Richard Peet : geografía contra el neoliberalismo
 9788498884579, 8498884578

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N ú r ia

B e n a c h

RICHARD PEET GEOGRAFÍA CONTRA EL NEOLIBERALISMO

Ic a ria $ ESPACIOS CRÍTICOS

Este libro ha sido impreso en papel 100% Am igo de los bosques, proveniente de bosques sostenibles y con un proceso de producción deTCF (Total Chlorin Free), para colaborar en una gestión de los bosques respetuosa con el medio ambiente y económicamente sostenible.

Diseño e ilustración de la cubierta: A driana Fábregas a partir de una foto de M ain Street, W orcester (Mas.), de N uria Benach © © ©

N uria Benach D e los textos de Richard Peet: indicados a pie de página Traducción del inglés de los anículos de Richard Peet, N uria Benach

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D e esta edición Icaria editorial, s. a. Are de Sant C ristófol, 11-23 08003 Barcelona www. icariaeditorial. com

ISBN: 978-84-9888-457-9 D epósito legal: B-25.872-2012 Prim era edición: octubre de 2012 Fotocomposición: Text Gráfic Im preso en Romanyá/Valls, s. a. Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona)

Printed in Spain. Impreso en España. Prohibida la reproducción total o parcial.

ÍN D IC E

Introducción

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I. Con rum bo fijo: trayectoria intelectual de Richard Peet 15 Geografía económica «convencional» en Berkeley

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De California a Massachusetts: el despertar de la geografía radical 23 Antipode: la consolidación de una geografía marxista Cápitalismo global y desarrollo

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Crisis económica y neoliberalismo

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II. El marxismo como positivismo radical: una conversación con Richard Peet 55 III. Antología de textos:

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Una nueva geografía de izquierdas

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Desigualdad y pobreza: una teoría geográficomarxista 95 Los orígenes sociales del determinismo ambiental

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Cultura, imaginario y racionalidad en el desarrollo económico regional 181 Editorial: la neoliberalización del conocimiento

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Locura y civilización: capitalismo financiero global y el discurso anti-pobreza 229 Modernismo crítico y desarrollo democrático IV. Texto inédito 265 Crisis financiera y catástrofe ambiental

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V. La geografía al servicio de la transform ación social: contribuciones al debate 287 Defender el marxismo

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La crítica postestructuralista y el postmodernismo «extremo» 294 El desarrollo como discurso y el modernismo crítico Por una economía cultural Lo que la geografía debe ser

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Selección de la bibliografía de Richard Peet

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IN T R O D U C C IÓ N

Richard Peet, geógrafo nacido en G ran Bretaña y que ha desa­ rrollado casi toda su carrera académica en los Estados Unidos de América, emblematiza como pocos un posicionamiento in­ telectual y político crítico a lo largo de cuatro décadas. Algunos de sus trabajos de los años 1970, escritos en los m omentos álgidos de la llamada geografía radical, fueron traducidos al español casi de inm ediato.’ Sin duda, el impacto de la revista Antipode,1 de la que Peet era director, y la atmósfera política del m om ento contribuyeron a la difusión en otros contextos geográficos de aquellos trabajos que versaban sobre las raíces de la pobreza en el sistema capitalista o sobre la geografía de la liberación humana. La trayectoria reciente de Peet, sin embar­ go, permanecía prácticamente inédita en español hasta la pu­ blicación de La maldita trinidad,3 un durísimo alegato sobre el nefasto papel que desempeñan en la regulación económica

1. El primer número de Documents d’Analisi Metodológica en Geografia del Departamento de Geografía de la Universitat Autónoma de Barcelona (1977) fue precisamente dedicado, bajo los auspicios de Maria Dolors García Ramón, a la «Geografía Radical Anglosajona». 2. Muestra de ello son las tempranas publicaciones de la revista Geocritica de la Universitat de Barcelona editada por Horacio Capel donde se dieron a co­ nocer algunos influyentes anículos pocos años después de su publicación original en Antipode y que asimismo se hizo amplio eco de sus objetivos (por ejemplo, Ma'ttson, 1978). 3. Publicado por Editorial Laetoli (Pamplona) en 2004.

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mundial la tríada del Fondo M onetario Internacional, el Banco M undial y la Organización M undial del Comercio. E sto sería más que suficiente para defender la trascenden­ cia y la actualidad del pensamiento y la obra de Richard Peet. A unque tal vez sea justo señalar que la chispa definitiva que desencadenó la realización de este volum en fue el lanzamiento en 2008 de la nueva revista H um an Geography, una revista no solo con tintes radicales, marxistas y definitivamente críticos, sino una revista que se sitúa a contracorriente de las revistas académicas, captadas hoy casi en su totalidad por grandes editoriales que han logrado convertir el conocimiento acadé­ mico en un negocio más (y, por cierto, bastante lucrativo). Así que a su relevancia en la historia del pensamiento geográfico y a la actualidad de su trabajo, se añadía aquí una faceta más, relacionada con el activismo académico y la denuncia política que siempre le ha caracterizado. Esos tres ejes — la relevancia, la actualidad y el activismo— son precisamente sobre los que hemos querido construir nuestra visión de la personalidad y la obra de Peet en este libro. Com o es habitual en esta colección, la estructura del li­ bro persigue un acercamiento por diferentes vías al autor y a su obra. El prim er capítulo, que hemos denominado «Con rum bo fijo: trayectoria intelectual de Richard Peet» pretende precisamente hacerse eco de esos viajes vitales e intelectuales: desde la travesía océanica que llevó a Peet desde E uropa al continente americano a la trayectoria intelectual que le con­ dujo a posiciones irreductiblemente marxistas sin perder sus orígenes neopositivistas. Le sigue una entrevista, fru to de di­ versas conversaciones mantenidas con Peet y en la que hemos intentado m antener al máximo el tono provocativo y la fuerza verbal que le caracteriza. A continuación, la selección de textos traducidos al espa­ ñol persigue una aproximación a los principales temas que han

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sido objeto de preocupación de Peet y, a la vez, un cierto reco­ rrido —de ninguna manera exhaustivo dada la inmensidad de su producción académica— por sus fases intelectuales. Hem os seleccionado algunos textos fundamentales que m uestran tan­ to los temas que le han ocupado en su dilatada trayectoria y que dan fe de la radicalidad de su discurso como de su faceta como editor de revistas clave como ha sido Antipode desde su fundación o la más reciente H um an Geography. El excelente texto inédito que Peet ha elaborado generosamente para este volumen, «Crisis financiera y catástrofe ambiental», constitu­ ye una nueva muestra de la actualidad y la fuerza política de su pensamiento. Finalmente, un quinto capítulo que hemos titulado «La geografía com o herramienta de transform ación social: contri­ buciones al debate» pretende situar el pensam iento de Peet en el contexto de vivos debates intelectuales en los que siempre ha participado de m anera m uy intensa y con una expresión m uy clara y directa de sus ideas. Porque si algo puede afirmarse de Richard Peet es que es un tipo que no se anda po r las ramas. Q uizá po r sus orígenes en el seno de una familia de clase obrera de una localidad cer­ cana a Liverpool de los que ha heredado un sentido práctico de la vida, quizá porque sus preocupaciones intelectuales siempre están teñidas de un sentido de lo urgente y de una necesidad de tom ar partido, su expresión tanto verbal como escrita es de una claridad meridiana. C uando surgió la idea de este libro, no conocíamos perso­ nalmente a Richard Peet. Y aunque habíamos leído sus traba­ jos y admirábamos su trayectoria, bien es cierto que le prece­ día una cierta fama de personaje algo adusto. Sin embargo, su obstinado posicionamiento crítico a lo largo de décadas nos hizo pensar que bien valía el intento. Com o sucede a menudo, la realidad desmintió las ideas preconcebidas. Encontram os a

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un Peet afable e irónico, tan abierto a la discusión como dem o­ ledor en sus juicios pero definitivamente cordial y afectuoso con quien reconoce de su mismo lado. La coherencia m ostrada a lo largo de su carrera le ha con­ vertido en un intelectual respetado, incluso por aquellos que no están de acuerdo con sus ideas. Su larguísima trayectoria en la Clark University le ha convertido en un referente ge­ neralizado, en un profesor que ha sabido atraer a los mejores alumnos de todo el m undo (hoy profesores a su vez en nu­ merosos rincones del planeta) y en un amigo querido por sus compañeros de generación. También descubrimos a un profesor que deslumbra a sus alumnos; no hay otro remedio que estar m uy atento en una clase en la que el profesor transmite sus ideas con calculada sen­ cillez mientras se mueve por todo el espacio del aula, gesticula, interroga, blasfema, salta sobre sus pies mientras escribe con aparente espontaneidad en la pizarra y solo da un breve respiro después de unos momentos cumbre para resumir los principales argumentos desplegados ... ¿quién dijo power p o in t? Peet acogió de buen grado la propuesta de este libro; su siempre alerta visión crítica, su inmediatez y su socarronería convirtieron cada conversación en un reto que puso a prueba nuestros reflejos y sobre todo en una ocasión privilegiada para aproxim arnos más a ese personaje tan directo como agudo y posicionado políticamente. U n acercamiento que se vio inmensamente facilitado, además, por los gratos momentos compartidos en su entorno familiar, de modo que un agrade­ cimiento muy especial debe dirigirse en prim er lugar a Elaine H artw ick (a su vez, profesora de Geografía en la Framingham State University), y a Eric y Anna Peet. Este libro pudo iniciarse gracias a una estancia de tres meses en la Clark U niversity de W orcester (Massachusetts) en el o to­ ño de 2010, financiada por una beca «Salvador de Madariaga»

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del Programa Nacional de Movilidad de Recursos Hum anos de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación. Q uien escribe tuvo además la inmensa fortuna de estar acom ­ pañada por Josep Escolano, y por O riol y Roger Escolano Benach que afrontaron con insólita m adurez la peculiar vida cotidiana que tem poralmente les tocó vivir en «Wuuster». Brenda N ika-H ayes, secretaria del D epartam ento de Geografía de la Clark University, facilitó las cosas al máximo con enorm e amabilidad y simpatía. Del todo impagable fue el tiempo que nos dedicaron David Angel, A nthony Bebbington, Jody Emel, Dianne Rocheleau y R obert Ross desde la misma Clark University, gracias a los cuales pudimos entender me­ jor la persona y su papel como universitario. También fueron una gran fuente los comentarios y aportaciones de antiguos alumnos de Peet, hoy profesores en distintas universidades: Thom as Ponniah (H arvard University), W aquar Ahm ed (M ount H olyoke Collage, South Haley, Massachusetts) y Ann O berhauser (West Virginia University). Brent M cCusker (West Virginia University), por su parte, nos hizo llegar asi­ mismo valiosos comentarios de quien, al conocer a Peet con m ayor distancia, había quedado fuertem ente impresionado por su fuerza, combatividad y capacidad para la polémica. Muchos otros respondieron con extraordinaria amabi­ lidad y celeridad a nuestras peticiones. A udrey Kobayashi (Q ueen’s University, O ntario) y Philip Steinberg (Florida State U niversity) tuvieron la gentileza de enviarnos sus útiles textos sobre la figura intelectual de Peet. Clark Akatiff, inquie­ to agitador en la revolucionada universidad norteamericana de finales de los años 1960, interrogado sobre los orígenes y los presentes en la fotografía de la U nión de Geógrafos Socialistas de Toronto de 1974, nos sorprendió agradablemente con una avalancha de materiales, recuerdos y comentarios de quien vi­ vió en prim era línea mucho de lo que aconteció en los inicios de

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la geografía radical norteamericana. Eric Sheppard (University of Minnesota) y Linda Peake (York University, Toronto) nos perm itieron utilizar su texto inédito sobre la geografía crítica norteamericana. Kirk M attson, estudiante de la Simon Fraser University de Vancouver a principios de los años 1970, nos supo trasm itir una impagable im presión del am biente vivido en aquellos vibrantes años. N uestro agradecimiento se hace extensivo a David Saurí (Universitat Autónom a de Barcelona), que fue estudiante de D octorado en la Clark University a finales de los 1980, y que también nos obsequió con numerosos recuerdos y anécdotas. Este libro quiere ser también la ocasión para dejar cons­ tancia de un reconocim iento muy especial a H oracio Capel (Universitat de Barcelona) y a Maria Dolors García Ramon (Universitat A utónom a de Barcelona) por sus pioneros tra­ bajos sobre el pensamiento geográfico radical a mediados de los años 1970 que despertaron el interés de los lectores his­ panohablantes sobre otras maneras de pensar y de practicar la geografía; conocedores de este proyecto, ambos anim aron cálidamente a su realización. Finalmente, este tercer volumen de la colección «Espacios Críticos» debe su form a actual a Abel Albet que animó a su realización y se involucró en su elaboración de principio a fin, completando informaciones, estructurando la bibliografía y leyendo y m ejorando todo el texto antes de su edición final. La editora Anna M onjo, con el entusiasmo habitual, hizo el resto.

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I. C O N R U M B O FIJO : T R A Y E C T O R IA IN T E L E C T U A L D E R IC H A R D PE E T There’s a change in the wind, and a split in the road, You can do what’s right or you can do what you are told, And the prize of the victory will belong to the bold, Yes, these are the days of decision. Phi! Ochs, Days of Decisión (1965)

Nacido en el seno de una familia obrera inglesa, Richard Peet (Southport, 1940) pudo realizar sus estudios universi­ tarios en la acreditada London School of Economics (LSE) de Londres, donde se licenció en Ciencias Económicas (con mención en Geografía) en 1961. Inmediatamente después viajó a Norteam érica, donde realizó sus estudios de Máster en Vancouver (British Columbia University, 1963) y de D octorado en la University of California en Berkeley (1968). En 1967 se trasladó a Massachusetts para ocupar un lugar en el D epartam ento de Geografía de la Clark University en el que ha permanecido desde entonces. A principios de los años 1960 fue una accidentada trave­ sía océanica la que le llevó de su Inglaterra natal a América tras term inar sus estudios de licenciatura en la LSE.1 Pero hubo también una intensa travesía intelectual que prim ero le hizo descubrir la «nueva geografía» neopositivista (teoré­ tica o cuantitativa) que había irrum pido explosivamente en la geografía anglosajona desde mediados de los años 1950 y después, desde aquel neopositivismo más ferviente en el que

1. Véase la entrevista publicada en este mismo volumen.

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militó, fue pasando a una posición marxista con la que, aunque enriquecida por múltiples aportaciones, se sigue m ostrando irreductible. U na posición que, según afirma, no solo no es antipositivista sino que combina el marco explicativo del marxismo con algunas de las aspiraciones más genuinas del positivismo relacionadas con el comprom iso del conocim ien­ to científico y con la mejora de la situación material y moral de la humanidad. N o obstante, hay que decir que, pese a que no haga especial ostentación de ello, Peet ha sido capaz de ir incorporando selectivamente algunas de las ideas y posiciones llamadas «postestructuralistas» (y también de rechazar con contundencia algunas de ellas si le parecían que se alejaban demasiado del proyecto de transform ar el estado de las cosas actual para alcanzar una sociedad más justa). En este capítulo nos proponem os analizar esas trayec­ torias vitales e intelectuales a través de los tres grandes mo­ mentos que han definido la geografía hum ana en los últimos cincuenta años y, por ende, tam bién la carrera de Peet: la geografía neopositivista de los años 1950 y 1960, la crítica demoledora que supuso la geografía radical a finales de los 1960 y su desarrollo como geografía marxista en los 1970, así como el cuestionam iento postestructuralista desde mediados de los 1980 con el que Peet, por otra parte, se ha m ostrado generalm ente receloso pese a haber incorporado cautelosa­ m ente algunas ideas a su pensamiento. En esos tres períodos la voz de Peet ha estado muy presente, con una participación vehemente en muchos de los debates intelectuales y ha dejado un poso que ha ido enriqueciendo tanto su propia perspectiva como el conjunto de la geografía hum ana en general. Su tra­ yectoria, emblemática de tantas otras que desde los años 1960 han seguido un curso intelectual parecido, perm ite reseguir las corrientes de pensam iento que se han ido abriendo paso a cada m om ento tanto como los cambios en el contexto económico

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y político y la consiguiente emergencia de nuevos temas de preocupación científica. Así, tras una prim era etapa que hoy el mismo Peet denomina como dedicada a la «geografía econó­ mica convencional» (aunque debe aclararse que en su m om en­ to de «convencional» tenía más bien poco), relacionada con la afirmación de los enfoques neopositivistas, la construcción de modelos y las aplicaciones de la llamada teoría locacional, su «conversión» a la geografía radical vino marcada por su sensibilización política y por su interés por los problemas sociales como fueron en un prim er m om ento, por ejemplo, las cuestiones relacionadas con la geografía de la pobreza. Posteriorm ente, y coincidiendo con la adopción (tam bién el aprendizaje) de marcos explicativos abiertam ente marxistas, Peet desplazará su interés a cuestiones relacionadas con el de­ sarrollo y la globalización. D urante este período la contribu­ ción de Peet a la difusión de esa perspectiva radical y marxista, en tanto que editor de la revista Antipode, fue importantísima. En los años siguientes, aplicará todo su empeño a desvelar las claves de los mecanismos de gobierno del capitalismo global y el neoliberalismo, a m enudo en conexión con la crisis ambien­ tal que, en su interpretación, no es sino consecuencia directa de la misma voracidad del capitalismo. En paralelo, Peet no ha dejado nunca de reflexionar sobre cuestiones relacionadas con el desarrollo de la teoría social, los enfoques filosóficos, la influencia de la ideología en determinados planteamientos científicos, etc. en las que ha podido dem ostrar su aptitud para el debate y la polémica — encendida si es necesario— junto a una disposición a abrirse también a nuevas aportaciones inte­ lectuales siempre que no olviden su misión primordial: la de contribuir a entender y transform ar el mundo. Com o atinada­ mente resume A udrey Kobayashi en su semblanza de Peet, su enorm e influencia ha sido el resultado tanto de la profundidad de su pensam iento como de su liderazgo intelectual y político

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en m omentos clave de la historia de la disciplina geográfica (Kobayashi, 2009: 1 14).

G e o g r a f ía e c o n ó m ic a « c o n v e n c io n a l» e n B e rk e le y Peet inició sus estudios universitarios, como ya se ha señalado, en la acreditada LSE. De modo un tanto azaroso, la mezcla de economía y geografía que allí aprendió le convirtió casi ine­ vitablemente en un especialista en geografía económica. A mediados del siglo XX, ese era aún un campo enormemente dom inado por trabajos descriptivos, huyendo de los cuales Peet encontró su fuente de inspiración y su lugar natural en el neopositivismo que llegó a dom inar la geografía anglosajona en la década que media entre finales de los 1950 y finales de los 1960, y que desarrollaría fundamentalmente a partir de su

La década de los 1960 marcó la trayectoria intelec­ tual y vital de Richard Peet. Recién licenciado en la LSE en 1961, pasó por Vancouver y Berkeley hasta instalarse en 1969 en la Clark University de Massachusetts en la que ha permanecido hasta la actuali­ dad. La fotografía muestra a Richard Peet a mediados de los sesenta. [Foto cedida por R. Peet]

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estancia en la Universidad de British Colum bia en Vancouver (UBC) y que culminaría con una tesis doctoral durante su estan­ cia californiana en la Universidad de California en Berkeley. Cuando Peet llegó a la UBC, en 1961, el ambiente intelec­ tual que encontró era el de un departam ento que ya se había iniciado en la nueva geografía teorética y cuyo vocabulario y prácticas no dejaban de sorprender a un neófito como era él entonces: Recuerdo a Walter Hardw ick [en la UBC] que acababa de volver de M innesota y que era un apóstol bastante firm e de la revolución cuantitativa. Recuerdo que em pezó a hablar de modelos. C uando yo estaba en la LSE, acostum brába­ mos a trabajar con mapas. Teníamos aquellos mapas que eran modelos de tres dimensiones, con montañas y for­ mas así. Allí había un tipo llamado H arrison Church, que siempre nos decía: «Chicos, ¡no os apoyéis en los modelos! ¡No pongáis nuevos valles donde Dios no los ha creado!» Cuando Walter hablaba de modelos yo creía que hablaba de aquellos mapas. Y luego, poco a poco, gradualmente me di cuenta de lo que estaba pasando, especialmente a propósito de la teoría de los lugares centrales, en la que Walter era un experto. (Com unicación personal en Barnes, 2004: 580) Y es que «lo que estaba pasando» es que, desde el punto de vista puram ente intelectual, tam bién los años 1960 y 1970 fue­ ron de una más que notable agitación, en la que nuevas gene­ raciones de geógrafos se m ostraban especialmente beligerantes con la geografía tradicional, a la que tachaban de descriptiva, incapaz de explicar nada sustancial y en descrédito creciente en el sistema universitario, tal como relató enérgicamente Peter Gould, uno de sus principales proponentes (Gould, 1979).

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Peet nunca se ha m ostrado condescendiente (ni siquiera caritativo) con la geografía tradicional de la prim era mitad del siglo XX, a la que dedica apenas unas escasas páginas en la introducción de su concienzudo estudio sobre el pensamiento geográfico m oderno (Peet, 1998) y a la que, lastrada por su insistencia en lo único, lo particular y lo excepcional, no con­ cede ninguna relevancia ni reconocim iento científicos. Para él, la historia del pensamiento geográfico que merece ser contada se inicia precisamente en la segunda mitad de siglo XX cuando emerge una «nueva geografía» que ataca las bases de la mera descripción geográfica y sienta las de una geografía que se pre­ tendía verdaderamente científica, las de una «ciencia espacial» que fuera capaz de form ular leyes y teorías explicativas de los procesos y distribuciones espaciales. Aquella «nueva geografía» encontró irónicamente sus principales fuentes de inspiración en obras clásicas publicadas décadas atrás cuya relevancia parecía haber pasado inadvertida: los casos más llamativos fueron las recuperaciones de la «teoría de los lugares centrales» del geógrafo Walter Christaller (1933), de la «teoría de la localización industrial» del economista A lfred Weber (1909) y la «teoría de localización y el modelo de usos del suelo agrícola» del terrateniente Johann H einrich von Thünen (1826). Este último fue el autor que llamó la atención y sobre el que trabajó con gran dedicación Richard Peet du­ rante su etapa prerradical, la dedicada a la geografía económica «convencional». Al igual que otros geógrafos norteamericanos y británicos del m omento, Peet se lanza de lleno a colaborar en la construcción de una geografía teorética con un trabajo en el que aplicaba a una escala global las teorías de Von Thünen sobre la localización de los cultivos agrícolas alrededor de los núcleos urbanos en una serie de zonas concéntricas. Finalizados sus estudios de máster en la UBC, recaló en California sumiéndose en la agitación política de la universi­

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dad de Berkeley de mediados de los años 1960. Ese período fue clave en la vida y en la trayectoria intelectual de Peet. Por una lado, le perm itió consolidar sus trabajos teóricos en los que había form ulado su análisis de las teorías de Von T hünen a escala global, y, por otra, lo allí vivido sería el desencadenante de un cambio de intereses temáticos y de aproximaciones teó­ ricas que hallarán plasmación cuando a finales de la década se traslade a Massachusetts, a la Clark University, de donde ya no se moverá. El D epartam ento de Geografía de la Universidad de California en Berkeley, uno de los más prestigiosos de la geo­ grafía norteamericana en los años 1930 y 1940, en la década de los 1960 se encontraba dom inado aún por la escuela culturalista desarrollada por Carl Sauer y era manifiestamente hostil a las nuevas aproximaciones teóricas. Algo a contracorriente, aunque ayudado por algunos colegas y en especial por Allan Pred,2 Peet logró presentar su tesis doctoral en 1968 con el tí­ tulo de «La expansión espacial de la agricultura comercial en el siglo XIX: un análisis teórico de las zonas de importación británicas y el desplazamiento de los cultivos a los Estados Unidos» ( «The Spatial Expansion of Commercial Agriculture in the N ineteenth Century: a Theoretical Analysis of British Im port Zones and the M ovement of Farming into the Interior United States»). Peet estaba ahí aplicando las teorías de Von Thünen a la expansión mundial de la agricultura comercial en

2. Trevor Barnes, que ha estudiado ampliamente la geografía cuantitativa norteamericana, se ha referido al Departamento de Geografía de Berkeley como uno de los más «resistentes» a aceptar los cambios del nuevo paradigma. En 1962, sin embargo, decidieron contratar a Allan Pred, que había hecho su tesis doctoral en la Universidad de Chicago con Brian Berry —uno de los grandes nombres de la geografía cuantitativa—, como un «peaje» necesario para cubrir los contenidos de aquella nueva geografía económica que ya se estaba imponiendo en los principales departamentos de geografía de Estados Unidos (Barnes, 2004: 581).

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el siglo XIX, y ya mostraba un interés por esa escala global que, pese al cambio de temas y de enfoque, ya no lo abandonaría. U n año más tarde, en 1969, cuando la geografía radical ya había eclosionado, Peet aún publicaba su artículo sobre Von Thünen en torno a la expansión espacial de la agricultura comercial en el siglo XIX que, resumiendo lo esencial de su tesis, apareció en la revista Economic Geography editada precisamente en la Clark University a la que se acababa de trasladar y en la que, de hecho, continuaría publicando —por razones pragmáticas relacionadas con su posición académica, como él mismo ad­ m ite— trabajos relacionados con ello hasta 1972. Defendía entonces Peet que las ideas de Von Thünen no habían sido aún demasiado aplicadas a la form ación de regiones agrícolas co­ merciales y proponía la idea de una «ciudad mundial Thünen» en G ran Bretaña, E uropa occidental y el nordeste de Estados Unidos, rodeada de una serie de grandes zonas agrícolas con­ céntricas, que se irían expandiendo a medida que aumentasen las necesidades urbanas de productos agrícolas y de materias primas. U n elaborado trabajo empírico más la aplicación del modelo le permitía concluir que éste proporcionaba la clave de la conexión entre el factor causal de la revolución industrial en Europa occidental y la invasión consiguiente de grandes áreas interiores por parte de la agricultura comercial (Peet, 1969). En todos aquellos trabajos de aplicación a una escala glo­ bal de una teoría concebida para una escala m ucho más local (Von Thünen solo pretendía explicar la distribución de los usos agrícolas en torn o a las ciudades), Peet m ostraba ya su interés por las conexiones interescalares que manifestó poste­ riorm ente en el estudio de otros temas cuando su trabajo había virado a enfoques radicalmente diferentes. Curiosamente, ese mismo año 1969 en el que Peet p u ­ blicaba su trabajo teórico sobre Von Thünen, vería la luz la revista Antipode, que desempeñaría un papel fundamental en

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la difusión de los nuevos enfoques radicales y que m uy pronto el mismo Peet pasaría a dirigir. La coincidencia de fechas entre la publicación de aquel artículo teórico de corte neopositivista y su participación en la nueva revista radical llama fuertem en­ te la atención y señala con claridad la convivencia simultánea de posiciones aparentem ente m uy contrastadas, propia de un m omento de cambios sociales e intelectuales tan rápidos como profundos.

D e C a lif o r n ia a M a s s a c h u s e tts : e l d e s p e r t a r d e la g e o g ra f ía r a d ic a l En la California efervescente de finales de los 1960, en un entorno intelectual prestigioso pero clásico y tradicional, los modelos locacionales eran aún algo que había que defender. Fuera del D epartam ento de Geografía de Berkeley, el am­ biente estaba m uy caldeado políticamente y Peet no quedaría inmune a los eventos políticos del momento, de m odo que pronto seguiría la estela de otros amigos y colegas que bus­ caban fuentes de inspiración alternativas. Desde principios de los años 1960, Berkeley había sido uno de lo!¡ m ayores focos de agitación estudiantil relacionada con las grandes cuestiones que encendieron la sociedad norteamericana a lo largo de toda la década: las persecuciones anticomunistas llevadas a cabo por el Com ité de Actividades Antiamericanas, las luchas por los derechos civiles de los afroamericanos, el m ovim iento estu­ diantil por la libertad de expresión («free speech movement»), las acciones contra la guerra del Vietnam, el ascenso del «black power» o la progresiva propagación de la contracultura y el movimiento hippy. ¡Todo en la misma década! Y aunque el D epartam ento de Geografía siempre pareció mantenerse ajeno a esos movimientos, algunos de sus miembros, Peet entre ellos,

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quedaron fuertem ente marcados por lo acaecido, por el senti­ m iento de colectividad generado, por la tensión académica y la represión policial que vivieron y por la consolidación de una creciente sensibilidad hacia todo tipo de problemas sociales y políticos: desde la segregación racial a los movimientos pacifis­ tas pasando por la constante reivindicación de un pensamiento crítico y alternativo. Y aunque Peet culminó su estancia en Berkeley con la presentación de una tesis doctoral relacionada con la teoría locacional que en poco reflejaba todo aquello, su vida y su ma­ nera de ver el m undo quedaron definitivamente marcadas por dichos acontecimientos. En pocos años, y coincidiendo con su traslado a la Clark University en W orcester (Massachusetts), Peet se convirtió en un animador incansable de la geografía radical, luego explícitamente geografía marxista, a través de su dedicación a la revista Antipo.de, al tiempo que conti­ nuaba y diversificaba sus líneas propias de trabajo. En 1967, Peet realizaba de nuevo una larga travesía, esta vez por vía terrestre, atravesando el territorio norteamericano con su fa­ milia de costa a costa, del Pacífico al Atlántico, de California a Massachusetts. Su llegada a la Clark University marcó su carrera a partir de entonces. El D epartam ento de Geografía de la C lark de finales de los años 1960 pasa por ser la cuna de la geografía radical, afirmación que quizá requiera algún m atiz.3 Algunos de los

3. Aunque Antipode había tomado un papel preponderante, existían desde luego iniciativas geográficas de corte radical más allá de la Clark University, desta­ cando especialmente el papel de las expediciones geográficas de Detroit que lideró William Bunge. David Harvey se ha hecho eco de la atmósfera vivida a principios de los 1970, recordando que había «un choque entre los geógrafos británicos de formación académica (como yo mismo) y los animadores estadounidenses con mayor orientación a la calle y a la gente (...) Yo aprendí de Bunge la importancia de estar en la calle» (comunicación personal recogida en Sheppard, 2009).

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profesores allí presentes, tales como Jim Blaut, David Stea o el mismo Peet, eran auténticos agitadores (tanto en sentido intelectual como político) en aquel m om ento álgido del movi­ miento contra la guerra del Vietnam. Ilustra bien esa atmósfera un episodio tan curioso como la participación de esos enton­ ces jóvenes geógrafos en la famosa Marcha sobre el Pentágono del 21 de octubre de 1967 en W ashington,4 una manifestación pacifista que reunió a centenares de miles de personas (con ac­ ciones deliberadamente hilarantes y provocativas por parte del activismo yippie5 como el supuesto intento de hacer levitar el Pentágono utilizando la energía psíquica de los manifestantes). U n episodio que no solo fue recogido por narradores como N orm an Mailer en su «The Steps of the Pentagon» sino que fue objeto de una inusual investigación geográfica por parte de C lark Akatiff (geógrafo m uy cercano al indóm ito e inclasifi­ cable William Bunge con el que colaboraría en la Expedición Geográfica de D etroit) que llegó a publicar (de m odo insó­ lito en la muy oficial Annals o f the Association o f American Geographers) un análisis espacial, con cartografía incluida, de los niveles de compromiso, acción y confrontación que hubo en aquella manifestación (Akatiff, 1974). A propósito de ese episodio, el mismo Peet ha narrado cómo, tras haberse manifestado con regularidad contra la gue­ rra en la Main Street de W orcester (donde se halla precisamen­ te la Clark University), en aquella ocasión algunos compañe­ ros del departam ento decidieron observar el acto de protesta sobrevolando W ashington en un avión pilotado por el mismo

4. Cuarenta años más tarde, en 2007, más de 20.000 personas repitieron la Marcha al Pentágono, esta vez demandando poner fin a la guerra contra Iraq. 5. Partidarios del Youth lnternational Party, partido político antiautoritario, pro libertad de expresión y antimilitarista, altamente teatral, de mediados de los años 1960 en Estados Unidos, que contrastaban su activismo político con la pasivi­ dad y autoexclusión de los hippies.

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Jim Blaut, al parecer con tan poca pericia que Peet decidió realizar el camino de vuelta... ¡en tren! (Peet, 2006). Es en ese hervidero político donde lo inverosímil llegaba a ser posible: en 1969 un grupo de profesores (encabezados por Jim Blaut y David Stea) junto con algunos estudiantes de postgrado ini­ ciaron la revista Antipode: A Journal o f Radical Geography, movidos por la necesidad de tomar partido y de incidir des­ de la geografía en los problemas sociales del m om ento, tales como la guerra del Vietnam, el racismo o la contaminación. Tal como señala el que fue el director de la revista durante sus dos primeros años de existencia, Ben Wisner, en sus «memorias del subsuelo» (en alusión a la oficina en el subterráneo donde se elaboraron de modo totalm ente artesanal los prim eros núm e­ ros ciclostilados), al principio la revista no estaba guiada por un ideario claro sino que más bien se ocupaba eclécticamente de temas diversos que reflejaban todo tipo de preocupaciones sociales (Wisner, 2006). Así, en los prim eros años de existencia de Antipode, los artículos versaban sobre temas como «la geo­ grafía de la pobreza, los guetos, el acceso a los servicios socia­ les, la ingeniería social, el planeamiento, las minorías, regiones subdesarrolladas como los Apalaches, la guerra del Vietnam, el Tercer M undo y la crítica de las instituciones geográficas» (Peet, 2006), pero esos temas eran tratados sin necesidad de buscar un marco de análisis propio y los planteamientos polí­ ticos que llevaban asociados no podían ser catalogados sino de «reformistas». Después de todo, el editorial del prim er núm e­ ro de Antipode lo dejaba así de claro: N uestro objetivo es un cambio radical: la sustitución de las instituciones y el ajuste institucional de nuestra sociedad, instituciones que no pueden ya responder a las cambiantes necesidades sociales que ahogan los intentos de darnos unos patrones de vida más viables, que frecuentemente no

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sirven más que para perpetuarse a sí mismos. N o tratamos de sustituir las instituciones existentes por otras que adop­ tarán inevitablemente la misma forma; mas bien tratamos de encontrar una nueva ordenación de medios de acuerdo con un nuevo conjunto de objetivos. (Stea, 1969: 1) A pesar de ello, aquellos geógrafos se veían a sí mismos como «una nueva clase de intelectuales» cuya principal pre­ ocupación era la relevancia social de su trabajo en «unos años de comprom iso político y efervescencia intelectual únicos en la historia m oderna de la geografía» (Peet, 1998: 68). C on los años, aquella efervescencia radical se fue convir­ tiendo en una sólida geografía marxista no exenta de polémica que se consolidó y adquirió poder en las estructuras acadé­ micas. Aquellos geógrafos que rechazaban las tram pas del poder académico (y que, por ejemplo, se sentían incómodos con la manera en que esa estructura de poder se manifestaba espacialmente en los congresos m ultitudinarios realizados en los más prestigiosos hoteles de las grandes ciudades) se vieron de repente en el centro de esas estructuras. «¿Cóm o íbamos a saber que en solo una década nos convertiríamos en los nue­ vos dioses de la intelectualidad geográfica, invitados en todo el m undo para dar educadas conferencias sobre la revolución?» (Peet, 1998: 68).

A n tip o d e . l a c o n s o lid a c ió n d e u n a g e o g ra f ía m a rx ista Peet se hizo cargo de la dirección de Antipode en 1970 y estuvo al frente de ella hasta 1985, ayudado por sucesivas generacio­ nes de estudiantes de postgrado, muchos de los cuales llegarían a desarrollar exitosas carreras académicas.

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Portada del primer número de Antipode, la revista de geografía radical de la que Peet se hizo cargo como director entre 1970 y 1985.

El objetivo de realizar un análisis marxista sistemático y riguroso de las bases del capitalismo se emprendería solo cuan­ do Peet, que hasta el m om ento había estado involucrado de manera periférica en el proyecto, toma las riendas de la revista

al tiempo que empiezan a abundar las contribuciones de nom ­ bres tan destacados como el mismo Jim Blaut o David Harvey, quienes influyeron y legitimaron, con la autoridad científica que les caracterizaba ya entonces, la línea de reflexión que progresivamente iría adquiriendo la revista (Wisner, 2006; Peet, 2006). ' Pero ese fue un proceso de aprendizaje que llevaría algún tiempo. La tradición marxista era totalm ente inexistente en Estados Unidos: ni el movimiento por los derechos civiles ni el de oposición a la guerra que tan intensamente se habían desarrollado a lo largo de toda la década de los 1960 no tenían nada de marxistas; de hecho, no podían serlo de ningún modo porque Marx era totalm ente desconocido en Estados Unidos (García-Ramon, 1977).6 El mismo Peet reconoce que «tu­ vieron que construir sobre la nada», que «no sabían nada de sus predecesores cuando iniciaron la geografía radical» y que «la misma idea que podía existir una geografía radical fuerte­ m ente enraizada en las tradiciones anarquista y marxista solo emergió gradualmente al cabo de die,z años» (Peet, 2006). El prim er núm ero de Antipode, no obstante, ya incluía algunos artículos que adquirirían notable impacto: el ensayo de Peet sobre «Una nueva geografía de izquierdas»/ entre ellos. En él, Peet se lamentaba de la escasa presencia y relevancia de la voz geográfica ante los graves problemas sociales y llamaba a desarrollar propuestas de cambio «tanto dentro como fuera de la disciplina» guiadas por la consecución de la justicia y la igualdad.

6. En el mantenimiento de la llama marxista cabe destacar el papel desem­ peñado por historiadores y economistas tales como Paul M. Sweezy, en Estados Unidos, y Maurice Dobb o Edward Thompson, en el Reino Unido (GarcíaRamon, 1977: 61). 7. Traducción al castellano en este mismo volumen.

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Pero ese «programa de izquierdas» quedaba lejos de un paradigma geográfico marxista como el que m uy pronto les ofreció David Harvey, que ya se había ganado el respeto y la autoridad en la comunidad científica tras la publicación de su compendio de geografía neopositivista Explanation in Geography en 1969. El papel de David Harvey en esos prim e­ ros compases de la geografía radical fue determinante (Peet, 2006; Sheppard y Peake, en prensa; Walker, 1989). Harvey, británico de origen, se había trasladado de Bristol (un lugar icónico de la cuantificación) a la Johns Hopkins University de Baltimore en 1969 y la realidad urbana que allí descubrió contribuyó a su giro desde el positivismo a la justicia social, y de ahí, progresivamente, al marxismo. Desde Baltimore, Harvey entró pronto en contacto con los geógrafos de la Clark University y en 1972 publicó en Antipode uno de los artículos más fundamentales e influyentes para el consolidación de una perspectiva marxista en la incipiente geografía radical (Harvey, 1972)8 que dio lugar a numerosas respuestas y comentarios en la misma revista. Desde aquel m om ento, ha señalado Peet: El énfasis de la geografía radical pasó de intentar involu­ crar la disciplina en investigaciones socialmente relevantes a intentar construir una filosofía radical y una base teórica para una disciplina com prom etida social y políticamente. Esta base se encontró cada vez más en la teoría marxista que algunos geógrafos británicos habían estado leyendo ya desde finales de los años 1960 y que muchos geógrafos estadounidenses empezaron a leer a principios de los 1970. (Peet, 1977: 17)

8. Debe remarcarse la temprana traducción al castellano (1976) de ese artículo fundamental.

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Ya desde su misma llegada a la Clark University en 1967 antes, pues, de su «iniciación» en el marxismo, Peet se había venido interesando por la cuestión de la pobreza en Estados Unidos e incluso program ó una asignatura sobre el tema que llegó a ser extremadamente popular entre el alumnado y que llenó masivamente süs clases durante algunos años. Publicó algunos artículos sobre el particular a principios de los años 1970 (Peet, 1970; 1971 ) y, poco después, en la teoría marxista halló nuevas vías interpretativas sobre la cuestión que le lleva­ ron a publicar un influyente análisis teórico sobre las causas de la desigualdad y la pobreza (Peet, 1975).9 Poco antes, en 1972, Peet se había encargado de coordinar un núm ero m ono­ gráfico sobre la pobreza en Estados Unidos («Geographical Perpectives on American Poverty») en el que se incluía el artí­ culo de David Harvey sobre la distribución de la justicia social, que en su m om ento fue descrito «como un esfuerzo pionero de los geógrafos para empezar a explorar cuestiones sensibles política y socialmente» (Holcom b, 1974: 162). Ese m onográ­ fico había sido el resultado final de una recordada sesión que el mismo Peet organizó sobre «Perspectives on Poverty» en el Congreso Anual de la Asociación de Geógrafos Americanos de Boston de 1971 y en la que David Harvey presentó su co­ municación sobre «Justicia social y sistemas espaciales».10 De aquel congreso de Boston, hoy cabe recordar dos he­ chos clave para entender la implantación de una perspectiva marxista en la geografía anglosajona. En prim er lugar, la afir­ mación por parte de Harvey de que el paradigma positivista no

9. Traducido al castellano en este volumen y que en su día ya fue incluido en el monográfico sobre «Geografía Radical Anglosajona» de Documents d’Analisi Metodológica en Geografía, 1977. 10. Publicado en Peet (1972) y posteriormente como capítulo 3 de Harvey (1973).

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estaba funcionando en absoluto para explicar nada socialmen­ te relevante (Harvey, 1972a) y que era necesario moverse hacía un marco basado en la teoría marxista: esto es algo que debió retronar de m anera escandalosa en aquel congreso. En segun­ do lugar, y no menos importante, es preciso señalar que sus palabras tuvieron gran im pacto y encontraron un amplísimo eco entre la audiencia. Peet recuerda la situación: [...] la sala estaba llena, había centenares de personas... Y quedaba claro lo que estaba sucediendo. Recuerdo a David decir que tenía una decena de copias de su comunicación. Era la primera versión mimeografiada de lo que luego sería Social Justice. Dijo que tenía diez copias y hubo una auténtica pelea para hacerse con una. Al menos 70 personas se lanzaron al estrado para conseguirlas. Yo pensé: «Dios, lo hemos conse­ guido». (Comunicación personal en Barnes, 2004) Y lo que se había conseguido, afirma Barnes, es «la conver­ sión de la geografía radical en geografía marxista, el antimundo de la geografía cuantitativa» (Barnes, 2004: 590). Pero no solo la geografía- cuantitativa era objeto de crítica severa sino también las aproximaciones «reformistas» como las que estuvieron presentes en los prim eros años de Antipode. Harvey criticó duram ente a ese tipo de trabajos a los que ca­ lificó de «contrarrevolucionarios» llamando precisamente a la adopción de un paradigma marxista revolucionario (Harvey, 1972b). Y su llamada encontró el campo abonado para tener el efecto deseado. Tal como señalan Sheppard y Peake (en pren­ sa), «a mediados de la década, leer a Marx se había convertido en un de rigueur para los geógrafos norteamericanos radicales, y Antipode iba tom ando un tono cada vez más marxista»: prueba de ello fue el núm ero 7(1) de Antipode (1975) dedicado a la geografía marxista.

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A partir de 1972, pues, los geógrafos con mayores pre­ ocupaciones sociales y políticas se vuelcan a la lectura directa de las fuentes, empezando por el mismo M arxl a la búsqueda de elementos para un análisis del espacio que pronto daría como resultado una evolución desde aquella óptica liberal de izquierdas a un enfoque abiertamente marxista. En Antipode se puede observar esta evolución de la que dio puntual cuenta H ector Giroux en un artículo publicado en 1977 en la revista Hérodote (que desde su fundación en 1976 jugó un papel en Francia similar al de Antipode en Estados Unidos). Giroux hacía un repaso de los temas tratados: algunos de índole más social (como el estudio de las minorías étnicas o la cuestión de la mujer) y otros más estrictamente geográficos (como la crítica de los polos de crecimiento). Pero tam bién mostraba la existencia de tendencias diversas: las posiciones liberales de izquierda (a su parecer algo que, de m odo más bien oportunis­ ta, practicaron algunos geógrafos tradicionales que no querían quedar «descabalgados» de la nueva corriente); la posición reformista, con una fuerte orientación pragmática en temas como el tercermundismo, que podía encarnar los trabajos de Jim Blaut o la defensa de los derechos ciudadanos ejemplifi­ cado en la obra de Julian Wolpert; la tendencia anarquista y la del feminismo exacerbado, que Giroux conecta con las expedi­ ciones geográficas de Bill Bunge; y, finalmente, las tendencias marxistas que, según el mencionado Giroux, serían las que, de la m ano de David Harvey, aportarían m ayor solidez al enfo­ que (Giroux, 1977: 151-152). Ya desde finales de 1973, Peet afirma (1977: 21) que la geo­ grafía radical empieza a ser sinónimo de geografía marxista, la cual pasa a concentrar sus esfuerzos en detectar las manifesta­ ciones espaciales de los procesos sociales, con avances teóricos en la teoría del desarrollo capitalista, en la teoría del subdesarrollo y del imperialismo, en las desigualdades espaciales, etc.

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Ello da lugar también a algunas primeras aplicaciones de la teoría a problemas sociales como la pobreza o el mercado de la vivienda (Peet, 1977: 23). Además de Marx, otra fuente im portante de inspiración la constituyó la recuperación de la tradición anarquista, con las figuras destacadas de Élisée Reclus o Piotr Kropotkin, de los que se reprodujeron sendos textos en la antología de geografía radical que coordinó Peet (1977). El mismo Peet publicó en 1978 su «Geografía de la liberación humana» en un número monográfico de Antipode dedicado a la geografía anarquista y coordinado por M yrna Breitbart. En él, Peet realizaba un aná­ lisis de las principales tradiciones revolucionarias, el anarquis­ mo y el marxismo, a través de sus dos principales proponentes, K ropotkin y Marx, donde señalaba la sorprendente coinciden­ cia en sus respectivas descripciones de la naturaleza humana pese a partir de marcos filosóficos completamente diferentes: ambos llegaban a destacar la cooperación como elem ento fun­ damental del desarrollo hum ano individual y colectivo. Com o resultado, Peet osaba proponer una form a sintética de radica­ lismo, consistente en un anarco-marxismo que tuviera como objetivo la consecución de una base comunista de la liberación hum ana (Peet, 1978). O tro punto culminante en este proceso de progresiva ad­ quisición de una base teórica marxista, no siempre exento de tensiones o contradicciones, fue la fundación en 1974, bajo la iniciativa de los estudiantes de postgrado de Vancouver, de la U nión de Geógrafos Socialistas (USG en sus siglas en inglés; nótese el uso del térm ino «socialista» en lugar del habitual «radical»).11 La hoy mítica fotografía tomada frente a la sede

11. Según el mencionado artículo de Giroux, la USG respondió a la «necesi­ dad de crear un marco organizativo más estructurado, en el que las tendencias anarquistas y liberales no estuvieran representadas. (Giroux, 1977: 152).

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de la Toronto Geographical Expedition al final de las reunio­ nes del nuevo grupo (reproducida en este volumen) ha sido objeto de nostálgico comentario en clave personal por parte de Clark Akatiff (al parecer único depositario del original de esa fotografía en tamaño póster que, por su obvio interés histórico, ha tenido luego una amplia circulación en form ato digital). Akatiff aparece en el centro de la fotografía, rodeado

Fotografía de algunos miembros de la Unión de Geógrafos Socialistas en la reunión fundacional de Toronto en 1974. En ella aparece Richard Peet (en la tercera fila con gafas y puño en alto) junto a destacadas figuras del pensamiento geográfico como William Bunge, James Blaut o David Harvey, entre otros muchos. [Foto cedida por C. Akatiff]

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de nom bres tan destacados como William Bunge, Jim Blaut, David Harvey, Richard Peet (segundo por la derecha en la ter­ cera fila), W ilbur Zelinsky, Gunnar Olsson, Jim Lyon y Ron H orvath, junto a otros geógrafos y estudiantes, algunos de ellos aún sin identificar. La USG mantuvo su prim era reunión en Toronto entre los días 26 y 28 de mayo de 1974 y sobrevivió hasta el año 1981, cuando fue sustituida por un grupo de geo­ grafía socialista en la Asociación de Geógrafos Americanos. En 1977 Peet hacía lo que bajo la perspectiva actual no po­ demos considerar sino un esperanzado balance de los logros de la joven geografía radical norteamericana: La geografía radical ha reflejado (en miniatura) el desa­ rrollo de la ciencia radical. En particular, hemos tenido grandes dificultades para escapar de la tram pa de la teoría ideológica, y nos enfrentamos al gran problema de explicar nuestra filosofía a otros geógrafos a causa de la naturaleza poderosa aún cuando confusa de la ideología en geografía. Hem os tenido que pasar por un extenso período liberal antes de poder alcanzar un radicalismo teórico más p ro ­ fundo, mientras que otros científicos sociales radicales han podido acudir directamente al marxismo, al anarquismo o a otras perspectivas teóricas verdaderamente radicales. Aun así, hemos logrado finalmente alcanzar una base teó­ rica radical y estamos ocupados desarrollándola y aplicán­ dola. (Peet, 1977: 28) La década de los 1980, sin embargo, marcaría un dra­ mático punto de inflexión en aquel proceso. Peet regresa de Australia, donde pasa el período 1979-1980 en la Universidad N acional A ustraliana de Canberra, y a su vuelta encuentra una sociedad norteam ericana que parecía haberse transfor­ m ado tan rápida com o profundam ente. En 1980 Ronald

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Reagan accede a la presidencia de los Estados U nidos, y junto con M argaret Thatcher, su contraparte en el Reino U nido, marcan el inicio de un neoliberalismo económico y cultural desbocado que tendrá repercusiones en todas las esferas. A nivel colectivo, «los valores de cooperación y el ‘buen rollo’, el estilo de vida cuasi-hippie de los 1960 y p rin ­ cipios de los 1970 habían sido abandonados en favor del in­ dividualismo, el profesionalism o y la competitividad» (Peet, 2006). Tampoco andaban las cosas m ejor en lo académico: «A mi vuelta de Australia en 1980, me encontré con que la cultura radical que había existido en la C lark hasta finales de los 1970 había desaparecido definitivamente. Mi asigna­ tura sobre «geografía de la pobreza americana», que había llegado a tener 250 estudiantes a mediados de los 1970, ahora solo tenía 20»\\ Incluso la insigne A ntipode debía afrontar num erosas dificultades ante la caída de las suscripciones y de los artículos para publicar. Y aunque, intelectualmente, la geografía radical se había colocado en un lugar de privilegio dentro de la disciplina, en el camino se habían ido perdiendo aquellos objetivos revolucionarios. C uatro fueron los m oti­ vos que, al decir de Peet y T hrift (1989) provocaron la pérdi­ da de com batividad de la geografía radical: el eco que halló la crítica a la que el mismo pensam iento marxista fue sometida por parte de las posiciones postm odernistas; el fracaso de los estados socialistas que evidenció la dificultad de conseguir aquellos objetivos revolucionarios; la profesionalización de la disciplina, menos proclive a aceptar a geógrafos radicales; y^a integración de muchos de aquellos radicales de los 1960 y 1970 en la corriente hegemónica que desde entonces pasaron a publicar con regularidad en las revistas académicas institu­ cionalizadas (Walker, 1989: 619). A ello habría que añadir, además, el proceso de profesionalización y comercialización de las revistas radicales

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como Antipode. Peet se había hecho cargo de la revista como director en 1970, una tarea que ejerció con autoridad y efi­ cacia hasta 1985 cuando la revista, acuciada por problemas económicos, pasa a ser editada comercialmente. 12 Peet decide en aquel preciso m om ento dejarla en manos de dos codirectores, Eric Sheppard (University of M innesota) y Joe D oherty (University of Saint Andrews, en el Reino Unido), de ma­ nera que definitivamente deja de estar vinculada a la Clark University donde había nacido.13 D urante la quincena de años en los que Peet estuvo al cargo, Antipode fue la referencia in­ ternacional clave para la geografía radical, algo que en alguna medida ha continuado siendo hasta la actualidad, aunque los artículos de contenido radical o de izquierdas tienen hoy m u­ chos otros foros donde expresarse. Según Sheppard y Peake (en prensa), el año 1986 marca un punto crítico de inflexión en la geografía radical anglosajona, no solo por la comercia­ lización de A ntipode sino también por la importancia que ad­ quiere la crítica a la insensibilidad de la ortodoxia marxista con las voces feministas, antirracistas, anarquistas y ambientalistas que, por otra parte, no hacían sino reflejar los mismos movi­ mientos sociales que ya habían emergido en los años 1960. Es el m omento en el que la geografía radical queda subsumida en una corriente más amplia y diversificada que sistemáticamen­ te pasará a ser denominada desde entonces como «geografía crítica». Este es el térm ino que, sin ir más lejos, adoptará el

12. Primero se hizo cargo de ella la editorial Basil Blackwell y, finalmente, la revista acabó en manos de John Wiley. 13. Durante la estancia de Peet en Australia en 1978-80, se hicieron cargo de la revista Phil O’Keefe (1978-1980) y Neil Smith (1979). Después de Eric Sheppard (1986-1991) y Joe Doherty (1986-1992), tomaron el mando sucesivamente Richard Walker (1991-1999), Linda McDowell (1993-1999), Jamie Peck y Jane Wills (2000­ 2003) y, desde entonces, Wendy Lamer Paul Chatterton, Vinay Gidwani, Nik Heynen, Rachel Pain y Katherine McKittrick.

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grupo que, bajo los auspicios de Caroline Desbiens y Neil Smith, conform a el International Critical Geography G roup que desde 1997 organiza reuniones periódicas y es un referente internacional de la geografía crítica. El nuevo milenio traerá algunas nuevas iniciativas de revistas de geografía explícitamente crítica o radical que se sitúan a contracorriente de la creciente adquisición de las revistas académicas por parte de las grandes empresas edi­ toriales.14 A nte esta realidad, en 2008 el mismo Peet decide em pezar otra vez desde la misma Clark U niversity una nueva revista que, con el nom bre de H um a n Geography: A N e w Journal o f Radical Geography,n pretende situarse al margen del control comercial del conocim iento científico. El editorial de su prim er núm ero (Peet, 2008)i6 es un alegato sin paliati­ vos contra la privatización de la difusión del conocim iento, cada vez más concentrado en unas pocas manos y som etido a las directrices de grandes conglom erados empresariales m ul­ tinacionales. En este contexto político y académico de cambio, Peet continúa trabajando en diferentes frentes, haciéndose eco de los problemas más urgentes, incorporando algunas ideas de los nuevos enfoques que le parecen útiles pero dem ostrando una enorm e confianza en su posición y sin moverse un ápice en sus convicciones. Desde mediados de los 1980, Peet dedicará su trabajo a profundizar en la teoría del subdesarrollo y el im­ perialismo, la globalización y el capitalismo neoliberal, y más recientemente, la crisis ambiental.

14. En este sentido, cabe señalar la aparición de la revista multilingüe de libre acceso ACME: An International E-Journal for Critical Geographies. 15. Obsérvese que comparte subtítulo con Antipode con el añadido de «New». 16. Traducido al castellano en este volumen.

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Richard Peet en su despacho de la Clark University, donde ha ejercido su rol como docente, investigador e incansable animador de debates intelectuales durante más de 40 años. [Foto: N. Benach]

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C a p ita lis m o g lo b a l y d e s a r r o llo Com o ya se ha señalado, Peet nunca abandonará su interés por la escala global, manifestado ya en sus trabajos iniciales sobre los modelos locacionales. Así, a raíz de su estancia en Australia a finales de los 1970, realizó una lectura, desde la geografía, de las grandes aportaciones llevadas a cabo por las teorías marxistas del subdesarrollo y formuladas por autores tan influyentes en su m omento como André G under Frank, Arghiri Emmanuel o Samir Amin. Fruto de unas jornadas celebradas en la Universidad de Canberra en 1979, Peet co­ ordinó la publicación de un volumen sobre dicha cuestión (Peet, 1980), planteado como una guía acerca de las principales aportaciones de la teoría marxista sobre el tema; aunque no ofrecía novedades importantes, suponía un esfuerzo remar­ cable de difusión (O ’Toole, 1983) y marcaría el inicio de una reflexión sobre la economía global que ha continuado hasta la actualidad. Desde entonces prácticamente todos sus trabajos mantienen ese contexto global como marco explicativo. En 1987 coordinó un volumen sobre el capitalismo inter­ nacional y la reestructuración industrial (Peet, 1987) con un análisis de la nueva geografía industrial del capitalismo (in­ dustrialización de algunas áreas del Tercer M undo y de áreas periféricas de los países industrializados acompañados de la consiguiente desindustrialización de algunas áreas centrales de las economías «avanzadas») profundam ente basado en la teoría del sistema mundial y el desarrollo desigual. El libro tenía especial cuidado en destacar las consecuencias negativas para los trabajadores y se mostraba, desde luego, totalm ente com prom etido con una perspectiva política marxista (Storper, 1988). En el m om ento cumbre de la geografía neopositivista, los británicos Richard C horley y Peter H aggett habían elaborado

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un volumen que, bajo el título de Models in Geography (1967), se convirtió en una referencia clave acerca de cómo la teoría y la aplicación de modelos había alcanzado todos los ámbitos del trabajo geográfico. Más de veinte años después, Richard Peet junto al británico Nigel Thrift coordinó la publicación de una obra colectiva que, de algún modo, pretendía convertirse en un nuevo referente, con el evocativo título de N e w Models in Geography: the Political Economy Perspective. Su intención era precisamente asentar la perspectiva de la economía polí­ tica (marxista en un sentido amplio) para la geografía (Peet y Thrift, 1989). Form ado por una treintena de capítulos escritos por reconocidos especialistas, buscaba cubrir todo el espectro geográfico y era una afirmación del avance realizado en la elaboración de una formulación alternativa de la perspectiva geográfica dentro de las ciencias sociales. Aquella geografía ra­ dical que se había iniciado «con críticas y una lectura entusias­ ta de textos básicos», había ido dando lugar a una perspectiva de economía política que, según apuntaba Doreen Massey en el prólogo a dicha obra, «había progresado a gran velocidad, generando su propio marco de conceptos y de análisis, con preguntas y debates propios» (Massey, 1989: ix). En la misma línea, Richard Walker afirmaba en 1989: «La izquierda puede atribuirse una buena parte de la respetabilidad de la geografía fuera de la disciplina y puede reivindicar una parte de liderazgo intelectual, incluso hegemonía, en ciertos subcampos geográficos» (p. 620). Y es que pese a los enormes cambios que la década de los 1980 había conllevado a todos los niveles y la perplejidad que algunos geógrafos radicales m ostraban ante el cambio de atmósfera social y política, Peet entre ellos, no puede decirse, sin embargo, que nada había sido en balde: la deuda de la geografía actual con el trabajo de la geografía radical en los 1970 y 1980 es innegable y en el caso de Peet ha continuado inspirando su trabajo hasta la actualidad.

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A principios de la década de los 1990, Peet estaba anali­ zando las teorías del desarrollo, lo que le perm itió unir aquella dimensión global que le interesó desde sus prim eros trabajos con la teoría marxista. Así, en 1991 publicó Global Capitalism: Theories o f Societal Developm ent, un condensado texto en el que, motivado por la persistencia de la pobreza masiva en m u­ chas partes de m undo, abordaba los grandes enfoques que han producido las ciencias sociales para explicar el desarrollo y la economía global: el funcionalismo y la teoría de la m oderni­ zación, las teorías de la dependencia y del sistema mundial y, especialmente, el marxismo estructuralista, con el que abier­ tamente se identificaba. Para Peet, las teorías tradicionales desarrollistas no habían hecho sino legitimizar el orden social capitalista, por lo que era imprescindible buscar m odos al­ ternativos de desarrollo fuera de la lógica capitalista. La gran cantidad de críticas y cuestionamientos que la teoría marxista del desarrollo había ya recibido en aquel m om ento hizo que, precisamente, dedicara el capítulo final a responderlas, algo que abrió un debate en el que se implicará durante largo tiem ­ po. Las ideas al respecto fueron sucesivamente reelaboradas en los libros publicados en 1999 y en 2009, junto con Elaine H artw ick (Theories o f D evelopm ent)17 en los que abundó en los argumentos de la controversia entre desarrollo y m oderni­ dad. Aún siendo ferozmente críticos con los usos ideológicos de la idea de progreso y de desarrollo, Peet y H artw ick se m uestran especialmente incómodos con las teorías postm odernas que niegan la posibilidad de la razón, la ciencia y el progreso, y que quedan atrapados fácilmente en una trampa reaccionaria. De modo que, de acuerdo con su planteamiento, lo que hace falta es repensar los términos del problema, pro ­

17. Con traducción parcial al castellano en este volumen.

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poniendo una posición que denom inan como de «m odernis­ mo crítico» que libere la noción de desarrollo de sus cadenas neoliberales porque el desarrollo, en tanto que principio de la m odernidad (con su confianza en que la racionalidad podía y debía cambiar el m undo para mejor) «significa hacer una vida mejor para todo el mundo» (Peet y Hartw ick, 2009: 1). Por otro lado, pese a esa siempre presente reticencia ante los postulados postm odernos, bien es cierto que, desde p rin ­ cipios de la década de los 1990, Peet se sumerge en la tras­ cendencia de los discursos y de las relaciones de poder, y en la importancia de la ideología para com prender los procesos materiales: «las verdades son afirmaciones dentro de discursos socialmente producidos más que ‘hechos’ objetivos sobre la realidad» (Peet y Watts, 1996). Peet muestra ahí con claridad la progresiva incorporación de ideas provenientes del postestructuralismo y de la teoría crítica a su perspectiva general cimen­ tada en la economía política marxista. A la vez, crecientemente preocupado por las urgentes cuestiones ambientales, une ambos intereses en el volumen que coeditó con Michael Watts Liberation Ecologies que, en muchos sentidos, no era sino una exploración de la intersección entre la ecología política y la teoría del discurso (sin abandonar por ello la tradición radical que ponía en relación las anteriores con la economía políti­ ca). Posteriorm ente, en 2011, coeditó junto a Paul Robbins y Michael Watts su Global Political Ecology que, sin abandonar esa misma óptica, reunía una única colección ensayos sobre sostenibilidad, márgenes urbanos y suburbios, políticas am­ bientales, guerra y seguridad, energía, agua, y transgénicos. La importancia del discurso y de la ideología no era sin embargo algo nuevo para Peet, que ya había abordado en 1985 la relación entre las cuestiones ambientales y el discurso en su análisis del contenido ideológico del determinism o ambiental (Peet, 1985) y en el demostraba las conexiones entre el impe­

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rialismo de finales del siglo XIX con la irrupción del darwinismo en las ciencias sociales. El contenido ideológico del conocim iento científico es una cuestión recurrente en gran parte de su obra, presente, por ejemplo, en su dem oledor artículo sobre la idea de la ventaja comparativa ' de David Ricardo (Peet, 2009) que constituye la base de la ideología del libre mercado. En aquel artículo m os­ traba con gran convicción el poder de una idea intelectualmen­ te endeble y de escasa consistencia lógica pero con gran poder persuasivo y que se había convertido en algo indiscutible y que prácticamente no dejaba espacio para la crítica, a saber: la idea de que la especialización económica y el libre mercado propor­ cionan beneficios universales, lo que constituye el gran punto de partida de la teoría económica convencional y una prescrip­ ción básica de las políticas neoliberales. Concluía que, desde el prim er m om ento, la «inocente» idea de la ventaja comparativa no había sido sino un mero artefacto ideológico para justificar el dom inio de unos pocos países hegemónicos sobre el resto. A esa cuestión de cómo el neoliberalismo responde a las crisis económicas y de cómo las instituciones globales sirven para justificarlo ha dedicado también una parte m uy notable de sus trabajos más recientes.

C ris is e c o n ó m ic a y n e o lib e ra lis m o En 2003 publicaba la que, hasta la fecha, ha sido su única obra traducida al castellano con el título de La maldita trinidad. E l Fondo M onetario Internacional, el Banco M undial y la Organización M undial del Comercio, en la que m ostraba el papel de estas instituciones globales que legitiman y dan carta de naturaleza a las políticas neoliberales. D e nuevo Peet dem ostraba cóm o había abierto su punto de vista marxista

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para incorporar elementos del análisis postestructuralista, fundam entalm ente a partir del uso del concepto de discurso hegemónico basado en Gramsci y en Foucault. El neoliberalismo es presentado como la form a hegemónica de globalización basada en la no intervención estatal, la liberalización comercial, y la lim itación de los déficits presupuestarios estatales. La fuerza de su análisis reside en cóm o demuestra que, al tiem po que la ideología neoliberal produce una «ver­ dad» económica indiscutible, deja sin margen la posibilidad de discursos alternativos que apenas pueden enfrentarse a la doctrina neoliberal de inevitabilidad y de que «no hay alter­ nativa». El libro contiene un m inucioso trabajo que escudri­ ña los entresijos del funcionam iento de las tres grandes orga­ nizaciones mencionadas y las condiciones en las que ejercen su poder, junto a un análisis de los circuitos de producción y disem inación de su discurso. D e nuevo, la voz de Peet resuena claro y alto cuando se trata de denunciar lo que es flagrantem ente cruel e injusto. El libro recogió, además, crí­ ticas notoriam ente positivas y bastante unánim es po r parte de la comunidad académica, algo que resulta m uy destacable dado que se trata de un libro escrito para no expertos. Señala Roger Lee que estamos frente a un libro «políticam ente im ­ plicado, teóricam ente sofisticado, analíticam ente incisivo, em píricam ente rico, verdaderam ente com prom etido y lleno de agudezas devastadoras que alientan la lectura. La energía de este libro recuerda a una actuación en directo de un grupo de músicos de gran talento [en alusión a la participación en su elaboración de un grupo de alum nos de la C lark University]» (Lee, 2005). Casi como una continuación de L a maldita trinidad, puede leerse Geography o f Power (2007), libro en el que aborda los fundamentos institucionales del neoliberalismo para sostener su tesis de que en el m undo se ha impuesto ya un nuevo siste-

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La maldita trinidad

Portada de La maldita trinidad, un alegato sin fisuras contra el poder ejercido por las instituciones reguladores globales (OMC, FMI y BM) y único libro de Peet que ha sido traducido al castellano hasta la fecha.

ma de poder económico. El poder se ha acumulado a nivel glo­ bal en una serie de organismos (el G 7/G 8, la U nión Europea, las instituciones de Bretton Woods y las Naciones Unidas) que controlan las economías y las vidas de la gente a través de mecanismos políticos como el ajuste estructural, las ins­ pecciones periódicas por parte de expertos y otras estrategias

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o

HECHOS HISTÓRICOS

EXPERIENCIAS LUGARES

CAMPOS DE ESTUDIO

Neol haralismn, gnhemanza, gf>npnl¡t¡ra, rrisis

Crisis global Presidencia de Obama

Capitalismo gl
mica convencional

Creación de la OMC

SAN FRANCISCO

Guerra del Golfo

Perestroika

Cafda muro de Berlín Explosión Chemobil Primera intifada

Rev. islámica

F

Watergate Golpe militar en Chile

Mayo francés

VAI JCOUVER

o

o o o CJ1

Vietnam Muro de Berlín Rev. cubana Descolonización

Bomba atómica Bretton Woods I Guerra Mundial

LONDRES SOUTH PORT----------------- ►

Ni Ni

co co o co 00 o co ->1 o co O) o CO

8

autores

CLAVE

OBRAS PRINCIPALES

FASES CARRERA

Human Geograhy (editor)

Global Political Ecology

Michael Watts

Micfreí Foucault Antonio Gramsci

EDICIÓN REVISTAS 2010

Unholy Trinity Theories of Development Modern Geographical Thought Global Capitalism New Models in Geography

2000

5

Economic Geography (co-editor) 1990

1980 Louis Althusser Karl Marx David Harvey 1970

1960

1950

1940

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similares. De nuevo Peet combina el análisis marxista de clase con el análisis foucaultiano de las instituciones: el capitalismo global debe entenderse atendiendo a esta geografía del poder a través de la cual sus discursos, normas y prácticas devienen hegemónicas y se extienden por todo el globo. El uso de las ideas de Foucault no implica, desde luego, ninguna renuncia ni introduce más dudas de las necesarias. C om o ha señalado Sheppard, desde el punto de vista epistemológico: Su aceptación del énfasis en el discurso de Foucault no conlleva que acepte el escepticismo postestructuralista sobre la verdad y las metanarrativas. Su ataque al conoci­ miento hegemónico no se plantea como una contraposi­ ción de diferentes ideologías sino como una pugna entre las falsas ideologías de los poderosos y el conocimiento verdadero, la ideología de resistencia, que puede ser eman­ cipadora. (Sheppard, 2009: 423) Entre las resistencias, Peet sitúa discursos de diferente alcance: «subhegemónicos» como el del Congreso Nacional Africano en Sudáfrica o «contra-hegemónicos» como los de la Bolivia de Morales, la Venezuela de Chávez o el M ovimiento de los Sin Tierra en Brasil. Y de nuevo Peet se dirige abiertamente a una audiencia no académica, para la que se esfuerza en definir con cuidado cada uno de los conceptos clave que utiliza. En la contraportada de Geography o f Power, N eil Smith señala que Peet mezcla Marx con Foucault pero que ¡escribe m ucho más claro! Son muchas las contribuciones intelectuales de Peet a lo largo de toda su dilatada carrera pero un elemento que le distingue de la m ayo­ ría de académicos es su insistencia en hablar (también) para los no entendidos, sin contar con los cuales no hay, desde luego, esperanza posible de cambio social.

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II. EL M A R X ISM O C O M O iW lf lV IS M O jR A D I C A L : U N A C O N V E R S A C IO N C O N R IC H A R D PEET* Jo sóc fill de familia molt humil, tan humil que d’una cortina vella una samarreta em feren: vermella. D'enfá, per aquesta samarreta, no he pogut caminar ja per la dreta. Ovidi Montllor, La samarreta (1978)

Richard Peet es de los que afirma que no escribe si no tiene algo que decir, y del mismo modo, añadiríamos, es de los que no habla por hablar. En la conversación, Peet se muestra rotundo y firme en sus opiniones, pero a la vez atento con su interlocutor, marcando las discrepancias pero buscando complicidades. Las diversas conversaciones mantenidas en su abarrotado despacho de la Clark University han sido sinteti­ zadas en la presente entrevista que intenta m antener ese brío argumentativo que le caracteriza. — Usted es hoy un geógrafo que cuenta con un amplio reco­ nocimiento mundial, conocido tanto por su trabajo académico como por su claro posicionamiento político radical. M e gustaría saber cómo decidió ser geógrafo. Usted mismo ha escrito que cuando era joven todo lo que le parecía interesante estaba fuera de la Geografía. ¿ Q ué le condujo a ella? —Bueno, yo crecí en una zona de clase obrera del norte de Inglaterra y de algún m odo u otro superé eso que llamaban * Entrevista basada en diversas conversaciones mantenidas entre los meses de agosto y octubre de 2010.

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el examen de 11+, que era el sistema que los británicos utili­ zaban para detectar a aquellos que podían ser de utilidad para el Imperio. Pasé el examen y fui a una escuela secundaria, lo que quiere decir una m uy buena educación; en Inglaterra una de las principales disciplinas dentro de este período educativo era la geografía. Sin embargo, no planeé estudiar eso: yo quería hacer Económicas porque pensé que así podría conseguir un empleo y ganar un buen sueldo. En aquel m om ento eso era m uy im portante para mí, de modo que incluso pensé en dejar la escuela a los 16 años, pero al final decidí ir a la universidad. Lo creas o no, eso era a finales de los años 1950. Q uise acceder a la London School of Economics (LSE), de m odo que hice la solicitud y, al llenar el formulario, suce­ dió que tenía que escoger otra materia además de Economía. Recuerdo que en la lista que me dieron estaba antropología social: yo entonces no tenía ni idea de lo que era eso. A rriba de la lista estaba geografía y pensé «Oh, esto sí que se lo que es» y lo marqué. Y aquí estoy. Realmente en buena parte fue un acci­ dente, un accidente estructurado. Sabía lo que era la geografía y me interesaba, tenía que ver con cosas materiales reales, el tipo de cosas interesantes para un chico de clase obrera, cosas sustanciales, m uy prácticas y relacionadas con la economía, de modo que pensé que podría combinar la geografía con la eco­ nomía. Y eso fue lo que realmente hice en la LSE. Pero luego me gusto, sí. Incluso cuando no lo entendía m uy bien, tenía esa clase de materialidad, tratabas con cosas prácticas, con am­ bientes, con procesos materiales muy comprensibles. Porque yo no era demasiado especulativo ni abstracto; no me gustaba todo lo que ahora sí me gusta. Entonces, eso era lo que quería, conocimientos muy prácticos. Aunque, para decir la verdad, no fui atraído por ese motivo: entré ahí por accidente, y luego resultó que me gustó.

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— Pero ¿qué es lo que encontró en la geografía que no halló en la economía? Las dos tienen una base material, ¿es que des­ cubrió en el espacio algún tipo de esencia material que estaba ausente en la economía? — N o estoy de acuerdo con eso, yo no creo que la Economía esté basada en lo material, en absoluto. Trata de p ro ­ cesos materiales, sí, pero es tan abstracta, tan «en el aire», nada que ver con cosas como el movimiento de recursos. Solíamos dibujar mapas con las plantas siderúrgicas y tenías carbón y hierro, y tenías un mercado, y usabas pequeñas tablas donde los pesos se movían y la localización estaba en el m edio... a mí me parecía que todo eso tenía más sentido que, por ejemplo, la utilidad marginal o aquellos conceptos abstractos, incluso estúpidos, que no se basaban en la realidad empírica.

Richard Peet charlando con Nuria Benach en la Clark University, durante una de las entrevistas que han formado parte del proceso de elaboración de este libro [Foto: B. Nika-Hayes]

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— De modo que terminó sus estudios en la LSE. •. — . . . con un grado en Economía y una mención en Geografía, y no tenía ni idea de lo que podía hacer a conti­ nuación, de m odo que fui a ver a mi tutor y le pregunté por aquello que llamaban «trabajo de postgraduación» y me dijo que se trataba de otro título. Yo le pregunté «¿es que hay otros títulos?». Me dijo «sí, claro, puedes hacer un máster». Le pregunté si se podía ganar dinero con eso. Tomó un pe­ dazo de papel de su escritorio y me dijo «Tengo una carta de un lugar llamado British Columbia». Yo le contesté «Y eso, ¿dónde está?». «Está en Vancouver, Canadá». Bueno, para un chico de clase obrera, Vancouver sonaba muy, muy lejos, pero ofrecían 2.200 dólares de m odo que dije «¿Cóm o puedo ir?» Me escribió una carta y, viniendo de la London School of Economics, me adm itieron sin problema. Trabajé para pagar­ me el pasaje, trabajé repartiendo helados en la City de Londres hasta que tuve suficiente dinero para pagarme el billete en un buque polaco para viajar a América, igual que los trabajadores emigrantes habían hecho tantas veces antes. El viaje duró diez días porque al cruzar el Atlántico alguien se cayó al agua; se rom pió la pierna y tuvimos que regresar a Cork, desembarcar a ese pobre tipo y empezar de nuevo. Y el mar era enorme y todo el m undo estaba mareado. ¡Fue todo un viaje! — H a mencionado sus orígenes obreros. ¿ Cómo era su en­ tono? —Nací en un lugar llamado Southport, cerca de Liverpool. Es una estación balnearia, es bastante especial porque allí hay gente con un m ontón de dinero y mucha gente trabaja a tiem ­ po parcial en la industria turística. Mi padre trabajaba a tiem ­ po parcial en el turism o y luego a tiempo parcial conduciendo una camioneta, recogiendo plumas de los desplumadores. En aquella época era algo m uy descentralizado: alguien tenía que

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ir a recoger las plumas húmedas de las máquinas y llevarlas a Mánchester, a la fábrica de colchones de plumas. Él trabajaba para un tipo que tenía un negocio de recogida de plumas; yo también trabajé en eso, conduciendo la camioneta y escamo­ teando cada penique que podía. Me identifico con la clase obrera y aún ahora pienso en mí mismo como perteneciente a ella, porque los prim eros años de mi vida fueron, definitivamente, de clase obrera. Vivía en un barrio obrero donde todo el m undo era más o menos como nosotros, quizá tenían algo más de dinero que mi padre; de hecho nosotros estábamos en la banda baja de ingresos, pero crecí en una comunidad que tenía un fuerte sentido de barrio, y todo el m undo conocía a todo el m undo. Las personas se cuidaban unas a otras aunque, claro, también había sus par­ tes malas: eran demasiado curiosos, sabían demasiado sobre uno. Pero jugar en las calles era totalm ente seguro, la gente te vigilaba y si pensaban que estabas en algún peligro, ensegui­ da te advertían «¡Eh! ¡No hagas eso!». Por otra parte, tanto mi padre como mi madre eran originalmente de clase media. Mi abuelo paterno era empleado del juzgado de la ciudad, mi abuelo materno era un trabajador cualificado y su hermana era maestra de escuela. De modo que eran como una clase media dentro de la clase obrera y siempre tuvieron cierta capacitación intelectual. N osotros éramos cuatro hermanos viviendo en una casa de cuatro estancias con dos dorm itorios, de m odo que todos los niños dormíamos en la misma habitación, y luego vino el m arido de mi hermana, cuando se casaron, incluso él estaba en la misma habitación ... era como una casa rural, sin cuarto de baño ... — ¿Diría que esta atmósfera de clase obrera en su niñez le hizo una persona politizada?

