Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica 9781407310602, 9781407340326

This volume presents research on the early Middle Palaeolithic in Cantabrian Spain (northern Atlantic façade), in partic

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Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica
 9781407310602, 9781407340326

Table of contents :
Chapter 0. Índice
Chapter 1 Introducción
Chapter 2 Planteamientos metodológicos
Chapter 3 Estado de la cuestión
Chapter 4.1 Cova Eirós
Chapter 4.2 Cabo Busto
Chapter 4.3 Bañugues
Chapter 4.4 El Hondal
Chapter 4.5 El Castillo
Chapter 4.6 La Verde
Chapter 4.7 Cueva Morín
Chapter 5.1, 5.2 y 5.3 Síntesis lítico
Chapter 5.4 Síntesis lítico
Chapter 6 Fauna
Chapter 7 Organización económico-social
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ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN
2. PLANTEAMIENTOS METODOLÓGICOS
3. ESTADO DE LA CUESTIÓN
4. LOS YACIMIENTOS
5. SÍNTESIS DE LOS COMPORTAMIENTOS TÉCNICOS RELACIONADOS CON LA INDUSTRIA LÍTICA
6. OTROS COMPORTAMIENTOS TÉCNICOS: EL APROVECHAMIENTO DE LA FAUNA
7. LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL EN EL PALEOLÍTICO MEDIO ANTIGUO DE LA REGIÓN CANTÁBRICA
ENGLISH SUMMARY
8. BIBLIOGRAFÍA

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BAR S2452 2012 LAZUÉN LAS PRIMERAS SOCIEDADES NEANDERTALES DE LA REGIÓN CANTÁBRICA

B A R

Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Talía Lazuén

BAR International Series 2452 2012

Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Talía Lazuén

BAR International Series 2452 2012

ISBN 9781407310602 paperback ISBN 9781407340326 e-format DOI https://doi.org/10.30861/9781407310602 A catalogue record for this book is available from the British Library

BAR

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ÍNDICE

1. Introducción

5

2. Planteamientos metodológicos

9

2.1. El estudio del utillaje de piedra en la Prehistoria

9

2.2. Aprovisionamiento de recursos: selección y gestión de la materia prima

12

2.3. Sistemas de producción: objetivos y variabilidad

15

2.4. Gestión del utillaje

23

2.5. Uso del utillaje

26

3. Estado de la cuestión

33

3.1. Las primeras ocupaciones del Cantábrico en un marco general: el inicio del poblamiento europeo

33

3.2. El primer poblamiento de la Región Cantábrica. Historia de la investigación

36

3.3. Características generales del Paleolítico medio antiguo en la Región Cantábrica

39

3.4. Balance de las cuestiones abiertas: la cronología, las causas y las características del primer poblamiento de la Región Cantábrica

57

3.5 Propuesta sintética de ordenación cronológica

63

4. Los yacimientos

65

4.1. Cova Eirós

65

4.2. Cabo Busto

72

4.3. Bañugues

82

4.4. El Hondal

88

4.5. Cueva de El Castillo

94

4.6. La Verde

108

4.7. Cueva Morín

117

4.8. Lezetxiki

144



 

5. Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica

159

5.1. Las materias primas

159

5.2. Los sistemas de producción y su variabilidad

166

5.3. Gestión del utillaje

180

5.4. Uso del utillaje

189

6. Otros comportamientos técnicos: el aprovechamiento de la fauna 6.1. Aprovechamiento de recursos animales: la cuestión de la caza 7. La organización económica y social en el Paleolítico medio antiguo de la Región Cantábrica

209 209 217

7.1. Comportamientos técnicos y organizativos relacionados con la industria lítica

217

7.2. Comportamientos técnicos y organizativos relacionados con el aprovechamiento de la fauna

218

7.3. Organización del territorio

222

7.4. Balance

228

English summary

231

8. Bibliografía

239



 

1. INTRODUCCIÓN

En este volumen se presenta un estudio sobre el Paleolítico medio antiguo en la Región Cantábrica, centrado los comportamientos económicos y sociales de los grupos neandertales que habitaron esta área entre el OIS 7 y el OIS 4. La cuestión ha sido abordada desde varios enfoques en los últimos 25 años (González Sainz y González Morales, 1986; Straus, 1992; Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004; Arrizabalaga, 2006 y, especialmente, Montes, 2003), pero se percibe la necesidad de actualizar los conocimientos sobre los momentos más antiguos del poblamiento cantábrico, ahondando en la interpretación/explicación de las dinámicas históricas. La importancia de esta actualización deriva de los cambios producidos en la disciplina durante la última década, como consecuencia de la crisis de las teorías que explican la Transición entre Paleolítico medio y superior en términos evolucionistas poco elaborados, y que obliga a repensar la narración del conjunto del Paleolítico antiguo. Los cambios producidos en torno al 40.000, relativos, por ejemplo, a la generalización de la talla laminar, a la fabricación de un utillaje cinegético específico o a las evidencias de una estructuración compleja del espacio, se han explicado fundamentalmente en términos de cambio de especie –en base a la supuesta superioridad en capacidades físicas y metales de los humanos modernos (Mithen, 1996). Sin embargo, nuevos estudios han puesto de manifiesto que las variaciones documentables a partir de registro fósil no son exclusivas del momento de la Transición y que, muy al contrario, se intuye la existencia de una serie de cambios históricos y de una notable variabilidad geográfica desde mucho antes de este momento (cf. Hovers y Kuhn, 2006). Una parte de estos cambios ha estado oscurecida por los paradigmas dominantes y por el empleo de conceptos y técnicas de análisis que limitan la percepción de esta variabilidad. Esta narración sobre las dinámicas históricas en estos periodos no puede construirse desde los modelos teóricos anteriores (historicistas y/o biologicistas). Es precisa la introducción de nuevas informaciones,

conceptos y técnicas de análisis e interpretación. Éstos deben estar orientados hacia aspectos relevantes de las sociedades humanas, relacionados con la organización para la obtención de los recursos, del trabajo que se emplea en ello y del reparto de los bienes obtenidos, materiales o inmateriales. Por esta razón, este estudio se orienta hacia la comprensión de las estrategias organizativas de los grupos neandertales desde una aproximación al análisis de la producción, gestión y uso del utillaje lítico, de las estrategias de captación y tratamiento de recursos animales y vegetales, de las formas de gestión del territorio y organización social, etc. Todo ello en el marco de los cambios diacrónicos y regionales producidos entre el OIS 7 y el 4. Una de las principales herramientas de comprensión de las dinámicas históricas es la reconstrucción del sistema técnico, que actúa como documento y como metáfora del sistema social en el que se desarrolla. El sistema técnico debe entenderse como el conjunto de los procesos técnicos desarrollados en el seno de una sociedad y de las relaciones existentes entre ellos. Es decir, el conjunto de actividades que desarrolla un grupo humano para aprovisionarse de bienes materiales que serán distribuidos, consumidos y disfrutados. En este marco, “proceso técnico” hace referencia a cada una de las secuencias que llevan desde la captación de la materia prima hasta el consumo del bien en cuestión (talla de la piedra, trabajo de la piel, explotación de recursos animales, etc.). En base a esta definición entendemos que la organización económica, en general, y las cualidades de sus tecnologías, en particular, son una muestra clara de la organización social que la trasciende, dado que es precisamente ésta la que genera y gestiona las necesidades e intereses del grupo. Ésta es la base que proporciona la confianza en que el estudio y comprensión de las evidencias materiales generadas por estos grupos, con sus particularidades y cambios en el tiempo, permite interpretar las formas de organización social de los mismos.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica En el ámbito concreto de las industrias líticas, es importante insistir en que el estudio e interpretación del sistema técnico no comprende únicamente el análisis de la complejidad y variabilidad dentro de los esquemas de producción del utillaje –una cuestión que está cada vez más extendida-, sino que implica, necesariamente, la integración de otros aspectos estructurales que tienen que ver con la gestión y uso del utillaje: selección de soportes y conformación específica a partir del retoque, uso de enmangues, circulación de productos, procesos de reciclado, captación y transformación de otro tipo de recursos, estructuración de estas actividades técnicas en el territorio, etc. Comprender la organización y gestión de todas estas actividades permite un acercamiento a la organización de los propios grupos y al valor social de los bienes materiales. La organización del trabajo para obtenerlos y el control del consumo de estos bienes –posibilidad de reparto y disfrute- es el elemento mejor relacionado con la organización social de sus miembros.

arqueológico, caracterizado por la existencia de una serie de cambios direccionales y estructurales que reflejan, a su vez, cambios sustanciales dentro de los sistemas grupales. Estos cambios se relacionan con aspectos tales como las innovaciones técnicas, la organización económica, la organización social e incluso el sistema simbólico. El control del fuego, la ocupación de nuevos ecosistemas, la aparición de utillajes específicos para la captura de animales, las innovaciones técnicas conceptuales ligadas a las producciones de lascas predeterminadas, la aparición de los rituales funerarios y de las reflexiones trascendentes asociadas a ellos, por no citar más que algunos hitos dispares, son pruebas del dinamismo y de la relevancia de los cambios históricos sociales que se encuentran en los periodos antiguos de la prehistoria. Algunos de estos cambios han sido explicados como consecuencia de adaptaciones a variaciones ambientales – asociadas sobre todo a la disponibilidad de recursos. Esta explicación parece “natural” para las sociedades de cazadores-recolectores. Y todavía más natural cuanto más limitada es la tecnología de las poblaciones antiguas que estudiamos. Si bien es comprensible que los condicionantes naturales establecen unos ciertos límites para las estrategias subsistenciales de estos grupos humanos, no son el motor de los cambios documentados en el registro fósil –dado que no siempre existe una relación directa entre ambos. Éstos deben estar necesariamente en relación con las dinámicas sociales que administran tanto las necesidades como las estrategias puestas en marcha para cubrirlas de forma satisfactoria. La presión que se ejerce para el aprovisionamiento de una determinada materia prima – desarrollando estrategias que incluyen desplazamientos de varias decenas de kilómetros- o el establecimiento de los objetivos precisos de la producción lítica son un claro ejemplo de ello. En este estudio, el análisis de las series líticas no es un fin en sí mismo (Isaac, 1978) si no un reflejo del sistema social del que forman parte. El análisis del desarrollo del comportamiento técnico y de sus variantes es lo que nos permite acceder a la interpretación/explicación de las dinámicas sociales.

Para el caso de las especies fósiles, el razonamiento anterior debe ser matizado y ampliado. Por ejemplo, las capacidades cognitivas y sociales de los neandertales han sido puestas en duda de forma recurrente a lo largo de la historia de la investigación, atribuyéndoles un comportamiento repetitivo y carente de cualquier atisbo de organización, previsión o planificación (cf. Mellars, 1989 entre los más influyentes). Estos prejuicios acerca de las capacidades de los neandertales han oscurecido la lectura e interpretación de las evidencias materiales que muestran comportamientos técnicos y logísticos complejos –estandarización de las producciones, uso de utillaje compuesto, instrumental cinegético, estructuración del espacio y del territorio, etc. También han minimizado las evidencias de tendencias de cambio claras desde mucho antes del 40 ka. lo que es más grave en nuestra condición de historiadores,. Muy al contrario de lo que se propone desde esas corrientes evolucionistas –muy presentes en la historiografía cantábrica de forma directa o indirecta-, los neandertales cuentan con capacidades cognitivas 1.500cc. de capacidad craneal media- que les confieren un carácter claramente humano por lo que, necesariamente, deben darse organizaciones sociales sujetas a las mismas tensiones naturales que se dan en todas las sociedades humanas conocidas, organizadas por ejemplo en torno a los ejes de solidaridad y conflicto. Estas relaciones sociales humanas son las que generan las típicas dinámicas históricas 1, de cambio y continuidad, que deberían observarse también en las sociedades neandertales. Desde esta perspectiva, historia y sociedad son consustanciales. Las sociedades humanas son inestables por naturaleza y, por ello, generan historia; de manera refleja, si existe historia podemos deducir que la ha generado una sociedad humana. Esto se manifiesta de forma clara en el registro

Las evidencias arqueológicas Un total de ocho yacimientos y quince niveles arqueológicos han sido seleccionados como objeto de estudio. Estos son los niveles V, VI y VII de Lezetxiki (País Vasco), niveles 16, 17 y 18 de Morín –este último de carácter inédito, descubierto en las excavaciones de 2008- niveles 22, 24, 25 y 26 de El Castillo, La Verde, El Hondal (Cantabria), Bañugues, Cabo Busto (Asturias) y el nivel 3 de Cova Eirós (Lugo, Galicia), este último también excavado en 2008 y prácticamente inédito (Lazuén et al., 2010; Fábregas et al., 2010). La elección del marco geográfico –la Región Cantábricaviene dada por su entidad como unidad geográfica y medioambiental, individualizable a partir de una serie de elementos estructurales: (1) un clima oceánico, variable

1

Partimos de la base de que la naturaleza humana es básicamente social y que los cambios históricos son intrínsecos y están documentados en todas las sociedades conocidas.

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Introducción pero comparativamente estable para las condiciones del Cuaternario en latitudes similares; (2) la repetición sistemática de una estructura orográfica particular -con una cordillera elevada paralela a la costa de la que la separan unas pocas decenas de kilómetros, y valles estrechos, cortos y paralelos que segmentan esta zona- y (3) su relativo aislamiento respecto a las regiones vecinas.

Todas estas características la dotan de una notable homogeneidad interna, lo que la convierte en un marco de estudio pertinente. Por otra parte, este marco de estudio se emplea de forma habitual en los estudios en Prehistoria con las ventajas comparativas que supone una historiografía común.

Fig. 1.2.1. Mapa de la Región Cantábrica y de su situación en Europa, con indicación de la divisoria de aguas, y la localización de los ocho yacimientos estudiados en este trabajo.

problemáticas, como podía esperarse. En unos casos por las características de excavación y registro de las intervenciones de principios del siglo pasado -como es el caso de Castillo-, y en otros, debido a un factor casi de “historia de vida”, asociado a desplazamientos y, sobre todo, a las particularidades de su (mala) conservación en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria -caso de las colecciones antiguas de El Castillo y Cueva Morín.

La selección de estos conjuntos arqueológicos responde a varias cuestiones: (1) todos forman parte de contextos arqueológicos bien definidos para evitar sesgos añadidos en las recogidas superficiales 2; (2) representan una secuencia cronológica relativamente amplia, que permite la identificación de cambios a lo largo del tiempo; (3) se distribuyen en un ámbito geográfico extenso, que favorece la caracterización de una posible variabilidad regional; (4) están presentes conjuntos tanto de yacimientos en cueva como al aire libre, lo que permite evaluar la existencia de diferencias entre los dos tipos si las hubiera –como ya se ha propuesto para estos contextos (Montes, 2003)- y una mayor variabilidad para la interpretación de la gestión del territorio; (5) permiten vincular los yacimientos clásicos del Cantábrico, con secuencias largas y contextos antiguos -como son Castillo, Morín y Lezetxiki-, con otros excavados y/o estudiados en los últimos años. Las condiciones de conservación no son iguales en todos los casos, siendo las colecciones antiguas las más 2 Casos como el de Bañugues, con importantes colecciones fruto de recogidas en superficie más o menos sistemáticas, son un claro ejemplo de que estas introducen sesgos muy significativos que favorecen, sobre todo, la sobrerrepresentación de macroutillaje y desvirtúan las características del conjunto original. Por otra parte, las colecciones antiguas presentan sesgos que, en ocasiones, han limitado las inferencias que se podían obtener de ellas; este es el caso sobre todo de El Castillo.

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2. PLANTEAMIENTOS METODOLÓGICOS

2.1. El estudio del utillaje de piedra en la Prehistoria

más empleada, sea la creada por F. Bordes para los yacimientos del Paleolítico inferior y medio de Europa (Bordes, 1961; Bordes y Sonneville-Bordes, 1970), que completaba trabajos anteriores realizados para el Paleolítico superior (Sonneville-Bordes y Perrot, 1954; Sonneville-Bordes, 1960). La obra de Bordes produjo un trabajo de sistematización de las diferentes morfologías documentadas para estas primeras etapas del Paleolítico, a partir de los tipos documentados en las terrazas del río Somme francés. La base de estos trabajos está en los análisis matemáticos y estadísticos sencillos de los conjuntos, que evalúan las representatividades porcentuales de los diversos tipos, a través del uso de instrumentos como los índices o las gráficas acumulativas. En estas últimas, los tipos están ordenados de manera que el perfil de la gráfica permite reconocer diferentes composiciones en los conjuntos de manera similar a como procede el cálculo de KolmogorovSmirnov.

Por su perdurabilidad, el utillaje de piedra es una de las principales evidencias que proporciona el registro arqueológico de la Prehistoria antigua. Por esta razón se ha convertido en una fuente de información esencial para el estudio y comprensión de las sociedades paleolíticas. El enfoque con el que se han llevado a cabo los diferentes análisis de industrias líticas, a lo largo de la historia de la disciplina, ha dependido de corrientes metodológicas muy diversas que han proporcionado resultados de diferente importancia e interés. En los primeros trabajos, llevados a cabo a mediados del siglo XIX, el concepto que se tenía de los objetos líticos y de su variabilidad temporal era un fiel reflejo de la confianza en la evolución de las culturas. Se establecieron estadios sucesivos, cada uno de los cuales incluía una serie de innovaciones tecnológica, como evidencia última de la capacidad y necesidad de evolución de la humanidad a través de la razón (Lubbock, 1865).

A partir de 1960, en paralelo al desarrollo de estas líneas de investigación tipológicas tradicionales, surgen una serie de alternativas entre las que destaca la tipología analítica iniciada por G. Laplace (1972), que emprende el estudio de las industrias líticas a través del empleo del concepto de tipos morfológicos primarios. Mediante el análisis de las estructuras morfotécnicas del retoque, se plantea como objetivo el desarrollo de un marco analítico objetivo. Desde una perspectiva materialista histórica, G. Laplace partía de la idea de que los útiles líticos eran medios de producción de las sociedades prehistóricas y que, en consecuencia, los cambios tecnológicos debían traslucir cambios generales de la formación económicasocial en la que se generaban. Se trata de un enfoque con una parafernalia técnica más elaborada que los anteriores pero que, sin embargo, produce un resultado muy similar. Es decir, se continúa deduciendo procesos evolutivos a partir de las variaciones en las composiciones líticas, dejando de lado el resto de circunstancias que condicionan la producción. Esta tipología introduce análisis estadísticos algo más sofisticados en el estudio de

A caballo entre el siglo XIX y XX, las colecciones líticas –y las óseas, cerámicas, metálicas, etc.- pierden su papel como herramienta para el establecimiento de los diferentes grados de desarrollo humano, y pasan a explicar el origen de las distintas culturas y las relaciones que se establecen entre ellas. En este contexto se desarrollan los estudios tipológicos como forma de reconocer y determinar esas identidades culturales a partir de la forma de los objetos líticos, cuya clasificación permitía la diferenciación de periodos sucesivos, como horizontes, o de culturas contemporáneas, como tradiciones (Breuil, 1912; Childe, 1929). Esta tendencia taxonomista se reveló, desde principios del siglo XX, como una corriente de gran importancia que ha sido determinante en la formación y desarrollo de la disciplina prehistórica y fundamental en los estudios de industrias líticas. Quizá, la tipología más conocida, y también la

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica los conjuntos líticos (índices tipométricos, tablas de Lien, etc.) y, aunque ha sido adoptada por algunos investigadores franceses, italianos y españoles principalmente (Merino, 1994). Se trata de un enfoque que ha ido perdiendo peso y que, en la actualidad, es poco utilizado (Laplace et al. 2000; Sáenz de Buruaga, 2004) aunque pervive en cierta manera en la acogida que ha tenido en el llamado Sistema Lógico Analítico (Carbonell y Guilbaud, 1983). A partir de la década de los 1960 comienza a desarrollarse una importante preocupación por un desarrollo combinado de los estudios tipológicos, analíticos y funcionales. Se pretendía superar la mera clasificación tipológica del utillaje lítico, con objetivos historicistas, para centrarse en objetivos de corte materialista. Por ello, los arqueólogos que se integran en esta perspectiva están interesados en conocer el papel de los utillajes como elementos de adaptación al medio o, de nuevo, en establecer el nivel de desarrollo tecnológico alcanzado por los grupos estudiados (Isaac, 1976; 1983). A la conjunción de los estudios tipológicos, técnicos y funcionales se une un interés materializado por la experimentación (bien representado en Europa) que, en el mundo anglosajón, contaba con una dilatada tradición en la que destacaban autores como D.E. Crabtree (1972), J. Coles (1979) o L.H. Keeley (1980), crucial en el desarrollo de los trabajos orientados a la identificación y clasificación de las series industriales más antiguas. El marco de estas ideas es el desarrollo de la concepción funcionalista de los conjuntos industriales, cuya hipótesis principal es que la variabilidad de las series no refleja tradiciones culturales diferentes, sino conjuntos de tareas distintas (Binford, 1973). Así, la lectura del material recuperado en el registro arqueológico permitiría deducir la funcionalidad de los asentamientos y otros elementos de la organización económica de los grupos en estudio.

La influencia de estas nuevas perspectivas ha ido llegando a la prehistoria cantábrica y española, en parte, de la mano de arqueólogos americanos que trabajan en la Región (González Echegaray y Freeman, 1973; Straus, 1983). Incluso, alguno de los estudios de materiales cantábricos, como los de Morín 16, han formado parte de la discusión teórica entre enfoques historicistas y funcionalistas (Freeman, 1992). El dominio de los estudios tipológicos, en el ámbito de las investigaciones prehistóricas, comenzaba a generar actitudes críticas sobre su eficacia interpretativa. Las nuevas perspectivas que emergen en los años 80 confían más en aspectos tecnológicos que tipológicos a la hora de enfrentarse a cuestiones interpretativas sobre los conjuntos líticos. Esto es especialmente apreciable en la potente tradición francesa de estudio del Paleolítico. Las ventajas percibidas por los paleolitistas franceses de la década de los 80 se centraban en que los análisis tecnológicos permitían acercarse mejor a las construcciones conceptuales de los prehistóricos – arrumbada la idea del mental template en cada tipo formal de útil-, parecían describir rasgos más estructurales y menos contingentes que los tipos formales de los útiles y permitían narrar mejor procesos de comportamiento, con juicios sobre gestos, intenciones y estrategias. Dentro de estas nuevas posturas se encuentran las que, en la actualidad, se interesan por la reconstrucción de las distintas fases de las cadenas operativas y sus variabilidades internas. La idea que subyace en la “cadena operativa” procede de los tecnólogos culturales, etnógrafos de la escuela maussiana, interesados por los aspectos técnicos y económicos de los grupos humanos que estudiaban, por la tecnología como “hecho social total” (Mauss, 1947; Maget, 1953; cf. Lemonier, 1983). A. Leroi-Gourhan (1964) empleó por primera vez el término “cadena operativa” en su explicación de los procesos tecnológicos llevados a cabo por los grupos humanos en un marco conceptual netamente estructuralista en el que, de forma significativa, la sucesión de gestos técnicos típica de las actividades productivas se describía como una “sintaxis”. El concepto nace como parte de una metodología con una fuerte carga teórica de esta orientación –estructuralistapero como ocurre a menudo, muchos investigadores han (hemos) acudido a la idea de “cadena operativa” por la potencia heurística e interpretativa que transmite, desligada de su vinculación con el marco teórico general estructuralista. Como decíamos, desde los años 80 se generalizan en Francia los trabajos que parten del concepto de cadena operativa ya sea desde el punto de vista de la adquisición de materias primas, producción técnica o utilización de los artefactos. De forma bastante fructífera, esta nueva perspectiva integra además cuidados desarrollos experimentales, sobre todo en lo que se refiere a las variantes de la talla de la piedra. En este marco y ambiente es donde ven la luz las tesis doctorales de J.-M. Geneste (1985), E. Boëda (1986) o J. Pelegrin (1986). De forma paradójica, las investigaciones sobre el uso del utillaje, que conocen en Francia una fuerte expansión en

Muchos prehistoriadores americanos han participado de esta tradición funcionalista. En trabajos como los de N. Rolland y H. Dibble (1990), realizados en base al estudio de algunos productos retocados, se propone que la variabilidad del Musteriense está en relación con la disponibilidad de materia prima y con la intensidad de las ocupaciones. Sin embargo, el acercamiento a estas cuestiones se ha llevado a cabo desde el estudio de los objetos finales y no de los procesos productivos. Por tanto, se siguen empleando criterios propios de las tipologías empiristas en la clasificación de los objetos (Débenath y Dibble, 1994; Dibble, 1985; Shott et al. 2000; Hiscock y Attenbrow, 2003). S. Kuhn, por su parte, introduce tanto análisis tipométricos como tecnológicos de cadenas operativas y se posiciona igualmente dentro de esta corriente funcionalista, al afirmar que la variabilidad del Musteriense debe entenderse como una respuesta adaptativa al uso del espacio, estrategias de supervivencia y disponibilidad de materias primas; en definitiva, al entorno en el que interactúan 1 (Kuhn, 1995). 1 “…the limitations imposed and opportunities offered by differing biotic and raw material environments produce different kinds of strategic response”.

