La migración adoptiva: criando latinos en España 9972515230, 9789972515231

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La migración adoptiva: criando latinos en España
 9972515230, 9789972515231

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Jessaca B. Leinaweaver

La migración

adoptiva Criando latinos en España

IEP

ANOS

INSTITUTO DE ESTUDIOS PERUANOS

LA MIGRACIÓN ADOPTIVA CRIANDO LATINOS EN ESPAñA

Jessaca B. Leinaweaver

La migración aaoptiva Criando latinos en Espa ña

Traducción: Adriana Soldi

m 50 IEP AÑOS

INSTITUTO DE ESTUDIOS PERUANOS

Serie: Infancia y Sociedad, 12 La versión en inglés de este libro, “Adoptive migration: raising Latinos in Spain”, fue publicada por Duke University Press, el año 2013 en Londres.

JESSACA LEINAWEAVER IEP INSTITUTO DE ESTUDIOS PERUANOS Horacio Urteaga 694, Lima 11 Telf.: (51 1) 332-6194

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www.iep.org.pe

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ISBN digital: 978 9972-51 533-0

A la memoria de Jorge A. Hernández Seminario

Indice

AGRADECIMIENTOS

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INTRODUCCIóN. Comparando adopción y migración.

15

1.

Esperando un bebé. Adoptando al inmigrante ideal

49

2.

El interés superior del hijo de un migrante. ¿Separando familias o desplazando ni ñ os? ...

81

3.

Matrimonios mixtos. Migrantes y adopción

107

4.

Adopción cuasi nacional. La adopción de los hijos de inmigrantes

135

5.

Solidaridad. Propuestas postadoptivas

161

6.

Llegar a ser o dejar de ser peruano. Cultura , etnicidad y raza

189

CONCLUSIONES: LO que podría significar la migración adoptiva

225

BIBLIOGRAFíA

233

Agradecimientos

los seis a ños que tomó la planificación, el trabajo y la conclusión de este proyecto se fueron acumulando un sinnú mero de deudas. Estoy profundamente agradecida con quienes me apoyaron inte lectual, financiera y emocionalmente, así como con quienes participaron en esta investigación. Cualquier fortaleza que encuentren en este libro se debe a quienes aqu í nombro, mientras que sus errores y debilidades los asumo totalmente. La investigación y redacción de un trabajo demandan tiempo y dinero, que en estos tiempos no son siempre fáciles de encontrar. Me siento afortu nada de haber podido contar con el generoso apoyo de la National Science Foundation (NSF) (beca n.° 1026143); la Wenner Gren Foundation para la Investigación Antropológica; el Programa IIE de Fulbright; la Standard Re search Grant del Social Sciences and Humanities Research Council de Ca nadá (SSHRC); y la Fundación Howard. Estoy especialmente agradecida con Deb Winslow en la NSF, Mary Beth Moss en la Wenner Gren y Aitor Rubio y Patricia Zahniser en la Fulbright de Espa ña por su invalorable apoyo. Mi anterior investigación en el Perú, 2001 2003, fue financiada por la Disser tation Improvement Grant de la NSF, la Fundación Wenner Gren para la Investigación Antropológica, el Programa de Estudiantes Estadounidenses de la Fulbright, una beca Jacob K. Javits y la Universidad de Michigan. La Universidad de Brown ha sido sumamente generosa brind á n dome su apoyo en esta investigación a través de la Richard B. Salomon Faculty Research Award ; el Faculty Research Fund for the Arts, Huma nities and Social Sciences; y la Karen T. Romer Undergraduate Teaching and Research Award for International Summer Research Collaboration . El Population Studies and Training Center ( PSTC) de la Universidad de Brown brindó apoyo financiero a través de la Mellon Anthropological

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Demography Funding. Igualmente recibí apoyo del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe (CLACS) de Brown. La descarga de un cur so que me fue concedida por el Centro Pembroke de Brown durante el año en que fui Edwin and Shirley Seave Faculty Fellow en el seminario “Markets and Bodies in Transnational Perpective” fue de gran ayuda . Los intercambios con colegas en este seminario, dirigido por Kay Warren, fue ron enormemente productivos. La ADVANCE Career Development Award de la NSF que recibí a través de Brown en el a ño 2010 tambié n fue crucial. No puedo imaginar un mejor ambiente para desarrollar y redactar esta investigación que la Universidad de Brown. Estoy especialmente agra decida con el grupo de amigas de redacción que leyeron y comentaron estos capítulos mejorá ndolos sustantivamente: Paja Faudree, Rebecca Car ter, Bianca Dahl, Becky Schulthies y Marcy Brink-Danan. Mis colegas del Departamento de Antropología merecen toda mi gratitud por su amistad, apoyo y compa ñerismo: Ad ía Benton, Lina Fruzzetti, Matt Gutmann, She rine Hamdy, Marida Hollos, Steve Houston, David Kertzer, Cathy Lutz, Pat Rubertone, Andrew Scherer, Bill Simmons, Dan Smith y Kay Warren, junto con Keith Brown , Keisha Khan Perry, Nick Townsend , Phil Leis, Dwight Heath y Doug Anderson. En el PSTC estoy profundamente agra decida a Mike White, Andy Foster y Leah VanWey. En el CLACS Rich Snyder y Jim Green fueron un gran apoyo. Kiri Miller, Vanessa Ryan, Nancy Jacobs y Carolyn Dean participaron de tantas conversaciones, que aun sin tener relación con el libro, de alguna manera y sin saberlo lo me joraron significativamente: muchas gracias. El personal de Antropología, del PSTC y del CLACS, hizo que este proyecto sea menos oneroso de diver sas maneras: Kathy Grimaldi, Margie Sugrue, Matilde Andrade, Priscilla Terry, Tom Alarie, Kelley Smith, Shauna Mecartea, Sue Silveira, Susan Hirsch y José Torrealba, gracias a todos. Nuestros bibliotecarios lograron hacer tanto con un presupuesto tan reducido que quiero reconocer en par ticular el apoyo de Patricia Figueroa, Carina Cournoyer, Ron Fark, Ned Quist y del personal de Préstamo Interbibliotecario. Finalmente, cada d ía aprendo cosas nuevas de mis esmdiantes de pregrado y posgrado. En espe cial, quiero destacar a los asistentes de investigación de posgrado Kristin Skrabut y Josh McLeod, y de pregrado, Alfredo Aguirre y Maia Chao, por sus contribuciones que fueron realmente importantes para este proyecto.

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Agradecimientos

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Estoy particularmente agradecida con quienes leyeron detenidamente todo el libro y cuyo apoyo ha sido absolutamente invalorable: Nicole Berry y Joshua Tucker. Nicole lo leyó todo, palabra por palabra, de principio a fin, y no fue la primera vez que me motivó a escribir y me ayudó a darme cuenta de lo que realmente estaba diciendo. Joshua leyó todo el manuscri to, con un ojo avizor sobre cómo realmente funcionan las cosas en el Per ú y Espa ña , y con un gran don para mejorar la redacción de cada frase. Dos re visores anónimos mejoraron el texto significativamente y les agradezco por el tiempo y el cuidado que pusieron en ello. En la editorial de la Universi dad de Duke también quiero agradecer a Valerie Millholland porque desde un inicio tuvo interés y creyó en este proyecto, y a Susan Albury, Rebecca Fowler y Katie Courtland por el cuidado que pusieron en la elaboración de este libro. Ha sido un verdadero placer trabajar con Gisela Fosado, ¡mil gra cias chaqué! Fue una gran suerte tenerte en la editorial. En el IEP agradezco a Leonor Lamas y Rosa Vera, así como al equipo de Publicaciones: Silvana Lizarbe, Gino Becerra, Odin del Pozo y a Sara Mateos por la corrección del texto. Agradezco también a Adriana Soldi por su excelente traducción. Agradezco a los miembros del p ú blico y a los comentaristas que me brindaron muchas sugerentes ideas cuando presenté mi trabajo, en par ticular los del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universidad Nacional de Educación a Distancia y la Universidad Pontificia Comillas en Madrid. Hablé de este proyecto en sus diferentes etapas con co legas que estaban trabajando sobre adopción o estudios latinoamericanos y me gustaría especialmente reconocer la erudita generosidad de Erdmute Alber, Florence Babb, Caroline Bledsoe, Caroline Brettell, Laura Briggs, Anne Cadoret, Andrew Canessa, Jennifer Cole, Megan Crowley Matoka, Heike Drotbohm, Gillian Feeley Hamik, Claudia Fonseca, Susan Frekko, Britt Halvorson, Tobias Hecht, Marcia Inhorn, Eleana Kim, Esben Liefsen, Bruce Mannheim, Susan McKinnon, Ruben Oliven, Karsten Paerregaard, Jennifer Reynolds, Liz Roberts, Linda Seligmann, Sonja van Wichelen, Ce res Victora, Sylvia Yanagisako, Kristin Yarris y Barbara Yngvesson. Los colegas en Espa ña frieron siempre acogedores y cordiales y varios se tomaron el tiempo para reunirse conmigo y darme consejos y nuevos contactos. Estoy particularmente agradecida con Ana Berástegui, Joaqu í n Eguren, Á ngeles Escrivá , Blanca Gómez, Isabel Madruga , Diana Marre,

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Margarita del Olmo, Diego Ramiro y Beatriz San Romá n por comentar este trabajo conmigo en m ú ltiples ocasiones. Gracias tambié n a Sileny Cabala, Julio Diaz, Juan Diez Nicolás, Adela Franzé, Gonzalo Garland , Carlos Giménez, Félix Jimé nez, Livia Jiménez, Maribel Jodies, Asunción Merino, Azucena Palacios, María Sá nchez y Liliana Suá rez. Los profesionales que trabajan en temas de adopción en Espa ña fue ron muy amables y abiertos, y quiero agradecer particularmente a Lila Parrondo de Adoptantis, Felipe Marí n Navarro del Centro Reik de Psico logía Diná mica , David Azcona y Laura Heckel de La Voz de los Adopta dos, al doctor Jesús García Pérez del Hospital del Ni ño Jesús, a Antonio Ferrandis del Instituto Madrileño del Menor y la Familia, y a Belén Cabe llo de Familias para la Acogida . Tambié n quiero agradecer a algunas aso ciaciones que regularmente organizan talleres abiertos sobre adopciones: Adoptantis, Hijos que Esperan, el grupo de investigación Adopciones, Fa milias e Infancia (AFIN) de Barcelona, así como La Voz de los Adoptados. Varios profesionales migrantes peruanos involucrados en diferentes aspectos de la vida de esta comunidad migrante frieron muy generosos con su tiempo tambié n, y quiero agradecerle a Ana Camargo, Sonia Castillo, Fernando Isasi Cayo, Mariella Kóhn, Manuel Pinto y Yolanda Vaccaro. Las asociaciones Ari Perú y la Federación de Asociaciones de Peruanos en Es pa ña ( FEDAP) también me brindaron su amable apoyo. Finalmente, quiero agradecer a Blanca Hernando, Jorge Ferná ndez y David Planell por su tiem po y su contribución en las conversaciones que tuve con ellos, aun cuando no estuvieran directamente asociados con ninguno de los mundos. Por sobre todo estoy muy agradecida con las familias adoptivas y mi grantes que compartieron sus historias conmigo y me presentaron a sus amigos. Aprecio mucho su valiosa generosidad . Agradezco en especial a mis queridos amigos a quienes segu í desde el Per ú hasta Espa ña, y a los amigos espa ñoles que los llevaron allá, por tolerarme durante tanto tiempo. Mis padres y hermanos me han apoyado constantemente y les estaré eter namente agradecida . Y, como siempre, todo mi amor para Joshua y Leo.

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Introducción Comparando adopción y migración

ÍÍ Mami, ¿los carros tienen alma.7 Y ¿qu é pasa si no me pongo el cinturó n de seguridad en el avión? Y si me caigo, ¿me voy hasta abajo y toco el suelo?” Se acercaba el final del a ño 2002 y yo estaba sentada en el pequeño aeropuerto de Huamanga , Ayacucho, esperando la llegada de la avioneta que nos llevaría a Lima. Quien hacía estas y muchas otras preguntas era Rebeca, una ni ña de segundo grado de primaria a quien hab ía conocido hacía unas semanas en la oficina de adopciones de Ayacucho. Rebeca le dirigía sus preguntas a Fernanda , una mujer del norte de Espa ña, que era su nueva mamá. Entre las preguntas, las pacientes respuestas de Fernanda y las fotos para las que Rebeca nos hacía posar, Fernanda me contó que las dos iban a pasar unos d ías en Lima para completar los trá mites de adop ción y obtener los pasaportes peruano y espa ñol para Rebeca. La adopción de Rebeca por Fernanda era la segunda adopción para Espa ña que había presenciado ese a ño. Yo estaba viviendo en Ayacucho mientras hacía una investigación etnográ fica sobre acogida de niños y adopciones formales (Leinaweaver 2009b). La sucursal de la Secretar ía Nacional de Adopciones del gobierno peruano en Ayacucho había supervisado solo una docena de adopciones ese a ño, y menos de la mitad habían sido internacionales. De este reducido n ú mero, dos niños habían sido adoptados para ir a Espa ña , lo que llamó mucho mi atención y me hizo pensar en que ese era un des tino clave.

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Zaida, una mujer de 26 a ños que era una de mis mejores amigas en Ayacucho, había dejado a sus hermanos, a su esposo y su pais natal para emigrar a Espa ña. Habia conseguido un contrato de trabajo, visa y pasaje de avión con el apoyo de una espa ñola que se había hecho amiga de su familia a lo largo de varios a ños de viajes a Ayacucho para hacer trabajo voluntario. Yuxtaposiciones como la partida de Rebeca y Zaida a Espa ña , casi al mismo tiempo, fueron el primer indicio de que la adopció n y la migración eran parte de un sistema integrado de movilidad global. Al hacer un seguimiento de la yuxtaposición de la adopción y la migración desde el Perú, por primera vez me di cuenta del significado de su vinculación con Espa ña, donde jóvenes peruanos como Rebeca y Zaida forjan sus nuevas vidas.

Tres meses

antes,

Comparación entre adopción y migración

La adopción internacional es una forma de migración. Este argumento tiene implicancias en la manera como entendemos la adopción y la mi gración , aunque aqu í trato mayormente de sus consecuencias para el fenó meno de la adopción. Rara vez se analiza de manera conjunta la adopción y la migración laboral. De muchas formas se consideran completamente diferentes. Está n reguladas por leyes diferentes, son supervisadas por instancias administrativas diferentes y se rigen por diferentes regímenes. Los asistentes sociales y los psicólogos trabajan para llevar adelante las adopciones, mientras que los funcionarios consulares y los agentes fronterizos le dan forma a las migraciones laborales. Además, en cada pa ís receptor los migrantes por trabajo no solo son numé ricamente superiores a los adopta dos, sino que también proceden de muchos más pa íses (Giménez Romero 2008: 109). Por lo general, los adoptados ingresan a una clase social más alta que los migrantes laborales y son más jóvenes a su llegada (aunque existen excepciones). Quizás lo más importante es que los hijos de los migrantes laborales son más compadecidos o discriminados por una so ciedad dominante para la que ellos nunca podrá n asimilarse lo suficiente. Mientras tanto, los jóvenes adoptados tienen más probabilidades de fasci nar a quienes los rodean debido a sus diferencias. Por lo comú n, e irónica mente, los niños adoptados son bienvenidos en los pa íses receptores se

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Introducci ón

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facilita su inmigración , mientras que los migrantes laborales del mismo pa ís son vistos bajo sospecha o algo incluso peor.1 Sin embargo, los procesos son similares y está n vinculados entre sí de diferente manera. Por ejemplo, tanto Rebeca como Zaida necesitan obtener su pasaporte y visa antes de poder ingresar a Espa ña . Los trá mi tes tras sus movimientos migratorios nos recuerdan que la migración y la adopción son fenómenos transnacionales en los que la gente joven cruza las fronteras, y a través de intensos procesos burocrá ticos, llega a poseer un nuevo estatus civil así como una nueva identidad. Má s significativamente, las fuerzas que provocan que los migrantes laborales dejen ciertos pa íses considerados menos desarrollados, devastados por guerras o propensos a desastres por nuevas tierras de oportunidades, son las mismas fuer zas que producen niños adoptables. “Adoptable” es un eufemismo que se refiere a niños cuyos padres, o miembros de su familia extensa, son percibidos como incapaces de asumir su cuidado, muchas veces debido a la misma pobreza, guerras o desastres que motivaron la migración de sus semejantes. Como resultado, la migración laboral y la adopción pueden ocurrir simultá neamente, a menudo compartiendo los mismos or ígenes y destinos. Por esta razón, a veces me refiero a la adopción internacional como “ migració n adoptiva ”. La migració n adoptiva destaca las similitudes entre la adopción internacional y otras formas de cruzar fronteras, ofre ciendo un punto de partida desde donde se puede hablar de las semejan zas y diferencias entre inmigrantes y adoptados. Como etnógrafa, me interesan estas preguntas estrucmrales más am plias sobre las fuerzas que afectan y reubican a poblaciones de seres hu manos, pero también el á mbito más íntimo de las experiencias cotidianas. Aqu í igualmente hay diferencias importantes y semejanzas sugestivas entre las experiencias de los migrantes laborales y sus hijos y las de los migrantes adoptivos. Las similitudes son evidentes, pese a mis mejores intentos de seguir la convención acad é mica, desmenuzar ambos fenómenos y ubicar cada uno ordenadamente en su propio capítulo para empezar mi análisis.

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1.



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Este inusual contraste ha sido observado por varios historiadores y antropólogos de la adopción (véase por ejemplo , Anagnost 2000: 414 , Marre y Briggs 2009: 14, De Graeve 2010: 370, Dubinsky 2010: 20).

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Por ejemplo, en el capítulo uno describo la adopción desde el Per ú a Espa ña , destacando la importancia de la espera en la experiencia de los padres adoptivos, como Fernanda , y la manera como padres y profesionales arti culan y cuestionan una preferencia por los bebés. En el capítulo dos reto mo la migración desde el Per ú a Espa ña , enfocá ndome en los factores que se consideran cuando se toma una decisión acerca de si una persona joven debe migrar a Espa ña , y cómo se les da un sentido a los jóvenes cuando lle gan. Sin embargo, ambos capítulos muestran a padres de familia esperan do ansiosamente y con una paciencia decreciente la llegada de sus hijos a Espa ña. Los dos indican que los padres de familia está n preocupados con lo que podría ser un migrante ideal los padres adoptivos buscan bebés que puedan adaptarse más fácilmente, mientras que algunos padres mi grantes deciden que solo los adultos pueden soportar las dificultades que implica una migración, y toman la dolorosa decisión de dejar a sus hijos en el Per ú. Rastreo estas y otras coincidencias inesperadas, identificando ciertos temas que salieron a la luz tanto en las historias de los inmigrantes como en las de los adoptados. Uno de estos temas es la controvertida idea del renacimiento. Hace a ños, antes de que Zaida migrara a Espa ña , me dijo que pensaba que el irse a Espa ña ser ía como un renacimiento, porque todo lo que ella ya había vivido se quedaría atrás en el Per ú. La adopción también se describe como un renacimiento en el sentido legal. Los lazos de parentesco anteriores y la pertenencia a una comunidad se borran formalmente y se sustituyen con nuevos ( Berástegui, Gómez y Adroher 2006: 20). Sin embargo, la podero sa imagen del renacimiento a veces puede hacer que la familia del niño y la comunidad silencien todos los rastros del pasado previo a la adopción, algo que los profesionales de la adopción ven como poco saludable y poco ú til. Las familias adoptivas también cuestionan la idea del renacimiento. David Azcona, quien fiie adoptado cuando era ni ño y ahora es activista de la adopción en Espa ña, me insist ía en que el error de Espa ña respecto de la adopción es “que la normaliza y te borra partes de tu vida [...]. En cam bio, cuando es migración, un ecuatoriano llega a Espa ña y no es que deja de hablar de Ecuador ni se vuelve completamente espa ñol. Esto no sería normal. Él tiene una vida anterior a su llegada a Espa ña ”. Sin embargo, Carmela , una madre adoptiva con tres niños peruanos, me dijo en más

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Introducci ón

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de una ocasión que los inmigrantes problemá ticos en Espa ña son los que quieren seguir viviendo como si estuvieran en su pa ís. Describiendo a una vecina suya, una ecuatoriana que se había casado con un espa ñol, Carme la me dijo: “para mi vecina era evidente que no pod ía seguir pensando en su pa ís, que ten ía que seguir las reglas y costumbres espa ñolas. Uno tiene que querer volverse parte del pa ís, no quedarse al margen”. Tanto los migrantes laborales como los adoptados deben transitar un camino pru dente entre mantener su estilo de vida previo y volverse “completamente espa ñoles”. Esta vía se vuelve a ú n más complicada para quienes fueron adoptados siendo bebés o son hijos de migrantes laborales nacidos en Es pa ña , en tanto en su caso no existe un estilo de vida previo que mantener, pero ambos grupos está n bajo considerable presión de sus padres y de los profesionales para que desarrollen una afinidad con un pa ís que quizás no conocen ni recuerdan. Cada uno de los migrantes laborales y los migrantes adoptados repre senta “ un cuerpo extra ño” en Espa ña , y como tal plantean una complica da serie de preguntas: ¿cuá l es la mejor manera de integrar (o asimilar) un cuerpo extra ño?; ¿importa mucho cómo fue que llegó ese cuerpo extra ño a Espa ña ?; ¿quiénes son sus padres? Para afinar un poco la idea: a una joven adoptada, ¿le importa que la mujer que limpia la oficina de su padre por las tardes provenga de su mismo pa ís? Este libro examina cómo los migran tes tanto adoptivos como no y sus familias enfrentan lo que importa: las experiencias habituales y los recuerdos conmovedores, las exclusiones e inclusiones, el sentido de pertenencia o de no pertenencia que impregnan sus vidas cotidianas.

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Pertenencia a una familia y a una nación

dijo que cuidara a mi madre” , le dijo el hijo de un migrante laboral a un equipo de cient íficos sociales peruanos, quie nes después utilizaron esta frase como t ítulo de su investigación (Ansión, Mujica y Villacorta 2009). El aeropuerto tiene un gran protagonismo en las narraciones de movilidad transnacional: en el Per ú es el sitio donde los niños y otros miembros de la familia se esfuerzan por captar la ú ltima mirada de un migrante laboral que parte, mientras que en Espa ña es un

“ En el

aeropuerto me

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de entrada nacional que representa otros tipos de entrada a un nuevo pa ís, una nueva familia y una nueva forma de vivir. Cuando los migrantes laborales finalmente reú nen los recursos legales y económicos para poder traer a sus hijos e hijas a Espa ña, los niños muchas veces viajan solos y aterrizan en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, con su mejor tra je y con su pelo perfectamente en orden. Allí son recibidos efusivamente por sus familiares a quienes puede ser que los niños, confundidos, no reconozcan . Como me contaba Lila Parrondo, una psicóloga especialista en adopción, los niños que migran para reunirse con sus familias “son tan ajenos como lo es el ni ño adoptado, y ellos también tienen que aprender a acomodarse”. Pero el aeropuerto contiene el mismo misterio para las fa milias adoptivas. Como Parrondo comentó en su conferencia a un pú blico de padres adoptivos, era muy probable que sus hijos en la adolescencia empezará n a preguntar: “¿Quié n soy? ¿A quién le pertenezco? ¿Quién es mi gente?” . Ella insistía en que ellos no siempre será n “el ni ño que se bajó de un avión en Barajas”. Las investigaciones sobre vidas transnacionales deben tener en cuen ta las formas y los motivos por los que las personas se mudan y los com plejos y a veces conmovedores métodos mediante los cuales ellas, junto con quienes se está n uniendo y quienes han dejado atrás, conforman un hogar en un lugar nuevo y desconocido. Es importante que lleguemos a entender cómo se logra esto, cómo lo hacen particularmente los jóvenes. La antropóloga Deborah Boehm y sus colegas han argumentado que en gran medida se ha pasado por alto a los jóvenes como actores importantes en la globalización y en los procesos transnacionales (Boehm et ál. 2011: 5). Cuando empecé mi investigación en Espa ña, explorando cómo es la vida para la gente joven como Rebeca y Zaida después de su llegada al ae ropuerto de Barajas, encontré que una de las maneras como los jóvenes adoptados y migrantes crean nuevos hogares es desarrollando ideologías de identidad nacional. Estas ideologías son encarnadas como “sustancia nacional”, una noción que desarrollo en los cap ítulos tres y cuatro. En esos capítulos me ocupo de yuxtaposiciones inesperadas ubicaciones atípicas donde encuentro que la migración y la adopción se consideran conjuntamen te, algo que en sí mismo es un descubrimiento inusual si uno acepta mi punto

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de que ambos fenómenos se tratan comú nmente en forma separada , tanto en la literatura como en la vida real. El capítulo tres trata de los matrimonios mixtos matrimonios entre una persona espa ñola y otra peruana , y las diferentes posibilidades para los hijos de estas uniones (incluidos hijastros, reproducción biológica y adopción) que está n modu ladas por la comprensión de la sustancia nacional. El capítulo cuatro exa mina un fenómeno inusual pero creciente: las adopciones nacionales de los hijos de inmigrantes dentro de Espa ña, algo que ha sido descrito como “lo que mal llamamos adopción nacional” y que yo denomino “adopción cuasi nacional”. Analizo dichas adopciones como situaciones donde tanto la pretendida “ mala conducta ” del migrante (supuestamente las altas tasas de fecundidad o la paternidad irresponsable), como la forma innata de eludir la responsabilidad (la crítica de gé nero sobre las tasas de aborto), han sido “domesticadas” hasta la sumisión. Sostengo que estas nociones de identidad sustancialista llegan a infiltrar las vidas y políticas, incluso en un mundo totalmente transnacional supuestamente posnacional. Como tal, pensar la adopción en el contexto de la migración ofrece ideas novedo sas y significativas sobre el persistente carácter central de lo que es nació n. Sin embargo, también es posible que haya encontrado que la sustan cia nacional es significativa precisamente porque me hallaba estudiando la adopción y migración con el enfoque específico de los peruanos en Espa ña (en lugar de, por ejemplo, niños adoptados y migrantes de cualquier pa ís), una crítica que he escuchado de algunos perspicaces colegas en Espa ña y que ha sido elocuentemente descrita como “ nacionalismo metodológico” (Wimmer y Glick Schiller 2002: 302).2 Mi reto al problematizar el nacio nalismo ha sido que el origen de los niños adoptados evidentemente im porta mucho a sus familias. Importa en términos prá cticos: cada pa ís tiene diferentes restricciones y requisitos, y los padres adoptivos tienen que es coger solo uno en el cual adoptar antes de proceder con su solicitud. De hecho, existe un incentivo emocional en la elección del pa ís. En una char la informativa el a ño 2012 en Madrid , la asistenta social Charo Gonzá lez les dijo a los futuros padres que la elección es “algo muy personal e í ntimo argumento



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2.

Gracias a un cr ítico anónimo por plantear este punto importante.

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los esposos”.3 En ese sentido, las diferencias nacionales son lo que los antropólogos llaman una distinción emic , una distinción hecha por los mismos participantes en la investigación, y ser ía una negligencia de mi

entre

ignorarlas. La importancia de una nación puede incluso aumentar después de que ha concluido la adopción, tal como explico en los capítulos cinco y seis, porque los miembros de la familia espa ñ ola aprenden a conceptuali zarse a s í mismos como vinculados al pa ís de origen del niño de maneras decisivas. Tal como un padre adoptivo catalá n se lo explicó a la antro póloga Diana Marre: “cuando tú entras en un pa ís [...] tú eres del pa ís del que son tus hijos [...] tus hijos son de ese pa ís [...] tú tienes vínculos con ese pa ís, poco a poco conoces a esa gente, te vas acostumbrando” ( 2004).4 Es significativo además en cuanto a las amistades que la familia desarrolla, ya que en Espa ña, como en otros lugares, las asociaciones de familias adoptivas son organizadas mayormente por los pa íses de origen de los niños (comparar Howell 2002 para Noruega). El capítulo cinco considera estas ideas a través del marco teórico de la solidaridad como una ventana al comportamiento ético en el d ía a d ía posterior al hecho de la adopción, buscando momentos o lugares donde adoptados y migrantes se encuentren, desde el empleo hasta la filantrop ía e incluso la escuela secundaria . El cap ítulo seis parte de la observación de que tanto a los jóve nes migrantes como a los ni ños adoptados a diario se les dice a través de una serie de acciones y comportamientos, comentarios y supuestos que ellos está n estrechamente asociados con el Per ú. Doy seguimiento a esta presunción de vínculo hasta su conclusión lógica, investigando las formas como la “ peruanidad ” se resalta en los adoptados y migrantes, así como las maneras como a veces se la rechaza y las razones por las cuales se lo hace. parte

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Esta afirmación fue escuchada por Maia Chao, mi asistente de investigación que asistió a esta charla. Comparar con Dubinsky sobre la idea de que los “ padres adoptivos blancos tienen que volverse efectivamente negros” ( 2010: 76), y Jacobson sobre una “ etnicidad chinaadoptiva ” ( 2008: 141 ).

Introducci ón

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El panorama general La “ nación ” es una metáfora genealógica: como la palabra “ naturaleza ” , proviene del latín natío o “ nacimiento” ( Herzfeld 1997: 41). La natura lización se da cuando un migrante obtiene la ciudadan ía de un nuevo pa ís. Metafóricamente, compartir una nacionalidad significa pertenecer a una misma familia. Cuando no está permitida una doble nacionalidad, uno puede pertenecer solo a una de estas familias al mismo tiempo. Esta exclusividad de familia se ve más literalmente en la “adopción plena ” , un término legal que significa que un niño que es adoptado pierde todo ví nculo legal con su familia de origen ( por ejemplo, no puede heredar), porque esos lazos son reemplazados por un conjunto completo de víncu los formales y legales con la familia adoptiva. La adopción es plena en la mayor ía de pa íses ricos, de acuerdo con la Convención de La Haya sobre Adopción de 1993. Sara Dorow se ha referido a este tipo de adopción como una “especie de monogamia serial de parentesco nacional/familiar” ( 2006: 209). Como John Terrell y Judith Schachter han argumentado, “una investigació n sobre adopción puede aclarar definiciones y criterios de lo que es ‘ciudadan ía’: ¿qué significa el pertenecer a un grupo o nación, y cómo se vincula con las ideas sobre el significado de familia ?” (Terrell y Modell 1994: 159). La idea de pertenencia es central para nuestra comprensión de lo que es la adopción y la migració n. En el fondo, ambos fenó menos requieren de una pregunta sobre lo que significa pertenecer a una familia , a una comunidad , a una u otra nación o a má s de una , en un contexto en el que marcadores simbólicos claves, como el fenotipo o las ideologías de los lazos de sangre, actúan en contra de los esfuerzos por pertenecer. Debido a estas y otras similitudes subyacentes, la historiadora Karen Balcom ha sugerido que sería provechoso analizar la adopción como una forma de migración ( 2010). Pero en el trabajo acadé mico estos dos procesos se han mantenido en gran medida separados. Economistas o sociólogos general mente estudian la migración utilizando un lente de gran angular, porque buscan comprender las causas que conducen a ella. Más a menudo, los psicólogos o asistentes sociales analizan la adopción a una microescala,

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porque exploran sus efectos en el desarrollo psicológico individual o en

las relaciones familiares.5 La adopción internacional se ha convertido en un tema central en publicaciones recientes, mayormente antropológicas, que exploran la per tenencia mediante un enfoque de parentesco, reproducción e infancia .6 Este trabajo sobre adopción internacional demuestra cómo se forma el parentesco a través de las fronteras nacionales y entre (o excluyendo a) gente de medios y posición social muy diferentes, y revela los ví nculos que persisten entre nacionalismo, raza, clase, gé nero, parentesco e imperialis mo. Hasta la fecha , la mayor ía del trabajo académico sobre adopción ha comparado las familias adoptivas con las familias llamadas naturales es decir, aquellas formadas a través de la reproducción biológica. Este marco comparativo ha conducido a la importante conclusión de que las formas como las familias adoptivas internacionales se construyen, pueden arrojar luz sobre las maneras como se cimentan otras formas de parentesco que imaginamos como naturales. Esta valiosa contribución, sin embargo, im pide una comparación estrecha de las maneras como las familias adoptivas internacionales se parecen y se diferencian de otros tipos de familias, como las de migrantes que yo conocía . También necesitamos examinar similitu des y diferencias entre familias adoptivas y otras familias “ no naturales”, que llaman la atención en forma negativa o que producen ansiedad en la gente, tales como las familias de migrantes que son separadas de sus hijos.

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La excepción, curiosamente, es la demografía , que trata la adopción internacional como un “aspecto de la migración internacional”, y por consiguiente , como ha argumentado Peter Selman, pierde de vista un conjunto de conocimientos diversos que provienen de verla como directamente vinculada a la construcción de la familia ( 2006: 184 ). Mi discusi ón sobre el conocimiento del tema de la adopción se basa en Bowie 2004; Briggs 2012, Dorow 2006, Howell 2006, Howell 2009a , Hübinette y Tigervall 2009 , Kim 2010, Leinaweaver y Seligmann 2009, Marre y Bestard 2004, Marre y Briggs 2009, Seligmann 2013 , Volkman 2005 , Wade 2007 , Yngvesson 2010. Muchos de los investigadores que actualmente están trabajando sobre adopción internacional son padres adoptivos. A medida que estas primeras generaciones de adoptados internacionales empiezan a entrar en estos círculos (Hübinette y Tigervall 2009, Trenka, Sudbury y Shin 2006), la erudición científica social sobre adopción comenzará seguramente a cambiar.

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Los libros sobre adopción generalmente se encuentran todos juntos en la biblioteca o librer ía, mientras que los estudios que tratan sobre fa milias transnacionales está n dispersos por los estantes, catalogados por pa ís y no por el tema que tienen en comú n. Sin embargo, cuando se les reú ne, esta literatura revela temas claves en el campo del parentesco y del desplazamiento. Por un lado, la literatura se enfoca en cómo el parentesco se sostiene a pesar de la distancia , y por el otro, dilucida los obstá culos que debe enfrentar dicho parentesco y las maneras como se reconfigura.7 Estas investigaciones está n te ñ idas de una iron ía particularmente conmovedo ra: la frecuentemente dolorosa separación que hijos y padres tienen que soportar se debe a una migración motivada por el deseo de los padres de mejorar la vida de sus hijos, que rara vez se desarrolla tal como los padres o hijos habían imaginado.8 Estos estudios sobre familias transnacionales son parte de una lite ratura más amplia sobre las conexiones transnacionales entre los pa íses emisores y receptores, y entre gente, ideas, productos y otras cosas que fluyen entre ellos.9 El gran valor de esta literatura es su énfasis en los vín culos más que en los desencuentros entre la gente de pa íses emisores y de pa íses receptores. Enfocarnos en estos lazos nos permite conceptualizar el fenómeno de la migración y los migrantes como algo normal y no patoló gico, y nos revela que la migración laboral es una respuesta comprensible a situaciones dif íciles. El inconveniente de enfatizar los lazos con el pa ís de origen es que este enfoque puede llegar a costa de descubrir cómo los migrantes laborales pueden ser similares y desarrollar afinidades con gente e ideas en el pa ís de acogida , como las familias adoptivas. Ambas

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Los trabajos sobre familias transnacionales que han contribuido a mi enfoque incluyen a Baldassar 2007 , Constable 2003 , Dreby 2006, 2010, Fresnoza-Flot 2009 , Haikkola 2011, Hondagneu-Sotelo y Avila 1997 , Knórr y Nunes 2005 , Lahaie 2009 , Moran-Taylor 2008, Nicholson 2006, Orellana et ál. 2001, Orellana 2009 , Parreñas 2005 , Sartorius y Seigel 2010, Schmalzbauer 2004 , Yarris 2011. Sobre este tema, ver especialmente Boehm et ál. 2011; Constable 2004; Horton 2008 , Pribilsky 2001. Investigaciones importantes sobre este campo más amplio de transnacionalismo y migración incluyen Appadurai 1991 , Brettell 2000, Clifford 1997 , Glick Schiller, Basch y Blanc 1992 , Jackson 2008 , Kearney 1995 , Morris 1997 , Ong 1999.

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perspectivas las conexiones transnacionales y las conexiones cotidianas en el pa ís receptor deben tenerse en cuenta para captar plenamente la realidad de la migración contemporá nea. Caroline Bledsoe y Papa Sow han señalado que: “ En la Unión Euro pea, como en la mayor ía de pa íses industrializados, la vida familiar se está convirtiendo, sin hacer ruido, en el campo de batalla de las luchas de in migración ” ( 2011b: 175). Su observación revela lo importante que es reu nir las diferentes maneras de considerar la familia , la migración y el orden internacional dentro del mismo enfoque de investigación. Sin embargo, todavía es escaso el trabajo que analiza con un mismo objetivo la inmigra ción y la adopción, salvo algunas notables y perspicaces excepciones (ver Howell y Melhuus 2007 , H ü binette y Tigervall 2009: 337, Marre 2009c: 240, Rastas 2009). El investigador de literatura comparativa David L. Eng ha calificado la adopción internacional como “ una de las formas de diás pora e inmigración más privilegiadas de fines del siglo XX” , y a la misma vez cuestiona el estatus de inmigración del hijo adoptivo cuando sugiere que el fenómeno plantea “un conjunto interrelacionado de preguntas so bre género, raza , nación, política, econom ía y cultura . ¿El adoptado inter nacional es un inmigrante?” ( 2003: 1). Los adoptados transnacionales son



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inmigrantes privilegiados, una contradicción de términos que requiere de una deconstrucción propia, pues tienen un estatus nebuloso que siempre puede ser cuestionado: ellos son inmigrantes. ¿ En verdad lo son?

Historias de origen

As í como el pa ís de origen de los niños adoptados en Espa ña era de gran importancia para muchos involucrados en la adopción, confieso que para m í tambié n lo era. Muchos acad é micos que investigan la adopció n inter nacional en un pa ís receptor lo hacen desde una perspectiva de interés en ese pa ís y prolongada experiencia con él (véase Howell 2006, Marre 2007, Yngvesson 2010). Yo me abr í paso en Espa ña por un camino alternativo, una senda frecuentada más a menudo por antropólogos que empiezan sus carreras en un pa ís emisor y terminan trabajando en comunidades de migrantes de ese lugar. Después de muchos a ños de trabajo de campo en el Per ú ( 2000 2007), he reunido un profundo conocimiento sobre cómo

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Introducci ón

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funcionan las adopciones en ese pais. Tuve una red de contactos en las oficinas de adopción, las casas de los ni ños y las ONG en el Perú a las que podia llamar para cualquier consulta. Tambié n sabia que las personas en el Per ú tienen mucha curiosidad, incluso se muestran ansiosas, por saber que habrá sido de los ni ños que dejaron el Per ú mediante una adopción internacional. Durante mi trabajo de campo en Ayacucho, Ruth, la abo gada especializada en adopción, se quejaba y me decía que una razón por la que las adopciones demoran tanto en el Per ú se debe a que los jueces y abogados se oponen a ella porque piensan que es un método para traficar con órganos. Sin embargo, se apresuró en explicarme que esto no es posi ble porque durante cuatro a ños los padres adoptivos tienen que hacer in formes semestrales postadopción, en los que deben adjuntar fotograf ías de los niños. Además de estos informes oficiales que se envían a las oficinas de adopción del gobierno, la gente en general conoce casos de adoptados que han regresado al Per ú para hacer trabajo filantró pico o para conocer a los miembros de sus familias biológicas (Leinaweaver 2011).10 Pero yo también quería saber cómo la migración internacional había transformado la vida de los peruanos que mejor conocía. A dos meses de la partida de Zaida, su hermano menor también migró, habiendo obteni do un contrato de trabajo y una visa con la ayuda de su novia espa ñola, quien igualmente había pasado muchos veranos haciendo trabajo volun tario en Ayacucho. En marzo del a ño siguiente, Jorge, el esposo de Zaida , dejó Ayacucho para finalmente reunirse con ella después de una larga y dif ícil separación. Durante la siguiente década, algunos amigos y familia res los siguieron. Cuando llegu é a Espa ña me sentí como en casa entre mis amigos peruanos que me recibieron con ceviche y papa a la huanca ína. Ellos se habían mudado a un barrio poblado mayormente por inmigrantes y roman íes, y cuando me qued é con ellos íbamos a comprar ajíes peruanos importados en peque ñas tiendas de esquina cerca de su departamento. En el verano del 2006 mis amigos sufrieron una terrible pé rdida. Jorge, el esposo de Zaida , falleció en Afganistá n cuando el veh ículo en el que viajaba fue alcanzado repentinamente por un artefacto explosivo.

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El canal de televisión Latina transmitió hasta hace poco un programa que se llamó Volverte a ver , donde se presentaban los casos de búsqueda de padres biológicos.

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Él y el hermano de Zaida, al no encontrar trabajo en Espa ña, se habían enrolado en el ejército espa ñol. Por ser el primer soldado espa ñol muerto en Afganistá n, su sacrificio fue motivo de honras solemnes de parte de las autoridades espa ñolas. Como migrante peruano, su muerte fue analizada y criticada tanto por la prensa espa ñola como por la peruana , por lo que simbolizó y por los cuestionamientos respecto de quién estaba peleando esta guerra . “ Peruanos carne de ca ñón ”, decía un conmovedor titular de un periódico peruano.11 Una h ú meda noche lime ñ a llegu é al aeropuerto militar del Callao para esperar la llegada del avión del ejército espa ñol que trajo a su viuda, sus amigos y su ata ú d. Al d ía siguiente los segu í rumbo al norte, a su pequeña ciudad natal, y acompa ñé a los miembros de su deso lada familia que le dieron el ú ltimo adiós. Recuerdo que Zaida no pod ía dormir, así que mientras estaba recostada a su lado, en una cama de una plaza y una habitación llena de gente en la pequeña casa de sus suegros, en voz baja y en forma apremiante me narró historias sobre él, sobre ellos, y sobre la vida del migrante en Espa ña. Durante el siguiente a ño empecé a planear un nuevo proyecto en Es pa ña, en el que pudiera comprender có mo eran las cosas para mis amigos como migrantes en un contexto totalmente diferente, y donde pudiera empezar a comparar las experiencias de los adoptados y los migrantes. Habiendo observado las partidas casi simultá neas de Rebeca y Zaida hacia Espa ña, ya había empezado a comprender las reveladoras posibilidades de la yuxtaposició n de los temas de adopción y migració n. Pienso que su vin culación ofrece importantes revelaciones, tanto para los investigadores de la migración como para los de parentesco. En este libro he querido resal tar la importancia de esta yuxtaposición para la adopción, porque este es un tema que me interesa vivamente tanto como antropóloga especializada en parentesco como por mi experiencia personal con la adopción, ya que algunos miembros de mi familia son adoptados y otros parientes lejanos dieron niños en adopción. Como consecuencia de mi relación de tantos años con el Perú , mi relato privilegia las perspectivas de los peruanos en Espa ñ a antes que las de los espa ñoles.

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La República , 10 de julio del 2006, en: ) en realidad listaban a los adictos a las drogas como los primeros con 81,6% de encuestados que prefer ían no vivir a lado de ellos, seguidos por los alcohólicos (48,6%), los gitanos (45,6%) y las personas con SIDA ( 20,5%) Las per sonas de una raza diferente (8,6%), los inmigran tes/trabajadores extranjeros (8,3%), las personas de una religión diferente (7,2%) y las que hablaban un idioma diferen te (4,1%) no ten ían mucho puntaje ( ). Le í estos datos con el acostumbrado escepticismo de una antropóloga cultural confrontada con n ú meros cuidadosamente ordenados. Pero, en efecto, a Espa ña se le ve relativamente benigna en términos cuantitativos, a diferencia de Francia (que los espa ñoles a menudo citan como el epítome del racismo), donde el 43, 2% no quer ía vivir al lado de inmigran tes/ trabajadores extranjeros, el 26,8% rechazaba como vecino a alguien de una raza diferente, el 30,3% a cualquiera de una religión diferente, y el 27,6% a alguien que

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hablara un idioma diferente. Beltrá n fue citado por Beatriz Roselló, “ El racismo es oficialmente invisible en Espa ña ” seg ú n Amnist ía Internacional”, en El Mundo (Madrid), 3 de agosto del 2009, en: < http://www.elmundo.es/elmundo/ 2009/08/03/solidaridad/1249326753.html>.

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en nuestra conversación caracterizó provocativamente a las bandas como “anticuerpos”. Sugirió que los migrantes no se pueden incorporar a una sociedad espa ñola que elogia abiertamente la diversidad pero no promue ve con éxito la interacción social de los diversos grupos. Y a pesar de su no existencia oficial, muchos padres adoptivos sí perciben que Espa ñ a es ra cista por ejemplo, cuando los compa ñeros de clase de sus hijos les dicen “Negro, vete a tu pa ís”.31 Por otra parte, los partidos pol íticos xenófobos han logrado avances en a ños recientes, como lo han hecho también en otros pa íses de Europa. Carlos Giménez Romero ( 2008: 112) demuestra que la mayor ía de espa ñoles tiene puntos de vista contradictorios acerca de la migración. Sienten empatia y recuerdan la historia de emigración de Espa ña (Suá rez Navaz 2005; comparar con Cole 1997), pero se resisten al relativismo cultural o a la posibilidad de que Espa ña se transforme. Conocí a una madre migrante y a su hijo nacido en Espa ña que participó en una comisión sobre migración que formó parte de las protestas de los indignados que empezaron el 15 de mayo del 2011 en la Puerta del Sol, en pleno corazón de Madrid. (Varios meses más tarde, la misma ira y frustración surgirían en los Estados Unidos como Occupy Wall Street). El hijo describió sus actividades como parte de un movimiento de derechos civiles de los migrantes: “ hicimos un manifiesto [como] estamos en contra [...] de las privaciones de derechos humanos [...] cuando hacen redadas en los metros [... ] contra la Ley de Extranjería [...] con el cierre de los CIEs

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[centros de internamiento de extranjeros]. La igualdad , la igualdad social y judicial, ¿no?, para todas las personas”. La adopción internacional desde el Per ú a Espa ña por lo general es también una adopción interracial. Desconocidos y miembros de la familia por igual identifican los fenotipos de los ni ños adoptados como diferentes a los de sus padres lo que un entrevistado llamó “ tema tabú ” . En Espa ña la ideología de la raza se basa fuertemente en las diferencias visibles y en



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Esta cita ha sido tomada del borrador de un artículo preparado en el 2005 que me envió su autora, la periodista Yolanda Vaccaro, residente en Madrid. El manuscrito está en su archivo personal. El art ículo de Vaccaro es sobre una pareja de Madrid con tres hijos del Per ú. Estas son las palabras de la madre describiendo el encuentro de su hijo en un colegio público madrile ñ o.

Introducci ón

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indicios, como el lugar de origen y las habilidades lingüísticas. Los ni ños adoptados y los jóvenes migrantes pueden diferir en ciudadan ía, pero pueden compartir una atribución racial, algo que causa ansiedad entre muchas personas asociadas a la adopción. Identificarse con las ra í ces propias es visto como deseable (como argumento en el capítulo seis), pero identificarse con un compa ñero migrante con quien se comparte un origen peruano puede ser visto como un problema (como argumento en el capítulo cinco). Esto tiene implicancias tanto para los migrantes laborales y sus familias, cuyas vidas está n limitadas por conexiones entre raza y cla se, como para los migrantes adoptivos, cuyos padres deben enfrentar esas conexiones y, a nombre de sus hijos, deshacerlas. Para los padres adopti vos estos encuentros y coincidencias pueden conducir a “una prolongada conversación acerca del significado social de raza ” entre gente socialmente poderosa que no está marcada racialmente, que por lo general no se dedi ca a los aspectos específicos de la marginación ( Dubinsky 2010: 63). Una afroperuana que conocí, que es música y vive en Espa ña desde hace a ños haciendo trabajo voluntario con inmigrantes en las prisiones juveniles, me comentó que Espa ña es como un wok (una sarté n para co mida china), donde se saltean tantos ingredientes diferentes provenientes de tantas partes, que cuando te lo comes, a la mitad del plato ya empiezas a sentir que te está indigestando, y entonces te preguntas cómo diablos lo vas a poder digerir. En otras palabras: la diversidad es un saltado que Espa ña no puede digerir. Esta caracterización, aunque apropiada, resta importancia a dos aspectos que hay que tener en cuenta . En primer lugar, Espa ña es y ha sido, antes de que llegaran los inmigrantes, una nación di versa cultural, racial y lingüísticamente (Giménez 2008: 108). Desde hace mucho la diferencia de idiomas ha sido crucial, un hecho que puede pasar inadvertido en vista de que mi investigación se circunscribe a Madrid. Los migrantes adoptivos o laborales que aterrizan en el Pa ís Vasco o en Catalu ña se enfrentan a un contexto lingüístico y cultural muy diferente. En segundo lugar, el gobierno espa ñol y la Unión Europea por lo general tienen un fuerte compromiso con las ideologías de integración y de in terculturalidad, a pesar de la aparente dificultad de “digerirlo”. Esteban, un joven migrante al que entrevisté, me dijo que él había recibido ins trucciones sobre cómo pensar de sí mismo de un profesor inmerso en el otros

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discurso de la interculturalidad: “ Uno no es de donde nace sino de donde pase”. Pero como me dijo Susana , una migrante peruana que es psicóloga, muchos espa ñoles está n en contra del ideal de interculturalidad debido al “conflicto interno” de Espa ña: tensiones lingüísticas y culturales, movi mientos pol íticos separatistas y los desafíos que conlleva la combinación de los poderosos gobiernos regionales y los imperativos de la unidad na cional. Y para m í el énfasis en la integración sugiere que la carga recae en el migrante, que se tiene que aculturar, y no en el espa ñol, que debe aprender a entender y valorar las diferencias. No es insignificante que la investigación para este libro se haya hecho durante una crisis económica mundial. La buena vida antes del desplome global condujo a un auge de la construcción y a una gran demanda de mano de obra en Espa ña. Ese apogeo fue reciente comparado al de otros pa íses europeos, a consecuencia de la prolongada dictadura de Francisco Franco (1936 1975) que soportó Espa ña , durante la cual la urbanización y la industrialización avanzaron a un ritmo mucho más lento que en el resto de Europa . La política migratoria, aunque controlada segú n fuera necesa rio a juicio de las naciones europeas colegas, fue relativamente permisiva durante las décadas de 1990 y principios del 2000. Asimismo, las am nist ías periódicas le permitieron a quienes ya se encontraban en Espa ña indocumentados, empezar a obtener la ciudadan ía. Como Espa ña tiene una red de seguridad social que no tiene los Estados Unidos, incluso los migrantes sin documentos tienen acceso a la salud y la educación. Pero a medida que el mercado global se vino abajo y el sector cons trucción se vio especialmente afectado en Espa ña, fue más dif ícil y menos atractivo para los migrantes viajar a este pa ís. Los familiares de los migran tes que ya estaban en Espa ña siguieron llegando, pero hoy en d ía es casi imposible conseguir un contrato de trabajo y migrar como trabajador. En el a ño 2011 la tasa de desempleo entre los migrantes llegó a 39,1%, más del doble que la tasa de 18,4% correspondiente a los nacidos en Espa ña (Colectivo loé 2012: 8). Mientras tanto, un taxista limeño me dijo en el a ño 2012 que él esperaba que la econom ía peruana siguiera creciendo para que los peruanos ya no tuvieran que emigrar para sobrevivir, porque había visto reportajes period ísticos de latinos que eran maltratados en Es pa ña. Efectivamente, el n ú mero de migrantes que dejaban el Per ú empezó

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a caer en el 2008, después de una d écada de crecimiento (Cooperación Interinstitucional INEI DIGEMIN OIM 2010). Muchos migrantes está n in cluso retornando al Per ú entre ellos tres amigos que conoci primero en el Peril y que después encontré en Espa ña.32 Durante las elecciones peruanas del 2011, la propaganda radial de la candidata Keiko Fujimori jugó con esta posibilidad , al tiempo que exhortaba a los oyentes a “votar por el pa ís que los vio nacer” y prometía que si regresaban encontrar ían un Per ú con más seguridad y más oportunidades. Los espa ñoles nativos tambié n está n dejando su pa ís, en cantidades tan enormes que ahora superan numéri camente a los inmigrantes a Espa ña , y algunos de ellos incluso se está n mudando al Perú.33 Es en medio de este contexto de creciente inseguridad y ansiedad económica que llevé a cabo la investigación para este libro. Esta es una situación que tambié n afecta la adopción internacional. Como me dijo Carmela una madre adoptiva durante nuestra ú ltima conversación, la crisis económica es una de las razones por las que se es tá n estancando las adopciones en Espa ña. La gente no tiene un trabajo estable, de manera que no califica para adoptar. Las ONG que apoyan a los espa ñoles con el proceso está n cerrando sus puertas por problemas financieros. Pero ella agregó algunos otros motivos: los hijos del apogeo de la adopción han empezado a crecer y tienen diversos problemas, de manera que la adopción ya no parece tan buena idea. Ella cree que otro factor que contribuye a la mengua de adopciones es la disminución de ni ños adoptables que no tengan necesidades especiales en los pa íses re mitentes (Selman 2009: 589). Cada a ño, desde principios de la adopción internacional a mediados del siglo pasado hasta su pico en el 2004, tanto

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32. Sobre las partidas de migrantes de Espa ña, véase Natalia Junquera, “ Para vivir mal aqui, vivo mal en mi pa ís”, El País (Espa ña ), 10 de junio del 2012 , en: < http:// política. elpais.com/ politica/ 2012/06/ 10/actualidad/ 1339345173 _ 164363.html>. 33. Lola Huete Machado y Virginia Collera, “ Emigrantes otra vez”, El País (España), 11 de diciembre del 2011, en: ; y Charo Nogueira y Javier García Pe draz, “Yo tengo mi nieto en América ” , El País (Espa ñ a), 18 de julio del 2012, en: . Sobre españoles que se mudan a Peril, véase Mirko Lauer, “Tiempos cosmopolitas”, La República (Perú), 10 de julio del 2012, en: < http://bit.ly/ lGmm8Mk>.

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los solicitantes como las adopciones internacionales reales crecieron sos tenidamente.34 Desde el 2004, el n ú mero de adopciones ha disminuido sustancialmente, una baja que no se ve con respecto al n ú mero de solici tantes (Selman 2009: 575; véase también Selman 2010). Este libro retrata, entonces, un breve momento en el tiempo, una época en que tanto la migración laboral internacional como la adopción internacional (a Espa ña , pero también en general), después de crecer tre mendamente, llegaron a su pico. No necesariamente este es el principio del fin de cualquiera de los dos fenómenos, pero es muy probable que marque un giro crucial para ambos. Los estudios de caso que aparecen en este libro invitan a la reflexión sobre otros importantes procesos demo gráficos, como una inmigración creciente, la baja fecundidad y el enveje cimiento de las sociedades europeas. Tambié n proporcionan información sobre procesos políticos más amplios, como el surgimiento de partidos antiinmigrantes que actualmente está n transformando incluso a aquellos pa íses que históricamente acogieron a trabajadores extranjeros. La adop ción ofrece un modelo fascinante de cómo algunos “cuerpos extra ños” se pueden integrar. Sin embargo, el proceso de adopció n y de crecer de ma nera racialmente distinta de la propia parentela es una ruta complicada, dada la ideología de que la herencia de la identidad racial y étnica está en tre los muchos aspectos que definen el parentesco. Los siguientes capítu los comparten mi propio enfoque respecto de la adopción y la migración, trazá ndolo de la manera como llegu é inductivamente a comprenderlo: desde una consideración tanto de la adopción como de la migración en forma separada, hasta una exploración de sus sorprendentes conexiones, y finalmente cómo esas conexiones pueden revelar las formas como la adopción y la migración son significativamente contingentes, y las ideas e ideologías que un análisis unificado de la migración y la adopción puede ayudar a explicar.

