Modelos latinos en la Castilla medieval
 9783964563224

Table of contents :
ÍNDICE
MODELOS LATINOS EN LA CASTILLA MEDIEVAL
ROMANCE, LATÍN, Y OTRA VEZ ROMANCE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA EN EL SIGLO XII
FRONTERAS Y PERIODIZACIÓN EN EL ESPAÑOL DE LOS ORÍGENES
CÓMO VIVE UNA LENGUA "MUERTA": EL PESO DEL LATÍN MEDIEVAL EN LA EVOLUCIÓN ROMANCE
L A ELABORACIÓN LÉXICA DESDE MODELOS LATINOS: TRES ESTUDIOS DE CASO EN EL CASTELLANO MEDIEVAL {INCLUSIVE, EXCLUSIVE, RESPECTIVE)
LATÍN Y ROMANCE EN EL LÉXICO DE LA LENGUA JURÍDICA DEL SIGLO XIII: OBSERVACIONES SOBRE EL VERBO OTORGAR
MODELOS LATINOS Y MECANISMOS PRAGMÁTICOS EN LAS CORRELACIONES MEDIEVALES CASTELLANAS
L A SUBORDINACIÓN COMPLETIVA EN ESPAÑOL ANTIGUO: CONTINUIDAD Y RUPTURA DE LOS MODELOS LATINOS
LA EXPRESIÓN DE LA POSESIÓN Y FENÓMENOS CONEXOS DEL LATÍN AL ESPAÑOL Y A LAS DEMÁS LENGUAS ROMÁNICAS: SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS
ALFONSO X EL SABIO Y LA TRADICIÓN CULTURAL OCCIDENTAL
LOS MITOS DE LA CREACIÓN DE LA METAMORFOSIS DE OVIDIO (MET. I, V. 5 - 162) EN LA GENERAL ESTORIA DE ALFONSO X
MODELOS HISTÓRICOS Y LITERARIOS LATINOS Y PROSA HISTÓRICA ROMANCE: EL EJEMPLO DE LA ESTORIA DE ESPAÑA DE ALFONSO X
ORDINATIO Y COMPILATIO EN LA PROSA DE ALFONSO X EL SABIO
FUERO JUZGO-, UNA TRADUCCIÓN AL SERVICIO DE LA GÉNESIS DEL ESTADO MODERNO
LA CABALLERÍA DE AYER Y LA DE HOY. EL SUEÑO LATINO DE ALGUNOS CABALLEROS LETRADOS DEL SIGLO XV
PORQUE TENGO OBLIGACIÓN-, GENEALOGÍA, ESCRITURA E IDENTIDAD NOBILIARIAS. LOS VELASCO
LOS COMIENZOS DE LAS LETRAS LATINAS EN CASTILLA Y LEÓN: DE LOS ANALES CASTELLANOS PRIMEROS A LOS SEGUNDOS
LOS EXEMPLA MEDIEVALES: REFLEXIÓN SOBRE LOS MODELOS LATINOS
NOTAS SOBRE LA VERSIÓN CASTELLANA DEL AXIOCO HECHA POR PEDRO DÍAZ DE TOLEDO
LOS AUTORES

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Mónica Castillo Lluch y Marta López Izquierdo (eds.) Modelos latinos en la Castilla medieval

MEDIEVALIA HISPANICA Fundador y director Maxim Kerkhof

Vol. 14 Consejo editorial Viceng Beltrán (Università di Roma "La Sapienza"); Hugo O. Bizzarri (Université de Fribourg); Patrizia Botta (Università di Roma "La Sapienza"); Antonio Cortijo Ocaña (University of California, Santa Barbara); Michael Gerii (University of Virginia, Charlottesville); Ángel Gómez Moreno (Universidad Complutense, Madrid); Georges Martin (Université Paris-Sorbonne); Regula Rohland de Langbehn (Universidad de Buenos Aires) y Julian Weiss (King's College, London)

Mónica Castillo Lluch y Marta López Izquierdo (eds.)

Modelos latinos en la Castilla medieval

IBEROAMERICANA -

VERVUERT -

2010

La presente publicación ha sido financiada con la ayuda de: Conseil Scientifique de l'Université de Strasbourg Conseil Scientifique de l'Université Paris 8 CIHAM (UMR 5648, CNRS - Université de Lyon) LMS (UMR 8099, CNRS - Université Paris-Descartes)

Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2010 Amor de Dios, 1 - E-28014 Madrid Tel.+34914293522 Fax+34 91429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net ©Vervuert, 2010 Elisabethenstr. 3-9 - D-60594 Frankfurt am Main Tel.+49695974617 Fax+49695978743 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-478-0 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-504-2 (Vervuert) Depósito legal: M-24.672-2010 Diseño de la cubierta: Michael Ackermann The paper on which this book printed meets the requirements of ISO 9706 Printed in Spain

INDICE

Mónica Castillo Lluch/ Marta López Izquierdo M O D E L O S LATINOS EN LA C A S T I L L A MEDIEVAL

Roger Wright R O M A N C E , LATÍN, Y OTRA VEZ ROMANCE EN LA PENÍNSULA IBÉRICA EN EL SIGLO XII

Mercedes Quilis Merin FRONTERAS Y PERIODIZACIÓN EN EL ESPAÑOL DE LOS ORÍGENES

Mario Barra Jover C Ó M O VIVE UNA LENGUA " M U E R T A " : EL PESO DEL LATÍN MEDIEVAL EN LA EVOLUCIÓN ROMANCE

Lola Pons Rodríguez L A ELABORACIÓN LÉXICA DESDE MODELOS LATINOS: TRES ESTUDIOS DE CASO EN EL CASTELLANO MEDIEVAL {INCLUSIVE, EXCLUSIVE, RESPECTIVE)

Gloria Clavería Nadal L A T Í N Y ROMANCE EN EL LÉXICO DE LA LENGUA JURÍDICA DEL SIGLO XIII: OBSERVACIONES SOBRE EL VERBO OTORGAR

Javier Elvira M O D E L O S LATINOS Y MECANISMOS PRAGMÁTICOS EN LAS CORRELACIONES MEDIEVALES CASTELLANAS

Ana Serradilla Castaño L A SUBORDINACIÓN COMPLETIVA EN ESPAÑOL ANTIGUO: CONTINUIDAD Y RUPTURA DE LOS MODELOS LATINOS

José María

García

Martín

L A EXPRESIÓN DE LA POSESIÓN Y FENÓMENOS CONEXOS DEL LATÍN AL ESPAÑOL Y A LAS DEMÁS LENGUAS ROMÁNICAS: SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS

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PILAR SAQUERO SUÁREZ-SOMONTE ALFONSO X EL SABIO Y LA TRADICIÓN CULTURAL OCCIDENTAL

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IRENE SALVO GARCÍA LOS MITOS DE LA CREACIÓN DE LA METAMORFOSIS DE OVIDIO (MET. I, V. 5 - 1 6 2 ) EN LA GENERAL ESTORIA DE ALFONSO X

201

CORINNE MENEÉ- CASTER MODELOS HISTÓRICOS Y LITERARIOS LATINOS Y PROSA HISTÓRICA ROMANCE: EL EJEMPLO DE LA ESTORIA DE ESPAÑA DE ALFONSO X

223

INÉS FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ ORDINATIO Y COMPILATIO EN LA PROSA DE ALFONSO X EL SABIO

239

ESTELLE MAINTIER-VERMOREL FUERO JUZGO-, UNA TRADUCCIÓN AL SERVICIO DE LA GÉNESIS DEL ESTADO MODERNO

271

CARLOS HEUSCH L A CABALLERÍA DE AYER Y LA DE HOY. E L SUEÑO LATINO DE ALGUNOS CABALLEROS LETRADOS DEL SIGLO XV

289

CRISTINA JULAR PÉREZ-ALFARO PORQUE TENGO OBLIGACIÓN-, GENEALOGÍA, ESCRITURA E IDENTIDAD NOBILIARIAS. L O S VELASCO

307

JOSÉ CARLOS MARTÍN LOS COMIENZOS DE LAS LETRAS LATINAS EN CASTILLA Y L E Ó N : DE LOS ANALES CASTELLANOS PRIMEROS A LOS SEGUNDOS

331

BERNARD DARBORD LOS EXEMPLA MEDIEVALES: REFLEXIÓN SOBRE LOS MODELOS LATINOS

347

CÉSAR GARCÍA DE LUCAS N O T A S SOBRE LA VERSIÓN CASTELLANA DEL AXIOCO HECHA POR PEDRO D Í A Z DE TOLEDO

LOS AUTORES

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Mónica Castillo Lluch y Marta López Izquierdo MODELOS LATINOS EN LA CASTILLA MEDIEVAL

1 . INTRODUCCIÓN

La noción de modelo parte de la constatación de una continuidad entre la Antigüedad y la Edad Media, que según Curtius1, se extendería de Homero a Goethe. Contrariamente a lo que deja entender la denominación de "siglos oscuros" de la historiografía tradicional, no ha habido cortes en el paso de la Antigüedad a la Edad Media, sino, en palabras de Michel Banniard (1989), superposiciones, una lenta transición en que a la transmisión de los saberes se iban añadiendo progresivas innovaciones. Sin embargo, la impronta latina se modifica sustancialmente a lo largo de esos más de dos milenios. La latinidad, lo latino, nos remite a un conjunto de representaciones variadas que, gracias a una amplia polisemia, se adapta a las realidades y a las necesidades de cada época. Así, el concepto de latinidad se va declinando de manera diversa, a medida que transcurren los siglos, como latinidad romana, clásica2 o tardía, como latinidad visigoda, carolingia, humanista, como latinidad pagana o cristiana... En todos estos casos, estamos ante "modelos latinos" en competición, que se suceden de acuerdo con el "movimiento de modelos" común a todo sistema de pensamiento, tal y como escribió Thomas Kuhn (1971). Frente a esta diversidad, ¿existen elementos comunes, medulares o periféricos, que permanecen en un ideal latino multisecular? ¿o estamos ante una sucesión de representaciones irreductibles a un foco común, en que el nombre de "latino" no es más que un envoltorio cada vez más vacío de contenido pero capaz de legitimar nuevos paradigmas? 2 . MODELOS Y MOLDES

Si creemos a Curtius, la clave de la pervivencia latina está en el modelo como forma, como estructura, como molde. La materia "bruta" recibe en su transfor1 2

ErnstR. Curtius (1955). Para la evolución del adjetivo "clásico", v. Tomás González Rolán/Pilar Saquero SuárezSomonte/Antonio López Fonseca (2002).

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mación literaria un cuño en que aflora la tradición latina, se moldea gracias a patrones metafóricos, tópicos, retóricos, estilísticos que remontan a la Antigüedad. El modelo latino es aquí un arquetipo, con el que el hombre medieval establece una relación en gran medida consciente de dependencia: el procedimiento de la imitatio de los autores de referencia correspondía así a una concepción de la literatura como mimesis. La figura del poeta creador no se impondrá hasta siglos más tarde, durante el prerromanticismo. Pero la imitatio no es una mera repetición sino que supone una translatio, es decir, la elaboración de un sistema de correspondencias entre el mundo antiguo y el mundo románico emergente. Se transfiere así de Roma a la Francia carolingia o a la Castilla alfonsí, un modelo de Estado (translatio imperii), pero también un modelo del saber (translatio studií). La Iglesia desempeñará en este segundo ámbito un papel de primer orden como mediadora y difusora de la cultura antigua al servicio de la nueva doctrina cristiana. Esta actividad eclesiástica de adaptación introduce los primeros brotes renovadores: en la retórica, por ejemplo, la profunda revisión de la teoría clásica de los estilos resulta en una promoción del sermo humilis para la predicación y para la producción de nuevos géneros como las vidas de santos; en este mismo terreno, la aplicación de los tres niveles interpretativos (literal, moral, alegórico) que valen tanto para los autores paganos como para la Biblia, harán de la alegoría una figura indispensable en la lectura del texto medieval, ya esté en latín o en romance. Cabe estudiar la práctica de la traducción, que atraviesa y fecunda toda la Edad Media, como una forma más de translatio, aquí entre el texto latino fuente y el texto en romance. Surgen a este respecto numerosos interrogantes: ¿en qué medida contribuyen a la conservación del modelo que traducen y hasta qué punto lo transforman para adaptarlo a la nueva realidad románica?, ¿qué juego de interferencias positivas o negativas se establece entre el modelo latino y su traducción3?, ¿representa la traducción de un texto latino al romance el reconocimiento de su carácter modélico o bien una suplantación destinada a atraer hacia el romance el protagonismo del modelo latino?, ¿cómo se concibe en Castilla la actividad traductora, qué función se le atribuye, qué procedimientos (de glosa, de amplificatio, de clarificación...) se utilizan de un siglo a otro, de las traducciones al romance de Alfonso X el Sabio a las de los humanistas del siglo xv? Más allá de estos interrogantes, es indudable el papel de la actividad traductora en la elaboración de nuevos paradigmas4. Resulta significativa la tardía 3

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Los conceptos de interferencias positivas y negativas han sido definidos en el terreno lingüístico por Eugenio Coseriu (1977) y Johannes Kabatek (2000: 34-45). En palabras de Itamar Even-Zohar (1999: 224-225): En el momento en que emergen nuevos modelos literarios, la traducción suele convertirse en uno de los instrumentos de elaboración del nuevo repertorio. A través de obras extran-

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aparición de traducciones del latín al romance en Castilla que, con la notable excepción de los talleres alfonsíes, no se hacen mayoritarias hasta el siglo xiv. Este siglo, mal conocido por otra parte en lo tocante a traducción, supone para Castilla un cambio de modelos en la actividad traductora: el predominio de los textos árabes es sustituido por el de textos latinos, griegos o de otras lenguas romances del entorno geográfico5. La tendencia se confirma ampliamente a lo largo del siglo xv, momento en que los traductores son además escritores (tanto en latín como en romance): así, Juan de Mena, Juan Rodríguez del Padrón, Enrique de Villena, Alonso de Cartagena, Pedro Díaz de Toledo, Alfonso de Palencia, Alonso de Madrigal (el Tostado)... Esta doble competencia favorecerá los trasvases entre el latín y el romance, hasta tal punto que se ha llegado a hablar de "fusión" 6 . El primer humanismo adopta en Castilla un cariz "clasicizante"7, más que "clásico", es decir, que pretende "ensanchar y revitalizar la parte de la cultura medieval que descendía de la tradición clásica"8. Se ha acuñado asimismo para este período el término de "humanismo vernáculo", por su particular empeño en volcar al castellano las obras clásicas. Este proceso sugiere que el cambio de paradigma se realiza en Castilla de manera progresiva, no abrupta, pues el "romanceamiento" asume la función mediadora, propia de la Edad Media, en la recepción e interpretación de los clásicos. La actividad traductora incidirá también en el prestigio del romance frente a su modelo. En la antigua Roma, la traducción de los modelos griegos fue constante. A pesar de que ciertos autores como Lucrecio, Quintiliano o el mismo Cicerón aluden a "la extrema pobreza expresiva (egestas) del latín en relación con el griego"9, el concepto romano de la aemulatio conducía a una traducción cuya finalidad era mejorar el modelo de partida. La Edad Media, por el contrario, y hasta bien entrado el Renacimiento, se plantea la traducción al romance como

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jeras se introducen en la literatura local ciertos rasgos (tanto principios como elementos) antes inexistentes. Así se incluyen posiblemente no solo nuevos modelos de realidad que sustituyan a los antiguos y a los bien asentados ya no operativos, sino también toda otra serie de rasgos, como un lenguaje (poético) nuevo o nuevos modelos y técnicas expositivas. Julio-César Santoyo (2004). Tomás González Rolán/Antonio Moreno Hernández/Pilar Saquero Suárez-Somonte (2000: 44): [se produce] en España, de forma más completa y profunda que en otros países europeos, una más estrecha fusión en el campo de la literatura del pensamiento greco-latino con el espíritu nacional, ya que los recursos lingüísticos y estilísticos recuperados por los humanistas se introdujeron en la lengua castellana de modo más sencillo y natural.

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PeterRussell (1978: 229). Ib. PeterRussell (1985: 18).

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Castillo Lluch y Marta López

Izquierdo

un mal necesario para difundir el saber entre el mayor número, pero siempre dejando constancia de la inferioridad de la lengua romance frente al modelo latino (más "sutil", "dulce" y "breve" 10 ), en lo que se convirtió en un auténtico tópico de los prólogos de las traducciones. Así, Juan de Mena, en el prólogo a su Homero romanzado [1442] 1 1 , cuando escribe: Acaesferá por esta cabsa a la omèrica Ylíada como a las dulces y sabrosas frutas en la fin del verano, que a la primera agua se dañan y a la segunda se pierden. E así esta obra resfibirá dos agravios: el uno en la traslación latina y, el más dañoso y mayor, en la interpretación del romance que presumo y tiento de le dar o Enrique de Aragón refiriéndose al "duro y desierto romance" 12 . Pocos años más tarde, A l f o n s o de Palencia, denuncia a su vez "los muchos denuestos que incurren aquellos que luego se atreven a traspasar de lengua limada latina a nuestro corto vulgar muchas escripturas'" 3 . Ninguna de estas consideraciones supondrá un verdadero freno para la intensísima actividad de traducción que se da en estos años al servicio de otro tópico: aprovechar al mayor número, y que el Marqués de Santillana colocaba bajo la divisa "pues no podemos auer aquello que queremos, queramos aquello que podemos" 1 4 . Habrá que esperar a finales del siglo x v y de m o d o definitivo a principios del xvi para ver c ó m o se produce el cambio en la actitud hacia la lengua vulgar c o m o lengua meta 15 .

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Peter Russell (1985: 18). Miguel Angel Pérez Priego (ed.) (1989: 333-334). "Carta al rey Juan de Navarra", en Pedro Cátedra (ed.) (1994: 154). Prólogo a su poema Batalla campal entre los perros y los lobos (1457), traducción del que él mismo escribe un año antes en latín. Apud Julio-César Santoyo (2004: 154). "Carta del Marqués de Santillana a su hijo", en Ángel Gómez Moreno/Maximilian P. A. M.Kerkhof (1988: 456). "[A finales del xv] se halla cada vez menos en la pluma de los traductores el topos del menosprecio de la lengua romance; ya a comienzos del siglo xvi dicho lugar común ha desaparecido casi por completo." (Russell 1985: 50-51). A este respecto, la valoración de el Tostado hacia 1445, como señala Nelson Cartagena (2009: xxxvii), resulta totalmente precursora: "e esta diferencia paresce entre el latin e la vulgar lengua, ca muchos vocablos ha en latín significantes algunas cosas para las quales cosas no ha vocablos enel vulgar ha vocablos para los quales fallecen correspondientes en latín" (en Nelson Cartagena 2009: 121-122), pues afirmaciones semejantes se documentarán solo más tarde, en autores como Juan de Valdés (1529), Diálogo de la lengua: Y aun porque cada lengua tiene sus vocablos propios y sus propias maneras de decir, ay tanta dificultad en el traduzir bien de una lengua en otra, lo qual yo no atribuigo a falta de la lengua, en que se traduze, sino a la abundancia de aquella de que se traduze; y así unas cosas se dizen en una lengua bien, que en otra no se pueden decir así bien; y en la mesma otra, otras que se digan mejor que en otra ninguna (en Juan M. Lope Blanch (ed.) 1969: 146).

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3 . CANON DE AUTORIDADES

En el marco del modelo, entendido como paradigma intelectual, es clave el papel que desempeña el canon, es decir, la nómina de autores que funcionan como patrones para la imitación de la lengua, temas, estilos, etc. Partiendo de la idea de que todo canon es una estructura histórica y, como tal, condicionada regional y temporalmente16, uno de los objetivos centrales del presente volumen consiste en reflexionar sobre la constitución y especificidad de dicha nómina en Castilla en la Edad Media. El proceso de creación del canon se funda en la selección de aquellos autores que por razones históricas —ideológicas en definitiva— correspondan a los intereses de las instancias de poder que los configuran y promueven. Merece la pena, pues, detenerse en el análisis de qué autores integran esa lista o esas listas operativas en el territorio y época definidos, en las razones de su elección, el uso que se hace de ellos y los valores que adquieren en su reproducción. Para dicho análisis se impone una perspectiva contrastiva: ¿qué tiene de específico el canon castellano en la Edad Media?, ¿qué diferencias había entre los cánones en vigor en otras regiones de Europa y los operativos en Castilla?, ¿qué relaciones entre los de los distintos períodos de la Edad Media castellana? Por otro lado, habida cuenta de que la selección canónica se lleva a cabo mediante un proceso de reducción y exclusión17, resultará también pertinente interrogarse sobre los motivos coyunturales que determinaron la ausencia de ciertos autores en el canon, o incluso la de ciertas obras de autores considerados modélicos. En tanto que sistema ideológico, el canon de autoridades vigente en Castilla conoce en la cronología medieval modificaciones que lo ajustan a las coyunturas que van sucediéndose. Tras la caída del Imperio romano, durante el reino visigodo, se había desarrollado en Hispania una literatura latina que tuvo como exponente máximo a Isidoro de Sevilla (556-636), quien, en su misión de recopilador y transmisor a la posteridad del saber clásico, había asimilado una tupida nómina de autores latinos (Salustio, César, Varrón, Tito Livio, Suetonio, Eusebio, Orosio, Boecio, Plinio, Catón, Ennio, Catulo, Lucrecio, Ovidio, Virgilio, Horacio, Lucano, Terencio, Persio, Juvenal, Quintiliano, Cicerón, etc.)18. Sus Etimologías serían la fuente básica de conocimiento de los estudiosos de los cinco siglos siguientes, pero también fueron muy influyentes en la época medieval castellana. La ocupación árabe a partir del 711, sin embargo, iba a trastocar el curso de la historia de España y de sus letras. Si no faltan en los siglos siguientes autores mozárabes que continúan cultivando intensamente la latinidad, como 16 17 18

José María Pozuelo Yvancos/Rosa María Aradra Sánchez (2000: 43). Lía Schwartz (1996). Jacques Fontaine (2002: 70) y Serafín Bodelón (1989: 25).

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Álbaro de Córdoba en el siglo ix, desde luego lo más destacable de esta nueva era fue la penetración del saber árabe en la cultura española y occidental. Bagdad había desplazado a Roma como modelo cultural del planeta y los casi cuatro siglos de historia de Toledo en Al-Andalus (712-1085) hicieron de esta ciudad el polo de cultura más rico de Occidente. Desde la Península se difundió hacia la Europa cristiana occidental la ciencia árabe y el saber de los griegos asimilado por la cultura islámica, gracias a la vasta producción de traducciones del árabe al latín emprendida en el siglo xn entre Toledo, Tarazona y Barcelona y dirigida por personalidades eclesiásticas como el arzobispo don Raimundo19. Un siglo después, Alfonso X fue también el motor de un copioso número de traducciones, muchas también del árabe, pero con la novedad de que la lengua meta pasaría a ser muy a menudo el castellano, dato revelador de que este va adquiriendo la categoría de lengua de cultura que hasta el momento había correspondido a la latina. Finalmente, como ya hemos señalado, en el siglo xrv y más intensamente en el xv, a consecuencia del declive general del mundo islámico y de la emergencia del Renacimiento italiano, la actividad traductora abandona las fuentes árabes y se reorienta hacia modelos grecolatinos o románicos. Reyes y nobles como Juan II y el Marqués de Santillana promovieron la versión al castellano de numerosas obras de la Antigüedad grecolatina, de modo que el elenco de autores clásicos disponible en lengua vernácula a finales del siglo xv incluía a los romanos Ovidio, Virgilio, Cicerón, Tito Livio, Quinto Curcio, Salustio, Valerio Máximo, César, Séneca, Paladio, Vegecio y Frontino20. A modo de ejemplo paradigmático que muestra bien la historicidad del canon, su movilidad y motivación, además de didáctica, ideológica, nos interesa volver a una de las personalidades que acabamos de citar: Alfonso el Sabio, seguramente el agente creador y reproductor del canon en la Castilla medieval más sobresaliente. La gran producción por él emprendida y su poder real proyectan su figura y la de sus colaboradores a la esfera de institución cultural soberana desde la que se dibuja el mapa del canon en la Castilla de la época. Centrándonos ahora en su producción historiográfica, si revisamos por ejemplo las fuentes que sirven para la composición de la Estoria de España21, no podemos pasar por alto algunos datos significativos sobre los que llamó la atención Ramón

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Clara Foz (2000: 105) y Valentín García Yebra (1994: 90). PeterRussell (1985: 57).ErastR. Curtius (1955: 79 y s.) presenta el canon de los autores leídos en las escuelas medievales europeas, ofreciendo las diferentes nóminas de autores que ampliadas progresivamente van sucediéndose desde el siglo x hasta el xm. Véase también para el canon medieval el trabajo de Pilar Saquero en este volumen. Para el detalle de los fondos latinos de la biblioteca de Alfonso X que sirvieron de fuente a sus talleres para la obra historiográfica, cf. el trabajo de Pilar Saquero en este volumen.

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Menéndez Pidal22. Con respecto al canon vigente en la Historia gothorum del Toledano, sin duda la autoridad medieval con más peso en la Estoria de España, Alfonso X introduce dos nombres más en su nómina y no de importancia secundaria: Lucano y Orosio. Pablo Orosio es, de hecho, el autor más utilizado para la redacción de la historia romana en la Crónica, y la Farsalia sirve también para la elaboración de numerosos capítulos. La adición de estos autores en el canon alfonsí con el protagonismo indicado, responde a un hecho que singulariza la Estoria de España con respecto a la práctica historiográfica anterior —y también posterior, dicho sea de paso—: hasta la fecha, y por tradición desde San Isidoro, la historia de España comenzaba con los godos. La inclusión de la historia romana en la Crónica alfonsí, y la extensión de la misma en el conjunto de la obra —recordemos que ocupa casi un tercio del total—, cobra un significado de revolución ideológica: puede interpretarse como indicio de "un primer renacimiento del clasicismo en España", —tal y como afirma Menéndez Pidal23—, tan vanguardista, de hecho, que no tendrá continuación hasta la época de Juan II24. Sin duda, la opción adoptada por Alfonso X se inscribe coherentemente en la corriente cultural del enciclopedismo didáctico en la que él y sus colaboradores participaban, pero no puede descartarse que la razón más poderosa para tal inclusión fuera de naturaleza política: bien se sabe que en su afán de acceder al trono del Sacro Imperio Romano, a Alfonso X le interesaba presentar su figura como la continuación de un linaje entroncado con los emperadores de Roma. Igualmente la exclusión de la Heroida VII en la General Estoria puede entenderse por similar estrategia política, según ha sido sugerido por Inés Fernández-Ordóñez25. La imagen desfavorable que ofrece de Eneas la versión alfonsí de esa epístola ovidiana presente en la Estoria de España, prefirió omitirse de la gran historia, por no convenir que el héroe troyano fundador del imperio al que aspiraba el rey castellano, quedara retratado de modo tan innoble.

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N o s basamos para la siguiente exposición en Ramón Menéndez Pidal (1955: 871-873). Ramón Menéndez Pidal (1955: 872-873). Ramón Menéndez Pidal (1955: 873): la Crónica marca bien claramente un primer renacimiento del clasicismo en España, que se continúa con la Grande Estoria. Pero tan prematuro y superior a su tiempo fué el estudio de la antigüedad desarrollado por Alfonso X, que el siglo siguiente no lo comprendía, tanto que al redactarse la Crónica de 1344, copiando en gran parte la Crónica alfonsí, se suprimió de ella la parte romana casi por completo, y algunas compilaciones posteriores exponían la historia nacional bajo el significativo título de Estoria de los Godos. Necesitamos llegar a mediados del siglo xv, a los tiempos de Juan II y siguientes, para encontrar en España un movimiento en pro del conocimiento de la antigüedad romana que se parezca al promovido por Alfonso X, y es el personificado por el Marqués de Santillana.

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Inés Fernández-Ordóñez (1992: 86-87).

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En cuanto al tratamiento al que es sometido el canon latino de la historiografía alfonsí, como constantes pueden reseñarse al menos dos procesos de elaboración y asimilación: por un lado lingüística —mediante la traducción— y, por otro, retórica —a través de la amplificación que se registra de modo casi sistemático—. Mediante estas y otras adaptaciones estructurales, la Estoria de España somete a sus modelos latinos a una reescritura que los integra en una compilación coherente, con una personalidad nueva, con un estilo que fusiona lo hasta el momento difícil de concebir conjuntamente: las fuentes eruditas (en la primera parte de la historia latina) y las fuentes épicas, de los cantares populares (en la segunda parte) superando de lejos la tradición más inmediata, representada por el Toledano y el Tudense. A este respecto, interesa señalar una tendencia opuesta en la manipulación de las fuentes por parte de los talleres historiográficos alfonsíes, en función de su origen y estatus: mientras que las latinas se suelen amplificar, las juglarescas más bien se acortan. Con estos datos, y considerando que la amplificación tiene una función a menudo actualizadora de conceptos y realidades, posiblemente pueda interpretarse su práctica, además de como ya ha sido tradicionalmente interpretada, como un recurso tendente a nivelar estilos distintos, por medio del cual se procede al ajuste necesario para que el material erudito antiguo pueda engarzarse con otros materiales más populares y modernos. En suma, la amplificación sin duda contribuyó a añadir detalles necesarios para imprimir un carácter unitario a la obra, fue una de las herramientas más útiles para —utilizando una metáfora de Menéndez Pidal26— montar los viejos camafeos latinos en orfebrería medieval. Por último, si en la esfera propiamente lingüística, la figura de Alfonso X representa, por el contrario, la ruptura definitiva con un modelo latino universal, al instituir en su reinado el uso preferente del castellano como lengua de cultura, hay que contar con que el latín y el castellano pueden no formar siempre para el rey Sabio una oposición, sino ser concebidos en una continuidad, "como registros de una única lengua", en palabras de Niederehe27, lo que justifica el empleo en ocasiones de una expresión como nuestro latín referida a la lengua romance.

4 . LÍNEAS DIVISORIAS

Esta perspectiva continuista no debe hacernos perder de vista, sin embargo, que hubo en esta época cambios y transformaciones irreversibles, escisiones definitivas. El hecho mismo de postular un "modelo latino" supone, por nuestra parte,

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Ramón Menéndez Pidal ( 1955: 872). Hans-Josef Niederehe (1987: 102).

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la aceptación de un mundo, el romance, que ya no pertenece totalmente a la órbita latina, sino que posee su propia configuración. En este sentido, la aparición de las lenguas románicas es una prueba incontestable de la desmembración lingüística, social y cultural. De ahí la importancia que se atribuye a la datación y la descripción de este fenómeno. Es altamente significativo que reine entre los estudiosos de la lengua un considerable desacuerdo sobre este punto. Aun a riesgo de simplificar las posiciones, podemos esbozar dos grandes tendencias lingüísticas (cuyos métodos podrían extrapolarse a otras disciplinas): una tendencia que podríamos llamar tipológica, que privilegia los "factores internos", es decir, la presencia de ciertos rasgos lingüísticos caracterizados como latinos o como romances a la hora de determinar si un texto es aún latín o es romance o una mezcla de los dos28; y una tendencia que se autodenomina sociolingüística histórica o diacrònica (o sociofilología histórica, de acuerdo con R. Wright29), en que se privilegian los "factores extemos", y dos de ellos en particular: la intercomprensión entre población docta e indocta (lo que Banniard ha llamado muy gráficamente "comunicación vertical"30) y, en segundo lugar, la conciencia lingüística de los hablantes que nos ha podido llegar a través de los testimonios escritos de la época sobre la existencia de dos lenguas o de una sola. Para los primeros, la aparición de las lenguas romances pasa por un estadio previo, no documentado sino reconstruido, el protorromance, cuya existencia remontaría al siglo v. Para los segundos, la comunidad latinoparlante se mantiene unida, a pesar de las múltiples variantes lingüísticas, hasta la intervención y difusión de la reforma carolingia a partir del s. xi. A pesar de la aparente incompatibilidad entre estas dos posturas, muy someramente resumidas aquí, pensamos que ambas son complementarias y permiten acercarse a un complejo fenómeno en que intervienen factores de todo tipo, no solo ya en la época del nacimiento de los romances, sino también en la época en que estos estaban plenamente (aunque no definitivamente) formados y seguían en contacto con un latín medieval culto. Cuestiones como la frecuentísima adopción de préstamos o calcos (tanto léxicos como morfosintácticos) y sus diversos grados de adaptación, el ascenso del prestigio social y cultural del romance y la consiguiente aparición de una norma castellana en sustitución de la antigua norma latina, la naturaleza fonética o logográfica de los escritorios medievales, entre muchas otras, pueden y probablemente deben abordarse desde variadas perspectivas.

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Manuel Ariza (2004). Roger Wright (2002). Michel Banniard ( 1990).

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Nuestro volumen se abre precisamente con un cuestionamiento sobre la identificación del romance frente al latín y de la cronología de la época de "orígenes". Roger Wright, basándose en los conceptos sociolingüísticos de prestigio y de modalidades de lengua (escrita o hablada), revisa los criterios que permiten la identificación de la lengua que aparece en los textos peninsulares de la Alta Edad Media. Para ello, es necesario, según este autor, diferenciar la lengua de las modalidades gráficas conservadoras o innovadoras que coexistieron a lo largo del siglo xii en la Península Ibérica. Las primeras consistían muchas veces en la adición de terminaciones latinizantes a palabras romances, que no presuponen un conocimiento real de la lengua latina por parte de los escribas, sino de una serie de convenciones gráficas (reforzadas con la reforma cluniacense a finales del siglo xi y principios del xii). La lectura fonográfica que se introduce con la reforma cluniacense, primero para el latín y más tarde para el romance, provoca la aparición de un nuevo sistema gráfico. Así, a mediados del siglo xiii se documentan, según Wright, tres tipos de textos: en romance disfrazado (de latín), en el nuevo latín afrancesado, y en iberorromance con nueva modalidad gráfica, es decir, sin el disfraz latinizante. Con una perspectiva historiográfica, Mercedes Quilis Merín pasa revista en su trabajo a los modelos de periodización que han presidido las descripciones gramaticales de la lengua española desde el s. xv al xxi, interesándose específicamente por la delimitación del período de "orígenes" del español. Distingue para ello entre la tradición que arranca de Nebrija y se extiende hasta el s. xvm, y la que se desarrolla más recientemente en los siglos xx y xxi. El punto de inflexión lo representa la obra Orígenes del español de Menéndez Pidal, que, al situar en una posición central el testimonio de los documentos, constituye el primer intento de periodización del español basado en criterios internos. En su artículo, Mercedes Quilis expone los criterios implícitos o explícitos de periodización en diez gramáticas históricas del español y en nueve historias de la lengua, fechadas entre 1903 y 2005. Su análisis revela el trasfondo teórico o incluso ideológico que subyace en las distintas propuestas de periodización. Los estudios sobre aspectos concretos del léxico y la sintaxis castellanos muestran una doble tendencia: por un lado, cómo el latín sigue ejerciendo influjo sobre la lengua romance durante la época medieval, a través de préstamos principalmente, pero por otro, la autonomía que el castellano alcanza en su desarrollo, distanciándose tanto del latín como a menudo de las otras lenguas romances. Mario Barra Jover expone un caso de innovación morfosintáctica independiente en latín medieval: la aparición del determinante anafórico dictum, y su adopción por las lenguas romances (el dicho / le dit / o dito + N). Esta innova-

Modelos latinos en la Castilla medieval

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ción entra en competición con las otras formas del sistema anafórico tanto latino como romance, en particular con los demostrativos y los participios de verbo de lengua con prefijo (supradictum, sobre dicho). Los documentos notariales estudiados por Barra Jover permiten establecer una cronología absoluta de la innovación en latín y en romance (dominios galaico-portugués, castellano-leonés, catalano-aragonés y francés), y confirman la anterioridad de la innovación en latín. Con su artículo, Barra Jover contribuye a nuestro conocimiento del latín medieval poniendo en cuestión la oposición entre lengua viva y lengua muerta y aportando datos sobre su papel unificador en tanto que lengua adstrática sobre el conjunto de los romances. Lola Pons Rodríguez adopta una doble perspectiva funcionalista para explicar el cambio lingüístico, en la que se asocian los postulados de la teoría de la gramaticalización (según la cual determinadas innovaciones se generan a partir de las inferencias pragmáticas realizadas por los hablantes) al marco de las tradiciones discursivas. Este, al diferenciar los textos según su perfil concepcional (escrito o hablado), permite introducir los factores sociohistóricos que condicionan la enunciación y que explican su expansión "desde arriba" o "desde abajo". Los tres adverbios bajolatinos estudiados {inclusive, exclusive y respective) ilustran cómo la adopción por el vernáculo de elementos latinos responde a un proceso de "elaboración extensiva", primero (adopción por el romance de una tradición discursiva nueva, propia hasta entonces del latín), e "intensiva", después (desarrollo de los elementos necesarios dentro de dicha tradición). Por su parte, Gloria Clavería Nadal estudia otro caso de extensión funcional del léxico en el marco de la tradición discursiva notarial. En dos colecciones documentales del siglo xm (colección documental del archivo de la catedral de León y colección diplomática del monasterio de Sahagún) observa cómo en el paso de la expresión latina a la romance se impone el uso del verbo otorgar (< AUCTORICARE). Este verbo aparecerá, en romance como en latín, en esquemas multinominales, pero en castellano sustituirá también a CONCEDERE, lo que supone de entrada ya una ampliación considerable de su valor semántico con respecto a AUCTORICARE. La extensión semántica de otorgar prosigue en romance y consecuentemente también se multiplican sus funciones y sus contextos de uso (aparecerá ahora en las diferentes partes del documento notarial y en más variados binomios léxicos). En el terreno de la sintaxis, Javier Elvira estudia la pervivencia de las estructuras correlativas latinas en el castellano medieval, principalmente en textos literarios. A partir de esquemas romances de origen clásico como qual... tal o quanto... tanto (o con orden inverso de los dos miembros con diferente motivación discursiva), surgen en castellano correlaciones innovadoras como quando... luego / agora, el que... esse o assi... commo. Precisamente, la irrupción

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del adverbio commo en estas estructuras tiene como efecto el desplazamiento de las mismas al terreno de la subordinación, sintaxis que acabará imponiéndose en español moderno. Interesa resaltar que los esquemas correlativos responden a una influencia latina arcaica, y paradójicamente también a principios discursivos que rigen la oralidad y que garantizaron su vitalidad en la Edad Media. En su contribución, Ana Serradilla Castaño analiza también un fenómeno de sintaxis histórica, la evolución de las construcciones completivas desde el latín al español clásico, atendiendo particularmente a los mecanismos del cambio en la etapa medieval. En ese momento se observa una continuidad con respecto al latín, pero comienzan a surgir las construcciones completivas preposicionales en castellano, dato que constituye una innovación igualmente en comparación con el resto de lenguas románicas (dejando al margen el portugués). La autora propone, como factores causantes de que tal innovación se extienda hasta generalizarse en época clásica, la extensión analógica y el hecho de que la proposición-que posee propiedades nominales en castellano, siguiendo la hipótesis de Mario Barra (2002). Entre las conclusiones se esbozan diferencias sociolingüísticas perceptibles en esta evolución: el modelo latino tuvo mayor vigencia en los textos formalmente más elaborados. José María García Martín compara el sistema de posesivos y otros procedimientos de expresión de la posesión en las diferentes lenguas románicas con el fin de percibir mejor las peculiaridades de la evolución del castellano a partir del latín. De la exposición diacrònica del conjunto de cambios formales, funcionales y distribucionales que afecta a los posesivos y expresiones conexas en el ámbito románico, se deduce que el resultado de HABERE desde el latín determina el entramado de la evolución (en particular la pervivencia o no de derivados de CUIUS y de E"3úro séaéstakórte ésazpíjias ésasérnakómosúzorreswénan sakádas éjmbwéstroówéjiotraídasakekomfirmádas ajádes teqgádes posejédes ePend3édes bósefí3ozpwéstros jómnesposteridádezPwéstrasperkúntasjégla]

APÉNDICE 3 : TRATADO DE CABREROS ( 2 6 DE MARZO, 1 2 0 6 ) , VERSIÓN DE LA CATEDRAL DE LEÓN, LÍNEAS 1 - 6 (WRIGHT 2 0 0 0 : 4 5 ) .

In nme dñi ñrí Ihs xpi. Am. Esta es la forma de la paz q' es firmada entrel Rei don Afonso de castella: & el Rei don Alfonso de León. & entre es Rei de león. & el filio daques Rei de cast'IIa~ q~ en pos el regnara. Primera mentre da el Rei don Alfonso de cast'Iía a suo nieto don ferrando filio del Rei de león &. V2 de la reina dona Beréguela~ Monreal. carpió . Almanza. castroterra . Valderas. Bollanos. Villa fruchoso. Siero & Siero. Et la Reina de León dona Bareng filia del Rei de

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Roger Wright

cast'fía da a es suo filio~ Cabreros. & suelta qA tenen las arras & otorga & dalas a esse suo filio. Los cast'Iíos de las arras, son estos. 1 P En galliza . Sant praijio de lodo. Aguilares de mola. Alba de buual. Aguilar de pedraio. En t'ra de capos. Vega, cast0 gonzaluo. Valentía, el cast0 de los iudeos de maiorga. Villa lugan. cast0 uerde. En somozas- colle. Portella. Alion. Peña fiel. En asturias- Siero cerca ouiedo. Aguilar. Gozon. Tudela. Coriel. La 3 / 4 isla. Lugaz. Ventosa. Buaga. Miranda da mieua. Buraon. Peña fiel dailer. Sea crux de tineu. Et el Rei de león da al sobredicho suo filio~ Luna. Arbueio. Gordon. Ferrera. & dal & otorgal todos los cast'Iíos de las arras qA nobrados son de suso. & de mas dal Tedra & alba dalist. & todos estos castellos 4/5 deue auer el sobredicho nieto del Rei de casilla filio del Rei de Leon.~c alfozes & direct'as. & con todas suas jjtiñécias por iuro de eredad psiempre. Et de mas otorgal el Rei de león suo padre de pues sue morte todo suo regno. & fazel end fazer omenage del. Todos los cast'IÍ5s sobrenobrados son del regno de 5 / 6 león, pero assi. q" el sobredicho filio del Rei de león los aia por iuro de eredad~ assi 00 dicho es de suso. Et los caualleros q" los deueren tener reciban los p portero del sobreñobrado filio del Rei de león. & sean uassallos del. dellos. & retengan los por ")plir todos los pleitos q" por ellos deuen seer ")plidos 6P ... (Son 77 líneas en total)

APÉNDICE 4 : L E Ó N , 7 DE SEPTIEMBRE, 1 2 0 7 (FERNÁNDEZ CATÓN, ED., 1 9 9 1 , DOC. 1 7 9 4 , 1 8 1 - 8 4 ) , LÍNEAS 1 - 1 2 .

Notum sit quod ego A Dei gratia rex Legionis et Gallecie dono mea liberalitate domne B regine Legionis filie illustris regis Castelle in diebus suis P omnes reditus et omnia seruicia que debeo habere de Valentía et de Castro Viridi et de Castro Gonzalvo in petito portatico calumpniis fossato comestionibus P cellario et omnia iura que ibi ad me pertinent preter castra ipsa que debent remanere in fidelitate sicut positum est in carta pacis inter me et regem P Castelle facta et preter monetam quam michi retineo in ipsis villis ut illam ibi habeam sicut in alio regno meo cum per regnum meum illam iactauero. Et concedo P fidelibus et absoluo eos quantum ad hoc ut in ómnibus istis supradictis teneantur respondere soli regine domne B et non michi in ómnibus diebus ipsius regine non /6 obstante quantum ad completionem supradictorum quod positum est in carta pacis in qua dicitur quod de predictis ómnibus michi debebant respondere. Post mortem vero regine P domne B redeant omnia supradicta ad eum statum quem continet carta pacis inter me et regem Castelle facta; et teneantur fideles de ómnibus supradictis comple /8 re sicut continetur in carta pacis supradicta. Item dono predicte regine in diebus suis medietatem de petito quam habere debeo de Aruolio de Gordon de P Luna de Alba Daliste de Aliste de Thedra de Cabreros Villalugan Pennafiel

Romance, latín, y otra vez romance

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Almanza Portella. Do etiam in diebus suis sexaginta morabitinos quos singulis annis debeo ha /10 bere pro comestione in Valderas et sexaginta in Villa Fruchoso et quinquaginta in Bollanos et triginta in Siero de Rianno. Et concedo fidelibus et absoluo eos quantum ad hoc ut in / n omnibus istis supradictis teneantur respondere soli regine domne B et non michi in omnibus diebus ipsius regine, non obstante quantum ad conpletionem supradictorum quod positum est in carta l n pacis in qua dicitur quod de predictis omnibus debebant respondere .... (Son 32 líneas en total)

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Mercedes Quilis Merín FRONTERAS Y PERIODIZACIÓN EN EL ESPAÑOL DE LOS ORÍGENES

1 . L A PERIODIZACIÓN: CRITERIOS EXTERNOS E INTERNOS

Establecer limitaciones temporales y espaciales en cualquier materia de estudio es una tarea complicada y no exenta de convencionalismos de tipo académico que consagran la partición más o menos artificial en parcelas de dimensiones manejables. En todo caso, parece necesario fijar algún tipo de periodización para poder dar cuenta de los fenómenos que afectan en nuestro caso a la historia de la lengua. En contraste con otros dominios lingüísticos, existe un reducido número de estudios en el ámbito de la filología hispánica referidos a problemas de periodización en la historia de la lengua, entre los que se cuentan los de Eberenz (1991), Marcos Marín (1992), Sánchez Lancis (1997-98, 1999, 2001), Martínez Alcalde y Quilis Merín (1996), Quilis Merín (1999) y Wright (1999, 2000, 2003)1. En los trabajos lingüísticos sobre la evolución del español, salvo algunas excepciones, la falta de reflexión teórica a la división practicada no es obstáculo para el establecimiento de una periodización en la que se manejan criterios de historia interna o lingüística diacrònica en los que se analiza la evolución de los elementos lingüísticos, sus relaciones y el paso de un sistema a otro en las distintas etapas de la lengua y de historia externa, donde se tiene en cuenta la evolución en función de condicionamientos sociales, en un espacio y un lapso de tiempo, con distinto peso en la presentación de los hechos de la lengua. Así, según Eberenz (1991), los criterios externos se apoyan en la periodización de la historia de España con la que se buscan coincidencias para Eberenz estudia los criterios utilizados en los diccionarios históricos que exigen una periodización más estrecha y establece, a partir del estudio de las épocas en que se produce la acumulación y generalización de los distintos tipos de cambios lingüísticos, tres etapas históricas del español que corresponden a: a) fase antigua de estabilidad (1200-1450); b) fase media de transformación (1450-1650) y c) fase moderna de estabilidad a partir de 1650. Sánchez Lancis (1999) con el mismo criterio, presenta las posibilidades de la utilización de herramientas informáticas aplicadas a bases de datos para el estudio de la sintaxis histórica que muestran el abandono o pérdida de determinadas construcciones sintácticas y propone el establecimiento de unos límites mucho más precisos en la periodización del español preclásico.

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establecer las etapas de la lengua, en lo histórico-literario por su coincidencia con los movimientos literarios o las etapas de creación artística y también en "acontecimientos históricos culturales" en los que se fundamentaría el criterio histórico-social, criterios estos presentes en las llamadas historias de la lengua. Los criterios internos y puramente lingüísticos se basan en la documentación, en los textos, con voluntad literaria o no, que presentan las distintas fases de la lengua y también en criterios funcionales y son los que se encuentran en las gramáticas históricas, a los que cabría añadir, según Marcos Marín (1979), el criterio de planificación lingüística en reformas y modernizaciones de la lengua puestas en práctica por una voluntad política2.

2 . PERIODIZACIÓN HASTA EL SIGLO x v m

A partir de estos presupuestos centramos nuestro interés en el modo en que se ha venido estableciendo la periodización de las primeras etapas de la lengua, los "orígenes" del español, en la tradición que arranca del siglo xv y que permite plantearse, desde un punto de vista historiográfico, los antecedentes que sitúan un primer límite cronológico en torno al siglo xm, donde la lengua castellana está ya constituida plenamente y dotada de obras literarias que la sustentan y donde opera, también, el criterio de la normalización lingüística por la voluntad política de Alfonso X (Martínez Alcalde y Quilis Merín 1996). El modelo "clásico" que siguen estas obras establece diferentes etapas o "edades" en la historia de la lengua vinculadas adicionalmente a criterios históricos externos de sucesión dinástica, en las que más que una periodización se trata de ofrecer información histórica sobre la lengua. Y así se encuentra ya en la breve referencia a la lengua castellana del prólogo de la Gramática castellana de Nebrija donde la aproximación histórica de tipo externo basada en una visión biológico-biográfica de la lengua, con expresiones como "niñez", "mostró sus fuerzas", "creció" aplicadas a la lengua, ponen en evidencia el tipo de acercamiento a la historia

2

Según señala Sánchez Lancis (1999: 427): [...] el español medieval, español clásico y español moderno, etapas que se caracterizan por presentar entre ellas grandes diferencias de tipo lingüístico (fonético-fonológicas, morfológicas, sintácticas y léxico-semánticas) acostumbran a ser descritas solo en función de criterios de tipo externo o extralingüístico, es decir, a partir de aspectos históricos, sociales y literarios. Si bien son muchos los factores de tipo externo que pueden incidir en la evolución de una lengua, es muy necesario tener en cuenta también los aspectos de historia interna propiamente lingüísticos, ya que existe una clara relación entre la historia externa y la historia interna de toda lengua. Y en el mismo sentido, Sánchez Lancis 2001: 395.

Fronteras y periodización

en el español de los orígenes

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de la lengua que se canoniza y reitera en los siglos siguientes3. Por otra parte, la fecha de orígenes se sitúa en torno a la irrupción de los condados castellanos que, con Alfonso X, se consolida por la consistencia de las obras que mandó escribir: es una primera constatación de la importancia del escrito frente al oral. El modelo nebrisense de las tres edades en los orígenes de la lengua castellana es retomado en autores de los siglos xvi y xvn, como en la Gramática Castellana de Villalón (1588) en un párrafo prácticamente idéntico, y llegará hasta el siglo XVIII recogido por Mayans en sus Orígenes de la lengua española (1737) y por la Real Academia Española en su "Discurso proemial sobre las etimologías" del Diccionario de autoridades (1726)4. La teoría de la corrupción y decadencia del latín para el origen del castellano, como resultado de la corrupción del latín 3

Nebrija en su Gramática guientes términos:

de la lengua castellana

(1492) describe las etapas en los si-

La lengua castellana tuvo niñez en el tiempo de los juezes & reies de Castilla & León, & comengó a mostrar sus fuergas en el tiempo del mui esclarecido & digno de toda la eternidad el Rei don Alonso el Sabio, por cuio mandado se escribieron las Siete Partidas, la General Istoria, fueron trasladados muchos libros del latín & arávigo, en nuestra lengua castellana, la qual se estendió después hasta Aragón & Navarra, & de allí a Italia, siguiendo la compañía de los infantes que embiamos a imperar en aquellos reinos. I assí creció hasta la monarchia & paz de que gozamos... Esta partición temporal por "edades" tiene una raigambre clásica y se aplicaba ya convencionalmente a la lengua latina. D e otro lado, el recurso a la denominación de "edades" es el modo de establecer etapas cronológicas en historia, y conocemos expresiones consagradas como Edad Media, Edad Moderna, etc. En la Historia de la Lengua Española de Menéndez Pidal, en el original de la parte referente al español antiguo, la proyectada estructuración en tres capítulos se hace según una concepción que, inspirada en la que Nebrija expuso sobre las lenguas en general, Menéndez Pidal pretendió aplicar a cada "edad" del español: supuso dentro de ellas una "mañana", un "mediodía" y una "tarde"; o con otra metáfora, una "primavera", un "estío" y un "otoño". N o es extraño encontrar todavía vivo hoy el uso de estas metáforas en la periodización, como puede verse en Resnick (1981: 157): La lengua castellana nació en la España árabe, vivió su adolescencia en la Reconquista y llegó a la madurez al ser llevada al Nuevo Mundo. Ahora, en los años más robustos de su ciclo de vida, es la lengua oficial de veinte países y el habla vernácula de más de doscientos millones de personas en cinco continentes. 4

El texto (§26, p. lvi) dice: Assi fue poco a poco formándose un idioma distinto del Latino, de donde nació, y de donde se fué apartando del modo dicho: de suerte que conserva la filiación, pero sin sugecion alguna de pupila, sino libre, con Reino aparte, y debajo de imperio absoluto... y esta es la primera edad de la lengua (§24, p. lv). Formada ya creció a su segunda edad, fortalecida y enriquecida de muchas Voces... y assí duró hasta los tiempos del rey D. Alonso el Sabio (§25, p. lv). [Fue el propio rey quien mando] que se formassen los instrumentos públicos en español... porque ya era lengua propia en edad adulta... Por esto desde estos tiempos ponemos la tercera edad de la lengua, pues desde ellos se fue perfeccionando y puliendo.

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hablado en la Península a causa de las invasiones germánicas había aparecido ya en Nebrija y en los anónimos deLovainade 1555 y 1559; la obra de Bernardo de Aldrete, Del origen y principio de la lengua castellana o romance que oi se usa en España (1606), es el primer intento de reelaborar y sintetizar en su conjunto los fundamentos de esta teoría y de ordenarlos en el marco de una historia de la lengua de España amplia y así se refleja en el siglo xvm. En otro de los grandes proyectos de la Academia, la Gramática de la lengua castellana (1771), se ofrece un resumen de la historia de España que comienza con la introducción de "la lengua vulgar de los romanos", que era la latina (p. xv) que con la llegada de los godos se adulteró y "se empezó a llamar romance por su derivación de la romana ó latina, para distinguirla de la gótica" (p. XVII). Continúa con la irrupción de los árabes bajo la cual "padeció también alteración el romance", y la reconquista, en la que "á porcion de las ventajas que iban consiguiendo, iba también nuestra lengua cobrando fuerzas y cultura" (p. xvii). Con el reinado de Alfonso X, finalmente, la lengua adquiere un nuevo rango al mandar el rey "que cesase el uso de escribir en latin los privilegios, donaciones reales, y escrituras públicas" y alcanza "nuestra lengua vulgar toda la riqueza y magestad que habia adquirido hasta entonces" (p. XEX). Esta línea de periodización marcó, en cierto modo, todo el discurso lingüístico del xvm a partir de estos criterios externos histórico-sociales según Eberenz con pocas variaciones, aunque sí con desarrollos más pormenorizados, como el de Benito de San Pedro en su Arte del romance castellano (1769), quien tiene en cuenta aspectos lingüísticos "internos" como la atención a las grafías o los "cambios de letras" entre los siglos vm y XII, fecha en la que comienza la historia del romance castellano ya con la distinción de las épocas vinculadas con las edades {infancia, mocedad, edad varonil, decadencia) y con los reinados, a la manera tradicional. Y con una secuenciación similar, Capmany concreta con mayor precisión el estado lingüístico de la Península entre los siglos x y xi en sus Observaciones críticas sobre la excelencia de la lengua castellana (1789): "La lengua castellana [...] empezó á ser idioma vulgar ó romance, como si dixesemos romano-rustico, hácia el siglo x; tomó índole y forma de dialecto culto en el reynado de Alfonso el Sabio" (p. cxxm). en el que, también para Capmany, la pronunciación de los visigodos "estropeó" la lengua, y también fue influida por la convivencia con el árabe. Por otra parte, señala este autor el siglo xi como la fecha en la cual los legos "ya no entendían el romano de los libros, ni por el de estos se podia conocer el romance de la habla común" (p. cxxiv), esto es, la falta de adecuación entre lengua escrita y hablada, y su adquisición de "dialecto culto" (escrito) en el siglo XIII. Los puntos comunes en la periodización de esta muestra representativa hasta el siglo xvm manifiestan que el período propiamente histórico de la lengua es aquel que comienza con la normalización lingüística alfonsí, y con una lengua que alcanza unos niveles de

Fronteras y periodización en el español de los orígenes

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uniformidad escrita que la hacen apta para servir de lengua de cultura. El período anterior, calificado según "edades" como período formativo, arrancaría en la etapa visigótica de "corrupción del latín" y la incorporación léxica del árabe y llegaría hasta el siglo xi con la aparición de un romance castellano o "romanorústico" hablado.

3 . L A PERIODIZACIÓN EN LOS ORÍGENES

DEL ESPAÑOL

Sin la gran labor de elaboración de la gramática histórica desarrollada por los romanistas del siglo xix no hubiera sido posible la confección de obras de conjunto en las que se recogen los frutos de aquel trabajo preparatorio. El largo camino recorrido conduce hasta las gramáticas históricas, centradas en el aspecto puramente lingüístico, interno, de la evolución de la lengua, aunque todavía con carencias en la incorporación del análisis diacrònico de la sintaxis (Lemartinel 1988), de un lado y, de otro, a los estudios de historia de la lengua española, con una proyección de la materia que incluye los aspectos internos y externos de modo abarcador. Un lugar de excepción merece la aparición en 1926 de los Orígenes del español de Menéndez Pidal que constituyó la superación de la lingüística histórica neogramática y la integración de la gramática histórica (sin que ello suponga una subordinación a esta última), ya que al basarse en el criterio documental sin prejuicios selectivos o jerárquicos, colocó la documentación como centro y núcleo de la obra (Varvara 1974; Garatea 2004, 2005). Esto es, fue "el primer intento científico de dividir la historia de la lengua en períodos según un criterio interno" (Marcos Marín 1992: 603). La combinación de materiales lingüísticos escritos en latín con elementos romances se presenta sobre coordenadas cronológicas y espaciales en un arco geográfico que comprende desde el occidente leonés a la frontera catalano-aragonesa y se relaciona con los datos históricos para explicar "cómo se formó el español en la época preliteraria", llenando así un período incompleto en los estudios anteriores entre la época primitiva "cuyas formas lingüísticas se conocen casi solo teórica y deductivamente" y la época literaria de hacia 1200. El título de la obra señala el límite temporal de estos "orígenes tardíos" entre el ix y el xi, ya que queda fuera del estudio la etapa anterior de "orígenes remotos". No obstante, en el capítulo tercero se dedica un apartado a la periodización más concreta sobre las "épocas de la formación del español" en las que detalla las relaciones entre latín y romance como lenguas de uso. Así distingue cuatro épocas : 1 época visigótica entre 414 y 711, en la que establece una diferenciación entre la lengua de los doctos, que utilizaban el latín escolástico, la de los cultos pero sin estudios, cuya lengua era el latín vulgar muy romanceado, mientras que la lengua familiar era el "llano romance"; 2o, época

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Mercedes Quilis Merín

asturiano-mozárabe, de 711 a 920, en la que la primacía corresponde a Oviedo, corte donde se imita el habla de Toledo, se habla en ella "romance cortesano"; el habla culta familiar continúa desde tiempos de los visigodos a través de los tres primeros siglos de la Reconquista; 3o, hegemonía leonesa, desde 920, fecha en la que la corte se sitúa en León, hasta 1067, con la hegemonía castellana durante el reinado de Sancho el Mayor; en este período es crucial la independencia de Castilla, donde se produce una temprana y rápida evolución lingüística y fijación de caracteres; y 4o, los años de lucha por la hegemonía castellana de 1067 a 1140: es la "época más crítica de todas las reseñadas, el mapa lingüístico de España sufre mudanzas fundamentales": externamente, destaca el paso de la influencia árabe-mozárabe a la occidental europea, la supresión de la escritura y el rito nacional visigodos y la restauración de los estudios latinos, así como la presencia cluniacense y de caballeros y colonos franceses. Este período preliterario se caracteriza por la convivencia de normas, y por el empleo de varios estados antiguos de evolución fonética junto al estado contemporáneo de la lengua, según su interpretación. Por tanto se observa la convivencia, en realidad, de dos normas, la de la lengua hablada, el romance, y la de la lengua escrita, el latín, en las que pugnan cultismo y vulgarismo. Este modelo marcó fuertemente la concepción que las futuras generaciones de lingüistas y filólogos ha venido manteniendo sobre los orígenes y solo en épocas muy recientes han comenzado a cuestionarse algunos de sus presupuestos, tanto de carácter ideológico y teleológico en la formación de la lengua nacional (Del Valle 1997), como relativos a la interpretación documental (Cano Aguilar 1998; Pascual 1996; Gutiérrez y Pascual 1995), a la datación de los documentos empleados y su cronología absoluta (Cano Aguilar 1998: 132), a la propia validez documental de los textos empleados y su datación cronológica (Torreblanca 1989) o, más globalmente, sobre la existencia de dos normas, latín y romance hablados (Wright 1989) o de la realidad sociolingüística de bilingüismo o diglosia en la época (Gimeno Menéndez 1995), todo ello sin que merme el valor fundacional de la obra en los estudios filológicos sobre los orígenes y el rigor mostrado en la exposición y descripción de datos y procesos de cambio que realizó como nadie antes había hecho. La influencia del magisterio de Menéndez Pidal se deja notar en los estudios diacrónicos posteriores y las fronteras de sus Orígenes son una referencia necesaria en las obras de los siglos xx y xxi, que se tratan a continuación.

Fronteras y periodización en el español de los orígenes

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4 . PERIODIZACIÓN EN LAS GRAMÁTICAS HISTÓRICAS

Las gramáticas históricas de la lengua española examinadas5 presentan, a grandes rasgos, un esquema general en el que en un primer apartado se describen los elementos constitutivos de la lengua (lenguas prelatinas, latín hispánico, préstamos de distintas lenguas, etc.). A continuación, y atendiendo al orden cronológico, se establece un análisis de los distintos niveles lingüísticos mostrando las transformaciones a partir del latín clásico, de este al latín vulgar y por último al castellano, en el cual, la distinción más generalizada es la que diferencia "castellano antiguo" de "lengua moderna", en torno al 1500, con un criterio implícito de periodización no especificado. Según este proceder, no se presenta ningún tipo de periodización en la lengua, y en rigor, no serían propiamente "históricas": es el caso del Manual de Gramática Histórica de Menéndez Pidal (1982 [1904]) y, por lo general, el del resto de las gramáticas históricas analizadas. Hay, no obstante, algunas excepciones: la obra de Lloyd, Del latín al español (1993), presenta innovaciones en el tratamiento de la gramática histórica a partir de una metodología estructural que incluye las circunstancias socio-culturales en las que se producen los cambios lingüísticos ordenados en sincronías o estados de lengua sucesivos: "La lengua latina", "Del latín arcaico al latín tardío", "Del latín tardío al español antiguo" y "Del español medieval al moderno". Concretamente, en el capítulo dedicado al paso del latín tardío al español antiguo, a pesar de manifestar que su texto es primariamente una historia interna, se resalta que "la elección de los rasgos que triunfan y de los que acaban agostándose viene determinada a menudo por factores que, en cierta medida, son independientes de la lengua"6 en la formación del dialecto castellano: no se pueden dar explicaciones puramente internas en la evolución de la lengua. El manual de Echenique y Martínez Alcalde (2005) se presenta precedido de una notable reflexión sobre los procesos de periodización e historia externa de

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La selección comprende las siguientes: Menéndez Pidal 1982 [1904], 1986 [1926]; Zauner 1908; Alemany 1928; García de Diego 1951; Pellegrini 1966; Lathrop 1984; Lloyd 1993 [1987]; Penny 1993 [1991]; Echenique y Martínez Alcalde 2005. Lloyd (1993: 282-283) declara lo siguiente: Aunque este texto es primariamente una historia 'interna' del desarrollo de la lengua española, es imposible ocuparse del desarrollo lingüístico pura y simplemente en términos de estructuras lingüísticas en sí mismas sin tener en cuenta el contexto social en que está la lengua. La evolución de la lengua responde, efectivamente, a las distintas presiones estructurales de carácter interno; pero, como se señaló en la discusión sobre la naturaleza del cambio lingüístico [...] la elección de los rasgos que triunfan y de los que acaban agostándose viene determinada a menudo por factores que, en cierta medida, son independientes de la lengua. Esto es especialmente verdad cuando se trata de cambios determinados por contacto con hablantes de otras lenguas.

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la lengua española que se aplican posteriormente a los niveles lingüísticos de análisis (grafía y grafémica, fonética y fonología evolutiva, morfosintaxis histórica, léxico y lexicografía históricas y fraseología y fraseografía histórica), con una periodización en las etapas establecidas principalmente en los estudios de historia del español según el modelo de Lapesa que veremos a continuación. La época denominada "castellano prealfonsí" trata desde su aparición hasta el siglo xi, que se divide en orígenes remotos (sumidos en la penumbra) y orígenes próximos, hacia el siglo xi y siguientes, y, en otro bloque, el siglo xn y primera mitad del xm (elemento franco). Son algunos apuntes de un cambio de tendencia en este modelo.

5 . PERIODIZACIÓN EN LAS HISTORIAS DE LA LENGUA

Las historias de la lengua surgieron como intento de superación de las gramáticas históricas (Catalán 1974)7, ya que a las descripciones sobre la evolución interna de los distintos niveles de lengua se une su atención a los denominados factores histórico-culturales y literarios. En ellas, por lo general, tampoco existe una reflexión en torno a la periodización que se practica, aunque se establecen con gran claridad las etapas históricas de la lengua en una periodización general que responde a las siguientes fases: a) situación lingüística de la Península antes de la invasión árabe: lenguas prerromanas y romanización; b) formación de los primitivos romances (época de orígenes); c) castellano medieval entre el siglo xn y xiv (con matices, en la etapa prealfonsí, alfonsí y siglo xrv); d) español preclásico transición del español medieval al clásico (xvi-xv y xvi); e) español clásico (xvi y XVII) y F) español moderno (xvm hasta la actualidad). Esto es, se atiende fundamentalmente a criterios externos, pero no solo eso. Ideología e historia de la lengua pueden entremezclarse, haciendo de los factores políticos contemporáneos a la composición de la obra el criterio para la interpretación de los distintos períodos históricos. Entre las obras examinadas 8 , como ya señaló 7

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Catalán (1974: 129-130) piensa que este intento de superación de los esquemas metacrónicos de las gramáticas históricas se justifica porque: La lingüística románica del siglo xx, que tanto había avanzado en el conocimiento de la complejidad geográfica y social de las lenguas actuales y que tantos detalles cronológicos y geográficos del pasado de las lenguas había logrado reconstruir, no podía aceptar el nombre de "historia" para las fórmulas de las gramáticas diacrónicas. El único agente de la historia es el hombre y por tanto la historia de las lenguas, solo puede hacerse en constante referencia a la historia cultural de la comunidad o comunidades que las hablan. La selección comprende las obras de Oliver 1938; Lapesa 1981 [1942]; Bolaflo 1971; Quilis 1976; Cano Aguilar 1988; Litvinenko 1983; Candau 1985; Lleal 1990; Cano Aguilar (coord.) 2004 y Menéndez Pidal 2005.

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Lapesa (1987), la Iniciación al estudio de la Historia de la Lengua Española (1938) de Oliver Asín está muy condicionada por la concepción de la historia de la lengua española en la llamada "zona nacional" y por una excesiva carga política y, como consecuencia, la idea de evolución histórica ascendente del dialecto castellano marca la periodización hasta el XII por la necesidad de justi^car la hegemonía y unidad idiomàtica de la nación. Pero hablar de Historia ae la lengua española para un hispanista, es identificar esta indefectiblemente con la obra de Rafael Lapesa (1981 [1942]) quien, con unos planteamientos sólidos y argumentados, defiende para su estudio la utilización de criterios históricos y literarios en el establecimiento de la periodización en su historia de la lengua encuadrada dentro de la línea marcada por la Escuela Española de Lingüística en la integración entre estudios lingüísticos e históricos, recogida en su conocida afirmación (1987: 1785): Me he esforzado [...] en presentar la indisoluble interpenetración de la historia externa de la lengua con sus historia interna, con sus cambios de formas y estructuras, encuadrando la creación y evolución lingüísticas en el marco de la historia general, que muchas veces descubre la causa que las genera o el sentido que las encamina.

En esta obra, fundamental en tantos sentidos, el tratamiento del período de orígenes que comprende los siete primeros capítulos9 distingue, tras los antecedentes, la transición del latín al romance en la época visigoda, y como "primitivo romance hispánico", el que se encuentra en los siglos ix y xi que da paso al que en el capítulo VII se designa ya específicamente como "El español arcaico. Comienzos de la prosa" y que corresponde a los siglos XII y xm. En el mismo punto de inflexión, la época visigoda, sitúa en el Manual de Historia de la Lengua Española de Bolaño (1971) la etapa inicial de formación en la historia de la lengua "Del siglo v al XII (III)" y también sin explicitar sus criterios aparece en el manual de Litvinenko (1983)10. El modelo de Lapesa marca la línea seguida por Rafael Cano Aguilar (1988) en El español a través de los tiempos, en la que 9

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Los primeros capítulos se presentan del siguiente modo: Las lenguas prerromanas (I); La lengua latina en Hispania (II); Latín vulgar y particularidades del latín hispánico (III); Transición del latín al romance. Época visigoda (IV); Los árabes y el elemento árabe en español (V); El primitivo romance hispánico (VI); Primitivos dialectos peninsulares. La expansión castellana (VII). En el Manual de Historia de la Lengua Española de Bolaño (1971) la etapa inicial de formación en la historia de la lengua "Del siglo v al XII (III)", marca de nuevo un período entre la época visigoda y la alfonsí, pero sin más reflexión sobre ello. En Litvinenko (1983), se presenta la cronología "acostumbrada" sin más referencias y se distingue un período preliterario de formación del romance hispánico en los siglos v-x, seguido del castellano antiguo del x al XIII al que continúa el medieval hasta el xv.

