Manual De Osteologia Antropologica

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Manual de osteología antropológica, vol. I Principios de anatomía ósea y dental Zaicl Lagunas Rodríguez

SERIE ANTROPOLOGÍA FÍSICA INSTITUTO N AC IO N AL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

Primera edición: 2000 D.R. © In stitu to N acion al de A ntropología e H isto ria Córdoba 4 5, col. Roma, c.p. 06700, México, D.F. ISBN 970-1 8 -2 5 0 4 -7

Impreso y hecho en México

índice

Agradecim ientos

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Prefacio

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Introducción

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1. Conceptos básicos de anatomía Generalidades Embriología e histología óseas Crecimiento y desarrollo óseos

19 19 21 27

2. Los huesos Conform ación exterior Estructura m acroscópica A rquitectura Estructura m icroscópica Composición química

37 37 43 46 47 48

3. Idea general del esqueleto Terminología anatómica Glosario de térm inos anatóm icos Marcas en los huesos

51 53 57 57

4. Descripción de los elementos óseos Esqueleto axial Esqueleto apendicular

61 61 11 6

5. Los dientes Anatom ía Nomenclatura Embriología e histología Características generales Identificación de cada pieza

1 67 168 173 175 190 196

Bibliografía

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índice de cuadros

217

índice de figuras

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A mí madre, Cayetana Rodríguez Quíroz A i doctor Alejandro Escoto Zayas

Agradecimientos

Todo trabajo de investigación implica la cooperación de diversas perso­ nas. La tarea para una sola, en este caso la del autor, ha sido no sólo laboriosa, sino pesada, y no podría habería llevado a feliz térm ino sin la participación de María Cristina Perdomo Z., mi esposa, quien, además de ocuparse de la captura y corrección del te xto en la computadora y haber­ me enseñado a usarla, y de la paciencia que mostró en la elaboración de m últiples borradores, me hizo observaciones siempre atinadas y me alen­ tó en los momentos difíciles; para ella, mi más profundo agradecimiento y cariño. La realización de la presente obra tam poco hubiera sido posible sin el apoyo de Roberto Jiménez Ovando, mi gran amigo; de Fernando Bo­ tas y de M argarito Soto Mani, excelentes dibujantes y amigos; así como de los dibujantes A. Montes y Elizalde, quienes pusieron todo su empeño en la elaboración de los dibujos que ilustran el volumen; de la señora Jose­ fina Rodríguez Chávez, eficiente secretaria de la sección de Antropología Física del Centro INAH Puebla, pues fue im portante su paciente colabo­ ración en la captura y correcciones de los cuadros en la computadora. A José Luis Orozco gran amigo, exjefe del Departamento de Publicaciones del Instituto de Investigaciones Antropológicas (HA) de la Universidad Nacional Autónom a de México (UNAM), agradezco sus sugerencias e in­ terés en mi trabajo; a la señorita Ada L. Torres Maldonado su amistad y colaboración en la captura y rotulación de los dibujos anatóm icos en com ­ putadora, y a Guillermo Gonzén su amistad e interés por la revisión del texto y corrección de estilo, Por últim o, quiero agradecer de la manera más sincera al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) las facilidades otorgadas para la realización de mi trabajo. Asimismo, expreso mi agradecimiento al doctor Luis Alberto Vargas Guadarrama, exdirector del IIA, por el interés mos­ trado en la publicación del te xto . A todos ellos, mi profundo agradecim iento porque sin su ayuda no hubiera sido posible concluir la tarea.

Prefacio

A diferencia de la osteología anatómica humana —que también se ocupa del estudio de los huesos, pero es un conocim iento rígido de los elemen­ tos óseos sin tomar en cuenta su variabilidad entre los individuos — y de la osteología comparada, que, como su nombre lo indica, es el estudio comparado entre seres de distintas especies con esqueleto óseo, la os­ teología antropológica se ocupa del conocim iento de la variabilidad bio­ lógica, de las condiciones de vida de las poblaciones humanas desapa­ recidas y sus causas en el ambiente físico y el contexto sociocultural en que se desarrollaron. Entre sus objetivos está el averiguar acerca de las condiciones de vida de los seres humanos en distintas regiones a través del tiem po; así ta m ­ bién, de cómo su esqueleto fue influido, y en su caso, alterado en su morfología por acciones derivadas del ambiente fisicobiológico, la a cti­ vidad física desarrollada y los patrones socioculturales (sea de modo intencional, accidental o por cuestiones del trabajo) predominantes en cada etapa de su proceso evolutivo. Podemos decir que uno de los prin­ cipales objetivos de la antropología ha sido tratar de reconstruir la vida de los pueblos antiguos; esto ha implicado comprender la relación entre los grupos humanos y la cultura y el ambiente a través del tiem po. Es así como distintas disciplinas antropológicas, entre ellas la arqueología, la etnología y la antropología física, buscan inform ación en torno a las a c tiv i­ dades y form a de vida de los grupos humanos antiguos y del medio en que vivieron. Se debe destacar la im portancia de los huesos y dientes en el estudio de ia variabilidad del Homo sapiens en su pasado reciente y actual, pero también en el conocim iento del proceso evolutivo de nuestra especie, ya que son elementos únicos que te stifican la existencia de los seres huma­ nos y no humanos que nos precedieron en el tiempo. La variación individual dei esqueleto humano como un todo o de cual­ quiera de sus partes, es el resultado de la respuesta del tejido óseo a la interacción de factores genéticos, ambientales y culturales, dado que el hueso es un tejido vivo y como tal responde a distintos estímulos físicos que inciden en diferentes m om entos de la vida del organismo. El cono­ cim iento de esta variación se adquiere mediante ia observación, medición 13

y análisis de los datos así obtenidos; de aquí la importancia de procurar la exactitud y precisión en las apreciaciones que se realicen. Para tal efecto, entendemos por exactitud el grado en el que una estimación se apega a la realidad, y por precisión, el grado de refinam iento para realizar su valoración (White y Folkens, 1991':306). El constante avance de las ciencias en general ha perm itido que las técnicas y los métodos antropológicos sean puestos en tela de juicio con la finalidad de renovarse y ser cada vez más certeros en la aproxim ación de sus resultados a la realidad. En el caso del estudio de los restos óseos pertenecientes a individuos que vivieron en el pasado, el avance en cuanto a técnicas métricas y m orfoscópicas para establecer rangos de edad cada vez más cortos y una asignación de sexo más confiables, así como la im plantación de nuevas técnicas radiológicas y microscópicas, permite que junto con los aportes de la arqueología, geología, paleontología y en especial la paleoantropología, se comiencen a integrar nuevos conocim ientos acerca de la diná­ mica de los grupos humanos que conform aron las culturas del pasado. Sin embargo, el continuo rescate de colecciones óseas de distintos grupos culturales sin datos de su contexto arqueológico y de un cuidado­ so análisis osteológico de laboratorio que ponga en práctica los avances en conocim ientos acumulados dentro de la antropología física, hace que esta labor sea infructuosa al no tener toda la inform ación que estas colecciones nos puedan proporcionar. Adem ás, nos niega la p o sib ili­ dad de realizar inve stiga cion es interdisciplina ria s con perspectivas integrales; he aquí la im portancia de co nta r con una buena té cnica de a n á lisis o s te o a n tro p o ló g ic o y los datos a rq u e o ló g ico s del m a te ria l p or analizar, que permiten situar a la población tanto en el tiem po como en el espacio. En cuanto al conocim iento de las condiciones de vida de las pobladones del pasado, es necesario también apoyarse en aspectos ta nto cu ltu ­ rales como ambientales y tratar de observar su interrelación con los fac­ tores genéticos, así como explicar la relación entre la función, la vida y el medio. No se trata de buscar en los huesos sólo lo que aconteció al m om ento de la muerte del individuo, sino en el transcurso de su vida, o, com o dijera Frank Saúl, su "osteobiografía", esto es, se trata de una reconstrucción diacrónica de su forma de vida. Con un estudio inteligente y acucioso del esqueleto, y mediante un entrenam iento básico, sabremos leer en los huesos de los individuos sus historias de vida: cuál era su edad, sexo, estatura, constitución, grupo al que pertenecía, enfermedades que padeció y que dejaron huella en sus huesos, su dieta y ciertas costumbres, y por qué y cómo ocurrieron; es devolver al hueso esa parte activa de función y vida. En tanto que objeto de conocim iento, las poblaciones del pasado re­ quieren del enfoque antropológico como m étodo interpretativo de su 14

constitución y evolución biológica. La tesis antropológica que sostiene la unidad de la especie y ubica a los seres humanos como sujetos históricos complejos y m uitideterm inados es necesaria para concebir a las poblacio­ nes del pasado como unidad dialéctica entre población biológica, socie­ dad y cultura. Así, la osteología antropológica posibilita el conocim iento de esas poblaciones mediante el análisis de relaciones sociales, in s titu ­ ciones, normas e ideologías que las conform aron y cuya expresión la en­ contraremos, en parte, en el material óseo y en el contexto en que fue hallado. También, permite aclarar que los seres humanos no son sólo he­ chos biológicos, sino producto de procesos históricos y que la cultura y sociedad en que vivieron los individuos deben ser consideradas por su enorme peso en las atribuciones biológicas. En esta ocasión, no es mi interés ponderar la utilidad que la osteología antropológica ha tenido y tiene para el conocim iento de la especie huma­ na; únicamente agregaré que ha sido piedra clave en el progreso de nuestro saber acerca de la propia historia evolutiva, unida a las aportaciones de la anatomía humana, la osteología comparada, la paleontología, fisiolo ­ gía, genética, geología y otras ciencias relacionadas. Sin ella, el conoci­ miento de las poblaciones contemporáneas estaría m utilado, pues ha apor­ tado datos valiosos que nos perm iten abrir una ventana por la cual aproximarnos al conocim iento de los seres humanos antiguos y recientes que poblaron en otros tiempos nuestro planeta. La osteología antropológica no sólo nos ha enseñado a conocer las semejanzas y diferencias entre los individuos y entre las poblaciones, es decir, la variabilidad humana, sino lo que es más im portante, el saber que, a pesar de esta variabilidad que nos caracteriza, constituim os una unidad dentro de la amplia gama de especies que pueblan la Tierra.

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Introducción

Mi experiencia tanto en el trabajo de campo como en el de la docencia me ha hecho sentir la necesidad de contar con un te xto que sirva como punto de referencia a quienes se inician en esta área, es decir, proporcio­ nar a los estudiantes las herramientas básicas indispensables que les ayuden a realizar estudios congruentes con las tendencias osteoantropológicas actuales, como es la concepción del hombre como ser social, lo que implica que los factores biológicos estén influenciados en su mani­ festación por factores externos, que es necesario comprender y evaluar. Se emprendió la tarea de realizar el M anual de osteología antropoló­ gica porque en M éxico carecemos de un texto propio acerca del tema, omisión que para muchos investigadores es de sorprender, en virtud de que en nuestro país el campo de la osteología antropológica ha sido cultivado por gran número de antropólogos físicos, además de ser un tema con una sólida tradición que puede considerarse que ha sido por mucho tiem po base de sustentación de la antropología física. No se desconoce la existencia de manuales de antropología realizados en otros países, pero, aunque cubren muchos aspectos de la osteología antropológica, sobre todo la parte práctica de la materia, hay otros as­ pectos que no se tratan y que son de gran interés para la antropología física que se practica en M éxico, como pueden ser lo relativo a (os en­ terram ientos humanos, o lo que se ha dado en llamar la osteología cultural —que comprende las deform aciones craneanas, mutilación e incrusta­ ción dentarias intencionales, trepanación, lesión suprainiana y otros aspectos relativos —, temas que han sido objeto de estudios amplios por especialistas nacionales. El M anual se divide en tres volúmenes, en los que se tratará de incor­ porar tanto la información antigua, que ha dem ostrado ser de gran u tili­ dad, como la más reciente. Así, el volum en uno contiene los fundam entos de anatom ía ósea y dental, com o son: em briología, histología y ana­ tom ía de huesos y dientes, necesarios para la comprensión de los estu­ dios osteoantropológicos. El volumen dos comprende las técnicas que han dem ostrado ser de utilidad para la determ inación de la edad y del sexo, y la manera como podemos reconocer el lado en el caso de los huesos pares. Ei volumen tres tratará de las técnicas para la exploración, 17

recuperación, conservación y restauración del material óseo, ta nto en el campo como en el laboratorio, y la importancia que tiene su catalogación, con miras a establecer un control de los materiales con que se cuenta. Además, tratará de los aspectos tafonóm icos que aportan datos im por­ tantes para la comprensión de algunos fenómenos relacionados con los restos óseos; de los enterramientos, donde nos ocuparemos de los lineam ientos utilizados para su clasificación, del sistema funerario y lo que ellos nos pueden inform ar de la vida de los individuos y su cultura. De igual manera, nos referiremos a los procedimientos a seguir para la caracterización de las poblaciones antiguas, mediante la inform ación m étrica, m orfoscópica y genética, que nos proporcionan los restos óseos; de lo relacionado con la diferenciación o afinidad poblacional mediante el cálculo de las distancias biológicas; de las condiciones de vida y salud de las poblaciones, a través de la inform ación proporcionada por la paleopatología, paleodemografía y paleonutrición, en asociación con los datos aportados por la arqueología, paleobotánica y paleozoologfa. Por últim o, nos ocuparemos de la osteología cultural, en especial de la deform ación craneana, la m utilación e incrustación dentales intencio­ nales; la trepanación y lesión suprainiana y de otras alteraciones del esqueleto de carácter étnico, como el teñido de dientes y la extracción dentaria, así como de las alteraciones óseas por acción del trabajo o la actividad desempeñada en vida por el individuo (entesopatías). Es necesario insistir en que se trata de un manual, por lo que no pre­ tendem os abordar de manera exhaustiva cada tema, sino presentar una síntesis de lo más relevante de la osteología antropológica que se practica en la actualidad, con el ánimo de que sirva de base e incentivo a estudios posteriores y particulares de quienes se interesan en ellos, por lo que se incorporará en cada volumen la bibliografía que contribuya a ampliar el conocim iento de interés del lector. Esto nos ha llevado a hacer una reco­ pilación de la bibliografía indispensable que trate sobre cada uno de los temas que se han mencionado, tanto del extranjero como la nacional. Se tiene claro que el estudio osteoantropológico por sí solo no cons­ titu y e un objetivo propio, sino que se basa en el principio de unidad entre la teoría y la práctica. En este campo, como en general sucede en todos los que abarca el conocim iento científico, no basta describir rasgos y acumular datos; es necesario entender por qué tales rasgos son de tal o cual manera y tratar de explicar por qué los individuos fueron así. Se piensa que el desarrollo de la obra, en la manera como ha sido e xpu esto , podrá ayudar y guiar a profesores y estudiantes, m ediante una exposición lo más sencilla y ciara posible.

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1. Conceptos básicos de anatomía

Generalidades Los huesoé son los órganos de color blanquecino, duros y resistentes, que form an parte del cuerpo humano; su unión da lugar a lo que llamamos esqueleto. Según Davis (1988:75}: El hueso (tejido óseo] es un tejido conectivo de sostén. Está formado por cé­ lulas, fibras y una sustancia fundamental amorfa. Las células son osteoprogenitoras, osteoblastos, osteocitos y osteoclastos. Estas células actúan de manera coordinada en la fabricación [depósito], conservación y remodelación de ia matriz calcificada madura del tejido. Los componentes orgánicos de ia matriz extracelular en gran parte son fibras de colágena [...}, incluidas en una sustancia fundamental amorfa de glucosaminogücanos (mucopolisacáridos ácidos] y proteoglicanos. En íntima relación con las fibras colágenas está lafase mineral [inorgánica) compuesta de fosfato de calcio en forma de cristales de hidroxiapatita. Esta relación da al hueso su dureza característica.

El esqueleto tiene gran im portancia, por cuanto desempeña diversas funciones de gran significado para el organismo humano; éstas se agru­ pan en dos categorías: mecánicas y biológicas.

Funciones mecánicas Desde este punto de vista, el esqueleto sirve de sostén y protección a muchos órganos, además de dar m ovim iento al cuerpo en su conjunto. Su función de sostén se logra mediante la inserción de los tejidos y órganos blandos en las diferentes partes del esqueleto. Su función de m ovim iento se logra gracias a que en ellos se sostienen y apoyan los músculos som áticos dando lugar a palancas (largas o cortas) y a las ar­ ticulaciones móviles que en su conjunto form an el aparato locom otor que es puesto en m ovim iento por los músculos, los que a su vez están diri­ gidos por el sistema nervioso. El sostén y m ovim iento son funciones primarias de los sistemas m uscular y esquelético. Los m ovim ientos no sólo son necesarios para disfrutar la vida sino esenciales para conservar­ la, pues ayuda al organismo en sus funciones de relación con el medio. 19

De acuerdo con Prives etal, (19 84 :9 3 -9 5 ), se puede decir que el apa­ rato locom otor consta de tres sistemas: i) los huesos; ii) sus a rticuladones, y iii) los m úsculos y sus aparatos auxiliares; co n s titu y e el 7 2 .4 5 por cien to de la masa corporal del adulto, con la particularidad de que la m ayor proporción la tiene la m usculatura (2/5 del peso total) y la menor el esqueleto (1 /5 -1 11 del peso corporal), Estos datos nos explican por qué el aparato locom otor es el principal determ inante de las form as externas del cuerpo, de conform idad con su división en cabeza, tronco y miembros (extremidades). La fu nció n de pro tecció n, com o su nombre lo indica, protege es­ tructuras delicadas y se realiza de distintas maneras: la unión de piezas aisladas, como las vértebras, form an un canal óseo, el conducto verte­ bral, que resguarda la médula espinal; algunas veces forman una caja ósea, como la del cráneo que acoge el encéfalo, la torácica que protege a d istintos órganos vitales (corazón, hígado, vaso, páncreas y pulmones) y otras un receptáculo, la pelvis, que contiene órganos como los intes­ tinos y los de reproducción femeninos.

Funciones biológicas Una de las funciones de este tipo es aquella que está relacionada con el m etabolism o mineral, pues además de que el esqueleto es el depósito de sales minerales —fósforo, calcio, hierro, etcétera— y vitaminas (A, D y C), efectúa la regulación estricta de los valores homeostásicos de los iones minerales en los líquidos corporales, proceso que está bajo control rígido de las hormonas sensibles al hueso, como la paratiroidea, y otros factores importantes como la calcitocina, vitam ina D y rayos ultravioleta (Davis, 1 98 8:7 5 ). Esto hay que tenerlo muy en cuenta para la compren­ sión de las enfermedades del m etabolismo, tales como el raquitism o, la osteoporosis y otras. Además, cumple la función hem opoyética a través de la médula ósea roja o tejido mieloide que en el adulto se encuentra en m ayor número de huesos; esternón, costillas, cuerpos vertebrales, dfploe de los huesos craneales y epífisis proximales de fém ur y húmero. En el recién nacido y en el niño se encuentra en mayor número de huesos (An­ thony y Thibodeau, 1983:78-79). Desde este punto de vista no es sim ­ plemente una vaina protectora para la médula ósea, sino que constituye una parte orgánica de la misma. Según Korzhvev (1958, en Prives et a!., 1 98 4:9 6 ), la función hemopoyética no corresponde sólo a la médula ósea, sino al hueso en su conjunto; intervienen en ello el desarrollo y la actividad de la médula ósea que se refleja en la sustancia ósea y viceversa, reper­ cutiendo en esto los factores mecánicos: el m ovim iento intensificado la favorece, por lo cual la ejecución de los ejercicios físicos es de gran im portancia. 20

Por últim o, podríamos decir que el sistema óseo es im portante pues es quizás el que revela con mayor claridad los caracteres de clase, género y especie, es decir, los caracteres de serie, como si cada función y, por decirlo así, cada acto fisiológico "im prim iera" sobre el esqueleto huellas profundas de su manera de ser (Testut y Latarjet, 1932(1 ]:1).

Embriología e histología óseas Embriología ósea Del trabajo de Moore (1989) se desprende que el embrión, en sus fases iniciales, está formado por tres estratos o capas terminales primarias de células: el ectodérm ico o de cubrim iento, el endodérmico o de revesti­ m iento y el mesodérmico o estrato medio. De este últim o se deriva el m esénquima, que es un tejido celular difuso pluripotente, de células indiferenciadas, pero que son capaces de diferenciarse en uno de los varios tipos de tejido conjuntivo, como el óseo, cartilaginoso, ligam entoso, muscular, tendinar y fascia. El hueso y el cartílago, por tener la capacidad de soportar peso, pueden considerarse como tejido conjuntivo de sostén. Durante la quinta semana dei desarrollo del embrión aparecen los es­ bozos de los miembros y, en el eje central de cada uno de ellos, se con­ densan las células m esenquimáticas en form a de un cilindro corto. Este cilindro presenta zonas de menor densidad celular en toda su longitud, lo que io hace aparecer segmentado; estas zonas con menor densidad celular son los lugares de futuras uniones y cada segmento representa un d im i­ nuto m odelo mesenquimatoso del fu tu ro hueso largo que se desarrollará a expensas del mismo (figura 1.1).

Figura 1.1. Desarrollo embrionario de un hueso largo durante los primeros seis meses de vida intrauterina.

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Figura 1.2. Desarrollo de un hueso largo: 1) y 2) de los seis a los nueve meses; 3) cre­ cimiento durante ia infancia.

Hacia la sexta semana, las células mesenquimáticas indiferenciadas de cada modelo empiezan a diferenciarse elaborando la matriz cartilagi­ nosa, de donde surge el modelo cartilaginoso del fu tu ro hueso. El modelo ca rtilag ino so crece parcialm ente desde dentro (crecim iento in te rs ti­ cial) y, en parte, mediante la aparición de nuevas células sobre su super­ ficie {crecim iento aposicional) desde las capas más profundas dei períco n d rio , Hacia el sexto mes se presenta el proceso de tabulación del hueso largo, que se produce por la resorción de la parte central del hueso que da origen a la cavidad medular (figura 1.2). Después de la séptima semana, las células cartilaginosas, situadas en el centro del modelo, se hipertrofian y form an hileras longitudinales tras las cuales la sustancia intercelular, o m atriz, se calcifica con ¡a consi­ guiente muerte de las células. En este momento, el tejido conectivo vascular crece en la región central del cartílago m uerto originándose los osteob/astos, que secretan colágena y una matriz de mucopolisacáridos; la matriz se impregna luego con sales de calcio y se convierte en hueso inmaduro por encima de la matriz cartilaginosa calcificada, form ando el centro prim ario de osificación. Este proceso de remplazamiento de cartílago por hueso recibe el nombre de osificación endocondral. Ésta avanza hacia los extrem os del modelo cartilaginoso mediante crecim iento intersticial (fi­ gura 1.3). M ientras tanto, el pericondrio se ha convertido en periostio y, en su capa más profunda, las células mesenquimáticas, diferenciadas en osteoblastos, forman directam ente hueso mediante el proceso de osifi-

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Región de crecimiento activo

Médula ósea

Figura 1.3. Esquema de osificación endocondral: A) modelo de cartílago hialino; B) se muestra el sitio de erosión, donde una yema vascular invade el centro de la diáfisis; se ven cuatro capas; 1) zona de proliferación celular; 2) zona de hipertrofia celular; 3) zona de muerte celular, con depósito de sales cálcicas en la matriz, y 4) zona lacunar, con osteoclastos y osteoblastos y depósito de hueso perióstico en la periferia de la diáfisis; C) zona de espículas, las centrales desaparecen y las externas refuerzan la pared del hueso.

cacíón intramembranosa, que se distingue por no tener fase cartilaginosa intermedia. A partir del nacimiento aparecen en distintas etapas los centros se­ cundarios de osificación en las epífisis cartilaginosas. El primero que aparece (al m om ento del nacimiento) es el de la epífisis femoral distal. Cada uno de dichos centros o núcleos óseos está separado de la m etáfisis por una lámina especial de cartílago en crecim iento (lámina epifisaria) que proporciona el crecim iento intersticial de las células cartilaginosas (figura 1.3). Los huesos cortos (esponjosos), como los del carpo (muñeca) o del tarso (empeine), se form an mediante osificación endocondral de la misma manera que los huesos largos (tubulares). En cambio, la clavícula y ia mayor parte del cráneo se form an de hueso producido directam ente en el m odelo m esenquim ático por el proceso de osifica ción ¡ntram em branoso. En resumen, se puede decir que ...los elementos del aparato locomotor del tronco se desarrollan a partir de los segmentos primarios [som/fas] del mesodermo dorsal, situados a cada lado de la notocorda y del tubo neural (...] El somita del mesénquima, derivado de la parte medio-ventral \esclerotomo\, está destinado para la formación de! esqueleto alre­ dedor de la notocorda, y la parte media del segmento primario fmiotoma] origina 23

Dibujo: M. Soto

Moni

Espículas mixtas (centro de cartflago calcificado y corteza de hueso)

los músculos [de la parte dorsal del somita se forma el dermatomo). Con la forma­ ción del esqueleto cartilaginoso y posteriormente del óseo, los músculos reciben el sostén en las partes duras del esqueleto, las cuales, en consecuencia, se dis­ ponen también metaméncamente, alternándose con los segmentos musculares. Sobre este principio se estructura el esqueleto axial del cuerpo —la columna ver­ tebral— compuesto por una serie longitudinal de segmentos, las vértebras, cada una de las cuales se forma por las mitades contiguas de dos esclerotomos vecinos. En su aspecto primitivo, como puede observarse en el desarrollo inicial del embrión humano, la columna está compuesta por los arcos cartilaginosos superiores e in­ feriores, dispuestos en metámeras por los lados dorsal y ventral de la notocorda (Prives et al., 1984 111:134-135}.

Histología ósea Según Tortoroa y Anagnostakos (19 9 3 :1 6 1 -1 8 2 ) y Moore (19 89 :3 65 3 82 ), existen ciertos tipos de tejidos que íorinan parte del sistema esque­ lético, ellos son: el conjuntivo, adiposo, cartilaginoso, óseo, dentario y sanguíneo. Tienen en común el hecho de ser diferenciaciones del mesoder­ mo y de estar form ados por dos partes: de células generalmente estre­ lladas o cruciform es y de la sustancia fundam ental, que es semifluida, coagulable y transparente, integrada por un principio proteico, por lo que contiene fibras colágenas, reticulares y elásticas. Todas las especies de tejido conjuntivo desempeñan un papel impor­ tante al entrar en la form ación del esquefeto y servir de medio de unión a los órganos y a su protección. El tejido conjuntivo, como se ha visto, se deriva del mesénquina, que es una porción de células primitivas mesodérmicas que provienen del esclerotom o (segmentos prim itivos mesodérmicos), de las masas o láminas mesodérmicas intermedias o nefrotom o y de las placas mesodérmicas laterales, las cuales limitan el ceioma. De esta manera se tiene que los esbozos de los diferentes tipos más organizados como tendones, cartílagos y huesos, son debidos al tejido conjuntivo embrionario.

Tejido conjuntivo propiamente dicho Tejido conjuntivo embrionario En su form a prim itiva se confunde con el verdadero mesénquima, poste­ riormente se tiene la presencia de fibras blancas o colágena que aparecen primero y las elásticas que aparecen después. Una variedad de este tejido es el conjuntivo mucoso o gelatina de W harton que contiene una sustan­ cia fundam ental gelatinosa y gran cantidad de mucílago y fibras coláge­ nas muy finas, compuesto por células irregularmente ramificadas que frecuentem ente se anastomosan.

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Tejido conjuntivo reticular Las sustancia fundam ental contiene fibras colágenas, elásticas y re tic u ­ lares. Las fibras colágenas se form an por la polimerización de las unida­ des proteicas llamadas tropocolágenas. Dan resistencia ai tejido óseo; sus fibras están colocadas paralela y longitudinalm ente unas a otras dando una apariencia estriada; son suaves, flexibles y ligeramente elásticas. Las fibras elásticas están formadas por la protefna llamada elastina, la cual le da al tejido conjuntivo su capacidad de distenderse y volver a su form a y longitud normales. Son fibras más delgadas que las colágenas y menos fuertes. Al parecer, las fibras reticulares, están constituidas por unidades tro ­ pocolágenas, como en el caso de la colágena, sólo que son más estrechas que esta última. Se entrelazan a! form ar redes. La sustancia intercelular amorfa del tejido conjuntivo está formada, básicamente, por una mucoproteína con propiedades físicas de gel y con amplio contenido de ácido hialúrico y de sulfato. Por otra parte, la sustancia fundam ental, se endurece al impregnarse de sales de calcio. Entre los principales tipos de tejidos esqueléticos tenemos: tejido conjuntivo propiamente dicho tejido cartilaginoso y óseo.

Tejido conjuntivo fibroso (fibrillar) También llamado areolar o fibroelástico. Am pliam ente distribuido en todo el organismo, tiene gran importancia fisiológica y patológica. Conecta la piel, las mucosas y las membranas serosas con las estructuras adyacen­ tes que acompañan a vasos y nervios, form a las redes o estromas en casi todos los órganos y llena todos los espacios no ocupados. Se compone de células y sustancia intercelular fluida o sem ifluida, en la cual se en­ cuentran fibras elásticas y colágenas.

Tejido adiposo Algunas de las células del mesénquima nos dan las células adiposas o linfoblastos, que son los ancestros de las células adiposas definitivas. Al parecer, las células adiposas en el adulto provienen de las células mesenquimáticas todavía no diferenciadas. Nacen en estrecha asociación con el desarrollo de los vasos sanguíneos y del tejido areolar; esto sucede aproxim adam ente en el cuarto mes de vida fetal.

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Tejido cartilaginoso El cartílago empieza a formarse hacía la quinta semana del desarrollo embrionario, por diferenciación del mesénquima de donde se form a el precartílago celular. La m atriz, o mejor dicho la trama de cartílago hialino, contiene un cúmulo de fibrillas un poco enmascaradas {fibras colágenas, elásticas o ambas). En cambio, en el fibrocartílago hay fibras blancas más pesadas que se depositan en su trama, y en el cartílago elástico hay fibras elás­ ticas amarillas. Las células formadoras de cartílago (condroblastos) se­ cretan las fibrillas de colágena y sustancia basal de la matriz. El cartílago se desarrolla tanto internamente como en la periferia. El interno, o cartílago intersticial, crece por la división de las células carti­ laginosas y por la producción de una nueva trama de ellas. El cartílago p eriférico, o aposicional, crece debido a la actividad mitósica de las células conjuntivas que la envuelven, llamada pericondrio. De acuerdo con el tipo de matriz en form ación se distinguen tres tipos de cartílago: hialino, fibroso y elástico. El hialino es el que presenta mayor d istribución.

Tejido óseo Es el de m ayor importancia ya que form a el tejido esquelético definitivo; además, su desarrollo es muy especial, pues no aparece como un tejido prim ario, sino como uno de sustitución de otros tejidos. Hay dos clases de huesos desde el punto de vista embriológico e histológico: ios mem­ branosos y los cartilaginosos, y aunque son idénticos en estructura his­ to ló g ica , d ifieren sólo en el modo de integración. Los dos derivan del mesénquima y sus células óseas son una trans­ form ación de las células mesenquimáticas. Más aún, la form a del depó­ sito de la tram a ósea es la misma en los dos casos y las células que forman el hueso se llaman osteoblastos o células formadoras, ellas depositan la tram a ósea dura en form a de pequeñas láminas unidas unas con otras. En este proceso, algunos osteoblastos quedan incluidos en la trama que van form ando y es cuando se llaman células óseas. Este proceso de depósito de láminas óseas es conocido con el nombre de osificación. Del crecimiento y desarrollo óseo nos ocuparemos de manera particular, por ser el tejido de mayor interés para nuestro tema.

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C rec im ie n to y desarrollo óseos

Procesos generales de osificación La osificación es el proceso por el cual ios huesos adquieren sucesiva­ mente la estructura, form a y dimensiones que les caracterizan. Como hemos visto, el sistema esquelético se desarrolla en medio con­ ju n tivo y el tejido óseo no es, en realidad, sino una form a de adaptación, una modalidad del tejido conjuntivo. En él se encuentran los elementos co nstitu tivos de éste: sustancia fundam ental calcificada, células fijas, fibras conjuntivas (fibras de Sharpey) y fibras elásticas en pequeña can­ tidad. Las piezas óseas se originan en el tejido conjuntivo, de manera directa o por medio de una pieza cartilaginosa, que experim enta los pro­ cesos de osificación; la capa profunda del periostio, la conjuntiva, es la que constituirá el hueso prim itivo, Se distinguen por este hecho dos tipos de form ación ósea: uno es la osificación prim aria, en la cual el hueso se desarrolla directam ente a expensas dei tejido conjuntivo embrionario (huesos de la bóveda del cráneo, de la cara y la mandíbula); el otro es la osificación secundaria o endocondrai, en el cual el hueso se form a a partir de un modelo cartilaginoso que también es derivado del tejido conjuntivo embrionario (huesos de la base del cráneo y la totalidad de los huesos largos). Al hueso form ado de ia primera manera se le llama hueso de revestim iento o membranoso y ai hueso form ado con base cartilaginosa se le llama hueso de remplazo o cartilaginoso (cuadro 1.1), Cuadro 7.1 PROCESOS GENERALES DE OSIFICACIÓN

Desarrollo de los huesos

1. Diferenciación del tejido conjuntivo embrionario; inicio de la osificación en la sexta semana 2. Base cartilaginosa, inicio de ia osificación en la quinta semana

Osificación primaria o pericondral

Puntos de osificación. Osteoblastos

Huesos de revestimiento

o membranosos

nOsificación secundaria

Io

endocondrai

Precartílago. Cartílago hiliano. Núcleos cartilaginosos

Hueso de remplazo o cartilaginoso

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Es preciso observar que en una pieza ósea, por ejemplo un hueso lar­ go, e) proceso de osificación que se produce en medio cartilaginoso da lugar al hueso endocondral, y el que se verifica en medio fibroso cons­ titu y e el hueso perióstico. Por lo demás, se sabe que una pieza ósea se desarrolla a partir de un primer punto de osificación (punto primario) y posteriorm ente a partir de diferentes puntos (puntos secundarios). Habrá que recordar también que el hueso es una sustancia dura, inextensible, sólo capaz de realizar crecim iento aposicional y no intersticial, En otros térm inos, el hueso no puede crecer sino por la aposición de sustancia nueva a la superficie de la sustancia preexistente, al contrario de los órganos blandos, que admiten perfectam ente la adición de una célula nueva entre dos células preexistentes; esto es lo que se llama cre­ cim iento intersticial.

Procesos de formación dei hueso O sificación Antes de iniciar este tema es conveniente conocer las células óseas, por su participación directa en el proceso de form ación del hueso.

