Obras completas de Amado Nervo. [Texto al cuidado de Alfonso Reyes; ilustraciones de Marco]

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OBRAS COMPLETAS

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TOMOS PUBLICADOS PERLAS NEGRAS MÍSTICAS II

POEMAS

DE CADA TOMO SE HAN

IM-

PRESO CIEN EJEMPLARES EN PAPEL DE HILO /t ft /t ^

TEXTO AL CUIDADO DE ALFONSO REYES ILUSTRACIONES DE

MARCO

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OBRAS COMPLETAS DE AMADO ÑERVO '^^^^¿/znfira H

POEMAS

BIBLIOTECA NUEVA-^M ADRID/^ jN^ ^-

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ES PROPIEDAD DE LOS HEREDEROS DEL AUTOR /t

TODA EDICIÓN

FRAUDULENTA SERÁ PERSEGUIDA POR LA LEY /• /•

Cierto

Manuel Gutiérrez Nájera entró en

la

redacción de un periódico de México leyendo

el

día,

Azul de Rubén Darío. Era un cuarto amplio, de paredes encaladas y desnudas,

y,

en

el

fondo, un ventanal de vidriera

empolvada, que abierto a poca altura del piso, dejaba ver la verdura marchita del pobre jardincito

que se extendía dentro de entrada de

la reja

de palo podrido,

precisamente, en

la

puerta de El Partido LiberaU vi por primera vez

al

a

la

poeta.

Fué en

contemplo,

la casa.

el

Allí,

año de 1894. Cierro

como en aquel

los ojos y

instante, la figura es-

cuálida del joven: el cuerpo de estatura mediana,

que parecían alargar

go de

las piernas, lo

lo enjuto

de

las carnes, lo lar-

huesudo del busto, y un

levi-

tón negro, de corte clerical, que imprimía carácter al

personaje;

la

cabeza, de rostro 11

terso,

palidez

Amado Ñervo marcadamente

amarillenta y aguileñas facciones

españolas; angulosa la nariz, delgados los labios y

un

bigotillo recién salido,

más por

retardo de la

naturaleza que por adelanto de la mocedad, pues

muchacho representaba haber pasado

el espiritado

ya de

edad en que

la

asemejaba

al bello

el

«

Rafael > de Lamartine se

Sanzio de Urbino. Coronaba

conjunto una melena obscura y lacia sobre

la

el

cual

un cansado sombrero de seda lanzaba, de mala gana, sus opacos reflejos. Al abarcar gen, despertaba ésta, desde luego,

la total

ima-

impresión

la

de que nos hallábamos frente a un seminarista provinciano.

Yo me acuerdo de

poco desmañados, de

los

los

movimientos un

ademanes un poco zur-

dos, de la mímica nerviosa que sorprendí, desde los primeros

gado a

la

momentos de

trato

con

el

redacción del periódico. Hablaba, pro-

nunciando de una manera especial cantándolas con

gue a

las

cana.

Y si me

la típica

gentes del interior de

me

las

palabras,

acentuación que distinla

República meji-

acuerdo de los movimientos y de

voz, no olvidaré, no podré olvidar

cosas que

recién lle-

revelaron

al

soñador:

nunca la

las

la

dos

mirada dul-

ce y vagarosa, que, cuando se detenía, tornábase intensa y honda, y se encendía en luz abismal, 12

y

Obras Completas las

manos

que se con-

gesticulantes, expresivas,

traían en rápidas crispaturas

o se abandonaban en

languideces y desmayos elocuentísimos, siguiendo la

fulgurante e inagotable verbosidad del poeta.

Porque

el

mozo que aparentaba una

discreta

timidez, iba adquiriendo lentamente confianza y

resolución y mostrando la potencia persuasiva de los

educados en

En

efecto, aquel

pugilato de la dialéctica.

el ágil

ingenuo y simpático garzón era un

un provinciano, era un poeta. Lo

seminarista, era

acogimos todos con aspavientos cariñosos,

mos con ción

lo vi-

impertinencia, lo escuchamos con aten-

Entró en

risueña.

el

drazgo del regocijo y en esperanza. Iba a

la

la

alharaquiento compa-

santa hermandad de

metrópoli

como

el

héroe de

la

la

opereta: en busca de felicidad y de gloria. Había escrito

en

aliento,

las

mucha

inéditos. las

hojas de la provincia. Traía

Se

perseverancia, y un

sentía,

como

el

tomo de versos

infortunado cantor de

Rimas, con algo divino dentro de

llamaba

Amado

mucho

la frente.

Se

Ñervo.

Pronto se hizo admirar de los elegidos. El talento le salía a flor de piel. alas,

como

los ángeles

Su imaginación

abría

ocho

de Tissot. Su oído, de sen-

sibilidad ideal, le permitía escuchar inauditas suti13

Amado Ñervo lezas prosódicas y rítmicas. Pero su originalidad,

su encanto, no estaban

ahí.

Esas cualidades, esas

manera

peculiaridades, se escondían en su extraña

que

la

belleza.

Pensaba en

recordaban

el altar;

en

avivaban

visión de las volutas de incienso que,

de sentir

hacia

la

bóveda

la

las

nario;

en

la

las

memoria

de

las

que

que llegaban a

él

le le

de

con

arcadas coloniales que

de su semi-

los corredores

músicas melancólicas que

ban con lágrimas talgia

cielo

del templo, ascendían cargadas

rumor de oraciones; en a

flores

nubes del

cánticos; en las voces lejanas

le traían

las

las pupilas.

las sillerías labradas;

le

empaña-

Experimentaba nosde

las casullas reca-

de

madas de

oro; de los misales de pasta realzada;

los cirios

de llama moribunda; de los cuadros de

fondos ennegrecidos. Espolvoreaba de sus pláticas con

citas

de

latín

la

amenidad

eclesiástico.

sabía al dedillo las sentencias de Kempis.

Se

A veces,

cuando rememoraba, ponía en su acento una unciosa tristeza que

empenumbraba

pensamiento, que se entreveía claustro durante ras

como

una puesta de

sol.

el jardín

de su de un

Tenía sus ho-

de taciturno, después de sus medias horas de

locuaz. Era al

la claridad

un tanto reconcentrado y misterioso,

margen de sus intempestivas expansiones. 14

m

II

Era

la crisálida

de una mariposa inmortal. Era

el

brote de un gran espíritu de artista; la espiga de

una próvida inspiración.

Amado Ñervo

entró en la Poesía

como en domi-

nada comarca: avasallando formas y rindiendo preceptos. Nació,

como todos

los

realizar las maravillas del arte,

Y

gusto.

también nació con

sinceridad.

Sus últimos

gresivo crecimiento

con

la virtud

libros

el

instinto del

suprema de

no son sino

la

pro-

el

de sus libros primeros. En

Místicas y en Perlas negras está renídad. Es el de

predestinados a

el

germen de Se-

Amado Ñervo un temperamento

místico que no ha sufrido alteración, sino depuración.

Ahora

vir se

es

más diáfano porque

ha encargado de

ir

el

dolor de vi-

puliendo facetas en ese

diamante que día por día se hace más luminoso.

Los pasos can

la

rácter.

iniciales

de Ñervo en

cualidad conquistadora,

la

la literatura

vencedora:

Una voluntad muy firme, una muy alto, y con estas

funda, un ideal el

genio de Ñervo se puso en marcha. 15

fe

mar-

el

muy

ca-

pro-

tres energías

De

la

puerta

Amado Ñervo de aquella redacción en donde

le

conocí a

ha llegado,

ta de la gloria a la cual

el

la

puer-

camino se

tortuoso, quebrado, con bien encu-

tendió

difícil,

biertas

trampas y precipicios. Todos los salvó este

luchador. tar

En México supo

abatir envidias

admiraciones; en París supo

tino del brazo seria

y

el

ir

por

el

y levan-

barrio la-

de dos camaradas peligrosos:

Vicio, sin

la

Mi-

que una u otro mancharan

A

albura de sobrepelliz de su conciencia. partes llevó su resignación, su

Lo acompañó siempre

la

la

todas

bondad y su amor.

mansedumbre de un en-

sueño puro. Puso en verso adorable

las

aventuras

dolorosas de su espíritu.

Mas no por eso

dejó nunca de ver la realidad y

de compenetrarse con

ella.

con ensimismamientos de

nuo un

Y

reflexivo

En

este contemplativo

éxtasis, vigiló

de conti-

con atenciones de observador.

esta dualidad, esta mezcla de tan diversas acti-

vidades, no es extraordinaria: recordemos al arquetipo, a la Doctora de Avila.