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Historiadores de la adopción usualmente rastrean los orígenes de la adopción internacional y llegan a la guerra de Corea , cuando Bertha y Harry Holt promovieron las adopciones internacionales permanentes para los niños americanos-asiáticos, hijos de soldados estadounidenses y mujeres coreanas. Sin embargo, Marre y Briggs señalan que los europeos también promovieron la acogida de niños en peligro durante la guerra civil espa ñola y la ocupación nazi ( 2009: 3).

1 Esperando un bebé Adoptando al inmigrante ideal

1 a ño 2011, el director de la oficina de adopciones de la Comunidad de Madrid me dio un consejo para mi trabajo de campo: “Haz como si fueras una solicitante de adopción: llama a nuestra oficina y reserva un espacio para una de las reuniones informativas semanales sobre adop ción internacional”. As í, unas semanas despu és llegu é a las puertas del Instituto Madrileño del Menor y la Familia ( IMMF), ubicado en la Gran Vía 14, en pleno corazón de Madrid, pasando por imágenes de chupones icónicos salpicados por todas las ventanas delanteras, hasta que de pronto me encontré en un salón de reuniones pintado color durazno, en el que estaban acomodadas unas 40 sillas frente a una pantalla de proyección. El salón se fue llenando rá pidamente con gente muy apacible y atenta, y yo me entretuve pensando por un momento en las repercusiones que ten ía el hecho de que cada semana, y solo en Madrid , se encontraran unas 40 personas para informarse sobre la adopción internacional.1 Más tarde, el director de adopciones me dijo que hasta el a ño 2010, la oficina ofrecía dos sesiones por semana: “¡Casi 90 personas cada viernes! Tal vez por ello se ha producido el exceso de solicitudes en muchos pa íses que ha sido tan perjudicial”.

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Observando quiénes estaban sentados junto a quiénes, podia calcular que habia una mujer soltera , dos parejas de lesbianas, y quizás unas 16 parejas heterosexuales. Sus edades parec ían oscilar entre los 30 y 45 años.

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Cada semana, uno de los miembros del personal lidera la sesión de dos horas. El d ía que yo asistí, quien estuvo a cargo fue Antonio Calles, del departamento legal. Me gustó la manera como presentó la adopción internacional a los asistentes. La llamó un proyecto peculiar y complejo y recomendó a los futuros padres reflexionar mucho, y con especial cuida do, sobre las posibles dificultades que podrían enfrentar antes de empezar el proceso: “Muchos potenciales padres ven la rapidez como una virtud. Quieren un hijo y lo quieren ya. Entonces, todo lo que tienen que hacer a lo largo del proceso lo ven como obstáculos para conseguir a ese niño”. Calles, en cambio, sugirió que debían ver la evaluación de su hogar como una herramienta potencialmente ú til para permitirles prepararse mejor para recibir a su niño. Y continuó relatando una lista de algunas de las posibles dificultades: la problemá tica historia de abandono del niño o los problemas de salud podrían tener un impacto inesperado, y la vinculación ocurre mucho más lentamente que lo que anticipan los futuros padres. Al final de su presentación había pintado un panorama sombrío de la adop ción internacional. Mi sensación fue que estaba tratando de desalentar a cualquiera que no estuviera completamente comprometido, debido en parte a que la oferta y la demanda no concuerdan, tal como había sugeri do la frase del director acerca del “ perjudicial exceso”.2 El momento más chocante de la presentación fue cuando Calles hizo una rá pida revisión de los pa íses de los cuales uno podría adoptar, listados alfabéticamente, llamando nuestra atención hacia el cuadro fotocopiado que se encontraba en las carpetas con la información que nos habían en tregado a todos al momento de registrarnos:

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Bolivia era un país bastante bueno para adoptar, pero no había renovado su acreditación. Los niños de Brasil tienen cinco años o más , aunque allí s í aceptan parejas adoptivas del mismo sexo . Bulgaria tiene a niños de entre cero y tres años , pero en ese pa ís uno no puede tener más de 43 años que el

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Un año después, Maia Chao, mi asistente de investigación , asistió a una reunión similar —esta vez dirigida por la asistente social Charo González— y escuchó el mismo tipo de discurso. González le dijo al grupo de Chao: “ Este no es el mejor momento para adoptar. Cada d ía hay más de ustedes queriendo adoptar y los requisitos de los pa íses se están volviendo cada vez más estrictos” .

1 / Esperando un bebé

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niño, así que si uno empieza el proceso de adopción a los 41 a ños y esto de mora más de dos a ños, ya no es elegible. Chile ya tiene demasiadas familias en espera. China ya no vale la pena. Colombia es muy estricto en cuanto a la edad, y para niños de cero a tres a ños hay que esperar cuatro a ños. En Costa Rica los niños son mayores...

Continuó mencionando alfabéticamente los pa íses, mientras yo pensaba en esta devastadora letanía . Me imaginaba a estos futuros padres adoptivos, muchos de los cuales habrían sufrido incontables e incómodos tratamien tos de fertilidad , llegando a esta reunión informativa llenos de esperanza, y que les digan que los programas pueden cerrarse inesperadamente, que los ni ños adoptables pueden ser mayores o pueden tener necesidades especia les, que las esperas son largas, y que un gran sentimiento de ansiedad acom pa ña la espera porque la edad de los padres está vinculada a la de los ni ños, de manera que antes de recibir al niño uno puede exceder la edad de eligi bilidad para adoptar. Imaginé que estas podrían ser un par de horas desmo ralizadoras, pero desde la perspectiva de Calles, era una estrategia efectiva para eliminar a todos, menos a los futuros adoptantes más dedicados.3 Me gustaría resaltar dos aspectos de la presentación de Calles por que revelan asuntos que contemplan los futuros padres espa ñoles cuando piensan en la adopción internacional. El primero es uno de los puntos centrales de su charla: el largo proceso, la espera. Hoy en d ía esta es una caracter ística clave de la adopción internacional, aunque no necesaria mente lo flie para muchos de los padres de peruanos que adoptaron a sus hijos a fines de la d écada de 1990. El segundo aspecto es un supuesto subyacente que es casi tácito en su discurso: la obvia preferencia por niños menores que tienen los futuros padres, segú n Calles.4 Como la espera

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Quienes continúan con el proceso de adopción internacional aun despu és de escuchar todas estas malas noticias, pueden estar parcialmente motivados por el urgente deseo de tener un hijo, y en parte por algo que la profesión parafrasea como “solidaridad” y que describo en el capitulo cinco. El tercer aspecto que menciona Calles, y que es profundamente significativo para los padres adoptivos, es la elección del país. Para mí es de gran interés, pero el diseño de mi investigación, enfocada en el Perú, me impide considerarla aquí en detalle. Explicó que en Madrid uno no puede hacer la “aplicación simultánea ” a dos pa í ses, porque para el niño serí a perjudicial ser asignado a unos padres y luego rechazado por ellos

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podría acortarse significativamente si las familias estuvieran dispuestas a adoptar a niños mayores, la preferencia por los recié n nacidos y ni ños pe que ños tiene que ser extraordinariamente fuerte. Sugiero que deberíamos considerar dicha preferencia como una articulación de la búsqueda de los futuros padres de un migrante ideal.5 Ese migrante ideal no tiene historia no la tiene en el sentido doloroso de haber pasado por una institución, o de haber sido víctima de la pobreza o el abuso antes de ser entregado, ni tampoco en el sentido de ser el tipo de migrante que quiere seguir vivien do como si estuviera en su pa ís, tal como Carmela, la madre adoptiva, lo expuso memorablemente cuando describió a los inmigrantes problemá ti cos. Los recientes discursos y prácticas sobre la adopción internacional en Espa ña expresan la creencia de que en el caso de un recién nacido “sin historia ” , la espera vale la pena.

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Una historia poscolonial: cómo se lleva a cabo una adopción internacional en Espa ña y Per ú

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Hoy en d ía las limitadas posibilidades para una adopción internacional di fieren de las de la época llena de promesas y emoción de fines de la década de 1990: el boom de la adopción internacional en Espa ña. La adopción internacional ya se había instaurado bien en la década de 1970 en los Estados Unidos y Escandinavia. Pero Espa ña difería de otros pa íses europeos, debido a los largos a ños de la dictadura de Francisco Franco que afectaron todo, desde los intercambios internacionales hasta las tasas de fecundidad, de manera que la adopción internacional empezó más tarde que en otras partes de Europa.6 Las familias adoptivas y los miembros de las asociaciones

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debido a que , por ejemplo, el otro país les ofrece un niño menor. Véase Jacobson 2008 y Seligmann 2009 sobre cómo los futuros padres adoptivos optan por la adopción nacional o internacional, y si optan por esta última , qué pa í s eligen . Gracias a Gisela Fosado por articular este encuadre. Después de la guerra civil española ( 1936- 1939), decenas de miles de hijos de opositores de Franco fueron separados de sus familias y algunos de ellos fueron llevados a vivir con familias a favor del régimen. Véase Jesús Duva , 21 febrero del 2009, “ La ‘fábrica’ de bebés” , El Pa í s ( España), en: y Victoria Burnett, “ Families Search for Truth of Spain s ‘Lost Children’” , The New York Times , página '

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de familia entrevistados por la antropóloga Diana Marre coincidieron en que fiie a mediados de la década de 1990 cuando empezaron las adopcio nes internacionales, inspiradas parcialmente en el documental Las habitaciones de la muerte que difundió el Canal 4 en Espa ña en 1995 (Marre 2004; ver también Anagnost 2000: 400). Aunque hoy Espa ña tiene una vigorosa industria de donación de óvulos e inseminación in vitro ( Bergmann 2011a, 2011b), la maternidad subrogada ( “vientre sustituto”) está prohibida , de manera que hubo y hay menos alternativas legales o locales a la adopción que en otras partes. Más a ú n, hasta hace muy poco la adopción nacional era relativamente inusual. Esto se debe en parte a que el sistema de bienes tar infantil en Espa ña ha priorizado los derechos de los padres y las madres (véase Marre 2009c: 230).7 En consecuencia, una vez que la adopción inter nacional comenzó a considerarse en la década de 1990, Espa ña surgió rá pidamente como un importante pa ís receptor.8 Cuando en el a ño 2000 una empresa de muebles publicó (y rá pidamente se retractó) una publicidad en Madrid y Barcelona con el eslogan “ Redecora tu vida. Adopta un niño”, la adopción internacional ya era ampliamente conocida.9

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A12, 1 de marzo del 2009. Todavía está n apareciendo detalles de esta turbulenta historia, y ahora parece que a algunos padres de familia les dijeron que sus bebés habían muerto al nacer, de manera que las criaturas pod ían ser vendidas a los padres adoptivos. Diana Marre ha argumentado que esta controvertida historia motiva un peculiar rechazo espa ñol a tomar en cuenta los deseos de las madres biológicas en el proceso de adopció n ( 2009b). Barbara Yngvesson ha hecho una observación similar sobre Suecia y las repercusiones de la adopción internacional en un contexto donde los lazos de sangre son considerados tan importantes, que los niños suecos que son separados de sus padres son colocados durante un largo tiempo en hogares temporales, en vez de darlos en adopción ( 2010). Véase Howell y Marre 2006; Marre 2007; Marre y Bestard 2004 y Selman 2009 (p. 577 ) para esta historia en España. Laura Briggs tiene un argumento provocativo y convincente que sostiene que la reducida fecundidad y los serios obstáculos para la adopción nacional no explican el incremento de la adopción internacional, sino que describen el contexto demográfico sin reconocer la realidad política (2012: 6). Tatiana Escarraga, “ La empresa Ucea retira el eslogan ‘Redecora tu vida. Adopta un niño’”, El País ( Espa ña), 22 de febrero del 2001, en: < http://bit.ly/ lEABJGo>. Véase también Aitor Zuloaga, “ La adopción , cada vez más mediatizada por la televisión, el cine y la publicidad ” , Verteie ( Espa ñ a ), 19 de setiembre del 2005, en: < http://bit. ly/ laK6bS4>.

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“Todo empezó con el Per ú ” , me dijo uno de los primeros espa ñoles que adoptó del Perú. “Luego todos se fueron a China, pero al principio era el Per ú y Colombia ”. Datos del Ministerio de Sanidad , Servicios So ciales e Igualdad de Espa ña confirman este hecho: en 1998 (el primer a ño del que se dispone de estad ísticas), los primeros tres pa íses de los que adoptaron las familias espa ñolas fueron Colombia con 393 niños, China con 196 y el Per ú con 151 ( 45 de esos ni ños peruanos, cerca de un tercio, llegó a la Comunidad de Madrid ).10 Este resultó ser el a ño en que más niños del Perú se enviaron a Espa ña. Al a ño siguiente, 126 niños peruanos fueron adoptados por familias espa ñolas (35 o poco más de un cuarto de ellos fueron a la Comunidad de Madrid). Fueron superados en nú mero por Colombia (361), China ( 261), India (163) y Rusia ( 141), y fueron segui dos de cerca por Ucrania ( 116) y México (107 ). En el a ño 2000 el n ú mero de niños peruanos adoptados en Espa ña cayó por debajo de 100 y desde entonces no se ha superado. Durante los ú ltimos cuatro a ños para los que tenemos datos ( 2008 al 2011 inclusive), un promedio anual de 25 niños peruanos han sido adoptados en Espa ña, significativamente menos que en el principal destino, Italia , y alrededor del mismo n ú mero que en los Estados Unidos.11 Entretanto, las cifras de otros pa íses subían vertiginosa mente. En el 2002 el n ú mero anual de niños adoptados de China excedió los 1000, y en el 2003 lo mismo ocurrió con el nú mero por a ño de ni ños procedentes de Rusia. Una consecuencia de estos cambios tan rá pidos es que las actuales preferencias en las solicitudes de adopció n no se reflejan en la composición de las actuales familias adoptivas, lo que significa que los futuros padres tienen muy poca información anecd ótica para poder juzgar los resultados de la adopción internacional de los pa íses que de sean. Por ejemplo, mientras que una población de jóvenes adoptados de

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Tuve acceso a los datos nacionales a través del Instituto Nacional de Estad ísticas de España , ine. es, el 14 de julio del 2012. Los datos de Madrid provienen de la Consejer ía de Familia y Asuntos Sociales 2008, Memoria anual 2007 , p. 203. Este documento está disponible en la página web de la Comunidad de Madrid , en: < http://bit. Iy/ 1CHKV5 H>. Dirección General de Adopciones, Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, 30 de noviembre del 2012, “Ni ñ as , ni ños y adolescentes adoptados según pa ís de procedencia de los/as adoptantes, 2007-2012” , en: .

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China actualmente se ha fusionado, las adopciones en China ya se han vuelto mucho más raras. La idea de que “todo empezó con el Per ú ” refleja un reconocimiento más amplio de la importancia de Latinoamérica al principio de la adopción internacional en Espa ña . Un total de dos tercios de los ni ños adoptados intemacionalmente en Espa ña en 1997 frieron latinoamericanos (Selman 2009: 581 582). Inicialmente se dijo que Latinoamérica era importante para Espa ña como destino de adopción tanto por la afinidad lingüística como por la cultural. El psicólogo de adopción Felipe Marín me sugirió que los espa ñoles simplemente tienen “una especial afición ” por los la tinoamericanos, derivada de una larga historia entrelazada. (Estas repre sentaciones minimizan la violencia de la relación colonial y poscolonial). En términos prácticos, los pa íses latinoamericanos también eran buenas opciones porque los españoles pod ían basarse en las conexiones existentes con el clero espa ñol en Latinoamé rica para facilitar las adopciones (Marre 2009a). Sin embargo, los pa íses latinoamericanos requieren normalmente que los padres adoptivos pasen entre uno y tres meses en el pa ís del niño para terminar el proceso de adopción , y cuando surgió la “adopció n exprés” en China, con tiempos de espera de nueve meses y una semana de estad ía en el extranjero, muchos futuros adoptantes desplazaron su interés (Marre 2009a). En el escenario algo cínico de Amparo Marzal Martínez, entonces directora general de las Familias y la Infancia para el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, el incremento en la demanda espa ñola de adopciones durante la primera parte del siglo XXI condujo a una “búsqueda de pa íses en los que la tramitación de la adopción es más rá pida y los menores son más pequeños, sin tener quizás en cuenta la capacidad de la sociedad espa ñola para asumir de forma integradora la diferencia ” ( 2008: 25). Sin embargo, en a ños recientes han surgido nuevas restricciones en pa íses que anteriormente ofrecieron “adopción exprés” y las esperas se han prolongado en todas partes. Muchos padres adoptivos espa ñoles es tá n reconsiderando Latinoamérica como destino para lo que ellos llaman “adopciones más dulces”: la dulzura derivada de una obligada estad ía más prolongada que les permite desarrollar un mayor grado de intimidad con sus hijos adoptivos antes de volver a Espa ñ a , al trabajo y la vida cotidiana

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(Marre 2009a).12 Cora, una representante peruana para una agencia de adopciones espa ñola, me hizo un comentario similar. En el 2012 la bus qu é en Lima por recomendación de Diego y Gabriela, la pareja espa ñola cuyos hijos fueron los primeros extranjeros en su colegio. Diego y Gabriela habían trabajado con Cora en m ú ltiples ocasiones, y ella los había ayu dado con una adopción particularmente complicada. Cora me dijo que los padres adoptivos espa ñoles encuentran que el proceso de adopción en el Perú es transparente, y de alguna manera valoran el mucho tiempo que toma, porque permite que su hijo empiece a adaptarse a ellos antes de partir del Perú. Cora había escuchado que en China entregaban a ni ños “como si fueran un paquete” , de improviso y sin mediar ceremonia alguna, mientras que en el Perú el personal de la oficina de adopciones y el representante de la agencia espa ñola de adopciones acompa ñan a los padres a lo largo de todo el proceso. Ella reiteró que “ parece que ellos [los padres adoptivos ] aprecian esta parte del proceso, aun cuando las esperas son prolongadas”. Debido a lo largo que es el proceso de adopción, las familias a menudo tienen tiempo suficiente para viajar y hacer turismo. En el 2011, cuando conocí a Sergio y a su hijo Nelson de 12 a ños en su muy bien equipado departamento de Madrid, escuché una histo ria similar. Sergio de tez clara pero bronceada por el sol del verano, de amplia sonrisa y anteojos de armazón metá lico que se quitó para darme los consabidos besos de saludo y despedida en la mejilla fue extraordi nariamente cordial y amable. Hojeó un álbum de fotos que ten ía abierto sobre la mesa de vidrio delante de nosotros, mostrá ndome las imágenes de Nelson cuando era bebé, viajando con su nueva familia por el Valle Sagrado de los Incas en el Cusco. Recordó con cariño que “ Eran como unas vacaciones, aunque todavía está bamos en el proceso y no tuvimos la sentencia todavía [...] este pa ís es para estarse ah í, ir y volver y volver”. La prolongada y forzosa estad ía libera a los padres como Sergio y su esposa de

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Diana Marre señala que esto coincidió con un momento en que los españoles se acostumbraron a las latinoamericanas que conviven con ellos como cuidadoras de niños o ancianos —algo que también mencionaron los migrantes que se presentan en el capítulo dos—, porque pudieron comprobar el cariño y la dulzura con los que estas mujeres tratan a quienes les confian ( 2009a).

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las constantes demandas de trabajo que tienen en Espa ña, y les permite sentirse como de vacaciones, a la vez que experimentan la enorme alegr ía de convertirse en padres. La adopción internacional desde el Perú era poco frecuente antes de la guerra entre el Estado peruano y Sendero Luminoso en la década de 1980, que dejó en la orfandad a un sinnú mero de niños e hizo que surgiera un sistema de adopciones. Durante la década de 1980, salió un promedio anual de 220 ni ños del Per ú por medio de adopciones inter nacionales (Kane 1993, cuadro 3). Más tarde se revelar ía que algunas de las adopciones de este periodo fueron ilegales o “ irregulares” (es decir, técnicamente legales pero problemáticas por varias razones). En esa época las adopciones eran calificadas como judiciales, porque las llevaban a cabo abogados y jueces. La participación de individuos que pod ían ser corrup tibles hizo posible la actividad irregular e ilegal. En 1993, el proceso de adopciones cambió del á mbito judicial al ad ministrativo encauzá ndose a través de un ministerio de gobierno en lu gar de los tribunales , con la aprobación de la ley 26102 del nuevo Código de los Niños y Adolescentes.13 El jurista peruano Gerardo Lude ña Gonzá lez ha argumentado que este cambio creó un serio conflicto de intereses al poner la investigación del abandono de los ni ños en las mismas manos que rigen los procesos de adopción ( 2000). Con esta ley no terminaron to das las irregularidades. Quizás la adopción internacional más conocida en el Per ú fue la que hizo la artista espa ñola Isabel Pantoja en 1996. Despu és Pantoja fue investigada bajo sospecha de haber pagado sobornos para ace lerar el proceso de adopción.14 Cabe señalar que su objetivo, al parecer, fue

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Este código fue reemplazado en el año 2000 por la ley 27337 , y las adopciones desde el año 2006 también se han regido por la ley 26981 - Ley del Procedimiento Administrativo de Adopción de Menores de Edad Declarados Judicialmente en Abandono. Ciertas categorías de adopciones ( por padrastro/ madrastra, parientes cercanos, o alguien que ha vivido con el niño por más de dos años) todav ía las hace un juez; ver ley 27337 , capí tulo 5 , articulo 128. Véase “ Isabel Pantoja aclara la adopción de su hija” , ¡Hola! , 9 de mayo del 2002, en: ; “ Primeras declaraciones de Isabel Pantoja tras afirmar un diario que pagó para agilizar la adopción de su hija” , ¡ Holal , 9 de mayo del 2002, en: ; “Isabel Pantoja: la adopción de mi hija fue totalmente legal ” , ABC (España), 10 de mayo del 2002, en: ; César Romero

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el de apurar los trá mites. Siguiendo los principios de la Convención sobre los Derechos del Ni ño de las Naciones Unidas, el nuevo Código peruano también introdujo prácticas muy rigurosas destinadas a garantizar que los niños en efecto estuvieran realmente “abandonados”, sin esperanza de ser devueltos a sus familias de origen. El efecto previsible fue una significativa reducción en la “oferta ” de niños adoptables, que en lugares como Espa ña se sintió como una desaceleración del proceso de adopciones. Para los ú ltimos cuatro a ños de los que tenemos datos disponibles (del 2008 al 2011 inclusive), un promedio de 145 niños por a ño han dejado el Perú mediante adopciones internacionales (comparado con alrededor de 90 adopciones nacionales por a ño, es decir, adopciones dentro del Per ú).15 Alrededor de la misma época , en varios otros pa íses latinoamericanos ocu rrieron cambios similares cuando sus órganos legislativos incorporaron los principios de la Convención de las Naciones Unidas en sus marcos jur ídicos ( para Brasil véase Fonseca 2002; para Ecuador, Leifsen 2012). Estos cambios contextualizan cómo las intenciones de quienes querían adoptar en el á mbito internacional finalmente se fueron desplazando de Latinoamé rica a Europa del Este, luego a China y ahora a África. Las á reas grises de las adopciones peruanas fueron el tema de mi primer libro ( Leinaweaver 2009b), en el que investigu é cómo las tradicio nales formas locales de acogimiento de niños se cruzan con las prácticas de adopción legales y formales. La forma tradicional de acogimiento de niños es la práctica de mandar a un niño a vivir temporalmente con un vecino o un padrino, algo que hacían los padres en parte para brindarle al niño la oportunidad de asistir a una mejor escuela o de aprender a hablar en castellano, y en parte para fortalecer la relación con un pariente más

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Calle, “Cómo tener una hija en 24 horas”, La República (Perú), 28 de setiembre del 2003, en: ; Ana Véliz, “Isabel Pantoja: archiven mi caso” , La República ( Perú), 7 de marzo del 2004, en: ; “ Isabel Pantoja está acusada en Perú de pagar sobornos para acelerar la adopción de su hija ” , El Pa í s ( España), 3 de mayo del 2007 , en: ; y “La Pantoja, entre novelas y dramas” , La República (Perú), 5 de mayo del 2007 , en: . Dirección General de Adopciones, Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, “Niñas, ni ños y adolescentes adoptados por tipo de adopción , 2007-2012” , 30 de noviembre del 2012 , en: .

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acomodado. Lo que me preocupaba era la posibilidad de que esta prácti ca, bastante com ú n, pudiera describirse como una transferencia ilegal del niño y utilizarse como evidencia para una demanda que sostuviera que realmente había sido abandonado por miembros irresponsables de su fa milia biológica . Los casos que encontré en Ayacucho fueron complicados, y la aparición de un acogimiento tradicional en los expedientes de un ni ño nunca fue la única evidencia utilizada para justificar su redefinición como adoptable. Estaba siempre aparejado con la pobreza , la avanzada edad de los padres o el parentesco lejano de los parientes. Sin embargo, el que haya sido siquiera utilizado ha tenido consecuencias serias para las personas ind ígenas y pobres. La mención de esta forma tradicional de acogimiento en los archivos de abandono significó que una estrategia que utilizaron los padres pobres, en parte para ayudar a sus hijos, estaba siendo reconfigurada como patológica y da ñ ina. Pero este trabajo se hacía tras bambalinas. Lo visible para los padres adoptivos en Espa ña y otros pa íses, era que los pasos legales se habían dado, cuidadosamente, para asegurar que el niño se encontraba verdadera mente disponible para ser adoptado. En 1998, cuando Sergio y su esposa adoptaron a su primer hijo, este proceso administrativo, burocrá tico y re gular fue precisamente lo que les atrajo del Per ú (a ellos y a muchos otros, en interpretación de Sergio). Como él lo explicó: “ para que tú te hagas una idea, rii vuelas con él leí protocolo] debajo del brazo y dice: ‘Mira, el primer d ía pasa esto, el cuarto d ía pasa esto, el octavo d ía pasa esto’. Y luego, del coste de lo que te vas a tener que ir dando esos d ías, ¿no?”. Para Sergio, estas regulaciones equivalían a una “garant ía para los padres, y so bre todo para el niño. Porque no te vas a llevar la sorpresa cuando vuelvas a Espa ña de que van a venir los guardias civiles o la policía y te van a decir: ‘Ah, perdone, pero es que este niño está buscado, porque no ha salido en adopción’. ‘Oiga, no, yo tengo mis papeles’ [... ]. [Por] garantía me refiero sobre todo a que todos los papeles sean reales. O sea, sean oficiales, legales, y que te puedas traer al niño con todos los permisos y con su pasaporte”.16

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En opinión de Sergio, las mismas garantías del proceso llevaron a un pico la demanda del Perú. Como lo explicó, “ había mucha demanda , porque el proceso estaba como bastante garantizado, la gente [los padres adoptivos ) estaba más o menos contenta

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Las “garantías” que tanto agradeció Sergio, en mi mente se asemejaban a “las certidumbres del contrato” que un Estado le da a un inversionista (Tsing 2005: 69). La idea de garantías expresa la regulación formal de la adopción, tanto en Espa ña como en el Perú, por las leyes nacionales y las normas que incorporan los principios del Convenio de La Haya sobre Adop ción de 1993, que ambos pa íses han finnado. Beatriz una madre adoptiva me contó sobre su elección del pa ís para la adopción internacional: “ Nos gusta Suramérica, y siempre nos ha atra ído [...]. Además, pues cuestión del idioma, muchísimo mejor, y en el Perú realmente tenían un convenio firma do y bueno”. El valor de un acuerdo internacional no puede ser exagerado. Asimismo, en el Perú, los asistentes sociales elogiaron el proceso repetidas veces por su transparencia y regularidad (Leinaweaver 2009b: 91 92). Sin embargo, la realidad del cumplimiento de Espa ña con el Con venio de La Haya sobre Adopción es más particular de lo que sugiere la sólida imagen de garantía. La Haya exige que todos los pa íses establezcan una autoridad central con el propósito de regular la adopción (lo que no li mita la presencia de agencias de adopción, muchas de las cuales operan en Espa ña).17 En el Perú, la Dirección Nacional de Adopciones es la autoridad central.18 En cambio, Espa ña, reaccionando en contra de décadas de cen tralismo bajo el régimen de Franco, tiene un contexto político de extrema autonom ía regional. Regiones como la Comunidad de Madrid mantienen una gran autoridad económica. Como resultado, en Espa ña existen más de 20 “autoridades centrales” que manejan las adopciones internacionales, y cada una tiene sus propios criterios y requisitos.19 En la Comunidad de

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con cómo ya iba todo ” . Los primeros años en que ocurrieron las adopciones, mucho fue transmitido boca a boca y los futuros adoptantes se enteraron de qué otros países manejaban las cosas bien.

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Las agencias de adopción en España se llaman ECAIS ( Entidad Colaboradora de Adopción Internacional). La Dirección Nacional de Adopciones es parte del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables ( MIMP). Recientemente , la administración del presidente Ollanta H úmala le cambió de nombre a este ministerio, antes conocido como el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (MIMDES). En España existen 17 comunidades autónomas, pero 23 autoridades centrales para las adopciones internacionales, porque dos de estas comunidades —las Islas Baleares y el País Vasco— tienen varias autoridades cada una ( Diana Marre , comunicación personal, correo electrónico, 21 de noviembre del 2010).

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Madrid la autoridad central es el IMMF. Asi, las adopciones, como tantas otras cosas en la Espa ña contemporá nea, está n descentralizadas, en una época en que la presión internacional exhorta a la centralización, estan darización y regulación transparente. La descentralización por sí sola no conduce automá ticamente a irregularidades, pero sí sugiere una posible confusión en los futuros padres acerca de cuáles serían los requisitos. Una de las razones de por qué es importante el pa ís que eligen los futu ros padres Bolivia , Brasil, Bulgaria, Chile, China, Colombia, entre otros es que cada pa ís tiene sus propios requisitos de adopción. En Espa ña los futuros padres tienen que cumplir, tanto con los requisitos de la autoridad central espa ñola correspondiente a su lugar de residencia, como con los del pa ís remitente de su elección. ( Por ejemplo, mientras que Espa ña permite que parejas del mismo sexo puedan adoptar, muchos pa íses, entre ellos el Perú, no lo aceptan). Para adoptar en el Perú, los futuros padres tienen que encajar con los requisitos de ese pa ís. El promedio de edad de la pareja tiene que estar entre los 25 y 55 años, y tienen que poder documentar su es tabilidad emocional y madurez, así como su capacidad intelecmal y solven cia económica. Pero ellos también deben ser elegibles para adoptar segú n la autoridad central de su pa ís de origen. Es discutible si esta experiencia se siente más como un laberinto o como un pico insuperable; los artistas grá ficos espa ñoles Cristina Durá n y Miguel A. Giner Bou, que adoptaron a una hija de Etiopía, representaron su proceso como ambos (véase fig. 1). El proceso para adoptar, de ser considerado elegible, es largo y espe cífico a cada autoridad central (el IMMF para la Comunidad de Madrid), e incluye chequeos médicos, antecedentes policiales, entrevistas con los asistentes sociales y psicólogos, así como una inspección de la vivienda. Me sorprendió que tanto en Espa ña como en el Perú los requisitos para la vivienda de la familia fueran tan explícitos y estrictos. La documentación peruana sugiere que esta debe estar “en buenas condiciones (servicios bá sicos, espacio suficiente, iluminación y ventilación adecuada) y de confort [...] ubicada en una zona con toda clase de recursos”.20 Hace diez a ños en Lima , una representante de la oficina de adopción del gobierno me dijo

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Esta cita proviene de la “Guía de procedimiento administrativo de adopci ón ” , un documento inédito del año 2001 , preparado por la autoridad central de adopción

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que una de las caracter ísticas más importantes de la vivienda era que el ni ño pudiera contar con una habitación propia ( Leinaweaver 2009b: 225, n. 1). Recientemente, los participantes de un foro espa ñol en línea sobre la adopción en el Perú coincidieron con esta opinión, se ñalando que el requisito era una habitación separada y no una medida cuantitativa del á rea.21 Una mujer a la que entrevisté estaba considerando alquilar su de partamento y mudarse a otro lugar con habitaciones suficientes con el fin de poder ser elegible para adoptar a un segundo hijo. Al mismo tiempo, reconocía lo absurdo que era este requisito y me contaba que ella había crecido compartiendo su habitación con sus dos hermanas. Si los futuros padres completan todos estos pasos y son declarados “idóneos” (en Espa ña) o “aptos” (en el Per ú) para adoptar, entonces ingre san a la lista de espera. En Lima, un concejo compuesto de distinguidas personalidades de los á mbitos judicial, psicológico, religioso y de protec ción del menor (véase Leinaweaver 2009b: 91) lleva a cabo la obra privi legiada de asignarles hijos a las parejas que esperan. Cuando un niño o niña se le asigna a una pareja, se le notifica formalmente de la designación y tiene siete d ías para aceptarla o rechazarla. Entonces, la pareja planifica su viaje al Perú, donde empieza un proceso formal que dura 21 d ías. El niño o ni ña y su futuro padre o padres se encuentran y empiezan a pasar tiempo juntos durante casi una semana . Luego vienen una o dos semanas de acogimiento formal, cuando el ni ño o ni ña reside físicamente con la pareja en su habitación de hotel o en su departamento alquilado. Durante este periodo, personal de la oficina de adopciones visita a la familia para evaluar si se está desarrollando algo que se llama empatia ( una forma de entendimiento) entre los futuros padres y el niño o niña. Si es así, los es posos firman los documentos de adopción y esperan un d ía adicional para que la adopción sea formalmente reconocida. Una vez formalizada y antes del viaje, los padres deben obtener el nuevo certificado de nacimiento y

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del Perú , que en ese momento se llamaba Ministerio de Promoción de la Mujer y del Desarrollo Humano (PROMUDEH). Esta y todas las siguientes citas provienen de mensajes del año 2011. El foro es público, pero he omitido los nombres de los participantes y las fechas en las que intervinieron para proteger su identidad , al menos parcialmente .

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el pasaporte del niño o niña. Dos veces al a ño, durante cuatro a ños, se requiere hacer un seguimiento postadopción que es llevado a cabo por personal de la oficina de adopciones ( pú blica o a través de una agencia) en el pa ís receptor.

Figura 1. Una pareja empieza el proceso desde que es declarada elegible ( “apta ” o “ idónea ” ) para adoptar en Espa ña. Imagen del libro La máquina de Efrén por Cristina Durá n y Miguel A. Giner Bou (Madrid: Sinsentido, 2012). Agradezco a los autores por su gentil autorización para utilizar esta imagen.

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La “dulce espera”



El tiempo en la lista de espera entre haber sido declarado idóneo o apto para adoptar y recibir la noticia de que se le ha designado un niño o una ni ña puede extenderse por varios largos a ños. Reportes recientes de miembros del foro en línea indican que la espera formal para que a uno le asignen un niño o niña sano, sin discapacidad , que tenga entre cero y tres a ños, toma entre dos y tres a ños aproximadamente despu és de haber sido declarado idóneo para adoptar. Este cálculo es idéntico al que le es cuché decir en el Per ú en el a ño 2002 a la representante de la agencia de adopción espa ñola que ayudó a Fernanda cuando adoptó a Rebeca. En el sistema de adopción peruano se tienen que sopesar dos o tres poten ciales familias para el niño antes de hacer cada designación (Leinaweaver 2009b: 91).22 En vista de que las designaciones se hacen segú n el “interés superior del niño”, los futuros padres que se consideran de alguna manera carentes ( por ejemplo, un padre soltero, una madre soltera o padres mayores) pueden esperar más tiempo por un niño sano y sin discapacidad. Informes recientes sugieren que más de 20 mil familias espa ñolas ya han sido declaradas aptas para adoptar en algú n pa ís extranjero, y actualmente se encuentran en la etapa formal de esperar que se le asigne a un niño o niña a través de la adopción internacional.23 A este cálculo de varios a ños se le debe a ñadir el periodo de 12 a 18 meses que, segú n la representante de la agencia de adopción, toma la preparación del informe para ser de clarado apto para adoptar (ver Harris, Sandelowski y Holditch Davis 1991: 152). Muchos futuros padres incluyen todavía otro lapso de tiempo en su





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En el Perú, las regulaciones correspondientes a la ley 26981 ( Ley del Procedimiento Administrativo de Adopción de Menores de Edad Declarados Judicialmente en Abandono) describen en detalle los parámetros de esta opción. Enfatizan que se designe “al adoptante más compatible e idóneo ” (articulo 19), sobre todo teniendo en cuenta el “ Interés Superior del Niño” (énfasis en el original), y después, en la ubicación del adoptante en la lista de espera , su disposición para aceptar niños mayores o con discapacidad o grupos de hermanos, o las expectativas de los adoptantes con respecto a edad , sexo y otras caracterí sticas del niño o niña (artículo 20) (véase reglamento 010-2005-MIMDES, en: ). Raquel Rivera , “ 20,000 familias esperan desde hace años adoptar en el extranjero” , Cadena SER ( España ), 12 de diciembre del 2010, en: < http://bit.ly/ lDXd7 ZH > .

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propia contabilidad: el periodo entre que se dan cuenta de que quieren ser padres de familia y toman la decisión de colmar ese anhelo mediante la adopción. En algunos casos, los a ños que toman los tratamientos de fertilidad caerían entre estos dos momentos. La mayoría de padres con los que hablé no habían experimentado muy largas esperas porque habían adoptado tempranamente. Mi investiga ción se enfocó en familias adoptivas m á s que en futuros padres adoptivos, de manera que no pude entrevistar a nadie que estuviera en ese momento en una lista de espera. Mi revisión de los comentarios en el foro en línea de personas que estaban en la lista de espera y de los reportes en perió dicos indica que la espera ocupa un lugar central en el discurso actual sobre la adopción.24 Hoy en d ía los periodistas espa ñoles no tienen que hurgar mucho para encontrar un futuro padre adoptivo que pueda hacer un comentario infeliz acerca de la larga espera por un niño o niña de otro pa ís.25 Un artículo period ístico del 2010 sobre el desplome de las tasas de adopción internacional en Espa ña cita a José, padre de dos hermanos etíopes, que se lamentaba: “El papeleo inicial es engorroso, pero lo más desesperante es el tiempo que pasa hasta que te asignan el niño”.26 En otro artículo acerca del estrés que causa las largas esperas a los futuros padres, Inma , madre de un niño del Per ú , un hijo biológico y un tercer ni ño de China , dijo que su ú ltima adopción “ ha sido como un embarazo, no de nueve meses sino de ocho a ños” .27

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24. 25 .

Véase Anagnost 2000, Gay y Blasco 2012 y Noonan 2007 para otros análisis de los comentarios en l í nea de los padres que esperan. En un artí culo del periódico, las quejas sobre las largas esperas culpaban a dos entidades: los países remitentes, que han hecho las cosas más difíciles desde que ratificaron el Convenio de La Haya sobre Adopción, y los Estados Unidos, porque algunos escándalos que allí ocurrieron hicieron que los países remitentes ajustaran sus regulaciones. Ver Daniel Ayllón , “ La espera también se generaliza en la adopción internacional” , Público.es ( España), 9 de octubre del 2011, en: < http://bit.ly/ lCVkytm> .

26.

27.

Mario Toledo, “ La adopción de niños extranjeros toca fondo en la Comunidad de Madrid por las trabas legales” , 20minutos.es (España), 1 de marzo del 2010, en: . Laura Tardón, “‘Embarazos’ que duran años ” , El Mundo ( España), 2 de diciembre del 2011, en: .

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medios de comunicación la espera se describe como una experiencia principalmente onerosa: lo que la socióloga Betty Harris y sus colegas llaman “ un intervalo sin sucesos y sin guión” (Harris, Sandelowski y Holditch Davis 1991: 151).28 Yolanda Vaccaro, una migrante y periodista peruana , publicó en el a ño 2003 un artículo para el El Comercio en el que mencionaba que la agencia espa ñola de adopción Meniños había escrito a las autoridades peruanas quejá ndose por lo estresadas que se encontraban las familias. Vaccaro citaba de esa carta lo siguiente: En

estos

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Pasan dos, tres, cuatro a ños, y nada. Se acumula la ansiedad, la frustración , asoma la depresión , tambalea la autoestima , y cuando finalmente le desig nan a un niño, es mucho lo que ha sufrido y padecido. Es cierto que la ilu sión de tener YA a su hijo es una medicina milagrosa , pero nos preguntamos: ¿es justo someter a estas buenas familias a la tortura de semejante espera durante AÑ OS? Nuestros niñ os merecen tener unos padres que no hayan tenido que sufrir tanto, sobre todo si ese sufrimiento hubiera podido ser evitado o menguado.29

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Este es un buen truco: sugerir que no es del interés superior de los ni ños del Per ú hacer sufrir tan larga espera a sus futuros padres adoptivos. Sin embargo, también hay algo positivo en la espera. Los padres que no se hunden en la depresión esbozada por Vaccaro en su artículo, pue den desarrollar paciencia y fortaleza. El director de adopciones en Ma drid sugirió, con una sonrisa apenada , que los padres de hijos peruanos podr ían ser mejores entrevistados que los de hijos chinos, porque al ha ber sido sometidos a tiempos de espera tan largos e inciertos, serían más pacientes con mis preguntas. Un aporte en el foro en línea hizo eco de

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28.

La angustia de la espera también es la metáfora central en las narraciones de la migración por matrimonio, es decir, casarse y luego traer a la pareja desde el extranjero con un permiso de residencia (Constable 2003: 175). La experiencia de esperar también hace eco de la de otros que están viviendo en el intervalo entre decidir tener hijos y por fin tenerlos. Por ejemplo , una madre , al describir a su hija nacida de una madre sustituía , dijo “ fue concebida en mi corazón antes que en el cuerpo (de la madre sustituía)” ( Ragone 1994: 126) .

29.

Yolanda Vaccaro, “ Futuro truncado” , El Comercio (Lima), 4 de mayo del 2003, énfasis en el original; ver también Berástegui 2008 sobre una perspectiva psicológica del dolor de la espera.

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este sentimiento. Una compa ñera

felicitaba a otra participante por su tan esperada designación: “¡Qué suerte que tiene tu niña de tener una ma dre como t ú!, tan luchadora y fuerte y capaz de superarse en los peores

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momentos”.

La espera tambié n puede ser una oportunidad para que los futuros padres expresen su fe, sus ideas sobre el parentesco y el destino, así como su amor por sus futuros hijos (véase tambié n Gay y Blasco 2012: 330 331). Estas nociones está n vinculadas directa y explícitamente con la espera en el discurso de los futuros padres. Por ejemplo, ellos mencionan que la espera es larga y dif ícil, pero que finalmente vale la pena porque se está es perando al hijo “correcto”, el que estaba destinado a uno y el que también estaba esperando por uno. Un aporte en el foro en l í nea informó que una mujer estaba utilizando precisamente este enfoque para convencer a su esposo de que no se diera por vencido: “hay un niñ@ en el Perú que nos espera con ansiedad y que quiere tener una nueva familia, una hermana y muchos tíos y primos con quien crecer”. La idea de esperar al hijo “correcto” proviene de una ideología que sostiene que hijos y padres se corresponden perfectamente, una ideología que en familias no adoptivas se expresa mediante el lenguaje de la biología. Para las familias adoptivas, esta ideología de correspondencia se articula con una dimensión más espiritual pero igualmente poderosa , y la espera es una herramienta importante para construir este sentido de correspon dencia. Por ejemplo, en el foro un deseo de buena suerte se leía parcial mente así: “nunca puedes saber cuá ndo tu hijo/a aparece, abre sus brazos y te llama ”. Otro decía: “Entiendo la decepció n de quien está esperando desde hace muchos a ños, pero no tengá is miedo ni prisa, llegará vuestro momento y ése será vuestro hijo, ¡él y nadie más!”. Otro comentario decía:

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Cuando tengá is en brazos a vuestro hij@ os daréis cuenta de que no podría ser otro, imposible, y tantas casualidades, de tantas familias que cuentan lo mismo no puede ser, así que pensar en que el día que la carita de vuestro niño aparezca [en la oficina de adopciones en el Per ú ], ese será vuestro tesoro, el que tanto habéis soñado y que os está esperando desde siempre en Per ú.

Analizando relatos similares en Catalu ña, los antropólogos Diana Marre y Joan Bestard sostienen que es a través de comentarios como estos que “los

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padres adoptivos revelan una de las principales hipótesis del parentesco, es decir, que la relación es algo previamente dado, y requiere ser activada para crear una relación concreta entre individuos” ( 2009: 67). Un resultado de las esperas tan prolongadas es que los padres adopti vos de niños peruanos dedican mucho tiempo y energía a la paternidad y maternidad, incluso un tiempo antes de que les sean asignados los niños. Los esfuerzos que hacen para poder soportar la espera y para meditar so bre la paternidad y maternidad durante ese tiempo, se parecen a las con versaciones, compras, planes y todas las consideraciones habituales que ocurren durante el embarazo de mujeres estadounidenses de clase media, que ha descrito la antropóloga Sallie Han (2013). Se ve en la investigación de esta autora la extensión del trabajo de paternidad y maternidad al pe riodo prenatal, y hay una extensió n aú n más prolongada comprendiendo el periodo de espera que tienen que sobrellevar los futuros padres adopti vos, dos extensiones que constituyen una ampliación mayor de lo que Sharon Hays ha llamado “ maternidad intensiva ”, un modelo “que aconseja a las madres dedicar una enorme cantidad de tiempo, energía y dinero en criar a sus hijos” ( 1996: x). Los “adoptantes pioneros” espa ñoles de inicios de la década de 1990 invertían dicha energía escribiendo a los consula dos y formando sus propias redes. Mientras, los adoptantes má s recientes actualmente esperan, pero no para pasar el rato simplemente, sino para experimentar una espera de tan profundo significado, e incluso como una contribución que los ayudará a convertirse en padres má s pacientes con los ni ños que les destinen. Ni los fu ñiros padres que escribieron a consula dos, ni los que dan un sentido a su espera por medio de debates en línea, son a ú n socialmente identificables como padres. Sin embargo, todos está n comprometidos con algo que se le parece a una “ maternidad (o paterni dad) intensiva ”.30 En el Perú solía escuchar la expresión “ la dulce espera ” para referirse eufem ísticamente al embarazo. A diferencia de cómo lo decimos en inglés,

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30.

La antropóloga Linda Layne ha hecho una observación semejante con relación a mujeres que han experimentado abortos involuntarios, algunas de las cuales se autodefinen como madres en duelo por la pérdida de un hijo, una autodefinición que no es ampliamente aceptada por otros ( 2003).

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la dulzura es una parte importante del embarazo en esta frase. En el a ño 2011, un aporte en el foro en l ínea utilizó esta frase para referirse a los futuros padres a quienes ya se les había asignado un hijo, pero que a ú n no habían viajado: “ahora la dulce espera ”.31 Esa reapropiación sugiere que la parte más dulce de la espera consiste en los ú ltimos momentos, cuando uno sabe que ya está llegando a su fin. En un aporte escrito cuando final mente les asignan un niño, se lee: “¡¡¡Mi impresión es que la felicidad que nos invade es proporcional al tiempo esperado!!!”. Otra persona felicita a los nuevos padres: “ Es una espera larga, dura, pero al final habrá merecido la pena ”. Esta “dulzura ” de la espera , lingüísticamente asociada con el em barazo, también puede ser cooptada para desempeñar un trabajo impor tante en la paternidad y maternidad intensiva preadoptiva . De coberturas period ísticas y aportes en foros en l ínea queda claro que los futuros padres adoptivos está n frustrados por las largas esperas que ocurren en la adop ción contemporá nea , as í como por la incertidumbre respecto de cu á ndo se conseguirá finalmente la paternidad. Pero es igualmente evidente que los padres adoptivos a menudo utilizan o interpretan el prolongado perio do de espera para reforzar a ú n más su propio sentido de destino y paren tesco con el ni ño o niña que les espera.

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Niños sin historia

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es el niño o la ni ña tan esperada? Como indicó Calles en su pre sentación, y como lo determinan las leyes de varios pa íses, la edad del niño es considerada de vital importancia. Los niños más pequeños son vistos, casi sin discusión , como los más deseables para adoptar. Sin embargo, tanto en la presentación de Calles como en la literatura y en diferentes presentaciones y discusiones con profesionales de la adopción , distingu í una visión má s sutil: en primer lugar, un reconocimiento de que los futu ros padres creen que los niños más pequeños son más convenientes, y en segundo lugar, un deseo de los profesionales, alentado por la experiencia de algunos padres, de desafiar este punto de vista. Ambos hallazgos son ¿Cómo

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31.

Los participantes de otros foros en l í nea también se han referido al proceso de adopción como el “embarazo burocrático” ( Marre 2004 , Jodies y Charro 2008: 113).

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interesantes cuando se ven desde la perspectiva de la adopción como una forma de migración: el supuesto de que los migrantes más jóvenes son más fáciles de integrar puede ser incorrecto, lo que abre nuevas posibilidades para pensar sobre cómo los extranjeros pueden llegar a encajar. La edad del ni ño o niña que se va a adoptar está condicionada a la edad de los padres, de manera que a la pareja cuyo promedio de edad está dentro de un rango particular, le será asignado un ni ño o niña de una edad determinada. Actualmente en el Per ú a las parejas cuya edad promedio está entre los 25 y 43 se les asigna niños entre 0 y 3 a ños.32 Sin embargo, en su presentación Calles se ñaló que el rango de 0 a 3 a ños es muy amplio uno puede imaginarse recibiendo un bebé de 6 meses de edad, cuando quizás tenga que darle la bienvenida a un ni ñ ito que ya camina y habla. A Beatriz y su esposo, ambos de 31 a ños, se les asignó este rango de 0 a 3 años para su adopción en 1998, y ella me contó que en “las entrevistas y tal, pues dijimos que la quer íamos pequeñ ita, pero dijeron ‘bueno, ese es el límite’ y tal, cuando nos dijeron que ten ía 17 meses, pues



encantados ”.

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Beatriz, actualmente divorciada del padre de su hija y desde enton ces vuelta a casar, vive en un conjunto de departamentos en un pequeño suburbio en la periferia lejana de Madrid . Yo la había conocido a través de una amiga suya , una profesora llamada Marcia, quien también había adoptado a un ni ño peruano. Consegu í primero la información de con tacto de Marcia por una colega espa ñola que había hecho una investiga ción sobre adopción monoparental (en la que había participado Marcia),

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32.

A aquellas parejas cuya edad promedio se encuentra entre 44 y 50 años se les asigna niños o niñas entre los 3 y 6 años; las que se encuentran entre los 51 y 55 años se les asigna un niño o niña de 6 años o más. A las personas solteras que tienen entre 35 y 50 años se les asigna ni ños de 5 años o más. La página web del M 1MDES explica esto de manera poco satisfactoria, señalando que los parámetros de la edad están vinculados con el “ interés superior de los niños y niñas” y que “se busca que la edad de las y los adoptantes esté en relación directa a lograr la atención más adecuada del niño, niña o adolescente por adoptarse” ( Preguntas frecuentes, < http://bit.ly/ lDZlmnX>). La relación entre los rangos de edad aprobados sugiere un intento de aproximarse al marco temporal de la reproducción biológica: la máxima diferencia permitida entre el promedio de la edad de los padres y la edad de los hijos es de 49 años (véase Leinaweaver 2015a).

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y que libremente me pasó los nombres de quienes habian adoptado a niños o ni ñas peruanas. De esta manera indirecta, me invité yo misma al departamento de Beatriz, donde la entrevisté junto con su hija Tina. En ese escenario, Beatriz no habló mucho sobre por qué ella y su esposo habían querido que su ni ña fuera “ pequeñ ita ”. Esta opinión parece tan ampliamente aceptada que no hace falta explicarla . La idea parece ser que los ni ños más pequeños son más moldeables que todavía no han sido realmente formados , lo que deja abierta la posibilidad de que puedan ser formados por sus nuevos padres de la manera más importante. Las criatu ras tambié n han pasado menos tiempo en una institución, lo que se presu me que es da ñ ino. Quizás otro aspecto de esto y que rara vez se menciona, es que su historia podr ía tambié n involucrar a los padres biológicos y otros parientes, aspectos del pasado de un niño adoptado que asusta a muchos futuros padres.33 Legalmente, la adopción es una “ ruptura ” con la familia original, que crea vínculos de parentesco exclusivos entre el niño o niña y su o sus nuevos padres (Yngvesson 2000: 171, Modell 1994). Entonces, en el caso de los niños o niñas mayores, puede que sus historias, recuerdos, experiencias y estatus legal no esté n alineados. En la presentación de Calles ante una habitación llena de probables padres, él persistía en los tipos de problemas que se pod ían anticipar con la adopción. De los que enumeró, casi todos eran ejemplos de lo que un ni ño migrante podr ía experimentar, al verse sometido a un shock cultural, a un nivel í ntimo. As í a ñadió:





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[...] imagínense lo desafiante que es esto para un niño. Una cultura nueva , in tegrarse, tener que vincularse con tanta gente [...]. Para un niño la adopción es una ruptura con todo lo que ha conocido [...] y puede ser una experiencia negativa , no solo para el niño sino tambié n para los padres biológicos, o también para el pa ís, porque han perdido a un niño. Piensen en los desaf íos, a ver, pongá monos en el lugar del ni ño. Llegan unos desconocidos, no los entiendes y tienes que irte [con ellos] a un pa ís nuevo, con comidas nuevas.

33.

Sven Bergmann ha observado que en España hay una ley referida a la donación de óvulos que requiere el anonimato entre la donante y la receptora (2011a: 285 ). El relativamente inusual requisito de anonimato subraya el temor tan difundido de que otra madre pueda venir a quitarles a su ni ño (véase Bergmann 2011b: 604 ).

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Mientras continuaba, Calles cambiaba a tercera persona: “en muchos ca sos, el niño todavía no tiene una buena comprensión de la lengua. Está en proceso de crear un nuevo vínculo con sus nuevos padres. Está experimen tando la transculturación, al pasar de una cultura a otra ”. Calles animó a los padres a tratar la adopción como un proceso mutuo más que como uno en un solo sentido, y los instó a tomarla gradualmente, asegurá ndose de que el niño se enlace con ellos antes de empezar a ir al colegio o a la guarder ía.34 Pero el supuesto que ni mencionó Calles, es que un niño que tiene que aprender un idioma, una comida y una cultura nuevos, es un ni ño mayor, que ya conoce un primer idioma , comida y cultura. Por ex tensión, esto implica que adoptar a un niño mayor es un desaf ío tambié n mayor, mientras que un ni ño más pequeño es más abierto, está menos formado, es más amoldable, y puede absorber todo más fácilmente. Un niño mayor, quizás, es más como nuestra imagen de un migrante. Mientras que muchos profesionales reproducen un discurso que sostiene que luego de ser adoptados los niños más pequeños se adaptan mejor que los mayores, ellos también trabajan para interceder por ello. Por ejemplo, argumentan que incluso los bebés tienen historia. La gu ía de adopciones internacionales publicada por la Comunidad de Madrid establece que: “ Por muy pequeño que sea el ni ño, incluso cuando es re cién nacido, siempre traerá consigo un trocito de historia que no ha vivido con nosotros. En la ‘mochila’ el niño puede traer retrasos en el desarrollo, algunos recuerdos, una historia, modos de comportarse, un origen bioló gico, la pertenencia cultural, los rasgos f ísicos de aquellos que le vieron nacer [...]” (Berástegui, Gómez y Adroher 2006: 20).35 Juan Alonso Casa lilla , un psicólogo del IMMF que dirigió una reunión de padres adoptivos a la que asistí en el a ño 2010, se ñaló que algunas veces los padres di cen: “Yo quiero un niño pequeño porque no tiene mucha historia”. Pero

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34.

