Richard Peet: Geografía contra el neoliberalismo
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Table of contents :
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Citation preview

NúRIA BENACH

RICHARD PEET GEOGRAFÍA CONTRA EL NEOLIBERALISMO

Icaria

�ESPACIOS CR1TICOS

Este libro ha sido impreso en papel 100% Amigo de los bosques. proveniente de bosques

sostenibles y con un proceso de producción de TCF (Total Chlorin Free), para colaborar en una gestión de los bosques respetuosa con el medio ambiente y económicamente sostenible.

Diseño e ilustración de la cubierta: Adriana Fabregas a partir de una foto deMain S treet, Worcester (Mas.), de NúriaBenach

© NúriaBenach © De los textos de Richard Peet: indicados a pie de página © Traducción del inglés de los artículos de Richard Peet, NúriaBenach

© De esta edición Icaria editorial, s. a. Are de S ant Cristofol, 11-23 08003 Barcelona www. icariaeditorial. com ISBN: 978-84-9888-457-9 Depósito legal: B-25.872-2012 Primera edición: octubre de 2012 Fotocomposición: Text Grafic Impreso en Romanya/Valls, s. a. Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona) Printed in Spain. Impreso en España. Prohibida la reproducción total o parcial

ÍNDICE

Introducción

9

l. Con rumbo fijo: trayectoria intelectual

de Richard Peet

15

18

Geografía económica «convencional» en Berkeley

De California a Massachusetts: el despertar de la geografía radical 23

Antipode: la consolidación de una geografía marxista Capitalismo global y desarrollo

41

Crisis económica y neoliberalismo

45

II. El marxismo como positivismo radical: una conversación con Richard Peet 55 III. Antología de textos:

91

Una nueva geografía de izquierdas

91

Desigualdad y pobreza: una teoría geográfico­ marxista 95 Los orígenes sociales del determinismo ambiental

114

27

Cultura, imaginario y racionalidad en el desarrollo económico regional 181 Editorial: la neoliberalización del conocimiento

225

Locura y civilización: capitalismo financiero global y el discurso anti-pobreza 229 Modernismo crítico y desarrollo democrático

IV. Texto inédito

256

265

Crisis financiera y catástrofe ambiental

265

V. La geografía al servicio de la transformación social: contribuciones al debate Defender el marxismo

287

289

La crítica postestructuralista y el postmodernismo «extremo» 294 El desarrollo como discurso y el modernismo crítico Por una economía cultural Lo que la geografía debe ser

305 308

Selección de la bibliografía de Richard Peet

315

301

INTRODUCCIÓN

Richard Peet, geógrafo nacido en Gran Bretaña y que ha desa­

rrollado casi toda su carrera académica en los Estados Unidos

de América, emblematiza como pocos un posicionamiento in­

telectual y político crítico a lo largo de cuatro décadas. Algunos

de sus trabajos de los años

1970,

escritos en los momentos

álgidos de la llamada geografía radical, fueron traducidos al

español casi de inmediato.' Sin duda, el impacto de la revista

Antipode, 2

de la que Peet era director, y la atmósfera política

del momento contribuyeron a la difusión en otros contextos

geográficos de aquellos trabajos que versaban sobre las raíces

de la pobreza en el sistema capitalista o sobre la geografía de la liberación humana. La trayectoria reciente de Peet, sin embar­

go, permanecía prácticamente inédita en español hasta la pu­ bficación de

La maldita trinidad, 3

un durísimo alegato sobre

el nefasto papel que desempeñan en la regulación económica

1. El primer número de Documents d'Analisi Metodologica en Geografia del Depanamento de Geografía de la Universitat Autonoma de Barcelona (1977) fue precisamente dedicado, bajo los auspicios de Maria Dolors García Ramón, a la «Geografía Radical Anglosajona». 2. Muestra de ello son las tempranas publicaciones de la revista Geocritica de la Universitat de Barcelona editada por Horacio Cape! donde se dieron a co­ nocer algunos influyentes anículos pocos años después de su publicación original en Antipode y que asimismo se hizo amplio eco de sus objetivos ( por ejemplo, Ma'ttson, 1978). J. Publicado por Editorial Laetoli ( Pamplona) en 2004.

9

mundial la tríada del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. Esto sería más que suficiente para defender la trascenden­ cia y la actualidad del pensamiento y la obra de Richard Peet. Aunque tal vez sea justo señalar que la chispa definitiva que desencadenó la realización de este volumen fue el lanzamiento e� 2008 de la nueva revista Human Geography, una revista no solo con tintes radicales, marxistas y definitivamente críticos, sino una revista que se sitúa a contracorriente de las revistas académicas, captadas hoy casi en su totalidad por grandes editoriales que han logrado convertir el conocimiento acadé­ mico en un negocio más (y, por cierto, bastante lucrativo). Así que a su relevancia en la historia del pensamiento geográfico y a la actualidad de su trabajo, se añadía aquí una faceta más, relacionada con el activismo académico y la denuncia política que siempre le ha caracterizado. Esos tres ejes -la relevancia, la actualidad y el activismo- son precisamente sobre los que hemos querido construir nuestra visión de la personalidad y la obra de Peet en este libro. Como es habitual en esta colección, la estructura del li­ bro persigue un acercamiento por diferentes vías al autor y a su obra. El primer capítulo, que hemos denominado « Con rumbo fijo: trayectoria intelectual de Richard Peet» pretende precisamente hacerse eco de esos viajes vitales e intelectuales: desde la travesía océanica que llevó a Peet desde Europa al continente americano a la trayectoria intelectual que le con­ dujo a posiciones irreductiblemente marxistas sin perder sus orígenes neopositivistas. Le sigue una entrevista, fruto de di­ versas conversaciones mantenidas con Peet y en la que hemos intentado mantener al máximo el tono provocativo y la fuerza verbal que le caracteriza. A continuación: la selección de textos traducidos al espa­ ñol persigue una aproximación a los principales temas que han

10

sido objeto de preocupación de Peet y, a la vez, un cierto reco­ rrido -de ninguna manera exhaustivo dada la inmensidad de su producción académica- por sus fases intelectuales. Hemos

seleccionado algunos textos fundamentales que muestran tan­

to los temas que le han ocupado en su dilatada trayectoria y que dan fe de la radicalidad de su discurso como de su faceta

como editor de revistas clave como ha sido Antipode desde su

fundación o la más reciente

Human Geography.

El excelente

texto inédito que Peet ha elaborado generosamente para este

volumen, «Crisis financiera y catástrofe ambiental», constitu­

ye una nueva muestra de la actualidad y la fuerza política de su pensamiento.

Finalmente, un quinto capítulo que hemos titulado «La

geografía como herramienta de transformación social: contri­

buciones al debate» pretende situar el pensamiento de Peet en

el contexto de vivos debates intelectuales en los que siempre ha

participado de manera muy intensa y con una expresión muy

clara y directa de sus ideas.

Porque si algo puede afirmarse de Richard Peet es que es

un tipo que no se anda por las ramas. Quizá por sus orígenes en el seno de una familia de clase obrera de una localidad cer­

cana a Liverpool de los que ha heredado un sentido práctico de

la vida, quizá porque sus preocupaciones intelectuales siempre

están teñidas de un sentido de lo urgente y de una necesidad

de tomar partido, su expresión tanto verbal como escrita es de

una claridad meridiana.

Cuando surgió la idea de este libro, no conocíamos perso­

nalmente a Richard Peet. Y aunque habíamos leído sus traba­

jos y admirábamos su trayectoria, bien es cierto que le prece­

día una cierta fama de personaje algo adusto. Sin embargo, su

obstinado posicionamiento crítico a lo largo de décadas nos hizo pensar que bien valía el intento. Como sucede a menudo,

la realidad desmintió las ideas preconcebidas. Encontramos a

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un Peet afable e irónico, tan abierto a la discusión como demo­ ledor en sus juicios pero definitivamente cordial y afectuoso con quien reconoce de su mismo lado. La coherencia mostrada a lo largo de su carrera le ha con­ vert�do en un intelectual respetado, incluso por aquellos que no están de acuerdo con sus ideas. Su larguísima trayectoria en la Clark U niversity le ha convertido en un referente ge­ neralizado, en un profesor que ha sabido atraer a los mejores alumnos de todo el mundo (hoy profesores a su vez en nu­ merosos rincones del planeta) y en un amigo querido por sus compañeros de generación. También descubrimos a un profesor que deslumbra a sus alumnos; no hay otro remedio que estar muy atento en una clase en la que el profesor transmite sus ideas con calculada sen­ cillez mientras se mueve por todo el espacio del aula, gesticula, interroga, blasfema, salta sobre sus pies mientras escribe con aparente espontaneidad en la pizarra y solo da un breve respiro después de unos momentos cumbre para resumir los principales argumentos desplegados . . . ¿quién dijo power point? Peet acogió de buen grado la propuesta de este libro; su siempre alerta visión crítica, su inmediatez y su socarronería convirtieron cada conversación en un reto que puso a prueba nuestros reflejos y sobre todo en una ocasión privilegiada para aproximarnos más a ese personaje tan directo como agudo y posicionado políticamente. Un acercamiento que se vio inmensamente facilitado, además, por los gratos momentos compartidos en su entorno familiar, de modo que un agrade­ cimiento muy especial debe dirigirse en primer lugar a Elaine Hartwick (a su vez, profesora de Geografía en la Framingham State University), y a Eric y Anna Peet. Este libro pudo iniciarse gracias a una estancia de tres meses en la Clark University de Worcester (Massachusetts) en el oto­ ño de 20 1 0, financiada por una beca «Salvador de Madariaga»