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— En mi caso ello es parte de la explicación. Pero también creo que me convertí en una persona de clase obrera politi­ zada leyendo a Marx. Creo que leer teoría puede crear una personalidad política. N orm alm ente tiene que haber algo en tus orígenes pero puedes tom ar eso y exagerarlo y convertirte en un ferviente luchador de clase incluso aunque de niño no lo sepas. También es verdad que conozco a algunos que crecie­ ron en ambientes bastante privilegiados y que se convirtieron durante su adolescencia o a los veintitantos; algo les pasó, o leyeron algo, y entraron en un proceso de conversión política aunque su entorno no fuese para nada de clase obrera. Pero yo confío más en la gente que ha nacido en el seno de la clase obrera y se convierten en izquierdistas radicales que no en los conversos... [risas] — De vuelta a Vancouver, ¿cómo le fu e allí? — Hice el M áster en Geografía. En el departam ento eran m uy amables, m uy sim páticos... nos invitaban a sus casas, ¿te puedes imaginar? Y nos invitaban a comer y a beber, de hecho intentaban convertirnos en jóvenes intelectuales, era realmente trem endo. En aquella época, esto era del todo in­ usual. Además, yo era un chico tím ido de clase trabajadora y no podía hablar delante de la gente; acostumbraba a son­ rojarm e cada vez que hablaba frente a más de tres personas y yo tenía que ser profesor ayudante en un grupo enorm e para ganar dinero. N unca había hablado delante de más de tres personas en mi vida así que fui hasta allí, miré el aula y había como cuarenta personas ahí sentadas. Me quedé tom ando aire durante diez minutos sin poder entrar, al final me dije «vamos, tienes que hacerlo» ... en parte porque necesitaba el dinero. Así que finalmente entré, farfullé algo y conseguí hablar durante quince minutos, y al final me dije «bueno, ya está». Me fui pensando que aquello era completamente inútil, otro británico

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más llegando a las colonias ... Y luego hice mi segunda clase, y luego la tercera ... Solo tenía que encontrar un tema inte­ resante que, en aquel m omento, era si Canadá debía unirse a Estados Unidos o permanecer independiente como parte de la Com m onwealth británica. H oy parece algo pasado de moda pero en aquella época era un tema candente en Canadá. Yo lo introduje de m anera tentativa pero de golpe todo el m undo en el;}ula quería hablar. Al final, ¡me aplaudieron! Así que pensé: «Bueno, realmente puedes hacerlo». Y ese m om ento clave en el que realmente te das cuenta que puedes manejar una sesión larga y difícil fue fantástico. Y luego tuvimos un seminario sobre la historia del pensa­ m iento geográfico y yo no dije ni palabra durante dos o tres semanas: me sentaba por ahí mientras todo el m undo decía es­ tupideces, estaba tan aburrido que me dije «en el próxim o se­ minario voy hablar y decir lo que pienso». Y lo hice. De hecho tuvieron que hacerme callar. Y ese fue otro de esos momentos que te da fuerzas para seguir. De modo que maduré casi como un intelectual en la Universidad de British Columbia; fue fan­ tástico. — Y luego se trasladó a California. — Sí. Por casualidad visité San Francisco y San Francisco en los años 1960 era una ciudad fantástica. Y pensé, ¿cuál es la universidad más cercana a San Francisco, que sea una buena universidad? Era Berkeley, claro. De modo que envié solicitu­ des a Berkeley, a Wisconsin y a todos los sitios buenos habi­ tuales. Com o era un buen estudiante de la UBC, me escribie­ ron excelentes cartas y entré en Wisconsin, pero en el último m omento alguien renunció en Berkeley y me escribieron casi inesperadamente. ¡Fantástico! Les dije a Wisconsin que había cambiado de opinión, realmente se enfadaron, pero me insta­ lé en Berkeley y — ahora te voy a dar envidia— me fundí en

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medio del movim iento po r los derechos civiles, el movimiento contra la guerra... Allí había un buen departam ento, yo no era uno de aquellos geógrafos culturales anticuados de Berkeley, sino parte de una nueva generación que trabajaba con la teoría de la localización con Allan Pred, que era interesante y además ¡una persona realmente amable! A veces, estábamos sentados ahí, en nuestros despachos y venía y decía «¿Vamos a por un café?» ¡Incluso nos invitaba! Y nos íbamos y manteníamos dis­ cusiones teóricas en un pequeño café italiano de la zona norte del campus de Berkeley. En aquel tiempo él estaba haciendo teoría de la localización pero tam bién empezaba a dedicarse a cosas más interesantes. Luego derivó, según mi opinión, hacia una dirección un poco rara, pero yo estuve con él en este pe­ ríodo que hubo entre lo más convencional y lo más extraño, en un período realmente m uy innovador. — Pero en aquel mom ento el departamento debía estar m uy absorto por la geografía cultural de Sauer... — Sí, era así para la mayoría, ya lo creo. Los dos únicos que no lo estaban eran James Vanee, un geógrafo urbano que segu­ ro que conoces, y Allan Pred. Y Allan publicaba muchísimo y de alguna manera logró sobrevivir ahí, aunque desde luego en el departam ento no era muy popular. El departam ento se de­ dicaba a aquella geografía cultural de Sauer y yo simplemente iba con la gente que hacía otras cosas. Había un tipo llamado Clarence Glacken, un tipo realmente encantador, tan vulnera­ ble que no lo creerías... pero al menos era amable, de modo que él era mi geógrafo cultural y era receptivo al tipo de cosas que yo hacía: así es como sobreviví. Cuando finalmente hice mi examen oral, hubo una enorme discusión sobre si la teoría era posible en geografía y la mayoría decían que no, que la geografía era una disciplina idiosincrática e idiográfica: esta cosa concreta, y luego esta, y luego esta... ya

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sabes. Cualquier intento de crear una teoría a partir de ello... bueno, estaban asustados, eran sus últimas horas y ninguno de ellos era tan bueno como Sauer. El día después de mi examen oral, que por cierto superé delante de todo el departam ento más un par de personas que lo visitaban porque se suponía que aquello era una gran ocasión (creo que fui el prim ero en hablar de teoría en aquel departam ento), el director del departam ento vino hacia mí. Yo había trabajado en la teoría de la localización y escribí, como sabes, sobre el modelo de Von Thünen a escala global. El jefe del departam ento vino a mí en medio del pasillo y me dijo «Bueno... ha sido interesante». Obviam ente no le había gustado nada, y luego añadió «Tengo un gran tem a para ti, para tu tesis». Yo dije «Ah ¿sí?». Dijo «Sí. .. ¿sabes?, los co­ nejos están teniendo un gran efecto sobre la vegetación de esas islas de la costa de California». Ya ves, conejos y vegetación... ¡no bromeo! Rom pí a carcajadas mientras él miraba cabizbajo mientras yo me reía, de m odo que le dije «Bueno, ya pensaré en ello...» [risas]. H ubo un tipo que escribió su tesis sobre un palm o cuadrado de vegetación, la geografía de un palmo cua­ drado de hierba.... — Bueno, depende del enfoque... —¿Tú crees? ¡Yo no creo que un palmo cuadrado de hier­ ba pueda ser interesante bajo ninguna circunstancia! [risas] De m odo que este era el tipo de cosas raras que estaban haciendo ahí. A fortunadam ente yo pude trabajar con Allan Pred y hacer mi tesis sobre el modelo Von Thünen a escala global. — En aquel mom ento usted estaba interesado por la geo­ grafía económica y, particularmente, por la construcción de modelos espacíales al estilo de la geografía neopositivista. Desde mi perspectiva de hoy, esta geografía que se pretendía objetiva y neutral para ser más científica, a menudo se asocía-

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ba con posiciones políticas conservadoras, pero usted ha estado siempre a la izquierda. ¿Cómo se podía estar en los dos lados al mismo tiempo? —Bueno, es que yo no creo que el positivismo conlleve una posición conservadora para nada. Al contrario, los conser­ vadores siempre han tem ido a los científicos. Fueron los cien­ tíficos los que liberaron al m undo de la tradición conservado­ ra, por ejemplo, liberando la mente del misticismo y la religión y creando un instrum ento de pensamiento racional para hacer del m undo un lugar mejor. Y la m ayoría de los positivistas que conocí en los sesenta en Geografía eran gente realmente progresista, y cuando llegaron los años 1970 y la disciplina em­ pezó a fragmentarse y la gente empezó a enfrentarse, aquellos positivistas en conjunto (con un par de excepciones com o... bueno, con un par de excepciones) nos apoyaron y, de hecho, nos salvaron de ser despedidos de nuestras universidades por­ que ellos mismo, de hecho, eran progresistas. Además, ¡el mar­ xismo es m uy positivista! Cree en la ciencia, se ve a sí mismo como una interpretación científica del m undo, solo que una interpretación diferente... Así que yo siempre he pensado que la ciencia era progresista. Y cuando estaba trabajando en el asunto de Von Thünen a escala global lo que quería era entender la producción de ali­ mentos y materias primas de un m odo progresista mediante la m ejor teoría que yo conocía. Incluso cuando me convertí en marxista, aún publicaba teoría de la localización. En parte era una cuestión pragmática; aunque el marxismo estaba creciendo y era interesante, aún no estaba establecido como parte del sis­ tema académico formal, así que si publicabas cosas marxistas podía ser una tram pa política más que una contribución cien­ tífica, de m odo que lo mejor, al menos durante un tiempo, era hacer cosas más o menos convencionales para al menos poder obtener una plaza en la universidad. Por otra parte, yo creo

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que el marxismo tiene fuertes similitudes con el positivismo: está cuidadosamente argum entado, es lógico, utiliza datos em­ píricos, etc. Y no es especulativo ni tiene que ver con modas, es mucho más cuidadoso, racional y controlado. En gran medida, el marxismo es un positivismo radical. — Pero hoy ya no creemos en una sola idea, una sola teoría, una sola solución que sirva para todo el m undo en todos los momentos, ¿verdad? — ¿Ah, no? Pues yo, sí. Básicamente, creo que hay una sola buena teoría y ésta es la teoría marxista. Pero adm ito que haya teorías de otro tipo que pueden ser útiles. Pero yo no tengo una estructura teórica miscelánea con un poco de esto y un poco de aquello. Creo que esta form a de tocar muchas cosas produce una imaginación m uy pobre. — Siguiendo con lo de antes, a finales de los sesenta, usted estaba en Berkeley, uno de los epicentros de protesta política y de pensamiento revolucionario. Paradójicamente, la geografía como disciplina parecía quedar fuera de ello. ¿ Cuán impor­ tantes fueron las preocupaciones políticas de este tiempo en ese lugar concreto en la reorientación de su trabajo de los■años siguientes? — La respuesta es: muy, muy importante. Por un lado, esto es lo que yo hacía: teoría de la localización. Por otra, en la universidad, había una revuelta masiva; era el movimiento por la libertad de expresión, el movimiento por los derechos civiles, el ascenso del movim iento negro... Propusim os candi­ datos alternativos para el congreso en Berkeley creo que, por primera vez, el m ovim iento contra la guerra estaba en marcha, había manifestaciones masivas, intentamos cerrar el puerto de Oakland que era el principal puerto de salida de soldados a Vietnam, etc. De m odo que aunque estuviéramos haciendo

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geografía cultural anticuada y teoría de la localización, que estaba en la frontera, por otro lado casi cada día había una gran manifestación dentro de la universidad aunque fuera del departam ento, de modo que dejabas la tranquilidad del depar­ tam ento y te ibas al campus y siempre había una gran agitación por todas partes. La contradicción entre lo que hacía la geografía y lo que pasaba en el m undo no era tan obvia en aquellos sitios donde el proceso revolucionario iba más despacio o quedaba más lejano o la gente no lo vivía; lo leían en los periódicos y decían «ahí van, los malditos estudiantes otra vez liándola...». N o hubiera sido tan claro pero cuando estás en el mismo centro, lo vives, lo respiras, trabajas en ello, te gasean, te pegan, vas a manis... entonces llegan las contradicciones entre la geografía que tra­ ta con los malditos graneros o las regiones vinícolas, antiguos rasgos culturales y demás, y lo que la geografía debería estar abordando, temas como el desarrollo, la pobreza, las relaciones ambientales, etc. Las contradicciones devienen particularmente vívidas. N o te llevan inmediatamente a querer un cambio. La reacción inmediata es de esquizofrenia, en la que llevas una vida revolucionaria pero no la aplicas a la geografía, simplemente so­ brevives en la geografía y vas tirando, piensas que realmente de­ berías ser un antropólogo o un filósofo o algo así... N o piensas que estés haciendo un trabajo valioso y socialmente progresista porque estás atrapado en una disciplina anticuada y otras per­ sonas tienen mucho más que decir, y la mayoría de gente con la que hablas son de otras disciplinas como la filosofía o sociología en la que están mucho más comprometidos. La idea de salir fuera y hablar estaba completamente fuera de mi alcance por dos razones: prim ero porque yo todavía era un chico de clase obrera, y segundo, apenas sabía nada en el nivel en el que ellos hablaban. ¡Yo sabía de teoría de localiza­ ción! Recuerdo que una vez estaba hablando con alguien en

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Berkeley y yo dije «yo hago teoría de la localización» y me dijeron «y ¿eso qué es?». Yo dije que en esencia era cómo está organizado el espacio como, por ejemplo, la minimización de la distancia. Me dijeron «¿qué quiere decir eso?», yo dije «es por ejemplo cuando vas de compras, en una distancia minimizada para adquirir las cosas». Dijeron «¿de verdad que es eso lo que haces?». Dije «Sí...», «Bueno, pues no me parece gran cosa. ¿Eso es todo lo que has encontrado? ¿que la gente no va lejos a comprar?». Fue como si de golpe te dieran un mazazo en la cabeza, pero el tipo tenía toda la razón del m undo y es uno de esos momentos en los que quedas destrozado por la crítica de alguien pero, o bien te enfadas o reconoces q u e ... ¡lleva razón! — ¿ Y estuvo m uy implicado políticamente durante esos años californianos? — En esa épo,ca iba a las manifestaciones pero no hubiera hablado delante de grandes concentraciones ni cosas así. U n m otivo es que tenía miedo de que me expulsaran del país, de m odo que intenté que no me arrestaran; yo aún era británico, o sea que tenía razones muy pragmáticas. Yo era un socialista, un socialista radical, pero no un marxista. Yo me encontré con el marxismo en la LSE y me pareció odioso, no entendía ni una sola palabra de lo que decían. H ablaban en términos filosó­ ficos y yo era m uy pragmático, simplemente pensé que eran pretenciosos. C onfundí la filosofía con la pretenciosidad, lo cual no es difícil porque mucha filosofía es pretenciosa; no dice nada de nada pero lo dice en palabras largas y frases difíciles. Yo creo que la filosofía debe hablar de cosas reales y todo lo que dices debe poder aplicarse a los problemas urgentes; en aquel m om ento yo no creía que lo estuvieran haciendo. — H e observado que en todo su trabajo su manera de escri­ bir siempre intenta evitar esa pretenaosidad de la que habla y

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que siempre se expresa de una manera m uy directa. ¿ Tiene eso algo que ver con sus orígenes obreros y con su aproximación pragmática a la v id a ? —Sí, eso es exactamente lo que hago. Lo que has dicho es lo que yo hubiera dicho: como, trabajo, escribo, como una persona de clase obrera. Me gusta la gente de clase obrera, no me gusta la gente de clase media y odio de verdad a la clase di­ rigente, especialmente a la británica; no la soporto, no soporto su acento ni la manera en que se com portan ni su aspecto ... les 'abofetearía en toda su cara y eso que soy pacifista, imagina cómo me llegan a cargar... [risas]. Me gusta la gente de clase obrera, debo reconocer que prefiero a los de antes, que aún están politizados y que aún les interesa el trabajo. N o puedo soportar esas personalidades consumidoras, solo saben hablar de lo próxim o que van a com prar y todas esas tonterías... Me gusta la gente real e intento escribir para ellos, relacionarme con ellos y considerarme a mí mismo parte de ellos. Incluso cuando estoy escribiendo de m anera filosóficamente abstracta, pienso en esos términos. — En 1967 se traslada de Berkeley a la Clark University en Massachusetts, que en aquel mom ento era un sitio también muy politizado. En el departamento de Geografía se edita la revista Antipode: creada en 1969, en 1970 usted se convierte en su editor principal y la revista pasa rápidamente a ser un refe­ rente mundial. ¿ Q ué expectativas tenían cuando empezaron? —H ubo varias revistas que em pezaron en aquel momento pero la m ayoría no sobrevivieron. Esa idea de crear una revista, de crear una nueva línea de pensamiento, etc. apareció en m u­ chos lugares, pero en Clark de m odo especial por dos motivos: en prim er lugar había una potente escuela medioambiental y los prim eros geógrafos de tipo ambientalista tendían a venir aquí; hacían un tipo de investigación bastante convencional,

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con Robert Kates trabajando sobre la adaptación y cosas así. Además, estaba ese tipo llamado Jim Blaut; estaba aquí casi por accidente porque él fue originalmente a Yale y él era un intelectual marxista sofisticado, m ucho antes que el resto de nosotros. C uando empezamos nuestra revista, probablem ente era un poco mejor y más com prom etida que las otras pero podía haber desaparecido fácilmente. M ucha gente empezó revistas, les gustaba durante uno o dos años pero luego lo iban dejando y al final abandonaban. Y eso empezaba a pasar en parte aquí. Entonces hice ese núm ero monográfico sobre pobreza y luego pensé «esto va a desaparecer» y a la vez me iban diciendo que yo podía hacer cosas, que era una persona práctica y que mejor que me encargara de dirigirla, de modo que lo acepté. Convertirlo en algo exitoso diría que viene con el tiempo, con el com prom iso con las causas radicales (que he tenido toda mi vida, no en la geografía sino en todas partes) y queriendo que eso fuera geografía radical y queriendo que contribuyera al cambio social. Por otro lado, era la primera vez que podía realmente probarm e a mí mismo haciendo cosas que ayudé a iniciar, que organicé y lo hice bien. N unca había tenido la oportunidad antes, siempre había estado en los bordes y era la primera vez que tomaba algo y me decía «esto va a ser fantásti­ co y voy a hacerlo lo mejor que pueda». Lo puedes interpretar como ambición pero no en el sentido habitual de ambición, es más en el sentido de que era la primera vez que podía hacer algo de cierta relevancia, y quise hacerlo lo mejor que pude. — Y sin embargo, 1969 era aún un mom ento m uy tempra­ no para la geografía radical. El mismo D avid H a rvey publi­ caba su Explanation in Geography, la biblia de la geografía positivista en ese año. — Sí, eso era la corriente hegemónica. Aunque la geografía positivista tenía su com ponente progresista y de conciencia

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social. N o olvides que esa gente eran científicos que creían que la ciencia podía hacer mejor el mundo. La teoría de la localiza­ ción orientada a la planificación mejoraría el espacio para todo el m undo, incluidos los lugares pobres; no se ocupaba particu­ larmente de la clase obrera pero mejoraba el espacio para todo el mundo. De m odo que cuando iniciabas un movimiento radical, muchos de ellos lo miraban con simpatía. De hecho, nos salvaron un par de veces. Era estupendo tener a personas como, por ejemplo, G unnar Olsson de nuestro lado. Además, David Harvey se había pasado en 1970 al marxismo, él que era «Míster Geógrafo Positivista,» acababa de llegar a la Johns H opkins y ya estaba renegando de su libro. Me lo encontré y le dije «tengo tu libro, aún no lo he leído pero me voy de vaca­ ciones y finalmente lo podré leer». Y me dijo «N o te molestes, ya he dejado eso. A hora soy marxista». Yo dije «¿Quéeeee?» [risas]. Era fantástico tenerlo ahí porque él era muy poderoso en la geografía positivista (poderoso en la teoría: él era la única persona del grupo que podía hablar filosóficamente sobre el positivismo; el resto podíamos hacer el trabajo pero éramos incapaces de filosofar; y la filosofía es poderosa). David era el que tenía más poder pero teníamos también algunos conocidos teóricos de la localización. Leslie King, por ejemplo, nos salvó una o dos veces ... ya sabes, gente bastante convencional que nunca fueron radicales pero que ayudaban. Estaban a tu lado cuando realmente los necesitabas y cuando la disciplina estaba a punto de aniquilarte. Ellos se plantaban, eran buena gente, hacían buenas cosas. Q uiero decir, yo estaba trabajando entonces con la pobreza y ellos pensaban «¡Esto es el tipo de cosas que debemos hacer! ¡Al diablo con la teoría de los lugares centrales! En lugar de localizar ciudades co­ merciales, ¡estudiad la pobreza!» Al menos tenían el coraje de darse cuenta. Cuando hice ese curso llamado «Geografía de la pobreza en Estados Unidos», simplemente escribí el título en

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un papel, antes incluso de saber nada sobre el tema. Y tuve 160 estudiantes en mi clase y fue el m ayor curso en toda la historia del campus: una vez hubo hasta 250 estudiantes en el principal salón de actos. — Desde que llegó a Massachusetts en 1967, ya no se ha movido. ¿No es extraño en un país donde la movilidad, la de los profesores universitarios en particular, es tan elevada? —Me gusta Massachusetts. Solo hay tres áreas en los Estados Unidos donde las personas racionales en su sano juicio pueden vivir. U na es Massachusetts, la otra es Boulder (Colorado) y luego hay un par de lugares en la costa oeste, tan­ to Seattle como Berkeley y tal vez Los Ángeles. En cualquier

Richard Peet con sus hijos 2010. [Foto cedida por R. Peet.]

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otro lugar no puedes sobrevivir. N o puedes sobrevivir cultu­ ralmente porque es m uy aburrido, no puedes sobrevivir polí­ ticamente porque todo el m undo es reaccionario, y no puedes sobrevivir en la universidad. Ahora se puede, pero en aquella época no se podía. Los norteamericanos pueden ser bastante nefastos. Por otro lado, esta universidad se ha portado muy bien conmigo, ha sido muy tolerante. N unca me han dicho que no hablara de algo o que no debía hacer trabajo político, nunca me hicieron ningún comentario político y, al contrario, me prem iaron con distinciones. Me han dejado enseñar lo que quería y los estudiantes aquí son muy brillantes. Es la Clark la que me ha mantenido aquí, los estudiantes de grado siempre han sido m uy abiertos, muy de izquierdas, y los graduados, desde que llegué aquí para trabajar con Kates, siempre han sido los mejores estudiantes del mundo. De modo que, ¿para qué moverse? — ¿ Cómo se fu e abriendo hacia otros temas? ¿ Tiene que ver con los lugares en los que ha estado o con las personas que ha encontrado? — En general, he tom ado mis propias decisiones. N o se trata de sentarse ahí y de pensar qué es lo que voy a hacer a continuación, pero hay un m ontón de cosas sobre las que tra­ bajar y siempre ha habido razones bastante pragmáticas para ir cambiando mis intereses. Por ejemplo, impartí el curso y escribí un par de artículos sobre pobreza y desigualdad en los Estados Unidos, y tuve aquellos cursos masivos y todo lo que escribía se publicaba porque era realmente un buen tema, y estuve en esto hasta los setenta y luego estuve fuera tres años. C uando volví de Australia impartí de nuevo el curso sobre pobreza, pero la secretaria del departam ento me dio un aula en la que solo cabían 15 personas. Antes de irme a Australia tenía matriculadas 200 personas en mi curso y ocupaba la sala de

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actos más grande del campus, de modo que le dije que debía de haber un error, que ahí no iban a caber mis alumnos. La pobre me dijo que solo había 12 personas en el curso ... Y es que entre 1978 y 1980 Estados Unidos había cambiado, el interés por los problemas sociales se había evaporado, ya no digamos en los ochenta con Reagan, etc. Así que cuando volví me concentré en el desarrollo del Tercer M undo, tema que guar­ daba cierta relación, pero la razón del cambio fue de índole más bien práctica. Ya no podía seguir con los problemas sociales de Estados Unidos, tener clases numerosas y dar una buena ense­ ñanza. Las cosas habían cambiado muy rápidamente en 1979. Además, todos estábamos cautivados po r el marxismo y trabajábamos sobre teoría, filosofía, queríamos acercarnos seriamente al marxismo y no teníamos ninguna guía. Apenas había ningún texto introductorio en aquel m om ento, tenías que empezar con E l Capital, volumen 1 página 1, lo que es espantosamente difícil y costaba como 1O años convertirte en un buen pensador marxista. Así que yo quedé fascinado por la teoría y eso es lo que quise hacer: leer Marx, aplicar Marx. Había áreas donde el marxismo era aplicable de manera bastante obvia, como la teoría de la dependencia con la que era bastante fácil trabajar; la teoría de la dependencia es m uy geográfica y la cosa funcionó bastante bien. Y estoy contento con el cambio que hice. Además, cuando estuve en Australia hice algún trabajo sobre el Pacífico, escribí un artículo sobre el cambio cultural en Fiyi. —Fiyi??? — Sí, ya lo sé. .. Fiyi es el Tercer M undo pero ... ¡es tan bonito! [risas]. — El marxismo de aquel tiempo era particularmente estructuralista.

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— Sí, el marxismo que yo hacía estaba influenciado por el marxismo estructuralista de mediados de los setenta. Me gustaba la idea de un argumento altamente estructurado, den­ samente establecido y que se aplicara a un m ontón de casos diferentes. Era m uy atractivo: yo quería hacer aquello. Luego vino toda la crítica postestructuralista, mucha gente dejó en seco todo aquello en lo que había estado trabajando en los úl­ timos quince años e inmediatamente se convirtieron y pasaron a ser postestructuralistas postm odernos y te aplastaban si tú no hacías lo mismo. Pero ¡yo no estaba convencido de lo que decían! Me gustaban algunas cosas ... y, las que me gustan, las uso. Pero su actitud política y la flojedad de sus argumentos ... ¡las odio! Y algunas personas piensan que estaba equivoca­ d o ... ¡Al diablo! Yo sé que no estaba equivocado, que estaba completamente en lo cierto. — Alguien le llegó a calificar como un «estructuralista im ­ penitente». ¿ Cóm o se definiría a si mismo? — ¡Com o un estructuralista impenitente! [risas] Y o me des­ cribiría a mí mismo como un marxista com prom etido, abierto a todas las ideas que son útiles política e intelectualmente y que son sintetizables con un proyecto esencialmente marxista. Si encaja, lo hace mejor y lo uso. Si va en contra de él, si lo hace peor, si lo convierte en una teoría más débil, no lo uso. — Claro, pero eso a veces no es tan fácil. H ay veces en que las cosas no encajan fácilm ente de entrada pero cuando trabajas en ello puedes contribuir a crear ideas nuevas, otras form as de ver las cosas. —Sí, es verdad. De hecho, si es difícil de encajar, tanto mejor porque te obliga a repensarlo, a reformularlo. Es como cuando empecé a leer a Foucault, creo que era La arqueología del conocimiento, allí donde empieza a hablar de «el enuncia­

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do». ¡Yo no sabía qué quería decir con enunciado! Foucault es muy difícil de leer porque no te lo pone fácil y hasta que llegas a la página 242 no entiendes realmente de qué está hablando. A hora creo que entiendo las nociones de «discurso», «actos de habla serios» y «enunciado». Es m uy bueno, ¡me encanta! Lo utilizo todo el tiempo: al enseñar, al escribir, en todo. Pero cuando me enfrenté a ello por prim era vez no lo entendí y, claro, no me gustó. — Además del tem a del desarrollo sobre el que ha trabaja­ do dilatadamente, ¿de qué otros grandes temas se ha ocupado? — He trabajado sobre gobernanza global, el Fondo M onetario Internacional, el Banco M undial y ese tipo de co­ sas. Y luego siempre me han interesado la filosofía y la teoría, siempre he creído que este es un gran campo en el que trabajar y que te hace poderoso. En mi opinión, si puedes entender las cosas filosóficamente, puedes entender las cosas teóricamente, y si las puedes entender teóricamente, entonces puedes enten­ der cualquier cosa. Creo en una imaginación filosófica y siem­ pre me he sentido un poco en falso porque no tenía formación filosófica. Cuando empiezas a filosofar, a intentar establecer enunciados filosóficos piensas que no vale nada, que la gente te va a rechazar, que te dirán que eres estúpido, que te harán pedazos, que te dirán que no sabes de lo que hablas. Siempre me he sentido vulnerable ante este tipo de ataques y en más de una ocasión los he sufrido. Recuerdo que en 1970 organicé una sesión sobre ideolo­ gía ... ¡y yo no sabía lo que era! Hice una rápida introducción y me di cuenta que la gente me miraba como pensando «¿pero qué es lo que te pasa?». Porque no tenía claro el concepto: esto sucede cuando estás haciendo algo nuevo. Pero poco a poco, al entrar en los años ochenta, me convertí en una persona más fi­ losófica y progresivamente fui aplicando este trabajo filosófico

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al pensamiento geográfico y al final escribí un libro considera­ ble sobre la historia del pensamiento geográfico. — A un cuando usted no pareció estar m uy interesado en la parte realmente histórica de dicho pensamiento geográfico... — ¿Lo viejo? N o, lo viejo como la geografía regional, en mi opinión, tiene m uy poca calidad. Y toda esa gente... se supone que son geógrafos famosos pero la m ayor parte de esa tradi­ ción no es buena. Por ejemplo, se supone que Carl Sauer era el geógrafo más brillante de su tiempo pero lo leo ahora y ... Incluso cuando yo estaba en Berkeley y le oía hablar y le leía, pensaba... todo esto es realmente m uy pobre. —— Yo siempre he oído decir que Sauer era un profesor m uy impactante... — Sí, bueno... pero en mi opinión no lo era. La gente le tenía miedo y cuando la gente tiene miedo de alguien, tiende a construir leyendas ... — Bueno, al menos en Europa teníamos la geografía fra n ­ cesa. .. — Sí, una parte de ella, tal v ez... tal vez. Vidal de la Blache estaba bien y todos esos pequeños trabajos, ya sabes, sobre esos malditos pequeños lugares ... tal vez ... disfrutaban del vino y la comida local cada vez que iban po r allí, ¿no? [risas]. Lo único que hay que destacar de todo esto es la reacción con­ tra aquello que nos parecía tan carca, es todo lo que hace falta decir. N osotros construimos la geografía básicamente desde la nada; aquella gente solo estorbaba, solo proporcionaba ejem­ plos ridículos ... Una vez escribí eso en un artículo: que eran ejemplos de lo que la geografía no debía ser... — En lugar de «lo que la geografía debe ser...»

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— Cierto. Aprendim os a no ser como ellos y de hecho cuando escribí aquello tenía cierta persona en mente, el tipo de persona a quien no deberías parecerte. Y esa misma persona se me acercó hace algunos años para preguntarm e «¿De quién hablabas en ese artículo?» [risas]. — En ese libro sobre la historia del pensamiento geográfico, usted se detiene constantemente para definir cada término o concepto que utiliza... — ¡Desde luego! ¿Por qué iba a escribir u n libro que nadie pueda entender? Yo procedo de la clase obrera y creo que hay que escribir para las personas sencillas, yo quiero que la gente lo entienda. Me recuerdo a mí mismo la prim era vez que leí sobre cuestiones filosóficas... — Bueno, pero usted no escribe para todo el m undo, escribe para los académicos, los estudiantes, los colegas... — Pero sé que un m ontón de estudiantes vienen a mi de­ partam ento, tom an un curso sobre la historia del pensamiento geográfico y utilizan mi libro. A m enudo no tienen formación en filosofía, ni siquiera en teoría y por tanto si mencionas un térm ino abstracto y difícil. .. ¡mejor decirles de qué se trata! Luego pueden ir entendiendo y progresar muy rápido a un nivel más elevado de comprensión. De otro m odo, se pierden en el prim er capítulo. — ¿ Tiene la sensación de que paga un precio por ser tan claro, en el sentido de tener que simplificar sus ideas? —N o, no la tengo. Creo que uno de los principales m o­ tivos por los que la gente escribe de manera tan abstracta y difícil de entender es porque ellos mismos no entienden de lo que hablan, así que disfrazan su ignorancia utilizando term i­ nología abstracta bien difícil... Mira, ¡yo podría escribir de la

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manera más enrevesada que hayas leído en toda tu maldita vida! ¡Si quisiera! Pero también puedo escribir de manera que lo entiendas... — Usted ha sido el editor de revistas importantes duran­ te mucho tiempo (Antipode, Economic Geography, H um an GeographyJ. Este es un trabajo que toma muchísimo tiempo y que no tiene la misma recompensa que la de otras tareas acadé­ micas. ¿Cómo describiría su experiencia? — De hecho, cuando concursé para la cátedra e n l a Clark y dije que había sido el editor de Antipode, el tribunal lo ignoró totalm ente porque no era una revista form al y, po r tanto, no contaba para nada, ¿puedes creerlo? No: yo he sido editor por razones políticas, porque quería hacer una revista con un mensaje político definido. Antipode era indudablemente polí­ tica. H u m a n Geography es indudablemente política. Economic Geography había entrado en una especie de declive y no iba demasiado bien; estaba en una línea positivista muy anticuada. Y aun cuando nunca fue claramente política, al menos sí era relevante socialmente, por lo menos eso. De modo que siem­ pre he contem plado eso de ser editor como una tarea política y la recompensa llega cuando se crea un movimiento político. C uando era editor de Antipode, yo era la persona que creó un movimiento geográfico radical y lo hice sobre todo — mis propios escritos aparte— siendo editor. En otras palabras, un editor activista. Y si estoy activo en algo y realmente creo en ello, estoy dispuesto a trabajo muy, m uy duro. N o olvides que he escrito diecisiete libros... — Hace unos años decidió empezar la nueva revista H um an Geography «para recuperar nuestro conocimiento»... — Estamos intentando em pezar algo nuevo. Sería fantás­ tico si todo un conjunto de revistas com o A ntipode o H um an Geography estuvieran producidas por una organización que nosotros, intelectuales críticos de izquierdas, controlára­

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mos. Pero sucede que en la actualidad las ideas producen un m ontón de dinero. El control sobre el conocim iento da grandes beneficios y ahora está en manos de grandes em pre­ sas de comunicación y, sin embargo, se trata esencialmente de nuestro trabajo, nuestro trabajo intelectual que produce la mercancía que ellos venden. Y lo hacen con una tasa m uy alta de explotación. N os explotan y obtienen una tasa m uy alta de beneficio con nuestras ideas. Debem os quedarnos con ese dinero y utilizarlo para subvencionar nuestra propia investi­ gación. Así, no tenemos que prostituirnos para tener dinero. Podrem os decidir lo que realmente querem os hacer, seremos honestos y a la vez tendrem os dinero porque controlarem os los fondos.

Portada de uno de los números de 2010 de Human Geography, la revista de geografía radical alejada de los circuitos comerciales que Peet inició en 2008.

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— Incluso A ntipode pertenece ahora a una de esas grandes compañías... — ¿John Wiley? John Wiley es la editorial más grande de Estados Unidos. Desde que soy editor de H um an Geography, diez o quizá quince personas se han dirigido a mí para decirme «No he podido publicar esto en Antipode, lo he intentado pero no lo han aceptado p o r... ser demasiado marxista». — Sigamos con debates científicos en los que haparticipado. Uno de los principales debates en los que se ha visto implicado es el que hubo entre materialismo e idealismo. El giro discur­ sivo ha conducido a debates m uy agrios y usted ha sido muy directo con los defensores de la idea delpaisaje como texto como Trevor Barnes o James Duncan. Pero Barnes, en m i opinión, no estaba contra el marxismo, creo que solo buscaba nuevas ma­ neras de enriquecerlo. ¿ Cree que, después de todo, ha quedado algo positivo de ese giro lingüístico/discursivo? — Era el principio de la entrada de las ideas postestructuralistas y llegaron por la vía del paisaje como texto. N o creo que fuera la mejor vía y con certeza no fue la mejor manera atacando aquel marxismo estructuralista althusseriano. Parece que exageraron lo que era algo temporal hasta convertirlo en explicación para todo y nos hicieron pasar por su propia cons­ trucción del asunto. Creo que el responsable fue especialmente Duncan, aunque una vez Trevor [Barnes] me dijo que cuando era estudiante en Inglaterra y Antipode llegaba, todos se pre­ cipitan a la biblioteca y la devoraban, así que obviamente él es uno de los nuestros. Creo que D uncan es otro caso. D e todos modos, la idea del paisaje como texto es una interpretación bastante simplista tanto del paisaje como del conocim iento y del texto, y ponerlo todo junto no fue particularm ente produc­ tivo. Soy crítico con la idea de textualizar en exceso algo como el paisaje, que es profundam ente material, y poner demasiado

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énfasis en todo el conjunto de ideas de la lingüística moderna; él estaba en contacto con ellas porque su mujer enseñaba eso; la idea era m uy pretenciosa pero m uy simplista. — A unque a m í no me parece tan sencilla... — Cuando lo leí la prim era vez, no lo entendí, tienes razón, se tarda un poco en saber de qué va. Y cuando lo entendí, no creí que fuera gran cosa. Luego escribí un artículo en Annals o f the Association o f American Geographers para m ostrar cómo debería realmente hacerse. Lo hicieron marxistas como Denis Cosgrove y todos los marxistas culturales. Pero leía a aquellos y no podía encontrar ni una frase que fuera realmente buena. Recuerdo estar leyendo y pensar «solo necesito un buen pá­ rrafo», es todo lo que necesito, aunque fuera una sola frase. M ucho de todo aquello podía hacerlo yo por mí mismo. Y luego la crítica de D uncan y Ley realmente no la valoré en absoluto. Además, gente como David Ley que en los setenta se llamaba a sí mismo un fenomenologista existencial, él siempre estaba rondando por allí intentando entrar en el «club» crítico, siendo amable y tal... De golpe, se descuelga con esa crítica tremenda sin avisar a nadie y lo publica en los Annals. Quise escribir una contracrítica pero alguna gente me recom endó no hacerlo para no empeorar las cosas. — Es que fu e un debate m u y áspero, incluso a nivelpersonal... — Sí. .. Diría que las réplicas y contrarréplicas que salieron en los dos o tres números posteriores de los Annals eran m uy buenas y yo iba a enviar un artículo grande de respuesta pero varios de mis colegas me dijeron «no lo hagas, olvídalo». Solo los criticamos indirectamente. Por ejemplo, el tema del pai­ saje como texto. Hice una reseña del libro de D uncan en los Annals: lo hice pedazos...

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— Una vez usted escribió que la intertextualidad era «el opio de la intelligentsia»... — N o recordaba que había dicho eso... Me gusta, ¡estoy de acuerdo! Si afirmas que no hay nada más allá del texto, yo creo que te equivocas. H ay procesos materiales y personas que trabajan y luchan. Los hay que llegan a decir que incluso el trabajo es textual. Pero el trabajo es tam bién físico... — Acaba de decir «también»... —Acepto cierto grado de textualidad pero la idea de dis­ curso y de texto en la dirección que estaba tom ando se alejaba mucho de la noción de ideología. Y lo que yo quería hacer era tom ar esas ideas y devolverlas en la dirección de la ideología. Yo veo a Foucault y su idea de discurso como las claves aquí. Hubiera sido infinitamente más productivo y mucho mejor si no hubieran ido a lo textual sino a lo discursivo. — ¿ Ve alguna conexión entre ello y la falta de compromiso político de personas que se supone que están en la izquierda pero que realmente no se implican y muestran esa tendencia a decir cosas interesantes pero enigmáticas? —Sí, ya lo creo. La sutileza es el opio del intelectual me­ diocre. — Un m om ento... hace un rato ha dicho que lo era la intertextualidad... —Ya lo ves, pues eso es intertextual. .. [risas]... ¡con mi propio texto! — Una vez escribió que los marxistas son los que hoy pueden avanzar mientras que los «posts» siempre están m i­ rando atrás. Esto es una manera m uy sugerente de revertir ciertas ideas habituales pero, ¿qué marxismo es el que puede

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hacerlo? Usted se ha aproximado al trabajo de Gramsci y de Foucault. — Yo leí a Gramsci hace mucho tiempo; cuando te con­ viertes en marxista, Gramsci es muy importante. Y luego leí de m odo serio a Foucault, creo que en los noventa. Y luego volví a leer a Gramsci después de Foucault, de m odo que hice una lectura foucauldiana de Gramsci. C uando empecé a leer a Foucault, me dije: «voy a odiar a este tipo», y al principio fue así. Empiezas a leer sus libros, lees 20 páginas y no entiendes nada. O dio eso, odio la arrogancia de esta gente que escribe así, deberían ser mucho más claros... Pero luego leí un par de libros sobre Foucault dejándoles el trabajo de entresacar sus ideas, y luego lo pude leer porque ya veía de lo que hablaba. Y entonces es cuando llegas a la idea de que los discursos son m uy poderosos y de que tienes que entender esa parte dis­ cursiva del análisis materialista porque es tan poderosa que tiene enorm es consecuencias materiales y, po r tanto, necesitas un conocimiento sofisticado de la ideología, la hegemonía y el discurso. Escribí un par de libros sobre ello criticando las principales instituciones. A propósito de Foucault, hay dos clases de gente: algunos lo usan para deleitarse, otros para hacer un análisis m uy serio básicamente de fundam entación marxista. Así que, si tuviera que escoger, me decantaría por los marxistas prácticos y no por los postestructuralistas postm odernos. En segundo lugar, yo no estuve inmerso en Foucault durante cinco años, como hizo Chris Philo, o inmerso en estudios sobre Gramsci como las personas que dedican su vida entera a leer los Cuadernos de la cárcel y a interpretarlos en diferentes contextos. Hay encuentros enteros sobre Gramsci pero yo no he estado en ninguno de ellos; lo que yo pretendía era leerlo para tom ar aquellas ideas y utilizarlas, porque el m undo está en unas condiciones terribles y necesitamos muy buenas ideas con ur­

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gencia. N o tengo cinco años para leer a Foucault. ¡Al demonio con Foucault...! Toma lo que necesites de él en cinco meses. — Se ha referido al debate cultura/economía en muchos de sus escritos. A ún hoy cómo integrar lo cultural y lo eco­ nómico continúa siendo un gran tem a para los marxistas. Su posición ha sido m uy abierta, teniendo en cuenta que procede del campo de la geografía económica, incluso ha sido m uy ex­ plícito al afirmar que el marxismo economicista no nos lleva a ninguna parte. — La cultura es m uy im portante para entender los hechos históricos, pero necesitas una definición bastante clara de cul­ tura y una teoría para entenderla: quién la produce, quién la controla, quién la construye, qué fuerzas, qué instituciones. Obviam ente hay instituciones que construyen cultura porque están interesadas en el poder porque la cultura es el sistema de creencias de la gente y la m anera en que se m uestran esas cosas en artefactos, etc. Si no crees que sea im portante cómo se crean las creencias, entonces, ¿qué demonios es im portan­ te?, qué puede ser más im portante que el sistema de creencias creado por la gente, toda esta estructura interpretativa a través de la cual las personas experimentamos el mundo. — Una parte importante de su trabajo ha sido precisamente el estudio del papel de la ideología en la construcción de in­ terpretaciones del mundo. Ejemplos de ello han sido sus textos sobre los orígenes sociales del determinismo ambiental o su ca­ tegórico ataque a la idea de libre comercio y las ventajas com­ petitivas como una idea aproblemática e incuestionable. Usted ha defendido la necesidad de denunciar el contenido ideológico de esas ideas. Si una piensa en su artículo sobre Ricardo, sin embargo, se da cuenta de que cuesta mucho trabajo desmontar una sola idea por simple que sea...

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— Sí, pero esa sola estúpida idea de la ventaja competitiva es responsable de todo el desarrollo de los sistemas globales, y de una manera pésima en mi opinión. Ya sabes, el Tercer M undo se especializa en materias primas, nosotros en la industria... la distribución global en el espacio está esencialmente basada en las ideas de Ricardo sobre la economía. Era una aportación estúpida pero tuvo resultados tremendos. D e m odo que al­ guien tiene que criticarlo, y tienes razón: no es fácil aunque es divertido. C uando escribía eso sobre Ricardo, me lo pasé muy bien haciéndolo. — ¿ Y cómo fueron recibidas este tipo de críticas por la co­ m unidad científica? — C reo que probablem ente me consideran demasiado crítico, demasiado izquierdista, demasiado radical, etc. Algunas personas son rechazadas com o si fueran locas o idiotas. N o creo que a mí me puedan hacer ascos tan fá­ cilmente porque el trabajo está demasiado bien hecho, este es el objetivo de trabajar duro. Si haces un trabajo flojo, es peor que si nunca hubieras hecho nada. Pero si haces una crítica realm ente concienzuda, incluso la gente que no está de acuerdo contigo y a la que no le gusta el trabajo crítico, al menos te adm iran y reconocen que eres un buen académico y un buen intelectual. — Dese los años cincuenta ha habido enormes debates en geografía humana: el inicio de los radicalismos, luego toda la crítica postmoderna, todo tipo de giros (cultural, lingüístico, psicológico...). Para usted que ha analizado en profundidad la historia más reciente delpensamiento geográfico, ¿cuálcree que ha sido el fru to de todo ello ? Mirando atrás, todo esos debates duros, a veces incluso amargos, ¿han sido lo productivos que deberían?

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— Sí, creo que sí. Aunque es una lástima la manera en que se ha hecho. Se ha hecho de un m odo demasiado personal y mezquino. Por otra parte, esos debates son necesarios. Creo que el debate filosófico teórico es im portante para producir un nivel más profundo y coherente de teorización y para sinteti­ zar un núm ero m ayor de ideas. El m odo en que esto ha pasado a m enudo ha sido a través de nuevas ideas que eran las más re­ cientes de una serie de modas pasajeras: no me gusta nada eso. Creo que si hay un conjunto de ideas que es realmente bueno y un par de alternativas, todo el m undo debería tom arlo seria­ mente; si es lo último o no, no significa nada. Si es bueno, es bueno. Si tienes un conjunto de ideas y encajas las críticas tie­ nes dos cosas: añades nuevas ideas y además mientras piensas lo que dicen, si te tomas las críticas seriamente, puedes mejorar tus propias ideas iniciales porque te obliga a no ser gandul y cosas que te dices a ti mismo como «oh, ya lo pensaré luego» o «bueno, nadie va a notarlo» ya no funcionan. Toma, por ejemplo, la teoría del valor de Marx. Y los re­ cursos, ¿qué? N o tenemos un cálculo global del uso de la na­ turaleza, de la producción de la existencia... ¡vale ya! H ay un tipo llamado Stephen Bunker que básicamente hizo una crítica de la teoría del valor-trabajo diciendo que hay que contar el uso de los recursos y, por tanto, hace que el marxismo aparez­ ca como opresor, ambientalmente opresor. ¿N o es fantástico? Yo mismo había pensado eso pero no lo había pensado sufi­ ciente y eso me forzó a pensarlo. O toda la idea del determinism o económico, tan simplísticamente determinista; por ejemplo, en la teoría de los modos de producción, de la base económica salen las ideas y la ideo­ logías. ¿Cóm o demonios salen de la base económica? ¿quiénes son los agentes, quién las produce? ¿quién construye el gran esquema de esa interpretación? Interpretas la realidad material pero no piensas en todo, solo piensas en esos grandes bloques

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del modo de producción y luego te critican por ser demasiado determinista. Yo aún lo soy, pero un determinista m uy com ­ plicado. ¡Existe un deterninism o complejo! De modo que aprendes de ello, aprendes y aprendes, y cambias. — Usted ha dirigido los más despiadados ataques a los geó­ grafos postmodernos. — En ellos hay fragmentos, ideas, que son fantásticas. Pero no me gusta ni la actitud intelectual ni la actitud política de los postmodernistas. Proceden de contextos que normalmente son de izquierdas, pero no de una izquierda fiable, consistente y profunda. Demasiado hablar y poco compromiso. ¡Y de­ masiado frívolo! Algunas personas pueden pasar de una cosa a otra y a otra... intentando estar siempre a la última. Pero lo últim o no significa que sea lo mejor. En mi opinión, los mejores geógrafos culturales son los que se definen inequí­ vocamente como marxistas, como Denis Cosgrove o como D on Mitchell. Y los peores, en mi opinión, son esos británicos poco rigurosos, y que no voy a citar, pero que siempre están a la última. Chris Philo era un poco así pero luego pasó a ser m ucho más serio: su trabajo sobre Foucault es fantástico y es un tipo realmente apreciable. Pero no me gusta la generación que le siguió. Creo que el problem a de todo ello es que eso condujo a sostener una actitud frívola por todas partes. Jugaban con las ideas, con los enunciados y, de hecho, a m enudo ni tan solo con las ideas: solo con las palabras. A veces pasa que escribes algo porque suena bien y lo dejas ahí, pero si escribes algo que suena bien y es una estupidez, tienes que abandonarlo aunque la frase sea estupenda. Aquella situación llevó a m antener una actitud superficial hacia el m undo y a una falta de compromiso político. Mucha de esa gente son de izquierdas pero no de una izquierda profunda ni seria. Proceden de una izquierda post-

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m oderna postestructuralista y frívola, y eso que a m enudo son m uy brillantes y podrían hacer un trabajo trem endo si actua­ ran juntos y pensaran de una manera seria y fundamentada. Y es particularm ente trágico que lo peor de ello venga de G ran Bretaña porque esos chicos han pasado por un sistema educa­ tivo muy bueno pagado por el Estado, después han obtenido un empleo en la universidad y ahora son poderosos y bastante bien pagados; no tienen muchas clases, tiene mucho tiempo libre y no deberían utilizarlo con modas pasajeras. — ¿ Quiere decir que tienen una especie de obligación mo­ ral? —Sí, tienen una obligación; especialmente en Inglaterra, que tenía una fantástica tradición socialista. En mi opinión, son parcialmente responsables de esa pérdida de tradición socialista y deberían estar avergonzados de sí mismos. Son un grupo privilegiado que vive bien y no tiene muchas responsa­ bilidades. A m enudo tienen un origen de clase obrera y aún así hacen un trabajo insustancial y, finalmente, sin sentido. — Esta idea de la urgencia de ocuparse de problemas reales, de no dedicar nuestro tiempo a cosas menores, está m uy presen­ te en su trabajo... — Sí. .. cosas socialmente relevantes, como el desarrollo, la pobreza, y cosas así. Y luego, cada vez más, la crisis ambien­ tal. — A sí que, en su opinión, ¿son esos los temas importantes que requieren nuestra atención inmediata? —A finales de los noventa y principios de los dos mil el tema principal era el control de la economía global, y no solo por parte de las empresas multinacionales que ya lo tenían de antes, sino por parte de dos grupos emergentes: uno, el capital

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financiero y dos, las instituciones de gobierno globales. Y yo pensé, y aún lo pienso hoy, que necesitábamos recuperar el control de la economía global. N o soy antiglobal, solo quiero algo global que funcione para todo el m undo, del que todo el m undo se beneficie y le perm ita tener una vida mejor. Y esta era mi urgencia tras los libros que publiqué, The Geography o f Power, The Unholy Trinity... esto es a lo que me dediqué entonces. Y en los últimos tres o cuatro años he estado trabajando sobre ecología política y la urgencia de la contradicción am­ biental. La posibilidad de una crisis ambiental me ha impac­ tado m ucho y ahora creo que vivimos un m om ento en el que estamos viendo el inicio de esa crisis. Y creo que los medios que tenemos para afrontarla son total y completamente in­ adecuados, tanto teórica como institucionalmente. La gente que controla el m undo es la gente equivocada porque son los que lo están destruyendo. De m odo que me he convertido en un medioambientalista furibundo; no en térm inos personales (no necesito comer arroz integral) sino en térm inos de pensa­ m iento: mi principal dedicación en la actualidad es el medio ambiente. — ¿ Y cómo podemos contribuir? —Si tus ideas están m uy bien formuladas y muy bien ex­ presadas, éstas pueden tener un efecto. D e manera que hacer un trabajo de gran calidad que esté tam bién inform ado por lo urgente, y hacer las ideas más atractivas y poderosas... esto es lo mejor que podemos hacer porque no tenemos poder institucional; ni siquiera los más reconocidos científicos natu­ rales ambientales tienen demasiado poder, van a conferencias internacionales y son ninguneados por los políticos. Puedes tener 10.000 personas hablando en Copenhague, produciendo todo tipo de buenas ideas y tan pronto como Obam a llega,

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todo se acaba, y él y cinco más zanjan todos los temas. Pero el único medio que tenemos para cambiar esa estructura de p o ­ der es producir ideas buenas, poderosas y persuasivas. Com o dije, vamos a vivir tiempos muchísimo peores antes de tener siquiera la oportunidad de tom ar las cosas seriamente. El p ro ­ blema con el tema medioambiental es que no puedes entrar en el proceso: cuando te das cuenta de lo que estás haciendo es demasiado tarde porque la crisis ya ha empezado por su cuenta. Es un tipo de crisis en el que no puedes dem ostrar cada punto porque lo que no puedes probar es tan horrible, las con­ secuencias son tan dramáticas e independientes de los efectos subsecuentes, que, para intentar cambiar las cosas, tienes que arreglarte con las pistas que ya tienes. N o puedes esperar a poder dem ostrar cada punto concreto. Es un poco diferente de las crisis sociales. La naturaleza tiene su independencia.

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111. A N T O L O G ÍA D E TEX TO S:

U na

n u e v a g e o g r a f ía d e iz q u ie r d a s *

Richard. Peet Los temas que preocupan a la Nueva Izquierda apenas están presentes en las revistas geográficas. ¿Dónde están nuestros posicionamientos sobre la geopolítica de la guerra del Vietnam, o la continuada conquista y colonización israelí del territorio árabe? Nos podemos preguntar en qué hemos contribuido — más allá de unos cuantos estudios testimoniales— al análisis de la pobreza local y regional en Estados Unidos. O al de la formación de guetos. O al del dom inio regional del ejército y sus socios industriales. O al del imperialismo económico nor­ teamericano en América Latina. En un m undo intolerable he­ mos logrado encontrar nichos académicos confortables desde los que ocasionalmente m iramos afuera para m ostrar una señal de desaprobación o una m irada compasiva, o para refunfuñar sobre temas poco com prom etidos como la denuncia de la con­ taminación ambiental (¿quién podría estar en contra?). Sin embargo, una nueva generación de licenciados ha emergido de las universidades en los últimos años, alimentada por los conversos del neoliberalismo durante el tiempo de re­

* © Antipode, traducido del original en inglés «A New Left Geography», Antipode (1)1, 1969; pp. 3-5.

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presión (¿Berkeley? ¿Birmingham? ¿Detroit? ¿Los .Ángeles?), por m iem bros de los restos de los partidos de la vieja izquierda norteamericana, y po r inmigrantes de países donde la izquier­ da es más factible. Este grupo se caracteriza por un nuevo nivel de comprom iso con el movimiento por la igualdad social y económica. En lugar del viejo modelo liberal de abandono de los principios (de pacto, de un conveniente cambio de punto de vista, de «responsabilidad», y de una fusión gradual con un «establishment» que prim ero se pretendía cambiar desde dentro y que finalmente ha acabado siendo apoyado en su totalidad), este nuevo grupo de izquierdas cree en un cambio radical a corto plazo sin recompensa directa para aquellos que lo lleven a cabo. N o creemos que el sistema actualmente en funcionamiento en los Estados Unidos pueda remendarse con una serie de parches liberales para acercarnos al modelo que deseamos. En su lugar, hay que descartar lo obsoleto y construir de nuevo, reunir aquellos elementos de los sistemas existentes que sean coherentes con nuestros ideales y crear nuevos componentes cuando los existentes sean inadecuados. En resumen, la Nueva Izquierda difiere del viejo liberalismo en su nivel de com prom iso (no, no es solo ese entusiasmo juvenil que se «atempera con la edad») y su confianza en un proceso de cambio más radical. La naciente N ueva Izquierda en geografía puede con­ tribuir a la causa de tres maneras fundamentales. Podemos ayudar a diseñar una sociedad más equitativa en la que la po­ breza, el sufrimiento y el m ortecino sentimiento de inutilidad y desesperanza sean erradicados, y en la que las personas libres alcancen un nivel superior en su existencia. Para llegar a ello, necesitamos un conjunto de premisas completamente diferen­ tes y construir nuevas teorías de cómo deberían ser las cosas, una actitud de las personas que conduzca más a la democracia participativa, una distribución de las actividades agrícolas e

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industriales que lleven a la igualdad económica en el espacio, una localización de las instituciones educativas y culturales que contribuyan a m ejorar la experiencia de vida de la mayoría de la población; en resumen, una geografía enteramente nueva basada en los preceptos de la igualdad y la justicia. N uestra segunda contribución debe ser la consecución de un cambio radical. H ay diversos puntos de vista a propósito de cómo se producirá ese cambio pero, dado que la idea de una revolución en el sentido clásico es ridícula en el contexto nor­ teamericano, la forma más probable es a través de la persuasión y la «conversión». Los geógrafos pueden desempeñar un rol particularm ente im portante generando un torrente constante de críticas y propuestas para el cambio tanto dentro como fuera de la disciplina. Aunque nos enfrentamos con una tarea tremenda ya que hay que sacudir a una mayoría amodorrada en la complacencia por un sistema eficazmente controlado de recogida y distribución de noticias, y cuyos sentidos están adormecidos por la exposición a una realidad artificial y que recibe con indiferencia o resignación la propuesta de que las cosas deberían ser enteramente diferentes. Evidentemente, bajo estas circunstancias, debemos ser tan imaginativos como convincentes, empleando todas las técnicas a nuestra disposi­ ción con el fin de destruir y luego reconstruir la estructura de la opinión convencional. En tercer lugar, debemos organizarnos para conseguir una acción efectiva dentro de la geografía académica. Nuestras asociaciones regionales y nacionales están dirigidas por con­ servadores y no tienen impacto alguno en la opinión pública. Esto tiene que cambiar. En la mayoría de los departamentos de geografía, los estudiantes y los graduados no tienen nin­ guna influencia efectiva en las decisiones que se toman «para ellos» po r gente que, en cualquier contexto menos en el suyo inmediato, están todos a favor de la «democracia». Aquellos

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tienen que organizarse. G rupos pequeños pero bien organi­ zados pueden ser efectivos allá donde la injusticia sea evidente y, pese a ello, prevalece la apatía (una paradoja que se produce con demasiada frecuencia). Se necesita una asamblea radical para trabajar en esas líneas. Este boletín se ofrece para diseminar ideas e inform a­ ciones dejadas de lado y como una plataforma para propuestas de acción directa. Si estás de acuerdo con nuestros objetivos, suscríbete, escribe y organízate en tu departam ento.

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D e s ig u a l d a d

y p o b r e z a : u n a t e o r ía

GEOGRÁFICO-MARXISTA* Richard Peet Este artículo intenta sintetizar dos conceptos: el principio marxista de que la desigualdad y la pobreza están inevitable­ m ente producidas p o r las sociedades capitalistas, y la idea sociogeográfica de que la desigualdad puede pasar de una generación a otra a través del entorno de oportunidades y servicios en que nace cada individuo. El objeto de este tra ­ bajo es, pues, com binar una explicación teórica convincente sobre los orígenes de la desigualdad con algunas generali­ zaciones empíricas sobre quién es pobre y cóm o persiste la desigualdad bajo las condiciones del capitalism o «avanza­ do». Las nuevas ideas que una síntesis así proporciona son m uy necesarias, ya que anteriores teorías de la desigualdad (cultura de la pobreza, ciclo de privación) han sido ya o b ­ jeto de severas críticas académicas, pese a lo cual continúan siendo la base teórica de las políticas antipobreza diseñadas para cam biar la familia y el individuo, más que la estructura social y económica, en la m ayor parte de los países occiden­ tales.1 U na teoría m arxista es tam bién necesaria, dentro de los estrechos límites de la disciplina geográfica, com o base

* © Annals of the Association of American Geographers, revisión de Nuria Bcnach a partir de la traducción de M.D. Coraminas del original inglés «Inequality and Poverty: a Marxist-Geographic Theory», Annals of the Association of American Geographers65(4), 1975;pp. 564-571(publicada enDocuments d’Analisi Metodológica en Geografia, 1, Universitat Autónoma de Barcelona, 1977, pp. 181-196). 1. Sobre la cultura de la pobreza, ver Charles Valentine (1968), Culture and Poverty: Critique and Counter-Proposals. Chicago: University of Chicago Press. La tesis del ciclo de privación es criticada en Bill Jordan (1974), Poor Parents: Social Policy and the Cycle of Deprivation. Londres: Routledge and Kegan Paul.

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de un punto de vista conceptual alternativo a los que aún predom inan en este campo.

U n a teo ría m a rx ista de la desigualdad Para el marxismo, la desigualdad es inherente al m odo de p ro ­ ducción capitalista. La desigualdad se produce inevitablemen­ te en el funcionam iento norm al de las economías capitalistas, y no puede ser eliminada sin alterar de m odo fundamental los mecanismos del capitalismo. Además, form a parte misma del sistema, lo que significa que quienes detentan el poder tienen intereses creados en m antener la desigualdad social. Tiene poco sentido, pues, destinar la energía a defender políticas que se ocupan solamente de los síntomas de la desigualdad sin alterar sus causas básicas. De ahí la necesidad de una revolución social y económica, de derrocar el capitalismo y de sustituirlo por un método de producción y un género de vida que esté organiza­ do en torno a los principios de igualdad y justicia social. Desigualdades intraclasistas Según Marx, la desigualdad de ingresos es inherente al régimen de trabajo asalariado. En el capitalismo se trata a la fuerza de trabajo humana —la vida, el esfuerzo, el pensamiento y la pre­ ocupación— como una mera mercancía que compra un emplea­ dor a cambio de un precio o salario determinado. Marx sostenía que los salarios deben cubrir no solo el sustento básico para la manutención del cuerpo sino también unas necesidades defi­ nidas socialmente que mantengan al trabajador relativamente satisfecho y estimulen el crecimiento económico. Además, los salarios incluyen los costes de sustitución de los «trabajadores que ya no sirven por otros nuevos», y el coste de criar y educar a los niños, es decir, el desarrollo de la fuerza de trabajo futura

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a través de la educación y la adquisición de capacidades.2 Del mismo modo que diferentes tipos de trabajo requieren diferen­ tes niveles de educación y calificación, así también los salarios deben ser distintos entre las distintas categorías de trabajadores. Por tanto, y como primer resultado, la desigualdad de ingresos es necesaria para producir la variedad de fuerza de trabajo nece­ saria en los distintos niveles de multitud de actividades econó­ micas diferentes. En segundo lugar, el sistema capitalista asegura un desigual acceso a la jerarquía de cualificaciones dentro de la clase obrera al repartir los costes de reproducción social a través del mecanismo salarial y al perm itir que cada «grupo de traba­ jadores» produzca su reemplazo. En tercer lugar, la desigualdad de acceso a la educación y cualificación permite que los grupos de asalariados y perceptores de ingresos exageren las diferencias de ingresos inherentes a la jerarquía cualificada al monopolizar parcialmente y restringir la oferta de trabajos a ciertos niveles de la jerarquía de trabajo. La desigualdad de ingresos y de opor­ tunidades dentro de la clase de asalariados se fundamenta en el régimen de trabajo asalariado. Por ello Marx afirmó: Pedir una retribución igual o simplemente una retribución equitativa sobre la base del sistema de salarios es tanto como pedir libertad sobre la base de un sistema fundado en la esclavitud. Las opiniones sobre lo que es justo o equitativo no han lugar. El problem a está en saber qué es

2. Karl Marx. Wage-Labour and Capital. Nueva York: International Publishers, 1933; p. 27 [traducción castellana: Trabajoasalariadoy capital. Madrid: Ricardo Aguilera Ed., 1968; pp. 36-37). Fue publicado originariamente como una serie de artículos en 1849. La palabra «educación» está usada en su sentido más general en este artículo. Significa el suministro de todo tipo de experiencia de aprendizaje necesaria para preparar a los niños para un determinado papel en la vida, incluyendo varios tipos de experiencia social y cultural, así como la más obvia educacional formal.

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lo necesario e inevitable dentro de un sistema determinado de producción.3 ¿Y cuál es la conclusión política para la clase obrera?: En lugar del lema conservador: ¡Un salario justo p o r una jornada justa de trabajo!, deberá escribir en su bandera esta consigna revolucionaria: ¡Abolición del sistema de trabajo asalariado!4 Desigualdades interclasistas A cambio de salarios, el capitalista recibe fuerza de trabajo viva, la fuerza creativa por la que el trabajador no solo repro­ duce lo que consume sino que también produce un excedente que acumula el capitalista. En realidad, el propio capital (las materias primas, los instrum entos y la maquinaria de produc­ ción) es el producto del excedente de la fuerza de trabajo en el pasado. El capital es fuerza de trabajo histórica acumulada por la clase capitalista porque ha podido pagar el trabajo con un valor inferior a los bienes producidos por los trabajadores, es decir, ha podido explotarles. Una economía de empresa p ri­ vada, por consiguiente, contará inevitablemente con grandes desigualdades de ingresos entre la clase capitalista, la cual con­ trola el uso del trabajo anterior acum ulado y recibe parte de la

3. Karl Marx «Wages, Prices and Profits» en Karl Marx y Fredrich Engels. Selected Works. Moscú: Progress Publishers, 1969; Vol. 2, p. 57 [traducción caste­ llana: Salario, precio y ganancia. Madrid: Ricardo Aguilera Ed., 1968, p. 53]. Este ensayo fue presentando en 1865 por primera vez y publicado en 1898. 4. Marx, op. cit., pie de pág. 2, p. 75 [trad. castellana, pág. 86]. Estas frases de Marx fueron incorporadas en la constitución de la Industrial Workers ofthe World (Trabajadores Industriales del Mundo) de 1905. Aparte de la I^WW, que fue una unión sindicalista revolucionaria, se puede afirmar con justicia que los sindicatos americanos solo han ambicionado el objetivo «conservador» de «(un salario justo» por «una jornada de trabajo justa».

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producción de m ultitud de trabajadores en forma de beneficio, y el proletariado, «mero poseedor de la fuerza de trabajo», que percibe ingresos solamente en forma de salario.5 Marx sostiene que, con el tiempo, a medida que el capital va acumulándose, las desigualdades entre las clases aumentan. Admite que los ingresos del obrero aumentan en ciertos mo­ mentos como, por ejemplo, en períodos de rápido desarrollo económico en los que la pobreza tiende a disminuir, pero sos­ tiene que, a largo plazo, la acumulación de capital permite una participación cada vez m ayor en los ingresos nacionales por parte de los propietarios de los medios de producción. La situa­ ción material del obrero puede mejorar, pero a costa de cambiar su posición social relativa.6 Así, pues, en términos de igualdad de clase, los intereses del capital y los intereses del trabajo en el desarrollo económico son diametralmente opuestos. Las funciones de la desigualdad Desde luego que la desigualdad social resulta extrem ada­ m ente útil ya que sirve de estím ulo a los asalariados para esforzarse cada vez más, particularm ente en un país con­

5. Se podría argumentar que el incremento enlos salarios reales en los Estados Unidos de América desde los años 1930 ha permitido a los trabajadores comprar acciones y obtener una parte de sus ingresos de los beneficios, y así llegar a ser, en efecto, parte de la clase dominante —«ahora todo el mundo es un capitalista». Aunque mucha gente tiene unas pocas acciones, subsiste una marcada división y grandes desigualdades entre las grandes familias de accionistas y el resto de la población. Tres cuartos de los dividendos y de las ganancias capitalistas («ingresos capitalistas») siguen yendo al 2% de la población. Dos tercios de los ingresos de los que ganan más de 100.000 dólares al año llega en forma de ingresos capitalistas y el 15% en forma de salarios y sueldos, pero solo el 3% de los ingresos de la gente que gana menos de 20.000 dólares al año es un ingreso capitalista y el 90% lo es en forma de salarios y sueldos. Un tercio de todas las inversiones en valores pertene­ cen a 200.000 familias, y los más ricos, 1,4 millones de familias, poseen el 65% de los valores. De ahí que aún exista una profunda división entre la clase más alta, que monopoliza la*propiedad de los medios.de producción, y el resto de la población. 6. Marx, op. cit., nota a pie de página 2, p. 40 [trad. castellana, pp. 69-70].

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sum ista de alto nivel adquisitivo com o Estados U nidos de América. Nuevas tendencias de consum o se introducen constantem ente en los eslabones superiores de la jerarquía social, de donde se difunden hacia la base por m edio de un sistema muy eficaz de medios de com unicación orientados al consum o, hasta que incluso la gente más pobre se contagia de esa manía de tener el artículo más reciente. La inmensa m ayoría de la gente ha quedado atrapada en una lucha sin fin para ganar lo suficiente com o para consum ir de un m odo o en una cuantía sim ilar al ritm o que marca el grupo de consu­ mo superior. Este tipo de desigualdad es altam ente funcional ya que asegura la realización de incluso el trabajo más des­ agradable y apura hasta la últim a gota la fuerza de trabajo.^ Al final, esto es tam bién una fuente de debilidad sistemática, pues la desigualdad solam ente es funcional m ientras los «desiguales» creen que hay posibilidad de poder alcanzar al menos un nivel de consumo parecido al de las clases más altas. La desigualdad es el origen de una enorm e frustración y alienación entre los grupos que ya no creen más en esta posibilidad, y los problem as sociales que resultan de dichos sentim ientos representan una de las contradicciones más fundam entales del capitalismo avanzado. U n a teo ría m a rx ista d e la p o b reza Marx explicó tam bién cómo el funcionamiento normal del ca­ pitalismo produce necesariamente una subclase* más o menos perm anente de desempleados y, por tanto, de pobres.

7. Herbert J. Gans (1972), «The Positive Functions of Poverty», American Journal of Sociology, 78; pp. 278-279. * «Underclass» en el original en inglés. [N. de la T.]

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Los efectos de la mecanización El ansia de beneficio, sostenía Marx, lleva al capitalista a redu­ cir constantem ente los costes de producción por medio de una m ayor división del trabajo y la introducción y perfecciona­ m iento de la maquinaria. La mecanización aumenta el exceden­ te explotable por los propietarios de los medios de producción al increm entar la productividad del trabajo, y aum entar así el capital disponible para reinvertirlo en más m aquinaria, servi­ cios y materias primas. Los costes de producción representan cada vez más los costes de la depreciación de la maquinaria y cada vez menos los costes del trabajo asalariado a medida que el capitalismo se desarrolla y que se utiliza la maquinaria a ritm o creciente. Marx habla de un cambio en la composición orgánica del capital inherente al crecim iento de la riqueza social: el capital constante (dinero utilizado para adquirir y depreciar maquinaria, edificios y materias primas) aumenta en relación al capital variable (dinero para adquirir fuerza de trabajo).8 Así pues, la demanda relativa de trabajo disminuye a medida que aumenta el desarrollo económico capitalista. Se necesitan tasas de crecimiento económico cada vez más rápidas para absorber las nuevas entradas en el mercado de trabajo, o incluso para m antener los puestos ya existentes. Cada vez más aparece un excedente relativo de población.9 Se puede retrasar el crecimiento de una fuerza de trabajo no deseada, innecesaria y excedente a través de un desarrollo económico m uy rápi­ do. ■Esto es lo que sucedió con la expansión de la frontera de

8. Ernest Mandel (1970). Marxist Economy Theory. Nueva York: Monthly Review Press; Vol. 1, p. 155 [trad. cast.: Tratado de economía marxista. México: Era, 1969, vol.1, p. 143]. 9. Karl Marx (1967), Capital. Nueva York: lnternational Publishers, Vol. 1, pp. 628-640 [trad. cast.: El Capital. México: F.C.E., 1946, trad. deW. Roces, Vol. 1, pp. 532-542]. El volumen 1de El Capital fue publicado por primera vez en alemán en 1867 y en inglés en 1886.

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Norteam érica en el siglo XIX y principios del XX, o durante el período de suburbanización y compra masiva de bienes de con­ sumo que siguió tras la Segunda Guerra Mundial. Pero confiar en la frenética compra de bienes de consumo para mantener la marcha de la economía conlleva el riesgo de que la gente se canse finalmente del consumo, o de que la presión sobre la base de los recursos naturales disponibles llegue a ser demasia­ do grande y el crecimiento se colapse. H ay amplias muestras recientes de esto último, y el economista marxista Paul Sweezy afirma que este fenómeno ha venido produciéndose durante algún tiempo; sin el enorm e gasto militar, la economía de los Estados Unidos habría estado «tan profundam ente deprimida como estuvo en la gran Depresión».10 La teoría marxista, pues, pronostica que el crecim iento sin trabas del capitalismo genera una masa de parados y desemboca finalmente en un alejamien­ to generalizado de los obreros de los medios mecanizados de producción de riqueza, hecho que creará las condiciones nece­ sarias para la revolución social. El ejército de reserva industrial Marx afirmó que las economías capitalistas, para su funcio­ nam iento habitual, necesitan de un «ejército de reserva in­ dustrial», una reserva de gente pobre que pueda ser utilizada y desechada a voluntad del capitalista. Bajo el capitalismo, el desarrollo económico no avanza de m odo uniform e. Cuando se abren nuevos mercados se producen m om entos de súbita expansión; incluso viejas industrias en declive prosperan de nuevo en época de auge económico. En una situación así, la economía necesita un rápido trasvase de m ano de obra; tiene

1O. Paul Sweezy «On the Theory of Monopoly Capitalism», en Paul Sweezy (ed.) (1972), Modern Capitalism and Other Essays. Nueva York: Monthly Review Press, p. 27.

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que haber una reserva de m ano de obra para convertirla en fuerza de trabajo cuando se necesita, y despedirla rápida­ m ente tan p ronto como dism inuya la demanda o así lo exija la mecanización. La utilización de la reserva de m ano de obra en épocas de rápido desarrollo económ ico impide que la plusvalía vaya a parar al trabajo en lugar de a la acumulación del capital. M arx divide a este ejército de reserva industrial en tres ti­ pos: latente, flotante e interm itente. En prim er lugar, la parte latente del ejército de reserva industrial es el resultado de la mecanización agrícola que produce un excedente de población rural «constantem ente abocada a convertirse en proletariado urbano o industrial, y al acecho de circunstancias propicias para esta transform ación».11 E n el siglo XIX y principios del XX, el campesinado europeo form ó una reserva de trabajo la­ tente para la industria americana, y los negros del sur y otros grupos rurales m inoritarios han desempeñado el mismo papel durante los últimos cincuenta años.12 En segundo lugar, la reserva flotante está compuesta por trabajadores, a veces ne­ cesitados po r la industria m oderna y rechazados en otras; en tiempos de Marx, eran sobre todo niños y gente mayor, pero ahora se trata en gran parte inmigrantes recién llegados a la ciudad y de antiguos emigrantes marginados que subsisten gracias a los seguros sociales. En tercer lugar, la reserva de trabajo intermitente es una parte del ejército de m ano de obra activa que tiene un empleo sumamente irregular. Contratados por salarios mínimos (debido a la competencia acuciante de las masas de trabajadores latentes o flotantes), las condiciones de vida de este grupo están po r debajo de la m edia del resto de la clase obrera. En tiempos de Marx, la fuerza de trabajo inter­ 11. Marx, op. cit., nota a pie de página 9, p. 643 [trad. cast.: p. 544]. 12. Dan M. Lacy (1972), The White Uses of Blacks in America. Nueva York: Athenium.

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m itente se utilizaba principalmente en industrias domésticas pequeñas e irregulares, aunque también era utilizada como reserva potencial de mano de obra barata en las industrias regulares. H oy en día se utiliza en la «economía periférica» o en el «mercado de trabajo secundario», donde los trabajadores tienen productividad baja, salarios por debajo del estándar y empleos inestables.13 De nuevo, los grupos de minorías cultu­ rales y raciales constituyen una parte im portante de la reserva de trabajo intermitente.!4 Así pues, la esencia del razonam iento marxista es que la desigualdad no es un «mal temporal» ni la pobreza una «pa­ radoja sorprendente» de las sociedades del capitalismo avan­ zado; al contrario, la desigualdad y la pobreza son vitales para el funcionamiento normal de las economías capitalistas. La desigualdad es necesaria para producir una fuerza de trabajo diversificada por su papel en la producción de un excedente expropiable y por su función como incentivo para trabajar. La mecanización, la autom atización y el ritm o desigual del desarrollo económico producen inevitablemente desempleo, subempleo y pobreza. La desigualdad está en la base de todo nuestro sistema económico de vida. M edio y desigualdad La teoría marxista afirma que la desigualdad es un producto inevitable del sistema capitalista. Es una metateoría que trata de las grandes fuerzas que configuran millones de vidas, y que

13. David M. Gordon (1972), Theories of Poverty and Underemployment. Lexington, Massachusetts: D. C. Heath; cap 4. 14. Harold M. Baron (1971), «The Demand of Black Labor: Historial Notes on the Political Economy of Racism», Radical America, 5(2) (marzo-abril), pp. 1-46.

