas vigilan a fin de evitar contratiempos. La masturbación constituye una pérdida y los efectos de tan nefasto hábito deben ser, según la perspectiva higienista, necesariamente perjudiciales para la salud. Al evitar la procreación, la 431. Ibíd., p. 8. 432. Ibíd., p. 9. 433. Véase un interesante análisis del tema en: Laqueur, Thomas W. Vicio solitario. Una historia cultural de la masturbación. Buenos Aires: FCE. 2007.

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masturbación, masculina o femenina, se presenta como un mal que es al mismo tiempo social y público, pues es producto de un vicio y, por ende, atenta contra la perpetuación de la especie. López Moreira se refiere a la masturbación como “fraude en el cumplimiento de las funciones genésicas”. Considera que estas prácticas innobles pueden provocar en las mujeres todas las enfermedades del aparato generador, desde la simple inflamación hasta las degeneraciones y desorganizaciones más rebeldes. Al lado de estos accidentes en los individuos, debemos mencionar los peligros y los inconvenientes para las familias y la sociedad. Uno y otro esposo se acostumbra a la orgía, al vicio, y esto conduce naturalmente a la inconstancia, a la infidelidad, al adulterio: se desmoraliza la mujer, y si casualmente llega esta a ser fecundada, los hijos vienen al mundo en graves condiciones físicas y morales.434

Como ya habíamos mencionado en varios apartados anteriores, la situación socioeconómica del Paraguay de inicios del siglo XX pasó factura a los cuerpos y caló profundamente en la piel de hombres y mujeres a través de enfermedades, parásitos y una larga lista de necesidades. Sin embargo, esa triste realidad a los ojos de un estudiante de medicina de aquella época era explicada desde el vicio y la maquinación innoble de la masturbación. ¡Quién sabe si esos niños débiles y enfermizos, que tanto abundan en la sociedad moderna, son fruto de esos actos incompletos y anormales en que la naturaleza ultrajada parece impotente para formar seres perfectos! ¡Quién sabe si, privada momentáneamente de su fuerza plástica y creadora, la naturaleza crea algunas veces anomalías y monstruosidades por defectos!435

434. López Moreira, Eduardo. Higiene del matrimonio, pp. 12-13. 435. Ibíd., p. 13.

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A MANERA DE CONCLUSIÓN Piko aipo ñamanórõ añete ñuatind¤gui ñasfi ha jaha jaipykúivo añaretã. Será que cuando muramos saldremos del abrojal para irnos directamente al Infierno. TEODORO S. MONGELÓS (poeta paraguayo)

Más allá del higienismo Llevamos a cuestas una historia que nos ha condicionado en demasía con respecto a los otros. Nos resistimos a creer que la verdad, la belleza y el bien puedan vivir fuera de las fortalezas de la tradición y la norma. Allende de lo que consideramos válido, útil y adecuado, nada hay para nosotros. Sin embargo, en los suburbios, en los “límites de nuestro lenguaje y de nuestro mundo”, existe un universo que pone a prueba todo el constructo que sustenta nuestras certezas y que defendemos de manera apasionada. ¿Tamaña realidad podría subvertir la manera que administramos nuestra historia ante la variedad de realidades cotidianas alternativas? Desde la mierda hemos arrinconado a los más débiles, pero al mismo tiempo también fuimos acorralados por los dadores de civilización. Hemos construido una frontera interior entre nosotros y los otros han erigido barreras a base de prejuicios que nos cuesta –y les cuesta– franquear. Figari dice que la diferencia en sí misma encierra el germen de la abyección aunque no necesariamente siempre la contiene. 249

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Todo proceso de diferenciación supone una ontologización en términos binarios, lo cual a su vez se expresa en términos de semantización de opuestos. La subalternización supone relaciones en posición de alteridad en las que el “otro” siempre es construido por el grande-autre, en cuyo mirar el sujeto se identifica. La relación de alteridad formulada en los términos “Otro-otro” (denominada othering por Gayatry Spivack) especifica la dialéctica de autoconstrucción del Otro dominante en la medida que produce los “otros” sujetos subalternos (Spivack, 1985). Lo otro subalterno no solo se formula en términos represivos/prohibitivos, es decir, aquello que no se debe o no se puede, sino y básicamente como generación de la otredad sobre la que reposa mi propia generación. Necesito de un otro que afirme mi existencia, en la negación de la suya propia. Mi duplo no es un otro per se, sino mi reflejo. Solo puedo verme a mí mismo en el otro diferente. En su/mi represión lo creo. No está fuera de mí, porque constituye mi exterior constitutivo. Más bien el otro me funda. Por eso no puede “igualarse”. Debe seguir siendo la ausencia que marca mi presencia en el mundo; de allí el antagonismo y la violencia de la diferencia.436