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Planteamientos metodológicos estos años (con las tesis de P. Anderson-Gerfaud, S. Beyries, M.E. Mansur-Franchomme o H. Plisson), manejan menos a menudo estos conceptos por el hecho de que son impulsadas básicamente desde la escuela bordelesa, en el marco de la refutación de los postulados procesualistas de L. R. Binford que emprende F. Bordes a finales de los 70. Algunos autores mantienen una perspectiva un tanto taxonómica, como J. Tixier quien habla de la “biografía del objeto”, como una construcción mental de cada gesto, desde la elección de la materia prima hasta la consecución final del objeto, a lo que añade el estudio de las huellas de uso y las dejadas por la naturaleza después del abandono (Tixier, 1991). Pero, desde el principio, aunque con diferencias de enfoque entre los distintos autores, se observa que el concepto de cadena operativa no es un recurso para mejorar la Historia de las Técnicas o de la Tecnología si no una vía de acercamiento a la organización social del pasado como bien presenta J.-M. Geneste “herramienta de la organización cronológica del proceso de transformación de una materia prima lítica, procedente del medio ambiente natural, después de su introducción en el circuito tecnológico de las actividades de producción. La materia prima es pues, el objeto de una transformación de orden social o, más bien, antropológico, desde el momento en el que es arrancada del medio natural, hasta que es abandonada” (Geneste, 1989) 2. En algunas de sus primeras formulaciones, algunos de estos pioneros hacen gala de posiciones idealistas bastante extremas, interpretando las cadenas operativas de producción como el resultado de la aplicación de códigos conceptuales estrictos pero inconscientes por parte de los talladores prehistóricos (Boëda, 1993). La talla Levallois se juzga incompatible con la talla discoide en el mismo grupo humano debido a las diferencias conceptuales que implica. Esta línea está bastante atemperada, aunque subsiste en una versión adaptada en la que los sistemas de talla se interpretan como expresión de tradiciones culturales (Bourguignon, 1997) y los conceptos que revela el estudio de las cadenas operativas sirven para reconocer identidades grupales en el pasado paleolítico. Esta perspectiva está en la base de algunos estudios tecnológicos realizados en el Cantábrico (cf. Martín Blanco, 2001).

tipología analítica en clave de procesos por lo que en buena medida es un desarrollo paralelo al de las cadenas operativas. En el SLA los diferentes momentos de intervención sobre la materia prima dan lugar a una serie de categorías estructurales atendiendo a la oposición negativo-positivo, encuadrada en el tiempo. El objeto se concibe como una estructura jerarquizada por tres elementos básicos: (1) el morfotécnico, que es la materialización de los procesos técnicos que dan forma al objeto; (2) el morfopotencial, que hace referencia a la capacidad teórica de intervención del objeto sobre el medio, y en el que las superficies jerarquizadas se identifican con diversos modelos geométricos (Airvaux, 1987); y (3) el morfofuncional, que informa acerca de cómo han sido usados los objetos técnicos. La interacción entre estos tres vértices de la estructura es lo que determina el objeto final de la talla. El esquema binario negativo/positivo tiene la virtud formal de ordenar los materiales, pero desnaturaliza el acercamiento a los comportamientos técnicos. El resultado es una descripción en términos básicos que limita la comprensión de los propios procesos técnicos y, en consecuencia, también las capacidades interpretativas en clave social. Por otra parte, el acercamiento “morfopotencial” emplea como referencia algunos rasgos morfológicos para deducir el uso y la eficacia del utillaje, un acercamiento que, de hecho, solo puede aspirar a generar hipótesis sobre el uso. El método dominante en la actualidad para el estudio de los conjuntos líticos es el análisis de los procesos técnicos a partir del concepto de cadena operativa; intentando reconstruir las diferentes fases que han dado lugar a las series líticas tal y como las encontramos en el registro arqueológico. Para ello es cada vez más generalizado el uso de la experimentación, los remontados y las lecturas diacríticas de los atributos tecnológicos. Sin embargo, estos trabajos están cada vez más restringidos al estudio de la producción –estrategias de talla- entendida en un marco más o menos limitado de sistemas genéricos de transformación de recursos que, para algunos investigadores (sobre todo del ámbito francés), tienen un carácter normativo. Se entienden los sistemas de talla como una expresión de esquemas conceptuales, de manera que son excluyentes entre sí; y se obvian o limitan, de alguna manera, las fases de gestión y aprovechamiento del utillaje.

En la misma línea alternativa a los enfoques empíricos tradicionales de clasificación, ligada a la reconstrucción de las secuencias de talla, con una retórica más crítica, aparece el Sistema Lógico-Analítico, SLA (Carbonell et al., 1982; Carbonell y Guilbaud, 1983). Esta perspectiva hereda la preocupación analítica de G. Laplace, pero matizando el factor tipológico. Es un desarrollo de la

Este trabajo trata de aportar una visión más global del proceso técnico de la piedra; entendiendo proceso técnico como la secuencia que concatena las fases de adquisición, transformación, gestión y aprovechamiento del utillaje. En el seno de cada una de ellas se llevan a cabo, a su vez, una serie de actividades, definidas por el grupo, que diseñan el resultado final. La caracterización de estos gestos técnicos permite la comprensión de los objetivos, los condicionantes y las decisiones tomadas en cada momento y remite, en consecuencia, a la organización social de estos grupos.

2

“La notion de chaîne opératoire sert donc d’outil d’organisation chronologique du processus de transformation d’une matière première lithique issue de l’environnement naturel puis introduite dans le circuit technologique des activités de production. La matière première devient donc objet d’une transformation d’ordre social, ou plus généralement anthropologique, dès l’instant où elle est arrachée au milieu naturel et jusqu’à son abandon”.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Asimismo, el estudio de la gestión y aprovechamiento del utillaje pone en relación el conjunto lítico con el resto de los procesos técnicos, dando forma al sistema técnico general de estas sociedades prehistóricas.

transformación definen actitudes económicas y sociales distintas (Geneste, 1988). 2.2.2. Reconocimiento de las materias primas En la determinación de las estrategias de captación de materias primas –y también de las decisiones posteriores en relación con la gestión del utillaje- el primer paso es la identificación del tipo de rocas presentes en el registro arqueológico, y su vinculación con los afloramientos naturales de los que proceden. Esta es una de las labores más importantes en el estudio de los comportamientos económicos de estos grupos –como fase de un proceso de trabajo mucho más complejo-, y quizá también una de las más desatendidas. Se ha señalado que las clasificaciones basadas únicamente en criterios macroscópicos externos (textura del grano, capas corticales, coloraciones, etc.) son poco precisas y demasiado dependientes de las alteraciones producidas durante la formación u otros procesos postdeposicionales que hacen imposible, sobre todo de visu, la distinción de subtipos. Por eso es importante servirse tanto de los caracteres macroscópicos de las materias primas, como de los análisis específicos petrográficos/cristalográficos y geoquímicos que requieren a menudo de la aplicación de técnicas o el uso equipamientos especializados -difracción de rayos X, fluorescencia de rayos X, espectrometría de masas de plasma de acoplamiento inductivo (ICP-MS), microscopio electrónico de barrido, microanálisis por sonda de electrones- (Gabarró et al., 1999; Tarriño, 2006).

2.2. Aprovisionamiento de recursos: selección y gestión de la materia prima 2.2.1. Introducción Los estudios sobre los modelos de aprovisionamiento de materias primas han servido para atender varios tipos de objetivos. Uno de los más obvios y habituales es determinar los territorios de influencia de los grupos humanos y evaluar la existencia y el tipo de sistemas de intercambio a partir de las procedencias, distancias, flujos y grado de transformación de los materiales desplazados. También se emplea para inferir las estrategias de adquisición, entendidas como los procesos técnicos y sociales puestos en práctica para la obtención de las materias primas brutas disponibles en el entorno natural y aptas para su transformación en artefactos. En un sentido más general, nos ayuda a analizar y comprender las necesidades, objetivos y preferencias de las sociedades prehistóricas, en función de la selección de las rocas explotadas y de su relación con los procesos de transformación y uso y con otros procesos de captación (cf. Terradas, 2001). Algunos autores han relacionado los sistemas de aprovisionamiento lítico en el Paleolítico inferior y medio con los paisajes simbólicos construidos por las poblaciones del entorno (Barkai y Gopher, 2009).

En el contexto de la Región Cantábrica, la información disponible es variable, dependiendo de las zonas geográficas y del tipo de roca. Quizá la más precisa y completa sea la generada para el sílex en el ámbito del País Vasco, a partir de los trabajos de A. Tarriño (2001, 2003, 2006). Para el caso del Cantábrico centrooccidental la información es más compleja debido a la dispersión de los afloramientos de sílex, al uso de materiales más variados en los conjuntos arqueológicos y a una cierta atomización de los estudios realizados hasta la fecha, en los que hay que destacar el esfuerzo desplegado por algunos investigadores (Sarabia, 1985, 1990, 1995, 2000; Montes y Sanguino, 1998; Montes, 2003; Fernández Maroto et al., 2004). El estado actual de la cuestión es aún deficitario y condiciona, en parte, el estudio acerca del resto de los procesos técnicos. La puesta al día en este ámbito de la investigación requiere de un nuevo reconocimiento del terreno, de la realización de los análisis petrográficos y geoquímicos pertinentes y de una estrecha colaboración entre los estudios arqueológicos y geológicos. En este estudio, el reconocimiento y clasificación de las diferentes materias primas disponibles se ha realizado desde un punto de vista macroscópico, atendiendo a su agrupación en grandes categorías. No obstante, en los casos en los que ha sido posible y es de interés para comprender la gestión

Los factores derivados de las características de la materia prima (accesibilidad, cantidad, calidad, morfología, etc.) han sido entendidos como un importante condicionante en el desarrollo de las estrategias de producción y, como tal, explicarían algunos de los factores asociados a la variabilidad documentada en los conjuntos (Vaquero, 1997; Gabarró et al., 1999; Manzano et al., 2005; Vaquero et al., 2008). Sin embargo, vamos a ver que hay una prolija y contradictoria discusión sobre el grado y la manera en la que los condicionantes de la materia prima influyen sobre el resto de los comportamientos técnicos relacionados con el utillaje de piedra. En este sentido, el estudio de materias primas en el marco de las series líticas no solo debe ponderarse en términos de proporciones sino también en relación a su vinculación más directa con la fabricación y el uso del utillaje que, a su vez, dependen de las demandas sociales (Terradas, 2001). A medida que aumente la complejidad técnica general –en forma de técnicas de talla estandarizadas, utillajes específicos o desarrollo de estrategias logísticasse apreciará también un incremento en el rigor de los patrones de selección de la materia prima (Vaquero, 1997). Estas diferencias en el grado de selección y 12

Planteamientos metodológicos del utillaje, se han realizado subdivisiones internas de visu (criterios bien establecidos para el caso de los sílex de la zona oriental, tipos de grano en el caso de la cuarcita, naturaleza de la matriz, etc.), estableciendo áreas potenciales de aprovisionamiento según la disponibilidad geológica y su distribución espacial.

marrones. Los más característicos presentan anillos de Liesegang con bandas relativamente anchas y regulares (Tarriño, 2006: 131). El sílex, en la gran mayoría de los casos, se encuentra dentro de la roca encajante por lo que hay que conocer los afloramientos primarios para extraerlo (Tarriño, 2006), aunque nosotros también lo hemos localizado en formaciones superficiales. Dados los contextos geológicos en los que aparece, los afloramientos de sílex tienen una distribución muy desigual a lo largo de la Región Cantábrica. Es comparativamente más abundante, más accesible y de mejor calidad en el Cantábrico oriental. En el Cantábrico central su distribución no está aún bien establecida pero aparece generalmente en pequeñas cantidades y, a menudo, en forma de bloques de tamaños discretos y bastante fisurados (Sarabia, 1999). En el Cantábrico occidental es muy raro al oeste de Ribadesella. En algunas formaciones geológicas de la parte oriental de Asturias aparece en forma de radiolaritas.

Las rocas disponibles y utilizadas en el marco de la Región Cantábrica son: a) Sílex: roca sedimentaria no detrítica caracterizada por su dureza y su fractura conchoide, lo que le hace especialmente apropiada para la talla y el uso. Debido a sus cualidades y a su relativa abundancia, el sílex es el recurso mineral por antonomasia durante todo el Paleolítico cantábrico. El aspecto cristalino del sílex lo hace fácilmente reconocible en la naturaleza; en los yacimientos aparece a menudo afectado por alteraciones posdeposicionales de diversos tipos, la más habitual de las cuales es la desilicificación. Este proceso genera una modificación del color y la textura del sílex que no suele crear problemas en el reconocimiento de la materia prima. Esta alteración, sin embargo, si supone un problema para discriminar las variedades del sílex desde un punto de vista macroscópico, porque las piezas alteradas pierden progresivamente la mayor parte de los rasgos reveladores de su origen geológico. Con esta limitación, en la zona del Cantábrico oriental y vinculado al yacimiento de Lezetxiki, se ha intentado diferenciar entre tres tipos de sílex característicos, en base a criterios morfológicos definidos a partir de la observación de las variedades procedentes de cada afloramientos y apoyados en los trabajos previos de A. Tarriño (2006 y 2007): Sílex del Flysch: del Cretácico Superior. Se localiza en el Flysch arenoso de la formación Deba-Irún (sobre todo hacia Irún) y en el Flysch arenoso de Barrika (Vizcaya), en un olitostromo que arrastra materiales del Flysch calcáreo rico en sílex que se encontraba sedimentado previamente. Es bastante característico ya que en origen presenta un color gris muy oscuro que, cuando se altera, va tomando tonos más claros dentro de la misma gama. A veces asoma un bandeado turbidítico o una textura granulada de origen bioclástico o presenta fracturas condicionadas por diaclasas (Tarriño, 2006: 134). Sílex de Urbasa: del Terciario. Aflora en estratos del Thanetiense (Paleoceno), dispuesto en varios horizontes discontinuos. Los nódulos aparecen expeditos en los fondos de antiguas dolinas, por la disolución de la caliza encajante. Macroscópicamente presenta tonos marrones no muy oscuros que patinan hacia cremas o grises azulados. Como criterio muy útil de reconocimiento se advierten asimismo, zonaciones de bordes curvos -a veces centimétricas- que conservan tonos más oscuros y también pequeños punteados milimétricos que reflejan cristales relictos de yeso (Tarriño, 2006: 136). Sílex de Treviño: del Terciario. Asociado a las formaciones lacustres del Mioceno, aflora en la sierras de Araico y Cucho, a ambos lados del río Ayuda, un afluente del Ebro. Macroscópicamente se han descrito como sílex de grano muy fino con colores en la gama de los

b) Lutita: roca sedimentaria muy abundante en las formaciones del Secundario, formada por arcillas que han sufrido una modificación por diagénesis. En general, las lutitas son muy blandas y friables por lo que no son adecuadas para la talla pero algunas variedades del Cretácico Superior, vinculadas al Flysch negro supraurgoniano pueden contar con un cemento silíceo bastante desarrollado que las dota de cualidades cristalinas interesantes para su aprovechamiento como útiles. Su aspecto macroscópico varía en función del grado de alteración; en origen luce tonos negruzcos y alterada varía del ocre amarillento al rojizo, a veces aparece envuelta en capas ferruginosas. (A. Tarriño, en González Urquijo et al., 2005). La lutita tiene una distribución similar a la del sílex cantábrico, dada su concurrencia entre materiales del Cretácico superior; por ello, es más abundante en la parte oriental y es menos frecuente en la zona central y occidental de la Región. c) Ofita: roca volcánica muy densa, del Triásico. Los afloramientos ofíticos aparecen asociados a diapiros en sedimentos arcillosos y evaporíticos de la facies Keuper (Lago y Pocoví, 1984; Robador, 1987; Fernández Maroto et al., 2004). La fracturación y fuerte meteorización genera bloques redondeados con un núcleo de roca sana y muy dura y capas superpuestas alteradas, probablemente como consecuencia del rodamiento en los depósitos secundarios (Fernández Maroto et al., 2004: 55). Desde el punto de vista macroscópico presenta un color verde o gris oscuro con abundancia de cristales de piroxeno, que vira hacia tonalidades marrones cuando se altera. Este tipo de afloramientos diapíricos tienen una distribución desigual en el Cantábrico ya que son relativamente frecuentes en el Cantábrico central -en un amplio arco que abarca desde la cuenca alta del Besaya hasta el valle bajo del Asón- y en el Cantábrico oriental, pero son raras hacia el occidente de la Región. d) Cuarcita: roca metamórfica compuesta por cristales de cuarzo, unidos entre sí por un cemento (matriz)

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica fundamentalmente cuarzoso; aunque en ocasiones, y según el tipo, pueden aparecer minerales accesorios como mica, feldespatos, granitos, etc. Provienen de la recristalización de las areniscas, por lo que son más duras y resistentes a las agresiones mecánicas. Está asociada al basamento paleozoico, a menudo de edad ordovícica, y suele aparecer en forma de cantos redondeados acumulados en depósitos aluviales y coluviales, fuera de las zonas de afloramiento. Los afloramientos se extienden por la zona occidental del Cantábrico, son especialmente abundantes en la parte oeste y suroeste de Cantabria, en los Picos de Europa, penetrando en la zona centrooriental por la Franja Cabalgante del Escudo de Cabuérniga. Hay una gran cierta variedad de cuarcitas en este área, con tamaños, granos, disponibilidad y calidades muy diversas. e) Cuarzo: roca ubicua asociada a fenómenos hidrotermales compuesta por sílice. Aparece en dos variedades: como cristal de roca o como cuarzo lechoso. Es cristalino en estado puro y puede adquirir distintas tonalidades en función de las impurezas que contenga. Casi no presenta exfoliación y los cristales están unidos entre sí sin ningún tipo de cemento. Se forma entre las fisuras de las calizas del Cretácico, lo que le confiere una morfología en tableta o bloque en posición primaria. En posición secundaria, aparece con el formato típico del

rodamiento de los depósitos fluviales. Los cristales de cuarzo son extremadamente duros y resistentes –más que el sílex o cualquier otra roca empleada en la Prehistoria como utillaje tallado (cf. Huet 2006)- aunque sus cualidades para la talla y para el uso dependen de las uniones entre los cristales. La variabilidad es muy alta, pero algunos bloques de cuarzo de buena calidad proporcionan filos tan cortantes y eficaces como las mejores rocas. 6- Arenisca: esta roca puede ser de origen sedimentario o metamórfico (Pomerol y Fouet, 1969), en función de las diferencias litológicas y de los procesos geológicos que sufren los materiales. Por eso en la zona del Cantábrico centro-oriental son frecuentes las areniscas sedimentarias, en forma de cantos rodados por la energía fluvial, mientras en el Cantábrico más occidental son más frecuentes las areniscas metamórficas, consecuencia de la transformación de las cuarcitas (Hoyos, 1989; Montes, 2003). Estas materias primas constituyen la panoplia principal de rocas usadas en el Paleolítico medio antiguo cantábrico aunque también se ha recurrido, de forma más circunstancial, a otras como la caliza negra, el esquisto o los nódulos ferruginosos.

Fig. 2.2.1. Esquema sintético de la disponibilidad de materias primas líticas en la Región Cantábrica. Rectángulo punteado en la zona W: cuarzo. Triángulo con trazo discontinuo: cuarcita. Rectángulo con trazo continuo: arenisca. Óvalos: ofita. Triángulo con trazo continuo: sílex. Rombo: lutita.

Las distribuciones tan específicas de las materias primas líticas en la Región Cantábrica generan unos patrones de disponibilidad diferenciales a lo largo del eje E-W, como ya ha sido señalado (Montes, 2003; Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004). En el extremo occidental de la Región, más allá del Navia, la cuarcita y el cuarzo son los materiales más abundantes. En la zona centro-occidental, desde el Nalón-Narcea hasta el Nansa, la cuarcita es ubicua y de buena calidad. En la zona central, desde el Saja hasta el Asón, la arenisca es la roca más abundante, se mantiene la presencia de la cuarcita y comienzan a estar disponibles en cantidades no desdeñables otras rocas

como el sílex o la ofita. Finalmente, en la parte oriental de la Región aparece la lutita y la disponibilidad del sílex aumenta exponencialmente por la presencia del Flysch costero y la relativa cercanía de los afloramientos de sílex del valle alto del Ebro. La accesibilidad de cada tipo de roca varía enormemente con la distancia en el marco de las sociedades del Paleolítico antiguo que no han desarrollado sistemas de desplazamiento o intercambio elaborados. Esto ha provocado que la mayor parte de los utillajes tallados se hayan fabricado con rocas de entornos más bien inmediatos con lo que los conjuntos líticos muestran un fuerte carácter local diferenciado. También 14

Planteamientos metodológicos para otros periodos (González Sainz, 1992), los aprovisionamientos locales en los momentos de aumento de la territorialidad o de retracción de la movilidad generan en el Cantábrico este efecto de aumento de la diferenciación de los conjuntos sincrónicos entre la parte occidental y al oriental de la Región.

Commot en 1909 o Kombewa por L. Owen en 1938-, pero la ordenación conceptual de estos sistemas, de sus variantes y de otros nuevos es una tarea desarrollada fundamentalmente a partir de los años 80’ –Boëda (1986) y Boëda (1993) para el Levallois; Peresani, 1998 para el discoide; Turq (1988), Geneste (1991) y Bourguignon (1997) para el Quina. En la actualidad, las herramientas principales para la lectura tecnológica de los conjuntos líticos son la construcción de remontados, la experimentación (Inizan et al. 1995; Pelegrin 1991; Baena 1997; Tixier 1982; Bourguignon, 1997) y la lectura diacrítica de los rasgos tecnológicos (Dauvois, 1976; Baena y Cuartero, 2006). Tanto los remontados como la experimentación facilitan la lectura y comprensión de los esquemas de fabricación de utillaje y sus objetivos principales y ayudan a valorar la importancia de los elementos más contingentes de la fase de producción. La lectura diacrítica remite a la reproducción ideal de la organización del sistema de talla, a partir de la ordenación temporal de los levantamientos. Ha sido también motivo de debate el valor de los núcleos como documento en la determinación de los esquemas técnicos desarrollados para la producción de utillaje. En el marco de una concepción dinámica de los núcleos, las características morfológicas que estos presentan una vez que han sido abandonados no informan sobre todos los procesos de explotación por los que han sido reducidos y aprovechados, sino que solamente son prueba de la última fase de esa explotación, que no necesariamente ha tenido que ser invariable a lo largo de toda la secuencia de talla (Moncel, 1998; Slimak, 1998; Carrión y Baena, 1999; Baena et al., 2001; Martín y Montes, 2004). Aunque esta afirmación es absolutamente cierta, esto no le resta importancia a la lectura de los núcleos como herramienta para la determinación de los esquemas de producción llevados a cabo. El caso del núcleo de El Hondal (Baena et al., 2001) es un buen ejemplo de cómo, sobre un mismo bloque, se pueden desarrollar una cierta variedad de estrategias de explotación con objetivos de producción bien distintos – como veremos más adelante, con una estrategia incluso más compleja y variable de lo que se propuso en el estudio inicial (ver apartado 4.4). Sin embargo, en el caso de núcleos con escasa recurrencia se convierten en la mejor evidencia de cómo se ha gestionado y explotado el volumen o de cuáles han sido los objetivos de la producción; hasta el punto de, prácticamente, poder reconstruir la secuencia completa. Son también un documento indispensable en el caso de esquemas de producción de formato micro en el que los soportes obtenidos no se han recuperado –sobre todo para el caso de excavaciones antiguas- o no presentan características bien definidas que permitan asociarlos a un sistema de producción concreto. Este es también el caso de aquellos núcleos que producen soportes de tipo Levallois o discoide sin acondicionamientos previos de las caras de lascado o de las plataformas de percusión. Estos soportes no presentan características morfológicass demasiado específicas por lo que dificultan su asociación directa con estos esquemas de producción. En estos casos la información procede,

2.3. Sistemas de producción: objetivos y variabilidad La producción lítica es la fase del proceso técnico que se desarrolla entre la adquisición-gestión de la materia prima y la gestión-uso del utillaje. Y, por lo tanto, está condicionada por las contingencias de la materia prima – disponibilidad ambiental y presión social en su seleccióny por la gestión social de las necesidades que establece el tipo de actividades de producción que se van a desarrollar en el seno de estos grupos. Por la recurrencia de los comportamientos técnicos de los grupos prehistóricos, el estudio de los sistemas de producción de utillaje es un buen campo para evaluar las estrategias puestas en práctica, el nivel de desarrollo tecnológico, la organización del trabajo, los conocimientos utilizados y su transmisión social, etc. El análisis de la producción se ha convertido en el elemento central de los estudios actuales sobre industria lítica, en ocasiones hasta el punto obviar la relación dinámica que existe entre ésta y la gestión y el consumo (Briz, 2002), que es su marco de comprensión natural. El estudio de esta fase del proceso técnico se ha centrado en la búsqueda de la variabilidad dentro de los conjuntos y en su interpretación en términos de comportamiento humano. Tales comportamientos se han explicado como consecuencia de un determinismo cultural (Boëda, 1993), como respuesta adaptativa (Rolland y Dibble, 1990, Kuhn, 1994 y 1995) y como expresión social u organizativa (Vaquero, 1997; Terradas, 2001). Desde nuestra perspectiva, entendemos que la variabilidad tecnológica no responde a un determinismo ni biológico ni ecológico y que, por tanto, la gestión de la industria lítica debe responder, necesariamente, a cuestiones relativas a la organización social de estos grupos. 2.3.1. El papel de las lecturas tecnológicas Convencionalmente se ha propuesto para contextos de Pleistoceno inferior, sistemas de producción muy expeditivos centrados en la obtención del mayor número de lascas posibles sin acondicionamientos de núcleos ni diseños de objetivos previos. Sin embargo, a lo largo del Pleistoceno medio comienzan a aparecer estrategias de talla de soportes predeterminados que siguen procedimientos más o menos ordenados, respetando unos principios conceptuales. El reconocimiento de algunos de estos sistemas de talla es antiguo –Levallois, por V.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica fundamentalmente, de la recurrencia que muestra el conjunto de los núcleos. La dificultad para el reconocimiento del tipo de explotación del que proceden algunas de las lascas que analizamos puede ser aún más amplia por la similitud, convergencia morfológica o inespecificidad de algunos productos -primeras extracciones Levallois sobre lasca con explotación Kombewa o explotación unipolar con Levallois unipolar sin preparación, por ejemplo. Este problema de asociación entre soportes y esquemas de producción es especialmente grave en el caso de las producciones micro –más difíciles de leer, con menos preparaciones y menos constreñidas volumétricamente. En todo caso, para estos periodos - final del Pleistoceno medio y principios de superior- el registro arqueológico evidencia una marcada combinación de diversos sistemas de fabricación y gestión del utillaje. Sus tipos y características, ampliamente debatidos, serán presentados a continuación.

práctica ausencia de preparación de plataformas de golpeo. Debido a la alternancia recurrente propia del sistema los talones típicos de una producción Quina son lisos à pan, diedros asimétricos, lisos inclinados o corticales. La presencia generalizada de este tipo de producción en los conjuntos líticos se ha relacionado con cuestiones ambientales (Morala y Turq, 1991), con la necesidad de un aprovechamiento intensivo de las materias primas (Turq, 1985, 1999; Dibble y Rolland, 1992; Dibble, 1987, 1988) y con actividades muy especializadas e intensivas, cargadas de un fuerte estrés (Carrión y Baena, 2003). Se ha iniciado, asimismo, una discusión en torno a si las lascas de reavivado resultado del mantenimiento de estos útiles son, a su vez, objetivos de la producción. Estas dos cuestiones se tratarán con detalle más adelante, en el capítulo 3. Se trata de un sistema productor de lascas en el que las características morfológicas, métricas y técnicas de los soportes responden a objetivos predeterminados. Son lascas, muy regulares en su espesor y en los filos periféricos, que se asocian a una cierta estandarización y versatilidad y que favorecen su enmangue.