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sí se halla una reflexión sobre la periodización de la historia del español para las primeras etapas, atenta al marco histórico y a la documentación. En el primer capítulo, "Los orígenes del idioma", se exponen los antecedentes históricos: el latín y las lenguas prerromanas. Los pueblos germánicos marcan el tránsito entre la Antigüedad latina y el Medioevo románico. Con la invasión árabe comienza el capítulo dedicado a la constitución de las lenguas medievales y el romance en la España cristiana, que se traza en dos épocas: la primitiva (de 711 a 1002) y la de expansión (de 1002 a 1250). Solo cabría notar que la fecha que actúa de frontera entre ambas etapas corresponde a un criterio de tipo histórico: la muerte de Almanzor (1002) y el reinado de Sancho el Mayor de Navarra (1002-1035). Otros modelos son los de Candau (1985) que trata los siglos de gestación desde la invasión árabe y sigue con una rígida división por siglos que, desde todos los puntos de vista, parece en exceso artificiosa. Y al respecto, con un criterio mixto histórico-cronológico, la historia del español de Quilis (1979) que combina una "lingüística histórica externa" a partir de los condicionamientos políticos, sociales y literarios y una segunda parte de "lingüística interna". Sobre la exposición de la historia de la lengua por siglos, la opinión de Menéndez Pidal en su Historia de la lengua española (2005) es bien explícita: Más comúnmente se adopta la cómoda división por siglos, siguiendo la común opinión que Castelar formulaba: "en cien años cambian de esencia y de aspecto las sociedades; cada siglo tiene una fisonomía y una idea". Pero no se comprenden la razón de tales ciclos centenarios. Cada siglo, en vez de uniformidad característica, nos ofrece contrastes notables. Para articular razonablemente cualquier exposición histórica, el primer cuidado debe ser el de quebrar ese descomunal molde del siglo, y ver cómo la materia en él encerrada se nos presenta repartida en porciones, cuajadas por sí mismas, mejor que unidas arbitrariamente por el mecánico caer de las centenas del calendario.

Una de las consecuencias de entender la historia de la lengua como un proceso evolutivo por el que uno de los dialectos románicos se convierte en lengua nacional es el de relegar al resto de sistemas lingüísticos a un plano más o menos decorativo (Eberenz 1991: 87). No es así en el caso de La formación de las lenguas romances peninsulares (1990) de Lleal, para quien la historia de la Península es el punto de arranque para la descripción de los hechos lingüísticos insertos en determinados momentos de su evolución; de este modo, atiende a los factores políticos y sociales y muestra el devenir de los distintos romances peninsulares en el período de los orígenes al siglo vm con una historia común, su formación e individualización entre los siglos vm y ix y su conversión en lenguas de cultura por su uso escrito que también culmina, para el caso del castellano, en el siglo XIII con Alfonso X.

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Cano Aguilar es el responsable de la coordinación de la más reciente obra de conjunto sobre la Historia de la lengua española (2004), obra que no presenta inicialmente reflexiones en cuanto a la periodización practicada que es, en buena parte, la marcada por la obra de Lapesa del mismo título. En la parte cuarta dedicada a la constitución de los romances peninsulares11, el capítulo 10, cuya autoría corresponde a J. Bustos, se ocupa de "La escisión latín-romance. El nacimiento de las lenguas romances: el castellano", y se afirma que no puede atribuirse a la época visigótica un período de "macroproceso de cambio", ni de diversificación; es más, la situación lingüística "solo puede establecerse en términos de hipótesis, basada más en la evolución testimoniada para la época de orígenes": es pues "protorromance" (2004: 266-68). La división de esta etapa arcaica representa lo comúnmente aceptado hoy: Existieron dos etapas arcaicas en el proceso de escisión latino-romance. La primera corresponde al período latino-visigótico, es decir, a la lengua hablada en la época en que todavía se conservaba la unidad idiomàtica en torno al reino visigodo toledano. Mientras que la lengua escrita se mantenía uniforme (el modelo podía ser el latín isidoriano) la toponimia y los datos de la evolución fonética posterior permiten vislumbrar lo que fue el mapa lingüístico en época visigoda. La segunda etapa correspondería ya con el desarrollo pleno de los procesos evolutivos en la época de orígenes. Hay que poner de relieve que el latín escrito se mantenía con todas sus características tipológicas básicas [...] El romance quedaba reducido a su uso hablado, lo que supone la existencia de una fuerte estratificación que iría desde un mínimo de cambio respecto del modelo latino entre los doctos, hasta una generalización de los primeros fenómenos evolutivos, apreciable en las gentes indoctas.

Para cerrar esta perspectiva es necesario volver de nuevo a Menéndez Pidal y su recientemente publicada Historia de la lengua española (2005) que comenzó a confeccionar en 1938. Alguna de sus opiniones sobre los problemas de periodización que deben aplicarse al establecer las grandes edades en la historia lingüística (alguna de las cuales ya se ha comentado) están condicionadas por su idea de la primacía de la lengua literaria, como puede verse en el capítulo "Evolución del idioma. Fenómenos de estilística colectiva nos periodizan la evolución lingüística" (2005, II: 63-75). En este lugar, al reflexionar sobre Puede consultarse el índice completo en http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo= 10913. La cuarta parte comprende: 9. Resistencia frente al Islam, reconquista y repoblación de los reinos hispanocristianos (aflos 711-1212). 10. La escisión latín-romance. El nacimiento de las lenguas romances: el castellano (siglos oscuros o época de orígenes s. vni-xi). 11. Las Glosas Emilianenses y Silenses. 12. El castellano primitivo: los documentos. 13. Los primeros textos literarios: del Auto de los Reyes Magos al Mester de clerecía. A partir de la quinta parte se trata del castellano desde el siglo xm y su normalización escrita.

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las dificultades de las épocas primitivas y sobre la periodización de la lengua hablada o colectiva, afirma: Así, prescindiendo del español primitivo que por el escaso número de cultivadores, y sobre todo por la escasez de textos conservados no se presta a observación alguna, lo mismo el español antiguo que el clásico y que el moderno se inician con sendos impulsos ascendentes de renovación vital: se siente la necesidad de enriquecer, de ampliar el lenguaje [...] para expresar mejor las nuevas condiciones de vida que han transformado el aspecto de la sociedad [...]. Cada una de estas edades del español dura unos dos siglos y medio. Tal regularidad de alternativas y de duración no pretende representar la vida media de un organismo natural, como animal o planta, según dicen los que notan otras regularidades cronológicas en el sucederse de los fenómenos evolutivos de una cultura. Hagamos con máxima energía esta salvedad: no tratamos de fenómenos naturales sino de hechos históricos [...]. Los fenómenos lingüísticos de carácter colectivo carecen en su mayor parte de una cronología precisa, debido a su proceso largo y anónimo, falto de documentación bastante; solo los fenómenos de estilística personal, por hallarse muy documentados en las obras literarias nos ofrecen materia de observación suficiente para una periodización bien definida.

En su Historia de la lengua española, se muestra contrario a una periodización que separe fonología, morfología y sintaxis y también la lengua escrita aparte de la hablada ya que romper el sincronismo es "romper la unidad vital del lenguaje"; es contrario a la división por siglos o decenios practicadas en las historias de la literatura o las de la historia política, o por generaciones, periodizaciones que le parecen insatisfactorias, de modo que finalmente opta por establecer "períodos breves, de veinte a cuarenta años por lo común, duración que da claridad al desarrollo del continuo histórico" en los que atiende "a las principales corrientes de estilística personal", la única con documentación precisa suministrada por los autores, aunque para la lengua común hablada "poco documentada y de cronología muy vaga" expone sus mudanzas "en períodos más largos" que engloban varios períodos de la lengua literaria sin más especificaciones que la dificultad documental. De este modo, Menéndez Pidal concluye con estas palabras: Esta periodización breve, a pesar de las grandes dificultades con que tropieza en la historia del idioma, espero que sea fructífera, y aún, que pueda servir de base para una exposición de la historia literaria atenta a los problemas de sincronismo que permiten apreciar la unidad vital de cada momento.

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6 . PROBLEMAS DE DELIMITACIÓN DEL PERÍODO DE ORÍGENES

El panorama que se ha presentado muestra que tanto las gramáticas históricas como las historias de la lengua, necesitan situar temporalmente el resultado de ciertos cambios lingüísticos en períodos determinados para poder mostrar la evolución de la lengua. Pese a esto, algunos autores, como Penny (1998) afirman que "carece de base teórica cualquier división temporal de la historia de una lengua". Actualmente, aquellos que se ocupan de los problemas de periodización se muestran de acuerdo en que el criterio predominante debe ser interno y se debe atender a la evolución de la lengua, a fenómenos recogidos por la gramática histórica, ya que la historia externa debería limitarse a poner de relieve solo informaciones objetivas sobre los hechos históricos de la colectividad que sean de mayor relevancia para la lengua (Varvara 1974: 26-27), dicotomía esta canónica en los estudios de historia de la lengua. Como se ha intentado mostrar, no ha sido común la reflexión sobre la periodización en nuestra materia, además de por razones de tradición, porque "el asunto de la periodización en la historia de la lingüística permanece abierto ya que la segmentación de sus distintas etapas depende de los criterios de segmentación diacrònica que se utilicen", como afirma Bustos (2004:257). Y a ello se une la dificultad que plantea el que cualquier propuesta de periodización con criterios exclusiva o predominantemente internos, como las practicadas en las gramáticas históricas, supondría el establecimiento de una cronología absoluta de los cambios en los distintos niveles, "en la posibilidad de localizar determinadas transformaciones en un eje temporal concreto" (Echenique y Martínez Alcalde 2005: 28), lo que no suele ser posible por la falta de testimonios precedentes en los textos conocidos en un momento determinado, de manera que solo pueden ser situados según una cronología relativa respecto de otros (Pensado, 1983, 1984)12. Por otro lado, el cambio lingüístico no

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Las gramáticas históricas presentan los hechos sin una presentación propiamente histórica, no están organizadas según un criterio cronológico pero, según Pensado (1983), esta historicidad en las gramáticas históricas seria imposible porque existe un residuo: fenómenos que no guardan relación con otros y que solo es posible ordenar a través del primer momento en que se atestiguan, de este modo la opción más válida es la de presentar los hechos sin ordenación, de modo atomista. Del mismo modo, la cronología relativa también presenta problemas ya que "sólo sería contrastable este sistema si se contara con la historia atestiguada de un gran número de procesos en interacción. Desgraciadamente la escasez de datos característica de la inmensa mayoría de las historias lingüísticas impide la contrastación directa" (1984: 17). Por último, el objetivo de la cronología relativa que propone la autora no es el del orden total de los procesos que considera: puesto que tal objetivo es inalcanzable, no sólo por la naturaleza fragmentaria de los datos, sino porque no hay que olvidar que una reconstrucción no es más que un modelo de una evolución histórica, y no esa historia en sí. El carácter abstracto de esta reconstrucción y

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se produce del mismo modo en todos los niveles de la lengua y, además, por lo que sabemos hoy en día sobre él, cabría diferenciar en todo cambio lingüístico el momento de su aparición como una innovación en la lengua y "su difusión o generalización en una serie de adopciones sucesivas" (Coseriu 1978). Los cambios no se producen de modo brusco; pero, si es verdad que los cambios se acumulan en determinadas épocas, la velocidad del proceso evolutivo interno en la lengua depende también de los textos disponibles: a mayor número de textos, mayor necesidad de una normalización de los mismos. Para Eberenz (1991: 93), en los textos más antiguos hay una velocidad menor y se han de observar períodos más largos y así, "respecto a los períodos más remotos se aducen, por lo común, criterios de delimitación directamente relacionados con la trayectoria del sistema" y sus resultados finales. Con los Orígenes de Menéndez Pidal, queda integrado un segmento temporal, los orígenes que ahora son próximos (siglos ix al xi) y que antes conformaban la "prehistoria de la lengua"; el problema lo constituiría el período anterior, la fase que comprende los "orígenes remotos de la lengua española", como una nueva "prehistoria". Esta fase formativa y de transformación previa, de reconstrucción, en la que los estudios sobre la protohistoria no permiten establecer el límite cronológico inicial, coincide con "época de transición" de los manuales examinados, desde el latín visigodo hasta el comienzo de los siglos estudiados por Menéndez Pidal en los Orígenes —quien declara que mediante la aportación de documentos nuevos pretende que lo que antes era la prehistoria de la lengua entre dentro de la historia propiamente dicha—, y es la que Herman (1987) identifica con la tercera fase de dialectalización del latín en la que se configuran las lenguas románicas. A esta situación se une la necesidad de un planteamiento de los límites cronológicos de un modo racional. Comenzar con la lengua de procedencia, el latín, es el proceso que siguen gramáticas históricas. A Wright (2004: 666-7) le parece completamente racional plantearse el inicio de una gramática histórica como la de Penny en el momento de la llegada de los romanos a la Península "y tiene razón al hacer así —dice— precisamente porque existe esta línea diacrònica de evolución continua desde entonces hasta hoy", pero subrayando la arbitrariedad de segmentar en ese momento histórico una lengua que ya tenía una historia mucho más larga desde la época del protoindoeuropeo. Vàrvaro (1974) ya apuntó este problema para el establecimiento de las limitaciones cronológicas iniciales en el tratamiento de las lenguas13: o

su aislamiento del tiempo concreto (cronología absoluta) son, por tanto, una consecuencia deliberada del método adoptado (1984: 19). Así, la historia del latín acabaría cuando la divergencia entre latín culto y lengua hablada se acentúa y se produce simultáneamente una fragmentación local de la comunidad latina: el equilibrio total, interno y espacial se ha dislocado y comienza la historia de las lenguas romances. En este sentido, las relaciones entre la lengua culta y la hablada pue-

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bien en detenerse en el momento de la desintegración de una lengua —y entiende por desintegración la pérdida de la unidad lingüística en torno a una lengua de cultura—, o bien en incluirla en un nuevo ciclo vital. El momento inicial de una lengua se produciría cuando se da en grado máximo la fragmentación de una unidad anterior o cuando tiene lugar un proceso de reorganización que llevará al nuevo punto de llegada (romances peninsulares en este caso) lo cual permite orientar y entender todo el desarrollo: será al mismo tiempo el punto de llegada de una historia completa y el de partida de una nueva andadura. Visto así, la periodización puede contemplar los orígenes desde la perspectiva de la nueva lengua emergente; para este momento la delimitación es difícil porque los datos muestran cómo los elementos cambiantes se ofrecen durante un lapso de tiempo muy amplio. Según Eberenz (1991), la consideración de esta época "consiste en reconstruir las fases evolutivas, basando el análisis en parámetros esenciales de las épocas en que se generalizaron los distintos cambios". Una vez más habría que constatar si los cambios se acumulan en determinadas épocas. Ante esta cuestión, una respuesta afirmativa permitiría considerar que una etapa ideal es aquella que va del reajuste a la estabilidad. Por tanto, según esto, hay que contemplar la primera fase que estaría conformada por la presencia de cambios abundantes en la lengua precedente latina que se producirá fundamentalmente en este tiempo anterior al ix si tenemos en cuenta las palabras de Menéndez Pidal en sus Orígenes al referirse a la "corriente de vulgaridad" que provenía de muy antiguo, que "arrancaba del latín vulgar de los primeros siglos" y que se reflejaba en los arcaísmos arrastrados por la tradición y los neologismos romances. De otro lado, la valoración de la acumulación de cambios fundamentales para el establecimiento de la frontera de los orígenes en la periodización es la idea que ha permitido a López García (2000) situar la conversión del latín al español en el siglo vi, a partir de una conjunción de parámetros de evolución de la sintaxis histórica que se atestiguan ya en la Vulgata y los textos latino-cristianos de esa época. Pero existe también en la concepción de la periodización de los orígenes un conjunto de cuestiones no menores, como son los límites conceptuales entre el latín y el romance, que afectan a la interpretación de los textos y al uso de nociones o etiquetas como "latín vulgar", "latín coloquial", "prerromance", "protoden conservarse durante largo tiempo (en una situación de diglosia), pero esta cuestión no afectaría a la consideración del término inicial de la historia de la lengua. Várvaro emplea la metáfora de la onda para la historia de la lengua en la cual, las crestas son momentos de plena organización de la heterogeneidad lingüística y las depresiones representan la dislocación: la historia de las lenguas muertas se situaría en el arco entre dos depresiones mientras que las de las lenguas vivas se representaría desde la última depresión hasta la cresta del momento presente.

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rromance". La visión de la historia de la lengua transita entre lo oral y lo escrito con la única documentación posible, los textos, que en este período se estudian desde la perspectiva del latín tardío y en los que se han buscado fragmentarios rasgos de oralidad, para los que ya Echenique (1991) sugirió una revisión con perspectiva románica para iluminar la fragmentación lingüística peninsular. Por otro lado, la sugerente y controvertida tesis de Wright (1989 [1982]) supone la revisión de la tesis tradicional para las relaciones entre el latín y el romance en la época de orígenes y hasta el siglo xra. La contraposición de un modelo de sociedad monolingüe pero compleja, frente a un modelo tradicional que postulaba una sociedad bilingüe o diglósica, y los efectos sobre la interpretación de los textos escritos y no solo en su oralización, supone un cambio radical para la concepción de la relación entre la lengua hablada y escrita en esta época, y a raíz de esta tesis se sugiere una completa revisión de la cronología y la periodización de la datación y surgimiento de las lenguas romances, que, de ser aceptada, retrasaría la distinción conceptual entre latín y romance a partir del siglo vm en Francia y del xi en la Península Ibérica, exceptuando el ámbito del catalán. Para este autor, la dificultad se encuentra, una vez más, en la aplicación de una perspectiva actual sobre los hechos del pasado que permiten contemplar la historia desde la culminación de un proceso: "hoy separamos latín y romance con facilidad, pero las barreras entre ambos sistemas no eran en absoluto nítidas en el Medievo". Si se vuelve la vista atrás es posible comprender que algunas de las ideas sobre la evolución de la lengua están vinculadas todavía a los términos y conceptos presentes desde Nebrija, y nos planteamos cuando "nació", "creció" o "tomó sus fuerzas" la lengua castellana o española, desde que era "un embrión", según Menéndez Pidal "en el seno del latín", hasta que dio sus "primeros vagidos" "balbucientes", como se dice que muestran las Glosas. Todo un conjunto de sugerencias antropomórficas cuyo abandono quizá en el futuro permita ver con nuevos ojos la frontera y periodización en el español de los orígenes.

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Mario Barra Jover CÓMO VIVE UNA LENGUA "MUERTA": EL PESO DEL LATÍN MEDIEVAL EN LA EVOLUCIÓN ROMANCE 1 . INTRODUCCIÓN

Antes de nada, conviene precisar, para evitar todo malentendido, el sentido atribuido aquí al término "lengua muerta'", habida cuenta de que el latín es todavía la lengua oficial de un estado y la lingua franca de la iglesia católica. El término resulta legítimo únicamente si se precisa que es la manera más sencilla de hablar de una lengua que no se adquiere como lengua materna y lo que precisamente me interesa mostrar es que, aun tratándose de una lengua no materna, el latín medieval pudo evolucionar2. No pretendo, con este trabajo, encontrar explicaciones (sería prematuro); me limito a presentar datos que sostienen, espero que de manera convincente, las ideas siguientes3: a) El latín medieval, una vez que los dialectos romances poseen ya su propia escritura y que, en consecuencia, es percibido como una lengua diferente, puede producir innovaciones morfosintácticas transregionales e independientes de los dialectos romances. No se trata, pues, de limitarse a constatar los cambios léxico-semánticos (bien conocidos) o las particularidades sintácticas de tal o cual autor o de tal o cual región (que podrían ser justificadas por la influencia del dialecto romance del autor mismo), se trata de cambios que no pueden venir, por las razones que veremos en su momento, de los dialectos romances, que El asunto no es sencillo. Como me ha indicado Séverine Mardirossian, no se puede comparar el estado de una lengua muerta como el sánscrito al del latín. Quizá el mejor término sería, aplicado al latín o al arabe coránico y siguiendo con la metáfora biológica, el de lengua no muerta sino "con respiración asistida". N o hay que olvidar que, como ya indicó Coseriu (1973), la evolución de una lengua es una propiedad inherente al hecho de ser hablada. Más aún, hay una tendencia general a pensar que es durante el proceso de aprendizaje de la lengua materna cuando se producen cambios estructurales. Esta idea es, de hecho, el pilar de la explicación del cambio en la corriente generativista tanto derivacional (cf., por ejemplo, Lightfoot) como no derivacional (cf. por ejemplo, Vincent 2001), pero no es ajena a otros enfoques (cf. Fischer 2007). El presente trabajo debe ser leído como un paso más en el programa desarrollado en Barra Jover (2007a y 2008). Quisiera señalar que el trabajo aparecido en 2008 ha sido redactado antes que el de 2007.

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afectan a los elementos funcionales y que se extienden más allá de las fronteras dialectales. b) El latín medieval (con sus innovaciones) puede ser fuente de préstamos morfosintácticos que producen construcciones no marcadas como latinismos en los dialectos romances. Entiéndase por "latinismo no marcado" un préstamo que se integra en las pautas regulares de la lengua (aunque solo sea en la prosa) y no en una periferia marcada y casi siempre pasajera, por ser efecto de moda. c) El latín medieval ejerce, como consecuencia de las dos hipótesis anteriores, una influencia reunificadora en los dialectos romances, al menos en la prosa, pero con posibilidad de mayor difusión en ciertos casos. Dicho con mayor precisión, me parece que es la tradición discursiva jurídica o, en general, cancerillesca la que produce un efecto de "pasillo" unificador por el que pasa el conjunto de la prosa romance. Conviene siempre tener en cuenta que el contacto entre la prosa no literaria y la literaria era mucho más fluido en la Edad Media que en la actualidad (cf. por ejemplo, Doutrepont 1909).

2 . ELEMENTOS OBSERVABLES

Lo difícil es encontrar argumentos fiables que justifiquen estas tres ideas. Habría, en principio, tres caminos. 1) Estudiar la evolución en dialectos sin tradición jurídica medieval como, por ejemplo, los dialectos corsos. Esto nos permitiría comprobar si la evolución de ciertos aspectos de la gramática (la determinación nominal y los relativos, en concreto, porque son los elementos que parecen haber recibido mayor influencia latina) es diferente. Tal proceder no es, sin embargo, muy fiable, en la medida en que la prosa relativamente reciente que poseen estos dialectos puede estar influida por modelos de otras prosas con larga tradición, como la italiana en el caso del área dialectal corsa. Por otra parte, el registro coloquial tiene poco que decirnos, si pensamos que los hipotéticos préstamos latinos se suelen quedar en la prosa o en el registro hablado que la imita4. 2) Estudiar la situación en rumano, dado que se supone que la prosa en esta lengua no recibe influencias latinas durante el período medieval. Con todo, sería quizá un argumento auxiliar y poco fiable, porque no está tan claro que no haya influencia latina en la prosa rumana. Los documentos legales, aun escritos en otro alfabeto durante siglos, están cortados con el patrón ya introducido por los documentos vándalos latinos del siglo v (cf. Barra Jover 2008). Es también 4

Esto no quiere decir que las innovaciones aparecidas en una tradición prosística no puedan penetrar en el registro coloquial oral (cf., al respecto, la introducción de Jacob y Kabatek 2001 y Barra Jover 2008).

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muy difícil saber hasta qué punto la traducción de los evangelios está exenta de influencia latina5. 3) Una última posibilidad, quizá la única con cierta solidez empírica, es seguirle la pista a una forma latina con correlato romance cuya frecuencia de aparición permita establecer, con garantías, pautas cronológicas que muestren que el latín innova antes que los dialectos romances y que, además, estos recogen la innovación y la hacen suya. Es la vía que será adoptada en este trabajo. Me gustaría reconstruir minuciosamente la historia de la anáfora reiterativa y reasuntiva latina dictum + N y cotejarla con la historia de el dicho (le dit / o dito, etc.) + N en los dialectos romances6. La elección de este término (aparte de la necesidad de consolidar ideas expuestas un poco superficialmente en trabajos precedentes) es que la anafóra reiterativa y reasuntiva es muy regular en los textos notariales, que son los únicos que se pueden fechar con total seguridad. Es la razón por la cual solo he recogido información de textos originales y no de copias, por fiables que pudieran ser. El material estudiado permite reformular las ideas generales expuestas más arriba como tres hipótesis concretas: (Hj) Dictum / el dicho son formas innovadoras respecto a los demostrativos y a la construcción prefijo + Participo Pasado de verbo de lengua (por ejemplo, latinpraescriptum, fr. devant dit, esp. sobredicho). (H2) ES posible trazar una cronología absoluta de la emergencia de dictum en latín medieval y de el dicho en romance, asi como de sus relaciones con las formas competidoras más antiguas. (H3) Las variaciones regionales dentro de la cronología absoluta mantienen sistemáticamente un desfase entre la emergencia de dictum y la de el dicho: en una zona dada la aparición de dictum precede siempre en algunas décadas a la de el dicho-, no parecen darse casos de lo contrario. Si (H3) funciona o, digamos mejor, es verosímil porque soporta bien la confrontación con los datos, tendríamos que aceptar dos cosas. La primera es que el latín medieval tiene sus propias evoluciones morfosintácticas. Aun sin saber cómo es posible, no es poco constatarlo. La segunda, concreta y a modo de prueba, es que el dicho solo puede explicarse como un préstamo latino.

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Concretamente, el relativo care (< QUALIS) es invariable, especificativo y aparece sin artículo en rumano moderno. Pero en la traducción del Nuevo Testamento del siglo xvn se comporta como todos los derivados de QUALIS del resto de las lenguas romances. Puede verse, a este propósito el fragmento de los Hechos de los Apóstoles editado y comentado en Poerck y Mourin (1962). En adelante, el dicho + N será utilizado como una referencia al conjunto de las lenguas romances excepto el rumano, que no llegó a introducir esta forma en la prosa jurídica.

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3 . PROBLEMAS METODOLÓGICOS

Merece la pena pararse un poco en el tipo de documento que nos serviría como prueba incontestable y lo que en realidad encontramos. 3 . 1 . E L INEXISTENTE "CARTULARIO" 7 IDEAL

Si uno se propone probar una correlación entre evolución latina y su adopción como préstamo en romance, el tipo de documento necesario para hacerlo debería reunir quizá demasiadas condiciones. Tendríamos que disponer de textos latinos y romances producidos en el mismo lugar, porque de muy poco nos serviría establecer correlaciones cronológicas entre zonas distintas. Textos, además, editados con fines y precauciones lingüísticos y que apareciesen de manera regular entre más o menos el año 600 y el 1400. Todos los documentos deberían ser originales, porque nada más fácil para un copista que modernizar formas gramaticales que no alteran en absoluto el sentido del documento (por ejemplo, el que utilice el dicho donde está escrito el sobredicho no tiene para él la misma importancia que para mí). Otro aspecto importante es que el número de documentos por cada corte temporal debería ser regular. En efecto, los datos obtenidos de un corte temporal, pongamos que de diez años y que cuenta con veinte documentos, son más fiables que los obtenidos a partir de uno que solo cuenta con dos. Del mismo modo, los documentos deberían tener todos una extensión regular y que no fuese inferior a las treinta líneas. Se puede comprobar (y comprender) sin dificultad alguna que, cuanto más largo es un texto, más fácil es que aparezcan anáforas reiterativas (u otras). En un acta de venta de diez líneas, la mitad del espacio se dedica a las firmas y la otra mitad es la simple enunciación del hecho sin detalles que obliguen a retomar los términos introducidos. En una de treinta, se introducen precisiones que obligan a retomar las referencias (nombres propios o de lugar, por ejemplo). Una última dimensión de la regularidad es que, en el momento en que aparecen los textos romances, lo hagan en el mismo número que los latinos, de modo que se puedan establecer correlaciones fiables.

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Utilizo el término cartulario en el sentido amplio e informal de 'colección de documentos legales' de un espacio geográfico, aun a sabiendas de que esta manera informal de manejarlo puede erizar los cabellos a los historiadores. En efecto, un cartulario, en el sentido estricto del término, es un volumen escrito y encuadernado en una fecha dada y en el que un copista hace una compilación sincrónica de los documentos archivados durante siglos en tal o cual institución. Es precisamente este tipo de volúmenes el que resulta poco útil para el trabajo lingüístico.

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Para terminar, si nuestro cartulario estuviera bien informatizado, podríamos hacer en un día el trabajo manual de un mes. 3 . 2 . L o s CARTULARIOS REALES

Después de habernos dejado llevar un poco por la fantasía filológica, vamos a aceptar el material del que realmente disponemos. Los documentos originales anteriores al siglo xi son muy escasos y me atrevería a decir que prácticamente inexistentes antes del 800. En consecuencia, nos encontramos con un vacío de más de tres siglos entre los documentos vándalos (TabAlb) y los siguientes. A esto se añade el que hay muy pocos cartularios que abarquen integralmente el período 800-1300/1400, y si lo hacen presentan un gran desquilibrio cuantitativo entre los primeros siglos y los últimos. Por ejemplo, puede haber más textos entre 1300 y 1320 que entre 900 y 1100. Añádase a ello que la extensión de los documentos va aumentando con los siglos y que los primeros son de una extrema brevedad. Otro desequilibrio que nos pone difíciles las cosas es el que se produce constantemente entre latín y romance. Así, los textos que he consultado se disponen en tres grupos, el primero de los cuales contiene dos subgrupos: I) Solo en latín: I.a) En el período en el que los documentos se redactan únicamente en latín: Colección diplomática de Alfonso I de Aragón y Pamplona (11041134), Chartes Poitevines antérieures à 900, Documentos Medievais Portugueses (1095-1185). I.b) En el período en el que ya es no solo posible, sino regular, que los documentos legales se redacten en romance: Documentos de Jaime I de Aragón, vol. 2 (1236-1250), Cartulaire de l'abbaye de Saint-Trond, Col.lecció diplomática de Sant Daniel de Girona (924-1300). II) Solo se han seleccionado los documentos en romance: Documents linguistiques de la France II, Documents linguistiques de la France III, Documentos lingüísticos de España, documentos leoneses de DocLeón, documentos navarros de DocNav, documentos portugueses de HPG. III) Hay latín y romance pero aparecen desequilibrados en uno u otro sentido: Colección diplomática del monasterio de Sahagún (857-1300), Colección documental del monasterio de San Esteban de Nogales (1149-1498), Chartes de coutume en Picardie (xf-xiif siècle), Chartes de l'Abbaye de Nouaille (678-1200), Colección documental del monasterio de Grade-

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Mario Barra Jover fes, Chartes de l'Abbaye de Saint Etienne de Dijon (1200-1346), Colección diplomática do mosteiro cisterciense de Santa María de Oseira (1025-1310).

En cuanto a las condiciones materiales de edición, vaya por delante que, salvo lo que se suele llamar "documentos lingüísticos", los textos han sido editados por su interés histórico más que filológico, con lo que ello implica. Las ediciones datan a veces de un siglo y no han sido retomadas ulteriormente. Por último, hay poca esperanza de encontrar estos textos informatizados en número suficiente8. 3 . 3 . U N A POSIBLE SOLUCIÓN

El contraste entre lo que sería deseable y lo que verdaderamente hay nos obliga a cierta modestia en nuestras pretensiones y, sobre todo, a recibir con mucha prudencia los resultados obtenidos. La única solución que parece presentarse es la de recomponer (y además de manera manual) nuestro cartulario ideal a partir de piezas sueltas. Entre el 500 y el 800 solo nos queda suponer, sin garantía alguna, que no hay nada nuevo. A partir del 800, podemos ya completar todos los espacios cronológicos a partir de varios cartularios. Hecho esto, un primer grupo limitado pero trabajado exhaustivamente nos puede permitir obtener, como simple referencia, una cronología idealizada del período completo. Nos queda después cotejar con la cronología, mediante calas, el mayor número posible de cartularios. Cada cotejo funciona como un test que puede confirmar o refutar tal cronología. En las páginas que siguen se ofrecen los resultados obtenidos a partir de un grupo de textos que será presentado en función de la argumentación. Aunque no se diga siempre explícitamente, los otros textos que han sido objeto de calas, no han refutado la cronología propuesta.

4 . L A HISTORIA

La evolución que vamos a examinar tiene dos facetas. La más interesante es la cualitativa, es decir, la que toca a las innovaciones y al terreno que estas innova-

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En efecto, aunque se haya reconocido el interés de los textos legales para el estudio preciso de aspectos puntuales de la evolución de una lengua (si no me equivoco, el pionero en la romanistica fue Menéndez Pidal, 1950), su proporción en los corpus informatizados es ínfima con respecto a los literarios. Véase, recientemente, para el francés, la introducción de Kunstmann y Stein (2007).

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ciones van ganando en detrimento de las formas que vienen del latín tardío. La faceta cuantitativa se puede resumir diciendo que la anáfora reiterativa va invadiendo progresivamente los textos hasta saturarlos a partir del XIII en latín y del xiv en romance, tal y c o m o puede comprobarse sin mucho esfuerzo en cualquier texto escogido al azar9. Este aspecto cuantitativo no m e parece merecer mayor explicación que la de un efecto identitario de moda que acaba por atenuarse. Por ello, m e v o y a concentrar únicamente en la dimensión cualitativa.

4 . 1 . LATÍN

En los primeros textos de los que disponemos, los documentos vándalos de finales del v y principios del vi y los que, tras una laguna, se empiezan a encontrar a partir de ±800, los demostrativos dominan sobre los términos formados a partir de un prefijo 10 y un participio de lengua (pref + PP). Por ejemplo": (1) TabAlb 4b (493?):... et nichil quesibi exs eodempretio quiquam amplius deben respondiderunt ut h(a)b(eat) t(eneat) p(ossideat) utatur fruaturque ipse heredesbe eius in perpetuo et si quis eosdem agros suu esse d[i]xe[rit u]el questionem facere boluerit thunc dabit pe[cuniam] tantam et alteram tantam...[2 líneas] die et armo ss(u)p(ra)s(cripti)s ... (2) Nouaillé 6 (794) - loci illius - prefate cellole - ipsa celia 9

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Valgan como simples ejemplos los siguientes fragmentos, uno latino, otro castellano: (I) ChPicardie 188 (diciembre 1282): ... quod ipse Johannes aliqua placita de dictis hominibus dictorum decani et capituli vel aliquam justiciam exercere in homines eosdem aliquo modo non poterat nec debebat nec potest nec debet, nisi de ipsorum decani et capituli vel domini dicte ville de Salcheto licencia vel mandato speciali, et in hiis consensit expresse dictus Johannes major, de auctoritate et assensu dicti domini Roberti, patris et curatoris sui, coram nobis; et promisit ídem Johannes major, de auctoritate et assensu dicti homini Roberti patris... (II) DLE Burgos 207 (1414): ... et quel damos todos los frutos et rentas et esquilmos que rendieren los dichos bienes en toda su vida, para reparación délas dichas posesiones et para las labrar; et que tenemos & reseraamos en nos quarenta fanegas de pan, medio trigo, medio feuada, de lo que rendieren los dichos bienes en cada anno. Et otrosí en tal manera et con tal condifion, que el dicho Pero Martines estando ene! dicho monesterio o quando venjere al dicho monesterio... La etiqueta "prefijo" abarca aquí tanto los prefijos "verdaderos" como supra oprae como las formas adverbiales, tal que iam, que se comportan como prefijos. Dado que el contexto no parece muy necesario para lo que aquí nos ocupa, me limitaré, en general a presentar las listas de sintagmas nominales en columnas que permitan observar los contrastes.

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70 - rector ipsius cellole - ad ipsam cellam - ipsa celia - ipsius sancti loci

Ya en los primeros años del siglo x, empiezan a aparecer documentos en los que la construcción a partir de PP de verbo de lengua (siempre con prefijo) se impone a los demostrativos (aunque lo contrario siga siendo posible). Por ejemplo: (3) Nouaillé 26 (primeros años x) - in ipsa villa - ad praefatum monasterium - ipsius monasterii (x2) - comprehensa praenotata - praedictus Saleco - antedictas res - re prefata - in supradicta villa - antedicti monasterii - de praedictis rebus - praedicti monasterii

Nótese que, aunque abunde la anteposición al nombre de pref + PP, la posposición es posible. Dicho de otro modo, pref + PP es más un adjetivo que un determinante, lo cual explica que puedan aparecer originalidades como la siguiente: (4) SDanGir 19 (1070): suprascripto altario supradicto

Por otra parte, no puede decirse que, en el primer período de imposición de estas formas, haya una que domine sobre las otras. Mas bien llama la atención la cantidad de verbos que pueden ser utilizados, dando lugar a casos que merecen el calificativo de "exóticos": (5) SDanGir 28 (1094): prelibatum alodium

Son innovaciones triviales que pueden aparecer en cualquier momento, dado que no conllevan un cambio en las reglas gramaticales12, y que irán menguando en número y variedad ante la extensión de la base -dictum, como puede comprobarse, un poco más abajo, en (7).

Lo que entiendo por diferencia entre innovación trivial y no trivial la he expuesto en Barra Jover (2007b).

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Los primeros ejemplos de dictum (es decir, PP sin prefijo) empiezan a aparecer de manera muy esporádica en el siglo xi. Solo a partir de principios del xm puede observarse una progresión regular que acaba por convertirla en la forma dominante en menos de un siglo (véase el ejemplo de 1282 de la nota 9). Lo más importante es que, ya desde el principio, aparecen siempre antepuestos. Esto es indicio de que estamos ante una innovación no trivial, en la medida en que lo que era adjetivo se convierte en determinante. He aquí algunos de los primeros ejemplos: (6) Nouaillé 107(1025): - in eadem Ecclesia

- quam dicte ecclesie in puram... - iam dicti comitis - supra dictus prior (7) SDanGir 28 (1094): - predicti cenobii - Est autem dictum alodium - predictum totum alodium - predicto Sancti Danielis cenobio - in prefato monasterio - predicto alodio - prelibatimi alodium

En conclusión, no estamos ante un simple cambio léxico. Estamos ante la emergencia de un determinante dictum frente a un adjetivo pref + dictum. De hecho, este último va a seguir conservando, como todo adjetivo, los contextos postpuestos y, también, los contextos sin nombre. Contextos que le son inaccesibles al dictum determinante. Por ejemplo: (8) SDanGir 425 (1298): unde si per defectum horumpredictum (9) SDanGir 418 (1297): Et ideo predicta de nostro et nostrorum iure, posse et dominio eicimus... 4 . 2 . ROMANCE

La cronologia relativa del romance reproduce las mismas pautas que la latina, aunque siempre con posterioridad en la cronología absoluta y con ciertas particularidades en cuanto a la implantación y la variedad de las formas. En los primeros textos (siglo xn, principios del xm) dominan los demostrativos. A partir de la segunda mitad del xm empiezan a imponerse las formas pref + PP. He aquí dos ejemplos que ilustran las dos fases:

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Mario Barra Jover (10 )DLEB 158 (1207): etporhatalplecto & porhatal conbenencia, que ista hereda! nonsaque sinon fore poramio coipo; & quanta renda seleuantare dista heredat, dolo pormia anima halahuebra desancta María de Uilla mediana, & sihio don Armengot pasare dest sieglo antes que esta heredat saque... (11) DLE B 192 (1241): E io don Ferrando carpentero & mj mugier Mari Cara metemos nostros corpos con estas casas deuandichas a seuicio de Dios & déla orden & del conuento de sancta María de Buxedo, con. viij. soldos de encienso que an a dar estas casas deuandichas ancadanno a don Garcia...

A diferencia del latín, la forma pref + PP no presenta la variedad inicial de la latina: la base -dicho domina desde el principio. Por otra parte, pref + PP no penetra directamente: primero se introduce como adjetivo postnominal que refuerza al demostrativo, después gana contextos como postnominal con artículo definido y, como última extensión, como prenominal con artículo. He aquí un ejemplo de cada cosa [véase también (11) para la primera fase]: (12) DLE B 180 (1228): Et si en este medio esta heredad sobredicha uender quisieredes (13) DLE B 189 (1237): & la heredat sobredicha (14) DLE B 2002 (1276): el ssobredicho rey don Alffonso

Como en latín, pasamos rápido a una segunda etapa en la que puede ya dominar pref + dicho, aunque sigue siempre existiendo la posibilidad de que en algunos documentos domine el demostrativo. La variación en el prefijo es regional, pero para cada región dada el prefijo es estable. Como se ve en (12-14) y en (16), sobre se implanta en castellano y portugués. Pero, por ejemplo, en León, Francia y Cataluña se impone devant o su variante avant. A modo de ejemplo: (15) DocLeón 28 (1246): de la egrisia deuandicha (x6) (16) ChPicardie 183 (1277): ma ville devant dite (x8) (17) MCLT 28 (1250): davant dita espalla (x2) (18) HGP C2 (1262): do moesteyro subredito

De nuevo como en latín, hay una tercera etapa en la que aparece y se extiende el dicho en detrimento de las formas complejas, que por supuesto siempre pueden seguir apareciendo. Es esta etapa la que vamos a recorrer cotejándola cronológicamente con la evolución latina en el siguiente apartado.

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Cómo vive una lengua "muerta" 5 . COTEJO CRONOLÓGICO

La figura 1 (p. 72) es un intento de cronología absoluta que comprende los dominios galaico-portugués, castellano-leonés, catalano-aragonés y francés13 y los contrasta cronológicamente con el latín. Los puntos de referencia cronológicos pueden variar de una zona a otra pero de manera correlacionada, tanto en el contraste entre latín y romance como en la evolución interna de cada uno de ellos. El desfase entre una región y otra puede ir hasta los cincuenta años pero este desfase se reproduce en cada una de las etapas, como veremos enseguida. Como ya queda dicho, la evolución del latín y del romance comparten pautas generales a pesar de no ser isomórficas. Pese a todo, la evolución romance siempre puede ser derivada de la latina, no solo cronológicamente, sino también conceptualmente. Lo contrario no parece posible. De manera ya más precisa, me gustaría mostrar cómo la secuencia temporal entre dictum y el dicho es estable en cada región a pesar de los desplazamientos que pueda haber respecto a las fechas idealizadas (como cualquier fecha que se dé para cualquier cambio) en la cronología absoluta. El método seguido es relativamente simple: para una región dada, observamos en un mismo cartulario "bilingüe" el desfase cronólogico entre la primera aparición de la forma latina y la de la forma romance. Las fechas (siempre aproximativas) así obtenidas para el latín deben en principio converger con las ya vistas en el apartado anterior. Como segunda confirmación, es necesario que los cartularios solo romances confirmen a su vez las fechas observadas en los bilingües. Como puede verse, se trata de hacer pasar a la hipótesis propuesta varias pruebas que la corroboren o la refuten. Lo importante no son las fechas en sí, por supuesto, sino el hecho de que en ningún caso se dé la situación en la que la forma romance preceda a la latina en una región dada. Los resultados son los que siguen. • D O M I N I O GALAICO-PORTUGUÉS:

En un cartulario latín/romance aparece un desfase de veinte años entre la forma latina (19a) y la romance (19b). La fecha del primer documento romance que contiene o dito (20) se acerca mucho a la de (19b): (19) a. StMOseira 560 (1245): dicto monasterio b. StMOseira 931 (1265): et damos vol-lo dito terreo a dita figueyra

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[latín] [romance]

En lo que respecta al italiano, algunas calas demasiado superficiales como para ser incluidas aquí, permiten suponer que se siguen las mismas pautas.

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ca > cS tercera persona del plural en femenino > otras personas en femenino". Además, establece que la concordancia está en recesión en las construcciones reflexivas, ergativas inherentes, pasivas pronominales e inacusativas con verbos de dirección inherente. El modelo más vivo es el que pone en femenino el participio con la serie pronominal acusativa femenina y con el clítico en relativo a sintagmas nominales de género femenino. Con palabras de la autora, esas construcciones recesivas "presentan totes una concordanca de participi més en declivi que no pas les que comporten un clític acusatiu femení o un partitiu" (Rosselló 2002: 1933)23. En francés, la regla general es que "le participe passé conjugué avec avoir s'accorde en genre et en nombre avec son objet direct quand cet objet le précède; il ne varie pas (ce qui est le cas le plus fréquent) s'il est suivi de son objet direct ou s'il n'a pas d'objet direct." (Grevisse/Goosse 2008: 1168; cf. Larousse: 386). No voy a entrar en la compleja casuística del francés, pero sí apuntaré con los autores citados que dicha regla "est souvent considérée ou ressentie comme artificielle. La langue parlée la respecte très mal, et, même dans l'écrit, on trouve des manquements, mais ils y restent minoritaires." (ib.)24. En sardo, la concordancia se da solo si el objeto directo es un clítico de tercera persona: "Las appo vistas" 'las he visto, las vi' / "Nos an vistu" '(ellos) nos 22

23

24

Con respecto a este último autor, Par (1923: 320) concluye: "la habitut ab que nostre autor fa concordar lo participi ab son règim es palesa, anch que no absoluta. Com que cap deis mss. mostra una major puresa respecte a aquest punt, no podem endevinar ningún penjant qui'ns faci concloure que'l mateix original de Metge fos exempt de tota marca d'acort". Otras modalidades románicas, como los dialectos italianos septentrionales, se comportan de manera opuesta (cf. Salvi 1988: 239-240). Información exhaustiva sobre este tema en francés en la citada obra de Grevisse/Goosse, páginas 1168-1176. La situación es idéntica, en líneas generales, en occitano, tanto antiguo como moderno: "Los a peor paor giquitz" 'los ha abandonado por miedo', "Avetz mainta gen morta" 'habéis matado a mucha gente', "E.l bon rei Loys... avetz aucis" 'habéis matado al buen rey Luis' (cf. Fernández González 1985: 377-380; Ronjat 1937: 589-590). El primer autor indica un hecho digno de consideración: "hay diferencias entre las formas concertadas y las no-concertadas. Así, en provenzal moderno: Mon vesin a vendut sa bòria, 'mi vecino ha vendido su granja'. Se insiste en la 'venta de la granja', frente a: Mon vesin a venduda sa bòria, donde se insiste en la 'granja' (vendida)." (Fernández González 1985: 377-378).

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175

han visto, nos vieron' (cf. Jones 1993: 83). Blasco Ferrer (1986: 145) adopta una actitud normativa: si el complemento es un sustantivo, el participio puede concordar o permanecer invariable, "ma questa ultima soluzione è preferibile"; logudorés "apo mortu sa baca" 'he matado a la vaca', campidanés "apu ascurtau sa primu missa" 'he oído la primera misa'. En italiano, si el objeto es un sustantivo o el elemento relativizado de una subordinada de relativo, lo normal es que no haya concordancia: "Ho mangiato una pesca" 'he comido un melocotón', "La pesca que ho mangiato era piuttosto acerba" 'el melocotón que he comido estaba más bien amargo'. En general, el italiano se comporta como el sardo ("Li ho visti alla stazione" 'los he visto en la estación', "Maria, non l'ho più vista" 'A Maria, no la he visto más'), pero también es posible la concordancia con los pronombres de primera y segunda personas, de acuerdo con el género natural del referente: "Maria, non ti ho vista alla festa" 'María, no te he visto en la fiesta', "Vi ho visti, ragazzi" 'Os he visto, chicos'; incluso con el adverbio pronominal, de acuerdo con el género gramatical: "Birra, non ne ho bevuta" 'Cerveza, no he bebido (de ella)' (cf. Salvi 1988: 238-240). En fases antiguas del italiano, en algunas variedades estilísticas altas y en algunos tipos de italiano regional meridional, es posible una concordancia más amplia entre participio y objeto directo: "Ho poi conosciuti alcun'altri" 'he conocido/conocí después a algunos otros', "II padre rimprovera il figlio d'aver perduta la testa per una ragazza" (Romani), "La pesca che ho mangiata era piuttosto acerba" (ib.: 239; cf. también Rohlfs 1969: 114-117 para los dialectos del sur). En retorrománico, se observa que el participio permanece invariable en los tiempos compuestos de los verbos transitivos: sobreselvano "Jeu hai sittau dus tscharvs", Valais "eu n'ha sajettà dúos tschiervis" '(yo) he derribado dos ciervos'. En la lengua escrita del Valais, hay concordancia cuando un pronombre personal átono precede al verbo (el sobreselvano no tiene formas átonas en los casos régimen): si el pronombre átono es objeto directo, la concordancia es obligatoria en la lengua escrita y escolar: "Eu tillas n'ha vissas" '(Yo) las he visto', "Vus ans vaivat salüdate" '(Vosotros) nos habéis saludado'. Si el objeto directo es un pronombre relativo, no hay concordancia en ninguna de las dos modalidades: sobreselvano "Las mattas che jeu hai viu", Valais "las mattas ch'eu n'ha vis" 'las chicas que he visto'. En el Valais, los verbos pronominales se construyen con 'HABERE' y el participio concuerda con el pronombre reflexivo que precede: "Ella s'ha levada" '(ella) se ha lavado', "Els s'han lavats" '(ellos) se han lavado'. Pero es que también puede haber concordancia con el objeto indirecto, facultativa en los pronombres personales átonos ("Eu tilla n'ha dit meis parair" - "Eu tilla n'ha ditta meis parair" '(Yo) le he dicho mi opinión'), pero general en los reflexivos: "Ella s'ha lavada il cheu" '(Ella) se ha lavado la cabeza'

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(cf., para toda esta exposición, Laver 1982: 96-98). Los datos de Arquint para el sobreselvano, el engadino y el grisón central son similares a los de Laver, pero añade datos sociolingüísticos interesantes: en principio, las formas concordadas son propias de la lengua escrita, mientras que las no concordadas están más próximas a la lengua hablada; ambos tipos de lengua se influyen mutuamente, de manera que la separación entre ambos estratos lingüísticos no está clara en absoluto, lo cual provoca grandes oscilaciones, sobre todo en engadino y grisón (cf. Arquint 1979: 101-102 y 105-107). En cuanto a la zona del ladino, ya en Austria, su comportamiento es como el del Valais, con el mismo condicionamiento distribucional del francés (cf. Ganzoni 1983: 177-180). Para terminar este apartado, diré que en rumano no hay concordancia (cf. Beyrer et al. 1987: 195).

5 . CONCLUSIONES

A la vista de lo dicho, podríamos intentar una recapitulación de la presencia de todos esos elementos en castellano medieval de forma que podamos caracterizarlo frente al latín y las demás lenguas de igual procedencia: a) Doble serie, átona y tónica: en latín vulgar, español, francés y provenzal, pero la serie átona española no proviene de la latino-vulgar. b) Herencia de ILLORUM: vestigios en la lengua medieval, pero no existe ni en español actual, ni en portugués, ni en los dialectos italianos meridionales. c) Herencia de *NOSSUS, *VOSSUS: persiste en engadino, sobreselvano, portugués y francés. d) Posibilidad de anteposición y posposición: el posesivo va siempre pospuesto en rumano, sardo, suditaliano; aparece antepuesto en italiano (lengua literaria y centro de Italia), engadino, sobreselvano, provenzal, francés y portugués; la anteposición o posposición del pronombre es potestativa en catalán. e) Posesivo con artículo: se da en rumano, suditaliano, sardo, catalán, con posposición; antepuesto en italiano, catalán, provenzal y portugués; solo ha desaparecido en francés y español. f) Frecuencia del posesivo: todas las lenguas romances se separan claramente del latín clásico, con un aprovechamiento mayor del posesivo, pero bastantes, como el francés y el italiano, lo usan más que el español, en contraposición con lo visto en el apartado anterior. g) Existencia de resultados de CVIVS: por un lado, están los idiomas con herencia latina directa (gallego, portugués, español, sardo) y, por otro, los que forman ese relativo a partir de un adverbio (francés, occitano). El tercer grupo es el de la inexistencia.

La expresión de la posesión y fenómenos conexos

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h) Adverbio pronominal en: podemos decir que, a una etapa medieval en que todas las lenguas romances ofrecían resultados de aquel adverbio latino (del rumano no se puede hablar con seguridad), ha seguido un estado de cosas en que ninguna de las tres lenguas romances peninsulares centrales y occidentales ha guardado recuerdo de este tipo de palabra. i) Partitivo dependiente directamente de verbo: después de un período medieval en que buena parte de estas lenguas conocieron la construcción partitiva dependiente directamente de verbo (todas menos el rumano, del que no se conservan prácticamente testimonios anteriores a fines del xv, y parece que los dialectos italianos meridionales), se ha llegado en la época moderna a un cuadro en el que a esas modalidades lingüísticas se han sumado el gallego, el portugués y el español, con algunos restos de partitivo más o menos fosilizados. j) Concordancia entre el participio y el objeto directo: se dibuja un panorama en que, con diferencias en el tiempo, en el espacio y en los contextos que la permiten, la concordancia es conocida por casi todas las lenguas románicas, con excepción de tres lenguas peninsulares (gallego, portugués y español) y el extremo oriental (rumano). Antes de intentar obtener alguna conclusión de estos datos, veamos más de cerca alguna de las peculiaridades del español en este sector de la gramática. Parece que el español en su fase actual, dejando a un lado la mayor frecuencia de empleo que ofrece25, responde mejor que el castellano medieval al modelo latino, fundamentalmente por la inexistencia de esa construcción totalmente ajena al sistema de la lengua latina que es el posesivo con artículo, a la consolidación del posesivo en posición pospuesta, en consonancia con lo normal en latín, y al importante papel que se le reserva al dativo posesivo. ¿Qué pudo llevar a la aparición de aquella combinación sintagmática? Parece que, como veremos seguidamente, el uso del posesivo en latín tenía una carga enfática. 25

Bassols (1963: 192-193): La lengua latina es mucho más parca que la española en el uso de los pronombres posesivos; en realidad, solo los emplea cuando no pueden deducirse por el contexto, o bien en las antítesis o contraposiciones. Son, por tanto, contrarias al espíritu de la lengua clásica expresiones como tollere oculos suos; extendere manus suas, etcétera. Sin embarco, en el habla popular aparecen a veces usados los posesivos sin que ninguna razón especial lo justifique; así: cum animo meo reputo (Plaut.); apatre suo iussus (Val. Max.). Y lo mismo en Ernout/Thomas (1964: 179): ...les possessifs n'apparaissent que pour raison d'insistance et de clarté. Dans l'emploi courant, quand le contexte ne permet pas d'équivoque, ils sont omis: Ter., Ph. 263: nil fecit, patrue, quodsuscenseas 'il n'a rien fait, mon oncle, qui mérite ta colère'; 315: patris ais aduentum veritum hinc abiisse? 'tu dis que, craignant l'arrivée de son père, il est parti d'ici?'; Cic., Of. 1,2: in philosophiae Studio aetatem consumpsi 'j'ai passé ma vie dans l'étude de la philosophie'.

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Lapesa consideró al énfasis el rasgo definitorio de una oposición de carácter expresivo entre el posesivo simple y el posesivo con artículo. Se trataría de la misma oposición desde el punto de vista semántico representada por formas distintas: cero / posesivo = posesivo / posesivo con artículo. Creo que la correlación es perfectamente posible y que pudo estar en el origen de la aparición de ese giro. Lo que no acabo de ver claro es el núcleo semántico de tal oposición, máxime cuando hay autores, como Lausberg, que estiman como posición más enfática la pospuesta y parece que hay lenguas, como el catalán, en que realmente es así (y entre dos construcciones de artículo más posesivo). No es que yo crea que las condiciones estructurales de una lengua tengan que cumplirse en otra, pero el catalán, en este punto, concuerda con el latín y no es ese un hecho despreciable. En todo caso, sabemos lo que ocurrió después en español, esto es, el ascenso de la construcción con artículo antepuesto y posesivo pospuesto, lo que podría abonar la hipótesis ya mencionada. ¿Por énfasis, como diría ahora también Lausberg? Recordemos que en el adjetivo calificativo los hechos parecen desarrollarse exactamente al revés: la posición susceptible de énfasis es la antepuesta, no la pospuesta. Creo que para llegar a tener una perspectiva clara de la evolución del subsistema de posesivos, hay que determinar con la mayor exactitud posible la función de aquella construcción en castellano medieval26. La dificultad es interpretar los escalones semánticos que se han ido rellenando desde el "cero" del latín en la mayor parte de los casos hasta una situación en que, no solo el posesivo propiamente dicho, sino también el artículo determinado, pueden servir de vehículo transmisor del concepto de posesión. Para ello, no vale hacer un estudio aislado de los posesivos, sino un examen más detenido del que he realizado aquí que abarque las demás formas que sirven para manifestar la posesión en español y compararlas con los procedimientos empleados en el resto de las lenguas románicas. 26

Jiménez Juliá (2006: 150) basa su crítica a Lapesa en que "no parece que la justificación puramente estilística pueda describir las verdaderas causas del cambio de uso de estructuras". Por el contrario, acepta en líneas generales la explicación que ha ido construyendo Company en varios artículos, en la que destacan como causas del proceso el debilitamiento del valor anafórico y posesivo del pronombre posesivo, la economía de medios (dada la afinidad de los sintagmas introducidos por artículo y posesivo) y los cambios en la combinatoria sintáctica del posesivo desde el castellano medieval hasta la actualidad, no solo con artículo, sino también con indefinidos, demostrativos y numerales cardinales (cf. Company 1991 y 2001 y la exposición de Jiménez Juliá 2006: 153-161). En cualquier caso, lo que queda por explicar es por qué (o para qué) se da "la pérdida de rasgos semánticos diferenciales del posesivo como tal" (ib.: 159): si esa pérdida podía desembocar en la ambigüedad del posesivo de tercera persona, quizá el proceso nunca se hubiera puesto en marcha sin la presencia de otros elementos que cubrieran ese déficit (y el recurso a un sintagma nominal o pronominal encabezado por de no es exclusivo del español). Habría que tratar la cuestión desde un punto de vista románico comparado.

La expresión de la posesión y fenómenos conexos

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En efecto, si nos situamos en el ámbito de los fenómenos que afectan propiamente al posesivo (a-f), no podemos llegar a ninguna conclusión clara respecto de una posible agrupación del español dentro de las lenguas románicas, ni mucho menos en lo que hace a la conformación de grupos homogéneos en su comportamiento dentro de aquellas. Por el contrario, a la vista de los resultados obtenidos en la comparación en el resto de los elementos tratados (g-j), se podría formular la siguiente hipótesis: si se comparan los procedimientos para la expresión de la posesión en las diferentes lenguas romances, se puede llegar a la conclusión de que la expresión canónica de la posesión, mediante el resultado del verbo latino HABERE, gobierna la evolución del resto de elementos pertenecientes a ese ámbito. Las lenguas que han perdido el verbo independiente con tal origen (gallego, portugués y español) son también las que muestran descendencia del latín CVIVS y rechazan, a partir de finales de la Edad Media, los herederos de INDE y el complemento partitivo. Paralelamente, las que mantienen un verbo 'haber' autónomo se comportan del modo exactamente opuesto, con algunas excepciones particulares27. Con todo ello, no pretendo negar lo fundado de las ideas expuestas en García-Hernández 1992 citadas al principio de este trabajo, pero sí indicar que es posible que la posesión y las ideas relacionadas con ella, como la pertenencia, evolucionen acompasadamente y con influencias mutuas entre unas y otras.

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Pilar Saquero Suárez-Somonte ALFONSO X EL SABIO Y LA TRADICIÓN CULTURAL OCCIDENTAL

1 . PRECEDENTES HISTÓRICOS 1

La caída definitiva del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d. C., ante el empuje incontenible de las tribus germánicas, señaló el comienzo de un largo período de casi dos siglos caracterizado por las turbulencias políticas y, sobre todo, por la oscuridad cultural, período en el que parecía inexorable e inminente la destrucción y total desaparición de la civilización grecorromana. Pero superada, no sin dificultad, esta nebulosa etapa de la fusión de dos mundos, el romano y el bárbaro, surgió en Occidente un mundo nuevo, que conocemos como Europa, cuyas señas de identidad o rasgos característicos y dominantes serán precisamente los heredados de Roma, a saber: el cristianismo y el legado clásico. El triunfo del cristianismo sobre el espíritu pagano ya durante la época imperial, sobre todo a partir del año 378 d.C., en que el emperador Teodosio dio un paso decisivo al abandonar la neutralidad de sus predecesores y proscribir definitivamente el paganismo, y la temprana conversión de los invasores germánicos garantizó su definitiva y duradera continuidad en todos los pueblos de la Europa occidental. Por lo que se refiere al legado clásico, hasta el siglo vm no todos esos pueblos pudieron conservarlo y desarrollarlo de la misma manera. En efecto, las invasiones bárbaras junto con otros factores como la crisis económica, el aislamiento y la desorganización destruyeron completamente el sistema escolar y con ello provocaron la casi total desaparición de los autores clásicos en todas las provincias del Imperio, salvo parcialmente en Italia y sobre todo en España, en donde la supervivencia de la tradición clásica hizo posible la renovación isidoriana y el mantenimiento de un alto nivel cultural, comparado con el resto de los pueblos de la Europa continental, hasta comienzos del siglo vm. Este trabajo se inserta en el marco del proyecto HUM 2004-05644 financiado por la DGCYT.

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Digámoslo claramente, el legado clásico se apuntaló en Europa entre mediados del siglo vi y durante todo el siglo vn gracias, por una parte, a España y, por otra, a los irlandeses y anglosajones, quienes desplegaron una gran actividad cultural que contrastaba con la apatía de la mayor parte del continente respecto a las tradiciones escolares. La excepcionalidad de España respecto a otras regiones europeas continentales tiene una causa bien conocida, a saber: que tras las primeras invasiones llevadas a cabo a comienzos del siglo v por suevos, alanos y vándalos, y que venían guiadas por un impulso de destrucción y saqueo, pronto llegaron los visigodos ya latinizados y creyentes en el arrianismo, una modalidad de cristianismo, los cuales, según A. D. Deyermond (1974: 22), "desde mediados de la quinta centuria establecieron con rapidez un reino hispánico, si no política, socialmente estable, incentivo para el desarrollo cultural". Así, pues, hasta el año 711, en el que los árabes, tras cruzar el estrecho de Gibraltar, entraron en España y conquistaron Toledo, capital del reino visigodo, sometiendo siete años después a casi toda la Península, nadie pondrá en duda la 'europeidad' de España, fruto de la conjunción del cristianismo y cultura clásica. Pero la presencia árabe fue más duradera de lo que se podía pensar en algunos casos, como en el reino de Granada, de modo que la 'reconquista', es decir, la recuperación del territorio que los árabes habían ocupado pero que los españoles nunca habían cedido, comenzada casi a partir del momento mismo de la invasión, no terminó hasta la toma de Granada en 1492. La reconquista afianzó en los españoles la irrevocable decisión de ser cristianos, y no islámicos, de modo que el cristianismo hispánico contiene, como bien ha señalado H. Raley (2003: 77), un cierto sentido adversativo. En efecto, según Payne (2006: 9), en ningún otro pueblo del mundo la historia y la cultura están tan identificadas con el catolicismo como en el de España. Esta identidad especial se deriva no tanto de los primeros siglos de la experiencia cristiana en la península, cuanto del gran fenómeno histórico de la reconquista cristiana.

Si la comparamos con el Norte de África, territorio ampliamente latinizado y cristianizado en la Antigüedad tardía, y con otras regiones conquistadas por los musulmanes, la excepción de España se debe a que ha sido el único país que no solo se desprendió del dominio militar y político de los árabes, sino que volvió a cristianizar el territorio recobrado. Ahora bien, dicho esto, no debemos olvidar las consecuencias que para la continuidad de la tradición cultural occidental se derivaron de la conquista y permanente ocupación de la mayor parte de España por los árabes, sobre todo si se recuerda que, por ejemplo, la conquista de la Galia por los francos, pueblos

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bárbaros que poseían una cultura, lengua y religión fuertemente germánicas, estuvo a punto de arruinar en Francia el legado clásico, que solo después de varios siglos volvió a renacer con fuerza impulsado por Carlomagno. Si en España se había mantenido, como hemos dicho, la tradición clásica gracias a que los visigodos respetaron el sistema escolar antiguo, a través del cual se transmitía el conocimiento de los autores clásicos; si en la Alta Edad Media los principales centros difusores de la cultura fueron los monasterios, la invasión árabe tenía necesariamente que interrumpir el desarrollo natural de la vida monástica y por lo tanto la continuidad cultural. Es por ello por lo que M.C. Díaz y Díaz (1975: 174) ha podido hablar de "una parcial discontinuidad en la transmisión de los escritores antiguos, los cuales, sin embargo y a pesar de las dificultades, no quedaron excluidos de las bibliotecas y siguieron gozando de singular prestigio". A causa de esta parcial discontinuidad, de su relativo aislamiento, de su peculiar ritmo histórico y de sus aparentes influencias orientales, especialmente islámicas, en detrimento de las occidentales y propiamente clásicas, se ha convertido en lugar común de la crítica histórica hablar del "retraso" de España durante la Edad Media y Renacimiento, e incluso considerarla por ello menos "europea" que sus vecinos2. Este retraso o escaso "europeísmo" de España vendrían dados en relación con el significado y valores que tiene la palabra "clásico" y particularmente la idea en él inserta de un retorno cíclico3 que parece ser absolutamente peculiar de la tradición europea y no de otras. En efecto, en otras culturas no europeas se conocen, como no podía ser menos, unas formas de culto a lo antiguo entendido como canónico o clásico, pero según Raley (2003: 86), "la alta y noble conformidad con creencias inmemoriales es así la suprema virtud humana en el mundo no europeo, y el genio podría definirse como la capacidad de repetir de modo ejemplar los consagrados modelos del pasado". Por el contrario, la condición europea, por ese mismo retomo cíclico, es por naturaleza proyectiva e inconclusa, sin que pueda restringírsela al pasado: El polifacético legado del mundo clásico funciona no solo como el componente histórico primario de la civilización europea, sino también como un ideal siempre presente y recurrente que ha operado durante siglos como el destino trascendente de los pueblos europeos. Europa fue su punto de partida y también su destino, y esto proporciona a la vida europea no solo una común unidad histórica sino también una señalada inclinación futurista (Raley 2003: 90).

Ese retorno cíclico a lo clásico es lo que ha dado lugar a los distintos movimientos humanísticos o renacimientos menores como el de la época carolingia, 2 3

Cf. Harold Raley, 2003: 93. Cf. Salvatore Settis, 2006: 26.

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el del siglo XII, el despertar universitario del xm, precursores todos ellos del gran Renacimiento que se gestó en Italia entre los siglos xiv y xv y que luego se difundió al resto de Europa occidental. El renacimiento auspiciado entre mediados del siglo vm y comienzos del ix por el emperador Carlomagno (c. 742-814), hombre dotado de una enorme curiosidad intelectual, quedó limitado a los territorios del reino franco, pero se debió a la colaboración de eruditos que, curiosamente en su gran mayoría, no eran francos, sino extranjeros (italianos: Pedro de Pisa, Pablo Diácono, Paulino de Aquilea; españoles: Teodulfo, Agobardo; anglosajones e irlandeses: Alcuino de York, etc.), lo que, según A. Barbero (2001:205-236), confirma el mal estado en que se hallaba la cultura franca en esos momentos. Con el nuevo e importante renacimiento del siglo XII, y el impulso universitario del xm, la cultura clásica se difundió mucho más allá de estos confines y vio multiplicar los centros monásticos y catedralicios y consecuentemente el número de autores clásicos conocidos. Por lo que se refiere al renacimiento del siglo XII, Ch. Haskins (1958: 17 y ss.), uno de sus mejores conocedores, considera que no se concentró, como el carolingio, en torno a una corte o un eje dinástico, ni sus comienzos, a diferencia del Renacimiento italiano, fueron un fenómeno exclusivo de un solo país, pues si el mayor protagonismo le corresponde a Francia, el papel de Italia no es despreciable en el estudio del derecho romano y canónico y en las traducciones del griego, ni tampoco el de Inglaterra y Alemania, si bien en virtud de la difusión de la cultura francesa e italiana. España se limitaría a ser la senda, el camino por el que transitarían, tras ser traducidas al latín, por algunos españoles pero también por muchos otros europeos, las obras filosóficas y científicas del mundo árabe. Esta hipótesis de Haskins, que rebaja a España a simple transmisora de la cultura árabe durante el renacimiento 'europeo' del siglo XII, fue en general aceptada y de aquí empezó a emerger el concepto de 'retraso'. Esta visión de un postrado siglo XII, culturalmente hablando, y, en cambio, de un sorprendente rápido despertar cultural y literario del siglo xm, ha sido sometida a revisión entre otros investigadores por A. Rucquoi, quien en un importante trabajo4 echa por tierra las posturas relacionadas con el aislamiento y retraso que habrían apartado a España de las corrientes culturales occidentales, las cuales penetrarían en la Península de la mano de europeos, sobre todo franceses. Ahora bien, como recalca esta historiadora, junto a franceses, cuyo papel en la vida cultural española de esta época no parece haber sido tan relevante como se creía, llegaron a España otros extranjeros procedentes de Inglaterra (Roberto

1998-99: 41-58. También es ilustrativo el libro de Clara Foz, 2000.