Amado

Ñervo, soñador,

escritor, diplomático,

ha

recorrido los senderos de la vida, sin perder un solo

momento,

ni

en

el

penas, su voluntad de

mas

sin perderlas

de

ir

momento de

las

por encima de

vista.

16

Posee

el

grandes

las cosas,

gran poeta un

Obras Completas alto sentido

divina del

De

ahí

humano

más

esclarecido por

la

ansiedad

allá.

que su obra tenga extensión y tome am-

plitud y adquiera universalidad.

De

ahí

que sea tan

americano y tan español y tan continental y tan extracontinental. Es

un hombre que

herida por la tristeza, por

el

lleva el

alma

por

infortunio,

la

muerte, y que se queja en voz baja y llora sin amar-

gura porque tiene

la

seguridad de su liberación y

de su ascensión. El versificador

estupendo que ha dado

dades inconcebibles y músicas recónditas ma;

el

flexibilial idio-

imaginador y plasmador de metáforas que

deslumhran y emocionan como

el sol

decer; el confidente emotivo y delicado

de un atar-

que

deslíe

sus melancolías en un ensueño sideral, y unta con

ungüentos de piedad

los corazones transverbera-

dos, y es sensitivo y caballeresco, activo y místico,

laborioso y extático, es un verdadero representativo,

de

una existencia simbólica digna del homenaje la

admiración y de

la

ofrenda del amor.

Luis G. Urbina. 1915.

17

Tomo

II

MAGNA VOCE PER UMBRAS

UN

barco: tan singular

que finge a la visión

la

mente incauta

de un sueño nauta

peregrino del azar.

De

su prora,

del viento

no

si el

las

bregar

ahoga,

surge una voz que interroga,

surge otra voz que responde:

una voz que inquiere: ¿dónde? y otra voz que ordena: ¡boga! 21

m

d

a

N

o

Hincha rugiendo

e

el titán

Atlante su ola fiera

como un gran

vientre que fuera

a parir a Leviatán;

y entre los soplos que van

combando

el

mar que se azoga,

surge una voz que interroga, surge otra voz que responde:

una voz que clama: ¿dónde? y otra voz que ordena: ¡boga!

Pobre

espíritu

que avanza

con su galera por los océanos, hacia un Dios

y un ribazo que no alcanza!

Vanamente su esperanza con

el

abismo dialoga! 22

Obras Completas Surge una voz que interroga, surge otra voz que responde:

una voz que gime: ¿dónde? y otra voz que ordena: [boga!

23

\V/



Jtillli

/ fciio

\

LÁ'HAUT...

V^óMO

.

j}x.q

olvidar la cauda de sus cabellos blondos!

cómo

olvidar su frente nevada y misteriosal

cómo

olvidar sus ojos tan tristes y tan hondos,

que siempre parecían pensar en

Cómo

iLJUy

otra cosa...

olvidar lo inmenso de su melancolía!

La vida no

le

daba más que nostalgia y ceños:

—«Yo soy

la

desterrada perenne,

me

decía,

mi patria es un planeta que miro mucho en sueños.> 25

>

Amado «jAdónde

Ya todos

en

iré

los

e

v

r

que no esté pesarosa!

caminos conocen mi coturno;

yo soy como un yo escruto

la tierra

N

el

instinto

horizonte

que espera alguna cosa,

como romera

ansiosa

las riberas del piélago

que aguarda en

*Ha tanto tiempo

¡tantol

que yerro

su turno. >

distraída

pidiendo en extranjeros idiomas hospedaje, sin

que

al llegar

sin

que

al partir

y resurgen unidas sus dos colas

como una

lira

trémula de plata.

124

III

Lk FLAUTA

En

las dóricas

DE PAN

noches, diamantinas,

cuando boga Selene por

como un

sol

el cielo

moribundo, y en

duerme todo: memorias y

el

suelo

ruinas,

Puebla sotos, oteros y colinas

un rumor de

infinito

desconsuelo,

una música lánguida en que treme y

llora

con gamas 125

el

duelo

cristalinas.

N

m Es

la flauta

de Pan, hecha de caña

inmortal, porque al dios le plugo en ella

convertir a Siringa en la campaña,

y parece decir su arrullo triste: «Viandante, une tu voz a mi querella: si

buscas

la beldad...

¡Helos no existe!

>

I

126

IV

EL NUEVO RITO I

N

EMESIS, vieja loba, conozco tus desmanes,

tus dientes

han mordido mis carnes de granito:

nací con la sonrisa del divo Aristófanes,

y

tú la hiciste

»

Yo

mueca

tuve un culto enDelphos,de luz eran mis manes

hoy negros; era por

ti

del pálido Heraclito.

me

fácil el

hoy tedioso

rito;

son hostiles mis padres los titanes

y no hay un

sitio

para mi dicha en lo 127

infinito.

Amado »Ayer

me

N

e

r

v

tuteaban los dioses soberanos,

y yo tiraba besos a Zeus a dos manos, bebiendo el vino dórico de mi lagar... Mas luego surgió cual monje estéril

y

el

el

dogma que me

aflige,

diáfano Pontífice Máximo, que rige

la Iglesia,

uncióme

al culto del

128

místico borrego.»

II




la

Al sol ardían. Era

la

túnica mi

traje,

túnica que deja contemplar las mullidas

pantorrillas, cubiertas

seda y cosquilla

al

por un vello de encaje:

beso de todas

las

Armidas.

129

Tomo

II

9

N

m

...»Yo unía en mis discursos, al

y

aticismo heleno así,

la

con diamantina

sobriedad de Esparta,

recto era el juicio, sabroso era el conecto;

>Juntábanse en mis actos Platón y Alcibiades,

y siendo bello y grave, tenían mis verdades

con amargor de prédicas, almíbar del Himeto.»

130

sarta,

III

«¿Por qué siguió la

soledad

las razas

que

y,

al

Olimpo

del Gólgota infecundo

en rapto de amores imprevisto,

empuñaron

el

lábaro de Cristo

trajo las tristezas al júbilo del

«¿Qué mal había hecho

la

mundo?

vida a ese iracundo

demoledor? Dyonisos amable: hubieras visto la

sangre de tus uvas en

el

brevaje mixto

del cáliz, y sus hojas servir de 131

pudibundo

m

a

d

N

o

«Fajero a las estatuas olímpicas! radió en defensa tuya la

la

En vano

espada de Juliano;

humanidad trocaba su primogenitura

«Por

las lentejas...

o por

la gloria

que se

abría;

y yo, ateniense, el sello mostraba en mi tonsura del Nazareno, esposo de la Melancolía.»

132

IV

Y

el

ángel de las almas angustias medioevales,

radió en

la ojiva:

que sueña en y

llora

con

cara simbólica de asceta

las agujas,

medita en los vitrales

los órganos, y dijo así al esteta:

«¿Tristezas? cierto, pero tristezas ideales.

¿Soledad? también

cierto, la

de Dios; ¿sombras?

sin

gritos

de

fe,

duda,

soledad completa las

de

las catedrales:

hechos carne de roca, del planeta. 133

Amado «Tu Partenón, un verso ante

N

riente gracilidad,

el salterio

e

r

v

escomo

de piedra de mi domo;

tus ánforas son barros con sexo y

con deseo;

Platón: utopías blancas; Dionysos: uva y lira-

No

tienes

más que un héroe

y ese héroe es

el

sin carne

emblema de

134

Cristo:

de mentira,

Prometeo.»

V

«Muéstrame un muéstrame un

lirio,

un

un

lirio

lirio,

siquiera el blanco de tu

lirio

no más de poesía,

tan sólo, y

si

atesora

marmórea teogonia,

en vez de ser un ángel seré una canefora.

Tu albura envuelve carnes en brama de mi albura es toca humilde que nieva en

vestales,

los sayales

de cerda, sobre formas exangües e imprecisas.

Tú tienes yo

coribantes, yo monjes; tú alborozos,

angustias...

Pero

el

mundo, por

ir

tras

mis sollozos,

ha dos mil años, Jove, que ensordeció a tus

136

risas!»

VII

INSTRUMENTA CIONES 1900-1901

SONETINO

Alba

en sonrojos

tu faz parece:

¡no abras los ojos,

porque anochece!

Cierra la luz te



si

enojos

ofréce-

los labios rojos,

¡porque amanecel 139

N

m

Sombra en derroches, luz: ¡sois

bien mías!

Ojos obscuros:

¡muy buenas noches! Labios maduros:

¡muy buenos

días!

140

II

PARA ADELINA NÚÑEZ

CL

no quiere que salgas de palacio

viejo rey

para mirar su huerto, los girasoles las lilas

de oro,

de amatista,

mas

tú verás

las dahlias

si

sales

de topacio,

las lises imperiales.