Células óseas De acuerdo con Davis (1988:75-82), existen cuatro tipos de células óseas: osteoprogenitoras, osteoblastos, osteocitos y osteoclastos,

Células osteoprogenitoras Se sabe que las células óseas maduras (osteoblastos y osteocitos) son incapaces de experim entar m itosis, esto es, no pueden reduplicar su m aterial genético (ADN o DNA, por sus siglas en inglés). Más bien, parecen tener su origen en una fuente de células originales llamadas células os­ teoprogenitoras, que se alojan en el tejido conectivo perivascular, así como en el tejido conectivo del periostio y el endostio. El control de su dife ­ renciación parece residir en diversos estím ulos m ecánicos y bioquím i­ cos (iónicos, hormonales, etcétera). La m itosis de una célula osteoprogenitora da origen a dos células hijas, una de las cuales conserva las características de una célula original inmadura para la reproducción; la otra, en cambio, inicia una serie de procesos para su diferenciación, que por últim o lleva a la formación de un osteoblasto bien diferenciado. Los osteoblastos se convierten finalmente en osteocitos. 28

Osteoblastos Estas células, por (o general, revisten todas las superficies óseas en forma de una capa sencilla. Su forma y tamaño pueden variar con la edad, actividad m etabólica, estímulo hormonal, etcétera. Cuando los osteoblastos son activos actúan en la síntesis, secreción y calcificación de la matriz ósea en la superficie del hueso ya existente (crecimiento por aposición) o en lugar de la propia osteogénesis (form ación del hueso). Intervienen en la mineralización al regularel flujo de electrolitos entre el líquido extracelular general y el de un com partim iento especializado del hueso. Su función secretora y de síntesis de proteínas propias es semejante, si no idéntica, a la de otras células secretoras, como la de los odontoblastos y ameloblastos. Las proteínas sintetizadas y secretadas por los osteoblastos, sobre to do colágena, se sintetizan en el retículo endoplásm ico rugoso y se transportan al aparato de Golgi para su m odificación y liberación poste­ rior, Otras de las proteínas extracelulares sintetizadas y liberadas por los osteoblastos incluyen: proteínas unidas al calcio; proteína morfogenética del hueso; proteoglicano; fosfoproteínas; colagenasa, y factores de crecim iento óseo.

O steocitos Cuando Jos osteoblastos superficiales son rodeados en form a progresiva por su propio producto secretado, la matriz ósea calcificada, se convier­ ten en o ste o cito s. Cuando queda totalm ente rodeada por la m atriz ósea mineralizada, sus componentes celulares (citoplasma y algunos organitos) experim entan cierto tipo de atrofia. Éstos y otros cambios m orfológicos dieron lugar a la ¡dea de que los osteocitos eran una población de células inactivas, quizá moribundas. Sin embargo, en la actualidad, esta idea ha desaparecido; se sabe que el osteocito es una célula .dinámica capaz de responderá diversos estímulos, en especial a los que necesitan una respuesta rápida a los cambios en la homeostasís del calcio y el fósforo en el hueso y los líquidos extracelulares. Los osteocitos se alojan en espacios pequeños dentro de la matriz mineralizada del hueso conocidos como lagunas. Así, cada laguna aloja el cuerpo celular de un osteocito. La pared de cada laguna está perforada en form a radiada por numerosos conductillos que contienen las prolon­ gaciones citoplásm icas de los osteocitos que hacen contacto con las de otros osteocitos contiguos, que da como resultado una compleja red s in citia l. El espacio periosteocítico (espacio entre la membrana del osteocito y la pared ósea de la laguna) y el espacio de los conductillos (espacio entre 29

la membrana de la prolongación del osteocito y la pared ósea del conductillo) contienen un líquido extraceluíar circulante especializado que se caracteriza por un alto contenido de potasio. Además, la pared de ia laguna contiene una matriz especializada, la matriz perilagunar (entre el hueso propiamente dicho y el espacio periosteocítico), cuya cara lagunar es una zona hiperdensa de la m atriz, cono­ cida com o lámina densa, que al parecer está bajo control directo del osteocito durante la osteolisis osteocítica (provocada por la hormona paratiroidea), o sea, la resorción del hueso por los osteocitos. Se supone que la osteolisis osteocítica actúa en la homeostasis del calcio,

Osteoclastos Son células especializadas para la resorción y remodelación de la matriz ósea. También se localizan sobre las superficies óseas, excepto en el ligam ento periodontai, donde se pueden encontrar en el tejido conectivo adyacente al hueso alveolar. La actividad de los osteoclastos interviene no sólo en la resorción del hueso, proceso en el cual se realiza la disolución de la fase mineral, sino tam bién en la degradación de su componente orgánico (colágena) que produce una concavidad en la superficie del hueso; estas concavidades se llaman lagunas de H ow ship, las cuales, al completarse la resorción, son invadidas por osteoblastos que producen hueso nuevo. Los osteoclastos activos son estimulados por la hormona paratiroi­ dea, la vitam ina D y las prostaglandinas (sustancias todas que favorecen la resorción ósea). La osificación comienza en los huesos de revestim ien­ to al final de la sexta semana, una antes que en los huesos de remplazo.

Procesos de osificación Estos procesos se reducen prácticamente a dos: uno constructor y otro destructor (figura 1.4).

Proceso constructor El agente activo de este proceso es el osteoblasto. Los osteoblastos se cre ta n la oseína que se deposita en la s u p e rfic ie de los s o p o rte s p ró xim o s: fibras conjuntivas elásticas, trabéculas cartilaginosas y lami­ nillas óseas ya form adas. Cuando la capa de oseína ha alcanzado cierto grosor, engloba a los osteoblastos que se convierten entonces en células óseas (osteocitos). La oseína adquiere su dureza característica por cal30

Epífisís aumentada por crecimiento del cartílago que es remplazado por hueso

Crecimiento de la diáfisis por remodelación del hueso

Aumento de la diáfisis aquí, a causa del crecimiento del cartílago que es remplazado por hueso aquí

5 o o O ) ú o 'jn5*

a

Figura 1.4. Ilustración esquemática del crecimiento y remodelación de un hueso largo. (Krogman, 1 9 7 8 :2 0 , figura 2. Ligeramente modificada.)

cificación secundaria (combinación de sales de calcio con la oseína preform adah

Proceso destructor El agente activo de este proceso es el o s te o d a s to ; esta célula aparece por lo general como una gruesa masa protoplásm ica, redonda, provista 31

de prolongaciones en masa, con muchos núcleos (desde dos hasta 50 o 100), Su acción la lleva a cabo al aplicarse a la superficie de una trabécula ósea y tam bién de una trabécula cartilaginosa. Ataca en seguida a la sustancia fundam ental (tal vez mediante una diastasa) del hueso y del cartílago. Su tarea es im portante: és el encargado de resorber el hueso encondraí o el perióstico, de excavar las lagunas de Howship, en las que se form aré el conducto haversiano, Modelan la forma exterior y el con­ ducto medular del hueso. Tanto los osteoblastos como los osteoclastos trabajan siempre en medio conjuntivo y ordinariamente en zonas muy vascularizadas. La edificación de una pieza ósea es, en to ta l, el resultado de las ac­ ciones combinadas ya descritas, que se realizan en una lámina conjuntiva o en una pieza cartilaginosa. Recordemos también que una pieza ósea se edifica siempre en varios tiempos: D de preosificación, proceso de m o­ dificación del tejido conjuntivo cartilaginoso, en la región donde dará inicio la osificación; //) los fenómenos de osificación primaria, que dan lugar a un hueso provisional que crece; iii) fenómeno de osificación secundaria, que consiste en la sustitución total del hueso prim itivo por hueso nuevo, mejor adaptado. De esta manera, se tienen dos tipos de hueso: huesos de revestim ien­ to o membranosos y de remplazo o cartilaginoso, cuyas características son las siguientes.

Hueso de revestim iento o membranoso En la form ación de estos huesos se presenta, en primer lugar, una masa densa de mesénquima que se desarrolla posteriorm ente en una membra­ na de tejido fibroso conjuntivo prim itivo, que tenía la forma del hueso fu tu ro . En el proceso de osificación las fibras se calcifican y junto a las fibras calcificadas se depositan las láminas de la trama ósea por los osteoblastos que rodean a los haces. Los espacios de la trama así form a­ da son ocupados por la médula derivada de las células mesenquimáticas. La osificación de cada hueso empieza por uno o más lugares dentro de la m ism a m em brana (cen tros de o s ific a c ió n ) y parte desde aden­ tro hacia fuera hasta abarcar toda la masa; posteriormente, el periostio empieza a depositar también hueso en la superficie de la masa formando una especie de tablas internas densas.

Hueso de remplazo o cartilaginoso El desarrollo de los huesos sobre base cartilaginosa consiste en la trans­ form ación del tejido conjuntivo embrionario en el llamado precartílago, el 32

que a su vez se transform a en cartílago hialino a partir de los núcleos cartilaginosos. El tejido conjuntivo que rodea al cartílago hialino c o n sti­ tuye el pericondrio, el cual ya en el hueso será el periostio. El hueso form ado de esta manera sustituye al cartílago por la destrucción llevada al cabo por los osteoclastos, por lo cual son llamados también huesos de rem pla­ zo (cuadro 1.1). La form ación del hueso sobre base cartilaginosa se presenta desde un principio; el proceso se puede resumir de la siguiente manera: Tejido conjuntivo embrionario precartílago -► cartílago hialino hueso (mesénquima) Los cartílagos que sirven de base están form ados en la séptim a semana de vida intrauterina con la form a esbozada que van a tener los huesos futuros. La osificación tom a lugar de dos maneras: por una osificación subperióstica que rodea al cartílago y por una osificación endocondral dentro del cartílago (cuadro 1.2).

Cuadro 1.2 DISTINTOS TIPOS DE OSIFICACIÓN Osificación endocondral u osificación cartilaginosa

Se lleva a cabo en el cartílago de los núcleos cartilaginosos, Da lugar a los huesos

siguientes:

Osificación primaria o pericondríal o membranosa

Se lleva a cabo en la superficie del cartílago. Da lugar a los huesos siguientes;

etmoides, cornete inferior; esfenoides; lámina lateral de la apófisis ptsrigoides; formaciones petrosa y mastoidea del temporal; escama inferior del occipital, y la generalidad de los huesos del esqueleto axial y apendicular.

los que componen la bóveda craneana: frontal, parietal, porción escamosa del temporal, anillo timpanal, escama superior del occipital; además, los huesos nasales, lagrimales y lámina medial de la apófisis pterigoides.

La osificación se inicia en la diáfisis al final del segundo mes de vida fetal, y en las epífisis en la vida posnatal

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Osificación subperióstica El primer tejido óseo que se form a nace a expensas de osteoblastos que se encuentran en el pericondrio, formando un cilindro que rodea una porción media que aún queda del antiguo cartílago. Este proceso no se extiende hacia los extrem os. El hueso se sigue depositando hacia la parte externa del cilindro, por lo que crece así en grosor, al mismo tiem po que en lon­ gitud hacia los extrem os del cilindro, pero nunca alcanzándolos porque el cartílago también crece en longitud en esas partes.

Osificación endocondrai Ésta empieza en los huesos largos un poco después de la subpericondral o subperióstica. En los cortos sucede al revés. Da comienzo con la inva­ sión del cartílago por los brotes de la médula que vienen del periostio, que se colocan a la mitad del cartílago. La médula crece hacia los cabos del cartílago, destruyendo la mayor parte de él y depositando el hueso en los sitios remanentes calcificados; el crecim iento del cartílago es remplaza­ do por el depósito del hueso a corta distancia de la médula. Hay un solo caso en el cual entran las células del cartílago, se dividen rápidamente y de esta manera form an columnas longitudinales de células aplastadas; después, estas células crecen rápidamente y se engruesan.

Formación perióstica Dentro del cartílago y alrededor de éste se forma el tejido compacto, Este proceso es idéntico en los huesos planos y se debe a una actividad en la capa osteogénica interna del pericondrio, que aquí se llama más propia­ mente periostio. El tejido osteogénico en form a de yemas penetra como depósito se­ cundario y com o cilindros concéntricos que tienen un eje central, el cual se encuentra ocupado por vasos sanguíneos; esto es lo que se llama sistema de Havers.

Desarrollo de los huesos Los huesos membranosos delgados aumentan en extensión lateral, por osificación marginal continua, a expensas del tejido conectivo rico en osteoblastos que ahí se encuentran. Tanto los cartílagos como los huesos, sean éstos membranosos o cartilaginosos, crecen en espesor por deposición de la matriz perióstica 34

formada en sus superficies periféricas. En un hueso largo, por ejemplo, el aum ento superficial está acompañado por la absorción central que destruye no solamente el tejido óseo endocondral, sino tam bién las capas períósticas más cercanas. Por esta razón, sólo la médula ósea roja per­ siste en los cabos terminales de los huesos largos y las diáfisis se llenan de la sustancia llamada médula que se encuentra en su cavidad, com ­ puesta esencialmente por células grasas, En estado fetal, el cartílago de cada cabo de cada hueso continúa creciendo rápidamente y osificándose por un procedim iento extensivo y progresivo desde el centro primario, pero llega un momento (entre la primera infancia y la pubertad) en que se desarrollan centros de osificación secun­ darios en las epífisis, Tanto las superficies de las placas cartilaginosas dejadas entre el hueso original como sus epífisis desarrollan nuevo car­ tílago, Si la superficie libre de una epífisis está en una articulación, per­ m anecerá de naturaleza ca rtila g in o s a . La osificación de las diáfisis es pericondral; la de las epífisis endocondrat. En ta n to dura el crecim iento en un hueso largo, la diáfisis está se­ parada de fa epífisis por sendos cartílagos de conjugación, a partir de los cuales se form an nuevas masas de hueso. El crecim iento cesa al osifica r­ se este cartílago (figura 1.4). Las epífisis pueden ser de tres clases: /) de presión, desarrolladas en los extrem os de los huesos largos; ¡i) de tracción, en donde se insertan los músculos, y iii) atávicas, que representan en realidad huesos en un principio evolutivam ente separados; la apófisis coracoides es un ejemplo de ello, Los ligamentos o tendones representan aparentemente innovaciones secundarias que cubren a la membrana sinovial en su parte externa. Los huesos sesamoideos se desarrollan en relación con los tendones de las articulaciones, se originan de la prim itiva cápsula artrodial y a veces son de naturaleza realmente cartilaginosa. El crecim iento en longitud de los huesos cesa definitivam ente en la mujer entre los 18 y 20 años de edad y en el varón entre los 21 y 23, en térm ino medio.

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2. Los huesos

Conformación exterior Forma generaf Considerados en su configuración general, los huesos sedividen en cuatro grandes grupos; largos, planos o anchos, cortos y m ixtos. Teniendo en cuenta no sólo la form a exterior, sino también la estructura interior y las funciones, los huesos se pueden dividir en los cuatro tipos siguientes: tubulares (largos y cortos), esponjosos (largos, cortos y sesamoideos), planos y m ixtos (cuadro 2.1).

Cuadro 2.1 CLASIFICACIÓN DE LOS HUESOS SEGÚN SUS CARACTERÍSTICAS DE FORMA Y DIRECCIÓN a) Tubulares

b ) Esponjosos (A) Forma general de los huesos

c) Planos j d) Mixtos |_e) Neumáticos

i

a) Absoluta

huesos huesos huesos huesos

b) Relativa

horizontal (dirección paralela af plano horizontal) vertical (perpendicular ai piano horizontal} oblicua (presenta notables variedades, hay que considerar los planos de orientación)

(B) Dirección de los huesos

L

(largos y cortos): fémur, tibia, peroné, húmero, cúbito, radio, huesos del metacarpo y metatarso (largos, cortos y sesamoideos): esternón, costillas, vértebras; huesos del carpo, del tarso; rótula y otros (o anchos): huesos de la bóveda craneana, omóplatos y huesos coxales huesos de ia base del cráneo: temporal, esfenoides y etmoides frontal, malares y’ maxilares

rectilíneos curvilíneos torcidos en S itálica retorcidos sobre su eje

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Los huesos tubulares tienen una cavidad en su interior llena de médula ósea (cavidad medular). Se distinguen en ellos una parte media, el cuerpo o diáfisis y dos extrem os o epífisis. La diáfisis está compuesta por sus­ tancia ósea compacta, como predominante, y muy poca materia espon­ josa, y las epífisis, de sustancia óséa esponjosa, cubierta por una capa fina compacta. Entre ellos tenemos los huesos largos de las extremidades y los cortos de las manos (metacarpo) y pies (metatarso). Los huesos esponjosos están com puestos preferentem ente por sustancia ósea esponjosa cubiertos de una capa com pacta m uy fina. A los huesos esponjosos largos pertenecen el esternón y las co stillas, y a los esponjosos cortos, las vértebras, los huesos del carpo y del tarso. Los huesos esponjosos sesamoideos (como la rótula} se desarrollan en el espesor de los tendones de algunos músculos y se sitúan cerca de las articulaciones. Los huesos planos constan de láminas de sustancia ósea compacta, entre las cuales se encuentra la capa de sustancia esponjosa (díploe). Entre ellos tenemos los huesos de la bóveda craneana, los omóplatos y los huesos coxales. Los huesos m ixtos se forman por la fusión de varias partes que tienen distinta estructura y form a. A éstos pertenecen algunos huesos de la base del cráneo (temporal, esfenoides y etmoides). Algunos huesos del cráneo tienen cavidades llenas de aire, por lo cual se les denomina huesos neum áticos (frontal, malares y maxilares),

Dirección de ios huesos Ésta puede ser absoluta o relativa (cuadro 2.1).

Dirección absoluta Es la que lleva el hueso de por sí, esto es, considerado aisladam ente y en cualquier dirección; desde ese punto de vista, tenemos, por ejemplo, huesos rectilíneos, como el peroné, curvilíneos en arco, como fas costi­ llas, sinuosos en 5 itálica, como la clavícula, y torcidos sobre su eje, como el fémur.

Dirección relativa Es la dirección que cada hueso lleva colocado en su sitio correspondiente en el esqueleto de un sujeto en posición vertical así puede ser: horizontal, vertical u oblicuo (Testut y Latarjet, 1 9 3 2 [t]:6 ), 38

Es horizontal cuando su dirección es paralela al plano horizontal; ver­ tical cüando es perpendicular a este mismo plano; el oblicuo presenta notables variedades, pero para definirlas hay que considerarlas en rela­ ción con los planos que se describirán más adelante.

Regiones o elementos descriptivos de ios huesos Caras, bordes y extremos Cualquiera que sea la form a de los huesos, encontraremos en ellos caras, bordes y extremos. Cada uno se denomina con un adjetivo: interno, externo, anterior, posterior, superior o inferior, según su orientación, es decir, según mire hacia los planos medio, lateral, anterior, posterior, etcétera, del sujeto en posición vertical (figura 2.1). Por ejemplo, el húmero tiene dos extre-

Figura 2 .1 . Direcciones principales adoptadas para describir los huesos. (Tekiner, 1 9 7 1, figura 2.) 39

mos, uno superior y otro inferior; tres caras: posterior, interna y externa; tres bordes: interno, externo y anterior (en la diéfisis) (Testut y Latarjet, 1932[1J:7-8). En las descripciones actuales, para designar las regiones óseas, se usan tam bién las palabras próxim a! y dista!; se aplican a regiones opues­ tas de un mismo hueso: se llama región proximal lo mismo sí se trata de un extrem o que de un borde o de una cara, a la que está más cerca del plano medio, y distal a la que está más apartada del mismo (cuadro 2.2). Cuadro 2.2 REGIONES O ELEMENTOS DESCRIPTIVOS DE LOS HUESOS a) caras, b) bordes, c) extremos; cada uno puede ser; interno, externo, anterior, posterior o superior, según su orientación y según el plano al que mire

d) eminencias, procesos o apófisis prestan inserción a ligamentos o músculos

e) cavidades

f) agujeros y conductos

{^Articulares. Jj\lo articulares

eminencias simplemente, protuberancias, tuberosidades mamilares, líneas, crestas, etcétera

| Articulares, JJ\io articulares

inserción: asidero de ligamentos o músculos recepción: dan alojamiento a tendones, arterias, nervios {canales, surcos, fosas) ampliación senos: (frontal, maxífar), celdillas (etmoidales), ^cavidades (mastoideas)

Transmisión

hiatus, hendiduras, fisuras o cisuras, agujeros (rasgados, redondos) o adoptan el nombre jje l hueso en que se encuentran

Nutricios: se dividen en cuatro órdenes *

primer orden: son los mayores. Dan paso a la arteria nutricia. segundo orden; se encuentran en epífisis de huesos largos, bordes de los anchos y superficies no articulares de los cortos. tercer orden: en toda ia superficie de los huesos cubiertos de periostio (punto de origen de los conductos de Havers). ! cuarto orden: representan los i orificios exteriores de los | conductillos óseos que se abren [en los osteoplastos

i

* Asi como los de transmisión, los de primer orden son los más importantes desde el punto de vista de la anatomía descriptiva y de identificación del hueso. 40

Así, por ejemplo, las costillas tienen dos extrem os: posterior o p ró x i­ ma! V anterior o dista!. Cuando se trata de los huesos de los miembros, el térm ino próxim a! se aplica a la parte que corresponde a la "ra íz" u origen det m iem bro, esto es, la más cercana al plano superior y dista!, a la parte opuesta, o sea el extrem o libre: la más alejada del plano superior. Por ejemplo, en el fémur, el extrem o superior es el próxim aI y el inferior el distal; en los huesos del m etatarso, extrem o próxim a! es el que se articula con los del tarso, y el dista!, el que se articula con las falanges.

Eminencias (proyecciones) o apófisis (procesos) de los huesos Llevan este nombre las partes de los huesos, cualquiera que sea su form a, que sobresalen en la superficie de los mismos; se dividen en articulares y no articulares (cuadro 2.2).

Eminencias articulares Como su nombre lo indica, se sitúan en las regiones articulares y difieren considerablemente según correspondan a articulaciones movibles o fijas.

Eminencias no articulares Se d istinguen, según su form a, en eminencias sim plem ente dichas, eminencias mamilares, protuberancias o tuberosidades, espinas, líneas, cresta, etcétera, denominaciones suficientem ente expresivas de por sí como para intentar una definición. La mayoría están destinadas a prestar inserción a ligamentos o músculos. En cuanto a las denominaciones que han recibido las eminencias o apófisis óseas, son tan numerosas como caprichosas y extravagantes (apófisis coracoides, coronoides, etcétera).

Cavidades de los huesos Se dividen en dos grupos: cavidades articulares y cavidades no articu la ­ res (cuadro 2.2).

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Cavidades articulares Coinciden con las eminencias del mismo nombre y están de ordinario dispuestas para corresponderse m utuam ente en toda su extensión.

Cavidades no articulares Tienen una morfología muy variable, aunque consideradas únicamente desde el punto de vista de su uso, se dividen en: /') cavidades de inserción; ¡i) de recepción, y iii) de ampliación, Las primeras presentan asidero a ligamentos o a músculos. Como ejem­ plo tenemos la cavidad digital del trocánter mayor. Entre las segundas, algunas dan alojamiento a tendones, arterias y nervios, y ofrecen la forma de canales, surcos y fosas. Las de ampliación se llaman también senos (maxilares o frontales), celdillas (etmoidales) o cavidades (mastoideas),

Agujeros y conductos de los huesos Son de dos órdenes: agujeros o conductos de trasmisión y agujeros o conductos nutricios. Se abren en la superficie del hueso.

Agujeros y conductos de transmisión Dan paso a vasos y nervios. Por su forma, se les nombra hiatus (de Falopio), hendiduras (esfenoidal), fisuras o cisura (de Glaser), agujeros rasgados y redondos; otros adoptan el nombre del hueso en que se encuentran (agujero basilar), o del órgano que alojan (conducto carotídeo).

Agujeros y conductos nutricios Se dividen en cuatro órdenes, según sus dimensiones (cuadro 2.2): i) agujeros de prim er orden. Los mayores, pertenecen a las diáfisis de los huesos largos y en ocasiones de los planos, casi siempre son oblicuos y dan paso a la arteria n utricia , acompañada a veces de un file te n ervio­ so; //) agujeros de segundo orden. Se encuentran en las epífisis de los huesos largos, en los bordes de los anchos y en las caras no articulares de los co rto s. Su núm ero es variable; iii) los de tercer orden. M ucho menores que los anteriores, se ven en toda la superficie de los huesos cubierta por periostio. Constituyen el punto de origen del sistema que lleva el nombre de conductos de Havers, y iv ) los de cuarto orden son 42

mucho menores que los de tercer orden y representan los orificios exte­ riores de los conductillos óseos, que se abren en los osteoplastos (Testut y Latarjet, 1 9 3 2 [1 ]:9 -1 2). Los de primer orden son los que interesan desde el punto de vista de la anatomía descriptiva y de identificación de los huesos (lado, región, etcétera).

Estructura macroscópica Huesos fargas o tubulares En todo hueso se distinguen a simple vista en su exterior las partes si­ guientes: diáfisis, epífisis, cartílago articular y periostio-, estas dos ú lti­ mas estructuras desaparecen en el hueso seco; en su interior está la cavidad medular (médula) (figura 2.2).

Diáfisis Es la porción media del hueso (cuerpo), limitada por dos extremidades volum inosas. De form a cilindrica principalm ente, su interior es hueco. Et hueso com pacto que la conform a es muy espeso y se adapta bien a su función; da apoyo firm e sin pesar demasiado.

D>bujo:

Figura 2 .2 . Estructura macroscópica de un hueso largo: A ) corte longitudinal para mostrar sus partes constitutivas; fl) corte longitudinal practicado en el extremo proximal de ia tibia en que se muestran distintas regiones. (Anthony y Thibodeau, 1990, figuras 5 .1 . y 5.2.) 43

Epífisis Son las dos porciones voluminosas colocadas en los extrem os de cada hueso. Su extensa superficie proporciona un amplio espacio para las inserciones musculares, cerca a las superficies articulares y ofrece a éstas gran estabilidad. El tejido esponjoso que las conform a en su mayor parte está rarificado, dejando espacios muy pequeños en su tram a; da la apa­ riencia de una esponja, de ahí su nombre de tejido esponjoso o poroso. Esta característica ofrece al hueso considerable resistencia a pesar de su ligereza. Las epífisis están cubiertas por una capa muy fina de hueso co m p acto denso. Los espacios del hueso poroso están llenos (en el hueso fresco y vivo) por la médula roja.

Cartílago articular Capa delgada de cartílago hialino que cubre las superficies articulares de las epífisis. Su resistencia permite a la articulación am ortiguar tirones, golpes y caídas.

Cavidad medular Hueco tubular en el interior de la diáfisis de los huesos. En el hueso fresco o vivo, contiene la médula amarilla o grasa.

Médula ósea Las cavidades intratrabeculares de los huesos contienen la médula ósea roja, órgano de la hemopoyesis y de las defensas biológicas del organis* mo, Ella participa también en la nutrición, desarrollo y crecim iento del hueso. En los huesos largos, se encuentra en el conducto medular o cavidad medular la médula amarilla. C onstituye una parte indivisible del hueso vivo en su significación de órgano. Existen dos tipos de médula: roja y am arilla.

M édula ósea roja (medulla ossium rubra) Tiene el aspecto de una masa roja suave, compuesta por tejido reticular, en cuyas mallas se encuentran los elementos celulares relacionados d i­ rectam ente con ia hemopoyesis y la form ación de hueso (osteoblastos y osteoclastos). Está infiltrada por nervios y vasos sanguíneos que nutren 44

no splo a la propia médula, sino a las capas internas deí hueso. Los vasos sanguíneos y los elementos de la sangre le dan el color rojo,

Médula ósea amarilla (medulla ossium flava) Está compuesta principalmente por células adiposas, a las que debe su color. El predominio de una u otra varía con la edad; en el embrión y el re­ cién nacido existe exclusivam ente médula roja, pues es cuando se exige una función hemopoyética intensa debido al desarrollo y crecim iento del organismo. A medida que el individuo crece, la médula roja va siendo sustituida por la amarilla, que en los adultos llena todo el espacio medu­ lar de los huesos largos, ya que ella no es hem opoyética, excepto en el húmero y el fém ur. La médula es un tejido de origen mesenquimatoso diferenciado.

Periostio Ef hueso en su exterior, excepto en las superficies articulares, está cu­ bierto por una envoltura llamada periostio, una película fina y consistente de tejido conjuntivo, de color rosa pálido, que se inserta en el hueso por medio de haces de tejido conjuntivo que penetran al hueso a través de conductos especiales. Se compone de dos estratos: uno superficial (fibroso) y otro profundo o interno, osteogenético (cambium). Es rico en nervios y vasos, gracias a lo cual participa en la nutrición y en el crecim iento del hueso en espesor. La nutrición se verifica por medio de los orificios vasculares (foramina n utritia) y el crecim iento del hueso corre a cargo de los osteoblastos localizados en el estrato interno adyacente al hueso {cambium).

Endostio Membrana que reviste la cavidad medular de los huesos largos en el sujeto vivo o en el hueso fresco.

Huesos cortos, planos e irregulares Conformados por tejido esponjoso en su mayoría, pero cubiertos por una fina capa de hueso compacto, semejante a las epífisis de los huesos largos. Los espacios dejados por la tram a del tejido poroso están llenos de médula 45

ósea en algunos huesos irregulares y planos, por ejemplo, los cuerpos vertebrales y el esternón.

A rquitectura La unidad estructural del hueso es el osteón o sistema haversiano, com ­ puesto por laminillas óseas dispuestas concéntricamente alrededor de un canal, el conducto de Havers, que contiene vasos y nervios. Entre uno y otro sistema de Havers existen espacios, los cuales están llenos de laminillas óseas intermedias o intersticiales. Estas laminillas se encuen­ tran dispuestas en correspondencia con la carga funcional del hueso: en los huesos largos (tubulares) se disponen de modo paralelo al eje longi­ tudinal (diáfisis); en los huesos esponjosos (cortos), perpendicularmente al eje vertical; en los huesos planos del cráneo, paralelamente a la superfi­ cie del hueso y en ubicación radial, Los sistemas haversianos y las laminillas intermedias forman en con­ junto la capa media fundam ental de la sustancia ósea, cubierta por dentro (lado del endostio) y por fuera (lado del periostio) por una capa de lami­ nillas óseas ordinarias. La última capa se encuentra atravesada por vasos sanguíneos que van désde el periostio hasta la sustancia ósea a través de los canales perforantes o de Volkmann. Los vasos sanguíneos, al pasar por los canales perforantes y de los osteones (conducto de Havers), aseguran el m etabolismo del hueso. La agrupación de los osteones forma elementos de mayor tamaño, las trabéculas óseas, que pueden observarse a simple vista en los cortes de huesos o en las radiografías. De estas trabéculas se forman dos clases de sustancias: sustancia compacta, que se forma por la aplicación estre­ cha de las trabéculas, y sustancia esponjosa, areolar o trabecu/ar, que está form ada por la agrupación laxa de las trabéculas que presentan una serie de poros o cavidades entre ellas, las cuales dan al hueso ese aspecto esponjoso (figura 2.3). La distribución de ambas sustancias (compacta y esponjosa) depende de las condiciones funcionales del hueso. La compacta se encuentra en aquellas partes del hueso que cumplen perfectamente las funciones de sostén (puntales) o de m ovim iento (palancas) y las diáfisis de los huesos largos. En los casos en que, a pesar del gran volumen es preciso conservar la ligereza sin menoscabo de la solidez, se forma la sustancia esponjosa; ejemplo de esto son las epífisis de fos huesos largos, los huesos del carpo y m etacarpo. Las trabéculas de sustancia esponjosa se localizan de modo regla­ m entado, dependiendo también de las condiciones funcionales del hueso o de sus partes. Así, por ejemplo, en la medida en que los huesos soportan una acción doble, de presión y de tracción de los músculos, las trabéculas 46

Q vand< D ib u jo : B

Figura 2 .3 . Cortes esquemáticos para mostrar la disposición de la fuerza de resistencia en el hueso y de las trabéculas óseas. A) fémur; B\ tífaiotarsal; 11 área de menor resis­ tencia. (Testut y Latarjet, 1932, figuras 10 y 4 2 2 .)

óseas están dispuestas en la dirección de las fuerzas de compresión o distensión. De aquí se deduce que ios distintos huesos o sus partes pre­ senten una estructura diferente (figura 2.3).

Estructura m icroscópica El hueso, com o se sabe, está constituido por células vivas y sustancia intercelular no viva. Ésta es mucho más abundante que las células óseas y contiene muchas fibras de colágena (la proteína más abundante en el cuerpo), Una característica especial es la manera en que el m aterial in ­ tercelular está distribuido en relación con sus células. Hay una serie de capas cilindricas concéntricas (por lo general menos de seis) de material intercelular calcificado (fosfato de calcio), que encierra un conducto lon­ gitudinal central que tiene un vaso sanguíneo. Las células óseas y osteo­ cito s se encuentran aprisionados entre capas óseas duras (lam inillas) en espacios pequeños denominados lagunas, de donde parte una serie de canalículos m icroscópicos que se irradian en todas direcciones: pro­ porcionan vías para que se mueva líquido tisular a corta distancia, desde un conducto de Havers hacia las lagunas y las células óseas del sistema. La unidad compuesta por un conducto de Havers, las lam inillas circun­ dantes, los osteocitos, las lagunas y los canalículos se denomina sistema de Havers. Éstas son las unidades estructurales del hueso com pacto. Por 47

su form a cilindrica, no se ajustan entre sí; los espacios entre ellos están llenos de lam inillas intersticiales y circunferenciales {figura 2.4), En el hueso poroso o esponjoso, a diferencia del com pacto, se en­ cuentran muchos espacios abiertos que se forman por la acción de los osteoclastos que resorben hueso; estos espacios entre las trabéculas (laminillas) están ocupados por la médula.

Composición química La sustancia ósea está compuesta por dos tipos de sustancias químicas: orgánicas, 35 por ciento. La sustancia principal de este tipo es la oseína, pero se encuentra también la oseomusina; ambas son de base proteica; incluyen las células óseas, la sustancia intercelular orgánica o m atriz. Las Hueso esponjoso

Trabéculas Laminillas concéntricas Hueso compacto Laguna con un osteocito

Sistema de Havers

Canalículos Vaso sanguíneo en un conducto de Havers Periostio Conducto de Volkman

Dibujo: M. Soto

M aní

Vaso sanguíneo hacia la médula

Figura 2 .4 . Esquema de la estructura microscópica de un hueso. Sistema de Havers: lamintlias concéntricas, lagunas, canalículos y un conducto de Volkman, (Anthony y Thibodeau, 1983, figura 5 .3 .) 48

fibrillas de colágena constituyen aproximadamente el 90 por ciento de la matriz orgánica, la cual además contiene fibrillas reticulares y sustancias amorfas {ácido hialurónico y ácido condroitinsulfúrico); inorgánicas, 45 por ciento. Las principales son las sales de calcio y fósforo, en form a de fosfatos, como el de calcio, que constituyen el 51 por ciento del to ta l, así como también fluoruro de calcio, sodio, magnesio en pequeñas can­ tidades, carbonatos y agua 20 por ciento. Contienen también vitaminas (A, D y C), grasa y sangre. De la presencia de las sustancias orgánicas como la oseína y la colágena depende la elasticidad de los huesos, y de la combinación de las inorgánicas su dureza y resistencia. La combinación de ambos tipos de sustancia varía con la edad: en el niño predomina la orgánica (oseína), que le confiere a sus huesos la elas­ ticidad característica, por lo que se fracturan raramente; en cambio, en el viejo es todo lo contrario.

