Presa : un decálogo del caso Milagro Sala [Primera edición.] 9789874551993, 9874551992

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Presa : un decálogo del caso Milagro Sala [Primera edición.]
 9789874551993, 9874551992

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PRESA

PRESA

UN DECÁLOGO DEL CASO MILAGRO SALA

Diego Tatián María Pia López Esteban Rodríguez Alzueta Elizabeth Gómez Alcorta Ileana Arduino Agustín Arzac Estela Díaz Ezequiel Lopardo Mariano Pacheco Julián Petrulevičius Melina Gaona

Colección PLAN DE OPERACIONES

Presa. Un decálogo del caso Milagro Sala / Varios autores Compilado por Agustín Arzac; Veronica Stedile Luna; Juan Augusto Gianella. - 1a ed . - La Plata : Estructura Mental a las Estrellas, 2017. 182 p. ; 23 x 16 cm. - (Plan de operaciones ; 4) ISBN 978-987-45519-9-3 1. Ensayo Político. CDD 320

Diego Tatián, María Pia López, Elizabeth Gómez Alcorta, Estela Díaz, Esteban Rodríguez Alzueta, Ileana Arduino, Mariano Pacheco, Ezequiel Lopardo, Julián Petrulevičius, Melina Gaona, Agustín Arzac

Este libro está dedicado a Bonifacia, Boni, nuestra Milagro Sala. EME, 2017

Edición y corrección: Juan Augusto Gianella, Verónica Stedile Luna, Agustín Arzac. Diseño de tapa e interiores: Agustín Arzac. Foto de tapa: Julián Petrulevičius. Imagen obtenida del holotipo de la especie Tupacsala niunamenos con cámara Leica DMC2900 montada en un microscopio estereoscópico Leica M205C y tratadas con el programa de apilamiento de enfoques CombineZP. Estructura Mental a las Estrellas Diagonal 78 n°506 (CP 1900) La Plata, Argentina, Nuestramérica Primera edición Agosto de 2017 ISBN 978-987-45519-9-3 Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723 Impreso en Argentina Liberamos los derechos para difundir este material por cualquier medio citando la fuente.

Nota editorial a la colección

La colección Plan de Operaciones, ensayos sobre cultura nacional es un plan de trabajo también. Se trata de ensayos sobre los Estados, sí, pero sobre todo de lo que las clases populares, la literatura, el cine, las revueltas, son capaces de producir como acontecimiento que desafía la gramática de los poderosos. La necesidad de pensar una política de la cultura anclada en la encrucijada de los proyectos emancipatorios es la apuesta por pensar en la escritura como el espacio abierto a todas las formas posibles del pensamiento, oteando las maquinarias de la información y la administración de los sentidos. Los libros de esta colección son diálogos prolongados, y no hay metáfora en ello, porque salen a buscar la charla. Son documento de una intervención, manifiesto, programas, exhumaciones que se ponen a circular. Un plan de operaciones es también una ruta de procedimientos: ensayo, polémica, reseña histórica, datos, arenga, diatribas, batería de recursos para poner en funcionamiento los puntos ciegos de nuestra historia cultural.

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PRÓLOGO

por Verónica Stedile Luna

El tiempo de las libélulas Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo. Con nuestro corazón lo alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo no extinguido, con la relampagueante alegría del hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos envolviendo. Hemos de lavar algo las culpas por siglos sedimentadas en esta cabeza corrompida de los falsos wiraqochas, con lágrimas, amor o fuego. ¡Con lo que sea! Somos miles de millares, aquí, ahora. Estamos juntos; nos hemos congregado pueblo por pueblo, nombre por nombre, y estamos apretando a esta inmensa ciudad que nos odiaba, que nos despreciaba como a excremento de caballos. Hemos de convertirla en pueblo de hombres que entonen los himnos de las cuatro regiones de nuestro mundo, en ciudad feliz, donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no odie y sea limpio, como la nieve de los dioses montañas donde la pestilencia del mal no llega jamás. Así es, así mismo ha de ser, padre mío, así mismo ha de ser, en tu nombre, que cae sobre la vida como una cascada de agua eterna que salta y alumbra todo el espíritu y el camino. José María Arguedas, “A nuestro padre creador Túpac Amaru”

“¿Y si es inocente por qué no sale?” La pregunta, tantas veces oída con incredulidad y paciencia, formulada por el sentido común –que puede ser cualquier cosa menos inocente– aci-

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cateó el deseo de hacer este libro. Una y otra vez, durante más de 560 días, esa pregunta fue el escollo donde naufragaban las discusiones. No es fácil responder a la demanda ansiosa, facticista y vigilante que la promueve, porque para disponernos a hablar partiendo de ese punto es necesario hacer transitable una distancia que se presenta como un campo minado de eso que hoy llaman grieta. La idea actual de grieta es sin dudas totalizante y reaccionaria, no tanto por haber sido concebida como fogoneo electoral en los medios operadores, sino por lo que sustenta. Nominar al conflicto social como grieta es una manera de poner en el horizonte de la política el consenso tolerante; el desacuerdo se sintomatiza como un “mal” porque lo deseable sería “llevarnos bien entre los que pensamos diferente”, es decir, mantener las ideas en el plano de las ideas, y los flujos económicos controlados según las demandas de riquezas. La grieta como caracterización sociológica es, en definitiva, la confinación de la cosa pública a las construcciones de partido. Nominar el conflicto como grieta es, a su vez, capturar a los sujetos en posiciones por las que son hablados y con ellas conquistar el terreno de ciertas palabras para que así, con solo ser pronunciadas, sepamos automáticamente qué debemos pensar. “¿Y entonces, si es inocente, si está presa por mujer, por india, por negra, por qué no lo demuestra?” De la defensa a la acusación hay que trazar un camino –para luego ver que tal vez quisiéramos estar en otro, y sentarnos a la mesa del domingo en familia bajo la pasión de otra pregunta ¿por

qué es arbitraria su detención?, y ¿por qué el Gobierno de la Alianza Cambiemos PRO-UCR decidió asumir el costo político de ignorar a los Organismos Internacionales que reclaman la inmediata liberación?1, ¿qué es lo que esta democracia y esta justicia han encerrado de Milagro Sala en Alto Comedero? Trazar ese camino, recorrer la distancia, supone el desafío de alojarnos en los bordes del sentido común, en las palabras que han conquistado la opinión de todos, esas que hacen mover la cabeza en gesto de escándalo, de aprobación, de indignación enérgica, de entusiasmo. Millones, bolsos, 1 Para una mayor precisión sobre las irregularidades, torpezas y falseamientos que caracterizan tanto la detención de Milagro Sala como el proceso judicial, ver las dos notas siguientes de Horacio Verbitsky: “La voz”, del 18 de diciembre de 2016, https:// www.pagina12.com.ar/9463-la-voz y “Otro milagro de Morales”, del 25 de junio de 2017, https://www.pagina12.com.ar/46255-otro-milagro-de-morales. A partir de la transcripción de las declaraciones de Miguel Angel Giubergia, Carlos Alberto Toconas, Alejandro Nievas, René Orlando Arellano y Cristina Noemí Chauque como testigos del querellante (Gerardo Morales), y las declaraciones de Milagro Sala y Graciela López (imputadas en la causa de amenazas y escraches al entonces senador), Verbitsky señala las no-coincidencias, las respuestas imprecisas que se valían de acusaciones verdaderas, incluso un fallido del funcionario Nievas que tras haber jurado en las Generales de la Ley no tener “ni amigos ni enemigos en esta sala”, se refiere a Gerardo Morales como “mi amigo”. Apenas seis meses después, tras el fallo de la Cámara de Casación Penal Federal, Verbitsky retoma las inconsistencias de las indagatorias (incluidas como planteo central en el informe de la defensa) y enumera “los puntos que descalifican la sentencia [de tres años de prisión] como acto jurisdiccional válido” en este pasado junio de 2017. Hoy mientras escribo esta extensa nota al pie, 29 de julio de 2017, una porción importante del país sigue atenta las buenas noticias que llegan de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que solicita, bajo medida cautelar (algo excepcional para la CIDH - https://www.pagina12.com.ar/53013-milagro-sala-nopuede-permanecer-en-la-carcel) la inmediata liberación. Cancillería (y el diario La Nación) se apresuraron a hablar de prisión preventiva (http://www.lanacion.com. ar/2047987-la-cidh-sugirio-que-milagro-sala-tenga-arresto-domiciliario). Valgan estas referencias para dejar registro del punto de inflexión al que llegaron tanto el Gobierno Nacional como el Provincial jujeño, y si por estos días cumplen las leyes internacionales o deciden seguir sosteniendo su gobernabilidad a palo y cárcel.

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amenazas, acampe, mujer, justicia, cantri, organización, democracia, utopía. Hasta el cansancio se ha hablado de los millones que recibía esta mujer, de los bolsos con olor a dinero, de las amenazas que profería como práctica de amedrentamiento político, de hacer justicia contra la corrupción, de un cantri donde las casas no tenían escritura, de la Organización Túpac Amaru como ejército que instalaba la putrefacción en el corazón de la utopía democrática de los tres poderes para esta nación argentina. Menos se ha hablado del montaje mediático que significaron esos bolsos, del imaginario histórico que cabe en una bolsa, de las amenazas que recibieron distintos integrantes de la organización para declarar contra Milagro Sala, de en qué consiste la amenaza que es Sala para Gerardo Morales –está claro que una amenaza real para la cual han lanzado todos los perros de caza a reducirla–. Menos se ha hablado de un tipo de vida democrática que se experimentaba en el Cantri como comunidad de los que no tienen comunidad. En definitiva, de lo que no se habló es de ese tipo de utopía por la cual los pobres no solo alcanzan lo que necesitan para vivir sino que son capaces de desear otra porción de mundo, distinta de aquella que les tocaría en parte en su condición de pobres. Y trabajan en ello. Y hasta osaron señalar la diferencia entre el bienestar económico como beneficio o acción programática de gestión ejecutada hacia abajo (la exigencia de Gerardo Morales a los cooperativistas de que se re-empadronen en la provincia) y el bienestar como toma de la porción pública en las discusiones (decidir hacer una pileta, una fiesta de carna-

val, escuelas y terciarios con orientaciones propias, etc.). La diferencia entre ser empleado y ser trabajador. Una lección que hoy señala hacia la gran deuda recientemente contraída por el Gobierno Nacional –tenemos el dinero, ya no tendremos más por un tiempo prolongado, la capacidad soberana de discutir los reversos de su ejecución–. Esas diez palabras fueron entregadas a diez voces distintas con el propósito de restituirlas a la zona de conflicto, a las sedimentaciones de sentido, para dar cuenta de un estado del caso desde esos equívocos. María Pía López, Diego Tatián, Esteban Rodríguez, Melina Gaona, Mariano Pacheco, Estela Díaz, Ezequiel Lopardo, Ileana Arduino, Agustín Arzac, Julián Petrulevičius y Elizabeth Gómez Alcorta. Firmas y cuerpos capaces de adherir aquí, cada quien a su manera. Las miradas del feminismo, la filosofía, el derecho penal, el derecho civil, la paleontología, la militancia sindical, la militancia territorial, el periodismo, la teoría política y la edición cruzaron las escrituras de PRESA. Un decálogo del caso Milagro Sala. María Pía López insistía, ya por el 2015, en pensar la política desde la fragilidad, eso que otros también llaman supervivencia; un pálpito como principio de esperanza y como desafío, porque muchos y muchas quedamos impávidos ante el tipo de destrucción que en brevísimos meses se operó sobre la Túpac. Es entonces cuando conviene recordar que los movimientos emancipatorios también son frágiles, también inconclusos, y por eso mismo recomienzan (¡y a eso le temen tanto!). Otro deseo entonces para este libro: que en estas diez entradas y su epílogo –a cargo de Melina Gaona–

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aparezca la fragilidad y con ella la potencia de Milagro Sala. Ahí una pista para hacer transitable ese camino que va de la acusación a la defensa, y demorarnos antes de responder a la pregunta que exige datos, que reclama pruebas.

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El fósil como adivinación pagana. Imagino una curiosa nominación en algún siglo próximo. Organizaciones, espacios, agrupaciones, lideradas por jóvenes o no tanto, que se llaman, se nombran “Tupacsala”. Dos nombres se superponen, pero no se hacen uno, no se vuelven homogéneos, ni asimilables; como la sedimentación de partículas en las rocas de mar no se funde en la roca, Tupacsala mantiene una androginia que en un futuro tal vez opere aunque se ignore. Por la forma misma del tiempo, siempre cargado hasta explotar, esa imagen futura que imagino es la supervivencia de trescientos cincuenta millones de años que en un presente como este dio con el nombre “Tupacsala”, dio con científicos argentinos en la localidad de Guandacol (La Rioja), que hallaron un nuevo género y familia de la libélula y la nombraron, para el mundo, para todos los diccionarios de taxonomías y entomología, como “Tupacsala niunamenos”. Curioso hallazgo el fósil de cientos y millones de años para una libélula, bicho algo mítico y no extinto hoy. El fósil es una huella, la forma de aquello que no sufrió el proceso de descomposición habitual, y por eso mismo, en muchas ocasiones, incluye restos de construcciones orgánicas. Por eso hay algo viviente en él que la rutina del tiempo mantiene; aunque también puede desaparecer para siempre en la poca

destreza del hombre que parte la roca sin cuidado. Fragilidad y supervivencia que nos hacen imaginar que el nombre mismo, “Tupacsala”, sea un fósil del sentido cuando las generaciones aún no nacidas se rebelen contra el desprecio de la dominación, y en ese nombre compuesto se mantengan las huellas de lo que todavía vive: una libélula, un nuevo género, para respetar la nominación científica. La imagen de tapa de este libro es un plano detalle, maximizado, de ese fósil, que ya no sabemos si nos muestra un universo o un muro roído por el tiempo. Estas profecías no pueden ser sino paganas. Elizabeth Gómez Alcorta usa dos palabras que van en este sentido. Cita a Milagro Sala diciendo “soy devota de Evita”. Cómo no hacer resonar ahí a Leónidas Lamborghini y Eva Perón en la hoguera, “por él. a él. para él. al cóndor él si no fuese por él a él.”, Eva prendida fuego –santa mutilada– por esa liturgia profana; Milagro cazada por la profanación del gasto, por hacer del derroche, el exceso, una experiencia del goce. Pero Milagro no es solo devota, es también, para Gómez Alcorta, lideresa. Palabra omnívora y difícil de asimilar. La lideresa no es solo el femenino de “líder”; acumula en ese vestigio sonoro de vampiresa, tigresa, lo específico de una feminidad disidente, de un modo de construir el mito que se desmarca cada vez que lo quieren desmantelar. El fósil entonces como huella de un mito entre la devoción, lo profano y la excedencia. El fósil como adivinación pagana.

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Hacer huella en la roca es cosa de monstruos. Hay una afirmación de Blanchot que me gusta mucho: “El comunismo: eso que excluye (y se excluye de) toda comunidad ya constituida”, y a la que pego otra de John William Cook como respuesta: “En Argentina, los comunistas somos nosotros, los peronistas”. Me gusta ponerlas en serie, pegadas –incluso hasta la incomodidad de lo ridículo– porque lo paradójico, lo monstruoso de ciertas mescolanzas y acumulaciones, pero también la inesencialidad identitaria, son los modos en que el peronismo más se ha acercado a lo revolucionario. La Organización Barrial Túpac Amaru y Milagro Sala habitan en esa contradicción. Melina Gaona, como María Pía López insisten en la diversidad que alojó el trabajo de las cooperativas: mujeres trans, solteras, obesas, lesbianas, expresidiarias, alteridades ininterrumpidas de clasificación cívica (sexo / estado civil / salud / prontuario). La bandera de la Organización tiene tres figuras: Túpac, Evita y el Che; sería reducir la singularidad de cada una esforzarnos por encontrar la línea identitaria que las une, más bien nos vale reconocer su continuidad en aquello que de cada uno se excluye de la puesta en serie. La vida cotidiana en el Cantri también se experimentaba en esa paradoja: los carnavales, los chicos tirados al sol en la pileta, las peñas, no impedían una exigencia casi intransigente por parte de Milagro Sala para que todos terminaran la escuela, y se cumplieran las jornadas laborales. Diego Tatián condensa estos i-representables con dos expresiones-programas de los movimientos

emancipatorios: “excedencia de la vida respecto de las formas” y “nunca bloqueo del deseo por el procedimiento”. Cuando se habla de que las casas del “Cantri” no tenían escritura, y que por lo tanto eso des-poseía a quienes las habitaban porque carecían de la propiedad que los pudiera volver autónomos frente al poder de la autoritaria Sala, recuerdo esa vieja idea anarquista de “derribar al patrón pero sin pretender ocupar su puesto”, una manera de no concebir la emancipación según el único modelo de acceso a la riqueza y al poder. Quienes leen en la ausencia de escrituras de propiedad una forma de precarización, afirman su concepción de dignidad más ligada a la propiedad privada que a la vivienda digna. No pueden leer, desde ya, la posibilidad de vida bajo otras lógicas que las disponibles en el capitalismo. La Organización Barrial Túpac Amaru fue más lejos en su modo de articular “interés común” e “interés material”; derribar al patrón, no ocupar su puesto. Por otra parte, resulta paradójicamente reveladora la acusación de “usos discrecionales del dinero” de la Organización Barrial Túpac Amaru. Habla, como suele suceder, más de quienes acusan que de los acusados, la acusada. Seis mil viviendas no pueden referir una discrecionalidad. Dejar afuera del negocio de la construcción a las empresas de siempre, sí. La construcción de viviendas de la Túpac es un agujero en los lenguajes de nuestras legalidades. Por eso resulta difícil discutir la noción de estado paralelo, porque nos arrastra a su propio régimen de verdad, cuando la experiencia de la Túpac habla, por el contrario, de un pensamiento que no

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entregó al enemigo la definición y el control de sus conceptos fundamentales. Milagro Sala dejó una huella donde parecía imposible, en el extremo norte argentino, árido y selvático a la vez, inaudible en los campos prósperos de la soja, exuberante para los dueños de grandes empresas que viven del consumo de otros cuerpos (las mineras, los ingenios). Milagro Sala dejó huella en la roca, toneladas de cemento tienen su legado. Roca que pegada al ojo puede ser una constelación. Huella en lo árido como dejan los monstruos, los de garras pesadas, con ese regocijo no extinguido, con alegría relampagueante, como cantaba Arguedas. Exceso y fragilidad donde otros solo quisieran ver desierto.

DEMOCRACIA por Diego Tatián

Profesor de filosofía política en la Universidad Nacional de Córdoba. Hasta julio de 2017 fue decano en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la misma Universidad. Es Investigador Independiente de Conicet. Sus últimos libros son Contra Córdoba (2016) y Lo interrumpido. Escritos de filosofía y democracia (2017).

Uno. La experiencia de la Organización Barrial Túpac Amaru, y como parte de ese movimiento colectivo la relevancia de Milagro Sala (sin duda la más importante dirigente social argentina) para la democracia y para el pensamiento democrático, difícilmente pueda ser exagerada. Ningún negacionismo –y menos que ninguno el negacionismo persecutorio y dictatorial que se halla en curso en la provincia de Jujuy– podrá suprimir esa experiencia y la trascendencia para el futuro de la democracia en la Argentina. La autopercepción de un sujeto como democrático comienza cuando deja de concebirse como víctima. La obra democrática de la Túpac enseña a no considerarse víctima, enseña que no hay víctimas sino hombres y mujeres en situación desfavorable o adversa y que, estén donde estén y sean quienes sean, tienen siempre la posibilidad de transformar sus vidas y de emanciparlas, de no aceptar la situación en la que se hallan como si se tratara de un destino. Al sistema de poderes establecido le interesa que las personas se

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perciban a sí mismas como víctimas en lugar de constituirse como sujetos políticos capaces de tener ideas y de hacer muchísimas cosas. Una víctima no es nunca peligrosa ni genera transformaciones ni abre nuevos espacios ni inventa nada; sólo comporta resignación, lamento improductivo y autocompasión. El empoderamiento democrático de los grupos subalternos considera que no hay “víctimas” sino situaciones que revertir, luchas que concretar, conocimientos que adquirir, supersticiones que poner en evidencia, alianzas que establecer y alternativas que inventar. La asunción democrática de los cuerpos como vidas capaces de actuar, de imaginar y de pensar -en una palabra: la desalienación- es el principio tácito de una organización social y política que decide salir de la pasividad en la que se hallaba capturada para construir una fraternidad en la acción –que muchas veces, debido a lo que tiene en frente (en este caso, impune avatar de la última dictadura militar, el imperio económico de Blaquier y los poderes públicos que le están subordinados), deberá disputar en terrenos anómicos completamente abandonados por el Estado. Lo que Milagro Sala conjunta como referente de una experiencia colectiva son dos principios democráticos cuya reivindicación adopta la forma de una declaración –la igualdad de todas las personas– y de una irrupción por el reconocimiento de pueblos sometidos desde hace siglos a la humillación, el desprecio y la explotación. Así concebida, la democracia es una práctica social más allá de la retórica meritocrática. En efecto, en su sentido más

elemental –el que anima, por ejemplo, la Declaración de los derechos del hombre–, la igualdad es anterior e independiente de toda lógica del mérito. En tanto declaración, la igualdad de las personas no subordina su valencia a ningún meritocratismo, pues concierne a lo que los seres humanos son (a que los seres humanos son) y no a lo que tienen o hacen. No hay mérito en tener mérito. En su forma más exacta, esta idea quizás encuentra su manifiesto conciso en la frase “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”, con la que Marx definió alguna vez el comunismo. Hay en ella una radical ruptura de la lógica que la mercancía establece en las relaciones sociales y los vínculos. Más allá –o más acá– del agujero que esta frase marxiana hace en los lenguajes con los que habituamos pensarnos, la igualdad no se pide ni se merece; se toma conciencia de ella, se activa y se ejerce. Dos. Democracia es disputa por el sentido de la palabra democracia. Una recuperación emancipatoria de su promesa concibe a la democracia como manifestación, incremento, apertura, composición imprevista de diferencias, y nunca como bloqueo del deseo por el procedimiento. Forma de vida en común en la que la constitución, las leyes y la tramitación política de los conflictos son instituciones forjadas por la vida popular, por las luchas sociales y la experiencia colectiva que de este modo es siempre autoinstitución ininterrumpida. Inmanencia. Concebida de ese modo, democracia nunca presupone la desconfianza de la potencia

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común, la inhibición por el miedo, ni la despolitización del cuerpo colectivo para su control. Dicho en otros términos: la democracia se define por una inadecuación. O más precisamente por una excedencia y por un desborde del poder constituyente respecto del poder constituido, del derecho respecto de la ley, de la imaginación respecto de la República (tal vez a esto se refería Montesquieu cuando definía la democracia como “la guerra oculta de toda república”). Una excedencia, en fin, de la política por relación al Estado e incluso, más radicalmente, de la vida respecto de las formas. Los diez años kirchneristas la dotaron de una intensidad inusual y recuperaron el significado más profundo que aloja su experiencia: el anhelo de igualdad. Producir igualdad no equivale a “disminuir las desigualdades” –según la retórica de la “responsabilidad social” autoimpuesta por las corporaciones económicas que consideran esas “desigualdades” como un hecho de la naturaleza y no como lo que efectivamente son: un efecto necesario del saqueo con el que obtienen su poder. No es posible –ni en la Argentina ni en ningún lugar del mundo– producir igualdad sin cuestionar privilegios. Cuando irrumpe, la cuestión de la igualdad invierte los términos del problema: no es la pobreza de los pobres la que debe ser reducida, sino la riqueza de los ricos. La explotación, la acumulación a costa de la muerte, el racismo, la discriminación, la exclusión, la impunidad, el saqueo de las vidas y el ultraje de los poderosos es el problema urgente a ser combatido por una política democrática, que es tal si

se orienta por la idea de igualdad y una disputa por la ley que se propone destituir la existencia de jerarquías ante la ley. Según la acepción que tiene su fragua en la experiencia latinoamericana reciente, democracia es predominio de los derechos sobre los privilegios y de las instituciones sobre las corporaciones. También, el predominio de la acción colectiva organizada por hombres y mujeres que se involucran en su propio destino. Milagro Sala es un nombre que invoca el de miles que han logrado experimentarse como sujetos de transformación en vez de hacerlo como objetos en espera de algo que nunca sucede. Aunque anónima y común, la obra de la igualdad irrumpe en nombres concretos que nunca son propios sino siempre prestados a otros: el de Milagro, también, cifra el don de una experiencia que será evocada como inspiración por generaciones aún no nacidas, cada vez que el asombro por la dominación y la imaginación de la igualdad alienten su rebelión contra el desprecio. El empoderamiento de mayorías durante mucho tiempo desubjetivadas, capturadas en la pobreza a causa de un régimen de acumulación de riqueza y al margen de la decisión política, es lo que permite una activación de ciertas minorías (los pueblos originarios, las identidades raras, los campesinos, los peones rurales, las empleadas domésticas, las prostitutas…) contra ciertas minorías (la Sociedad Rural, los dueños de los medios, la familia judicial…) que permite una redistribución del poder y con ello una reconfiguración de las libertades. En la disputa por la ley, la conformación de mayorías parlamentarias es condición para una inscripción

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institucional de derechos hasta ahora invisibles o relegados. Poder y libertad dejan de ser términos antagónicos –como los dueños del poder hacen creer desde hace mucho a quienes se hallan despojados de él– para ser uno condición de la otra y producir por composición la virtù política mayor: una duración democrática sostenida por el deseo colectivo de reforma que desencadena la novedad. La democracia argentina reciente produjo hasta 2015 avances decisivos en el reino de la libertad (ley de matrimonio igualitario; despenalización del consumo de drogas; ley de servicios audiovisuales; expansión histórica de la educación pública; desmantelamiento de los efectos sociales del Terrorismo de Estado, reparación jurídica y reconocimiento de las pacientes luchas sostenidas por los organismos de derechos humanos, empoderamiento de movimientos sociales y pueblos originarios…) y en el reino de la necesidad (recuperación del empleo y el salario; legislación laboral que rescata de la anomia a miles de cuerpos olvidados; convenios colectivos de trabajo; protección de la infancia mediante la asignación universal…). En otros términos: la democracia fue capaz parcialmente de producir igualdades y reconocer derechos, de afectar privilegios y aproximar la economía a los intereses populares dentro de una institucionalidad expresiva de los conflictos naturales a una sociedad políticamente viva –que los antiguos llamaban República, palabra hoy malversada por derechas de vieja y de nueva laya que la conciben exactamente como su contrario: una pura forma de reasegu-

rar privilegios e inhibir la irrupción de conquistas sociales. Por ello, resulta imprescindible la disputa de los términos. Para prosperar, la idea democrática deberá desmarcarse del idealismo que postula por principio del pensamiento una representación de cómo los seres humanos deberían ser (racionales, virtuosos, solidarios, austeros, justos), y en cambio tomar en cuenta el poder de las pasiones sobre la vida humana. Despojada de este legado maquiaveliano, la democracia sería impotente y frágil, vulnerable en lo más hondo y destinada a ser una pura impotencia conservadora. Solo el poder es el límite del poder. Ello no significa decir que los individuos y las sociedades se hallan condenados a las pasiones tal y como irrumpen inmediatamente, ni que el realismo democrático sea convertible con la fuerza y el ejercicio desistitucionalizado del poder. Al contrario, esta perspectiva procura una idea no sacrificial de república. En ella, el consenso no es pensado como anulación de las diferencias, ni la institución como supresión del conflicto, ni la libertad es el diezmo a pagar por la obtención de seguridad. Diferencia y consenso, conflicto e institución, libertad y seguridad permanecen términos inescindibles, abiertos a un trabajo del pensamiento y de las prácticas sociales. Esta manera de pensar busca por tanto no contraponer las nociones de república (conjunto de instituciones que confieren una forma a la vida social) y democracia (palabra que designa el mundo de los deseos, pasiones y anhelos de los sectores populares), sino que muestra más bien su implicancia mutua. En la actual discusión argentina se suele recurrir a la

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palabra república, al contrario, como palabra de orden y bloqueo de toda transformación social. Es necesario disputar ese término, recordar una proveniencia antigua que no separa la república de los litigios sociales y rescatarla de la acepción vacía que la reduce al solo imperio de la ley.

