Los Neandertales: La Historia de los humanos extintos que fueron contemporáneos del Homo Sapiens en Europa 1719363684

En la cultura popular, el término “neandertal” es usado como un insulto coloquial para un degenerado o alguien que es pe

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Los Neandertales: La Historia de los humanos extintos que fueron contemporáneos del Homo Sapiens en Europa
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  • Commentary
  • Historia antigua, Historia de Europa

Table of contents :
Los Neandertales: La Historia de los Humanos Extintos que Fueron Contemporáneos del Homo Sapiens en Europa
Sobre Charles River Editors
Introducción
Evolución temprana
El descubrimiento de los neandertales
La evolución de los neandertales
Coexistencia con Homo Sapiens
Herramientas de los neandertales
Enterramientos de los neandertales
Lenguaje
Canibalismo y veneración ritual
Cultos
El fin de los neandertales
Recursos en línea
Lecturas recomendadas
Libros gratuitos por Charles River Editors
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Los Neandertales: La Historia de los Humanos Extintos que Fueron Contemporáneos del Homo Sapiens en Europa Por Charles River Editors Traducido por Areaní Moros

Fotografía de Claire Houck del esqueleto de un neandertal    

Sobre Charles River Editors

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Introducción

Reconstrucción artística de un neandertal

Los neandertales En la cultura popular, el término “neandertal” es usado como un insulto coloquial para un degenerado o alguien que es percibido como estúpido. Este parece haber sido el caso incluso desde el primer reconocimiento de los neandertales como una especie. El primer descubrimiento fósil de neandertal fue el cráneo de un niño en Bélgica en 1829, pero estaba gravemente dañado. Otro sería descubierto en 1856 en una mina de piedra caliza de la región de Neanderthal, en lo que hoy es Alemania (por lo que fue llamado “Neandertal 1”), y poco más de una década después sería descubierta una calavera con rasgos distintivos diferentes (que indicaban una especie diferente a los neandertales), en el suroeste de Francia. El último espécimen llegaría a ser reconocido como un ejemplo de la especie H. Sapiens, y estos humanos anatómicamente modernos llegaron a Europa hace 45.000-43.000 años, alrededor del tiempo en que se cree que los neandertales comenzaron a extinguirse.

Los neandertales son miembros del género Homo, al igual que el H. sapiens, y comparten aproximadamente el 99,7% de su ADN con los humanos modernos (Reynolds y Gallagher 2012). Ambas especies incluso vivieron brevemente durante la misma época en Eurasia. Sin embargo, los neandertales evolucionaron separadamente en Europa, lejos del H. sapiens, que evolucionó en África. Físicamente, el esqueleto del neandertal era mucho más robusto, lo que sugiere que había más espacio para la unión muscular. Sin embargo, aunque los neandertales eran más fuertes que los humanos modernos, la estatura promedio del macho de neandertal era más corta, de unos 1.68 m. Otras características físicas que diferenciaban a los neandertales de los humanos modernos eran ciertos rasgos del cráneo. El cráneo en general era bajo y alargado, con una frente inclinada con un moño occipital (una proyección ósea en la parte posterior del cráneo), mientras que los humanos modernos tienen una frente más vertical sin moño occipital. La capacidad craneana del neandertal también era mayor que la del humano moderno, con 1.500-1.740 cc, carecía de mentón y tenía órbitas oculares más circulares, en contraste con el H. sapiens, que tiene barbilla y sus órbitas oculares tienden a ser más rectangulares (Wolpoff 1999). A pesar de estas diferencias, los neandertales pueden haber sido lo suficientemente reconocibles como para interactuar con H. sapiens o incluso mezclarse con éstos durante los miles de años que vivieron juntos en Europa. Los neandertales existieron en Europa y Asia durante casi 200.000 años y prosperaron en estas regiones, pero se extinguieron hace 40.000 a 30.000 años, en la misma época en que los humanos modernos comenzaron a llegar a Europa. Esto ha provocado mucha especulación sobre la naturaleza de las interacciones entre los neandertales y H. sapiens, especialmente dado que algunos investigadores creen que interactuaron entre sí durante más de 5.000 años antes de que los neandertales comenzaran a extinguirse en diferentes tiempos en toda Europa. Una hipótesis es que el H. sapiens desplazó a los neandertales y se adaptó mejor a las condiciones del entorno, y es obviamente posible, si no probable, que estos dos grupos se hayan convertido en competidores por alimentos y otros recursos, con el H. sapiens siendo más exitoso al final. También existe la posibilidad, si tales interacciones cercanas estaban teniendo lugar, de que el H. sapiens, relativamente nuevo en Europa, trajera

consigo patógenos de África que eran desconocidos para el sistema inmune del neandertal. Un ejemplo más reciente de este tipo de interacción resultante es la expansión europea a las Américas, que trajo enfermedades, como la viruela, que los nativos de América nunca habían experimentado, especialmente las enfermedades resultantes de la domesticación de los animales. Es posible que la domesticación del perro por parte del H. sapiens haya contribuido a propagar enfermedades foráneas entre los neandertales. Haya ocurrido esto o no, es muy probable que las interacciones entre los dos grupos se hicieran mucho más íntimas en algún momento. Los neandertales pudieron fabricar y usar una serie de diversas herramientas sofisticadas, controlar el fuego, hacer y usar ropa, y crear adornos y decoraciones. Incluso hay evidencia de que los neandertales enterraban a sus muertos con ofrendas fúnebres, una práctica que también está asociada con el posterior H. sapiens, lo que sugiere que las dos especies intercambiaban ideas como la fabricación de herramientas y rituales. Se han descubierto sitios arqueológicos desde España hasta Rusia que contienen herramientas de piedra transicionales asociadas con H. sapiens o neandertales. Es difícil determinar únicamente a partir de la evidencia arqueológica el nivel de las interacciones que se llevaron a cabo en estos sitios, que pueden haber sido utilizados al mismo tiempo. También hay una fuerte evidencia genética de apareamiento entre H. sapiens y neandertales. Esta teoría se propuso desde 1907, pero no fue hasta hace poco que la ciencia pudo demostrar que los genomas de todos los no africanos incluyen porciones que son de origen neandertal. Se estima que alrededor del 2% del ADN en los europeos y en algunos asiáticos se comparte con el antiguo ADN de neandertal. Se encontró que Ötzi, el Hombre de Similaun o “de Hielo”, que murió hace unos 5.300 años y es la momia europea más antigua que se ha descubierto, tenía un porcentaje aún mayor de ADN de neandertal. Los genetistas también descubrieron que, si bien el ADN nuclear humano moderno está relacionado con los antiguos neandertales, ningún ADN mitocondrial, que se hereda de la madre, lo está. Esto sugiere que los machos de neandertal pudieron aparearse con las hembras de H. sapiens y producir descendencia fértil que luego portó el ADN mitocondrial de la madre humana, mientras que los machos de H. sapiens que se aparearon con hembras de neandertal produjeron solo descendencia estéril o sin éxito. Cualquiera que sea el caso, no parece que

gran parte del genoma neandertal haya sobrevivido dentro del patrimonio genético de los humanos modernos en la actualidad. Los neandertales: la historia de los humanos extintos que fueron contemporáneos del Homo Sapiens en Europa da un vistazo a la evolución de los neandertales y examina las teorías sobre su extinción. En conjunto con fotografías de personas, lugares y eventos importantes, aprenderá acerca de la evolución humana como nunca antes.

Fotografía de Thilo Parg de una reconstrucción que representa a Ötzi el Hombre de Hielo



Los Neandertales: La Historia de los Humanos Extintos que Fueron Contemporáneos del Homo Sapiens en Europa Sobre Charles River Editors Introducción Evolución temprana El descubrimiento de los neandertales La evolución de los neandertales Coexistencia con Homo Sapiens Herramientas de los neandertales Enterramientos de los neandertales Lenguaje Canibalismo y veneración ritual Cultos El fin de los neandertales Recursos en línea Lecturas recomendadas Libros gratuitos por Charles River Editors Libros en descuento por Charles River Editors

Evolución temprana Toda la vida se remonta a formas de vida unicelulares hace aproximadamente cuatro mil millones de años. No fue hasta principios de la era Paleozoica, hace unos 500 millones de años que los primeros vertebrados comenzaron a aparecer en el registro fósil. Es muy posible que estos tipos de formas de vida se remonten aún más atrás pero no hayan sido preservadas en el registro fósil o no hayan sido descubiertas todavía por los científicos. En el Paleozoico hubo diversas variedades de peces, anfibios y reptiles. Para el final de este periodo geológico, hace unos 250 millones de años, comenzaron a aparecer reptiles parecidos a mamíferos que pudieran ser los primeros ancestros de los mamíferos. Durante este periodo en la historia de la Tierra, la posición de los continentes era muy diferente de cómo es hoy, y mediante la deriva continental las cortezas de la tierra se movieron y colisionaron, provocando actividad volcánica y terremotos. Se cree que durante el Paleozoico y antes de él, los continentes formaban un único supercontinente conocido como Pangea. Las masas terrestres comenzaron a separarse y no fue sino hasta hace unos 65 millones de años que las posiciones de las masas continentales cambiaron, aproximadamente, a donde están hoy.

Mapa que representa Pangea Estos factores ambientales influyeron significativamente en la evolución de la vida. Los animales terrestres como los primates quedaron aislados unos de otros y, tras un evento ligado a la extinción (o E.L.E. – Extinction Level Event) vino la Era Mesozoica, que tuvo lugar desde hace unos 225 millones de años hasta otro evento ligado a la extinción hace 65 millones de años. Durante este tiempo, los dinosaurios dominaron la tierra, el aire y el mar, pero los primeros mamíferos definitivos también comenzaron a entrar al registro fósil. Por su parte, el primer ejemplo de mamíferos placentarios data de hace 70 millones de años, o cerca del final de la era Mesozoica.

Esta forma de adaptación evolucionaria mamífera continuó a través de la era Cenozoica y hasta nuestros días, y se encuentra en la mayoría de las especies mamíferas. La era Cenozoica se divide en siete épocas distintivas: el Paleoceno, Eoceno, Oligoceno, Mioceno, Plioceno, Pleistoceno y el Holoceno, que es el periodo actual. Cuando la era Mesozoica terminó con un evento ligado a la extinción que eliminó a la mayoría de las formas de vida tales como los dinosaurios, entre otros, esto permitió que los recursos ecológicos que habían estado previamente dominados por estos animales estuvieran de pronto disponibles para los sobrevivientes. Un tipo de animal que sobrevivió a este evento fue un pequeño mamífero que habría sido aproximadamente del tamaño de un roedor, y estos mamíferos se convirtieron en una especie exitosa dentro del entorno recientemente abierto (Dawkins 2005). Una adaptación física que les permitió ser más exitosos que los reptiles involucraba el tamaño del cerebro. Para que los mamíferos procesen más información relacionada con el aprendizaje, el cerebro necesita ser más grande. Durante este periodo, hubo un incremento en el tamaño del cerebro. En particular, hubo un aumento del tamaño en el cerebro y la neocorteza (que se ocupa de la función cerebral superior). El cerebro también comenzó a desarrollar más arrugas o convoluciones, lo que permitió una mayor área de superficie y, por ende, más neuronas (células nerviosas). Este desarrollo del cerebro está relacionado con el largo período de crecimiento que tiene lugar internamente durante el embarazo (Dawkins 2009, 209-250). Los reptiles, las aves y la mayoría de los peces depositan externamente a sus crías y les permiten incubar durante un tiempo. El período más largo en el útero de los mamíferos placentarios (a diferencia de los mamíferos monotremas -que ponen huevos- o marsupiales -que tienen bolsas para sus crías-) permite que ocurra un crecimiento más intenso, que luego continúa en la infancia. Después del nacimiento, el período durante el cual la descendencia depende de la madre para la leche permite la formación de estructuras neuronales más complejas. Es también durante este período de interacción cercana que las interacciones sociales y las oportunidades de aprendizaje tienen un impacto en el desarrollo del cerebro. Esta influencia del aprendizaje constante a una edad tan joven, que se produce mediante la observación y la interacción, tiene un profundo efecto en el desarrollo del cerebro.