2.3.2. Los sistemas de talla en el Paleolítico medio antiguo *Producción Quina El sistema de producción Quina ha sido definido por Turq (1988, 1989, 1992) y Geneste (1991) y sistematizado por Bourguignon (1997). Este esquema de fabricación de utillaje se caracteriza por responder a una concepción volumétrica específica y por la búsqueda de soportes con un cierto grado de predeterminación. La concepción de explotación de los núcleos implica la presencia de dos caras de lascado, secante y sub-paralela, que delimitan un plano de intersección. Estas caras no están jerarquizadas, sino que realizan la función de cara de lascado y plataforma de percusión de manera alternante, asegurando el mantenimiento de las condiciones de explotación –sin acondicionamientos específicos- y la producción de levantamientos predeterminados. Los criterios de predeterminación de los levantamientos consisten en el acondicionamiento de una convexidad distal y una lateral por cara. Estas habilitaciones cumplen el doble objetivo de guiar cada extracción y de crear un ángulo adecuado para el lascado sobre la cara adyacente secante (Bourguignon, 1997). Este tipo de producción se caracteriza por permitir una explotación intensiva del núcleo y por una búsqueda constante de espesor y asimetría en los productos, a partir de una cierta lateralización en series. En general, se obtienen soportes espesos, cortos y bastante anchos, de sección asimétrica – favoreciendo la aparición de dorsos- que, en una fase ulterior, serán transformados en raederas Quina y semiQuina, a partir de un retoque también característico (escamoso-escaleriforme). A menudo la gestión de los soportes, que culmina con las raederas Quina, llega a ser bastante compleja, favorecida por el espesor de los soportes, con diferentes fases de conformación, reavivado y reciclado. En los talones resultantes se evidencia la

Fig. 2.3.1. 1) Secuencia de producción Quina: trabajo en series alternantes (a partir de Bourguignon, 1997).

*Producción Levallois El primero en hacer referencia a este tipo de producción es V. Commont (1909) quien reconoce un tipo de explotación que aparece de manera repetida, que permite obtener productos de formas y tamaños previamente definidos. Este efecto se conseguiría mediante un

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Planteamientos metodológicos acondicionamiento expreso de los bloques de sílex, lo que pudo constatar por el hallazgo de núcleos ya preparados pero sin explotar. Hasta este momento, los núcleos Levallois recuperados habían sido denominados como “discos”, dada su morfología.

- los planos de extracción de las lascas son paralelos o subparalelos al plano de intersección. - el eje de percusión es perpendicular a la cara que recibe el impacto. En el marco de estos criterios generales se han diferenciado algunas modalidades, en función de la gestión de la explotación, del número de soportes producidos y de los diferentes tipos de productos buscados: Levallois de lasca preferencial, Levallois recurrente –centrípeto o unipolar en función de la morfología que se busque en los soportes- y Levallois para puntas.

La definición más detallada de cómo se gestiona el volumen de la matriz y se acondiciona el núcleo la realiza F. Bordes (1948, 1949, 1950 y 1961). Este autor introduce por primera vez el concepto de predeterminación en el soporte buscado 3. Aunque en su descripción F. Bordes se refiere únicamente a la modalidad de lasca preferencial, entre los soportes también incluye láminas Levallois, puntas Levallois y lascas protoLevallois. Bordes ya advierte la existencia de una producción con distintos tipos de objetivos. Sin embargo, no asume que esto implique una gestión del núcleo también diferente, sino que presenta algunas de ellas como resultados marginales del método estricto. Así, considera que el protoLevallois refleja un mal desarrollo del método y denomina paraLevallois a la producción de soportes laminares, que reconoce que se tallan sobre matrices más alargadas.

El método recurrente presenta una diferencia sustancial sobre el de lasca preferencial -que se ha entendido como un avance (Baena, 1998)- y es que en el primero se da una seriación programada para la obtención del mayor número de productos de características Levallois, sin necesidad de un acondicionamiento específico –de cara de lascado y plataforma- para cada uno de ellos. Es decir, el núcleo se prepara una sola vez para toda la serie de levantamientos y la nueva preparación no vuelve a ser necesaria hasta la siguiente serie, para la recuperación de las convexidades.

Los trabajos de E. Boëda, desarrollados a partir del estudio de la industria lítica de Biache-Saint-Vaast (Boëda, 1986, 1993), se han orientado a sistematizar los rasgos propios de este esquema de producción, desde planteamientos tecnológicos. Ha sido definido como una interacción entre una concepción volumétrica de los núcleos y su modo de explotación, con unos criterios técnicos específicos (Boëda et al. 1990) que se han normalizado de la siguiente manera (Boëda, 1988): - el volumen del núcleo se concibe con dos caras independientes: convexas asimétricas, secantes y que delimitan un plano de intersección perimetral. - las dos caras están jerarquizadas, una funciona como cara de lascado y la otra como plataforma de percusión y sus roles no se invierten en ningún momento. - las convexidades de la cara de lascado en los dos ejes, transversal y longitudinal a las extracciones, se gestionan para obtener los productos predeterminados. - preparación del plano de percusión para que las extracciones cumplan objetivos fijos. 3

“Pour fabriquer un éclat Levallois de type classique, on prend un rognon de silex (…) que l’on épannelle sur les bords. A partir de ces enlèvements pris comme plans de frappe successifs, on pèle la surface supérieure du nucléus par des enlèvements centripètes, obtenant ainsi une surface qui rappelle grossièrement un dos de tortue. Un plan de frappe est préparé à un bout, soit par petites facettes, soit par un large enlèvement, ce plan de frappe étant à peu prés perpendiculaire au plan d’aplatissement du nucléus. Un coup porté a un percuteur de pierre sur ce plan de frappe détermine une surface d’éclatement qui recoupe les surfaces d’enlèvement des éclats centripètes de préparation, et donne un éclat ovalaire, ayant ‘a peu prés la forme du nucléus (donc á forme prédéterminée) et présentant sur sa face supérieure les traces des enlèvements centripètes de préparation. Si le plan de frappe du nucleus a été fait par un seul enlèvement, cet éclat aura un talon lisse, sans cesser pur cela d’être Levallois” (Bordes, 1961).

Fig. 2.3.2. Criterios técnicos del método Levallois (según Boëda, en Dibble y Bar Yosef, 1995).

Dentro del Levallois recurrente se puede diferenciar entre la modalidad unipolar y la modalidad centrípeta aunque algunos autores no consideran que estos sean modelos diferentes sino diferentes grados de reducción de un mismo modelo (Dibble y Bar-Yosef, 1995; Kuhn, 1995).

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica acondicionamiento que no responden a la definición canónica de Levallois pero que, no obstante, se gestionan con la misma relación de los planos estructurales (plataforma de percusión y cara de lascado) y responden a los mismo objetivos generales de la producción (Benito del Rey, 1984; Delagnes, 1995, 2006; Ameloot-Van der Heijden, 1993; Soressi, 1999; Moncel, 1999; Guette, 2002; Huet, 2006). El modelo de producción Levallois “ortodoxo”, en el que se cumplen todos los criterios tecnológicos establecidos por Boëda, de hecho es poco frecuente y, como señala acertadamente Guette (2002: 237), hace de un caso particular una regla general ocultando el conjunto de la “variabilidad” Levallois. Esta situación –una definición restrictiva que no acoge la variabilidad real- está derivando en una continua puesta en cuestión de los límites, de la naturaleza y de la utilidad de la definición “Levallois”. Por otra parte, abre también la cuestión de cuáles son los rasgos o los conceptos más relevantes cuando se den comportamientos técnicos que no cumplan con todos los requisitos canónicos. Es necesario respetar la necesidad de reconocer criterios que determinen estos comportamientos técnicos, pero extrayendo aquellos que son verdaderamente estructurales y prescindiendo de los más contingentes. Los que intervienen de forma más directa en la determinación de los soportes buscados son: (1) la relación angular entre plataforma y cara de lascado –y de forma prioritaria la de la cara de lascado con el plano de intersección entre ambas, que ha de ser subparalelo- y (2) la recurrencia de la explotación –un criterio que es fundamental para diferenciarlo de las explotaciones Kombewa. Menos relevantes en términos estructurales – y, por tanto, prescindibles- son aquellos criterios ligados a los acondicionamientos previos del volumen, que pueden resultar innecesarios si se dan, de partida, las condiciones precisas. Estos casos aparecen vinculados a la disposición de morfologías naturales aptas para su explotación sin acondicionamientos previos, o a una disminución de las exigencias técnicas –menor necesidad de control de las condiciones técnicas- frecuentes en las explotaciones microLevallois. En todo caso, es imprescindible evaluar los resultados de la producción –las características de los soportes obtenidos- porque los métodos de talla no son una actividad finalista en sí misma –no se trata de reproducir ritualmente unos conceptos o de atender unas reglas normativas- sino que tienen un carácter mucho más contingente y adaptado a las circunstancias cambiantes, como la disponibilidad de materia prima o las necesidades inmediatas.

Fig. 2.3.3. Producción Levallois de lasca preferencial y recurrente unipolar (según Boëda, 1990).

En realidad, ambos esquemas responden a objetivos de producción diferentes –soportes más cuadrangulares en el centrípeto y más laminares en el unipolar- pero que esto no implica que no se puedan desarrollar en el mismo núcleo (Texier y Francisco, 1995; Galván et al., 2008). Si la masa que conserva la matriz, después de extraer una serie de soportes, es suficiente para continuar con la explotación puede realizarse un nuevo acondicionamiento del núcleo para otra serie recurrente que puede cambiar de modelo en función de los objetivos de la producción. Lo que no es posible es alternar la obtención de diferentes tipos de productos –cuadrangulares y laminares- dentro de una misma serie, porque las necesidades estructurales son diferentes. Por ejemplo, la explotación para soportes alargados es unipolar –o bipolar- y necesita aprovechar el eje más largo del núcleo y guiarse por las aristas –rectasde las extracciones previas. Esta ordenación de la cara de lascado no se obtiene en una explotación centrípeta y tampoco es válida para esta, por lo que la alternancia dentro de una misma serie es inviable de todo punto.

En base a esto, las modalidades de producción Levallois, diferenciadas a partir del estudio de las colecciones que se incluyen en este trabajo, se sistematizan de la siguiente manera:

Con el desarrollo de los trabajos de campo y de los estudios tecnológicos, la documentación se ha tornado más compleja y numerosa y se hace cada vez más patente el conflicto que existe entre la realidad arqueológica y este esquema teórico para la lectura y comprensión de los conjuntos. El registro arqueológico presenta una gran variabilidad de formas, tamaños y grados de

a) producción Levallois sobre lasca: su presencia está bastante generalizada en las colecciones del Paleolítico medio europeo -El Habario, Castillo 20, Axlor, Bolomor,

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Planteamientos metodológicos La Chaise-de-Vouthon, Longavesnes, Le Moustier, SaintVaast-la-Hougue, Le Goaréva, Orgnac, Baume des Peyrards, por no citar más que unos pocos-, asociado a diferentes tipos de materias primas –sílex pero también cuarcita, lutita o cuarzo. Se aprovecha, como cara de lascado, la convexidad natural de las caras ventrales de las lascas-núcleo; por lo que se hace innecesario un acondicionamiento previo. Las características específicas de la plataforma de percusión originan otras dos subdivisiones: (1) en la que la recurrencia y los objetivos de producción se consiguen sin ningún tipo de preparación, dada la existencia de una buena relación de ángulos y una superficie convexa y homogénea que permite precisar el golpe –lo que más abajo denominamos Levallois unifacial; y (2) con preparaciones, en general restringidas a zonas concretas – no perimetral- en las que resulta necesario modificar la plataforma –bien por facetado o bien a través de lascados más amplios –lo que denominaremos Levallois bifacial parcial.

ocasiones se ha hablado de núcleos que presentan una “talla de superficie con planos de fracturación paralelos” que presentan una concepción volumétrica igual a las de los núcleos Levallois pero con una inversión técnica mucho más débil y un grado de predeterminación menor. La superficie de la plataforma rara vez está preparada y la cara de lascado no es objeto de una configuración previa de las convexidades necesarias para guiar las extracciones de las lascas (Huet, 2006). c) producción Levallois bifacial parcial: es un modelo intermedio entre el bifacial clásico –con una plataforma de percusión preparada- y el unifacial. En este caso se aprovechan las plataformas naturales en aquellas zonas donde las características de las mismas son aptas para la talla –tanto en lo que se refiere al ángulo de talla como a la superficie de golpeo-; y se procede a un acondicionamiento específico –con un lascado amplio o, si es necesario, con un facetado- en aquellas zonas donde las plataformas disponibles no están preparadas de forma natural para este tipo de talla. Los soportes procedentes de este tipo de explotación presentarán talones tanto corticales como lisos o facetados, según las necesidades. La literatura incluye a menudo comentarios y clasificaciones en los que algunos sistemas de talla atípicos se asocian al modelo Levallois de forma indirecta 4. Esta dificultad para aceptar la extensión del concepto Levallois viene dada por circunstancias de diversa índole que podemos resumir en tres: (1) un deseo de respetar la descripción canónica más o menos consensuada, (2) una necesidad de claridad que facilite su clasificación, reservando “Levallois” para lo más específico y “jerarquizado” para lo menos concreto, y (3) las implicaciones que tiene la presencia en un conjunto de este esquema de producción, que ha sido empleado habitualmente como referencia cronocultural para establecer el comienzo del Paleolítico medio, lo que obliga a llamar protoLevallois a las formas de explotación Levallois que aparecen antes del OIS 8 (White y Ashton, 2003, White et al., 2006). Las posturas más ortodoxas consideran que (1) el término Levallois sensu stricto debe reservarse al modelo de lasca preferencial y a los recurrentes unidireccionales y bidireccionales –rechazando el centrípeto recurrente que parece mucho más dinámico y abierto a posibilidades(Lenoir y Turq, 1995), (2) que debe darse una preparación de las caras de lascado (Van Peer, 1992; van Baelen, 2008) previa a la explotación y también entre cada una de las series de extracciones, y (3) que en ningún caso puede admitirse la falta de acondicionamiento de las plataformas de percusión; de modo que si esto se diera, se trataría de otro tipo de esquema técnico (Menéndez, 2009). Los más flexibles (Moncel, 1999; Guette, 2002, Soressi, 1999, etc.) consideramos que los acondicionamientos de

b) producción Levallois unifacial: como se desprende de la descripción anterior, se trata de un esquema de producción que entronca directamente con éste y también con el que se presenta a continuación. En este y en los otros modelos que se describen –al igual que lo que se ha propuesto para el discoide unifacial, y que veremos más adelante- lo que se mantiene inalterable es la jerarquización de las dos caras y la relación estructural que existe entre los dos planos, subparalelo y secante, lo que encaja exactamente con los criterios establecidos para el Levallois “ortodoxo” (Boëda, 1988). La particularidad de este modelo viene dada porque la plataforma de percusión no está preparada, sino que se aprovechan planos naturales adecuados, con superficies homogéneas y lisas. Generalmente no se trata de explotaciones intensivas porque las matrices suelen ser de pequeño tamaño y pierden masa muy rápidamente. Los productos tienen unas dimensiones en torno a los 20x20mm., presentan caras dorsales con negativos de extracciones previas –aunque dado el tamaño de estos productos no siempre se puede precisar la dirección- y talones corticales o que arrastran planos naturales. Esta modalidad de talla Levallois no aparece en la literatura científica expresada como tal. Sin embargo, hay varias referencias para niveles de Paleolítico medio en lugares como Bolomor IV, Conceiçao o Le Goaréva (Cuartero, 2007; Cardoso, 2006; Huet, 2006) en los que se describe el resultado de una explotación de estas características –tanto en los núcleos como en los soportes. En alguno de estos casos se ha definido como una producción Levallois de carácter atípico (Cuartero, 2007), en la que los soportes presentan talones lisos o corticales y muy raramente facetados o diedros, las caras dorsales a veces conservan fracciones de córtex y los negativos previos raramente son centrípetos sensu stricto. En otros, se refieren a “núcleos discos musterienses” simplificados hasta el extremo, aprovechando morfologías naturales de los cantos para extraer lascas sin un acondicionamiento de la plataforma de percusión (Cardoso, 2006). En otras

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“la simplicidad (…) ha provocado que no se incluya entre los núcleos Levallois, aunque el esquema sea el mismo” (Moncel, 1999 para Orgnac 3); “sistemas de reducción conceptualmente cercanos a lo Levallois” (Carrión y Baena, 1999: 89, para El Habario).

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica las plataformas de percusión y de las caras de lascado son los elementos más contingentes de este esquema de producción y que existe una cierta variabilidad de comportamientos que responden a circunstancias cambiantes. La consecuencia de esta polarización de posturas es la existencia de diferentes acepciones para el mismo término. Ya en 1961, F. Bordes calificó de extremadamente reduccionista la propuesta de cambiar la denominación de este esquema de producción, de Levallois a “técnica de talón facetado” aun cuando esta fuera su evidencia más clara (1947). Cincuenta años atrás ya se aceptó que el facetado no es exclusivo del método Levallois –por una parte- y que de este se podían obtener también soportes con talones lisos (Bordes, 1961; Boëda, 1993, Van Peer, 1992, Brantingham y Kuhn, 2001). El establecimiento de unos criterios de clasificación demasiado encorsetados favorece el desarrollo de una pseudotipología –aunque sea fabricada a partir de conceptos tecnológicos-, que obliga a reconocer exclusivamente elementos ideales –que, por otra parte, rara vez aparecen en el registro arqueológico- dejando de lado cuestiones estructurales como, por ejemplo, las características de la materia prima sobre la que se talla – tipo, pero también tamaño de las matrices, presencia/ausencia de fisuras, etc. Las colecciones analizadas en este trabajo muestran un Levallois que se manifiesta de una forma mucho más flexible. Mantiene siempre la relación entre los planos estructurales (plataforma y cara de lascado), que son los que determinan los objetivos de la producción (morfologías y proporciones de los productos, posibilidad de obtener productos seriados), pero no es tan restrictivo en el caso de los elementos más contingentes de la preparación. Esta variabilidad de los esquemas de producción ya ha sido propuesta y comúnmente aceptada, como veremos a continuación, para el caso del discoide, quizá porque las implicaciones de todo tipo (cronoculturales, cognitivas, organizativas, etc.) se consideran menores.

convexidad periférica más o menos pronunciada para que los productos respondan a objetivos fijos. - los planos de fractura son secantes al plano de intersección de las dos caras. Según estos criterios, la técnica empleada es la misma en el desarrollo de todo el esquema operativo, y el núcleo presenta el mismo perfil a lo largo de toda la secuencia de talla. La explotación es recurrente. El hecho de contar con ángulos de lascado secantes respecto al plano de intersección, constituye uno de los criterios técnicos que posibilitan esta recurrencia. Idealmente esto permite obtener una secuencia continua de levantamientos predeterminados sin el acondicionamiento de las caras de lascado (Boëda et al., 1990). Los productos resultantes de este tipo de explotación son lascas cortas, espesas en la zona proximal pero de terminación más afinada en la zona distal, de formatos cuadrangulares achatados o triangulares. Este esquema de fabricación de utillaje está en constante revisión. Se ha destacado la gran rigidez de la definición original (Jaubert, 1993) y se han formulado otras, menos estrictas, que reducen el número de criterios característicos de los núcleos: “contorno globalmente circular, sección biconvexa disimétrica…” (Inizan et al., 1995). Más aún, se ha propuesto la existencia de una clara variabilidad dentro del discoide, a partir del estudio de yacimientos como Coudoulous, Mauran, Beauvais, Cueva de Fumane, Abric Romaní, etc., donde hay evidencias de una explotación discoide unifacial en la que las superficies están jerarquizadas y los planos de fractura no son sistemáticamente secantes. Una de las cuestiones más debatidas en torno a los criterios de clasificación del método discoide es la similitud que, según algunos autores, presenta respecto del método Levallois centrípeto recurrente. Incluso se ha llegado a dudar de la existencia de esta modalidad de Levallois, apelando a incoherencias conceptuales. Así, para Slimak (2003) la recurrencia en la talla es un criterio estructural del método discoide, que lo aleja del concepto Levallois sensu stricto. Para este autor, en la producción discoide no existe una fase de preparación de las convexidades del núcleo y otra de explotación –como ocurriría en el Levallois- ; sino que es un modelo más dinámico en el que las dos fases están integradas y la talla se desarrolla de forma ininterrumpida hasta el abandono del núcleo (ver también Terradas, 2003; Mourre, 2003). Esto no es muy diferente de lo que proponía Boëda cuando se refería a método “auto-regenerador” (1990). En todo caso, estos y otros autores (Peresani, 1998, 2003; Vaquero 1992, 2008) abogan por ampliar la definición para este esquema de producción, respecto de la propuesta original de Boëda, o crear nuevas categorías intermedias entre el modelo Levallois y el discoide. Esta convergencia de caracteres comunes que, según se propone, se desarrollan tanto en el esquema operativo discoide como en el Levallois centrípeto recurrente, ha llevado a algunos autores a afirmar que es posible encontrar una explotación discoide con jerarquización de las superficies y, en general, todos los criterios que Boëda

*Producción discoide La producción discoide es una de las más comunes en los conjuntos del Paleolítico medio antiguo. Se trata de un sistema de producción que ha sido objeto de revisiones permanentes a partir de la sistematización inicial de F. Bordes (1947, 1961). La elaboración moderna más completa, y que ha servido de base para las discusiones posteriores, es la de E. Boëda (1990, 1993), que estableció una serie de criterios bastante estrictos para el reconocimiento de la talla discoide: - el volumen del núcleo es concebido en dos caras convexas asimétricas, secantes y que delimitan un plano de intersección perimetral - se trata de dos caras no jerarquizadas que alternan sus roles de plataforma / cara de lascado en cada extracción o en cada serie de extracciones. - es un sistema esencialmente recurrente. - la cara de lascado es preparada/mantenida con una

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Planteamientos metodológicos ha definido como propios del Levallois recurrente (Mourre, 2003; Pasty, 2003; Terradas, 2003). En el Abric Romaní, la tradicional dicotomía entre Levallois y discoide ha sido puesta en cuestión por la presencia de núcleos perfectamente jerarquizados –propuesta como exclusiva del Levallois- con la dirección secante de los levantamientos preferenciales -propia del método discoide- (Vaquero, 2008).

Fig. 2.3.4. Comparación de cuatro características técnicas de la construcción volumétrica de los núcleos Levallois y discoide (según Boëda, 1993).

Parece claro que el registro arqueológico muestra una variabilidad morfológica bastante más amplia de lo que se ha tendido a pesar –no hay tanta literatura sobre si los objetivos de la producción son tan diferentes entre sípero insistimos en la patente desproporción entre la naturalidad con la que se discute, se propone y, finalmente, se amplían los criterios de clasificación del método discoide y lo complicado que parece intentar una cosa similar para el caso Levallois. Da la impresión de que todo lo que no encaja dentro de un Levallois más o menos clásico –con todas sus condiciones: preparación expresa de convexidades en las dos facetas, predeterminación de todos los soportes que son objetivos de producción, etc.- forma parte de alguna modalidad de discoide que, al parecer, tiene una naturaleza mucho más variable. Los elementos de diferenciación que establecemos aquí, con respecto a estos dos esquemas de producción, toca con la explicación para el caso específico del Levallois, donde proponemos una selección de los criterios estructurales que verdaderamente lo definen. En base a esta perspectiva, la diferencia entre uno y otro viene determinada por los criterios que intervienen de forma más directa en la determinación de los soportes buscados, estos es: (1) relación angular, sobre todo de la cara de lascado con respecto al plano de intersección –secante para el discoide y subparalela para el Levallois-, (2) la morfología de los soportes buscados –regulares en su espesor y en los filos periféricos para el Levallois y cortos, espesos y asimétricos para el discoide. Otros criterios como la jerarquización de las facetas, los acondicionamientos de las caras de lascado y plataformas de percusión o la facialidad resultan menos significativos, porque pueden variar al adaptarse a circunstancias cambiantes ajenas al propio sistema de talla –que, recordemos, no es un objetivo en sí mismo. Más allá de esta discusión respecto a los límites entre Levallois y discoide, queremos recuperar la idea de la variabilidad reconocida dentro del discoide. Además del modelo clásico de discoide bifacial recurrente, hemos diferenciado otros que se describen brevemente a continuación.

En este mismo sentido, y ante la aparente imposibilidad de distinguir esos dos modelos de explotación, Turq (1992) propone reagruparlos bajo la denominación de “recurrente centrípeto”. Otros autores (Martín Blanco y Montes, 2004) defienden que estos dos sistemas de explotación son perfectamente diferenciables en la fase de plena producción –cuando los ángulos de talla están bien definidos: secante para el discoide y subparalelo para el Levallois- pero que no presentan disimilitudes en la fase de inicio de explotación –cuando aún se están preparando los planos- ni en la de abandono. Esto último sería especialmente notable en las regiones geográficas donde se encuentran limitaciones en la disponibilidad de materias primas –respecto a la cantidad pero también a la cualidad. Ello provoca aprovechamientos muy intensivos, en las que el último lascado es muy invasor, aplanando la cara de lascado de forma considerable.

a) producción discoide unifacial: Como ya se ha expuesto, este sistema de talla ha sido identificado en muchos lugares (Jaubert, 1993; Terradas, 2003; Carrión y Baena, 2003; Cabrera et al., 2005; Huet, 2006 entre otros). Consiste en un núcleo jerarquizado –que se mantiene así a lo largo de toda la secuencia de talla- en el que la plataforma de percusión es totalmente cortical pero mantiene, respecto al plano de intersección con la cara de lascado, un ángulo más o menos secante. La explotación tiene una dirección centrípeta y los soportes presentan las mismas características que los procedentes del discoide clásico, excepto por la presencia, en este caso, de un talón cortical. Este esquema de producción también se ha llamado “talla de superficies con planos de fracturación secantes” (Huet, 2006). Esta autora reconoce la variabilidad implícita en el modelo discoide pero considera que si bien no hay un problema de

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica reconocimiento de este esquema de producción, al menos sí que hay uno de definición. Dentro de esta categoría se han incluido también algunos núcleos que presentan levantamientos ocasionales en la plataforma de percusión (Lelouvier, 1996 en Mourre, 2003). Sin embargo, en este estudio consideramos esta particularidad como otro modelo dentro de la explotación discoide, presentado a continuación. b) producción discoide bifacial parcial: en realidad se trata de una prolongación del modelo anterior. Se incluye dentro de esta categoría aquellos núcleos en los que se combina una explotación bifacial alterna con una unifacial –con plataforma natural- es decir, no son bifaciales en todo el contorno (Casanova et al., 2008). Es probable que esta combinación de modalidades de explotación en un mismo núcleo esté vinculada a que las plataformas naturales no necesariamente son homogéneas –ángulos, superficies lisas, etc.- a lo largo de todo el contorno –en todo caso no se trata de acondicionamientos de plataformas en una estrategia jerarquizada sino de explotaciones bifaciales alternantes. c) producción discoide sobre lasca: esta modalidad de producción discoide también ha sido documentada en diversos yacimientos (Bourguignon y Turq, 2003; Carrión y Baena, 2005; Huet, 2006; Carrión et al., 2008, etc.), aunque con interpretaciones variadas. Para el Cantábrico se ha propuesto una explotación discoide sobre lasca orientada a la producción de elementos apuntados a través del sistema desbordante de punta pseudoLevallois (Carrión y Baena, 2005) siguiendo el modelo experimental de L. Bourguignon y A. Turq (2003). La explotación discoide sobre lasca se desarrolla habitualmente en la modalidad bifacial alternante aprovechando como soporte el espesor máximo de una lasca de formato medio grande -que, normalmente, se corresponde con la zona proximal de la misma- y las convexidades naturales. En general son explotaciones expeditivas, poco intensivas, orientadas a la obtención de unos pocos soportes.

