Libro de la generación y corrupción
 9788400074807, 8400074807

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AVEMPACE

Libro de la generación y corrupción Edición, traducción y estudio JOSEP PUIG MONTADA

Consejo Superior de Investigaciones Científicas Madrid, 1995

SUMARIO Introducción.......................................................................... IX Nota.......................................................................................... XXIV Traducción............................................................................ 1 Sección A Capítulo: De gen. I .............................................. ..................... 7 Capítulo: Sobre las potencias................................................ 29 Sección B Capítulo: Generación absoluta.............................. .............. 49 Capítulo: Generación simple ...................................... ........... 65 Capítulo: Generación recíproca..... ...................................... 81

CSIC © CSIC

© Josep Puig Montada ISBN: 84-00-07480-7

Depósito Legal: M. 13.870-1995

Impreso en España - Printed in Spain Fotocomposición e im presión: T aravilla Mesón de Paños, 6. 28013 Madrid

Parte árabe Siglas de manuscritos.............................................................. V Capítulo: De gen. I ................................................................. o Capítulo: Sobre las potencias............................................ X'X Capítulo: Generación absoluta............................................... t \ Capítulo: Generación sim ple................................................. af Capítulo: Generación recíproca.......................................... *\A índices: Personas........................................................................... .......... vr Citas de Aristóteles................................................................ Vi Materias..................................................................................... Vi Lugares geográficos................................................................. Glosario Español-Árabe........................................................

INTRODUCCIÓN

Puesto que los libros III-IV del aristotélico De cáelo tratan de los últimos elementos que componen la realidad material, su continuación lógica se encuentra en el libro IV de los Meteorologica, donde Aristóteles analiza los procesos median­ te los cuales estos elementos se convierten en los llamados cuerpos homeomeros. Entre el De cáelo y los Metereologica la continuidad parece evidente y sin embargo, Aristóteles sitúa entre los dos otra obra, Acerca de la generación y la corrupción 1, para estudiar de nuevo los cuatro elementos e introducir un análisis de la gene­ ración y la corrupción. Cuando Alfarabi (ca. 875-950) analiza las obras de Aristóteles en su Falsafat Arisfutális y llega a esta obra2, destaca el tema de los elementos, quizá a costa de ape­ nas mencionarlos antes en su análisis del De cáelo. Este resu­ men del De gen. debió de parecerle suficiente pues ni en la lis­ ta de El Escorial3 ni en las bibliografías consultadas 4, se le atribuye un comentario independiente al De gen. Avicena (980-1037), ciertamente, escribió un libro con este 1 Meteor. 1.1, 338 a 20-25. 2 Ed. M. Mahdi (Beirut, 1961), pp. 99-103; tr. inglesa por el mismo: Alfarabis Philosophy of Plato and Aristotle (Nueva York, 1962), pp. 104-108. 3 Arabe 884, fol. 82 r.°, de la mano de un nieto del filósofo Averroes. Cf. H. Derenbourg, Les manuscrits arabes de l’Escurial. Vol. 2 (París, 1903), pp. 96-97. 4 A. Ates, «Farabinin Eserlerinin Bibliografyasi», Belleten (Ankara) 15 (1951) 175-192. N. Rescher, Ál-Fárábi: An Annotated Bibliography. Pittsburgh, Pa. 1962. M. Cunbur, Farabi Bibliografyasi. Ankara, 1973. H. 'Al! Mahfüz, Mu’allafát al-Fárábi. Bagdad, 1975.

título 5 en el marco de su original enciclopedia filosófica La cu­ ración pero su relación con el texto aristotélico es muy relati­ va. Recordemos que este Liber tertius Naturalium 6 si bien si­ gue al De cáelo, precede, sin embargo, a un cuarto dedicado a las Acciones y pasiones, sin correspondencia con ninguna obra aristotélica. En cuanto al contenido del tratado, Avicena sigue a Aristóteles en la polémica con sus predecesores, monistas o pluralistas, y añade un cuarto capítulo en contra de la doctri­ na de la latencia, defendida por parte de Kalam mu tazili1. En los últimos capítulos, XIII-XV, Avicena habla de providencia divina o de un Intelecto Agente que da las formas a los seres compuesto de materia 8, sin que podamos encontrar ninguna referencia en Aristóteles. Avempace, dentro del pensamiento islámico, es a mi enten­ der el primero en valorar el escrito de Aristóteles Acerca de la generación y la corrupción en su aspecto esencial, es decir, el aná­ lisis del cambio como fenómeno de llegar a ser o dejar de ser. Aunque Aristóteles, en Phys. III. 1, ya mencionaba la gene­ ración y la destrucción, sólo lo hacía en cuanto son cambio, más precisamente movimiento, en la esencia (tó tóde, 201 a 4) y como una más de las cuatro clases de cambio. La idea predominante en su análisis de la Física era la del movimiento o cambio en cuanto realización o actualización específica de lo potencial (201 b 5), y en primer lugar, de lo que puede mo­ verse y desplazarse. Por el contrario, la exposición en De gen. generaliza la no­ ción de nacer y perecer y deja en un segundo plano la de mo­ vimiento. Un cambio de temperatura, un aumento de volumen o la generación del fuego a partir de la madera presentan la característica común de la aparición de una nueva forma de

ser y la desaparición de otra. Ahora bien, la generación pro­ piamente dicha, haplós o simpliciter, y su contrario, la destruc­ ción absoluta no se dice de cualquier forma de ser, sino de lo que «es primero en cualquier categoría de ser» (De gen. 1.3, 317 b 6) o sea, la sustancia 9. Avempace parece haber comprendido bien las intenciones de Aristóteles cuando dedica un amplio capítulo —trad. pp. 4979— a la generación absoluta. La primera cuestión que se plantea es semántica; antes de él, Alfarabi había considerado la dificultad del árabe para encontrar un verbo equivalente a «ser» en el sentido de «existir» 10. Ahora, Avempace advierte que «llegar a ser», o «generación», es el infinitivo, o nombre de acción, de un verbo con dos significados básicos: kána pue­ de significar «a fue x» (Zaid fue/era alto) o «a fue (existió)», (Zaid existió/existía). Sin embargo, kawn, como nombre de acción puede indicar tanto un modo de ser como «llegar a ser», y en ambos casos puede referirse tanto al modo absoluto o existencial como al copulativo o predicativo. Como él mismo precisa —pp. 53-54— kawn en este tratado tiene el sentido de llegar a ser y lo equipara a hadatha, «empe­ zar a existir». Debo reconocer, no obstante, que muchas veces el contexto no ayuda a discernir este sentido del atemporal «ser» y que la opción resulta difícil para el traductor. Aunque Avempace no se detiene en rebatir las opiniones de quienes, según Aristóteles, negaban la existencia de la genera­ ción absoluta, pues debe de suponer que este lo había hecho satisfactoriamente, llama la atención la lista de nombres que da: Parménides, Meliso, Demócrito, Tales, Heráclito y Anaximandro —p. 54—. Sólo Demócrito aparece en el De gen., pero Avem­ pace los conoce de la Metafísica y de la Física y con razón los cita ahora.

5 Ash-sifa. At-tábiiyát. Ed. Mahmüd Qásim, (El Cairo, 1969), Libro 3, pp. 77-200: Al-kawn wa-l-fasad. 6 Ed. crítica de la versión latina medieval con este título por S. van Riet, Louvain-la neuve - Leiden, 1987. 7 V. J. van Ess, artículo kumün, en Encyclopaedia of Islam, 2.a ed. vol. 5. Leiden, 1981. 8 C. XV. Ed. Qásim, p. 190.