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de Chester...), Italia (Gerardo de Cremona...), o de Carintia (Herman el Dàlmata), no para 'sacarla' de un cualquier aislamiento cultural sino para aprender, porque algunos de ellos consideraban que el verdadero 'atraso cultural' era más bien propio de las escuelas del norte de Francia y que no había ciencia ni saber fuera de España. Estos estudiosos extranjeros colaboraron estrechamente con los españoles (Domingo Gundisalvo, Juan de Sevilla, Marcos de Toledo, etc.) y volvieron a sus lugares de origen con multitud de libros, porque, según Rucquoi (1998-99: 51), "las bibliotecas hispánicas del siglo XII, así como la producción de los scriptoria de la Península, se caracterizaban por el predominio, al lado de Autores clásicos y de Padres de la Iglesia, de obras propias del quadrivium —aritmética, música, geometría y astronomía". Pero si los extranjeros llegaban a la Península atraídos por la novedosa 'ciencia árabe' (medicina, astronomía, matemáticas, filosofía aristotélica), a lo largo del siglo XII un buen número de españoles, entre los que se encuentran nombres tan relevantes como Rodrigo Jiménez de Rada o Diego García de Campos, salió en dirección a Bolonia o París con el fin de completar estudios de derecho y teología, e incluso impartirlos en esas universidades. Nos parecen, pues, plenamente acertadas las conclusiones de esta historiadora (1998-99: 77): Las rutas del saber del siglo XII unieron pues la Península Ibérica con Italia, Inglaterra y las regiones meridionales de Francia [...] Los que las recorrieron, en un sentido o en otro, iban en busca de saber, de un saber nuevo o que no encontraban en sus lugares de procedencia. Los viajes nos permiten trazar, no un mapa de 'regiones atrasadas' frente a regiones 'avanzadas', sino el de los lugares especializados en algunos saberes; y, en ese mapa, la Península Ibérica figura como uno de los hitos de la vida intelectual, como fueron entonces Bolonia y París.

2 . ALFONSO X EL SABIO

La labor realizada en España durante el siglo XII y comienzos del XIII por esos letrados nacionales y extranjeros con sus traducciones del árabe al latín supuso, sin lugar a dudas, un verdadero "renacer" para muchos autores griegos como Aristóteles, Euclides, Ptolomeo, Hipócrates, Galeno, cuyas obras de carácter científico y filosófico se habían perdido o eran prácticamente desconocidas en la tradición occidental, pero que se habían conservado con la adición de comentarios en versiones árabes, que procedían a su vez de traducciones siriacas de los originales griegos. Podemos decir que la febril actividad traductora de obras de matemáticas, astronomía o filosofía realizada por parte de españoles, ingleses,

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italianos, alemanes y franceses durante el reinado de Alfonso VIII (1158-1214) se continuó igualmente bajo Fernando III el Santo (1217-1252). Por esta senda, aparte de su labor legislativa, se encaminó Alfonso X el Sabio (1252-1284) al ordenar en un principio la traducción o compilación de un buen número de obras científicas de origen árabe (Tablas alfonsíes, Picatrix, Lapidario, Libros del saber de astronomía, etc.), pero con la novedad de fijar siempre como lengua de llegada el castellano, muy pocas veces también el latín, separándose radicalmente, en ese sentido, del procedimiento seguido con anterioridad por el que, como hemos dicho, solo quedaba por escrito la versión latina. G. Menéndez Pidal (1951: 363-380) estableció dos períodos en la producción alfonsí: uno inicial de traducciones (1250-1260), y otro de creación (12691284). Con esta segmentación no está de acuerdo I. Fernández-Ordóñez (1999: 107-108), la gran conocedora de la obra histórica de nuestro rey: más que de dos etapas (una de traducciones y otra de obras de creación y de revisión de traducciones), opino que resulta más esclarecedor hablar de dos tipos de obras: aquellas cuya redacción fue ordenada por el rey, sin que se reconozca su intervención personal, y que suelen mencionar a los autores del texto, tanto si se trata de traducciones como de libros compilados independientemente (Lapidario, Libro conplido.., Libro de las cruzes, etc.), y aquellas otras en las que Alfonso se declara responsable del libro en su concepción y (salvo en el caso de la General estoriá) en su ejecución, sin que se reconozca otra autoría de forma explícita.

A la articulación de la obra alfonsí establecida por estos dos investigadores, podríamos nosotros añadir una tercera, por la que se pueden observar dos grandes tendencias en la actividad cultural de Alfonso X el Sabio. La primera, básicamente una recepción de tipo reproductivo, en la que el rey estuvo interesado toda su vida, se desarrolló de modo especial durante un primer período que abarcaría los años 1250-1269, y está proyectada hacia Oriente, es decir, hacia la traducción y compilación al castellano de obras de origen árabe. La segunda o recepción productiva, que se extiende desde los años 1269-70 hasta el de su muerte en 1284, está enfocada hacia Occidente, con la traducción masiva de textos latinos y su recreación e inserción en sus grandes empeños históricos, la General estoria y la Estoria de España. Es a esta segunda tendencia a la que dedicaremos a partir de ahora nuestra atención. Estudiar cuántas y cuáles fueron las fuentes y cómo fueron utilizadas en estas dos magnas obras, exige para su justa apreciación, como ha señalado M.a R. Lida de Malkiel (1958-59: 111), que nos hagamos a la idea de que el Rey Sabio es hijo de su época y de que su labor debe inscribirse en el ámbito cultural del siglo XIII. En efecto, difícilmente podemos echar de menos en las obras alfonsíes autores como, por ejemplo, Tácito, Lucrecio o Propercio, cuando sabemos que

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durante la Edad Media fueron casi olvidados y solo volvieron a la luz con el Renacimiento italiano. Debemos, pues, enfocar el tema de las fuentes desde la perspectiva de la evolución, o mejor, reducción, del canon de los autores clásicos que observamos desde Quintiliano (Inst. Or., 10, 1 85-1319) hasta lo que podríamos denominar canon medieval. Así, si en la lista quintilianea de autores latinos que permitirían una educación integral y completa aparecen más de medio centenar, tan solo unos pocos (los que indicamos con negrita) merecen ser seleccionados al frente de cada uno de los géneros literarios: — Épica: Virgilio, Emilio Macro, Lucrecio, Varrón Atacino, Ennio, Ovidio, Cornelio Severo, Serrano, Valerio Flaco, Saleyo Baso, Rabirio, Pedón Albinovano, Lucano y Domiciano. — Elegía: Tibulo, Propercio, Ovidio y Galo. — Sátira: Lucilio, Horacio, Persio y Terencio Varrón. — Lírica: Catulo, Bibáculo, Horacio y Cesio Baso. — Tragedia: Accio, Pacuvio, Vario Rufo, Ovidio y Pomponio Segundo. — Comedia: Plauto, Cecilio Estacio, Terencio y Afranio. — Historia: Salustio, Livio, Servilio Noniano, Aufidio Baso y Cremucio Cordo. — Oratoria: Cicerón, Asinio Polión, Mésala, César, C. Celio, Licinio Calco, Servio Sulpicio, Casio Severo, Domicio Afro, Julio Africano, Galerio Trácalo, Vibio Crispo y Julio Segundo. — Filosofía: Cicerón, Marco Junio Bruto, Cornelio Celso, Papirio Fabiano Plauto, Cacio y Séneca. La reducción y prelación para cada uno de los géneros se hace más visible entre los gramáticos latinos (por ejemplo, en Diomedes encontramos lo siguiente: para la elegía Propercio, Tibulo, Galo; sátira: Lucilio, Horacio, Persio; comedia: Afranio, G. Quintio, Terencio, Cecilio; tragedia: Pacuvio, Accio). Arusiano Mesio señala la lectura de Virgilio, Salustio, Terencio y Cicerón (la llamada "cuadriga de Mesio"). Más tarde, en el Ars lectoría (1086) de Aimerico de Gátinaux, se distribuyen los autores paganos en tres niveles {aurei auctores: Terencio, Virgilio, Horacio, Ovidio, Salustio, Lucano, Estacio, Juvenal y Persio; argentei auctores: Plauto, Ennio, Cicerón, Varrón, Boecio, Donato, Prisciano, Sergio y Varo; communis generis auctores: Dicta Catonis, Ilias Latina, Maximiano, Aviano y Esopo). En el que podríamos denominar canon medieval, es decir, autores leídas y copiados ininterrumpidamente, estos, según B. Munk Olsen (1991: 3 y ss.), se distribuían en dos grupos de acuerdo con el nivel de la enseñanza, de modo que en el nivel superior figuraban un total de diez escritores, ocho poetas (Juvenal, Lucano, Horacio, Ovidio, Persio, Estacio, Terencio y Virgilio) y dos prosistas

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(Cicerón y Salustio); y en el nivel más bajo se incluyen, entre obras de menor categoría y autores concretos, un total de cinco: los Dicta Catonis, Ilias Latina, Maximiano (Etrusco), Aviano y el Esopo latino. Junto a estos, que formaban parte del diseño docente, otros autores gozaron de gran fortuna en el Medievo, como Valerio Máximo, Vegecio, Plinio, etc., y por ello se nos han transmitido a través de un gran número de testimonios manuscritos. Basta leer los prólogos de la General estoria y de la Estoria de España (o Primera crónica general de España) para darnos cuenta de que ambas obras fueron el fruto y resultado de una empresa colectiva, que reunió a una multitud de traductores, autores y compiladores, realizada bajo el impulso, la dirección y supervisión del propio rey, quien en primera persona nos dice que primero logró o hizo reunir muchos escritos y muchas historias: "... despues que oue fecho ayuntar muchos escriptos e muchas estorias de los fechos antiguos..." (GE)5, "...mandamos ayuntar quantos libros pudimos auer de istorias en que alguna cosa contassen de los fechos d'Espanna..." {EEf. A continuación eligió de esos textos los más verdaderos y mejores: "escogí dellos los más uerdaderos e los meiores que y sope...") (GE)1; y finalmente ordenó componerlos ".. .e fiz ende fazer este libro, e mande y poner todos los fechos sennalados tan bien de las estorias de la Biblia, como de las otras grandes cosas que acahesfieron por el mundo, desde que fue comentado fastal nuestro tienpo" (G£)8, ".. .e compusimos este libro de todos los fechos que fallar se pudieron della, desde el tiempo de Noe fasta este nuestro" (EEf. Hoy sabemos, gracias a varios pasajes sacados a la luz por García Solalinde (1915), que el rey Alfonso tenía una participación directa e inmediata en dos momentos de la génesis de sus obras: en el primero dirigía la composición y en el último, ya acabada, la corregía. Participación directa tuvo sin duda en el proceso de "ayuntar" los textos, si este término lo entendemos por poner a disposición de los colaboradores lo que podríamos denominar el aspecto constitutivo e institucional de toda recepción, es decir, el acopio de los manuscritos en su lengua original de los autores que posteriormente se traducían al castellano. Respecto a los autores latinos, a pesar de la parcial discontinuidad de la tradición clásica, de la que hemos hablado, sabemos por los catálogos de bibliotecas monacales, conventuales e incluso particulares que en muchos lugares de Aragón y Castilla se hallaban en los siglos xn y xm un buen número de manuscritos 5 6 7 8 9

Antonio García Solalinde (1930: 3). Ramón Menéndez Pidal (1955: 3). Cf. Antonio García Solalinde, ib. Cf. Antonio García Solalinde, ib. Cf. Ramón Menéndez Pidal (1955: 4).

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que contenían autores como Virgilio, Horacio, Juvenal, Salustio, Terencio, Cicerón, Estacio, Aulo Gelio, Vegecio, Plinio el Viejo, Lucano, etc. Pues bien, sabemos que el rey Sabio hizo llegar a los scriptoria de Toledo, Murcia, Sevilla, etc. gran cantidad de códices con el fin de que sus colaboradores pudiesen previamente traducirlos al castellano para después ensamblarlos, adaptarlos, reelaborarlos o sencillamente reproducirlos en sus obras. A este respecto, son de un grandísimo interés las cartas10 firmadas en 1270 por el propio Alfonso en Santo Domingo de la Calzada; en ellas reconoce haber llevado del monasterio de Albelda "quatro libros de letra antigua, que me emprestastes, et el uno dellos es el libro de los Cánones, et el otro el Esidoro de Ethimologías, et el otro el libro de Cassiano de las Collationes de los Santos Padres et el otro el Lucano."; y del Convento de Santa María de Nájera "quince libros de letura antigua que me emprestastes, e los libros son aquestos: las editiones de Donato, Statio de Tobas, el Catalogo de los Reyes Godos, el libro juzgo dellos, Boecio de Consolación, un libro de justicia, Prudencio, Geórgicas de Virgilio, Ovidio epístolas, la historia de los Reyes de Isidro el menor, Donato el Barbarisio, Vocolicas de Virgilio, Liber illustrium virorum, Preciano maior, Boecio sobre los diez predicamentos, el comento de Cicerón sobre el sueño de Scipion.". Así pues, un estudio de las fuentes clásicas utilizadas por los redactores alfonsíes debe partir necesariamente del hecho comprobado e innegable de una gran biblioteca en la que, además de las obras citadas procedentes de Albelda y Santa María de Nájera, se encontraban otras muchas más, cuyo listado, sin duda incompleto y en el que hemos distribuido los textos según su origen griego o latino, y estos según pertenezcan a la Antigüedad y Edad Media, sería el siguiente: A) Textos griegos traducidos al latín: 1. Chronici cánones de Eusebio, vertidos al latín por san Jerónimo. 2. Antiquitates Iudaicae de Flavio Josefo, en versión anónima. 3. Historia de praeliis Alexandri Magni del Pseudo-Calístenes, traducción latina del arcipreste León de Nápoles (s. x). 4. Biblia (Vulgata), traducción de san Jerónimo (acompañada de la Glossa Ordinaria). B) Textos latinos: a) Antigüedad:

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Cf. R. Beer, Handschriftensschàtze

Spaniens. Viena, 1894 (reimpr. 1970).

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Pilar Saquero Suárez-Somonte 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13.

Metamorphoses y Heroides de Ovidio. Historia romana de Veleyo Patérculo. Pharsalia de Lucano. Naturalis historia de Plinio el Viejo. Historiarum Philipicarum LibriXLIVde Pompeyo Trogo, conocida a través del epítome de Justino. Tebaida (Thebais) de Publio Papinio Estacio. Epitome de T. Livio de Lucio Anneo Floro. Breviarium ab Urbe condita de Eutropio. Ephemeris belli Troiani (Diario de la guerra de Troya) de Dictis Cretense. De excidio Troiae historia de Dares Frigio. Historiarum adversus paganos libri septem de Paulo Orosio. Commentarii in Vergilii Carmina del gramático Mario Servio Honorato. Repetidas referencias (¿indirectas?) del De inventione de Cicerón. También de Virgilio, Horacio y Séneca.

b) Edad Media: 1. Etymologiae de Isidoro de Sevilla. 2. De origine actibusque Getarum de Jordanes. 3. Interpretationes Nominum Hebraicorum, atribuido a Remigio de Auxerre. 4. Historia Scholastica de Pedro Coméstor. 5. Historia Romana de Paulo Diácono. 6. Historiae Regnum Britanniae de Godofredo de Monmouth. 7. Pantheon de Godofredo de Viterbo. 8. Alexandreis de Gautier de Chátillon. 9. Líber de genealogiis deorum gentilium, o fuente del Libro de las generaciones de los dioses de los gentiles. 10. Chronographia sive Chronica de Sigeberto de Gembloux. 11. Magnae Derivationes de Huguccione de Pisa. 12. Integumento Ovidii, de Juan de Garlandia. 13. Graecismus de Ebardo Bituniense. 14. Aurora de Pedro de Riga. 15. Speculum Historíale de Vicente de Beauvais. 16. Chronicon Mundi de Lucas de Tuy. 17. Historia Gothica sive Rerum in Hispania Gestarum Libri IX de Rodrigo Ximénez de Rada. 18. Fuente sin identificar: Summa de Rectorica.

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Obviamente no todos ellos tienen la misma importancia, de modo que podrían clasificarse, como ha hecho Daniel Eisenberg (1973) para la General estoria, según el grado de utilización que se hizo de ellas, en fuentes básicas (Eusebio-Jerónimo, Biblia, Josefo, Pedro Coméstor, Godofredo de Viterbo), fuentes secundarias (Ovidio, Dares Frigio, Plinio, Pompeyo Trogo, Lucano...), fuentes decorativas o ilustrativas (el resto). Una vez reunidos los códices de las obras originales latinas, se procedió a una segunda operación que se incluye también en el término "ayuntar", y que consistía en traducirlas al castellano posiblemente enteras, independientemente de que luego fuesen más o menos utilizadas, hecho que puede comprobarse con la traducción de la Farsalia de Lucano que se incluye parcialmente en la Primera Parte de la General estoria y completa en la Quinta, y por ello ha podido tener vida propia y ser transmitida en la mayoría de los manuscritos como versión independiente. Estas fuentes traducidas y elaboradas sirvieron tanto para la Estoria de España como para la General estoria, si bien su actitud ante ellas es distinta, como bien ha señalado I. Fernández-Ordóñez (1999: 112-113): mientras la historia particular abrevia, resume o elimina todo lo que no tenga que ver con la historia de la Península Ibérica, la historia universal, dominada por el principio de la exhaustividad, se ve obligada a contarlo todo; mientras la primera subordina la información proveniente de las fuentes a sus objetivos historiográficos, tratándola con gran libertad, la segunda es tan respetuosa con el texto de las fuentes, que su organización estructural de la Historia se ve distorsionada, alterada, por no haberse atrevido a modificarla ni en una coma.

Esta hipótesis es perfectamente verificable en lo referente a la biografía de Virgilio11, pues cotejados los textos de ambas obras, hemos podido demostrar que la Estoria de España se ha basado en la misma fuente que la General estoria, aunque resumida y, lo que es más importante, en una traducción que era común con esta última. En consecuencia, la fuente latina señalada por D. Ramón Menéndez Pidal para la primera, a saber, los Additamenta de los Cánones Crónicos de Eusebio-Jerónimo, debe ser revisada y en su lugar proponer una de las vitae que a modo de accessus ad Virgilium contenía alguno de los códices virgilianos tomados en préstamo de Santa María de Nájera. En el prólogo de la General estoria, como hemos visto, Alfonso nos dice que después de reunir los escritos e historias de los antiguos, "escogía dellos los más uerdaderos e los meiores que y sope". Con el término "escoger" parece estar refiriéndose a la elección de fuentes cuando presentaban versiones semejantes, como podrían ser los personajes de Dido y Orfeo tratados tanto por 11

Cf. Pilar Saquero Suárez-Somonte/Tomás González Rolán 2000, 75-84.

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Virgilio (libro IV de Eneida y cuarto de Geórgicas) como por Ovidio (Heroida VII y libro X de las Metamorfosis). Otro caso muy interesante nos lo ofrece el tema de Alejandro Magno, sobre el que los redactores alfonsíes, además del Libro deAlexandre castellano, disponían de los textos de la Alexandreis de Gautier de Chátillon (c. 1135-c. 1179) y de la Historia depreliis Alexandri Magni, traducción latina del Arcipreste León de Ñapóles del texto griego del PseudoCalístenes. Sabemos que entre la Alexandreis, armazón fundamental o columna vertebral del Libro de Alexandre, y la Historia de preliis se decidieron por esta última, de modo que fue incluida completa en la Cuarta Parte de la General estorian. Si nos preguntamos por qué razón fue preferida una historia novelada sobre otra más ajustada a la realidad histórica como la Alexandreis, la contestación no vendría dada por una distinción bastante clara para nosotros entre fuente histórica y fuente legendaria o novelesca, pero poco operativa en la Edad Media, sino en la diferencia entre textos favorables y textos desfavorables a la figura de Alejandro, pues parece evidente que en muchos casos, como este que nos ocupa de la General estoria, ha inclinado la elección de los redactores por la más adecuada a la concepción política del Rey, pues, como bien ha señalado Fernández Ordoñez (1992: 58): [la] Estoria alfonsí, promovida por un rey y compuesta por fechos de reyes, está concebida en gran parte como maestra de futuros monarcas. De ahí que la General estoria destaque estructuralmente las figuras de Hércules, Alejandro o Julio César, modelos históricos de excepción para reyes y príncipes.

En este sentido, la Historia de preliis se prestaba mucho mejor que la Alexandreis para una elaboración cristiana del poder alcanzado por el macedón, quien es presentado como un gobernante victorioso y justo, en deuda continua con la Divinidad, a quien todo le debe y Ella le premia por sus méritos. El historiador Manuel González Jiménez (1999: 1 y 15) comienza su interesante estudio afirmando que "Alfonso X el Sabio fue, sin lugar a dudas, el monarca más universal y brillante que produjo la Edad Media hispánica", y termina sosteniendo que "introdujo de forma decidida a Castilla por la senda de eso que los historiadores llamamos el Estado Moderno". No podemos dejar de estar de acuerdo con estas apreciaciones, pero creemos que hay algo que nos parece también importante en el Rey sabio, a saber: su total resolución de ser europeo sin dejar de ser español o, si se prefiere, castellano. En efecto, como ha demostrado D. Ramón Menéndez Pidal (1972: 63), de tantas empresas grandes que concibió, "la más grande que realizó fue la de orientar con seguridad el idioma hacia 12

Cf. la edición de Tomás González Rolán/Pilar Saquero Suárez-Somonte (1982).

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su definitiva norma, hacia su fijación, y dotar a España de una lengua prosística apta para la cultura intelectual". Mucho se ha discutido sobre la decisión de escribir la General estoria y la Estoria de España en el romance castellano y no en latín, lengua utilizada en la Europa occidental de la segunda mitad del siglo XIII en un género literario como la historia. Es bien conocida la tesis de Américo Castro (1983: 461-462), que atribuye tal decisión al influjo de los judíos, pues "aquel deseo de vulgarización ad usum regis casaba con el escaso interés del judío por el latín, medio expresivo que reflejaba la unidad cristiana de Occidente". Como vemos, en el uso de la lengua Alfonso X es más español que europeo, pero ese mismo nacionalismo13 le lleva a vincular la historia de España con la historia romana, que ocupa 341 capítulos de los 1.134 que comprende la Estoria de España. La amplia atención prestada al pasado clásico tiene para Menéndez Pidal (1955, XXXVI-XXXVII) un gran significado: Hasta entonces la historia de España comenzaba propiamente en los godos; estos eran los creadores o formadores de la nación, según la idea impuesta a la cultura medieval por la obra del romano san Isidoro, el panegirista de la raza gótica. La parte más antigua de la vida de la Península se perdía en el mar de la historia universal, sin dejar apenas rastro.

Esta es una de las razones por las que Menéndez Pidal no tiene reparos en afirmar que la Estoria de España "marca bien claramente un primer renacimiento del clasicismo en España, que se continúa en la General Estoria". Como hemos podido comprobar en esta última, más de un 95 % de las fuentes son latinas y el resto se reparten entre fuentes romances y muy escasas árabes. Esto nos indica una apuesta decidida y definitiva de Alfonso X por introducir a Castilla en la senda del legado clásico, del europeísmo, senda que España ya no abandonará. En el lapso de tiempo que va desde san Isidoro hasta Alfonso X no se había perdido, como hemos visto, el interés por la cultura clásica, pero será con el Rey Sabio con quien Castilla asista a un renacer de la Antigüedad Clásica y, al mismo tiempo, a una incorporación de elementos culturales orientales, que, como el Libro de Calila y Dimna, marcarán profundamente la historia literaria occidental. Así pues, el equilibrio entre los dos rasgos típicamente europeos, es decir, cristianismo y legado clásico, mermado a raíz de la invasión árabe, volvió a restablecerse con Alfonso X, quien al desarrollar lo que podríamos denominar un humanismo vulgar, anticipador del que se consolidará en el siglo xv bajo el 13

Sobre este concepto en Alfonso X el Sabio, cf. el breve pero denso estudio de Ángel Gómez Moreno, 1999,294.

Pilar Saquero

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Suárez-Somonte

reinado de Juan II, equipara en atención y simpatía los textos cristianos y los paganos. El ejemplo más evidente de este respeto y amor por lo clásico en una mente medieval cristiana lo encontramos en la General estoria14: Los auctores de los gentiles fueron muy sabios omnes e fablaron de grandes cosas, [...]; et sobre todos los otros auctores Ouidio en el su Libro Mayor, e esto tira a la su theología de los gentiles más que otras razones que ellos ayan, e el Ouidio mayor non es al entrellos si non la theologia e la Biblia dello entre los gentiles.

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Irene Salvo García L O S MITOS DE LA CREACIÓN DE LA

METAMORFOSIS

DE OVIDIO ( M E T . I , v . 5 - 1 6 2 ) EN LA ESTORIA DE ALFONSO X

GENERAL

1. INTRODUCCIÓN1

Ovidio ocupa un lugar preponderante en la General Estoria de Alfonso X2: un veinte por ciento de la materia total de la compilación universal está dedicada a la traducción parcial tanto de las Metamorfosis como de las Heroidas. Junto al evidente conocimiento alfonsí del Arte de Amar y los Remedios de Amor se percibe a su vez el manejo por los cronistas de diversas obras medievales de exégesis del texto ovidiano. Reduciendo nuestro estudio a la materia extraída únicamente de las Metamorfosis, encontramos en primer lugar el producto textual de dos relaciones diferentes: una directa entre Ovidio, poeta latino del siglo i, d. C. y la General Estoria, obra historiográfica de finales del siglo xm, que genera el texto y su glosa a partir de las fuentes ovidianas, y una segunda indirecta que nace entre este poeta y otras fuentes latinas que a su vez fueron aprovechadas en la General Estoria. En este segundo tipo de relación, Ovidio no es fuente directa del texto alfonsí pero autoriza ciertos pasajes e informaciones dentro de la General Estoria3. 1

2

3

Los mitos de la creación de Ovidio se traducen en la primera parte de la General Estoria, Génesis, libro II, cap. XIX, libro IV, cap. X, Génesis, libro VII, cap. XLII y Levítico, libro XX, cap. XXXI. Alfonso X El sabio, General Estoria, primera parte, v. 1 -2, edición de Pedro SánchezPrieto Boija (2001) y General Estoria, segunda parte, v. 1-2, edición de Antonio G, Solalinde, Lloyd A. Kasten y Victor R. B. Oelschlager (1957-1961); P. Ovidio Nasón, Metamorfosis, v. 1-3, traducción de Antonio Ruiz de Elvira (2002). Para la recepción de las Metamorfosis de Ovidio en la General Estoria son básicos los estudios de M.a Rosa Lida de Malkiel (1958-1960), la tesis doctoral de John Robert Ginzler (1971) y la edición de Benito Brancaforte (1990). Un aporte interesante a la bibliografía concreta de materia ovidiana se puede encontrar en Juan Casas Rigall (1999: 135-143) y en los exhaustivos estudios publicados recientemente por la profesora María Luzdivina Cuesta Torre (2007a y 2007b) que contribuyen significativamente al estudio de las Metamorfosis de Ovidio traducidas en la segunda parte de la compilación alfonsí. Es necesario señalar en este punto la diferencia sustancial que existe entre la recepción de las Metamorfosis de Ovidio en la General Estoria y aquella del Arte de Amar, las Heroidas y los Remedios de amor. Por sus contenidos tan diferentes, el manejo de estas

Irene Salvo

202

García

2 . LAS METAMORFOSIS EN LA GENERAL ESTORIA I : TIPOLOGÍA DE SU TRADUCCIÓN U n a v e z establecida la diferenciación entre fuentes ovidianas y m o d e l o s n o ovidianos p o d e m o s estructurar la materia tomada directamente de O v i d i o a su v e z en tres tipos de traducciones del poeta latino y su glosa. Estos se definen por ciertas características c o m u n e s y se resumirían en tres tipos textuales, pero sin que puedan considerarse e x c l u y e n t e s entre sí: a) El texto latino citado directamente del autor, autorizado por él y seguido por la traducción al castellano. Por ejemplo: [...] Onde dize d'esto Ovidio estos dos viessos : Litera pro verbis quam pes in puliere duxit. /Corporis inidium mutati tristeperegit. E dizen assí en el nuestro lenguaje: la letra que el pie fizo en el polvo cumplió en logar de letras la triste muestra del cuerpo mudado (I, 1, p. 311). b) La materia traducida sin inclusión del texto latino que le sirve de fuente, autorizada siempre por la referencia al autor: E esta torre puñavan ellos en fazerla tan alta non tan solament pora ampararse en ella del diluvio, mas por llegar tanto al cielo que pudiessen alcanzar por los saberes de las cosas celestiales, e aun segund cuenta Ovidio en el primer libro de los quinze del su Libro mayor que los llamava gigantes, su voluntad era de echar ende a los dioses, fascas a los ángeles, e seer ellos ende señores (I, 1, p. 74-75). c) La traducción de la g l o s a alegórica al texto (tipo a. o tipo b.) bien trasladada desde el latín o bien desarrollada por el compilador:

obras en el contexto intelectual tardoantiguo y medieval diverge tanto en su uso como en su finalidad, aunque no muy significativamente en su contexto de utilización. Por ello es necesario tener en cuenta que aunque la recepción del conjunto de los textos ovidianos se pueda producir en el taller alfonsi de manera simultánea, el formato de transmisión incluye materiales diferentes que no nos permiten crear paralelismos en el estudio de las diferentes obras del poeta latino. Aunque la bibliografía es muy extensa, para este particular son fundamentales los trabajos sobre la recepción de Ovidio en la Edad Media de E. K. Rand (1928), Salvatore Battaglia (1959), E. H. Alton y D. E. W Wormell (1960-1961), Simone Viarre (1976) y Ralph J. Hexter (1986 y 1988). En el caso de España y la recepción de estas obras ovidianas, respecto a las Heroidas son fundamentales la tesis doctoral de Jonathan R. Ashton (1944), los artículos de Olga Tudorica Impey (1980a y 1980b) y los trabajos de Pilar Saquero y Tomás González Rolán (1984,1987-1988); en el caso del Arte de Amar la tesis de Juan Luis Arcaz Pozo (1992) supone un estudio exhaustivo de la recepción de esta obra en España.

Los mitos de la creación de la Metamorfosis de Ovidio

203

E por esso vos dixiemos otrossí como sobr'esta razón misma de los omnes d'aquella edad dize Ovidio [...] que de las seis edades que dixiemos del tiempo de la primera tal era como oro. E esto dixo por los omnes d'essa primera edad del tiempo e del mundo porque non sabién de mal ninguno nin buscavan a otre [...] (I, 1, p. 389).

Esta glosa deriva de una tradición que podemos documentar si bien no idéntica, en Arnulfo de Orleans: Mundus in quattuor etates a metalis denominatas. Primera aurea. Si quidem in principio meliores fuerunt homines, sicut aurum melius est ceteris metallis. Deinde deteriorando sicut alia metalla. 4

La traducción del texto y la de la glosa funcionan, desde nuestro análisis, en ocasiones de manera independiente, no estando por norma presentes ambas. De ello se deduce que no todas las glosas fueron traducidas en la compilación alfonsí. Las razones no están claras: tanto podría ser que el manuscrito utilizado de Ovidio careciera de algunas glosas como que un posible criterio de contenido hubiera inhibido su incorporación. La estructura textual esquematizada en la tipología triple expuesta se enmarca en un segundo nivel regido por el contexto compilatorio, es decir por las necesidades específicamente cronísticas. Tres parámetros de análisis esclarecen esta segunda lectura: su modo de autorización, el enlace cronológico en la materia histórica y su significado en esa parte de la obra, es decir, su finalidad. Así los compiladores alfonsíes parecen haber manejado en primer lugar un manuscrito latino de las Metamorfosis de Ovidio con glosas interlineares y marginales; en un segundo nivel de glosa, perteneciente probablemente al mismo manuscrito con el texto latino, existirían comentarios más extensos, llamados con frecuencia en la General Estoria "departimiento" o "integumentos"5. Además los compiladores autorizan con Ovidio ciertos pasajes a partir de otras fuentes latinas no ovidianas que, funcionando como intermediarios en este caso, bien se sirven a su vez de Ovidio o bien remiten a la materia ovidiana. En ocasiones sucede que los compiladores alfonsíes citan los versos del poeta latino siguiendo estas fuentes indirectas en el mismo lugar o en relación al mismo contenido que los modelos hicieron anteriormente. En conclusión la estructura sería la siguiente: la materia ovidiana extraída de las Metamorfosis se incorpora a la General Estoria por un lado, condicionada 4

5

Amulphi Aurelianensis: Allegoriae super Ovidii Metamorphosin, edición de Fausto Ghisalberti (1932: 201-202). "Leemos en los integumentos de los sabios que espusieron oscuros los dichos de los gentiles, e es integumento por descobrimiento, porque departe e descubre e apaladina las palabras e razones sobre lo que quisieron dezir en ellas los sabios de los gentiles, en que dixieron encubiertamientre uno por ál" (I, 1, p. 317).

204

Irene Salvo Garcia

por características internas semánticas ya existentes en Ovidio y por otro, por aquellas posteriormente desarrolladas en el ámbito tardoantiguo y medieval de recepción y estudio de esta materia desde las fuentes directas y los modelos: en este caso nos referimos más concretamente a los tres niveles de explicación de las Metamorfosis desarrollados en el siglo xn y xm por la escolástica medieval: la explicación histórica, la moral y aquella alegórica6. Esta estructuración parte del análisis de las Metamorfosis de la primera parte de la estoria universal, pero no deja de funcionar como hipótesis para el conjunto de la compilación alfonsí y la materia ovidiana. La General Estoria es una obra extensa y probablemente fue compuesta en diferentes estadios, por lo que no se debe descartar que los procedimientos utilizados en otras secciones no sean diferentes. Por último, no podemos dejar de afirmar que aquello que se nos presenta tan claro en la estructuración más arriba expuesta, se matiza y fluctúa en el análisis concreto del uso alfonsí que, como es su costumbre, crea su propio discurso desde la tradición heredada.

3 . U N CASO PARADIGMÁTICO: EL USO DE LOS MITOS DE LA CREACIÓN DE LAS METAMORFOSIS DE OVIDIO ( M E T . I , v . 5 - 1 6 2 ) EN LA GENERAL ESTORIA DE ALFONSO X

Los mitos de la creación ovidianos utilizados en la General Estoria que corresponden a los versos 5-162 del primer libro de las Metamorfosis es decir, aquellos que describen los cuatro elementos, las cuatro edades y la Gigantomaquia, se 6

Las Allegoriae de Arnulfo de Orleans, inaugurando los tres niveles de exégesis ovidiana convertidos en canónicos posteriormente, comienzan enunciando las tres lecturas posibles de las Metamorfosis de Ovidio: "Modo quasdam allegorice, quasdam moraliter exponamus, et quasdam historice" (1932: 201-202). El conocimiento en el taller alfonsí de estos diferentes modos de glosa desarrollada por la lectio de Ovidio desde el siglo XII no solo se explicita por la traducción de la misma en el proceso de translatio del texto latino sino por una evidente recepción teórica de esta actividad que se trasluce en diversos momentos de la crónica universal. Por ejemplo la recepción es clara en fragmentos como el siguiente: Sobre las razones de los mudamientos de las cosas que fabla Ouidio en el primer libro del su Libro Mayor, et assi se entienda otrossi de las otras mudaciones de que Ouidio dize en aquel libro, departe elfrayre que las razones dessos mudamientos que las unas se esponen segunt allegorìa, que es dezir uno e dar al a entender, las otras segunt las costumbres dessas cosas de que son dichas las razones, las otras segunt la estoria ; et por estas tres maneras —allegoria, costumbres, estoria— se esponen todos los mudamientos de que Ouidio fabla (II, 1, p. 262b 10-23 ). Cf. Ghisalberti, estudio preliminar a la edición de las Allegoriae (1932:157-201), Hexter (1988: 63-82) y Cristina Noacco (2006: 131-149).

Los mitos de la creación de la Metamorfosis de Ovidio

205

traducen en la primera parte de la crónica universal en los libros II (cap. XIX), IV (cap. X), VII (cap. XLII) del Génesis y el libro XX (cap. XXXI) del Levítico7. Los versos 5-162 se nos presentan extraordinariamente fragmentados en el desarrollo de la historia alfonsí. Por sus características internas, la traducción y uso de estos versos nos permiten ejemplificar la tipología establecida. Los mitos de la creación desarrollados en el libro I de las Metamorfosis ya fueron considerados por los glosadores medievales como materia histórica que no exige ser alegorizada. Tal como reconoce Arnulfo de Orleans: "Quod cahos mutator in species in rei veritate fuit etiam Moyse dicente. Unde non indiget expositiones [...]. Annus in quattuor témpora, que sunt ver, estas, autumpnus, hyems. Hoc ita est in rei veritate. Nichil est hic allegoricum"8. Sin embargo ello no obsta para que se encuentren glosas puntuales (probablemente marginales o interlineares) de carácter alegórico. Esta forma de pensar justifica y esclarece el uso extraordinariamente fragmentado de estos tres primeros mitos y su productividad para la narración de la historia de la crónica universal. El vínculo claro y directo de los mitos con los primeros fragmentos del Génesis bíblico opera a su vez en beneficio de su inclusión como veremos en el análisis de los pasajes. 3.1. Los CUATRO ELEMENTOS

(MET.

I, V. 72-75)

Si seguimos la cronología de las Metamorfosis, los primeros versos traducidos en la compilación los situaríamos en el tipo a de nuestra tipología: cita y posterior traducción del texto latino. Los versos 72 a 75 del libro I de las Metamorfosis, se reproducen en el cap. XXXI del libro XX del Levítico. El Libro XIX del Levítico desarrolla en la General Estoria las reglas referentes a la pureza y a la impureza de los animales y el libro XX, comenzando con las normas acerca de la unión conyugal (es decir Levítico 18 en la Biblia), desarrolla en sus capítulos VIII-XXX una serie de ejemplificaciones de las mezclas de las razas animales, que toman como fuente fundamental el libro VIII de la Historia Natural de 7

8

Los episodios y su traducción se encuentran en la General Estoria de la siguiente manera: los cuatro elementos (Met. I, v. 72-75) en GEl, 2, en Levítico, libro XX, caps. XXIX-XXXI Del departimiento de las animalias en cadaún elemento (2001: 579) ; las cuatro edades (Met. I, v. 89-125) en GEl, 1, Génesis, libro VII, Cap. XLII, De las vidas de los omnes e de los primeros tiempos, e de como el rey Júpiter dio escritos los primeros Jueros e las primeras leis (2001: 389) ; la Gigantomaquia se traduce en dos momentos independientes de la crónica: 1) Met. I, v. 151-153 en GEl, 1, Génesis, libro II, Cap. XXI: De la venida de los linajes de Noé al campo de Senaar (2001: 75) y 2) Met. V, v. 318-331 (Metamorfosis de los ídolos) y Met. I, v. 151-161 en GEl, 1, Génesis, libro IV, Cap. IX: De cómo provó Abraham a su padre la creencia del dios verdadero por la vanidad d¿e los ídolos (2001: 169). Op.cit. p. 201-202.

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Irene Salvo Garda

Plinio9. Esta materia añadida parece provenir de la glosa al Levítico 19, 19 de la Biblia que cuenta cómo las leyes divinas no permiten la mezcla de diferentes razas, aconsejándoles con ello protegerse de las costumbres de los egipcios y de su pensamiento pagano. El mismo pasaje se recoge en la Historia Escolástica10. Después de esta digresión que ocupa veintiún capítulos breves, en el XXXI (Del departimiento de las animalias en cada un elementó), se explica cómo estas "animalias", mezcladas o no, habitan en los cuatro elementos en los que se divide la naturaleza. Para esta materia se eligen como autoridad los versos 72-75 del libro I de las Metamorfosis de Ovidio, que narran cómo en la creación del mundo después de la separación de los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), estos ocupan su lugar correspondiente y son poblados por las diferentes naturalezas animales: los astros y las formas divinas ocupan el suelo celeste, los peces las aguas, las fieras la tierra y las aves el aire: [...] Onde dize Ovidio en el comiendo del primero de los XV libros del su Libro mayor estos cuatro viessos por este latín: Non regio foret ulla seis animalibus orba,/ Astra tenent celeste solum formeque deorum,/ Cesserunt nitidis habitande piscibus undej Terra feras cepit, volucres agitabilis aer. E en el latín d'estos viessos parece que dize aquí Ovidio región por regno o por cadaúno de los elementos, e suelo celestial por ell elemento del fuego. Sobre'esto quieren estos viessos dezir en esta guisa por el lenguaje de Castiella: porque ningún reón o regno o elemento non fuesse despojado, fascas yermo, de sus animalias, las estrellas e las formas de los dioses tienen el suelo del cielo (e dévese entender por aquí ell elemento del fuego); [...] E segund estas palabras de Ovidio [...] las creaturas del cuarto elemento, que es el fuego, que son, como oyestes, las estrellas e las formas de los dioses, animalias son. [. ..]E bien fallamos que vive alguna animalia en el elemento fuego, e esta animalia departen que es una e non más, e ¡lámanla salamandra. [...] (I,2,p. 579).

Dos términos parecen haber sido glosados en la fuente latina que utiliza Alfonso: regio es traducido como "reino", metáfora de cada uno de los cuatro elementos y caeleste solum como "suelo celeste", por el que se debe entender el elemento fuego. Es esta glosa, sin autorización, la que genera la alegoría: una vez apuntada la interpretación de los términos conflictivos regio (elemento) y caeleste solum (fuego) y después de la traducción bastante literal de los versos 9 10

Plini Secundi: Naturalis Historiae..., voi. 2, (1967: 77-159). Cf. "[...] Somnia, auguria, divinationes observari prohibuit, nec agrum seri diverso semine, nec jumenta diversi generis facere coire [Additio: Diversa etiam animalia coire faciebant, ut inde animal nasceretur, quod plurimum esset deorum sacrificio congruum, vel eorum honori dedicatum, sicut mulus, de equo, et asino, Marti, et Sileno aptus erat]" (Historia libri Levitici, cap. XXV, Catalogus quorundam praeceptorum (Lev. XVIIIXXII) en Petrus Coméstor: Historia Scholastica, PL., voi. 198: Col. 1212C.

Los mitos de la creación de la Metamorfosis de Ovidio

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ovidianos, se enuncia un accessus sobre Ovidio "que fue varón tan sabio" y tribuno de Roma, que sirve al cronista medieval para autorizar y justificar en primer lugar la inclusión de los versos de este autor en este momento de la narración y en un segundo, para introducir la explicación a los mismos: las estrellas y las formas de los dioses del cuarto elemento (v. 73 de Ovidio) en realidad son animales y como el resto de las especies animales viven en uno de los cuatro elementos, en este caso en el fuego; por ejemplo, otro animal que vive en este elemento es la salamandra, hecho que justifica la habitabilidad del fuego. Varios autores anteriores, fuentes de la General Estoria, ya se preocuparon de explicar cómo la salamandra vive en este cuarto elemento teóricamente inhabitable. Entre ellos encontramos referencias en San Agustín, en el libro XXI, cap. IV de la Ciudad de Diosu y en San Isidoro, en el cap. IV de las Etimologías. Estas referencias comparten la identificación de la salamandra con este cuarto elemento y con la raza de las serpientes, animal que al ser descrito se autoriza en efecto con la cita de los versos 389-390 del libro XV de las Metamorfosis de Ovidio en Isidoro (cap. IV De serpentibus del libro XII, del libro XX de las Etimologías) y en Rábano Mauro, que recibe el pasaje idéntico en De Universo Libri, libro VIII, cap. II12. Independientemente del conocimiento de estos textos por Alfonso, el modelo trasmitido —la adscripción de la salamandra a este cuarto elemento y el uso de Ovidio en la descripción de la serpiente por los autores canónicos— no solo se refleja en la exégesis ovidiana a través de la glosa a los versos 72-75 de las Metamorfosis, sino que ejemplifica cómo un modelo de interpretación ya presente en autores cristianos avalaba la introducción de la materia ovidiana en este preciso lugar de la narración de la General Estoria. El uso y finalidad de estos primeros versos del libro I de las Metamorfosis parecen, pues, incluirse en la auctoritas ovidiana de raíz científica, ejemplificada en diversas obras medievales y desa-

11

12

Cf. "De naturalibus exemplis, quorum considerano doceat posse ínter cruciatus viventia corpora permanere. Quapropter si, ut scripserunt qui naturas animalium curiosius indagarunt, salamandra in ignibus vivit" (S. Aurelii Augustini Hipponensis episcopi, De ciuitate dei contra paganos, liber XXI, cap. IV, PL., vol. 41 : Col. 0712). En San Isidoro es enunciado de este modo: "Salamandra vocata, quod contra incendia valeat; cujus inter omnia venena vis maxima est". Más adelante, en el mismo capítulo, se cita el libro XV de las Metamorfosis de Ovidio para ejemplificar las diferentes relaciones de la serpiente con el hombre: Pythagoras dicit de medulla hominis mortui, quae in spina est, serpentem creari, quod etiam Ovidius in Metamorphosis libris commémorât, dicens: Sunt qui cum clauso putrefacta est spina sepulcro, Mutari credant humanas angue medullas. Quod si creditor, merito evenit ut sicut per serpentem (Sancti Isidori Hispalensis Episcopi Etymologiarum, liber XII, De animalibus, cap. IV. De serpentibus, PL., vol. 82: Col. 0448B).

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rrollada significativamente en los siglos xn y xm13. Por lo que se refiere a la glosa que se recibe en el taller alfonsí, se nos presenta sin autorización, no remitiendo al "freyre" o a "Juan", únicos comentadores de las Metamorfosis que se identifican en la General Estoriau. La finalidad de la alegoría en este ejemplo parece, pues, servir únicamente para explicar la creación de los cuatro elementos en los que vivirán los animales —que antes en la crónica el compilador alfonsí ha descrito exhaustivamente— y poder esclarecer a su vez el oscuro verso de Ovidio que identifica el elemento fuego con los astros celestes o las figuras divinas. La glosa breve y léxica parece remitirnos a un apunte interlinear que además de alegorizar busca ayudar al lector en su comprensión del texto latino de Ovidio. Este tipo de glosa se sitúa, por tanto, en el primer nivel de comentario del poeta latino. 3 . 2 . LAS CUATRO EDADES DEL HOMBRE ( M E T . I , v . 8 9 - 1 2 5 )

Siguiendo los versos de las Metamorfosis, el primer fragmento de esta obra traducido directamente, con omisión de la cita latina (es decir b de nuestra tipología), corresponde a los versos que describen en Ovidio las cuatro edades del hombre. Los situamos en el cap. XLII del libro VII de la narración del Génesis: De las vidas de los omnes e de los primeros tiempos, e de cómo el rey Júpiter dio escritos los fueros e las primeras leis. La materia ovidiana se equipara de nuevo a la descripción de la creación del mundo de raíz bíblica, que divide el tiempo de los hombres en seis edades, definidas por Ovidio en su vertiente pagana como cuatro. La inclusión de esta traducción no corresponde a los primeros capítulos del Génesis de la General Estoria, donde por cronología deberían aparecer, pues otra finalidad se le ha otorgado a los versos del auctor. situar el reinado de Júpiter. En efecto, el cap. XLII corresponde a la biografía de Júpiter, que empieza en el cap. XXXII: De Júpiter, rey de Creta, e del su tiempo. La narración del reinado de Júpiter comienza con la descripción de la ciudad de Atenas; a continuación y durante los nueve capítulos siguientes, se desarrolla la noticia, tomada de Godofredo de Viterbo, que refiere el romanceamiento de las artes liberales.

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Simone Viarre (1966: 154, nota 7) analiza el importante uso de las Metamorfosis de Ovidio en obras científicas realizadas entre el siglo XII y XIII por autores como Alain de Lille, Bernardo Silvestre, Vincent de Beauvais o Alexander Neckam. Sin embargo, en el caso alfonsí, la autora señala la deliberada omisión de Ovidio en las obras científicas compuestas en el taller real frente al uso extenso y serio del mismo autor en las producciones historiográficas. Para los problemas planteados en torno a la identificación del "freyre" y las referencias a "Maestre Johan" véase la nota 25 de este mismo estudio.

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En la crónica alfonsí el fragmento se traduce afirmando claramente la creación de las leyes por el dios, realidad no explicitada por Godofredo15: De Jove, filio Saturno. Tempore, quo moritur Isaac, rex Juppiter olim/ [...] Juppiter ex patre Saturno natus Athenis,/ Aquo quadrivii, triviique scientia venit,/ Legis et artis ibitunc idioma dedit16.

La recepción de Alfonso es la siguiente: En esta cibdad de Atenas e en estos estudios d'ella estudió Júpiter e allí apriso los saberes que avernos dichos. E cuenta maestre Godofré que allí falló este rey antes que otro omne el primero comiendo del derecho que en escrito fuesse puesto e la primera carrera e la más complida manera de las leyes e la mejor que y á (I, 1, p. 388).

A continuación, antes de comenzar a narrar la implantación de las leyes, se sitúa el reinado de Júpiter en la cronología que divide la historia de la humanidad en seis edades. La ubicación del dios en la edad legislada produce la equiparación de esta con la edad de plata. La afirmación de Godofredo origina pues la cita de los versos de Ovidio, que explican, en primer lugar, la división de la historia del hombre en cuatro edades de desarrollo y, en segundo lugar, la ubicación del reinado de Júpiter en la segunda edad o edad de plata. La afirmación del de Viterbo queda pues justificada en última instancia gracias a la cita de los versos de Ovidio por Alfonso, que describen las cuatro edades, sus características y la situación del reinado de Júpiter en este momento de la crónica. La narración alfonsí se completa utilizando de manera coherente y en beneficio de su discurso la información no siempre concreta de sus fuentes. El compilador en ese caso debe contextualizar y encontrar la auctoritas suficiente que apoye la materia trasladada desde los auctores elegidos para narrar el episodio: [...] E por esso vos dixiemos otrossí como sobr'esta razón misma de los omnes d'aquella edad dize Ovidio [...] que de las seis edades que dixiemos del tiempo de la primera tal era como oro. E esto dixo por los omnes d'essa primera edad el tiempo e del mundo porque non sabién de mal ninguno nin buscavan a otre [...] E diz Ovidio que esto duró demientra que regnó el rey Saturno entre los gentiles [...] . E pues que se acabó aquella primera edad e entró la segunda edad regnó el rey Júpiter. [...]£' estudió mucho sobr 'ello, e falló los fueros e las leyes, que son el derecho que dezimos de lasyentes (I, 1, p. 389).

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Para la relación que se establece en la General Estoria entre la genealogía y reinado de Alfonso X y aquellos de Júpiter véase Francisco Rico (1972: 113-117). Gotefridi Viterbiensis: Pantheon en Germanicorum scriptorum ..., (edic. de 1726, parte IV: 78).

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La enunciación de Ovidio es la siguiente: Aurea prima sata est aetas, quae uindice nullo/ sponte sua, sirte legefidem rectumque

colebat. [...] Postquam Saturno tenebrosa in Tartara misso/sub Ioue mundus erat, subiit argenteaprolesJ auro deterior, fiiluo pretiosior aere (Met. I, w . 89-90 y 113115, p. 10-11).

La definición de oro, que Ovidio enuncia en los versos 89-94, da pie a la glosa alegórica: por oro se define la bondad y la inocencia, edad áurea que remite al Paraíso bíblico de Adán y Eva: "[...] la primera tal era como oro. E esto dixo por los omnes d'essa primera edad el tiempo e del mundo porque non sabién de mal ninguno nin buscavan a otre [...]". Esta glosa alegórica que parece remitir a Arnulfo aparece de nuevo sin autorización ni identificación del comentador con el "freyre " ni "Juan", los únicos comentadores habitualmente citados en la General Estoria, hecho que hace suponer de nuevo la traducción de una simple glosa interlinear o marginal sin autorización en el manuscrito fuente de las Metamorfosis en el taller alfonsí. El glosador no tiene necesariamente que ser Arnulfo: simplemente bebe de la misma tradición exegética17. La correspondencia de los versos del comienzo del libro I de las Metamorfosis (v. 20, con la ordenación del caos por el Demiurgo y los vv. 89-125, donde se narran la creación de los cuatro elementos, del hombre y las cuatro edades) con el Génesis (desde la creación de Adán y la descripción del Paraíso, con su caída en pecado y expulsión) es evidente. La materia ovidiana y la bíblica, en consecuencia, se enlazan de nuevo estrechamente en este momento de la crónica, tal como fue en el caso de la división de los animales en los cuatro elementos que vimos más arriba. La traducción de estos versos de Ovidio con su autorización sirve al compilador para destacar la importancia de la creación posterior de las leyes, labor de Júpiter, dios gentil que se destaca en especial en la historia universal por su continua equiparación con el propio Alfonso X18. Al contextualizar el reinado del dios pagano mejor considerado en la General Estoria, el compilador no puede utilizar otro auctor gentil como fuente sino el Libro mayor de Ovidio, la Biblia correspondiente al rey pagano, tal como la Biblia cristiana corresponde a la narración de Alfonso. De este modo la cuarta edad corresponde a Júpiter como la sexta al monarca medieval. La inclusión de Ovidio precisamente en este momento de la General Estoria establece vínculos con los modelos latinos no ovidianos de la crónica universal. Por ejemplo, San Isidoro, en Etimologías XI, (De home partibus eius), cita los versos 84-86 del mismo libro I de las Metamorfosis para describir la dignidad

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Véase la enunciación en la glosa de Arnulfo citada en la página 203 de este estudio. Véase nota 15.

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del hombre frente al animal, que al contrario de este último tiene el rostro levantado para mirar el cielo y las estrellas. El pasaje se encuentra de nuevo documentado idéntico en Rábano Mauro: Graeci autem hominem anthropon appellaverunt eo quod sursum spectet, sublevatus ab humo ad contemplationem artificis sui. Quod Ovidius poeta designat, cum dicit: Pronaque cum spectent animalia caetera terram/ Os homini sublime dedit, coelumque videre/ Jussit, et erectos ad sidera tollere vultus. Qui ideo erectus coelum aspicit, ut Deum quaerat, non ut terram intendat, veluti pécora, quae natura prona et ventri obedientia finxit19.

En este episodio de nuestro tipo b (es decir, materia traducida), así como en el de nuestro tipo a (o materia citada), la fragmentación de los versos traducidos de Ovidio sirve a la cumplida narración de los hechos, que se entrelazan con las otras fuentes. Vemos, a su vez, que tanto en el a como en el b se encuentran, junto a la traducción, breves glosas, a veces de carácter alegórico, que también pertenecen al tipo c; los tres tipos, como decíamos más arriba, no pueden considerarse en absoluto excluyentes sino que conviven en el proceso traductor. 3 . 3 . L A GIGANTOMAQUIA Y LA METAMORFOSIS DE LOS ÍDOLOS ( M E T . I, 1 5 1 - 1 5 3 Y V , 318-331)

El Génesis y los mitos de la creación del libro I de las Metamorfosis estudiados aquí vuelven a coincidir por último en otro momento de la General Estoria. La noticia es muy escueta y es la primera referencia a Ovidio en la primera parte de la General Estoria. Los versos latinos traducidos, nuestro tipo b, aparecen en el cap. XXI, libro II del Génesis (De la venida de los linages de Noé al campo de Senaar). En él se narra la llegada del linaje de los hombres, hijos de Noé que, guiados por Nemrod, el primer rey de los hombres, llegan al valle de Senaar con el fin de construir la torre de Babel: E esta torre puñavan ellos en fazerla tan alta non tan solament pora ampararse en ella del diluvio, mas por llegar tanto al cielo que pudiessen alcanzar por y los saberes de las cosas celestiales, e aun segund cuenta Ovidio en el primer libro de los quinze del su Libro mayor (Met. I, vv. 151-153) que los llamava y gigantes, su voluntad era de echar ende a los dioses, fascas a los ángeles, e seer ellos ende sennores (I, 1, p. 74-75).

La introducción a Ovidio es directa y parece surgir de la equiparación subjetiva del compilador: este identifica simplemente a los constructores de la torre 19

Op. cit., vol. 82: Col. 0397C. Idéntico en Rabano Mauro, Beati Rabani [...] De universo..., liber VI, cap. I, De homine etpartibus ejus, PL., vol. 111: Col. 0139A.

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con el linaje de los gigantes que describe Ovidio. Varias fuentes no ovidianas de la General Estoria apoyan esta equiparación. La glosa de Jerónimo a Isaías 14 identifica a Nemrod, definido por un bravo cazador, como gigante: "Nemrod gigantem (Gen. X), qui fuit venator coram Domino, et gigantes (Gen. VI), propter quos venit diluvium super terram, in contrariam partem accipiendi sunt"; el mismo San Jerónimo adscribe a Nemrod la construcción de la torre de Babel: "De genesi: Babel, quae et Babylon, interpretatur confusio. Erat autem civitas regno Nemrod, in qua eorum qui aedificaverunt turrim, linguae divisae sunt"20. Entre otras fuentes habituales de Alfonso encontramos noticias similares que heredando esta tradición, definen a Nemrod como el primer gigante constructor de la torre: por ejemplo, en San Isidoro o en Pedro Coméstor21. Por último el Panteón de Godofredo recoge también la noticia que se verá a su vez reflejada en la crónica de Lucas de Tuy, probablemente desarrollada desde Pedro Coméstor22. Ambos autores reproducen a su vez esta definición de Nemrod, así como sus malas intenciones ya establecidas por la glosa de Jerónimo. La tradición heredada por sus fuentes genera en el compilador alfonsí la natural filiación de la materia bíblica con los versos de Ovidio: Nemrod el primer gigante, y rey de Babilonia, constructor de la torre de Babel con la intención de usurpar el poder de los dioses, es el mismo gigante al que hacen referencia los primeros versos de la Gigantomaquia (Met. I, v. 151-153) del libro I de las Metamorfosis de Ovidio.

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Hieronymi Stridonensis [...]: Comentariorum in Isaiamprophetam, Libri Duodeviginti, Liber secundus (PL., voi. 24) y Líber de situ et nominibus locorum hebraìcorum, Incipit Liber, De genesi (PL., voi. 23). Junto a la enunciación de San Jerónimo, en San Agustín lo encontramos del siguiente modo: "Babylon quippe interpretatur confusio. Vnde colligitur, gigantem illum Nebroth fuisse illius conditorem, quod superius breuiter fuerat intimatum [...]" (S. Aurelii Agustinus Hipponensis epicospi ad Marcellinum: De civita dei contra paganos, PL., voi. 41 : Col. 0601). "Nemrod gigas diaboli typum expressit, qui superbo appetitu culmen divinae celsitudinis appetivit, dicens: Ascendam super altitudinem nubium, et ero similis Altisimo" (Allegoriae quaedam sacrae sripturae. Ex Viteri Testamento, PL., voi. 83: Col. 0103A). En Pedro Coméstor: "Nemrod, Gigas decem cubitorum, eruditus est ab eo, et accepit ab eo consilium, in quibus locis regnare coepisset". (Historia Scholastica, Historia Libri Genesis, cap. XXXVII: De dispersiones filiorum Noe et Nemrod, PL., voi. 198: Col. 1088B). "De generatione gigantum ante diluvium: Tune erat in terris populus, reus ille gigantum, / Terribilis, validus; celer ad scelus, ad bona tardus", Pantheon (edic. 1726: 58). En el Tudense: "Nenrot autem, ex patre Chus de Cham et ex matre Cibelne de Yron filio Sem, gigas fortissimus, cuius erat statura altitudinis decem cubitorum [...]. Tune Consilio Nenrot conuenerunt predicti duces in camepum Semnarr et timentes diluum ceperunt edificare turrem, que pertingeret usque ad celos habentes lateres coctos pro saxis et bitumen pro cemento", Chronicon Mundi I, (edic. 2003: 21-22).

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A pesar de la correspondencia y explicitando de nuevo el uso fragmentario de estos primeros versos del Libro I de las Metamorfosis, el grueso del mito de los gigantes se traduce más adelante en la General Estoria, en el capítulo IX del libro IV del Génesis precedido por la referencia a cuatro versos de Met. V: w . 327-331, que hablan del transfiguramiento de los dioses en su huida a Egipto. De nuevo Ovidio, como las otras fuentes, se fragmenta en unidades narrativas al servicio absoluto de la compilación: la Gigantomaquia de Metamorfosis I no solo se fragmenta textualmente sino cronológicamente; una noticia equívoca del Panteón, que sitúa la rebelión de los gigantes en el reinado de Abraham, Isaac y Júpiter y no en el primer período del Génesis, genera la acronología: E fue esto, segund que maestre Godofré cuenta en la ochava parte del Panteón, en tiempo de Abraham e de Isaac e del rey Júpiter de Creta, e esto fue a la manera que oyestes dezir que las generaciones de Noé fazién la torre de Babilofia para defenderse y d'otro diluvio si viniesse e sobir pora allí al cielo (Gen., II, cap. XXI). E aquella estoria es ésta, e ésta es aquélla, si non que la cuentan los sos autores de los gentiles de otra guisa en las razones que mudan en otra manera, como vos diremos aquí(I, l,p. 170).

El capítulo se explicaría de la siguiente manera: respecto a la fragmentación de los versos de Ovidio la relación entre los gigantes (Met. I) y los ídolos (Met. V) viene dada por los versos 318-326 de Metamorfosis V, que explican la metamorfosis de los dioses en animales como consecuencia de su huida a Egipto ocasionada por la rebelión de los gigantes23. La negación de los ídolos de Tare, padre de Abraham, por mediación de su hijo, genera en la General Estoria la descripción de las diferentes figuras de los dioses, identificados con estos ídolos paganos. Estas se describen minuciosamente a lo largo de varios párrafos y cuando se pretende hacer lo mismo de Jano y Baco, se recurre a los versos siguientes de Metamorfosis V, que explican las metamorfosis de los dioses: E que estas figuras avién las imágenes de los ídolos de las cuatro planetas que aquí dixiemos. E de Juno e de Baco dízelo Ovidio en el quinto libro del su Libro mayor, dond pone estos viessos en latín, e de todas á y razón por qué. [...]. De lo que dize en latín Ovidio del trasfiguramiento de sus dioses: Duxque gregis, dixit fit Juppiter inde recurvis, Nunc quoque, formatus Libis est cum cornibus Amon, Deluis in corvo; proles Semeleya capro, 23

"Turn sine sorte prior, quae se certare professa est, / bella canit superum falsoque in honore Gigantas/ponit et extenuat magnorum facta deorumj emissumque ima de sede Typhoéa terrae/ caelitibus fecisse metum cunctosque dedisse/ terga fugae, doñee fessos Aegyptia tellus! ceperit et septem discretos in ostia Nilus./ Hue quoque terrigenam uenisse Typhoea narrat/ et se mentitis superos celasse figuris" Op. cit., p. 174, v. 318-326.

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Fele soror Febi, nivea Saturnia vaca, Pisce Venus latuit, Cillenius ibidis alis (Met. V, v. 327-331). Pues dize ende assí Ovidio d'esta razón estos uiessos por latín, e la razón por que los él dixo assí estos uiessos es ésta. Los gigantes se levantaron contra los sos dioses, que eran aquellos que aquí nombramos e los otros que aoravan por las otras tierras (1,1. p. 170). Estos versos ovidianos dedicados a la transformación de los dioses, citados en latín (es decir dentro de nuestro tipo a) al principio del capítulo no se traducen inmediatamente sino más adelante y después de la narración de los gigantes y su glosa 24 . Respecto a la cronología interna del capítulo, el enclave cronológico realizado de nuevo por Godofredo de Viterbo vincula la narración de la caída de la creencia de los ídolos (Met. V, 318-331) ocasionada por Tare en la General Estoria (Gen., IV, cap. IX) con la Gigantomaquia de Ovidio (Met. I, 151-161), poeta que a su v e z en su narración ya ha relacionado el hecho (Met. V, 318-327). D e nuevo las fuentes que funcionan c o m o modelos en el taller historiográfico dan las claves al compilador para utilizar justamente aquí al poeta latino aunque el cronista sea consciente de la anacronía respecto a su propia narración pues mucho antes había situado el reinado de los gigantes: la referencia a Nemrod y la torre de Babel se sitúa en los linajes de N o é , es decir, nada menos que ocho libros antes en la materia del Génesis de la General Estoria. El compilador intenta solucionar el despropósito: "E aquella estoria es ésta, e ésta es aquélla, si non que la cuentan los sos autores de los gentiles de otra guisa en las razones que 24

I, l , p . 171: Onde dize Ovidio assí en aquellos viessos: Júpiter se fizo cabdiello de grey, [...] donde le oran aun agora en figura de carnero en el tiemplo de Júpiter en tierra de Libia, que es en las arenas, formado con sos cuernos grandes retorcidos como los á el carnero. El Sol se trasfiguró en cuervo, que era su ave. Baco, en cabrón. La hermana del Sol, que es la Luna, en cierva, porque corre mucho. Saturnia, que es Juno, fija del rey Saturno, e hermana e muger del rey Júpiter, en vaca blanca e muy fermosa. Venus, a quien llamavan ellos deesa de amor e de apostura e de fermosura, se encubrió en figura de pez; [...]. Mercurio se transformó e se ascondió en figura de cigüeña. De nuevo la traducción de estos versos ovidianos refleja el evidente tamiz de la glosa, en este caso etimológica y explicativa, que origina la necesidad de comprensión de la fuente por parte del comentador que copia el texto latino o bien por el mismo traductor que lo vierte a la lengua romance. Esta glosa breve ad litteram, en el primer caso se situaría interlinearmente en el manuscrito fuente, en ocasiones con finalidad alegórica o bien con finalidad únicamente aclarativa. En el caso de una glosa desarrollada por el mismo compilador este procedimiento obedece al proceso de traducción habitual de otras fuentes latinas en las obras historiográficas alfonsíes, entre las que encontramos con frecuencia el uso abundante de glosa explicativa y de la amplificatio. Cf. Fernando Lázaro Carreter (1961: 97-114) y Valentín García Yebra (1991: 5-22).

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mudan en otra manera, como vos diremos aquí" (I, 1, p. 170). La equiparación ya está establecida y a partir de aquí se traducen los versos correspondientes a Met. I, v. 151-163 o Gigantomaquia seguidos de la traducción de Met. V. 318331, o la descripción de las metamorfosis de los dioses, anteriormente citados en latín (traducción citada en nota 23). La materia traducida exige una glosa alegórica, es decir, de nuevo nuestro tipo c. En especial son los versos 158-159 los que plantean mayor problema: el nacimiento de los hombres por la mezcla de la sangre de los gigantes y de la tierra, que en Ovidio genera la raza humana del limo. La alegoría por primera vez en la General Estoria tiene autor: "un doctor de los frayres menores que se trabajó de tornar las razones de Ovidio mayor a teología". El episodio se enuncia así en las Metamorfosis: Obruta mole sua cum corpora dirá iacerent,/ perfusam multo natorum sanguine Terram/ inmaduisse ferunt calidumque animasse cruorem/ et, ne nulla suae stirpis monimenta manerent,/ in faciem uertisse hominum, sed et illa propago/ contemptrix superum saeuaeque auidissima caedis/ et violenta fuit: scires e sanguine natos (Met. I, w . 155-163)

A continuación, la recepción del texto latino y de la glosa en la General Estoria: [...] e cayeron los gigantes todos que estavan en somo labrando a gran femencia, e crebaron todos en tierra, e murieron, que non fincó ninguno vivo. E salió d 'ellos la sangre, e esparcios por la tierra, e andava buellendo como viva, e envolviese en el polvo de la tierra. E dize Ovidio que tomó aquella sangre cuerpos d'allí de la tierra, e visquieron aquellos cuerpos, e fueron de cabo gigantes. E segund departe un doctor de los fraires menores que se trabajó de tornar las razones de Ovidio mayor a teología, diz que fabló aquí Ovidio encubiertamientre e por semejanza; e que esto de venir aquella sangre d'aquella guisa non quiere ál seer si non que los del linage d'aquellos que fincavan en la tierra, niños epequeños aún, que des que fueron creciendo e se envistieron de los bienes de sos parientes como se envistió de la tierra aquella sangre de sus mayores (I, 1, p. 170).

A partir de esta primera referencia, las siguientes glosas alegóricas a las Metamorfosis de Ovidio en la obra alfonsí harán mención al "freyre" o/y a "Johan el inglés". La anonimía del "freyre" genera el primer problema en la identificación de las fuentes exegéticas de Ovidio. A su vez la no correspondencia de las citas de "Juan" con los Integumento Ovidii de Juan de Garlandia dificultan el camino hacia la dilucidación de la fuente. Buena parte de las glosas han sido identificadas por la crítica con las Allegoriae de Arnulfo de Orleans, comentador de Ovidio del siglo xn; sin embargo un número todavía alto de glosas siguen sin identificarse. En el caso que nos

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ocupa, la primera referencia al "freyre" desarrolla la idea de Arnulfo al asimilar la sangre con el linaje: Terra in gigantes. Allegoria talis est. [...]. Iovem de celo eicere voluerunt, quod adhuc multi faciunt, deum celinullum esse credentes. Sed a deo fulminati versi sunt in montes id est a deo exterminad versi sunt in sensum reprobum facti lapidei et obstinati. Sed de eorum sanguine id est de progenie obstinatorum nascuntu iterum homines mal i2S.

El hecho de autorizar el "esponimiento" con un fraile anónimo parece remitir a un comentario alegórico más extenso que a una glosa interlinear aclaratoria; quizá por ello la escueta glosa de Arnulfo se desarrolla en Alfonso aunque sin poder afirmar que bajo la autoría de uno u otro. La glosa a los versos de Metamorfosis V, traducidos a su vez con numerosas glosas interlineares (cf. nota 23), que aclaran la definición de los dioses, nos plantea un nuevo problema. El "freyre" en este caso no es ni Arnulfo ni Juan y realiza la primera alegoría cristianizante de las Metamorfosis de Ovidio en la General Estoria. Esta se introduce inmediatamente después de los versos traducidos y después de la glosa a la narración de los gigantes, y equipara a Júpiter con Jesús, que también huyó a Egipto escapando de la maldad de los judíos, identificados con los gigantes. El resto de los dioses son Santa María, José, y los otros hombres que huyeron junto a Jesús. Por último Tifoeo, el gigante causante de la rebelión en Ovidio, es Herodes. En este logar espone el freire e diz que el rey Júpiter que fuxo a Egipto ante los gentiles, que quiere significar a Nuestro Señor Jesucristo que fuxo a Egipto ante la maldad de los judíos, e los otros dioses que eran con Júpiter e fueron allí trasformados que dan a entender a Santa María, madre de Jesucristo e Nuestra Señora, e a Joseph e los otros omnes que ellos levaran consigo cuando fuxeron allá con Jesucristo, ca non semeja guisado que señeros fuesse. E los gigantes, que eran los judíos, e Tifoveo el grand gigante, que era empós ellos, que fue el rey Herodes, cuyo poder iva tras Cristo a Egipto fasta ó Dios lo sufrió. [...] (I, 1, p. 172).