Fig. 2.3.5. Lascas-núcleo originales de Kombewa, Isenge Kisumu (Kenya), modificado a partir de Owen, 1938.

y

Se ha señalado la dificultad para reconocer una explotación Kombewa –tanto en núcleos como en productos- cuando ésta se prolonga y elimina las evidencias que demuestran que la producción se ha llevado a cabo a partir de la explotación de la cara ventral de una lasca (Carrión y Baena, 1999). Esta reflexión procede del estudio de los núcleos del yacimiento de El Habario donde se ha reconocido una secuencia que comienza como Kombewa y termina como Levallois. En varios niveles del yacimiento de El Esquilleu (III, IV, V, VI) también se han documentado explotaciones similares (Carrión y Baena, 1999). La talla se ha centrado en la zona del bulbo y el talón de las lascas que sirven como núcleos se emplearía como plataforma de percusión. Con ello se establece una relación angular que, según los

*Producción Kombewa El sistema de producción Kombewa ha sido definido como explotación somera –habitualmente con una sola extracción o, como mucho, varias aisladas- de la cara ventral de una lasca, aprovechando las convexidades naturales que presenta (Owen, 1938; Tixier, 1980; Tixier y Turq, 1999). El plano de golpeo puede estar o no preparado. Para algunos autores, el acondicionamiento de la plataforma de percusión es una cuestión estratégica, directamente vinculada con la predeterminación de los productos (Santonja, 1984). Para otros, sin embargo, es una característica circunstancial, que no necesariamente se da (Inizan et al., 1995) 5.

bulbe bien marqué, très étendu, régulièrement convexe, une telle surface peut être obtenue (…). Entre le débitage de l’éclat dont la face inférieur sert de surface de débitage et l’enlèvement de l’éclat Kombewa, peut se placer, mais pas obligatoirement, la préparation d’un plan de frappe. Les deux directions de percussion peuvent occuper toutes les combinassions possibles, y compris exactement opposée ” (Inizan et al., 1995).

5

“Sur une surface régulièrement convexe, on peut débiter un éclat circulaire, semi-circulaire ou ovalaire de contour très régulier. Par une percussion développant intentionnellement un

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Planteamientos metodológicos autores, la aproximaría al modelo Levallois (subparalelo/secante). La definición original de la talla Kombewa (fig. 2.3.5) hace referencia a una explotación somera o expeditiva, en ningún caso recurrente. Por tanto, es posible que los núcleos de El Habario y El Esquilleu no muestren fases de una misma secuencia operativa sino producciones diferentes: una producción Kombewa por un lado y una Levallois sobre lasca por otro.

En los próximos capítulos se discutirá la utilización de este esquema de producción para la fabricación de hendedores.

Los soportes procedentes de explotaciones de tipo Kombewa tienen filos convexos muy agudos y son fácilmente reconocibles porque presentan, en su cara dorsal, restos de la ventral de la lasca que ha funcionado como soporte. Como se desprende de las discusiones anteriores, las plataformas de percusión pueden estar preparadas o no, por lo que los talones de estos soportes pueden ser: (1) corticales –si la plataforma no está acondicionada y el talón o la cara dorsal de la lascanúcleo es cortical-, (2) lisos –con plataforma preparada con lascados amplios o bien si la dorsal de la matriz tiene negativos previos de explotación- o (3) facetados –si se produce una preparación exhaustiva de la plataforma de golpeo, generalmente para corregir el ángulo de talla.

La gestión del utillaje hace referencia al conjunto de procesos que llevan desde la fase de producción hasta el uso efectivo del instrumento, y también a la ordenación en este proceso de los diferentes recursos del grupo: tiempo, espacio, trabajo, otros utillajes o estructuras, conocimientos, etc. Las estrategias de gestión pueden llegar a ser muy reveladoras acerca de la organización económica y social de los grupos de cazadores-recolectores pero es probablemente la parte de los procesos técnicos estudiada con menos detalle. Una parte de la dificultad es de tipo analítico o metodológico porque buena parte de la comprensión de las estrategias de gestión del utillaje depende de la información que procede de la producción y del uso del utillaje y, por diversas razones, son pocos los contextos estudiados donde ambos tipos de informaciones están disponibles o han sido generadas. Sin embargo, se han producido algunos acercamientos. Por ejemplo, la misma tipología se ha empleado tradicionalmente con un sentido taxonomista, para reconocer identidades culturales o para establecer continuidades y rupturas en las evoluciones tecnológicas. Sin embargo, de manera algo intuitiva, los acercamientos tipológicos y morfotécnicos lo que intentan sistematizar es precisamente una parte de los comportamientos relacionados con la gestión del utillaje. La morfología de los soportes y de las zonas retocadas nos informa de algunos de los objetivos de la producción, de los criterios de selección de soportes, del tipo de conformaciones aplicadas, etc. y, por tanto, de cómo se gestionan al menos una parte de las necesidades generadas. En estos aspectos, el problema de la tipología suele ser la ausencia de relación con los datos procedentes de la producción y del uso, que aísla esta información y la limita al nivel de la hipótesis.

2.4. Gestión del utillaje

*Producción unipolar Se trata de un sistema de producción relativamente sencillo y muy frecuente en las colecciones analizadas. El nombre es muy descriptivo y refleja con bastante precisión el modelo de producción. Sin embargo, se puede dar una cierta variabilidad interna dependiendo del tipo de soporte buscado. Consiste en realizar una talla unipolar, frontal o envolvente –en este caso, si la talla se va extendiendo hacia los flancos del bloque-, a partir de una plataforma que puede estar preparada o no –una cuestión que depende tanto de la disponibilidad de ángulos adecuados como de la precisión que se quiera conseguir con el golpe. De existir tal acondicionamiento, este puede realizarse (1) mediante lascados más o menos amplios, que darán lugar a talones lisos o diedros; o (2) a partir de un trabajo más exhaustivo, lo que producirá talones facetados. Dependiendo de las características morfológicas de los soportes buscados se explotará el eje más largo del soporte –longitud- o alguno de los cortos –anchura o espesor. La elección de uno u otro condicionará tanto la longitud como la anchura de los productos: soportes alargados si se explota la longitud y cortos y anchos en los otros dos ejes –algunos ligeramente sobrepasados si se trata del espesor. En las colecciones estudiadas, esta segunda opción es la más frecuentemente utilizada. Este tipo de explotaciones no suelen contar con elementos o fases de acondicionamiento porque, en ausencia de accidentes durante la explotación, se produce también un automantenimiento de las condiciones de talla. Dependiendo de la recurrencia, las caras dorsales serán corticales, corticales/no corticales –tipo gajo de naranjao no corticales, arrastrando aristas de las extracciones previas.

Uno de los acercamientos más influyentes sobre la gestión del utillaje es el concepto de tecnologías o instrumentos curated (seleccionados, cuidados y conservados) de L.R. Binford (1977, 1979) frente a los útiles de tipo expedient (oportunistas, de conveniencia, expeditivos). A partir de los casos de los esquimales Nunamiut y de los Alyawara australianos, Binford muestra la existencia -entre los cazadores-recolectores actuales- de estrategias diferentes de gestión del utillaje, en relación con las diferencias estacionales de las actividades, con las previstas o realizadas efectivamente en cada asentamiento y, en definitiva, con la estrategia general de aprovechamiento del territorio. Estas estrategias de gestión incluyen selecciones particulares de las materias primas, acondicionamientos y reavivados

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica anticipados en previsión de usos futuros, reciclados de utillaje en casos de necesidad, desplazamientos entre asentamientos de útiles acabados y de bloques preparados para necesidades más o menos determinadas, almacenamientos u ocultamientos en lugares especiales o en asentamientos abandonados/ ocupados en los ciclos estacionales, etc.

actividades realizadas en el asentamiento o la duración de la estancia (Terradas, 1998), que pueden hacerlos más flexibles o exigentes. La selección de soportes específicos orientada al uso en tareas concretas puede ser también un buen indicador del tipo de actividades estratégicas en cada asentamiento y es bastante revelador de la función de los mismos (Ibáñez y González Urquijo, 1996). La diferencia entre gestión de materias primas y gestión de los productos de talla de C. Perlès, en el marco de otros posibles criterios de selección, separa las estrategias de selección en dos tendencias, una de ellas determinada desde la adquisición de las materias primas y la otra desde los sistemas de fabricación puestos en práctica.

Otros autores han producido distintos tipos de aproximaciones parciales. La propuesta de C. Perlès (1991) presenta la ambivalencia entre gestión de materias primas y gestión de los productos de talla 6 y se refiere básicamente a la selección de los soportes para el uso. Los trabajos de H. Dibble (1984, 1987) sobre la variabilidad formal de las raederas se han centrado en los reavivados y reutilizaciones de estos útiles finales y el significado de esta variabilidad en términos de intensidad de utilización. S. Kuhn (1994, 1995) ha elaborado modelos sobre las estrategias de transporte de utillaje en términos de coste / beneficio, con la idea de que se minimiza el peso de transporte y se maximiza la utilidad de los materiales transportados, medida como la posibilidad de obtener soportes a partir de núcleos o reavivados de útiles ya preparados. L. Bourguignon et al. (2004) han descrito los procesos llamados de “ramificación” como formas de reavivado, reciclado y circulación de productos en el marco de una tendencia a la estandarización y a la anticipación de las necesidades propias del Paleolítico medio frente al Paleolítico inferior (Bourguignon et al., 2004: 45).

2. La conformación por retoque o fractura, tanto de los filos activos como de la morfología general para facilitar el uso, la prensión o el enmangue es la parte de la gestión que da lugar a la aparición de tipos formales aunque, sobre todo en el marco de producciones de soportes predeterminados, los tipos formales pueden generarse sin necesidad de recurrir a tareas de conformación. La selección de soportes y la conformación por retoque pueden generar utillajes estandarizados. 3. El enmangue o preparación para la prensión y la configuración de utillaje compuesto son elementos de la gestión a los que se atribuye una importancia particular porque tradicionalmente se ha vinculado a los comportamientos previsores –curation en sentido de Binford- o, directamente, a comportamientos complejos o de tipo moderno. Las tareas de conformación de los soportes tienen relación, en ocasiones, con las preparaciones para prensiones o enmangues –fundamentalmente adelgazamientos bulbares o de contornos opuestos a los filos usados. Aunque a menudo es difícil establecer esta precisión con suficiente seguridad, si no hay una clara recurrencia (cf. Boëda et al., 1998; Bernard-Guelle y Porraz, 2001; Porraz, 2002; Tillet et al., 2004). Por otra parte, la generalización de estudios funcionales para conjuntos de Paleolítico antiguo ha mostrado la existencia de transformaciones tecnológicas sobre otras materias como la madera- compatibles, por el tipo de tareas realizadas, con la preparación de mangos (Gibaja, 2007 para Bajondillo). Existen vías de prueba más directas de la prensión y del enmangue como las huellas en los objetos líticos que podrían asociarse a su utilización con mangos -estrías, bright spots (Moss, 1987; Anderson-Gerfaud y Helmer, 1987; Owen y Unrath, 1989; Márquez y Baena, 2002; Rots y van Peer, 2006) o evidencias negativas como cortes abruptos en la distribución de los desgastes de uso (Vaughan, 1987). Un problema con este tipo de informaciones es que las huellas directas por prensión o por contacto con el mango son siempre muy discretas, o inexistentes en el caso de enmangues bien sujetos –por la ausencia de fricción- y, además, se distinguen con dificultad de otros fenómenos de alteración. Más fiables nos parecen los residuos de adhesivos (Boëda

Como vemos, los procesos de gestión del utillaje pueden llegar a ser muy complejos y comprenden al menos: 1. la selección de los soportes en relación con sus cualidades –por materia primas-, su abundancia, y sus morfologías. 2. la conformación por retoque o fractura, tanto de los filos activos como de la morfología general, para facilitar el uso, la prensión o el enmangue. 3. el enmangue o preparación para la prensión, y la configuración de utillaje compuesto. 4. el reavivado. 5. la reutilización/uso del instrumento en tareas múltiples. 6. el reciclado. 7. la circulación de productos en el territorio o entre asentamientos –importación o exportación. 8. el almacenamiento. 1. La selección de los soportes en relación con sus cualidades –por materia primas-, su abundancia, y sus morfologías, se refiere obviamente a los criterios aplicados para constituir el repertorio de utillaje a partir del conjunto de soportes producidos durante la talla. Es el punto de conexión más cercano de la gestión del utillaje con la fase de producción. En general, los criterios de selección son contextuales y varían según el coste de adquisición/fabricación de los instrumentos y del tipo de 6

En los términos originales “économie des matières premières” y “économie de débitage”.

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Planteamientos metodológicos et al., 1996; Koller et al., 2001; Grünberg, 2002; Mazza et al., 2006) y la constatación del uso de puntas de proyectil que casi necesariamente se deben asociar a un vástago para ser usadas. Estas informaciones ayudan a comprender las decisiones técnicas tomadas y evidencian una gestión del utillaje bastante compleja y una planificación cuidadosa de las actividades, puesto que hace converger los estadios finales de varios procesos técnicos.

reutilizar los filos: (1) extracciones reflejadas producidas de manera sucesiva y escalonada, (2) lascas sobrepasadas cóncavas que eliminan el retoque previo y eliminar el exceso de masa y (3) muescas clactonienses que eliminan una parte sustancial del volumen de la raedera. Además de estos tres sistemas de reavivado existe otro, que aparece representado en los niveles inferiores de la secuencia de Morín –y que se expondrá de forma expresa en el apartado que estudia este conjunto. Consiste en realizar una extracción desde el flanco del filo que arrastra, prácticamente, todo el frente retocado previo. Se trata de una forma de reaprovechamiento del soporte más radical porque no se limita a zonas localizadas del filo sino que supone, según los casos, rehacer todo o gran parte del filo activo de la raedera. En todo caso, los distintos modelos de rejuvenecimiento del filo se combinan con otros de conformación del mismo, a partir del típico retoque Quina. No obstante, las raederas de retoque Quina no solo se conforman sobre soportes de producción Quina. Lascas espesas, sobre todo corticales, procedentes de cualquier otro esquema de producción han sido empleadas habitualmente para configurar estos útiles. Esta cuestión está bastante bien definida en el yacimiento de El Esquilleu donde las raederas Quina del nivel IX se han fabricado sobre soportes Levallois y las de los niveles VII y VI sobre soportes procedentes de una producción discoide (Carrión y Baena, 2003).

4. El reavivado, 5., la reutilización o el uso del instrumento en tareas múltiples y 6. el reciclado, han centrado en los últimos tiempos la atención de los especialistas del periodo ya que se percibe como una herramienta para caracterizar las dinámicas de uso del territorio -ocupación de los yacimientos, estrategias de aprovisionamiento, intensidad de la explotación, usos diferidos, etc.- (Carrión y Baena, 2003; Cuartero, 2007; Vaquero et al., 2008; Navazo y Díez, 2008). Reavivado, reutilización y reciclado son distintos tipos o grados de reaprovechamiento del instrumental de piedra. El reavivado hace referencia a un acondicionamiento del filo activo para que siga siendo efectivo en la misma tarea para la que había servido previamente. La reutilización implica el aprovechamiento de un útil, a veces sin ningún tipo de transformación, en una tarea distinta para la que ha servido en principio. El reciclado supone una actuación que introduce la pieza en un ciclo distinto del que participaba inicialmente. Diversos estudios están mostrando que esta parte de la gestión puede responder de forma bastante sutil a distintas necesidades, y que reavivados, reciclados y producción de nuevos soportes pueden imbricarse en el mismo proceso. En este sentido, una de las más recientes discusiones acerca de la gestión de la producción y del retoque Quina es si este responde solo a una estrategia de “recuperación” de utillaje o si se trata de un proceso integrador, con un diseño previo, en el que las lascas de reavivado cumplen una doble función: reavivar el filo de la raedera y crear una nueva generación de utillaje de pequeño tamaño y filos muy agudos (González Urquijo et al., 2005). Esta segunda posibilidad responde a una de las variantes que incluye el denominado concepto de ramificación, definido como una “arborescencia de sistemas de producción de soportes” (Bourguignon et al., 2004). El concepto de ramificación se ha entendido con el doble objetivo de (1) para fabricar soportes de pequeño formato y (2) maximizar el aprovechamiento de la materia prima (Cortés, 2008, Ríos, 2008; Navazo et al., 2008; Casanova et al., 2008). Vinculado a esto último, algunos autores presentan, frente a la existencia de procesos de ramificación, la evidencia de reaprovechamientos o reciclados de los objetos líticos como consecuencia de las reiteradas visitas a los mismos lugares (Vaquero et al., 1996; Navazo et al., 2008; Baena et al., 2008; Casanova et al., 2008). En el caso de la producción Quina, el espesor de los soportes favorece este tipo de gestión del utillaje, que puede llegar a ser muy compleja. Se han definido tres procedimientos de retoque orientados a conformar y

7. Circulación de productos por el territorio o entre asentamientos –importación o exportación 7, como soportes finales asociados a usos previstos o situaciones anticipadas y que pueden combinarse con las producciones locales. En el Paleolítico antiguo se han propuesto circulaciones de todo tipo de utillajes, aunque parecen especialmente frecuentes y significativos los desplazamientos de útiles conformados de gran formato como bifaces y hendedores (Santonja y Villa, 1990; Gowlett et al., 2005; Preece et al., 2006). También se ha reconocido la circulación de soportes o útiles acabados sobre lasca, especialmente puntas, desde cronologías también antiguas (por ejemplo, Thieme, 2005 para Schöningen). La circulación de productos se detecta en varios aspectos. En algunos casos, se puede reconocer por las discordancias entre las evidencias de producción y el tipo y número de soportes presentes en el yacimiento. En esta lectura de las discordancias es necesario considerar los sesgos que provocan las alteraciones tafonómicas o algunas clases de arrastres por tamaños. Estos mismos sesgos pueden ser provocados también por los criterios de registro arqueológico, sobre todo en lo que se refiere a excavaciones antiguas. Una última nota de precaución tiene que ver con las dificultades que se dan en el reconocimiento de algunos tipos de productos, sobre todo los de pequeño formato, lo que puede llevar a una 7

Esta circulación de productos finales se combina con la circulación de materia prima bruta o de bloques desbastados, que corresponde a una fase anterior de la organización técnica, los sistemas de aprovisionamiento de materia prima.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica sobreinterpretación acerca de la circulación de soportes.

serie de trabajos de corte funcional bajo la creencia de que la determinación del uso del utillaje –junto con los estudios tecnológicos- es crucial para comprender la relación existente entre estos grupos humanos y el medio con el que interactúan. Sin embargo, los primeros estudios tuvieron un desarrollo muy limitado por la ausencia de un sistema de análisis fiable. Efectivamente, el trabajo de Semenov supuso un hito fundamental porque llamaba la atención sobre la existencia de huellas de desgaste en las zonas activas y sus posibilidades de la observación microscópica; pero presentaba ciertas carencias analíticas, porque no especificaba unos criterios generales de interpretación funcional. En Occidente, la práctica generalizada y sistemática debe esperar a mediados de los años 1970 con los trabajos de R. Tringham (Tringham et al., 1974) y, sobre todo, los de L.H. Keeley (1974a, 1974b, 1980), que se centra en la apariencia de la superficie pulida generada por contacto con la materia. Se trata de un método llamado “de altos aumentos” 8, que se utiliza de forma generaliza desde los años 1980. A partir de los años 1980 se multiplican los especialistas en estudios funcionales que trabajan, principalmente, sobre utillaje tallado en sílex; y se desarrolla una importante discusión metodológica sobre la pertinencia de los altos y bajos aumentos en este tipo de análisis (Plisson, 1983; D’Errico, 1985; Mansur-Franchomme, 1986; Newcomer et al., 1986; Anderson-Gerfaud et al., 1987, Knutsson, 1988; Van Gijn, 1989, etc.). Esta discusión metodológica interna, la ausencia de un conjunto de criterios de interpretación sistematizado y objetivo para enfrentarse a la lectura e interpretación de las evidencias y la percepción de alteraciones tafonómicas más importantes de lo esperado en los conjuntos arqueológicos desembocó en lo que se ha conocido como “pérdida de optimismo” acerca de la fiabilidad de las determinaciones funcionales. Una parte de los problemas que restaban objetividad y posibilidad de contrastación a las determinaciones, ha sido paliada por el esfuerzo de ordenación de criterios realizado a partir de un ingente trabajo de documentación etnográfica y experimental (Knutsson, 1988; Van Gijn, 1989; Beyries, 1993, 1997; González Urquijo e Ibáñez, 1994; Gassin, 1996; Ibáñez y González Urquijo, 1996; Rodríguez, 1997), reproduciendo las actividades que se habrían llevado a cabo de forma más frecuente. Los estudios funcionales se han revelado como generadores de un conocimiento básico en la comprensión y explicación de las sociedades prehistóricas. Una de las cuestiones más importantes que definen su interés es que permiten completar la comprensión de los procesos de producción y gestión del utillaje al hacer más comprensibles las opciones técnicas tomadas en estas fases (Ibáñez et al., 2002). Además, nos

8. El almacenamiento de utillaje es una estrategia de gestión que probablemente aparece entre las poblaciones humanas más antiguas (Potts, 1988 para Olduvai) y es quizá una de las mejores medidas de planificación de actividades. Sin embargo, también es uno de los comportamientos más difíciles de detectar en los yacimientos arqueológicos, especialmente en los de Paleolítico antiguo, debido a la alteración de las relaciones contextuales y espaciales que deben ser observadas para reconocerlo. En efecto, el almacenamiento se reconoce por la acumulación de conjuntos de materiales característicos –núcleos en condiciones de ser explotados, soportes brutos que sean objetivos de la producción, útiles preparados- pero este tipo de asociaciones espaciales, de producirse, solo se conserva en depósitos de baja energía. En algunos casos se ha sugerido el aprovechamiento de soportes dejados previamente en el asentamiento, como hace Binford para Torralba (1987) inspirado en su experiencia con los Nunamiut lo que se ha explicado también como diferentes fases de un mismo proceso técnico desarrolladas en tiempos diferidos, a modo de recursos líticos almacenados (Vaquero et al., 1996).

2.5. Uso del utillaje 2.5.1. Introducción El interés por conocer para qué se usaron los instrumentos prehistóricos existe desde el mismo momento en el que se reconocen como objetos fabricados por el hombre. Las primeras aproximaciones en este sentido fueron intuitivas, si bien desde mediados del siglo XIX se hizo también un esfuerzo por fundamentar las consideraciones funcionales en paralelos etnográficos y en ensayos o experiencias de uso, aunque sin un método claro para contrastar las hipótesis que iban surgiendo. De estas intuiciones y comparaciones se extrajeron las ideas para las ordenaciones tipológicas y, como consecuencia de este acercamiento inicial, quedan los nombres de algunos tipos de utillaje que manejamos aún en la actualidad. Desde principios de los años 1930, S. Semenov comenzó a trabajar en el desarrollo de una metodología basada en la comparación de las huellas existentes en el material arqueológico con aquellas generadas en piezas experimentales después de la reproducción de los distintos procesos de trabajo. Estos trabajos fueron traducidos y publicados en inglés a mediados de los años 1960 (Semenov, 1964). Aunque el desarrollo de Semenov se enmarcaba en los intereses del materialismo histórico, esta forma de análisis tuvo buena aceptación entre las corrientes materialistas funcionalistas, sobre todo anglosajonas. En ellas, comienzan a desarrollarse una

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Llamado de “altos aumentos” por el uso de microscopios metalográficos, con rangos entre 100X y 400X, adaptados a la observación de las superficies pulidas, frente a las lupas binoculares empleadas en los métodos de “bajos aumentos”, que observan principalmente los desconchados del filo con aumentos entre 10X y 60X.

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Planteamientos metodológicos remiten a otros procesos de producción y gestión en materias perecederas, como la piel o madera, sobre las que de otra forma solo podemos hipotetizar. Este conjunto de informaciones sustenta un acercamiento a los comportamientos económicos generales relacionados con cuestiones tales como la funcionalidad de los asentamientos, la gestión del territorio o la captación de recursos.

S8APO), con dispositivo zoom hasta 80 aumentos, y dos microscopios metalográficos (Leica DM 2500M y Leica DMLM) cuyos aumentos van de 50X a 500X. La parte de documentación dentro del estudio funcional no es menos importante que la de la observación. La toma de fotografías es la base de esta documentación y la única forma de verificar las observaciones hechas sobre el útil y su interpretación (Ahler, 1979); por lo que el modo de presentación o ilustración de los resultados es determinante en este tipo de estudios. En el caso de rocas de superficie homogénea, como el sílex o el cuarzo, la documentación de las huellas de uso es relativamente sencilla con los medios técnicos actuales. Para otras más granulosas, como la cuarcita, con una microtopografía muy variable, es necesario emplear un sistema de fotografía multifoco. En algunos de los materiales analizados para este trabajo se han empleado también tratamientos para mejorar la observación y documentación, sobre todo en macrofotografías con lupa binocular. Este es el caso del baño en humo de magnesio –fundamentalmente puntas y astillados- con el fin de eliminar brillos en las rocas que dificultan la lectura de las huellas.