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Tres. Cuando habla, el rostro indio de Milagro es seco, diáfano y hermoso. Su castellano parece hospedado por lenguas desconocidas que retumban en cada palabra y lo vuelven puramente americano. La revolución indigenista de José Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru no parece un hecho del pasado cuando esa mujer pequeña que habla con fuerza arrolladora nos atraviesa con su mirada paciente, sino una memoria viva y una emancipación aún abierta –como tampoco es cosa olvidada su decapitación y descuartizamiento por los colonizadores en la Plaza de Armas de Cuzco, aunque a nosotros ese día de 1781 nos resulte lejano. No lo está para las comunidades que heredaron su tragedia. Quizá sea exagerado decir que en Jujuy se vive un estado de terror; lo que se vive es un estado de miedo para quienes no comulgan con el gobernador Morales. Un microfascismo –a veces no tan micro– es llevado a la práctica en modos de amedrentamiento, disciplinamiento social y persecución a los opositores políticos, de una magnitud que el estado de derechos y garantías cuyas bases fueron puestas por el Presidente Alfonsín no había conocido desde la recuperación democrática. Estando ellas presas, la policía entró en la casa de Milagro y de otras de las integrantes de la Túpac y demo-

lió paredes interiores con la excusa de que allí había dinero escondido. Tras la demolición, se fueron como si nada. Las personas dejaron de asistir a las rondas que los familiares hacen todos los jueves en la plaza Belgrano (que son estrictamente monitoreadas con un drone), porque los domicilios de quienes asistían o manifestaban alguna solidaridad con las presas fueron saqueados, en algunos casos más de una vez. La resistencia de las presas y los presos políticos de Jujuy atesora el espíritu de la democracia que el pueblo argentino, no sin esfuerzo, construyó en las últimas tres décadas; esa resistencia es a su modo una ofrenda hacia todos nosotros, y sin duda será reconocida por la historia. Pero en tanto, quienes están presas/os son ellas/os, en condiciones de humillación y de oprobio, solo menguadas por la creciente solidaridad de miles de personas en la Argentina y el mundo, la condena por los organismos internacionales cuyos dictámenes el gobierno argentino no acata, poniéndose fuera del derecho, y la segura justicia histórica que legará a las generaciones por venir (al igual que lo hará con las Madres y las Abuelas) el nombre de Milagro Sala como una gema inspiradora en la memoria emancipatoria de los que se rebelen contra la prepotencia del Poder.

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MUJER

por María Pia López

María Pia López, socióloga y escritora. Fue editora de revistas, fundó un museo y ahora dirige El Centro Cultural de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Es profesora en distintas universidades y activista del colectivo Ni una menos. Escribió libros de ensayos y novelas. El último publicado es Yo ya no. Horacio González: el don de la amistad.

Moldes. La definición de diccionario es escueta, su resignificación política muy vasta. Hablo bastante en público. Clases, mesas redondas, conferencias, asambleas. Digo muchas veces la palabra mujeres. En algún momento me detengo y hago la nota al pie de página necesaria. Decimos mujeres para nombrar algo que se aleja mucho, muchísimo, respecto de lo que definen de ese modo las normas hegemónicas en la vida social. Un cierto conjunto de atributos biológicos y cualidades sensibles, de conductas, de estéticas, de tendencias sexuales y amorosas, que se enlazan con el término. Lo decimos, por el contrario, conscientes de la pluralidad que contiene, de la heterogeneidad que cose, de la incluida multiplicidad de formas distintas de habitar el cuerpo, el deseo, la razón, que atraviesan y tajean el modelo dominante. Ninguna grilla contendrá esa diversidad –que enloquecería a los científicos positivistas generadores de clasificaciones como si fueran redes con las cuales atrapar un mundo de razas mezcladas en desconocidos mestizajes–, y porque no hay

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grilla que aguante, tampoco hay alfabeto que resista, y cada grupo pugnará por inscribir una letra más y así decimos lo impronunciable: lgttb. O, para pronunciar rápido en esas charlas, conferencias y clases que se suceden, su sinónimo secreto: mujeres. Porque mujeres somos todas o lo fuimos y no queremos serlo del mismo modo, o es horizonte de llegada o fantasía secreta. Y decimos mujeres para decir la sigla entera de nuestros sueños de locas y nuestras aspiraciones tradicionales. Nos decimos mujeres aun cuando pensamos el poder como hombres o defendemos a los machos y también cuando queremos serlo. Recibimos admoniciones, siempre vinculadas a la falta que otros nos señalan, pero también al desborde, a la no falta, que gozamos. El patriarcado cruje, su respuesta se endurece. Ante el festín de las diferencias y la diversidad que emerge, la respuesta es de insomne violencia. Violaciones y muertes. Crece la cuenta de las víctimas, y en cada cuerpo se inscriben máximas disciplinadoras. Vuelvan al redil queridas, parece decirnos la voz que subyace a la interpretación de los crímenes. Sean modositas y cuidadosas, serviles y obedientes, prudentes y hogareñas, monógamas y fieles, pacientes y alegres. A lo sumo, unos golpes las encauzarán, porque ya con confesiones no alcanza. Y no llegaríamos a los asesinatos que un colectivo de regimentadores sin planificación central pero con implícitos acuerdos, lleva adelante. Son los defensores de un orden que añoran, la rígida prescripción de los lugares correspondientes. Disponen cuerpos en los altares del sacrificio para que descienda sobre nuestras libertades la losa

sepulcral de la disciplina. Nos matan como mujeres pero también porque nuestro modo material, múltiple, diverso de serlo, no corresponde al modelo que el patriarcado ofrece como deseable. Cuando se habla de Milagro Sala, entre sus defensoras y defensores, suele decirse: esta presa por mujer, por negra y por coya. Los acusadores se dividen entre gritar –en cadena nacional– que es por corrupta y reconocer que gestó un contrapoder en Jujuy. Mientras los argumentos declarados para encarcelarla son del orden de las acciones –corromperse, organizar, militar–, la secuencia defensiva va a la cuestión del sujeto. Dice que lo que está en juego es menos un conjunto de acciones, que la ruptura del lugar de sumisión que le correspondía, para tomar voz y decisión sobre su propia vida y conducir ajenas. Es claro que en la persecusión a Milagro se activan elementos clasistas, racistas y misóginos, enunciados que se traman a la hora de fijar a las personas en el espacio y la identidad asignados por los siglos de los siglos y diciendo amén. Porque eran tolerables y aun festejados los merenderos y copas de leche. Una mujer pobre que hace asistencia cumple su rol y lo adorna de emprendedorismo –como lo muestra la figura de Margarita Barrientos, a quien construyeron como precisa contracara de Milagro–, mientras una mujer que hace piletas y despliega dispositivos para el goce de los cuerpos y piensa que de la humillación se sale también con la fiesta de los sentidos, con el derroche y con el hedonismo colectivo, es intolerable. Los negros pueden merecer

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una comida, pero no zambullirse libremente ni disfrutar de esos reyes magos que la Túpac había inventado y que salían a repartir juguetes y bailar hasta el cansancio. Uno de los reyes era la Flaca. Y la barra brava de Gimnasia y Esgrima de Jujuy se llamaba “La Banda de la Flaca”. Cuando le preguntaron a Milagro dijo no saber cómo se había organizado ni por qué aludían a su seudónimo, pero que le habían comentado que así se bautizaron para homenajearla en vida. Milagro disfrazada de rey mago, jefa implícita de la barra, mano férrea para conducir un movimiento social, negociadora dura, mina de pelea, pelo corto para que no moleste, estilo de pibe, cuasi chongo. A distancia de los modelos de femineidad, ajena a todos los patrones normativos, capaz de asumir el poder como deseo y horizonte. Ninguna renuncia aspiraba aquella que salía del barro de la humillación popular. Tampoco se reconocía compelida por el llamado a comportarse como mujer. Ser mujer, en su trayectoria biográfica, es ser un tipo de anomalía, diversidad, rebelión. Más fuga que obediencia, más violencia que acatamiento. No se la juzga tanto por ser mujer sino por ser un tipo de mujer que rompe las prescripciones sociales sobre qué es serlo. Por abyecta, monstruosa, desviada. Por querer el poder y el goce, mandar sin temor y sin ocultar la orden tras dulzuras de cuidado. No sólo para ella. La experiencia de la Túpac es la de la producción de espacios en los que esas trayectorias vitales puedan multiplicarse, donde muchas puedan asumir la potencia de hacer lo que aparecía como vedado para su género. Cuenta una trabajadora y militante, entrevistada en 2010

por Melina Gaona, autora de una tesis excepcional sobre la organización liderada por Sala: “En el caso de las obras, la mayoría son mujeres. Si vos vas a la parte de hierros, todo lo que es estructura de hierros, son todas mujeres las que realizan. La sede está hecha por mujeres. Quien cavó para la pileta climatizada fue una mujer que manejó esa máquina. Que nos extrañó a todos ver semejante monstruo con una mujer manejando, imaginate para nosotros el orgullo, viste. Los muchachos se quedaban con la boca abierta, pero es lindo porque la mujer está abarcando un lugar hoy en día parejo. Y bueno, está saliendo a luchar. Ya no te quedás en casa y te quedás con el conformismo. Yo creo que ahora la mujer tiene muchas posibilidades.” Orgullo. Orgullo, rareza, quedarse con la boca abierta. Mujeres que pueden manejar máquinas. Cavar fosas. Construir. No las empresarias emprendedoras de la publicidad oficial sino analfabetas, madres solteras, lesbianas, ex presidiarias, grandes o viejas, gordas. La singularidad de mujeres reales que hace estallar el ideal de mujer. De algún modo, Milagro conjuga esas singularidades, las reúne, las conjuga. Abre espacio para que los cuerpos reales tomen la escena, ocupen cargos jerárquicos en las cooperativas y en la organización política. En los agravios mediáticos y la movilización conservadora del sentido común juega la condena de su monstruosidad, lo intolerable de sus elecciones y de la pretensión de los pobres de compensar la humillación padecida con la desmesura del placer y no la mera satisfacción ordenada de las necesidades.

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La fiesta de los subalternos es intolerable. La Túpac organizaba fiestas. La de Reyes. Pero también la del Orgullo gay. La primera fue el 28 de junio de 2013 y fue organizada por el área de Diversidad de género de la Túpac Amaru. Carnavalesca exposición de las diferencias, articulación imprevista de rasgos, afrenta a los patrones de belleza consolidados. Melina Gaona -sigo leyendo su tesis- lee la confrontación entre ese desfile con drag queen y drag kings pobres, migrantes, hipersexualizadas, y el de la tradicional fiesta de la primavera, con carrozas, jóvenes estudiantes y estéticas consolidadas. Pocos meses después que comenzara el ominoso encarcelamiento de Milagro, señala Alejandro Kaufman, una jujeña fue elegida Miss Argentina. Rubia, por supuesto, y de ojos claros. Contra la india que había reconfigurado una idea de ser mujer, el modelo que corporiza la hegemonía. Y que hace serie con la aparición de primeras damas o mujeres de candidatos o gobernadores, que se destacan por el largo de sus piernas, la elegancia de sus ropas, el cuidado de su pelo. Cuando no aparecen en revistas como horticultoras cool o vocacionales cocineras. Cada una de esas imágenes es un manifiesto y un programa. Del mismo modo que lo son las que produjo la Túpac y la de la propia Milagro. Se amplía el horizonte de las libertades cuando estallan los patrones que regulan y prescriben modos de vida, sensibilidades y discursos. Un aparato enorme, que hace sistema en su contingencia, está destinado a cuidar la eficacia programática de las imágenes, y hace proliferar aquellas que normalizan y

estandarizan, las propone como horizonte deseable y señala que la distancia con ellas tiene algo de culpa. Desfile de carrozas, carnavalesca y bailarina esa marcha. Fiesta en la calle. El orgullo no irrita menos que el hedonismo de quien fue humillado, porque orgullo es lo contrario a pedir tolerancia y disculpas. Es afirmativa exhibición, demostración del deseo, asunción de una libertad. Por eso, nada más vinculado a la propia estrategia de la Túpac Amaru, que esa marcha. En algún sentido, la organización siempre tuvo al orgullo como signo de su acción, como atributo. No hay que pedir permiso ni derechos. Ganarlos sí. Milagro nunca se declaró feminista. Pero su práctica puso en juego principios del feminismo: encumbró a las mujeres en las jerarquías organizativas y productivas, produjo instancias de autodefensa frente a la violencia de género, afirmó una idea de diversidad sexual y de reconocimiento de la pluralidad de deseos inédita para la sociedad jujeña, hizo trizas el modelo hegemónico de femineidad. Es decir, si el feminismo no es un programa cerrado sino una experiencia callejera y pública que nos modifica, que nos convierte en otras en su propio transcurrir; si es menos la discursividad teórica de los estudios de género que la potencia de ampliar libertades, entonces la experiencia de la Túpac debemos ponerla a cuenta del feminismo popular, cada vez más masivo y heterogéneo. Poder. En San Salvador de Jujuy, una mujer daba vueltas alrededor de la plaza, los jueves. Era Olga Aredez, madre de

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Plaza de Mayo, esposa del médico e intendente desaparecido en el apagón de Ledesma. Cuentan que muchas veces era ella sola la que daba vueltas. Siempre me impresionó esa imagen. De la convicción de dar testimonio con el propio cuerpo. Los dueños del Ingenio eran los Blaquier. Habían puesto camionetas y logística para que las fuerzas armadas hicieran la purga de trabajadores que la empresa necesitaba. La luz fue intencionalmente cortada y secuestradas 400 personas. Muchos sobrevivieron pero más de cincuenta son detenidos-desaparecidos. La alianza entre fuerzas represivas y empresariado se presenta allí con su rostro más descarnado. Un poder que no se oculta más que en el instante del apagón, ocultamiento físico, pero a la vez demostración de la capacidad de hacer sin restricciones. Jujuy fue la provincia más remolona en llevar adelante los juicios por lesa humanidad. Recién en 2012, Carlos Blaquier, gerente de la empresa durante la dictadura, fue procesado. Tres años después, en 2015, la Cámara Federal de Casación Penal, revocó el procesamiento. El 24 de marzo de 2012, cien mil personas marcharon en San Salvador. La Túpac organizó la movilización. Denunciaba a los jueces que obstaculizaban los juicios. Ese pasaje de una a cien mil, de la solitaria Olga a la marcha atemorizante de los tupaqueros, explican el procesamiento del hombre más poderoso de la provincia. Cuando Morales asume, señala Horacio Verbitsky, la organización social Túpac Amaru había reemplazado al Ingenio Ledesma como primer empleador no estatal de Jujuy. Paralelos: el poder popular construido por Milagro es el procesamiento del empresario

cómplice del terrorismo de Estado; y el encarcelamiento de la dirigente social es la absolución de Blaquier. La taba que se invierte es la vuelta al redil de una justicia que parece siempre más cómoda en el regazo de los poderes tradicionales, confortable en su rol de agente de la reproducción de un orden jerárquico. En el alegato del primero de los juicios contra Milagro, ella dijo: “Hemos dignificado a miles de compañeros. Ese fue nuestro pecado. Pero yo no lo siento como pecado, porque queríamos la igualdad en un país muy rico. Y donde antes se venían a llevar todo y hoy volvieron otra vez los que siempre se la llevaron: las grandes empresas, las grandes corporaciones, los oligarcas”. Dio en el corazón de lo que está en juego. Igualdad como condensación de tantas otras diferencias. La respuesta es clasista, misógina y racista pero no la juzgan por ser mujer, pobre, india, sino por ser todo eso al modo rebelde y dislocado, capaz de hacer estallar las normas y de hacer sentar a los patrones como acusados en los tribunales de justicia. No seríamos justos con esa mujer, presa emblemática de la época, si pensamos que son los atributos de la subalternidad los que la condenan. Porque lo que la pone en la picota es su decisión de hacer lo que a mujeres, pobres, indios, les está prohibido. Es por sus acciones, tal como dicen sus ofensores, pero no las que ellos señalan sino la más profunda y real, la acción de construir poder popular.

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BOLSOS

por Esteban Rodríguez Alzueta

Esteban Rodríguez Alzueta es investigador de la UNQ, integrante del CIAJ y miembro de la Campaña Nacional Contra la Violencia Institucional. Director del LESyC (Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales sobre violencias urbanas) en la UNQ. Su último libro es La máquina de la inseguridad.

Sabemos, “una imagen vale más que mil palabras”, y cuando esa imagen se trasmite de generación en generación, entonces el hechizo será perfecto y su poder escenográfico, infalible. Sabemos además que las crónicas policiales trabajan con la fantasía popular. Mucho antes de que la prensa amarilla irrumpiese en el periodismo y éste se redefiniera, un siglo después, con los casos de corrupción, había todo un imaginario social entrenado en torno a las cuestiones que aborda ahora la televisión sensacionalista. Ese imaginario aporta la materia prima suficiente para que el canon policial siga vigente. Provee insumos para que las noticias puedan reescribirse y se transformen en un género inagotable. No solo proporciona los temas, sino la estructura para contar esos temas. Acaso por eso mismo, las crónicas policiales siguen ganándose la devoción popular. Hay una pedagogía sutil en esas noticias, sus relatos van secretando una moraleja que los interlocutores deberán aprender a descifrar para guiar sus conductas y hacerse expectativas del comportamiento de los demás. Pero

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sobre todo, traman un acertijo que los transformará en futuros emprendedores morales, dueños de una verdad decorosa y afectiva que se tragará la realidad, y les permitirá poner la verdad más allá de la realidad. Vaya por caso el hombre de la bolsa. Todos los países tienen su propio bestiario para intimidar a sus conciudadanos. En Argentina y Uruguay se llama así, pero en España se lo conoce como el hombre del saco, y en México el viejo del costal. Incluso los norteamericanos tienen su sacoman que, como no podía ser de otra manera, es un asesino serial. Una historia que captó enseguida a la prensa truculenta y se ganó la atención de la audiencia. Una noticia que recorrió el mundo y se volvió imperialista. La historia, como en todo crimen que sigue un patrón, era una noticia repetida, y estaba para refrescarles la memoria a los crédulos sobre casos similares que, de tanto repetirse, nunca se sabe si pertenecen al terreno de la ficción o la realidad. Hablamos de uno de los tantos crímenes que se cargaron a la cuenta de aquel viejo andrajoso: una mañana de mucho calor de 1924, la señora Mc Donnell estaba sentada en una silla mecedora en la puerta de su casa junto a su pequeño hijo Francis, de 8 años, que estaba jugando con una pelota, cuando observó a un anciano de cabello gris y gran bigote, delgado y no muy alto. Le llamó la atención porque además de llevar un traje viejo, holgado y polvoriento, caminaba lentamente arrastrando una pierna y colgando una bolsa. Una bolsa que abría y cerraba todo el tiempo. Las miradas se cruzaron y el señor saludó atentamente a la señora Mc Donnell, levantando el sombrero

sucio que llevaba puesto. El viejo murmuraba cosas para sí y la señora creyó que el abuelo andaba perdido. Esa misma tarde Francis se fue a jugar con sus amigos a un descampado, mientras el hombre gris los observaba de lejos. En un momento, Francis quedó rezagado del resto y vio que un viejito simpático lo llamaba. El anciano sacó golosinas de su bolsa y le convidó. Se hizo de noche y Francis no regreso a su casa a cenar. Lo encontraron al día siguiente en un bosque, estrangulado con sus tiradores. En estas latitudes, el hombre de la bolsa es también un personaje ya mayor, de estatura normal pero encorvado, descamisado o con ropas en harapos, que lleva una bolsa de arpillera en su espalda. Fue un mito utilizado para mantener a los niños y niñas alejados de los crotos y linyeras que se paseaban por el barrio, pendulando de una ciudad a la otra, pero también de los trabajadores golondrinas que iban detrás de la cosecha de turno. Personajes, también, asociados al cuco y la llorona otras dos extrañas figuras que se dedicaban a asustar a las mujeres y los niños. De hecho, el clisé “vas a terminar adentro de una bolsa” –que dicho sea de paso suele ser el mensaje mafioso elegido por los criminales para extorsionar a las personas–, se nutre de ese mismo imaginario patriarcal y adultocentrista utilizado para encuadrar a las mujeres y los jóvenes en la sociedad. La ingenuidad de los niños solo podía justificarse una vez al año con la llegada de la navidad. Porque el único viejo con bolsa que zafa de esta genealogía es Papá Noel. El resto merece nuestra sospecha, inclusive los mugrientos hippies

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con sus respectivos morrales que serán debidamente requisados por las policías argentinas, donde se sospecha guarda “la bolsa”. La bolsa aparece en diferentes relatos y casi siempre asociado al mal. La bolsa es la expresión de los vínculos abyectos de su portador. La bolsa son los objetos que hay en su interior, es decir, aquello que no se ve porque se oculta, pero se adivina o se la puede escanear. El relato de la corrupción en Argentina se modeló alrededor de este mito, en torno a ese fetiche. De hecho fue la palabra que usaron los grandes medios para graficar la “corrupción kirchnerista”. Una palabra –la bolsa– que abrevaba en el sentido común que ellos mismos habían contribuido a modelar cuando apelaban al fabulario que mencionábamos arriba. La corrupción es un relato que se inaugura en la década de los ‘90 para denunciar al menemismo. En plena caída del Muro de Berlín, con el socialismo real devaluado, se pasaba de los modos de producción a los modos de corrupción. El problema ya no serían las desigualdades sociales sino los desarreglos institucionales. La corrupción fue el relato que estructuró gran parte del discurso de la oposición que hablaba a través de Página/12. Un discurso que luego sería reapropiado por el grupo Clarín para impulsar engendros electorales como la Alianza o Cambiemos. Recordemos “las valijas de Amira Yoma”, hermana de Zulema, entonces secretaria de audiencias del presidente Carlos Saúl Menem. En esas maletas se llevaba y traían drogas y dinero. Esas valijas quedaron en el recuerdo de todos nosotros

como el “Yomagate” que salpicó a parte del gabinete y su entorno cercano y familiar. El menemismo no tuvo muchas bajas que lamentar aunque no salió indemne. La construcción de la corrupción como problema público empezaba a esmerilar su popularidad o la imagen positiva, como se dice ahora. Pero fue emblemática la causa porque marcó un punto de inflexión en la justicia federal de la ciudad de Buenos Aires. Los seis juzgados que había se duplicaron para generar vacantes y permitir los ascensos de aquellos jueces que podían complicar al gobierno en otras investigaciones por actos de corrupción. La mejor forma para correrlos de aquellas pesquisas era premiarlos con un ascenso y ocupar sus lugares con figuras adictas al gobierno. En esa misma década, la bolsa reaparece en el Conurbano Bonaerense de la mano de Duhalde y su esposa Chiche. La bolsa se convierte ahora en los bolsones de comida que estaban para paliar la desocupación y marginalidad social. En efecto, una manera de mantener a la hinchada de su lado, de organizar, evitar o conjurar la organización de los desocupados, será repartiendo aquellos bolsones. Se intercambiaban favores por votos, chapas y fideos a cambio de lealtad. La obsecuencia no era gratuita, tenía un precio y se compraba a través de aquellos bolsones. De allí en más la bolsa aparece asociada al clientelismo político que, ya se sabe, es mala palabra en Argentina. Los bolsones resultaban ser una prolongación de la acusación gorila de “los choripanes y el vino”, una manera de moralizar la pobreza, de estigmatizarla y juzgarla negativamente. De hecho, la categoría se prolonga con los bolsones de