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significa poco para la persona a menos que pueda ver cómo su vida y las circunstancias particulares que le rodean encajan en los modelos generales que predijo M arx.15 La teoría del medio, o teoría geográfica, se ocupa de los mecanismos que perpetúan la desigualdad desde el punto de vista del individuo. Se ocupa del complejo de fuerzas, tanto estímulos como fricciones, que directamente m oldean el curso de la vida de una persona. Se trata de un análisis a microescala que complementa perfecta­ mente el análisis de Marx a macroescala. El medio de los recursos sociales La lucha individual por ganarse la vida se desarrolla en un cierto medio físico, social y económico. Este medio puede ser entendido como un conjunto de recursos —servicios, contac­ tos y oportunidades— con los que interacciona el individuo. El resultado consiguiente de esta interacción es la producción de bienes para la sociedad y de ingresos para el individuo. Los componentes más importantes del medio físico son la casa y el barrio, los cuales influyen en la productividad indi­ vidual a través de factores tales como la salud física y mental. Las escuelas, las universidades, los institutos técnicos y otros centros de formación profesional son las influencias socioinstitucionales más importantes, aunque una amplia variedad de ins­ tituciones influyen en la preparación del individuo para el traba­ jo. Estos «factores ambientales» vienen a ser los que determinan el «potencial de percepción de ingresos» de la persona, es decir su productividad de ingresos teórica dada una oportunidad eco­ nómica ilimitada. Sin embargo, antes que se pueda llegar a esta productividad, el individuo debe poseer alguna conexión con las actividades económicas. Las conexiones más significativas pro­ 15. Richard Flacks (1974), «Making History vs. Making Life: Dilemas of an American Left», Working Papersfor a New Society, 2(2) (verano), pp. 56-71.

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ceden de la gente conocida, es decir de los amigos y parientes de la propia red social».16 La red social proporciona información sobre las oportunidades económicas y es una puerta a ellas. Las instituciones del entorno y las redes de información forman en conjunto los «recursos sociales» de los que dispone el indivi­ duo. La interacción con las actividades económicas produce, por tanto, los ingresos y la cantidad de estos ingresos influye a su vez en el acceso a los recursos sociales. U n aspecto central de la idea de una geografía de la des­ igualdad es entender que un individuo, al prepararse para el mercado de trabajo, solo puede aprovechar los recursos so­ ciales de un área limitada de espacio.17 Esta idea queda mejor explicada por el modelo tiempo-espacio de H agerstrand que describe el «entorno de la vida cotidiana» alrededor del lugar de residencia de una persona cuyos límites quedan fijados por las fricciones físicas de la distancia y las fricciones socio-espa­ ciales de clase y raza. 18 Cada grupo de edad, clase social, grupo social y sexo tiene un «prisma» diario de diferente tamaño en el que se mueven. Para la clase inferior y más discriminada, el prisma se convierte en una prisión desde el punto de vista del espacio y los recursos.

16. Por ejemplo, los amigos y los parientes son sin dúdala fuente más frecuen­ te de información sobre trabajos que se solicitan y trabajos conseguidos por des­ empleados; H. Sheppard y A.H. Belitsky (1966), TheJob Hunt. Baltimore: Johns Hopkins Press). Sobre la importancia de los amigos y parientes para la información del mercado de trabajo de jóvenes con pocos ingresos, ver Paul Bullock (1973), Aspiratwn vs. Opportunity: «Careers» in the Inner City. Ann Arbor, Michigan: Institute of Labor and Industrial Relations; capítulo 5. 17. Richard Peet (1972), «Sorne Issues on the Social Geography of American Poverty», en Richard Peet (ed.), Geographical Perspectives on American Poverty. Antipode Monographs in Social Geography, 1, Worcester, Massachusetts: Antipode; pp. 8-10. 18. Torsten Hagerstrand (1970), «What About People in Regional Science?», Papers. Regional Science Association, 24; pp. 7-21; y Allan Pred (1973), «Urbanization, Domestic Planning Problems and Swedish Geographic Research», Progressin Geography, 5; pp. 36-50.

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El modelo simple de Hagerstrand solo incluye algunos de los factores que limitan el alcance del entorno cotidiano de una persona. Sin embargo, no se trata de adornar el modelo de tiempo-espacio relacionándolo con otros modelos de interac­ ción sino de aplicar este concepto a la explicación de la trans­ misión de la desigualdad. Está claro que un individuo debe obtener servicios, informaciones y relaciones del complejo de recursos sociales que forma el conjunto de gente y de institu­ ciones del entorno cotidiano a su alcance. N o obstante, y en prim er lugar, la extensión del medio aprovechable varía con la movilidad y esta, a su vez, varía con los ingresos iniciales. En segundo lugar, la densidad de los recursos sociales varía según los entornos. En tercer lugar, y es lo más importante, la calidad de los recursos también es distinta: algunos sistemas escolares son mejores que otros, determinadas redes sociales proporcio­ nan más información y de m ayor calidad que otras, etcétera.19 Podemos pensar, p o r tanto, que una persona ya viene marcada —por un determinado medio, de ciertas dimensiones, densi­ dad y calidad— cuando entra en interacción con una superficie de oportunidades económicas que a su vez varía en tamaño, densidad y calidad. El medio social interacciona a través del individuo con el nivel de oportunidad económica para p rodu­ cir ingresos. Las deficiencias de calidad de cualquier superficie originan ingresos bajos. A su vez, unos ingresos bajos influyen

19. Los servicios sociales más importantes en los Estados Unidos los pro­ porcionan los gobiernos locales ayudados por los impuestos sobre la propiedad. Como la riqueza imponible varía principalmente con los ingresos, las áreas más ricas pueden por lo tanto mantener una calidad más alta en los servicios. Se supone que el gobierno estatal y el federal son los que nivelan tales «variaciones», pero la evidencia existente de la financiación de las escuelas sugiere lo contrario, que refuerzan los diferenciales de gastos basados en la renta local; Joel S. Burke (1971), •The Current Crisis in School Finance; lnadequacy and lnequity», Phi Delta Kappan, 53 (septiembre); pp. 2-7. J.W. Guthrie et al. (1971), Schools and lnequity. Cambridge: M.I.T. Press; p. 128, demuestra que las escuelas de los distritos más ricos reciben más dinero federal por alumno que las de los distritos más pobres.

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en el acceso a un medio de recursos sociales, su calidad y el nivel de oportunidades económicas. Así, lo que no es sino un proceso de círculo vicioso viene a fijar de hecho los parám e­ tros de ingresos para la inmensa m ayoría de gente. La influencia de la clase social Así pues, los recursos del medio de una persona y su consi­ guiente acceso a un nivel de oportunidades económicas depen­ den m ucho de los ingresos iniciales o de la clase social de sus padres. En otras palabras, la posición de clase se hereda de los padres a través de la calidad del medio social y económ ico-ins­ titucional en el que se vive durante los prim eros años de vida. Los padres luchan por mejorar el medio de sus hijos, confian­ do así en proporcionarles los instrum entos para que ascien­ dan socialmente. Este esfuerzo por aum entar la categoría del medio familiar puede tener lugar in situ, haciendo mejoras en el barrio (invirtiendo en servicios locales), o bien emigrando a otro vecindario que proporcione un entorno diario con las características deseadas. Ambas situaciones requieren que los padres sacrifiquen un consumo inmediato para invertir en el futuro de la familia. La familia, pues, tiene un enorm e interés en el medio local, ya que representa tanto los sacrificios del pa­ sado como la esperanza para el futuro de la familia. El ámbito de vida (conjunto de medios cotidianos) que utiliza un cierto grupo de familias de la clase obrera, por ejemplo, representa una fuente escasa de movilidad social y su disfrute está fuerte­ mente protegido contra otros grupos que podrían debilitar o «contaminar» los recursos básicos contenidos en el dom inio.20 Esta reacción frente a los «forasteros», que en los Estados

20. La lucha por la integración escolar en los Estados Unidos es paradigmática de la resistencia de la clase obrera blanca a que las clases negras bajas utilicen los escasos recursos sociales del barrio.

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Unidos tom a la forma clara de discriminación racial y étnica, se puede rem ontar a la práctica de la reproducción de la fuerza de trabajo por el régimen de trabajo asalariado y se intensifica por una falta general de movilidad social. A quí es dónde la teoría del medio debe enlazarse con el análisis marxista que ex­ plica el contexto en el que el hom bre interacciona con el medio socioeconómico en los países capitalistas. Síntesis de teorías El funcionamiento normal del sistema económico capitalista produce un conjunto de clases sociales que tienen distintas funciones y que son desiguales con respecto a sus ingresos, poder y status. Se perm ite que cada clase, incuso cada capa dentro de una misma clase, se reproduzca a sí misma valién­ dose de una parte de los ingresos de la generación actual para criar, educar y preparar a la generación de futuros participan­ tes en el sistema de producción. La generación adulta invierte en el medio de recursos sociales que es, a su vez, utilizado por la generación que sube. Y como la suma de dinero asignada a cada clase varía, así tam bién lo hace la suma que se puede ser invertir en recursos sociales dando lugar a medios desiguales que perpetúan el sistema clasista. La jerarquía de medios La jerarquía de diferentes medios de recursos que com ponen la geografía social de la ciudad m oderna constituye, pues, una respuesta a la demanda jerárquica de trabajo de la eco­ nomía urbana. Del mismo m odo que el sistema capitalista de producción origina una estructura de clase social jerárquica, así tam bién proporciona medios diferenciados de recursos sociales en los que cada clase se reproduce a sí misma. El cambio en la jerarquía de medios, y por tanto en la estruc­

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tura socioespacial de la ciudad, tiene lugar bajo la influencia del cambio en la demanda de trabajo que se produce en el desarrollo económico. En épocas de crecim iento económico, la dem anda aum enta para ciertos tipos de trabajo, creando una escasez tem poral, unos salarios elevados y, p o r tanto, incentivando una m ayor oferta de esta clase de obreros. El desarrollo tam bién proporciona los fondos necesarios para reorientar aquellos sistemas de oferta de mano de obra y producir obreros con la cualificación necesaria con el dinero canalizado a través de salarios superiores. Al confiar bási­ camente en el régimen de trabajo asalariado para producir nuevas ofertas de trabajo, el capitalismo necesariamente m antiene las desigualdades sociales. A pesar de su estructura inherentem ente desigualitaria, este proceso no produce ineludiblemente grandes tensiones sociales siempre que todos los medios vayan m ejorando y siempre que exista alguna posibilidad de pasar de una capa a otra y de un medio a otro. Los problemas solo aparecen cuan­ do una depresión económica invierte el proceso (produciendo salarios bajos, recortes de servicios y así sucesivamente), o cuando el aplastante descubrimiento de la falta de movilidad destruye el mito de que «todo el m undo tienen oportunidad si trabaja lo bastante». C uando grupos enteros se dan cuenta de que no tienen ninguna oportunidad de mejorar su suerte, de que un barrio bajo en el centro de la ciudad o un deteriorado barrio proletario va a ser su hogar o el de sus hijos para toda la vida, existe el potencial para una amplia protesta. U na protesta semejante ocurrió en los años sesenta en las áreas negros de las ciudades americanas. ¿Por qué? Los orígenes de las protestas negras Marx indicó que a medida que el desarrollo económico avan­ za bajo el capitalismo, la composición orgánica del capital

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tiende a cambiar, perdiendo importancia el capital variable y adquiriéndola el capital constante. En términos de clase, esta creciente importancia del capital constante crea nuevas opor­ tunidades de empleo en el sector servicios (en la organización, administración, supervisión y ventas), pero produce un des­ censo en la dem anda relativa del trabajo industrial y especial­ mente de obreros de la producción.21 Desde la Segunda Guerra M undial los recursos del medio han mejorado sumamente en barrios de trabajadores del sector servicios e incluso en algu­ nos del secundario para poder satisfacer la demanda requerida de trabajo más educado y más «culturalizado». Las áreas ru­ rales más pobres y los barrios bajos del centro de las ciudades han sido descuidados debido a la falta de demanda de este tipo de mano de obra. Por tanto, los salarios están por debajo del nivel de subsistencia actual y no dejan ningún excedente para invertir en la mejora del medio local. Desde luego, el sector de servicios y las industrias marginales continúan necesitando de mano de obra no cualificada, pero la mecanización ha elimi­ nado los incentivos para elevar la cualificación de esta mano de obra para prepararla para entrar en la economía industrial normal. La reproducción de la mano de obra no cualificada solo necesita de un medio que pueda m antener meramente la vida inculcando la mínima cualificación e inyectando una fuerte dosis de ética del trabajo. Así, las zonas de clases más bajas se ven privadas del dinero necesario para poder llegar a los altos niveles de salud, educación y cualificación que tienen las zonas de la clase media. Son reservas internas para el ejér­ cito de reserva de los empleados precariamente: son áreas que

21. Entre 1950 y 1973 el número de empleos del sector servicios en los Estados Unidos aumentó de 22,4 a 39,9 millones, mientra que el número de empleos indus­ triales solo aumentó de 23,3 a 29,4 millones, y el número de obreros fabriles varió de 12,1 a 14,2 millones.

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periódicamente estallan con violencia y que pueden constituir la base geográfica de una revolución. P lanificación de u n a sociedad ig u alita ria La consecución de la igualdad social significa mucho más que la política liberal de redistribuir la riqueza por medio del sis­ tema de impuestos. La verdadera igualdad social solo puede alcanzarse cambiando las fuerzas que generan la desigualdad; como estas son fundamentales para el funcionamiento del sistema de producción capitalista, la igualdad social implica necesariamente grandes cambios en este sistema y, de modo especial, el control social sobre los medios de producción de riqueza. N o obstante, la revolución igualitaria supondrá incluso m ucho más que esto. Cuando los ingresos vengan a reflejar las necesidades de las familias más que las necesidades de un sistema de producción de propiedad privada, se tendrán que idear nuevos métodos para la reproducción social de una fuerza de trabajo con diferente cualificación. La socialización del control sobre la reproducción del tra­ bajo y, por consiguiente, del medio es, pues, un corolario de la equiparación de los ingresos. Los geógrafos pueden acelerar la consecución de la igual­ dad creando modelos alternativos y convincentes para plani­ ficar y controlar el medio. El modelo alternativo más obvio es incrementar el control central y estatal sobre la inversión en el medio de recursos sociales para asegurar que la igualdad se logre. El problem a de ese modelo, sin embargo, es la burocratización y la consiguiente falta de sentido de control sobre el propio medio. U n modelo alternativo y atractivo, elaborado en su form a más sofisticada por los anarquistas, implica la propiedad por parte descentralizada de los medios de produc­ ción y un sistema entrelazado de control com unitario sobre el

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medio.22 U n debate entre todos los que proponen estos m ode­ los espaciales alternativos ayudaría a crear ideas convincentes a propósito del control popular sobre el medio, el trabajo y la vida. Las personas se desenvuelven en respuesta al medio y aquellos que somos de izquierdas creemos que los actua­ les medios impiden un desarrollo hum ano pleno. Podemos ayudar de la mejor m anera a hacer realidad nuestra visión del «hom bre total» ideando modelos de medios que sean iguali­ tarios y liberadores; igualitarios en tanto que proporcionen la base para una igualdad inherente, y liberadores, al perm itir también el desarrollo pleno de cada individuo como persona única. N os enfrentamos pues, con una tarea casi abrumadora; no obstante, la geografía de la igualdad futura exige nuestra dedicación.

22. Las primeras versiones completas de este modelo fueron desarrolladas por P.J. Proudhon y el geógrafo-anarquista Peter Kropotkin. Para una introducción al anarquismo ver Daniel Guérin (1970), Anarchism: From Theory to Practice. Nueva York: Monthly Review Press [trad. cast.: El anarquismo. Buenos Aires: Proyección, 1970]. Sobre el tema hay dos versiones recientes en Murray Bookchin (ed.) (1971), Post-Scarcity Anarchism. Londres: Wildwood House; y Colin Ward (1974), Anarchy in Action. Nueva York: Harper and Row. Como prueba empírica de que una economía anarquista descentralizada puede funcionar realmente véase Sam Dolgoff (1974), The Anarchist Collectives: Workers Self-Management in the Spanish Revolution 1936-1939. Nueva York: Free Life Editions.

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LOS OIÚGENES SOCIALES DEL DETERMINISMO AMBIENTAL"' Richard. Peet Es difícil estudiar la sociedad de m odo científico. El conoci­ m iento se convierte en ciencia cuando com prende con preci­ sión la estructura y la dinámica de una parte o un aspecto de la realidad. Este nivel de precisión fue alcanzado primeramente por la ciencia natural; así, la teoría de Darw in recogía la diná­ mica esencial de la evolución orgánica. La ciencia social, sin embargo, estudia un objeto particularm ente difícil, porque el organismo hum ano es un sujeto — un ser con conciencia, del que nunca se puede contar con que responda de m odo idéntico a las mismas situaciones objetivas. Esta subjetividad se extien­ de a las teorías intelectuales sobre el ser humano. Incluso aque­ llos intelectuales que activamente buscan la verdad más que la notoriedad no pueden separar su entendimiento científico del resto de su conciencia. El descubrimiento de la teoría es una parte de la conceptualización de la vida; la ciencia es parte de la cultura. Por «vida» queremos decir sociedad, y por sociedad una entidad regida por clases. La fuerza social principal, la clase que posee los medios de reproducción económica de la sociedad, tie­ ne que ejercer el control también sobre los medios de reproducir sus ideas hegemónicas. Tiene medios directos a su disposición, tales como la financiación de la investigación y la propiedad d e ' los medios de comunicación, así como medios indirectos como la capacidad de dirigir el foco de atención social. La clase diri-

* © Annals of the Association of American Geographers, traducido por Nuria Benach del original en inglés «The Social Origins of Environmental Determinism», Annals ofthe Association of American Geographers; 75(3), 1985; pp. 309-333.

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gente tiene la responsabilidad final de asegurar la reproducción social misma, y es en el interés material inmediato de incluso la crítica más feroz del orden social existente que la economía funciona efectivamente. De modo que hay un interés general, casi un consenso, en la construcción de una ideología general, una comprensión estructurada del mundo, en apoyo del modo actual de conducir la vida social. Ello se extiende a fondo en el m undo científico donde se generan ideas que simultáneamente explican y legitiman el curso de los hechos sociales. La filosofía social se realiza como teoría de la legitimación. Por legitimación no quiero decir ante todo la producción deliberada de propaganda por parte de una intelligentsia m er­ cenaria. Los intelectuales necesitan más que pensam iento para vivir. Com o todo el m undo, deben intercambiar su producción — ideas— dentro de la división de trabajo y las relaciones de producción existentes. Su integración económica sostiene un acuerdo fundamental con el orden social existente. Inmersos en su economía y su cultura, los intelectuales propagan los objetivos de la sociedad que los rodea como los suyos propios incluso si están buscando una «verdad neutral». La teoría p ro ­ tege la base material de su existencia. Las consecuencias de ello para la ciencia son considera­ bles. La sociedad estructura la dirección que la teoría toma planteando grandes temas de un m odo determinado. Si la teoría empieza a adoptar una posición demasiado crítica con la sociedad, se tom an medidas contra los teóricos culpables. La necesidad de ser funcional social y políticamente lleva la investigación en direcciones productivas de ideología pero no necesariamente productivas de principios científicos. El en­ tendimiento científico puede ser obstaculizado si supone una amenaza al orden social existente. Este artículo presenta un estudio de caso de la conversión de la ciencia en una ideología de legitimación. El determinismo

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ambiental fue la entrada de la geografía a la ciencia moderna. El determinismo intentó explicar los sucesos imperialistas del capitalismo de finales de siglo XIX y principios del XX de un m odo científico. Sin embargo, para tener una posición pro­ m inente en la reproducción masiva de las ideas, la geografía tuvo también que legitimar la competencia intersocietal y la conquista de unas sociedades por otras. La disciplina tom ó prestado de la biología evolucionista, la principal ciencia del momento, la form ulación de sus principios básicos recurrien­ do al uso de la analogía orgánica. Esta analogía se dem ostró incapaz de captar las características esenciales y diferenciadoras que son específicas de la sociedad humana. Por tanto llevó la geografía en una dirección científicamente improductiva. N o obstante, continuó siendo utilizada gracias a su función legitimadora, es decir, perm itiendo que el imperialismo fuera legitimado como una fase necesaria en la evolución hacia un nivel superior de existencia. «La supervivencia de los mejor adaptados fue utilizada en el pasado m ayorm ente en apoyo a la competencia en casa; hoy se utiliza en apoyo de la expansión afuera» (Hofstadter, 1955: 203). Las lagunas de esta «ciencia» fueron cubiertas p o r la re­ tención de ideas religiosas y místicas (precientíficas), especial­ mente en las áreas de la conciencia hum ana y las intenciones humanas. El fracaso científico sucedió en el m om ento de su emergencia moderna. Ello ha tenido drásticas consecuencias para a trayectoria subsecuente de la disciplina de la geografía. Este artículo examina solo ciertos elementos e individuos de este proceso histórico general. La «sociedad» se simplifi­ có en dos tipos de contexto para el desarrollo de la geografía moderna: los procesos sociopolíticos concretos que dem an­ daban racionalización científica y las ideas científicas más generales que respondían tanto a este proceso social como inmediatamente impactaban en la geografía. En términos de

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esta preferencia por el historiador intelectual — el gran indivi­ duo— el artículo se centra en Lamarck y Darwin, creadores de la biología evolucionista, en Spencer como filósofo general del darwinismo social, y en Ratzel y Semple, como proponentes claros de las ideas spencerianas en geografía. Sostendré que el determinismo ambiental fue la contribución de la geografía a la ideología del darwinismo social, proporcionando una explica­ ción naturalizada de qué sociedades fueron las más fuertes en la lucha imperial por el dom inio del mundo. El c o n te x to socio-político La urgente necesidad de explicaciones de la sociedad surge de sus actividades más fundamentales. La producción material y la reproducción social deben ser entendidas por aquellos cuya existencia continuada depende de estos procesos. La transfor­ mación de la naturaleza durante la producción y la superación de la distancia natural durante la actividad espacial son las rela­ ciones ambientales que estudia la geografía. También son obje­ to reconocido de la producción de la teoría de la legitimación. U na disciplina académica alcanza fama si responde de ma­ nera efectiva a las necesidades sociales, y fortuna si responde a las expresiones de las necesidades de los que detentan el poder y la influencia. En el capitalismo de finales de siglo XIX, ello quería decir la necesidad de expansión geográfica de la socie­ dad capitalista expresada por la clase dominante, la burguesía industrial y aquellos otros componentes de clase del poder del Estado que apoyaban una economía fuerte y una nación pode­ rosa — intereses fundiarios y vestigios aristocráticos feudales por una parte y una clase media satisfecha por la otra. La con­ secución de la m odernidad en geografía significó responder a la expresión de la necesidad social de explicación en la era imperial por parte de esos grupos de clase.

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En las tres últimas décadas del siglo XIX, el capitalismo entró en un período de crisis marcado por las recesiones económicas de 1873-1878, 1884 y 1893-1896. Se produjo un cambio en la forma de la sociedad, desde la competencia en la juventud del capitalismo al m onopolio en sus años de m adurez (Sweezy, 1968; Baran y Sweezy, 1966). Este significativo cambio en las formas sociales conllevó cambios radicales en la expresión espa­ cial de la sociedad. La estructura espacial del capitalismo cambió hacia una mayor aglomeración en el centro y a una periferia más amplia y más estrechamente controlada (Harvey, 1975; 1982). El imperialismo y el colonialismo fueron las relaciones exteriores necesarias para un capitalismo monopolista (Lenin, 1975). D urante el largo siglo XIX, los europeos aum entaron el control del espacio del m undo de un 35% en 1800 a un 85% en 1914 (Fieldhouse, 1973: 3). El período de 1870 en adelante vio una lucha particularm ente dura por la conquista de los espacios exteriores finalizando en un control euro-americano sobre casi todas las sociedades no europeas. Ello conllevó la eliminación de grupos humanos enteros precapitalistas (los aborígenes de Tasmania), la destrucción de las civilizaciones antiguas (China) y el dom inio de los destinos de continentes colonizados enteros (África). Estos dramáticos sucesos pedían una explicación. Era necesario justificar lo que a m enudo no eran sino acciones humanas inexcusables. La intensificación de la experiencia europea del m undo no europeo se desarrolló en un contexto de un aplastante sentido del poder: Allá donde los sentimientos de superioridad habían des­ cansado una vez en poco más que arrogancia religiosa y xenofobia corriente, ahora podían ser apuntalados por una superioridad demostrable en poder y conocimiento. El resultado para el pensamiento occidental fue una ola de

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arrogancia cultural incuestionada que creció sin cesar hasta bien entrado el siglo XX (Curtin, 1972: xv). La estrecha identidad entre el centro del poder y los orí­ genes regionales de ciertos grupos étnicos sesgaron la expli­ cación hacia el nacionalismo, el racismo y el ambientalismo. Simultáneamente, la necesidad de proteger la forma dominante de la sociedad llevó a la mistificación del proceso socio-econó­ mico; la economía social fue minusvalorada en la teoría en com­ paración con el análisis biológico del impulso hum ano natural. La necesidad de escapar de la culpa por la destrucción de las vidas de otros pueblos, una culpa que ha pervivido incluso en una visión racista del mundo, significó que los motivos de las acciones debían radicar en fuerzas que estaban más allá del con­ trol humano: en «Dios», en la «Naturaleza», o en una mezcla de ambos. Lo que empezó como una explicación científica de las bases y las causas de la competencia y la conquista entre socie­ dades term inó como su justificación naturalista. La función de legitimación convirtió a la ciencia en ideología mística. El co n te x to in telectu al La geografía m oderna emergió como parte de una nueva inter­ pretación «científica» del m undo en contraste con las anterio­ res formas religiosas de entendimiento. Esta transformación ha sido ya teorizada (Gillespie, 1979) en términos de cambio de paradigma de Kuhn (1970) y de cambio de episteme de Foucault (1970). Yo propondría de modo más simple que un nuevo m odo de producción que implica una nueva estructura de experiencia social necesitaba ser articulada por un nuevo modo de interpretación: el capitalismo era explica por la cien­ cia positivista. N o quiero decir que el m odo de producción y el m odo de conocimiento teórico encajen exactamente en la

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esencia de su contenido y en el tiempo de cambio. Aunque al­ gunas ideas (técnicas) dirijan la producción, las formas sociales más generales de conocimiento teórico tienden a rezagarse: el grueso de la gente interpreta en términos de ayer. Ciertamente, es este movimiento diferencial de la física, la biología, la eco­ nomía, la sociología y la geografía en el siglo XIX lo que cons­ tituye el tema de este artículo. N o obstante, hubo un período específico en el que la mistificación feudal del m undo dejó paso finalmente a su me­ dición positivista. El positivismo se había desarrollado como la «lógica en uso» desde los inicios del capitalismo en el siglo XVII. Su ascenso a hegemonía metodológica, sin embargo, solo se alcanzó con Darwin, cuando el evolucionismo positivista se m ostró más productivo que el creacionismo sobre las vi­ siones más fundamentales de los orígenes y evolución del ser hum ano (Gillespie, 1979). La explicación de W ittfogel (1929) sobre el paso a una interpretación material, positivista, es ilus­ trativa. Argum enta que los prim eros m odelos mecanicistas de la revolución industrial negaban el libre albedrío al mismo tiem po que el materialismo eliminaba a Dios como la fuerza m otriz de la historia. Solo «la naturaleza» se mantuvo como un determinante general de los sucesos. Lo que Wittfogel llama «materialismo geográfico» devino así una base filosó­ fica im portante para la nueva ciencia burguesa. M ontesquieu, Herder, Hegel, e incluso Ritter confiaban al menos en parte en las diferencias ambientales para explicar el desarrollo históri­ co regional. Sin embargo, continúa W ittfogel, los elementos idealistas (religiosos) perm anecieron en el materialismo geo­ gráfico, especialmente en las teorías form uladas en Alemania, donde los fuertes elementos feudales (clase, Estado, ideología) persistieron largamente durante el siglo XIX. Las limitaciones metodológicas también preservaron misticismos naturales de tipos diversos en el nuevo análisis. Las fuerzas1puram ente ma­

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teriales de la naturaleza asumieron la forma ideológica de una naturaleza activa, causal. Q uisiera poner el acento en que la desviación desde la ciencia a la religión y al misticismo natural ocurrió en un con­ texto de una función de legitimación de la explicación en una sociedad clasista. La burguesía tenía que descubrir el m undo y simultáneamente ocultar su explotación. La ciencia adoptó su apariencia mística cuando la Conciencia o el Propósito entra­ ron en el escenario de la historia. Com o ello sucedió a menudo durante la fase imperial, la tendencia a la desviación mística fue particularm ente clara en el desarrollo científico de la época. En los próximos apartados seguiré el curso de este movimien­ to desde la biología evolucionista, la disciplina puntera de la nueva ciencia positivista (y por ello la principal fuente tanto de explicación como de legitimación), a través del darwinismo social, la principal ideología socio-explicativa del capitalismo victoriano, a la geografía tal como emergió con atuendo m o­ derno en form a de determinismo ambiental. L a biología ev o lu cio n ista Las dos teorías de la evolución que llevaron a cabo la trans­ form ación final del creacionismo al positivismo evolucionista m arcaron también fases diferentes en el desarrollo (parcial) de una interpretación materialista. En la teoría de Lamarck (1914), los hábitos ambientalmente inducidos causaban cam­ bios en la forma y organización del organismo — la jirafa que estira intencionadamente su cuello para alcanzar las hojas de las copas de los árboles en las regiones semiáridas. La repro­ ducción entre individuos que compartían las mismas caracte­ rísticas adquiridas preservó y acumulo así estos rasgos fisioló­ gicos. A esos procesos puram ente materiales de cambio de los organismos, Lamarck añadió la tendencia inherente de la vida

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orgánica a hacerse crecientemente compleja; el ser hum ano era la realización más alta del «poder de la vida» (BarthelemyMadaule, 1982). Los dos aspectos teóricos se cruzaron en la estructura explicativa de la evolución de Lamarck: La naturaleza, al producir sucesivamente todas las especies de animales, empezando por el más imperfecto o el más sim­ ple para terminar su trabajo con el más perfecto, ha conver­ tido su organización en gradualmente más compleja; y con esos animales generalmente esparcidos por todas las regio­ nes habitables del globo, cada especie recibió, de la influen­ cia de las circunstancias en las que se hallaba, los hábitos que ahora les atribuimos y las modificaciones de sus partes que la observación nos muestra. (Burkehardt, 1977: 150) Lamarck desarrolló una concepción realmente materialis­ ta, po r burda y poco desarrollada que fuera, del «poder de la vida». Creía que era un error atribuirlo al propósito o inten­ ción de la naturaleza. A unque también creía que la naturaleza estaba ejecutando el «deseo de su sublime autor» (Burkehardt, 1977: 185). Su teoría retenía, de manera confusa, la idea esen­ cialmente religiosa de un desarrollo ordenado, el sentido de un propósito teleológico típico de la era feudal.1 Darwin también mantuvo conceptos religiosos en sus ideas sobre una ley diseñada, la adaptación perfecta, e incluso en la división entre causas primarias y secundarias (por ejemplo, al

1. La idea de características adquiridas («aprendidas») pareció especialmente aplicable al proceso de la evolucion cultural humana como la analogía biológica más próxima, lo que se aprendía en una generación era transmitido a la siguiente a través de la enseñanza y la escritura (Gould, 1983: 70-71). La idea de adquisición directa del carácter a partir del medio tuvo también un fuerte atractivo para los geógrafos. Y finalmente los conceptos de designio y propósito que conllevaba el Lamarckismo lo hicieron una fuente muy pertinente de legitimación social (Livingstone, 1984).

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asumir que existían causas primarias que no se pueden cono­ cer).2 Pero en D arw in el sentido de una desarrollo preordenado era mucho menos claro. Para él, la cuestión científica principal a tratar no residía en los orígenes sino en los procesos, no de dónde procedía la variación orgánica sino en cómo se producía. Su teoría evolucionista se centraba en los mecanismos naturales a través de los cuales las variaciones aleatorias se mostraban be­ neficiosas en una lucha malthusiana por la existencia: A causa de esta lucha, las variaciones, por pequeñas que sean y cualesquiera que sea su causa, si son provechosas en algún grado para los individuos de una especie en sus relaciones infinitamente complejas con otros seres orgánicos y para sus condiciones físicas de vida, tenderán a la preservación de dichos individuos, y generalmente serán heredadas por sus descendientes. Estos a su vez, tendrán así mejores opor­ tunidades de supervivencia, ya que periódicamente nacen muchos individuos de una especie pero solo un pequeño número logra sobrevivir. H e llamado a este principio, según el cual toda variación pequeña, si es útil, es preservada, con el térm ino de Selección N atural. (Darwin, s.f.: 52} Esta lucha puede tener diversos resultados, incluyendo la extinción de la especie. De Darwin procede, por tanto, un sentido de terror existencial; la existencia dependía del éxito competitivo y de la ventaja natural.3 2. Incluso el abandono parcial de la religión ocasionaba grandes dificultades y mucha ansiedad. Sobre la lucha personal de Darwin para abandonar la idea religio­ sa de la armonía de la naturaleza entre la lectura de Malthus en 1838 y el cambio de su pensamiento a mediados de los años 1850, ver Ospovat (1981). 3. Esta lección no se perdió en los Darwinistas Sociales. T.H. Huxley (en Kropotkin, s.f.: 332) describe así la vida entre los primitivos humanos como «una continua lucha libre... la guerra hobbesiana de uno contra todos era el estado nor­ mal de la existencia.» Incluso el logro de la civilización apenas modificó «el profun­ do impulso orgánico que impele el hombre natural a seguir su curso inmoral.»

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¿Cómo pudo Darwin llegar a una teoría que posteriorm en­ te la genética demostró más científicamente que era correcta? ¿Recurrimos al mito del pensador genial? ¿O debemos argu­ mentar aunque sea de modo poco concluyente que la teoría de Lamarck se gestó en Francia durante el calvario de su revolución burguesa mientras que la de Darwin representaba las realizacio­ nes científicas e industriales de una sociedad burguesa madura en la Inglaterra de mediados del siglo XIX? Darwin pudo basarse en una tradición biológica y geológica más larga, más desarrolla­ da y más demostrada empíricamente que Lamarck. Q uizá aún más importante, Darwin (s.f.: 13) se basó en la economía clásica que se había desarrollado para entender la revolución capitalista de la producción; describió la lucha por la existencia, la fuerza m otriz de la selección natural como «la doctrina de Malthus aplicada a todo el reino animal y vegetal». La teoría de Darwin resonaba con temas que habían sido convertidos en lugares comunes por el ascenso a la hegemonía del modo capitalista de producción con «sus guerras internacionales, sus luchas políti­ cas intestinas y la guerra de clase, su desinhibida competencia económica y su rápido camino hacia el cambio científico y tec­ nológico». (Harris, 1968: 105). El capitalismo en su fase competitiva más agresiva propor­ cionó el modelo social para un nuevo m odo de interpretación natural. A cambio, la ciencia natural proporcionó la legitima­ ción para m antener la vida social de form a encarnizadamente competitiva. Incluso antes de que la teoría de Darw in apareciera publi­ cada, H erbert Spencer estaba utilizando principios biológicos como base para una nueva interpretación sociológica. Pero como señala H ofstadter (1995: 4), después de 1859: El darwinismo estableció un nuevo enfoque sobre la natu­ raleza y proporcionó un nuevo impulso a la concepción de

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desarrollo; impulsó a los hombres a intentar explotar sus hallazgos y métodos para la comprensión de la sociedad a través de las ideas del desarrollo evolucionista y las analo­ gías orgánicas. La teoría de Darw in era atractiva porque era empírica y racional, igual que la manera de llevar a cabo actividades comerciales de la burguesía victoriana. También era atractiva, quisiera argumentar, porque parecía justificar la competencia y las luchas interclasistas e intercapitalistas como parte necesaria de la lucha entre las especies por la supervivencia. Tal como concluye M ontagu (1952: 32), Darw in «proporcionó, sin ser consciente de ello, una racionalización suprema a su época — una racionalización, sin embargo, que tenía una base cientí­ fica desarrollada.» H e rb e rt Spencer y el darw in ism o social El filósofo fundamental de la reaplicación4 de la biología a la ciencia social fue H erbert Spencer, padre de la biología m o­ derna y padrino de la geografía m oderna (Herbst, 1961).5 Su mecanismo metodológico central, la analogía entre la natura­ leza y los procesos sociales, le perm itió aplicar los principios

4. Re-aplicación porque Darwin utilizó el principio de crecimiento de la población humana de Malthus como la dinámica tras la lucha por la existencia y la selección natural. Nótese además que Malthus fue un importante ideólogo del desarrollo sin restricciones del capitalismo competitivo (Harvey, 1974a). 5. La principal función ideológica de Spencer, el intento anarquista de de­ rechas «de reforzar el laissez faire con los imperativos de la biología» ha sido tan meticulosamente tratado por Hofstadter (1955: 4(0-41) que es asumido en lo que sigue, permitiendo concentrarnos en la relación medio-sociedad en el pensamiento de Spencer. Para una visión general de los trabajos de otros autores que siguen la vena spenceriana, ver Harris (1968: cap. 5). Sobre la historia de la analogía orgánica, ver Coker (1910).

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científicos de la evolución de los organismos concebidos por Lamarck y Darw in al desarrollo del «organismo social». El objetivo filosófico era dem ostrar científicamente que un con­ junto de principios comunes se aplicaba al universo entero. Esta ciencia de la totalidad se contraponía a la religión como una clase (superior) de comprensión (materialista) (Spencer, 1864).6 Para Spencer, todos los objetos podían ser interpretados en térm inos de una interacción puram ente física entre las fuerzas internas y las externas. Las especies o la sociedad cambiaban «bajo las influencias combinadas de su naturaleza intrínseca y las acciones del entorno, inorgánicas y orgánicas» (Spencer, 1882: 9). Los factores de la evolución eran (1) originales, los cuales se dividían en extrínsecos (por ejemplo, el clima, las cualidades de la superficie) e intrínsecos (el carácter físico e in­ telectual), y (2) secundarios o derivados — un conjunto de fac­ tores que ponía en juego la misma evolución social, tales como las modificaciones del entorno, el tamaño y densidad del con­ junto social y las reacciones entre sociedades. La ciencia de las interacciones de Spencer sistematizaba el trabajo especulativo anterior de los materialistas geográficos sobre los efectos del medio en la sociedad humana. Por ejemplo, los m uy discutidos efectos del clima quedaron especificados como grados de ra­ diación solar, «la fuente de esas fuerzas a través de las cuales la vida... tiene lugar... la fuente de las fuerzas visibles en la vida humana y por tanto en la vida social» (Spencer, 1882: 21 ). 6. No obstante, ni siquiera Spencer, con el perfil materialista, anti-religioso y radical del cientificismo burgués, fue capaz de superar el misticismo fundamen­ tal de atribuir el origen a una fuerza que no se puede conocer. Así, en sus First Principies (1864b), que intentaban nada menos que una síntesis de la evolución biosocial con la física de la conservación de la energía, Spencer quedó forzado a recurrir al misterioso principio de la «persistencia de la fuerza» mediante el cual hacía referencia a «la persistencia de alguna causa que sobrepasa nuestro conoci­ miento y concepción.»

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La contribución teórica concreta de Spencer reside en su distinción entre evolución orgánica, crecimiento, madurez y declive de un organismo individual en respuesta a las in­ teracciones externas, y a la evolución superorgánica, «todos aquellos procesos y productos que implican las acciones coordinadas de muchos individuos — acciones coordinadas que pueden alcanzar resultados que exceden en extensión y complejidad aquellos alcanzables por acciones individuales» (Spencer, 1882: 4). Este segundo orden de evolución, más ele­ vado y particularm ente caracterizado po r la cooperación y la división del trabajo, se encontraba entre los animales sociales pero alcanzaba una extensión, importancia y grado de compli­ cación en la sociedad hum ana que convertía todos los logros anteriores en relativamente insignificantes. N o obstante, tras reconocer esta diferencia fundamental entre la evolución orgánica y la superorgánica e incluso des­ pués de añadir que los humanos conservan una independencia física y mental del c o n ju n to / Spencer procedió a derivar los principios de lo superorgánico y lo sociológico por analogía con lo orgánico y lo biológico.8 Señaló que ambos experimen­ taban un crecimiento continuo, m ostrando necesariamente un incremento en su estructura (especialización y diferenciación) 7. En Principies of Psychology (1883), Spencer dividió la psicología entre un tipo objetivo, que trataba de las relaciones entre el aparato neuromuscular y el medio, y un tipo subjetivo, relacionado con las sensaciones, ideas, etc., que eran los concomitantes directos e indirectos de ese ajuste visible de las relaciones internas con las externas. Nótese que la analogía orgánica se rompe en el punto del «ajuste indirecto», y que Spencer se vio obligado a conceder que la conciencia era una cuestión radicalmente diferente de la biología y que por tanto, la psicología subje­ tiva era un campo de estudio separado. 8. Spencer, sin embargo, sacó importantes conclusiones políticas de la conciencia individual de las unidades humanas de la sociedad. Como no había «sensorium social», el bienestar del conjunto social no era un fin a perseguir. Al contrario, la sociedad existía para el beneficio de sus miembros individuales más que no sus miembros para el beneficio de la sociedad. De aquí, el anarquismo de derechas.

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al evolucionar. El aumento en el tamaño de una sociedad era así acompañado por un incremento de la heterogeneidad y por el crecimiento de órganos sociales — para la producción (el sistema industrial), defensa exterior (gobierno-ejército) e intercambio (el sistema distributivo). Este desarrollo, como la evolución orgánica de la teoría de Darwin, era inducido por la presión de la población sobre el medio. Los medios ricos per­ mitían que el tamaño, la densidad y la heterogeneidad se logra­ ran más fácilmente y, por tanto, se alcanzara la civilización. Me concentro aquí en los aspectos ambientales del argu­ m ento de Spencer. Las partes funcionales del organismo social surgen por la misma razón y en el mismo orden que las partes de cualquier otro organismo. Todos los organismos viven por apropiación de la materia de la tierra. El sistema industrial desempeña así el mismo papel en el sustento social que el tubo digestivo en el cuerpo hum ano, y son leyes comunes las que dan cuenta de ello: ¿Cuál es la ley de evolución en el sistema digestivo de un animal tal como generalmente se explica? Q ue todo el tubo digestivo se adapta en estructura y en función a la materia, animal o vegetal, que es puesta en contacto con su el inte­ rior y, por tanto, que sus diversas partes se adaptan para manejar esas materias en fases sucesivas de preparación: es decir, que las sustancias ajenas que sirven para el sustento, en las que opera su interior, determinan las características generales y especiales de ese interior. Y ¿cuál es, en simila­ res términos, la ley de evolución en el sistema industrial de una sociedad? Que, como conjunto, se encarga de activi­ dades y estructuras correlativas, determinadas por minera­ les, animales y vegetales, con los que están en contacto su población obrera; y que esta especialización industrial en partes de su población, está determinada por diferencias,

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orgánica o inorgánica, en los productos locales que esas partes tienen que manejar. (Spencer, 1882: 523) Los organismos vegetales presentan un contraste entre las partes que están bajo y sobre tierra causado originalmente por las relaciones con los agentes ambientales, mientras que en los animales la diferenciación se produce en los órganos del siste­ ma de alimentación. Seguía Spencer: En el organismo social, la localización de las diversas in­ dustrias que conjuntamente sostienen el conjunto está determinada de manera análoga. A nte todo, la relación con las diferentes partes de los medios orgánico e inorgánico, normalmente no iguales en todo el área que cubre, dan lu­ gar a diferencias en las ocupaciones que se llevan a cabo. Y, secundariamente, la cercanía a los distritos en los que hay establecidas sus industrias, fijan las posiciones de otras industrias que requieren específicamente sus productos ... D onde no se basan en ventajas naturales como la energía hidroeléctrica, las manufacturas generalmente se agrupan en o alrededor de regiones donde la abundancia de carbón hace que la energía de vapor sea barata. Y si se necesitan los dos materiales, la localización queda determinada por ambos conjuntamente. (Spencer, 1882: 518-519; cf. Weber, 1929) Los órganos de los animales y las regiones de producción de las sociedades tenían estructuras espaciales internas similares, estaban conectadas por sistemas de circulación similares, etc. El sistema regulador (nervo-m otor en animales, gobier­ no-m ilitar en sociedades) estaba desarrollado por relaciones antagonísticas (a través del espacio) con las entidades de su entorno. Del mismo modo que los órganos de las sensaciones y la coordinación se desarrollaban a partir de la lucha com ­

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petitiva por la supervivencia entre organismos individuales, el sistema regulador de un conjunto político evolucionaba a través de guerras entre organismos sociales. Este proceso que­ daba dificultado, en el caso del organismo social, po r la falta de cooperación entre grupos dispersos que ocupaban territo­ rios yermos y estaba reforzado por la fecundidad natural y la densidad de población. La riqueza ambiental condicionaba así el poder combativo de ciertos organismos sociales en la lucha por la existencia. Llamaré a eso «la teoría de la intensidad» de Spencer. En el sistema de Spencer, las sociedades estaban dispues­ tas en orden jerárquico según su grado de integración (por ejemplo, simple, compuesto) y su nivel de heterogeneidad. Estaban clasificadas según el sistema que fuera dom inante — el industrial o el militar. Cada sociedad era modificada por factores condicionantes, incluyendo el hábitat local y el medio intersocietal. La metamorfosis social era el resultado de la va­ riaciones en las fuerzas relativas de los dos principales sistemas de órganos en respuesta al cambio ambiental. N o obstante, cuando el organismo social se aproximaba a su estado comple­ to, su modificabilidad se atrofiaba y se iniciaba su lento decli­ ve. Las viejas sociedades desaparecieron o fueron absorvidas al ser incapaces de com petir con las más jóvenes, más dinámicas y más agresivas. La supervivencia del más adaptado cedió el paso finalmente a una sociedad muy desarrollada en la que un poderoso sistema industrial era utilizado no para la agresión belicosa sino para «actividades superiores». Esta utopía estaría caracterizada por cambiar la creencia de que la vida es para trabajar por la de que el trabajo es para vivir (Spencer, 1882: 596).9 9. O, como en otras partes (Spencer, 1864), la evolución solo podría terminar con el establecimiento de la mayor perfección y la felicidad más completa.

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De este modo, la teoría de Spencer elaboraba y volvía cien­ tíficas las antiguas creencias sobre la influencia de la naturaleza en la sociedad utilizando los principios de la biología evolu­ cionista de Darw in y especialmente de Lamarck. Este prés­ tamo de la biología perm itió la emergencia de una sofisticada ciencia de relaciones ambientales. Sin embargo, esta analogía entre la evolución orgánica y la superorgánica, estaba cargada de problemas y la discusión subsiguiente estuvo totalm ente sesgada en una dirección naturalista. Spencer (1882: 614) pudo argumentar que la analogía orgánica era un mero andamio teó­ rico para perm itir la construcción de un cuerpo coherente de inducciones sociológicas. C uando el andamio fuera retirado, argumentaba, las inducciones quedarían en pie por sí mismas, como partes de leyes universales comunes a toda la existencia y teorizables a través de la ciencia deductiva. Pero más que un m ero andamio, para Spencer los principios biológicos fueron los fundam entos de la ciencia de la sociedad. Los problemas inherentes a la interpretación biológica — la falta de distin­ ción entre los procesos humanos y otros procesos orgánicos de evolución— form aban parte de las teorías disciplinares concretas que el darwinismo social contribuyó a generar. Ello fue especialmente evidente en la nueva ciencia alemana de la antropogeografía. A n tro p o g e o g ra fía La influencia de la biología evolucionista en el desarrollo del pensamiento geográfico m oderno esta hoy ampliamente acep­ tada. Stoddart (1966) ha señalado que la biología de Darwin desempeñó un papel fundamental en establecer el rol de los humanos en la naturaleza, permitiendo el mismo desarrollo de la geografía como una ciencia. La analogía orgánica superó el problema metodológico inherente al estudio de las relaciones

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entre el medio y los humanos, el dualismo entre los fenómenos naturales y los humanos (Stoddart, 1967: 159). Para Campbell y Livingstone (1983), el resurgimiento selectivo de las doctrinas lamarckianas (neolamarckismo) tuvo una influencia particular­ mente importante en el patrón determinista del primer pensa­ miento m oderno angloamericano. Livingstone (1984: 17) agu­ damente añade que el neolamarckismo perm itió la permanencia de los conceptos religiosos de designio holístico y propósito teleológico, facilitando la «transición del designio providencialista a la ley natural como fuente de legitimación social». La cuestión contextual Se ha tardado m ucho en reconocer estos vínculos en una dis­ ciplina que durante largo tiem po ha interpretado su historia en gran parte en térm inos de un proceso aislado de auto-de­ sarrollo (por ejemplo, H artshorne, 1939). A un nos falta, no obstante, una conciencia contextual más amplia (cf. Kearns, 1984). Al examinar el efecto del pensamiento de D arw in sobre la geografía norteamericana, Stoddart (1981) solo se ocupa de las corrientes de influencia entre grandes hombres, ignorando el terreno social que form ó a esos individuos y canalizó las conexiones intelectuales entre ellos. Campbell y Livingstone (1983: 270) consideran que es im portante apreciar las razones de la popularidad del neolamarckismo a finales del siglo XIX pero se limitan a una comparación puram ente intelectual en­ tre las teorías de Darw in y las de Lamarck. En la medida en que reconocen aplicaciones sociales pragmáticas, Campbell y Livingstone ven el «lamarckismo social» principalmente como el estímulo intelectual de movimientos para la mejora de la condición de la humanidad. Pero no llegan a explorar la cuestión de clase que sigue: ¿mejora para quién? El proceso geopolítico de la lucha entre imperios y de conquista societal que alcanzó su punto culminante en la

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Primera G uerra M undial proporciona diversos temas im por­ tantes para el análisis geográfico: los orígenes ambientales de la superioridad de ciertas civilizaciones, las bases locacionales y de recursos del poder de los imperios, la historia espacial de la expansión imperialista. Así, H udson (1977: 12) argumenta de forma convincente que el ascenso de la geografía moderna, de modo casi simultáneo en Europa occidental, los Estados Unidos y Japón, tuvo como objetivo prim ordial «servir a los intereses del imperialismo en sus diversos aspectos incluyendo la ganancia territorial, la explotación económica, el militaris­ mo y la práctica de la dom inación de raza y de clase.» M urphy (1948) expone de m odo similar que la derrota de Francia en la guerra con Prusia y la necesidad de reestablecer la nación como poder imperial m undial fueron los factores que m oti­ varon la repentina popularidad de la geografía francesa en los años 1870. Estos estudios contribuyen a explicar los temas de intensa preocupación geográfica, los puntos urgentes que pe­ dían explicación. En términos de aproximación a esos temas, Harvey (1981: 9) afirma que las relaciones espaciales del ca­ pitalismo imperialista se explicaron en términos de una teoría «que rompiera con todas las conexiones directas con las reali­ dades diarias de la circulación del capital y sus contradicciones y la sustituyera por una teoría organicista del Estado (atrapada en la lucha por la supervivencia, necesidad de Lebensraum, etc.) y las doctrinas relacionadas del destino manifiesto, la car­ ga del hom bre blanco, la superidad de raza y similares». Del mismo m odo Kearns (1984: 26) sostiene que el pensamiento evolucionista procuró credibilidad intelectual al debate públi­ co sobre lo que eran cuestiones esencialmente espaciales en las teorías de intelectuales destacados como Turner y Mackinder. Además, yo argumentaría que una teoría social (en oposición a una sociobiológica) podría haber planteado cuestiones críticas sobre la necesidad sistémica del conflicto entre sociedades, la

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división social de los beneficios derivados del control sobre otras sociedades, los costes sociales del conflicto imperial, y así sucesivamente. El darwinismo social y el lamarckismo social pueden haber tenido defensores liberales pero las versiones dominantes de ambos aceptaban el imperialismo como un es­ tadio natural en la evolución de la sociedad, necesario para el establecimiento de la civilización (europea) en el mundo. Las raíces biológicas de la geografía le perm itieron servir como un com ponente muy significativo de la teoría de la legitimación en el m oderno naturalismo del período post-D arw in, cuando la ciencia más que la religión legitimaba las acciones socia­ les. El cumplimiento de esta función ideológica junto con la provisión de capacidades prácticas (como la exploración, la realización de inventarios, los mapas y el trazado de fronte­ ras) hicieron de la geografía una ciencia moderna, reproducida masivamente. El papel de Ratzel C on una form ación en zoología, geología y anatom ía com pa­ rada adquirida de Darwin/Spencer en los años 1860, Ratzel se hallaba en una posición ideal para establecer la geografía sobre una base «científica» m oderna.10 Su biógrafo Wanklyn (1961: 7, 19) afirma que aunque no estaba preparado para «aceptar completamente las opiniones de D arw in o Spencer», Ratzel estaba «convencido de la importancia de la idea de la evolución, y gran parte de su pensamiento y trabajo escrito sobre la aplicación de la idea de la evolución orgánica a la sociedad humana derivaba de su permeabilidad a la ciencia

10. Ratzel era miembro de un grupo de científicos guiado por Haeckel que produjo una avalancha de conferencias, artículos y libros que hicieron extremada­ mente influyente el darwinismo como una filosofía popular en una Alemania que se industrializaba rápidamente (Kell, 1981).

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contemporánea». Este préstamo de la biología no aparece seriamente contradecido. Más discutible es el aspecto político del trabajo de Ratzel. Dickenson (1969: 64, 71), que califica a Ratzel como «la m ayor contribución individual al desarrollo de una geografía del hombre», también afirma que su «término Lebensraum, pese a su distorsión por parte de los nazis, es uno de los conceptos más originales y fructíferos de la geografía moderna». Fuera de la disciplina, diversos autores se han refe­ rido más críticamente a los frutos de la originalidad teórica de Ratzel. M attern (1942: 62) afirma que la influencia de las con­ tribuciones de Ratzel fue «una racionalización que reforzaba y acogía positivamente la historia expansionista de los poderes mundiales ... y ... de la incursión inminente de Alemania en esa dirección». A propósito de la Primera Guerra Mundial, Strausz-Hupé (1942: 32-33) advierte que las teorías de Ratzel «contribuyeron a la lista de objetivos de guerra alemanes, uno de los cuales sobresalió con más claridad a medida que los otros palidecían: ‘Lebensraum’». Una valoración completa de la con­ trovertida contribución de Ratzel a la ciencia geográfica está di­ ficultada por la extraña ausencia de un estudio completo y serio en inglés de esta gran figura (con la excepción de Hunter, 1983). Podemos, no obstante, valorar las ideas de Ratzel considerando sus visiones sobre el Estado, las cuales han sido extensamente examinadas en el m undo de habla inglesa.11 Geopolítica Resulta evidente la profunda influencia de la analogía orgánica en el pensamiento antropogeográfico de Ratzel. Ratzel conce­ bía el Estado como un organismo vivo ligado a la tierra sujeto

11. Las ideas más generales antropogeográficas de Ratzel se examinan a través de la reinterpretación de Semple en la siguiente sección del artículo. Pero véase también Ratzel (1896).

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a las leyes que gobernaban la evolución de todos los organis­ mos. Así, un grupo de personas vivía en un trozo de territorio y obtenía su sustento de él. Cada cuerpo social estaba en un estado de perpetuo movimiento interno que causaba movi­ mientos masivos líquidos en el espacio en la búsqueda de lebensraum (espacio vital). La gente también estaba unida unos con otros por lazos espirituales y a la tierra. Lo que Ratzel lla­ mó el «motivo espacial» (raum motiv), una tendencia hacia la expansión que dependía de la cohesión natural-mística entre el estado y el suelo, era la causa principal del desarrollo histórico. «La expansion geográfica, incluso la política, tienen todas las características distintivas de un cuerpo en movimiento que se expande y contrae alternativamente en regresión y progresión» (Dorpalen, 1942: 69). Los estados solo podían crecer con, y a través, de la consecución de Kultur, una característica basada en el crecimiento de la población y la densidad (cf. Spencer) y que él reservaba solo para los europeos (con la única excepción de China). El crecimiento de estados poderosos se producía por la fusión de pequeños estados en unos mayores, sirviendo la frontera como el órgano periférico del Estado; la dirección de la expansión tendiría a las regiones de m ayor valor. Los estados primitivos recibían el impulso para el crecimiento a partir de influencias que emanaban de los estados mayores que ya poseían Kultur. De aquí la tendencia de que el crecimiento de los organismos fuera transm itido de Estado a Estado, cre­ ciendo el ansia por crecer en cada transmisión. Wittfogel (1929) argumenta que el error fundamental de Ratzel fue poner el Estado y la tierra en relación directa sin de­ sarrollar las mediaciones económicas que las unen. El lenguaje de Ratzel, siempre claro y racional, toma un tono místico en lo que al Estado se refiere. Dorpalen (1942: 50) afirma que Ratzel era consciente de los defectos de su analogía orgánica; al igual que Spencer, se vio forzado a adm itir que los individuos hum a­

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nos conservaban su independencia del conjunto sociopolítico. Pero el alemán Ratzel reaccionaba a esta discrepancia de m a­ nera diferente que el filósofo materialista inglés Spencer, que simplemente ignoró sus implicaciones. C on Ratzel, el Estado deviene un «organismo moral y espiritual» sujeto al análisis místico más que a un análisis científico-materialista.12 Ratzel eludió esta inconsistencia en su sistema científico. Dorpalen sostiene que ello fue debido a que su teoría proporcionaba una justificación útil para las exigencias políticas del momento: Politische Geographie fue concebida en los años 1880 y 1890, en un tiempo en el que el imperialismo alemán empe­ zó a alcanzar su plenitud en su fase más activa. El concepto de Estado de Ratzel dotaba a esas demandas de expansión de la autoridad de una ciencia aparentemente objetiva. El clamor alemán por las colonias y el poder mundial no fue sino el resultado el desarrollo biológico natural — era un síntoma de crecimiento que experimenta todo ser joven y fuerte y, por tanto, plenamente justificado. En otras pa­ labras, la biogeografía ofreció una coartada perfecta para las ambiciones políticas del Reich. (Dorpalen, 1942: 50-51; véase también Strausz-H upe, 1942: 31) La antropogeografía, el «estudio del hom bre orgánico, del Estado orgánico y de un m undo orgánico» (Gyorgy, 1944: 149) asumió una forma cuasicientífica, incluso pseudocientífica. La nueva «ciencia» de Ratzel necesitó poca distorsión por parte

12. El argumento de Ratzel recae en el misticismo justo en los puntos crucia­ les para la legitimacióon del nacionalismo y el expansionismo alemán: el vínculo «espiritual» entre la sociedad y una parte de la naturaleza y la «coherencia entre el Estado y la tierra» como la fuerza tras el crecimiento espacial. Véase también el tratamiento de Ratzel de la «filosofía panfísica» en Hunter (1983).

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de su estudiante Kjellen y del hijo de su amigo H aushofer para proporcionar im portantes elementos místicos y «científicos» al Mein K a m p f de H itler (1943, especialmente caps. I-11 y II2, 4).13 Es im portante que los geógrafos conozcan este período reprimido de la infancia de su ciencia, que ha dejado su marca en el carácter actual de la disciplina. Los problemas de la analogía orgánica que prim ero encon­ tró Spencer m aduraron en Ratzel, y llegaron a su punto cul­ m inante en el trabajo de la que merecidamente ha sido la más famosa determ inista ambiental, Ellen C hurchill Semple. El d e te rm in ism o a m b ie n ta l de Sem ple Estudiante de Ratzel en los años 1890 (Bronson, 1973), de Semple se acostumbra a decir que fue la introductora de las ideas ratzelianas en la geografía norteamericana dom inante.14 Ella dom inó el período ambientalista de la disciplina a princi­ pios del siglo XX (H artshorne, 1939: 23, 122) y «formó a una gran parte de aquellos que se convirtieron en los cabecillas de la profesión durante el período que medió entre las dos gran­ des guerras» Qames, Bladen y Karan, 1983: 29). Su principal

13. Sería erróneo atribuir los excesos organicistas y racistas a una única escuela aberrante alemana de geografía. En momento tan tardío como 1931 Mackinder aún encontró quien le publicara su afirmación de que «en la llanura inglesa tenemos una típica región natural... En esta región natural tenemos la sangre inglesa, un fluido, el mismo a lo largo de lo siglos, cedido ahora a los 40 millones de cuerpos de la actual generación. John Bull, en su aislamiento, es el ejemplar de la miriada de sangre y savia separada, siendo cada flujo la esencia de la variedad local de especies de animales y plantas» (Mackinder, 1931: 326). 14. Semple era solo la más eficaz de un prominente grupo de deterministas ambientales en Estados Unidos en el cambio de siglo. El otro determinista descatacado, William Morris Davis, halló que «una relación entre un elemento de con­ trol inorgánico y uno de repuesta orgánico» expresada en términos de «relación explicativa o causal» era el «principio unificador más definitivo, si no el único, que puede darse en geografía» (Davis, 1954: 8).

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trabajo teórico, Influences o f Geographic Environm ent (1911) tuvo u n dilatado y extenso uso en la educación geográfica (Wright, 1966). Podemos asegurar sin riesgo a equivocarnos que tuvo un efecto significativo en la trayectoria del pensa­ m iento geográfico norteamericano pero, a diferencia de m u­ chos de sus admiradores, no podemos asumir que su influencia se debiera únicam ente a su brillantez personal. Al contrario, sostendría que estaba en contacto con algunas convincentes ideas y que sus teorías sirvieron significativamente a intereses sociopolíticos. Alcance metodológico En la introducción metodológica de Influences, Semple inten­ tó distanciarse del darwinismo social anunciando su intención de eliminar las bases spencerianas de la antropogeografía de Ratzel: La teoría orgánica de la sociedad y el Estado impregna la Antropogeographie porque Ratzel form uló sus princi­ pios en un m om ento en que H erbert Spencer ejercía una gran influencia en el pensam iento europeo. Esta teoría, hoy generalmente abandonada por los sociólogos, debía ser eliminada de cualquier reelaboración del sistema de Ratzel. Aunque originalmente fue aplicada a m enudo con gran detalle, se m antuvo no obstante como un andamio alrededor del edificio acabado; y la estabilidad del edificio después de retirar el andamio muestra lo superfluo que era. La teoría desempeñó, sin embargo, un gran servicio al inculcar la vivificante conexión entre la tierra y la gente. (Semple, 1911: vi-vii) Así, Semple giró inteligentem ente la m etáfora del andamio de Spencer contra su influencia en Ratzel. Aunque continuó

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definiendo la geografía como «la investigación científica de las condiciones físicas de los hechos históricos» (Semple, 1911: 10) — ¡exactamente esa «conexión vivificante entre la tierra y la gente» en la que Spencer había tan profundam ente influi­ do!15 En la práctica, a diferencia de sus intenciones, solo pudo modificar la influencia de Spencer en la antropogeografía. Para ello se basó en la filosofía social más avanzada de finales del siglo XIX, especialmente la existente en su país. N aturalism o evolucionista U n conjunto bien definido de ideas que Fine (1979) llama «naturalismo evolucionista» y Persons (1958) «la mente na­ turalista», constituyó el paradigma dom inante de la ciencia social de finales del siglo XIX y principios del XX. Esta escuela creía que había alcanzado el nivel de ciencia positivista. Estaba com prom etida con un conocimiento verdadero y objetivo de la totalidad de los fenómenos sociales y naturales. Del conjun­ to de leyes naturales objetivas que operaban a través de esta totalidad, la ley del cambio evolutivo era fundamental. Pero tal como señala Persons (1958: 276), «la m ente naturalista con sus supuestos biológicos dedicaba mucha atención a los pro ­ blemas raciales y concedía un lugar im portante en su teoría so­ cial general a supuestas características raciales». La evolución

15. Además, Semple investigó esta relación con una metodología e incluso con categorías analíticas remarcablemente similares a las de Spencer —de ahí, sus fuerzas internas de la raza y sus fuerzas externas del habitat y los factores intrínse­ cos y extrínsecos de Spencer, los efectos indirectos sobre el medio de Semple y los factores secundarios de la evolución superorgánica de Spencer, etc. Las similitudes se debían obviamente no solo a la absorción de las ideas del darwinismo social por parte de Ratzel (y de ahí transmitidas a Semple) sino también a la influencia directa que recibió Semple en sus estudios de sociología, economía e historia (Bronson, 1973) en una ciencia social norteamericana impregnada del pensamiento spenceriano (Hofstadter, 1955; Bannister, 1979). No obstante, véase también Hunter (1983: cap. 5) quien sostiene que fue Semple más que Ratzel la que estuvo influida por Spencer.

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social era conceptualizada como una serie de estadios, con características raciales de base ambiental que determinaban el estadio alcanzado por una sociedad. La evolución social era un proceso por el cual una m ulti­ plicidad de grupos hum anos se desarrollaba a lo largo de líneas que en general seguían la dirección de las formas sociales y culturales de Europa occidental. En el camino, diferentes grupos habían divergido o retrocedido, se ha­ bían parado o incluso se habían extinguido, al haber teni­ do que afrontar situaciones ambientales diversas dentro de los límites de sus capacidades raciales específicas, que sus distintas historias ambientales habían, de hecho, creado. (Stocking, 1968: 119) En el «racismo científico» neolamarckiano del momento, las características físicas como la pigmentación o la textura del pelo fueron perdiendo fuerza en favor de las cualidades mentales como factores que diferenciaban los grupos raciales del conjunto hum ano común. Los neolamarckianos creían que los fenómenos culturales se llevaban en la sangre, como ins­ tintos o propensiones temperamentales. La tendencia era a la extensión de la teoría de Lamarck de la adquisición y herencia del carácter físico a las características y capacidades psicoculturales (Stocking, 1968: 119). El nivel de cultura adquirido por una generación de una raza influenciaba así el poder del pen­ samiento de la siguiente. De m odo que la superioridad racial se acumulaba. Mientras que el lamarckismo era atacado por la teoría del «plasma germinal» de Weismann en los años 1890 y por el nuevo modelo resultante del redescubrimiento de la ge­ nética mendeliana en los primeros años del siglo XX, la visión neolamarckiana de que las características (mentales) adquiri­ das podían transmitirse hereditariam ente no fue abandonada

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po r muchos científicos sociales norteamericanos hasta bien entrado el siglo XX. H a quedado en las explicaciones popula­ res de la supuesta superioridad e inferioridad nacional y de las similitudes entre padres e hijos. El «enfoque psíquico» del neolamarckismo se desarrolló en parte como alternativa a la sociobiología de Spencer.16 N o obstante, retuvo su confusión entre los reinos biológico y sociocultural. Hacia fines de siglo, se inició un intento de sepa­ rarlos con el prim er desarrollo de la sociología pragmática de Ward (1893; 1898), Ross (1905), y otros. 17 El neolamarckismo incluía, de m odo similar, la noción de que el conocimiento se acumulaba a través de mecanismos de transmisión puram ente socioculturales, como el lenguaje. Esta línea de pensamiento finalmente llevaría a un énfasis no biológico en la interacción social en sociología y al concepto de cultura en antropología. Semple, sin embargo, llegó en un estadio tem prano, quedán­ dose prim ordialm ente con la versión racial-biológica del neolamarckismo. P or tanto, Semple se basó en la ciencia social conven­ cional más avanzada de su tiempo para su reelaboración de Ratzel. Pero ello no era más que un neolamarckismo, a su vez profundam ente influido por Spencer. Spencer era el defensor más prestigioso de Lam arck a finales de siglo XIX (Stocking, 1968: 240). Spencer mismo había examinado (1883) las bases

16. Así, Ward (1893: 243) sostiene que la ciencia social existente (spenceriana) se equivocó en «prácticamente ignorar la existencia de una facultad racional en el hombre, mientras que sus acciones quedaban sujetas a leyes naturales, lo que las complicaba tanto que ya no podían entrar en las simples fórmulas que era suficien­ tes para el cálculo de los motivos meramente animales». Con ello puede verse la contradicción inherente en la dicotomía de Spencer entre las psicologías objectiva y la subjetiva (nota 7) cuando empezaron a madurar. 17. La rama de la sociología en la que se mantuvo más tiempo la analogía biológica, la escuela de Chicago (Mathews, 1977), tuvo una enorme influencia en la geografía (urbana).

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ambientales de las diferencias psicológicas humanas. Por tan­ to era virtualm ente imposible que Semple cumpliera su tarea metodológica dentro del campo de una ciencia socialmente aceptable. Stoddart ( 1966: 694) lleva razón cuando concluye, en referencia a las ideas spencerianas de Semple, que «sus es­ critos están impregnados por ese pensamiento». Sin embargo, Stoddart no indaga más en por qué las ideas sociobiológicas permanecieron tan fuertes o en po r qué Semple persistió en transm itir las ideas de Spencer en la geografía dom inante, a pesar de su intención personal contraria a ello. Estas preguntas deben ser respondidas en términos del contexto sociopolítico y la necesidad de legitimación. Para ello, habrá que trazar cual era el carácter del capitalismo de los Estados Unidos en la últi­ ma década del siglo XIX y la prim era del XX, en las que Semple produjo su influyente trabajo. El imperialismo de Estados Unidos En el caso de los Estados U nidos, la expansión llevada a cabo en la m ayor parte del siglo XIX se limitó al reclam ar como territorio nacional zonas del continente norteamericano. El últim o tercio de siglo vio esa reclamación cum plida de mane­ ra notable: «Los americanos colonizaron más tierra durante los 30 años después de 1870 que en los 300 años anteriores» (Lafeber, 1963: 12). Sin embargo, el territorio ya estaba ocu­ pado por los indios americanos y los pueblos hispano-americanos. La rápida y sangrienta conquista de esos pueblos y sus hábitats hicieron acuciante la necesidad de legitimación. A menudo ello tom ó una forma popular pragmática y burda, como cuando Theodore Rooselvelt habla de la imposibilidad de evitar el conflicto con una «raza más débil» de «miserables salvajes» (los indios americanos) cuyo uso esporádico de las praderas y bosques no constituía una propiedad (en Sanford, 1974: 89). N o obstante, se necesitaban también otras maneras

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más sofisticadas de justificación teórica. La ideología religiosa de legitimación de la prim era parte del siglo, el «destino mani­ fiesto» — la práctica idea de que la expansión había estado ya prevista en el cielo sobre un área no muy bien definida (Merk, 1963: 24)— ya no era suficiente en una era de ciencia burgue­ sa. La ideología debía actualizarse para incluir ideas naturales «científicas» sobre la evolución social y la expansión geográ­ fica. Com o señala Weinberg (1935: 2), la expansión estaba le­ gitimada por «dogmas metafísicos de una misión providencial y ‘leyes’ cuasi-científicas de desarrollo nacional, concepciones del derecho nacional e ideales de deber social, racionalizacio­ nes legales y llamamientos a ‘la ley más alta’, propósitos de extender la libertad, y designios de extender el absolutismo benevolente». El cierre de la frontera nacional en los años 1890 estuvo acompañada por un repentino surgim iento del interés de los Estados Unidos por el territorio extracontinental de la cuen­ ca del Pacífico, el Caribe, y América central (Merk, 1963: 231 ). Al m ism o tiem po la atención del interés económico pasó de la tierra, la preocupación central de un capitalismo agrícola, a los m ercados y a las materias primas im portantes para el capitalismo industrial de finales del siglo XIX. A pe­ sar de que ello no eliminó la tom a de posesiones coloniales (Hawai, las Filipinas, Guam , Puerto Rico), proporcionó un perfil predom inantem ente comercial (mercantilista) a la ver­ sión estadounidense del imperialismo exterior. Tal como lo señalaba un observador contem poráneo (A lbert Beveridge) utilizando la típica mezcla de análisis económ ico y místico, «las fábricas americanas producen más de lo que la gente americana puede usar; el suelo americano produce más que lo que pueden consumir. El destino ha escrito nuestra polí­ tica; el comercio del m undo debe ser y será nuestro» (Merk, 1963: 232). La opinión política cambió a la velocidad de la luz

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para encajar con esta realidad económica, desde el desdén por el colonialismo y el imperialismo de los años 1870 y 1880, a la popularidad masiva de conceptos imperialistas com o «la carga del hom bre blanco» en los años 1890 (Weinberg, 1935: 252-253; W eston, 1972). Los principales portavoces intelectuales del nuevo im ­ perialismo estadounidense fueron Frederick Jackson Turner, J osiah Strong, Brooks Adams y Alfred Thayer Mahon; «los escritos de esos hom bres eran representativos de y en algu­ nos puntos directamente influyentes en el pensamiento de los políticos americanos que crearon el nuevo imperio» (Lafeber, 1963: 63). Semple era un m iembro (menor) de ese grupo de intelectuales que hablaban «no solo por ellos mismos sino para las fuerzas que guiaban su sociedad» (Lafeber, 1963: 62). Su contribución a la teoría de la legitimación se realizó a dos niveles. En un nivel general, form uló las conexiones (lamarckianas) entre el medio, la raza y la sociedad, explicando así la base natural de la superioridad nacional y la expansión. En un nivel más inmediato, ella ejemplificó estos principios en el caso de la expansión norteamericana del siglo XIX y evaluó «cien­ tíficamente» las posibilidades para su continuación en el XX. Examinemos con más detalle estas dos contribuciones. Las influencias del m edio geográfico La antropogeografía de Semple estaba concebida como una contribución teórica a la ciencia evolucionista como conjunto. Las primeras páginas de su reelaboración de los principios de Ratzel resonaban con las frases y categorías de este enfoque: los humanos no podían ser estudiados científicamente de m a­ nera aislada de la tierra; el estudio del medio físico debía usar métodos científicos modernos; los complejos factores geo­ gráficos no podían analizarse sino a partir de la evolución; la

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N aturaleza era la variable oculta en la ecuación del desarrollo hum ano (Semple, 1911: 2, 11, 12). Su posición científica básica era la siguiente: En cada problem a de la historia hay dos factores principa­ les, diversamente señalados como herencia y ambiente, el hombre y sus condiciones geográficas, las fuerzas internas de la raza y las fuerzas externas del hábitat. Pero el elemen­ to geográfico en esta larga historia de desarrollo humano ha estado operando fuertem ente y lo ha hecho de modo persistente. A quí reside su importancia. Es una fuerza es­ table. N unca descansa. Este m edio natural, esta base física de la historia, es inmutable para todos los objetivos y p ro ­ pósitos en comparación con el otro factor del problema: el hom bre cambiante, maleable, que avanza y retrocede. (Semple, 1911: 2) C om o científica moderna, Semple intentó una categorización más completa y cuidadosa de las influencias del medio, basándose en datos fiables de toda la larga y amplia historia humana. Su objetivo académico era reivindicar el lugar de la geografía como ciencia de las condiciones naturales de los hechos históricos en la emergente división del trabajo. Este es­ tudio había caído en descrédito por su anterior extravagancia, sus generalizaciones no científicas, por su fracaso al reconocer la multiplicidad e interactiva complejidad de las influencias geográficas en la historia. Los factores geográficos trabajaron de manera directa para alterar las características raciales, y de manera indirecta, para m odelar el destino de sus pueblos. Las características adquiridas de los medios geográficos (espacio y form a así como las cualidades de la naturaleza local) fueron selectivamente preservados y acumulados durante varios desa­ rrollos evolutivos, como las migraciones.