9 Sigo la interpretación de C.J.F. Williams, Aristotle’s De gen. et cor. (Oxford, 1982), que es la de S. Tomás de Aquino, y que difiere de la de H. H. Joachim, Aristotle on Coming-to-be and Passing-away (Oxford, 1922), que sigue a Filópono y entiende por «primero» lo más genérico en cada categoría, sea la de sustancia, cantidad o cualidad. 10 Véase nota 112 a la traducción.

¿Cómo definir la generación absoluta? Avempace la define —pp. 55-56— como un cambio reuniendo estas condiciones: parte de lo que está absolutamente en potencia, termina en lo que existe en acto y absolutamente, y es en la sustancia (De hecho, esta última precisión es una consecuencia de las otras dos). Al introducir las nociones de acto y de potencia, Avem­ pace presupone la existencia de la materia prima; de su fun­ ción en la generación y corrupción se ocupa en pp. 57-58. La materia nunca existe en acto y siempre está unida a una for­ ma única, de modo que toda generación va acompañada de una destrucción. La adquisición de una nueva forma sustan­ cial acarrea la pérdida de la forma presente. El proceso de generación y corrupción nunca se agota, aun­ que Avempace admite un estado de reposo «intercalado» entre dos procesos que es «la existencia de lo generado» (p. 62). El grado más simple de estos generados se encuentran los ele­ mentos y Avempace nos recuerda que Aristóteles dedica a los mismos el segundo libro de su tratado Acerca de la generación y la corrupción. Ahora bien, entre el capítulo 3.° del libro I y el comienzo del libro II, Aristóteles estudia la alteración, el crecimiento, el contacto, la acción y la pasión y la mezcla. Avempace solamen­ te considera la diferencia entre generación y alteración, en pp. 56-57, y aunque anuncia el capítulo acerca del crecimiento y mengua, éste no aparece en ninguno de los dos manuscritos conservados. Dentro, pues, de la generación absoluta o sustancial cabe dis­ tinguir primero la generación simple. Avempace sabe que Aristó­ teles ha probado la existencia de los cuatro elementos en el De cáelo y así nos lo recuerda (p. 65), a la vez que invoca su de­ mostración en el comentario a los Metereologica, que no nos ha llegado. Comparado con el texto aristotélico, el comentario de Avempace destaca por la insistencia en probar que efectiva­ mente cada uno de los elementos tiene el par correspondiente de cualidades primarias, es decir, que el fuego es caliente y seco, el aire, caliente y húmedo, el agua, fría y húmeda y la tie­

rra, fría y seca. Las explicaciones de Avempace son buena prueba de su ingenio. ¿Cómo justificar, por ejemplo, que el agua es fría por natura­ leza, y no caliente? Porque el frío la convierte en hielo, «exceso de frío», pero no la destruye; en cambio, el fuego la deshace y la convierte en vapor, caliente y húmedo (p. 69). En este y otros ejemplos, Avempace se apoya en Aristóteles y acepta sus princi­ pios para derivar en interpretaciones originales. Esta construcción propia se manifiesta en su explicación de los elementos como potencias (pp. 76-79). Cuando Aristóteles es­ tablece las cualidades primarias que definen los elementos, no dice, de una manera explícita, que sean potencias (II.2, 329 b 7 330 a 20), pero enMeteor., una obra posterior, sí suele hacerlo. En ninguno de los dos escritos, sin embargo, explica los elementos desde el punto de vista de sus potencias, agentes o pacientes. La distinción en sí, entre potencias activas o receptoras, aparece en Aristóteles 11 y Alfarabi ya alude a sus clases en el caso de los elementos 12. Avempace intenta aplicar la distinción sistemáticamente: cada elemento tiene dos potencias básicas: una agente y otra receptora, y esta segunda se subdivide según reciba la forma de otro elemento o de un compuesto. La po­ tencia activa tiene también dos variantes, según proceda de otra potencia necesariamente del mismo género —las almas de los seres vivos;— o no —el calor en el elemento—. No podemos decir que Avempace consiga el objetivo que se propone y su intento se queda en tal. En un último capítulo se propone hablar de la transforma­ ción recíproca de los elementos así como averiguar si ésta se repite hasta el infinito. Ambos temas tienen su corresponden­ cia en el libro II del De gen. de Aristóteles, pero el texto con­ servado no los desarrolla (quizá el mismo Avempace no llegó a hacerlo). Sólo se conserva un esbozo de demostración confor­ me no puede haber más que cuatro elementos (p. 81). 11 Met. V.12, 1019 a 15-32; IX. 1, 1046 a 4-29. 12 Kitab ara ahí al-Madina al-Fádila, capítulo XVIII. Ed. R. Walzer (Oxford, 1985), p. 136.

Hasta aquí me he referido a lo que constituye una segunda parte del comentario de Avempace, que va de p. 49 hasta el fi­ nal y cuya unidad interna parece evidente. Leamos ahora el co­ mentario desde el principio. *

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Avempace empieza su comentario con una referencia al De cáelo 13, donde Aristóteles ha demostrado que los cuerpos sim­ ples son cuatro y que en último término están definidos por dos potencias opuestas, la gravedad y la levedad. Avempace pasa luego, sin justificar la continuidad, a dividir el cambio en cuatro clases: la locomoción, la generación y la corrupción, la alteración y el crecimiento y el decrecimiento. Considerando que el movimiento en el lugar ya se ha estudiado (en la Física o en De cáelo), aquí se propone hablar de los otros tres. Despues de esto, su exposición tiene como punto de refe­ rencia el texto aristotélico: Critica las ideas de Platón, los atomistas o Empédocles (pp. 9-10; De gen. 1.1-2) acerca de la ge­ neración. Analiza el contacto (pp. 11-17; De gen. 1.6) y la mez­ cla (pp. 17-20; De gen. 1.10), pero muchas de sus observacio­ nes son independientes. Otro tema del De gen. es el de la acción y la pasión (1.7-9), comparable, pero distinto, con el hecho de mover y ser movi­ do (324 a 24-32). El motor produce movimiento en el móvil, pero el agente produce en el paciente un movimiento muy li­ mitado, la afección, y ésta pertence al movimiento o cambio cualitativo, es una alteración (1.6, 323 a 16-20). Avempace, des­ pués de recordar que la afección cabe en una de las especies de la cualidad (p. 20), la considera no tan sólo como movi­ miento sino como consecuencia de un movimiento local, don­ de el agente toca físicamente al paciente. Hasta aquí —p. 21— su exposición se ajusta al plantea­ miento aristotélico, pero aquí Avempace inicia otro tema, y la 13 Hay que excluir la posibilidad de que se refiera a su propio comentario sobre el De cáelo, pues tal comentario ni se conserva ni aparece en las listas de sus obras. V. Jamál ad-Din al-'Alawi, Mu’allafát Ibn Bajía. BeirutCasablanca, 1983.

ocasión viene dada por la referencia al contacto. Observa que el contacto no siempre produce movimiento, en su sentido amplio de cambio, y pone el ejemplo de lo blanco que no pro­ duce alteración en lo negro por el hecho de tocarlo: falta aquí la potencia natural motriz. Esta constatación le lleva a tratar de la potencia natural motriz. Partiendo de la distinción de Aristóteles entre poten­ cia para actuar o para recibir la acción 14, Avempace desarro­ lla su propia doctrina de la complementariedad de la potencia motriz y la potencia móvil. Todo cuerpo posee una potencia móvil y esta suponenecesariamente una materia; en cambio, la potencia motriz, aunque tenga su «soporte» en un cuerpo na­ tural, no esta vinculada, necesarimente, a su materia. Avempa­ ce piensa, en tal caso, en el alma como potencia motriz (p. 24). Otras potencias motrices se presentan como cualidades, aunque no todas. Avempace excluye que cualidades como los colores, la dureza o la blandura sean potencias motrices. Sin embargo, puesto que el cambio en el color es distinto de un cambio como el endurecimiento o de cualquiera que se consi­ dere una «afección», deja de lado la cuestión de la potencia motriz y se concentra en la de la pasión. Haciendo referencia a la división aristotélica de las cualidades 15, establece que las afecciones solamente se producen en las capacidades natura­ les y en las cualidades afectivas (pp. 27-28) y considera que el capítulo dedicado a la acción y la pasión ha recibido suficien­ te atención. Sin embargo, Avempace ha dejado inacabado el tratamiento de la potencia natural motriz y su identificación con determina­ das cualidades. Dicho tratamiento origina un excurso tan ex­ tenso (pp. 29-48) que su discípulo Ibn al-Imám observa: Este tratado no es propio del Libro de la generación y la corrup­ ción, solamente es un examen relativo a las potencias.