12

del Programa Nacional de Movilidad de Recursos Humanos de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación. Quien escribe tuvo además la inmensa fortuna de estar acom­ pañada por Josep Escolano, y por Oriol y Roger Escolano Benach que afrontaron con insólita madurez la peculiar vida cotidiana que temporalmente les tocó vivir en « Wuuster» . Brenda Nika-Hayes, secretaria del Departamento de Geografía de la Clark University, facilitó las cosas al máximo con enorme amabilidad y simpatía. Del todo impagable fue el tiempo que nos dedicaron David Angel, Anthony Bebbington, Jody Emel, Dianne Rocheleau y Robert Ross desde la misma Clark University, gracias a los cuales pudimos entender me­ jor la persona y su papel como universitario. También fueron una gran fuente los comentarios y aportaciones de antiguos alumnos de Peet, hoy profesores en distintas universidades: Thomas Ponniah (Harvard University), Waquar Ahmed (Mount Holyoke Collage, South Haley, Massachusetts) y Ann Oberhauser (West Virginia University). Brent McCusker (West Virginia University), por su parte, nos hizo llegar asi­ mismo valiosos comentarios de quien, al conocer a Peet con mayor distancia, había quedado fuertemente impresionado por su fuerza, combatividad y capacidad para la polémica. Muchos otros respondieron con extraordinaria amabi­ lidad y celeridad a nuestras peticiones. Audrey Kobayashi (Queen's University, Ontario) y Philip Steinberg (Florida State University) tuvieron la gentileza de enviarnos sus útiles textos sobre la figura intelectual de Peet. Clark Akatiff, inquie­ to agitador en la revolucionada universidad norteamericana de finales de los años 1 960, interrogado sobre los orígenes y los presentes en la fotografía de la Unión de Geógrafos Socialistas de Toronto de 1 974, nos sorprendió agradablemente con una avalancha de materiales, recuerdos y comentarios de quien vi­ vió en primera línea mucho de lo que aconteció en los inicios de

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la geografía radical norteamericana. Eric Sheppard (U niversity of Minnesota) y Linda Peake (York University, Toronto) nos permitieron utilizar su texto inédito sobre la geografía crítica norteamericana. Kirk Mattson, estudiante de la Simon Fraser University de Vancouver a principios de los años 1 970, nos supo trasmitir una impagable impresión del ambiente vivido en aquellos vibrantes años. Nuestro agradecimiento se hace extensivo a David Saurí (Universitat Autonoma de Barcelona), que fue estudiante de Doctorado en la Clark University a finales de los 1 980, y que también nos obsequió con numerosos recuerdos y anécdotas. Este libro quiere ser también la ocasión para dejar cons­ tancia de un reconocimiento muy especial a Horacio Capel (Universitat de Barcelona) y a Maria Dolors García Ramon (Universitat Autonoma de Barcelona) por sus pioneros tra­ bajos sobre el pensamiento geográfico radical a mediados de los años 1 970 que despertaron el interés de los lectores his­ panohablantes sobre otras maneras de pensar y de practicar la geografía; conocedores de este proyecto, ambos animaron cálidamente a su realización. Finalmente, este tercer volumen de la colección «Espacios Críticos» debe su forma actual a Abel Albet que animó a su realización y se involucró en su elaboración de principio a fin, completando informaciones, estructurando la bibliografía y leyendo y mejorando todo el texto antes de su edición final. La editora Anna Monjo, con el entusiasmo habitual, hizo el resto.

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l. CON RUMBO FIJO: TRAYECTORIA

INTELECTUAL DE RICHARD PEET There's a change in the wind, and a split in the road, You can do what's right or you can do what you are told, And the prize of the victory will belong to the bold, Yes, these are the days of decision.

Phi! Ochs, Days

of Decision (1965)

Nacido en el seno de una familia obrera inglesa, Richard Peet (Southport, 1 940) pudo realizar sus estudios universi­ tarios en la acreditada London School of Economics (LSE) de Londres, donde se licenció en Ciencias Económicas (con mención en Geografía) en 1 96 1 . Inmediatamente después viajó a Norteamérica, donde realizó sus estudios de Máster en Vancouver (British Columbia University, 1 963) y de Doctorado en la University of California en Berkeley ( 1 968). En 1 967 se trasladó a Massachusetts para ocupar un lugar en el Departamento de Geografía de la Clark University en el que ha permanecido desde entonces. A principios de los años 1 960 fue una accidentada trave­ sía océanica la que le llevó de su Inglaterra natal a América tras terminar sus estudios de licenciatura en la LSE.1 Pero hubo también una intensa travesía intelectual que primero le hizo descubrir la «nueva geografía» neopositivista (teoré­ tica o cuantitativa) que había irrumpido explosivamente en la geografía anglosaj ona desde mediados de los años 1 950 y después, desde aquel neopositivismo más ferviente en el que

1. Véase la entrevista publicada en este mismo volumen.

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militó, fue pasando a una posición marxista con la que, aunque enriquecida por múltiples aportaciones, se sigue mostrando irreductible. Una posición que, según afirma, no solo no es ' antipositivista sino que combina el marco explicativo del marxismo con algunas de las aspiraciones más genuinas del positivismo relacionadas con el compromiso del conocimien­ to científico y con la mejora de la situación material y moral de la humanidad. No obstante, hay que decir que, pese a que no haga especial ostentación de ello, Peet ha sido capaz de ir incorporando selectivamente algunas de las ideas y posiciones llamadas «postestructuralistas» (y también de rechazar con contundencia algunas de ellas si le parecían que se alejaban demasiado del proyecto de transformar el estado de las cosas actual para alcanzar una sociedad más justa). En este capítulo nos proponemos analizar esas trayec­ torias vitales e intelectuales a través de los tres grandes mo­ mentos que han definido la geografía humana en los últimos cincuenta años y, por ende, también la carrera de Peet: la geografía neopositivista de los años 1 950 y 1 960, la crítica demoledora que supuso la geografía radical a finales de los 1 960 y su desarrollo como geografía marxista en los 1 970, así como el cuestionamiento postestructuralista desde mediados de los 1 980 con el que Peet, por otra parte, se ha mostrado generalmente receloso pese a haber incorporado cautelosa­ mente algunas ideas a su pensamiento. En esos tres períodos la voz de Peet ha estado muy presente, con una participación vehemente en muchos de los debates intelectuales y ha dejado un poso que ha ido enriqueciendo tanto su propia perspectiva como el conjunto de la geografía humana en general. Su tra­ yectoria, emblemática de tantas otras que desde los años 1 960 han seguido un curso intelectual parecido, permite reseguir las corrientes de pensamiento que se han ido abriendo paso a cada momento tanto como los cambios en el contexto económico

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y político y la consiguiente emergencia de nuevos temas de

preocupación científica. Así, tras una primera etapa que hoy el mismo Peet denomina como dedicada a la «geografía econó­ mica convencional» (aunque debe aclararse que en su momen­ to de «convencional» tenía más bien poco}, relacionada con la afirmación de los enfoques neopositivistas, la construcción de modelos y las aplicaciones de la llamada teoría locacional, su «conversión» a la geografía radical vino marcada por su sensibilización política y por su interés por los problemas sociales como fueron en un primer momento, por ejemplo, las cuestiones relacionadas con la geografía de la pobreza. Posteriormente, y coincidiendo con la adopción (también el aprendizaje) de marcos explicativos abiertamente marxistas, Peet desplazará su interés a cuestiones relacionadas con el de­ sarrollo y la globalización. Durante este período la contribu­ ción de Peet a la difusión de esa perspectiva radical y marxista, en tanto que editor de la revista Antipode, fue importantísima. En los años siguientes, aplicará todo su empeño a desvelar las claves de los mecanismos de gobierno del capitalismo global y el neoliberalismo, a menudo en conexión con la crisis ambien­ tal que, en su interpretación, no es sino consecuencia directa de la misma voracidad del capitalismo. En paralelo, Peet no ha dejado nunca de reflexionar sobre cuestiones relacionadas con el desarrollo de la teoría social, los enfoques filosóficos, la influencia de la ideología en determinados planteamientos científicos, etc. en las que ha podido demostrar su aptitud para el debate y la polémica -encendida si es necesario- junto a una disposición a abrirse también a nuevas aportaciones inte­ lectuales siempre que no olviden su misión primordial: la de contribuir a entender y transformar el mundo. Como atinada­ mente resume Audrey Kobayashi en su semblanza de Peet, su enorme influencia ha sido el resultado tanto de la profundidad de su pensamiento como de su liderazgo intelectual y político

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en momentos clave de la historia de la disciplina geográfica (Kobayashi, 2009: 1 1 4).