Cuando escribía este libro y comentaba a mis amigos el porcentaje importante de paraguayos y paraguayas que todavía al día de hoy recurren a la letrina común (y al avati igue o mazorca de maíz sin granos que se utiliza como si de papel higénico se tratara) en ausencia de una red nacional de alcantarillas, la mayoría de las respuestas que recibí como retorno a mi inquietud estaban vilmente trasvasadas de asco y desprecio. Si la mierda y todo lo que ella genera ha estado ahí siempre ¿cómo es que desde la academia no nos dimos cuenta durante tantos años?, preguntó un colega. Lo abyecto siempre nos acompañó, sin embargo, el coraje para abordarlo, no. Así, nos vimos imposibilitados en imaginarnos que la “belleza” también podría asomarse en los labios de un apestado Pychaichi o en la puesta de sol en los vertederos de Cateura. Ahí, en el lugar donde mora la sucie436. Figari, Carlos Eduardo. “Las emociones de lo abyecto: repugnancia e indignación”…, p. 132.

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dad, imaginamos todo, menos belleza. Hemos, en nombre del higienismo, instalado en los lugares más carenciados una poderosa trampa llamada: vergüenza. Vergüenza al estigma de lo sucio, del olor, de vivir cerca de los residuos o juntando residuos. Vergüenza a la pobreza, al desempleo, a la mancha de la vagancia. Pero no hemos desarrollado ningún tipo de retraimiento a la hora de aceptar, sin más, situaciones de desigualdad y explotación sostenida.

Fig. 15 Orquesta de Cateura. Foto extraída del perfil de Facebook de la Orquesta de instrumentos reciclados de Cateura. 2013.

Sin embargo, en el Paraguay de hoy, alejado de aquellos tiempos higienistas, la Orquesta de Cateura suena orgullosa con instrumentos reciclados. La estética contenida en el esfuerzo y la dignidad hace de la misma el ejemplo más vivo de que con voluntad, conocimiento y organiza-

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ción, siempre nos situaremos por encima de nuestras limitaciones y más allá de los miedos que han sido introyectados en nuestros cuerpos. Pero si persistimos en dejarnos llevar por las rémoras del higienismo, la suciedad hará que seamos más sucios, pues nos rebajaremos con infamia a la condición de disminuidos. Los chicos y chicas de la orquesta reencantaron su mundo con sonidos redimidos del olvido, del desecho, del fin último; de la mismísima mierda. Hoy, el mundo disfruta y admira el talento, la valentía y la firmeza de estos jóvenes. Nosotros, qué orgullosos lucimos nuestras mejores galas (material) cada verano, ¿con qué música haremos revivir las aguas del lago Ypacaraí? ¿Encontraremos las notas para acompasar la contaminación de nuestras aguas subterráneas? ¿Qué sinfonía nos hará vibrar cuando acusemos recibo de tanto abuso al matar cientos de hectáreas de bosques diariamente y ensuciar el ambiente en ausencia total de políticas públicas sustentables? ¿Llegará el día en que, más allá de la impronta heredada de un higienismo verticalista y panopticista, las miradas coludirán hacia el que atenta contra su entorno y la fuerza de la mayoría hará que la vergüenza se instale como castigo en el que contamina pudiendo evitarlo? ¿Invertiremos en infraestructuras básicas como sistema cloacales a la hora de construir nuestros espléndidos edificios? Asimismo, ¿los recicladores se sentirán valorados por una sociedad que en breve entenderá la importancia de gestionar los desechos con responsabilidad y actitud solidaria? Una cosa es vivir en la más absoluta indefensión a consecuencia de un estado injusto y negligente llegando a precisar oportunidades reales previstas no siempre por políticas públicas encaminadas hacia una vida mejor. Y otra muy distinta, la actitud irresponsable y caprichosa del ciudadano medio con estudios secundarios –o incluso universitarios– que ensucia su hábitat en ausencia total de una conciencia y respeto hacia el entorno y hacia los demás. Me atrevo a decir que la belleza como una esperanza de pronta concurrencia, es posible. Acontecimiento presente con proyección hacia futuro donde la pluralidad de voces distintas sonarán en un horizonte próxi-

