Los Recursos Literarios De Berceo

Citation preview

JOAQUÍN ARTILES

LOS RECURSOS LITERARIOS DE BERCEO

BIBLIOTECA RO M Á N IC A HISPÁNICA EDITORIAL GREDOS, S. A. MADRID

@ Joaquín Artiles. 1964 Editorial Gredos, S. A. Madrid. España.

N.u de Registro: 5246-64.—Depósito Legal: M. 15550-19b4 Gráficas Cóndor, S. A.—Sánchez Pacheco, 83.—Madrid-2. 2308-64

INTRODUCCIÓN Parecía que el siglo xix había arrum bado para siempre el método analítico de la poética tradicional. Durante mu­ cho tiempo, más que la obra misma, interesaron las cir­ cunstancias externas en que la obra se había producido, el clima social en que fue posible su nacimiento. Afortunada­ mente, la investigación literaria va desandando este camino, para enfrentarse de nuevo con la obra de arte y preguntarle, en expresión de Dámaso Alonso, «algo muy distinto de lo que el siglo xix le había preguntado: no por qué, cómo se ha originado, sino qué es» K Porque «el punto de partida natural y sensato de los estudios literarios —observa René Wellek— es la interpretación y análisis de las obras literarias mismas. En definitiva, sólo las obras mismas justifican todo nuestro interés por la vida de un autor, por su ambiente social y por todo el proceso de la literatura» 2. En este empeño de análisis frontal y directo, y en la cuantía limitada de nuestras fuerzas, nos hemos acercado a la obra de Berceo, al emprender este trabajo. Nuestra gran 1 A lo n s o , D ám aso, Prólogo español a la Teoría literaria de Wellek y Warren, Madrid, 1959, pág. 8. 2 W e lle k , R e n é , y W a r r e n , A u s tin , Teoría literaria, Madrid, 1959, página 168.

8 Los recursos literarios de Berceo sorpresa, a medida que nos íbamos adentrando en la obra, fue que nos parecía hundim os en una inmensidad oceánica. Es mucha el agua de este m ar para bracearlo en toda su extensión, y son pocas las redes para apresar tanto tesoro oculto. Que a nadie extrañe, pues, que aún queden por explo­ rar muchas zonas acaso no percibidas sino de lejos. Fuera del empeño inicial, este trabajo no ha nacido de un planeamiento «a priori»; fue surgiendo y estructurán­ dose en cada hallazgo, en cada coyuntura, en cada nueva sorpresa que nos brindaba el encararnos pacientemente, en­ trañablemente, con las 3325 estrofas de Berceo. Así nacieron los 44 apartados que lo integran y que hemos agrupado en los títulos siguientes: I. Berceo y su público.—II. Un poco de Gramática.—III. Los recursos más externos.—IV. Los recursos duales.—V. El mundo de los sentidos.—VI. Otros recursos de Berceo.—VII. Algunos tópicos. Al captar cada fenómeno literario, al detectar este o aquel recurso poético, estos o aquellos materiales expresivos, esta o aquella figura de la poética tradicional; al hacer notar la tenacidad con que se repite un mismo procedimiento, o sus variedades y matices, lo hemos hecho, generalmente, no con vocación de coleccionista, no como quien atesora fenómenos disecados, sino señalando, en lo posible, su valor expresivo y el íntimo temblor con que hacen estremecer la contextura de muchos versos. «Analizar el arte no es destruirlo, sino iluminarlo cientí­ ficamente», ha escrito Carlos Bousoño3. «Después de saber que el corazón está situado a la izquierda de nuestro tórax, seguimos persiguiendo su latido; y las orquídeas nos parecen 3

B ousoño , C arlos,

página 18.

Teoría de !a expresión poética, Madrid,

1956,

Introducción 9 tan hermosas como antes de que supiésemos la familia en la que se incluyen»4. 4 Para las citas de Berceo hemos usado los siguientes textos: Vida de Santo Domingo de Silos, ed. de Fitz-Gerald, París, 1904 (el texto de Fitz-Gerald tiene notables diferencias con la edición crítico-paleográfica del códice del siglo xm , hecha en Madrid, 1958, por Fray Alfonso Andrés); Milagros de Nuestra Señora, ed. de A. G. Solalinde, t. 44 de Clásicos Castellanos, Madrid, 1922; El sacrificio de la misa, ed. de A. G. Solalinde, Madrid, 1913; Martirio de San Lorenzo, ed. de C. Carroll Marden, PMLA, XLV, 1930; las demás obras, ed. de BAE, t. LVII. Las variantes, contrastadas, de otras ediciones del texto de Berceo no afectan al contenido del presente trabajo ni modifican las conclusio­ nes finales. Se emplean las siguientes abreviaturas: S. D. (Vida de Santo Do­ mingo), S. M. (Vida de San Millán), Sacr. (Del sacrificio de la misa), Mart. (Martirio de San Lorenzo), Sig. (Los signos que aparecerán antes del Juicio), Loo. (Loores de Nuestra Señora), M. (Milagros de Nuestra Señora), Due. (El Duelo que fizo la Virgen...), Or. (Vida de Sania Oria), Alex. (Libro de Alexandre), Apol. (Libro de Apolonio). Entre paréntesis se indica el número de la estrofa citada.

BERCEO Y SU PÚBLICO

«PROSA», «DICTADO» Y OTROS NOMBRES En la Edad Media, «prosa» significa también 'poema', 'him no’. Curtius 1 cita un poema del siglo viii o ix, escrito en versos de quince sílabas, que su autor califica de «prosa compositum». Berceo emplea ocho veces la palabra «prosa» con este significado. Ya al principio de la Vida de Santo Domingo repite: De un confesor sancto quiero fe r2 una prosa. (S. D., 1). Quiero fer una prosa en román paladino. (S. D., 2).

En la Vida de San Millán, los parientes y amigos de una niña resucitada por el santo muestran su regocijo cantando una «prosa» para dar gracias a Dios: Rendieron a Dios gragias, cantaron una prosa. (S. M., 359).

Lo mismo acaece en el Milagro XII, El Prior y el Sacristán, en que, para rendir gracias a la Madre gloriosa, fueron a la eglesia cantando rica prosa. (M., 302). 1 C u r t iu s , E rxst R obert , Literatura europea y Edad Media latina. México, 1955, t. I, pág. 219. 2 Las formas verbales «fer», «far», «'facer», «fager» y «fazer», en Berceo, son estudiadas por Edith L. Keli.y en Hispanic Review, Filadelfia, III, 1935, págs. 127-37.

Berceo y su público 14 En el Milagro XXIII, La deuda pagada, todos los años, eJ mismo día en que «fabló la imagen», los pueblos Fazien muy grand festa, con quirios e con prosa. (M., 697).

Y en el Duelo que fizo la Virgen María, la misma Gloriosa visita en su celda a San Bernardo y, en íntimo coloquio, pide al santo colaboración para componer juntos una «prosa»: Quiero que compongamos io e tu una prosa. (Due., 10).

En el Sacrificio de la Misa, «prosa» equivale también a «sequentia» 3: La prosa rinde gracias a Dios nuestro Sennor. (Sacr., 44). Cantado el responso, la laude e la prosa. (Sacr., 45).

Muchas veces Berceo llama «dictados» a sus fuentes li­ terarias latinas4; pero también da este nombre a sus pro­ pios poemas. Así acontece al term inar el segundo libro de la Vida de Santo Domingo: El segundo libriello avernos acavado, queremos comengar otro a nuestro grado, que sean tres los libros e uno el dictado. (S. D., 533). 3 Para la equivalencia «prosa»-«sequentia», vid. CURTIUS, op. cit., página 219. «Prosa» no tiene aquí el sentido de 'coro’ que le asigna Lanchetas. R odrigues Lapa cita un pasaje de la Relación de los fechos del Condestable Miguel Lucas, crónica de 1471, en que el verbo «prosar» equivale a «cantar»: «muy buenos cantores prosando muy buenas canciones». (Das origens da poesía lírica em Portugal, Lisboa, 1927). 4 C xrot cita otros nombres que da Berceo a sus fuentes: «II ne veut rien consigner qui ne soit dans la escriptura, ou dans le cartulario, ou dans le pergamino, ou dans la historia, ou dans la leyenda, ou dans la lección; car tous ces mots lui servent tour á tour pour désigner son texte, sa source, comme nous dirions aujourd’hui» (L’expression dans Gonzalo de Berceo, en RFE, 1922, pág. 158).

«Prosa», «dictado» y otros nombres 15 Y en la Vida de San Millán, aludiendo al provecho que ha de obtenerse de su lectura, escribe: En cabo quando fuere leydo el dictado, Aprendra tales cosas de que sera pagado. (S. M., 2).

Para V iscardi5, «dictado» es igual a 'poema regular’, y «dic­ tare» es 'componer'. Para Curtius í\ «dictare» era, sobre to­ do, 'escribir obras poéticas'. De aquí las palabras alemanas «dichten» (escribir poesías) y «Dichter» (poeta). Y éste es el sentido de Berceo cuando llama «dictados» a sus poemas. También los llama «rimas»: Si ella me guiasse por la gracia divina, Querría del su duelo componer una rima. (Due., 1).

Y «romances»: El romance es cumplido, puesto en buen logar: dias ha que lazdramos, queremos ir folgar. (Sacr., 296). Aun merced te pido por el tu trabador, Qui este romange fizo, fue tu entendedor. (Loo., 232).

Berceo habla también de «coplas»7, «tractado»8, «escriptu ra» 9, «libro»10, «libriello» n , «lección»12, «esta labor»13 5 G onzález P orto-B ompiani, Diccionario literario, t. X, pág. 615. 6 Op. cit., pág. 118. 7 S. M., 482. En el Libro de Apolonio se dice: Movyó en su viola hun canto natural, Coplas bien assentadas, rimadas a senyal. (Apol., 495). • S. M., 489. 9 Sacr., 1. 10 S. D., 288, 289, 533, 534; S. M., 317, 488. 11 S. D., 533; S. M., 109, 321. 12 S. M., 482. 13 Or„ 184.

Berceo y su público «este trabajo» 14, «nuestra obra» ls. Cuando Berceo alude a su tarea literaria, a su quehacer poético, nos habla de «fer una prosa»16,de «meter en escripto»17, de «cantar»I8, de «acoplar en rim as»19, de «hacer un rom ance»20, de «compo­ ner una rim a»21, de «fer unos viessos»22, de «romanzar un dictado»23, de «versificar»24, de «controbar»2S. 14 S. D., 757. 15 S. M„ 482. 16 S. D., 1 y 2. También el autor del Poema de Fernán González dice: Del conde de Castilla quiero fager una prosa. (Estr. 1). Y el Libro de Alexandre: Descubrirvos he el renglón, compezare la prosa. (Estr. 1794). 17 S. D , 613. Expresiones parecidas leemos en el Libro de Ale­ xandre : Metioron en canciones las sus cavallarias. (Estr. 1805). Serán las nuestras novas en antigo metidas. (2127). 18 S. D., 752; Or., 19. 19 S. M., 475. 20 Loo., 232. El Libro de Apolonio habla de «componer hun roman­ ce de nueva maestría» (estr. 1) y de «rezar hun romance bien rimado» ■(estr. 428). 21 Due., 1. En la Vida de San Ildefonso (estr. 1) el poeta «querría componer una fagion rimada». En el Libro de Apolonio se alude a coplas «rimadas a senvah (estr. 495). 22 M., 44. 23 Or., 2. 24 Or., 1 y 203. Hablan igualmente de «viessos», «viersos» y «versi­ ficar» el Libro de Alexandre (estrs. 304, 307 , 309, 1252) y el Libro de Apolonio (estr. 427), que también emplea los nombres «trobetes» v «versetes»: Tomó al rey Tarsiana faziendo sus trobetes, Tocando su viola, cantando sus versetes. (Apol., 502) 25 Due., 172 y 179.

«Prosa», «dictado» y otros nombres 17 Sabido es que Berceo se llama a sí mismo «juglar». Esto acaece solamente en la Vida de Santo Domingo (en los demás poemas no aparece la palabra «juglar» aplicada a Berceo): Cuyos ioglares somos, el nos deñe guyar. (S. D., 289). Pero non vos querría de mucho embargar ca diriades que era en noioso ioglar. (S. D., 759). Quiero te por mi misme, Padre, merced clamar ca ovi grant taliento de seer tu ioglar. (S. D., 775). Padre, entre los otros ami non desampares, ca digen que bien sueles pensar de tus ioglares. (S. D , 776).

En los Loores de Nuestra Señora se denomina «trobador»: Aun merged te pido por el tu trobador. (Loo., 232).

En la Vida de Santa Oria, «versificador»: Gonzalo li dixeron al versificador Que en su portaleyo fizo esta labor. (Or., 184).

Y en los Milagros, «dictador» (que hace «dictados», que es­ cribe poem as): Que de los tos m irados fue dictador. (M., 866).

Curtius hace n o ta r26 que «dictador» y «Dichter» están'he­ chos de la misma sustancia verbal, y nos recuerda que el Dante llama «dictatores illustres» a los trovadores. En el mismo sentido lo emplea el poeta de Alexandre: Que ovo de su gesta dictador tan onrrado. (Alex , 309).

Solalinde considera probable que el título de «maestro» que se asigna Berceo en la Introducción a los Milagros (estr. 2) 26 b e rc e o

Op. cit., pág. 118. . —

2

Berceo y su público 18 sea título «meramente literario»27. Para Menéndez Pelayo significa «maestro en poesía». 27 Milagros de Nuestra Señora, Clásicos Castellanos, Madrid, 1922, nota de la pag. 1. f

PRESENCIA DE BERCEO EN SU OBRA Berceo no se oculta detrás de la narración, sino que cons­ tantem ente se asoma al prim er plano. Expresiones como «quiero», «quería», «queremos», acusan su presencia a tra­ vés de toda la o b ra:

*

Quiero fer una prosa en román paladino. (S. D., 2). Quiero fer la passion del sennor Sant Laurent. (Mari., 1). En' su honor querría fer una escriptura. (Sacr., 1). Del testamento viejo quiero luego fablar. (Sacr., 2). En tu loor, sennora, querría entender. (Loo., 2). Quiero en estos arbores un ratiello sobir. (M., 45). Querría del su duelo componer una rima. (Due., 1). De una sancta Virgen quiero versificar. (Or., 1). Quiero en mi vegez, maguer so ya cansado, De esta sancta Virgen romanzar su dictado. (Or., 2).

La narración de Berceo no discurre caprichosamente. El poeta gobierna y encauza el giro de sus historias según su saber y entender. Su voz de mando resuena continuamente en medio del rudo oleaje de los versos, señalando rutas, rec­ tificando rumbos. Lo mismo harán otros poetas de clerecía.

20

Berceo y su público Mas sigamos el curso, tengamos nuestra via. (S. D„ 8). Movamos adelante, enesto non tardemos, la materia es luenga, mucho non demoremos. (S. D., 33). Demos al Monasterio de Sant Millan tom ada. (S. D., 113). En Sant Millan vos quiero la- m ateria tornar, Seguir nuestra istoria, nuestro curso guardar. (S. M., 482). Cambiemos la materia, en otro son cantemos. (Loo., 103). Tornemos a la estoria e non la postpongamos. (Loo., 99) Dexemonos de aquesto, de lo meior digamos. (Loo., 117). Sigamos la estoria, esto es aguisado. (Or., 10). Dexemos de la madre, en la fixa tornemos. (Or., 19).

Berceo está en sus poemas con una presencia casi física, ' con su nombre de pila que repite siete veces al menos, con su pueblo nativo, con su educación en San Millán, con la autoría proclamada de sus versos: Yo maestro Gongalvo de Verdeo nomnado. (M., 2). Madre, del tu Gonzalvo sey remembrador. (M., 866). Yo, Gongalo, que fago esto asu honor. (S. D., 109). Yo, Gongalo por nombre, clamado de Verceo, ■en Sant Millan criado a la su merced seo. (S. D., 757). Esti poco servicio tu lo deña tom ar e deña por Gongalo al Criador rogar. (S. D., 775). Gonzalvo fue so nomne qui fizo est tractado, En Sant Millan de suso fue de ninnez criado, Natural de Bergeo, ond Sant Millan fue nado. (S. M., 489). Gonzalo li dixeron al versificador, Que en su portaleyo fizo esta labor. (Or., 184).

Está presente en el testimonio de sus sentidos:

Presencia de Berceo en su obra

21

Yo la vi, asy vea la faz del Criador. (S. D., 109). Assi pueda la gloria del Criador aver e Commo por mis oreias las oy yo tanner. (S. M., 487).

Con su personal experiencia: Avia en la coluna escalones e gradas: . Veer solemos tales en las torres obradas: Yo sobi por algunas, esto muchas vegadas. (Or., 39).

Con la fatiga de su ímproba labor: Dias ha que lazdramos, queremos ir folgar. (Sacr., 296).

Con la carga de su vejez: Quiero en mi vegez, maguer so ya cansado, De esta sancta Virgen romanzar su dictado. (Or., 2).

Y hasta en la confesión humilde de sus pecados: Por mi que sobre todos pequé, merged te pido, Torna sobre mi, madre, non me eches en olvido, Trayme del peccado do yago embebido, Preso so en Egipto, los vicios me an vendido. (Loo., 231).

Es una presencia dinámica, comunicativa. Berceo, cuando escribe, piensa siempre en sus oyentes, se imagina que tiene un público delante. Y, efectivamente, lo tendrá más tarde, cuando lea sus historias a los peregrinos de San Millán. Es ( un público que escucha ansioso, o se aburre decansancio. Berceo va siguiendo, pacientemente, sus distintos estados psicológicos. Les habla con amor, les suplica con humildad, les exige lo que cree un d e b e r S i supone que la historia 1 Vid., más abajo, Berceo lee ante un público, pág. 32.

22 Berceo y su público que ha contado les impresiona fuertemente, no le faltan ra­ zones para mitigar su angustia: Onge veges cien milia judíos y murieron, muerte non vos duela, ca bien la meresgieron. (Loo., 123).

S il

Si adivina distracción u olvido, les reprocha con suavidad: Mas dam el corazon que vos son oblidados. (Sacr., 177).

Si supone cansancio y fatiga, les invita al descanso: Desaqui, si quisieredes, ora es que folguemos. (S. M., 108).

Y a ellos se dirige directamente: «Señores», «señores e ami­ gos», «amigos e señores», «amigos e vasallos de Dios», «si vos me escuchassedes», «si vos me esperassedes», «si escu­ char quisieredes», «querría vos contar», «vos querría con­ tar», «vos querría fablar», «vos querría leer». Pocos poetas están tan presentes en su obra como el poe­ ta riojano2. «En el poeta medieval», escribe Dámaso Alonso aludiendo a todos los poetas del m edievo3, «se producen con frecuencia rompimientos en la tela de la creación estética, y por el roto aparece la faz humilde del escritor con su in­ genuidad, con su oficio, con sus dolamas o su vejez, en fin, con sus necesidades». Y Américo Castro, refiriéndose expresa­ mente a la obra de Berceo, ha escrito: «Las referencias a su propia persona son frecuentes»; Berceo «incorpora a su poe­ tizar su mismo estar poetizando», «incluye en su obra su 2 Lo contrario opina S ánchez -A lbornoz cuando escribe: «Es Berceo uno de los escritores hispano-cristianos que menos asoma en sus obras y que menos descubre su íntima personalidad» (España, un enigma histórico, Buenos Aires, 1962, t. I, pág. 423). 3 A lonso , D ámaso, De los siglos oscuros al de Oro, ed. Gredos, Ma­ drid, 1958, pág. 78.

Presencia de Berceo en su obra 23 propio obrar»; «por leves que sean estas apariciones de la persona de Berceo bastan para dar sabor de realidad vivida al tema impersonal de su narración, que aparece también haciéndose, descubriendo el «dentro» de su factura; se quie­ bra la monotonía del relato, y el lector moderno experimenta un placer que no aguardaba». Este estilo autobiográfico de Berceo es muy distinto del de los franceses de su tiem po: en Le jen de la feuillée (hacia 1276) de Adam le Bossu, Maítre Adam habla «como un personaje teatral, disuelto en la representación, no como un «yo» que pretenda destacar su existencia frente a aquella. Gonzalo de Berceo, muy al contrario, se m uestra por los intersticios de su obra como una persona solitaria, entrometida en la materia constitutiva de la narración poética» 4. . C astro, Ajviérico, Gonzalo de Berceo, en La realidad histórica de España, México, 1954, págs. 341, 342, 348, 350. El autor explica esta presencia por la influencia oriental: «La línea autobiográfica que roza la poesía de Berceo tiene abolengo oriental, y está de acuerdo con la estructura de vida hispano-islámico-judaica» (pág. 350). *

EL «ROMANCE» DE BERCEO FRENTE AL LATIN Ya el Libro de Apolonio nos habla de «nueva m aestría»: En el nombre de Dios e de Santa María, Si ellos me guiassen estudiar querría, Componer hun romange de nueva maestría (Apo., 1).

Pero es el poeta del Libro de Alexandre el primero que llama «mester de clerecía» a la nueva escuela poética, contrapo­ niéndola al oficio juglaresco: Mester trago fermoso, non es de ioglaria, Mester es sen peccado, ca es de clerezia, Fablar curso rimado por la quadema via A sillavas cuntadas, ca es grant maestría. (Alex., 2).

El «mester de clerecía» era tarea o quehacer de los «clé­ rigos» o «letrados» de aquel tiempo, en contraposición al «mester de juglaría» o actividad poética de los juglares. El Libro de Alexandre emplea muchas veces la palabra «clere­ cía» con esta significación. Alejandro Magno aprende «clere­ cía» de su maestro Aristóteles: Maestro, diz, tu me crieste, por ti se clerizia. (Alex , 361.

Los emisarios de Darío dicen de él que Sabe de clerizia cuantas artes hy son. (Alex., 138).

El «romance» ríe Berceo 25 Un juglar «de grant guisa» lo alaba porque tiene «seso e clerizia», es decir, «inteligencia y saber»: En ti son aiuntados seso e clerizia. (Alex., 214).

El mismo Aristóteles le dice: Fijo eres de rey, as grant clerizia. (Alex., 47).

Y hasta el egipcio Gozeas se ufana ante Darío: Se bien todas las artes que son de clerizia. (Alex., 1012).

Pero Gonzalo de Berceo, el más antiguo de nuestros poe­ tas de clerecía con nombre conocido, que escribió toda su obra en estrofas de cuaderna vía con sentido riguroso del recuento silábico, nunca nos habla de «sílabas contadas», ni de «mesteres», ni de «nueva maestría», y sólo una vez (M., 220) habla de «clerecía» como sinónimo de «saber», cuando dice de un clérigo ignorante, que era «pobre de cle­ recía». Berceo insiste más bien en distinguir su arte, escrito en claro romance, en «román paladino», del arte más difícil de la lengua latina, del «encerrado latino». Berceo no se con­ sidera tan letrado que pueda escribir en latín: Quiero fer una prosa en román paladino, en qual suele el pueblo fablar con su vezino, ca non so tan letrado por fer otro latino (S. D., 2).