Geografía económica «convencional» en Berkeley Peet inició sus estudios universitarios, como ya se ha señalado, en la acreditada LSE. De modo un tanto azaroso, la mezcla de economía y geografía que allí aprendió le convirtió casi ine­ vitablemente en un especialista en geografía económica. A mediados del siglo XX, ese era aún un campo enormemente dominado por trabajos descriptivos, huyendo de los cuales Peet encontró su fuente de inspiración y su lugar natural en el neopositivismo que llegó a dominar la geografía anglosajona en la década que media entre finales de los 1 950 y finales de los 1 960, y que desarrollaría fundamentalmente a partir de su

La década de los 1960 marcó la trayectoria intelec­ tual y vital de Richard Peet. Recién licenciado en la LSE en 1961, pasó por Vancouver y Berkeley hasta instalarse en 1969 en la Clark University de Massachusetts en la que ha permanecido hasta la actuali­ dad. La fotografía muestra a Richard Peet a mediados de los sesenta. [Foto cedida por R. Peet)

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estancia en la Universidad de British Columbia en Vancouver (UBC) y que culminaría con una tesis doctoral durante su estan­ cia californiana en la Universidad de California en Berkeley. Cuando Peet llegó a la UBC, en 1 96 1 , el ambiente intelec­ tual que encontró era el de un departamento que ya se había iniciado en la nueva geografía teorética y cuyo vocabulario y prácticas no dejaban de sorprender a un neófito como era él entonces: Recuerdo a Walter Hardwick [en la UBC] que acababa de volver de Minnesota y que era un apóstol bastante firme de la revolución cuantitativa. Recuerdo que empezó a hablar de modelos. Cuando yo estaba en la LSE, acostumbrába­ mos a trabajar con mapas. Teníamos aquellos mapas que eran modelos de tres dimensiones, con montañas y for­ mas así. Allí había un tipo llamado Harrison Church, que siempre nos decía: « Chicos, ¡no os apoyéis en los modelos ! ¡ No pongáis nuevos valles donde Dios no los ha creado ! » Cuando Walter hablaba d e modelos yo creía que hablaba de aquellos mapas. Y luego, poco a poco, gradualmente me di cuenta de lo que estaba pasando, especialmente a propósito de la teoría de los lugares centrales, en la que Walter era un experto. (Comunicación personal en Barnes, 2004: 580) Y es que «lo que estaba pasando» es que, desde el punto de vista puramente intelectual, también los años 1 960 y 1 970 fue­ ron de una más que notable agitación, en la que nuevas gene­ raciones de geógrafos se mostraban especialmente beligerantes con la geografía tradicional, a la que tachaban de descriptiva, incapaz de explicar nada sustancial y en descrédito creciente en el sistema universitario, tal como relató enérgicamente Peter Gould, uno de sus principales proponentes (Gould, 1 979).

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Peet nunca se ha mostrado condescendiente (ni siquiera caritativo) con la geografía tradicional de la primera mitad del siglo XX, a la que dedica apenas unas escasas páginas en la introducción de su concienzudo estudio sobre el pensamiento geográfico moderno (Peet, 1 998) y a la que, lastrada por su insistencia en lo único, lo particular y lo excepcional, no con­ cede ninguna relevancia ni reconocimiento científicos. Para él, la historia del pensamiento geográfico que merece ser contada se inicia precisamente en la segunda mitad de siglo XX cuando emerge una «nueva geografía» que ataca las bases de la mera descripción geográfica y sienta las de una geografía que se pre­ tendía verdaderamente científica, las de una «ciencia espacial» que fuera capaz de formular leyes y teorías explicativas de los procesos y distribuciones espaciales. Aquella «nueva geografía» encontró irónicamente sus principales fuentes de inspiración en obras clásicas publicadas décadas atrás cuya relevancia parecía haber pasado inadvertida: los casos más llamativos fueron las recuperaciones de la «teoría de los lugares centrales» del geógrafo Walter Christaller ( 1 933 ), de la «teoría de la localización industrial» del economista Alfred Weber ( 1 909) y la «teoría de localización y el modelo de usos del suelo agrícola» del terrateniente Johann Heinrich von Thünen ( 1 826). Este último fue el autor que llamó la atención y sobre el que trabajó con gran dedicación Richard Peet du­ rante su etapa prerradical, la dedicada a la geografía económica «convencional». Al igual que otros geógrafos norteamericanos y británicos del momento, Peet se lanza de lleno a colaborar en la construcción de una geografía teorética con un trabajo en el que aplicaba a una escala global las teorías de Von Thünen sobre la localización de los cultivos agrícolas alrededor de los núcleos urbanos en una serie de zonas concéntricas. Finalizados sus estudios de máster en la UBC, recaló en California sumiéndose en la agitación política de la universi-

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dad de Berkeley de mediados de los años 1 960. Ese período fue clave en la vida y en la trayectoria intelectual de Peet. Por una lado, le permitió consolidar sus trabajos teóricos en los que había formulado su análisis de las teorías de Von Thünen a escala global, y, por otra, lo allí vivido sería el desencadenante de un cambio de intereses temáticos y de aproximaciones teó­ ricas que hallarán plasmación cuando a finales de la década se traslade a Massachusetts, a la Clark University, de donde ya no se moverá. El Departamento de Geografía de la Universidad de California en Berkeley, uno de los más prestigiosos de la geo­ grafía norteamericana en los años 1 930 y 1 940, en la década de los 1 960 se encontraba dominado aún por la escuela cultura­ lista desarrollada por Carl Sauer y era manifiestamente hostil a las nuevas aproximaciones teóricas. Algo a contracorriente, aunque ayudado por algunos colegas y en especial por Allan Pred,2 Peet logró presentar su tesis doctoral en 1 968 con el tí­ tulo de «La expansión espacial de la agricultura comercial en el siglo XIX: un análisis teórico de las zonas de importación británicas y el desplazamiento de los cultivos a los Estados Unidos» ( « The Spatial Expansion of Commercial Agriculture in the Nineteenth Century: a Theoretical Analysis of British Import Zones and the Movement of Farming into the Interior U nited States»). Peet estaba ahí aplicando las teorías de Von Thünen a la expansión mundial de la agricultura comercial en

2. Trevor Barnes, que ha estudiado ampliamente la geografía cuantitativa norteamericana, se ha referido al Departamento de Geografía de Berkeley como uno de los más «resistentes• a aceptar los cambios del nuevo paradigma. En 1 962, sin embargo, decidieron contratar a Allan Pred, que había hecho su tesis doctoral en la Universidad de Chicago con Brian Berry -uno de los grandes nombres de la geografía cuantitativa-, como un «peaje• necesario para cubrir los contenidos de aquella nueva geografía económica que ya se estaba imponiendo en los principales departamentos de geografía de Estados Unidos (Barnes, 2004: 5 8 1 ).