Una cualidad es potencia motriz sólo cuando es de la mis­ 14 V. supra Nota 10. 15 Met. V.14, 1020 a 33 - b 25; Cat. 8, 8 b 25 - 10 a 26.

ma especie que su causa primaria: el calor es potencia motriz en el caso del fuego porque el calor es su causa primaria, pero la dureza no es potencia motriz en el hierro, porque es una cualidad derivada de lo seco. La potencia motriz no se reduce a estas cualidades. Avempa­ ce pasa a una consideración más amplia de la misma y habla de cuándo se genera o no movimiento estando presentes las poten­ cias motriz y móvil (pp. 29-31). En este análisis aparecen tanto el primer motor inmóvil, como las almas animales y el entendi­ miento humano, en cuanto son principios de movimiento. El entendimiento humano no produce un solo movimiento continuo, a pesar de que por su naturaleza es algo eterno, sino que los movimientos del hombre son múltiples. Avempace ana­ liza el movimiento del hombre —motor y móvil para alcan­ zar una conclusión a partir de unas premisas. Según él, el hombre se forma primero una idea, pero como esta idea no es perfecta, no se detiene en ella y sigue adelante llevado por el deseo de una idea perfecta. Avempace ve que estas ideas, en cuanto «deficientes,» son unos móviles y dice que lo deficiente es la materia prima de lo perfecto (p. 35). A la vez, sin embargo, ve un aspecto motor en el deseo hacia su perfección y este aspecto es inseparable del sujeto que se forma la idea. El sujeto que capta la idea tiene también el deseo de conseguirla en su perfección y la relación del deseo con la idea es como la de curar con la medicina (p. 36): el sujeto es imprescindible. En absoluto Avempace está hablando de un móvil que se mueve a sí mismo. El verdadero motor es «la idea noble cuya perfección es deseada» (p. 35) pero la identificación de los mó­ viles presenta algunas dificultades: Avempace habla de las ideas imaginadas como móviles, y habla del sujeto que las con­ cibe como móvil también pero aunque es de suponer que per­ tenecen a un mismo conjunto, no define suficientemente, en mi opinión, la relación entre ideas y sujeto 16. 16 Formas ideas y sujeto constituyen un todo en el neoplatonismo, en el que Avempace está embebido. Cf. A.H. Armstrong, The Architecture of the Intelligible in the Philosophy of Plotinus (Cambridge, 1940), p. 2:

A pesar de ello, Avempace ilustra con claridad el sistema que propugna. La perfección absoluta que el hombre anhela no es un espejismo, existe y es fundamento de toda existencia (p. 37), de modo que cada idea «deficiente» participa de la naturaleza de aquélla. Esta emanación es una conocida tesis del neoplatonis­ mo, que se complementa con la tesis de la posibilidad de remon­ tarse, a través de la misma cadena, hasta su origen. El ejemplo que pone para ilustrar esta ascensión a lo per­ fecto es el de alguien que se lleva nuestro dinero y toma una determinada dirección, que en el manuscrito de Oxford es Jorasán y en el de Berlín, El Cairo. Nosotros vamos en pos de él y para ello nos desplazamos a los distintos lugares de su esca­ la. si bien estos son objetos de nuestro deseo, siempre están en función del siguiente y solamente el destino final es un objeti­ vo en sí mismo (p. 39). Ideas y sujeto discurren a la par en el argumento de Avem­ pace. Las ideas más deficientes están cerca de la materia, la idea perfecta está limpia de toda mancha material y es causa eficiente y final (además de formal; p. 40). En cuanto al suje­ to, movido por el deseo, logra su plena satisfacción solamente cuando aprehende esta idea y causa primera; en los demás gra­ dos, el placer está mezclado con el dolor que aumenta según el grado de materia que contenga la idea. La gradación es la siguiente: desde las formas en la materia, se asciende a las sen­ saciones, a las imágenes de la percepción directa o de la fanta­ sía, a las ideas, una vez ideas, la evolución supone liberarse de toda «potencia material» para convertirse en formas en acto (p. 42). La aprehensión de la idea perfecta, que produce el placer sublime en el sujeto, también supone unas transformaciones en la estructura del intelecto. Avempace sigue a Alfarabi en la distinción de cuatro manifestaciones del intelecto 17: material Aloüs en Plotino es la totalidad del ser. Es decir, es el mundo orgánico de las Ideas, los objetos del conocimiento, y al mismo tiempo, la mente que las conoce. 17 Véase su Risála fi l-'aql. Ed. M. Bouyges, Beirut, 1938. Tr. italiana de F Lucchetta. Padua, 1974.

o en potencia, en acto, adquirido, y agente. Conocer es el paso de nuestro entendimiento material al acto y las formas que conoce se convierten en «entendimiento adquirido». Cuando avanzamos a través de las ideas deficientes hasta la idea per fecta, también «en nosotros aparece un entendimiento que hemos adquirido, pero que en sí mismo es intelecto» (p. 42) y el deseo de la perfección nos embarga. El entendimiento en potencia puede adquirir esta idea per­ fecta así como otras ideas primeras porque el entendimiento agente es quien se las da (p. 42), mientras que si se trata de formas materiales, Avempace no dice que el entendimiento agente las entregue (como conceptos hechos) y parece soste­ ner que su función es sólo activar al sujeto para conocerlas, como la del Sol es activar el ojo para ver. Característica del sistema que Avempace propugna es, como hemos visto, una identificación —si no confusión— en­ tre ideas y sujeto cognoscente y en ella se apoya para concluir su excurso sobre las potencias motrices y móviles (del que se siente muy satisfecho: p. 44). En un primer grado, los intelec­ tos son formas materiales y son potencias motrices «para su perfección material» (p. 44). En un segundo grado aparecen las sensaciones que son motrices en cuanto «se les unen unos deseos corporales» cuyo fin es conservar la integridad del cuer­ po. En un tercer grado están las imágenes que producen en nosotros emociones. Finalmente surgen las ideas, que pueden tomarse bien como objetos de la voluntad humanay motrices en cuanto finalidades, bien como formas abstractas de su ma­ teria y que mueven por el deseo de su contemplación. Con esta especie de resumen termina el excurso inicia­ do a raíz del examen de la acción y la pasión (p. 20), co­ rrespondiente a los capítulos 7-9 del libro I del De gen. El motivo de la potencia motriz dio pie a Avempace para pre­ sentarnos su sistema filosófico, que conocemos ya de otras obras, como El régimen del solitario 18 o La carta de 18 Edición y traducción por M. Asín Palacios. Madrid-Granada, 1946. Editado asimismo por M. Fakhry en sus Rasail Ibn Bdjja al-Ildhiya (Beirut, 1968), pp. 37-96.