Y esta preocupación le acompañó hasta sus últimos años, cuando, ya viejo y cansado, unos treinta años más tarde, se puso a escribir la Vida de Santa Oria: Quiero en mi vegez, maguer so ya cansado, De esta sancta Virgen romanzar su dictado1. (Or., 2). 1 No es la única vez que Berceo distingue entre «romance» (texto en castellano) y «dictado» (texto en latín): Sennores, la fa?ienda del confesor onrado Non la podrie contar nin romaz nin dictado. (S. M., 362).

Berceo y su público «Romanzar» su «dictado», es decir, poner en lengua roman­ ce, trasladar al castellano, el texto o dictado latino de la Vida de Santa Oria. Berceo sabe que el pueblo ignora el latín. ¡Cuántas veces él mismo tiene que luchar no sólo con la mala letra, sino también con el latín revesado de un per­ gamino ! 26

Non de parte la villa muy bien el pergamino ca era mala letra, encerrado latino, entender no lo pudi por Señor Sant Martino. (S. D., 609).

El latín era ya difícil para el pueblo, más, claro está, que para Berceo. Era casi un imposible. Tan difícil, tan arduo, que Berceo no duda en incluirlo entre los carismas del Es­ píritu Santo: Tu fages a los barbaros fablar latinidat. (Himno I, 3).

Por eso, su insistencia en que él escribe en la lengua del pueblo, en la que los vecinos se hablan unos a otros, en la que entiende toda la gente: Quiero fer la passion del Sennor Sant Laurent en romanz Qite. la pueda saber toda la gent. (Mart., 1).

Y, por eso, en la Vida de Santo Domingo, por cuatro veces 2 se llama a sí mismo «juglar», es decir, poeta en lengua ro­ mance, poeta en la lengua del pueblo. Menéndez P idal3 lo ad­ vierte muy sagazmente: «Los más antiguos clérigos poetas, aun los que más pretendían ser ajenos alarte juglaresco, se llamaban, sin embargo, también juglares, por hallar ya este 2 S. D., 289, 759, 775, 776. Poesía juglaresca y juglares, Colección Austral, Buenos Aires, 1942, pág. 265. 3 M enéndez P idal ,

El «romance» de Berceo 27 nom bre acreditado de antes para designar al poeta en lengua vulgar.» Pero Berceo, tan juglar él, tiene también conciencia de que su arte es distinto del arte juglaresco. Sabe distinguir entre el decir de los «clérigos» y el decir de los «otros ju­ glares» que no son clérigos. Sabe sobrestimar Lo que dicien los clérigos, mas que otros ioglares. (S D., 318).

Sabe distinguir la palabra culta de la palabra juglaresca, el decir de los clérigos del decir de los seglares, el vocablo de clerecía del vocablo de juglaría: Colgava delant ella un buen aventadero, En el seglar lengnage dizenli moscadero. (M., 321).

Sabe que sus obras son, propiamente, «dictados»4; es decir, sabe que sus poemas están compuestos, construidos, según las normas literarias. Y sabe que la verdad hay que apoyarla en la palabra escrita y no en las voces volanderas de los ju glares: El escripto lo cuenta, non ioglar nin pedrero. (S. D., 701). * S. D„ 533; S. M., 2.

BERCEO Y LA «LETRA ESCRITA» Nadie, como Berceo, se encierra tan estrechamente den­ tro del embrujo de las fuentes escritas. Su mundo está limi­ tado por los manuscritos que llegan a sus manos. El mismo Berceo lo repite machaconamente: «dizlo la escriptura» \ «dizlo el cartulario»2, «el escripto lo prueba»3, «el escripto lo cuenta»4, «escripto yace esto»5, «escripto lo tenem os»6, «escripto lo fallam os»7, «en letra lo avernos»8, «commo diz el escripto»9, «commo diz la ystoria»10, «commo diz la le­ yenda» n, «commo diz el dictado»12, «assi diz la lection» 13, «esto bien lo trobamos en muchas de .lectiones» 14, «yo ende 1 S. D„ 5, 73, 95, 573; S. M., 73; M„ 49, 116, 518. 2 S. D„ 123. 3 S. D„ 603. 4 S. D., 701. 5 Sig., 56. 6 Or., 4; Sacr., 36. 7 Or., 203. 8 Or., 4. 9 S. D., 191. 10 S. D„ 316. 11 M„705; S M„ 456. 12 M.,405; Or., 84. 13 S. D„ 645. 14 S. D., 28.

La «letra escrita» 29 lo saqué esto de esi misal» 15, «yo lo leí de plan» 16, «en scripto lo leem os»17, «una cosa leem os»18, «según lo que lee­ mos» 19, «ca leerlo solemos» 20, «assi commo leemos e somos sabidores» 21. Pero no es sólo el respeto, casi supersticioso, por lo que dice la letra escrita, sino también la desconfianza, el recelo, de todo lo que no ha podido leer por carecer de fuentes. Berceo no se atreve a afirmar lo que no ha leído antes en un m anuscrito: Quando non lo leyese, decir non lo querría, ca en firm ar la dubda grant peccado abría. (S. D., 73). De qual guisa cegara, esto non lo leemos, lo que non es escripto nolo afirmaremos. (S. D., 336). Non lo diz la leyenda, non so yo sabidor. (S. D., 338 y 375; Or., 15). La otra non leemos ond fo natural. (S. D., 676). El logar no lo leo, decir no lo sabría. (M., 76). Si facía otros males, esto non lo leemos; Seria mal condempnarlo por lo que non savemos. (M., 143). Si lis dio otros fixos non lo dige la leyenda. (Or., 15). Como non fue escripto non lo devinaria. (S. D., 8). Ca al non escribimos si non lo que leemos. (Or., 89).

Y, antes que afirmar lo que no ha leído, prefiere confesar llanamente que no lo sabe: Tres fueron los logares, assy como leemos, 1 mas do fueron, o quales, esto non lo savemos. (S. D., 171). Pesa me que non somos certeros del logar. (S. D., 111). 15 16 17 ,s 19 20 21

Or., 171. S. D., 334. Sacr., 95. Loo., 119. Loo., 155; Or., 4. S. D., 95. S. D., 27, 171, 227.

30

Berceo y su público No lo se bien si yva de piet o cavallera. (S. D., 291). Del rey non sabemos si estorgio o non. (S. M., 454). Xemena de Tordomar perdió la una mano, mas de las dos qual era yo non so bien certano. (S. D., 617).

Por eso no duda en calificar de «gran negligencia» la omi­ sión de un dato, por pequeño que sea, en el manuscrito que está rom anceando: Cuntió grant negligencia alos que lo sopieron, el logar do estido, que non lo escrivieron. (S. D., 71).

O se lamenta de tener que silenciar un detalle por no haber entendido la mala letra y el latín enrevesado de un perga­ mino : Caetio y un ciego, de qual parte que vino, non de parte la villa muy bien el pergamino ca era mala letra, encerrado latino, entender no lo pudi por Señor Sant Martino. (S. D.,

609).

O de no poder continuar una narración porque «fallescio el libro en qui lo aprendía»: De qual guisa salió decir non lo sabría, ca fallescio el libro en qui lo aprendia: perdió se un quademo, mas non por culpa mia, escrivir aventura serie grant folia. (S. D., 751).

Porque el relato de Berceo no se extiende sino hasta donde llegan las fuentes escritas de sus poem as: Sy durasse el libro nos aun dürariamos, _ de fablar del buen Sancto non nos en noiariam os: como salió el preso todo lo contaríamos, • sy la lección durasse, Tu autem non diríamos. (S. D.,

752).

Por eso, su fe ciega en que lo que está escrito responde exac­ tamente a la verdad:

La «.letra escrita»

31

Savemos que enello toda verdad dixieron, nin un berbo menguaron, nin otro añadieron. (S. D., 227). Assin como lo vio, assin lo escribió: Non menguó dello nada, nada non ennadió. (M., 587).

Y, por eso, su apelación reiterada, a veces angustiosa, a que le crean, porque él dice la verdad: «Por amor que creades que vos digo la verdad» 22, «non vos miento un grano» 23, «esto es cosa vera»24, «non vos cuido m entir»25, «escripto yage es­ to, sepades que non vos m iento»26, «debedeslo creer»27, «non es esto en dubda, so bien en certero»28. Porque sería pecado contra Dios no creerle a él, que nocuenta ni versifica sino lo que ha encontrado escrito 29: Qui en esto dubdare que nos versificamos, Que non es esta cosa tal commo nos contamos, Pecara dura-mientre en Dios que adoramos: Ca nos quanto degimos, escrito lo fallamos. (Or., 203). 22 S. D.. 261. 23 S. D., 262. 24 S. D., 626. 25 Sig., 54. 2b Sig., 56. El poeta del Libro de Alexandre dirá lo mismo: «En escrito yaz esto, sepades, non vos miento» (estr. 11). 27 S. D„ 613. 28 S. D., 753. 29 «Pero Sabemos», aclara F rid a W eber de K u r la t, Notas para lacronología y composición literaria de las Vidas de Santos de Berceo, en NRFH, XV, 1961, pág. 125, «que su sujeción a la fuente escrita lo es en realidad al contenido básico de los hechos: se siente cronista en romance de verdades de antaño conocidas y reverenciadas en la lengua docta, pero a pesar de esas aclaraciones de que no escribe en latín porque no tiene ciencia para hacerlo o de que una parte de la historia no pudo entenderla por la letra y porque era «engerrado' latino», acomoda sus fuentes sometiéndolas a las amplificaciones, va­ riaciones, etc., que su aprendizaje de «clerecía» le señalaba como másadecuadas a sus fines».

BERCEO LEE ANTE UN PÜBLICO El camino de San Millán era en aquel entonces una de nuestras arterias de peregrinaje. La lengua del pueblo estaba ya muy lejos del latín litúrgico, y las gestas de los juglares no satisfacían la religiosidad de las gentes devotas. Berceo, clérigo y poeta, pensando seguramente en ese pueblo reli­ gioso e iletrado ', se lanzó a la aventura de rom ancear las 1 A este respecto, G. Cirot (L'Expression dans Gonzalo de Berceo, en RFE, 1922, págs. 169-70) hace las siguientes observaciones: «Je crois qu’il ne songeait point á gagner les lauriers poussiéreux que valaient aux trouvéres frangais leurs chansons de geste. II n ’écrivait pas pour la foule anonyme des pélerins qui passaient non loin, sur la chaussée de Santo Domingo de la Calzada, et qui pour la plupart étrangers au pays, n'auraient rien compris ni á sa langue, ni surtout aux finesses de style ou versification déployées par lui. II écrivait pour ses amis, pour ses paroissiens, pour les moines, pour les Riojanos, pour les castillans qui venaient prier dans l’un ou l’autre des couvents des deux saints régionaux, San Millán et Santo Domingo de Silos, et qu’attirait la réputation de deux thaumaturges.» Y es muy probable que Bcrceo pensara también, aunque no prim a­ riamente, en un público más selecto: «Je ne vois pas la Vida de Santo Domingo ou celle de San Millán écrite pour les jongleurs ni ■ colportée par eux. Ce sont la des oeuvres de propagande sans doute, et des oeuvres de passetemps, oui, mais pas pour toute espéce de gens. Littérature de réfectoire, alors? Peut-étre, et ce n’est pas la déprécier. Mais je penserais plutót á des veladas tenues dans un athénée de village, avec le concours des autorités, merinos, alcaldes, andadores,

El poeta lee 33 gestas de la Virgen y de los Santos. Berceo pensó, más que en una clientela de lectores,, en un público de oyentes, en una extraña y gozosa catequesis en verso. Cabe imaginar a Beiceo sentado en el portalejo, o a la vera del camino, o sobre el repecho de la entrada, o acaso dentro de la misma iglesia, diciendo sus versos a un grupo de devotos peregrinos o de moradores del alfoz del monasterio. Así se adivina2 a través de sus poemas que han sido escritos precisamente con esta finalidad. Más bien que de «escribir» para un públi­ co que «lee», Berceo habla de «leer» ante las gentes que «es­ cuchan» y «atienden»: les dignitaires de l'abbaye, et la fine fleur du monde campagnard. Voyez si, déduction faite des familiarités inévitables, l’allure générale de ces poémes ne cadre pas avec un tel apparat!» Para M en é n d e z P elayo , «el mester de clerecía, socialmente consi­ derado, no fue nunca ni la poesía del pueblo, ni la poesía de la aris­ tocracia militar, ni la poesía de las fiestas palaciegas, sino la poesía de los monasterios y de las nacientes universidades o estudios gene­ rales» (Antología de poetas líricos castellanos, ed. C. S. I. C., Santan­ der, 1944, t. I, págs. 153-4). B e r n a r d G icovate insiste en este público selecto, aristocrático, de Berceo, en contraposición al público de las Gestas. (Notas sobre el estilo y la originalidad de Gonzalo de Berceo, en Bull. Hisp., LXII, 1960). 2 S olalimde (Milagros, C lás. C ast., M adrid, 1922, XIII, en n o ta ) e s ­

c r ib e : « E s in d u d a b le q u e su s p o e sía s d eb ían ser leíd a s a n te u n gru p o d e o y e n te s, ya q u e in s iste d em a sia d o en e sto p a ra q u e n o lo to m e m o s e n co n sid e ra c ió n o lo te n g a m o s p o r u n lu ga r co m ú n d e su p o e sía , sin sig n ifica c ió n co n cre ta .» A gustín del C ampo (La técnica alegórica en la Introd. a los «.Milagros», en RFE, 1944, pág. 17) in siste en lo m ism o : «R ea l o fin g id o , el a u d ito r io e x iste siem p re en fre n te de B erceo.» F rida W eber de K urlat (op. cit., p ág . 114) h a b la d e lo s « a sid u o s o y en tes, m á s q u e lec to res» , de B erc eo . Y M enéndez P elayo (op. cit., p á g . 187) h a b ía d ich o ya: «L a im a g in a ció n g u sta de re p resen tá r se lo , c o m o le ha fa n ta se a d o a lg u n o de su s p a n e g ir ista s a le m a n e s : sen ta d o al ca er de la ta rd e en el portaleyo de su m o n a ste r io , co n ta n d o lo s miráculos de la Gloriosa o las buenas mañas de S a n M illán a lo s b u rg u eses de N á jera o a lo s p a sto r e s d el té r m in o de C añas y ap u ran d o en su co m p a ñ ía u n v a s o d el bon vino q u e crían la s tierra s rib ereñ a s d el E bro.» BERCEO. — 3

Berceo y su público

34

Qui la vida quisiere de Sant Millan saber, E de la su ystoria bien gertano seer, Meta mientes en esto que yo quiero leer. (S. M., 1). Amigos, si quissiessedes un poco atender, Un precioso m irado vos querría leer. (M., 625). Aun si me quissiessedes un poco esperar, En un otro m irado vos querría fablar. (M., 500). Estas tres petigiones que avenios leídas, en esti nuestro mundo nunca serán complidas. (Sacr., 2581 Un otro bel miraglo vos querría dezír, que fizo este confesor, sabroso de oyr. (S. D., 335). Sennores, si quisieredes attender un poquiello. (Sig., 1). Si vos me escuchassedes por vuestro consiment. (M., 1).

Porque el público de Berceo está allí, apretujándose ante él, físicamente presente: Sennores e amigos, quantos aquí seedes, Si escuchar quisieredes, entenderlo podedes. (S. M., 435). Sennores e amigos, quantos aquí seedes, mercet pido a todos por la ley que tenedes. (Sacr., 297V Varones e mugieres quantos aquí estamos. (M., 460).

Un poco inquieto a veces, es cierto, e impaciente, porque el clérigo riojano se alarga acaso demasiado. Pero Berceo su­ plica una y otra vez: Amigos, si quisiessedes un poco esperar. (M., 75 y 500). Si vos me esperassedes por vuestro bien seer. (Sacr., 107).

Y les ruega por amor de Dios: • Sennores e amigos, por Dios e caridat Oid otro m irado fermoso por verdat. (M., 182).

El poeta lee 35 Porque Berceo, tenaz e incansable, está dispuesto a seguir su catequesis sin rendirse a la fatiga, mientras dure el día. Sennores, si quisiessedes mientra chira el dia\ Destos tales m irados aun más vos dizria: Si vos non vos quessassedes, yo non me quessaria, Ca como pozo fondo, tal es Sancta Maria. (M , 583).

Le da pena a Berceo despedirse de sus oyentes así como así. ¡ Son tantas las cosas que tiene que enseñarles! El pueblo se cansa, es verdad; pero Berceo pide paciencia y aguante. «¡Si me quisierais sufrir un poquito!», «¡si me hicierais la gracia de sufrirme!». Señores, sim quisieredes un poquiello soffrir, non querría con esto de vos me espedir, de un otro miraglo vos querría dezir, por amor del buen Padre debedes lo oyr. (S. D., 315).. Si fuere vuestra gracia qnem querades soffrir, Non quiero tan ayna de vos me despidir. (S. M., 321).

Les pide aguante y casi, casi que lo exige como un deber: Debedes aoyrlo las oreias abrir, de firme voluntat lo debedes oyr. (S. D., 644).

Lo deben oir, aunque les cause enojo y fastidio. Después que lo oigan, va se gozarán de haberlo oído: Maguer vos enoyedes, devedes vos soffrir, vos dizredes que era bueno de escrevir. (S. D , 335).

A veces se excusa y expresa su deseo de no ser largo: Pero non vos querría de mucho embargar ca diriades que era en noioso ioglar. (S. D., 759). 3 También el poeta de Alexandre dice a su público: Mas tornemos al curso mientre dural dia. (Estr. 271).

36 Berceo y su público Y, a veces, también, le preocupa el enojo y tedio de su au­ ditorio : Non querré, si podiero, la razón alongar, Ca vos avriedes tedio, io podrie peccar. (M., 704). Grand serie la materia por en ambos fablar, serie grand reguncerio, podrie vos enoyar. (Mart., 17).

\

UN POCO DE GRAMÁTICA

EL DIMINUTIVO EN BERCEO . La lengua española es rica en diminutivos. Ya decía Nebrija 1 que «en este género de nombres nuestra lengua sobra a la griega i latina». Con un criterio amplio, ni totalmente morfológico ni rigurosamente funcional, hemos registrado en la obra de Berceo más de 150 diminutivos. Esta abundan­ cia de diminutivos tiene su explicación primordial en la in­ tensidad afectiva de nuestro poeta. González Ollé, en una obra fundamental para cualquier estudio sobre la materia, lo ob­ serva atinadam ente: «Los sentimientos de efusividad, mo­ destia, familiaridad, ternura, vetas dominantes del mundo in­ terior de Berceo, junto con su gusto por lo popular, hallan muchas veces su cabal expresión precisamente por medio de los diminutivos» 2. Porque, como es sabido, el diminutivo no tiene siempre, ni primordialmente, una función empequeñecedora. «La fun­ ción dism inuidora3 —escribe Amado Alonso—, a pesar de haber dado lugar a la denominación de diminutivo, es con mucho la función menos frecuente, tanto en la lengua es­ 1 N e b r ija , Gramática, ed. de Galindo Romeo y Ortiz Muñoz, Ma­ drid, 1948, III, 3. 2 G o n z á le z O ll é , F e r n a n d o ,

L os s u f ijo s

d im in u tiv o s

en

c a s t e ll a n o

anejo LXXV de RFE, Madrid, 1962, pág. 17. 3 A lo n s o , Am ado, Estudios lingüísticos, ed. Gredos, Madrid, 1951, páginas 197-98.

m e d ie v a l,

Un poco de gramática crita como en la oral; cualquier recuento convencerá al lec­ tor de que el uso más abundante del diminutivo es el de las funciones emocional, representacional y activa»4. «Cuando el sentido central es realmente el de disminución, se suele insistir en la idea de pequeñez con otros recursos (una ca­ rita pequeñita, una cosita de nada, etc.).» En Berceo predominan, sin duda, los diminutivos con función emocional; pero tampoco faltan los diminutivos que encierran una noción de pequeñez o que, al menos, conllevan una doble carga, nocional y afectiva. Como tampoco es raro, aunque no habitual, el procedimiento de refuerzo e intensi­ ficación, acudiendo a otros recursos para potenciar la noción empequeñecedora. Así, para indicar la cortedad o brevedad de un instante, de un tiempo, Berceo no dice solamente «un ratiello» (un ratito), sino que, más de una vez, dirá «un poco de ratiello» 5, reforzando el diminutivo ratiello con el adver­ bio poco. O dirá «muy poquiello rato» 6, superlativizando el diminutivo poquiello. Y, por la misma razón, en lugar de «un ninnuelo» (un niñito), «una espiguiella», «un reconcie11o», dirá también «un ninnuelo chico» 7, «una chica espiguie­ lla» 8, «un chico reconciello»9, añadiendo en los tres ejem­ plos una nueva noción empequeñecedora. O tratará de hacer notar la pequeñez por medio de comparaciones, como en las dos campanillas del altar de San Millán, tan pequeñas que 4 F. C onrad (Die Deminutiva im Altlatein, en Glotta, XX, 79, XIX, 136) confirma esta función del diminutivo, refiriéndose a Plauto: «De 309 diminutivos de Plauto, sacados de 824 pasajes, en ninguno de ellos es obligatorio suponer una significación empequeñecedora. En 8 dimi­ nutivos es, en verdad, posible, pero no necesaria.» 5 S. D., 36; Sig., 1; M „ 441. 6 Or., 108. 7 Sacr., 199. 8 Sacr., 261. 9 M., 801.

El diminutivo en Berceo 41' apenas pueden ser adivinadas por hombre que «bien non. cata»: Dues campaniellas pienden sobre el so altar De la soga que suele la corona colgar: Pueden commo dos nevos, non mayores estar, Si omne bien non cata, non las podrie asmar. (S. M., 485).

O form ará un diminutivo de otro diminutivo, intensificando, o redoblando la poquedad o brevedad de algo, como en «poquelleio» 10, diminutivo del diminutivo «poquiello»: t Por padre lo cataban esse sancto congeio, Foras algún maliello, que valie poqnelleio. (S. D., 92).