Los mamíferos también tenían una variedad de dentición que les permitía adaptarse más fácilmente a los recursos ambientales. En contraste con ciertos reptiles como el cocodrilo, que solo tiene un único tipo de diente especializado, los mamíferos cuentan con una dentición completa, compuesta de dientes para cortar (incisivos), morder (caninos) y romper o triturar (premolares y molares). La capacidad de los mamíferos para mantener una temperatura corporal interna constante a través de procesos endotérmicos también contribuyó probablemente a su éxito en relación con otros animales no mamíferos. Esto separó a los mamíferos y aves, o ciertos descendientes de los dinosaurios, de los reptiles que dependen del medio ambiente para elevar la temperatura de su cuerpo (Jurmain et al 2004). Al no depender tanto de la exposición a la luz solar, los mamíferos pudieron dispersarse mejor y ampliar los recursos disponibles para ellos. Básicamente, pudieron aventurarse a latitudes más al norte o al sur, donde la exposición al sol no era tan intensa. La evidencia fósil de las primeras formas de vida de primates durante el Paleoceno es difícil de interpretar, pues consiste principalmente en fragmentos de mandíbulas y dientes. Las interpretaciones de esta evidencia a menudo son debatidas entre los paleontólogos, específicamente con respecto a si ciertas formas pertenecen o no al orden de los primates. La evidencia más completa se encuentra en el Eoceno (hace 55-34 millones de años), durante el cual se han reconocido más de 200 especies (Dawkins 2009, 143-180). Es a partir de esta gama de especies de primates que los científicos pueden decir con más certeza que estos son primates que se distribuyeron ampliamente (por toda América del Norte, Europa y Asia, que estaban conectadas en ese momento) y se extinguieron al final del Eoceno. Sin embargo, todavía se debate en qué medida estas especies están directamente relacionadas con los primates actuales. La primera evidencia de antropoides (un suborden de primates que incluye a los monos, simios y humanos) comienza a aparecer en el registro fósil durante el final del Eoceno y el principio del Oligoceno (hace 34-23 millones de años). La mayoría de los fósiles proviene de Egipto en el sitio de Fayum. Durante este tiempo, la deriva continental habría separado las especies antropoides del Viejo y Nuevo Mundo, creando así un efecto fundador en la evolución de ciertos antropoides de alguno de los dos. Otras posibilidades son que los primeros monos primitivos “navegaran en balsas”

al Nuevo Mundo a través de una especie de gran tormenta, de forma similar a cómo las islas Galápagos fueron pobladas por tortugas que no nadan. Sería solo en el Mioceno (hace 23-5 millones de años) que comenzarían a aparecer los primeros homínidos. Un nuevo tipo de homínido comenzó a surgir por toda Asia, África y Europa, y tuvieron lugar nuevos avances evolutivos. Dada la amplia distribución geográfica de los hominoides, no había una única especie de éstos, sino muchas más de las que hay hoy en día (un grupo de simios y humanos). Por consiguiente, hubo una serie de desarrollos evolutivos gracias a los cambios en geografía, clima y recursos disponibles, y el clima en particular fue un factor crucial que afectó a todos los hominoides durante el Mioceno. Los continentes estaban casi en la misma posición en que se encuentran hoy. El impacto de la placa tectónica surasiática contra Asia había creado el Himalaya y Sur América, y Australia se había alejado más de la Antártida. Estos movimientos hicieron al clima del Mioceno dramáticamente más cálido que el Oligoceno. La placa arábica en su desplace también se asentó contra el noreste de África, lo que permitió a poblaciones de homínidos trasladarse más fácilmente hacia Asia, lo cual ocurrió hace unos dieciséis millones de años. Los fósiles datados muestran que los homínidos estuvieron activos en África hace aproximadamente 23-14 millones de años, mientras que estuvieron activos en Europa hace 13-11 millones de años y en Asia hace 16-7 millones de años. Aunque hay una gran cantidad de fósiles de este período, todavía no son bien comprendidos en el contexto de la evolución humana. Lo que puede decirse con un grado razonable de certeza es que estos homínidos están más estrechamente relacionados con los simios modernos y los humanos que con los monos del Viejo Mundo, y que tenían cuerpos más grandes que se asemejan más a orangutanes, gorilas, chimpancés y humanos que otros pequeños simios, como los gibones. Aunque se sabe que fue a fines del Mioceno cuando comenzaron a aparecer los fósiles de homínidos, todavía no se ha descubierto un linaje definido que haya conducido a éstos. El surgimiento de los homínidos durante el Mioceno tardío puede ser identificado en los fósiles debido a los cambios evolutivos que tuvieron lugar en la población homínida. Como hemos mencionado anteriormente, todavía no está claro cuáles especies hominoides están directamente

relacionadas con el linaje hominoide tardío, pero los cambios evolutivos y una comprensión del cambiante entorno durante este periodo ofrece pistas sobre lo que influyó estas adaptaciones evolutivas en los homínidos. Estas adaptaciones no tuvieron lugar todas al mismo tiempo, sino que se desarrollaron a lo largo de millones de años a diferentes ritmos. La característica distintiva más obvia de los homínidos es la capacidad de caminar en dos piernas. Esta capacidad de caminar erguido, a la que se le llama bipedismo, o “ser bípedo”, es una característica que también puede ser vista en los simios modernos no humanos. Con un poco de dificultad, los simios no humanos pueden caminar distancias cortas, a veces incluso mientras cargan algún objeto, pero la distancia recorrida es típicamente corta e ineficaz. Los homínidos, por otro lado, dominaron la capacidad de caminar sobre dos piernas por mayores distancias y con poca dificultad (es decir, que la eficiencia al caminar quemaba menos calorías en el proceso). Para poder caminar efectivamente, el cuerpo necesita estar erecto, y esta es una característica que puede verse hoy en los primates modernos en actividades sociales como el aseo, la alimentación e incluso el sueño. Es probable que los primeros ancestros de los humanos actuaran de forma similar. Estos ancestros tempranos probablemente también pasaban una gran cantidad de tiempo en los árboles, pero algún tipo de evento, o motivador, finalmente trajo a los antepasados del hombre al suelo, lo que fomentó más la capacidad de ser bípedos. Si bien se desconoce el factor exacto, una teoría es que el cambio climático comenzó a reducir la cantidad de bosque o selva disponible. En lugar de estas junglas en África, puede que haya habido más pastizales abiertos similares a los que se pueden encontrar hoy en día. El poder caminar sobre dos piernas cuando se está expuesto y al aire libre trae numerosos beneficios. Pararse sobre dos patas puede haberse desarrollado inicialmente como un modo de estar atento a los depredadores mientras no se estaba en la jungla, ya que esta capacidad permitía ver a más distancia, especialmente si de esta forma podía verse sobre los pastos altos. Por lo tanto, los homínidos podrían haber empezado caminando en cuatro patas, pausando para erguirse y observar, y luego continuar caminando en cuatro patas. El beneficio de poder caminar erguido durante períodos más largos para estar más alerta ante posibles depredadores puede haber permitido que estos individuos sobrevivieran y se reprodujeran más que

aquellos que solo podían hacer una breve pausa para erguirse. Este tipo de postura todavía se puede encontrar en los mandriles modernos que frecuentan las sabanas de África. Otro beneficio físico que habría favorecido la postura erguida y la marcha tiene que ver con el clima. La sabana africana recibe una gran cantidad de sol, que luego irradia calor del suelo. En ciertos momentos del día, como al mediodía, el ángulo de los rayos del sol hacia el suelo es de alrededor de 90 grados. Los cuadrúpedos exponen más de su cuerpo a la luz solar directa cuando están al aire libre, lo que hace que sus cuerpos se sobrecalienten fácilmente. Los animales bípedos, por otro lado, exponen mucho menos de sus cuerpos directamente a la luz del sol, manteniendo así sus cuerpos más fríos durante el día. Los cuadrúpedos también están más cerca del suelo mientras éste irradia calor de la luz solar, lo que ocasiona un calentamiento adicional del cuerpo, mientras que los animales bípedos mantienen sus cuerpos más alejados del suelo. Ser bípedo también libera las extremidades anteriores, o brazos, lo que les permitía cargar consigo recursos, ya fuera comida o material para refugios. Este beneficio podría haber permitido a los individuos aventurarse más lejos, o más exitosamente, de la jungla y también regresar con recursos no disponibles en ella. Finalmente, después de unos pocos millones de años de adaptación a la vida en el suelo, la capacidad de usar las manos para la manipulación de materiales sería útil en la producción de herramientas. Esto habría alentado la evolución biocultural, un proceso en el que los individuos se ven favorecidos dentro de la población en función de la cultura que estaba presente. La habilidad de hacer herramientas también fomentaría más la capacidad de ser bípedos, a medida que los homínidos pasaron de ser carroñeros en la sabana a cazar grandes animales. Al quemar menos calorías y mantener el cuerpo más fresco durante el día, los homínidos bípedos pudieron convertirse en cazadores de grandes presas más efectivos. Los cazadores-recolectores modernos emplean una táctica de caza que es probablemente similar a la forma en que cazaban los ancestros humanos primitivos. Una pequeña banda de cazadores persigue a un animal grande, como por ejemplo una jirafa, durante un período caluroso del día. El gran animal huye rápidamente de los cazadores, lo que hace se sobrecaliente y se canse. Los cazadores lo persiguen luego a un ritmo casual, rastreándolo. El

bipedismo es eficaz para cubrir largas distancias, mientras que el animal cuadrúpedo es más adecuado para evadir depredadores rápidos a distancias cortas. Después de perseguir a la jirafa una y otra vez, sin darle nunca la oportunidad de recuperarse por completo, el animal finalmente se agota y los cazadores pueden matarlo más fácilmente. Estas presas de gran tamaño proporcionan una cantidad significativa de calorías a los cazadores, que pueden consumir parte del animal allí y llevar lo que les queda a las familias. Los simios modernos, como los chimpancés, solo pueden caminar de manera ineficaz porque sus patas traseras son más adecuadas para agarrar (Gribbon y Cherfas 2001), pero con el tiempo los homínidos perdieron la necesidad, y por ende capacidad, de agarrar ramas con sus pies. Funcionalmente, cada pie debe ser capaz de aceptar todo el peso del cuerpo y mantener el equilibrio, mientras el otro pie aterriza sobre el talón y soporta el peso del cuerpo mientras se camina. El centro de gravedad durante esta locomoción también debe estar balanceado, y para hacerlo, las rodillas del homínido se unen estrechamente mientras camina. La pierna también evolucionó para permitir la extensión completa de la rodilla mientras que la pelvis adoptó una mayor forma “de cuenco”. Por el contrario, la estructura ósea del chimpancé es más ideal para que el tronco del animal esté paralelo al suelo, y la caja torácica en esta postura sostiene esencialmente los órganos internos en el lugar correcto. La caja torácica de un homínido bípedo con un tronco vertical hace que los órganos internos sean tirados hacia abajo por la gravedad. Ser bípedo requería, por lo tanto, cambios en la pelvis que le permitieran soportar los órganos internos de una manera cómoda. Otro cambio estructural que facilitó el ser bípedo fue la ubicación del foramen magnum, el agujero que ayuda a sostener la cabeza. En los cuadrúpedos, el foramen se ubica más hacia la parte posterior del cráneo para que el animal pueda mirar hacia adelante, pero en los bípedos, el foramen se ubica más debajo del cráneo para que el bípedo mire hacia adelante mientras está de pie. La columna vertebral también desarrolló dos curvas que ayudan a mantener el centro de peso por encima de la pelvis. Con el tiempo, las extremidades inferiores de los humanos se alargaron, permitiendo un mayor movimiento (White 2011).

Aunque existe un amplio consenso acerca de las características definitorias de los homínidos y los patrones evolutivos, la datación y las clasificaciones que están en uso cambian constantemente a medida que se hacen nuevos descubrimientos y se desarrollan nuevas técnicas de datación. En el corto periodo de una década, un libro de texto cambió la fecha para el homínido “más temprano”, de hace 3-4 millones de años, a hace 7 millones de años (Jurmain et al 2004: 191).

El descubrimiento de los neandertales Aunque el primer espécimen de un neandertal fue descubierto en 1829 en la Bélgica actual (llamado Engis 2 por la ubicación del descubrimiento), no fue hasta 1864 que William King clasificó a los neandertales, específicamente al espécimen “Neandertal 1” de Alemania, dentro del género Homo. Sin embargo, esto fue rápidamente reclasificado por el mismo King en The Quarterly Journal of Science (1864: 1 [96]), donde concluyó: “Aplicando el argumento anterior al cráneo de neandertal, y considerando que presenta solo un parecido aproximado al cráneo del hombre, que se ajusta más a la bóveda cerebral del chimpancé, y además, asumiendo, como debemos hacerlo, que las facultades simiescas no se pueden mejorar -incapaces de concepciones morales y teosíticas [sic]parece que no hay razón para creer lo contrario que esa oscuridad similar caracterizaba el ser al que pertenecía el fósil”. En otras palabras, King creía que, debido a la forma del cráneo, el neandertal era incapaz de procesos cognitivos complejos como el pensamiento abstracto, la capacidad de creer en un dios o la capacidad de desarrollar un cierto nivel de cultura. Con eso, el neandertal se clasificó como una especie salvaje sin relación con el linaje de Homo sapiens, y los neandertales fueron vistos como una especie patológica que era humana, pero que sufría de deformación. Esta visión negativa continuó en el siglo XX, incluso tras el descubrimiento de más fósiles. En 1908, un espécimen bien preservado (La Chapelle-aux-Saints 1) fue descubierto en La Chapelle-aux-Saints en Francia, y posteriormente fue estudiado por el paleontólogo francés Marcellin Boule. En su estudio de la humanidad publicado en 1912, notó acerca de los neandertales, “[Su] uso de un solo material simple, la piedra (aparte probablemente de madera y hueso), la uniformidad, simplicidad y rudeza de sus implementos de piedra, y la probable ausencia de todo vestigio de cualquier preocupación de tipo estético o moral, concuerda bastante con la apariencia brutal de este cuerpo enérgico y torpe, del cráneo de mandíbula pesada, que aún declara el predominio de funciones de un tipo puramente vegetativo o bestial sobre las funciones de la mente. Un estudio comparativo de la morfología de varios grupos humanos vivientes confirma la idea de que nos encontramos aquí ante un tipo completamente