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U n tema constante en el discurso de Semple es la in­ fluencia de la tierra en el m ovim iento y situación de grupos de gente. Las migraciones eran el resultado del «crecimien­ to natural de la población más allá del nivel de subsistencia local» de M althus, y de un «desarrollo del espíritu luchador en el esfuerzo por asegurar una subsistencia más abundante» de Spencer (Semple, 1911: 226). Por un lado, las migraciones sometían los diferentes grupos raciales a las influencias de medios diferentes (Lamarck). Por otro, servían como proce­ so de selección, dejando solo a las razas mas enérgicas y más adaptadas (Darwin). Los pueblos dom inantes (ingleses, fran­ ceses, rusos y chinos) asimilaban a los más débiles y ocupaban amplios territorios. A quí la función explicativa del geógrafo era rastrear cada raza (por ejemplo, los «arios») a través de los medios que habían ocupado, hasta sus mismos orígenes. U n pueblo era el p roducto de un país que habitaba y aquellos ocupados por sus antepasados que habían «dejado su marca en la raza actual en forma de aptitudes heredadas y costum ­ bres tradicionales adquiridos en esos hábitats ancestrales re­ motos» (Semple, 1911: 25). La suya era pues una contribución ambientalista al neolam arckism o de su época, m anteniendo el acento en las «aptitudes raciales» (heredadas) pero em pezan­ do a poner el énfasis en las «costumbres tradicionales» (cultu­ rales) com o mecanismo de transmisión en la acumulación de las características humanas. Semple m antuvo la teoría de la intensidad de Spencer casi intacta en su segundo tema: las relaciones entre el medio, la sociedad y el Estado. Las condiciones geográficas influyeron en el desarrollo económico y social a través de la calidad de los recursos naturales disponibles, la productividad hum aha, y las posibilidades naturales para la industria y el comercio. Estos factores fueron especialmente importantes para determ inar el tamaño de un grupo social que, cuando estaba limitado por

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regiones espacialmente restringidas o pobres en recursos, que­ daba tam bién lim itado en significado político. ¿Cóm o estaba constituida la sociedad en el discurso de Semple? El antropogeógrafo, decía, reconocía las variadas fuerzas sociales, económicas y psicológicas que los sociólogos veían como el cemento de la sociedad pero tenían algo más fundamental que añadir. Para Semple era natural que la tem ­ prana filosofía de la historia se hubiera ya fijado en las bases geográficas de los acontecim ientos históricos. Buscando lo perm anente y lo com ún en lo aparentemente cambiante, encontraba siempre en la base de los hechos cambiantes la misma sólida tierra. La biología había teni­ do la misma experiencia. La historia de las formas vivas del m undo lleva siempre de vuelta a la tierra en la que esa vida surgió, se extendió y luchó por su existencia. (Semple, 1911:68) La diferencia entre los humanos y los animales, sin embar­ go, era que las relaciones de los humanos con el medio eran tan «infinitamente más numerosas y complejas» que requerían un estudio especial: «la antropogeografía estudia la existencia en diversas regiones del espacio terrestre» (Semple, 1911:, 1, 10). La tierra era el vínculo material subyacente que m antenía uni­ da una sociedad y determinaba sus actividades fundamentales. El territorio com ún era una fuerza integradora —débil como la de un organismo animal prim itivo en sus prim eros estadios de evolución social y más fuerte a medida que la civilización progresaba con sus relaciones ambientales más complejas, sus densidades de población más elevadas, usos más diferenciados del suelo, y relaciones exteriores más variadas. C uanto más amplia y rica fuera la base territorial, más compleja serían las conexiones entre sociedad y medio y entre los diversos elemen-

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t0s de la sociedad. Así, fue la creciente densidad de población en regiones ricas en recursos la que hizo necesario el Estado para reducir las fricciones internas y asegurar la base territorial contra enemigos externos (Semple, 1911: 65-66). Los estados faltos de energía y de sentido de voluntad nacional para la protección fueron forzados por las presiones malthusianas a la deformidad social mientras que aquellos que se expandieron pudieron utilizar el m undo entero para alimentar a su pueblo. Com o Spencer, Semple se las ingenió para encontrar de interés general esta expansión. Mientras que en casa la nación se está convirtiendo en una unión a través del vínculo común de la patria, en el m undo en general la hum anidad está desarrollando una frater­ nidad de hombres por la unión de cada uno a través del creciente lazo común de la tierra. Por tanto no podemos soslayar la cuestión: ¿estamos en un proceso de desarrollar una idea social más vasta que la nacionalidad subyacente? (Semple, 1911: 68) La tierra ofrecía pues una base sólida para una teoría de progreso. Y com o la civilización im plicaba una creciente explotación de las ventajas naturales y relaciones más estre­ chas entre la tierra y la gente, era erróneo que los hum anos pudieran emanciparse del control de la naturaleza al desa­ rrollarse. Al contrario, al dism inuir la fuerza de cada depen­ dencia concreta de la naturaleza el hom bre m ultiplicaba su cuenta general: «Al ser más num erosos sus lazos, tam bién se convierten en más flexibles» (Semple, 1911: 70; cf. Ripley, 1899: 10-13). En todo ello, Semple perm aneció dentro de un marco naturalista, rechazando reconocer las diferencias fundam en­ tales entre lo hum ano y otros procesos evolucionistas. Su

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discurso tam bién llevaba implícito el misticismo natural que ya estaba presente en la teoría geopolítica de Ratzel. Además de «estimular», «prom over» y «desarrollar» las cualidades humanas, la naturaleza tam bién «conspiraba» y «atraía» a la gente hacia ciertos tipos de acciones. C om o afirmó en su pasaje más citado: El hom bre es un producto de la superficie terrestre. Ello quiere decir que no solo es un hijo de la tierra, polvo de su polvo, sino que la tierra le ha mimado, alimentado, le ha encomendado tareas, dirigido sus pensamientos, le ha enfrentado a dificultades que han fortalecido su cuerpo y afilado su ingenio, le ha creado problemas de navegación o de irrigación, y al mismo tiempo le ha insinuado su so­ lución. Ella ha entrado en sus huesos y sus tejidos, en su mente y en su alma. (Semple, 1911: 1) ¿La conciencia humana refleja y la acción humana sigue el propósito de la naturaleza? Esto es lo que Semple sugería constantemente, con frases como «dirigía sus pensamientos», «afilaba su ingenio», «entraba en ... su mente y su alma», «le creaba problemas». Licencias poéticas que, sin embargo, le perm itían sugerir lo que de otro m odo hubiera sido inmedia­ tamente descartado por no científico. Consiguió así fusionar la ciencia evolucionista con el misticismo natural en una teoría que legitimaba lo inexcusable en la historia. El dom inio de al­ gunos pueblos sobre otros se atribuía a una fuerza sobrehum a­ na — la voluntad de la naturaleza, tal como se expresaba en la diversidad de capacidades ambientales, las habilidades raciales, y las mentalidades. En otras partes, en su tercer y cuarto temas, intentaba análisis más directam ente «científicos» sobre los efectos exactos del m edio sobre la psique y la conciencia hum a­

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na. Semple entendía las influencias geográficas ejercidas s0bre los hum anos de una m anera similar (lamarckiana) a la de su acción sobre todos los seres: «Ciertas condiciones geográficas, más visiblem ente las climáticas, ejercen ciertos estímulos a los que el hom bre, al igual que los animales in­ feriores, responde con una adaptación de su organism o a ese medio» (Semple, 1911: 22). C om o buena neolam arckiana, encontraba que los efectos psicológicos eran más variados e im portantes que los efectos físicos. D e m odo general, los efectos psicológicos eran interpretados com o las caracterís­ ticas mentales, perm anentes o duraderas, de las razas — lo que ella norm alm ente llamaba diferencias en el «punto de tem peram ento» de la gente. Su p u n to de vista m etodológico en Influences p ro n to olvidó esa relación, dejando el efecto psicológico directo sobre el medio como un asunto de con­ jetura. En la práctica, no obstante, a lo largo de su discurso empírico, jugó un papel extrem adam ente im portante, una creencia en las «energías mentales» y los «tem peram entos» diferentes de los grupos étnicos y raciales. C om o afirm ó en un m om ento dado: N o cabe duda acerca de la influencia del clima sobre el tem peram ento de la raza, tanto como efecto directo como indirecto... En general hay una estrecha correspondencia entre el clima y el temperamento. Los pueblos de la Europa septentrional son enérgicos, prudentes, serios, reflexivos más que emocionales, cautelosos más que impulsivos. Los meridionales de la cuenca mediterránea subtropical son despreocupados, carentes de previsión excepto en caso de necesidad aprem iante, alegres, emocionales, imaginativos, cualidades todas ellas que entre los negros del cinturón ecuatorial degeneran en graves fallos raciales. (Semple, 1911: 620)

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Com o Ratzel, Semple creía que los hum anos habían na­ cido en los trópicos pero se habían desarrollado en la zona templada, donde la naturaleza les obligaba. Aquellas razas que permanecieron en los trópicos, con pocas excepciones, sufrie­ ron un desarrollo atrofiado («su vivero les m antuvo como ni­ ños»), un efecto que ella extendía por lo menos a los europeos que vivían en tierras cálidas y húmedas. Más allá del «temperamento racial» derivado de la naturale­ za, los efectos psíquicos incluían reflexiones sobre el medio en «la religión del hombre y su literatura, en sus modos de pen­ samiento y sus figuras retóricas» — es decir, en los contenidos específicos de la cultura (Semple, 1911: 40). Para Semple, había una relación directa entre el medio y la cultura; así, la mitología de los polinesios era calificada de «eco» del océano que los ro­ deaba, el infierno de los esquimales era un lugar de frío intenso, el de los judíos un lugar de fuego eterno. Una versión más sofis­ ticada, mediatizada, de los orígenes de la mitología llegó luego en su Geography o f the Mediterranean Región (1933). Las reli­ giones primitivas, señalaba, representan los primeros esfuerzos del hombre no instruido por explicar el m undo externo. Había mitologías que expresaban las condiciones naturales en la tierra natal de la gente. Los dioses eran concebidos como representan­ tes de las fuerzas de la naturaleza y la geografía proporcionaba la arcilla con la que eran modeladas las deidades. Grupos de religio­ nes con características comunes crecieron en regiones naturales bien definidas como la cuenca mediterránea donde la frecuente amenaza de sequía, la incapacidad de la gente para entenderla en términos meteorológicos, y la desesperanza resultante ante la fuerza abrumadora de la naturaleza, se confabularon para unir lluvia y religión en la mentalidad antigua. Los principales dioses bajo las condiciones climáticas del Mediterráneo se convirtieron así en dioses con el poder de conceder o negar el agua para la vida del cielo (Semple, 1933: 495-511 ).

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Los humanos eran sujetos pasivos ante esta influencia ambiental directa en las primeras fases de desarrollo. C uando devenían más activos, las influencias indirectas que «moldea­ ban su mente y su carácter po r medio de su vida económica y social» se convertían en más importantes. Pero como hemos visto, la vida social tenía tan poca autonom ía que su inter­ mediación raramente interrum pía la influencia directa de la Naturaleza, y la falta de una dinámica social definida permitía que la historia fuera interpretada en términos naturalistas. Este defecto en el razonam iento de Semple derivaba de la continua­ da influencia de la analogía orgánica. Cuando las limitaciones de la analogía se hacían evidentes, el misticismo natural era añadido poéticamente como compensación. Era necesario que fuera así. La función de la teoría geográfica de la historia era legitimar la expansión espacial de los poderes imperialistas do­ minantes como predestinada naturalmente. Esta legitimación era especialmente im portante para Semple cuando el liderazgo expansionista pasó a un poder en el nuevo m undo —unos Estados Unidos jóvenes, agresivos y activos. L as condiciones geográficas de la h isto ria am erican a American H istory (1903) examinaba la influencia del medio natural en el curso de la historia de los Estados Unidos. Las categorías «científicas» de su argumentación eran las carac­ terísticas raciales y culturales originales de los europeos, especialmente los anglosajones, y el poder transform ador de las condiciones geográficas norteamericanas. Europa era un continente altamente articulado de regiones protegidas, con­ finadas, donde la densidad de población y la intensidad de la vida socioeconómica perm itió un desarrollo tem prano de un sentido de Estado. Los inmigrantes europeos a los Estados

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Unidos llevaron consigo «su mejor capital en los elementos de civilización europea. Com o exponentes de esta civilización, representaban las fuerzas de la herencia» (Semple, 1903: 337). U na interacción adicional, pues, tenía lugar entre la raza y las características especiales del lugar de América del N orte; «las condiciones geográficas, en los efectos acumulativos de su ac­ ción directa e indirecta, devenían factores tan fuertes que eran determinantes incluso para la férrea energía de la raza anglo­ sajona. U n pueblo menos vigoroso difícilmente habría podido responder a las influencias educativas de este medio concreto (Semple, 1903: 226; véase también Semple, 1901). Las diferen­ cias en las condiciones geográficas rápidamente diferenciaban los colonos del grupo inicial; Semple creía que había una co­ nexión directa entre el clima, el suelo, la economía, y las ideas sociales y políticas en Norteamérica. En particular, el estrecho contacto con la naturaleza en la frontera hacía jóvenes a los americanos, m ientras que la sociedad inglesa se rehacía de una form a puram ente democrática: El aislamiento y las condiciones de vida salvaje dejaron una huella parecida en todos. La igualdad de oponunidades y recursos, la coincidencia de trabajos y peligros, y la simplicidad impuesta sobre todas las clases excluidas, y en el vigor, empuje e independencia del desarrollo masivo. (Semple, 1903: 81-82; cf. Turner, 1962) La característica más distintiva de las condiciones antropogeográficas americanas, la abundancia de tierra libre, tuvo así un efecto estimulante, fom entando el espíritu de democracia y juventud en toda la nación. Aunque las mismas condiciones hubieran actuado de m odo diferente sobre los indios ameri­ canos (¡a pesar de la «inmutabilidad de la naturaleza»!). El tam año y aislamiento del continente, la falta de un medio geo­

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gráfico propicio habrían mantenido a los indios en el salvajism0 o en los estadios inferiores del barbarismo. C on una escasa población y una débil tenencia de la tierra, ello significaba solo un leve obstáculo para el avance de los angloamericanos. Además, hacia el sur las razas latinas tenían una limitada capa­ cidad para el liderazgo, y en el caso particular de México, los españoles originales se habían debilitado por su absorción en la población nativa. Semple concebía todo esto como la base de una ciencia exacta de la expansión. Al describir el proceso constante de colmatación de la frontera (a expensas de las ha­ bitantes originales), ella estaba simplemente investigando «una frontera más científica». Hacia el oeste, el Pacífico era la única «frontera absoluta»; hacia el sur el río Gila «representaba un avance de una frontera acientífica a una científica» (Semple, 1903: 235-236). El único com petidor peligroso en la lucha por el espacio norteam ericano, G ran Bretaña, estaba ocupado en otros luga­ res, siendo su base canadiense demasiado periférica y el clima septentrional demasiado severo para perm itir la densa pobla­ ción necesaria para la fuerza geopolítica. N ada podía evitar, por tanto, la realización del «destino manifiesto» (derivado de la naturaleza) del pueblo americano para ocupar el conti­ nente de océano a océano (Semple, 1903: 224). La siguiente cuestión para los señores de la lucha po r el espacio era cómo utilizar en el futuro su fuerza adquirida. El país m iró hacia el sur. Las islas del C aribe serían las siguientes en caer en el dom inio político; «esto es lo que podríam os llam ar la ley de gravedad político-geográfica» (Semple, 1903: 403). Semple esperaba que el gran imán de la naturaleza finalmente arras­ traría los fragm entos insulares hasta el poder del continente y esperaba el día en que su localización en el «M editerráneo americano» sería explotada por los Estados Unidos al límite de sus posibilidades.

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El mismo tipo de geopolítica era de aplicación a la cuenca del Pacífico la cual, sin embargo, sería explotada sobre la base de las posiciones ya establecidas en el Atlántico. Semple (1903: 421) enunciaba el principio científico de que «aquellos países que tuvieran un punto de apoyo en ambos océanos tenían ventaja ; y su fuerza potencial estaría en proporción a la lon­ gitud y proximidad de sus dos frentes oceánicos y la inventiva de sus hinterlands respectivos». Ella evaluaba las desventajas geográficas y raciales de los poderes en competencia — China dom inada por gente nómada, demasiado aislada y no vitaliza­ da por el Atlántico; el Japón, falto de extensión y de población; Canadá, aunque de sangre anglosajona, demasiado septentrio­ nal. Señalaba las ventajas de las posesiones estadounidenses en las Filipinas y Samoa. «La gravedad política» llevó a las islas de Hawai a la dom inación de los Estados Unidos, mientras que una cadena de sucesos históricos «sobre todo geográficos en sus causas, determinó que las Filipinas fueran el canal de la influencia americana al este» (Semple, 1903: 430, 433). Su libro term inaba con una nota de fervor nacionalista, alabando las cualidades de la naturaleza en Norteam érica y las cualidades raciales derivadas del entorno de la rama americana de los anglosajones, en una ávida anticipación de la consecuencia de preeminencia política de los Estados Unidos en el Pacífico, «el océano del futuro». Los escritos de Semple tuvieron u n atractivo inmediato para las fuerzas sociales dominantes de su tiempo; como afirma Colby (1933: 233), American H istory fue «ampliamente leído y debatido». Ella explicaba la superioridad nacional en los nuevos términos de la «ciencia» natural, concretamente al proporcionar una versión ambiental del «racismo científico». Proporciona una nueva versión del destino manifiesto al atribuir la expansión estadounidense a la predestinación natural: «El liderazgo de los Estados Unidos en la enunciación de la D octrina M onroe tiene

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su base última en las condiciones geográficas» (Semple, 1903: 237).18 Ella excusaba las acciones sangrientas que conllevaba la expansión como la difusión de un orden más alto de civilización y e 1 establecimiento de una «vanguardia científica». Ocultaba la naturaleza de clase del capitalismo estadounidense bajo una apariencia de avanzadilla democrática. Si Turner y Mahon no hubieran hablado ya mucho de ello, Semple habría sido la en vez de una ideóloga del prim er período imperialista de los Estados Unidos. Tal como fue, ella orientó la geografía norte­ americana hacia una dirección ambientalista/evolucionista. Pero antes de entrar en ello, debemos detenernos a criticar con ma­ yor detalle toda la posición intelectual y política adoptada por Spencer, Ratzel, Semple y la geografía determinista ambiental de principios del siglo XX. U n a crítica m a rx ista El capitalismo y el imperialismo fueron objeto de un segundo análisis, el materialismo histórico de Marx, Engels y Lenin.

18. Como señala Smith (1984: 11), la naturaleza llegó a ser no solo el texto de Dios, sino Dios mismo en el «naturalismo cristianizado» del siglo XIX. La ideología del destino manifiesto, afirma, estaba basada en esta fundación filosófica. Creo que, sin embargo, al avanzar el siglo, Dios fue dejado atrás como causa original, mien­ tras que para autores como Semple devino la causa crecientemente efectiva. He su­ gerido que, en Semple, incluso podemos ver la idea de una «naturaleza consciente». Como el lenguaje utilizado para describir esto es siempre (necesariamente) poético, es difícil adivinar la proporción exacta de divinidad y naturalismo. Sí se encuentra en Semple, no obstante, la creencia de que la naturaleza sabe más que los humanos. Así, en una elogiosa explicación del imperialismo japonés, en la que sus métodos coloniales son descritos como «animados por un espíritu inteligente y bondadoso para proteger a los nuevos sujetos de Japón y para desarrollar los recursos de las recién adquiridas tierras», también leemos que «la política de Japón no deja margen para ciertas fuerzas naturales que ven más el futuro del desarrollo nacional que el más inteligente de los gobiernos» (Semple, 1913: 255). Nótese también que, sobre |a base de un análisis de recuento de palabras, Hawley (1968) sostiene que la natu­ raleza asumió un papel activo en los escritos de Semple a partir de 1911.

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Aparte de ciertos aspectos de la crítica de Febvre (1925) al determinismo ambiental,19 la geografía estaba al margen de esta alter­ nativa, pese a que una versión bastante completa estaba disponi­ ble en la brillante exposición de Wittfogel (1929).20 La geografía, por tanto, ha tenido una tendencia continuada ' a infravalorar o malentender la sociedad que intercede entre la naturaleza y lo humano. Y eso que el efecto de la naturaleza en los humanos está siempre mediado por la sociedad: los efectos naturales va­ rían con el nivel y la forma de organización social. Además, el contexto natural está modelado por la actividad social: los hu­ manos están crecientemente condicionados por lo que, colectiva e históricamente, han hecho de la naturaleza —es decir, por una «segunda naturaleza»; U na explicación de las relaciones entre el m undo natural y la vida humana requiere así «una teoría social elaborada o al menos algunas suposiciones sobre el proceso his­ tórico de desarrollo social» (Dunford y Perrons, 1983: 66). En el materialismo histórico, esta teoría es proporcionada por el con­ cepto de Marx de actividad productiva social. El trabajo social proporciona el eslabón perdido entre la naturaleza externa y las cualidades internas de los seres humanos:

19. Febvre (1925: 236-237, 367) sostenía que la conformación del género hu­ mano por las condiciones naturales debía tratarse como los humanos haciéndose a sí mismos a través del trabajo. O más generalmente, el ser humano estaba dotado de una actividad de su propia capacidad de crear y producir nuevos efectos, con lo que es el fin de la determinación en el sentido real de la palabra», es decir, «no hay necesidades sino posibilidades por todas partes». 20. En la importante reformulación de Marx por Wittfogel (1929), la natu­ raleza objetiva de la Naturaleza determina la dirección seguida por la actividad productiva al proporcionar materiales naturales y, más importante, las fuerzas na­ turales de producción. Como diferentes organismos sociales encuentran diferentes medios en sus entornos, sus modos de producción son diferentes —por ejemplo, las variaciones ambientales fueron el origen del desarrollo social multilineal. Ello llevó finalmente a Wittfogel (1957) a que su concepción cuasi-marxista de «despo­ tismo oriental» estuviera fundada, como el modo de producción asiático de Marx, en la necesidad condicionada ambientalmente de irrigación y, por tanto, los prime­ ros desarrollos del Estado despótico en las organizaciones sociales hidráulicas.

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La teoría de Marx de las relaciones entre la producción social y el medio ha sido ampliamente discutida en otros luga­ res (Prenant, 1943; Schmidt, 1971; Timpanero, 1975; Parsons, 1977; Burgess, 1978; Walker, 1979; A. Sayer, 1979; Smith y O ’Keefe, 1980; Quaini, 1982; London G roup, 1983; Smith, 1984). Para el fin que nos ocupa, es más relevante una com­ paración del materialismo histórico de Marx con el enfoque organicista natural. Ello nos dará la oportunidad de criticar el darwinismo social y el determinismo ambiental de la única forma aceptable —desde la sólida posición de una perspectiva alternativa. Generalización histórica El darwinismo social fue toda una manera de entender el m un­ do. Perseguía el descubrimiento de un conjunto de principios naturales que fueran aplicables tanto al m undo natural como al humano-social. La historia de la hum anidad a la que daba resultado era vista en térm inos de una evolución orgánica eter­ na. Sus generalizaciones la hicieron atractiva intelectualmente para una mente burguesa impresionada por la ciencia natural, mientras que la misma cualidad le dio importantes funciones legitimadoras. Aunque cuando el hechizo sociobiológico se rom pió por el curso de los acontecimientos científicos y sociopolíticos, la naturaleza dogmática de sus generalizaciones hizo que el determinismo ambiental se volviera de golpe poco convincente mientras que la geografía, por reacción, se movía en la dirección de una idiosincrasia idiográfica incluso más acientífica en los años 1930 y 1940. En el materialismo histórico, en comparación, había una distinción entre los niveles históricos y transhistóricos de la teoría y las categorías analíticas (D. Sayer, 1979; G ibson y H orvath, 1984). Todas las épocas históricas tienen ciertas ca­ racterísticas comunes. Cuando «son filtradas por la compara­

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ción», pueden separarse los «elementos que no son generales ni comunes», de modo que las diferencias esenciales permanezcan cuando las dos se combinan en afirmaciones generales (Marx, 1973: 85 ). Para Marx, la similitud transhistórica surge de las relaciones que todos los individuos humanos deben tener: una relación con la naturaleza, especialmente como apropiación o propiedad, que le proporciona la base material de la existencia; y una relación con otros, como en las relaciones sociales de producción, que aseguran la continuación y perm ite la mejora de la existencia material. Pero la relación con la naturaleza está siempre mediatizada por la pertenencia individual a un grupo social definido que ocupa un territorio determinado. Así, la apropiación de la naturaleza tiene lugar dentro y a través de una fo rm a histórica específica de sociedad. Ello lleva a Marx (1973: 471-514) a un análisis de la formas sociales de la historia humana y de las diferentes relaciones de propiedad o maneras de apropiarse la naturaleza que las caracterizan (Peet, 1981). Las generalizaciones sobre las relaciones ambientales se hacen dentro de esta metodología histórica particular —como parte de una ciencia de la historia social más que natural. La estructura de la sociedad En la elaboración del análisis sociobiológico, la analogía entre el organismo y el organismo social jugaba un papel fundamental. Las comparaciones analógicas entre lo teorizado y lo que estaba en gran parte sin teorizar pueden crear avances en la compren­ sión; pero estos avances pueden darse en direcciones equivoca­ das, especialmente bajo circunstancias sociopolíticas que favo­ recen determinados tipos de analogía como la base de teorías de legitimación. De modo más general, no obstante, la analogía es un mecanismo metodológico burdo, incapaz de aportar un análisis de las diferencias esenciales entre grupos de fenómenos. En este caso, la analogía orgánica se mostró incapaz de propor­

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cionar un análisis científico de la conciencia humana, que en el caso de Semple era una mera versión aceptada, localizada, de la voluntad de la naturaleza. Además, la analogía reducía la estruc­ tura social a un conjunto de funciones biológicas y hacía de la localización una cuestión puram ente de determinación natural. Las deficiencias de esta «sociología» burda, naturalista, funcional-estructural que inició Spencer, devinieron especialmente obvias cuando se «explicaba» la dinámica del organismo social. Simplemente se desarrolló cuando podía de modo natural en las condiciones de competencia imperantes. Además, las dife­ rencias regionales en el desarrollo histórico solo podían ser ex­ plicadas por variaciones raciales en las capacidades, implantadas directamente por factores ambientales naturales. De modo que, a medida que el siglo XIX llegaba a su fin, lo que empezó como materialismo geográfico se vio forzado al idealismo geográfico, el misticismo natural, y la pseudociencia de la raza. Además, en el siglo XX, incluso los aspectos científico-evolucionistas del trabajo de Ratzel y de Semple se perdieron, los frecuentes saltos daban lugar a un racismo simplista y torpe, con afirmaciones que no han estado a la altura científica de la geografía: Allí donde los negros son mayoría [en América Latina] han quedado, en su m ayor parte, atrasados. Son propen­ sos a ser pueriles, inactivos e indiferentes al progreso. Viviendo en las tierras tropicales de América Latina, don­ de la naturaleza es generosa para satisfacer sus necesidades inmediatas, tienen pocos estímulos para el esfuerzo a pesar de que la esclavitud ya haya pasado. Form an un elemento de difícil asimilación en una economía basada en los estilos de vida europea (Fleure et al., s.f.: 194). Una afirmación com o ésta, tomada de un libro de texto editado por prominentes geógrafos británicos y dirigido a es­

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colares, no solo es el resultado de la aberración de su propio autor sino de la adhesión a una form a de análisis que acentuaba las cualidades naturales del ser humano. Al igual que el estudio de los efectos naturales de los medios regionales, el racismo era la versión geográfica de esa teoría. Los naturalistas de orienta­ ción regional se vieron forzados al racismo como la base de la explicación social. El materialismo histórico tam bién aspira a la ciencia. A diferencia de Spencer, sin embargo, empieza con una versión específicamente humana de la relación con la naturaleza como apropiación y transform ación a través del trabajo consciente. Marx trata esta relación en su afirmación más general (transhistórica) sobre el proceso de trabajo humano: El trabajo es, ante todo, un proceso entre el hom bre y la naturaleza, un proceso m ediante el cual el hom bre, m ediante sus propias acciones, interviene, regula y con­ trola el m etabolism o entre él mismo y la naturaleza. Se enfrenta a los materiales de la naturaleza com o una fuer­ za de la naturaleza. Pone en acción las fuerzas naturales que pertenecen a su propio cuerpo, sus brazos, piernas, cabeza y manos, para apropiarse de los materiales de la naturaleza de form a que se adapte a sus propias nece­ sidades. A través de este m ovim iento, actúa frente a la naturaleza externa y la cambia, y de este m odo sim ul­ táneam ente cambia su propia naturaleza. D esarrolla las potencialidades adorm ecidas en la naturaleza, y se som e­ te al juego de sus fuerzas para su propio poder soberano. (Marx, 1976: 283) La conciencia humana, para Marx, es una potencialidad natural desarrollada a través del proceso de trabajo social y estructurada por las características de ese proceso. El propó­

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sito de la conciencia guía pues las siguientes interacciones con la naturaleza: U na araña realiza operaciones que se parecen a las de un tejedor, y una abeja haría avergonzar a más de un arquitec­ to hum ano por la construcción de las celdas de un panal de miel. Pero lo que distingue al peor arquitecto de la mejor de las abejas es que el arquitecto construye las celdas en su mente antes de construirlas en cera [es decir, en forma de modelo]. Al final de cada proceso de trabajo, se produce un resultado que ha sido ya concebido de entrada por el trabajador, de m odo que ya existía idealmente. El hom bre no solo ejerce un cambio en la form a de los materiales de la naturaleza; tam bién realiza su propio propósito en esos materiales. (Marx, 1976: 284) Para Marx, hay una diferencia fundamental entre las ac­ tividades hum anas y otras actividades naturales, expresada en la frase (modificada) «los humanos se hacen a sí mismos». Los humanos son capaces colectivamente de controlar las condiciones de su existencia de m odo que ya no están bajo la determinación directa de las fuerzas naturales. Ello cambia el sentido del análisis pertinente desde la naturaleza externa a las características sociales internas — es decir, al m odo en que las colectividades humanas (sociedades) están organizadas y con­ troladas. Para Marx, el nivel de desarrollo de las fuerzas p ro ­ ductivas y las relaciones de producción determinan la estruc­ tura global de la sociedad. La conciencia se acumula a partir de experiencias históricas condicionadas socialmente, aunque en escenarios naturales diferentes. La expansión geográfica es el resultado no de un impulso natural o de un aumento natural de los efectivos sino de las contradicciones sociales de un modo de producción histórico concreto.

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Esta última cuestión recorre la filosofía social del siglo XIX como una corriente de fondo poco popular. Puede encontrarse en Hegel, von Thünen, y Marx (Harvey, 1981). Bajo las con­ diciones imperialistas de finales del siglo XIX y principios del XX, se desarrollaron diversas versiones en la literatura radical. Basándose en el pensamiento liberal crítico, Lenin (1975) puso el acento en la superabundancia de capital que forzó la adquisición de colonias en una lucha nacional intercapita­ lista por el control del m undo que culminaría en la Primera Guerra Mundial. Luxemburg (1951) apuntó a la necesidad de mercados externos y por tanto una tendencia del capitalismo a capturar y a disolver las sociedades no capitalistas del m un­ do. O tros escritores marxistas han remarcado las necesidades de la sociedad de recursos y trabajo adicionales por parte de los poderes imperialistas dominantes (Brewer, 1980). El tema com ún de estas teorías es la necesidad social, más que natural, de la expansión imperialista. Por tanto, el análisis adecuado es social y económico más que biológico. El propósito social es el producto de las decisiones de clase tomadas con fines de clase determinados, más que la voluntad de la naturaleza manifesta­ da en las diversas propensiones y capacidades. Conciencia A bordando la dimensión más difícil de la ciencia social, el marxismo sostiene que el m odo de producción y no directa­ mente el medio natural es el origen prim ario de la conciencia. Reconocerlo hace posible contem plar el descubrimiento de le­ yes científicas sociales del desarrollo del pensamiento. Cuando la existencia humana estaba dominada por una dependencia inmediata de la naturaleza (en un nivel bajo de desarrollo de las fuerzas productivas), la conciencia estaba de modo similar dominada por la naturaleza. Marx (1976: 173) especifica la for­ ma de dominación como la deificación de las fuerzas natura­

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les. En los «organismos sociales de producción antiguos», las limitaciones reales (naturales) sobre la acción hum ana estaban reflejadas en el «antiguo culto a la naturaleza». Al aumentar la fuerza productiva humana, surgió la posibilidad para una interpretación científica de la naturaleza. Pero la conciencia estaba también determinada por las relaciones sociales de producción. Las relaciones de dom inio de clase requieren que incluso la teoría natural esté socialmente legitimada — de ahí, el énfasis inicial de Darw in en la competencia en la natura­ leza. La liberación potencial de la conciencia de la opresión religiosa y mística fue, por tanto, solo realizada parcialmente (Peet, 1985). La mayoría de científicos naturales retuvieron las teorías religiosas y místicas en una poco fácil alianza con su ciencia. El entendim iento social en particular estaba necesaria­ mente mistificado. El materialismo histórico no niega la base biológica del ser hum ano (Timpanero, 1975) o del proceso de evolución natu­ ral; de hecho, M arx quería dedicar El Capital a Darwin. Lo que propone en su lugar es la adición de una dimensión espe­ cíficamente social al análisis natural; el trabajo social dirigido concientemente marco una nueva era en la historia de la evo­ lución. La reproducción material form a la base de la sociedad. La dialéctica de la lucha social es su dinámica. El materialismo dialéctico aspira así a una ciencia social de la existencia y el desarrollo humano. La tra y e c to ria de u n a disciplina El interés de la disciplina por las relaciones hum anos-m edio es anterior a Ratzel y Semple (H artshorne, 1939: 39-101), al igual que el uso de analogías orgánicas en geografía (Stoddart, 1967: 514-518). Sin embargo, la definición de la geografía com o la ciencia de las relaciones hum anos-medio, con el uso de la

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analogía orgánica para ilum inar esta relación científicamente, pertenece al último tram o del siglo XIX y principios del XX. Este enfoque no fue el resultado exclusivo ni siquiera principal de la dinámica interna del desarrollo de la geografía, sino de los descubrimientos de la biología evolucionista y de la urgente necesidad de una teoría que legitimara las relaciones sociales capitalistas, la lucha entre sociedades, y la expansión geopolíti­ ca en una época imperialista. U n m odo de conocim iento teórico com pletam ente di­ ferente relacionado con los orígenes y el desarrollo de la vida hum ana creció d entro del capitalismo haciendo añicos los viejos modelos de la tierra y sus habitantes que habían sido apropiados para formas sociales anteriores. Incluso las versiones burdas de la nueva ciencia burguesa eran suficien­ tes para vencer lo viejo en disciplinas com o la sociología y la geografía, que estuvieron dom inadas po r el naturalism o evolucionista durante la segunda m itad del siglo XIX. Pero más que la form ulación de D arw in, fue la analogía orgánica de Spencer y la concepción de Lam arck de la adquisición directa de características del m edio las que desem peñaron el papel principal en la geografía. La antropogeografía de Ratzel era una versión espacial de la teoría del organism o social. El determ inism o ambiental de Semple, el paradigma dom inante de la geografía angloamericana de finales del siglo XIX y principios del XX, sacaba su inspiración intelectual de la corriente de pensam iento biológico, y especialmente social darw inista, que se extendió en las ciencias sociales en las dé­ cadas post-D arw in. La adhesión a este paradigm a no fue el resultado solo de su poder de persuasión científica. La era de la hegemonía intelectual de la biología fue tam bién la era de la expansión imperialista y creciente conflicto entre sociedades. Desde una posición m arxista, estos procesos pueden entenderse cientí­

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fic a m e n te e n t é r m in o s

de

la s c o n t r a d i c c i o n e s

in h e re n te s

de

u n a s o c ie d a d h is t ó r ic a c o n c r e t a — la n e c e s id a d d e c o n q u is t a r a o t r o s p r o v i e n e d e la n e c e s id a d d e m a n t e n e r y e x p a n d i r u n a s o c ie d a d

b a sa d a

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c la se s.

D e sd e

una

s o c ia l, e n c o m p a r a c i ó n , la e x p a n s i ó n c o n te m p la d a s o r g a n ism o s, h a c ia

un

com o com o

c a r a c te r ístic a s m o m e n to s

p o sic ió n

d a r w in ista

y la c o m p e t e n c i a n a tu r a le s

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en

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n iv e l s u p e r io r d e c iv iliz a c ió n . ( A q u í e n c o n tr a m o s

un v e stig io

d e u n a c o n c e p c ió n

r e lig io s a d e la n a t u r a le z a . A l

e x a m in a r la n a t u r a le z a , s e p o d í a a d iv in a r n o s o lo lo s e fe c t o s a la r g o p la z o d e la s fu e r z a s p u r a m e n t e m a te r ia le s s in o ta m b ié n o b t e n e r e l m e jo r in d ic io d e la v o lu n t a d d e D i o s — lo q u e e r a n a tu r a l ta m b ié n e ra m o r a l). L e jo s d e p r o d u c ir u n a te o r ía c r í­ tic a d e l i m p e r i a l i s m o , e l u s o n a tu r a lista

fu e

p r e d o m in a n te d e l p e n sa m ie n to

le g itim a r el p o d e r

e x p a n s io n ista

a d a p t a d o s . E l p a p e l d e la g e o g r a f í a

de

e n la f o r m a c ió n

lo s

m ás

d e e sta

i d e o l o g í a f u e e l d e e x p l i c a r la a d a p t a c i ó n e n l o s n u e v o s t é r m i ­ n o s « c ie n t íf ic o s » d e c a u s a c ió n a m b ie n t a l — d e a h í, la a te n c ió n d e la d i s c i p l i n a e n l o s d e t e r m i n a n t e s g e o g r á f i c o s d e la s o c i e ­ d a d y la h is t o r ia . L o s p r o b le m a s in h e re n te s a e sta « c ie n c ia » d a r w in is ta s o ­ c ia l s u r g ía n d e s u in c a p a c id a d p a r a c o m p r e n d e r la s p r o f u n d a s d ife r e n c ia s e n tr e lo s s e r e s h u m a n o s y e l r e s to d e la n a tu r a le z a . E s t a s r e s id e n e n la in t r in c a d a n a t u r a le z a s o c ia l y e l p o d e r p r o ­ d u c tiv o d e l p r o c e s o d e tr a b a jo h u m a n o y el d e s a r r o llo d e u n a c o n c ie n c ia q u e p e r m it e q u e e ste p r o c e s o se a a u to d ir ig id o . E n e l c a s o d e l o s h u m a n o s , p o r t a n t o , la d e t e r m i n a c i ó n n a t u r a l e s t á r e b a t id a p o r la d e t e r m in a c ió n s o c ia l. L a t e o r ía n a t u r a l d e b e s e r c o r r e g id a p a r a in c lu ir u n a c ie n c ia s o c ia l e sp e c ífic a m e n te h u ­ m a n a . L a a n a lo g ía o r g á n ic a se m o s t r ó in h e re n te m e n te in c a p a z d e p r o p o r c i o n a r la b a s e p a r a u n a t e o r ía a s í, p e s e a lo c u a l se m a n tu v o p o r q u e e ra u n a h e r r a m ie n ta m e t o d o ló g ic a m e n te ú til e n la t e o r í a d e la le g i t i m a c ió n . E s t a in c a p a c i d a d i n h e r e n t e lle v ó

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a la «ciencia» sociobiológica en la dirección del misticismo natural: el m otor subyacente de la historia se convirtió en la fuerza activa de una naturaleza consciente. En ausencia de una teoría adecuada de los orígenes sociales de la conciencia y el propósito hum ano, los darwinistas sociales se vieron forzados a m antener una creencia en una conciencia sobrehum ana para explicar la dinámica de la historia. Geografía cultural El determinismo ambiental devino cada vez más socialmente disfuncional en los años 1920 después de que los principales asuntos de la dominación imperialista del m undo se hubieran zanjado con la Primera Guerra M undial.21 Al mismo tiempo, estaba sujeto a la crítica académica teórica. Seguiré aquí una parte de esa crítica en la geografía cultural estadounidense. Barrows (1923: 2; Koelsch, 1969) inició una tibia crítica desde dentro de la escuela ambientalista señalando que las relaciones entre los humanos y el medio debían verse desde el punto de vista de la adaptación hum ana ya que era «más fácil que esta diera lugar al reconocim iento y adecuada evaluación de todos los factores implicados, y especialmente, minimizara el peligro de conceder una influencia determinante que no tienen a los factores ambientales. Sauer (1963: 320) prosiguió con la argu­ m entación más contundente de que la transposición de una ley divina a una ley natural om nipotente había causado que «la adhesión entusiasta a la fe de la causación» sacrificara sus preocupaciones iniciales en nom bre de un «riguroso dogma de cosmología naturalista, más notablemente en la fisiografía y

21. Sin embargo, una geopolítica ambientalista mantuvo su poder, tanto en la sociedad como en la disciplina de la geografía, donde los movimientos imperialistas y expansionistas habían sido mayormente frustrados: Alemania (Dorpalen, 1942) y Japón (Takeuchi, 1980).

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antropogeografía norteamericana». Com o él mismo añadiría más tarde, «la ley natural no es de aplicación a los grupos so­ ciales» (Sauer, 1963: 359). En lugar de ello, lo que los humanos hacían en un área implicaba el papel activo de la cultura en el m odelado del paisaje (Sauer, 1963: 343). La naturaleza solo proporcionaba los materiales que establecían los límites den­ tro de los que quedaban muchas posibles opciones. La adapta­ ción podía ser ayudada por las «sugerencias que el hom bre ha obtenido de la naturaleza, quizá por una proceso imitativo, en buena medida subconsciente» (Sauer, 1963: 343). Pero también era el producto de hábitos adquiridos o inventados, habilida­ des aprendidas que se difundieron por el espacio. Finalmente, lo hum ano se convirtió en el «dominante ecológico», una fuerza que «afectó el curso de la evolucion orgánica» (Sauer, 1956: 49). La crítica de Sauer desempeñó un papel central para acabar con el determinismo ambiental como la teoría hegemónica de la geografía e inició una redefinición como «ciencia social, in­ teresada po r... la diferenciación espacial» (Sauer, 1924: 17). La cuestión, no obstante, es si Sauer proporcionó una alternativa teórica adecuada para la geografía. Cosgrove ha criticado a Sauer por no proporcionar una teoría concreta de la emer­ gencia y la naturaleza de la cultura; tanto Vidal de la Blache como Sauer, señala, veían a la cultura como «especies de mera inventiva humana» (Cosgrove, 1983: 3). Así, Sauer (1969: 2-3): «El hom bre comió el fruto del Á rbol del Conocim iento y por tanto em pezó a adquirir y transm itir el aprendizaje, o ‘cultu­ ra’... De vez en cuando, surgía una nueva idea en algún grupo y se convertía en habilidad e institución». Estaría de acuerdo con Cosgrove en que, para la geografía cultural, era difícil una teoría de la conciencia no mística. Com o resultado, la geogra­ fía cultural fue incapaz de establecer una base filosófica segura para la comprensión del uso hum ano de la tierra y ha m ostrado

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una tendencia continuada a degenerar en un eclecticismo p ro ­ vinciano. 22 L a g eografía regional y la g eo m etría espacial Libre de un efecto disciplinar de una clara función social, con el determinismo ambiental criticado pero no reemplazado de m odo efectivo, la geografía derivó durante los años 1930, 1940 y 1950 hacia una versión regionalista de lo que a m enudo ha permanecido como una agenda oculta determinista. La conti­ nua influencia de la «geografía clásica» era visible, por ejemplo, en el diseño de los libros de texto de geografía que «empiezan con cosas como geología de las rocas y el clima, siguen con la vegetación y los suelos y term inan con los asentamientos, la agricultura, la industria y el transporte — una secuencia expo­ sitiva perfectamente lógica en ‘térm inos clásicos’ que lo es m e­ nos cuando se abandona el punto de vista ‘clásico’» (Wrigley, 1965: 7). La geografía perdió su posición como teoría principal de legitimación prim ordial cuando las necesidades urgentes de la sociedad capitalista viraron de la conquista imperialista a los problemas sociales internos generados por la falta de una válvula de seguridad externa que estuviera siempre perm ane­ ciera abierta. Com o Harvey (1974b: 21) señala, el interés del Estado empresarial m oderno por la gestión del crecimiento económico y la contención del descontento fueron contes­ tados en el período posterior a la Segunda G uerra M undial 22. Es sintomático de la influencia duradera de Spencer que Sauer adoptara lo que Duncan (1980) ha llamado una «teoría superorgánica de la cultura» toma­ da de Kroeber, quien a su vez la había tomado de Spencer como su alternativa al determinismo ambiental asimismo ¡profundamente influido por Spencer! Con el tiempo, la tendencia fue a quitar fuerza a los «factores originales» de Spencer (la influencia del medio en las cualidades raciales) y enfatizar sus factores secundarios («superorgánicos»). La misma Semple formaba parte de este cambio de énfasis en el pensamiento post-spenceriano.

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por una geografía que crecientemente centró su atención en lo urbano, lo regional, y la gestión ambiental. A finales de los años 1950 y en los 1960, el énfasis de la disciplina cambió drásticamente a la geometría del espacio como fundam ento teórico para las nuevas funciones sociales. Ello también puede verse, sin embargo, como parte de una reacción interna con­ tra la insolvencia del determ inism o ambiental en la teoría y finalmente en el práctica. A unque con su supuesto displicente de una superficie homogénea, la geometría espacial creó un nuevo dualismo dentro del concepto de ambiente, entre na­ turaleza y sociedad. La analogía con la física, que subyace en el análisis espacial, se dem ostró igualmente inaplicable porque los «átomos» interactivos tienen conciencia y se com portan de modo imprevisible, a la vez que el espacio no es absoluto sino re-creado socialmente. La nueva «ciencia» de relaciones espaciales había perdido el interés original de la geografía por las siempre cambiantes cualidades de la superficie de la tierra y con los orígenes del com portam iento humano. Además, como la disciplina fracasó en encontrar la clave teórica para desvelar los secretos de su más profunda cuestión (ambiental), cayó en un embarazoso silencio justo cuando la relación entre socie­ dad y naturaleza entraba en un estado de contradicción y crisis durante los años 1960 y 1970. Lo que debía haber sido el mejor m om ento para la geografía fue, en cambio, el m om ento de su fracaso absoluto — la disciplina jugó un papel secundario en el debate ambiental de los años 1970. U n a ciencia social de relaciones am bientales Pero el entendim iento teórico sigue un camino complicado. Las vías m uertas pueden convertirse en nuevos puntos de arranque o nuevas versiones de caminos abandonados en la carrera original para emular a la biología. ¿Q ué es lo que

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distingue a los hum anos de los animales? El nivel de concien­ cia que perm ite a los hum anos entender, controlar e incluso destruir la naturaleza. ¿Q ué caracteriza la independencia típicam ente hum ana de la naturaleza? Las fuerzas y las rela­ ciones intrincadam ente sociales de producción que se inter­ ponen entre los individuos y el m undo natural. Y finalmente, ¿cómo están conectados estos dos tipos de particularidades humanas? Al actuar sobre la tierra durante la producción de sus vidas, los hum anos no solo transform an la naturaleza ex­ terna sino que encuentran y desarrollan su propia naturaleza interna. D ilucidar este proceso haría posible una ciencia de las relaciones hum anos-m edio capaz de guiar con precisión la práctica política. A g radecim ientos G ran parte de esta investigación y trabajo para este artículo fue llevada a cabo durante mi período sabático en 1983-1984. Reg Golledge proveyó un entorno cómodo en la Universidad de California, Santa Bárbara, en el otoño de 1983, y Mansell P rothero ayudó de m odo análogo en la Universidad de Liverpool en la primavera de 1984. Una prim era versión de este artículo fue sensiblemente mejorada por los comentarios de G erry Kearns y Phil O ’Keefe. Las observaciones críticas de David Harvey fueron particularm ente significativas en un mo­ mento crucial de la elaboración del artículo. Muchas gracias a todos ellos por su ayuda. B ibliografía BANISTER, Robert E. (1979), Social Darwinism: Science and myth in Anglo-American social thought. Filadelfia: Temple University Press.

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CULTURA, IMAGINARIO Y RACIONALIDAD EN EL DESARROLLO ECONÓMICO REGIONAL* Richard Peet Los marxistas se aproxim an al resbaladizo tema de la cultu­ ra a través de la tortuosa vía de la ideología. ¿Q uién podría olvidar la últim a parte del prim er capítulo de El Capital que trata de los reflejos religiosos del m undo real? En unos pocos párrafos M arx esboza las condiciones materiales para los diferentes tipos de religión: el culto a la naturaleza como un sistema de dioses, el culto a la hum anidad engrandecida como Espíritu. Bajo condiciones de dom inación, tanto si es por fuerzas naturales como por relaciones sociales deificadas, deidades ficticias inventadas explican lo que de otro m odo es inexplicable: las razones de los hechos, el propósito de la existencia, incluso los significados aparentem ente inherentes a la vida. Com o M arx en su día, tam bién ahora, en el apogeo de nuestra era actual, encontram os que la cultura científica m oderna tom a formas religiosas, místicas y misteriosas. N unca hemos sido m odernos... porque nunca hemos sido com pletam ente racionales. Más bien, la m odernidad com bina el pensam iento racional y el religioso en simbiosis totalm ente increíbles. Aquí, en las variopintas síntesis regionales entre la creencia y la lógica, es donde podem os descubrir las fuentes culturales de la economía. La sim bolización y el imaginario son m om entos cultura­ les de relativa libertad, lugares donde conceptualizar nuevos sistemas políticos y económicos. Poner el acento en la sim­

* © Environment and Planning A, traducido por Nuria Benach del original inglés «Culture, Imaginary and Rationality in Regional Economic Development», Environment and Planning A, 32 (2000); pp. 1.215-1.234.

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bolización da lugar a un nuevo tipo de marxismo, en el que la cultura, la ideología y la conciencia son causales tanto como resultantes. Enfatizar 1-a interpretación abre el marxismo al significado, a la em oción y al sentim iento. En conjunto, un nuevo énfasis cultural hace del m arxismo la base teórica de una política más libre, más democrática. N os encontram os ante una nueva fase del pensam iento radical, liberado de los grilletes de la corrección política po r el colapso de la U nión Soviética. En este artículo trato algunas ideas, térm inos y relaciones que implican un análisis cultural de los sistemas económicos a partir de varios años de investigación empírica sobre el desarrollo de N ueva Inglaterra. D urante esta investigación he llegado a la conclusión de que la geografía radical, en la tradición de la economía política, debe hacer uso de térm inos culturales com o sím bolo, imaginario y racionalidad para en­ tender procesos económicos fundam entales com o la mercantilización, la industrialización y el desarrollo. Em pezaré mi argum entación criticando las limitaciones del giro cultural en la geografía económica. Indagaré a continuaciónn en la teoría marxista de la cultura, reexaminando a Gramsci, Thom pson y Williams, poniendo especial atención en la experiencia, en la hegemonía y en las estructuras del sentir. A bordaré tér­ minos clave implicados en el análisis económ ico-cultural, especialmente los m om entos creativos de interpretación, sim bolización e imaginario. Sugeriré luego cóm o la imagi­ nación se convierte en la racionalidad y en la lógica de los sistemas económicos. Existe una conexión aquí con nociones weberianas com o las racionalidades formales y sustantivas. El argum ento quedará ejemplificado finalmente con una bre­ ve presentación de las bases calvinistas del desarrollo econó­ mico de N ueva Inglaterra. C oncluiré abogando p o r un nuevo tipo de economía política.

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La c u ltu ra e n la g eografía económ ica Aquí me estoy refiriendo al giro cultural en geografía económica (Lee y Wills, 1997; Mitchell, 1995; Saxenian, 1994; Schoenberger, 1997). La tradición positivista en geografía económica contem­ plaba la producción como una esfera material separada, guiada por factores impersonales tales como la oferta y la demanda, la tecnología y la productividad. Cuando las limitaciones inheren­ tes a ese enfoque mecanicista se hicieron evidentes, el interés giró en dirección a la cultura. Andrew Sayer y Richard Walker (1992: 164, 178), pese a reconocer que las formas de organi­ zación del capital llevaban la huella de las relaciones sociales locales, mantenían que el eterno término etéreo de «cultura» servía como cajón de sastre para todo lo que de otro modo era inexplicable; para ser eficaces, los teóricos tendrían que mostrar exactamente «cómo las características culturales se traducían e n alta productividad». N o obstante, el interés por un enfoque cultural de la economía continuó creciendo en dos direcciones principales. Por un lado, los estudios a partir de las nociones de redes sociales y «embeddedness»* desarrollados en sociología económica (Granovetter, 1985). Por ejemplo, el excelente estu­ dio de Katharyne Mitchell (1995: 379) sobre el «embeddedness» social de las prácticas económicas entre la selecta sociedad china comercial (Hong Kong): aquí la atención se centraba en «las conexiones de las redes de las familias extensas, las sociedades fiduciarias, y la importancia de las conexiones socioculturales en el uso del crédito y la información». Por otro lado, hay estudios más relacionados con el materialismo cultural en la tradición de Edward P. Thom pson o Raymond Williams. Por ejemplo, el innovador trabajo de Erica Schoenberger (1997: 119-123) " En ausencia de un acuerdo sobre una versión española de este término (a menudo traducido como embebido, empotrado, incrustado o encuadrado), hemos optado por dejar el término original. [N. de la T.]

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sobre las estructuras y las estrategias empresariales: la cultura produce conciencia práctica, el «marco tácito para las relaciones sociales diarias» y los «procesos de interpretación y la construc­ ción de conocimiento». Los dos enfoques pueden relacionarse al contemplar que las redes, los marcos y las formas prácticas de conciencia comercial son aspectos de culturas regionales más integradas, que reflejan algo muy básico en las experiencias de los grupos de personas. Ello depende, sin embargo, de abarcar y hacer intervenir algunos conceptos, tal como espero mostrar. Más estrechamente vinculado a este trabajo, los estudios sobre la formación del cinturón industrial norteamericano se han realizado habitualmente a una escala y con un énfa­ sis económico que parece descartar factores culturales (por ejemplo, Smith y Dennis, 1987). Algunos trabajos reconocen que las economías industriales se im plantaron en contextos sociales, pero la «economía política clásica» del Medio Oeste norteamericano de Page y W alker (1991: 282) sostiene que «la creciente productividad en la industria y la agricultura es la principal fuerza m otriz del desarrollo regional». En una economía política como ésta, una fuerza anónima llamada «productividad» se teoriza como agencia. En cuanto a las investigaciones sobre Nueva Inglaterra, podemos utilizar la geografía histórica de David Meyer. En sus trabajos iniciales, M eyer (1983) ve el prim er crecimiento de la Costa Este como el resultado de una serie de estímulos económicos abstractos. U n pasaje típico sería: En las primeras décadas del siglo XIX las regiones de la Costa Este se industrializaron, y en cada nueva región colonizada fueron emergiendo sucesivamente sistemas industriales. La creciente demanda regional estimuló el desarrollo de manufacturas diversas, orientadas a los mer­ cados regionales. Simultáneamente, surgió un sector p ro ­

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ductor de bienes duraderos para abastecer a las industrias crecientes. Las regiones del Este tenían las primeras pocas industrias de mercado nacional/multiregional porque eran más accesibles a los mercados extrarregionales que las re­ giones fronterizas ... Típico de su tiempo, este estudio, empíricamente rico, era teóricamente pobre en términos de cultura y agencia: las in­ dustrias «emergían» porque había demanda para sus produc­ tos, los sectores «surgían» para «abastecer» a otros sectores, y así sucesivamente. En un tratam iento del tema como este, las personas eran las «variables» m ientras que la oferta y la demanda eran los «agentes». La cultura regional que p rodu­ cían los agentes humanos, que realmente eran los que la hacían surgir y funcionar, brillaba por su ausencia. Así era la geografía histórico-económica positivista. El trabajo posterior de M eyer (1998) subsume la teoría clá­ sica de la localización en un m arco de economía política que se inspira en el concepto de «embeddedness» (Granovetter, 1985). En esta mejorada aproximación, M eyer ve los distritos industriales como form ándose sobre una base de recursos hu­ manos de individuos instruidos y técnicamente competentes. Los lazos sociales se mantienen y la información circula en redes sociales localizadas mientras que redes más ampliadas refuerzan la probabilidad de form ación de distritos industria­ les. U n fragm ento típico sería: Las redes sociales con cohesión interna refuerzan la pro ­ babilidad que surjan empresas cooperativas (concesiones, subcontrataciones) en los distritos. N o obstante, las redes sociales con vínculos con otras redes refuerzan el distrito industrial porque expanden su rango de posibles empresas. (Meyer, 1998: 35)

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La cultura y la agencia obtienen aquí un fugaz reconoci­ miento antes de desaparecer ante la rápida caída de una cortina de economicismo. Pero la idea de que los actores hacen cosas porque tienen información es ingenua en un doble sentido. En sus propios términos, presupone actitudes hacia la infor­ mación, y capacidades para utilizarla, que son especificidades culturales más que atributos universales, incluso en el com­ portam iento hum ano culto. En Nueva Inglaterra estos atri­ butos deben buscarse en la cultura protestante que dio lugar a la población más instruida del m undo más allá de la Escocia calvinista (Brown, 1989). Los flujos de información necesitan una contextualización cultural antes de que puedan contribuir a entender la agencia económica. En térm inos teóricos más ge­ nerales, el análisis de M eyer ignora toda la gama de creencias, actitudes y racionalidades que form an la base motivacional de la acción económica. Los agentes tienen que tener ganas de empezar y estar preparados para la innovación antes de que la información desencadene una acción económica. Y esta «preparación» es el resultado de una larga y agitada historia cultural. En general, el análisis de redes sociales que surge de la sociología económica enfatiza en exceso la forma social (redes) frente el contenido cultural (ideas comunicadas a través de re­ des) y el contexto (la base ideológica de las relaciones sociales). Las redes que aumentan las probabilidades y expanden las po­ sibilidades son escasamente diferentes de las ideas positivistas tradicionales que entendían las personas como variables, y la demanda y la oferta como agentes. Teorías m arx ista s de la c u ltu ra El estudio cultural de la actividad económica conlleva un análisis diferente, tanto en términos de tema — la cultura es principalmente una práctica simbólica— como de actitud — la

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cultura trata temas subjetivos más que objetivos. Los estudios culturales de la economía deben adoptar enfoques históricos sobre las dinámicas regionales en períodos dilatados, porque la cultura es un proceso continuo de cambios secuenciales y acumulativos, y las relaciones culturales retienen su contenido, en formas nuevas, durante períodos considerables de tiempo. De m odo que podem os continuar la discusión sobre cultura y economía volviendo al materialismo histórico de Marx, que contiene esas características que estamos buscando. En los propios trabajos de Marx la expresión «conciencia social» se acerca a los significados contem poráneos del térm ino «cul­ tura»; el pronunciam iento más directo de Marx (1970: 20-21) sobre el tema es el siguiente: En la producción social de su vida, los hom bres entablan determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que se corresponden con una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la socie­ dad, la base real sobre el que se levanta la superestructura política y jurídica y a la que corresponde determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en general. N o es la conciencia de los hom bres la que determ ina su existencia, sino al contrario, su existencia social determina su conciencia. Q uizá las interpretaciones más convincentes de pasajes como éste son las que los colocan en su contexto filosóficodiscursivo. Louis D u p ré (1983) realiza una de las mejores interpretaciones contextuales de la crítica de la cultura de Marx.

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Las interpretaciones del progreso histórico de la Ilustración francesa, afirma Dupré, contem plaban las ideas tanto respon­ diendo a las necesidades materiales determinadas geográfica­ mente (Montesquieu) como respondiendo más directamente a las condiciones económicas (Rousseau, C ondorcet y, especial­ mente, D estutt de Tracy). En el idealismo rom ántico alemán, nacionalistas como Herder, discípulo de Kant, veían a los pue­ blos nacionales expresando verdades permanentes en formas históricas como complejos culturales únicos, en una especie de teleología regional. (Creo que esto llegó a la geografía alemana del siglo XIX a través de Ritter [ver H artshorne, 1939: 38, 51­ 54] y, por tanto, a la geografía regional). En el idealismo hegeliano, por el contrario, la conciencia de grupo expresaba de m odo erróneo la conciencia total del m undo llamada Espíritu — de ahí la posibilidad de conciencia ideológica y alienada. Marx siguió la cuestión del condicionamiento social de las ideas pero quiso especificar m ejor los modos de conciencia de clase: el trabajo físico y mental como base material del dua­ lismo entre el cuerpo y las ideas; las ideologías como reflejos y ecos de las prácticas reales de la existencia; los sistemas de pensamiento que malinterpretaban sus propios orígenes; la naturaleza lingüística de todas las actividades conscientes; etcétera. Marx veía las estructuras económicas como formadas por personas inteligentes e imaginativas, de modo que la prin­ cipal distinción no residía entre realidad física y conciencia no material, sino entre actividad consciente y su racionalización. Pese al predom inio de interpretaciones arquitectónicas de la afirmación del Prefacio de Marx, D upré (1983: 253-258), siguiendo a O llm an (1976), se decanta por una «concepción orgánica» que integre los diversos procesos de socialización sin reducir unos a otros. Este tipo de conclusión compleja ha sido alcanzada de d i­ versas maneras. Frente a las ideas althusserianas de relaciones

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«mecánicas» entre la base «económica» como una esfera «ma­ terial» separada, E.P. Thom pson prefirió la idea de la «esencia de relaciones humanas características» (explotación, dom i­ nación, codicia) situada en el corazón de cualquier m odo de producción. Para Thom pson, «los procesos y las relaciones de producción que constituyen un m odo de producción se expre­ san en una lógica «moral» así como «económica», en valores característicos y m odos de pensamiento así como en modelos específicos de acumulación e intercambio» (W ood, 1990: 137). Thom pson (1978: 294) afirmaba que la sociedad capitalista se fundaba en «formas de explotación que eran simultáneamente económicas, morales y culturales». La ideología y la cultura tenían una «lógica» que, en parte, estaba autodeterm inada de modo que, por ejemplo, aun cuando la evolución capitalista no era el mero resultado de un ideal burgués, esta lógica era, no obstante, un com ponente real de una historia inconcebible sin ella. Para Thom pson, las determinaciones objetivas se conver­ tían en cualidades humanas subjetivas a través de la mediación de la «experiencia». La clase social existía cuando personas con experiencias comunes (heredadas o compartidas) sentían y articulaban la identidad de sus intereses. D e modo que la conciencia de clase, para Thom pson (1966: 9-10) era la manera en que las experiencias determinadas por la producción se ma­ nejaban en términos culturales — «encarnadas en tradiciones, sistemas de valores, ideas y form as institucionales». De form a más general, la clase era una form ación social y cultural. Debe decirse, sin embargo, que el uso que hacía Thom pson del tér­ mino «experiencia» era a m enudo confuso, algunas veces que­ riendo decir conciencia y otras indicando mediaciones entre el ser social y la conciencia (Anderson, 1980: 26). O tra línea de pensamiento marxista sigue a Gramsci (1971) al hallar la relación entre la base económica y la superestructu­ ra política e ideológica como recíproca, compleja y cambiante.

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La política, las ideas y la cultura eran contempladas como poseedoras de poderes materiales. C on Gramsci la «sociedad civil» era un sistema de instituciones (familia, iglesia, escuela, etc.) que estaba situada tanto entre la base económica y la su­ perestructura política como junto al Estado, en una concep­ ción más amplia de la superestructura civil y política. Gramsci creía que la hegemonía ideológica se establecía prim ordial­ mente en la sociedad civil. U n concepto determinado de rea­ lidad difundido por las instituciones cívicas proporcionaba la base para los valores , costumbres e ideales espirituales que inducían, en todos los estratos de la sociedad, a una aceptación «espontánea» del statu quo. La hegemonía era una visión del m undo, tan concienzudam ente difundida que se convertía, al internalizarse, en «sentido común». Gramsci parece incluir la form ación de tipos de com portam iento económico en la «so­ ciedad civil»: «Cada forma social tiene su hom o economicus» (Gramsci, 1971: 208). Gramsci (1971: 412-413) contemplaba la racionalidad económica como respuesta a las necesidades materiales, que constituía un complejo de convicciones y creencias a partir de las cuales se proponían objetivos concre­ tos a la conciencia colectiva. Pero esta relación material tenía un m om ento significativo de libertad relacionado con la cul­ tura y operaba a través de pasiones y sentimientos esenciales que llevaban a las personas a realizar determinadas acciones a cualquier precio. Encontram os una argumentación más consistente en la sutil reinterpretación de R aym ond Williams (1977, 1980) de la metáfora de base-superestructura en la teoría cultural marxista. Para Williams el modelo de objeto-reflejo (economía-cultura) del marxismo mecanicista quedaba cuestionado por las ideas alternativas de mediaciones como elementos constitutivos ac­ tivos (proyección, encubrimiento o interpretación). Williams veía la noción de hegemonía de Gramsci como refiriéndose a

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la profunda saturación de la conciencia o a «un conjunto com­ pleto de prácticas y expectativas sobre el conjunto de nuestra existencia... un sistema vivido de significados y valores... un sentido de la realidad ... una ‘cultura’. .. que también debe ser contemplada como la dom inación y subordinación vividas de unas clases determinadas» (Williams 1977: 110). Para Williams, la hegemonía hacía que la actividad cultural ya no fuera una expresión superestructural sino un proceso form ativo básico de las estructuras económicas y sociales. Sin embargo, insistía en que «lo hegemónico» no era ni total ni excluyente sino que continuaban existiendo culturas alternativas o de oposición (las contrahegemonías de Gramsci). Estas podían ser «residua­ les» en el sentido de experiencias vividas sobre la base de las culturas de formaciones sociales previas o «emergentes» en el sentido de creación de nuevos significados y valores, nuevas significaciones y experiencias, todo lo cual no podía ser plena­ mente incorporado en lo dominante. De m odo que: «ningún modo de producción y por tanto ningún orden social dom i­ nante y por tanto ninguna cultura dom inante puede realmente incluir o agotar toda la práctica humana, la energía humana, la intención humana» (Williams, 1977: 125). Williams reaccionó críticamente a aquellas expresiones ha­ bituales de la cultura y de la sociedad como si estuvieran m uer­ tas. La conciencia práctica (la realmente vivida) siempre era más que el manejo de formas culturas fijas. A m enudo existía tensión con las interpretaciones heredadas. Para Williams, los cambios culturales derivados de la conciencia práctica podían definirse como cambios en las «estructuras del sentir» o «es­ tructuras de la experiencia». Estos eran los potentes términos que se referían a las relaciones variables entre «significados y valores tal como eran activamente vividos» y «creencias siste­ máticas y formales». Williams utilizaba la idea de «sentimien­ to» no como antítesis a «pensamiento» sino como «pensado

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como sentido», y «sentido como pensado», mientras que el térm ino «estructura» se refería a un conjunto de elementos con relaciones internas específicas, entrelazadas y en tensión, a la vez como una experiencia total en proceso. La estructura del sentir era una hipótesis cultural en los dos sentidos del térm ino (Williams, 1977: 128-135; ver también Inglis, 1995). Para algunos lectores, interpretaciones marxistas com o estas pueden parecer com pletam ente pertenecientes a vie­ jas nociones de m odo de producción que, de m anera m uy simplificada, dejan a la cultura com o una «superestructura» reflexiva. Sin embargo, «reflexión» tiene dos significados: re­ flejo e interpretación. El reflejo se refiere a la determ inación por parte de la estructura económica, pese a que los reflejos norm alm ente engañan. La interpretación se refiere a la expe­ riencia y a las estructuras del sentir. De m odo que yo alegaría que Thom pson, Gramsci, Williams y otros redefinen con fortuna las afirmaciones más mecánicas de M arx para incluir ideologías, valores, form as de conciencia social e imaginacio­ nes como fuerzas de producción. Reform ulada así, la teoría del m odo de producción reintegra la cultura a la economía, aunque conserva las nociones de estructuras de la existencia. La geografía cultural radical necesita revisitar la teoría del m odo de producción. La c u ltu ra com o sim bolización Convencionalmente, la «cultura» tiene una gran amplitud de significados, desde estado de ánimo al conjunto de las artes o a los modos de vida en su conjunto Qenks, 1993a; 1993b). Tal com o D on Mitchell justificadamente afirma, la cultura lo incluye todo (Mitchell, 1995: 104-105). Y tal como sostiene Williams, cultura es una de las palabras más complicadas de la lengua inglesa. Pero en lugar de descartar el término, como

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parece ser el caso de la antropología contemporánea, la cultura puede definirse simplemente como el orden simbólico que una sociedad construye para representar su existencia. Esta definición es similar a la de Williams ( 1981: 13) según la cual: «el sistema significante m ediante el cual. .. un orden social es comunicado, reproducido, experimentado y explorado». N o está muy lejos de la denotación fenomenológica de cultura de Clifford Geertz (1973: 89) como «un modelo de significados transmitido históricamente, representado en sím bolos...» La definición de Geertz sitúa a la construcción social de signifi­ cados como un proceso cultural íntegramente interpretativo. Sin embargo, tal como el sociólogo John B. Thom pson (1990: 12-13) sostiene, en los escritos de Geertz la manera en que las formas simbólicas están estructuradas por relaciones de po­ der no resulta siempre del todo clara. Desde una perspectiva estructuralista, el análisis cultural es el estudio de la consti­ tución significativa de form as simbólicas contextualizadas socialmente, con símbolos que llevan la huella de sus condi­ ciones de producción sociales y políticas. Incluso así, términos como «constitución significativa» implican también procesos subjetivos de interpretación. Quisiera realmente enfatizar la «simbolización profunda» que hay en el corazón de la cultura, con lo que se quiere aludir a la form ación de símbolos a partir de las interpretaciones actuales que han existido durante largo tiempo de todo tipo de experiencias, incluyendo las más p ro ­ fundas, a m enudo expresadas en térm inos religiosos, y siempre presentes en las luchas po r el poder. Esta concepción más polí­ tica y radical de la simbolización como interpretación política es más acorde con las nociones marxistas, pero también per­ mite que los conceptos fenomenológicos y postestructuralistas de poder, símbolo y discurso encuentren acomodo en las ideas estructurales y estructuracionistas. Permite que la producción cultural pueda ser contemplada como un proceso de interpre­

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tación profunda, alimentada por cuestiones de clase, género o etnia. La idea de estructuración social de la práctica simbólica es un antídoto imprescindible ante la tendencia a desvincular la cultura y el discurso de sus bases material y social. El im a g in a rio social Llegados a este punto, la cuestión principal es relacionar la cultura con la agencia económica. Ello significa vincular teó­ ricamente los procesos culturales de simbolización profunda con racionalizaciones y con la formación de intencionalidades económicas. Este vínculo podría hallarse en el concepto de imaginarios sociales y económicos. Para el filósofo francés Cornelius Castoriadis ( 1991: 41), cada sociedad crea un sis­ tem a de significados, o significaciones imaginarias sociales, que organiza el m undo natural (presocial, biológicamente dado), instituye un orden social (articulaciones, reglas y pro­ pósitos), establece maneras en la que se form an los individuos humanizados y socializados, y llena la conciencia con los m o­ tivos, valores y jerarquías de la vida social. Para Castoriadis, conocer una sociedad significa reconstituir el m undo de sus significaciones imaginarias sociales. El térm ino «imaginario social» enraíza la imaginación en lo social, lo material y lo experimentado, como un tipo de construcción significativa de formas simbólicas socialmente contextualizadas, al tiempo que coloca la imaginación en el lado creativo de la cultura. Aunque Castoriadis probablem ente haga excesivo hincapié en la singu­ laridad y la especificidad, y el térm ino clave de «significación imaginaria social» quede a su vez vagamente definido. U n a alternativa sería utilizar ese potente térm ino de «imaginario social» en una concepción de «formas sociales de imaginación», más definida y cultural sin dejar de ser política. Los imaginarios sociales son formas colectivas de conciencia

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estructuradas po r medios naturales y sociales específicos. Los imaginarios tom an formas regionales; es decir, que la imagina­ ción usa materiales (imágenes, recuerdos, experiencias) desde lo familiar para crear lo que norm alm ente son versiones dife­ rentes (aunque no siempre) de lo conocido (véase Peet y Watts ( 1996) sobre los «imaginarios ambientales»). N o obstante, a pesar de esa estructuración, «lo imaginario» implica creativi­ dad e interpretación imaginativa —proyectando interpretacio­ nes de experiencias relacionadas con el lugar en la imaginación de lo escasamente conocido— de m odo que los imaginarios sociales son fuentes vitales de una dinámica tanto transform acional como reproductiva. Para que la proyección de la imagen en imaginación sea comprendida de una manera no mística, el reino de lo imaginario tiene que ser visto como una tensión entre una lógica visionaria y una más material, entre el cono­ cimiento recibido y las interpretaciones emergentes, entre las creencias fundamentales y las fantasías antiguas y salvajes de lo que no puede ser. Los imaginarios sociales deben ser valorados como reinos terrenales de relativa libertad. Conceptos como el de imaginario social, deliberadamente mantienen una profundidad vertical en el análisis cultural; los significantes expresan significados en el nivel de las creencias sobre las relaciones fundamentales con la realidad material en la tradición estructuralista, más que una significación form ando un horizonte de representaciones interactuando todas esencialmente en el mismo nivel, en la tradición postestructuralista de la intertextualidad (Derrida, 1974; 1978). Esa noción de profundidad insiste en que, pese al escepticismo postm oderno, la cultura expresa las creencias de la gente so­ bre las grandes cuestiones de la existencia humana; la religión simboliza los orígenes de la vida, los propósitos y el destino final; la ética representa las elecciones que derivan de relacio­ nes sociales axiomáticas, como las del propio ser y de los otros.

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Desde esta perspectiva, las representaciones — el lenguaje, los discursos o artefactos materiales realizados como imágenes de creencias— son culturalmente poderosas en la medida en que transm iten valores fundamentales y culturalmente innovado­ res hasta el punto de que modifican o transform an las ideas sentidas en el nivel de la emoción profunda (es decir, las creen­ cias). En la tradición de la geografía cultural, los órdenes sim­ bólicos eran originalmente específicos de grupos étnica y geo­ gráficamente segregados en el sentido de cultura de Carl Sauer (1963: 359) como «la actividad aprendida y convencionalizada de un grupo que ocupa un área», aunque esta especificidad esté ahora sujeta a las intensas fuerzas de universalización y homogeneización que — yo añadiría— también implican una difusión consumista de la ausencia de profundidad (compárese con Jameson, 1984). Aunque hay resistencia, perpetuación de lo local y reaserciones de lo fundamental, junto a tendencias a la universalización y la localización fundiéndose en hibrida­ ción cultural. Y, finalmente, con Gramsci, la cultura es quizá la dimensión más im portante de la dom inación humana: las guerras de clase y de género tienen lugar sobre imágenes que inundan los imaginarios y las interpretaciones que intentan

Im a g in a rio y racio n alid ad A quí nos interesamos por las relaciones entre las formas de cultura del imaginario social y la economía, conceptualizadas norm alm ente como un sistema de prácticas materiales. Com o siempre, el problema conceptual consiste en tender el puente entre lo material y lo mental. Hem os alterado una las posiciones de anclaje de este dualismo al enraizar en relaciones sociales incluso el aspecto imaginario de la cultura. En lo que se refiere a la otra posición de anclaje, la economía, esta puede

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redefinirse como «una institución compuesta de sistemas de producción, poder y significación. La economía no es solo, ni siquiera principalmente, una entidad material. Es, sobre todo, una producción cultural, una m anera de producir sujetos hu­ manos y órdenes sociales...» (Escobar, 1995: 59). Tal como sugiere A rtu ro Escobar, una conexión entre la producción cultural y la material pasa por la relación entre significación y subjetividad. Desde la perspectiva de lo argum entado más arri­ ba, una línea prom etedora de esa relación consiste en ver cómo la significación y la simbolización construyen culturalmente la subjetividad de los agentes económicos. En trabajos anteriores he sugerido que la conexión funda­ mental entre la significación cultural y la agencia económica reside entre lo imaginario y la racionalidad — siendo la raciona­ lización una form a de simbolización socialmente estructurada (Peet, 1997). La racionalidad económica es una lógica simbó­ lica que forma parte de los imaginarios sociales, de la cultura. La racionalidad económica incluye los motivos sistémicos que mueven a los grupos de actores económicos, los métodos sociales y técnicos de control sistemático de la producción (específicamente, los métodos de coordinación del capital y el trabajo), aunque también creencias éticas que subyacen en los sistemas motivacionales. Las racionalidades económicas derivan de amplias experiencias interpretadas de personas socializadas y aculturadas; son signos de las identidades y aspectos de las subjetividades. Pero las racionalidades económicas tienen la particularidad de que producen las materialidades que constitu­ yen los contextos para nuevas experiencias, esquemas interpre­ tativos e imaginarios. Esta interacción toma la siguiente forma. Mediante la repetición constante, las acciones racionalizadas crean la lógica de los sistemas económicos. Subsecuentemente, esta lógica disciplina el comportamiento económico al hacer que algunos modos de comportamiento sean «racionales» en

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un sentido más formal — o sea, que se correspondan a la lógica dominante de la reproducción material (como en Gramsci). De m odo que hay una estructura — relación de agencias en la que el comportamiento racionalizado interactúa con la lógica del sis­ tema— mutuamente constituyéndose uno a otro. En el capita­ lismo, sin embargo, hay una tendencia de la lógica económica a devenir emergente, trascendente o incluso alienada, en el sentido de escapar de la autoridad o incluso de los actores económicos poderosos. Los sistemas basados en el comportam iento egoísta y coordinados a través de mercados autorregulados (Polanyi, 1944) pueden presentar racionalidades formalmente eficientes pero, en un sentido más amplio que incluya las relaciones so­ ciales y ambientales, lo técnicamente racional puede convertirse en sistémicamente irracional. Ello toma la apariencia del sistema mismo imaginando su propia irracionalidad emergente. Y como siempre, las apariencias engañan. Y ahí reside el dilema central de nuestros tiempos. L a racio n alid ad w eb erian a La racionalidad cuenta con una larga historia en la ciencia económica y en la sociología económica. En la economía neoclásica predom inan modelos «ligeros» del com portam ien­ to optim izado de individuos aislados en contraposición a los minoritarios modelos «densos» de las intencionalidades de los agentes económicos en contextos de valores y creencias. Los modelos «densos» (o profundos) ponen el acento en la inmersión del actor económico en las relaciones sociales y culturales, en el agente como una identidad compleja cons­ truida socialmente, más que como simplificado como un maximizador de la utilidad o un m inim izador del coste, como sucede con el individualismo metodológico del neoclasicismo dom inante (H echter y Kanazawa, 1997). Los modelos densos

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más sofisticados parecen derivar de la escuela histórica alema­ na de economía (H utchinson, 1953; Peet con Hartw ick, 1999). Joseph Schumpeter pensaba que el análisis de la dinámica económica necesitaba conceptualizar un tipo de racionalismo empresarial basado en el deseo de encontrar un nuevo terreno, el deseo de conquistar y pelear, el deseo de crear nuevas cosas: hay aquí similitudes con la celebración del poder y el deseo de Nietszche. Siguiendo a Schumpeter, la economía, en su visión sociológica, tiene que reconocer la psicología y la motivación humana en un nivel diferente que el utilitarismo de la vida cotidiana (Schumpeter, 1934; Shioya, 1977). Desde la perspec­ tiva schumpeteriana, la racionalidad empresarial implicaba la organización creativa de las fuerzas productivas, los materiales y las oportunidades de modelar hechos futuros. Pese a que la creatividad misma fuera un enigma para Schumpeter. Yo encuentro este «enigma» innecesariamente aquiescente con la falsa profundidad de lo misterioso. De m odo que, aún de mala gana, he llegado a preferir una segunda corriente de pensamiento económico-sociológico, tam bién influida por la escuela histórica alemana: la idea de «racionalización de la acción económica» en la tradición weberiana, como la fuer­ za m otriz bajo la agencia económica (véase Habermas, 1984: cap. 2). A quí hay que hacer una advertencia. La sociología económica weberiana, especialmente en su reencarnación Parsoniana, glorifica los logros del centro euroamericano al tiempo que ignora la dependencia occidental de las ideas, recursos y excedentes de las sociedad periféricas subdesarrolladas: por ejemplo, la afirmación weberiana de David Landes (1998: 513) de que la fuerza m otriz tras los últimos doscientos años de progreso ha sido «la civilización occidental y su difu­ sión: el conocimiento, las técnicas, la política y las ideologías sociales». En su lugar, el racionalismo de Weber debe ponerse en todo el contexto de la geografía histórica de la conciencia.