35 .

Como los periodos de espera más largos asociados con las “dulces adopciones” en América Latina, alentando a que los padres se tomen incluso más tiempo fuera del trabajo antes de poner a su niño en una guardería o escuela, esto asume que es una pareja en la que solo uno trabaja fuera de casa o que se trata de padres que pueden recurrir a pol í ticas de permiso parental extremadamente generosas y pagadas . Sobre la metáfora de la “mochila ” en psicología , véase Howell 2006: 87.

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Casalilla argumentó en contra de esta posición, planteando que aun los ni ños más pequeños tienen historias: historias de un cuidado inadecuado, de institucionalización, y de cambios repentinos en las personas que eran centrales en sus vidas. Yo también había tenido algunas conmovedoras conversaciones con algunos padres sobre cu á ndo y cómo planeaban com partir con sus hijos detalles particularmente dolorosos sobre sus historias previas a su adopción, que en un sentido era el reconocimiento de que estas historias que los niños no recordaban y que de otra manera nunca sabrían eran importantes y que era fundamental compartirlas algú n d ía . Sin embargo, el hecho de que los profesionales tuvieran que enfatizar que los bebés tienen historias, es un indicio de la fuerte tendencia que existe, y en contra de la cual está n trabajando: los padres buscan bebés porque ellos quisieran, “aunque de manera implícita [...] minimizar los efectos del primer entorno del niño” (Gailey 2010: 106). En otras palabras, cuanto más peque ños sean los niños, más en blanco estará n las páginas de sus vidas, lo que los convierte en personas más apropiadas para la adopción, particularmente para la adopción internacional, en la que tienen que adaptarse no solo a sus nuevas familias, sino tambié n a sus nuevos pa íses, culturas, idiomas, comidas y mucho más. Hay algo de verdad en esto, por supuesto. Más de un padre de familia me dijo que sus hijos, que fueron adoptados un tanto mayores, está n atra sados en la escuela , algo que parece exponerlos a otros tipos de riesgos que derivan de la socialización con otros jóvenes que encuentran desafíos en la escuela. Diego dijo que su hija Isabel era esencialmente analfabeta cuando llegó a Espa ña a los once a ños, pero por la edad que ten ía la pusieron en sexto grado y se aburr ía muchísimo porque no entend ía nada. Diego quien me pareció extremadamente amable y comprensivo me invitó a entender cómo la vida de Isabel había dado un vuelco: “Solo imagínate, ella toda su vida había pensado que lo que le aguardaba en el futuro era casarse para subsistir. Luego un d ía , nosotros llegamos y la trajimos a Es pa ña y le dijimos que ten ía que ir a la escuela ” . No es de extra ñar que la escuela estuviera acompa ñada de desaf íos para muchos chicos adoptados mayores. Pero también uno puede ver potenciales dificultades en el do lor cotidiano de tener que cambiar cosas que está n tan profundamente arraigadas. Por ejemplo, le pregunté a Isabel si ella se sentía peruana, y

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ella respondió que sí, muy peruana: “las costumbres que estaban en el Per ú, pues las sigo teniendo” . Entonces me contó con más detalle sobre la manera como su cuerpo había sido entrenado por las monjas en el hogar donde vivía: “Ahí [cuando comíamos] normalmente ten íamos que poner la mano [sobre la pierna ], porque se da mala educación estar así, con las manos así...”, y miró elocuentemente sus manos sobre la mesa. Diego, su padre, me hizo un esbozo del contexto explicá ndome: “ nosotros los obli' gamos a estar con las manos, cuando estamos comiendo, con las manos arriba ”, sobre la mesa. Isabel continuó: “Y es que cada vez que la elevo me la olvido y mi mamá dice, ‘Hola ...’. “Entonces, esa es la contraseña ”, me explica Gabriela, su madre. Isabel continuó: “que significa: ‘Isabel, tienes que poner la mano’”. Aqu í el supuesto implícito es que los niños adoptados se tienen que adaptar a las costumbres de sus padres espa ñoles. A diferencia de otros migrantes que pueden conservar muchos de los há bitos y prácticas con los que llegan a Espa ña, se espera que esos niños se transformen. Por esta razón es que se prefiere a los “ peque ñ itos” y se les ve como migrantes idea les: porque hay poco que transformar. Gabriela cerró la discusión sobre las manos caprichosas de Isabel indicando que los ni ños migrantes criados por sus padres migrantes en Espa ña, viven una situación diferente a los ni ños adoptados y criados por padres espa ñoles, “ porque ellos, los que viven con sus padres sudamericanos aqu í, creo que siguen teniendo las mismas costumbres que ten ían allá ”. Gabriela no me hizo una comparación entre los efectos de la trans formación en los niños adoptados y los de “conservar las costumbres” en los hijos de migrantes, pero otros sí la hicieron. Por un lado, estaban los psicólogos Lila Parrondo y Javier M úgica Flores, que sentían que las cosas resultaban más dif íciles para los niños adoptados. Parrondo me dijo que “los migrantes con familia aqu í hacen las cosas de una manera en casa y de otra manera en pú blico, de manera que sus hijos puedan tener la opor tunidad de experimentar su doble realidad. Para el hijo adoptado es más dif ícil”. M ú gica Flores asegura que los hijos adoptivos “lo tienen incluso más dif ícil que los alumnos y alumnas inmigrantes, que cuando llegan a casa llegan a un espacio donde se pueden identificar. Los adoptados en sus casas siguen siendo distintos y les duele mucho estas diferencias

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respecto de sus adoptantes” ( 2008: 99 100). Una

mediadora cultural ten ía un punto de vista opuesto: hablando a las familias adoptivas, le decía a la audiencia que los hijos adoptivos “quizás estén mejor que los niños de inmigrantes. ¿ Por qué? Porque su d ía a d ía no es de vivir con dos culturas. Su segunda cultura no les está impuesta como en las familias de origen extranjero [...]. En vuestros hijos, la segunda [cultura ] es latente, no está impuesta por vosotros” (citado en Jodies y Charro 2008: 117). Estos modelos de cultura , tal como figuran en los niños que se des plazan adoptados y migrantes son demasiado está ticos para los antro pólogos de hoy. Los modelos no toman en cuenta las diferencias entre conceptos de cultura, fenotipo y origen nacional. Tampoco consideran la posibilidad de que los hijos de migrantes puedan sentirse culturalmente más “espa ñoles” que “peruanos”. Unni Wikan escribe acerca de un caso controversial en Noruega, donde Aisha, la adolescente hija de migrantes nacida en ese pa ís, fue devuelta por las autoridades a su padre abusador desde un lugar de acogida y en contra del deseo expreso de la niña, pero de acuerdo con una pol ítica de respeto a la integridad cultural. Wikan pregunta: “¿cu ál es, de hecho, la cultura de una ni ña nacida y criada en Noruega ?” ( 2002: 20, é nfasis en el original). Los psicólogos y mediadores culturales que trabajan con familias adoptivas en Espa ña , suponen además que poseer dos culturas es algo parecido a una discapacidad que debe ser manejada de alguna manera , ya sea suprimiendo una o dá ndole a ambas un tiempo equivalente. Ann Anagnost, analizando cómo se construye una cultura para los ni ños adoptados, argumenta que los antropólogos tienen que prestar atención a las maneras como circula y se utiliza un concepto de “cultura ”, recordá ndonos estar atentos a “qué está en juego y quién está empoderado cuando se invoca la cultura ” ( 2000: 413). Tanto los pa dres espa ñoles de niños adoptados en el Perú como los padres peruanos que son migrantes laborales, invocan la cultura como algo deseable para sus hijos, aunque lo que entienden por cultura difiera considerablemente entre unos y otros, así como desde los enfoques de los psicólogos y de los mediadores culturales. Si la historia importa má s para los bebés que lo que admite el discur so predominante, lo contrario también puede ser cierto: la historia de los chicos mayores puede no ser el obstáculo que se imagina. Carmela , una





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profesora a quien fui presentada por sus amigos Diego y Gabriela, adoptó junto con su esposo a tres niñ os del Perú . Al principio, Carmela fue muy cauta para compartir información sobre sus niños, e incluso despu és que nos hicimos amigas, nunca me invitó a conocerlos, de manera que puedo ofrecer tan solo su perspectiva sobre lo que sus hijos está n haciendo. Aun así, me pareció ilustrativo que me dijera que su hija menor, que ten ía casi diez a ños cuando fue adoptada , se había adaptado más satisfactoriamente que sus otros hijos, que eran menores al momento de su adopción. Segú n Carmela, su hija había conocido a su familia de origen, había vivido su vida como peruana, y conocía bastante bien la realidad del Per ú. Por todas estas razones, ella no tenía deseos ni aspiraciones de volver, a diferencia de los dos hermanos. Como ella me dijo irónicamente: “ Ella sabe que está mejor aqu í... ¡tiene más cosas!”. La interpretación de Carmela reconoce el privilegio que los padres adoptivos poseen y transmiten a sus hijos. Obtuve la misma sensació n de Marcia, una madre soltera cuya hija Karla ten ía cuatro a ños al momento de su adopción. Aunque puede que Karla no recuerde mucho de su vida en el Perú , Marcia le ha contado que las razones por las que fue abandonada fueron “la pobreza y la cultura ”; en otras palabras, la madre biológica de Karla presumiblemente ten ía un bajo nivel de educació n y no pod ía mantenerla. Marcia me explicó que en Espa ña Karla ha vivido “como la hija de una reina ”, es decir, al revés de cómo había sido su vida anterior. Consecuentemente, Karla asocia ba al Per ú con la pobreza y no deseaba tener nada que ver con ese pa ís. Marcia analizaba para m í la afición que ten ía Karla por la tienda por de partamentos espa ñola El Corte Inglés, hacié ndome notar que como Kar la asocia al Perú con la pobreza, una de las maneras como articulaba su no peruanidad era comprando artículos de marca. Llama la atención que tanto Carmela como Marcia consideran el relativo desinterés de sus hijas por el Perú como una se ñal positiva de su adaptación a la vida en Espa ña. Esto sugiere que los recuerdos negativos de los chicos mayores de una vida en el Perú en medio de la pobreza, pueden ser utilizados y volteados para su adaptación a la vida en Espa ña, mientras que aquellos que fueron adoptados de bebés pueden ser dejados con preguntas e incógnitas que se vuelven más acuciantes conforme se van haciendo mayores.

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Finalmente, Calles también le dijo a su pú blico que los niños más jóvenes no eran buenos candidatos para la adopción por dos razones que son completamente ajenas a sus estados psicológicos. La primera razón es que hay una gran demanda de esos niños, as í que enfocarse en conseguir a uno de ellos podría conllevar una larga espera o desilusión. Como bien advirtió, “cada d ía es más dif ícil encontrar niños por debajo de tres a ños” , y a ñadió que si uno es soltero(a), conviviente, homosexual o lesbiana , tie ne mucho menos posibilidades de que le asignen uno de estos bebés. As í que en lugar de desafiar por completo la noción de que los niños má s jóvenes son los adoptados (o migrantes) ideales en cuanto a su desarrollo, él suger ía que estaban tan idealizados que ser ían dif íciles de encontrar. La segunda razón , algo más alarmante, fue su advertencia de que “ no conf íen en los pa íses donde hay niños adoptables muy peque ños”. En otras palabras, insinuaba que los niños pequeños dados en adopción son indicio de un proceso corrupto: bebés que han sido robados o arrebatados ilegalmen te a sus padres biológicos, mediante una rá pida e incorrecta investigación ( para Etiopía , ver Joyce 2011; para Guatemala, Briggs 2012, Leinaweaver y Seligmann 2009: 4 5 y Posocco 2011). Desde una perspectiva psicológica y de desarrollo se piensa que un bebé es preferible a un niño mayor, pero desde una perspectiva política legal y global el mismo bebé enciende todas las luces de alerta .

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“ Esperando un bebé”: esta poderosa y muy difundida alegor ía es tambié n una representación controvertida. La prolongada espera se vuelve un tiempo crucial y significativo durante el cual los potenciales padres llevan a cabo un considerable trabajo de paternidad y maternidad al asignarle una compleja importancia al hecho de esperar, un trabajo cuyo objetivo último es anclar por completo a la criatura en su nueva familia. Los pa dres que aguantan la espera son pacientes, una habilidad que requieren los padres contemporá neos. Ellos también son vistos como merecedores. La intensidad de esta forma de trabajo de paternidad y maternidad es notable, porque se lleva a cabo mucho antes de que la criatura llegue y

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transforme al adulto en un padre o madre de familia ante la comunidad en general. Efectivamente, en Espa ña actualmente la oferta y la demanda está n tan desfasadas, que a muchas personas de la lista de espera puede que en realidad nunca les lleguen a asignar un niño (Selman 2009: 591). El deseo de un bebé sin historia es también complicado. Los profesionales de la adopción argumentan que desde la perspectiva de la psicología del desarrollo, incluso los bebés portan huellas de su historia personal que no puede ni debe ser ocultada. Y haciendo un llamado a ciertos futuros padres reacios a esperar, estos profesionales agregan que el propio encanto de dichos ni ños conduce a su escasez y a un tiempo de espera más prolon gado. Mientras tanto, algunos padres encuentran que los niños adoptados a una edad mayor pueden adaptarse más fácilmente porque son capaces de identificar su nueva vida como mejor que la anterior. Los bebés y la idea misma de esperar está n conectados porque plan tean problemas sociopolíticos más generales vinculados a la adopció n internacional. Como señalan los profesionales de la adopción, los pa íses que ofrecen bebés probablemente no está n siguiendo los protocolos in ternacionales para la adopció n. El espectro de la espera tiene sus propios ví nculos con la irregularidad; una madre que adoptó en el a ño 2000 des pués de una espera de seis a ños, me dijo que la cantante Isabel Pantoja había hecho lo correcto. Como ella dijo, si hubiera tenido alguna manera de acortar su espera , ella también lo habría hecho, por lo que no resentía lo que hizo la Pantoja. Otra madre, que adoptó en 1996 después de una espera de dos a ños, igualmente pasaba por alto cualquier irregularidad en la adopció n de la hija de Pantoja, recalcando que: “ahi está la niña, espere mos que le vaya muy bien a la niña y eso es lo que importa ”. Algunos han observado que el deseo de obtener un bebé lo más pronto posible tiene el potencial de presionar a los administradores en los pa íses remitentes. La idea del “exceso tan perjudicial”, tal como dijo el director de adopciones de Madrid , fue repetida en una reciente declaración de la Coordinadora de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el Acogimiento de Espa ña (CORA), que hizo un llamado para una moratoria sobre nuevas solicitudes de adopción para pa íses donde la espera es de más de cuatro a ños, “con el objeto de no seguir aumentando la presión sobre ellos para ‘conseguir’

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niños adoptables”.36 Las principales preocupaciones planteadas por la combinación de espera y bebés son claras. Sondear los contornos de esta relación entre bebés sin historia y pro longadas esperas, es girar rá pidamente hacia un territorio peligroso. En primer lugar, la espera tambié n es parte del discurso acerca de los ni ños ( Briggs 2012: 117 , Cartwright 2003). Por ejemplo, en el Perú , los niños mayores (de cinco y más a ños) que son discapacitados, o los grupos de hermanos, son colocados en una lista llamada “Ángeles que aguardan ”, una frase que hace hincapié en que lo que importa es la espera de los ni ños que aguardan una familia, no los futuros padres que esperan a su hijo. La historiadora Laura Briggs observa que el uso de la expresión “en espera ” para describir a los ni ños, discursivamente los separa de sus familias de origen: “otro nombre para esta expresión ‘en espera’ podr ía ser el periodo en el cual los padres biológicos, generalmente madres, está n luchando para recuperar a sus hijos. Una vez que la conversación se define en té rmi nos de espera o demora , ya se ha presumido la ilegitimidad de los reclamos de los padres biológicos sobre sus propios hijos” ( 2012: 199, n 94, énfasis en el original). Estas formas de espera está n vinculadas, de manera que la lista perua na “Á ngeles que aguardan ” está integrada probablemente por quienes han estado más tiempo separados de sus parientes consangu í neos, que los que está n en el rango oficial de tres a ñ os y menos. Además, si los solicitantes eligen adoptar de esta lista, ellos pueden acortar considerablemente sus propios tiempos de espera y elegir a un niño específico, permitiéndoles una flexibilidad con respecto al gé nero o a las preferencias raciales o étni cas que no tendr ían en una adopción internacional no marcada. El que los potenciales padres, en su gran mayoría, no hayan echado mano de esta posibilidad, se evidencia por el hecho de que 350 “á ngeles” está n actual mente esperando en esa lista.37 Esto sugiere que a pesar de los argumentos en contra de adoptar un bebé, sean en cuanto a desarrollo del niño, a

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36.

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“CORA emite un comunicado solicitando cambios en los procedimientos de Adopción Internacional” , Coraenlared.org , 11 de julio del 2012 , en: . MIMP, “Adopciones prioritarias” , en: .

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trayectorias sociohistóricas o a experiencias personales, este todavia sigue siendo el ideal al que aspiran muchos futuros padres.

Puede ser que este ideal tenga fuerza porque se basa en la esperanza de que los niños pequeños puedan encajar más fácilmente en sus nuevas familias y pa íses, una esperanza que invoca de manera más general a las ideas sobre los jóvenes migrantes e hijos de migrantes. Por esta razón, los futuros padres reinventan la espera como algo beneficioso, forjando (o confirmando) su paciencia y permitiendo que se haga un valioso trabajo de parentesco. Pero quizás también el ideal le habla a los futuros padres porque ellos sienten que será más fácil incorporar a un bebé sin historia a un hogar ya existente que ya tiene su propia historia. Es decir, el valor del bebé sin historia radica no en la manera como dicha criatura puede adap tarse a sus padres, sino en cómo los padres pueden adaptarse a ella. Esta es una conclusión que repercute en el modo como se gestiona la migración laboral en Espa ña: los migrantes ideales no necesariamente son los que se van a adaptar más fá cilmente a un nuevo contexto, sino más bien aquellos a los que los ciudadanos del pa ís de acogida se van a poder adaptar con mayor facilidad .

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2 El interés superior del hijo de un migrante ¿Separando familias o desplazando niños?

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na motivación importante detrás del deseo de adoptar a un bebé es traer a Espa ña a un “ migrante ideal”, alguien que se pueda adaptar fácilmente a un nuevo contexto y a quien los padres y otros espa ñoles se puedan adaptar con relativa facilidad. Un aná lisis de la conveniencia adoptiva de los bebés sugiere una nueva serie de preguntas para pensar acerca de los hijos de los migrantes laborales y de las posibles consecuen cias de traerlos a Espa ña. A menudo los migrantes laborales conocen más íntimamente que los potenciales padres adoptivos lo que significa migrar y lo que puede ser un migrante ideal en Espa ña. Como resultado, las preguntas que los migrantes se hacen cuando contemplan traer a sus hijos para que se reú nan con ellos en Espa ña, parecen algo diferentes a las que se hacen los futuros padres adoptivos cuando piensan en el mismo trasla do. Como descubrí durante mis conversaciones con los padres y madres migrantes que tomaron decisiones opuestas acerca de d ónde criar a sus hijos, ellos aceptan que la migración será transformadora para sus hijos, tanto positiva como negativamente. Esto los lleva a hacerse una pregunta anterior a las que se hacen los padres adoptivos: si deben o no traer a sus hijos del Perú a Espa ña. Es evidente que los padres adoptivos tienen que trasladar a sus hi jos desde el Per ú a Espa ña. Después de todo, ese es el propósito de la adopción internacional: los futuros padres y las autoridades de adopción han concluido que está en el interés superior de un niño en particular el

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trasladarse a Espa ña. Muchos potenciales padres adoptivos pueden sentirse personalmente incómodos con las repercusiones más amplias que tiene la adopción internacional, a veces expresadas en la desigualdad globaliza da de ser un “importador” privilegiado del pariente de otra persona. Los que no pueden superar esta incomodidad no adoptan . Quienes sí forman familias adoptivas, primero hará n los tipos de preguntas descritas en el capítulo uno, sobre la edad y la adaptabilidad , y luego otras preguntas que trataré en los siguientes capítulos. Sin embargo, los padres migrantes evalúan en primer lugar una serie de opciones previas o al menos no tan tácitas. ¿ Deber ían dejar a sus hijos con parientes en el Perú ? Una vez que son elegibles, ¿deberían pedir que se reú nan con ellos en Espa ña a través del trá mite legal de la reagrupación familiar? Y si se han tra ído a sus hijos a Espa ña, ¿llegará el momento en que deberían mandarlos de regreso a su pa ís? Al respecto, las diferentes decisiones que toman los padres migrantes nos dicen mucho acerca de su apreciación sobre las oportunidades que existen en el Per ú y Espa ña, su preocupación por la crianza de los hijos (tanto en el Perú como en Espa ña) y su opinión sobre la importancia de vivir con la familia versus la de vivir en su propia comunidad . Mientras estos padres sopesan las diferentes opciones, de alguna manera conceptualizan lo que podr ía ser el interés superior de sus hijos. Comparar las explicaciones de los padres migrantes que han llegado a conclusiones opuestas sobre dónde criar a sus hijos, revela algunas preocupaciones compartidas. Cuando los padres migrantes explican las decisiones que toman , exteriorizan al mismo tiempo una serie de preocupaciones acerca de cómo podría ser la vida de una persona jo ven, de origen peruano, en Espa ña . Algunas de ellas tienen una relevancia directa para los migrantes adoptivos y sus padres.

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Dónde criar a un hijo?

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Durante mi último viaje al Perú en el a ño 2012, descubrí que en las tien das de artesan ía se había empezado a vender algo que nunca antes había visto. Se trataba de una pieza de arte popular: una mu ñeca con polle ra ( una falda típica de las mujeres en los Andes), peinada con trenzas y con un bebé en sus brazos. La versión masculina vestía unos pantalones

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rústicos y un gorro con orejeras tipo chullo. Lo que hacía de esta mu ñe ca algo inusual, era un pasaporte cosido a su falda una fiel réplica del pasaporte peruano color guinda, con el escudo nacional en la portada y adentro, con el tipo de letra formal, el nú mero de pasaporte, el nombre completo, el lugar de nacimiento y la fecha de emisión del documento. La vendedora del mercado en Lima, a quien le pregunté sobre la mu ñeca , me dijo que el pasaporte era “ para que nadie le haga problemas” cuando tenga que salir del Per ú con su due ño, posiblemente un turista. Aun cuan do la economía peruana viene fortaleciéndose mientras que la mayoría de pa íses europeos o norteamericanos van perdiendo fuerza, las mu ñecas y sus pasaportes demuestran que la emigración todavía tiene un poderoso lugar en el imaginario peruano.1



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Evidentemente, mucha gente ha estado movié ndose desde y hacia el Perú, incluso antes de que existiera como pa ís. Tanto en la época inca como en la colonial se ordenaron reasentamientos forzados de poblaciones ente ras. Durante la Colonia, muchos espa ñoles se trasladaron a vivir al Perú, y lo mismo ocurrió durante la é poca del dictador Franco. La migración estacional o circular también ha sido una parte importante de los modos de vida agrícola, y aun hoy las poblaciones andinas se trasladan entre las diferentes zonas altitudinales para aprovechar los microambientes (Brush 1977), y entre las distintas zonas de cultivos para aprovechar los cambios es tacionales segú n la demanda del mercado (Collins 1988). Pero no fue hasta las ú ltimas décadas del siglo XX que los estudiosos de la migració n empeza ron a darse cuenta de la significativa cantidad de peruanos que migraban internamente, de las zonas andinas empobrecidas hacia la costeña ciudad de Lima, tanto por razones económicas como por seguridad durante el conflicto armado interno entre Sendero Luminoso y el Estado peruano. La migración transnacional desde el Per ú , que comenzó entre las cla ses medias por razones educativas y profesionales (Paerregaard 2008: 128), tuvo un auge en las d écadas de 1980 y principios de 1990, especialmente

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Un posible origen del pasaporte en el imaginario podría encontrarse en el arte popular de Arequipa , una región del Perú con una tendencia separatista donde a menudo se utiliza la idea del pasaporte para bromear sobre su “ independencia ” del resto del pa ís ( Florence Babb , comunicaci ón personal, Lima , 16 de enero del 2012).

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debido a la alta tasa de desempleo y la crisis política en el Per ú bajo los regí menes de Alan García y Alberto Fujimori (Takenaka , Paerregaard y Berg 2010: 5).2 Durante la d écada de 1990, los peruanos dejaron su pa ís a una tasa aproximada de 50 mil personas por a ño. En la primera mitad de la década del 2000, esta tasa casi se duplicó a cerca de 100 mil por a ño, y entre el 2005 y el 2009 lo hizo nuevamente, con más de 200 mil personas partiendo anualmente.3 Estados Unidos, como destino de larga data , todavía alberga a la mayor ía de migrantes peruanos; casi un tercio de ellos dispersos en ese pa ís. Sin embargo, cuando la política de inmigración estadounidense se volvió más r ígida en la década del 2000, Espa ña, Italia y Japón estimularon la migración laboral y recibieron al grueso de los mi grantes del Per ú (Takenaka, Paerregaard y Berg 2010: 6; ver tambié n Escri vá 2005). En la actualidad , casi un tercio de los migrantes peruanos reside en Europa, y Espa ña es el pa ís con el tercer mayor nú mero: 13% del total. Di ciudad de Madrid alberga a un 8,6% del total de migrantes peruanos en el á mbito global.4 Finalmente, la diná mica de género de la migración peruana requiere ser examinada.5 Aproximadamente el 53% de migrantes

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2.

Las cifras en este y el siguiente pá rrafo fueron compiladas por Kristin Skrabut, mi asistente de investigación. Proceden de un informe peruano (Cooperación Interinstitucional INEI DIGEMIN OIM 2010), que a su vez deriva de informació n recolectada por la Dirección General de Migraciones y Naturalización a través de la Tarjeta Andina de Migración, un formulario que deben llenar todas las personas que salen del Per ú. Menos de la mitad de peruanos que han salido durante los últimos 15 a ños han cambiado formalmente su residencia en el Consulado del Per ú, sugiriendo que muchos de ellos han sobrepasado el tiempo de estad ía de sus visas de turista (Cooperación Interinstitucional INEI-DIGEMIN-OIM 2010: 16). Las cifras sobre migración se basan en aquellos peruanos que oficialmente cambiaron su residencia. Otras cifras provienen de la Organización Internacional para las Migraciones ( 2008), compiladas de la Encuesta Nacional Continua del a ñ o 2006, una encuesta por muestreo en 380 mil hogares de todo el país. Los promedios anuales de peruanos que dejaron el pa ís en periodos de cinco a ños son: 59.563 (1990 1994); 40.383 (1995 1999); 93.866 (2000 2004) y 213.809 ( 2005 2009). Superada solo por Buenos Aires, donde reside una décima parte de todos los migran

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tes peruanos.

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Durante los ú ltimos 20 a ños, el 50,4% de migrantes peruanos han sido mujeres. Esto ha variado a lo largo del tiempo, y a mediados de la década de 1990 había subido a casi 55% de mujeres, mientras que recientemente se niveló a cerca de 52% de mujeres (Cooperación Interinstitucional INEI DIGEMIN OIM 2010: 20).

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peruanos que viven en Espa ña son mujeres, muchas de ellas madres de familia , lo que da forma a los debates sobre si los migrantes deben traer a sus hijos a Espa ña y cuá ndo deberian hacerlo (véase fig. 2).

Figura 2 . En la estación del metro, la propaganda de una tarjeta telefónica para llamar al Perú muestra la frase “ Hola mami” , implicando que quien la compra es una madre migrante separada de su hijo o hija. Foto de la autora, 2009.

En el 2010 tuve la oportunidad de escuchar los temas clave de estos debates, tal como se desarrollaban en el contexto de una fascinante dis cusión configurada por Graciela, una madre adoptiva de dos hijas perua nas, actualmente en sus veintes. Graciela y su hija Sandra me llevaron a su peque ña oficina alquilada donde funcionaba la asociación de familias adoptivas Voyager, que Graciela había fundado hacía varios a ños. All í nos recibió Clara , la asistente social de una ciudad de la Amazonia peruana que apoyaba en las adopciones. Graciela había ayudado a Clara a con seguir su visa de trabajo para que pudiera migrar a Espa ña, donde ella

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conoció y se casó con un espa ñol. Otras dos amigas de Graciela, migrantes también, se unieron a nosotras: Soledad, una peruana de clase trabajadora con un hijo en Espa ña y dos mayores que se habian quedado en el Pern; y Cindy, una migrante por matrimonio que llegó a Espa ña con el apoyo de su esposo espa ñol. Cuando todas nos sentamos alrededor de la mesa de audiencias en el salón de reuniones de la asociación, casi inmediatamente surgió la pregunta de si era mejor criar a un hijo en Espa ñ a o en el Perú. Cindy, la migrante por matrimonio, cayó en el lado pro Espa ña. Cuando hizo un resumen de su historia y expresó su satisfacción con Es pa ña y con su hijo de seis a ños nacido ah í, mencionó que algunas de sus compa ñeras migrantes por matrimonio habían hablado de volver al Per ú, pero que ella no ten ía intención de hacerlo. Vinculó esto directamente a su propia maternidad , explicá ndonos que:

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España es otro mundo , es un lugar como para criar a un niño . Usted se ha de dar cuenta de que en el Perú hay mucha delincuencia , hay inestabilidad económica , la cultura es diferente, ¿me entiendes? Es un desorden polí tico , social y cultural el que existe ahí , y criar [.. . ]. Bueno, yo volvería a mi patria , sí , el día de mañana , pero para criar a mi hijo yo prefiero que mi hijo se críe aquí [ . . . ] . Buen ísimos los estudios que reciben acá los ni ños y son gratuitos. Allá en el Perú, si tú quieres meter a tu hijo para que estudie bien, tienes que [meterle al] colegio privado. ¿ Entiendes lo que te digo? Yo no tengo dinero, pero tengo que endeudarme para que mi hijo estudie .6

Cindy argumentaba , entonces, que las razones de peso para criar a un niño en Espa ña eran las oportunidades educativas y una profunda sensa ción de que es un lugar seguro y “ordenado” . Clara, que había llegado a Espa ña como migrante laboral antes de casarse con su esposo espa ñol, y que tambié n ten ía un hijo de ocho a ños

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Andrés Tornos y Rosa Aparicio argumentan que los peruanos migran por cuatro “objetos m í ticos ” clave: la oportunidad de un progreso individual; la atracción irresistible de un pa ís desarrollado; el acceso a las oportunidades que España ofrece; y el potencial para la realización individual ( 1997: 65). Más en concreto, los deseos más comúnmente expresados son los de mandar dinero y regalos al Perú; poder construir en el Perú, con los ahorros, la casa soñada; y los sabores del Perú en lo que consumen cuando están en el extranjero (pp. 75-77 ).

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nacido ah í, ten ía una posición un poco más ambivalente. Ella decía que muchas madres inmigrantes llegan a Espa ña solas y dejan a los hijos con sus abuelos, y que cuando a los chicos, ya adolescentes, se los trae a Espa ña: [...] se han desmamado totalmente. Como a las juntas, no quieren estudiar, no quieren aprovechar las ayudas que puede haber, se han dado a la bebida , o ha habido casos en [...] estad ísticas de que muchas niñas a partir de los 13, 14 a ñ os han salido embarazadas, latinas ¿ no? [...] al dejar ah í con los abuelos no es igual como cuando tú estás con tu propio hijo, ¿ no? La educación, estás constantemente preguntá ndole: “ ¿Qu é haces? ¿A dónde vas...? Vamos, vamos a estudiar o vamos a esto”. Al dejarlo al abuelo, ya aqu í manda dinero, el abuelo lo que se preocupa es dar la comida y, claro, el hijo va a estar a su libre albedr ío, como se dice, ¿no?

Cuando el hijo finalmente llega a Espa ña, el resultado de esta crianza delegada es una conducta de falta de respeto a la autoridad paterna o materna , que puede incluir el uso de violencia contra los padres, as í como ausentismo escolar. Como dijo Clara: “Aqu í dicen: ‘mi hijo va a estar a mi lado’, pero a mi lado de palabra, porque prácticamente t ú estás trabajando todo el d ía. Entonces, el niño, el adolescente, pregunta: ‘¿ para qué me has tra ído?”’.7 La evaluació n ambivalente de Clara planteó algunos temas interre lacionados. En primer lugar, ella sentía que solo un padre o una madre pueden brindar la atención cercana que necesita un hijo. Aqu í ella se basa en la ideología de parentesco peruana que yo encontré en mi an terior investigación en Ayacucho, precisamente en los mismos términos: la idea de que simplemente “ no es igual” que alguien que no es el padre o la madre críe a un niño (Leinaweaver 2009b: 148, 251). Esta ideolo gía de parentesco tambié n se parece mucho a la formulada en la política europea de migración y reagrupación de familias. La ansiedad respecto del destino de los hijos de migrantes ha sido expresada en otras partes de Europa, por ejemplo, en las recientes y sensacionalistas discusiones

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7.

Una dificultad adicional que surge cuando los hijos migran a Espa ña es que pierden el apoyo de la familia extensa a la que han estado acostumbrados en su pa ís de origen, como se ñ ala Claudia Pedone para el caso de Ecuador ( 2006: 213).

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sobre los “eurohuérfanos” ( eurosieroty ) , esos jóvenes polacos cuyos padres emigraron a Europa Occidental, tras la adhesión de Polonia a la Unión Europea, para encontrar trabajo (White 2011: 118). La separación de un hijo a causa de la migración es asumida a rega ñadientes, pero en todo caso es criticada tanto por algunos parientes como por algunos investigadores (Ansión, Mujica y Villacorta 2009: 37 , 83). Las palabras de Clara indican que los migrantes piensan que deber ían estar con sus hijos. El segundo punto de Clara fue que la separació n de los padres puede conducir a una falta de autoridad parental. Unos minutos después, ella a ñadió que el sistema judicial espa ñol debilita a ú n más esta autoridad, porque los hijos de los migrantes aprenden a decirles a sus padres: “Si me tocas, te voy a denunciar ”. Tanto para Clara como para otros migrantes, los derechos de los ni ños se sobredimensionan en Espa ña , e interpretan que esto los conduce a una cultura de permisividad que, a su manera, pue de conducir a la delincuencia. La antropóloga Caroline Bledsoe y el geógrafo Papa Sow han rastreado algunas decisiones de migrantes de África Occidental que han enviado a sus hijos de regreso a su pa ís de origen pre cisamente por este tema. Como ellos se ñalan , muchos padres de familia , migrantes del África Occidental, piensan que en la sociedad occidental se sobreprotege a los hijos, impidiendo que se desarrolle en ellos el deseo de triunfar. Al no contar con esta aspiración, en el mejor de los casos, ellos simplemente no hacen ningú n esfuerzo, mientras que en el peor, se ven atra ídos por participar en pandillas. Pero los padres también observan que la sociedad occidental les impide disciplinar a sus hijos de la manera que ellos creen adecuada para inculcarles ese impulso (Bledsoe y Sow 2011a: 748). Como resultado, algunos deciden enviar a sus hijos de regreso a su pa ís durante el tiempo que dura la adolescencia, que ven como el periodo de mayor riesgo. Una tercera crítica de Clara fue que los padres de familia migrantes en Espa ña no tienen tiempo de cuidar a sus hijos apropiadamente. Escu ché esta misma preocupación una y otra vez de los migrantes peruanos en Espa ña. Un delegado en el Congreso de Peruanos en Europa, llevado a cabo en Madrid en el a ño 2010, se quejaba de que los padres migrantes salen de sus casas a las seis de la ma ñana y regresan a las nueve de la no che, por lo que no ven a sus hijos durante todo el d ía. Como resultado,

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la gente joven se la pasa en la calle, vagando en grupos, consiguiendo asi una mala reputación para los peruanos.8 Esteban , el sobrino de uno de los delegados, de 21 a ños, estuvo de acuerdo: “Mi madre trabaja de seis de la ma ñana a diez de la noche para poder alimentarme. Yo le diría a todas las madres: ‘reserven un poquito de su tiempo para sus hijos, ¡eso es lo má s importante!’”. Esta crítica a los padres migrantes forma parte de la crítica ya conocida a las madres trabajadoras, que una madre adoptiva me reiteró. Carmela, profesora ella misma, mencionó que los peruanos adoptados que ella conoce en Andalucía han tenido todos desenlaces relativamente positivos, y una razón clave que ella identificó para este resultado fue que sus madres no trabajan fuera de casa, es decir, que sus hijos está n constan temente atendidos. Imagínate este desaf ío: no importa lo que hagas, alguien pondrá siempre en duda tus esfuerzos como padre o especialmente como madre de familia. Son lo mismo de criticados los padres migrantes que dejaron a sus hijos en el Perú que aquellos que los llevaron consigo a Espa ña. Si traen al hijo a Espa ñ a, se dice que crece casi completamente desatendido. Si lo dejan en el Per ú , se dice que lo privan de poder disfrutar de una relación estrecha y amorosa con sus padres. Aquellos que han empezado dejando a sus hijos en el Perú , para despu és traerlos a Espa ña usando el procedimiento de reagrupación familiar, no han hecho las cosas me jor para el niño; más bien las han hecho doblemente mal, o así lo sugie ren los comentarios de Clara. La evaluación de la reagrupación familiar es malo si recurren a ella y tambié n lo es si no lo hacen , sugiere que puede haber ansiedades subyacentes a estas críticas en torno al proyecto migratorio en general. Es decir, estas cr íticas no recaen en los padres que

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Una migrante amiga que hizo trabajo voluntario como profesora de música en un centro de detención juvenil le añadió un matiz a esta crí tica. Me dijo que muchos de los reclusos son jóvenes migrantes cuyos padres trabajan tantas horas que sus hijos no tienen ninguna supervisión y se extravían . Pero también sugirió que , como hijos de padres emigrantes, en el Perú estos jóvenes se acostumbraron a una buena vida producto de los aportes de sus padres desde el extranjero y del bajo costo de vida en ese país. Al llegar a Espa ña a reunirse con sus padres, donde el costo de vida es mucho mayor, sufren una seria degradación en su estilo de vida y comprensiblemente se

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se quedan en su lugar. El subtexto de las declaraciones que retratan a la migración de los padres como mala para los hijos, no importa adonde terminen finalmente los niños, es que los padres simplemente no deben migrar, y este mensaje es expresado en términos pro niño, por lo que es dif ícil argumentar en contra. Sin embargo, la posibilidad de no migrar no fue considerada seriamente por estos padres, quienes irónicamente a menudo se embarcan en sus viajes con el objetivo declarado de prestar apoyo a sus hijos (Ansión , Mujica y Villacorta 2009: 75; sobre migrantes ecuatorianos, véase Pribilsky 2001). Los padres adoptivos también se enfrentan a juicios sobre sus aptitu des como padres. De hecho, tanto los espa ñoles que solicitan adopciones internacionales como los padres migrantes que consideran si traer o no a sus hijos a Espa ña, sopesan estas cuestiones terriblemente complicadas, y finalmente determinan que los factores a favor de traer a sus hijos pesan más que los factores en contra. Considerar juntos a los padres adoptivos y a los padres migrantes, en una constante comparación, muestra la com plejidad de algunos de los motivos de sus acciones. La creencia abstracta de los padres de que los niños deben ser criados por ellos, alimenta su fuerte deseo de estar junto a sus hijos. El hecho de que crean que es del interés superior de los ni ños crecer en Espa ña, un pa ís desarrollado y pri vilegiado, y ser ciudadanos espa ñoles, puede pesar más que la persistente sensación de que ellos no tienen suficiente tiempo para dedicá rselo a sus hijos. Una vez má s, los padres adoptivos también son el blanco de críticas similares por parte de profesionales y de otros padres por igual: Carmela me contó que ella volvió al trabajo a tiempo parcial luego de adoptar a su primer hijo, y que renunció completamente después de conseguir en adopción al segundo, porque le pareció que era sumamente importante tener tiempo libre para trabajar muy de cerca con sus hijos, para darles apoyo en el colegio y, sobre todo, para establecer un vínculo. Dada la complejidad de esta decisión, no sorprende que algunos padres migrantes decidan no traer consigo a sus hijos.9





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No existen cifras sobre esta decisión, pero podemos especular que un significativo número de niños residen en el Perú mientras que uno o ambos padres viven en el extranjero. Este supuesto se basa en las estadísticas peruanas que muestran que menos

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Permanecer en el lugar

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Debido a las restricciones legales que se impone a los trabajadores tem porales, los peruanos que viajan a Espa ña como migrantes laborales no pueden llevar a sus hijos desde un inicio. Por lo tanto, tienen que dejarlos al cuidado de algú n miembro de la familia en el Pem. Algunas veces, los migrantes tienen la intención de traer a Espa ña a sus hijos, una vez que han obtenido su residencia legal y son elegibles para hacerlo. Mientras tanto, estos hijos son caracterizados por los investigadores de la migración como los “niños que quedan atrás”.10 Esta es una frase con un trasfondo negativo, con connotaciones de abandono. Lo que sugiere es que en un mundo ideal los niños no se dejarían atrás. Ellos tendrían que ser llevados a Espa ña, o quizás, mejor a ú n, toda la familia deber ía quedarse en el Per ú , donde “ pertenece”. Pero algunos migrantes como César, mi amigo el mecá nico, está n completamente seguros de no querer que sus hijos se muden a Espa ña. Bajo estas circunstancias, los hijos se dejan atrás deliberadamente, sin nin guna intenció n de traerlos, y de hecho ellos podrían ser descritos más acertadamente como los que “ permanecen en el lugar”. Escuchando los relatos de los migrantes que no quieren traer a sus hijos a Espa ña, se puede notar la diversidad que hay entre los hijos que el conocimiento académico sobre migración define como los que han sido “dejados atrás”. En la primavera del 2011 conocí a César, un hombre tranquilo y amable que había crecido en Lima con sus tres hermanas y sus padres, ellos también migrantes internos que habían llegado a Lima . César había

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del 10% de los migrantes del Perú son niños menores de 14 años; que la mayoría de peruanos que migran están en la edad de procrear (entre 20 y 39 años), y que el 22% de la población que recibe remesas en el Perú tiene menos de 15 años (Cooperación Interinstitucional INEI-DIGEMIN-OIM 2010). La frase representa a los niños desde el punto de vista de los migrantes adultos. Solo son “ dejados atrás” si el enfoque está en el migrante que ha partido. Si el enfoque se redirigiera al niño, como lo están haciendo hoy en d ía un creciente número de investigadores, podríamos reinterpretar a estos niños como, por ejemplo, “ niños viviendo la migración parental” ( Duque 2011 : 15 , n. 5 ). Le agradezco a Kristin Yards por esta referencia.

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migrado a Madrid hacía cinco a ños, mientras que su hija Zoraida se había quedado en el Per ú (véase Leinaweaver 2015b). Zoraida , de seis a ños cuando conversé con César, vivía con su madre, de quien César estaba separado. César habla con su hija todas las semanas desde un locutorio y la visita todos los a ños. Él elogiaba la inteligencia de Zoraida y reconocía que mucho de su carácter se lo debía a su madre: “ La mamá también la está , digamos, llevando por el buen camino para que ella sea obediente, haga sus tareas, sus cosas. Claro, no tanto por m í porque yo estoy lejos y el poco tiempo que hablo con ella no es lo mismo que estar en persona ”. César reconocía que el ví nculo con su hija se había visto atenuado por la distancia, algo que quizás es más fácil de aceptar para los padres migrantes que para las madres migrantes, pero aseguraba que había sido la decisión correcta para Zoraida. Esto era así porque para César, criar a un hijo en Espa ña era casi una forma de crueldad . Como lo explicó: Aquí los ni ños no tienen esa libertad, como de repente en nuestros países, de salir, de estar en la casa de los primos, no, acá no hacen nada de eso. Entonces, el niño acá, para tenerlo encerrado en el piso todo el d ía , es como si estuviera en una cá rcel. O que le lleves a la guarder ía con otros ni ñ os y aprendan malas costumbres. Aqu í los niños españoles a los cinco o seis a ños ya está n hablando groser ías, entonces es un poquito malo. Como que aqu í les vas a dar otra educación, una que no es, los peruanos no somos así [...] cuando sea mayor de edad , claro que sí, pero mientras esté en el colegio yo pienso que aqu í no.

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He escuchado cr íticas sobre los niños espa ñoles de muchos otros migran tes. Las peruanas que recordaban sus experiencias como ni ñeras me di jeron que los niños espa ñoles son engre ídos, no respetan a sus mayores, utilizan el informal “tú ” para hablar y son desagradecidos con sus padres que les dan tanto. César y sus compa ñeros migrantes dejaron muy en claro que un joven peruano que creciera en Espa ña estaría expuesto a las influencias negativas de sus pares espa ñoles, con consecuencias induda blemente indeseables. César no era ciego a los beneficios que Espa ña pod ía ofrecerle, ni a la posibilidad de que Zoraida pudiera estar en desacuerdo con su opinió n. Y a ñadió: “Cuando ella sea mayor de edad, podrá decidir si se queda o

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si se va. Eso es otra cosa , estamos hablando de una persona adulta , pero mientras sea una ni ñ a , mientras esté a mi cargo, yo no puedo permitir que se quede aqui”. Para darle a ella esa libertad de decidir si quiere vivir en Espa ña cuando sea adulta , César registró a Zoraida como menor de edad bajo su tutela cuando realizó su solicimd para adquirir la ciudadan ía espa ñola , que en el 2012 todavía estaba en trá mite: “ Para mí la nacionalidad es muy importante porque abre muchas posibilidades para m í, como para mi hija. [ Puedo] darle tambié n una oportunidad a mi niña si quiere volver aqu í y quedarse aqu í”.11 El caso de César muestra cómo él ha sopesado las opciones y ha concluido que le puede dar a Zoraida los beneficios de Espa ña princi palmente la nacionalidad, en caso ella quiera utilizarla de adulta sin los inconvenientes de una influencia negativa en una joven susceptible. Él acepta que el costo de estar lejos de su hija es alto, pero se aferra a la idea de que a través del teléfono y de sus visitas anuales al Perú conserva un lugar en su vida, a pesar de la distancia (véase Leifsen y Tymczuk 2012). Debido a que Zoraida no vive en Espa ña, este pa ís todavía puede repre sentar una oportunidad para ella , y César se consuela con el hecho de que por ahora ella está a salvo en el Perú y está siendo criada correctamente. Investigadores de la paternidad transnacional han trabajado para hu manizar decisiones como la de César de separarse de su hija. Por ejemplo, Joanna Dreby ha argumentado que los padres migrantes mejicanos que viven en los Estados Unidos “han tomado una decisión de crianza extraor dinaria pero comú n: han elegido mudarse a lugares en los Estados Unidos donde pueden ganar más dinero por su trabajo, mientras sus hijos se han quedado atrás en México, donde el costo de vida es bajo [...]. Su migración y duro trabajo representan un sacrificio de las comodidades diarias por el

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La cuestión de la edad es relevante para los hijos de los migrantes laborales, asi como para los adoptados, entre otros motivos porque solo los hijos que son menores de edad al momento de la naturalización del migrante, pueden compartir el cambio de estatus. Yo aprend í esto de Violeta , quien migró a través del proceso de reagrupación familiar a los 17 a ños y cumplió los 18 en Espa ña. Sus padres obtuvieron la nacionalidad española algún tiempo después, y sus hermanos menores automáticamente también , pero como ella ya no era menor de edad, retuvo el estatus de miembro de una familia reagrupada y todavía no puede trabajar legalmente.

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bien de sus hijos y el futuro de sus hijos” (Dreby 2010: 2; véase tambié n Yarris 2011). Bajo algunas circunstancias, los padres pueden llegar a la razonable conclusión de que puede ser mejor para sus hijos que no vivan con ellos. Los padres adoptivos pueden estar más dispuestos que la mayo ría a respetar y tratar de comprender la elección de estos padres migran tes, porque parte de la historia que algunos de los adoptantes tienen que contarle a sus hijos es que en algú n lugar, sus madres biológicas pensaron en el interés superior de ellos cuando los dieron en adopció n, y que lo hicieron por cariño, no por maldad. Las crí ticas de César sobre las experiencias de los ni ños en Espa ña sobre que está n perniciosamente encerrados y expuestos a malas influen cias simplemente no pueden ser consideradas por los padres adoptivos. Sin embargo, sí lo son por los migrantes que traen consigo a sus hijos. Aun así, la mayoría de mujeres migrantes con las que hablé anhelaban traer a sus hijos de forma permanente. No tengo la menor duda de que aqu í existe una diferencia de género. Como Rhacel Parreñas mostró para las Filipinas, los hijos de madres migrantes se sienten abandonados porque se piensa que la crianza requiere de la presencia de la madre, mientras que los hijos de padres migrantes no tienen ese sentimiento, porque hay la creencia de que los padres pueden ejercer la paternidad mediante el apoyo econó mico, es decir, enviando remesas ( Parreñas 2005: 127; cfr. también Cienfuegos 2010, Coe 2008, Dreby y Adkins 2012: 171, Pedone 2006: 213). Sin embar go, esta diferencia de gé nero no significa que estas opciones sean obvias, fáciles o claras. César pudo tomar la decisión que tomó porque Zoraida está siendo bien cuidada por su madre, pero vale la pena tener en cuenta sus explicaciones de por qué lo hizo. Es igualmente importante escuchar a las madres migrantes de los ni ños que realmente quedaron atrás, en el sentido de que ellas quieren traer a sus hijos a Espa ña lo antes posible. Para hacerlo, tienen que seguir todos los pasos procesales específicos para algo que las leyes migratorias llaman “ reagrupación familiar”.

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Reagrupación familiar y parentesco europeo

Hasta la crisis económica que se inició en el 2008, las visas de trabajo temporales y renovables eran la principal forma que tenían los migrantes

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peruanos de llegar a Espa ña.12 Para obtener una visa de trabajo, primero una compa ñía espa ñola o un ciudadano espa ñol tiene que ofrecerle al po tencial migrante un contrato para realizar un trabajo específico. Los mi grantes que llegan a Espa ña con visas de trabajo no tienen derecho a traer a miembros de sus familias. La idea detrás de esto es que se encuentra en Es pa ña para trabajar y no para establecerse y tener una familia. Solo cuando el migrante ha obtenido la residencia permanente, por haber vivido y tra bajado all í durante un periodo de tiempo determinado, podrá empezar el proceso de reagrupación y traer a miembros de su familia a vivir a Espa ña . Para los parientes lejanos, la visa de reagrupación familiar es una forma pri vilegiada de entrar a la “Europa Fortaleza ” (Rytter 2010: 301, Sassen 2013). Como han argumentado investigadores legales de la migración ( por ej. Bosniak 1991) y de la adopción ( por ej. Yngvesson 2010), la ley es un modo de producción de parentesco de crucial importancia. El proceso de reagrupación familiar es un texto legal cultural que revela caracter ísticas formales clave de las actitudes espa ñolas hacia las familias y los niños mi grantes. Sin embargo, como señalan Bledsoe y Sow, pol íticas de migración como las de Espa ña son extraordinariamente contradictorias y pueden transmitir mensajes opuestos ( 2011b; ver tambié n Somerville 2005: 661 662). Bledsoe y Sow explican que las pol íticas y prácticas ambivalentes relativas a las familias de migrantes son el resultado de dos tendencias opuestas en Europa: por un lado, una presión de exclusión propensa a prácticas de inmigración más estrictas, por ejemplo, limitar los tipos de parientes que un migrante está autorizado a traer, y por otro lado, una pre sión humanitaria para tratar a las personas con compasión , por ejemplo, permitiendo que se reú nan familias que está n separadas (2011b: 175).13

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En el año 2007 , casi el doble de visas de residencia permanente para peruanos se emitieron con fines de trabajo ( 15.599) que por fines de reagrupación familiar (8211). Para el 2010, ambas cifras habían caído vertiginosamente y las proporciones se habían inver-

tido: casi el doble de visas para residencia permanente para peruanos se emitieron para fines de reagrupación familiar ( 2826) que para fines de trabajo ( 1543) (Secretaria General de Inmigración y Emigración, “Visados expedidos en Oficinas Consulares 2007 ” y “Visados expedidos en Oficinas Consulares 2010” , en: http://bit.ly/ 10wOe8z). También se pueden ver las tendencias opuestas de exclusión y humanitarismo en la pol í tica española respecto de los “ menores no acompañados” . Como señala Nuria

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Vale la pena examinar brevemente los supuestos contradictorios de este proceso de reagrupación familiar.14 En primer lugar, el término “ re agrupar ” implica, literalmente, volver a unir cosas que antes estuvieron unidas.15 Existe una actitud ética detrás de este término: que algo que una vez estuvo unido y que más tarde fue desgarrado, debería, en lo posible, reunirse, hacerse uno otra vez. Cuando la pol ítica de migració n europea aplica este término a las familias separadas por la migración, transmite claramente la idea de que los miembros de una familia deben residir f ísi camente juntos (se trata de la misma expectativa que la de los estudiosos de la migración que utilizan la frase negativa “ niños dejados atrás”). En consecuencia , los migrantes como César que eligieron no traer a sus hijos a Espa ña, lo está n haciendo a contracorriente de un mensaje fuerte e im plícito de que padres e hijos deben permanecer juntos. En segundo lugar, la combinación de ideologías sobre la familia y política de migració n demuestra que para los pa íses europeos el parentesco es una razón válida para permitir la migración. Esta es la tenden cia humanitaria que Bledsoe y Sow describen: permitir que miembros de una familia se reú nan concuerda con una actitud ética. Pero para que esto tenga pleno sentido, necesitamos examinar cuidadosamente qu é tipo de parentesco es válido. Un cierto modelo de parentesco está implícita mente aprobado en la política de inmigración europea , revelado por las normas precisas que gobiernan las relaciones de parentesco que tienen

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Empez Vidal , “ por un lado, ellos son inmigrantes en una situación administrativa irregular, es decir ‘inmigrantes ilegales’ que deberían ser deportados, mientras que por otro lado, como menores de edad , ellos deberían ser protegidos por el sistema de protección del ni ño” ( 2011 : 174). Un reciente art í culo en El País argumentaba que “ La edad es determinante para el futuro de un inmigrante que llega a España: si es mayor y no tiene papeles será expulsado; si es menor debe ser protegido por el Estado” (Mónica Ceberio Belaza, “Menores con margen de error”, El País (España), 29 de setiembre del 2011, en: ). Para hacer esta interpretación , tomo en cuenta el trabajo de varios importantes investigadores en materia de reagrupación familiar ( Bledsoe 2006, Bledsoe y Sow 2011b, Collard 2009 , Hautaniemi 2007 ).

La autoridad lingüística española sobre el idioma español es el Diccionario de la Real Academia , que en su vigésima segunda edición define “reagrupar” como “agrupar de nuevo o de modo diferente lo que ya estuvo agrupado” .