especial, muy diferente no solo de las llamadas razas superiores, sino también de los esquimales, los fueguinos, los bosquimanos, los pigmeos, africanos o asiáticos, los veddas, los polinesios, los melanesios e incluso los australianos, con los que a menudo se han hecho intentos de comparación”. (Boule 1923: 237-238). Este pasaje resalta las creencias subyacentes que tomaron forma a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando la antropología física estaba comenzando a desarrollarse. Mientras las potencias europeas participaban en la división del mundo conocido entre ellas mediante el establecimiento de colonias en África y Asia, la comunidad científica se dedicó a justificar el predominio de sus naciones sobre las de los pueblos indígenas (Ricci 2015). En algunos casos, las expediciones que recolectaban fósiles formaban parte de operaciones militares de mayor envergadura, y en otros casos los militares suministraban a los museos los huesos de los indígenas que eran asesinados para que los antropólogos físicos pudieran estudiarlos y, en algunos casos, exhibirlos. La mayoría de los investigadores europeos durante este tiempo se consideraban superiores a “otras razas” y trataron de demostrarlo a través de observaciones empíricas (Ricci 2015). Debe notarse que el término “razas” aquí no significa necesariamente una especie distinta y no tiene una definición biológica real que separe una raza de otra; este fue en gran parte un término políticamente cargado para distinguir al europeo del “otro”. Este contexto es importante si se considera cómo concebían los europeos su propia evolución. Ellos creían que el primer hombre erguido debió provenir de Europa, puesto que las razas africanas contemporáneas eran consideradas primitivas. También creían que, ya que los neandertales europeos compartían ciertas características físicas similares a las de los aborígenes australianos, entonces debieron haber sido tan primitivos como lo fueron los pueblos aborígenes del siglo XIX y, por lo tanto, no podían relacionarse con los europeos modernos. El deseo de descubrir un ancestro humano moderno que no tuviera una apariencia tan primitiva o fuera tan culturalmente salvaje llevó al “descubrimiento” del Hombre de Piltdown en Inglaterra en 1908. En la gravera de Piltdown, los trabajadores habían descubierto una calavera, que partieron porque pensaron que era un coco. Los fragmentos fueron reconstruidos y presentados por Charles Dawson en 1912, ganando el

interés de Arthur Smith Woodward del Museo Británico. Más tarde fue descubierta una mandíbula simiesca, que se dijo pertenecía al cráneo que había sido descubierto anteriormente. Si bien hubo algunos escépticos que creían que el cráneo pertenecía a un humano moderno y la mandíbula a un simio, otros, en particular los científicos ingleses, aclamaron el hallazgo como “el primer inglés” (Woodward 1948). Convenientemente, el espécimen de Piltdown encajaba en el eslabón perdido que se buscaba para vincular a los humanos modernos con un antepasado que compartía rasgos similares a los simios, pero también tenía una gran bóveda cerebral y características europeas más gráciles. Como escribió Woodrow con respecto al hallazgo: “En el momento en que se encontró el cráneo de Piltdown, los únicos cráneos humanos fósiles geológicamente conocidos tenían prominentes arcos superciliares que cubrían los ojos en una cara muy grande. Estos cráneos estaban ampliamente distribuidos en Europa y Asia, y parecían pertenecer a una raza bastante variable que desapareció en todas partes a mediados de la última Edad de Hielo. Se suponía que el hombre moderno se originó en algún lugar con bastante independencia, y luego se extendió por las tierras donde compitió con estos hombres anteriores más brutales, y finalmente los reemplazó. Por lo tanto, pensé que el cráneo de Piltdown, con su cara más cercana a la humana, podría pertenecer a uno de los antepasados del hombre moderno que aún se buscaba” (Woodward 1948: 86). Este pasaje es un ejemplo temprano de la creencia de los científicos en que los humanos modernos compitieron con humanos más primitivos y finalmente los expulsaron y reemplazaron. Aunque la era del colonialismo había ya pasado para la mayoría de las naciones de Europa, el Reino Unido aún mantenía un número significativo de colonias alrededor del mundo. Además de eso, el hecho de que el mismo Woodward había ayudado en la búsqueda de los restos del Hombre de Piltdown sin duda lo alentó a continuar presionando por su lugar en la evolución humana. Sin embargo, a medida que avanzó el tiempo también lo hizo la comprensión y metodología científica, y en 1953, unos años después de que Woodward escribiera el pasaje anterior, se reveló que el Hombre de Piltdown era un engaño. El cráneo era el de un ser humano anatómicamente moderno (aunque de cerebro pequeño), mientras que la mandíbula era la de un orangután que se había partido a propósito en lugares clave para que

pareciera que podía encajar en un cráneo humano. Para hacer que los dientes encajaran y parecieran más viejos de lo que eran, habían sido limados y teñidos. Aunque siempre hubo cierto nivel de escepticismo detrás del cráneo del Hombre de Piltdown, la comunidad científica estaba cambiando la forma en que se interpretaban las pruebas arqueológicas y paleontológicas. En lugar de tener una preconcepción ideológica o una creencia y que la evidencia se ajustara a esta visión, la comunidad científica comenzó gradualmente a examinar la evidencia disponible para reconstruir la historia humana, y en el proceso de observar la evidencia antropológica desde este nuevo punto de vista, muchas de las nociones anteriores sobre los neandertales fueron anuladas o reconsideradas. En la década de 1950 también tuvo lugar un ejemplo crítico de la revocación de pruebas científicas pasadas, cuando William Straus y A. J. E. Cave, dos anatomistas, volvieron a examinar el trabajo del paleontólogo Marcellin Boule. Boule había examinado el espécimen La Chapelle-auxSaints 1, y había pasado por alto características distintivas clave de los fósiles, que los hacían mucho más distintivos de lo que debería haber sido un espécimen típico. Los fósiles mostraban signos de artritis extensa en los huesos, una condición que afecta la formación de articulaciones y vértebras, y otra observación notable que Boule había hecho era que las vértebras del cuello se parecían a las de un chimpancé. Dado que un chimpancé pasa la mayor parte de su tiempo sobre cuatro patas con la cabeza hacia adelante, el foramen magnum (el gran agujero en la base del cráneo humano moderno con el que interactúa la primera vértebra cervical) debe estar posicionado más hacia la parte posterior del cráneo. Esta diferencia de ubicación requiere diferentes facetas para las vértebras cervicales o del cuello, en particular la vértebra C1, que forma una articulación con el cráneo. Straus y Cave descubrieron que las vértebras de los neandertales no eran en realidad como las del chimpancé y que eran mucho más como las humanas. Boule también había afirmado falsamente que los huesos del pie del neandertal mostraban signos de ser prensiles (Constaple 1973: 27). Estas son características claramente importantes que Boule debió haber notado, pero es posible que se pasaran por alto para que el neandertal se ajustara al presunto papel de “simio-mono salvaje” que Boule tal vez ya tenía en mente. Como resultado, el estudio moderno y científico de los

neandertales comenzó realmente en la década de 1950 con este estudio de Straus y Cave, y ellos descubrieron que los neandertales no solo eran tan físicamente capaces como los humanos anatómicamente modernos, sino que de hecho tenían cerebros más grandes y habrían sido casi indistinguibles de los humanos modernos. También habían desarrollado una cultura compleja y pueden incluso haber poseído la capacidad cognitiva para desarrollar un lenguaje. En los últimos años, la genética ha revelado aún más información sobre las vidas de los neandertales, lo que indica que estaban tan estrechamente relacionados con los humanos modernos que en realidad podrían aparearse con éxito entre sí. A medida que se hagan nuevos avances en la ciencia, la comprensión de la historia de los neandertales seguirá completándose con más detalle.

La evolución de los neandertales Una de las primeras especies del género Homo que se descubrió fue el Homo habilis, que básicamente significa “hombre hábil”. El nombre proviene de la creencia en el momento de su descubrimiento de que esta especie fue la primera en comenzar a usar herramientas de piedra. Los primeros fósiles que se descubrieron en la Garganta de Olduvai eran de la misma capa estratigráfica que herramientas simples de piedra. Fósiles del cráneo y el esqueleto poscraneal de esta especie han sido encontrados tanto en el este como en el sur de África y datan de hace 2.5-1.6 millones de años.

Fotografía de Cicero Moraes de una reconstrucción facial del Homo habilis

Los restos de un cráneo de H. habilis Dados los cambios graduales que tienen lugar en la evolución, el H. habilis comparte una serie de características que son similares al género Australopithecus, como en los elementos poscraneales. Dicho esto, el tamaño y la forma del cráneo del H. habilis son marcadamente diferentes. El tamaño del cerebro, de alrededor de 680 cc, es mucho mayor en relación con el tamaño del cuerpo. Para albergar un cerebro más grande, el cráneo presenta un hueso frontal más vertical, creando una frente más vertical. Los arcos superciliares, que se encuentran en la parte inferior del hueso frontal, también son de menor tamaño. Otras reducciones en la cara

se evidencian en el prognatismo y en el tamaño de los premolares y molares. Los elementos poscraneales muestran signos claros de bipedación, como que el dedo gordo esté alineado con los otros dedos del pie en lugar de estar a un lado, como lo está en los simios modernos. Además, están presentes los arcos del pie, que permiten soportar todo el peso del cuerpo y actúan como un amortiguador al caminar. Los huesos de la pierna también son más largos que en el Australopithecus, pero el H. habilis retuvo brazos largos. Otras características primitivas incluyen huesos de las manos y los dedos que habrían hecho más fácil trepar a los árboles. La robustez de los huesos de los dedos es más comparable a la de los simios modernos que a los humanos. También hay presente un punto de unión para un músculo de la pierna que es particularmente útil en la escalada, lo que sugiere que todavía se dedicaba una cierta cantidad de tiempo a trepar. Hay una gran variedad de rasgos encontrados en esta especie, y dada la naturaleza fragmentaria de algunos de los elementos, es posible que pertenezcan a otras especies de Homo, como H. rudolfensis. Otra posibilidad es que el dimorfismo sexual era más pronunciado en el H. habilis de lo que se pensaba anteriormente. Lo que generalmente se acepta es que el H. habilis era capaz de hacer herramientas de piedra. Estas herramientas consistían en lascas que se partían de un núcleo y tenían bordes filosos. Podían servir para varios propósitos, como cortar los restos de un animal o limpiar su piel. Pero mientras el H. habilis casi con certeza usó herramientas, los estudiosos todavía debaten cuál especie de Homo fue realmente la primera en comenzar a hacer herramientas de piedra, ya que la especie H. rudolfensis también vivió durante el mismo tiempo. Durante este período, el medio ambiente en África estaba experimentando un cambio climático importante, y los bosques cerrados con lagos y arroyos fácilmente disponibles estaban siendo reemplazados por sabanas más abiertas y condiciones áridas. Es posible que estos cambios ambientales, que comenzaron unos 2.5 millones de años atrás, hayan estimulado el desarrollo del género Homo. Hace alrededor de 2 millones de años, el clima comenzó a volver a ser cálido y húmedo, y en base a otros fósiles faunísticos asociados, el H. habilis probablemente vivió en áreas boscosas con acceso a arroyos y lagos.

Al mismo tiempo que el H. habilis vivió el H. rudolfensis, con una fecha de antigüedad ligeramente anterior, de 2.1 a 1.8 millones de años. Al igual que el H. habilis, el H. rudolfensis se encontraba en el este y el sur de África y presentaba características morfológicas similares a las de los ancestros primitivos del género Australopithecus. H. rudolfensis tenía una capacidad craneal de alrededor de 750 cc (más grande que su contemporáneo H. habilis). A pesar de este cerebro más grande, el rostro era mucho más ancho, con molares y premolares más grandes y órbitas más grandes para los ojos. La inclusión de tales grandes molares y premolares, un rasgo característico de las especies de Australopithecus, ha llevado a algunos a argumentar que el H. rudolfensis pertenece más bien a este género. La comprensión de esta especie dentro de la evolución humana se hace compleja debido a la mezcla de rasgos primitivos y derivados. Además, la clasificación de fósiles entre H. habilis y H. rudolfensis ha sido difícil y ha llevado a una mayor confusión en torno a estas especies. Es posible que estas dos especies sean en realidad una sola, y las diferencias son solo el resultado del dimorfismo sexual. Sin embargo, esto es bastante difícil de demostrar, ya que los únicos restos fósiles recuperados de H. rudolfensis provienen de los cráneos. En otras palabras, no hay huesos de las extremidades ni del tronco con los que comparar los tamaños de cuerpo completo del H. rudolfensis y el H. habilis. Dicho esto, el patrón de desgaste dental del H. rudolfensis sugiere que la dieta de esta especie difería de la del H. habilis. El patrón de molienda de los molares y premolares más grandes del H. rudolfensis indica que se estaba efectuando una cantidad significativa de trituración. Es probable que el H. rudolfensis fuera capaz de consumir frutas duras y plantas que requerían una gran cantidad de masticación. Esto contrasta con el desgaste de los dientes del H. habilis, que indican que éste tenía una dieta de carne y plantas. El debate sobre cuál especie Homo es el ancestro directo de los humanos modernos es importante para comprender los desarrollos evolutivos de estas otras especies ramificadas. En este caso, el desarrollo de un cerebro más grande debe haber ocurrido independientemente si el H. habilis era el ancestro directo. Por otro lado, si el H. rudolfensis fuera un ancestro directo, entonces las grandes características primitivas de la cara

también podrían haberse desarrollado independientemente de ancestros anteriores. Una tercera especie de Homo apareció en el registro fósil hace alrededor de 1.8 millones de años. El H. erectus habría compartido el paisaje por un tiempo con H. habilis y H. rudolfensis, pero los fósiles de H. erectus no se limitan al África oriental y meridional. En cambio, se encuentran en toda África y partes de Asia continental e insular. Esta es la primera especie de Homo que ha sido encontrada fuera de África (Rightmire 1993). Características del H. erectus sugieren una evolución hacia los humanos modernos, y las características que separan al H. erectus de las otras especies de Homo se encuentran en el cráneo. El tamaño del cerebro era de aproximadamente 900 cc, lo que lo hacía más grande que el cerebro del H. habilis. Sin embargo, la aparición del H. heidelbergensis hace aproximadamente 800.000 años demostró que el H. erectus no tendría la capacidad cerebral más grande del género Homo durante su existencia. El tamaño más grande del cerebro puede no importar mucho cuando se considera el tamaño del cerebro en conjunto con el tamaño del cuerpo, que también aumentó. El desarrollo del cráneo también cambió en el H. erectus. Mientras que el cuerpo se hizo más grande, la bóveda cerebral no se volvió más vertical en relación con el cuerpo, lo que dio como resultado una apariencia inclinada y larga, similar a la de un balón de fútbol americano. Otras características que se desarrollaron en el cráneo fueron un toro supraorbitario (o arco superciliar) más grueso, y el desarrollo de proyecciones óseas en la parte posterior del cráneo (Gilbert y Asfaw 2008).