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pobreza que serán oportunamente identificados por los GPS para mantenernos alertas y reforzar nuestra atención. Se sabe, una villa o asentamiento, son los lugares donde la pobreza se embute hasta la promiscuidad, el delito y la violencia. Una bolsa de gatos donde los pobres se vuelven culpables de ser pobres, porque la pobreza, no es una situación heredada sino el resultado de las malas elecciones individual o familiares. La bolsa reaparecerá en el gobierno de Néstor Kirchner, allá por el 2007. El protagonista de la historia es Antonini Wilson, un empresario venezolano-estadounidense que fue descubierto en el Aeroparque Jorge Newbery con una valija cargada con 790 mil dólares que no había declarado en la aduana. Para el periodismo local no había lugar a dudas: el destino de esos billetes era el financiamiento de la campaña presidencial de Cristina Fernández. La segunda bolsa apareció ese mismo año en el despacho de la ministra de Economía, Felisa Miceli. Se dice que la Policía Federal Argentina (PFA), en una inspección de rutina, encontró escondido en el botiquín de su baño, una bolsa que contenía 100 mil pesos y 31.670 dólares termosellados al vacío. La operación estaba a la altura del imaginario argentino entrenado frente al televisor y le valió la renuncia y luego una condena a tres años de prisión que quedaría en suspenso. Después le llegó el turno a Ricardo Jaime, alias el recaudador y símbolo del capitalismo de amigos. Una figura que le costó mucho digerir al kirchnerismo, sobre todo a los más jóvenes que, legítimamente se acercaron a la política con otros sueños o expectativas. Se trata de un hecho que tuvo lugar en

2006 pero se ventiló recién en 2011. Parece que en marzo de aquél año, agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) quisieron revisar su equipaje en el aeropuerto de Córdoba, porque cuando su maletín pasó por el escáner notaron la existencia de una bolsa con siete u ocho fajos de billetes. Jaime protestó porque se trataba de una valija diplomática y no tenían derecho a abrirla. Ahí se enteraron los agentes que se trataba del ex Secretario de Transporte y la cosa quedó allí, aunque igualmente los policías labraron un acta. En marzo del 2015 la opinión pública que seguía la Argentina por televisión, conoció videos de cámaras de seguridad de “la Rosadita”, una cueva financiera que manejaba Federico Elaskar, fechados a fines del 2012. En las imágenes aparecían Martín Báez, hijo del empresario Lázaro Báez, junto a Daniel Pérez Gadín y a su hijo Ariel, contando decenas de fajos de dólares, euros y pesos que iban sacando de distintas bolsas. La escena chaplinesca terminaba con todos ellos brindando con whisky. El montaje era efectivo pero no tan perfecto como serían las imágenes que mandaron a la cárcel a José Francisco López, el segundo de De Vido, otro kirchnerista histórico desde la primera obra. En ellas se ve al ex funcionario una madrugada del 2016 arrojando varios bolsones tras los muros de un convento para luego, con la ayuda de una monjita, guardarlos adentro de las instalaciones. Después del allanamiento nos enteramos que los bolsones llevaban dinero en bolsitas termoselladas, relojes y armas de guerra. Finalmente le llegará el turno a la líder de la Túpac Amaru, Milagro Sala, la mujer de la bolsa que repartía bolsones

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de comida en sus bolsones de pobreza. El año pasado, se conocieron imágenes provenientes de una cámara de seguridad del Banco Nación de Jujuy donde se veía a varios referentes de la cooperativa Pibes Villeros retirando 14 millones de pesos en efectivo de la entidad financiara. Era un procedimiento de rutina, porque el dinero estaba destinado a las escuelas, viviendas y hospitales que la Túpac venía construyendo desde hacía una década en la provincia de Jujuy. Para los televidentes las escenas fueron la prueba que necesitaban para confirmar lo que ya habían decidido saber de antemano: Milagro era una corrupta. Porque Sala, mucho antes de ser detenida y alojada en una prisión, ya estaba encerrada en el imaginario gorila y machista de “la gente”. Más bolsas: La diputada jujeña Mabel Balconte, ex integrante de la Túpac, denunció que Sala viajaba frecuentemente a Olivos a “visitar” a la presidenta “con valijas llenas de dinero para entregarlas a Máximo Kirchner y Andrés Larroque en persona”. En un procedimiento con allanamientos múltiples a domicilios vinculados en la causa de Sala, el fiscal de Estado de Jujuy, Mariano Miranda, dijo que encontró 30 bolsos y valijas con “olor a dinero” junto a una máquina de contar papel moneda. No importa que después se supiera que la denunciante haya querido suicidarse, porque según sus allegados había actuado bajo presión del gobernador. La escena, hacía tiempo, ya estaba trabajando como una fantasía en el cerebro de los vivos. La bolsa, entonces, es el artefacto elegido por el periodismo empresarial para construir una imagen efectiva entorno a

la corrupción, para ir asociando al kirchnerismo a ese patrón criminal de larga data. Metiendo a todos a dentro de la misma bolsa, haciendo de la política una bolsa de gatos, buscan banalizar la política cuando borran las escalas y hacen tabla rasa del pasado. Pero una vez que la asociación fue exitosa, otro dicho popular, esta vez tributario del lunfardo porteño, vendrá en su ayuda: “Meter violín en bolsa”. Un refrán que hace referencia al estuche donde el músico virtuoso guardaba su instrumento para mandarse a mudar. Una expresión que viene a retarnos para que nos vayamos –parafraseando a Perón– con la más maravillosa música que llevamos en nuestros oídos –¡la palabra del pueblo argentino! –, a otro lugar y no sigamos jodiendo. La bolsa, además, nos muestra otra paradoja. El paradigma que construyó el progresismo para discutir y denunciar al menemismo, fue reapropiado por la derecha en la última década para ponerlo entre las cuerdas. No solo judicializa la política, sino que además la deslegitima en beneficio de la economía y la ética del management. Cuando la política se descalifica, los técnicos y directores de las grandes empresas tienen el camino allanado para seguir haciendo sus negocios, juntarla con pala y meterla en la otra bolsa y así multiplicar sus ganancias financieras. La corrupción es una forma de leer la realidad más allá de la historia, un paradigma tributario, si se quiere, de la teoría de los dos demonios. Se despolitiza la política cuando se judicializa la historia, es decir, cuando transforma los conflictos sociales en litigios judiciales. La legalidad de turno será

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el prisma para leer los procesos políticos y descalificarlos. Se lee el país con el código penal en la mano buscando compartimentar los problemas en cada uno de los individuos involucrados, perdiendo de vista las prácticas que estructuran el juego político y la movilización social. Eso no significa que no tengamos que pensar entre todos y todas formas de reproche social para los funcionarios, legisladores o magistrados que vulneren las normas. Pero la corrupción, la denuncia de la corrupción como forma de acción política, nos pone más allá de la historia, nos lleva a pensar la realidad desde los pasadizos abyectos, donde la realidad tiende a volverse oscura. Un paradigma que se sostiene en la promesa de transparencia que se autoatribuye la prensa empresarial. Al mismo tiempo, este paradigma no solo nos acerca a lecturas cada vez más conspirativas, sino que nos distancia de la interpretación de los procesos políticos protagonizados por los distintos actores sociales. Los hilos de la realidad son tensados por un juego de prestidigitación de sombríos personajes que hicieron de la política una empresa criminal de enriquecimiento ilícito. Una mirada moralizante que, en última instancia, termina desautorizando la política y descalificando a la democracia, agregando sospecha a todos los actores protagonistas de la acción política. La bolsa es la metáfora mayor, un artefacto a la altura de los fantasmas que revolotean la escena contemporánea, el recipiente que contiene los prejuicios de la vecinocracia entrenada durante décadas frente al televisor. Milagro es la mujer de la bolsa. Con su desaparición se cifra un mensaje

al resto de los movimientos sociales: Milagro es otra mujer arrojada en una bolsa, el destino que le cabe al protagonismo plebeyo si no se resigna a aceptar con sufrimiento lo que en suerte le tocó.

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JUSTICIA

por Elizabeth Gómez Alcorta

Abogada de DDHH, docente UBA e integrante del Equipo de Defensa de Milagro Sala.

Ya aprendimos con los años que la justicia sólo se hace en el corazón. León Gieco Si para algo estudié abogacía –y elijo trabajar como abogada– es porque creo en la Justicia. No creo en el derecho, ni en el poder judicial, sino en la justicia. Si tuviera que escoger una sola razón por la que soy la abogada de Milagro es por la tremenda injusticia de sus acusaciones, de su detención y de su persecución política y judicial. En la facultad de derecho te enseñan leyes, te explican qué es el ordenamiento jurídico, te forman en derecho, pero nunca se utiliza la palabra justicia. Justicia. En el ámbito de la filosofía existen disputas sobre el origen etimológico de la palabra justicia. Algunos autores refieren que la raíz se vincula con otros conceptos de origen religioso como iurare, iovis o júpiter, lo que llevó a que los

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romanos creyeran que el derecho y la justicia eran un regalo de la divinidad. Según Ulpiano, el término justicia viene de iustitia, y la definió como la constante y perpetua voluntad de dar (conceder) a cada uno su derecho. En las sociedades modernas, la justicia tiene un fundamento cultural que se basa en el consenso de parte de la comunidad sobre aquello que se valora como bueno y como malo y estos valores se entrecruzan con la concepción de lo justo. En definitiva, desde el punto de vista filosófico, se define como justicia la virtud cardinal –sobre la que gira la vida moral de cada persona– que reside en la voluntad mediante la cual todo individuo está inclinado a dar a cada uno lo suyo, ya sea de manera individual, como sociedad o como grupos de personas. En definitiva, la justicia es un valor que se asigna culturalmente en cada momento de la historia y en cada comunidad. Dicho esto, pasemos a Milagro. Ella es una militante política que ha trabajado desde muy joven con una sola idea, dar a cada uno lo suyo, dar a cada persona lo que le corresponda, asegurar que nadie viva sin dignidad. En el juicio oral por el escrache a Gerardo Morales, expresó “Soy muy idealista y devota de Evita. Y sentía que estaba realizando las cosas que ella escribió. Para mí eso es decir y hacer la revolución, pero la revolución en la cabeza, que el que menos tiene pudiera tener una pileta, comer en la casa, trabajar, tener su

propia tarjeta, ir y elegir las zapatillas que le quería comprar a su hijo para ir a la escuela” 1. Que cada pibe, que cada mujer y hombre pueda comer en su casa, y no en un comedor; trabajar y no tener un plan social; tener un par de zapatillas para que los chicos no vayan en patas a la escuela y una pileta para soportar el abrumador calor jujeño del verano: a cada uno lo que (debería) ser suyo. A los pocos días de la detención de Milagro, recuerdo que aún yo no había asumido su defensa, un reportero de TN hizo una nota a los cooperativistas que mantenían el acampe en la Plaza Belgrano, frente a la gobernación de Jujuy. Se acercó a un hombre de unos cuarenta años, que evidenciaban una vida de trabajo, y le preguntó: -¿Usted por qué esta aquí? -Para asegurarme que mi hija, el día de mañana, no trabaje de mucama limpiando en su casa.

Justicia y poder judicial. Uno de los malentendidos de nuestro hermoso lenguaje es hablar de justicia cuando nos referimos al poder judicial. Se podría imaginar que ello se debe a que la gente cree o aspira a que los jueces den soluciones justas a los conflictos. Sin embargo, no existe ninguna razón plausible para que sostengamos seriamente ello. 1 Juicio que se llevó adelante en el mes de diciembre de 2016 y por el que Milagro Sala fuera condenada a la pena de tres años en suspenso como instigadora del delito de daño agravado, por hechos ocurridos el 16 de octubre del 2009.

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A casi dos décadas de avanzado el siglo XXI, debemos, y el caso de Milagro y su injusticia lo exige, problematizar las ideas de que la República moderna se basa principalmente en el concepto de división e independencia de los poderes del Estado, pensando los modos en que este se entrecruza con la propia noción de democracia. No solo desde un punto de vista teórico sino desde el análisis normativo-institucional y el de las prácticas reales en nuestras democracias. Debemos preguntarnos tanto el lugar que la política, las relaciones de poder y el conflicto tienen en el campo de la administración de justicia como los modos en que los usos, actores y significaciones de “la justicia” operan sobre el mundo de la política. El ejercicio del poder político en el campo de la justicia nos lleva directamente a discutir la relación entre Poder Judicial y democracia. Pensar en los principales desafíos de nuestras democracias contemporáneas nos obliga, entonces, a re-pensar algunas de las ideas fundantes de nuestro sistema político institucional, ideas que culturalmente forman parte del sentido común y que debemos desnaturalizar y discutir a la luz del avance de la propia noción de democracia. La idea de la justicia y el derecho como campos independientes, autónomos, neutros y objetivos respecto del mundo de las relaciones de poder, la política y los intereses en conflicto es, en efecto, la idea principal que debemos demoler, si queremos repensar un mundo más justo. En nuestro sistema jurídico institucional, a los fines de poder alcanzar la tan mentada independencia del Poder Ju-

dicial –respecto de los otros poderes estatales, pero también de los poderes fácticos–, las democracias modernas han diseñado una meticulosa ingeniería institucional. De este modo, los magistrados, tanto del poder judicial como del ministerio público, cuentan con una larga serie de privilegios, a diferencia no solo del resto de la ciudadanía, sino también del resto de los funcionarios públicos: estabilidad en sus cargos hasta los 75 años; inmunidades funcionales; régimen especial en la publicidad de las declaraciones juradas; sueldos aventajados; régimen de jubilaciones diferenciales; exenciones impositivas; régimen de vacaciones extraordinario; entre otros. De esta manera, se tendería a asegurar que, al administrar justicia, aquellos funcionarios exclusivamente estén guiados por la ley y su sano juicio, cerrando el paso a cualquier tipo de presión política, económica, mediática o personal. Esta ingeniería institucional, que en parte nace desde nuestra primera Carta Política, es acompañada, a pesar del paso del tiempo, con una fuerte construcción simbólica y cultural por la que se considera a los magistrados como personas probas, independientemente tanto de los innumerables sucesos que ponen en tela de juicio aquella independencia, como de la rectitud e integridad de muchos de los jueces y miembros de este supuesto poder “autónomo”. Sin embargo, esta misma mecánica institucional deja en manos de la política –representada en el poder ejecutivo y el poder legislativo– una fase muy importante, cuando no la fundamental, de los procesos de selección y destitución de estos mismos magistrados, lo que genera un contrasentido

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fundamental a la hora de requerir independencia de estos mismos funcionarios. Este tejido de privilegios conjugados con la decisión política de designar un magistrado, o de destituirlo, implica una trama que aglutina poder, conflicto e intereses en juego en el ejercicio del Poder Judicial y en sus relaciones con los otros poderes y sectores sociales. Desde que la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó la Acordada en 1930, que reconocía al Gobierno Provisional de la  Nación afirmando que el título del gobierno de facto no podía ser judicialmente discutido “en cuanto ejercita la función administrativa y política derivada de su posesión de la fuerza como resorte de orden y de seguridad social”,  la gravitación de las resoluciones judiciales en la vida institucional y en la construcción de la ciudadanía resulta innegable. En el caso de Milagro, este vínculo entre la política, las relaciones de poder y el conflicto tiene en el campo de la administración de justicia un lugar totalmente gravitante. La explicación de Ernesto Sanz, presidente de la Unión Cívica Radical, a la periodista Cristina Pérez en una entrevista radial, manifiesta esta promiscua relación: - Morales asume el 10 de diciembre. Si no hacía lo que hizo, en menos de 24 horas dejaba de ser el gobernador de la provincia, porque gobernaba Milagro Sala con un estado paralelo que le impedía ser gobernador.

¿Qué es lo que hizo Morales según Sanz? Privar (ilegalmente) de la libertad a Milagro, porque con Milagro libre no estaba asegurada la gobernabilidad. La utilización del poder judicial para fines políticos no es nada nuevo en nuestro país, ni en ningún otro lugar del mundo. Sin embargo, su uso como una herramienta para destruir al oponente político se ha convertido, en estos tiempos, en una modalidad extendida que recorre desde los despachos de Comodoro Py hasta los desvencijados juzgados de Jujuy. Escuchar a Gerardo Morales decir en enero de 2016, a los pocos días de la detención de Milagro y cuando aún la Plaza Belgrano de Jujuy seguía ocupada por miles de cooperativistas “no voy a negociar el levantamiento del acampe por la liberación de Sala”, o, luego de la resolución del Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de Naciones Unidas que reconocía que la detención de Milagro era arbitraria y que el Estado argentino debía dejarla inmediatamente en libertad, “no voy a liberar a esa mujer”, expresan en primera persona que la detención de Milagro estuvo y está en manos del contador radical. Milagro está detenida a disposición del Poder Ejecutivo de Jujuy. La ampliación de cinco a nueve jueces del Superior Tribunal de Justicia de Jujuy –y la designación de dos diputados radicales para ocupar esos mismos cargos–, la creación de un nuevo Ministerio Público de la Acusación junto al nombramiento de un Fiscal General, todo ello en menos de una

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semana de asumido el gobierno de Morales, sumado a la denuncia por incumplimiento de los deberes de funcionario al fiscal que no acusó a Milagro en los primeros días del acampe, aseguró y selló la base de un poder judicial disciplinado y adepto al poder político. La faena estaba lista. Morales ha dicho que es falso que los jueces que intervienen en las causas contra Milagro tengan dependencia política por el solo hecho que él haya designado a cuatro de los jueces de la Corte local. Conviene aquí recordar, como un buen ejercicio de memoria, que en cada Golpe cívico-militar que vivió la Argentina durante el siglo XX, las autoridades militares clausuraban los poderes legislativos –tanto el nacional como los locales–, pero, en cambio, se limitaban a remover y designar a nuevos ministros de la Corte federal y de las cortes provinciales. Luego, solo se destituía algunos pocos magistrados más. Resulta altamente llamativo, o no, pensar que los planes criminales más atroces que hemos vivido, perpetrados desde la mismas entrañas del Estado, no hayan visto ningún obstáculo para alcanzar sus fines y asegurar su impunidad en la maquinaria del poder judicial. Allí donde la gente espera que se pronuncien resoluciones justas, los responsables del terrorismo de Estado vieron aliados. Los funcionarios judiciales oscilaron entre una complicidad militante y una complacencia banal2 . 2 Ver Bohoslavsky, J.P., Introducción, Entre complicidad militante, complacencia banal y valiente independencia, en Boholasvsky, J.P., ¿Usted también doctor?

Parece que en un poder jerarquizado, conservador y consciente de sus privilegios, alcanza con cortar su cabeza para obtener una respuesta sumisa de un cuerpo dócil, sea cual sea el flaco favor que se le pida. El poder judicial no es la justicia. Es el reino de la injusticia. Memoria, Verdad y Justicia. Los reclamos de memoria, verdad y justicia que nacieron con las víctimas y sus familiares, acompañados por los organismos de derechos humanos de nuestro país, desde el mismo momento en que el terrorismo de Estado actuaba, fueron los motores centrales, una vez recuperada la democracia, de un proceso único en el mundo de lucha contra la impunidad de las graves violaciones a los derechos humanos. El camino transitado en las últimas tres décadas nos ha llevado a largos periodos en los que reinó la oscuridad de lo impune , y en los que, nuevamente, aquellas voces, incansables, presentes y coherentes, permitieron, con una creatividad y un compromiso encomiable, encontrar los recursos y establecer las estrategias que dieran a luz al proceso que hoy asistimos. El juzgamiento a todos los responsables de las prácticas sociales genocidas cometidas por la última dictadura cívico-militar y la posibilidad histórica de poder sortear una estrategia de impunidad llevada adelante algunas veces desde el Estado y otras con la complicidad de este –la ley de auComplicidad de jueces, fiscales y abogados durante la dictadura, Siglo XXI Editores, Bs. As. 2015.

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to-amnistía, los levantamientos militares, las leyes de obediencia debida y punto final, los secuestros y amenazas a los testigos, el reciente fallo “Muiña”–, es un acto de justicia. En el aeropuerto de Jujuy, la bienvenida a la provincia la da el Ingenio Ledesma. Y Ledesma, desde comienzo de la década del 70, tiene nombre y apellido: Carlos Pedro Blaquier3. La historia de esta empresa está entretejida con una parte de la historia más oscura de Jujuy. Cientos de personas de las localidades de Libertador General San Martín y Calilegua fueron víctimas del terrorismo de Estado. Entre ellos, al menos setenta eran obreros de la empresa, la mayoría con una militancia sindical. Los aportes prestados por Pedro Blaquier y por el Ingenio Ledesma en los criminales hechos conocidos como la Noche del Apagón, que se produjeron en las noches sucesivas del 19 al 22 de julio de 1976, fueron conocidos ya en la década del 80 por las declaraciones de las víctimas prestadas ante la CONADEP y ante el Tribunal del juicio a las Juntas. Sin embargo, los vaivenes del proceso de juzgamiento de los responsables de los delitos de lesa humanidad, como el hecho de que el ingenio se convirtiera en una de las empresas agroindustriales de capitales nacionales más importante 3 “Hacia 1970, Carlos Pedro Tadeo Blaquier, quien se desempeñaba en funciones ejecutivas desde la década anterior y había contraído matrimonio con la hija de Arrieta, reemplazó a su suegro en la presidencia de la empresa. Lo acompañaba como administrador general y en el directorio Alberto Lemos.” Ver. Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad. Represión a trabajadores durante el terrorismo de Estado. Tomo I; 1ra. edición, Editado por la Dirección Nacional del Sistema Argentino de Información Jurídica. Editorial Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Pág.115.

del país y de América Latina y sus vinculaciones con el poder político, hicieron suponer que Blaquier contaría siempre con un bill de indemnidad. Los organismos de derechos humanos de Jujuy reclamaron, desde la reapertura de los procesos judiciales, la investigación de la responsabilidad de Blaquier. En el año 2009 se pidió que se lo citara a prestar declaración indagatoria, solicitud que se reiteró al año siguiente, y también en el 2011. El juez subrogante Carlos Olivera Pastor no ocultaba su férrea decisión de no molestar a Blaquier, amparado por la cobertura que recibía por la Cámara Federal de Salta. En el año 2011, Inés Peña, una de las Madres de Plaza de Mayo de Jujuy, le contó a Milagro la tremenda impotencia que sentía por la impunidad garantizada de Blaquier, y ello fue el comienzo de un vínculo estrecho entre la Túpac Amaru y los organismos de derechos humanos, que se puede pulsar en las marchas de todos los jueves de las Madres, en las Marchas del Apagón, como así también en las movilizaciones masivas de cada 24 de marzo, en las que los tupaqueros son tan protagonistas como los históricos militantes de derechos humanos. Hubo dos sucesos históricos que lograron, por un lado, que finalmente Blaquier sea indagado y luego procesado y, por el otro, que Milagro se haya convertido en la enemiga del hombre más poderoso de Jujuy. El primero fue una movilización de la Túpac a los juzgados federales frente a la negativa de Olivera Pastor a recibir a los organismos de derechos humanos. La imagen del edificio

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sede del poder judicial federal de Jujuy colmado de militantes de la Túpac resulta elocuente y, más aún, cuando, al poco tiempo de ello, el juez encubridor presentó su renuncia al cargo. El segundo hecho fue la marcha del día de la Memoria del año 2012 con una de las movilizaciones más masivas de la historia de Jujuy. Ambos hechos políticos indicaban una correlación de fuerzas inédita hasta ese momento, con un rol gravitante de Milagro Sala en ellos. Después, la historia continuó con la tardía indagatoria de Blaquier, su procesamiento, su confirmación por parte de la Cámara Federal de Apelaciones de Salta y, por último, con la impunidad garantizada por la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal. La Memoria, la Verdad y la Justicia en Jujuy son una construcción colectiva en la que la Túpac Amaru ha colocado un mojón y ha dejado una marca propia. Justicia social. La justicia social busca la distribución equilibrada de los bienes dentro de una sociedad, partiendo de una noción de igualdad de oportunidades y de derechos humanos. Es un concepto que se basa en la equidad, lo que la diferencia del de justicia legal. La idea de que la Túpac Amaru era un estado paralelo en Jujuy se extendió tanto en ámbitos políticos como en la prensa. La repetición boba de ese concepto, utilizado de modo despectivo y estigmatizante, no ha permitido pensar qué hay realmente detrás de él.