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el siglo XIX, y ya mostraba un interés por esa escala global que, pese al cambio de temas y de enfoque, ya no lo abandonaría. Un año más tarde, en 1 969, cuando la geografía radical ya había eclosionado, Peet aún publicaba su artículo sobre Von Thünen en torno a la expansión espacial de la agricultura comercial en el siglo XIX que, resumiendo lo esencial de su tesis, apareció en la revista Economic Geography editada precisamente en la Clark University a la que se acababa de trasladar y en la que, de hecho, continuaría publicando -por razones pragmáticas relacionadas con su posición académica, como él mismo ad­ mite- trabajos relacionados con ello hasta 1 972. Defendía entonces Peet que las ideas de Von Thünen no habían sido aún demasiado aplicadas a la formación de regiones agrícolas co­ merciales y proponía la idea de una «ciudad mundial Thünen» en Gran Bretaña, Europa occidental y el nordeste de Estados Unidos, rodeada de una serie de grandes zonas agrícolas con­ céntricas, que se irían expandiendo a medida que aumentasen las necesidades urbanas de productos agrícolas y de materias primas. Un elaborado trabajo empírico más la aplicación del modelo le permitía concluir que éste proporcionaba la clave de la conexión entre el factor causal de la revolución industrial en Europa occidental y la invasión consiguiente de grandes áreas interiores por parte de la agricultura comercial (Peet, 1 969). En todos aquellos trabajos de aplicación a una escala glo­ bal de una teoría concebida para una escala mucho más local (Von Thünen solo pretendía explicar la distribución de los usos agrícolas en torno a las ciudades), Peet mostraba ya su interés por las conexiones interescalares que manifestó poste­ riormente en el estudio de otros temas cuando su trabajo había virado a enfoques radicalmente diferentes. Curiosamente, ese mismo año 1 969 en el que Peet pu­ blicaba su trabajo teórico sobre Von Thünen, vería la luz la revista Antipode, que desempeñaría un papel fundamental en

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la difusión de los nuevos enfoques radicales y que muy pronto el mismo Peet pasaría a dirigir. La coincidencia de fechas entre la publicación de aquel artículo teórico de corte neopositivista y su participación en la nueva revista radical llama fuertemen­ te la atención y señala con claridad la convivencia simultánea de posiciones aparentemente muy contrastadas, propia de un momento de cambios sociales e intelectuales tan rápidos como profundos.

De California a Massachusetts: el despertar de la geografía radical En la California efervescente de finales de los 1 960, en un entorno intelectual prestigioso pero clásico y tradicional, los modelos locacionales eran aún algo que había que defender. Fuera del Departamento de Geografía de Berkeley, el am­ biente estaba muy caldeado políticamente y Peet no quedaría inmune a los eventos políticos del momento, de modo que pronto seguiría la estela de otros amigos y colegas que bus­ caban fuentes de inspiración alternativas. Desde principios de los años 1 960, Berkeley había sido uno de lo!¡ mayores focos de agitación estudiantil relacionada con las grandes cuestiones que encendieron la sociedad norteamericana a lo largo de toda la década: las persecuciones anticomunistas llevadas a cabo por el Comité de Actividades Antiamericanas, las luchas por los derechos civiles de los afroamericanos, el movimiento estu­ diantil por la libertad de expresión («free speech movement» ), las acciones contra la guerra del Vietnam, el ascenso del «black power» o la progresiva propagación de la contracultura y el movimiento hippy. ¡Todo en la misma década! Y aunque el Departamento de Geografía siempre pareció mantenerse ajeno a esos movimientos, algunos de sus miembros, Peet entre ellos, 23

quedaron fuertemente marcados por lo acaecido, por el senti­ miento de colectividad generado, por la tensión académica y la represión policial que vivieron y por la consolidación de una creciente sensibilidad hacia todo tipo de problemas sociales y políticos: desde la segregación racial a los movimientos pacifis­ tas pasando por la constante reivindicación de un pensamiento crítico y alternativo. Y aunque Peet culminó su estancia en Berkeley con la presentación de una tesis doctoral relacionada con la teoría locacional que en poco reflejaba todo aquello, su vida y su ma­ nera de ver el mundo quedaron definitivamente marcadas por dichos acontecimientos. En pocos años, y coincidiendo con su traslado a la Clark University en Worcester (Massachusetts), Peet se convirtió en un animador incansable de la geografía radical, luego explícitamente geografía marxista, a través de su dedicación a la revista Antipo.d_e, al tiempo que conti­ nuaba y diversificaba sus líneas propias de trabajo. En 1 967, Peet realizaba de nuevo una larga travesía, esta vez por vía terrestre, atravesando el territorio norteamericano con su fa­ milia de costa a costa, del Pacífico al Atlántico, de California a Massachusetts. Su llegada a la Clark University marcó su carrera a partir de entonces. El Departamento de Geografía de la Clark de finales de los años 1 960 pasa por ser la cuna de la geografía radical, afirmación que quizá requiera algún matiz.3 Algunos de los

3. Aunque Antipode había tomado un papel preponderante, existían desde luego iniciativas geográficas de cone radical más allá de la Clark University, desta­ cando especialmente el papel de las expediciones geográficas de Detroit que lideró William Bunge. David Harvey se ha hecho eco de la atmósfera vivida a principios de los 1 970, recordando que había «un choque entre los geógrafos británicos de formación académica (como yo mismo) y los animadores estadounidenses con mayor orientación a la calle y a la gente ( . . . ) Yo aprendí de Bunge la imponancia de estar en la calle• (comunicación personal recogida en Sheppard, 2009).

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p rofesores allí presentes, tales como Jim Blaut, David Stea o el mismo Peet, eran auténticos agitadores (tanto en sentido intelectual como político) en aquel momento álgido del movi­ miento contra la guerra del Vietnam. Ilustra bien esa atmósfera un episodio tan curioso como la participación de esos enton­ ces jóvenes geógrafos en la famosa Marcha sobre el Pentágono del 2 1 de octubre de 1 967 en Washington,4 una manifestación pacifista que reunió a centenares de miles de personas (con ac­ ciones deliberadamente hilarantes y provocativas por parte del activismo yippie5 como el supuesto intento de hacer levitar el Pentágono utilizando la energía psíquica de los manifestantes). Un episodio que no solo fue recogido por narradores como Norman Mailer en su «The Steps of the Pentagon» sino que fue objeto de una inusual investigación geográfica por parte de Clark Akatiff (geógrafo muy cercano al indómito e inclasifi­ cable William Bunge con el que colaboraría en la Expedición Geográfica de Detroit) que llegó a publicar (de modo insó­ lito en la muy oficial Annals of the Association of American Geographers) un análisis espacial, con cartografía incluida, de los niveles de compromiso, acción y confrontación que hubo en aquella manifestación (Akatiff, 1 974). A propósito de ese episodio, el mismo Peet ha narrado cómo, tras haberse manifestado con regularidad contra la gue­ rra en la Main Street de Worcester (donde se halla precisamen­ te la Clark University), en aquella ocasión algunos compañe­ ros del departamento decidieron observar el acto de protesta sobrevolando Washington en un avión pilotado por el mismo

4. CJarcnta años más tarde, en 2007, más de 20.000 personas repitieron la Marcha al Pentágono, esta vez demandando poner fin a la guerra contra Iraq. 5. Partidarios del Youth lnternational Party, partido político antiautoritario, pro libertad de expresión y antimilitarista, altamente teatral, de mediados de los años 1 960 en Estados Unidos, que contrastaban su activismo político con la pasivi­ dad y autoexclusión de los hippies.

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Jim Blaut, al parecer con tan poca pericia que Peet decidió realizar el camino de vuelta . . . ¡ en tren! (Peet, 2006). Es en ese hervidero político donde lo inverosímil llegaba a ser posible: en 1 969 un grupo de profesores (encabezados por Jim Blaut y David Stea) junto con algunos estudiantes de postgrado ini­ ciaron la revista Antipode: A ]ournal of Radical Geography, movidos por la necesidad de tomar partido y de incidir des­ de la geografía en los problemas sociales del momento, tales como la guerra del Vietnam, el racismo o la contaminación. Tal como señala el que fue el director de la revista durante sus dos primeros años de existencia, Ben Wisner, en sus «memorias del subsuelo» (en alusión a la oficina en el subterráneo donde se elaboraron de modo totalmente artesanal los primeros núme­ ros ciclostilados}, al principio la revista no estaba guiada por un ideario claro sino que más bien se ocupaba eclécticamente de temas diversos que reflejaban todo tipo de preocupaciones sociales (Wisner, 2006 ). Así, en los primeros años de existencia de Antipode, los artículos versaban sobre temas como «la geo­ grafía de la pobreza, los guetos, el acceso a los servicios socia­ les, la ingeniería social, el planeamiento, las minorías, regiones subdesarrolladas como los Apalaches, la guerra del Vietnam, el Tercer Mundo y la crítica de las instituciones geográficas» (Peet, 2006}, pero esos temas eran tratados sin necesidad de buscar un marco de análisis propio y los planteamientos polí­ ticos que llevaban asociados no podían ser catalogados sino de «reformistas» . Después de todo, el editorial del primer núme­ ro de Antipode lo dejaba así de claro: Nuestro objetivo es un cambio radical: la sustitución de las instituciones y el ajuste institucional de nuestra sociedad, instituciones que no pueden ya responder a las cambiantes necesidades sociales que ahogan los intentos de darnos unos patrones de vida más viables, que frecuentemente no