El viejo rey no quiere que tu mirada afronte la luz,

más bien

te cede,

las lentas galerías

de arcadas, a

como en

tus

tiernos días,

que forman horizonte

lo lejos: las lentas galerías. 141

Amado El viejo rey los

muros

no

quiere...

Será tu esposo el

Mas

del alcázar, las rosas,

que tus mordiscos, y

y

N

el

v

r

e

tú verás

si

dejas

más bermejas

las violetas

más

violetas.

ángel que tu ideal invoca,

alma de los mundos

te

besará en

la

boca,

y cantarán tus nupcias divinas los poetas.

142

III

MADRIGAL CONCEPTUOSO

Las

hostias?— |0h, no!— ¿El leve

plumón

del

cisne?— ¡Oh, no!— ¿La porcelana?

—¡Tampoco!— ¿El lirio?— Menos: Es mi hermana tan blanca como el alma de la nieve.

—¿El orto?— ¡Nunca! Llueve en

vano, llueve

ante su faz tu nácar, oh mañana.

—¿La

eglantina?— ¡Jamás! Toda su grana

a emular esos labios no se atreve. 143

m

d

a

N

o

— ¿El abismo y sus ojos?— ¡Oh, nol: Abismo, tú eres uno, y son

y tienen

no

además

tienes: el ser

lo

dos sus ojos

que en

hondos y

ti

raros,

mismo

el ser claros.

Ánade: son dos ánades sus plenos hombros. Paros: bien justas con sus senos,

mas en

ellos

hay rosa y no en

144

ti,

Paros.

IV EL VIOLONCELLO

El violoncello lo

sabe y no

se lo

veda

la

sufre

lo dice

más que

cuando se

el violío; la

lo

viola

pregunto:

divagación del contrapunto

que su motivo a sabia complexidad inmola.

El violoncello dijo su leitmotiv,

predominó en

la

y sola

orquesta su angustia; mas

los cobres la envolvieron

al

punto

en escándalo, y junto

a sus discretas quejas abrieron

la corola.

145

Tomo

II

10

Amado Ñervo El violoncello sufre

más que

el

pausado

cordal que glosa su alma (¿verdad,

trío

Rubén Darío?)

y será salvo a causa de sus penas divinas;

mas

seguirá llorando su aspiración ignota,

mientras que en

que por

él

el

pentagrama de Dios no haya una nota

morír quiera coronada de espinas.

146

IX

IMPLACABLE 1895

iad^lll IMPLACABLE

CyuíÉN

te trajo?

te arrojó

a mi camino? ¿qué potencia

infernal te

y

te dijo:

¿Qué

¿qué impulso misterioso

mostró mi obscura vida

Ahí

está,

tómala y hiérela?

destino sañudo, qué destino

acopló tu existencia y mi existencia?

Yo

fui

como

árbol joven, en mis ramas

escherzó sus arrullos filomela 149

m

d

a

N

o

e

alondras

y colgaron sus nidos

las

y sus mieles labraron

las abejas.

El sol doraba a fuego mis follajes, la

luna con sus luces macilentas

nacaraba mis frondas satinadas, el

viento descrenchaba mi cimera.

Mas

naciste a mis pies,

germen maldito,

y creciste a mi amparo, infame yedra,

y enredaste a mi tronco tus bejucos y prendiste festones dondequiera. Yo dije: Es una hermana; que se acoja a mí, que se difunda, que florezca!

Y

pronto, con tus tallos trepadores,

tentáculos floridos de famélica,

me me

exprimiste la savia de la vida,

chupaste los jugos de las venas.

|0h pulpo!

que aunque

Y lo peor

la

es

que

te

amaba,

voz de mi razón austera:

me

«Apártala de

ti,

¿no ves que

te estrangula

repetía,

150

y

te

envenena?;

o

m

b

No

la

y tú

p

í

quise atender. Estaba solo

me

acompañaste; mi alma era

ignorante y sencilla, y

le dijiste:

«¡Analiza, investiga, canta, crea!»

Sí, te

amaba,

las cosas...;

me

te

amaba sobre todas

bandolera!

atraían tus ojos, esos ojos

dilatados cual mares sin riberas,

esos ojos tan negros y tan grandes,

con pestañas tan grandes y tan negras.

151

I

II

Una

tarde llegaste a mi retiro;

yo miraba

los

montes y

las selvas

y con voz que era un eco,

«¿Qué

miras,

«Pienso, te

que

la

me

dijiste:

qué meditas, en qué piensas?»

dije,

en

la

bondad

del cielo

vida creó: la vida es buena.>

«La vida, respondiste, es un engaño; la

muerte es un ensueño y una tregua;

para morir se nace, y en se

duerme un solo

la

tumba

instante y se despierta.»

«¡Se despierta! ¿y por qué?»

«Porque nos llaman otra vez las angustias, la contienda, 152

Obras Completa y es preciso acudir a su llamado». «¿Y después?» «La vía Láctea, sementera

de

soles...»

«No por el

cierto: es

cadáver de Dios en

su cadáver,

las esferas!»

160

VII

Y

al

decir estas cosas naufragaba

mi razón en sus ojos de

tinieblas:

¡Esos ojos tan negros y tan grandes,

con pestañas tan grandes y tan negras!

161

Tomo

II

U

TRILOGÍA

Para Jesús E. Valenzaela.

Cabalgué

tu corcel:

La gran estepa se produjo ante mí, jamás hollada,

y huí con

Agonizó

mas

muy

la

de Mazeppa,

la carrera

manchando

la

extensión inmaculada.

la tarde

blandamente,

luna surgió de lo lejano

débil,

como un

sol convaleciente,

lloviendo palideces sobre

el llano.

m

d

a

Cabalgué

N

o

e

1

tu corcel:

Una campaña se extendió ante mis ojos: la cizaña

folgaba entre la mies toda maltrecha,

y una inmensa falange

allí

cautiva,

se inclinaba, buscando, pensativa,

con

inútil

esfuerzo

la

Hablar pensé con pero

y

me

tú,

cosecha.

el

enjambre

triste;

mi Señor, apareciste

dijo tu

—Calla y

boca suspirando:

sigue; tu rostro los conturba.

Dejé un rayo de amor sobre

la turba,

y seguí cabalgando, cabalgando.

De un

la

gran lejanía

castillo surgía.

Por más que

al éter

nunca pudo mirar

empinó su

la luz

que

torre,

alegra,

y era negro, tan negro que en su negra

mole se hubiera ennegrecido 166

el día.

Obras Completas Quise parar, mas excíamaste: corre!

Vi empero tras ios muros de granito

un grupo de doncellas; demandaba

un rayo de verdad y

al infinito,

el

rayo de verdad no se

Y

llena

le

daba.

de fervores,

mi alma que siempre difundirse supo, otro rayo

y

tomó de sus amores sobre

lo arrojó llorando

el

grupo.

Cabalgué tu corcel; pero mi paso

inmenso

•imitó

río.

una grey de almas beber

mas

Y

el

el

En sus tristes

agua azul de

agua

riberas

pretendía

las quimeras,

corría...

sollozando de dolor sincero,

otro rayo de amores, el postrero, arrojé a la tantálica teoría.

Al llegar

al

albergue ya seguro,

yo estaba opaco todo, todo obscuro, 167

m pues

mas

a

d

o

di la claridad

N

¿quieres

r

de mis consuelos;

¡oh Sueño! tú al punto

—Toma,

e

más

me

dijiste:

luz?

Y me

la diste

para seguir iluminando duelos.

Yo guardo

estas visiones en la urna

de mis grandes piedades, porque ansio

que sobre aquella prole taciturna florezca el alba de tu faz. Dios mío!

168

i

EL PRISMA ROTO POEMA EN ÉGLOGAS

SÍMBOLOS El

Amado— La Amada.— Las

Vendimieras.— El Poeta. El Valle.— Las Montañas.— La Musa.

INTRODUCCIÓN A LAS ÉGLOGAS el

amado

Frente a frente de un sol glorioso que se hunde entre nubes de oro con randas de fuego.

Hero, Laura, Ideal...

Julieta, Margarita,

yo no sé tu nombre; pero

sé que debes llegar, y en el sendero

velan todas mis ansias, Virgencita.

Los amigos se mofan de mi

mas

yo, que tengo

fe

porque

171

cuita;

te quiero,

m les

^ respondo: Hace tanto que

¿cómo no ha de acudir a

Sin que

el

escudriñando

desde que sale

y

al cerrar,

nuestra cita?

fuego del cielo el

la espero,

me

acobarde,

horizonte vivo

el sol

hasta

la tarde,

ya de noche, mi ventana,

murmuro, resignado y pensativo: Hoy no pudo venir. Será mañana...



m

EPISODIO PRIMERO ÉGLOGA PRIMERA LA LLEGADA El Amado.— La Amada

(a lo lejos).