Para el año 2001, el 37% de la población jujeña se encontraba desocupada. A la vez, en las dos décadas anteriores, ciertas transformaciones estructurales de la economía local habían generado un alarmante crecimiento de la ciudad, lo que dejó a una parte importante de la gente sin recursos básicos que garantizaran un techo, la salud y la educación. La Túpac Amaru nació a la luz de las movilizaciones de los trabajadores desocupados, primero dentro de la CTA y luego con una identidad y organización propia, y en un momento de alta conflictividad social nacional y local. En el año 2009 llegó a tener 70.000 afiliados. Los primeros pasos estuvieron vinculados a las copas de leche, se hacía imperioso paliar las necesidades más básicas: el hambre de los chicos. La Túpac, como experiencia política ha demostrado que desocupados, que caídos del mapa del mercado y del sistema, tenían no solo la posibilidad de organizarse y de trabajar, sino de ejecutar obra pública a un mejor precio y de modo más eficiente que el sector privado. La organización siempre tuvo un norte, estar donde hacía falta. A las copas de leche les siguieron las cooperativas de trabajo, que aseguraban un salario, aprender un oficio y la construcción de viviendas. Luego fueron los polideportivos, los centros de salud, las fábricas, las escuelas, los talleres. Definitivamente, la Túpac llegaba a todos aquellos lugares a los que el Estado tenía una obligación primaria e ineludible de estar, pero, que a lo largo de la historia nunca había llegado. Salud. Educación. Vivienda. Cultura. Deporte. Trabajo.

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Un verdadero Estado paralelo frente a un Estado ausente. Un verdadero proyecto político civilizatorio y emancipador. La Túpac no construyó viviendas, sino ciudades; no hizo asistencialismo, generó ciudadanía. Alfredo Zaiat relata “Había recorrido los barrios del Alto Comedero, Tilcara, San Pedro de la Túpac Amaru y cuando llegó al de la Quebrada de Humahuaca, donde observó también esa misma organización desplegada en una comunidad con todos los servicios básicos, los adobes de la propia fábrica, un centro de salud, un centro de terminalidad educativa primaria y secundaria y hasta una panadería, tenía una curiosidad académica. Entonces preguntó: –¿Cuál es la filosofía, la ideología, de tu organización? Quién estaba intrigado era el sociólogo francés Robert Castel. La respuesta no fue extensa y salió sin rodeos: –La necesidad –le dijo Milagro Sala”4.

Milagro es devota de Evita, quien pensaba que donde existe una necesidad nace un derecho. Eso se parece bastante a la justicia. Milagro, una alteridad amenazante que debe ser ajusticiada. Milagro cuenta con todas las características y condiciones de vulnerabilidad de nuestra sociedad contemporánea: es mujer, es indígena y es negra. Sin embargo, en ella se 4

https://www.pagina12.com.ar/36223-la-necesidad

combinaron de un modo tan particular que la convirtieron en una lideresa potente, valiente y desafiante. Milagro cuestiona el orden económico de su provincia –con la ejecución de obra pública por medio de cooperativas–, el orden político –irrumpiendo el bipartidismo histórico local– y del poder fáctico –en tanto factor dirimente en la búsqueda de la responsabilidad de Blaquier por su intervención en el terrorismo de Estado–. Milagro desborda cualquier límite, se trata de una mujer que lidera una organización social que construye –en términos literales, construyen casas–, una organización liderada por mujeres constructoras. Durante la baja Edad Media, la caza de brujas –como su enjuiciamiento y su quema en la hoguera– cumplía una función de control social de los cuerpos y su descarga punitiva voraz tendía momentáneamente a llevar algún tipo de equilibrio social eliminando a la alteridad amenazante representada en esas mujeres-brujas. La persecución, la detención, la estigmatización de Milagro y la búsqueda de eliminación de la Túpac Amaru cumplen una función similar. Milagro es mujer, pero no asume ninguno de los roles femeninos asignado en nuestra sociedad patriarcal; Milagro es pobre, pero tiene una casa con pileta y hasta una vez viajó a Punta del Este. Milagro, una piba que vivió en la calle, es una dirigente social y política y lidera una de las organizaciones con mayor capacidad de movilización de nuestro país.

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Milagro atenta contra todos los órdenes existentes, los concretos y los simbólicos, y esa figura subversiva, desafiante, genera temor. Esa lideresa, que es una figura única e irrepetible, debía ser cazada, pero también debía ser sometida a una ejecución lapidaria. De ese modo, se la convirtió en un trofeo, que sirva de disciplinamiento: las reglas no se subvierten. Ninguna mujer, negra, pobre y colla debe atreverse a desafiar una sociedad machista, patriarcal, misógina, oligárquica y conservadora. Milagro debe ser cazada. Milagro es la presa de Morales. En estos tiempos, la justicia es un milagro.

AMENAZA

por Ileana Arduino

Ileana Arduino, abogada con orientación en derecho penal (UBA). Integrante de la Junta Consultiva de INECIP y de la comisión investigadora de violencias en los territorios.

El vulgo es terrible si no tiene miedo1 Baruch Espinosa

¿Quién (es) amenaza(n) a quién (es)? Hace pocas semanas la Cámara Nacional de Casación decidió que Milagro Sala debía ser condenada por el delito de amenazas agravadas2, tal como pretendía el querellante Gerardo Morales, por la fecha del hecho Senador por la Unión Cívica Radical (UCR), ahora Gobernador de la provincia de Jujuy. Esta decisión judicial es la última de una sucesión de intervenciones mediante las cuales el aparato de justicia asegura cauce a la persecución política que desde diciembre de 2015 se ha desatado sobre Milagro Sala. Los dislates jurídicos –sobre los cuales Horacio Verbitsky y Elizabeth Gómez 1 Espinosa, B. citado por Bodei, Remo en Geometría de las pasiones. Miedo, esperanza, felicidad: filosofía y uso político, FCE editora, México, primera edición en español, 1995, México, DF, México, Pág. 126. 2 Resolución del 22 de junio de 2017, disponible en http://www.cij.gov.ar/nota26380-La-C-mara-Federal-de-Casaci-n-Penal-confirm--condena-de-Milagro-Sala.html

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Alcorta han ahondado ya suficiente– son la entronización de Milagro como amenaza pública número uno. Desde allí se irradia una clave ejemplificadora a todo el campo popular: en tanto ofrezca resistencia y se exprese reivindicativamente ante cualquiera de las caras del poder, será señalado como amenaza –a la estabilidad, la gobernabilidad, la competitividad, a la república y a la democracia– porque el proceso actual sacraliza la representación formal obtenida de manera ajustadísima en el proceso electoral de 2015 y demoniza las formas directas de expresión de ciertos sectores, mientras alienta y promueve otras. Milagro es amenaza en sentido múltiple. Las persecuciones institucionales se disfrazan de republicanismo pero son principalmente reacción ante las prácticas políticas que ella y sus adherentes encarnan. “Malos modales, ladrona, corrupta, implacable, autoritaria” son los vectores que se usan, simultánea o alternativamente, para desplazar el foco desde las tensiones reales que han planteado al statu quo la emergencia de su liderazgo y el de su organización, hacia el de su persona, su condición, hacia el tupé de disputar poder que sin disimulo ella ha ostentado. La emergencia de expresiones políticas como la Túpac Amaru es pura amenaza a ojos vista de las jerarquías asentadas en el estatus misógino, racista y colonial, que contó la mayor parte del tiempo de nuestra historia con una modernidad que aseguró labilidad a todos los límites que el contractualismo jurídico y constitucional traían consigo.

El peso del régimen de clivaje colonial, amparado a menudo en los eufemismos de la tradición, consolida unas formas de estar de unos y otros en los que el Estado fungió como garantía de asimetrías ancestrales –todas las cuales se ven por estos tiempos remozadas por el neoliberalismo más acérrimo–3, antes que como mediación igualadora. La organización Túpac Amaru constituyó la sagacidad de establecer relaciones distintas con los distintos niveles de estatalidad propios del sistema federal, en función de una vocación hegemónica popular autónoma, dadora de protagonismo y dignificación a sujetos sociales que otrora eran inexorablemente relegados en la subalternidad. Dice Dora Barranco: “con certeza la Túpac hizo muchísimo más que el estado jujeño en estos años. La insolencia de su reto solo puede ser justipreciada por las denostaciones acerca de la falta de probidad en la administración de los recursos distribuidos entre tanta pobreza de rostro indio. Cuando el gobernador Morales sintetiza su iracundia contra Milagro y la obra colectiva que produjo en el sentencioso enunciado “¡Se robaron todo!”, escamotea la evidencia de que algunos se quedaron fuera del negocio de la construcción y que (…) la Túpac se convirtió en una agencia redistributiva”4. 3 Cf.De Sousa Santos, Boaventura, Sociología jurídica crítica. Para un nuevo sentido común en el derecho, publicación de ILSA, Bogotá, Colombia. 2009, Pág. 484, entre otras, cuando señala “la nueva contractualización prefigura la reemergencia del régimen de estatus, esto es, de los principios del orden jerárquico premoderno en el que las condiciones de las relaciones sociales estaban directamente vinculadas con la posición de las partes en la jerarquía social”.

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Dora Barrancos en Anfibia: http://www.revistaanfibia.com/ensayo/esa-india/

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Claro que ese vínculo, como muchos otros del campo popular con el estado en los últimos quince años, también expuso sus propios límites, sobre todo si se lo piensa desde una clave emancipatoria. ¡Menuda tarea! Pero lo que escuchamos criticar a veces bajo la racionalidad contractualista moderna, está plagado de apelaciones huecas a la institucionalidad republicana con sus caballitos anticorrupción y transparencia. Esos postulados devenidos en cliches multitask, además de invocarse con una hipocresía que nos demuda, choca con el desarrollo de un proceso de dignificación inédito de la mano de aquel liderazgo que hoy se criminaliza y que a la luz de los resultados no se contenta con el castigo de aquellos a los que acusa. La demonización de algunos referentes es solo el punto de partida. La carta pública que el periodista Horacio Verbitsky dirigió al Gobernador Morales es elocuente al respecto: Su problema no es solo con Milagro. Cuando ya la tenía entre rejas usted dejó sin sustento a miles de trabajadores de la Túpac Amaru, que era el tercer empleador de la provincia, luego del Estado y del ingenio Ledesma. (…) También propició que decayeran por falta de mantenimiento las piletas de natación (…) un bien material pero sobre todo simbólico, porque antes era un privilegio de los muy pocos, mientras los muy muchos solo podían refrescarse en los ríos contaminados con agroquímicos. Su hermano y cajero Freddy amenaza con querellar a quienes denuncien el escandaloso negociado de las tierras de

Alto Comedero que junto con otros once ex diputados le compró y le revendió a la provincia, con una ganancia del 4000 por ciento en menos de un año. 5

Cuando la justicia es amenaza. Arrecian las persecuciones que viajan en conwoy mediático judicial6: inauguradas con la persecución a Milagro Sala, ahora se extienden a la organización Túpac Amaru a través de las recientes causas abiertas contra Nilda Rojas y otros referentes de la organización en Mendoza –por circunscribirnos solo al universo de esa organización–. Puntas de lanza de un campo de batalla en constante ampliación que se dirige a las más diversas formas de existencia disidente, según veremos, y que encuentra en la justicia unas concretas arenas de combate. Allí, con un uso cínico de la legalidad, sobreactúan las prácticas históricas dominantes propia de clivajes coloniales. Con matices y distintos calibres –pero sin abandonar completamente la impronta elitista con sus correlativos desprecios–, esa institucionalidad en la que los sistemas de justicia ocupan un lugar dirimente, ha sido predominantemente garante de la subsistencia de privilegios, asegurando que no habrá realización material de aquello que proponían los programas políticos constitucionales decimonónicos. 5 Publicada el 26 de febrero de 2017 en https://www.pagina12.com.ar/22471-sobre-la-miseria-humana 6 Hablamos de procesos, ciertamente la figura de Milagro fue conveniente horadada por ese tándem el programa político PPT que además de usina comunicacional, alimentaba el circuito de denuncias que entonces hacía el Senador Morales, luego devenido Gobernador, manteniendo siempre la serialidad de su condición de denunciante.

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Las poblaciones que desde el punto de vista constitucional debieran encontrar en las mediaciones institucionales equilibrio ante asimetrías insoportables, han transitado experiencias contrarias cuando se trata de la justicia. Principios como la centralidad del pueblo soberano, la igualdad de todos ante la ley, el límite a los abusos, incluidos los derivados del derecho de propiedad, son todas cuestiones en las que la brecha entre el programa y la realidad es ostensiblemente marcada. Así vistas las cosas, los sistemas de justicia sugieren haber sido y ser, con la regularidad que siempre aseguran las excepciones del caso, la amenaza, lo amenazante. Ya fuera por la tarea de convalidación de los criterios de ensañamiento policial –en sentido amplio– con los vagos, maleantes, mal entretenidos, feos, sucios y malos de siempre, o por el rol activo que, como regla, han tenido los sistemas judiciales para infundir terror y sometimiento, y así finalmente reafirmar jerarquías (económicas, de clases, culturales, de género) antes que achatarlas. Estas intervenciones judiciales despiadadas con las posiciones más débiles que niegan con versiones fictas de la igualdad ante la ley, se vuelven inteligibles cuando tomamos nota de la matriz que las informa, de la profundidad de las raíces que aún mantienen nuestros sistemas de justicia con el régimen de estatus colonial. Al respecto señaló hace tiempo Alberto Binder que: La “justicia del rey”, trasladada por españoles, portugueses y franceses, ratificada a lo largo de las centu-

rias, funcional a los intereses coloniales y a la concentración del poder, nunca fue pensada para convertirse en una justicia republicana, que hiciera cumplir la ley (…). A lo largo de nuestra historia institucional esta dependencia originaria fue acentuándose. Los caudillos y presidentes manipularon a los jueces y los jueces se dejaron manipular. Los Tribunales Superiores avalaron las dictaduras militares y éstas sostenían a tribunales que les daban cierta legitimidad superficial. Ocurrieron matanzas memorables, golpes de Estado cruentos, rebeliones, alzamientos, opresiones, se firmaron contratos que establecieron privilegios irritantes para empresas extranjeras, se mantuvo la servidumbre hasta bien entrado el siglo XX, se expropió ilegalmente, se usurparon tierras, se mató, ejecutó o desaparecieron los ciudadanos y el Poder Judicial siempre se mantuvo (…) entretenido en el lento tramitar de expedientes polvorientos, en la repetición mágica de fórmulas vacías, en una crueldad convertida en rutina, que mantuvo siempre a los pobres en la cárcel.”7

La dudosa legalidad con que transcurren estos procesos judiciales que le siguen a Milagro, las intervenciones policiales desencajadas en los centros urbanos ante protestas gremiales o la ilegalidad como método para la persecución de mapuches, toleradas casi hasta lo indecible en los procesos 7 Binder, Alberto, Entre la democracia y la exclusión: la lucha por la legalidad en una sociedad desigual, disponible en http://www.uca.edu.sv/facultad/chn/c1170/legalidad. html, última consulta 30 de junio de 2007.

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judiciales por poner algunos ejemplos, no están exponiendo problemas de solvencia jurídica sino más bien dando cuenta de que “el derecho es visto (…) no del lado de una legitimidad a establecer, sino del de los procedimientos de sujeción que pone en funcionamiento”8. Son movimientos de reposición, disciplinantes, con vocación de advertir que hay un orden (jerárquico) de cosas que se ha venido a reestablecer. Esa ilegalidad manifiesta –subrayada por el estupor de organismos internacionales–, más bien debería llevarnos a preguntar una y otra vez, relacional y situacionalmente, más allá del show off, quiénes y cómo articulan políticamente dispositivos amenazantes9, y a qué razones estructurales apuntan. La diatriba de impronta institucionalista, cuanto más es negada por los hechos y por las evidencias biográficas, más recurre a la maraña del expediente judicial y sus secretos. En ese golpe de invisibilización de conflictos reales de poder tras el peso de los papeles, se monta la escena de que todos debemos “responder en condiciones de igualdad ante la ley”, dando cimiento a la construcción de un sentido común que 8 Foucault, Michel, Genealogía del Racismo, Ediciones de La Piqueta, 1992, Madrid, España. Pág. 37. 9 Cf. la noción de dispositivo que provee Giorgio Agamben cuando revisando la noción foucaultiana de dispositivo sostuvo que “llamaré dispositivo literalmente a cualquier cosa que tenga la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes” citado por Maldonado Arellano, Pavel en Hacia una filosofía de la amenaza: una propuesta de lectura agambeniana, disponible enhttp://reflexionesmarginales.com/3.0/hacia-una-filosofia-de-la-amenaza-una-propuesta-de-lectura-agambeniana/

afirma: hasta entonces –por caso aquí diciembre de 2015– eso no ocurría, era tierra de nadie, no había legalidad ni derechos, había privilegios indebidos. Por lo tanto, lo que hay no es revancha, sino sinceramiento. El dueñismo revanchista. La avanzada neoliberal de reposición de privilegios y desmantelamiento de derechos opera vivificando como amenazantes en sentido unidireccional a los sospechosos de siempre, aunque con el plus habitual de saña con que los procesos represivos se dirigen en razón de género. Allí donde el desequilibrio de poder materialmente se conmovió o los sujetos subalternizados de siempre ostentaron una capacidad movilizadora hacia proyectos de vida dignos10, la reacción del dueñismo11 cebado por un sobregiro de la voluntad electoral que no dudaron en despreciar cuando les fue esquiva, despliega revancha. 10 En esa línea se inscribe la impresión directa que tuvo Julio B. J. Maier, doctor en Derecho de sabida procedencia radical, cuando visitó a Milagro en la cárcel del Alto Comedero, habiendo recorrido antes el barrio de la Túpac en Jujuy, ya alcanzado por las consecuencias más buscadas en esa persecución, desmovilizar la organización. Dijo Maier: “¡Da lástima, hasta las lágrimas, que un esfuerzo así, quizás con (…) nacido por amor a un pueblo expropiado, sometido a su suerte a través de tiempos inmemoriales, sea condenado, de nuevo, a vivir indignamente, como pidiendo perdón por su origen y su fragilidad, carnadadura de desventuras y dificultades, impuestas por su vulnerabilidad frente al poder político y económico, que solo un pobre, un indigente, puede explicar de modo perfecto. Ver en Maier, J. “Es un símbolo del heroísmo”, publicado en Diario Página/12, edición del 22 de marzo de 2017. 11 En el sentido propuesto por Rita Segato cuando afirma respecto de este momento histórico que “El poder tiene que expresarse por medio de la espectacularidad de la crueldad sobre el cuerpo y el territorio, modo de expresión del control sobre las personas en una fase de dueñidad, de señorío”, declaración tomada de una entrevista publicada el 6.07.2016 en https://www.diagonalperiodico.net/cuerpo/30739-pedagogia-la-crueldad-mundo-duenos.html

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La crueldad con la que todo transcurre hoy también reconoce raíces en la historia ancestral de amedrentamientos a las poblaciones indígenas empobrecidas, reavivando terrores y sumisiones. No es posible entrar en detalle aquí pero para comprender estas relaciones de dominación hasta nuestros días, sus continuidades y el peso de la reacción dueñista en la actualidad, basta con leer el “Informe sobre responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad. Tomo I”12. Allí se cuenta minuciosamente cómo ya desde la década del 60 se articuló reticularmente el poderío del ingenio Ledesma, propiedad de los Blaquier hasta hoy, al punto de establecer una relación instrumental del aparato represivo al servicio del Ingenio, particularmente sanguinario durante la última dictadura militar. Estos factores poseen mucha más capacidad explicativa de la sucesión de personas quebradas y/o presionadas que, más allá de sus propias responsabilidades, devienen en testigos mercenarios reclutados por el poder blanco, en base a necesidades insatisfechas, humillaciones identitarias que calaron profundo y falsa conciencia de clase. La historia está plagada de esas escenas que muestran hasta el hartazgo quienes viven bajo amenaza. Quisiera terminar con la evocación de un texto de Manuel Scorza quien relató noveladamente y de forma maravillosa las luchas indígeno-campesinas en Perú. Hay dolorosas 12 http://flacso.org.ar/wp-content/uploads/2017/03/Responsabilidad-empresarial-en-delitos-de-lesa-humanidad-I.pdf en particular págs. 113 – 152.

continuidades que permitirían comprender con más claridad este nuevo vigor del dueñismo de siempre. El personaje del juez de instrucción Montenegro, de “El doctor” en “El cantar de Agapito Robles” es elocuente. Cuando Agapito, líder comunero vuelve a la comunidad tras recuperar la libertad es advertido por su padre: “Los muertos no requieren de nada, pero los vivos necesitamos comer y nosotros hemos perdido todo. No tenemos chacra ni corral ni animales ni nada. Mientras estaba preso, el Juez Montenegro embargó todo. Hace un mes mandó capturar mis caballos y tu rebaño. Dice que para pagar los gastos de la justicia. - Yo dejé esta casa bien pintada. - El Dr. Mandó despintarla. No nos queda ni semilla, Agapito. - ¿Ni un caballo? - Al único que dejaron fue al inútil de Cachabotas (…) ¿Para qué necesitas Caballo? ¿No intentarás seguir en tu guerra contra el Doctor? No se puede. Los humanos no pueden combatirlo. Ha detenido los ríos, ha encarcelado los meses y si se encapricha ordenará oscurecer el sol. (…) No te metas con los grandes. Varones inmejorables intentaron sublevarse. ¿Dónde acabaron?”

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UTOPÍA

por Agustín Arzac

Agustín Arzac es integrante del colectivo cultural Malisia de la ciudad de La Plata. Editor en Estructura Mental a las Estrellas (EME revista editorial) y Trinchera. De la comunicación militante, popular y antimperialista.

“Entonces, cumplamos nuestra tarea aunque nosotros terminemos hechos papilla. ¿Qué importa? Lo que importa es la perspectiva histórica de la construcción de una patria” Hugo Chávez

La palabra “utopía” ha caído presa de la condescendencia bienpensante. En el terreno de la imposibilidad la palabra es apaciguadora, deja las cosas donde están, mientras profesa una ilusión de movimiento (como la vieja expresión de “¿para qué sirve el horizonte”?) a condición de no mover el amperímetro de lo posible. Esa concepción ha sido el modo por el cual se le bajó el precio a muchos de los procesos emancipadores (cuando por regímenes del tiempo no podía hablarse en contra). Esa utopía, como uso conciliatorio, fue esgrimida en los años del fin de la historia y ahora en la moda de la postverdad. Muy distinto es lo que sucede cuando la utopía cobra el espesor de aquello que no teniendo lugar para ser, sucede;

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no teniendo lugar –previo–, finalmente sucede –irrumpe–, y por lo tanto desorganiza, desordena. La utopía bien puede ser la personificación de todos los fantasmas y temores. Siempre tiene algo de espectral, porque vuelve. Como incumplida, retorna. La fuerza de la Túpac, con ese Frankenstein que son los pedazos del cacique y entre los que se cuelan Evita y el Che, es ese espectro capaz de hacerle frente a otro, que cifra la utopía de los dueños de la tierra: “El Familiar”. Un gigantesco perro de ojos rojos merodea en las zafras y se come a los trabajadores más holgazanes o a los que reclaman -en voz del colectivo- mejoras en las condiciones laborales. En Jujuy, nuevas utopías empezaron a tomar forma a fuerza de corrimientos. Quién sabe qué se propuso Milagro Sala cuando volvió de Cuba, para ella las utopías se iban alcanzando a medida que avanzaba sobre pequeñas metas, las cuales traían consigo pequeños derechos, y que al mismo tiempo, desmembraban y dejaban expuestas las fibras de otra utopía, la del crecimiento industrial infinito a base de corrupción política y explotación de trabajadores en los ingenios de Ledesma. La Organización Túpac Amaru se dio, primero, el derecho de imaginar por encima de la barrera que limita lo permitido de lo posible, imaginar desde lo no-disponible para el hacer. Creó poder popular para conquistar derechos históricamente negados por el poderoso ingenio, por la poderosa clase dominante anquilosada en la casa de Gobierno. Si el poder es el límite del poder, la única forma posible de trans-

formación es arrebatando las reivindicaciones. Lo que tuvo lugar como irrupción no son solo las piletas, las casas, las constructoras, es decir, el bienestar; más escandalosamente la utopía como excedente de los espacios disponibles abrió a los empujones la posibilidad de que sean los negros quienes decidieran si hacer piletas, casas, museos, es decir, que fueran parte de las decisiones y los pasos por los cuales el bienestar no era un beneficio, sino la puesta en acción de deseos discutidos entre los que históricamente han tenido que aceptar y agradecer acciones (benéficas) de otros sobre ellos. Una mujer a la cabeza de un pueblo que está a la cabeza de un país. Las identidades políticas son impensables sin mitos, lo mismo que los proyectos de Nación (pasados y en ciernes). La memoria histórica de un pueblo está compuesta de relatos; de renunciar a ellos, nos desviamos del camino de construcción de un destino político colectivo. La Túpac retomó un proyecto de Nación. No solo pensó un modelo de organización popular sino que construyó una utopía de lo que deseaban para toda una Nación, y modificó los basamentos de esta –orden y progreso. Y lo hizo, en primer término, recuperando la terrenalidad común (tal como la pensaba León Rozitchner), que poco tiene que ver, y bien lo saben los jujeños, con el concepto de terrenalidad que siempre se quiso bajar (subir) desde Buenos Aires. Terrenalidad común que se construye recuperando la naturaleza misma del suelo y el tratamiento de sus riquezas, procurando un terreno físico para que cada cual pueda edificar una vida, e inventando