adiós . Este sistema es una filosofía moral y su propósito es conducir al hombre a su felicidad mediante la contemplación de la idea perfecta, la idea primera. Para ello, el entendimien­ to debe recorrer el camino de ascenso a través de las ideas, que se ordenan de acuerdo con un grado mayor o menor de pre­ sencia de la materia en ellas. Avempace debe hacer compatible esta estructura emanantista con la división del intelecto familiar en la tradición gre­ co-árabe, y así hace intervenir el entendimiento agente y ad­ quirido en el proceso de aprehensión de la idea perfecta. La originalidad de este texto reside, sin embargo, en hacer de este último ente un primer motor, y no como motor de esferas ce­ lestes, sino de ideas. Las formas descienden del primer princi­ pio hacia la materia, pero tienen la fuerza para remontarse ha­ cia él y con ellas nuestro entendimiento. * * *

El libro de Avempace acerca de la generación y la corrup­ ción consta, pues, de dos partes. En la primera, la segunda en nuestro comentario, sigue el esquema del texto aristotélico: una breve crítica a las doctrinas de Platón o los presocráticos {De gen. 1.12), análisis del contacto (1.6), de la mezcla (LIO) y de la acción y la pasión (1.7-9). En esta última concentra su interés por la alteración (1.4) y omite los capítulos de la generación en absoluto (1.3) o el crecimiento (1.5). Esta primera sección refleja una lectura en principio naturalista del De gen. de Aristóteles, viendo en la obra una continuación de los últimos libros del De cáelo, donde se ha­ bía probado la existencia de los cuatro elementos. Con mucha mayor intensidad que Aristóteles, Avempace se preocupa por el fenómeno de la acción y la pasión. A partir de ahí se desvía totalmente del patrón aristotélico y tomando como «pretexto» la cuestión de la potencia motriz, "Edición y traducción por M. Asín Palacios en Al-Andalus 8 (1943) 1-87. También editada por M. Fakhry en op. cit. pp. 113-152.

expone su sistema filosófico, orientado a la consecución de la felicidad para el hombre. La potencia motriz no tan sólo se en­ cuentra en la forma de los elementos sino también en las imá­ genes y en las ideas, dentro y fuera de nosotros, hasta alean zar la potencia motriz por excelencia, la idea perfecta. La segunda parte de la obra de Avempace, la primera en el comentario, muestra una comprensión adecuada del fenóme­ no de la generación y corrupción en su profundidad filosófica. Avempace desarrolla la cuestión de la generación y la corrup­ ción «en absoluto», objeto de De gen. 1.3, que incluye una re­ flexión sobre el significado del término kawn, «llegar a ser» y «generación» (pp. 49-54). Todo cambio es, de alguna manera, una generación o lle­ gar a ser de algo, pero solo la generación de la sustancia se dice de manera absoluta, sin restricciones (pp. 55-56). In­ terpretando correctamente a Aristóteles, Avempace muestra cómo la generación necesita de la construcción metafísica de ser en acto y ser en potencia (pp. 57-58). Por desgracia, su demostración de que toda generación es a la vez destrucción no es suficientemente clara, o no nos ha llegado en su forma correcta. w Una vez establecida la naturaleza de la generación absolu­ ta, Avempace decide pasar a estudiar sus clases, empezando por la generación simple o de los elementos (p. 65 y ss. De gen. II). Gran parte del capítulo dedicado a la misma revela un Avempace observador y experimentador de la naturaleza, que se esfuerza en validar la teoría de los cuatros elementos. No puede, sin embargo, concluir su tratado sin volver al tema de las potencias en el contexto de los cuerpos elementales. Las dos secciones del tratado en ningún caso se contradi­ cen. A mi modo de ver, son un claro reflejo de la conducta apresurada, pero original, de Avempace. En la primera sección, sigue inicialmente el texto aristotélico y luego se desvía, entu­ siasmado en su descubrimiento de la potencia motriz aplicada a la idea. En la segunda, regresa al texto aristotélico para tra­ tar de una cuestión que debió de olvidar y que es nuclear al mismo: la generación «en absoluto».

El comentario de Avempace Acerca de la generación y la co­ rrupción es una prueba de la llegada del corpus aristotélico a al-Andalus y de su recepción a principios del siglo x i20. Ahora bien, esto no significa que Avempace dispusiera necesaria­ mente de las obras de Aristóteles, en este caso del De gen., en su versión íntegra. Las dificultades que a menudo se plantean para referir el comentario al original aristotélico hacen supo­ ner que Avempace, probablemente, leía una versión abreviada. En un reciente estudio sobre la recepción de la Física en el medievo árabe, P. Lettinck defiende la tesis de que Avempace utilizaba solamente un resumen árabe21, y una opinión simi­ lar debe de valer para el presente comentario. Aunque Avempace nos introduce de lleno en el aristotelismo, no por ello abandona el neoplatonismo que parece co­ nocer, no por la vía de Avicena, sino de Alfarabi y de fuentes helenísticas en versión arabe. También en esta obra, Avempa­ ce se mueve en ambos terrenos y, sin limitarse al tema específi­ co de la generación, desarrolla su propio sistema filosófico.

20 V. mi artículo «Aristotelismo en al-Andalus», Revista del I EeivcioE I 25 (1993-94), 49-68. 21 Aristotles Physics & its Reception in the Arabio World. With an Edition of the Unpublished Parts of Ibn Bájjá's Commentary on the Physics, (LeidenBrill, 1994), p. 32.

Nota acerca de la edición y traducción

Para la presente edición se han utilizado las siguientes fuentes: O x f o r d , Biblioteca Bodleiana, Manuscrito Pococke 206. Ref.a: Joannes Uri, Bibliothecae Bodleianae codicum manuscriptorum orientalium catalogus. Oxford, 1787. Reed. A. Nicoll y E.B. Pusey, 2 vols. Oxford, 1835. Jamál ad-Din al-Alawi, Mu’allafdt Ibn Bájja (Beirut-Casablanca: 1983), pp. 43-72. El tratado Acerca de la generación comprende los folios 80 v.° - 89 r.°, cada folio es de 28 a 31 líneas. Su escritura es cui­ dada, de tipo oriental. En tres lugares aparecen indicaciones sobre el copista: En folio 118 r.° (11. 21-25), al-IJasan Ibn an-Nadir dice que copió las páginas anteriores en Qü§ (Alto Egipto) en Rabf I de 547 (Junio 1152). Allí mismo nos dice que el original que utilizó pertenecía a Abü 1-Ilasan ‘Al! bn Abd al-'Aziz Ibn al-Imám, que fue un discípulo directo de Avempace, viajó a Egipto y falleció después de 547/1152 22. En folio 120 r.° (11. 20-31), Ibn an-Nadir precisa que Ibn alImám había cotejado su original directamente con el autor, en Sevilla y que Avempace e Ibn al-Imám terminaron este trabajo 22 M. S. H. Masümi, «Ibn al-Imám, the Disciple of Ibn Bájja», The Islamic Quarterly, 5 (1959-60) 102-08. Véase también, Ibn Abi Usaibi'a, ‘Uyün alanba, voí. 2, (Cairo-Kónigsberg, 1886), p. 102.

el 15 de Ramadán de 530 (17 junio 1136), o sea, tres años an­ tes de la muerte del filósofo en Fez. Ibn an-Nadir añade que escribió esto en Qü§, en Rabf II de 547 (Julio 1152). En folio 120 v.° (11. 1-15) al-IJasan bn Muhammad bn Muljammad Ibn an-Nadir «conocido por el hombre de letras: al-Adib» da una lista de obras de Avempace 23 que le han llega­ do «de mano de Ibn al-Imám» y alguien, con la misma letra, añade. «Estas son las palabras del juez al-Adib (Dios tenga pie­ dad de él).» Este amanuense utiliza la expresión raljimahu Alldh, que se suele emplear en favor de alguien fallecido y al que uno llegó a conocer. A causa de estas referencias a Ibn an-Nadir en tercera persona, al- Alawi no creía que éste fuera el verdadero copista. Otra razón de peso, mencionada por 'Alawi24, son los errores de la copia, que resultan incomprensibles en una persona ilus­ trada como era Ibn an-Nadir y Alawi cita a este respecto la nota biográfica proporcionada por al-Qifj;i25, que destaca los conocimientos del Adib. Alawi no se pronuncia definitivamente sobre el verdadero nombre del copista, aunque sugiere el nombre de Muljammad Ibn al-Baládhuri como una posibilidad. Este nombre aparece en la portada, en una anotación sobre el propietario: Mediante transmisión legal [el códice] pasó de su escritor, Muhammad Ibn al-Baládhuri, a la propiedad del jeque Abü 1Fadl.