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que satisfacerse o cumplirse para la reagrupació n familiar. Aqui es donde la presión para limitar la migración, identificada por Bledsoe y Sow, se expresa más claramente. Bajo la ley de inmigración espa ñola la reagrupación familiar se trata como un derecho: “ Los extranjeros residentes tienen derecho a la vida en familia ”.16 Sin embargo, solo ciertos tipos de “vida en familia ” está n inclui dos en este derecho: los migrantes solo tienen derecho a la presencia de ciertos parientes. Estos reagrupables (o miembros de la familia que se pue den reagrupar) está n definidos en el artículo 17 de la Ley de Extranjería. La primera categoría elegible es la de los cónyuges, aunque no todos ellos tienen capacidad legal para ser elegidos. Son excluidos los que está n sepa rados, los matrimonios polígamos, o los casados fraudulentamente con un residente espa ñol.17 Otro aspecto de interés es que, legalmente, los miem bros de una familia que son reagrupados no pueden trabajar durante un tiempo definido. Esta limitación los identifica claramente solo en su rol de miembros de una familia, mas no de trabajadores. La segunda categoría elegible está conformada por hijos y dependientes legales. Una vez más, no todos los dependientes son elegibles: el dependiente tiene que ser menor de 18 a ños o ser minusvá lido, soltero, y bajo la ú nica tutoría del residente espa ñol, en caso exista una disputa por su custodia.18 La ú ltima categor ía

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Ley orgánica 4/ 2000, del 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, capítulo ii, art ículo 16.1, disponible en: . La reagrupación familiar fue incluida en la política de inmigración de España a través de una enmienda ( 1996) a la original Ley de Extranjerí a de 1985 ( Paerregaard 2008: 387 ). En cambio, la Organización Internacional del Trabajo de las Naciones Unidas no protege los derechos de los migrantes indocumentados a la unidad familiar ( Bosniak 1991: 759, n . 38) .

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Una potencial circunscripción adicional se ve en Dinamarca , que recientemente también ha limitado las reagrupaciones familiares, prohibiendo la migración para cónyuges con insuficiente “apego nacional” a Dinamarca por sobre algún otro país ( Rytter 2010: 302). Una posible acotación adicional ha sido propuesta en Francia: comprobar el ADN de los miembros de la familia de un migrante para probar los ví nculos biológicos antes de aprobar la solicitud de reagrupación. Ver Hautaniemi 2007; Yngvesson 2010: 24; J . M. Martí Font: “ El Senado francés vota a favor de las pruebas de ADN para inmigrantes ” , El País ( Espa ña ), 4 de octubre del 2007 , en: < http://bit. ly/ lynMGK6> . Como un caso de comparación , y que es aún más estricto, se puede considerar a Taiwán ,

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elegible son los padres. Aqu í también, no todos los padres son elegibles: tienen que ser mayores de 65 a ños y documentar las “razones que justifi quen la necesidad de autorizar su residencia en Espa ña ”.19 En esta legis lación se prioriza un modelo particular de familia nuclear, representada más precisamente como la familia lineal y consangu í nea. A través de esta política, los peruanos y otros migrantes descubren que la familia migrante ideal en Espa ña incluye a los cónyuges y los hijos menores de edad, con el ocasional padre o madre anciano que logra demostrar su necesidad de vivir en Espa ña. El modelo excluye a los hermanos del migrante (para las consecuencias de este hecho, ver Leinaweaver 2011, Herrera 2010, Leifsen y Tymczuk 2012). Junto con delimitar quién cuenta como familia legítima para los fines de una migració n por reagrupació n familiar, la política espa ñola tambié n explica detalladamente qué se espera que los familiares de acogida hagan para sus parientes como potenciales migrantes. Anita, una joven migrante peruana , me explicó que si uno quiere traer a un miembro de su familia a Espa ña, el gobierno le exige una prueba de que será capaz de mante nerlo econó micamente. Añadió que los funcionarios incluso visitan la casa para asegurarse de que haya una habitación libre disponible. Esto ú ltimo me sonó tan parecido a lo que se hace para aceptar una adopción , que casi dud é que pudiera ser cierto. Pero efectivamente, cuando empe cé a estudiar detenidamente las nuevas normativas migratorias del a ño 2011, descubr í que conformaban con la observació n de Anita.20 En primer

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donde algunos menores de edad —principalmente hijos de mujeres chinas que luego se casaron con hombres taiwaneses y migraron a Taiwán— efectivamente están completamente prohibidos de migrar debido a restricciones estratégicas sobre la edad del hijo o hija y el tiempo de residencia de la madre ( Friedman 2010: 85-86). Ley de Extranjería, capitulo II, articulo 17.1.d . Los defensores legales peruanos argumentan que este requisito excluye a los padres de muchos migrantes peruanos al poner la valla más alta (“ razones documentables”) que lo requerido por las normas filiales peruanas, en las que los padres de edad avanzada a menudo viven en su vivienda (Leinaweaver 2010a). Más aú n, los padres ancianos en España también vivían en sus viviendas hasta la década de 1980 , cuando se inició el auge económico (Collier 2009). Esta información está ubicada en el título IV, capitulo II, artículos 54 (sobre ingresos) y 55 (sobre las caracterí sticas de la vivienda ) de las disposiciones generales sobre in-

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lugar, la solicitud tiene que incluir la prueba de que el migrante que está solicitando la reagrupación tiene ingresos por empleo u otros recursos económicos suficientes para cubrir las necesidades de los miembros de la familia que se van a reagrupar. En segundo lugar, los migrantes también tienen que “acreditar que cuentan con una vivienda adecuada para aten der sus necesidades y las de su familia ”. Un representante del gobierno local tiene que documentar el derecho del residente a ocupar la vivienda (un título de propiedad o un contrato de arrendamiento), el n ú mero de habitaciones, para qué se utiliza cada una , cuá ntas personas residen allí, y las condiciones de “ habitabilidad ” de la vivienda y su mobiliario.21 La abogada Sonia Castillo, ella misma una migrante peruana , me comentó que las normativas exigen solo una “unidad familiar” por vivienda para los fines de reagrupació n familiar. Criticó esta política por considerarla etno

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céntrica y discriminatoria en contra de los migrantes que tienen dificulta-

des económicas, argumentando que “dos familias pueden perfectamente vivir en una casa”.22 En mi opinión, estas normas se parecen, más que nada, a los requisitos de adopción. Para adoptar, uno también tiene que demostrar solvencia económica , de manera que exista un componente fi nanciero de apoyo a la familia . Y en la adopción también inspeccionan detenidamente la casa de los adoptantes para asegurarse de que existe una habitación separada para el hijo o la hija que se pretende adoptar. Me sorprendió descubrir, al comparar los requisitos para la migración adop tiva y para la migración por reagrupación familiar, que en ambos casos la

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migración del 2011 (Real Decreto 557/ 2011, de 20 de abril, por el que se aprueba el Reglamento de la Ley Orgánica 4/ 2000, sobre derechos y libertades de los extranjeros en Espa ñ a y su integración social, tras su reforma por Ley Orgá nica 2/ 2009, disponi ble en: < http://bit.ly/ lGHdnME>).

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Gerardo Pisarello y Vanesa Valiño señalan que la especificidad casi exagerada de estos requisitos para migrantes contrasta fuertemente con la imprecisión de la ley sobre el tipo de alojamiento al cual tienen derecho los migrantes ( 2006: 192). La especificidad de los requisitos de la vivienda para los migrantes reagrupados puede llevarnos no solo a las ideologías de parentesco del hogar, donde las familias se for man y constituyen, sino también a los sentimientos antimigrantes que se manifiestan en los discursos sobre la vivienda inadecuada. En Madrid, los migrantes peruanos se quejan de los migrantes chinos que, segú n dicen , alojan a varios ocupantes en una sola habitación y cobran cifras exorbitantes por estas condiciones de explotación.

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familia y la vivienda ideales está n codificadas dentro de la normativa. Pero quizás no nos deba sorprender la similitud , puesto que el marco legal de la reagrupación familiar es el mismo que se utiliza para los ni ños adopta dos que ingresan a Espa ña (Berástegui 2006: 55). El proceso de reagrupa ción familiar es una de las pruebas clave que demuestran que la adopción internacional y otras formas de migración son parecidas. Es un marco legal que moldea y circunscribe las experiencias de las familias migrantes, incluyendo aquellas formadas a través de la adopción internacional. El pro ceso delimita la forma de esas familias, insistiendo en que se ajusten a un modelo nucleado particular, albergado en un cierto tipo de residencia de clase media. Asimismo, transmite la idea de que las familias deberian estar juntas un mensaje que quizás es más atractivo para los padres adoptivos que han tenido que superar muchos obstá culos para lograrlo, que para los padres migrantes que lo tratan con más prudencia. Vale la pena señalar que en ninguno de los relatos de los padres adoptivos sobre la adopción, se mencionan las complicaciones legales relacio nadas con la obtención de la visa para el ni ño o niña. En las historias de los padres adoptivos espa ñoles sobre el tiempo que pasaron en el Per ú , que se publican en el foro en l í nea , la atención se centra en conocer al niño o niña , pasar un tiempo con él o ella, y en segundo plano en lo que disfru taron del Perú y en la experiencia de estar allá . Hay muy pocas menciones sobre el proceso de inmigración, la visita al consulado, la adquisición del pasaporte, entre otros aspectos. Esto también lo percibí en las entrevistas, como en una con Graciela , donde ella recordaba cómo fue ir al consulado de Espa ña y conseguir el pasaporte para su hija , deteniéndose en la actitud de la niña y lo que esta presagiaba más que en la parte burocrá tica: “ Entró como si entrara a un sitio maravilloso en cá mara lenta, entró poniendo el pie, no se me olvidará en la vida ella, porque estaba deseando venir”. Este énfasis no sorprende del todo, pero sí sugiere que muchos padres adopti vos pierden la oportunidad de tomar en cuenta la manera como sus hijos adoptivos se pueden parecer a otros niños migrantes. Por otro lado, los padres migrantes que entrevisté en Madrid tampoco pasaban mucho tiem po hablando sobre los trá mites que implicó traer a sus hijos. En cambio, se concentraban en las razones de por qué finalmente pasaron por todas estas etapas y trajeron a sus hijos a vivir a Espa ña.

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Niños migrantes

El director de la oficina de la Fulbright en Madrid , me dijo que varios de mis colegas becarios, los que ten ían una subvención para enseñar inglés, habían sido ubicados en colegios públicos donde había gran cantidad de inmigrantes, y que podr ían ponerme en contacto con jóvenes peruanos. Fue a través de la amable respuesta de uno de estos profesores que co nocí a Iris y a su hija Ashley de 14 a ños, que vinieron a visitarme a mi departamento alquilado una tarde del a ño 2011 para una entrevista. Iris, quien creció en Lima , ten ía las modestas y dulces maneras de ser de una mujer criada por migrantes rurales. Ashley era delgada y bonita , y vestía un conjunto veraniego en blanco brillante jeans y tirantes. Lucía además unas grandes argollas doradas en sus orejas, que hacía girar distra ídamente mientras señalaba que en Espa ña los niños se perforan las orejas a una edad muy temprana , incluso los hombrecitos. Iris me contó que ella había llegado a Espa ña legalmente, con un contrato de trabajo en la mano, para trabajar como empleada doméstica . Su hermana había migrado primero, y utilizó sus contactos para conse guirle ese contrato. Cuando Iris migró, dejó a su hija Ashley, entonces de ocho a ños, con su papá en el Per ú. Iris planeaba volver a su pa ís des pués de una corta estad ía en Espa ña, y justificaba así el haber dejado a Ashley porque pod ía articularlo como una estad ía temporal. Durante su separación, Iris y Ashley hablaban regularmente, aunque Ashley lo hacía de una manera vacilante, como algunos niños hablan con sus padres a cierta edad . En los recuerdos de Iris, las conversaciones se desarrollaban más o menos así: ‘“Ashley, ¿estás bien?’ ‘Sí, uhm, sí’, ¡nada má s!... muy t í mida era ”. Hasta aqu í la historia de Iris se parece a la de César: migrar a Espa ña a trabajar, dejar a la hija en el Per ú con el cónyuge, y hacer llama das telefónicas periódicamente para promover la relación. Pero en el re cuerdo de Ashley, “andaba muy descuidada cuando estaba con mi padre. Pues mi madre me mandó donde mi madrina, y yo estuve con mi prima , y luego ya me vine aqu í ” (sobre esta “circulación infantil” intrafamiliar, véase Leinaweaver 2010b). Las mú ltiples reubicaciones de Ashley sugie ren los desaf íos y quizás la ansiedad que tuvo que enfrentar Iris mientras

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movilizaba, a la distancia, a sus diferentes parientes para que cuidaran a su hija responsablemente. Después de casi dos a ños, Iris regresó al Perú con el fin de hacer los arreglos para llevarse a Ashley a Espa ña . Criticaba la manera como el padre de Ashley había administrado el dinero que ella le mandaba una queja que puede esconder otras desdichas, porque llegó a desalojarlo de su casa en el Per ú . Iris me contó por qué decidió traerse a Ashley: “ no pod ía repartirme yo en dos lados”. Ashley, por su lado, no ten ía muchas ganas de venir a Espa ña . Había crecido tan pegada a su papá que hasta llegó a perder el vuelo, porque lloraba y lo abrazaba tanto en el aeropuerto que se le pasó la hora. Pero cuando conocí a Ashley, la joven había perdido todo interés en volver al Per ú: “Pues yo creo que acá es más fácil que estar allá ”. Al contrario de los planes de César para Zoraida , Iris pensaba que Espa ña era un buen lugar el correcto para que Ashley estudiara en el colegio. Me dijo que, aunque al principio había planeado regresar al Per ú después de una corta estad ía en Espa ña, “ más que todo me quedo por ella, porque está estudiando [...]. Ya lo ú nico que quiero es que ella pues termi ne sus estudios, estudie algo, y pues se sepa ella ya valer por ella misma , ya ah í ya podr ía descansar un poquito” (comparar con Pedone 2006: 195 para los migrantes ecuatorianos y con Parre ñas 2005: 7 para los migrantes filipinos). La importancia de la educación para los peruanos de las clases trabajadora y media ha sido muy bien documentada (cfr., por ejemplo, De la Cadena 1998, Degregori 1997 , García 2008). Pero no es simplemente una cuestión de matricular a los hijos en buenos colegios. Como me co mentó Clara , se necesita de la perseverancia de los padres para mantener a un hijo enfocado en el colegio, de manera que si el padre o la madre que quiere lograr esto vive en Espa ña, entonces all í es donde la niña o el ni ño tiene que estar. Iris hacía eco de esta observación se ñalando: “A veces los hijos necesitan que los padres estemos ah í... fastidiá ndolos, porque a ellos les fastidia, pero con el tiempo agradecen ”. Ella me explicó, entre risas, que desde que Ashley está con ella , “sí, aqu í la tengo hasta que tiene que estudiar algo, ¡no se me escapa! ¡De m í no se me va a librar!”. Iris reco noció que trabajaba muchas horas, quizás consciente de las críticas que circulan tan ampliamente sobre los padres migrantes, pero insist ía: “como yo soy una persona que me gusta darle tiempo a todo, aunque trabaje, yo







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siempre estoy pendiente, aunque llegue, esté trabajando todo el d ía , pues yo me siento y le digo: ‘A ver Ashley, tus cosas... a ver qu é has hecho, a ver qu é no has hecho’, y todo”. Para Iris fue importante estar f ísicamente al lado de Ashley para asegurar su aprendizaje y educación. La palabra educación alude no solo a la educación formal sino tam bién a la crianza, a inculcar modales y respeto en la gente joven. Esto también era importante en la evaluación que hizo Iris. Como César y sus compa ñeros de departamento, ella tambié n se quejaba de que en Espa ña la gente joven no respeta a los adultos. Por ejemplo, comentaba que los jóvenes utilizan el “ t ú ” en lugar del “ usted ” , la segunda persona formal y respetuosa , “como si fueran iguales”. Cuando Ashley empezó a tutear en la conversación cotidiana , Iris la calló: “No me hables así, no entiendo ni una palabra ”. Ashley tambié n me contó que su profesor le pide a los estu diantes que lo llamen por su nombre, porque si lo llaman “señor” , “dice que le hace sentir viejo”. Pero su madre insist ía:

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Se dice el profesor Marcos, que yo no te entiendo, Marcos puede ser tu ami go. No, lo siento Ashley, pero usted me va a hablar de “ usted ” a las personas mayores, con respeto. Aunque te diga el profesor: “ ¿Sabes qué Ashley? No me digas ‘usted’, dime ‘tú’ o tutéame, o llá mame por mi nombre ”. “ Pues disc úlpeme profesor, es que no puedo porque mi costumbre es así ” , y ellos se van a acostumbrar a ti, le digo [...]. Y los profesores me dicen: “ Ella es una chica muy educada porque trata siempre de ‘usted’” [...]. Pero les digo que es que no hay que perder esas cosas.

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Iris reconoce plenamente los riesgos de traer a su hija a Espa ña, pero ase gura que con una crianza estricta y una atención cuidadosa ella será capaz de protegerla. Iris continuó relacionando la potencial transformación lingüística de Ashley con otras formas de falta de respeto:

Y bueno, y acá sí es muy dif ícil porque quieren ellos imitar mucho de la juventud de acá, que contestan a los padres, que quieren irse a fiestas y salir sin pedir permiso, “ oye, ¿quedamos a tal hora ? ” , sin consultar primero a uno. Entonces no, las cosas tienen primero que consultar a uno porque no puede ella quedar con nadie sin que yo lo sepa , porque ella no se manda , es una chica que es menor, que tiene a su madre, no puede ella mandarse sola. No

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sé si estaré bien en lo que hago, pero yo creo que es lo correcto. Y gracias a Dios, todo el tiempo que he estado acá pues he tratado de llevarlo como lo he hecho yo allá en Per ú. Y a veces: “ Pero su mam á de ella le deja ” , “ Pero es su mamá de ella; yo no soy su mamá de ella , yo soy la mamá tuya ” , le digo, “ y mis costumbres y mi manera de ser es diferente ” , y no va a cambiar porque estoy aqu í en Espa ña , porque yo creo que la educación y la crianza que lo traigo de allá es mejor que la de acá.

Aqu í Iris creó un argumento de dos frentes: en primer lugar, que Ashley “tiene a su madre” y está bajo su atenta mirada; y en segundo, que repro ducir el modelo peruano de crianza , en lugar de adaptarse a las costumbres espa ñolas, es necesario para que su hija tenga una educación apropiada. El deliberado estilo peruano de crianza que Ashley estaba recibiendo era reforzado por sus relaciones. Como ella misma me dijo, sus amistades son mayormente ecuatorianos y colombianos, y agregó con franqueza: “yo me llevo mejor as í, con latinos”. Y, como su madre, Ashley empezó con una explicación que combinaba el uso del lenguaje con una actitud cultural de respeto. Su afinidad con otros jóvenes latinos y latinas ten ía que ver con “por ejemplo, la forma de ser, ¿ no?, la crianza , porque como los ecuatorianos también respetan, llaman de ‘usted’ [...]. Y al decir cosas, por ejemplo a la goma yo le llamo ‘borrador’ [...], son cosas así. En cambio, si ya a un espa ñol le hablo así [...] ‘Pásame el borrador, por favor’, ‘¿Qué es eso?’, me dice [...] no sé, me siento más cómoda con los ecuatorianos”. Para Ashley, su manera de hablar el espa ñol en marcado contraste con la de los rudos jóvenes que la acosan y una actitud cordial e incluso respe tuosa eran aspectos importantes que la hacían parecida a otros latinoame ricanos en Espa ña, una similitud que contribu ía a llevarse bien con ellos. El estar rodeada de otros que son como ella parecía fortalecer los valores que su madre estaba tratando de inculcarle. Iris, igual que César, sopesó los riesgos y beneficios de traer a su hija a Espa ña. Sin duda , parte de lo que la llevó a “ reagrupar” a Ashley fue que sus circunstancias eran diferentes a las de César, y dejar a Ashley en el Per ú para que la criaran allí era menos razonable. Pero Iris también tomó en cuenta cómo una educación y capacitación profesional espa ñolas le abri rían muchas puertas a Ashley a medida que creciera. Aun así, reconocía los numerosos riesgos a los que se exponen los hijos que vienen a Espa ña,

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más a ú n las mujeres. De hecho, Iris planteó que Ashley tuviera en mente a sus propias amigas “que han repetido varias veces, se pintan el pelo, se van a fiestas, está n con un chico, con otro chico”. Mencionaba esto mientras describía su propio estilo de crianza, sugiriendo que ser exigente e interce der cuando es necesario le ha permitido mitigar las influencias negativas en el ambiente espa ñol.

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En la década de 1990, los sociólogos estadounidenses que se en contraban investigando la migración, acu ñaron la frase “generación 1,5” como una manera de describir a quienes migraron siendo ni ños, no los llamados “ migrantes de segunda generación” , que nacieron de padres mi grantes en un pa ís nuevo, sino aquellos que “está n entre dos mundos pero no son completamente parte de ninguno” (Zhou 1997: 65). El término es ú til en la literamra sobre migración, pues enfatiza las similitudes entre los ni ños que migran siendo peque ños y los nacidos de padres migrantes en el pa ís receptor. La comparación y ecuación impl ícita entre estos dos tipos de niños destacan su flexibilidad , la manera como los ni ños pueden adap tarse al pa ís receptor y este a ellos. Vinculado a los conceptos psicológicos de las etapas de desarrollo y a la ostensible cualidad de tabula rasa de la infancia, el término insinúa algo parecido a lo que los padres adoptivos consiguen cuando se someten a una larga espera para conseguir al migran te ideal porque es joven. Aqu í ofrezco un tipo de comparación diferente. En vez de comparar a los ni ños que migraron a una edad tierna con aquellos nacidos de padres migrantes en el pa ís receptor, ubico a los padres que optaron por la reagru pación al lado de los que eligieron que sus hijos permanezcan en el Per ú. Esta comparación revela varias similitudes interesantes. Obviamente, las diferencias son importantes; no es por nada que César toma la desgarra dora opció n de dejar a Zoraida en el Per ú , visitá ndola fielmente cada a ño, ni es casual la decisión que toma Iris de invertir tiempo y dinero para traer a Ashley a Espa ña . Pero lo que Zoraida y Ashley tienen en com ú n no es su flexibilidad , sino más bien lo que nos pueden ense ñar acerca de

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la evaluación que sus padres migrantes hacen de Espa ña como “ un lugar como para criar a un niño” , tal como lo expresa Cindy, una migrante por matrimonio.

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Aunque Iris y César resolvieron sus dudas de manera opuesta, am bos comparten una preocupación por lo que el ambiente espa ñol puede causarle a un niño o niña susceptible, y quizás en particular si es mujer. Segú n César, a los ni ños los encierran en sus casas o los exponen a malos há bitos en las guarderías. Iris piensa que los adolescentes pueden atrasar se en la escuela, ir precozmente a fiestas e incluso quedar embarazadas. No obstante, ambos también reconocen ciertos beneficios que Espa ña les puede ofrecer a sus hijas. Iris cree que las escuelas públicas espa ñolas son superiores a las peruanas. César piensa que los beneficios de la ciudadan ía redundan principalmente en los adultos como él, y está trabajando para que Zoraida tenga la posibilidad de vivir en Espa ña cuando sea mayor de edad . Tanto César como Iris enfatizaron la importancia de la educació n formal en la escuela, así como de la crianza en el hogar. Ambos sentían que una de las preguntas más importantes es si el niño o niña puede estar solo con uno de sus padres, y que este sea quien lo gu íe por el camino correcto, como César lo señaló al describir el trabajo de crianza que estaba llevando a cabo la madre de su hija en el Per ú. Los dos quieren lo mejor para sus hijos, y creen firmemente que aun cuando involucra situaciones indeseadas, como la dolorosa separación del padre o la madre o el repen tino viaje de un hijo a un nuevo pa ís, el hecho de estar con uno de los padres que pueda guiarlos por el camino correcto vale la pena. Esta simi litud subyacente entre estos dos padres equivale a una tajante declaración sobre lo que el padre o la madre tiene que hacer con o para su hijo o hija, particularmente en un ambiente como Espa ña , donde los riesgos para ese niño o niña son, como ellos argumentan, infinitamente mayores.

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3 Matrimonios mixtos Migrantes y adopción

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a mayoría de niños nacidos en el siglo XXI tiene la misma nacionali dad que sus padres, la del pa ís donde nacieron (y sus padres antes que ellos). Otra manera de expresar esto es que al momento del nacimiento y el registro formal de una nueva criatura, el parentesco y el pa ís suelen estar alineados. Así, segú n las normas de parentesco y ciudadan ía no marcadas, una criatura nacida en el Per ú de padres peruanos será peruana , mientras que una nacida en Espa ña de padres espa ñoles será espa ñola . Pero cuando la criatura nace de padres inmigrantes en un pa ís receptor, la mayoría de pa íses utiliza una combinación de ius soli ( “el derecho del suelo”, es decir, se atribuye la ciudadan ía sobre la base del pa ís de nacimiento) y de ius sanguinis ( “el derecho de la sangre”, es decir, se asigna la ciudadan ía sobre la base de la ciudadan ía de sus padres) para conferirle la ciudadan ía a ese niño (Castles y Davidson 2000: 91). En momentos como este, la alinea ción entre parentesco y pa ís empieza a borrarse. Planteo esta cuestión porque nos recuerda que las ideologías peruana y espa ñola sobre la familia y la pertenencia se fundamentan en algo más que solamente la crianza. Los padres migrantes del capítulo dos pusieron énfasis en la crianza, en la importancia que tiene para los niños la influen cia cercana y la atención dedicada de los padres. Por otro lado, los padres adoptivos citados en el cap ítulo uno resaltaron temas notablemente pare cidos: identificaron su paciencia durante la prolongada espera como parte de esta atenció n dedicada , sugiriendo además que los niños menores son

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los de mayor potencial para formarlos positivamente mediante la influen cia cercana de los padres. Estos argumentos sugieren la importancia de la manera como uno cría a sus hijos. En este capítulo, empiezo a rastrear las ideologías sobre nacimiento, sustancia y nación que se combinan, y a ve ces se contradicen, con las ideas sobre la crianza . Llama la atención lo sor prendentemente persistentes que son estas ideologías, tanto en el á mbito legal como en el de los sentimientos de los padres adoptivos y migrantes, ya que ambos tienen razones de peso para argumentar que el contexto y la crianza son ejes centrales en la formación de la identidad del niño o niña . Para darle sentido a la relación entre nacimiento, sustancia y pa ís, desarrollo la noción de “sustancia nacional”, siguiendo la investigación pionera de la antropóloga Janet Carsten sobre las ideologías de parentesco en la isla Langkawi en Malasia. Para la gente de Langkawi, los niños se forman inicialmente por las sustancias que fluyen desde la madre gestan te hasta la criatura en el ú tero, y luego al consumir la leche materna y las comidas a base de arroz, ninguna de las cuales son necesariamente o específicamente provistas por la madre biológica (Carsten 1997: 248). La ideología de Langkawi sobre la sustancia compartida tambié n se aplica para facilitar la incorporación de los migrantes que consumen comidas a base de arroz junto con otros miembros de la comunidad (Carsten 1997: 14 16, 127 128). Las múltiples sustancias que los niños, padres y otros pue den compartir, dan lugar a un sentimiento colectivo de que los niños se asemejan f ísicamente a los miembros de la comunidad. En Espa ña existe un sentimiento parecido, pero la sustancia adquiere una forma más ef í me ra que las comidas en base a arroz. Parece girar alrededor de ideas como la identidad nacional, los orígenes y la ciudadan ía. Encontré que hay un énfasis, aunque lejos de ser universal, en la peruanidad de los niños una peruanidad que comparten con los padres migrantes y que los distingue de los padres adoptivos. La etiqueta nacional sirve como una paráfrasis de un conjunto más amplio de importantes marcadores de identidad: pa rentesco, religión, etnicidad , cultura y pertenencia. Este amplio conjunto, cuando se parafrasea como peruanidad , es lo que yo identifico como “sus tancia nacional”. Empecé a pensar sobre esta totalidad en términos de sustancia na cional mientras examinaba un aspecto bastante esotérico: los privilegios

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especiales que existen para las parejas de “ matrimonios mixtos”, llamadas así en las adopciones internacionales desde el Perú a Espa ña . En estos ma trimonios, un cónyuge es migrante peruano y el otro es nativo de Espa ña. Las adopciones en este tipo de parejas son relativamente escasas, pero la manera como se habla de ellas es bastante reveladora .1 Por un lado, las adopciones de niños peruanos por matrimonios mixtos residentes en el extranjero son tratadas como internacionales por el lugar de residencia de la pareja.2 Por otro lado, la pol ítica peruana de adopción beneficia a los matrimonios mixtos por sobre todos los demás adoptantes interna cionales, sugiriendo que el cónyuge peruano diluye el carácter extranje ro del lugar de residencia de la pareja.3 El tratamiento desigual de los matrimonios mixtos en la pol í tica de adopciones plantea interrogantes sobre la com ú nmente aceptada divisió n de la adopción entre “ nacional” e “internacional”. La descomposición de la clara división nacional inter nacional nos muestra cómo la sustancia nacional es tan persistente como significativa. Las adopciones por matrimonios mixtos no son plenamente internacionales, algo manifestado por los privilegios ú nicos que proceden de ello y por las esperanzas que se pone en ellas, temas que abordo en el

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capítulo cuatro.

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Lo poco com ú n de las adopciones mixtas puede ilustrarse revisando los registros de las cesiones en adopción. Cada mes se publican estos registros en el sitio web del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), pero no se archivan allí, de manera que estas cifras provienen de los registros mensuales que recolectó mi asisten te de investigación para mi archivo personal. (Actualmente, los resultados para el mes anterior pueden encontrarse en “ Resultados del Consejo de Adopciones” , Dirección General de Adopciones del MIMP, en: http://www.mimp.gob.pe). Las cesiones de los primeros cuatro meses del 2011, incluidas las adopciones “ prioritarias” ( necesidades especiales, niños mayores y grupos de hermanos), muestran 23 adopciones nacio nales, 37 adopciones internacionales y 3 adopciones (5% del total) de matrimonios mixtos que viven fuera del Perú. El caso opuesto matrimonios mixtos de extranjeros y peruanos residiendo en el Per ú no se trata formalmente en la política de adopción. Véase Lucy Hermoza de Rigal, “¡Mamá!” , Al otro lado del mundo (blog), 6 de mayo del 2009, en: < http://bit. ly/ lGw3FYo>. La implicancia aqu í es que el significado de “ mixto” solo es relevante para la política de adopción en el contexto extranjero. Las mismas excepciones se aplican a los solteros o parejas peruanas que residen en el extranjero, pero los matrimonios mixtos son más numerosos que ambas alternativas.

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Los matrimonios mixtos son privilegiados en las á reas clave abordadas por las familias adoptivas en el capítulo uno: es posible que esperen mucho menos que otras parejas en el extranjero para que les asigne un bebé pequeño y no discapacitado. A ellos también se les concede otras excepciones. Estas parejas está n exentas del l í mite en el n ú mero de solici tantes esperando adoptar del Perú.4 Pueden elegir adoptar directamente del Per ú, en lugar de hacerlo por medio de agencias de adopción, que es un requisito de algunos pa íses.5 Y los que residen en pa íses que no han firmado un acuerdo de adopción formal requerido por el Perú , también pueden adoptar de ese pa ís.6 La identidad nacional de un niño es en prin cipio borrada o reemplazada a través de la adopción cuando él o ella se convierte en ciudadano del pa ís de sus nuevos padres. Pero el privilegio de los matrimonios mixtos como padres de dicha criatura, en la práctica so ciolegal peruana e internacional, sugiere algunas ideas subyacentes acerca de la persistencia de la sustancia nacional. Específicamente, el privilegio asume que los migrantes se llevan y retienen algú n paquete intangible de

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4.

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6.

Respecto de las excepciones al limite de 20 archivos, véase la declaración del MIMDES a las autoridades espa ñolas de adopció n con fecha de octubre 2010. La declaración está disponible en el sitio web de la Junta de Castilla y León: < http://www.jcyl.es> (Servicios Sociales / Infancia / Adopción internacional / Países), “ Pa ís: Perú ”, agosto

del 2012, . Véase “ De los Adoptantes Peruanos Residentes en el Extranjero”, articulo 17 del Reglamento 010-2005-MIMDES. Los reglamentos son normas de procedimiento que describen los pasos a cumplir con leyes específicas, en este caso aquellas establecidas en la Ley 26981 del Procedimiento Administrativo de Adopción de Menores de Edad Declarados Judicialmente en Abandono, de 1998, disponible en el sitio web: < http:// bit.ly/ lDEt81f >. En el 2009, estos países eran Alemania, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Escocia, Españ a , los Estados Unidos, Francia, Israel, Italia, Luxemburgo, Malta , Noruega , Suiza , y otros pa íses sudamericanos (Secretaría Nacional de Adopciones, “ Nota informativa sobre adopción internacional”, 10 de junio del 2009, en la página web de MIMP en la sección “Adopción Internacional”: http://bit.ly/ lJHrZKp). Sin embargo, en la práctica este n ú mero es algo reducido porque hasta septiembre del 2013 solo nueve pa íses ten ían agencias acreditadas para conducir adopciones en el Per ú: Alemania , Bélgica, Dinamarca, Espa ña, los Estados Unidos, Francia, Israel, Italia y Noruega (Dirección General de Adopciones, “ Registro de Organismos Internacionales Acreditados Autorizados Para Colaborar en Materia de Adopción Internacional en el Per ú ”, en: http://bit.ly/ lFQYggQ).

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peruanidad, y que esta sustancia nacional se traduce en un mejor hogar para la criatura originaria del Per ú.7 Los or ígenes nacionales sirven en las prácticas de adopció n internacional como una representación para otros marcadores de identidad menos claros, como la raza, etnicidad , lengua y

cultura. Yo me dejo guiar por la legislación de adopción, que presta especial atención a los matrimonios mixtos y a los beneficios específicos que se cree que ofrecen a los niños de origen peruano que crecen en pa íses recep tores como Espa ña . Pero ampl ío mi consideración de esos matrimonios y de lo que ellos implican para las nociones de sustancia nacional mediante una comparación de tres diferentes casos de padres o madres peruanos migrantes casados con espa ñ olas o espa ñoles. Este es un subconjunto ex tremadamente peque ño de padres que entrevisté para esta investigació n, pero sí tiene un peso demográfico en Espa ña, donde existen más matrimo nios mixtos que en cualquier otro pa ís europeo ( Roca Girona 2011: 491; véase también Sá nchez Dom ínguez, Valky Reher 2011).8 Distingo entre migración matrimonial y migración laboral. Los ma trimonios mixtos pueden surgir de cualquier forma de migración , pero la diferencia es significativa porque posiblemente sea un indicador de una diferencia de clase. Los migrantes matrimoniales van a Espa ña mediante el proceso de migración por reagrupación familiar, por lo que vienen a estar con alguien que tuvo los recursos económicos para traerlos. Después de su migración , los migrantes matrimoniales pueden ser parcialmente incorpo rados a las redes sociales de sus cónyuges, conociendo a más espa ñoles que muchos de los migrantes laborales en el transcurso de sus interacciones cotidianas. Esto no quiere decir que no enfrenten discriminación. Como ha argumentado Ji Yeon Yuh en un detallado estudio histórico sobre las novias coreanas de militares en los Estados Unidos, las esposas extranjeras

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El valor atribuido a las adopciones por matrimonios mixtos es también una respuesta a ciertas ansiedades sobre la adopción interracial que surgieron en las preocupaciones planteadas por padres y profesionales.

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Jordi Roca Girona revisó las estadísticas españolas sobre los matrimonios mixtos, y durante 13 años, entre 1996 y 2009, más de 150 mil españoles y más de 100 mil españolas se casaron con extranjeros (2011: 488, n. 1 ). Dos tercios de estos hombres españoles se casaron con mujeres latinoamericanas (p. 489, n . 4).

encontró que

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pueden ser sometidas a formas particularmente personales de opresión racial, precisamente en los espacios privados que representan la casa de sus suegros ( 2004). Por su parte, los migrantes laborales son más propensos a conocer y casarse con espa ñoles de la clase trabajadora que frecuentan en su trabajo o a través de la socialización con otros migrantes. Aqu í también los suegros espa ñoles pueden resistirse a incorporar en su familia a una esposa extranjera , y la discriminación puede tomar diferentes formas. Sin embargo, mi interés en los matrimonios mixtos no se centra tanto en la experiencia de los hombres y mujeres que participan de consecuencias y expectativas para sus hijos.

ellos sino en las

Denegación de adopción: niñ os nacidos en el Per ú

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Se me ocurrió que si las parejas peruanas de migrantes laborales participa ran en las adopciones de niños de origen peruano, se generar ía otro dato que podr ía utilizar para pensar en lo que tienen en com ú n la adopción y la migración, los diferentes valores que los migrantes y las agencias de adopció n le conceden a los temas de nacionalidad versus residencia , así como las actitudes de los migrantes frente a la adopción. Sin embargo, casi ningú n migrante laboral de los que entrevisté tuvo algo que decir sobre la adopción. La adopción de personas desconocidas es una idea bastante ajena entre la mayoría de peruanos de clase trabajadora que conocí. Los peruanos migrantes, en todo caso, estarían más dispuestos a acoger informalmente, adoptar formalmente o amparar la inmigración de una perso na conocida que tuviera algú n vínculo con ellos. Lo más cerca que pude llegar a la tentadora posibilidad de relacionar así a los migrantes laborales con la adopción y como se verá no estuve muy cerca fue la “denegación de adopció n ” que mi amiga Sileny me mencionó a la pasada. Sileny es una migrante laboral de unos 40 años que llegó a Madrid “ para hacer plata ” con la ayuda de un primo lejano que le consiguió por un pago un contrato de trabajo. Cuando la conocí, era mesera en Los Andes, un pequeño restaurante peruano en el centro de Madrid. Sin em bargo, allí no se servía la elegante cocina de fusión que más tarde pude encontrar en los restaurantes internacionales de Gastón Acurio, la super estrella de la gastronomía peruana. Los Andes era un restaurante dirigido

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por migrantes ayacuchanos de clase trabajadora que servía menus a ocho euros para los peruanos del vecindario. Pasé por este local en el verano del 2009, precisamente una semana después de empezar mi trabajo de campo. Era como la una de la tarde, todavía un poco temprano para almorzar en Madrid, según pude advertir luego. Por esta razón , Sileny se encontraba sola, sentada en la barra, y detrás se pod ían distinguir los productos básicos de un bar espa ñol (cerveza de barril y una vasija de aceitunas), al lado de la esperada variedad de productos peruanos: cerveza Cuzque ña y Cristal, botellas de plástico de dos litros de Inca Kola y chicha morada, un refresco hecho de ma íz morado. Le pregunté a Sileny sobre el restaurante y lo que se servía de almuerzo, y antes de traerme el primer plato, ya ella había conse guido que le describiera mi trabajo de investigación, e inmediatamente me ofreció presentarme a todos los peruanos que venían a comer al restaurante. Al final del almuerzo, Sileny ya había tocado todos los temas culminantes de la historia de su vida, salpicados de divertidas y cordiales divagaciones sobre las pruebas y sinsabores de la vida del migrante en Madrid. Ese primer d ía , Sileny me contó acerca de sus tres hijos que vivían con su madre y sus hermanas en el Perú. Al principio, segú n me dijo, sus hijos le dijeron “ya á ndate nomás”. Ellos querían una computadora, me explicó iró nicamente, entonces con su permiso partió a Espa ña y lo pri mero que hizo con su sueldo fue comprarles una. Conforme pasaron los a ños, siguió comprá ndoles lo que le ped ían, y siguió mand á ndoles cientos de euros cada mes para pagar su colegio privado y todos sus gastos. Pero ahora, me dijo, ellos dicen que ya no quieren nada , y que lo ú nico que desean es que ella regrese. Sileny me contó que los extra ña tanto que ni siquiera se atreve a iniciar una sesión en su chat de video, y solo se conten ta con hablar con ellos por teléfono. También me contó sobre su enamo rado, Alonso, un barman espa ñol de clase trabajadora que conoció en su trabajo y que quiere casarse con ella. Pero ella no estaba convencida . Un punto en contra de Alonso era su madre, una mujer muy irascible, que se resentía por cualquier cosa y que trataba toscamente a Sileny porque le molestaba que ella , una mesera migrante afroperuana, pudiera leer y escri bir mejor que los hermanos de Alonso. Un tiempo después, Sileny recu rrir ía a estas habilidades para ahorrarse a un abogado y llevar adelante ella misma la gestión de reagrupación familiar para traer a sus hijos a Espa ña.

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Durante una visita más reciente a Madrid , me sorprendió encontrar que Sileny y Alonso se habían comprometido para casarse. Ella me dijo que por fin había podido aguantar el trato grosero de la madre de Alonso, “ mirando una foto de mis hijos” . Mientras nos sentá bamos a comer en un restaurante peruano que no habíamos probado antes, Sileny se lanzó a contarme su historia , que interrumpió unos minutos después para repren derme: “¡Deber ías estar apuntando!”. Ella había tra ído consigo una gran carpeta de cuero llena de valiosos documentos legales, cada página dentro de su protector de plástico, que fue utilizando para ilustrar su historia (véa se fig. 3). Entonces, mientras me contaba que en sus ú ltimas vacaciones al Per ú había obtenido la custodia legal de sus hijos, un logro que tambié n representó la aceptación del padre de que ella finalmente se llevara a sus hijos a Espa ña, Sileny me mostraba el documento físico, sacá ndolo de su protector de plástico para poder leerlo mejor. “ En virtud de la ley de protección de la infancia, Sileny Santa Cruz tiene la custodia exclusiva de sus tres hijos” , leí en voz alta . Le dije a Sileny que esto era una gran cosa, y ella dijo que Alonso se refer ía a ello como si se hubiera sacado la loter ía. Sileny había renunciado a su trabajo en Los Andes y había empezado a trabajar informalmente, cuidando a ancianos, al mismo tiempo que per cibía un subsidio por desempleo. Con este documento y el certificado de nacimiento de cada uno de sus hijos, ella pod ía solicitar el suplemento de “ jefe de hogar” en su subsidio por desempleo, un adicional de 426 euros al mes. Me sorprendió que pudiera recibir suplementos por sus hijos, dado que ellos no estaban f ísicamente en Espa ña, sino viviendo con su mamá en Lima . Pero Sileny me explicó que ella es la ú nica responsable por ellos: “sin m í, estarían perdidos”. Sileny aprovechó las regulaciones espa ñolas que la reconocen como la principal cuidadora de sus hijos, aun cuando ellos se encontraban a un océano de distancia.9

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9.

Sin embargo, el traer a sus hijos a España significaría dejar de percibir su subsidio por desempleo y los suplementos como jefe de hogar, porque al encontrarse bajo la tutela del Estado, uno ya no puede solicitar traer a España a sus dependientes.

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Figura 3. La carpeta de Sileny con todos sus documentos de naturalización, incluido un mapa de la oficina de migración.

Mientras Sileny me mostraba una fotograf ía de su vestido de novia de encaje dorado reluciente en su celular, me reiteraba que todo lo que es taba haciendo lo hacía por sus hijos. Ella sent ía que sus futuros parientes pol íticos estaban convencidos de que se estaba casando con Alonso para poder echar mano de la casa de su madre, pero como me dijo a mí:

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Yo no vine a Espa ña por una casa o por comida. Podría haber tenido eso en el Per ú. Vine para que mis hijos pudieran ser profesionales. Es una ventana hacia la modernidad, una ventana al mundo. No quiero que ellos vivan en el Per ú bajo nuestro régimen de ignorancia. En Espa ña hay más oportunida des, más cosas que ellos puedan lograr. El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro... creo que fue Arguedas quien dijo eso.10

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En realidad, esta frase se le atribuye a Antonio Raimondi, pero la conjetura de Sileny es buena: tanto los escritos de José María Arguedas, escritor y etnógrafo mestizo del siglo XX, como los de Raimondi, biólogo y viajero italiano del siglo XIX, a menudo se

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La inferencia era que su matrimonio con Alonso no tendr ía que ver con la casa de su madre, sino más bien con cómo él pod ía ayudarla a traer a sus hijos a Espa ña. Después de conocer a Sileny, decid í ubicar a su familia durante una reciente visita al Perú . Llamé al n ú mero telefónico que Sileny me había dado y contraté a un taxi para que me llevara al cono sur de Lima . Sus hermanas me recibieron con gran desconfianza Sileny me explicó des pués que una vez su expareja hab ía tratado de secuestrar a sus hijos, y que por eso sus hermanas eran tan recelosas. Después de algunos minutos de conversar en la esquina , las hermanas de Sileny debieron darse cuenta de que yo no representaba ningú n peligro, porque decidieron llevarme al bar que ocupaba el primer piso de la casa de su mamá . Una de ellas destapó algunas gaseosas y abrió una bolsa de papas fritas y la otra fue a llamar a los hijos de Sileny, tres jóvenes educados y enérgicos, que salieron a saludarme. Cuando los chicos desaparecieron por atrás, en las profundidades de la imponente casa de material noble, las hermanas de Sileny me explicaron que en el Perú uno quiere que sus hijos sean mejores que uno: por ejemplo, el hijo de padres de clase trabajadora debe ingresar a la clase media. Me contaron que Sileny iba a llevarse a sus hijos a Espa ña para educarlos, y que as í en el futuro, de querer, podr ían volver al Per ú y triunfar con una educación espa ñola , mientras que si se educaban en el Per ú y luego iban a buscar trabajo a Espa ña, no sería tan rentable. De la conversación quedó sobreentendido algo que las hermanas de Sileny solo le dirían directamente a ella: que la carga de cuidar a sus hijos se estaba volviendo cada vez más pesada. Como quedó claro de los comentarios de Sileny acerca de su suegra, ella mostró ambivalencia respecto de su matrimonio. El casarse con un espa ñol significaba convertirse inmediatamente en residente de la Unión Europea y poder aplicar a la nacionalidad espa ñola. Con su nuevo estatus, Sileny pod ía solicitar, por fin, un permiso para traer a sus hijos del Per ú vía la migración por reagrupación familiar, algo que, segú n ella , haría al d ía siguiente de su boda. Sin embargo, tambié n pensaba que su estatus se



retoman para sustentar argumentos respecto de la marginalización

de ese pa ís.

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del Perú o dentro

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encontraba supeditado y expiraría en unos cuantos a ños en el caso de que se llegara a divorciar de Alonso. Así que estaba considerando hacer una segunda solicitud , por separado, para conseguir la nacionalidad susten tada en sus años de residencia legal. (Como para subrayarlo, Sileny sacó una solicitud de reserva de su protector de plástico y me la ofreció para mi archivo.) Pero al final sí se casó con Alonso, y en el verano del 2011 asistí al matrimonio en el municipio. Después de la ceremonia , Sileny me llevó a un lado y me dijo en voz baja:

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Ahora que estoy a solas contigo, quiero que sepas que ya la hice. Fue un camino duro, nadie me quería y a ú n no me quieren. Tú me has visto, yo lo hice sola , sin mis padres o hermanos, estaba sola aqu í y lo hice por mis hijos. El lunes iré a presentar mis papeles para traer a mis hijos. Puedes escribir mi historia hasta aqu í. Más adelante, con suerte, podré visitarte en los Estados Unidos y contarte el resto.

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La suerte a ú n no ha llegado, la burocracia espa ñola se mueve de ma nera lenta y definitivamente no al ritmo que le gustar ía a Sileny. Cuando hablé con ella en el 2011, después de volver de su luna de miel, me contó que su cita para llevar todos los documentos necesarios para la reagrupa ción de sus hijos, estaba programada para dentro de siete meses porque había mucha demanda . Para ella esto era demasiado lento, así que había solicitado una cita de emergencia. Para el verano del 2012, todavía esta ba esperando recibir su nacionalidad espa ñola. Ese a ño visité a Sileny y Alonso en el departamento de alquiler controlado donde se habían mu dado al sur de Madrid. Mientras Alonso entreten ía a mi hijo enseñá ndole cómo se le veía en el video de su boda el a ño anterior, Sileny trajo su carpeta de cuero y sacó de all í una hoja de papel color canela donde se listaba una serie de documentos necesarios para conseguir la reagrupación familiar: una fotocopia de su pasaporte, una copia del Libro de Familia de la pareja, una declaración notarial de Alonso, entre otros. La interpretación de Sileny de su matrimonio como algo que ella ha hecho sola , demuestra que se ve a sí misma y a sus parientes como signifi cativamente diferentes a su esposo. La sustancia nacional forma parte de esto, como lo es el parentesco y las prácticas de cuidado relacionadas con ello. Todo esto, junto con la ambivalencia matrimonial de Sileny, puede

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explicar la respuesta que me dio, como un mes antes de su matrimonio, cuando le pregunté si Alonso iba a adoptar a sus hijos cuando llegaran a Espa ña. Al casarse, Alonso se convirtió en el padrastro de los niños, y en los Estados Unidos, la adopción de los padrastros no es inusual en los casos en los que el padre o la madre que no tiene la custodia de los hijos ha firmado renunciando a los derechos y responsabilidades sobre su hijo, como lo hizo el excónyuge de Sileny. En el Per ú, en cambio, la adopción por el padrastro o la madrastra no está condicionada a que se termine el vínculo de los niños con su padre o madre biológico.11 Las cosas son algo más complicadas en Espa ña , donde la adopción por el padrastro o la madrastra rompe formalmente los vínculos con el padre o la madre que no tiene la custodia (Garriga 2004: 8). Pero las complejidades de la ley no eran lo que más preocupaba a Sileny. Cuando le pregunté si Alonso adoptar ía a sus hijos, me respondió: “ No entiendo. ¿Quieres decir en el sentido legal o en el sentido emocional?”. Yo me encogí de hombros y ella me ex plicó: “Sí, él los va a querer, él los quiere, él les compra sus cosas. Pero en su certificado de nacimiento, ellos tienen un padre. Yo no quiero que ellos tengan un nuevo certificado de nacimiento. Bueno o malo, finalmente es su padre. Yo no me estoy casando para que ellos puedan tener un padre” .12 La “denegación de adopción ” de Sileny, es decir su renuencia a con siderar la adopción, nos habla de las razones no declaradas de por qué ella sí se casó con Alonso. Si no fue para que sus hijos tuvieran un padre,

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La ley peruana establece que un niño o niña puede ser adoptado por “ el que posea vinculo matrimonial con el padre o madre del ni ño o el adolescente por adoptar. En este caso el niño o adolescente mantienen los vínculos de filiación con el padre o madre biológicos” (artículo 128.a de la ley 27337 , Código de los Niños y Adolescentes, 2000, en: ). El Libro de Familia es otra historia. Este cuadernillo azul, dos veces el tamaño del pasaporte , todaví a se expide en España para las parejas que se casan . Los actos significativos que se registran en el Registro Civil también se inscriben en el Libro de Familia. En la primera página aparece la información sobre el matrimonio. Las páginas siguientes documentan los hijos que ha tenido el matrimonio (a las personas con hijos fuera del matrimonio también se les expide un Libro de Familia). Sileny dijo que cuando sus hijos lleguen a España también serán registrados en este libro, como si fueran producto de su matrimonio con Alonso. España acaba de aprobar una nueva legislación que hará que el Libro de Familia se vuelva obsoleto, pero aún no ha sido reemplazado.

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fue para que ellos tuvieran una madre, es decir, una ma dre que viva con ellos en Espa ñ a . Pero su denegación también nos habla sobre lo que los funcionarios peruanos de la adopción han identificado como una resistencia general a la adopción que hay entre los peruanos. Como me dijo Flora, la secretaria de la agencia de adopciones del Peni en Ayacucho: “Aqu í las costumbres son muy fuertes, si él no es mi hijo, entonces no tiene derecho al mismo trato que yo le doy a mi propio hijo, eso está claro” (Leinaweaver 2009a: 54 55). Flora quiso decir que los pe ruanos no tratarían a sus hijos adoptivos como lo demanda la ideología internacional sobre adopción (es decir, que la adopción crea un vínculo equivalente al creado por el parto). Los peruanos pueden resistirse a la idea de la adopción tal como está enunciada en el discurso internacional. Finalmente, la denegación de Sileny también saca a la luz la ideología de que los documentos deberían reflejar la realidad: el padre en los certifi cados de nacimiento de sus hijos es el real, y Alonso podrá ser cualquier otra cosa para ellos, pero nunca podrá ser su padre, porque ese rol ya está ocupado. La expresión peruana “ madre solo hay una ” tiene sentido para los padres también. Los hijos de Sileny podrá n obtener la nacionalidad espa ñola, pero seguirá n teniendo incorporado su vínculo con un padre en el Per ú . En resumen, cuando Sileny conformó un matrimonio mixto, este tuvo implicancias sobre la nacionalidad, las posibilidades educativas y la futura residencia de sus hijos, mas no sobre su sustancia. entonces quizás

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“Él es mitad mitad ”: hijos nacidos en Espa ña Las cosas parecen algo diferentes cuando los hijos nacen en el contexto de un matrimonio mixto. Para ilustrar este caso, vuelvo otra vez a la entrevista de grupo en la que me senté con Graciela , la madre adoptiva espa ñola , su hija y tres migrantes peruanas, Cindy, Clara y Soledad. Conforme fue avanzando nuestra conversación, la narración de Cindy pasó por alto la forma como ella llegó a Espa ña. Me dijo simplemente: “ Es que yo me casé. Vine de vacaciones aqu í a Espa ña, conocí a mi marido y bueno. Nos conocimos y nos casamos [... ] seis meses [despu és]”. En ese lapso la pareja se comunicaba mediante chat de video y, finalmente, hacia el a ño 2003, él ftie al Perú y se casó con ella. Cindy se mudó con él a una pequeña ciudad

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en las afueras de Madrid , donde ten ía problemas para conseguir trabajo. Entonces, como ella misma dijo: “cuando hablan de inmigrantes y eso, yo, es que yo no me considero inmigrante porque yo no vine aqu í a buscarme un nuevo futuro, yo lo ten ía allá mi futuro [...]. Yo dejé todo allá para ve nirme aqu í [por] el amor” . Sus palabras hicieron eco en las observaciones de Sileny sobre el hecho de no haberse ido a Espa ña en busca de cosas que ella ya ten ía, sino por un causa más importante: en el caso de Sileny, para encaminar a sus hijos en la ruta para conseguir logros, y en el caso de Cindy: “por el amor”. Entonces Cindy, a diferencia de Sileny, es una inmigrante por ma trimonio: se casó con Felipe, quien la llevó a Espa ña a través de la rea grupación familiar. Al a ño siguiente tuvieron un hijo. La velocidad de su noviazgo podr ía hacer que algunos dudaran de la autenticidad de su amor, en esta era de matrimonios internacionales a pedido por internet. Las investigaciones sobre los matrimonios internacionales sugieren que muchas mujeres los ven como una oportunidad para el amor y el respeto en un momento en el que sienten que sus posibilidades de matrimonio en su propia localidad no son deseables.13 Otros investigadores han argu mentado que los matrimonios internacionales son estrategias para salir adelante en un contexto político económico donde el sexo y una “actua ción de amor ” son las principales vías de las mujeres para la migración (Brennan 2004: 21).14 La historia de Cindy no encaja en ninguna de las explicaciones, porque ella cuenta que ya “ ten ía allá [en Perú su ] futuro”. Sin embargo, aqu í el meollo del asunto no está en sus intenciones, sino en las consecuencias del matrimonio mixto para el hijo de la pareja.