Berceo, como todos los escritores del medievo hasta mitad del siglo xv, usa casi exclusivamente diminutivos en iello (pobregiello, cosiella), que son los más abundantes n, en uelo (ninnuelo, fijuelo)12 y en ejo (logarejo, portalejo) 13. Sólo-

10 S. D., 92 y 209; M., 544. También lo usan el' Libro de Alexandre (191), el Libro de Apolonio (188, 233, 560, 1571) y el Poema de Fernán González (567). G o nzález O llé no admite la forma poqLÜllejo como, «surgida en busca de un refuerzo de la expresividad». «No niego, dice, que poquillejo se haya sentido en la lengua antigua, al igual que en la actual, como formación intensiva, de acuerdo con la duplicación suftjal; pero sí que el motivo que la haya suscitado sea de orden expre­ sivo en cuanto a la pequeñez» (op. cit., pág. 206). «Se trata de una formación motivada únicamente para satisfacer las necesidades de la rima» (id., pág. 24). 11 En iello: S. D., 19, 34, 36, 86, 92, 125, 182, 214, 279, 289, 315 , 426, 469, 533, 538, 550, 584, 613, 624,638, 692,709, 723; S. M., 42, 107,109,134, 139, 141,146, 153, 188, 229, 321, 340, 343,355, 372, 442, 447, 485; Sacr., 76, 89, 130, 265, 277, 279; Sig., 1, 35; M., 6, 43, 45, 188, 199, 210, 212, 228, 291, 360, 434, 437, 438, 441, 508, 525,533, 588, 599, 600, 675, 687, 750,801,817 824, 874, 909; Due., 20, 34, 181;Or., 16,27, 51, 79, 107, 108, 137,144,152, 163; Loo., 10. 12 En uelo: S. D„ 10, 320, 635; S. M., 67,167,214, 342; Sacr., 58, 175, 199, 202; M., 117, 214, 363, 365, 371, 420, 449, 534, 565, 568, 604, 674; Due.,. 28, 53; Or., 124, 172; Mart., 74; Loo., 72. 13 En ejo: S. D., 92, 170, 209 S. M., 28; M., 124, 525 , 544; Due., 87;: Or., 184

Un poco de gramática •42 excepcionalmente14 aparecen en Berceo diminutivos en ita (ninnita), en ico (zatico), en ino (copino), en ezno (iudezno) y en ijo (cuchellijo, en lugar, tal vez, de cuchillejo, por error de transcripción). Sin embargo, es de presum ir que, en tiem­ pos del poeta riojano, estos diminutivos estarían ya en boca del pueblo, «no serían tan infrecuentes como el lenguaje de Berceo podría hacer creer, sino que su escasez estaría causa­ da por un criterio de selección. Existirían en la lengua con­ temporánea como posibilidades, sin que el habla del poeta recurriera a ellos más que en situaciones condicionadas (por necesidades métricas), nunca (o casi nunca) espontáneamen­ te», porque su carácter rústico les impedía el acceso a la lengua literaria 1S. Los diminutivos en iello y uelo no tenían en aquel tiempo un sentido necesariamente despectivo (tam ­ poco los diminutivos en ejo). Ni siquiera predominantemen­ te despectivo. Pocas veces los emplea Berceo para indicar desestima o m enosprecio16. Tienen casi siempre un valor meyorativo, con la misma significación de los actuales dimi­ nutivos en ito. Véase, por ejemplo, la siguiente estrofa de la Vida de San Millán, referente a una niña de tres años m or­ talmente enferma: En tres annos andaba, ya era p e o n z i e l l a , Tenienla los parientes siempre bien v e s t id ie ll a , Ovo a enfermar muy fuert la m e z q u i n i e l l a , Tanto que la estaba por exir la a l m ie l la . (S. M., 343). 14

En e z n o : M., 355, 356, 357. En i t a : S. D„ 52. En i j o : M., 193. En S. D., 307: S. M., 247; M., 278. En i c o : M., 105; Sacr., 275.G o n z á le z O llé ( o p . cit., pág. 26) rechaza el diminutivo en e ta ( c a p s e t a , de c a p s a , Sig., 22). L a n c h e ta s señala erróneamente un diminutivo en id o ' ( b e ll id o , derivado de b e l l o ) . 13 G o n z á le z O ll é , o p . cit., págs. 26 y 240. 16 S. D., 92; S. M., 167, 214; M„ 199, 674, 801; Loo., 72. in o :

El diminutivo en Berceo 43 Cada verso term ina con un diminutivo en iella y, sin em­ bargo, no hay nada desdeñoso en el contenido del tetrástrofo. Es más, toda la estrofa está impregnada de ternura, de com­ pasión, de mimo. Berceo viene a decimos que la niña, con sus tres años, era ya mayorcita; que sus padres, como m irán­ dose en ella, mimándola paternalmente, la tenían siempre bien vestidita, y que un buen día la «mezquiniella», la pobrecita niña, enfermó de tal gravedad que se le iba a salir el alma, la almita, la «almiella». La estrofa toda está destilando lástim a y ternura. Y lo mismo acaece en el ruego a gritos, «a grandes voces», pidiendo la luz de sus ojos, de la m ujer ciega que llevan al sepulcro de Santo Domingo. Berceo la llama «ciega mezqui­ niella». Pondérese la cantidad de pena, de compasión, que encierra el diminutivo «mezquiniella» (pobrecita), aplicado a una ciega que, echada a los pies del sepulcro, pide a gran­ des voces: Oyas me, Padre sancto, patrón déla Castiella,... que pueda con mi lumbre tornar ami casiella. (S. D., 624),

Es decir: ¡Que pueda con mis ojos, sin que nadie me lleve, volver a mi casita! Y pondérese el tono emocional, el conte­ nido evocador, del diminutivo «mi casita». ¡Volver a mi casi­ ta! «¡Que pueda con mi lumbre tornar a mi casiella!» Tampoco tienen predominantemente un significado peyo­ rativo los diminutivos en uelo. De los 28 ejemplos que hemos registrado, 16 se refieren a las palabras «ninnuelo» y «fijuelo», con significado de niñito e hijito 17. Nadie se aventuraría a ver un significado peyorativo en aquel grito angustioso de 17 Éste es el sentido del diminutivo latino «filiolus», de quien se deriva «hijuelo».

Un poco de gramática 44 nuestra Señora, alarmando a la ciudad de Toledo por un simulacro de crucifixión hecho en la judería: t ¡Otra vez crucifigan al mi caro Fiiuelo! (M., 420).

O el dolor incontenido de la Madre contando la tragedia, del Viernes Santo al pie de la cruz: lo mesquina estaba catando mió Fiiuelo, Batiendo mies massiellas, rastrando por el suelo. (Due., 28).

Tómese el pulso a las dos escenas y véase toda la ternura evocadora que encierra el diminutivo «Fiiuelo», «mi caro Fiiuelo», mi hijito, ante su Hijo crucificado. Y nótese cómo se entrecruzan, ¡y cuán inefablemente!, por arte y magia del diminutivo, un recuerdo de caricia de niño y la realidad viva de una cruz, los encantos de Belén y la tragedia del Gólgota: ¡Otra vez crucifigan al mi caro Fiiuelo!

El cálido temblor del diminutivo «fijuelo» hace vibrar muy sutilmente la contextura de todo el verso. Spitzer ha dicho que los diminutivos «funcionan como la signatura en clave en la música: ellos determinan el tono de la frase»18. Las ci­ tas podrían multiplicarse indefinidamente. 18 S pitzer ,

Das Suffix «-one» im Romanischen,

en

Beitrage,

p ág . 201.

COMPARATIVOS Y SUPERLATIVOS Berceo, que emplea indistintamente tanto el comparativo perifrástico como el orgánico, usa, sin embargo, casi exclusi­ vamente el superlativo perifrástico. Y eso que el superlativo en ísimo es tan frecuente en las fuentes latinas que utiliza. Pero, a la verdad, Berceo no podía ser una excepción de su tiempo. Ya advierte Salvador Fernández1 que este tipo de superlativos es «apenas usado, en la Edad Media». Y Lanch etas2 puntualiza que «comenzaron a introducirse en la •segunda mitad del siglo xiv, y su desarrollo pleno es del xv, y m ejor todavía del xvi». Enumeremos sucintamente las for­ mas comparativas y superlativas usadas por Berceo. C o m p a r a t iv o s

o r g á n ic o s

:

a) maior 3: Nunqua varón en duenna metió maior querencia. (M., 50). Non me da mayor onrra, que si fuesse un can. (S. D., 158). 1 F e r n á n d e z , S a lv a d o r , Gramática 2 L a n c h e ta s , op. cit., pág. 811,

española, Madrid, 1951, pág. 123.

3 S. D., 81, 158, 253, 257; S. M., 63, 485; M„ 50, 79, 84, 261, 305, 315, 346, 392, 396, 425, 475, 593, 755, 807; Due., 6, 164; Or., 53.

Un poco de gramática

46 b) meior4:

Cambiaron li el abito, otro meior li dieron. (S. D., 35). Alimpiava las lámpadas por fer meior lumnera. (M., 290).

c) peor5: Darlis an malas genas ct peores yantares. (Sig., 40). Peor li era esto que todo lo passado. (M., 474). C o m p a r a t iv o s

pe r if r á s t ic o s :

a) más... q u e6: Que fazia continencias mas suzias que un can. (S. D., 334). Mucho eran más blancas que las nieves regientes. (S. M., 437),

b) plus... q ue7: Vinien en dos caballos plus blancos que cristal. (S. M., 438).

c) tan... com o6: Vedia me ensueños en un fiero logar, oriella de un flumen tan fuerte como mar. (S. D., 229). Tan grand es eras como eri, e non es más vazio. (M., 584).

d) tan... qual: Trobaronli la lengua tan fresca e tan sana Qual pareze de dentro la fermosa mazana. (M., 113). 4 S. D„ 35, 52, 85, 215, 263, 521; M., 83, 94, 151, 172, 253, 290, 341r 377, 446, 449, 493, 501, 618, 687, 759; Sacr., 154; Or., 53, 113; Mart., 72. 5 S. D„ 194;M„ 261, 474, 479, 687, 723, 757, 842,875;Sig., 40. 6 S. D„ 334; S. M., 437, 449; Mart., 87, 93; Sig., 5, 7;M., 25, 51, 327, 600; Due., 35, 39; Or., 28, 30, 45, 91, 116, 123. 7 S. D., 230; S. M., 438; Himn., II, 2, 5. 8 S. D., 96, 229; S. M., 201; M., 53, 584.

Comparativos y superlativos 47 e) más mayor (No era rara esta superposición de las for­ mas orgánica y perifrástica): ' Tan bien non lo faria alguno más mayor. (S. D., 20). Que fazes cosas tales e otras más maiores. (M., 809).

f) más peor: Al fezo más peor esa gent rehertera. (Due., 25). S u pe r l a t iv o s

o r g á n ic o s

:

a) en ísimo. Sólo una vez lo usa Berceo9: Fagien planto sobeio las hermaniellas mias... Del mi fiio dulgisimo ambas eran sus tias. (Due., 20). S u pe r l a t iv o s

p e r if r á st ic o s:

a) muy 10 + adjetivo 11: Quemando de candelas muy grandes manoios. (S. D., 587). 9 El superlativo «dulcísimo» lo emplea San Bernardo siete veces en el sermón De lamentatione Virginis Mariae, en que se inspiró Ber­ ceo (vid. Lanchetas, op. cit.). 10 «Muy» equivale alguna vez a «mucho», con valor adjetivo: Que sanó muy contrecho e mucho demoniado. (S. M., 237). 11 Es la forma más repetida: S. D., 5, 11, 17, 20, 22, 84, 97, 118,. 168, 190, 209, 226, 230, 255, 277, 353, 357, 410, 414, 424, 439, 454, 475, 498, 500, 503,517, 520, 521, 522, 531, 539, 554, 561, 575, 587, 598, 599, 613, 614, 615, 616,638, 647, 671, 686, 687, 732, 747, 757; S. M., 20, 73, 76, 78, 113, 126, 134,142, 159, 162, 182, 194, 241, 244, 289, 310, 320, 322, 323, 343, 347, 350, 354,360, 361, 371, 373, 374, 395, 399, 400, 413, 431, 436, 443, 450, 451,. 453, 455,457, 458, 467; Sacr., 14, 62, 67, 199, 200, 209, 227, 228, 271, 272; Mart., 3, 22, 25, 47, 70, 71, 72, 77, 78, 82, 83; Loo., 67, 75, 86, 134, 155; Sign., 3, 6, 33, 38, 55, 62, 65, 72; M., 29, 51, 52, 57, 58, 59, 67, 69, 84,. 86, 88, 90. 112, 116, 118, 123, 134, 140, 161, 174, 204, 205, 218, 226, 230,.

Un poco de gramática

■48 •b) mucho + adjetivo 12:

El Rey e la Reyna eran mtich allongados. (S. D., 506).

c) bien + adjetivo 13: Estos eran bien pobres de sayas e de mantos. (S. D., 190).

d) asaz + adjetivo 14: De otras Clerigias assaz grandes mesnadas. (S. D., 530).

e) sobra + adjetivo 15: Fue luego por las tierras sobra grant el roido. (S. M., 131).

f) fuert + adjetivo 16: Conla facienda pobre era fuert embargado. (S. D., 215).

g) adverbio en «.mente» + adjetivo 17: Era el omne bueno fiera mient enflaqiddo. (S. M., 260). Gafo natural era dura-ment afollado. (S. D., 475). 239, 253, 264, 281, 285, 301, 306. 318, 320, 327, 346, 349, 357, 381, 386, 388, 404, 405, 408, 413, 414, 415, 417, 422, 426, 467, 469, 476, 484, 490, 529, 531, 533, 535, 537, 540, 560, 561, 577, 578, 589, 597, 616, 617, 620, 624, 655, 697, 707, 723, 734, 739, 740, 747, 762, 778, 782, 788, 789, 795, 798, 810, 813, 820, 848, 869, 880, 882, 889, 894; Due., 33, 53, 122, 127, 161, 177, 191; Or„ 13, 20, 23, 44, 52, 59, 62, 70, 76, 77, 78, 108, 109, 117, 130, 135, 145, 154, 162, 183, 186, 202, 204, 205. 12 S. D„ 11, 319, 506, 523, 556, 660; S. M., 65, 78, 106, 111, 336; Loo., 64, 111; Sig., 68; M., 283, 383, 397, 521, 530, 563, 571, 668, 796, 872; Due., 3, 87, 120; Or., 8, 31, 49, 69, 104, 114, 154. 13 S. D., 3, 97, 190, 207, 230, 328; S. M., 323; Sacr., 112; M„ 68, 117, 119, 132; Or., 138. 14 S. D„ 109, 144, 170, 455, 530, 598; M., 333, 634, 755, 874; O r, 57, ■67, 202. • 15 S. D., 224; S. M„ 131; Sig., 73; M., 830; Or., 155. 16 S. D., 215; S. M., 30, 34, 171, 333, 353; M., 278, 507; Or., 135. 17 S. D„ 442, 475, 654, 679, 739; S. M., 161, 228, 260, 274, 333, 353, 381, 411; M., 101, 232, 363, 662, 719, 731, 779, 844.

Comparativos y superlativos h) adverbio + adverbio 18:

49

Fue de sus compañeros mucho bien rebebido. (S. D., 277). De lavor de ganados assaz bien aguisado. (S. D., 110). De imnos e de cánticos sobra bien decorado. (S. M., 22).

i) adverbio + /rase adverbial19: Recibiolo el rei asaz a grand onor. (M., 735). Cargados de olivas mucho sobre mesura. (Or., 141).

j) adverbio + comparativo orgánico20: Mas non es pan nin vino, cosa es muy meior. (Sacr., 162). S u per la tiv o s

r e l a t iv o s:

Las formas anteriores se refieren al superlativo absoluto. No faltan, sin embargo, algunos ejemplos de superlativo re­ lativo : Aparto de sus monges los más familiares, los que tenían en casa los mayores logares. (S. D., 228). A Dios en sacrificio dio el meior cordero. (S. D., 26).

Pero en Berceo son escasos los superlativos relativos. Abun­ dan, en cambio, como hemos visto, con una variedad infre­ cuente de formas perifrásticas, los superlativos absolutos o elativos. La frecuencia del superlativo en Berceo es consi­ derable. Casi pudiéramos decir que la superlativización es 18 Sobra bien: S. D., 128; S. M., 22, 79, 190. Muy bien, o mal: S. D., 456, 493; S. M„ 340; Sacr., 14, 42; M„ 140. Mucho bien: S. D., 277. Asaz bien: S. D„ 110; M., 160. 19 M., 735; Due., 64; Or., 141. 20 S. D., 48, 697; S. M., 488; Sacr., 162; M., 28, 66, 315, 623, 756, 763, 779; Or., 18, 58. BERCEO. — 4

Un poco de gramática 50 uno de sus procedimientos habituales. Gonzalo Sobejano21 estima que los superlativos de Berceo cumplen «dos funcio­ nes principalmente: una, la de extremar el grado de la cuali­ dad (lo que concuerda muy bien con la tendencia del poeta a sublimar lo bueno y acentuar lo malo), y otra, la de pre­ sentar a la consideración del oyente, a su persuadido asenso, la cualidad extremada en ese grado (en la recitación el oyente está de acuerdo ya, o se convence merced a tales pondera­ ciones)». En comparación con Berceo, el poeta del Libro de Ale­ xandre usa pocos superlativos. Pero suple esta relativa es­ casez con el uso frecuente de hipérboles n, con cifras exage­ radas de naves, de muertos, de carros, con la inflación como procedimiento. O con el uso frecuente de comparaciones ex­ tremas. En vez de «muy airado», o de «muy rabioso», dirá «ravioso cuerno una tigra brava» (estr. 524), como «una sierpe fiera» (521), como «un león ieiuno» (490), como «orso ravioso que anda defamido» (501), como «un león yrado» (482, 977, 1884), como «leones que andan defamidos» (965), como «rayo yrado» (1249), «mas ravioso que una orsa brava» (985), como «verracos que estavan porfiosos, los colmiellos amolados, los labros espumosos» (536). . 21 S ob ejan o, G o n z a lo , El epíteto en la lírica española, ed. Gredos, Madrid, 1956, pág. 191. 21 Vid. en el Libro de Alexandre: 84, 87, 100, 145, 162, 191, 210, 396, 474,- 477, 485, 486, 528, 531, 585, 604, 658, 714, 803, 806, 808, 827, 957, 976 980, 1236, 1262, 1759, 1921.

ASINDETON Y POLISINDETON El asíndeton da rapidez a la expresión. El polisíndeton tie­ ne más bien una función de refuerzo, de intensificación de conceptos. Las series asindéticas de Berceo pueden ir o no acompañadas del artículo, y el artículo puede escoltar sólo al prim er miembro de la serie, o repetirse en cada uno de sus miembros. El asíndeton sin artículos imprime al perío­ do una marcha más acelerada: Es dicha vid, es uva, almendra, malgranada Que de granos de gracia está toda calcada: Oliva, cedro, bálsamo, palma bien aiumada, Piértega en que sovo la serpiente alzada. (M., 39). Un Dios e tres personas, esta es la creencia, un regno, un imperio, un rey, una essencia1. (Himn., II, 7).

Algo distinto sucede en el asíndeton con artículo. «Con un solo artículo para toda la enumeración», observa Amado Alonso, hablando en general de la estilística y gramática del artículo en español, «las sucesivas representaciones resultan más eslabonadas que yuxtapuestas: un sentido unitario guía la serie. El pensamiento procede en estas enumeraciones, no 1 Compárese, a pesar de la distancia, la andadura y el sentido unitario de este último verso con el justamente celebrado de Hernan­ do de Acuña: «Un monarca, un imperio y una espada».

Un poco de gramática 52 avanzando un paso con cada nuevo miembro, sino insistiendo o definiendo o glosando la idea ya m entada con el primero de la enumeración»2. Esta acertada observación se eviden­ cia en los siguientes ejemplos de Berceo, reforzada además por la insistente repetición de los posesivos «mi» y «tu»: Con rabia del mi Fiio, mi padre, mi sennor, Mi lumne, mi confuerto, mi salut, mi pastor, Mi vida, mi conseio, mi gloria, mi dulzor. (Due., 46). Tu eres pora todo, grado al Criador, Por rogar al tu Fijo, tu Padre, tu Sennor. (M., 798).

La repetición del artículo en cada miembro de la serie tiene una misión destacadora. «En términos generales pode­ mos comprobar que, hasta la época clásica inclusive, la re­ petición del artículo en las enumeraciones supone la intro­ misión de un elemento de realce expresivo: encarecimiento, valorización, énfasis»3. Esta misión enfatizadora, de deslin­ de y realce, es también evidente en Berceo: Cinco sesos del cuerpo que nos facen peccar, El ver, el oir, el oler, el gostar, El prender de las manos que dizimos tastar. (M., 121). Entró en la cibdat la cabeza primida, la barba muy luenga, la crin mucho cregida. (S. M., 78).

Pero en la obra de Berceo es más frecuente4 el polisín­ deton. Ya hemos dicho que el polisíndeton tiene una función 2 Amado A lo n so ,

página 156.

Estudios lingüísticos, ed. Gredos, Madrid, 1951,

3 Amado A lo n so , op. cit., pág. 158. 4 Ejemplos de polisíndeton: Véase S. D., 41, 69, 75, 88, 106, 108, 209, 274, 276, 312, 364, 403, 407, 444, 445, 499, 535,538, 550, 573, 60b 640, 666, 706, 713, 770; S. M„ 12, 50, 63, 247, 248, 362,452, 486; Sacr., 21, 24, 57, 58, 74, 121, 122, 167, 185, 186; Loo., 10, 212; Sig., 11, 12, 24, 32, 35. 55; M„ 6, 9, 38, 56, 102, 166, 214 , 249 , 267, 324 , 325 ,327 , 418 , 441, 446, 495, 512, 544, 556, 591, 611, 630, 700, 768, 799, 807, 896; Due., 14, 18, 46. 47, 59; Or., 112, 120.

Asíndeton y polisíndeton 53 de refuerzo. La repetición pleonástica de la conjunción da vigor y energía a los elementos conjuntados. Cada miembro queda íobustecido, hiperesteniado, por la virtud tonificante de la conjunción. Berceo emplea el polisíndeton copulativo y disyuntivo, más abundantemente el prim ero: Con Dios e la Gloriosa e la crengia sana, viniali buena cosa de offrenda cutiana. (S. D., 106). Compuso la iglesia, esto bien lo creadcs, de libros e de ropas e de muchas bondades (S. M., 108). Condesaron los cuerpos otro dia mañana, Vincengio e Sabina, e Cristcta su hermana. (S. D., 274). Abbades e Obispos e Calonges Reglares levaron end reliquias todos asus logares. (S. D., 276). Parientes, e amigos, e mismo Don Garda con el mensage bono ovieron alegría. (S. D., 407).

El polisíndeton disyuntivo es menos frecuente, pero pueden encontrarse bastantes ejemplos: Sy fo después o ante o en essa sazón quando quiere que sea una es la razón. (S. D., 444). Ca sy non li valiesse a poca de sazón seria ciego o muerto, o con grant lision. (S. D., 706). Quando sacrificaban, non offricien dinero, mas o toro o aves, o cabrón o carnero. (Sacr., 57).

El más usado por Berceo es, sin duda ninguna, el polisínde­ ton copulativo negativo: En claustra ni en choro ni en otro logar que mandava la regla el non quería falsar. (S. D., 88) Non contradixo omne nin grant nin poquilleio, nin fo pesante dello nin villa nin conseio. (S. D., 209). Non avernos dinero nin oro nin argent. (S. D., 364).

Un poco de gramática Non ovo grant nin chico nin enfermo nin sano Que non tenie el vino delante sobeiano. (S. M., 248). Nin cabrón, nin carnero, ni bue que mas val, nin palombas, ni tortoras, ni es cosa ata], que valies contra est misterio spirital. (Sacr., 122). Nin verie sol nin luna, nin buena ruciada. (M., 249). Nin frió nin calura, nin viento nin elada. (M , 611). Nin vieio nin mancebo nin muger maridada Non sufrió tal lagerio nin murió tan lazdrada. (Due., 14).