En todo caso, los eslabones iniciales de la transmisión no ofrecen dudas: Ibn al-Imám lo copió en 1136 y con la ayuda del propio Avempace, corrigió su copia. La llevó consigo a Egipto y, en 1152, Ibn an-Nadir la utilizó. El ejemplar de Ibn an-Nadir sirvió luego para que un copista, que quizá lo cono­ ció en vida, preparara el códice conservado en la Bodleiana. 23 Es una repetición de la lista de folio 4 r.°. 24 Mu’allafát, pp. 43-46. 25 Ed. J. Lippert (Leipzig, 1903), p. 237.

Este manuscrito de Oxford fue utilizado por Muliammad $aghir Hasan Ma §ümi en la edición que publicó en la Majallat Majma‘al-Lugha aWArabiya bi-Dimashq. 42 (1386/1967) 263274 y 426-450 (con una introducción en pp. 255-262). Un segundo códice se encontraba en la biblioteca del Esta­ do de Prusia, pero a finales de la Segunda Guerra Mundial fue trasladado a Silesia. A resultas del reajuste territorial después de la guerra, la región pasó a pertenecer a Polonia y se perdió el rastro del manuscrito hasta que, en 1988, G. Endrefi lo des­ cubrió en la Biblioteca Jagellonia de Cracovia: Ahlwardt 5060. WE 87. Ref.a: W. Ahlwardt, Verzeichniss der arabischen Handschriften der kóniglichen Bibliothek zu Berlín. Vol. IV (Berlín, 1892), pp. 396-399. 'Alawi, Mu’allafat, pp. 89-110. Gracias al Prof. G. Endrefi, pude disponer de fotocopias de los folios correspondientes al Kawn wa-l-fasád, fols. 102 v° 111 v.°. El códice es de escritura occidental, de 29 líneas por cara; las primeras líneas deben de encontrarse en muy mal estado y en la fotocopia se leen con extrema dificultad. Ahlwar­ dt indica que el copista fue Abd Alláh bn Muhammad bn Yafryá Ibn A$bagh al-An§ári y la fecha de conclusión, Muljarram de 670 (Agosto 1271). A pesar de proceder de lugares tan distantes, es decir, Ma­ rruecos y Egipto, y de que el manuscrito de Oxford es al me nos cien años más antiguo que el de Berlín, su común filiación no ofrece dudas para mí. Las variantes se pueden interpretar a menudo como errores o como formas equiparables y no jus­ tifican la existencia de dos arquetipos. Como ejemplo más expresivo quisiera mencionar las va­ riantes de las pp. 34-35 (edición) en cuanto a los lugares. El copista de Oriente (Oxford) utilizó para el ejemplo nombres geográficos de aquella región, pero el de Occidente (Berlín), quiso respetar los lugares citados por Avempace, aunque los modificó siguiendo sus conocimientos. B e r l ín ,

La transmisión de los nombres de filósofos griegos (p. 44) tampoco da pie para buscar dos arquetipos. En ambos manus­ critos, los errores de transcripción de nombres griegos proce­ den, probablemente, del original del propio Avempace. En página 59, línea 4, he adoptado la lectura su’. El térmi­ no aparece como corrección de su en el manuscrito de Berlín, que tacha §ü y escribe su encima. Oxford recoge también $ü, pero encima aparece un signo de duda. Ambos códices reflejan las mismas dificultades con el tex­ to de Avempace y otra notable es el blanco de página 62. Ber­ lín observa: «Aquí hay un espacio en blanco de la extensión de una página» y Oxford: «Aquí hay un espacio vacío en el origi­ nal.» En general, el manuscrito de Oxford es de mejor calidad material, pero Berlín muestra mayor fidelidad en la transmi­ sión. Cuando he preferido las lecturas de Berlín, ha sido por entender éste correctamente el pensamiento y el argumento de Avempace. En ambos manuscritos, el texto carece de vocalización y además, a menudo falta la puntuación en las preformativas. En estos casos, e igual que hizo Ma'§ümi, he normalizado la puntuación sin hacer referencia expresa en el aparato crítico. El impersonal yuqálu se reproduce siempre así, ya que los ori­ ginales así lo leen, cuando lo puntúan. La lengua de los dos manuscritos tiene las características del llamado árabe medio y una muy conocida de ellas es la desaparición de la hamza, que sí he reconstruido en la edición. No he introducido modificaciones en otro fenómeno conocido como es la concordancia plena de los adjetivos con los plura­ les tanto de personas como de seres no racionales. Otras construcciones, en especial las relacionadas con los períodos condicionales, pueden no ajustarse a la sintaxis normativa. No está claro su origen, es decir, si son propias del autor o del momento, y la edición las reproduce fielmente, sin ninguna corrección. Como también indico al principio de la edición, las siglas utilizadas son las siguientes:

A, manuscrito de Oxford, Pococke 206. B, id. Berlín, Ahlwardt 5060. M, lecturas propias de Ma'sümí (correcciones). M‘, lecturas (erróneas) de Ma^ümi que atribuye a B. D, la letra dál precediendo la sigla A o B señala que en el manuscrito correspondiente, la consonante decisiva carece de puntuación diacrítica

Los números entre paréntesis corresponden a las páginas de la edición de Ma§ümi. El texto a menudo pedía una edición agresiva, con cambios en la lectura, que no he practicado por­ que, si ambos manuscritos coincidían en la lectura, es de su­ poner que así se expresaba Avempace. Por esto he dejado la mayoría de los cambios para la traducción: En ésta, los paréntesis angulares < > proponen una supresión, mientras los corchetes [ ], una inclusión. La flecha marca el final de un pasaje que puede asociar­ se con otro de Aristóteles, al que se hace referencia al princi­ pio del párrafo, siguiendo la paginación habitual de la edición de I. Bekker. Estas referencias no son frecuentes y deben en­ tenderse de forma general pues, como antes he indicado, Avempace probablemente no utilizaba una traducción íntegra de Aristóteles, sino una versión árabe abreviada. Finalmente, quiero expresar mi agradecimiento al CSIC por acoger esta obra en su serie Pensamiento Islámico así como mencionar a los profesores H. A. Davidson y M. Fishbein por diversas ayudas.