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sirven más que para perpetuarse a sí mismos. No tratamos de sustituir las instituciones existentes por otras que adop­ tarán inevitablemente la misma forma; mas bien tratamos de encontrar una nueva ordenación de medios de acuerdo con un nuevo conjunto de objetivos. (Stea, 1 969: 1 ) A pesar d e ello, aquellos geógrafos s e veían a s í mismos como «una nueva clase de intelectuales» cuya principal pre­ ocupación era la relevancia social de su trabajo en «unos años de compromiso político y efervescencia intelectual únicos en la historia moderna de la geografía» (Peet, 1 998: 68). Con los años, aquella efervescencia radical se fue convir­ tiendo en una sólida geografía marxista no exenta de polémica que se consolidó y adquirió poder en las estructuras acadé­ micas. Aquellos geógrafos que rechazaban las trampas del poder académico (y que, por ejemplo, se sentían incómodos con la manera en que esa estructura de poder se manifestaba espacialmente en los congresos multitudinarios realizados en los más prestigiosos hoteles de las grandes ciudades) se vieron de repente en el centro de esas estructuras. «¿Cómo íbamos a saber que en solo una década nos convertiríamos en los nue­ ' vos dioses de la intelectualidad geográfica, invitados en todo el mundo para dar educadas conferencias sobre la revolución ?» (Peet, 1 998: 68).

Antipode: la consolidación de una geografía marxista Peet se hizo cargo de la dirección de Antipode en 1 970 y estuvo al frente de ella hasta 1 985, ayudado por sucesivas generacio­ nes de estudiantes de postgrado, muchos de los cuales llegarían a desarrollar exitosas carreras académicas. 27

Portada del primer número de Antipode, la revista de geografía radical de la que Peet se hizo cargo como director entre 1970 y 1985.

El objetivo de realizar un análisis marxista sistemático y riguroso de las bases del capitalismo se emprendería solo cuan­ do Peet, que hasta el momento había estado involucrado de manera periférica en el proyecto, toma las riendas de la revista

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al tiempo que empiezan a abundar las contribuciones de nom­ bres tan destacados como el mismo Jim Blaut o David Harvey, quienes influyeron y legitimaron, con la autoridad científica que les caracterizaba ya entonces, la línea de reflexión que progresivamente iría adquiriendo la revista (Wisner, 2006; Peet, 2006 ). Pero ese fue un proceso de aprendizaje que llevaría algún tiempo. La tradición marxista era totalmente inexistente en Estados Unidos: ni el movimiento por los derechos civiles ni el de oposición a la guerra que tan intensamente se habían desarrollado a lo largo de toda la década de los 1 960 no tenían nada de marxistas; de hecho, no podían serlo de ningún modo porque Marx era totalmente desconocido en Estados Unidos (García-Ramon, 1 977).6 El mismo Peet reconoce que «tu­ vieron que construir sobre la nada», que «no sabían nada de sus predecesores cuando iniciaron la geografía radical» y que «la misma idea que podía existir una geografía radical fuerte­ mente enraizada en las tradiciones anarquista y marxista solo emergió gradualmente al cabo de die,z años» (Peet, 2006). El primer número de Antipode, no obstante, ya incluía algunos artículos que adquirirían notable impacto: el ensayo de Peet sobre «Una nueva geografía de izquierdas»/ entre ellos. En él, Peet se lamentaba de la escasa presencia y relevancia de la voz geográfica ante los graves problemas sociales y llamaba a desarrollar propuestas de cambio «tanto dentro como fuera de la disciplina» guiadas por la consecución de la justicia y la igualdad. -

6. En el mantenimiento de la llama marxista cabe destacar el papel desem­ peñado por historiadores y economistas tales como Paul M. Sweezy, en Estados Unidos, y Maurice Dobb o Edward Thompson, en el Reino Unido (García­ Ramon, 1 977: 6 1 ). 7. Traducción al castellano en este mismo volumen.

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Pero ese «programa de izquierdas» quedaba lejos de un paradigma geográfico marxista como el que muy pronto les ofreció David Harvey, que ya se había ganado el respeto y la autoridad en la comunidad científica tras la publicación de su compendio de geografía neopositivista Explanation in Geography en 1 969. El papel de David Harvey en esos prime­ ros compases de la geografía radical fue determinante (Peet, 2006; Sheppard y Peake, en prensa; Walker, 1 989). Harvey, británico de origen, se había trasladado de Bristol (un lugar icónico de la cuantificación) a la J ohns Hopkins U niversity de Baltimore en 1 969 y la realidad urbana que allí descubrió contribuyó a su giro desde el positivismo a la justicia social, y de ahí, progresivamente, al marxismo. Desde Baltimore, Harvey entró pronto en contacto con los geógrafos de la Clark University y en 1 972 publicó en Antipode uno de los artículos más fundamentales e influyentes para el consolidación de una perspectiva marxista en la incipiente geografía radical (Harvey, 1 972)8 que dio lugar a numerosas respuestas y comentarios en la misma revista. Desde aquel momento, ha señalado Peet: El énfasis de la geografía radical pasó de intentar involu­ crar la disciplina en investigaciones socialmente relevantes a intentar construir una filosofía radical y una base teórica para una disciplina comprometida social y políticamente. Esta base se encontró cada vez más en la teoría marx� sta que algunos geógrafos británicos habían estado leyendo ya desde finales de los años 1 960 y que muchos geógrafos estadounidenses empezaron a leer a principios de los 1 970. (Peet, 1 977: 1 7)

8. Debe remarcarse la temprana traducción al castellano ( 1 976) de ese anículo fundamental.

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Ya desde su misma llegada a la Clark University en 1 967 an tes, pues, de su «iniciación» en el marxismo, Peet se había venido interesando por la cuestión de la pobreza en Estados Unidos e incluso programó una asignatura sobre el tema que llegó a ser extremadamente popular entre el alumnado y que llenó masivamente süs clases durante algunos años. Publicó algunos artículos sobre el particular a principios de los años 1 970 (Peet, 1 970; 1 971 ) y, poco después, en la teoría marxista halló nuevas vías interpretativas sobre la cuestión que le lleva­ ron a publicar un influyente análisis teórico sobre las causas de la desigualdad y la pobreza (Peet, 1 975 ). 9 Poco antes, en 1 972, Peet se había encargado de coordinar un número mono­ gráfico sobre la pobreza en Estados Unidos ( «Geographical Perpectives on American Poverty») en el que se incluía el artí­ culo de David Harvey sobre la distribución de la justicia social, que en su momento fue descrito «como un esfuerzo pionero de los geógrafos para empezar a explorar cuestiones sensibles política y socialmente» (Holcomb, 1 974: 1 62). Ese monográ­ fico había sido el resultado final de una recordada sesión que el mismo Peet organizó sobre «Perspectives on Poverty» en el Congreso Anual de la Asociación de Geógrafos Americanos de Boston de 1 971 y en la que David Harvey presentó su co­ municación sobre «Justicia social y sistemas espaciales».1º De aquel congreso de Boston, hoy cabe recordar dos he­ chos clave para entender la implantación de una perspectiva marxista en la geografía anglosajona. En primer lugar, la afir­ mación por parte de Harvey de que el paradigma positivista no

9. Traducido al castellano en este volumen y que en su día ya fue incluido en el monográfico sobre «Geografía Radical Anglosajona» de Documents d'Analisi Metodológica en Geografia, 1 977. 1 0. Publicado en Peet (1 972) y posteriormente como capítulo 3 de Harvey (1 9 73).

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estaba funcionando en absoluto para explicar nada socialmen­ te relevante (Harvey, 1 972a) y que era necesario moverse hacía un marco basado en la teoría marxista: esto es algo que debió retronar de manera escandalosa en aquel congreso. En segun­ do lugar, y no menos importante, ·es preciso señalar que sus palabras tuvieron gran impacto y encontraron un amplísimo eco entre la audiencia. Peet recuerda la situación:

[ . . . ] la sala estaba llena, había centenares de personas . . . Y quedaba claro lo que estaba sucediendo. Recuerdo a David decir que tenía una decena de copias de su comunicación. Era la primera versión mimeografiada de lo que luego sería Social ]ustice. Dijo que tenía diez copias y hubo una auténtica pelea para hacerse con una. Al menos 70 personas se lanzaron al estrado para conseguirlas. Yo pensé: «Dios, lo hemos conse­ guido». (Comunicación personal en Barnes, 2004) Y lo que se había conseguido, afirma Barnes, es «la conver­ sión de la geografía radical en geografía marxista, el antimundo de la geografía cuantitativa» (Barnes, 2004: 590). Pero no solo la geografía- cuantitativa era objeto de crítica severa sino también las aproximaciones «reformistas» como las que estuvieron presentes en los primeros años de Antipode. Harvey criticó duramente a ese tipo de trabajos a los que ca­ lificó de «contrarrevolucionarios» llamando precisamente a la adopción de un paradigma marxista revolucionario (Harvey, 1 972b). Y su llamada encontró el campo abonado para tener el efecto deseado. Tal como señalan Sheppard y Peake (en pren­ sa), «a mediados de la década, leer a Marx se había convertido en un de rigueur para los geógrafos norteamericanos radicales, y Antipode iba tomando un tono cada vez más marxista»: prueba de ello fue el número 7( 1 ) de Antipode ( 1 975) dedicado a la geografía marxista.