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mo. La belleza es tiempo que se espera viviendo con dignidad. Ahora bien, si consideramos la belleza como vivencia, la verdadera lucha es la que debemos entablar a favor del bienestar, pues ella es más que lícita y necesaria.437 Bienestar como ejercicio de empoderamiento y capacidad de expresión de uno mismo con los demás. Expresión de vida interior y no solamente de ideas. El bienestar se puede aprender, pues básicamente es una capacidad para administrar nuestra palabra y desde ella, nuestras necesidades y sueños en comunidad. Y la expresión en pos del bienestar es la del cuerpo. En el cuerpo se hallan unidos, reunidos y fundidos naturaleza y cultura, condición biológica y aprendizajes sociales, aspectos fisiológicos y sociabilidades incorporadas. A lo largo de la historia, pero sobre todo en el contexto del capitalismo, el cuerpo ha sido y es el nudo gordiano de las relaciones sociales, no solo en cuanto fuerza de trabajo, sino también en tanto ámbito de las capacidades de apropiación/expropiación sensoriales del mundo. Es decir, el sujeto definido corporalmente no solo hace, sino también siente, y en ese sentir-haciendo se vuelve más o menos capaz de apropiarse del mundo. Por los dos aspectos anteriores, en el cuerpo aparecen las inscripciones de lo social, las marcas y huellas de las trayectorias, las pistas que alcahuetean acerca de las posiciones-condiciones sociales de los sujetos.438

A lo largo del libro se pudo evidenciar de qué manera en ausencia de expresión e imaginación, los imponderables se empotran. Sin creatividad y sin libertad las voces dejan de ser plurales y por ello, las decisiones se tornan dominio de los particulares. 437. Véanse las necesidades persistentes en materia de salubridad: http://www.bvsde. paho.org/eswww/eva2000/paraguay/informe/inf-09.htm 438. Vergara, Gabriela. “Conflicto y emociones. Un retrato de la vergüenza en Simmel, Elias y Giddens como excusa para interpretar prácticas en contextos de expulsión” en Figari, Carlos y Scribano, Adrián. Cuerpos, subjetividades y conflictos: hacia una sociología de los cuerpos y las emociones desde Latinoamérica…pp. 35-36.

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La imaginación no es consecuencia de una estéril contemplación, es la imagen que proyecta una realidad posible. Cerutti afirma que no debemos condenar la imaginación, sino por el contrario, debemos esforzarnos en captar su extraordinaria fuerza de resistencia y de recuperar el derecho al ejercicio de nuestra propia imaginación, que nos permita incluso adaptar los contenidos imaginativos impuestos a los reclamos de nuestros contextos distintos. Un pueblo que se readueñe de su imaginación y que recupere su derecho a soñar sus propios sueños y trabajar para realizarlos, podrá ser un pueblo libre, dice el filósofo.439 Recuerdo con absoluta nitidez los cuerpos denigrados de aborígenes quienes, impotentes ante una inusitada violencia física y simbólica, eran desalojados de un espacio público de Asunción. La permanencia de esos “cuerpos extraños” en la Plaza Uruguaya había despertado el celo “higienista” de algunos vecinos y comerciantes de la zona quienes remarcaron una y otra vez el lado “inmundo” de aquella empresa. Sin otro lugar donde morar, sin otro lugar donde cagar, sin otro lugar donde comer, sin otro lugar donde dormir, los aborígenes aguardaron un buen tiempo unas tierras que nunca llegaron. El ideal desinfectado triunfó. Paradójicamente, el espacio se rodeó de rejas cuyos diseños recuerdan el siglo del higienismo. Asimismo, si uno observa con detenimiento, varias de las estatuas (copias) que engalanan la Plaza, reclaman un pasado estrictamente europeo. La mierda en su compleja e inconmensurable acepción puede explicar con nitidez el desprecio que seguimos gestionando en detrimento de los “roñosos aborígenes”. Preferimos el aire refinado de la lejana y “calcificada” Europa que los tufos cercanos de nuestros “malolientes guaraníes”. Una sociedad que opta por las rejas para “devolver la vida” a un espacio público, es una colectividad “enferma”. Lo público es sinónimo de apertura, de pluralismo, de puja de ideas y posturas. Si blindamos las plazas por temor a la suciedad de los aborígenes, imagínense lo que harían ellos si temieran a nuestros actos de “hombres civilizados”. 439. Cerutti-Guldberg, Horacio. “Filosofía Latinoamericana de la Educación” en VV.AA. Filosofía de la Educación. Hacia una pedagogía para América Latina. (Panoramas de Nuestra América. Nº 7). México:UNAM. 1993.