NEGACIONES QUE AFIRMAN

Afirmar negando es uno de los recursos literarios de Ber­ ceo. El procedimiento, llamado «litote» por los retóricos, con­ siste sencillamente en negar lo contrario de lo que se quiere decir. Si llamamos A lo que queremos afirmar, y B a su con­ trario, la fórmula, simplicísima, sería: «No B»: Sennor Sancto Domingo, dizlo la escriptura, Natural fue de Cannas, non de baxa natura. (S. D., 5).

La fórmula, sin embargo, encierra una cierta manera de ate­ nuación. Decir que una cosa «no es baja», no es exactamente decir que «es alta». Pero esta fórmula, tan simplista, no es la más usada por nuestro poeta. Berceo, amigo de contrastes, prefiere contra­ poner expresamente los dos conceptos (bueno-malo, muchopoco, verdad-mentira) y colocarlos frente a frente, encarán­ dolos. Estos dos conceptos, así enfrentados, irreductibles en su esencial incompatibilidad, pueden amansar su irreductibilidad y acercarse el uno al otro por arte y magia de una ne­ gación. Afirmar una cosa y negar su contraria es, al fin y al cabo, afirm ar dos veces lo mismo. La nueva fórmula sería:

Un poco de gramática «A; no B». Negado lo segundo, se afirma de nuevo lo pri­ m ero 1. Veamos esto con un ejemplo de Berceo: Avian los compañeros grant rencura, non poca. (S. D., 297).

En este sintagma se contraponen dos conceptos opuestos: «grant» (mucha) y «poca». Se afirma el primero y se niega el segundo, que es su contrario. En realidad, el sintagma puede desdoblarse así: 1) Los compañeros tenían mucho rencor. 2) Los compañeros tenían no poco rencor. El contenido conceptual es el mismo en las dos propo­ siciones. ¿Hay aquí también una idea de atenuación, como en la fórmula primera? Más bien podría hablarse de insisten­ cia, de reiteración, de intensificación. El fenómeno se repite muchas veces: Empezóla a lidiar muy denonadament... Darlis mala pitanza, non sabroso present. (S. M., 290). Sedien sobre la tabla angeles trasietados... dos eran ca non plus, sedien bien compassados. (Sacr., 13). Nolo cuide ninguno que lo faz sin razón... qui assi nolo faze, faze mal ca bien non. (Sacr., 60). Significa a Cristo fiio déla gloriosa: ca vistió limpia carne, clara non inangellosa. (Sacr., 90). 1

Las Artes Poéticas del medievo describen el procedimiento. (Poetria Nova, vs. 669-673): Quaelibet induitur duplicem sententia formam: Altera propositam rem ponit et altera tollit Oppositam. Dúplex modus in rem consonat unam Sitque fluunt vocum rivi dúo: rivus uterque Confluit; exundant voces ex duplici rivo. Y E v r a r d l ' A l i . e m \ \ d (Laborintus, vs. 333-34): Rem certam pono, cujus contraria primo Tollitur: haec dempta cedit, et illa manet.

f r o i de V in s a u f

G eo f-

Negaciones que afirman

57

Ca es su sancto nombre durable, non mortal. (Sacr., 256). Verdat es, non mentira, esto que io vos digo. (M., 276). Valie mas ca non menos por elli la mongia 2. (M., 287).

Pero no siempre hay un enfrentamiento de conceptos opues­ tos. El fenómeno se verifica también entre conceptos dis­ tintos, que se excluyen, pero que no se oponen. En este caso* la negación de uno no implica necesariamente la afirmación, del o tro : De fuste era todo, non fierro nin azero. (S. D., 659). De oro puro era, non de otro madero. (Sacr., 8). Ena olla de oro, non de tierra labrada. (Sacr., 15). Sobre altar de tierra, non de piedra lavrada, fazie sus sacrificios la hebrea m esnada3. (Sacr., 3).

Notemos, finalmente, que, a veces, hace Berceo un trastrue­ que de términos. La fórmula, entonces, es la siguiente: «NoB, sino A». As me buscada onrra, non simple, ca doblada. (M., 61). Davanli por pitanza non mazanas nin figos, Mas fumo e vinagre, feridas e pelcigos. (M., 246). Fizo en mi grand gracia non una, ca doblada. (M., 450). Non una vez, ca muchas. (Due., 4). 2 Vid. Sacr., 167, 175, 185, 284; M., 4, 8, 60, 104, 244, 275, 734, 762:. 3 Vid. Sacr., 230; M., 457; S. D., 231.

SINTAXIS LENTA Y SINTAXIS DINÁMICA Menéndez Pelayo 1 destaca en Berceo «la perfección rela­ tiva de la lengua, hábil ya para decirlo todo con rapidez y energía». Para Lanchetas 2, en la gramática de Berceo «están ya acabadas las flexiones nominal, pronominal y verbal» y «no falta una siquiera de las diversas clases de proposiciones simples, coordinadas y subordinadas». Pero nuestro intento es ahora otro. Quisiéramos ver la sintaxis de Berceo desde una cota distinta, en nueva perspectiva. Hay una sintaxis lenta y morosa, retardataria, y hay una sintaxis dinámica, rápida, acelerada3. En la prim era abun­ dan los verbos subordinados, los adjetivos, los - determ inati­ vos, las reiteraciones, las palabras que ligan. En la segunda predominan los verbos principales, las formas sustantivas no sinónimas, la ordenación en clímax ascendente, el asíndeton. ¿En cuál de estos grupos puede incluirse, al menos predomi­ nantemente, la sintaxis de Berceo? ¿O estamos ante un es­ critor lento unas veces y dinámico otras? Y una pregunta 1 M enéndf.z P elayo, Antología de poetas líricos castellanos, ed. C. S, I. C„ Santander, 1944, t. I, pág. 172. 2 L anchetas , R u fin o , op. cit., pág. 23. Más detenidamente vuelve a insistir en la sintaxis de Berceo en las págs. 975-79. s Vid. BousoÑo, el dinamismo expresivo, en La poesía de Vicente Aleixandre, ed. Gredos, Madrid, 1956, págs. 270-78

Sintaxis lenta y sintaxis dinámica 59 m ás: ¿Hay en Berceo una adecuación entre las formas sin­ tácticas y su contenido conceptual? Lanchetas cita tres estrofas, de oraciones yuxtapuestas (Mart., 2; S. D„ 323 y 324), con este comentario: «Caracte­ riza a estas asindetones la vivacidad, la gracia, la rapidez con que pasan los diversos miembros del período; los pesados alejandrinos, con su monorrima, no son lo más a propósito para producir aquellos efectos»4. Y Agustín del Campo, a propósito de la estrofa 4 de la Introducción a los Milagros, comenta: «La abundancia de nexos ligativos (repetición de la copulativa e), la presencia de numerosos complementos irra-_ diados por-zrffom /o, dan a esta estrofa uiTrTtmÓTémo~T~gra^. de monótona insistencia»5. Hay,_ pues, en Berceo, ejemplos registrados de uno y otro tipo de sintaxis. ¿Hasta qué grado se repite el fenómeno? • Abundan, sin duda alguna, las oraciones yuxtapuestas, sin nexo ninguno, sin tropiezos copulativos, en número a veces impresionante, arracimadas, aglomeradas. En otro lugar ha­ blaremos de esta técnica. d_el amontonamiento en Berceo. Las yuxtaposiciones se amontonan en grupos de_s.eis, nueve y hasta veinte oraciones simples, sin subordinaciones, sin ad­ jetivos, sin nexos, y con verbos de acción6. Y todo esto lleva derechamente a obtener un efecto dinámico, de rápida an­ dadura. Traigamos aquí un ejemplo, del milagro de Teófilo, con nueve yuxtapuestas. — ——“ oraciones " ' — El pecado de Teófilo ha sido espantoso: ha vendido el alma al diablo con «carta fir­ me» ysellada, y ha renegado «al so Cristo e a Sancta María». 4 L anchetas , op. cit., pág. 975. 3 C ampo, A gustín del, La técnica

alegórica en la Introducción a los «Milagros», en RFE, 1944, pág. 21, nota 2. 6 Vid. S. D., 211, 460; S. M., 167, 173; Sacr, 25; Mart., 30; Loo., 227, 228, 229; M., 16, 765, 778, 779; Due., 66; Or., 10, 11, 12.

Un poco de gramática Al llegar la hora del arrepentimiento, ¿cómo obtener el per­ dón? Teófilo reconoce su estado lamentable: 50

lo mesquino fediondo que fiedo más que can.

Y se echa a los pies de Santa María. «Quarenta dias sovo en esta contención», rogando, gimiendo, importunando. La Vir­ gen, madre al fin, pero madre dolorida, como queriendo pro­ bar el arrepentimiento de tan gran pecador, le declara con' «fuertes bierbos» que su llanto será inútil y que está harta de él: «Harta so de tu pleito.» Y es aquí donde Berceo, por boca de la Virgen y por nueve veces en solo cinco versos (nueve oraciones yuxtapuestas), parece como si le em pujara a la desesperanza. Es la madre que, al prim er encuentro con el mal hijo, finge no perdonarlo y le lanza al rostro, apresu­ radamente, sin complicaciones sintácticas, sin nexos grama­ ticales, un montón de cosas que sólo se unen con nexos afec­ tivos : Sobre yelo escribes, contiendes en locura, Harta so de tu pleito, dasme grand amargura, Eres muy porfidioso, enoias sin mesura. Fazes peticiones locas e sin color, A nos as denegados, busquest otro sennor. (M., 778-79)

Veamos ahora otro pasaje, inspirado en la antífona Sancta Maria, succurre miseris, con veintitantos sustantivos o adje­ tivos sustantivados, con veintiún verbos de acción y con otras tantas oraciones yuxtapuestas, todo ello encajado en el breve espacio de tres estrofas. El ritmo de estas estrofas es apresu­ rado, porque apresurada y urgente es también la angustia de Berceo pidiendo por todos los que necesitan. El poeta, sin embargo, como buscando un respiro en esta carrera de pri­ sas, interrumpe, y muy sabiamente, ya en la linde de la mo­ notonía, la larga cadena de oraciones simples asindéticas, con el enclave de los dos últimos versos de la estrofa segunda:

■Sintaxis lenta y sintaxis dinámica

61

Acorrí a los vivos, ruega por los passados, Conforta los enfermos, convertí los errados, Conseia los mezquinos, visita los cuytados, Conserva los pagificos, reforma los yrados. Madre, contien las ordenes, salva las cleregias, Alarga la credencia, defiende las mongias, Siempre menester te avenios las noches e los dias, Ca nuestras voluntades de todo son vagias. Esfuerza a los flacos, defiendi los valientes, Alivia los andantes, levanta los iagientes, Sostien a los estantes, despierta a los dormientes, Ordena en cada uno las mannas convenientes. (Loo., 227-29).

Este ímpetu acelerador del asíndeton se frena, a veces, co­ locando un verbo en los dos extremos de cada verso, refor­ zando la carga sintáctica de los extremos de los versos en un equilibrio de fiel de balanza: Tolgamos la corteza, al meollo entremos, Prendamos lo de dentro, lo de fuera dessemos. (M., 16).

O también, como en el caso siguiente, con la insistente reite­ ración del verbo y con la no leve impedimenta de los ad­ verbios : Embiaron por ella, fue ayna venida, el Mayordomo fue bueno, diogela bien medida, levaron la al forno, fó luego y cocida. (S. D., 460).

Pero también puede avivarse el ritmo sintáctico con una disposición ascendente de los elementos que lo componen, como en estos cinco infinitivos ordenados en clím ax: Madre, io sobre todos te devo bendezir, Laudar, magnificar, adorar e servir. (M., 543).

O con la reducción casi total de agentes retardatarios, hasta reducir la expresión casi a verbos y sustantivos:

62

Un poco de gramática Allí terré ieiunos, faré aflictiones, Ploraré de los oios, rezaré oraciones, M artiriaré las carnes, cevo de vervenzones. (M., 765).

Lo que hay de dinámico en estas oraciones yuxtapuestas, se hace tardo y calmoso cuando Berceo acumula coordina­ das y subordinadas. Tomemos, entre muchos, un ejemplo del Milagro XIV, La imagen respetada: Maguer que fué el fuego tan fuert e tan quemant, Nin plegó a la duenna, nin plegó al ifant, Nin plegó al flabello que colgava delant, Nin li fizo de danno un dinero pesant. Nin ardió la imagen, nin ardió el flabello, Nin prisieron de danno quanto val un cabello, Solamiente el fumo non se llegó a ello, Nin nució más que nuzo io al obispo don Tello. (M., 324-25).

En estos versos hay ocho coordinadas copulativas. La con­ junción ni se repite ocho veces, con tenaz insistencia, difi­ cultando la rapidez rítmica, levantando tropiezos en cada frase como en una pista de obstáculos. Contribuyen a esta lentitud la repetición de los verbos plegó y ardió, la presencia de varias oraciones subordinadas v de varios adverbios, y, de una manera especial, el contraste con el ritm o acelerado de la estrofa anterior, en que se cuenta la destrucción de la iglesia por el fuego: Ardieron los armarios e todos los frontales, Las vigas, las gateras, los cabrios, los cumbrales, Ardieron las ampollas, calizes e ciriales, Sufrió Dios essa cosa como faz otras tales. (M., 323).

Parece como si Berceo, después de dar plasticidad rítmica a la rapidez del incendio, hubiera buscado, intencionada-

Sintaxis lenta y sintaxis dinámica 63’ mente, con sus recursos sintácticos, una lenta y detenida complacencia en el prodigio7. Anotemos, finalmente, cómo de un solo verbo principal 8 dependen con frecuencia varias subordinadas que pueden, a su vez, estar coordinadas entre sí o simplemente yuxtapues­ tas, como las cinco subordinadas finales de esta estrofa: Ante de los matines una grand madrugada Levantósse est monge rezar la matinada, Tanner a los matines, despertar la mesnada, Endrezar las lámpadas, allumnar la posada. (M., 288). 7 Citemos otros ejemplos muy significativos de coordinadas: Lo que Daniel dixo, elo que Iheremias, e lo que Abacuc, e loque Isayas. (Sacr., 24). 0 despruebe, o crea, o diga: non sé nada. (Loo., 212). Nin comió, nin bebió, nin exió de lection. (M., 807). 8 Para algunas particularidades de Berceo sobre el uso del artículo, pronombres, verbos, adverbios, preposiciones y conjunciones, puede verse M artín A lonso , Evolución sintáctica del español, Madrid, 1962, págs. 131-35.

EL H I P É R B A T O N El hipérbaton es frecuente en Berceo; más frecuente que la ordenación lógica. Como es sabido, la colocación hiperbática de las palabras puede estar regida por diversos m óviles: la medida de los versos, el requerimiento de la rima, las exi­ gencias eufónicas, la viveza de la frase y el propósito inten­ cionado de destacar un concepto. Todo esto obliga a una or­ denación menos lógica, o menos habitual, de las palabras. Los usos hiperbáticos de Berceo son los de su tiempo. Como otros escritores del medievo, el poeta rioj ano adelanta, con .alguna frecuencia, el complemento preposicional adnominal, colocándolo antes del nombre a quien completa: «de los cie­ los reyna» (M., 865), «del apostol Sant Paulo la lección» (Or., 8), «de olivos una grant espesura» (Or., 141), «de Silos morador» (S. D., 296), «de Josep la esposa» (Due., 10), «de los pleitos sabio avenidor» (Due., 77). No es rara la inter­ posición de algunas palabras entre estos dos elementos, ale­ jándolos entre sí: De un confesor sancto quiero fer una prosa. (S. D., 1). Vinieron de diablos por ella grant gentío. (M., 85). Mas nunqua de los miembros non fueron bien sennores. (M., 397). De nuestras liviandades gane nos remission. (M., 499). De una abbatissa vos quiero fer conseia. (M., 505).

El hipérbaton

^

De la Virgo gloriosa vieron la su figura. (M, 879). Que de don Ihesit Christo quiso seer su esposa. (Or., 28).

A veces acaso con un propósito deliberado, como en el si­ guiente verso: Vivien de malas bestias en ellas grant congeio. (S. M., 28).

En realidad, lo que im portaba aquí a Berceo era colocar las palabras más importantes, «bestias» y «congeio», al final de los hemistiquios, en la cresta misma de los acentos, para llam ar así la atención sobre ellas. Berceo quería alertar al lector, impresionarle con la abundancia de animales malig­ nos que poblaban el valle donde se retira San Millán, herir su imaginación con una multitud o concejo de bestias que aum entara la fiereza del lugar. Y lo logra plenamente, aun­ que el logro lleve consigo la quiebra de la unidad sintag­ mática y del orden lógico de las palabras. Esta tendencia a colocar las palabras de interés culminan­ te en la cúspide de los acentos se advierte también en el verso siguiente: Millan me puso nomne la mi buena nodriz. (S. M., 19).

Pero ahora los acentos principales están en la primera y en la últim a palabra, que son precisamente las que tienen un interés prom inente: «Millán» y «nodriz». Y notemos que el ritm o yámbico, un poco duro, del primer hemistiquio («Mi­ llán/ me pú/ so nóm/ne»), se suaviza en el segundo con un regodeo lento, con un paladeo afectivo, de querencia, de ritm o anapesto («la mi bué/na nodriz»). La separación de elementos que lógicamente debieran ir unidos, se repite en las formas compuestas de los verbos, con una dislocación de palabras no exenta a veces de vio­ lencia : BERCEO. — 5

66

Un poco de gramática Quanto ayas el vaso, que te daran, bebido. (Mart., 73). Quando el aver ovo el burgés recibido. (M., 654). Havemos en el prologo mucho detardado. (Or., 10).

Y lo mismo sucede en las formas pasivas: Fue con los azadones la cerraia raneada. (M., 877). Que Dios por el su ruego sea de mi pagado. (Or., 2). Fué luego est m irado escripto e notado. (M., 410). Que avien de seer de la casa echadas. (M., 563). Fue de bien grandes lumbres la giella alumbrada, Fue de virgines muchas en un rato poblada. (Or., 132).

Y se reitera en los elementos unidos por conjunción co­ pulativa, pero forzados a una distanciación por la interfe­ rencia de otras palabras: Sanctos fueron sin dubda e kistos los parientes. (Or., 7). Luz era e confuerto de la su vegindat. (Or., 22). Qual gloria recibimos, e quales galardones (Or., 34). Mi fixa, benedicta vaias e sanctiguada. (Or., 107). Sennor, que sin fin eres e sin empezamiento. (M. 4591. Sennor por Dios te sea e por la caridat. (M., 903).

En los superlativos perifrásticos el adverbio se pospone, a veces, al adjetivo: que fué peccador mucho, ca fué muger liviana. (M., 521"). Será amargo mucho para los condenados. (Sig., 68).

En alguna ocasión, esta inversión de los términos de la perí­ frasis superlativa puede ser una exigencia de la rim a:

El hipérbaton

67

Dixeronli; contigo mucho nos plaz: Para en esta companna digna eres assaz. (Or., 67).

En este ejemplo, además de la dislocación de los términos, se repite también el fenómeno de la distanciación de que venimos hablando, por interposición de la forma verbal «eres» entre el adverbio y el adjetivo. El fenómeno no es raro en Berceo 1: Por que quiera quele vino assaz era mal trecho. (S. D., 598). Teniese dest pro omne mucho por escarnido. (S. M„ 111). Madre, el tu linage mucho es enalzado. (Loo., 111). Tóvose la Gloriosa mucho por afontada. (M., 383). Duenna, disso, mercet, ca mucho so errado. (M., 571).

Berceo emplea también otras formas hiperbáticas, que hoy nos resultan tan violentas, como la colocación de los complementos pronominales «me» y «lo», distanciados del verbo y antepuestos a todos los elementos de la oración2: «Si me lo la tu gracia quisiesse condonar» (S. M., 60), en vez de «si la tu gracia quisiesse condonar me lo», o «si la tu gracia me lo quisiesse condonar». O la construcción: «ir vos las e contando» (Sacr., 179), en lugar de «vos las ir e (iré) contando». O el hipérbaton «Verás Dios como honra los que lo han servido» (Mart., 73), anteponiendo el sujeto «Dios» a la conjunción «como», introductiva de la oración subordina­ da, en lugar de «verás como Dios honra los que lo han servi­ do». 1 También lo encontramos en el Libro de Apolonio: Entiendo que me diges buen conseio asaz. (Estr. 478). Dixoles que el omne fnert era desgerrado, (Estr.480). 2 También lo usa el Libro de Alexandre: . Si lo yo saber puedo non me lo podrá lograr. (Estr. 34). Creet que será manso quando lo yo ouiere. (Estr. 102).

/

ACUMULACIONES Y REITERACIONES Ya hemos visto con qué tenacidad amontona Berceo las oraciones simples, sin ningún nexo ligativo, yuxtaponiéndolas en grupos de seis, nueve y hasta veinte. Igualmente hemos anotado las pluralidades de oraciones coordinadas y subordi­ nadas y las series asindéticas y polisindéticas de palabras. Y hemos visto cómo influye todo esto en el ritm o lento o acelerado de la sintaxis y del pensamiento, del significante y del significado. Pero el recurso acumulativo es todavía mucho más ex­ tenso. Consignemos primeramente las aglomeraciones de pa­ labras con igual función sintáctica. Un mismo verbo puede llevar consigo un montón de sustantivos en función de com­ plementos directos: Averán fanibre e frió, temblor e calentura, Ardor vuelto con frío, set fiera sin mesura. (Sig , 381.

O un cúmulo entreverado de complementos directos e indi­ rectos, como en esta estrofa, en que el verbo «dar» actúa so­ bre catorce com plem entos: Darlis an malas genas et peores yantares, Grant fumo a los oios, grant fedor a las nares, Vinagre a los labros, fiel a los paladares, Fuego a las gargantas, torzon a los yjares. (Sig., 40).

Acumulaciones y reiteraciones 69 Estas acumulaciones se dan igualmente con sustantivos su­ jetos ^ con posesivos2, con verbos coincidentes en sus acci­ dentes gramaticales 3. Pero el fenómeno es más intenso aún en el amontonamiento de negaciones4. Abundan los versos con tres y cuatro negaciones, casi una negación por cada pa­ labra : Non vos menguara nimqna nin cena nin yantar. (S. D., 499).. Ni es omne, nin ángel, ni otra criatura. (Sacr., 167). Nin tacha nin maziella non fue en el fallada. (Sacr., 185J'.Ya non es pan ni vino nin délo que fue nada. (Sacr., 186). Nin frió nin calura, nin viento nin elada. (M., 611).