49

3. Idea general del esqueleto

Con propósitos descriptivos, se acostumbra dividir al esqueleto humano en dos grandes conjuntos: axiai y apencficu/ar. Al primero lo form an ef cráneo, el hioides, la columna vertebral, el esternón, las costillas (caja torácica), el sacro y el cóccix; en to ta l, 80 huesos: 74 que form an el eje vertical y seis huesecillos del o(do. El esqueleto apendicular está cons­ titu id o por los huesos de la cintura escapular y pélvica (excepto sacro y cóccix), y los de las extremidades superior e inferior, en to ta l, 1 26 huesos que cuelgan a manera de apéndices (de ahí su nombre) del esqueleto axial (cuadro 3,1). En la figura 3.1 podemos ver la posición de los distintos huesos del esqueleto, El cráneo ocupa la parte superior de la columna vertebral, y lo integran 28 huesos. Se divide en: cerebral o cráneo propiamente dicho y esp/acnocráneo o cráneo facial o cara. El cráneo cerebral contiene y da protección al encéfalo (cerebro), y bulbo raquídeo; está form ado por ocho huesos: Cuadro 3. 7 NÚMERO DE HUESOS QUE INTEGRAN EL ESQUELETO DE UN INDIVIDUO ADULTO DE 3 0 A 35 AÑOS DE EDAD Lado izquierdo

Línea media

Lado derecho

Columna vertebral Sacro Cóccix Cráneo Cara Huesos del oído* Hioides Costillas Esternón Miembro superior Miembro inferior

0 0 0 2 6 3 (4) 0 12 0 32 31

24 1 1 4 2 0 1 0 1 0 0

0 0 0 2 6 3 (4) 0 12 0 32 31

Total

8 6 (87)

34

86 (87)

Totai 24 1 1 8 14 6 (8) 1 24 1 64 62 2 0 6 (208)

* Algunos autores incluyen el caracol; por ese motivo, cambia el tota) de huesos de 206 a 208. No se incluyen tos sesamoideos ni los wormianos. 51

Carpales— Metacarpales Falanges (dedos)

Figura 3 .1 . El esqueleto humano: A) vista anterior; B) vista posterior.

52

un froptal, dos parietales, dos temporales, un occipital, un etmoides y un esfenoides. Se incluyen los huesecillos de los oídos: m artillo, estribo y yunque (seis), El esplacnocráneo aloja a la mayor parte de los órganos de los sentidos y contribuye a prestar apoyo a los órganos de la m astica­ ción; lo integran catorce huesos: dos maxilares, dos malares o cigomáticos, dos nasales, dos unguis o lagrimales, dos palatinos, dos cornetes, un vómer y la mandíbula. Los huesos frontal y etmoides ayudan a form ar la cara, pero no se consideran dentro de ella. En la parte inferior de la cara está el hueso hioides. La columna vertebra!se sitúa en la línea media y posterior del cuerpo; está formada poruña serie de elementos superpuestos: 24 vértebras (siete cervicales, doce dorsales y cinco lumbares), el sacro y el cóccix. Las costillas también son 24 —catorce verdaderas, seis falsas y cuatro '"flo ta n te s"— se articulan en la parte anterior con el esternón, y en la posterior con la columna vertebral (vértebras dorsales), que junto con el esternón form an el tórax. Rodean al tórax en su parte superior dos huesos: la clavícula y el om óplato (escápula), que integran la cintura escapuíar, de la cual penden los huesos de los miembros superiores que se articulan entre sí para form ar tres segmentos: brazo (húmero), antebrazo (cúbito y radio) y mano, que a su vez se integra por el carpo (ocho huesos), m etacarpo (cinco huesos) y los dedos (catorce huesos). En la parte inferior de la columna están los dos huesos coxales (que algunos autores llaman también ilíacos), que se articulan entre sí por de­ lante y en la línea media (sínfisis púbica), por detrás con el sacro y éste con el cóccix para form ar la pelvis o cintura pélvica, en la cual se articulan los miembros inferiores que están constituidos por tres segmentos: muslo (fémur), pierna (tibia y peroné) y pie, form ado por: el tarso (siete huesos), m etatarso (cinco huesos) y los dedos (catorce huesos). El esqueleto de un individuo adulto, de 30 a 35 años de edad, consta de 206 huesos, según algunos autores; para otros, 208. Se distribuyen según se observa en el cuadro 3.1. Este número varía según la edad de los sujetos, en los niños y subadultos es mayor, en los viejos generalmente es menor por la soldadura de al­ gunos de los huesos entre sí. No se incluyen los huesos worm ianos y los sesamoideos.

Terminología anatómica Planos de orientación del cuerpo humano Hay una serie de térm inos estandarizados entre los anatom istas que han sido adoptados por los antropólogos físicos dedicados a la osteología 53

antropológica, que permite describir las partes del cuerpo humano. Por tal m otivo, es esencial que los conozcamos. Para eiios se acepta, con­ vencionalm ente, considerar a) cuerpo humano en posición vertical (posi­ ción erecta), con los ojos mirando aJ frente, los brazos colgando a los lados verticalm ente y con las palmas de las manos dirigidas hacia ade­ lante, los talones juntos, la punta de los pies separados y los dedos di­ rigidos hacia adelante, A través del cuerpo se trazan tres planos princi­ pales convencionales, perpendiculares uno def otro: sagital, transversal y horizontal (figura 3.2), Estos tres planos son imaginarios.

Figura 3 .2 . Principales planos de orientación del cuerpo humano: 1) plano medio sagital; 2) plano transversal; 3) plano horizontal; 4) an­ terior; 5) posterior. 54

Plano medio sagital Pasa en dirección anteroposterior, por la línea media y divide al cuerpo en dos partes iguales, una izquierda y otra derecha. Los huesos impares se sitúan cerca o en el plano sagital o medial y los pares se localizan fuera de dicho plano o en posición lateral.

Plano transversal También divide al cuerpo en dos m itades: una anterior (en este caso se le llama también plano frontal o anterior), que es vertical y paralelo a la parte frontal del sujeto, y otra posterior (se le llama también plano pos­ terior o dorsal), que es vertical y paralelo a la parte posterior del sujeto. En este caso, por ejemplo, la clavícula se sitúa en la parte anterior del cuerpo y el omóplato en la parte posterior.

Plano horizontal Pasa también en sentido anteroposterior; es paralelo a la línea del hori­ zonte y puede cortar al cuerpo a distintas alturas; en función de él se puede decir que divide al cuerpo en una mitad superior y otra inferior. Al hacerlo pasar por la parte superior de la.cabeza se dice que form a el plano superior; si pasa por la planta de los pies form a el plano inferior. Hay tres pares de térm inos relativos, los cualés son usados para ex­ presar las relaciones entre una estructura humana y otra; ellos son: anterior-posterior (enfrente o atrás), superior-inferior (arriba o abajo) y medialfateral (cerca de la línea media o lejos de ella); podemos agregar otro par más: proxim al-distal (figura 3.3). De esta manera, podemos ubicar en el esqueleto cualquiera de los huesos que los integran; por ejemplo: la clavícula es un hueso par, situada en la parte anterior y superior del tórax en cada lado del cuerpo; el fémur es un hueso par situado en la parte inferior y en cada lado del cuerpo; ocupa la parte más próxima! o superior del miembro inferior o extremidad inferior. Es im portante continuar con la secuencia que se ha establecido siem­ pre en el mismo sentido, es decir, partir de un extremo para llegar al opuesto. Cuando se compara la localización de una estructura de un animal cuadrúpedo (pronogrado) con la de un bípedo (ortogrado), el uso de ios térm inos anterior-posterior y superior-inferior puede evitarse. Estos té r­ minos se refieren a espacio: a causa de las diferentes orientaciones del cuerpo, estructuras comparables tienen diferentes relaciones espaciales. Por ejemplo, la cabeza de un hombre está en una posición superior a la 55

Figura 3 .3 . Relatividad de (a terminología anatómica entre un animal pronogrado (perro) y uno ortogrado (hombre). (Tekiner, 1971, figura 3.)

de su tó ra x; en cambio, la cabeza de un perro no es superior, sino anterior a su tórax. De igual manera, el abdomen del hombre es anterior a su columna vertebral, mientras que el abdomen de un perro es inferior a su columna. Cuando hacemos tales comparaciones, por consiguiente, es costumbre usar térm inos que se ref ieren a una parte del cuerpo, como vientre o dorso, o cabeza y cola. Una estructura que se localiza en el lado del vientre de cualquier animal está en posición ventral. Si se encuentra hacia el lado del dorso del animal está en posición dorsal. Cuando se halla hacia la cabeza, está en posición craneal y hacia la cola se dice que está en posición caudal {figura 3.3), Estos términos son aplicables a cualquier animal, in­ distintam ente de la postura de su cuerpo (Tekiner, 1 9 7 1 :9).

56

Glosario de térm inos anatómicos Los térm inos más usados son los siguientes: A n te rio r o ventral, más cerca de la parte anterior del cuerpo. D istal, opuesto al anterior. Externo, lejos del plano medio. Inferior, más cerca del plano inferior, o del plano de apoyo al estar el sujeto de pie. Interno, más cerca del plano medio. Latera!, situado más tejos del plano sagital; en este caso se puede hablar tam bién de lateral derecho o lateral izquierdo, según se trate del lado derecho o izquierdo del cuerpo humano, M edial, situado más cerca del piano medio sagital. Posterior o dorsal, más distante de la parte anterior del cuerpo, pero más cerca de ia parte posterior. Profundo, más iejos de la piel o de la parte externa del cuerpo. Proximal, situado más cerca del plano sagital o del plano horizontal (su­ perior); tam bién se usa par indicar la raíz, nacimiento o punto de origen de cualquiera de tos miembros o huesos que los conform an. Superficial, más cerca de la piel o parte externa del cuerpo. Superior, más cerca del plano superior o de la cabeza.

Marcas en ios huesos Como se sabe, el tejido óseo en el individuo vivo es un tejido duro y a la vez flexible, por io cual es susceptible de ser modelado por las partes blandas que lo cubren o a las que protege; así, puede ser marcado por la inserción de músculos y ligamentos, excavado por el encéfalo, vasos y nervios, conform ado por funciones del cuerpo y distorsionado por enfer­ medades, actividad o lesión (Anderson, 1962:3-5).

Inserciones musculares Los músculos son capaces de m over diversas partes del cuerpo por causa de su inserción en el hueso que está cercano a las articulaciones. El músculo se adhiere en el hueso de distintas maneras: 1, Por medio de fibras carnosas, las cuales no dejan marcas (cara anterior def fémur). 2, Tendones, los cuales producen elevaciones que marcan el sitio de contacto. Tales elevaciones pueden llamarse tubérculos, tubero­ 57

sidades, trocánteres o apófisis, dependiendo de su tamaño (tro­ cánter menor dei fém ur, que permite la inserción del fuerte tendón del psoas), En algunos casos, los tendones al insertarse en la superficie de un hueso también pueden producir excavaciones lisas (corredera bicipitai del húmero). 3. Aponeurosis, cuya inserción deja rugosidades, en form a de línea (línea áspera del fémur), 4. Ligam entos, los ligamentos a través de bandas o cuerdas de tejido, que unen y apoyan articulaciones, pueden producir elevaciones o de­ jar fosetas en el punto de su inserción (epicóndilos del fémur y la fosilla del ligamento redondo en la cara interna de la cabeza femoral), 5. Algunas marcas son dejadas en el hueso en el sitio de contacto como arterias, nervios y venas; en otras ocasiones existen aguje­ ros o canales que son dejados en los lugares donde los nervios y vasos pasan a través del hueso. Varios órganos dejan impresiones de su form a en la superficie del hueso con la cual ellos están en contacto (canal de la arteria meníngea media, agujero mentoniano de la mandíbula, la fosita para la glándula pituitaria en la silla turca). A continuación se listan los distintos térm inos de las marcas en tres divi­ siones generales: convexidades o proyecciones; concavidades o de­ presiones, y rasgos en la superficie o aberturas.

Términos que se refieren a convexidades o proyecciones Procesos o apófisis Es un térm ino que se aplica de manera general a cualquier tipo de proyec­ ción. Específicamente, las distintas clases de apófisis son las siguientes: Cóndilo', eminencia redondeada de superficie lisa, la cual es recibida por una cavidad de m ayor o menor profundidad. Cresta: una elevación ósea estrecha y afilada, Epicóndilo: pequeño tubérculo situado por arriba de un cóndilo. Espina: una proyección delgada y cortante. Línea: es una cresta alargada que no es tan gruesa como un torus ni tan afilada como una cresta. M aléolo: protuberancia aplanada de menor tamaño que el trocánter. Torus: elevación ósea gruesa alargada. Trocánter: proyección muy grande y roma. Tubérculo: pequeña tuberosidad redondeada. Tuberosidad: una gran proyección redondeada, de superficie rugosa, en la cual se insertan músculos, ligamentos o tendones. 58

Térrpinos que se refieren a concavidades o depresiones Cana!', ducto o pasaje. Escotadura: entrante en el borde de un hueso. Foseta: fosa pequeña, lisa y poco profunda. Fosa: cualquier depresión o hueco en un hueso. Fóvea: pequeña depresión o agujero. Meato', canal corto en forma de tubo. Órbita', cavidad que contiene el ojo. Seno: cavidad o espacio en el interior de un hueso. Surco: acanaladura poco profunda. Tróclea: estructura articular en form a de polea.

Términos que tienen que ver con rasgos en la superficie, aberturas Cabeza: proyección redondeada en la parte term inal de un hueso prece­ dida por una parte más estrecha (cuello). Cuello: porción estrecha que une la cabeza de un hueso con su cuerpo. D iáfisis: parte media o cuerpo de un hueso largo. Epífisis: porción terminal de un hueso largo, la cual está expandida para la articulación. Fontanela: espacio membranoso en la unión de los huesos del cráneo infantil. Foramen: agujero u orificio. M etáfisis: punto de unión entre la diáfisis y la epífisis. Ossiculo: hueso muy pequeño. Rama: porción de un hueso que se une en ángulo con el cuerpo del mismo hueso. Sínfisis: ligera línea que indica el lugar donde dos piezas óseas se unieron durante la vida temprana. Sutura: línea de unión entre los huesos adyacentes del cráneo.

Algunos otros térm inos de uso común C alota: cráneo sin la parte facial y sin la base (sólo la bóveda). Calvaría; cráneo sin la parte facial, pero sí con la base. Calvarium: cráneo sin la mandíbula. Careta: cráneo facial con el frontal, pero sin mandíbula. Cránium: cráneo con mandíbula.

59

4. Descripción de los elementos óseos

Para fa cilita r el conocim iento del esqueleto humano, se hará primero una descripción general de cada región, que antecederá a la de cada hueso que ia constituye; así, se abordará primeramente al cráneo en general, para continuar con el tórax, la cintura escapuíar, el miembro superior, la cintura pélvica y, por últim o, el miembro inferior. Dado el carácter del presente trabajo, no abundaremos en detalles en la descripción de cada uno de los huesos que conform an el esqueleto humano; únicamente se mencionarán los principales accidentes o regio­ nes que son de utilidad para distinguir unos de otros, o en el caso de los huesos pares poder diferenciar el izquierdo del derecho, sobre todo en aquellos que presentan mayor d ificultad; en el segundo volum en se tra ­ tará con mayor detalle este últim o aspecto. Cabe agregar aquí que, en la descripción de cada hueso, se ha rea­ lizado una síntesis de tos distintos autores consultados (A nthony y Thibodeau, 1 983; Prives e ta l., 1 984; Tatarinov, 1 980, y Gray, 1 9 77 ), pero fundam entalm ente se ha intentado seguir el Tratado de anatomía hum a­ na de Testut y Latarjet (1932), en su volumen primero. Igualm ente, los dibujos han sido realizados en ta manera más sencilla y clara posible, para tra ta r de mostrar las partes constitutivas más im portantes de cada hue­ so, con el objetivo de que las personas que consulten este manual obten­ gan el conocim iento suficiente que les permita poder trabajar, de forma fácil y expedita, tanto en el campo com o en el laboratorio, sin olvidar que es tan sólo una guía de estudio y de trabajo,

Esqueleto axial Cráneo en generat La cabeza ósea o cráneo se sitúa en la parte superior de la columna vertebral, sostenida por el atlas, Se divide en dos porciones distintas pero íntim a­ m ente relacionadas: et cráneo cerebral o el cráneo propiamente dicho, y el espíacnocráneo, cráneo facial o cara, El primero contiene y da protec­ ción at encéfalo (cerebro y cerebelo); el segundo aloja la m ayor parte de 61

los órganos de los sentidos y contribuye a prestar apoyo a los de la m asticación. El cráneo cerebral se sitúa en la parte superior del macizo craneano. Está form ado por ocho huesos articulados entre sí: un frontal, dos parie­ tales, dos tem porales, un occipital, un etmoides y un esfenoides (véase el diagrama 1). El cráneo facial o esplacnocráneo se sitúa en la parte anteroinferior de la base del cráneo cerebral. Está formado por catorce huesos, a saber: dos maxilares, dos malares o pómulos, dos conchas o cornetes inferiores, dos huesos nasales o huesos propios de la nariz, dos unguis, dos palatinos, un vómer y la mandíbula (véase el diagrama 2}. Por cuestiones prácticas, se describirán las partes más evidentes del cráneo como un todo, considerando sus cinco normas principales: ante­ rio r o frontal, superior, posterior, lateral e inferior o basal, y de manera genera! el endocráneo, para describir con más detalle todos y cada uno de los huesos que conform an el cráneo cerebral y el esplacnocráneo. En su norma fro n ta l (figura 4.1 A), el cráneo presenta primero en el sentido anteroposterior y de abajo hacia arriba: la mandíbula, en la que se puede distinguir eí m entón o prominencia mentoniana, la sínfisis mentoniana, y los agujeros m entonianos; las líneas dentarias; los maxilares, con la sutura interm axilar y la espina nasal; ¡a aperturapiriform is, en cuyo fondo se aprecia el borde anterior del vómer, los cornetes medio e inferior; los agujeros suborbitarios; los huesos propios de la nariz o nasales, con la sutura internasal; ambos malares, la sutura maxilomalar; las órbitas, en

Frontal

Occipital Esfenoides Diagrama 1. Huesos del cráneo cerebral.

Nasal Ungis Hueso malar Concha o cornete inferior Palatino

(p ro 'i o

£ 'x 'O

Nasal Unguis Hueso malar Concha o cornete inferior Palatino

Mandíbula Diagrama 2. Huesos del cráneo facial. 62

seios

j

Figura 4.1. El cráneo visto en tres de sus normas*. /!) frontal; B) superior; C) posterior.

cuyo fondo se ven parte del esfenoides, etmoides, malar, m axilar y unguis {para más detalle, véase la figura 4 .5); los arcos supraorbitarios entre los cuales se distingue la giabeia o prominencia glabelar; el frontal con las gibas frontales a cada lado, parte de los parietales, y la sutura coronal. En su norm a superior (figura 4.1 B) se pueden d istin g u ir el fro n ta l; la sutura coronal; ambos parietales, con la sutura sagital que los une; la sutura lambdoidea, y parte del occipital. En su norma posterior (figura 4.1C) se distinguen ambos parietales, con los agujeros parietales; la sutura sagital; la sutura lambdoidea; el occipital con las líneas occipitales superiores; la protuberancia occipital externa, y las apófisis mastoides, En la norma lateral (figura 4,2), el cráneo presenta, de abajo hacia arri­ ba, la mandíbula, con el mentón, el agujero mentoniano, el cuerpo y la rama ascendente de la mandíbula; la línea de los dientes; el m axilar con

Región ptérica

Línea temporal

Sutura coronal Parietal

Frontal

Sutura temporoparietal

Sutura lambdoidea

Ala mayor del esfenoides Órbita Hueso nasal Agujero ___ suborbitario

Occipital -Temporal Apófisis cigomática Región astérica Apófisis mastoides Agujero auditivo externo

Espina nasal Maxilar

Apófisis estiloides

Dientes

Sutura crgomolar Malar

Rama de la mandíbula

Mandíbula Mentón Ángulo mandibular Agujero mentoniano Figura 4 .2 . El cráneo visto en su norma lateral izquierda. 64

la espina nasal, el agujero suborbitario y la apófisis ascendente del maxilar; el malar, los huesos nasales; la órbita; el frontal con la glabela, los arcos ciliares y la línea temporal del frontal o simplemente la línea tem poral; parietal, occipital y temporal, con la apófisis cigomática, el agujero auditivo externo, la apófisis mastoides y la apófisis estiloides; las suturas coronal, tém poroparietal; región ptérica (unión de los huesos frontal, parietal, temporal y ala mayor del esfenoides); sutura tambdoidea; sutura cigomalar, y región astérica (unión de los huesos parietal, temporal y occipital). En Ja norma basa/ (figura 4.3) se pueden apreciar desde adelante hacia atrás, la arcada dentaria; la apófisis piramidal del maxilar; la bóveda palatina con el conducto palatino anterior, las suturas interm axilar, palatom axilar

Conducto palatino anterior

Bóveda palatina Maxilar apófisis piramidal) Sutura maxilomalar

Sutura intermaxilar Sutura palatomaxilar Arco p — cigomático Ala mayor del ' esfenoides

Palatinos Sutura interpalatina Apófisis pterogoides

Cavidad glenoidea Agujero - rasgado anterior

Apófisis estiloides

í_ Apófisis mastoides Cóndilo del occipital

Temporal Agujero carotídeo

Occipital

Agujero occipital

Línea curva occipital superior

Agujero condíleo \ posterior Apófisis basiiar

Dibujo: F. B olas

Línea curva occipital inferior

Protuberancia occipital externa Figura 4 .3 . El cráneo visto en su norma inferior o basal. 65

e ínterpalatina; parte del malar con el arco cigom ático; el esfenoides con las apófisis pterigoides y su ala m ayor; el agujero rasgado anterior; el occipital con la apófisis basilar, el agujero basilar (o foramen magnum), los cóndilos occipitales, los agujeros condíleos anterior y posterior, la protuberancia occipital.externa, las líneas curvas occipitales inferiores y las líneas curvas occipitales superiores; el temporal con la apófisis cigom ática, la apófisis mastoides, la cavidad glenoidea, el conducto carotídeo y la apófisis estiloides, el peñasco; las suturas maxilomalar, esfenotem poral, tem poroccipítal, y parte de las regiones ptérica y astérica. La base del cráneo en su cara endocraneal (figura 4.4), se describirá en la misma manera como se hizo con el cráneo en su norma basal, Pri­ mero, tenem os al fro n ta l con el seno frontal, cresta frontal, agujero ciego

Seno frontal Frontal Techo de Ja órbita

/ Cresta frontal

/

Apófisis crista galli Lámina cribosa Esfenoides

Agujero ciego Etm oides"

Agujero redondo menor

Agujero óptico Canal óptico

Silla turca Agujero rasgado anterior Agujero condíleo anterior Agujero magnum Cresta occipital interna Canal horizontal

Agujero rasgado posterior Agujero mastoideo Canal basilar Dibujo: F. B o ta s

Fosa cerebelosa

OccipitalProtuberancia occipital interna Figura 4 .4 . Base del cráneo. Cara endocraneal. 66

y el techo de las órbitas; el etmoides con la Crista Gal/i y la lámina cribosa; en seguida, el esfenoides con las alas menores, los agujeros ópticos, el canal óptico, el agujero redondo menor, el agujero oval y la silla turca; continúa el temporal, donde apreciamos el peñasco, el conducto auditivo interno, los agujeros mastoideos, el rasgado posterior y el rasgado ante­ rior; el occipital con el canal basilar, el agujero condíleo anterior, el aguje­ ro occipital o magnum, la cresta occipital interna, el canal horizontal, la protuberancia occipital interna, y las fosas cerebelosas. Por últim o, en­ cima de los temporales se aprecia parte de los parietales. Dado el interés que representa el conocim iento de la manera como está conform ada la órbita, damos algunos detalles (figura 4.5). La inte­ gran los huesos siguientes: frontal, esfenoides, malar, maxilar, unguis o lagrimal y etmoides (lámina papirácea). Se aprecian en ella algunos otros rasgos com o las hendiduras esfenoidal, esfenom axilar, el canal lagrimal y eí agujero óptico, El cráneo cerebral es tan fuerte y sólido que da la impresión de ser un solo hueso. En la vida temprana hay áreas cartilaginosas llamadas fo n ­ tanelas que le dan la necesaria flexibilidad para el nacim iento; entre ellas están la bregmática, lambdoidea, ptérica y astérica (figura 4.6). La man­ díbula y el maxilar carecen de dientes, aunque, si se hiciera un corte longitudinal en ambos huesos, veríamos en ellos las gemas dentarias incluidas en ios futuros alveolos. El cráneo, como un todo, crece en función del desarrollo del cerebro; los espacios (suturas) entre los huesos llegan a cerrarse (obliterarse) totalm ente en la vida adulta. Por lo general, las suturas permanecen un poco abiertas, pero sus ondulaciones crean un zigzag m uy estrecho entre los huesos, contribuyendo a su inm ovilidad.

Hueso frontal

Hendidura esfenoidal

suborbitario Hendidura esfenomaxilar

O 3

JO

o

Figura 4 .5 . Órbita izquierda (detalle). 67

Parietal

Maxilar

Dibujo: F. B o ta s

Mandíbula

Fontanela bregmática Frontal Parietal derecho Figura 4 .6 , Cráneo de neonato: A) vista lateral derecha; B) vista superior.

Huesos de! cráneo Frontal (figura 4.7) Es un hueso impar, sagital y sim étrico que ocupa la parte más anterior del cráneo. Articula con doce huesos: por delante, con (os huesos propios de la nariz, malares, unguis, etmoides y maxilares; por atrás, con los parie­ tales y el esfenoides. Participa de las cavidades orbitarias y nasales, así como de la cavidad craneana. Presenta tres caras: anterior, inferio r y poste rio r, y tres bordes: an­ terior, superior y posterior. Cara anterior o exocraneal (figura 4 .7 A), Destacan hacia la línea me­ dia en su parte inferior, la protuberancia fron ta l media (glabe/a), la espina nasal, y a los lados de la línea media las eminencias frontales laterales (gibas frontales); limitándolas hacia abajo se encuentran los arcos supraorbitarios (o ciliares), y en la parte más externa e inferior, la cresta lateral, que limita la carilla tem poral del frontal. Cara inferior u orbitaria (figura 4.7B). Forma parte de la órbita (pared superior) y de la región etmoidonasal. Ofrece en su centro una gran es­ cotadura, la escotadura etmoidal; por delante de ella, la espina nasal, a los lados de ella y hacia abajo destacan los canales etmoidales, que junto con los canales semejantes del etmoides forman los conductos orbitarios 68

Borde superior

Eminencia frontal Cresta del frontal

Carilla temporal del frontal

Arcos supraorbit arios Borde orbitario Apófisis orbitaria externa

Fosa orbitaria Escotadura o agujero supraorbitario

Escotadura nasal Glabela

Espina nasal

Escotadura supraorbitaria

Arcos supraorbitarios Borde orbitario

Fosita troclear-.

Apófisis orbitaria externa Carilla temporal

Fosita lacrimal Fosa orbitaria Carilla triangular e s f e n o i da l „ . Borde, posterior

Escotadura etmoidal

Canales etmoidales

Borde superior Cresta longitudinal superior Fosa frontal Agujero ciego

Dibujo: F.

Apófisis orbitaria externa

Eminencia orbitaria

8o ta s

Cresta frontal

Borde posterior Espina nasal

Figura 4 .7 . Frontal: A) vista anterior; B) vista inferior; C) vista posterior.

internos o etmoidaies. A cada lado de la escotadura destacan las fosas orbitarias, que exteriorm ente presentan la fosita lagrim al y, en la parte interna, la fosita troclear, por arriba están limitadas por los bordes orbi­ tarios en cuyo extrem o interno destaca la escotadura supraorbitaria, a los lados por la apófisis orbitaria externa y Sa carilla triangular esfenoidal. 69

Cara posterior o cerebral (figura 4.7C). De forma cóncava-convexa, presenta en la línea media, de arriba a abajo, el cana!longitudinal, la cresta frontal, el agujero ciego y la escotadura etm oidal con la espina nasal (ya mencionadas en la cara precedente). A los lados de la línea media, las fosas frontales', por abajo de ellas y hacia atrás, las eminencias orbitarias. Borde superior. De form a semicircular, está sumamente dentado y se articula con los parietales, Ligeramente biselado en su lámina interna. Borde anterior. Destacan en él, al centro, la escotadura n a sa ly la es­ pina nasa!, ya descritas. Borde posterior o esfenoidal. Está interrumpido en su parte media por la escotadura e tm o ida ly se articula con las pequeñas alas del esfenoides.

Parietal (figura 4.8) Es un hueso par no sim étrico situado en la parte superior del cráneo. Se articula con cuatro huesos: por delante, con el frontal, por detrás con el occipital, por abajo con el temporal, y por abajo y adelante con el esfe­ noides; por arriba se articulan entre sí. Es de form a cuadrilátera, presenta dos caras, cuatro bordes y cuatro ángulos. Cara externa o exocraneal (figura 4.8A ). Se observa en su centro la eminencia parietal; por abajo de ella, las lineas temporales y por arriba y atrás, cerca al borde superior, el agujero parietal. Cara interna o endocraneal (figura 4.8B). En su centro se encuentra la fosa parietal, y en toda ella un sistema de canales que en conjunto form an la hoja de higuera, que term ina en las fositas de Paccioni', por arriba y atrás, cerca del borde superior, se encuentra el agujero parietal. Borde superior. Es muy grueso y dentado; lo recorre en su cara interna el cana! longitudinal, y por afuera y atrás el agujero parietal. Borde inferior. Delgado, cóncavo, cortante y biselado a expensas de su lámina externa, se articula con la porción escamosa del temporal. Borde anterior, finam ente dentado, se articula con el fron ta l, biselado a expensas de su lámina externa. Borde posterior, muy dentado, se articula con el occipital. Ángulo anterosuperior. Es un ángulo recto que se articula por delante con el frontal y por dentro con el parietal del lado opuesto. Ángulo anteroinferior. Delgado, agudo y prolongado, se articula con el ala m ayor del esfenoides y presenta en su cara interna el cana!m enín­ geo (arteria meníngea media) que da lugar a la rama de higuera. Ángulo posterosuperior. Ligeramente obtuso, se articula con el occi­ pital y el parietal opuesto. Ángulo posteroinferior. Ligeramente trunco, se articula con la porción mastoidea del tem poral y la escamosa de este mismo hueso; por dentro destaca parte del cana! del seno lateral. 70

Agujero parietal

Borde superior Ángulo ánterosuperior

Eminencia parietal Líneas temporales Borde anterior Ángulo pósterosuperior Borde _ posterior Ángulo ánteroinferior Ángulo ___ pósterosuperior

Borde inferior

Borde superior Fosa parietal

Canal longitudinal Agujero parietal

Ángulo ánterosuperior

Ángulo pósterosuperior

Fosíta de Pacchioni

Borde anterior-----Borde posterior

Cana! meníngeo Canal del seno lateral Ángulo ánteroinferior Ángulo pósteroinferior Hoja de higuera Figura 4 .8 . Parietal derecho: A) cara externa; B) cara interna.

O ccipital (figura 4.9) Es un hueso impar, sagital y sim étrico que ocupa la parte posterior, in­ ferior y media del cráneo. Se articula con seis huesos: por delante, con el esfenoides; por arriba, con los parietales; a los lados con ios temporales 71

y, por abajo, con el atlas. Tiene una form a ¡(regularmente romboidal; se distinguen en él dos caras —una externa o posteroinferior y otra interna o anterosuperior—, cuatro bordes y cuatro ángulos. Cara exocraneal o posteroinferior conexa (figura 4.9A ). Destaca pri­ mero un gran orificio, el agujero o ccip ital o agujero magnum, a partir del cual se hará su descripción:

Ángulo superior Concha occipital Borde parietal — Líneas curvas superiores

Protuberancia occipital' externa Líneas curvas inferiores

Cresta occipital externa Ángulo lateral Borde temporal

Agujero condíleo posterior

Agujero occipital

Condíleo del occipital Agujero condíleo anterior

Apófisis yugular Apófisis basilar

Fosas occipitales superiores

Canal longitudinal Protuberancia occipital interna

Canal lateral

Cresta occipital interna

Fosas occipitales inferiores Fosita faríngea

Agujero occipital Dibujo. F. B o ta s

Apófisis yugular

Apófisis basilar

Cóndilo | Tubérculo faríngeo

Figura 4 .9 . Occipital: A) cara externa; B) cara interna; C) detalle de la apófisis basilar, cara extema.

72

a.) Por delante del agujero occipital se encuentra la a pó fisis b asilar del occipital, en su parte media está el tubérculo faríngeo, delante del cual está la fosita navicular, en cuyo interior se aloja la fosita faríngea (figura 4.9C)'. b) Por detrás y arriba del agujero occipital se encuentra la porción escamosa o concha del occipital. Destacan en ella, al centro, la protuberancia occipital externa (o inion), de la que parte hacia abajo la cresta o ccip ital externa, y de esta últim a se desprenden las li­ neas curvas occipitales superiores y las lineas curvas occipitales inferiores. c) A los lados del agujero occipital sobresalen los cóndilos del occi­ pital', por delante y por detrás de éstos, se hallan los agujeros condlleos anterior y posterior. Cara endocraneal o anterosuperior (figura 4.9B). De form a cóncava, ta m ­ bién presenta el agujero occipital. Se examinará de igual manera que la cara exocraneal, es decir, por delante, por detrás y a los lados del agujero. a) Por delante del agujero occipital se observa el canal basilar. b } Por detrás del agujero occipital destacan cuatro depresiones lla­ madas fosas occipitales', dos superiores y dos inferiores. Las pri­ meras se llaman fosas cerebrales y las dos últimas, fosas cerebelosas; a las dos superiores las separan el canal longitudinal; a las superiores de las inferiores, los canales laterales, y a las dos infe­ riores entre sí, la cresta o ccip ital interna. En el punto de reunión de las cuatro fosas se encuentra la protuberancia o ccip ita l interna, Bordes. Son cuatro: dos superiores o parietales y dos inferiores o tem ­ porales. Bordes superiores. M uy dentados, se dirigen oblicuamente de arriba hacia abajo y de adentro hacia afuera. Bordes inferiores. Se dirigen oblicuamente de arriba hacia abajo y de afuera hacia adentro, Están separados por la apófisis basilar, en la que destaca por delante la escotadura yugular. Ángulos. Son cuatro. Se distinguen en superior, inferior y laterales. Ángulo superior. Es agudo y marcadamente dentado. Ángulo inferior. Grueso y trunco; está form ado fundam entalm ente por la apófisis basilar. Ángulos laterales. Son obtusos y dentados; en ellos term inan los ca­ nales laterales.