El cráneo de un Homo erectus Si bien las características faciales del H. erectus lo habrían hecho notablemente diferente si estuviera vivo hoy en día, su morfología poscraneal puede haber sido similar a la de los humanos modernos. Una diferencia clave es la densidad o el grosor de los huesos; en el H. erectus, los huesos de las extremidades eran más robustos, pero por lo demás, parecen muy similares a los humanos modernos. La longitud de las extremidades inferiores en relación con los brazos es parecida a la de los humanos modernos, lo que significa que el H. erectus tal vez podía caminar de manera similar (Richtmire 1993: 57-84). Esto puede o no estar relacionado con la amplia distribución del H. erectus. Quizás más importante para el H. erectus que simplemente poder caminar fuera de África habría sido la capacidad de adaptarse a los climas

cambiantes y esencialmente modificar el entorno que lo rodeaba. La ventaja más notable que tendría el H. erectus es la capacidad de controlar el fuego. Esta habilidad, que ningún otro animal ha dominado, ayudó al H. erectus a viajar por el mundo, y puede remontarse tan atrás como 1.7 millones de años, o ser tan reciente como hace 200.000 años. La mayoría de los científicos concuerdan en que el H. erectus era capaz de controlar el fuego hace al menos 600.000 años, y los humanos anatómicamente modernos pudieron crear y usar el fuego hace 150.000 años. Las primeras especies de Homo habrían estado familiarizadas con los efectos del fuego, desde la devastación que podía causar a los hábitats de la jungla hasta los incendios de rápida propagación en la sabana. Estos incendios habrían matado y quemado animales que los primeros Homo habrían encontrado mientras buscaban sustento después de un incendio natural. Una vez que el beneficio del fuego había sido entendido, los primeros Homo pudieron comenzar a controlar el fuego llevándolo a donde se necesitaba. Después de un incendio natural, el H. erectus, o tal vez otra especie de Homo, probablemente habría intentado aprovechar el poder del fuego llevándolo a otro lugar, como un campamento. Como este era el único medio de poseer fuego hasta que fuera descubierta la habilidad de iniciar uno, el fuego se habría mantenido encendido el mayor tiempo posible. El primer beneficio del fuego que habría sido fácilmente reconocible sería la calidez que proporcionaba. Esto, junto con la invención de la indumentaria mediante pieles de animales, sería el comienzo de la manipulación del entorno por parte de la humanidad para la supervivencia. No solo el H. erectus podría mantenerse caliente durante toda la noche, sino que podría sobrevivir en temperaturas gélidas que de otro modo serían mortales. Otro beneficio que el H. erectus utilizaría en su conquista sobre el reino animal, sería el temor al fuego que tenían otros animales, ya que el fuego proporcionaría protección contra los depredadores nocturnos que habrían atacado a las especies vulnerables. Algunas de las primeras evidencias arqueológicas de uso del fuego se encuentran en cuevas, ya que el área protegida no es erosionada regularmente por el agua y el clima, lo que también hace que las cuevas sean ideales para que los animales vivan. Antes del aprovechamiento del fuego, el H. erectus tendría que haber compartido o luchado por el control de estas cuevas, con gran riesgo, pero el temor que los animales tenían del

fuego ayudó al H. erectus a despejar estos refugios de posibles amenazas y mantenerlas fuera. Esta táctica también podía aplicarse a la caza de animales. Reconociendo que los animales huirían del fuego en una determinada dirección, el H. erectus podría iniciar incendios de pastizales para dirigir a los animales hacia un corral, a lanzarse desde un acantilado, o hacia zonas de matanza donde los animales serían sacrificados y cocinados. Este método de caza habría proporcionado una abundancia de alimentos que antes habría sido difícil de conseguir. Típicamente, los primeros Homo habrían recogido la carne de los cadáveres dejados por cazadores más grandes, pero con el fuego, la humanidad podría obtener las partes principales del animal y cocinarlas (Wrangham 2010, 101). El hombre primitivo también habría notado los cambios que el fuego hacía en la carne mientras buscaba comida después de un incendio forestal o de arbustos. En particular, la carne cocida era más fácil de masticar y más fácil de digerir. Comer alimentos crudos costaría entre un 15 y un 35% más de energía, o calorías, que comer alimentos cocinados, y el ahorro de estas valiosas calorías adicionales permitió el desarrollo de los cambios evolutivos. Cambios observables en el H. erectus podrían reflejar el uso del fuego y los beneficios de cocinar. Los dientes, por ejemplo, se redujeron en tamaño, lo que indica una dieta más blanda que no requería tanto desgarre y trituración como antes. Además, el cerebro se estaba volviendo más grande, lo que sugiere una dieta de alimentos de mejor calidad. Otra ventaja de cocinar los alimentos, aunque no podrían haberlo sabido en ese momento, era que el calor mataba parásitos peligrosos y agentes patógenos en los alimentos, lo que potencialmente extendía la longevidad de quienes comían los alimentos cocinados. La tasa de supervivencia mejorada permitió que el H. erectus aumentara en número y significó que las nuevas generaciones también podrían aprender los beneficios del fuego para modificar herramientas. La habilidad del H. erectus y especies Homo posteriores para aprovechar el fuego también les permitió aumentar la efectividad de sus herramientas, lo que proporcionó un gran avance tecnológico. El fuego podía usarse para endurecer lanzas de madera, y esto permitió a la especie Homo cazar con más éxito una variedad de animales. Un sitio arqueológico en Alemania asociado con el H. heidelbergensis contenía ocho lanzas de

madera endurecidas por fuego que se usaban para cazar caballos (Coolidge y Wynn 2009, 151-179). Otro sitio en Alemania también contenía lanzas endurecidas por fuego que se utilizaron para cazar “elefantes de colmillos rectos”. Las tácticas para estas cacerías cambiaron; en lugar de arrojar las lanzas, como sería el caso de las lanzas no endurecidas, comenzaron a usarse para dar estocadas. El efecto de endurecimiento del fuego también se usó para crear objetos rituales. Aunque fueron halladas figuras de la misma época que habían sido talladas en piedra o hueso, otras figuras habían sido hechas de arcilla, y luego quemadas como alfarería. Toda esta evidencia sugiere que muchas interacciones importantes de todas las partes de la vida ocurrieron alrededor de las fogatas, y estas estrechas interacciones en torno al fuego habrían ayudado en el desarrollo de la cultura y la comunicación entre individuos, con el tiempo estimulando el desarrollo del lenguaje y las sociedades. En pocas palabras, el fuego se convirtió en la herramienta más importante en la evolución de la humanidad. Una vez que un grupo de Homo erectus se había alejado lo suficiente de otro grupo de Homo erectus, la separación geográfica, combinada con las presiones únicas de los factores ambientales y la selección natural, finalmente conduciría a la formación de una nueva especie. La porción de Homo erectus que permaneció en África comenzaría a seguir un camino evolutivo diferente al de aquellos que se movieron a Europa y Asia. Hay dos teorías generales con respecto a la propagación del Homo erectus fuera de África. La primera es que hace alrededor de 1.5 millones de años, el Homo erectus emigró de África en varias oleadas, tal vez cazando rebaños migratorios. Esta teoría postula que el Homo erectus migró a regiones separadas y con el tiempo se desarrolló de forma independiente de aquellos que se convirtieron en Homo sapiens. Esta teoría colocaría a los neandertales como una fase intermedia entre el Homo erectus y el Homo sapiens. Otra hipótesis es que el Homo erectus dejó África hace aproximadamente 1.5 millones de años y continuó evolucionando fuera de África, pero fue solo en África donde el Homo sapiens se desarrolló y dejó África en una “segunda” oleada hace unos 150.000 años en Europa y Asia. Esta segunda oleada de Homo sapiens tempranos luego se encontró con neandertales en Europa y Asia y finalmente reemplazó a sus primos

evolutivos (Steadman 2009: 69). Esta segunda teoría es la más suscrita por los antropólogos y respaldada por evidencia fósil y genética. Los fósiles de neandertales tempranos de hace más de 130.000 años son raros, pero después de este punto se vuelven mucho más comunes en sitios europeos y asiáticos, y el nombre “neandertal” se basa en el descubrimiento de lo que los trabajadores de una cantera creyeron que eran fósiles de oso en el valle de Neander cerca de Düsseldorf, Alemania. En 1856, los trabajadores de una cantera de piedra caliza llevaron los restos fosilizados a un maestro local de ciencias naturales, Johann Carl Fuhlrott, quien reconoció los restos fragmentados como una de las “razas más antiguas del hombre” (Leakey 1981: 146). Su suposición se basó en los arcos superciliares bajos y prominentes y los huesos robustos de las extremidades. Este hallazgo fue confirmado por el experto en anatomía Hermann Schaaffhausen, quien también creía que estos huesos pertenecían a una “raza” que tenía unos pocos miles de años.

Carl Fuhlrott

Hermann Schaaffhausen Mientras tanto, el resto del mundo académico no estaba tan convencido de que los neandertales fueran parte de la raza humana, o por lo menos no un ancestro “normal”. Los científicos alemanes en particular estaban convencidos de que las robustas y fuertes piernas arqueadas indicaban que la persona había sido un jinete la mayor parte de su vida. Esta observación coincidía casualmente con la historia reciente de la zona: en 1814, la caballería rusa cruzó el paisaje persiguiendo a los soldados franceses de Napoleón cerca del final de las Guerras Napoleónicas. Otras teorías postuladas sostenían que las piernas arqueadas eran el resultado del raquitismo, una osteopatología que se desarrollaba a partir de una deficiencia vitamínica y causaba dolor suficiente como para que la persona frunciera habitualmente el ceño, lo que resultaba en una estructura ósea más gruesa sobre los ojos (Leakey 1981: 146). Con el paso del tiempo, más fósiles con características similares forzaron a la comunidad científica a aceptar a los neandertales como un genuino linaje de homínidos (Jurmain et al 2004: 256). Otros especímenes aparecieron en países europeos además de Alemania, y en 1908 fue descubierto en el sudoeste de Francia el espécimen examinado por Boule.

Aún más interesante, se reportó que el esqueleto casi completo fue descubierto en un enterramiento. El cuerpo había sido depositado en posición fetal con fragmentos de hueso no humano colocados sobre él. En torno al cuerpo en el entierro había herramientas de pedernal y más fragmentos de huesos no humanos. A pesar de estos hallazgos, Boule todavía consideraba que tanto el individuo como los neandertales en general pertenecían a una brutal raza salvaje. Otro sitio en Francia, la cueva Moula-Guercy, produjo alrededor de 78 fragmentos partidos de homínidos asociados con los neandertales. Estos restos, descubiertos a fines del siglo XXI, datan de hace 100.000 a 120.000 años. Un sitio neandertal más reciente en St. Césaire, Francia, tenía fósiles que datan de hace aproximadamente 35.000 años. Este sitio contenía restos de animales trabajados y una variedad de herramientas comúnmente asociadas con los neandertales. Otro sitio de cuevas en Zafarraya, España, también ha producido fósiles de neandertales relativamente recientes. En este sitio, los restos datan de hace tan solo 29.000 años (Jurmain et al 2004: 257-258). La datación reciente de otro sitio de cuevas en Europa central también ubica a los neandertales como todavía vivos hace menos de 30.000 años. Lo que estos sitios indican es que los neandertales compartieron la misma región geográfica que los humanos anatómicamente modernos durante miles de años, e incluso pudieron haber compartido métodos de producción de herramientas. También se han descubierto fósiles de neandertal fuera de Europa. En Israel, se han descubierto fósiles que comparten muchas similitudes con los de los neandertales europeos, pero son notablemente menos robustos. Tal vez el más famoso de estos hallazgos proviene de Mugharet-et-Tabun, o la Cueva del Horno, en Israel. El sitio fue excavado por primera vez en la década de 1930, pero las pruebas científicas modernas indican que los hallazgos tenían alrededor de 120.000 años de antigüedad. Al igual que los hallazgos en Europa, esto haría a los neandertales contemporáneos de los humanos modernos, cuyos fósiles también se han descubierto en cuevas en las áreas circundantes. Otro hallazgo importante de la zona proviene de Kebara. En este sistema de cuevas, se descubrió un hueso hioides (el hueso flotante localizado en la garganta) que data de hace unos 60.000 años. Se cree que este hueso pertenece a un neandertal ya que se encontró con una pelvis de

neandertal casi completa. Los científicos pudieron utilizar este descubrimiento para aprender más sobre la cultura de los neandertales, especialmente sus habilidades lingüísticas. Otro sitio que ha proporcionado una visión interesante sobre los neandertales se encontró en las montañas Zagros de Irak. Aquí, un individuo, conocido como Shandir 1, fue descubierto y datado como de hace unos 60.000 años. Esta persona había sufrido una cantidad considerable de trauma físico, pero había logrado vivir hasta la edad de 3045. Para que este individuo hubiera sobrevivido tanto tiempo, se cree que debió haber tenido la ayuda de otras personas, lo que sería una indicación de cultura e interacción social entre los neandertales (Trinkaus y Shipman 1992: 341).