Recortándose, toda bella de las nébulas blancas de la mañana, desciende la Amada por la vereda que serpentea. El Amado la contempla en los límites de la heredad florida y húmeda. El sol se levanta, coronando el cráneo nivoso de un monte como un fuego votivo sobre un inmenso altar de sacrificios.

Huele a rosas.

EL

Y

te

acercas por

la luz llueve

AMADO fin

cuando, temprana,

su rosa en los alcores, 173

m y

a

al mirarte

d

N

o

venir cantan diana

los pájaros, las fuentes

¡Si supieras!

sin

r

e

y

Mañana

las flores.

tras

mañana,

temer del invierno los rigores,

salían a esperarte a la

como

ventana

novias inquietas, mis amores.

LA

AMADA

Voz infinitamente armoniosa, glosada por

los nidos

despiertan.

¡Cuánto tardo en mirartel Los abrojos

atormentan mi paso, dulce dueño,

y siento de

llegar tales antojos,

que por verte más pronto, con empeño delante de mis pies corren mis ojos,

delante de mis ojos va mi sueño.

EL

Cual rayito de

AMADO

sol, tibio

y

riente,

penetra tu mirar hasta mis huesos, 174

que

Obras Completas y su lumbre disipa todos esos presagios de terror que hay en mi mente.

LA AMADA

Cual banda de palomas impaciente,

como enjambre de del nido de

párvulos traviesos,

mi boca huyen mis besos de tu frente.

al cielo misterioso

EL

AMADO

¿Ves? Ya tiembla

la luz

¿son acaso tus ojos dos

que me anuncian

en las montañas;

sibilas

_

el sol?

LA AMADA

¿Por qué

Muy pronto

lo extrañas?

en nuestras pláticas tranquilas

verás anochecer en mis pestañas,

verás amanecer en mis pupilas. 175

Amado Ñervo ÉGLOGA SEGUNDA LAS NUPCIAS El Amado.— La Amada. Bajo

el

puerta de

emparrado que forma un alero de esmeralda a la la rústica morada, y en el que las uvas fingen ra-

cimos de ágata, ella se recuesta apacible. El reposa la cabeza en su seno. Ella le pasa por los cabellos las manos afiladas.

Un

crepúsculo

lila

y rosa da tonos augustos

al

ocaso y va

languideciendo, languideciendo hasta morir en la creciente

marejada de

la

sombra en que abejean ya

EL

las estrellas.

amado

Ya estoy en tu regazo. ¡Qué serenos me contemplan tus ojos! ¡Cuál me inundas de amor! ¡Qué bien reposo en

las

rotundas

y blancas almohadas de tus senos!

¡Qué bien parlan tus

labios, siempre llenos

de ternura y de vida! ¡Qué coyundas tan leves son tus brazos! ¡Qué tus risas, y tus ósculos 176

yucundas

qué buenos!

Completas

Obras

LA AMADA

Ven, amigo, ya es hora del cariño; la noclie

con su arcano me provoca,

mi cuerpo se estremece y

te desea...

Ven, amigo, desata mi corpino...

Ven, abreva en

el cáliz

de mi boca.

EL AMADO

|0h, mi noche de amor, bendita sea!

ÉGLOGA TERCERA LAS VENDIMIERAS El Amado.— Las Vendimieras.— El Poeta.

Un pintoresco

grupo de doncellas, frescas y alegres como Abril, golpea, riendo, con tirsos florecidos, ventana del aposento de la Amada, donde tiemblan las

una mañanita de la

flores

de

la yedra.

El

Amado

A

lo lejos,

alba

entreabre la ventana y habla al coro. en divina indecisión de^ matices, florece el

como una gran rosa

mística.

177

Tomo U

12

m

EL

Vendimieras

rollizas,

AMADO os conjuro

por lo que más améis... otro momento dejadla reposar en su aposento]

de cañas y de

Muy

ardua fué

velador, y la

la noche...

Amor

es duro

sombra su elemento;

¡que duermal la frágil

arcillas, inseguro.

No

golpéis con ritmo lento

palizada de su muro.

{Dejadla reposar, caterva amiga!

Así

el

buen San

os dé para

la

Isidro hinche la espiga,

Pascua novios

fieles,

cuaje toda heredad de oros opimos,

y de néctares nutra los racimos y de vino sabroso los toneles.

LAS VENDIMIERAS

¡Dejémosla dormir! Acaso en breve nuestros novios acudan a la 178

cita,

Obras

Completas

y en cortejo vayamos a

la

ermita

coronadas de pétalos de nieve.

EL AMADO

Dejadla, por piedad, que

el

sueño pruebe;

furtivo es el placer, lenta la cuita;

mañana os seguirá de mañanita por collados y oteros su pie leve.

EL POETA

Retirándose van las vendimieras

en medio de

los oros

de

las eras;

y se pierden, por último, a

el el

y

lo lejos,

eco pastoral de sus canciones,

azul de sus luengos pañolones el rojo

de sus vivos zagalejos.

Vuelo de palomas blancas hacia el alba.

m

m

A

do

a

N

e

r

v

o

ÉGLOGA CUARTA EL AMANECER El Amado.— La Amada.— El Poeta. Pleno claro de sol que entra en haz viviente de átomos de oro al aposento. La Amada dormita. Su busto surge de la albura de las ropas, como una hostia morena de un copón de plata. El Amado, de rodillas al pie del lecho, la contempla. Afuera la naturaleza despierta glorificada por la luz.

EL POETA

Puebla

el aire la

voz de

enciéndense los tules de

la

campana,

la aurora,

y

el

capuz de

la niebla

y

el

rumor de

los nidos se desgrana.

se colora

Entintada de rosa la fontana

espereza su linfa arrulladora,

y

el sol,

como una gema

se prende en

el

ignicolora,

azul de la mañana. 160

Obras

C

Al soplo de

las

o

m

p

I

g

auras estivales,

erizan crepitando los maizales

su airón de seda roja en

el

barbecho

cuajado de topacios y amatistas...

EL

AMADO

(a la Amada),

Amiga, es hora ya de que la luz

te vistas:

juega en las ropas de tu lecho.

LA AMADA (despertando).

¿Palpé

la

realidad o desvarío?

¿Es cierto que, mi

al

amparo de

cáliz virginal abrió su

la

noche,

broche

tremulante de gotas de rocío?

¿Es verdad que

¿Verdad que de

te

he dado mi albedrío?

vivir hice

derroche

ayer, y sin cautela y sin reproche, fui

presa de tus brazos, dueño mío?

m

d

a

o

N

EL

AMADO

r

§

V

Transición del éxtasis a la meditación.

No

intentes definir

con loco empeño

tus instantes de dicha transitoria;

que, ante

lo

lo

hondo

mismo son

mismo

que

el

el

es de

misterio del pasado,

las dichas

un bien

que su sueño,

cierto la

memoria^

recuerdo de un bien sólo soñado!

182

EPISODIO SEGUNDO ÉGLOGA QUINTA LA PARTIDA El Amado.— La Amada. Toda expresiva de

tristeza, ella, en traje de romera, está morada. Él rodéale la cintura con la diestra, y en su rostro se refleja la melancolía de los instantes solemnes. En los campos, Flora, al sol de la mañana, se muestra

a

la

puerta de

ataviada,

la

como Salomón en

los días

de su

gloria.

la amada

Amado, ya me voy. Bebí

tu vino,

a tu mesa comí, puse a tus lares 183

m

d

a

las primicias

N

o

e

r

V

de Abril: miel, azahares

y nenúfar del lago cristalino.

Tiempo

es ya de que

me aguarda

el

humo

EL

azul de mis hogares.

AMADO

¡Dios bendiga tus años

Anda en paz y no

cumpla mi destino;

si

olvides

tornaresl el

camino.

LA AMADA

Por

Julio tornaré,

cuando en

las

lomas

se besen, zureando, las palomas,

y enrojezcan

las tardes

como

y fulguren

las rubias

maravillas

fraguas,

y broten las moradas tempranillas y se anuncien los truenos de

184

las aguas.

Obras

C

EL

Escucha: del predio

si al

no

m

p

I

AMADO

tornar, a los confines

salí

para besarte,

ni corren jubilosos

meneando

o

la cola,

a encontrarte,

mis mastines,

ni inquieras, ni preguntes, ni festines

los ecos a tu voz;

déjame y

parte.