La glosa cristianizante a estos versos no la encontramos ni en Arnulfo ni en Juan, pero sí podemos establecer coincidencias de la identificación de Júpiter con Jesús con el Ovide Moralisé, pues en diversos pasajes ofrece la misma alegoría: por ejemplo en el libro I, v. 1519-1524 de la Fabula de Licaón, Herodes es un lobo y Júpiter se le representa como Cristo, o en el mito de Europa, libro II, v. 5103-5138, Júpiter toma forma de toro, como Cristo tomó de hombre. Este extenso poema alegórico francés de principios del siglo xiv, ha sido estudiado por diversos críticos en comparación con la traducción de Ovidio del taller 25

Op. cit. p. 202.

Los mitos de la creación

de la Metamorfosis de

Ovidio

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alfonsí estableciendo glosas parcialmente coincidentes 2 6 . La comparación es pertinente en nuestro análisis del primer libro de Ovidio, pues hemos podido confirmar dos glosas comunes con el poema francés: el cáelo celeste de Ovidio c o m o el elemento fuego: liquidum caleo > feu (v. 2 2 > v.184) y la comparación de la torre de Babel a la construcción de la montaña de los gigantes (v. 151 y ss. > 1065 y ss.) 27 . La coincidencia de estas glosas breves justifica la posible relación entre las glosas cristianizantes de la General Estoria y aquellas del Ovide Moralisé, hasta ahora fechado posteriormente a las alegorías de Arnulfo (finales del XII) y de Juan (principios del xm). Ya entre los dos clérigos se establecen diferencias en el tipo de glosa, siendo Juan, a pesar del lirismo, receptor en parte de las glosas de Arnulfo, a las que aporta una lectura moral más acentuada, lectura que el Ovide Moralisé desarrolla extensamente a su vez y marca con un fuerte carácter cristianizante. N o es A l f o n s o ajeno a esta evolución, permitiéndonos este apunte establecer un lapso cronológico hipotético para el comentario del freyre anónimo posterior a 1230-1240, momento de composición a su v e z de los Integumento de Juan. La confusión de la materia de Arnulfo y de Juan también puede ser síntoma de reelaboración tardía de esta glosas: numerosos manuscritos que datan

26

Solalinde (1921: 285-288) fue el primero en plantear el problema de la identificación del "freyre" anónimo al que se adscriben buena parte de las glosas alegóricas de la materia ovidiana en la General Estoria. En su análisis el crítico concluía que este "freyre" era el mismo "frère mineur" autor del Ovide Moralisé. Varias glosas comunes confirmaban esta hipótesis refutada más tarde por Engels (1945: 3-23). Este crítico concluyó, desde el análisis de los mismos pasajes que utilizó Solalinde, que las glosas referidas a "maestre Johan" no se identificaban con los Integumento de Juan de Garlandia (cf. Giovanni di Garlandia, Integumento Ovidii, edic. Ghisalberti, 1933) y sin embargo sí en buena parte con las Allegoriae de Arnulfo; a su vez aquellas glosas comunes del Ovide Moralisé y la General Estoria se encontraban en el comentario de Arnulfo. La fuente común y origen de las glosas compartidas por el Ovide Moralisé sería pues la obra del de Orléans (ya propuesta en un manuscrito anónimo y misceláneo por Engels (1945): 3-23), por lo que había que descartar la filiación entre el Ovide moralisé y la General Estoria. Lida de Malkiel (1980: 115) concluye posteriormente, confirmando la hipótesis de Engels con el estudio de las glosas de la II parte de la compilación alfonsí, el posible manejo en el taller de "un comentario alegórico extenso, obra de algún fraile, que contenía a la vez los Integumento, las Allegoriae y alguna interpretación propia". Junto a ella Luzdivina Cuesta (2007a: 139-142) ha llegado recientemente a una conclusión similar. En efecto y en el caso concreto del estudio propuesto en este artículo, la hipótesis se comprueba de nuevo, pues la relación directa de las glosas alegóricas, cuantitativamente menores en la General Estoria I respecto a la General Estoria II, con Arnulfo de Orléans no se puede confirmar en ninguno de los casos, siendo probablemente una fuente intermedia la utilizada directamente en el taller alfonsí: un códice receptor de las Allegoriae junto a otras obras exegéticas.

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Referencias extraídas de Engels (1945: 90-91) y Marylène Possamái-Perez (2006: 599).

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de mediados del XIII en adelante componen indistintamente comentarios que utilizan las Allegoriae y los Integumento, además de nuevas glosas de diferente origen, dejando en este momento y por su carácter misceláneo de ser identificados los autores de las primeras alegorías. De este modo podríamos afirmar que nuestros trasladadores alfonsíes se tuvieron que enfrentar a la traducción de un manuscrito de las Metamorfosis con estas características.

4 . CONCLUSIONES

¿Qué nos explica este análisis y las tipologías deducidas de él? En primer lugar el funcionamiento de los tres primeros mitos del libro I de las Metamorfosis de Ovidio en la General Estoria. Su fragmentación al servicio de la narración alfonsí nos permite confirmar la equivalencia que repetidamente se hace de las Metamorfosis como Biblia de los gentiles, es decir, como materia productiva en un alto grado para la historia de los paganos, a la que se aplica la libertad compiladora en beneficio de la crónica y en el proceso de composición. La glosa alegórica completa la historicidad de la materia ovidiana. A su vez, las fuentes latinas tardoantiguas y medievales, en su función de modelos de la materia ovidiana, autorizan su inclusión en la narración de ciertos pasajes de la historia universal: los Cánones Crónicos de Jerónimo, Paulo Orosio, San Agustín, Rábano Mauro o San Isidoro ya citaron a Ovidio en sus crónicas y en referencia a contenidos similares. La materia es histórica sin necesidad de glosa, en la medida en que narra los hechos de los reyes gentiles, desde Saturno equiparado con Nemrod, como ya ha señalado la crítica, pasando por Júpiter, monarca con el que Alfonso se identifica. El camino de asimilación de la materia pagana comenzado por los autores tardoantiguos y seguido por los medievales confluye así en el uso de Ovidio en la General Estoria: por su interpretación histórica, moral y alegórica como expusimos más arriba. El análisis de estos capítulos nos confirma, sin embargo, cómo Alfonso parece otorgar a Ovidio más importancia en su crónica que sus modelos, fundamentalmente por lo extenso de la materia traducida. Las dos funciones fundamentales exigidas a las fuentes en la General Estoria se cumplen en el caso de las Metamorfosis de Ovidio: 1) el cuento "complido" de los hechos que le permiten completar por un lado los escuetos incidentia paganos de sus modelos y, como ejemplifica el libro I, los episodios bíblicos y 2) el uso ejemplar, gracias a la interpretación moral de esta materia, en el camino del hombre hacia el saber: Ovidio es fundamentalmente un sabio de sutil didáctica. La traducción de la historia del rey Arcas en la General Estoria I, que corresponde a los w . 401-532 del segundo libro de las Metamorfosis, confirma

Los mitos de la creación de la Metamorfosis de Ovidio

219

las conclusiones de este análisis de manera autónoma. El hecho, situado en este momento de la narración por una noticia de los Cánones Crónicos: "Arcas films Louis et Callisto Pelaseis in dicionem redactis regiones forum Arcadiam nuncupauit"28, se desarrolla a partir del relato más completo de Ovidio. Tras la narración de la historia según las Metamorfosis, los versos de Ovidio traducidos se alegorizan adquiriendo finalmente una lectura moral: los tres niveles de la glosa exegética quedan, pues, ejemplificados de modo paradigmático en la traducción de este mito: (1) historia, (2) alegoría, (3) moral: [...] segund cuentan Eusebio e Jerónimo aquel Rey Arcas, fijo del rey Júpiter e de Calixto conquirió a los griegos a que llamavan pelasgos, e tornados todos so el su señorío llamó éll a la tierra Arcadia del su nombre. E esto es lo que Eusebio e Jerónimo cuentan d'este Rey Arcas. Mas Ovidio cuenta la generación e el fecho d'este rey Arcas más complidamientre en el segundo libro del su Libro mayor. E nós por poner en esta estoria tod el su fecho e la su razón complidamientre, querémosvoslo contar como lo cuenta Ovidio, e en cabo d'esta estoria (1), contar vos emos unas razones que pone y Ovidio de mudaciones d'unas cosas en otras (2), e desi departir vos las e mos qué quieren dar a entender (3) (I, 1, p. 631).

Por ello las Metamorfosis de Ovidio en la General Estoria no se pueden explicar únicamente por la interpretación medieval previa, que sirve de fuente y/o de modelo en Alfonso. El tratamiento de los tres primeros mitos de la creación de Ovidio en la General Estoria ejemplifica el uso histórico de esta obra equiparándose a las otras fuentes alfonsíes: la creación del mundo según los dioses paganos, que pertenecen a la historia del hombre, se equipara a la creación del mundo según los reyes cristianos, que describe el Génesis en la Biblia; en consecuencia las vivencias de los dioses funcionan como metáforas de las vidas de los reyes construyendo por su lectura evhemerística los valores monárquicos y, por extensión, humanos del mundo, como los personajes bíblicos. Por último, los hechos de la vida de estos dioses-reyes ejemplifican el camino hacia el saber, que no es sino la metáfora del aprendizaje a través de la historia. Las tipologías son fruto de la recepción de una tradición anterior, pero dentro de ellas, en aquello que modifica en ocasiones los parámetros determinados, encontramos el verdadero significado de la personalidad historiográfica única que desarrolló el taller alfonsí aplicada, en este caso, a Ovidio y sus Metamorfosis.

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MODELOS HISTÓRICOS Y LITERARIOS LATINOS Y PROSA HISTÓRICA ROMANCE: EL EJEMPLO DE LA ESTORIA DE ESPAÑA DE ALFONSO X 1 . INTRODUCCIÓN 1

Las fuentes de la Estoria de España1 de Alfonso X son numerosas y variadas, lo que supone unos modelos múltiples y no siempre homogéneos. En el presente trabajo, trataremos de estudiar algunos procedimientos de "transposición" de las fuentes, con miras a manifestar la dimensión innovadora de la escritura de la Estoria. Para ello, nos basaremos en el episodio del encuentro entre Eneas y Dido (Menéndez Pidal 1955: 38) que ofrece un rico abanico de las transformaciones posibles de unos modelos latinos que la escritura en romance va enriqueciendo con nuevas temáticas y nuevos significados. Desde esta perspectiva, si es cierto que el texto castellano integra los textos latinos en que se inspira, también es evidente que a la vez los "desintegra". Se nos ofrece así la oportunidad de reflexionar sobre los mecanismos de ruptura que permitieron la emergencia del texto alfonsí como representante de la nueva escritura en romance que se iba afirmando con criterios propios y, por lo tanto, algo ajenos a los de sus modelos latinos.

2 . APUNTES GENERALES: DE LOS MODELOS RETÓRICOS LATINOS A LA INVENCIÓN DE PAUTAS RETÓRICAS EN CASTELLANO

En el estudio que dedica a la auctoritas, Michel Zimmermann apunta que toda escritura en romance implica una ruptura respecto al modelo de la "auctoritas": [Cette comparaison] nous invite cependant à nous intéresser au phénomène de l'écriture au Moyen Âge. Nous négligerons le problème liminaire de la langue, sans oublier toutefois que la période est parcourue par deux mouvements de sens

Este trabajo se inscribe en las actividades del GDRE AILP (CNRS), grupo al que pertenece la autora. Se trata de la compilación histórica que elaboró Alfonso X hacia 1270 y que quedó inacabada. El primer tomo de la edición de Ramón Menéndez Pidal (1955) titulado Primera Crónica General constituirá nuestra edición de referencia.

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contraires qui ne manquent pas d'avoir des incidences sur l'expression: dans un premier temps, écrire une langue qu'on ne parle pas; dans un second, se risquer á écrire la langue qu'on parle. Dans les deux cas, il s'agit bien d'inventer une écriture (Zimmermann 2001: 8).

La construcción de una lengua literaria no responde a los mismos requisitos que la mera utilización de una lengua literaria ya consagrada: en el primer caso, se tratará de inventar los códigos retóricos propios, es decir, de forjar los materiales a partir de los cuales resultará posible escribir el idioma y convertirlo en una herramienta capaz de expresar fielmente las ideas; en el segundo, el escritor estará más interesado en buscar recursos ornamentales y estilísticos destinados a la plasmación de un lenguaje refinado y bello. Dicho de otro modo, tal escritura versará más sobre la elocutio como ornatus —la que Cicerón define como "ornare oratione"— que sobre la elocutio como utilitas, es decir como artefacto de la misma escritura, lo que el mismo Cicerón presenta como "vestire oratione". El escritor que maneja el idioma castellano en los albores del siglo xiii, se vale de las riquezas estilísticas de la lengua latina que convierte en recursos técnicos propios, lo cual supone cierta deconstrucción de las mismas (o cierto distanciamiento respecto a ellas). Le interesa menos la dimensión del ornatus que la de la utilitas en relación con lapuritas (correción gramatical) y laperspicuitas (como intelligibilidad del discurso), aunque no es siempre fácil distinguir entre ellas. Por eso, nace cierta ambigüedad cuando al hacer referencia a la escritura en romance se emplea la terminología retórica antigua. Consideremos el caso de la palabra latina "amplificatio" que hasta cierto punto puede entenderse como puro alarde retórico: no nos parece muy adecuado usarla para hacer referencia a la manera como el escritor castellano amplifica el texto latino, no con objeto de competir con el arte de su primer "autor" sino para forjar su discurso a base de exigencias temáticas distintas, porque son propias. Eso sugiere María Rosa Lida de Malkiel cuando, a propósito del "arte de la traducción" en la General estoria, da a entender que no se confunden por completo los términos "amplificatio" y "amplificación": Es una versión amplificatoria, pero de ningún modo por simple pujo retórico, sino como expresión forzosa del didactismo y realismo racionalista que presiden a la concepción de toda la obra (Lida de Malkiel 1958: 122).

Olga Impey apunta lo mismo acerca de la Estoria de España: Lo que denomino —a riesgo de incurrir en una tautología— "amplificación retórica" corresponde de hecho a la "amplificatio", sobre la cual teorizan las artes poéticas de los siglos xii-xiii en Francia: el empleo de la "amplificación" como término genérico, más algunos determinantes que lo acompañan, permite designar otras categorías de amplificaciones, como la valorativa y la explicativa, ausentes de las

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artes poéticas pero presentes y aún abundantes en la práctica de la prosa alfonsí (Impey 1980: 8).

Estas citas muestran que la necesidad de recurrir a términos distintos no es solo cuestión de traducción lingüística (el paso de la palabra latina "amplificatio" a la voz castellana correspondiente "amplificación") sino de transposiciones de realidades distintas, ya que están en juego nuevos valores, nuevas motivaciones que hay que tomar en cuenta a la hora de comparar los dos sistemas de transcripción. Considerando la hipótesis de la alteridad de los dos sistemas, resulta evidente que el conocimiento de las artes poéticas de la época no basta para dar cuenta adecuadamente de las técnicas literarias innovadoras a las que recurrieron los escritores medievales. Por eso dice Todorov: L'on doit donner au terme de figure une extension plus grande, d'autant plus que les figures ne sont rien d'autre que des relations linguistiques que nous savons percevoir et dénommer: c'est l'acte dénominatif qui donne naissance à une figure. La figure qu'on lira à travers les différents niveaux de l'œuvre peut très bien ne pas se trouver dans le répertoire des rhétoriques classiques (Todorov 1971: 250).

Desde esta perspectiva nos parece más adecuado poner de relieve la manera como los escritores medievales desviaron la codificación retórica antigua para someterla a su proyecto literario y a las exigencias propias del idioma castellano. No nos sorprende, pues, que Paul Zumthor valore esta autonomía de la escritura en lengua vulgar cuando afirma: L'emprise de la rhétorique fut totale sur la littérature de langue latine [...] Cette emprise s'étendit aux langues vulgaires. Elle fut, sur elles, profonde et durable, mais assez irrégulièrement marquée. Elle est donc très loin de fournir, dans ce domaine, un principe d'interprétation universel. D'autres facteurs interviennent, qui ne contribuent pas moins qu'elle à la formation du langage littéraire. [...]. L'usage de la rhétorique, dans l'une ou l'autre de ses parties, comporte souvent un réajustement, soit à la structure propre de la langue vulgaire, soit à des besoins thématiques particuliers. [...] Il en résulte souvent une quasi-impossibilité de déterminer la part de la rhétorique classique dans tel procédé attesté en poésie romane. [...] Presque toujours une subordination apparente s'associe à une réelle autonomie; des éléments d'origine scolaire sont cristallisés sous d'autres influences (Zumthor 1981: 111).

Si consideramos que existe realmente tal autonomía, tenemos que admitir a la par que no se puede concebir fuera de cierta continuidad entre los dos sistemas, lo que implica que es siempre posible identificar tal o cual figura o rasgo estilístico, aunque dicha identificación no proporciona con antelación el significado de los mismos. Para tomar en cuenta la autonomía que se afirma, es imprescindible

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analizar los textos castellanos medievales considerando que forman un sistema completo, en vez de privilegiar las relaciones de dependencia que mantienen con sus fuentes latinas. Si el latín proporcionó modelos tanto a nivel temático como formal, no pudo condicionar por completo la elección de la materia ni mucho menos el tratamiento de esta.

3 . PRESENTACIÓN Y JUSTIFICACIÓN DEL CORPUS

Para llevar a cabo nuestro análisis, nos basaremos en el capítulo 57 de la Estoria relativo al encuentro entre Eneas y Dido. El relato de este encuentro es muy conocido, ya que después de que lo trató Virgilio en su famosísima obra La Eneida, fue abundantemente comentado, glosado, reescrito. Cabe recordar que este episodio representa un elemento clave de la tradición de la Dido poco casta que se abandona entre las manos de Eneas a una pasión culpable. Anuncia los amores trágicos de Eneas y Dido constituyendo así un motivo explicativo del suicidio de Dido tal como lo cuenta el relato virgiliano. En otras versiones, Dido se ve obligada a casarse con Iarbas, el rey de los Gétulos, con lo cual pierde el trono y la libertad. La elección de este fragmento responde a varios motivos: primero, pone de relieve los lazos estrechos existentes entre la ficción literaria y el relato histórico, lo que sirve para manifestar la dimensión literaria de la prosa histórica medieval; segundo, el tratamiento histórico del episodio del encuentro, a partir de una red intertextual densa constituida de distintas fuentes procedentes de varios géneros, suministra un marco dentro del cual es posible reflexionar sobre las relaciones que se dan entre un texto y sus fuentes. Siguiendo esta lógica y fijándonos en las fuentes latinas, nos interesará determinar las fuentes más importantes en que se basó el equipo alfonsino para relatar este episodio. De hecho, la dilucidación de esos varios hipotextos representa un momento clave de nuestro análisis. Es lícito establecer una filiación directa entre el segundo capítulo de la Historia romanorum de Rodrigo Jiménez de Rada titulado "De adventv Enee in Ytaliam et de regno eivs et de Didoe" (Jiménez de Rada/Valverde 1999: 40) y el texto del capítulo 57 de la Estoria, dadas las relaciones estrechas existentes entre los dos textos. En efecto, es fácil evidenciar los puntos de convergencia entre los dos, especialmente en lo que se refiere a la arquitectura del relato. La versión del encuentro entre Eneas y Dido que propone la Estoria se inspira claramente en la trama del relato tal y como se da en el texto de Rodrigo. No obstante, las cosas se vuelven algo más complejas cuando, dejando la dimensión estructural, ahondamos en el campo de los posibles textos que pudieron servirles de modelos estéticos a los redactores alfonsinos. Colocamos en esta categoría el

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conjunto de textos que conforman el género de las narraciones "novelescas" y brindan modelos de escritura narrativa que acercan el relato histórico a los relatos literarios. De manera que parece acertado considerar que se interrelacionaron varios tipos de modelos: unos que suministraron la materia narrativa y otros que gobernaron el tratamiento estético de esta, ofreciendo esquemas de competencias narrativas y estilísticas que los redactores alfonsíes supieron adecuar a las líneas temáticas y estéticas que correspondían al horizonte de expectativa del lector del siglo XIII. Los hipotextos estéticos (es decir los que se relacionan con el tratamiento estético de la materia narrativa) se pueden identificar con aquellos que Fernando Gómez Redondo llamó "narraciones cortesanas" (1998: 796): Se trataría de obras de fondo histórico, capaces de transmitir ejemplos moralizantes que interesaran a todos los grupos sociales cortesanos: de ahí esa fascinante mezcla entre episodios mitológicos, peripecias militares, sucesos históricos y análisis de conductas amorosas.

Dentro del grupo de esas narraciones destaca la tan rica "materia troyana" cuyo tratamiento ejemplifica la maestría extraordinaria de la que dieron muestra los autores latinos (pensemos en Ovidio) a la hora de incorporar esta materia griega a las obras que iban configurando. El mismo Alfonso X, siguiendo en esto a historiadores como Benoît de Saint-Maure, compuso una Historia troyana polimétrica (Gómez Redondo 1998: 797). Además de Benoît de Saint-Maure, cabe mencionar entre los que más contribuyeron a echar las bases de esa tradición, a Ovidio3, famoso sobre todo por sus Metamorfosis4 y sus Heroidas5. Pueden considerarse estas obras del poeta latino como los paradigmas estéticos de la Estoria de España, lo que manifiesta la dimensión literaria de la prosa histórica medieval. María Rosa Lida de Malkiel (1958) no dejó de subrayar la profunda admiración de Alfonso X por dichos textos; asimismo Olga Impey (1980) destacó la influencia directa o indirecta que ejercieron los textos literarios de la Antigüedad latina en el rey sabio. Lector asiduo de Ovidio, Alfonso X se mostró sensible a las ricas potencialidades narrativas y hasta "sentimentales" que encerraba el fragmento del

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Impey 1980: 284: For Alfonso, Ovide was the admirable 'auctor' who wrote in accordance with the precept of 'prodesse et delectare', who spread knowledge and beauty by his 'palabras de verdad' and 'razones de solaz'. [...] The Heroides was not only a literary model worthy of translation but also an invitation towards re-elaboration, towards creative recasting. El texto de las Metamorfosis fue traducido y adaptado al castellano por Alfonso X con el título de El libro mayor. El texto de las Heroidas fue traducido y adaptado por Alfonso X con el título de El libro de las dueñas.

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encuentro entre Eneas y Dido tal como lo recogía la Historia romanorum de Rodrigo de Toledo. Incluso su percepción del relato quedó influida por la lectura de las "narraciones cortesanas", de modo que a la hora de transcribir el episodio del encuentro le resultó imposible no valerse de las virtualidades semánticas de dichas narraciones. Por eso, tomando en cuenta la fuerte compenetración de las realidades y virtualidades textuales, se podría considerar que el capítulo 57 de la Estoria de Alfonso X consta por los menos de tres capas (hipo)textuales que citamos a continuación: — El segundo capítulo de la Historia Romanorum de Rodrigo de Toledo que representa el hipotexto básico, a partir del cual se teje la trama narrativa; — Las "narraciones cortesanas" que conforman un conjunto textual muy rico, al cual cabe añadir los textos mayores de la poesía lírica (jarchas, cantigas de amigo del siglo xm). Estos relatos configuran una red textual hecha aún más densa por las glosas y comentarios6 diversos que no podemos menos de insertar en esta misma red. Recordemos que los amores de Eneas y Dido formaban parte del repertorio básico de los troveros del siglo xm (Menéndez Pidal 1969: 92). — El metatexto7 representado por el discurso crítico8 que, en su propio tratamiento del episodio del encuentro, elabora Alfonso en contra de las fuentes que le echan la culpa a la concupiscencia de Dido. Ya se hallaban esas alusiones a la culpa de la heroína en los textos virgilianos9 y ovidianos10, limitándose la versión de Rodrigo de Toledo a recogerlas mediante el 6

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Lida de Malkiel 1958: 115: Frente al conocimiento de Ovidio [cf.n.202], el de los demás poetas antiguos, salvo Lucano, es muy exiguo. Las menciones de Virgilio [...], si algo prueban es que Alfonso no le conocía, pues todas se remontan al comentario de Servio, salvo la penúltima que pertenece al trozo de Plinio [...]. Genette 1982: 11: Le troisième type de transcendance textuelle queje nomme métatextualité, est la relation, on dit plus couramment de 'commentaire', qui unit un texte à un autre texte dont il parle, sans nécessairement le citer (le convoquer), voire à la limite sans le nommer: c'est ainsi que Hegel, dans la Phénoménologie de l'esprit, évoque, allusivement et comme silencieusement, le neveu de Rameau. Este discurso crítico se inspira en los textos que conforman la tradición critica en contra de Eneas. "lile dies primus leti primusque malorum/causa fuit; neque enim specie famaue mouetur/ nec iam furtiuom Dido meditatur amorem:/coniugium uocat, hoc praetexit nomine culpam" (Virgilio/Perret 1981: 116). "Nulla mora est, uenio, uenio tibi dedita coniunx; /Sum tamen admissi tarda pudore mei./ Da ueniam culpae; decepit idoneus auctor; /Inuidiam noxae detrahit ille meae" (Ovidio/ Bornecque 1991: 43).

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término "concupiscenciam"11. Es preciso señalar que la crítica alfonsí es implícita ya que solo se nota en la manera de retratar a una Dido casta y pudorosa, en conformidad con las normas sociales y morales vigentes en la sociedad castellana del siglo xm.

4 . ANÁLISIS DE ALGUNAS PRÁCTICAS HIPERTEXTUALES

A la luz de la clasificación de Genette (1982)12, intentaremos examinar algunas de las técnicas a las que recurren los redactores alfonsíes para apropiarse formal y temáticamente de las fuentes. Si comparamos las estructuras respectivas del relato alfonsí del encuentro con el de Rodrigo de Toledo, constatamos que tienen la misma trama narrativa. En efecto, cada uno gira en torno a seis secuencias que presentamos a continuación: la partida de Eneas a Italia, su naufragio, el sueño premonitorio, el encuentro de Eneas y Dido, la perspectiva de su matrimonio, la transferencia a Eneas de la realeza de Dido. No cabe duda de que Alfonso respeta la estructura narrativa del relato, pero valiéndose de ella como de un guión; así no se limita a verterlo literalmente del latín al castellano sino que introduce en él varios elementos interpretativos que contribuyen a enmarcarlo en una red de significados nuevos. De hecho, todo pasa como si los compiladores alfonsíes intentaran enmendar el significado del relato inicial para adecuarlo a la sensibilidad ética del rey. Esa función correctiva que asumen los lleva a enriquecer el relato de Rodrigo con elementos de dramatización y de motivos psicológicos que lo encaminan hacia las vías del pathos. Mientras que Rodrigo de Toledo como buen historiador se limitaba a dar cuenta de los hechos sin bosquejar ningún contexto "novelesco", Alfonso, inspirándose en las versiones poéticas del episodio del encuentro así como en las "narraciones cortesanas", lo reelabora

et mirata Ascaniii pulcritudinem in concupiscenciam Enne exarsit, quem uiderat in armorum decore preclarum (Jiménez de Rada/Valverde 1999: 40). La transformation sérieuse, ou transposition, est sans nul doute la plus importante de toutes les pratiques hypertextuelles, ne serait-ce [...] que par l'importance historique et l'accomplissement esthétique de certaines œuvres qui y ressortissent. Elle l'est aussi par l'amplitude et la variété des procédés qui y concourent. Y añade: deux catégories fondamentales: les transpositions en principe (et en intention) purement formelles, et qui ne touchent au sens que par accident [...], et les transpositions ouvertement et délibérément thématiques, où la transformation du sens fait manifestement, voire officiellement, partie du propos (Genette 1982: 291). Claro está que tratándose de nuestro corpus, debe proscribirse el aspecto abierto y deliberado.

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profundamente como lo atestigua el estilo novelesco de la narración de este episodio en la versión de la Estoria. Respecto a las fuentes latinas, se observa, pues, una pugna entre dos posturas contradictorias: una que, por contradecir abiertamente la sequedad del estilo narrativo de la fuente primaria, a saber el relato de Rodrigo, manifiesta una toma de distancia crítica respecto a ella, y otra que, por valerse de las potencialidades semánticas y estilísticas que ofrecen otras fuentes latinas tan indirectas como las Metamorfosis o las Heroidas de Ovidio, ejemplifica la gran riqueza de las fuentes latinas así como la imposibilidad de circunscribir de manera estrecha el ámbito de los posibles modelos latinos a que pudieron recurrir los compiladores alfonsíes. ESQUEMA NARRATIVO DEL RELATO DEL ENCUENTRO EN LA ESTORIA DE ESPAÑA

En la Estoria de España, según la versión recogida en la Primera crónica general de España, el relato completo de Dido abarca nueve capítulos; el capítulo 57 que relata el encuentro entre Eneas y Dido, después del naufragio del troyano y de su hijo Ascanio, venía anunciado con estas palabras en el capítulo 56: Pero otros cuentan que esta reyna Dido se mato con grand pesar que ouo de Eneas su marido, por que la desamparo assi cuerno adelant oyredes (Menéndez Pidal 1955: 37).

Se ve de entrada que el relato del encuentro se inserta en un proyecto narrativo más amplio que concierne a los motivos explicativos del suicidio de Dido; se trata, pues, de hacer hincapié en la culpa de Eneas, y no en la de Dido como era el caso en las versiones que denunciaban la concupiscencia de la reina. Por eso, Dido es el foco de atención de la narración, cuyo objeto es explicar las circunstancias del suicidio de Dido como consecuencia del amorío trágico entre los dos personajes, pero insistiendo en la culpa del troyano. Esta orientación del relato del encuentro supone, por parte de los redactores alfonsíes, una lectura crítica de las fuentes que proponen otras versiones de los motivos del suicidio de Dido, así como una reescritura correctiva que, a base de nuevos criterios, tiende a redefinir el sistema axiológico del relato del encuentro. Presentamos a continuación el esquema narrativo del relato de la relación amorosa en el capítulo 57 (Menéndez Pidal 1955:38), basándonos en los hechos (las actuaciones de los varios protagonistas), los estados (que les afectan), las situaciones (en las que se encuentran o que sufren), los sucesos (sean naturales o sociales que modifican las situaciones iniciales):

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Esquema narrativo: • Situaciones — Situación inicial: soberanía de Dido en la ciudad de Cartago — Situación intermedia: transferencia a Eneas de la soberanía de Dido El paso de la situación inicial a la situación intermedia es causado por varios sucesos y estados: • Sucesos — El naufragio de Eneas y sus hombres y su llegada a las costas de la ciudad de Cartago — El sueño premonitorio de Eneas — Dido se entera de la llegada de Eneas y se determina a verle ("[ella] touo por bien de yr a ueerle") — El amorío de los dos personajes ("[...] assi que luego fue enamorada de Eneas /[...] y el otrossi pagosse della"). — Los dos personajes deciden casarse ("[...] assi que en cabo fablaron de casamiento, e prometieron se un a otro ques tomassen por marid e por mugier"). Los sucesos están enmarcados por los siguientes estados: • Estados iniciales La reina Dido que es viuda vive feliz y tranquilamente en su ciudad, reinando con toda autoridad en su pueblo ("Estando la reyna Dido muy poderosa e much onrada") • Estados intermedios El texto sugiere la turbación de los personajes causada por el amor, insistiendo en la emoción de Dido frente a la belleza de Eneas: Ella quando uio a Ascanio, so fijo, tan fermoso, touo en so corafon que padre que tal fijo fiziera, muy fermoso deuie seer.[...] assi que luego fue enamorada. E quand ellal uio, touo que era uerdat lo que del asmara, assi que fue mas pagada del que de primero. [...] el otrossi pagosse della porque la uio muy fermosa e much apuesta (Menéndez Pidal 1955: 38).

• Estado final La relación se concluye con un casamiento que pudiera presagiar mucha felicidad si no se sugiriera un desenlace trágico, mediante el sueño pre-

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Corinne Mencé-Caster monitorio que vaticina la vuelta definitiva a Roma de Eneas, funcionando este como prolepsis del anuncio del suicidio de Dido: E souieron en uno fablando de muchas cosas, assi que en cabo fablaron de casamiento, e prometieron se un a otro ques tomassen por marido et por mugier; e sobresso fizieron grandes yuras [...] e casaron luego, e fueron las bodas muy nobles e muy ricas (Menéndez Pidal 1955: 38).

La combinación de los distintos elementos aclara las formas muy complejas que presiden a la construcción del relato. Se entremezclan, en efecto, las características propias de varios tipos de relatos: el relato de aventuras (encadenamiento de acciones: muerte del padre, naufragio y encalladura del buque), el relato sentimental (con predominio de los estados de ánimo y de los cambios psicológicos), el relato trágico (cabe subrayar a este particular el papel que desempeña el sueño premonitorio en relación con la temática del destino). PROCEDIMIENTOS DE TRANSPOSICIÓN FORMAL Y TEMÁTICA

Partiendo, pues, del esquema narrativo que acabamos de identificar, intentaremos analizar algunos procedimientos de "transposición formal y temática" (Genette 1982) con objeto de manifestar las transformaciones que los compiladores alfonsíes le impusieron al relato de Rodrigo de Toledo. Notaremos así los modos de apropiación de los textos latinos por los escritores castellanos. • La transmodalización Gérard Genette (1982: 395) define la "transmodalización" como "toute espèce de modification apportée au mode de représentation caractéristique de l'hypotexte". Entre las modificaciones citadas por él, se mencionan las que se relacionan con las categorías del tiempo, del modo y de la voz narrativa. El relato alfonsí del encuentro entre Eneas y Dido que enfocamos como hipertexto del relato de Rodrigo de Toledo recurre a dichas modificaciones que contribuyen a plasmar la verosimilitud del relato, introduciendo elementos realistas destinados a favorecer una mejor visualización de la escena. Veamos cómo Alfonso alarga las escuetas descripciones de Rodrigo hasta convertirlas en verdaderas "escenas" gracias a la introducción de detalles realistas (la descripción de la indumentaria y de la comitiva así como la mención de los regalos...) que enraizan el episodio del encuentro en la realidad castellana del siglo xm. Además, la preocupación constante por la motivación psicológica no sirve solo para acentuar la dramatización de la escena sino también para crear las condiciones favorables a una recepción textual acertada. Cotejemos el texto de Rodrigo Jiménez de Rada con el de Alfonso X con objeto de subrayar la "expansión diégética" que sufre el fragmento textual latino:

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Cuius aduentum cum Dido nouisset, egressa obuiam datis muneribus honarauit (Jiménez de Rada/Valverde 1999: 40). Ella otrossi, desque oyo dezir que Eneas arribara allí, e sopo todo so fecho de cuemol auiniera, touo por bien del yr veer, e guisosse much apuesto, e leuo consigo omnes much onrrados e duermas e gran auer e muchas donas preciadas, e fuel recebir con grandes compannas (Menéndez Pidal 1955: 38).

El gusto alfonsí por el detalle realista remite a la influencia de los textos de Ovidio13 que funcionan como modelos estéticos frente al otro modelo (el de Rodrigo) que suministró la materia. Sin embargo, la identificación dista mucho de ser total ya que los textos del autor latino evidencian un didactismo irónico (basta con referirse a las Metamorfosis, a El arte de amar, o a Los fastos) que contrasta con el didactismo moralizante de los textos alfonsíes. En la Estoria de España, es obvia la moralización del relato perceptible en el empeño de los redactores en retratar a una Dido casta y decorosa: de ahí la importancia que se le concede en el relato al matrimonio como único marco posible de los amoríos de la reina. • La transfocalización14 Mientras que Rodrigo de Toledo adoptaba un punto de vista externo que tendía a la objetivación del relato histórico que elaboraba, Alfonso X privilegia la "focalización cero" lo que le permite dar cuenta de los pensamientos y de los sentimientos más íntimos de los personajes. Dicha omnisciencia del narrador que contribuye a vitalizar a los protagonistas, permitiendo que los lectores compartan sus estados de ánimo y se identifiquen con ellos con mayor facilidad, manifiesta cierta "novelización" del relato histórico: E quando fue en la noche, echos a dormir, e ante ques adormeciesse, c o m e t o a cuydar en su fazienda e de cuerno podrie yr a ytalia (Menéndez Pidal 1955: 38).

Cabe notar que esta "novelización" participa del didactismo de Alfonso X, ya que el hecho de "humanizar" a los personajes los hace más conmovedores y cercanos a los ojos de los lectores del siglo xiii. Además, con la "focalización cero", el lector no se queda fuera de la historia contada: entiende mejor las motivaciones de los personajes, comparte sus dudas, sus emociones y sus deseos secretos. Comparemos los dos fragmentos siguientes, procedentes el uno del texto latino de Rodrigo y el otro del de Alfonso: 13

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"En contraste con el arte de Virgilio y Horacio como mitógrafos [...], el arte de Ovidio es un realismo nacionalista que reduce dioses y semidioses a muy humanas proporciones, pinta su vida material con gran cúmulo de circunstancias concretas [...]" (Lida de Malkiel 1958: 124). Se puede definir como el cambio de focalización de un relato.

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[E]t mirata Ascanii pulchritudinem in concupiscenciam Enne exarsit, quem uiderat in armorum decore preclarum (Jiménez de Rada/Valverde 1999: 40). Ella quando uio a Ascanio so fijo, touo en so coraron que padre que tal fijo fiziera, muy fermoso deuie seer; ca Eneas uinie armado e nol podie ella assi ueer la cara, pero quel ueye dotra guisa muy bien faycionado de cuerpo e de miembros, assi que luego fue enamorada (Menéndez Pidal 1955: 38).

Claro es que el texto latino se limita a comunicar los datos más esenciales sin preocuparse por describir las circunstancias que podrían explicar las acciones o motivos de los personajes. En cambio, el texto castellano, con el tipo de focalización que elige, se complace en relatar la vida interior de los personajes, en conferirles cierta densidad psíquica gracias a la cual el lector se encamina a seguir su lógica mental, además de entender la de sus acciones15. En el fragmento anterior, el recurso al detalle de la armadura permite crear un efecto de suspense porque Dido no puede ver enseguida la cara de Eneas, lo que favorece la observación atenta de las demás partes del cuerpo del troyano. El juicio valorativo que emite ella sirve para justificar y hasta legitimar la pasión que inmediatamente siente por él, con lo cual no parece tan súbito ni culpable su enamoramiento. Bien se ve que la amplificación que sufre el relato latino cuando pasa al castellano no se parece del todo a la figura de la "amplificado": se trata más bien de una "expansión diegética"16 cuyo objeto primero es alargar la acción y detallar cada etapa de los varios procesos (Menéndez Pidal 1955: 38)17 para crear un efecto de dramatización que refuerza la dimensión moral del relato. Con este gusto por la motivación psicológica18, se ve cómo los textos de Ovidio pudieron servirles de modelos estéticos a los compiladores alfonsíes, pero siempre a la luz de sus propios requisitos, ya que no dejaron ellos de conformar sus pautas retóricas basándose en las exigencias del didactismo moralizante que gobernaba su proyecto así como en la afición de los lectores del siglo xm por los relatos de tipo "novelesco". A diferencia de Rodrigo, Alfonso X no se limita 15

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Se puede también citar este otro fragmento: "Eneas, que escapara del destroymiento de Troya, traye consigo a so padre Anchises e un so fijo que dizien Ascanio; e queriesse yr pora Ytalia...". Se define así la expansión diegética: "développement diégétique: expansion: dilatation des détails, descriptions, multiplication des épisodes et des personnages d'accompagnement, dramatisation maximale d'une aventure elle-même peu dramatique" (Genette 1982: 378). "E quando fue en la noche, / échos a dormir, / e ante ques adormeciesse, / començo a cuydar en su fazienda / e de cuemo podrie yr a ytalia". "[...] el arte de Ovidio [...] prodiga las motivaciones psicológicas de su conducta, —apunta la moral de los lances y dramatiza el relato con elocuentes insertos de discurso directo—" (Lida de Malkiel 1958: 124).

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a presentar los hechos desde una mirada externa sino que se esfuerza en manifestar la complejidad de los sentimientos contradictorios que invaden a los personajes a la hora de tomar las decisiones. De tal forma que abre el campo de la escritura histórica a los juegos de focalizaciones que posibilitaba el relato sentimental, modificando la economía previa de estos relatos y actualizando así su significado inicial. • La "transposición semántica"19 Es importante notar que los compiladores aprovecharon el paso del latín al castellano para llevar a cabo los varios juegos semánticos que requerían sus nuevos propósitos, creando un espacio conceptual propio. La manipulación de textos procedentes de diversas fuentes que supone la compilación ya implica de por sí una transformación semántica importante debida a la refundición de los textos. La traducción, que presupone una actualización de los referentes antiguos, no puede sino reforzar la distancia semántica que acompaña dicha refundición ya que todo proceso de transposición lingüística acarrea una transposición semántica. Por eso se pueden definir la compilación y la traducción como procesos de actualización pragmática, lo que Genette define como una "translation proximisante" (Genette 1982: 431). Esta "translación actualizadora", en el caso del relato histórico, es ante todo simbólica ya que no puede ser diegética, viéndose obligado el historiador a tratar de personajes y situaciones referenciales, respetando sus nombres, épocas y papeles históricos. Sin embargo le resulta posible efectuar cierta "conversión" de los códigos estéticos, morales y culturales procedentes de las fuentes para adecuarlos al horizonte de expectativa de sus coetáneos. El valor heurístico que se da al matrimonio entre Eneas y Dido en el texto alfonsí sirve para orientar el relato del encuentro hacia nuevos derroteros de la valoración moral de la reina correlativa de su castidad infalible. No le importa a Alfonso el naufragio de Eneas ni mucho menos la fundación de Roma en relación con el mito del troyano glorioso20 ya que es el personaje de Dido como reina ejemplar el que constituye el foco de la narración. Por eso no se vierte al castellano la palabra "concupiscenciam" que figuraba en el texto de Rodrigo ya que no le corresponde al semantismo nuevo del relato alfonsí que aspira a enaltecer las cualidades excepcionales de la reina21. La tendencia a privilegiar un lenguaje púdico pone de relieve los lazos estrechos existentes entre esa forma 19 20

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Se dice también en la terminología de Genette (1982) "transposición pragmática". El relato de Rodrigo Jiménez de Rada insiste mucho más en el episodio del naufragio: "Throya destructa Eneas filius Veneris et Anchise..." (Jiménez de Rada/Valverde 1999: 40). "Estando la reyna Dido en Cartílago muy poderosa e much onrrada [...]" (Menéndez Pidal 1955: 38).

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de traducción y la figura semántica que Lausberg (1994: 208-210) llama "correctio sociar y que consiste en enmendar el texto para eliminar toda expresión que pudiera contradecir el código ético de los lectores. De ahí el empeño de los compiladores en borrar toda connotación sensual para insistir en la fidelidad eterna de los dos amantes (Menéndez Pidal 1955: 38)22. En resumidas cuentas, el análisis comparativo de los dos textos nos permite poner de relieve que, a pesar de inspirarse en el capítulo segundo de la Historia romanorum que puede verse como su modelo primario, el capítulo 57 de la Estoria de España tiene su propia identidad textual porque tiene su propio proyecto ideológico y estético. El examen de las diversas formas de transposición formal y semántica saca a luz la manera como los compiladores alfonsíes aprovecharon las virtualidades temáticas, estilísticas y estéticas de sus hipotextos para renovarlos profundamente. Por eso subraya Michel Stanesco (1990: 151) que "l'adaptation d'un ouvrage latin en 'roman' suppose sa renovatio obligatoire". Laurence Mathey-Maille (1990:190) afirma casi lo mismo cuando define la traducción como "une adaptation que le [traducteur] développe, amplifie et qu'il repense selon ses propres exigences". Ya lo había señalado Claude Blindant: La liberté par rapport au texte est facilement admise pour le gloser, accentuer son impact moral ou l'embellir, des préoccupations paragogiques des développements moraux, des préoccupations esthétiques, des enjolivements rhétoriques aidant à appuyer la leçon (Buridant 1985: 2).

La escritura del episodio del encuentro tal como la concibe Alfonso X responde a nuevos imperativos ideológicos y estéticos que inciden en la estructura del relato y en la manera de contar los hechos y de retratar a los personajes23. Alfonso no se limita a verter el texto de la Historia romanorum del latín al castellano sino que cambia el sistema axiológico y los referentes culturales, lo que confiere un significado distinto a cada palabra aunque esta puede presentarse como la traducción literal de la palabra latina. La necesidad de vitalizar a los personajes y de crear otro ambiente moral así como la de tomar en cuenta las nuevas exigencias de los lectores del siglo xm hacen que las palabras castellanas no puedan corresponder estrictamente a las voces latinas por motivos pragmáticos estrechamente relacionados con los nuevos contextos de recepción.

"e prometieron se un a otro ques tomassen por marid e por mugier; e sobresso fizieronse grandes yuras segund el uso de los gentiles, e casaron luego, e fueron las bodas muy nobles e muy ricas (Menéndez Pidal 1955: 38). "Ce besoin d'enrichir le personnage favorise la naissance de l'écriture romanesque, le roman étant par excellence, selon la critique classique, le lieu où vivent et s'affirment des individualités" (Mathey-Maille 1993: 191).

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Por eso, aunque Rodrigo y Alfonso parecen labrar la "misma" materia, confeccionan dos textos distintos por tener dos proyectos distintos destinados a lectores que no pueden interpretarlos sino mediante sus propios contextos culturales e ideológicos. Desde esta perspectiva, si es cierto que las fuentes latinas representaron modelos a imitar, fueron ante todo un crisol de virtualidades temáticas y estilísticas en las que se inspiraron los compiladores castellanos para crear los modelos retóricos adecuados a la nueva escritura en romance que, en los albores del siglo xm, se iba afirmando. De los modelos latinos emerge, pues, una poderosa prosa en romance que es capaz de hacerle sombra a los propios "auctores".

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Inés Fernández-Ordóñez ORDINATIO Y COMPILATIO EN LA PROSA DE ALFONSO X EL SABIO

1 . INTRODUCCIÓN

Una de las novedades que introducen regularmente los textos prosísticos emanados de la corte de Alfonso el Sabio es la estructuración formalizada de los contenidos textuales. Todas las obras prosísticas alfonsíes revelan una cuidadosa organización del texto mediante su segmentación en secciones y subsecciones, que son anunciadas y destacadas en tablas iniciales, presentadas por epígrafes descriptivos y/o por una numeración correlativa. Esta regularidad de los textos se traslada a la confección de los códices emanados del scriptorium alfonsí, que en su diseño utilizan diversos procedimientos formales para ponerla de relieve (cabeceras para las partes, iniciales coloreadas, numeración al margen y títulos rubricados para los capítulos). Después de Alfonso esa dispositio textual se generaliza, pero no era la norma en las fuentes latinas o árabes que le sirvieron como modelo, aunque a veces pueda estar parcialmente heredada de ellas. La colaboración de individuos encargados de tareas diversas en la producción de los textos alfonsíes es un hecho bien conocido, hasta el punto de que se ha hecho un lugar común hablar de "taller alfonsí" después de los clásicos trabajos de Gonzalo Menéndez Pidal (1951) y Diego Catalán (1992) para referirse a esa labor en equipo. Si bien la tarea de traductores (trasladadores) y glosadores (esplanadores) ha atraído tradicionalmente la atención, como parte de la construcción de una lengua escrita culta y discursivamente compleja, ha pasado más desapercibida la labor de los encargados de la segmentación de las fuentes: los compiladores y los capituladores. Gran parte de los estudios contrastivos entre las fuentes y sus versiones románicas están centrados en el estudio de las técnicas de traducción, tanto en lo relativo a los procedimientos sintácticos y léxicos desarrollados por los traductores alfonsíes, como en lo relativo a las técnicas de glosa y actualización puestas en práctica. Sin embargo, la actividad organizadora del texto fue también uno de los procedimientos fundamentales de modificación de los modelos, tanto para crear una nueva estructura como para introducir sobre ella nuevos valores, destacando a través de los epígrafes los contenidos que se consideraban más relevantes.

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2 . L A DIFUSIÓN PROGRESIVA DE LA ORGANIZACIÓN DEL TEXTO EN LIBROS Y EN CAPÍTULOS 1 2 . 1 . L A SEGMENTACIÓN EN LIBROS

La división por libros parece tener que ver con el soporte habitual del libro antiguo, el volumen o rollo de papiro, cuya longitud limitada forzaba la partición de los textos extensos en secciones. La difusión del codex desde el siglo m d. C. pudo hacer innecesaria, en ocasiones, la partición en libros, al permitir conservar en un único códice textos más largos. Al tiempo, la mayor capacidad de almacenaje presentaba la ventaja de remitir fácilmente a los varios libros reunidos en un códice mediante un índice inicial (ReynoldsAVilson 1986: 40-41). La partición del texto en libros no fue, pues, desconocida del mundo antiguo ni de la Alta Edad Media, pero tampoco era práctica habitual en todo tipo de textos, por ejemplo, en la historiografía. Tito Livio, San Agustín, Orosio, Lucano dividieron sus obras históricas en libros, al igual que historiadores medievales como Gregorio de Tours, Pablo Diácono o Beda, pero otros autores contemporáneos como Jordanes, Isidoro, Hidacio o Juan de Bíclaro abandonaron esa práctica y ofrecen un relato sin soluciones de continuidad, que acompaña el fluir del tiempo. El hecho de que el orden expositivo esté generalmente ligado en la Historia al progreso temporal, y subordinado en consecuencia a la cronología, condicionó, sin duda, que la estructura basada en libros de contenidos afines no se generalizara en la historiografía, a diferencia de los libros jurídicos o de otro carácter. No obstante, a partir de los siglos xii y xm se registra una creciente tendencia a copiar fragmentados en libros los textos heredados de la antigüedad o a introducir secciones en los compuestos ex novo (Guenée 1980: 227-231). Un buen ejemplo nos lo ofrece la Historia regum Britanniae (1130-36) de Geoffrey de Monmouth. Según señala Guenée, "Geoffrey de Monmouth n'avait pas divisé en livres son Histoire des rois de Bretagne. Mais, dès le xne siècle, les copistes d'un tiers de cette œuvre à succès jugeaient bon de la couper en un nombre de livres d'ailleurs variable" (1980: 230). Dentro de la tradición historiográfica hispánica anterior a Alfonso X la división en libros no es la norma. Al igual que los historiadores hispano-godos, los autores de la Crónica de Alfonso III, la Crónica de Sampiro, la Historia Silense o la Historia Roderici no segmentaron su relato en libros. Sin embargo, la difusión de esta nueva práctica de presentación puede detectarse ya en la historiografía del siglo xn, como la Chronica Adefonsi Imperatoris (1147-49), Para un desarrollo más pormenorizado de algunas partes de lo que sigue en este epígrafe, véase Fernández-Ordóflez (2003) y la bibliografía allí citada.

Ordinatio y compilatio en la prosa de Alfonso X el Sabio

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dividida en dos libros, en la Historia compostellana (h. 1140), estructurada en tres, y en la Crónica najerense (1173-1189), también organizada en tres. No obstante, este sistema de organización de la materia narrativa no se había hecho todavía universal a principios del siglo xm, ya que solo aparece en una de las dos crónicas que preceden a la Estoria de España y la General estoria de Alfonso X, el Chronicon mundi (1238) de Lucas de Tuy, cuyo texto se reparte en tres libros. En cambio, tanto la Chronica latina regum Castellae (1223/1237) como la Historia ghotica (1243/1246) de Rodrigo Jiménez de Rada carecen de divisiones: la división en nueve libros con que conocemos la Historia del Toledano fue introducida por Sancho de Nebrija en su edición renacentista y no existe en la tradición manuscrita. La expansión de este método de ordenación del contenido en obras de carácter historiográfico se consolida a finales del xm en la General estoria de Alfonso el Sabio, dividida en seis partes (1270-1284), la segunda redacción de la Estoria de España o Versión crítica (h. 1283), que fragmentó en cuatro la primera, o la Crónica abreviada de don Juan Manuel, organizada en tres (1320). Pero el deseo de estructurar en libros el relato histórico no es exclusivo de la lengua vulgar: se percibe también en obras redactadas en latín, como De preconiis Hispaniae de Juan Gil de Zamora, dividida en doce (1282), o al traducirlas a esa lengua, como es el caso de la Crónica de Jaime I: originalmente compuesta en catalán con el título de Llibre deis feyts (1276), fue traducida al latín por Pere Marsili en época de Jaime II con el de Liber gestarum (1313) y dividida por este en cuatro partes. Como vemos, la división en libros no fue la norma en los textos históricos hasta bien entrada la Edad Media, pero, en cambio, parece haber estado perfectamente establecida en la tradición bíblica y en la de los textos jurídicos desde la Antigüedad. El término biblia es el plural del griego biblion "libro", y muestra a las claras que se trataba de una colección de textos estructurada en libros. En cuanto a los textos jurídicos, tanto el Código Teodosiano (429-438) como las obras que integran el Corpus Iuris Civilis (529-534), ordenado compilar por el emperador Justiniano, están organizadas en libros: el Código de Justiniano (12 libros), el Digesto o Pandectas (50 libros) y las Institutiones (4 libros). En la Península Ibérica, mientras que las crónicas compuestas en época visigoda ni siquiera están estructuradas en libros como hemos visto supra, el gran código de Recesvinto, el Liber Iudiciorum (654) se distribuyó en 12 libros, fragmentados a su vez en 54 títulos subdivididos en leyes, organización que hereda la versión romance del texto: el Fuero Juzgo. Sin embargo, los fueros no derivados del derecho romano y procedentes de la tradición del derecho local tardarán muchos siglos en alcanzar una ordenación semejante. Todavía en la segunda mitad del siglo XII fueros como el de Avilés o el de Valfermoso de las Monjas

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(Guadalajara) listan disposiciones sin numerarlas ni disponerlas en segmentos que permitan su localización. Los fueros de la primera mitad del siglo xm, como los de Madrid, Alcalá o Brihuega, presentan la novedad de añadir epígrafes descriptivos del contenido, aún sin numeración. Esa tradición es también la de la primera versión del Fuero de Navarra (1238-1253), no articulada en libros, aunque sí en secciones con epígrafes descriptivos. Pero la segunda redacción de principios del siglo xiv ya incorpora la innovación de dividir el texto en seis libros y en títulos menores. El mismo proceso se detecta en el Fuero viejo de Castilla. Aunque esta compilación de fueros locales castellanos parece remontar a mediados del siglo xm, conocemos solo la versión de época de Pedro I (1362) y en ella se afirma haber dividido el texto primitivo en libros y títulos para facilitar su consulta: E después d'esto en el año de la era mil e trescientos e noventa e cuatro años, reinante don Pedro, fijo del muy nobre rey don Alfonso, que venció en la batalla de Tarifa a los reyes de Benamarín e de Granada en treinta días de octubre de la era mil e trescientos e setenta e siete anos, fue concertado este dicho fuero e partido en cinco libros e en cada libro ciertos títolos, porque mas aína se fallase lo que en este libro es escrito (Fuero viejo: 3).

La resistencia del derecho local a incorporar la nueva organización de los libros no se da, en cambio, en los textos en los que los viejos fueros se aúnan con el ius commune, ya desde mediados del siglo xm. El Fuero real de Alfonso X (1254-55) está organizado en cuatro libros, y los Fueros de Aragón, compilados por el obispo Vidal de Canellas (1247) a iniciativa de Jaime I, están estructurados en ocho. Como Canellas explica en el prólogo, la novedosa distribución está destinada a facilitar la consulta del texto por parte de los usuarios, i.e. los jueces: Et es a saber que nós avernos ordenados aquestos fueros en VIII libros, e por sendos títulos, en tal manera que quiscadaún letrado más aína truebe lo que querrá cuando quiera dar judicio, por esto cual muitas vezes los mesquinos omnes pierden lur dreito por alongamiento de judicio. Mas de oy adelant quiscadaún justicia o favalmedina, oído el clamo, puede entender en cuál logar del libro es el fuero que pertenece ad aquel clamo, si la justicia fuere letrado. E si non fore letrado, fágalo guardar ad algún letrado por que podrá aína trobar lo que demandará si bien cata los títulos en el ordenamiento que se sigue (Fueros de Aragón: f. Ir).

No es de sorprender, por ello, que los textos legislativos de Alfonso X que reciben plenamente el derecho común estén organizados en libros o partes: el Espéculo (h. 1255) en, al menos, cinco libros conservados y el código denominado Libro del fuero de las leyes y conocido habitualmente por el nombre posterior de Siete partidas (post. 1256) en siete partes. Es interesante señalar

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que, de todas las obras alfonsíes, la segunda versión de las Partidas contiene el único prólogo que dedica tanto espacio a explicar la intentio del texto como las razones de su dispositio en siete partes: esto es, a explicar la forma tractatus, forma que devino tan importante que de ella deriva el nombre de Siete partidas con que se conoce la obra. 2 . 2 . L A DIVISIÓN DEL TEXTO EN CAPÍTULOS

Si la estructuración de los textos en libros era habitual desde la Antigüedad, las divisiones menores equivalentes a los capítulos tampoco eran desconocidas. Los textos del mundo antiguo pueden estar divididos en secciones denominadas tituli o capitula, que los más antiguos códices conservados marcan recurriendo a iniciales y al uso de tipografías especiales para las primeras palabras o la línea que encabeza la sección, a veces rubricadas (Bischoff 1997: 78-79, Vezin 1987: 55-56). Por ejemplo, San Isidoro organizó sus Etimologías recurriendo al sistema de tituli descriptivos del contenido y fue su discípulo Braulio el que dividió el texto en quince libros (Codoñer 2004:450). Sin embargo, la división del texto en capítulos parece haberse hecho cada vez más sistemática según avanza la Edad Media como respuesta a un profundo cambio del contexto de emisión y de recepción de los libros que es perceptible especialmente desde el siglo xn. A partir de esa época tiene lugar un incremento en la producción de libros y documentos relacionado con la difusión de la capacidad de leer y escribir y con la creación de instituciones como las escuelas catedralicias y las universidades. Se lee más y es necesario leer más deprisa. Es por ello por lo que el libro a partir de los siglos xii y xm tiende a hacer explícita en su texto la estructura u ordinatio de los contenidos, presentándolos cuidadosamente articulados en series de divisiones y subdivisiones, que ayudaban al lector a localizar aquello que fuera de su interés (Petrucci 1995: 136-139, Hamesse 1999, Saenger 1999: 132-134). Este esfuerzo va acompañado por profundas transformaciones en la realización material de los libros, en los que se desarrollan diversos procedimientos formales para trasladar al usuario ese orden. Entre esos procedimientos está la generalización de las iniciales coloreadas y las mayúsculas, las cabeceras, los signos de puntuación como los calderones y, también, la práctica de dividir el texto en capítulos, a veces solo numerados, otras precedidos de su correspondiente título, muchas veces rubricado (Parkes 1976, Rouse/Rouse 1992, Parkes 1992:41-45). Es también por la misma época y con los mismos fines cuando se comienzan a elaborar índices y tablas (Rouse/Rouse 1982: 78-79,1990). Estos métodos de estructuración de la exposición respondían, pues, al cambio de los hábitos de lectura, en los que era prioritario facilitar la consulta del texto (tanto para localizar pasajes como para remitir a ellos). A ello se suma que

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la lectura visual y silenciosa comienza a hacerse cada vez más común, hecho que exige el apoyo de una disposición del texto sobre la página que ayude a mantener la atención. Incluso la lectio escolástica presuponía que los estudiantes tuvieran copias del texto explicado ante sus ojos2. Y en estrecha relación con ello, el cambio debe asociarse, por último, al deseo de mayor eficiencia en los propósitos didácticos conferidos a los textos: así, los primeros vestigios de esta nueva ordenación y puesta en limpio del texto se suelen apuntar a la orden de los cistercienses (Parkes 1992: 38-40, 72-81, Saenger 1999: 121-123), aunque la práctica adquiere solo carácter general con la producción escrita vinculada a las órdenes mendicantes y a la enseñanza escolástica de París (Hamesse 1999: 100-110). Por ejemplo, los Moralia o comentario del Libro de Job de Gregorio el Magno (540-604), que había sido dividido en 35 libros por el autor, se ve modificado por la transmisión manuscrita seis siglos después. En el siglo xn se añaden cabeceras identificativas de los libros y se rubrican las citas literales de Job; y a mediados del siglo X I I I se crea una estructura en capítulos y se añaden tablas al comienzo de cada libro (Rouse/Rouse 1992: 125-127). En el caso de las Escrituras asistimos a un proceso equivalente. Si bien los más antiguos códices conservados de los siglos vi-ix dividen los libros en capítulos numerados al margen, cuya primera letra o línea está rubricada, la división moderna de la Vulgata en libros y capítulos que se ha transmitido hasta nuestros días fue una creación h. 1200 atribuida a Étienne Langton, la llamada Biblia de París, cuya rápida propagación hizo que otros sistemas antiguos de referencia a los Cánones de Eusebio fueran desde entonces completamente abandonados (Vezin 1987). Pero también hay que destacar la vinculación que tiene esta nueva forma de escribir con la actividad jurídica y notarial, ya que, como hemos señalado antes, la división de los textos jurídicos del derecho civil en libros subdivididos en tituli no parece haberse visto interrumpida desde la Antigüedad3. La gran compilación de derecho canónico equivalente, el Decreto de Graciano (1140-1142), continúa ese sistema. Distribuido en tres partes, la segunda de ellas había sido segmentada por Graciano en causae. Lo significativo es que en la segunda mitad del siglo XII los glosadores ya habían dividido la primera y la tercera en distinctiones

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Véase sobre todo Saenger (1999: 132-134), quien relaciona los cambios generales en la producción del libro, desde la separación de palabras y creación de signos de puntuación, propia de los escribas anglosajones y germanos desde el siglo x, a la creación de las cabeceras, rúbricas, capítulos, etc., generales a finales de la Edad Media, con la progresiva extensión de la lectura visual y silenciosa, en detrimento de la oral. Solo Petrucci (1995) pone en relación la forma en que se componen los libros en los siglos xii y XIII con la actividad notarial, observando cómo los protagonistas de unos y otra son los mismos individuos.

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numeradas en el margen, y añadido resúmenes al principio de cada una (Parkes 1976: 118-119). En la Península Ibérica podemos documentar la existencia de una conciencia creciente en torno a la necesidad didáctica de estructurar formalmente los textos desde mediados del siglo XIII. Quizá el caso más temprano de justificación de la nueva organización textual sea el prólogo antes citado de los Fueros de Aragón (1247), en el que se aduce el argumento de la mayor facilidad de consulta. Pocos años después, el prólogo del Libro de las cruzes (1259), tratado de astrología que Alfonso el Sabio hizo traducir del árabe, sustenta sobre razones semejantes la capitulación introducida sobre el modelo. El pasaje vincula claramente, además, la actividad capituladora a las ventajas de disponer de una tabla inicial: et por que este libro en el arávigo non era capitulado, mandólo capitular et poner los capítulos en compefamento del libro, segont es uso de lo fazer en todos los libros, por fallar más aína et más ligero las razones et los judizios que son en el libro (Libro de las cruzes: f. 2r).

Y este interés por agilizar las consultas se menciona asimismo en la General estoria, al explicar la estructuración de la obra en seis partes o libros. Pero a él se añade el deseo de no cansar al lector y de organizar mejor los contenidos: E estos departimientos de las razones d'esta estoria por libros son por que los qui los leyeren que non tomen ende enojo de luengas razones. Por esta razón misma son los títulos e los capítulos en los libros, e por departir por y razón de razón, e por los títulos ir más cierto a la razón que omne quiere en el libro (General estoria 1: f. 121v).

Un ejemplo claro del proceder mencionado nos los proporciona la propia General estoria al traducir uno de los libros del Pentateuco, el de los Números. En el capítulo XX del libro XXV se justifica la creación de dos capítulos autónomos dedicados respectivamente a dos de las festividades de los hebreos, a pesar de no figurar en el calendario religioso, con el fin de separarlas en la exposición del resto de las fiestas. La capitulación sigue un modelo de organización basado en el contenido, de forma que se dedica un capítulo independiente a cada fiesta, criterio que rompe la organización textual heredada de la Vulgata (que trata de todas estas fiestas incluidas en los capítulos XII-XX, libro XXV, de la General estoria 1 ta. Números 28): XX De la fiesta de los nuevos, esto es, de los nuevos frutos Estonces fazién los ebreos la fiesta que dizen ellos de los nuevos con ell otra fiesta de Cincuaesma, como oyestes aquí que vos dixiemos que fazién e onravan la de los sanciños con la de Pascua. E maguer que estas dos fiestas, la de los sancifios e la de los nuevos, son señas, peró por tod esso non las cuenta Jerónimo e los santos

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padres en su cabo, ca non ovieron con razón tiempos en qué. E por ende nós otrossí las non contamos por sí, si non con estas otras fiestas, peró fazemos d'ellas seflos capítulos. Otrossí les mandó Nuestro Señor aguardar esta fiesta muy bien en todas cosas assí como las otras, e fazer en ella otros tales sacrificios con sus guisamientos sin el sacrificio cutiano {General estoria 1: f. 312v)4.

Razones adicionales de las ventajas de capitular ofrece el testimonio un poco posterior del Libro del consejo y los consejeros, quizá de época de Sancho IV (cf. Funes 2002: 781-84). El segundo de los prólogos se dedica a justificar la dispositio de la obra en capítulos5. En este caso, a la facilidad de consulta y a la organización temática se añade el mejor cumplimiento de los objetivos didácticos del texto, al aligerar el aprendizaje y la memorización: Título de cuantos provechos vienen a omne en toda partición de libro Cuenta un sabio que ha nombre Boefio que tres provechos vienen a omne en toda partición de libro que se parte por capítulos. La primera es que falla omne más aína las cosas que ha menester que son puestas e ordenadas en el libro. La segunda, que las retiene en la memoria más firmemente. La tercera, que las entiende mejor e más complidamente. Por ende, acatando yo estas tres cosas, parto este libro por capítulos, e póngolos en el su comienfo (Libro del consejo: 23).

Aunque es a partir de mediados del siglo XIII, pues, cuando se detecta una cierta reflexión explícita sobre la dispositio de los textos, la práctica de dividir en capítulos contaba ya desde el siglo XII con algunos precedentes, quizá estimulados por las corrientes culturales ultrapirenaicas. Por ejemplo, la Disciplina clericalis de Pedro Alfonso (primera mitad del s. xn) titula los diversos contenidos tratados y numera y da título a los exempla que contiene (cf. Lacarra 1980). De la misma época es también el primer texto historiográfico hispánico que parece ofrecer divisiones capitulares con epígrafes descriptivos del contenido: la Historia compostellana (h. 1140). Los fueros locales, en cambio, no parecen incorporar epígrafes hasta principios del siglo XIII, como sucede en los casos del Fuero de Madrid (h. 1202) y del Fuero viejo de Alcalá, ordenamiento otorgado en romance por el arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada hacia 1230. El Fuero de Alcalá refleja un sistema primitivo de tituli en el que el texto está estructurado en leyes marcadas por capitales y títulos rubricados, pero los títulos no son una creación nueva, sino que reproducen verbatim las primeras palabras de la ley que sigue. Por ejemplo: 4 5

Creo preferible la variante del manuscrito con razón a la enmienda con sazón. Taylor (1994) defiende que ese segundo prólogo habría sido añadido en una revisión de la primera versión de la obra (que no se nos ha conservado), revisión que habría incorporado también nuevas divisiones capitulares. Sea o no cierta su conjetura, el Libro del consejo revela la tendencia a generalizar la articulación en capítulos.

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Tod pastor qui ovejas tomare in Alcalá Tod pastor qui ovejas tomare in Alcalá e el señor lo govemare... (.Fuero de Alcalá-. 488).

Este sistema de estructuración, en que el epígrafe de la sección no es todavía autónomo y carece de numeración, parece preludiar el nuevo sistema en que el epígrafe será producto de una redacción por completo independiente. En el Fuero de Madrid, por ejemplo, hay epígrafes que reproducen las mismas palabras del texto que sigue y títulos que ofrecen una redacción levemente diferente: Qui messare o firiere Qui messare o firiere aut dederit pugno aut gollelada aut pectugada... Qui percusserit vicinum in cara Qui firiere a vezino vel a filio de vezino con pugno en cara... (Fuero de Madrid. 29-30).