AVEMPACE

Libro la generación r corrupción

Traducción

ABREVIACIONES

«Tratado de Avempace sobre la unión del intelec­ to con el hombre.» Ed. y trad. M. Asín Palacios, Al-Andalus 1 (1942) 1-47. Nafs «Kitáb an-nafs» Ed. M. $. íj. Ma'§úmi, Majallat al-Majma‘al-‘Ilmí al-‘Arahi, 33 (1958) 96-111; 278301; 424-432; 609-632. 34 (1959) 112-126; 332344; 490-506; 634-645. 35 (1960) 114-122. Sama IbnBájja, Shar\ias-Sama aí-tahii. Ed. M. Fakhry. Beirut, 1973. Tadbir El régimen del solitario por Avempace. Ed. y trad. M. Asín Palacios. Madrid-Granada, 1946. Wida «La carta de Adiós de Avempace.» Ed. y trad. M. Asín Palacios, Al-Andalus 8 (1943) 1-87. Ciudad ideal Al-Farábi On the Perfect State. Ed. y trad. inglesa R. Walzer. Oxford, 1985. Joachim Aristotle on Coming-to-be and Passing-away, A revised Text with Introduction and Commentary by Harold H. Joachim. Oxford, 1932. Williams Aristotle s De generatione et corruptione, Translated with Notes by C.J.F. Williams. Oxford, 1982. Itti$ál

SECCIÓN A

De Gen. I Se ha demostrado en el [libro del] Cielo y el Mundo 1 que hay cuatro cuerpos simples, que son del mismo género pero contrarios en las potencias, si se permite decir que las espe­ cies complementarias son opuestas, y estas potencias, en las que se cree está la contrariedad, son en último término la gra­ vedad y la levedad. Las demás potencias existentes no son con­ trarias en sentido auténtico y real y la contrariedad, que se cree hay en todo lo demás, es a causa de su similitud con aque­ lla. Estos cuerpos se distinguen por sus lugares naturales, y es evidente que su materia es la primera, porque son simples, y que es una sola, lo demostraremos cuando avancemos en el estudio. En primer lugar decimos: El cambio es de varias clases, entre ellas el movimiento en el lugar, —y el estudio ya ha tratado de 1 Los dos últimos libros del De cáelo tratan efectivamente de los cuatro elementos y de su lugar natural. Aristóteles se propone investigar «si los ele­ mentos son finitos o infinitos, y en caso de que sean finitos, cuántos son» (De cáelo III.3, 302 b 10-11) y establece que son cuatro, los mismos cuya exis­ tencia prueba de otra forma en el De gen. En el De cáelo se pregunta también por «lo pesado y lo ligero, qué es cada uno y cuál es la naturaleza de los mismos y por qué causa poseen estas po­ tencias» (IV. 1, 307 b 28-29), pero en De gen. limita la función de lo pesado y lo ligero, ya que no considera esta contrariedad como esencial para la defi­ nición de los elementos. Para Avempace, según leemos, esta oposición es la fundamental. Antes de Avempace, Juan Filópono hizo referencia al De cáelo en este con­ texto: In Aristotelis libros De generatione et corruptione commentaria. Ed. H. Vitelli, CIAG XIV.2 (Berlín, 1897), pp. 1-7 (Proemio). Sin embargo, la lectura de Avempace es original en cuanto insiste en el valor de estos contrarios como potencias.

él— la generación 161 y la corrupción, la alteración, y el creci­ miento y el decrecimiento 2. Los significados designados por es­ tos nombres, tienen unas definiciones que explican cada uno de los géneros señalados, y son discursos que explican los térmi­ nos 3. En cuanto a si existe aquello que designa cada nombre, esto es algo a considerar y sobre lo que hay muchas dudas. En este libro, Aristóteles examina esos tres cambios y lo que no se genera más que en ellos. También expone, igual como hizo en la Física 4, sus principios últimos; y en los Metereológicos 5, hará otra exposición, teniendo en cuenta lo que expuso en El cielo y el mundo 6, sobre el movimiento gene­ rativo. El título de «Libro de la generación y la corrupción» se 2 Es la división establecida por Aristóteles en Phys. III. 1, 200 b 33 - 201 a 16, V.l, 224 b 28 - 225 b 9 y Metaph. XI. 12, 1068 a 7 - 17 y XII.2, 1069 b 8 14. Averroes la adopta también en su epítome, Al-jaw&mi fi l-falsafa, Kitáb al-kawn wa-l-fasád (Madrid, 1992), p. 1; cf. L. Gauthier, Ibn Rochd (Averroes. París, 1938), pp. 91-94. 3 «Definición», hadd, corresponde al aristotélico horismós, cfr. An. Post., 11.10. 93 b 29 ss. La definición comprende dos clases fundamentales, 1) la esencial, lógos toü tí esti y 2) la nominal, lógos onomatódés. A la segunda se refiere Avempace cuando habla de «discurso que explica un término», qawl shdrih; qawl corresponde al lógos con el sentido de «razonamiento» o «dis­ curso», tal como se define en De interp., 4, 16 b 26 - 17 a 7. 4 «Principios últimos», ntabádi’ quwá, son los arkhaí que Aristóteles in­ vestiga en Phys. I. En sentido estricto son la materia, la forma y la privación (1.7, 191 a 15-22) pero a menudo se entiende que las cuatro causas —mate­ ria, forma, agente y finalidad— son también primeros principios, cf. Phys. 11.3. 5 Aristóteles empieza los Metereológicos diciendo: «Con anterioridad se han explicado las causas primeras de la naturaleza, el cambio natural en su conjunto, el orden de los astros que giran en el cielo y el número y género de los elementos, su mutua transformación, y también la generación y la co­ rrupción. Falta ahora ver la última parte, que los antiguos llamaban «metereología». Comprende todos aquellos fenómenos que siendo naturales, sin embargo se producen de modo irregular, en relación con los [cuatro] ele­ mentos». Meteor. 338 a 20 - b 1. 6 Avempace se ajusta al orden canónico del corpus aristotélico: 1, Física, 2, De cáelo, 3, De gen., 4, Meteor., que como acabamos de ver en la nota ante­ rior, está respaldado por el propio Aristóteles. En los dos primeros libros del De cáelo —el título no es de Aristóteles— éste se ha ocupado de la sustancia de los cielos, que es eterna. En los dos últimos trata de los elementos, que se generan unos de otros: en consecuencia debe explicar primero el fenómeno

lo dio porque este movimiento precede a los otros tres, y esos o bien son posteriores a éste o bien conducen a éste 1. [Aristóteles] empieza su examen diciendo: El cambio que tiene lugar en la sustancia concreta es el que llamamos gene­ ración, y el cambio hacia la privación de tal sustancia es el que denominamos corrupción8. Debemos mantener este principio 111 y averiguar si ese cambio existe o no. 2. 315 b 25 - 316 a 4 Hay quien cree que no se produce un existente más que a partir de un existente, tal como el que cree en lo indivi­ sible, tanto si sostiene que consiste en unas figuras planas —como se dice en el Timeo 9— un punto o unas líneas 10 o de la generación y destrucción de la sustancia «puesto que la generación so­ lamente se da en estos elementos y en los compuestos a partir de ellos» (III1 298 b 9-11). 7 La opinión de Avempace está en aparente desacuerdo con la tesis aris­ totélica acerca de la prioridad del movimiento local y circular, tesis que pri­ va en el conjunto de su obra y que defiende, muy en particular, en Phys. VIII.7, 260 a 26 - b 7. A pesar de ello, Aristóteles defiende otra opinión en De gen. 1.3, 317 a 32 - b 36, cuando reduce todo cambio a una forma de genera­ ción, absoluta o relativa. Avempace soluciona de algún modo esta divergencia en Sama', p. 171, pues reconoce dos clases de prioridad. La generación precede a los demás movimientos en el tiempo, mientras que la locomoción tiene una preferencia «en la naturaleza». 8 Al principio del De gen., Aristóteles sólo expone su propósito de conocer la naturaleza de la generación y la corrupción, del crecimiento y de la altera­ ción (1.1, 314 a 1-7). Avempace parece estar refiriéndose a Filópono, quien sí establece que «generación es cambio en la sustancia de lo no existente a lo existente» (In De gen., p. 8.29). 9 Timeo, 53 C - 55 C, pero Avempace parece conocerlo a través de Aristó­ teles, De gen. I. 315 b 30, o del pasaje más extenso en De cáelo III. 1, 299 a 6 300 a 14. Según Platón, los cuerpos se componen de superficies planas que en último término se reducen a triángulos. 10 Aristóteles atribuye la doctrina de las líneas indivisibles a Platón en Met. 1.9, 992 a 20-21, pero Ross demostró que esto no es seguro, y en cam­ bio, que Xenócrates sí la sostiene. Aristotle’s Metaphysics, ed. W. D. Ross (Oxford, 1924) s.l. En cuanto a la tesis de la composición de puntos indivisibles, parece que Avempace la atribuye a Platón por analogía.