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A partir de 1 972, pues, los geógrafos con mayores pre­ o cupaciones sociales y políticas se vuelcan a la lectura directa de las fuentes, empezando por el mismo Marxl a la búsqueda de elementos para un análisis del espacio que pronto daría como resultado una evolución desde aquella óptica liberal de izquierdas a un enfoque abiertamente marxista. En Antipode se puede observar esta evolución de la que dio puntual cuenta Hector Giroux en un artículo publicado en 1 977 en la revista Hérodote (que desde su fundación en 1 976 jugó un papel en Francia similar al de Antipode en Estados Unidos). Giroux hacía un repaso de los temas tratados: algunos de índole más social (como el estudio de las minorías étnicas o la cuestión de la mujer) y otros más estrictamente geográficos (como la crítica de los polos de crecimiento). Pero también mostraba la existencia de tendencias diversas: las posiciones liberales de izquierda (a su parecer algo que, de modo más bien oportunis­ ta, practicaron algunos geógrafos tradicionales que no querían quedar «descabalgados» de la nueva corriente); la posición reformista, con una fuerte orientación pragmática en temas como el tercermundismo, que podía encarnar los trabajos de Jim Blaut o la defensa de los derechos ciudadanos ejemplifi­ cado en la obra de Julian Wolpert; la tendencia anarquista y la del feminismo exacerbado, que Giroux conecta con las expedi­ ciones geográficas de Bill Bunge; y, finalmente, las tendencias marxistas que, según el mencionado Giroux, serían las que, de la mano de David Harvey, aportarían mayor solidez al enfo­ que (Giroux, 1 977: 1 5 1 - 1 52). Ya desde finales de 1 973, Peet afirma ( 1 977: 2 1 ) que la geo­ grafía radical empieza a ser sinónimo de geografía marxista, la cual pasa a concentrar sus esfuerzos en detectar las manifesta­ ciones espaciales de los procesos sociales, con avances teóricos en la teoría del desarrollo capitalista, en la teoría del subdesa­ rrollo y del imperialismo, en las desigualdades espaciales, etc.

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Ello da lugar también a algunas primeras aplicaciones de la teoría a problemas sociales como la pobreza o el mercado de la vivienda (Peet, 1 977: 23). Además de Marx, otra fuente importante de inspiración la constituyó la recuperación de la tradición anarquista, con las figuras destacadas de É lisée Reclus o Piotr Kropotkin, de los que se reprodujeron sendos textos en la antología de geografía radical que coordinó Peet {1 977). El mismo Peet publicó en 1 978 su «Geografía de la liberación humana» en un número monográfico de Antipode dedicado a la geografía anarquista y coordinado por Myrna Breitbart. En él, Peet realizaba un aná­ lisis de las principales tradiciones revolucionarias, el anarquis­ mo y el marxismo, a través de sus dos principales proponentes, Kropotkin y Marx, donde señalaba la sorprendente coinciden­ cia en sus respectivas descripciones de la naturaleza humana pese a partir de marcos filosóficos completamente diferentes: ambos llegaban a destacar la cooperación como elemento fun­ damental del desarrollo humano individual y colectivo. Como resultado, Peet osaba proponer una forma sintética de radica­ lismo, consistente en un anarco-marxismo que tuviera como objetivo la consecución de una base comunista de la liberación humana (Peet, 1 978). Otro punto culminante en este proceso de progresiva ad­ quisición de una base teórica marxista, no siempre exento de tensiones o contradicciones, fue la fundación en 1 974, bajo la iniciativa de los estudiantes de postgrado de Vancouver, de la Unión de Geógrafos Socialistas {USG en sus siglas en inglés; nótese el uso del término «socialista» en lugar del habitual «radical»). 11 La hoy mítica fotografía tomada frente a la sede

1 1 . Según el mencionado artículo de Giroux, la USG respondió a la •necesi­ dad de crear un marco organizativo más estructurado, en el que las tendencias anarquistas y liberales no estuvieran representadas. (Giroux, 1 977: 1 52).

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de la Toronto Geographical Expedition al final de las reunio­ nes del nuevo grupo (reproducida en este volumen) ha sido objeto de nostálgico comentario en clave personal por parte de Clark Akatiff (al parecer único depositario del original de esa fotografía en tamaño póster que, por su obvio interés histórico, ha tenido luego una amplia circulación en formato digital). Akatiff aparece en el centro de la fotografía, rodeado

Fotografía de algunos miembros de la Unión de Geógrafos Socialistas en la reunión fundacional de Toronto en 1974. En ella aparece Richard Peet (en la tercera fila con gafas y puño en alto) junto a destacadas figuras del pensamiento geográfico como William Bunge, James Blaut o David Harvey, entre otros muchos. [Foto cedida por C. Akatiff]

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de nombres tan destacados como William Bunge, Jim Blaut, David Harvey, Richard Peet (segundo por la derecha en la ter­ cera fila}, Wilbur Zelinsky, Gunnar Olsson, Jim Lyon y Ron Horvath, junto a otros geógrafos y estudiantes, algunos de ellos aún sin identificar. La USG mantuvo su primera reunión en Toronto entre los días 26 y 28 de mayo de 1 974 y sobrevivió hasta el año 1 9 8 1 , cuando fue sustituida por un grupo de geo­ grafía socialista en la Asociación de Geógrafos Americanos. En 1 977 Peet hacía lo que bajo la perspectiva actual no po­ demos considerar sino un esperanzado balance de los logros de la j oven geografía radical norteamericana: La geografía radical ha reflej ado (en miniatura} el desa­ rrollo de la ciencia radical. En particular, hemos tenido grandes dificultades para escapar de la trampa de la teoría ideológica, y nos enfrentamos al gran problema de explicar nuestra filosofía a otros geógrafos a causa de la naturaleza poderosa aún cuando confusa de la ideología en geografía. Hemos tenido que pasar por un extenso período liberal antes de poder alcanzar un radicalismo teórico más pro­ fundo, mientras que otros científicos sociales radicales han podido acudir directamente al marxismo, al anarquismo o a otras perspectivas teóricas verdaderamente radicales. Aun así, hemos logrado finalmente alcanzar una base teó­ rica radical y estamos ocupados desarrollándola y aplicán­ dola. (Peet, 1 977: 28) La década de los 1 980, sin embargo, marcaría un dra­ mático punto de inflexión en aquel proceso. Peet regresa de Australia, donde pasa el período 1 979- 1 980 en la Universidad Nacional Australiana de Canberra, y a su vuelta encuentra una sociedad norteamericana que parecía haberse transfor­ mado tan rápida como profundamente. En 1 980 Ronald

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Reagan accede a la presidencia de los Estados U nidos, y junto con Margaret Thatcher, su contraparte en el Reino Unido, marcan el inicio de un neoliberalismo económico y cultural desbocado que tendrá repercusiones en todas las esferas. A nivel colectivo, «los valores de cooperación y el · ' buen rollo', el estilo de vida cuasi-hippie de los 1 960 y prin­ cipios de los 1 970 habían sido abandonados en favor del in­ dividualismo, el profesionalismo y la competitividad» (Peet, 2006). Tampoco andaban las cosas mejor en lo académico: « A mi vuelta de Australia en 1 980, me encontré con que la cultura radical que había existido en la Clark hasta finales de los 1 970 había desaparecido definitivamente. Mi asigna­ tura sobre «geografía de la pobreza americana», que había llegado a tener 250 estudiantes a mediados de los 1 970, ahora solo tenía 20»\\ Incluso la insigne Antipode debía afrontar numerosas dificultades ante la caída de las suscripciones y de los artículos para publicar. Y aunque, intelectualmente, la geografía radical se había colocado en un lugar de privilegio dentro de la disciplina, en el camino se habían ido perdiendo aquellos obj etivos revolucionarios. Cuatro fueron los moti­ vos que, al decir de Peet y Thrift ( 1 989) provocaron la pérdi­ da de combatividad de la geografía radical: el eco que halló la crítica a la que el mismo pensamiento marxista fue sometida por parte de las posiciones postmoderriistas; el fracaso de los estados socialistas que evidenció la dificultad de conseguir aquellos objetivos revolucionarios; la profesionalización de la disciplina, menos proclive a aceptar a geógrafos radicales; y) a integración de muchos de aquellos radicales de los 1 960 y 1 970 en la corriente hegemónica que desde entonces pasaron a publicar con regularidad en las revistas académicas institu­ cionalizadas (Walker, 1 989: 6 1 9). A ello habría que añadir, además, el proceso de profe­ sionalización y comercialización de las revistas radicales