Las negaciones se concentran no sólo en versos aislados, sino también en versos consecutivos, alcanzando entonces, por virtud de la reiteración, una intensificación sin m edida: Guarir non las pudieron ningunas maestrías, nin cartas nin encantos nin otras eresias, nin vigilias nin lagremas nin luengas romerías. (S. D., 640). Non. lis farán embargo nin sierras 7tin oteros, Nin nieblas, nin calinas, nin leguas nin migeros. (Sig., 55). 1 Vid. S. D., 403, 640; S. M„ 50; M„ 323; Loo., 55. 2 Vid. M., 798; Due., 46. 3 Vid. Loo.. 212; M., 324-25, 807. 4 L anchetas (op. cit., pág. 1008) observa que «en este acumulamiento de voces negativas hacen las veces de tales muchos verbos que indican privación, carencia, limitación; ciertas voces que marcan el límite de los conceptos, como punto, bocado, cosa, o indican objetos de poco valor, de naturaleza despectiva, como un pelo, un cabello, una paia, una arveia, tres meaias, dos cannaveras». E . L. L lorens (La negación en el antiguo español, anejo XI de RFE, 1919, págs. 185­ 192) estudia la negación medieval reforzada con comparaciones de­ cosas ínfimas. Vid. también M enéndez P idal , Cantar de Mió Cid, pá­ ginas 376 y 689.

Un poco de gramática

70

Non serie organista nin serie violero, nin giga, nin salterio, nin mano de rotero, nin estrument, nin lengua, nin tan claro vocero. (M., 9).

Hay estrofas que encierran diez negaciones en el breve co­ frecillo de sus cuatro versos: Oragion nin ieiunio non li valia nada, nin encantos nin menges, nin girio nin oblada, por ninguna manera nol trobavan entrada, nunca vidieron omnes cosa tan entecada. (S. D., 403). Nin nieves, nin eladas, nin ventiscas mortales, nin cansedat, nin famne, nin malos temporales, Nin frío, nin calentura, nin estas cosas tales Sacar non lo podieron dentre los matorrales. (S. M.,

50).

Claro que en todos estos casos hay siempre un fenómeno reiterativo: reiteración de una misma construcción sintác­ tica, o de una misma función gramatical, o de un mismo término verbal. Berceo, «como buen predicador medieval, procede por repeticiones martillantes de palabras y motivos, por enumeraciones y recapitulaciones, por bloques sucesivos de variantes» 5. Y, muchas veces, por reiteración de un mismo contenido de concepto; porque si paramos la atención, por ejemplo, en los dos últimos tetrástrofos citados, veremos que los sustantivos de la prim era estrofa («ieiunio», «encan­ tos», «menges», «girio» y «oblada») coinciden en su nula valencia («non li valia nada»), en su ineficacia para la salud de aquel enfermo; y que los sustantivos de la últim a estrofa («nieves», «eladas», «ventiscas», «cansedat», «famne») están puestos- en una misma línea de incomodidad y de fatiga, para realzar la voluntad de penitencia de San Millán. Distintas en­ tre sí, en cada una de las dos series, todas las palabras en­ cierran una sinonimia intencionada de contenido. Como diría 5 S pitz er , L eo,

Sobre la cántica «Eya Velar», en NRFH, 1950, pág. 51.

Acumulaciones y reiteraciones 71 Carlos Bousoño 6, «lo que se repite no es aquí el significado lógico de los vocablos..., sino la significación que inconscien­ temente se nos asocia a la mayoría de los signos». Y como «toda reiteración posee virtudes intensificadoras del significado» 7 pondérese la carga expresiva de estas reite­ raciones de Berceo. Es, al fin, un modo de superlativizar las cosas, nada extraño en un poeta que emplea tan frecuente­ mente el superlativo. Pero Berceo emplea, además, otros tipos de reiteración. En otro lugar hablaremos de la reiteración paralelística8, de la reiteración aliterativa y de la reiteración anafórica. Ha­ blemos ahora de la reduplicación o repetición consecutiva de una misma palabra. Berceo la emplea, sobre todo, en el Duelo de la Virgen. En este poema, tan lleno de ternura, la Virgen va contando, paso a paso, la Pasión de su Hijo, y más de una vez se le escapa en la narración (¡y con cuánto dolor de Madre!) o una palabra repetida en que los judíos con­ centran su b u rla : Todos por una boca dicien baia baia. (Due., 23).

O una palabra de dolorida querencia maternal. La reiteración «Fijo, Fijo» se repite por tres veces en momentos llenos de dram atism o: Vio a mi mezquina triste con grant cochura, Clamando: Fiio, Fiio, a una grant pressura. (Due., 36). 6 B ousoño , C arlos , Teoría de la expresión poética, ed . G redos, M a­ d rid , 1956, p á g . 122. 7 Id ., id ., p ág. 121. ■ 8 « T a m b ién la co rrela ció n y el p a r a lelism o so n , en ú ltim a in s­ ta n cia , r e ite ra c ió n d el sig n ifica d o , au n q u e esa reitera ció n sea só lo p ar­ c ia l: u n g én ero p ró x im o en q u e lo s v arios ele m en to s en u m era d o s co in ­ cid en .» (B ousoño , op. cit., p ág . 212.)

72

Un poco de gramática Recudí io mesquina, bien grant ora trocida, Clamando Fijo, Fijo, mi salut e mi vida. (Due., 121). El viernes en la noche fasta la madrugada Sofrí grant amargura, noche negra e pesada, Clamando: Fijo, Fijo, do es vuestra posada? (Due., 161).

También en una visión de Santa Oria, la Santa, engloriada en uno de sus éxtasis, Digia entre los dientes con una voz cansada: Monte Olívete, monte Olívete, ca non digia al nada. (Or., 147).

Y en el Milagro XII, El prior y el sacristán, un año después de muerto el prior, oye el sacristán, temblando de miedo, que le llaman por su nombre desde el sepulcro : Ubert, Ubert, ¿por qué me non recudes? (M., 293).

Registremos también la tendencia a acumular monosíla­ bos en un mismo verso. El hecho es bastante frecuente: No lo se bien si yva de piet o cavallera. (S. D., 291). Si me lo la tu gragia quisiesse condonar. (S. M., 60). Ca non so yo tan digno pora tal dignidat. (M., 715). Non vaia más a mal que es ida la cosa. (M., 775). Di, non sé por qual guisa, la alma al peccado. (M., 772).

A veces todos son monosílabos, menos las palabras finales de los hemistiquios, acumulándose nueve y diez monosíla­ bos en la corta singladura de un verso: Ya non es pan ni vino nin de lo que fue nada. (Sacr., 186). Los que non se le guardan, tan mal que los enganna. (M., 839). Si vos non vos quessassedes, yo non me quessaria. (M., 583V.

Acumulaciones y reiteraciones 73 Repárese en el siguiente verso del Duelo de la Virgen, últi­ mas palabras que pone la Madre en boca de su Hijo al ex­ pirar en la cruz. Se percibe aquí la voz jadeante, interm iten­ te, del moribundo, en un lento caer de monosílabos, como de quien hace un último esfuerzo cansado y fatigoso. Las mismas palabras polisílabas parecen escritas para un silabeo de angustioso y definitivo acabamiento, con la reiteración dé­ los sonidos dentales y el tartamudeo del último hem istiquio: Todo te lo e dicho lo que e de degir. (Due., 108).

LOS RECURSOS MÁS EXTERNOS

LA A L I T E R A C I Ó N

La aliteración, o repetición insistente de un mismo fone­ ma, además de su nudo valor rítmico, puede transportar en sí sorprendentes efectos de expresión. El fenómeno alterati­ vo puede detenerse en la externa musicalidad de las pala­ b ras; pero muchas veces penetra hasta los mismos concep­ tos. En este último caso, como hace notar Dámaso Alonso x, «hay que tener muy presente (para evitar errores) que el sig­ nificado es precisamente el punto de partida de todos los fenómenos en que (como en los aliterativos) el significante actúa como reforzador o matizador del significado. Esto ex­ plica por qué los mismos fonemas unas veces producen el efecto dicho o no (según el significado dé pie o no para ello), y por qué los mismos fonemas parecen producir la matización distinta de dos significados; la acción de los dos sig­ nificantes no ha hecho sino exagerar esa diferencia inicial». Llama la atención la frecuencia de la aliteración en Ber­ ceo y su preferencia por el sonido oclusivo sordo «k», que en muchos casos se repite tres, cuatro, cinco, ocho veces en 1 d os,

A lonso , D ámaso , Aliteración, en p ág. 168.

Madrid, t. I,

Góngora y el «Polifemo», .

ed .

Gre-

78 Los recursos más externos el corto espacio de uno o dos versos. Los ejemplos son in­ numerables 2: Qui quiera gue en cierto lo guiciesse buscar. (S. D., 88). Mezguindat por riqueza ¿guien non la cambiara? gui buscarla quisiere, rehez la trobara. (S. D., 246). Mas non sé por . El otro mas vermeio que vino de parrales. (S. D., 230). Ca son mucho más dulzes que azncar3 sabrosa. (M., 25). Yerbo dulz e suave plus dulge que la miel. (Himn., II, 2). Molio todos los fierros con essi dulz madero, non moldria mas avna aios enel mortero. (S. D., 659). Lidiarán commo omnes que se quieren fer mal, Todas se farán piezas menudas como sal. (Sig., 13).

Son, otras veces, las cosas del campo (el grano, la paja, el rastrojo, el barbecho, la viña, la espinaca, la higuera): Semeia la seca paia e la sana bon grano. (S. D., 617). Commo paia en agua adessuso andidieron. (Loo., 151). Nos atal lo trovamos como viña dannada. (S. D., 500). Essa fue el rastroio, esta fue la rivera. (Sacr., 156). Que valies contra est misterio spirital quanto contra el trigo valdrie el rostroial. (Sacr., 122). Segarán tales miesses qual figieron el barbecho. (Loo., 184.) Dissoli Sant Laurencio: todas tus amenazas Mas sabrosas me saben que unas espinazas. (Mart., 87). Non fue caña liviana quela torna el viento. (S. D., 9). ! C a m p o s T u r m o , A., cree que la palabra «azúcar» de este verso es ia prim era vez que se emplea en castellano (Siete siglos ha..., en Siembra, Madrid, octubre 1946, págs. 16-18).

L os recursos duales

j 26

Verán a las estrellas caer de su lugar, Commo caen las fojas quando caen del figar. (Sig., 19).

O los modestos oficios campesinos (obrero, cazador, pastor): Los mongcs que madrugan a los gallos primeros Tras ayunar non pueden como los tergianeros. (S. D., 453). Tovo el priorado, dizlo el cartulario, como pastor derecho, non como mercenario. (S. D., 123). Fue derecho al cavo, como buen venador. (S. D„ 440)

O los pequeños conflictos familiares:

Ferlis an lo que fagen madrastras a entenados. (Sig., 46).

Son muy frecuentes las comparaciones despreciativas, de co­ sas minúsculas, sin valor ni estim a4: * También abundan en otros poemas de clerecía, pero som muy escasas en el Poema del Cid: Libro de Apoionio: Si non por toda tu fagienda non daría un figo. (Estr. 230). Creyó que non me precia quanto vale un gapato. (314) Non valien contra ella huna mala erveia. (367). Si ffiz mal ha alguno quanto val huna figa. (599). Ubro de Alexandre: Esto, dixo el rey, non vale una arveia. (205). Non se me podría 'gelar quanto vale un acento. (40). Di que por todos ellos non darás un pepion. (56). Des aquí por m orir una tiuez non daría. (169). Dixo que nol preciava quanto un gurrion. (624). Nol dió por él más que sil picas un gallo. (637). Non valiron sus armas quanto III cannaveras. (663). Non pregiavan un figo los lazerios passados. (670). Por las befas de Darío un figo non daremos. (748). Mas todo su esforgio non les valió tres figas. (794). Todo nuestro lazerio non valdrie un dinero. (751). Toda su alegría non valió un dinero. (910). Non daré por el malo una mala erveia. (925). \

Las comparaciones

12'

Nolo pregiaba todo quanto tres chirivias. (S. D„ 70). Mas non li valió tanto commo tres cannaveras. (S. M., 53). Mas non li valió todo una nuez foradada. (S. M., 118). Non li prestaban fisicos quanto val un dinero. (S. M„ 127). Quequier que me avenga non darie un dinero. (1041). Non pregiava lo al todo un pipion. (1230). Mas este donadío non valdrá una ai tiana. (1404). Non daba por el lazerio quanto val un aio. (1563). Non dio el rey por ello un mal puerro asado. (1778). Nol valió su emperio todo una lagosta. (1650). Non valien a Poro tres erveias podridas. (1896). Los otros non valien todos sendos dineros. (1898). Por un mal castiello que non val un figo. (2063). Non te valdrá un figo quanto as ganado. (2109). Non val el nuestro poder una vil cannavera. (2265). Dezie que por un pleyto un clavo non daria. (2411). Poema de Fernán González: Non dava mas por ellos que por una castanna. (177). Si yo de aqui non salgo, nunca valdré un figo. (183). Non quedando en Espanna quien valiese un figo. (218). Maguer que muchos son, non valen tres arveias. (224). Non vale tres arveias todo su poderío. (265). Cantar de Mió Cid: Si non, quanto dexo no lo pregio un figo. (77). M enéndez P idal (Cantar de Mió Cid, págs. 376 y 689) advierte la fre­ cuencia de estas comparaciones en el medievo para intensificar el valor de la negación. E. L. L lorens (La negación en el español anti­ guo, anejo XI de la RFE, 1929, págs. 185-192) hace un estudio sobre la negación reforzada con sustantivos de valor ínfimo o nulo en la Edad Media, y observa «mayor uso de ellos en la poesía que en la prosa, sea que en aquélla tenga mayor libertad la fantasía, sea, y eso se ad­ vierte con frecuencia, para satisfacer exigencias de la rima...» Por orden alfabético, con ejemplos desde el Mió Cid hasta La Celestina,

Los recursos duales

128

Desend los otros pueblos non valdrien una pera. (S. M., 407). Tirar non lis podieron valient una agalla. (M., 87). Nin prisieron de danno quanto val un cabello. (M., 325). N o n v ald rás m as p o r esso quanto vale un figo. (M., 341). Mas nol empedecieron valient una erveia. (M., 505). Toda su maestría non valic una hava. (M., 591). Ellos por las mis voges tres agallas non daban. (Due., 19). Contrabando cantares que non valían tres figas. (Due., 176). Non valien sendos rabos de malos gavilanes, Menos valien que cuchos los bocudos alancs. (Due., 197). Non valien contra Dios un tiesto foradado. (Due., 198).

Es im portante el uso de comparaciones a base de anim ales: la paloma, el cordero, la oveja, el águila, el león, la trucha, el gato y, con más frecuencia, el perro. Estos dos últimos animales suelen tener un sentido peyorativo 5: Yazia ella ganjendo como gato sarnoso. (S. D., 586). Non me da mayor honrra, que si fuesse un can. (S. D., 158). Que fazia continencias mas suzias que un can. (S. D., 334). lo mesquino fediondo que fiedo más que can. (M., 762). Que sedien mas rabiosos que cornígeros canes. (Due., 39). Que andaban rabiosos commo famnientos canes. (Due., 197).

Comparaciones de luz (sol, estrellas, aurora): Mas luzia que el sol, tant era de lumbrosa. (S. D., 234). Commo rayos de el sol, asi relampagaba. (Or., 90). Llorens cita una serie de estos sustantivos que sirven de comparación para intensificar una negación. La lista, aunque extensa, no es exhaus­ tiva. Puede completarse con haba, pera, rabo, cucho, tiesto foradado, zapato (ejemplificados en los textos que hemos aducido) y, segura­ mente, con otros sustantivos. 5 E ste sentido peyorativo de las com paraciones de perros ha sido ya advertido por C ir o t pág. 164).

(op. cit.,

Las comparaciones Luzie como estrellas semeiant de luzero. (M., 321). Que sedie el flabello más claro que estrella. (M., 327). Lucían commo estrellas, tanto eran de bellidas. (Or., 29). Más fermosa de mucho que non es la aurora. (Or., 123).

Comparaciones de oro, plata, piedras preciosas: Tal era como plata, mogo cuatrogradero. (S. D., 44). Mas pregiosa que oro, mas que la seda pura. (Or., 91). Commo era pregiosa mas que piedra preciada. (Or., 9).

Comparaciones de flores: Ante la tu beldat non an precio las flores. (Loo., 205). Meior parecen estos que las flores de mayo. (Or., 53). Que fue mas bella que nin lilio nin rosa, (Or., 28). Tal fiK commo árbol que florege e non grana. (Or., 62). Ca dezir de la lengua, de manos non labrar, Esso es flor sin frucho, prom eter e non dar. (S. M., 181).

Comparaciones de fuentes, mar, nieve, cristal, espejo: Semeiavan sus oíos dos fuentes perennales. (M., 808). Tal es la tu materia, sennora, como el mar. (Loo., 225). Mucho eran mas blancas que las nieves regientes. (S. M., 437). Mas blancas que las nieves que non son cogeadas. (Or., 30). Vinien en dos caballos plus blancos que cristal. (S. M., 438). Reveyese en ella commo en un espejo. (S. D., 170).

Otras comparaciones (piedra, madera, verga): Mas me pesa la lengua que un pesado canto. (Or., 173). BERCEO. — 9

129

130

Los recursos duales Enfermo adesoras de’ tan fiera manera, ■ Que se fizo tan dura como una madera. (S. D., 291). Falláronla tan secca que tabla semeiava. (M., 555). Tales avia los bragos como tabla delgada. (S. D., 676). Qualquiera délos bragos tal como berga tuerta (S. D., 297) Iazen tras siunados, corvos como orzinos. (S. D., 468).

De intento hemos dejado para el final, segregándolas de este cúmulo de citas, dos comparaciones. Una se refiere a la es­ cena del día de Pentecostés. Los apóstoles, hasta entonces tímidos y rudos, después de recibir el Espíritu Santo se desatan en audacias, hablando todas las lenguas y predican­ do a Cristo. Berceo, que quiere decirnos esta intrepidez y bravura de los apóstoles ante las gentes maravilladas, acierta felizmente con una comparación moderna y atrevida. Los apóstoles, dice, parecían «navajas afiladas», «navajas acaba­ das de am olar»: Navaias semeiaban a la hora amoladas. (Loo., 159).

La otra comparación está incluida en el Milagro XI. Los demonios arrastran fieramente al infierno, «de cozes bien sovado», al labrador que «cambiava los mojones por ganar eredat». Pero, al oir el nombre de María, los demonios aban­ donan su presa y huyen sigilosamepte, sin ruido, desparra­ mándose calladamente. Berceo expresa así esta fuga callada y sigilosa: Derramáronse todos como una neblinat (M., 278).

LAS IMAGENES La más fina y depurada alegoría de Berceo es, sin duda, la Introducción a los Milagros. Sin embargo, la envoltura alegórica de la 'Introducción no trasluce su contenido concep­ tual. Es una alegoría difícil, que exige explicación. Si Berceo no lo dijera, sería ardua empresa adivinar el significado tras­ cendente del «prado», las «fuentes», los «árboles» y las «flo­ res». Ya lo advierte el mismo poeta: Sennores e amigos, lo que dicho avernos, Palabra es oscura, esponerla queremos: Tolgamos la corteza, al meollo entremos, Prendamos lo de dentro, lo de fuera dessemos. (M., 16).

Agustín del Campo 1 concreta en ocho elementos «el sos­ tén de la alegoría de la Introducción: romeros: 'hombres'; prado: 'Virgen'; verdor: 'virginidad'; fuentes: 'Evangelios', som bra arbórea: 'oraciones'; árbores: 'milagros'; aves: 'san­ tos'; flores: 'nombres marianos'». Es el mismo procedimiento de la lengua mística de San Juan de la C ruz2: pastores: 'deseos, afectos y gemidos’; 1 A g u stín d e l Campo, La técnica alegórica en la Introducción a los «Milagros», en RFE, 1944, pág. 40. 2 S an J uan de la C r u z , El Cántico Espiritual, Clás. Cast., t. 55

Los recursos duales 132 m ajadas: 'jerarquías angélicas'; otero: 'Dios'; m ontes: 'vir­ tudes'; riberas: 'mortificaciones'; flores: 'deleites de la vi­ da'; fieras: 'el mundo'. En uno y otro caso el poeta ha de llevarnos de la mano y explicarnos morosamente el lenguaje cifrado de las palabras. En uno y otro caso el poeta ha de estallar la corteza de la metáfora para mostrarnos, dentro, el meollo de su pensa­ miento; porque el mundo de los sentidos no trasparenta, aquí, el trasmundo del espíritu. El procedimiento se repite, en cierto modo, en el Sacrifi­ cio de la Misa y en los Loores de Nuestra Señora. Claro que ahora, el mundo complicado de los símbolos, por su larga tradición patrística, por la minuciosa hermenéutica de los escritores eclesiásticos, es menos oscuro, más conocido. Pero Berceo se detiene, con igual perseverancia, en la gustosa tarea de ir rompiendo las cortezas para llegar a la almendra del contenido. En los Loores de Nuestra Señora, Berceo nos expone el sentido oculto de los símbolos marianos de la B iblia: la «mata» encendida, el «bastón» de Aarón, la «verga» de José, la «cambariella» del salmista, el «vellocino» de Gedeón, la «puerta» cerrada de Ezequiel. En el Sacrificio de la Misa nos aclara el significado de las ofrendas de la antigua ley: él «cabrón», el «corderuelo», la «palomba», la «tórtola», los «panes». Berceo siente la necesidad de estas aclaraciones, porque /

Todas estas offrendas, las aves e ganados, Traien significarla de oscuros mandados. (Sacr., 18).

Y porque, llegada la nueva ley, «la vieia so la nueva iaze en­ cortinada» (Sacr., 28), nos explica, cosa por cosa, detalle por detalle, el santo sacrificio de la ley nueva, como si quisiera

Las imágenes 133 convencernos de la verdad que encierra cada símbolo, del nexo íntimo que hay entre la apariencia y la realidad. Por­ que, como advierten Wellek y W arren3, «los símbolos reli­ giosos se basan en alguna relación intrínseca, metonímica o metafórica, entre el 'signo' y la cosa 'significada'». Las metáforas de Berceo unas veces se basan en la ana­ logía de dos cosas u objetos que tienen una realidad física y sensible (viña: apóstoles; sol: Cristo); otras veces relacio­ nan el mundo exterior de los sentidos con las íntimas viven­ cias del espíritu («la luz del corazón»; «las alas de las vir­ tudes»). De los dos tipos extremos de metáforas señaladas por Pongs (las que animizan o antropomorfizan la naturaleza, Beseeltypus, y las que desanimizan o endopatizan, Erfiihltyp u s)4, las prim eras son las menos frecuentes en Berceo, como puede comprobarse en el acopio de metáforas que ha­ remos después. Si paramos la atención en este verso de la Vida de Santo Domingo, «El brago que fue seco torno verde e sano» (estr. 621), advertiremos que las expresiones metafóricas «brago seco» (muerto, sin savia) y «brago verde» (vivo, revivido), originadas seguramente del contacto del poeta con la vida del campo, pertenecen al tipo de imagen sumida o rebajada de Henry Wells. Son imágenes que se quedan «por debajo de la plena visibilidad», que «sugieren lo sensorial concreto, sin proyectarlo ni aclararlo netam ente»5. 3 R entj W ellek y A u st in W arren , Teoría Literaria, ed. Gredos, Ma­ drid, 1954, pág. 224. 1 Id., id., págs. 244 y 355-56. 5 íd., id., pág. 241.