una parte que no se divide ni separa —como piensa Demócrito n. 2. 314 b 1 -315 a 25. En general, quien sostiene que el existente es uno, tiene que pensar que la generación es una alteración u otro de los movimientos, por ejemplo, agregación y disgregación, o com­ posición y análisis. Quien sostiene que el existente es de más de una especie, y supone dos especies simples, afirmando que una compensa a la otra, afirma necesariamente que la genera­ ción no es una alteración, porque esto corresponde a lo dicho en la definición [de generación]. Por ello, quien cree que estas especies simples no se transforman las unas en las otras ni en otra cosa, por necesidad cree que la generación es un movi­ miento y que la generación no constituye un género aparte por si misma. Por esto Empédocles 12 tiene que afirmar que la ge­ neración no es una alteración, pues piensa que el todo, bajo la dominación del amor, vuelve a ser una sola cosa, y que, bajo el triunfo /8/ del odio, se multiplica. La cuestión acerca de si la generación existe o no, es una de las cosas conocidas por sí mismas y su investigación es una de las costumbres propias de quien no distingue entre lo co­ nocido por sí mismo y lo conocido por otro. Sin embargo, la investigación debe ser acerca de la esencia 13.

Aristóteles, al comienzo de su libro Sobre la generación, ha investigado estas opiniones y ha demostrado en qué medida cada una es verdadera o falsa, o próxima o lejana [de la reali­ dad], y esto es algo evidente para quien haya leído su obra 14. Decimos: Toda generación es o simple o compuesta; por ge­ neración simple entiendo el cambio hacia el ente simple, y por generación compuesta, el movimiento hacia el ente compuesto. Como nuestra investigación primero se centra en qué es la gene­ ración en absoluto, vamos a investigar luego el generado simple, puesto qué se utiliza en la definición del compuesto, tal como probaremos. Todo lo generado solamente existe después de que le preceda temporalmente una acción, una pasión y una mezcla. 19/ Como a veces se piensa que la mezcla es crecimiento, pero no se piensa que el decrecimiento es mezcla, tenemos que investigar también este movimiento, diferenciarlo en lo que tiene de propio, y conocer dónde existe y en qué existe. Si [la mezcla] solamente existe en lo compuesto, entonces la genera­ ción simple es anterior a la misma, necesariamente, y sí existe en los simples, entonces ¿cuál es la diferencia entre este movi­ miento y la generación? Puesto que todo esto solamente se produce después de la existencia del contacto —como hemos demostrado en el [li­ bro] Séptimo de la Física 15— y el contacto precede temporal­ mente a la existencia del todo y sin él no puede haber ningún movimiento, entonces [Aristóteles] investigó el contacto, y antes [que otra cosa] el contacto absoluto 16. El contacto na

11 Por «parte que no se divide» se entiende el átomo, tal como lo definía Demócrito. Es una magnitud indivisible, con ciertas características, y todos los cuerpos se forman mediante agregación y disgregación de átomos: cf. H. Diels - W. Kranz, Die Fragmente der Vorsokratiker, 11 ed. (Zürich-Berlín, 1964), 68 [55] A 37-38. Avempace toma la referencia de Aristóteles, De gen. 1.2, 315 b 25-29. 12 En su poema sobre la naturaleza, Empédocles explica la generación y la destrucción por la acción de dos principios, el Amor y el Odio sobre los cuatro elementos (FVors., 31 [21] B 20-22, 26, 35). Avempace, por supuesto, recibe la información de Aristóteles. 13 Avempace se hace eco de la distinción aristotélica entre el conocimien­ to de la existencia, ei ésti, y el de la esencia, tí estin, distinción a la que se reducen sus cuatro cuestiones en An. Post. II. 1, 89 b 24-25.

14 Avempace no cree necesario repetir la polémica de Aristóteles con Pla­ tón o los presocráticos en De gen. 1.1-2. 15 Avempace está hablando de su comentario, Sama, pp. 95-118, donde defiende la tesis de que el motor solamente puede hacer mover el móvil, si ambos están en contacto. Más adelante vuelve a considerar el tema: v. Nota 30. Su comentario tiene por objeto Phys. VII. 2, donde Aristóteles defiende la necesidad de que motor y móvil estén en contacto inmediato; en términos similares se expresa en Phys. III.2, 202 a3-13. 16 En Phys. V.3, 226 b 23, Aristóteles define el contacto, haphé, y luego, en VII. 1, 242 b 24-29, indica que motor y móvil tienen que estar en contacto, para que se produczca movimiento.

tural no lo explicó tal como es debido, y por esto ahora sí lo hace. 6. 322 b 25 - 323 a 36. Decimos: Dos cosas en contacto son aquellas cuyos extre­ mos están juntos, pero si ninguna de los dos es agente ni pa­ ciente, el contacto es geométrico, o sea, el contacto de la tan­ gente. Este no es /10/ el contacto natural; el contacto que se produce por naturaleza, siempre lo es entre dos cuerpos de potencias opuestas y es el contacto material. Encontramos que la naturaleza ha puesto el fuego tocando el aire, y el aire tocando el agua, y el agua tocando la tierra en el significado primario, y por esto sitúa entre cada dos de ellos, el equili­ brio 17. Así, donde [la naturaleza] concede lo grande en el tamaño, concede la finura y la facilidad en la pasión, y donde pone la pequeñez en el tamaño, pone la espesura y la dificultad en lapasión, y por esta causa, el mundo permanece completo 18. Si no fuera así, uno de los elementos prevalecería y el mundo de la generación se convertiría en una ruina desolada, como dice Aristóteles 19. Por esto, cuando el movimiento local cualquiera «En absoluto», mutlaqan (en latín simpliciter) tiene el sentido de «gene­ ral, sin restricciones», al igual que el griego haplós del que es traducción (Cf. De gen. 1.3, 318 a 32-36), y no el sentido de «radicalmente», habitual en la actualidad. 17 Avempace recoge el ejemplo, no del De gen., sino probablemente de los Metereológicos, II. 1, 339 a 11-21. Aunque ahora considera el contacto «en sentido primario», un poco más adelante cambia de opinión y lo califica de «próximo al sentido primario». 18 Esta, sin embargo, no es una opinión de Aristóteles, para quien los cuatro cuerpos elementales tienden a ocupar su lugar natural en orden de más pesado a más ligero: tierra, agua, aire y fuego. La razón no es el peso en sí, sino que «el cuerpo superior se relaciona siempre con el situado debajo de él, como la forma con la materia» De cáelo IV.3, 310 b 15. 19 El pasaje aristotélico que a mi entender contiene una idea más cercana a la supuesta cita se encuentra al comienzo de los Metereológicos: 1.3, 340 a 1-3, donde Aristóteles afirma que si el fuego se extendiera por las distancias entre los cuerpos, haría mucho tiempo que los otros tres elementos habrían desaparecido.