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La evidencia de que toda realidad corpórea (carne, huesos...) necesita morar en un espacio, hace inevitable que nos fijemos en nuestro carácter de “habitante corpóreo pasajero” oriundos de un mundo dado y construido. Entonces, la ciudad emerge ante nuestros ojos como la acción cultural por antonomasia de unos seres dotados de cuerpos que están en un lugar y tienen un lugar para vivir (no todos). Anclar un cuerpo en un espacio organizado es asumir que las relaciones espaciales de los cuerpos humanos determinan en buena medida la manera en que las personas reaccionan unas respecto a otras. Por eso, si no pensamos la ciudad, los cuerpos sufren. Si el cuerpo es algo dado pero al mismo tiempo es una construcción cultural, la ciudad no es menos. Así como la vestimenta que se impone en cada cultura, el cuerpo aprende a comer ciertos alimentos y adquiere firmeza y fortaleza. En ausencia de comida, la experiencia de tener un cuerpo es un problema que por cierto, puede durar muy poco. Pero en ausencia de una ciudad planificada, los cuerpos tropiezan a menudo con prohibiciones de toda laya. La génesis del poder, esto es, el prestigio, es la capacidad de proveer comida y así organizar cuerpos que finalmente estarán bajo los mandatos de leyes provenientes de instituciones. Y llamativamente no hay poder ni prestigio legítimos en ausencia de ciudadanos, por ende, sin ciudades. Por ello, el poder y la compleja trama de lealtades corporales se comprenden mejor desde –y alrededor– la comida y la configuración de ciudades. La gran utopía de vivir en el paraíso, de caminar por la tierra buena (Yvy marane’y) y acercarse al lugar de “la abundancia deseada” donde la “solidaridad posible” es tierra de comida y de alegría, cada día se torna más lejana. El cuerpo solidario que comparte genera firmeza en otros cuerpos y otorga “generosidad”. En espacios in-solidarios los cuerpos son discriminados e invisibilizados. Pero no todo lo que se engulle se aprovecha. El desecho y la gestión de la inmundicia alumbran el futuro de las sociedades. El asco, la basura y la repugnancia también ocupan su lugar en las ciudades, a veces en la presencia del “otro”, o simplemente en la estampa de la pobreza. Cuerpos impropios que generan asco y vómito moral. La mierda provoca un com-