134

Los recursos duales En una visión de la Vida de Santa Oria, las tres Vírgenes Agata, Eulalia y Cecilia, en nombre de Cristo, invitan a la -Santa a subir a los cielos y ver el premio que le espera: Que subas a los gielos, e que veas qué gana El servigio que fages e la saya de lana. (Or., 33).

El último sintagma, «la saya de lana», indica metafórica­ mente, de un modo genérico, la vida penitente de la Santa, el conjunto de mortificaciones de la «ninna que iacia en paredes cerrada», su «grant astinencia», su «vida lazrada», Ja razón de aquel premio que le espera. Pero indica también el vestido burdo de Santa Oria, la saya de lana áspera que cubría realmente su cuerpo martirizado por tantas aspere­ zas. Carlos Bousoño 6 diría que «un solo significante conlleva, simultáneamente, dos significaciones»: «saya burda» y «vida mortificada». Estamos ante un ejemplo de símbolo bisémico. Y lo mismo acaece en la Vida de Santo Domingo. El rey don Alfonso, airado contra unos malhechores, envía mensaje­ ros con cartas al «conceio de Fita», amenazando y exigiendo Ja entrega de los culpables. Berceo describe así la reunión •del concejo: Quando fueron las cartas en Conceio leídas, temblaban muchas barbas de cabezas fardidas. (S. D , 743).

También aquí el significante «temblaban muchas barbas» en­ cierra un doble significado. Temblaban, sí, con temblor físi­ co, las barbas altaneras de los reunidos; pero temblaban mucho más los espíritus, sobrecogidos por el miedo. Bien lo expresa Berceo en los versos que siguen: 6

B ousoño , C arlos ,

drid, 1956, págs. 109-153.

Teoría de la expresión poética, ed. Gredos, Ma­

Las imágenes

135

Algo darían que fuessen las pazes bien tenidas, darían de sus averes bien las quatro partidas. (S. D., 743).

Además del tema religioso hay otras zonas de interés 7 que estimulan las imágenes de Berceo. La Rioja es tierra de labranzas y de buena simiente, tierra de viñas y de largos pastoreos, de quehaceres humildes y aldeanos, de inviernos duros, de noches estrelladas. Las imágenes de Berceo tienen, seguramente, gérmenes bíblicos y otros antecedentes litera­ rios ; pero están, sin duda, aguijadas también por este mundo prim ario de la Rioja que son las viñas, la simiente, la ha­ rina, el pastor, el verano y el invierno, el sol y las estrellas. Hagamos acopio de algunas metáforas, agrupándolas según el motivo o zona de interés. Pero advirtiendo que, para en­ tender su sentido alegórico, muchas veces hay que acudir al contexto de los ejemplos aducidos. Metáforas de viñas: La Q&pa era buena, engendro buen sarm iento8. (S. D., 9). EJ sennor de la vinna diolis buenos dineros9. (Loo., 163). Asentó buena vinna cerca de buen parral, La Madre con el Fijo, par que non a egual10. (M., 55). Criasse en Toledo un amargo maiuelo, Nfon se crió tan malo nunqua en esti suelo11. (M., 420). 7 Vid. G. C irot , L’Expression dans Gonzalo de Berceo, en RFE, 1922, págs. 165-67. * La cepa son los padres de Santo Domingo; el sarmiento es el

S a n to .

_

‘ La viña son los apóstoles, y Cristo el señor de la viña. 10 La fiesta de la Virgen, de la Expectación, establecida por San Ildefonso cerca de la Natividad. ” El majuelo es la judería de Toledo.

136 Metáforas de pastores:

Los recursos duales

El Pastor que no duerme en ninguna sason, que fizo los avissos que non aven fondon. (S. D., 24). La grey demostrava qual era el pastor12. (S. D., 266). Fue el Santo Obispo ante el Emperador, disputo con el Lobo como leal Pastor. (Mart., 35). El cordero segundo fue de meyor oveya, mucho de meyor carne e de meyor pelleya13. (Sacr., 154}. El pastor sovo firme, non dessó la posada, La grey de las oveias fo toda derram ada14. (Due., 16).

Metáforas del campo: Fagie buena semienza, buena semient semnaba. La tierra era buena, buen fructo esperaba15. (S. M., 37). Xugo del juste seco ¿qui lo podria sacar? (S. D., 176). Non quería el meollo perder por la corteza16 (S. D., 39). Ond nasgio la milgrana feliz fue el milgrano, e feliz la milgrana que dio tanto buen grano11. (S. D., 675). Salió un sancto grano déla sancta milgrana. (S. D., 689). Fue el verano todo en hivierno cambiado ls. (Mart., 24).

Metáforas caseras: Fizieron su cabillo la ira e el odio, Amasaron su massa de fariña de ordio. (M., 552). 12 13 14 15 16 17 11

La grey son los monjes; el pastor, Santo Domingo. El cordero segundo es Cristo. Se refiere a la prisión de Cristo. La simiente son las buenas obras de San Millán. El meollo es la santidad; la corteza, el leer y cantar. Santo Domingo es la granada, y los granos, sus milagros. El verano es la paz; el invierno,la persecución.

Las imágenes Quando se sintió livre la prennada mesquina, Fo el saco vagio ele la mala fariña. (M„ 539). E amassaba Judas la massa mal lebclada. (Sacr., 77).

Metáforas luminosas: Fue saliendo afuera la luz del coragon. (S. D., 40). Sennor Sancto Domingo, lumbre délas Españas. (S. D., 248). Por que del sol tan gerca sedie esta estrella™. (S. D., 250) Condesaron el cuerpo, dieron li sepultura, cubrió tierra atierra, como es su natura, metieron grant thesoro en muy grant angustura, lucerna de grant lumbre en lenterna obscura. (S. D., 531). Digien que tal thesoro, candela tan lumbrosa, devia seer metida en arca mas pregiosa. (S. D., 673). Que serie luminaria de toda la provingia. (S. M., 311). La Virgen gloriosa, estrella de la mar. (M., 73). Dia en que yo pierdo mi sol, Virgo María; Dia en que el sol muere, non es complido dia. (Due.,141).. Resusgitó don Xpto: Dios tan grant alegría! Dos soles, Deo gragias, nasgieron essi dia. (Due , 196). Luz era e confuerto de la su vegindat. (Or., 22).

Metáforas del mar: Nadé todo el mar, morré enna ribera20. (M., 634). Ca nos iage en medio mucho vravo sendero21. (M., 668). Fuent perenal es ella de qui mana la mar. (M., 867). 19 El sol es Cristo; la estrella, Santo Domingo. 20 El mar es la abundancia; la ribera, la pobreza. 21 Bravo sendero: el mar.

13T

Los recursos duales Tu eres benedicta carrera de la mar, En que los peregrinos non pueden periglar. (Due., 206).

Metáforas cinéticas: (Reunimos aquí un grupo de imágenes puram ente diná­ micas. Pero dinámicas son también muchas de las incluidas en anteriores grupos.) • Las alas de vertudes nos an alevar. (Sacr., 183). Bien estaba la cosa, corrie viento temprado... mas bolvio se la rueda, fue el ax trastornado. (Mart., 24). La fama desti fecho voló sobre los mares, No la retovo viento, pobló muchos solares. (M., 619).

Climax de imágenes: En una estrofa, singular por su brillo, de la Vida de Santo Domingo, Berceo logra una ordenación progresiva o clímax de imágenes que pujan por superarse con impulso ascenden­ te: plata, oro, margarita, lucero: Tal era como plata, mozo quatrogradero, la plata torno oro quando fue epistolero, el oro margarita quando fue evangelistero, quando subió en preste semeio al lucero. (S. D., 44).

Plasticidad de las metáforas: Es de notar también la fuerza plástica de algunas expre­ siones m etafóricas: Santa Oria «foradaba los gielos» (Or., 23) con el empuje de su oración; a Cristo en la cruz «cosieronli con clavos los piedes e las manos» (Due., 33); el llanto de

Las imágenes 139 Teófilo es-tan inútil como escribir sobre yelo (M., 778); la , Virgen dolorosa nos dice así su pena en la pasión del Hijo: Ca io fui biscocha, et fui bisassada22. (Due., 14). 22 Para el estudio de los autores medievales que escribieron sobre tropos y figuras retóricas, véase Les Arts Poétiques du X IIe et du X Illc siécle, de E dmond F aral , París, 1962, cap. V II de la primera par­ te. Al final de la obra se reproducen los siguientes textos, de mucho interés para los estudiosos del medievo: De lege dictamen ornandi, de E kkehard IV ; Ars versificatoria, de M atthieu de V endóme; Poetria Nova, Documentum de modo et arte dictandi et versificandi y De coloribus rhetoricis, de G eoffroi de V in sa u f , y Laborintus, de E yrard l 'Allemand . W eber de K u r la t

estudia, en las Vidas de Santos de Berceo, la amplificatio y la perífrasis, procedimientos recomendados también por la retórica medieval: «De acuerdo», dice, «con la técnica del poeta medieval formado en la retórica heredada de la antigüedad clásica, v codificada, comentada, interpretada por sucesivas generaciones desde la edad oscura hasta el siglo Berceo aplica a sus fuentes latinas el procedimiento de la amplificatio». «Berceo utiliza como procedi­ miento artístico regular la designación casi constante del protago­ nista por medio de perífrasis» (Notas para la cronología y composi­ ción literaria de las vidas de Santos de Berceo, en NRFH, XV, 1961, págs 115-125!x ii,

V

EL MUNDO DE LOS SENTIDOS

LA MÜSICA Y EL CANTO Suenan las campanas a lo largo de los poemas de Berceo, pero mucho menos de lo que podría esperarse. Bastante más exigía el ambiente conventual que los inspira: Un sabbado ala tarde, las viesperas tocadas. (S. D., 558) Non avia el Prior el gimbalo tannido. (S. D., 456). Comengaron los monges las campanas tañer. (S. D., 568).. Tansieron las campanas, tovieron grant clamor. (S. M., 337) Ante que empezasse tanner la monedera1. (M., 290). Ante de los matines una grand madrugada Levantósse est monge rezar la matinada, Tanner a los matines, despertar la mesnada. (M., 2$S).

Sí, hay música de campanas en estos poem as; pero muchas veces se adivina más que se oye. Hay música de campanas y hay cantos litúrgicos en las iglesias y conventos. Se pre­ sienten, y se escuchan frecuentemente, las voces de los mon­ jes que cantan maitines, misas y letanías. Debió ser im portante en aquellos tiempos la enseñanza de la música. Había entonces «escuelas de cantar y leer». 1 Especie de matraca que sustituía a la campana para llamar a los monjes.

El mundo de los sentidos 144 dirigidas por clérigos, donde se form aban los «fijos de bonos omnes que querien más valer» 2. Berceo nos presenta a Santo Domingo asistiendo, de pequeño, a una de estas escuelas, con singular aprovechamiento: Fue en poco de tiempo el infant psalteriado, de himnos e de cánticos bien e gent decorado. (S. D., 38).

Y lo repite, casi con las mismas palabras, cuando nos cuenta ^el aprendizaje de San Millán con su maestro San Felices: Fue en poco de tiempo el pastor psalteriado, De hymnos e de cánticos sobra bien decorado. (S. M., 22).

El saber cantar y leer era entonces señal inequívoca de honor y distinción. Berceo celebra a Santo Domingo porque «bien leya, e cantava syn ninguna pereza» (S. D., 39), y a San Lorenzo porque «avinie bien sobeio en leer, en cantar» (Mart., 21). En la Razón de Amor, la enamorada realza así las vir­ tudes de su am ado: sabe muito de trobar, de leyer e de cantar, (vs. 112-13).

Y Alejandro Magno se ufana de sus conocimientos musi­ cales : Sé arte de música, por natura cantar, Sé fer fremosos puntos, las vozes acordar. (Alex., 39).

Pero Berceo conoce no solamente los cantos religiosos, sino también los profanos. En la Vida de Santo Domingo, la niña Oria, casi recién nacida, con temprana precocidad de santa, 2 Milagros, estr. 354

La música y el canto

145

Queiria oyr las Oras, mas que otros cantares, lo que dizian los clérigos, mas que otros ioglares. (S, D„ 318).

Y en el Duelo de la Virgen, la aljama de Jerusalén pide a Pilatos guardas para el sepulcro del Señor, no sea que roben su cuerpo, porque entonces sus seguidores Farian de nos escarnio e comporrian cauciones. (Due., 171).

Y allí están los guardas, junto al sepulcro, cantando también sus cantares: Controbando cantares que non valian tres figas, Tocando instrumentos, gedras, rotas e gigas. Cantaban los trufanes unas controvaduras3 Que eran a su Madre amargas e muy duras. (Due., 176-77).

Y es aquí, en la escena del sepulcro, donde intercala Berceo la tan conocida Cántica de vela4 que entonan aquellos «tru­ fanes» para ahuyentar el sueño, mientras custodian el cuerpo del Hijo de Dios. Es una cántica de veladores, pero, para Leo Spitzer 5, es también «una cántica de maldecir, una pa­ rodia de la canción de veladores cristianos»; joya lírica, se­ guram ente de extracción popular, hecha, como otras mu­ chas, para ser cantada; ejemplar precioso y excepcional dentro de la obra de Berceo; tal vez resto valioso de algún Auto de Pasión desaparecido. Son trece pareados irregula­ 3 Para Leo S pit z e r , el verdadero significado de controbar es «in­ ventar juntos, colectivamente», que es también el del antiguo fran­ cés controuver, «encontrar, inventar juntos» (Sobre la cántica «Eya Velar», en NRFH, 1950, pág. 55). 4 á n g e l V egue G old oni estima que Berceo se inspiró, para su Canto de Vela, en un relieve del sepulcro de Santo Domingo de Silos (vid. Temas de Arte y Literatura, Madrid, 1928). 5 S pitz er , op. cit., p á g . 55. y

b fr c e o

. —

10

246 El mundo de los sentidos re s 6, y a cada verso sigue el estribillo «¡eya velar!», que sería cantado a coro: Eya velar, eya velar, ¡eya velar! Velat aljama de los judiós, ¡eya velar! que non vos furten el Fijo de Dios. ¡Eya velar! Ca furtarvoslo querrán ¡eya velar! Andrés e Peidro e Johan. ¡Eya velar! Non sabedes tanto descanto7 ¡eya velar! que salgades de so el c?nto. ¡Eya velar! Todos son ladronciellos ¡eya velar! que assechan por los pestiellos. ¡Eya velar! Vuestra lengua tan palabrera ¡eya velar! havos dado mala carrera. ¡Eya velar! Todos son omnes plegadizos, ¡ eya velar! rioaduchos mescladizos. ¡ Eya velar! Vuestra lengua sin recabdo ¡eya velar! 6 «Ya se sabe», escribe M enéndez P idal , «que la canción de vela­ dores y su irregularidad son tradicionales» (RFE, I, 1914, pág 96). 7 D aniel D evoto, que estudia la influencia de la música en la es­ tructura y en el léxico de la poesía de Berceo (Gonzalo de Berceo et la musique. Étnde sur deiix mots espagnols anciens, París, 1955), se detiene especialmente en las palabras «descanto» y «organar» (estr. 3 de la Canción de Vela y estr. 26 de los Milagros).

La música y el canto

147

por malcabo vos ha echado. ¡Eya velar! Non sabedes tanto de engaño ¡ eya velar! que salgados ende este año. ¡Eya velar! Non sabedes tanta razón ¡eya velar! que salgades de la prisión. ¡Eya velar! Tomaseio e Matheo ¡eya velar! de furtarlo han grant deseo. ¡Eya velar! El discípulo lo vendió, ¡eya velar! el Maestro non lo entendió. ¡Eya velar! Don Fhilipo, Simón e Judas ¡ eya velar! por furtar buscan ayudas. ¡ Eya velar! Si lo quieren acometer, ¡ eya velar! oy es dia de parescer. ¡Eya velar! Eya velar, eya velar, ¡eya velar!

Los críticos no están conformes con esta ordenación tradi­ cional de las estrofas del Canto de Vela e intentan otra dis­ posición más lógica y racional8. 8 Tomamos de J. B. T rend el siguiente rios intentos que se han hecho para ordenar de Vela: Ordenación tradicional: 1 2 3 4 5 6 Carolina Michaelis .........: 3 8 9 4 Rodrigues Lapa ..............: 4 6 5 7

cuadro relativo a los va­ las estrofas del Canto 7 8 9 10 11 12 13 6 5 7 10 12 3 8 9

El inundo de los sentidos Mención aparte merece el canto de las aves en la Intro­ ducción de los Milagros. En su género es de lo más fino y delicado del m ester del XIII. Ni el Libro de Apolonio, ni el Libro de Alexandre aventajan aquí a Berceo: Odí sollos de aves dulces c modulados: Nunqua udicron omnes organos más temprados, Nin que formar pudiessen sones más acordados. Unas tenien la quinta, e las otras doblavan, Otras tenien el punto9, errar no las dexavan, Al posar, al mover todas se esperavan, Aves torpes nin roncas hi non se acostavan. Non serie organista nin serie violero, Nin giga, nin salterio, nin mano de rotero, Nin estrument, nin lengua, nin tan claro vocero, Cuyo canto valiesse con esto un dinero. (M., 7-9). Las aves que organan entre essos fructales, Que an las dulzes vozes, dicen cantos leales. (M., 26). El rosennor que canta por fina maestría, Siquiere la calandria que faz gran melodía. (M., 28). \

El poeta de Alexandre canta con voz parecida, pero menos hábil; con menos destreza lírica: F. Brittain ...................... : 1 2 4 6 5 7 3 8 9 11 10 12 13 Leo Spitzer .....................: 1 2 10 12 4 6 13 11 7 5 9 8 3 Comentando la ordenación de Spitzer, escribe el mismo T r e n d : «Spitzer no ha cuidado tanto de devolver a la sucesión de estrofas el orden que Berceo les diera, sino el que le pudiera haber dado d arquetipo de «poeta medieval», tal como este sugestivo historiador lo concibe, que además hubiera cumplido aquí sin residuo el arque­ tipo de 'composición medieval’, tal como la filología moderna lo en­ tiende» (Sobre el «Eya Velar» de Berceo, en NRFH, 1951, págs. 226-228). 9 S olaltnde, en su edición de los Milagros, anota: «es el canto fun­ damental». En Apolonio leemos: «Fazia a la viuela dezir puntos ortados» (estr. 179), y en Alexandre: «Sé fer fremosos puntos, las vozes acordar» (estr. 39). D aniel D evoto (op. cit.) hace un interesante estu­ dio sobre el canto de las aves en este pasaje de Berceo.

La música y el canto

149

Quantas aves en giclo an vozes acordadas, Que dizen cantos dolgcs menudas c granadas, Todas en aquel arvol paregien figuradas, Cada una de su natura en color divisadas. (Alex., 1970). Luego dezicn las aves cada uno sus sones, Los gayos, las calandras, tordos c los gaviones, El rossinol que dic las fremosas cangioncs. (Alex., 1973).

¿Qué instrum entos musicales se conocían en tiempo de Berceo? En la Introducción de los Milagros se citan el órga­ no, la viola, la giga, el salterio y la rota. Los guardas del se­ pulcro cantaban, como hemos visto, al son de «instrumen­ tos, gedras, rotas e gigas». En el Milagro XXIII, para dar gracias al cielo, Los pueblos de la villa, pauperes e potentes, Fazien grand alegría todos con instrumentes. (M., 698).

El mismo Santo Domingo, todavía niño, para evitar el sueño mientras pastoreaba las ovejas, Por uso una pitara traye siempre consigo. (S. M.; 7).

Y en los Signos que aparecerán antes del juicio: El ángel pregonero sonara la corneta. (Sig., 22).

En Apolonio 10 se nombran la roía, la giga y la vihuela. Ale­ xandre distingue entre los instrumentos que «usan los toglares» y «otros de m aor pregio que usan escolares» n, y de los primeros hace la enumeración siguiente: Avye hy sinfonía, arba, giga, e rota, Albogues e salterio, citóla que mas trota, Cedra e viola que las coytas embota. (Alex., 1383). 10 Apolonio: 178-185. 11 Alexandre: 1971.

El mundo de los sentidos 150 En diversos lugares 12 cita también trompas, cuernos, tam­ bores y añafiles. Pero hay algo en estos poemas que no encontramos en Berceo. El Libro de Apolonio no sólo señala distintos instru­ mentos, sino también diferentes «sones»: doblas, debayladas 13, semitones 14. Y el poeta de Alexandre señala, además, la característica de cada uno de los sones (las «doblas» re­ fieren cuitas, las «baylas» son dulces y el «semitón», plo­ rante ): Las dobles que refieren coytas del corazón, Las dolges de las baylas, el plorant semiton. (Alex., 1976).

El Arcipreste de Hita, en el siglo xiv, en el recibimiento de Don Amor, nom brará 28 instrum entos m usicales: quince de cuerda, nueve de viento y cuatro de percusión 15. 12 Alexandre: 585, 803, 957, 1394, 1396. 15 «Debaylada» es igual a «música de baile». 14 Apolonio: 189. 15 Vid. M enéndez P idal , Poesía juglaresca y juglares, Col. Austral, Buenos Aires, 1942, págs. 3748.

LOS COLORES Berceo no es, ciertamente, un poeta colorista. Ha reba­ sado, con mucho, la casi acromía del Cantar de Mió C id1, pero todavía está lejos del cromatismo del Libro de Alexan­ dre 2. La escala de colores de Berceo, de más a menos, es la siguiente: blanco, 20 veces; negro, 11 ; bermejo, 9; verde, 1, y amarillo, 4. Añadamos, por su calidad colorista, oro, 19 veces; plata, 6, y piedras preciosas, 4. El blanco, con sus variedades albo y blanqueado, es el color más frecuente en Berceo3. Casi siempre hace referen­ cia al vestido, o a personas vestidas de este color4. Es el color predom inante en la Vida de Santo ,Domingo y en la Vida de Santa Oria: Con almaticas blancas de finos giclatones En cabo déla puente estavan dos barones. (S. D., 232). 1 A rtiles , J oaquín , Paisaje y poesía en la Edad Media, La Laguna, 1960, pág. 27. 2 Vid. Libro de Alexandre: 23, 88, 97, 137, 354, 404, 430, 532, 558, 802, 817, 818, 888, 889, 893, 894, 1122-1129, 1153, 1167, 1182, 1191, 1204, 1244, 1307, 1529, 1577, 1611, 1655, 1659, 1711, 1716, 1792, 1874, 1879, 1960, 1961, 1965, 1966, 2370, 2377, 2443, 2449. 3 S. D„ 230, 232, 237, 654, 665, 681, 685; S. M., 437, 438; Loo., 133; M„ 600, 880; Due., 53; Or., 30, 47, 52, 118, 143, 168. 4 Alguna vez se exalta la blancura de un río (S. D., 230), o de un animal (S. M., 438; M., 600; Or., 30).