Dormiré, fatigado de aguardarte, al

abrigo del soto de jazmines.

Dormiré para siempre...

No me

llores;

entre flores nací, yazgo entre flores,

y encontré, más dichoso que los sabios,

que es amable y fecunda si

se lleva un fulgor en

la

la

y una gota de miel entre los

185

existencia

conciencia labios.

Amado Ñervo ÉGLOGA SEXTA EN MARCHA La Amada

(sola).— El

Amado

(solo).

La Amada marcha contemplativa por los senderos, inclinándose de cuando en cuando para coger una flor que aspira y se prende a los cabellos. Los mil rumores del campo la rodean. El sol luce en lo alto del cielo como un escudo de bronce prendido a una tienda de campaña inmensa y azul.

LA AMADA

Arroyo de

que

cristales bullidores

finges, al correr entre las

gramas,

hidra inmensa de nítidas escamas,

clarosonante ruta de colores:

Campiñas en que vagan

los olores

del anís, del tomillo y las retamas:

nidos que desgranáis entre las ramas vuestros trémulos cánticos de amores: 186

o

b

fr

a

C

s

Sabed que soy

m p

o

feliz,

pues

e

I

t

fui querida;

que en una hora de amor

viví

y que a todos

que encontrare

los vientos

un mensaje daré para

el

una vida,

Amado:

*¡0h, viento, gran suspiro perfumado,

olvídeme de

mí si

le

EL

olvidare!»

AMADO

Pensativo a la vera del camino, mirando desvanecerse glorio-

samente la tarde.

Fatigaré para seguir tus huellas

X el mundo, y el

oiréis,

frío.

hoscas montañas, valle umbrío,

clamor de mis lánguidas querellas.

En '

de hoy en más eriazo y

las

noches de

Abril,

levantando mis ojos

—¿Habéis visto a

la

mansas y

bellas,

al vacío:

que ama

el

pecho mío?,

preguntaré llorando a las estrellas. 187

Amado Y

Y

N

e

r

v

piadosos, el valle y las montañas,

conociendo mis íntimos dolores y movidos

me

tal

vez de mi quebranto,

dirán con

la

voz de sus entrañas:

— ¡Vas a ver cómo vuelvel Ya no Y

llores.

yo responderé: ¡La quiero tanto!

ÉGLOGA SÉPTIMA LAS GRANDES VOCES El Valle.— Las Montañas.— El Amado. Desgarrando el silencio de un atardecer en que tiembla ya el oro pálido de las estrellas, dos grandes voces, la del Valle y la de las Montañas, surgen a la invocación del Amado, coreadas a lo lejos por los clamores del Ángelus.

Pasan fatigados

los últimos vientos.

Del crepúsculo queda una nube roja, herida de muerte, que se arrastra penosamente por el cielo.

Hace

frío.

Amado

escucha, y después se pierde melancólico en la morada, ya obscura, ya huérfana de ella, donde celebró su misa de amor. El

188

o

m

b

EL VALLE

(al

p

í

Amado)

¡Qué sé yo de tu mal! Callo y germino bajo todas las vidas y dolores;

mis solos pensamientos son

y

las

matas que huella

el

las

ñores

peregrino-

me da de tu destinol me da de tus clamores!

Mortal, ;qué se Mortal, ¡qué se

Ven, ahoga en mi seno tus amores:

de tu carne haré rosas del camino.

Ven

a mí, ya no robes a Deméter

sus jugos y su fósforo, ni los gases

al éter

de tu cuerpo. Ven inerme

a yacer en mi túnica inconsútil. El hombre,

a

la eterna

cuando

vive, es

menos

útil

creación que cuando duerme

189

m

d

a

N

§

LAS MONTAÑAS (al Amado)

jOh, mortal! Es en vano que renueves tus suspiros, tus quejas y tus rimas: glaciales somos, ¡ayl, cual nuestras cimas

hopadas

¿n

eternum por

[Oh, cuánto yerras

si

las nieves.

a esperar te atreves

que con tus pobres cantos nos animas!

No podremos

mezclar, aun cuando gimas,

una gota de miel

al

mal que pruebes.

Arrugas milenarias del planeta,

guardamos un enigma en cada que

el

grieta,

rayo con fulgores instantáneos

no logra penetrar; y siempre mudas nos

hallarás,

rasgando

de compasión desnudas,

el cielo

azul con nuestros cráneos.

EPISODIO TERCERO ÉGLOGA OCTAVA EL REPROCHE El Amado.— La Musa. La sombra de la estancia en que el Amado pena, muestra de pronto un leve florecimiento de luz.

De la tiniebla surge, visible e inmaterial al propio tiemcomo un peri-espíritu, la Musa. Esbelta como Ligeia,

po,

encarna en su hermosura augusta toda toda

la

la belleza clásica

y

inquietante belleza moderna.

Hay en sus

ojos la plenitud del ensueño.

Su voz penetra al alma sin el intermedio del oído, como el dardo de una música taumaturga. Está celosa de la Amada, y la inflexión de su acento es de divino reproche. 101

m

d

a

N

o

LA MUSA ¡Ah! jTú ya la

pena

sin

me

desdeñas!

No

te

mueve

medida que me embarga,

y tu cruel desamor halla la

I

muy

larga

vida que mi sueño halló tan breve.

¡Quién habrá que los éxtasis renueve

de un amor que fué vuelo y que hoy es carga, de un amor que fué miel y que hoy amarga,

de un amor que fué llama y que hoy es nievel ¡Y pensar que en las noches invernales,

cuando enfermo,

sin fe, sin ideales,

lamentabas del sino los excesos,

enjugué de tu llanto partí tu

el

mar salobre,

duro tálamo de pobre

y sollozando

te

arropé en mis besos!

LA MUSA

j

Como madre

contemplando

II

que vela y^se'consume la

cuna de su niño, 192

Completvs

Obras como

garza que arropa en

de su blando plumón

como

el

al hijo

hábil hortelano

armiño implume;

que resume

su esfuerzo en un botón que pide aliño, capullo celé de tu cariño

el

por ver

Que que

lo

si

lo

daba

flor

digan

la

digan

y era perfume.

rosa y los claveles,

las dalias

de caireles

matizados, la fucsia y la violeta...

¡Y todo para qué! Para que un día otros labios bebieran ambrosía

en

el lirio ideal

de mi poeta!

EL

¡Basta,

AMADO

Musa, consuélate, no

¿Quién osara

decirte,

llores!

dueño mío,

que pago tus piedades con desvío deshojando tus

flores

y mis flores?

Hombre soy y me rindo a los amores; mas enlazo a los dos en mi albedrío, 193

Tomo

II

13

Amado

N

e

como

enlaza dos márgenes un

como

enlaza un matiz a dos colores.

Ya no

río,

penes, por Dios; en giro ledo

ven a mí como

ayer,

y

sin agravios

con ósculo de paz mi boca

sella.

LA MUSA

No, no quiero acercarme: tengo miedo



hallar,

trémulo aún entre tus labios,

quererte besar,

al

el

beso de

EL

Si vieras a

envidiaras

de

la

el

ella...

AMADO

mi novia, holgando quejas Ímpetu inseguro

humilde parásita del muro

que sube a

darle flores a sus rejas.

Es tan linda que tú

te le

asemejas;

hechizo es su mirar, su voz conjuro,

y geranio de olor su aliento puro

y pétalos rizados sus

orejas. 194

Obras De

C

m p

o

I

sus labios destilan ricas mieles,

son aleros de seda sus pestañas, y tiene en sus mejillas tentadoras

los

perfumes de todos

las frescuras

y

las rosas

de todas

de todas

las

los vergeles,

montañas

las auroras.

LA MUSA

Y

yo...

¿no soy hermosa? ¡Quién

resiste

a mis ojos! Mis ojos, bien amado,

son dos lotos de

cáliz

azulado

que tiemblan sobre un mar sereno y

Mi del

triste.

cabello es un haz que se reviste

más

bello matiz tornasolado;

mis cejas son dos alas que han posado su vuelo sideral cuando las

Mis de

la

viste.

labios, exquisitos cual

mesa del

rey,

manjares

cantan ufanos

los versos del Cantar

de los cantares; 195

Amado

N

e

i

dos tréboles de nácar son mis manos; mis senos, dos colinas de azahares; mis pies, dos leves párvulos hermanos.

EL AMADO

Amiga, es

la

verdad: nadie pregona

sus encantos mejor; tu frente

como un

orto de sol; tu faz humilla

de una madona.

la belleza ideal

Tu amor mi

es mi angustia y mi corona,

cielo está

pero

brilla

en tu rostro sin mancilla;

ella es la

mujer de mi

costilla,

mi domina, mi carne, mi varona.