73

Temporal (figuras 4.1.0. y 4,11): Es.un hueso par no sim é trico, que; se 'encuentra-.en-I ai tp'ar.té> la te ral e in fe rio r del cráneo. Se articula con cinco huesos: por.arriba.]!‘‘c on los parietales; por detrás, con el occipital; por;delatnte-y.por."dentro'/ con eI esfenoides; por delante y por fuera/ con el maláD;. por abajo',vcór*;!a man­ díbula >. ym e d ia n te la apófisis estiloides se re Ia c i ona: con.el •a ro o hi o id o o . Presenta dos caras: una exocraneal y otra endocraneal,' • Está integrado por tres, regiones: la porción escamosa ;(oonoha), la p orción petrosa (peñasco) y la porción timpánica. . - Para.facilitar,el conocim iento de este hueso, sólo.se anotarán los-ac­ cidentes más sobresalientes, ta n to de >la cara exocraneai dohio de la endocraneal. Cara exocraneai (figura 4 ,1 0 ). Destaca primeramente la porción es­ camosa o concha, que ocupa la parte anterior.y superior del hueso/y!tiene' la form a de una gran escama; es aplanada ydelgada; sobresale en su pófcí ción posterior él surco ve rtica l posterior) s u borde es delgado y.den tado en toda su circunferencia. Está limitada abajo por la apófisis cigomática, integrada por. una porción libre, el.arco cigom ático, que se prolonga hacia adelante, y una porción posterior adherida al'hueso:en la cual se distin ­ guen la raíz p osterior (cresta supramastoid ea), Ios tubérculos cigomá ti­ cos anterior y posterior', por aba\o de ella se observan \a cavidad glenoidea y el cóndilo del temporal. En esta región se.aprecian, por debajo de la raíz posterior de la apófisis cigom ática y del tubérculo cigom áticoposterior, el agujero auditivo externo y el meato o conducto auditivo externo, así como el hueso tim panal, el conducto carotídeo, y el vérlice;del peñasco; por abajo se encuentra la apófisis estiloides. Por atrás del conducto auditivo externo, y limitándolo en ese punto se encuentra la región m astoidea o peñasco, en la cual destaca la apófisis m astoides, la ranura. o fisura digéstrica, ef agujéro mastoideo y \a ranura o fisura petroescam osa externa (punto, de unión de la escama y la región m astoidea) que term ina por arriba en la incisura, o escotadura p ariete/, que separa la región petrosa de la escamosa. Cara interna o endocraneal (figura 4.11). Al igual que en su cara ex­ terna, sobresale primero la escama o concha del temporal, cuyo borde en este caso se presenta dentado y biselado a expensas de la tabla interna. Cerca del borde se puede apreciar el canal de la arteria meníngea,media, que corre de adelante hacia atrás y hacia arriba. Esta cara presenta en toda su superficie irregularidades en relación con las circunvoluciones y los surcos cerebrales. Se une al peñasco por medio de la ranura o fisura petroescam osa interna. En el peñasco se aprecian en su cara superior, de adelante hacia atrás, el conducto carotídeo, la depresión del ganglio de Gasser, el canal del hiato de Falopio, el conducto sem icircular superior, y la eminencia arcua74

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Espina del esfenoides

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Cresta inferior

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Figuré 4,’141!Esíénóitíes^vií>’oV'‘áií¿ ¿ a í a s s ü ¡ 3 Üi;‘B)'iníerior.

los senos esfenoidales; el pico o ro s tru m V':D.el-.ouerpo sc .desprendon las alas menores ,y ¡las ^¡as mayores ,d el e s f e no id es, as í co mo las ‘ apófisis pterigoides., Entre' ambas, a la s;se aprecian Ias- hendiduras osfonoidalos, por abajo de las cuales se encuentran ios conductos vidianos, Enías alas menores destaca -el agujero,-óptico.;, en;Ias .alas mayores se ;apregja :■una superficie rugosa de forman triangular,r.qué es por donde se,ar;ticula con 79

Dibujo- F. B oias

•Uíitftfíi ! : Áoój'oro oval : hí )í ••••■'.•

el frontal, y en su parte más inferior ía espina esfenoidal, con el agujero redondo menor; las apófisispterígoides presentan en la unión con las alas mayores el agujero redondo mayor y la fosa pterigoidea. Cara superior (figura 4 ,14A). Destacan nuevamente las alas menores y m ayores del esfenoides y el cuerpo dei esfenoides. Entre los p rinci­ pales rasgos que podemos observar en esta cara están: los canales ca­ vernosos, (os bordes externos de las alas mayores muy dentados, para la articulación con el etmoides; el cana!óptico, las superficies articulares para los frontales, las superficies articulares para los tem porales, los agujeros redondos menores, tas espinas del esfenoides; la sitia turca, la apófisis dinoides posterior, la lámina cuadrilátera, las linguias de Mecke!, los agujeros ovales, los agujeros redondos m ayores con su canal y las hendiduras esfenoidaies. Cara in fe rio r (figura 4 .1 4B). En ésta podemos apreciar prim ero las alas menores, los senos esfenoidaies, el pico o rostrum, la cresta inferior, las alas m ayores, el conducto vidiano, parte de las apófisis pterigoides, los agujeros redondos mayores, los agujeros ovales y los agujeros redondos menores.

Huesos de la cara M axilar (figura 4.1 5) Es un hueso par no simétrico. Está situado en el centro de la cara, en él se im plantan las piezas dentarias; entra en la constitución de las princi­ pales regiones y cavidades de la cara: bóveda palatina, fosas nasales, cavidades orbitarias, fosas cigom áticas y fosas pterigom axilares. Se articula con nueve huesos: por arriba y adentro, con el frontal, etmoides, unguis y huesos propios de la nariz; porfuera, con los malares; en su parte interna, con el vómer y las conchas inferiores; por atrás, con los palatinos y la unión de ambos maxilares. Con el propósito de sim plificar su descripción, sólo señalaremos los accidentes principales en sus caras externa e interna. Cara externa (figura 4 .15 A ). Sobresale en su parte anterior la apófi­ sis ascendente; hacia abajo, la espina nasal anterior; la fosilla m irtiform e y la eminencia canina; hacia la parte posterior destaca la apófisis p ira ­ m idal; por arriba de ella el canal suborbitario y la cara superior u orbita­ ria; por atrás, la fosa cigom ática; por delante, el agujero suborbitario y cerca del borde posterior, los agujeros dentarios posteriores. En la parte inferior del hueso se encuentra el borde inferior, alveolar o dentario (cara externa). Cara interna (figura 4.1 5 B). Destaca también la apófisis ascendente (cara interna); por detrás de ésta, en su base, el canal nasal y el seno 80

Apófisis ascendente Cara orbitaria Canal suborbitario Apófisis piramidal

Agujero suborbitario Surco nasal

Agujeros dentarios posteriores

Espina nasal anterior Fosilia mirtiforme

Fosa cigomática

Eminencia canina

Borde posterior

Borde alveolar Dientes

Canal nasal

Apófisis ascendente

Carilla para el palatino

Atrium Cresta transversal, concha inferior ~

Seno maxilar

Espina nasal anterior —

- Borde posterior

Conducto palatino inferior

Apófisis palatina del maxilar Dientes Arco dentario Conducto palatino anterior Apófisis cigomática

Sutura intermaxilarSutura palatomaxiiar.

Apófisis pterigoides

Espina nasal posterior

Dibujo, f. S o ta s

Porción horizontal del palatino

Sutura interpalatina

Agujero mayor del conducto palatino posterior

Figura 4 ,1 5 . Maxilar derecho: A ) cara externa; B) cara interna; C) paladar óseo.

m axilar; por delante del canal nasal está la cresta transversal de la concha inferior; hacia la parte inferior del hueso se encuentra la apófisis palatina, que contribuye a form ar el suelo de las fosas nasales y el paladar óseo o bóveda p alatin a . En la parte anterosuperior de la apófisis palatina se ubica la espina nasal anterior, por detrás déla cual está el conducto palatino 81

anterior. En la parte inferio r de esta cara se aprecia el reborde inferior o dentario, en el cual, visto por abajo, están los alvéolos que alojan a las piezas dentarias, En virtud de la im portancia que representa el paladar óseo o bóveda palatina, damos su conform ación en la figura 4,1 5C, en la que aparecen sus principales elementos integradores. Como se sabe, la bóveda pala­ tina está form ada por la unión de los dos maxilares y los palatinos entre sí, dando lugar al arco dentario, el conducto palatino anterior, la espina nasa !po ste rio r, la sutura interm axilar, la sutura interpalatina y la sutura patato m axilar, así como las fosas nasales al unirse por arriba con el vómer y los huesos nasales.

Malar (figura 4.1 6) También se le llama hueso cígom ático, yugal o pómulo; contribuye a conform ar las órbitas. Es un hueso par, no simétrico, ocupa la parte más lateral de la cara, colocado sobre el m axilar y entre los tres huesos del cráneo que forman la fosa tem poral: el frontal, el ala mayor del esfenoides y la concha tem poral. Se articula con los cuatro huesos siguientes: por arriba, con el frontal; por abajo y atrás, con el maxilar; por atrás, con el temporal; por atrás y adentro, con el ala m ayor del esfenoides. Describiremos en él dos caras: una externa y otra interna. Cara externa (figura 4.1 6A), Se distingue en ella una gran prolonga­ ción ósea, ia apófisis orbitaria que se articula con el frontal, en su base

Dibujo: F. B o ta s

Ángulo superior {articulación con el frontal)

Ángulo inferior Figura 4 .1 6 . Malar derecho: A) cara externa; B) cara interna. 82

Apófisis orbitaria

el agujero malar; los ángulos anterior e inferior (articulación con el m axi­ lar), y posterior (articulación con la apófisis cigomática) y superior que articula con el frontal, y los bordes anteroinferior, posteroinferior, posterosuperior y anterosuperior o borde orbitario. Cara interna (figura 4.16B), Es cóncava y form a parte de las fosas tem poral y cigomática. En esta cara se observa nuevamente la apófisis orbitaria, con la carilla orbitaria, carilla tem poral, el borde orbitario, y la apófisis marginal que articula con el ala mayor del esfenoides; el agujero p oste rio r del conducto m alar y ía carilla articular maxilar.

Huesos propios de la nariz (nasales) (figura 4.17)

Dibujo: f . B o ta s

Es un hueso par no sim étrico situado a cada lado de la línea media. Ocu­ pa el espacio comprendido entre el frontal y las apófisis ascendentes de ambos maxilares. Tienen ia form a de una lámina cuadrilátera, más ancha por abajo que por arriba. Cada uno de los huesos propios de la nariz se articula con cuatro huesos: por dentro con su homónimo del lado opues­ to, por fuera con la rama ascendente del maxilar, por arriba con el fron ­ tal y con el etmoides. Se observan en cada hueso dos caras y cuatro bordes. Cara anterior (figura 4 .17 A ), Convexa en sentido transversal y lige­ ramente cóncava en sentido vertical. Destacan en ella el agujero nutricio, situado cerca del borde interno; el borde superior, grueso y dentado, se articula con el frontal; el borde interno muy grueso y rugoso, se articula con su homólogo del lado opuesto; el borde externo, cortado en bisel se articula con la apófisis ascendente dei m axilar y el borde inferior, libre, tiene una pequeña escotadura para ei nervio nasoiobuiar. Cara posterior (figura 4.1 7B). Es cóncava en sentido transversal, fo r­ ma parte de las fosas nasales y se observan en ella numerosos surcos.

Figura 4 .1 7 . Huesos propios de la nariz: A) cara anterior; B) cara posterior. 83

Unguis (figura 4.18) Hueso par no sim étrico. Llamado tam bién hueso lagrim al, es una pe­ queña laminilla ósea situada en la parte anterior de la cara interna de la órbita, en donde ocupa el espacio circunscrito por ei maxilar, el frontal y el etm oides. Se articula con cuatro huesos: por arriba, con el frontal; por atrás, con el etmoides; por delante, con el maxilar y, por abajo, con la concha inferior. Se distinguen en él dos caras y cuatro bordes. De las caras, una es externa y otra interna. Cara externa (figura 4 .1 8 A ), Sobresale en ella la cresta dei unguis o cresta lagrimal, que term ina en una pequeña apófisis en forma de gancho, la que al articularse al m axilar completa el orificio superior del conducto nasal. La cresta lagrim al divide la cara externa del unguis en dos porcio­ nes, una anterior y otra posterior; la porción posterior continúa la super­ ficie plana del etmoides; la anterior tiene la form a de un canal, que se une con el canal del borde posterior de la apófisis ascendente del maxilar para co nstitu ir el canal lacrimonasal. Cara interna (figura 4.1 8B). Esta cara presenta numerosas rugosida­ des y algunos surcos vasculares. En su parte media se encuentra el cana! vertical, que se corresponde con la cresta lagrimal de la cara externa. La porción que está por delante de este canal form a la pared externa de las fosas nasales. La que está por detrás se aplica a las masas laterales def etm oides, complem entando así las celdillas óseas de esta región. En cuanto a sus bordes, el superior se articula con la apófisis orbitaria interna del frontal; el inferio r complem enta en parte el conducto nasal; el p oste rio r se articula con el hueso plano del etmoides, y el anterior se une a la apófisis ascendente del maxilar.

Borde

Dibujo: F. B o ta s

Borde posterior

C re s ta /

lagrimal

Borde inferior

Figura 4 .1 8 . Unguis derecho; A) cara externa; B) cara interna.

84

Palatino (figura 4 . 1 9 )

Dibujo: F. B o ta s

Es un hueso par no sim étrico. Am bos palatinos ocupan la parte más p osterior de la cara y contribuyen a fo rm a r la bóveda palatina, las fo ­ sas nasales, las órbitas y la fosa pterigo m a xila r. Cada uno se articula con seis huesos: palatino de lado opuesto, maxilar, esfenoides, etm oi­ des, concha inferior y vómer. Se conform a básicamente por dos porciones: una porción horizontal o lámina horizontal y una porción vertical o lámina vertical, que se unen en ángulo recto. A continuación se indicarán sólo los accidentes y regiones más sobre­ salientes del palatino. Lámina horizontal. Completa por atrás a la apófisis palatina del m axi­ lar en la form ación del paladar óseo, cuya cara superior form a parte det suelo de las órbitas, y la cara inferio r constituye la porción más posterior de la bóveda palatina; en ella se encuentra el agujero det conducto pala­ tino m ayor (véase la figura 4 .1 5C ). Lámina vertical o perpendicular. Se aplica a la cara nasal del maxilar; presenta dos caras una interna y otra externa. La cara interna form a parte de la pared externa de las fosas nasales. La cara externa se adapta por su parte anterior a la cara interna del maxilar superior y por su parte posterior a la apófisis pterigoides del esfenoides. Se observa en esta cara el cana! vertical, que al unirse a un canal análogo en la tuberosidad del m axilar form a el conducto palatino posterior. El borde anterior de esta cara se aplica contra la cara interna del maxilar; el borde posterior, muy delgado, se articula con la cara interna de la apófisis pterigoides; el borde inferior

85

presenta en el fugar de unión con la lámina horizontal la apófisis piram idal dei palatino] en el borde superior se distinguen: la escotadura palatina, por delante de ella, la apófisis orbitaria, que contribuye a form ar el suelo de la órbita; por detrás de la escotadura está la apófisis esfenoidal, que se aplica a la cara inferior del cuerpo del esfenoides. La escotadura pa ­ latina al unirse al cuerpo del esfenoides form a el agujero esfenopalatino (figura 4.20). Concha o cornete inferior (figura 4,21) Es un hueso par no sim étrico que tiene la form a de una lámina ósea. Se aplica por su borde superior contra la pared externa de la fosa nasal y circunscribe por abajo de ella el meato inferior. Se articula con cuatro huesos: por arriba, con el etmoides y el maxilar inferior; por delante, con el unguis y, por detrás, con el palatino. Se describen en él dos caras, dos bordes y dos extrem os. Para sim p lifica r su descripción, lo d e scrib ire ­ mos visto por cada una de sus caras. Cara interna (figura 4.21 A). Es de form a convexa, Mira hacia el ta bi­ que nasal. Es lisa por arriba, pero por abajo presenta rugosidades y algunos surcos vasculares m uy marcados. Se aprecian en ella el borde superior del hueso, con la apófisis lagrimal o nasa! que se articula con el unguis y contribuye a formar el canal nasal; la apófisis etmoidal, que se articula por atrás y arriba con la apófisis unciform e del etmoides y el borde inferior. Cara externa (figura 4.21 B). Mira hacia afuera. Es cóncava y menos rugosa que la interna. Limita por dentro al meato inferior. Destaca en ella

Cuerpo del esfenoides

F. B o ta s

Agujero óptico

/

J j& y jo :

Canal del conducto palatino posterior

86

Figura 4 .2 0 . Manera como el palatino se aplica al esfenoides.

Apófisis nasal

Borde superior

Extremo anterior (artic. con maxilar)

Borde inferior

Dibujo: F B otas

Apófisis nasal o lagrima!

Apófisis auricular

Figura 4 .2 1 . Concha o cornete inferior derecho: A) cara interna; B) cara externa.

la apófisis m axilar o auricular, que se aplica contra la parte inferior del ori­ ficio dei seno maxilar. En ambas caras se pueden apreciar el extremo ante­ rior, que se articula con el maxilar, y el extrem o posterior, que lo hace con el palatino. Ambos terminan en punta, pero el posterior es más afilado.

Vóm er (figura 4,22)

Dibujo: V . Botas

Es un hueso impar, medio y simétrico. Constituye la parte posterior del ta­ bique de las fosas nasales. Se articula con seis huesos: por arriba y atrás, con el esfenoides; por arriba y adelante, con la lámina perpendicular dei etm oides; por abajo y atrás, con los dos palatinos; por abajo y adelante, con los dos maxilares, y en estado fresco con el cartílago del tabique nasal.

Figura 4 .2 2 . Vómer: A) cara latera! derecha; B) vista superior. 87

El vómer tiene la forma de una lámina cuadrilátera muy delgada y trans­ parente en casi toda su extensión. Se consideran en él dos caras y cuatro bordes. Caras. Cada una mira hacia la pared interna de las fosas nasales. Pre­ sentan algunos surcos más o menos marcados; uno de ellos es más largo y más pronunciado que los otros, se dirige oblicuamente de arriba hacia abajo y de atrás hacia adelante, aloja al nervio esfenopalatino interno. Bordes. Son cuatro y se distinguen en anterior, posterior, superior e inferior. El borde poste rio r es delgado y cortante, pero no articular, separa uno de otro a los dos orificios posteriores de las fosas nasales. El borde inferio r es igualmente delgado y muy rugoso; penetra en la ranura que dejan, al unirse entre sí, las dos porciones horizontales de los palatinos y las apófisis palatinas del maxilar. En cuanto al borde anterior, es oblicuo hacia abajo y adelante, articula en su m itad posterior con la lámina perpendicular del etm oides, y en su m itad anterior con el cartílago del tabique. Por su parte, el borde superior, presenta el canalesfeno vomeriano, que se aplica a la cresta de la cara inferior del cuerpo del esfenoi­ des, Los bordes del canal vomeriano se llaman alas de! vómer. La articu­ lación del vómer y el esfenoides form a el conducto esfenovomeriano de dirección anteroposterior (figura 4.22B).

Mandíbula (figuras 4 ,23 y 4,24) También es llamada m axilar inferior, pero en el medio antropológico se le conoce simplemente como mandíbula. Es un hueso impar, central y sim étrico. Se articula por arriba con los dos temporales y se pone en contacto con los maxilares por medio de los arcos dentarios. Tiene la form a de una herradura de cuyos extremos se desprenden dos prolonga­ ciones o ramas que se dirigen hacia arriba y hacia atrás. Para su cono­ cim iento, se le divide en dos partes: una media o cuerpo, y dos extremos laterales o ramas. Cuerpo. Tiene form a de herradura o arco aplanado en sentido trans­ versal, cuya concavidad mira hacia atrás. Se consideran en él dos caras: una anterior y otra posterior, y dos bordes: uno superior y otro inferior. Las ramas de la mandíbula son de form a cuadrilátera, más altas que anchas, se unen al cuerpo de la mandíbula en su extremo posterior fo r­ mando el ángulo de la mandíbula, de donde se elevan en dirección oblicua de abajo hacia arriba y de adelante hacia atrás, Para fa cilita r el conocim iento de la mandíbula, la describiremos en cuatro de sus normas: cara externa, normas lateral izquierda y anterior o fron ta l; cara interna, norma lateral derecha, y norma inferior o basal. Cara externa. Norma lateral izquierda (figura 4 .2 3 A). En esta cara apreciamos primeramente ia rama ascendente de la mandíbula, donde

Dibujo: P. B o ta s

Figura 4 ,2 3 . La mandíbula vista por su cara externa: A) vista lateral izquierda; fl) vista frontal o anterior.

encontram os la apófisis coronoides, la escotadura sigmoidea, el cóndilo, los bordes anterior y p osterior de la rama, y el ángulo de la m andíbula; en segundo lugar, destaca el cuerpo de la m andíbula, donde apreciamos la línea oblicua externa, el borde inferio r del cuerpo, el m entón o em inen­ cia m entoniana, la sínfisis m entoniana, el agujero m entoniano y el borde superior o alveolar, donde sobresalen los dientes. 89

Dibujo: F. S o ta s

Figura 4 .2 4 . La mandíbula: /S) cara interna, vista lateral derecha; B) vista inferior o basal.

Norma anterior (figura 4.23B). Observamos otra vez la apófisis coronoides, los cóndilos, el borde alveolar con los dientes, la sínfisis mentoniana, la eminencia mentoniana o m entón, los agujeros m entonianos, los ángulos de la mandíbula y el borde inferior. Cara interna. Norma lateral derecha (figura 4.24A ). Aquí observamos la rama con la apófisis coronoides, la escotadura sigmoidea y el cóndilo, 90

ef o rificio dentario, la espina de Spix, el cana! m iiohioideo, los bordes anterior y p osterior de la rama y el ángulo de la mandíbula; en el cuerpo se observan la línea oblicua interna, el borde alveolar con los dientes, la fo sita subm axilar, la fosita sublingual, las apófisis geni, la fosita d¡gás­ trica y el borde inferior del cuerpo de la mandíbula. Norm a in fe rio r o basal (figura 4 .24 B ). Se ven los cóndilos, los án­ gulos mandibulares, las espinas de Spix, los canales miíohíoideos, las líneas oblicuas internas, el borde infe rio r, ambas fo s ita s digástricas, las apófisis g en i y la eminencia mentoniana o mentón.

Hueso hioides (figura 4.25) Es un hueso impar, medio y sim étrico, situado en la parte anterior del cuello, por arriba del esternón, al cual se halla adherido por sus músculos depresores y por abajo de la lengua. Al estar muy osificado, se articula a la apófisis estiloides por medio del huesecillo llamado ceratohial, que se articula con el asta menor. Este huesecillo no es más que el ligamento estilohioideo osificado. Según Testut y Latarjet (1 932[1 ]:321 -32 4), ei aparato hioideo está constituido básicamente por una cadena de tres huesecillos articulados o soldados entre sí: i) estilohial o estilhial, que no es más que la apófisis estiloides. En un principio ésta es distinta, se articu­ la con el temporal y se suelda a él form ando después una apófisis lla­ mada por algunos autores apófisis epihial, más conocida como apófisis

91

estiloides; //') ceratohial, que ocupa la situación normal del ligamento estilohioideo, y iii) apohia! o hipohial, que no es más que el asta menor del hioides. Existen otras teorías con respecto a la conform ación del apara­ to hioideo que no tratarem os aquí. El hioides es convexo por delante y cóncavo por detrás, tiene la fo r­ ma de una U mayúscula (figura 4 .25 ). Está esencialmente form ado por cinco partes: el cuerpo y las astas, dos a cada lado del cuerpo, que se distinguen en astas m ayores o astas tiroideas y astas menores o astas es tifoideas. Cuerpo del hiodes. Presenta dos caras y dos bordes: la anterior (figura 4 .25 A ) convexa con dos crestas, una transversal y otra vertical marcada; la poste rio r (figura 4.25B) d eform a cóncava está fuertemente excavada. De los bordes, uno es superior y otro inferior, ambos muy delgados, Astas mayores. Son apianadas en sentido vertical, por lo que presen­ tan dos caras: una superior y otra inferior. Su extremo superior es alar­ gado y redondeado; su extrem o inferior o base se aplica al cuerpo. Astas menores. Éstas se encuentran situadas por delante y por dentro de las precedentes, sobresalen del borde superior del cuerpo, Tienen la form a de dos pequeños cuernos, cuya base se adhiere al cuerpo.

Caja tóracica o tórax (figuras 4 .2 6 y 4.27) Al igual que como se hizo para el cráneo, antes de abordar el estudio de los huesos que integran el tórax, se hará una descripción general de esta región, sin entrar en detalles. Es una cavidad a la vez ósea y cartilaginosa que aloja y protege al corazón y a los pulmones, Se le define como el espacio comprendido entre los doce arcos costales de la columna dorsal, regularmente super­ puestos en sentido vertical; lim itado en su parte anterior por el esternón y el apéndice xifoides; por atrás, por la columna vertebral; por arriba, por la cintura escapular y las vértebras cervicales; por abajo, por un plano virtual, tangente al borde inferior de las últim as costillas y la columna lumbar. Así pues, considerado de atrás para adelante, está form ado por las doce vértebras dorsales, las doce costillas, sus correspondientes car­ tílagos articulares y el esternón con ei apéndice xifoides. Tiene la forma de un cono trunco de base inferior; presenta cuatro caras: anterior, pos­ te rio r, lateral izquierda y lateral derecha. En su cara anterior (figura 4 .26 A ) se distinguen las caras anteriores del esternón, del apéndice xifoides y cartílagos costoesternales, con sus respectivas articulaciones (figura 4 .2 6 A y B); desde luego, debemos entender que en el esqueleto seco los cartílagos costoesternales han desaparecido. Se aprecian también los espacios intercostales y la cara anterior de las costillas. 92

D ib u jo '. F. B o ta s

Figura 4 .2 6 . E! tórax: A) cara anterior; B) detalle de la articulación costoesternal de las tres primeras costillas,

Por el frente y base (figura 4 .26 A } se ve tam bién una amplia escota­ dura form ada por el extrem o anterior de las costillas y el cartílago articular de las costillas ocho, nueve y diez, y las costillas once y doce. En su cara p oste rio r destacan desde fuera hacia adentro las apófisis espinosas de las vértebras dorsales, el canal vertebral, las laminillas vertebrales, las 93

apófisis transversas, la articulación costovertebral, la cara posterior de las costillas y los espacios intercostales posteriores. En las caras laterales se ven las caras laterales de los cuerpos de las costillas y los espacios intercostales (figura 4.27A ). En su vértice (figura-4.27B) presenta un orificio de form a elíptica de diám etro mayor transverso, circunscrito por la horquilla esternal, las dos primeras costillas y la primera vértebra dorsal, Destacan por arriba y

Primera vértebra dorsal

1

Esternón

Apófisis xifoides

Cartílago articular

Primera vértebra dorsal Primera costilla Clavícula derecha

Segunda costilla

— Clavícula izquierda

r- Manubrio ¡

Dibujo: F. B o ta s

Esternón Cuerpo__j Tercera costilla' Figura 4 .2 7 . El tórax: A) cara lateral derecha; B) cara superior.

94

adelante las dos clavículas, una a cada lado; por detrás, los omóplatos situados en su parte superior, uno a cada lado. En su superficie interna se observan las diversas partes de los distin ­ tos huesos que la constituyen,

Esternón (figura 4.28) Es un hueso esponjoso, piano, situado en la parte anterior y superior del tórax por dentro de las dos clavículas y de las siete primeras costillas.

Carilla clavicular

Horquilla

B Manubrio Manubrio

Cuerpo

Unión 7 a 10

Fosita supraxifoidea

Agujero xifoideo

Apéndice xifoides — 1 a 10, escotaduras articulares costales

Horquilla

Carilla clavicular

H '/üK uM lM M lñ

____ _ Carilla para el primer cartílago costal

Cara anterior Figura 4 .2 8 . El esternón: A ) cara anterior; B) cara posterior; C) manubrio, cara anterior (detalle). 95

Está formado por la superposición de las esternebras que al soldarse forman tres segmentos: /') el segmento superior o m anubrio; //) el segmento in­ term edio o cuerpo, y iii) el segmento inferior o apéndice xifoides (figura 4 .2 8 A y B). Tiene una dirección oblicua desde arriba hacia abajo y desde atrás hacia adelante, Se articula con las clavículas y, a través de los cartílagos costales, con las costillas. Es alargado en sentido vertical y aplanado en sentido anteroposterior; su cara anterior es más o menos convexa en sentido vertical; en el ex­ trem o inferior, en su parte media, cerca de la unión con el xifoides pre­ senta una fosita vertical, la fo sita supraxifoidea. El extrem o superior o manubrio presenta cuatro escotaduras: una en la parte superior y media, la horquilla del esternón', otras dos laterales por fuera y abajo de la horquilla, las carillas o facetas claviculares del ester­ nón miran hacia arriba y a los lados; por abajo de ellas las primeras es­ cotaduras costales (figura 4.28C ). En sus bordes, el esternón tiene siete escotaduras articulares destinadas a alojar la extremidad interna de los siete primeros cartílagos costales y seis escotaduras no articulares que corresponden a los espacios intercostales. El apéndice xifoides casi siem­ pre es cartilaginoso; cuando está osificado, presenta el agujero xifoideo (figura 4 .2 8 A y B).

C ostillas (figura 4.29) Son huesos de aspecto sinuoso, largos, predomina en ellos el tejido compac­ to. Se extienden desde la columna vertebral hasta el cartílago costal, por medio del cual se articulan con el esternón. C aracterísticas generales. Se im plantan oblicuam ente en la co lu m ­ na vertebral en su región dorsal, desde donde se dirigen hacia afuera, articulándose primero con los cuerpos vertebrales y después con las apófisis transversas, donde continúan su trayectoria desde dentro hacia afuera, describiendo una curva cuya concavidad mira hacia adelante; se doblan bruscam ente para dirigirse hacia adelante form ando el ángulo posterior, cuya arista se manifiesta en la cara externa de dirección oblicua hacia abajo y afuera; de aquí se dirigen desde fuera hacia adentro y forman otro ángulo, el ángulo anterior, poco visible. Las costillas tienen un cuerpo bastante aplanado en sentido transver­ sal, más ancho en su parte media y más redondeado en sus extremos. Presenta dos caras: una interna de form a cóncava mira hacia el interior del tórax, y otra externa convexa, en la cual se aprecian los dos ángulos antes indicados y dos extrem os: el posterior o interno, también llamado cabeza de la costilla, presenta dos carillas articulares en su parte poste­ rior para la vértebra o vértebras correspondientes y otra alejada de ellas en la tuberosidad de la costilla; entre ésta y la cabeza se encuentra el 96

Cabeza

Cuello A -Tuberosidad

Carilla articular

Cuerpo, cara interna

Borde inferior Extremidad anterior

Borde inferior

Ángulo anterior

B

Ángulo posterior Extremo posterior Tuberosidad

Cuerpo, cara externa

— Cuello Cabeza Canal de la arteria subclavia Canal de la vena subclavia Extremidad anteriorTubérculo de Lisfranc Borde externo Tubérculo del serrato mayor

— Tuberosidad Cuello Cabeza Carilla articular Carilla articular Dibujo: F. B otas

Borde superior Extremo posterior Extremo anterior

Carilla articular

Figura 4 .2 9 . Quinta costilla derecha: A) cara interna; B) cara externa; C) y D) prime­ ra y segunda costillas derechas, cara superior; E) duodécima costilla derecha, cara in­ terna.

cuello de la costilla. El extrem o anterior presenta en su parte libre una carilla articular para el cartílago costal correspondiente (figura 4 .2 9 A). Así, también se distinguen en el cuerpo dos bordes: el superior, que en toda su extensión es romo; y ei inferior que presenta hacia su extrem o 97

interno un canal longitudinal, el canaIcostal; el resto del borde es afilado, aunque en su parte interna o posterior es más obtuso (figura 4.29A ). En general, las costillas presentan dos tipos de curvatura, uno llama­ do curvatura de arrollam iento, que se refiere a la curva prolongada que describen en su trayecto posteroanterior, cuya concavidad mira hacia adentro, y otra que se conoce como curvatura de torsión, pues al parecer las costillas sufrieron un m ovim iento de torsión por el cual su extremidad posterior fue conducida hacia arriba y afuera, y la anterior hacia abajo y adentro; esta torsión se comprueba cuando, al colocar la costilla sobre un plano horizontal, se observa que únicamente toca a este plano en dos puntos, por su parte media y por uno u otro de sus extremos (figura 4 .29 A y B). La longitud de las costillas es muy variable, pero en general aumenta de la primera a la séptima y disminuye gradualmente de la séptima a la duodécima (T e s tu ty Latarjet, 1932[1]:11 3-114). Son 24, doce a cada lado de la columna y se designan, contadas desde arriba hacia abajo, como primera, segunda, tercera costilla, etcétera, Las siete primeras se llaman costillas esternales o costillas verdaderas por llegar al esternón, con el cual se articulan mediante un cartílago costal propio e independiente para cada una; las tres siguientes, costillas falsas, pues llegan al esternón mediante un cartílago de unión común, y las dos últim as costilla s-flo ta nte s, dado que quedan libres e independientes en su extrem idad anterior. Características propias de algunas costillas. Primera costilla (figura 4.29C ). Aplanada en sentido vertical presenta dos caras: una superior y otra inferior, y dos bordes: uno externo, convexo, y otro interno, cónca­ vo. No existe en esta costilla indicio alguno de la torsión que se ha indi­ cado para las costillas en general. La cara superiores plana; en su parte media están dos canales transversales, el anterior es el canal de la vena subclavia y el posterior el de la arteria subclavia; entre ambos, se ubica el tubérculo de Lisfranc o tubérculo del escaleno. La cabeza forma con el cuerpo un ángulo muy marcado, en cuyo vértice destaca una gran tube­ rosidad situada en el borde externo, y en su cabeza una carilla articular única. La cara in fe rio r no muestra detalle digno de mención. Segunda costilla (figura 4.29D ). No presenta torsión y sus dos caras son oblicuas. No tiene canal costal; en la cara superoexterna, en su parte media, presenta una superficie rugosa más o menos saliente: el tubérculo del serrato mayor. Undécima y duodécima costiüas (figura 4.29E) .También llamadas cos­ tillas flotantes. Su cabeza sólo tiene una carilla articular, carecen de la tuberosidad, son casi rectilíneas, sin torsión y terminadas en punta; carecen de ángulo posterior y de canal costal. La duodécima se distingue, ade­ más, por ser más corta que la undécima.

98

Columna vertebral Es el eje principal del cuerpo humano. Ocupa la parte media y posterior del tronco, incluye y protege la médula espinal. Está integrada por 24 segmentos o vértebras, más el sacro, que consta de cinco vértebras sacras, y el cóccix. Ocupa de arriba hacia abajo: el cuello, el dorso, la región lum ­ bar y la sacrococcígea, de ahí su división en cuatro porciones: cervical; dorsal; lum bar, y pélvica o sacrococcígea (figura 4.30C ).