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Propuesto originalmente como liberación del conocimiento del misticismo medieval (desencanto), el racionalismo euro­ peo se convirtió, con el tiempo, en una manera de denigrar otras formas de pensam iento tachadas como no racionales o pre-racionales (imperialismo cultural). Más im portante aún es el paso de la racionalización del conocim iento a la racionali­ zación de la conciencia. U na conciencia aplicada solo a gente considerada como racional, a la manera europea, se m ostró capaz de actos económicos y políticos feroces contra los otros no-europeos «pre-racionales». Este tipo de eurocentrism o en­ démico explica solo una parte de mis reservas. Pero incluso así hay m ucho que aprender de Weber. Para Weber (1947: 88), la sociología es «una ciencia que intenta la com prensión interpretativa de la acción social» — «acción» que incluye todo tipo de com portam iento hum a­ no al que los individuos conceden un significado subjetivo. La acción social toma diversas formas de interacción: acción económica cuyo significado principal es conseguir utilidades; acción ética que fundam entalmente persigue objetivos nobles; acción religiosa, com portam iento orientado a alcanzar la sal­ vación o algún otro fin último; todas estas categorías de ac­ ción son artefactos culturales (Wuthnow, 1994). Weber estaba particularm ente interesado en los tipos culturales de acción económica, especialmente en los orígenes religiosos de las ra­ cionalidades que orientaban el com portam iento económico en las sociedades occidentales y, particularmente, en las relaciones entre el calvinismo y el capitalismo. En el calvinismo, sostenía Weber, el mundo era tratado como una realidad separada de Dios («trascendencia»), privada de misterio, de significación simbólica, de evidencia mágica de la sabiduría de Dios y de líneas de acceso del deseo de Dios. En su lugar, aquellos que actuaban como miembros de los elegidos (es decir, aquellos que pensaban que alcanzarían la gracia eterna) consideraban

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el m undo como un conjunto de objetos resistentes que ponían a prueba su capacidad de orden y dominio. La doctrina calvi­ nista de predestinación (la creencia que la ascendencia al cielo estaba predeterm inada más que basada en el registro de buenas obras) indujo a un acusado sentido de separación de los otros a causa de una intensa ansiedad sobre la posición espiritual del individuo. La personalidad m oderna llegó a estar motivada por el intelecto más que po r la costum bre o el sentimiento, con una orientación planificada a largo plazo, una actividad continua más que interm itente y con una responsabilidad por los resultados que recaía en el individuo más que en el destino. Debajo había una simple intuición: el individuo demostraba ser miembro de los elegidos actuando al m odo de Dios, en el sentido de relacionarse con el m undo (incluyendo al individuo mismo) tal corno Dios lo hace, esto es a través del dominio, la distancia y la perspectiva a largo plazo. Los calvinistas se consideraban a sí mismos corno éticamente obligados a m an­ tener la rentabilidad sobre una serie de operaciones a través de una actividad empresarial sistemática, sostenida, regular e incesante. Se esforzaban por alcanzar los máximos retornos de los activos al tiempo que se abstenían del placer inmediato sobre los frutos de su trabajo. De ahí que el capital acumula­ do a través de inversiones continuas y la represión del senti­ miento de solidaridad, demasiado humano, hacia los demás — «el empresario está éticamente autorizado, verdaderam ente obligado, a actuar individualísticarnente» (Poggi, 1983: 73). O corno afirmó Weber (1978: 164): «la concepción puritana de la vida... favorecía la tendencia hacia el estilo de vida burgués económicamente racional. .. Estuvo en el origen del ‘hom bre económico’ moderno». En resumen: La valoración religiosa del trabajo sistemático, regular e incesante en la vocación material de uno, es el medio más

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elevado de ascetismo y como al mismo tiempo ofrece la prueba más visible y más segura de ... la fe de un hombre, debe haber constituido el instrum ento más poderoso para la afirmación de la concepción de la vida que he denom ina­ do el ‘espíritu’ del capitalismo. (Weber, 1958a: 172) Weber (1947: 185) dividió el racionalismo económico en «formal» (calculable cuantitativamente) y en «sustantivo» (orientado a fines últimos, incluyendo valores éticos). Las interpretaciones contemporáneas (Schluchter, 1979: 14-15) normalmente lo amplían a una división tripartita: racionalismo científico-técnico, que se refiere a la capacidad de controlar el m undo mediante el cálculo basado en el conocimiento em pí­ rico; racionalismo ético-metafísico en el sentido de los inten­ tos de las personas cultas de com prender el m undo como un «cosmos con sentido»; y racionalismo práctico, referido a la consecución de un estilo de vida metódico. Weber estaba inte­ resado en cómo la capacidad ética y científica afectaba los tipos de racionalismo económico, práctico. Para Weber, la capacidad humana de adherirse a una conducta racional práctica depen­ día no solo de los modos socialmente definidos de satisfacer sus intereses sino de las interpretaciones acerca de la posición relativa en relación con los dioses y el m undo. El mismo Weber (1958b: 280) estableció esta relación del siguiente modo: Los intereses, tanto materiales como ideales, no solo direc­ tam ente las ideas, controlan la acción. Pero las imágenes del mundo, que son producto de las ideas, han servido a m enudo como canales a lo largo de los cuales la acción es generada por la dinámica de los intereses. Leyendo pasajes como estos, muchos intérpretes de Weber ven al empresario capitalista como caracterizado por la «ra­

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cionalidad instrumental» en el sentido de la búsqueda siste­ mática y racional de la ganancia económica, la dependencia en el cálculo, la subordinación del consumo a los intereses de la acumulación de capital (Martinelli, 1994: 478). Muchos hacen hincapié en los efectos del instrumentalism o en las formación de instituciones modernas y eficientes como las empresas. Pero hay una concepción weberiana más amplia, más allá de lo instrumental, una noción de la racionalidad que combina concepciones de com portam iento económico eficiente, ethos y religión en una visión del m undo coherente. Siguiendo a ésta, Weber puede ser interpretado no como principalmente inte­ resado en el papel de las creencias (previas) protestantes en la formación original del capitalismo, sino en cómo el calvinismo reaccionó a un capitalismo ya en formación, reconstruyendo culturalmente la base ética de la racionalidad y recreando sim­ bólicamente los imaginarios económicos de los agentes. Esta concepción más amplia es similar a las nociones de simboliza­ ción fundamental y estructuración social de los imaginarios y las racionalidades, teorizadas anteriormente. Seguir a Weber, me perm ito sugerir, facilita establecer el vínculo final entre experiencia, interpretación, simbolización, imaginario y las racionalidades que motivan las acciones económicas. R egión, religión y racio n alid ad Desde mi perspectiva la geografía debería desempeñar un papel central en investigar esta complejidad: encontrar cómo diferentes sistemas económicos regionales se originan en las creencias, imaginarios y racionalidades de actores que habi­ tan regiones culturales específicas, cómo los sistemas econó­ micos regionales están situados a lo largo de trayectorias de desarrollo, cómo estas economías culturales diferentemente organizadas form an finalmente sistemas globales organizados

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jerárquicam ente y, de m odo aún más im portante, cómo la arti­ culación sistémica se convierte en alienación estructural (cómo la racionalidad individual deviene irracionalidad sistémica). En particular, la geografía debe investigar los orígenes de los nue­ vos sistemas económicos como racionalidades emergentes en regiones de diferencia cultural (Peet, 1999). En pocas palabras, el nuevo giro económico-cultural debería fijarse en las imagi­ naciones económicas regionales. Estas ideas pueden explorarse m ejor a través de una breve geografía histórica de la Nueva Inglaterra calvinista. Los ingleses que fundaron la N ueva Inglaterra angloameri­ cana en las décadas de 1620 y 1630 eran protestantes calvinistas extremadamente separatistas. Pese a estar inmersos en la revolu­ ción económica de la primera modernidad, estaban decididos a construir una comunidad cristiana, una ciudad sobre una colina (Bremer, 1976). Tal como Christopher Hill ha sostenido, la tra­ dición puritana inglesa ha sido siempre burguesa y democrática (Kaye, 1984: 100). En Nueva Inglaterra, los puritanos constru­ yeron una sociedad que desde el principio fue económicamente democrática, en el limitado sentido de una generalizada titulari­ dad masculina de las propiedades (con herencia divisible), y po­ líticamente democrática en el sentido (también limitado) de en­ cuentros ciudadanos con las autoridades y de la elección de los pastores. La suya era una sociedad civil controlada moralmente por 720 iglesias congregacionalistas (calvinistas) al final del pe­ ríodo colonial. El deseo colectivo, es decir, la interpretación de la experiencia regional a través de la mediación de los textos sa­ grados, formulado por un pequeño y poderoso grupo de doctos clérigos, estaba especificada como un código de comportamien­ to moral y adecuado, enérgicamente reforzado por una «orden permanente» de ministros, mercaderes y magistrados. En N ueva Inglaterra intencionadamente encontramos en su forma socialmente más desarrollada, lo que el historiador Perry Miller

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(1953: x; Delfs, 1997) describe como la producción decidida de un nuevo tipo de sociedad en un nuevo entorno, lo que noso­ tros podemos llamar la proyección de un imaginario social en una paisaje repensado como natural. En N ueva Inglaterra esta variante distinta de la cultura europea protestante, imbuida de una racionalidad descarnadamente religiosa alteró la acción eco­ nómica y social durante cientos de años, a través de discusiones fuertes y en ocasiones violentas, llegando hasta la actualidad en formas más secularizadas. Existe la tendencia a contem plar regiones como N ueva Inglaterra de m odo aislado, con el resultado de que el éxito económico final fue algo completamente merecido. Pero hay que recordar que los puritanos fueron invasores de una «tierra salvaje» largamente ocupada y que las tribus indias perm ane­ cieron como una potente fuerza en la región (C ronon, 1983: cap. 8). También que los comerciantes de Boston, Salem, N ew buryport y Providence acumularon la riqueza como parte del comercio triangular entre Europa, África occidental y el Caribe y que, por tanto, com partieron las plusvalías eco­ nómicas generadas por el trabajo de los esclavos (Frank, 1979: 14-16). O cultas tras las ideas de moralidad, ética y comunidad expresadas por los puritanos y sus sucesores, se daba la hipo­ cresía más retorcida sobre la aplicabilidad étnica de la dignidad humana. Ello llevó finalmente a una violenta reacción contra la inmigración no-anglo en Nueva Inglaterra. La primera N ueva Inglaterra ha sido interpretada de mane­ ras diferentes por los nuevos historiadores sociales de los años 1970 y 1980: comunitaria, pre-capitalista e incluso como cam­ pesina (por ejemplo, Lockridge, 1970); como «moderna nata», capitalista, competitiva e individualista (por ejemplo, Cronon, 1983). El peso de la evidencia parece apoyar esta última visión. Los análisis más convincentes proceden del historiador Stephen Innes (1995). Innes está de acuerdo con la intuición de Weber de

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que la ética social calvinista modeló de modo decisivo la cultura económica de Nueva Inglaterra. Innes atribuye el éxito econó­ mico de la Colonia de la Bahía de Massachusetts a una «ecología cívica» particular establecida por los colonos calvinistas, en la que la familia, la iglesia, la ciudad y la mancomunidad estaban unidos en una seria de pactos federales. Colocada entre la fami­ lia patriarcal y el Estado, la ecología cívica calvinista posicionó al individuo éticamente autónom o en un marco cultural gober­ nado por la ley, pero también regulado por el mercado. Sn em­ bargo, la «ecología» también comunicaba un sistema distintivo de creencias. Sigue Innes (1995: 7): La Bahía de Massachusetts fue una m ancom unidad que floreció en gran parte porque su noción de comunidad redentora dotaba al desarrollo económico de imperativos morales, espirituales y religiosos. El providencialismo de los colonos — la creencia de que estaban participando en el desarrollo de los designios de D ios— hicieron de todo trabajo y de toda empresa un «negocio divino», que debía perseguirse agresivamente y ser juzgado por los estándares más exigentes ... La dinámica form ativa fue el vínculo entre el éxito externo y la convicción interna de estar en paz con Dios. La doctrina de la vocación abrazada por los santos (los elegidos de Calvino) hicieron sagrado el trabajo y ba­ saron todo com portam iento esforzado en una obligación comunitaria. Innes (1995: 7) ve a los «santos» como salvando la «dua­ lidad de la existencia humana» de Durkheim , la coexistencia en la misma persona de acciones altruistas y motivadas por el propio interés. Los calvinistas de Nueva Inglaterra lo hi­ cieron construyendo un capitalismo moral y completo, con redes, normas y sistemas de confianza que hicieron posible la

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actividad comercial, aunque con individuos muy motivados por una cultura económica de base religiosa que alimentaba un com portam iento industrioso y esforzado, junto con altas tasas de ahorro e inversión facilitadas por la prescripción reli­ giosa contra un consumo excesivo. La doctrina calvinista de la «vocación» requería que todo el m undo ejerciera la ocupación escogida, siguiendo las indicaciones de Dios, metódicamente y sin pausa. Trabajar en Nueva Inglaterra era tanto una función económica como una expresión espiritual. La región, afirma Innes, produjo una personalidad m oderna cuya codicia estaba disciplinada por un fuerte sentido de obligación comunitaria. Al crear una cultura del desarrollo que estaba basada metafísicamente y que era socialmente vinculante, los colonos de Massachusetts diseñaron una potente máquina de desarrollo hum ano y económico. La prueba de fuego de esta nueva versión de la raciona­ lidad capitalista llegó con la industrialización, una fase de la historia económica de la región que se desarrolló con una velocidad e intensidad que solo puede ser explicada por la ética del trabajo calvinista (Figura 1). Según gran parte de las publicaciones sobre este tema, la élite industrial de Nueva Inglaterra, emergiendo de la clase comercial de Boston, Salem y N ew buryport buscaron conscientemente un nuevo tipo de economía rentable pero moral (Dalzell, 1987; Farrell, 1993; Goodm an, 1996; Lamoreaux, 1994; W right y Viens, 1997). Esta visión fue contestada dentro de la élite por ideologías interpretativas alternativas como el trascendentalismo (Birch, 1995; Clark, 1995; Guilmore, 1982; Neufeld, 1984). Fue con­ testada fuera de la élite por una conciencia de clase obrera creciente (Blewett, 1988; Dublin, 1979; Zonderman, 1992), incluyendo una huelga generalizada de los trabajadores del algodón en 1834. A pesar de ello, las protestas de clase esta­ ban frenadas por la inclusión de todo en el contexto cultural

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común del racionalismo religioso de Nueva Inglaterra. En las primeras décadas de la revolución industrial americana, una élite masculina socialmente consciente, mayormente con sim­ patías religiosas de tipo congregacionalista, unitario o episcopaliano, empleó trabajo m ayorm ente femenino, procedente de las granjas y las pequeñas ciudades de N ueva Inglaterra para trabajar en un sistema económico conducido enérgicamente para obtener beneficios y acumular capital, aunque caracte­ rizado por el paternalismo, la decencia y la equidad en el tra­ tamiento de los trabajadores. Fascinados por la idea m oderna de progreso económico racional, los capitalistas comerciales y los artesanos-empresarios de N ueva Inglaterra retrocedie­ ron de horror ante las consecuencias sociales de la revolución industrial británica. Conscientemente intentaron un sistema industrial diferente compatible con su sentido de la moralidad calvinista, especialmente el unitario, algo que les convencía a si mismos de que tenían más en común con el experimento social de R obert O w en que con el M anchester de Friedrich Engels. La industria textil se organizó a finales del siglo XVIII y principios del XIX con un sistema de fábricas situadas en prácti­ camente cada salto de agua del Sur de Nueva Inglaterra. Esta era una región donde la desbordante explosión de espíritu empresa­ rial calvinista interactuó con un medio abundante en pequeños ríos, lagos glaciales y saltos de agua (Steinberg, 1991). También era un área donde una élite económica relativamente pequeña formaba parte de familias extensas y redes de parentesco (Farrell, 1993). ¿Qué valores económicos comunitarios fueron preserva­ dos en esta apretada red social de relaciones de los Brahmanes de Boston?* En el sistema Waltham-Lowell, constituido por

* El término de «Boston Brahmin» es utilizado desde finales del XIX para aludir al estrato social más alto de Boston. [N. de la T.]

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grandes complejos fabriles sobre grandes saltos de agua iniciado por capitalistas comerciales (los Boston Associates) en 1813 y empleando mujeres granjeras como trabajadoras temporales, el ideal moral parece haber sido la formación de comunidadesmodelo libres de la degradación industrial (Mathews, 1991: 142). U no de los fundadores de Lowell, una nueva ciudad industrial sobre el río Merrimack, lo expresaba así: La introducción a gran escala de la manufactura del algo­ dón en este país fue una idea nueva. Su efecto en el carác­ ter de nuestra población fue un tema de gran interés. Los obreros en las ciudades manufactureras de Europa eran claramente del tipo más bajo, tanto en inteligencia como en moral. Por tanto, la cuestión que surgió, y que fue profun­ dam ente considerada, era si la degradación era el resultado de la ocupación concreta o de otras y diferentes causas. N o pudimos percibir por qué las características de este trabajo en particular debían tener otros efectos sobre el carácter que las de otras ocupaciones. Había poca demanda para empleo femenino, ya que la m anufactura familiar había sido superada po r las mejoras en la maquinaria. En Nueva Inglaterra había un fondo de trabajadores, bien educados y virtuosos. N o se veía que un empleo provechoso pudiera tener ninguna tendencia a deteriorar el carácter. Se adopta­ ron las mejores garantías al establecer casas de huéspedes a costa de la Compañía, a cargo de mujeres respetables, y se cubrieron todas las necesidades para el culto religioso. En estas circunstancias, las hijas de los granjeros respetables eran fácilmente persuadidas para ir a las fábricas por un período temporal. El contraste en el carácter de nuestra población manufacturera, en comparación a la de Europa, ha sido la admiración de los extranjeros más inteligentes que nos han visitado. (Appleton, 1858: 15-16)

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Figura 1 El encuentro del calvinism o con los saltos de agua: el desarrollo industrial en Nueva Inglaterra 1809-1850

Hilaturas de algodón, 1809

Industria textil de algodón, 1831

Número de husos O 51 0 0 -6 9 5 0 C' 2300 - 2950 1750 - 2299 g 1250 - 1749 o — 8 3 0 -1 2 4 9 520 • «29 = 2 8 0 -5 1 9 140 - 279

de empleados

. ¡¡$

capital de Boston

Fuente: redibujado con permiso de R.G. Leblanc Location of Mnufacturing in New Englandin the 19th Century, Dartmouth Publications in Geography, número 7, 1974; pp. 44, 47, 58, 83).

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Afirmaciones como esta pueden leerse con escepticismo, como una clase de ideología cuya intención era ocultar un m o­ tivo bastante más m ezquino como el de aumentar el retorno del capital previamente invertido en actividades marítimas. Concediendo gran parte de razón a ello, muchas investigacio­ nes también m uestran que el sistema fabril W altham-Lowell fue resultado de un nuevo tipo de imaginario capitalista en un experimento social que combinó la producción fabril moderna con los patrones familiares de la sociedad tradicional (Dalzell, 1987: 226). Relaciones sociales morales paternalistas prevale­ cieron en los centenares de fábricas que aparecieron por todo el sur de N ueva Inglaterra durante los años 1820, 1830 y 1840. En to rn o a la base de esta economía moral se construyó una es­ tructura política que enfatizaba las políticas públicas, la filan­ tropía y un sistema educativo insuperable Qaher, 1982: 15-16; Hall, 1997). Las autoridades civiles y políticas debatieron con­ tinuam ente sobre los efectos sociales de la industrialización (Siracusa, 1979). En resumen, el liberalismo político y econó­ mico de Massachusetts, incluso su concepción de la salud y la higiene (Van Buren, 1977) estaba fuertem ente imbricado con la cultura religiosa protestante. D entro de la economía moral, las mujeres trabajadoras criti­ caron la vida industrial desde posiciones ancladas en principios morales de base religiosa que compartían con los propietarios. Las «chicas de fábrica» de Nueva Inglaterra defendieron el sis­ tema fabril contra la queja conservadora de que trabajar en la fábrica conducía a las mujeres a la condenación y a la infamia, al colocarlo dentro, en lugar de fuera, del orden moral del capita­ lismo congregacionalista. Ellas insistieron en que eran mujeres dignas y virtuosas, «hijas de hombres libres», que compartían con los ideales de los dueños de prevenir la creación de una po­ blación fabril moralmente corrupta (Murphy, 1992: 207-208). U n obrero describió Lowell en 1840 com o formado por:

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U na clase de chicas que solo en esta ciudad se cuentan por miles, y en muchas de nuestras ciudades más pequeñas, por centenares; chicas que generalmente proceden de casas de campo tranquilas, donde las mentes y los modos se han form ado bajo los ojos de dignos hijos de los peregrinos y sus virtuosos padres, y que regresan de nuevo para con­ vertirse en las esposas de los inteligentes granjeros libres de Nueva Inglaterra... Los círculos de mejora, el liceo y el instituto, las reuniones religiosas sociales, las bibliote­ cas móviles o de otro tipo, son testim onio de que el poco tiem po del que disponían se empleaba de la mejor manera. Nuestras iglesias y salas de lectura siempre llenas, y el ele­ vado carácter de nuestros clérigos y profesores, dan fe de que el estado moral y de inteligencia no es bajo. (A Factory Girl, 1840: 188, 190) Asimismo, mientras que muchos experimentos utópicos eran reacciones críticas contra la nueva competitividad, estos también tenían preocupaciones materiales sujetas incluso a guías morales más firmes (Clark, 1995: 14). La conciencia crí­ tica apelaba al trascendentalismo y al idealismo, como en los ensayos de Ralph Waldo Emerson sobre riqueza y reforma, mas que al socialismo o al materialismo (Gilmore, 1982). Los sindicatos y los partidos obreros fueron lentos en desarrollar­ se en la región, el Partido del Trabajador solo consiguió 3459 votos en las elecciones del Estado de 1833, principalmente en los distritos agrícolas descontentos (Foner, 1947: 140). La agitación del movimiento po r las diez horas de los años 1840 y 1850 fue expresada en términos de preservar la inteligencia, la virtud y la energía de los trabajadores fabriles. El deseo por algo diferente se expresó en recuerdos nostálgicos de un su­ puesto pasado agrario, cuando la moralidad era más pura, la vida más simple, la naturaleza más prístina. La cultura produjo

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una idea de cultura que sirvió como ideología de legitimación (com parar con D. Mitchell, 1995). H u b o un intento de construir una form a ética de produc­ ción capitalista que combinaba la búsqueda agresiva de benefi­ cios con el m antenimiento de la compasión religiosa hacia los obreros en el seno de la «civilización de N ueva Inglaterra». Pero como la disponibilidad de trabajo regional llegó a ser insuficiente, se animó a los trabajadores irlandeses y francocanadienses (católicos) a migrar a las florecientes ciudades in­ dustriales de la región. El caso fue que la sensibilidad ética era específica de grupos sociales culturalmente homogéneos: un comentarista describió posteriorm ente la «invasión inmigran­ te» en términos de: «Masas de extranjeros que no hablan inglés abarrotando cada centro industrial y borrando la población antigua (de Yankees), como el contenido de una botella que se derrama estropea la página escrita» (Brewer, 1926: 228-229). De m odo creciente, la disciplina industrial debía irse im po­ niendo a un proletariado cada vez más reacio, cuyas diferen­ cias culturales les perm itían ver el calvinismo como una ideo­ logía de clase dom inante más que como fuente universal de ilum inación espiritual. Así, en la segunda m itad del siglo XIX, la economía m oral de decencia común de N ueva Inglaterra devino una cultura de clase de lucha étnica y de género (Hall, 1982). N ueva Inglaterra estalló en violencia étnica y de clase a finales del siglo XIX y principios del XX. Fue testim onio de las batallas entre los «señores yankees» (llevando pistolas para «defender a sus mujeres») y las «bandas irlandesas» cada año durante los desfiles del 4 de julio de Boston a finales del siglo XIX. Renegando de la conciencia, los obreros tuvieron que ser disciplinados con medios consumistas fordistas que repug­ naban a la persuasión moral de la cultura anterior (Haskell y Teichgraeber, 1933). Incluso así, este período épico de la racionalidad m oderna dejó su huella en la lógica subsiguiente

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del desarrollo económico nacional: el capitalismo americano continuó su mezcla de valores individualistas y comunitarios de modos particularm ente efectivos — «efectivos» en términos de control social, aunque los términos reguladores parecen demasiado pasivos para describir los procesos culturales que producían identidades económicas. El imaginario social es mejor. E co n o m ía c u ltu ra l La economía no es una esfera separada, aunque sea en cierto modo dominante, de otras dimensiones de la existencia social. La economía es solo ese conjunto de prácticas materiales y culturales que están más directamente implicadas en la repro­ ducción de la existencia. ¿Cóm o conceptualizar las relaciones entre partes de la vida que se funden unas con otras? La noción de «embeddedness» de la acción económica funciona, especial­ mente la visión de los actores económicos inmersos en redes de relaciones sociales. Y aunque esto describe la form a espacial que toman las relaciones sociales, explican poco de las ideas, de la confianza y de los valores que se comunican a través de ellas. El «embeddedness» en las relaciones sociales necesita «embeddedness» en los valores culturales. ¿Cóm o hacerlo, desde un punto de vista teórico? En este artículo he defendido una serie de conceptos que relacionan la cultura con la economía a través de las nociones de interpretación, simbolización, imaginario y racionalidad. Inicialmente, el argum ento siguió el discurso marxista: el modo de producción fue reinterpretado, especialmente en lo que se refiere a la idea de conciencia social que «refleja» es­ tructuras económicas al hacer hincapié en la intermediación de la experiencia, las estructuras del sentir, y la producción de sentido com ún, en una versión cultural del materialismo his­

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t ó r ic o . E l l o lle v ó a l a r g u m e n t o d e q u e la v a g u e d a d e t é r e a q u e p a r e c e in h e re n te e n el té r m in o « c u ltu r a » p o d ía s e r m itig a d a al c e n t r a r s u d e f in ic ió n e n la p r á c t i c a s im b ó lic a , o p r o d u c c i ó n s o ­ c ia l d e la s r e p r e s e n t a c io n e s . P e r o a q u í lo s c o n c e p t o s e x is t e n t e s se m o stra ro n

in s a t is fa c t o r io s : ta n t o p o r q u e la r e p r e s e n t a c ió n

tie n e q u e c o n te m p la r s e c o m o p r á c tic a s c u ltu r a le s e s tr u c tu r a ­ das p or

r e la c io n e s d e p o d e r

es p ro fu n d a m e n te que

lo s

com o

in te r p r e ta tiv a

s iste m a s d e c r e e n c ia s

m e n ta d a s

en

a tr a c tiv a s y

la

c o n c ie n c ia

so n

por

p o rq u e

de

la

la r e p r e s e n t a c ió n

e x p e rie n c ia . E s

a d ic io n e s

sim b ó lic a s

in te r p r e ta c io n e s

d e c ir , s e d i­

p o d ero sas,

s a t is fa c t o r ia s d e la s e x p e r ie n c ia s . A s í, e n e l c a s o

d e l c a lv in is m o , la s im b o l i z a c i ó n t o m ó t r e s f o r m a s p r in c ip a le s : la s in t e r p r e t a c io n e s d e la r e l a c ió n d e D i o s c o n la t ie r r a y s u s h a b it a n t e s ( t r a s c e n d e n c ia ) , la s in t e r p r e t a c io n e s d e la r e la c ió n d e la s g e n t e s c o n la e t e r n id a d ( p r e d e s t in a c ió n ) , y la s in t e r p r e ­ t a c i o n e s d e la r e l a c ió n d e la g e n t e c o n s u t r a b a j o e n la v id a (la v o c a c ió n ) . A d e m á s , la s i m b o l i z a c i ó n

com o

in te r p r e ta c ió n en

e l n iv e l d e lo s s ig n if ic a d o s y la s c r e e n c ia s p u e d e c o n c e p t u a liz a r s e d e m o d o m á s e x a c to e n té r m in o s d e im a g in a r io s s o c ia le s, o fo r m a s c o le c tiv a s d e

c o n c ie n c ia

e stru c tu ra d a s

por

m e d io s

s o c ia le s y n a tu r a le s e sp e c ífic o s, d e m a n e r a q u e lo s im a g in a r io s to m a n

fo rm a s

re g io n a le s.

E l

té rm in o

« im a g in a rio »

im p lic a

c r e a tiv id a d im a g in a tiv a c o m o u n m o m e n to d e lib e r ta d r e la tiv a e n lo s e s q u e m a s in te r p r e t a tiv o s , p e r o ta m b ié n o r ie n ta la im a ­ g in a c ió n d e l t e ó r ic o e n la d ir e c c ió n d e f o r m a s d e r a c io n a lid a d so c ia lm e n te p r e sc r ita s. E n e ste p u n t o c r u c ia l, e n e l q u e el a n á lis is p o d ía s e g u ir en d i v e r s a s d i r e c c i o n e s , la s i d e a s d e W e b e r s o b r e la r a z ó n c o m o d e se n c a n to

p a r e c ie ro n

fo r m u la d a s

y

c o n sid e r a c ió n : r ic a n a

en

p o rq u e lo s

N ueva

ad ecu ad as, se

e stá n

d ire c ta m e n te

c u ltu ra le s

de

la

In g la te rr a . W e b e r r e la c io n a

e c o n ó m ic a en su se n tid o

216

a p lic a n

o r íg e n e s

p o rq u e

al

m uy ca so

e c o n o m ía

b ie n b a jo am e­

la r a c io n a lid a d

« s u s t a n t iv o » (é tic a , m o t iv a c io n e s ) a

la r a c i o n a l i d a d e n s u s e n t i d o « f o r m a l » ( c á l c u l o , o r g a n i z a c i ó n ) p r o p o r c i o n a n d o u n p u e n t e c o n c e p t u a l e n t r e la s f o r m a s s o c i a ­ le s d e la im a g in a c ió n ( lo s u b s t a n t iv o ) y lo s t i p o s p a r t ic u l a r e s d e a c c ió n

e c o n ó m ic a (lo fo r m a l). E llo

se a c e rc a a m i p ro p ia

p r e c o n c e p c ió n d e la r a c io n a lid a d e c o n ó m ic a c o m o u n t ip o d e ló g ic a sim b ó lic a fo r m a d a

e n la c u lt u r a . L a

n ó m ic a in c lu y e lo s m o tiv o s , lo s m é to d o s y

r a c io n a lid a d

eco­

la é t ic a d e r iv a d a

d e la s e x p e r ie n c ia s d e a g e n t e s s o c i a l i z a d o s y a c u l t u r a l i z a d o s . Las

a c c io n e s

r a c io n a liz a d a s

crean

la ló g ic a

de

d e s a r r o llo

de

lo s s is te m a s e c o n ó m ic o s . H a y u n a r e la c ió n e str u c tu r a - a g e n c ia e n tr e la s a c c io n e s c o o r d in a d a s p o r la s c o n c e p c io n e s c o r r ie n te s d e r a c io n a lid a d e c o n ó m ic a y la ló g ic a s is t é m ic a , la s d o s c o n s t i ­ t u t iv a s u n a d e la o t r a . E l l o p a r e c e s e r u n a m a n e r a d e in v e s t ig a r g e o g r á fic a m e n te

la s t r a y e c t o r ia s

d e lo s

s iste m a s

e c o n ó m ic o s

r e g io n a le s. L le g a d o s a e ste p u n t o , m e d ir ig í a e x a m in a r u n a ló g ic a d e d e s a r r o llo r e g io n a l c o n c r e t a — e l c r e c im ie n t o d e la e c o n o m í a in d u str ia l m o d e r n a e n N u e v a el é n fa sis

h a b itu a l e n

c a p ita lism o

com o

u n a in te r p r e ta c ió n

In g la te rra . A q u í, h e c a m b ia d o

el p r o te sta n tism o

siste m a

e c o n ó m ic o

com o

in ic ia d o r

in m a n e n te ,

del

p ara

dar

m á s c o m p le ja d e la c o n s t r u c c i ó n c u lt u r a l

d e u n s iste m a e c o n ó m ic o r e g io n a l c o n s tr u id o m e d ia n te in te r ­ p r e t a c io n e s r e lig io s a s , e c o lo g ía s c ív ic a s y r a c io n a lid a d e s é tic a s . La

N ueva

In g la te r r a c a lv in ista , s u p o n g o , fo r m ó

una

c u ltu ra

d e p r o d u c c i ó n q u e s in t e t iz ó la m o r a lid a d c o n e l b e n e fic io d e u n a m a n e ra e le g a n te , r e fin a d a y c iv iliz a d a . A u n q u e e s t a e c o ­ n o m ía m o r a l e r a e sp e c ífic a d e c ie rta s r e la c io n e s é tn ic a s y

de

g é n e r o d e n tr o d e lo q u e s e c o n te m p la b a c o m o la c iv iliz a c ió n d e N u e v a I n g la t e r r a . M á s t a r d e , la e c o n o m ía m o r a l d e N u e v a In g la te rra

s e t r a n s f o r m ó , e s p e c ia lm e n te p o r la s r e a c c io n e s

la i n m i g r a c i ó n , e n u n c a lv in ism o

d e jó

su

siste m a

c la sista

m ás

e v id e n te .

P ero

a el

h u e l l a e n la e s t r u c t u r a s u b s i g u i e n t e d e la

e c o n o m í a a m e r i c a n a . D e v i n o la f o r m a c u l t u r a l d o m i n a n t e d e l

217

c a p ita lis m o en el sig lo X X ju sta m e n te p o r q u e c o m b in a b a u n a in te n sa o r ie n ta c ió n a l b e n e fic io c o n u n a p r e te n s ió n d e v a lo r e s s o c ia le s m o r a le s . L a te s is q u e q u ie r o d e fe n d e r e s q u e c a d a r e g ió n c o n tr ib u y e con

una

c u ltu r a

e c o n ó m ic a d ife re n te y

d istin tiv a

a l s iste m a

g lo b a l c a p it a lis t a . A d e m á s , q u e la s e c o n o m ía s r e g io n a le s f o r ­ m an y

una

u n id a d

n a c io n a le s

con

d ific u lta d e s

in e sta b le s,

en

a n a liz a b le s

e sp a c ia l e c o n ó m ic o - c u ltu r a l. E n

unos a

siste m a s

tra v é s

de

d e fin itiv a , e n

la

una

g lo b a le s d ia lé c tic a fra se

que

n u n c a p e n s é q u e d ir ía , la e c o n o m í a p o lí t ic a d e b e c o n v e r t ir s e e n e c o n o m ía c u ltu ra l.

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224

E D IT O R IA L : L A N E O L IB E R A L IZ A C IÓ N D EL C O N O C IM IE N T O *

Richard Peet E n el p a s a d o , lo s m e d io s d e p u b lic a c ió n d e a r tíc u lo s d e r e v is ­ ta s a c a d é m ic a s e s t a b a n c o n t r o la d o s p o r lo s a c a d é m ic o s y la s in stitu c io n e s p r o fe s io n a le s . P e r o e n lo s ú ltim o s v e in te a ñ o s el c o n tr o l s o b r e la d ifu s ió n d e l c o n o c im ie n t o c ie n t ífic o s e h a v is ­ to c r e c ie n te m e n te p r iv a tiz a d o . E l a c c e s o a l c o n o c im ie n to p u ­ b lic a d o p a s a c a d a v e z m á s a tra v é s d e e m p r e sa s p r iv a d a s, c o m o T h o m p so n R e u te r s, u n c o n g lo m e r a d o g ig a n te d e e m p r e sa s d e c o m u n ic a c ió n /n o tic ia s /in fo r m a c ió n ,

con

« lín e a s

de

p rod u c­

t o » q u e v a n d e s d e la in fo r m a c ió n fin a n c ie r a y e m p r e s a r ia l a l

(social Science citation index). P u b l i c a e l I n f o r m e d e C i t a c i o n e s d e R e v i s t a s (Journal Citation Report) y e l I n f o r m e d e U s o d e R e v i s t a s (Journal Use Report) c o m o p a r t e d e s u « R e d d e C o n o c i m i e n t o I S I » ( I S / Web o f Know ledge ). L a s r e v i s t a s q u e e s t a e m p r e s a n o i n d e x a b i e n ín d ic e d e c it a c io n e s d e c ie n c ia s s o c ia le s

p o d r ía n n o e x is tir . L o s a u t o r e s q u e n o s o n c o n s id e r a d o s p o r e s t a e m p r e s a e s c r ib e n e n la n a d a . N u e s t r o

tr a b a jo

no

se c o ­

n o c e si e llo s d e c id e n n o v e r n o s . S o m o s ju z g a d o s , c la sific a d o s y o r d e n a d o s p o r c r ite r io s q u e

dependen

d e u n a e m p re sa d e

c o m u n ic a c ió n . L a s r e v ista s a c a d é m ic a s q u e u n a v e z fu e r o n el p r o d u c to d e la s u n iv e r s id a d e s y la s a s o c ia c io n e s p r o f e s i o n a l e s y a c a d é m ic a s h a n lle g a d o a s e r p r o d u c id a s p o r e d ito r ia le s q u e e stá n c r e c ie n ­ te m e n te c o n c e n tra d a s

en

m an os

de unos

pocos

c o n g lo m e ra ­

d o s m u ltin a c io n a le s d e c o m u n ic a c ió n : R o u tle d g e ( T a y lo r a n d

* © Human Geography, traducido por Nuria Benach del original inglés: •Editorial: The Neoliberalization of Knowledge», Human Geography, 1(1), 2008; PP. 1-2.

225

F r a n c is ) , p o r e je m p lo , p u b l ic a 9 5 0 d e e lla s. B la c k w e ll S y n e r g y , q u e « a lb e r g a m á s d e u n m illó n d e a r tíc u lo s d e m á s d e 8 5 0 re ­ v i s t a s » , e s p a r t e d e W ile y I n t e r S c ie n c e , « u n d e s t a c a d o r e c u r s o in te r n a c io n a l d e c o n te n id o s d e c a lid a d p r o m o c io n a n d o el d e s ­ c u b r im ie n to a tra v é s d e t o d o el e s p e c tr o d e e s fu e r z o s c ie n tífic o s, t é c n ic o s , m é d ic o s y p r o f e s i o n a l e s » . L a p r i v a t i z a c i ó n d e la d i f u ­ sió n d e l c o n o c im ie n t o s ig n if ic a q u e e m p r e s a s d e c o m u n ic a c ió n c o n tr o la n el a c c e s o a g r a n d e s p a r te s d e l fo n d o d e c o n o c im ie n to p r o d u c id o p o r el t r a b a jo a c a d é m ic o . E s te fo n d o es c a d a v e z m á s u n a im p o r ta n te y lu c r a tiv a fu e n te d e p o d e r p o lític o , c u ltu ra l y e c o n ó m ic o . Y

n o s e n c o n t r a m o s c o n q u e la p r i v a t i z a c i ó n d e la

d ifu s ió n d el c o n o c im ie n to se r e m o n ta c a d a v e z m á s a su m ism a p r o d u c c ió n , al se r p e n s a d o s lo s c o n o c im ie n to s- m e r c a n c ía p a r a s u v e n ta e n in te r n e t. E l l o c o n lle v a e l d e t e r io r o d e la r e f le x ió n , e n la q u e e l p e n s a m i e n t o p r o f u n d o o b ie n c e s a d e l t o d o o b ie n s e c o n v ie r te e n u n m e r o e n tr e te n im ie n to . P a r a lo s a c a d é m ic o s r a d ic a le s la p r iv a t iz a c ió n d e l c o n o c i ­ m ie n to p la n te a el p r o b le m a a d ic io n a l d e q u e lo s a g e n te s c a u s a ­ le s d e la s c o n t r a d ic c io n e s c a p it a lis t a s c o n t r o la n e l c o n o c im ie n ­ to p u b lic a d o s o b r e su s c r isis. D e m o d o q u e ta m b ié n n o s o t r o s , com o

tr a b a ja d o r e s

a c a d é m ic o s ,

debem os

so m e te rn o s

a

un

o r d e n s o c ia l d e p u b lic a c io n e s q u e e ra y c o n tin ú a s ie n d o e litis­ ta e n té rm in o s d e su c o n tr o l p o r p a r te d e « a c a d é m ic o s r e p u ­ ta d o s y e s t a b le c id o s » p e r o q u e a h o r a e s ta m b ié n c u a n tific a d o en té r m in o s d e fa c to r e s d e e x p o s ic ió n y c ita c ió n en u n n u e v o siste m a c a d a v e z m á s te c n ific a d o , p r iv a tiz a d o , e m p r e sa r ia liz a do

y

m e r c a n tiliz a d o . E llo

(m o n e ta r ia ) p r o d u c id a el c o n te n id o

sig n ific a

ta m b ié n

p o r el tr a b a jo

que

a c a d é m ic o

d e la s r e v is ta s a c a b a c o m o

b e n e fic io

la p lu s v a lía que

e sc r ib e

d e l c a p ita l

d e lo s m e d io s d e c o m u n ic a c ió n . E s te v a lo r ¿ p o d r ía q u iz á se r r e c a p tu r a d o p o r lo s p r o d u c to r e s d e l c o n o c im ie n to - r iq u e z a ? ¿ N u e s tr a c o n c lu s ió n ? N e c e sita m o s re te n e r el c o n tr o l d e l v a lo r p r o d u c id o p o r el tr a b a jo a c a d é m ic o . E s ta m o s d e c id id o s

226

a r e s is tir e sta te n d e n c ia p r iv a t iz a d o r a — « R e c u p e r a r N u e s t r o C o n o c im ie n to » .

P or

e llo

hem os

fu n d a d o

una

e m p re sa

s in

á n im o d e lu c r o « ln s t it u t e f o r H u m a n G e o g r a p h y ln c .» c o m o p ro p ie ta ria

d e e sta r e v is ta — lo s r e s p o n s a b le s

de

la e m p r e s a

p r o v ie n e n d e l c o m ité e d ito r ia l. E l I n s titu to n o e sta b le c e r á r e ­ la c io n e s d e n in g u n a c la s e c o n e d it o r ia le s c o m e r c ia le s . S e a m o s c la ro s, n o e sta m o s p r o p o n ie n d o u n a r e v ista d e a c c e s o a b ie r to b a s a d a e n la w e b . S in e m b a r g o , la s s u s c r ip c io n e s in d iv id u a le s se o fr e c e n a b a jo c o s t e (4 0 d ó la r e s al a ñ o p a r a p e r s o n a s c o n r e n ­ ta s m á s e le v a d a s y 1 5 - 2 0 p a r a lo s q u e tie n e n m e n o s in g r e s o s ) , y la s s u s c r ip c io n e s in stitu c io n a le s a u n c o s t e m o d e r a d o (1 0 0 d ó la r e s e n n u e s t r o p r im e r a ñ o , a lg o m á s e n a ñ o s s u b s ig u ie n ­ te s ) , m u y le jo s d e lo q u e a c o s t u m b r a n a v a le r e n la a c t u a lid a d — la s e d it o r ia le s m u lt in a c io n a le s c o b r a n a la s in s t it u c io n e s c o n ta r ifa s d e su s c r ip c ió n

a n u a le s q u e v a n d e lo s 2 5 0 a lo s 5 .0 0 0

d ó la r e s p o r a ñ o . U n a s o la r e v ista p u e d e g e n e r a r d e m e d io a u n m illó n d e d ó la r e s d e b e n e fic io a l a ñ o . P o d r ía m o s u tiliz a r e ste d i n e r o p a r a f i n a n c i a r i n v e s t i g a c i o n e s r a d i c a l e s . . . p e r o s o l o s i la p r o p ie d a d y el c o n tr o l s o b r e el c o n o c im ie n to q u e p r o d u c im o s q u e d a fu e ra d e m an o s

e m p r e sa r ia le s. T a n

p ro n to

com o

te n ­

g a m o s b e n e f ic io s a n u n c ia r e m o s la d is p o n ib ilid a d d e a y u d a s a la i n v e s t i g a c i ó n g e o g r á f i c a - r a d i c a l y d e s i g n a r e m o s u n c o m i t é p a r a a d m in istr a rla s. D e m odo lla m a d a

q u e a n u n c ia m o s el in ic io d e e sta n u e v a r e v ista

Human Geography.

E s te es n u e str o p r im e r n ú m e ro .

C o n c e b im o s u n a r e v ista c o m o e sta d e m o d o a m p lio , c u b r ie n ­ do

te m a s q u e v an

d e s d e la g e o p o l ít i c a a la e c o lo g ía p o lít ic a

p a s a n d o p o r c u e stio n e s c u ltu ra le s y e c o n ó m ic a s. Im a g in a m o s u n a r e v is t a in t e le c t u a l b ie n e s c r ita , c r ít ic a , n o d e m a s ia d o lle n a d e d e ta lle s e m p ír ic o s, y n o c a r g a d a d e d e m a s ia d a s c ita s, u n a r e ­ v is ta q u e p u e d a le e rse e n s u to ta lid a d . E s ta r e v ista s e r á e v a lu a d a p o r e x p e r to s p e r o q u e r e m o s e v a lu a c io n e s d e lo s a r tíc u lo s q u e se a n p o s itiv a s y ú tile s, y n o q u e e sto s se a n a ta c a d o s o r e c h a ­

227

z a d o s p a r a s u p u b l i c a c i ó n s o b r e la b a s e d e a s p e c t o s m e n o r e s r e a liz a d o s p o r e v a lu a d o r e s q u e se e sc o n d e n tr a s el a n o n im a to (e l e litism o a l q u e n o s r e fe r ía m o s m á s a rr ib a ). P la n e a m o s u n a m e z c la d e a r t íc u lo s la r g o s d e h a s t a 7 .5 0 0 p a la b r a s y o t r o s m á s c o r t o s d e h a s t a 3 .0 0 0 p a l a b r a s , c o n n ió n

y

b á sic o

re se ñ a s d e lib r o s

tr a b a jo s a c tu a le s d e o p i­

in te r c a la d o s

en

el c u e r p o

d el te x to

d e la r e v is t a . P o r e l m o m e n t o , p la n e a m o s u n a v e r s ió n

d e la r e v i s t a e n p a p e l , q u e s e r á s e g u i d a e n b r e v e p o r . u n s i t i o w e b c o n c o n te n id o m u ltim e d ia . L la m a m o s a v u e s tr o in te ré s, c o m e n ta r io s y a p o y o . L a s d o ­ n a c io n e s s e r v ir á n p a r a s u s te n t a r e l a r r a n q u e d e la r e v ista : p o r f a v o r m a n d a d a y u d a s a l I n s t it u t e f o r H u m a n G e o g r a p h y , IH G , P .O .

B ox

307,

B o sto n ,

M a ssa c h u se tts, 0 1 7 4 0 -0 3 0 7 ,

E sta d o s

U n id o s ; 1 0 0 d ó la r e s d a r á n d e r e c h o a d o s a ñ o s d e su sc rip c ió n . I n v ita m o s a e n v ia r a r tíc u lo s , t e x t o s d e o p in ió n , r e se ñ a s y e d i­ t o r ia le s a n u e s t r o c o n s e jo d e r e d a c c ió n . S i te n é is id e a s p a r a u n a c o n tr ib u c ió n , h a c é d n o sla s s a b e r p a r a te n e r n u e str a r e s p u e s ta in m e d ia ta : p o r f a v o r e n v ia d u n e m a il c o n v u e s tr a s p r o p u e s t a s o a r tíc u lo s a lo s e d ito r e s c o r r e s p o n d ie n te s :

Director de Human Geography: Richard Peet, Gradúate School of Geography, Clark University. Responsable de ensayos y opiniones: Derek Gregory, Department of Geography, University of British Columbia. Responsable de reseñas de libros: Salvatore Engel-DiMauro, Department of Geography, SUNY New Paltz. Responsables regionales: Swapna Banerjee-Guha, Tata lnstitute of Social Sciences (Asia me­ ridional). Jerónimo Montero, Durham University (América Latina). Erik Swyngedouw, Manchester University (Europa). Wing Shing Tang, Hong Kong Baptist University (Asia oriental).

228

L O C U R A Y C IV IL IZ A C IÓ N : C A P IT A L IS M O F IN A N C IE R O G L O B A L Y E L D I S C U R S O A N T IP O B R E Z A it

Richard Peet E l fin a l d e l s ig lo X X h a v is t o e m e r g e r u n n u e v o t ip o d e s o c ie ­ dad. U n d u c ie n d o

c a p ita lism o

d o m in a d o

m e rc a n c ía s

c a p ita lis m o

y

d o m in a d o

p o r e n o rm es e m p re sa s p ro ­

s e r v ic io s por

h a sid o

en o rm es

su b stitu id o

e m p re sa s

p o r un

q u e c o n tr o la n

el a c c e s o a lo s c a p ita le s d e in v e r sió n . E n e l n u e v o « c a p ita lis m o f in a n c ie r o g l o b a l » la s f in a n z a s s o n la p a r t e m á s im p o r t a n t e d e l c a p it a l; lo s g o b ie r n o s y la s in s t it u c io n e s d e g o b e r n a n z a g lo b a l so n

p arte

in te g r a l d e l a p a r a to

fin a n c ie r o , r e sc a ta n

al se c to r

fin a n c ie r o e in c lu s o se u n e n a é l e n tie m p o s d e c r isis; e l c a p ita ­ lis m o fin a n c ie r o o p e r a n o r m a lm e n t e a e sc a la g lo b a l; p o r ta n to , el c a p it a lis m o fin a n c ie r o t o m a la fo r m a d e u n s iste m a e s p a c ia l y

p o lític o - e c o n ó m ic o - fin a n c ie r o - é tic o - c u ltu r a l.

« c a p ita l fin a n c ie r o »

fu e

acuñado

o r ig in a lm e n te

x ista a u s tr ía c o R u d o lf H ilfe r d in g (1 9 8 1 ). C o n

El

té rm in o

por

el m ar­

e se té r m in o se

r e fe r ía a la c r e c ie n te c o n c e n tr a c ió n y c e n t r a liz a c ió n d e c a p ita l, en su fo r m a in stitu c io n a l d e e m p r e sa s , c á r te ls , tr u s ts y b a n c o s que lo s

o r g a n iz a r o n p a íse s

la e x p o r t a c ió n

in d u str ia liz a d o s ,

de

e x c e d e n te s

e sp e c ia lm e n te

G ran

de

c a p ita l d e

B re ta ñ a ,

en

b ú sq u e d a d e ta sa s d e b e n e fic io s m á s e le v a d a s e n o tr a s p a r te s. M á s r e c ie n te m e n te , D a v id H a r v e y (2 0 0 5 ) h a s o s t e n id o q u e en la s

e m p re sas

c a p it a lis t a s , la

g e stió n (lo s d ir e c to r e s

p r o p ie d a d

(lo s

a c c io n ista s)

y

la

e je c u t iv o s d e la s e m p r e s a s ) h a n lle g a ­

d o a f u n d ir s e y a q u e la g e s t i ó n d e m á s a lt o n iv e l s e r e t r ib u y e c o n « s t o c k o p t io n s » . E l a u m e n to d e l p r e c io d e la s a c c io n e s se

* © Human Geography, traducido por Nuria Benach del original inglés: «Madness and Civilization: Global Finance Capitalism and the Antipoveny Discourse», Human Geography, 1(1), 2008; pp. 82-93.

229

c o n v ie r te e n el o b je tiv o

d e f u n c io n a m ie n t o d e la e m p r e s a . Y

la s e m p r e s a s p r o d u c t i v a s , d i v e r s i f i c a d a s e n c r é d i t o s , s e g u r o s y s e c t o r in m o b ilia r io , c r e c ie n te m e n te se c o n v ie r te n en fin a n c ie ­ r a s e n su o r ie n ta c ió n . E llo e stá r e la c io n a d o c o n u n e sta llid o d e a c tiv id a d y

e n u n s e c t o r fin a n c ie r o c r e c ie n te m e n te d e s r e g u la d o

r á p id a m e n te

g lo b a liz a d o

en

« la

fin a n c ia c ió n

de

a b so lu ta ­

m e n t e t o d o » , l o q u e s i g n i f i c a e l c o n t r o l d e t o d a s la s á r e a s d e la e c o n o m ía g lo b a l p o r p a r t e d e la s fin a n z a s . L o s e s t a d o s - n a c ió n , in d iv id u a lm e n t e ( c o m o lo s E s t a d o s U n i d o s ) o c o le c t iv a m e n t e ( c o m o el G 7 / 8 ) , tie n e n q u e a p o y a r a la s in s titu c io n e s fin a n c ie ­ r a s y la in t e g r id a d d e l s is t e m a f in a n c ie r o y a q u e e llo e s lo q u e h a c e f u n c io n a r la e c o n o m ía

(co m o

a te s t ig u a la in te r v e n c ió n

m a s iv a d e lo s b a n c o s c e n t r a le s e n la c r is is fin a n c ie r a d e 2 0 0 7 ­ 0 8 ). E n e l m a r c o d e e ste s is t e m a c a p it a lis t a p r e - f ija d o , H a r v e y o b se rv a que

q u e e l p o d e r d e lo s a c c io n is ta s d ism in u y e , m ie n tr a s

e l d e lo s d ir e c t o r e s e je c u t iv o s d e la s e m p r e s a s , e l d e lo s

m ie m b r o s c la v e d e lo s c o n s e jo s d e a d m in is tr a c ió n y e l d e lo s fin a n c ie r o s, a u m e n ta . E l tr e m e n d o p o d e r e c o n ó m ic o d e e sta n u e v a c la s e e m p r e s a r ia l- f in a n c ie r a le s p e r m i t e u n a a m p lí s im a in flu e n c ia s o b r e lo s p r o c e s o s p o lític o s (H a r v e y , 2 0 0 5 : 3 1 - 3 8 ). L a

p r in c ip a l

d ife re n c ia

e n tre

el

c a p ita l

fin a n c ie r o

de

H ilf e r d in g y e l c a p ita lis m o fin a n c ie r o g lo b a l a c tu a l e s la m a y o r a b s t r a c c ió n d e l c a p it a l d e s u b a s e p r o d u c t i v a o r ig in a l, la m a y o r v e lo c id a d

con

la q u e e l d i n e r o s e m u e v e a t r a v é s d e e s p a c i o s

m á s a m p lio s y d iv e r s o s , la in t e n s i d a d y la f r e c u e n c ia d e la s c r i­ s is q u e t o m a n a h o r a f o r m a s m á s fin a n c ie r a s q u e p r o d u c tiv a s , y la e x t e n s ió n d e la e s p e c u l a c i ó n y d e la s a p u e s t a s e n t o d a s la s e s f e r a s d e la v id a . H e m o s v i s t o t a m b i é n la « d e m o c r a t i z a c i ó n » d e l c a p ita l a tr a v é s

de

la i n c l u s i ó n

en

e l e jé r c it o

de

reserv a

d e lo s fin a n c ie r o s a m illo n e s d e p e r s o n a s q u e se b e n e fic ia n t r a v é s d e la p r o p i e d a d

d e la v iv ie n d a , in v e r s io n e s

a

en fo n d o s

d e p e n s io n e s , fo n d o s d e in v e r s io n e s y fo n d o s d e e d u c a c ió n . Y a n o te n e m o s a p e c e s g o r d o s n i tip o s lis to s m a n ip u la n d o lo s

230

p r e c io s d e la s a c c i o n e s s i n o a m illo n e s d e « c u a s i - c a p i t a l i s t a s » p r e o c u p a d o s t o d a s la s n o c h e s p o r s u s a h o r r o s d e j u b i l a c i ó n o p o r s u s p r e c io s d e v iv ie n d a to ta lm e n te in fla d o s . P o r u n la d o , el c a p ita lis m o fin a n c ie r o h a d e s a r r o lla d o g r a n d e s y s o fis tic a d o s m e c a n ism o s d e c o n tr o l so c ia l y c u ltu ra l s o b r e lo s g o b ie r n o s , la s c la s e s y la s p o b l a c i o n e s r e g io n a le s , d e m o d o q u e la r e s p u e s ­ ta p o lí t ic a c r ít ic a a la s c r e c ie n t e s d e s i g u a l d a d e s e in e s t a b i l i d a ­ d e s p u e d e s e r la r g a m e n te s ile n c ia d a : v iv im o s e n u n tie m p o d e c o o p ta c ió n

g lo b a l. P o r o tr a p a r te , e l n iv e l y

la p r o fu n d id a d

d e la c r i s i s f i n a n c i e r a h a a u m e n t a d o , e l « e s p a c i o

d e la c r is is »

se h a a m p lia d o p a r a in c lu ir v ir tu a lm e n te to d a s la s e c o n o m ía s n a c io n a le s, y el « e s p a c io

d e la s v íc tim a s » ( d ir e c t a s e in d ir e c ­

ta s) e s a h o r a v ir tu a lm e n te u n iv e rsa l. L a in te r s e c c ió n d e e sta s te n d e n c ia s c r e a u n a s e n s a c ió n d e ir r e a lid a d y d ista n c ia m ie n to e n la q u e la s c r is i s s o n

ab o rd ad as con

m a y o r su p e rfic ia lid a d

c u a n to m á s a u m e n ta s u in te n sid a d . L a s c r isis, q u e s o n e s tr u c ­ tu r a le s y e n d é m ic a s, p a r e c e n ir r u m p ir e n el e sc e n a r io p o lític o e c o n ó m ic o c o m o s u c e so s a p a r e n te m e n te e sp o n tá n e o s. P e r o en r e a lid a d la s c r is is s e a c u m u la n p o r q u e n o s o n n i c o m p r e n d id a s n i c o n tr o la d a s , n i s iq u ie r a h a y d e m a sia d a v o lu n ta d p o p u la r d e c o n tr o la r la s, p o r q u e m u c h a g e n te c o m b in a el d o b le p a p e l d e p e r p e tr a d o r y d e v íc tim a , y el s iste m a fin a n c ie r o es ta n g r a n d e y a m o r f o q u e p a r e c e in e x p u g n a b le . I n e v it a b le m e n t e , la d e s id ia t ie n d e a la c a t á s t r o f e . A l ig u a l q u e e n el s is t e m a lib e r a l g lo b a l d e fin a le s d e l s ig lo

XIX,

el s iste m a n e o lib e r a l d e fin a le s d e l

XX

o p e r a g lo b a lm e n te b a jo el d o m in io d e u n

e in ic io s d e l

so lo

XXI

e sta d o - n a c ió n

« d e m o c r á t ic o » h e g e m ó n ic o . E l c a m b io d e la P a x B r it a n n ic a a la P a x

A m e ric a n a

m a n tie n e

una

e str u c tu ra p o lític a

e se n c ia l­

m e n te p a r e c id a p e r o

e l p o d e r m ilit a r d e la s f u e r z a s a r m a d a s

d el e sta d o

h a a u m e n ta d o , m ie n tr a s q u e el tie m p o

fin a n c ie r o

n e c e s a r io p a r a lle v a r a c a b o

u n a in te r v e n c ió n

h a d ism in u id o

r a d ic a lm e n t e c o n la s n u e v a s t e c n o lo g ía s d e la g u e r r a . L a s t r a n ­

231

s a c c io n e s in sta n tá n e a s d el c a p ita lis m o fin a n c ie r o c o r r e n e n p a ­ r a le lo a r e s p u e s ta s a r m a d a s c a si in sta n tá n e a s. Y r e c ie n te m e n te lo s p r in c ip a le s e s t a d o s c a p it a lis t a s f in a n c ie r o s se h a n m o s t r a d o p r o c liv e s a la

in te r v e n c ió n

g e o p o lític a

en

la c r e e n c ia d e q u e

e stá n sie n d o a ta c a d o s p o r u n c o n tr a - m o v im ie n to o r g a n iz a d o , ta m b ié n

g lo b a lm e n te

o r g a n iz a d o , y

p rep arad o

p ara

u tiliz a r

m e d io s d e d e s tr u c c ió n m a siv a . E s te a r tíc u lo p r o p o r c io n a

a lg u n o s

té r m in o s y

p e r s p e c ti­

v a s q u e p u e d e n c o n tr ib u ir a u n a n á lis is c r ític o d e l c a p ita lis m o fin a n c ie r o b á sic a s

y

g lo b a l. T ra s r e p a s a r a lg u n a s su g e r ir a lg u n o s

té r m in o s p a r a

d e su s

c a ra c te r ístic a s

o r g a n iz a r el d e b a te

fu tu r o , el a r tíc u lo c o n tin ú a c o n lo q u e p o d r ía lla m a r s e u n a s o ­ c io - p s ic o lo g ía d e la s fin a n z a s c o n te m p o r á n e a s , e sp e c ia lm e n te el m a n e jo d e l s is te m a h a c ia la t o m a d e r ie s g o s y la e s p e c u la c ió n q u e lle v ó a la c r is is d e 2 0 0 7 - 2 0 0 8 : « l o c u r a » . E l a r t í c u l o p r o s i ­ g u e a fir m a n d o q u e in c lu s o la s s o c ie d a d e s d e s q u ic ia d a s tie n e n u n a c o n c i e n c ia , y e llo s e e x p r e s a e n e l, d i s c u r s o

a n ti- p o b r e z a

g lo b a l q u e c o n fo r m a u n a p a r te m a n ifie s ta d e l siste m a fin a n ­ c ie ro

g lo b a l: la « c iv i l i z a c i ó n » . N o

o b stan te , u n

s iste m a

eco­

n ó m ic o c o r r u p t o n e c e s a r ia m e n te s ig n ific a q u e la s e x p r e s io n e s d e b e n e v o le n c ia se c o n v ie r te n e n p o lític a s a n tip o b r e z a c a r a c ­ te r iz a d a s p o r s u

« b e n e v io le n c ia » . D e

m o d o q u e la s p o lít ic a s

q u e a p a r e n t e m e n t e s e d ir i g e n a p e r d o n a r la d e u d a d e l T e r c e r M undo

y

a «acab ar con

la p o b r e z a

a h o r a » * lle v a n a lo

con­

t r a r io : la in c lu s ió n e n u n a e c o n o m í a g lo b a l c a r g a d a d e n iv e le s im p o sib le s d e d e u d a y , en to d o

c a so , m a y o r e s n iv e le s a ú n d e

d e u d a y d e c r e c ie n te in se g u r id a d . E l a r tíc u lo c o n c lu y e c o n u n b r e v e c o m e n t a r i o s o b r e q u é h a c e r c o n la p o b r e z a g l o b a l d e s d e u n a p o s ic ió n r a d ic a l d e iz q u ie r d a s .

* End Poverty Now es una organización no gubernamental de ámbito mun­ dial y con base en Montreal dedicada a aliviar la pobreza. [N. de la T.]

232

F orm aciones sociales

y

regím enes políticos

E s t e n u e v o c a p it a lis m o f in a n c ie r o a p a r e c ió e n la e sc e n a g lo b a l en m e d io d e u n e sta llid o d e e x h u b e r a n c ia e c o n ó m ic a y c u ltu ra l q u e s o lo p u e d e s e r a d m ir a d o (v e n e r a d o ) c o m o u n s ig n o d e lo s n u e v o s tie m p o s g lo b a le s p o r p a r te d e u n p ú b lic o a te m o r iz a d o . A l m e n o s e s o e s lo q u e a p a r e c e e n lo s m e d io s d e c o m u n ic a c ió n q u e so n

p arte fu n d am e n ta l d e u n

s iste m a d e l q u e se s u p o n e

q u e in fo r m a n . P e r o e n to n c e s el c a p ita lis m o fin a n c ie r o g lo b a l p u e d e s e r lla m a d o c a p it a lis m o m e d iá t ic o g lo b a l y a q u e la m e d ia tiz a c ió n es ta n im p o r ta n te c o m o

la f i n a n c i a c i ó n , y la s d o s

c o m p a r te n e se a ir e d e ir r e a lid a d fa n tá s tic a q u e h a s u s t it u id o lo q u e u n a v e z s e lla m ó « v id a c o t id ia n a » . D e m o d o q u e la s n o t i­ c ia s d e d e p o r t e s d is p o n e n d e m á s t ie m p o y d e s g r a c ia d a m e n t e d e m á s a te n c ió n , q u e la s n o tic ia s s o b r e la s g u e r r a s . Q u e n o te m a te n e n s á b a d o : n a d ie se e n te r a r á . Y a u n a sí, c o m o M a r x c a si d ijo u n a v e z , a n a liz a r s ig n if ic a r o m p e r el fa s c in a n t e r e s p la n d o r d e l e sp e c tá c u lo

g lo b a l d ir ig ie n d o

la

a te n c ió n

a d e s c u b r i r la

e se n c ia e s tr u c tu r a l. E l c a p ita lis m o fin a n c ie r o g lo b a l e m e r g e d e c a m b io s e str u c ­ tu r a le s c o m p r e n sib le s . P a r a lle g a r a e s o s c a m b io s e str u c tu r a le s n e c e sita m o s

u tiliz a r u n

par

de

té r m in o s

ta q u ig r á fic o s : u n a s

p o c a s p a la b r a s q u e d e s c r ib a n u n a in fin id a d d e c o sa s, d e m o d o q u e n u e str a m e n te n o p ie n s e e n lis ta d o s . H a s t a a h o r a h e m o s h a b la d o d e fo r m a s h is tó r ic a s d e u n a to ta lid a d

c a p ita lista p o -

lític o - c u ltu r a l- e c o n ó m ic a ta le s c o m o fo r m a c io n e s so c ia le s e n u n m o d o d e p r o d u c c ió n en g e n e r a l. P a r e c e q u e h a h a b id o tre s fo r m a c io n e s s o c ia le s in tr a c a p ita lis ta s e n lo s ú ltim o s c ie n a ñ o s m á s o m e n o s: el c a p ita lis m o in d u str ia l c o m p e titiv o , y a e n d e s ­ a p a r ic ió n a fin a le s d e l sig lo X IX p e r o a ú n p r e se n te e n el m a r g e n d e la s p e q u e ñ a s e m p r e s a s y e n la f r o n t e r a in n o v a d o r a d e l n u e ­ v o c a p ita lis m o d e r ie sg o ; el c a p ita lis m o in d u str ia l e m p r e sa r ia l q u e a s u m ió la h e g e m o n ía a fin a le s d e l s ig lo X IX y q u e p e r s is t e aún

hoy

com o

una

b a se

p o d e r o s a , a u n q u e d e p e n d ie n te , d e

233

a c tiv id a d to m a

p ro d u c tiv a ; y

el c a p ita lism o

el p a p e l h e g e m ó n ic o

y

fin a n c ie r o

d o m in a n te

en

d e l c a p it a lis m o a p a r t ir d e lo s a ñ o s 1 9 8 0 y e sta b a

o c u lta p o r u n

h ip o b la sto

g lo b a l, q u e

la r e p r o d u c c i ó n

1 9 9 0 : la t r a n s ic ió n

d e h ig h - te c h , te c n o lo g ía d e

la in f o r m a c ió n - in t e r n e t , q u e e r a e n p a r t e in d u s t r ia l, e n p a r t e m e d iá tic o , y e n p a r te fin a n c ie r o . U n a t e r m in o lo g ía m á s d ir e c t a d e s c r ib e la s in s t it u c io n e s e id e o lo g ía s q u e c o n stitu y e n « r e g ím e n e s» m á s c o n c r e to s d e n tr o d e (a v e c e s e n

tra n sic ió n

lista s. A q u í p o d e m o s e je m p lo

e n tre ) fo r m a c io n e s

so c ia le s c a p ita ­

d e s ta c a r v a ria s d im e n sio n e s c o m o

lo s r e g ím e n e s d e im a g e n , e n u n

por

a n á lis is id e o ló g ic o -

im a g in a r io m á s o r ie n t a d o h a c ia lo s m e d io s d e c o m u n ic a c ió n . P ero

quedém onos

« r e g ím e n e s

de

p o lític o s» :

(in s titu c io n e s ,

m o m e n to lo s

id e o lo g ía s,

c u a le s lo s g o b ie r n o s y

en

el

m e c a n ism o s d isc u rso s)

de

banal

m undo

de

lo s

p o lític o -e c o n ó m ic o s m e d ia n te

lo s

la s in s t it u c io n e s g u b e r n a m e n t a le s

poder

in ­

te n ta n d ir ig ir el c a m b io e c o n ó m ic o y so c ia l e n u n a fo r m a c ió n so c ia l. U n

r é g im e n p o lític o

a lu d e a: u n a a p r o x im a c ió n

siste ­

m á t ic a a la f o r m a c ió n p o lít ic a d e u n c o n ju n t o g u b e r n a m e n ta l o

de

in stitu c io n e s

de

d e a su n to s lim ita d o m arco

g o b ie r n o ; a lg o

y

que

tra ta

un

c o n ju jlt O

d e fin ib le ; a lg o q u e p r e v a le c e c o m o

el

r e g u la d o r /in te r v e n c io n is ta d o m in a n te ; c u e s tio n e s q u e

a b a r c a n u n p e r ío d o h istó r ic o d e al m e n o s v a r ia s d é c a d a s. L o s r e g ím e n e s p o lít ic o s t o m a n c o h e r e n c ia p o r la s in t e r p r e ta c io n e s p o lít ic o - e c o n ó m ic a s s u b y a c e n t e s d e la s c a u s a s d e u n c o n ju n t o d e p r o b le m a s s o c io - e c o n ó m ic o s r e la c io n a d o s ; d ic h a s in te r p r e ­ ta c io n e s re p re se n ta n

lo s

in te r e se s d e u n a fr a c c ió n

d e c a p ita l

G u e r r a M u n d ia l, e l m u n d o

c a p ita lista

(P e e t, 2 0 0 7 : 4 -1 0 ). D e sd e

la S e g u n d a

h a c o n o c id o

d o s p r in c ip a le s r e g ím e n e s p o lític o - e c o n ó m ic o s:

la d e m o c r a c ia k e y n e s ia n a , p r e d o m in a n t e e n t r e 1 9 4 5 y 1 9 7 3 , y la d e m o c r a c i a n e o li b e r a l, p r e d o m i n a n t e e n t r e 1 9 8 0 y la a c t u a ­ lid a d ; lo s a ñ o s 1 9 7 3 -8 0 r e p r e se n ta n u n p e r ío d o d e tr a n sic ió n ,

234

c u a n d o lo s d o s r e g ím e n e s c o m p e t ía n p o r la h e g e m o n ía . E n el r é g im e n d e p o lític a s k e y n e s ia n a s, u n E s t a d o in te r v e n c io n is ta c o m p r o m e t id o e n a lc a n z a r e l p le n o e m p le o y s u e ld o s e le v a d o s p a r a t o d o s u tiliz ó p o lític a s m a c r o - e c o n ó m ic a s c o n tr a - c íc lic a s en u n c a p ita lis m o b á sic a m e n te d e lib r e e m p r e sa . E s t e r é g im e n d e p o lític a s

r e sp o n d ió

a la D e p r e s ió n

c r isis q u e d e s le g itim iz ó

d e lo s a ñ o s

1930, un a

la r a c io n a lid a d t e ó r ic a y la s i n s is t e n ­

te s d e m a n d a s d e l r é g im e n p r e c e d e n t e , u n d u r a d e r o r é g im e n p o lític o E sta d o

lib e r a l ( lib r e p ara

c o m e r c io ) , a l u t iliz a r la a u t o r id a d

e sta b iliz a r

la

a c u m u la c ió n

y

d e m o c r a tiz a r

del lo s

b e n e f i c i o s e c o n ó m i c o s . L a s d if e r e n c ia s r e g i o n a l e s e n la t r a d i ­ c ió n te ó r ic o - in te r p r e ta tiv a y p o lític o - e c o n ó m ic a d ie r o n p ie a tre s v a r ia n te s p r in c ip a le s : el k e y n e s ia n is m o s o c ia l d e m o c r á t i­ c o e n lo s p a ís e s d e E u r o p a o c c id e n ta l y s u s a n tig u a s c o lo n ia s ; el k e y n e s ia n is m o d e m o c r á tic o lib e r a l e n lo s E s ta d o s U n id o s ; el k e y n e s ia n is m o d e s a r r o llis ta e n J a p ó n y m u c h o s p a ís e s in ­ d u stria liz a d o s d e l T e rc e r M u n d o (C h a n g y R o w th o r n

1995;

K o h li 2 0 0 4 ). E l r é g im e n d e p o lític a s n e o lib e r a le s re v iv e el lib e r a lis m o d e lib r e c o m e r c io d e f in a le s d e l s i g l o

XIX, a p a r e n t e m

e n te m e d ia n ­

te la r e n u n c ia d e l E s t a d o - n a c i ó n a la g e s t ió n m a c r o e c o n ó m ic a en b e n e fic io d e lo s m e c a n ism o s d e m e r c a d o . P e r o e sta a p a r e n te r e n u n c ia d e l E s t a d o a la e c o n o m ía e s c o n d e u n m o v im ie n t o q u e m e jo r p u e d e d e s c r ib ir s e c o m o

una

r e o r ie n ta c ió n

d e la in t e r ­

v e n c ió n g u b e r n a m e n t a l p a r a s e r v ir lo s in te r e se s d e la s in s t it u ­ c io n e s d e g o b e r n a n z a g lo b a le s . S in e m b a r g o , « r e o r ie n t a c ió n » es s o lo el b a r n iz d e u n p r o fu n d o p r o c e s o d e c o n tr o l d e l E s ta d o p o r p a r te d e g e n te a d in e r a d a , e m p r e sa s, b a n c o s y c o m p a ñ ía s d e g e stió n

d e in v e r s io n e s y , e s p e c ia lm e n te , d e lo s b a n c o s d e

in v e r s io n e s b a jo u n s is te m a d e « d e m o c r a c ia e m p r e s a r ia l» , q u e e m p ie z a c o n el c o n tr o l s o b r e el p r o c e s o e le c to r a l p o r p a r te d e la s g r a n d e s d o n a c io n e s y e l c o n t r o l s o b r e e l p r o c e s o le g is la t iv o a tra v é s d e l « lo b b y in g » (P e e t, 2 0 0 7 : 9 4 -9 8 ).