Coexistencia con Homo Sapiens Los desarrollos en el campo de la genética han podido arrojar una cantidad considerable de luz sobre la relación entre los humanos anatómicamente modernos y los neandertales. Genéticamente, los neandertales son notablemente cercanos a los humanos modernos, compartiendo cerca del 99.7% de su ADN. El tipo de ADN que se extrae de los fósiles de neandertal se conoce como ADNmt o ADN mitocondrial. A partir de muestras extremadamente pequeñas, es posible utilizar reacciones en cadena de la polimerasa para producir copias múltiples del ADNmt. En este método, las dos cadenas de ADN se separan y la replicación del ADN se sintetiza. Un factor importante cuando se considera ADN mitocondrial es que solo se transmite a través de la línea materna, o de la madre a la descendencia. Esto ha permitido el examen del genoma no solo de los neandertales, sino también de los humanos arcaicos contemporáneos que vivieron en la misma época. Lo que los genetistas han descubierto es que el mestizaje entre humanos anatómicamente modernos y los neandertales habría sido posible, pero no necesariamente exitoso. Un macho de neandertal habría podido aparearse con una hembra humana y tener descendencia fértil que posteriormente se reprodujo y diseminó el gen neandertal. Por el contrario, un macho humano anatómicamente moderno podría aparearse con una hembra de neandertal, pero la descendencia sería estéril o no viviría mucho tiempo. En cualquier caso, el ADNmt de los neandertales, transmitido a través de las hembras, no está presente en humanos anatómicamente modernos. El primero de estos humanos anatómicamente modernos fue descubierto en Francia, en 1868. Louis Lartet descubrió cinco esqueletos en Abri de Cro-Magnon, o “refugio rocoso del Cro-Magnon”, cerca de Les Eyzies-deTayac-Sireuil. Cuatro de los esqueletos parciales descubiertos pertenecían a adultos, mientras que el quinto pertenecía a un bebé. Entre los restos también se descubrieron varios objetos de artesanía y decoraciones, incluyendo un collar de conchas perforadas y cornamenta de reno tallada. Los restos óseos fueron identificados como seres humanos prehistóricos, con características físicas que eran distintas a las del espécimen tipo neandertal descubierto en Alemania apenas una década antes. Hoy, el término Cro-Magnon (o el castellanizado Cromañón) no tiene un estatus

taxonómico formal, ya que no se refiere a una especie, subespecie, fase arqueológica o cultura. En lugar de Cromañón, la literatura científica utiliza con más frecuencia el término “primeros humanos modernos europeos” o EEMH (European Early Modern Humans). Sin embargo, Cromañón se ha utilizado en textos populares para distinguir a los humanos de los neandertales en el período del Paleolítico superior. Si bien las características físicas del Cromañón eran similares a las de los humanos modernos, el entorno en el que vivían era mucho más diferente. En Europa, el Cromañón existió desde hace tanto como 43.000 años, hasta hace tan poco como10.000 años, durante un período conocido como el Paleolítico superior europeo. Durante este tiempo, Europa era drásticamente diferente de lo que es hoy en día, ya que las capas de hielo alcanzaron su mayor extensión en todo el continente antes de que se produjera un calentamiento relativamente rápido hace unos 19.000 años. Las capas de hielo se extendieron a lo largo de la mayoría de las Islas Británicas, formando las islas, y bloquearon una cantidad significativa de agua, lo que redujo los niveles del mar en más de 100 m y expuso las plataformas continentales. El clima en ese momento favorecía una variedad de fauna que ahora se ha extinguido. Como resultado, el Cromañón habría tenido una vida seminómada, siguiendo a manadas de grandes mamuts lanudos, caballos y renos. Para sobrevivir, el Cromañón necesitaba ser físicamente resistente y adaptable. Los cráneos de Cromañón presentan una mezcla de rasgos arcaicos y modernos. La frente del Cromañón era más vertical que la de su contemporáneo, el neandertal, y presentaba un mentón prominente. Otras características distintivas fueron arcos superciliares relativamente pequeños, el desarrollo de la fosa canina (una marca o ranura por encima del diente canino entre el pómulo y la mandíbula superior) y un proceso mastoideo piramidal (una proyección ósea triangular situada detrás de la oreja). Estas características también se pueden encontrar en humanos modernos, pero el resto del cuerpo del Cromañón era de contextura más robusta, con una altura promedio de 1.70 m. La capacidad craneal también era un poco más grande que la de un humano moderno, y las órbitas de los ojos eran más rectangulares. Sus rostros tendían a ser más anchos, con poderosas mandíbulas y narices estrechas.

El cráneo de un Cromañón La secuenciación del ADN ha indicado que probablemente tenían la piel oscura, algunos de ellos con ojos azules y cabello oscuro, lo que sugiere que la piel clara del norte de Europa es un fenómeno más reciente. La mente del Cromañón también se desarrolló lo suficiente como para ser inventiva y enseñar técnicas de fabricación de herramientas. La cultura del Cromañón se basa en los descubrimientos de herramientas, ornamentos y pinturas rupestres. Las herramientas hechas de pedernal que están asociadas con el Cromañón también se conocen como la cultura Auriñaciense. A diferencia de las culturas anteriores, estas herramientas de pedernal incluían hojas finas golpeadas intencionalmente con núcleos de pedernal preparados, a diferencia de las lascas toscas. El Cromañón también trabajó hueso y cuernos en puntas con surcos cortados en la parte inferior. Esto es significativo porque demuestra el desarrollo de la estandarización en la preparación de herramientas, lo que significa que las primeras culturas de Cromañón se desarrollaron y transmitieron procesos de fabricación de herramientas entre sí.

Además de desarrollar nuevas técnicas de fabricación de herramientas, el Hombre de Cromañón también creó una variedad de adornos como colgantes, pulseras, cuentas de marfil, figurillas talladas y flautas de hueso. La flauta más antigua fue descubierta en Alemania, hecha de un hueso de ala de buitre. Cuenta con cinco agujeros para los dedos y es capaz de tocar la escala pentatónica de hoy en día. La cultura Cromañón está fuertemente marcada por la creación de varias formas de arte. Se han descubierto numerosas figurillas que representan mamíferos ya extintos como el mamut, así como otras representaciones de rinocerontes y el caballo salvaje de Eurasia. Otras figurillas representan versiones antropomorfizadas de animales. Una de esas figuras es el Löwenmensch, o el hombre león, fechado hace unos 40.000 años y descubierto en Alemania. Esta es la figura antropomórfica más antigua conocida, y sugiere que el Cromañón podría haber comenzado a desarrollar creencias religiosas o sobrenaturales durante este tiempo.

Pintura rupestre que data de hace unos 16.000 años Otra evidencia de una cultura espiritual entre los Cromañones es el descubrimiento de que las personas fallecidas, como las descubiertas por Lartet, podrían haber sido enterradas intencionalmente con ajuares. El acto del entierro significa que, o bien el Cromañón había desarrollado un ritual relacionado con la muerte, o tenía una idea de la enfermedad, que requería

que los cuerpos estuvieran aislados y contenidos. El análisis de los esqueletos también ha revelado lesiones traumáticas que se habían curado, como fracturas de cráneo o vértebras fusionadas. Cuando se sostuvieron estas lesiones, que habrían sido comunes durante la caza mayor, las personas no podrían haberse ocupado de sí mismas y habrían requerido que otras personas las cuidasen hasta que sanaran. De esta manera, está claro que el Cromañón había desarrollado empatía por los demás. Estos humanos anatómicamente modernos llegaron a Europa hace unos 40.000 años, que es cuando se cree que los neandertales comenzaron a extinguirse, a pesar de las similitudes físicas que compartían con los cromañones. El esqueleto del neandertal era mucho más robusto que el de los humanos modernos; de hecho, los huesos eran más densos y podían soportar una gran cantidad de tensión y peso, y la forma de los huesos largos permitía una mayor cantidad de fijación muscular que ayudaría a los neandertales en situaciones de combate cuerpo a cuerpo. A pesar de la fuerza de los neandertales, o tal vez debido a ella, la altura de los neandertales era de alrededor de 1.60 m en promedio. Los neandertales también tenían diferentes rasgos craneales que tal vez se desarrollaron como resultado del entorno o las duras condiciones en que vivían. El cráneo era bajo e inclinado, lo que dejaba poco espacio para la frente. En la base de la frente hay arcos superciliares gruesos y pesados que son característicos de las representaciones actuales de hombres de las cavernas. En la parte posterior del cráneo había una característica que no se encuentra en el hombre moderno, conocido como un moño occipital. El propósito exacto de esta proyección ósea es desconocido. El cráneo en sí era bastante grande y tenía alrededor de 1.500-1.740 cc de espacio para que el cerebro se desarrollara. El rostro en general proyectaba más que el humano moderno, la nariz era más grande y los neandertales carecían de mentón. Aun así, a pesar de estas diferencias, es posible que los neandertales se hayan podido mezclar entre los humanos anatómicamente modernos. Los hijos de los neandertales también podrían haberse desarrollado y crecido más rápido que los de los primeros humanos. Los niños humanos modernos tienen el período de crecimiento más largo de cualquier mamífero. Este crecimiento lento permite que el cerebro y los huesos circundantes se desarrollen adecuadamente antes de un crecimiento

acelerado durante la pubertad. Por el contrario, en 1928 se observó por primera vez que un niño de neandertal de una cueva musteriense parecía tener las características de un adulto (Garrod et al., 1928). La fusión previa de los huesos, especialmente en el cráneo, daría como resultado un menor desarrollo del cerebro, lo que podría explicar un poco el cráneo de baja pendiente. Dicho esto, investigaciones recientes también han sugerido que la tasa de crecimiento puede estar más cerca de los humanos modernos de lo esperado (Rosas et al. 2017). Otra característica única de los neandertales es que tenían una abertura relativamente grande para la nariz. Una razón para esto puede haber sido permitir que una mayor superficie calentara el aire frío antes de que ingresara a los pulmones, mientras que otra posibilidad podría haber sido desplazar el calor durante los períodos de actividad extrema (Finlayson 2004: 84). El clima en el que vivían los neandertales no era tan extremo como el del extremo norte, y es probable que nunca hayan viajado por encima de los 55 grados de latitud. Por lo tanto, parece que los humanos anatómicamente modernos que se aventuraron a los lejanos extremos septentrionales estaban mejor adaptados al frío que los neandertales, lo que significaría que la expansión de la región nasal no estaba relacionada con la de la adaptación al frío. Dadas las estrechas similitudes genéticas y físicas entre las dos especies, pareciera lógico que hubieran compartido un ancestro evolutivo común y cercano, pero la evidencia de la interacción entre las especies ha sido difícil de conseguir. Si bien hay evidencia de herramientas de transición de esa época que podrían asociarse con cualquiera de las especies, las diferencias en el tiempo en que se llevaron a cabo son difíciles de precisar. En otras palabras, el sitio de una cueva podría haber sido utilizado por una especie durante cientos o incluso miles de años antes de ser abandonado y ocupado por otra. El resultado sería una mezcla de artefactos a lo largo del tiempo que a primera vista pueden parecer asociados entre sí, pero en realidad son de tiempos diferentes.

Herramientas de los neandertales La cultura de herramientas de los neandertales se asocia más comúnmente con la industria de herramientas musteriense, aunque no toda la industria musteriense fue el resultado de los neandertales. Esto se debe a que la difusión de esta cultura de herramientas se extiende desde Europa y el sudoeste de Asia, donde se sabe que los neandertales vivieron, hasta partes del norte de África, en la Rusia moderna y posiblemente tan lejos como China. Las similitudes de herramientas producidas por los neandertales son probablemente el resultado de los métodos de producción que llevaban consigo los grupos de cazadores-recolectores a medida que se diseminaron por el paisaje, mientras que un grupo evolucionó para convertirse en el linaje neandertal. El nombre de la técnica de fabricación de herramientas proviene de la cueva Le Moustier en Dordoña, donde se identificó por primera vez la técnica de fabricación de herramientas (Leakey 1981: 150). Este complejo de herramientas data de 160.000 a 40.000 años y se encuentra principalmente en Eurasia, con algunos ejemplos en el norte de África. Los métodos de producción de herramientas neandertales fueron similares a los del norte de África, específicamente las técnicas de talla de Levallois. Esta fue una característica definitoria de la industria de herramientas musteriense, y la técnica fue nombrada en honor al suburbio Levallois-Perret de París, Francia, y se desarrolló a partir de la cultura de herramientas de corte de pedernal: Achelense. El método en sí involucraba golpear un núcleo de piedra para desprender lascas. El núcleo era modificado alrededor de los bordes para obtener una determinada forma. Esencialmente, se daba forma al núcleo en la misma forma que se deseaba que tuviera la lasca. Al preparar el núcleo, había más control sobre el tipo de lascas producidas. Este avance en la tecnología es una indicación significativa de capacidad cognitiva avanzada por parte de los neandertales y los humanos anatómicamente modernos, ya que la creación de estas herramientas requería planificación y previsión. Este método era más efectivo para preparar herramientas en lascas en el acto, que preparar lascas individuales desde el principio, pero los neandertales añadirían refinamientos a la metodología para permitir que se desprendiera una forma específica del pedernal. Esto resultó ser

aproximadamente cinco veces más efectivo para la fabricación de herramientas, lo que permitió a los neandertales producir casi 2 metros de filo a partir de un kilogramo de pedernal (Leakey 1981: 151). En total, los neandertales pudieron producir aproximadamente 60 tipos distintivos de herramientas, incluidos cuchillos y puntas de proyectil. Dado que las técnicas e ideas para la fabricación de herramientas viajaron con las bandas culturales de los neandertales que las producían, siempre existe la posibilidad de que los estilos y las funciones cambiaran a medida que se desarrollaban nuevas ideas que se adaptaran al cambio del entorno. Se ha argumentado que hay aproximadamente cuatro culturas musterienses distintivas dentro de Europa: el musteriense de denticulados, el musteriense típico, el tipo achelense y el “charentiense” (o de tipo QuinaFerrasie). François Bordes ubicó estas culturas distintivas en regiones específicas que él creía que vivían lo suficientemente cerca unas de otras para compartir ideas y, aun así, seguir siendo culturalmente distintivas (Bordes 1968). La idea de culturas viviendo tan cerca y permaneciendo distintivas (arqueológicamente al menos) está respaldada por los hallazgos de la antropología. El estudio y la observación de las culturas vivas se pueden utilizar para ayudar a apoyar (o refutar) las hipótesis dentro de la arqueología. Un estudio de Njemps y Tugen, en el norte de Kenia, respalda la idea de que las culturas pueden estar cerca y ser culturalmente distintas. Estas dos tribus criaban cabras, ovejas y ganado, intercambiaban entre sí y se casaban entre sí, pero mantenían su propio estilo, arquitectura y método de producción de herramientas (Hodder 1982). El mantenimiento de costumbres culturales únicas es una forma en que las personas pueden identificarse con su comunidad. Arqueológicamente hablando, hay algunos problemas potenciales que considerar acerca de esta hipótesis, al menos en lo que respecta a las conexiones entre los humanos modernos y los neandertales. El mayor problema potencial para esta explicación pueden ser las diferencias en el tiempo, porque si bien las diferentes culturas de neandertales pueden haber vivido cerca unas de otras geográficamente, es posible que no hayan vivido al mismo tiempo. Las técnicas actuales de datación disponibles no permiten a los científicos identificar con precisión entre un par de generaciones.