P

A

D. VI

t 2. Tipo de cinco curvas 3. Tipo habitual invertido Región cervical

A P I 0

= = = =

Anterior Posterior Izquierdo Derecho

Región dorsal

Región lumbar

Región sacrococcígea

Figura 4 .3 0 , Columna vertebral: A) curvaturas anteroposteriores; B) curvatu­ ras laterales; C) columna articulada, vista lateral derecha. 99

Las vértebras están distribuidas así: siete cervicales, que ocupan la región del cuello o cervical; doce dorsales, que ocupan la región dorsal; cinco lumbares, que ocupan la región lumbar; cinco sacras, que en con­ jun to form an ef sacro y ocupan la región pélvica, y cuatro o cinco coc­ cígeas, que en conjunto form an el cóccix y ocupan la región pélvica. Las vértebras cervicales, dorsales y lumbares son libres e indepen­ dientes; en cuanto a las sacrococcígeas, están considerablemente m o­ dificadas en su form a exterior y pierden su individualidad porque están más o menos soldadas entre sí, de manera que forman dos huesos sepa­ rados: el sacro y el cóccix. Estos dos últim os huesos se describirán por separado del resto de las vértebras. En el sujeto vivo, las primeras 24 vértebras son semimóviles; están unidas y a la vez separadas unas de otras por los discos intervertebrales, Cualquiera que sea la región que ocupen, las vértebras tienen carac­ terísticas comunes y generales que comparten y permiten distinguirlas del resto de las piezas óseas que integran el esqueleto, Por otra parte, las que integran las regiones cervical, dorsal y lumbar presentan caracterís­ ticas particulares que permiten distinguirlas entre sí. Además, en cada región hay algunas que ofrecen caracteres especiales o individuales.

Curvaturas de la columna vertebra! La columna vertebral en su conjunto presenta una serie de curvaturas; unas tienen lugar en el plano sagital, son las curvaturas anteroposteriores, y las otras en el plano frontal, son las curvaturas laterales {figuras 4 .3 0 A y B). Las curvaturas anteroposteriores {figura 4.30A ). Son cuatro: la pri­ mera es la curvatura cervical, es convexa hacia adelante; la segunda, la curvatura dorsal, de convexidad posterior; la tercera, la curvatura lum ­ bar, es convexa hacia adelante, y la cuarta, que incluye al sacro y al có ccix en conjunto, es la curvatura sacrococcigea, de convexidad pos­ terior. En otras palabras, existe lordosis cervical y lumbar de convexidad anterior, y cifosis dorsal y sacra de convexidad posterior. Las curvaturas de la columna son muy im portantes, pues responden a la adaptación de la columna a la estación bípeda {Carlliet, 1 977, cit. en García, 1 984:1 24; García, op. cit., 122-126). Curvaturas laterales (figura 4.30B). Vistas de frente, la columna pre­ senta tres curvaturas, que son: primera, curvatura cervical, de convexi­ dad a la izquierda; segunda, curvatura dorsal, de convexidad a la dere­ cha, y tercera, curvatura lumbar, de convexidad izquierda. De estas tres curvaturas, la dorsal es la principal, las otras dos se han formado para restablecer el equilibrio del tronco y enderezar la línea de gravedad (Testu t y Latarjet, op. c it., 93-95). 100

Configuración exterior de la columna. Se describen una cara anterior, una posterior y dos laterales (figura 4.30C ). Cara anterior. Destacan los cuerpos superpuestos de las vértebras más angostas en su parte superior y más anchas en su parte inferior; term ina en la cara anterior de la región sacrococcígea. En cada lado se observan en línea vertical las apófisis transversas de las vértebras; en la parte inferior, los agujeros sacros anteriores en sus dos líneas verticales y las alas del sacro. Caras Jatera/es, Presentan de adelante hacia atrás las curvaturas ya descritas; las caras laterales de los cuerpos vertebrales, las apófisis trans­ versas y la carilla auriculardel sacro; term inan en las caras laterales y vér­ tice de la apófisis espinosa, superpuestas en una línea vertical sinuosa y en la cresta del sacro. Cara posterior. En la línea media las apófisis espinosas superpuestas en línea vertical constituyen en conjunto la cresta vertical, a cada lado de ella los canales vertebrales, más externam ente las líneas verticales, form adas por las apófisis transversas superpuestas y los agujeros sacros posteriores y el híatus del sacro.

Las vértebras

3

Dibujo: r. B ot S

Características comunes a todas las vértebras. En toda vértebra, excepto en el atlas, se distinguen las regiones siguientes (figura 4.31 A y B); Cuerpo vertebra!. Masa compacta que ocupa su parte anterior. Es de form a cilindrica con una cara superior y otra inferior; una y otra son cri­ badas, circunscritas por un borde; están unidas por la circunferencia o

101

cuerpo propiamente dicho, el cual está excavado en sentido vertical por delante y por los lados, form ando un canaf semicircular. Por detrás es plano o ligeramente excavado en sentido transversal, para form ar la pared anterior del conducto vertebral. También presenta un cribam iento y as­ pecto estriado. Su circunferencia superior es menor a (a inferior. A gujero o conducto vertebra!. Situado por detrás del cuerpo y delim i­ tado por la apófisis espinosa, láminas y tos pedículos. La superposición de los agujeros entre sí form a el conducto raquídeo que da alojamiento a la médula espinal. El diámetro superior es menor que el inferior. A pófisis espinosa. Es una prolongación que ocupa la parte media y posterior del agujero vertebral. Se dirige directam ente hacia atrás y abajo, está unida al arco raquídeo por su base, quedando su vértice libre; su cuerpo, por lo general, es aplanado en sentido transversal, su borde su­ perior es más o menos cortante; el inferior, más grueso y corto que el precedente, presenta en su origen un canal longitudinal que es marcado en las dorsales. A p ófisis transversas. Son dos prolongaciones que se proyectan late­ ralm ente. Su base se une al pedículo y a la lámina, su vértice es libre y redondeado, su longitud es variable según la región. A p ófisis articulares. Son cuatro: dos a cada lado en dirección más o menos vertical. Permiten la articulación de las vértebras entre sí. Se distinguen en superiores o ascendentes e inferiores o descendentes, unas y otras rebasan hacia arriba y hacia abajo, respectivamente, al borde del arco que limita el agujero vertebral. Las lám inas son dos porciones planas que unen las apófisis espinosas con las articulares. Son dos: una izquierda y otra derecha, aplanadas de adelante hacia atrás y de arriba hacia abajo, de forma más o menos rec­ tangular o cuadrilátera, constituyen la mayor parte de la pared posterior del agujero raquídeo. Los pedículos son dos porciones delgadas que unen la masa apofisaria al cuerpo. Limitan por los lados al agujero vertebral.

Características propias de las vértebras de cada región A . VÉRTEBRAS CERVICALES (fig u ra 4 .3 2 )

Características comunes. De la tercera a la sexta vértebras cervicales típicas. Su cuerpo es pequeño, prolongado en sentido transversal, más aplanado por delante que por detrás; carecen de canal horizontal; presen­ ta en su cara superior las apófisis semilunares, situadas en la parte an­ terior y lateral; en su cara inferior hay dos escotaduras simétricam ente colocadas una a cada lado. El agujero vertebra! es grande y triangular, de vértice posterior. 102

Tubérculo anterior' | Apófisis ¡ transversa i Tubérculo7 posterior Apófisis ^ articular inferior Lámina

N/ Tubérculos

Apófisis espinosa

Figura 4 .3 2 , Vértebra cervical típica (vista superior).

La apófisis espinosa es muy corta y su vértice está divido en dos tubérculos. Las apófisis transversas se implantan a los costados del cuerpo, en cuya base se encuentra el agujero transverso. Su extrem o term ina en dos tubérculos, uno anterior y otro posterior, separados por una escota­ dura. Las apófisis articulares superiores miran hacia atrás y hacia arriba; las inferiores hacia adelante y abajo. Las láminas son más anchas que altas y los pedículos se implantan por detrás de las apófisis transversas cerca del borde superior, por lo que la escotadura inferior es más profunda. De las vértebras cervicales destacan las dos primeras por ser atípicas y la séptima por presentar rasgos comunes con las dorsales. Características d istintivas d e !a tla s (figura 4.33). A la primera vérte­ bra cervical también se le llama atlas, pues soporta a la cabeza ósea o cráneo, se articula con los cóndilos del occipital. No presenta cuerpo ni apófisis espinosa; está integrada por dos masas laterales, unidas por dos arcos, uno anterior y otro posterior. Las masas laterales presentan en conjunto cuatro carillas articulares: dos superiores y dos inferiores. Las superiores se conocen como cavida­ des glenoideas del atlas. Adoptan la form a de una "suela de zapato", de eje mayor oblicuo hacia adelante y adentro, divididas por un surco trans­ versal en dos porciones: una anterointerna, más amplia, y otra posteroexterna, menos amplia que la anterior. Las dos superficies articulares in­ feriores son generalmente planas y miran hacia abajo y adentro. De la cara externa de las masas laterales nacen las apófisis transversas, en cuya base se encuentra el agujero transverso, uno a cada lado; las apó­ fisis transversas del atlas no están divididas y son más desarrolladas que las de las subsecuentes vértebras cervicales. El arco anterior está aplanado en sentido anteroposterior; en su cara anterior presenta el tubérculo anterior del atlas; en su cara posterior, la faceta odontoidea. 103

Arco anterior

Foseta odontoidea Cavidad glenoidea

C anal__ transversal

Apófisis transversa Agujero transverso

Arco posterior Agujerovertebral

. Apófisis espinosa (tubérculo posterior)

Carilla articular superior Arco anterior Apósisis transversa

Masa lateral

Tubérculo Apófisis articular inferior

Arco posterior

Figura 4 .3 3 . Primera vértebra cervical o atlas: A) cara supe­ rior; B ) cara anterior.

El arco p osterior se curva en sentido contrario al arco anterior; la con­ cavidad mira hacia adelante, presenta en su parte posterior y media el tubérculo p o ste rio r de atlas, equivalente a la apófisis espinosa; más desarrollado que el anterior, por abajo presenta un pequeño surco de dirección anteroposterior; por arriba, un canal transversal, situado en el punto donde nace el arco. El agujero vertebra! o raquídeo del atlas está formado por los dos arcos y las masas laterales, es bastante amplio y de form a semicircular. Características distintivas defaxis. El axis (figura 4.34) es la segunda vértebra cervical; articula por arriba con el atlas. Visto de lado, el axis semeja una silla de montar. Cuerpo. En general es aplanado en sentido anteroposterior y prolon­ gado transversalm ente; en su parte superior presenta la apófisis odontoides; ésta se prolonga hacia arriba y en su base destacan dos carillas articulares: una anterior y otra posterior, y en su parte media una espe­ cie de cuello. Por abajo, el cuerpo del atlas presenta una amplia superficie articular, cóncava en sentido anteroposterior; por delante presenta una laminilla que se prolonga hacia abajo. 104

Drbujo; F- B o ta s

El agujero vertebra! o raquídeo es amplio, menor que el del atlas, pero mayor que el de las vértebras subsecuentes. La apófisis espinosa es grande, con sus tubérculos muy desarrollados y el surco inferior es largo y profundo. Las apófisis transversas son cortas y su vértice no está bifurcado; separan por cada lado a las apófisis articulares superiores de las apófisis a rticu ­ lares inferiores. Las primeras se encuentran por fuera de ia apófisis odontoides, muy cerca de ella. Son planas y miran hacia arriba y afuera; las inferiores se encuentran por debajo y atrás de las apófisis transversas, oblicuas de adelante hacia atrás, miran hacia abajo y adelante, 105

Dibujo: F. B o ta s

Séptima vértebra cervical {figura 4.35). Presenta caracteres mixtos de las dorsales y las cervicales. Es muy prominente al estar articulada con la región cervical de la columna. Características distintivas. La apófisis espinosa es muy larga y pro­ m inente; no es bituberculada y está inclinada hacia abajo y atrás; las apófi­ sis transversas no son bifurcadas en su vértice, están representadas por un pequeño tubérculo, su cara superior está excavada en form a de canal, con el agujero transverso en su base, el cual es más pequeño que el del

Figura 4 .3 5 . Séptima vértebra cervical: A) vista posterosuperior; S) vista lateral izquierda. 106

resto de las cervicales. En el cuerpo, a veces, se encuentra en su parte inferior y externa una pequeña carilla articular.

B. V é r t e b r a s DORSALES {fig u ra 4 .3 6 } Características comunes. Su cuerpo es cilindrico, tienen casi iguales sus diámetros transverso y anteroposterior; el canal horizontal de la cir cunferencia es marcado y su cara posterior excavada. A cada lado del cuerpo en su parte posterior, cerca del pedículo, se observan dos semicariiias articulares, una arriba y otra abajo. Estas dos carillas se acercan tanto más al pedículo cuanto más se alejan las vértebras de la región cervical. El agujero raquídeo es relativam ente pequeño y de form a sem icircu­ lar. La apófisis espinosa es prolongada y se inclina hacia atrás y hacia abajo; no está bifurcada, es ancha en su base y de vértice agudo; por abajo presenta el canal bastante prolongado y profundo, sobre todo en su extremo anterior. Las apófisis transversas son bien desarrolladas, parten por detrás del pedículo y se dirigen oblicuamente hacia atrás y afuera, su vértice es redondeado y presentan en la cara anterior del vértice una pequeña ca­ rilla, la carilla articular costal. Las láminas son planas en sentido antero­ posterior, bien m anifiestas/ con un borde superior y otro inferior. Las apófisis articulares superiores se levantan verticalm ente por en­ cima de la base de las apófisis transversas, miran hacia atrás y afuera; las inferiores están reducidas a simples carillas articulares, se sitúan en la cara anterior de la lámina, y son casi cuadriláteras. Los pedículos son notorios y presentan una escotadura en su borde superior y otra en

A

b

Cuerpo {cara superior) Carilla articular

Semicarilla articular superior.

Apófisis articular I superior Carilla articular costal

Apófisis espinosa

Dibujo: F.

superior

3o ta s

Pedículo

Apófisis espinosa Figura 4 .3 6 . Vértebra dorsal típica: A) vista superior: B) vista lateral izquierda. 107

su borde inferior; esta últim a es más profunda que la otra; dan lugar a los agujeros de conjunción al estar los cuerpos unidos.

Ca r a c t e r í s t i c a s

d is t in t iv a s d e a l g u n a s v e r t e b r a s d o r s a l e s

Primera vértebra dorsal (figuras 4 .3 7 A y 4,38 -1 ). Es también una vérte­ bra de transición. Se parece a las cervicales por sus apófisis articulares,

Ganchos Carilla laterales articular costal

Apófisis articular superior

Semicarilla articular superior para la 10a. costilla

Apófisis articulares superiores Carilla articular 10a. costilla

Apófisis espinosa

Cuerpo Semicarilla articular 2a. costilla

Apófisis articular inferior

Apófisis transversa Apófisis articular/ inferior

Apófisis articulares superiores

Carilla articular 1 2a, costilla

Carilla articular 1 1 a. costilla

Apófisis espinosa

Apófisis articulares superiores ^

Tubérculo mamilar

Apófisis transversa

Apófisis transversa Cuerpo

seiog

Apófisis espinosa

"d ’.otnqiQ

Apófisis articular inferior

Apófisis articular inferior

Apófisis espinosa

Figura 4 .3 7 . A) primera vértebra dorsal; fl) décima vértebra dorsal; C) undécima vér­ tebra dorsal; D ) duodécima vértebra dorsal (vista lateral izquierda). 108

Faceta ----- completa t arriba

Faceta articular en la apófisis transversa

-

Faceta articular en la apófisis transversa

Semifaceta abajo

Semifaceta arriba — 9 — Sin faceta abajo

Faceta articular en la apófisis transversa

Faceta articular en la apófisis transversa

Faceta completa 10 arriba

— Sin faceta abajo ,j|,í.

Faceta completa 11 arriba

— Faceta completa — 12 arriba

La apófisis articular - inferior es convexa y girada hacia afuera Figura 4 .3 8 . Vértebras dorsales con rasgos peculiares (vista lateral derecha): 1) prime­ ra; 9 a 12) novena a duodécima. (Gray, 1977, figura 6, con algunos agregados nues­ tros.)

por su pedículo y sobre todo por su cuerpo, en cuya cara superior se ven los dos ganchillos característicos de las vértebras cervicales. Se distinguen por tener a cada lado del cuerpo, por arriba, una carilla com pleta; por abajo, una cuarta parte de carilla. Novena vértebra dorsal (figura 4 .38 -9 ). Presenta en el cuerpo en su parte lateral y superior una semicariila articular. En algunos sujetos ocurre que tiene dos semicarillas en cada lado del cuerpo. Cuando esto sucede la décima tiene únicam ente una sem ifaceta en ia parte superior (Gray, 1 977:41). 109

DibufO: f. B otas

Faceta articular en la apófisis transversa

——

Décima vértebra dorsal (figuras 4.37B y 4.38-10). Se distingue de las demás vértebras dorsales porten e re n la parte lateral y superior del cuerpo una sola carilla articular. En algunos casos puede presentar una semifaceta superior {véase novena dorsal). Undécima y duodécima vértebras dorsales (figuras 4.37C y D, y 4.3811 y 12). Se parecen un tanto a las lumbares, están consideradas co­ mo vértebras de transición, Carecen de carilla articular en las apófisis transversas y presentan una sola carilla articular en la parte superior de la cara lateral del cuerpo. La duodécima, además, presenta sus apófisis transversas m odificadas, se puede decir que están atrofiadas, reduci­ das a una especie de tubérculo. En su parte posterior y externa presenta dos tubérculos mamilares y accesorios parecidos a los que presentan las lumbares. Además, sus apófisis articulares inferiores son idénticas a sus correspondientes de las vértebras lumbares, es decir, son convexas y miran hacia afuera, en tanto que en el resto de las dorsales son planas y miran hacia adelante. En la figura 4.38 se proporcionan algunos otros rasgos d istintivos de estas cinco vértebras dorsales (Gray, 1977:41),

C. VÉRTEBRAS LUMBARES (figura 4.39) Características comunes. El cuerpo es muy volum inoso, de diámetro transverso mayor, más amplio por abajo que por arriba. El canal horizontal es muy pronunciado a los lados. El agujero vertebra!o raquídeo es un poco menor que en las vértebras precedentes y tiene la forma de un triángulo equilátero. La apófisis espinosa es muy aplanada en sentido transversal, alta y de form a cuadrilátera, su vértice (externo libre) es trunco, más ancho por abajo que por arriba. Las apófisis transversas son poco desarrolladas, también se llaman apéndices costiform es. Se desprenden de la parte media del pedículo; delgadas y aguzadas en su vértice, tienen en la parte posterior de su raíz dos tubérculos: el tubérculo accesorio y el tubérculo mamilar, que se asocia con las apófisis articulares superiores. Las apófisis articulares se sitúan por detrás de las apófisis transver­ sas, siguen una dirección vertical; las dos superiores están más separa­ das entre sí que las inferiores. Las carillas articulares superiores son en form a de canales verticales, miran hacia atrás y adentro; las apófisis articulares inferiores tienen la forma de eminencias verticales y la superfi­ cie articular es convexa; miran hacia adelante y afuera. En la parte posteroexterna de las apófisis articulares superiores presenta un tubérculo lla­ mado tubérculo m am ilar o m etapófisis.

110

Ca r a c t e r e s

d is t in t iv o s d e a l g u n a s

vértebras lu m ba r es

Quinta vértebra lumbar. La cara inferior del cuerpo presenta una super­ ficie oblicua de atrás hacia adelante y de arriba hacia abajo, por lo que la altura se mayor por adelante que por detrás. Las apófisis articulares inferio res se hacen planas y se encuentran más separadas que las de las vértebras superiores. Es en general m uy volum inosa y con un cuerpo más amplio en su cara inferior que las precedentes. En el cuadro 4.1 se da una síntesis de las características que permiten distinguir las vértebras de cada región. 111

Cuadro 4 . 1 * CÓMO DETERMINAR LA REGIÓN A LA QUE PERTENECE UNA VÉRTEBRA O UNA PORCIÓN DE ELLA Porción constitutiva

Características

Región

Carillas articulares para las costillas Sin carillas [ Ganchos laterales j en la cara superior [Sin ganchos laterales

Vértebras dorsales

Cuerpo vertebral

Redondo Agujero vertebral

Apófisis espinosa

Triangular

De vórtice bifurcado De vértice no bifurcado

Vértebras cervicales

Apófisis bituberculosa

Vértebras cervicales

Fuertemente oblicuo Horizontal

Vértebras dorsales Vértebras lumbares

Agujereada en la bas e Sin agujero en la base Carilla articular Sin carilla articular

Apófisis articulares superiores

Carillas planas, mirando hacia arriba y atrás Carillas planas, mirando principalmente hacia atrás Carillas cilindroideas, mirando hacia afuera y atrás

Láminas

Pedículos

Carillas planas, mirando hacia abajo y adelante Carillas planas, mirando principalmente hacia adelante Carillas cilindroideas, mirando hacia afuera y adelante

Vértebras cervicales Vértebras dorsales Vértebras lumbares Vértebras cervicales Vértebras dorsales Vértebras lumbares Vértebras cervicales Vértebras dorsales Vértebras lumbares

Cuadriláteras siendo iguales los d¡¿ metros Vértebras dorsales 'más anchas Cuadriláteras, siendo desiguales que altas Vértebras cervicales los diámetros más altas que anchas Vértebras lumbares Carillas articulares píira las costillas , Escotaduras superiores tan marcadas como las Sin carillas inferiores articuladas Escotaduras superiores apenas marcadas

T e stu t y Lata rje t, 1 932(1 ):6 2 .

112

Vértebras dorsales Vértebras lumbares

Los tres lados iguales El lado anterior mucho más largo que los otros dos

Apófisis transversa

Apófisis articulares inferiores

Vértebras cervicales Vértebras lumbares

Vértebras dorsales

Vértebras cervicales Vértebras lumbares

Sacro (figura 4.40) Es un hueso impar, medio y sim étrico, situado en la parte posterior de la pelvis, entre ambos coxales, por debajo de la columna vertebral y encima del cóccix; continúa la región lumbar. Está form ado por cinco piezas óseas o vértebras sacras. Su dirección es oblicua de arriba hacia abajo y de adelante hacia atrás; forma, con la quinta lumbar, hacia adelante, el án­ gulo sacrovertebra!o prom ontorio. Su eje vertical describe una curva muy pronunciada cuya cavidad mira abajo y adelante. Aplanado de atrás hacia adelante y más voluminoso por arriba que por abajo. Tiene la form a de una pirámide cuadrangular. Se describen en él una base, un vértice y cuatro caras: anterior, posterior y dos laterales. Cara anterior (figura 4 .4 0 A ). Cóncava en sentido vertical y transver­ sal, siendo la curvatura transversal más pronunciada en la mitad superior del hueso, en tanto que la vertical lo es en la mitad inferior. Se ve seg­ mentada por cuatro líneas transversales que limitan los cuerpos de las cinco vértebras sacras originales; en el extrem o de cada una de ellas y a cada lado se observan los cuatro agujeros sacros anteriores; de forma elíptica más o menos superpuestos en la línea vertical, continúan hacia afuera por los canales sacros anteriores. Están separados por un tabique, siendo más próximos entre sí los tres primeros de cada línea y los dos inferiores son más redondeados. Cara posterior (figura 4.40B), es fuertem ente convexa en sentido ver­ tical y transversal, más accidentada que la anterior. Se observa en ella, en la línea media, una cresta v e rtica l, la cresta sacra, residuo de las apófisis espinosas de las vértebras sacras originales. Muy marcada en su parte superior, term ina en dos ramas divergentes que delimitan una es­ cotadura en la porción inferior del conducto sacro. A cada lado de la cresta sacra se colocan verticalm ente los canales longitudinales del sacro; los lim ita hacia afuera una primera serie de tubérculos, los tubérculos sacros p oste ro interno s. Por fuera de ellos, a cada lado del sacro, se encuentran cuatro agujeros redondeados superpuestos en línea a cada lado, son los agujeros sacros posteriores. Limitados por fuera por una segunda línea de tubérculos superpuestos (una a cada lado), están ios tubérculos sa­ cros posteroexternos. Caras laterales. Destaca primero una gran superficie articular, la ca­ rilla auricular del sacro, asentada en las alas del sacro (una a cada lado), de form a triangular, base cóncava y dirigida hacia atrás. Base. Presenta una superficie articular, amplia, plana y de form a oval, cuyo borde posterior a veces es cóncavo. Por detrás de él está la en­ trada del conducto sacro, cuyo borde es de form a triangular, de v é rti­ ce posterior, y el comienzo de la cresta sacra. A cada lado destacan las alas del sacro, por detrás y adentro de ellas sobresalen las apófisis a rti­ culares del sacro, cuya carilla articular es cóncava, y miran hacia atrás 113

s e io g

¿ :o ln q ia

Figura 4.40. El sacro: A) cara anterior: 1 a 4, agujeros y canales sacros anteriores; I a V, vértebras sacras; B) cara posterior: 1 a 4, tubérculos sacros; I a IV, agujeros sacroposteriores.

y adentro, Están separadas de las alas del sacro por las escotaduras de! sacro. Vértice. Es de form a trunca y en su parte inferior está una pequeña superficie articular de form a elíptica (para el cóccix), cuyo diám etro trans­ versal es mayor; por detrás de él está la parte term inal del conducto sacro, en form a de V invertida; está lim itado lateralm ente por las ramas diver­ gentes de la cresta sacra. Por últim o, el sacro presenta en toda su longitud (eje vertical), por detrás del cuerpo y lim itado por la cresta sacra, el conducto sacro, cuya abertura superior es de form a triangular y la inferior form a el hiato sacro.

Cóccix (figura 4.41) Está situado in nediatam ente por abajo del sacro, al cual continúa. Está constituido por cuatro o cinco vértebras coccígeas, casi siempre solda­ das entre sí. Es un hueso impar, medio y sim étrico, aplanado de adelante hacia atrás, más ancho por arriba. Tiene en conjunto una form a triangular con una base, dos caras, dos bordes y un vértice.

Asta del cóc

sacro Apófisis transversa

Vértebras coccígeas

A

B Astas del cóccix

Dibujo: F. B otas

Apófisis transversa

Vértebras coccígeas Figura 4 .4 1 . El cóccix: A) cara anterior; B) cara posterior. 1 15

Caras. Una anterior cóncava y otra posterior convexa, en las cuales se observan los cuerpos vertebrales en número de cuatro o cinco, lim i­ tados por tres o cuatro líneas transversales, vestigio de la soldadura de las vértebras coccígeas prim itivas. La base presenta una superficie articular de form a elíptica y de diá­ metro m ayor transverso; por detrás y a cada lado de esta superficie se observan las astas det cóccix) se desprenden de su base, a cada lado, dos prolongaciones transversales, llamadas ángulos laterales del cóccix o apófisis transversas rudimentarias. El vértice está form ado por un pequeño tubérculo (muy expuesto a fracturas por caída o parto). Sus bordes se separan por arriba, tienden a aproximarse en su vértice y son más o menos sinuoso.

Esqueleto apendicular Huesos de la cintura escapuíar La cintura escapuíar ocupa la parte anterior, posterior y superior del tórax, y está integrada por las clavículas en número de dos; los omóplatos o escápulas también en número de dos. A continuación se describirá cada uno de ellos.

Clavícula (figura 4.42) Es un hueso largo, par, no sim étrico, colocado transversalm ente en la parte anterosuperior del tórax, entre el esternón (manubrio) y el om ó­ plato; queda por arriba de la primera costilla. Es de forma sinuosa a ma­ nera de S itálica, con dos curvas: una interna de concavidad posterior y otra externa de concavidad anterior. Se articula por dentro con el ma­ nubrio del esternón y por fuera con la apófisis olecraneana del om ó­ plato, Presenta dos caras, dos bordes y dos extrem os: de las caras, una es superior y otra inferior. La cara superior (figura 4 .4 2 A) es lisa en su mayor parte, de form a convexa de adelante hacia atrás y presenta rugosida­ des en sus porciones interna y externa. La cara inferior (figura 4.42B), es menos convexa pero más accidentada pues da inserción a diferentes músculos y ligamentos. Tiene un canal longitudinal (canal del subclavio) y el agujero nutricio en su parte media dirigido hacia el extrem o externo. En este extrem o presenta el tubérculo conoide, Sus bordes son sinuosos, uno es anterior y otro posterior. El borde anterior es obtuso, más o menos redondeado y con rugosidades marca116

F. B otO S D ib u jo :

das en su extrem o externo. Tiene dos incurvaciones, una de concavidad anterior en el extrem o externo y otra de convexidad anterior en el interno. El borde p osterior está más adelgazado que el anterior, tam bién con dos incurvaciones: la interna de concavidad posterior y la externa de convexidad también posterior. Los extrem os de la clavícula son dos, uno interno y otro externo. El extrem o interno es de form a más o menos cilindrica, muy volum inoso; en su parte libre se observa una carilla articular para el manubrio del es­ ternón, de form a generalmente oval, cuyo eje mayor es vertical (figura 4 .42 A }. El extrem o externo es menos voluminoso que ei interno y aplanado de arriba abajo, bastante rugoso, con una carilla articular en su parte ex­ terna para el acromion, de form a oval y de diámetro mayor anteroposte­ rior. 1 17

Omóplato o escápula (figura 4.43) Es un hueso par no simétrico, sumamente aplanado y delgado. Está aplicado contra la parte superior y posterior del tórax; por arriba se eleva hasta el primer espacio intercostal y por abajo su ángulo inferior baja hasta la octava

Escotadura coracoídea Borde superior

Apófisis coracoídea

Ángulo superior - - Acromión F o s a __ supraespinosa — Cavidad glenotdea

Espina del omóplato

~

Base de la espina |sup. trapezoida

Cuello del omóplato

Agujero nutricio

Fosa infraespinosa

- Cresta longitudinal Borde interno

Borde interno

Línea oblicua

Carilla clavicular Acromión

Escotadura coracoidea Ángulo superior

Apófisis coracoides

Agujero nutricio

Cavidad gienoidea Carilla subglenoidea Fosa subescapular Cuello del omóplato Cresta longitudinal

Borde interno

Dibujo: F B otas

Borde externo

Crestas subescapuiares Ángulo inferior Figura 4 .4 3 . El omóplato o escápula derecho: A) cara posterior; B) cara anterior. 118

costilla. Se articula con dos huesos: por arriba y afuera, a nivel del acrornton, con la clavícula; por fuera, mediante la cavidad glenoidea, con la cabeza del húmero. Es de form a triangular, por lo cual describiremos en él dos caras (una anterior y otra posterior)', tres bordes: uno superior o ce rvical, otro interno o vertebra! y, por últim o, el externo o axilar, y tres ángu!os; dos superio­ res; de ellos, uno es interno y el otro externo, y el tercero, que es inferior. Cara posterior (figura 4.43A ). Es en su m ayor parte convexa, en ella destaca en su extrem o superior la espina del om óplato, en cuya base se aprecia una superficie plana y lisa, la su pe rficie trapezoidal. La espina se extiende en sentido diagonal al eje vertical del hueso; por fuera se ensancha y aplana para form ar el acrom ion, que en el extrem o externo de su borde superior presenta la carilla clavicular. La espina divide a esta cara en dos partes, una superior excavada, llamada fosa supraespinosa, y otra inferior, de m ayor tamaño, que recibe el nombre de fosa infraespinosa; esta últim a está limitada en su lado externo por la cresta longi­ tudinal (vertical) y por abajo por una pequeña cresta, la línea oblicua, que conform a una superficie pequeña deform a triangular. Se observa en esta cara en su lado externo, por abajo de la espina, el agujero nutricio. Cara anterior (figura 4.43B). Aplicada sobre las costillas, está profun­ damente excavada, por lo que se le llama fosa subescapular. Está lim i­ tada en su borde externo por una cresta longitudinal y en su borde interno destacan las dos carillas del serrato mayor. En su parte superoexterna se observa otro agujero nutricio. Borde interno o espinal. Es más o menos rectilíneo, incurvado en la región de la espina, muy delgado, excepto en esta región. Borde externo o axilar. De form a sinuosa, es grueso por arriba donde presenta la carilla subglenoidea, y delgado por abajo. Borde superior o cervical. Es delgado y cortante, de form a sinuosa, term ina en la escotadura cora coidea y la apófisis coracoides. De los tres ángulos, el más característico es el superoexterno o an­ terior; es trunco y en él destaca una gran superficie articular llamada ca­ vidad glenoidea, de form a oval, de eje mayor vertical y su extrem o an­ gosto se dirige hacia arriba y se une al cuerpo del omóplato por el cuello. Por arriba de ella está la apófisis coracoides.

Huesos deí m iem bro superior Los m iem bros superiores son dos, uno a cada lado de la cintura escapuíar; cada uno está integrado por los siguientes huesos (de arriba hacia abajo): húmero o hueso del brazo, cúbito y radio o huesos del antebrazo, quedan­ do el primero por la parte interna y los huesos de la mano que form an de arriba abajo el carpo (ocho), metacarpo (cinco) y falanges (catorce). 119

A continuación describiremos cada uno, comenzando de arriba hacia abajo.

Hueso del brazo Húmero (figura 4.44) Es el primer hueso que constituye la extrem idad superior, también llama­ do hueso del brazo, Es un hueso largo (tubular), par y no sim étrico; diri-

120

gido oblicuamente de arriba abajo y de afuera hacía adentro, Está cons­ titu id o por un cuerpo o diáfisis y dos extremos o epífisis; de éstas, una es superior y otra es inferior, Se articula con tres huesos: por arriba con el om óplato (cavidad glenoidea) y por abajo con el cúbito y el radio. Diáfisis. Se describen tres caras: interna, externa y posterior, y tres bordes: anterior, interno y externo. Cara externa. Presenta una doble cresta rugosa, la V deltoidea, de vértice inferior. En la cara interna está el agujero n u tricio hacia su parte media, el cual se abre hacia arriba. A esta cara la recorre en toda su longitud el cana! b ic ip ita i o corredera bicipital. Cara posterior. Sobresale el cana! de torsión que la separa en dos par­ tes, ei cual es oblicuo y se dirige de arriba abajo y de adentro hacia fuera. Bordes. El anterior se llama línea áspera; se bifurca por abajo, en donde rodea ¡a fosita coronoidea; los bordes interno y externo son pronunciados en la parte inferior del hueso; el externo está interrum pido por el canal de torsión. Extremo superior o epífisis superior. Presenta una superficie lisa en form a de semiesfera, Es la cabeza dei húmero, mira hacia adentro, con el diám etro mayor en sentido vertical. Se separa virtualm ente del hueso por el cueíio anatómico. Por fuera del cuello pero en la parte superior de la epífisis se encuentran dos eminencias, la más pequeña en la parte anterior se llama troqufn; la más voluminosa, situada por fuera y atrás de la an­ terior, se llama troquiter. Éste y el troquín están separados por el inicio del canai o corredera b ic ip ita i Extremo inferior o epífisis inferior. Es aplanado de adelante hacia atrás y ensanchado transversalm ente. En su cara anterior presenta una super­ ficie articular, en cuya porción externa está el cóndilo del húmero de form a sem iesférica, por arriba del cual se ubica la fosita radia! o condílea, y hacia afuera y arriba ei epicóndilo. En su porción interna, una gran superficie articular en form a de polea es la tróclea del húmero, lim itada por un borde interno y otro externo, siendo el primero más desarrollado. Por arriba de la tróclea destaca una fosa pequeña, la fosita coronoi­ dea', por arriba y adentro una gran apófisis, la epitróclea. En la cara pos­ terior de esta epífisis, lim itando a la tróclea, está una profunda excava­ ción, la cavidad o fosa oiecraneana.