235

El régimen de políticas neoliberales respondió sin duda a la globalización de la economía, la sociedad y la cultura de finales del siglo XX. Desde luego que el neoliberalismo ayudó a orga­ nizar la emergencia de una globalización que beneficia a una nueva clase re-emergente, superadinerada, financiero-capita­ lista, que m ayorm ente vive en los principales países occiden­ tales, especialmente en los Estados Unidos de América, pero que opera transnacionalm ente en términos del ámbito de su actividad de inversión. Concentrém onos en el m om ento de in­ terpretación de los regímenes de políticas vistos como agentes creativos colectivos en la reorganización de la sociedad capita­ lista. El keynesianismo interpretó la crisis político-económica de los años 1930 como resultado del miedo a un futuro impredecible. Para Keynes, la incertidum bre de los empresarios provocó incoherencias y retrasos en la compra de maquinaria y bienes de equipo. C on la extensión del fordismo en el perío­ do de postguerra, las deficiencias sistémicas en la demanda se originaron más en la inadecuación e inestabilidad de la compra masiva de bienes de consumo. En el contexto de la democracia social y liberal de postguerra, los estados respondieron ' ese infraconsum o a través de la gestión keynesiana de la deman­ da. Las políticas se centraron en una redistribución masiva de los ingresos de la gente rica hacia los consumidores-votantes de clase obrera, gente que, en virtud de la necesidad o la per­ suasión, ¡tenía que gastar cada centavo que tenía ... y más! El principal mecanismo para la redistribución de los ingresos fue una fiscalidad federal progresiva sobre las rentas: la tasa fiscal marginal sobre la banda impositiva más alta bajo el régimen de políticas suavemente keynesianas en los Estados Unidos fue del 70 al 92% en el período entre 1945 y 1981. En vez de añadirse a la riqueza acumulada, los ingresos se reciclaban inmediatamente en consumo. Ello perm itió el funcionamiento del ciclo de producción-consum o y alimentó altos niveles de

236

c r e c im ie n to

e c o n ó m ic o . T u v o

e fe c to s g e o g r á fic o s e sp e c ta c u ­

la r e s , c o m o la e c lo s i ó n d e e s p a c io s d e c o n s u m o

a llá d o n d e la

g e n t e s e r e u n í a o v i a ja b a : a s í, la s a u t o p i s t a s f u e r o n c o r r e d o r e s d e fe liz e x c e so c o n su m is ta . L o

c o n v e n c io n a l

el k e y n e sia n ism o d e sc r ib ir lo

es

e n tró

a fir m a r q u e en

e s e sta n fla c ió n :

c r isis.

d u ra n te

E l té rm in o

lo s

años

1970

u tiliz a d o

p ara

a lta s ta s a s d e in fla c ió n

ju n to

con

a lta s t a s a s d e d e s e m p le o . A d e m á s , la c o n v e n c ió n a fir m a q u e el k e y n e s ia n is m o fu e s u s titu id o p o r u n r é g im e n d e p o lític a s n e o ­ lib e r a le s m á s e fe c tiv o . P e r o la s c o n v e n c io n e s a n a lític a s s u r g e n a p a r t ir d e in t e r p r e t a c io n e s o p u e s ta s b a s a d a s e n in te r e s e s , a la s q u e s e le s d a d if e r e n t e c r é d it o e n la t o m a d e d e c is io n e s , s e g ú n el t a la n te p o lít ic o y c u ltu r a l d e l m o m e n to . R e c u é r d e s e q u e lo s g o b ie r n o s , la s e c o n o m ía s , lo s s is t e m a s s o c ia le s y la s c u ltu r a s e n la s d e m o c r a c ia s p o lít ic a s o c c id e n t a le s a f r o n t a r o n c o n tin u a s p r o t e s t a s m a s iv a s e n lo s a ñ o s E m pezan do

con

1 9 6 0 y p r in c ip io s d e lo s

1970.

e l m o v im ie n to p o r lo s d e r e c h o s c iv ile s y

la

o p o s i c i ó n a la g u e r r a d e l V ie t n a m , la p r o t e s t a lle v ó a l r e c h a z o m a s iv o

de

lo s v a lo r e s

c o n su m is ta s

d e l c a p ita lism o

fo r d ista -

k e y n e s ia n o c a d a v e z m á s v isto s c o m o c o n tr a d ic to r io s c o n u n m e d io n a t u r a l f a t ig a d o . A la v is t a d e la e s c a la d a d e c o n f lic t iv id a d q u e a m e n a z a b a e l o r d e n s o c ia l, c u lt u r a l y p o lí t ic o , la é lite c a p it a lis t a s e c o m p r o m e t i ó e n la a c t i v id a d c o n t r a r r e v o l u c i o n a ­ r ia . « D u r a n t e lo s a ñ o s 1 9 7 0 , e l a la p o l í t i c a d e l s e c t o r e m p r e s a ­ r ia l d e la n a c ió n m o n t ó u n a d e la s c a m p a ñ a s m á s n o t o r ia s p o r la c o n q u i s t a d e l p o d e r d e la h is t o r ia r e c ie n t e » d e m o d o a p r in c ip io s d e lo s

que

1 9 8 0 « la s e m p r e s a s te n ía n u n n iv e l d e in ­

flu e n c ia n u n c a v is t o d e s d e lo s d ía s d e l

boom

d e lo s a ñ o s 1 9 2 0 »

( E d s a ll, 1 9 8 5 : 1 0 7 ; H a r v e y , 2 0 0 6 ) . U n p a r t e e se n c ia l d e e llo e ra la i n t e r p r e t a c i ó n h e c h a s o b r e l a s c r i s i s e c o n ó m i c a s q u e r e c o ­ n o c ía q u e la s p r in c ip a le s c o n tr a d ic c io n e s e str u c tu r a le s r e s id ía n e n la f a lt a d e in v e r s ió n e n e c o n o m ía s p o c o a c tiv a s L o s e s t a d o s r e s p o n d ie r o n c o n p o lític a s e c o n ó m ic a s n e o lib e r a le s c e n tr a d a s

237

en la redistribución de las rentas hacia los ricos (Figura 1). Así, la Ley del Impuesto de Recuperación Económica (Economic Recovery Tax Act) de 1981 recortaba la tasa fiscal marginal de la banda de mayores ingresos al 50%, seguida m uy pronto por la Ley de Reform a Fiscal de 1986 que reducía aún más la tasa máxima al 28%, la cual se elevó durante las administraciones demócratas en los años 1990 al 39,6% para ser recortada de nuevo al 35% por la Ley de Reconciliación de crecimiento económico y alivio fiscal (Economic Growth and Tax R elief Reconciliation Act) de 2001. En ■comparación con el keyne­ sianismo (tasas fiscales marginales del 70-90% ), el régimen de políticas neoliberales bajó las tasas fiscales marginales de las rentas más elevadas al 28-50%. Las apariencias ideológicas de esta redistribución eran «recuperación, reforma, crecimienF ig u r a 1

Primeros fractile s de proporción de ingresos (incluidas las ganancia de capital) en los Estados Unidos, 1 9 1 3 -2 0 0 5

eu

o

a e

o 0 ■ C

Grupo de ingresos

Fuente: Saez, 2007.

238

to», términos que sugieren un régimen al servicio de intereses amplios, populares, nacionales e internacionales. La realidad fue estancamiento en los ingresos reales de la clase obrera y la gente pobre. L o c u ra económ ica Este régimen de políticas neoliberales contribuyó a producir un capitalismo financiero global. En los años 1980, las rentas fueron deliberadamente reorientadas hacia gente que no po­ dían gastarlas, no im porta cuanto lo intentaran (apartamentos de 20 millones en centros financieros que se convirtieron en multiplicadores de los precios inmobiliarios); solo podían ahorrar dichas rentas e invertirlas. De modo que, bajo el neoliberalismo, cada año un billón de dólares fue a parar a cuentas de inversión en manos de solo unos pocos centenares de miles de personas ya m uy ricas Qohnston, 2005). Las instituciones financieras com piten por el uso de fondos de inversión sobreacumulados por millonarios y por los ahorros de los trabajado­ res en fondos de pensiones, en seguros, etc. Las empresas com ­ piten por atraer capital de inversión no tanto por ofrecer altos dividendos sino por el rápido aum ento del precio de las accio­ nes de las empresas. Los directores ejecutivos de las empresas y los consejos de administración van y vienen, prosperan o no, en gran parte sobre la base ya no de cómo manejan la empresa sino de cuanto pueden hacer subir el precio de las acciones de la empresa a corto plazo. El capital empresarial experimenta esta competencia por las inversiones como una obligación ex­ terna originada en la fracción financiera dom inante del capital: los directores ejecutivos que fracasan en el cumplimiento de esta obligación están sujetos a escrutinio por parte de em pre­ sas de capital privado que ganan dinero com prando empresas que no funcionan, reestructurándolas sin piedad (por ejemplo,

239

d e s p id ie n d o tr a b a ja d o r e s ) y lu e g o v e n d ié n d o la s p a r a o b te n e r u n b e n e fic io r á p id o q u e r e p o r t e a lto s r e n d im ie n to s a lo s in v e r­ so res. C o m o to d o s

e llo s u g ie r e , e l a lc a n c e d e l p o d e r f in a n c ie r o (e n

su s a s p e c to s) se h a e x p a n d id o , d e s d e s u s b a se s c a p ita ­

lis ta s o r ig in a le s e n lo s p a ís e s

in d u str ia le s a v a n z a d o s h a c ia u n

c a m p o d e ju e g o g lo b a l, e n el q u e b illo n e s d e d ó la r e s se m u e v e n c a d a d ía c o n fa c ilid a d y v e lo c id a d e n b ú s q u e d a d e a lto s r e n d i­ m ie n to s . E s te c a m p o d e ju e g o g lo b a l p a r a el c a p ita l e stá a ú n c la r a m e n te d e lim it a d o p o r lím ite s p o lít ic o s y c u ltu r a le s . P e r o , c a d a v e z m á s , d e n tr o d e l e sp a c io d e in v e r s io n e s g lo b a l e sta b le ­ c id o , lo s p a ís e s s o n ju z g a d o s m e r a m e n te c o n r a tio s d e r ie s g o / b e n e fic io y, a l s e r a sí in c lu id o s e n lo s c á lc u lo s d e b e n e fic io , lo s e sta d o s p ie r d e n s ig n ific a d o a m e n o s q u e a c tú e n c o m o p r o t e c ­ t o r e s d e la s a c c i o n e s d e s t in a d a s a la b ú s q u e d a d e b e n e f i c i o s d e l c a p ita l g lo b a l. E s ta e stá

c e n tra d a

en

n u e v a v e r s ió n

el d e sp lie g u e

de

d e l c a p ita lism o gran d es

fin a n c ie r o

a c u m u la c io n e s

de

r iq u e z a p o r p a r te d e in stitu c io n e s e sp e c ia liz a d a s c o m o b a n c o s d e in v e r sio n e s y e m p r e sa s a se s o r a s d e r ie sg o s , c o n c e n tr a d a s en u n a p o c o s c e n tr o s d e p o d e r fin a n c ie r o : el e sc a ló n m á s a lto d e la s « c iu d a d e s g lo b a le s » . S in e m b a r g o , in c lu s o c o n la s in c u r s io n e s m á s b r u ta le s e n b u sc a d e b e n e fic io s q u e lle v a n a c a b o la s e m p r e s a s c o m o m o d u s o p e r a n d i, el m e r c a d o d e v a lo r e s es u n m e r c a d o d e in v e r ­ sio n e s r e la tiv a m e n te e sta b le y s e g u r o . L a b o ls a d e v a lo r e s e stá r e g u la d a p o r el E s ta d o por

una

a g e n c ia

Comission

y en lo s E s ta d o s

g u b e r n a m e n ta l:

e sta b le c id a

en

la

U n id o s d e A m é ric a

Securities and Exchange

1 9 3 4 , tras u n

a n te rio r e p iso d io

de

c r isis. L a s s o c ie d a d e s d e g e s tió n d e in v e r s io n e s q u e c o n tr o la n lo s

a c tiv o s

c o le c tiv o s

en

in v e r s ió n , e stá n ta m b ié n

fo rm a

de, p o r

e je m p lo , f o n d o s

r e g u la d a s p o r la L e y

de

d e S o c ie d a d e s

d e I n v e r s ió n d e 1 9 4 0 . S in e m b a r g o , b a jo el n e o lib e r a lis m o , lo s s u p e r r i c o s h a n e n c o n t r a d o c a d a v e z m á s la m a n e r a d e e v ita r la s r e g u la c io n e s e s t a t a le s d e la s in v e r s io n e s . L o h a c e n e n p a r t e

240

e s c a p a n d o d e la s j u r i s d i c c i o n e s n a c i o n a l e s c o m o la s s e d e s s o ­ c ia le s d e e m p r e s a s fa n t a s m a e n lu g a r e s c o m o la s I s la s C a im á n . Y

e sc a p an

de

fo rm a n d o

la r e g u la c ió n

e x ó tic o s

en

v e h íc u lo s

su s de

U n id o s , lo s fo n d o s d e in v e r s ió n m ero

(m e n o s

y

fo n d o s

lo s

(c o n sistie n d o

de

un

c e n te n a r)

c o n fo rm a d o s la

por

c u a lific a c ió n

p r o p io s

in v e r sió n . se ab ren

de

p a íse s En

de

lo s

o r ig e n

E sta d o s

a un pequeño

nú­

« in v e r so r e s

a c re d ita d o s»

«co m p rad o res

c u a lific a d o s»

en

m ás

de

c in c o

m illo n e s

de

d ó la r e s e n a c tiv o s d e in v e r sió n ) n o e stá n s u je to s a r e g u la c ió n g u b e r n a m e n ta l m á s a llá d e l r e g is t r o c o m e r c ia l. D e m o d o q u e la s in v e r s io n e s t e m p o r a le s e n el m e r c a d o d e v a lo r e s (la b o ls a ) p r o p ic ia n u n b e n e fic io r á p id o p a r a lu e g o v e n d e r y a sí c o m p e tir c o n o t r o s fo n d o s d e in v e r s ió n lib r e m u c h o m á s e sp e c u la tiv o s y e sc a sa m e n te r e g u la d o s, c o n c o m p a ñ ía s d e v a lo r e s p r iv a d a s, con

p a q u e te s d e h ip o te c a s d e a lto r ie sg o , fu tu r o s , d e r iv a d o s ,

o p e r a d o r e s d e d i v i s a s , e tc . E n el c o n t e x t o d e la g lo b a liz a c ió n , d e lo s « m e r c a d o s e m e r g e n te s» y d e lo s m e r c a d o s d e in v e r s io ­ n e s e x ó tic a s, se e s p e r a q u e lo s fo n d o s d e in v e r s ió n te n g a n u n re to rn o d e al m e n o s el 2 0 %

a n u a l, d o b la n d o la r iq u e z a d e la s

é lite s c a d a c u a t r o o c in c o a ñ o s . A s í p u e s , v iv im o s e n s o c ie d a ­ d e s e n la s q u e la d in á m ic a d e la f r a c c ió n d o m in a n t e d e l c a p it a l e s la c o n s e c u c ió n , p o r

c u a lq u ie r m e d io , d e

m á s d in e r o p a r a

a q u e llo s q u e y a tie n e n d e m a s ia d o . E s t a p e r s e c u c ió n te m e r a r ia d e d in e r o

p a r a te n e r m á s d in e r o

e s lo c u r a fin a n c ie r a , so c ia l.

S o lo p u e d e te n e r c o m o r e s u lta d o el d e sa stre . P o r q u e el p r e c io d e lo s a lto s b e n e fic io s e s ... e l r ie s g o e te r­ n o . C u a lq u ie r f o n d o d e in v e r s ió n q u e n o g e n e r a a lto s r e t o r n o s y

por

s ió n

en

d in e r o una

ta n to , n o lo s

to m a

m ercad o s

c a m b ia d e

c o m p u lsió n

r ie sg o s

e x tre m o s, su fre

a lta m e n te

m an os

con

c o m p e titiv a

una

c o m p e titiv o s , e n

so lo p ara

d e sin v e r ­ lo s

que

el

t o c a r u n a te c la . A s í, h a y to m a r

r ie sg o s

te m e r a r io s

c r e c ie n te s e n b ú s q u e d a d e a lto s r e to r n o s q u e te m p o r a lm e n te a tr a e n in v e r s io n e s . L a e sp e c u la c ió n , el r ie s g o y e l m ie d o s o n

241

e str u c tu r a lm e n te m ie d o

m ism o

— co m p ran d o el ju e g o

se

e n d é m ic o s c o n v ie r te

o ro

del en

c a p ita lis m o

fu e n te

de

fin a n c ie r o .

m ás

El

e sp e c u la c ió n

o f u t u r o s , p o r e je m p lo . L a e s p e c u la c ió n y

se e x t ie n d e d e s d e W a ll S t r e e t a t o d o s lo s s e c t o r e s d e

la s o c ie d a d : e l p r e c io

d e la v iv ie n d a , la s lo t e r ía s d e l E s t a d o ,

c a sin o s, b in g o s, p o r r a s , c a rta s d e P o k e m o n ; to d o ju e g o , in c lu so la f u e n t e d e s u

el m u n d o

lo s n iñ o s. E l e n tr e la z a d o d e e sp e c u la c io n e s es in tr a ta b ilid a d

y

d e la a m p lia c ió n

d e l e sp a c io

d e s u s e f e c t o s . D e m o d o q u e la c r is is f in a n c ie r a d e 2 0 0 7 - 2 0 0 8 tie n e lo s s ig u ie n te s

m o m e n to s: v iv ie n d a s m u y

a so b r e p r e c io

e sp e c ia lm e n te c e rc a d e lo s c e n tr o s fin a n c ie r o s en a u g e ; c o m p e ­ te n c ia e n tr e in s titu c io n e s fin a n c ie r a s p a r a o fr e c e r c r é d ito fá c il a t o d o e l m u n d o ; el e m p a q u e ta d o d e h ip o te c a s d o m é s tic a s en p a p e l n e g o c ia b le ; n iv e le s m u y a lto s d e c o m p r a s a p a la n c a d a s ; y el u s o d e a c tiv o s c u y o v a lo r p u e d e d e s a p a r e c e r e n el in sta n te d e titu liz a r o tr a s in v e r s io n e s in c lu s o a u n m á s a r r ie sg a d a s . N o e s s o lo q u e la c r is i s s e e x t ie n d a d e u n s e c t o r a o t r o . E s m á s b ie n q u e la c r is i s e n u n s e c t o r ( c o m o e l in e v it a b le fin d e la b u r b u ja in m o b ilia r ia ) tie n e e f e c t o s e x p o n e n c ia le s e n lo s d e m á s ( b a n c o s d e in v e r s ió n d e s p la z a d o s a e sp e c u la c io n e s d e a lto r ie s g o ) h a sta el p u n t o q u e la s p é r d id a s s e a c u m u la n m á s a llá d e l p o d e r d e r e s c a t e d e lo s e s t a d o s y la s in s t it u c i o n e s fin a n c ie r a s . D e a h í la t e n d e n c ia h a c ia la c a t á s t r o f e .

C iv iliz a c ió n y fila n tr o p ía C u a n d o la e s p e c u l a c i ó n y e l j u e g o

se c o n v ie r te n e n a lg o n o r ­

m a l , la f u e n t e o r ig in a l d e la c r e a c ió n d e v a lo r , e l t r a b a j o r e a l i z a ­ d o s o b r e r e c u r s o s d e l m e d io , s e p ie r d e e n la m e m o r ia . E l d in e ­ r o s a le d e la n a d a e s p e c u la t iv a m á s q u e d e la s a c t i v id a d e s r e a le s , v isib le s y c o n o c ib le s. L a e sp e c u la c ió n fin a n c ie r a n o r e g u la d a e s lo m á s c e r c a n o a u n a e c o n o m ía d ir i g id a p o r la a g r e s ió n y el p r o p io in te r é s e g o ís ta (c f. F r e u d , 1 9 6 6 ). L o s fin a n c ie r o s g a n a n

242

m ás

en

unos

seg u n d o s

p u e d e g a n a r en to d a

al te lé fo n o

u n a v id a

que

de d u ro

el 9 9 % y

de

e n tre g a d o

n o so tro s t r a b a jo .

L o s tr a b a ja d o r e s s o n d e s p e d id o s , lo s p r o p ie t a r io s d e v iv ie n d a s d e s p o s e í d o s , p e r o e l g e s t o r d e lo s f o n d o s n o e s t e s t i g o d e e s o s a tr o c e s h e c h o s , n i s iq u ie r a le im p o r t a n . H a y m u c h o s o t r o s in ­ te n ta n d o ir r u m p ir a h í d o n d e el in v e r s o r é tic o te m e h a c e r d a ñ o . Y

si la in t e r m e d ia c ió n d e la s m e r c a n c ía s e n la s r e l a c io n e s d e

p r o d u c c ió n c o n d u c e a u n a s o c ie d a d a lie n a d a (M a r x , 1 9 6 7 : c a p . 1) y la i n t e r m e d i a c i ó n d e la s i m á g e n e s c o n d u c e a u n a s o c i e d a d h ip n o t iz a d a ( D e b o r d , 1 9 6 7 ), la in t e r m e d ia c ió n d e l d in e r o y el ju e g o e n la s r e la c io n e s s o c ia le s c o n d u c e a u n a s o c ie d a d c o r r u p ­ ta q u e h a c a íd o e n la lo c u r a . I n c l u s o a sí, la c o r r u p c i ó n n o a liv ia d e l t o d o al c a p ita lis m o fin a n c ie r o d e r e m o r d im ie n to s d e c o n ­ c ie n c ia . S o lo c o r r o m p e e s a « c o n c ie n c ia » y t o d o lo q u e e m e r g e d e e sa tu r b ia m o r a lid a d . E n

la

tr a d ic ió n

c a lv in is ta

o c c id e n ta l,

la

fila n tr o p ía

es

la

m a n e r a e n la q u e la g e n t e r ic a s a lv a s u c o n c ie n c ia . E n e l c a p i­ ta lism o fin a n c ie r o g lo b a l, a e se g e s to fila n tr ó p ic o se a ñ a d e u n b a r n iz e m o t iv o , id e a lis t a y m o r a lis t a . E n la é p o c a f o r d i s t a d e l c o n s u m i s m o y la p u b l ic id a d , la s p e r s o n a s e s t á n e n s in t o n ía c o n la i m a g e n , la s u g e s t i ó n y la e x a g e r a c i ó n s u b j e t i v a e n t o d a s la s e s f e r a s d e la v id a , in c lu y e n d o

la f il a n t r ó p ic a . L a im a g e n , lo s

m e d i o s d e c o m u n i c a c i ó n y e l e s p e c t á c u l o s e a p r o v e c h a n d e la p r e o c u p a c i ó n d e la g e n t e a p a r e n t e m e n t e p a r a b u s c a r a p o y o s a la a c c i ó n g l o b a l y , d e m o d o m e n o s e v id e n t e , p a r a c a n a liz a r lo q u e p o d r ía c o n v e r tir se e n ir a c o le c tiv a e n u n a in te r v e n c ió n s e ­ g u r a y r e s p o n s a b le lim it a d a a la s in s t it u c io n e s . E l g i r o s im b ó li­ c o d e l m ile n io h a s i d o t e s t im o n io d e u n a e s c a la d a d e la lá s t im a , in stitu c io n a liz a d a en u n c o m p le jo fila n tr ó p ic o g lo b a l q u e c o n ­ f u n d e la « a y u d a » c o n e l « f in d e la p o b r e z a » y e l « d e s a r r o l l o » . E l p a n ó p t ic o g e o f in a n c ie r o ( O ’T u a th a il, 1 9 9 7 ) s e r e f le ja e n u n p a n ó p tic o

g e o fila n tr ó p ic o . L o s

p a ís e s c a p ita lis ta s h e g e m ó n i-

c o s , la s in s t it u c io n e s fin a n c ie r a s in te r n a c io n a le s , lo s p r in c ip a ­

243

le s m i e m b r o s d e la s f i n a n z a s g l o b a l e s y la é l i t e i n d u s t r i a l , l o s a c a d é m ic o s

fa m o so s,

la

d e slu m b r a n te

c o le c c ió n

de

e str e lla s

p o p . .. t o d o s lo s g r u p o s c u lp a b le s q u ie r e n « e l fin d e la p o b r e z a a h o r a » . E n el FM I y e n el B a n c o M u n d ia l, e l a ju s t e e s tr u c tu r a l se r e b a u tiz ó c o m o L a D e c la r a c ió n

« c r e c im ie n t o y r e d u c c ió n d e la p o b r e z a » .

d el M ile n io d e N a c io n e s U n id a s se c e n tr ó en

r e d u c ir a la m it a d la p o b r e z a e x t r e m a p a r a 2 0 1 5 . J e f f r e y S a c h s (2 0 0 5 ), «e l e c o n o m ista d e l d e s a r r o llo m á s d e s ta c a d o d e n u e str o t ie m p o » , e s c r ib ió u n lib ro a m p lia m e n te le íd o e n el q u e a fir m a q u e la p o b r e z a g lo b a l p o d r í a a c a b a r s e p a r a 2 0 2 5 . D e s p u é s d e u n a p r e s ió n p o p u la r m a siv a , o r g a n iz a d a p o r lo s c o n c ie r to s d e r o c k L iv e 8 p o r c a n ta n te s c o m o B o n o y B o b G e d o lf, lo s p a íse s d e l G 7 / G 8 a c o r d a r o n c o n d o n a r lo s 4 0 .0 0 0 m illo n e s d e d ó la r e s q u e s e d e b ía n a la s a g e n c ia s in t e r n a c io n a le s . E n 2 0 0 6 , W a r r e n B u ffe t , la t e r c e r a p e r s o n a m á s r ic a d e l m u n d o , p r o m e t i ó 3 1 .0 0 0 m illo n e s d e d ó la r e s a la F u n d a c ió n B il l y M e lin d a G a t e s , f u n ­ d a d a p o r la p e r s o n a m á s r ic a d e l m u n d o c o n e l o b je t iv o d e a c a ­ b a r c o n la p o b r e z a g lo b a l. Y e n 2 0 0 7 la s N a c i o n e s U n i d a s h a n a fir m a d o

q u e se h an

r e a liz a d o

p r o g r e s o s sig n ific a tiv o s

e n la

c o n s e c u c ió n d e lo s o b je t iv o s d e la D e c l a r a c i ó n d e l M ile n io , e s ­ p e c i a lm e n t e e n e l c a m p o d e la r e d u c c i ó n d e la p o b r e z a g lo b a l. ¿ P o d e m o s a c e p ta r e sto s a c to s a m p lia m e n te a p la u d id o s d e b e n e v o le n c ia a ltr u is ta e n s u s p r o p io s té r m in o s o p t im is t a s ? ¿ O es q u e

«acab ar con

la p o b r e z a

a h o r a ...

el m u n d o

no

puede

e s p e r a r » e s u n a a p a r ie n c ia c iv iliz a d a p a r a u n a b ú s q u e d a d e u n in te r é s p e r s o n a l e sp e c u la tiv o c a d a v e z m á s b r u ta l? L o s p a íse s r ic o s m ir a n d e sd e lo a lto a lo s p o b r e s y , c o m p a d e c ié n d o lo s , se d e d ic a n a « a c a b a r c o n la p o b r e z a g lo b a l» c o n d e c la r a c io n e s o , c u a n d o s o n p r e s io n a d o s , a tr a v é s d e m e d io s sin r ie s g o s c o m o la e d u c a c ió n , f in a n c ia n d o la in v e s t ig a c ió n c o n t r a e l H IV - sid a , e tc . A l m is m o t ie m p o , a c a b a r c o n la p o b r e z a g lo b a l e s u n p r e ­ te x to p a r a e x te n d e r el d o m in io d e l c a p ita lis m o fin a n c ie r o g lo ­ b a l: p a c if ic a n u e v o s e s p a c io s d e e x p lo t a c ió n . E s d e e s te m o d o ,

244

y de m ucho otros, como se relacionan el capitalismo financie­ ro global, el neoliberalismo, la antipobreza, y las políticas de condonación de la deuda.

E l d is c u r s o s o b r e la p o b r e z a

Difícilmente podríam os saberlo a partir de los informes de las noticias. Pero esta «cancelación de los 40.000 millones que se deben a organismos internacionales» equivale básicamente a la refinanciación de la deuda por parte de la iniciativa HIPC (acrónimo de «Heavily Indebted Poor Countries», países pobres m uy endeudados) del FMI y el Banco Mundial. La iniciativa HIPC empezó en 1996 después de una crítica ampliamente extendida de las instituciones de B retton Woods por parte de Jubilee 2000, una coalición religiosa que creía que el 2.000° ani­ versario del nacimiento de C risto señalaba el m om ento opor­ tuno para el perdón de las deudas. El program a HIPC combina la reducción de la deuda con «reformas políticas» dirigidas a aumentar los niveles de crecimiento económico y «por tanto» a reducir la pobreza en los países más pobres de m undo. Así, en varios de sus encuentros anuales recientes, los ministros de finanzas de los países del G7/G8 han acordado financiar el Banco Mundial, el FMI y los Bancos de Desarrollo Regional en apoyo de la iniciativa HIPC. Ello llevará finalmente a la cance­ lación de las obligaciones de la deuda pendiente de los países más pobres del mundo. H ay muchas críticas a propósito de que solo una pequeña parte de la deuda de los países pobres va a ser condonada, y que el alivio de la deuda va a tardar mucho tiempo. Pero cualesquiera que sean los problemas de ritm o y cobertura, este com prom iso de term inar con la deuda inter­ nacional de los países más pobres tiene sus componentes de generosidad. H ay que reconocer el intento benévolo. Pero hay que m irar más allá de los titulares, al final de la lista de con­

245

c lu s io n e s d e lo s M i n is t r o s d e F in a n z a s d e la r e u n ió n d e l G S d e ju lio d e 2 0 0 5 , p o r e je m p lo , e l p u n t o 2. D ic e a sí:

R e a fir m a m o s n u e str a v is ió n so s

en

el d e sa rr o llo

e c o n ó m ic o

lo s p a ís e s e n d e s a r r o llo el c r e c im ie n to

d e q u e p a r a r e a liz a r p r o g r e ­

pongan

e c o n ó m ic o ,

el

y

s o c ia l, e s e se n c ia l q u e

e n m a r c h a p o lític a s p a ra

d e sa rr o llo

s o ste n ib le

y

la

r e d u c c ió n d e la p o b r e z a : p o lí t ic a s e in s t it u c i o n e s s ó lid a s , r e s p o n sa b le s

y

m ic a ; a u m e n to

tra n sp a re n te s;

e sta b ilid a d

m acro eco n ó -

d e la t r a n s p a r e n c ia f is c a l p a r a

c o r r u p c ió n , e stim u la r el d e s a r r o llo

a f r o n t a r la

d el se c to r p r iv a d o

y

a t r a e r in v e r s io n e s ; u n m a r c o le g a l c r e íb le ; y la e lim in a c ió n d e la s b a r r e r a s a la in v e r s ió n p r iv a d a , t a n t o in t e r n a c o m o e x te rn a . (G 8 , 2 0 0 5 )

E l a sp e c to

d e l p u n to 2 q u e lo s m e d io s d e c o m u n ic a c ió n

c o n v e n c io n a le s d e s ta c a n s o n la s « p r á c tic a s d e b u e n g o b ie r n o » c o m o la t r a n s p a r e n c ia , lo s m a r c o s le g a le s c r e íb le s y la a n t ic o ­ r r u p c ió n , e n el s u p u e s t o d e q u e la p o b r e z a e s e l r e s u lt a d o d e c h a n c h u llo s . O t r o s a s p e c t o s d e l p u n t o 2 c o m o la e s t a b ilid a d m a c r o e c o n ó m ic a , e l d e s a r r o llo d e l s e c t o r p r iv a d o y la s u p r e ­ s ió n d e b a r r e r a s a la in v e r s ió n p r iv a d a , n a c io n a l e in t e r n a c io ­ n a l, ju n t o c o n la s c u e s t io n e s d e lib r e c o m e r c io y a b e r t u r a d e m e r c a d o s q u e s e m e n c io n a n m á s a d e la n te , s o n o m itid o s y a q u e s e d a n c o m p le t a m e n t e p o r s e n t a d o s e n m e n t e s p o s e í d a s p o r la

HIPC

id e o lo g ía n e o lib e r a l. L o s p a ís e s

FMI

lo s e c o n o m is t a s d e l tad o

y d el B a n c o M u n d ia l q u e h a n a d o p ­

y q u e e stá n lle v a n d o a c a b o p o lític a s q u e s o n ju z g a d a s

com o

« s ó l i d a s » p o r la « c o m u n i d a d

m u n id a d » y , tra s lo s

tie n e n q u e d e m o s t r a r a

so n

e lla s,

E sta d o s

la s

In stitu c io n e s

el S e c r e ta r io U n id o s

de

del

in te r n a c io n a l» . E s ta « c o ­

F in a n c ie r a s

In te r n a c io n a le s

D e p artam e n to

A m é ric a ,

el

M in is tr o

del T eso ro de

de

H a c ie n d a

B r itá n ic o y lo s M in is t r o s d e E c o n o m ía d e lo s o t r o s p o d e r e s

246

o c c id e n ta le s y , tra s e llo s, lo s in te r e se s fin a n c ie r o s q u e c o n tr o ­ la n lo s p r in c ip a le s e s t a d o s c a p it a lis t a s . L a s p o lí t ic a s q u e s e j u z ­ g a n c o m o s ó lid a s s ig u e n , e se n c ia lm e n te , e l p r o g r a m a n e o lib e ­ ral d e l C o n s e n s o d e W a sh in g to n . A q u í e n c o n tr a m o s lo s p a ís e s d e l G 7 / G 8 , o m á s b ie n a su s D e p a r t a m e n t o s d e F in a n z a s , en c o n n iv e n c ia c o n d ic ie n d o

la s in s t it u c io n e s fin a n c ie r a s in te r n a c io n a le s ,

a lo s p a ís e s p o b r e s

cóm o

deben

c o n d u c ir su s

eco­

n o m ía s s i q u ie r e n b e n e f i c i a r s e d e la c o n d o n a c i ó n d e la d e u d a . D e l m is m o m o d o q u e a lo s « p o b r e s d ig n o s d e a y u d a » le s h a c e n a r r a str a r s u a r r e p e n tim ie n to si q u ie r e n o b te n e r u n a lim o sn a , o lo s s in t e c h o f in g e n u n a t e a t r a l c o n v e r s ió n c r is t ia n a p a r a te n e r u n a c a m a d o n d e p a s a r la n o c h e , a h o r a n o s e n c o n t r a m o s a l o s p a ís e s r ic o s d ic ie n d o a lo s p a ís e s p o b r e s d e l m u n d o c ó m o d e ­ b e n « r e f o r m a r s e » p a r a o b t e n e r s u c o n d o n a c ió n d e la d e u d a . U n a c l á u s u l a c la v e d e la d e c la r a c ió n d e l G 8 s e r e f ie r e a « la e lim in a c ió n d e la s b a r r e r a s a la in v e r s ió n p r iv a d a t a n t o n a c i o ­ n a l c o m o e x t r a n je r a » . L a p o lít ic a a n t ip o b r e z a fila n t r ó p ic a g l o ­ b a l o p e r a c o n d ic io n a n d o e l a l iv io d e la p o b r e z a a la a p e r t u r a d e lo s m e r c a d o s d e c a p it a le s , p e r m it ie n d o la r e p a t r ia c ió n lib r e d e lo s b e n e fic io s . E l c a p it a l fin a n c ie r o lim p ia s u c o n c ie n c ia a p o r ­ ta n d o n u e v a s fu e n te s d e r ie sg o

y d e b e n e fic io

e n lín e a . P e r o

la g l o b a l i z a c i ó n d e la c o n c i e n c ia e n s a n c h a e l e s p a c io d e c r is i s . D e m o d o q u e la s c r isis s e a g r a v a n a n te la s r e s p u e s ta s o fr e c id a s p o r la f a ls a c o n c ie n c ia q u e a t r a v ie s a e l b r a z o f i l a n t r ó p i c o d e l r é g im e n d e p o lític a s n e o lib e r a le s. S i la s p o lít ic a s n e o lib e r a le s r e c e t a d a s p o r la s in s t it u c io n e s fin a n c ie r a s in t e r n a c io n a le s f u n c io n a r a n r e a lm e n t e , la h i p o c r e ­ s ía d e l g e s t o a n t i - p o b r e z a d e la é lit e f i l a n t r ó p i c a ( d a n d o a y u d a p ara

o b te n e r aú n

n arse. P e ro

m á s d in e r o ) p r o b a b le m e n te p o d r ía p e r d o ­

p a r a o b te n e r su d in e r o , lo s p a íse s p o b r e s d e b e n

a c c e d e r a a b r i r s u s m e r c a d o s a la c o m p e t e n c i a e x t r a n je r a , p r i v a tiz a r la s e m p r e s a s p ú b lic a s , a p a r t a r a l E s t a d o d e la p r o v is ió n d e se r v ic io s , r e d u c ir lo s

d é fic its p r e s u p u e s t a r io s

d el E sta d o ,

247

r e m o d e la r

su s

« fle x ib iliz a r »

e c o n o m ía s

su s

o r ie n tá n d o la s

m ercad o s

a

la

e x p o r ta c ió n ,

d e t r a b a jo , s u p r im ir la s b a r r e r a s

a lo s m o v im ie n t o s d e c a p it a l y f l u jo s d e b e n e fic io s , e tc é te r a , s ig u ie n d o u n a lista e sc r ita b a jo y la lib r e c o m p e t e n c ia p u e d e n m á g ic o d e l c r e c im ie n to

la c r e e n c ia q u e

lo s m e r c a d o s

c o n d u c i r la e c o n o m ía a l r e in o

e c o n ó m ic o . P e r o la a p e r t u r a d e m e r ­

c a d o s s ig n ific a p e r d e r p u e s to s d e tr a b a jo p r o t e g id o s — o se a , c r e a r d e s e m p le o e n n o m b r e d e la « e fic ie n c ia » e n p a ís e s e n lo s q u e e l tr a b a jo y a e stá in fr a u tiliz a d o . L a p r iv a tiz a c ió n s ig n ific a in t r o d u c ir la b ú s q u e d a d e l b e n e fic io e n , p o r e je m p l o , e l s u b m i ­ n istr o d e a g u a o e le c tr ic id a d , y c o r ta r lo a q u ie n n o p u e d a o n o q u ie r a p a g a r la s a lta s t a s a s — m u c h a g e n t e h a s id o t ir o t e a d a p o r p r o t e s t a r c o n t r a e llo . R e d u c i r lo s a b u lt a d o s d é f ic it s d e l E s t a d o e n n o m b r e d e la r e s p o n s a b ilid a d fis c a l p u e d e s o n a r b ie n h a s t a q u e s e r e c u e r d a q u e h a y g e n te d e s e s p e r a d a q u e d e p e n d e d e lo s s u b s id io s d e c o m id a y d e la a t e n c ió n s a n it a r ia d e l E s t a d o p a r a v iv ir . Y

en c u a n to a e x p o r ta r m ás, el p r o b le m a es « ¿ e x p o r ta r

q u é ? » . C h in a m o n o p o liz a la s in d u s t r ia s d e t r a b a jo b a r a to y lo s p r e c io s d e la m a y o r ía d e p r o d u c t o s t r o p ic a le s y s u b t r o p ic a le s c o m o e l c a fé , el c a c a o y e l a lg o d ó n , q u e s o n v o lá tile s y a la la r g a h a n id o c a y e n d o , d e m o d o q u e lo s p e q u e ñ o s a g r ic u lto r e s se p a r t e n la e s p a l d a p o r m e n o s q u e n a d a . ( N ó t e s e q u e a l m i s m o t ie m p o la p r o d u c c i ó n c o n c e n tr a c ió n

en

lo c a l d e a lim e n t o s s e v e r e b a ja d a p o r la

c u ltiv o s

de

e x p o r ta c ió n

y

la

s u p r e s ió n

de

p r o te c c io n e s a r a n c e la r ia s , d a n d o lu g a r a u n a p e lig r o s a v u ln e ­ r a b ilid a d

m a siv a

a e p iso d io s

de

h a m b r u n a s .)

La

fle x ib ilid a d

d e l m e r c a d o d e tr a b a jo s ig n ific a a ta c a r a lo s s in d ic a to s , p a g a r s a la r io s m á s b a jo s y e lim in a r la s p o c a s le y e s q u e p u e d a n e x is t ir p a r a p r o te g e r a lo s

tr a b a ja d o r e s :

¡b o n ita

m an era

de

«acab ar

c o n la p o b r e z a » ! L a a p e r t u r a d e l o s m e r c a d o s d e c a p it a le s d e ja a t o d o s lo s p a ís e s d e l m u n d o e n e l e s p a c io d e la s c o n ta g io s a s c r isis fin a n c ie r a s. Y fin a lm e n te , in c lu s o el r e s u lta d o e sp e r a d o , e l c r e c im ie n t o e c o n ó m ic o , n o r e d u c e n e c e s a r ia m e n t e la p o b r e ­

248

za,

e sp e c ia lm e n te c u a n d o el c r e c im ie n to s ig u e u n d ise ñ o n e o li­

b e r a l. E n s u lu g a r , d a c o m o r e s u l t a d o u n a r é p lic a d e s u o r ig in a l e sta d o u n id e n se : e sta n c a m ie n to

d e s a la r io s p a r a la m a y o r í a y

m á s i n g r e s o s p a r a lo s q u e y a s o n r ic o s . E n o t r a s p a l a b r a s , p a r a c o n s e g u ir la c o n d o n a c ió n tie n e n

que

re e stru c tu ra r

d e la d e u d a , lo s p a ís e s s o lic ita n te s su s

e c o n o m ía s

n e o lib e r a lm e n te , d e

m o d o q u e r e c o m p e n s e n a l c a p it a l e x t r a n je r o . L a c o n d o n a c ió n d e la d e u d a e n s u f o r m a a c t u a l , b a jo la t u t e la d e la s i n s t it u c i o ­ n e s f in a n c ie r a s in t e r n a c io n a le s , p r o d u c e la p o b r e z a

a la q u e

s u p u e s t a m e n t e p o n e fin . E n e l e n lo q u e c id o m u n d o d e l c a p it a ­ lis m o fin a n c ie r o , la b e n e v o le n c ia e s b e n e v io le n c ia . ¿ E s q u e , b a jo e l n e o li b e r a lis m o , la p o b r e z a h a d i s m in u id o r e a lm e n te , ta l c o m o a fir m a n la s in s t it u c io n e s fin a n c ie r a s in te r ­ n a c io n a le s y el P r o g r a m a d e D e s a r r o llo d e N a c io n e s U n id a s ? E l r e c ie n te a n á lis is d e S a n ja y R e d d y y C a m ilia M in o iu (2 0 0 7 ) c o n c lu y e q u e , a c a u s a d e la s im p r e c is io n e s e n lo s m é t o d o s u t i­ liz a d o s p a r a m e d ir lo s n iv e le s d e p o b r e z a ( i n g r e s o s d e u n o y d o s d ó la r e s d i a r i o s p o r p e r s o n a ) y la s d e f ic ie n c ia s e n lo s d a t o s r e c o g id o s,

« la p o b r e z a g lo b a l p u e d e o n o h a b e r d is m in u id o .

E l g r a d o d e l a u m e n to o d ism in u c ió n

e s t im a d a e n la p o b r e z a

d el m u n d o e s to ta lm e n te d e p e n d ie n te d e lo s s u p u e s to s a d o p ­ t a d o s » . E n u n e x a m e n m u y im p o r ta n te d e lo s d a to s s o b r e p o ­ b r e z a d e l B a n c o M u n d ia l, R o b e r t W a d e (2 0 0 4 ) c o n c lu y e : « L a m a g n it u d d e l a u m e n t o d e la p o b l a c i ó n m u n d ia l e n lo s ú l t i m o s v e in t e a ñ o s e s t a n g r a n d e q u e la s c if r a s d e p o b r e z a d e l B a n c o te n d r ía n ta sa

de

que

e sta r

p o b reza

a fir m a c ió n q u e v iv e n

enormemente

del m u n d o

m á s p r e c isa s o b r e

el n ú m e ro e x a c to

e n la e x t r e m a p o b r e z a

c e rte z a

es q u e

p ara

h u b ie r a d ism in u id o .

tie m p o d e s c a n s a s o b r e b a se s p o c o con

in fr a e s tim a d a s

y

el c a m b io s ó lid a s .»

el n e o lib e r a lism o

e stá

L o

que

la

C u a lq u ie r

d e p erso n as

a lo

la r g o

del

q u e sab em o s

a so c ia d o

con

una

c r e c ie n te d e s ig u a ld a d : e n lo s E s t a d o s U n id o s y e n o t r o s p a ís e s r ic o s, p e r o

ta m b ié n

de

m odo

m ás gen eral en

el c a p ita lism o

249

g lo b a l. U tiliz a n d o

lo s d a t o s r e c o g i d o s p o r e l P r o y e c t o s o b r e

D e s i g u a l d a d d e la U n i v e r s i d a d d e T e x a s s o b r e la s e s t r u c t u r a s n a c io n a le s

de

s u e ld o s ,

G a lb r a ith

(2 0 0 7 :

587)

e n c u e n tra

un

« m o d e l o m u n d i a l d e d i s m i n u c i ó n d e la d e s i g u a l d a d e n t r e 1 9 7 1 y 1 9 8 0 , s e g u id o p o r u n la r g o y a c u s a d o p e r ío d o d e d e sig u a ld a d c r e c ie n te d e s d e 1 9 8 1 h a s t a e l fin d e l s ig lo » , u n a t e n d e n c ia q u e é l a s o c ia c o n la c a m b i a n t e « m a c r o e c o n o m í a g l o b a l » . M i p ro p ia

in v e stig a c ió n

I n d ia d e s d e la a d o p c i ó n 1991.

E l

nuevo

r e c ie n te

e stá

r e la c io n a d a

d e la N u e v a P o lít ic a E c o n ó m i c a

r é g im e n

p o lític o

in c lu ía

m e d id a s

e s t r u c t u r a l e s t á n d a r ( n e o lib e r a le s ), b a jo la t u te la d e l B M

con

de

la en

a ju s t e

FMI

y el

( d e s p u é s d e u n c r é d ito d e u r g e n c ia e n 1 9 9 1 ), in c lu y e n d o

la d e v a lu a c ió n

d e la r u p ia , u n

r é s , la r e d u c c ió n

a u m e n to

e n la s ta s a s

d e in te ­

d e la in v e r s ió n p ú b l ic a , la r e d u c c i ó n d e la s

a y u d a s a lo s a lim e n to s y lo s fe r tiliz a n te s p o r p a r te d e l s e c to r p ú b l ic o , la r e e s t r u c t u r a c ió n d e la s

im p o r ta c io n e s

d e l s e c to r in d u str ia l, el a u m e n to

y la in v e r s ió n

e x t r a n je r a e n a c tiv id a d e s

d e a lt a t e c n o l o g í a e in t e n s i v a s e n c a p it a l, y la a b o lic ió n d e la s ayudas

c o m p e n sa to r ia s

de

c a ja p a r a

la s

e x p o r ta c io n e s.

H ay

m u c h ís im a s in te r p r e ta c io n e s q u e v e n e ste p r o g r a m a d e n e o lib e r a l i z a c i ó n e c o n ó m i c a c o m o u n a t r a n s f o r m a c i ó n a .m e jo r d e la . e c o n o m í a q u e c o n d u c e a u n a u m e n t o s u s t a n c ia l d e la t a s a de

c r e c im ie n to

e c o n ó m ic o

de

la

In d ia

su g ie r e n q u e el r á p id o c r e c im ie n to

(d e

h e c h o , lo s

e c o n ó m ic o

d ato s

d e la I n d i a s e

i n i c i ó a n t e s d e la t r a n s f o r m a c i ó n d e l r é g i m e n d e p o l í t i c a s d e la I n d ia ). Y el c a s o d e la I n d ia se u t iliz a a m e n u d o c o m o la p r in ­ c ip a l h is t o r ia d e é x it o d e la s r e f o r m a s n e o lib e r a le s d e l r é g im e n d e p o lí t ic a s d e u n p a ís . P e r o la c u e s t ió n e s q u ie n s e b e n e fic ia d e e ste n u e v o r é g im e n

d e c r e c im ie n to y si p u e d e m e jo r a r d e

m o d o s ig n if ic a t iv o la s c o n d ic io n e s d e v id a d e lo s 3 5 0 m illo n e s d e p e r s o n a s c o n u n a re n ta in fe r io r a u n d ó la r d ia r io , o d e lo s 8 0 0 m illo n e s c o n m e n o s d e d o s d ó la r e s d ia r io s . C o n lo s c r ite ­ r io s d e v a lo r a c ió n c o n v e n c io n a le s, se tr a ta ría d e u n a e c o n o m ía

250

q u e h a c r e c id o r á p id a m e n te d u r a n te u n a p e r ío d o lo s u fic ie n ­ t e m e n te l a r g o c o m o p a r a q u e p r o b l e m a s s o c ia le s c o m o la p o ­ b r e z a m o str a r a n s ig n o s c la r o s d e h a b e r se r e d u c id o . A p r im e r a v is ta é s te p a r e c e s e r e l c a s o . L a c if r a d e p e r s o n a s e n la I n d ia p o r d e b a jo d e l u m b r a l d e p o b r e z a ( d e fin id o e n té r m in o s d e in g e sta d ia r ia d e c a lo r ía s) s u p u e s ta m e n te a u m e n tó e n 8 m illo n e s d u ­ r a n te lo s a ñ o s 1 9 7 0 , d is m in u y ó e n 2 1 ,8 m illo n e s e n lo s 1 9 8 0 , a u m e n t ó e n 13 m i l l o n e s a p r i n c i p i o s d e l o s 1 9 9 0 p e r o d i s m i n u ­ y ó d e n u e v o e n 6 0 m illo n e s d e m e d ia d o s a fin a le s d e lo s 1 9 9 0 . S in e m b a r g o , e x is t e u n c o n s id e r a b le e s c e p t ic is m o s o b r e la f i a ­ b ilid a d d e la s e s t im a c io n e s s o b r e la p o b r e z a , h a s t a e l p u n t o d e q u e la s ta sa s d e p o b r e z a p o d r ía n se r el d o b le se g ú n el m é to d o d e m e d id a u tiliz a d o . E s im p o sib le a fir m a r a p a r tir d e lo s d a to s d is p o n ib le s s i la p o b r e z a e n la I n d ia h a a u m e n t o o h a d is m i­ n u id o d e s d e 1 9 9 1 (P a lm e r - Jo n e s y S e n , 2 0 0 1 ). C o n m a y o r c e r­ t i d u m b r e s e s a b e s i la d e s i g u a l d a d h a c a m b i a d o a p a r t i r d e la s r e f o r m a s n e o lib e r a le s d e p r in c ip io s d e lo s a ñ o s 1 9 9 0 . T a l c o m o a f ir m a u n a u t o r , e l « e x c e p c i o n a l c r e c i m i e n t o a g r e g a d o » d e la In d ia h a id o a c o m p a ñ a d o d e u n a c r e c ie n te d e s ig u a ld a d (B a s u , 2 0 0 8 ) y ta l c o m o s e ñ a la n o t r o s , la s d e s ig u a ld a d e s r e g io n a le s d e la I n d ia p e r m a n e c ie r o n e n g r a n p a r t e s in c a m b i o s d u r a n t e lo s a ñ o s 1 9 8 0 p e r o a u m e n t a r o n d r a m á t ic a m e n t e t r a s la a d o p c i ó n de

la s r e f o r m a s ( K a r

2007,

y

Inequality in Asia,

S a k th iv e l, 2 0 0 7 ).

E n

un

in fo r m e

de

el B a n c o p a r a el D e sa r r o llo A siá tic o

(2 0 0 7 ) s e ñ a la q u e e n la ú lt im a d é c a d a la m a y o r í a d e p a ís e s a s iá ­ tic o s, e sp e c ia lm e n te lo s m á s p o b la d o s , C h in a e In d ia , h a n e x ­ p e r im e n t a d o u n a u m e n t o e n la d e s ig u a ld a d , e s p e c ia l m e n t e e n la d e s i g u a l d a d a b s o l u t a ( p o r e je m p l o , d if e r e n c ia s a b s o l u t a s e n la r e n t a d e l 2 0 %

d e la p o b l a c i ó n m á s r ic a r e s p e c t o e l 2 0 %

m ás

p o b r e ). T a l c o m o el B a n c o p a r a el D e s a r r o llo A s iá t ic o a fir m a , de m o d o

s u a v e : « L o s a u m e n t o s e n la d e s ig u a ld a d

r e d u c e n el

im p a c t o d e la r e d u c c ió n d e la p o b r e z a d e u n c a n t id a d d e t e r m i­ n a d a d e c r e c im ie n to » . P o d e m o s a ñ a d ir lo q u e e s o b v io , a u n q u e

251

e l B D A n o l o h a g a : e s a « r e d u c c i ó n » s u c e d e p o r q u e c a s i t o d a la r iq u e z a p r o d u c id a p o r el c r e c im ie n to n e o lib e r a l v a a p a r a r a u n o s p o co s n eo s.

'

¿ Q u é puede hacerse? ¿C óm o

p u e d e la i z q u i e r d a i n f l u i r e n e l d e b a t e a n t i p o b r e z a ?

D e e n tr a d a , c r itic a n d o p u e sta s

p o lític a s

com o

la s e x p l i c a c i o n e s e x i s t e n t e s y d isc u rso s

s u p e r fic ia le s

que

la s p r o ­ sirv e n

a

fin e s id e o ló g ic o s . P a r a e llo n e c e s ita m o s p o c o m á s q u e a p o r t a r in fo r m a c ió n

fid e d ig n a

p o rq u e

el

n e o lib e r a lis m o

su s p r o p io s té r m in o s d e c la r a d o s d e r e d u c c ió n

fra c a sa

en

d e la p o b r e z a .

P e r o d e c o n str u ir el n e o lib e r a lism o y su s p o lític a s a n tip o b r e z a m e d ia n t e la c r ít ic a e s s o l o

e l p r in c ip io d e la lu c h a id e o l ó g i c a

c o n t r a - h e g e m ó n ic a . Q u i z á m á s im p o r t a n t e s e a la r e c o n s t r u c ­ c ió n d e l im a g in a r io e c o n ó m ic o d e la iz q u ie r d a d e m o d o q u e p o d a m o s a p o r ta r p o lític a s m á s p r o fu n d a s y m á s tr a n sfo r m a ­ d o r a s e s t r u c t u r a lm e n t e p a r a a c a b a r c o n la p o b r e z a , t r a z a n d o m o d e lo s a lte r n a tiv o s d e d e s a r r o llo . E llo p u e d e h a c e r se a d o s n iv e le s r e l a c io n a d o s e n t r e e llo s : c o n id e a s d e la iz q u ie r d a lib e ­ r a l p a r a m e jo r a r la s c o n d i c i o n e s d e la g e n t e t r a b a ja d o r a d e n t r o d e l c a p it a lis m o g lo b a l e x iste n te ; y c o n

id e a s d e u n d e s a r r o llo

a lte r n a tiv o b a s a d o e n lo s id e a le s p o lític o s s o c ia lis ta s d ir ig id o s a tr a n s fo r m a r el c a p ita lism o

g lo b a l. E n

té rm in o s d e l p r im e ­

r o , e n c o n t r a m o s la c o m p e t e n c ia e n t r e e m p r e s a s p a r a v e n d e r m e r c a n c ía s a lo s p r e c io s m á s b a jo s p r o d u c ie n d o lo q u e se h a lla m a d o u n a « c a r r e r a h a c ia a b a j o » — la c o m p e t e n c i a e n t r e p a í ­ se s p a r a m a n te n e r b a jo s lo s s a la r io s . L a e s tr a te g ia a p r o p ia d a ! d e n tro

d e l s iste m a

e x iste n te

e s s u b ir lo s

e sta n d a re s

d e v id a

d e lo s t r a b a ja d o r e s q u e e s t á n e n e l n iv e l m á s b a jo d e la e sc a la i s a la r ia l g lo b a l. P a ra e llo s u g ie r o m ín im o g lo b a l»

lle v a d a a c a b o p o r lo s

(sin d ic a le s, a m b ie n ta le s, d e

252

u n a c a m p a ñ a p o r el « sa la r io , m o v im ie n to s so c ia le s

c o n su m id o r e s , e stu d ia n tile s) c o n

j

el o b je t iv o

d e c o n se g u ir el c o m p r o m is o

g u b e rn a m e n ta l p o r

u n o s e s t á n d a r e s m ín im o s p a r a lo s t r a b a ja d o r e s e n la e c o n o m ía g lo b a l. E n

té r m in o s d e l s e g u n d o , el tr a b a jo

r e c ib e u n a p a r te

c r e c ie n te d e l p o d e r e c o n ó m ic o s o lo c u a n d o el v a lo r p r o d u c id o p o r lo s t r a b a ja d o r e s c ir c u la fu n d a m e n ta lm e n te d e n tr o d e lo s siste m a s d e p r o d u c c ió n - c o n s u m o r e g io n a le s y n a c io n a le s, en lo s q u e

la p r o d u c t i v i d a d

d e l tr a b a jo

puede

r e la c io n a r s e c o n

lo s i n g r e s o s d e lo s t r a b a ja d o r e s , c o m o e n e l r é g im e n d e p o l í ­ tic a s s o c ia ld e m ó c r a t a s - fo r d is t a s d e l p e r ío d o

1 9 4 5 -1 9 8 0 . E ste

v í n c u l o s e r o m p i ó p o r la g l o b a l i z a c i ó n d e la p r o d u c c i ó n b a jo el r é g im e n s u b s e c u e n te d e p o lític a s n e o lib e r a le s. L a e str a te g ia a p r o p ia d a e s

e sta b le c e r

« siste m a s

d e v a lo r e s r e g io n a le s » p o r

g r u p o s d e p a ís e s , p r o t e g id o s p a r c ia lm e n t e d e la c o m p e t e n c ia in te r n a c io n a l, q u e c o m p a r ta n

un

c o m p ro m iso

e n la p r o d u c ­

c ió n q u e a u m e n te el p o d e r d e lo s t r a b a ja d o r e s y s u s in g r e s o s : el s iste m a q u e a c tu a lm e n te e stá e m e r g ie n d o en V e n e z u e la , C u b a , B o liv ia y E c u a d o r in d ic a el c a m in o . L a p r o t e c c ió n

m e d ia n te

a ra n c e le s , in te r v e n c io n e s n o a r a n c e la r ia s , c o n tr o le s d e c a p ita l, e tc . e lim in a p a r c ia lm e n t e a g r u p o s d e p a í s e s d e la c o m p e t e n c ia in te r n a c io n a l. E llo p e r m it e a lo s e s t a d o s in te r v e n c io n is ta s e s ­ ta b le c e r s u s p r o p io s p r in c ip io s p o lít ic o - e c o n ó m ic o s q u e g u íe n su s p o lític a s d e d e s a r r o llo ta m b ié n

c o n lle v a ,

y a n t ip o b r e z a . P e r o la p r o t e c c ió n

n e c e sa r ia m e n te ,

el rech az o

a

in v e r tir p o r

p a r te d e l c a p ita l fin a n c ie r o g lo b a l: u n a e sp e c ie d e « lo c k o u t» d e l c a p ita l g lo b a l. E n el c o n te x to a c tu a l, e sta e str a te g ia d e v a lo r r e g io n a l s o lo p u e d e fu n c io n a r d o n d e lo s fo n d o s d e in v e r s ió n se g e n e r e n lo c a lm e n t e , c o m o e n la s á r e a s q u e c o n t r o la n lo s r e ­ c u r s o s c la v e n e c e s a r io s p a r a la e c o n o m í a g lo b a l. A la r g o p l a z o d e b e m o s e x ig ir u n b a n c o d e d e s a r r o llo g lo b a l q u e in v ie r ta en d e s a r r o llo

a lte r n a tiv o .

Y

e llo

r e q u ie r e

un

a m b ie n te

p o lític o

b a s t a n t e d if e r e n t e d e l d e la e r a n e o lib e r a l, u n o q u e r e a c c io n e c o n tra

la s

tr á g ic a s

n eo c o n se rv ad o ras

c o n se c u e n c ia s y

de

lo s

de

te r r ib le s

la s

a v e n tu ra s

erro res

de

la s

p o lític a s p o lític a s

253

e c o n ó m ic a s n e o lib e r a le s y m ir e h a c ia e l s o c ia lis m o , la s o c ia ld e m o c ra c ia y u n c o m p r o m is o re a l p a ra a c a b a r c o n la p o b r e z a g lo b a l, e lim in a n d o las ra íc e s d e la d e s ig u a ld a d .

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255

M o d e r n is m o

c r ít ic o y d e s a r r o l l o d e m o c r á t ic o *

Richard. Peet y Elaine Hartwick L o s te ó r ic o s c lá sic o s d el c a p ita lism o m o d e r n o c o n c e n tra n su a t e n c i ó n e n la s p o l í t i c a s p a r a a l c a n z a r c r e c i m i e n t o e c o n ó m i c o . P o r « c r e c im ie n to » se e n tie n d e u n a u m e n to e n el v o lu m e n to ta l d e b ie n e s y s e r v ic io s p r o d u c i d o s e n u n p a ís . E l c r e c im ie n t o , se a fir m a , p e r s ig u e

a lc a n z a r u n o s

e stá n d a re s

m a te r ia le s d e v id a

s u p e r io r e s. A u n q u e h a y v a ria s v e r sio n e s d ife r e n te s — te o r ía d e la m o d e r n iz a c ió n , e c o n o m ía n e o c lá s ic a y n e o lib e r a lis m o , p o r n o m b r a r s o l o t r e s — . la i d e a c o m ú n a la t e o r í a d e l c r e c i m i e n t o e c o n ó m ic o

m od ern o

es

que

el c o m p o rta m ie n to

e c o n ó m ic o

c o m p e titiv o r a c io n a l, c o o r d in a d o p o r lo s m e r c a d o s , es el q u e c o n d u c e la s in v e r s io n e s q u e lle v a n a l a v a n c e t e c n o ló g ic o y a l c r e c im ie n to e c o n ó m ic o . L a c la se e m p r e sa r ia l q u e o r g a n iz a e ste p ro ceso

b ie n

tie n e q u e

ser re c o m p e n sa d a p o r su s e sfu e rz o s:

el p e n s a m ie n to e c o n ó m ic o a su m e q u e lo s e m p r e sa r io s to m a n r ie s g o s al h a c e r in v e r s io n e s p a r a g a n a r d in e r o . D a d o

q u e e se

p e n s a m ie n t o e c o n ó m ic o s e d a e n s o c ie d a d e s e n la s q u e la g e n t e v o t a , la c o n d i c i ó n a a ñ a d i r e s q u e lo s b e n e f i c i o s m a t e r i a l e s g o ­ te e n d e lo s r ic o s a l r e s to , a u n q u e e llo lle v e u n tie m p o . E n e sta a r g u m e n t a c ió n d o m in a n t e , la c r e c ie n t e d e s ig u a ld a d

(lo s r ic o s

s e h a c e n m á s r ic o s e in v ie r t e n m á s ) « a liv ia » la p o b r e z a a tr a v é s d e l c r e c i m i e n t o . E l « d e s a r r o l l o » e s la c a r a a m a b l e q u e p o n e ­ m o s a e s t e tip o d e a c t u a c ió n o r ie n t a d a a l b e n e f i c i o e n la q u e el c r e c im ie n to e c o n ó m ic o se v is te d e « o b je t iv o s d e l M ile n io q u e d e b e r ía m o s in te n ta r a lc a n z a r » , « s o s te n ib ilid a d » , « p r o g r a m a s

© The Guilford Press, Nueva York, 2009, traducido por Nuria Benach del original inglés, fragmento del capítulo 8 «Critica! Modemism and Democratic Development» en Richart Peet y Elaine Ha^wick (2009), Theories of Development. Contentions, Arguments, Alterrnatives. Nueva York: The Guilford Press; pp. 277-282.

256

d e p r o te c c ió n

s o c ia l» , « m a y o r p a rtic ip a c ió n » , « r e d u c c ió n

de

la p o b r e z a » , u o t r o s t ó p ic o s p r e p a r a d o s p a r a h a c e r m á s d i g e r i ­ b le s la s p o lít ic a s q u e d e lib e r a d a m e n t e p r o d u c e n d e s ig u a ld a d e s ( v é a s e la F i g u r a 1 ) * y c o m p á r e s e c o n la t e n d e n c i a e n la p r o p o r ­ c ió n d e la d is t r ib u c ió n d e lo s i n g r e s o s e n lo s E s t a d o s U n i d o s d u r a n te lo s ú ltim o s 3 0 a ñ o s). L o s p a ís e s d e l T e r c e r M u n d o « s e d e s a r r o lla n » c o p ia n d o

el m o d e lo d e m o d e r n iz a c ió n , c o m p e ­

te n c ia , r e a liz a c ió n d e b e n e fic io s e in d u s t r ia liz a c ió n q u e y a h a d e m o s t r a d o s u e f e c t i v i d a d e n la h i s t o r i a m o d e r n a d e l o s p a í s e s d e l P r im e r M u n d o . A s í, la m o d e r n iz a c ió n y e l d e s a r r o llo q u e ­ d a n in c o r p o r a d o s a u n a ú n ic a e x p e r ie n c ia h is tó r ic a e te r n a m e n ­ te r e p e t id a e n « e l fin d e la h is t o r ia » y « e l fin d e la g e o g r a f í a » , ta l c o m o s e h a d e s c r it o e n t ie m p o s r e c ie n te s . S in e m b a r g o , a p a r t ir d e l r e n o v a d o r é c o r d d e c o n f u s i ó n e n el s ig lo

XXI,

e stá c la r o q u e la h is t o r ia n o se h a t e r m in a d o , q u e

la s d if e r e n c ia s d e b a s e g e o g r á f i c a c o n t i n ú a n e x is t ie n d o ( a v e c e s d e m o d o in c lu s o m á s v io le n to q u e a n te s), y q u e e l m o d e lo d e d e s a r r o llo n e o lib e r a l q u e d o m i n a e n la a c t u a l id a d n o e n c a ja e n to d a s

la s c ir c u n s t a n c ia s .

La

m o d e r n iz a c ió n

c a p ita lis ta d e ja a

2 0 0 m illo n e s d e p e r s o n a s e n la p o b r e z a e n e l m is m o c o r a z ó n d e la m o d e r n id a d , ¡e n lo s lla m a d o s p a í s e s a v a n z a d o s ! E s t a c i­ fr a m u e stra q u e d a r c o m o sa tisfa c to rio el a c tu a l m o d e lo es s o ­ c ia lm e n te p o c o r a z o n a b le y é tic a m e n te ir r e s p o n s a b le . D e s p u é s d e 2 0 0 a ñ o s d e fu n c io n a m ie n to a p le n o g a s , 2 .8 0 0 m illo n e s d e p e r s o n a s v iv e n e n la p o b r e z a ( c o n e l e q u iv a le n t e a m e n o s d e d o s d ó la r e s d ia r io s ) b a jo

el c a p ita lism o

in d u str ia l. E l p r o c e s o

de

m o d e r n iz a c ió n a c tu a l c o n d u c id o p o r O c c id e n te y a n o p u e d e c o n tin u a r. A u n q u e

un

c r e c im ie n to

n o rm a l « e x ito so »

con

el

* Se corresponde con la Fig. 1 de la página 238, reproducida también ori­ ginalmente en el artículo «Locura y civilización: capitalismo financiero global y discurso antipobreza». [N. de la T.]

257

modelo de consumo actual llevase a multiplicar por cinco o por seis los ingresos globales en 50 años, el uso de los recursos y la contaminación de los medios naturales ya estarían más allá de su capacidad. Este escenario futuro muestra la imposibili­ dad natural de copiar sin fin el modelo occidental: sigamos con eso y la historia de la humanidad acabará del todo ... en catás­ trofe ambiental. Con todo, el dom inio del optim ism o neoli­ beral tiene tal prevalencia que las crisis en la economía global solo llevan a versiones depuradas, algo más «liberales», del mismo enfoque m odernizador: modelos con incluso menor redistribución de la renta, con incluso más «incentivos» (re­ corte de impuestos para los más ricos) son recitados como un saber profundo por parte de los «expertos económicos» (los adalides de la teoría del desarrollo convencional). Mientras, se limpian las conciencias proporcionando mosquiteras a los pobres africanos. El pensamiento convencional sobre la m o­ dernidad, el crecimiento y el desarrollo, tal como están defi­ nidos, está completa, peligrosa y perversamente cerrado a ver las deficiencias estructurales y carece de alternativas reales que sean tomadas seriamente en cuenta en los centros de poder. A ltern a tiv a s La ortodoxia neoliberal debe ser cuestionada po r alternativas políticas teóricas formuladas por parte, y en nombre de, mo­ vimientos sociales innovadores prácticos. En este libro nos hemos fijado en tres posiciones alternativas principales: 1. Las teorías marxistas y neo-marxistas sostienen que la m odernidad proporciona altos estándares materiales de vida para unos pocos en detrim ento de la mayoría —la desigualdad es causa de pobreza— al tiempo que el medio ambiente se degrada, la naturaleza de destruye, la cultura

258

se e n v ile c e , d e n u e v o p a r a s a t is f a c e r lo s a n t o jo s c o n s u m i s ­ ta s d e la s p e r s o n a s m á s r ic a s d e l m u n d o . E n so c ia lista s

p ropo n en

d e sa rr o llo

a

tra v é s

de

s u lu g a r , lo s

el c o n tr o l r a c io n a l d e l la

p r o p ie d a d

p ro ceso

c o le c tiv a ,

de

el c o n tro l

p ú b l ic o , la p la n if ic a c ió n y e l r a z o n a m ie n t o d e m o c r á t ic o . 2.

L a

teoría postestructuralista

d e f ie n d e q u e la r a z ó n , e l c o n o ­

c im ie n t o y la id e a d e p r o g r e s o q u e s u b y a c e n e n el p r o y e c ­ to m o d e r n o e stá n ta n im b u id a s d e p o d e r o c c id e n ta l q u e el « d e s a r r o l l o » s e h a c o n v e r t id o e n la f u e n t e d e m u c h o s d e lo s p r o b le m a s d e l m u n d o e n v e z d e e n s u s o lu c ió n . 3.

L as

teorías feministas

es m a s c u lin id a d

m a n tie n e n

que

la

razó n

m o d ern a

c o n d is fr a z ló g ic o , c o n u n a s p r á c tic a s d e

d e s a r r o llo q u e s u b y u g a n a la s m u je r e s m ie n tr a s fin g e n h u ­ m a n it a r is m o . P a r a la m a y o r í a d e f e m in is t a s , e l o b je t i v o e s r e p e n s a r el s ig n if ic a d o y la s p r á c t ic a s d e l d e s a r r o llo d e s d e u n a p e r s p e c t iv a c r ític a d e g é n e r o q u e v a lo r e la s e x p e r ie n ­ c ia s y lo s d e s e o s d e la s m u je r e s a s í c o m o d e lo s h o m b r e s , m ie n t r a s q u e la s fe m in is t a s p o s t m o d e r n a s

abogan

p o r el

a b a n d o n o to ta l d e l té rm in o « d e s a r r o llo » .

T odas

la s

a p r o x im a c io n e s

c r ític a s

ven

el

d e sa r r o llo ,

ta l

c o m o e s e n t e n d id o e n la a c t u a l id a d , c o m o u n e r r o r d e p r o p o r ­ c io n e s g lo b a le s (n a tu r a le s y s o c ia le s ). L o s d iv e r s o s g r u p o s d i­ fie r e n e n lo q u e h a y q u e h a c e r. L o s m a r x is t a s q u ie r e n r e s c a ta r la m o d e r n i d a d d e l c a p i t a l i s m o a b o g a n d o p o r n u e v a s f o r m a c i o ­ n es s o c io p o lític a s d e tip o so c ia lista . L o s p o s tm o d e r n o s d e se a n p r e c i p i t a r l a c a í d a t o t a l _d el p r o y e c t o

m o d e r n o a t r a v é s d e la

c r ític a d e c o n s tr u c tiv a . E l p o s t m o d e r n is m o y el fe m in is m o d a n a p o y o a lo s c o n o c im ie n t o s d e lo s c o le c t iv o s s o m e t id o s y a lo s m o v im ie n t o s s o c ia le s d e o p o s ic ió n d e m o d o q u e la s p e r s o n a s p u e d a n c o n s t r u ir s u s p r o p i o s fu t u r o s . E n el a c tu a l c lim a in te ­ le c tu a l y p o lít ic o , d o m in a d o p o r el n e o lib e r a lis m o (e l m e r c a d o s o lu c io n a t o d o s lo s p r o b le m a s ) y n e o c o n s e r v a d u r is m o (llé v a ­

259

le s la « d e m o c r a c i a » , la q u i e r a n o n o ) , la s a f i r m a c i o n e s d e d e s a ­ r r o llo

a lte r n a tiv o , e n te n d id a s c o m o

in te r v e n c io n e s c o le c tiv a s

e n lo s p r o c e s o s e c o n ó m ic o s , c u lt u r a le s y s o c ia le s e n n o m b r e d e o b je tiv o s p o lític o s

d e fin id o s

en

to rn o

a la ju s t ic i a s o c ia l,

h a n s id o s ile n c ia d o s h a sta el p u n to d e q u e c a si h a n d e s a p a r e ­ c id o d e la m e m o r ia . N o p r o b le m a s

que

a fro n ta n

o b sta n te , d a d o s lo s im p o r ta n tís im o s m ás

d e 2 .0 0 0

m illo n e s d e p e r s o n a s

d e s e sp e r a d a m e n te p o b r e s , e ste tip o d e a m n e sia in sta n tá n e a es u n a t r a g e d ia d e la p o lí t ic a ( e n

té r m in o s d e p é r d id a d e c o m ­

p r o m is o d ir e c to ) y u n a p a r o d ia d e la ju s tic ia (e n t é r m in o s d e l o l v i d o d e lo s o t r o s , o d e p é r d i d a d e v i s i ó n d e lo u r g e n t e e n la b ú s q u e d a d e s e s p e r a d a d e la c o m p le jid a d t e ó r ic a , la r e p u t a c ió n a c a d é m ic a , o la ú l t i m a m o d a in t e le c t u a l) . E n e s t e lib r o h e m o s lle g a d o a u n a c o n c lu s ió n d ife re n te , o s e a , la d e q u e h a y q u e r e p e n s a r e l p r o y e c t o d e d e s a r r o l l o m á s q u e d e sc a r ta rlo . Q u e r e m o s r e c o n sid e r a r el d e s a r r o llo c o n p le ­ n o c o n o c im ie n t o d e la s c r ític a s fe m in is t a s y p o s t d e s a r r o llis t a s , u tiliz a n d o r e a lm e n te e sa s c r ític a s p a r a e la b o r a r u n a p e r s p e c ti­ v a q u e sig a sie n d o m o d e r n a p e r o q u e se a m á s p o d e r o s a y m á s p e rsu a siv a m e n te

c r ític a .

L a

d e s a r r o llo , el p r o g r e s o , so n

d e m o c r a c ia , la

e m a n c ip a c ió n ,

el

m a g n ífic o s p r in c ip io s m o d e r n o s.