Una explicación alternativa (pero de ninguna manera exclusiva) para las diferencias en la producción de herramientas puede estar en la función de las herramientas mismas. Es posible que las modificaciones a las herramientas fueran el resultado de necesitar que las herramientas funcionaran de manera diferente, pero mientras esto sigue siendo una explicación posible o parcial de las diferencias en la producción de herramientas, es un concepto difícil de apoyar arqueológicamente. Hasta el momento, no se han realizado estudios convincentes para demostrar claramente que un conjunto de producción de herramientas difería de otro debido a una función cultural diferente. Un avance que se hizo en la cultura fue la evolución de la punta Ateriense, que surgió de la cultura lítica musteriense. Estas puntas son contemporáneas con las musterienses y se diferencian de ellas por la presencia de una espiga, un elemento que puede haber sido utilizado en la creación de proyectiles. Tradicionalmente, las puntas de proyectil tendrán una sección simétrica para unir el proyectil al eje, en lugar de una lengüeta de un solo lado, pero las herramientas mismas tienen una forma muy variable, lo que sugiere que no todas fueron producidas para tener el mismo tamaño. Esto sería inusual para las puntas de proyectil. También es posible que las puntas mismas se hayan afilado repetidamente y se hayan vuelto a trabajar con el tiempo debido a que estaban desgastadas por el uso, pero eso también sería inusual para las puntas de proyectil. Es más probable que estas fueran usadas más a menudo como raspadores en lugar de proyectiles o puntas de lanza, aunque la función dual también puede ser posible. Se requiere más evidencia de esta industria de herramientas. Algunas de las primeras herramientas de proyectiles indiscutibles datan de hace 300.000-400.000 años, en forma de lanzas de madera. Estas lanzas fueron descubiertas en Alemania y estaban hechas de tallos rectos de pícea y madera de pino. Las herramientas fueron desarrolladas para lanzarse como una jabalina moderna, con el centro de gravedad ubicado en el tercio frontal del eje. Un cazador debidamente entrenado habría podido arrojar una lanza hasta 60 m durante una cacería. El descubrimiento de estas herramientas de caza es significativo porque marca una ruptura definitiva entre la recolección y la caza, ya que el hacha encontrada podría haber sido utilizada durante la recolección de cadáveres.

Si bien la fecha de estas lanzas de Schönigen no está en disputa, su función exacta o la forma en que fueron utilizadas es tema de debate. Basado en recuentos etnográficos comparables de lanzas de madera, el diámetro y el peso del eje es demasiado pesado para ser una lanza arrojadiza, lo que lleva a algunos científicos a creer que puede haber otra forma de usar estas lanzas (Shea 2006). Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la incapacidad de los recuentos etnográficos modernos para producir lanzas similares puede ser el resultado de un ambiente diferente en Alemania hace 300.000 años; el tipo de animales que estaban siendo cazados ya no se cazan en la actualidad. Además, la anatomía de los neandertales también era diferente. El húmero, o el hueso de la parte superior del brazo, de los neandertales es de forma más ovalada en sección transversal, lo que permite diferentes uniones musculares al hueso y, por lo tanto, permite diferentes funciones del brazo. Esto puede haber permitido a los neandertales utilizar mejor las lanzas, como las Lanzas Schönigen, para movimientos de apuñalamiento o estocada, en lugar de para ser arrojadas. Si es así, esto significaría que cuando cazaban una gran presa, como un mamut lanudo o un ciervo, los neandertales tendrían que estar muy cerca del animal para poder asestar una herida potencialmente mortal. Otro desarrollo que surge de la cultura de herramientas del Musteriense es el Châtelperroniense, cuyo nombre deriva del sitio la Grotte des Fées en Châtelperron, Allier, en Francia. Esta cultura, que estuvo activa principalmente en Francia y España, produjo herramientas con bordes denticulados que hacían que las herramientas se asemejaran más a sierras con múltiples dientes. Otro tipo de herramienta producida por esta cultura fue una hoja de pedernal curvada con un único filo. Para producir estas herramientas, se usaban lascas gruesas y grandes, que se separaban de los núcleos. También hubo un uso de marfil asociado con esta cultura de herramientas que apenas se encuentra en ningún otro lado. Se ha argumentado que esta adaptación del marfil en la cultura de fabricación de herramientas pudo haber sido el resultado de la interacción de los neandertales con Homo sapiens, de quienes se sabe que producían herramientas de huesos y cornamentas (Diamond 1991). Hoy en día, la existencia de esta cultura todavía se debate en la comunidad científica porque el sitio fue trastocado en el siglo XIX. Esto, se

argumenta, resultó en la entremezcladura de artefactos y la mezcla de diferentes culturas arqueológicas (Mellars 2010). Si bien el debate sobre si la cultura Châtelperroniense es una cultura legítima requiere más evidencia arqueológica, es generalmente aceptado que la cultura auriñaciense siguió a la cultura musteriense. Esta cultura de herramientas lleva el nombre de un sitio en el suroeste de Francia llamado Aurignac, pero la evidencia más temprana de esta cultura de herramientas proviene de Europa del Este. En general, se piensa que esta cultura de herramientas fue llevada a Europa por la migración de los humanos modernos. Una característica típica de las herramientas producidas por los humanos modernos y la cultura auriñaciense es el trabajo de la cornamenta y el hueso, además del uso de núcleos para lascas finas. La introducción de esta cultura arqueológica en Europa se produjo hace unos 40.000 años, alrededor de la época en que los neandertales comienzan a desaparecer del registro arqueológico.

Enterramientos de los neandertales Aunque los primeros investigadores de los neandertales creían que estos primeros antepasados eran “incapaces de concepciones morales y teosíticas [sic]”, la evidencia arqueológica sugiere lo contrario. Las creencias exactas de los neandertales solo pueden ser insinuadas a través del arte que se dejó atrás, pero los neandertales enterraron intencionalmente a sus muertos e incluso depositaron ajuares funerarios. En el sitio de Le Moustier, un adolescente había sido enterrado sobre su lado derecho en posición fetal con la cabeza apoyada en su antebrazo. Una posición como esta es sugestiva de sueño, y el muchacho también tenía una “almohada” de lascas de sílex. Además de insinuar un sistema de creencias, como aquella en una vida después de la muerte o la necesidad de objetos después de la muerte, se colocó un hacha de piedra completamente funcional cerca de la mano del individuo. Los investigadores también piensan que una ofrenda fue parte del entierro porque había huesos de ganado salvaje colocados alrededor del cuerpo. Es posible que hayan tenido carne cuando fueron depositados o podrían haber sido parte de una celebración festiva en el momento del entierro. El entierro de La Chapelle-aux-Saints 1, mencionado anteriormente, fue la primera excavación de un neandertal que planteó la posibilidad de un entierro intencional, una noción que aún se está debatiendo hasta el día de hoy (Trinkaus 2013). El entierro fue descubierto en una cueva, en un sitio de enterramiento cavado del lecho de roca caliza. Al igual que otros entierros, este también fue depositado en la posición fetal sobre su costado. Otro posible entierro ritual de neandertal puede haberse encontrado en Teshik Tash, Uzbekistán. El entierro es de un niño pequeño de sexo indeterminado que fue enterrado con un círculo de cuernos de íbice (cabra alpina) sobre una “cama” de huesos del mismo tipo. A diferencia del entierro en Le Moustier, hay marcas de corte en los huesos del niño, y estas marcas de corte son consistentes con las que se encuentran en los huesos de los animales para la eliminación de la carne. Lo que esto indica es la eliminación intencional de la carne del niño en algún tipo de ritual. Este tipo de práctica, la descarnadura, se ha observado en las prácticas funerarias de los nativos americanos y también se puede encontrar en prácticas medievales europeas para la preservación de los huesos de ciertos

individuos. La eliminación intencional de la carne con el propósito de enterrarlo indica un complejo sistema de creencias que involucra el tratamiento del cuerpo. En la cueva de Shanidar en Iraq, un hombre entre 30 y 45 años de edad, conocido como Shanidar IV, fue enterrado sobre su lado izquierdo en posición fetal. La cuidadosa excavación del sitio permitió la recolección de granos de polen del suelo, revelando que el hombre fue enterrado con fajos de flores que posiblemente podrían haber sido depositados en el entierro a propósito. Las plantas con las que el hombre fue enterrado incluían milenrama, aciano, cardo “abrepuño” o “de St Barnaby”, hierba cana, jacinto de la uva, malvarrosa y equisetos. (Leakey 1981: 153). Visualmente, esto habría resultado en una mezcla de flores blancas, amarillas y azules, y con base en las propiedades herbales de estas plantas y su uso por los lugareños de hoy, es posible que se tratara de un entierro para un tipo de chamán o sanador. Alternativamente, estos grupos de polen podrían haber sido introducidos por Meriones persicus, un roedor conocido por hacer madrigueras para almacenar semillas y flores (Sommer 1999).

Fotografía de Tim Evanston de la recreación computarizada de la cabeza de Shanidar IV El examen de los entierros y los restos de los neandertales en general ha revelado que la compasión y el cuidado estaban presentes en la cultura neandertal. En lugar de tener una naturaleza animalesca o bestial, como pensaban los primeros científicos, los neandertales de hecho mostraron una gran cantidad de compasión por los ancianos y los discapacitados. Esto puede inferirse, como mínimo, de los numerosos restos fósiles que pertenecían a individuos que estaban demasiado discapacitados para cazar o incluso cuidarse a sí mismos. Esto significaba que alguien más que ese individuo tenía que proporcionar comida, agua y vestimenta para que la persona discapacitada pudiera sobrevivir. En la cueva de Shanidar, se encontraron los restos fosilizados de un hombre de entre 40 y 50 años de edad, que mostraban signos de deformidad que lo habrían debilitado y le habrían causado un dolor extremo. Shanidar I sufrió un fuerte golpe en la cabeza cuando era niño, dejando el ojo izquierdo extremadamente dañado y posiblemente ciego. Además, el golpe también causó daño neuronal grave que resultó en daños al sistema nervioso para el lado derecho del cuerpo (Smithsonian 2018). La extensión exacta del daño a los tejidos blandos del lado derecho no puede conocerse con seguridad a través de los restos fósiles, pero hay evidencia del trauma reflejada en los huesos. En los organismos vivos, cuando los huesos y los músculos no se utilizan regularmente debido a fracturas o inmovilidad, el cuerpo comenzará a descomponer estos materiales orgánicos a través de un proceso conocido como atrofia. En este caso, Shanidar I sufrió una atrofia ósea en el brazo derecho que puede haber sido causada por un daño neurológico sufrido durante la infancia, o incluso el resultado de una amputación. No puede saberse con certeza si se realizó o no la remoción de una parte del brazo derecho en el extremo distal del húmero, pero el individuo vivió lo suficiente para que el hueso se recuperara. Otros signos de parálisis parcial son la atrofia de la clavícula y la escápula derecha, y signos de degeneración artrítica en la rodilla derecha, el tobillo y las articulaciones del pie (Trinkaus 1983: 20). Además de estos problemas, Shanidar I también era probablemente sordo, dada la cantidad de daño a su meato auditivo externo derecho (el conducto auditivo óseo).

Fotografía de Tim Evanston de la recreación computarizada de la cabeza de Shanidar IV No hace falta decir que, si se lo hubiera dejado solo, Shanidar I no habría sobrevivido por mucho tiempo. De hecho, las excavaciones del sitio revelan que su causa de muerte fue finalmente un colapso rocoso en la cueva que lo dejó enterrado hasta que fue descubierto en 1957, pero la vida del hombre ya había demostrado que este grupo de neandertales había cuidado de uno de los suyos, incluso cuando él no podía contribuir nada a la comunidad. Otro ejemplo de compasión neandertal se encontró en La Chapelle-auxSaints en Francia. Este fue uno de los primeros esqueletos casi completos descubiertos en 1908; La Chapelle-aux-Saints 1, mencionado anteriormente. Además de haber sido enterrado intencionalmente, La Chapelle-aux-Saints 1 muestra signos de que había logrado vivir hasta una edad relativamente avanzada. La mandíbula de La Chapelle-aux-Saints 1 muestra que numerosos dientes se habían caído mientras aún estaba vivo, pero había vivido lo suficiente como para que las cuencas dentales del

hueso de la mandíbula y el cráneo sanasen. De hecho, había perdido tantos dientes que ni siquiera podría haber comido adecuadamente sin la ayuda de que su comida fuera molida o procesada de antemano (Smithsonian 2018).