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como Antipode. Peet se había hecho cargo de la revista como director en 1 970, una tarea que ejerció con autoridad y efi­ cacia hasta 1 985 cuando la revista, acuciada por problemas económicos, pasa a ser editada comercialmente. 12 Peet decide en aquel preciso momento dejarla en manos de dos codirecto­ res, Eric Sheppard (University of Minnesota) y Joe Doherty (University of Saint Andrews, en el Reino Unido), de ma­ nera que definitivamente deja de estar vinculada a la Clark University donde había nacido. 1 3 Durante la quincena de años en los que Peet estuvo al cargo, Antipode fue la referencia in­ ternacional clave para la geografía radical, algo que en alguna medida ha continuado siendo hasta la actualidad, aunque los artículos de contenido radical o de izquierdas tienen hoy mu­ chos otros foros donde expresarse. Según Sheppard y Peake (en prensa), el año 1 986 marca un punto crítico de inflexión en la geografía radical anglosaj ona, no solo por la comercia­ lización de Antipode sino también por la importancia que ad­ quiere la crítica a la insensibilidad de la ortodoxia marxista con las voces feministas, antirracistas, anarquistas y ambientalistas que, por otra parte, no hacían sino reflejar los mismos movi­ mientos sociales que ya habían emergido en los años 1 960. Es el momento en el que la geografía radical queda subsumida en una corriente más amplia y diversificada que sistemáticamen­ te pasará a ser denominada desde entonces como «geografía crítica». Este es el término que, sin ir más lejos, adoptará el

12. Primero se hizo cargo de ella la editorial Basil Blackwell y, finalmente, la revista acabó en manos de J ohn Wiley. 1 3. Durante la estancia de Peet en Australia en 1 978-80, se hicieron cargo de la revista Phi! O'Keefe ( 1 978-1 980) y Neil Smith (1 979). Después de Eric Sheppard (1 986- 1 99 1 ) y Joe Doherty (1 986-1 992), tomaron el mando sucesivamente Richard Walker ( 1 99 1 - 1 999), Linda McDowell ( 1 993- 1 999), Jamie Peck y Jane Wills (20002003) y, desde entonces, Wendy Lamer Paul Chatterton, Vinay Gidwani, Nik Heynen, Rachel Pain y Katherine McKittrick.

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grupo que, baj o los auspicios de Caroline Desbiens y Neil Smith, conforma el lnternational Critica! Geography Group que desde 1 997 organiza reuniones periódicas y es un referente internacional de la geografía crítica. El nuevo milenio traerá algunas nuevas iniciativas de revi s tas de geografía explícitamente crítica o radical que se sitúan a contracorriente de la creciente adquisición de las revistas académicas por parte de las grandes empresas edi­ toriales. 14 Ante esta realidad, en 2008 el mismo Peet decide empezar otra vez desde la misma Clark University una nueva revista que, con el nombre de Hu man Geography: A New fournal of Radical Geography,15 pretende situarse al margen del control comercial del conocimiento científico. El editorial de su primer número (Peet, 2008)16 es un alegato sin paliati­ vos contra la privatización de la difusión del conocimiento, cada vez más concentrado en unas pocas manos y sometido a las directrices de grandes conglomerados empresariales mul­ tinacionales. En este contexto político y académico de cambio, Peet continúa trabajando en diferentes frentes, haciéndose eco de los problemas más urgentes, incorporando algunas ideas de los nuevos enfoques que le parecen útiles pero demostrando una enorme confianza en su posición y sin moverse un ápice en sus convicciones. Desde mediados de los 1 980, Peet dedicará su trabajo a profundizar en la teoría del subdesarrollo y el im­ perialismo, la globalización y el capitalismo neoliberal, y más recientemente, la crisis ambiental.

1 4. En este sentido, cabe señalar la aparición de la revista multilingüe de libre acceso A CME: An lnternational E-]ournal for Critica[ Geographies. 15. Obsérvese que comparte subtítulo con Antipode con el añadido de «New•. 1 6. Traducido al castellano en este volumen.

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Richard Peet en su despacho de la Clark University, donde ha ejercido su rol como docente, investigador e incansable animador de debates intelectuales durante más de 40 años. [Foto: N. Benach]

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Capitalismo global y desarrollo Como ya se ha señalado, Peet nunca abandonará su interés p or la escala global, manifestado ya en sus trabajos iniciales sobre los modelos locacionales. Así, a raíz de su estancia en Australia a finales de los 1 970, realizó una lectura, desde la geografía, de las grandes aportaciones llevadas a cabo por las teorías marxistas del subdesarrollo y formuladas por autores tan influyentes en su momento como André Gunder Frank, Arghiri Emmanuel o Samir Amin. Fruto de unas jornadas celebradas en la Universidad de Canberra en 1 979, Peet co­ ordinó la publicación de un volumen sobre dicha cuestión (Peet, 1 9 80), planteado como una guía acerca de las principales aportaciones de la teoría marxista sobre el tema; aunque no ofrecía novedades importantes, suponía un esfuerzo remar­ cable de difusión (O'Toole, 1 983) y marcaría el inicio de una reflexión sobre la economía global que ha continuado hasta la actualidad. Desde entonces prácticamente todos sus trabajos mantienen ese contexto global como marco explicativo. En 1 987 coordinó un volumen sobre el capitalismo inter­ nacional y la reestructuración industrial (Peet, 1 987) con un análisis de la nueva geografía industrial del capitalismo (in­ dustrialización de algunas áreas del Tercer Mundo y de áreas periféricas de los países industrializados acompañados de la consiguiente desindustrialización de algunas áreas centrales de las economías «avanzadas») profundamente basado en la teoría del sistema mundial y el desarrollo desigual. El libro tenía especial cuidado en destacar las consecuencias negativas para los trabajadores y se mostraba, desde luego, totalmente comprometido con una perspectiva política marxista (Storper, 1 988). En el momento cumbre de la geografía neopositivista, los británicos Richard Chorley y Peter Haggett habían elaborado 41

un volumen que, bajo el título de Models in Geography ( 1 967), se convirtió en una referencia clave acerca de cómo la teoría y la aplicación de modelos había alcanzado todos los ámbitos del trabajo geográfico. Más de veinte años después, Richard Peet junto al británico Nigel Thrift coordinó la publicación de una obra colectiva que, de algún modo, pretendía convertirse en un nuevo referente, con el evocativo título de New Models in Geography: the Political Economy Perspective. Su intención era precisamente asentar la perspectiva de la economía polí­ tica (marxista en un sentido amplio) para la geografía (Peet y Thrift, 1 989). Formado por una treintena de capítulos escritos por reconocidos especialistas, buscaba cubrir todo el espectro geográfico y era una afirmación del avance realizado en la elaboración de una formulación alternativa de la perspectiva geográfica dentro de las ciencias sociales. Aquella geografía ra­ dical que se había iniciado «con críticas y una lectura entusias­ ta de textos básicos», había ido dando lugar a una perspectiva de economía política que, según apuntaba Doreen Massey en el prólogo a dicha obra, «había progresado a gran velocidad, generando su propio marco de conceptos y de análisis, con preguntas y debates propios» (Massey, 1 989: ix). En la misma línea, Richard Walker afirmaba en 1 989: «La izquierda puede atribuirse una buena parte de la respetabilidad de la geografía fuera de la disciplina y puede reivindicar una parte de liderazgo intelectual, incluso hegemonía, en ciertos subcampos geográficos» (p. 620). Y es que pese a los enormes cambios que la década de los 1 980 había conllevado a todos los niveles y la perplejidad que algunos geógrafos radicales mostraban ante el cambio de atmósfera social y política, Peet entre ellos, no puede decirse, sin embargo, que nada había sido en balde: la deuda de la geografía actual con el trabajo de la geografía radical en los 1 970 y 1 980 es innegable y en el caso de Peet ha continuado inspirando su trabajo hasta la actualidad.