El mundo de los sentidos Semeioli que vido un omne blanqueado, Como si fuesse clérigo de missa ordenado. (S. D., 654). Todas venían vestidas de una blanca frisa, Nunca tan blanca vido nin toca nin camisa, Nunca tal cosa ovo nin Genua nin Pisa. (Or., 118). Todos vestidos eran de blancos ciclastones. (Or., 143).

El blanco es un color de larga ascendencia poética, y, dentro de lo blanco, la nieve y el cristal. Berceo los usa como punto de comparación para exaltar la nitidez de algo: Blanco era el uno commo piedras christáles. (S. D., 230). Mucho eran mas blancas que las nieves regientes. (S. M., 437). Vinien en dos caballos plus blancos que cristal. (S. M., 438). Vidieron palombiellas essir de so la mar, Más blancas que las nieves contral cielo volar. (M., 600). Mas blancas que las nieves que non son coceadas. (Or., 30).

El poeta del Libro de Alexandre usa las mismas compara­ ciones : Era de fin azero blanca cuerno un cristal. (Estr. 1191). Plus blanco de color que la nieve reziente. (1244). Plus claras son que vidrio, ca son finos cristales. (1368). Dessuso la loriga blanca cuerno cristal. (430).

Pero emplea también, como recurso comparativo, la blan­ cura de cosas menos nobles, como el queso y la cuajada: Avie hv un bon ombre vieio e de grant seso, Era de grandes dias, tan blanco cuem el queso (404). Que abie la cavega tan blanca cuemol queso. (532). Los dientes por iguales brancas cuerno quaiada. (1715).

Los colores Y lo mismo acaece en el Libro de Apolonio:

153

Fizo hun monumento rico a muy gran guisa, De hun marmol tan blanquo commo huna camisa. (445).

En la Vida de Santa María Egipciaca se dan los dos tipos de' com paraciones: Bracos e cuerpo e todo lo al Blanco es como cristal. (Pág. 309). Sus crines albas como nieves. (Pág. 314). Redondas avie las oreias, Blanquas como lache doveias. (Pág. 308).

El Cantar de Mió Cid prefiere la blancura del sol: «blancos como el sol» (vs. 2333, 3074, 3087, 3493). El negro 5 tiene las variantes negrado6, negral 7, carboniento 8, denegrado 9 y negriello 10. Berceo lo emplea, ya para calificar algo que es físicamente negro: «monges negros» (con vestiduras negras), «toca negrada», «uvas negrales», «día carboniento»; ya en sentido figurado: «negro dia», «companna negriella»: Vidi en ora mala aquella vicaría, Escuche a un diablo, busqué mi negro dia. (M., 758). Io con rabia del Fiio estabali gerquiella... Andabame delante la companna negriella. (Due., 34).

Pero también lo emplea con un doble sentido, con significa­ ción bisémica, real y metafórica al mismo tiempo. Así la 5 6 7 8

S. D„ 188, 687; Sig., 12; M., 758, 760; Due., 161. S. D., 325; M„ 872; Or., 21. Sacr., 187. Sig., 12. Tanto Berceo como el poeta de Alexandre (2443) hablan del «dia negro e carvoniento». 9 M., 403. 10 Due., 34.

154 El mundo de los sentidos noche del Viernes Santo fue para María una «noche negra e pesada», negra de oscuridad y negra de amargura: El viernes en la noche fasta la madrugada, Sofrí grant amargura, noche negra e pesada, Clamando: Fijo, Fijo, do es vuestra posada? (Due., 161).

El color bermejo 11 se desdobla en livorado 12 (acardena­ lado), codrado 13 (colorado), púrpura, escarlata 14 y verm eión15: «sangre bermeia», «codrada cortina», «vestidos de vermeión», «mas vermeio que vino de parrales». El verde es, sobre todo en la Introducción de los Mila­ gros, el color de la pradera: «prado verde» 16, «verde pra­ dal» 17, «verdura del prado» 18. Pero, en la Vida de Santo Do­ mingo, se torna color trágico de enfermo. Aquella m ujer de Castro, que llevaron enferma al convento de Silos, Oras tom aba verde, oras tal como gera, Ca eran los dolores non de una manera. (S. D , 297).

Tampoco falta el uso metafórico del verde con significación de lozano y revivido, aplicado también a una enferm a: Valió el buen confessor, sanóla de la mano, El brago que fue seco tom o verde e sano. (S. D., 621).

El amarillo de Berceo no es un color de triunfo y de glo­ ria, sino macilento, triste y aciago: Santo Domingo tenía «la color amariella, como omne lazrado» (S. D., 86). San Millán se 11 12 13 14 15 !6 17 “

S. D., 230; Sacr., 154. M„ 265, 383. M., 515. Sig., 21. Or., 80. M., 2, 11. M„ 610. M., 4, 11.

Los colores 155 compadece de unos obreros que estaban «desarrados», con «la color amariella» (S. M., 229). Y, como señal de tragedia, el día cambia de color y se torna «plus amariello que la gera colada» (S. M., 380). También el o ro 19, la plata20 y las piedras preciosas 21 aportan, por su brillo y por su variedad, una riqueza cromá­ tica indudable. Piénsese en las tres coronas de la visión de Santo Domingo: Tenia enna su mano dos preciosas coronas De oro bien obradas, non vio omne tan bonas... El otro tenía una sevs tantos mas fermosa, Que tenia ensu cerco mucha piedra preciosa, Mas luzia que el sol, tant era de lumbrosa. (S. D., 233-34).

Piénsese en la silla de oro de Santa Oria: Talló muy rica siella de oro bien labrada: De piedras muy preciosas toda engastonada. (Or., 77).

Piénsese en el candelabro de los siete brazos, todo de «oro puro»; en el arca de la alianza «doro bien cubierta»; en la «olla de oro, non de tierra labrada», para guardar el maná; en los cálices «de oro muy meiores»; en la corona de San Lorenzo «mejor de oro puro»; en el sentido deslumbrador, de color y riqueza, de este verso del Milagro X X III: 19 S. D., 44, 233, 364; Sacr, 7, 8, 12, 15; Mart., 72; Loo., 32, 191; M„ 677; Or., 9, 58, 74, 91, 97. 20 S. D„ 44, 364; Sacr., 7; Loo, 191; Sig., 21; M„ 677. 21 S. D , 44, 234; O r, 9, 77.—La única piedra preciosa que nombra Berceo es lá margarita. En contraste con esta pobreza de Berceo, el Libro de Alexandre (estrs. 1307-1327) especifica cerca de 30: esmaragde, iaspis, garríate, maguera, adiamant, estopagio, galuca, melozio, sagita, coral, yaceto, margarita, peorus, esteru, calatides, galagio, solgoma, solmites, longuiela, adat, absinto, santira, escontalides, asbrion, empotria, androz ■ —Para el oro y la plata en el Libro de Alexandre, vid. estrs. 67, 105, 130, 444, 617, 740, 805, 806, 811-18, 920, 1184, 1223, 1225, 1477, 1553, 1612, 1730, 1959, 1963, 1969, 2380, 2381, 2383, 2478, 2502.

156

El mundo de los sentidos De oro e de plata fizo un grand rimero. (M., 677).

A veces, acá y allá, como un hallazgo, nos sorprenden breves pinceladas de policromía: «el archo de diversas colores» (Sacr., 85), las «casullas de preciosas colores» (Or., 58), «el maestro que echó las colores» (Loo., 205). O estos versos, de colorido estallante, de la descripción del fin del m undo: Ardrá todo el mundo, el oro e la plata, Balanquines e purpuras, xamit e escarlata. (Sig., 21).

LA SINESTESIA El fenómeno slnestésico supone siempre una mezcla o entrecruzamiento sensorial; un contagio o contaminación, pro­ ducida por la concurrencia simultánea de varias sensaciones. Wofgang K ayser 1 lo define como «fusión de diversas im­ presiones sensoriales». Cuando Berceo nos habla de la «sa­ brosa olor» de las flores, o del «dulce humo» del incienso, está mezclando o fundiendo, en un mismo crisol poético, distintas sensaciones del gusto y del olfato. Pudiéramos también considerar la sinestesia como un desplazamiento o traslación de sensaciones, como un desli­ zamiento de ese algo, a veces tan movedizo e inestable, que es el fenómeno sensorial. Si Berceo nos dice que el pronun­ ciar el nombre de María «sabor fage en oreias», no cabe duda que la sensación gustativa (el «sabor»), en inefable vuelo, se ha posado en las mismas «oreias» del devoto de la Virgen. El gusto se ha desplazado hasta el oído. Se ha producido un deslizamiento sensorial que termina en la fusión de. sonidos y sabores en una misma vivencia. En la historia de la Literatura, las sensaciones más, tras­ laticias, más movedizas, son siempre las gustativas. Los adje­ 1 W olfgang K a y ser, Interpretación y análisis de la obra literaria, isd. Gredos, Madrid, 1958, pág. 202.

158 El mundo de los sentidos tivos dulce, meloso, sabroso, amargo, incluso en el lenguaje popular, se aplican con frecuencia a cosas y fenómenos que no son, precisamente, gustativos 2. Es lo que ocurre en Ber­ ceo. En todos los textos que registramos aquí interviene siempre la sensación del gusto. Por excepción, anotamos el ejemplo «de muy fresca color»3, táctil y visual, sin interfe­ rencia gustativa. Los ejemplos de sinestesia del poeta riojano pudiéramos ordenarlos en cuatro grupos, atendiendo solamente a las sen­ saciones que se mezclan o funden. Pero advirtamos que la sinestesia, como la metáfora, después de un largo uso, llega a desgastarse y perder eficacia. Una vez desgastada y lexicalizada, casi que no es sinestesia. Por eso, ante estos textos, no podemos perder de vista que, desde Berceo, han pasado ya siete siglos. Sinestesia gustativo-auditiva.—Es la más frecuente en Ber­ ceo. Posiblemente, en algunos de los ejemplos allegados, los epítetos «sabroso», «dulce», «meloso» puedan quizá referirse, más que al hecho sensorial, fónico, de oir o hablar, al con­ tenido conceptual de lo oído o hablado; pero en la mayoría de los casos la sinestesia es indudable: «los dichos mela­ dos»4, «un recado sabroso»5, «sabroso de oyr»6, los «dulzes roídos» de la fam a7, el canto del evangelio «dulz e sabro­ 1 Para G eorge C ampbell (Philosophy of Rhetoric, 1776) «dulce, q u e originariamente es cosa del paladar, puede aplicarse ahora a una fra­ gancia, a una melodía, a una perspectiva». Todos tenemos experiencia de esto. 3 M., 112. 4 S. D., 121. 5 S. D„ 237. 6 S D., 335; S. M., 321. 7 S. M„ 139.

La sinestesia 159 so»8, el nombre de María, cuya sola remembranza «sabor fa?e en oreias, dulzor en corazón»9, «un sermón temprado e sabroso» 10, «odí sonos de aves dulces e modulados» n, «fabloli mui sabroso» 12, «esti tan dulz mandado» 13, «leienda mui sabrosa» 14, «respuesta muy sabrosa» 15, «nuevas de grant sa­ bor» 16, «vierbo dulz e suave, plus dulge que la miel» 17. En este último texto es evidente la ascendencia bíblica: «Quam dulcia faucibus meis eloquia tua, super mel ori meo» 18. Entre los clásicos, Fortuniano habla de «melle saporatum verbum». Sinestesia gustativo-olfativa.—Entre los latinos, «sapor» se usa a veces con significación de «olor», «perfum e»19. En Berceo encontramos los siguientes ejemplos de fusión gusta­ tivo-olfativa: «olor tan sabroso»20, la «sabrosa olor»21, el in­ cienso que da «mas dulz fumo que un dulz lectuario»22. En este último ejemplo («dulz fumo») coinciden, en realidad, tres sensaciones: la del gusto (más dulce que un lectuario o medicina), la del olfato (el olor del humo del incienso) y la de la vista (el hamo en su forma física, en su plasticidad visual). 8 Sacr., 45. Esta pareja de adjetivos se repite en la V. de Santa Oria, 116. También la usa G arctlaso : «Flérida, para mí dulce y sabrosa» 9 Loo., 207. 10 Sig., 27. 11 M„ 7. 12 M , 134. ” M., 173. 14 M , 617. 15 Or., 73. 16 Or., 73. 17 Himno I, 2. 18 Salmo 118. 15 P l i n . 32. 117; V trg ., G., 4, 64. 20 M§ 6.

21 M , 112. 22 Sacr., 35.

El mundo de los sentidos Sinestesia gustativo-visual.— «Dulz vergel»23, «sabroso lo­ gar»24, «dulce iumne» 25. Sinestesia gustativo-táctil.—«Pluvia e sabroso tem pero»26, «oraie (viento) mui sabroso»27, la sombra «dulz»28, «las sombras de los arbores de temprados sabores»29, «fagia sombra sabrosa»30. La «sombra» se entiende aquí, no en su aspecto visual, en contraposición a «luz», sino en su sentido táctil de suave «temperatura», en oposición a los extrema­ dos «calor» y «frío». '

t

23 M., 298. :4 Or., 145. El poema de Alfonso 0}iceno, estr. 1940, emplea la mis­ ma expresión: «Málaga es buena tierra, / Muy saboroso lugar». :5 Himno I, 1. 26 S. M., 484. -7 M„ 589. :s M„ 23, 25. -9 M„ 5. 30 Or., 44

LOS ASTROS

La obra de Berceo, acá y allá, como puntos de luz, está ilum inada de soles, estrellas, luceros y lunas. En los versos de Berceo el sol y las estrellas se hacen, a veces, metáfora, el «sol» es Cristo 1 y la Virgen es la «estrella», casi siempre la «estrella del mar» 2. Otras veces sirven simplemente como térm inos de comparación: «mas lucie que el sol»3, «commo ravos de el sol»4, «luz mas que estrella»5, «lucie commo es­ trella» 6, «mas claro que estrella» 7, «semeió al lucero» 8, «sem eiant de lucero»9. No son raras las expresiones como estas: «las estrellas salidas» 10, «el sol bien enflaquido»H, «el sol 1 S. D., 250; Due., 141, 196; Loo., 107; M„ 117. 2 M„ 32, 33, 73, 117, 501, 761; Loo., 197. A veces la «estrella» es Santo Domingo (estr. 250). ' S. D., 234. 4 Or., 90. 5 M., 256. é M„ 321; Or., 29. 7 M., 327. • 3 S. D., 44. • 9 M., 311. 10 S. D., 707. 11 M., 464. BERCEO. — 11

162 El mundo de los sentidos bien esclarido»12, «el sol bien encorvado»13, «fasta el sol entrado»14. Y abundan los versos deslumbrantes de luz: Entró una lugengia grand e maravillosa. (S. D., 708). De luminarias nuevas el gielo fue poblado. (Loo., 81) Non podrían siete soles tan fuerte-mente lugir. (Sig., 54V Commo rayos de el sol, assi relampagaba. (Or., 90). Mas luzia que el sol, tant era de lumbrosa. (S. D., 234). Lugian commo estrellas, tanto eran de bellidas. (Or., 29).

También la luna tiene su lugar en la obra de Berceo: «quan­ do la luna fues plena» 15 había de sacrificarse el cordero de la antigua ley; Cristo en la cruz alumbra más «que el sol nin la luna»16; a Santa Oria, cuando Puyaba a los gielos sin ayuda ninguna, Non li tagia embargo, nin el sol, nin la luna. (Or., 50).

Y en la lucha de moros y cristianos, la luna y el sol son los símbolos de los dos bandos: Que la luna es nuestra, el sol de los christianos: Quando ella se turba nos non fincamos sanos. Quando el sol muere ellos alegran los milanos. (S. M , 4(M).

Pero los astros de Berceo tienen también una perfecta adecuación a las distintas situaciones de gozo, tristeza, cons­ ternación, pavura. El sol amengua sus luces, vistiéndose de luto, la tarde del Viernes Santo: 12 13 14 15 16

M„ 672. Due., 132. Sacr., 139. Sacr., 148. Due, 144.

'

Los astros El sol perdió la lumne, oscureció el día. (Due., 114).

Y la mañana de la Resurrección de Cristo, desata su júbilo en un estallido de gozo: Resusgitó don Xpto: Dios tan granl alegría! Dos soles, Deo gragias, nasgieron essi dia. (Due., 196).

En Los signos que aparecerán antes del juicio, las estrellas se aúnan al cataclismo final, precipitándose desde el cielo: Ca verán por el cielo grandes flamas volar, Verán a las estrellas caer de su logar Commo caen las fojas quando caen del figar. (Sig, 19).

Y, en la Vida de San Millán, el sol hace suyos «la cuita e el planto» de España por el tributo de las cien doncellas y, como avergonzado, deja de alum brar: Perdió el sol la lumne, estido embargado, De todo so ofigio afita despoiado. Viernes era el dia que esto contegió, De prima fasta tergia el sol non pareció, Plus pavoroso dia nunqua amanegió, Sinon el viernes sancto quando Christo murió. (S. M„ 378-79)

Y las estrellas se suman también al «duelo general» de los españoles, y, como enloquecidas, extravían sus órbitas pro­ testando de tan «grant suziedumne»: Fueronse las estrellas por el gielo moviendo, Volaban por el ayre entre si se feriendo, Commo omnes que lidian tornando e fuiendo. (S. M., 383).

LAS TORMENTAS Entre las cosas elementales y prim arias cuyo goce preocu­ pa obstinadamente a Berceo (la paz, la salud, el pan, el vino, la vida eterna), no faltan nunca los «tiempos bonos», los «temporales temprados». Es como una obsesión nacida de duras experiencias: junto a las guerras, las epidemias, el hambre y el temor de condenarse, se alzaba también sobre aquellos pueblos el riesgo cierto de las tormentas. Berceo, identificado con su pueblo, lo siente intensamente y lo hace verso y estrofa, desvelo y oración. En la plegaria final de la Vida de Santo Domingo escribe suplicante: Ruega, Señor e Padre, a Dios que nos de paz, caridat verdadera, la que ati muy plaz, salut, e tiempos buenos, pan e vino assaz, e que nos de en cabo a veer la Su faz. (S. D., 772).

Y lo repite en la última estrofa de los Loores: Ruega por la paz, madre, e por el temporal. Acabdanos salut, e curíanos de mal, Guyanos en tal guysa por la vida mortal, Commo en cabo ayamos el reyno celestial. (Loo., 233).

El mismo Santo Domingo pedía al cielo que

Las tormentas

165

Diesse entre los pueblos pan e paz e verdat, Temporales temprados, amor e caridat. (S. D., 75).

Y cuando Berceo quiere estimular el cumplimiento de los votos de San Millán, se encara con el pueblo para decirles: Si estos votos fuessen leal-mente enviados, Avriemos pan e vino, temporales temprados. (S. M , 479).

Las tormentas, los vientos, la nieve, las heladas, afloran in­ sistentes en la obra de Berceo. Pero no como puros ingre­ dientes de belleza, sino más bien como signos de enfadosa incomodidad. Feliz, dice Berceo, el que no sufre Nin frió nin calura, nin viento nin elada. (M, 611).

Esta incomodidad se transfigura muchas veces en instrumen­ to de perfección, queda sublimada al convertirse en volun­ tario elemento de mortificación y ascesis. Santo Domingo justifica su propósito de huir «a los yermos» con el ejemplo de los que le precedieron: Enlos primeros tiempos nuestros antecessores suffrieron set e fambre, eladas e calores. (S. D , 54).

Y, ya en su retiro, nada le importan las duras inclemencias de la N aturaleza: Por que fazia mal tiempo e cadia fria elada, o fazia viento malo, horiella destemplada, o niebla percodida, o pedrisca yrada, el todo esti lazerio non lo preciaba nada. (S. D., 69).

Lo mismo acontece a San Millán. Ninguna molestia logra desviar su voluntad de ascetismo:

166

El mundo de los sentidos Nin nieves, nin eladas, nin ventiscas mortales, Nin cansedat, nin famne, nin malos temporales, Nin frió, nin calentura, nin estas cosas tales Sacar non lo podieron dentre los matorrales. (S. M., 50). Alli sufrió grant guerra el sancto caballero De fuertes temporales, e del mortal guerrero. (S. M., 56).

Y lo mismo sucede a los santos ermitaños. Santa Oria lo atestigua en una de sus visiones : Vido mas adelante en un apartamiento De sanctos hermitannos un precioso conviento, , Que sufrieron por Christo mucho amargo viento. (Or., 83).

Y todo, porque es la voluntad de Dios. Si no..., Si non, non sufririe atan fiera ielada, Nin tantos dias malos, nin tanta espantada. (S. M., 66).

Para Berceo, testigo de ventiscas y de crudos temporales, la bravura del viento corre pareja con la fiereza del mar. Su dominio es señal inequívoca de la fuerza y el poder de Dios: Señor, dixo, que mandas los vientos y el mar. (S. D., 649). Señor Dios, aqui temen los vientos e la mar. (S. D., 192). Sennor, que sin fin eres e sin empezamiento, En cuia mano iazen los mares e el viento. (M., 459).

Se adivina en Berceo un temor casi instintivo a las furias del viento. Los mismos epítetos que le predica son, casi siempre, peyorativos: viento «malo» (S. D., 69), viento «mu­ cho amargo» (Or., 83), ventiscas «mortales» (S. M., 50), vien­ to «escaldado»: Levantóse el ábrego, un viento escaldado, A vueltas de un fuego ravioso e irado.

Las tormentas

167

Movió de ocgident por rueda del peccado, Fizo grandes nemigas ante que fues quedado. (S M., 387).

Todo, siempre, en la línea de lo incómodo, de lo embara­ zoso, de lo arduo, de lo preocupante; como el temporal, como la nieve, como la helada; justificando la tenacidad de las plegarias de Berceo, que pide al cielo, una y otra vez, «tem­ porales temprados», «tiempos buenos».

ANIMALES Y DEMONIOS La nómina de los animales de Berceo (unos, reales; otros, sólo en m etáfora; a veces, conocidos directamente por el poeta; otras, sólo a través de fuentes literarias) es abundante y variada: las ovejas1, el lobo2, los canes «fam nientos»3, el león «bravo»4, el toro «escalentado»5, el «draco traydor»6, las serpientes «enoiosas»7, la acém ila8, los «malos rogines» 9, los caballos «plus blancos que cristal» 10, las truchas «cabda­ les» n, el gato «sarnoso» 12, los carneros 13, el cabrónI4, el «corderuelo simple» 15, el «noviello lozano» 16, el cabrito 17, la 1 S. D„ 19,' 20; S. M„ 5. 2 S. D., 24; S. M., 6, 8. 3 S. D., 158, 334, 356; M., 762; Due., 197. 4 S. D., 160; Loo., 165; M., 314, 473; Sig., 61. 5 Sacr., 4, 7, 57, 73; M., 466. 6 S. D„ 333. 7 S. D., 197, 328; S. M„ 27, 31, 45;Sig., 39, 66; Or. 87. 8 S. M., 271. 9 Due., 50. 10 S. D , 364; S. M., 438. 11 S. D„ 490. 12 S. D„ 586. 13 S. M„ 466, 468, 474; Sacr.,4, 7, 57, 76, 97, 200. 14 Sacr., 4, 7, 19, 25, 57, 73, 76, 117, 200. 15 S. M., 7; Sacr., 20, 57, 58, 146, 148; M., 188, 314.