En los cartularios de Toledo de la primera mitad del siglo xm, también encontramos un precedente del sistema de destacar los documentos con iniciales y epígrafes rubricados que resumen el contenido, al modo de los títulos de capítulos6. Otro testimonio de titulación primitiva es el que ofrece la Fazienda de Ultramar (h. 1230). El códice de la Fazienda no carece de epígrafes, pero estos se inscriben en un sistema rudimentario que no parece creación del autor, sino más bien el resultado de haber incorporado las indicaciones marginales de un usuario del texto7. Ello se deduce de la fórmula a veces utilizada, encabezada por el adverbio aquí, que revela un procedimiento deíctico equivalente a las manos con índice o los marginalia que en otros códices llaman la atención sobre pasajes concretos del texto8. También quizá porque se trata de anotaciones de un lector, no es infrecuente que dos capítulos consecutivos presenten exactamente el mismo título (por ejemplo, "De Moisén", "Del pedrisco", Fazienda: 65-66, 67), o títulos casi idénticos (por ejemplo, "Aquí ixieron fijos de Israel de Egipto", "Moviéronse fijos de Israel de Egipto", ib.: 70, 72).

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Véase Hernández (1996: XVII-XIX y láminas), al que debo esta observación. No obstante, ese usuario no fue el copista del códice conservado, ya que a veces, por error, se ha transcrito el epígrafe como parte del texto y también en rúbrica (Fazienda: 73), a veces solo como parte del texto (ib.: 69, 80). Otro carácter primitivo es probablemente que estén escritos a la derecha, aprovechando el espacio en blanco dejado por el copista al comenzar nuevo capítulo (ib.: 50) o incluso al margen (ib.: 64). Por otro lado, no siempre fueron añadidos (ib.: 137, 139-140). Véase a modo de muestra: "Aquí ixieron fijos de Israel a Egipto", "Aquí furtaron los judíos la magná", "Aquí dio Dios a Moisén la ley" (Fazienda: 70, 73, 79).

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Conviene señalar que los títulos en estos fueros, cartularios y textos primitivos no van acompañados de numeración9. El caso contrario, la existencia de numeración sin epígrafe descriptivo del contenido, es característico, en cambio, de la tradición bíblica. Así, por ejemplo, la Biblia escurialense del ms. I.i.6, de hacia 1250, incluye los libros bíblicos de la Vulgata fragmentados en capítulos numerados pero sin título alguno (cf. Montgomery 1962). Al comparar esta versión del siglo xm con traducciones conservadas en códices del siglo xv, resulta interesante constatar que las copias más tardías añaden títulos descriptivos del contenido (cf. Enrique-Arias 2008). En cuanto a la tradición historiográfica, ya se ha subrayado supra que el primer texto hispánico que parece ofrecer divisiones capitulares con epígrafes descriptivos del contenido es la Historia compostellana (h. 1140). Quizá ello se deba a que precisamente la Historia compostellana tiene muchos aspectos comunes con un cartulario, un registrum de los documentos concernientes a la diócesis de Santiago de Compostela (Falque 1988: XXI-XXVII). El segundo texto historiográfico hispánico en presentar la novedad de sistemáticas divisiones capitulares son las Historiae latinas del arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, compuestas en la década de 1240 y fuente básica de la Estoria de España de Alfonso X, elaborada treinta años después. La novedad adoptada por el Toledano al descomponer el relato histórico en capítulos titulados quizá debe relacionarse con su privilegiada formación en París y con su vinculación a los cistercienses. Después del Toledano, todas las historias posteriores a la de don Rodrigo, empezando por su inmediata sucesora, la Estoria de España, suelen fragmentar el relato en capítulos. Este cambio acaecido en la dispositio de los textos históricos se generaliza en la Baja Edad Media y se canoniza con el Humanismo. Así, cuando en el siglo xv se tradujo el texto latino del Chronicon mundi, carente de capítulos titulados, la versión romance segmentó el texto en capítulos y dotó a estos de sus correspondientes epígrafes10. Y cuando Juan de Mendoza preparaba en el siglo xvn una edición de la Chronica Adefonsi Impe-

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Si se coteja el facsímil del manuscrito del Fuero de Madrid con la edición, puede constatarse fácilmente que los números de las leyes no son originales del códice, sino adición del editor. El manuscrito más antiguo que contiene esta versión romanceada parece proceder del último tercio del siglo xv (Puyol 1926: XXV). Es interesante el contraste entre este romanceamiento tardío del Chronicon y el que tuvo lugar a finales del xiv en el scriptorium de Juan Fernández de Heredia: mientras que los únicos epígrafes insertados en la versión más antigua al aragonés se corresponden con los de la tradición latina contemporánea (sin titulación, pues, sistemática) (cf. Geijerstam/Wasick 1988), el traductor del siglo xv se tomó la molestia de ir fragmentando el texto completo en capítulos y de proveerlos de títulos descriptivos del contenido.

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ratoris, que no llegó a ser impresa, se preocupó de dividir el texto en capítulos con vistas a su publicación (Maya Sánchez 1990: 117-118, 127-128).

3 . ORDINATIO Y COMPILATIO EN EL CORPUS ALFONSÍ

Las obras alfonsíes no carecían, pues, de precedentes para inclinarse por una estructuración jerarquizada del texto en libros o partes y en capítulos. Quizá la característica más notable es la generalización del sistema a todo el corpus alfonsí, esto es, el hecho de que no haya ninguna obra que carezca de divisiones capitulares, generalmente numeradas, con títulos descriptivos del contenido elaborados ad hoc, y con frecuencia anunciados en tablas. A pesar de que las fuentes se comportaban de forma muy variada y pese a que la tradición previa de los textos históricos, jurídicos y astrológicos era también indudablemente diversa, todos los códices del scriptorium conservados permiten constatar este comportamiento uniforme: — Fuero real (1255): prólogo; libros, títulos y leyes numerados y con epígrafe. — Libro complido en los judizios de las estrellas (1254): prólogo + tabla de capítulos numerados y con epígrafe del primer libro. — Libro de las cruzes (1259): prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. — Libro delfuero de las leyes (primera versión de las Partidas) (1256-1265): prólogo; libros, títulos y leyes numerados y con epígrafe. — Estoria de España (h. 1270-74): prólogo; capítulos numerados por secciones y con epígrafe. — General estoria. Primera parte (h. 1270): prólogo; capítulos numerados por secciones y con epígrafe. — General estoria. Cuarta parte (1280): prólogo; capítulos numerados por secciones y con epígrafe por lo general; a veces solo numerados en las traducciones bíblicas. — Lapidario (1277-79): prólogo; capítulos no numerados pero con epígrafe descriptivo. —Libro de las formas y de las imágenes (1277-79): prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. —Libros del saber de astrología (1276-77): - Libro de las estrellas fixas que son en el ochavo cielo (1276): prólogo; capítulos numerados y con epígrafe - Libro del alcora (1277): prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe.

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- Libro del astrolabio redondo: prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. - Libro del astrolabio llano: prólogo; capítulos numerados y con epígrafe - Libro de la lámina universal: prólogo; capítulos numerados y con epígrafe. - Libro de la agafeha (1277): prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. - Libro de las armillas: prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. - Libro de las láminas de los VIIplanetas: prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. - Libro del cuadrante (1277): prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. - Libro del relogio de la piedra de la sombra: prólogo + tabla de capítulos numerados y con epígrafe. - Libro del relogio del agua: prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. - Libro del relogio dell argent vivo: prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. - Libro del relogio de la candela: prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. - Libro del palacio de las horas: prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. - Libro dell atacir: prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. — Segundo códice: - Cánones de Albateni: tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. - Tratado de cuadrante señero: prólogo + tabla de capítulos, numerados y con epígrafe. —Libro de astromagia (h. 1280): capítulos con epígrafe, no siempre numerados. —Libro de acedrex, dados y tablas (1283): prólogo; capítulos no numerados pero con epígrafe. Una característica común y distintiva de todos los textos es la ordinatio jerarquizada. Frente a los textos previos, que presentan títulos de secciones sin que de ellos pueda deducirse claramente la estructura de la obra (como es el caso de la Fazienda de Ultramar o los fueros), las producciones alfonsíes pueden llegar

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a dividirse en partes, libros (o títulos) y capítulos (o leyes), de forma que la organización del texto puede alcanzar tres niveles de penetración (por ejemplo, la General estoria, el Libro del saber de astrología o las Partidas). Esta distribución piramidal es claramente deudora del enciclopedismo didáctico propio de la escolástica y puede encontrarse en los pensadores de la época. Por ejemplo, Pedro Lombardo había estructurado sus Sententias (1150), una gran suma de las glosas de la Biblia, en cuatro libros, a su vez divididas en capítulos. Pero el escolástico Alejandro de Hales agrupó los capítulos en un nivel intermedio, las distinctiones, h. 1223-27, y así articulado en tres niveles fue cómo se divulgó el texto a partir de entonces. También la Summa Theologica (1265-1273) de Santo Tomás de Aquino se divide en tres partes, fragmentadas en quaestiones, subdivididas en articuli. El mismo tipo de estructura jerarquizada es la adoptada por Vincent de Beauvais en su magna enciclopedia Speculum maius (h. 1245-1260), con el fin de facilitar la localización de cada parte o sección, que, además, debía estar convenientemente titulada: Ut huius operis partes singule lectori facilius eluscencant, ipsum totum opus per libros, et libros per capitula distinguere volui [...] totum sub certis titulis ordine redegi".

Junto a la estructura arbórea (tronco, ramas, subramas), existe una segunda característica que define los textos alfonsíes: todos ellos presentan títulos descriptivos del contenido de los capítulos, redactados por el compilador, tal como recomendaba el Belovacense. La articulación de los textos y códices alfonsíes revela, pues, la plena recepción de las corrientes de pensamiento de la época y la existencia de una voluntad firme de adaptar el conjunto del corpus a ese modelo jerarquizado y minuciosamente etiquetado. Sintomático de esa voluntad es el hecho de que la doble o triple estructura se vea reforzada formalmente, en los códices originarios del scriptorium alfonsí, por el manejo del color y de la iluminación aplicados a diversos elementos. El primer nivel de división textual se refleja en las cabeceras a doble página enfrentada, que alternan el rojo y el azul, en las ruedas intitulatorias que en los códices historiográficos enmarcan el título de una sección mayor, también en rojo y azul, y en las capitales de mayor tamaño, con frecuencia en azul y decoración en rojo. El segundo nivel de división textual son los capítulos, que se destacan por las rúbricas en rojo, las capitales de menor tamaño alternas en rojo y azul y la numeCitado por Parkes (1976: 133), en su magnífico estudio de esta cuestión. La jerarquización del orden expositivo es paralela de la de contenidos según las auctoritates empleadas (cf. Paulmier-Foucart 2001), fenómeno propio de la compilación y que vemos regularmente aplicado en las composiciones alfonsíes, por ejemplo, la Estoria de España (Catalán 1992) o la General estoria (Eisenberg 1973).

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ración, a veces al margen y también en rojo y azul. A esos procedimientos debe unirse la decoración que, saliendo de las iniciales, se extiende por el margen lateral izquierdo de la columna en que se encuentra el comienzo del capítulo, orla que hace que ese íncipit resalte visualmente respecto de aquellas columnas que solo contienen texto. A modo de ejemplo de estos sistemas, véanse las láminas siguientes, que corresponden a los ff. 68v y 69r del Libro del saber de astrología (ms. 156, Bib. de la Universidad Complutense, 1276-79), en los que se ve el final del Libro segundo del astrolabio redondo y el comienzo del Libro primero del astrolabio llano. En el f. 68v se comprueba cómo las columnas que no contienen comienzos de capítulo carecen de decoración lateral. También resulta interesante hacer notar que el final de sección mayor, del Libro del astrolabio redondo, se comunica con un anuncio en rojo, con función demarcativa equivalente al título que marca el principio de nueva sección: "Aquí se acaba el Libro dell astrolabio redondo e de cuémo se faz de nuevo e de cuémo deven obrar con él". Sigue espacio en blanco y el anuncio, también en rojo "Aquí se comien?a el Libro dell astrolabio llano". Este libro se subdivide en otros dos. Como puede observarse, en el f. 69r conviven capitales de tres tamaños que corresponden a esa articulación: el prólogo presenta la de mayor rango, el inicio del Libro primero la de tamaño intermedio, y los capítulos que siguen las de volumen más pequeño. La banda decorativa lateral en rojo y azul contribuye a realzar visualmente esas divisiones textuales. A pesar de que debemos albergar pocas dudas sobre la originalidad del diseño general, cabe preguntarse en qué medida se respetó la distribución en libros y capítulos heredada de las fuentes o se creó una nueva. No hay duda, desde luego, en el caso del Libro de las cruzes antes comentado, de que se trata de una división creada ex novo. También parece ser esta la situación del Libro de estrellas fixas que son en el ochavo cielo, pues en su prólogo, al hablar de la intervención del rey, se afirma que lo hizo dividir en dieciséis partes, capitular y completar con dibujos de las constelaciones para facilitar su comprensión: Et fizo partir este libro en XVI partes cada una con sos capítolos que muestran llanamientre las razones que en ellas son. Et fizólas otrossí figurar porque los que esto quisiessen aprender lo podiessen más de ligero saber, non tan solamientre por entendimiento mas aun por vista (Libro de las estrellas fixas: f. 1 v).

Otras veces la división en capítulos parece heredada de la fuente, como en el caso del Libro dell alcora, donde los contenidos que los compiladores añaden se distribuyen en cuatro nuevos capítulos: Et todas estas cosas son departidas en este libro, en que departe e esplana los fechos dell alcora de la siella, en que parecen todas las maravillas que contecen de la diversidat del movimiento del cielo. Este libro era departido, segund Cozta el sabio

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lo departiera, en LXV capítolos. Mas nós fiziemos y poner cuatro capítolos de más que convienen mucho a esta razón, ca son los primeros e todos los otros vienen depós estos, e sin ellos non podría seer bien ordenado el libro. E por en los posiemos d'esta guisa {Libro dell alcora: f. 24r).

Y en el caso del Libro de la esfera, la adición de información en un nuevo capítulo tuvo lugar por el final: Aquí se acaba el libro de la espera. Et porque fuesse esta obra de la espera más complida, mandamos nós rey don Alfonso el sobredicho añader y este capítulo pora fazer armillas en la espera pora saber ell atacir e egualar las casas segund la opinión de Hermes. Et mandamos a don Mossé nuestro alfaquim que lo fiziesse. Capítulo: de saber cómo se fazen las armillas dell atacir en la espera, et egualar las casas segund la opinión de Hermes, e cómo obren con ellas (Libro de la esfera: ff. 37v-38r).

Tal como las alusiones dejan ver, algunas de estas fuentes árabes estaban ya capituladas y, al parecer, su estructura fue generalmente respetada en la composición de los libros astrológicos. Ese parece ser el caso, por ejemplo, del Libro complido en los judizios de las estrellas o de los Libros de la esfera o dell alcora (Samsó 1999). En otras ocasiones, sin embargo, la estructura capitular no es la heredada de la fuente sino una enteramente nueva, como es el caso de la versión latina de la Cosmología de al-Haytam (Samsó 1990). En la Cosmología se introdujo una doble articulación textual, 2 libros, divididos en 30 y 18 capítulos respectivamente, que no existe en el original árabe, organizado en 15 capítulos, y se reordenaron y redistribuyeron los contenidos. En el prólogo se alude claramente a ese trabajo compilatorio encargado al "maestro Abraham": Mandauimus magistro Abrache ebreo quod transferret librum istum de arabico in yspanum et quod ordinaret modo meliori quam ante fuerat ordinatus et quod divideret in capitula (Samsó 1990: 117).

A este propósito es interesante observar que: mientras que la obra de Ibn al-Haytam agrupa en un solo capítulo el tratamiento de los tres planetas superiores (Saturno, Júpiter y Marte), y, en otro, el de los inferiores (Venus y Mercurio), la versión alfonsí dedica un capítulo independiente al estudio de cada planeta sin que ello implique un estudio más profundo del mismo (Samsó 1999:206).

Esta redistribución se explica por el deseo didáctico de presentar de forma clara los contenidos, indicados a través de rótulos precisos, deseo que gobierna la entera dispositio del corpus alfonsí.

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El contraste entre traducciones fieles de los modelos, incluso en su distribución de capítulos, y traducciones en que las fuentes son subordinadas a una labor compilatoria es extrapolable también a otros textos del corpus alfonsí y nos permite predecir el grado de modificación de la organización textual de los modelos. Cuanto más intensa es la compilación, esto es, la combinación de fuentes preexistentes, más se transforman los modelos para dar lugar a una nueva estructura. Cuanto menos, esto es, cuando el texto alfonsí es traducción de una única fuente, más probabilidades existen de que reproduzca con fidelidad la segmentación previa si esta existe. En los textos históricos y jurídicos, en los que la compilación suele ser más profunda, la división capitular fue, por lo general, creada por los colaboradores alfonsíes aunque las fuentes pudieran presentarla. En el corpus jurídico, puesto que se ha avanzado poco en la identificación precisa de las fuentes de las obras, título a título y ley a ley, no es fácil analizar la deuda que cada texto alfonsí tiene respecto de sus modelos. Un ejemplo del proceder de los legisladores alfonsíes puede observarse en los títulos XVIII-XX de la Tercera Partida, cuyas fuentes han sido minuciosamente detalladas por Orellana (2006: 320-28). Esos títulos respetan por lo general la estructura en capítulos de las fuentes que se manejaron: la organización en leyes del Espéculo se vierte tal cual en la Partida (por ejemplo, las leyes del Espéculo, IV, XII, 1317, 18-32; IV, VI, 3-25 corresponden a Partidas III, XVIII, 2-6, 10-24, 26-53) y también se respeta la distribución en instrumenti del Ars notariae de Salatiel (leyes 56-61, 64-76, etc.). La novedad procede de la combinación de las fuentes (Espéculo y Salatiel) en un nuevo orden de los contenidos, que no coincide siempre con el de la fuente, así como de la adición y supresión de materiales. Por ejemplo, las leyes 58-107 del título XVIII no siempre siguen el orden secuencial de Salatiel, sino uno propio, y además se crean nuevas leyes para mejor organización del contenido (las leyes 82-83 corresponden al Instrumentum pacis et concordia atque tregüe, que se divide en la Partida en dos leyes para tratar separadamente de las paces y de la treguas). Por otro lado, los contenidos que son creación de los compiladores se engarzan como nuevas leyes (leyes 31-32, 40-41, 44, 101, 108-110, 113-115), lo que delata la voluntad de imponer esa estructura articulada al conjunto textual. Esa misma resolución se detecta en el corpus historiográfico. 3 . 1 . L A S DIVISIONES CAPITULARES EN LA ESTOMA

DE

ESPAÑA

En el caso de la Estoria de España, las fuentes fundamentales de la mayor parte del texto son las Historiae del Toledano, organizadas en capítulos, y el Chronicon mundi del Tudense, carente de divisiones equivalentes. Pero los histo-

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riadores alfonsíes no suelen respetar la partición en capítulos del Toledano, lo que perfectamente hubieran podido hacer, sino que el relato está organizado atendiendo a un novedoso criterio basado en la creación y férrea aplicación de una retícula analística, muchas veces deducida, otras inventada. La creación de los capítulos sigue en la Estoria de España dos criterios: 1) por un lado, obedece al propósito de hacer avanzar la retícula analística, distribuyendo de forma más o menos uniforme la materia de las fuentes a lo largo de años de reinado. Con cierta frecuencia, cada nuevo capítulo inaugura un nuevo año. Semejante casillero cronológico obligaba a especificar incluso los años sin noticias con la fórmula del n. ° año (al año n. °) del rey X non fallamos nada que contar que a la Estoria pertenesca. 2) Por otro lado, la división en capítulos coincide con los cambios de tema, muchas veces refrendados por un cambio de fuente: de la historia cristiana, basada en Historia Gothica y el Chronicon Mundi, a la historia árabe, procedente de la Historia Arabum, o a los relatos de procedencia épica, por ejemplo. Esos cambios de tema (y de fuente) se anuncian al final del capítulo anterior con fórmulas establecidas (agora dexamos aquí de fablar de... e (vos) diremos de...). Ahora bien, no todas las fuentes obtuvieron la misma jerarquía compositiva: las noticias procedentes de la Chronographia de Sigeberto de Gembloux o de otros anales sobre las sucesiones en la monarquía franca, el imperio romano-germánico y el pontificado rara vez dan cuerpo por sí solas a un capítulo. Estas noticias, por lo general, se reservan para final de capítulo, precedidas por la fórmula En este año otrossí si la fecha coincide con la que encabeza el capítulo, o precedidas por la frase Del n. ° año del rey X non fallamos que cosa que contar que a la Estoria pertenesca si non que en el n.° + 1 (+2)... si la noticia correspondía a un año posterior (Fernández-Ordóñez 1 9 9 3 : 1 1 5 - 1 1 8 , 2 0 0 2 - 2 0 0 3 : 125, 129-132).

3 . 2 . L A ESTRUCTURA EN CAPÍTULOS DE LA GENERAL ESTORIA Y LA DE LAS FUENTES QUE EN ELLA SE MANEJARON

Más compleja que la Estoria de España parece la General estoria, a pesar de que suele mencionar expresamente sus fuentes, porque los mecanismos compilatorios no son conocidos tan en detalle. La impresión general es que, en aquellas secciones de la historia universal en que predomina la compilación, la estructura capitular es nueva, tal como en la Estoria de España. Pero según disminuye el nivel compilatorio, las divisiones capitulares pueden ser simplemente las de la fuente, si esta las presenta. Esto es cierto, por ejemplo, para aquellas partes del texto que son simple traducción de la Vulgata (cf. Eisenberg 1 9 7 3 : 2 2 6 - 2 2 7 para ejemplos de la primera y segunda partes). La Biblia es a veces respetada hasta el punto de que se reproduce la numeración de los capítulos de los varios libros

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y no se crean epígrafes descriptivos del contenido. Así sucede en algunos de los libros bíblicos de la tercera parte (Cantar de los Cantares, Proverbios, Sabiduría y Eclesiastés, cf. Sánchez-Prieto/Horcajada 1994) y de la cuarta (los libros de Daniel, Jeremías, Baruc, Habacuc, Judith, Esdras, Neemías, Aggeo, Zacarías, Malaquías, Esther y el Eclesiástico, cf. la edición de GE4 de FernándezOrdóñez/Orellana 2009), al menos, pero en absoluto puede darse esta práctica por general. La Biblia se suele combinar con la Historia scholastica de Pedro Coméstor, el Pantheon de Godofredo de Viterbo, las Antigüedades judías de Josefo, la Glossa ordinaria y el Chronicon Mundi de Lucas de Tuy (véase el análisis de casos particulares de la tercera y quinta partes en Sánchez-Prieto 1994,1997,2001 y Gómez/Trujillo 2008, y una visión de conjunto en SánchezPrieto 2008) y esa combinación de fuentes puede generar la redacción de títulos ad hoc y una nueva partición en capítulos. Por ejemplo, en la cuarta parte, el Libro de Jeremías se presenta partido en capítulos numerados y sin título, respetando la organización de la Vulgata, a la que traduce literalmente, hasta el cap. LVI, en que terminan las Lamentaciones. En cambio, en los últimos capítulos de Jeremías (LVII-LXII) los compiladores combinan el relato de la Historia scholastica y del Chronicon mundi sobre Jeremías, y esos nuevos capítulos van precedidos de títulos descriptivos. No obstante, la concertación de fuentes tampoco es garantía de la presencia de títulos si se trata del relato bíblico: los libros de Daniel, Judith, Esdras, Neemías y Esther son producto de haber entretejido la Vulgata con Pedro Coméstor, Josefo y la Glossa, por lo menos, pero no todos los capítulos ofrecen títulos12. Ello se debe probablemente al deterioro del nivel compilatorio que tiene lugar según avanza la General estoria, degeneración que afecta especialmente a los pasajes de contenido bíblico. Por ejemplo, los primeros once capítulos adscritos al Libro de Esther, basados en la Biblia y sus fuentes complementarias habituales, están privados de títulos, mientras que los caps. XII-XXVI, que narran los hechos de los gentiles siguiendo la pauta de los Cánones Crónicos de Eusebio y Jerónimo y recurren a diversas fuentes, están regularmente titulados. El mismo contraste se observa en el Eclesiástico entre los primeros cincuenta y uno y los capítulos finales LII-LVI. Con cierta frecuencia, pues, la génesis de una nueva estructura capitular tiene que ver con la combinación de fuentes. Un ejemplo muy pertinente a este propósito nos ofrece la Estoria de Troya incluida en las partes segunda y tercera 12

En el Libro de Daniel están titulados los caps. II, VIII-IX, XIV-XX y no lo están III-VII, X-XIII; en el Libro de Judith carecen de títulos los caps. I-IV y los añaden los caps. V-XV; en el Libro de Esdras tienen títulos los caps. I-V y carecen de ellos los caps. VI-XII, al igual que todos los diecinueve capítulos del Libro de Neemías, los dos del de Aggeo, los catorce del de Zacarías y los cuatro del de Malaquías. En todos estos casos sin títulos se suele seguir la estructura capitular de la Vulgata.

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de la General estoria y cuyas fuentes han sido pormenorizadamente estudiadas por Casas Rigall (1999). Tal como se deduce del análisis de fuentes capítulo a capítulo, los cortes de capítulo de la Histoire ancienne jusqu 'á César, que fue manejada como fuente básica para muchos pasajes de la Estoria de Troya, se conservaron con frecuencia en el texto alfonsí cuando esa obra era la única en un capítulo determinado (por ejemplo, caps. 529-532, 557-559, 562-572, 580600 de la General Estoria 2 correspondientes a 15-18, 26-28, 29-39, 45-65 de la Histoire ancienne), aunque a veces se fragmenta un capítulo de la fuente en dos o tres (578-579, 601-603 de GE2 corresponden a 44, 66 de HA). Pero la combinación de la Histoire con el Excidium Troiae suele arrastrar la creación de una nueva capitulación (cf. caps. 540-543). Sin embargo, debe resaltarse que el respeto por la fragmentación de la fuente puede tener lugar solamente si esta está segmentada y esa partición se juzga pertinente a los propósitos compilatorios. Si, por el contrario, carece de divisiones capitulares, la fuente será cuidadosamente articulada en capítulos por parte de los historiadores alfonsíes. La capitulación es una exigencia dispositiva de rango superior a la fidelidad a los modelos. Por ejemplo, cuando la Estoria de Troya se basa exclusivamente en el Román de Troie de Benoit de Sante-Maure, se articula sistemáticamente el relato prosístico en capítulos a los que se dota de epígrafes descriptivos (Casas Rigall 1999: 258-264, cf. caps. 4-16, 30-62, 6670,77-95 de GE3). El mismo principio se aplica a la Historia depreliis utilizada para la Estoria deAlexandre el Grande: los historiadores alfonsíes fragmentaron el relato en capítulos a los que añadieron numeración y epígrafes descriptivos a pesar de que la Historia carecía de división alguna (cf. González Rolán/Saquero 1982). Del mismo modo, las Metamorfosis o las Heroidas fueron sometidas por sistema a la taracea capitular violentando el texto originario de Ovidio (cf. Brancaforte 1990, Casas Rigall 1999: 259 y ss., cf. caps. 17-28, 63-65, 71-72 de GE3). Un caso muy interesante ofrece la traducción de la Farsalia de Lucano que fue aprovechada tanto en la Estoria de España como en la quinta parte de la General estoria. A pesar de la ausencia de códices alfonsíes para esa sección, parece seguro que los diez libros de Lucano fueron precedidos por una tabla de títulos inspirada en los argumenta resumidos en las Adnotationes adLucanum y que, al menos, esos títulos fueron empleados para fragmentar en capítulos el texto, a pesar de que el original latino que los alfonsíes manejaban carecía, con toda probabilidad, de segmentación. La transmisión manuscrita, tal como se deduce de los códices del siglo xv que conservan la traducción, generó nuevas particiones y títulos de acuerdo con la tendencia creciente a generalizar la dispositio en capítulos (cf. Almeida 2004: CCIX-CCXLVII y las notas a su edición). La regular distribución de los textos alfonsíes en capítulos parece obedecer, por tanto, a un ánimo decidido de organizar didácticamente los contenidos,

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presentados mediante rótulos descriptivos, voluntad que se impuso a todo tipo de textos (con la única excepción de algunos libros de la Biblia que carecen de epígrafes). Y son los contenidos que los compiladores quieren destacar en cada caso a través de los títulos lo que parece determinante de los cambios de distribución capitular. Ello puede constatarse, por ejemplo, en el tratamiento de los capítulos procedentes de la Historia Gothica de Rodrigo Ximénez de Rada sobre el origen de los godos que se ofrecen en la Estoria de España y en la General estoria. A partir de una traducción común, reelaborada con independencia en las dos obras, la estructura capitular de la fuente se respetó en la Estoria de España, mientras que fue segmentada en cinco capítulos en la General estoria. Lo más significativo es que ni una ni otra Estoria traduce los títulos escritos por el Toledano, sino que presenta epígrafes creados por los compiladores para resaltar los contenidos a su juicio más importantes (cf. Fernández-Ordóñez 1992: 149-158). Ese criterio de separar lo que se juzga distinto y de por sí relevante, esto es, la organización del texto en función de los contenidos, creo que es el que prevalece en la organización capitular de los textos alfonsíes. Diversos casos que he comentado supra conducen a esa conclusión: por ejemplo, las fiestas de los hebreos desmembradas en tantos capítulos como festividades en la General estoria 1, tantos capítulos como planetas en la Cosmología, o el instrumentum con doble supuesto fragmentado en dos leyes en la Tercera partida. Otro ejemplo clarísimo nos ofrece el capítulo de la Estoria de España dedicado a tratar de las distintas magistraturas romanas a lo largo de la historia de Roma (senadores, reyes, dictadores, cónsules, tribunos, magistrados). Ese capítulo fue incorporado a la General estoria y desmenuzado en seis con el fin de que cada uno tratase de cada una de las etapas y dignidades de forma independiente (cf. FernándezOrdóñez 1992: 93, Almeida2004: CXIX-CXXI)13. Otro aspecto interesante de la General estoria es que permite conocer, a través de las alusiones explícitas a las fuentes que tanto la singularizan dentro del corpus alfonsí, las características de los textos latinos que circulaban en la Edad Media peninsular y que fueron manejados por los colaboradores alfonsíes. Gracias a esas menciones, inexistentes en los textos jurídicos y marginales en otras obras, podemos constatar que algunos de esos modelos latinos (o árabes)

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El capítulo 108 de la Estoria de España se titula "De los nombres de los príncipes et de los principados de Roma" y se transforma en los siguientes en la General estoria: "Del nombre de la cibdat de Roma e de los senadores", "De cómo armó Rómulo cavalleros en Roma e perdieron los reyes el reino e fizieron cónsules", "De cómo fizieron dictadores en Roma e de la razón por que lo ovieron de fazer", "De cómo fueron dados del común de Roma diez omnes buenos que mantuviesen el fecho de la cibdat", "De cómo los de Roma ovieron su consejo para fazer tribunos por juezes e cabdillos entre sí" (Almeida 2004: 592-597).

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estaban ya divididos en secciones menores y valorar, así, el grado de ruptura de los textos alfonsíes respecto de sus modelos. Por lo general, se trata, como en el caso de la Vulgata, de divisiones numéricas, pero carentes de epígrafes descriptivos del contenido. Pero también se mencionan otras obras en que la fragmentación en capítulos anticipa ya el sistema que vemos seguido por el arzobispo Ximénez de Rada: capítulos distinguidos por títulos descriptivos pero carentes de numeración. Por último, en otros casos, la alusión a la fuente nunca se acompaña de mención al capítulo, por lo que cabe deducir que el texto manejado se encontraba desprovisto de semejante segmentación. Es interesante hacer notar que la organización textual que revelan las citas alfonsíes muchas veces no coincide con que la que se supone difundida en la época o con la que, sabemos, llegaron a conocer los colaboradores de Alfonso. Atendiendo a la forma en que se ven referidas, se pueden distinguir cuatro tipos de fuentes en la General estoria: 3.2.1. Fuentes estructuradas en libros y en secciones

numeradas

Forman el primer grupo, con máxima precisión numérica de libro y capítulo, las siguientes obras: la Biblia Vulgata de San Jerónimo (s. v d. C.)14, la versión latina de las Antigüedades judaicas de Josefo (93-94 d.C.)15, las Historiae adversum paganos de Paulo Orosio (s. iv-v d. C.)16, la Historia Natural

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"Et faziendol a su imagen e a su semejanza, criólos maslo e fenbra, assí como lo departen Moysén e Jerónimo en el primero capítulo del Génesis" (GE1, f. lv); "Segund cuenta Moysén en el xv capítulo del libro Éxodo salieron d'allí e fuéronse por el desierto adelant" (GE1, f. 169r); "segund que Moysén cuenta en el primero capítulo del libro Levítico" (GE1, f. 225r); "Segunt cuenta Jerónimo en el onzeno capítulo d'este libro de Josué envió a Jodab rey de Madan" (GE2, f. 49v); "Assí como dize en la Biblia en el primero capítulo del primero libro de los Macabeos e tomó dende del altar el candelero e la mesa" (GE5, ms. Z, f. 104r). "Cuenta Josefo en el ochavo capítulo del primero libro de la Estoria de la antigüedat de los judíos" (GE1, f. 37v); "Et sobr'esto cuenta Josefo en el quinto libro que en esta suerte cayó Azoto e Doris" (GE2, f. 70r); "E en esta servidumbre yoguieron los judíos setaenta afios, assí como dize Josefo en el primero capítulo del dezeno libro" (GE4, f. 57r); "La fechura de los vasos vos contaremos otrossí segunt los fallamos que lo dixo Josefo en el segundo capítulo del dezeno libro" (GE5, ms. Z, f. 98v). "Mas Paulo Orosio, que fue sacerdot e omne bueno e de creer e santo, pone estas pestilencias en el ix capítulo del su primero libro que fizo de los fechos de los gentiles" (GE1, ms. A, f. 167r); "Regnava ell rey Busiris en Egipto en una partida de las tierras de cerca las riberas de Nilo, assí como cuenta Orosio en el dozeno capítulo del primero libro" (GE2, f. 15v); "Cuenta Orosio en el cuarto capítulo del segundo libro que los romanos bien entendién que derecho razonava Tarquinio el sobervio" (GE4, f. 152v); "Cuenta Paulo Orosio en el décimonono capítulo del sesto libro que Octaviano Céssar era de grant corazón e lo fue en este fecho" (GE5, ms. R, f. 195v).

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de Plinio (23-79 d. C.) 17 , el Breviarium de Eutropio (s. iv d. C.) continuado por Pablo Diácono o Historia romana (s. vm d. C.) 18 , la Historia regum Britanniae de Geoffrey de Monmouth (s. xn) 19 y el Libro de los itinerarios y de los reinos (Kitab al-masalik wa al-mamalik) de A b ü Ubayd al-Bakri (s. xi) 20 . Con total seguridad, según deja deducir la forma de citar esas obras a lo largo de toda la General estoria, los manuscritos que conocieron los colaboradores alfonsíes de las obras mencionadas estaban ya estructurados en libros y subsecciones numeradas, a las que denominan capítulos, a pesar de que debemos suponer que esa numeración puede ser un aditamento y no necesariamente una herencia genuina de los textos antiguos. U n subgrupo dentro de esta categoría de fuentes estructuradas en libros y capítulos son aquellas obras que se dividen en partes o en edades y, a su vez, en capítulos numerados. Es el caso del Pantheon de Godofredo de Viterbo (s. xn), dividido en veinte partes 21 , y el Chronicon Mundi (h. 1238) de Lucas de Tuy, al que se refiere por edades y por capítulos dentro de cada edad 22 . Estructurado 17

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"Sobr'este departimiento cuenta Plinio en el dozeno capítulo del quinto libro de la Natural Estoria" (GE1, f. 77v); "E lo cuenta Plinio en el xxvn capítulo del x libro, ó fabla de las naturas d'estas cigüeñas e de las otras animalias que buelan" (GE1, f. 14Ir); "Dize Plinio en el trezeno capítulo del cuarto libro de la Natural Estoria ó fabla de las islas entre las otras tierras" (GE2, fol. 64v); "Cuenta Plinio en el ochavo libro de la Natural Estoria en el ochavo capítulo que el delfín es más ligero pez que otros" (GE4, f. 19r); "Dize así Plinio en el veinte e siete capítulo del su seteno libro de la Natural Estoria que commo quier que grande es el alabanza de Jullio César ..." (GE5, ms. R, f. 184r). "Assí como cuenta la Estoria Romana en el primero capítulo del segundo Libro, los sampnites yazién medianeros entre los picenes e Champaña e Apulla" (GE4, f. 241v); "Cuenta la Estoria de Roma en el primero capítulo del seteno libro que mataron los de vando de Ponpeo a Jullio Céssar" (GE5, ms. R, f,189r). "Cuenta la Estoria de las Bretañas en el LV capítulo del primero libro que Brennio pues que se vio muy apoderado de Italia e de Roma" (GE4, f. 72r). "Et diz en el XXIII capítulo de la Estoria de Egipto, e un sabio que ovo nombre Aben Abet e otros con él" (GE1, f. 78v); "Et de las costumbres de Ismael dize Abul Ubeit el arávigo en el capítulo de Abraham" (GE1, f. 61v); "Pues cuenta Abul Ubeit Abda Allah, fijo de AbdaAlbaziz Albacrí, en el XXI capítulo de su libro sobre'lnascimiento de Abraham" (GE1, f. 36v). "segund que dize d'él maestre Godofré en la setena parte del Panteón" (GE1, f. 3 Ir); "Maestre Godofré otrossí cuenta en la dezena parte del Panteón en el cuarto capítulo que Troya fue comentada a seer cercada de muros con menas en tiempo de Josué, cabdiello de Israel" (GE2, f. 59v); "E cuenta ende Maestro Godofré en el XXV capítulo de la quinzena parte del libro Panteón que los suevos" (GE4, f. 164v). "En este logar fabla ell obispo Lucas en el quinto capítulo de la segunda edad, en la razón de la imagen que el rey Niño fizo a Belo su padre" (GE1, f. 40v); "En aquella sazón, segund que dize ell obispo Luchas en el segundo capítulo de la tercera edad, ayuntó Esaú las yeguas a los asnos" (GE1, f. 119r); "Onde don Lucas de Tuy departiendo cuantas fueron las trasmigraciones de los liñajes de Israel dize en el postremero capitulo de las

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de Alfonso X el Sabio

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en seis edades, c o m o herencia de San Isidoro, el Chronicon está en realidad organizado en tres libros, pero esa distribución no fue la reconocida por los compiladores alfonsíes. 3.2.2. Fuentes solo estructuradas

en libros

numerados

U n segundo grupo de fuentes está integrado por aquellas que se conocieron en sus divisiones originales en libros, pero sin ulterior segmentación en capítulos. Este grupo está constituido, por ejemplo, por las Metamorfosis de Ovidio (43 a.C.-17 d.C.), divididas en 15 libros 23 , o la Farsalia de Lucano (39-65 d.C.), en diez 24 . 3.2.3. Fuentes que se conocen organizadas

en capítulos

no

numerados

Existe un tercer grupo de fuentes que desconocen cualquier partición numerada en libros o capítulos, pero a las que se remite por "capítulos" identificados por el contenido: los títulos. La fuente estructural más importante de la General estoria que se integra en este tipo es la Historia scholastica (1169-75) de Pedro Coméstor 25 , que, en efecto, parece haber sido conocida segmentada en capítulos

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razones de la quinta edad que..." (GE4, f. Ir); "Mas diz don Lucas de Tuy en el cuarto libro de las razones de la segunda edad que al primero rey d'aquel regno de septentrión que'l dixieron Taño, e all otro rey que vino empós aquel que'l llamaron Niño" (GE4, f. 252v). "E aun segund cuenta Ovidio en el primer libro de los quinze del su Libro mayor, que los llamava y gigantes, su voluntad era de échar ende a los dioses" (GE1, f. 18r); "Onde cuenta Ovidio en el Libro de las generaciones de los dioses de los gentiles e de los otros sus príncipes de la grant guisa que..." (GE2, f. 75v); "Mas contra esta razón de Cadmo e de sus bien andanzas diz Ovidio en el tercero del so Libro mayor" (GE2, f. 108r); "Et rogo luego a Neptuno, dios de las aguas, segunt sos gentiles que era su tío, segunt diz Ovidio en el cuarto libro del so Libro mayor" (GE2, f. 176r). "Cuenta Lucano en el dozeno libro de las batallas de los cibdadanos de Roma" (GE1, f. 49r); "Aquí se acaba el primero libro de Lucano en que fabla de las batallas de Jullio Céssar e de Ponpeo el grande e de los otros nobles de Roma. Aquí comienzan los títulos de las razones que en este segundo libro fabla e dize..." (GE5, ms. R, f. 12r). Aunque se traducen los argumenta, nunca se mencionan divisiones capitulares de la fuente. "E cuenta ende maestre Pedro en su Estoria en el capítulo de las generaciones de Adam que descubrió ende allí a Metodio la verdat nuestro Señor Dios por espíritu santo" (GE1, f. 16v); "assí commo dize maestre Pedro en el capítulo ó fabla dell ordenamiento de los fijos de Noe e de Nemprot, que falló este Yonito la ciencia de la astronomía" (GE1, f. 17r); "e esto assí lo otorga maestre Pedro en la estoria en el capítulo que viene primero después del de Sem e de la su generación" (GE1, f. 35v); "Et departe maestre Pedro en este logar sobr'esta razón" (GE2, f. lOv); "E diz maestre Pedro que tovo la tierra sábado muchos años assí como profetara Jeremías e folgo" (GE4, f. 7v); "Assí cuerno cuenta maestre Pedro allí do departe las generaciones de los padres de la vieja ley, e fabla y del rey Sedequías e adelant de algunos de los reis gentiles" (GE4, f. 39v); "Onde aduze

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Ordóñez

con epígrafes descriptivos. También en este grupo deben citarse las Etimologías (627-630) de San Isidoro, de las que parece haberse utilizado únicamente el libro XIV dedicado a la geografía 26 . Probablemente a este tipo pertenezca también la Histoire ancienne jusqu 'á César (1213-14) 2 7 . 3.2.4. Fuentes que nunca mencionan

segmentaciones

textuales

Forman un cuarto grupo aquellas fuentes en las que nunca se hace alusión a su división en libros o capítulos. En esta categoría puede incluirse la llamada Estoria caldea de Alguazif (quizá de Ibrahim Ibn Wasif Sha al-Misri, s. xm) 28 , el resumen de Justino (s. iii d. C.) de las Historias Filípicas de Pompeyo Trogo (s. i d. C.) o Epitoma Historiarum Philippicarum, nombrado como Estoria de Assiria29, la Historia depreliis (s. x) (recensión J2) (s. xii) 30 , las Heroidas de Ovidio 31 y la Historia Gothica (1243-1246) de Rodrigo Ximénez de Rada 32 . El hecho de que no se aluda a ellas por capítulos no implica que estos no existieran, ya que el respeto a las divisiones capitulares de la fuente puede reflejar indirectamente

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maestre Pedro enxiemplos de unos que la quisieron traslaudar como vos contaremos, e dize assi" (GE5, ms. Z, f. 96v). "Segunt cuenta sant Esidro en el libro de las Etimolegias en el capítulo de las islas" (GE2, f. 65v); "Et cuenta el Libro de las provincias en el capítulo de África, ó fabla d'esta tierra de Libia" (GE2, f. 21 Or). "Et aun d'otra guisa segunt pone la Estoria de Troya en el primero capítulo" (GE2, f.61v). Los capítulos estaban titulados en el original francés. "Regnava estonces en essa tierra de Filistin un rey que llamavan Pamat, segund cuenta la Estoria caldea" (GE4, f. 4r); "E cuenta en aquella Estoria caldea de Alguazif que segund dizen unos esto fue después de la visión que vio el rey Nabucodònosor quel soltó Daniel" (GE4, f. 28v). "D'este príncep Pisístrato cuenta d'esta guisa la Estoria de Assiria" (GE4, f. 72r); "D'estas e de otras batallas muchas más que las que avernos dichas que se fizieron entre aquellas yentes, cuenta aquella Estoria de Assiria" (GE4, f. 181v). Sin embargo, las Historias filípicas estaban estructuradas en 44 libros, estructura que respetó su compendiador Justino. "Assi como esta Estoria del rey Alexandre el grand departe. E cuenta en esta Estoria que el so rey Neptanabo que fue varón sotil e engañoso e muy sabio en la astrologia, que es el saber de las estrellas" (GE4, f. 206r). "Onde fue ella después querellosa d'él yl envió su epístola, como la dize Ovidio en el Libro de las dueñas, de que dizen d'esta guisa los primeros dos viessos en latín" (GEI, f. 286r). "Mas aquellas partidas de la tierra que las generationes de Jafet vieron aun las fallamos departidas de don Rodrigo, arpobispo de Toledo, e d'otros muchos sabios que acuerdan con él e dichas por algunos otros nombres que non los que avernos ya contados. Onde las queremos agora aquí dezir d'aquella guisa que el libro dell arzobispo las diz" (GEI, f. 23r).

Ordinatio y compilatio en la prosa de Alfonso X el Sabio

265

su existencia. Así sucede, por ejemplo, cuando se adapta la Historia Gothica y se respetan sus cortes de capítulo.

4 . CONCLUSIÓN

Los criterios empleados para dividir y combinar las fuentes en una nueva estructura resultan ser, pues, cruciales para entender la relación con los modelos. Es bien sabido que las rupturas discursivas, las pausas o cualquier tipo de segmentación son un procedimiento de conferir importancia al elemento situado en la posición inicial tras la solución de continuidad, elemento que con frecuencia recibe el nombre de tópico, esto es, "aquello de lo que se habla". Así, por ejemplo, los párrafos, unidades psicológicas, y no solo formales, que presentan en posición inicial el llamado "tópico del párrafo". O, de la misma manera, el tópico oracional, a veces identificado con el sujeto, siempre situado en esa misma posición (cf. Elvira 1997, González Cobas 2001). La fragmentación del corpus prosístico alfonsí, analizada desde esta perspectiva, confiere una especial relevancia a los contenidos que se eligieron para titular cada uno de los capítulos. Desde un punto de vista discursivo, la posición inicial de los títulos nos asegura que los contenidos en ellos aludidos son los que se juzgaron fundamentales y que, por tanto, son los que asignan relevancia al conjunto del capítulo justificando su existencia como unidad diferenciada. En ocasiones, la estructura capitular pudo estar heredada de los modelos, sobre todo cuando se traducía o utilizaba una única fuente. Pero ese hecho no debe ocultar que en la creación del corpus alfonsí subyace un principio superior al respeto por los modelos: aquel que obligaba a articular el texto en capítulos convenientemente rotulados. Aunque se respete la división capitular de la fuente, los títulos de los capítulos no son, por lo general, heredados sino de factura alfonsí. Además, la mayor parte de las veces la nueva ordinatio conferida a los contenidos se relaciona con la combinación o compilatio de varias fuentes y hace nacer, por ello, un texto que rompe en realidad con ellas para proponer un modelo enteramente nuevo. Podemos concluir que la segmentación es uno más de los procedimientos que se manejaron para incorporar las fuentes a la lengua romance y que es tan significativo respecto de su resemantización como lo pueden ser otros tipos de transformaciones. No queda sino que la valoremos como una parte del proceso de asimilación (y evolución) de los modelos latinos o árabes en las lenguas vernáculas.

266

Inés

Fernández-Ordóñez

5 . BIBLIOGRAFÍA 5 . 1 . RELACIÓN DE FUENTES33

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En la lista incluyo solo aquellas fuentes que he citado literalmente en el presente trabajo.

Ordination compilatio en la prosa de Alfonso X el Sabio

267

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Estelle Maintier-Vermorel FUERO JUZGO: UNA TRADUCCIÓN AL SERVICIO DE LA GÉNESIS DEL ESTADO MODERNO

Dada su situación de encrucijada entre Europa y el mundo árabe, Castilla tuvo un papel particularmente importante en el marco de las actividades de traducción durante la Edad Media, ya fueran traducciones del árabe o del griego al latín, o bien del latín a las lenguas vulgares. Hoy en día se han llegado a conocer bien dos "escuelas", dos períodos: la famosa Escuela de Toledo (desde 1130 hasta 1187) y los talleres de Alfonso X (desde 1252 hasta 1287)1. Sin embargo, entre estos dos períodos parecería que tales actividades de traducción disminuyeran casi hasta desaparecer2, como si hubiera una especie de pausa entre los años 1188 y 1251, que englobaría todo el reinado de Fernando III. Se ha comprobado que las obras científicas árabes que formaban la materia principal de la Escuela de Toledo no se traducen mucho entonces, y tampoco se había empezado la obra de recopilación histórica en lengua vulgar que iba a ocupar a una parte de los colaboradores de Alfonso X. No deja de ser interesante por eso el estudio de la traducción durante aquellos años; quizás solo se necesite mirar hacia otro tipo de traducción, una traducción más directamente política. Se trata en realidad de una traducción de índole mayoritariamente legislativa y que representa un punto de partida para el traslado de los textos oficiales del latín al romance. Por eso quisiera ahora interesarme en la primera y sin duda la mayor de ellas, o sea, el Fuero Juzgo, un texto que, dada su importancia como eslabón en el desarrollo de la lengua española, ha sido a menudo objeto de estudio lingüístico, pero pocas veces se ha abordado desde un punto de vista realmente histórico y político. Trataremos aquí de exponer entonces el caso de esta traducción y adaptación de un texto latino visigodo; un modelo que, al representar una autoridad en su ámbito, otorga al texto en lengua vulgar su legitimidad. Sin embargo, esta traducción ofrece sobre todo una base ideal para 1 2

Adoptamos aqui las fechas de Clara Foz (1998: 18). Foz 1998: 18: Entre ces deux périodes, les activités de traduction ne cessèrent certes pas complètement, mais l'immensité du territoire reconquis parles chrétiens entre 1210 et 1250 [...] témoigne des priorités des responsables politiques de l'époque. Aux années d'intenses activités scientifiques succèdent des années de conquête.

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una reelaboración discreta del contenido que acaba siendo una manipulación con fines políticos. Ahora bien, no haremos aquí la crónica del Fuero Juzgo y tampoco de su modelo latino, el Liber Judiciorum. Solo recordaremos que se trata de un conjunto de leyes en lengua vulgar, otorgado por primera vez en 1241 a la ciudad de Córdoba —antigua capital del califato conquistada poco antes y, por lo tanto, portadora de un alto valor simbólico— antes de ser extendido a muchas otras ciudades reconquistadas. Se presenta como la mera traducción de otro conjunto de leyes, escrito en latín, el Liber Judiciorum, una recopilación que adoptó su forma más o menos definitiva a finales del siglo vii, y se podría describir como la quintaesencia de dos siglos de elaboración jurídica en la España visigoda. La redacción de dicho Fuero Juzgo se emprendió a partir de una decisión de Fernando III, y se trató de una decisión de capital importancia ya que constituyó uno de los primeros intentos de unificar jurídicamente el reino, en una época clave, como ya se sabe, de unión entre Castilla y León y también de gran extensión del territorio, debido a la Reconquista. La elección de este modelo latino no debe sorprender, y puede parecer muy lógica y ampliamente justificada. Por una parte, podemos mencionar la gran semejanza de los contextos históricos en que nacieron los dos textos. La unificación legislativa del Liber, reflejo de un deseo de unificación étnica y territorial, entre godos y romanos, después de haberse librado la Península de la influencia del Imperio bizantino, puede de hecho aparecer como el eco de una Castilla que, al fusionarse con el reino de León y a punto de llevar a cabo la Reconquista, tenía que hacer frente a la mezcla de leoneses y castellanos, pero también de mozárabes y mudéjares. Por otra parte, como todo poder necesita legitimarse —y este no escapa a esta regla—, esta legislación antigua y por añadidura de origen visigodo, que procedía de la gloriosa y legendaria estirpe de los soberanos, podía tener de por sí el prestigio y la autoridad suficientes para sustentarse en ella. Se le añadía, además, la autoridad de la Iglesia a través de los Concilios de Toledo, en los que habían nacido estas leyes. Y para terminar, el Liber había conseguido sobrevivir de manera más o menos latente incluso tras la caída del reino visigodo —sobre todo en las comunidades mozárabes— de tal modo que no se trataba de un texto legislativo totalmente nuevo y ajeno al pueblo. Sin embargo, ¿por qué entonces haber corrido el riesgo de disminuir tal legitimidad al traducir el texto? La medida podría interpretarse, en un primer nivel de lectura, como el deseo de hacer el texto más inteligible para el vulgo, y a lo mejor no debemos descartar la influencia de esta razón en la decisión real. Además, el hecho de que el texto sea accesible a todos puede entenderse como una seña más de la voluntad de unificar el reino y no en balde se escribió en la lengua que se convertiría poco a poco en la lengua dominante de Castilla. Pero tal vez

Fuero Juzgo

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no sea esta una razón suficiente para explicar tal decisión, sino el pretexto que permitía esconder otra ventaja que se le podía sacar a la traducción. En efecto, el hecho de traducir y retocar el texto ¿no permitiría también adaptarlo? tanto más cuanto que eso, en cierto modo, forma parte, de manera intrínseca, de toda operación de traducción y fácilmente hubiera podido ser imputada a esta si fuera preciso3. También, al respecto de tal adaptación, podemos añadir que parece poco probable que un soberano preocupado por la legislación y la estabilidad de su pueblo como fue Fernando III4 hubiera promulgado, sin adaptarlas, leyes con más de cinco siglos y evidentemente poco ajustadas a las realidades de la época. De hecho, al leer el Fuero Juzgo aparece una multitud de cambios, de divergencias que separan el Fuero de su modelo latino. Muchos se han quejado ya de eso, y han visto en tales cambios la prueba de una traducción poco fiel y de mala calidad, como, por ejemplo, Samuel Parson Scott quien escribió: This translation, [...] is incomplete, incorrect, and unsatisfactory. It contains many omissions and substitutions; the meaning of the sentences, in many cases, is not even approximately given; the proper ñames seem to have originated in the fertile imagination of the monkish translator; and, not infrequently, interpolations, derived from some unknown source, have entirely usurped the place of the original text. (Scott 1910: XXV)

Pero, por lo contrario, habría que celebrarlo, porque el interés de esta traducción tal vez estribe precisamente en su carácter insatisfactorio. Tampoco debemos imaginar que la diferencia entre los dos textos sea tan evidente. Si a veces unas leyes desaparecen, mientras que otras se añaden, eso no constituye la mayor parte de las divergencias, ni mucho menos. Las modificaciones tenían que hacerse con discreción y moderación si el Fuero tenía que beneficiarse de su amalgama con el Liber. Por lo menos aparentemente, tenía que constituir una traducción bastante fiel. De ahí la necesidad de abordar estos textos con la mayor atención posible al detalle para descubrir esas divergencias que podrían interpretarse como meras nimiedades a primera vista, pero cuya acumulación no permite que se ignoren. Es entonces cuando los cambios se revelan no solo numerosos sino también más o menos sistemáticos y parecen girar siempre alrededor de los mismos temas. Y eso, en realidad, es lo que acaba por cambiar de manera significativa el sentido del texto. A partir de estas observaciones se plantean los problemas siguientes: ¿hasta qué punto este texto pudo ser transformado durante su proceso de traducción 3 4

Por supuesto, nos referimos al topos de la traducción-traición. Esta es una de las facetas de Fernando que se han subrayado en las recientes investigaciones. Cf. Manuel González Jiménez (2006).

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y en qué dirección? Y además: ¿cómo saber si tales cambios se deben atribuir al proceso mismo de traducción, como adaptación inevitable de un idioma a otro, a transformaciones de tipo involuntario5 o bien —y eso parece más interesante— a una voluntad sistemática de cambio orientada por la ideología del comanditario6? No tendremos la posibilidad en este artículo de repetir los procesos que tal estudio implica. Nos conformaremos con decir aquí que el análisis se ha basado en una comparación minuciosa de los preámbulos de ambos textos —por ser ahí donde más se concentra la reflexión política en los conjuntos—. En efecto, actúan como verdaderos tratados de política, redactados desde el punto de vista de los obispos, alrededor de la definición del papel del rey, de las virtudes que este debe tener, de las pautas de su elección, etc. Dicha comparación se ha realizado a partir de la edición de 1815 de la Real Academia, el Fuero Juzgo en latín y castellano, cotejado con los más antiguos y preciosos códices, que presentaba la ventaja, precisamente por ser fruto del cotejo de numerosos manuscritos, de transcribir las eventuales variantes de los textos. Eso nos ha permitido elaborar una tipología de los cambios presentes entre los dos textos, voluntarios o no, etapa necesaria para dibujar a continuación el panorama de las modificaciones en el pensamiento político. Llegaremos aquí directamente a la conclusión que se puede sacar de esta comparación. Cabe avanzar la hipótesis de que los cambios debidos a la dificultad del proceso de traducción o a transformaciones involuntarias, como errores de manuscrito o de comprensión, no son suficientes para dar cuenta de la totalidad de las transformaciones del texto. De ahí que sea lícito suponer que hubo verdaderamente manipulación del modelo latino, y eso a partir de una orientación muy clara, o sea a favor del rey, como veremos. Concretamente, las divergencias respecto al modelo parecen concentrarse siempre en la misma cuestión: lo que está en juego es el fortalecimiento del poder real, y mayoritariamente en detrimento de la Iglesia. En resumidas cuentas, se trata de un fenómeno que podría constituir las primicias de lo que se suele denominar la génesis del Estado moderno, según la definición que recuerda, por ejemplo, José Manuel Nieto Soria:

Con el término "involuntario" queremos hacer referencia a transformaciones susceptibles de ser atribuidas a errores de transcripción, olvidos o problemas con los manuscritos, y eventualmente a incomprensiones por parte del traductor. Empleamos aquí el término neutro de "comanditario", y a veces nos contentaremos con mencionar el nombre de Fernando III. Con esto queremos subrayar la influencia que la ideología real en vigor tuvo en la traducción y no avanzamos nada acerca de la intervención directa del rey. Tampoco conocemos la identidad del traductor o de los traductores y la índole exacta de sus relaciones con el gobierno.

Fuero Juzgo

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Tal proceso evolutivo tiene como uno de sus aspectos más característicos la ostensible ampliación de los recursos de gobierno controlados por el poder monárquico, así como la ampliación de sus competencias y de sus ámbitos de intervención [...] siendo respaldado todo ello por el ostensible incremento y más frecuente utilización de medios de propaganda y legitimación al servicio directo de los intereses políticos del príncipe. [...] Estas nuevas posibilidades de ejercicio del poder político tuvieron también en el ámbito de las relaciones Monarquía-Iglesia uno de sus campos más significativos de expresión, siendo el conjunto de la Baja Edad Media un momento de importante esfuerzo por parte de las diversas monarquías occidentales en orden a poner bajo su preeminencia a la Iglesia de su reino. (Nieto Soria 1993: 18-20)

Por lo tanto, el Fuero Juzgo podría ser considerado a la vez como el eco de los cambios políticos emprendidos bajo el reinado de Fernando III y una propaganda para legitimar tal estado de hecho. Intentaremos entonces dar cuenta de la presencia, en el preámbulo, de dos puntos principales en los que el Fuero se aparta de su modelo: el fortalecimiento de la posición soberana del rey como gobernador legítimo y actor político, y, derivado de este, el debilitamiento del poder de la Iglesia y la nueva definición de sus relaciones con la monarquía. Así, el fortalecimiento de la posición regia se hace mediante varios elementos. Primero, pasa por el despliegue de la presencia del soberano en el preámbulo. Lo podemos constatar por ejemplo con el refuerzo del título de rey a través de una reducción del léxico que tiende a hacer desaparecer casi siempre el término de princeps en beneficio del de rey (ejemplo l 7 ), o bien a través de un proceso de amplificación que consiste en desdoblar este término de rey (ejemplo 2). En segundo lugar, dicha empresa de fortalecimiento implica la desaparición o la disminución de lo que podría debilitar el poder del rey. Esta es sin duda la razón por la que toda referencia a nociones como la usurpación o la sedición se ve neutralizada, muy a menudo por el empobrecimiento del léxico y el trueque por términos más neutros, o por una mera desaparición de los términos (ejemplo 3). Y en este marco, de manera excepcional, también podemos constatar que el título de príncipe se conserva, como si no se quisiera manchar el de rey. Además, presenciamos una hipérbole omnipresente alrededor de la persona del soberano, de sus virtudes, de su gloria, etc. Para eso, el traductor se vale de un proceso cuyo empleo fue notado también en la obra de Alfonso X por

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No podremos reproducir aquí el detalle de los análisis de los ejemplos. Sin embargo, proporcionamos en los anexos los pasajes exactos susceptibles de servir de muestra para el tipo de cambio mencionado. Los números de los ejemplos corresponden a los números de los anexos.

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Georges Martin8, es decir poner en escena un personaje histórico, modelo ideal del soberano, que se identifique con el soberano actual. En este caso se trata de Sisenando, autor supuesto del Liber —el paralelo con el comanditario del Fuero resulta bastante fácil. Las virtudes de este se ven así puestas de relieve mediante el añadido de numerosos cuantificativos— "gran" o "muy" por ejemplo (ejemplo 4). Se podría señalar además que el Fuero hace particularmente hincapié en dos virtudes, la mesura y la piedad, ya con un desdoblamiento del término latino (ejemplo 5), ya en detrimento de otras nociones que desaparecen, como la mansuetudo o la clemencia (ejemplo 6). De este modo el texto puede insistir, por una parte, en una virtud caballeresca que concuerda con un rey moderado, legislador, que busca la estabilidad en su reino, y ya no guerrero —tal y como lo fue Fernando III tras sus conquistas—, y por otra parte, en la virtud que permite iniciar el establecimiento de un vínculo con Dios. De hecho, la piedad es la que aparece como virtud primordial del soberano en el Fuero. Tiene la misma doble dimensión que en el Liber —hacia Dios y hacia los hombres9—, pero lo interesante es que se vuelve también la virtud característica de Dios en el Fuero (ejemplo 6) y permite esbozar de este modo un paralelo con el rey. Eso nos lleva al segundo elemento de fortalecimiento de la posición del rey, o sea la legitimación divina de la realeza y la instauración de una concepción dinástica de la monarquía. Por ejemplo, en el Fuero, parece que el rey no tiene que dar cuentas a nadie sino a Dios. Así, una noción tan importante como la del jucio del pueblo está totalmente censurada (ejemplo 7) y solo a Cristo le corresponde castigar al tirano. Esto está asociado con el hecho de que, en el Fuero, el rey adquiere una relación más directa con Dios, ya sea por el cambio de la disposición de las proposiciones en el seno de una frase que permite que el rey se sitúe al mismo nivel que Dios (ejemplo 8), ya sea por la aparición del título Sennor, aplicado a Dios, pero que se relaciona fuertemente con un título que se podría dar al rey (ejemplo 9). Se podría añadir también la aplicación de ciertos recursos tanto a Dios como al rey —mientras de esto se ven excluidos los obispos, como

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Martin 2003: 9: Ahora bien, la actualización del pasado a fin de ensalzar actos o promover ideales del presente puede efectuarse con más disimulo, y residir, no ya en la repetición manifiesta de tal o cual gesto, sino en una asimilación implícita de conceptos o sistemas de valores. Una posibilidad entre muchas es la de dar énfasis a protagonistas que corresponden al modelo del buen gobernante tal como lo concibe el Rey Sabio. De hecho si nos referimos a la definición dada por Martín Alonso (1986), piedad es un término que aparece en el siglo XII y significa "virtud que inspira por el amor a Dios tierna devoción a las cosas santas; y por el amor al prójimo, actos de abnegación y compasión".

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veremos— como el hecho de añadir, en las proposiciones que les conciernen, verbos de voluntad (ejemplo 10). Por lo tanto, podríamos decir que presenciamos un acercamiento entre Dios y el rey que viene a legitimar el poder real; se pone de realce aquí lo que cabe llamar la idea del vicariato divino. Esta idea no estaba totalmente ausente del Liber pero se intensifica con el establecimiento de un vínculo más directo y que prescinde mucho más de la mediación eclesiástica. Sin embargo, otra vez, solo se trata de las primicias de tal fenómeno, y podríamos decir que constituyen la transición hacia la etapa siguiente que es la de la obra de Alfonso X10. Por otra parte, el fortalecimiento de este vínculo divino se ve acompañado en el Fuero por otros —esta vez hacia abajo— con la nobleza, el pueblo y la tierra. Estos se hacen principalmente al añadir numerosísimos posesivos (ejemplo ll) 11 . Viéndose el rey encargado por Dios de gobernar el reino, de aquí en adelante, nobleza, pueblo y tierra están colocados bajo su responsabilidad directa y en cierto modo le pertenecen. En cuanto a la nobleza, en particular, el vínculo estrecho con esta y su obediencia forman una condición sirte qua non a la estabilidad del poder regio. Podemos concebir que eso pueda aparecer como un elemento esencial bajo el reinado de Fernando III cuando consideramos por ejemplo los comienzos agitados de este12. En cuanto a la tierra, la reafirmación de su posesión directa acarrea otra consecuencia importante por convertirla, en cierta medida, en un bien de índole patrimonial —y ya no transitoria como lo era en la concepción visigoda— y

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Para apoyar esta idea, podemos señalar por ejemplo el caso de la etimología del término de rey. En el Fuero (Real Academia 1815:1), dicha etimología respeta absolutamente la del Liber que, a su vez, es la mera transcripción de un pasaje de las Etimologías de San Isidoro de Sevilla: "Ca los reys son dichos reys, por que regnan, et el regno ye lamado regno por el rey". Se contenta con poner en relación el título de rey con el hecho de reinar —por eso, el que reinara de manera indigna no merecería el nombre de rey—. En cambio, en las Siete Partidas (II, I, 6), a esta primera afirmación, "Rey tanto quiere dezir, como regidor", se añade otra que bien muestra el avance realizado a nivel ideológico entre los dos textos: "E señaladamente tomo el Rey nome, de nuestro Señor Dios ; ca assi como el es dicho Rey sobre todos los Reyes, porque del han nome, e los govierna, e los mantiene en su lugar en la tierra" (Berní y Catalá ed., 1767: 9).

"

Cabe matizar aquí esta afirmación porque es verdad que en latín los posesivos suelen emplearse con menos frecuencia. Pero creemos sin embargo que en ciertos casos su presencia en el Fuero no se debe atribuir a un mero cambio de idioma y puede tener consecuencias en el sentido de la frase, como es el caso en particular con el ejemplo 11. Se podría hacer referencia aquí a algunos casos donde Fernando III tuvo que imponerse frente a sus nobles: el conflicto con Alvaro de Lara que se alió con Alfonso IX de León en 1217, o también el enfrentamiento con Rodrigo Díaz de los Cameros en 1220, y la rebelión de Lope Díaz de Haro, alférez del rey, en 1235. Sobre esto, cf. M. González Jiménez (2006: 95).