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el lugar metafísico a partir del cual realizar y proyectar los sueños colectivos. Al saqueo de los bienes comunes en la provincia (la extracción sin regulaciones que protejan el medioambiente y a las comunidades que lo habitan a cambio de regalías irrisorias) y el sistema de feudos con los que cuarenta familias se aseguraban el dominio de la tierra, se lo enfrentó con prácticas ancestrales de convivencia con la tierra, de respeto por sus ciclos naturales en los cultivos, de construcción de espacios habitacionales colectivos alejados de la dicotomía tierras fiscales / propiedad privada, de trabajadores organizados en cooperativas (donde se produce sin la compulsión de la necesidad física de venderse como mercancía). La Nación que retomó la Túpac Amaru es la del viejo sueño (y eterno) de los revolucionarios de hace dos siglos, la Nación por la que pelearon los Santucho en esos mismos ingenios hace 50 años. Una Nación Indoamericana, donde los pueblos agricultores del norte, influenciados de forma gravitante por la civilización quichua, tuvieron y tienen una tónica característica y unificante que borra los límites fronterizos. En la estrecha relación entre Milagro Sala y Evo Morales, lo que pierde es el “separatismo” argentino, pierde la contrarrevolución del siglo XIX, la ciega política imperial que nos ha estado conduciendo desde entonces y que vuelve a conducirnos hoy. Utopía. Refundar una nueva/vieja Nación contando con tres líderes espirituales, Evita, Túpac Amaru y el Che, a los que no podemos inscribir bajo una misma ideología, ni te-

rritorio, ni época, pero sí, bajo un vínculo común que los atraviesa y une a Milagro Sala: el deseo de transformación. La Nación traída por el kirchnerismo nuevamente al debate y la disputa. Si el proyecto no pudo realizarse, sí sentó las bases materiales y simbólicas para su concreción futura y fue la Túpac quien llevó mucho más allá de lo que (en este tiempo) este pueblo podía asimilar y sostener. En esta nueva Nación, con elementos del capitalismo en su seno que oscurecen la comprensión cabal de su esencia, se avanza en medio de violentas luchas de clase. Los tupaqueros así lo entendieron. Si no sabemos qué se propuso Milagro cuando volvió de Cuba, cuando de las copas de leche se avanzó en la construcción de viviendas y la formación de cooperativas, seguro en algún momento intuyó, conforme avanzaba la organización sobre ese camino, que delante suyo había sacrificios y que debería pagar por el hecho heroico de constituir una vanguardia en este país. Pagar un precio por tener derecho a decir que está a la cabeza de un pueblo que está a la cabeza de un país. En este punto es donde debemos discutir el lugar de participación en la política por parte de las organizaciones sociales. Los gobiernos populares latinoamericanos debieron encontrar nuevos espacios y darle entidad a nuevas prácticas para acompañar el ingreso de las organizaciones sociales a la arena de la lucha de la política (el caso más emblemático quizás sea el de las comunas vecinales en Venezuela), que son distintas a las formas de intervención ya establecidas y asimiladas por la sociedad cuando provienen de instituciones y

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partidos políticos tradicionales. Además, las condensaciones o cristalizaciones de lo que son los políticos de carrera hoy difieren mucho de lo que los líderes sociales, los piqueteros, los referentes barriales muestran en una entrevista televisiva. El kirchnerismo no supo instalar en el debate público cuáles eran las características de organizaciones sociales como la Túpac y de qué modo esas características transformaban el modo de hacer política. Una nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado donde pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada a proscribir a los pobres de la toma de decisiones. Entonces, a la nueva forma de hacer política, comunitaria, del vivir bien, liderada por los históricamente postergados de la sociedad, que no se puede nombrar porque ni el Estado encontró la forma de hacerle lugar en su proyecto, se la llamó Estado paralelo. Conviene reflexionar con Álvaro García Linera que “la propiedad y la gestión comunitaria no pueden ser implantadas por el Estado. Que lo comunitario es la antítesis de todo Estado. Lo que un Estado revolucionario, socialista, puede hacer es ayudar a que lo comunitario que brota por acción propia de la sociedad, se expanda, se fortalezca, pueda superar obstáculos más rápidamente. Pero la comunitarización de la economía solo puede ser una creación heroica de los propios productores que deciden exitosamente asumir el control de su trabajo a escalas expansivas.”1 1 García Linera, Álvaro (2015). Socialismo comunitario. Un horizonte de época. La Paz, Vicepresidencia del Estado, Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Pág 70.

Utopía. Nación indoamericana. Socialismo. Plurinación. La Túpac Amaru, su despertar revolucionario, abrió un horizonte de posibilidades mucho más profundo, mucho más democrático, mucho más comunitario, es decir socialista. Sin embargo, tuvo que batallar no solo contra una siempre latente amenaza de restauración conservadora –Blaquier, Morales–, sino también, con un largo proceso de transición en el cual el Estado pudiera pensarse Revolucionario al fusionarse día a día con Movimientos Sociales y así democratizar nuevas decisiones. La única manera de pensar la política de la clase dirigente –Barrionuevo y Fellner– con los movimientos sociales fue la comercial, la contratista; y hubieran preferido no hacerlo. Si se hubiera pensado una política entre Estado y movimientos sociales en discusión permanente, pública y comprometida –si todos hubiésemos estado en la misma política– Milagro Sala no tendría que haber esperado tanto para que Cristina Fernández se pronunciara públicamente en contra de su detención ilegal. El silencio temporal no es síntoma de una falta de solidaridad, sino que muestra, entre otras cosas, cómo la derecha se ha confiscado el poder de hablar de corrupción –y tal vez hayamos cedido demasiado en eso–; y por lo tanto a otros solo les queda rendir cuentas con la caja. Sin embargo, hay que aclarar: todo no es el resultado de las partidas de dinero que comenzaron con Néstor Kirchner. Donde el kirchnerismo apostó solamente con dinero y sin instancias de democratización de la política, perdió –valgan como ejemplos, el fútbol, el contrafrente mediático a

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Clarín, la seguridad–. Es decir, no se trastocaron las fibras de una experiencia en relación con lo público. Por eso la Túpac y Milagro Sala son el bastión del macrismo: porque ahí como nunca, dinero y política democrática convergieron en los dos peores fantasmas de la derecha, la demostración concreta (las casas, las piletas, escuelas, etc.) y la toma de decisiones (negros sentándose a la mesa del poder).

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De adelanto abusamos. ¿Cómo pensar en utopía cuando la mayor líder de un movimiento social en Argentina está presa y la Organización fue desarticulada en menos de un año?, ¿Cómo, cuando la clase media sigue considerando que el país debe ser dirigido por la clase blanca, rica y empresaria, y que nunca un negro? ¿Cómo hablar de utopía cuando la corrupción es el Remmington de la derecha? Es el fusil con el que disparan hacia los procesos emancipatorios en América Latina. Pista del desafío de nuestro tiempo: desasnar los resortes por los cuales corrupción significa dinero mal habido, dinero que no encaja, y nunca los procesos por los cuales el país se vuelve atractivo para los arribos extranjeros, o se libera la competitividad de grandes empresas en la desregulación de derechos. Es más, cómo decir que corrupción es la palabra que señala también el vacío de lo que quisieran encontrar. O por qué frente a la acusación “se robó todo”, hace un año y medio que solo pueden mantenerla detenida ilegalmente por una causa de escraches y amenazas. En 2012, Milagro Sala nos decía en una entrevista: “Vivir en el campo, estar cazando o cultivando la tierra es vida. Lo

que el río nos da, la energía que recibimos del Tata Inti, eso es lo que nosotros como jujeños llevamos adentro. Los que no nos conocen, los que nunca vinieron a ver qué somos, quiénes somos; cuando piensan en los jujeños, piensan en el atraso. Pero nosotros estamos demostrando que no estamos atrasados, que estamos muy adelantados. Es más, ya de adelanto abusamos”. La utopía condensada en el tiempo y el espacio (adelantados) y el exceso (abuso). La utopía también, como remate pillo.

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ORGANIZACIÓN por Estela Díaz

Estela Díaz integra la Coordinación Nacional del Comité por la libertad de Milagro Sala. Secretaria de Igualdad de Género de CTA Nacional. Integrante de la Comisión de Mujeres de la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur (CCSCS) y del Comité de Mujeres de la Confederación Sindical de las Américas. Integrante del Comité Académico de la especialización en Género y Comunicación de la FPyCS de la UNLP. Columnista de género y derechos humanos en QM Noticias. Ha escrito notas, artículos y publicaciones en temas de género.

En las visitas al penal de Alto Comedero realizadas durante estos largos quinientos días de detención, muchas veces surgieron las preguntas acerca de por qué Milagro, por qué la Túpac, por qué tanta saña. Hemos ensayado muchas respuestas y las hemos repetido en innumerables actos, reportajes y encuentros. Pero al momento de compartir estas reflexiones podemos tomarnos el tiempo necesario para bucear en razones más profundas. Tres aspectos básicos están a la vista: la clase, el género y la cuestión racial conforman un combo atractivo para el revanchismo represor del criollaje jujeño, que solo esperó las condiciones óptimas y actuó con todo el poder del Estado policial. Desde el minuto uno de la detención de Milagro Sala surgió la solidaridad. Referentes sindicales, políticos, sociales y religiosos se expresaron reclamando su liberación. En principio, en el acampe de Plaza Belgrano, las visitas a la comisaría y al penal. Fue el 8 de marzo el momento propicio para la gestación del Comité por la libertad de Milagro Sala. Más

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de doscientos referentes firmaron la petición y unas veinte dirigentes la visitamos ese día. En aquella oportunidad entramos en grupos de doce, luego redujeron el número a siete. Mientras, una parte de las que estaban fuera participaba de un acto montado en la calle que se oía desde el patio del penal, donde saludaban a Milagro y se podía escuchar “Flaca, no aflojes”, “Estamos con vos”, “Ya te vamos a sacar”, “Túpac, Túpac”. No hay conmemoración del día internacional de las mujeres con Milagro Sala presa, fue la consigna. Nos vinimos de Jujuy, luego de una charla en el local céntrico de la Túpac Amaru, con la convicción de que era necesario hacer algo con toda esa solidaridad y denuncia que se acumulaba desordenada. ¿Cómo no apelar al concepto de la organización luego de ver la sede de la Túpac y gran parte de la inconmensurable obra realizada del único modo posible: con organización popular? En una nueva etapa de un Gobierno de derecha, triunfante esta vez por elecciones, ahora elegían a una mujer, líder de su comunidad, como la primera presa política. Ella, capaz de enfrentar al poder instituido de su provincia, estaba arbitrariamente privada de su libertad, su organización comenzaba a ser diezmada y sus familiares perseguidos. Así se garantizaba la puesta en marcha de una maquinaria de destrucción de lealtades, redes sociales y comunitarias. Quienes estábamos en libertad recibíamos el imperativo ético de organizarnos y hacer crecer la denuncia.“Hoy es ella, mañana podés ser vos” fue el lema que se extendió por afiches y pintadas.

La primera acción coordinada de los nacientes comités se realizó bajo la consigna cien murales por Milagro. No tenemos la cuenta precisa, pero seguramente ya superamos holgadamente esa cifra. Hace poco recibimos la visita de una documentalista holandesa, que forma parte del Comité en su país, con sorpresa y emoción verificábamos que allí también inauguraron las actividades con un gigantesco mural con la cara de Milagro. No tardó mucho en multiplicarse la organización en comités por la libertad y acciones de la más diversa índole. En la actualidad funcionan más de sesenta en la Argentina y 20 entre Europa, Estados Unidos de Norteamérica, Canadá y América Latina1. La multiplicación de actividades, nos llevan a la sorpresa en muchos casos, porque nos enteramos de la existencia de núcleos organizados cuando se difunde la actividad. Hay charlas, recolección de firmas, campaña financiera para colaborar con las familias de lxs presxs, caravanas, radios abiertas, marchas y sobre todo muchas iniciativas desarrolladas desde lo artístico. Muestras colectiva de artistas plásticos, canciones, pinturas, festivales. El arte nos acompaña desde una estética política, que da belleza al reclamo y nos mitiga un poco el enorme dolor que provoca la injusticia empecinada. Fuimos aprendiendo sobre la marcha cómo ir organizándonos desde la especificidad de luchar para liberar a presos y 1 La información sobre los Comité, las y los presos políticos y las acciones del Comité se encuentran en www.libertadamilagro.com.ar y la campaña internacional www. liberenamilagro.org

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presas políticas en democracia. Recurrimos a la memoria de nuestra historia, lamentablemente rica en represiones, pero felizmente generosa en organización solidaria. Recuperamos el recuerdo de las comisiones por la libertad de los presos y presas del Plan Conintes –luego del golpe militar de 1955–, por supuesto nos ilumina y acompaña, la presencia de la resistencia heroica de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, familiares, HIJOS, Nietos que nacieron con la última dictadura cívico-militar. Todo está guardado en la memoria, dice la canción, y para los Comité esa memoria es presente que enriquece nuestra organización. Desde el punto de vista del impacto comunicacional y de articulación federal, tuvimos varios momentos significativos. La campaña “navidad sin presxs políticxs”, realizada a fin de 2016 fue intensa en actividades en todo el país y el exterior. También al cumplirse los 500 días de detención de Milagro Sala. Lanzamos una campaña en las redes de comunicación, que instaló en el hashtag #Milagro500díaspresa, con el que fuimos primera tendencia nacional por más de 6 horas. Algo solo equiparable a campañas publicitarias. Convivimos con la tensión del carácter movimientista, lleno de diversidades y espontaneidad que adquieren los Comité, junto a la necesidad de organizarnos para potenciar nuestras acciones y el impacto político. Así fuimos logrando diversos dispositivos para la comunicación, que también se encuentran todo el tiempo en revisión. Realizamos encuentros nacionales, regionales, provinciales y contamos con una coordinación nacional, que se reúne semanalmente y que

tiene el contacto cotidiano e instantáneo que nos permiten hoy las tecnologías. Nos dicen cada vez que hablamos y los vemos a las y los compañeros presos: sienten esa energía todo el tiempo, que les es fundamental para seguir adelante. *** Con el triunfo de Cambiemos se inicia una nueva fase de neoliberalismo en el país. La elección de Milagro Sala como primera presa política no es azarosa. No fue cualquiera de nosotras. Es de una provincia del norte, fronteriza, de aquellas regiones que alguna vez fueron consideradas inviables por los gobernantes, con una composición étnica que habla de orígenes anteriores a los barcos que trajeron la colonización; siempre en los bordes entre lo propio y lo otro. Desde el principio dijimos que la experiencia inaugurada por Morales, representante de la alianza Cambiemos en Jujuy, conformaba un laboratorio de ensayo represivo que se iba a extender por el resto del país. No tardó en demostrarse. Las y los trabajadores, los sectores populares de la Argentina, tienen una larga y rica historia de luchas. El nuevo saqueo de la riqueza para el capital financiero transnacional más concentrado se encontraría con resistencias, y estas con los palos, la cárcel, el estigma y la judicialización. Incluso, con muchos más recursos represivos de los esperados, o tal vez con una velocidad y voracidad que sorprenden, destacándose el énfasis persecutorio sobre las mujeres. La expresidenta Cristina Fernández, la procuradora Alejandra Gils Carbó, Hebe de Bonafini, Milagro. Pero también se ensañaron con

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las de a pie, las militantes de las enormes marchas del #NiUnaMenos, las de los paros internacionales de las mujeres. La escalada represiva contra las mujeres se hizo visible en las marchas del Encuentro Nacional de Mujeres de octubrede 2015 en Mar del Plata, y del año siguiente en Rosario. La saga continuó: el 7 de marzo detuvieron en un operativo excesivo a seis activistas que pintaban con aerosoles convocando al paro del 8 de marzo. El mismo 8, al terminar la marcha, persiguieron hasta un café, detuvieron y procesaron a veinte mujeres. Las trolebuseras de Córdoba fueron despedidas como castigo por encabezar la lucha del sector de transporte. Los trabajadores de PepsiCo, casi el 70% mujeres, golpeados brutalmente para desalojar la fábrica. Entre la propiedad y la vida de las personas, donde el trabajo es una parte esencial, este sistema no tiene dudas: siempre elige la propiedad, a costa de lo que sea. *** Repiquetea algo de esas persecuciones contra mujeres que siempre están como sustrato cultural cargado de opacidades. En pleno siglo xxi, con las grandes transformaciones sociales operadas en favor de relaciones de género más equitativas, presentimos que la caza de brujas está presente. La organización Túpac Amaru tiene doce integrantes detenidos, nueve son mujeres. Podemos decir que es algo lógico, ya que las organizaciones sociales cuentan con una militancia notoriamente femenina. En este caso, con el adicional de tener a su propia líder mujer. No se trata aquí sólo de una cuestión

cuantitativa, aunque sea útil dar cuenta de ello. Sino más bien de pensar por qué la organización y la presencia de las mujeres en la construcción política y sociales vista como una amenaza. Hay algo del orden jerárquico –tradicional– que comienza a ponerse entre paréntesis y éste reacciona con su fuerza punitiva. Aquí resulta útil repasar algo de la historia de la persecución a las brujas en los siglos xv, xvi y xvii. En su magnífico libro El Calibán y la Bruja2, la filósofa italiana Silvia Federici acerca una interpretación histórica que permite comprender un genocidio de mujeres perpetrado durante tres siglos. Para esto, nos ubica en el pasaje del feudalismo al capitalismo en la Europa occidental, la colonización de América y las características del proceso de acumulación originaria del capital, tal cual lo describe Karl Marx en El Capital3. En este caso, Federici propone una lectura feminista de ese proceso que ha sido soslayado por la mayor parte del pensamiento teórico y político contemporáneo, incluido el propio Marx. Afirma entonces que la opresión de género, en realidad, pasó a cumplir un papel central en la acumulación originaria del capital. Se apoya en la caracterización que realizó el filósofo alemán: “En la historia de la acumulación originaria hacen época todas las transformaciones que sirven de punto de apoyo a la naciente clase capitalista, y sobre todo los momentos 2 Federici, Silvia. Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpos y acumulación originaria. Tinta limón, 2015 3 Marx, Karl. El Capital, capítulo 24 https://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/ eccx86s.htm.

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en que grandes masas de hombres son despojadas repentina y violentamente de sus medios de subsistencia y lanzadas al mercado de trabajo como proletarios libres y desheredados. Sirve de base a todo este proceso la expropiación que priva de su tierra al productor rural, al campesino”. La violencia fue el principal medio en este proceso de acumulación primitiva, a lo que agrega Federici que “este es el contexto en el que se debe ubicar la historia de las mujeres y de la reproducción en la transición del feudalismo al capitalismo, en Europa y América”. Aquí está el punto que requiere incluir la cuestión de los cambios que este período supuso en la reproducción de la fuerza de trabajo y la condición social de las mujeres. La gran caza de brujas que se produce entre los siglos xvi y xvii tiene un papel central en la derrota del campesinado europeo, su expulsión de las tierras y el fin de la propiedad común. La acumulación primitiva del capital, en el pasaje de sistema, fue coronada con la construcción de un nuevo orden patriarcal que transformó a las mujeres en sirvientas de la fuerza de trabajo masculina, reproductoras de la misma, fundamentales para el desarrollo del capitalismo. Esta nueva organización social supuso una “nueva división sexual del trabajo”, que favoreció la acumulación capitalista. Eran tiempos de la Inquisición, de la publicación de tratados sobre brujería que, junto a la bula papal de Inocencio VIII4,daban carácter normativo al exterminio y la dominación de 4 MalleusMaleficarum (1486), sancionado por la bula SummisDesiderantes (1484) del Papa Inocencio VIII

las mujeres, eliminando así un factor clave en las rebeliones campesinas y la resistencia a la instalación del nuevo orden de dominación. Los poderes seculares también formaron parte de este sistema represivo, de tortura, disciplinamiento y muerte. El método se basó en una vasta campaña de demonización de las mujeres, llegando a promover cierta psicosis social, a la vez que se construía como contrapeso un ideal de mujer: sumisa al varón, servil e inferiorizada. La división entre lo público y lo privado (doméstico) se empieza a conformar, constituyendo un sistema de jerarquías que desvaloriza y subordina lo femenino, legitimando las diversas formas de la violencia contra las mujeres. En este proceso también se las expropia de sus saberes médicos y científicos: la persecución de las comadronas y curanderas cortó un saber acumulado desde lo empírico y transmitido por generaciones. Con este exterminio y amedrentamiento, las élites europeas se aseguran de erradicar una amenaza para la construcción de su poder. Sobre finales del siglo xvii, cuando está consolidado el dominio hegemónico de la nueva clase capitalista, la brujería pasa a ser considerada parte de una superstición vulgar. El sistema feudal había entrado en una profunda crisis, y en la historia de la humanidad la salida de las crisis del sistema se concreta con violencia política, guerras y represión, quedando las principales víctimas siempre del lado de los sectores populares; según las épocas: esclavos, extranjeros, pobres, negros, indios, niños, las mujeres siempre –cruzadas

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por todas esas otras categorías, además de su condición de género. *** Desde la perspectiva de las crisis generadas por el propio sistema, nos interesa analizar la situación actual. La crisis económica internacional abierta en el año 2008, conocida por las hipotecas subprime y la burbuja financiera, sigue vigente y sin encontrar respuestas de superación. Como ocurrió luego de otras grandes crisis, entre las que se destaca la de 1930, fue seguida de contextos violentos, totalitarios, con el avance de conservadurismos políticos y sociales que promueven formas de racismo, xenofobia, misoginia, homofobia y diversas manifestaciones de discriminación. Así es como podemos explicarnos la llegada a la presidencia de Estados Unidos de un personaje como Donald Trump, o el avance de las derechas en Europa y en América Latina. Esta perspectiva de análisis nos brinda elementos que contribuyen en la explicación del proceso represivo, con especial virulencia contra las mujeres, que se abrió en la Argentina a partir del escueto triunfo electoral de la alianza Cambiemos. Hoy estamos en un nuevo proceso de transformación del patrón de acumulación5, retornando a una fase de valorización financiera, desindustrialización, endeudamiento, con la consecuente destrucción del mercado de trabajo y la creciente pauperización. Esta reorganización económica supone 5 Basualdo, Eduardo. Sistema político y modelo de acumulación en la Argentina. Notas sobre el transformismo argentino durante la valorización financiera (1976-2001). UNQui Ediciones, 2002.

también un tipo de Estado y de organización social. El ministro de Economía Nicolás Dujovne, sin ponerse colorado, señaló que se está operando una transferencia de recursos de las familias a las empresas, en una especie de contrarrevolución que él mismo denominó Hood Robin. Hacer posible esto requiere del disciplinamiento de los sectores afectados de la población. Atacar a quienes se empoderaron estos años se vuelve un imperativo; los sindicatos, las mujeres, organizaciones como la Túpac Amaru, son el objetivo. Mostrar la organización social como una asociación ilícita, una banda articulada para el robo y una amenaza pública es parte del dispositivo de construcción de sentido común, propiciatorio de la cortina de humo que encubre al sistema de corrupción instalado en todas las áreas del Gobierno nacional. Como nunca en la historia del país, los gerentes de las grandes corporaciones, sin mediar la política, están haciendo negocios en las oficinas gubernamentales del Estado, sentados ellos mismos en ambos lados del mostrador. *** Queremos incluir un aspecto que contribuye en la explicación de la actual coyuntura. La alianza gobernante, si bien surge del voto popular –a diferencia del proceso brasileño, donde se provocó un golpe institucional–, va generando un veloz deterioro de la democracia a partir del recorte de derechos y el avance del proceso represivo. Interesa puntualizar lo que han significado las experiencias de los Gobiernos na-

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cionales y populares, para ponderar las relaciones de género resultantes de dichas experiencias políticas. Cuando pensamos el primer peronismo, no sólo se destaca la decisión de hacer realidad la conquista del derecho al voto de las mujeres, sino también los derechos políticos en un sentido más amplio. Las mujeres fueron convocadas por Evita a organizarse, se formó un partido peronista femenino, se posibilitó el acceso a los cargos de diputadas y senadoras6. Además, se llamó a una acción política desde las casas: lo doméstico se politizó como espacio donde se construía el proyecto nacional, lugar donde se defendía la patria no sólo del imperialismo, sino, sobre todo, de los enemigos internos del pueblo. Esto tampoco surgió de la nada. El peronismo hizo propias las reivindicaciones históricas de trabajadores, los sectores más excluidos y las mujeres. En su etapa kirchnerista, con el Gobierno de Néstor –y luego las dos presidencias de Cristina– se produce un fenómeno similar. Estos convocan a la transversalidad política y recogen las principales demandas de los movimientos sociales. Los derechos humanos constituyen una marca de gestión, porque Néstor supo reconocer en ese ámbito, especialmente en Madres y Abuelas de Plaza de Mayo como símbolo, actoras con potencia social transformadora. Así, nuestro país se transformó en un ejemplo a nivel mundial en relación con las políticas de verdad y justicia para terminar con la impunidadde los crímenes de la 6 Fueron electas 26 legisladoras nacionales en el año 1951, cuando por primera vez votaron las mujeres.