Lenguaje La capacidad de comunicarse con los demás en una comunidad habría sido una parte esencial de la cultura de los neandertales, pero su nivel de comunicación es difícil de determinar. Por ejemplo, los historiadores todavía no saben si los neandertales eran capaces de habla compleja o solo gruñidos simples, porque los músculos de los tejidos blandos de la garganta, que hacen posible el habla, no se conservan bien. Hay un hueso involucrado en el proceso de vocalización conocido como hioides que no está conectado a ningún otro hueso y básicamente “flota” en la garganta. Este hueso es pequeño, frágil y se pierde fácilmente, especialmente si los carroñeros han tenido acceso al cuerpo. Debido a su ubicación en los tejidos blandos de la garganta, este es un lugar ideal para que un carroñero arranque el hueso del resto de los restos. Es quizás por razones como esta que el primer hueso hioides de neandertal no se descubrió hasta 1983 en Israel. El espécimen conocido como Kebara 2 data de hace aproximadamente 60.000 años y fue descubierto en la Cueva de Kebara por Ofer Bar-Yosef, Baruch Arensburg y Bernard Vandermeersch. Estos excavadores creyeron que Kebara 2 había sido enterrado intencionalmente allí. A pesar de la controversia y el debate en torno al entierro (Gargett 1999), Kebara 2 representa uno de los esqueletos poscraneales más completos que se haya recuperado. El hueso hioides que se recuperó era prácticamente idéntico a los huesos hioides modernos, lo que llevó a la especulación de que los neandertales eran capaces de hablar. Sin embargo, esta no es una prueba definitiva; por un lado, el hueso hioides es muy similar al de los humanos modernos, pero también lo es el hioides de un cerdo doméstico (Liebermann 1989). Independientemente de las similitudes en el hioides, el hecho de que el registro arqueológico refleja un comportamiento que es bastante complejo hace difícil imaginar que los neandertales pudieran funcionar como un grupo sin alguna forma de comunicación.

Réplica de los restos de Kebara 2 Más recientemente, los investigadores han estado usando aDNA (ADN antiguo) para analizar las habilidades y capacidades de los neandertales, y lo que encontraron en el Instituto Max-Planck es que la capacidad cognitiva de los neandertales los hacía capaces de hablar tan bien como los humanos modernos. De hecho, la capacidad de hablar un lenguaje complejo puede haberse remontado incluso a ancestros anteriores tanto de los neandertales como de los humanos modernos. Mientras que muchos científicos creían (y todavía lo hacen) que el lenguaje se desarrolló en humanos anatómicamente modernos hace aproximadamente 50.000 años, Dan Dediuand y Stephen Levinson del Instituto Max-Planck creen que el habla pudo haber surgido hace tanto como 1.8 millones de años. (Dediu y Levinson 2013). Dada la evidencia del comportamiento simbólico en la cultura neandertal, como posibles cultos de animales, rituales mortuorios, cuidado de ancianos o heridos, y los métodos de combate cuerpo a cuerpo que usaban para cazar (lo que habría requerido planificación para una ejecución exitosa), es probable que los neandertales fueran capaces, de alguna manera, de expresar pensamientos complejos, al menos dentro de sus

propias unidades sociales. La evidencia sugiere que las unidades sociales neandertales estaban en gran parte aisladas unas de otras, por lo que probablemente no desarrollaron un lenguaje común. Esto puede haber hecho que la confrontación entre las tribus vecinas fuera particularmente tensa ya que probablemente no habrían podido comunicarse entre sí. Hasta ahora, ha habido poca evidencia física de comercio a larga distancia, lo que habría requerido un cierto nivel de comunicación y entendimiento entre las partes extranjeras.

Canibalismo y veneración ritual Existen casos de posible canibalismo entre los neandertales hallados en el norte de España y Croacia, cada uno de los cuales contenía un alijo de restos de neandertales que parecen haber sido procesados o al menos mostraban los signos reveladores de los huesos que habían sido procesados. Los ejemplos de canibalismo incluyen marcas de corte en el hueso producidas durante la remoción de la carne, o evidencia de que los huesos también fueron roídos. Las marcas dentales en estos restos serían notablemente diferentes de las de las especies caninas carroñeras, y las de otros neandertales serían fácilmente reconocibles. Los huesos largos también muestran signos de martilleo de percusión, un método que ningún animal podría producir. Los neandertales habrían tomado un martillo de piedra o un hacha de mano para romper los huesos largos contra una superficie más dura con el fin de extraerles la médula (Schutt 2017: 92). Esta interpretación, como sucede con casi cualquier otra teoría concerniente a los neandertales, está abierta a posibilidades alternativas. Por ejemplo, las marcas de corte en los huesos podrían haber estado relacionadas con algún tipo de práctica mortuoria que los eruditos no entienden completamente. Los entierros secundarios se han practicado tanto en las sociedades antiguas como en las relativamente modernas, y como en el sitio de Teshik Tash en Uzbekistán, la práctica de la descarnadura puede haber sido parte de algún ritual. Dejando a un lado otras teorías, el sitio de la cueva Moula-Guercy en Francia produjo alrededor de 78 fragmentos de homínidos asociados con los neandertales, que proporcionan evidencia de canibalismo. Mediante un análisis detallado del método para abrir los huesos y las marcas de corte de los huesos, los científicos determinaron que los huesos fueron procesados, lo que significa que estos restos de neandertal habían sido tratados como alimento, en lugar de ritualmente despojados de carne. En el mismo sitio, se encontraron los restos de aproximadamente cinco ciervos (Cervus elaphus), que datan de hace 100.000 años, y fueron matados y procesados de la misma manera que los restos de neandertal. Lo que también resulta interesante es que parece que los brazos de las “víctimas” de neandertal se desarticularon en el hombro, un proceso que se lleva a cabo de manera

similar en restos de animales más grandes (como ciervos) para que el cuerpo pueda transportarse más fácilmente. En 2016, en la cueva Goyet en Bélgica, se descubrieron 99 fragmentos de hueso que datan de hace aproximadamente 40.000 años. Consistían en al menos cuatro adultos y un niño, y estos restos también mostraron marcas y signos de martilleo para eliminar la médula. Al igual que el sitio de MoulaGuercy, también había restos de caza mayor como caballos y renos que habían sido procesados de manera similar (Schliesinger 2017: 44-45). Si estos sitios representan signos reales de canibalismo, no está necesariamente claro qué provocó el acto. Mientras que en la sociedad occidental el acto de comer a un miembro de la propia especie es generalmente mal visto, a menos que se lleve a cabo de manera espiritual o ritual, o por una completa desesperación (Ricci 2013), el acto de comer a alguien de la misma tribu podría no haber sido necesariamente por comida. Es decir, mientras que las instancias de canibalismo en el siglo XXI generalmente evocan pensamientos de personas que intentan sobrevivir en el desierto sin otra opción, hay ejemplos previos de canibalismo que son parte de rituales de veneración. Este tipo de canibalismo se conoce como endocanibalismo, más específicamente el canibalismo mortuorio, y se lleva a cabo típicamente para los difuntos de parientes cercanos. En general, este tipo de práctica, basada en relatos etnográficos de Papúa Nueva Guinea (Ricci 2013), es un intento de consumir el espíritu o identidad, o de obtener un espíritu guardián del difunto mediante el consumo de su cuerpo. En el último caso, este es un intento de engañar al espíritu del difunto para que piense que la persona que consumió el cuerpo ahora es el cuerpo viejo y debe ser protegido. Se desconoce qué pensaban los neandertales cuando procesaban los restos, pero la indicación en Moula-Guercy de que las personas fueron asesinadas en otro lugar y sus cuerpos transportados a la cueva significa que esta pudo haber sido otra forma de canibalismo, no endocanibalismo. Por supuesto, eso no excluye la existencia del endocanibalismo ritual también, y se descubrió cierta evidencia de esa misma práctica en Monte Circeo, Italia en 1939. Dentro de la cueva, se descubrió un cráneo partido de neandertal, boca abajo en un círculo de piedras, y sobre el ojo derecho del cráneo había un agujero fracturado. Se creía que el cráneo había sido partido para poder extraer el cerebro. Sin embargo, dado que este descubrimiento tuvo lugar

por accidente (un trabajador cayó por el techo de la cueva y exploró el sitio antes de llamar a un experto) y no hubo un examen arqueológico detallado del sitio (Steadman 2009: 76), este sigue siendo solo un posible ejemplo de canibalismo ritual. La evidencia de que este podría no ser un caso real de canibalismo es la manera en que se quebró el cráneo para abrirlo. El hueso orbital -el hueso de la frente- es un hueso bastante denso y duro que se desarrolló especialmente para proteger el cerebro. El método más común para remover cerebros, como se observa en ejemplos etnológicos (Ricci 2013), es ampliar el foramen magnum, el agujero que se encuentra en la base del cráneo. Este agujero bastante grande ya lleva directamente al cerebro, ya que es donde el cerebro se conecta a los nervios a través de la columna vertebral y el resto del cuerpo. Sería bastante extraño no explotar esta gran abertura para extraer el cerebro, y dado que la fractura del cráneo no muestra signos de curación, es probable que se haya producido después de que el cráneo ya había sido depositado en la cueva (quizás debido a un colapso de rocas). La idea de adorar cabezas no es poco común para tiempos prehistóricos. Los humanos anatómicamente modernos han dejado atrás una serie de sitios que sugieren el culto y la colección de cabezas humanas. Una práctica similar, o al menos la veneración de las cabezas, también se puede haber practicado en Europa. En Ofnet Cave, Baviera, se descubrieron 33 calaveras dispuestas en un círculo que data de hace unos 6.500 años, y la evidencia sugiere que las cabezas habían sido así dispuestas muy poco después de ser separadas de los cuerpos, que no se encontraron por ningún lado. Los cráneos mostraban evidencia de trauma, lo que significa que probablemente fueron víctimas de violencia, y estaban decorados con ocre rojo y dejados con herramientas de pedernal, dientes de ciervo perforados y conchas. Cuando fueron descubiertos a principios del siglo XX, se creía que estos habían sido víctimas de asesinatos o guerras, pero a tales víctimas rara vez se les dejaban objetos funerarios, o se decoraban después de los hechos, y mucho menos se organizaban en un entierro especial sin sus cuerpos (Ricci 2013). La comparación etnográfica de la tribu Sibops en Borneo y otros cultos a la caza de cabezas en Melanesia revelan prácticas de canibalismo y veneración de cabezas de manera similar. Es posible que los neandertales también fueran capaces de desarrollar tales creencias sobrenaturales en el

cuerpo, aunque hasta el momento no hay evidencia concluyente para esta práctica en particular. También hay evidencia de posible canibalismo de víctimas de otros grupos sociales. A diferencia del endocanibalismo, el exocanibalismo es el consumo de alguien que no es un miembro de la tribu o pariente, sino más probablemente un enemigo. Puede haber motivos detrás de tal práctica, como una forma de venganza o guerra contra otra tribu. El hecho de que otros restos de animales fueron descubiertos en el sitio sugiere que los neandertales en este sitio no estaban necesariamente muriéndose de hambre cuando comieron carne humana.

Cultos La mayoría de los restos de Neandertal han sido descubiertos en sitios de cuevas, lo que tiene sentido ya que las cuevas ofrecen protección natural contra los elementos y son un lugar por lo general ideal (según el suelo y el clima) para la preservación. También proporcionaban condiciones relativamente seguras y protección de la naturaleza. En el sitio de la cueva Regourdou en Francia, los excavadores descubrieron un hoyo que había sido cortado a través de la estratigrafía natural de la cueva, lo que significaba que el hoyo había sido cavado intencionalmente. En el fondo de este foso se colocaron una calavera de oso y un par de huesos largos (también pertenecientes a un oso) que estaban cruzados. El hoyo fue rellenado intencionalmente, como lo demuestra la mezcla de suelo de los múltiples niveles de estratigrafía. A mitad del proceso de llenado, se colocó una piedra con un agujero. Este pozo ofrece evidencia de que los neandertales tenían algún tipo de creencia sobrenatural en torno al oso o los animales en general. Más adentro en la cueva, también se encontraron restos de neandertal, que datan de hace aproximadamente 60.000 años, en asociación con los restos del oso. Había dos entierros que fueron hechos intencionalmente, uno para el neandertal y el otro para un oso. Estos entierros se hicieron uno al lado del otro con una pared de piedra artificial entre ellos, y ambos estaban cubiertos con adoquines. Depositados con el neandertal adulto había herramientas musterienses y los huesos largos de un oso diferente. Este entierro, junto con el foso y el cráneo del oso, sugieren que hubo algún tipo de fascinación con el oso (Steadman 2009: 77). Debe tenerse en cuenta que este podría haber sido un sistema de creencias aislado, de esta tribu neandertal en particular. Un tipo similar de culto a los animales también puede haber existido en la cueva en Teshik Tash, Uzbekistán. En este entierro, como se discutió anteriormente, se encontraron cuernos de íbices en estrecha asociación con el entierro. Este tipo de animal habría sido una fuente de alimento regular para los neandertales de la región, pero la importancia del entierro es difícil de interpretar. También hubo un número significativo de entierros de humanos con restos de animales, lo que significa que es probable que se tratara de un

fenómeno cultural que se desarrolló independientemente dondequiera que fueran los homínidos. En un mundo incierto donde los neandertales y los humanos nunca estaban seguros de dónde vendría su próxima comida, habría tenido sentido desarrollar creencias sobrenaturales para tratar de apaciguar fuerzas invisibles para asegurar el éxito. Diversas culturas alrededor del mundo desarrollaron rituales complejos para tratar de controlar lo incontrolable. Por ejemplo, en áreas donde el clima es seco y el agua es esencial para la supervivencia, generalmente se desarrollan danzas de la lluvia o sacrificios dentro de las culturas de la región (Ricci 2013). Asimismo, el poder de los animales, como el oso de la cueva, habría sido reconocido, y tal vez este poder bruto era algo que los neandertales estaban interesados en imitar o controlar. Es posible que un tipo de chamán haya usado la imaginería del oso para establecer su control sobre el espíritu de ese animal.