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plejo estado emocional de repulsión, fundamentado en unas percepciones sensoriales asociadas a la materia viva y sus desechos. Lo in-mundo, aquello que dejamos fuera de este mundo, o por lo menos deseamos, se erige en marca indeleble e indicio incontestable de contar con un cuerpo que adquiere fortaleza comiendo y necesariamente defeca para seguir comiendo. Ahí donde se genera mierda, se necesita organización para lidiar con ella. “Cuerpo finito” con una impronta de limitación y una fecha de caducidad y muerte. Todo cuerpo lleva impregnada en su seno la transitoriedad de la vida como el sustrato de algo más estable: la muerte. Sin la defunción los cuerpos no tendrían miedo. Entonces brota la risa como una acción suprema que implica de por sí una victoria sobre el miedo. Reír es un acto de libertad por el cual el débil se hace fuerte y eterno. Alfonso Fernández dice que la risa vendría a expresar una superioridad sobre el objeto al que se refiere. Asimismo, parafraseando a Stendhal, lo cómico, la risa, es el último poder que le queda a un hombre sobre otro. La risa es una alegría surgida de aquello que nos acecha de manera cercana y nos imaginamos como propio. Sentir que hay algo despreciable en la cosa que odiamos y que al mismo tiempo podríamos ser nosotros mismos, es la razón por la que recurrimos a la humillación del otro, chistes de Cacique, por ejemplo como expresión clara de estigmatización y desprecio. Si todo fluye –concepción defendida en ausencia de los grandes relatos–, entonces nada queda. Pero, el fluir tiene un desarrollo, un tiempo mínimo que podría unir cuerpos y resistir las solicitaciones de la vida. No hay manera de vivir la vida sin alteridades y reconocimientos mutuos. El lugar de la duración de la existencia se construye con fragmentos pasajeros de certitudes movedizas. El cuerpo es una certeza pasajera. La comida una firmeza que se digiere. La ciudad una construcción de nunca acabar. Y la risa una herramienta que hace pausas ante el dolor de los que no tienen lugar más que su propio cuerpo. Si no asumimos la alteridad y la multiplicidad de la belleza como oportunidad para vivir juntos y mejor, entonces, nuestro imaginario grandioso estará aun muy cerca de prácticas dominantes. Encubrir los impon-

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derables, barrer con los más débiles, intentar cambiar nuestro pasado, son expresiones erradas y en extremo desatinadas. Es verdad que una democracia siempre tiene magulladuras, pero con mecanismos siempre listos para visualizar sus heridas más indignas. Si no las tiene, es porque algún régimen estranguló la creatividad. Y una creatividad sin democracia, no es nada y, viceversa. Los cuerpos deben expresar sus temores pero sobre todo, sus esperanzas. Nadie puede ni debe manchar al otro en nombre de una gestión hegemónica de lo “normal”, “correcto” y “decente”. La negociación con nuestro destino, con lo que queremos “ser” y “alcanzar” pasa por el esbozo de un tiempo futuro desde un presente veraz. Sin expresión, la creatividad desaparece y el futuro se torna en necesidad de venganza hacia el pasado en un presente pendular. Plantear futuro es dejar lo que ya fue y poder involucrarse en la posibilidad de construir un presente distinto. Hoy día estamos diseñando un mundo distinto. Las ciudades crecen, pero los sistemas cloacales datan de siglos atrás. La ausencia de un tratamiento efectivo de nuestros desechos hace que dudemos de un futuro admirable. ¿Qué dirán los positivistas e higienistas que animaron la guerra contra el Paraguay si se enteran de que seguimos gestionando nuestras excretas de la misma manera que hace décadas? Nos pegamos el lujo de construir edificios monumentales que adornan los cielos de la capital, pero nos resistimos a invertir en tratamiento de excretas. Resulta sumamente paradójico observar de qué manera los ciudadanos nos aggiornamos a los tiempos que corren. Asumimos ser partícipes de una aldea global que traspasa las fronteras gracias a los potentes satélites que nos mantienen intercomunicados instantáneamente y, sin embargo, la gestión ineficaz de nuestros desechos persiste. Entonces es de esperar que sigamos gastando millones en publicidad para tratar de eliminar los criaderos del dengue sin que la estadística nos muestre que efectivamente la batalla la estamos ganando. Si ayer nuestra realidad nos arrojaba un panorama desolador a raíz de las tremendas consecuencias de la guerra traída por los higienistas, hoy día, nuestro presente y el futuro inmediato dependen de nosotros.

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Dejemos de mercadear con la instalación de seudoletrinas en los lugares alejados del país. Con honestidad construyamos sistemas de alcantarillado a lo largo y ancho de la República, de lo contrario, nuestras aguas subterráneas en poco tiempo serán inservibles y nuestros ríos harán que nuestra sed se colme con materia fecal. Hoy día, podemos administrar la idea de suciedad y limpieza más allá de las estigmatizaciones y marcas indelebles. Lejos estamos, aparentemente del higienismo, pero muy cerca aún de nuestros imponderables. Optemos por lo mejor, no como sinónimo de civilización, sino como la celebración de una dignidad siempre atenta y necesaria.