Eres

alta, ella

ella sólo mortal; la

humilde; tú eres astro,

mas cuando

arrastro

cruz de mi pasión, mientras tú sueñas,

ella,

me

en pos de mi Gólgota bendito,

sigue

como humilde

dejando su toisón entre La musa

corderito, las breñas.

se pierde suspirando en la sombra,

196

EPISODIO CUARTO ÉGLOGA NOVENA EL RETORNO La Amada.— El Amado. La Amada, como la Esposa de los Cantares, se encamina en busca del Amado, en medio de un paisaje plácido y riente.

Los trigos dorados ondulan fingiendo un raudal de cabelleras rubias,

como

de los ángeles. En la voz de El tillo

la

si

a

la tierra

Amada hay

hubiesen caido todas las

júbilo

y esperanza.

amor hincha su seno redondo, como se esponjase una paloma.

W

si

bajo de su jus-

m

d

a

N

o

LA AMADA

Perfuman

las

mandragoras

(1); las flores

se yergen titilantes de rocío,

y esmaltan sementeras y baldío

como

de vividos colores.

estrellas

La caterva

riente

de pastores

aléjase jovial del caserío,

a

la

vera del úber sembradío

donde cuaja

Ya

espiga sus primores.

la

llegan del portal a las ruinas,

piando de placer,

ya procuran

ya vuelve ya regresa

el

las

el

las golondrinas;

garzas los ribazos;

pato azul a los juncales,

gorrión a los trigales,

y yo torno, mi bien, hacia tus brazos! (1)

I.

Cant. de los cant.

198

Obras

C

EL

m

o

p

I

AMADO

Mientras tú estabas lejos del Esposo, fué perenne espejismo del sentido tu

nombre, que es arrullo en

el

oído

y en los labios almíbar deleitoso. causa del aroma delicioso

A

que tienes en tu

nombre

por

es

los labios escondido,

un aroma difundido

las alas del viento

Oh, vuelve a mí;

nemoroso.

te aspiraré

anhelante

cual saquito de mirra perfumada,

Sulamita gentil (aunque morena

porque

Ven

el sol

ha mirado

tu semblante) (1).

a mí: ya te aguarda en

la

majada,

modulando sus églogas, mi avena. (1)

I.

Cant. de los cant.

EPISODIO QUINTO ÉGLOGA DÉCIMA EL DESPERTAR El Amado.— La Amada. ha desaparecido; perdió su oro la mariposa; el roto... el amor se fué. El Amado despierta y contempla a la Amada, que duerme a su lado, como se contempla en una orgía, al fulgor del El

iris

prisma yace

amanecer, los rostros marchitos y las flores muertas. El invierno llega a la heredad; el cielo es limpio, desteñido y triste; flotan grumos de escarcha como guiñapos de ilusión y de inocencia. Las hojas caen, caen, caen...

200

Completa

Obras

EL

Mujer, ¿bajo qué

amé

AMADO

luz,

I

bajo qué prisma

tus ojos y seguí tu huella,

que hoy, rota y eres otra a

la ilusión, eres aquélla

la vez,

Contradicción

en raro cisma?

humana que me abisma,

sarcasmo formidable de mi

estrella...

Fuiste luz y eres noche.,. Fuiste bella

y eres sombra tan sólo de

Soñé que

te quería

misma.

ti

en un remoto

,

Paraíso de amor; pero ya roto

encanto

el

mirífico, despierto,

y encuentra por su mal

el

alma esquiva

una pobre mujer, ardiente y

viva,

y un ensueño de amor, helado y muerto!

EL AMADO

II

Corazón, corazón, tú que blasonas

de

la gloria

de amar... amaste en vano... 201

'

N

m

Era carne no más, era gusano

que circundabas de coronas.

la sien

¿Por qué

Amor

lates,

qué buscas, qué pregonas?

es fuego fatuo de pantano.

amor, como

enano

Ven, maldice

al

nibelungo en

las fábulas teutonas.

Ven, maldice

al

el

amor: Petrarca, Dante,

Tasso, Shakespeare, Musset, loh! cuan distante estaba

A

la

la

mujer de vuestra meta!

mujer

como Job

divinizasteis; pero

del infecto estercolero,

surgió siquiera incólume

LA

el poeta.

AMADA

Alejándose inmensamente

triste...

hacia la muerte.

Nubes, auras, perfumes, tarde umbría, valles,

os

irá

montes de

azur...

preguntando

el

por donde fuere

alma mía:

decid, ¿hay duelo igual al que 202

me

hiere?

Complttas

Obras Mi amor, mi

solo bien, fué luz de un día:

surgió, brilló... tramonta y se

El

me muere!

amigo que tanto me quería

y a quien tanto adoré, ya no

Su numen me

vistió

me

quiere...

de resplandores,

sus estrofas cantaron mi belleza,

su joven fantasía

mas pasó

me

dio galas;

la ilusión

como

las flores,

y he aquí que languidezco de tristeza de ya no poseer

iris

ni alas.

203

EPÍLOGO

Invocación a la Musa.

La Amada ha muerto, asesinada por el Desencanto. El Amado, hijo pródigo del verdadero Ideal, se vuelve arrepentido hacia la Musa, que es el Arquetipo inmutable, perennemente joven y perennemente bello. A medida que la invoca, la Musa se condensa en formas de luz, le reprocha maternalmente su desvarío y por fln le

ampara.

Suenan entonces los címbalos de la eterna gloria, y en alma del Amado hay un florecimiento de astros.

EL AMADO (a

Vuelvo a

ti

la

con ternuras

Musa).

infinitas

en demanda de paz; está cansado 204

el

Obras

C

m

o

p

I

e

mi báculo de haber peregrinado en pos de amor y recogiendo cuitas.



sola ni te vas ni te marchitas;

dueño amado!

tú sola eres verdad, |oh ¡Vieras!

con

ya nada tengo... he deshojado

fiebre

de placer mis margaritas.

Ampárame y en mi vida sin

y

ni

alivia fe

caen

un pétalo queda

Te

mis congojas; las

ni

hojas

un retoño.

dejé con el alma en primavera,

y torno a tu regazo con tristeza

de

la

austera

las tardes del otoño.

LA MUSA

Pena, pena, tus lágrimas apura

y redímete

asi,

pues que quisiste

trocar a la mujer,

que es carne

triste,

en Beatriz de tu vida: selva obscura, 205

m

d

a

La mujer es con fulgor de Después... ido el

N

o

la

e

r

prne, que fulgura

ilusión, mientras resiste. el fulgor,

sólo persiste

dejo del pecado y de la hartura.

Llora, llora tu

sueño hecho pedazos,

y luego ven y duérmete en mis brazos;

yo soy

la

yo soy

sola esposa

la sola flor

que no

hastío,

nunca marchita.

Hero, Laara^Jalietüy Margarita: ¡yo soy! ven a las nupcias,

EL

Oh mi

dueño mío!

AMADO

reino interior, refugio abierto

a todos los cansancios: te columbra

a la

lo lejos

mi mal, como vislumbra

angustia de los náufragos un puerto.

Agar abandonada en

el desierto,

bajo un sol que abochorna y que deslumbra, 206

obras mi

espíritu

C

m

o

soñaba en

la

p

I

penumbra

deleitosa y tranquila de tu huertol

No más

vida exterior: ámenla otros.

La beldad está dentro de nosotros y en mi mente inmortal veré sus huellas.

y

Pedí cielo y estrellas

al

hallé, tras largo viaje,

que en mí mismo

abismo,

llevaba sin saber cielo y estrellas.

envío A SANTA

A

que con un ímpetu que asombra

ti,

caminas hacia Dios, tu eterno dueño,

y vives en y en

la

Por

el

Sueño como un sueño

Sombra

tu labio

te

duermes como sombra:

que a Cristo sólo nombra,

y tu carne que sangra en duro leño,

y tus pies abnegados cuyo empeño es hallar

muchos cardos por alfombra; 207

^

m

A

ti,

vaso de amor y de

que ves en

más

a

alta

ti,

que

las

que

una grandeza

nubes y

Santa, mi

este libro,

con

el martirio

al

numen sueño

la gloria inefable

tristeza

las cimas,

te

dedica

glorifica

de

las rimas.