última dictadura cívico-militar. Esta decisión permitió definir un derrotero respecto de la perspectiva de los derechos humanos en el presente. En esta lógica se inscribe la decisión de promover por primera vez a una mujer como candidata a presidenta, decisión que provoca y revisa visiones y estereotipos de género tradicionales, a la vez que reconoce de manera explícita e implícita que la hora de las mujeres –anunciada por Evita frente a la concreción del derecho al voto– merecía coronarse en la primera magistratura de la Nación. Lo supo Néstor y lo afirmó Cristina en reiteradas oportunidades: para ella iba a ser más difícil por ser mujer, no por debilidad, sino porque los ataques hacia ella estaban atravesados por el componente adicional de la discriminación. El machismo y la cultura patriarcal mostraron piezas de sus mejores registros durante los dos períodos de gobierno encabezados por una mujer. Aunque CFK aclaró durante mucho tiempo su condición de no feminista, tomó gran cantidad de decisiones políticas –muchas iniciadas en el Gobierno de su compañero– que favorecieron la igualdad de género y la promoción política de las mujeres. La lista de temáticas que impulsaron derechos económicos, laborales, civiles y políticos para las mujeres es extensísima, no vamos a aburrir con enumeraciones. Tampoco queremos soslayar que un tema que concitó organización y movilización social quedó pendiente, como fue el debate por la legalización del aborto. De todos modos, desde la perspectiva de los derechos sexuales y reproductivos, hubo

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avances significativos que, como en otros terrenos, ya están en franco retroceso. Sin embargo, vale agregar que sobre el final de su mandato comenzó un proceso diferente en su acercamiento al feminismo, fenómeno que se sigue desarrollando ya fuera del Gobierno y que culmina con la decisión de aplicar la paridad en la lista de diputados y diputadas nacionales de la provincia de Buenos Aires por Unidad Ciudadana, a pesar de no ser exigida por ley. El liderazgo de Milagro tiene muchas de estas características. Desde una militancia que no se reconocía en el feminismo, logró niveles muy importantes de conducción y empoderamiento de las mujeres de la organización que, junto con los temas de la diversidad sexual y cultural, provocaron transformaciones esenciales. Interesa en este punto destacar aquellos aspectos que tienen impacto no ya como medidas concretas y mensurables, sino como provocación de cambios en el orden cultural y la construcción de subjetividades. Se ha sostenido en innumerables oportunidades que Evita fue una bisagra para la participación política de las mujeres en la Argentina. Nuevas subjetividades femeninas,y masculinas también, se reconfiguran a partir de su presencia. Las frases del odio suelen ser las más expresivas para verificarlo. Más recientemente, la figura de Cristina presidenta, la de muchas mujeres en los más altos cargos del Poder Ejecutivo, del Poder Judicial –con dos ministras en la Corte Suprema y la procuradora general de la nación–, y muchos liderazgos opositores encabezados por mujeres, van consolidando una

transformación en los imaginarios sociales, en las subjetividades y en las agendas políticas. El regreso de la intensidad en las relaciones de la juventud con la política se impregna en este contexto más fácilmente de diálogos de movimientos: lo nacional, lo popular, la emancipación, los feminismos, conviven y se entrelazan en las militancias de este nuevo siglo. Sobre el final del segundo mandato de Cristina, irrumpe el acontecimiento movilizador más impactante de las últimas décadas: las movilizaciones producidas bajo la consigna “Ni una menos, vivas nos queremos”. Este fenómeno, que nació con una agenda ligada a la violencia de género, como un grito colectivo de indignación por la ferocidad desatada sobre los cuerpos de las mujeres, pasó a definir una programática antineoliberal. Su emergencia no supone ahistoricidad; todo lo contrario. Tiene sus raíces en un movimiento de mujeres que este año realizará el 32° Encuentro Nacional, con la presencia federal de cientos de miles que todos los años renuevan una agenda política reivindicativa. En especial, lo que se recrea cada año –sin dejar de contener grandes confrontaciones– es un espacio ritual de confluencia y celebración. *** La Túpac Amaru es una organización social, barrial, que nace hacia finales de los noventa al calor del crecimiento de la pobreza y el hambre. Nace confrontando con el Estado nacional gobernado por el neoliberalismo y con el poder económico de la provincia. Crece luchando en las calles, co-

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rriendo cada vez más el horizonte de expectativas y de posibilidades. Milagro fue originalmente una dirigente sindical que como trabajadora municipal estaba afiliada a la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) y formó parte de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) de la provincia de Jujuy. Ejerció un liderazgo contestatario, rebelde, a la vez que redistribuía las conquistas alcanzadas, logrando así organización y capacidad de acción. Denunciaba al bipartidismo gobernante –radicalismo y justicialismo– como forma de construcción de un statu quo de desigualdad y discriminación. En el diccionario, el milagro es definido como un suceso extraordinario que provoca admiración y sorpresa. Milagro, la Flaca, concretó una obra extraordinaria que nos llama al asombro y la admiración cuando la conocemos. Es ineludible explicar desde esta perspectiva histórica que venimos desarrollando la ferocidad del ataque que padece, el fusilamiento mediático del que es víctima, su cárcel impiadosa. La Túpac es, sin dudas, la principal experiencia de organización social que logró materializarse en el Gobierno nacional, popular y democrático. Hizo por el pueblo más olvidado de Jujuy lo que no concretó el Estado en doscientos años de república. Lo construyó desde una concepción del territorio como hábitat integral para satisfacer el conjunto de necesidades, lo que no es más que derechos conquistados. Vivienda, educación, salud, inclusión de la discapacidad, recreación, trabajo. Todo eso podemos encontrar en el barrio de Alto Comedero y en otras localidades de la provincia. Por

eso Milagro es un trofeo que Morales otorga al poder, que se está reconfigurando en esta nueva etapa de conservadurismo neoliberal. Esto explica por qué, a pesar de la Resolución 31/20167 del Grupo de Detenciones Arbitrarias de la Organización de las Naciones Unidas, Macri prefiere quedar en falta con el mundo de los derechos humanos. Milagro es la víctima perfecta para un sistema político de saqueo sistemático de las personas y las riquezas de la Argentina. Lo venimos sosteniendo desde el 16 de enero de 2016, momento en que detuvieron a quien, además, es diputada del Parlasur. Esta detención garantiza la construcción de sentido y la gobernabilidad de los intereses corporativos y del poder. Como dijimos, la caza de brujas tiene un efecto ejemplificador y amenazante. Estamos ante un período de libertad condicional para la militancia en la Argentina. Milagro es el trofeo de la nueva alianza de la derecha gobernante. Un poco más que eso: es un chivo expiatorio. Una presa, varios presos y una organización perseguida por supuesta corrupción, como mascarada del sistema de corrupción que está garantizando el nuevo remate de la Argentina. A pesar de todo el poder que detentan no la tienen fácil. La organización por su libertad y la gigantesca experiencia acumulada desde los organismos de derechos humanos8, han 7 Resolución 31/2016 del Grupo de Detenciones Arbitrarias de la ONU http://www. ohchr.org/Documents/Issues/Detention/Opinions/Session76/31-2016.pdf 8 EL CELS, Amnistía Internacional y ANDHES presentaron una medida cautelar por la liberación de Milagro que acaba de concretarse con la Resolución 23/2017 Medida cautelar N°25-16http://www.cels.org.ar/web/wp-content/uploads/2017/07/ CIDHcautelarMilagroSala.pdf

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hecho posible resoluciones internacionales fundamentales, que nos acercan a que se haga justicia. Además de la ONU ya citada, la Comisión Interamericana de DDHH, otorgó una medida cautelar, que exige el fin de la prisión de Milagro en el penal del Alto Comedero. Algo que será realidad, muy posiblemente antes de que este texto salga de imprenta. Ese es nuestro anhelo más profundo. En la prisión no están solxs, en las calles luchando por su liberación no estamos solxs. Libertad a Milagro Sala: es un clamor que se canta, se escribe, se pinta, se marcha, se palpita, se milita, se organiza.

CANTRI

por Ezequiel Lopardo

Ezequiel Lopardo es periodista y militante popular. Docente en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP en la materia “Historia Contemporanea de América Latina”. Autor de la tesis Operación Nisman. El rostro visible de la guerra de cuarta generación en Argentina.

Querrán volarlo y no podrán volarlo. Querrán romperlo y no podrán romperlo. Querrán matarlo y no podrán matarlo. (Fragmento del Canto Coral a Túpac Amaru de Alejandro Romualdo)

El historiador francés, Fernand Braudel, planteó que en los tiempos históricos hay períodos estructurantes que se dan como procesos de larga duración. Los 500 años de saqueo colonial en Nuestra América pueden considerarse como uno de esos procesos. En el siglo XXI, la irrupción de fuerzas populares en la superficie política, que buscaron penetrar las murallas burguesas del Estado-Nación, comenzaron a contrarrestar los efectos y condiciones del saqueo. Esa tensión creativa generó en varios casos procesos constituyentes. El caso insignia en el Cono Sur es el de la República Plurinacional de Bolivia, donde se produjo el ascenso de un presiden-

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te de origen aymara, Evo Morales Ayma, y una política de transformación a escala social, política, económica y cultural. El antecedente más próximo en Argentina fue la insurrección popular del 17 de octubre de 1945. La oligarquía llamó desde entonces, al surgimiento y al largo arco del peronismo, “aluvión zoológico”; y John William Cook lo sintetizó como “el hecho maldito del país burgués” cifrado en la llegada al poder del movimiento obrero. Lo animal y lo maldito no dejaron de caracterizar la excepcionalidad de esa irrupción. En más de 500 años de  venas abiertas de América Latina, hay innumerables hechos malditos, personas malditas y lugares malditos. Para la noción burguesa hegemónica, los obreros, los campesinos, los indígenas o los trabajadores desocupados siempre serán concebidos como clases peligrosas. Con los Gobiernos nacionales y populares de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner –también Malditos-, en la provincia de Jujuy esa trilogía maldita la encontramos en: la Revolución Tupaquera, Milagro Sala, el Cantri Túpac Amaru de Alto Comedero. Cantri vs. Country. No es Country, es Cantri. No es exclusivo, es inclusivo. No es privado, es comunitario. No es patrón, es trabajador. No es de ellos, es nuestro. Entonces: Bienvenidos al Cantri Túpac Amaru. El barrio Alto Comedero está ubicado al sureste de la ciudad capital de San Salvador de Jujuy y es la zona más poblada de la periferia urbana. Se pobló masivamente en la década

de 1980 y ya para finales de los años 90 miles de familias pobres estaban asentadas allí. Después de la crisis neoliberal del 2001 la Organización Barrial Túpac Amaru dio un salto organizativo extraordinario, comenzó a edificar las casas de los propios compañeros. A partir de esa piedra fundamental la organización avanzó en la idea territorial de la propiedad comunitaria como un valor contrapuesto al primer mandamiento del capitalismo: la propiedad privada. El Cantri es el símbolo absoluto del salto en calidad del movimiento popular argentino. Superar la lógica anclada solamente en el plan social y el comedor los llevó a la territorialización, hecho que supieron potenciar en organización productiva y en acción sociocultural integral. El Cantri tiene más de 6 mil viviendas construidas. Todas de propiedad comunitaria. En cada una de ellas hay un tanque de agua fabricado por la misma Túpac que llevan pintadas las figuras de Túpac Amaru II,  Che Guevara y Evita. No es folclórico. Los tres revolucionarios son el símbolo rebelde y plebeyo del lugar. El Cantri obrero, kolla, militante es una provocación al Country opulento del encierro selecto de clase alta. Es la fuerza del oprimido organizado que en seis letras le escupe su libertad a los ojos del opresor oligarca. El Cantri no son miles de casas ordenadas en hileras. El Cantri es la materialidad de una filosofía de vida comunitaria dentro de un círculo virtuoso donde todo se complementa. El Cantri es vivienda, es atención de la salud, es formación

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educativa, es igualdad del ser humano, es trabajo digno, es culto a la cosmovisión andina y es recreación familiar. El concepto de Country es desigualdad, es mezquindad, es individualismo, es indignidad, es opresión, es racismo, es gueto, es oligarquía, es colonia.  El concepto de Cantri es igualdad, es solidaridad, es comunidad, es dignidad, es liberación, es Buen Vivir, es pueblo, es peronismo, es patria.

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El Cantri es peronista. El Cantri es Buen Vivir. “Después de Perón, los gobiernos de Néstor y Cristina son los que han distribuido la riqueza entre los que menos tienen. A partir de ahí se puede transformar todo”1  Milagro Sala. Hay distintas explicaciones sobre qué es ser peronista. El peronismo sin dudas es la cultura política de la argentinidad y, es peronista, todo aquel o aquello que en su pensamiento-acción haga de lo popular algo bello para la vida. El peronismo se proyecta hacia la filosofía del Buen Vivir, nunca lo contrario. Por lo tanto, no hay otro modo de interpretar al Cantri Túpac Amaru como un hecho peronista del Buen Vivir. La Fundación Eva Perón tenía esa idea. Sus obras y acciones estaban pensadas para los sectores más pobres y marginales en clave de belleza. Para la familia de los trabajadores y las trabajadoras, para los huérfanos, para los ciudadanos con 1 Trinchera. Entrevista a Milagro Sala realizada por Agustín Arzac. N°1, Año 2012. 

capacidades diferentes y para los viejos, todo lo mejor de la época. La Fundación buscaba garantizar el Buen Vivir. El Cantri de Alto Comedero es el desarrollo social total. Cada espacio es un eslabón, que individualmente tiene un sentido en sí, pero toma una significancia absoluta cuando concatenamos todos los eslabones. Para muchos pobladores del lugar fue su primera vivienda; ese ordenador básico se potenció con el ejercicio del trabajo asalariado y, este a su vez, con la posibilidad comunitaria de que su familia contara con la escuela, el club, el parque acuático, el predio de rehabilitación para personas con capacidades diferentes, la clínica y, hasta incluso, con un templo para reivindicar la cultura andina Aymara. Un punto trascendental del círculo virtuoso es que las edificaciones del Cantri y gran parte de lo que circula internamente tienen un alto porcentaje de materiales manufacturados por la misma organización y dentro del propio complejo. Por sus calles asfaltadas y limpias encontramos la Fábrica Metalúrgica en la cual se construyen todo tipo de aberturas para las edificaciones propias y, también, se trabaja para pedidos especiales para empresas y escuelas; está la Hormigonera y la Bloquera con producciones diarias de 50 caños de hormigón de 1,2 metros de diámetro y de 1 metro de largo, mil bloques, y centenares de moldes de bachas, piletas y postes de luz; la Fábrica de Muebles de Caños con producción de sillas, mesas, percheros y pupitres escolares; la Cooperativa Textil en la cual trabajan más de 200 personas, con una producción anual de 120.000 guardapolvos entre

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otras indumentarias que se confeccionan ahí; y varios locales de producción gastronómica. Es la búsqueda de cierta autonomía productiva. Milagro Sala plantea esa noción:

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Lo que queremos es un cambio revolucionario para todos los argentinos y no únicamente para la organización. Que todos los chicos puedan estudiar y sus padres trabajar. Que se terminen los famosos comedores o las copas de leche. Porque el día que ya no haya pobreza en Argentina va a volver a ser como en la época de Evita. (En Trinchera, 2012).

En fin, la Túpac Amaru persigue la idea del peronismo del Buen Vivir y el Cantri es el mejor ejemplo. Quizás ningún militante tupaquero sepa entonar todas las estrofas de la Marcha y, hasta incluso, no se definan como peronistas, pero no hay ninguna duda que su acción es peronista. La Venganza histórica. Desde la fundación Ciudad de Nieva en 1561, actual San Salvador de Jujuy, el odio contra los originarios nunca se extinguió en la región. El invasor blanco o el patrón oligarca llevan durante siglos en sus vísceras un dolor de miedo a lo plebeyo que los convierte en bestias del odio. La región de La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy es rebelde. Durante un período largo las ciudades que

iban fundando los absolutistas eran destrozadas y convertidas en cenizas por los pueblos originarios. El Cantri Túpac Amaru es la venganza histórica de un pueblo que se cansó –otra vez– de agachar la cabeza al ser explotado. Pero esta vez no sucumbieron las ciudades por el fuego. Le hicieron un daño tan contundente y atroz a la oligarquía como el propinado por los levantamientos de los caciques Juan Calchaquí y Viltipoco. Se liberaron de ella con el avance de un proceso organizativo económico, social, cultural y político mediante el ejercicio del poder popular. El Jujuy burgués sufrió la venganza del Kolla. Ante sus miradas hirvientes de ira la indiada pisó con dignidad sus calles céntricas, ingresó a sus bares, se paseó en automóviles 0Km, hizo su Cantri y se llenó la vida con todo lo que le prohibieron. Los tupaqueros tomaron lo que históricamente les arrebataron sus patrones. Invadieron la comodidad de la oligarquía jujeña como venganza de 500 años de injusticia. La venganza histórica fue poner muchas cosas en su lugar. Es la justicia de la sangre ancestral andina inundando el valle, la quebrada, la puna y la zafra azucarera. En estos casos no existe la neutralidad. Milagro Sala siempre lo supo. Hay tiempos y espacios donde uno debe decidir si se aferra a la migaja del egoísmo individual de la cortesía con el amo o pone el cuero al duro látigo del liderazgo popular que enfrenta al poder real. A esta altura sabemos que, para Milagro, la primera nunca fue una opción.

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La revolución tupaquera “Porque somos la verdadera revolución, que pelea por el trabajo, la salud y la educación; porque quiero una vida digna que lo parió, y voy a dejar la vida luchando de corazón... Quiero a mi familia, quiero a mi país, por eso yo lucho matar o morir, vamos, vamos pibes vamos a luchar, soy tupaquero soy de la TUPAC.” (Canto popular tupaquero)

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Jujuy nunca será igual después de la revolución tupaquera, que comenzó como un silbido bajito en el viento y se volvió Sikuri armonioso en el tiempo. El aspecto más importante de la Túpac Amaru o de La Flaca, como la llaman cariñosamente a Milagro sus compañeros, es que emprendieron efectivamente un pragmatismo que supo combinar la política, la ideología y la acción popular para lograr la ruptura con el estatus quo del Jujuy burgués. La revolución tupaquera es el resultado de dos procesos organizativos: la resistencia rupturista del orden neoliberal y la capacidad creativa en el nuevo tiempo Nuestroamericano. La propia Milagro en varias oportunidades decía que su organización se quejaba de todo en las calles de los ‘90, que no había trabajo para nadie, que la educación era muy mala y la salud también. Pero como a ellos nunca les gustó vivir de la queja –decía La Flaca– aprovecharon las políticas inclusivas de los gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fer-

nández de Kirchner para ponerse a construir y transformar la realidad de su pueblo. En materia laboral la Organización Barrial Túpac Amaru con sus cooperativas le disputó el dominio de las contrataciones de empleo a la familia Blaquier, convirtiéndose en la tercera empleadora de todo Jujuy con más de 15 mil puestos de trabajo. Elemento cualitativamente sobresaliente al significar mejores condiciones laborales y de alza del salario mínimo en toda la provincia. La Túpac se atrevió a desafiar el orden explotador del mismísimo diablo Familiar del Ingenio Ledesma. Incluso es uno de los principales artífices de llevar el legado de Olga Aredez y sentar en el banquillo de los acusados a Blaquier por los crímenes de lesa humanidad en la década de 1970. A nivel social, el otorgamiento de miles de viviendas de propiedad comunitaria para los compañeros sin techo y la incorporación de decenas de miles de niños y jóvenes al sistema educativo, son logros inconmensurables. Además, a ello, hay que agregarle los espacios deportivos y recreativos esparcidos en toda la geografía jujeña. En términos culturales, la reivindicación del ser originario devolvió a la mayoría de la población el orgullo de su piel, de su música, de su comida, de sus festejos y de sus costumbres en general. Por último, es necesario destacar que la Túpac Amaru tuvo dimensión histórica de la fuerza de su acción territorial y pudo armar una herramienta política-electoral que permitió el ingreso de varios diputados propios a la legislatura

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provincial. El hecho no es menor si advertimos que Jujuy se trata de una provincia donde el 90% de la población es originaria pero los cargos importantes del ejecutivo provincial, como por ejemplo Gobernador y Vicegobernador, siempre fueron ocupados por blancos. La mejor transformación integral de un pueblo sojuzgado es la dignidad colectiva. No hay dudas de que la revolución tupaquera en Jujuy se trata de eso.

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La revancha oligárquica. Milagro Sala está presa, pero es más que eso, es su rehén, como lo fueron los caciques diaguitas Juan Calchaquí y Viltipoco. Milagro Sala es el botín de Guerra del genocida Blaquier y otras familias ricas que nuevamente, con la presidencia de Macri y la gobernación de Gerardo Morales, creen que todo lo pueden en Jujuy. Los políticos burgueses, el empresariado y los mercenarios de la desinformación sostienen hasta el hartazgo, como sentencia inquisidora, que Milagro Sala construyó una organización paralela al Estado con fondos públicos otorgados por el kirchnerismo. Hay un error conceptual enorme en ello. No puede haber “Estado Paralelo” cuando el Estado formal de la provincia, durante décadas, nunca llegó a los sectores más pobres de la población. Para poder hacerlo el gobierno nacional tuvo que recurrir al trabajo de la única organización político-social inserta en las barriadas. El cuestionamiento del poder real sobre Milagro Sala solo refleja su verdadero odio de clase.

Ella es mujer. Una mujer, como Evita o como Cristina, que no se callan ante los poderosos. Pero aun peor, porque es una mujer india, desafiante del poder político, económico, judicial y mediático del Jujuy señorial, misógino y racista. Milagro Sala es la mujer india que no agacha la cabeza ante el amo. Porque en su concepción no tiene amo. Y logró, como líder, que miles de compañeros tampoco se arrodillen y besen la mano de su verdugo. A Milagro Sala la acusan de todo. Que es violenta, ladrona, traficante, asesina y varios disparates más. Por poco no la convierten en un engendro combinado del Petiso Orejudo, el Gordo Valor y Pablo Escobar. Apenas ganó Macri las elecciones presidenciales y Gerardo Morales la gobernación de Jujuy, la sentencia a Milagro ya estaba escrita: Culpable. Culpable de construir el Cantri para los pobres de Jujuy. Culpable por hacer cooperativas que emplean a más de 15 mil personas. Culpable de ser más eficiente y honesta que las empresas de construcción. Culpable por desarrollar un sistema educativo y de salud integral para la indiada. Culpable por ser kirchnerista. Culpable por denunciar los crímenes de Blaquier. Culpable por poner de pie a los que deberían vivir arrodillados. Culpable por revolucionar la provincia. La mejor definición del “trágico crimen” que cometió Milagro, según cuentan los presentes, lo dio un compañero que estaba acampando en la Plaza Belgrano en reclamo al gobierno entrante de la Alianza Cambiemos. Ante la pregunta de la cronista televisiva: “¿Usted por qué milita con Milagro Sala y está acampando en esta plaza?”. El hombre

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contestó: “Estoy aquí con la Milagro porque no quiero que mi hija termine siendo sirvienta suya, señorita”. Milagro Sala está más que presa, es la rehén insignia de la revancha oligárquica que nunca tendrá piedad y siempre nos va a odiar.

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ACAMPE

por Mariano Pacheco

Mariano Pacheco. Ensayista y comunicador popular. Conductor del programa radial La luna con gatillo: una crítica política de la cultura. Redactor en Revista Zoom, el periódico Resumen Latinoamericano y el portal La Tinta. Autor de varios libros sobre cultura y política. Su último publicado es Cabecita negra. Ensayos sobre literatura y peronismo.

“¡Ah!, esta civilización nuestra puede jactarse de todo, hasta de ser cruel y exterminadora consigo misma. Hay, sin embargo, un título modesto que no puede reivindicar todavía: es haber cumplido con los indígenas los deberes del más fuerte. Ni siquiera clementes hemos sido. Es el peor de los males”. “Todos los americanos tenemos sangre de indio en las venas, ¿por qué ese grito constante de exterminio contra los bárbaros?” Lucio V. Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles.

Sea porque se la acusó de organizar un acampe (lugar provisorio de vivienda) o por el manejo ilícito de fondos para construir viviendas (lugar permanente de morada), el hecho es que Milagro Sala continúa presa en el penal de Alto Comedero, más allá de las denuncias nacionales e internaciona-

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les por la irregularidad del proceso judicial y las voces alzadas para reclamar su libertad. Detención y primera acusación: Milagro Sala fue la “ideóloga” del acampe protagonizado por la Túpac Amaru (y otras 15 organizaciones sociales) en la Plaza Belgrano, frente a la Casa de Gobierno de Jujuy, que se mantuvo durante 52 días. Por tal motivo fue acusada de “ocupación del espacio público, alteración del orden y obstrucción del tránsito vehicular y peatonal”. Sobrevoló asimismo el fantasma de la “instigación a la violencia” por un escrache del que fue blanco el gobernador Gerardo Morales en 2009 (entonces senador), acción directa en la que los testigos presentados en el juicio (“René Arellano y su esposa”) no estuvieron presentes. Respecto de su condena por el acampe Sala declaró: “Después de no haber tenido respuesta de Gerardo Morales, tuve que viajar a Buenos Aires a hacerme cargo de mi candidatura como diputada del Parlasur. Cuando volví, cada organización social había tomado la decisión de acampar. Estaba la decisión tomada. Me llama la atención que únicamente la contravención sea contra la Túpac Amaru, cuando no estaba sola en la plaza. Esto no es de alcahuete ni de botona. Pero hay demasiada indignación hacia la Túpac Amaru. Hay demasiada bronca contra la Túpac Amaru”. El hedor americano. En su introducción a América Rodolfo Kush destacó que el hedor es “un signo que no logramos entender”, pero que así mismo expresa, de nuestra parte, un “sentimiento especial”, un “estado de aversión irremediable”.