Animales y demonios 169 tó rto la 18, la palom a19, el venado20, el águila21, el oso22, los escorpiones 23, los gusanos 24, las lombrices 25, los gorriones 26, los «malos gavilanes»27, el ruiseñor «que canta por fina m aestría»28, la calandria «que faz grand melodía»29. Sin em­ bargo, la nómina de animales del Libro de Alexandre es mu­ cho más extensa y exótica 30. 16 Sacr., 20, 76, 97. 17 S. M„ 7. ' 18 Sacr, 7, 21. 19 Sacr, 7, 21; M , 36, 599, 600; O r, 30, 37, 40, 46, 49. 20 S. D , 510. 21 Loo, 165. 22 Loo, 91. 23 Sig, 39. 24 M , 765. 25 S. D„ 452. 26 Due, 172. 27 Due, 197. 28 M , 28, 30. 29 M , 28. 30 Libro de Alexandre: avispa: 747, 2013; acémila: 879, 1580; águi­ la: 9, 301; áttade: 1335; ave fénix: 2311; azor: 746, 1710; caballo: 97, 100, 102, 104, 106, 111, 112, 113, 125, 275, 278, 510, 619, 656, 658, 692, 696, 697, 708, 853, 906, 955, 967, 1018, 1029, 1189, 1198, 1228, 1231, 1232, 1233, 1570, 1573, 1578, 1580, 1581, 1583, 1605, 1702, 1726, 1892, 1898, 1912, 1913, 1929, 1930, 1931, 1932, 2004, 2037, 2244, 2246, 2310, 2410, 2464; can: 163, 742, 1618, 2280; camello: 879; carnero: 1640; ciervo: 1241, 1334; conejo: 450; cordero: 490, 851, 1618, 2076; cuervo: 251; dromedario: 99; elefan­ te: 99, 1192, 1193, 1813, 1814, 1819, 1887, 1897, 1898, 1900, 1902, 1904, 1906. 1907, 1908, 1924; galgo: 205; garza: 1334; gato: 1942; grifón: 2333, 2336, 2337; gorrión: 624; gallina: 10, 130, 746, 2391; gusano: 2202; león: 14, 27, 88, 138, 482, 490, 710, 1241; liebre: 205, 450; lobo: 100, 140, 488, 747, 1618, 2076, 2367; milano: 623; mosca: 749, 2008, 2012; muía: 1332; mos­ cardón: 2397; murciélago: 2013, 2015; mur: 2003; oso: 501, 985, 1334; oveja: 209, 2499; pájaro: 2399; papagayo: 1337; perdiz: 746, 1334; pollo: 623; potro: 704, 710; puerco: 380, 1471, 1907, 2005, 2007, 2115, 2401, 2412; rata: 1657; rocín: 537; serpiente: 382, 384, 814, 1147, 1148, 1195, 1217, 1222, 1984,' 1992, 1994, 1998, 1999, 2023, 2Q28, 2040, 2045, 2111, 2119, 2177, 2275, 2405; ,simio: 1798; toro: 46, 496, 662, 1233, 1797; venado: 1333, 1797, 1954; verraco: 536.

170

El mundo de los sentidos Es frecuente el uso de nombres genéricos y colectivos: el ganado 31, la grey 32, el pescado 33, las aves 34, las bestias 35: Tu goviemas las vestías por domar e domadas, Das gevo alas aves menudas e granadas. (S. D., 452). Vivien de malas bestias en ellas grant congeio. (S. M., 28). Fueron las bestias fieras con él fuert embargadas. (S. M., 30). Andarán los pescados todos sobre la m ar Metiendo grandes voges non podiendo quedar. (Sig., 8). Las aves esso mesmo menudas e granadas Andarán dando gritos todas mal espantadas: Assi farán las bestias por domar e domadas. (Sig., 9).

Apenas se nombran los animales domésticos. El gato y el perro no son animales de placer y de mimo. Ni siquiera son animales útiles. El único gato que aparece en Berceo está «sarnoso»36 y los perros son «famnientos» 31, «fediondos»38, «carniceros»39, y se alude a ellos en forma despectiva: Non me da mayor honrra que si fuesse un can. (S. D., 158).

No abundan los detalles referentes a los animales, pero no faltan tampoco algunos rasgos de observación: las fieras que huyen de San Millán con «las cabezas colgadas»40; las sierpes que «sacan las lenguas e aguzan los dientes»41; el cordero 31 22 33 34 35 36 37 38 59 40 41

S. D., 20, 24, 32, 254; S. M„ 8; Sacr., 18, 25, 33, 73. S. D„ 25, 34. S. D., 66; Sig., 8. . S. D., 452; Sacr., 18, 33, 57; Sig., 9. S. M., 28, 30, 47; S. D„ 452. S. D., 586. Due., 197. M„ 762. Due., 39. S. M., 30. • Sig., 66.

Animales y demonios ' 171 que «non sabe rennir»42; el novillo que «faze golpe m or­ tal» 43; el can que hiere a «colmelladas»44. Para Berceo, el demonio es una bestia m ás: la «bestia percodida»45, la «bestia m aleita»46, la «bestia enconada»47, el «fuert bestión»48. O un animal concreto: el «draco traydor»49, el «can traydor»50, la «vipera m ala»51, el «mal lo­ b o»52, el «rabioso m ilano»53, la «syerpe»54. En la Edad Media solía evitarse, por pecaminoso, nom­ b rar al diablo. Berceo lo llama pocas veces Belcebú55. O le da nombre de animal, o le llama simplemente el «traydor provado» 56, el «mal huespet» 57, el «sucio malo» 58, el «huesped alevoso»59, el «sugio alevoso»60, el «falso periurado»61, el «mortal guerrero»62, el «pecado»63, «don falso alevoso»64, «don falso traidor»65, «el m alo»66. Sacr., 73. 43 Sacr., 20. “ M., 470. 45 S. D„ 680. S. M., 52, 112. '7 S. M., 118. S. M„ 119. S. D., 333. 39 S. D„ 768. S. D., 693. 52 Sacr., 159. 53 Sacr., 276. Loo., 4. 55 M., 78, 722. ' S. D„ 327; S. M„ 194; M., 466. 37 S. D., 629. 58 S. D., 698. S. M., 194. 60 S. M., 196. S. M., 56. “ S. M., 56. “ S. M., 191. * M., 477. 65 M., 479.

66 M., 722.

El mundo de los sentidos El demonio de Berceo no es el ángel negro, con alas de murciélago, cara de bestia, cuernos, garras, rabo y pezuña hendida. Algunas veces tiene forma de hom bre; casi siempre, de animal. En la Historia del diablo, de Vicente Risco, vemos que el diablo cambia de figura según el quehacer de cada instante: «Como Macho Cabrío, preside el aquelarre; como León, ataca a los anacoretas; como Jabalí, atemoriza a las gentes del cam po; como Cerdo, dicen que acompaña a San Antonio Abad, que le impuso este castigo cuando se libró de sus tentaciones; como Mono, aparece el perpetuo reme­ dador de las obras divinas; como Cuervo, m uestra su triste negrura fatídica, que se alimenta de la m uerte; como Basi­ lisco, causa la muerte del alm a»67. En Berceo toma forma de sierpe, de toro, de can y de león. El poeta los describe con mucho realism o: 172

Prendie forma de sierpe el traydor provado, poniasele delante, el pescuego algado, oras se fazia chico, oras grand desguisado, alas vezes bien grueso, alas vezes delgado. (S. D., 327). En figura de toro que es escalentado, Cavando con los piedes, el ceio demudado, Con fiera cornadura sannoso e yrado Paróseli delante el traidor provado. (M., 466). Cometiólo de cabo con figuras pesadas: En manera de can firiendo colmelladas. Vinie de mala guisa, los dientes regannados, El ceio mui turbio, los oios remellados, Por ferio todo piegas, espaldas e costados. (M., 470-71). Cometiólo de cabo la tercera vegada En forma de león, una bestia dubdada, Que traie tal fereza que non serie asmada. (M., 473). 67 Risco, pág. 54.

V icente ,

Satanás. Historia del diablo, Barcelona. 1956.

Animales y demonios 173 Pero el diablo no suele quedar bien parado en ninguna de sus andanzas. De esta vez Veno Sancta María como solie venir Con un palo en mano pora león ferir... Empezóli a dar de grandes palancadas, Non podien las menudas escuchar las granadas, Lazrava el león a buenas dinaradas, Non obo en sus dias las cuestas tan sovadas. (M., 476-78).

Los demonios de Berceo unas veces actúan aislados, indi­ vidualmente; pero otras se reúnen en concejo, parlamentan, discuten, toman acuerdos y se comportan como lugareños de entonces, como cuando deciden asesinar a San Millán, quemándole el lecho en que está durm iendo68. A veces no sólo son temibles por su figura, sino también repugnantes por sus gestos y dichos: Por espantar la duenna que obiesse pabura, faziali malos gestos, mucha mala figura. (S. D., 327). De casa de Honorio segudo un satan, que fazia continencias mas suzias que un can. (S. D., 334). Tomola el demonio ala missa estando, dio con ella entierra, trayola mal menando, la boca li torgiendo, las espumas echando, faziendo gestos feos, feos dichos jablando. (S. D , 690). Fizo a la exida una grant villanía, ^ Dezir non vos la quiero, ca berguenza avria. (S. M., 1°7). 68 S. M., 203 y sigs.

PLANTAS Y FLORES Berceo, que vive intensamente la vida monástica de San Millán, está también sumido en el rústico vivir de los pue­ blos cercanos al monasterio, en íntima solidaridad con su contorno. Por eso no intenta desasirse del mundo campesi­ no que le circunda, sino que lo aprovecha para m ejor comu­ nicarse con sus oyentes. En sus poemas surgen, acá y allá, las mieses, las espigas, la paja, las gavillas, el rastrojo, el trigo, la civera, la avena, los puerros y chirivías, las yerbas del campo, la cañavera, las viñas, el majuelo, los árboles fru­ tales. Este trasfondo agrario, campesino, es exclusivo de Berceo. No se da en ningún otro poeta de su tiempo, salvo en la descripción de los meses del año del Libro de Alexan­ dre. Diríase que Berceo responde al «mediocris stylus» de la «rota Virgilii», comúnmente aceptada en la Edad Media: agrícola, bos, aratrum, ager, pomus *. 1 Los otros estilos son: el «humilis» (pastor otiosus, ovis, bacithis, pascua, fagtis) y el «gravis» (miles donünans, equus, gladius, urbs. castrum, lauriis, cedrus). Les sirven de modelo las tres obras maes­ tras de V ir cii.to : las Bucólicas, las Geórgicas y la Eneida. Los pre­ ceptistas de los siglos x ii y xm coinciden en señalar los tres estilos de la rueda virgiliana. J ean de G arlande (Poetria, 920) escribe: «Item sunt tres styli secundum tres status hom inum : pastorali vitae convenit stylus humilis, agricolis mediocris, gravis gravibus personis quae

Plantas v flores 175 Berceo celebra la herm osura de los árboles, su fruto «dulz e sabrido» y, sobre todo, su sombra «de temprados sabores». Muchas veces son los árboles, así, en general, sin especifi­ cación ninguna2; pero aparecen también las «hayas»3, el «brezo»4, el «figar»5, y, con sentido alegórico, el «milgrano»6, los «peros e m azanedas»7, el «cedro», la «palma»s, los «olivos»9. En la visión del monte Olívete de la Vida de Santa Oria, los olivos tienen, por su espesura y por su carga pesada de frutos, una plasticidad sorprendente: Vido redor el monte una bella anchura, En ella de olivos una grant espesura, Cargados de olivas mucho sobre mesura, Podría vevir so ellos omne a grant folgura. (Or., 141).

No es tampoco extensa la nómina de los frutos en Berceo: «peras» 10, «milgranas» n, «nueces» 12, «uvas» 13, «almendras» 14, G hüffroi de ^Vinsauf (Documenturn de modo et arte dictandi et versijicandi, 1 1 1 , 145): «S u n t ig itur tres styli, humilis, mediocris, grandiloqmts. E t tales recipiunt apelpraesun t p asto rib u s et ag ricolis». Y

lationes styli ratione personarum vel rerum de quibus fit tractatus. Q uando enim de generalibus personis vel rebus tractatu r, tune est stylu s ; quando de h u m ilib u s, quando de m ediocrib u s, Q uolibet stylo u titu r V ir g iliu s : in h u m ü i, in m ed iocri, in grandiloquo». V id . Edmond 'F a r a l: P arís, 1962, cap. I I I . 2 S. M ., 64; Sacr., 210; Sig., 1 1 ; M., 5, 6, 15, 23, 25, 26, 43, 44; O r., 43 3 S. M„ 212, 214, 215. 4 S. M , 21.4. 5 Sig., 19. 6 S. D., 675, 689; M., 39. 7 M , 4. 8 M„ 39. 0 Or., 141. 10 S. D., 330; S. M , 407 11 S. D„ 675, 689; M„ 39. 12 S M , 118, 273. n Sacr., 187; M., 39. 14 M „ 39.

grandiloquns humilis; mediocris. Bucolicis Georgicis Eneide Les Arts Poétiques du X IV et X IIIe siecle, 7,

176 El mundo de los sentidos «olivas»15, «manzanas» 16, «higos» 17. De todos ellos, en la es­ timativa del poeta, son los higos el único fruto que no man­ tiene una valoración uniform e: frente al sentido de distinción y aprecio del Milagro X, en que, para tormento de un con­ denado, Davanli por pitanza non mazanas nin figos, Mas fumo e vinagre, feridas e pelcigos. (M., 246).

nos encontramos con valoraciones tan despectivas como las siguientes: Non valdrás más por esso quanto vale un figo. (M., 341). Refirian con los quentos al mortal enemigo Que engannó a Eva con un astroso figo. (Or., 60).

Es curioso anotar que, para Berceo, la fruta prohibida a nuestros primeros padres no es la manzana, sino el higo. O, también, la pera: En essa misma forma, cosa es verdadera, acometio a Eva de Adán compañera, quando mordieron ambos la devedada pera: sentimos la los nietos aun essa dentera. (S. D., 330)

Cabe contrastar aquí (y el contraste tiene vigencia para otras muchas cosas) lo exiguo y limitado de la naturaleza de Berceo frente a la opulencia caudalosa del Libro de Alexan­ dre. Mientras Berceo, por ejemplo, con su visión directa de las viñas riojanas, no acierta a precisar sino un solo tipo de uvas, las «negrales» 1S, el poeta de Alexandre paladea golosa­ mente siete clases de uvas: 15 16 17 18

M., 39; Or., 141. M., 246. M„ 246, 341; Due., 177; Or., 60. Sacr., 187.

Plantas

v

flores

1 77

Ally fallaría omne •las bonas cardeniellas, E las otras maores que son mas tempraniellas. Las blancas alfonsinas que tornan amariellas, Las alfonsinas negras que son mas cardeniellas. Las bonas calagrannas que se quieren algar, Las otras moleias que fazen las vieias trotar, La torronts amorosa bona poral lagar, Quanto vos omne non podrie dezir nen cuntar. (Alex., 1966-67).

No hay ñores en la Vida de Santo Domingo ni en la Vida de Sati Millán; pero sí en otros poemas de Berceo. Son flores casi siempre sin especificar, sin concretar: Iendo en romería caegí en un prado Verde e bien sengido, de flores bien poblado. (M., 2). Levavan de las flores quanlas levar querien. (M., 13). Todos a la su sombra irnos coger las flores. (M., 24). Vieron un buen árbol, gimas bien compasadas, Que de diversas flores estaban bien pobladas. (Or., 43). Meior paresgen estos que las flores de mayo. (Or., 53).

-

Porque Berceo, como todos los poetas anteriores al siglo xv, no ve «esta» ni «aquella» flor, sino «las flores» 19. O, al me­ nos, no la ven en el prado, en la naturaleza, como elemento del paisaje, sino arrancada y abstraída del paisaje. Salvo en la Razón de Amor, las rosas y los lirios anteriores al cuatro­ cientos no están allí; en el prado o en el huerto, poniendo su nota de color. Son más bien un objeto bello, esencial­ mente bello, sin conexión ninguna con el huerto o el prado, que viene muy bien para exaltar la hermosura de la Virgen, el color de unas mejillas o la nobleza de un consejo m oral20. 19

M., 2, 3, 5, 13, 24, 31, 42, 44, 112; Loo., 9, 205; Sacr., 181; Or., 43, 53. Paisaje y poesía en la Edad Media, p ág i­

:o V id . A rttles , J oaquín , n as 81 y sigs. b erceo

. — 12

178 El mundo de los sentidos José Manuel Blecua 21 escribe que «la ílor, ese tópico tan perfecto y tan antiguo, interviene en la poesía de diferentes m aneras: como elemento del paisaje, como elemento bello para una comparación —sea el color de las mejillas de una muchacha o la brevedad de la vida—, como elemento mito­ lógico y hasta como bodegón poético». Las flores de Berceo son tan sólo, o puros símbolos alegóricos, o bellos puntos de comparación. Berceo no diversifica y concreta sino dos es­ pecies de flores: la «rosa» y el «lirio». Notemos de nuevo el contraste de esta parquedad con la abundancia heterogénea de otros autores, incluso de la antigüedad clásica. Curtius 22 señala un pasaje de la Bucólica II, de Virgilio, con ocho cla­ ses de flores; un prado del Culex, con dieciocho, y un jardín de Baudri de Bourgueil, poeta latino del medievo, con quince especies florales. En toda la producción de Berceo las rosas no aparecen sino dos veces, y una el lirio: Dulge es el tu nombre, dulge toda tu cosa; Salió quando tu naciste de la spina rosa. (Loo., 204). Non quiso otra suegra sinon la Gloriosa Que fue más bella que nin lilio nin rosa. (Or., 28).

Esta feliz conjunción de lirios y rosas no es exclusiva de Berceo. La encontramos dos veces en el Libro de Alexandre: Que era más preciada que lilio nen rosa. (Estr. 2 438). Ornaron los altares de rosas e de lilios. (Estr. 540).

Y, todavía en el siglo xv, insiste en ella Álvarez. de Villasandino 23: 21 B lecua , J osé M .,

Las flores en la poesía española, Madrid, 1944^

22 C u r t iu s , op. cit., 23 B lecua , J osé M .,

276 y, en nota, 282. op. cit., pág. 39.

pág. 13.

Plantas y flores

179 Vuestra vista deleitosa Más que lirio nin que rosa Me conquista, pues non osa...

En la Introducción de los Milagros, Berceo subraya por tres veces el perfume de las flores: Daban olor soveio las flores bien olientes. (M., 3.) La verdura del prado, la olor de las flores, Podrie vevir el omne con aquellos olores. (M., 5.) Nunqua trobé en sieglo logar tan deleitoso, Nin sombra tan temprada, ni olor tan sabroso. (M., 6).

Sólo una vez se adivina, más que se expresa, que las flores ponen también en el prado, aderezándolo, «componiéndolo», haciéndolo «fermoso», una nota de color: Tornemos ennas flores que componen el prado, Que lo fagen fermoso, apuesto e temprado. (M., 31).

Y, siempre sin especificar, en una estrofa de los Loores de la Virgen se entrevé una pluralidad cromática: Ante la tu beltat non an pregio las flores, Ca tal fue el maestro que echó las colores. (Loo., 205).

Y en el Milagro III se yuxtaponen lo visual y lo olfativo, adjetivados con epítesis sinestésica: lo visual (la color) con un epíteto táctil (fresca), y la olor con un epíteto del gusto (sabrosa): Yssieli por boca una fermosa flor De muy grand fermosura, de muy fresca color, Inchie toda la plaza de sabrosa olor, (M., 112).

EL PAISAJE Tres veces se detiene Berceo ante un locus amoenus: una, en la Introducción de los Milagros, y dos en la Vida de Santa Oria (estrs. 43-44 y 155). Y las tres veces incide en el paisaje alegórico con sentido trascendente. El locus amoenus tiene, para C urtiusi, una larga ascendencia grecolatina que se re­ monta hasta el mismo Homero. Según el ilustre investigador, «las descripciones de paisajes en la poesía medieval deben entenderse como producto de una tradición literaria fija». Los elementos del locus amoenus, el «delitiis plenus locus» de Ekkehart IV de St. Gallen2, lugar de eterna primavera, parecen estar condensados en estos versos de Tiberiano, un poeta de la baja latinidad: El viajero allí se embriaga de perfume y música, Pues hay aves, río, brisa, bosque, flores, sombra.

Pero no se crea que estamos ante un esquema rígido e infle­ xible. Los poetas suprimen, a su capricho, algunos de estos elementos o añaden otros nuevos. 1 C u r t iu s , op. cit., I, p á g s. 263-289. E k k e h a r t IV, De legc dictamen ornandi

2

(Poetae, V, «Delitiis plenus locus appellatur amoenus. Sic etiam prata, silvae, pomoeria, strata, Hortus ct hic rivo propior fonti quoque vino, Verbaque cognata sociabis et ante locata.»

p ág . 533):

El paisaje 181 En la Introducción de los Milagros,Berceo desarrolla plenamente el esquema de Tiberiano. Berceo comienza colo­ cándose, él mismo, en medio del paisaje, metiéndose de ron­ dón en el prado que va a describir: Yo maestro Gongaho de Verceo nomnado Iendo en romería caegi en un prado. (M., 2).

Ya en medio del prado, el poeta no tiene sino abrir los pos­ tigos del alma para que entre la naturaleza entera, poner a punto la múltiple antena de los sentidos para detectar a sus anchas el olor de las flores, la sombra de los árboles, el dul­ zor de las frutas, el canto de las aves. Porque allí, en el pra­ do que envuelve a Berceo, como en el poema de Tiberiano, hay aves, fuentes, brisa, árboles, flores y sombra. Agustín del Cam po3, aludiendo precisamente a la Intro­ ducción de los Milagros, anota muy acertadamente que «hay en las estrofas primeras del poema verdaderas obsesiones físicas: el olor de las flores, persistente, halagador; el canto de las aves, la música n atu ral; la verdura del prado, ese solo y uniforme color que observa el poeta; la sombra fresquísi­ ma de los árboles; la alegría visual de las fuentes cantoras; la sensación de la pérdida de sudor; el poder confortador del p rado ; el fruto arbóreo». En el prado de Berceo los sentidos hacen su aparición por el siguiente orden: la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el oído. La descripción se inicia con una nota de color. Lo primero que impresiona a Berceo es la verdura del prado. Cuatro veces insistirá el poeta en la presencia de este color4. Inm ediatamente aparecen las flores. Pero, en contraste con el 3 C ampo , A gustín del . La técnica alegórica en la Introducción a lo