208

ToMon

14

LA HERMANA AGUA (DE LOS

POEMAS PANTEÍSTAS)

Hermana Agua, alabemos al Señor. (Espíritu de San Francisco de Asís.) A QUIEN VA A LEER

Un ta;

hilo

de agua que cae de una

llave imperfec-

un hilo de agua, manso y diáfano, que gorjea

toda

la

noche y todas

las

noches cerca de mi alco-

ba,

que canta a mi soledad y en

un

hilo

de agua: ¡qué cosa tan

ella

me acompaña;

sencilla! Y, sin

bargo, esas gotas incesantes y sonoras

señado más que los El alma del Agua

—el alma

santa

me han

emen-

libros.

me ha hablado en la sombra, del Agua—, y yo la he oído con re211

Amado Ñervo cogimiento y con amor. Lo que crito

me ha dicho está es-

en páginas que pueden compendiarse

dócily ser cristalino: ésta es la ley

tales páginas

Yo

y

así:

ser

los profetas;

y

han formado un poema.

sé que quien lo lea sentirá el suave placer

yo he sentido

al

que

escucharlo de los labios de Sor

Aqaa, y éste será mi galardón en

la

que mis huesos se regocijen en

gracia de Dios.

i

Yo

canto

EL AGUA QUE CORRE BAJO LA TIERRA

al

Cielo porque mis linfas ignoradas

hacen que fructifiquen los sotos

Nadie

y

me

la

prueba, hasta

las

las savias; las llanadas,

lomas por mí tienen frescura.

mira, nadie;

mas mi

corriente obscura

se regocija luego que llega primavera,

porque

si

dentro hay sombras, hay muchos tallos fuera.

Los gérmenes conocen mi beso cuando anidan bajo la

tierra,

Lejos de

y luego que son

me

flores

olvidan.

sus raíces las corolas felices

no se acuerdan

del

agua que regó sus

raices...

¡Qué importa! yo alabanzas digo a Dios con voz suave.

La

flor

no sabe nada, ¡pero

el

212

Señor



sabel

Compíeias

Obras Yo

canto a Dios corriendo por mi ignoto sendero,

dichosa de antemano; porque seré venero ante

la

vara mágica de Moisés; porque un día

vendrán

caravanas hacia

las

la linfa

mía;

porque mis aguas dulces, mientras que el rostro beatífico del

sobre

el

fondo

y

bebe,

al

beberme,

y como en ese el

que en

que en

el cielo

los cristales yerra;

traslado a la tierra,

el cielo lo

así el creyente triste

él

su dicha fragua,

que palpita en mi agua,

cielo brillan estrellas bellas,

hombre que me bebe comulga con

Yo

alabo

al

sed matan,

sediento retratan

del cielo,

porque copiando

la

estrellas.

Señor bueno porque, con

la infinita

pedrería que encuentro de fuegos policromos, forjo

en

las misteriosas grutas la estalactita,

pórtico del alcázar de ensueño de los

porque en ocultos senos de

doy de beber

al

la

Así

me

dijo el

antros, y yo:

caverna umbría

monstruo que tiene miedo

iQué importa que mi vida bajo Los hombres no

gnomos;

lo saben,

Agua que

—Agua

la tierra

pero Dios

al día.

acabe!

sí lo

sabe.

discurre por los

hermana, bendigamos a Dios. 213

m

N

o

EL AGUA QUE CORRE SOBRE LA TIERRA

^

Yo

d

a

alabo

porque

al cielo

me

brindó en sus amores

para mi fondo gemas, para mi margen flores;

porque cuando

la

roca

me muerde

hay en mi sangre (espuma)

porque cuando

al

adorno de arco

iris

y

el

rocío

que

salta

y

filigranas

me

de

maltrata»

plata;

abismo ruedo en un cataclismo, triunfales el abismo,

de mis espumas blancas

riega las florecitas que esmaltan las barrancas;

porque a través del cauce llevando mi caudal, soy un camino que anda, como

dijo Pascal;

porque en mi gran llanura donde

la brisa vuela,

deslízanse los élitros nevados de la vela;

porque en mi azul espalda que

la quilla acuchilla,

mezo, aduermo y soporto

audacia de

la

mientras que no conturba mis ondas

a

fin

y

la

el

la quilla,

Dios fuerte,

de que originen catástrofes de muerte,

onda que

arrulla sea

onda que

hiere...

¡Quién sabe los designios de Dios que así lo quiere!

Yo

alabo

al cielo

porque en mi vida errabunda

soy Niágara que truena, soy Nilo que fecunda, 214

Obras Completas maelstroom de remolino porque, mar, di

fatal,

o golfo amigo;

la vida, y, diluvio, el castigo.

Docilidad inmensa tengo para mi dueño: Él

me

«Anda», y ando; «Despéñate», y despeño

dice:

mis aguas en

la

y canto cuando y cantando mi fiel al

sima de roca, que da espanto; corro,

linfa,

y

al

despeñarme canto,

tormentas o

iris

fragua,

Señor...

—Loemos

a Dios, hermana Agua.

LA

Yo soy

la

NffiVE

movediza perenne; nunca dura

en mí una forma; pronto mi ser se transfigura, y ya entre guijas de ónix cantando peregrino, ya en témpanos helados, detengo mi camino,

ya vuelo por los aires trocándome en vapores, ya soy

iris

en polvo de todos los colores

o roció que asciende, o aguacero que llueve-

Mas Dios también me ha dado la

albura de

que cae de

la

la

albura de la nieve,

nieve enigmática y

los cielos

como una 215

fría

eucaristía,

Amado que por

y que cuando

Subí a

u

r

puntiagudos techos resbala leda

los

Cayendo

N

la

pisan cruje

silenciosa,

la altura niebla,

como

de blanco

la

al

desciendo

seda.

mundo

al

arropo.

suelo copo;

subí gris de los lagos que la quietud estanca,

y bajo blanca

al

mundo,.. ¡Oh, qué bello es ser blancal

¿Por qué soy blanca? En premio del sacrificio mío, porque tirito para que nadie tenga frío,

'^

porque mi ly

Dios

lino todos los fríos

me

torna blanca por haber sido buenal

¿Verdad que es llevadera así?

de

Yo

caigo

lo alto,

como

la

palma del martirio

los pétalos

de un

lirio

y no pudiendo cantar mi canción pura

con murmurios de

La

almacena

linfa, la

canto con blancura.

nitidez es ruego, la albura es

himno

santo;

ser blanca es orar; siendo yo, pues, blanca, oro

y canto

Ser luminosa es otro de los cantos mejores:

¿no ves que

las estrellas

salmodian con fulgores? 216

Completas

Obras Por eso

el

rey poeta dijo en

himno de amor:

«El firmamento narra la gloria del Señor.»





como

la

Nieve que inmaculada

llueve.

Y yo clamé: —Alabemos a Dios, hermana

Neive.

EL HIELO

Para cubrir los peces del fondo, que agonizan

de

frío,

y yo,

mis piadosas ondas se

la inquietüela,

cristalizan,

cuyo perenne móvil

me aduermo, quedo cómo padezco nostalgia

es variar, enmudezco, jAh!

Tú no

sabes

de sol bajo esa blanca sabana siempre

Tú no

sabes

la

angustia de

la ola

sus ritmos ondulantes de mujer,

inmóvil.

fría!

que inmola

—su

sonrisa—,

y que se vuelve— mujer de Loth— banquisa: ser banquisa es ser como la estatua de la ola. al frío,



ignoras esa angustia;

mas yo no me

rebelo,

y ansiosa de que en todo mi Dios sea loado, desprendo radiaciones

y en vez de azul

al

bloque de mi hielo,

oleaje soy 217

témpano azulado.

Amado Mis

crestas en las

reflejo el rosa la luz

de

las

N

e

r

noches del polo son fanales, auroras boreales,

convaleciente del

de Seraphita, yergo mi

sol,

y con deleite

cristalina

roca

por donde trepan lentos los morsos y

la foca,

seguidos de lapones hambrientos de su

¿Ya ves cómo

Y

yo

recé:

v

se acata

la

—Loemos

aceite...

voluntad del cielo?

a Dios, hermano Hielo.

EL GRANIZO

jTin

tin, tin tin!

redoble ¡Tin

tin!

Yo

caigo del cielo, en insensato

campo y todos los céspedes maltrato. ¡Muy buenas tardes, mi hermana la pradera!

al

Poeta, buenas tardes, ¡ábreme tu vidriera!

Soy diáfano y geométrico, tengo esmalte y blancura tan finos y suaves

como una

dentadura,

y en un derroche de ópalos blancos

La

linfa canta, el

Tin

tin, tin tin,

copo

mi

cruje, yo...

torre es la

La nieve es

triste, el

ideal,

cristal!

agua turbulenta, yo

ventura, soy un loco de atar, tin tin, tin ¿...Censuras?