Huesos del antebrazo Cúbito o ulna (figura 4.45) Es uno de los huesos del antebrazo, en el cual ocupa la parte interna; es largo (tubular), par y no sim étrico, ligeramente inclinado de arriba hacia 121

sm o g

j rofnqia

Figura 4.45. Cubito derecho: A) vista anterior; B\ vista posterior; C) vísta externa

abajo y de fuera hacia dentro. Se articula con tres huesos: por arriba con el húmero, por fuera con el radio y por abajo con el hueso piramidal del carpo. Presenta un cuerpo o diáfisis y dos extrem os o epífisis. Diáfisis. De form a prism ática, presenta tres caras: anterior, posterior e interna ; tres bordes: posterior, interno y externo. La cara anterior es más o menos excavada en toda su longitud; en su tercio superior presenta la rugosidad braquiai y ligeramente más abajo el agujero nutricio, que se abre hacia abajo; en la cara p oste rio r o posteroexterna destaca por arriba la tuberosidad del cubito, de superficie rugosa y de forma triangular. La cara interna es muy lisa y ancha en su parte superior. El borde interno es cortante y marcado en toda su longitud, e! borde p osterior, en form a de S itálica, se divide por arriba en dos ramas diver­ gentes que descienden del olécranon. El borde externo o cresta interósea, es obtuso por abajo y cortante por arriba. Epífisis o extrem o superior. Presenta dos grandes apófisis, una pos­ terior, el olécranon, y otra anterior, la apófisis coronoides, que delimitan a una extensa superficie articular llamada cavidad sigmoidea m ayor del cúbito, que presenta en su parte media una cresta vertical y un surco transversal en su parte inferior. Hacia su borde externo se encuentra otra carilla articular, la cavidad sigmoidea m enor para articularse con ia cabe­ za del radio, Epífisis o extrem o inferior. En esta región el cúbito se hace más agu­ zado, menos voluminoso, term ina en una pequeña superficie articular de form a esférica, la cabeza de! cúbito, que está limitada en su parte supe­ ro interna por la apófisis estiíoides del cúbito.

Radio (figura 4,46) Es un hueso largo (tubular), par, no sim étrico, situado por fuera del cúbito y ocupa la parte externa del antebrazo. Presenta un cuerpo o diáfisis y dos extrem os o epífisis. Se articula por arriba con el húmero y el cúbito, por abajo con el cúbito, semilunar y escafoides, Cuerpo o diáfisis. Presenta una doble curvatura, una superior o inter­ na que mira hacia el cúbito y otra curvatura anterior que mira hacia ade­ lante, ambas de form a cóncava. El cuerpo presenta tres caras: anterior, p oste rio r y externa, y tres bordes', anterior, p osterior e interno. Cara anterior. Casi piaña, pero un poco excavada en su parte media, se estrecha en la parte superior y se ensancha en la inferior. En su extre­ mo superior está el agujero nutricio, que se abre hacia abajo. Cara posterior. Redondeada en su tercio superior y plana o casi cón­ cava en su parte inferior. Cara externa. Convexa y redondeada,

1 23

s e io g

j '.olncKo

Figura 4.46. Radio derecho:/!) cara anterior; B) cara posterior; C) cara externa; D) superficie carpiana (superficie posterior, arriba)

Borde anterior. Parte de la tuberosidad bicipitai, es cortante, forma una cresta muy saliente que al llegar al nivel del agujero nutricio se sua­ viza y se confunde con la cara externa del hueso. Borde posterior. Es marcadamente obtuso, ai grado de que en sus extrem os llega a borrarse. Borde interno (cresta interósea). Empieza ligeramente por abajo de la tuberosidad bicipitai. Es delgado, cortante; por abajo se bifurca al lim itar una pequeña cara triangular de vértice superior. Epífisis superior o extrem o superior. Se distingue ante todo la cabeza de! radio, de form a cilin drica, en cuya parte superior se presenta la cúpula o cavidadgienoidea d e ira d io ; en la parte interna dei perímetro de la cabeza se encuentra la carilla articular para el cubito. La cabeza del radio se continúa con el cuerpo dei hueso a través def cuello de! radio, lim itado en su parte anterointerna por la tuberosidad b ic ip ita i Epífisis inferior o extrem o inferior. Es la parte más voluminosa del hueso, está aplanada de adelante hacia atrás. Muestra en su parte ante­ rior una superficie plana en sentido transversal y cóncava en sentido vertical. Sobresale en esta cara en su parte externa la apófisis estiioides del radio. Por abajo está ía cavidad sigmoidea, que es una amplia super­ ficie articular de form a triangular, de vértice dirigido hacia afuera, y su base limita con la cavidad sigmoidea menor. Está dividida en dos peque­ ñas carillas, ia interna es la carilla del sem ilunar y la externa la carilla del escafoides (corresponde al vértice de la cavidad sigmoidea) (figura 4.46D ).

Huesos de ¡a mano (figura 4.47) Los huesos de la mano son 27, divididos en tres grupos distintos: el carpo, el metacarpo y las falanges (dedos), ocupan el extrem o más inferior o distal dei miembro superior.

Huesos dei carpo (figura 4.47) El carpo integra el esqueleto de la región de ia muñeca. Lo conform an ocho huesos dispuestos en dos hileras transversales, una superior y otra inferior; ocupan la parte más superior de la mano. La hilera superior, también llamada antebraquial, comprende cuatro huesos que son de fuera hacia dentro: escafoides, semilunar, piram idal y pisiform e. La hilera inferio r o metacarpiana se integra también por cuatro huesos, que son, siguiendo la misma dirección: trapecio, trapezoides, hueso grande y hueso ganchoso. A continuación se procederá a su descripción. Empezaremos por los del carpo, continúan los huesos del metacarpo, para finalizar con los de los dedos (figura 4.47). 125

Figura 4 .4 7 . Mano derecha, vista dorsal. Los números del 1 al 5, inferiores, indican el orden de los metacarpianos; del I al ill, el orden de las falanges; del 1 al 5, superiores, el de los dedos.

Huesos del carpo (figuras 4 .48 y 4.49) Escafoides (figura 4 .48-1). Hueso par asimétrico; se articula con cinco huesos: radio, semilunar, hueso grande, trapezoides y trapecio. Presenta seis caras, délas cuales tres son articulares y ias otras tres no articulares. Caras articulares: superior, inferior e interna. La cara superior es fu er­ tem ente convexa y se articula con el radio; la cara inferio r también es 126

Tubérculo

Borde palmar

Borde palmar

Tubérculo Escafoides 1. Vista desde el hueso grande 2. Vista desde el radio

Carilla hueso grand Sup, articular con el radio

Borde palmar

Borde palmar Semilunar 1. Vista escafoidea 2. Vista piramidal

Carilla/escafoides

Carilla/radio

Carilla del hueso grande

Superficie interna

Carilla piramidal

Carilla pisiforme Piramidal 1. Vista palmar 2. Vista del hueso ganchoso Carilla del hueso ganchoso

Carilla pisiforme

2 Canal Lado palmar Lado distal (tubérculo} Carilla/piramidal

Carilla/piramidal ■ t Cara

Pisiforme 1. Vista piramidal 2. Vista proximal

2 externa

Figura 4 .4 8 . Huesecilios de la primera línea del carpo. Lado derecho. (White, 1991, figuras 1 0 .4 a 1 0 .1 0 , con ligeras modificaciones.)

convexa y se articula con el trapecio y el trapezoides. La cara interna está dividida en dos carillas por una cresta vertical obtusa; la carilla que se encuentra más arriba se articula con el semilunar, la inferior cóncava, con la cabeza del hueso grande. Caras no articulares: externa, anterior y posterior. D e e lla s la q u e m á s destaca es la externa, que está formada por un grueso tubérculo que 127

Vista desde metacarpiano 2

. . Apófisis (palmar)

Carilla para metacarpiano

Apófisis Lado \e s c a fo id e o Carilla escafoidea

— Carilla del Trapezoides Superficie dorsal

1

Vista desde el Trapecio

Canal ísup. palmar)

Trapecio Carilla metacarpiano Vista del hueso grande escafoides

Carilla Mc-2

Superficie palmar Carilla pani hueso grande

Carilla para trapecio

Trapezoides Carilla escafoides

Superficie interna Cabeza■

Superficie externa Carilla/escafoides

— ■ Carilla ganchoso Hueso grande i'Jff'J

Carilla/trapezoides

Tubérculo

Tubérculo

Superficie externa

Apófisis ganchosa

Carilla Mc-3

Superficie interna

Carilla 4o, metacarpiano

Apófisis — ganchosa palmar Hueso ganchoso

Dibujo: F. B o ta s

Carilla 5o, metacarpiano Carilla del Hueso grande

Carilla piramidal

Figura 4 .4 9 . Huesecillos de la segunda linea del carpo. Lado derecho. (Wliite, 1991, figuras 10.11 a 10.15, con algunos agregados nuestros.)

sobresale hacia abajo y afuera, el tubérculo del escafoides. la posterior o dorsal está representada por un canal rugoso. La cara anterior o palm ar es estrecha por arriba y ancha por abajo, donde se corresponde con el tubérculo escafoideo. 128

Semilunar (figura 4.48-2). Hueso par y no simétrico; se articula con cinco huesos: radio, escafoides, piramidal, ganchoso y hueso grande. Se apre­ cian en él cuatro carillas articulares y dos no articulares. Caras articulares: superior o superoexterna, in fe rio r e interna. La carilla superior es de forma convexa, para el radio; la carilla inferio r (cara sem ilunar) es cóncava de adelante hacia atrás, para la cabeza dei hueso grande y la extrem idad superior del ganchoso; la carilla externa es plana y muy pequeña, para el escafoides. En ella se aprecian la fo ­ sita anteroexterna, con numerosos orificios vasculares; en ocasiones es m uy excavada y da lugar a lo que se ha llamado geoda del sem ilunar que pueden ser una o varias; la carilla inferior es lisa y totalm ente ar­ ticular. Caras no articulares. De las dos carillas no articulares, la anterior es convexa y la posterior, plana. Ambas son rugosas. Piramidal (figura 4.48-3). Hueso par y no asimétrico; se articula con cuatro huesos: cúbito, pisiforme, semilunar y hueso ganchoso. Presenta cua tro carillas articulares y dos no articulares. Caras articulares. Ellas son: superior, inferior, externa y anterointerna. La carilla superior es convexa e irregular, se articula con el cúbito; la carilla inferio r es cóncava, para el hueso ganchoso; la carilla externa es totalm ente plana, para el semilunar; la carilla anterointerna es más o menos plana, de forma redondeada, para el pisiforme. Caras no articulares. Una, la anterior o palmar, es estrecha, rugosa y prolongada de arriba abajo. La otra es p osterior o dorsal, amplia, en cuya parte inferior e interna está el tubérculo de! piramidal, que es la prolon­ gación de la cresta del piramidal. Pisiforme (figura 4.48-4). Es un hueso par y no simétrico; se articula con un solo hueso, el piramidal. Alargado en sentido vertical y ligeramente aplanado de fuera hacia dentro; ofrece dos extrem os y cuatro caras. Extremos. El extremo superior es el mayor de los dos, está dirigido hacia arriba y afuera. El extrem o inferior se extiende más allá de la carilla articular y tiene la forma de un grueso tubérculo. Caras. Al estar las cuatro caras del pisiform e mal delimitadas, sólo hablaremos de la cara posterior, en la cual se localiza la carilla articular para ei piram idal, que ocupa toda su extensión y es de form a redondeada u oval, plana o ligeramente excavada. En la cara externa destaca un canal longitudinal, muy pronunciado en la parte superior del hueso y menos pronunciado y estrecho en su parte inferior, es el canal del nervio cubital [cana! cubital). Trapecio (figura 4.49-1). Hueso par y no simétrico. Ocupa el extrem o ex­ terno de la segunda fila. Se articula con cuatro huesos: escafoides, tra ­ 129

pezoides, primero y segundo metacarpianos. Se observan en él tres caras articulares y tres no articulares. Caras articulares. Carilla superior, triangular y ligeramente cóncava, para el escafoides; carilla inferior, en form a de silla de m ontar, para el primer m etacarpiano; carilla interna, cóncava por arriba para el trapezoi­ des y plana por abajo, para el segundo metacarpiano. Caras no articulares. Cara anterior. Destaca en ella, en su parte ex­ terna, el cana! del tendón d e !p a lm a r m ayor (canaI de! palm ar mayor), lim itado hacia adelante y adentro por el tubérculo o apófisis del trapecio. Las otras dos caras, la poste rio r y la externa, no presentan rasgos dignos de mención, sólo diremos que son muy rugosas y sembradas de agujeros. Trapezoides (figura 4,49 -2 ). Hueso par y no sim étrico. Se articula con cuatro huesos: por arriba con el escafoides, por abajo con el segundo metacarpiano, por fuera con el trapecio y por dentro con el hueso grande. Presenta cuatro caras articulares y dos no articulares. Caras articulares. Carilla superior, triangular y ligeramente cóncava, para el escafoides; carilla inferior, convexa en sentido transversal y pro­ longada de adelante hacia atrás, para el segundo metacarpiano; carilla externa, convexa, para el trapecio, y carilla interna, irregularmente plana, para el hueso grande. Hueso grande (figura 4 ,49 -3 ). Hueso par no simétrico. Es el más volum i­ noso de los huesos de) carpo, en el que ocupa el centro y alrededor del cual vienen a agruparse los demás. Se articula con siete huesos: esca­ foides, semilunar, trapezoides, hueso ganchoso y los tres metacarpianos centrales (2, 3 y 4), Se distinguen en él tres porciones: la cabeza, que ocupa la parte su­ perior del hueso, es de form a redondeada; el cuello, que es una región más o menos estrecha, y el cuerpo, que es voluminoso, ocupa la parte inferior. Presenta cuatro caras articulares y dos no articulares. Caras articulares. Cara superior, para el semilunar, convexa y de fo r­ ma semilunar; la cara externa se divide en dos carillas: la superior convexa para e) escafoides, y la inferior plana y más pequeña, para el trapezoides; cara interna, muy extensa, para el hueso ganchoso, y cara inferior, en donde se distinguen tres carillas separadas por crestas, de afuera hacia dentro, son para el segundo, tercero y cuarto metacarpianos. Caras no articulares. Se distinguen en cara palmar y cara dorsal. Una y otra muestran por arriba un canal, ei cuello del hueso. En la parte pos­ terior y externa del cuerpo se ve la apófisis del hueso grande, que se articula con el cuarto m etacarpiano. Hueso ganchoso (figura 4 .49 -4 ). Hueso par y no simétrico. Es el últim o de la segunda fila. A rticula con cinco huesos: pordentro, con el piramidal, 130

por fuera con el hueso grande, por arriba con ei semilunar y por abajo con los dos últim os metacarpianos. Se aprecian en él carillas articulares y carillas no articulares. Caras articulares. Ocupan la circunferencia de( hueso. La cara inferior o base presenta dos carillas articulares: la carilla externa en relación con el cuarto m etacarpiano; la carilla interna, con el quinto. Juntas adoptan la forma de una silla de montar. La extremidad superior o vértice adopta la form a de un borde obtuso, dirigido hacia atrás, sobre él descansa el semilunar. A cada lado de este borde, sobre las caras laterales del hueso, se sitúan dos carillas: la carilla interna es para el piramidal y la externa para el hueso grande. Caras no articulares. Se distinguen en: cara p oste rio r o dorsal, ancha y rugosa, y cara anterior o p alm ar, en ella se encuentra la apófisis unci­ form e (o gancho} que distingue al hueso, es aplanada y se encorva de tal manera que su concavidad mira hacia afuera, en cuya base, por fuera, se distingue ei canal carpiano o subunciform e.

Huesos del metacarpo (figuras 4 .5 0 y 4.51) El metacarpo constituye el esqueleto de la región palmar o palma de la mano. Consta de cinco huesos, a los que en conjunto se les llama m etacarpianos, se sitúan entre la segunda fila del carpo y ios huesos de los dedos, a los que sirve de base. Se les designa corno: primero, segundo, tercero, cuarto y quinto metacarpianos, contados de afuera hacia adentro . Cada uno está separado de su vecino por el espacio interóseo o intermetacarpiano. En general, los metacarpianos se rigen por un mismo tipo de confor­ mación, pero cada uno de ellos presenta algunas características particu­ lares que los distingue de los demás. Se consideran como huesos largos o tubulares, por lo que presentan un cuerpo y dos extrem os o epífisis; de éstos, uno es superior o proximal y el otro es inferior o distal. El cuerpo es curvo en sentido de su longitud, su concavidad mira hacia adelante, es decir, queda hacia la cara palmar de la mano. En sección transversal es de forma prism ática y triangular. Se distinguen en él tres caras y tres bordes: la cara dorsal o p osterior que es convexa y lisa, más ancha por abajo que por arriba; las caras laterales, que se distinguen en interna y externa o en cu bita l y radial, más anchas por arriba que por abajo. De los tres bordes, uno es anterior o palm ar y dos laterales, de los cuales uno es externo o radial y el otro interno o cubital. Generalmente son poco marcados. De los extrem os, el superior o próxim a! presenta tres carillas articu ­ lares, de ellas una es superior y corresponde a la segunda fila del carpo, Las otras dos son laterales y corresponden a los metacarpianos inm edia­ tos. También tienen dos carillas no articulares; de ellas una es palm ar y 131

Extremo distaI (inferior) Tubérculo

Tubérculo

Tubérculo

Carilla para el Trapecio

Carilla para el Trapezoide

Tubérculo

Depresión

Carilla para el Hueso grande

Carilla inferior 3er. metacarpiano

Apófisis estiloides

Carilla superior 3er. metacarpiano

Carillas para el 2o. metacarpiano

Apófisis estiloides

Carilla para el Hueso grande

Carillas superior 4o. metacarpiano Carilla inferior 4o. metacarpiano ~ Extremo próximai (superior)

Figura 4 .5 0 . Metac arpian os 1 a 3 de la mano izquierda: A) cara externa; B) cara interna.

la otra dorsal. En cuanto al extrem o inferior o dista! (también llamado d ig ita l), tie ne la form a de una amplia cabeza articular, aplanada en sentido transversal y se extiende más hacia adelante que hacia atrás; se articula con la primera falange de los dedos, A los lados presenta una depresión rugosa, limitada por atrás por un fuerte tubérculo. 132

Extremo dista! (inferior) Depresión

Carilla inferior Hueso grande

Carilla para el Hueso ganchoso Huaso ganchoso Carilla para 5o.metacarpiano

Depresión

Carilla para 4o. metacarpiano

Carilla para el Hueso ganchoso Extremo próxima! (superior)

Figura 4 .5 0 .(continuación). Metacarpianos 4 y 5 de lá mano izquierda: A) cara exter­ na; B) cara interna.

Características diferenciales de los metacarpianos. Una primera fo r­ ma de distinguirlos es en cuanto a su lon gitu d : el prim ero es el más corto, el segundo es el más largo, decreciendo en longitud del tercero al quinto. Esta form a de diferenciarlos es insuficiente si tenemos a la vista muchas series de metacarpianos pertenecientes a sujetos de edad, sexo y talla diferentes. Por tal m otivo, es necesario tener presente algunas caracte­ rísticas particulares. 133

Primer metacarpiano (figura 4 .50-1). Carece en su base de carillas a rti­ culares laterales. La carilla carpiana tiene forma de silla de montar; su cuerpo es aplanado en sentido dorsopalmar y muy voluminoso. Presenta en su extrem o superior la apófisis estiloidea que es marcada y apunta hacia afuera. Se articula con dos huesos: por arriba con el trapecio y por abajo con la primera falange del hueso pulgar. Segundo m etacarpiano (figura 4 .50-2). Carece en su base de carilla ar­ ticular externa. La cara superior tiene tres carillas para los tres primeros huesos de la segunda fila del carpo y presenta por arriba, atrás y adentro la apófisis estiloides del segundo metacarpiano, que se dirige hacia el hueso grande, con el cual llega a articularse, En su cara interna (cubital) posee dos carillas articulares para el tercer metacarpiano. Se articula con cinco huesos: trapecio, trapezoides, hueso grande, tercer metacarpiano y la primera falange del segundo dedo o índice. Tercer m etacarpiano (figura 4 ,50-3). Tiene en su base las dos carillas articulares laterales: la externa para el segundo metacarpiano y la interna para el cuarto. Presenta en el lado externo o radial la apófisis estiloides del tercer m etacarpiano, que sigue una dirección contraria a la del segun­ do metacarpiano. Se articula con cuatro huesos: por arriba con el hueso grande, por fuera con el segundo metacarpiano; por dentro con el cuar­ to metacarpiano y por abajo con la primera falange del tercer dedo o dedo medio. Cuarto m etacarpiano (figura 4,50-4). En su extremo próxima! se encuen­ tran las tres carillas articulares típicas, pero carece de apófisis estiloides. Se articula con cinco huesos: hueso grande, hueso ganchoso, tercero y quinto metacarpianos y la primera falange del cuarto dedo. Quinto metacarpiano (figura 4.50-5). Carece en su base de la carilla articular interna. También tiene en su cara cubital la apófisis estiloides del quinto m etacarpiano. En la superficie dorsal presenta una cresta oblicua que se extiende hasta el lado ulnar. Se articula con tres huesos: hueso gancho­ so, cuarto m etacarpiano y primera falange del quinto dedo. En el cuadro 4.2 se resumen algunas de las características más im ­ portantes de los metacarpianos.

Huesos de los dedos (falanges) (figuras 4.47 y 4.51) Se consideran como huesos largos (tubulares), pares y no simétricos. Se articulan con los metacarpianos a los cuales continúan. Los dedos son en número igual a los del metacarpo, se distinguen por los mismos términos 134

Cuadro 4 , 2 * CARACTERÍSTICAS DIFERENCIALES DE LOS CINCO METACARPIANOS V DE LAS TRES CLASES DE FALANGES Los cinco metacarpianos Sin carilla articular lateral

I) metacarpiano a} Situada por dentro con tres carillas superiores y apófisis estiloides

¡~ll) metacarpiano

Una sola carilla articular lateral b) Situada por fuera con una sola carilla superior

a) Con apófisis estiloides

f"v) metacarpiano u

lili) metacarpiano

Dos carillas articulares laterales

i b) Sin apófisis estiloides

jjV) metacarpiano

Las tres clases de falanges a) El inferior es una polea; el superior es una cavidad glenoidea (se articula con una cabeza)

falange

| b) El inferior es una polea; el superior S es una doble cavidad glenoidea I para articularse con una polea

falange

Extremo superior doble cavidad glenoidea, el inferior libre, con una protuberancia en forma de herradura lisa por detrás (corresponde con la uña)

falange

Dos extremos articulares

Un solo extremo articular

* T e s tu t y Lata rje t, 1 93 2 (1 1 :3 7 0 y 3 7 3 (con algunos agregados nuestros).

numéricos en: primero, segundo, tercero, cuarto y quinto dedos, proce­ diendo de afuera hacia dentro o siguiendo el mismo orden, con los nom ­ bres de pulgar, índice, m edio, anular y meñique o auricular. Cada uno de ellos está form ado por tres pequeños segmentos óseos que se llaman falange, falangina y falangeta, yendo de ia región metacarpiana hacia la extrem idad libre del dedo. La única excepción de esta disposición general es el pulgar, pues le falta la segunda falange o falangina. Cada una de las 135

Figura 4 .5 1 . Dedo índice (segundo dedo) desarticulado: 1 a 3) primera a tercera falanges; A) cara anterior o palmar; B) cara posterior o dorsal; C) cara lateral.

falanges está constituida por un cuerpo y dos extremos, de éstos uno es superior y el otro inferior. A continuación describiremos cada una de ellas. Primera falange (figura 4.51 -1 }. Su cuerpo está encorvado hacia adelan­ te, por lo que presenta una concavidad en ese sentido; su cara anterior es plana y la cara posterior, convexa. Los bordes interno y externo son bien m arcad os. Su e x tre m o s u p e rio r p resenta una cavidad a rtic u la r llamada cavidadgienoidea, un poco más extensa en sentido transversal que en sentido anteroposterior. En cada lado de esta cavidad se observa una pequeña tuberosidad. El extrem o inferior o d is ta !presenta una super­ ficie a rticu la r en form a de polea (tróclea), con una garganta antero­ posterior. Esta superficie articular se extiende más por la región palmar que por la dorsal. En cada lado de esta tróclea se aprecia una depresión circular, 136

Segunda falange (figura 4.51-2). El cuerpo de esta falange es igual al de la primera, sólo que más corto. En su extrem o superior, la carilla articular para la primera falange tiene form a de poiea, por lo que presenta una cresta vertical que la divide en dos pequeñas carillas, una interna y otra externa. A cada lado de esta superficie articular se encuentra un tubércu­ lo. El extrem o inferior tiene la misma conform ación que el correspondien­ te de la falange precedente. Tercera falange (figura 4.51-3). Es mucho más pequeña que las preceden­ tes. Su cuerpo es mucho más ancho por arriba que por abajo; no presenta la curva característica de las otras dos, es rectilíneo. El extremo superior es análogo ai extrem o próxima! de la segunda; además, presenta una peque­ ña rugosidad en la parte ventral, cerca de la base de la polea o tróclea. En cambio, el extrem o dista!, llamado tam bién extrem o Ubre, es muy carac­ terístico, pues presenta una especie de excrescencia en forma de herra­ dura, es lisa por delante y rugosa por detrás en donde se corresponde con la uña. Su contorno es más o menos afilado y term ina en una punta roma. En el cuadro 4.2 se sintetizan las características diferenciales de las tres clases de falanges.

Huesos de la cintura pélvica La región de la cadera o cintura pélvica está formada por los dos huesos coxales que ocupan la parte inferior del tronco. Se articulan entre sí, por delante, en la sínfisis púbica; por detrás, con el sacro, que jun to con el cóccix form an una vasta cavidad, llamada pelvis.

La pelvis en general (figura 4.52) Ocupa la parte más inferior del tronco, tiene la form a de un cono trunco, con una base superior y con vértice inferior o estrecho inferior; una su­ perficie exterior y otra interior. Circunferencia superior o base. A causa de la inclinación que ofrece la pelvis sobre un plano horizontal, mira oblicuamente hacia arriba y ade­ lante. Está conform ada por detrás por la articulación sacrovertebral y el borde posterior de las alas del sacro, a los lados por la cresta ilíaca, adelante por el borde anterior del hueso coxal y el borde superior de la sínfisis púbica. Superficie exterior. Se divide en cuatro regiones: anterior, posterior y dos laterales. Región anterior. Mira hacia abajo y adelante, por lo que más bien sería anteroinferior; ofrece primero la sínfisis púbica en el piano sagital; a cada lado, 137

Base dei sacro

A Fosa ilíaca interna

Agujero nutricio

Espina ilíaca anterosuperior

Línea innomínad Espina ilíaca anteroinferior

Agujero obturador

Escotadura isquiopúbica

Coxal

Sínfisis púbica

Cara posterior del sacro

Cresta ilíaca

Agujero nutricio

Escotadura sacrociática

C re s ta

cotiloidea

Tuberosidad isquiática

Agujero obturador Cóccix Figura 4 .5 2 , La pelvis: /A) vista anterior; B) vista posterior.

el cuerpo del pubis, la rama ascendente del isquión, que junto con las ra­ mas horizontal y descendente del pubis conforman el agujero obturador. Región posterior, o mejor, posterosuperior. Está constituida por la cara posterior del sacro y del cóccix, con sus detalles propios, la articulación sacroilíaca, una a cada lado, el borde posterior del hueso coxal, el isquión y la escotadura sacrociática. 138

Regiones laterales. Son muy extensas e irregulares, fuertem ente obli­ cuas; miran hacia atrás, afuera y algo abajo en su mitad superior, y adelante, afuera y abajo en su m itad inferior. Se encuentran en ella, yendo de arriba abajo, la fosa ilíaca externa, la cavidad cotiloidea, y la escotadura isquiopúbica y por últim o la tuberosidad del isquión. Superficie interior. Lo primero que llama la atención al ver la pelvis por arriba es una estrangulación anular, el estrecho superior que parte de la base del sacro para term inar en el borde superior de la sínfisis púbica, que divide a la pelvis en dos grandes regiones: una superior o pelvis mayor, y otra inferior o pelvis menor. La pelvis m ayor está formada esencialmente por la fosa ilíaca interna del coxal y por las alas del sacro. La pelvis m enor se denomina tam bién excavación pélvica. Está situa­ da por debajo del estrecho superior y formada por la sínfisis púbica, el cuerpo del p u b ií, la rama horizontal de este hueso y por una parte del agujero obturador o isquiopúbico, así como por la columna sacrococcígea. Pasaremos ahora a describir cada uno de los huesos que conform an el esqueleto apendicular, excepto el sacro y el cóccix, que fueron descri­ tos previamente al tratar la columna vertebral.

Hueso coxal (figura 4.53) Es un hueso plano, par, no sim étrico, de contorno irregular cuadrilátero y profundam ente escotado en su parte media. Se articula con dos hue­ sos: por detrás y adentro con el sacro; por fuera y por debajo, con el fém ur; por delante, en la línea media, con el coxal del lado opuesto. Se consideran en él dos caras: externa e interna; cuatro bordes: superior, inferior, anterior y posterior, y cuatro ángulos. Cara externa (figura 4 .5 3 A ). Destaca en ella la cavidad cotiloidea-, por arriba de ella se extiende la fosa ilíaca externa; por abajo, un gran orificio, el agujero obturador. La cavidad cotiloidea está limitada por un reborde bastante marcado, interrum pido en su parte inferior por la escotadura isquiopubiana, que se continúa hacia el fondo y arriba de la cavidad con la porción articular. En la fosa ilíaca, en su parte media, se observa un primer agujero nutricio de abertura inferior y dos líneas semicirculares: la más anterior, línea se m icircu la r a n te rio r y la más posterior, linea se ­ m icircula r posterior. La fosa ilíaca se separa por delante del borde supe­ rior de la cavidad cotiloidea por el canal supracotíloídeo. El agujero obturador o isquiopubiano está situado por abajo de la ca­ vidad cotiloidea y se integra por la rama horizontal deí pubis, el cuerpo del pubis, su rama descendente, la rama ascendente del isquion y el cuerpo del isquion. Presenta una form a triangular u oval con su eje mayor dirigido de arriba hacia abajo y de delante hacia atrás. 139

s e io g j :o!.nq¡(]

Figura 4.53. Hueso coxal derecho: A) cara externa; B) cara interna.

Cara interna (figura 4.53B). Se observa una línea oblicua, la línea innom inada. Por arriba y afuera de ella está la fosa ilíaca interna', en su parte poste rio r, el segundo agujero n u tric io , que mira hacia arriba. Por arriba y por detrás se encuentran, de arriba hacia abajo: la tuberosidadiiíaca, y la carilla auricular dei coxal en form a de segmento de arco, de conca­ vidad posterosuperior, limitada en su parte inferior por el canal subauricular o surco preauricular. Borde anterior. Es muy sinuoso. Hallamos de arriba hacia abajo en su extrem o superior: l a espina ilíaca anterosuperior y la escotadura innom i­ nada:: sigue la espina iliaca anteroinferior, una segunda escotadura inno­ minada, que la separa de la eminencia ileopectínea, por abajo la cresta y la superficie pectínea, i a espina dei pubis y te rm in a con el ángulo del pubis. Borde posterior. Igualmente sinuoso, tenemos en el mismo sentido: primero, la espina iliaca posterosuperior, le continúa una pequeña esco­ tadura que la separa de la espina ilíaca posteroinferior, que limita por arriba y atrás a la escotadura ciática mayor; por abajo de ella, la espina ciática, bajo la cual está la escotadura ciática m enor y por últim o el cuerpo del isquion, con la tuberosidad isquiática. Borde superior. También llamado cresta ilíaca; tiene form a de S itá ­ lica; presenta una concavidad externa en su parte posterior y otra interna en su porción anterior. Cerca de su extrem o anterior destaca en su labio externo el tubérculo dei glúteo mediano. Borde inferior. Va del ángulo del pubis al cuerpo del isquion. Está fo r­ mado por la rama ascendente del isquion y la rama descendente del pubis. Sobresale en él la sínfisis púbica (carilla púbica) de forma oval y con eje m ayor vertical. Ángulos del hueso coxal. El anterosuperior corresponde a la espina ilíaca anterosuperior, el posterosuperior a la espina ilíaca posterosupe­ rior, el anterointem o o anteroinferior al ángulo del pubis y el p oste ro in ­ fe rio r ai cuerpo del isquion o tuberosidad isquiática.

Huesos del m iem bro in fe rio r Los miembros inferiores son dos; se desprenden del coxal, uno a cada lado de la cintura pélvica. Cada uno está integrado por los huesos siguien­ tes (de arriba hacia abajo): el fém ur o hueso del muslo; la tibia y el peroné o huesos de la pierna, quedando el segundo por la parte externa, y los huesos del pie, que constituyen de atrás hacia adelante: e! tarso (sie­ te huesos), m etatarso (cinco huesos) y falanges (catorce huesos). Entre el fém ur y la tibia está la rótula.