2.5.2. Equipamiento técnico, limpieza y muestreo Tras el debate metodológico de los años 1980, en torno a la pertinencia de altos o bajos aumentos para la observación, se valoró su uso combinado en el desarrollo de los análisis funcionales. También se ha estimado la necesidad de conocer en detalle y considerar el contexto del útil –sobre todo en lo referente a la energía del depósito- o la presencia de residuos (Ibáñez et al., 2002). El equipamiento técnico más convencional es el uso combinado de una lupa binocular –o estereomicroscopioy un microscópico metalográfico –o microscopio de luz incidente. La lupa, con menos aumentos y mayor profundidad de campo, es más apropiada para reconocer los desgastes que afectan al volumen de la pieza (desconchados y redondeamiento) y facilita la localización de las zonas usadas. Con el microscopio de luz incidente está indicado para estudiar los desgastes que alteran las superficies y generan texturas particulares (pulidos, corrosiones y estrías), que resultan fundamentales para precisar los patrones de uso y, en especial, las materias trabajadas. También se han ensayado otros sistemas de observación microscópica, como el microscopio de fuerza atómica (Kimball et al., 1995) o el microscopio confocal para detectar residuos (Shanks et al, 2001); aunque la alternativa más empleada en cuanto a técnica de observación ha sido el Microscopio Electrónico de Barrido –MEG o SEM en sus siglas inglesas- (Lemorini, 2000; Martínez, 2008; Ollé et al., 1999; Vergés et al., 1999, Márquez et al., 1999). Las ventajas de esta herramienta de observación se han estimado en una mejora de la calidad de observación, en un aumento de la profundidad de campo, en que neutraliza la traslucidez y reflexión de la luz y en que introduce fuertes aumentos eliminando las distorsiones ópticas (D’Errico y EspinetMoucadel, 1986). Los problemas iniciales de este tipo de microscopio –un procesado complejo de las muestras por metalización y su reducido tamaño debido la angostura de las cabinas de observación- se han superado en buena medida. Pero subsisten los que tiene que ver con el tipo de imagen que proporciona, que no permite diferenciar texturas en las zonas pulidas y, con ello, limita las deducciones sobre la materia trabajada (MansurFranchomme, 1986). En esta investigación se ha optado por una observación “convencional” en la que se ha combinado estereomicroscopios y microscopios de luz incidente. La observación de las piezas se ha realizado a través del uso complementario de una lupa binocular (Leica

Previo a la observación, y con el objeto de eliminar todos las adherencias postdepositacionales que pudieran ocultar o falsear las trazas de uso, es necesario someter a los materiales a un proceso de limpieza; comprobando previamente la ausencia de residuos asociados al uso o enmangue. La limpieza del material es un aspecto fundamental para garantizar la observación en óptimas condiciones y su fiabilidad, por lo que las técnicas empleadas son también muy escrupulosas (Gutiérrez et al., 1988). Para evitar alteraciones de las superficies y garantizar la conservación del material nosotros confiamos en el trabajo con sustancias inocuas, básicamente agua y jabón y, en algunos casos alcohol o petróleo refinado destilado impregnado en algodón. Sin embargo, es también habitual el uso de ácidos –HCl, clorhídrico- y bases NaOH, H2O2, hidróxido de sodio/sosa caústica, agua oxigenada. Este tipo de soluciones se comenzaron a emplear como medida de control, para garantizar que la observación de los materiales arqueológicos se llevaba a cabo los mismos protocolos que con los experimentales – de los que había que eliminar los restos orgánicos de las materias trabajadas. Pero, en realidad, entendemos que no hay una aportación positiva a la limpieza de las piezas por dos cuestiones: (1) de existir restos orgánicos es primordial conservarlos y (2) en el caso de las adherencias en forma de concreción, es mejor eliminarlas por medios mecánicos para garantizar la preservación de la superficie de la pieza. Además, algunos de los residuos que se pueden conservar en el utillaje lítico no se advierten, o son difícilmente apreciables bajo el microscopio óptico –ácidos grasos, fitolitos, almidones, residuos de calcio y fósforo procedentes de materias óseas, etc. que necesitarían analíticas especiales-, por lo que el uso de ácidos y/o bases corre el riesgo de eliminar cualquier posibilidad de realizar analíticas alternativas

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica con posterioridad.

amplio y variado que incluye gran parte de las actividades que, según la información etnoarqueológica y funcional, desarrollarían los grupos paleolíticos. Lo más destacado de esta colección es el programa experimental sobre piel: procedente de distintos tipos de animales –cabra, ciervo y caballo, principalmente- y con una amplia variedad de tratamientos -fresca, seca, seca humedecida, con ocre, con ceniza, con grasa, etc. Incluye además unos 50 experimentos realizados con proyectiles. En los programas experimentales de J. Gibaja y I. Clemente se han empleado cuarcitas de diferentes procedencias y cualidades: (1) cuarcita de grano grueso de las terrazas del río Segre (Lleida), (2) cuarcita de grano medio-grueso procedente de conglomerados de la Sierra de Guara (Huesca), (3) cuarcita de grano muy grueso de los alrededores del pantano de Santa Ana (Lleida), (4) cuarcita procedente de La Espuña (Huesca), (5) cuarcita de grano grueso con origen en Asturias. Con ellas se han llevado a cabo diversas actividades – raspar, cortar, serrar, perforar y percutir- sobre un repertorio bastante amplio de materias trabajadas en distintos estados: hueso seco, fresco y humedecido, madera (de boj y avellano) en estado fresco, seco y húmedo, asta remojada, piel fresca y seca con y sin aditivos –ocre o grasa-, carne, vegetales no leñosos, y piedra. Estos programas experimentales han sido ampliados con un pequeño conjunto de 20 experimentos adecuado a los contextos específicos incluidos en esta investigación. Tanto las materias primas líticas sobre las que se ha fabricado el utillaje como actividades realizadas se han seleccionado en función del material arqueológico a analizar –el nivel 3 de Cova Eirós (Lugo) y el nivel 16 de Cueva Morín (Cantabria). Así, las cuarcitas empleadas son de dos tipos diferentes: (1) una de grano medio recogida en el cauce del río Pas y (2) otra de grano fino procedente de un conglomerado localizado en el pico de La Cupía, en el extremo oriental de la Sierra del Dobra (Cantabria). Respecto al cuarzo, el aprovisionamiento de los bloques se ha realizado en las cercanías del yacimiento de Cova Eirós, en las estribaciones noroccidentales de la Sierra del Courel y valle alto del Navia (Lugo). Con los instrumentos elaborados en cuarzo y cuarcita se han llevado a cabo tareas de corte, raspado, serrado y percusión sobre madera de avellano fresca, seca y remojada; madera de pino fresca, seca y remojada y piel de jabalí fresca y seca. También se han realizado experimentos de uso de jabalina, como pica y como lanza, sobre jabalí –animal entero.

No es frecuente el estudio funcional de una colección completa, por lo que normalmente se llevan a cabo muestreos. La selección de la muestra se rige por una gran variedad de criterios cuya consideración depende, en gran medida, del investigador y de los objetivos más específicos del estudio. Hay trabajos en los que se ha seleccionado un tipo concreto de utillaje (Márquez y Baena, 2002), o piezas susceptibles de haber sido usadas, o la totalidad de las piezas de una serie corta, o casos en los que la selección se ha realizado por el tipo o la conservación diferencial de la materia prima (Márquez et al., 1999; Ríos, 2008). Considerando las posibilidades de observación de nuestras colecciones –contextos antiguos y series ricas en materias primas diferentes al sílex-, en este trabajo se ha optado por hacer una selección de lo que hemos interpretado como productos finales – retocados o predeterminados- que estuvieran en buen estado de conservación, independientemente de la materia prima sobre la que se hayan tallado. 2.5.3. Criterios de diagnóstico funcional y programas experimentales La observación de las alteraciones que se producen en el utillaje, por su contacto con las materias trabajadas, nos proporciona información acerca de la actividad realizada. Pero esta interpretación depende del conocimiento previo del tipo de alteración que cada actividad genera en la herramienta. Por eso, resulta necesario construir las claves de esa interpretación a través de la creación y observación de un programa experimental controlado; lo que se conoce como sistema inductivo-deductivo aplicado al estudio funcional (González Urquijo e Ibáñez, 1994). La experimentación permite reconocer, asimismo, las alteraciones de origen diferente al uso –tecnológicas o postdeposicionales. En este caso, para el estudio del sílex se ha empleado la colección experimental de J. González Urquijo y J.J. Ibáñez –formada por un total de 310 experimentos-; y para la cuarcita la de J. Gibaja -compuesta por 129- y la de I. Clemente y J. Gibaja -de la que se han seleccionado 20 experimentos. Éstas han sido las series de referencia básicas para establecer y reconocer los criterios de interpretación que, en buena parte, ya habían sido avanzados en estudios previos basados en estas mismas colecciones experimentales (González Urquijo e Ibáñez, 1994; Clemente, 1997; Clemente y Gibaja, 2009). La colección de sílex se ha fabricado, fundamentalmente, con bloques procedentes de Barrika (Vizcaya) y Treviño (Burgos). Las acciones realizadas han sido cortar, serrar, raspar, grabar, perforar y percutir. Las materias procesadas incluyen distintos tipos de madera (pino, roble, avellano) en estado fresco, seco y humedecido, asta remojada, hueso fresco, seco y humedecido, carne fresca y seca, concha, vegetales no leñosos, piedra y piel. Como se puede apreciar, se trata de un programa experimental

Para la caracterización y sistematización de las huellas de uso en las piezas experimentales es necesaria la consideración de dos grandes grupos de variables: (1) las referidas al objeto de análisis funcional y (2) las que influyen de algún modo en los rastros de uso (Gutiérrez, 1997; González Urquijo e Ibáñez, 1994; Ibáñez y González Urquijo, 1996). Entre las primeras se han incluido: - la cinemática del trabajo: longitudinal (cortar),

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Planteamientos metodológicos transversal (raspar), presión puntual rotativa (perforar), percusión lanzada (uso de proyectiles), percusión indirecta (hender con cuña), percusión directa (tajar). - la materia trabajada: dureza (blanda, dura o estados intermedios), estado (fresca, seca o estados intermedios) y aditivos añadidos (ocre, sal, arena, etc.). - el tiempo de trabajo: se han realizado experimentos pautados por tiempos controlados, para observar el tiempo que tardan en generarse las huellas de uso y su desarrollo y modificación en la prolongación del trabajo. Respecto a las variables que influyen en las huellas, se han considerado las siguientes: - morfología de la zona activa: puntual (las aristas convergen en un punto), lineal (la zona activa es un filo, que además tendrá sus características particulares: delineación, ángulo, longitud, retoque o no, etc.). - la intensidad relativa con la que se desarrolla el trabajo: es, sin duda, una de las variables más difíciles de cuantificar y la que más depende del sujeto que realiza la acción (de su fuerza y de su resistencia). No obstante tiene un papel importantísimo en los programas experimentales (Tringham et al., 1974; Clemente, 1997; Gibaja, 2003). Evidentemente, cuanta más presión se ejerza y cuanto mayor sea la intensidad (cadencia) con la que se desarrolla el trabajo, más rápidamente se originarán y desarrollarán las huellas de uso. Para cuantificar esta variable emplearemos (como es habitual) categorías relativas que nos permitan siquiera tener una noción aproximada. - ángulo de trabajo: es también un elemento muy significativo en relación a la distribución y al desarrollo de las huellas e, incluso, a la efectividad del utillaje (Van Gijn, 1989; González Urquijo e Ibáñez, 1994; Gassin, 1996; Gibaja, 2003). Los datos registrados aquí en relación al ángulo son de carácter aproximativo. - tipo de roca sobre la que se ha fabricado el utillaje: la caracterización del tipo de materia prima empleada es primordial en los estudios funcionales. Cada una de ellas presenta unas características específicas que hace que se comporten o respondan de forma diferente en lo que respecta a las evidencias de uso (tipo de huellas, tiempo que tardan en desarrollarse, resistencia en términos de durabilidad, conservación, etc.). - enmangamiento: el enmangue de determinadas piezas no solo permite una mayor efectividad y precisión en el trabajo, sino que hay ciertos útiles como las puntas de proyectil, que necesariamente deben emplearse enmangados.

generalmente de tamaños milimétricos o de décimas de milímetro. Los trabajos referidos a la formación y al valor diagnóstico de este tipo de huellas son bastante abundantes (Tringham et al., 1974; Odell, 1981; Vaughan, 1985; González Urquijo e Ibánez, 1994, etc.). La caracterización de las melladuras o desconchados se ha realizado, siguiendo estos trabajos, en función del tamaño, de la cantidad/densidad, de la localización en las caras y de la distribución en los filos, de la morfología (semicircular, trapezoidal, triangular, media luna), del tipo de terminación (afinada, abrupta o reflejada) y de la relación con las otras huellas. En general se entiende que, aisladas de otras evidencias, son una fuente de información delicada por la dificultad para diferenciar el patrón de desconchados de muchos de los usos respecto de los generados por otras alteraciones de tipo antrópico –retoques aislados o reavivados- o postdeposicional (Vaughan, 1985; Van Gijn, 1990; Clemente, 1997). Se asume, con razón, que es prácticamente imposible reconocer los desconchados de uso frente a la fracción más pequeña de los desprendimientos que se producen en el momento de retocar un filo. Por esta razón, es inviable hacer determinaciones funcionales en filos retocados recurriendo tan solo a la información de las melladuras. Y también se asume con razón que este tipo de huella no es fiable en materiales que proceden de contextos con alteraciones posdeposicionales importantes o depositados en medios de alta energía. Sin embargo, en algunos trabajos de percusión, como los proyectiles, el uso de cuñas o los trabajos de tipo hacha o azuela, los desconchados son el mejor y a veces el único elemento de interpretación ya que se forman huellas y patrones extraordinariamente diagnósticos (Bergman y Newcomer 1983, Fischer et al. 1984, Odell y Cowan 1986, Dockall 1997, Shea et al. 2002, Lombard et al. 2004).

Las huellas generadas por el uso de los instrumentos se corresponden con el tipo de desgastes que sufren las zonas activas o de prensión. Su significatividad varía en función del tipo de huella, su abundancia, posición, asociaciación, etc. Los criterios de determinación funcional empleados en este trabajo se han establecido en relación la presencia y recurrencia de los siguientes tipos de huellas:

Estrías: desgastes lineales en la superficie de las rocas trabajadas de dimensiones variables, de unas pocas decenas de micras hasta varios milímetros de longitud. En el sílex, aparecen como estrías “aditivas”, con el aspecto de zonas pulidas lineales, o en las zonas pulidas, con fondos claros u oscuros. En el cuarzo son especialmente frecuentes (Derndarsky y Ocklind, 2001) y en las cuarcitas suelen aparecer precisamente en los cristales de cuarzo. Se ignora si son producidas por micropartículas abrasivas propias del material trabajado o por partículas exógenas presentes en el ambiente (arena, tierra…) pero su abundancia puede revelar el uso de algún tipo de aditivo abrasivo durante el trabajo (Mansur-Franchomme, 1986; Anderson-Gerfaud, 1981; González Urquijo e Ibáñez, 1994). Es frecuente que las referencias a este tipo de huellas sean en términos de presencia/ausencia. Aquí hemos evaluado además, la cantidad relativa, longitud, orientación (paralela, oblicua o perpendicular al filo) y los tipos morfológicos, basados en el aspecto del fondo de la estría.

Melladuras o desconchados: pequeñas fracturas conchoideas que se forman en los filos activos,

Pulidos: suponen una regularización de la superficie original de la roca que se revela, a través del microscopio

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica óptico, en el índice de reflexión de la luz incidente. En el caso del sílex, las superficies originales de la roca, más irregulares, son más oscuras; y las pulidas, que están regularizadas, son más claras. Es un desgaste que se genera rápidamente en la mayor parte de los sílex, en algunos casos en apenas un minuto de uso, pero más lentamente en otras materias. Su distribución, localización y textura permiten la reconstrucción del ángulo de ataque, de la cinemática de los bordes, y del tipo de materia trabajada (Keeley, 1980, AndersonGerfaud, 1981, González Urquijo e Ibáñez, 1994). Según la sistematización de estos últimos investigadores, los atributos que hemos empleado para caracterizar el pulido son: brillo –reflectividad-, desarrollo, distribución, extensión, microtopografía –lisa, ondulada, irregular- y trama –abierta, semicerrada, cerrada y compacta. La validez del diagnóstico de los micropulidos se discutió a los finales de los años 1980 a partir de la realización de una serie de test ciegos (Newcomer et al., 1986; Bamforth, 1987; Grace, 1989) con resultados variados, en algunos casos con altos índices de fracaso. Algunos autores como R. Grace (1989) propusieron que la dificultad procedía de la percepción de que los micropulidos generados por el trabajo de cualquier materia eran semejantes y que el aspecto diferencial del pulido era debido al tiempo de uso. Es decir, 5 minutos de trabajo sobre hueso dejaría un rastro muy similar al de, por ejemplo, 50 minutos del mismo trabajo sobre carne. Esta afirmación ya ha sido rebatida en los trabajos de inicios de los años 1990 (González Urquijo e Ibáñez, 1994), que muestran que las actividades sobre materias diferentes generan combinaciones de topografías y tramas del pulido también diferentes.

materia trabajada. Pero ninguna de las evidencias es diagnóstica de forma independiente. La interpretación funcional se basa en la determinación de un patrón de uso, compuesto por la suma de las evidencias observadas en los distintos tipos de huella. También es necesario precisar que lo que se alcanzan son niveles de inferencia, que serán de distinta precisión y que dependen del tipo de trabajo realizado, de la intensidad/duración de la actividad, de la materia prima del útil y del grado de alteración de las huellas en sus circunstancias posdeposicionales. A pesar de que la metodología de análisis e interpretación funcional está bastante estandarizada y de que se conocen los peligros de no atender criterios analíticos rigurosos, siguen siendo frecuentes las aproximaciones de tipo morfofuncional –atendiendo a las características morfológicas de los filos propiamente dichos y del útil en general-, que realizan deducciones arbitrarias o poco fundamentadas, en el sentido de que no están basadas en ninguna evidencia empírica independiente. El desarrollo de una parte de estos trabajos morfofuncionales tiene su origen, de forma paradójica, en el avance de los estudios tecnológicos, que promueven la necesidad de ir más allá en la explicación de los comportamientos técnicos que se reconocen en el estudio de la talla de las piedras. En esta investigación se ha partido de la premisa de que el método de análisis funcional es el único que ha demostrado su validez para la determinación del uso que se le ha dado a los instrumentos líticos prehistóricos, en contraposición a otros como el contextual, el morfofuncional o el etnográfico (Vila y Argelés, 1986; Mazo, 1991; Clemente, 1997).

Corrosión: alteración de los cristales de cuarzo como consecuencia del desprendimiento, la desaparición o la disolución de las partes de su superficie original (Clemente, 1997). Siguiendo a este autor se ha diferenciado entre aislada –huecos o micro agujeros hacia la zona central de los cristales- y continua – “picoteo” continuo en la periferia de los cristales destruyéndolos en su totalidad o casi. Se asocia generalmente al trabajo sobre materias abrasivas y es un buen indicador de la cinemática.

2.5.4. Las características especiales de las rocas diferentes del sílex (la cuarcita y el cuarzo) Si bien el estudio funcional sobre cuarcitas o cuarzos no es exactamente una novedad, lo cierto es que este tipo de trabajos siguen siendo escasos, más aún si hablamos de contextos cronológicos antiguos. Para estos periodos contamos con los trabajos de S. Beyries y H. Roche (1982) para los Carrières Thomas, C. Sussman (1987, 1988) para Olduvai, J. Binneman y P. Beaumont (1992) para Wonderwerk, R.K. Pant (1989) para l’Aragó; E. Carbonell et al. (1999) para Trinchera Dolina 6, B. Márquez et al. (1999) para Trinchera Galería, y B. Márquez y J. Baena (2002) para El Esquilleu. Hay un mayor número de trabajos orientados a conocer la función del instrumental lítico en conjuntos tallados en sílex: L.H. Keeley (1980), Keeley y Toth (1981); J.J. Shea (1988, 2006), H. Plisson y S. Beyries (1999), S. Beyries (1986,1988,1996), A. Ollé et al. (1999), J.M. Vergés et al. (1999), C. Lemorini (2000), K. Martinez et al. (2005), P. Villa et al. (2009) inter alia. Para estudios de conjuntos con materias primas diferentes al sílex, aunque para periodos más recientes, destacan por sus importantes aportes metodológicos los trabajos de H.

Redondeamiento: desgaste con pérdida progresiva de materia en los diedros de los filos, que puede llegar a ser macroscópico. Están asociados a actividades muy intensas y abrasivas como el raspado sobre piel seca con algunos aditivos o la fricción con piedra; también puede aparecer, con grados menores de desarrollo, en el trabajo de materias óseas, en particular del hueso, o en trabajos muy intensos sobre vegetales silíceos. En este estudio se ha considerado: el grado de embotamiento y su desarrollo sobre cada una de las caras –diferencial o equilibrado que se relaciona con el ángulo de trabajo y la cara de contacto con la materia trabajada. El pulido de uso o micropulido es el rasgo que aporta mayor información, en el caso del sílex y en relación a la

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Planteamientos metodológicos Plisson (1985, 1996), J. Gibaja, I. Clemente y A. Mir (2002); I. Clemente y J. Gibaja (2009), J. Gibaja y A.F. Carvalho (2005) o J. Gibaja y I. Clemente (2009). Las características litológicas de estas dos rocas son muy diferentes a las del sílex, cuestión que, obviamente, afecta a la manifestación de las huellas de uso a nivel microscópico. La cuarcita es una roca metamórfica compuesta por cristales de cuarzo, unidos entre sí por un cemento cuarzoso. El cuarzo, por su parte, está compuesto por sílice y formado por cristales unidos entre sí sin ningún tipo de cemento. Estos cristales son extremadamente duros y resistentes pero sus cualidades para el uso dependen precisamente de las uniones entre los cristales, cuya tenacidad es muy variable. La dificultad mayor en el análisis funcional de las cuarcitas está en la heterogeneidad de la textura y composición de la roca, formada por cemento y cristales. A escala microtopográfica, cada cristal se comporta de forma autónoma, en función de su orientación y posición por una parte, y de su distancia y relación con la zona activa, por otra. Los cristales suelen sufrir corrosiones, estriaciones, desconchamientos y fracturas. El cemento de la matriz suele resultar más blando que los cristales y registra unas alteraciones diferentes, en las que priman el redondeamiento y, en algunos casos, el desarrollo de pulidos. Las huellas en cuarzo son bastante similares a las que se encuentran en los cristales de las cuarcitas o en rocas cristalinas como la obsidiana. A pesar de las dudas de los años 1980 sobre las posibilidades de los análisis funcionales en cuarzo (Sussman, 1985), el registro y la conservación de las huellas en esta materia prima parece comparativamente mejor que el que se da en la cuarcita, a partir de o que se ha llamado la “paradoja del curarzo” (Huang y Knutsson, 1995). Estas dos rocas imponen unas condiciones analíticas particulares, por las condiciones de observación. En el Workshop “Estudios funcionales recientes en materias primas alternativas al sílex: avances metodológicos e inferencias arqueológicas”, celebrado en Lisboa en 2008 (Araujo y Clemente, 2009), se pusieron de manifiesto dos cuestiones metodológicas para el trabajo sobre materias como la cuarcita o el cuarzo: por una parte (1) la necesidad de trabajar con mayores aumentos que los empleados con el sílex –entre 400X y 500X, frente a los 50-200X que permite el sílex-; y (2) la posibilidad de introducir un filtro específico en el objetivo, denominado DIC (Differencial Interference Contrast). La aportación de esta técnica tiene que ver con un mayor énfasis en el relieve y menor en los colores, una cuestión importante para materias con una microtopografía compleja, como la cuarcita o la arenisca. Aumenta la resolución y el contraste y elimina los problemas de alta reflectividad de algunos materiales.

modelos de huellas conocidos experimentalmente para el sílex (Gibaja et al. 2002). Otros, consideran que desde el punto de vista del análisis traceológico estas materias primas suponen, en sí mismas, un condicionante negativo (Márquez y Baena, 2002). La lectura y documentación de las huellas de uso en cuarzo y, sobre todo, en cuarcita es muy compleja. Las zonas afectadas son mucho más reducidas que las que se pueden leer en el sílex –pequeñas áreas elevadas de la microtopografía, donde el contacto con la materia trabajada ha sido mucho más acentuado- porque se trata de una superficie poco homogénea (Clemente, 1997). Sin embargo, una ventaja cualitativa de estas materias primas sobre el sílex, por lo que respecta al estudio funcional, es la conservación de las huellas. El sílex parece más frágil, sobre todo frente a las alteraciones químicas que provocan disoluciones más marcadas en las superficies, un rasgo especialmente manifiesto en los conjuntos antiguos.

La determinación de las huellas de uso en rocas diferentes al sílex es una cuestión también en discusión. Algunos autores defienden que los estudios funcionales de cuarcitas no solo están poco desarrollados sino que, además, son bastante superficiales y tienden a utilizar

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3. ESTADO DE LA CUESTIÓN

3.1. Las primeras ocupaciones del Cantábrico en un marco general: el inicio del poblamiento europeo

relacionados con las características de la formación y conservación del registro. En un continente como el europeo, situado en latitudes medias o altas, sometido a las alteraciones geomorfológicas cíclicas tan severas que son típicas del Cuaternario y carente de fenómenos volcánicos de envergadura, la conservación en contextos primarios de los restos de periodos antiguos se dan en pocos lugares. Este es el caso de algunas cavidades kársticas, de las cuencas endorreicas del sur del continente, de algunos contextos fluviales o de lugares de carácter excepcional vinculados a formaciones travertínicas. Esto ha hecho que se multiplicaran los contextos problemáticos, con asociaciones poco claras entre los restos animales y los antrópicos –generalmente líticos-, con la recuperación de restos humanos mal conservados, escasos o dudosos (cf. Orce o Cueva Victoria) o de restos cuyo origen antrópico también ofrece dudas (Roebroeks y von Kolfschoten, 1995). Por otra parte, las fechas absolutas son poco abundantes y poco fiables porque los sistemas de datación disponibles para momentos de esta antigüedad son limitados. En muchas ocasiones los datos presentan márgenes de error amplios e incluso resultados incoherentes entre métodos independientes. También han generado problemas las asociaciones entre los materiales efectivamente datados y los restos arqueológicos que, en ocasiones, se correlacionan de forma muy tentativa (Gibert et al., 2006).