El filósofo nuestroamericano, por su parte, también asevera: “la primera solución para los problemas de América apunta siempre a remediar la suciedad e implantar la pulcritud”. Retomando las reflexiones de don Gunter podríamos pensar que lo que más suele molestar del Acampe como modalidad de lucha no es el ejercicio del derecho a la protesta o los reclamos frente al Estado, sino la modalidad misma, que trae siempre consigo el fantasma del desierto, de las tolderías, de los indios como algo del presente y no como mero pasado Latinoamericano. El miedo al desamparo y la intemperie suele colocar a las blancas almas argentinas frente a frente con una inseguridad que molesta ante aquello que la civilización suele colocar como un pasado ya superado, y al que –dicho sea de paso– siempre que puede trata de obviar, incluso, como pasado. Por eso el fastidio ante las marchas y otras formas de protesta, pero por sobre todas las cosas, esa indignación frente a los Acampes, que suelen permanecer en el lugar no solo durante el día sino también durante las noches, en las que se cocina con leña y ollas populares, se canta y se toca la guitarra (como en antaño se hacía en las “pulperías”), se instalan carpas (cual “tiendas de campaña”) para refugiarse del frío y protegerse del viento, descansar e incluso, amar. Por eso la aversión no es sobre todo, afectiva. Hay algo del orden de lo que los cuerpos pueden cuando se juntan y “se dan manija”. Se puede cantar, gritar, morfar con las manos, limpiarse con las mangas del buzo, tomar del pico de la botella o fabricar vasos con pedazos de botellas. Se puede dormir al aire libre,

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caminar en la noche sin sentido o dirección alguna (siempre dentro de los “límites” que guarda el acampe, porque afuera –se sabe– acechan los lobos por doquier). Según la Real Academia Española “Acampar” significa “instalarse en el campo, al aire libre o en tiendas”. Toldería es una palabra que ni siquiera registra el diccionario, aunque sí “toldo”, a la que otorga dos significados. En primer lugar: “pabellón o cubierta de tela, que se tiende para hacer sombra en algún paraje”. Y luego, aclarando que corresponde a un “sentido argentino”, define: “tienda de indios, hecha de ramas y cueros”. La aversión por los acampes no es nueva. Las tomas de tierras para construir viviendas, o incluso las casas en las villas han sido siempre una imagen que provocó escándalo en las bellas almas argentinas. Ya en su Facundo Sarmiento hablaba de los “ranchos miserables” de la villa nacional, y los describía como un aspecto general de la barbarie incrustado en la civilización. ¿Será eso lo que tanto rechazo provoca el acampe? ¿Será esa reactualización del fantasma del desierto en la ciudad lo que concentra tanto odio? “Saliendo del recinto de la ciudad todo cambia de aspecto”, describía Don Faustino. ¿Pero qué pasa cuando el aspecto cambia en la misma ciudad? ¿Qué cuando el hedor americano se sitúa frente al centro comercial y el centro del poder político? Entonces allí lo bárbaro-salvaje ya no vaga sin límites en una inmensidad lejana, sino que se sitúa, de cuerpo presente, en la cercanía de esos lugares que dejan ya de vivirse como sitios seguros. El temor al disciplinamiento de la ciudad por la campaña,

el miedo a que la civilización sea “domada” por la barbarie (para retomar una metáfora sarmientina) se hace presente con todas sus fuerzas en cada Acampe, donde el “elemento bárbaro” se presenta con toda su desnudez. Justicia racista. En junio 2017, el Juzgado de Control en lo Penal N°3 de Jujuy declaró la nulidad del juicio contravencional contra Milagro por el Acampe, hecho por cual había sido condenada el pasado 29 de diciembre de 2016 por “ocupación del espacio público y alteración del orden”. El juez Isidoro Cruz entendió entonces que la dirigente social no debería haber sido juzgada por el Código Contravencional que entró en vigencia el 1° de enero de 2016, sino por la ley de Faltas anterior, ya que el delito que se juzgó comenzó en diciembre de 2015, aunque la detuvieron el 16 de enero de 2016. Por eso se declaró la nulidad del procedimiento llevado a cabo por el Juez Contravencional N°1, Matías Ustarez Carrillo, “como así también del juicio contravencional y de la sentencia dictada en el mismo”, según puede leerse en la notificación judicial publicada por los diarios. Si bien la nulidad no altera su situación penal (porque solo una resolución de la Corte Suprema de Justicia podría liberarla), no provocó si quiera que se haya accedido a cambiar su estadía del penal de Alto Comedero hacia una prisión domiciliaria. Seis meses después, el proceso avanza con el fallo de la Sala IV de Casación que confirmó la pena de tres años de prisión por el escrache contra Morales.

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Los pedidos de libertad por Milagro Sala se han multiplicado a lo largo y ancho del país e incluso fuera de las fronteras nacionales, y al cierre de este texto, otro hecho de racismo se suma a este “mamarracho jurídico” que tomó a Jujuy como territorio de ensayo de lo que podría ser la patria entera de consolidarse este Cambio de la Revolución de la Alegría (abogados de derechos humanos, como Eduardo Barcesat, Beinusz Szmukler y Pedro Dinani, caracterizaron que “estamos frente a estos tribunales que deshonran el deber de obediencia a la supremacía de la Constitución Nacional” y aseguraron que hoy “lo que está en juego es si tenemos realmente una Justicia que dé garantías a los derechos humanos, al debido proceso, a los derechos y garantías establecidos en la Constitución y los pactos internacionales”). El caso en cuestión es el de Facundo Jones Huala, quien fuera detenido para ser juzgado nuevamente por una misma causa de la que ya fue absuelto. En este caso, a diferencia de Sala, se suma el elemento de ser una persecución conjunta del Estado argentino y el Estado chileno sobre la Comunidad Mapuche. Precariedades civilizatorias. El problema de Milagro es que es mujer, india y tuvo el tupé de organizar a la indiada y ponerse al frente. No importa lo que podamos pensar respecto de los modos de organización de la Túpac Amaru, su adscripción partidaria, su linaje identitario. Aún sin compartir todos estos elementos es difícil negarse a darse cuenta lo que pasa allí: hay una acción política racista destinada a

aniquilar una experiencia en particular, sí, pero también, a poder aleccionar a los de abajo en todo el norte argentino. Evita, Guevara y Túpac Amaru como símbolos de la lucha por una patria liberada. Eso es lo que encoleriza al poder y lo que el stablishment jujeño se propone extirpar del imaginario popular. La estrategia de “cerco y aniquilamiento” tendida sobre los tupaqueros (situación que se expresa descarnadamente en el ensañamiento contra Milagro Sala), apunta a exterminar a la Túpac como organización, un modo ejemplificador de borrar todo gesto de insubordinación de la negrada al poder local, así como también barrer la organización que pueda pelear por nuevos derechos para los cabecitas negra e incluso disputar porciones de poder institucional a las fuerzas conservadoras de la provincia. Cuando la cuestión ya no es –como antaño– la conquista del territorio sino su seguridad, cualquier anomalía será tratada como virus extraño en el orden del cuerpo. Esto es lo que ha hecho el contador Morales al ponerse al frente, él mismo, del combate a todo o nada contra Milagro y las tupaqueras que la acompañan. Cuando los “desechos de la civilización” se hacen presentes, por ejemplo mediante un acampe en el centro mismo de la ciudad, evidencian con sus cuerpos mismos la situación de precariedad estructural sobre la que se edifican los privilegios de quienes se benefician con esa civilización. Por eso el nombre de Milagro se constituyó en una figura clave para interpretar el único modo de inclusión que el estado jujeño se reserva para los disidentes: la

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inclusión mediante la vía de la reclusión. El carácter de detenido es el único estatuto de ciudadanía que se reserva para los rebeldes un modo de gestión del gobierno que incluso, para muchos, no sostienen ni siquiera la vigencia del estado de derecho.

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¿Qué pasa si el desierto crece? El desierto ha sido el lugar en donde han habitado, desde siempre, los veraces. El aforismo nietzscheano expresa así una posibilidad: apropiarse del desierto como una imagen del pensamiento (crítico) diferente a la que le han otorgado, desde siempre, las elites dominantes en nuestro país. Hace unos años, el crítico cultural Fermín Rodríguez publicó un libro en el que invirtió, desde el título mismo, la máxima nacional que se propuso encontrar una nación para el desierto argentino. Así, desde Un desierto para la nación, Rodríguez da cuenta de esta operación fundadora de la nacionalidad. Y sugerentes desafíos no solo de reinterpretación de la narrativa histórica sino de los desafíos del presente. La figura de Milagro Sala y su liderazgo de un movimiento social que proyectó construir porciones de poder en disputa con los poderes provinciales (aún, incluso, compartiendo un suelo partidario común) ponen a la experiencia tupaquera en un lugar maldito para el poder, e incómodo para quienes no hemos compartido –ni compartimos– sus modos de organización, sus métodos de trabajo, su identidad política, sus apuestas electorales. Así y todo, Milagro y el tupaquerismo no dejan de provocar el desafío. ¿Cómo

situarse frente al poder cuando se ensaña con aquellos con quienes tenemos profundas diferencias políticas? Una ética, que es por supuesto también una política, marca un camino frente al moralismo reinante hoy en Jujuy: condenar el racismo frente a todas aquellas razas que, cual tribus nómades en el desierto, corroen la legitimidad de un Estado que se empeña en demonizar una forma particular de organización popular, pero que en el fondo, solo busca conjurar cualquier tipo de puesta en cuestión de sus modos de ser. El puntapié del Acampe tupaquero para ir contra Milagro Sala expresa todo el odio contenido por el poder jujeño, que es un poder no solo burgués-capitalista sino además patriarcal, racista, xenófobo. Milagro es india y es mujer, y se atrevió a discutir de igual a igual con varones blancos. Eso es imperdonable. No importa su “apariencia masculina”, o más bien, parece que todo lo contrario: parece exacerbar aún más los prejuicios el hecho de que sea india-mujer y ejerza el liderazgo de una organización popular sin los modismos femeninos tradicionales. Tal vez si hubiese sido la “secretaria de acción social” de un movimiento de base indígena pero dirigido por un hombre blanco otro sería el cantar. Frente a ese embate, entonces, solo podemos recordar la frase fanoniana explicitada en el film de Enrique Juárez Ya es tiempo de violencia: “la verdad es para el pueblo todo aquello que daña a las clases dominantes”. Sin lugar a dudas el Acampe, como método de protesta, es una forma no solo de expresar los propios modos de vida populares, sino también de poner en entre-dicho la relación

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entre lo público y lo estatal, y habilitar nuevos interrogantes en torno a los modos de ocupar el espacio. Apostilla: Las “Barracas” del diario Clarín:

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El kirchnerismo hizo de las viviendas sociales una herramienta para otorgar poder. La líder de la Túpac Amaru recibió más de 1.500 millones de pesos que debían destinarse a obras. Esos recursos del Estado la empoderaron. Las casas de Milagro Sala no pertenecían a la gente que las habitaba, nunca les dio los títulos de propiedad. Las viviendas en realidad eran una suerte de conjunto habitacional equivalente a barracas militares en las que ubicaba a sus militantes. Y éstos podían permanecer adentro en tanto y en cuanto cumplieran con sus órdenes, que podían ir desde repartir una copa de leche, hacer un piquete, quemar la casa de gobierno o, incluso, disparar contra algún ´enemigo´ o servir de dama de compañía para su hijo, ´El Reptil´. Si no aceptaban las órdenes o ´La Flaca´ sospechaba alguna deslealtad, previa golpiza, la familia entera era desalojada de la barraca.

(Diario Clarín, 5/06/2017)

MILLONES

por Julián Petrulevičius

Julián F. Petrulevičius, científico y profesor que eligió la escuela pública, la universidad pública y el consejo nacional de investigaciones para estudiar y trabajar, coautor de Tupacsala niunamenos Petrulevičius y Gutiérrez, 2016, Kirchnerala treintamil Petrulevičius y Gutiérrez, 2016 y Argentinala cristinae Petrulevičius y Gutiérrez, 2016; géneros y especies de libélulas de seis alas de La Rioja de hace 325 millones de años y descubiertas por el grande de Pedro G.

Reconstrucción de Tupacsala niunamenos Petrulevičius y Gutiérrez, 2016

Etimología traducida de la publicación del género Tupacsala Petrulevičius y Gutiérrez, 20161: Dedicado a la memoria de José Gabriel Condorcanqui Noguera, Túpac Amaru II (1738-1781) y Milagro Amalia Ángela Sala (1963- ).Túpac Amaru en 1780-1781 inició una revuelta contra el estado 1 Petrulevičius, J. F. y Gutiérrez, P. R. 2016. New basal Odonatoptera (Insecta) from the lower Carboniferous (Serpukhovian) of Argentina. Arquivos Entomolóxicos 16: 341-358.

Español y sus reglas. Fue torturado y forzado a ser testigo de la ejecución de las sentencias impuestas a su familia y luego ejecutado y descuartizado para ser expuesto. Milagro Sala es una prominente líder social argentina, Secretaria de la “Organización Barrial Túpac Amaru” y Parlamentaria del Parlasur encarcelada desde el 16 de enero del 2016.

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Etimología traducida de la publicación original de la especie Tupacsala niunamenos Petrulevičius y Gutiérrez, 2016: Dedicado a “Ni Una Menos” un grito colectivo contra la violencia de género. Es una campaña colectiva que devino de la necesidad de decir “basta de femicidios”, ya que en Argentina cada 182 horas en 2017 una mujer es asesinada solo por ser mujer.

Se puede acceder a la publicación original del trabajo escaneando con un celular inteligente o tablet el siguiente código QR

2 La publicación original en 2016 hacía referencia a que en 2015, en Argentina, cada 30 horas una mujer era asesinada solo por ser mujer.

EPÍLOGO

por Melina Gaona

Doctora en Comunicación (UNLP) y licenciada en Comunicación Social (UNJu). Becaria interna postdoctoral de Conicet (CEHCME- UNQui) y docente en la Universidad Nacional de La Matanza.

La Túpac ha sucedido

La historia de Jujuy es una historia de las desigualdades, y de los distintos factores que hacen de capas que van tramando complejamente esas desigualdades. La Túpac Amaru bucea en ese entramado, y su hacer parece haber encontrado una función transformadora de esas desigualdades. Sería conveniente, entonces, ubicarla como una excepcionalidad que se cimienta de manera coherente con la historia social y cultural local. Para su interpretación es también necesaria, a contraluz de lo local, la incorporación de las condiciones en el plano nacional, latinoamericano y global. Las claves del proceder multitudinario, la vehemencia de su liderazgo y la articulación de reacciones hacia ellxs son un nuevo zócalo para la lectura de los movimientos sociales y de los procesos populares en estas latitudes.

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Historia Reciente. La estocada menemista durante la última década del pasado siglo en una provincia como Jujuy, signada por las asimetrías históricas a raíz de la postergación económica regional, no hizo más que recrudecer un estancamiento previo en el crecimiento industrial local. El experimento desregulador del mercado de los ‘90, el desfinanciamiento de la seguridad social y el desguace y posterior venta de las empresas públicas propició el incremento de los índices de desigualdad iniciados hacía décadas en una provincia sin inserción productiva clara en el nuevo modelo, fomentando altísimos niveles de desempleo, exclusión y marginalidad. Un buen número de la población involucrada en los sectores productivos truncados ya para fines de los ‘80 y principios de los ‘90 se vio obligada a recurrir al cuenta propismo, a los micro emprendimientos y a la dependencia de diferentes paliativos estatales. Éste y procesos similares de supresión del empleo generaron una escalada conflictiva en los sectores urbanos de la provincia que se instalaron mediante luchas crónicas a lo largo de toda la década de los ’90 en forma de piquetes, marchas, huelgas, tomas y acampes. Entre 1980 y 2002, de las provincias del Noroeste, las cuales muestran niveles más bajos de producción y empleo que el resto del país, Jujuy registró la tasa de actividad promedio y de empleo más bajas de la región1. 1 De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, sobre la base de datos del INDEC, entre 1980 y 2002 la tasa de actividad de Jujuy fue de 33,8% (el promedio en el NOA era de 36,1% y en el total del país 42,3%) y la de empleo del 31,1% (el promedio en el NOA era de 32% y en el total del país 36,4%). En ambos casos, se trata de los promedios más bajos entre las provincias del NOA (Martínez, Golovanevsky y Medina, 2010)

La experiencia a nivel nacional de inestabilidad y crisis económica más pronunciada desde mediados de la década de los ’90, y la exacerbación de crisis institucional durante el delarruismo, se experimentó en Jujuy ya desde fines de los ‘80 y durante todos los ’90 con un clima creciente de empobrecimiento e “ingobernabilidad”. Esto provocó que la provincia se ajustara políticamente al tránsito de ocho gobernadores a lo largo de la década, con una caída virulenta y conflictiva en el caso de cuatro de ellos2. De hecho, para 2001 y 2002, el declive económico nacional se experimentó como línea de continuidad de un conflicto de muy larga data, que, en cambio, encontró a Jujuy en una relativa estabilidad gubernamental habiendo sostenido por primera vez en varios años a un mismo gobernador en el poder. No obstante, la crisis económica se sostuvo como marca estructural de la experiencia local y la población bajo la línea de pobreza para ese año alcanzaba un 68,1%, de acuerdo con el INDEC3. La situación productiva va de la mano con problemáticas habitacionales y urbanas vinculadas a la prefirerización de la ciudad, debido a las migraciones internas. 2 Ricardo De Aparici renuncia (1987-1990); Eduardo Huáscar Alderete completa el mandato del anterior (1990-1991); Roberto Rubén Domínguez renuncia (19911993); José Carlos Ficoseco renuncia (1992-1994); Oscar Agustín Perassi completa el mandato de los dos anteriores (1994-1995); Guillermo Eugenio Snopek fallece (1995-1996); Carlos Alfonso Ferraro renuncia (1996-1998); Eduardo Alfredo Fellner completa el mandato, y es electo y reelecto (1998-2007). 3 Lagos, M. y Gutiérrez, M. (2009). La década del menemismo y la ingobernabilidad en Jujuy. Nación, región y provincia en los noventa. En M. Lagos (comp.), Jujuy bajo el signo neoliberal. Política, sociedad y cultura en la década del noventa (pp. 65-124). 2° Ed. San Salvador de Jujuy, EDIUNJu.

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García Vargas habla de una “implosión de pobres”4 como fenómeno social local a partir del drenaje poblacional de las zonas de quebrada y puna hacia conglomerados urbanos. El epicentro paradigmático de este proceso es Alto Comedero, un sector populoso y popular que en alrededor de 25 años alcanzó a reunir prácticamente un tercio de la población de todo San Salvador de Jujuy. Al fragor de este panorama económico y político, la beligerancia social e inestabilidad gubernamental posicionan al movimiento de desocupados y parte de los sindicatos estatales5 como un emergente popular de resistencia frente a gobiernos provinciales débiles con un marcado uso de la fuerza oficial para combatir la protesta. La Túpac Amaru, surgimiento y consolidación. Frente a un gobierno justicialista caudillista que responde a los rumbos federales sin un fuerte peso de reconocimiento y 4 García Vargas, A. (2009). “Geografías del poder. Comunicación transnacional y estudios interculturales en la periferia globalizada” en Memoria Encuentro Internacional Comunicación y Cultura “Interculturalidad, globalización y comunicación”. La Paz, Fundación Visión Cultural. Pág.:367 5 Kindgard (2009) reconoce que la tendencia alineada con el gobierno por aquellos años por parte de la Confederación General del Trabajo (CGT) generó la necesidad de la expresión de demanda y de lucha a partir de nuevos sindicatos disidentes: el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA), la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y la central obrera independiente Central de Trabajadores de la Argentina (CTA). En Jujuy, durante los años de mayor conflicto tiene una gran preponderancia el Frente de Gremios Estatales (FGE), el cual, entre otros gremios contaba con el Sindicato de Empleados y Obreros Municipales (SEOM), con el ‘Perro’ Santillán como figura rutilante en las luchas de la década. Otra de las configuraciones claves de la época a nivel político es la Multisectorial, compuesta por sindicatos, organizaciones de estudiantes y colegios profesionales.

legitimidad local, y al presentarse en las últimas décadas un panorama desmovilizante por parte de los cuadros desde los partidos tradicionales, la historia política de Jujuy reciente se ve guiada por la lucha de los movimientos sociales: sindicales, de organizaciones piqueteras, del movimiento indígena, del movimiento de Derechos Humanos, etc. En este contexto, los cimientos de lo que hoy se conoce como parte de la organización barrial Túpac Amaru tienen origen en la labor encauzada desde la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y la Central de Trabajadores de la Argentina6 (CTA) a partir de 1999. La inserción de muchxs de lxs militantes y dirigentes de la organización tiene inicio ya a fines de la década de los ‘80, integrándose a las líneas de ATE. La acción colectiva territorial se ve así marcada históricamente por sus orígenes sindicales y en torno de la demanda al Estado. Desde la gestación del movimiento podemos distinguir cuatro vías de inscripción política cla6 La CTA nació como central sindical autónoma y alternativa, disidente y desasociada de los sindicatos identificados con el peronismo, y contraria a las políticas neoliberales acentuadas en la década de 1990. Aunque es una central sindical, desde sus orígenes reúne características ‘movimientistas’, por su composición, formas de lucha y prácticas asamblearias. Podría definirse como un “movimiento social sindical” (Waterman, cit. en Giorgetti, 2010: 6). Fue fundada por Víctor De Gennaro (que fue quien recomendó a Milagro Sala empezar con la tarea territorial en la provincia de Jujuy) y Germán Abdala. La CTA, reconocida como organización sindical de tercer grado (central que congrega a sindicatos del sector, los que a su vez incorporan a organizaciones de base) reúne a nivel nacional a dos de los sindicatos más afectados por las políticas de Reforma de los ‘90, la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y La Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA). En Jujuy reúne, entre otros, a: ADEP, ADIUNJU, ATE, FJA, AMMAR y SOEA Ing. La Esperanza (Fuente: http:// www.ctajujuy.org.ar/spip.php?rubrique4 Visto el 17-08-2010). La Túpac Amaru estuvo afiliada a la CTA hasta septiembre de 2010.