141

Hueso del muslo Fém ur (figuras 4 .5 4 y 4.55)

Dibujo: F. 8otas

El m uslo está form ado por un solo hueso, el fémur. Es un hueso largo (tu­ bular), par y asim étrico. Considerado en el esqueleto, en posición verti-

142

Fosita del obturador interno Fosita dei lig. \ Cavidad digital r e d o n d o ___^

Cabeza ¡ 1

Superficie articular

Trocánter mayor

Cuello

Trocánter menor

Cresta ------intertrocantérea Trocánter — menor

C re s ta

glútea

Dfbtcjo. F, B o ta s

Garganta de la tróclea femoral

Escotadura intercondtlea C Figura 4 .5 5 . Detalles de las epífisis superior e Inferior del fémur derecho: A) cara posterior; B) cara externa; C) superficie articular cóndilea.

cal, se dirige oblicuamente de arriba hacia abajo y de afuera hacia dentro; está curvado sobre sí mismo, adoptando la form a de un arco de conca­ vidad posterior. Además, presenta una torsión sobre su eje vertical, de tal manera que el plano transversal de su extrem o superior form a con el plano transversal de su extrem o inferior un ángulo agudo abierto hacia adentro. El fém ur está form ado por un cuerpo o diáfisis y dos extrem os o epífisis, que describiremos a continuación. Cuerpo o diáfisis del fém ur (figura 4 .5 4 ). De sección prism ática trian ­ gular, por lo que presenta tres caras y tres bordes. De las caras, una es anterior y las otras dos laterales. La cara anteriores lisa y curva (convexa) en toda su extensión. Las caras laterales son convexas y lisas, anchas por arriba y estrechas por abajo. Los bordes interno y externo están poco marcados; el borde posterior es bastante prominente y rugoso; se ie designa 143

como línea áspera del fém ur. Por arriba se divide en tres ramas; la externa se conoce como rama glútea o cresta del glúteo m ayor, term ina en el trocánter mayor; la rama media se dirige al trocánter menor, es la rama pectlnea o cresta d elpectíneo; la interna es la cresta del vasto interno. En este borde y cerca a su trifurcación se encuentra el agujero nutricio del hueso, cuya abertura es inferior. La línea áspera se bifurca por abajo, cada una de sus ramas termina en el cóndilo respectivo, siendo la externa bastante desarrollada; el es­ pacio que limitan de form a triangular (de base inferior) recibe el nombre de espacio o triángulo poplíteo. Extremo superior o epífisis superior (figura 4 .5 5 A y B). Destaca pri­ meramente la cabeza fem oral deform a semiesférica, en cuyo centro está la fosita del ligamento redondo. La cabeza del fémur se une ai extrem o superior por medio del cuello del fém ur, aplanado en sentido anteroposterior; su eje mayor, que equivale a su longitud, lleva una dirección obli­ cua de arriba hacia abajo y de adentro hacia fuera. Su borde superior es más corto que el inferior. Destacan en este extremo dos grandes eminencias: una superior y externa, el trocánter mayor, por cuya cara interna se encuentran las fositas del obturador interno, del piram idal y la cavidad digital-, la otra eminencia de posición inferior e interna es el trocánter menor. Ambos trocánteres están unidos por una cresta oblicua de arriba abajo y de fuera hacia dentro, la cresta intertrocantérea superior o línea oblicua del fém ur (figura 4.55A ). Extremo inferior o epífisis inferior (figuras 4 .5 4 y 4.55C ). En esta par­ te, el fém ur se ensancha en sentido transversal y anteroposterior, fo r­ mando así una masa voluminosa, dividida por una garganta en dos masas menores, V isto por abajo (figura 4.55C ), este extrem o presenta una su­ perficie articular en form a de polea, la tróclea femoral, y dos superficies articulares, siendo la externa mucho más grande y extensa, separadas por la garganta déla tróclea. Por abajo y atrás ambas superficies se sepa­ ran por una amplia escotadura, la escotadura o fosa intercondílea que ¡as divide en dos porciones laterales, llamadas cóndilos, uno interno y otro externo, siendo este último más grueso y voluminoso que el interno, aunque éste sobresale más hacia adentro que el externo hacia afuera. En un fémur en posición vertical se observa que el cóndilo externo desciende menos que el interno. Destaca en ia cara lateral interna del cóndilo interno una gran protuberancia, la tuberosidad interna; el cóndilo externo también presenta en su parte posterior y media la tuberosidad externa. La cara anterior de la tróclea, en su parte superior, presenta una fosa o hueco llamado hueco supratroclear (figura 4.54A ),

144

Huesos de la pierna Como se ha mencionado, en la pierna se encuentran dos huesos, la tibia por dentro y el peroné por fuera; entre éstos y el fém ur, por su cara an­ terior, está otro hueso, la rótula.

Rótula o patela (figura 4.56)

Dibujo: F. B o ta s

Es un hueso esponjoso, par y no sim étrico, situado en la parte anterior de la rodilla, apianado de adelante hacia atrás y más ancho por arriba que por abajo, de form a triangular, de base superior. Es considerado por al­ gunos autores como un hueso sesamoideo (véase T estut y Latarjet, 19 3 2 [1 ]:4 3 0 ). Se describen, por su form a, dos caras: anterior y posterior, la base, el vértice y dos bordes laterales: interno y externo. Cara anterior o cutánea (figura 4 .5 6 A ). Es convexa de arriba hacia abajo y en sentido transversal, presenta una serie de estrías verticales y numerosos orificios verticales de form a oval. Cara posterior o articular (figura 4.56B). Presenta primero una amplia superficie articular, lisa; dividida en dos carillas, una interna y otra exter­ na, por una cresta vertical; ambas carillas son ligeramente cóncavas, siendo la externa más grande y excavada que la interna, la cual es casi plana, dividida, a su vez, en dos carillas menores (una inferoexterna y otra superointerna) por una línea oblicua hacia abajo y adentro. Por abajo de esta gran superficie articular se presenta una superficie más pequeña, de forma triangular rugosa y cribada. Base de la rótula (figura 4 .56 A ). Tiene form a triangular de vértice superior, ligeramente inclinada de arriba hacia abajo y de atrás hacia ade-

145

lante; presenta un surco transversal anterior. El vértice termina en ángulo agudo más o menos inclinado hacia atrás. De los bordes, uno es interno y otro externo, siendo el interno un poco más recto e inclinado que el externo, el cual, por el contrario, es convexo y amplio.

Tibia (figura 4,57} Es un hueso par largo (tubular) y no simétrico, situado en la parte anterior e interna de la pierna, por abajo del fémur y por encima deJ tarso. Vista

Espina T . ., , . Tuberosidad— i externa ^

Tuberosidad externa

^Tuberosidad fc / ¡mema f¡ T , ... Tuberosidad anterior

-—-Carilla del peroné

Linea oblicua Cara interna

Agujero nutricio

Cara e x t e r n a -------

Borde externo Borde externo -

E x tre m id a d in fe r io r

Extremidad — inferior Carilla astragalina Canal tibial Superficie preespinal Platillo externo Canal oblicuo

/

Tubérculo anterior

Dibujo; P. B olos

Articulación dei peroné

in te rn o

\Tubércu!o Espina^ externo

Maleólo interno

Tubérculo / posterior Carilla astragafina D

Figura 4 .5 7 . Tibia derecha: A) vista anterior; B) vista posterior; C) superficie articular superior; D) superficie articular inferior. 146

de frente presenta dos curvaturas de sentido contrario, la superior es cóncava hacia fuera y la inferior cóncava hacia adentro, imprimiéndole a la tibia la form a de S itálica; está ligeramente torcida sobre su eje y en su parte superior se nota un ángulo de abertura posterior, form ado por la inclinación de su extrem o superior hacia atrás, en relación con el cuerpo, que es vertical. Se describen en ella el cuerpo o diáfisis y los extrem os o epífisis. Cuerpo o diáfisis (figura 4 .5 7 A }. Es en sección horizontal, de form a prism ática, por lo que se describen tres caras: interna, externa y p o s te ­ rior; tres bordes: anterior, interno y externo. La cara interna es casi plana en sus dos extrem os y convexa en su parte media, por arriba presenta muchas rugosidades. La cara externa está ligeramente excavada en casi toda su longitud por un canal vertical, marcado en su mitad superior; por abajo es convexa. La cara posterior (figura 4.57B) presenta en su tercio superior la línea oblicua de la tibia, en cuyo extrem o superior está e( agujero nutricio, el cual se abre hacia arriba; su dirección es hacia abajo. Bordes. El anterior (figura 4 .57 A ) tiene la form a de S itálica, es obtuso y redondeado en sus extrem os y cortante en su parte media, por lo que se llama cresta de ¡a tibia (conocida comúnm ente como espilla}; term ina por arriba en la tuberosidad anterior de la tibia y por abajo en el maléolo interno. El borde interno es poco marcado por arriba, pero muy prom inen­ te en su mitad inferior. El borde externo se bifurca en su parte inferior, donde circunscribe una superficie triangular de base inferior que coincide con la carilla articular del maléolo externo. Extremo superior o epífisis superior (figura 4 .5 7 A y B). Es muy volu­ minoso, de forma más o menos cuadrangular y prolongado en sentido transversal. Tiene en su parte superior las cavidadesgíenoideas de la tibia o p la tillo s tibiales (figura 4.57C ), una interna y otra externa, separadas por detrás por la espina de ¡a tibia, por delante y por detrás de la cual hay una superficie rugosa; la anterior es mayor; los platillos tibiales son ex­ cavados, siendo el interno más excavado y largo en sentido anteropos­ terior que el externo, el cual se extiende ligeramente en sentido transver­ sal. Cada una de las ca vid a d e s g íenoideas desca nsa n so bre las tuberosidades o cóndilos de las tibias, uno interno y otro externo, el interno está desarrollado; el externo presenta por atrás una carilla articular, la carilla peronea (figura 4 .57B); por delante de la extremidad superior destaca la tuberosidad o tubérculo anterior de la tibia. Extremo inferior o epífis inferior (figura 4.57D ). Está menos desarro­ llado que su opuesto. Presenta en su cara inferior una amplia superficie a rticu la r de form a trian gu lar, cuya base mira hacia afuera, es la su pe r­ ficie a rtic u la r de la polea astragaliana (carilla astragalina); está exca­ vada de adelante hacia atrás y dividida en dos porciones, una interna y otra externa, por una cresta anteroposterior poco marcada; por fuera de 147

la superficie articular destaca la superficie articular para el peroné, lim i­ tada por delante y por detrás por un tubérculo. La cara interna del extremo inferior presenta el m aléolo interno, de vértice inferior, cuya cara interna es convexa y un poco rugosa, su cara externa es plana y lisa, forma parte de la superficie articular para el astrágalo; por atrás del maléolo (borde posterior), presenta el canal oblicuo (dirigido hacia abajo y adentro); su vértice está dividido en dos eminencias por una escotadura, la anterior es más larga que la posterior,

Peroné o fíbula (figura 4,58) Es un hueso largo (tubular), par y asim étrico. Ocupa la parte externa de la pierna, está situado por fuera y detrás de la tibia; por arriba está a un nivel inferior al de la tibia y por abajo desciende más que ésta, Presenta un cuerpo y dos extremos. Cuerpo o diáfisis. Es casi rectilíneo y vertical; a veces está incurvado. Presenta una concavidad anterior y una sección prismática, por lo que tiene tres caras y tres bordes. Cara externa (figura 4 .58 A ). Es redondeada en su parte superior; en la media presenta una excavación longitudinal, por abajo de ésta es lisa y convexa en sentido transversal; más abajo tiene una cresta oblicua de ade­ lante hacia atrás y de arriba hacia abajo, por atrás está el canal de los peroneos; por delante delimita una superficie triangular, de base inferior. Cara interna (figura 4.58B), Es estrecha en sus extremos y ancha en su porción media, la cual es excavada verticalm ente; presenta una cresta, la cresta interósea, que divide a la cara en dos porciones, una anterior pequeña y otra posterior extensa, lisa y excavada por arriba. Cara posterior. Es rugosa y convexa, da cavidad al agujero nutricio que se abre hacia arriba, lleva una dirección hacia abajo y adelante; puede estar en la cara interna. Bordes. De los tres bordes, el anterior es cortante y delgado, por lo cual se le da el nombre de cresta del peroné] se bifurca hacia abajo; en la superficie que delim itan sus dos ramas se encuentra la carilla articular para el astrágalo, limitada por atrás por el canal peroneo astragalino. El borde interno es poco acentuado, el externo form a por abajo el labio posterior del canal peroneo astragalino. Extremo superior o cabeza del peroné (figura 4.58C). Presenta en su parte interna la carilla articular para la cabeza de la tibia, que mira hacia arriba y adentro, Por fuera y por detrás de ella está la apófisis estiloides del peroné, cuyo borde posterior es delgado y se dirige oblicuamente hacia abajo y adentro; su borde anterior es más ancho. Extremo inferior (figura 4.58D). Presenta en su parte inferior y pos­ terior el maléolo externo, en cuya cara interna está la carilla articular para 148

Dibujo: f Bofas

Figura 4 .5 8 . Peroné derecho: A) cara externa; B) cara interna; C) extremo superior, cara interna; D) extremo inferior, cara interna.

el astrágalo-, por abajo y detrás de ella, una excavación profunda de eje vertical, que corre en sentido anteroposterior, el cana!peroneo astragaUno ya mencionado. El vértice se dirige hacia abajo y atrás, cuya porción posterior desciende más que la anterior.

149

Dirección de abertura de los agujeros de nutrición de los huesos ¡argos (figura 4.59) Es muy importante conocer la forma de abertura de los agujeros nutricios y la dirección que siguen en el interior del hueso, pues aunque un hueso es­ té fragm entado, si nos encontramos la parte de la diáfisis donde éste se encuentre, simplemente con ver la dirección de la abertura del agujero n utricio sabremos hacia dónde está la epífisis superior o la inferior. Así, vemos que en el húm ero el agujero nutricio se abre hacia arriba, en tanto

Figura 4 .5 9 . Esquema que muestra la dirección que sigue el conducto nutricio en los huesos de los miembros: A) miembro superior; B) miembro inferior. La epífisis superior del fémur ha sido rotada para homologarla con la def húmero. (Testut y Latarjet, 1932(1), figura 3, ligeramente modifi­ cada.) 150

que en el cúbito y radio lo hace hacia abajo (figura 4 ,5 9 A). En el fémur se abre hacia abajo y en la tibia y el peroné lo hace hacia arriba (figura 4.59B). Es decir, los agujeros nutricios se abren hacia la epífisis más fértil, pero su conducto se dirige a (a epífisis menos fé rtil, esto es, hacia el codo y se aparta de la rodilla (cuadro 4.3) (Testut y Latarjet, 19 32 [ 1 ]: 10-1 2).

Cuadro 4 .3 * POSICIÓN Y DIRECCIÓN DEL AGUJERO NUTRICIO EN LOS PRINCIPALES HUESOS OEL ESQUELETO

Huesos Ciavícula

Omóplato

3 agujeros

Situación de! agujero nutricio

Dirección dei agujero nuíricio

Cara inferior, cerca del borde posterior ta veces doble, a veces no existe)

Oblicuo hacia fuera

j\ a) en la fosa supraespinosa j b ) en la fosa infraespinosa Lc> en la fosa subescapuiar Cara interna, un poco más abajo de su parte media

Húmero

Cara anterior, en ta unión del tercio superior con e) tercio medio

Cúbito

Un poco más abajo que el precedente

Radio

[ a) en la fosa ilíaca interna Coxal

3 agujeros

í b) en la fosa ilíaca externa j c} un poco por delante de la L escotadura ciática

Fémur

Peroné

Tibia

Línea áspera, algo por encima de la mitad del hueso

Cara posterior, en su tercio medio

Cara posterior, en la unión del tercio superior con e¡ tercio medio

Oblicuo hacia abajo Oblicuo hacia arriba Oblicuo hacia atrás

Oblicuo de arriba hacia abajo

Oblicuo de abajo hacia arriba

Oblicuo de abajo hacia arriba Oblicuo hacia abajo V atrás Oblicuo hacia abajo y atrás Oblicuo hacia arriba y atrás

Oblicuo de abajo hacia arriba

Oblicuo de arriba hacia abajo

Oblicuo de arriba hacia abajo

* T e s tu t y L a ta rje t, 1 9 3 2 (1 ):1 0 .

151

Huesos del pie {figura 4 .60 ) El pie es el últim o segmento de la extremidad inferior. Está compuesto por 26 huesos, dispuestos en tres grupos distintos. Procediendo de la "garganta" del pie (tobillo) hacia la extremidad libre, tenemos; el tarso, com puesto por siete huesos; el m etatarso, con cinco huesos, y los dedos

Figura 4 .6 0 . Pie derecho, vista dorsal. Los números del 1 al 5, inferiores, indican ei orden de los metatarsianos; del I al III, el de las falanges, y del 1 al 5, superiores, el de los dedos.

152

del pie u ortejos, en número de cinco, cada uno com puesto por tres segméntos o falanges; se exceptúa el interno (dedo gordo) que tiene dos.

Huesos del tarso Se disponen en dos hileras: la posterior, compuesta por el astrágalo y el calcáneo; el primero va por arriba de este últim o; )a hilera anterior la inte ­ gran cinco huesos: hacia adentro, el escafoides, y hacia afuera, el cuboi­ des, articulándose con ellos las tres cuñas, Se consideran dentro de los huesos cortos esponjosos. Presentan una cara dorsal o superior y otra p la ntar o in fe rio r. Por ser tan distintos unos de otros, se describirán ais­ ladamente.

ASTRÁGALO

(figura 4.61)

Es un hueso corto, esponjoso, par y no sim étrico, situado entre los huesos de la pierna por arriba y el calcáneo por abajo. Se articula con cuatro huesos: por arriba y adentro, con la tibia; por afuera, con el peroné; por abajo, con el calcáneo, y por delante, con el escafoides. Generalmente se consideran en él tres p orciones: una posterior, llamada cuerpo; otra anterior, llamada cabeza, y otra interm edia, más o menos estrangulada, llamada cuello, Para abreviar su estudio, se describirá al astrágalo visto por sus caras superior, inferior, externa e interna. Cara superior (figura 4.61 A). Se observa primero una amplia super­ ficie articular en form a de polea, destinada a articularse con la cara ar­ ticu la r correspondiente de la tibia; se le da el nombre de polea astragalina; es convexa de adelante hacia atrás, y cóncava en sentido transversal, Por fuera de ella se observa otra superficie articular, la carilla peronea, que se encuentra sobre una apófisis amplia llamada apófisis externa del astrágalo. Por dentro, se ubica la carilla del maléolo tibial. Por delante de la polea se ve el cuello del astrágalo, seguido de la cabeza del astrágalo, en la que se sitúa la carilla escafoidea. Cara inferior (figura 4.61 B). Presenta dos superficies o carillas a rticu ­ lares amplias, separadas por un canal. La anterointerna es prolongada de adelante a atrás y convexa en ese sentido; está subdividida en dos ca­ rillas, una posteriory otra anterior, siendo más amplia la primera. La carilla posteroexterna es mucho más grande y m uy cóncava en sentido antero­ posterior. Al canal que las separa, profundo y rugoso, se le nombra ranura astragalina o canal rugoso, muy ancho en su parte anteroexterna. Cara externa (figura 4.61 C). Tiene amplia superficie articular de fo r­ ma triangular, de vértice inferior, se le conoce como carilla peronea del astrágalo, ya mencionada anteriorm ente. 153

Cariila tibial (polea astragalina) Borde externo

B Canal del flexor del dedo gordo

Carilla posteroexterna (calcáneo)

Ranura astragalina

Apófisis externa Cuello del astrágalo

Cabeza de) astrágalo

Carilla escafoidea

Dibujo: F. B otas

Carilla ánterointerna del calcáneo

Carilla posteroexterna del calcáneo

Carilla escafoidea

Carilla maleolar tibial

Figura 4 .6 1 . Astrágalo derecho: A) cara superior; cara inferior; C} cara externa; D ) cara interna; 1) carilla posterior, y 2) carilla anterior en que se subdivide la carilla anterointerna del astrágalo (£).

Cara interna (figura 4,61 D) tiene también una carilla articular en su parte superior en form a de coma (,) cuya cola se dirige hacia atrás y abajo, es la carilla para el maléolo interno o carilla maleolar. Tanto en una cara como en otra se ve parte del cuello y de la superficie articular de la cabeza.

CALCÁNEO

(figura 4,62}

Es un hueso corto y esponjoso, par y no simétrico. Ocupa ia parte posteroinferior del tarso, se articula por arriba con el astrágalo y por delante 1 54

Figura 4 .6 2. Calcáneo derecho: >5) cara superior; B) cara inferior; C) cara externa; D) cara interna.

se io g '.j :olnqia

con el cuboides. Prolongado de adelante hacia atrás y aplanado transver­ salmente. Se describirán en él simplemente cuatro caras: superior, in fe ­ rior, externa e interna. Cara superior (figura 4.62A ), De atrás hacia adelante presenta una superficie desigual y rugosa, más o menos estriada, redondeada trans­ versalm ente, cóncava de adelante hacia atrás. La continúa hacia adelan­ te una amplia superficie articular, la carilla astragalina posteroexterna, para el astrágalo, Por delante de la carilla está la ranura calcánea, que jun to con la ranura astragalina contribuye a form ar el hueco calcáneoastragalino; hacia adelante de esta ranura se encuentran dos carillas más. La primera es la carilla anterointerna, prolongada y cóncava de adelante hacia atrás, asentada sobre ia apófisis menor o sustentaculum tali, para el escafoides, y la segunda es la carilla anterior, para el cuboides. Cara inferior (figura 4.62B). Presenta una superficie irregular, estria­ da y cribada. Presenta de atrás hacia adelante el tubérculo posterior del calcáneo que da inserción al tendón de Aquiles; dos eminencias muy marcadas: las tuberosidades interna y externa del calcáneo-, la interna es voluminosa. Por delante de ellas se extiende una amplia superficie rugo­ sa, estriada longitudinalm ente y muy cribada, term ina por delante en la tuberosidad anterior. Se observan también en esta cara el tubérculo peroneo externo, el canal de! flexor del dedo "g ordo", la apófisis m ayor o susten­ taculum tali, que da asiento por arriba a la carilla astragalina anterointer­ na, y la carilla del cuboides. Cara externa (figura 4.62C). Procediendo también de atrás hacia ade­ lante, tenemos, primero, parte de la superficie posterior del calcáneo; en seguida, una amplia superficie estriada y llena de agujeros, en cuya parte superior se observan las carillas astragalinas posteroexternas, y antero­ interna, así como el canal que las separa y el tubérculo peroneo externo. Cara interna (figura 4.62D ). Está fuertem ente excavada en un amplio canal oblicuo hacia abajo y adelante, llamado canal calcáneo interno; está lim itado atrás por la tuberosidad interna y adelante por la apófisis m enor del calcáneo, sobre ella está ía carilla anterointerna y por abajo el canal del flexor propio del dedo gordo. Se aprecia por arriba ia carilla astragalina y hacia adelante la carilla para el cuboides, situadas en la apófisis m ayor del calcáneo. También se ve por atrás ¡a tuberosidad interna de\ calcáneo.

C

u b o id e s

(figura 4.63)

Es un hueso corto y esponjoso, par y no sim étrico. Se sitúa por delante de la apófisis mayor del calcáneo. Se articula por detrás con el calcáneo, por dentro con la tercera cuña, por delante con el cuarto y quinto meta­ tarsianos y, de modo ocasional, con el escafoides. Algunos autores le dan la form a de una pirámide, cuya base se sitúa hacia adentro y el vértice 156

hacia fuera. Se distinguen en él seis caras: tres no articulares y tres articulares. Para sim plificar, se describirá visto por sus caras superior (dorsal), inferior (plantar) y laterai interna. En la cara dorsal (figura 4 .6 3 A ) se aprecia una superficie amplia, no articular, más ancha en su lado interno que en el externo; queda por atrás la carilla articular para el calcáneo, que se asienta en parte sobre la apó­ fisis piram idal del cuboides (figura 4 .6 3 B), Por delante se ven parcialmen­ te las carillas para los m etatarsianos IV (por dentro) y V (por fuera). La cara plantar (figura 4.63B) es un poco más accidentada. Aquí se observan por delante las carillas para el IV y V metatarsianos, el canal del cuboides, la tuberosidad de! cuboides, la carilla para el calcáneo y la apófisis piram idal de! cuboides. La cara lateral interna (figura 4.63C ) muestra la carilla articular para la III cuña, y parte de las articulares para el IV metatarsiano y calcáneo.

Escafoides (figura 4.64) También se le llama navicular. Es un hueso esponjoso, par y asim étrico. Ocupa la parte interna del tarso, entre el astrágalo y las tres cuñas. Articula por atrás con la cabeza del astrágalo, por delante con los tres cuneiformes y, de modo ocasional, con el cuboides. Presenta dos caras articulares, una anterior y otra posterior, y dos bordes: uno superior y otro inferior. Se describirá visto por sus caras anterior y posterior. 157

A Carilla para el astrágalo Parte externa

Borde superior

B

Cara supr_:~‘

D ib u jo . F. B o ia s

Parts interna

Borde inferior Cuboides

Extremo interno

\

Tubérculo del escafoides

Figura 4 ,6 4 . Escafoides derecho: A) cara anterior; B) cara posterior. (Testut y Latarjet, 1 9 3 2f1 ):4 5 4 -4 5 5 .}

La cara anterior (figura 4.64A ) es de forma oblonga y convexa, con dos crestas verticales que la dividen en tres carillas, la interna para la primera cuña, la medial para la segunda y la externa para la tercera. A veces está junto a ésta una cuarta carilla articular para el cuboides. La cara p oste rio r (figura 4.64B) está ocupada por una amplia super­ ficie lisa, de form a semioval y cóncava, que articula con la cabeza del astrágalo; sobresale por dentro y abajo el tubérculo de! escafoides.

Cuñas

o

Cuneiformes (figuras 4.60 y 4.65}

Están enclavados a manera de verdaderas cuñas entre el escafoides, el cuboides y los cuatro primeros metatarsianos, con los que articulan, por detrás con tos dos primeros y por delante con los cuatro últim os. Todos están considerados entre los huesos esponjosos. Se distinguen por ¡os nombres de primera, segunda y tercera cuñas, contadas desde adentro hacia afuera. En cuanto a sus dimensiones, la mayor es la primera, la mediana la tercera y la más pequeña, la segunda. En la figura 4 .66 se pueden apreciar algunos rasgos particulares para cada una de ellas.

Primera cuña o cuña interna (figura 4.66-I). Ocupa el borde interno del pie, entre el escafoides por atrás y el primer m etatarsiano por delante. A rticula con estos dos huesos y, además, por delante, con el segundo metatarsiano y por fuera con la segunda cuña. Se distinguen en ella cuatro caras, una base y un vértice. 158

Carilla para el 2o. metatarsiano Cara superior Vértice

Carilla para la 3a. cuña

Carilla para el 2o. metatarsiano

Cara superior Carilla para la 2a. cuña

/ Carilla para el ?x 4o. metacarpiano Carilla para el cuboides

Base I

Carilla para ia 2a.cuña

1, 2 y 3 carillas articulares para el escafoides

Carilla para el 2o. metatarsiano

Carilla para la 2a. cuña ~ ... . Carilla para el 2o. metatarsiano Carilla para la 1a. cuña

Carilla para el 3er. metatarsiano

Carilla para el 2o. metatarsiano - Carilla para el 1er. metatarsiano

Carilla para el 4o. metatarsiano Carilla para ei cuboides Carilla para la 3a. cuña

Carilla para la 2a. cuña

Tubérculo

Figura 4 .6 5 . Las tres cuñas del lado derecho: A) cara posterior; B) cara ante­ rior: I, II y III, primera, segunda y tercera cuñas, respectivamente.

La cara p oste rio r es triangular y cóncava, se articula con la carilla anterointerna del escafoides. La cara anterior presenta una carilla articular convexa, en form a arriñonada o de semiluna, para la extremidad posterior del primer m etatar­ siano. La cara interna es rugosa, más o menos excavada y form a parte del borde interno del pie. La cara externa presenta por arriba dos carillas articulares: una hacia adelante, muy pequeña para el segundo m etatarsiano, y otra hacia atrás, mucho más grande para la segunda cuña. 1 59

Borde superior I

Carilla para el 2o, metatarsiano

Tubérculo

Tubérculo

Carilla para la 1a. cuña

Carilla para el

Carilla de la 3a. cuña

Carilla para la 2a, cuña Carilla del escafoides

Carilla para la 2a. cuña

/

Carilla para el 3er. metatarsiano

Carilla del escafoides

Carilla para el 4o. metatarsiano (no constante)

Dibujo: F. B otas

Carilla del cuboides

Carilla para el 2o. metatarsiano Figura 4 .6 6 . Las tres cuñas del lado izquierdo; i) primera cuña. A) vista anterointerna; B) vista posteroexterna; II) segunda cuña, A) vista anterointerna; B) vísta posteroex­ terna; III) tercera cuña, A ) vista posterointerna; B) vista anteroexterna.

Base o cara inferior, según algunos autores. Sobresale en la planta del pie, es muy ancha y desigual. El vértice, que algunos autores llaman borde superior, es cortante y mira hacia la región dorsal del pie. Está en relación con la segunda cuña, es incurvado hacia adelante y afuera. Segunda cuña o cuña pequeña (figura 4.66-II). Es la más pequeña de las tres. Se sitúa entre la primera y tercera cuñas, el escafoides y el segundo m etatarsiano. Articula por dentro con la primera cuña, por fuera con la tercera, por atrás con el escafoides y por delante con el segundo m eta­ tarsiano. También se describen en ella cuatro caras, una base y el vértice. 160

La cara p osterior es triangular y ligeramente cóncava. Se articula con el escafoides. La cara anterior, igualmente triangular, se articula con la cara poste­ rior del segundo m etatarsiano. En la cara interna sobresale una carilla articular en form a de L o es­ cuadra, para la primera cuña. La cara externa presenta una superficie lisa en la parte posterior, para articularse con la tercera cuña; lim ita por atrás con la carilla escafoidea. La base o cara superior form a parte de la región dorsal del pie. Ei vértice o borde inferior es rectilíneo, delgado y casi cortante. Forma parte de la región plantar. Tercera' cuña o mediana (figura 4.66-111). Difiere de la anterior en cuanto al tam año. Ocupa el centro de la segunda línea del tarso, se articula por atrás con el esc afoides, por delante con el tercer m etatarsiano, por dentro con la segunda cuña y el segundo metatarsiano, por fuera con el cuboides y ocasionalmente con el cuarto metatarsiano. Se consideran en ella cuatro caras, una base y un vértice. La cara p oste rio r es plana y se corresponde con la carilla externa del escafoides. Se prolonga hacia adelante y adentro donde form a la carilla para la segunda cuña. La cara interna presenta dos carillas articulares: una anterior peque­ ña, larga y estrecha, que se articula con el segundo m etatarsiano; la otra, posterior y prolongada en sentido vertical, se corresponde con la carilla análoga de la segunda cuña. Están separadas por una superficie excava­ da y rugosa. La cara anterior es plana y triangular; se articula con el tercer metatarsiano. La cara externa también presenta dos carillas articulares: una posterior, plana y de forma oval para el cuboides; la otra, anterior, muy pequeña y no constante, para el cuarto metatarsiano. La base o cara superior es de form a cuadrangular y muy rugosa. For­ ma parte de la región dorsal; el vértice es redondeado, sobresale en la región plantar, con dirección inclinada de adelante hacia atrás.

Huesos del m etatarso (figuras 4 .60, 4 .67 y 4.68) El m etatarso está form ado por cinco huesos denominados metatarsianos, se enumeran del uno al cinco, de acuerdo con su posición, partiendo de adentro hacia fuera, son huesos cortos y tubulares. Sirven de base a los huesos (falanges) que form an ¡os cinco dedos del pie. Se articulan por atrás con los huesos que conform an la segunda línea del tarso y por delante con la primera falange del dedo correspondiente. Presentan característi161

Extremidad anterior

Extremidad anterior

Dibujo: f. B otas

Cabeza

Carilla para la 2a. cuña

Faceta ocasional 1er. metatarsiano

Cabeza

Carillas para el 2o. metatarsiano

Carillas para el 4o. metatarsiano

Figura 4 .6 7 . Metatarsianos I a III del lado izquierdo: A) cara interna; B) cara externa.

cas generales o comunes a todos ellos, así como características diferen­ ciales o propias a cada uno. Características comunes. Presentan un cuerpo y dos extrem os; de éstos, uno es p oste rio r y otro anterior. El cuerpo describe una curva de concavidad inferior y ligeramente torcida, de modo que su cara supe­ rior tiende a hacerse interna a medida que se aproxima a la extremidad anterior. Es de form a prism ática y aplanado lateralmente sobre todo hacia la extremidad posterior. 162

Extremo posterior, próxim af o base. En form a de cuña, cuya base forfina parte de ¡a región dorsal y el vértice de la plantar. Presenta tres carillas articulares, de las cuales una es posterior, de forma más o menos triangu­ lar, está en relación con los huesos del tarso; las otras son laterales, para articularse con el m etatarso contiguo; el primer m etatarsiano y el quinto difieren de esto últim o, en que sólo tienen una carilla lateral; el primero en su lado externo {no constante) y el quinto en su lado interno. Extremo anterior o cabeza. Tiene la forma de un verdadero cóndilo, plano en sentido transversal, y se extiende más por la región plantar que por la dorsal; por arriba, esta región articular está limitada por una ranu­ ra transversal; por abajo, se prolonga en una especie de grueso tubércu­ lo, a los lados se encuentra una fo sita rugosa y por detrás de ella un tubérculo. Características diferenciales. Difieren mucho entre sí, tanto en volu­ men como en longitud. Desde este punto de vista, el prim ero es el más corto, pero a la vez el más voluminoso; el segundo es el más largo; es­ tando articulados el tercero sobresale del cuarto hacia adelante, pero, en cambio, este últim o sobresale del tercero hacia atrás, de modo que son casi de la misma longitud; el quinto es, a la vez, más corto y menos vo­ luminoso que los tres m etatarsianos del centro (véase la figura 4.60). Primer m etatarsiano (figura 4.67-1). Se articula con dos huesos: por atrás con la primera cuña y por delante con la primera falange del dedo "gordo" u ortejo m ayor. Se reconoce por sus extrem os: el extrem o p o ste rio r presenta ante todo una carilla articular para la primera cuña en forma de media luna, cuya concavidad mira hacia fuera; por delante y arriba de ésta existe, de modo ocasional, una pequeña carilla articular para el segundo metatarsiano; por debajo y afuera se encuentra el tubérculo para el pe­ roneo largo (apófisis d e!p rim er m etatarsiano). El extrem o anterior es de form a cuadrilátera y de grandes dimensiones; en su región plantar pre­ senta dos ranuras anteroposteriores, separadas por una cresta obtusa más o menos prominente. Segundo m etatarsiano (figura 4,67-11). Se articula con cinco huesos: por su extrem o posterior con las tres cuñas, y tercer metatarsiano; por su extrem o anterior con la primera falange del segundo dedo y, de modo ocasional, con el primer metatarsiano. El extremo posterior, el único que se estudiará, presenta en su parte posterior una carilla triangular ligera­ mente cóncava, para la segunda cuña. En la parte interna, una primera carilla para la primera cuña y delante de ésta una segunda carilla, no constante para el primer metatarsiano. En s\iparte externa, un canal rugoso dirigido de atrás hacia adelante, que separa dos carillas articulares de las cuales una es superior y la otra inferior, para la tercera cuña por atrás y el tercer m etatarsiano por delante. 163

Tercer metatarsiano (figura 4.67-111). Se articula con cuatro huesos: por atrás con (a tercera cuña; por atrás y a los lados con ei segundo y cuarto metatarsianos; por delante con ía primera falange del tercer dedo. Se carac­ teriza por tener en su extremo tarsiano, en su parte posterior, una carilla articular de forma triangular y de base superior para la tercera cuña; por dentro sólo presenta dos carillas articulares: una superior y otra inferior en relación con las dos carillas externas anteriores del segundo m etatarsia­ no; por fuera, una sola carilla, plana y oval, para el cuarto m etatarsiano. Cuarto m etatarsiano (figura 4.68-IV ). Se articula con cuatro huesos: por atrás con el cuboides, el tercer metatarsiano y el quinto m etatarsiano (en ocasiones con la tercera cuña); por su extrem o anterior, con la primera falange def cuarto dedo. Se caracteriza porque en su extrem o posterior presenta una carilla articular plana, oval o cuadrilátera para el cuboides. En el fado interno, a lo largo de su cara dorsal se ven dos pequeñas carillas articulares separadas por una cresta vertical, la más anterior se relaciona con el tercer metatarsiano, la posterior para la tercera cuña. En el lado externo se encuentra una sola carilla articular destinada a unirse con su homóloga del quinto m etatarsiano. Quinto m etatarsiano (figura 4.68-V ). Se articula solamente con tres hue­ sos: por atrás y arriba con el cuboides; por atrás y adentro con el cuar­ to metatarsiano, y por delante con la primera falange del quinto dedo. A este metatarsiano lo caracteriza la posesión en su extremo proximal de dos carillas articulares, una en la p a rte p oste rio r, de form a triangular de base interna y vértice dirigido hacia afuera, para el cuboides; otra en su parte interna, para el cuarto metatarsiano. Este extrem o se prolonga hacia atrás y afuera en una apófisis robusta, la apófisis dei quinto m eta­ tarsiano, o también llamado tubérculo del quinto metatarsiano. Con el propósito de facilitar la identificación de cada uno de estos huesos, se hace un resumen de las características de su extrem o poste­ rior en el cuadro 4,4.