El fin de los neandertales La hipótesis de que los humanos anatómicamente modernos emigraron de África hace aproximadamente 150.000 años y reemplazaron a los neandertales ha llevado a mucha especulación sobre qué sucedió exactamente con la especie. Estas teorías tendían a reflejar las actitudes políticas de cualquier período en que fueran presentadas. Por ejemplo, a fines del siglo XIX, se creía que el humano moderno superior fue capaz de conquistar a los brutales neandertales, lo que reflejaba la creencia en la superioridad de la “raza” europea. En el siglo XX, se explicó esta idea postulando que los neandertales fueron violentamente erradicados (reflejando las actitudes negativas y los peligros de los conflictos mundiales). Más recientemente, en el siglo XXI, se considera la influencia del calentamiento global y los cambios medioambientales, reflejados en la teoría de que los neandertales se extinguieron porque no podían hacer frente al final del período glacial en Europa y otros lugares. De cualquier manera, el hecho es que los neandertales se extinguieron y, dada la aceptación de la teoría “Out of Africa” (“desde/fuera de áfrica”) y las revelaciones de la evidencia genética, parece poco probable que los neandertales evolucionaran por completo a humanos modernos. La hipótesis de la violencia fue planteada por primera vez por Boule en 1912, con base en los hallazgos de una supuesta violencia interespecie (Boule, 1923). Se descubrieron restos tanto de humanos primitivos como de neandertales que mostraban signos de conductas posiblemente violentas. Huesos largos, como los de los brazos y las piernas, presentaban fracturas que se habían curado, lo que resultaba en huesos generalmente no lineales. No se puede afirmar con certeza que esas lesiones fueron causadas por la violencia entre especies, pero un hallazgo reciente de Iraq, que data de hace 50.000-75.000 años, indica que a un neandertal lo mató un humano. Shandir III, un hombre de 40-50 años, tenía lesiones en una de sus costillas que eran consistentes con un proyectil (Alper 2003). Como se cree que los neandertales no tenían proyectiles, sino que usaban lanzas para dar estocadas, significaría que un Homo sapiens habría sido el responsable. Se cree que la lesión de la costilla fue causada por un proyectil, ya que solo hay un daño mínimo, lo que es consistente con una punta de flecha de piedra que es pequeña. Por el contrario, una lanza que está hecha para

estocadas es generalmente más robusta y más gruesa, lo que da como resultado el quiebre y el daño de múltiples costillas. Como Shandir III no mostró múltiples costillas rotas, es posible que el hombre de neandertal en este caso fuera asesinado por el proyectil de un ser humano anatómicamente moderno. Por supuesto, un solo ejemplo de violencia interespecie no es suficiente para demostrar la hipótesis de que los humanos modernos aniquilaron a los neandertales, pero es evidencia de la interacción y la ventaja que tuvo un arma de proyectiles sobre la lanza de combate cuerpo a cuerpo utilizada por los neandertales. Esto también habría sido ventajoso para la caza, y como los humanos modernos comenzaron a adentrarse en el territorio de los neandertales, habrían estado compitiendo por las mismas fuentes de alimentos. Es posible que las armas de proyectiles proporcionaran una ventaja suficiente para permitir que los humanos modernos dominaran el territorio. También fue durante este período que el clima se hizo más cálido, por lo que los grandes animales que los neandertales tradicionalmente cazaban se hicieron más escasos. El consumo de animales pequeños, como los conejos, aumentó y los proyectiles tendrían una clara ventaja en la caza de animales pequeños. Los humanos modernos también trajeron con ellos otra herramienta para la caza: perros domésticos. Estos perros podrían ayudar a atrapar o eliminar a los animales pequeños, otra ventaja distintiva. Además, la llegada de los perros domésticos también pudo traer consigo patógenos que el sistema inmune del neandertal no estaba acostumbrado a combatir. Si bien no hay evidencia directa que haya podido aislar zoonosis específicas, o enfermedades que pueden transmitirse de animales a humanos, hay muchos ejemplos en la historia que demuestran lo que ocurre cuando grupos aislados de personas sin animales domesticados se encuentran con grupos que sí los tienen. Los nativos americanos de América del Norte y América del Sur no tenían un sistema de domesticación como el de los europeos, así que cuando los europeos comenzaron a interactuar con los nativos americanos, el sistema inmunológico de los nativos tuvo que lidiar con nuevos patógenos que eran completamente ajenos a esa tierra. La viruela acabaría con un número catastrófico de nativos en las Américas. Dicho esto, la propagación de la

enfermedad habría sido lenta para la población neandertal, ya que tenían poblaciones aisladas. El clima cambió nuevamente en Europa durante el Último Máximo Glacial. Durante ese tiempo, se produjo un evento Heinrich cuando grandes porciones de icebergs en el Atlántico Norte se desprendieron y dieron como resultado aportes significativos de agua fresca y fría al océano. Esta nueva entrada de agua fresca y fría alteró los patrones de circulación del océano, dando lugar a fluctuaciones climáticas globales. El clima pasó entonces a ser cada vez más frío, con las peores condiciones produciéndose aproximadamente hace 24.000 años (Finlayson 2009). Las fuentes de alimentos habrían migrado desde los climas más fríos, y probablemente había menos fuentes de alimentos para reemplazarlos. Es posible que los neandertales no se hayan adaptado físicamente al entorno cambiante ni a los humanos modernos físicamente diferentes. La estatura relativamente baja de los neandertales y los robustos huesos de las extremidades hacían que el movimiento fuera un 8-12% más costoso en términos de la energía y calorías requeridas (Hora 2014), lo que dificultaría incluso más la supervivencia para los neandertales que estaban persiguiendo a presas pequeñas y compitiendo por los recursos alimenticios cada vez más escasos. El mestizaje entre los primeros humanos y los neandertales es otro aspecto importante que debe considerarse. El Proyecto del genoma neandertal, que consiste en un grupo de científicos que secuencian el genoma de neandertal, ha encontrado evidencia de cruzamiento entre los primeros humanos y los neandertales, por lo que los humanos modernos de ascendencia europea o asiática comparten alrededor del 1-4% de su ADN con los neandertales. Se cree que este entrecruzamiento tuvo lugar hace 50.000-60.000 años (Brahic 2014), y algunos científicos han ubicado el mestizaje hace unos 100.000 años. Eso significaría que los humanos modernos que no eran de África estaban más estrechamente relacionados con los neandertales que con los humanos que permanecieron en África. Otra hipótesis no exclusiva para la desaparición de los neandertales proviene de la erupción de Ignimbrita Campania. Hace aproximadamente 39.000 años, esta erupción volcánica cerca de Nápoles, Italia, escupió ceniza volcánica al cielo, lo que habría causado un cambio lo suficientemente grande en el clima como para afectar la vegetación. Los

hallazgos de la Cueva de Mezmaiskaya muestran una reducción rápida del polen de plantas, lo que sugiere que la vegetación podría haber desaparecido rápidamente durante este tiempo (Than 2010). Esto habría llevado a una disminución en la principal fuente de alimento para los animales de caza mayor, que se alimentan de plantas, que cazaban los neandertales. La evidencia de que los neandertales padecieron problemas nutricionales durante este período verifica que tuvieron problemas para subsistir durante ese tiempo. La evidencia fósil muestra que los restos de animales de ese período fueron más procesados que los restos de animales de otros períodos; estos restos estaban más altamente fragmentados y presentaban una cantidad significativa de marcas de martillos de piedra, de los neandertales que intentaban abrirlos. Los huesos pequeños de los pies de los animales, por ejemplo, también fueron quebrados para extraer médula (Hodgkins et al., 2016). Naturalmente, esta erupción volcánica también habría afectado a los humanos modernos, pero éstos tenían una población mucho más numerosa, lo que significaba que, incluso si una gran parte de ellos desapareciera, todavía habría suficientes sobrevivientes para continuar la población y sobrevivir con los recursos alimenticios disponibles. Además, había más humanos primitivos en África que podrían emigrar a Europa más tarde. Incluso es posible que las habilidades cognitivas de los neandertales también desempeñaran un papel en la extinción de la especie. Los primeros humanos estaban desarrollando formas de arte en pinturas y figuras rupestres, y ya habían desarrollado nuevas formas de caza para las presas disponibles, mientras que los neandertales eran relativamente más lentos en el desarrollo de herramientas de piedra y mostraban menos signos de arte o de pensamiento abstracto (que no fueran creencias sobrenaturales). Esta visión refleja aproximadamente aquella sostenida por Boule a principios del siglo XX, de que el hombre “superior” fue la razón de la extinción de los neandertales. La manera más reciente de expresar esto ha sido que los neandertales fueron llevados a la extinción por la invasión del Homo sapiens de comportamiento moderno (Sterelny 2012: 62). Dicho de otra manera, las habilidades lingüísticas superiores, la capacidad superior para transmitir información y la capacidad superior de innovar pueden haber ayudado al Homo sapiens a contribuir a la extinción de los neandertales.

Lo más probable es que se haya tratado de una combinación de los factores ambientales, la incapacidad de adaptarse a las nuevas condiciones, la competencia por los recursos con los humanos modernos en migración y los ocasionales conflictos y mestizajes con Homo sapiens, que contribuyeron colectivamente a la desaparición del primo genético del hombre moderno. Por supuesto, ninguna de estas teorías excluye a las otras, pero se necesita más evidencia para comprender de manera integral la historia de los neandertales y, a medida que avancen con el paso del tiempo los métodos científicos para extraer información de los fósiles, también lo hará la comprensión de los eruditos de su biología y cultura. A pesar de que el examen científico serio de los neandertales en realidad solo comenzó hace menos de 100 años, los científicos ya han reconstruido una historia bastante compleja de ellos, y a medida que el Proyecto del genoma neandertal continúa reconstruyendo el genoma del neandertal, es posible que algún día se pueda comprender el alcance completo y las capacidades físicas de los neandertales, y de lo que eran realmente capaces en términos de habilidad cognitiva. En todo caso, el concepto importante que debemos tomar de la desaparición de los neandertales es que a pesar de todas las habilidades que tenían y todas las similitudes físicas que compartían con los humanos modernos, igualmente se extinguieron, probablemente debido a cambios incontrolables en el medio ambiente, el desarrollo de tecnología más avanzada y conflictos.

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Lecturas recomendadas Alper, Joe. 2003. Repensando a los neandertales. Smithsonian Magazine Online. Recuperado el 15/01/2018. Bordes, François. 1968. The Old Stone Age [La Vieja Edad de Piedra]. Londres: Weidenfeld and Nicholson Boule, M. 1923. Fossil men: Elements of Human Palaeontology [Hombres fósiles: elementos de paleontología humana]. Ritchie, Jessie y Ritchie James (trad.). Edimburgo: Oliver & Boyd. Brahic, Catherine. Humanity’s Forgotten Return to Africa Revealed in DNA [El olvidado regreso de la Humanidad a África, revelado en el ADN]. The New Scientist. 03 Feb. 2014. Constable, George. 1973. The Neandertals [Los neandertales]. Nueva York: Time-Life Books Dediu, Dan y Levinson, Stephen C. 2013. On the antiquity of language: the reinterpretation of Neandertal linguistic capacities and its consequences [Sobre la antigüedad del lenguaje: reinterpretación de las capacidades lingüísticas de los neandertales y sus consecuencias]. Frontiers in Language Sciences 4: 397 Diamond, Jared. 2006. The Third Chimpanzee: The Evolution and Future of the Human Animal [El tercer chimpancé: la evolución y futuro del animal humano]. Nueva York: Harper Perennial. Finlayson, Clive. 2004. Neandertals and Modern Humans: An Ecological and Evolutionary Perspective [Neandertales y humanos modernos: una perspectiva ecológica y evolutiva]. Cambridge: Cambridge University Press Finlayson, Clive. 2009. The Humans Who became extinct: Why Neandertals Died Out and We Survived [Los humanos que se extinguieron: por qué los neandertales murieron y nosotros sobrevivimos]. Oxford: Oxford University Press. Garrod, D. A. E., Buxton, L. Homo D., Elliot-Smith, G., Bate, D.M. A. 1928. Excavation of a Mousterian rock-shelter at Devil's Tower, Gibraltar [Excavación de un refugio rocoso musteriense en la Torre del Diablo, Gibraltar]. Journal of the Royal Anthropological Institute 58: 33–113. Gargett, R.Homo 1999. Middle Palaeolithic burial is not a dead issue: the view from Qafzeh, Saint-Césaire, Kebara, Amud, and Dederiyeh [Los

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