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afectar así la cuestión de la sucesión y de la capacidad del rey para intervenir en ella y nombrar a su sucesor. Eso puede confirmarse, otra vez, con la presencia de posesivos delante del término successores (ejemplo 12) o también con la desaparición de reglas específicas referentes al derecho del primogénito (ejemplo 13) en la sucesión del rey —sucesión que concierne, en el Liber, a los bienes del rey como individuo y excluye el reino—. Lo mismo se puede constatar en algún que otro desplazamiento de sentido más importante entre modelo latino y texto en lengua vulgar; por ejemplo podemos leer en el Fuero que los hijos del rey no deben ser despojados de "so regno" (ejemplo 14). Pasamos aquí, poco a poco, de una concepción electiva de la monarquía a una concepción dinástica, y si la cosa no es tan tajante todavía en el Fuero, por lo menos la distinción muy nítida del Liber entre sucesores al reino y herederos de los bienes personales del rey ya no resulta tan clara. Por lo demás, este principio dinástico ya había sido ratificado desde hacía mucho tiempo en la época de redacción del Fuero, y se remontaba al siglo x. Por eso, parece que el interés principal del Fuero, en lo concerniente a la sucesión, no radica en reflejar la aparición del principio hereditario, sino en la recuperación parcial de la concepción visigoda de la monarquía en cuanto a la indivisibilidad del reino —y es aquí donde la explotación del modelo latino juega plenamente su papel—. De hecho, las divergencias no afectan a los pasajes del texto donde se trata de afirmar la unidad del reino y de prohibir su división. En efecto, este es un principio que parece cuadrar más con los acontecimientos que se produjeron durante el reinado de Fernando III, con la unión de Castilla y León y los territorios reconquistados que fueron transmitidos en su totalidad a Alfonso X. Además de estos cambios, muchas divergencias pretenden aparentemente imponer al rey como verdadero actor en la escena política y no solo como mero espectador. Así se afirman en el Fuero su capacidad de actuar y decidir, mientras esto se reservaba más bien, en el Liber, a los obispos. Por ejemplo, la escena de apertura del Concilio que aparece al principio del preámbulo se ve cambiada de modo que el rey parece tomar asiento físicamente entre los obispos y entrar en su círculo. Sin embargo, sabemos que en el Liber no era el caso, ya que se trataba de la escena del tomus regius, en que el rey, según la tradición, simplemente se presentaba para rogar a los obispos que mejorasen las leyes, antes de retirarse (ejemplo 15). Igualmente el rey se vuelve a veces activo, en el sentido estricto de la palabra, al recuperar el papel de sujeto mediante un cambio de personas en la frase (ejemplo 16) o al perder la pasividad implicada por la voz pasiva en latín (ejemplo 17). Se debe añadir sobre todo una insistencia fuerte en la voluntad real gracias a un enriquecimiento del léxico con verbos de voluntad (ejemplo 15), y al desdoblamiento de ciertos verbos que describen las acciones del soberano (ejemplo 18). Finalmente, se levanta toda ambigüedad a propósito de la impli-

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cación del rey en algunas decisiones en el Fuero explicitando los pronombres ejus (ejemplo 19). Como queda demostrado, aunque sea mediante transformaciones bastante pequeñas, los poderes del rey resultan acrecentados de manera muy recurrente en el texto castellano, ya sea a través de un despliegue de su simple presencia, de su vínculo con Dios o de sus acciones efectivas. Ahora bien, amplificar la presencia del rey y su campo de acción no podía sino invadir el ámbito de los demás poseedores del poder. El más poderoso de estos, la Iglesia, se convierte en el blanco principal (Nieto Soria 1993: 19-20). Sin embargo, no hay que pensar que la Iglesia quede completamente relegada a un papel menor. Las relaciones cambian y eso implica un abandono, por lo menos parcial, de la concepción isidoriana del poder que estaba en el centro del Liber, pero también acarrea la reafirmación de un equilibrio, un apoyo mutuo entre Iglesia y realeza. En efecto, cabe notar que los cambios entre Liber y Fuero que afectan al rey y a la Iglesia parecen funcionar de manera simétrica, y según dos modalidades. Primero, pueden ser simplemente la consecuencia de las transformaciones que favorecían al rey: no tocan directamente a la Iglesia, pero de manera lógica la afectan. Así, los recursos que ponen en paralelo a Dios y al rey —por ejemplo a través de la transformación del orden de las palabras en la frase— tienden a relegar a los obispos a un segundo plano, simplemente porque su nombre se ve alejado del de Dios y viene después de el del rey (ejemplo 8). El aumento de la presencia del rey en el campo espiritual y divino introduce naturalmente una competición con la Iglesia; sin embargo, es en lo temporal donde se concentran los cambios. De hecho, hemos visto que el rey adquiría una posición cada vez más activa, que había sido en el Liber privilegio de los obispos; desde otro punto de vista, ese proceso corresponde lógicamente a una disminución del poder de los obispos. Así, cuando se explícita el pronombre ejus, (ejemplo 20) la voluntad pasa a ser ante todo la del rey, antes de ser la de la Iglesia. Igualmente, ya que en el preámbulo la palabra siempre pertenecía a los obispos, un cambio en la enunciación puede implicar una delocución de los obispos en el discurso (ejemplo 21). Eso concierne particularmente a la paternidad de las leyes que, en cierta ocasión —pero no siempre es el caso—, se ve trasladada de los obispos al rey, al decir por ejemplo que de los príncipes nacen las leyes (ejemplo 22). En segundo lugar, también existen cambios aplicados directamente a los representantes de la Iglesia. Así, otra vez de manera perfectamente simétrica, podemos constatar un debilitamiento del papel de la Iglesia mediante los recursos que se aplicaban al rey y que se emplean aquí exactamente al revés: actúan como la cara negativa de los que hemos visto antes. Tal observación se puede hacer sobre todo a nivel del léxico. En efecto, teníamos un enriquecimiento para poner de realce la voluntad regia, con verbos de voluntad, desdoblamien-

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tos, etc., mientras que para los obispos, en el Fuero, se emplea de manera casi permanente el verbo facer (ejemplo 23), que los convierte, de cierta manera, en meros ejecutantes. Lo mismo ocurre con la figura de amplificación que se empleaba para el rey, añadiendo términos que no aparecían en el modelo latino para ensalzar sus virtudes por ejemplo. Al contrario, muchos términos relativos a la Iglesia desaparecen totalmente. Al respecto, quizás haya algo particularmente significativo en el hecho de que esto pueda precisamente aplicarse a algunos términos puestos de relieve para el rey —por ejemplo la diligencia (ejemplo 24)—. En alguna que otra ocasión, ciertos elementos del Líber, muy simbólicos para la Iglesia, pueden ser censurados, lo que, por lo tanto, puede representar ya no nimiedades sino cambios profundos. Así, la supresión de la imagen de la espada de fuego que permite a los obispos remediar los sufrimientos de los hombres (ejemplo 25), por tratarse de un símbolo tan fuerte y tan parecido a la imagen de las dos espadas que rige las relaciones entre Iglesia y realeza, parece susceptible de tener un impacto importante. Por consiguiente, tales cambios parecen muy organizados y concentrados alrededor de temas demasiado importantes como para no ser fruto de una manipulación voluntaria del texto. Además, parecen también representar un reflejo demasiado fiel de los cambios occurridos bajo el reinado de Fernando III como para no sugerir la influencia de la ideología del comanditario real por detrás de esa manipulación. Acerca de estos datos históricos, no nos extenderemos mucho, en realidad bastaría con remitir a los trabajos de Peter Linehan (1971). Nos contentaremos entonces con mencionar algunas orientaciones de este reinado que puedan confirmar nuestra lectura de la manipulación del Fuero al servicio de la génesis del Estado moderno y como elemento de propaganda regia. De hecho, frente a un Liber representativo del sistema visigodo que, sin ser teocrático, daba a los obispos suficientes poderes como para elaborar las leyes en los Concilios de Toledo, elegir a los reyes, y tener la posibilidad de destronarlos, el Fuero parece ratificar los cambios debidos a la unión de Castilla y León y a la Reconquista. Entre esos cambios los que nos interesan aquí son dos evoluciones que funcionan en paralelo, a saber, otra vez, el aumento del poder del soberano y el relativo debilitamiento de la Iglesia, debido en realidad principalmente a la deuda que esta reconoció tener hacia el rey defensor de la fe. En efecto, Fernando III no vio aumentar su poder solo con la conquista de nuevas tierras, sino también con la obtención de privilegios por parte de la Iglesia. Fue en esto, sobre todo, en lo que su reinado fue precursor. El 20 de diciembre de 1236, Gregorio IX, al escribir estas palabras: "propter quod sic Romanam ecclesiam tibi constituís debitricem"13, y al nombrarle "atleta de Cristo", anun-

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Inc. Si regalis serenitas,

citado por P. Linehan ( 1971: 111).

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ciaba explícitamente que la Iglesia estaba en deuda con Fernando. Esta deuda, la Iglesia la pagó ampliamente, y retomando la fórmula de Peter Linehan, podemos decir que fue pagada al autorizar que el rey se cobrase de la Iglesia nacional (Linehan 1971: 323). Con el ius patronatus1* y aún más, con otras contribuciones financieras, y sobre todo las tercias15, Fernando III supo acapararse de forma definitiva privilegios mayores que se extenderían incluso a sus sucesores. Por supuesto, la simetría funciona también aquí, ya que estos acontecimientos tienen una doble cara. De hecho, la contribución a los gastos de la Reconquista y los privilegios concedidos al rey difícilmente podían dejar a la Iglesia totalmente indemne. Ius patronatos y tercias fueron ventajas ciertas que, con el consentimiento de la Iglesia, pasaron a manos del rey, pero les faltaron cruelmente a los eclesiásticos cuando quisieron a su vez participar en el juego del poder. Así, el iuspatronatus permitió que el rey nombrara en el seno de la Iglesia nacional partidarios suyos, deteriorando desde dentro la capacidad de esta para oponerse a sus decisiones16. En cuanto a las tercias acaparadas por el rey, también representaron la amputación permanente de una fuente mayor de ingresos. Eso acarreó a la Iglesia nacional problemas financieros que solo se vieron resueltos —sobre todo con el reparto de la región de Sevilla— para los más fieles al rey, conduciendo a otros a veces hasta a la bancarrota17. Así cambiaron de manera profunda y definitiva, a raíz del reinado de Fernando III, las relaciones entre los reyes y la Iglesia. Sin embargo, si es verdad que

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El ius patronatus fue concedido por Gregorio IX a Fernando III en 1236 para el territorio de Córdoba, y luego, en 1237 para cada iglesia reconquistada (Linehan 1971: 323). Este privilegio fue recordado después de manera muy clara por Alfonso X en las Siete Partidas (I,V, 18). Las tercias representan sin duda una de las etapas más importantes del cambio en las relaciones entre Iglesia y monarquía. Esta dádiva, otorgada al principio por Inocencio IV a Fernando III, en abril de 1247, como contribución a la campaña de reconquista de Sevilla, representaba en realidad una ayuda puntual y consistía solo en un tercio de las tercias durante tres aflos. De hecho, no hay necesidad de decir que los tres años se eternizaron hasta tal punto que la Corona llegó a considerar esta aportación financiera como una retención normal. Esta costumbre se perpetuó, por supuesto, con Alfonso X y sus descendientes mucho tiempo después de finalizar la Reconquista. "As elsewhere, 'useful' bishops were appointed —useful to the king, that is, not [...] to the pope" (Linehan 1971: 323). Linehan 1971: 113: An analysis of the repartimiento shows that grants of Seville property to churchmen were restricted, almost exclusively, to a group which had its home in the royal chancelry. The recipients represented the Castilian Church only in so far as the Castilian Church had already passed under the direct control of the king. [... ] In contrast to his relatively generous treatment of these presumably well-heeled prelates, the king's remuneration to churchmen from Leon and Old Castile was paltry.

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el fortalecimiento de la realeza se hizo en gran parte en detrimento de la Iglesia, sería falso pretender que esta se vio retirar todos sus poderes. No fue el caso ni en la realidad ni en el Fuero Juzgo y podemos decir que tampoco fue la intención de la realeza. No solo hubiera resultado imposible, sino, es más, hubiera significado para ella ir en contra de sus propios intereses. Por eso, para terminar con la manipulación del modelo latino, lo que podemos observar es más bien la inversión de las tendencias. En el Liber, la Iglesia es lo primero y el monarca ante todo está obligado a jurarle fidelidad y a defenderla. A cambio, los obispos a su vez defienden al rey y a su familia —este punto constituye casi la segunda mitad del preámbulo—. En el Fuero, la Iglesia parece estar perdiendo la primacía que le está disputando el rey, pero no por eso pierde su papel de apoyo a la realeza; este incluso se ve aumentado, lo que podría equipararse a una primera etapa quizás de la visión de una Iglesia al servicio del soberano. Al respecto, cabe notar que, si las divergencias son numerosas y sistemáticas en la primera mitad del preámbulo que está centrada en la definición del rey y de las modalidades de su elección, se vuelven muy escasas en la segunda mitad. Las leyes en que la Iglesia pone su poder al servicio de la protección de la familia real, amenazando con excomulgar a cualquier persona que atentara contra ellos, parecen así cuidadosamente preservadas y fieles al modelo latino. En alguna que otra ocasión, y dentro de este contexto particular, el poder de la Iglesia incluso se halla reforzado. Por ejemplo, se pueden señalar algunos recursos de cambio de persona o de trueque de una forma pasiva por una forma activa, que mayoritariamente se suelen aplicar al rey en el Fuero, y que, excepcionalmente, pasan a aplicarse a la Iglesia cuando se trata de enunciar una ley al servicio de los príncipes (ejemplo 26). Además, de manera general en el Fuero, las demostraciones de deferencia a la Iglesia están acentuadas de modo permanente con el añadido sistemático del adjetivo sancta delante de cualquier mención de la Iglesia (ejemplo 23), lo que corresponde a una forma de reconocimiento de su legitimidad. Por consiguiente, como podemos ver, en el Fuero, la Iglesia en tanto que aliada de la Corona no pierde su importancia, ni mucho menos, del mismo modo que, en tiempos de la Reconquista, Iglesia y rey se habían revelado mutuamente indispensables. Lo que está evolucionando es más bien su modo de cohabitar. En este sentido, el texto tal vez solo esté reflejando la evolución de concepciones que tuvo lugar bajo el reinado de Fernando III. Se trata aquí, como es sabido, de la lucha entre dos tesis —lucha que se puede encontrar por otra parte en las tres grandes crónicas históricas de la época (Martin, 2006)—. Según la primera, el rey es ante todo instrumento y defensor de la Iglesia, lo cual corresponde a la concepción isidoriana —expresada por ejemplo por Lucas de Tuy en la misma

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época—. Según la otra, el rey gobierna por voluntad divina, sin mediación, y la Iglesia tiene que ponerse al servicio de este soldado de Cristo; esta tesis es la del dominium naturale —expresada por ejemplo por Juan de Osma—.Y fue esta última la que poco a poco fue prevaleciendo. Con esto terminaremos, porque decir más sería adentrarse en el dominio más amplio de la elaboración del pensamiento político. Pero, precisamente, a través del ejemplo del Fuero Juzgo, con la explotación aparente de un modelo latino vinculada a la elaboración de la ideología en aquella época, podemos interrogarnos sobre el uso de la traducción en el ámbito político. En efecto, el Fuero Juzgo podría ser una muestra de una faceta de la traducción que no tendría nada que ver con la creación estética o el conocimiento científico, sino con su utilización como instrumento de propaganda; una traducción que se aprovecharía del traslado de textos latinos —quizás textos oficiales en particular, entre los cuales los fueros— para adaptarlos y ratificar las evoluciones políticas de la época.

ANEXOS

Ejemplo l18: ley II, línea 94, "quas ditaverit auctoritas principalis" ley II, líneas 117-118, "si non como mandar el rey" Ejemplo 2: ley I, líneas 36-37, "Reges enim a regendo vocati sunt" ley II, líneas 51-52, "Ca los reys son dichos reys, por que regnan" Ejemplo 3: ley I, líneas 29-31, "in moribus prave usurpata in adversitate vel deceptione principum" ley I, líneas 41-43, "en ñas otras malas costumpnes que son fechas por contraria, et por decibimiento de los príncipes" Ejemplo 4: ley I, líneas 1-2, "Cum (...) diligentia religiossimi Sisenandi regis Hispaniae" ley I, líneas 1-3, "con gran diligencia de Don Sisenando muy glorioso rey d'Espanna" ley I, líneas 15-16, "religiosaprosecutione" ley I, líneas 22-23, "con grant devoción" Ejemplo 5: ley III, línea 151, "moderamine " ley III, líneas 180-181, "por piedat et con mesura" Ejemplo 6: ley I, línea 24, "in ipso clementissimo gratias agentes" ley I, líneas 33-34, "dandoli gracias a el que es en nos muy piadoso" 18

Los ejemplos proceden de la edición de 1815 de la Real Academia; los números de leyes y de líneas son indicaciones para situarlos en esta. Cabe notar también que las cursivas no aparecen en dicha edición: las ponemos aquí para subrayar mejor los cambios que los ejemplos quieren ilustrar.

284 Ejemplo 7:

Ejemplo 8:

Ejemplo 9:

Ejemplo 10:

Ejemplo 11:

Ejemplo 12:

Estelle Maintier-Vermorel ley III, líneas 186-188, "anathematis sententia a Christo domino condemnetur et habeat a Deo separationem atque judicium populi" ley III, líneas 220-222, "sea escomungado, et sea condampnado de la sentencia de Christo, et departido de Dios" ley I, líneas 1-10, "Cumstudio amoris Christi(...) inunumconvenissemus, ut (....) a nobis agitaretur de quibusdam ecclesiae disciplinis tractatus ; primum quidem nos gradas Salvatori nostro Deo omnipotenti egimus. Post hoec coetui nostro adesse dignatus jam factus excellentissimus et gloriosissimusprinceps..." ley I, líneas 1-15, "Con cuidado del amor de Christo (...) los obispos nos ayuntamos (...) que (...) feciemos todos comunalmente un tratado de las cosas de sancta iglesia, et de sos establecimientos. Et primeramientre nos todos diemos gracias a\ nuestro Salvador Dios, que pode facer todas la cosas, et depois desto al devandicho rey, el que ye frucho muy poiante et muy glorioso príncipe que quiso seer en nuestra companna, et entró..." ley I, líneas 32-34, "ab illicitis unusquisque abstineat seditionibus et deceptionibus cum Dei timore..." ley I, líneas 45-48, "se garde (...) de las cosas que non deve facer, et de los decibimientos, et que tema cada uno a nuestro Sennor Dios." ley II, líneas 64-65, "sese conditioni mortalium in unione personae conjunxit" ley II, líneas 83-84, "se quiso ayuntar en une persona como omne mortal" ley I, líneas 11-12, "cum magnificentissimis et nobilissimis viris ingressus est" ley I, líneas 15-17, "entró con sos varones muy grandes et mucho onrados" ley II, líneas 89-92, "Eruntque ipsi in conquisitis oblationis gravissimae rebus non prospectantes proprii jura commodi, sed consulentes patriae atque genti." ley II, líneas 112-115, "Et ennas cosas quellos foron dadas, o que ganaren, non deven atender solamientre el so provecho ; mas el derecho de sopoblo, o de sua tierra." ley II, líneas 95-96, "rerum quaecumque inordinata reliquerint haereditabunt gloriosi successores" ley II, líneas 118-119, "Et la cosas que ficaron por ordenar, devennas aver sos successores."

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Ejemplo 13: ley II, líneas 98-99, "aut filii aut haeredes capiant jureproximitatis" ley II, líneas 121-122, "devennas aver sos fillos é sos herederos" Ejemplo 14: ley XV, líneas 841-844, "quis ferat aut quis toleranter christianus videat regís soboles aut posteritatem expolian rebus aut privan dignitatibusl" ley XVI, líneas 870-872, "qual christiano deve sofrir que los fillos de los reys perdant suas cosas, nen so regnoT' Ejemplo 15: ley I, línea 9, "hoec coetui nostro adesse dignatus" Ley I, líneas 14-15, "que quiso seer en nuestra companna" Ejemplo 16: ley XVIII, línea 988, "et sic illis impertiatur benignitas" ley XIX, línea 988, "et fágalos tanto de bien" Ejemplo 17: ley IV, línea 319, "a die quo in regnum dignoscitur" ley IV, línea 349, "depois que fo re" Ejemplo 18: ley I, línea 15, "postulavit" ley I, líneas 19-20, "et rógonos et pediónos" Ejemplo 19: ley I, línea 1-7, "Cum studio amoris Christi ac diligentia religossisimi Sisenandi (...) sacerdotes apud Toletanam urbem in nomine Domini in unum convenissemus, ut ejus imperiis atque jussis communis á nobis agitaretur de quibusdam ecclesia disciplinis tractatus" ley I, líneas 1-9, "Con cuidado del amor de Christo, et con gran diligencia de Don Sisnando (...), todos los obispos nos ayuntamos en nomne de nuestro Sennor Dios en uno enna cibdat de Toledo, que por el mandado del rey, et por el so ensinnamiento feciemos todos comunalmientre un tratado de las cosas de sancta iglesia, et de sos establecimientos." Ejemplo 20: ley I, líneas 25-26, "ut juxta ejus nostrumque votum tractaremus" ley I, líneas 35-37, "que segondo sua veluntat del rey, et de la nuestra feciemos las cosas" Ejemplo 21: ley I, líneas 15-19, "deinde religiosa prosecutione synodum exhortatus est, ut paternorum decretorum memores ad conservanda in nobis jura ecclesiastica studium praeberemus, et illa corrigere quae..." ley I, líneas 21-26, "he depois amonestó todo el concello con grant devoción, que se nembrasent de los degredos de sos padres, et que diesent estudio et Amencia de gardar los derechos de sancta iglesa, et que emendasent aquellas..." Ejemplo 22: ley III, líneas 162-164, "Sicut ergo modestiaprincipum temperantia est legum, ita quoque concordia civium victoria est hostium."

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Ejemplo 23:

Ejemplo 24:

Ejemplo 25:

Ejemplo 26:

ley III, líneas 194-197, "Onde así como de la mesura de los príncipes nacen las lees, así de la paz de los poblos nace el vencimiento de los enemigos." ley I, líneas 5-7, "á nobis agitaretur de quibusdam ecclesiae disciplinis tractatus" ley I, líneas 7-9, "feriemos todos comunalmientre un tratado de las cosas de sancta iglesia, et de sos establecimientos" ley I, líneas 1-2, "Cum (...) diligentia religiossimi Sisenandi regis Hispaniae" ley I, líneas 1-3, "con gran diligencia de Don Sisenando muy glorioso rey d'Espanna" ley I, líneas 34-35, "cum Dei timore et diligentia frenum disciplinae ponere curavimus" ley I, líneas 44-45, "que podamos poner freno de disciplina" ley II, líneas 66-71, "nos quoque a membris capitis hujus et perfidiae malum ex concupiscientia, quae radix est omnium malorum, et ex avaritia quae invenitur servitus idolorum, pari simul igneo mucrone totoque artificio radicitus evellamus ac desecemus." ley II, líneas 85-91, "Otrosí, nos devemos desrraygar, et tallar la cobdicia, que ye raiz de todo mal, et la avaricia, que ye servidumbre de los ídolos, et tollella de los corazones de los omnes, que son miembros de Christo, et el que ye sua cabeza délos." ley IX, líneas 425-428,"a nobis cunctis sacerdotibus Dei sententia est adhibenda (...) pro robore omnium principum" ley IX, líneas 464-466, "nos conviene a nos sacerdotes de Dios, dar una sentencia por nuestros príncipes"

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Carlos Heusch L A CABALLERÍA DE AYER Y LA DE HOY. E L SUEÑO LATINO DE ALGUNOS CABALLEROS LETRADOS DEL SIGLO XV 1 . INTRODUCCIÓN 1

Una de las aportaciones mayores de trabajos como los de Jesús Rodríguez Velasco y Ángel Gómez Moreno sobre la caballería2 ha sido sin duda la de dejar claro que el modelo caballeresco en la baja edad media castellana no es algo hierático que se contente con reproducir fielmente esa caballería cortés que ya andaba bastante estructurada en Francia y en la Inglaterra de los Plantagenet desde el siglo XII. Es más, resulta difícil hablar de "un" modelo caballeresco, teniendo en cuenta que en los últimos siglos de la Edad Media hispánica son varios los modelos —a veces incluso opuestos— que se van a ir foijando a través de los discursos que se han conservado, en función, las más de las veces, del papel social y político que se suponía debía ejercer dicha entidad. En los cien años que median entre 1250 y 1350, es decir entre dos reyes "Alfonsos", el décimo y el Onceno, asistimos en Castilla a lo que podría llamarse la "invención" de una caballería cortés, estructurada en torno a dos ejes: la nobleza y la monarquía. El título 21 de la Segunda Partida sienta las bases de una caballería que ya no puede confundirse con la caballería villana ni con esa mera e imprecisa función guerrera de los textos anteriores que mencionaban de manera vaga a milites y cavalleros. Según las Partidas, los caballeros solo pueden ser fijosdalgo\ solo pueden ser considerados tales si se someten a las leyes estrictas del ordo al que pertenecen a partir del momento en que lo reciben de mano de otro caballero o de un rey. Unas leyes que dictan cómo han de ser en sus costumbres, vestimenta, palabras y sobre todo a qué se comprometen hasta la muerte, mediante el juramento prestado en el momento solemne de la investidura: servir al rey y a la

Este trabajo se inscribe en las actividades de los grupos de investigación siguientes, a los que pertenece el autor: CIHAM (UMR 5648 CNRS - PRES Université de Lyon) y GDRE AILP (CNRS). Vid. J. Rodríguez Velasco (1996, 2004 y 2006) y A. Gómez Moreno (1986, 1990 y 1995).

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tierra3. Tras el paréntesis provocado por la suspensión de la aplicación legal de las Partidas, impuesto por Sancho IV, quien promulga en su lugar las Leyes del estilo, Alfonso XI intentará desarrollar un concepto análogo de caballería noble y cortés con la creación de la Orden de la Banda, hacia 1330, y sobre todo con la indirecta aplicación del título 21 de la Segunda Partida a raíz de la promulgación del Ordenamiento de Alcalá de 1348. Por otro lado, frente a ese modelo caballeresco eminentemente monárquico, de raigambre franco-británica, se va estructurando otro, expresión directa de los anhelos políticos del grupo nobiliario, que evidencian bastante los escritos de don Juan Manuel sobre la caballería. En el entorno clerical de la corte de Sancho IV, en el que se forma el famoso escritor castellano, se recurre al modelo antiguo de la caballería espiritual, que antepone, por ejemplo, en el caballero las virtudes teologales a las cardinales —en una clara oposición al modelo creado por Alfonso X—, como lo vemos, por ejemplo, en la Gran conquista de Ultramar*. Dicha concepción espiritual de la caballería, basada en la "nueva caballería" imaginada en el siglo XII por San Bernardo y que iba a dar, entre otras cosas, la Orden del Temple, arraigará lógicamente en las obras de Juan Manuel en las que la relación entre caballero anciano y caballero novel es análoga a la del novicio con el fraile maestro. No en vano el personaje manuelino del caballero anciano es el de un muy devoto ermitaño, retirado del mundo para dedicarse exclusivamente a la oración, después de una vida pasada sirviendo a Dios con las armas. Pero la callada finalidad de la elección, por parte de un Juan Manuel, de dicha concepción de la caballería es, en mi opinión, menos religiosa que política: afirmando la supremacía del modelo caballeresco espiritual frente al modelo funcionarial al servicio de la corona, imaginado por Alfonso X y defendido por el Onceno, lo que se está buscando es la salvaguarda de la autonomía política de la caballería y por lo tanto de la nobleza. Sin duda Juan Manuel había entendido mejor que nadie que el título 21 de la Segunda Partida era altamente peligroso para la nobleza, puesto que la encerraba en una función subalterna de defensa del rey y del reino, haciendo de los nobles caballeros los primeros servidores del rey en el organigrama político y social que dibuja la Segunda Partida'. 3

4 5

Véase la ley 14 que describe el juramento en el momento de la investidura ("E, desque el espada le ovieren fefiido, dévenla sacar de la vayna e ponérgela en la mano diestra e fazerle jurar estas tres cosas. La primera que no refele de morir por su ley, si fuere menester. La segunda, por su señor natural. La Illa, por su tierra") y la 21 que vuelve a insistir en los deberes del caballero hacia el rey y la tierra: "Otrosí, que no dubdarán de morir por su señor, no tan solamente desviando su mal e su daño, mas acresfentando su tierra e su onra quanto más pudieren e sopieren. E eso mismo farán por el pro comunal de su tierra". Citamos por la edición de Gregorio López, Salamanca, 1555. Agradezco a Francisco Bautista el haberme facilitado esta referencia. Vid. J. Rodríguez Velasco (2006).

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Sin embargo, lo que me interesa destacar aquí es que, en ambos casos, nos las habernos con una caballería que se estructura esencialmente a partir de modelos que podemos calificar hoy de medievales. Si bien, Alfonso X recurre a Vegecio, Frontino y a autoridades del derecho romano, el modelo caballeresco que idea es totalmente concomitante con el de los grandes diseñadores medievales del monarquismo caballeresco, es decir algunos soberanos, como Enrique II de Inglaterra, especialmente ávidos de merum imperium y sus letrados. En el caso de Alfonso, se trata de transformar por fin en ley un modelo caballeresco hasta entonces diseminado en textos historiográficos, como el De regum britanniae, o literarios como la mayor parte de las obras del ciclo artúrico. Tanto de lo mismo ocurre con Juan Manuel quien va a buscar en San Bernardo y en los héroes de la caballería cruzada, como el Rey Richalte que aparece en el Lucanor, los prototipos de su caballería. El hoy de la caballería ha de confundirse con un inmediato ayer que se estructura en torno a una serie de valores morales que encarnan los más inmediatos antepasados. Resumiendo: el ideal caballeresco, en estos autores que fueron los primeros en dar forma al discurso caballeresco castellano, estaría pues en el mundo medieval, en un pasado ciertamente mítico pero que es el de los antepasados directos, el de los "padres" de los que son fijos de algo, unos "antiguos", al fin y al cabo, no tan alejados de los presentes. Resulta por lo tanto altamente interesante el hecho de que, de pronto, poco a poco, se vayan gestando en Castilla unos ideales nuevos sobre la caballería. Resulta, insisto, altamente interesante que las referencias para hablar de la caballería de "hoy" dejen de ser exclusivamente las de los míticos caballeros medievales de las materias épicas tradicionales, de Francia, de Bretaña, o incluso de España con la modelización, por ejemplo, de la figura cidiana o de Fernán González... Frente a dichas referencias van a ir cobrando cada vez más importancia las alusiones a un supuesto mundo caballeresco de los latinos, el de la milicia imperial, hasta convertir a este, a mediados del siglo xv, en la referencia mayor que asiente toda la idealidad de la representación del caballero. Se trata de un profundo giro de 180 grados sobre el que debemos interrogarnos.

2 . E L MILES GLORIOSUS FRENTE AL MAL CABALLERO DE " H O Y "

El Regimiento de príncipes de Egidio Romano, transformado en la Glosa castellana al Regimiento de Príncipes, hacia 1344, por mor del trabajo translaticio y hermenéutico de Juan García de Castrojeriz, es uno de los primeros textos que, en Castilla, va a establecer que la maxima auctorifas en cuestiones militares reside en el lejano mundo de los latinos y no en el de los caballeros del inmediato

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ayer. Ello presupone además de alguna manera inventar una caballería latina o mejor dicho asimilar el modelo militar romano a un modelo caballeresco. Así, la autoridad del mismo Vegecio se convierte en autoridad caballeresca y su De re militari en El libro de la Caballería. Como dice García de Castrojeriz: Mas aquí conviene de notar lo que dijo Vegecio en el Libro de la Caballería, fablando desta materia, que los principes antiguos fueron muy ensennados e muy usados en todo lo que pertenece a caballería e al arte de lidiar6.

Pero, ¿qué encuentran algunos autores de los siglos xiv y xv en ese presunto modelo de la caballería de los príncipes antiguos? ¿Por qué ir a buscar una caballería tan alejada de la de sus coetáneos? El modelo militar de los latinos, transformado en modelo caballeresco, resulta interesante y eficaz para convertirse en un modelo primero por la idea de que el caballero ha de ser elegido de acuerdo con su funcionalidad social, la defensa del reino. No por ser fijodalgo será escogido sino por su aptitud o no a la pelea. Se trata pues de la adaptación caballeresca del tópico vegeciano de la elección del miles. Pero asimismo lo que se está construyendo es un completo modelo militar que se podrá contraponer a las prácticas del "hoy". Los romanos son ideales por su ejercicio, su resistencia física y sobre todo por su gran obediencia y lealtad a través del juramento del legionario, el famoso sacramentum que se convierte en uno de los temas de mayor fortuna desde el texto de García de Castrojeriz, donde se retoma la versión cristianizada del juramento que Egidio Romano toma a su vez de Vegecio, de la mano de Frontino: Los caballeros deven jurar por Dios Padre e por Jesucristo su Fijo e por el Espíritu Santo e por la majestad del príncipe que deve ser amada a todos los ornes so Dios en todas estas cosas, juran que serán siempre buenos e que farán siempre lo que mandare el príncipe a quien son tenidos así como a Dios pues que fue legítimamente tomado e puesto en el principado. E juran aún que nunca desampararán la caballería, ni escusarán la muerte por salud de la comunidad, ca por esto fueron escogidos puestos en el oficio de la caballería. E después que esta jura havían fecha déveles el príncipe cennir la espada e otorgarles los privilegios de los caballeros e así paresce que sin elección e sin jura nunca se facía caballero ninguno7.

Vemos pues cuán alejado está este Vegecio cristianizado del siglo xm, el mismo de que se servía sin duda Alfonso X en sus leyes sobre la caballería, del autor latino del siglo v. La idea del patriótico sacramentum de la milicia romana se ha convertido en un muy espiritual juramento hecho en nombre de la Trini6

7

Glosa castellana al "Regimiento de principes" de Egidio Romano, ed. y est. de Juan Beneyto Pérez, (2005, Libro III, 3a parte, cap. 7, p. 991). Ib„ III, 3,6, p. 988.

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dad. De igual manera, la sumisión al estandarte y a los superiores de la legión se convierte aquí en exclusiva sumisión al príncipe, única autoridad que aparece en esta versión medieval del juramento. Un príncipe que, además, corresponde plenamente al modelo político descendiente: es el soberano absoluto del poder temporal elegido por Dios. Es interesante además cómo la fidelidad a las banderas pasa a ser en esta versión fidelidad a la caballería ("nunca desampararán la caballería") y el imperio es sustituido por la "comunidad". El final de la cita va aún más lejos en esta especie de sincretismo que vamos observando: tras el juramento es el mismo rey quien debe "ceñir la espada", algo que es propio de la investidura caballeresca medieval y no del sacramentum del legionario. En esta primera etapa de la constitución de la milicia romana como modelo caballeresco vemos que el modelo latino aún precisa de cierta fusión con los modelos coetáneos medievales. Al describir el juramento de los legionarios, García de Castrojeriz nos pinta algo mucho más parecido a una investidura caballeresca medieval, con esa fortísima carga espiritual y monárquica que estaba, lógicamente ausente de los ritos de la Legión romana. Pero lo que quiere ante todo destacar es la absoluta necesidad de dicho juramento que se pone por encima incluso del linaje. Para ello trae a colación la anécdota referida por Cicerón (Oficios, I, 9) según la cual el mismo hijo de Catón tuvo que hacer el juramento ante Pompilio para poder ir a guerrear en la "hueste"8. Si bien la anécdota sirve para recordar el orden de prelación en las obligaciones del "caballero" (con muchas comillas) romano ("ca por el sacramento son obligados primeramente a Dios e después al príncipe e lo tercero a toda la comunidad"), de lo que se trata esencialmente es de mostrar que el modelo militar está por encima de todo lo demás. La ley marcial, transformada aquí en ley caballeresca, está por encima de las prerrogativas sociales. ¡No importa de quién se sea el hijo! La regla del sacramentum debe aplicarse a todos. Porque lo que cuenta es la virtus y no el linaje. Efectivamente, lo que se busca en el modelo militar romano es lógicamente un modelo de virtuosa obediencia que pueda servir para contrastar con el "presente", con el hoy de la caballería. El modelo que se construye sirve de espejo invertido de la realidad. Así, la perfección que caracteriza en el ejercicio del arte militar al miles gloriosus contrasta con la "mala caballería" de los caballeros del mundo presente, retomando de alguna manera una vieja idea que el muy satírico San Bernardo, bien leído por Castrojeriz, expresaba ya en varias ocasiones con

E luego Catón su padre escribió a Pompilio que si quisiese que su fijo fuese con él a la hueste, que le ficiese jurar e que le obligase por sacramento a la caballería, ca en otra manera no podía ni le convenía lidiar, ca por el sacramento son obligados primeramente a Dios e después al principe e lo tercero a toda la comunidad (op. cit. III, 328).

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una famosa annominatio: la caballería que él veía no era militia sino malitia9. La sátira de Castrojeriz, sin embargo, no va exactamente en el mismo sentido. El modelo romano, como dechado de orden y de viriles virtudes militares, lo opone él a una caballería que considera como afeminada en el sentido en que se despreocupa por completo de lo castrense en beneficio de una vida ociosa. Glosando el texto de Egidio, Castrojeriz insiste en el hecho de que los caballeros ideales, siguiendo el modelo antiguo, no deven ser mugeriles ni delicados ni torpes ni perezosos ni adormidos, mas deven ser muy bravos e muy recios e atrevidos e muy sin pavor e sin temor e muy sabios e muy probados en las armas e muy apuestos e ensennados e muy ennoblescidos e compuestos en sus costumbres10.

De ahí que, como dice a continuación, dicho caballero "delicado o el criado en vicio" sea totalmente inútil para la guerra, por muy hidalgo que sea. Y de ahí también la idea que va a ir confortando en gran medida esa "fábula caballeresca" en el sentido que le ha dado Jesús Rodríguez Velasco (2002), según la cual, gracias a las virtudes militares, el hombre puede ir del "arado" al "principado": ... E dize [Vegecio] que muy mejores son para caballería los duros e acostumbrados en todos trabajos que los viciosos ni los delicados. E antiguamente a éstos tomaban para caballeros, ca aun de los arados los tomaban para los facer príncipes e cabdillos, según que pusimos de suso enxemplos de muchos que cuenta Valerio en el IVo libro al IIIo capítulo11.

Con la salvedad de esos enxemplos antiguos de Valerio Máximo, trabajo le hubiera costado al bueno de Castrojeriz encontrar algún ejemplo concreto de labriego hecho rey, así que la idea debía de sonar como algo de lo más exótico entre el público del siglo xiv. El caso es que la alusión a dichas prácticas del mundo antiguo están ahí sobre todo para evidenciar lo alejados de dicho modelo que se encuentran los caballeros coetáneos, como lo afirma inmediatamente después: Mas aquí conviene de notar que muchos caballeros el día de hoy se dan más a vicios e a lozanías e a juegos de dados e de tablas e a cazas e a andar baldíos e ociosos que 9

10

11

"Quis igitur finis fructusve saecularis hujus, non dico 'militiae', sed 'malitiae'". Bernardo de Claraval, De laude novae militiae ad milites Templi liber (PL, t. CLXXXII, col. 923). En otros lugares vuelve San Bernardo a recurrir a dicha paronomasia, como en la carta dirigida al obispo de Espira de 1146 (PL, t. CLXXXII, 1854, epist. CCCLXIII). Glosa castellana, III, 3, 7, p. 992. La cita alude inmediatamente a una de las fuentes de Castrojeriz que es precisamente el De laude novae militae de San Bernardo: "E San Bernardo pone todas estas condiciones fablando de la caballería de los caballeros en el libro que fizo para los caballeros del temple" (id.). Glosa castellana, p. 992-993.

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a uso de las armas e por ende no son buenos para las batallas. E todo lo contrario facían los caballeros antiguos, según que dice Lucano, fablando de la alabanza dellos en cómo fueron muy usados en las armas e muy bien acostumbrados12.

El texto citado expresa claramente un modelo, el latino, y un contramodelo, el de los caballeros castellanos de la época de Alfonso XI. Podemos sin duda suponer que a Castrojeriz se le va un poco la mano con la sal de la sátira. Sin embargo, su visión de clérigo poco benevolente para con esas gentes de armas que aún hacia 1340 solían saquear impunemente los monasterios, con gran malicia y muy poca milicia, es concomitante con la de otros textos en los que aparece un contramodelo semejante. Lejos del carácter esforzado y animoso del legionario romano, el caballero castellano aparece como un tahúr empedernido, bebedor y tramposo por más señas, codicioso y cobarde y, por lo tanto, muy poco dispuesto a jugarse el pellejo por la poca soldada que recibe, con lo cual prefiere estar ocioso en la taberna que no luchando en la "frontera". Así nos pintan, en todo caso, a los caballeros quienes más los conocen, es decir los "escuderos", en unas famosas coplas del Libro de buen amor, contemporáneas de la Glosa de Castrojeriz, donde Juan Ruiz no duda en decir que son "a la lid tardineros" y "costumeros" (es decir "lentos") para "ir en frontera"13. Se va perfilando pues la utilidad de la construcción medieval de un presunto modelo caballeresco latino. No solo permite una serie de observaciones satíricas sino que adquiere una finalidad didáctica: construir la figura de caballero ideal sobre todo en aquellos aspectos que más se alejen de las prácticas de los medievales. Así no quedarán exentos de crítica los caballeros hidalgos que van a la lid acompañados de criados y otros asistentes, habida cuenta de que el soldado romano todo lo sufre y lo sufre solo, como por ejemplo cargar con sus cosas: ... onde cuenta de Marcelo que no quiso que sus caballeros levasen siervos ni bestias que les levasen las armas ni las viandas mas que ellos mismos se las levasen. Eso mismo cuenta Vegecio en el libro sobredicho, do dice que un príncipe por que sus caballeros no oviesen ocasión de facer tuerto los unos a los otros o porque no se ficiesen torpes e perezosos estando baldíos, mandóles que ficiesen naves e que usasen los brazos en traer las segures e en ferir con ellas, ca maguera entonces no oviese menester las naves, empero quiso que se usasen los caballeros a trabajo e no estuviesen baldíos 14 .

12 13

14

Ib., p. 993. Darte an dados plomados, perderás tus dineros, / al tomar vienen prestos, a la lid tardineros. / Tienden grandes alfamares, ponen luego tableros // pintados de jalderas como los tablageros, / al contar las soldadas ellos vienen primeros, / para ir en frontera muchos ay costumeros (coplas 1253-1254). Glosa castellana, III, 3, 9, p. 1004.

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Castrojeriz puede así oponer una verdadera caballería que es la de los "antiguos" a una caballería de "hoy" que es tanto la de todos esos "caballeros baldíos" como la de unos caballeros de otro tipo a los que podríamos llamar "caballeros de papel", para retomar la afortunada expresión de Pedro Cátedra: E allí fabla mucho Vegecio de las penas que daban a los malos caballeros, ca algunos son tan gloriosos que no facen fuerza de cosa del mundo sino de parecer e semejar caballeros e no lo son, ca sus caballerías cuentan entre las mugeres, de las cuales dice el poeta Enio, que estos cuentan maravillas de Amadís e de Tristón e del Caballero Cifar e cuentan de faciendas de Marte e de las de Acholes e pónense entres los buenos maguera ellos sean astrosos. Ca tales ni han arte de lidiar ni uso en las armas, ca más entienden en lozanías que en caballerías. E por ende no son dignos de los poner en las faciendas graves ni ningún cabdillo puede ser seguro dellos, ni los deve llevar consigo15.

Evidentemente, el presente ("son tan gloriosos", "no facen", ...) deja claro que Castrojeriz está hablando de los caballeros de su tiempo. Caballeros de pacotilla, caballeros de papel y tinta, tan solo acostumbrados a la lectura de los que probablemente fueran ya los tres best-sellers de la literatura caballeresca: el Tristón en prosa (que iba a dar el de Leonís), el Libro del Caballero Zifar que andaría ya prácticamente acabado hacia 1344 y el primitivo Amadís de Gaula del cual Rafael Ramos y otros consideran que había iniciado sus primeras correrías al principio del reinado de Alfonso XI. Tenemos pues aquí la formación de la figura del caballero cortesano, una especie de facetus, arquetipo de lo que medio siglo más tarde será, en la poesía de cancionero, la tan controvertida figura del "galán de corte"; aquel que sabe mucho de "lozanías" (leer, hablar, bailar, seducir. ..) y poco de "caballerías". Remitimos al magnífico retrato que de semejante galán de corte nos brinda la Regla del galán, de Suero de Ribera, conservada en siete cancioneros16: dicho galán prefiere antes hablar de caballerías que practicarlas, pues lo que sabe es: Razonar bien del arnés mas non curar de vestirlo.

En resumidas cuentas, se trata de nuevo de uno de esos caballeros de papel muy dados a las lecturas de las "estorias fingidas", como diría el último autor del Amadís:

15 16

Glosa castellana, III, 3, 13, p. 1021. La composición lleva la sigla ID0141 en el catálogo de Brian Dutton. La mejor versión es sin duda la del Cancionero de Gallardo (MH1-254), recopilado hacia 1454. Sobre el personaje del "galán de corte" en la poesía de cancionero véase Carlos Heusch (1995).

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de cavalleros andantes leer estorias e libros, la silla e los estrivos a la gala concordantes.

Pero volvamos a Castrojeriz. Frente a una corte (acaso la corte tan "afrancesada" de Leonor de Guzmán) considerada como un lugar de vanas lozanías, Castrojeriz recurre al modelo latino de la milicia caracterizado por todo lo contrario: por la dura vida de las campañas militares, con su mal dormir a la intemperie sobre la fría tierra y su peor despertar en la algarabía de esculcas y atajadores. Se nos viene en mientes, claro está, el famoso texto del Victorial de Gutierre Diez de Games donde también, sin duda a la zaga de textos como el de Castrojeriz, se opone de manera tajante una caballería que tan solo tiene de esta el nombre y la verdadera que es la que corresponde al modelo de la Legión romana, la del soldado sufridor "que todo lo lleva". Dice Games: N o son todos cavalleros quantos cavalgan cavallos, ni quantos arman cavalleros los reyes no son todos cavalleros. Han el nonbre, mas no fazen el exer?i?io de la guerra. Porque la noble cavallería es el más honrado ofifio de todos, todos desean subir en aquella honra. Traen el ábito e el nonbre, mas non guardan la regla. No son cavalleros, mas son aphantasmas e apóstatas.

Muy cerca estamos, pues, de Castrojeriz cuando afirmaba de sus caballeros de papel que "parecen e semejan caballeros e no lo son". Se parecen esos falsos caballeros de Games a los que en la sociedad ocupan otros oficios, muy dados todos ellos a lozanías y placeres: comen el pan folgado, visten ropas delicadas, manjares bien adobados, camas blandas, safiimadas. Héchanse seguros, levántanse sin miedo, fuelgan en buenas posadas con sus mugeres e sus fijos e servidos a su voluntad, engordan grandes cervices, fazen grandes barrigas.

Y al igual que Castrojeriz, el muy letrado Games nos va a bosquejar, por el contrario, un retrato de la dura vida del caballero que parece directamente salido de la literatura latina de re militari: Los cavalleros en la guerra comen el pan con dolor. Los VÍ9Í0S della son dolores e sudores; un buen día entre muchos malos. Pénense a todos los travajos, tragan muchos miedos, pasan por muchos peligros, aventuran sus vidas a morir o bivir. Pan mohoso o bizcocho, viandas mal adobadas. A oras tienen, a oras non nada. Poco vino o no ninguno. A g u a de charcos e de odres. Las cotas vestidas, cargados

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de fierro. Los enemigos al ojo. Malas posadas, peores camas. La casa de trapos o de hojarascas. Mala cama, mal sueño.. ,17 Valga el ejemplo de Games, de mediados del siglo xv, para echar de ver que las ideas de Castrojeriz van a encontrar m u y buena acogida entre los autores cuatrocentistas. La crítica del "hoy" de la caballería se lleva a cabo teniendo en cuenta ese modelo absoluto que es el de la milicia romana y sin duda quien mejor pone de manifiesto la antinomia entre la caballería ideal de ayer y la caballería corrupta de hoy es D i e g o de Valera quien, en el capítulo 10 de su Espejo de verdadera nobleza (1441), opone sistemáticamente las dos caballerías: ¡Ploguiese a Dios en nuestros tienpos retornasen aquellas primeras costunbres! Si aquellos gentiles que por la divina gracia no fueron alunbrados, en tanto grado onor e reverencia ovieron la noble orden de cavallería, quánta infamia e vergüenza sea a los que biven debaxo de la religión cristiana consentir ésta ser abiltada, menospreciada por la manera que en nuestro tienpo está, ligeramente cada uno lo puede considerar; e si de lo tal a los príncipes pequeño cargo viene esto dejo a juizio de todos. Ya son mudados por la mayor parte aquellos propósitos, con los quales la caballería fue comenzada: estonce se buscava en el cavallero sola virtud, agora es buscada cavallería para no pechar; estonce a fin de onrar esta orden, agora para robar el su nonbre; estonce para defender la república, agora para señorearla; estonce la orden los virtuosos buscava, agora los viles buscan a ella para aprovecharse de solo su nonbre. Ya las costunbres de cavallería en robo e tiranía son reformadas; ya no curamos quánto virtuoso sea el cavallero, mas quánto abundoso sea de riquezas; ya su cuidado que ser solía en conplir grandes cosas es convertido en pura avaricia; ya no envergüenfan de ser mercadores e usar de ofifios aun más desonestos, antes piensan aquestas cosas poder convenirse; sus pensamientos que ser solían en solo el bien público, con grant deseo de allegar riquezas por mares e tierras son esparzidos. ¿Qué diré? En tanta contrariedad son nuestras cosas a las primeras que remenbrarlo me faze vergüenza18. Otros polvos y los mismos lodos. La crítica de Valera, c o m o se puede apreciar, no va exactamente por los mismos derroteros que la de Castrojeriz — m u y marcada, dicho sea de paso, por San Bernardo— o incluso que la de Games. Aquí no se trata tanto de la falta de ánimo militar del caballero cortesano cuanto de la aparición de un nuevo caballero que, según Valera, corrompe por completo el mítico espíritu de la caballería. Se trata del caballero que se enriquece ejerciendo otros oficios lucrativos, bien por ser un noble con ánimo de lucro, bien

17 18

Gutierre Diez de Games, p. 205-206. El texto fue editado por Mario Penna (1959: 105). Reproducimos aquí el texto que establecimos en Carlos Heusch y Jesús Rodríguez Velasco (2000: 89).

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por ser villano. En este último caso, la caballería se convierte en un interesante medio de no pechar y seguir enriqueciéndose a costa de esa res publica a la que se supone debe servir el caballero. La caballería del hoy es pues, para Valera, pura codicia, pura sed de riquezas y de poder. De ahí que se recurra al modelo latino de la milicia, insistiendo, lógicamente, en el carácter desinteresado y servicial del miles antiguo. Frente a una caballería romana virtuosa de puro servicio a la república, el caballero moderno es también una especie de apóstata, para retomar la expresión de Games, un usurpador que solo busca las dignidades aferentes a la caballería para acumular bienes, practicando los "oficios deshonestos". Y lo que es peor: la representación misma del caballero, nos dice Valera, ha cambiado, pues lo que la sociedad valora hoy en el caballero, precisamente, es su riqueza y no sus acciones virtuosas en el combate, idea esta última con la que Valera se encuentra, de alguna manera con Games. Efectivamente, el "falso caballero" que pinta Valera no es sino el barrigudo y blando oficial "de los ofifios comunes" al que aludía Games en el texto citado. Sea cual fuere el motivo de crítica, la referencia sigue siendo la misma: la mítica "caballería" de los romanos. Pero el modelo latino para la caballería no es solo el del miles, es decir el soldado de la legión dispuesto a todo para defender los intereses del imperio. Precisamente, una de las aportaciones de las lecturas humanistas de los autores del siglo xv castellano fue la de poder ampliar dicho modelo para ir más allá de los fines satíricos o didácticos que acabamos de ver.

3 . E L EQUES O LA BÚSQUEDA DE UN MODELO POLÍTICO PARA EL CABALLERO

La vertiente nueva que se desarrolla en el siglo xv de la utilización del modelo militar romano apunta hacia otra dimensión, que es la dimensión jurídica y política. Algunos autores aspiran a parecerse no ya al miles por muy gloriosas que sea sino al eques romano, y lo hacen a causa de las prerrogativas políticas aferentes a dicha función. Como apunta el Códicejustiniano, "Equites Romanos secundum gradum post clarissimatus dignitatem obtinere iubemus" (CJ, "De equestri dignitate", 12, 31, 1 [364]), los caballeros romanos tienen el grado de nobleza inmediatamente inferior al de los cónsules. Ello significa dar un fundamento a las aspiraciones políticas de aquellos, como Diego de Valera, que se consideran ante todo caballeros o que consideran que su mayor dignidad les viene precisamente de la caballería, mucho más que de la mera nobleza de linaje. Lo mismo ocurrirá con el, sin embargo muy noble, marqués de Santillana. Aquí, con el Códice tenemos, efectivamente, la vertiente imperial de esta caballería, la de los caballeros que llevaban el cingulum militiae de oro para significar su ads-

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cripción política, la de pertenecer al ordo imperial19. Nace así un nuevo modelo latino para la caballería cuatrocentista castellana que es, además, un proyecto político, de ahí que le podamos dar el nombre, siguiendo a Jesús Rodríguez Velasco (2009), de "política del eques". Al modelo del ordo imperial viene a sumarse otro que junto a aquel va a confortar plenamente la idealización política de la caballería a partir del eques latino. Se trata del modelo de la caballería republicana. Dicho modelo arriba a Castilla de la mano de un texto fundamental (no en vano traducido a ruego de Santillana) para estos autores, el De Militia de Leonardo Bruni que retoma el modelo del ordo equestris republicano. El aretino es consciente de que se suele usar la palabra miles para hablar del caballero. Sin embargo, insiste en su De militia en que la única caballería romana que pueda convenir, como dice, con la "caballería de nuestro tiempo" es precisamente la de los nobles que "sienpre acostunbraron pelear a cavallo" y no la milicia del pueblo que lo hacía a pie. De ahí que el término latino empleado por Bruni —que el traductor castellano va a traducir por "caballero"— sea siempre eques. Este noble eques, el soldado noble del ordo equestris, es el caballero que ha de desarmarse al entrar en la ciudad para poder revestir la toga y asumir así plenamente sus funciones políticas y civiles. Ahora bien, esa es precisamente una de las mayores aspiraciones de la nobleza caballeresca castellana del cuatrocientos, frente a la realidad de unos letrados, altos dignatarios de la iglesia, que son, en el sistema político de los Trastámara, quienes han pasado a ejercer prácticamente todas las funciones de consejo (consilium)20. Como ha apuntado el historiador francés Bernard Guenée, una de las características del cuatrocientos, en cuanto a personal político al servicio de la corona, estriba en la sustitución de la vieja noción feudal de "fidelidad", como valor absoluto, por una, mucho más técnica, que es la de "competencia"21. En este contexto, el simple modelo del miles pierde algo de su fuerza o digamos que no basta, pues hace del caballero poco más que un soldado, fiel y leal y por lo tanto muy útil en tiempo de guerra, pero un soldado al fin y al cabo. Sobre este particular cabría analizar con más detalle la visión de la caballería que presenta una obra como el Victorial donde la defensa e ilustración de dicho grupo está supeditada al modelo exclusivo del miles, que no el del eques, ya sea imperial o republicano. La explicación sería que, en definitiva, el Victorial es obra de letrado, de un letrado de alguna manera fallido que se ase, cual náufrago, al madero del proyecto un tanto soberbio de su antiguo capitán, Pero Niño, conde de 19 20 21

Vid. Jesús Rodríguez Velasco (2006: XIII). Véase José Manuel Nieto Soria (1993). "Jusqu'en 1388, dans les milieux parisiens, c'est d'une qualité éminemment féodale, la fidélité, que se vantent d'abord les serviteurs de l'État; après 1388, ils préfèrent souligner leur compétence" (Bernard Guenée 1991: 230).

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Buelna. Al escribir el Victorial, Games ya no es, sin embargo, ese alférez al que se le encomendara la redacción de un diario de operaciones; es todo un letrado que concibe sin duda secretamente una gran jugada: contentar a su "cliente" escribiendo la primera crónica privada de la historia de las Letras castellanas, a través de una fabulosa apología de la caballería. Pero, al mismo tiempo, se trata de encerrar a dicha caballería en un marco estricto que es el de su mera función militar, salvaguardando así lo que en aquel momento, casi a mediados del siglo xv, era ya una prerrogativa del grupo de los letrados: disponer de esa "competencia" jurídica y política buscada por los reyes para los miembros de su consejo. De ahí que Games procure encerrar a la caballería en el mero modelo del miles sacrificado y obediente, como lo hemos visto en el texto con el que se cierra el proemio del Victorial. Detrás de la supuesta defensa de la caballería, el Victorial esconde una solapada autodefensa estamental del grupo de los letrados, un grupo que pretende perennizar su papel político en la más próxima vecindad con los monarcas. De ahí también la parsimonia con la que letrados de la talla política de un Alfonso de Cartagena22 abren a los nobles las puertas del conocimiento23. Así se explicaría también la muy obsoleta división estamental que vertebra el principio del Victorial: los bellatores han de ser precisamente eso, defensores y sufrir esa función con toda la absoluta obediencia con la que los legionarios romanos seguían a su emperador y aun a su capitán y, sobre todo, no han de entrometerse en los asuntos de los otros estados, concretamente en la

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Véase Carlos Heusch (2010). Véanse las restricciones impuestas al Conde de Haro, magistralmente analizadas por Jeremy Lawrance (1991) y las lecturas que propone a Gómez de Sandoval en el Doctrinal de los caballeros: algo de crónicas y de derecho y mucha doctrina militar: E como sean muchas cosas scriptas, así en los tiempos antiguos como en los más cercanos años, para despertar los corazones en los fechos de la cavallería, pero todas las que a ello aprovechan se pueden reduzir a una de tres maneras. La primera manera es de doctrinas de sabidores que non ovieron diadema de imperio nin de reyno para poder mandar, mas ovieron grand excelencia de ingenio para enseñar. La segunda es enxemplos de los antiguos copilados por estoriadores en sus corónicas muy copiosamente, los quales non son bastantes nin tienen actoridad para apremiar, mas son suficientes para induzir los nobles coracones a seguir el rastro de la virtud. Ca así como en el espejo se considera el bulto corporal, así en las istorias, leyendo los fechos ágenos, se veen los proprios con los ojos del cora?ón, aunque non del todo claros. La tercera, es ordenarla de leyes fechas por aquellos que ovieron poder de las establecer (Doctrinal de los caballeros, "Prólogo", texto de la ed. de Heusch y Rodríguez Velasco, ed. cit., p. 136-137, basado en la ed. de Fallows, 1995, p. 82). Sobre este punto véase Jesús Rodríguez Velasco (1996: 353). De semejante modo se relativiza la necesidad de las letras en el caballero en un texto algo peculiar, la Qüistión avida entre dos caballeros, editada por Julián Weiss (1992).

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letradura de los oratores24. Así pues, para algunos —esencialmente letrados— solo en parte va a haber un "modelo latino" para la caballería medieval. Estos van a querer "relativizar", en expresión de Rodríguez Velasco25, la herencia romana precisamente para que no alcance hasta la figura del eques. Por el contrario, lo que persiguen los nuevos discursos sobre la dignidad de la caballería a partir de los años 1430 y tantos y la difusión del De militia de Bruni es precisamente la doble vertiente tanto militar como política, de auxilium y consilium, que encierra la adaptación medieval de la figura del eques. Será Mosén Diego de Valera quien encarne la plena asimilación de la caballería al modelo del eques romano. Y para llevar a cabo semejante programa deberá primero asumir una especie de función pedagógica con sus congéneres: aquellos caballeros que, como él, aspiren a parecerse al eques. Pedagogía, sí, porque la condición sine qua non para que un caballero cuatrocentista pueda parecerse a ese eques republicano que se siente a gusto tanto en el campo de batalla como en el senado, es la cultura. Sabemos que Valera se empeñó, al menos en un caso, en enmendar la displicencia con la que ciertos letrados contestaban a la sed de saber de algunos aristócratas. Así lo hizo con su amigo el conde de Haro, prodigándole los consejos y los libros que le negara Cartagena26. De ahí también que el campo de predilección de esta valeriana pedagogía sea menos el tan conocido de las buenas letras latinas cuanto el del derecho y el de la filosofía práctica (ética y política) —campo este que también rebosará de textos para uso de los nobles caballeros27—, prueba de que el enjeu de su acción iba más allá de lograr que los nobles remedasen, siquiera parcialmente, el tan ciceroniano otium honestum. No se trata, pues, únicamente de defender la cultura como pasatiempo nobiliario; de lo que se trata es de que los nobles caballeros se adentren en las disciplinas que abrían plenamente las puertas del consilium, por estar apoyadas en la iuris consulta. El caballero ha de ser por lo tanto un "estudioso", como lo fueron los grandes equites romanos en los que se realiza esa rotunda síntesis entre armas y letras en la que reside el ideal caballeresco de Valera: saber retomar, por ejemplo, la herencia de un Mitrídates:

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25 26 27

Peter Russell había ya reparado con mucho tino en esa separación de estados que subyace en el Victorial según la cual no se concibe que el caballero sea asimismo un letrado: "Diez de Games subraya que los hombres que tratan de ser diestros en tareas que no corresponden a la categoría a la que Dios los ha destinado (por ejemplo, los caballeros que intentan ser letrados) obran contra Naturaleza" (Peter Russell 1978: 221). Véase J. Rodríguez Velasco (1996: 354). Ib., p. 355. Pensemos en el Compendio de la Etica a Nicómaco preparado por Ñuño de Guzmán, a partir de una versión catalana, para su propio hermano.

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tan discreto y estrenuo en abtos de guerra e cavallería quanto a todos es manifiesto, e ni por las armas el estudio dexava, ni por el estudio las armas28.

Así es como llegamos a textos que, siendo sobradamente conocidos, no debemos empero silenciar. Tal es el caso del Proemio a Proverbios del marqués de Santillana, donde, amén de la ya trillada defensa de una cultura literaria en el noble, hay que destacar la idea de que para Santillana el caballero se cuenta forzosamente entre el número de los regidores y como tal debe saber regir basándose en el derecho y en la historia antigua, es decir la de aquellos que supieron regir y gobernar en el pasado: "¿cómo se rigirá, nin se governará aquel que non sabe nin ha visto las governaciones e regimientos de los bien regidos e governados?". De ahí la famosa frase —acaso la más famosa de Santillana— de que "la sçiençia non embota el fierro de la lança, nin façe floxa el espada en la mano del cavallero"29. En términos muy semejantes se expresa su sobrino, Gómez Manrique en el Proemio a la copilación de sus obras, dirigido a Rodrigo Pimentel, conde de Benavente, donde apunta con toda claridad la necesidad para el caballero de poseer aquellos conocimientos que eran los que tenían los antiguos équités romanos. Ciertamente, Manrique dice haber aprendido con su hermano Rodrigo Manrique a ser un buen miles, es decir, basándose en Gayo Marcio, a "sofrir peligros e trabajos y nesçesidades juntamente". Sin embargo, en el caballero ha de haber mucho más, como lo dice luego: comoquiera que algunos haraganes digan ser cosa sobrada el leer y saber a los cavalleros, como sy la cavallería fuera a perpetua rudeza condepnada, yo soy de muy contraria opinión, porque a éstos digo yo ser conplidero el leer e saber las leyes e fueros e regimientos e governaçiones de los pasados que bien rigieron e governaron sus tierras e gentes, e las fazañas e vidas e muertes de muchos famosos varones que vida virtuosa bivieron e vyrilmente acabaron, no posponiendo la ynquisiçiôn de los que lo contrario fizieron. Porque asy como en la mayor escuridad relunbra más la clara entorcha, bien asy en la tenebrosa memoria de los viçiosos se esclareçe e reluze más la gloria e fama de los buenos. Las quales dotrinas, ¿en quién mejor nin tan bien pueden ni deven ser enpleadas que en aquellos que han de governar grandes pueblos y gentes diversas en condiçiones e calidades? A esto afirmo yo no solamente ser conplidero, mas nesçesario saber las difiniçiones de la prudençia, para regir; de la justiçia, para tener sus pueblos e gentes en paz; de la tenprança, para los conportar; de la fortaleza, para los defender; y sy el justo caso lo ofrecerá, para los acreçentar, ynquiriendo fama e provecho, despojado de la tiranía30. 28

29 30

Doctrinal de príncipes, ed, de Mario Penna, p. 181b. Apud Rodríguez Velasco (1996: 358). Sigo a Heusch y Rodríguez Velasco (2000: 139). El texto lo editó Foulché Delbosc en 1915. Aparece ahora también en el Cancionero de Gómez Manrique editado por Francisco Vidal González (Madrid, Cátedra, 2003, p. 98-

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Podríamos añadir otros ejemplos, como algunas coplas de Fernán Pérez de Guzmán, pero que dejamos de lado para no resultar farragosos. Y a la hora de buscar modelos para este ideal caballeresco no faltan, claro está, los equites romanos: los Catones, los Cipiones, Quinto Fabio..., como tampoco faltan los ilustres caudillos que también brillaron por sus caballerías como Julio César y otros. Gracias a esas figuras de la Antigüedad los caballeros nobles cuatrocentistas pueden dar forma y autoridad a sus mayores anhelos tanto personales —en el cultivo de las letras para aprender a regirse como hombres— como públicos —con el cultivo de esas ciencias prácticas inherentes al caballero: el arte militar para el tiempo de guerra, las leyes para el tiempo de paz—. Así, paradójicamente, gracias al muy antiguo modelo de la noble caballería de los equites, los nobles caballeros del final de la edad media pueden imaginar su modernidad, ya no se conciben en absoluto como meros defensores al servicio de un señor o de un príncipe, sino también como miembros totalmente activos de la res publica, es decir como "regidores y governadores". La nueva dignidad caballeresca, basada en la dignitas del eques tiene, por lo tanto, una fundamental implicación política en la que la caballería, en un momento en que el ejército empieza a profesionalizarse, busca su propia supervivencia de grupo.

4 . CONCLUSIÓN

Hemos visto hasta qué punto la adaptación o incluso la invención de un modelo latino para la caballería es altamente polivalente. En unos casos, la militia servirá de origen mítico para aleccionar a una caballería considerada como decadente. En otros, sin embargo, esa misma milicia se convertirá en un arma de doble filo tanto para ensalzar las virtudes militares de los caballeros como para encerrar a estos en una mera función militar que, al fin y al cabo, podía apartarlos de determinadas funciones sociales y políticas. De ahí la reacción de algunos caballeros cuatrocentistas que, tras haber leído el De militia de Bruni, buscarán un modelo más preciso para su caballería, el modelo del eques, mucho más en acorde con su horizonte de expectativas. Todo ello plantea, en definitiva, la cuestión, al fin y al cabo teórica, de qué es un modelo, ya sea latino o no. El caso de la caballería tardomedieval viene a indicar que no existe modelo sino instrumentalizado, al servicio de una serie de finalidades discursivas, sociales, culturales, políticas, etc. Como hemos visto, no hay "un" modelo latino de la caballería por la sencilla razón de que para unos y otros no hay tampoco un concepto único de lo que es la caballería ni de cuál debe ser su función en la sociedad. Los "antiguos",

99). Seguimos la versión que aparece en Heusch y Rodríguez Velasco (2000: 143).

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tan remotos e ilustres, vienen a formar parte, junto a los mitos historiográficos o fundacionales y un sinfín de materiales narrativos, de ese inagotable cajón de sastre de que echan mano los autores de la Edad Media para hacer coincidir el orden de las cosas con el orden de las palabras.

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Cristina Jular Pérez-Alfaro PORQUE TENGO OBLIGACIÓN: GENEALOGÍA, ESCRITURA E IDENTIDAD NOBILIARIAS. L o s VELASCO Porque todos los hombres de algún estado tienen más obligación que otros a saber qué tales fueron sus pasados y el origen dellos para saber de qué linage descienden y para seguir y ymitar aquellos donde bienen en las virtudes que tubieron y para apartarse de los vicios y tachas que tanbien tubieron, yo, Don Pedro Fernández de J&asco (...) Biblioteca Nacional de España (BNE), Ms. 32381.

1. INTRODUCCIÓN

Con estas palabras, Pedro Fernández de Velasco inicia una obra impulsada por un objetivo bien definido: fijar la memoria de su linaje. Escribe en primera persona, eligiendo como carta de presentación títulos, cargos y ascendencia directa, esto es, acompañamientos con los que sitúa de modo inmediato su filiación señorial, política y familiar, tres referentes básicos que identifican su particularidad como individuo-autor. Escribe, y lo hace a partir del hecho de asumir una responsabilidad derivada de su nivel de preeminencia y haciéndose eco de la importancia de cumplir una misión: los hombres poderosos deben dar a conocer el origen y evolución de su linaje para brindar al resto un modelo de conocimiento, un ejemplo de vicios y virtudes sobre el que se observe y derive el comportaE1 manuscrito forma parte del conjunto documental trabajado desde el proyecto de I+D ref. HUM2006-04544/hist, financiado por el actual Ministerio de Ciencia e Innovación, en una investigación de carácter interdisciplinar que se inició con un primer proyecto (BHA2003-03039), de nombre CRELOC, como acrónimo de Clientela y redes locales en la Castilla medieval. Estudio histórico y Tecnologías Documentales. Entre ambas fases, y bajo mi coordinación, han formado parte del equipo científico Isabel Alfonso (CSIC), Pilar Azcárate (Univ. Carlos III de Madrid), Simone Freiro, Bonifacio Martín (Univ. Carlos III), Luis Martínez (Univ. de Burgos), Diego Navarro (Univ. Carlos III) y Jesús Robledano (Univ. Carlos III) al que se une la empresa XLInternet en el desarrollo técnico del sistema www.creloc.es, realizado de forma colectiva y que facilita el acceso on-line a los textos históricos y resultados de investigación así como a otros materiales de comunicación.

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miento social. El Velasco escribe y con ello no solo crea una acción individual sino también inaugura una dinámica colectiva, abre un hito fundacional en el proceso de desarrollo de las estrategias del linaje: la prosecución de la memoria escrita como tarea obligada para sus sucesores ("encomiendo mucho a los que fueren señores de esta casa de Velasco después de mi, que no dejen de continuar a escriuir de cada vno de los que más sugedieren en esta casa..."). Escribe para colmar un vacío: el conocimiento de los grupos nobles; escribe para superar una carencia: la omisión de los linajes en historias generales, crónicas y testimonios oficiales; escribe para corregir un descuido: el abandono de las casas grandes por esta importante cuestión; en definitiva, escribe para dotar de un nuevo sentido a la historia del reino y, aún más, para redefinir la historia tout court. ¿Qué sabía un miembro de un linaje sobre sus antepasados?, ¿qué recursos podía utilizar para reconstruir el pasado familiar?, ¿qué modelos, si los usa, sirven a la nueva composición?, ¿en qué se fija, qué selecciona el autor, qué fines persigue?, ¿conoce escritos previos, los incorpora, qué fuentes son las más pertinentes para sus intereses?, ¿recupera una memoria oral, la documenta? El Pedro Fernández de Velasco al que aludo escribe en el xvi, forma parte de una élite política que se ha instalado con fuerza en el contexto general del reino, no solo desde la acción militar sino también desde la herencia patrimonial, el crecimiento de su posición económica, y, sin duda, desde la penetración intelectual. Cómo se combinan diferentes facetas en la formación y educación de un noble es uno de nuestros primeros interrogantes. Siendo la reconstrucción de los antecedentes familiares uno de los puntos principales en los intereses nobiliarios, cómo gestiona el autor el origen e información sobre el pasado medieval supone un segundo foco de observación. En la propuesta de las coordinadoras de este volumen, Mónica Castillo Lluch y Marta López Izquierdo, se sugiere la realización de una amplia reflexión sobre la manera y la medida en que Castilla se inscribe en una latinidad milenaria. Los "modelos latinos en la Castilla medieval" se convierten en la cuestión central que pretendo abordar desde una línea que puede parecer, en cierto modo, fronteriza. La larga existencia del linaje Velasco, caballeros en ascenso, nos sitúa ante un panorama útil para la observación de cambios en la mentalidad y prácticas nobiliarias; si buscamos límites, matices, continuidades o rupturas entre modelos medievales y humanistas, el linaje Velasco permite el acercamiento a esa cuestión mediante la observación de distintas generaciones, sus prácticas y sus obras. Los Velasco no son desconocidos en la producción literaria histórica, muy al contrario, dejaron trazas en las composiciones de otros autores; el conocimiento o no de esas obras por parte de los propios miembros del linaje y, en mayor medida, el contraste con lo narrado en ellas me parece un foco de interés importante para considerar la circulación de manuscritos, el intercambio de información, el modo de componer retratos

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biográficos y relatos fuera de la cronística oficial y, en definitiva, las vías para la penetración y explotación de ideas y modelos. Dedicaré un primer momento de atención a cuestiones relativas a la obra que está en la base de este artículo: manuscritos, autoría y elementos de carácter descriptivo (aunque no solo) sobre los que el autor construye su discurso de recuperación genealógica, interesándome sobre todo por la parte más propiamente medieval aludida en el texto. En un segundo momento, me centraré más en el contexto general a partir del cotejo con otras fuentes para, finalmente y retomando el nudo central de nuestro volumen, enjuiciar la noción de "modelos", la aplicación (o no) de "modelos latinos", contrastar resultados procedentes del análisis de fuentes y escritos literarios con propuestas de textos científicos modernos que, en ocasiones, generan esquemas rigurosos en los que la complejidad de la realidad histórica encuentra difícil acomodo. En el marco de este libro, en el que no faltan ejemplos de literatura jurídica, de literatura ejemplar, sapiencial, género historiográfico, creación desde el entorno regio, y en contexto tan marcadamente interdisciplinar, puede ser quizás relevante incorporar al debate un ejemplo de literatura laica que se compone a partir de un objeto de valor trascendental para sus protagonistas: la memoria familiar.