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ves para la interpretación de esta organización. Las primeras tres refieren a la raíz combativa sindical de origen, el corte justicialista con el que se identificaban muchxs de sus militantes7, y la importancia de la inscripción territorial barrial cotidiana. Estos tres elementos son comunes a la Túpac y a muchas organizaciones sociales a nivel nacional. A estas características de pertenencia hay que sumarle un factor poco explorado, incorporado o asimilado en lo que tiene que ver con las organizaciones de este tipo a nivel federal, y que probablemente haga de la Túpac una experiencia singular. Éste es el factor andino/coya, y su trascendencia como real matriz ideológica en muchos de los cursos de la organización. En 2003, con la aprobación para participar del Programa Federal de Emergencia Habitacional8 y la organización de cooperativas de construcción de viviendas la Túpac accede a su primera experiencia de manejo autónomo de fondos genuinos dispuestos directamente desde el Estado Nacional para la producción, y con ello se da una escalada exponen-

7 Sin embargo, se hallaban ante un gobierno peronista a nivel provincial y nacional que desconocía la tendencia histórica del movimiento en favor de los trabajadores y los sectores más vulnerables (Kindgard, 2009), lo que desdibujaba así el horizonte partidario como fórmula de la acción militante por el sostenimiento de dichos principios. 8 “El Programa busca solucionar la emergencia habitacional y laboral a través de la participación de los beneficiarios del Plan Jefes y Jefas de Hogar y desocupados, organizados en forma de Cooperativas de Trabajo, para la construcción de viviendas. De esta manera, la política del programa resuelve simultáneamente problemas habitacionales y laborales, permitiendo aplicar fondos, actualmente destinados a subsidios por desempleo en la emergencia, a la generación de un proceso productivo que permita la reinserción social y laboral.” (Fuente: http://www.vivienda.gob.ar/emergencia/descripcion.html visto por última vez el 10/07/2017)

cial de crecimiento en los cursos políticos de movilización popular. El escenario histórico planteado como parte inicial del texto sirve para poder sopesar la relevancia de la organización a nivel provincial, en una economía monopolizada por el sector productivo privado que requiere mano de obra muchas veces mal remunerada y en condiciones paupérrimas de trabajo (sector azucarero, tabacalero y minero). Así, la Túpac Amaru se convirtió rápidamente en uno de los motores económicos de la provincia, ubicándose como el tercer empleador, solo detrás de la industria azucarera y del Estado. Como muestra material, puede enumerarse a grandes rasgos que en la provincia han construido ocho mil viviendas, escuelas y colegios, centros de salud, un centro de rehabilitación integral, centros integrales comunitarios, salas de cuidado de la infancia, comedores, polideportivos y piletas, un centro cultural con cine, el parque acuático más grande de la provincia y una réplica del templo de Kalasasaya (originalmente en Tiwanaku, Bolivia). Esta tarea se llevó a cabo en cooperativas de construcción generadas en gran medida por mujeres sin experiencia previa en albañilería. Hacia fines de la primera década del 2000, la Túpac ya sostiene el peso de interlocutor local vital frente a la política tradicional, voz mayúscula entre las organizaciones sociales de la región, inclinador de la balanza de la Central de Trabajadores Argentinos a nivel federal (aportando más de 70

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mil afiliados a la CTA)9, intermediador fundamental de los recursos disponibles por medio de distintos programas de política pública nacional y actor de roce internacional con movimientos políticos afines en toda Latinoamérica. Esto devino en un crecimiento escalonado y la acumulación de un capital simbólico que se fue evidenciando de manera más pronunciada a lo largo de los años. La gestión frente al Estado, la alineación convencida a la par de un modelo de gobierno a nivel nacional y las modulaciones estratégicas en la disputa con el poder político provincial, le permitieron consolidarse como vía hegemónica alternativa, tanto en lo que refiere al desarrollo material a partir de los recursos del Estado, como a la disposición masiva de militantes políticxs reunidos en causas comunes. Ya establecida como fuerza alternativa y síntesis simbólica de los deseos y demandas de un fragmento de los sectores populares locales, la Túpac dio varias muestras de su capacidad de convocatoria y peso político organizando la Constituyente Social en 2008, la marcha de los pueblos originarios en el bicentenario argentino en 2010, y conformando un partido político y frente electoral –el Partido por la Soberanía Popular (PSP) y el Frente Unidos y Organizados por la Soberanía Popular (FUyO)– a partir de 2013. La conformación del movimiento en tanto que partido político tiene la rúbrica de ambas expresiones: las bases de la justicia social 9 Esta tendencia se sostiene hasta septiembre de 2010, cuando la Túpac decide abandonar su afiliación a la Central, luego de un conflicto de apoyos en las elecciones internas llevadas adelante entre los candidatos Hugo Yasky y Pablo Micheli.

peronista y la raíz comunal andina. Esta indigenización del peronismo le agrega a la cuota histórica de clase un componente étnico novedoso. La acumulación de la experiencia movimientista de cara al Estado, sumada a la experiencia sindical de militancia, el roce y negociación permanente con las dirigencias de los partidos políticos provinciales y nacionales, allanaron parte del camino hacia la conformación del partido. El FUyO fue una traducción institucional de una acumulación histórica instituyente. Para entender (solo) algunas transformaciones. Ya desde los primeros años en las copas de leche o en las cooperativas, un vistazo evidenciaba el número significativo de mujeres presentes en la Túpac Amaru. Una buena parte de estas mujeres se dedicaron sobre todo a las tareas de construcción, convirtiendo estos espacios, para algunas, en una primera experiencia de trabajo remunerado fuera del hogar, y, para otras, de primer empleo estable en sus trayectorias. Además, gran parte de las mujeres en las obras no habían tenido hasta el ingreso a la Túpac Amaru experiencia previa en albañilería, herrería y construcción. La presencia mayoritaria de mujeres en las bases de la organización, la institucionalización a partir de la práctica de políticas de conciliación de tiempos y espacios de trabajo remunerado con las cargas domésticas y familiares, la permanencia por tiempos más prolongados por parte de las mujeres respecto de los varones en la órbita de la organización, además del evidente peso de la identificación con un liderazgo personalista como el de Milagro

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Sala, devinieron en que muchas de ellas ocuparan roles de liderazgo entre las capas medias de la Túpac, como presidentas de cooperativas y encargadas de obras, cargos jerárquicos pocas veces alcanzados por mujeres en el ámbito laboral, en la acción sindical, y en el trabajo popular y comunitario. Señalar que las mujeres emprenden y ocupan un rol destacado en cantidad y en jerarquías en lo que respecta al trabajo y a la militancia resulta relevante a contraluz de una serie de medidas tomadas como parte del desenvolvimiento de la vida cotidiana en la Túpac. Un gran número de las mujeres incluidas en los proyectos de construcción de viviendas son mujeres jóvenes, madres solteras, mujeres embarazadas, lesbianas y trans, analfabetas, ex presidiarias, mujeres con problemas de salud (sobrepeso, por ejemplo) y en un rango de edad que no entra dentro de los requisitos que se exigen habitualmente en el universo laboral privado. Asimismo, al acceder mayoritariamente a tareas de trabajo “no tradicionales” para las mujeres, muchas aluden al bienestar de no tener que responder cotidianamente a prescripciones culturales respecto de la imagen y la performance femenina en espacios públicos. Por otra parte, un factor fundamental que hace a la especificidad de la incorporación laboral masiva de mujeres en la organización Túpac Amaru tiene que ver con el sistema comunitario de cuidado de la primera y segunda infancia (“guarderías”) enfocado sobre todo en los hijos e hijas de lxs cooperativistas de obras. Las salas para la infancia funcionaban durante los horarios de trabajo de las obras de construc-

ción, por lo que muchxs adultxs pueden delegar el cuidado de lxs niñxs fuera del ámbito doméstico o familiar directo. Asimismo, en el cantri10, la disponibilidad del comedor comunitario y de las decenas de copas de leche en las distintas etapas del barrio permitía proveer de alimento a lxs niñxs de las familias del barrio. La provisión de infraestructura y servicios de apoyo para cubrir las necesidades de lxs niñxs hacen al bienestar social familiar y a mayores condiciones de igualdad en el acceso al trabajo remunerado entre mujeres y varones. Espacios comunitarios como estos permitieron armonizar la vida laboral y familiar/doméstica, y aminorar brechas socioeconómicas como de género. En una muestra realizada en 2010, dos de cada tres mujeres que vivían en el cantri no habían terminado sus estudios secundarios, y en todos los casos el motivo aludido refería a la maternidad adolescente y las responsabilidades domésticas. La oferta educativa en los colegios de gestión social de la organización en todos los niveles a contra-turno de los horarios de trabajo se vio impulsada permanentemente por la presión personalizada de Sala con cada unx de lxs militantes, de acuerdo con los relatos acerca de la incorporación al sistema educativo. Acerca del acceso a la vivienda y la conformación de hogares en el barrio construido por la organización, en el muestreo realizado un 57% de los hogares eran de jefatura de mujeres solteras, viudas o separadas con hijxs. Así, los ho10 “El cantri de los pobres” es el nombre que recibe el barrio construido por la organización, en una parodia a los countries.

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gares monoparentales femeninos constituían la morfología familiar más repetida en las viviendas. Gran parte de estas mujeres vivía con unx solx hijx. Este acceso tiene un peso inconmensurable más allá del dato numérico acerca del déficit habitacional, solo perceptible en el relato de sus trayectorias previas. Así, para muchxs supuso la posibilidad de salida de relaciones familiares y de pareja violentas, de condiciones precarias y de hacinamiento, de la alternancia permanente entre viviendas, y de la conformación de un primer hogar con vivienda propia entre familias jóvenes. El acceso a espacios de aprendizaje social de oficios, a empleos estables, a la vivienda, y a las garantías de educación y salud, generaron las condiciones para que la Túpac además funcionara como un espacio de encuentro de personas de la comunidad LGBTQ, un colectivo social altamente intersectado por las desigualdades materiales a partir de la diferencia. El “Área de Diversidad” conformada en la Túpac no se trata de una segregación al interior del movimiento como trasgresión segmentada, sino que es producto del desenvolvimiento agente de las condiciones de reproductibilidad de la vida por parte de un conjunto de individuos que derivan de manera –no casualmente– colectiva en la Túpac. Esto supone asimilar buena parte de las acciones en concreto como resultado de una elaboración de transformación con raíz en la experiencia compartida. Más allá de las posibilidades laborales y de acceso a bienes materiales y de otros derechos, para muchxs militantes la Túpac Amaru se elabora como espacio alterado y distan-

ciado de las lógicas heteronormativas más violentas, desde los espacios institucionales generados para la promoción del respeto y la valoración, hasta el desarrollo afectivo público más cotidiano entre militantes y obrerxs. Las marchas del orgullo llevadas adelante por lxs militantes en 2014 y 2015 fueron las manifestaciones con consignas LGBTQ más importantes que se hayan registrado en todo el noroeste argentino, con la participación de decenas de miles de personas. Estas marchas hibridaron prácticas carnavalescas de corsos de las zonas bajas, con apuestas de carrozas símiles a las del desfile de reinas de la Fiesta Nacional de los Estudiantes –uno de los eventos más valorados y caros a la tradición local–, enalteciendo en ellas a reinas trans y a dragsqueens y kings. Si bien estos eventos son los más destacados públicamente en lo que respecta a las acciones militantes en torno a las sexualidades por parte de la Túpac Amaru, ambos son tan solo el desprendimiento de un proceso mucho más rico que se gesta prácticamente desde los inicios de la organización. En parte debido al acrecentado número de mujeres lesbianas que se reconoce desde los inicios entre las líneas fundadoras de la Túpac, en parte a partir de la apuesta por asumir la responsabilidad de la resolución de situaciones y problemáticas al interior de la comunidad LGBT en la organización (filiales y de vínculos afectivos, legales, de acompañamiento, apoyo emocional y soporte laboral y económico), y del reconocimiento de consignas igualitarias para lxs militantes. Inclusive previo a la aprobación de la Ley de matrimonio

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igualitario ya se celebraban matrimonios entre parejas del mismo sexo durante la ceremonia anual del Inti Raymi (solsticio de invierno). La Túpac se ha valido de identificaciones estratégicas como procesos de reconocimiento auto-afirmativo en tanto encontró allí una vía para desandar opresiones múltiples y transversales. No podemos pensar al orgullo sexual y de género, por fuera del reconocimiento afirmativo étnico o los méritos de lo obtenido desde las capas socioeconómicas más bajas sosteniendo y enalteciendo una reivindicación de clase popular villera. Parte de las vías más potentes de transformación y emancipación se dieron en dos caminos de lo practicado: en las alianzas transversales de resistencia estratégica a la norma (el lazo comunitario, la discusión de algunos indecibles, la rearticulación de lo experimentado) y en la reapropiación corporal de figuras hegemónicas por parte de cuerpos múltiples y bizarrxs que conmocionan la estabilidad de lo visible a nivel local. Estas estrategias no del todo planificadas pueden tener parte importante en la reacción del status quo contra ellas. Para comprender al menos inicialmente una trama tan compleja como las identidades locales jujeñas, es necesario atender a los vaivenes históricos en la contienda local por la pertenencia nacional, desde una región de frontera con un alto índice de población indígena, inmigrante y descendiente de inmigrantes. Esto lleva, por ejemplo, a que la capital provincial opere construyéndose a sí misma mediante senti-

dos normalizados de una figura de localidad ideal abonada y restituida por los elementos más visibles, a partir de los cuales se caratula el delineamiento de identificación unívoca pretendido por los sectores hegemónicos11. Esta configuración ideal se presenta fenotípicamente blanca, argentina (en conflicto y negación con la proximidad boliviana), católica, gaucha heroica (coherente con el nacionalismo criollo del siglo XX) y con necesidad de lo urbano como contrapartida de aquel territorio/paisaje etnificado, patrimonializado y fronterizo, que suponen la puna y quebrada provinciales12. Frente a esto, la Túpac Amaru restituye parte de los símbolos indígenas entre una comunidad mayormente urbana que hasta ese momento había rechazado o velado su pertenencia étnica. La espectacularización de lo indígena en la ciudad puede percibirse como signo eficaz, ante una operación urbana por desindigenizar la ciudad y por etnificar el interior provincial. La presencia, por ejemplo, del templo de Kalasasaya como símbolo indígena no es ni ornamental, ni pintoresco, sino que trasciende como elemento crítico interno, como presencia incómoda que habla a partir de elemen11 Algunas articulaciones hegemónicas locales pueden sintetizarse en las escenas visibles que aportan a su constitución; entre otras, la Fiesta Nacional de los Estudiantes (desfiles de carrozas, elecciones de reinas), las conmemoraciones anuales del Éxodo Jujeño, el símbolo deportivo del Gimnasia y Esgrima de Jujuy (el lobo jujeño), las celebraciones y peregrinaciones populares cristianas de la Virgen de Río Blanco y Paypaya. Además del Carnaval, en el que los sectores hegemónicos –rotulados como experiencia popular anual– se permiten hablar y habitar jolgoriosamente el interior no urbano. 12 Esta conceptualización se hace basándonos sobre todo en lo ya trabajado por Burgos, 2014; García Vargas, 2010; Ficoseco, 2007; Caggiano, 2005; Karasik, 1994; Belli y Slavutsky, 1994; entre otros.

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tos construidos concatenadamente en comunidad13. Estos excesos son una afrenta a la moral de la necesidad por la que transita la experiencia comunitaria de estos sectores. Entre el número, el gasto, la masa, la obra desmedida, no se percibe un aura de racionalismo envilecedor del esfuerzo, del desgaste o de la pérdida. Aunque existe un comportamiento agonístico, no parece ser el principal movilizador del derroche, sino que más bien puede advertirse como una promesa de concreción de algo inconmensurable 14. Ciertas prácticas de reciprocidad y de lógicas de propiedad comunal de la Túpac fueron novedosas entre organizaciones sociales a nivel nacional, acercándola mucho a experiencias comunitarias andinas. Esto la convierte en una organización peculiar que supo combinar repertorios más comunes de protesta y de territorialización barrial con métodos de convivencia, de producción y de posesión diferenciadas. Afecciones y economías del odio como precondición. Es improbable la asimilación de estas multitudes visibles, sobre todo cuando la politicidad de la ciudad parece agotarse en la ciudadanía formal del voto. Le ocurre a la praxis generalizada 13 Al hablar de comunidad lo hacemos configurando un sector de la población que en gran medida se ve conformada por sectores migrantes que, por un lado, se vieron forzados a ‘drenar’ las regiones de puna y quebrada como elementos ya fragmentados a partir de la operación crónica de confinamiento excluyente que marginalizó a los habitantes de esta región, tanto del proyecto político nacional, como del provincial; y, por otro lado, por procesos más recientes de vaciamiento de polos productivos empresariales en la zona de las yungas y los valles más próximos. 14

Bataille, G. (1987). La parte maldita. Madrid: Icaria.

de la experiencia urbana una sensación de aberración frente a todo aquello que no se corresponda con lo esperable según las lógicas contemporáneas de la ciudad. La interrupción del flujo y la condición vectorial del tránsito, la movilización de lo marginal hacia lo céntrico, o cualquier evidencia de una disrupción de sus códigos administrativos continúa generando reacciones sarmientinas acerca de la presencia de lo indeseado y lo no viable en las pretensiones hegemónicas de ciudad. Se tejen y se han tejido históricamente discursos en torno de la violencia de la Túpac Amaru, cuyos estatutos de verdad y mentira no someteremos a mayor profundidad. Los procedimientos de averiguación pueden resultar falaces en un intercambio actual argentino, un plano nacional que no da cabida a aquello que no es parte del repertorio discursivo del presente. La ausencia de recursos lingüísticos de paridad genera a la víctima de una injusticia por el mero desinterés cultural de la intraductibilidad. La exploración en torno de la violencia requiere en este caso, no de la averiguación de lo factual (dada esta distorsión de la evidencia), sino del sometimiento a crítica del por qué es que pueden sostenerse movimientos transformadores con modalidades diversas de acometividad. Y con esto hablamos no sólo de la organización sometida al análisis más profundo, sino de todos aquellos movimientos sociales, actorxs políticxs, partidos tradicionales, sectores institucionales y discursos mediáticos masivos que han sostenido e instigado cada uno de los episodios asimilados a la historia de la Túpac. Después de todo,

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planteamos que es la Túpac Amaru la catalizadora en el presente de procesos y conflictos culturales previos y vigentes. Lo que sí queda claro es que existe en razón del intercambio simbólico e interaccional entre los distintos sectores que se articulan alrededor y en contra de la Túpac en el intercambio político jujeño una acumulación discursiva a modo de afección diseminada. Instituciones y actores de las más diversas procedencias han sostenido y acrecentado un flujo permanente de precondiciones de sentido, sea aludiendo a sus métodos relacionales, aludiendo a la afluencia de recursos, a la disposición de ellos, a la incorporación a demandas y conflictos antecedentes a la organización (en materia de DDHH o de agenda feminista, por ejemplo). La hipervisibilización que alcanzó en el plano público local devino en una diversificación de las afecciones hacia ella. Por otra parte, la apuesta por una restitución de lo colectivo por parte del movimiento supone un precio alto por costear. Los logros materiales de lo popular no descansan sobre lo obtenido, sino que históricamente se han visto y se ven fustigados por los sectores dominantes. Se han dirimido así de frente con sectores encolerizados que sostienen en pugna las disputas por las balanzas distributivas. Más allá de lo material y lo económico, la reconstrucción de algún tipo de lazo social ha requerido de márgenes de protección recia y liderazgos fuertes. La actuación por la preservación se sostiene frente a una intervención consciente sobre retóricas que han proclamado un proyecto difamatorio durante los últimos años. La asime-

tría en el reparto de discursos visibles opera como coerción permanente que los constriñe a proteger impetuosa e implacablemente la calle, el barrio, el colectivo reunido, lo que se discute en asamblea, etc. Lo problemático en esto radica en que dicha salvaguardia busca los recursos dentro del derrotero de métodos y estrategias más fácilmente reconocibles como de protección y cuidado; métodos que, por otra parte, pueden inscribirse en lógicas pleiteantes y agresivas. La Túpac Amaru ha ostentado no sólo la aparente monopolización de los recursos económicos nacionales destinados a la acción colectiva en la provincia, y la hegemonización de las demandas de distintos sectores sociales, sino también, y de manera más destacada, la monopolización de un nudo sensible de las fibras de la violencia social. Es catalizadora simbólica de actitudes, no solo destituyentes de la institucionalidad política, sino de las más claras muestras de que los virajes del exterminio histórico latinoamericano y argentino continúan habitando el imaginario cultural acerca de cómo resolver el problema con el otro. La interpretación acerca de ciertas economías del odio no debe leerse en términos de clase, o en términos raciales, únicamente, sino que se tiene que observar el modo acumulativo por el cual se anudan ofuscaciones acerca de la multitud Túpac. Las sagas emancipatorias de este tipo se encuentran históricamente ante devenires que intentan muchas veces con éxito restaurar los sistemas previos y desandar los más mínimos avances y logros en la mejoría de la vida. Las búsquedas transformadoras se hacen a sabiendas de que en muchos de

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los casos los destinos de la derrota están dispuestos y que las reacciones conservadoras son tan violentas como lo fueron los gestos libertarios.

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Morales y la estrategia quirúrgica. El estado de conflicto visible permite activar las maniobras para la restauración de un reequilibrio histórico. Sobrevuela como parte del clima de este período el agotamiento tanto del sistema gubernamental peronista, como de la presencia visible de la Túpac Amaru en el plano local. Ya hemos aludido a la escasa legitimidad de los sucesivos gobiernos a nivel provincial, y la ineficacia para la resolución de desigualdades materiales entre lxs habitantes jujeñxs. Una muletilla común para aludir a la Túpac Amaru refiere a ella como un Estado paralelo. Su experticia productiva resultó discorde y desproporcionada respecto de lo obrado por parte de los sucesivos gobiernos. Este período de desgaste y apelación a la polarización hace reflotar a nivel colectivo una aparente necesidad de refundación convivencial. La condición para llegar a una homogeneización social y al consenso se hace a expensas de que la cultura pública hegemónica resuelva la convivencia mediante el dictamen de la necesidad de la ‘eliminación’ del antagonismo. Según esta apreciación sacrificial de aquello que genera conflicto, recién se puede concebir a nivel local la convivencia democrática una vez expulsada la diferencia. En este sentido, Morales no hace más que capitalizar la efervescencia de la ciudadanía del voto.

El acampe llevado a cabo desde diciembre de 2015 no era algo ajeno o novedoso ni a lxs tupaquerxs, ni al resto de la ciudadanía, sino que resultaba un repertorio de protesta habitual para ésta y otras organizaciones cada fin de año de modo de asegurar la continuidad de los programas productivos y de asistencia social. Sin embargo, lo que sí resulta radical y disruptivo es lo que se reglamenta el 12 de enero de 2016 con el decreto provincial N° 403-G: “Disponese que aquellas personas y organizaciones que a partir de la 0 hora del día 14 de Enero de 2016 sigan realizando la toma y acampe en el denominado ‘el Paseo de la Bandera’ área que comprende Plaza Belgrano y adyacencias estarán excluidos de la aplicación de los planes y programas que se aprueban y ratifican en el presente Decreto Acuerdo. Asimismo estarán excluidos de todo tipo de beneficio o Plan social, adjudicación de lote o vivienda, y /o plan o programa de viviendas, núcleos húmedos y demás obras a realizar por cooperativas u Organizaciones Sociales por parte del Gobierno de la Provincia sean estos financiados con recursos Provinciales o Nacionales”. (Decreto pcial. 403-G/2016)

Este decreto viene a reforzar aquel previamente aprobado (N° 195-2015) que obligaba a las cooperativas a empadronarse en un nuevo sistema provincial. Ambos decretos aluden a que lxs destinatarixs de los beneficios estatales son ‘utilizados’ como “meros instrumentos de presión” por orga-

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nizaciones “para gubernamentales”. Se establece además en el decreto de 2016 que la protesta pacífica en curso supone un “ejercicio abusivo de derechos” liderado por Milagro Sala, y que la pretensión de estas medidas es “liberar a aquellas personas y familias que fueron utilizadas como rehenes del viejo sistema”. En el artículo 4 de este decreto se dispone la suspensión de la personería jurídica para la Túpac Amaru y otras organizaciones presentes en el acampe hasta el ultimátum. Se dispone también la detención de Sala el 12 de enero, con la carátula penal de “Sedición e instigación a cometer delito”, y la contravencional de “Ocupación del espacio público, alteración de orden y obstrucción del tráfico”. El acampe continúa por unas semanas más después de su detención hasta ser definitivamente levantado el 2 de febrero. Se suceden denuncias que nutren el abanico de sentidos locales acerca del mal social que supone Milagro Sala. Los pronunciamientos internacionales respecto del estado arbitrario de su detención chocan con la muralla discursiva local que convalida como únicxs querellantes y jueces a lxs jujeñxs, víctimas de aversión directa y árbitros en favor de su propio sosiego. La asunción de Morales, el acampe, las medidas del poder ejecutivo, y las ejecuciones del poder judicial franquearon el panorama local para un giro rotundo en la historia reciente: - El empadronamiento de cooperativas anuncia un escenario futuro de fragmentación del colectivo,

dado que la distribución de programas y proyectos productivos se dispone directamente por parte del gobierno con cada cooperativa (las cooperativas hasta aquel momento tenían un número de entre 20 y 100 personas), restándole el poder de negociación previa. - La quita de la personería jurídica elimina la posibilidad de acceso a programas que viabilizaban recursos específicamente a través de la Túpac Amaru, y además priva del sostenimiento en la gestión de los centros de salud y los cuatro establecimientos educativos fundados por la organización.El decreto de enero es ratificado en la medida cautelar C-60515/16 cuatro meses después. - La detención preventiva de Milagro Sala es sostenida mediante el argumento de que entorpecería las averiguaciones de causas futuras, en un manifiesto proceso de investigación penal prospectiva. En este marco de indagación, se origina una persecución sistemática contra distintos líderes, muchxs de lxs cuales son detenidxs por largos períodos en comisarías locales. En el proceso, se llevan a cabo redadas y allanamientos masivos entre las viviendas de militantes y familiares de militantes.

El flamante gobierno cumple así con su promesa de campaña de “quitarle el poder a Milagro”. El 2016 avanza con un recrudecimiento judicial, un hostigamiento policial y un policiamiento social hacia lxs tupaquerxs, con saqueos, vandalizaciones y desidia multilateral sobre edificios de la orga-

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nización. Lxs tupaquerxs son contrapuestxs como víctimas y cómplices en la renovada escena, compelidxs a denunciar, ser denunciadxs o convocadxs al silencio, aterrorizadxs y demoralizadxs hasta ser sombra espectral de lo que fueron. Se experimenta un clima de renovación y refundación, consumado en la restauración de una nueva plaza Belgrano, demolida y puesta a nueva después del acampe. Queda como excepcionalidad del curso de la historia un movimiento que supo valerse de los recursos de una época para producir materialidades en exceso, inadvertidas inclusive para los poderes políticos tradicionales que, al advertirlo, consintieron su impulso. Esa excepcionalidad del hacer masivo concretó sus mayores virtudes y complicaciones en la ponderación de un liderazgo femenino inaudito. Su libertad en la historia desigual de Jujuy puede haber sido también una excepcionalidad.

AGRADECIMIENTOS A los compañeros de Malisia y de El Espacio por el acompañamiento y la convicción. Amigas y amigos lectores que leyeron sucesivos borradores con la agudeza y complejidad del caso. A revista Trinchera y Transito por la entrevista audiovisual a Milagro Sala que acompaña este material. A los autores que se comprometieron en la participación de este libro colectivo. A los compañeros de la Organización Barrial Túpac Amaru, en especial a Coco, Carolina y Yapura. A las Comisiones por la Libertad de Milagro Sala del país y del mundo. A Milagro Sala, por su coraje.

ÍNDICE Nota editorial a la colección Prólogo “El tiempo de las libélulas” por Verónica Stedile Luna

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Democracia por Diego Tatián Mujer por María Pia López

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33

Bolsos por Esteban Rodríguez Alzueta

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45

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Justicia por Elizabeth Gómez Alcorta Amenaza por Ileana Arduino Utopía por Agustín Arzac

Organización por Estela Díaz Cantri por Ezequiel Lopardo Acampe por Mariano Pacheco Millones Julián Petrulevičius

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Epílogo “La Túpac ha sucedido” por Melina Gaona

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contacto: [email protected]

PRESA. UN DECÁLOGO DEL CASO MILAGRO SALA, se terminó de imprimir en Agosto de 2017 La Imprenta Ya Alferez Hipólito Bouchard 4381 Munro www.laimprentaya.com.ar