P e r o h a n s i d o c o r r o m p i d o s p o r la f o r m a s o c ia l q u e h a t o m a d o la m o d e r n i d a d : e l c a p i t a l i s m o

com o

u n s iste m a p a tr ia r c a l d e

c la s e , u n t ip o d e s o c ie d a d q u e s o l o o p e r a e n e l in t e r é s d e la é lite m a s c u lin a , b a s a d o e n la b ú s q u e d a d e b e n e fic io c o n la e x c lu s ió n d e p r á c tic a m e n te to d o

e l r e s t o . E l p r o b le m a p r in c ip a l c o n la

d e m o c r a c ia e s q u e n u n c a s e h a a lc a n z a d o : ¿ e n q u é s o c ie d a d la s p e r s o n a s c o n t r o la n d ir e c t a m e n te la s in s t it u c io n e s y lo s lu g a r e s ( t r a b a jo , fa m ilia , b a r r io ) e n lo s q u e p a s a n la m a y o r p a r te d e s u s v id a s ? ¿ C ó m o p u e d e s e r d e m o c r á tic o u n p a ís c o m o lo s E s ta d o s U n id o s d e A m é r ic a e n e l q u e 1 5 0 .0 0 0 p e r s o n a s r ic a s e lig e n d e hecho

lo s q u e se rá n

lo s c a n d id a to s p r e sid e n c ia le s

« se rio s»

a

t r a v é s d e c o n t r i b u c i o n e s a la s c a m p a ñ a s , d o n d e la s c a m p a ñ a s

260

e le c to r a le s se h a c e n c o n

e sló g a n e s y v id e o c lip s en m e d io s d e

c o m u n ic a c ió n c o n t r o la d o s y c a r o s , y d o n d e la s e m p r e s a s g a s ­ ta n m ile s d e m illo n e s c a d a a ñ o e n lo b b y s q u e s e g ú n d ic e n s o lo le s p r o p o r c i o n a n « a c c e s o » a l o s p o l í t i c o s ? D e la m i s m a m a n e ­ r a , e l p r o b le m a c o n la e m a n c ip a c ió n e s q u e s e d ir ig e a lo s p r i­ v ile g io s d e u n o s p o c o s e n v e z d e a lo s d e r e c h o s d e la m a y o r ía . L a e m a n c ip a c ió n s ig n ific a p r o m o v e r lo s « d e r e c h o s h u m a n o s » d e lo s q u e y a s o n p r iv ile g ia d o s . I g u a lm e n te , lo d e fic ie n te d e l d e s a r r o llo r e s id e e n s u s lim ita d o s o b je tiv o s ( a b u n d a n c ia d e c o ­ s a s ) , la t i m i d e z d e s u s m e d i o s ( c o p i a r a O c c i d e n t e ) y e l a lc a n c e d e s u s c o n c e p c io n e s (lo s e x p e r to s lo p la n e a n ). Y p ro g reso , es p o co

m ás que un

c lic h é r e p e t id o

en c u a n to al a d ia r io

en el

p a r lo t e o e t e r n a m e n t e o p t im is t a d e la s f ig u r a s d e la t e le v i s ió n y e je c u t iv o s d e e m p r e s a s s ie m p r e s u b ié n d o s e a l c a r r o y s ig u ie n ­ do

a d e la n te . T a l c o m o

p o s te s tr u c tu r a lista s,

a c e rta d a m e n te re c la m a n

e sto

c o n ce p to s

de

lo s

d e sa rr o llo

te ó r ic o s m od ern o

n o tie n e n a r r e g lo s i s e c o n s id e r a n c o m o s e p a r a d o s d e la s id e a s (sig n ific a n te s r e la c io n a d o s s o lo c o n o tr o s sig n ific a n te s). P e r o ced er el «p ro g re so »

a lo s o p tim is ta s e s t ú p id o s e s a b a n d o n a r

u n a id e a m a n t e n id a p o r lo s o p t im is t a s s e r io s e n a q u e l n iv e l d e c r e e n c ia q u e a ú n e n c u e n t r a q u e e l r a z o n a m ie n t o , la c ie n c ia , la t e c n o l o g í a y la d e m o c r a c i a r e p r e s e n t a n u n p o t e n c i a l r e a l p a r a u n a v id a m e jo r p a r a to d o e l m u n d o . Y

m ie n tr a s q u e u n a v id a

m e jo r , e n t é r m in o s d e s u fic ie n c ia m a t e r ia l, p u e d e s e r f á c ilm e n ­ te m e n o s p r e c ia d a p o r a q u e llo s q u e y a v iv e n e n la a b u n d a n c ia , es u n su e ñ o e sp e r a n z a d o p a r a a q u e llo s q u e n u n c a h a n c o n o c i­ d o u n a e x iste n c ia se g u ra . P a r a n o so tr o s , « m o d e r n id a d » y « d e ­ s a r r o llo » s o n té r m in o s q u e a ú n e stá n lle n o s d e s ig n ific a d o .

M od ern ism o crítico L a t e o r í a d e l d e s a r r o l l o m o d e r n i s t a c r ít ic o s e b e n e f i c i a d e la s c r ític a s

m a rx ista s,

p o s te s tr u c tu r a lista s

y

fe m in is ta s

a la m o ­

261

d e r n id a d , p e r o

hace

h in c a p ié

en

el p o te n c ia l

d el d e s a r r o llo

c o n t e m p o r á n e o , m á s q u e e n la p r á c t ic a . El

m o d e r n is m o

c r ític o

im p lic a

d e p o d e r c a p ita lis ta e n té r m in o s

una

c r ític a

del

s iste m a

so c ia lista s d e p r o p ie d a d

de

c la se d e lo s r e c u r s o s p r o d u c tiv o s , e n té r m in o s fe m in is ta s d e d o m in io m a sc u lin o , y e n té r m in o s p o s te s tr u c tu r a lis ta s d e h e ­ g e m o n í a d e lo s d i s c u r s o s e im a g i n a r i o s d e la s é lit e s . A ú n

a sí,

y a d ife r e n c ia d e la m a y o r ía d e o tr a s c r ític a s , c o n v ie r te a e s to s a s p e c t o s n e g a t iv o s e n e le m e n to s p o s it iv o s d e u n c o n ju n t o d e p r o p u e s ta s p o lític a s s o b r e c ó m o

c a m b ia r e l s ig n if ic a d o y la s

p r á c tic a s d e l m o d e r n is m o . E l m o d e r n is m o c r ític o d e s c o n fía d e t o d a é lite , s e a e m p r e s a r ia l, b u r o c r á t ic a , c ie n t ífic a , in t e le c t u a l, r a c ia l, g e o g r á f ic a o p a t r ia r c a l. E l m o d e r n is m o c r ít ic o a p o y a la s v is io n e s

d e la g e n t e o p r i m i d a d e t o d o

tip o : d e sd e lo s m o v i­

m ie n t o s s o c ia le s c a m p e s in o s , a la s o r g a n iz a c io n e s in d íg e n a s , a la s a s o c ia c io n e s d e m u je r e s p o r lo s d e r e c h o s r e p r o d u c t iv o s , a lo s m o v im ie n t o s o b r e r o s . C o n t o d o , « a p o y a r » o « v a l o r a r » la s id e a s d e lo s p u e b lo s o p r im id o s n o sig n ific a c r e e r t o d o lo q u e s u s líd e r e s d ic e n a m o d o d e u n r o m a n tic is m o « n e w - a g e » q u e v e b r i l l a r la s a b i d u r í a e t e r n a e n la p l e g a r i a d e u n c h a m á n . Y

al

t ie m p o q u e lo s m o v im ie n t o s d e la g e n t e p o b r e d e b e c o n t e m ­ p la rs e en su s p r o p io s

té r m in o s y c o n te x to s , el m o d e r n is m o

c r ít ic o fa v o r e c e la s a lia n z a s q u e u n a n la s fu e r z a s d e la m a y o ­ r ía o p r im id a p a r a c o n tr a r r e s ta r lo q u e d e o t r o m o d o s e r ía el p o d e r a b r u m a d o r d e la m in o r ía e x p l o t a d o r a . E l m o d e r n i s m o c r í t i c o e s c u c h a lo q u e la g e n t e t ie n e q u e d e c ir . S in e m b a r g o , y d e fo r m a p o lé m ic a , p r e te n d e c o m b in a r lo s d is c u r s o s p o p u ­ la r e s d e m o v im ie n to s

s o c ia le s d iv e r s o s c o n

la s id e a s lib e r a ­

d o r a s d e u n m o d e r n is l,lo e n te n d id o él m ism o s o lo d e m o d o a u to c r ític o . E l m o d e r n is m o c r ític o e n c u e n tra v a lo r e n to d a s la s e x p e r ie n c ia s . P e r o e s te e s c u c h a r ta m b ié n e s d e a p lic a c ió n a la e x p e r ie n c ia o c c id e n t a l d e la m o d e r n i d a d , s o l o q u e e s a c r ít ic a e s a ú n m á s

262

n e c e sa r ia ( « y a h e m o s v is t o el fu tu r o , y s a b e m o s q u e s o lo fu n ­ c io n a e n p a r t e » ) : p o d e m o s a p r e n d e r m u c h o d e la e x p e r ie n c ia m o d ern a

de

c o n tin ú a

sie n d o

O c c id e n te .

Sob re

m o d ern o

en

to d o ,

el m o d e r n ism o

c u a n to

a

apoyar

una

c r ític o a c titu d

h a c ia e l m u n d o b á s ic a m e n t e c ie n tífic a y r a c io n a l, e s d e c ir , q u e r e q u ie r e a lg ú n tip o d e e v id e n c ia p a r a c r e e r a n te s q u e a c e p ta r s o b r e la b a s e d e la fe , c o m o e n e l c o n o c im ie n t o p r e m o d e r n o , o

negando

p arte

del

to d a

v a lid e z

a la v e r d a d

p o ste stru c tu r a lism o .

Si

p ro b ad a, co m o

hay

que

e sc o g e r

en gran e n tre

la

« m i r a d a i n t e r i o r d e la f e » , o la « v i s i ó n e x t e r i o r d e la r a z ó n » , e l m o d e r n is m o c r ít ic o s e q u e d a c o n la s e g u n d a , s o l o q u e e l o jo m ir a c r ític a m e n te a l m u n d o . E l m o d e r n is m o c r ít ic o c r e e e n el r a c io n a lism o e n té rm in o s d e u n p e n s a m ie n to te ó r ic o , ló g ic o , c u id a d o s a m e n te

fo r m u la d o ,

so b re

c u e s tio n e s

de

la

m á x im a

im p o r t a n c ia c o m o la p o b r e z a g lo b a l o la c a t á s t r o f e a m b ie n t a l. L a ló g ic a y la e x p e r ie n c ia s o n la b a s e d e s u s t e o r ía s . L a

c r ític a

r a d ic a l d e l c a p ita lis m o , c o m o

fo rm a

c o rru p ta

d e m o d e r n is m o , p e r m ite re te n e r lo s h a lla z g o s m o d e r n is ta s d e n u e v a s m a n e r a s : e n p r im e r lu g a r , e m a n c ip a c ió n , d e m o c r a c ia , r a z o n a m ie n t o y p la n if ic a c ió n ; e n s e g u n d o lu g a r , c ie n c ia , te c ­ n o lo g ía , p r o d u c tiv id a d , m á q u in a s, c e r te z a m a te r ia l, m e d ic in a y h o s p ita le s . E l a s p e c to id e a lis ta d e e sta r e te n c ió n (se le c tiv a ) e s q u e el p r o y e c t o m o d e r n o c o n lle v a r a z o n a m ie n t o s é tic o s e in ­ t e n c io n e s p o l í t i c a s q u e v a le la p e n a r e s p e t a r y a p o y a r . E l a s p e c ­ to m a te r ia l e s q u e el m o d e r n is m o y a h a d a d o c o m o r e s u lta d o b e n e fic io s p a r a u n g r a n n ú m e r o d e p e r s o n a s q u e v iv e n m u c h o m e jo r e s v id a s q u e e n s u a u s e n c ia ... y p o d r ía d a r m u c h o s m á s. Y e l a s p e c t o p r á c t ic o e s q u e la c ie n c ia y la d e m o c r a c ia s o n a h o ­ r a c e n t r a le s e n la m is m a e s t r u c t u r a d e la c u l t u r a p o lí t ic a g lo b a l y n o d esap arecerán

s o lo p o r q u e te ó r ic o s c o n se n tid o s y

c r ia d o s se h a y a n c a n s a d o d e e lla s a u n q u e s e b e n e fic ie n

m a l­ d e lo

li n d o c r i t i c a n d o a la m o d e r n i d a d ( la t e o r í a p o s t e s t r u c t u r a l i s t a h a s id o u n a m in a p a r a u n o s c u a n t o s a c a d é m ic o s p r iv ile g ia d o s).

263

D e a h í la n e c e s id a d d e u n c o m p r o m i s o c r ít ic o y m á s a c t iv o c o n la m o d e r n id a d c o m o u n a f o r m a d e p r á c t ic a c a p i t a lis t a g u ia d a p o r r e la c io n e s s o c ia le s , m á s q u e c r it ic a r la m o d e r n id a d c o m o u n a fo r m a c ió n

d isc u r s iv a .

¡D e b e m o s a p r e n d e r a v iv ir c o n

m o d e r n id a d c r itic á n d o la y c a m b iá n d o la !

264

la

IV .

T E X T O

C r is is

IN É D IT O

f in a n c ie r a y c a t á s t r o f e a m b ie n t a l *

Richard Peet L a so c ie d a d

c a p it a lis t a g lo b a l r e s p o n d e a la s c r isis g e n e r a d a s

m e d ia n te d o s c o n tr a d ic c io n e s. P r im e r o , u n a d e p r e sió n e c o n ó ­ m ic a , c a u s a d a d e m o d o d ir e c t o p o r la a g i t a c ió n fin a n c ie r a q u e n i lo s e s t a d o s n i lo s m e r c a d o s h a n p o d i d o r e s o lv e r . S e g u n d o , u n a c a tá s t r o f e s o c io - n a t u r a l e m e r g e n te , m a r c a d a p o r u n a s e r ie de

c r isis

a m b ie n ta le s

cau sad as

por

el c a le n ta m ie n to

g lo b a l.

¿ R e s p o n d e n la s d o s c r is is , e n t i e m p o y e n e fe c t o , a la m a g ia d e la c a s u a lid a d ? o ¿ tie n e n s u o r ig e n e ri la s m is m a s c a u s a s e s t r u c ­ tu r a le s ? L a r e s p u e s ta se r ía o b v ia , si n o fu e r a p o r u n o s m e d io s d e c o m u n ic a c ió n q u e c o n fu n d e n a l in fo r m a r . L a r e s p u e s t a e s: la d e p r e s ió n

e c o n ó m ic a

y

la c a t á s t r o f e

a m b ie n ta l s o n

el re ­

s u lt a d o d e lo s r ie s g o s e x tr e m o s q u e d e b e n a s u m ir lo s a c to r e s p o d e r o s o s b a jo el c a p ita lis m o fin a n c ie r o : « d e b e n a s u m ir » s ig ­ n ific a q u e a q u e llo s q u e n o c o r r e n t o d o el r ie s g o s o n a p a r t a d o s d e l p o d e r . Y « t o d o el r ie s g o » q u ie r e d e c ir a r r ie sg a r to d o , t o d o lo q u e lle v a a u n a e x is te n c ia h u m a n a c o n tin u a d a . L a s c r is is q u e am en azan

a

la

al c a p ita lis m o

h u m a n id a d

so n

fin a n c ie r o . D e

e str u c tu r a lm e n te

m odo

e n d é m ic a s

q u e la d e s t r u c c ió n

d e la

n a tu r a le z a n o e s e n e se n c ia u n a s u n t o é tic o q u e p u e d a r e m e ­ d ia r s e c o n la d e t e r m in a c ió n m o r a l d e v iv ir m á s s e n c illa m e n t e y r e c ic la r m á s . N o e m p ie z a e n el d is c u r s o ( « c a m b i a la p a l a b r a , c a m b ia el m u n d o » * * ) . L a d e s tr u c c ió n

es el re su lta d o d e u n a

" Traducido del original inglés por Nuria Benach. En inglés, juego de palabras «change the word, c\tange the world». [N. de la T.]

265

f o r m a a lie n a d a d e p r o d u c c i ó n d e la e x is t e n c ia h u m a n a , q u e n o e stá c o n tr o la d a d e m o c r á tic a m e n te , q u e se o r g a n iz a in d ir e c ta ­ m e n te a tr a v é s d e lo s m e r c a d o s , q u e s e b a s a e n la o b te n c ió n e g o ís t a d e b e n e fic io s , y q u e tie n e q u e c r e c e r p a r a so b r e v iv ir . H a e m p e o r a d o c o n el d e s a r r o llo d el c a p ita lis m o fin a n c ie r o en la s d o s ú ltim a s d é c a d a s ... u n o s c u a n to s

m ile s d e i m p la c a b le s

e sp e c u la d o r e s se h a n e m p e ñ a d o e x c lu siv a m e n te e n h a c e r q u e e l d in e r o c o n t r o le u n m u n d o q u e r e a lm e n t e n o le s im p o r t a . S i q u e r e m o s e n te n d e r lo q u e e stá p a s a n d o c o n el m e d io a m b ie n ­ te , t e n e m o s q u e e n t e n d e r lo s o r íg e n e s , e l d e s a r r o llo , la e s t r u c ­ t u r a y la d in á m ic a d e l c a p it a lis m o , y e l a s c e n s o d e la s f in a n z a s a su a c tu a l p o s ic ió n

d e d o m in io

t o t a l. D e b e m o s e n t e n d e r la s

e x ig e n c ia s s iste m á tic a s d e u n m o d o d e v id a e n el q u e e sp e c u la r s o b r e la d e u d a e s la f u e r z a m o t r i z p r in c ip a l.

O tra vez M arx ¿ D ó n d e e m p e z a r ? P o d e m o s in te n ta r lo c o n M a r x , o se a K a r l. B r e v e m e n t e , s ig u ie n d o a M a r x ( 1 9 6 7 ) y la t e o r í a m a r x i s t a , el c a p ita lis m o e s u n s iste m a s o c io - e c o n ó m ic o e n e l q u e el c a p ita l se in v ie r te p a r a c o m p r a r t r a b a jo a s a la r ia d o c o n el o b je t o d e f a ­ b r i c a r m e r c a n c í a s p a r a v e n d e r l a s e n e l m e r c a d o . E n la v e r s i ó n d e M a r x d e la t e o r í a c lá s ic a d e l v a lo r , e l t r a b a jo tie n e e l p o d e r d e p r o d u c ir n o s o lo m e r c a n c ía s o s e r v ic io s v a lio s o s a c a m b io d e lo c u a l se r e c ib e u n s a la r io , s in o ta m b ié n u n a p lu s v a lía p o r e n c im a d e l v a lo r d e lo c r e a d o p o r e l o b r e r o . C u a n d o lo s p r o ­ p ie t a r io s d e l d in e r o ( lo s c a p it a lis t a s ) c o n t r o la n la s c o n d ic io n e s b a jo

la s

que

el tr a b a jo

la s fá b r ic a s , la s

p ro d u ce

la s

o fic in a s, e tc . (lo s

m e r c a n c ía s

m e d io s

de

c o n tr o la n d o

p r o d u c c ió n ),

la

p lu s v a lía p u e d e se r e x p r o p ia d a (o to m a d a ) d e lo s p r o d u c to r e s r e a le s d e v a lo r ( lo s t r a b a ja d o r e s h u m a n o s ) p a r a g e n e r a r el b e ­ n e f i c i o q u e e s e l a u t é n t i c o o b j e t i v o d e la p r o d u c c i ó n c a p i t a l i s ­ ta: M a r x lo lla m a « e x p lo t a c ió n » . Y

266

e s t o p u e d e e x t e n d e r s e a la

c u lt u r a , a la s in s t it u c i o n e s s o c ia le s y a la n a t u r a le z a : la e s e n c ia d e l c a p ita lism o

e s la n e c e s a r ia e x p lo t a c ió n

d e to d o . N o

o b s­

ta n te , b a jo c o n d ic io n e s d e m e r c a d o , t o d o c a p ita lis ta in d iv id u a l tie n e q u e p r o d u c ir la s m e r c a n c ía s a lo s p r e c io s r e g u la d o s p o r la c o m p e t e n c ia in t e r c a p it a lis t a . E s t o o b li g a , in c lu s o a l c a p i t a ­ lista m á s c o n c ie n c ia d o s o c ia l y a m b ie n ta lm e n te , a p r o d u c ir al p r e c io m á s b a jo , s in i m p o r t a r la s c o n s e c u e n c ia s « e x t e r n a s » . L a c o m p e t e n c ia o b li g a a la e x p lo t a c ió n d e la n a t u r a le z a y d e lo s r e c u r s o s ... d e p r is a , ¡a n te s d e q u e o t r o p ara

M a rx , el d e sa rr o llo

c a p ita lista

sea

lo un

h aga!

D e ahí que,

p ro ceso

v io le n to

y c o m p l e t a m e n t e c o n t r a d i c t o r i o , e s e n c i a l m e n t e a c a u s a d e la n a t u r a le z a c o n tr a d ic t o r ia d e la s r e la c io n e s s o c ia le s q u e lo d e ­ fin e n : la e x p lo t a c ió n y la c o m p e t e n c ia . M a r x c o n c e p t u a liz ó el d e s a r r o llo c a p ita lis ta c o m o s o c ia lm e n te in ju s t o ( lo s b e n e fic io s se d istr ib u ía n

d e m o d o d e sig u a l), g e o g r á fic a y te m p o r a lm e n ­

te d e s ig u a l (se d a e n a lg u n o s lu g a r e s y e n a lg u n o s m o m e n to s m á s q u e e n o tr o s ), e x p a n s io n is ta (in v a d ie n d o y c o n tr o la n d o so c ie d a d e s

en

to d o

el m u n d o ),

a m b ie n ta lm e n te

d e str u c tiv o

( d e v o r a n d o r e c u r s o s , e m itie n d o r e s id u o s d e t o d o t ip o ) y lle n o d e c r isis (r e c e sio n e s y d e p r e s io n e s ) p e r ió d ic a m e n te n e c e sa r ia s p a r a r e s t a b l e c e r la s c o n d i c i o n e s d e r e n t a b i l i d a d q u e la c o m ­ p e te n c ia

e n c a r n iz a d a

d e stru y e

(M arx ,

1967;

H arv ey ,

1982;

B e c k e r , 1 9 7 7 ; W e e k s, 1 9 8 1 ).

O ríg en es del p ro b lem a E s t e s is t e m a c o m p e t it iv o y e x p l o t a d o r s e o r ig in a e n la d e s t r u c ­ c ió n de

d e s iste m a s s o c ia le s a n te r io r e s (e l fe u d a lis m o e n e l c a so

E u ro p a

p ro ceso s

o c c id e n ta l), y

h is tó r ic o s

lle n o s

s iste m a d e p r o d u c c ió n . E n

en

la

de

lu c h a s d e c la s e s ) d e u n

fo r m a c ió n

g ra d u a l (d u ra n te

el tr a b a jo d e Ja s o n

nuevo

M o o r e (2 0 0 0 )

la c r i s i s e c o l ó g i c a s e o r i g i n a b a e n la t r a n s i c i ó n a l c a p i t a l i s m o d e l s ig lo

XVI

c o m o u n a « b r e c h a e c o ló g ic a » : u n a r u p tu r a c a d a

267

vez

m ás p ro fu n d a

d e l c ic la je d e n u t r ie n t e s e n tr e e l c a m p o

y

la c iu d a d . A l p r in c ip io , la e c o n o m ía c a p it a lis t a m a n u f a c t u r e r a e r a u n a e x t e n s ió n d e la e c o n o m í a n a t u r a l a n t e r io r , e n e l s e n t i ­ d o d e q u e la s m á q u in a s t e x t ile s e s t a b a n h e c h a s d e m a d e r a , la e n e r g ía q u e la s m o v ía e r a la h id r á u lic a , y e l a l g o d ó n y la la n a e ra n m a te r ia s p r im a s q u e p r o v e n ía n d e u n a a g r ic u ltu r a m a y o r ­ m e n te s in m e c a n iz a r . A q u í p o d e m o s u t il iz a r la n o c ió n d e E .A . W rig le y

(1 9 8 8 ; 2 0 0 0 )

de p aso

de

una

« e c o n o m ía

o r g á n ic a »

in ic ia l a u n a « e c o n o m ía d e e n e r g ía d e b a s e m in e r a l» p o s te r io r . E n la s e c o n o m ía s o r g á n ic a s la f u e n t e ú ltim a d e t o d a r iq u e z a e s la T ie r r a y la c o n v e r s ió n d e la e n e r g ía d e l S o l m e d ia n t e la f o t o ­ s ín te s is p o r lo s c u ltiv o s y lo s a n im a le s. C a s i t o d a s la s fu e r z a s m o tr ic e s q u e im p u ls a b a n J a p r o d u c c ió n se d e r iv a b a d e fu e n te s o r g á n ic a s : fu e r z a a n im a l y h u m a n a , s u p le m e n ta d a p o r v ie n to y agua, con

c a lo r p r o c e d e n t e d e la c o m b u s t i ó n d e la m a d e r a .

E l c r e c im ie n to

e c o n ó m ic o

e sta b a

c o n d ic io n a d o

p o r e sta d e ­

p e n d e n c ia u n iv e r s a l d e la s m a te r ia s p r im a s y ta l c o m o

se ñ a la

W rig le y (1 9 8 8 : 2 9 ), « la s e c o n o m ía s o r g á n ic a s e sta b a n s u je ta s a u n a r e t r o a lim e n t a c ió n n e g a t iv a e n la q u e e l m is m o p r o c e s o d e c r e c im ie n t o c o n lle v a b a c a m b i o s q u e h a c ía n a ú n m á s d ifíc il el p o s te r io r c r e c im ie n to a c a u sa d e u n o s r e n d im ie n to s m a r g in a ­ le s d e c r e c i e n t e s » . C o n

la r e v o l u c ió n

in d u str ia l d e l sig lo

XIX,

el c r e c im ie n to e n tr ó e n u n n u e v o t ip o d e e c o n o m ía d e e n e r g ía d e b a s e m in e r a l, lib e r a d a d e la s lim it a c io n e s a l c r e c im ie n t o d e la f a s e a n t e r i o r p o r e l u s o e x t e n s iv o d e l c a r b ó n . E s t a e c o n o m í a d e e n e r g ía d e b a s e m in e r a l e s ta b a s u je t o a e fe c to s d e r e tr o a lim e n ta c ió n p o s itiv o s , en lo s q u e c a d a p a s o r e a liz a d o fa c ilita b a el s ig u ie n te . E l p u n t o c r u c ia l fu e c u a n d o lo s tr a b a ja d o r e s q u e p r e v ia m e n te h a b ía n e s ta d o u t iliz a n d o h e r r a m ie n ta s m a n u a le s p a s a r o n a u tiliz a r m á q u in a s a c c io n a d a s p o r el v a p o r p r o d u c id o p o r la c o m b u s t i ó n d e l c a r b ó n , y m á s t a r d e p o r la e le c t r ic id a d gen erad a fó s ile s .

268

por

la

M uch as

c o m b u stió n de

la s

de

m ay o res

to d o

tip o

in d u str ia s

de

c o m b u s tib le s

m o d ern as,

se ñ a la

Wrigley, quedaron liberadas de su dependencia de las materias primas vegetales o animales. Así, los bienes de capital pasaron a ser hechos principalmente de metal, cemento y ladrillos y los bienes de consumo, de metal o de plástico. El problem a para el medio ambiente es que la disponibilidad de minerales —las materias primas de muchos productos manufacturados (arcilla, petróleo y carbón)— no es ilimitada, a la vez que con­ vertir esos materiales para uso hum ano implica gastar grandes cantidades de energía con resultados contaminantes. De modo que el paso desde una economía exclusivamente orgánica fue un sine qua non para alcanzar la capacidad para un crecimiento exponencial y un deterioro ambiental masivo (Wrigley, 2000: 139). Observando las evidencias históricas constatamos lo que Wrigley quiere decir. La economía británica era ocho veces mayor en 1900 de lo que era en 1800, la producción industrial aumentó trece veces y la producción de carbón, diecisiete (Mitchell, 1988: 247-249, 431-432, 822). La revolución indus­ trial produjo sociedades completamente diferentes de todo lo que había existido hasta entonces. Esta revolución industrial de energía de vapor, mecanizada y conectada por ferrocarril produjo la fábrica del diablo, las escenas de humaredas que do­ minan nuestra memoria ambiental. Así que en G ran Bretaña, por tom ar solo un indicador de efecto ambiental, el dióxido de carbono producido en una de sus formas principales, como las emisiones de la quema los combustibles fósiles, aumentó en diecisiete veces durante el siglo XIX, de 7,3 millones de tonela­ das de carbono por año a 114,6 millones de toneladas (CDIAC, 2009). Es decir, que en el siglo XIX la contaminación aumentó el doble de rápido que la producción. El problem a de consideraciones pomo estas, sin embar­ go, es la tendencia al determ inism o tecnológico en el sentido de que los m ayores sistemas contam inantes intensivos en

269

recursos se convirtieron en inevitables a causa de su m ayor productividad: otra vez las etapas de desarrollo universales de W.W. R ostow (1960). Similares form ulaciones de determ inism o tecnológico aparecen tam bién en algunos escritos de Marx. Pero com o las ideas de M arx fueron m adurando du­ rante el trem endo trabajo de escribir El Capital — el análisis crítico más riguroso de su tiem po, y quizá del nuestro— hay un cambio en el énfasis a favor de las relaciones sociales y la lucha social como causas principales. P or tanto, para Marx, la competencia es la fuerza coercitiva externa que obliga al capitalismo a la constante revolución tecnológica. Tal como M arx y Engels afirmaron: «La burguesía no puede existir sin revolucionar constantem ente los instrum entos de produc­ ción y, po r tanto, las relaciones de producción y, con ellas, el conjunto de relaciones de la sociedad. El m antenim iento de los viejos m odos de producción de form a inalterada fue, por el contrario, la prim era condición de existencia para todas las clases industriales previas» (Marx y Engels, 1969: 115 ). En otras palabras, la economía industrial de uso intensivo de energía, mecanizada, consum idora de recursos y contam i­ nante que se desarrolló en el siglo XIX surgió de la com peten­ cia entre capitalistas y entre economías capitalistas, como en G ran Bretaña, Alemania y los Estados U nidos de América. Los capitalistas tuvieron que m ecanizar para sobrevivir, y la m ecanización significaba intensificación energética... aunque la racionalidad competitiva, «eficiente» y práctica usada cada día en el capitalismo fuese en sentido inverso a la raciona­ lidad m edioam biental necesaria para sostener la existencia social continuada a largo plazo. Sacrificamos el futuro po r el beneficio inmediato. La diferencia entre el análisis histórico basado en Marx y otros análisis reside en el énfasis en las relaciones sociales más que en la inevitabilidad tecnológica. Todo esto estaba protegido, ayudado y am parado po r el

270

E s ta d o lib e r a l s u p u e s ta m e n te de

laissez / aire,

u n E s ta d o q u e

e n r e a lid a d d e jó e l m á x im o d e lib r e s a la s e m p re s a s c a p it a ­ lis ta s , c la r a m e n te e n 't é r m in o s d e r e g u la c ió n a m b ie n t a l, p e r o q u e a c t u ó e n s u n o m b r e c o le c t iv o e n t é r m in o s d e e x p a n s ió n im p e r ia lis t a .

F o rd ism o y keynesianism o A ú n a sí, h a b ía lí m it e s a l c r e c im ie n t o e c o n ó m ic o y a l u s o d e re c u rs o s b a jo e l c a p it a lis m o in d u s t r ia l c lá s ic o (d e E u r o p a o c c i­ d e n ta l) . L o s lí m it e s a l c r e c im ie n t o n o e s ta b a n f ija d o s p r i n c ip a l­ m e n te p o r la te c n o lo g ía o p o r las lim it a c io n e s ( d e l m o m e n t o ) e n lo s re c u rs o s , n i t a m p o c o lo s lí m it e s a l c r e c im ie n to e s ta b a n im p u e s to s d e n in g ú n m o d o p o r u n o s e s ta d o s im b u id o s d e r a ­ c io n a lid a d c o le c tiv a y d e p r o g r e s o . L o s lí m it e s a l c r e c im ie n to fu e ro n

e s ta b le c id o s p o r las m is m a s re la c io n e s s o c ia le s q u e

im p u ls a r o n la e fic ie n c ia c a p ita lis ta . P o r q u e e n e l s ig lo X IX « e fic ie n c ia » s ig n ific a b a l i m i t a r lo s s a la rio s d e lo s tr a b a ja d o re s in d u s tr ia le s , c o n la c o n s ig u ie n te f a lt a d e d e m a n d a i n t e r io r p a ra lo s p r o d u c to s fa b ric a d o s , u n a in s u f ic ie n c ia in t e r m it e n ­ te m e n te a liv ia d a p o r las e x p o r ta c io n e s a u n « T e r c e r M u n d o » e n d e s a r r o llo , n o in d u s t r ia liz a d o y p e r if e r a liz a d o . E l m o d o e n e l q u e se r e s o lv ió esta c o n t r a d ic c ió n está b ie n d e s c r ito en las te o ría s d e la E s c u e la N e o m a r x is ta d e la R e g u la c ió n ( B o y e r , 1 9 9 0 ; L i p ie t z , 19 85 ; 1 9 8 6 ; 1 9 8 7 ; A g lie t t a , 1 9 7 9 ). L o q u e esta e s c u e la lla m a « f o r d is m o » ( t é r m in o o r ig in a lm e n t e a c u ñ a d o p o r G r a m s c i) f u e p r o m o v id o p o r H e n r y F o r d e n lo s a ñ o s in m e d ia ­ ta m e n te a n te r io r e s a la P r im e r a G u e r r a M u n d i a l y se g e n e r a li­ z ó e n lo s E s ta d o s U n id o s a p a r t i r d e lo s a ñ o s 19 2 0 . F o r d u n ió d o s in n o v a c io n e s : la c a d e n a d e m o n ta je s e m i- a u to m á tic a y u n a d u p lic a c ió n d e l s a la rio im p e r a n te . L a e x p a n s ió n d e la p r o d u c ­ t iv id a d d e r iv a d a d e la c a d e n a d e m o n ta je f u e c o m p e n s a d a p o r u n c r e c im ie n to ig u a lm e n te e n o r m e d e l c o n s u m o , p r i m e r o c o n

271

los a s a la ria d o s b ie n p a g a d o s ( y c r e c ie n te m e n te s in d ic a d o s ) de la in d u s t r ia d e l a u t o m ó v il y d e s p u é s p o r m u c h o s o t r o s s e c to re s d e p o b la c ió n . E n su a p o g e o , e l f o r d is m o c o n s is tía e n

ción en masa

y

consumo en masa

produc­

e n e l in t e r i o r d e l p a ís, c o n u n

a b a n ic o d e in s titu c io n e s y p o lí t ic a s q u e a p o y a b a n e l c o n s u m o e n m asa , in c lu y e n d o g e s tió n

keynesiana

políticas económicas

e s ta b iliz a d a s y u n a

d e la d e m a n d a q u e g e n e ra b a d e m a n d a n a ­

c io n a l y e s ta b ilid a d s o c ia l; t a m b ié n in c lu í a u n c o m p r o m is o d e c la s e o c o n t r a t o s o c ia l q u e c o n lle v a b a e s ta b ilid a d d e e m p le o s y s a la rio s q u e p o d ía s o s te n e r c o n f o r t a b le m e n t e a las fa m ilia s , lle v a n d o a u n a p r o s p e r id a d a m p lia m e n te c o m p a r t id a : e l in c r e ­ m e n to e n lo s in g re s o s e s tu v o r e la c io n a d o c o n la p r o d u c t iv id a d n a c io n a l de sd e fin a le s d e lo s a ñ o s 1 9 4 0 h a s ta p r in c ip io s d e lo s 19 70 . E l m o d e lo d e e c o n o m ía f o r d is t a e s ta d o u n id e n s e ( m e ­ d id o e n t é r m in o s d e

PIB

re a l) t e n ía e s e n c ia lm e n te e l m is m o

ta m a ñ o e n lo s a ñ o s 1 9 3 0 q u e a fin a le s d e l s ig lo

XIX, c u a n d o

ya

h a b ía s u p e ra d o a G r a n B re ta ñ a p a ra c o n v e r t ir s e e n la m a y o r e c o n o m ía d e l m u n d o . L u e g o t r i p l i c ó su ta m a ñ o e n tr e 1 9 4 0 y 1 9 8 0 ( H i s t o r ic a l S ta tis tic s o f th e U n it e d S tates, ta b la C a 9 - 1 9 ). O , t r a d u c ié n d o lo e n t é r m in o s a m b ie n ta le s , la s e m is io n e s d e d i ó x id o d e c a r b o n o d e lo s E s ta d o s U n id o s , q u e y a e s ta b a n e n u n n iv e l d e 5 0 0 m illo n e s d e to n e la d a s d e c a r b o n o p o r a ñ o e n 19 40 , se d u p lic a r o n a m p lia m e n te h a s ta lo s 1 .3 0 0 m illo n e s d e to n e la d a s e n 1 9 8 0

(CDIAC,

2 0 0 9 ). L a r e v o lu c ió n e n la p r o ­

d u c c ió n h a b ía y a c re a d o e n o rm e s c o m p le jo s in d u s tr ia le s e n e l p a is a je . L a r e v o lu c ió n e n e l c o n s u m o c o n v ir t ió a esas e n o rm e s e c o n o m ía s e n v o ra c e s y e x p a n s iv o s g ig a n te s . L a re s is te n c ia a lo s e x c e s o s d e l c a p it a lis m o (e s p e c ia lm e n te el n o r te a m e r ic a n o ) g e n e ra d a e n tre lo s m o v im ie n t o s s o c ia le s y p o lí t ic o s de iz q u ie r d a e n lo s años 1 9 6 0 y 1 9 7 0 se a m p lió en e l m o v im ie n t o p o r lo s d e re c h o s c iv ile s y c o n t r a la g u e r r a d e l V ie tn a m y, d e a llí , p a s ó a c r ític a s c u ltu r a le s m á s a m p lia s a ce rca d e l c o n s u m o y la d e s t r u c c ió n a m b ie n ta l. A s í e l p r i m e r D í a de

272

la T ie r r a (e n 1 9 7 0 ) c o n t ó c o n la p a r t ic ip a c ió n d e 20 m illo n e s d e p e rs o n a s . T a l e ra la a tm o s fe r a p o p u la r d e l m o m e n t o q u e la n o c ió n d e u n a r e g u la c ió n k e y n e s ia n a a m p lia d a a u n m a r c o m a y o r d e in t e r v e n c ió n e s ta ta l, q u e p o d ía in c lu i r la g e s tió n a m ­ b ie n ta l, lle g ó a se r s o s te n id a p o r p e rs o n a s d e t o d o t i p o d e c o n ­ v ic c ió n p o lí t ic a . I n c lu s o p o r p a r te d e p a r tid o s c o n s e rv a d o re s : la A g e n c ia de P r o t e c c ió n A m b ie n t a l d e lo s E s ta d o s U n id o s , f u n d a d a e n 1 9 7 0 , f u e a p ro b a d a p o r le y p o r e l p r e s id e n te r e ­ p u b lic a n o R ic h a r d N i x o n . L a s e m p re s a s se e n fre n ta b a n ca d a v e z m á s c o n tr a b a ja d o re s o r g a n iz a d o s y c o n c o n s u m id o r e s d is p u e s to s a n o c o m p r a r . L o s

e s ta d o s im p e r ia lis t a s se e n ­

c o n tr a b a n c o n la r e s is te n c ia d e s o c ie d a d e s ru ra le s a las q u e « b o m b a rd e a b a n h a s ta h a c e rle s v o l v e r a la E d a d d e P ie d r a » .* L o s m o v im ie n t o s s o c ia le s a m b ie n ta le s p a s a r o n d e u n e x t r e ­ m is m o r id í c u lo a u n a c t iv is m o p o p u la r e n e s p a c io d e p o c o s a ñ o s. E l o r d e n s o c ia l c a p ita lis ta in d u s t r ia l se d e s m o r o n a b a en sus m á rg e n e s e s p a c ia le s p e r o t a m b ié n e n sus s a n tu a rio s c e n tra ­ les: p o r e je m p lo , las u n iv e rs id a d e s d e é lite q u e r e p r o d u c e n la cla se d ir ig e n t e se c o n v ir t ie r o n e n c a ld o d e c u l t i v o d e r e s is te n ­ c ia . E x is tía la p o s ib ilid a d d e q u e e m e rg ie ra u n t i p o d ife r e n te d e s o c ie d a d s o b re lo s p e d a z o s d e la v ie ja . E l r é g im e n p o lí t ic o k e y n e s ia n o e ra n e c e s a rio p a ra m a n te n e r e l c a p it a lis m o in d u s ­ t r i a l e n a lg ú n t i p o d e o r d e n r e g u la t o r io q u e a p u n ta ra , e n sus v e rs io n e s s o c ia ld e m ó c ra ta s , h a c ia lo q u e d e b ie r a p a re c e rs e a u n a a lte r n a tiv a p o lí t ic a : p la n if ic a c ió n e c o n ó m ic a q u e in c lu y e r a la n a c io n a liz a c ió n d e las in d u s tr ia s c la v e , a te n c ió n s a n ita ria s o c ia liz a d a , e d u c a c ió n g r a tu it a y d e c a lid a d , lo s in ic io s d e u n a r e g u la c ió n a m b ie n t a l, e tc. p a r a d a r s o lo u n o s p o c o s e je m p lo s d e u n s is te m a s o c ia liz a d o q u e c o m p a t ib iliz a r a e l c o n s u m o in d iv i d u a l c o n e l g a s to s o c ia l. D u r a n t e a lg u n o s p o c o s a ñ o s ,

* Frase pronunciada por el General Curtis LeMay durante la Guerra de Vietnam. [N. de la T.]

273

e x is tió

esa p o s ib ilid a d

de u n c a m b io t r a n s f o r m a d o r e n lo s

n u e v o s m o v im ie n t o s s o c ia le s de los países d e l P r im e r M u n d o , in c lu y e n d o u n g r a n y c re c ie n te m o v im ie n t o a m b ie n ta l, y u n o s m o v im ie n t o s c u ltu r a le s y s o c ia le s ra d ic a le s y m a s iv o s e n tre lo s p u e b lo s d e l T e r c e r M u n d o .

R eacción P e ro e n to n c e s , e n la s e g u n d a m it a d d e lo s a ñ o s se te n ta , e l a m ­ b ie n te p o lí t ic o c a m b ió d rá s tic a m e n te , r e p e n tin a m e n te , fa t a l­ m e n te . L a s em p resa s r e a c c io n a ro n c o n tra e l E s ta d o d e l b ie n e s ­ t a r k e y n e s ia n o d e l q u e p e n s a b a n q u e h a b ía id o d e m a s ia d o le jo s : lo s in g re s o s se h a b ía n r e d is t r ib u id o h a c ia la clase tr a b a ja d o r a e n lu g a r d e h a c ia e llo s ; y e l E s ta d o h a b ía to le r a d o , in c lu s o m im a d o , las p ro te s ta s d e tra b a ja d o re s y e s tu d ia n te s , in c lu y e n d o e l in c i­ p ie n te m o v im ie n t o a m b ie n ta l. D e m o d o q u e lo s ú lt im o s añ os d e lo s s e te n ta f u e r o n te s tig o s d e u n g ir o s e c u la r e n la o p in ió n e c o n ó m ic o - p o lít ic a e n to d a s las c a p ita le s d e O c c id e n te . H a b ía m u c h o s lu g a re s , c o m o la C o m is ió n T r ila te r a l o la B u s in e s s R o u n d t a b le , * d o n d e se d is c u tía n esas « te n d e n c ia s p e r tu r b a d o ­ ras» en la s o c ie d a d . P e ro la a m p lit u d d e la r e a c c ió n d e la é lite , y lo s te m a s e n c o m ú n q u e te n ía n , in d ic a q u e se esta ba g e s ta n d o u n a m p lio c o n s e n s o p o r p a r te d e m ile s d e p e rs o n a s c o n s e rv a ­ d o ra s y d e id e a s p a tr ió tic a s e n el s e n tid o d e q u e las cosas te n ía n q u e c a m b ia r d rá s tic a m e n te . P a ra e n to n c e s ta m b ié n el c a p ita lis ­ m o , c o m o m o d o d e p r o d u c c ió n , se e m p e z ó a tra n s fo rm a r. L a p r o d u c c ió n se r e o r ie n t ó h a c ia lo s m é to d o s y lo s p r o d u c to s d e a lta te c n o lo g ía . L a g lo b a liz a c ió n in te n s ific ó la in te n s id a d d e la c o m p e te n c ia . E l c a p ita l f in a n c ie r o e sta ba e n ascenso. L a c o n ­

* Asociación de los directores ejecutivos de las principales empresas de los Estados Unidos de América. [N. de la T.]

274

t r a r r e v o lu c ió n d e p r in c ip io s d e lo s o c h e n ta n o s o lo c o n v e rtía e n a c e p ta b le s las a d h e s io n e s d e re c h is ta s s in o en « n ece saria s p a ra s a lv a r a la s o c ie d a d » e n c o n tra s te c o n e l e x tr e m is m o de la d e m o c ra c ia p o p u lis ta . L a d e re c h a g a n ó la g u e rra d e las p a la b ra s c o n tr a la c u ltu r a p o lí t ic a d e « lo s sesenta» y t o d o lo r e la c io n a d o c o n la p r o te s ta c o n t r a la g u e rr a , e l im p e r ia lis m o y la d e s tru c c ió n a m b ie n ta l. E n to n c e s s ig u ió u n a c a m p a ñ a d e p r o p a g a n d a m a s iv a c o n tr a la « c o r r e c c ió n p o lític a » , la s o c ia ld e m o c ra c ia , e l k e y n e s ia ­ n is m o d e iz q u ie rd a s , la r e g u la c ió n e sta ta l, la iz q u ie r d a e n g e n e ­ ra l, y e l m a r x is m o e n p a r tic u la r . C o m o p a r te d e e llo , lo s m e d io s d e c o m u n ic a c ió n p e r d ie r o n to d a im p a r c ia lid a d q u e h u b ie r a n p o d id o te n e r, y m o s t r a r o n u n a c la ra te n d e n c ia d e d e re c h a s , c o n c o n te n id o s c re c ie n te m e n te e s tú p id o s y s u p e rfic ia le s . L a e x p lic a c ió n c o n v e n c io n a l es q u e la re g u la c ió n k e y n e s ia n a d e la e c o n o m ía e n tr ó e n u n a c ris is c a ra c te riz a d a p o r la e s ta n ­ c a c ió n (a lta s tasas d e in f la c ió n c o in c id ie n d o p o r a lta s tasas de d e s e m p le o ) c u y a s o lu c ió n fu e u n n u e v o k e y n e s ia n is m o d e t ip o m ilit a r : la lla m a d a

Star Wars ( G u e r r a

d e las G a la x ia s ) d e lo s añ os

o c h e n ta . L a c o n t r a r r e v o lu c ió n d e fin a le s d e lo s s e te n ta y p r i n c i­ p io s d e lo s o c h e n ta h iz o q u e la a fe c c ió n d e re c h is ta n o s o lo fu e ra a c e p ta b le s in o in c lu s o n e ce sa ria p a ra la g e s ta c ió n d e p o lític a s : se n e ce s ita b a u n in te le c to d e d e re ch a s p a ra f o r m u la r p o lític a s de d e re c h a s . L a c o n t r a - r e v o lu c ió n p o s ic io n ó a c ie n to s d e

tanks en

think-

el c e n tro d e la p r o d u c c ió n d e p o lític a s , d o n d e a ú n están.

L le g a r o n p o lí t ic o s c o m o M a r g a r e t T h a t c h e r e n G r a n B re ta ñ a y R o n a ld R e a g a n en los E s ta d o s U n id o s y u n a f o r m a d e e c o n o m ía p o lític a lla m a d a n e o lib e r a lis m o ( H a r v e y , 2005; P ee t, 2 0 0 7 ).

N e o lib e r a lis m o y c a p ita lis m o f in a n c ie r o E l n e o lib e r a lis m o r e v iv e la s it u a c ió n d e fin a le s d e l s ig lo

XIX

( c o n e l lib e r a lis m o c lá s ic o d e lib r e c o m e r c io ) , a h o r a b a jo la a s u n c ió n d e q u e lo s

m e r c a d o s d e b e n g o b e r n a r s e in t e r n a ­

275

m e n te m ie n tr a s q u e lo s e s ta d o s in t e r v ie n e n e x te rn a m e n te . I n t e r n a m e n te , e l n e o lib e r a lis m o

e m p le a la e c o n o m ía m o -

n e ta r is ta b a jo la c re e n c ia c o n c e p tu a l de q u e lo s p r o b le m a s m a c r o e c o n ó m ic o s , c o m o la in f l a c ió n y la d e u d a , s o n r e s u l­ ta d o El

de u n

g a s to

E s t a d o - n a c ió n

g u b e r n a m e n t a l e x c e s iv o r e n u n c ia

a la g e s t ió n

( d é f i c it fis c a l) .

m a c r o e c o n ó m ic a

e x c e p to e n t ie m p o s d e p r o f u n d a c r is is p o lí t ic o - e c o n ó m ic a . P e r o t a m b ié n la n o c ió n d e r e g u la c ió n d e la e c o n o m ía p o r p a r t e d e l E s ta d o se h a c o n v e r t id o e n u n a n a te m a e n t o d o el m u n d o e n lo q u e se h a c o n o c id o c o m o e l C o n s e n s o d e W a s h in g t o n ( W illia m s o n , 1 9 9 0 ). A c a m b io , a lg u n o s p o d e re s r e g u la d o r e s s o b r e la s e c o n o m ía s se d e s p la z a n h a c ia a r r ib a , h a c ia las in s t it u c io n e s in te r n a c io n a le s (F M I, B a n c o M u n d i a l, G 7 / 8 / 2 0 ) d e n t r o d e u n a « c o m u n id a d g lo b a l» d o m in a d a p o r lo s E s ta d o s U n id o s , E u r o p a o c c id e n t a l y J a p ó n . E l « a ju s te e s t r u c t u r a l» ( u n c o n ju n t o d e p o lí t ic a s n e o lib e r a le s im p u e s ­ tas s o b r e lo s p a íse s p o r p a r te d e l F M I y e l B a n c o M u n d i a l) r e f u e r z a estas p o lí t ic a s n e o lib e r a le s e n to d a s p a rte s . A u n q u e p e r s is te n la s v a r ia c io n e s re g io n a le s e n v e lo c id a d d e a d o p ­ c ió n y n iv e l d e a d h e s ió n , e l r é g im e n n e o lib e r a l r e s p o n d ió d e l t o d o a la g lo b a liz a c ió n d e la e c o n o m ía , la s o c ie d a d y la c u lt u r a a fin a le s d e l s ig lo X X . V e r d a d e r a m e n te , el n e o lib e r a lis m o a y u d ó a o r g a n iz a r la g lo b a liz a c ió n e n b e n e fic io d e u n a c la s e c a p it a lis t a - f in a n c ie r a , s ú p e r r ic a y n u e v a m e n te re - e m e r g e n te , q u e v iv e p r i n c ip a lm e n t e e n lo s p a íse s o c c i­ d e n ta le s p u n t e r o s , e s p e c ia lm e n te lo s E s ta d o s U n id o s , p e r o q u e o p e r a n t r a n s n a c io n a lm e n t e e n t é r m in o s d e a c t iv id a d de in v e r s ió n (P e e t, 2 0 0 9 ). L a g lo b a liz a c ió n n e o lib e r a l d io c o m o r e s u lt a d o la d e s in d u s t r ia liz a c ió n d e l P r im e r M u n d o , y la i n ­ d u s t r ia liz a c ió n d e d iv e rs a s p a rte s d e l T e r c e r M u n d o ( B r a s il, C o r e a d e l S u r, C h in a , I n d ia ) y p o r t a n t o u n a u m e n to e n o r ­ m e de las e m is io n e s e n u n a e s p e c ta c u la r g lo b a liz a c ió n de la d e s t r u c c ió n a m b ie n t a l. L a s e m is io n e s de d i ó x id o de c a r b o n o

276

d e C h in a p ro c e d e n te s de la q u e m a de c o m b u s t ib le s fó s ile s a lc a n z a r o n lo s 4 0 7 m illo n e s d e to n e la d a s d e c a r b o n o e n 1 9 8 0

y

1 .6 5 5 m illo n e s d e to n e la d a s e n 2 0 0 6 ; la I n d i a p a s ó d e 95

m illo n e s d e to n e la d a s e n 1 9 8 0 a 4 1 1 m illo n e s ( CDIAC, 2 0 0 9 ). Y , s in e m b a r g o , b a jo e l n e o lib e r a lis m o e n c o n tr a m o s q u e la r e g u la c ió n e s ta ta l d e l d e s a r r o llo y sus r e la c io n e s c o n e l m e d io a m b ie n te s o n m e n o s s ig n if ic a t iv a s a c a u s a d e l c a m b io e n las c re e n c ia s s o b r e lo s g o b ie r n o s , lo s m e rc a d o s y las p o lí t ic a s . Y e llo in c lu y e las c re e n c ia s de la g e n te . D e a h í q u e el m o v i m ie n ­ t o d e l T e a P a r t y e n lo s E s ta d o s U n id o s e sté f u n d a d o s o b re la id e a d e u n g o b ie r n o m e n o s in t e r v e n c io n is t a y m á s p e q u e ñ o e n u n m o m e n t o e n e l q u e la in t e r v e n c ió n e s ta ta l e n f o r m a d e r e g u la c ió n a m b ie n t a l es t o d o l o q u e te n e m o s c o m o re s p u e s ta c o le c t iv a a la d e s t r u c c ió n de la N a tu r a le z a . M a r x h a b la b a d e « fa ls a c o n c ie n c ia » . E s t o s e ría m á s b ie n u n a « c o n c ie n c ia i n ­ v e rs a » , lo c o n t r a r io d e lo - q u e d e b e ría e x i s t i r e n la m e n ta lid a d p o p u la r . ¿ O q u iz á « c o n c ie n c ia p e rv e rs a » ? P e r v e r t id a sí es. C o m o r e s u lt a d o d e la s p o lí t ic a s n e o lib e r a le s , e l c a p it a lis ­ m o c a m b ió d e f o r m a h a c ia u n c a p it a lis m o f in a n c ie r o g lo b a l, lo q u e s ig n if ic a q u e la s fin a n z a s s o n la f r a c c ió n d ir ig e n t e d e l c a p ita l, las fin a n z a s o p e r a n n o r m a lm e n t e a e sca la g lo b a l, y lo s g o b ie r n o s y las in s t it u c io n e s de g o b e r n a n z a g lo b a l s o n p a rte s in te g r a le s d e ese c a p ita l. A s í , e l n e o lib e r a lis m o d e b e s e r in t e r p r e t a d o m á s p r e c is a m e n te n o c o m o u n a r e n u n c ia d e l E s ta d o s in o c o m o u n r e d ir e c c io n a m ie n t o d e l E s t a d o d e u n t i p o d e k e y n e s ia n is m o p a ra la é lit e . L o s e s ta d o s - n a c ió n , in d iv id u a lm e n t e ( c o m o lo s E s ta d o s U n id o s ) o c o le c t iv a m e n ­ te ( c o m o e l G 7 / 8 / 2 0 ) , t ie n e n q u e s o s te n e r las in s t it u c io n e s f in a n c ie r a s y

la in t e g r id a d

d e l s is te m a f in a n c ie r o , p o r q u e

e llo es lo q u e m a n tie n e e n f u n c io n a m ie n t o a la s e c o n o m ía s . E l t r e m e n d o p o d e r e c o n ó m ic o de la n u e v a c la s e p o l í t i c o - f i ­ n a n c ie r a - e m p r e s a r ia l p o s ib ili t a u n a v a s ta in f lu e n c ia s o b r e e l p r o c e s o p o lí t ic o .

L a g lo b a liz a c ió n de este t ip o f in a n c ie r o n e o lib e r a l s ig n ific a q u e las tasas d e c r e c im ie n to e c o n ó m ic o d e c re c e n e n e l c e n tro d e s in d u s tr ia liz a d o , p e r o a u m e n ta n d e m o d o r á p id o , c o n tasas d e 8 - 1 0 % a l a ñ o , en a lg u n o s países p e r ifé r ic o s e n in d u s t r ia liz a ­ c ió n . L a e c o n o m ía c h in a se m u l t i p li c ó p o r c a to rc e e n tre 19 80 y 2 0 0 6 hasta u n e q u iv a le n te d e u n P N B d e 4 ,4 b illo n e s d e d ó la re s ; la e c o n o m ía d e la I n d ia se m u l t i p li c ó p o r seis h a s ta 1,2 b illo n e s

(IMF, 2 0 0 9 )

c o n e m is io n e s d e d ió x id o d e c a r b o n o q u e se c u a d r i­

p lic a n e n a m b o s países ( CDIAC, 2 0 0 9 ). G r a n p a r te d e esta p r o ­ d u c c ió n y c o n ta m in a c ió n e stá n c o n e c ta d a s c o n e l c o n s u m o en e l P r im e r M u n d o : e l 4 0 % d e la p r o d u c c ió n d e C h in a y e l 2 0 % d e l d e la I n d ia se e x p o r ta , e n t a n to q u e a m b a s e c o n o m ía s se h a n o r ie n ta d o d rá s tic a m e n te a la e x p o r ta c ió n . D e m o d o q u e h e m o s a s is tid o a la g lo b a liz a c ió n d e la e c o n o m ía , q u e está t o d a v ía f o c a ­ liz a d a e n s e r v ir a l c o n s u m o d e lo s países d e re n ta s eleva das. E llo h a lle v a d o a u n a in te n s ific a c ió n d e la g lo b a liz a c ió n d e la c o n t a ­ m in a c ió n , ta l c o m o m u e s tr a n las e m is io n e s d e d ió x id o d e c a r­ b o n o . E n 2 0 0 6 las e m is io n e s d e c a r b o n o d e c o m b u s tib le s fó s ile s a lc a n z a ro n lo s 8 .2 3 0 m illo n e s d e to n e la d a s m é tric a s d e c a rb o n o . E n té r m in o s g lo b a le s , d e sd e 17 51 , 3 2 9 .0 0 0 m illo n e s d e to n e la d a s d e c a r b o n o se h a n la n z a d o a la a tm o s fe ra p ro c e d e n te s d e la q u e ­ m a d e c o m b u s tib le s fó s ile s y la p r o d u c c ió n d e c e m e n to , la m it a d d e las cua le s se h a n p r o d u c id o de sde m e d ia d o s d e lo s a ñ o s 1970 c u a n d o y a se e m p e z a b a a s a b e r q u e e l e fe c to in v e rn a d e ro ' e ra la causa d e l c a le n ta m ie n to g lo b a l (S c h n e id e r, 1 9 76 ). L a c u e s tió n es q u e la c o n ta m in a c ió n a m b ie n ta l es c o n s e c u e n c ia d e la n e c e s id a d e c o n ó m ic a b a jo e l c a p ita lis m o . E s n e c e s a rio c o n t a m in a r p a ra h a c e r d in e r o . E n e l c o n t e x t o p o lí t ic o - e c o n ó m ic o a c tu a l, u n a c a íd a d rá s tic a d e la c o n t a m in a c ió n s o lo p u e d e se r e l re s u lta d o d e u n a re c e s ió n e c o n ó m ic a . A s í, e n tre 2 0 0 8 y 2 0 0 9 h u b o u n d e sce n so t e m p o r a l d e l 5 ,9 % e n las e m is io n e s g lo b a le s d e d i ó x i­ d o d e c a r b o n o d e c o m b u s tib le s fó s ile s . E ll o fu e a c o m p a ñ a d o d e u n a b a ja d a d e l 2 ,5 % e n el

278

PIB

g lo b a l, u n a c a íd a d e l 1 1 ,5 %

e n el ín d ic e d e p r o d u c c ió n in d u s tr ia l, y u n a r e d u c c ió n d e l 4 0 % e n la p r o d u c c ió n s id e rú rg ic a b á sica (U S E n e r g y I n f o r m a t i o n A d m in is t r a t io n , 2 0 0 9 ). C o n t o d o , es p o lí t ic a m e n t e im p o s ib le p a ra p a r tid o s y g o b ie r n o s s u g e r ir q u e el p r e c io n e c e s a rio p a ra a ca b a r c o n la d e s tru c c ió n a m b ie n ta l sea, en e fe c to , la c a la m id a d e c o n ó m ic a y s o c ia l. D e n u e v o la « s o lu c ió n » es d e s p la z a r e l d e ­ b a te « h a c ia a rrib a » , d e la esca la n a c io n a l a la in te r n a c io n a l. M á s q u e e s ta b le c e r in s titu c io n e s p o d e ro s a s , c o m o s u c e d ió c o n lo s a c u e rd o s d e B r e t t o n W o o d s s o b re la r e g u la c ió n d e la e c o n o m ía g lo b a l, e l d e s p la z a m ie n to h a c ia a r r ib a e n e l d is c u rs o a m b ie n ta l to m a n e c e s a ria m e n te la f o r m a d e c o n fe re n c ia s d e las N a c io n e s U n id a s , « c u m b re s d e la T ie r r a » y P r o t o c o lo s s in f u e r z a le g a l. L a n e c e s id a d e c o n ó m ic a p r o d u c e in f in it a s eva siva s p o lític a s s o b re el m e d io a m b ie n te .

El fin de la H isto ria E s te n u e v o p o d e r f in a n c ie r o g lo b a l está e s e n c ia lm e n te e je r c id o m e d ia n te e l c o n t r o l d e l a cce so a las m a y o r e s a c u m u la c io n e s d e c a p ita l e n e l m u n d o y la d ir e c c ió n d e f lu jo s d e c a p it a l e n f o r ­ m as d iv e rs a s ( c o m p r a d e v a lo re s , v e n ta d e b o n o s , in v e r s io n e s d ire c ta s , e tc .) h a c ia lu g a re s y p e rs o n a s q u e e s tá n b ie n v is to s p o r la e s tr u c tu r a a n a lític a fin a n c ie r a ( W a ll S tr e e t, la C i t y de L o n d r e s , e tc .). E l c o n t r o l s o b re lo s c a p ita le s d e in v e r s ió n y la p e r ic ia té c n ic a d a n u n e n o r m e p o d e r a l c a p ita l f in a n c ie r o y a sus re p re s e n ta n te s b a n c a rio s s o b re la e la b o r a c ió n de p o lític a s , s o b re las e c o n o m ía s , s o b r e e l e m p le o y la re n ta , s o b re la p u b l i ­ c id a d y p r o d u c c ió n d e im a g e n . .. s o b r e to d a s las cosas. L a p r o ­ d u c c ió n , e l c o n s u m o , la e c o n o m ía y e l u s o d e l m e d io a m b ie n te e s tá n s u je to s a c á lc u lo s d e p o d e r m á s a b s tra c to s , m á s a le ja d o s d e la r e a lid a d , e n e l q u e la c a p a c id a d d e c o n t r i b u i r a l b e n e fic io f in a n c ie r o a c o r t o p la z o se c o n v ie r te e n e l p r i n c ip a l o b je t iv o , y las c o n s e c u e n c ia s a la r g o p la z o n o s o n t a n t o ig n o ra d a s c o m o

279

e n c u b ie rta s , « lim p ia d a s e c o ló g ic a m e n te » g ra c ia s a u n a p u b l i ­ c id a d e m p r e s a r ia l s o fis tic a d a , p r o p a g a n d a d e « t h in k ta n k s » y p ro p a g a n d a p s e u d o e c o lo g is ta ( « n o s o tr o s t a m b ié n n o s p r e ­ o c u p a m o s d e l m e d io » ) . C u a n d o las c o n tr a d ic c io n e s d e l c a p ita ­ lis m o f in a n c ie r o g lo b a l lle v a r o n e l s is te m a a la c ris is , c o m o en 2 0 0 7 -2 0 1 1 , e l E s ta d o a c u d e a re s c a ta r e l c a p ita l, la r e s u r r e c c ió n d e l c r e c im ie n to c o n t in u o es la p r i o r id a d u r g e n te , m ie n tr a s q u e e l m e d io a m b ie n te es la v í c t im a n e ce sa ria . E n c a m b io , se d ic e q u e lo s p r o b le m a s q u e e l c a p it a lis m o e n c u e n tr a p e r ió d ic a m e n ­ te s o n s o lu c io n a b le s a tra v é s d e lo s m e c a n is m o s d e l m e r c a d o ( c o m e r c io d e c a r b o n o ) d e lo s q u e lo s p o c o s c r í tic o s ra d ic a le s q u e q u e d a n d ic e n q u e s o n s u causa. Y a h o r a lle g a m o s a lo v e r d a d e r a m e n te p e lig r o s o . E l c a ­ p it a l e m p r e s a r ia l e x p e r im e n ta e l c a p it a lis m o f in a n c ie r o c o m o u n a o b lig a c ió n e x te rn a : lo s d ir e c to r e s e je c u tiv o s q u e fra c a s a n e n o b t e n e r a lta s tasas d e b e n e fic io d e s a p a re c e n a l in s ta n te , s u s t it u id o s p o r p r a g m á tic o s « m á s a g re s iv o s » . I n v e r t i r e n e l m e rc a d o d e v a lo re s (la b o ls a ) d e este m o d o t e m p o r a l (es d e c ir, r e a liz a n d o u n a lto b e n e fic io y lu e g o v e n d ie n d o ) c o m p it e c o n « o p o r tu n id a d e s d e in v e r s ió n » a ú n m á s e s p e c u la tiv a s ( h ip o t e ­ cas d e a lto rie s g o , f u t u r o s , d e r iv a d o s , d iv is a s , e tc .) p a ra g e n e ra r a lto s r e t o r n o s y m o n u m e n ta le s s a la rio s . D e m o d o q u e v iv im o s e n s o c ie d a d e s e n las q u e la d in á m ic a d e la f r a c c ió n p r in c ip a l d e l c a p it a l c o n s is te e n la b ú s q u e d a , p o r c u a lq u ie r m e d io , d e m á s d in e r o p a ra a q u e llo s q u e y a t ie n e n d e m a s ia d o . E s ta in s e n s a ta b ú s q u e d a d e d in e r o p a ra te n e r m á s d in e r o es lo c u r a s o c ia l, f i ­ n a n c ie ra . S o lo p u e d e te n e r c o m o r e s u lta d o e l d e s a s tre .

.

P o r q u e e l p r e c io d e lo s a lto s r e n d im ie n to s es . . . e l rie s g o e te rn o . C u a lq u ie r fo n d o d e in v e r s ió n q u e n o g e n e ra a lto s r e n ­ d im ie n to s y q u e , p o r t a n to , n o a s u m e rie s g o s e x tre m o s ,- s u fre la d e s in v e rs ió n en m e rc a d o s a lta m e n te c o m p e t it iv o s d o n d e el d in e r o c a m b ia d e m a n o s c o n s o lo a p re ta r u n a tecla. P o r ta n to , h a y u n a c o m p u ls ió n c o m p e t it iv a p a ra t o m a r c re c ie n te s rie s g o s

280

en b ú s q u e d a d e a lto s r e n d im ie n to s q u e a tra ig a n te m p o r a lm e n te las in v e rs io n e s d e lo s fo n d o s p r o p ie d a d d e la g e n te ric a p e r o t a m b ié n d e lo s fo n d o s s o cia le s (p e n s io n e s , s e g u ro s ) q u e d e b e n u n ir s e al fr e n e s í p a ra d e m o s tr a r q u e t a m b ié n s o n re n ta b le s . L a e s p e c u la c ió n , e l r ie s g o y e l m ie d o s o n e s tr u c tu r a lm e n te e n d é ­ m ic o s a l c a p ita lis m o f in a n c ie r o . E l m ie d o m is m o se c o n v ie r te en fu e n te d e m ás e s p e c u la c ió n ( c o m p r a n d o o r o o f u t u r o s , p o r e je m p lo ). L a e s p e c u la c ió n y las a p ue sta s se e x tie n d e n de sd e W a ll S tre e t a to d o s lo s s e c to re s d e la s o c ie d a d ( p r e c io s d e las v iv ie n d a s , lo te ría s d e l E s ta d o , c a s in o s , b in g o s , ap u e sta s, ca rta s d e P o k e m o n ) t o d o e l m u n d o ju e g a , in c lu s o lo s n iñ o s . L a c u ltu r a c a p ita lis ta d e v ie n e lle n a d e rie s g o s , d e c o r t o p la z o en m e m o r ia y a n tic ip a c ió n , e im p r u d e n t e e n sus c o n s e c u e n c ia s : v i v i r e l m o ­ m e n to , s in te n e r e n c u e n ta e l f u t u r o m e d io a m b ie n ta l p o r e je m ­ p lo . E l e n tra m a d o e s p e c u la tiv o es la fu e n t e d e s u in tr a ta b ilid a d . N o es s o lo q u e la c ris is se e x tie n d a d e u n área a o tra . E s m á s b ie n q u e la c ris is e n u n á re a ( c o m o e l in e v it a b le f i n d e la b u r b u ja de lo s p r e c io s in m o b ilia r io s ) tie n e e fe c to s e x p o n e n c ia le s s o b re las d e m á s (b a n c o s d e in v e rs io n e s q u e se h a n d e d ic a d o a o p e r a c io ­ nes e s p e c u la tiv a s d e a lto rie s g o ) h a sta e l p u n t o d e q u e las p é r d i­ das a c u m u la d a s e stá n m á s a llá d e la c a p a c id a d d e re sca te d e lo s esta d o s y las in s titu c io n e s d e g o b e rn a n z a . D e a h í q u e e l rie s g o e x t r e m o tie n e la te n d e n c ia d e lle v a r a la c a tá s tro fe e c o n ó m ic a . C o n t o d o e llo , p o d e m o s esca p a r d e esta s u p e ra b u n d a n c ia ir r a c io n a l m e d ia n te m e ra s re c e s io n e s p e rió d ic a s , ca íd a s s a lp i­ cadas p o r e s p e ra n z a d o ra s y o p tim is ta s re c u p e ra c io n e s e n lo s m e rc a d o s . T o d o e llo c o n lle v a te r r ib le s c o n s e c u e n c ia s s o cia le s en té r m in o s d e m illo n e s d e p e rs o n a s q u e h a n p e r d id o su e m p le o , su casa y su d ig n id a d . P e ro lo p e o r está a ú n p o r lle g a r, p o r q u e el m e d io a m b ie n te c o n tra a ta c a . E l rie s g o e n d é m ic o d e l c a p ita lis m o f in a n c ie r o se e x tie n d e a u n a s re la c io n e s a m b ie n ta le s a rrie sg a d a s. Las

c o r p o r a c io n e s

que

to m a n

d e c is io n e s

e x tre m a d a m e n te

a rrie sg a d a s e n lo q u e a c o n s e c u e n c ia s m e d io a m b ie n ta le s se r e ­

281

fie r e (c o m p a ñ ía s p e tro le r a s q u e p e r fo r a n en aguas p r o fu n d a s , p o r e je m p lo ) g a n a n (c o n b e n e fic io s p o r e n c im a d e la m e d ia ) la « c o n fia n z a d e l m e rc a d o » q u e les p e r m it e e n d e u d a rs e , in v e r t ir , e x p a n d irs e y p a g a r b ie n a sus e je c u tiv o s d e m a y o r n iv e l. L o s d ire c to re s e je c u tiv o s q u e re a lm e n te p o n e n e n p r á c tic a su c o n ­ c ie n c ia a m b ie n ta l n o o b tie n e n la c o n fia n z a d e lo s m e rc a d o s . E l rie s g o a m b ie n ta l ( m it ig a d o p o r u n a s b u e n a s re la c io n e s p ú b lic a s q u e e x c u s e n « lo s e rro re s o c a s io n a le s » ) re p re s e n ta e l lí m it e d e la o b t e n c ió n d e b e n e fic io s y d e l é x ito d e lo s n e g o c io s . C a d a v e z q u e u n d e s a s tre d e l t ip o

BP e n

la c o s ta d e l G o lf o d e M é x ic o se

lim p ia , se e xcu sa y se o lv id a , e l n e g o c io d e l rie s g o v a a m e jo r , es m e jo r e n te n d id o y es m á s f in o en sus o p e ra c io n e s p o lí t ic o - c u l­ tu ra le s . A s í q u e m ie n tra s q u e

BP re c u p e ra b a

la c o n fia n z a d e lo s

in v e rs o re s e n e l v e r a n o d e 2 0 1 0 , la c o m p a ñ ía a n u n c ia b a la v e n ta d e sus o p e ra c io n e s d e p e r fo r a c ió n e n t ie r r a p a ra c o n c e n tra rs e a ú n m á s en la p e r fo r a c ió n en aguas p r o fu n d a s . E l rie s g o q u e p r o d u c e c a tá s tro fe e c o n ó m ic a ta m b ié n cre a c ris is a m b ie n ta l. C o n to d o

e llo , a ú n p o d e m o s s o b r e v iv ir p a ra c r it ic a r el

s is te m a u n a v e z m á s. E l p o d e r o s o c o m p le jo e m p re s a s -e s ta d o s m e d io s d e c o m u n ic a c ió n , lid e r a d o p o r e l c a p ita l f in a n c ie r o , y lle v a d o p o r la b ú s q u e d a d e s u p e r - b e n e fic io s y fa n tá s tic o s i n ­ g re s o s , s o lo p u e d e se r d e s a fia d o c o n a lg ú n g r a d o d e é x ito p o r m o v im ie n to s s o c ia le s s u r g id o s d e u n p u e b lo in f o r m a d o , i n ­ d ig n a d o y ra c io n a l. N o o b s ta n te , tie n e q u e s e r u n « N o s o tr o s » a c tiv is ta r a c io n a l y c r í t ic o p a ra q u e « N o s o tr o s » s a lv e m o s el m u n d o . P o r q u e la o t r a c a ra d e l c a p it a lis m o f in a n c ie r o es el e x c e s o c o n s u m is ta p o s ib ilit a d o p o r las m e rc a n c ía s b a ra ta s q u e m a n a n d e la p r o d u c c ió n g lo b a liz a d a . E l c o n s u m is m o es u n a a d ic c ió n s o c ia l. L a c u lt u r a d e l c o n s u m is m o está d is e ñ a d a p a ra p r o d u c ir u n a e s tu p id e z p o p u la r m a s iv a (« m e g u s ta » e n lu g a r d e « p ie n s o » ) y u n in d iv i d u a li s m o e g o ís ta y ra d ic a l. L a « re a lid a d » es e s p e c tá c u lo . T o d o es e n t r e t e n im ie n t o . E l « n o r te a m e r ic a n o m e d io » está d e m a s ia d o g o r d o p a ra s a lir d e

282

su c o c h e p a ra i r a las b a rric a d a s , d e jé m o s le s o lo . Y c o m o ca d a m e rc a n c ía tie n e q u e te n e r u n c u e r p o d o n d e a lo ja r s u m e n s a je , y ca d a s e r v ic io es in te n s iv o e n el u s o d e e n e r g ía ... el c o n s u m is m o , la s o b r e p r o d u c c ió n y la c o n s ig u ie n te s o b r e e x p lo ta c ió n d e re c u rs o s c re a n u n r ie s g o a m b ie n ta l a n iv e l s o c ia l m a s iv o . T o d o e llo q u e d a e x c u s a d o e n lo s m e d io s de c o m u n ic a c ió n q u e c o n f ía n e n la p u b lic id a d d e b ie n e s d e c o n s u m o p a ra s o b r e v iv ir en a m b ie n te s d e a lto s b e n e fic io s . L o s m o v im ie n to s s o c ia le s d e m asas e n lo s c e n tro s d e a lto c o n s u m o s o lo p u e d e n s u r g ir d e esta c u lt u r a d e lo c u r a c o n s u m is ta in d iv id u a lis t a y e g o ís ta , p o r q u e e s to es t o d o lo q u e q u e d a d e lo q u e u n a v e z fu e casi « p e n s a d o » . D e m o d o q u e si e l T e a P a r t y tie n e u n a id e o lo g ía c o h e r e n te , ésta es q u e lo s g o b ie r n o s so n d e m a s ia d o g ra n d e s y la r e g u la c ió n e s ta ta l ( in c lu y e n d o la r e g u la c ió n a m b ie n ta l) c o a r­ ta la « lib e r ta d » h u m a n a . E n la C o n s e r v a tiv e P o lit ic a l A c t i o n C o n fe r e n c e ( c o n v e n c ió n d e l T e a P a r t y ) e n f e b r e r o d e 2 0 1 1 , el a n t ig u o p o r t a v o z d e la C á m a r a y c a n d id a to p r e s id e n c ia l r e p u ­ b lic a n o N e w t G in g r ic h d e n o m in ó la A g e n c ia d e P r o t e c c ió n A m b ie n t a l d e E s ta d o s U n id o s c o m o « u n a ase sin a d e e m p le o s , u n a m á q u in a c e n tr a lis ta d e l i t i g i o id e o ló g ic o y d e r e g u la c ió n q u e b lo q u e a e l p r o g r e s o e c o n ó m ic o » y a f ir m ó q u e esa a g e n c ia d e b ía s e r e lim in a d a . L o q u e e s to y d ic ie n d o es q u e la c a p a c id a d d e la m a sa d e g e n te q u e v iv e e n lo s c e n tro s g lo b a le s d e l p o d e r p a ra r e s p o n d e r d e u n a m a n e ra s o c ia lm e n te r a c io n a l, c o le c tiv a y r a d ic a l (p a ra c o n t r o la r d e m o c r á tic a m e n te u n E s ta d o a c tiv is ta e in te r v e n c io n is t a , p o r e je m p lo ) se h a e s fu m a d o . A t la s S h ru g g e d * c e r r ó la ta p a d e su m ó v il y fu e a p o r o t r o p e d a z o d e p iz z a c o n in g r e d ie n te s v a ria d o s . Y e l m u n d o h u m a ­ n o se d e s in te g r ó e n u n a n a tu r a le z a d e v a s ta d a .

" Referencia a la novela de 1957 de Ayn Rand del mismo título y que es un alegato contra el intervencionismo estatal (en castellano traducida como La rebe­ lión de Atlas). [N. de la T.]