Huesos de los dedos del pie (ortejosj (figuras 4 .60 y 4.68} Se sitúan por delante de los metatarsianos, se disponen a manera de cinco columnas, cada una compuesta a su vez por tres huesos llamados falan­ ges, excepto el primero que tiene dos (la primera y la tercera). Se cuentan de adentro hacia afuera, empezando por el dedo "gordo", para term inar en el quinto dedo, el "pequeño". También se les ha llamado ortejos para diferenciarlos de los dedos de las manos. Las falanges en sí se cuentan de atrás hacia adelante, siendo la primera la que se articula con el m eta­ tarsiano correspondiente y la tercera la que recibe la uña. También se les 164

Cuadro 4 . 4 * CARACTERÍSTICAS DIFERENCIALES DE LOS CINCO METATARSIANOS

a) Situada por fuera, no constante, primer metatarsiano 1

Una sota carilla lateral Situada por dentro, constante, quinto metatarsiano a) Superpuestas en sentido vertical, una superior y la otra inferior, separadas por un canal, tercer metatarsiano

2

Tres carillas laterales, dos de ellas situadas en la parte interna

b) Dispuestas en sentido anteroposterior, una anterior y la otra posterior, contiguas, cuarto metatarsiano 3

Seis carillas laterales, cuatro por fuera y dos por dentro

b) Segundo metatarsiano

* Testut y Latarjet, 1932(1):470.

denomina falange, falangina y falangeta, de la primera a la tercera, res­ pectivam ente, En total son catorce como en la mano, y al igual que las de ésta presentan características comunes o generales y particulares o individuales. Características generales (figuras 4 ,6 0 y 4 .68 ). Se consideran como hue­ sos cortos tubulares y, por tanto, presentan dos extrem os: uno posterior y otro anterior, y un cuerpo. Tienen el mismo tipo de conform ación que los de las manos, sólo que son mucho menos desarrollados y más cortos. Características particulares. La prim era falange, o falange de la primera línea, tiene el cuerpo muy delgado y aplanado de arriba hacia abajo, al contrario que (as de la mano, Lasegunda falange, o falange déla segunda línea, es más pequeña y corta que las precedentes, y más bien ancha. La tercera falange, o falange de la tercera línea, es la más pequeña de las tres y term ina en una semicorona para la uña, la cual es ancha y plana, ocupa la m ayor parte del cuerpo por su cara plantar, Con el propósito de poder diferenciar las falanges de los dedos de la mano de ias de los dedos del pie, diremos que: 1. Con excepción de las dos falanges del dedo pulgar, las cuales son menos grandes y voluminosas que las dos falanges del dedo gordo 165

Dibujo: F. Botas Figura 4 ,6 8 . Parte superior IV y V, metatarsianos izquierdos: .4) cara interna; B) cara externa. Parte Inferior: segundo dedo del pie derecho: A) cara plantar; B) cara dorsal; C) cara lateral derecha.

det pie, las doce falanges restantes de los pies son más pequeñas que las correspondientes de los dedos de las manos. 2. La diáfisis de las falanges de fos dedos de las manos son aplanadas en su superficie volar (palmar) y redondeadas en la dorsal; esto sólo se observa en las falanges de la primera línea de los dedos de los pies. Las restantes son aplanadas verticalm ente. 3. La diáfisis es estrecha y comprimida lateralmente en las falanges de los pies. 166

5. Los dientes

Los dientes son fundamentales en el campo de la antropología física y la medicina forense, de ahí la importancia de conocer su anatomía, histo­ logía y embriología. Tanto para los antropólogos físicos, como para los paleoantropólogos y biólogos humanos, y no se diga para los odontólogos, el conocim iento de la dentición humana es de interés por la propia naturaleza de sus in­ vestigaciones, Para los arqueólogos, porque en las excavaciones frecuen­ tem ente se enfrentan a la exploración de enterram ientos humanos, don­ de puede suceder que los dientes estén fuera de sus alvéolos o darse el caso de que encuentren ofrendas de dientes, m otivos suficientes para incluir aquí tales temas, Dado que los dientes están form ados por tejido denso y duro, son tos elementos más estables del cuerpo humano, al permanecer intactos por muchos años después de que los otros tejidos, incluidos los huesos, han desaparecido, quedan en la mayoría de los casos como únicas evidencias del individuo, A causa también de que ellos responden a cambios fu n c io ­ nales y genéticos, los dientes poseen inform ación m orfogenética invaluable, Por éstas y otras muchas razones, los dientes han jugado un papel preponderante en el estudio de la evolución del Homo sapiens. Los dientes del hombre, como los de ios demás m amíferos, son ór­ ganos de estructura complicada, form ados por tejidos duros que contie­ nen tejido blando, llamado pulpa dentaria, compuesta por nervios y va­ sos, Prácticamente se encuentran hundidos en el hueso que forma la arcada de los maxilares y la mandíbula, en sitios destinados para ellos llamados alvéolos, de donde sobresale una de sus partes, la corona, y otra, la raíz, se encuentra oculta, permanecen sujetos al hueso por un aparato de sostén propio. Como vemos, ios dientes, al igual que los huesos, en el individuo vivo, no son órganos muertos, sino que tienen vida, y sus características están condicionadas por la herencia, en interrelación con el ambiente. En este capítulo se hace un resumen de aquellos temas que se con­ sideran necesarios para familiarizarnos con el conocim iento de los dien­ tes y que en determinado mom ento nos puedan ayudar a su identificación tanto en el campo como en el laboratorio; es decir, deseo presentar al lector las características más relevantes de la morfología dental, procu­ 167

rando evitar descripciones innecesarias que obstaculicen su estudio. Para su elaboración se han consultado los trabajos de Anderson {1 962), Bass (1 995), Davis {1988), Pompa y Padilla (1990), Krogman e Iscan (1986), Sato y Parson (1992), Scott y Symons (1967), Beek (1984), y W hite y Foíkens (1 991),

Anatomía A n te s de describir los aspectos em briológicos e h istológicos, se dará una descripción general de la anatomía del diente adulto y las caracte­ rísticas de la dentición decidual, con la intención de facilitar la compren­ sión de los temas mencionados, para pasar después a la descripción de cada pieza en particular.

D escripción Com o ejemplo, tomaremos un molar y un canino permanentes en corte sagital. Externamente, el diente se compone de tres partes principales: corona, cuello y raíz. La corona es la parte que sobresale de la encía en el sujeto vivo; el cuello es la parte donde se estrecha la corona y empieza (a raíz, se considera como tal la línea de unión entre el cemento y el esmalte, aunque no siempre corresponde al lím ite entre la parte hundida y la saliente; en la época juvenil sólo la corona está expuesta, pero en la vejez, además de la corona, sobresale también una zona paulatinamente mayor de la raíz. La raíz es la parte de sostén de la pieza, está contenida por el alvéolo (cavidad que se form a en el cuerpo de los maxilares y la mandí­ bula, partiendo del borde), separada de la corona por el cuello {figura 5.1). La masa principal del diente está constituida por la dentina, que en la corona está cubierta por el esmalte: la raíz está cubierta por la sustancia llamada cemento, en ella se insertan fibras de naturaleza conjuntiva que salen del hueso para la fijación perfecta del diente. En su parte interna, la corona presenta una oquedad a la que se ha denominado cámara pulpar, que varía de tamaño según la edad de los individuos y el tipo del diente de que se trate, en ella está contenida la pulpa dentaria, rica en vasos y nervios, los cuales penetran al diente por el agujero y el canal pulpar que se abren en el ápice de la pieza {figura 5.1 A y B). Cada diente está adherido firm em ente a su alvéolo correspondiente m ediante fibras de colágena, las cuales salen del cemento para adherirse a la lámina dura del alvéolo, al tejido gingival que rodea la región cervical del diente y llegan hasta el diente adyacente (figura 5 .1 C). Las principales fibras son conocidas como fibras oblicuas, que corren oblicuamente hacia dentro y apicalmente desde el hueso alveolar a la raíz del diente, 168

J. C h á v e z

Dibujo:

Figura 5 .1 . Componentes principales de un diente adulto: A) molar; B) canino; C) pre­ molar mostrando los tejidos del sostén.

Fibras horizontales o cervicales. Están situadas en la región del cuello del diente y forman un ligamento casi continuo de fibras entre la raíz del diente y el borde alveolar; las más superficiales conectan los cuellos de los dientes adyacentes en sus superficies mesial y distal, se continúan con el periostio del septum óseo. Fibras de ia cresta alveolar- Se insertan en la parte cervical del cemen­ to , en relación con (os fados bucal y lingual deí diente; un grupo de ellas llega al hueso alveolar. Fibras gingivales. Ellas van del cuello del diente al tejido gingival; otro qrupo de ellas se adhiere circularm ente al diente (Scott y Symons, 1967: 2 34 -2 40 ).

Características de la dentición infantil Como dato general, y sólo a manera de recordatorio, diremos que los seres humanos presentan dos denticiones en su vida, las cuales son un poco distintas, ta nto en número como en morfología. La primera d enti­ ción o decidual surge en la cavidad oral poco después del nacimiento {de los seis a los nueve meses), suele estar formada y brotada hasta antes de los tres años de edad y permanece aproximadamente hasta la puber­ tad (de los diez a los doce años); la segunda o permanente inicia su brote hacia los seis o siete años y concluye en la adolescencia o edad juvenil {17-21 años). 169

Por lo general, los dientes no son visibles al nacimiento, pero ya se encuentran en sus respectivos alvéolos las gemas del futuro diente; ellos se hacen visibles aproximadamente a los seis meses posteriores al naci­ miento, son los llamados dientes deciduales o en el lenguaje común "dientes de leche", La dentición decidua) tiene un periodo de vida relativam ente co rto , hasta que exfolian (brotan y se mudan) para ser remplazados por la den­ tición permanente; de ahí su importancia en la determinación de la edad. La secuencia de erupción de la dentición será considerada en el segundo volum en, en la sección que trata de la determinación de la edad. La dentición decidual consta de dos incisivos, un canino y dos molares en cada hemimandíbula, en to ta l son 20 piezas dentarias (diez en cada arcada dentaria) (figura 5.2). En la figura 5.3 se muestran algunas características de los incisivos y los caninos deciduales, en donde vemos las diferencias de tamaño de los dientes superiores e inferiores (figura 5.3A ). Éstos son más pequeños que aquéllos; los incisivos centrales superiores son los de m ayor tamaño,

Arco dental deciduo maxilar

Arco dental deciduo mandibular Figura 5 .2 . Dentición decidua! o infantil, (Van Beck, 1 9 8 4, figuras 7 y 8. Se modificó la posición del arco dental mandibular.)

170

Superiores

A

B

C D

Inferiores

Figura 5 ,3 . Diagranas que muestran la dentición infantil: A) incisivos y caninos del lado izquierdo (vista lat ial); 5) malares del lado izquierdo (vista bucal); C) aspecto mesial del primer molar supe ior; D) aspecto mesial del primer molar inferior. (Scott y Symons, 19 6 7, figuras 2 2 y 23.)

en tanto que los inferiores son más pequeños. De los molares {figura 5.3B), los primeros son más pequeños que los segundos; los superiores tienen tres raíces, los inferiores dos; los primeros molares, además, presentan una inclinación de la corona en sentido bucolingua! (figura 5.3C y D). Antes de continuar, es conveniente saber distinguir un diente deci­ dual de un permanente; para el efecto, tomaremos en cuenta las carac­ terísticas que Anderson (19 62 :8 8), Beek (1 9 84 :1 1-12 ), y Scott y Sy­ mons (1 967 :28 -31 ) nos indican.

Conform ación exterior 1. Los dientes deciduales son más pequeños que los permanentes. 2. El esmalte de los dientes deciduales es de un blanco opaco y la unión cemento-esmalte es menos sinuosa que la de los permanentes. 3. El grosor del esmalte es bastante consistente, pero más delgado. 4. Tienen un borde cervical pronunciado. La corona se abulta, es de­ cir, se hace más convexa, justo en la unión cemento-esmalte; acen­ tuándose este abultam iento en el área mesiobucal. 5. La corona es bulbosa, con un cíngulo (tubérculo) labial pronunciado. 6. En los molares recién erupcionados, las cúspides son marcada­ mente puntiagudas. En los incisivos recién emergidos, el borde incisal se encuentra segmentado por dos pequeñas muescas que lo separan en tres eminencias redondeadas que desaparecen pron­ to debido al desgaste. Se debe tener cuidado y no confundir con la mutilación dentaria. 171

7. Sus raíces son cortas, menos fuertes. Se forman después que la corona se ha completado, 8. Las raíces de incisivos y caninos son más largas en proporción a la corona; las de los molares son más divergentes, emergen de la corona, aunque de un tronco radicular común mínimo. 9. La cámara pulpar es mayor, con prolongaciones (cuernos) pulpa­ res prominentes. Presentan menos profundidad de la dentina. Los canales radiculares son finos. Con el propósito detener una imagen más objetiva de las diferencias entre los dientes deciduales y permanentes, véase la figura 5.4 (A, B y C).

Decidua)

Permanente

Incisivo

Cuernos

Primer molar decidual superior Incisivo

Primer molar permanente superior

Más grande

Corona bulbosa

Cuello constreñido Raíces delicadas

> u p JO O

Muy divergentes Decidual

C

Permanente

5

Figura 5 .4 . Algunas diferencias entre los dientes deciduales y per­ manentes: A) y B) Van Beek (19 8 4 :1 2, figuras 6, 69 y 104); C) Anderson (1 9 6 2 :9 0 , figura 41), 172

No m e n c la tu ra

A causa de la disposición en form a de arco de la dentición ta n to en el m axilar como en la mandíbula, de las características particulares de cada pieza, así como de las diferencias que presentan los dientes deciduales y permanentes, usaremos una serie de térm inos anatóm icos y planos de orientación necesarios para su descripción y representación, con el pro­ pósito de facilitar su conocim iento. No está por demás señalar que siempre será necesario contar en el laboratorio con piezas sueltas bien identificadas y con maxilares y man­ díbulas con la dentición completa e intacta, para fa cilita r la tarea. Una manera de identificar las caras de las piezas dentarias es la se­ ñalada por Beek {1984:1 >, quien m anifiesta que, una form a de visualizar los dientes es concebirlos como objetos tridim ensionales, a la usanza de la ingeniería, con la finalidad de ilustrar partes de maquinaria, que té cni­ camente se conoce como "proyección de ángulo trie d ro " (figura 5.5). En

Lingual Mesial

A

Mesial

Distal

Bucal Oclusal

Mesial B

5

Figura 5 ,5 . Visualización tridimensional de los dientes; A) el diente se supone incluido en un cubo de vidrio; B) proyec­ ción del diente a los lados del cubo. (Van Beek, 1 9 8 4 , fi­ guras 1 a 3.) 173

este caso se considera incluido el diente en un pequeño cubo de vidrio o plástico transparente, donde la cara oclusal está hacia arriba y las superficies distal, mesial, bucal y lingual se ven a través de los lados adyacentes del vidrio (figura 5.5A ). Transfiriéndolas sobre los lados del cubo, puestas hacia arriba en el mismo plano de la superficie oclusal, es cuando se ha logrado la proyección del diente a los lados del cubo (figura 5,5B). Otra manera, la más común, es la que se muestra en la figura 5.6, en donde la posición de la pieza y sus caras se hace en relación con distintos planos (sagital, mesial, distal y aproximal), al tom ar como principal al sagital y las regiones de la cavidad oral (labial, bucal, lingual y oral o palatina) (W hite y Folkens, 1 9 9 1:1 0 3-10 7).

Figura 5 .6 . Localización de los distintos planos que nos sirven para situar o describir una pieza dentaria. 174

Como hemos visto, un diente tiene cinco superficies, que se denominan'de la siguiente manera (figuras 5.5 y 5.6): 1. Superficie oc/usaíes el área que está en contacto con la superficie similar del diente opuesto superior o inferior. En los incisivos se acostumbra denominarla borde incisa/. 2. Superficies labial y bucal', labial es el lado que queda hacia los la­ bios, se usa con incisivos y caninos; la bucal se sitúa hacia el lado de la mejilla y se usa con premolares y molares. Algunos autores emplean el térm ino vestibular en lugar de los dos anteriores. 3. Superficie lingual se refiere a la que se sitúa hacia el lado de la lengua. Algunos autores acostum bran denom inar a esta cara palatina u oral. 4. Superficie dista/es la más alejada del piano medio del arco dental. 5. Superficie m esial es la más cercana al plano medio sagital. 6. Superficies o caras aproxímales son las caras de las piezas den­ tarias que están una frente a otra en los dientes próximos (conti­ guos).

Embriología e histología Embriología El desarrollo del diente humano es un proceso complejo conocido como morfogénesis u odontogénesis, que se inicia en la sexta semana del de­ sarrollo embrionario, a partir de las células de la cresta neural craneal íectomesénquima), que es un derivado del neuroectodermo. La acción recíproca entre células diferentes (heterotípicas), prove­ nientes del epitelio bucal y del ectom esénquim a, provoca el engrosam iento ectodérm ico conocido como lámina dental, que representa la primera etapa del desarrollo de los dientes tanto deciduales como perma­ nentes. Es im portante recordar que cada diente en desarrollo es una entidad individua! (un órgano o prim ordio independiente), caracterizada por tener su propia inervación, riego vascular y secuencia de tiem po para su desa­ rrollo. Además, como resultado de la secuencia de tiem po, hay un gra­ diente de desarrollo que va de adelante hacia atrás, en ambas denticiones (decidua! y permanente). De esta manera, la morfogénesis de los órganos dentarios anteriores (incisivos y caninos) tiene lugar antes que los pos­ teriores (premolares y molares). Estudios recientes han dado como resultado la posibilidad de estable­ cer de manera inequívoca que la form a final de un diente es dictada por el ectomesénquima derivado de la cresta neural craneal localizado bajo 175

D ib u jo : A. M o n te s

el ectodermo bucal, separado de éste sólo poruña matriz intercelular (Davis, 1 9 8 8:3 8 -4 0). También se ha puesto de m anifiesto que la mayor parte de las in te r­ acciones entre epitelio y mesénquima demuestra reciprocidad, razón por la cual suelen definirse como interacciones tisulares que ocasionan la diferenciación de una o ambas de las poblaciones celulares, que dan lugar, por un lado, a los ameloblastos (células formadoras del esmalte) y, por el otro, a los odontoblastos (células formadoras de la dentina) (ibid., 41). El desarrollo de los dientes tiene un doble origen embrionario: ectodérmico y mesodérmico. El epitelio que cubre los bordes mandibulares, que constituye el molde de) diente, así como la envoltura de esmalte de la corona, se originan en el ectodermo. En cambio, la dentina, la pulpa y el cem ento se forman a expensas del mesodermo (Tonge, 1971; véase Pompa y Padilla, 1990:15-19), En la parte superior del arco mandibular, el epitelio se engruesa para form ar una franja en form a de herradura o de U a cuya form ación co ntri­ buyen dos estratos de células epiteliales: el marginal, compuesto de ele­ mentos cúbicos o cilindricos y la capa de cubierta formada por células aplanadas. La m ultiplicación ulterior de las capas epiteliales conduce a que en el mesodermo mandibular penetre muy pronto la cresta dentaria en form a de banda, qué en su form a inicial presenta estrechas relaciones con la cresta vestibular (figura 5.7). El principio de la morfogénesis del diente se relaciona con la migración de células derivadas de la cresta craneal neural hacia los procesos maxilar

Figura 5.7. Representación esquemática de los integrantes embrionarios dentarios. (Tonge, 1971; véase Pompa y Padilla, 1990, figura 2.) 176

y m andibular en desarrollo. Este desarrollo se presenta en el ser humano aproxim adam ente a la sexta semana. La proliferación continua del epitelio produce el crecim iento de cada lámina dental en una dirección anteroposterior, que ocasiona la form a­ ción de una lámina dental completa en form a de herradura en cada arco dentario. El órgano del esmalte se form a mediante tres etapas sucesivas que en orden se llaman; de botón, de capuchón o caperuza y de campana. Hacia la octava semana se han form ado diez engrosamientos del epi­ telio a partir de la cara lingual de la lámina dental en cada arco dentario; tales engrosamientos constituyen el botón dental y corresponden a los 20 dientes de la dentición primaria. Los botones dentales aparecen primero en la región m andibular ante­ rior. Después los posteriores, de manera que permiten el gradiente an­ teroposterior, \ a señalado, para la m orfogénesis del diente mientras dura la form ación de las denticiones primaria y secundaria, respectivam ente. En pocas palabras, no todos los dientes se forman al mismo tiem po. En los embri )nes de unos 20 m ilím etros de largo se pueden observar engrosamientos que son los rudim entos en form a de botón de los dientes de leche. Tales engrosamientos aumentan de volumen y su parte perifé­ rica crece excéntricam ente dentro del mesodermo, originándose así una capa de células epiteliales en form a de caperuza, que incluye una masa mesodérmica (figura 5.8). La etapa de caperuza o capuchón se llama así porque en ese m om ento la masa epitelial adquiere el aspecto de capuchón que descansa encima de la papila dental (ectomesénquima). Se distinguen cuatro regiones en el órgano del esmalte; /) epitelio interno del esmalte; ii) epitelio externo del esmalte; iii] el estrato interm edio, y /V) el retículo estrellado (figuras 5.8 y 5.9).

Figura 5.8. Representación esquemática de la etapa de capuchón del órgano de! esmalte. (Davis, 1 9 8 8 :4 3 , figuras 3-4.) £) epitelio bucal; S) botón del diente secundario; ectomesénquima del folículo dental; B) osificación intramembranosa; P) ectomesénquima de la papila dental. Órgano del esmalte formado por: 1) epitelio interno; 2) epitelio externo; 3) estrato estrellado. 177

Figura 5.9. órgano del esmalte de un incisivo humano en la etapa de campana. Dibujo hecho a partir de una microfotografía. (Davís, 1988, figura 3.6.) Se puede apre­ ciar: 1} osificación intramembranosa; 2) epitelio exter­ no del esmalte; 3) retículo estrellado; 4) epitelio interno del esmalte; 5) matriz intercelular; 6) ectomesénquima de la papila dental; 7} asa cervical dei epitelio externo; 8) ectomesénquima del saco dental.

En la profundidad de esta caperuza puede apreciarse la porción inicial­ m ente convexa del borde en form a de nodulo adamantino, dando inicio así a la etapa de campana. M ediante el crecim iento ulterior de los bordes libres de la caperuza, da lugar a una penetración mayor del mismo, hasta adquirir el aspecto de una campana epitelial bílaminar, algo desplazada en dirección labial con respecto a la cresta dentaria. Su vértice se une de manera extensa con la cresta mencionada. Esta unión se divide, más tarde, en dos hojas separadas de form a incom pleta por la penetración del mesodermo; una de ellas es ía prolongación de la cresta dentaria propia­ mente dicha, mientras que la otra da lugar al órgano del esmalte, por lo que se le conoce como cresta lateral del esmalte. El espacio comprendido entre (a cresta dentaria y el órgano del esm alte está abierto hacia adelante en los incisivos y caninos, y hacia atrás en los premolares y molares, se le designa como nicho del esmalte. En la superficie labial de la cresta dentaria están, también, además de la cresta lateral del esmalte, unos pliegues secundarios descritos con el nombre de crestas anexas o accesorias, cuyo significado aún es confuso, Se puede agregar que, durante esta fase de campana del órgano del esmalte, el prim ordio (formado por el ectomesénquima del folículo dental y el de la papila dental) crece, especialmente en la región del asa cervical, y al mismo tiem po se lleva al cabo una proliferación continua y una d i­ ferenciación celular, histológica, morfológica y bioquímica. Es durante esta etapa cuando se determina la form a de la futura corona (figura 5.9). 178

El paulatino engrosam iento y simultáneo m odelamiento de la superficie*del órgano adamantino conducen finalm ente a la co nstitución de un molde hueco, cuya configuración corresponde a la corona dentaria. M ien­ tras el molde se form a, el mesodermo continúa su proliferación dando lugar a que la unión inicialm ente extensa entre el órgano del esmalte y la cresta dentaria se reduzca cada vez más; de esta manera, en la zona de la cresta dentaria va apareciendo un borde libre; en él, y por un proceso idéntico al que originó los dientes "de leche", se form an después los es­ bozos epiteliales destinados a las piezas de la segunda dentición. Más tarde, la cresta dentaria desaparece lentam ente y al final se fragm enta en cordones sueltos, de los cuales pueden quedar restos aislados en fo r­ ma de perlas epiteliales. Antes de que se inicie la fragm entación, la cresta dentaria ha penetrado por el extrem o posterior en la mandíbula y el m axilar para form ar los órganos epiteliales de los molares permanentes. El estudio ds los delicados procesos de desarrollo durante este tie m ­ po, a través de cortes transversales, nos muestra lo siguiente: la cresta dentaria se form a por una invaginación de la capa germ inativa, su cavidad está totalm ente ocupada por células de la capa de cubierta. Una vez form ado el rudim ento de la caperuza, la capa germ inativa se engrosa en su fondo para form ar un cúmulo de células, el cual sobresale en la con­ cavidad de la caperuza, al que se designa como nodulo adamantino. Algunos autores consideran que los surcos que existen en los lados labial y lingual, con respecto del nódulo adamantino, representan los inicios de los tubér­ culos labiales y linguales. Otros autores consideran esta interpretación inexacta, pues el nódulo adamantino representa para el órgano del esmal­ te, en rápido crecim iento, una especie de centro germ inativo, sin apare­ cer el esbozo de los tubérculos hasta mucho más tarde, después de haber desaparecido el nódulo adamantino. En los dientes humanos, la diferenciación entre pulpa y esmalte no comienza en el centro del órgano adamantino, sino en dos zonas situadas en las partes labial y lingual, respectivam ente. En la porción media que­ dan incluidas una serie de células dispuestas de manera apretada, que se asocian al form ar un tabique incom pleto extendido entre los nodulos adamantinos y la cúpula del árgano del esmalte. Una vez que el órgano del esmalte ha aumentado de tam año, y aproxi­ madamente en el estadio en form a de campana, comienza otra clase de diferenciación: las células orientadas hacia la cavidad aumentan de altura y constituyen un epitelio cilindrico pluriestratificado, en tanto que las células de la convexidad se hacen aplanadas y las intermedias se disocian, al form ar con sus prolongaciones estelares y anastomosadas, vacuolas que paulatinam ente se agrandan. De esta manera se han diferenciado los epitelios interno y externo del esmalte y la pulpa. Después de aislarse el órgano del esmalte de la cresta dentaria, se constituye la cresta de la segunda dentición y mientras el órgano del esmalte 179

crece y la cresta dentaria va desintegrándose, observamos que el epitelio interno del esmalte (fiel a la form a de la corona) envuelve al mesodermo, adelgazándose al llegar al futuro cuello del diente; se refleja en esta zona el epitelio externo, el cual recubre por la parte superficial al germen dentario, form ando así un hemisferio de tamaño variable (figura 5,10). El mesodermo, envuelto por la parte interna del esmalte, se ha con­ vertido en papila dentaria o pulpa prim itiva del diente. M uestra, en la superficie que mira hacia el epitelio interno del esmalte, una hilera dife ­ renciada de células ordenadas también en forma de epitelio y designadas con el nombre de odontob/astos o elementos generadores de la dentina o marfil. En la periferia, con respecto del órgano del esmalte, el mesodermo se espesa para form ar una envoltura conjuntiva llamada saquito denta­ rio; esta parte, a la cual se le concede importancia especial con m o ti­ vo de la erupción dentaria, recibe tam bién el nombre de rodete de la pulpa. Es a partir de las cúspides de los tubérculos donde comienza la cal­ cificación, para lo cual las células del epitelio adamantino interno, deno­ minadas amelobíastos, producen esmalte, mientras que los odontob!as-

Figura 5 ,1 0 . Esquema de un incisivo primario en desarro­ llo y erupción; O) epitelio bucal; B) hueso; E) esmalte; D) dentina; P) pulpa; flechas ( > ) , lámina sucesoria del dien­ te secundario en posición lingual respecto del diente primario en desarrollo (realizada a partir de la microfotografía de la figura 3,9 de Davis, 1 9 8 8:5 2 ). 180

tos originan la dentina. Es entonces cuando se inicia el desarrollo de las raíces que parten de los bordes dei órgano dei esmalte (figura 5.11). La form ación de las raíces ocurre cuando la corona se ha form ado e inm ediatam ente antes de iniciarse la erupción. Las etapas más precoces de (a form ación de la raíz incluyen la proliferación y crecim iento hacia abajo o hacia arriba (según se trate de dientes mandibulares o maxilares) dentro del mesénquima cervical (zona en la que el epitelio externo del esmalte continúa con el epitelio interno def mismo). La proliferación de esta región produce la form ación de una estructura bilaminar conocida como vaina radicular epitelial de H ertw ig (formada por dos componentes del órgano del esmalte: las células cúbicas del epitelio externo y las ci­ lindricas del interno). Durante su form ación, la vaina radicular crece en dirección apical para envolver la papila dental y separarla del ectomesénquima del folículodental. En este caso, las células del epitelio interno del esmalte no se diferencian

Figura 5 .1 1 . Representación esquemática de un diente humano después de comenzar la formación de la dentina y el esmalte. (Scott y Symons, 1967, figura 1 25.) 1 81

en ameloblastos, como acontece en la form ación de la corona; de lo cual resulta que la raíz del diente sólo está formada por dentina y más tarde de cemento, además de dentina. Al completarse la form ación de la raíz, la vaina radicular se dobla hacia adentro en cada lado, para form ar el diafragma epitelial, A partirde este m om ento, se conoce a la papila dental con el nombre de pulpa, Por últim o, la vaina radicular epitelial de H ertwig se fragm enta y más tarde degenera, aunque persisten vestigios de ella en íntima relación con la superficie de la raíz; estos vestigios se conocen como restos epiteliales de Mafassez, los cuales vamos a encontrar en el ligamento periodontal del diente adulto. Estos restos no parecen tener función im portante; sin embargo, puede que participen en ciertos estados patológicos (quistes dentales, entre otros) (Davis, o p.cit., 50). Los dientes secundarios también se originan de la lámina dental, a partir de la cual surgen los botones de incisivos, caninos y premolares secundarios. Al principio, aparecen como excrecencias en el lado lingual de la lá­ mina dental, cerca de su unión con los órganos del esmalte de los dientes deciduales, la cual es conocida como lámina sucesoria. Los premolares, por su parte, no son precedidos por una generación de dientes deciduos; en vez de ello, se originan directam ente de exten­ siones de la porción posterior dé la lámina dental. Los primordios para los dientes permanentes se conservan en la etapa de capuchón y la primera parte de la etapa de campana durante toda la vida fetal, La dentición permanente completa muestra el siguiente curso: la fo r­ mación de incisivos, caninos y premolares se inicia entre el quinto mes de vida intrauterina y el décimo, después del nacimiento. Los primeros molares, en el inicio de su form ación aparecen aproximadamente al quin­ to mes de vida intrauterina, no así los terceros molares que empiezan su desarrollo hasta el quinto año de vida. La dentición permanente sigue el modelo de etapas morfogenéticas idéntico al de la dentición primaria: etapa de botón, capuchón, campana y corona. Los tejidos de sostén del diente se derivan del ectomesénquima del saco del folículo dental. Los tejidos de sostén dei diente son: /) cemento; ii) ligam ento periodontal, y iii) hueso alveolar. Su form ación empieza du­ rante las etapas de gestación de la raíz (figura 5,1 C). Como el desarrollo del diente tiene lugar dentro de los límites de una "cripta ósea", durante la form ación del ligamento periodontal se deposita hueso nuevo por aposición en la pared interna de la cripta. La aposición continua del hueso, pronto da como resultado la form ación del ligamento periodontal típico, cuyas fibras quedan incluidas en la m atriz calcificada para volver a form ar las fibras de Sharpey. El hueso alveolar experimenta 182

una remodelación continua que se realiza por acción de los osteoblastos y osteoclastos. En resumen, todos los dientes, independientemente de su m orfología, experim entan una serie progresiva y ordenada de sucesos —conocidos como etapas de botón, capuchón (o caperuza) y cam pana— para ei desarrollo y diferenciación, que culminan con la form ación del modelo característico de la corona para los diversos dientes a partir del órgano del esmalte. La form ación de estas etapas incluye proliferación celular, diferenciación e interacciones recíprocas entre epitelio y mesénquima, en este caso entre el epitelio bucal derivado del ectodermo y el ectomesénquima adyacente derivado de las crestas neuronales craneales (Davis, 1 988:48). En el cuadro 5.1 se resume el tiempo de desarrollo dentario.

Histología En ei hombre, cada diente está compuesto por tres tejidos calcificados, que son sustancias duras: dentina, esmalte y cemento, así como de tejido conectivo delicado y especializado, la pulpa dentaria (figura 5.12). De los tres tejidos calcificados, la dentina forma el cuerpo del diente, pero nor­ m alm ente no está expuesta sino cubierta, en parte, por el esmalte y, en otra, por el cemento. Se conoce también como sustancia ebúrnea, por su característica marfilínea; se asemeja a la sustancia fundam ental ca lcifi­ cada y presenta también una serie de fibrillas análogas al hueso. Se di­ ferencia del hueso en que los odontoblastos {células form adoras de den­ tina) no quedan incorporados a la sustancia fundam ental, com o los osteoblastos en el hueso, sino que se disponen fuera de la sustancia fundam ental, en la capa de m arfil que mira hacia la cavidad pulpar en contacto directo con la pulpa. La superficie de la dentina que forma la cavidad pulpar está cubierta por una fina membrana conocida como vaina de Newm an, muy resistente a los cambios de acidez y alcalinidad (pH); se prolonga hacia el cuerpo (esmalte) mediante los canalículos que lo cruzan. Su superficie interna está totalm ente ocupada por las prolongaciones protoplásm icas de los odontoblastos. La calcificación de la sustancia fundam ental de dentina se logra por la deposición de corpúsculos esféricos calcáreos, por lo común quedan islotes de sustancia fundam ental no calcificada, conocidos como espa­ cios interglobulares, delimitados por esférulas cálcícas que sobresalen en ellas; los canalículos y las fibras no experimentan interrupción al atrave­ sar los espacios interglobulares. Los islotes no calcificados se presentan como laminillas secas, dando el aspecto de espacios huecos, que se conocen como islotes interglobulares; están dispuestos en línea de acuerdo con la estratificación de la 1 83

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