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A principios de la década de los 1 990, Peet estaba anali­ zando las teorías del desarrollo, lo que le permitió unir aquella dimensión global que le interesó desde sus primeros trabajos con la teoría marxista. Así, en 1 99 1 publicó Global Capitalism: Theories of Societal Development, un condensado texto en el que, motivado por la persistencia de la pobreza masiva en mu­ chas partes de mundo, abordaba los grandes enfoques que han producido las ciencias sociales para explicar el desarrollo y la economía global: el funcionalismo y la teoría de la moderni­ zación, las teorías de la dependencia y del sistema mundial y, especialmente, el marxismo estructuralista, con el que abier­ tamente se identificaba. Para Peet, las teorías tradicionales desarrollistas no habían hecho sino legitimizar el orden social capitalista, por lo que era imprescindible buscar modos al­ ternativos de desarrollo fuera de la lógica capitalista. La gran cantidad de críticas y cuestionamientos que la teoría marxista del desarrollo había ya recibido en aquel momento hizo que, precisamente, dedicara el capítulo final a responderlas, algo que abrió un debate en el que se implicará durante largo tiem­ po. Las ideas al respecto fueron sucesivamente reelaboradas en los libros publicados en 1 999 y en 2009, junto con Elaine Hartwick (Theories of Development)17 en los que abundó en los argumentos de la controversia entre desarrollo y moderni­ dad. Aún siendo ferozmente críticos con los usos ideológicos de la idea de progreso y de desarrollo, Peet y Hartwick se muestran especialmente incómodos con las teorías postmo­ dernas que niegan la posibilidad de la razón, la ciencia y el progreso, y que quedan atrapados fácilmente en una trampa reaccionaria. De modo que, de acuerdo con su planteamiento, lo que hace falta es repensar los términos del problema, pro-

1 7. Con traducción parcial al castellano en este volumen.

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poniendo una posición que denominan como de «modernis­ mo crítico» que libere la noción de desarrollo de sus cadenas neoliberales porque el desarrollo, en tanto que principio de la modernidad (con su confianza en que la racionalidad podía y debía cambiar el mundo para mejor) «significa hacer una vida mejor para todo el mundo» (Peet y Hartwick, 2009: 1 ). Por otro lado, pese a esa siempre presente reticencia ante los postulados postmodernos, bien es cierto que, desde prin­ cipios de la década de los 1 990, Peet se sumerge en la tras­ cendencia de los discursos y de las relaciones de poder, y en la importancia de la ideología para comprender los procesos materiales: «las verdades son afirmaciones dentro de discursos socialmente producidos más que 'hechos' obj etivos sobre la realidad» (Peet y Watts, 1 996 ). Peet muestra ahí con claridad la progresiva incorporación de ideas provenientes del postestruc­ turalismo y de la teoría crítica a su perspectiva general cimen­ tada en la economía política marxista. A la vez, crecientemente preocupado por las urgentes cuestiones ambientales, une ambos intereses en el volumen que coeditó con Michael Watts Liberation Ecologies que, en muchos sentidos, no era sino una exploración de la intersección entre la ecología política y la teoría del discurso (sin abandonar por ello la tradición radical que ponía en relación las anteriores con la economía políti­ ca). Posteriormente, en 201 1 , coeditó junto a Paul Robbins y Michael Watts su Global Political Ecology que, sin abandonar esa misma óptica, reunía una única colección ensayos sobre sostenibilidad, márgenes urbanos y suburbios, políticas am­ bientales, guerra y seguridad, energía, agua, y transgénicos. La importancia del discurso y de la ideología no era sin embargo algo nuevo para Peet, que ya había abordado en 1 985 la relación entre las cuestiones ambientales y el discurso en su análisis del contenido ideológico del determinismo ambiental (Peet, 1 985) y en el demostraba las conexiones entre el impe-

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rialismo de finales del siglo XIX con la irrupción del darwinis­ mo en las ciencias sociales. El contenido ideológico del conocimiento científico es una cuestión recurrente en gran parte de su obra, presente, por ej emplo, en su demoledor artículo sobre la idea de la ventaja comparativa de David Ricardo (Peet, 2009) que constituye la base de la ideología del libre mercado. En aquel artículo mos­ traba con gran convicción el poder de una idea intelectualmen­ te endeble y de escasa consistencia lógica pero con gran poder persuasivo y que se había convertido en algo indiscutible y que prácticamente no dejaba espacio para la crítica, a saber: la idea de que la especialización económica y el libre mercado propor­ cionan beneficios universales, lo que constituye el gran punto de partida de la teoría económica convencional y una prescrip­ ción básica de las políticas neoliberales. Concluía que, desde el primer momento, la «inocente» idea de la ventaja comparativa no había sido sino un mero artefacto ideológico para justificar el dominio de unos pocos países hegemónicos sobre el resto. A esa cuestión de cómo el neoliberalismo responde a las crisis económicas y de cómo las instituciones globales sirven para justificarlo ha dedicado también una parte muy notable de sus trabajos más recientes.

Crisis económica y neoliberalismo En 2003 publicaba la que, hasta la fecha, ha sido su única obra traducida al castellano con el título de La maldita trinidad.

El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, en la que mostraba el papel de estas instituciones globales que legitiman y dan carta de naturaleza a las políticas neoliberales. De nuevo Peet demostraba cómo había abierto su punto de vista marxista 45

para incorporar elementos del análisis postestructuralista, fundamentalmente a partir del uso del concepto de discurso hegemónico basado en Gramsci y en Foucault. El neolibera­ lismo es presentado como la forma hegemónica de globali­ zación basada en la no intervención estatal, la liberalización comercial, y la limitación de los déficits presupuestarios estatales. La fuerza de su análisis reside en cómo demuestra que, al tiempo que la ideología neoliberal produce una «ver­ dad» económica indiscutible, deja sin margen la posibilidad de discursos alternativos que apenas pueden enfrentarse a la doctrina neoliberal de inevitabilidad y de que «no hay alter­ nativa» . El libro contiene un minucioso trabaj o que escudri­ ña los entresij os del funcionamiento de las tres grandes orga­ nizaciones mencionadas y las condiciones en las que ej ercen su poder, junto a un análisis de los circuitos de producción y diseminación de su discurso. De nuevo, la voz de Peet resuena claro y alto cuando se trata de denunciar lo que es flagrantemente cruel e injusto. El libro recogió, además, crí­ ticas notoriamente positivas y bastante unánimes por parte de la comunidad académica, algo que resulta muy destacable dado que se trata de un libro escrito para no expertos. Señala Roger Lee que estamos frente a un libro «políticamente im­ plicado, teóricamente sofisticado, analíticamente incisivo, empíricamente rico, verdaderamente comprometido y lleno de agudezas devastadoras que alientan la lectura. La energía de este libro recuerda a una actuación en directo de un grupo de músicos de gran talento [en alusión a la participación en su elaboración de un grupo de alumnos de la Clark University] » (Lee, 2005 ). Casi como una continuación de La maldita trinidad, puede leerse Geography of Power (2007), libro en el que aborda los fundamentos institucionales del neoliberalismo para sostener su tesis de que en el mundo se ha impuesto ya un nuevo siste-

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Portada de La maldita trinidad, un alegato sin fisuras contra el poder ejercido por las instituciones reguladores globales (OMC, FMI y BM) y único libro de Peet que ha sido traducido al castellano hasta la fecha.

ma de poder económico. El poder se ha acumulado a nivel glo­ bal en una serie de organismos (el G7/G8, la Unión Europea, las instituciones de Bretton Woods y las Naciones Unidas) que controlan las economías y las vidas de la gente a través de mecanismos políticos como el ajuste estructural, las ins­ pecciones periódicas por parte de expertos y otras estrategias

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EXPERIENCIAS LUGARES

HECHOS HISTÓRICOS

CAMPOS DE ESTUDIO

20 1 0 Crisis global

Presidencia de Obama

2000

1 1 -S Presidencia de Bush Google Creación de la OMC

1 990

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Guerra del Golfo

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Calda muro de Berlín Explosión Chemobil Primera intifada



Perestroika

1 980 Rev. islámica

Golpe militar en Chile

1 970 Mayo francés

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1 960

M uro de B e rl i. n

Rev. cubana Descolonización

1 950 Bomba atómica Bretton Woods

1 940

48

11 Guerra Mundial

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AUTORES CLAVE



M i chael Watts

OBRAS PRINCIPALES

FASES CARRERA

Human

Global Political Ecology

Geograhy



Antonio Gramsci

201 0

(ed itor) Unholy Trinity Theories of Development

Mic el Fou

EDICIÓN REVISTAS

Modern Geographical Thought Global Capitalism New Models in Geography

2000 Economic

Geography

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