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AGRADECIMIENTOS

Este libro está ligado a varios momentos de mi vida. En un lapso importante de tiempo, conversé con especialistas, consulté textos, revisé libros, discutí con amigos, escuché a colegas, compartí con estudiantes y hablé con la gente. Por ello, necesariamente debo situar esta experiencia en el seno de una historia personal que, sin embargo, fue arropada por la presencia y compañía de muchos y muchas. En retrospectiva puedo ver a varios colegas involucrándose en la tarea y no me queda palabra más certera que expresar mi profunda gratitud. Cada folleto, libro, fuente y/o referencia que a manera de regalo me hicieron llegar, hizo posible que el libro tenga vida. Asimismo, quiero mencionar a quienes con incondicional franqueza escucharon mis opiniones y no repararon en agregar a ellas ideas e indicaron con delicadeza algunas de las faltas. A Enzo Spaltro, profesor emérito de la Universidad de Bolonia y Doctor Honoris Causa de la UNA, quien no dudó en atenderme y en sugerir las razones en defensa de una estética como escalón superior al de la ética. Ese encuentro ha sido sumamente motivador a la hora de fundamentar el libro, pues me estimuló a indagar un poco más en torno al cuerpo y a considerar la dignidad implícita en la “resistencia desde lo abyecto”. Asimismo, los investigadores del Centro de Filosofía de la Universidad de Lisboa, los doctores Pedro Calafate y Leonels Ribeiro oyeron atentamente el esbozo del libro y de manera gentil sugirieron textos de varios pensadores portugueses. La conversación me permitió descubrir a un gran filósofo de nombre Vergilio Ferreira.

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La estadía en la Universidad de Lisboa ha sido posible gracias a una ayuda de investigación proporcionada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). La estadía en el Centro de Investigaciones en América Latina y el Caribe (CIALC) de la Universidad Autónoma de México (UNAM) ha marcado un antes y un después en mi carrera como docente investigador, pues allí encontré no solamente la maravillosa cultura mexicana, sino toda esa enorme riqueza filosófica que Latinoamérica conserva y defiende. Pude munirme de una bibliografía privilegiada y al mismo tiempo compartí con pensadores a quienes mucho admiro; Horacio Cerutti, Mario Magallon Anaya, Adalberto Santana, Carlos Véjar Pérez-Rubio y Gaya Makaran. Por su parte, los colegas de la Universidad Nacional de Asunción y de otras instituciones nacionales, hicieron gala de compañerismo al proponer e indicar textos de mucho interés; a todos ellos, muchas gracias. Vaya también mi agradecimiento profundo y sincero a los bibliotecarios y bibliotecarias de las varias instituciones que visité, en todo momento me ayudaron y merced a ese detalle el proceso de redacción llegó a buen término. Sin ellos, no hubiese sido posible nada. Recabar la información necesaria para abordar algunos de los temas requirió una búsqueda bibliográfica intensa y escabrosa. La exploración tuvo sus “bemoles” sobre todo cuando los colegas experimentaron los “horrores escatológicos” –una especie de “pánico de mierda”– al solicitar una y otra vez en las librerías extranjeras ese libro tan sublime como escaso: Historia de la mierda. Pero luego de una buena digestión, todo llega… Y de a poco la bibliografía se fue completando gracias a la voluntad y valentía de propios y extraños. Debo además agradecer a las varias facultades de las distintas universidades del país a las que fui invitado a exponer mis ideas y en donde compartí con la gente fragmentos de mi libro. También quiero expresar mis agradecimientos a los estudiantes de la maestría en Sociología (UNA-UNE); en Ciencias de la Información (FPUNA) y a los del doctorado en Educación (Rectorado-UNA), todos ellos, gentilmente soportaron interminables alegatos en clave “higienista”.