No

multiplico.

yo repico!

nube

¡oye mis campanitas de límpido

me

sin tin!

por cierto, no merezco censuras; 218

Completas

Obras las tardes calurosas

yo lucho con y soy

por mí tienen frescuras,

verano

el hálito rabioso del

bello...

—Loemos

a Dios, Granizo hermano.

EL VAPOR

El

como

así

y

Vapor es

el

el

alma del agua, hermano mío,

sonrisa del agua es

el rocío,

lago sus miradas y su pensar la fuente;

sus lágrimas,

y los

la lluvia;

ríos sus brazos;

sin coto

su impaciencia,

su cuerpo,

de los mares, y

la

el torrente,

llanada

las olas sus senos;

su frente, las neveras de los montes serenos,

y sus cabellos de oro líquido,

Yo soy alma

del agua,

las transfiguraciones

su Tabor es

como

Y ya ya

el

ya es

y

el

la cascada.

alma siempre sube:

de esa alma son

la tarde real

que

agua fué buena, su Dios el

albo copo que en

el

azul

zona de fuego, que parece una

el

divino

de nácar, ya 219

nube,

la transfigura...

la

castillo

la

empurpura:

la

el

ríela,

estela,

plumaje

Amado

N

e

de un pavo hecho de piedras preciosas, ya

de un abanico inmenso, ya

Como

el cráter

agua fué buena, su Dios

el

que

r

v

el

encaje

fulgura...

la transfigura.

—¡Dios! Dios siempre en tus labios está como en un templo, Dios, siempre Dios... jen cambio yo nunca le contemplo!

¿Por qué

si

Dios existe no deja ver sus huellas,

por qué taimadamente se esconde a nuestro anhelo, por qué no se halla escrito su nombre con

estrellas

en medio del esmalte magnífico del cielo?

—Poeta, ciencia,

allí

que

las fuentes

buscas con

la

el silencio

busca

la

depon

tu gran

y

cifras al abismo...

obscuras de tu vida,

ora: tu

sombra y oye:

tu

ti

Dios execra

mismo. el grito;

Dios habla en

lo arcano;

penacho de orgullo y de delito...

está.

—¿Qué

ves ahora?

—La —¿Y

ensoberbecida

verás su rostro: tu Dios está en

Busca

—Ya

lo

que exige pruebas y

Asómate a y

es

faz del Infinito.

eres feliz?

—Loemos

a Dios, Vapor hermano. 220

Completa

Obras

LA BRUMA

La Bruma es en leve

gris.

La Bruma es

ensueño del agua, que se esfuma

el

iTú ignoras la esencia de el

Brumal

la

ensueño del agua, y en su empeño

de inmaterializarse

lo

A través de su velo

mirífico,

vuelve todo ensueño. ^m-^íca/O^*-^

parece

como que

la

la torre es

un fantasma de vaguedad que pasma;

materia brutal se desvanece:

todo en su blonda envuelto, se convierte en fantasma,

y

el

mismo hombre que cruza por su zona

quieta

se convierte en fantasma, es decir, en silueta.

La Bruma es en leve

de

Y

la

gris.

el

ensueño del agua, que se esfuma

¡Tú ignoras

la

esencia de

Bruma que sueña con

la

la

Bruma,

aurora lejana!

yo.dije; •— lEnsalcemos a Dios, oh Bruma hermana!

LAS VOCES DEL AGUA

—Mi gota busca entrañas de roca y las perfora. —En mí flota el aceite que en los santuarios vela. —Por la

mí raya

pauta de los

el

milagro de

rieles.

—Yo

la

locomotora

pinto la acuarela.

231

Amado Ñervo —Mi

bruma y

—Yo

cómo

lo divinizan

modernas

las

—Soy

—Soy

y enfermera

triaca

—Y yo,

clínicas.

turiferario santo del alba

sobre

las

rosas,

en primavera.

pródiga de fuerza motriz en mi caída.

—Yo escarcho di

todo?

presto vibraciones de flautas prodigiosas

a los vasos de vidrio.

en

modo

tus recuerdos son por extraño

gemelos; ¿no ves

un canto a

los

ramajes.— Yo en tiempos muy remotos

las sirenas.

—Yo, cuando

sueño sueños azules, y esos sueños son

estoy dormida,

lotos.

— Poeta, que por gracia del cielo nos conoces, ¿no cantas con nosotras?

—Sí

canto, hermanas Voces.

EL AGUA MULTIFORME

«El

que

Agua toma siempre

la

la

forma de los vasos

contienen», dicen las ciencias que mis pasos

atisban y pretenden analizarme en vano:

yo soy

la

resignada por excelencia, hermano.

¿No ves que

Hoy soy

a cada instante mi forma se aniquila?

torrente inquieto y ayer fui

hoy soy, en vaso

me

agua

esférico, redonda; ayer,

tranquila;

apenas

mostraba cilindrica en las ánforas plenas, 222

Completas

Obras así pitagorizo

y

mi

ser,

hielo, corriente, niebla,

todo

lo soy,

y a todo

hora

tras hora:

vapor que

me

el

día dora,

pliego en cuanto cabe;

¡Los hombres no lo saben, pero Dios

síilo sabe!

iPor qué tú te rebelas! ¡Por qué tu ánimo agitas!

¡Tonto!

comprendieras

¡Si

dichas infinitas

las

de plegarse a los fines del Señor que nos

¿Qué

quieres? ¿Por qué sufres?

rige!

¿Qué sueñas? ¿Qué

te aflige?

¡Imaginaciones que se extinguen en cuanto

En cambio yo

aparecen...

Canto, mientras tú penas, canto cuando soy

y

al

ir.

linfa;

canto, canto, canto!

voluntad ignota;

la

canto cuando soy gota,

Proteo extraño, de mi destino en pos,

murmuro: —¡Que se cumpla

la

santa ley de Dios!

¡Por qué tantos anhelos sin rumbo tu alma fragua!

¿Pretendes ser dichoso? Pues bien: sé sé

como



como

agua, llena de oblación y heroísmo,

el

sangre en el

el cáliz,

el

gracia de Dios en

agua, dócil a

que reza en y en

como el agua;

las iglesias

el

bautismo;

la ley infinita,

en donde está bendita,

estanque arrulla meciendo 223

la piragua.

Amado

N

e

¿Pretendes ser dichoso? Pues bien: sé como

de que

viste

cantando

y no

estés triste nunca,

Deja que en

ti

el traje

el

Señor

que es pecado

§

v

r

el

agua;

te viste,

estar triste.

se cumplan los fines de la vida;

sé declive, no roca; transfórmate y anida

donde

al

Señor

le plazca,

al ir del fin

y

en pos,

murmura: iQue se cumpla la santa ley de Dios! Lograrás,

si lo

de bienes:

6i

hicieres así,

magno

eres bruma, serás

tesoro

bruma de

oro;

si

eres nube, la tarde te dará su arrebol;

si

eres fuente, en tu seno verás temblando al sol;

tendrán eres,

y

filetes

si

de ámbar tus ondas,

océano, te plateará

Si eres torrente,

si

laguna

la luna.

espuma tendrás tornasolada,

y una crencha de arco

iris

en

flor,

sieres cascada.



Asi

me

dijo el

Agua con

místico reproche,

y yo, rendido al santo consejo de la Maga, sabiendo que es el Padre quien habla entre la noche,

clamécon elApósioh— Señor ¿qué quieres quehaga? París,

Enero de 1901.

224

IND/CE

Páginas.

Amado Ñervo

9

Magna voce per umbras

21

Lá-haut

25

Más

27

allá

La hermana Melancolía Les oiseaux s'envolent et

29 les fleui s

33

tombent

Luciérnagas

39

Rebelión

47

Madrigal heterodoxo

49

Tenue

53

Claroscuro

55

Mi Saint Denis Poema caligráfico

59 63 65 67 69

Piedad Nébula Edelweiss Réquiem delectabile



71



73

Madrigal aliterado A José María de Heredia

79

225

Tomo

II

15

n Página».

Manchón

83 85 87

Eventail

Elmuecía Noche ártica Las cigüeñas

89

Andrógino

95 97

91

Después Guerrero y

101

fraile

Dona Guiomar

103

El pacto

105

Galardón

107

Dixit rex

109

El héroe

111

Ayer

115

Hoy

117

El viejo sátiro

121

Las sirenas La flauta de Pan El nuevo rito

123 125 127

Sonetino

139

Para Adelina Núñez Madrigal conceptuoso

141

El violoncello

145

143

Implacable

149

Trilogía

165

El prisma roto

171

La hermana Agua

209

226

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PQ Ñervo, Amado 7297 Obras completas de Amado N5A1325 Ñervo 1920 V.2

41

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