que sea, junta el grande en los dos aspectos con el pequeño en [aquellos] dos aspectos, se produce la generación en el grande y la corrupción en el pequeño 20. De este modo cada uno de los dos elementos toca al otro, cuando están eñ sus lugares naturales, en un sentido próximo /ll/ al primario, puesto que entre ellos no hay ni acción ni pasión sino equilibrio. Cada uno de ellos sostiene su contraparte 21, y por esto los astros no se sitúan entre elementos simples, sino [entre unos que son] como compuestos de las dos partes. El aire adyacente al agua, en el que nosotros estamos, es un intermedio entre el agua, el aire y el lugar común, que es el compuesto del fue­ go y del aire en una medida que guarda relación con sus dos potencias y que no es fuego absoluto ni aire puro 22. El aire ad­ yacente a la faz de la tierra es parte de aquel aire disperso que está cerca del agua, [que] luego la tierra lo seca y que se trans­ forma en otra especie de mezcla23. Tampoco la faz de la tierra es Por otra parte, el tratado pseudo-aristotélico De mundo (9. 396 b - 397 b) insiste en la idea de la «concordia de los elementos» que garantiza la persis­ tencia del universo. Obsérvese cómo Avempace pasa, a continuación, a tomar sus referencias de los Metereológicos. 20 Con la expresión «grande en ambos aspectos» Avempace señala un ele­ mento grande de tamaño y fuerte de consistencia, y con «pequeño», el inver­ so. 21 Literalmente, «su compañero», sáhib, en griego systoikhos (Meteor: 1.3, 340 a 5). 22 Según Aristóteles, el universo está compuesto de esferas homocéntricas, en las que están incrustrados (endedémenos) los respectivos astros (la Luna, el Sol, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) y el firmamento, en un orden de más cerca a más lejos de la Tierra. La sustancia de los astros es idéntica, para Aristóteles, con la de las esferas {De cáelo II.7, 289 a 13-16) y esta sustancia es el primer elemento o «éter». Aristóteles niega que entre las esferas (Avempace habla aquí de astros) pueda haber solamente fuego o solamente aire y afirma la existencia de una especie de mezcla de ambos: Meteor. 1.3, 340 b 5-11. Avempace lo llama «lu­ gar común», makán mushtarik. 23 Aristóteles (Meteor: 1.3, 340 b 24-29) considera que el aire que cubre la tierra es caliente y húmedo, pero que aquél que está más arriba es caliente y seco, tal como le corresponde por naturaleza. Contiene humedad debido a la

[tierra] pura sino que la encontramos común y entrecruzada, y por esto comprobamos que la piedra es más ligera que el hierro, (algo que se manifiesta en el peso de ambos en el agua, porque la ventaja del movimiento de la piedra en el aíre no es eviden­ te) 24. Ya hablaremos de la mezcla de los elementos, de cuántas clases es, cuando avancemos en el estudio, si Dios quiere. 6-725. l\2t [Mediante el] Movimiento natural o voluntario26, unos [cuerpos] se aproximan a otros en estados distintos, y al ha­ cerlo, se efectúa el contacto y se manifiesta la influencia del contacto natural —el contacto natural se da en unos cuerpos naturales— y los cuerpos naturales tienen potencias contra­ rias. Cada uno de los dos contrarios en cuanto a la potencia, es lo mismo en potencia y todo lo que está en potencia es una misma cosa, pues la potencia de ambos es la misma. Las cosas cuya materia es idéntica pero que son de potencias opuestas, son agentes y pacientes27. evaporación, atmís, del agua que hay en la tierra (y del mar). Luego, en 1.4, habla de las exhalaciones, anathymíasis, que se producen por el calentamien­ to de la tierra y que contienen ésta, «que es fría y que son humos» (341 b 10). Las ideas de Avempace no coinciden exactamente con las de Aristóteles, aunque deriven de ellas. 24 De acuerdo con Aristóteles, Meteor. III.6, 378 a 13-35, los metales son resultado de exhalaciones vaporosas en dirección contraria (a la superficie) y contienen agua, mientras algunos minerales son resultado de exhalaciones «secas», y prueba de ello es —según Aristóteles— que no se pueden fundir. 25 A continuación, Avempace expone los temas del contacto y de la acción y pasión, teniendo como referencia los capítulos 1.6 y 1.7 del De gen. pero de manera muy amplia. 26 Ma'sümi introduce fi y une la frase a la anterior, leyendo: «cuando pro­ fundicemos en el estudio en cuanto al movimiento natual y voluntario», para poner el punto aquí. Sin embargo, Avempace habla luego de la mezcla, pero no del movimiento, del que habló ya en su comentario a la Física. El párrafo siguiente está desarticulado y compuesto a base de notas; por desgracia, Avempace con frecuencia expone sus ideas de esta manera, como ya se quejaban sus discípulos. 27 La teoría de Avempace distingue unas potencias activas y otras pasivas; las activas son como sus formas y pueden ser contrarias. Las pasivas las asi­ mila aquí con el modo de ser «en potencia».

Los cuerpos naturales 28 son agentes y pacientes, y cada uno de ellos es agente y paciente. El de mayor tamaño es agen­ te de su contraparte y lo domina; los cuerpos naturales se en­ cuentran en este estado. Por esto si un cuerpo choca con otro, y el uno es agente y el otro paciente, no se tocan, sino que el agente es el que toca, y el paciente, el tocado. De este modo la esfera de la Luna toca el fuego, pero el fuego no toca la esfera de la luna porque no es paciente de él. En este sentido se dice «me tocó la luz», pero no se dice «toqué la luz» 29. 1.6, 322 b 29 - 323 a 3. /13/ El contacto se dice de maneras diversas: entre ellas, metafóricamente, como se dice «me tocó la luz», cuando uno o ambos carecen de posición. El contacto en sentido propio se da en aquello que tiene posición; y entre lo que tiene posición están los cuerpos geométricos: el encuentro de sus extremos se llama contacto, y es el contacto geométrico.

Necesario

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(col.)

Mezclarse

Nuevo, venido de -

Miel

Número

Mineral

Objetivo,

Misericordioso

Obstáculo

Modo

Ocurrir

Montaña

Opinión

Motor, motriz

Opuesto, v. contrario

Mover, hacer -

Orden

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Intrínseco

Extremo

Inversa, plantear a la -

Facilidad

Imaginativo

Inversa,

Facultad, v. potencia

Imposibilidad

Invierno

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Juicio

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Finalidad Fino

Lengua

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Finura

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Flegma

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Hierro

Inferencia

Levedad

Forma sustancial

Infinito

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Forma verbal

Hombre

Inflamable

Liberar (separar)

Frío (adj.)

Hueso

Ingrediente

Libro

Instante

religiosa

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Llama

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Frío

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(sust.)

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Fuente

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Humedecerse

Instruir

Limite

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Fundamento

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Húmedo

Integridad

Linea

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Futuro

Lluvia

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Generalizar

Interacción

Local

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Generado

Lógica

Intermedio

Lógico

Generarse

Interpretación

Longitud

Género

Intestinos

Lugar

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Humo Hiera

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Generación

Interior (de la tierra)

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Humano

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Limitación

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Círculo

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Absoluto

Agregación

Absoluto, en -

Agua

Absurdo

Aguantar

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Accidental, ser -, v. sobrevenir

Aire

Accidente

Aislado,

Accidente, por -

Aislarse

Acción, acto

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Alejarse

Acompañar

Alma

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Aloe

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Alteración

Actuar, v, hacer

Alterarse

Adición Adicional Adherir

Amante

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Amor

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Anfibología

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Animales (col.)

J^ J Í

Animal

Adquirir Adyacente, ser -

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Afirmar Agente

(adj.)

Aniquilar

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Afección Afectar

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Actuación

Acuerdo

separado

Alcanzar

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Acercarse

Acto, en -

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Apelativo

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Apelativo, dar o recibir

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Aglutinar

Ardiente

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Agradable

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Argumento, v. discurso Aridez

NO

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Casualidad

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Engendrado Mostaghanem

Barqa (Harma) Khorasán

GLOSARIO ESPAÑOL-ÁRABE

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