2 . MANUSCRITO, AUTORÍA Y OBRA: ESCRITURA, GENEALOGÍA E IDENTIDAD NOBILIARIAS

Los Velasco constituyen uno de los grupos que sirven para ilustrar el proceso de creación del señorío medieval y su evolución en una larga duración, tema querido a la historia social y política de amplio cultivo en nuestro contexto científico más próximo2. El estudio de los representantes y ejecutores del poder, y entre ellos el de los señores laicos, la nobleza, ha proporcionado bases de análisis sólidas en la historiografía de nuestro país, pero el campo no está aún agotado a la hora de discutir el paso gradual entre la familia, el grupo/grupos familiares asociados y la fórmula más definitiva de un linaje que opera como bloque, como colectivo con estrategias comunes o, al menos, compartidas. La fase en la que enmarcar el ejemplo facilitado por Pedro Fernández de Velasco representa un grado avanzado en la conformación señorial, que nos permite hablar de modo pertinente de un auténtico estado señorial (más que un señorío plenomedieval), 2

La bibliografía sobre este linaje es extensa, por lo que remito a la citada en Jular (2001, 2009) y en www.creloc.es. Como ejemplo de nuevas orientaciones en el tratamiento de la nobleza señorial, sensible a la integración de la trayectoria cultural, intelectual en la reconstrucción de la historia política y social, véase el estudio de Carriazo Rubio (1992) sobre los Ponce de León.

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extenso, organizado, con alto nivel de representación geopolítica en el conjunto del reino castellano, en el ámbito global del suelo peninsular y en el panorama de las relaciones internacionales entendidas en el contexto de la época. Desde esferas de ámbito local reducido, los Velasco alcanzarán gradualmente una proyección de primera fila. La integración decidida de la escritura o, mejor dicho, del recurso tecnológico y del valor estratégico como factor de penetración cultural, política e ideológica que representa el fenómeno escriturario será un nuevo instrumento, "el arma renovada" que utilizará para legitimar su posicionamiento particular y el de su linaje, el personaje mencionado: "Yo, Don Pedro Fernandez de Velasco, Condestable de Castilla, Duque de Frías, Conde de Haro, Camarero mayor de sus magestades y su Justicia mayor en Castilla Vieja, e hijo legitimo de don Yfiigo Fernandez de Velasco, condestable de Castilla, duque de Frías y de la duquesa de Frías doña María de Tobar, su legitima muger", inicia un relato de reconstrucción particular desde "antes que los godos ni romanos ni otras na?iones señoreasen a España" hasta el fin de las Comunidades de Castilla. La obra ha llegado a nosotros al menos en dos manuscritos3 custodiados en la Biblioteca Nacional de España (Madrid), bajo las signaturas Ms. 2018 y Ms. 3238. El primero de ellos constituye una pieza individual, en papel con encuademación de pergamino, y titulada Decendencia de la Casa i linaie de Velasco escrita por don Pero Fernandez de Velasco, condestable de Castilla, segvndo des te nombre4, debiendo entender aquí el segundo miembro del linaje en desempeñar el cargo, y no como un segundo Pedro, puesto que hay más personas 3

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No excluyo la posibilidad de localizar aún algún otro ejemplar. La búsqueda está siendo exhaustiva pero, de momento, no ha proporcionado ninguna otra copia. Tampoco aumenta el número de referencias bibliográficas modernas a cualquiera de estas piezas documentales o bien a una similar. Este hecho llama la atención dada la relevancia que el linaje alcanza durante un período histórico tan dilatado, muy especialmente, en la Edad Moderna. En el catálogo de BNE de Luis García Cubero (1992) es señalado en la entrada número 1998. El Libro consta de 110 folios, de 23 cm., con índices en páginas 105 a 110. En el lomo se lee: Descendencia de la Casa de Velasco. Tiene correíllas para cierre, de piel. Abre con dos folios en blanco y presenta portada con mayúsculas y fiorituras, con título en diez líneas que ocupan toda la página: DECENCEN/CIA / DE LA CASA ILINA/IE DE VELASCO / ESCRITA POR / DON PERO FERNANDEZ / DE VELASCO CON/ DESTABLE DE CAS/TILLA SEGVNDO DESTE / NOMBRE. El manuscrito está numerado en recto y vuelto hasta la página 104 (con la 103 y la 104 en blanco). Siguen tres páginas completas de índices (numeradas a lápiz: 105 a 110) y dos más para terminar el cuaderno. Las guardas van pegadas a la encuademación de pergamino. Todo el libro está preparado, con las líneas marcadas para ayudar a una escritura recta y cuidada, con caja muy homogénea y respetada, sobre 24 líneas por página, y con amplios márgenes, sobre todo al pie; los laterales, tanto a la izquierda como a la derecha, sirven para insertar indicaciones sobre el texto.

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que utilizan el mismo nombre propio. El segundo manuscrito es más complejo al formar parte de un libro compuesto por tres piezas: el Origen de la Ilustrisima Casa de Velasco por D. Pedro Fernandez de Velasco, Condestable de Castilla. MS., lo encabeza; le sigue un Memorial de el Linage de Haro, por el Cardenal D. Pedro González de Mendoza, Arzobispo de Toledo, y finaliza con un texto enunciado como el Cronicon que hizo el ReyD. Juan el Segundo5. El texto por el que nos interesamos abre el volumen, ocupando los 93 primeros folios y, al igual que el ms. 2018, enuncia también de manera explícita al autor con sus cargos inherentes: Don Pedro Fernandez de Velasco, Condestable de Castilla, duque de Frías, conde de Haro, camarero mayor de sus magestades y sujusticia mayor en Castilla la Vieja. La existencia de dos manuscritos me parece un elemento a destacar para señalar no solo un detalle de producción sino la proyección y circulación del escrito. Tanto el manuscrito individual como la parte relativa a los Velasco del ejemplar compuesto responden a un mismo texto original, las variaciones entre ellos son escasas y de poca entidad sin que, en la comparación, se revelen alteraciones de significado. Son de destacar, sin embargo, las anotaciones marginales que están realizadas por distinta mano y parecen responder a un impulso derivado de una lectura de corrido realizada por el mismo anotador y corrector. En ambos manuscritos se anota al margen, con indicaciones sucintas. Más abundantes y destinadas a destacar, sobre todo, los apellidos en el caso del Ms. 2018, funcionando a modo de índice para facilitar el seguimiento de la información

En el catálogo de Luis García Cubero (1992), la entrada es la número 2003. El libro es de 20,5 cm y 267 páginas, escrito en papel, encuadernado en pergamino; posee un escudo de armas impreso en primera página que corresponde, con toda probabilidad, a un exlibris de Don Luis Varona Sarauia mencionado en la rúbrica. En fol. I, figura la anotación Papeles Genealógicos. 8, dando indicios de una composición particular realizada para formar parte de una colección de funcionalidad específica en la recuperación de información genealógica. Por indicación de los archiveros de la BNE, a quienes agradezco la información, no está colocado en la actualidad al lado de ejemplares similares que completen ese hipotético fondo. Pero esta investigación está empezando... Es relevante la fusión de estas tres piezas, como señalo en texto, pero a ese respecto nos movemos aún en el terreno de las hipótesis. La firma y escudo de Luis Varona Sarauia que, como digo, considero un exlibris, aparecen también en el Ms. 7115 de la misma BNE, en un ejemplar de la Crónica de Enrique IV escrita por Alonso de Palencia en 1454, y que, en nota inicial, sitúa con precisión el ánimo critico del cronista: Esta es la Coronica de Henrrique el 4o que escriuio Alphonso de Palenscia que le fue muy poco aficionado. Esta Coronica escriuio Alphonso de Palencia, Coronista de los Reyes Catholicos don Fernando y doña Ysabel de quien se dixo en Castilla que pudo tener mas elegante Coronista si mas no mas verdadero. Mas pareze Coronista del Ynfante don Alonso Hermano y competidor deste Rey que no del mismo Rey, aunque pasa muy adelante de la muerte del Ynfante hasta la del Rey.

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genealógica sobre el texto; más complejas y escasas las del Ms. 3238 donde, además de los nombres o apellidos, los destacados resaltan información más sustanciosa, anecdótica, extraída del texto6. Considero la utilización de este recurso un elemento importante para la reflexión sobre la obra y sus destinatarios, para el estudio de vínculos entre autor-anotador, producto y lector. ¿Escribió el noble el memorial?, ¿ordenó escribirlo?, ¿es él el corrector?, ¿se conocen testimonios que avalen la autoría del texto? Una noticia inserta en un manuscrito compuesto por adición de muy distintas piezas7, asegura la presencia de un ejemplar en el monasterio de la Santísima Trinidad de Burgos, en 1640, que estaba "en poder de un religioso" —muy posiblemente en depósito para ser copiado. El autor de la noticia se identifica como Domingo de la Palenque de

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Por ejemplo: "Vélaseos descienden de un hijo de Nuflo Rasura" (fol. 5r), [Apellido] "Fernandez de donde le tomaron los Vélaseos" (fol. 8v), "Doña Sancha Carrillo viuda se apellida de Velasco, fue valerosa" (fol. 15v); "casa de Trasmiera siempre fue de los condes de Haro y salió de ellos dándosela a un hijo bastardo" (fol. 21v). BNE, Ms. 3445. Son noticias diversas y producidas por diferentes manos, de lectura complicada por corresponder a distintos cuadernillos de notas que han terminado componiendo el ejemplar de 57 fols. de papel, con numeración a lápiz, de archivo. Lo presumo una preparación de material documental para la elaboración de un estudio sobre los Velasco, puesto que todo lo recopilado tiene que ver con este linaje. Hasta la página 17 inclusive son, como digo, notas muy variadas de noticias generalmente extraídas de fuentes documentales y cronísticas. En página 17v, se resume en un apretado párrafo lo que parece ser el compendio principal sobre el que se basó la consulta (aunque en las notas figuran más fuentes), que comprende: En Monserrate, tres tomos de familias sueltas de don Luis de Salazar. Seys de arboles de costados. Tres nobiliarios de Aragón, de Zurita, Vrdal y otro Autor (añadido arriba: Juan Matías i Esteban). Y los nobiliarios del conde don Pedro, del cardenal Mendoza, de Aponte, de don Luis de Baraona, de Gonzalo Fernandez de Obiedo, de Garibay, de Diego Hernandez de Mendoza, otros tres sin nombre de autor, las Casas Solariegas de Haro, los dos tomos del Luzero de la Nobleza de Meneses, el Nobiliario de Garci Alonso de Torres. Item el Nobiliario de Argote de Molina, las Historias de Murcia y Segobia, la ympresa de la ciudad de Molina y otra original en tres tomos en quarto de la Real Bibliotheca, las historias genealógicas impresas del Señor Salazar y el Nobiliario de Casa de Segobia, la Historia de Merida. Siguiendo la foliación a lápiz (fols. 18r a 57), pero con numeración propia con tinta coetánea a la escritura del texto (fols. 1 a 39), se inserta una obra singular, un cuaderno con el contenido siguiente: Tratado del Origen de la cassa y solar de los de Belasco que se sacó a la letra de un libro escripto de mano por don Pedro Fernandez de Belasco, Condestable de Castilla (fols. Ir a 9v —19 a 27v lápiz—), que es de la me ocupo en texto. Una segunda parte Trata también qué cossa sea nobleza y hidalguía y de qué se origino, y qual sea la berdadera, y qué fundamentos della se requieren para cumplir con las leyes de Castilla, y otras cosas, y de algunas otras cassasy linajes gerca de las casas de Belasco de Agustina y de Bizuezes.

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Carranza, vecino en Castilla Vieja al menos durante seis generaciones8, y señala que halló "un libro escripto de mano por don Pedro Fernandez de Belasco, Condestable de Castilla"; el hecho me parece reseñable por las perspectivas de discusión que puedan abrirse hacia los modos, prácticas de estudio, búsqueda y localización de información en el siglo XVII sobre documentación histórica anterior, y, particularmente, por su valor para acercamos a la sociedad local, siempre de más difícil apreciación en las fuentes que los personajes principales. El hallazgo emociona de modo particular a Domingo que se siente vinculado al territorio descrito, próximo a su propio pasado y al de su familia; quiere intervenir, participar. Situado ante el ejemplar, comienza a copiar y, tal y como él mismo expresa, "a la letra saqué el capítulo siguiente". Lo que menciona como "capítulo" reproduce de modo casi literal la obra maestra desde su inicio, copia el párrafo de intenciones con el que abrimos este artículo, con una mínima variación, y señala la titulación autógrafa del condestable añadiendo alguna información más9, evidencia más que probable, pues, de la existencia de una copia más del texto-base de nuestro análisis. El testimonio de Domingo de la Palenque contiene otros elementos relevantes para el investigador: por un lado, acerca con una imagen rápida y sumamente ilustrativa el modelo de estudioso, de lector interesado que descubre, inicia la copia detallada de un texto, deteniéndose en ella, anotando su tesoro textual. El proceso de copia da, de repente, un giro radical y, precipitadamente, como si pasara a actuar a hurtadillas, empieza a resumir no ya lo que interesa sino únicamente lo que puede, lo que le dejan como favor personal: el libro le es arrebatado para servir al cumplimiento de ... yo, Domingo de la Palenque de Carranca, hijo ligitimo de Rodrigo de la Palenque de Carranfa y de María de Hontaflon, y nieto de Juan de la Palenque de Carranca y de Juana de Bueras su ligitima muger y bisnieto de Rodrigo de la Palenque de Carraca y de María Saenz de Carassa su ligitima mujer, y rebisnieto ligitimo de Ruy Saenz de la Palenque de Carranca y de María Sánchez de Tabemilla, vecinos que todos fueron y yo soy de los lugares de Carassa y de Ampuero y quarto nieto ligitimo de Juan Sánchez de la Palenque de Paules de Carranya y de doña Teressa de la Queba y de Sangrices su muger, y quinto nieto ligitimo de Ruy Perez de la Palenque de Paules y de doña Juana Hurtado de la Puente su muger, moradores vecinos y dueños que fueron de la cassa y solar de la Palenque de Paules del valle de Carranya, a la letra saqué el capitulo siguiente, BNE, Ms. 3445, fol. Ir (19r lápiz). Don Pedro Fernández de Velasco, condestable de Castilla, Duque de Frías, Conde de Haro, Señor de la Cassa de los infantes de Lara, Camarero mayor de la Reyna doña Juana y del emperador Don Carlos su hijo e su Justicia mayor en Castilla la Bieja, hijo ligitimo nasgido en ligitimo matrimonio de Don Yñigo Fernandez de Belasco, Condestable de Castilla, Duque de Frías, gobernador que fue destos Reynos, y de su ligitima muger Doña María de Tobar, duquessa de Frías, Ms. 3445, fol. Ir. Pongo en cursiva las diferencias respecto al texto del manuscrito 3238.

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otros compromisos, entre los que se cuenta la copia regulada, la oficial. El mismo Domingo lo relata: Y aunque yo tube deseo de los sacar a la letra, no pude porque no me dieron lugar los frailes que este libro tenian prestado de un prebendado de la Yglesia mayor y le copiaba frai Román de Gandia, que era mi amigo, y me dejó sacar esto, y dejara todo, mas no fue mas en su mano ni él supo ni yo pude saber de qué prebendado era... 10

Por otro lado, y esto es más importante, toma postura ante lo afirmado en el texto y, con delicada y estudiada retórica en la comparación con el escritor noble11, duda y corrige distintas afirmaciones plasmadas en el documento, recurriendo a la legitimidad de su versión particular sostenida por un criterio de veracidad procedente de la memoria oral, del recuerdo de parientes y vecinos mayores transmitido de generación en generación. El memorial del Velasco ha encontrado un lector, un lector que pertenece a una "comunidad de interpretación" —utilizando la expresión de Stanley Fish— diferente de la de origen, que otorga al texto una nueva significación. En este encuentro entre "el mundo del texto" y "el mundo del lector", retomando los términos de Paul Ricceur, el hecho narrado expresa el contraste entre expectativas e intereses diversos que diferentes grupos de lectores invierten en la práctica de leer (Cavallo/Chartier 2001). El referente más autorizado entre los personajes históricos que mencionan la autoría del condestable Pedro Fernández de Velasco es Pedro Mantuano, sobre el que me detendré muy brevemente. Mantuano es secretario del condestable de Castilla Juan Fernández de Velasco, a fines del siglo xvi y primeras décadas del siglo XVII, y entre las competencias asignadas a su oficio, recae la responsabilidad del cuidado de la biblioteca señorial12. Una biblioteca que debe integrarse 10

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El mismo autor señala: "hasta aqui va a la letra como lo hallé en el libro de mano" (fol. 4r); a partir de ahí resume con la mayor brevedad hasta indicar el último personaje citado en texto, precisamente la mención del Pedro Fernández de Velasco, vivo en el momento en que se escribe el memorial ("duque que agora es") del que se vuelve a ratificar la autoría original ("este es el que escribió este libro que yo bi de mano"). La alocución final sobre la retirada del ejemplar, que señalo en texto, en fol. 9v. Ame causado admiración algo de lo que aqui dice y como parece temeridad yr contra lo que un tan gran señor asienta por berdadero y di?e que a inquirido con tanto trabajo y diligencia y en cossa suya que puede saber más que otro, con todo esto digo que esto de las bastardías no lo entendí hasta agora y soy el primer becino que tiene la casa de Belasco y natural de allí, nacido y criado..., fol. 9v y ss. Catálogos de exposición como los de Jesús Domínguez Bordona (1929, 1933), mencionan alguno de los ejemplares de lujo de la biblioteca señorial. Antonio Paz y Meliá, de modo escalonado entre 1897 y 1909, fue proporcionando noticias sobre los libros de la biblioteca de los Velasco; Julián de San Pelayo (1903), a modo de carta abierta a Antonio Paz, comenta, critica y corrige la recopilación del archivero citado. En fechas

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entre las principales de la época, cuya importancia ha sido comparada con la del Marqués de Santillana, siempre mencionada como exquisita y, que, en el caso de los Velasco tiene una raíz medieval temprana; un modelo, aún falto de estudio que, en definitiva, permitiría profundizar en la reflexión sobre la cultura nobiliaria heredada y su proyección13. Mantuano es un protagonista de excepción en la difusión política e intelectual del linaje Velasco. Fue editor del Seguro de Tordesillas, escrito por el conde Pedro Fernández de Velasco del siglo xv, a partir del ejemplar depositado en el Hospital de Veracruz de la villa de Medina de Pomar, hospital fundado por los Velasco y sede de parte, tan solo parte, de la biblioteca señorial aludida. Al reproducir la obra que ahora menciono, advierte la intervención del conde don Pedro ("tiene á las margenes algunas enmiendas de su misma letra, que comprueban su autoridad"). El tratado, editado en Milán, en 1611, en la imprenta de la Cámara Real y Ducal, refiere en título la acción tanto del noble como del escritor profesional: Seguro de Tordesillas. Escribióle Don Pedro Fernandez de Velasco llamado el Buen Conde de Haro, sacóle a la luz de entre antiquismos papeles, que se conservan en la librería del condestable de Castilla y de León, su secretario Pedro Mantuano con la vida del conde y una sumaria relación del linage de Velasco y varonía de los señores de esta Casa, y algunas escrituras notables del tiempo del mismo Conde1"". Aparte de estas indicaciones en título, en el prólogo y dedicatoria del Seguro alude explícitamente "al libro de la Genealogía de Velasco, que comenzó el Condestable D. Pedro Fernandez de Velasco el Se-

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más próximas a nosotros, Jeremy N. H. Lawrance (1984) y, a partir de la recuperación del inventario de 1445 que había pasado desapercibido como tal por los autores citados, arroja "Nueva luz sobre la Biblioteca del Conde de Haro", sentando las trazas básicas de la librería señorial del siglo xv, ya de una importancia considerable dos siglos antes de la vida de Mantuano. Para este capítulo son fundamentales los trabajos de Isabel Beceiro Pita, con desarrollos extensos y desde muy diferentes aspectos, que proporcionan visiones tanto generales como particulares del fenómeno, entre ellos: la reconstrucción de alguno de los modelos de biblioteca nobiliaria castellana como la del conde de Benavente (1982 y 1983), enfoques historiográficos sobre la relación entre Bibliotecas y Humanismo en el reino de Castilla (1990a), análisis específicos sobre las versiones y utilizaciones de la obra clásica (2001), del uso de los ancestros en la composición de la ideología nobiliar (1995), la relación de las mujeres con la cultura escrita (2003), trazando un amplio panorama para la comparación desde un contexto que incluye al linaje que tratamos. El proceso temporal en el que Pedro Fernández de Velasco ocupara la dirección de la Casa tiene reflejo en las bibliotecas particulares españolas del Siglo de Oro reveladas por Trevor J. Dadson (1998). Véase Liciniano Sáez (1796 y 1805). Una edición más reciente del Seguro, Nancy Marino (1992).

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gundo, y de orden de V. Exc. [Juan Fernández de Velasco] se vá prosiguiendo'" 5 . Si Mantuano conoció, como parece, la primera obra genealógica autógrafa del Velasco ¿por qué no la editó como hizo con el Seguro?, ¿qué importancia le atribuyó, qué credibilidad?, ¿carecía de sentido en el xvii la recuperación de la memoria linajística que, sin embargo, en el xvi era considerada un elemento fundamental en la expansión legitimadora de la Casa? No cabe dedicar ahora más espacio a esta importante cuestión para la que, simplemente, enuncio la posición de autoridad superior basada en una mayor cualificación para la recopilación y tratamiento de la información que el secretario, esto es, el escritor profesional Mantuano, defiende frente al noble. Reconocida la acción directa de Pedro Fernández de Velasco sobre el texto, entremos en el plan de desarrollo de la obra para acercarnos, como anunciábamos líneas atrás, a la valoración del modelo resultante en el contexto de discusión que nos reúne. El manuscrito es, ante todo, un compendio de material genealógico en el que más que la calidad narrativa se ofrece un producto, bastante sintético por lo general, de la sucesión por vía directa, generación a generación, de aquellos componentes considerados miembros troncales formadores del linaje, esto es, agrupación agnaticia generada a partir de una prioridad otorgada al heredero, varón primogénito y cabeza líder del conjunto. El nivel de información es notablemente distinto entre unos personajes y otros, más abundante a medida que se acerca la época del autor, hecho comprensible si aludimos a la falta de testimonios escritos preliminares, tal y como se recuerda con persistencia; y hecho comprensible también dentro de la lógica expandida de unas claves literarias que priorizan, frente a los enlaces antiguos, el acercamiento a los individuos más cercanos, esto es, aún operativos en el imaginario social coetáneo del autor. El documento proporciona unas seiscientas menciones nominales o referencias directamente aplicadas a personas, que se ajustan a más de cuatrocientos individuos particularizados, de los que prácticamente una tercera parte son Velasco, sean legítimos o incluso bastardos que, por haber sido dotados, contribuyen también a la expansión señorial de la casa originaria y, por ello, se consideran dignos de mención16. La sucesión señalada en el manuscrito se indica en

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Fol. IX de la edición citada de Sáez. Redondeo las cifras de la base de datos sobre la que trabajo para no extenderme en detalles. Lo que quiero destacar como elemento relevante es la prioridad que el escritor da a sus propios parientes más que a otros personajes que integran los diferentes contextos temporales existentes en la narración. Más que el número en sí, es interesante calibrar los porcentajes por generaciones y por grupos parentelares, compararlo con las cifras de vasallos, clientes o dependientes de las distintas parcelas del señorío, etc., análisis en curso que comento en otro artículo en preparación.

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el cuadro siguiente, en la que prescindimos de anotar si los personajes citados fueron o no realmente parientes, hecho que no afecta en este momento a nuestro argumento ya que lo que interesa resaltar es lo que el noble reconoce como tal. Una decena de ascendientes completan las noticias más antiguas hasta llegar a Sancho Sánchez de Velasco, personaje clave en el reinado de Fernando IV, que actúa a modo de bisagra al ser considerado el arranque del tronco principal del linaje17 cuya continuidad queda aseverada por pruebas documentales consideradas plenamente fidedignas. La evolución prosigue con una decena más de cabezas de grupo hasta la llegada al autor, ahora en cadena continua y directa, hijos naturales de generación en generación, salvo alguna pequeña ruptura como la producida inmediatamente antes del autor, quien, como primogénito de íñigo Fernández de Velasco, hereda señorío y títulos que, en origen, pertenecían a su tío Bernardino (hermano mayor de íñigo) muerto sin hijos. La estrategia nobiliar es efectiva al casar a Pedro Fernández con Juliana Ángela de Velasco y Aragón, hija de Bernardino y prima, pues, del noble titular. ¿Velasco? Velasco Meléndez y Suer Velázquez Ñuño Velasco 2 hermanos Velasco Femando Velasco Velasco Velasco Fernández Velasco Pedro Ruiz de Velasco Hernán Sánchez de Velasco Sancho Fernández de Velasco Gonzalo Sánchez de Velasco & Inés de Noreña Fernán Sánchez de Velasco & Catalina Vélez de Guevara Sancho Sánchez de Velasco & Sancha Carrillo Fernán Sánchez de Velasco & Mayor de Castañeda Pedro Fernández de Velasco & María Sarmiento Juan de Velasco & María Solier Pedro Fernández de Velasco & Beatriz Manrique Pedro Fernández de Velasco & Mencía de Mendoza Bernardino Fernández de Velasco & Blanca de Herrera & Juana de Aragón Iñigo Fernández de Velasco & María de Tovar PEDRO FERNÁNDEZ DE VELASCO & Juliana Ángela de Velasco y Aragón

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Dedica especial atención al desarrollo del árbol genealógico como elemento historiográfico e icònico Christiane Klapisch-Zuber (2000).

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¿Cuáles son los signos de identificación utilizados por el autor para representar el linaje? ¿cuáles a la hora de discriminar el tronco de descendencia principal? ¿qué elementos de reconocimiento utiliza y, sobre todo, desde qué fuentes de información? Me detendré someramente en un conjunto de aspectos que considero especialmente significativos en el proceso de construcción: el solar y la naturaleza, las edificaciones y fundaciones, el nombre y apellidos, los enterramientos, las esposas y las armerías son algunos de ellos, sobre los que se cruza de modo transversal en toda la extensión del texto, pero con insistencia en los episodios más alejados en el tiempo, la memoria de gentes junto a la memoria estable, esto es, la que ha dejado testimonios físicos; utilizaré en las consideraciones finales otros elementos con mayor o menor grado de presencia explícita en el relato: el servicio regio, la red vasallática y clientelar, el relato de hitos o proezas. Dentro del conjunto de rasgos identificadores utilizados en la narración, pueden hacerse diferenciaciones: en primer lugar, entre aquellas marcas de identidad personal que se generalizan para convertirse en formas de objetivación de la pertenencia parentelar. Estas marcas combinan tres tipos de códigos: el onomástico, el heráldico y el iconográfico, proporcionando formalizaciones antroponímicas, sigilográficas y funerarias18. Otras menciones ilustran la vinculación al espacio y al tiempo, cunas irrenunciables en las bases formativas del linaje, en la búsqueda de los orígenes; otras marcas derivan de la acción pública y privada, claves para la creación de la idea de fama. Mi repaso de estos elementos será forzosamente somero, queriendo tan solo destacar lo que un linaje, en opinión del autor, comparte. Solar y naturaleza. La unión de ambos conceptos fijan un espacio de procedencia ("una provincia de la montaña que se llama Trasmiera") que resulta transformado por la acción de sus pobladores (en la que se edificó "una casa", por ejemplo) y del que parte la expansión señorial. Esta acción humanizada señala la jerarquía del grupo frente a otros y como testimonio de prueba más fidedigno se resalta el recuerdo por transmisión oral, lo que ha quedado en "memoria de gentes". La referencia "Velasco" amplía su connotación de simple geotopónimo a espacio simbólico ocupado (Pico de Velasco, Rueda de Velasco), pero es, sobre todo, la idea de un solar conocido la que ayuda a diferenciar la pertenencia social, el símbolo de ennoblecimiento. Edificaciones y fundaciones. La creación de centros residenciales es prueba fehaciente de existencia física y, por lo tanto, una muestra más de la visibilidad del grupo. El texto concibe diferencias entre ellos ("que vnos tienen mas y otros

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Discute la construcción social de las identidades, en términos de individuación o identificación, Morsel (2005).

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tienen menos") pero todos parten de un identificador común: ser concebidos por caballeros deste linaje. En otras palabras, el linaje es resultado de la proyección de una red de satélites territoriales que ha crecido a partir de un mismo punto originario. A medida que avanza la descripción particularizada de individuos concretos, se insistirá en el papel realizado en calidad de fundadores de establecimientos eclesiásticos, de lugares de asistencia, hospitales, etc., esto es, se accede a un segundo grado en la creación de patrimonio, de acción política y de intervención social, introduciendo elementos caracterizadores del patronazgo nobiliar. Volveré sobre ello. Nombre y apellidos. Uno de los problemas para recuperar miembros del grupo es identificarlos a partir de un nombre o apellido que claramente señale la filiación, fenómeno, como sabemos, tardío y no plenomedieval. Pedro Fernández de Velasco es consciente de esta dificultad y, lo que es más interesante, considera el rasgo como algo inherente a la tradición castellana: "que en Castilla de muchas maneras se an tomado los apellidos", dirá, aludiendo a los que derivan de un nombre propio, de un sobrenombre, de un locativo "de", o a través de otros procedimientos que generaron la nominación, como el lugar de procedencia, el lugar de población, el lugar adquirido por ganancia (compra, herencia u otros), el obtenido a partir de hazañas y el de solares19. Enterramientos. Como elemento probatorio de la existencia de antecesores, los enterramientos se sitúan en un gran nivel de eficacia propagandística: en primer lugar, las tumbas como objeto físico son evidentes, públicas y casi siempre accesibles al común en los lugares de culto; la iglesia o monasterio concreto que guarda los restos sirve además como referencia de calidad; dentro del establecimiento religioso específico, el lugar de colocación del enterramiento denota también la posición alcanzada por el difunto; el hecho de ser enterramientos aislados o vinculados a un personaje de mayor importancia, funciona también como criterio de diferenciación jerárquica. Todos estos rasgos están presentes en los enterramientos de los primeros Velasco aludidos por el autor: San Pedro de Arlanza, San Salvador de Oña y San Pedro de Cardeña constituyen una trilogía Y algunos ay que en estos tiempos se laman por nombre propio Belasco como se lo llamaron antiguamente en este linage, que muchos de los muy antiguos dél se lo llamaron por nombre propio y otros se lo llamaron por sobrenombre, sin poner /de/, y después se lo llamaron por apellido como se lo llaman ahora, que en Castilla de vna de muchas maneras se an tomado los apellidos. La vna es de nombres propios como en este linage de Velasco, y en Osorios y en Manueles, que todos fueron nonvres primero y después se llamaron por apellidos; y otros le an tomado de los lugares donde eran naturales, y otros de lugares que poblaron los de un linage, y otros de lugares que fueron en ganar, y otros por alguna ha?aña que hicieron, y otros de solares. Ms. 3238, fol. 4r-4v. De nuevo, llamo la atención sobre la fijación a partir del espacio, pero como espacio intervenido, percibido desde la acción humana, territorializado.

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de relevancia dentro del conjunto de los monasterios castellanos y del imaginario colectivo de la sociedad medieval. La colocación de los enterramientos en el huerto del claustro, en la Capilla mayor o en capillas fundadas por los primeros condes de Castilla, demuestran el acceso a lugares privilegiados dentro de las edificaciones religiosas; algunos de los difuntos aludidos van asociados a monumentos funerarios del conde Fernán González y del conde don Sancho, y, en caso de traslado, son movidos junto a ellos, etc. Rasgos como los señalados no hacen sino reforzar la preeminencia política de los antepasados medievales del Velasco y, a medida que avanza la descripción, crecerá la importancia dada a este aspecto por incorporar las fundaciones nobiliares (de forma destacada, en Santa Clara de Medina de Pumar). Mujeres y linajes vinculados por matrimonio. Establecido y desarrollado el hilo argumental que introduce a "los antiguos", y que son varones testificados a partir de origen y solar conocido, nombre, presencia política y relaciones de alto nivel, como hemos señalado, se avanza hacia el desarrollo de la línea secuencial de la genealogía. Las bases están sentadas, llegan ahora las incorporaciones que incrementan la dignidad del linaje y, en cabeza de fila, las mujeres. Mujeres que contribuyen a la mejora del linaje por conjunción de diferentes vías: la adquirida a partir de la integración de su propio grupo nobiliar de origen; la proporcionada por el incremento patrimonial que sucede a la unión de esposos; la individual, esto es, la referida a cualidades más personales que también entrarán en el discurso, sea bajo elementos del recuerdo de hazañas, hechos o decisiones significativas, guardadas o anotadas en la memoria oral y escrita, sea en la reproducción de retratos físicos y siempre a medida que el relato geneálogico en sucesión cronológica va acercándose al conocimiento más directo de las damas aludidas. Más sábese que nunca la heredó hombre bastardo, a lo menos de zerca de trecientos años acá, que es del tiempo que se sabe quiénes fueron las mugeres de cada vno. Y demás de las otras cossas en que se conoce la nobleza deste linage, se parece en ser las mugeres con quien se casaron de mucho linage.20

Las claves de presentación de los linajes que concurren por matrimonio a partir de la mujer (Asturias y Noreña, Guevara, Carrillo, Castañeda entre los más antiguos) son, en esencia, las mismas que funcionan para la presentación del grupo protagonista: nombre, naturaleza, solar conocido, referencia a un antecesor destacado por el parentesco o en virtud de una destacada relación de servicio a los monarcas de los principales reinos hispánicos (no solo Castilla), intervenciones militares o gestas, patrimonio que proporciona la mujer; y, con 20

BNE, Ms. 3238, fol. 12v y 13r.

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descripción detallada, las armas del linaje, símbolo directo en la identificación nobiliaria que, en el apartado que comento, anuncia incorporaciones que pueden reflejarse o no en la heráldica definitiva del linaje Velasco. Una última mención en este somero repaso y en relación con las mujeres radica en la distinción de las viudas, con un ejemplo sumamente ilustrativo en Sancha (García) Carrillo quien, abandona el nombre derivado de la filiación paterna "por sostener mejor la casa y parentela de su marido, que le quedó muy pequeño don Hernán Sánchez de Uelasco su hijo"21. Armerías. Nuevas orientaciones en el estudio de la Heráldica revelan su interés en la aplicación al estudio de la formación de la ideología nobiliaria22. Las armas de los de Asturias y señores de la casa de Noreña, de los Guevara y señores de Oñate, de los Carrillo, los Castañeda, los Sarmiento se cuentan entre las descripciones ofrecidas por Pedro Fernández de Velasco. No considera necesario introducir argumentos específicos para su inclusión: una casa noble tiene reflejo iconográfico particular en las señas identificadoras de su escudo y armas. Y aunque el relato puede fijarse en la incorporación de algún elemento a los emblemas propios, no se concede excesivo campo a la cuestión: no hay descripción específica de las armas Velasco ni especial cuidado en narrar su composición. Este hecho parece indicar, en nuestra opinión, no la falta de importancia sino, al contrario, que existe un reconocimiento ya evidente del utillaje y material heráldico de los Velasco. No olvidemos que, como Condestables de Castilla, su imagen es sobradamente manifiesta sobre los territorios del reino. Entre los elementos identificadores del linaje, una cuestión adquiere relevancia principal, hecho que deseo resaltar en mi propia argumentación y avanzando hacia las consideraciones finales, y es el problema de los ascendientes honorables y la prueba documental. Es este uno de los capítulos más importantes en la composición de la memoria genealógica y el discurso que la conduce: la vinculación con el ascendiente originario, la raíz del linaje, el punto de arranque que solidifica el pasado señorial, la reunión colectiva y la identidad principal. Persona de existencia histórica en unos casos, ancestros míticos en la mayor parte de los ejemplos aludidos, este referente sostiene una considerable carga de idealización. Y las elecciones del autor son, por ello, extremadamente significativas23. Pensemos en que el autor decide y, al margen de posibles codifica21 22

23

BNE, Ms. 3238, fol. 15r. Comenta estos cambios de orientación y proporciona aproximaciones bibliográficas, Eduardo Pardo de Guevara y Valdés, en diversos trabajos (1990, 1992, 2000-2001). Vid. además Sánchez Saus (1994, 2000). Un ejemplo para interpretar este problema de los fundadores imaginarios de las grandes Casas nobiliarias castellanas en Isabel Beceiro (1995) en torno a los Ayala y, de modo más general, en Beceiro (1990b).

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ciones establecidas, tiene posibilidades de selección: el retrotraerse a personajes anónimos del pasado visigodo previo a la conquista islámica; el enlazar con miembros de la realeza (sea a partir del parentesco, el matrimonio o el servicio), sean monarquías instaladas sobre suelo hispánico o extranjeras; el realizar la unión con los primitivos condes castellanos, con los jueces de Castilla (Ñuño Rasura y Laín Calvo) o con el Cid, siguiendo argumentaciones que generan un fuerte potencial para distintos colectivos. El mito de los orígenes y el mito de la continuidad24 están presentes de modo sistemático en el discurso del Velasco: los primeros Condes de Castilla, los Jueces de Castilla25 y otros personajes históricos afianzan los anclajes históricos del relato. Junto a los primeros condes de Castilla y en grado semejante de ennoblecimiento por proximidad a personas de relevancia, cita el autor la relación de sus ancestros con Bernardo del Carpió, de quien "está muy bien aberiguado que eran parientes los de Uelasco". Este nuevo personaje, hijo del conde de Saldaña, esto es, el gobernador de uno de los territorios jurisdiccionales más importantes en la alta edad media y protagonista de conflictos con la monarquía leonesa, sirve como un elemento de fusión con el pasado del reino de León, previo a la unificación con el de Castilla. En otras palabras, a partir de dos vías (una, recuperadora de los antecedentes del reino de León; la otra, de los del condado y luego reino de Castilla), los Velasco pertenecen de pleno derecho a la historia del reino hispánico. Y, la prueba principal aducida es la existencia de fuente documental escrita, suficientemente probada en esta ocasión: la historia ordenada por Alfonso X el Sabio. Objetos físicos, elementos iconográficos, símbolos heráldicos, aun siendo importantes sin duda, es la escritura conservada el principal sistema probatorio de la veracidad o de la deducción que se plantea, lo que hace innecesario justificaciones más legalistas: basta la mención derivada que pueda extraerse de un documento escrito de tal envergadura y reconocimiento general. Las tímidas menciones en historias generales, en la "coronica antigua grande de San Pedro de Arlabas", la aparición en confirmaciones de privilegios tanto condales como regios, de los reyes de Castilla o de Navarra, en dispersos y escasos episodios de crónicas regias como la de Alfonso X o Juan II, noticias breves de algún relato o "algunas historias" (Bernardo del Carpió, Infantes de Lara) constituyen todo el elenco de fuentes utilizadas para documentar la historicidad.

24 25

Adopto el desarrollo conceptual en la interpretación de Javier Peña (2003). La obra esencial sobre los Jueces de Castilla es Georges Martin (1992).

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3 . PORQUE TODOS LOS HOMBRES DE ALGÚN ESTADO TIENEN MÁS OBLIGACIÓN QUE OTROS... L A ARISTOCRACIA CASTELLANA EJEMPLAR

Al conjunto de elementos reseñados, que son comunes por su papel funcional en la fijación del linaje, tanto en su aplicación al pasado medieval como al momento en que se escribe el texto, se añade un segundo grupo de referencias, en el cual y por darse con mayor proximidad a los hechos y personajes que se van incorporando al relato, son más individualizadas. El servicio regio, los lazos vasalláticos en que se integran los cabezas de familia (junto más escasas alusiones a las clientelas propias), hitos y proezas protagonizados, acciones militares, embajadas políticas o encargos especiales junto a pequeñas pinceladas de detalle (fisiognomía o comentarios particulares sobre las biografías) alimentan las descripciones de los sucesivos Velasco, desde fines del xiv hasta el siglo xvi. Decía al principio que focalizaría la atención en el modo de representar los elementos plenomedievales en el discurso posterior. Los elementos que acabo de señalar, en forzosa breve síntesis, se convierten en recursos, en principio discursivos pero no solo, para servir a la legitimación de una identidad aristocrática. La memoria invocada, una memoria de vida, que sirva como ejemplo de comportamiento, está cargada de componentes de carácter instrumental: el objetivo es la fijación de sentido a las acciones desarrolladas por el linaje. Un sentido que no queda circunscrito en el ámbito más privado para reconocimiento de la Casa y edificación de los futuros titulares. Un sentido que se apropia de la historicidad general en la que se reconoce la evolución política del reino, y de las comunidades próximas al señorío nobiliario. Son los miembros de una alta nobleza, los aristócratas, los hombres de algún estado quienes tienen obligación de reconvertir lo impreciso por no escrito en nueva certeza. La apropiación personal de la escritura se convierte en una nueva estrategia en la dominación, desde la vía de penetración cultural e ideológica. Y el momento resultante es propio, elude una comparación que sería posible, evita una información a la que, sin embargo, se tiene acceso. Decíamos líneas atrás que el linaje Velasco no era desconocido en el panorama general del reino, menos en el ambiente político y cortesano, tampoco eran inexistentes en el escenario literario, historiográfico. Recordemos a Fernán Pérez de Guzmán (h. 1370-h. 1460) quien, en sus Generaciones y semblanzas26, compone una colección de más de treinta retratos biográficos de los cortesanos y personalidades más importantes de su tiempo, obra comentada como parte desgajada del Mar de historias, compuesta entre 1430 y 1450, y que recupera una fuente latina del xin, el Mare historiarían de Giovanni della Colona (Zinato, 46). Su penetrante observación de reyes, emperadores y príncipes, sabios y 26

La edición de Tate (1965) aflade un apéndice I con la biblioteca de Batres, 99-100.

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santos, incorpora a "venerables prelados e nobles caballeros que en los tiempos de estos nobles reyes fueron", la mayor parte de los cuales conoció en persona. Entre estos últimos, don Juan de Velasco (1368-1418), de quién dirá: Don Johan de Velasco, camarero mayor del rey, fue fijo de Pedro Fernández de Velasco, un grant señor e notable cavallero. Su linaje es grande e antiguo, e, segunt ellos dizen, vienen del linaje del conde Ferrand González. Yo non lo leí. Es la verdad que en la estoria que fabla del conde Ferrand González dize que su fijo, el conde Garfi Ferrández, que en unas cortes que fizo en Burgos armó cavalleros dos hermanos que llamavan los Vélaseos. Si éstos eran parientes del conde e si d'ellos vienen los de Velasco non lo dize la estoria.. ,27

Recordemos también a Hernando del Pulgar (1436-¿1493?), un historiador en palabras de José Luis Romero (1944): "inquieto y prudente, cazurro y serio, capaz de una respuesta astuta tanto como de un discurso retórico, hombre, en fin, de ese tiempo, fértil en contrastes". Embajador en Roma (en 1473) y en Francia (1474-1475), cronista oficial de los reyes católicos, historiador, Pulgar ofrece directamente un modelo de retrato en su elenco de biografías: el Libro de los claros varones de Castilla, con primera edición en Toledo, 148628. Recriminando también la ausencia de escrito para la necesaria conservación de la memoria y aludiendo al acierto que sí adoptaron los historiadores griegos y romanos,... y Valerio Máximo y Plutarco, y Fernán Pérez de Guzmán... Yo, muy excelente reina y señora, de ambas cosas veo menguadas las crónicas de estos vuestros reinos de Castilla y León, en perjuicio grande del honor que se debe a los claros varones naturales de ellos y a sus descendientes, porque como sea verdad que hiciesen notables hechos, pero no los leemos extendidamente en las crónicas cómo los hicieron, ni veo que ninguno los escribió aparte, como hizo Valerio, y los otros.

recoge el desafío y completa la carencia: "por ende... escribí los linajes y condiciones...". La vida del primer conde de Haro, Pedro Fernández de Velasco, hijo de María Solier y el Juan de Velasco, arriba mencionado, es referida con atención. Una atención que subraya valores no destacados por su homónimo sucesor, entre ellos que sabía latín y cronística ("aprendió letras latinas e dávase al estudio de corónica e saber fechos pasados"). Reconocido experto en las leyes y etiquetas de la caballería y aficionado a disputas eruditas de interpretación bíblica, como conocemos por estudios de Jeremy Lawrance (1984,1985), "el buen" conde de Haro era amigo del marqués de Santillana, de Alonso de Cartagena, fue animador de una biblioteca particular 27 28

Por la edición de Barrio (1998: 108-109). Edición de Tate (1971).

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que constituye un modelo de mentalidad aristocrática del xv, "representativa no sólo de los gustos del conde de Haro sino de la ideología de todo un movimiento cultural de la época". Si la biblioteca de Santillana ha servido c o m o base para el estudio de las corrientes humanísticas y prerrenacentistas, "la de Haro nos atrae, c o m o contrapartida, al campo no menos importante de la devoción lega y secular, con su extraño bagaje de preocupaciones caballerescas" (Lawrance 1984) 29 . Otros testimonios presentan a "un orne esenciaT\ fundador de un hospital "bajo la divisa de una orden y regla de caballería inventada por él, para socorro de menesterosos y lo que es más peregrino, en sufragio de finados. Es la Orden de la Vera Cruz, cuya enseña consistía en una estola prieta cargada en los cabos de sendos escudos partidos en pal; a la diestra una cruz aspada de oro (la decussata de los latinos o de San Andrés), en campo bermejo y a mano siniestra los veros de la casa de Belasco" (San Pelayo, 1903: 182-193). Esta fundación, aún no suficientemente conocida, agrupaba: A pocas, muy contadas gentes, caballeros, dueñas y doncellas, naturales y extranjeros hixo gracia el buen Conde de aquella orden nueva y singular; y casi todos ellos fueron deudos y familiares suyos escogidos entre los más propincuos y fervorosos escluidos los que ya habían profesado religión y apartidóse del mundo: entre los agraciados se contaron en primer término de la parte de los caballeros castellanos, don Pedro y don Luis sus fijos del Conde [no constan doña María, d. Sancho y d. Antonio de Belasco hijos del conde; la primera monja profesa en Santa Clara de Medina de Pomar y los otros dos niños de corta edad]; don Fernando, don Alonso y don Juan de Belasco sus hermanos; Juan de Padilla su conmilitón y deudo por la sangre de los Sarmientos y de los Manriques de Valdescaray; el alcayde de los Donceles Diego Ferrández de Cordoba y Martín Fernández Portocarrero sus parientes de la línea de doña María de Solier, madre del Conde; Alvaro (no Iñigo) de Zuñiga su cuñado; Gutierre de Robles, Juan Ramírez, Sancho de Torres sus familiares y paniaguados; mosen Diego de Valera caballero doctísimo, maestro en perfiles de caballería, graduado en muchas letras, grande amigo del Conde de Has ó y uno de los asiduos de la casa de Belasco. De parte de las dueñas y doncellas se nombran la Condesa doña Leonor de Belasco la hija muy amada que quedó prometida al melancólico Principe de Viana y fué en sus días mayores abadesa del monasterio de Sta. Clara [prestó a los Reyes Católicos una gran suma de maravedís para la empresa de Granada, que recibió en persona Fr. Hernando de Talavera]; doña María y doña Juana de Belasco sus fijas del Conde, que alcanzaron grandes estados por casamiento de la una con don Alonso Enríquez, 29

Sobre la biblioteca del condestable Juan Fernández de Velasco fallecido en 1613, Andrés (1980); las bibliotecas castellanas de fines del xrv a mediados del xvi son tratadas por Beceiro (1982) y Beceiro/Franco Silva (1985), las del xv por Antelo Iglesias (1991) así como por Ladero Quesada y Quintanilla Raso (1981). El estudio de referencia sobre la biblioteca del Marqués de Santillana, sigue siendo el de Schiff (1905).

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tercer almirante de Castilla y tío del Rey Católico (hermano de su madre) y de la otra con don Juan de Ayala y en segundas con don Alonso Enríquez de Guzman, conde de Alba de Liste; Doña Juana Manrique, hija del Adelantado, hermana de la Condesa y mujer que fué de don Fernando de Sandoval y Rojas, conde de Castro; y doña Mencía Manrique, mujer de Juan de Padilla é hija del Adelantado de Castilla Gómez Manrique. Todas estas señoras dejaron insignes memorias de su piedad y virtudes. Los extranjeros que recibieron la orden fueron menos en número y no hace al caso nombrarlos".30

En definitiva, la creación de una auténtica red de solidaridad nobiliar, que encuentra en los lazos parentelares su principal fuente de alimentación, en las relaciones clientelares los beneficios de la proyección, que integra hombres y mujeres, naturales y extranjeros, un modelo de nuevos caballeros, de caballería noble, instruida, fuertemente atada a la religiosidad, útilmente operativa para la penetración política y social, un fenómeno aún por desentrañar en toda su complejidad. Elementos como los últimos mencionados se escapan al Velasco con el que iniciábamos estas páginas. Nada de ello y, especialmente, la formación, la educación libraría cobra importancia especial en su relato. Su modelo caballeresco ancla raíces en el ejercicio militar y las aptitudes del buen cortesano pero, ante todo, en la justificación detenida de la actividad política desarrollada en bien del reino, en la afirmación de la existencia del grupo, del linaje que, no olvidemos, él representa. Entre la adecuación de unos u otros modelos, la agenda de Pedro Fernández de Velasco es otra: reescribir la historia mediante la incorporación de los Grandes, de los suyos.

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(noviembre 1900), 662-667; VI/3 (marzo 1902), 198-206; VI/4 y 5 (abril y mayo 1 9 0 2 ) , 3 7 2 - 3 8 2 ; V I / 7 ( j u l i o 1902), 5 1 - 5 5 ; X I I / 7 y 8 ( j u l i o - a g o s t o 1908), 1 2 4 - 1 3 6 ; X I I I / 3 y 4 ( m a r z o y abril 1909), 2 7 7 - 8 9 .

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José Carlos Martín

L O S COMIENZOS DE LAS LETRAS LATINAS EN CASTILLA Y LEÓN: DE LOS ANALES CASTELLANOS PRIMEROS A LOS SEGUNDOS A la memoria de M.C. Díaz y Díaz, de quien tanto he aprendido, leyendo.

1 . INTRODUCCIÓN

La historia de la literatura latina medieval está aún por hacer. Los pocos trabajos que pueden citarse son, en el mejor de los casos, parciales, y en el peor, decepcionantes. La Hispania medieval no es una excepción dentro de esta situación general, ni lo son los estudios en torno a las letras latinas de los Reinos de Castilla y León en la Edad Media, en especial, en lo que se refiere a la producción de los siglos X-XII. Una de las principales razones es que una buena parte de estos textos carecen todavía hoy día de ediciones fiables. La historiografía hispanolatina es un buen ejemplo de ello, en la medida en que el carácter aparentemente no literario de anales y crónicas ha llamado con frecuencia a trabajar sobre estos textos antes a los historiadores (incluso como editores) que a los filólogos. No obstante, el examen filológico de los mismos puede revelar ya no solo una compleja estructura subyacente, sino todo un entramado de intereses tan importantes como la pura información objetiva contenida en ellos. Me serviré para ilustrar esta tesis del análisis de los denominados Annales Castellani Recentiores (Díaz 904). La literatura latina castellana comienza a finales de la primera mitad del s. x con los Annales Castellani Antiquiores (ACA) (Díaz 574), según expresión de Gómez Moreno (1917: 7, 10-20), un opúsculo transmitido sin título ni nombre de autor. Los ACA están compuestos por una selección de quince noticias de los siglos vii-x ordenadas por años y sin que exista un cómputo temporal general. Todas, salvo las dos primeras, presentan un carácter local, refiriéndose a sucesos relacionados con Castilla. Este interés por el condado castellano deja ver claramente el origen del texto, a pesar de lo cual el autor se declara súbdito de Ramiro II de León (a. 931-951), a quien califica de "rex noster" (n. 13). En

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cuanto a la fecha de redacción, esta debe situarse hacia el año 940, en que se fija la repoblación de Sepúlveda a cargo del conde castellano Fernán González (932-970) (n. 14) y es la noticia más reciente incluida en la obra. Interesan al analista dos aspectos de la historia patria: por un lado, los sucesos relacionados con los moros, comenzando con la predicación de Mahoma y la irrupción del ejército islámico en Hispania (n. 1-2), y siguiendo con las repoblaciones de las regiones reconquistadas por los cristianos (n. 3, 6-7, 10-11, 14) y las batallas contra el musulmán (n. 4, 12-13, 15); y por otro, la destacada actuación de los condes castellanos en todo ello, que hace que los ACA sean una fuente de capital importancia para conocer la sucesión de los primeros condes de Castilla hasta los tiempos de Fernán González. La sencillez de este primer texto contrasta con la complejidad de los Armales Castellani Recentiores (ACR), denominación también de Gómez Moreno (1917: 6-9 y 20-21). Esta compilación, en la forma en que ha llegado hasta nuestros días, fue concluida hacia el año 1172, transmitiéndose desde entonces sin título ni nombre de autor. Está formada por un corpus de cuatro piezas transmitido por el códice Madrid, BN, 1358 (ff. lv-4v), de la segunda mitad del s. XII y ejecutado verosímilmente en San Juan Bautista de Corias (Asturias) (Rodríguez Díaz 1998): pieza I (48 noticias), unos anales que comienzan con el nacimiento de Cristo y concluyen con la victoria de Alfonso I el Batallador (1104-1134) y Enrique de Borgoña (1095/6-1114) sobre el conde Gómez González en Candespina, un suceso fechado en 1110 en los ACR, si bien hoy día se cree que tuvo lugar en 1111; pieza II (12 noticias), un obituario de los reyes de León y Castilla (y de algunos de sus hijos) desde la muerte de Vermudo II (997) hasta la de la reina Urraca (1126) y el advenimiento de Alfonso VII; pieza III (7 noticias), un catálogo de batallas que comienza con la conquista de Jerusalén en el año 1099 (III, 1) y concluye con la reconquista de Zaragoza en 1118 por Alfonso I el Batallador; y pieza IV (12 noticias), un registro de noticias relacionadas con San Juan de Corias desde la muerte de los fundadores del cenobio, los condes Piniolo Jiménez ( t 1049) y su esposa Aldonza Muñoz (f 1063) (IV, 7-8), hasta el fallecimiento del abad de Corias Juan Martínez en 1172 (IV, 6). Los estudiosos que se han interesado por esta curiosa compilación están de acuerdo en ver en la pieza IV una adición ajena al espíritu del resto de la misma, llevada a cabo en el monasterio de Corias, donde habría llegado una copia de los ACR, de origen castellano, hacia el primer tercio del s. xi. Así, en ocasiones, esta última pieza aparece citada como un opúsculo independiente de las piezas I-III bajo el título de Anuales Caurienses. En opinión de Huete Fudio (1997: 61), también la pieza II sería resultado de un añadido fruto de un autor diferente al de la pieza I.

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Son tantos los misterios que encierran los ACR que no resulta sencillo proponer una interpretación coherente de su origen, redacción y propósito.

2 . L A PIEZA I V : LOS ANALES CAURIENSES

Creo que no merece la pena insistir en que la pieza IV es una crónica monástica que no puede atribuirse al mismo autor o autores de las piezas I-II. Estamos, sin duda, ante una adición hecha en Cotias en el momento en que se copió, quizás, el modelo en el que se contenían, al menos, las dos primeras piezas. Esta pieza IV contiene 12 entradas en un orden tan poco esperable que da la impresión de ser el resultado de una recopilación muy torpe de noticias dispersas en diversos documentos. El orden esperable sería el siguiente: IV, 7-9 (muerte de los fundadores del monasterio y recuerdo de la fecha en la que se dio el primer paso para su construcción) + IV, 11 -12 (elevación al obispado de Oviedo de Arias, primer abad de S. Juan de Corias, y nombramiento de un nuevo abad en la persona de Munio) + IV, 2-3 (muerte del obispo Arias en 1098, y traslado de sus restos a Corias en 1105) + IV, 1 (consagración de una nueva iglesia en Corias en 1113 por el obispo Pelayo de Oviedo y el abad Munio) + IV, 4-5 (muerte de los abades Munio y Juan Alvarez en 1118 y 1138, respectivamente) + IV, 10 (nombramiento de Martín Martínez como obispo de Oviedo en 1143) + IV, 6 (muerte del abad Juan Martínez en 1172). Se advierte una clara agrupación por bloques: las entradas IV, 1-4 se relacionan con el abad de Corias Munio y el obispo de Oviedo Arias (antes abad de Corias); un segundo bloque viene dado por las noticias IV, 5-6, que recogen la muerte de los dos últimos abades en el momento en que se organizó esta pieza, pero son una continuación lógica del inicio del texto; entre estas noticias y las siguientes se percibe otro bloque (IV, 7-9), dedicado a la muerte de los fundadores de S. Juan de Corias, Piniolo Jiménez y Aldonza Muñoz, noticia completada con el recuerdo de la fundación del monasterio en 1032, todo ello escrito, sin duda, al mismo tiempo que las entradas anteriores. Su posición anacrónica en el texto responde probablemente al deseo de un copista en un momento dado de rendir ese pequeño homenaje a los fundadores del monasterio y sus primeros benefactores; la obrita sigue con la elevación del abad Martín (Juan Martínez) al obispado de Oviedo (IV, 10), y de forma sorprendente, tras esta se han incluido dos noticias mucho más antiguas sobre la elevación del abad Arias a la cátedra episcopal ovetense y el consiguiente nombramiento de un nuevo abad en S. Juan de Corias en la persona de Munio en 1073 (IV, 11-12), que por su contenido de-

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bían aparecer iniciando el bloque que actualmente se encuentra en primer lugar (IV, 1-4 + IV, 5-6). Llama también la atención el hecho de que en la noticia IV, 9 la fundación de Corias se data "in era MXXXII", en referencia no a la era hispánica (era 1032 = año 994), sino a la era cristiana, esto es, al año de la encarnación, puesto que el año 1032 corresponde a la fecha del acuerdo entre el rey Vermudo III y los condes Piniolo y Aldonza sobre los terrenos en los que se construiría el futuro monasterio (Floriano Cumbreño 1950: voi. 1,229-230). Otro ejemplo de este mismo uso de la era hispánica cuando, en realidad, se fecha por el año de la encarnación se detecta en la entrada IV, 6, a propósito de la muerte del abad Juan Martínez, "in era MCLXXII", es decir, era 1172 (= año 1134), sin duda, un mero error paleogràfico por "in era MCLXII", frecuente en todas las piezas del texto, y que daría, así, el año 1162, justamente la fecha del óbito del citado abad. Esto significa, además, que no estamos ante el manuscrito original en el que por primera vez se copiaron todas estas fechas, sino verosímilmente ante una copia de aquel, que debía tener la datación correcta.

3 . L A PIEZA I I I : EL CATÁLOGO DE LAS BATALLAS FAMOSAS

Esta pieza, que podría considerarse ciertamente como un catálogo de batallas famosas, incluye una de la que no se tienen apenas noticias, la III, 6 "Et illum de Erlamego in quo corruit Adefonsus Ordoniz fuit factum die primo kalendarum septembris girovagante era LXXXVIII", en la que, sin duda, debe presuponerse la pérdida del numeral correspondiente al año mil, fechándose, así, esta batalla en la era 1088 (año 1050). Evidentemente, su inclusión solo puede responder al deseo de destacar la figura de Alfonso Ordóñez, cuya familia estuvo estrechamente ligada al monasterio de Corias, acabado de construir en 1042, tan solo unos pocos años antes de la muerte del citado conde (Floriano Cumbreño 1950: 24-30, Torres Sevilla-Quiñones de León 1999: 97). Pero lo más curioso es que existe una segunda fuente antigua que da noticia de este misterioso combate en Erlamego, ni más ni menos que el Registro de Corias: "Illa uilla de Aulaneda fuit hereditas de infante domno Ordonio, et reliquid eam filio suo Adefonso Ordonii, qui mortuus fuit in ilio bello de Erolamego, et sepultus in ipso monasterio de Corneliana". Debe tenerse en cuenta, además, que la referencia a este hecho de armas se encuentra completamente desplazada del lugar que le correspondería en esta pieza, de acuerdo con un orden cronológico estricto. Estamos, así, ante una noticia que ocupa un lugar inesperado, ante la única referida a una batalla menor y ante la única de la pieza III en la que se menciona a un protagonista que no

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es un rey. Ello me lleva a pensar que bien puede tratarse de una adición hecha en el propio monasterio de Corias, cuando llegaron allí los ACR en su versión primigenia, fuera cual fuese. Pero hay más, la noticia III, 6 sobre Erlamego y Alfonso Ordóflez debe ponerse en relación con otra de la pieza I, sobre la reconquista de Huesca por parte de Pedro I de Aragón (1094-1104) en 1096 (I, 47), situada también al final de uno de los bloques del texto y, hasta cierto punto, solo de interés secundario para la historia de Castilla y León, pues en la época Huesca estaba en manos de los musulmanes. Sabemos que el emir de Huesca, Abd alRahman, solicitó auxilio al de Zaragoza, Ahmad alMustain II, y que este acudió en su ayuda con el apoyo de los condes García Ordóñez de Nájera y Gonzalo Núftez de Lara, a pesar de lo cual la ciudad fue tomada por el rey aragonés (Laliena Corbera 2000: 228267). En la noticia de los ACR, tal y como está redactada, la batalla de Huesca es presentada como una derrota de García Ordóñez y alMustain ("era MCXXXIIII fuit arrancada de Oska...") ante Pedro I, sin la menor mención, por lo demás, del otro conde castellano participante en la misma, Gonzalo Núñez de Lara. Si ahora tenemos en cuenta que García Ordóñez fue sobrino carnal del Alfonso Ordóñez muerto en Erlamego, la presencia de esta entrada 1,47 podría ayudarnos a explicar, siquiera en parte, la historia de la transmisión de este texto. Aunque durante cierto tiempo me planteé la posibilidad de que la noticia sobre la participación del conde García Ordóñez en la batalla de Huesca estuviese destinada, en parte, a exaltar a los Ordóñez y fuese obra, en consecuencia, de alguien afecto a esta familia o de un miembro de ella, creo que el tono de la última parte de la pieza I, desde la noticia de la muerte del rey Fernando I de Castilla y León (I, 41) en adelante, se presenta claramente desfavorable a Alfonso VI, a quien García Ordóñez sirvió con absoluta fidelidad hasta su muerte en la batalla de Uclés en 1108. Por lo tanto, es difícil de creer que en el seno de la familia Ordóñez fuese a escribirse una historia adversa a los intereses o a la memoria de Alfonso VI. Se diría, en efecto, que el autor de las entradas I, 42 a I, 47 fue alguien contrario a Alfonso VI (1065-1109). Véase el contenido de las noticias señaladas: victoria de Sancho II de Castilla (1065-1072) sobre su hermano Alfonso VI en Llantada en 1068 (I, 42), nueva victoria de Sancho II sobre Alfonso VI en Golpejera en 1072 seguida de la captura del rey leonés (I, 43), asesinato de Sancho II en Zamora en 1072 (I, 44), derrotas de Alfonso VI ante los musulmanes en Rueda (Aragón) en 1084 (1,45) y Sagrajas en 1086 (1,46), y derrota en Huesca de García Ordóñez (I, 47), que hacía las veces de gobernador de Alfonso VI en La Rioja (Martínez Diez 2003: 36-45, 76-78, 98-101 y 234-235). Esta terrible sucesión de infortunios de Alfonso VI es tan llamativa como la ausencia en ella de la reconquista de Toledo en 1085, la victoria cristiana

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más importante del s. xi, al menos, por su valor simbólico. Esta victoria sí se ha incluido en la pieza III (III, 2), lo que sugiere que este inventario de batallas famosas fue reunido en otro tiempo y lugar que la pieza I, que, si en algún momento dio cuenta de la victoria toledana de Alfonso VI, sufrió con posterioridad algún tipo de censura de toda noticia favorable al rey Bravo en la versión que de ella nos ha llegado. Es probable, en efecto, que Alfonso I el Batallador, en cuya época parece haberse concluido esta pieza I, influyese de forma decisiva en la versión que conocemos de esta, lo que explicaría tanto la selección de unos sucesos tan adversos a la política de Alfonso VI (I, 42-47) como la inclusión de la noticia de la victoria del rey aragonés sobre un conde castellano (I, 48). La doble referencia a los Ordóñez me hace pensar que los ACR interesaron a esta familia y que una copia de este texto pasó por sus manos. Probablemente, una forma más antigua de los ACR estaba constituida por las piezas I-II y parte de lo que ahora es la pieza III, cuyas entradas III, 2-5 apuntan asimismo a un origen castellanoleonés. Creo que un ejemplar con estos textos llegó por mediación de los Ordóñez hasta San Juan de Corias y que allí la pieza III adquirió la forma que hoy presenta y se añadió la pieza IV. El núcleo principal de las noticias que constituyen esta tercera pieza es de origen claramente castellanoleonés (III, 2-5), pues solo ello explica la presencia de una batalla menor como la referente al asedio de la reina Urraca en León en 1119 (III, 5), y es probablemente anterior al advenimiento de Alfonso VII, a quien no habría interesado, creo, recordar un ataque contra las torres leonesas de su madre en el que se vio implicado. La inclusión en esta pieza III de importantes victorias de la cristiandad, no directamente relacionadas con la historia de Castilla y León, como la entrada de los cruzados en Jerusalén en 1099, explica fácilmente la noticia de la reconquista de Zaragoza y hace innecesario ver en ella cualquier influencia de la corte aragonesa. La sucesión de las entradas de esta pieza III, en la medida en que no sigue un orden cronológico estricto, sugiere una acumulación desordenada de materiales diversos que recuerda a la pieza IV y se opone, por esa misma razón, a las piezas I y II, en las que la cronología está mucho más cuidada. El estilo es también diferente al de las dos piezas iniciales. Mientras que en la pieza I las derrotas se introducen por medio de la expresión "arrancada", como la de Sagrajas (I, 46), en la pieza III se utiliza el término "prelium" a propósito de esta misma derrota o de la de Uclés (III, 3-4). Del mismo modo, cuando en esta pieza III se señala el día preciso del mes en el que ocurrió el hecho descrito, la fecha se introduce mediante la fórmula "et quotum" (III, 1 y III, 5), que no se encuentra en las piezas I-II, pero sí en la pieza IV (IV, 4 y IV, 11-12). Así las cosas, podría ser que la redacción final de la pieza III se debiese al mismo compilador de la pieza IV, es decir, a un monje de San Juan de Corias, el

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cual se habría servido, no obstante, de materiales procedentes de la corte castellanoleonesa, que habría completado a su gusto, por ejemplo, con la noticia de la muerte de Alfonso Ordóflez en Erlamego (III, 6), pueblecito próximo a Corias y, por tanto, de cierto interés para los miembros de este cenobio, tan ligado a los Ordóflez. Justamente esta relación explica de una forma sencilla que el ejemplar más antiguo conocido de los ACR, modelo de todos los restantes conservados, haya sido elaborado en San Juan de Corias.