El interés “moderno” por el primer poblamiento europeo arranca del congreso de Niza de 1976, con las propuestas de A. de Lumley, E. Bonifay y K. Valoch, entre otros (Valoch, 1976), que insisten en un poblamiento antiguo del continente, con casos cercanos a los 2 Ma. de antigüedad. Esta nueva efervescencia está probablemente incentivada por los aportes de L. Leakey en África centro-oriental -finales de los 1950 y los 1960- sobre el origen del género Homo (Leakey, 1959; Leakey et al., 1964). Este fenómeno se puede considerar también, en un marco más general, como otro de los cambios en los estudios paleolíticos que marcan el ocaso del historicismo y la emergencia de las influencias neoevolucionistas de la Nueva Arqueología (cf. Vega Toscano, 2001), con su énfasis en los fenómenos de origen. Este interés se ha acentuado, si cabe, en el marco de los recientes modelos desarrollados en paleoantropología (Foley, 2002; Gamble, 2007), en los que la expansión y ocupación de nuevos territorios es la señal clave del éxito evolutivo 1. Lo que ya había comenzado en Niza, y se aceleró a partir de entonces, fue una carrera por proporcionar fechas extraordinariamente antiguas para la primera ocupación del continente. Esta tarea se emprendió con no pocas dificultades y generó algunos importantes debates que alcanzan la actualidad.

Las interpretaciones acerca de la cuestión del primer poblamiento europeo se han desarrollado a partir de planteamientos teóricos enfrentados que han dado lugar al ya famoso debate “cronologías altas-cronologías bajas” – o “Vieja Europa” vs. “Joven Europa”. Como decíamos, en la década de los setenta se planteó, por primera vez, la cuestión de un poblamiento muy temprano del continente europeo (Valoch, 1976). Este modelo estaba avalado por un conjunto de industrias líticas recuperadas en yacimientos de la zona mediterránea y centroeuropea a las que se atribuía más de un millón de años e, incluso, más de

El principal problema para la determinación de la llegada de las primeras especies de género Homo a este continente tiene que ver con la propia documentación disponible para estos periodos tan antiguos, que presenta inconvenientes de diversa índole. Nos enfrentamos a problemas de carácter deposicional o tafonómico, 1

“dispersal is the mark of evolutionary success” (Gamble, 2007: 56)

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica dos millones de años de antigüedad en algunos lugares del Macizo Central francés –Chilhac, Nolhac-Biard o SaintÈble (Bonifay et al., 1976; Bonifay, 1981; Bonifay, 1989; Bonifay et al., 1989; Bonifay, 1991). Este hecho implicaba la existencia en Europa de industrias anteriores a las africanas con las consecuencias de todo tipo que ello acarreaba: que el origen de la especie erectus era anterior a esa fecha, que otro homínido era el responsable de la expansión desde África o que no había un solo origen territorial (Santonja, 1995). En todo caso, obligaba a replantear radicalmente las hipótesis existentes acerca del origen del poblamiento europeo (Bonifay, 1976, 1981, 1989; Bonifay y Vandermeersch, 1991). Hasta 1990 se multiplicaron las referencias a restos de naturaleza diversa que aludían a esta presencia humana, aunque la calidad de muchas de las evidencias era altamente cuestionable. La revisión iniciada por W. Roebroeks y T. von Kolfschoten, en la que participaron buena parte de los investigadores europeos punteros en el estudio del Paleolítico inferior, vino a aclarar – en realidad, en la mayor parte de los casos, a desechar- el carácter antrópico y/o la cronología antigua de las evidencias propuestas como prueba de ocupaciones incluso pliocénicas en Europa (Roebroeks y von Kolfschoten, 1995). La revisión de W. Roebroeks y sus colegas, ante la ausencia de evidencias que probaran lo contrario, llevó a proponer un poblamiento europeo temprano, grosso modo a partir de hace medio millón de años. Se proponía la existencia de una barrera medioambiental en Europa para la expansión de los humanos antiguos. Esta barrera estaría construida por la existencia de ciclos estacionales más marcados -con fases anuales de penuria más largas en la oferta del medio- y por la extensión de superficies boscosas poco aptas para las estrategias de explotación de recursos de estas poblaciones, el llamado wooden wall, o “valla de madera”. La propuesta contaba con un elemento específico de contrastación, si no para la parte causal del modelo al menos sí para la cronológica. A partir de los trabajos de T. von Kolfschoten sobre las biozonas de los micromamíferos se argumentaba que –si el modelo era veraz- no se encontraría Mimomys savini -roedor extinguido en el entorno de hace medio millón de añoscon restos de homínidos o con restos de actividades claramente desarrolladas por ellos (Gamble, 1994). El descubrimiento del yacimiento de Gran Dolina de Atapuerca, con más de 80 restos de una especie de homínido hasta desconocida hasta ese momento –Homo antecessor- (Carbonell et al., 1996), introduce nueva documentación empírica que reabre la hipótesis de un poblamiento europeo más antiguo. La antigüedad de estos restos se situó a finales del Pleistoceno inferior, a partir de su asociación con el citado micromamífero y de las dataciones por paleomagnetismo. Estas últimas demostraban que el estrato en el que se recuperaron los restos humanos se depositó en una fase en la que la polaridad de la Tierra estaba invertida, un fenómeno que

sucedió por última vez hace 780ka., en el límite entre el Pleistoceno inferior y el Pleistoceno medio (Parés y Pérez-González, 1999) 2. Los hallazgos de TD6 echaron por tierra la hipótesis de W. Roebroeks y T. von Kolfschoten –o al menos la limitaron al Norte de Europaal poco tiempo de ser propuesta. A partir de 1996 se publican los resultados de las excavaciones en los yacimientos de Fuentenueva 3 y Barranco León (Orce, Granada), con restos de utillaje tallado. Los estudios geomorfológicos, que permitieron una fechación bastante precisa, situaban estos contextos entre 1,1 y 1,3 Ma. (Turq et al., 1996; Martínez Navarro et al., 1997; Toro et al., 2000; Toro et al., 2003; Toro et al., 2009). El impacto de los descubrimientos en el yacimiento de Atapuerca ha sido crucial en este debate. Representa el principal apoyo para el modelo que defiende la existencia de un importante fenómeno poblacional en Europa occidental –o en las puertas de Europa en el caso de Dmanisi- durante el Pleistoceno inferior o incluso desde finales del Plioceno; planteando nuevas hipótesis desde el punto de vista evolutivo (Aguirre, 1996). Las características morfológicas de los restos esqueléticos de TD6 llevaron a definir una nueva especie de género Homo (Homo antecesor), de finales del Pleistoceno inferior, que se proponía como último antepasado común entre el Homo sapiens y las poblaciones europeas del Pleistoceno medio –H. heidelbergensis, que evolucionó hacia los neandertales- (Lorenzo et al. 1998; Bermúdez de Castro et al., 2003). Con estas nuevas referencias, el modelo de cronologías cortas readaptado se modula ahora proponiendo una repoblación sincrónica de todas las regiones del continente, incluyendo las del Norte hacia los 500 ka y se sustenta en un incremento en el número de yacimientos y en la introducción de tecnologías de tipo achelense en Europa. Este nuevo modelo admite la existencia de grupos aislados, artífices de algunas de las evidencias arqueológicas más antiguas (en zonas especialmente aptas para la subsistencia) antes de 500 ka. Sin embargo, se considera que la ocupación efectiva del continente se produjo hace medio millón de años (Roebroeks y von Kolfschoten, 1995; Roebroeks, 2001). En esta misma línea se encuentran autores como L. Raposo y M. Santonja (1995) que sitúan el inicio de la presencia humana en la Península Ibérica en los primeros momentos del Pleistoceno medio, con una ocupación anterior de carácter intermitente y marginal que explicaría la existencia de yacimientos con cronologías más 2 La combinación de las fechas de paleomagnetismo y las dataciones numéricas por ESR y Series de Uranio (Falguères et al., 2001), sitúan el estrato Aurora de TD6 entre 780 y 857 ka. Nuevas dataciones por TL (Berger et al., 2008) han proporcionado una fecha de 960 + 120. Esta es, probablemente, demasiado antigua dado que una fechación de la misma serie en TD8, por encima del límite Brunhes-Matuyama, ya proporcionaba una fecha de 820 ± 140.

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Estado de la cuestión antiguas como Trinchera Elefante y Trinchera Dolina (Atapuerca) o Fuentenueva 3 y Barranco León (Orce) (Carbonell et al., 2008). Estas ocupaciones habrían generado también los restos dispersos recuperados en las terrazas altas de los valles atlánticos (Santonja y Pérez González, 2010). En este sentido, A. Turner (1999) considera que, por sus particularidades paleoecológicas, la Península Ibérica pudo haber sido un lugar excepcional para este tipo de poblamiento esporádico durante el Pleistoceno inferior. Los homínidos ocuparían un nicho alimenticio carroñero complementario al de otras especies de origen africano que aparecerían en el continente europeo en el marco de la última migración, en torno a hace un millón de años.

recorrido circunmediterráneo desde Próximo Oriente. La segunda de estas propuestas es la que se acepta de forma convencional. Sobre todo después de los hallazgos producidos en el yacimiento de Dmanisi, -o los previos de Ubeidiya-, que confirmarían la presencia de grupos humanos en los extremos orientales del continente europeo desde inicios del Pleistoceno inferior o fechas más antiguas. No obstante, la opción de entrada por el estrecho de Gibraltar no está totalmente descartada. Por un lado, parece que en momentos de transgresión marina el estrecho de Gibraltar podría reducir su amplitud hasta en siete kilómetros (Carbonell et al., 1998). Por otro lado, los descubrimientos de la isla de Flores (Morwood et al., 2005) evidenciarían una capacidad muy temprana para desplazarse por medios marinos. Al hilo de estas afirmaciones hay que incluir dos matizaciones: por un lado (1) que a pesar de que efectivamente las distancias en el Estrecho pudieron reducirse considerablemente en algunos momentos, las corrientes marinas que allí se producirían –mayores aún que las que conocemos hoy en día por la unión del Mar Mediterráneo y del Océano Atlántico, con temperaturas y grado de salinidad muy diferentes- supondrían un hándicap mucho más severo que las propias distancias a recorrer; por otro lado, (2) hay que considerar que las características geológicas de Indonesia son, por el carácter de su tectonismo, muy particulares y especialmente inestables por lo que, a pesar de que los restos de Homo floresiensis evidencien una especiación alopátrida (Brown et al., 2004), no se puede descartar que, en algún momento puntual, se hubiesen reducido esas barreras marinas.

El carácter continuo o discontinuo de estas ocupaciones se ha convertido en una de las cuestiones importantes a tratar en relación a los inicios del poblamiento de Europa, y más concretamente en la Península Ibérica. Desde el propio equipo de Atapuerca (Bermúdez de Castro et al., 2004; Mosquera, 2005) se apunta la existencia de un vacío poblacional entre 800 y 500 ka que impide precisar los procesos evolutivos durante ese espacio de tiempo – de antecesor a heidelbergensis- y sugiere la idea de que es posible que después de esas oleadas poblacionales documentadas para hace 800 ka. –para las que ahora se propone un origen asiático (Bermúdez de Castro et al., 2008)- el continente quedara prácticamente deshabitado hasta la llegada de una nueva oleada procedente de África, en torno a 500 ka. Este supuesto implicaría asumir el origen extraeuropeo, probablemente africano, del Homo heilderbergensis. Hay que hacer notar que esta idea procede en parte de los resultados del análisis del cráneo de Ceprano (Manzi et al., 2001), asociado inicialmente a H. antecesor. Los resultados de este estudio mostrarían rasgos muy diferentes a los de las poblaciones europeas del Pleistoceno medio y, por tanto, una ruptura poblacional. Sin embargo las nuevas dataciones (Muttoni et al., 2009) sitúan el resto de Ceprano de forma muy consistente en pleno Pleistoceno medio 3, hacia 400 ka., por lo tanto sorprendentemente contemporáneo de las poblaciones a las que no se parecía. Los hallazgos de yacimientos con cronologías altas siguen sucediéndose y fortaleciendo la idea de un poblamiento bastante antiguo del continente europeo (Parés et al., 2006; Pereto, 2006; Berger et al., 2008; Toro et al., 2009; Arzarello et al., 2009).

A partir de mediados del Pleistoceno medio la ocupación de los grupos humanos se extiende al conjunto de Europa al menos hasta 52º de latitud norte (Kozlowski, 2003) y se documenta en casi todos los tipos de ambientes climáticos y orográficos. Esta expansión humana se vincula con nuevos tipos humanos (H. heidelbergensis) y nuevas formas de organización técnica, económica y social (Gamble, 2001; Roebroeks, 2001; Villa, 2009). Entre estos nuevos elementos que se van sumando al acervo de los grupos humanos del periodo cabe destacar la capacidad cazadora de grandes animales en los espacios abiertos noreuropeos (Roebroeks, 2001), el control del fuego (Gowlett et al., 2005) o las innovaciones en las técnicas de fabricación y gestión del utillaje -primero con la producción de bifaces 4 y más tarde con la talla de lascas predeterminadas- (Santonja y Pérez González, 2010).

Otra de las cuestiones más destacadas en torno al primer poblamiento del continente europeo es por dónde exactamente se produjo esta “colonización”. Las principales propuestas en torno a esta cuestión son (1) cruzando el estrecho de Gibraltar o bien algún otro estrecho en el Mediterráneo central, como el sículotunecino (Alimen, 1975; Derricourt, 2005) y (2) con un

Para la Península Ibérica, M. Santonja y A. Pérez González (2010) sugieren la existencia de una segunda ola colonizadora precisamente en el OIS 11, responsable de las típicas ocupaciones con bifaces (achelenses) observadas en las terrazas medias del Duero, Tajo o Guadiana. Sin embargo, como se discute en el apartado

3 No se han encontrado pruebas de la transición BrunhesMatuyama ni aún 40 m. por debajo de la posición del cráneo – en un sondeo mecánico. La fecha de Ceprano se sitúa en torno a 400 ka. por las dataciones de K-Ar de una secuencia relacionada.

Aunque se ha recuperado también algún bifaz aislado en contextos más antiguos como Cueva Negra del Estrecho del Río Quípar o –más discutible en su cronología- Solana del Zamborino (Scott y Gibert, 2009).

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica 3.3., no hay aún pruebas de que ninguna de estas dos fases de poblamiento antiguo en el continente alcanzaran la Región Cantábrica, en contra de lo propuesto por algunos autores (Arrizabalaga e Iriarte, 2005; Ríos et al., 2008). Para la primera fase -en torno a un millón de añosesta ausencia de evidencias es algo sorprendente, dada la cercanía de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca, pero quizá asumible. Resulta más difícil de aceptar la ausencia de poblamiento a partir de 500 Ka., cuando las poblaciones humanas han alcanzado en Europa una densidad y extensión notables en todo tipo de ambientes y cuando encontramos ocupaciones de esta cronología en zonas cercanas con condiciones similares, como ocurre en el sur de Galicia (Cano Pan et al., 2000; Méndez et al., 2007) o en el norte de Palencia (Arnaiz, 1990).

primeras y más claras referencias al primer poblamiento de la de la región surgen a principios de del siglo XX, de la mano de investigadores locales como H. Alcalde del Río, L. Sierra o el Conde de la Vega de Sella. El interés que despertaron los hallazgos de los conjuntos de Paleolítico superior entre los investigadores extranjeros culminó con una amplia colaboración, en distintos proyectos de investigación, entre estos y los estudiosos locales. A partir de ese momento los trabajos sobre Paleolítico proliferaron a gran velocidad y comenzaron a aparecer las primeras referencias al Paleolítico más antiguo. El descubrimiento en 1903 de la cueva de El Castillo por H. Alcalde del Río representa uno de los hitos más destacados del momento. Los intensísimos trabajos llevados a cabo en la cavidad, sobre todo entre 1910 y 1914, con la colaboración económica del principado de Mónaco y bajo la dirección de H. Obermaier –del Instituto de Paleontología Humana de París- sacaron a la luz una estratigrafía compuesta por 26 niveles y 18 metros de potencia que contenían una secuencia completa desde el Paleolítico antiguo hasta el Aziliense. Esto significaba un documento de muchísimo valor para el establecimiento de una secuencia cronoestratigráfica del Paleolítico. El yacimiento se convirtió en uno de los referentes principales para comprender la evolución de los complejos industriales del suroeste de Europa. En relación expresa al Paleolítico inferior, el aporte de Castillo tuvo que ver, principalmente, con el establecimiento de un estado de la cuestión sobre el tema y una primera caracterización general de los conjuntos del periodo en la Región Cantábrica.

Este rápido recorrido por la cuestión del primer poblamiento de Europa proporciona algunos elementos de reflexión para contextualizar el primer poblamiento del Cantábrico. 1. El primero es historiográfico e introduce una nota de precaución, ya que muestra que los modelos se han ido construyendo (se están construyendo) con pruebas frágiles sujetas a constantes revisiones y que algunas de las líneas de interpretación no han sido demasiado prudentes. 2. También pone de manifiesto que las áreas marginales o periféricas de una expansión pueden ocuparse en momentos diferidos, porque presentan condiciones ecológicas distintas para las que no se han desarrollado las adaptaciones técnicas, económicas o sociales necesarias. 3. En relación con lo anterior, los niveles de desarrollo tecnológico pueden ser diferentes de los de regiones cercanas pero esto no es esperable para regiones muy próximas y en escalas temporales a muy largo plazo. 4. Las ocupaciones de los territorios –o la información disponible sobre ellas- pueden ser discontinuas, por lo que no siempre se encuentran evidencias de continuidades “lógicas” en los comportamientos. Los cambios pueden tener el aspecto de rupturas, sean reales o no.

Ya en la década de los años 20, y tras el parón que el estallido de la Guerra Mundial provocó en la actividad científica, la aparición de J. Carballo en el panorama de la época supone un nuevo momento de auge de las intervenciones arqueológicas y la consecuente ampliación de las colecciones. En su tesis doctoral, El Paleolítico en la costa cantábrica (1922), Carballo ya recoge algunas referencias a hallazgos de Paleolítico inferior y sugiere una primera aproximación a la secuencia del Cantábrico. No obstante, el interés era más aditivo –de acopio de materiales- que netamente científico –como documento para el conocimiento de las sociedades prehistóricas.

3.2. El primer poblamiento de la Región Cantábrica. Historia de la investigación

A partir de este momento, y hasta la década de los 1950, no hay demasiadas novedades en relación con el Paleolítico regional más antiguo. Estas referencias se reactivan con la incorporación de nuevos investigadores, entre los que destaca J. González Echegaray (1958). Este investigador prepara un estudio específico para establecer una secuencia de las series líticas recuperadas en los alrededores de la cueva de Altamira a partir de las fases definidas en Europa para el Paleolítico inferior. Otros autores van a participar, de forma más esporádica y con trabajos de menor entidad, en la caracterización de los conjuntos del primer poblamiento paleolítico en Asturias (Jordá, 1956, 1967). Estos estudios se llevan a cabo en un marco de gran precariedad de informaciones de todo tipo (cronológicas, estratigráficas) que lleva a la errónea

La historia de la investigación del Paleolítico medio antiguo en el Cantábrico está claramente compartimentada en función de las tres entidades político-administrativas que lo componen: Asturias, Cantabria y País Vasco. Hasta después de 2000 (Montes, 2003) apenas vamos a encontrar presentaciones de conjunto para la Región, ni siquiera para ésta tratada como una unidad en marcos más amplios. El desarrollo historiográfico más temprano se detecta en Cantabria y, algo más marginalmente, en Asturias. Las 36

Estado de la cuestión adscripción que N. Llopis y F. Jordá (1957) hacen del complejo industrial del Asturiense al Paleolítico inferior. Pero, sin duda, la figura más destacable de la época en el contexto asturiano es J.M. González y Fernández Vallés. Además de la enorme labor desarrollada en el campo de la prospección –con el hallazgo de numerosas estaciones del Paleolítico antiguo- lleva a cabo una sistematización del Paleolítico inferior asturiano (1968). Estos trabajos suponen un primer paso a la caracterización tecnotipológica de los conjuntos de Paleolítico más antiguo del Cantábrico. En este mismo sentido, M. Pérez Pérez (1975) lleva a cabo un estudio de la secuencia de Paleolítico inferior y medio a partir de los yacimientos localizados en el entorno del Cabo de Peñas, diferenciando varios niveles en Bañugues y Tenrero. En Bañugues intenta relacionar la aparición de los materiales líticos con la sucesión estratigráfica de los depósitos interpretada por N. Llopis (1962). Finalmente considera que los dos niveles fértiles contienen industrias líticas del achelense final muy evolucionado (nivel III) y del musteriense (nivel V).

En este mismo periodo, asistimos quizá por primera vez al desarrollo de un programa de investigación específico orientado a documentar las primeras ocupaciones humanas del Cantábrico, centradas inicialmente en Asturias (Rodríguez Asensio, 1977, 1978, 1980). A partir de los años 1980, en esta misma zona, empiezan a publicarse trabajos más amplios orientados a dar una visión general sobre el origen del poblamiento humano (Rodríguez Asensio, 1981 y 1983). Los trabajos de J.A. Rodríguez Asensio se han continuado desarrollando hasta la actualidad, de manera más o menos sistemática, y suponen las mayores y más claras referencias para el Paleolítico medio antiguo del Cantábrico occidental. El carácter y la orientación de los trabajos de investigación en el ámbito de la Prehistoria dan un giro importante desde este momento. Los trabajos anteriores, con la excepción del elaborado por L.G. Freeman, están orientados a la presentación de materiales más o menos aislados y a la ordenación crono-cultural de estos restos y de las poblaciones asociadas. Desde los años 1980 vamos a encontrar una propuesta metodológica más sofisticada, que pasa de la mera descripción de los documentos arqueológicos a la interpretación de los mismos. Esta nueva metodología de estudio se desarrolló desde una perspectiva económica orientada a conocer el tipo de aprovechamiento del medio y sus recursos –localización de los asentamientos, captación de materias primas, fabricación y función de utillaje, etc.-, aunque no se aparcan del todo las viejas cuestiones crono-culturales.

En el País Vasco, la información sobre el primer poblamiento Paleolítico es prácticamente desconocida hasta la excavación de los niveles inferiores de Lezetxiki (Barandiarán, 1964, campaña de 1961). En realidad, la cuestión había ido quedando al margen del interés de los prehistoriadores que trabajaban en esta zona -básicamente J.M. de Barandiarán-, centrados en la etnogénesis vasca (González Urquijo e Ibáñez, 2004). Hasta la modesta revitalización que ha conocido el interés por el periodo en los últimos años, todas las referencias conocidas en el Cantábrico oriental estaban limitadas a hallazgos o noticias aisladas –en Kurtzia, Arlanpe o Jaizkibel- de conjuntos fuera de contexto o sin estudiar (Marcos, 1982; Merino, 1986; Baldeón, 1990).

Este cambio se aprecia también en Cantabria. Destaca la proliferación de los trabajos de prospección llevados a cabo por el Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica (C.A.E.A.P.), que contribuyen de manera muy importante al diseño del mapa de distribución geográfica de los yacimientos en la franja cantábrica –con el hallazgo de yacimientos como Cuchía, La Verde, o Peña Caranceja. A ello se suman algunas obras generales de carácter puramente científico más centradas en las interpretaciones de las evidencias que en las simples descripciones de las mismas (González Sainz y González Morales, 1986). En esta síntesis se ha pasado de una simple exposición de datos a una interpretación sustancial de los mismos, haciendo referencia a cuestiones tan importantes como la gestión de la materia prima, la cronología y el paleoambiente. En la década de los 1980 se lleva a cabo también una revisión y actualización de la información disponible para el yacimiento de El Castillo, en el marco de la tesis doctoral de V. Cabrera (1984). En esta obra la autora realiza una descripción minuciosa de todas las intervenciones llevadas a cabo en la cavidad y de los resultados que cada una de ellas ofrecieron. Sin embrago, las aportaciones más significativas tienen que ver con la revisión que hace de la secuencia estratigráfica – fundamentalmente a partir de las notas de los primeros investigadores- y de los materiales recuperados. Con la nueva lectura estratigráfica intuyó la presencia de subdivisiones internas dentro de algunos de los niveles y

Todavía en los años 1970 L.G. Freeman (1975) publica su sistematización del Paleolítico inferior de la Península Ibérica. Se trataba de la primera gran obra de síntesis sobre este periodo. Desde una perspectiva más global, pone en relación los yacimientos de la Región Cantábrica con los del resto de la Península Ibérica y del Magreb. En esta obra, el autor destaca la limitada información disponible para la Región Cantábrica, donde las referencias prácticamente se limitaban a la cueva de El Castillo. Más centrada en la Región Cantábrica destaca, como obra general, la publicada por García Guinea en 1975, La Prehistoria en la Cornisa Cantábrica. Este trabajo coincide con un momento en el que se desarrollan obras similares en las otras regiones de la zona cantábrica. Entre ellas destaca la Guía Ilustrada de la prehistoria Vasca (Altuna, 1975) o la Historia de Asturias (1977), con la parte de Prehistoria a cargo de F. Jordá. La incipiente sistematización y la ampliación cronológica que suponen estos acercamientos reabren el debate en torno a la adscripción cronocultural precisa de los conjuntos del Paleolítico antiguo regional, que intenta entroncarse en la secuencia clásica que abarca del Abbevillense al Musteriense (por ejemplo, Jordá, 1977). 37

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica procedió a una reclasificación de la estratigrafía en la que se incluyeron estas subdivisiones. Con esta reclasificación se identificaron tres niveles de Paleolítico inferior a partir de los dos diferenciados por Obermaier (y, z): 24, 25 (subdividido, a su vez, en 25a y 25b) y 26. Una de las cuestiones más controvertida tratada en esta obra, y en la que ya se centraron otros investigadores (Freeman, 1969; Butzer, 1981), es la adscripción cronológica de los niveles inferiores de la estratigrafía. Con el objetivo de dar luz a esta cuestión, Cabrera (Cabrera, 1984, 1988, 1989) trabajó en la comparación tipológica de las series de estos niveles con las de los depósitos más antiguos de algunos yacimientos musterienses en cueva de Francia (La Micoque, Combe Grenal, Pech de l’Azé o el Abri Suard). El resultado de estos trabajos sugería una alta probabilidad de inclusión de los niveles inferiores de El Castillo dentro del contexto pre-würmiense europeo. Sin embargo, deja la puerta abierta a nuevos resultados a partir de la continuación de los trabajos de excavación que, desgraciadamente, nunca se han llevado a cabo.