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Véase Constable 2003: 84. Thai ( 2003) tambié n ha estudiado este fen ómeno en los matrimonios entre mujeres vietnamitas y hombres estadounidenses, tal como Kelsky ( 2001) lo hizo sobre mujeres japonesas con hombres estadounidenses, y Cole sobre mujeres de Malagasy con hombres franceses ( 2014). Películas espa ñolas recientes se inclinan por esta representación, mostrando a mujeres latinoamericanas bonitas y modestas que encuentran el éxito a través del matri monio con españoles: “ La narrativa alrededor de la afinidad cultural propone una integración perfecta a la sociedad espa ñola y la eventual supresión de cualquier marca de diversidad étnica, mientras que al mismo tiempo abisagra su representación en la diferencia visual entre los recién llegados y los habitantes locales” (Song 2008: 58).

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Javier, de

seis a ños cuando entrevisté al grupo, nació en Espa ña y Cindy volvió a este hecho cuando lo describió como espa ñol. Sin embargo, ella dijo que habitualmente le decia: “Tú eres mitad mitad ”. Cindy explicaba que todavía no había inscrito a su hijo en el consulado peruano, “ pero es mitad mitad . Así es que sí, es espa ñol [... ]. Es de acá, claro Ipero] el d ía de ma ñana quiero que tenga las dos nacionalidades, que sea peruano y que sea espa ñol, aunque él nació acá y es espa ñol , él dice: ‘Yo soy de Espa ña’, sí, sí, pero él es mitad también de allá. Aunque sea un 20 por ciento, pero lo es”. Aqu í Clara intervino: “Si sabe el himno peruano, pues, ¡te puedes morir!”. Y yo porfié: “ Pero qué interesante que él diga que es espa ñol”. Entonces Cindy reiteró: “ Es que él es espa ñol, su padre es espa ñol, su familia por parte de padre es espa ñola , pero dice: ‘Mi madre, mi abuela , mis tíos que está n todos aqu í, pues son peruanos’, y se da cuenta, son peruanos y espa ñoles. Tiene seis a ños y ya lo tiene claro, lo tiene clar ísimo”. La declaración de Cindy respecto de que Javier es “ mitad mitad” po dría tener un referente genealógico, y su observación de que “Así es que sí, es espa ñol”, puede referirse a su nacionalidad: su identidad mixta es resultado del matrimonio mixto en el cual nació. La historia de Javier también se convierte, ineludiblemente, en una historia sobre su padre y madre y sobre los dos pa íses a los que pertenecen. Cuando Cindy des cribía a Javier, daba la impresión de que ella tambié n estaba negociando el carácter mixto de su matrimonio. En el caso de Sileny, los niños está n conectados genealógicamente solo con una parte del matrimonio: una madre que quiere reagrupar a sus hijos. A diferencia de ese caso, la co nexión genealógica de Javier, tanto con Cindy como con Felipe, trabaja poderosamente para fusionar el matrimonio mixto. Una gran cantidad de literatura antropológica sobre parentesco y descendencia de mediados del siglo pasado, ha argumentado algo similar: el nacimiento de un ni ño puede completar o concretar un matrimonio de una manera que la propia ceremonia tan solo expresa gestualmente (como en el caso de los nuer descritos en Evans Pritchard 1940). Otra característica que Cindy pudo haber mencionado, pero no lo hizo, fue el fenotipo de Javier, es decir, si “parecía peruano” o no. He descrito a Cindy en mis notas de campo como “ muy blanca ” y observé

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que su castellano “suena como el de alguien de clase media o alta perua na, mezclado con un poquito de acento espa ñol”. Menciono su silencio respecto de esta cuestió n porque Clara, su amiga peruana que estaba sen tada frente a ella , también se había casado con un espa ñol y había dado a luz un hijo “mitad mitad ” . Pero Clara , como Sileny, llegó a Espa ña como migrante laboral. Clara es una hermosa mujer de piel trigue ña y rasgos andinos, por eso el fondo inadvertido de su declaración sobre su hija, que entonces ten ía ocho a ños: “La niña tiene sangre peruana [...] aunque no se parece a mí”. Graciela, su amiga espa ñola , lo puso de una manera más contundente: “La confunden con una mamá inmigrante que está cuidando a una niña [rubial. En los parques la han confundido”. Finalmente, aunque Cindy admitió que “Así es que sí, es espa ñol”, también se refirió a que un d ía lo inscribiría en el consulado peruano. La legislación que respalda esta posibilidad refleja la continua presencia de la sustancia nacional. Espa ña concede la nacionalidad espa ñola a los niños de padres inmigrantes nacidos en Espa ña, pero solo si el pa ís de origen de sus padres no les concede automá ticamente la nacionalidad a los hijos de sus ciudadanos nacidos en el extranjero.15 Entonces, los hijos de peruanos nacidos en Espa ña, automá ticamente se vuelven ciudadanos espa ñoles al nacer, precisamente porque el Per ú requiere que los padres registren a sus hijos en el consulado peruano antes de que esos niños puedan ser tratados como peruanos.16 ( Por el contrario, Bolivia concede automá ticamente la nacionalidad a los hijos de bolivianos nacidos en el extranjero, lo que significa que ellos no tienen derecho a la nacionalidad

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15. 16.

Véase Ministerio de Justicia, “¿Cómo se adquiere la nacionalidad española? Españoles de origen ”, en: . Un caso que registré atestigua algunas de las dificultades menores en la forma como esto funcionó originalmente. Lucas nació en Madrid el a ño 1992 , un año después que sus padres llegaran del Perú, y muy temprano en la historia de la inmigración peruana en España . Sobre esa é poca comentó: “Aqu í todavía no habían niños de padres peruanos, niños de padres extranjeros, entonces no, judicialmente , en un año yo no exist í [ . .. ) . Perú decía: ‘No, primero que sea español , que lo reconozca en España y después que sea peruano’. Y España dec ía: ‘Que no, que primero sea , que lo reconozcan en Perú y luego ahí si viene’. Judicialmente, en un año, yo no existí ” .

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espa ñola, porque desde que nacen ya son ciudadanos bolivianos).17 Los ni ños como Javier son elegibles para adquirir la ciudadan ía peruana por la sustancia nacional heredada de sus padres, como Cindy, pero ella tiene que registrar a Javier formalmente en el consulado para que se active esa segunda nacionalidad.18 De esta manera, Javier puede activar la sustancia nacional que recibió de su madre, lo que también recuerda la norma por la cual Zoraida, la hija menor de César, podr ía obtener la nacionalidad espa ñola cuando se la concedan a su padre. Adquirir la ciudadan ía propia a través de la relación con un padre o madre se basa en una ideología del parentesco relativa a la herencia de las caracter ísticas adquiridas. La sustancia nacional se articula en las negociaciones intergenera cionales, y las repercusiones de los actos de la generación anterior deter minan qu é “ porcentaje” de peruanidad tiene un niño nacido en Espa ña. Siobhan Somerville se refiere provocativamente a la ciudadanía por naci miento como “ un medio no consensual de conceder la nacionalidad , vin culado a las modalidades de lealtad feudales y jerá rquicas [que] le confiere al ni ño un estatus sobre la base de factores que no está n bajo su control, como lugar de nacimiento o filiación biológica ” (Somerville 2005: 662). Ciertamente, la nacionalidad espa ñola de Javier no es algo de su propia factura. Él es espa ñol “de origen” porque su padre es espa ñol.19 Pero este hecho jurídico la adquisición de la nacionalidad espa ñola gracias al pa dre no fue lo primero que enfatizó Cindy cuando llamó espa ñol a Ja vier. Más bien dijo que él había nacido en Espa ña. Yo creo que el lugar de nacimiento de Javier y su origen mixto dificultaban la manera como

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Véase Andrés Restrepo, “ Los hijos de bolivianos ya no serán españoles al nacer” , Latino ( Espa ña ), 10 de julio del 2009, en: < http://bit .ly/ 1 Ia83 ij> . En contraste con la política estadounidense, sin embargo, los padres extranjeros responsables de sus hijos españoles menores de edad no pueden ser deportados, y a ellos se les puede dar formalmente la residencia para que el niño no quede solo. Los peruanos, junto con los ciudadanos de Andorra, Guinea Ecuatorial , Filipinas, Portugal y otros países latinoamericanos de habla castellana y portuguesa, pueden tener doble nacionalidad (Ministerio de Justicia, “Tener la doble nacionalidad”, en: . Véase Ministerio de Justicia , “¿Cómo se adquiere la nacionalidad española? Españoles de origen”, en: .

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Cindy articulaba lo que ella sentía que era Javier, en té rminos de naciona lidad. En el extracto de la entrevista que cité, ella lo llama diversamente “espa ñol” , “ mitad mitad ”, “de acá”, “ nació acá ” y “ mitad tambié n de allá, aunque sea un 20 por ciento” , y esperaba algú n d ía “que sea peruano y que sea espa ñol” , sugiriendo finalmente que él no es ambos, al menos por ahora. La sustancia nacional fluye de maneras complicadas a través de un ni ño como Javier, nacido en Espa ña de padre espa ñol y de una madre peruana “ migrante por matrimonio”, y esto resulta en una identidad po tencialmente compleja. Las complejidades pueden estar supeditadas a las etapas de la vida: a los seis a ños, Javier no se preocupa por su complejidad, pero conforme pasen los a ños él podr ía llegar a articular su sustancia na cional de nuevas maneras.

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“Un niñ o para compartir sus raíces”: adopciones mixtas En los dos ejemplos anteriores, vemos la complejidad del pensamiento de los padres acerca de cómo ubicar a sus hijos cuando está n asociados con matrimonios mixtos. Para Cindy, su hijo Javier de seis a ños está compues to de partes peruanas y espa ñolas, relacionadas con su ciudadanía formal, su ciudadan ía potencial, su lugar de nacimiento y sus vínculos de paren tesco. Para Sileny, sus tres hijos son peruanos y adquirirá n la nacionalidad española junto con ella, en virtud de su matrimonio con Alonso. Ellos vivirá n con Alonso y él los amará, pero no adquirirá n una forma de parentesco con él, limitando la calidad y quizás la duración de sus vínculos con Espa ña. Para completar esta imagen , presento un tercer y ú ltimo caso de estudio: otro matrimonio mixto conformado por una ciudadana espa ñola

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y un migrante por matrimonio. En el 2011, después de publicar una convocatoria solicitando partici pantes para mi investigación en el foro de la adopción en línea , recibí solo unas pocas respuestas. Una de ellas fue de Paulina, una madrileña en sus treintas, pero como ella escribió: “Yo no te voy a poder ayudar con el estudio porque a ú n estoy en lista de espera ”, y yo solo andaba buscando a padres de niños peruanos. De todas maneras, ella se reunió conmigo gentilmente y entre gaseosas y papas fritas en la plaza de Santa Ana me contó cómo fue que viajó al Perú cuando ten ía 19 a ños y trabajaba para una compa ñía

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internacional. Allá se enamoró de Gustavo, y unos a ños después se casaron y ambos se vinieron a Espa ña. Me mostró una foto de Gustavo que ten ía en su teléfono celular. Me pareció que no ten ía rasgos particularmente an dinos, y de hecho ella me dijo que su bisabuelo era italiano. Añadió que después de haber vivido diez a ños en Espa ña, Gustavo ya no hablaba con un acento que se pudiera identificar como peruano. También me dijo que todos los amigos de Gustavo en Espa ña eran espa ñoles, y que en las raras ocasiones en las que se atreve a ir a un evento peruano, se mortifica (siente “vergüenza ajena ”, segú n me dijo), porque los peruanos toman demasiado. Paulina también me contó que entre los familiares de Gustavo, ellos habían dejado en claro que él no estaba en Espa ña para ayudar a traer a miembros de su familia. Gustavo, como Cindy, migró por matrimonio y no en busca de trabajo. Esta visión es una consecuencia lógica de la autodefinición de un migrante por matrimonio en oposición a un migrante laboral. Este úl timo está involucrado en un proyecto familiar para progresar, y a menudo empieza una cadena migratoria para traer a sus parientes, mientras que el migrante por matrimonio dice estar aqu í solo por una razón.20 Paulina y Gustavo quer ían tener hijos, y luego de una infructuosa serie de tratamientos de fertilidad , ella empezó a investigar la adopción desde el Perú. Así encontró que la adopción del Perú no ten ía un costo, y como sus medios son modestos, esa posibilidad la atrajo inmediatamen te.21 Paulina le dijo a Gustavo que así podr ían tener a un hijo del Perú que pudiera “compartir sus ra íces”, y él aceptó la propuesta. Ella se lanzó al proyecto y obtuvo los documentos necesarios por sus propios medios,

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20.

Esta afirmación es complicada por la investigación de Denise Brennan sobre madres

solteras, quienes estratégicamente intentan casarse con extranjeros como una táctica para conseguir la migración de sus hijos, as í como la propia ( 2003: 155 , 159). Yo le agradezco a un lector anónimo por esta observación. En los casos de Cindy y Paulina, sus relatos sobre migración no hicieron alusión a esta posibilidad y de hecho la rechazaron explícitamente.

21 .

La adopción internacional sí tiene costos, hay que considerar los costos de viaje , la obtención del certificado médico y del certificado de antecedentes policiales, el pago para el profesional que lleva a cabo la investigación del hogar, entre otros. Sin embargo, la ley peruana sostiene que “el procedimiento para la adopción nacional e internacional es totalmente GRATUITO y no se requiere de asesoría legal externa ” (MIMP, “ Preguntas frecuentes” , en: http://www. mimp.gob. pe/ , énfasis en el original).

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porque la aversión que tiene Gustavo por los trá mites y papeleos es tan fuerte que ni siquiera ha empezado a tramitar su nacionalidad espa ñola. Paulina se unió al foro en lí nea donde la encontré, llegó a conocer a algu nos de sus miembros en la vida real, y con gran temor y ansiedad, incluso llegó a conocer a algunos de sus hijos: “Fue como ver mi futuro”. Como me explicó Paulina, en vista de que Gustavo es peruano, la pareja tendrá

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prioridad sobre otros solicitantes internacionales. Mientras que Paulina y Gustavo esperaban que les asignaran un ni ño, con más paciencia que la que yo habría tenido, pasé algú n tiempo tra tando de imaginar cómo se justificaba esta prioridad. ¿Qué había en los matrimonios mixtos como el de ellos que les daba ese estatus ú nico en la adopción internacional? Mi siguiente paso fue hurgar en la legislación para descubrir qué es lo que se estaba canalizando mediante la alusión a la sustancia nacional: ¿era la nacionalidad, la etnicidad, la cultura, el idio ma o era algo más lo que hace que los miembros de matrimonios mixtos sean preferibles a los demás adoptantes internacionales? Aqu í es donde encontré una contradicción que me hizo pensar si la división nacional in ternacional de adopciones es realmente tan blanco y negro como parece. El Convenio de la Haya de 29 de mayo de 1993 relativo a la Protec ció n del Niño y a la Cooperación en Materia de Adopció n Internacional, que regula las adopciones entre las naciones que lo han firmado y ratifica do, le da una motivación y fuerza ética a la división entre las adopciones nacionales e internacionales. Segú n este Convenio, la adopción interna cional deber ía ocurrir solo “después de haber examinado adecuadamente las posibilidades de colocación del niño en su Estado de origen ’ (el é nfasis es m ío).22 Segú n dijo Antonio Calles, el abogado de adopción en Madrid cuando presidió la sesión informativa a la que asist í, la preferencia por mantener al niño o niña en su pa ís de origen demuestra el valor que internacionalmente se le da a la continuidad educativa , lingüística y de costumbres. La convención no ofrece una justificació n para esta preferen cia de la adopción nacional sobre la internacional, por lo que nos deja

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22. Artículo 4.b del convenio. El texto completo del convenio está disponible en la página web de la Conferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado: < http://bit. ly/ lFMbGOj>.

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extrapolar. Como la convención prioriza los “ intereses superiores” del ni ño (véase Leinaweaver 2009b: 92 96 y Briggs 2012: 87 sobre lo que esta frase enmascara), entonces vivir en el Per ú debe darle a un niño que nació ahí la mejor oportunidad de mantener su identidad nacional, algo que se presenta como valioso en el discurso humanitario.23 Esta preferencia , por supuesto, tambié n sirve a las necesidades reproductivas de los pa íses que firman esta convención , pa íses que necesitan ciudadanos independiente mente de quié n los cr ía. Pero la ley peruana, que efectivamente regula dichos asuntos, pre senta las cosas de manera ligeramente diferente. El Código de los Niños y Adolescentes declara que: “ La Adopción por extranjeros es subsidiaria de la Adopción por nacionales. En caso de concurrir solicitudes de na cionales y extranjeros, se prefiere la solicitud de los nacionales ” (el énfasis es mío).24 El contraste con el Convenio de Adopciones de La Haya es sutil pero notable, una tensión entre el estatus y el Estado: la ley peruana prio riza la colocación con los nacionales peruanos , donde La Haya prioriza la colocación en la naci ón peruana. La existencia de este régimen legal dual, y la rara vez en que hay un choque entre ambos sistemas, implican la amplia aceptación de un supuesto que har ía que las dos declaraciones fueran con gruentes: que los ciudadanos residen en el Estado al cual pertenecen (cfr. Malkki 1992 para una clara articulación de esta ideología ). Es la misma presunción que permite que ius soli e ius sanguinis funcionen juntos en muchos pa íses. Cuando la nacionalidad y el Estado de residencia no se alinean por ejemplo, cuando un peruano se muda al extranjero y quiere adoptar , hay una incertidumbre sobre si es que ese potencial padre o madre adoptivo debería estar un paso adelante en el proceso y por qué. En las convenciones internacionales no se menciona la nacionalidad del padre o madre adoptivo. Tanto la Convenció n de las Naciones Unidas

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23.

Por ejemplo, la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño sugiere que para un ni ño es bueno conservar su identidad nacional . El artí culo 7 de esta convención le otorga al niño el derecho a “adquirir una nacionalidad ”, y el artículo 8 le otorga el derecho a “ preservar su identidad , [incluida ) la nacionalidad [...]” (en: ).

24.

Artículo 116 de la ley 27337 , Código de los Ni ños y Adolescentes, 2000 , en: .

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sobre los Derechos del Niño (1989), como el Convenio de Adopciones de La Haya ( 1993), priorizan solo la “continuidad en la educación del ni ño” y “su origen étnico, religioso y cultural” en la adopción.25 Sin embargo, dado que en el Perú se privilegian los matrimonios mixtos por sobre los adoptantes internacionales extranjeros, la nacionalidad viene a sustituir los intangibles étnico, religioso, cultural y lingüístico. Los matrimonios mixtos, como el de Paulina y Gustavo, son los preferidos de la ley pe ruana porque Gustavo tiene una sustancia nacional que hace que él y su pareja sean una opción intermedia . Ellos no son tan peruanos como los que residen en el Per ú y que criar ían a un hijo “en su Estado de origen ” , como lo prefiere la Convención de Adopción de La Haya, pero son lo suficientemente peruanos como para que el niño tenga la posibilidad de mantener su identidad nacional a través de las prácticas cotidianas de un migrante peruano (como la cocina, la música, el folclore, el habla, entre otras).26 Debido a los or ígenes peruanos de Gustavo su proximidad a la sustancia nacional de su potencial hijo , a la pareja se le considera más

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25.



La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niñ o, articulo 20; la Convención de Adopción de La Haya, articulo 16.b. Estas declaraciones sobre la

continuidad en las dos convenciones también las utilizan algunas personas en España para argumentar que los adoptados latinoamericanos estarían mejor en Espa ña que en otros pa íses extranjeros que son más diferentes. Salom é Vélez, del Instituto Colombia no de Bienestar Familiar ( ICBF), le dijo a un reportero espa ñ ol: “los espa ñ oles son muy cálidos con los niños y se adaptan bien a los colombianos, somos de la misma familia y con las mismas raíces, idioma, religión, identidad cultural y costumbres. Todo ayuda a que la integración sea más fácil (Joaquim Ibarz, “ Niñ os que vienen de Colombia ”, La Vanguardia , Espa ña, 28 de febrero de 1999, Revista 10-11). Este argumento se basa parcialmente en restarle importancia a la fuerte presencia de varias lenguas minoritarias en Espa ña. Escuché una anécdota sobre un ni ño peruano, ya mayor, que fue adoptado por una familia de vascos nacionalistas que insistían en que solo hablara el vasco. Diana Marre también menciona una niña china hablando en catalá n, “el principal símbolo de la integración nacional de Catalu ña ” (2009c: 237). Evidencia adicional para este argumento es que los extranjeros que viven en el Perú por menos de dos a ños tienen que adoptar siguiendo las pautas de la adopción in ternacional y no la nacional (esto está establecido en el artículo 129 de la ley 27337 del Código de los Niños y Adolescentes, 2000, en: < http://bit.ly/ lsEX86N >, y en el artículo 15 del No. 010- 2005 MIMDES, las regulaciones correspondientes). Esto implica que la sustancia nacional extranjera de dicho padre potencial viaja con él o ella, y la importancia de vivir en el Perú desaparece.

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merecedora de una adopción. Hasta puede que exista un sentido por el cual Gustavo y su hijo potencial ya sean un poco parientes porque com parten la sustancia nacional. Es importante mencionar que la noción de sustancia nacional pasa por alto la diversidad que existe en el Perú , lo que implica que cualquier migrante peruano comparte automá ticamente un origen étnico, religioso y cultural con su hijo adoptado. Como un a ño después de que Paulina y Gustavo completaran su adopción, me encontré con Paulina y su hija Lorena en un centro comer cial con aire acondicionado donde pudimos escaparnos del calor abrasa dor del verano, y donde Lorena pudo disfrutar de un paseo por los juegos electrónicos estratégicamente ubicados. Yo ya había visto a Lorena por Facebook, pero no se comparaba con conocerla en persona era una ni ña de dos a ños, alta y de piernas largas, con una colita de caballo amarrada en lo alto de su cabeza. Cuando me detuve a admirar su colita, Paulina me dijo que Gustavo a veces decía: “¡Mi hija tiene pelo de chola!” . Me sorpren dió el término que eligió para describir el pelo lacio y fino de Lorena, ya que en el Perú generalmente es interpretado como un insulto racista. Le pregunté entonces a Paulina si ella pensaba que Lorena y Gustavo se pare cían f ísicamente, a lo que ella respondió: “Yo creo que sí, aunque él piensa que no”. Paulina continu ó listando los rasgos en los que se diferenciaban: la forma de los ojos era diferente; los pelos tenían texturas distintas; los tonos de piel no eran los mismos. Sin embargo, segú n su parecer, ten ían el mismo color de ojos. Y a ñadió que cuando los tres salían juntos, nunca nadie les preguntaba si la ni ña era su hija, como sí le preguntan a Paulina cuando Gustavo no estaba con ellas.27

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27.

Tanto Paulina como Clara han experimentado situaciones en las que algunas personas, sin conocerlas, dudaban de que ellas fueran las verdaderas madres de sus hijas, aunque se asum ía que Paulina era madre adoptiva mientras que Clara era cuidadora de niños (sobre familias interraciales comparar con Gibel Azoulay 1997 ). El caso de parejas interraciales blanca y asiática en los Estados Unidos que adoptan niños de China es otro ejemplo de cómo las parejas mixtas pueden “ pasar” como no adoptivas: “ La relevancia de la raza en la negociación de parentesco se subraya en aquellas pocas familias donde, en verdad , ayuda a aliviar la ansiedad en tomo a los orígenes” ( Dorow y Swiffen 2009: 569).

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Mientras Lorena y Gustavo pueden no compartir los or ígenes étnicos, religiosos y culturales tan cercano como lo presumen las formulaciones legales, ser adoptado en un matrimonio mixto todavía tiene consecuen cias importantes para Lorena. Le pregunté a Paulina algo, expresá ndome torpemente, sobre lo que significará en el futuro el Per ú para Lorena, y Paulina respondió que Lorena “escucha sobre el Perú todo el tiempo, por lo que le será normal pensar en ello”. Como los migrantes labora les, pero a diferencia de la mayor ía de otros migrantes adoptivos, Lorena habla frecuentemente con sus parientes en el Per ú por medio del video chat. Paulina también está conectada con gente del Perú su esposo, sus suegros , y no se siente amenazada por la idea de que Lorena desarrolle ví nculos importantes con ese pa ís y con peruanos. De alguna manera, la adopció n en un matrimonio mixto toma la forma que, para los padres adoptivos, más garant ía ofrece y más segura es: los niños como Lorena pueden desarrollar y explorar conexiones significativas con el Per ú y los peruanos, sin tener que buscar a sus parientes biológicos, porque ya tienen parientes en el Perú.

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Los matrimonios mixtos con hijos ponen en cuestión el deseo subya cente que existe, tanto en el Perú como en Espa ña, de mantener alineadas la nacionalidad del ni ño y la de los padres. Quizás los hijos de Sileny la tienen más fácil por haber nacido de padres peruanos y en el Per ú. Aun cuando migren a Espa ña y obtengan la nacionalidad espa ñola , ellos pue den ser simplemente peruanos y sus ví nculos más cercanos pueden ser con su madre peruana. El hijo de Cindy sería entre el 20% y el 50% peruano, segú n los cá lculos cuidadosos y cambiantes de su madre que recurrió a la genealogía , la ascendencia, el lugar de origen y la nacionalidad. Gustavo cuestiona el parecido que su nueva hija tiene con él, pero reconoce que comparte con ella sus “ ra íces” peruanas. Cada padre o madre valora y ayuda a producir la identidad de un hijo a lo largo de líneas imaginadas de genealogía, culmra y lugar. Viendo los tres casos juntos, podemos ver cómo la sustancia nacional peruana , sumada a las credenciales espa ñolas,

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revelan reivindicaciones en similitud , diferencia y pertenencia que compi ten entre ellas. Los matrimonios mixtos muestran cómo la sustancia nacional evoca el valor de la herencia cultural. Por ejemplo, Javier, de seis a ños, tiene el potencial de ser mitad mitad y legalmente puede tener la doble nacionalidad. Su madre, Cindy, señaló su nacimiento en Espa ña, su padre y parientes paternos espa ñ oles, así como su madre y parientes maternos peruanos cuando trataba de definir su identidad. Entonces, la nacionalidad y el ori gen nacional se ven atravesados por la familia: el hecho de que la familia de la madre de Javier sea peruana tiene que ver con la manera como él se verá finalmente definido. Sin embargo, Sileny respaldó su relato casi comple tamente en los trá mites, desde el documento en el que se le concedió la custodia de sus hijos y puso en marcha su proyecto de llevarlos a Espa ña, hasta sus certificados de nacimiento en los que rechazó la posibilidad de poner el nombre de Alonso. Ella no ten ía ningú n interés en cambiar la sustancia nacional de sus hijos o en reescribir sus vínculos genealógicos: el objetivo de traer a sus hijos a Espa ña era abrirles esa “ventana a la moder nidad , ventana al mundo” , que ella ve ía que Espa ña pod ía ser para ellos. El caso de Paulina y Gustavo permite tener una visión particular so bre lo que los padres peruanos y espa ñoles está n “transmitiendo” exacta mente a sus hijos cuando todos residen en el extranjero. La idea de que una niña adoptada en el Per ú comparta las ra íces de Gustavo tiene un extra ño parecido con las nuevas tecnologías reproductivas de las que Gay Becker ha escrito ( 2000). Hombres biológicamente fértiles pero social mente infé rtiles solteros, vinculados con otros hombres o con mujeres infértiles pueden volverse padres (tanto legales como biológicos) a través de una tecnología por medio de la cual su esperma se empareja con un óvulo donado, una madre sustituta, o ambos. La criatura resultante com parte las ra íces del hombre, pero en el caso de las parejas del mismo sexo o esposas infé rtiles, no comparte las ra íces de la pareja. De igual manera, Lorena comparte algo sustancial con Gustavo, mientras que si la pareja hubiera adoptado en Espa ña , la sustancia nacional de la ni ña sería la de Paulina , y por eso es importante señalarlo no estaría marcada como una diferencia.

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Lo que Paulina se ñaló como las “ ra íces” de su esposo, es lo que estoy llamando sustancia nacional. La sustancia del parentesco que Janet Cars ten observó en la isla de Langkawi se transmitía a través de la sangre, la leche materna y el arroz. La sustancia nacional que yo identifico aqu í se transmite a través de otros tipos de marcadores: el lugar de nacimiento; la nacionalidad y el fenotipo de los parientes biológicos de uno; así como las prácticas culturales, como consumir alimentos “étnicos” y hablar castella no con acento peruano. La sustancia nacional es el valor que sustenta las normas internacionales y peruanas que priorizan las adopciones por ma trimonios mixtos por sobre las demás adopciones internacionales. Cindy comparte con Javier una peruanidad conferida a través de la contigü idad y conexión con sus parientes, y a través de su elegibilidad para la ciudadan ía peruana que no se concede automá ticamente, sino que requiere alguna interacción con autoridades estatales. Esta sustancia nacional es análoga a lo que Gustavo comparte con su hija. En el caso de Gustavo, la conexió n biogenética presente en mi analogía con la tecnología reproductiva, es reemplazada por algo diferente: las “ ra íces”, o lo que la Convención de La Haya sobre Adopción llama el “origen” . La sustancia nacional representa la hipótesis de que uno de los padres, que comparte el origen nacional del ni ño, va a culturizar a ese ni ño, capacitá ndolo en lo que significa ser peruano y, específicamente, un peruano que vive en el extranjero. David Schneider ha argumentado que en los Estados Unidos, la na cionalidad y la religión, tanto como el parentesco, se definen en términos de lo que él llama “sustancia ” y “código” . Por ejemplo, uno puede nacer estadounidense o jud ío y adquirir esas cualidades en forma de sustan cias, pero uno tambié n puede nacionalizarse estadounidense o convertirse al judaismo, adquiriendo dichas cualidades por medio del código o la ley (Schneider 1977: 67 69). Llama la atención que en los contextos de Espa ña y Perú, y las adopciones internacionales en lo general, la nacionalidad venga a prevalecer como una manera de transmitir los demás marcadores de identidad que se definen como cruciales. Es decir, cuando a un padre o madre le nace un niño o ni ña, la nacionalidad y la religió n se alinean con el parentesco hasta que ocurre algo (adopción, naturalización, conversión) que perturbe la alineación. Pero en los casos de ni ños que nacen de matri monios mixtos, la alineación de la nacionalidad de la criatura y uno u otro

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de los padres es desigual. Esta desigualdad permite la evaluación de otras formas de identidad o pertenencia que son tácitas cuando la atención se centra en la nacionalidad. Y en las adopciones por matrimonios mixtos, la figura de la nacionalidad se readecua para servir como punto de ingre so, una superposición significativa entre padre e hijo, de la cual se cree que emergen la cultura, etnicidad , identidad y parentesco. Las adopciones mixtas movilizan la metá fora genealógica de naturaleza y nación ( Herzfeld 1997: 41), dejando que la sustancia nacional produzca la relación entre un padre o madre y un hijo o hija.

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4 Adopción cuasi nacional La adopción de los hijos de inmigrantes

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1 nacimiento es un acontecimiento demográfico que a veces se cru za de modos sorprendentes con la geograf ía y la economía política (Shachar y Hirschl 2007). Como lo ha demostrado mi análisis sobre la sustancia nacional en los matrimonios mixtos, el lugar de nacimiento es crucial al momento de la evaluación del tipo de padres que más se mere cen adoptar niños peruanos. La fertilidad de los migrantes es otro rico escenario de estudio. Los antropólogos que está n trabajando la fertilidad de los migrantes han descubierto ciertas tensiones en los pa íses receptores en relación con el grado de pertenencia que tienen los padres y los hijos en esos pa íses, y por el contrario, las maneras en que se ven excluidos.1 Se dice que una manera de “ redimir” políticamente a los hijos de migrantes es a través de la adopción nacional. Pero la categorización de la adopción de dichos niños como “ nacional” es un asunto complicado, dada la ideo logía de la sustancia nacional que subyace al pensamiento de la adopción. Los funcionarios de la adopción, así como los padres adoptivos, tienen

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Los antropólogos médicos que trabajan la fertilidad en los migrantes, han destacado las tensiones que hay en los pa íses receptores a lo largo de diferentes ejes, desde el estudio de Sarah Willen sobre los migrantes “ ilegales” en Israel que, no obstante, tienen dere cho a cuidados prenatales subsidiados por el Estado gracias al activismo de las ONG y la actitud israelí a favor de la natalidad (2005); hasta el análisis de Carolyn Sargent y Stephanie Larchanche sobre el tratamiento despectivo a las migrantes embarazadas de Mali en Francia, sobre la base de supuestos sobre poligamia y patriarcado ( 2007).

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dificultades para encajar a dichos niños dentro del binomio nacional internacional de la adopción. El cap ítulo tres tomó el caso inusual de los matrimonios mixtos como una ventana hacia lo que un padre o una madre del Perú puede ofrecerle a un niño peruano en el extranjero. Este cap ítulo se refiere a un estudio de caso igualmente inusual, la adopción nacional del hijo de un inmigran te, como una situación en la que las ideas sobre migración , adopción y nación convergen en un enfoque inesperado. Aqu í la sustancia nacional persiste como un marco clave incluso para las adopciones que, por ser designadas como nacionales, no se espera que involucren una discusió n sobre la ciudadan ía . Hago una yuxtaposición de una campa ña del gobier no de Madrid en contra del abandono infantil, con un estudio de caso de adopción nacional del hijo de un inmigrante para demostrar que en Espa ña, mientras las inquietudes sobre la fertilidad de los migrantes son menos fuertes que en otros lugares, como los Estados Unidos (Chavez 2008), ellas pueden surgir y tomar forma encubiertas de discusiones sobre adopción. La adopción nacional de los hijos de migrantes, por su propia naturaleza de cruce de categor ías, tiene un gran potencial para sustentar un replanteo de la adopción y la migración en Espa ña. Por lo menos, dichas “adopcio nes cuasi nacionales” pueden sustentar un intento más empá tico de lidiar con las circunstancias que tienen que enfrentar las mujeres migrantes en Espa ña con respecto a la crianza de sus hijos y la pol ítica familiar.

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El niño abandonado imaginario

En el 2009, al comienzo de la primera etapa de mi trabajo de campo en Madrid, estando en la estación del metro, vi un cartel que inmediatamen te llamó mi atención (véase fig. 4). Muy realista e impactante, mostraba la fotograf ía de un chupón blanco y limpio tirado en una calle adoquinada y oscura. El texto del cartel decía , presumiblemente en boca del bebé cuyo chupón llamó mi atención: “Antes de dejarme en la calle haz una llamada [al 012 ]. Muchas familias quieren adoptarme”.2 Este cartel es parte de una campa ña del gobierno regional de la Comunidad de Madrid.

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2.

La l í nea 012 para información general conecta a los residentes de Madrid con los servicios que ofrece la Comunidad de Madrid .

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Esperanza Aguirre, la popular presidenta conservadora de la Comu nidad de Madrid entre el 2003 y el 2012, reiteró el mensaje en una con ferencia de prensa llevada a cabo delante de uno de dichos carteles en el metro. Aguirre explicó que la preocupación es que las mujeres sepan que si “ por cualquier circunstancia , no puedan hacerse cargo de sus hijos [... ] queremos ayudarlas a entregar a sus hijos en adopción, y que sepan que pueden hacerlo de forma libre y segura para ellas y para los bebés, sin in currir en un delito como es el abandono”. Aguirre continuó: “[para que ] nunca, jamás, bajo ninguna circunstancia , un niño vuelva a ser abandona do en la calle o en los parques”.3 Aparentemente, la campa ña es lo que dice que es, un gobierno re gional mostrando preocupación por la protección del ni ño y tomando medidas para prevenir el abandono de bebés, ofreciendo y dando a cono cer una manera segura para que las mujeres pongan a sus hijos al cuida do del Estado, y eventualmente los den en adopción. Los migrantes no aparecen en ninguna parte de la imagen, notablemente despoblada, ni en los puntos centrales del material que hace publicidad a la campa ña. Sin embargo, todas las personas con quienes hablé sobre la campa ña , la vinculaban con la fertilidad de los migrantes. La misma Aguirre enfatizó que la informació n sobre la madre se registra, pero se protege de manera que se le garantice a ella su privacidad , particularmente para que no sean reportadas “aquellas mujeres que pudieran encontrarse en situación ilegal en Espa ña ”.4 En la presentació n de la campa ña habia más pistas que tam bién conducían a esa interpretación.

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3.

Este detalle y otros posteriores acerca de la campaña vienen de la “Campaña en el en los centros de salud para prevenir el abandono de bebés” , Madrid.org, 14 de mayo del 2009, en: ).

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que esos niños pueden y deben ser adoptados por personas responsables originarias de Espa ña . El siguiente mes, vi cómo se ponia en juego la estrategia de dirigir la campa ña hacia los inmigrantes. Un sá bado por la noche, mi esposo y yo fuimos a un bar peruano en las afueras de la ciudad, y disfrutamos tanto de la comida y la música , que invitamos a nuestros amigos migrantes para que hieran con nosotros al d ía siguiente. Ese sá bado por la noche la barra alargada y de madera no ten ía ninguna propaganda , pero al d ía siguiente, cuando nuestro grupo llegó para celebrar el Día del Padre con un almuer zo de pachamanca (carne y verduras cocidas al vapor dentro de la tierra ), había aparecido un montón de volantes del chupón junto a un estante de metal que conten ía algunos n ú meros de la revista gratuita llamada Ra íz, que está dirigida a los migrantes latinoamericanos.9 Para entonces, yo ya estaba fascinada con el afiche del chupón y traté de conseguir que alguno de mis amigos peruanos comentara el panfleto. ¿ Por qué creían que había aparecido en este bar? Una respondió que suponía que como “los latinos tienen un montón de hijos”, quizás quer ían ponerlos en lugares donde

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iban los latinos. Esta campa ña del chupón está abiertamente dirigida a los inmigran tes, así como al p ú blico en general, quizás como un mé todo para reforzar el sentimiento antiaborto. Una pieza más de este contexto má s amplio es la baja fertilidad en Espa ña . Este pa ís tiene una tasa de natalidad mu cho más baja, y por lo tanto una mayor ambivalencia demográfica que los Estados Unidos, lo que significa que en cada pa ís existen diferentes posibilidades sobre la manera como se conceptualizan los hijos de los mi grantes.10 Además, los demógrafos reconocen la inmigración, en el á mbito

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9.

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Raí z publica diferentes n ú meros para los migrantes de cada pais; en el bar ya se encontraban tanto Raí z Ecuador como Raí z Bolivia , y al final de la tarde alguien trajo un montón de la edición de junio de Raí z Perú. En el 2010, la tasa total de fecundidad (es decir, el n úmero promedio de hijos que una mujer puede esperar tener durante su vida, sobre la base de las tasas nacionales de ese a ño) era 1,38, mientras que la de los Estados Unidos era 1,93. Population Reference Bureau, “ Fertility Rates for Low Birth Rate Countries, 1995 to Most Recent Year Available” , 2012, en: < http://bit.ly/ lNDy7co>. En el Per ú, en el 2009, la tasa total de fecundidad era 2,6. IN El, “ Per ú , Encuesta Demográfica y de Salud Familiar, 2009,

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de las políticas, como una solució n al “problema de la despoblación”. Los asuntos de Espa ña con respecto a la inmigración no son tan contro vertidos como los de la vecina Francia. Esto aparece claramente en una reciente evaluación positiva de los datos demográ ficos publicados en un diario convencional de circulación nacional: “ En una década, la cifra de extranjeros residentes en Espa ña ha pasado de significar el 2% de la po blación a superar el 12%. En ese mismo periodo, los bebés con madre o padre extranjeros han aumentado del 6% al 24% [...] la aportación de los inmigrantes al incremento del n ú mero de nacimientos ha sido crucial”.11 Las cifras y las estad ísticas tienen un poder especial en la esfera de la pol í tica cultural (Urla 1993), y el discurso demográ fico le da un giro positivo a los nacimientos de inmigrantes. Pero la campa ña del chupón sugiere cosas bastante negativas sobre las mujeres inmigrantes a quienes se dirige implícitamente. Más directamen te, la campa ña sugiere que dichas mujeres pueden ser malas madres que abandonan a sus bebés. Si los críticos tienen razón en que la campa ña tie ne un mensaje antiaborto impl ícito, el hecho de que esta también estuvie ra dirigida a las mujeres latinas, transmite una cr í tica adicional a su fibra moral. La mayoría de interlocutores espa ñoles con los que hablé asum ían que las latinas ten ían menos probabilidades de abortar que las espa ñolas, debido a sus antecedentes culturales más conservadores. Sin embargo, los reportes de los medios de comunicación indicaban altas tasas de aborto entre las migrantes latinas en Espa ña , a pesar de su fuerte resistencia al aborto, y los reportajes vinculaban esta contradicción directamente a la precaria situación de las mujeres migrantes en Espa ñ a en lo que respecta a su empleo, vivienda o estatus legal. Los proveedores de abortos en Espa ña también decían que las latinas que llegan a Espa ña desde un contexto cultural de machismo, tienen más posibilidades de sostener relaciones desiguales con sus parejas masculinas, y se sienten incómodas de utilizar

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Visión Nacional y Departamental” , 2010 , en: . César Coca, “Uno de cada cuatro niños nacidos en España es hijo de extranjeros” , ak .es, 31 agosto del 2010, en: .

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sistemas de control de la natalidad , factores que a su vez pueden rastrearse en las tasas de aborto más elevadas.12 Todas estas se ñales apuntan a una representación de las madres in migrantes como incapaces, así como a la posibilidad de que les quiten a sus hijos, o incluso que sean “rescatados” de sus padres irresponsables, algo que también se ve en los Estados Unidos, donde se les quita la patria potestad a padres “ indocumentados”.13 Sin embargo, el parecido entre el contexto estadounidense y el espa ñol termina allí. Que los hijos de mi grantes sean tratados como hijos adoptivos deseables es muy diferente al contexto estadounidense. Como menciona Laura Briggs, Estados Unidos “todavía no tiene un discurso que se ñale que los hijos de inmigrantes que han nacido en los Estados Unidos, que son ciudadanos estadounidenses, sean niños adoptables” ( 2012: 279). Pero como me dijo una psicóloga de la adopción en el 2012, en el contexto espa ñol los hijos de inmigrantes se vuelven deseables como hijos adoptivos. Refiriéndose a algunos temas tratados en el capítulo uno acerca del “migrante ideal ” y la importancia de la minor ía de edad relativa de un infante adoptado, la psicóloga sugirió que los hijos de inmigrantes a menudo son adoptados cuando son bebés, y consecuentemente no tienen dificultades con el idioma o con los desa fíos emocionales o culturales que el cambio de custodia a una edad mayor podría traer. Incluso observó que los ni ños que son adoptados ya mayores, habían sido institucionalizados en Espa ña, y segú n ella la calidad del cui dado en Espa ña era mejor que la de otros pa íses. La campa ña del chupón del gobierno de Madrid combinaba la imagen de las madres migrantes irresponsables con este sentido incipiente de que los hijos de inmigrantes son los principales objetivos para la adopción nacional por padres espa ño les, e incluso para su redención. Sin embargo, tanto en Espa ña como en los Estados Unidos la sospe cha de los or ígenes de los niños está presente a pesar de su atractivo, y ese

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12.

Francisca García, “¿Por qué descienden los abortos en España?” , El Pa ís ( España), 14 de febrero del 2011, en: .

13.

Ginger Thompson, “After Losing Freedom, Some Immigrants Face Loss of Custody of Their Children ” , New York Times (HE. UU.), 22 de abril del 2009, al 5 , en: < http:// nyti.ms/ lHoC0g8> .

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recelo adquiere un carácter moralista. Christine Ward Gailey ha se ñalado que para los Estados Unidos, “ los pobres que uno cree conocer ( por los medios de comunicación) son peores que los pobres abstractos que se consideran simples víctimas desafortunadas de circunstancias fuera de su control” (2010: 101). Su descubrimiento se repitió en palabras de Raquel, una espa ñola que junto con su esposo adoptó al hijo de una migrante indocumentada: “ Niños de adopción nacional se entiende que son ni ños que vienen de situación de marginación y no de pobreza, y por lo tanto los de fuera son pobres pero buenos y los de aqu í no tenemos tan claro que sean ni ños buenos ”.14 Adopción cuasi nacional

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En un contexto en el cual el gobierno de Madrid despliega impresionan tes ilustraciones de chupones abandonados para comunicar una visión de bebés migrantes desamparados, y un consecuente mensaje antiaborto, ¿cómo se configurar ían los hijos de inmigrantes como posibles hijos adop tivos de familias espa ñolas? Los embarazos no deseados de mujeres origi narias de Espa ña han descendido drásticamente desde la época de Franco, cuando no estaban permitidos el control de la natalidad y el aborto, y ahora la adopción nacional en Espa ña consiste mayormente en adopcio nes de hijos de migrantes (Marre 2009).15 Los hijos de migrantes confor man alrededor de las tres cuartas partes de las adopciones nacionales, o alrededor de 70 adopciones por a ño, solo en la Comunidad de Madrid . Solo en los ú ltimos a ños los posibles padres adoptivos han empezado a

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14 .

15 .

La antropóloga Diana Marre me dijo que la oposición entre pobre y marginal se refiere a una “idea que me parece que es habitual aqu í [en España], muy vinculada a la moral católica, creo, según la cual hay cosas de las que tú eres responsable o culpable y otras de las que no [ .. . ]. Ser pobre no implica nada más que eso, no tener recursos. En cambio, la marginación , por consumo de alcohol, drogas , prostitución , malas compañías, no estudiar, robar, etc., sí es tu responsabilidad y tu culpa” (comunicación personal, correo electrónico, 16 de febrero del 2012). Esto es comparable a la adopción nacional desde el sistema estatal en los Estados Unidos , donde los niños disponibles para adoptar por lo general provienen de las minor ías (Gailey 2010).

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recurrir a la adopción nacional con mayor frecuencia que en el pasado re ciente, en parte porque la lista de espera nacional es más corta que lo que alguna vez fue, y en parte porque se ha vuelto más difícil adoptar interna cionalmente, por razones políticas globales más generales, que no tienen relación estrecha con el contexto socioeconómico espa ñol.16 Cuando le ped í al director de adopciones del gobierno de Madrid que me contara sobre la adopción nacional de los hijos de inmigrantes, me empezó a describir “lo que mal llamamos adopción nacional”. Sus palabras sugerían que la “adopción nacional” es un nombre equivocado, que no expresa adecuadamente este particular fenómeno de adopción, esta inesperada confluencia entre la migración y la adopción. Raquel, la madre adoptiva del hijo de una migrante en Madrid, también describió el caso como no muy apropiado para ninguna de las categorías usuales: na cional e internacional. Ella lo llamó “la tercera pata de la adopción”, una forma de explicar tanto que dichas adopciones no encajan como que son las menos comprendidas. Esta metáfora sugiere que la adopción nacional de los hijos de migrantes es una categoría por derecho propio, y que al mismo tiempo altera la diná mica entre las otras dos categor ías. La catego ría es a la vez novedosa y transformadora: una tercera pata en un mundo bípedo. Es decir, la adopción nacional de hijos de migrantes no encaja completamente en el sistema sociolegal que divide al mundo entre la mi gración, que potencialmente perturba a la nación espa ñola , y la adopción, que promueve los valores de familia que son parte integral de la identidad nacional espa ñola y a la vez reproduce a la nación espa ñola.17 Existen varias posibles razones para que tanto el funcionario de adopciones como Raquel, independientemente, hayan identificado el fe nómeno como un desajuste. Una forma de que estas adopciones no sean completamente nacionales es que parecen caer incómodamente entre de finiciones legales actuales de adopción nacional y adopción internacional,

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En la región de Castellón (Valencia), de las 82 solicitudes de adopción ingresadas en el 2010, 48 fueron para adopciones nacionales ( Elena Aguilar, “Adoptar niños españoles ya es lo mayoritario”, El Peri ódico Mediterráneo , 11 de diciembre del 2011, en: ). Le agradezco a Kristin Skrabut por expresar tan claramente esta tensión .

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una oposición que como hemos visto, tambié n es complicada por las adopciones internacionales por matrimonios mixtos. En el Convenio de La Haya sobre Adopción de 1993 (capitulo 1, articulo 2) las adopciones internacionales se definen como aquellas “cuando un niño con residencia habitual en un Estado contratante (‘el Estado de origen’) ha sido, es o va a ser desplazado a otro Estado contratante (‘el Estado de recepción’)”.18 Esta formulación implica que lo que define a una adopción internacional es el desplazamiento internacional del niño, más que la diferencia entre la nacionalidad del niño y la de los padres. Segú n esta definición, los ma trimonios mixtos son adoptantes internacionales porque trasladan a sus nuevos hijos del Perú a Espa ña. Igualmente, la adopción de los hijos de migrantes dentro de Espa ña, es claramente un tema nacional, ya que no se traslada al menor de un pa ís a otro. Sin embargo, la adopción interna cional se define segú n la ley espa ñola como una adopción “que presenta un elemento extranjero derivado de la nacionalidad o de la residencia habitual de adoptantes o adoptandos” (ley 54/ 2007, capítulo 1, artícu lo 1.2).19 Algunos niños nacidos en Espa ña de padres migrantes (como los hijos de bolivianos) adquieren al nacer la nacionalidad de sus padres en lugar de la espa ñola . Entonces, segú n la ley espa ñola de adopciones, las adopciones de estos ni ños deberían interpretarse técnicamente como adopciones internacionales. En casos como estos, la “adopción nacional” se convierte en un nombre erróneo. Cuando el director de adopciones dijo que el término era inadecuado, podría haber estado manifestando la incomodidad que él mismo sent ía al tratar de aplicar estas contradictorias definiciones culturales de las categorías de identidad nacional a un á mbito

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social transformado. A pesar de la constante movilidad de la gente entre un pa ís y otro, el supuesto de que las poblaciones estables se alinean con

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El texto del Convenio de La Haya sobre Adopción (el Convenio de 29 de mayo de 1993 relativo a la Protección del Niño y a la Cooperación en materia de Adopción Internacional) está disponible en la página web de la Conferencia de La Haya sobre el Derecho Privado Internacional, en: .

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25. Aqu í se puede hacer una comparación ilustrativa con el turismo reproductivo transnacional. Una alemana que viajó a España para ser inseminada por el óvulo de una donante espa ñola, en posteriores mensajes en línea se refer ía a sus hijos resul tantes “ por el lugar de la procreación en laboratorio, como ‘mis espa ñoles’ o ‘mis

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Entonces para Raquel, Nicolás tiene conexiones significativas con el Per ú, a pesar de haber sido despojado de sus lazos de parentesco con ese pa ís, y a pesar de que nunca ha tenido la nacionalidad peruana. Sobre los pa íses remitentes, Signe Howell ha escrito que “ no es muy difícil que el pa ís deje que [los adoptados] salgan [en adopción plena], porque una persona solo se conecta a un lugar y a un pa ís a través de otra gente” ( 2009b: 266). La misma observación que las conexiones ocurren a través de personas puede servir para probar lo contrario. Las conexiones con los pa íses perduran a pesar de la adopción plena la forma de adopción más comú n en la mayoría de pa íses occidentales, donde una criatura pier de todo vínculo formal con los miembros de su familia biológica , y de las políticas de inmigración, que se esfuerzan por atenuarlas o borrarlas. Como lo expresó muy sabiamente Raquel, a ella le gusta cuando las personas piensan que Nicolás está vinculado al Perú porque significa “ reco nocer esa parte que para él no significa nada ahora, pero a lo mejor algú n d ía sí”. Aqu í es donde la sustancia nacional adquiere forma y significado: a través del reconocimiento por los otros y por los propios adoptados ( Ricoeur 2005). A Raquel y su esposo nunca les dijeron por qué dieron en adopción a Nicolás. Raquel explicó que ella trataba , ocasionalmente, de buscar a la madre biológica de Nicolás por Google, porque









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[...] a veces pensamos en ella , por ejemplo, ahora que se acerca el cumplea ños de Nicolás [...] no sabemos muy bien por qué lo dejó. Nos podemos imaginar, pero [...] entonces siempre pensamos será un d ía especial para ella , será triste, si no será triste, si se acordará , si no se acordará , si no pod ía , si no quer ía , porque conocemos historias de todos los tipos [...]. Ni la conocimos, ni sabemos siquiera si vive en Espa ña ahora.

Cuando Raquel dijo que pod ía imaginar por qué la madre biológica de Nicolás pudo haberlo dejado en el hospital, lo dec ía literalmente. Raquel había creado una historia que compartió después conmigo en la entrevis ta. Me explicó que en realidad ella quer ía

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valencianos’” ( Bergmann 2011b: 604). La sustancia nacional ya estaba contenida en el propio gameto.

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[...) saber cosas de ella [la madre biológica de Nicolás], enterarme. De ella y de él [el progenitor de Nicolás], Por qué no lo reconoció, por qué no... no sé, la imagen que yo tengo es que es una mujer que por un lado la discapacidad ícil y que probablemente no tuviera un recurso de se le hizo demasiado dif apoyo. Y que al él descolgarse del cuidado del niño y decir que él no lo iba a reconocer, [que ] no pod ía , o sea , pensó que no podía . Alguien sin familia extensa, lo que yo me imagino que puede ser una vida de una peruana en Madrid, sin abuelos, sin recursos, teniendo que trabajar y con tu pareja que dice que no... No es que sintiera un rechazo frontal hacía Nicolás por su discapacidad , sino porque se vio incapaz de afrontar su cuidado.

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Raquel terminó riendo y diciendo: “ pero me gustaría saber si es así efec tivamente” , reconociendo hasta qu é punto ella había elaborado esta his toria sobre los or ígenes de Nicolás partiendo de retazos de información e inferencias. Sin embargo, esta era una historia que ella había desarrollado en par te a través de discusiones familiares, como ella misma me explicó:

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[...] por ejemplo, hemos intentado mirar mucho de cómo vive una persona que viene de fuera en Espa ña para poder explicar por qué la mamá de Ni colás no pudo quedarse con Nicolás. Pues imagínate con las personas que hemos ido conociendo, inmigrantes [...] son gente que se ha venido con familia , con abuelos, con inmigrantes como de clase media . Y sin embargo, los cuidadores [de otros niños de su entorno] sí que son gente que se viene sin familia, que comparten casa con otras familias, que [... ] para explicarles pues, que así es muy dif ícil cuidar a un niñ o como Nicolás, que necesita más tiempo, que necesita poder salir del trabajo mucho d ías [...]. Y nosotros, pues, cuando Nicolás se pone malito, llamamos a la abuela y probablemente ellos no tengan aqu í a la abuela , ni a la tía , ni a la prima.

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En otras palabras, ella especula que la falta de familia se autoperpet úa: la ausencia de parientes hace que sea más dif ícil formar nuevas familias. El trabajo de imaginación que la historia de Raquel insin úa aqu í el silencioso trabajo que dedica a pensar sobre los orígenes de Nicolá s y a hablar con su hija sobre lo que sucedió nos habla eminentemente de la actitud empá tica desde la cual unos padres adoptivos del hijo de una migrante pueden llegar a comprender las experiencias de estos migrantes en Espa ña. La historia de Raquel enfatiza cómo los migrantes pierden el





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apoyo familiar cuando se separan de sus familias extensas que se quedan en el Perú. Ella tambié n se encargó de explicar algunas de las condiciones que les impone el tipo de trabajo que realizan a menudo las migrantes, como el tener que vivir en la casa donde realizan trabajo doméstico ( He rrera 2010). Raquel argumentó que la falta de apoyo familiar se entrelaza con las fuertes demandas del trabajo, de manera que las madres migrantes no pueden cumplir con su trabajo diario y sus obligaciones familiares sin contar con el apoyo de la red de protección que la familia extendida les po dría ofrecer. Raquel había construido este relato no solo para poder darle un sentido al abandono de Nicolás, tanto para ella como eventualmente para él, sino tambié n para poder justificarlo ante su hermana, construyen do una imagen sobre las complicadas circunstancias personales, más que sobre una maldad de las personas que haya conducido al abandono.