4 . L A PIEZA I I : EL OBITUARIO

La pieza II tiene también su parte de misterio: ¿por qué comienza con el deceso de Vermudo II? En efecto, el primer rey leonés cuya muerte se incluye en la pieza I es Ramiro III (I, 27). Creo que la razón más probable es que se ha querido iniciar el obituario con el ancestro más antiguo en línea directa de la familia real en el poder en Castilla y León en el momento en que se dio a esta pieza la forma en la que ha llegado hasta nosotros. Y este ancestro fue justamente Vermudo II, abuelo paterno de la reina Sancha (1037-1067), la esposa de Fernando I el Magno (1035-1065), madre de Alfonso VI (1065-1109), abuela de la reina Urraca (1109-1126) y bisabuela de Alfonso VII (1126-1157), el monarca con cuyo advenimiento se pone punto final al obituario. Este hecho en sí mismo, es decir, que la pieza II, compuesta por 12 entradas, de las que 11 están consagradas a los óbitos de los miembros de la familia de Vermudo II y sus descendientes, se cierre no con un óbito más, sino con la noticia de la ascensión al trono de un nuevo monarca en la persona de Alfonso VII (II, 12), sugiere que debió de elaborarse bien a iniciativa de este último, bien en su honor, con objeto de ofrecerle la lista, bajo la forma de un obituario, de sus antepasados más ilustres hasta el primer rey de León en línea directa. Y no ha de olvidarse que en esta pieza no se da noticia de la muerte de ningún conde castellano, a diferencia de lo que ocurre en la pieza I. Ello confirma, creo, que este obituario responde a unos intereses completamente distintos a los de la primera pieza y debe atribuirse a otro compilador. Este parece, además, sentir un especial afecto por la infanta doña Urraca de Zamora (f 1101), calificada de "serenissima domna", cuando ninguno de los otros ilustres miembros de la casa real castellanoleonesa se presenta acompañado de adjetivo laudatorio alguno, de acuerdo con el estilo conciso propio de este tipo de textos. Todo indica que nos encontramos ante un compilador mucho más cuidadoso que el responsable de la disposición en la que se presentan las piezas III y IV.

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5 . L A PIEZA I : LOS ANALES CASTELLANOS PROPIAMENTE DICHOS

Con respecto a la pieza I, la más interesante de todas para la historia de Castilla y León entre los siglos VIII y XII, creo que debe abandonarse la idea de que esta, tal y como ha llegado hasta nuestros días, es el resultado de una redacción paulatina a cargo de diversos amanuenses que hubiesen ido incluyendo noticia por noticia los eventos más destacados de la época en la que vivían, llevando este largo proceso finalmente al texto del que ahora disponemos. Estoy persuadido, por el contrario, de que hubo de existir un redactor final bastante alejado de los hechos recogidos en la obra. Encuentro que esta es la tesis más probable dado que en todo el texto abundan los errores en la datación de las noticias reseñadas y que estos solo en algún caso pueden atribuirse al proceso de copia una vez fijada la versión definitiva de los ACR, mientras que en otros parecen haberse encontrado ya en los materiales utilizados por el redactor final, como resultado probablemente de una deficiente transmisión manuscrita de las mismas hasta el momento en que llegaron a sus manos, encontrándose él mismo además lo suficientemente distante de los hechos narrados como para no poder determinar ya la exactitud en las dataciones que estos presentaban. Es evidente, en efecto, que esta pieza se ha elaborado sobre la base de un criterio cronológico estricto, yendo de los sucesos más antiguos a los más recientes. Las dataciones que se leen en el texto son con frecuencia erróneas y es justamente el error que contienen lo que hace que ocupen el lugar concreto en el que se presentan. Dos pasajes sumamente ilustrativos son las entradas I, 25-26, dedicadas a la boda de Vermudo II y Elvira García (hija de García Fernández) y al advenimiento de Sancho García al condado de Castilla. Las dos están mal datadas: las nupcias citadas aparecen fechadas en la era 1041 (año 1003), cuando el casamiento tuvo lugar en la era 1029 (año 991) (Ceballos Escalera 2000:163, Martínez Diez 2005: 554), y el comienzo del ejercicio de Sancho García como conde de Castilla se atribuye a la era 1043 (año 1005), aunque sabemos que se produjo a la muerte de su padre García Fernández en la era 1033 (año 995) (hecho citado explícitamente en I, 23) (Martínez Diez 2005: 555). No obstante, ambas entradas ocupan el lugar que se espera de acuerdo con las dataciones que han recibido. Es decir, no se encuentran en el lugar que les correspondería en relación con su datación correcta, sino en el lugar que corresponde a su datación equivocada, en concreto, tras la batalla del monte Cervera de la era 1038 (año 1000) (Martínez Diez 2005: 563-572) e incluso a pesar de que en esa acción Sancho García recibe en el texto el título de conde de Castilla. Es evidente, en consecuencia, que el compilador se sirvió de una fuente en la que estas noticias tenían ya las fechas erróneas con las que han llegado hasta nosotros en los ACR, y de acuerdo con

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estas fechas, este autor, ignorante de ello, las situó en el lugar adecuado dentro de su texto en virtud de la datación que tenían en dicha fuente. Así, las entradas I, 25-34 siguen un estricto orden cronológico de acuerdo con sus dataciones, todas ellas erróneas, con la única excepción (parece) de la entrada I, 29. Pero lo importante es que, en el texto que ha llegado hasta nosotros, su ordenación es coherente con la cronología que presentan, lo que sugiere que debe atribuirse a errores en la transmisión de estas noticias en el proceso de copia que las llevó hasta el redactor final de los ACR (naturalmente, a esos primeros errores han podido añadirse secundariamente otros, muy difíciles o imposibles ya de determinar). Los contenidos de los ACR, los intereses y preocupaciones que esta obra revela, pueden orientar sobre los diversos materiales utilizados en la composición del texto y la finalidad o finalidades de aquellos y este. Veamos los hechos de los que se da noticia en esta pieza I: las dos primeras entradas se dedican al nacimiento y pasión de Cristo (I, 1-2); sigue un resumen de los ACA sobre la predicación de Mahoma, la llegada de los árabes a Hispania y la repoblación cristiana de los territorios reconquistados, destacándose la participación en ello de los condes castellanos, hasta la repoblación de Sepúlveda por Fernán González en el año 940 (1,3-12 = ACAn. 1-4,6-7,10-11 y 15-14); lo que sigue se presenta claramente como una continuación de los ACA, pareciendo comenzar en el año 959, dentro de ella se recogen diversas noticias sobre los condados de Fernán González (932-970) (I, 13-17/18), García Fernández (970995) (I, 18-23) y Sancho García (995-1017) (I, 24-34), tras las cuales y hasta la muerte de Fernando I el Magno el texto se reduce a una suerte de obituario (I, 35-41), en el que recogen las muertes del conde García Sánchez (1017-1029) (I, 35), del monarca navarro Sancho Garcés III el Mayor (1004-1035) tras la conquista de Astorga (I, 36-37), del rey leonés Vermudo III (1028-1037) (I, 38), de la condesa Urraca (hija de García Fernández), abadesa de Covarrubias (I, 39), del rey de Navarra García Sánchez III el de Nájera (1035-1054), derrotado por Fernando I el Magno, aunque el analista nada diga de ello (I, 40), y del propio Fernando I (1035-1065) (I, 41); en su parte final, este opúsculo adquiere de nuevo una mayor riqueza de contenidos, ocupándose de la lucha dinástica éntre los hijos del rey Magno, Sancho II (1065-1072) de Castilla y Alfonso VI (10651109), hasta la muerte del primero (I, 42-44), dando cuenta tras ello de diversas derrotas castellanoleonesas en tiempos de Alfonso VI (1,45-47), y concluyendo con la victoria del rey aragonés Alfonso I el Batallador (1104-1134) sobre el conde castellano Gómez González (I, 48). Gómez Moreno ha calificado estos anales de hoscos e insensibles por complacerse en recoger principalmente noticias sobre derrotas cristianas, traiciones y muertes (Gómez Moreno 1917: 20). No puedo sino dar la razón al gran inves-

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tigador español, pero ¿cuál es la razón de ello? A la literatura hay que acercarse desde la desconfianza. Si aceptamos que los ACR son una composición áulica, y todo parece indicarlo, ¿qué corte querría ofrecer de sí misma una imagen tan poco favorable como la de Castilla-León en muchas de las entradas de esta pieza I? A fuerza de leer esta obrita, he acabado por advertir que ese tono pesimista general se concentra en dos partes de la misma: los condados de Fernán González y García Fernández, por un lado (I, 13-23), y los años siguientes a la muerte de Fernando I el Magno, por otro (I, 42-47). He visto asimismo que hay un período de la historia castellana que está presentado con rasgos mucho más positivos que el resto: el condado de Sancho García (I, 24-34). Creo que a partir de estos hechos puede proponerse una interpretación coherente de la primera parte de los ACR, hasta la muerte de Sancho García en el año 1017 (I, 34), que permite una visión de los mismos como una verdadera composición áulica. Esta primera parte, habría sido continuada, luego, probablemente hasta los tiempos de Alfonso VI, cayendo poco después de la muerte de este monarca, hacia el año 1111, en manos de otro Alfonso, el primero de este nombre que ocupó el trono aragonés, y que por entonces, por su matrimonio con la reina Urraca, aspiraba a controlar igualmente la política del reino castellanoleonés, lo que pronto lo llevó a enfrentarse tanto con su esposa como con la nobleza del reino, defensora de los derechos del joven Alfonso Raimúndez, el nieto de Alfonso VI y futuro Alfonso VII (1126-1157). Esta situación terminó por provocar incluso una guerra abierta, y la aparente reconciliación entre los esposos no evitó que se divorciasen en 1114. El año 1111 coincide con el período más difícil de la relación entre la reina Urraca y Alfonso I. En ese contexto, tenemos unos anales de origen castellano que concluyen en tiempos de la reina Urraca, pero en un tono adverso a Alfonso VI y presentando como noticia última la victoria de un rey aragonés sobre un ejército castellano, sin que nada se haya dicho ni de la muerte de Alfonso VI ( t 1109) ni del advenimiento de la nueva reina. Dado que no encuentro razones válidas para atribuir a Urraca la redacción de unas entradas tan hostiles a la memoria de su padre como las que se leen al final de esta pieza (1,42-43 y 1,4547) y que, por el contrario, la mención de la importante victoria de Alfonso I en 1111 en Candespina (1,48) sugiere una cierta implicación de este monarca en la versión que tenemos del texto, solo puedo atribuir a este el deseo de denigrar la memoria de Alfonso VI como forma de atacar a su esposa y a los nobles castellanoleoneses que se le oponían. Si nos interesamos ahora por lo que he considerado como una primera parte de la obra, que llegaría hasta la muerte de Sancho García (I, 1-34), puesto que las primeras entradas de los ACR (I, 3-12) están tomadas de los ACA, es inte-

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resante comparar el distinto tratamiento que en una y otra composición se da a un mismo suceso. En efecto, la sobriedad de los ACR sorprende todavía más cuando, pudiendo reseñar una brillante victoria sobre el musulmán como la de Ramiro II en 939 en Simancas, según se lee en los ACA, esta queda reducida a un par de líneas en las que parece concederse una mayor relevancia al ataque árabe que a la victoria cristiana final: "Sub era DCCCCLXXVI venerunt sarraceni cum rege Adeffaman ad Setmancas" (I, 11). De no haber conservado más que esta fuente, habríamos creído que una incursión islámica había devastado Simancas y no habríamos sabido que este ataque acabó, en realidad, con un gran triunfo de leoneses y castellanos (Gómez Moreno 1917: 14-20, Martínez Diez 2005: 339-360). Es igualmente llamativo, en lo que hace a la selección de las noticias tomadas de los ACA, que se incluya el ataque victorioso de los musulmanes contra Sotoscueva (ACR I, 6 = ACA n. 4), pero no la victoria de Ramiro II en Osma unos años después (ACAn. 13) (Martínez Diez 2005: 322-326). En los ACA, el autor no desaprovecha ninguna ocasión de exaltar las victorias cristianas contra el musulmán. En los ACR, hasta llegar a los tiempos del conde Sancho García (995-1017), la situación de los reinos cristianos del norte parece desesperada ante las continuas incursiones del invasor, que ataca Gormaz (I, 14), Simancas (I, 15), Sepúlveda (I, 16), Zamora (I, 17), Atienza (I, 19), Osma y Alcubilla del Marqués (I, 20), San Esteban de Gormaz y Clunia (I, 22). Y por si esto fuese poco, la Península Ibérica sufre además el ataque de los normandos (1,18). Por el contrario, el condado de Sancho García, aunque no exento de derrotas, como la del monte Cervera (I, 24) o la de Clunia (I, 32), destaca por sus importantes triunfos sobre el invasor: incursión en territorio musulmán hasta Molina y destrucción de la fortaleza de Azenea (1,29), nueva incursión por tierras de Toledo y entrada victoriosa en Córdoba en 1009 (1,30), y entrega al conde castellano por los árabes de las plazas de Gormaz, Osma, San Esteban y otras localidades de Extremadura en 1011 (Martínez Diez 2005: 606 y 612, 611-612 y 615, 619 y 628-629). Las noticias dedicadas a los años en los que este conde gobernó Castilla (I, 24-33) son las más elaboradas de los ACR hasta llegar a los tiempos de Alfonso VI y los conflictos entre Castilla-León y Aragón (1,42-48). En este contexto, se explicarían quizás tanto la entrada I, 21, en la que se da cuenta de la rebelión de Sancho García contra su padre en 991, como la inclusión de una entrada sumamente original en el texto consagrada al nacimiento del hijo de Sancho García, García Sánchez, futuro conde de Castilla (1017-1029) (1,31). En esta última noticia, por ejemplo, la única dedicada en todos los ACR a un suceso semejante, parece advertirse el deseo de un padre de festejar la llegada al mundo de su hijo

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y heredero, y hace pensar, en consecuencia, que en tiempos de Sancho García se llevó a cabo una primera redacción de la obra a partir de fuentes diversas. Por lo que hace a la noticia de la revuelta de Sancho García contra García Fernández (I, 21), si esta se redactó en los tiempos de este último, habría sido evidentemente una crítica de la actitud del rebelde y, en consecuencia, si aceptamos que esta pieza I es una composición áulica, debemos preguntarnos por qué Sancho García, una vez muerto su padre, no la suprimió. Mantenerla habría supuesto, en ese caso, quedar marcado para la posteridad como el hijo que se alzó en armas contra su padre. Ahora bien, si nos acercamos a esa misma noticia desde la perspectiva contraria, es decir, que debe atribuirse no a los tiempos de García Fernández, sino a los de Sancho García, su redacción respondería entonces a un deseo de este y encontraría, sin duda, su justificación de un modo u otro en el texto. Llegados a este punto, el lector puede encontrar fácilmente la respuesta en el análisis que he expuesto más arriba del tipo de noticias que caracterizan los condados de Fernán González y García Fernández frente al de Sancho García. Cuando en la pieza I se introduce la entrada sobre la rebelión de este contra su padre, la situación de Castilla es crítica: los musulmanes han atacado y se han apoderado de Gormaz, Simancas, Sepúlveda, Zamora, Atienza, Osma y Alcubilla del Marqués (I, 14-17 y I, 19-20). En ese contexto, da la impresión de que, cuando Sancho García se alza contra su padre (I, 21), lo hace obligado por las circunstancias con objeto de poner fin al drama que viven los cristianos. Tras esta entrada, se ha incluido la noticia de un nuevo ataque árabe, esta vez contra San Esteban de Gormaz y Clunia (I, 22), y la derrota de García Fernández ante un ejército árabe, seguida de la muerte del conde castellano (1,23). En ese estado de cosas, Sancho García obtiene el condado de Castilla, y sufre todavía una derrota más en el monte Cervera (I, 24). Pero a partir de entonces Castilla se recupera, y el nuevo conde obtiene importantes y repetidas victorias contra el invasor en Azenea, Toledo e incluso en la propia Córdoba (I, 29-30), y aunque todavía se sufre algún descalabro, como en Clunia (I, 32), la última noticia de este período, antes de la muerte de Sancho García, es la entrega a este por parte de los árabes de varias plazas cristianas importantes en señal de sumisión (I, 33). Desde esta perspectiva, se tiene la impresión de que una primera redacción de esta pieza hubo de elaborarse en tiempos de Sancho García (I, 1-33), a la que se añadiría en su momento la noticia del fallecimiento del noble castellano (I, 34). A partir de ese punto y durante una serie de entradas, que constituyen un nuevo bloque homogéneo, las nuevas noticias que se añaden al texto quedan reducidas prácticamente a una lista de óbitos de personajes ilustres, en especial los

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gobernantes, un conde y varios reyes, que rigieron las tierras castellanoleonesas hasta llegar a la muerte de Fernando I el Magno (I, 35-41). Las noticias de los ACR que siguen a la entrada dedicada a la muerte de Fernando I (1,41) se distinguen en su mayor parte de las inmediatamente precedentes (1,34-41) por ser algo más extensas y variadas en sus contenidos, si bien, al margen de esto, apenas presentan rasgos de estilo propios. Es difícil saber si esta pieza recibió una continuación en tiempos de Alfonso VI, aunque me parece probable a partir de noticias como la I, 44 y la I, 45, cuyo estilo y estructura no difieren en nada del texto precedente. Así, creo que las particularidades de algunas noticias de la última parte de esta pieza I, desde la muerte del rey Fernando I en adelante, podrían entenderse como resultado de una reelaboración de un texto más antiguo en el momento en que Alfonso I de Aragón domina la política castellanoleonesa con motivo de su matrimonio con la reina Urraca (1109-1114). Se pudieron reescribir ciertos pasajes, suprimirse otros y añadirse algunos nuevos. Una entrada que pudo suprimirse fue la de la conquista de Toledo por Alfonso VI en 1085. Una adición fue, sin duda, la entrada sobre la victoria de Alfonso I y Enrique de Borgoña sobre el conde Gómez González en Candespina (I, 48). Noticias reelaboradas fueron quizás las dedicadas a las luchas fratricidas entre Sancho II y Alfonso VI (I, 42-43) y a la derrota castellana en Huesca (1,47). Este revisor del texto, sin duda, un eclesiástico afecto a la monarquía aragonesa, habría recibido el encargo de presentar los últimos años de la corona castellanoleonesa dominados por las luchas intestinas entre los dos hijos del rey Magno (I, 42-43), como consecuencia de las cuales se habría perpetrado el asesinato de Sancho II (1,44) y se habría producido un debilitamiento general en el reino, que habría llevado a las reiteradas derrotas frente al musulmán (I, 45-46) y frente a los monarcas aragoneses (I, 47-48). De este modo, la conclusión que parece imponerse al final de estos anales es que con Alfonso I y la monarquía aragonesa puede iniciarse una nueva época de prosperidad, seguridad y victorias frente a los enemigos.

6 . CONCLUSIÓN

En resumen, la historia de este texto pudo haber sido la siguiente: en tiempos de Sancho García se habrían elaborado unos primeros anales a partir de materiales preexistentes, de los que conocemos con seguridad el uso de los ACA (al menos, I, 1-24, I, 26 y I, 29-33); esta primera versión habría recibido algunas adiciones todavía en tierras castellanas (I, 34-35) hasta conocer una nueva am-

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pliación durante el reinado de Fernando I, concluyendo con la muerte de este (I, 36-41); por entonces o muy poco después el texto pasó a León, donde recibió algunas adiciones marginales sobre los reyes leoneses (1,25 y 1,27-28) y nuevas entradas sobre Alfonso VI, sufriendo estas últimas noticias una labor de reescritura durante el breve período en que Alfonso I el Batallador intentó dominar la política castellanoleonesa en virtud de su matrimonio con la reina Urraca (I, 42-48). Ya en León y con motivo del advenimiento de Alfonso VII, la pieza I fue ampliada con un obituario de los reyes castellanoleoneses hasta el año 1026, lo que he denominado pieza II. Hacia el segundo cuarto del s. XII (el terminus post quem es el año 1119), estos materiales, junto con algunas otras noticias, pasaron, quizás por mediación de los Ordóñez, a San Juan de Corias, y allí, hacia el año 1172, se redactaron en su forma actual las piezas III y IV. La pieza I hubo de recibir la forma que presenta actualmente, con los errores señalados, en el momento en que alguien decidió introducir en el texto, en el lugar que, a su juicio, correspondía, las anotaciones marginales que presentaba el modelo de esta obra que utilizaba, quizás ya en Corias durante la redacción allí de la versión final de las cuatro piezas de los ACR que ha llegado hasta nosotros. Si atendemos ahora al tipo de noticias que se reseñaron en las dos primeras piezas de los ACR, doscientos años después de los ACA, se observa que, al menos en el terreno de la historiografía, la amenaza islámica sigue siendo la preocupación más destacada hasta comienzos del s. xi. A partir de esas fechas, se percibe que el peligro que suponen las incursiones del invasor, aunque aún es importantísimo, ya no es el único que se cierne sobre los reinos cristianos, que comienzan a constituir una amenaza los unos hacia los otros por la disputa del territorio reconquistado. Así, los hechos de armas enfrentan con tanta frecuencia a los ejércitos cristianos con los musulmanes, como a aquellos entre sí. Batallas en las que se lucha por la defensa o ampliación del reino y óbitos reales, estas son las noticias que interesan a la analística castellanoleonesa en latín de los siglos x-xn. Los ACR, pese a su técnica literaria aparentemente rudimentaria, no son, sin embargo, una obra ingenua. Como he intentado demostrar, se advierte en ellos una importante carga ideológica. Pero la realidad no se manipula mediante la presentación de los hechos desde un punto de vista determinado, sino mediante su selección. En los ACR apenas hay lugar para los adjetivos, no se recurre a la comparación ni a la metáfora y los protagonistas de la historia no reciben calificación moral alguna, ni positiva ni negativa. Esto provoca en el lector la sensación de leer una obra objetiva, atenta solo a recoger los hechos más relevantes de la historia patria. Y sin embargo, la sucesión de estos hechos orienta la interpretación del lector en una dirección concreta. En este sentido, una lectura

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actual debe conceder tanta importancia a los sucesos incluidos en los anales como a los omitidos.

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Bernard Darbord L o s EXEMPLA MEDIEVALES: REFLEXIÓN SOBRE LOS MODELOS LATINOS

1 . INTRODUCCIÓN: CURTIUS Y LA HERENCIA CULTURAL LATINA

La vieja diosa. De la filología a la postmodernidad es un reciente ensayo escrito por Joaquín Rubio Tovar, profesor de la universidad de Alcalá1. Esta magnífica reflexión sobre la filología tradicional ("la vieja diosa") y sus métodos alimenta de forma oportuna el contenido de nuestro volumen dedicado a los modelos latinos. Evidencia que, en toda época, ha debido el análisis textual encontrar un equilibrio entre la búsqueda de modelos y el estudio de la circunstancia que rodea o enmarca la creación. Encontrar un equilibrio entre los topoi, o loci communes, que reúnen genéricamente una producción, y la recepción invariablemente determinada por la sociedad de una época dada. De todos modos, el filólogo tiene que escoger entre Curtius y Jauss, aunque nuestra formulación sea excesiva, exagerada, sobre todo en lo que concierne al segundo investigador citado. La ambición de Curtius, en los tiempos que siguieron al último conflicto mundial, guerra que había dejado a Alemania en lo más profundo de la derelicción y desamparo moral, era construir un patrimonio europeo literario común, en torno a un modelo clásico basado en los grandes autores o grandes autoridades: Homero, primus inter pares, y los grandes poetas de la Antigüedad: Horacio, Ovidio, Virgilio, Lucano y Estacio, la bella Scuola. Aquellos autores clásicos, modelos insustituibles, estaban presentes en el estudio de las artes liberales codificadas por Martianus Capella. Dejaron su impronta en nuestro patrimonio e impusieron el uso de los loci communes o topoi. Hace falta recordar que ars es una práctica, más que una scientia. La literatura, concebida como un arte liberal, es etimológicamente el calco latino de grammatica, primera disciplina del trivium. Joaquín Rubio Tovar (2004). Nuestra reflexión presente se apoya en particular en el capítulo 2 "El arte de Clio" de nuestro colega. El capítulo describe las grandes construcciones o teorías interpretativas de Curtius, Menéndez Pidal, Bédier, Américo Castro o Ernst Robert Jauss, que se han determinado todas en torno a este dilema: el modelo o su circunstancia.

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En su precioso ensayo sobre las artes poéticas medievales, y no lejos de los conceptos de Curtius, Edmond Faral (1962) había descrito en 1924 aquella noción de modelo. En la Edad Media, los alumni leían los grandes tratados: los dos libros del De Inventione de Cicerón, los cuatro libros de la Rhetorica ad Herennium de Cornificius, la Epístola a los Pisones de Horacio (Faral 1962: 99). Ahora bien, el estudio propiamente dicho se basaba en la lectura de los textos clásicos, con un fin de imitación. Cita Faral una página memorable de Juan de Salisbury {Metalogicus, I, 24), que describe el método de Bernardo de Chartres (siglo xn)2. Aquel insigne maestro obligaba a leer a los autores, cuyas figuras de estilo y pensamiento hacía descubrir: figurae grammaticae, colores rhetoricos, cavillationes sophismatum3. Sus recursos preferidos eran el buen consejo para unos y el látigo para otros: alios admonitionibus, alios flagellis et poenis urgebat. El ejercicio de la noche, la declinatio, abarcaba bastante gramática para que, al cabo de un año, supiese el alumno hablar bien y escribir según los cánones de la retórica: ut si quis in eo per annum integrum versaretur, rationem loquendi et scribendi, si non esset hebetior4, haberet ad manum et significationem sermonum, qui in communi usu versantur, ignorare non posset.

2 . L o s TOPOI

Volvamos al tema de los topoi. Aquellos loci communes del texto literario no se reducen a una lista fija y limitada. Debe precisamente la filología encontrarlos, ponerlos de relieve, describirlos, a pesar de la necesaria especificidad de la creación de cada autor. Son rasgos elementales y relevantes de la herencia latina. Aspectos privilegiados del modelo. Veremos que otros aspectos se deben encontrar en otros dominios, en otras herencias. A título de ilustración, recalcó el filólogo alemán algunos topoi, entre los más característicos, según él. Proponemos a continuación ocho de aquellos lugares comunes, o topoi, que podemos discernir, conforme vamos leyendo nuestros textos preferidos.

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Somos enanos puestos en los hombros de los gigantes (los antiguos), de modo que podemos nosotros ver más cosas, y más lejanas, de las que veían estos últimos. Y esto, no porque nuestra vista fuera más aguda o nuestra estatura más imponente, sino porque nos soporta, nos levanta su imponente estatura de gigante. Así podríamos resumir la posición de Bernard de Chartres respecto a los clásicos. Bernard de Chartres conciliaba la filosofía de Platón y la de Aristóteles. Hebes,-etis, designa al boto de ingenio (deriva de HEBERE). Se opone el adjetivo a acutus. Hebetus es forma más tardía.

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El discurso de pésame (p. 100): ya que naciste hombre, eres mortal. Qui satus ex homine est, et moriturus erit. La Edad Media conoce perfectamente dicho planctus, destinado a hacer soportar el luto. El topos histórico consiste en distinguir edades sucesivas: una edad de oro mítica y fundadora, un paraíso terrestre (p. 102), con la intuición del curso de la historia: edades de bronce y de hierro. Estos requisitos resurgen en el discurso de don Quijote (I, 11), pronunciado ante unos cabreros totalmente pasmados y atónitos5. Eran los modelos de don Quijote Ovidio {Metamorfosis I, 89, y ss.) y Virgilio (Geórgicas, I, 125 y ss.). El tema del niño sabio o enfant sage, puer senex, es decir el tema del niño dotado de los méritos y sabiduría del anciano. El tema es común en los textos latinos. También aparece en los textos orientales y árabes. La Novela de los siete sabios de Roma, cuyas ramificaciones invaden todas las civilizaciones, es el mejor ejemplo que conozco del topos del "enfant sage". Secundus es otra ilustración del lugar común, y la Doncella Teodor (la "Tawaddud" de las Mil y una noches) es una tercera. La modestia afectada (p. 104). El orador, para captar la benevolencia del público, para agradar y ser apreciado, debe afirmar su modestia, sus pocos méritos: ¡No soy Homero, ni Virgilio! Infirmitas animi (Cicerón), excusadopropter infirmitatem, exiguitas, pusillitas, parvitas. La práctica del exordio imponía algunos recursos conocidos. Cita Curtius cuatro motivos favoritos de los escritores: a) Lo que digo es cosa nueva, peregrina, extraña, no oída. El mar que voy recorriendo no se ha recorrido nunca (Bocacio). b) La dedicatoria: Escribo para vuestra merced, con toda devoción. "Ilustrísimo Señor, B. L. M. de V. S., su mayor servidor. Miguel de Cervantes Saavedra"6. Los escritores utilizaban constantemente el léxico de la consagración: dicare (dedicar), dedicare, consecrare, vovere. c) Transmitir el saber es un deber moral, una misión sagrada. El saber no debe quedar sepultado en el olvido. Lo mismo que la moneda no debe quedar enterrada. Clara alusión a la 5

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Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones: —Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, (1998): edición del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico. Barcelona: Crítica, p. 121. Sobre el topos, leer la nota 24. Dedicatoria de la Galatea al Ilustrísimo señor Ascanio Colona, Abad de Sancta Sofía.

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parábola de los talentos {Mateo, 25) o de las minas {Lucas, 19). d) Escribir permite huir del ocio {otium) y de la pereza {desidia). El tópico de la conclusión. Hace falta marcar el final de la obra, nombrándose a sí mismo, para recalcar su posición dentro de la cadena humana. Cifalt la gest que Turoldus declinet... Puede uno evocar su fatiga, porque el acto de escribir es arduo y penoso, limitado por la luz del día que declina, el frío que adormece el dedo. También se puede evocar la inspiración que repentinamente abandona al vate. Terminat hora diem, terminat auctor opus (anónimo, citado por Curtius, p. 113). Otro topos: la invocación a la naturaleza. Topos constante, que impregna la mayoría de nuestros textos, hasta la época del romanticismo. Procede esencialmente de lo que Jakobson llamaba la relación metonímica entre el paisaje y el estado de ánimo del poeta. Por este motivo semántico, el paisaje circundante anuncia, en la épica europea, el desarrollo de la acción: "Los montes son altos, las rramas pujan con las núes". Así es como, en el Poema de mió Cid, v. 2698, la alusión a una naturaleza hostil precede el relato de la afrenta de Corpes. El mundo al revés: nuestro pensamiento cultural se edifica a base de "colocaciones", para usar una palabra de los lingüistas. El lobo devora al cordero. El león es el rey de los animales. El buey tira del arado. El mundo al revés, carnavalesco, consiste en invertir los enunciados o en sustituir una palabra por su antónimo.

3 . E L TIEMPO DE LAS POLÉMICAS

En los tiempos, remotos ya, de Curtius, y a la inversa de lo que practicamos hoy en día, la filología, la vieja diosa, era objeto de polémica, terreno de luchas o riñas. Ramón Menéndez Pidal y su neotradicionalismo se oponían al individualismo de Joseph Bédier y de sus Légendes épiques. Uno afirmaba que la epopeya era creación colectiva de un pueblo inspirado. El otro sostenía que era obra de un individuo, recluso en la tranquilidad de su monasterio. Américo Castro polemizaba con Claudio Sánchez Albornoz a propósito de la identidad cultural de España. Curtius, por su parte, afrontaba las críticas de María Rosa Lida de Malkiel, de Dámaso Alonso y, más tarde de Hans Robert Jauss. El ensayo de Américo Castro, España en su historia. Cristianos, moros y judíos (Buenos Aires, 1948), es estrictamente contemporáneo del libro de Curtius. Las dos concepciones se oponen claramente, puesto que, para Castro, es inaceptable la idea de permanencia de una herencia latina, en la óptica de la convivencia, de la coexistencia entre las tres religiones. Castro afirmó la especi-

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ficidad de España, en el mismo año (1948) en que Curtius defendía el concepto de una Romanía única y homogénea. La nueva situación creó una estructura social y vivencial nueva, en la que los cristianos convivían con los musulmanes, de quienes se recibió un legado excepcional, y con los judíos, odiados pero necesarios para la administración de los reinos. Así se creó la morada vital que sólo se perdería en 1492. Sin embargo, en 1492, los españoles eran ya diferentes de los europeos. La invasión musulmana ocasionó una ruptura radical con el pasado (Rubio Tovar 2004: 80).

Opónense pues Curtius y Castro: el primero afirma el modelo latino, el segundo defiende la peculiaridad de la España de las tres culturas. De este modo aparecen dos filologías opuestas. Explica además Rubio Tovar (2004: 84) que el libro de Curtius, escrito en homenaje a Gustav Gróber (1844-1911), combatía ante todo el "sociologismo" de la época. El sociologismo de Karl Mannheim, en particular, que estudiaba los textos en su dependencia con las ideas de la época. Cuando Marcel Bataillon (1961) escribió La Célestine selon Fernando de Rojas, quiso liberar su lectura de la Celestina de los conceptos modernos que habían deformado su recepción. Conste también que Curtius era un humanista, marcadamente opuesto a la ideología nazi: quería reintegrar a Alemania en la cultura europea, a su rango. "La tesis central del libro es que la literatura europea es una unidad de sentido que va de Homero a Goethe y para cuyo conocimiento resultan esenciales las letras latinas medievales, que enlazaron el mundo mediterráneo antiguo y el mundo occidental moderno" (Rubio Tovar 2004: 87). La historia de las mentalidades, la historia de las ideas, no era del agrado de Curtius. El filólogo alemán iba buscando los modelos, los motivos, los loci communes. Sus posiciones fueron duramente criticadas por María Rosa Lida de Malkiel7 y sobre todo por Hans Robert Jauss. Jauss y la Escuela de Constanza rechazaron el "clasicismo intemporal" de Curtius, reprochándole el haber desconocido la historia térra incógnita, (Jauss 1978: 30). Una obra no se puede apreciar, si se desprecian las condiciones de producción, de comunicación y de recepción que la determinan. Por eso se pueden considerar las figuras de Curtius y Jauss como emblemáticas de nuestra reflexión, aunque sea cierto que el segundo se aleja tanto del formalismo de Curtius como de la estética marxista. "Demasiado a menudo, la estética marxista no quiere ver en la literatura más que un epifenómeno, un reflejo de la realidad social. El formalismo, al revés, la considera como un absoluto, un sistema cerrado, cortado de esa realidad. La estética de la recepción

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Rubio Tovar se apoya en particular en María Rosa Lida de Malkiel (1975).

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[...] intenta sobrepasar dicha oposición entre dos aproximaciones igualmente parciales" (Jauss 1978: cubierta).

4 . E L LIBRO DE LOS ENXEMPLOS POR ABC, VERCIAL

DE CLEMENTE SÁNCHEZ DE

Disponemos desde 2005 de una excelente edición del Libro de los ejemplos por ABC de Clemente Sánchez de Vercial. El autor era clérigo (arcediano). Nació hacia 1365. En 1438 había fallecido ya. Escribió varios tratados teológicos, entre los cuales figura el Sacramental, pero es conocido sobre todo por ser el autor de aquella ingente colección de 550 exempla, reunidos en 467 capítulos. Cada capítulo consta de un título en latín. Dicho título comienza por una palabra-clave: adulterium, amans, ebrietas, elemosyna, usura... La palabra-clave determina un orden alfabético. La obra se puede leer como un abecedario. Sin embargo, se la puede tener por un manual práctico, a la usanza de los predicadores, que así podían ilustrar su homilía con un exemplum bien adaptado al caso. Baldissera (2005: 14) separa las obras perdidas de Clemente Sánchez de Vercial y las conservadas. Entre las perdidas, figuran otros dos abecedarios: Mammotrectus8 in alphabetum ("riorganizzazione alfabetica del Mammotrectus di Johannes Marchesinus, diffusissimo in età medievale"), Tabula per abecedarium in Libro Etymologiarium S. Isidori. Entre las cuatro obras conservadas, figura el Sacramental, manual escrito para los "sacerdotes que han cura de ánimas". Era pues el Libro de los ejemplos por ABC otro manual destinado a ilustrar, por la vía de los exempla, las enseñanzas o castigos del Sacramental. La estructura alfabética pudo originarla la lectura del Alphabetum Narrationum9 de Arnoldo de Lieja. La otra gran colección española del siglo xv es el Espéculo de los legos. También se ordena el Espéculo según un orden alfabético. Sin embargo, sus palabras-clave son en español: amistad, hipocresía, usura..., lo que diferencia esta obra de la otra. Es obvio que el modelo del Libro de los exemplos es un modelo latino10. El epígrafe que inicia cada exemplum está en latín. Contiene el epigrafe una palabra-clave (en latín) que determina el orden alfabético.

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Un mamotreto es hoy un término despectivo, según la RAE. Designa hoy un conjunto de elementos sin ordenar. El étimo es MAMMOTHREPTUS (helenismo), 'criado por la abuela'. Sobre esta obra, léanse los estudios de Colette Ribaucourt (París, EHESS-GAHOM). También tiene un modelo latino el Espéculo de los legos (Speculum laicorum), pero hasta las palabras-clave han sido traducidas al romance.

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La práctica del orden alfabético obedece a un modelo latino. Así se clasificaba muchas veces la materia pedagógica. Se imponía un orden de A a Z, para dar una idea de cumplimiento, de totalidad. El alumno podía contemplar la totalidad del saber, compendiado. Aprendía más fácilmente. La tesis reciente de Véronique Semik ha podido reunir un rico corpus. Consta que se utilizaron los modelos alfabéticos en los dominios de la oración, del himno, de la educación religiosa. La práctica se mantuvo después, en todos los idiomas, y en particular en las lenguas románicas. La tesis de Véronique Le Dü da Silva Semik (2007) hace patente la presencia del abecedario en la actual poesía brasileña de cordel. Ha podido catalogar un rico corpus. Muchas piezas latinas son acrósticas: Agni genitor Domine, Berbum natum de virgine, Conceptum sine semine, Dux luminis et fons vitae...

La segunda justificación del abecedario se aplica a todos los diccionarios11: encontraba fácilmente el predicador la ilustración de su homilía. La fábula debía acompañar el argumento, la máxima, para convencer. Dicha práctica viene confirmada en todos los manuales de retórica reunidos por Edmond Faral en su libro. Tanto el Libro de los exemplos como el Espéculo de los legos son manuales, instrumentos de los predicadores. Como dijimos ya, la primacía del modelo latino es más evidente en la obra de Sánchez de Vercial. En el Espéculo de los legos, la palabra-clave está en español. En el Libro de los Enxemplos, anuncia una máxima el exemplum. La primera palabra de la máxima es la palabra-clave, elemento del abecedario. Como va dirigido el exemplum a todos los feligreses, un dístico en lengua vulgar sigue a la máxima, traduciéndola, explicándola, en forma aconsonantada. Un siglo antes, don Juan Manuel ya ilustraba sus cuentos con un género parecido de dístico. Hablaba de viessos, ubicándolos al final del capítulo, a continuación del cuento, acompañándolos de una ilustración12 (o historia). Para ilustrar el procedimiento, citamos el exemplum 131 (Baldissera 2005: 124). Dicho cuento es el primero de los veinte que ilustran la limosna (ELEMOSYNA). Es también el más gracioso, porque el tono es el de una anécdota de escolares. Los demás exempla sobre la limosna tienen un contenido más profundo. Comparten todos la idea de que la limosna es más que un simple deber: es el mejor gasto económico que un cristiano puede hacer, es la mejor 11

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Jean de Garlande escribió un dictionnarius hacia 1220. La perspectiva pedagógica es obvia, lo mismo que el propósito de abarcar una totalidad. No se conocen estas historias, ya que desapareció el precioso manuscrito en el incendio del monasterio de Peflafiel.

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inversión posible. Dar al pobre es prestar a Dios, que nos devolverá el dinero en una proporción fenomenal: al céntuplo. Si das un dinero al pobre, Dios te devolverá ciento. Elemosinam facere non estperdere sed ad usuram daré (Exemplum 141). En la parábola de los talentos, el que no hace trabajar su bien, es un mal servidor. Además dar al fisco es un deber, pero dar al pobre es dar a Dios... que te devolverá mucho más. Nuestro exemplum n.° 131 me hace pensar en la anécdota del burgués que, en lugar de dar una moneda al pobre, le da algo más útil: un buen consejo. Así debió acoger el escolar pobre la lección de morfología latina dispensada por el maestro. De limosna, le regala la forma de perfectum de conquinisco: 131ELEMOSYNA SPIRITUALIS EST DOCERE (título del exemplum, que lleva la palabra-clave). Elimosina spiritual, es al simple enseñar (traducción del título en un dístico). Un escolar pobre demandó a un maestro elimosna, e él díxole: "Hermano, dime el pretérito de conquinisco, conquiniscis". El pobre dixo que non lo sabía. El maestro le dixo: "El pretérito es conquexi. Ves ende la limosna, vete con Dios".

Al menos tiene este exemplum el mérito de contener un fino humor, un poco de risa, y de subrayar cómo el libro está impregnado de cultura latina. Dos siglos antes, constituyeron las Fabulae de Odo de Cheriton uno de los grandes vectores de la tradición esópica en Europa. Redactaba el clérigo inglés en latín, aunque nunca desdeñara los refranes en lengua vernácula (en francés o en inglés). Constituyen sus Fabulae modelos latinos, tanto en lo tocante al cuento como a la moraleja. El discurso, en efecto, viene señalado y limitado por un conjunto metalingüístico particularmente selecto: quídam monachus... dicitur... similiter... sicplerique... mistice... certe ita quandoque contigit... etc.

5 . O D O DE CHERITON Y SUS FABULAE: FUENTE DEL LIBRO DE LOS GATOS

Es Odo de Cheriton un clérigo inglés13 del siglo XIII. Sus Fabulae son célebres. Según Hervieux se escribieron por los años 1219-1221. Fueron catalogadas como "fuentes primarias" por Frederic C. Tubach en el Index exemplorum. Respetan un modelo esópico evidente: la fábula, su significación (anunciada por ita, 13

"El normando Odo de Chériton, el famoso sermoneador vinculado a la Universidad de París y visitante de España hacia 1224" según Fernando Gómez Redondo (1999: 20122024). Es Odo un autor del siglo XIII. La traducción parcial al español de las Fabulae (Libro de los gatos) es la única colección de exempla de aquel siglo, si se admite esta datación. El único manuscrito de la colección completa data del siglo xv. Recueil général des isopets. Tome quatrième: Les fables d'Eude de Cheriton, publiées par Pierre Ruelle (1999). Hemos reproducido, en nuestra edición del Libro de los gatos, el texto correspondiente de las Fabulae, sacado de la edición de Léopold Hervieux (1896).

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mistice), y otro tipo de ilustración o paráfrasis. Estas paráfrasis pueden ser refranes (en latín, en francés, en inglés), versículos de la Biblia, u otro exemplum, generalmente más corto, pero con un contenido alegórico afín. El relato de Odo de Cheriton es siempre claro, gracioso, conciso. Aquel humor desengañado también resalta en la traducción española que añade de vez en cuando alguna aplicación alegórica, alguna alusión aguda y satírica a la sociedad española de la época14. Como sugiere Hervieux (1896: 35), las Fabulae de Odo son sermones propuestos a los clérigos, a los predicadores. El propósito es por tanto más amplio, más ambicioso, que el de Clemente Sánchez, dos siglos más tarde. Los exempla del Libro de los exemplos por ABC se destinan a ser incluidos en sermones. Las Fabulae de Odo son sermones, de por sí, y comportan, como el Libro de los gatos, largas disquisiciones y comentarios teológicos o morales. A título de ejemplo, hemos escogido por modelo la Fabula XXVII De Gautero querente locum ubi semper gauderet. Traducida al español, es el cuento n.° 23 del Libro de los gatos. Es un relato largo y complejo. A diferencia de otros cuentos, no ha sido objeto de muchos estudios. No deja de ofrecer elementos alegóricos interesantes. Integra además una bella representación de tres pecados capitales: lujuria, vanagloria, avaricia. Entre los motivos temáticos, aparece una escala, que es un camino alegórico hacia el paraíso, como lo es la escala de Jacob. En el libro del Génesis (capítulo 28), Jacob ve en sueños una escala cuya punta alta alcanza el cielo. "Ángeles de Dios iban por ella". Otra escala es la del profeta Mahoma, utilizada por Mahoma y el ángel Gabriel, para visitar el Paraíso durante un viaje maravilloso. Se añade a este relato otro exemplum, el del rico usurero, enterrado lejos de su dinero, en conformidad con un versículo del Eclesiástico. El primer relato está catalogado en el repertorio de Tubach bajo los tipos 2254, 225315. El hombre se llama Gauterus (Quídam uocabatur Gauterus). 14

15

En total, dos narraciones de LG no aparecen en los manuscritos de las Fabulae. La segunda parte del cuento n.° 28 ("los dos compañeros"), el cuento n.° 43 ("enxienplo del fraile"). Sin embargo, como observó Northup, este último cuento aparece en el Espéculo de los legos, Sin embargo, como observó Northup, este último cuento aparece en el Espéculo de los legos, atribuido a Odo de Cheriton ("Recuenta Odo de Sericon..."). Véase nuestra edición, 1984, p. 125, n.° 3. Frederic C. Tubach (1980). A continuación el detalle de los tipos 2253 y 2254: 2253 Gauterus and palace. Gauterus, in one of his adventures, comes to a palace with golden columns and beams. H223 # 5. 2254 Gauterus, endless joy. Gauterus searches for unending joy. (See also: 2433). Enx (G) # 23, # 27; Gesta (1) # 189; Gesta (M) # 46; Gesta (O) # 101; H39 # 24, H51 # 29, H200 # 4, H209 # 72; H241 # 69, H256 7'46, H264 # 35; Katona # 101; ML # 28; Odo (P) # 27 (Herv. IV, p. 199); Violier # 92; Wright # 50. - Gatos # 24.

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Homo viator, va buscando el lugar de la felicidad infinita. Un lugar de pleno goce para su cuerpo y su alma. Encuentra a una mujer hermosa, cuyo marido acaba de fallecer. Gauterus le reclama felicidad y goce. La mujer le aconseja que se case con ella: esto maritus meus, et mecum maneas, et habebis omnia necessaria, domos, térras, uineas et cetera. Le enseña ella la habitación y cama. La cama es cómoda y rica, pero en sus cuatro puntas, distingue Gauterus un oso, un lobo, gusanos y serpientes. Le pregunta Gauterus a la mujer si podrá disfrutar perennemente de todas esas riquezas. "De ningún modo", le contesta la viuda: Nequaquam, quoniam maritus meus mortuus est, et te tándem oportet mori. Te matará el oso. Los lobos, gusanos y serpientes te devorarán. Espantado, huye Gauterus y prosigue su demanda. Alcanza un reino cuyo rey acaba de fenecer. Los habitantes quieren informarse del objeto de su demanda. Responde Gauterus: Locum quero ubi semper sim letus et nunquam doleam. "Sé nuestro rey", le dicen. Le enseñan el palacio, en que reconoce Gauterus la misma cama, acompañada por los mismos animales, feroces y amenazantes. Ursa te interficiet, et bestie te et tua deuorabunt. Sic factum est de aliis regibus, sed nescimus quando. Gauterus huye otra vez. Penetra después en otro suntuoso palacio (pulchra palada, auree columpne, auree trabes), pero se le ofrece la misma cama, rodeada de los mismos peligros, de las mismas amenazas: Gauterus de lecto conterritus recessit. Prosigue Gauterus su ruta. Llega a un lugar habitado por un anciano sentado al pie de una escala. Esta escala está apoyada contra un muro. Tiene tres gradas: innixia fuit quídam muro et habuit tria scalaria. Le pregunta el anciano por lo que busca Gauterus: Gauterus quiere conseguir la felicidad eterna, ut semper gaudeam et nullam molestiam sustineam. Le anima entonces el anciano a subir los tres escalones: invenies ibi quod queris. Gauterus obedece. Ascendit igitur et inuenit. Después del cuento aparece la glosa. Mistice es un adverbio usado por Odo de Cheriton para anunciar este paso. Mistice (o mixtice) es un adverbio, derivado de misceo, miscere, mixtum: 'mezclo el cuento y su contenido, su significación'. Se usa a menudo cuando el autor quiere explicar que tal personaje o animal tiene una significación alegórica. Mistice ligna significant homines silvestres, monachos, congregationem sinepastore (Hervieux 1896: 176). Un relato tiene su significado ejemplar, pero cada uno de sus elementos adquiere un significado alegórico. Mistice es el indicio de este proceso de metaforización.

El exemplum del usurero está catalogado en 5028: 5028 Usurer, body given to monks. A knight meets monks bearing a usurer's body to the grave. He grants them the body, gives the devil the soul, and keeps the money for himself. JdeV (Crane # 175).

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La primera cama (pulchra domina) es la cama de la lujuria. El pecado de la carne. La segunda (rexj es la cama de la vanagloria. El pecado cuyo origen es la voluntad de poder. La tercera cama (palatium) es la de la avaricia, de la afición al dinero. El oso es la imagen de la muerte, como en el Libro de Oseo (13, 8). El oso no perdona a nadie, no admite excepciones. Los lobos son los familiares y criados de los reyes. Devoran la totalidad de sus bienes (qui omnia bona mortui deuorant). Los gusanos devoran el cuerpo. Las serpientes son los demonios que se llevan el cuerpo de los impíos, lo devoran y someten a todo tipo de tormento. De ahí la cita del Eclesiástico (10): Cum moritur impius, heredabit serpientes, bestias et vermes. Permite la cita del Eclesiástico la inclusión de otro cuento, también catalogado por Tubach (tipo 5028). Un señor ve acercarse la comitiva fúnebre de un usurero todavía cargado de toda su fortuna. Algunos monjes llevan el féretro. Pregunta el señor por lo que van transportando: Corpus istias hominis et denarios quos dedit nobis. Los monjes se equivocan si piensan aprovechar así un dinero mal adquirido. Dice el señor: este hombre es mío. Me quedo con su dinero. Quedaos con los gusanos y el cadáver. Los diablos se encargarán de su alma. Elemosyna y usura son dos palabras clave antagónicas, en las colecciones de exempla. El usurero no practica la caridad, lo que da no es limosna. Por consiguiente, cualquier dinero recibido de un usurero no debe ser granjeado por los monjes. Se dirige Odo al lector: haz como Gauterus. Sube la escala de Jacob, cuyo primer peldaño es la contrición, el segundo la confesión, el tercero la plena satisfacción. El texto del Libro de los gatos es una traducción fiel. Contiene todo lo que acabamos de comentar. El autor español respeta su modelo latino. Aveces, desarrolla el significado moral del relato, aplicándolo a otros elementos de la sociedad española. Mantiene la arquitectura de la exposición, que parte del exemplum propiamente dicho para afirmar después el significado moral. Este se apoya en versículos de la Biblia, en proverbios, en máximas, o sobre otra fábula de tema comparable.

6 . CONCLUSIÓN

A lo largo de este breve estudio, hemos intentado evidenciar que los predicadores medievales estaban marcados por la lectura de su modelo. Buscaba el predicador, en la sociedad, el caso de un personaje (bueno o malo) cuyo comportamiento sirviera de ejemplo a los fieles. Es el exemplum metonímico (o sinecdóquico) que describió Claude Bremond en su ensayo pionero (1982). Buscaba también

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en las fábulas esópicas apólogos cuya lección fuera saludable: es el exemplum metafórico, en que los animales plasman comportamientos humanos. En uno u otro caso, los relatos respetaban una retórica, unas autoridades. Seguían un modelo cultural. Hablamos aquí de un género, formado a partir de prototipos latinos. Cada uno a su manera, el Libro de los gatos y el Libro de los ejemplos por ABC tienen sendos modelos latinos. La primera colección es una traducción de Fabulae latinas. El segundo, más tardío, es más variado en su contenido. En los dos casos, impera aquel respeto del modelo que los magistri inculcaban a sus alumnos.

7 . BIBLIOGRAFÍA 7 . 1 . TEXTOS

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César García de Lucas NOTAS SOBRE LA VERSIÓN CASTELLANA DEL Axíoco HECHA POR PEDRO D Í A Z DE TOLEDO 1 . INTRODUCCIÓN

A pesar de los numerosos trabajos de investigación que han conseguido trazar una estela de brillantes puntos en el espacio cultural peninsular del siglo xv, todavía parece mayoritaria en la crítica la opinión despectiva o negativa sobre el conocimiento de los clásicos y el desarrollo del humanismo durante el final de la Edad Media en Castilla. Un excelente helenista como Luis Gil Fernández (1981) ha llegado a afirmar que los estudios de las humanidades en la Península siempre han sido mediocres; un eminente historiador del derecho y de la universidad española como Antonio Álvarez de Morales (1998: 13-28) considera que el panorama social, político e ideológico castellano de la última centuria del Medievo hacían imposible un desarrollo cultural semejante al de "otros territorios de Europa donde se iba a originar el Renacimiento"1. Ese pensar lo hemos podido percibir en muchas de las historias de la literatura de la Castilla medieval: Alan Deyermond (1985: 102) se refería explícitamente y por extenso al atraso cultural de España en el Medievo con respecto al resto del Occidente europeo. Quienes pintan este desolador paisaje siguen una larguísima tradición que podría remontarse, prácticamente, a Juan de Abbeville2, y que se perpetuaría incluso fuera de la Península 1

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No discutimos la especificidad itálica que, como ya asegurara Burckhardt (1994), motivó la aparición del Renacimiento y potenció su desarrollo. Dudamos, en cambio, del plural ("otros territorios") que parece incluir otras zonas del Norte de Europa y excluir, en cambio, a la Península Ibérica. Quien dejó para la posteridad una pésima idea de la formación de los clérigos castellanos en el siglo xm. Estudios recientes van demostrando que la situación no era tan catastrófica como se pensaba: Entre el año 1011 y 1200 contamos con un total de 333 referencias a miembros de los nueve cabildos estudiados (la mayoría pertenecientes a las catedrales de León, Burgos, Palencia y Salamanca). Es una cifra significativa si la comparamos con la media de 300 a 600 maestros que Nicholas Orme ha estimado para las escuelas medievales inglesas en este período y no totalmente acorde con el panorama desolador de canónigos iletrados que el legado pontificio Juan de Abbeville dijo encontrar en Castilla en 1228. Vid. Guijarro González (2004).

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ya en el siglo xv3. En estas circunstancias, las obras promovidas por Alfonso X o las escritas por Juan de Mena suelen interpretarse como fenómenos casi milagrosos provocados por personajes absolutamente singulares. No pretendemos nosotros, desde luego, subvertir aquí completamente estos planteamientos. Sin embargo, mediante un estudio superficial del Axíoco traducido por Díaz de Toledo, nos gustaría, al menos, matizar tan duras y descorazonadoras afirmaciones siguiendo la línea de Pilar Saquero y Tomás González Rolán en sus muchos y ya clásicos trabajos al respecto4. Como ellos, creemos que "durante el reinado de Juan n se dieron pasos decisivos para incorporar los logros del humanismo italiano" (2001: 161). Algunos de los lazos que unían a Italia y España durante la primera mitad del xv se reconocen desde hace ya tiempo. Es bien sabido que hasta el Marqués de Santillana llegaban libros de Italia; que Juan de Mena estudió en Roma y que Alfonso de Cartagena se carteó con Leonardo Bruni5. Ángel Gómez Moreno, en varios trabajos magistrales (1994, 1997), profundiza aún más y nos muestra las intensas relaciones culturales que unían las dos penínsulas6. En realidad, la traducción de los clásicos experimenta en el siglo xiv un desarrollo muy considerable en tierras hispanas7 de manera que, en la primera mitad del xv, los textos griegos y latinos de la Antigüedad circulaban con cierta fluidez junto a los escritos de los estilnovistas y de otros intelectuales italianos. Las ideas y las formas nuevas eran conocidas y apreciadas rápidamente en el reino de Castilla, cada vez más abierto y mejor comunicado culturalmente con su entorno8.

2 . E L TRADUCTOR

La vida de Pero Díaz de Toledo nos es ahora mejor conocida gracias a los trabajos de Herrero Prado (1991) y de Round (1993). Debió de nacer de familia de conversos en Sevilla hacia 1410. Consiguió el título de bachiller en leyes en Salamanca y se trasladó poco después a Lérida para licenciarse en los dos derechos (1440); allí obtendría el grado de doctor en 1445 (Round 1993: 97-98). 3 4

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Véanse los ejemplos que se citan en Alvar/Mainer/Navarro (1997: 175). Consúltese, más abajo, la bibliografía. Especialmente importante para nuestro estudio es, evidentemente, la edición y el estudio del Axíoco que publicaron en el año 2000. Para una interpretación crítica actual del suceso, vid. Morrás 2002. Recordemos, por ejemplo, cómo Coluccio Salutati pedía al dinámico Juan Fernández de Heredia una traducción de las Vidas paralelas o que Ñuño de Guzmán gozó del aprecio y la admiración de los humanistas italianos. Vid. Santoyo 1994. En torno a la figura del Marqués de Santillana se formó un círculo intelectual de gran actividad. Para una visión rápida de conjunto, vid. Gómez-Redondo 2002: 2540-2547.

Notas sobre la versión castellana del Axíoco

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Gracias a la excelente relación que mantuvo con su tío, Fernán Díaz de Toledo9, entró en contacto con Juan II y su corte. El mismo rey castellano, entre 1443 y 1444, encargó a Pero Díaz las traducciones de los Proverbia de Séneca, del De moribus10 y de la Summa Alexandrinorum11. Seguramente bajo el patrocinio del Marqués de Santillana, hizo la versión del Axíoco que nos ocupa, la del Fedónu y redactó unos comentarios a los Proverbios morales del Mendoza13. Tras la muerte de don íñigo, por encargo de Fernán Álvarez de Toledo, escribió Pero Díaz su conocido Diálogo e razonamiento en la muerte del Marqués de Santillana14. También se acercó a Alonso Carrillo y de ese contacto son prueba las glosas a la obra de Gómez Manrique Exclamación e querella de la gobernación así como, probablemente, la traducción que nuestro autor hizo del Epictetus de Niccolò Perotti. Los contactos que mantuvo Pero Díaz con el Marqués de Santillana, el Conde de Alba y el Arzobispo de Toledo pudieron haberle procurado, por qué no, algunas mercedes. De cualquier modo, él mantuvo una carrera judicial paralela a sus inclinaciones literarias: sabemos que en 1448 es Alcalde mayor del Príncipe e, incluso, que en 1453 formó parte del tribunal que condenó a muerte a Alvaro de Luna (Round 1993: 103). Tras sus años estudiantiles, parece que prefirió morar en tierras alcarreñas, entre Guadalajara y Alcalá —cerca del Marqués de Santillana y de su preciosa biblioteca—. Le fue concedido un patrimonio no muy lejos de allí, pues acabó por ostentar el título de Señor de Olmedilla (Round 1993: 104)15. Debió de morir en la ciudad complutense en 1466.

3 . E L TEXTO PSEUDO-PLATÓNICO

Podemos imaginar a Pedro Díaz de Toledo en Alcalá de Henares disfrutando de unos días libres en la Navidad de 144416 y sumamente complacido con varios libros que habían llegado no hacía mucho a sus manos. Uno de ellos debía de 9

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Que era relator en la corte y había trabado cierta amistad con Alvaro de Luna, para el cual llegó a leer los borradores de la Crónica que redactara el condestable. También atribuido erróneamente al clásico cordobés. De la que hablaremos algo más abajo. Entre 1446 y 1447. Que el Marqués había dedicado al Principe de Asturias en 1437. Hacia 1463. En efecto, es más que probable que el señorío de Olmedilla tuviese como centro la actual población de Olmeda de las Fuentes, en la Alcarria madrileña. Se trataba de un territorio cercano a Alcalá y Guadalajara prácticamente circundado por las posesiones del Marqués de Santillana. La discusión de la fecha se hará un poco más abajo.

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contener las traducciones al latín de tres obras atribuidas a Platón: el Fedón, el Fedro y el Axíoco11. Como sabemos, en realidad, solo las dos primeras eran del discípulo de Sócrates; la última no era creación del fundador de la Academia. Los dos diálogos más importantes habían sido vertidos al latín del griego por Leonardo Bruni; el tercero, más modesto, lo había traducido Cencio de' Rustici hacia 1437 (González Rolán/Saquero 2000: 169). El Axíoco contaba con dos atractivos especiales para el Señor de Olmedilla: era una obra breve, por lo que podía completar una traducción castellana en el poco tiempo de recreo del que disponía, y, además, podía utilizarla para abundar en la argumentación de un asunto sobre el que se había discutido recientemente en el círculo intelectual de íñigo López de Mendoza, como veremos a continuación. Aunque a veces se haya pensado que lo que Pero Díaz llama introducción al diálogo no es más que la traducción más o menos fiel del prefacio de Cencio que acompañaba a la versión latina de la obra, lo cierto es que, como declararon en su día Saquero y Rolán, objetivamente, casi una tercera parte de la extensión es "cosecha propia del autor castellano" (González Rolán/Saquero 2000: 173-174). En el mismo comienzo, encontramos una valiosa aportación personal del traductor; se trata de un añadido que pone de manifiesto su inquietud humanística: viendo que en la obrilla que tiene entre manos intervienen, como autor y protagonista respectivamente, dos de los más grandes filósofos griegos, Platón y Sócrates, decide hacer entrar en concurso, aunque sea de un modo reducido, a Aristóteles, que, con los dos anteriores, forma desde la Antigüedad la tríada más representativa del pensamiento heleno. La mención al maestro de Alejandro podría considerarse aquí anecdótica, sujeta a un fin más retórico que erudito. Sin embargo, supone algo más. Pero Díaz había elaborado poco antes una versión de la Summa Alexandrinorum —en realidad, un compendio averroísta de la Etica nicomaquea18—; por eso era capaz de proponer una cita perfectamente adecuada al contexto19. Plantea aquí el traductor, nada más iniciar su prefacio, una discusión erudita sobre el ser y temor a la muerte que no era, de ninguna manera, desconocida para íñigo López de Mendoza ni para su entorno —los destinatarios de la traducción—. No cabe duda de que la Etica debió de suscitar

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Debía de ser un códice muy similar al manuscrito 124 de la Catedral de Burgo de Osma, que utilizan Saquero y González Rolán (2000:168) para establecer su edición del Axíoco. Esta obra se conoció primero en el Occidente medieval gracias a la traducción de Germán el Alemán, que, en Toledo, la había trasladado al latín en 1244 —en realidad, con la ayuda de intérpretes de árabe, lengua que él desconocía—. Vid. Stone 1989: 341. Ética nicomaquea, lib. III, cap. VI: "todas las cosas malas nos dan miedo: como la infamia, la pobreza, la enfermedad, la falta de amigos, la muerte".

Notas sobre la versión castellana del Axíoco

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particularmente el interés de la intelectualidad en Italia y España durante la primera mitad del siglo xv20. El párrafo original de Pero Díaz se introduce justamente al comienzo de la presentación y reemplaza las frases iniciales del prefacio de Cencío, en las que el traductor italiano trataba de justificar la utilidad que, para un enfermo como el cardenal Jordano de Ursino, el principal destinatario de la obra, la lectura de su versión tendría (González Rolán/Saquero 2000: 174). Pues bien, don Iñigo, no hacía mucho, había cruzado correspondencia con Alonso de Cartagena para que el obispo de Burgos le iluminase acerca del De Militia de Leonardo Bruni. La cuestión21, en concreto, versaba sobre cierto juramento de fidelidad militar que mencionaba el aretino en su escrito. Don Alonso le respondió que, en la fórmula, se ponía de manifiesto el desprecio a la propia vida si esta se sacrifica por el bien común. Aquel viejo e sotil glosador, Acursio, legista en algunas leyes del derecho fevill, dixo que este sacramento era de non refusar la muerte por la república, es a saber, que no procurará escapar su vida donde al bien público cumpliere morir (Mendoza 1988:427).

Este es, precisamente, el motivo principal que, según Pero Díaz, le lleva a dirigir su traducción del Axíoco al señor de la Vega22: E mi memoria representóme quantos en los días passados, con generoso c o r a ^ n e voluntad esfo^ada, vi disponerse a morir por servicio e bien de la cosa pública [...] (fol. 70r.) Emprendí de leer e estudiar aqueste libro por objeto de mi pensamiento e delibré de lo romanear e remitir a vós, el muy generoso señor, mi sefior singular, que por propia virtud e bien de la cosa pública sabéis e sopistes anteponer la muerte a la vida. [...] (ff. 70r, 70v.)

La pregunta del Mendoza está fechada el 15 de enero de 1444; la larga respuesta del obispo de Burgos lleva data del 17 de marzo de ese mismo año. Puesto que la pregunta de don íñigo no menciona en su formulación el sacrificio de la propia vida por la república, debemos pensar que este argumento se debatiría

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En la década anterior, Leonardo Bruni había traducido de nuevo la Ética a la lengua latina. Como se sabe, surgió pronto una polémica entre el aretino y Alfonso de Cartagena, ya que este último prefería la versión de Roberto Grosseteste (hecha también directamente del griego en 1247) a la de aquel. En la disputa llegaron a intervenir Pier Cándido Decembrio y Francesco Pizolpasso. Vid. González Rolán/Saquero 1991: 198. Editada por Gómez-Moreno y Kerkhof en Mendoza 1988: 414-434. Citaremos indicando los folios y las líneas correspondientes al texto del manuscrito de la Bibliothèque Nationale de París. Esp. 458. Las transcripciones son nuestras.

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en el círculo mendocino con estos términos después de la respuesta de Alonso de Cartagena. Las fechas se corresponden perfectamente con la datación que sugieren los episodios bélicos citados en la introducción de Pero Díaz: la traducción debió de haberse completado después del 16 agosto de 1444 (el combate dePeñafieT), antes del 8 de agosto de 1445 (la batalla de Olmedo, episodio que no habría dejado de mencionar el traductor) y probablemente en Navidad de 1444 (la fiesta)23.

4. L A TRADUCCIÓN

El manuscrito número 450 de la sección española de la Bibliothèque Nationale de París conserva lo que debió de ser un apógrafo de la versión que Pero Díaz entregó a íñigo López (Lawrence 1991: 81). Santillana lo mandó copiar junto a otras obras en un códice que incluía otras traducciones de originales latinos, como del boccacciano Liber de montibus, silvis et fontibus24 y el De libris gentilium legendis de San Basilio25. Podría tratarse de un volumen que recogiera el fruto de varios esfuerzos del Señor de Olmedilla (González Rolán, Saquero, 2000: 167). El Marqués de Santillana debió de leerlo con atención, como demuestran las notas marginales que dejó el noble caracense. En su traducción, Díaz de Toledo, como otros autores de su tiempo, parece considerar el castellano como un medio de expresión limitado con respecto a las lenguas clásicas. Ese sentir lo explicita en la Introducción: qu'el romance nuestro non pudo observar la virtud e dulçor del propio lenguaje en que fue compuesto nin del latín en que lo fallé trasladado, (f. 70v.)

En realidad, este pasaje es una adaptación del texto latino, en el que Cencio establece una relación semejante entre su traducción y el original griego. Quod si in hac tantula mea traductione illud diuinae eloquentiae lumen non apparuerit, attribuito mihi, qui hunc aureum sermonem ineptiori mea oratione eneum effeci. (González Rolán/Saquero 2000: 182)

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Para la discusión pormenorizada de los términos cronológicos, vid. Round, 1993: 100101. González Rolán/Saquero (2000: 171-173), además, identifican la "escaramuza de Lorca" con la expedición a Murcia que, en persecución del infante don Enrique, emprendieron el príncipe de Asturias y Alvaro de Luna a finales de 1444. En romance, el Libro de los montes e ríos e selvas, entre los folios Ir. y 64v. En la versión castellana, llamado De la reformación de la ánima, entre los folios 65r. y 69v.

Notas sobre la versión castellana del Axíoco

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Es obvio que el motivo es un tópico que, a modo de captatio benevolentice, se utiliza desde la época clásica en multitud de obras. Sin embargo, vemos aquí que, en la versión de Cencío las posibles deficiencias no se deben atribuir más que al traductor: la lengua latina se considera tan prestigiosa como la griega. En la traducción castellana, en cambio, se nos dice que el romance puede afear la obra. No hay que considerar estas palabras como un simple artificio: muy probablemente, reflejaban un sentimiento sincero de los que las incluían en sus versiones. La admiración que los autores bajomedievales y renacentistas sentían por los antiguos y por las lenguas clásicas era tan grande como baja la opinión que tenían de su propio tiempo26. De ese modo, el romance era para ellos el modo de expresión de una sociedad inferior y, como tal, forzosamente insuficiente para acoger las ideas y las formas del griego y el latín. Aun así, o quizás precisamente por eso, el hombre del fin de la Edad Media emprende una reconquista cultural en su lengua vernácula27. Y, para lograrla, debatirá sobre la dignidad del romance que habla28; tratará de ensanchar sus confines sintácticos y léxicos inspirándose en los límites latinos que quiere restituir. La labor que Pero Díaz de Toledo desarrolló fue minuciosa y ambiciosa a la vez. Durante la primera mitad del xv vemos que los traductores trasladan no solo contenidos literarios e ideas sino también multitud de formas lingüísticas. Se trata de una rápida mutación del castellano que no puede minimizarse. Basta observar con cierta atención la versión del Axíoco para darse cuenta de la magnitud de los cambios. En la traducción de Pero Díaz encontramos palabras y expresiones tomadas del latín que, hasta la época, eran infrecuentes o inauditas en el castellano. Sustantivos como libelo (f. 70v.)29, adjetivos como decorriente (f. 70v.)30, verbos

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En el ambiente hispánico, baste recordar la Lamentación de España del Marqués de Santillana (Mendoza 1988: 410-413). No es casual, de ningún modo, la coincidencia temporal de la finalización de la Reconquista en España con la toma de Granada y las obras de Nebrija o de Cisneros. Tanto las empresas culturales como las bélicas tratan de restaurar un pasado ideal que había sido interrumpido por el paréntesis medieval. Un proceso que, en Italia, se inicia con Dante y su De vulgari eloquentia y que será impulsado más tarde por Leon Battista Alberti. f