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Por todo lo expresado, es evidente la complicidad de muchos en el proceso de escritura del libro. Sin embargo, el candor y las evidentes temeridades contenidas en ella caen bajo mi absoluta responsabilidad. Al finalizar este apartado de retribuciones, quiero dejar constancia de que he plasmado mis ideas con total libertad y comodidad. El rector de la Universidad Nacional de Asunción, el Prof. Ing. Agr. Pedro Gerardo González, ha brindado todo su apoyo y eso es de agradecer. A todas las autoridades del Rectorado de la UNA y a mis compañeros y compañeras de la Dirección General de Investigación Científica y Tecnológica y del Centro Multidisciplinario de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la UNA, quienes en la cotidianeidad del trajinar diario, siempre han apoyado mi humilde labor. Llegar a escribir las líneas finales de la última página es en extremo reconfortante y placentero. Sin embargo, al poner el punto final, ya nada se podrá mejorar del texto, por ello solo me resta esperar la grata “crítica” que los lectores puedan formular. Campus de la UNA Marzo de 2014

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SUCIEDAD, CUERPO Y CIVILIZACIÓN

ÍNDICE Dedicatoria ...................................................................................... Prólogo ............................................................................................. Introducción ....................................................................................

7 11 15

PRIMERA PARTE INTERPRETACIONES, USOS Y ABUSOS DEL CUERPO

CAPÍTULO I: NOTAS EN TORNO AL CUERPO .......................... Precedentes ...................................................................................... Cuerpo dado vs. Cuerpo construido ............................................. Apoteosis del cuerpo ......................................................................

29 29 32 43

CAPÍTULO II: EL CUERPO SALVAJE ............................................. Filosofía del cuerpo en Latinoamérica .......................................... En cuerpo y alma ............................................................................ Cuerpos desinhibidos de aborígenes subalternos ........................ Seres de segunda categoría ............................................................ Platón y los guaraníes ..................................................................... Oberá ................................................................................................ Cuerpo intrascendente ................................................................... El cuerpo cretinizado por secular opresión .................................. Cuerpo guerrero .............................................................................. El dolor del cuerpo .........................................................................

45 45 53 56 59 61 66 73 77 80 83

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SEGUNDA PARTE EL CUERPO Y SUS DESECHOS CAPÍTULO I: ESCATOLOGÍA E HIGIENISMO ........................... Inmundicia ...................................................................................... Basura, suciedad, excrementos, mierda, y otros ........................... ¿Qué se dice de la mierda? ............................................................. Diógenes de Sínope y los baños ..................................................... El Sócrates “limpio” ........................................................................ Mejor “decir” que “oler” ................................................................ El molestoso pedo y el sueño de Franklin .................................... Etnología escatológica de Bourke .................................................. Civilización y excrementos según Norbert Elias .......................... El basilisco Gustavo Bueno ordena la basura ............................... Paradigma basura ........................................................................... Zizek y los inodoros ........................................................................ La “historia” de la mierda de Laporte ........................................... Cátedra de Mierda .......................................................................... López Austin y la mierda como símbolo ...................................... Escatología en Paraguay. El trangresor Osvaldo Salerno ............ El papel higiénico de Gilberto Ramírez Santacruz .......................

87 87 91 93 95 96 97 97 99 100 102 103 104 106 108 109 110 113

TERCERA PARTE LA CIVILIZACIÓN ENFRENTA A LA BARBARIE

CAPÍTULO I: EL MOVIMIENTO HIGIENISTA ........................... La suciedad se politiza ................................................................... Breve referencia al higienismo en Latinoamérica ......................... Paraguayos sucios e incivilizados ................................................. La indecente barbarie .....................................................................

282

119 119 133 140 143

SUCIEDAD, CUERPO Y CIVILIZACIÓN

La guerra continúa por otros medios ............................................ La plaga paraguaya ........................................................................ La capital sin cloacas ....................................................................... La lucha contra el py sevo´i ............................................................. Pychaichi y los bailarines .................................................................

158 169 177 181 201

CAPÍTULO II: NORMALES Y ANORMALES. .............................. La suciedad simbólica .................................................................... Normalismo .................................................................................... La Escuela Normal de Paraná ........................................................ Sucios y orejudos. Normalismo en Paraguay ............................... Eugenesia y educación ................................................................... Seleccionar, vigilar y dominar ........................................................ Eugenie ............................................................................................ Alcoholismo y reforma social ........................................................ Higiene del matrimonio .................................................................

205 205 206 208 214 226 231 232 237 241

A MANERA DE CONCLUSIÓN ................................................ Más allá del higienismo ..................................................................

249 249

Agradecimientos .............................................................................

259

Bibliografía ......................................................................................

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283

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