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La ú ltima vez que vi a Raquel, estaba vestida para el verano madrileño al estilo latinoamericano: blusa blanca de algodón bordada con ñores azu les. Las dos admiramos fotos de nuestros respectivos hijos. Nicolás ten ía casi cuatro a ños. Ella me contó sobre los temores que el ni ño les había provocado por su salud delicada, y dijo que las hospitalizaciones y aten ciones especiales que había requerido a lo largo de su corta vida, habr ían sido prohibitivamente costosas en otro pa ís donde el cuidado de la salud no es considerado un derecho. Francamente, me dijo, si él viviera en otro pa ís ya estar ía muerto. En ese momento pensé y sigo pensando, que esta era una crítica velada al sistema de los Estados Unidos, como ya lo había escuchado de parte de otros espa ñoles. Pero es cierto que a Nicolás no le habr ía ido bien en el Per ú . La calidad del cuidado de la salud que él recibe en Madrid le da un giro poético a la dura historia de sus or ígenes que su madre migró a Espa ña , lo engendró y desapareció por los pasadizos de un hospital, y que todo esto le dio a Nicolá s la oportunidad de tener una vida que no habr ía podido tener en el Peni. Muchos padres adoptivos internacionales con quienes hablé, tam bién hicieron un trabajo de imaginación como el de Raquel, inventando explicaciones sobre las circunstancias que llevaron al abandono de sus

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hijos, para que alg ú n d ía ellos puedan narrarles a sus hijos esas historias cuando les pregunten. Sin embargo, me parece que el pensar sobre las cir cunstancias que llevaron al abandono de un niño en un pa ís distante, no requiere que los padres adoptivos internacionales tomen en cuenta cómo podr ían ellos ser part ícipes de ese abandono. Por un lado, su deseo de tener un hijo puede producir, en parte, abandonos de niños, cuando los funcionarios de los pa íses remitentes intentan negociar presiones externas significativas. Por otro lado, las decisiones que puedan tomar los padres adoptivos como ciudadanos de pa íses desarrollados pueden conducir a la pobreza o la dependencia en los pa íses menos desarrollados, dos causas inmediatas del abandono de niños. Por el contrario, la madre biológica de Nicolás vivía, y puede que todavía lo haga , en la misma ciudad que Raquel. Es un Madrid en el que padres espa ñoles de clase media , como Raquel, pueden contratar a migrantes latinoamericanas para que cuiden a sus hijos mientras ellos trabajan. El trabajo de cuidado de ni ños es de

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mandante y difícil de manejar si es que la cuidadora también es madre. La exitosa combinación de matrimonio, trabajo y maternidad de Raquel depende, como ella misma reconoce con gratitud , de una migrante que trabaja cuidando a sus niños, de manera que ella también puede ser consi derada parcialmente cómplice en los procesos más amplios que producen el abandono de niños como Nicolás. En el pasado relativamente reciente, las adopciones cerradas eran la norma, y la discreción ayudaba a proteger a los padres adoptivos de la posibilidad de que alguno de los padres biológicos aparezca y reclame el cariño del niño (Adroher y Berástegui 2000: 257). Raquel me dijo que la adopción internacional parece reproducir los efectos que una vez tuvo la discreción. Es una manera de formar familias que les permite a los padres adoptivos, en caso la elijan, ignorar completamente la existencia de los parientes biológicos lejanos. Para Raquel y otros críticos locales de la adopción internacional, esa modalidad otorga a los adoptantes la posibilidad de evitar tener en cuenta la familia biológica distante. Por el contrario, la adopción nacional significa la posibilidad de algú n d ía llegar a conocer a la familia biológica, lo que para Raquel significa saber que la madre biológica de Nicolás “vive en esta ciudad ”, algo que segú n ella puede ser intimidante para muchos padres adoptivos. Para responder a

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estos temores,

Raquel propone el fortalecimiento preventivo del ví nculo adoptivo construyendo sobre la sustancia nacional de Nicolás, cooptando o incorporando un cariño mutuo por el pa ís de origen. De esta manera, la noción de sustancia nacional tiene implicancias políticas. La campa ña del gobierno a ñade otro enfoque más a esta mezcla , iden tificando el mismo dilema que Raquel consideró en su aná lisis: que una migrante laboral vulnerable, que tal vez está en Espa ña sin documentos, puede sentirse incapaz de criar a un hijo. A diferencia de Raquel, quien llegó incluso a inventar una historia acerca de los orígenes de su hijo, la campa ña no enfrenta las circunstancias que pueden haber provocado el abandono del niño. El funcionario de adopciones a quien entrevisté, se ñaló que el abandono de los hijos de migrantes ha surgido como un fenómeno solo en la ú ltima década, como una consecuencia del estatus indocumentado de las madres. Esto implica que el estatus indocumenta do es un factor (y un índice de muchos otros factores) en la producción de la vulnerabilidad de una mujer migrante en Espa ña , una marginalidad so cioeconómica que podría obligarla a renunciar a su hijo. Entonces vale la pena mencionar que el gobierno conservador de Madrid no piensa ayudar a estas madres mediante los caminos de la residencia legal, la reagrupación familiar o la prestación de asistencia para el empleo o la guarder ía. Por el contrario, resuelve esta situación otorgá ndoles facilidades a las mujeres migrantes para que abandonen a sus hijos. Advertir que el estatus vulnerable de una mujer puede conducir a que ella renuncie a su hijo en Madrid, no necesariamente conduce a una crítica a las desigualdades globales que fundamentan la adopción interna cional. No hace que la gente piense sobre lo que les debe estar pasando a las mujeres y a las familias en los pa íses remitentes, o sobre las formas como los potenciales adoptantes de pa íses ricos podrían estar involucra dos en esos procesos. El conmovedor relato que Raquel produjo sobre por qu é Nicolás llegó a ser su hijo le permite, si ella quiere, evitar considerar cualquier rol que ella podría haber tenido para generar las condiciones que hicieron que Nicolás estuviera disponible para la adopción. Los in vestigadores han argumentado que la adopción internacional explota las desigualdades globales para darle a los padres del Norte un sentido de seguridad y protecció n, ya que ser ía virtualmente imposible que la madre

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4 / Adopción cuasi nacional

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biológica del Sur vaya a buscar a su hijo (Marre 2009b). Sin embargo, la adopción nacional de los hijos de migrantes, en particular de aquellos in documentados, descansa sobre similares desigualdades estructurales entre el padre o la madre biológica y los padres adoptivos. Aun así, es promete dor que, tras un fondo tapizado de imágenes amenazantes de chupones abandonados en oscuros callejones, una adoptante nacional como Raquel haya podido articular una comprensión de, y una incipiente identifica ción con, las mujeres migrantes. La adopción nacional de los hijos de migrantes tiene un gran po tencial como lugar desde el cual tanto la adopción como la migración se transforman. Mientras el n ú mero de adopciones internacionales hacia Espa ña contin ú a cayendo en picada , “lo que mal llamamos adopción na cional” puede ocupar su lugar y transformar el rostro de la adopción y de las familias espa ñolas, porque incorporan a los hijos de los migrantes directamente en sus hogares. Además, si las familias espa ñolas de origen está n conectadas a los migrantes en Madrid directamente a través del pa rentesco, y si ellas buscan o incluso contemplan la posibilidad de tropezar se con esos migrantes en las calles o en el metro de Madrid con algo menos de temor, la “adopción cuasi nacional ” puede convertirse en un punto de entrada a través del cual los espa ñoles de origen y los migrantes empiecen a discernir lo que tienen en comú n. Esta no es la respuesta a todos los problemas de Espa ña o de la adopción, pero es una posibilidad que vale la pena contemplar.

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5 Solidaridad Propuestas postadoptivas

n la pantalla, Pepe y Lucía otra vez está n peleando. Él ya está con L!/ un humor de perros porque se ha dado cuenta que dejó la tarea de Manu en una tienda al otro lado de la ciudad y que va a tener que ir a recogerla. Se queja de Rosa, la ni ñera de Manu. Dice que ella se ha robado el reloj de su padre y el mu ñeco del Stormtrooper de Star Wars que ten ía desde hacía a ños. “Que nos roba, Lucía, que nos roba la peruana ”. Lucía lo mira mal. Él no tiene ninguna prueba . Ella responde enfadada: “Te pasa a ti algo ú ltimamente con los peruanos, ¿ no? El otro d ía le metiste una bronca al repartidor del [supermercado] Carrefour”. “Porque trajo la mitad de la compra rota. ¿Me estás llamando racista ? [...]. La cogimos [a Rosa ] porque era peruana. ¿De qué sirve que sea peruana, si ni siquiera le canta canciones de su pa ís?” ( Planell 2009: 13 20). Así nos enteramos, en la película La vergüenza ( 2009), del director y guionista madrileño David Planell, que el hijo de acogida de esta pareja de madrile ños es peruano. Ya conocimos a Manu en algunas escenas ante riores. El guión lo describe como un “latinoamericano, de unos ocho a ños [con ] el pelo mal rapado, con alg ú n trasquiló n, aunque lo más llamativo del niño es su dentadura, de color gris oscuro, como sucia ” (Planell 2009: 7) (véase fig. 5).

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Figura 5. De izquierda a derecha: Manu ( Brandon Alexander Lastra Cobos) y Pepe (Alberto San Juan) en la película La vergüenza de David Planell. Fotografía reproducida con la autorización de

Avalon P. C.

Hasta aqu í he registrado algunas inesperadas yuxtaposiciones entre adopción y migración, pero no he considerado la posibilidad de que fa milias adoptivas pudieran efectivamente buscar migrantes para que sean parte de sus vidas, como sugiere el ejemplo ficticio de Pepe y Luc ía . Las diferencias de clases entre los dos grupos pueden bastar para que se man tengan f ísicamente separados durante los primeros a ños de vida de los adoptados. Las familias migrantes tienden a vivir en barrios obreros o de migrantes, mientras que las familias adoptivas en barrios de clase me dia. Puede que esta falta de superposición ayude a avalar una perspectiva comú n entre los padres adoptivos espa ñoles, de que sus hijos no son in migrantes, y lógicamente no deben andar con inmigrantes. Segú n Carlos Gimé nez Romero, un antropólogo espa ñol especialista en migración, los padres espa ñoles se preocupan por la posibilidad de “que tu hijo sea trata do como lo que no es como inmigrante cuando esa categoría es general mente negativa y además está exagerada en su diferencia y su influencia ” ( 2008: 114) .

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Sin embargo, la noción de sustancia nacional tambié n implica creer que los que vienen de un mismo pa ís comparten algo importante, más allá de un simple pasaporte. Algunos padres adoptivos reconocen esta posibilidad y trabajan para fomentar esas conexiones, ya sea mediante la búsqueda de inmigrantes peruanos para que pasen algú n tiempo estructurado con sus hijos, o construyendo vínculos con el Perú a través de agencias de desarrollo y filantrop ía . Algunos jóvenes adoptados también reconocen esta posibilidad , y optan por salir con inmigrantes. Este enfoque es más cuestionado, por el temor que comparten los padres adoptivos de que sus hijos, de origen peruano, se puedan volver el tipo de latino más peligroso: miembro de una banda o pandilla. Aunque sus planteamientos difieren respecto de comprometerse con el Per ú y los inmigrantes peruanos, tanto los padres como los hijos está n actuando de acuerdo con una actitud ética frente a la adopción, que es expresada más comú nmente como “solidaridad ”.

Solidaridad por siempre: motivaciones sospechosas

La adopción transnacional a veces se representa en el discurso popular como filantrópica o como “una acción ‘humanitaria’ intercambiable como enviar dinero para apoyar un orfanatorio u otros programas de desarrollo” (Bystrom 2012: 224). Este giro positivo ha sido señalado por otros utili zando un término que escuché con frecuencia en Madrid: solidaridad , un tipo de relación fraternal y humanitaria. Por ejemplo, un artículo del a ño 2008 en un semanario de noticias listando a ocho personajes pú blicos espa ñoles que han adoptado internacionalmente, se titulaba “Las estre llas solidarias” .1 Giménez Romero ha argumentado que “ La imagen de la adopción es más bien estructuralmente positiva [... ]. Da una imagen a veces de solidaridad , a veces de generosidad ” ( 2008: 110). Raquel, que adoptó al hijo de una inmigrante peruana nacido en Madrid, me habló de la percepción difundida acerca de la adopción internacional con “ un com ponente [...] de solidaridad [...] porque parece que tú está s ayudando a un

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Pilar Parra, “ Las estrellas solidarias”, Tiempo de Hoy ( Espa ña), 11 de enero del 2008, en: .

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niño a salir de la pobreza”. Ayudar a un niño pobre, como sugiere Gimé nez Romero, inmediatamente califica la generosidad o la bondad del que ayuda , en este caso de los padres. Las consecuencias de esto podrian incluir a un niño que crece sintiéndose dependiente y agradecido, con la idea de que su padre o madre biológicos eran lo opuesto a lo generoso y bueno. Esta idea de que la solidaridad podría ser parte de la adopción inter nacional, es criticada directamente por los profesionales de la adopción . Una muestra de esta cr ítica se encuentra en la gu ía gratuita para la adop ción internacional escrita por un equipo de dos juristas y una psicóloga en representación de la Comunidad de Madrid. El folleto de 83 páginas exhorta a los futuros padres:

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Si lo que nos mueve hacia la adopción es solo ayudar a la infancia necesitada del mundo, será mejor que busquemos una de las muchas vías que hay para hacerlo. La mayoría de los niños que sufren en el mundo tienen una familia [...]. Por eso las ayudas econ ómicas, la cooperación con sus pa íses y la partici pación en ONGs de ayuda al desarrollo o de cuidado de la infancia será n el modo más directo de cubrir nuestros objetivos y de ayudar a un mayor nú mero de ni ños. Por supuesto que la adopción es un modo de ayudar a un niño que no tiene familia, pero esto solo se consigue d á ndole unos padres que tienen el sincero y arraigado deseo de serlo. (Berástegui, Gómez y Adroher 2006: 16)

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Este deseo de ser padres es presentado como si se opusiera a la motivación de ayudar a un ni ño necesitado. Antonio Calles, miembro del personal de 1MMF, reiteró este mensaje en la sesión sobre adopción internacional a la que asistí. Él comentó que algunos padres potenciales está n motivados por el altruismo, la solidaridad , o la idea de “salvar a un niño del Tercer Mundo”. Con franqueza dijo que “la adopción no tiene nada que ver con la solidaridad. Debería ser el deseo de ser padres. Esos ni ños que uno ve en la televisión, que está n abandonados, trabajando, viviendo en la calle, esos no son los niños atendidos en los orfanatorios. Si quieres ayudar a esos niños, contribuye con esa organización de desarrollo. Nosotros solo queremos personas que realmente quieran ser padres de un niño” . Existen dos aspectos en esta cr ítica sobre la “ motivació n solidaria ”, uno que proviene de una perspectiva más aplicada, y otro de una pers pectiva más cr ítica . El primero es el argumento de que simplemente no

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es en el interés del niño que sea adoptado por solidaridad o por un de seo de rescatar a un pequeño. Lo que más necesitan los niños, segú n la guia de adopción y la sesión de información a la que asisti, son padres que “realmente quieren ser padres de un niño”, tal como dijo Calles. Las expresiones de solidaridad pueden sugerir que los posibles padres ven la adopción como una experiencia que cambiará sus propias vidas, y no solo como un compromiso con una criatura (Berástegui 2006: 7). Representar la adopción como un “ rescate”, segú n ha argumentado la socióloga Sara Dorow, coloca a los padres como superiores a sus hijos moral, social y económicamente, una representación insostenible que fácilmente podr ía ser contraproducente (Dorow 2006: 62; ver también Berástegui 2006: 7).2 Entretanto, estudios críticos sobre la adopción argumentan que el deseo de “ayudar” a un niño inhibe cualquier consideración sostenida sobre las causas estructurales de la condición de adoptables de los niños (Briggs 2003: 180; cfr. tambié n Dubinsky 2010: 95, Gailey 2010: 90, Kligman 1992: 411). Tratar de ayudar a un niño por medio de la adopción puede significar pasar por alto o negarse a contribuir con maneras más efectivas de ayudar a ni ños y familias en los pa íses remitentes (Dubinsky 2010: 77 , Berástegui 2006: 5). El hecho de que profesionales de la adopció n tengan que aclarar este punto tan explícita y regularmente sugiere que se necesita hacer y que está n argumentando en contra de algo particularmente arraigado, como ellos tambié n lo hacen en el caso de un bebé adoptado idealizado. La tenaz persistencia del deseo de ayudar a un niño parece bloquear todo lo que hacen los profesionales de la adopción para contrarrestarlo. El mo delo ideal de neutralidad política interpersonal de los profesionales de la adopción parece egoísta desde la perspectiva de muchos posibles padres adoptivos que expresan sentimientos de solidaridad ( Frekko 2011). Por ejemplo, Paulina , quien con su esposo peruano adoptaron un niño del Perú , me dijo que la gente deber ía adoptar no solo por la experiencia de ser padres, sino tambié n para satisfacer las necesidades de un niño que

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La formulación del “rescate” también contrasta notablemente con el desequilibrio observable entre la oferta y la demanda en el actual contexto de la adopción: demasiados posibles padres claman por el “ rescate ” de tan pocos ni ños adoptables.

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necesita padres. Ella argumentaba que le parecía egoísta adoptar solo para ser padres. Un psicólogo de la adopción tambié n me contó sobre una adolescente, de origen latinoamericano, cuya mala conducta era (segú n él) una clara manifestación de su resentimiento con sus padres que la adop taron por egoísmo. El psicólogo canalizó los sentimientos de la hija hacia sus padres: ustedes me adoptaron “ para tener una hija y ser normales”. Curiosamente, el egoísmo también fue criticado en otras partes de las ideologías de reproducción espa ñolas. Una madre soltera lo vinculó con la baja tasa de natalidad en Espa ña. Ella me dijo que los jóvenes espa ñoles son egoístas y no quieren renunciar a pasarse la vida saliendo con amigos y qued á ndose hasta muy tarde con ellos. Segú n este enfoque, no tener hijos es egoísta, pero Paulina podría a ñadir que adoptar hijos solo porque quieres tambié n lo es. Algunos cr íticos de la motivación solidaria, que incluyen a profe sionales de la adopción tanto en Espa ña como en el Per ú (Leinaweaver 2009b: 76), contraponen el “ayudar a niños” con el “deseo de ser padres”. Esta es una oposición interesante porque sugiere que los actos implicados en la crianza está n siendo intencionalmente despolitizados. La pureza de la motivación equivale al deseo resuelto de ser padre de familia.3 La ma yoría de posibles padres entend ían esto, aun cuando no lo aceptaban. Las

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Si la adopción tuviera que ver con el deseo de ser padre antes que con el deseo de ayudar a un niño, lo siguiente sería que el niño adoptado debería ser una criatura ideal. Las implicancias de esta posición requieren de una mayor investigación, pero esto puede significar que los posibles adoptantes puedan elegir no adoptar a un niño con necesidades especiales, o que se puedan desilusionar si su hijo desarrolla problemas de comportamiento. Cuando Lucia , la mamá de la película, le pregunta a Pepe , el papá: “ ¿Si hubiéramos sabido que era nervioso, lo hubiéramos acogido?” , su marido responde que no, porque “¡no somos la Cruz Roja , ni santa Angelina Jolie!” (Planell 2009: 42). Y Cora , la representante peruana de una agencia española de adopciones, me dijo en el 2012 que no había atendido a ninguna pareja de adoptantes españoles en todo un año. Ella me explicó por qué creía que ahora había mucho menos adopciones desde el Perú a España que antes: porque a los peruanos se les da prioridad en la adopción de bebés peruanos sanos . Los niños disponibles para la adopción internacional presentan varios inconvenientes: problemas de salud, padres biológicos con problemas psicológicos, grupos de hermanos o niños mayores. Según Cora, los posibles padres de Italia y los Estados Unidos son más abiertos a recibir niños con estos inconvenientes, pero “ los españoles aún no ” .

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investigadoras espa ñolas Cristina Charro y Maria Jodies encontraron que los posibles padres de familia comprenden muy bien lo que se espera de ellos: que estén motivados solamente por el deseo de ser padres, de mane ra que en el caso que sintieran la necesidad de ayudar a un niño, tendrían que callarlo (Charro y Jodies 2007: 6, Jodies y Charro 2008: 1 M).4 El soli citante debe erradicar todas las demás opciones de lo más í ntimo de su ser, o al menos de su autopresentación ( Frekko 2011), porque el deseo de ser padre de familia no puede tener ninguna connotació n pol ítica. Si en este modelo, convertirse en padre de familia es una elección personal con ma tices consumistas ( Briggs 2012: 12, Solinger 2001), entonces el desarrollo de puntos de articulación entre migrantes y adoptados es algo inesperado y constituye una posición ética. Además, cabe destacar que la tinta derramada sobre la “solidaridad ” y el “rescate” se debe en gran medida a su condición de motivaciones sospechosas para la adopción, lo que sugiere que estos aspectos no son mayor mente una consideración una vez que la criatura ya ha llegado. ¿A qué se podr ía parecer la solidaridad en la vida cotidiana después de la adopción? A qué se parecería en una Espa ña contemporá nea donde, en palabras de un joven migrante peruano,

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España es un pa ís número uno en solidaridad. Contribuye, colabora con un pa ís de no sé qué, la pobreza , terremoto. Pero aqu í mismo, en su propia casa es donde se vive esa falta de solidaridad en lo general. No todos son así tampoco, pero es que si vemos las noticias, vemos un periódico, vemos la tele , se ve lo que pasa en el día a día con un chico de color, con uno que simplemente porque es negro, porque es indio, porque es cholo, se meten los espa ñoles porque se creen la divina pomada... lo m áximo.

4.

Los solicitantes internalizaron (o al menos repitieron) esta ideolog ía cuando fueron entrevistados por el investigador español Gabriel Dávalos Picazo , quien encontró que solo un 8% de los solicitantes para una adopción internacional en la Comunidad de Madrid indicaron su deseo de “ayudar” , y 2% indicaron que en realidad ayudar era su principal motivación para adoptar, más allá de su deseo de criar a un hijo ( 2002 citado en Berástegui 2005: 36).

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Entonces, si algo como la solidaridad enmarca los planteamientos postadopción de los padres, esta podría verse como una importante dife rencia ética con respecto a lo de siempre.

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De criadas y consejeros

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Como la solidaridad es un motivo rebatible, el ideal actual para la adop ción sugiere que alguien deber ía adoptar a un ni ño solo porque él o ella quiere ser padre o madre de familia. Dirigié ndose a esa persona, Calles le recomienda: “elige un pa ís con el que tengas alguna afinidad o le tengas cariño para que puedas transmitirle una visió n positiva , ayudes a tu hijo a construir su propia identidad ”. La responsabilidad recae en los padres para que ayuden a su hijo o hija a construir una identidad . Rara vez se anima directamente a los hijos o hijas para que pasen ratos con otras personas de su pa ís. Sin embargo, algunos padres adoptivos buscan a migrantes peruanos para que pasen algú n tiempo estructurado con sus hijos. Una manera re lativamente segura de hacerlo lo podemos ver en la pel ícula de Planell: contratar a una empleada doméstica o niñera del pa ís de origen del hijo o hija (ver también Gailey 2010: 110). Como dice Pepe en la pel ícula , Rosa, la niñera, podría cantarle canciones del pa ís del ni ño. Más adelante en la película, Rosa aconseja a Pepe sobre los ingredientes correctos del ceviche. Lila Parrando, psicóloga especializada en adopción, me dijo que particu larmente en los casos de niños adoptados de pa íses donde no se habla el espa ñol, los padres prefieren contratar a una empleada doméstica de ese pa ís para que ellos no tengan que aprender el idioma ( “chino, ruso, hindi o amá rico” , enumeró ella ).

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Una excepción española se encuentra en el trabajo académico de la psicóloga Ana Berástegui , quien sugiere que “ puede ser interesante conocer alguna persona o alguna organización del pa ís de origen del niño que acompañe la evolución de la familia y pueda orientar o informar acerca de los aspectos culturales. Un amigo, un profesor particular, una asociación cultural (...) alguien que pueda servir de modelo de referencia tanto a los padres como al niño a la hora de integrar estos aspectos” (2000: 9). La literatura sobre adopción interracial en los Estados Unidos, tanto la aplicada como la anal í tica , está mucho más comprometida con esta posibilidad (Freundlich 2000).

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Las canciones de niños, la comida étnica e incluso el idioma, todos representan formas de conexión con las ra íces que no son amenazantes, una versión más folclórica y cosificada de la cultura. Pero estos son cada uno símbolos culturales tangibles que los trabajadores migrantes pueden ofrecer a los ni ños adoptados y sus familias, objetos que los mismos pa dres no necesariamente son capaces de brindarles. La historiadora Karen Dubinsky, que escribió de manera cr ítica sobre la adopción interracial en Montreal en la década de 1950, propone que los ví nculos que los pa dres desarrollan con sus empleadas está n marcados solamente por la ló gica del mercado, y no por un genuino interés en el intercambio cultural ( 2010: 129). Pero cuando conversamos, Planell sugirió que en esos casos los empleadores piensan que está n haciendo algo apropiado y significa tivo cuando contratan trabajadores de los pa íses de origen de sus ni ños. Como me explicó Planell cuando escribió el guión de su película, él es taba convencido de que para la pareja era muy importante que la niñera de Manu fuera peruana, porque “para ellos, Perú, Ecuador, Colombia, la Repú blica Dominicana, no son todo lo mismo, y ellos está n orgullosos de saberlo porque son de izquierda ”. Contratar a una trabajadora migrante del pa ís de origen del ni ño puede tener varios efectos positivos: ella puede compartir con él s í mbolos culturales tangibles que no sean amenazantes y que ayuden a respaldar la construcción de la identidad del niño, y los padres pueden demostrar su propio cosmopolitismo y sus credenciales de izquierda cuando reconocen al Perú como un pa ís diferente a otros pa íses latinoamericanos. Alerta de spoiler: el resto de la película de Planell materializa un te mor que puede estar detrás de la resistencia de algunos padres adoptivos internacionales a vincularse con migrantes del pa ís de origen de su hijo. Cuando le pregunté a Planell por qué decidió que el niño fuera peruano, me dijo que fue porque una amiga suya , Norma Martí nez, una actriz de teatro peruana , hab ía aceptado representar a Rosa , la ni ñera. Ya que la película está basada en que la niñera es la madre biológica del niño Manu, el personaje debía ser peruano.6 Aunque este sea un giro improbable, igual

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A propósito, el joven actor que hace de Manu en realidad es ecuatoriano.

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es revelador. Parrando lo resumió así después de la proyección que vimos juntas: “es una ficción, una exageración, pero es un temor que muchas familias tienen: que la madre biológica pueda llegar a encontrar al ni ño”. T También es un temor que segú n algunos críticos motiva la elección de la adopción internacional sobre la doméstica (con relación a la importancia de los derechos inequ ívocos a un niño, cfr. Dorow 2006: 59, Gailey 2010: 85).8 Este temor casi pod ía palparse en la historia que me contó Gabriela sobre lo que le pasó cuando ella y Diego estuvieron en el Per ú adoptando a su hija. Ella recordaba que la noche antes de que partieran del Perú , ha bían salido a comer con otra pareja espa ñola que también había completa do una adopción, en su caso de dos hermanitos. Mientras ambas familias cenaban , aparecieron los hermanos biológicos mayores de los dos ni ños dados en adopción, para solicitarle a la pareja adoptiva su dirección para poder mantenerse en contacto con sus hermanos, y algú n d ía poder ir a Espa ña tambié n. La madre soltó el llanto y la representante de su agencia de adopción se ocupó del asunto. Acompa ñó a los hermanos afuera del restaurante para hablar con ellos en privado, luego de lo cual no se supo más de ellos. No es inveros í mil que temores como este puedan originar la resistencia de algunos padres adoptivos internacionales a forjar relaciones con migrantes del pa ís de origen de sus hijos. Contratar a una niñera del pa ís de origen de su hijo puede ser una forma más segura de esa relación, porque mantiene las cosas aseguradas en el terreno económico.9 Sin embargo, encontré otros casos de padres adoptivos que buscan conexiones con migrantes peruanos má s allá del mercado laboral. Elvira,

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Este miedo fantasmal a que uno de los padres biológicos cruce el océano y encuentre a su hijo, y que pueda , de algún modo, arrebatárselo a sus padres adoptivos, tiene su contraparte en la canción que se escucha durante los créditos finales de la película. Arriba del cielo , una canción para niños, supuestamente del Perú (no lo es), incluye una parte que dice: “ Mi papá y mi mamá me quieren vender, por chile y tomates que quieren comer” . As í , musicalmente , la pel ícula capta muy bien los temores sobre el tráfico de niños y las adopciones irregulares, superponiéndolos con los temores sobre la inesperada aparición de los padres biológicos. Véase capitulo uno, nota 33 sobre un paralelo con la donación de óvulos en España. Aun as í , la incomodidad de las madres con la cercan ía que mantienen las niñeras con sus hijos está bien documentada ( por ej. Colen 1995 , Ehrenreich y Hochschild 2002).

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una madre adoptiva, salió de su recorrido habitual para encontrar a inmi grantes peruanos que pudieran pasar algú n rato con Lucy, su hija adoles cente. Aunque nunca conoc í a Elvira , quien vive a varias horas de Madrid , oí hablar de ella por mis amigos inmigrantes peruanos. Ellos me dijeron que Lucy de baja estatura y pelo negro chivillo parece que a veces quie re “ser espa ñola ”, y cuando esto sucede, su madre la lleva a visitar a mis amigos migrantes. Después de algunos d ías con “sus primos”, como ella los llama , Lucy se anima. Durante una de esas visitas, Lucy llegó querien do teñirse el pelo de azul. Sus “primos” alquilaron la pel ícula Crepúsculo y se pasaron la noche viéndola , y cuando volvió a su casa, nuevamente le gustaba su pelo natural. Estoy sugiriendo que aqu í hay algo que puede surgir de la misma hiente que la motivació n solidaria, algo que se expresa en que los padres adoptivos comprenden que sus hijos no solo requieren conocimientos acerca del Per ú , su música y su comida. Ellos tambié n se beneficiar ían de la contigü idad con otras personas de origen peruano. Aqu í utilizo el término contigü idad en el sentido establecido por los primeros antropólo gos que escribieron acerca de la magia: la idea de que, tal como lo esbozó Sir James Frazer, “las cosas que una vez estuvieron en contacto actúan recíprocamente a distancia , aun después de haber sido cortado todo con tacto f ísico” ( 1944 [1922]: 34). Entonces, que una niñera peruana cuide a un bebé, podr ía proporcionarle a ese hijo adoptivo ficticio algunas de las herramientas simbólicas clave que má s tarde podr ía utilizar para la cons trucción de su propia identidad, de la misma manera como una sensata y amable migrante peruana puede asesorar a una adolescente adoptada como Lucy, e inculcar en ella un aprecio por su pelo negro chivillo y una confianza en sí misma que la ayudará en su vida cotidiana . Tanto en el es cenario imaginario de Planell, como en las vidas reales de Elvira y Lucy, la contigü idad de los migrantes peruanos con los adoptados de origen perua no se considera positiva, porque puede ofrecer una influencia moderado ra que puede llevar a que el niño o la niña adoptada acepte quién “es”. La idea de que un adoptado “es” parecido al migrante se basa en evaluaciones de sus fenotipos, así como de su sustancia nacional, como similares.

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Hacer el bien y tender lazos Cora , la representante peruana de una agenda espa ñola de adopción a quien conocí en el Perú el 2012, trabaja principalmente para una ONG peruana que presta ayuda a niños pobres. A fines de la década de 1990, cuando Cora había apoyado en más de una docena de adopciones por a ño, la agencia espa ñola de adopciones formalizó vínculos con la ONG peruana . Su relación organizacional significa que las familias adoptivas no le pagaron (ni le pagan) directamente a Cora por sus servicios para ellas. En cambio, los futuros padres adoptivos hacen contribuciones para su ONG por el trabajo que ella hace por ellos en el Perú. Durante el boom de las adopciones internacionales en Espa ña, los fondos recibidos a través de la asociació n de la ONG con la agencia de adopciones representaron una parte significativa de su presupuesto. Para la agencia de adopción, el cola borar con esta ONG no fue simplemente una relación profesional, aunque fue una parte importante de esta. También fue una contribución social. Este tipo de relación con organizaciones formales de ayuda, es otra posible manera de expresar los lazos y la deuda que sienten que tienen con el Perú. Puede que no sorprenda que agencias de adopción busquen maneras de contribuir formalmente con asociaciones en el Per ú , dado el discurso de que como dice Calles la mejor manera de ayudar a ni ños necesitados es “contribuir con una organización de desarrollo”. Pero es interesante que algunos padres adoptivos también expresen su posición ética respecto de los orígenes de, y los efectos que tiene, la adopción internacional constru yendo vínculos con el Perú a través del desarrollo o la filantropía. Mis amigos migrantes me contaron que Elvira fund ó una asociació n llamada Lazos Peruanos poco despu és de que ella adoptara a su hija a fines de la década de 1990.10 Lazos Peruanos, con base en la ciudad natal de El vira , se enfoca exclusivamente en el voluntariado y el desarrollo en el Perú rural. Su página web describe la asociación como “ un puente entre el Perú

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Los nombres de las asociaciones también son seudónimos. Mi descripción de Lazos Peruanos y de otra organización, Viajero, en parte proviene de entrevistas y conversaciones y en parte de las páginas web de las asociaciones, que no cito aqu í para preservar la confidencialidad de los involucrados .

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y Espa ña ”. Sus metas incluyen desarrollar la actitud de solidaridad de los niños y contribuir al desarrollo social de los niños pobres, o de aquellos que “son víctimas del abandono o el terrorismo” en el Per ú. Los estatu tos de la organización está n divididos entre apoyar al Per ú y su deseo de sensibilizar a los espa ñoles respecto del subdesarrollo, un proyecto que se espera conducirá a un progresivo compromiso entre espa ñoles para crear un cambio social positivo alrededor del mundo. Conocí a Graciela, la madre adoptiva que organizó la entrevista gru pal de la que hice referencia en los capítulos dos y tres, a través de un contacto en comú n que conocía a sus hijas. Graciela es una persona muy respetada en la comunidad espa ñola de adopciones, a la que ha servi do a través de una posición de liderazgo en CORA, la Coordinadora de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el Acogimiento. Graciela me contó que ella fue una de las primeras espa ñolas que adoptaron en el Per ú , completando sus adopciones a principios de la década de 1990 (sus hijas actualmente está n en sus veintes). Hace má s de una década ella fundó una asociación, Viajero, en su peque ña ciudad en las afueras de Madrid. En su caso, encontrarse en una relación de adopción internacional nueva , tanto para ella como para el contexto espa ñol, la motivó a forjar vínculos con otros padres de familia . Me explicó cuá l fue su motivación: “entonces era más difícil, eran los primeros a ños de la adopción internacional, y a m í no me facilitaron nada a nivel de organismos oficiales esta gente que hu biera ido antes que yo”. Graciela quería asesorar a otras posibles familias ofreciéndoles el apoyo que ella no recibió. Esta trayectoria corresponde a una identificada por Diana Marre, quien se ñala que las asociaciones de familias adoptivas y los foros en l í nea aparecieron simultá neamente con las primeras adopciones internacionales en Espa ña , para que los padres en estas familias novedosas pudieran educarse y apoyarse mutuamente, para que así sus hijos pudieran conocerse con otros de experiencias similares ( 2004; ver también Jodies y Charro 2008, Howell 2002). Conforme las familias adoptivas que Graciela unió empezaron a en contrarse m á s regularmente para compartir experiencias y preocupaciones por los niños en los propios lugares de origen de sus hijos, las metas de Viajero, como las de Lazos Peruanos, rá pidamente se ampliaron para abar car al Perú y los peruanos. Los estatutos de Viajero actualmente enumeran

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varias metas de la asociación , empezando por el deseo de “contribuir a mejorar la situación sociocultural de los ni ños y jóvenes en pa íses en desa rrollo (vía la adopción, acogimiento, patrocinio, cooperación con institu ciones, entre otros)”. Esta afirmación presenta a la adopción, la filantropía y el trabajo por el desarrollo como formas comparables de ayudar a los ni ños, implicando que la adopción es, efectivamente, una manera de ayudar a un ni ño pobre. Las demás metas de la asociación está n dirigidas tanto a la adopció n (por ejemplo, apoyar a los nuevos y posibles padres adoptivos durante todo el proceso y vigilar cualquier irregularidad) como a la margi nalización dentro de Espa ña , donde la asociación quiere trabajar a favor de la integración de los jóvenes “de otros pa íses o entornos marginales” a través de actividades como tutor ías o paseos. En el 2012, Graciela me dijo que incluso durante la crisis económica , Viajero había podido continuar recaudando fondos, y recientemente había enviado donaciones al Perú para ayudar a pagar la terapia física de algunos ni ños discapacitados. Estos casos son inusuales. Investigadores que han escrito sobre la adopción internacional han encontrado que lo más habitual son las con tribuciones a instituciones benéficas que apoyan a los pa íses de origen

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(Dorow 2006: 277), las contribuciones directas a los miembros de las familias biológicas de los ni ños adoptados, si son conocidos (Yngvesson 2010: 168, Dubinsky 2010: 126), o la correspondencia continua con los cuidadores o los hogares de los ni ños. Las historias de asociaciones como Viajero y Lazos Peruanos muestran que las adopciones y la solidaridad internacional tienen el potencial de estar í ntimamente ligadas, y vemos que las fundadoras de las asociaciones han ido más allá , tanto de una contribución directa a una institución de caridad ajena como de una con tribución privada ú nicamente para las familias biológicas de sus propios hijos adoptivos, para innovar una forma de relación que es tanto personal como trascendental.11 En ambos casos, las fundadoras de las asociaciones

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A principios del 2000, por primera vez me encontré con estos ejemplos de materialización de un compromiso ético con el Perú, cuando hac ía trabajo de campo en Ayacucho. Allí conocí a Alanya Santa Cruz, una joven que de bebé había sido adoptada por una familia holandesa y que en el 2002 fundó un hogar para niños de la calle en Ayacucho, porque ella “ quería hacer algo por su país y en especial por los niños” . Doy detalles de su historia en Leinaweaver 2011 .

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finalmente desarrollaron ví nculos personales con los inmigrantes en Espa ña también: Elvira y Lucy entablaron amistad con algunos que yo conocía, y Graciela ayud ó a traer a Clara , la mujer que a ños antes la había ayudado con su adopción del Perú a Espa ña. Estas amistades demuestran que tam bié n está sucediendo algo más: algunos padres adoptivos está n interesados en hacerse amigos de los migrantes y forjar conexiones sobre la base de los or ígenes nacionales y étnicos de sus hijos.

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Amigos ecuatorianos y Latin Kings

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Una ni ñera es por definición mayor que el niño a quien cuida. Los “pri mos” inmigrantes de Lucy probablemente le duplican su edad. Clara , quien ayudó con la adopción de Graciela , es mayor que las hijas de Gracie la , a quien ella visita regularmente y a menudo orienta. En otras palabras, todos mis ejemplos previos son de migrantes mayores que los adoptados con quienes se relacionan y a quienes asesoran. Las relaciones entre pa res entre adoptados y migrantes de la misma edad y del mismo marco social producen más ansiedades y de diferentes tipos. Algunos padres adoptivos catalanes han reportado que “sus hijos adolescentes empezaron a tomar contacto con inmigrantes de su pa ís de origen, buscando a ‘su gente’ o procurando un sentido de pertenencia, hablando como ellos y adoptando su modo de vestir. Esta actitud a menudo incluye un sentido de solidaridad similar al experimentado por sus padres en el pasado” (Marre 2009c: 239 240).12 La referencia a los inmigrantes, el idioma y la indumentaria indirectamente simboliza lo que probablemente es el mayor temor de los padres espa ñoles respecto de sus hijos de origen latinoamericano: que se vayan a unir a una pandilla. Este temor se funda menta en la manera como me lo dijo una migrante peruano preocupada por su sobrino nacido en Espa ña las pandillas latinas reclutan sobre la base del fenotipo: “ te ven carita de latino, de sudamericano, y te buscan y

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te presionan”.

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La solidaridad experimentada por los padres se refiere a la manera como la gente adopta motivada por una solidaridad soterrada , o al sentimiento de que la generación de sus padres fue particularmente de izquierda.

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En la película de Planell, Pepe llama al reciente corte de pelo irregular de Manu “ pinta de latinking” (Planell 2009: 21) (véase fig. 5). Es una frase que de forma compacta y directa evoca la diferencia étnica entre Manu y sus padres, y la voluntad del padre de estereotipar racialmente a su hijo. Lucía le dice a Pepe que Manu solo lo hizo para provocarlo, pero más tarde otro padre de familia llama por teléfono para revelarles que unos agresores le habían puesto chicle en el pelo, de manera que el autocorte de pelo se entiende. La desazó n que siente el espectador, junto con los padres que malinterpretaron el corte de pelo y asumieron que su hijo se había alineado con las pandillas en vez de ser una víctima del bullying , condensa la ansiedad que los padres adoptivos de chicos latinoamericanos tienen so bre el lugar que ocupan las pandillas en la vida de sus hijos. En el á mbito espa ñol actual, muchos padres adoptivos quieren asegurarse que sus hijos, que parecen latinos, eviten quedar atrapados en el estilo de vida pandille ro tan com ú nmente asociado a la juventud latina. En la proyección de la película a la que asistí, la psicóloga Parrondo habló después sobre “cómo los chicos adoptados se relacionan con sus ‘grupos de origen’ [personas procedentes del mismo lugar que ellos ]. Los padres adoptivos tienen te mor de lo que podría ser esta relación, y se puede ver en el comentario sobre los Latin Kings”.13 Aprend í má s sobre este temor y la manera como se expresa cuan do conocí a Laura Heckel, una adoptada colombiana involucrada en una asociación recientemente formada en Espa ña que se llama La Voz de los Adoptados.14 La asociación está conformada por adoptados adultos, tanto nacionales como internacionales, y sus simpatizantes. Como defensora de jóvenes adoptados internacionales, Laura ha desarrollado un conjunto de temas de conversación que ha compartido con padres adoptivos nuevos o inexpertos, tanto en intercambios cotidianos como en las presentaciones

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Cuando Pepe telefonea a Rosa para preguntarle exactamente qué entra en el ceviche , dos hombres jóvenes caminan detrás de ellos —parecen latinoamericanos, quizás andinos, y en el guión se dice que visten “ropa rapera ” ( Planell 2009: 71 ). Ellos ayudan al espectador a visualizar su ansiedad —que un niño adoptado se encuentra rodeado de un contexto así . La asociación española fue desarrollada tomando como modelo la asociación francesa La Voix des Adoptés, fundada en el 2005 por dos adoptados peruanos.

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formales que ella y sus compa ñeros hacen para estos padres. La primera cosa que ella me contó que les dice es: “Es mejor que estén preparados para cuando su hija o hijo llegue a casa con un enamorado o enamorada que es inmigrante o negro”. Laura recordó un encuentro con una madre preocupada que le contó: “Mi hija colombiana solo se junta con latinos y eso no es normal”. Laura le preguntó a la madre si los latinos en cuestión eran adictos a las drogas, pandilleros, revoltosos o “simplemente migrantes”. Su pregunta esbozó las líneas claras y preocupantes de los roles disponibles para la gente de origen latinoamericano en Espa ña . La madre respondió: “No, solo inmigrantes, pero no es normal”. Laura le explicó que en realidad es normal: los adop tados quieren ver a personas que se les parecen; ellos quieren pertenecer.15 El cargado término “ normal” aqu í dice mucho. En la interpretación de la madre, una niña espa ñola normal debería querer andar con niños espa ño les nativos. Y en la interpretación de Laura , es normal querer andar con otras personas que f ísicamente se te parecen.16 En ambos casos, el término “ normal” revela lo que cada orador consideró que era el rasgo superior de la identidad de los ni ños, y consecuentemente lo que los hace como algú n otro, lo que los hace parecerse a otros: es su cultura y etnicidad espa ñolas desde el punto de vista de la madre, y su otredad racial desde el punto de vista de Laura . Ambas cualidades se reducen a algo como la sustancia nacional, de manera que tanto esta madre como Laura comparten la idea de que la gente joven debe rodearse de gente “como uno” , una semejanza que viene a sustituir otras cosas. Laura me invitó a asistir a una de sus presentaciones para padres adoptivos esa semana. En el momento justo, casi como siguiendo el guión que anteriormente ella había esbozado para m í, durante la parte

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Muchos padres adoptivos interraciales estadounidenses hacen todo lo posible para asegurarse de que su hijo no sea la única persona de color en su guarder í a, colegio o barrio. Los comentarios de Laura sugieren que los padres adoptivos españoles generalmente no comparten esta preocupación. Una manera como ambas interpretaciones pueden acomodarse simultáneamente, es que los adoptados pasen un tiempo con sus niñeras o consejeros que se les parezcan, mientras hacen amistades con niños españoles nativos. Este enfoque h íbrido encaja más cómodamente con las ideas de solidaridad que tienen muchos padres .

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de preguntas y respuestas de la presentación, una mujer detrás mío alzó la mano y preguntó si los adoptados sudamericanos “empiezan a identi ficarse con los pandilleros cuando llegan a la adolescencia” . Laura y su copresentadora , una adoptada como ella , respondieron que los padres no deberían reaccionar a esa posibilidad diciendo: “Tú no eres como esos chicos de las bandas. Tú eres bueno, ellos no”. Este enfoque, segú n ellas, podría crear un abismo entre los adoptados y los jóvenes inmigrantes que podr ía afectar negativamente las identidades en formación de los adopta dos. Luego Laura habló de su propio hermano, también de origen colom biano, quien hace unos a ños comentó: “Yo no voy a esa discoteca porque allí hay un montón de sudacas”, utilizando ese término peyorativo para los sudamericanos. Ella contó que le respondió: “¿Te has mirado en el espejo ú ltimamente?”. Las cosas han cambiado y ahora su hermano se rodea él mismo de amigos sudamericanos y su enamorada dominicana. Para Laura esto es positivo y significa que “él está aceptando de d ó nde es”. Como muchos en Espa ña, Laura equipara el ser de Sudamérica con algo que uno puede ver en el espejo.17 En gran medida debido a la influencia que tienen las bandas lati nas en el imaginario espa ñol, Laura viene a ser inusual porque percibe positivamente que un adoptado ande con jóvenes sudamericanos. Otra razón por la que los padres podr ían resistirse a que sus hijos adoptivos fre cuenten a sudamericanos es que dicha camarader ía evita la posibilidad de diferenciar a sus hijos de otros migrantes. Algunos ni ños que nacieron de

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Esta opinión era compartida por profesionales e investigadores. Antonio Calles, el representante del 1 MMF, observó que “ para un niño es doloroso no parecerse a sus padres. Le recuerda su pasado a veces doloroso”. Felipe Marín, un psicólogo de adopción, me dijo que lo que los adoptados e inmigrantes tienen en común son las “ban-

das, aquellos que no están integrados se refugiarán en las bandas . Ellos se identifican con la pobreza del otro, los adoptados no empezaron su vida como niños burgueses, y cuando no hacen lo que se les exige, salen en busca de inmigrantes porque su piel es la misma”. Y desde el punto de vista del psicólogo español Javier Múgica Flores, los niños adoptados y los niños de familias interraciales tienen objetivamente más dificultades para aceptarse a sí mismos que los niños inmigrantes que residen entre gente que comparte sus rasgos físicos ( 2008: 101). La polí tica de los tratamientos para la infertilidad y la ley sobre ello en España se ciñe al modelo de “verosimilitud” cuando trata sobre los gametos de donantes, una prueba más de la creencia generalizada de que los padres e hijos deben parecerse entre s í ( Kahn 2000, Bergmann 2011b).

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padres migrantes en Espa ña también buscan a inmigrantes como amigos y compa ñeros. Sin embargo, esto no es percibido como preocupante por sus padres. Un joven de “segunda generación” atribuyó esto al hecho de que “ hay los mismos gustos, la misma comida [...] pues es por la herencia latina, ¿ no?, la salsa, los bailes, cantar” . La familia de Diego y Gabriela (descrita en la introducción), así como la de Carmela (presentada en el capí tulo uno), ten ían al menos un hijo adolescente a quienes los padres consideraban potencialmente problemá tico por haber desarrollado afini dades con inmigrantes. Pedro, un adoptado de 16 a ños que conocí, era en palabras de Diego, su padre, “ muy rebelde [...]. Se metió así en un grupo, en una banda”. Gabriela , su madre, aclaró: “Tipo Latin Kings”. Diego continuó: “Sípero parece que lo ha dejado. Con la chica esta [su enamorada ], está más centrado”. La enamorada de Pedro es hija de inmigrantes peruanos y llegó a Espa ña a través de la reagrupación familiar cuando ten ía “como ocho a ños”, segú n estimó Diego. Él me explicó que los adoptados

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[...] tratan de identificarse con el entorno. Y el entorno que tienen en Es pa ña ahora mismo son gente con poca cultura , gente que no tiene arraigo, sus familias están desarraigadas, o está aqu í la madre y el padre está allá. O está aqu í el padre y la madre está allá. Es decir, son niños que no tienen una familia estable como tal, entonces son problemáticos. Y eso a Pedro, pues, le atrae. Se viste [...] no lo has visto, pero a veces se pone sus pendientes, se pone sus pa ñ uelos (...) se los pone a la esquina , yo sé que se los pone ¿ no? (. ]. Sus amigos eran espa ñoles todos, hasta hace tres a ños. Pero ya se ve al espejo y se trata de identificar con los otros. ¿Y los otros quiénes son ? Normalmente pues son niños que tienen problemas de fracaso escolar.

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Me sorprendió que luego Diego atribuyera el hecho de que Pedro se involucrara con los inmigrantes a la propia presencia de los inmigrantes. Comparó a su familia con otra pareja con hijos peruanos que viven en una ciudad del norte de Espa ña que tiene unos 25 mil habitantes, y dijo: “ellos [los hijos adoptivos] no tienen tanto problema para integrarse [...]. Hay menos inmigrantes”. Más tarde, Carmela haría una observación si milar acerca de hijos adoptivos peruanos en el sur de Espa ña, donde hay menos inmigrantes y los que residen allí no “forman guetos” (sobre las ex periencias de los adoptados en ciudades grandes, diversas e impersonales,

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comparar H ü binette y Tigervall 2009: 344). Estas afirmaciones sugieren que los padres adoptivos sienten que la presencia de los inmigrantes hace las cosas más difíciles para los hijos adoptivos. No podria decir si esto se debe a que gente extra ña asume que los hijos adoptivos son en realidad hijos de inmigrantes, creando las condiciones para una dolorosa mala interpretación, o si esto crea una tentación o posibilidad para que los adoptados se congreguen con los inmigrantes. Pero tambié n fue intere sante que para Diego los inmigrantes fueran tanto el problema (la fuente de la mala actitud de Pedro) como la solución (una influencia moderada que su novia inmigrante le ofrece), sugiriendo el potencial para hacer una evaluación al menos parcialmente positiva de la asociación con otros in migrantes, no muy diferente de la que ofreció Laura . Es dif ícil comprobar hasta qué punto el “ repentino” deseo de estar entre quienes se parecen a uno se alinea con los cambios demográ ficos que ocurren en Espa ña, y hasta qué punto ese deseo de alguna manera brota de los misterios de la adolescencia. Para Diego y para otros padres, si sus hijos empiezan a buscar compa ñeros inmigrantes, esto ocurre en la adoles cencia, cuando los hijos adoptados intercambian preguntas acerca de su propio abandono y sobre las diferencias raciales en sus familias. Como la

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antropóloga

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Christine Ward Gailey advierte sobre el contexto estadouni dense: “a los adolescentes cuyos padres son desatentos al racismo les tiende a ir mal en estos a ños de afirmación de la identidad, habiendo sido criados para pensar en ellos mismos como blancos y de repente teniendo que lidiar con un mundo en el que de inmediato son juzgados sobre la base del color de su piel” ( 2010: 51). Hay algo en la adolescencia que los padres espa ñoles entienden que está ligado a la búsqueda de la identidad, no solo en el sen tido de “quién soy”, sino también de estar en la búsqueda de quiénes son idénticos de alguna manera importante. Gabriela agregó que la adolescencia era mucho más dif ícil para los hijos adoptados porque atraviesan todos los usuales desafíos, pero encima tienen que enfrentar temas de identidad y conciliar lo que les ocurrió cuando eran pequeños. “ Nadie nos habló sobre esto”, dijo ella. Le comenté que por las edades de sus hijos, al menos la parte dif ícil se acabar ía pronto, entonces ella me dijo medio en broma y con un tono de desesperación: “¿ En serio? ¿ De verdad lo crees?”. El mo mento de la adolescencia , de dejar la niñez, ha sido enfatizado por otros

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científicos sociales como un tiempo crucial en el que los jóvenes revisan, o tienen una “ nueva modalidad de acceso” a su “bien cultural acumulado”, y llegan a darle sentido de una manera nueva (Mannheim 1993 [1928]: 211). Esta es una observación oportuna, porque como me lo recordó una trabajadora social en el 2012 ahora es cuando la mayor ía de chicos adoptados intemacionalmente, los del “boom”, está n en la cúspide de la adolescencia. Los desaf íos observados por los “adoptantes pioneros” como Diego y Gabriela , solo se van a multiplicar en los a ños venideros. Diego y Gabriela me refirieron a su amiga Carmela, una bonita profe sora de pelo rubio oscuro cayé ndole en ondas sobre sus hombros. Cuando nos conocimos, le pregunté indirectamente hasta qué punto sus hijos “se identifican con el Perú ”. Su respuesta me sugirió que ella había entendi do que yo había querido decir hasta qu é punto sus hijos se juntan con inmigrantes. Segú n Carmela, su hija Jimena, excelente estudiante y muy bien adaptada, no se había sentido especialmente atra ída por hacer amis tad con inmigrantes. Sin embargo, sí tenía una preferencia por los chicos latinos más que por los espa ñoles. Pero Carmela sent ía que “¡esto tiene mucho sentido! A los 14, un chico espa ñol es solo un chico, y lo ú nico que le importan son los deportes. Un chico latino se comporta como mucho mayor, incluso las chicas espa ñolas, a esta edad , prefieren a los latinos”. (Por supuesto que esta no es una preferencia universal; cuando Graciela me contó que su hija ten ía una relación seria con un chico, automá ti camente le pregunté si era peruano. Ella soltó una carcajada y me dijo que su hija jamás lo soportar ía, porque ella pensaba que los latinos eran demasiado “ machistas”).