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285

V. LA G E O G R A F IA A L SE R V IC IO D E LA T R A N S F O R M A C IÓ N SO C IA L : C O N T R IB U C IO N E S A L D EBA TE

U n a r e v o lu c ió n es más que la d e m o lic ió n de u n ré g im e n p o lític o . Im p lic a el d e sp e rta r de la in te lig e n c ia hum ana, a u m e n ta r el e s p íritu de in v e n tiv a d ie z , cien veces [ ...] Es una re v o lu c ió n de las m entes, m u c h o más p r o fu n d a q ue la de las in s titu c io n e s . P. K ro p o tk in , L a

conquista del pan (1913)

El pensamiento de Peet se siente deudor tanto de los grandes clásicos de las teorías revolucionarias como de aquellos que han intentado llevar esas ideas a la práctica. En las dedicato­ rias de los libros que Peet ha publicado encontramos mención a Marx (a quien dedica M odern Geographical Thought), a K ropotkin (a quien dedica Radical Geography) pero también a H ugo Chávez, Evo Morales y Joao Stédile junto a «millo­ nes de personas valientes que luchan con ellos por un m undo mejor» (objetos de la dedicatoria de Geography o f Power). La admiración que profesa hacia esas personas que, con aciertos y errores, dedican su vida a intentar transform ar el m undo, es evidente. Pero Peet también es un convencido de la fuerza de las ideas, de su capacidad de persuasión y de transformación, si es que están correctamente formuladas y son inteligibles para sus destinatarios. Por ello, a la propia autodisciplina que Peet parece im ponerse para realizar un trabajo tan riguroso en su elaboración como claro en su expresión, hay que añadir su

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p re s e n c ia h a b itu a l e n t o d o t ip o d e d e b a te s in te le c tu a le s d o n d e h a c e r o í r esas id e a s. E n to d a s las c o n tie n d a s a c a d é m ic a s e n las q u e p a r tic ip a , P e e t se m u e s tr a in c is iv o y ta ja n te . H a b la c la ro , a lto y se co ; d a la im p r e s ió n d e n o h a b la r si n o es q u e tie n e a lg o q u e d e fe n d e r y a rg u m e n ta r , y d e n o q u e d a rs e n u n c a a m e d ia s tin ta s c u a n d o lo ha ce. L a c o n t u n d e n c ia q u e m u e s tra e n sus p a la b ra s , a n te la c u a l a lg u n o s h a ce n e v id e n te s u in c o ­ m o d id a d , c o n s t it u y e y a u n ra s g o d i s t i n t iv o q u e le id e n tific a : es f á c il le e r o b s e rv a c io n e s , n o s ie m p r e b e n e v o le n te s , ta le s c o m o « y a sabes . .. s u e lta las v e rd a d e s , g u s te o n o » , « t í p ic o P e e t: ‘ e s to es lo q u e p ie n s o : a p á ñ a te la s ’ » Q o n e s I I I , 2 0 0 1 : 7 6 2 ), « s ie m p re a sa co » , « s ie m p re ta n d ir e c t o » , « P e e t p u e d e ser b r u t a l. ..» (B a s s e tt, 19 99 : 2 5 2 ), e tc . L a f ir m e z a d e la q u e hace gala es a m e n u d o o b je to d e c ie r ta d is p lic e n c ia e n u n m u n d o a c a d é m ic o q u e m u c h a s vece s p a re c e v a lo r a r lo s m a tic e s y la s o fis tic a c ió n p o r e n c im a d e l p r o p i o m e n s a je , p e r o P e e t a p a re n ta n o e s ta r m u y p e n d ie n te d e lo q u e o p in a n d e é l c u a n d o , ta l y c o m o n o se ca n sa d e r e p e tir , h a y t a n t o p o r d e c ir y p o r h a c e r. E n c o n t r a m o s a m p lia m u e s tra d e sus in te r v e n c io n e s en lo s d e b a te s q u e se h a n s u c e d id o e n las re v is ta s a ca d é m ic a s d e g e o ­ g r a fí a e n las ú ltim a s d é ca d a s. E n e lla s a p a re c e u n a e n o r m e c a n ­ t id a d d e c o m e n ta r io s , c r ític a s , ré p lic a s y c o n t r a r r é p lic a s q u e lo s tr a b a jo s d e P e e t o lo s d e o t r o s h a n s u s c ita d o . P o r q u e t a m b ié n e n c o n tr a m o s , y e llo n o s p a re c e e s p e c ia lm e n te d e f i n i t o r i o d e su p e r s o n a lid a d y d e su « c o m p r o m is o in te le c tu a l» , a u n P e e t q u e es a u t o r d e u n a c a n tid a d in s ó lit a (e n u n a c a d é m ic o d e su r a n g o y r e c o n o c im ie n t o ) d e reseñas y c o m e n ta r io s d e o b ra s ajenas, e n lo s q u e s ie m p re d e ja la h u e lla d e su p r o p i o p e n s a m ie n to . A p a r t i r d e sus p o s ic io n e s en e sto s d iv e rs o s d e b a te s p r o p o n e m o s e n este c a p í tu lo f in a l u n r e c o r r id o p o r a lg u n a s d e las c u e s tio n e s q u e h a n s id o o b je t o d e s ta c a d o d e p o lé m ic a , e m p e z a n d o p o r el p r in c ip a l c a b a llo d e b a ta lla : las a p o r ta c io n e s y las p é r d id a s q u e h a c o n lle v a d o la c r í tic a a l m a r x is m o , p r im e r o e n f o r m a d e c r í ­

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tic a a l e s t r u c t u r a lis m o y d e s p u é s c o m o c r í tic a t o ta l a l m o d e lo m o d e r n o d e e x p lic a c ió n e n f o r m a d e p o s t m o d e r n is m o . A c o n ­ t in u a c ió n a b o rd a m o s o tr a s d o s c u e s tio n e s q u e h a n o c u p a d o u n p a p e l p r e e m in e n te e n la t r a y e c t o r ia d e P e e t: lo s d e b a te s s o b re e l d e s a r r o llo y las d is c u s io n e s a p r o p ó s it o d e la r e la c ió n e n tre e c o n o m ía y c u ltu r a . F in a liz a m o s e l c a p í tu lo h a c ié n d o n o s e c o d e c ó m o , p a ra P e e t, e l t r a b a jo c ie n t í f ic o (la g e o g ra fía e n su c a s o ) d e b e p e n s a rs e , a n te s q u e n a d a , c o m o u n a h e r r a m ie n ta al s e r v ic io d e la t r a n s f o r m a c ió n s o c ia l.

D efen d er el m arx ism o U n a d e las b a ta lla s m á s c ru e n ta s q u e se l i b r ó e n la n u e v a g e o ­ g ra fía m a r x is ta d e la d é c a d a d e lo s s e te n ta n o v in o p r o v o c a d a p o r lo s a ta q u e s d e l s e c to r p o lí t ic a m e n t e m á s c o n s e r v a d o r d e la g e o g ra fía (e s to s se d a b a n n a t u r a lm e n t e p o r d e s c o n ta d o s , a u n q u e n o d e jó d e d a r a lg u n o s e je m p lo s m e m o r a b le s c o m o el fu e g o c r u z a d o e n tre B r ia n B e r r y y D a v id H a r v e y ) 1 s in o d e la m is m a iz q u ie r d a , e s p e c ia lm e n te a tra v é s d e la c r í t ic a a l m a r x is ­ m o e s tr u c tu r a lis ta . P e e t s ie m p r e se h a m o s t r a d o c o n f ia d o e n e l p o t e n c ia l e x ­ p lic a t iv o y c la r if ic a d o r d e l m a t e r ia lis m o e s t r u c t u r a lis ta pe se a q u e , se ñ a la , éste h a y a s id o e s p e c ia lm e n te m a lin t e r p r e t a d o :

E l e s t r u c t u r a lis m o p r o d u jo u n a n u e v a c la s e d e g e o g ra fía m a r x is ta , h a c ie n d o h in c a p ié e n d e te r m in a d a s c a te g o ría s

1. El tono fue más que agrio. Mientras Brian Berry juzgaba el libro Social Justice and the City de Harvey adviertiéndole que podía «sentarse largo tiempo esperando a la revolución», Harvey respondía en un tono no menos acre, acusando a Berry de utilizar críticas retóricas y poco convincentes con el único fin de «defen­ der las ideas dominantes de la clase dirigente» (Antipode, 6(2) 1974, pp. 142-149). Peet, como editor de la revista, ha recordado cómo con el tiempo se llegó a arrepentir de haber suprimido determinadas expresiones «inadecuadas» que fueron utilizadas entonces (Peet, 2006a).

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analíticas como modo de producción o formación social, y enfatizando las interrelaciones entre elementos en conexio­ nes significativas. El paso al estructuralismo en geografía humana, que nunca llegó a completarse del todo, repre­ sentó una búsqueda de m ayor rigor y coherencia teórica. Es también el período más tergiversado e infravalorado del pensamiento geográfico y social. (Peet, 1998: 112) Especial mención merece aquí la influencia ejercida por el teórico marxista Louis Althusser (que, al decir de muchos, fue siempre extremadamente m alinterpretado antes de caer directamente en el olvido) y, en especial, por su teorización

Peet no solo es autor de una ingente producción científica sino que ha par­ ticipado intensamente a lo largo de su carrera en los debates intelectuales que se han generado en el contexto de la geografía y las ciencias sociales. En la fotografía, trabajando en su oficina de la Clark University. [Foto: N. Benach]

290

s o b re e l p a p e l d e la e c o n o m ía c o m o d e t e r m in a n t e in d ir e c t o d e la p o lí t ic a , la id e o lo g ía y la c u lt u r a ( r e c o n c e p t u a liz a n d o la d e te r m in a c ió n e n s u id e a c la v e d e « s o b r e d e te r m in a c ió n » ) . Y si A lt h u s s e r h a b ía c o n c e n tr a d o sus e s fu e rz o s e n t e o r iz a r las re la c io n e s e n tre e s tru c tu r a s , lo s g e ó g ra fo s m a rx is ta s in t e n t a ­ r o n h a c e r lo p r o p i o p e n s a n d o las re la c io n e s e n tre m o d o s d e p r o d u c c ió n y e s p a c io . L a o b r a

La cuestión urbana

de M a n u e l

C a s te lls , q u e se h a b ía f o r m a d o e n F r a n c ia , f u e f u n d a m e n t a l c o m o a p lic a c ió n d e l r a z o n a m ie n to a lth u s s e r ia n o a l e s p a c io u r b a n o . E l p r o p i o P e e t, s ie m p r e m á s in te r e s a d o e n c u e s tio n e s a m b ie n ta le s y en la r e la c ió n d e la s o c ie d a d c o n la n a tu r a le z a q u e n o e n e l e s p a c io u r b a n o e n p a r tic u la r , h i z o s u p r o p ia in t e r ­ p r e ta c ió n d e l a s u n to e x te n d ie n d o la id e a d e a u t o n o m ía r e la tiv a d e A lt h u s s e r a l e s p a c io y a las re la c io n e s e s p a cia le s (P e e t, 19 7 8 , 1 9 8 1 ). P e e t p r o p o n í a la e s p e c ia liz a c ió n d e la g e o g ra fía e n d o s re la c io n e s fu n d a m e n ta le s q u e f o r m a n p a r te d e la t o t a lid a d q u e , p o r d e f in ic ió n , es o b je t o d e e s tu d io d e l m a r x is m o : la r e la c ió n d ia lé c tic a e n tr e f o r m a c io n e s s o c ia le s y e l m u n d o n a t u r a l, y las re la c io n e s d ia lé c tic a s e n tre fo r m a c io n e s s o c ia le s in te g ra d a s e n d ife r e n te s m e d io s . C o n lo s exce so s y lo s d e fe c to s p r o p io s d e u n p e n s a m ie n to q u e se ib a f o r m a n d o s o b re la m a r c h a , e l im p a c t o y la in flu e n c ia d e l e s t r u c t u r a lis m o fu e e n o rm e , y su le g a d o e n la g e o g ra fía , se q u ie r a o n o , está a ú n p re s e n te : « ••• e l e n fo q u e e s t r u c t u r a lis ta h a d e ja d o u n a h u e lla p e r m a n e n te e n p o s ic io n e s g e o g rá fic a s a c tu a le s p o r p a r te d e m u c h o s q u e n o se lla m a r í a n n u n c a a sí m is m o s e s tr u c tu r a lis ta s » (P e e t, 19 98 : 1 2 4 ). E s a es p re c is a m e n te la im p r e s ió n q u e se o b t ie n e re v is a n d o , a l c a b o d e 30 a ñ o s , lo s g ra n d e s e n fr e n ta m ie n to s d ia lé c tic o s a p r o p ó s it o d e la v a lid e z d e l e s t r u c t u r a lis m o e n g e o g ra fía . A u n q u e las c r í tic a s s u r g ie r o n p o r d ife r e n te s b a n d o s , r e p r o d u c ie n d o e n p a r te lo s d e b a te s en el p e n s a m ie n to s o c ia l (e s p e c ia lm e n te tra s la in c o r p o r a c ió n d e las id e a s d e A n t o n i o G r a m s c i o tra s la fé rre a c r í tic a a A lt h u s s e r

291

por

p a r te

de

E d w a rd

Thom pson,

c o n te s ta d a

por

P e rry

A n d e r s o n y q u e d io lu g a r a u n o d e lo s m á s cé le b re s d e b a te s en la te o r ía s o c ia l), u n a d e las m a y o re s fu e n te s d e c o n t r o v e r s ia en g e o g ra fía p r o v in o d e la d e n o m in a d a g e o g ra fía h u m a n is ta . E l a r t í c u lo q u e e n 1 9 82 p u b lic a r o n Ja m e s D u n c a n y D a v id L e y , u n a c r í t ic a e n to d a r e g la d e l e s t r u c t u r a lis m o e n g e o g ra fía , c a y ó c o m o u n a b o m b a y le v a n tó u n a a u té n tic a p o lv a r e d a e n tre e l c o le c t iv o d e g e ó g ra fo s m a rx is ta s . Se tr a ta b a d e u n a c r í tic a a p a re n te m e n te r ig u r o s a e n té r m in o s f ilo s ó f ic o s p e r o q u e c la ­ r a m e n te ib a d ir ig id a a d e s a c re d ita r e l m a r x is m o e n g e n e ra l m ás q u e a c u e s tio n a r e s p e c ífic a m e n te e l m a r x is m o e s tr u c tu r a lis ta e n g e o g ra fía . E n e l c a m in o , n o o b s ta n te , a u to re s e m b le m á tic o s c o m o D a v id H a r v e y o e l m is m o P e e t e ra n b la n c o d e c rític a s d e s c a rn a d a s p o r p a r te d e a q u e llo s a u to re s . Y

a u n q u e P ee t,

m u y d o lid o e n su m o m e n t o p o r a q u e lla c r í tic a , ta n d u r a c o m o in e s p e ra d a , n o q u is o r e s p o n d e r in m e d ia ta m e n te a ese a r t í c u lo , 2 sí lo h iz o a ñ o s m á s ta rd e . L o h iz o e n 1 9 8 9 e n u n t e x t o a p r o p ó s it o d e lo s p r o b le m a s c o n c e p tu a le s p re s e n ta d o s p o r el n e o m a r x is m o , y e n e l q u e ju s tific a b a la a u s e n c ia d e re s p u e s ­ ta a D u n c a n y L e y e n su m o m e n t o : «Su a r t í c u lo n o p r o v o c ó re s p u e s ta d e lo s p r in c ip a le s g e ó g ra fo s ‘ e s tr u c tu r a lis ta s ’ c ita d o s (H a rv e y , Peet y

o tro s ) p o rq u e n o

n o s re c o n o c im o s

com o

a d e p to s a esa v e r s ió n d e la ‘ f ilo s o f í a d e la e s tr u c tu r a y e l h o lis m o ’ » (P e e t, 19 89 : 3 7 ). E n 1 9 9 8 r e t o m ó e l te m a . E l t ie m p o t r a n s c u r r id o h a b ía e n f r ia d o s in d u d a lo s á n im o s p e r o n o h a b ía r e b a ja d o la c o n ­ t u n d e n c ia d e lo s a r g u m e n to s . P e e t s e ñ a la q u e la le c t u r a h e c h o p o r D u n c a n y L e y e ra e x tr e m a d a m e n te p a r c ia l, s im p lis t a y

2. Sí aparecieron respuestas inmediatas por pane de Chouinard y Fincher (1983) que el mismo Peet califica de excesivamente tibias (Peet, 1998: 143). Ver asi­ mismo los comentarios de Peet sobre la polémica en la entrevista que publicamos en este volumen.

292

c a r ic a tu r e s c a , y s u a ta q u e fu e c o n te s ta d o e n to n c e s p o r P e e t c o n d ia t r ib a s d e l t i p o « n o c r it ic a n a l m a r x is m o e s t r u c t u r a lis ta s in o a u n p r o d u c t o h e g e lia n o d e su p r o p i a im a g in a c ió n » , o « c o n m e n te s in fe s ta d a s p o r im a g in a r io s e s p ir it u a le s y f a n ta s ­ m a g ó r ic o s , D u n c a n y L e y m a lin t e r p r e t a n t o t a lm e n t e e l m a r ­ x is m o e s t r u c t u r a lis ta » , o « D u n c a n y L e y c o n f u n d e n s u p r o ­ p ia m a lin t e r p r e t a c ió n id e a lis t a ( r e lig io s a y d e ba se m í s tic a ) d e c o n c e p to s c o m o h o lis m o y d e t e r m in a c ió n c o n u n m a r x is m o e s t r u c t u r a lis t a q u e e n r e a lid a d es s o b r e d e t e r m in is t a , m a t e r ia ­ lis ta (es d e c ir , a te ís ta ), d ia lé c t ic o y n o t e le o ló g ic o » (P e e t 19 9 8 : 1 4 4 -1 4 5 ). Y p e s e a las d e b ilid a d e s a r g u m e n ta le s q u e p r e s e n ­ ta b a , la c r í t ic a d e D u n c a n y L e y — y ese f u e e l p r i n c i p a l p r o ­ b le m a e n s u m o m e n t o — e n c o n t r ó a m p lio e c o e n u n a m b ie n te c a d a v e z m á s g e n e r a liz a d o d e c r í t ic a a l p e n s a m ie n to m a r x is ta , c u e s t io n a d o s o b r e t o d o p o r e l c o n s e r v a d u r is m o p o lí t ic o , e h iz o

m e lla e n u n a g e o g r a fía h u m a n a m a r x is ta q u e e s ta b a

p e r d ie n d o la u n id a d y la c o n f ia n z a . D e s d e la p e r s p e c tiv a d e h o y , e l a r t í c u lo d e D u n c a n y L e y c o n t ie n e a f ir m a c io n e s s o r ­ p r e n d e n te s c o m o la a c u s a c ió n de a b s tra c c io n e s r e ific a d o r a s y a le ja d a s d e la r e a lid a d e m p ír ic a q u e a s u p a r e c e r m e re c e n c a te g o ría s m odo

de

com o

« c a p ita lis m o ,

p r o d u c c ió n

t r a b a jo ,

c a p it a lis t a ,

fo r m a c ió n

c o n t r a d ic c io n e s ,

s o c ia l, e s ta d o ,

c la s e , s o c ie d a d y m e r c a d o » ( D u n c a n y L e y , 1 9 8 2 : 36 ). A la v is t a d e l u s o , a ve ce s u n t a n t o d e s e n fr e n a d o , d ¿ m e tá fo r a s y a n a lo g ía s d e l q u e h a h e c h o g a la la t e o r í a s o c ia l p o s t e r io r m e n ­ te , e l a r g u m e n t o d e D u n c a n y L e y p r o d u c e c ie r ta h ila r id a d y n o se p u e d e s in o c o i n c i d i r c o n P e e t e n e l im p o r t a n t í s im o le g a d o c o n c e p tu a l q u e esa e ta p a c o n lle v ó p a r a la g e o g r a fía y p a ra la t e o r í a s o c ia l e n g e n e r a l. S in e m b a r g o , las c r ític a s m a s d e m o le d o r a s a la g e o g r a fía m a r x is ta e s ta b a n a ú n p o r v e n ir , lle g a n d o a f o r m u la r s e c o n to d a s sus c a rg a s de p r o f u n d id a d a p a r t i r de m e d ia d o s d e lo s a ñ o s o c h e n ta . P e e t, n a t u r a lm e n t e , e s tu v o a h í p a r a r e s p o n d e r .

293

L a c r í tic a p o s t e s t r u c t u r a lis t a y e l p o s tm o d e r n is m o « e x tre m o » E n m u c h a s o c a s io n e s P e e t h a d e ja d o c o n s ta n c ia d e s u d is g u s to e x p lí c it o a n te c ie rta s p o s ic io n e s a n tim o d e r n a s q u e c u e s tio n a n lo s p r in c ip io s d e la r a c io n a lid a d y la p o s ib ilid a d d e a p lic a r el c o n o c im ie n t o a la m e jo r a d e la s o c ie d a d h u m a n a . Y a u n q u e es m á s q u e r e c e p t iv o c o n d e te rm in a d a s id e a s p o s t e s t r u c t u r a lis tas (e n e s p e c ia l, las r e la c io n a d a s c o n la te o r ía d e l d is c u r s o d e F o u c a u lt y su r e la c ió n c o n e l p o d e r ) , sus p o s ic io n e s c o n tr a r ia s a l p o s t m o d e r n is m o se h a n m o s t r a d o c o n t o d a s u r o t u n d id a d ( in c lu s o « b r u t a lid a d » ) a p r o p ó s it o d e c u e s tio n e s c o m o la te x t u a lid a d o la c r í tic a a l d e s a r r o llo . A u n q u e s ie m p r e e x p o n e sus id e a s c o n c la r id a d , q u iz á es en

Modern Geographical Thought

(1 9 9 8 ), p u b lic a d o c u a n d o

y a se h a b ía n lib r a d o m u c h a s d e las b a ta lla s d ia lé c tic a s s o b re esas c u e s tio n e s , d o n d e su p o s ic io n e s a p a re c e n d ib u ja d a s c o n m a y o r n itid e z . A f i r m a P e e t q u e , a u n q u e las c re e n c ia s m o ­ d e rn a s a p r o p ó s it o d e l p o t e n c ia l li b e r a d o r d e la c ie n c ia , d e su o p t im is m o y su fe e n u n p r o g r e s o i n f i n i t o h a n s id o c u e s tio ­ n a d a s e n m u l t i t u d d e o c a s io n e s a lo la r g o d e t ie m p o , p o c a s lo h a n h e c h o c o n la v ir u le n c ia q u e u t il iz a r o n las p o s ic io n e s re la c io n a d a s c o n el lla m a d o g i r o p o s t m o d e r n o . L a r e a c c ió n c o n t r a e l e s t r u c t u r a lis m o y el m a r x is m o , h e re n c ia d ir e c ta d e l e s ta d o c o n t e m p la t iv o q u e el p o s t - m a y o d e l 6 8 s u m ió a g ra n p a r te d e la in te le c tu a lid a d d e l m o m e n t o , se m a n ife s tó c o m o u n r e c h a z o s in c o n c e s io n e s a la r a z ó n m o d e r n a , a lim e n ta d a p o r la r e c u p e r a c ió n d e las f ilo s o fía s a n tim o d e r n a s y e n e s p e c ia l d e N ie tz s c h e . Y , a u n q u e r e c e p t iv o a d e te rm in a d a s p o s ic io n e s p o s te s tr u c tu r a lis ta s c o m o la q u e c o n lle v a la n e g a c ió n d e la e x is te n c ia de u n a v e r d a d o b je tiv a in d e p e n d ie n te d e las re la c io n e s de p o d e r, a m e n u d o e n c o n tr a m o s a u n P e e t e n tre d is g u s ta d o y p e r p le jo q u e se re s is te a a c e p ta r el a b a n d o n o d e t o d o lo q u e la c ie n c ia

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m o d e r n a h a c o n s t r u id o a lo la rg o d e lo s ú lt im o s do s s ig lo s : « L a f ilo s o f í a p o s t m o d e r n a [ . . . ] es m á s q u e u n a c r í tic a d e la r a ­ z ó n , es u n a c r í tic a d e la h u m a n id a d m o d e r n a , u n a c r í tic a d e lo s id e a le s h u m a n o s e x is te n te s , u n a c r í tic a d e lo q u e c o n o c e m o s y d a m o s p o r s e n ta d o d e s d e e l s ig lo X V III» (P e e t, 19 98 : 19 6). P e e t d is t in g u e e n tr a u n a f ilo s o f í a p o s t e s t r u c t u r a lis t a q u e c r it ic a las c e rte z a s in c u e s tio n a b le s d e l m u n d o m o d e r n o y u n a f ilo s o f í a p o s t m o d e r n a q u e p r o p u g n a u n a r e s is te n c ia n i h il is t a a las f u e r z a s d e la m o d e r n id a d . R e p r e s e n ta n te s d e s ta c a d o s d e la p r im e r a s o n lo s

t a n in f lu y e n t e s

G e o rg e s B a t a ille y

F r ie d r ic h N ie t z s c h e y , s o b r e t o d o , M ic h e l F o u c a u lt , a l q u e c o n s id e r a

el filó s o fo

p o s t e s t r u c t u r a lis t a

de

m ayor

e n v e r­

g a d u r a y d e l q u e re s c a ta p r in c ip a lm e n t e sus id e a s s o b r e la s p r á c tic a s d is c u r s iv a s . L a f ilo s o f í a p o s t m o d e r n a , e n c a m b io , es p r e s e n ta d a c o m o u n a f o r m a m á s e x t r e m a d e e s c e p tic is m o f i ­ lo s ó f ic o , y a ú n r e c o n o c ie n d o s u d iv e r s id a d , t ie n d e a a d o p t a r p o s ic io n e s p o lí t ic a s m á s a n t i- m o d e r n a s q u e a n t ic a p it a lis ta s , n ih ilis t a s m á s q u e ra d ic a le s , la s c u a le s s o n a s u p a r e c e r d e l t o d o in a d m is ib le s . M á s a ú n p a re c e d o le r le la lle g a d a d e esas id e a s p r e c is a m e n te d e la m a n o d e t e ó r ic o s q u e m a d u r a r o n e n u n a c u l t u r a d e iz q u ie r d a s e n la s q u e e l m a r x \ s m o se d a b a p o r s e n ta d o c o m o p u n t o d e p a r t id a . P e e t n o lo g r a e n t e n d e r la e x is te n c ia d e c ie rta s p o s ic io n e s si n o es q u e e s tá n m o tiv a d a s e n b u e n a p a r te p o r c ir c u n s ta n c ia s y d e c is io n e s q u e t ie n e n q u e v e r c o n lo p e r s o n a l m á s q u e c o n lo c ie n t í f ic o ; e n e l s ig u ie n te p á r r a f o , q u e d e d ic a a lo s a n t ig u o s p e n s a d o re s c r í t ic o s i z ­ q u ie r d is t a s lu e g o c o n v e r t id o s a l e s c e p tic is m o , se m u e s tr a , e n su m e jo r e s t ilo , e s p e c ia lm e n te a cre :

[e l p o s t m o d e r n is m o ] h a c e f r e n t e a l m a r x is m o c o n u n a f u ­ r ia in n e c e s a ria , e x p lic a b le e n g r a n m e d id a p o r e l c in is m o d e la m e d ia n a e d a d , q u e se re ju v e n e c e c o n u n a v e n g a n z a s u r g id a d e la a m a rg a d e s ilu s ió n r e v o lu c io n a r ia y c o n u n a

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c o m p le jid a d m o t iv a d a p o r la b ú s q u e d a de r e c o n o c im ie n t o in d iv id u a l. (P e e t, 19 98 : 2 1 6 )

La

p r im e r a

e n tra d a

d e l p e n s a m ie n to

p o s tm o d e rn o

en

g e o g ra fía fu e e l r e s u lta d o d e la in c o r p o r a c ió n d e las id ea s d e l in f lu y e n t e a r t í c u lo d e F r e d r ic J a m e s o n s o b re la ló g ic a c u lt u r a l d e l c a p it a lis m o t a r d í o (1 9 8 4 ). U n a u t o r q u e fu e in s p ir a c ió n , e n tre o t r o s , p a ra d o s o b ra s m a y ú s c u la s q u e a p a r e c ie r o n en 1 9 89 : The Condition o f Postmodernity d e Postmodern Geographies de E d w a r d S o ja

D a v id H a r v e y y (vé a se B e n a c h y

A lb e t , 2 0 1 0 ). T a n t o lo s tr a b a jo s d e H a r v e y c o m o los d e S o ja in c o r p o r a b a n n u e v a s p r e o c u p a c io n e s a u n p e n s a m ie n to g e o ­ g r á fic o d e ba se m a r x is ta , e l p r im e r o d a n d o m a y o r e n tr a d a a c u e s tio n e s c u ltu r a le s e n su r ig u r o s o m a t e r ia lis m o y e l s e g u n d o a m p lia n d o sus id e a s p re v ia s s o b re la d ia lé c tic a s o c io -e s p a c ia l c o n m a y o r é n fa s is e n H e n r i L e f e b v r e y en M ic h e l F o u c a u lt. E so s tr a b a jo s s o b re e l p o s t m o d e r n is m o p o r p a r te d e a u to r e s « m o d e r n o s » , c o m o lo s c a lif ic a c o n e v id e n te s im p a tía P e e t, f u e r o n e n o r m e m e n te in flu y e n t e s y h a n q u e d a d o c o m o o b ra s c la v e d e la g e o g ra fía . S in e m b a rg o , c o m o se a fa n a e n s e ñ a la r P e e t, la lle g a d a d e la d é c a d a d e 1 9 9 0 t r a jo la a p a r ic ió n d e u n a n u e v a g e n e ra c ió n d e g e ó g ra fo s c r í tic o s ( s in f o r m a c ió n m a r x is ta ), in c lu s o d e iz q u ie r d a s , p e r o q u e v e ía n el m a r x is m o c o m o p a r te d e l p r o b le m a m á s q u e la s o lu c ió n (P e e t, 19 98 : 2 2 6 ). P e e t se h a m o s t r a d o e n o r m e m e n te c r í t ic o c o n la te n d e n c ia d e m u c h o s g e ó g ra fo s p o s t m o d e r n o s a re c re a rs e e n la in t e r p r e ­ ta c ió n d e las p a la b ra s de o t r o s , a caer e n u n a c a d e n a in t e r m in a ­ b le d e c ita s d e tr a b a jo s q u e a s u v e z se b a s a n e n o t r o s , y q u e a l f in a l e n p o c o c o n t r ib u y e n a u n m e jo r e n t e n d im ie n t o d e n a d a . E n el m e jo r de lo s caso s, d ic e P e e t, esta g e o g ra fía p o s tm o d e r n a ilu m in a a lg u n a p e r s p e c tiv a fr a g m e n t a r ia d e a lg ú n a s p e c to d e l m u n d o p o s t m o d e r n o . E n e l p e o r, «la g e o g ra fía p o s t m o d e r n a es u n t i p o d e a u t o g r a t if ic a c ió n p r iv ile g ia d a y e g o ís ta , m o s tr a d a

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e n e n s a y o s q u e s e rp e n te a n e n tre la id io s in c r a s ia p e r s o n a l y p e ­ re z o s o s p e d a z o s d e in v e s tig a c ió n , p r in c ip a lm e n t e c o n s is te n te e n e l t r a b a jo d e le c tu r a d e o t r o s tr a b a jo s » (P e e t, 19 98 : 2 2 6 ). P e e t se m u e s tr a n a d a c o n d e s c e n d ie n te c o n este t ip o d e g e o ­ g r a fía p o s tm o d e r n a , a u n q u e lle v a c u id a d o d e n o g e n e r a liz a r y d e v a lo r a r e l t r a b a jo r e a liz a d o p o r a lg u n o s g e ó g ra fo s b r i t á n i ­ cos c o m o C h r is P h ilo , p a r tic u la r m e n te e n su c o n c e p c ió n d e « g e o g ra fía s m o ra le s » y s u e xé g e sis d e F o u c a u lt. P r e c is a m e n te e l p e n s a m ie n to d e F o u c a u lt ( e n p a r t ic u la r su n o c ió n d e e sp a c ia lid a d d e l p o d e r ) h a b ía h e c h o u n a e n tra d a f u lm in a n t e en g e o g ra fía h u m a n a d e la m a n o d e l m is m o a n á lis is d e P h ilo y, u n p o c o a n te s , d e E d w a r d S o ja e n la y a m e n c io n a d a

Geographies.

Postmodern

H a y q u e s e ñ a la r q u e P e e t, q u e h a s id o c a lif ic a d o

e n m á s d e u n a o c a s ió n c o m o « m a r x is ta im p e n it e n t e » , 3 h a s id o m u y r e c e p t iv o a a lg u n a s d e esas id e a s , e n p a r t ic u la r a la u t i l i ­ d a d d e in c o r p o r a r la n o c ió n d e d is c u r s o d e F o u c a u lt a l a n á lis is « m a te ria lis ta » . L a p o te n c ia d e l a n á lis is d e l d is c u r s o d e r iv a d a de F o u c a u lt c o n tra s ta fu e rte m e n te , p a r a P e e t, c o n la escasa a p o r ta 'c ió n d e l g i r o lin g ü í s t ic o q u e t a n t o p a r e c ió d a r d e sí e n g e o g ra fía e n su m o m e n t o . P e e t se m u e s tr a e s p e c ia lm e n te i r r i t a d o c o n u n u s o d e l le n g u a je m u c h a s vece s e n re v e s a d o y p r o c liv e a re c re a rs e e n sí m is m o y q u e in e lu d ib le m e n te aca b a p a r c o n lle v a r u n a d o s is c o n s id e r a b le d e e lit is m o in te le c tu a l. P o r e je m p lo , e n u n a d e sus re se ñ a s c r ític a s s o b re u n l i b r o q u e a b o rd a b a c u e s tio n e s a m b ie n ta le s d e sd e u n a p e r s p e c tiv a « p o s t» , P e e t s e ñ a la b a q u e « e sto s e n s a y o s n o lo s p u e d e le e r c u a lq u ie r p e rs o n a , s in o q u e r e q u ie r e n a ñ o s d e c a ra p r e p a r a c ió n , la c r e a c ió n d e m e n te s d e é lit e a fin a d a s c o n las c a d e n c ia s d e l p e n s a m ie n to f ilo s ó f ic o ,

3. Él mismo bromeó con el epíteto al replicar la crítica a uno de sus artículos con el título «Confesiones de un marxista impenitente» (Peet, 1986).

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m e n te s capaces de v e r a tra v é s de la d e n s a m a ra ñ a de fra se s a b s tra c ta s . .. m e n te s ca p a ce s d e re e la b o r a r la s e n t é r m in o s a u n m á s a b s tra c to s a l p a s a r a u n d is c u r s o h a b la d o , e s p e c ia lm e n te e s c r ito . L a f ilo s o f í a p o s e s t r u c t u r a lis t a es e l le n g u a je d e u n a n u e v a é lite in te le c tu a l c o n sus p r o p io s e s tá n d a re s d e e n tra d a , sus p r o p io s ritu a le s d e p o d e r , sus p r o p ia s p a la b ra s y sus p r o ­ p ia s id e a s h e g e m ó n ic a s » (P e e t, 1 9 9 7 b : 4 7 8 ). E n a lg u n a o c a s ió n , in c lu s o lle g a a a f ir m a r q u e la in t e r p r e t a c ió n d e las in t e r p r e t a ­ c io n e s d e las in te r p r e ta c io n e s n o h a c e s in o d e s v ia r la a te n c ió n d e lo s te m a s u rg e n te s y q u e « ¡la in t e r t e x t u a lid a d es e l o p io de la in te llig e n t s ia !» (P e e t, 1 9 9 9 ). P e ro si a lg u n a c u e s tió n fu e o b je to e s p e c ífic o d e la r g o d e b a te d e n t r o d e l m u n d o a c a d é m ic o d e la g e o g ra fía , esta es la q u e se r e la c io n a b a c o n e l p a is a je . L a p ro p u e s ta d e Jam e s D u n c a n (q u e y a h a b ía p a r tic ip a d o e n a q u e lla d e s p ia d a d a c r í tic a a l p o s te s tr u c t u r a lis m o c o n D a v id L e y ) y T r e v o r B a rn e s d e t e o r iz a r e l « p a isa ­ je c o m o te x to » (B a rn e s y D u n c a n , 19 9 2 ) f u e o b je to d e re c h a z o s in p a lia tiv o s p o r p a rte d e a u to re s c o m o P eet. E n p a r tic u la r , la id e a d e « le e r» el p a is a je e x a c ta m e n te d e l m is m o m o d o c o m o se le e u n te x to , d e s o s te n e r q u e lo s « te x to s » c o n s t it u y e n d e h e c h o la re a lid a d , era a lg o t o t a lm e n t e in a c e p ta b le p a ra q u ie n d e fie n d e - la m a te r ia lid a d d e la v id a s o c ia l y, p o r ta n to , la p o s ib ilid a d de t e o r iz a r la . B a rn e s y D u n c a n , p o r e l c o n t r a r io , s irv ié n d o s e d e las c rític a s al o b je tiv is m o , n o m o s tr a b a n re p a ro a lg u n o e n a f ir m a r q u e , y a q u e lo re a l s o lo p u e d e e x p re s a rs e e n té r m in o s te ó ric o s , « n o tie n e s e n tid o c o n tra s ta r la te o ría c o n u n m u n d o n e u tr a l e x te rio r » q u e p a ra estos a u to re s es en c o n s e c u e n c ia in e x is te n te . P o rq u e , c o m o a firm a D u n c a n , lo s pa isa je s n o s o n u n m e ro r e f le ­ j o d e la c u ltu r a ( c o m o p o d ía e n te n d e rs e en la g e o g ra fía c u ltu r a l tr a d ic io n a l) s in o q u e s o n c o n s tru c c io n e s lin g ü ís tic a s , n a rra tiv a s d e la o rg a n iz a c ió n s o c ia l ( D u n c a n , 1990). L o s p a is a je s , a f ir m a P e e t e n u n a d u r ís im a re s e ñ a c r í tic a d e l l i b r o d e D u n c a n (P e e t, 1 9 9 3 ), p u e d e n d e s e m p e ñ a r u n p a p e l

298

id e o ló g ic o de p r i m e r o r d e n n a t u r a liz a n d o e l o r d e n s o c ia l p e r o este p r o c e s o p u e d e p a s a r in a d v e r t id o a m e n o s q u e e l in v e s t ig a ­ d o r se c e n tr e e n d e s e n m a s c a ra r y d e s n a tu r a liz a r esos a s p e c to s id e o ló g ic o s ; d e lo c o n t r a r io , « p o d r ía s u c e d e r q u e u n a p e r s ­ p e c tiv a p o s t e s t r u c t u r a lis t a c o n u n a p o s ic ió n a p a r e n te m e n te c r ític a , n o h ic ie r a s in o s e r v ir a in te re s e s p o lí t ic o s n e o c o n s e rv a d o re s » (P e e t, 19 93 : 18 4). P e e t se m u e s tr a m u y c r í t ic o c o n la « in t e r t e x t u a lid a d » , q u e n o le p a re c e s in o u n a n u e v a f o r m a d e id e a lis m o : «S i lo s te x to s n o e x p re s a n la e x p e rie n c ia s o c ia l d e l m u n d o re a l, a u n q u e sea e n fo r m a s m u y m e d ia tiz a d a s , e n to n c e s ¿ c o n q u é e s tá n r e la c io ­ n a d o s ? C o m o e n D e r r id a , la re s p u e s ta es ‘ c o n o t r o s t e x t o s ’ » (P e e t, 19 93 : 1 8 7 ). P o r e l c o n t r a r io , u n a v ía in te p r e ta tiv a c a p a z d e r e la c io n a r e l p a is a je c o n las re la c io n e s d e p o d e r, in s p ir a d a p o r e l m a t e r ia lis m o c u lt u r a l d e R a y m o n d W illia m s o e l m a r x is ­ m o e x is te n c ia l d e J o h n B e r g e r es p a ra P e e t m u c h o m á s r e le v a n ­ te p o r s u c a p a c id a d d e r e la c io n a r e l p a is a je c o n e l c a p it a lis m o y las re la c io n e s c a p ita lis ta s ( u n e je m p lo d e esa v ía d e a n á lis is f u e d e s a r r o lla d a p o r e l m is m o P e e t e n su t r a b a jo s o b r e u n m o ­ n u m e n to ic ó n ic o e n e l p a is a je d e N u e v a I n g la t e r r a (P e e t, 1 9 9 6 ) d o n d e e la b o r a el e x p r e s iv o c o n c e p to d e « r e g u la c ió n d is c u r s i­ v a » ). E n é l h a c e a b u n d a n te u s o d e las id e a s d e M ic h e l F o u c a u lt, C o r n e liu s C a s to r ia d is y d e la s e m ió tic a e s p a c ia l, a la q u e , en c o n tr a s te c o n la id e a d e l « p a is a je c o m o t e x to » sí c o n c e d e u n a n o t a b le u t il id a d a l p e r m i t i r c o n e c ta r c u e s tio n e s d e cla se, g é n e ­ r o o e d a d c o n las c o n c e p c io n e s d e l e s p a c io (P e e t, 1 9 9 4 b ). H a y q u e d e c ir , s in e m b a r g o , e n h o n o r a la v e r d a d , q u e D u n c a n ( q u iz á e n r e c u e r d o d e s u p a r t ic ip a c ió n e n e l a r t í c u ­ lo j u n t o a L e y q u e e n c e n d ió lo s á n im o s ) h a s id o u n b la n c o p r e d ile c t o d e la s ira s d e P e e t, m ie n t r a s q u e B a rn e s p a re c e m e r e c e r le u n a c o n s id e r a c ió n

a lg o d ife r e n te . N o

en v a n o ,

e l m is m o B a rn e s e n s u re s p u e s ta a la c r í t ic a d e P e e t, tra s c o n t e s t a r m a t iz a d a m e n t e p u n t o p o r p u n t o la s o b je c io n e s d e

299

é ste , s e ñ a la q u e a p e s a r de las d is e n s io n e s , n o tie n e re p a r o s e n m a n if e s t a r su a c u e r d o c o n la u t il id a d d e u n a p e r s p e c tiv a m a r x is ta y d e fie n d e s u t r a b a jo c o m o u n a c o n t r i b u c ió n a esa t r a d i c ió n (B a r n e s , 1 9 9 4 ). M ie n t r a s a lg u n o s , c o m o B a rn e s , p a re c ía n t e n d e r la m a n o , m u c h o s o t r o s la c e rra b a n . P e e t se h a m o s t r a d o a m b iv a le n te , a b ie r to a n te las id e a s q u e m e jo r a n y c o m p le ta n su p e n s a m ie n ­ t o , p e r o c o m p le ta m e n te b lin d a d o a n te las q u e lo d e s v ía n . E n p a r tic u la r , t o m a a q u e lla s id e a s d e l « p o s t e s t r u c t u r a lis m o » q u e p r e s e r v a n y e n r iq u e c e n la base m o d e r n is ta , p e r o re c h a z a las d e u n « p o s t m o d e r n is m o » q u e p r o d u c e te o ría s in ba se o n t o ló g ic a y q u e se d e s e n tie n d e d e la p o lí t ic a d e l p r o y e c t o m o d e r n o d e m e jo r a d e la c o n d ic ió n h u m a n a . L a h o s t ilid a d h a c ia lo s c o n s ta n te s ju e g o s d e p a la b ra s s in p r o f u n d id a d a lg u n a d e la q u e h a c e n g a la a lg u n o s p o s t m o d e r n is ta s e x tr e m o s y su f a lta d e c o m p r o m is o p o lí t ic o e n fu r e c e a P eet: « C u a n d o e l d is c u r s o es e l m a y o r e n e m ig o y la in t e r p r e t a c ió n se p o s t u la c o m o el p r in c ip a l a c to p o lí t ic o , e l p o s t m o d e r n is m o c o m o id e a lis m o d is c u r s iv o d e g e n e ra e n n ih ilis m o e n e l m e jo r d e lo s caso s, y en u n a e s p e c ie d e c o n s e r v a d u r is m o a c a d é m ic o e lit is t a e n e l p e o r» (P e e t, 19 9 8 : 2 4 2 ). L a s p o s ic io n e s se h a n m o s t r a d o e x tr e m a d a m e n te b e li­ g e ra n te s la s m á s d e las ve ce s. Y , s in e m b a r g o , e l t r e m e n d o in t e r c a m b io d e g o lp e s d ia lé c t ic o s n o le h a h e c h o p e r d e r n i un

á p ic e d e c o n f ia n z a

com o

h e r r a m ie n t a

e n las p o s ib ilid a d e s

in t e r p r e t a t iv a

y

d e l m a r x is m o

tra n s fo rm a d o ra .

En

el

a ñ o 2 0 0 0 a f ir m a b a c o n m o r d a c id a d : « A h o r a se s u p o n e q u e [ e l m a r x is m o ] está m u e r t o y e n t e r r a d o [ . . . ] E n su lu g a r t e n e ­ m o s e l n e o lib e r a lis m o e n la d e r e c h a y e l p o s t m o d e r n is m o e n la iz q u ie r d a , lo s d o s ig u a l d e in e fic a c e s p a r a p o n e r r e m e d io a l h a m b r e d e lo s n iñ o s y a la d e s t r u c c ió n d e la n a tu r a le z a » y s e g u ía c o n u n a v is i ó n c ie r ta m e n te e s p e ra n z a d a d e l e s ta d o a c tu a l d e l m a r x is m o :

300

H o y h a y u n c lim a in te le c tu a l m ás s a lu d a b le e n lo s c í r c u ­ lo s m a rx is ta s . E n c o m p a r a c ió n , lo s p o s tm o d e r n is ta s e stá n a ta s c a d o s e n e l p a s a d o , r e v e r e n c ia n d o a D e le u z e , D e r r id a y L a c a n , ta n n e c e s a rio s p a ra e s ta r a l d ía c o m o e n s u d ía l o f u e r o n p a ra s e r c o r r e c to s las c ita s d e M a r x , L e n in y A lth u s s e r . R e a lm e n te , p o d e m o s c o n c lu ir q u e los m a rx is ta s s o n m á s lib re s p a ra d e c ir lo q u e q u ie r e n , u t il iz a r lo q u e d e ­ se a n , y a c a b a r d o n d e q u ie r e n , m á s q u e n in g ú n o t r o g r u p o c o h e r e n te d e te ó ric o s s o c ia le s . ¡ N u e s t r o « d e c liv e y ca íd a » n o s h a h e c h o lib r e s ! (P e e t, 2 0 0 0 b : 4 9 8 )

E l d e s a r r o llo c o m o d i s c u r s o y e l m o d e r n i s m o c r í t i c o L a c u e s tió n d e l d e s a r r o llo h a c o n s t it u id o u n e je d e r e f le x ió n q u e a tra v ie s a la c a r r e r a d e P e e t d e s d e lo s o c h e n ta y q u e se ha n u t r i d o d e s d e e l p r i n c ip io d e las te o ría s m a rx is ta s d e s a rro lla d a s e n o tra s d is c ip lin a s s o c ia le s . Y a e n 1 9 8 0 , d u r a n te su e s ta n c ia en A u s t r a lia , c o o r d in a u n v o lu m e n s o b r e las te o ría s m a rx is ta s d e l d e s a r r o llo (P e e t, 1 9 8 0 ) q u e n o p r e te n d ía i r m u c h o m á s a llá d e p r e s e n ta r c r ític a m e n te id e a s e n to n c e s e n c ir c u la c ió n c o m o las d e A n d r é G u n d e r F r a n k s o b re la d e p e n d e n c ia , las d e A r g h i r i E m m a n u e l s o b re e l in te r c a m b io d e s ig u a l o las d e S a m ir A m i n s o b re

la

a c u m u la c ió n

c a p ita lis ta

m u n d ia l.

P o s te r io r m e n te ,

su

Global Capitalism.

Theories o f Societal Developm ent (1 9 9 1 )

e n e l q u e — m a rc a de

P e e t s ig u ió

e n e l te m a

p u b lic a n d o

la casa— in te n t a d e c ir « e l m á x im o d e cosas e n e l m e n o r e s p a c io p o s ib le » y e n e l q u e sus c r í tic o s d e s ta c a ro n t a n t o la e x c e le n te c o m p e te n c ia d e P e e t e n la p re s e n ta c ió n c r í tic a d e las te o ría s d e la m o d e r n iz a c ió n c o m o su a fe c c ió n p o r e l m a r x is m o e s tr u c t u r a lis t a , p o r la c u a l r e c ib ió , s in e m b a r g o n u m e ro s a s c r ític a s ( N ie ls e n , 1 9 9 1 ; M c G e e , 1 9 9 2 ). M u c h o m á s c o n t u n d e n te se m o s t r ó S tu a r t C o r b r id g e , c o n q u ie n P e e t h a m a n te n id o d iv e r s o s in te r c a m b io s c r í tic o s b a s ­

301

ta n te c o r re o s o s ( p o r e je m p lo , P e e t, 1 9 9 4 a ). C o r b r id g e la n z a u n a ta q u e e n to d a re g la a l li b r o d e P e e t de sd e to d o s lo s fla n c o s ( a t r ib u y e fa lsa s o p in io n e s a o t r o s a u to re s , te n d e n c io s o p o l í t i ­ c a m e n te , r e v e re n c ia l c o n la t e o r ía m a r x is ta , in c a p a z de re c o g e r lo s a r g u m e n to s a je n o s . . . ) lo q u e s u g ie re n o s o lo u n n o ta b le g r a d o d e a n tip a tía p e r s o n a l c o n e l a u t o r q u e re s e ñ a s in o su u s o c o m o c a b e z a d e t u r c o id e a l p a ra a ta c a r t o d o e l m a r x is m o e s t r u c t u r a lis ta ( C o r b r id g e , 1 9 9 2 ). E ll o e v id e n c ia q u e t a m b ié n estas te o ría s d e l d e s a r r o llo f u e r o n b la n c o f a v o r i t o d e las c r í ­ tic a s p o s t e s tr u c tu r a lis ta s , y a q u e o fr e c ía n la o c a s ió n p e rfe c ta p a ra m o s t r a r a b ie r ta m e n te s u e s c e p tic is m o a n te lo q u e n o era s in o u n a id e a c e n tr a l d e l p r o y e c t o m o d e r n o . La

a p lic a c ió n

de la s id e a s f o u c a u lt ia n a s

s o b re p o d e r,

d is c u r s o y c o n o c i m ie n t o d i e r o n de ll e n o e n p la n te a m ie n t o s s o b r e e l d e s a r r o llo q u e , p a r a u n r e c o n o c id o

a u to r c o m o

A r t u r o E s c o b a r ( 1 9 8 4 ), n o e r a n s in o e l ú l t i m o c a p í t u lo d e la la r g a h i s t o r i a d e e x p a n s ió n d e la r a z ó n o c c id e n t a l: e l p r o ­ y e c t o d e e m a n c ip a c ió n g lo b a l d e la r a z ó n t e n ía s u la d o o s ­ c u r o e n la d o m in a c ió n (P e e t, 1 9 9 8 : 2 3 5 ). D e h e c h o , E s c o b a r p r e t e n d í a in c o r p o r a r la c r í t ic a d e l d is c u r s o a la c u e s t ió n d e l d e s a r r o llo . S in e m b a r g o , i n i c i ó u n a a v a la n c h a d e c r í tic a s a las te o ría s d e l d e s a r r o llo e n f o r m a de c r í tic a s a l e s t r u c t u r a lis m o . E n 1 9 9 4 , e l m is m o P e e t a f ir m a b a q u e « la t e o r í a d e l d e s a r r o llo e stá e n c r is is » , a s e v e r a c ió n q u e r e s p o n d í a t a n t o a l fr a c a s o d e la s p o lí t ic a s d e d e s a r r o llo e n e l T e r c e r M u n d o c o m o a la c a n t id a d d e c r í tic a s q u e se v e n ía n p r o d u c ie n d o a las te o ría s e x is te n te s p o r su in c a p a c id a d de t r a t a r la c o m p le ­ ji d a d d e l m u n d o re a l. L a s « n u e v a s d ire c c io n e s en la te o ría d e l d e s a r r o llo » , ta l c o m o re z a b a e l t i t u l o d e u n v o lu m e n re s e ñ a d o p o r P ee t (P e e t, 1 9 9 4 a ) in c lu í a n así c u e s tio n e s ta n d iv e rs a s c o m o la t e o r ía d e la r e g u la c ió n , e l p o s t im p e r ia lis m o , lo s e n fo q u e s o r ie n ta d o s a l a c to r, lo s e s tu d io s d e g é n e ro , e l d e s a r r o llo s o s t e n ib le . . . c u y o

302

o b je t iv o era g e n e ra r tr a b a jo s q u e p u d ie r a n d a r c u e n ta d e la d iv e r s id a d n a c io n a l, de g é n e ro , de cla se o la h e te r o g e n e id a d d e las e s tr u c tu ra s a g ra ria s . E n fo q u e s s e m e ja n te s e ra n in c lu id o s e n o t r o s v o lú m e n e s ca si c o e tá n e o s s o b re e l m is m o te m a , e n e l q u e se m o s tr a b a d e n u e v o la f u e r z a d e l a n á lis is d e l d is c u r s o p a ra e x a m in a r e l d e s a r r o llo . P e e t m u e s tra a b ie r ta s im p a tía p o r el n u e v o e n fo q u e p e se a s e ñ a la r las d ific u lt a d e s c a s i in s a lv a b le s p a ra e s ta b le c e r lo s m e c a n is m o s m e d ia n te lo s c u a le s e l p o d e r y la c u lt u r a c o n d ic io n a n e l d is c u r s o . E ll o es d e b id o , a d u c e P e e t, a la in s u f ic ie n t e s ín te s is d e las te o ría s m a rx is ta s d e la id e o lo g ía c o n e l a n á lis is d e l d is c u r s o d e F o u c a u lt, d e m o d o q u e « m á s q u e a b a n d o n a r lo , c o m o h a h e c h o la m a y o r p a r te d e te o r ía p o s te s t r u c t u r a lis t a , la t e o r í a d e l d e s a r r o llo d e b e s e r a n a liz a d a , in c lu ­ so s a c u d id a d e a r r ib a a b a jo , e n t é r m in o s d e c o n t r a d ic c io n e s p a ra lib e r a r sus in te n c io n e s , te c n o lo g ía s y p rá c tic a s p o t e n c ia l­ m e n te e m a n c ip a d o ra s » (P e e t, 19 97a: 2 5 9 ). C o n esta in t e n c ió n lle g a a u n a r e f o r m u la c ió n d i d e s a r r o llo m e d ia n te e l c o n c e p to d e « m o d e r n is m o c r í tic o » , u n c o n c e p to p e n s a d o p r e c is a m e n te p a ra p e r m i t i r ese d iá lo g o e n tr e e l m a t e r ia lis m o y la te o r ía d e l d is c u r s o p o s te s tr u c tu r a lis ta . En

19 99 ,

H a r tw ic k ) com o una

Peet

p u b lic ó

(e n

c o la b o r a c ió n

con

E la in e

Theories o f Development, u n li b r o q u e se in ic ió r e v is ió n d e s u G lobal Capitalism tra s lo s d e b a te s

h a b id o s s o b r e e l te m a p e r o q u e a c a b ó c o n v ir t ié n d o s e en a lg o c o m p le ta m e n te n u e v o . U n a n u e v a e d ic ió n e n 2 0 0 9 c u lm in a r ía el p r o c e s o d e r e v is ió n p e r m it ie n d o la in c lu s ió n d e la s p o lé m i­ cas y c o n tro v e r s ia s g e n e ra d a s a lo la r g o d e l t ie m p o . A s í, esa ú l t i m a v e r s ió n se o c u p a d e r e v is a r las te o ría s c o n v e n c io n a le s s o b re e l d e s a r r o llo (d e s d e la e c o n o m ía c lá s ic a y n e o c lá s ic a , e l p a s o d e l k e y n e s ia n is m o a l n e o lib e r a lis m o , y e l d e s a r r o llo v is t o c o m o m o d e r n iz a c ió n ) , las te o ría s c r ític a s s o b re e l d e s a ­ r r o l l o (e l m a r x is m o y e l s o c ia lis m o , e l p o s t e s t r u c t u r a lis m o , p o s t c o lo n ia lis m o

y

p o s t d e s a r r o llo , y

las te o ría s fe m in is ta s

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d e l d e s a r r o llo ) , p a ra f in a liz a r c o n la p r o p u e s ta m e n c io n a d a d e « m o d e r n is m o c r í t ic o » . 4 E n esta o b ra , P e e t y H a r t w i c k d e fie n d e n fé r re a m e n te lo s p r in c ip io s « e m a n c ip a d o re s » d e l d e s a r r o llo (e l l i b r o se in ic ia c o n la a f ir m a c ió n d e q u e « e l d e s a r r o llo s ig n ific a h a c e r u n a v id a m e jo r p a ra t o d o e l m u n d o » ) a b o g a n d o p o r esa p o s ic ió n « m o ­ d e r n is ta c r ític a » q u e re s c a te e l d e s a r r o llo t a n to d e lo s n e o lib e r a ­ les c o m o d e lo s n e o id e a lis ta s , t a n t o d e las m a n o s d e lo s a u to re s n e o c lá s ic o s lib e ra le s y a g e n cia s c o m o e l B a n c o M u n d ia l, c o m o d e lo s t r a ta m ie n to s d e m o d a y p o c o s u s ta n c ia le s p o r p a r te de a lg u n o s a u to re s p o s tm o d e r n o s . E l li b r o f u n c io n a b ie n c o m o p r e s e n ta c ió n d e las p r in c ip a le s te o ría s s o b r e e l d e s a r r o llo a lo la r g o d e l t ie m p o , c o m o r e c o n o c e n to d a s las c r ític a s re c ib id a s . O t r a co sa es c ó m o es in te r p r e ta d a su a b ie r ta o p o s ic ió n a lo s a r g u m e n to s a n tid e s a r r o llo . L a c r ític a m ás la r g a y e la b o ra d a fu e la q u e les d e d ic ó J o h n P ic k le s , q u ie n les a c u s ó d e a d o p ta r u n a p o s ic ió n m u y c e rra d a a n te las c r ític a s p o s tm o d e r n a s , p o s te s tr u c tu r a lis ta s , p o s tc o lo n ia le s y p o s td e s a r r o llis ta s , c o m o si « p a ra lo s a u to r e s e x is tie ra n lo s m a rx is ta s y n e o m a rx is ta s p o r u n la d o y to d o s lo s ‘ p o s t ’ d e u n t i p o u o t r o , p o r el o t r o » ( P ic k le s , 2 0 0 1 : 3 8 6 ). A f ir m a P ic k le s q u e lo s a u to re s p a re c e n s e n tirs e m ás c ó m o d o s c o n u n a lín e a d e s e p a ra c ió n b ie n m a rc a d a e n tre e l m o d e r n is m o y e l p o s t m o d e r n is m o , lo q u e a su p a re c e r les h a c e r p e r d e r p o s ib ilid a d e s e x p lic a tiv a s y fu e r z a a r g u m e n ta tiv a . S eñ ala q u e ta l v e z esos a u to re s a lo s q u e c o n d e n a n , p u e d e q u e esté n a b ie rto s a fo r m a s d e c r ític a y p rá c tic a p o lí t ic a q u e p u e d a n r e f o r z a r o r e f o r m a r e l m is m o p r o y e c t o d e m o d e r n is m o c r í t ic o q u e d e fie n d e n P e e t y H a r t w ic k . D e s p u é s d e to d o , n o está c la r o q u e lo s a n tid e s a r r o llis ta s re c h a z e n u n a n o c ió n d e d e s a r r o llo c o m o la q u e d e fie n d e n (« la m e jo r a d e las c o n d ic io n e s d e v id a d e

4. Este mismo volumen incluye una traducción parcial de dicha obra.

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to d o el m u n d o » ) . E ll o n o o b s ta n te , a g ra d e c e la c a p a c id a d d e lo s a u to re s p a ra a p e la r a l a c t iv is m o in te le c tu a l y a la a c c ió n , c u a n d o les c ita : « C r it ic a d lo t o d o , c o n v e r t id las c r ític a s e n p ro p u e s ta s , c r it ic a d las p ro p u e s ta s , p e r o d e to d o s m o d o s h a c e d a lg o » . U n lib r o m ilit a n t e , a lg o q u e im p lic a fo rta le z a s p e ro t a m b ié n d e b i­ lid a d e s p a r a P ic k le s , y q u e c o n tie n e e l b r í o a r g u m e n t a t iv o q u e P e e t d e s p lie g a e n to d a o c a s ió n . E n su c r í t ic a d e l c o n o c id o y e x ito s o li b r o d e J e f f r e y Sachs

El fin de la pobreza

(2 0 0 5 ), P e e t re c o n o c e la v a lía d e u n a o b r a

q u e a f ir m a d e b e le e rs e m u y e n s e rio p e r o c o n la q u e se m u e s ­ t r a in d ig n a d o a n te a lg u n o s d e lo s a r g u m e n to s q u e c o n tie n e , r e la t iv o s a l p r o p i o b e n e fic io q u e s u p o n e p a ra lo s países r ic o s la in v e r s ió n e n lo s pa íses p o b r e s (e n t é r m in o s d e s e g u r id a d , p a ra e v ita r b a n c a r ro ta s , p a ra p r e v e n ir e l t e r r o r is m o ) , u n « p r a g m a ­ tis m o c r u e l q u e pa sa p o r r a z o n a m ie n to m o r a l» . P e e t e s ta lla : «D ebem os

in v e r t i r e n e l\o s . . .

¿ p o r q u e les te m e m o s ?

¡P o r

f a v o r ! » . Y re m a ta : « E l d e s e o d e a s is tir a l T e r c e r M u n d o d e b e p r o c e d e r d e u n s e n tid o d e ju s t ic ia g lo b a l, d e la c o m p r e n s ió n c r ític a d e q u e la r iq u e z a d e u n o s p o c o s ca u sa la p o b r e z a d e m u c h o s . T ie n e q u e p r o c e d e r d e u n s e n t im ie n t o a n t iim p e r ia ­ lis ta , n o d e la r e im p o s ic ió n d e u n im p e r ia lis m o b e n e v o le n te » (P e e t, 2 0 0 6 b : 4 5 3 ).5

P o r u n a econom ía c u ltu ra l S a m ir A m in , u n o d e lo s a b a n d e ra d o s d e la te o r ía d e l in t e r ­ d e s ig u a l, p u b lic ó e n 2 0 0 3 Obsolescent Capitalism: Contemporary Politics and Global Disorder, u n a o b r a e n la

c a m b io

5. Véase su artículo «Locura y civilización: capitalismo financiero global y discurso antipobreza» (traducido al castellano en este volumen) en el que denuncia con el nervio habitual los intereses ocultos tras los discursos paternalistas sobre la pobreza.

305

q u e ib a m u c h o m á s a llá de la t e o r ía m a r x is ta t r a d ic io n a l y e n la q u e A m i n b u s c a b a a r g u m e n to s p a ra d e m o s tr a r , ta l v e z ilu s a m e n te d e s d e la p e rs p e c tiv a a c tu a l, q u e e l n e o lib e ra J is m o e s ta b a p e r d ie n d o a p o y o s a n te e l e s ta d o d e p e r m a n e n te d e s o r­ d e n e n e l q u e h a b ía e n tr a d o e l c a p ita lis m o . P e ro si lo tr a e m o s a c o la c ió n a q u í es p o r lo s c o m e n ta r io s q u e P e e t le d e d ic ó (P e e t, 2 0 0 5 a ). E n p r im e r lu g a r, d e n u e v o P e e t c r it ic a lo q u e le p a re ­ ce u n m o d o d e e s c r ib ir p o c o d e m o c r á tic o , e lit is t a y d e d i f í c il c o m p r e n s ió n . Y e n s e g u n d o lu g a r, a lg o ir ó n ic a m e n te , P e e t le c r it ic a p o r e x c e s iv a m e n te e c o n o m ic is ta u n c o m e n t a r io d e l q u e e n o t r o c o n t e x t o é l m is m o p o d r í a h a b e r s id o o b je to :

P ese a s u p r o f u n d id a d s o c io p o lí t ic a , y a m e n c io n a d a , e l li b r o p e rm a n e c e d e n t r o d e u n e s tilo d e a n á lis is li m it a d o p o r sus o ríg e n e s e n e l m a r x is m o e c o n o m ic is ta . C o n e llo n o q u ie r o d e c ir q u e e l m a r x is m o sea u n m a l c o m ie n z o p a ra u n a n á lis is g lo b a l, a l c o n t r a r io . L o q u e q u ie r o d e c ir es q u e la e c o n o m ía p o lí t ic a t ie n e q u e c o n v e r t ir s e e n e c o n o m ía c u lt u r a l p a ra p o d e r c o m p r e n d e r la g lo b a liz a c ió n c o n t e m ­ p o rá n e a . (P e e t, 2 0 0 5 a : 3 8 4 )

P a r a a lg u ie n q u e te n g a e n m e n te u n a v is i ó n d e P e e t c o m o a q u e l « e s tr u c tu r a lis ta im p e n it e n t e » , este é n fa s is e n lo c u lt u r a l d e s d e la e c o n o m ía p o d r í a ser s o r p r e n d e n te . N o o b s ta n te , u n a m ir a d a a lg o m á s a te n ta a la t r a y e c t o r ia d e P e e t p e r m ite , d e s ­ v e la r q u e la d im e n s ió n c u lt u r a l h a e s ta d o m u y p r e s e n te e n su o b r a y a d e sd e m e d ia d o s d e lo s n o v e n ta . Y lo d e jó m á s c la r o q u e n u n c a e n su a r t í c u lo s o b re la e c o n o m ía m o r a l de N u e v a I n g la t e r r a , 6 t a n t o

e n e l m is m o

p la n te a m ie n t o

d e l a r t í c u lo ,

c o m o p o r la e x p re s iv a s e n te n c ia c o n la q u e c ie r r a e l a r tíc u lo :

6. Traducido al castellano en este volumen,

306

« E n u n a fra s e q u e n u n c a p e n s é q u e d iría , la e c o n o m ía p o lí t ic a d e b e c o n v e r tir s e e n e c o n o m ía c u lt u r a l» (P e e t, 2 0 0 0 a ). L a a u ­ s e n c ia d e esa s e n s ib ilid a d h a c ia lo c u lt u r a l es la q u e P e e t o b s e r­ v a , p o r e je m p lo , e n lo s tr a b a jo s d e la e s c u e la d e la r e g u la c ió n fra n c e s a , a la q u e d e d ic a s o c a rro n a s o b s e rv a c io n e s :

Y a q u e la te o ría d e la r e g u la c ió n d ic e t r a t a r d e c o s tu m b r e s , c re e n c ia s y v a lo r e s e n su c o n c e p to c e n t r a l d e « in s t it u c ió n » , p o d ía m o s e s p e ra r q u e e l l i b r o fu e ra p r o fu n d a m e n t e c u l t u ­ ra l, in c lu s o e x is te n c ia lis ta . [ . .. ] L a p a la b r a « c u ltu r a » , p o r e je m p lo , n o a p a re c e , m ie n tr a s q u e « v a lo r» s o lo se c o n t e m ­ p la en e l c o n t e x t o d e las te o ría s m a r x is ta s d e f o r m a c ió n d e p re c io s . (P e e t, 2 0 0 3 : 4 7 4 )

,

E n d iv e rs a s o tra s o c a s io n e s h a a p r o v e c h a d o p a ra h a c e r o í r este m is m o m e n s a je ( p o r e je m p lo , e n P ee t, 2 0 0 5 b ) , n o h a c ie n ­ d o s in o r e p e t ir e n o t r o s c o n te x to s d e d e b a te lo y a e s c r ito en sus p r o p io s tr a b a jo s a p r o p ó s it o d e l p a p e l d e lo s im b ó lic o y lo c u lt u r a l e n e l d e s a r r o llo e c o n ó m ic o . 7 A s im is m o , t a m b ié n ha lle v a d o c o n v in c e n te m e n te la in te g r a c ió n d e l e n fo q u e e c o n ó ­ m ic o c o n la te o r ía s o c ia l p o s t e s t r u c t u r a lis t a en e l e s tu d io d e la r e la c ió n e n t r e s o c ie d a d y n a tu r a le z a p u b lic a d o c o n e l t í t u l o de

Liberation Ecologies

y e d ita d o j u n t o c o n M ic h a e l W a tts

(1 9 9 6 ).

Geography o f Power. The m aking o f Global Economic Policy (2 0 0 7 ), P e e t in te g r a d e n u e v o la e c o n o m ía En

su

p o lí t ic a m a r x is ta c o n el a n á lis is f o u c a u lt ia n o d e l d is c u r s o , d e ­ m o s t r a n d o la a u s e n c ia t o t a l d e c o n t r a d ic c ió n e n tre e l a n á lis is d e cla se y e l a n á lis is d e l d is c u r s o . E s ta v e z , las c rític a s r e c ib id a s f u e r o n m u c h o m á s m a tiz a d a s y a la b a r o n su n iv e l d e c o m p r o ­

7. Véase su artículo «Cultura, imaginario y racionalidad en el desarrollo eco­ nómico regional», traducido al castellano en este volumen.

307

m is o y c a p a c id a d de p r o v o c a c ió n . E r ic S h e p p a rd , le jo s d e re a ­ li z a r u n e lo g io s in s u s ta n c ia d e la o b r a (a la q u e , p o r e je m p lo , le r e p r o c h a su te n d e n c ia a la s im p lif ic a c ió n e n b e n e fic io d ^ la c la r id a d d e l a r g u m e n to ) , r e c o n o c e la f u e r z a y e l n e r v io d e l a u ­ to r:

«Geography o f Power

está e s c r ito c o n p a s ió n y b r í o p o r

u n a u t o r q u e t ie n e la ra ra h a b ilid a d , e n tr e lo s a c a d é m ic o s , d e d a r v id a a las p á g in a s » (S h e p p a r d , 2 0 0 9 : 4 2 3 ).

L o q u e la g eografía d ebe ser E n e l a ñ o 2 0 0 0 , la r e v is ta

Environment and Planning A

e d itó

u n n ú m e r o m o n o g r á f ic o d e d ic a d o a la g e o g ra fía ra d ic a l. E n él, P e e t e s c rib ía u n b re v e c o m e n t a r io a p r o p ó s it o d e lo s 30 a ñ o s d e e x is te n c ia d e la g e o g ra fía r a d ic a l (P e e t, 2 0 0 0 c ). E c h a n d o la v is ta a trá s , P e e t id e n tific a b a d iv e rs a s fases d e l d e s a r r o llo d e la g e o g ra fía ra d ic a l: de sd e la p r im e r a i r r u p c ió n a fin a le s d e lo s s e se n ta e n la q u e la g e o g ra fía se im p lic ó e n lo s te m a s c a n d e n ­ tes d e l m o m e n t o ( lo s d e re c h o s c iv ile s , la g u e r r a d e l V ie tn a m , la c o n t a m in a c ió n a m b ie n ta l) , la c o n s o lid a c ió n d e u n a s bases m a r x is ta s e n lo s s e te n ta , la c r í tic a d e l e s t r u c t u r a lis m o a p r i n c i ­ p io s d e lo s o c h e n ta , y la e n tra d a d e l p o s t e s t r u c t u r a lis m o ( p a r te de c u y a s id e a s f u e r o n a d o p ta d a s p o r lo s g e ó g ra fo s m a rx is ta s ) y d e l p o s t m o d e r n is m o e n lo s n o v e n ta . P e e t re c u e rd a c ó m o esa ú l t i m a fa se se d e s a r r o lló c o n g ra n d e s d o s is d e a s p e re z a y c r í t i ­ cas p e rs o n a le s y a b o g a p o r u n a s u p e r a c ió n d e d is p u ta s in ú t ile s q u e lle v e a u n p e n s a m ie n to m á s p r o d u c t iv o . A s í p u e s , P e e t h a c e u n a p r o p u e s t a a ce rca d e c ó m o d e b e ría se r la s ig u ie n te fa se (la q u in t a ) de la g e o g ra fía ra d ic a l:

N o d e b e s e r d e m a s ia d o «a la m o d a » e n e l s e n tid o d e e s­ c o n d e r lo s te m a s b a jo m is te r io s o s v e s tid o s f ilo s ó f ic o s . N o d e b e b a sa rse t a n to e n n u e v o s a u to re s fra n c e s e s a ú n p o r c ita r. N o d e b e ser e x c e s iv a m e n te a b s tra c ta h a s ta e l p u n t o

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q u e lo s a r t í c u lo s s o lo p u e d a n s e r le íd o s p o r a u d ie n c ia s q u e a n h e le n e l r e t o r n o d e la p a la b r a d ic h a y s ig n if ic a t iv a q u e b r o te d ir e c ta m e n te d e l p e n s a m ie n to . E n su lu g a r, h a y u n a n e c e s id a d de r e c o n c ilia c ió n y re s p e to m u t u o q u e se p u e d e a lc a n z a r m e d ia n te h í b r id o s f ilo s ó f ic o s y e s tu d io s c o m p a ­ r a tiv o s . H a y u n a n e c e s id a d de u n r e c o m p r o m is o c o n u n c o n ju n t o r e v iv id o d e v a lo re s p o lí t ic o s r a d ic a le s . Y , lo m ás im p o r t a n t e , h a y u n a n e c e s id a d ca si d e s e s p e ra d a d e u n a n u e v a r o n d a d e re le v a n c ia s o c ia l. (P e e t, 2 0 0 0 c : 9 5 2 -9 5 3 )

P e e t se h a ce e c o d e l d e n o m in a d o g ir o « n e o p r a g m á tic o » , q u e p o n e h o y e l a c e n to en e l c o m p r o m is o d e lo s a c a d é m ic o s ju n t o a las r e iv in d ic a c io n e s d e lo s m o v im ie n t o s y o r g a n iz a c io -

Además de haber ejercido un papel de primer orden como investigador y como editor, Peet destaca por sus reconocidas dotes docentes. La fotografía corres­ ponde a una de sus clases sobre globalización en la Clark University, en el otoño de 2010. [Foto: N. Benach.]

309

nes p o p u la r e s p a ra t r a n s f o r m a r e l m u n d o . N a d a n u e v o p a ra u n in t e le c tu a l c o m o P e e t c u y o e n fo q u e p o lit iz a d o se r e m o n ta a lo s a ñ o s sesenta (G la s s m a n , 2 0 0 8 ). D e P e e t d e s ta c a s ie m p r e s u c la r id a d d e id e a s , su t o n o p r o v o c a d o r , e m o t iv o y p o lé m ic o , s u im p a c ie n c ia a n te lo q u e le p a re c e t r i v i a l y la p a s ió n c o n la q u e d e s e m p e ñ a su tr a b a jo . C o m o c e rte ra m e n te s e ñ a ló P h i lip S te in b e r g a p r o p ó s it o d e su f ig u r a : « Y a sea r o d e a d o d e e s tu d ia n te s c o n fe c c io n a n d o c o p ia s d e A n t p o d e e n lo s b a jo s d e la C l a r k U n iv e r s it y , in c it a n d o a sus a lu m n o s a p e n s a r s o b re las g e o g ra fía s d e l p o d e r e n sus v id a s , o c u e s tio n a n d o a u n c o n fe r e n c ia n te e n u n c o n g re s o p r o f e s io ­ n a l, P e e t lle n a la g e o g ra fía r a d ic a l d e u n e x c e p c io n a l n iv e l de e n tu s ia s m o y d e p a s ió n ju n t o a l r i g o r a c a d é m ic o » (S te in b e rg , 2 0 1 0 ). Se p u e d e e s ta r m á s o m e n o s d e a c u e rd o c o n é l, p u e d e o n o g u s ta r s u m a n e ra d ir e c t ís im a d e e x p re s a rs e y d e in te r p e la r . P e r o lo q u e es s e g u ro es q u e , e n u n c o n t e x t o de d e s c o n c ie r to in te le c tu a l n o ta b le a n te la b r u t a lid a d q u e m u e s tr a n las p rá c tic a s n e o lib e r a le s a c tu a le s , h a y m u c h o q u e a p r e n d e r y m u c h o q u e r e f le x io n a r a p r o p ó s it o d e u n g e ó g r a fo q u e h a p u e s to t o d a su e n e rg ía y d e te r m in a c ió n , c o m o in v e s tig a d o r , e d it o r y d o c e n te , a l s e r v ic io d e u n a ú n ic a cau sa: la s u p e r a c ió n d e las d e s ig u a ld a ­ des y las in ju s t ic ia s so cia le s. Q u iz á n a d a lo d e fin a m e jo r q u e la c ita d e S te p h e n H y m e r (1 9 7 8 ) c o n la q u e él m is m o c e rra b a u n o d e sus a s e rtiv o s a r t í c u lo s d e fin a le s d e lo s s e te n ta : « N o h a y d ife r e n c ia e n tr e se r u n r a d ic a l o s e r u n c ie n t í fic o : t o d o es c u e s tió n d e in t e n t a r i r a la r a íz d e l a s u n to » (P e e t, 1 9 7 9 ).

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