tipológicos de las colecciones. Por último, y a nivel más general, cabe destacar la importante aportación de este investigador en la producción de nueva documentación, a partir la excavación de diversos yacimientos con conjuntos de Paleolítico medio antiguo -algunos de los cuales se han incluido en este trabajo. En Asturias, en la década de los 1990 destacan los trabajos en Cabo Busto de Rodríguez Asensio (1996, 2001) y los de M. Pérez Pérez. Por una parte realiza varias publicaciones de hallazgos de distinta importancia (1993, 1997) y, por otra, algunos estudios de corte tipológico (1997) y una reflexión –preliminar, según él mismo hace constar en el título del artículo- sobre el sentido de los hendedores en el Cantábrico y su posible funcionalidad. En este trabajo realiza una propuesta de uso de este macroutillaje a partir de las evidencias macro –determinadas de visuque presentan los útiles. Argumenta que a pesar de que la idea que asocia hendedores con trabajo de madera está más o menos generalizada, de ser así éstos presentarían fracturas severas en las zonas distales y no solo melladuras o desconchados –y más teniendo en cuenta que en el Cantábrico, debido a la particular disponibilidad de materias primas, se fabrican sobre rocas blandas. En base a esta idea asocia este utillaje a trabajos de corte sobre materias blandas. A pesar de que se trata de una aproximación de carácter absolutamente intuitivo –sin ningún tipo de estudio funcional ni experimental-, la línea argumentativa muestra bastante coherencia y va en el mismo sentido de lo que, con posterioridad, han propuesto otros autores a partir de análisis microscópicos (Márquez et al., 1999). Este tipo de trabajos muestran el interés -que ya empezó a desarrollarse en la década de los 1980- por el conocimiento de la función del utillaje. También en la última década, en el contexto de estudio del Paleolítico medio antiguo en Asturias contamos con las publicaciones de D. Álvarez (2004a, 2004b, 2010, 2011), que se refieren a estudios tecnotipológicos de los conjuntos líticos de yacimientos asturianos. En sus análisis, este autor realiza una identificación de los procesos de producción del utillaje lítico a partir de una metodología de lectura de los materiales que incluye algunos elementos del Sistema Lógico Analítico (Carbonell et al., 1982; Carbonell y Guilbaud, 1983). Las interpretaciones sobre los resultados obtenidos desembocan, básicamente, a una adscripción cronocultural de los conjuntos. Esta propuesta se sustenta en una comparación con otros conjuntos líticos de la zona sobre los que ya se han realizado estudios de la industria lítica y también de su cronología relativa -principalmente a partir de datos geológicos. En definitiva, podemos decir que en los últimos años se han ido desarrollando nuevos planteamientos de trabajo, orientados a dar una visión de conjunto que vaya más allá de la mera descripción tipológica de algunos hallazgos aislados. Estos estudios ahondan en la reconstrucción de los procesos de producción del instrumental lítico y de gestión del territorio, como herramienta para un mejor

En los últimos años se han ido sumando aportaciones a la cuestión del primer poblamiento de la Región Cantábrica, destacando la tesis doctoral de R. Montes (2003). Se trata de una síntesis que aglutinan todos los yacimientos con depósitos de Paleolítico medio antiguo (en cueva y al aire libre) de la Región Cantábrica, bajo una misma metodología de estudio. En ella se hace ya uso expreso del concepto de cadena operativa, se analizan los procesos técnicos a partir de las tres fases de la producción lítica -adquisición, producción y consumo(Geneste, 1985) y se conciben las estrategias que relacionan a grupos humanos con el entorno ambiental como de carácter más bien expeditivo. Si bien propone cierta variación, a lo largo del tiempo y en función del lugar de asentamiento (al aire libre o en cueva), en estos comportamientos técnicos. Este hecho se evidenciaría, sobre todo, en el aprovechamiento de las diferentes materias primas y en los objetivos de la producción (producción de soportes o conformación de macroutillaje). Según el autor, de los análisis tecno-tipológicos se desprende que las cadenas operativas son más complejas en los yacimientos en cueva que en los ubicados al aire libre; y que hay una mayor tendencia hacia la obtención de productos de consumo (mayor número y mayor diversidad), en detrimento del utillaje pesado (más frecuente en los yacimientos al aire libre). Asimismo, se introduce como aspecto novedoso un análisis espacial de la distribución de los yacimientos de Paleolítico medio antiguo a lo largo de la Región Cantábrica, observando que responde a unas estrategias concretas de asentamiento y explotación del territorio. Esta es una cuestión que ha sido también tratada por otros autores (Carrión y Baena, 1999, 2005; Baena et al., 2008). En esta obra se hace especial hincapié en la reconstrucción ambiental del periodo, aunque el apartado interpretativo queda eclipsado por la distribución del registro arqueológico y por los caracteres tecno-

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Estado de la cuestión et al., 2008). No es descartable que este método genere nuevos resultados que sitúen al menos algunos fenómenos geomorfológicos importantes –formación de terrazas, apertura de cavidades- y que se amplíe el abanico de métodos disponibles. Por ejemplo, algunos contextos con sedimentos que contengan arenas de cuarzo al aire libre son susceptibles de ser datados con OSL y la expansión cronológica que están conociendo las dataciones por C14 las acercan ya a fechas cercanas al OIS 4 (Bird et al., 2010). Los métodos químicobiológicos, como la racemización de aminoácidos, están comenzando a generar algunas referencias (Tapia, 2010). Contamos también con resultados geomorfológicos y de correlación (desarrollo de suelos, posición geomorfológica de los rellenos, información paleontolológica o paleobotánica) pero, como es habitual en estos acercamientos, la información generada es bastante imprecisa.

conocimiento de los comportamientos y capacidades de estos grupos de cazadores-recolectores. En el País Vasco la información ha mejorado en los últimos diez años merced a la localización de nuevos yacimientos y la excavación de algunos de ellos. Destaca la reapertura de la excavación de Lezetxiki (Arrizabalaga et al., 2004; Arrizabalaga, 2005) y las catas y recogidas de materiales realizadas en algunos lugares de Jaizkibel – J1 y J84 5-, Arlanpe (Ríos, 2007), Mendieta (Ríos et al., 2008) e Irikaitz (Arrizabalaga et al., 2003). El carácter reciente de esta información hace que no exista aún nuevas interpretaciones generales para el Paleolítico medio antiguo en el Cantábrico oriental. Un rasgo común de las propuestas de los investigadores que trabajan en estos yacimientos es la gran antigüedad que se atribuye, bajo la forma de hipótesis, a algunos de estos yacimientos –como Mendieta e Irikaitz- que se hacen remontar incluso al Pleistoceno medio inferior (Arrizabalaga e Iriarte, 2005) o al Pleistoceno inferior (Ríos et al., 2008).

En consecuencia, contamos con muy pocos valores numéricos que sitúen cronológicamente las ocupaciones hasta el OIS 4 de la franja cantábrica. Las disponibles proceden de los yacimientos de El Castillo, El Pendo, Covalejos, Lezetxiki, Esquilleu, La Garma, Irikaitz y Cova Eirós 6. Además, un examen crítico de estas referencias genera un cierto grado de incertidumbre, por los motivos que se discutirán a continuación.

3.3. Características generales del Paleolítico medio antiguo en la Región Cantábrica 3.3.1. Los problemas cronológicos

La mayoría de las dataciones numéricas de que disponemos se han realizado sobre costras estalagmíticas formadas en los depósitos kársticos en momentos atemperados y de relativa humedad –condiciones indispensables para la creación de una placa de estas características. Éstas se emplean como elemento de referencia para determinar la cronología relativa ante quem / post quem de los depósitos infrayacentes y suprayacentes. Destaca, como una de las referencias más recurrentes, la correspondiente al nivel 23 7 de la secuencia de la cueva de El Castillo que sella los niveles 24 a 26, adscritos al Paleolítico medio antiguo. Fue realizada través del análisis de las series de Uranio (Uranio/Thorio, U/Th) y proporcionó una fecha de 89 +11/-10 Ka. bp. (Bischoff et al., 1992). Otra analítica, realizada por R. Grün (Universidad de Colonia) en 1981, también a través de las series de U/Th, retrasa la fecha de formación de esta placa hasta el 92.800 bp. (Cabrera y Bernaldo de Quirós, 2000). Grosso modo, ambas dataciones sitúan la costra estalagmítica correspondiente al nivel 23 en torno a 90.000 bp. Aunque esta fecha es una referencia habitual, su fiabilidad ha sido discutida. Se cuestiona el valor de estos resultados en base a dos cuestiones: (1) el procedimiento usado en el cálculo de la fecha proporcionada, en el que se recurrió a una media estadística a partir de un análisis

La cronología del Paleolítico medio antiguo en el Cantábrico se conoce de forma muy deficiente debido a las limitaciones de los sistemas de datación convencionales en la mayor parte de los contextos disponibles. La falta de secuencias arqueológicas bien conservadas y de dataciones absolutas claras y precisas ha obligado a conjugar todo tipo de análisis para el desarrollo de un marco cronológico lo más ajustado posible. Se han empleado análisis geológicos de los depósitos kársticos, terrazas fluviales o paleosuelos, así como estudios paleoambientales, arqueofaunísticos y tecnotipológicos en un intento por establecer correlaciones entre ellos que permitiesen situar los niveles arqueológicos, al menos, en el marco de los periodos climáticos del Cuaternario o de los estadios isotópicos marinos. Existen pocos métodos aplicables y aplicados que proporcionen edades numéricas. Por el momento están limitados a algunos resultados procedentes de métodos isotópicos y radiogénicos (Noller et al., 2000; Silva et al., 2007) como las series del Uranio, la termoluminiscencia y la resonancia electrónica del espín (ESR). También contamos con algún resultado algo lateral obtenido de isótopos cosmogénicos en glaciares gallegos (Vidal et al., 1999) o en terrazas marinas asturianas (Álvarez Marrón

Además de los estudios que se analizan aquí, también se han realizado intentos de dataciones absolutas en los yacimientos al aire libre de Cabo Busto, La Verde y El Hondal, todos ellos fallidos (Montes, 2003). 7 Según la reestructuración estratigráfica de V. Cabrera (1984) 6

Aunque en el Boletín Aranzadiana de 2002 se señala a propósito de J84: “conclusión de la cata en el abrigo J84, con la obtención de escasos materiales atribuidos (con precaución) al Musteriense”. 5

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica de regresión y (2) la probable existencia de contaminación de Thorio derivada de procesos de recarbonatación de la colada estalagmítica observada en la baja relación de Th230/Th232 (Montes, 2003). Según R. Montes esto supondría un aumento de la antigüedad de la fecha obtenida llevándola hacia el rango de los valores de la parte alta de la desviación asociada a la fecha (+11.000), es decir, entre 89.000 y 100.000 bp. También para el caso de El Pendo se ha efectuado la datación por termoluminiscencia (TL) de una costra estalagmítica del nivel D (estrato XVIII), de nuevo con la intención de establecer una referencia cronológica ante quem para los niveles antiguos de la secuencia. Los resultados de este análisis sitúan la formación de la placa en torno a 83.079 ± 8291 bp. (Montes, 2003). Sin embargo, los autores del trabajo interpretan que los procesos postdeposicionales –de origen hídrico- que ha sufrido el depósito hacen improbable que el relleno situado por debajo de dicha costra (E, F, G y H del estrato XVIII) corresponda a fases anteriores (Montes y Sanguino, 2001).

muestra del nivel V ofrece dataciones entre 55 y 350 ka., la del nivel VI entre 117 y 323 ka. y la del nivel VII entre 107 y 342 ka. Las medias centrales del conjunto de fechaciones para cada nivel son de 110,75 ka para el nivel V, 238 ka para el nivel VI y 170 ka para el nivel VII. Nivel V V V V VI VI VI VI VII VII VII VII VII VII VII

Recientemente, estos mismos investigadores han datado por U/Th la formación estalagmítica correspondiente al nivel N de la secuencia de Covalejos. Los resultados de esta analítica han arrojado una fecha de 91.857 ± 4000 ka. De los niveles que se encuentran por debajo (O, P y Q) solamente el último es fértil desde el punto de vista arqueológico. En él se han recuperado numerosos restos de fauna (que incluyen Dicerorhinus kirchbergensis) e industrias líticas talladas adscritas al complejo Achelense; y se ha obtenido también una nueva fecha por U/Th superior a 101 ka, sin más precisiones (Sanguino y Montes, 2005, 2008).

Referencia IPH-Lz 01 IPH-Lz 02 IPH-Lz 03 IPH-Lz 13 IPH-Lz 04 IPH-Lz 05 IPH-Lz 06 IPH-Lz 14 IPH-Lz 07 IPH-Lz 08 IPH-Lz 09 IPH-Lz 10 IPH-Lz 11 IPH-Lz 12 IPH-Lz 15

Método U/Th U/Th U/Th ESR U/Th U/Th U/Th ESR U/Th U/Th U/Th U/Th U/Th U/Th ESR

Fecha 57.000 70.000 186.000 130.000 288.000 231.000 200.000 234.000 140.000 115.000 121.000 129.000 200.000 260.000 225.000

Desv. + 2000 9000 164.000 17000 34.000 92.000 129.000 32.000 6.000 9.000 4.000 24.000 142.000 Infinito 40.000

Tabla 3.3.1 Dataciones numéricas en Lezetxiki. Se emplea la referencia publicada en Falguères et al., 2005.

Como se puede apreciar (Tabla 3.3.1. y Fig. 3.3.1.), estos resultados son bastante problemáticos y presentan algunas incoherencias internas que debilitan su fiabilidad: 1. Los resultados de los diferentes métodos empleados son bastante dispersos para la misma muestra, con diferencias del orden de decenas de miles de años. 2. Las medias de los resultados de los distintos niveles reflejarían una inversión cronológica, de manera que el nivel VI proporciona fechas más antiguas que el nivel VII lo que es contradictorio en términos estratigráficos. 3. Los distintos sistemas de datación son inconsistentes desde un punto de vista interno; ya que en ocasiones el ESR proporciona fechas más antiguas que las series del uranio y en otras las fechas de la resonancia magnética son más recientes.

El caso del yacimiento de Lezetxiki es especialmente controvertido, por la antigüedad de las fechas obtenidas y por las incoherencias internas que presentan. Sobre los niveles inferiores de la secuencia (V, VI y VII) se han ensayado dataciones absolutas a partir de diferentes tipos de analíticas. Las referencias sobre estas dataciones han sido publicadas de forma fragmentaria (Mariezkurrena, 1990; Sánchez Goñi, 1993; Baldeón, 1993) aunque hay un amplio análisis crítico en la publicación de C. Falguères et al. (2005). Las muestras analizadas fueron fragmentos de hueso en los que se probaron distintas variantes de las series del uranio (espectrometría alfa y dos variantes de la espectrometría gamma) y también una datación por resonancia electrónica del espín (ESR) 8. Estos análisis sitúan los niveles inferiores de Lezetxiki en rangos cronológicos muy amplios y la lectura de esta información resulta bastante compleja. Tomando los valores máximo y mínimo de los márgenes de error de todos los sistemas de datación empleados, la

En la publicación de C. Falguères et al. (2005) los autores se inclinan por otorgar mayor confianza a la datación de la muestra del nivel VI porque parece la más coherente, o menos dispersa, entre los distintos sistemas y modalidades (234 ka. para ESR y 239,7 ka. como media del conjunto de las fechas de series del U). Desde nuestro punto de vista, sin embargo, es la que suscita una menor confianza. Para las fechas de la muestra del nivel V y de la del nivel VII los distintos sistemas empleados en las dataciones se ordenan de la misma manera: la fecha más reciente es la de espectrometría alpha, después el primer

Cada muestra se dató con tres variantes de las series del uranio: espectrometría alfa y espectrometría gamma con dos variantes (1, incremento de torio desde el uranio, y 2, diferencia de velocidad en el crecimiento entre el protactinio y el torio). Además, las mismas muestras se dataron con ESR (Falguères et al., 2005: 102). 8

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Estado de la cuestión método gamma, después la fecha ESR y por último la segunda modalidad de espectrometría gamma. La que desentona es precisamente la secuencia para la muestra del nivel VI, que es casi a la inversa, con ESR y espectrometría alpha proporcionando las fechas más altas. En este sentido, puede ser útil comentar los resultados obtenidos recientemente en el yacimiento de Gran Dolina de Atapuerca. Las últimas dataciones efectuadas por TL y IRSL - Infra-Red Stimulated Luminiscence, luminiscencia estimulada por infrarrojos- (Berger et al., 2008) rejuvenecen considerablemente las fechas que se manejaban hasta el momento para el nivel TD10-1. Esas

dataciones fueron obtenidas sobre dientes de grandes herbívoros, precisamente a partir de los mismos métodos y por el mismo equipo que dató Lezetxiki por ESR y UTh (Falguères et al., 1999; Falguères et al., 2001). Los nuevos resultados han variado la cronología establecida por los estudios iniciales -entre 372+51 ka y 337+29 kahacia 244+26 ka para TD10. Es decir han rejuvenecido la referencia cronológica de este estrato en torno a 100.000 años, con lo que ahora se sitúa en el entorno de los OIS 87, y no en el OIS 10.

110

170

238

Nivel V

Nivel VII

Nivel VI

Fig. 3.3.1. Dataciones numéricas de Lezetxiki por U-Th y ESR. Se indica el punto central y el margen de error de cada uno de los análisis. A la izquierda, nivel V; en el centro nivel VI y a la derecha, nivel VII. Las fechas del mismo nivel están englobadas en un óvalo. La línea discontinua transversal señala la tendencia general. La cifra en el recuadro central de cada óvalo expresa la media de cada nivel.

por OSL9 ha proporcionado una fecha de 84.807+4919 B.P. para el tramo superior del nivel 3 de Cova Eirós (Lazuén et al., 2011). En los rellenos interiores de las galerías de esta misma cavidad se conservan importantes acumulaciones de Ursus spelaeus cuyas dataciones muestran una importante frecuentación de la cavidad de este tipo de úrsidos durante la primera parte del OIS 5. También constituyen una buena referencia temporal para este periodo los resultados obtenidos por ESR de las muestras de dientes que W.J. Rink y H. Schwartz tomaron en los niveles 18 a 22 de la secuencia de El Castillo (Rink et al., 1996 y 1997). El estudio de 1997 se centra en las muestras extraídas de la parte inferior del nivel 21 y de la parte superior del nivel 22. Los resultados para ambos niveles son muy similares, con una fecha de 69 ± 9,2 ka (ESR-eu) para la parte inferior del nivel 21 y

La incoherencia de la serie de dataciones de Lezetxiki y la contrastación negativa que proporciona la experiencia de TD10 sugiere que la cronología de los depósitos del yacimiento guipuzcoano debería ser revisada a partir de nuevos ensayos de datación. En ausencia de éstos una postura prudente aconsejaría considerar que las fechas obtenidas están probablemente envejecidas varios miles de años –por lo que pueden considerarse más bien como un post quem. La contradicción entre la información cronológica del nivel VI y del nivel VII se resuelve, por el momento, concediéndole mayor credibilidad a la referencia del nivel VII. De este modo, la fecha de 170 ka debería ser también un post quem para el nivel VI. Las referencias absolutas son algo más fiables para los depósitos que se sitúan en el final del OIS 5 y durante el OIS 4. Han permitido situar cronológicamente dos de los conjuntos incluidos en este estudio. Una fecha obtenida

                                                             9 Optical Stimulated estimulación óptica.

41 

 

Luminiscence,

luminiscencia

de

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica 70,1 ± 9,4 Ka. para la parte superior del nivel 22 10. Los autores del estudio señalan la dependencia de este resultado respecto de las condiciones de humedad en las que se ha encontrado el sedimento en su larga historia de deposición, aunque asumen unas condiciones similares a las actuales a lo largo de la formación del relleno. Estas fechas situarían el nivel 22 de la cueva de El Castillo a caballo entre el final del OIS 5 y el comienzo del OIS 4. El nivel 21 parece haberse acumulado en la segunda parte del OIS 4 y probablemente durante el OIS 3.

que las interpretaciones acerca de la cronología de los conjuntos relacionan los datos numéricos que acabamos de presentar con otras informaciones contextuales (restos faunísticos, información polínica, industrias líticas, características sedimentológicas de los depósitos, etc.). De los restos biológicos, los más informativos en el Cantábrico son los de fauna; dada la escasez de análisis polínicos en las secuencias arqueológicas excavadas. Las asociaciones faunísticas recuperadas en estos contextos responden a tafocenosis bastante complejas pero, a menudo, el análisis de la fauna de un depósito permite una aproximación al paleoambiente del entorno más inmediato al yacimiento y contemporáneo a la formación del mismo. Esta aproximación tiene un valor cronológico porque se asocia a la variación cíclica de las condiciones ambientales típicas del Pleistoceno. Además, las tendencias evolutivas de algunos géneros y especies animales proporcionan también marcos temporales generales construidos con los eventos de especiaciones, extinciones o migraciones (Aguirre, 1989). En este caso, la escasez de estudios referidos a la microfauna relativiza bastante el aporte que procede de esta línea de evidencias. Aunque es cierto que para estos periodos no son un indicador cronológico tan significativo por la ausencia de patrones de cambio netos en las especies.

Recientemente se ha fechado también una muestra procedente del nivel XIX de Esquilleu aplicando un nuevo tipo de tratamiento de limpieza para AMS llamado ABOX-SC 11, que ha proporcionado una fecha de 58.600 ± 2600 (Bird et al., 2010), no sin contradicciones 12. Esta fecha también es contradictoria con la obtenida por TL (en dos muestras de tierra quemada) para el nivel XXI infrayacente (Jordá et al., 2008), con unas fechas de 51.034 ± 5114 bp y 53.491 ± 5114 bp. Estas últimas dataciones del nivel XIX envejecen considerablemente la secuencia de este yacimiento. Considerando la potencia sedimentaria que resta aún por debajo llevan el inicio de la misma a momentos del comienzo del OIS 3, el OIS 4 o incluso más allá. Otra de las últimas novedades en cuanto a dataciones numéricas procede del yacimiento de la parte exterior de La Garma A (Tapia, 2010), donde se ha ensayado una serie de fechaciones por racemización de aminoácidos sobre molares de Dicerorhinus hemitoechus. En la parte superior de la secuencia de la denominada Serie Inferior, en SI-1, se ha obtenido una fecha de 126,5 ka. (LEB9171). En la parte inferior, en el nivel SI-4D, la media de las dos referencias aceptadas (LEB-9168 y 9170 13) proporciona una fecha de 174,5 ± 4,5 ka. En este mismo nivel, en dos subniveles más modernos (SI-4A y 4B) se han recuperado restos de Ursus deningeri.

Para el tratamiento de la fauna de los niveles inferiores de la cueva de El Castillo, disponemos de tres referencias: las determinaciones taxonómicas de Obermaier y Vauffrey, que Cabrera expone en su tesis doctoral (Cabrera, 1984), los trabajos de R. Klein y K. Cruz-Uribe (1994) llevados a cabo a partir de los restos conservados en el Museo Arqueológico Nacional, la aproximación de A. Dari (1999) con los restos depositados en I.P.H. de París y el último estudio de G. Landry y A. Burke (2006) a partir de la colección Obermaier. El primero de estos trabajos cuenta con el inconveniente de la posible introducción de sesgos en las colecciones antiguas (derivadas de deficiencias en la metodología de excavación, recogida y registro de material, conservación de los restos en los centros de depósito). El segundo presenta un problema importante a la hora de establecer relaciones, porque se trata de un trabajo específico, centrado en macromamíferos muy concretos (ciervo y caballo); dejando de lado una parte importante de la macrofauna del registro y obviando la microfauna. El tercero es un trabajo parcial que apenas trata los materiales de los niveles más antiguos y que, en ocasiones, reúne en los comentarios los materiales procedentes de niveles distintos, uniendo a menudo los conjuntos de los niveles 20 y 22. En cualquier caso, a partir de estos estudios contamos con las determinaciones taxonómicas de los restos faunísticos recuperados en estos contextos, lo que permite calcular la abundancia relativa de los distintos tipos de animales.

La información cronológica de los restos biológicos: fauna y vegetación En la mayoría de los casos las fechas obtenidas para estos contextos antiguos son imprecisas o problemáticas, por lo Un apéndice de este mismo artículo incluye una forma alternativa de cálculo de la media, a la que los autores otorgan mayor confianza, que llevaría la fecha del nivel 22 hasta 72 ka. 11 Permite aislar la fracción de carbón negro que es más resistente a las contaminaciones diagenéticas; el método de limpieza empleado normalmente (ABA, ácido-base-ácido) parece menos eficaz que el propuesto (ABOX-SC, ácido-baseoxidación-combustión por etapas) para eliminar contaminaciones modernas. La misma muestra de Esquilleu, con limpieza ABA, proporciona una fecha de 39280 ± 240 (OxA-19085) 12 Ox-A-19086. Un trabajo inmediatamente posterior del mismo equipo, publicado en la revista Radiocarbon (Ascough et al., 2010) proporciona sin embargo una fecha distinta para la misma muestra (infinito >54.600 bp). 13 Se rechaza una fecha más moderna de este nivel al entender que la muestra estaba alterada y contaminada. 10

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Estado de la cuestión

Nivel 26 Ursus spelaeus Equss Caballus Bos y gran bóvido Cervus elaphus Capra Ibex Felis Pardus Cervus Dama Rangifer tarandus

Raro o Muy raro

*

Presente

Poco numeroso

* *1 *1

*

Numeroso o Muy numeroso *3

* *

Tabla 3.3.2. Fauna representada en el nivel 26 según Cabrera (1984) –asteriscos- y Klein y Cruz-Uribe (1994), NMI en frecuencias absolutas.

Nivel 25 Rhinoceros mercki Equus Caballus Ursus spelaeus Canis lupus Cervus elaphus Capra Ibex Antílope rupicapra Bos Arctomys marmotta Capreolus capreolus Leporidae Meles meles

Raro o Muy raro

Presente

*

Poco numeroso

*2

*

*5 * 16

*1

1 1 1

Numeroso o Muy numeroso

*1 *5

*1

Tabla 3.3.3. Fauna representada en el nivel 25 según Cabrera (1984) –asteriscos- y Klein y Cruz-Uribe (1994), NMI en frecuencias absolutas.