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Fue Franklin, su hijo mayor, quien a los 16 a ños rechazaba el colegio, se vestía “al estilo reggaetón ” y se sentía atra ído por hacer amigos entre los ecuatorianos. Carmela vinculó sus dificultades en el colegio con la facilidad con que era reclutado por “un grupo de latinos” . Esta expresión me pareció una referencia velada a las bandas. Carmela dijo que ella y su esposo quieren “despegar” a Franklin de este grupo, “ porque no comparte sus intereses. Esos chicos tienen maneras de vivir diferentes que entran en conflicto con las nuestras”. Su crítica específica era que como los padres migrantes trabajan tantas horas, no supervisan a sus hijos, ni les proh í ben a sus hijas tener enamorados. Dos a ños despu és, Carmela me recibió con

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las ultimas noticias: sus vecinos ecuatorianos habian traido a sus hijos del Ecuador, como queriendo decirme que entonces Franklin estaba a un paso de gente joven que habia crecido sin la orientación de sus padres y ahora se encontraban desarraigados de su contexto familiar. El hijo de esa familia era especialmente problemá tico, periódicamente pasaba tem poradas en un centro de detención de menores, y Carmela estaba tan preocupada por la creciente amistad de Franklin con ese chico, que du rante el verano lo mand ó donde su t ía abuela. Sin duda , la tan discutida experiencia espa ñola de haber tenido olas de inmigrantes inundando los barrios es sentida de manera más invasiva por alguien como Carmela, cuyos hijos comparten un parecido con los hijos de inmigrantes y que por lo tanto siente que tiene que mandar afuera a su hijo para protegerlo. Es una curiosa inversió n: los padres ecuatorianos llegan , luego llega su hijo, entonces Carmela siente que tiene que mandar a su hijo fuera. Es posible que tarde o temprano Carmela tambié n se vaya. Sin embargo, Carmela reconoció la posibilidad de que Franklin pue da sentirse atra ído por alguien que se parezca a él o que comparta su sus tancia nacional y una parte de su historia o identidad . Ella pensaba que su interés en las pandillas realmente era la manera como él expresaba su identidad latina , o se conectaba con esa parte de sí mismo. Carmela me contó la historia de una amiga suya espa ñola que se casó con un ecuatoria no y cuya hija, por consiguiente, tiene “rasgos latinos”. La ni ña, cuando era pequeña no ten ía problemas, pero cuando entró a la secundaria , los estudiantes, en forma colectiva , empezaron a relacionarla con los grupos latinos y ella empezó a experimentar el racismo. Carmela reflexionó que probablemente esto era como “cuando nosotros viajamos al extranjero y vemos a otra persona espa ñola, nos acercamos para hablar con ella; quizás cuando un latino ve a otro latino le extiende la mano”. Su observación se conecta más con la idea de que los grupos nacionales o étnicos se buscan unos a otros “ naturalmente” y quieren pasar tiempo juntos, y se lo permi ten en la medida en que la sustancia nacional sea visible.18

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Llama la atención que estos ejemplos sigan por las lí neas de género. Las preocupaciones de los padres por las chicas adolescentes tienen que ver con sus amistades inapropiadas o sus relaciones románticas; los chicos más bien despiertan alarma por las

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Las cosas parecían dirigirse en sentido opuesto para el hijo de Car mela y los hijos de Diego y Gabriela. En el 2012, Carmela me contó, con justificada satisfacción, que su hijo ya no andaba más con sus vecinos ecua torianos. En un momento las cosas se pusieron tan mal que ella y su es poso consideraron mandar a Franklin al Perú , donde pudiera “finalmente pisar tierra ” , pero la psicóloga de adopción que conocieron en el Perú les aconsejó que no lo hicieran , porque su hijo tendría el mismo problema que en Espa ña: al encontrar disponibles solo empleos poco remunera dos, probablemente terminar ía desempleado y andando con revoltosos. Así que decidió imponerse y consiguió involucrar a Franklin primero en un trabajo, después en formación vocacional, luego haciendo trabajo vo luntario y asistiendo en la iglesia. La influencia de los ecuatorianos ha sido eclipsada por un amigo peruano que Franklin hizo en la clase de formación vocacional y que trabaja para una respetable cadena de restau rantes espa ñoles, demostrá ndole otras posibilidades de ser un peruano en Espa ña.19 También ha tenido la experiencia positiva de ser tutor de un joven peruano adoptado en el grupo de jóvenes donde hace trabajo voluntario. Y un d ía, Carmela llevó a Franklin al peluquero y le dijo que ella quería que se le viera buenmozo y que la policía no lo parara en la calle. Entonces ya no tiene un “corte de pelo tipo Latin Kings”, el mismo peinado del que se preocupaban los padres de la película La vergüenza, y en cambio tiene un “corte de pelo normal”, que hasta al mismo Franklin le terminó gustando. Pero en mi visita más reciente donde Diego y Gabriela, ellos parecían estar más deca ídos. A Pedro parecía que le estaba yendo bien, todavía salía con su enamorada migrante, pero sus padres ten ían nuevas preocupacio nes: recientemente Consuelo, su hija adolescente, los había hecho abue los, producto de su relación con un joven migrante peruano que luego se había regresado al Per ú. Mientras Gabriela me acompa ñaba a la estación

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pandillas. Esto tiene que ver con la composición de género de las mismas pandillas, donde los chicos son la mayoría , pero también puede estar vinculado al tipo de posibles futuros disponibles en la España contemporánea , tanto para los hombres como para las mujeres jóvenes de origen latinoamericano. Servir mesas en un restaurante puede ser una respetable carrera para toda la vida en España.

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del metro una cálida y tranquila noche, le pregunté si ella ten ía alguna ú ltima observación que compartir conmigo sobre la adopción. Ella dijo que, para ser completamente honesta, hablando solo desde su experiencia personal, no la recomendaría , y que ella se lo dice a cualquier persona que se lo pregunta . Y elaboró un poco: “Yo no creo que las culturas se deban mezclar”. Aunque más temprano esa noche, ella y Diego recordaron que hace varios a ños escogieron el Per ú porque pensaban que por el idioma ser ía más fá cil y que la cultura era similar, ahora ella dec ía que no es la mis ma cultura, que los sudamericanos son diferentes. Especialmente Pedro y Consuelo, quienes, segú n Gabriela , solo andan con otros sudamericanos. Concluyó: “A menudo digo que ellos han entrado a Espa ña, pero que Espa ña no les ha entrado” .

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Los Latin Kings son el lado oscuro de la sustancia nacional. Ellos representan la posibilidad de que los jóvenes, debido a un conjunto de ca racter ísticas que van desde su aspecto hasta la manera como hablan y que en ú ltima instancia apuntan a un origen nacional en un pa ís latinoameri cano, sean vistos como reclutas naturales. Mientras sorteaban el racismo que a veces surgí a apuntando a su sustancia nacional, algunos optaban por canalizar su respuesta perteneciendo a pandillas, y otros en formas de solidaridad más neutrales. Las bandas latinas son una verdadera amenaza, y unirse a ellas tiene su costo. Los padres tienen razón de preocuparse por la posibilidad de que sus hijos se involucren con las pandillas. Pero las frecuentes referencias a las bandas latinas que recogí, sugieren que hay algo acerca de su latinidad que hace que sean incluso más una amenaza para los jóvenes adoptados que no tienen muchas otras oportunidades de asociarse con gente que, como dice Laura, se parezca a ellos. En parte, encuentro que las pandillas son un sustituto a través del cual los padres adoptivos expresan su ansie dad sobre la posibilidad de que sus hijos se identifiquen con inmigran tes o con peruanos. Pero también pienso que el interés en las pandillas es una manera como los jóvenes adoptados de origen latinoamericano

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manifiestan su creciente sensación de que tienen por delante pocas for mas fá ciles y naturales de ser. Esto es en parte as í porque la mayoría de personas que “se parecen a ellos” viven del otro lado del Atlá ntico en un pa ís del que ellos provienen. Es tambié n en parte debido a la segregación espacial y de clase que hay en Madrid, donde los adoptados (así como algunos hijos de inmigrantes) pueden ser algunos de los ú nicos niños de origen latino en su clase. Y fi nalmente, es porque en muchos casos la idea de solidaridad que está en la base de muchas adopciones (de una manera controvertida) es de por sí un indicador de querer ayudar de una manera segura , más que de querer una relación constante y complicada con un pa ís o con un grupo de personas que de alguna manera son marginadas. No quiero decir que solo las amistades entre adoptados o sus padres y los migrantes del Perú partan de una solidaridad auténtica y real y que todas las demás formas de relación sean simples intentos falsos de parecer una buena persona. Aqu í he hecho un recuento de una serie de expresio nes de solidaridad: emplear a un connacional, como hemos visto en el ejemplo ficticio de Pepe y Lucía que contratan a una ni ñera peruana para Manu; fundar asociaciones para contribuir al desarrollo en el Perú y bus car conexiones interculturales dentro de Espa ña junto con amistades con migrantes peruanos, como hemos visto en el caso de Graciela y sus hijas o de Elvira y su hija; y, más provocativamente, la búsqueda tentativa de un vecino ecuatoriano por Franklin. Cada una de estas expresiones de soli daridad son maneras como los padres adoptivos o los mismos migrantes adoptivos está n trabajando las consecuencias de reubicar a un joven perua no en una Espa ña poblada de un considerable contingente de migrantes laborales peruanos, y fuera de un Perú donde la pobreza y las relaciones raciales neocoloniales contribuyen a producir niños adoptables y un gran n ú mero de inmigrantes. Una interpretación alternativa de estos encuentros entre familias adoptivas y migrantes peruanos o peruanos en el Perú es que, a pesar de lo loable de sus acciones, las conexiones producidas sobre la base del origen étnico y nacional son no obstante algo conservadoras. Estudiosos del parentesco le dan mucha importancia al hecho de que la adopción transnacional crea formas ampliadas de parentesco, tanto a través de la

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misma adopción, como de conexiones tipo parentesco que las familias adoptivas desarrollan con otras como ellas. Aunque como se ñala la socio loga Heather Jacobson, es precisamente esta ampliación del parentesco hacia otros “como ellos” lo que reinscribe en el parentesco el carácter central de la similitud racial y nacional ( 2008: 174). Efectivamente, la crea ción de vínculos con personas del pa ís de origen de un hijo adoptivo, puede enfatizar la importancia de la noción de sustancia nacional, y al hacerlo, la etnicidad y la nacionalidad pasan a ocupar un lugar central en una relación que por su propia naturaleza se supone que trasciende estos conceptos una familia interracial y transnacional. Sin embargo, pienso que esta interpretación no toma en cuenta ple namente el trabajo que los padres adoptivos, los adoptados y otros mi grantes está n haciendo para buscar puntos de contacto con otros que se parecen a ellos. Esto ocurre porque tenemos que analizar sus acciones en el contexto en el que se desarrollan. Todas estas personas está n viviendo en una Espa ña donde los encuentros racistas se han vuelto comunes en la vida cotidiana, personificados por un infame incidente en el que un joven espa ñol pateó en la cara a una mujer ecuatoriana dentro del metro de Bar celona , un encuentro violento que fue captado por las cá maras de seguri dad del metro y difundido ampliamente en YouTube.20 De igual manera , ellos viven en un Madrid donde las “bandas latinas” son objeto de un te mor y aversión com ú n. En ese contexto, para las familias adoptivas buscar puntos en com ú n con los migrantes, en vez de seguir la lí nea que sostiene que “los adoptados no son inmigrantes”, es una actitud ambivalente, una que es simultá neamente progresista y conservadora. El pasar por alto el significado de la sustancia nacional pretender que las similitudes raciales y nacionales no existen y no importan en el mundo contemporá neo ser ía reinscribir la postura adoptiva “daltónica ”, es decir, sin prestar atenció n al color de la piel, que los investigadores han criticado, identificá ndola como un miedo a la idea de que “discutir sobre el racismo de alguna manera hará que el niño se obsesione con la raza y, de acuerdo con ese miedo,

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rechace a sus padres adoptivos 44 (Gailey 2010: 36). 20.

Véase Jesús García, “Agresión racista en un tren de Barcelona ” , El Paí s ( España), 22 de octubre del 2007 , en: . Véase también Marre 2009c: 227.

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Tomando en cuenta su concepción sobre lo que representa la sustan cia nacional del niño, los padres espa ñoles desarrollan la idea de que su hijo no deber ía ser el ú nico de su tipo. Se promueven los encuentros que de otra manera serian inusuales, pero simultá neamente se produce la idea de “tipo”, ya que al ni ño o ni ña se le encaja al lado de otras personas de origen peruano. Quizás la producción de vínculos de solidaridad tambié n mitiga parcialmente los vínculos negativos, personificados por la posibi lidad de afiliación a una pandilla. Es decir, puede que el ofrecer ayuda a través de empleo o desarrollo se traduzca en una posición de superioridad y en una disminución de cualquier riesgo de unirse a las pandillas. Tam bién vale la pena señalar que la mayoría de estas expresiones tentativas de solidaridad o de compromisos éticos con el “otro” migrante se inician desde un lado solamente: hijos adoptados o padres adoptivos buscan a migrantes o peruanos, pero la iniciativa no ñuye en la otra dirección. De esa manera, la solidaridad todavía es una calle de un solo sentido. No es difícil hacer una crítica a la adopción sobre la base de la forma en que los niños el recurso humano de un pa ís fluyen de sur a norte. Dicho flujo recapitula todo lo que sabemos acerca de las econom ías ex tractivas y el contexto político y económico mayor que da lugar a la adop ción en primer lugar: adoptados reubicados de pa íses subdesarrollados a pa íses desarrollados, materializando una jerarqu ía nacional con sus movi mientos transnacionales. Pero algunos padres de familia toman este tipo de aná lisis macropolítico y lo utilizan para cimentar un replanteamiento del desarrollo, una posición filantrópica, una reinterpretación de los mi grantes a los que se les atribuyen roles positivos, o una reubicación estra tégica de los niños para reforzar sus lados espa ñoles. La manera como los padres adoptivos, y eventualmente sus hijos, negocian las marcadas des igualdades entre el Per ú y Espa ña, por un lado, y los migrantes peruanos y los ni ños adoptados en Espa ña , por el otro, constituye el compromiso ético de las familias adoptivas en el contexto de las desigualdades geopo líticas y globalizadas. La ética de adopción se trabaja no solo en el marco geopolítico, sino tambié n en las diferentes posibilidades que los espa ñoles perciben para las potenciales conexiones y compromisos entre migrantes, tanto adoptivos como de otro tipo.

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ó Llegar a ser o dejar de ser peruano Cultura, etnicidad y raza

t í Tratemos de no basar nuestras decisiones en estereotipos sobre la apa-



riencia física del menor”, recomendaba Antonio Calles abogado del Instituto Madrile ño del Menor y la Familia ( IMMF) a los asistentes a una sesión informativa para potenciales padres adoptivos en Madrid el a ño 2011. “Ese lindo negrito crecerá y se volverá un gran negro” . En ese momen to, los 40 asistentes, todos blancos, se echaron a re ír ( incó modamente) por primera y ú nica vez durante la sesión que duró dos horas, y que por lo demás fue muy seria. Luego Calles a ñadió: “la adopción es visible para los desconocidos. Como padres, tenemos que ser capaces de lidiar con eso”. Como me dijo Carmela, madre de tres ni ños peruanos, “Tú tie nes que hacer que tus hijos sean fuertes. Cuando son pequeños todo el mundo se fija en ellos porque son tan lindos”.1 Era cierto, me dijo voluntariamente una mujer mayor que estaba sentada a mi lado una tarde en un bar, y que me contó que su sobrino había adoptado a una linda pequeña de la China, a quien ella a veces recogía del colegio. Sin embargo, a medida que van creciendo, los adoptados internacionales que parecen



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La desconfianza en los niños de piel oscura está presente también cuando son más pequeños, a pesar del comentario de Carmela sobre sus “ niños lindos” . Una madre adoptiva sueca llamó “racismo de parque infantil” cuando algunos niños se resisten a jugar con su hijo, y solo cuando ella se acerca, y los padres de esos niños pueden identificarlo como adoptado, amonestan a sus hijos para que lo incluyan en sus juegos. Como dijo la madre: “ Y esa es una observación interesante [que esos otros padres hacen ): ‘ah, él no es cualquier ni ño inmigrante ”’ (H übinette y Tigervall 2009: 343) .

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inmigrantes, se vuelven menos lindos y más amenazadores para muchos espa ñoles originarios. Conforme los adoptados crecen y se hacen mayores, es más improbable que circulen por las calles de Madrid en compa ñía de un miembro blanco de su familia . La ausencia de un pariente blanco que ayude a “ ubicar” a esa persona joven de color como adoptada , hace toda la diferencia. Un articulo reciente en las noticias espa ñolas reportó una experiencia que debe ser muy com ú n entre las miles de niñas de origen chino que actualmente viven en Espa ña: cuando Luc ía ha “entrado en algú n bazar regentado por familias chinas [... ] se siente incó moda porque una vez la confundieron con una vendedora. Al preguntarle si se siente identificada cuando va a una tienda de este tipo o a un restaurante chino, dice que siente ‘miedo’” (énfasis en el original). En esta etapa del “boom” global de la adopción internacional, mien tras los adoptados espa ñoles está n transitando hacia la adolescencia , el temor a no ser reconocidos ya no es el de los padres que piensan que no será n vistos como tales (Anagnost 2000: 396). Más bien, es el de los padres que temen que sus hijos sean vistos como inmigrantes. Carmela hizo que su hijo se cortara el pelo porque no quer ía que la policía lo parara en la calle. Este no era un temor injustificado, era algo que había ocurrido an tes; sus hijos habían cometido el inocente error de imaginar que estando simplemente paseando por su propio vecindario, no necesitaban llevar consigo sus documentos de identidad . Ellos todavía no habían interna lizado que en cualquier lugar donde se encuentren pueden ser interveni dos formalmente y se les exigirá identificarse. O informalmente. Carmela también contó que una vez cuando estaba caminando con su esposo y sus hijos se adelantaron, separados de sus padres por algunos pasos, los hermanos se pararon a admirar un carro el tiempo suficiente como para que su dueño les reclamara: “¿Qué está n haciendo?”. Graciela , otra madre adoptiva, le recordaba a su hija: “En las tiendas y supermercados te pasa [el reconocimiento erróneo], cuando vas conmigo, cuando no me ven a mí”. Sandra estaba de acuerdo con ella: “Bueno, que llega enseguida mi madre y tal, y dice: ‘¿ Lo de ella lo ponemos separado?’”. Su madre terminó la idea: “como que es inmigrante y yo soy otra persona, y digo: ‘No, es mi hija’”.

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Carmen Giró, “ El último reto de la adopción” , La Vanguardia ( España), 22 de junio del 2012, en: .

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Cada uno de estos breves ejemplos refleja la manera como se habla acerca de la raza en el contexto adoptivo internacional. La adopción es visible los desconocidos se fijan en los niños y ellos son periódicamente retados por todos, desde la policía hasta los dueños de carros y los emplea dos de supermercados. Pero solo el profesional de adopción mencionó la raza abiertamente, consiguiendo risas nerviosas cuando se refirió al “gran negro”. Existen dos maneras opuestas como los padres adoptivos y sus hijos pueden enfrentar el maltrato racista que se prevé caerá sobre estos últimos. Ambas son políticas. La historiadora Karen Dubinsky argumenta que en la década de 1950 la adopción transracial en ú ltima instancia condujo a la politización de los padres blancos que observaron “a sus hijos pasar de ser lindos bebés ‘sin raza’ a ser jóvenes expuestos a un racismo tama ño adulto” ( 2010: 75). Elver que a un hijo lo tratan de forma racista, puede conducir a un activismo antirracista. Una alternativa a esta clase de politización es tra zar unas líneas cuidadosas entre el hijo de uno y esas personas racialmente diferentes a uno con quienes él o ella está siendo confundido. Argumentar que el hijo de uno no es un inmigrante no requiere trabajar en contra del racismo o solidarizarse con los inmigrantes. En cambio, requiere demostrar las maneras como el hijo de uno se diferencia de esos otros. En palabras de la cient ífica social y madre adoptiva finlandesa Anna Rastas, “Reforzar las diferencias entre diferentes grupos racializados y oprimidos no ayuda a los ni ños. Solo hace que sea más difícil para ellos forjar alianzas que pueden ser importantes para sus luchas cotidianas en contra del racismo” ( 2009: 39). Estas dos opciones también está n disponibles para los jóvenes: por un lado, convertirse en activistas y alinearse con los inmigrantes, y por otro, rechazar a los inmigrantes y volverse racistas. En Espa ña, raza y culmra está n fuertemente fusionadas. La adopción transracial ha sido criticada por condenar a los niños de color a crecer en familias que son incapaces, a pesar de sus mejores esfuerzos y fuerte deseo, de enseñarle a esos niños las destrezas que van a necesitar para “so brevivir en una sociedad racista ”, tal como lo explica la Declaración sobre la Adopción Trans Racial (Position Statement on Trans Racial Adoption) de la Asociación Nacional de los Trabajadores Sociales Negros de los Es tados Unidos (U. S. National Association of Black Social Workers) en 1972 ( Bremner 1974: 777). Funcionarios de Colombia le señalaron a un



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la adopción transracial hacia Espa ña plantea preocupaciones parecidas, tanto así que a los solicitantes espa ñ oles general mente se les asigna “ niños de piel más bien clara; a otros pa íses europeos con menos prejuicios se les puede otorgar niños de piel más oscura ” .3 Esto lo vemos en las maneras como se destaca la visibilidad del adoptado y del inmigrante, en los pasos que dan los jóvenes adoptados y los migrantes y sus familias para destacar su peruanidad, y en las maneras como ellos pue den también atenuar o incluso borrar su peruanidad. Las experiencias de los adoptados y otros migrantes muestran cómo las políticas de identidad para jóvenes adoptados suponen sus maneras de entender raza y nación, y pueden proporcionar una nueva perspectiva sobre las ideas acerca de la integración de inmigrantes. reportero espa ñol que

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Visibilidad “ racializada”

Hace diez a ños escuché en Ayacucho, una entrevista entre un locutor y la directora de adopciones de la ciudad. La directora de adopciones explicaba que “es reconfortante realmente la forma como [los extranjeros] acogen a nuestros niños. No les importa la raza, el color, o [...]”. En ese momento intervino el locutor: “Sí, ¿ no? El color. Son exóticos, además, para los grin gos nosotros somos exóticos, ¿ no? Así con nuestra fealdad , con nuestro color y todo gustamos mucho. Gustamos mucho en Europa ”. Después la secretaria de la directora de adopciones dio una opinión diferente. Ella me dijo que mientras las adopciones chinas llevan a Espa ña a niños que se ven diferentes por su “piel amarilla y ojos peque ños”, los ni ños peruanos parecen más espa ñoles, por lo que sus padres pueden decidir decirles o no que son adoptados, así la gente no comenta ni se burla de su diferencia. En ambos casos, el personal de la oficina de adopciones de Ayacucho transmi tió su punto de vista que sostiene que la raza no es un problema para los peruanos adoptados en Europa. Los padres adoptivos espa ñoles tambié n son muy optimistas en cuanto a la facilidad con la que un nuevo niño pue de incorporarse a sus vidas. Como la psicóloga Ana Berástegui argumenta,

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Joaquim Ibarz, “Niños que vienen de Colombia ” , La Vanguardia ( Españ a ), 28 de febrero de 1999 , Revista 10- 11.

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la gente “es inconsciente acerca de los problemas reales de integración que tienen las personas con diferentes características étnicas para integrarse en nuestro pa ís y en ningú n caso se asimila la experiencia que puedan vivir los inmigrantes con la que puedan vivir los niños adoptados con respecto a su integración social” ( 2006: 7; véase también Múgica Flores 2008: 102). Existe una pregunta infame: “¿ De dónde eres tú originalmente?” (Beck 2006: 165), y quien la hace se la dirige a personas que no se parecen al ideal de conciudadano de cualquier pa ís. Esa pregunta demanda que la etnici dad percibida se alinee con nuestras interpretaciones de naciones como entidades coherentes y delimitadas. La pregunta está arraigada en lo que Heather Jacobson llama “vigilancia interracial” ( 2008: 148), y su respuesta fusiona la nación con otros aspectos de la identidad en una articulación de la sustancia nacional. Dirigirle esta pregunta al hijo de migrantes es una vejación, porque mientras Lucas, por ejemplo, nació en Espa ña, él, así como otros hijos de migrantes con quienes conversé, frecuentemente segui rá respondiendo “Perú ” , porque ellos saben lo que realmente quiere decir la pregunta. Como dice Lucas: “Si digo que soy espa ñol, no me creen [...]. Le digo: ‘En serio, verdad , soy espa ñol’. Yo también sé, ¿no?, hablar como peruano y hablar como espa ñol. Llega y me dicen: ‘¿De dónde eres?’. ‘Soy espa ñol’, yo digo, y cuando ya hablo como espa ñol poco a poco me empie zan a creer”. En otras palabras, sus habilidades lingüísticas funcionan en contra de los supuestos que la gente hace teniendo en cuenta su fenotipo. Jaime, otro joven que nació en Espa ña, me dijo: “Cuando me preguntan, yo les digo que soy espa ñol. Directamente me preguntan de qué parte de Sudamérica soy. Pues, a simple vista, porque soy moreno y eso, no tengo pinta de espa ñol. Pues me sale de decir Perú y ya está ”. Yo lo presioné: “¿ Es que eres de Perú?”. Me respondió: “ No soy de Perú, soy nacido aqu í en Espa ña”. Su madre, Naldi, intervino: “Pero tus genes”. “Son peruanos”, contestó. Y ella continuó: “Tu sangre” . Él a ñadió: “Será de peruano”. Le pregunté a Jaime si él pensaba que un adoptado podría tener ex periencias similares a las suyas, y respondió que sí:

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En mi colegio hay un chico peruano que también es adoptado, y lo adopta ron con dos a ñ os, creo, o un a ñ o. Y comparado (con otros chicos] no pinta nada , o sea ... es un espa ñol más, pasa desapercibido. Es morenito y eso, se le saca que es sudamericano, pero a simple vista tú no le ves y le dices: “ ¿ Pero

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de dónde eres? ”. Comparado con todos los latinos que hay aquí, que son más despabilados, y él así, medio metido, introvertido. Y yo le pregunto un día de dónde es y me dice: “ Es peruano ” . Le digo: “ Pero si cuando habló con el maestro dijo que era españ ol”. Dice: “ No, es adoptado”. tú

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Su tía dijo: “Quizás la diferencia es el cará cter, ¿no? También influye, pue de ser eso, ¿ no? Por los padres”. Jaime respondió: “ Los papás son como ancianos ya. Yo los vi el otro d ía y parecían abuelos. Con todo el respeto”. Naldi a ñadió: “Quizás no han podido tener hijos y han adoptado al chico”. En la conversación entre Jaime, su madre y su t ía las ideas sobre adopción, nación y herencia fluyeron libremente: al igual que la sangre y los genes le dan a Jaime su sustancia nacional peruana, en la interpretación que hace la familia , este tipo de material tambié n le da al chico adoptado un “carácter” distinto al de sus padres “ancianos”. Pero su conducta tranquila no se parece a la de otros latinos seguros de s í mismos que Jaime conoce. En un sentido, los hijos adoptivos tienen el problema opuesto al que tienen los hijos de migrantes nacidos en Espa ña: su raza y origen nacio nal s í se alinean (si quieren ellos pueden responder inocentemente: “yo soy del Perú ”), pero casi todo lo demás acerca de ellos es espa ñol. Esta es una forma de racialización que aparece como un “constante bombardeo de preguntas relativas al origen nacional, regional, étnico y racial de los adoptados” (H ü binette y Tigervall 2009: 344; véase también Dubinsky 2010: 69). Carmela , una madre adoptiva, lo expresó más abiertamente. Dijo que tanto los migrantes como los adoptados comparten la condición de que “ nunca eres espa ñol” , en el sentido de que los espa ñoles blancos, originarios, siempre se preguntan de dónde son los migrantes y los adop tados. Juan, un adoptado, me contó su versión de esta pregunta persisten te: “ por ejemplo, cuando nosotros cuatro salimos, pues, tambié n se dice, porque es raro, y te preguntan: ‘¿ De dónde eres?’. Dice: ‘Soy de Espa ñ a’, dice, ‘yo quiero a Madrid’, y no sé qué le dice. ‘¿ Pero has nacido aqu í?’. Y dices: ‘Pues no, soy adoptado, no sé qué, no sé cuá nto’”. Pero cuando le pregunté a Tina , una ni ñ a de 12 a ñ os: “Si alguien te dice de d ónde eres, ¿ qué le contestas? ” , ella dijo: “ De Per ú ”. Beatriz, su madre, intervino: “Y si te dicen: ¿eres espa ñola ? ”. “ Pues vale”. “‘Pues vale’”, su madre se burló suavemente con una sonrisa. Yo dije que a m í me parecía que Tina bási camente era espa ñola , en todo menos en el lugar donde nació. Beatriz

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estuvo de acuerdo, se ñalando:

“cuando rellenas los censos, el nacimiento es de Perú , nacionalidad espa ñ ola . En Estados Unidos siempre y cuando rellenan esos, hay como cuadraditos que puedes llenar para raza o para etnia, y dicen: ‘blanco, negro, asiático, hispano’... y aqu í no hay, ¿ no?, entonces no les interesa ”. Puede que a los agentes del Estado espa ñ ol no les interese la raza o etnicidad de Tina , pero en el á mbito local, inmediato, Tina sabe que cuando un desconocido le pregunta de dónde es, es porque pretende dar sentido a la desconexió n racial entre su cuerpo y su entorno. La madre de Tina planteó la cuestión de “raza o etnia ”. ¿Qué es la “etnia ” o “etnicidad ” ? A menudo utilizamos este término en nuestra conversación cotidiana como un eufemismo de “raza ”, una manera más educada y delicada de enmarcarla , como el término “género” a veces sirve como código para “sexo” en oraciones como “¿Vas a averiguar el gé nero del bebé?”. Pero investigadores que trabajan sobre adopción transracial en Eu ropa , han desmantelado sumariamente la idea de que estos adoptados son étnicamente diferentes: aunque se les ve diferentes a sus padres, quienes lle garon a Europa a una tierna edad sin duda comparten la etnicidad de sus padres (H ü binette y Tigervall 2009: 340). En dichas circunstancias, la ten dencia europea para describir la identidad “étnica ” (en lugar de “ racial”) de los adoptados, “es sin duda un mecanismo para evitar el compromiso [... ] con prácticas de discriminación racial que afectan a los niños adoptados” (Yngvesson 2010: 202, n. 13). Igualmente, la “cultura ” a veces también es una manera codificada de referirse a las diferencias raciales, pero los mismos niños probablemente tambié n comparten la cultura de sus padres adoptivos. Como Diana Marre ha argumentado, “la adopción internacio nal crea una sociedad multirracial que en realidad no es multicultural” ( 2009c: 238).4 Es el concepto de sustancia nacional el que permite que el pa ís de origen sustituya las caracter ísticas biológicas como la raza.5

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Esto omite la manera como España ya es multicultural, incluso en su característica ostensiblemente monorracial . Marre continúa: “Se supone que los adoptados deben volverse plenamente catalanes o gallegos y/o españoles”, pero de hecho esto se haría leer como culturas distintas en el contexto español, tal como su “y/o” lo denota (2009c: 238). Aveces el origen regional también sirve para lo mismo. Por ejemplo, algunos padres ten í an ideas racializadas sobre sus hijos y relacionaban sus comportamientos con sus

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Describir la raza con la palabra “cultura ” responde en parte a la muy difundida pretensión de que Espa ña no es un pa ís racista. No es com ú n hablar de raza en Espa ña (Del Olmo 2004). La gente habla sobre la cultura cuando se refiere a temas que se describen más precisamente como “racia lizados”. Cuando yo escribo sobre “ raza ”, lo hago segú n los antropólogos de los Estados Unidos, quienes utilizan el término no para referirse a algo inherente en el aspecto f ísico o biológico de una persona , sino más bien a “una ideología acerca de las diferencias humanas”.6 Entonces, como argumenta el antropólogo espa ñol Carlos Gimé nez Romero, en Espa ña “se explica todo por la cultura, se exagera la diferencia ” ( 2008: 114). Una consecuencia de hablar sobre la raza utilizando la palabra “cultura ” es que conlleva la idea de que “la cultura parece ser heredable” (Marre 2009c: 226), un “sustituto de raza” (Jacobson 2008: 109). Las investigadoras espa ñolas María Jociles y Cristina Charro han argumentado que “los expertos no delimitan claramente los conceptos de ‘raza’ y ‘cultura de origen’, de manera que ésta (la cultura de origen) a veces aparece como biologizada [...] ineludible” ( 2008: 117). El término “ migrantes de segunda generación ” deriva de lo mismo. La frase codifica un sentido de que la condición de migrante en sí es heredada , de manera que los hijos de migrantes, en lugar de ser espa ñoles, muy por el contrario asumen la condición jurídica o social de sus padres. Al mismo tiempo, por supuesto, como la ideología de la raza en sí, y arraigada en su interior, la idea de la condición de migrante como heredable tiene verdade ras consecuencias sociales para estos niños. “Segunda generación ” es el có digo para jóvenes racialmente diferentes. Me di cuenta de esto cuando un

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lugares de nacimiento. Algunos mencionaron que sus hijos evidentemente venían de “la selva” (la Amazonia peruana), y que en contraste con quienes proceden de “ la sierra ” ( los Andes), sus caras se ven diferentes y tienen mucha rabia. Otra madre cuya hija había nacido en Arequipa dijo que a veces “ le sale su Misti” (muestra su lado impulsivo), una expresión que hace referencia al volcán arequipeño y alude a la terquedad de la niña. En el Perú yo he escuchado la expresión original y racista: “ le sale el indio” (su lado “ salvaje” ). American Anthropological Association, “American Anthropological Association Statement on ‘Race’ ” , 17 de mayo de 1998, en: .

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miembro del personal de la Fulbright me comentó que en la segunda gene ración es cuando la migración realmente aparece como problema , porque mientras los migrantes adultos son generalmente aceptados como trabaja dores, los padres espa ñoles se preocupan mucho cuando sus hijos tienen que ir a la escuela con extranjeros. En esta observación, el término “extran jeros” es el código para “racialmente diferente” , porque lógicamente, los jóvenes de segunda generación no son jur ídicamente extranjeros. En este contexto, la sustancia nacional es “la nueva raza ” es algo que se hereda, perpetuando categorías desiguales. Al igual que los jóvenes adoptados, los migrantes de “segunda generación ” pueden ser malinterpretados por los espa ñoles blancos nativos como “otros” migrantes y es posible que la poli cía les pida sus documentos a la salida de las estaciones del metro. Tanto la edad a la llegada como la condición de ciudadan ía son importantes para una persona joven durante el trá nsito a la edad adulta. Igualmente, como lo demuestra la malinterpretación de “ no espa ñoles” para los adoptados y jóvenes de segunda generación, también son importantes las cuestiones de raza y origen étnico maquilladas como herencia u origen . El teórico cultural Stuart Hall ha desarrollado un modelo de iden tidad cultural y étnica que captura el sentido crucial de permanencia im plicado en las conceptualizaciones, tanto espa ñolas como peruanas, de la sustancia nacional. Como explica Hall, existe una noción muy difundida de lo que es la identidad cultural, o sea, “una cultura compartida , una especie de ‘yo verdadero y ú nico’ colectivo [...] que las personas con una historia y ascendencia compartida tienen en comú n” (1990: 223). Igual mente, las etnicidades se representan a s í mismas como “ perfectamente naturales”; el ejemplo de Hall es: “quien nace inglés siempre lo será ”, y pregunta retóricamente: “¿qué sentido tiene una identidad si no es una sola cosa1.” (1997: 175, el é nfasis es m ío).7 Sin embargo, Hall tambié n ar gumenta que la identidad es simultá neamente algo que nosotros creemos que es “ese n ú cleo estable del yo, desplegá ndose de principio a fin, a través

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Hall argumenta que esta formulació n de identidad cultural es el producto de una era de globalización y mercados mundiales de largo aliento para los que “ una forma de identidad cultural fuertemente centrada, muy exclusiva y exclusivista ” fue la respuesta lógica (1997: 174).

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de todas las vicisitudes de la historia, sin cambiar” (1996: 3), y algo que nunca está completo, al contrario, siempre está deviniendo, se está produ ciendo y creando a través de la comparación, la narración y basá ndose en los recursos históricos, lingüísticos y culturales (1996: 4).8 En Espa ña , la forma que adquieren dichos recursos culturales está su mamente biologizada. Recursos como la cultura biologizada , las ideas so bre la importancia del lenguaje y las narraciones de la historia, son todos asumidos y nuevamente puestos en circulación por los padres migrantes y los padres adoptivos, para quienes la cultura es una posesión valiosa que ellos quieren inculcar en sus hijos. Siguiendo a Hall, yo trato esta noción de identidad cultural y sustancia nacional como algo que es visto simul tá neamente como estable y esencial, y algo que es producido constante mente y laboriosamente por quienes valoran y participan en ello. Tanto para los padres migrantes como para los padres adoptivos, desarrollar el sentido de la cultura peruana de sus hijos puede ser una fuente de fortaleza y resiliencia para cuando esos niños se tengan que enfrentar final e inevitablemente con la racialización y el trato racista.

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Creando vínculos con el Per ú

Esteban, un adolescente migrante con quien conversé, me dijo que los migrantes “vienen aqu í a trabajar por sus hijos, a darles unos estudios, a apoyarles en todo lo que puedan y luego ya , cuando sus hijos ya tengan un trabajo o un estudio o algo, ya ellos tranquilamente poder volver y vivir tranquilamente [en el Per ú ]. Es el sue ño de mi madre y de mucha gente”. Efectivamente, investigadores que estudian la migración familiar han demostrado que la principal razón para migrar son los hijos (véase Leinaweaver 2010b, Orellana et ál. 2001, Pribilsky 2001). Una preocupa ción o inconveniente al desplazar a sus hijos tal como lo expresaron pa dres como César (véase cap ítulo dos) , es la posibilidad de que los niños



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Que la aparente estabilidad de la identidad sea en realidad ficticia “ de ninguna ma nera socava su eficacia discursiva, material o politica ” (Hall 1996: 4). Esto es par ticularmente importante para las personas marginadas históricamente y que están experimentando el redescubrimiento de esa identidad esencial ( Hall 1990: 224; véase Strong 1996 para los indios norteamericanos).

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se integren demasiado bien y pierdan algo que, segú n los padres, es impor tante. Esteban continu ó con su l ínea de pensamiento a ñadiendo: “Bueno, yo... o sea, yo pienso volver a Perú , pero pienso volver de vacaciones a cono cerlo y a saber lo que hay por allí”. Sus planes de quedarse en Espa ña y su sensación de que no sabe mucho sobre el Perú evidencian que la ansiedad de los migrantes sobre la pérdida cultural no está totalmente fuera de lugar. He visto la preocupación concreta de los migrantes por la cultura de sus hijos cuando entrevisté a Susana , la directora de Juntas, una asocia ción de mujeres latinoamericanas. Ella me contó sobre la posición de la asociación: que la migración es dif ícil para los ni ñ os que se hacen más vul nerables por la separación de las familias. Me explicó que el conocimiento y las prácticas culturales son una forma de fortaleza , una f ílente de resi liencia, para esos jóvenes vulnerables. Susana me dijo que la mayoría de asociaciones de migrantes en Espa ña giran en torno a las artes y la cultura, y que la meta de Juntas es alentar a estas asociaciones para que incorporen activa y deliberadamente a los jóvenes para que empiecen a identificarse realmente con sus culturas (véase fig. 6).

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Figura 6 . Hijos de migrantes actuando en las fiestas del Inti Raymi en Madrid. Foto de la autora, 2010.

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El modelo folclórico de la identificación cultural que Juntas promovió ten ía una contraparte en la experiencia personal del hijo de Susana. Ella me describió a su hijo Lucas, de 18 a ños, como “cien por ciento peruano”, porque ella y su esposo son peruanos, aunque Lucas nació en Espa ña. Comentó que, efectivamente, él sol ía decirles a las personas que era de Espa ña, su pa ís de nacimiento, pero ahora les dice que es del Per ú. Susana me contó que conforme Lucas fue entrando en la adolescencia , se fue sintiendo más atra ído por lo peruano, comenzando por sus amigos, sus enamoradas, e incluso su acento del Perú. A los 17 a ños ya quería ob tener su documento nacional de identidad ( DNI) peruano, requisito para todos los peruanos en el Perú a partir de esa edad. Entonces ella lo llevó al consulado para que solicitara formalmente el documento. Cuando le avisaron que ya estaba listo, él se fue solo a recogerlo, e inmediatamente le envió a Susana un mensaje de texto que decía: “ahora soy peruano”. También se le premió a Lucas cuando terminó la escuela secundaria con un viaje al Perú para que fuera ah í solo por primera vez, donde segú n su madre él “ve a todos sus primos y se peruaniza ” . Aunque a menudo se imponen demandas similares para la identifica ción cultural a los jóvenes adoptados del Per ú, los significados atribuidos a esos ví nculos son un poco diferentes. Repetidamente, los profesionales de la adopción les dicen a los padres adoptivos que es en beneficio de los ni ños que se mantenga un sentido positivo de la importancia del Perú ( para la misma posición en Flandes, véase De Graeve 2010: 369). Esta es una po sición parcialmente arraigada en los testimonios de los adoptados adultos, especialmente los de Corea , quienes insisten en que el “aislamiento de la cultura de nacimiento, y la asimilación forzada dentro de la blancura, han sido da ñ inos para su propia autoestima y para las relaciones con sus fami lias” (Jacobson 2008: 68). En Madrid asistí a una charla de dos adoptados y activistas adultos titulada: “ La búsqueda de orígenes como construcción de la identidad ”. Una persona del p ú blico les preguntó a los ponentes lo que hubieran querido que sus padres hicieran de manera diferente. Ellos respondieron: “que nos hablen de nuestros orígenes desde el principio, en lugar de que nos hablen sobre la adopción o sobre nuestras vidas a partir de la adopción ” . Los profesionales comparten esta opinión. Por ejemplo, Calles, quien lideró la charla del IMMF a la que asistí, dijo que los padres

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tienen que respetar los pa íses, costumbres y or ígenes de los niños para ayudarlos a construir su identidad . Esta actitud puede ser tambié n vista en cualquier sección transversal aleatoria de las declaraciones de los profesionales de la adopción, por lo que ofrezco algunos casos tomados de textos espa ñoles Por ejemplo, el

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Instituto Universitario de la Familia, asociado con la Universidad Ponti ficia Comillas en Madrid, ha desarrollado extensos materiales educativos para incorporar la adopción internacional en el salón de clase. En el te mario de una escuela secundaria, publicado para ser utilizado junto con la pel ícula La Vergüenza, en una revista producida por los departamentos de educación, psicología y trabajo social, los instructores proponen que los estudiantes reflexionen sobre este tema: “En la pel ícula, Pepe a veces se queja de que la cuidadora de su hijo Manu no le canta ninguna canción del Peril, la patria chica de ambos. ¿Cómo creéis que le ayudaría a Manu conocer la m úsica propia de su pa ís de origen y así no perder sus ra íces?” (Gutiérrez y Pereira 2011: 4). En otro ejemplo, un diplomá tico chino le pide a los padres adoptivos espa ñoles que “ mantengan las ra íces culturales de los niños, porque si bien es cierto que viven muy felices aqu í, en ocasio nes se olvidan de aprender chino y olvidan la cultura china; espero que en el futuro estudien el chino para su propio bien y para el desarrollo de las

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relaciones china y espa ñola ”.9 El resultado de este énfasis repetido es “la necesidad de mantener algú n ví nculo con el pa ís de origen de sus hijos sobre la que casi nin gú n adoptante parece dudar, al menos durante los primeros a ños de vida de los menores” (Marre 2004; ver también Yngvesson 2003). Y muchos de ellos as í lo hacen.10 La reportera peruana Yolanda Vaccaro escribió la

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9.

Noticias EFE, “Cae un 80 por ciento el nú mero de adopciones de niños procedentes de China’” , EFE (España), 2 de julio del 2011, en: < http://bit.ly/ lDruJcB> . Véase también Louie 2009.

10 .

Otros padres se oponen a la idea de que sus hijos deban tener un vinculo exclusivo con el Perú por encima de otros pa íses. Deseosa de que sus hijos adquieran una perspectiva más amplia, Carmela le ofreció a uno de ellos un viaje como recompensa porque le fue bien en sus estudios, y su hijo eligió irse a una playa del Caribe , algo que Carmela pensó era muy “abierto” de su parte , porque irse al Perú habr í a sido

autolimitado y “ cerrado” .

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historia de una pareja de Madrid que adoptó a tres niños peruanos y que le dijeron: “Es un pa ís que nos encanta [... ]. Hacemos lo posible para que los niños mantengan contacto con sus ra íces. Continuamente compramos libros peruanos y sobre Perú. La última adquisición es una enciclopedia de Per ú y hemos encargado discos de marinera [ un baile popular del Perú ]”.11 Y Diego me dijo que cuando el tenor peruano Juan Diego Flórez se presen tó en Madrid, invitó a sus hijos a ir, pero desgraciadamente no tuvieron interés: “ellos está n con el rap”. El lamento perpetuo de los padres sobre los gustos musicales diferentes e impropios de un hijo, es transmutado, en el caso de la adopción internacional, en una preocupación sobre la falta de conexión del niño o niña con sus orígenes. Esta estrategia de invitar a un ni ño para que participe de “la cultura ” de su pa ís de origen se hace con la mejor de las intenciones, respondiendo a la insistencia de los profesionales de la adopción y las narraciones de los adultos adoptados. Pero esto tiene algunos interesantes efectos secundarios que se vinculan nuevamente con la racialización regular e insistente de los adoptados transnacionales. Como Katrien De Graeve ha escrito acerca de la adopción de ni ños negros de Etiop ía en Flandes, Bélgica:

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[...] los padres adoptivos afirman que ellos se dan cuenta que su hijo es pro penso a la racialización y la discriminación. Dicen que esto los inspira a desarrollar estrategias para empoderar al niño en contra de esto. Sorpren dentemente, los padres indican que su principal estrategia consiste en hacer que el niño se sienta orgulloso/orgullosa de su propia cultura (en este caso la et íope). Se podr ía argumentar que, aunque se entienda como una estrategia en contra de la estigmatización , la labor cultural de los padres está al mismo tiempo enfatizando la imposibilidad de que una persona negra se convierta en flamenca . ( De Graeve 2010: 371; véase tambié n Jacobson 2008: 72 74)

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El é nfasis en la cultura peruana , en un contexto donde se minimiza la raza y se “biologiza ” la cultura, puede acarrear un subtexto similar tanto para los adoptados como para otros migrantes.

11.

Esta cita ha sido tomada del borrador de un artículo preparado en el 2005 que me envió su autora , la periodista Yolanda Vaccaro, residente en Madrid. El manuscrito está en su archivo personal .

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Lo que en el discurso de los padres migrantes se expresa como una pérdida del conocimiento, contrasta con las discusiones de los profesio nales de la adopción y los padres adoptivos sobre el mantenimiento de las ra íces. Este contraste se manifiesta en algunos enfoques compartidos y otros divergentes para inculcar en sus hijos la cultura de un territorio distante. El idioma en el caso de los adoptados chinos, y el folclore, como la música y el baile, en el caso de los latinoamericanos, son significati vos simbólicamente, pero como parte de una experiencia o exposición cotidiana, ellos parecen relegados a los márgenes. Una clase de idiomas o una enciclopedia sobre el Peni a ísla la cultura en un campo controlable y seguro. Los padres cumplen con la exhortación a conservar la cultura del ni ño, fundamentada en las teorías del desarrollo infantil acerca de qué es lo que va a ayudar a un niño racialmente diferente a construir su identidad. Sin embargo, mantienen esta cultura a una distancia segura. Si los padres adoptivos sobreenfatizan el significado de “la cultura de origen” de su hijo o hija, corren el riesgo de resaltar las diferencias entre ellos y sus hijos, lo que incluye diferencias racializadas (Volkman 2003: 42). Los padres deben simultá neamente expresar amor por el Per ú , como hizo la pareja entrevistada por Vaccaro, para recordarles a sus hijos y a ellos mis mos el terreno comú n que comparten. Es el fortalecimiento anticipado del vínculo adoptivo mediante la cooptación o incorporación de un afecto mutuo por el pa ís de origen. Laura, la joven adoptada de Colombia y activista de la adopción, me contó que hasta hace cinco a ños los profesionales de la adopción en Espa ña quienes se encargaban de comprobar si las personas eran padres adecuados, instruyeron a esos padres para que no hablen sobre la otra ma dre, “ porque sería confuso tener más de una , entonces había que rebajar a la madre biológica ”. Ella continuó relatando que se había sorprendido al escuchar los resultados de una reciente investigación que decía que un tercio de los padres adoptivos no les dicen a sus hijos adoptados de qué pa ís provienen.12 Es elocuente el hecho de que Laura relacione el silencio

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12.

Ana Berástegui Pedro-Viejo y Rafael Jódar Anchía. 2013. “Comunicación sobre adopción: logros y lagunas en la adopción internacional en España ” . Familia: Revista de ciencias y orientación familiar 46: 43-55.

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la madre biológica con el silencio respecto del pais de origen. Conforme el hecho y el acto de la adopción se van desvaneciendo en el pasado, y la realidad del d ía a d ía como padre de familia y como hijo se va haciendo cargo, los padres también pueden alentar o permitir que sus hijos dejen que se desvanezca cualquier v í nculo con el Perú, quizás porque los vínculos con más de un pa ís puedan simbolizar los vínculos con más de una madre o un padre. Una forma muy centrada, y quié n sabe más segura de que las ra íces se “conserven”, está en la decisión de retener o cambiar el nombre del niño parcial o totalmente (Anagnost 2000: 407 408). Durante mi investigación sobre adopción en el Perú, me llamó la atención que la coordinadora de adopciones le daba mucha importancia a conservar el primer nombre original del niño (Leinaweaver 2009b: 71). En la primera adopción de padres espa ñoles en el Perú de la que fui testigo, la asistenta social le dijo al director del orfanatorio, muy alegremente: “ IE1 bebé mantendrá] su propio nombre” (el énfasis es mío), un nombre que el personal del orfanatorio le había dado cuando lo encontraron abandonado al pie de su puerta . Sergio, un padre de familia espa ñol, estuvo obviamente de acuerdo en que esta era una elección significativa. Él me dijo: “nosotros creemos que eso es algo esencial [...] nosotros pensá bamos que los ni ños que salgan en adopción, lo ú nico que ten ían como suyo, suyo, suyo, era la vida y el nom bre que le hayan puesto. Y digo, mira, no podemos quitarle el nombre”. Y a ñadió que afortunadamente su hijo no ten ía un nombre como y se le ocurrió decir Rigoberto, que, segú n dijo, en Espa ñ a es considerado poco atractivo. A ellos les gustó el nombre que le habían dado a su hijo, Nelson , y Sergio a ñadió que probablemente haya sido el nombre del doctor que lo atendió en su nacimiento. Pero cuando me topé con más de un padre de familia en Espa ña que le había cambiado el nombre a su hijo, me impresionó porque contrasta ba marcadamente con lo que yo había llegado a creer que era la norma. En un caso, la madre me explicó que a ella simplemente no le gustaba el nombre del niño, y que se lo había cambiado por el nombre que ella siempre había querido ponerle a un hijo suyo. En varios otros casos, los padres habían transformado los nombres sin reemplazarlos completamen te. Por ejemplo, el nombre de un niño, Simón, no fue cambiado, pero respecto de

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sus padres vascos lo llamaban Ximun. Nicolás, adoptado domésticamente por Raquel , originalmente ten ía por nombre Nikolai.13 Igual que Sergio, Raquel me contó que su hijo había sido tra ído al mundo por un doctor llamado Nikolai, lo que interpreté como una se ñal de que su nombre no era un vínculo significativo para su familia o pa ís de origen, sino que se debía al inmediato contexto de su nacimiento, por lo que era aceptable que se le cambiara de nombre. Aun así, ella simplemente se lo cambió a la versió n espa ñola . En un ú ltimo ejemplo, Diego y Gabriela les cambiaron los nombres a sus dos hijos porque los mismos niños (ya grandes al mo mento de la adopción) les pidieron que lo hicieran , pero ellos insistieron en que cada uno de los niños “ por lo menos conserve uno de sus nombres de recuerdo”. Entonces Richard se volvió formalmente Pedro Richard, pero solo le decían Pedro, y Jhonathan Enrique se volvió Juan Enrique.14 Como dijo Diego: “le hemos conservado su nombre por si algú n d ía lo

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utilizar”. En cada uno de estos ejemplos, tanto para migrantes como para jó venes adoptados, la idea es que los padres vayan creando, lo mejor que puedan, las condiciones para darles a sus hijos la posibilidad de formar o mantener sus vínculos con el Per ú. Esto sugiere que los lazos con el Per ú son valorados, al menos entre los padres o los profesionales en la crianza de niños, y si los padres no crearon estos ví nculos, sus hijos no se tomará n la molestia de hacerlo. Esta idea de que puede ser que algú n d ía ellos quieran utilizar sus nombres de pila que el nombre es un recuerdo importante , nos plantea la siguiente pregunta: ¿ por qué no los quieren utilizar ahora? O mejor dicho, ¿por qué los jóvenes de origen peruano quieren restarle importancia , o incluso borrar parte de su pasado? quieren

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El Perú tiene una relación compleja con los símbolos rusos que tiene que ver con la difundida admiración por importantes teóricos comunistas que precedió la aparición de Sendero Luminoso , lo que ayuda a explicar los nombres con reminiscencias rusas que ten ían muchos niños que conoc í en ese pa í s. Otra tendencia de los nombres que observé en el Peni es el uso corriente de los nombres que suenan extranjeros, y de consonantes como la omnipresente “h”, que por lo general es un alarde de cosmopolitismo moderno. Conoc í a muchos niños llamados “Jhonathan” , un nombre que interpreté como un intento de emular la ortograf í a inglesa y utilizar la “h” silenciosa.

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Evitando la cultura y/de la pobreza

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Dos antropólogos espa ñoles me sugirieron, independientemente, que se ría interesante si el diseño de mi investigación segu ía y comparaba más estrechamente y explícitamente a los peruanos que mantienen ví nculos con el Per ú y los que, segú n me dijo uno de ellos: “deciden no fomentar esos vínculos para que sus hijos se integren ”. Aunque concuerdo en que sería fascinante, pienso que habr ía sido un reto hacer un seguimiento de manera negativa: “¡Por favor, contáctese conmigo si usted no está interesa do en ser identificado como peruano!”. Finalmente, decid í que sería más factible simplemente recoger esta misma sugerencia, pero como un dato m ás sobre los ideales espa ñoles de integración. Sin embargo, a pesar de mi enfoque inicial en la peruanidad de estos ni ños, al final logré encontrar varios que ten ían muy poco interés en el Perú. Por ejemplo, Karla , a los 13 a ños, no quiere tener nada que ver con el Per ú. “Ese es el lugar donde fue abandonada ”, me explicó Marcia , su madre. Cuando la hermana menor de Karla la invitó a ver un programa de televisión sobre el Per ú , Karla replicó: “¿Qu é es lo que quieres que ame del Per ú ? No me interesa ”.15 Marcia insistió para que algú n d ía ella fuera al Perú para aprender acerca del pa ís, pero Karla hasta ese momento se resistía. La historia de Karla no es tan rara entre las familias adoptivas que llegué a conocer en Espa ña: el deseo de desandar el camino hasta su pa ís de origen, y siempre conservarle un lugar en el mapa interior de la identidad del niño, es un proyecto má s del padre o de la madre que del hijo. Estos chicos reciben mensajes confusos: eres espa ñol, pero deber ías estar interesado en el Per ú . (Sin embargo, la advertencia tácita es: no debes estar tan interesado como para que te juntes o salgas con inmigrantes pe ruanos). Esta doble identidad es la que caracteriza a los jóvenes adoptivos transnacionales, de origen peruano, que está n creciendo en una Espa ña que se está envejeciendo y despoblando rá pidamente. Hay dos características de la actitud de Karla hacia el Perú que me interesa explorar aqu í: primero, la sensación de que el Perú es un lugar

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Tobias Hiibinette y Carina Tigervall ( 2009: 348) cuentan una historia casi idéntica de un adoptado coreano.

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donde le ocurrieron cosas malas, y donde por lo general ocurren esas co sas; y segundo, la manera como elabora su actitud hacia el Perú, como un desinterés que, en otros casos, puede cambiar y transformarse en un rechazo activo. Es dif ícil separar uno del otro en los relatos que recolecté. El desinterés de los chicos por el Peni está completamente intrincado con las evaluaciones que hacen los padres de lo que podr ía significar el Perú para sus hijos. Pero cada relato tuvo momentos en los que se destacaron las caracter ísticas negativas del Perú , y otros en los que se describió la ac titud cotidiana de desinterés o rechazo, de manera que puedo analizarlos separadamente, y al mismo tiempo reconocer que son parte integrante de la misma experiencia. “Es el lugar donde fue abandonada ”, dijo Marcia para explicar la falta de interés de Karla por el Per ú. Este fue el mismo tipo de explicación que Diego y Gabriela me dieron para manifestar el rechazo expresado por Juan, su hijo mayor. Tanto Diego como Marcia mencionaron la aparición del Perú en los medios como desencadenante del rechazo de sus hijos: “muchas veces, a lo mejor sale algo de Per ú en la televisión , un reportaje de Machu Picchu , de Cuzco, y todos vienen a ver”. Pero Juan, el mayor, no lo ve, y Diego atribuye su desinterés por el Perú al hecho de que all í sufrió mucho. Él estaba gravemente desnutrido cuando fue adoptado: “ Debía tener tanta pena de que lo abandonaran , que no quer ía comer [...]. En el hogar era un niño que se dejaba morir, estaba muy delgadito, no com ía, no sé. Su vida, para él, empezó aqu í”. Entonces para Diego, la falta de interés de Juan en la cultura peruana está directamente relacionada al hecho de que, para Juan, “Su vida, por las circunstancias que sean, em pezó cuando vino a Espa ña ”. Sin embargo, Diego hace un esfuerzo: “Les digo, tenéis una cultura [...]. Pues, como han sufrido tanto all í, es algo que quieren apartar, como si no hubiera existido [...]. Pero bueno, yo creo que volverá n cuando sean mayores”. Sergio, otro padre de familia , comparó el primer viaje de regreso de su hijo al Per ú con “el del que vuelve a Vietnam después de la guerra, con el paso de 20 a ños, ¿no? Dice: ‘Después de lo que pasé yo aqu í, pues los recuerdos...’. No te digo que [lo de Nelson ] sea recuerdos negativos, porque realmente no tuvo recuerdos en ese a ño, ¿ no?

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pero...”.

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Mientras que para algunos jóvenes adoptados el recuerdo o el conocimiento de experiencias desdichadas muy reales es muy importante para aferrar su voluntad de no querer vincularse con el Per ú , otros expresan su resistencia en té rminos más amplios. Su idea general es que el Perú es “ muy atrasado”, como me dijo Isabel, la otra hija adolescente de Diego y Gabriela, cinco minutos después de conocerla por primera vez. Sandra , en sus veintes, recordaba un viaje al Perú en el 2008 cuando me dijo: “Lo pasé mal porque [... ] aparte de eso tambié n pensaba en mi madre y todo eso [...]. Lo pasé mal porque vi el ambiente que había y tal, tan diferente [...]. Las casas, la forma de construcción de las casas y todo, que por ejemplo me extra ñó mucho”. Graciela, su mamá , comentó que San dra había estado tan incómoda que quería regresarse antes y pidió que le cambiaran su pasaje de avió n. Sandra continuó enfocá ndose en la pobreza que ella vio:

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Lo pasé muy mal [...] te encuentras gente asi mendigando, y luego los niños también en las calles que a m í me daba mucha pena que vendían chicles, y claro, y como cuando ten ía dinero y eso pues se lo daba, y me compraba los chicles con tal de que tuvieran algo de dinero los niños [...] y luego ya me empecé ya a estar mejor y eso, ya pues no me sent í tan mal, pero es que al principio sí. La diferencia lo noté mucho [... ]. Luego es tal que tampoco te sientes tan diferente porque cuando vas a la calle, pues ves a gente como t ú , de tu color, o sea ves a peruanos que no es como aqu í, es que yo voy por la calle por ejemplo aqu í y no me siento tampoco rara , pero que allí me siento normal porque hay gente como yo de mí mismo color [...] y es que digo, pues es que son iguales que yo.

Esta sensibilidad por la pobreza y por un cierto tipo de desconexión y desigualdad de la globalización, no es un fenómeno exclusivo de los jó venes adoptados. Lucas, el hijo de dos migrantes peruanos, me preguntó al final de nuestra entrevista si había algo que no me gustara del Per ú. Después de pensarlo un poco, le dije que lo que no me gustaba era la desigual distribución de la riqueza y la pobreza. Le devolv í la pregunta y él me contestó que lo que a él no le gustaba era la manera como los policías te paraban en la calle solo para pedirte dinero. Había cosas que le gusta ban de las visitas al Per ú ver a la familia extensa, experimentar el “calor

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humano” —, pero es un lugar donde nunca le gustaría vivir. Él ha crecido rodeado de gente espa ñola que “creen que es como ven en la televisión [...] los niños pobres, tal, bueno hay que apadrinarlos, todo, ¿ no?, pues de pueblo, ¿ no? [...] mucha , mucha gente cree que es campo [...] no sabe que es ciudad ”. Javier, un migrante laboral de Trujillo, podr ía estar de acuerdo con estas apreciaciones. Él le dijo en el 2009 a mi asistente de investiga ción, Alfredo Aguirre, que “el Perú y Espa ña está n como a 100 a ños de distancia en cuanto a desarrollo social y económico” (Aguirre 2011: 9). Este tipo de actitudes con Latinoamérica también puede aplicarse a los latinoamericanos que viven en Espa ña , y por eso, tanto las personas adoptadas como otros migrantes jóvenes se resisten a entrar en espacios donde podrían ser leídos como parte de una colectividad migrante más amplia. La antropóloga Jennifer Lucko cita a una estudiante ecuatoriana que se resist ía a ir a un parque muy utilizado por los migrantes porque, en palabras de la joven: “Te da un poco de miedo el ver tanta gente del mismo color, de tu mismo pa ís, en un mismo lugar” . Mientras Sandra se sintió normal viajando al Perú y caminando entre gente que es similar a ella , Lucko argumenta que la estudiante inmigrante experimentó una sensación opuesta: “ella se sintió incómoda de que la identificaran con el grupo de inmigrantes laborales en Madrid ” ( 2011: 223). Sobre la base de los relatos de padres adoptivos que Christine Gailey recolectó en Estados Unidos, ella concluyó que “el significado de la mo vilidad social en la adopción ha recibido poca atención en la literatura sobre el tema . Cuanto mayor es el ni ño, mayor es la probabilidad de que la ‘transición de la adopción’ se vuelva un eufemismo para el repentino cam bio de clase” ( 2010: 121 122). Gailey argumenta que muchos adoptantes internacionales acomodados “ parecían confundir [los antecedentes de su niño o niña] con la clase social de él o ella, o una imagen de subdesarrollo del pa ís de origen del ni ño o ni ña ” ( 2010: 145). Más a ú n , las ideas sobre el subdesarrollo y la pobreza del Per ú o de otros pa íses remitentes son parte integral de la propia estructura de la adopción internacional. Calles, miembro del personal de la oficina de adopciones en Madrid , presentó este tema ante un auditorio lleno de atentos padres potenciales de la si guiente manera: “El sistema de salud de muchos de estos pa íses es muy po bre, si Espa ña ha resuelto el suyo solo recientemente, el de estos pa íses se

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encuentra , naturalmente, en peores condiciones”. Más adelante en su pre

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sentación, dijo algo parecido sobre el sistema jurídico, describiendo pa í ses “buenos” (transparentes, éticos) para la adopción internacional, como China y Colombia, para después compartir las desalentadoras noticias sobre la espera, que pod ía tomar entre cuatro y seis a ños para conseguir un niño de esos pa íses: “Simplemente no tienen personal. Si pensamos que nuestro sistema judicial es lento, imagí nense el de Colombia , México,

las Filipinas, Tailandia ”. Ya sea que Karla, Juan y Sandra estén recogiendo estas ideas de sus padres, o que estas les hayan llegado por otras vías, lo cierto es que estos jóvenes adoptados asocian al Perú con la pobreza. Reacciones como desin terés, tristeza o rechazo, todas parecen ser formas comprensibles de enfren tar lo que cada uno de ellos observa y está llegando a aceptar: las marcadas diferencias entre el Perú y su realidad vigente en Espa ña. El Perú represen ta todo un conjunto de posibilidades que abarca có mo habr ía sido su vida o cómo siguen viviendo sus hermanos u otros parientes biológicos. Es una experiencia profundamente personal de lo que muchas personas simple mente dan por sentado esas marcadas diferencias socioeconó micas, las diferencias entre lo desarrollado y subdesarrollado, el Tercer Mundo y el Primer Mundo. Mientras que aquellos cuyas vidas no tienden puentes tan directamente entre ambos mundos pueden ser capaces de observar o ana lizar esas diferencias eficiente y desapasionadamente, un joven adoptado de origen peruano conoce íntimamente que si las cosas habr ían sido un poquito diferentes, esa vida podr ía haber sido la suya propia. Un joven así recuerda constantemente ese estado de cosas debido a un fenómeno de “doble identidad ” donde los padres y otros miembros de la sociedad espa ñola está n convencidos del significado y la posibilidad de heredar un modelo esencialista de “cultura ” (Marre 2009c: 226; véase también Gimé nez Romero 2008: 113 114). La observación de diferencias importantes entre un Per ú pobre, atra sado, y una Espa ña desarrollada y moderna , conduce a algunos jóvenes a una manifestación de indiferencia, y a otros a un rechazo más definido. Tuve la oportunidad de percibir lo primero, en un ejemplo quizás más benigno, en el caso de una ni ña de 12 a ños, Tina , adoptada a la edad de 17 meses. Entrevisté juntas a Tina y a su madre, y esa fue una de mis primeras

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y más torpes entrevistas. Primero dirigí mis preguntas sobre la historia personal de Tina directamente a ella , porque quer ía escuchar su punto de vista de cómo as í llegó a estar en el orfanatorio del Cuzco. Ella respondió: “ No sé. Yo... muy mala memoria... Ahora mismo no me acuerdo nada ”. Beatriz, su madre, saltó de frente a la historia actual de Tina mezclada con sus propios recuerdos agradables de su viaje al Perú . Entonces intenté involucrar a Tina de nuevo con algunas preguntas más, e hice todo lo posi ble para conseguir que ella me dijera algo sobre el Per ú cualquier cosa , quizás algo sobre el pa ís, su historia, o quié nes viven allí. Por un momento frunció el ce ño y preguntó dudando y tí midamente: “¿los Castro?”. Beatriz la corrigió con una sonrisa: “Los incas, los Castro son los que viven en Galicia [el norte de Espa ñ a ], que es lo que te dije que era yo” . Beatriz me explicó: “Le dije que ven íamos de los celtas, de los Castros, pero los perua nos eran incas, había incas allí”. Y volviéndose hacia Tina le dijo: “¿Tú te acuerdas que te dije muchas veces ‘mi princesita inca’?”. Eventualmente, cuando ya no pude inspirar en Tina ningú n interés por el Perú, Beatriz recalcó: “A que lo estoy viendo y que la estoy oyendo y tal, me doy cuenta que [ hemos hecho] muy poquito. Siempre hab íamos hablado bien de Perú [.. ] hemos ido por ejemplo pues a ferias, estas exposiciones, hemos ido a los stands de Per ú [...] para verle, ¿no?”, pero concluyó que simplemente Tina no ten ía interés. Beatriz analizó la discrepancia que había entre su actitud y la de Tina con respecto al Perú , como si hubiera surgido de lo que el Perú significó para cada una de ellas, e incluyó en su aná lisis a sus amigos que tambié n habían adoptado en el Per ú y a sus hijos que eran igualmente reacios: “yo hablo desde mi punto de vista de madre, y como te digo, que nos ha ido genial [... ] me da mucha ilusión hablar de Perú y me gusta, y entonces, que ellos de esta manera ‘normal’ [...] a m í me resulta raro que ellos no lo sien tan como nosotros, porque para nosotros sí que realmente ha sido algo muy significativo en nuestra vida y no para ellos”. Como Raquel observó respecto de Nicolás, y como dijo Diego sobre sus hijos, la atribución de pe ruanidad probablemente es casi insignificante para un niño o niña, pero podría ser un recurso importante cuando él o ella crezcan. De igual ma nera, Beatriz señaló: “Cuando mayor, como que echas más la vista atrás. Cuando eres joven, lo que ves es lo que te viene, no lo que has tenido”.





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Agradecí la disposició n de Beatriz de voltear la lupa hacia ella cuando indicó que su entusiasmo por el Perú no concordaba con la experiencia de Tina. Ella también se detuvo en un recuerdo conmovedor que parecía explicar algo acerca de su relación cotidiana ambivalente con el Perú. Dijo que había observado que en los ú ltimos a ños en Madrid se habían cele brado diversos festivales y reuniones de sudamericanos, y que ella había contemplado la posibilidad de ir a alguno y llevar a Tina , pero que ten ía recelo: “ no sé la reacción tampoco, porque yo no soy peruana, mi hija sí, pero yo no, o sea, a nivel de peruanos totales todos, no sé cómo encajaría [...] el ir yo con ella, no sé, como que me da cosa [la gente podría pensar]: ‘¿Qué hace, que la trae para entregarla?’”. La observación de Beatriz de algú n modo se parec ía a la disyuntiva entre un retrato cinematográfico real maravilloso de una madre biológica migrando en busca de su hijo o hija desplazada, y la realidad de los temores, mayormente infundados, de los padres adoptivos. Las preocupaciones de Beatriz probablemente no sean acerca de algo tan inverosímil, es decir, que la gente vaya a esperar que ella lleve a su hija a una comunidad migrante para “entregarla ”.16 Sus preocupaciones parecían estar más conectadas a los persistentes mensajes de que, a pesar de los vínculos emocionales y legales que las unen, las diferencias raciales entre ellas no pueden silenciarse. Una ansiedad que tiene que ver con la “gente” del niño juzgando lo inadecuado de la pater nidad interracial, también es expresada por la madre blanca de un ni ño afroamericano en los Estados Unidos, quien le contó a Linda Seligmann: “¿Quién quiere tener miedo de ir de compras a Target [el gran almacén] por el miedo de que una familia negra se te acerque y te diga: ‘¿Estás segura que sabes lo que estás haciendo con su pelo?’. Lo que esto puede implicar es: ‘¿qué haces criando a un niño negro?”’ ( 2009: 133). Los padres adop tivos espa ñoles, mientras enfatizan justamente sus vínculos con el Per ú , también pueden permitir que sus hijos aten úen esos lazos, quizás por la

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Desgraciadamente , en España existen casos de padres adoptivos que han tratado de hijos, pero los han entregado a las autoridades protectoras de la infancia para que los niños sean institucionalizados o puestos en hogares temporales. Nunca he escuchado de alguien que haya querido entregar a un hijo adoptivo a una comunidad de migrantes en España. “entregar” a sus

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manera como esos ví nculos con más de un pa ís pueden calificar de mane ra incómoda otros tipos de relaciones duales, como los lazos con más de una madre o más de un padre. El desinterés de Tina por el Perú apareció como una ignorancia so bre el lugar y la gente, quizás un desinterés agudizado por los deseos de extra ños (incluidos los míos) de desentra ñar de alguna manera que sea significativa para ella, con el fin de hacer coincidir nuestra percepción de su apariencia física y la historia personal a la que alude, con su actual manera de pensar y ser. Ella puede ser nada más que una preadolescente espa ñola com ú n y corriente: igualmente interesada en Melendi, el cantan te pop espa ñol, como en Lady Gaga , la cantante pop estadounidense. Pero Juan no está simplemente desinteresado. Como dijo Diego sobre su hijo: “Juan no quiere saber nada de los sudamericanos”. Juan, un joven delgado y buenmozo vestido con una delgada camiseta de algodón gris y con me chones rojos en el pelo, a ñadió inmediatamente: “Yo cuando alguien [de Sudaméricaj se me acerca, digo ‘no tengo relación con ese tipo de gente’, ahí les dejo de hablar o me separo directamente” . Juan dijo de los inmi grantes en Espa ña: “Yo digo a veces que demasiado”. Pedro, el hermano de Juan, apareció en el cap í tulo cinco como uno de los adoptados que está más relacionado con inmigrantes, dada su enamorada peruana y su propia historia de haber participado en pandillas y vestirse como pandillero. Pero Juan le resta importancia a cualquier vínculo con el Perú, y a cualquiera que lo escucha le dice que él parece colombiano que es una manera de decir que tiene la piel más clara que sus hermanos. La diferencia incluso aparece en su afición por el f ú tbol: Pedro admira al Atlético, que es el equipo de la clase trabajadora, mientras que Juan prefiere al Real Madrid, un equipo cuyo club de sú per fans, el Ultra Sur, a menudo está pú blica mente asociado con supremacistas blancos. Tres a ños después, cuando visité nuevamente a la familia de Diego y Gabriela , pude ver más indicios del desinterés que Juan ten ía por los peruanos. Él estaba activamente interesado en el Asia, estaba llevando clases de chino y japonés a nivel universitario a través de educación a distancia. Se había hecho amigo por internet de mucha gente joven de ori gen chino, incluyendo una enamorada, y disfrutaba de la m úsica popular coreana. Enunció un aná lisis fascinante sobre la cirugía de ojos en China,

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diciendo que en contra de la opinión pú blica, esta no es una tendencia horrible por la cual las jóvenes chinas intentan occidentalizar su aspecto, sino que más bien es una manera de distinguirse de las japonesas y de las del sudeste asiático, destacando su calidad de chinas. También dijo que él había pensado en hacerse su propia cirugía cosmé tica de ojos para que parezcan “más asiá ticos”. Gabriela le dijo que le parecía indignante y que las personas deberían estar contentas con lo que tienen . China apareció frecuentemente en mi investigación porque es el gran pa ís de la adop ción en la mente de la gente, y es un punto de comparación clave para el Per ú. Para Juan , China representaba algo diferente. La impresión que yo tuve es que él estaba tratando de decir que nunca sería espa ñol, aun cuando pod ía expresar su descontento con los inmigrantes y pod ía seguir al equipo del Real Madrid . Pero él todavía pod ía evitar ser peruano: escu chando al K Pop, mandá ndole mensajes de texto a su enamorada china, aprendiendo japonés, y quizás incluso haciéndose la cirugía plástica, son todas estrategias folclóricas, sociales y físicas para “desperuanizarse”. La creciente afinidad de Juan con las diversas características que él entiende como asiá ticas, recuerdan la observació n de Stuart Hall respecto de que “las identidades se construyen a través, no por fuera , de las diferencias [...]. Solo a través de la relación con el Otro, la relación con lo que no es [...] es que se puede construir el significado ‘positivo’ de cualquier término [...]” (1996: 4 5; véase también Hall 1997: 174). Un rechazo activo del Per ú y los peruanos como el expresado por Juan, es una forma muy clara de manifestar la falta de conexión con el pa ís y con esa parte de la historia de uno. Como me dijo Sergio sobre su hijo Nelson de doce a ños: “él se ha vuelto muy, muy racista [...]. En el fondo, yo creo que no es tan racista, ¿ no? Pero como en la adolescencia tienes que hacerte valer un poco”. Es decir, la clase y las ubicaciones sociales de los hijos adoptivos son lugares donde estos niños resuelven sus problemas de identidad que se presentan como un cuestionamiento persistente de su “desajuste” racializado con su familia y su entorno. En un contexto como este, un ni ño adoptado puede incluso desarrollar actitudes prejuiciosas o racistas en contra de los latinoamericanos, como Juan y Nelson. Como Sergio dijo de Nelson: “como sus compa ñeros con los que se ha juntado, [cuando hablan sobre los inmigrantes], pues, son un poco así como de

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que: ‘Oh, estos no sé qué, estos no sé cu á ntos’. Pues él las ideas que tiene son un poco, está un poco equivocado. Le digo: ‘Pero si tú tienes otra raza, ¿cómo puedes decir que otra raza no?’ En fin , tiene mucha controversia adentro todavía ”. Todos los amigos de Nelson ( menos otros dos adoptados) son espa ño les blancos. Como me explicó Sergio: “él, al ver las fotos estas, de los po blados jóvenes y tal, él ahora como que se ríe un poco de esto y dice: ‘Ah , mira , f í jate qu é casas, qu é pobres son en Per ú’. Digo: “Pero, vamos Nelson , Perú es muy grande. Perú es un pa ís que tiene mucha pobreza, pero dentro de la pobreza, pues, la gente vive feliz”. Posteriormente mencionó que aun cuando Nelson se expresa en forma racista sobre los inmigrantes, “luego es muy sensible, porque va por la calle y dice: ‘Papá dale un poquito a este, dale dinero a este’. Le da pena muchas veces ver a gente sin un brazo, sin una pierna ahí pidiendo, ¿ no? O sea, es muy sensible a muchas cosas, pero, ahora mismo está en el momento en el que está analizando todo”. La observación de Sergio que Nelson es racista y que además está pre ocupado por la pobreza vincula la indiferencia y el rechazo al Perú con desigualdades globales más amplias.

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Correcciones críticas: volviéndose espa ñol y empapelando la peruanidad

Karla , Juan, Sandra, Tina y Nelson, cada uno se distanció del Per ú a su manera. A diferencia de sus padres, quienes tuvieron la intención de crear, o por lo menos conservar las conexiones de sus hijos con el Perú, estos cinco migrantes adoptivos expresaron las maneras en las que el Perú no era importante en sus propias realidades de hoy en d ía . El cambio de nombre es una manera como sus historias en el Per ú pueden ser borradas de sus vidas actuales. Una expresión a ú n má s extrema de este sentimiento se puede encontrar en la manera como la nacionalidad peruana se borra activamente: mediante la inscripción de un nuevo lugar de nacimiento en el certificado de nacimiento. Esta es una posibilidad tanto para los mi grantes como para los adoptados. Mientras que Lucas y Susana utilizaron el nuevo documento nacional de identidad ( DNI) de Lucas para narrar sus conexiones con el Perú, los mismos tipos de documentos se pueden

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utilizar de forma que les permita a los migrantes y adoptados atenuar sus lazos con el Perú. Nancy, una de mis amigas peruanas, me contó sobre un peruano que ella conoce y que habia sido adoptado de muy pequeño por una familia italiana. Cuando el joven fue a visitarla a Madrid , a ella le sorprendió mucho que él dijera que era italiano y no peruano, además de despreciar a todos los “inmigrantes latinos” que veía en Madrid . Como Juan , que “ pa rece colombiano” y se aprovechó de ello, este joven había internalizado su no peruanidad . Pero para Nancy, su comportamiento era inmoral: ella sos ten ía que negar tu pa ís es un pecado. Me explicaba que decir que no eres peruano es faltarle el respeto a tus padres: en otras palabras, negar tu pa ís es negar a tus padres, una elegante ecuación teniendo como fundamento la sustancia nacional. Nancy luego me dijo que cuando uno obtiene la nacionalidad espa ñola, le dan un nuevo certificado de nacimiento que dice que has nacido en Espa ña. Ella dijo que lo ten ía en algú n lugar con sus papeles importantes, y que el d ía que lo recibió se supon ía que debía ser un d ía emocionante y especial, pero que para ella no lo fue porque en el fondo ella sabía que segu ía siendo peruana. Unas semanas después, le ped í a Nancy que me enseñara el nuevo certificado de nacimiento que le emitieron cuando obtuvo la ciudadan ía. Ella se dirigió a su estante de libros y tomó varios sobres de manila gruesos y carpetas laminadas conteniendo documentos importantes seguro de viajes, la convalidación de su título de la escuela secundaria para poder conseguir empleo en Espa ñ a , un documento legal que le permit ía regresar a Espa ña aunque su residencia haya expirado. Finalmente, encontró el pa pel del que ella me había hablado: con el título de certificado literal , el do cumento inclu ía sus nombres y apellidos, la fecha y el lugar de nacimiento, los nombres de sus padres, sus lugares de nacimiento y fecha de matrimo nio, así como la fecha de su nacionalización espa ñola , dos a ños antes. Me dijo que tambié n le habían dado la opción de cambiar sus apellidos, pero que ella había sido muy clara cuando se refirió a lo que no quería. (Esto me recordó a Sileny y su rechazo a la idea de que en el acta de nacimiento de sus hijos apareciera un nuevo padre. Esta fue la razón de por qué ella se opon ía a que su nuevo esposo adoptara a sus hijos).

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Luego le pregunté a Sonia Castillo, una peruana que trabaja en Es pa ña como abogada especialista en inmigración, sobre lo que me había dicho Nancy. Ella comentó: “Es un certificado de nacimiento práctica mente como si fuera virtual, pero a la vez es real , porque uno al adquirir la nacionalidad espa ñola, tiene todos los derechos de un espa ñol [...]. Ya, entonces, para sacar su DNI espa ñol se necesita un certificado de naci miento espa ñol. Entonces le dan un certificado de nacimiento espa ñol donde dice que s í, la persona nació en Lima tal d ía ”. Entonces le comenté: “En el DNI donde dice dónde has nacido o en qué parte has nacido, casi ten ía entendido de mi amiga que ah í pueden poner Espa ña aunque tú hayas nacido en el Perú ”. Pero Sonia replicó: “ No, no, no. Ah í tienen que poner el lugar donde has nacido realmente” . Luego sacó su documento de identidad de la billetera para enseñarme, se ñalando donde decía que ella había nacido en Lima. Eventualmente, me di cuenta de que Nancy estaba más cerca de lo correcto que lo que había imaginado. La Ley de Registro Civil de Espa ña fue modificada en el a ño 2005 para permitir que el lugar de nacimiento se cambiara en el registro formal, tanto para adoptados internacionales como para extranjeros que adquieren la ciudadan ía espa ñol.17 Aunque los “nacimientos, matrimonios y defunciones se inscribirá n en el Registro Municipal o Consular del lugar en que acaecen” , la ley indica que:

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(3) En los casos de adopción internacional, el adoptante o los adoptantes de com ú n acuerdo, pueden solicitar [...] una nueva inscripción de nacimiento en la que constará n [...] la constancia de su domicilio como lugar de naci miento del adoptado.

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(4) Igualmente, en las inscripciones de nacimiento que sean consecuencia de la adquisición de la nacionalidad espa ñ ola por ciudadanos cuyo lugar de nacimiento sea un pa ís extranjero, los interesados podrá n solicitar, en el momento de levantarse el acta de juramento o promesa de fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las Leyes, que se extienda la inscripción de

17.

Ley del 8 de junio de 1957 , reguladora del Registro Civil (B. O. E. 151 del 10 de junio de 1957 ); posteriormente modificada por Ley 40/ 1999, Ley Orgánica 1/2004 , Ley 12/ 2005 , Ley 13/ 2005 , Ley 15/ 2005 y Ley 24/ 2005. Véase: .

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nacimiento en el Registro Civil Municipal correspondiente al domicilio en el que se haya instruido el oportuno expediente registral.

Recuerden que el padre de Juan, un joven adoptado, había dicho: “su vida, por las circunstancias que sean, empezó cuando vino a Espa ña ”. Aquellos adoptados e inmigrantes cuyas vidas empezaron al momento de su naturalización, pueden confirmar esta percepción cambiando el lugar de su nacimiento, para que refleje el lugar donde, segú n ellos, recomen zaron sus vidas. En un seminario sobre adopción al que asistí en Madrid, una madre planteó una pregunta acerca de su hija, que había sido adoptada en Etio pía a una edad un poco mayor. El tema en discusión era si es que, y hasta qué punto, es importante para un ni ño llegar a conocer “la cultura de don de proviene”; un tema planteado en un contexto espa ñol donde muchos padres siguen siendo reacios a reconocer cualquier tendencia extranjera en sus hijos. La madre le habia ofrecido a su hija la opción de cambiar le galmente su primer nombre y su lugar de origen, y su hija le había pedido hacerlo. Además, en términos de los signos exteriores de todos los d ías que hablan de la etnicidad y la cultura salir a comer a restaurantes et íopes, aprender el idioma amá rico, entre otros , la joven estaba resueltamente desinteresada, como tantos de los jóvenes que he descrito. Como explicó la madre: “A veces son los mismos hijos que se resisten ”, incluso cuando los padres está n de acuerdo con las ideologías del multiculturalismo. La psicóloga de la adopció n que había organizado el evento respondió: “Solo porque la ley dice que tienen que escuchar a sus hijos, no quiere decir que deban hacer lo que ellos quieren”, o en otras palabras, puede ser que los hijos no sepan lo que es mejor para ellos. La psicóloga explicó que quitar el lugar de nacimiento del certificado de nacimiento impide que se den otras oportunidades para discutir los or ígenes del niño o niña , y como tal equivaldría a borrar esos orígenes.18

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18 .

las familias que adoptan hijos de Europa Oriental es más probable que cambien formalmente el lugar de origen del niño o la niña por el de España. Otros investigadores que han comparado la adopción rusa con alternativas transnacionales, como las chinas o la adopción nacional desde el sistema de protección de niños de los Estados Unidos, también han observado que

Como anécdota , la psicóloga

contó que

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Por otro lado, privilegiar el certificado de nacimiento original hace algo más: aviva la idea de que tal documento contiene la verdad del origen del niño o niña (Yngvesson y Coutin 2006). Pero la gente joven nacida en el Perú sabe que este no necesariamente es el caso. Nancy, que se había resistido a cambiar su certificado de nacimiento cuando adquirió su ciuda danía espa ñola , en realidad tiene dos cumplea ños uno correspondiente al d ía en que nació y otro que indica lo que consta en su certificado de nacimiento. Su certificado de nacimiento se encontraba almacenado en el archivo de la municipalidad de su pueblo cuando esta se incendió, lo que hizo necesario producir una copia que resultó siendo objetivamente erró nea. De igual manera Consuelo, quien fue adoptada a los 13 a ños, me dijo que ella ten ía ocho a ños cuando fue adoptada, pero “ellos” cambiaron su certificado de nacimiento. Como explicó Diego, su padre: “ella ten ía ocho a ños, pero al hacerle la partida de nacimiento, porque no ten ía partida de nacimiento, se la hicieron en Cuzco, y le pusieron nueve, no sabemos por qué [...]. Ella cumple dos veces al a ño”. Le pregunté a Consuelo cuál de los cumplea ños era el “verdadero”, y me respondió que el verdadero estaba por llegar en unas semanas, pero el que le dieron fue el 25 de diciembre. Diego a ñadió: “en el hogar donde ella estaba , todos los niños cumplían el 25 de diciembre”. Mientras yo me imaginaba que esta designació n se deb ía a una alusión deliberada y evocativa al ni ño Jesús nacido en la pobreza y adopta do por José, Diego concluyó de manera graciosa: “ porque así celebran la Navidad y los cumplea ños a la vez y se ahorran mucho dinero y regalos”. Ni Nancy ni Consuelo tienen un certificado de nacimiento que re fleje su verdadera fecha de nacimiento, sin embargo, ambas nacieron en el Perú, donde el acto de registrar formalmente el nacimiento de un niño es de gran importancia. El Perú es signatario de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, que establece que “ El niño será inscrito inmediatamente después de su nacimiento” (art ículo 7).19



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19 .

los adoptantes de niños rusos frecuentemente se preocupan en especial por la similitud racial y por “pasar ” como si estuvieran relacionados genealógicamente (Jacobson 2008, Seligmann 2009). El texto de la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas está disponible en la página web de la UNICEF, . Véase también el Código de los Niños y Adolescentes (ley 27337 ) que concede a los ni ños el derecho civil “a la inscripción” en el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (capitulo I , artículo 7 ). El texto de este código está disponible en la página web del Congreso del Perú: < http://bit.ly/ lNY06nf > .

20.

Cfr. Leinaweaver (2009b: 247-249), donde encontrará la historia de una mujer que inscribió a su hijastra como una medida, considerada técnicamente ilegal, para que esa hijastra pudiera obtener, precisamente , el documento nacional de identidad.

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Pero esa visibilidad y el discurso prevaleciente sobre tener orgullo de los orígenes de uno, coexisten con otro discurso poderoso, el de la inte gración en un contexto multicultural. La coincidencia de la adopción y la migración internacional en Espa ña se desarrolla en un contexto donde la pol ítica nacional de interculturalidad y multiculturalidad insiste en que no deber ía haber exclusión o discriminación sobre la base de la cultu ra , etnicidad y raza, y que el modelo a seguir no es uno de asimilación sino más bien de integración (Gimé nez Romero 2008: 115; para Bélgica , comparar De Graeve 2010: 366). Sin embargo, desde la perspectiva de una acadé mica estadounidense, este discurso frecuente de “integración ” se parecía mucho a lo que yo entend ía que era la asimilación. Por ejemplo, una madre adoptiva en Barcelona comparó a los hijos de inmigrantes con sus propios hijos, encontrando que estos ú ltimos estaban más “ integra dos” a la sociedad espa ñola por haber crecido como completamente espa ñoles: “ Estableceré una distinción entre los niños adoptados y los ni ños inmigrantes porque el comportamiento y la cultura de nuestros niños es nuestra. [Nuestros niños] está n integrados a este pa ís. Los inmigrantes [...] tienen una desventaja [...] ellos no conocen nuestro comportamiento, actitud , maneras de ser y cultura ” (Marre 2009c: 238 239). Sin embargo, esto plantea la cuestión de si los adoptados deben estar tan integrados o tan asimilados. El desafío que enfrentan las familias adoptivas es: “ ¿deben ser asimilados el ni ño o la ni ña adoptados? [...] ¿Ese proceso asimilador es el conveniente? ¿ Debe ser aplicada una política de respeto a la diferencia ? ¿Qué diferencia ? Porque en el inmigrante adulto es claro... Pero, ¿qué ocu rre con un ni ño...?” (Gimé nez Romero 2008: 115, é nfasis en el original). Lo que sucede con muchos niños es que pasan por la infancia y la adolescencia llevando un cargo de diferencias, precisamente en el momen to cuando lo que más quieren es encajar. Muchos de los padres a los que entrevisté estaban preocupados por sus hijos adolescentes que se iban en busca de los inmigrantes, específicamente en ese momento clave de su desarrollo, como parte de sus batallas por descubrir sus identidades. Mar garet Mead escribió hace más de 80 a ños que la adolescencia no necesita ser un periodo dif ícil, atormentado, y que los jóvenes llegan a la mayoría de edad de una manera acorde con el contexto social y cultural en el que crecen ([ 1928] 1985). El as í llamado modelo occidental de adolescencia

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es un tiempo de angustia, prueba y resistencia, sin embargo, es uno al que gran parte de Europa está fuertemente suscrito. Como me lo explicó la psicóloga Ana Berástegui en el 2012, “pasarlo mal es pasarlo bien”, tener una adolescencia dif ícil significa, real y paradó jicamente, que las cosas andan bien. Es probable que el “respeto a la diferencia ” no sea visto como una actitud generosa que valora el multiculturalismo, sino como lo que precisamente menos quiere una persona joven. Entonces, tanto el discurso de integración, que es en sí un tipo de código para la asimilación, como el momento en el que esto ocurre en el transcurso de la vida de una persona joven, pueden provocar que la peruanidad se aten úe. Así, el con flicto que enfrentan los padres es cómo resolver los mensajes conflictivos y contradictorios sobre la mejor manera de equipar a sus hijos para la vida que tienen por delante. No quiero dar la impresión de que familias que se forman a través de la adopció n ahora esté n perdiendo fuerza porque tantos de sus hijos estén entrando a la adolescencia. Pero pienso que las historias de las familias nos ayudan a reflexionar en el sentido del optimismo que coloreaba las primeras investigaciones y la formulació n de políticas en materia de adop ción internacional. Por ejemplo, el libro de Signe Howell sobre adopción transnacional, una de las primeras y más extensas exploraciones antropo lógicas sobre el tema en Europa, encontró que “la transacción está cami nando, sorprendentemente, sin problemas” ( 2006: xii). Y María Lillo, de la revista Ni ños de Hoy , le dijo a mi asistente de investigación, Maia Chao, en el 2012, que las noticias sensacionalistas sobre adopciones fallidas no caracterizan el hecho que “casi todas las adopciones tienen éxito [... ]. To dos los adolescentes son dif íciles, y en algunos casos pueden ser más di f íciles, pero no hay nada que un padre o una madre de familia no pueda reparar con amor, cuidado, la ayuda de un profesional, de un psicólogo”. Pero la transición a la adolescencia por la que está n atravesando muchos hijos adoptivos internacionales actualmente en Espa ña , está causando que algunos padres de familia y académicos por igual expresen sus dudas acer ca de la adopción en general. Los desaf íos se caracterizan por el aprieto en el que se encuentran los padres adoptivos y sus hijos: hablando de los orígenes se resalta la diferencia del niño con respecto a sus padres, sus compa ñeros y amigos, mientras que evitar dicha discusió n, en opinión de

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profesionales y adoptados ya mayores, deja a ese joven desprevenido para el futuro trabajo de identidad. Aqu í hay otro punto en el que una investi gación sobre los niños y las familias migrantes puede aclarar este dilema: los padres inmigrantes también se preocupan por asegurarse que sus hijos desarrollen cari ño por el Perú y se vinculen con su pa ís. Sin embargo, tal vez porque la raza, etnicidad, cultura y nacionalidad de sus hijos se alinean unos con otros y con los marcadores de identidad de sus propios padres, es que los ni ños pueden ser menos propensos a presentar un rotundo rechazo a identificarse con algunos aspectos del Perú , y los padres pueden ser menos propensos a aceptar dicho rechazo.

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Conclusiones Lo que podría significar la migración adoptiva

Sandra se le salían las lágrimas mientras recordaba lo que le ocurrió durante su curso de formación vocacional. Una de las otras mujeres de la clase era una mujer mayor, migrante peruana, que se había fijado en Sandra cuando Graciela la dejó. Antes de empezar la clase, esta mujer se le acercó a Sandra disimuladamente y le preguntó: “Ay, ¿y tu mamá es la que te trae en ese coche entonces? [...]. ¿Y cómo es que es tu mamá ? ”. Sandra recordó que la conversación continuó así: “ Pues es mi mamá porque me ha adoptado”. “Ah, ¿y eso qué es?”. “Pues la adopción consiste en que una persona [... ] que desea tener un hijo te va a buscar [...]. Fue a Perú a buscarme allí en Perú porque que r ía tener hijos, y consiste en que ella ha pasado un tiempo allí en Per ú a coger la niña porque está deseando tener un hijo, y entonces luego te trae a Espa ña y ya es, vamos, es su hija ”. “Yo nunca... no entiendo de eso, no sé qué es eso. ¿Y se hace mucho?” “ Pues sí. Mi madre fue una de las primerizas que adoptó internacio nalmente, y ahora sí que sé que en China se hace todo el tiempo”. “Pues mira, hija, yo eso no lo haría nunca. Porque mira, yo tengo a mis hijos y los tengo all í en Per ú , pero yo me los he tra ído y todo, y tengo una hija ahora de 18 a ños. A m í, mi hija se me queda embarazada y tiene hijos, y es que [...] no los dejaría abandonados”.

A

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”. —““Vale Las cerdas cuidan mejor a las crías que — abandonada ”.

tu

madre que te dejó

Cuando salió esta historia, dos de las mujeres migrantes ya se habían retirado de la entrevista grupal que yo estaba conduciendo, y solo quedá bamos cuatro alrededor de la mesa: Sandra; Graciela, la madre adoptiva de Sandra; Clara, la migrante peruana que varios a ños antes había ayu dado a Graciela a adoptar a Sandra; y yo. Sandra a ñadió que esa mujer también le preguntó por qué la había abandonado su madre, a lo que San dra le respondió: “Porque no ten ía... por circunstancias económicas”. La mujer le dijo que no pod ía creerlo, pero en ese momento a Sandra no se le ocurrió un argumento firme y apropiado. A nosotras sí nos dijo lo que le hubiera gustado responderle a esa impertinente mujer en su momento: “Y tú misma has venido a Espa ña por circunstancias económicas, ¿cómo dices que...? Y dejando a tus hijos ahí, ¿cómo dices que por pobreza no dejarías a tus hijos si tú misma lo has hecho?”. El aná lisis de Sandra es implacable en su descubrimiento de que las condiciones que dan lugar a la adopción y la migración a menudo son las mismas. Las “circunstancias económicas” obligan a los adultos a abando nar sus pa íses de origen y a veces incluso a dejar atrás a sus hijos con sus parientes , del mismo modo como estas pueden hacer que padres en la pobreza se vean obligados a dar en adopción a sus hijos o que de algú n modo se involucren con el sistema de protección de la infancia que pro duce el mismo resultado (Leinaweaver 2009b). La frustración de Sandra en esta historia, el hecho de que la mujer mayor, una migrante peruana, se negara a creer que Graciela pueda ser la mamá de Sandra , representa tanto una ideología peruana de clase media que cree que el parentesco genealógico es lo primordial, como un constante rumor de duda de bajo nivel que asalta a los jóvenes que tienen un aspecto diferente al de sus padres, o que son distintos de una norma ideológica nacional construida. Este infeliz intercambio entre una chica peruana adoptada y una mi grante laboral de la misma nacionalidad , descubre el poder revelador de la estrategia teórica y metodológica para la antropología global que he seguido en este libro. Seguir conexiones inesperadas aqu í, los paralelos entre adopción y migración que surgieron una y otra vez a pesar de los

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Conclusiones

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intentos coordinados de mantenerlos por separado nos puede conducir a enfoques novedosos. Abordar la adopción y la migración en el mismo marco analítico, puede llevar a una comprensión de pertenencia más rica. Han surgido dos temas centrales para dar sentido de pertenencia. El pri mero es la sustancia nacional como una manera de comprender qué pien sa la gente de la identidad, y el segundo es la conexión entre parentesco e integración que subyace a la responsabilidad ética de la familia de aco gida y la comunidad de acogida para producir la sociedad multicultural contemporá nea.

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Sustancia nacional

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En la introducción traje a colación el problema del “nacionalismo metodo lógico” (Wimmer y Glick Schiller 2002: 302), y específicamente preguntas sobre cómo los investigadores pueden, mediante las preguntas que hacen , reproducir involuntariamente la idea construida de nación y de identidad nacional, una idea que no solo es poderosa sino también perjudicial en algunos casos. El teórico cultural Stuart Hall observa que los investigado res han deconstruido a fondo conceptos como identidad , aunque ellos no han sido reemplazados por otros más precisos, y mientras tanto los conceptos siguen siendo intensamente significativos para quienes los uti lizan. Así, la identidad es “una idea que no puede pensarse de la manera antigua, pero sin la cual no se puede pensar en lo absoluto algunas pre guntas clave” ( Hall 1996: 2). Pienso que es igualmente cierto en el caso de

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la identidad nacional, que aqu í llamo sustancia nacional para recalcar la forma como se encarna y se hereda, y que como la comprensió n antropo lógica de raza es una ideología de la diferencia . Andreas Wimmer y Nina Glick Schiller concluyen que “el nacionalismo es un significante poderoso que sigue teniendo sentido para diferentes actores con diferente propósito y consecuencias pol í ticas” ( 2002: 326 327). Dado que esto es así, creo que los investigadores necesitan esmdiar cómo se imaginan y experimentan las identidades nacionales, y al mismo tiempo estar plenamente conscientes de los alcances polí ticos de dicho examen. Lo que encontré en Espa ña es que la nación conserva una impor tancia decisiva. Lo que Lisa Malkki ha llamado un “orden nacional de las





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cosas” o “un poderoso régimen de orden y conocimiento que es a la vez político, económico, histórico, cultural, estético y cosmológico” (1995: 5), persiste como un concepto que define, incluso (o especialmente) en una era de transnacionalismo y globalización. Como Deborah Boehm y sus colegas argumentan , “todavía vivimos en un sistema mundial donde los derechos y el ejercicio de la ciudadan ía en gran parte se ordenan alrededor de la soberan ía del Estado” ( 2011: 16). En contra de la retórica de un mun do profundamente interconectado producido a través de telecomunica ciones rá pidas y fáciles, viajes internacionales y transferencias bancarias , prácticas como la adopción internacional y la migración transnacional son dos ocurrencias importantes en las que vemos a la nación producida y reproducida a veces de una manera muy lenta, caracterizada por esperas de duración indeterminada y montones de documentos enfundados en hojas protectoras de plástico. Las historias relatadas en este libro muestran que la migración adop tiva revela de manera particular las maneras como la identidad , el origen y la sustancia nacional se construyen en la Europa actual. La adopción inter nacional tiene muchas consecuencias. Los ni ños consiguen familias per manentes, mientras que los padres adquieren hijos que los transforman en familias. Los ni ños se mudan de pa íses empobrecidos a una Europa que hasta hace poco era económica y políticamente confiable y poderosa , y los padres tienen la oportunidad de viajar, llegar a vivir y amar a otros pa íses. Los niños se vuelven racialmente otros en sus nuevos contextos, y los padres se vuelven miembros de familias transraciales y descubren un nuevo sentido de lo que los inmigrantes experimentan en Europa. Mi sensación de que la identidad nacional está racializada, arraigada en el cuerpo y la sustancia una ideología sobre cómo se diferencian las personas proviene de muchos elementos de prueba reunidos en los capí tulos de este libro. Un elemento de prueba adicional se recoge de un psicó logo de la adopción en Madrid que tiene la teoría de que cuando el ni ño o niña llega a la edad de ocho o diez a ños, empieza a “rechazar el hecho de haber sido adoptado”. Pero las frases que él atribuye a los niños cuando rechazan la adopción está n muy racializadas. Citaba a su joven paciente imaginario diciendo: “Yo no quiero ser negro o indio o de cualquier otra raza, no quiero ser negro, no quiero ser mulato, no quiero ser Obama...



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Conclusiones

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yo quiero ser Felipe, yo quiero ser Manuel”. El psicólogo explicaba que “él rechaza su piel, su personalidad , su historia ”. Para este psicólogo, el ser adoptado equivale a una experiencia de ser racialmente diferente, una diferencia marcada de otras maneras también, como con la etiqueta de un nombre que los padres meditan cuidadosamente si retener o reemplazar. El paralelo entre adopción y diferencia racial que hace este psicólogo nos habla de algunos parecidos entre la migración y la adopción que he reunido en este libro. Al juntarlos explicitamente en un mismo marco comparativo, encontré que varias de las preguntas que hacemos sobre la migración, también deber ían hacerse respecto de la adopción y vicever sa, pero realmente no se hacen. Por ejemplo, la migración plantea pre guntas sobre a qu é pa ís pertenece uno; asimismo, la adopción provoca incertidumbres acerca de cu ál es la familia de la que uno es miembro. El intercambiar actores en este rá pido análisis nos lleva a nuevos tipos de preguntas. Es decir, si los adoptados son totalmente espa ñoles, ¿ por qué tenemos que hablar sobre su “cultura de origen”?, ¿qué otros tipos de diferencias dejan de lado conversaciones como esta ? Y si los hijos de los inmigrantes pasan a ños en el Perú antes de ser “ reunificados” con sus padres en Espa ña, ¿ellos tambié n podrían considerar como sus padres a varias personas? Los lugares que ocupan los adoptados y los inmigrantes en sus respectivas familias tienen un peso importante en cómo cada uno se sitúa dentro de la “familia nacional”, y lo opuesto tambié n es cierto: los lugares que ocupan dentro de una nación, su propio sentido de afiliación nacional, afectan sus situaciones en sus familias.

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Adopción e integración

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La conexión entre nación y parentesco es claramente visible en la metá fora que equipara la nacionalización con la adopción. En el escenario de entrevistas de grupo que he descrito, Cindy, la migrante por matrimonio, explicó que ella le dice a las personas que le preguntan si ella es espa ñola: “ No, yo soy peruana, y después ya soy espa ñola adoptada ”.1 Le pregunté 1.

En Madrid ya había oído antes esta frase, cuando asistí a un festival en el que el presentador, el cantante Raphael , fue identificado como “madrileño por adopción”.

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sobre esta forma de decirlo, y me respondió: “Sí, porque yo tengo la nacio nalidad ya [... ] hace mucho tiempo [. .. ]. Es que estoy adoptada por Espa ña porque tengo la nacionalidad espa ñola. Ah, sí, tambié n viví ocho, nueve años en Argentina, que tambié n soy adoptada de [... ] también en mi co razoncito, parte de mi corazón está en Argentina , ¿ me entiendes?”. Susan Coutin observó que los jueces de inmigración estadounidenses también hacían esta equivalencia entre naturalización y adopción: uno comparó a los migrantes naturalizados con “esos ni ños que está n como cosa natu ral fuera de la familia , pero adoptados en la familia [...]. Ustedes son los adoptados de este pa ís y este pa ís los ha adoptado”. La diferencia entre la adopción de un niño y la naturalización, que estaba al centro de los elo gios del juez respecto de los nuevos ciudadanos, es: “Ustedes hicieron una elección consciente de renunciar a su ciudadan ía de nacimiento [en caso el pa ís de origen lo requiera ] para unirse a nosotros” ( 2003: 517). Siobhan Somerville tambié n contrasta el modelo de ciudadan ía por nacimiento “sin consentimiento” con el “proceso consensuado de conferir la ciudada n ía ” representado por la naturalización ( 2005: 662). La metáfora del espa ñol adoptado mediante la naturalización nos recuerda que a los niños, especialmente los bebés que son los más anhe lados en el modelo espa ñol de adopción internacional , no se les concede la posibilidad de tomar la decisión de reubicación. La preocupación alre dedor de su falta de intervención es en parte lo que motiva las actinides de tantos profesionales y padres adoptivos. ¿Cuál es en realidad el interés superior del niño? ¿Cómo podemos saber cuá l es ese interés sin conocer qu é será de ese ni ño, qu é es lo que quiere el niño, y qué es lo que más adelante el niño o niña querrá haber tenido? De vez en cuando les pregunté a los jóvenes migrantes qué saben o qué piensan de las adopciones internacionales. Ashley, de 14 a ños, comen tó que “la diferencia es que no es lo mismo cuando no estás con tu propia familia ”. Es decir, ella propon ía que la principal diferencia entre ella y un adoptado es que ella está con su familia originaria: su madre, su tía y la familia cercana de su t ía. Clara , la migrante que ayud ó a Graciela con

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Raphael ha nacido en otro lugar de Espa ñ a, pero se mudó a Madrid antes de cumplir el a ñ o, y aun asi no es indiscutiblemente madrileño.

Conclusiones

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la adopción de Sandra, dio una respuesta relacionada pero casi opuesta. Ella me dijo que ella pensaba que “la diferencia es el desarraigo, que [los migrantes] dejamos la familia ” . Para Clara, la adopción une a una familia, mientras que la migración la separa. Ashley, Clara y la migrante peruana cuyo interrogatorio hizo llorar a Sandra , todas comparten el punto de vista de que la familia, definida tanto genealógicamente como a través de la convivencia o cohabitación , es de suma importancia . El término “adopción” enfatiza las acciones de los padres ellos han adoptado a un niño y no viceversa. Por el contrario, el término “integra ción ”, utilizado más com ú nmente para referirse a los migrantes en Espa ña, es mucho más ambiguo. Se podr ía describir los esfuerzos que hacen los migrantes para integrarse como la amiga ecuatoriana de Carmela, una migrante por matrimonio que asumió voluntariamente el estilo de vida espa ñol , tanto como los esfuerzos que hacen los espa ñoles para integrar a los migrantes. La comparación de estos dos términos sugiere que los in vestigadores de la adopción podrían poner un énfasis nuevo en cómo los niños “adoptan ” a sus padres. ¿ Podr ía ser esta una manera más productiva de hablar acerca del “apego” o vinculación emocional, sin “psicologizar” a la relación desplazada ? Pero también sugiere que los investigadores de la migración podr ían analizar más cr íticamente la ideología de la integración y la atribución de voluntad o capacidad de actuar arraigada en ella. Anne R íos Rojas señala que Espa ña trata a los inmigrantes no haciendo que su cultura anfitriona sea más acogedora, sino más bien paralogizá ndolos o intentando transformarlos ( 2011: 65). La responsabili dad recae en el inmigrante para que cambie o se asimile, a pesar del discur so dominante de interculturalidad y tolerancia. Aqu í es donde la adopción ofrece un ejemplo diferente: al menos entre los profesionales de la adop ción, existe cierta expectativa respecto de que los padres van a cambiar para adaptarse al niño o ni ña. Para los padres adoptivos el convertirse en padres supone un trabajo deliberado y cuidadoso clases y seminarios con profe sionales , pero también un trabajo discursivo y sociocultural. Es decir, se espera que los padres hablen regularmente con su hijo o hija acerca de la adopción y de su historia personal, utilizando diferentes estrategias segú n la edad y los intereses del niño o niña. Ellos también tienen que buscar otras familias adoptivas como ellos, o aspectos de la cultura peruana , como



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tecnologías pedagógicas para el desarrollo de la identidad del niño o niña. Si los miembros de una sociedad receptora hicieran la mitad de este trabajo con el fin de prepararse para la vida diaria con vecinos inmigrantes, Espa ña se vería muy diferente. Estas son transformaciones de espa ñoles que pueden tener un im pacto más amplio, má s allá de sus propias familias. Carmela , profesora de una escuela en un barrio de inmigrantes de clase trabajadora, me dio un ejemplo al respecto. En el 2012 tuvo un estudiante inmigrante con quien trabajó de manera muy cercana. Me llamó la atención que me dijera que el hecho de haber adoptado a su hija a una edad mayor, ayudó a que pro tegiera a este chico. Ella me contó que este muchacho llegó en época de Carnaval, cuando los chicos se disfrazan y actúan de manera estrafalaria . Él ten ía la misma edad de su hija cuando ella llegó a Espa ña, y Carmela se dio cuenta que estaba asustado. Pudo percibir algo en un estudiante inmigrante que quizás no habr ía podido notar si no hubiera adoptado a su hija. Su observación, hecha solo de pasada mientras caminá bamos de la estación del metro al bar de su barrio, nos sugiere que la adopción tiene repercusiones más profundas en có mo son incorporados los inmigrantes, y posiblemente la migración también tenga efectos en la manera como los adoptados llegan a Espa ña y viven all í. No obstante, la adopción es un modelo imperfecto para la integra ción del migrante. Las historias que recolecté muestran que los desaf íos inherentes a la adopción internacional en Espa ña está n vinculados al ra cismo y la xenofobia , pero tambié n tienen otras ra íces. Ni la migración adoptiva ni la migración laboral van a desaparecer en el corto plazo, aun cuando ambas estén en decadencia , la primera, en parte, por violaciones éticas insostenibles que resultan de un desequilibrio entre la oferta y la demanda , y la segunda por una extendida crisis económica mundial que de algú n modo ha nivelado el campo de juego, de manera que ya no se per cibe que Espa ña tenga un innegable mejor nivel económico que el Per ú. Sin embargo, las repercusiones del apogeo de ambos fenómenos siguen reverberando en las miles de familias adoptivas en las que los niños está n llegando a la mayoría de edad, además de otras miles de familias inmigran tes cuyos hijos y nietos está n renovando el rostro de Espa ña .

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