Nivel 24 Elephas sp. Rhinoceros mercki Equus caballus Ursus spelaeus Canis lupus Rupicapra rupicapra Dama dama Capra Ibex Gran Bóvido Hyaena spelaea Arctomys mamortta Cervus elaphus Erinaceus europaeus

Raro o Muy raro

Presente

Poco numeroso

*

*

* *

26 1

* *1 *3

Numeroso o Muy numeroso *1 * 10 *6

*4

Tabla 3.3.4. Fauna representada en el nivel 24 según Cabrera (1984) –asteriscos- y Klein y Cruz-Uribe (1994), NMI en frecuencias absolutas.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

Nivel 22 Rhinoceros mercki Equus caballus Cervus Elaphus C.Capreolus C.Ibex Rupicapra rupicapra Bos sp. Ursus spelaeus Felis pardus Hyaena spelaeus Canis lupus

Raro o Muy raro

Presente

*

Poco numeroso

* * *

* *

*

Numeroso o Muy numeroso

*

* *

Tabla 3.3.5. Fauna representada en el nivel 22 según Cabrera (1984) –asteriscos-

Se trata de conjuntos representados por una gran cantidad de herbívoros donde los restos de carnívoros y las evidencias de su actividad son muy escasos, excepto en el nivel 26. En este último la especie dominante es el Ursus spelaeus, aunque la presencia más informativa –y debatida- en términos cronoclimáticos es la de Rangifer tarandus. Los herbívoros más representados son Equus, Bos y Cervus. La presencia de esta fauna de apetencias climáticas frías ha llevado a proponer que el nivel 26 se formó en un periodo glaciar, probablemente el Riss. Sin embargo, la existencia de restos de reno entre los materiales recuperados es una cuestión ampliamente debatida. Según consta en los diarios de campo de Obermaier (Cabrera, 1984), durante la campaña de 1914 se recuperaron del nivel 26 de la estratigrafía unos fragmentos de metápodos y asta que fueron atribuidos por R. Vaufrey en 1937 a Rangifer tarandus (estudio inédito). Sin embargo, en las colecciones estudiadas por Altuna primero, y por Klein y Cruz-Uribe, más recientemente, no se han encontrado restos de esta especie. Aunque es cierto que se maneja la posibilidad de que parte de los materiales de las excavaciones antiguas se hayan perdido en alguno de los viajes que realizaron de Santander a París y viceversa; algunos investigadores se niegan a aceptar la presencia de Rangifer tarandus en estos niveles (Strauss, 1992; Klein y Cruz-Uribe, 1994). Para ello argumentan que el reno no aparece en la Región Cantábrica hasta fases avanzadas del Pleistoceno superior (posiblemente en el OIS 4). Sin embargo, en una reciente comunicación, P. Castaños (2005) afirma que el reno es una especie existente en el Cantábrico desde los momentos más antiguos del Paleolítico y que resulta impensable poner en duda la atribución que Vaufrey hace de los restos hallados en los niveles basales de El Castillo, dada su experiencia como zoólogo y los rasgos tan característicos de las partes anatómicas de las que se trata. No obstante, este autor se suma a lo ya propuesto por J. Altuna (1996) en su revisión de las faunas frías de la Península Ibérica, donde recomienda cautela a la hora de establecer conclusiones

paleoclimáticas a partir de la presencia/ausencia de restos de especies específicas que, en ocasiones, pueden deberse a factores aleatorios –especialmente en el caso de poblaciones escasas. En los niveles 25 y 24 destaca la presencia de rinoceronte (Dicerorhinus, Stephanorhinus) y de marmota. El rinoceronte es otro de los elementos faunísticos de mayor relevancia, porque tradicionalmente se ha empleado como factor definitorio de las condiciones paleoclimáticas de los depósitos en los que se encontraba. En los contextos arqueológicos de la Región Cantábrica aparecen dos formas de rinoceronte: el Dicerorhinus kirchbergensis, de bosque y sabana, y el Dicerorhinus hemitoechus, adaptado a espacios más abiertos (de pradera o estepa) y a temperaturas moderadamente frías. Actualmente se conoce que los restos de rinoceronte aparecidos en los niveles inferiores de la estratigrafía de El Castillo pertenecen a la forma esteparia de D. hemitoechus (Altuna y Adam, en Butzer, 1981, Klein y Cruz-Uribe, 1994, Dari, 1999). En cuanto a la marmota, según los datos presentados por V. Cabrera (1984), se documentó su presencia en los niveles 24 y 25a. Fue definida entonces por J. Chaline como Marmota primigenia, correspondiente a un tipo atribuido a la glaciación Riss. Klein y Cruz-Uribe, en su revisión de los materiales conservados en el Museo Arqueológico Nacional clasifican los restos como Marmota marmota y solamente los reconocen para el nivel 25. Según J. Altuna (1965), la marmota aparece en Europa desde el Riss y aunque se asocia a faunas frías también puede acompañar a faunas interglaciares. Estas indicaciones sugieren que los depósitos más antiguos se habrían formado bajo condiciones de frío moderado. Klein y Cruz-Uribe (1994) mantienen que los restos faunísticos recuperados en los niveles basales son similares a los encontrados en las unidades correspondientes al Último Glaciar, lo que indicaría que las condiciones climáticas también lo serían. A pesar de que ponen en duda la existencia de reno en estos depósitos, consideran que la presencia de restos de

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Estado de la cuestión importante de especies caducifolias que revelan un bosque bien instalado. El nivel VI parece en términos generales un poco más fresco, con un paisaje más abierto marcado por el dominio de herbáceas, si bien la base del nivel presenta condiciones también templadas.

marmota y rinoceronte de estepa solamente en los niveles basales avala suficientemente esta interpretación. Los restos recuperados en el nivel 22, en general, son menos expresivos; aunque la presencia de Capreolus capreolus y un único resto de Hipopotamus señalado por A. Dari (1999) sugieren unas condiciones más bien templadas o cálidas. La información disponible para los niveles inferiores de la secuencia de Lezetxiki muestra que los restos de fauna de esta parte del depósito son, en general, muy similares (Altuna, 1972, 1992). No obstante, hay que considerar como excepcional la presencia, en los niveles VIII y VII, de restos de Ursus deningeri, especie propia del Pleistoceno medio y característica del grupo paleofaunístico E de E. Aguirre (Montes, 2003). En el estado actual de la cuestión apenas hay U. deningeri para fechas más tempranas del OIS 7 -en todo caso a comienzos del OIS 6- y casi todos están asociados a cronologías superiores a los 200 ka. (Döppes et al., 2008; Tapia, 2010). Mientras, la mayor parte de los U. spelaeus se fechan precisamente a partir de 200 ka. 14 (Döppes et al., 2008). Tampoco está claro que U. deningeri y U. spelaeus se sucedan en términos filogenéticos (Mazza y Rustoni, 1994; Valdiosera et al., 2006) por lo que cabe la posibilidad de que convivan cronológicamente y que la presencia de U. deningeri no excluya la existencia de U. spelaeus antiguos. En cualquier caso, es altamente improbable la existencia de U. deningeri más allá de 150 ka, lo que impone este ante quem al menos para el nivel VII de Lezetxiki. Hay pocas informaciones añadidas que se puedan relacionar con biozonas cronológicas. J. Altuna (1972) señala el carácter arcaico, con rasgos stenoides, del Equus identificado en el nivel VI. Tenemos también la propia evidencia del húmero humano recuperado en la base del nivel VII / nivel VIII, que se ha interpretado como un neandertal de rasgos arcaicos o como H. heidelbergensis por su parecido con los restos de la Sima de los Huesos de Atapuerca. Pliomys lenki está presente desde el nivel VI de Lezetxiki; pero la idea de E. Aguirre (1989) acerca de su cronología restringida al Pleistoceno superior no puede ser mantenida a la luz de las evidencias de Trinchera Dolina de Atapuerca, donde se encuentra ya en el nivel 10, al menos desde el OIS 8 (Cuenca Bescós et al., 2001). J. Altuna (1972) insiste en la poca relevancia climática de la fauna de Lezetxiki y en el carácter euritermo de la mayor parte de las especies representadas. El examen de los restos de herbívoros sugiere unas condiciones generalmente templadas, con la presencia de Sus y Capreolus y el dominio de Rupicapra sobre Capra en casi todos los niveles. La información polínica de Lezetxiki indica unas condiciones bastante templadas durante la formación del nivel V, con abundancia de pino pero presencia

Fig. 3.3.2. Presencia de herbívoros en los niveles inferiores de Lezetxiki (a partir de Altuna, 1972).

La situación en Cueva Morín es similar, ya que la fauna de los niveles estudiados (16, 17 y 18) no muestra ningún taxón con valor cronológico y la información desde el punto de vista de las apetencias climáticas también es bastante banal (Altuna, 1971; Castaños, 2008). Los restos recuperados en el nivel 3 de Cova Eirós son escasos -193 fragmentos- y presentan un alto grado de fragmentación, lo que ha limitado las posibilidades de las determinaciones taxonómicas, que no alcanzan la decena en términos de especie (Fábregas et al., 2010). Destaca la importancia de los ungulados de tamaño mediano o medio-pequeño (ciervo, corzo, rebeco), la presencia puntual de herbívoros grandes, quizá rinoceróntidos, y también de carnívoros, especialmente Ursus spelaeus. Estudios geomorfológicos o sedimentológicos Otra de las vías de acercamiento para el encuadre cronológico de estos conjuntos han sido los estudios sedimentológicos o geomorfológicos de detalle en depósitos endocársticos, fluviales, estuarinos o en paleosuelos. Algunas de estas referencias basadas en las formaciones sedimentarias proceden de los depósitos en cueva, especialmente de Lezetxiki, Cueva Morín y El Castillo, con los trabajos pioneros de P. Kornprobst y P. Rat (1967) y K.W. Butzer (1978, 1981). En estos casos, la información propiamente geológica puede ser combinada con dataciones numéricas o con las inferencias que permiten otros indicadores como los restos de fauna. 1. En la cueva de El Castillo, los resultados de un estudio sedimentológico han llevado a proponer una acumulación sucesiva, primero en condiciones de tipo cueva y más tarde en condiciones de abrigo (Cabrera et al., 1993). La

14 Con la excepción de los osos de Bisnik Jaskinia, en Polonia, con cronologías de 200 a 270 ka. (Hercman, 2000).

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica secuencia inferior de la estratigrafía se habría formado, en gran medida, con los aportes sedimentarios que circularían a través de los conductos internos del karst, a la inversa de lo ocurrido los niveles superiores. En esta interpretación, el nivel 20 sellaría este conducto de salida, de forma que en los niveles que se encuentran por encima el aporte sedimentario procede del exterior. Al hilo de este estudio R. Montes (2003) propone la adscripción del nivel 25 a una fase “templada y muy húmeda con aportes hídricos de alta energía en la base del nivel y limos fluviales de decantación en la parte superior” que se habrían producido a lo largo del último interglaciar, OOIS 5. Las características sedimentarias del nivel 24, por el contrario, las asocia a una fase más fresca que interpreta como inicios de la última glaciación, OIS 4. La situación ambiental propia de la glaciación Würm se percibe en el Cantábrico desde el principio del OIS 4 (Iriarte et al., 2005; Sánchez Goñi y d’Errico, 2005; Murelaga et al., 2007). A partir de 74 ka bp, en fechas posteriores a la formación de la costra estalagmítica correspondiente al nivel 23 de la estratigrafía (en torno al OIS 5b si consideramos la referencia de 89 ka. y al 5c si aceptamos los argumentos que sugieren una fecha algo más antigua y el hecho de que se trata de un momento especialmente cálido y húmedo). La costra del nivel 23 se encuentra inmediatamente por encima de los niveles 24, 25 y 26 por lo que todos ellos deben ser considerados prewürmienses, es decir del inicio del OIS 5 o del OIS 6. Este razonamiento llevaría el nivel 24 de la cueva del Castillo a alguna pulsación fría de la parte antigua del OIS5 -con el OIS 5d casi como única posibilidad- o bien hacia el final del OIS 6. El carácter de la acumulación del nivel 25 no queda claro. Tiene componentes de un momento de gran humedad, que lo vincula al 5e, mientras una parte del depósito está compuesto por cantos angulosos o muy angulosos de tamaños decimétricos (Montes, 2003) que sugieren crioclastia en una fase más bien fría, hacia el OIS 6.

húmeda –en la parte superior el nivel VI. Le seguiría un periodo frío y húmedo –en la base del nivel Vb-, continuado por un periodo templado más seco – equivalente a la parte superior del nivel Vb y la inferior del Va. En la parte de la secuencia que nos interesa, esto culminaría en un segundo periodo frío y húmedo en la parte superior del Va y durante la acumulación del nivel IV. En un resumen conclusivo (Kornprobst y Rat, 1967: 260) sitúan en el Würm toda la estratigrafía por encima de su nivel H (tramo superior del Vb, para el que proponen una cronología de Würm I o Würm II). Sin embrago, la atribución cronológica general no se hace con criterios sedimentológicos sino que se basa en las características de los restos arqueológicos 15: como éstos son musterienses, entonces la secuencia es würmiense. A. Baldeón (1993) retoma la ordenación de Kornprobst y Rat y añade una interpretación del nivel VII, que presentaría evidencias de ambiente frío, aunque no tan extremo como el que se propone para el tramo inferior del nivel V. A partir de aquí establece un esquema cronológico general con la asignación del nivel VII a la glaciación Riss, el nivel VI al interglaciar Riss/Würm y el nivel V a las primeras pulsaciones del Würm en el caso del Vb y a una fase más templada dentro del Würm en el caso del Va (Baldeón, 1993). Como se puede apreciar, la interpretación cronológica deducida de los rasgos de la acumulación sedimentaria no es precisamente firme. En primer lugar (1) los niveles arqueológicos establecidos por J.M. de Barandiarán no se corresponden con los niveles sedimentarios de Kornprobst y Rat, por lo que cada nivel arqueológico parece incluir varias fases climáticas y, en consecuencia, varios periodos cronológicos. Por otro lado (2) los geólogos previenen de la existencia de algunos hiatos sedimentarios provocados por las erosiones de los periodos húmedos y de la probable existencia de otros que ellos no han detectado (Kornprobst y Rat, 1967: 12), por lo que no se puede considerar la secuencia de Lezetxiki como un registro continuo y sucesivo. Por otra parte, la atribución cronológica se deriva de las características de la industria, básicamente de los rasgos tipológicos del utillaje lítico. Esto supone dos problemas añadidos: (3) uno es de tipo argumento circular ya que se datan los comportamientos humanos a partir de un esquema cronológico aparentemente sedimentológico pero que está deducido, en último término, de los mismos comportamientos que se quieren datar; el otro (4), es que la atribución temporal se hace con el esquema cronológico que se manejaba para el musteriense europeo en la década de los años 60 del siglo XX, cuando se consideraba que el musteriense era un complejo industrial de época casi exclusivamente würmiense. De la discusión anterior se deduce que la datación de los niveles antiguos de Lezetxiki a partir de estas referencias

2. El estudio sedimentológico de la secuencia de Lezetxiki que ha proporcionado las informaciones cronoclimáticas fue realizado por P. Kornprobst y P. Rat (1967). Estos autores realizaron un estudio geológico previo del valle alto del Deba, para comprender las características de la litología del entorno y la génesis de los aportes que forman el relleno de Lezetxiki. Tomaron muestras del corte disponible en ese momento en el yacimiento –desde el nivel I hasta la parte superior del nivel VI- y estudiaron varios rasgos sedimentológicos. Entre ellos destaca la granulometría global, la morfología de los cantos depositados, la alteración de los fragmentos calcáreos y las características de las concreciones carbonatadas. Establecieron una serie de niveles sedimentarios independientes de los arqueológicos, aunque en su trabajo ofrecen una tabla con las equivalencias entre las dos series. Con estas informaciones construyeron una propuesta de evolución climática en la que establecen varios periodos. La secuencia comenzaría con una fase fría que da paso a un progresivo atemperamiento hacia una fase templada y

15 “D’après les restes d’industrie humaine (…) se placeraient ainsi dans la chronologie du Würm” (Kornprobst y Rat, 1967: 260)

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Estado de la cuestión geológicas solo puede ser muy aproximada y que, de hecho, cabrían varias interpretaciones alternativas en función de qué cronología supongamos para alguno de los ciclos climáticos reconocidos en la secuencia. De entre ellos, el más característico es la pulsación cálida y húmeda que se observa en la capa G de Kornprobst y Rat, que equivale a parte superior del nivel VI arqueológico. Esta pulsación, por sus características y por su posición estratigráfica, podría corresponder a las condiciones ambientales del estadio 5e. De ser cierta esta correspondencia, se podría admitir que el nivel V se depositó a lo largo del OIS 5 a-d y la parte inferior del nivel VI durante el OIS 6. El nivel VII se habría acumulado en momentos más antiguos del OIS 6 o durante el OIS 8.

Además de los depósitos en cueva contamos con otros muchos al aire libre. Este tipo de registros presentan más complicaciones que los que se encuentran en medios kársticos hipogeos. En muchos casos se trata de depósitos derivados que, además, no conservan los restos orgánicos, por lo que el contexto está peor definido y cuenta con poca información referente al marco geocronológico o paleoambiental. A. Rodríguez Asensio (2000) sitúa cronológicamente un conjunto de yacimientos del Nalón, con materiales líticos poco numerosos, a partir de su situación en las terrazas del valle. La posición de algunos de ellos en las terrazas medias y altas le lleva a proponer una cronología del Pleistoceno medio que ha sido asociada por Santonja y Pérez-González (2010) al OIS 11 por su coincidencia con su modelo general de expansión “achelense”. Sin embargo, la base para esta atribución está demasiado poco elaborada a falta de un estudio específico sobre la evolución geomorfológica del valle.

3. Las excavaciones arqueológicas desarrolladas en Cueva Morín sacaron a la luz una secuencia estratigráfica compuesta por 22 niveles. El estudio sedimentológico fue llevado a cabo por K.W. Butzer (1971 y 1973). En su contribución de 1973 Butzer incluye un acercamiento geomorfológico sobre la formación del valle del Obregón, en el que se encuentra la cueva. En él reconstruye de forma tentativa los complejos procesos que han dado lugar a los relieves y formas cársticas que se observan en la zona. Cueva Morín se encuentra en una pequeña colina caliza (hum) a unos 20 metros por encima del fondo actual del valle. Butzer (1973: 270-271) infiere que la cima del hum es contemporánea de las terrazas medias identificadas en los valles cercanos del Pas, Pisueña, etc. Esta terraza se fecha en el Eemiense –por las características de los suelos que se desarrollan en ellas- por lo que Cueva Morín habría quedado abierta necesariamente en un momento posterior, tras el descenso del manto freático por el encajonamiento del río Obregón. Con este argumento sitúa el inicio de la secuencia de la cueva en un momento prewürmiense y la mayor parte de la acumulación durante el Würm. Con más detalle, los niveles arqueológicos 13 a 20 se habrían formado en unas condiciones ambientales templadas con algunas oscilaciones frías que vincula a la primera parte de la última glaciación. Por extensión, los niveles que se encuentran por debajo del 20 (21 y 22) se habrían formado en momentos ligeramente anteriores a la primera glaciación. La argumentación en torno a la cronología de Morín a partir de la geomorfología del valle es bastante delicada, como es evidente en la presentación anterior. El proceso de formación del valle, la equiparación de las cimas de los hum con las terrazas medias de otros valles, la fechación para estas terrazas, etc., son todas ellas construcciones preliminares que no han terminado de contrastarse firmemente. Por otra parte, hay que hacer notar que la excavación de Cueva Morín, a pesar del profundo sondeo excavado en el cuadro VB, no alcanzó el comienzo del relleno sedimentario. Con todo, esta cronología del OIS 5 puede aceptarse como una referencia general para el comienzo del depósito sedimentario en la cavidad.

4. En Cabo Busto se han documentado dos niveles arqueológicos adscritos al Paleolítico medio antiguo. El más moderno -nivel II- está formado por una fuerte acumulación de cantos de cuarcita y arenisca entre los que se encuentran los restos líticos. Diferentes procesos de lavado habrían provocado que los materiales más finos se decantasen (Rodríguez Asensio, 2001). Tampoco se conservan restos orgánicos, atribuido a la acción de las aguas, con corrientes fuertes y ácidas. Este nivel ha sido adscrito al último interglaciar en base a su potencia estimada –casi un metro-, a la ausencia de elementos de origen periglaciar y a la frecuencia de limos en la matriz. Todo ello probaría unas condiciones templadas y húmedas en el momento de su formación. Esta adscripción se apoya también en los datos disponibles para otros yacimientos como El Castillo, Bañugues, Louselas, Llagú o Paredes. En esta argumentación, sin embargo, existen algunas imprecisiones o, incluso, contradicciones con respecto a la información sobre las características geológicas del depósito. En primer lugar, y aunque se supone una potencia mayor en origen para este depósito, se desconoce en cuánto ha mermado su espesor. Por otra parte, la ausencia de elementos periglaciares no está clara si consideramos la existencia de cuñas interpretadas como alteraciones por hielo. Por último, esos fuertes procesos de lavado a los que se hacen referencia, y que implicarían una importante mezcla de materiales de distintos tipos, obliga a tratar con precaución el origen preciso de este depósito a partir de elementos demasiado poco definitorios para este caso, como el tipo de matriz. Se ha propuesto para este nivel una referencia cronológica absoluta cifrada en 100.000 años. No obstante, en el mismo texto se advierte la posibilidad de que se haya formado en un momento transicional entre el OIS 7 y el 6 –que sitúan en torno a los 200 ka. Esta última afirmación se basa en la presencia de las cuñas de hielo mencionadas, que pondrían de manifiesto la existencia de un cambio rápido hacia condiciones glaciares.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica  Sin embargo, la reconstrucción de las transgresiones cuaternarias no permite suponer un nivel de costa a varias decenas de metros por encima del actual, por lo que esta hipótesis puede descartarse. En realidad, esta interpretación entronca con el problema más general de la formación y cronología de las rasas litorales cantábricas y, en concreto, de las de la costa occidental asturiana. Estudios recientes (Álvarez Marrón et al., 2008) vienen a mostrar de forma convincente que la rasa litoral es una formación marina emergida al final del Plioceno o comienzo del Pleistoceno por causas tectónicas (Fig. 3.3.3 y 3.3.4).

Es claro, y de hecho ya ha sido planteado por este mismo autor (Rodríguez Asensio, 1996), que la información cronológica que proporcionan los datos sedimentológicos y arqueológicos de este yacimiento es, cuanto menos, débil. Tampoco ayuda el hecho de que las estimaciones cronológicas se basen en comparaciones con otros yacimientos que, a su vez, presentan una problemática seria en torno a su estimación cronológica. Ya se ha manifestado con anterioridad (Montes, 2003) que no hay suficientes elementos para afirmar, de forma concluyente, que este depósito se haya originado en el último interglacial. El caso del nivel V es, si cabe, más problemático y merece una atención especial dado que ha sido interpretado como la prueba de la presencia humana más antigua en la Región Cantábrica. Se trata de un nivel de 59 cm. de potencia compuesto por cantos muy compactados y cementados entre sí. Ha sido interpretado como un depósito de origen fluvial formado en un momento de máxima extensión oceánica previo al encajamiento de la red fluvial (Rodríguez Asensio, 2001). En el marco de esta misma argumentación, se han determinado como momentos de máxima extensión oceánica todos los correspondientes a estadios isotópicos impares más allá del OIS 5 –demasiado cercano para explicar el encajamiento de la red fluvial- y con límite en el OIS 13 –según el autor porque no consideran factible esa sedimentación más allá de ese momento debido a que las transgresiones marinas son menos intensas antes del OIS 15 (Rodríguez Asensio, 1996). Dentro de este abanico de posibilidades, se ha situado el nivel V de Cabo Busto “de manera más global y comprensible” en 500.000 años de antigüedad (Rodríguez Asensio, 2001). Esta argumentación presenta algunos problemas16. El más evidente es que no queda claro el motivo por el cual Rodríguez Asensio decide situar su formación en el OIS 13 y no, por ejemplo, en cualquiera de los otros (el 7, el 9 o el 11) que el propio autor plantea como posibilidades. Un segundo problema es el modelo de formación del depósito y la ausencia de una documentación detallada acerca del análisis geológico de base; ya que no se hace referencia a ningún estudio sobre la formación del contexto que avale estas argumentaciones. La base argumental se apoya en la interpretación del depósito del nivel V como de origen fluvial. Este depósito está situado en la misma línea de costa pero a más de 60 m. de altitud, por lo que su formación implicaría un nivel del mar muy superior al actual y una línea de costa retraída al menos unos centenares de metros. Solo así sería posible un aporte de alta energía como el que forma el depósito. Esta es la razón por la que se asocia a un momento de máximo oceánico.

Cabo Busto

Cabo Vidio

Fig. 3.3.3. Modelo digital de elevación del terreno en la zona de Cabo Busto en el que puede apreciarse la incisión de los valles fluviales en la rasa emergente, sin formación de terrazas aluviales. Vista de la rasa litoral en el Cabo Vidio en la que se aprecian los valles apenas incipientes en el duro sustrato de la rasa (a partir de Álvarez Marrón et al., 2008, fig. 2 y 3)

                                                             16 El carácter antrópico de los restos atribuidos a este nivel (n=3) será tratado con más detalle en el capítulo IV que analiza las industrias líticas. Aquí nos centraremos únicamente en las cuestiones cronológicas que plantea la información sobre este nivel.

Fig. 3.3.4. Modelo propuesto para la formación de la rasa litoral del occidente asturiano. (A) formación de la plataforma de abrasión marina. (B) emergencia de la terraza. (C) conformación actual, con la línea de la paleocosta conservada en el interior (Alvárez Marrón et al., 2008: 330, fig. 8).

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Estado de la cuestión Las acumulaciones sedimentarias formadas sobre esta plataforma dan lugar a una secuencia en la que, por encima de las formaciones cuarcíticas de base, se acumulan depósitos marinos formados en la plataforma batida por el oleaje. Estos depósitos presentan abundantes cantos rodados y, sobre ellos, formaciones coluvionales – no aluviales- más o menos potentes. Estos coluviones se generan por la circulación de materiales que siguen la inclinación de la rasa o que colmatan los desniveles formados por las microfallas que se van formando en la roca madre.

está bien representada en todas las cuencas del centro de la Región (Saja, Besaya y Pas) y se compone de potentes niveles de cantos sobre los que se depositan arenas fluviales. En esta terraza del Saja-Besaya hay un sistema de paleocanales que se corresponde con la parte alta de los estuarios de estos ríos durante el interglaciar. En época de estiaje albergaron en sus orillas ocupaciones humanas (Montes, 1999). De cara a considerar la integridad de las colecciones recuperadas en este tipo de depósitos, cabe destacar que se encuentran en contextos de baja energía compuestos por limos y arenas. Generalmente aparecen muy cementados debido al aporte de carbonatos procedentes del suelo que se está desarrollando por encima (Montes, 1999). Los materiales no presentan evidencias de rodamientos y en casos como el de El Hondal incluso se pueden remontar entre ellos. 6. El material arqueológico de Bañugues aparece en lo que se ha interpretado como un gran estuario fósil con aporte de rellenos aluviales (Llopis, 1962). En la actualidad se encuentra fuertemente erosionado por la acción del mar. Los materiales arqueológicos se localizaron en el interior de la secuencia de una terraza formada a +2,5 m. sobre el nivel actual del mar. Los resultados de la excavación se presentan en una publicación en la revista Bidea (Rodríguez Asensio, 1978) y los materiales son estudiados, junto a los recuperados en distintas recogidas superficiales, en otro artículo publicado en Zephyrus (Rodríguez Asensio y Flor, 1980). Los niveles se presentan tanto de techo a muro como de muro a techo, con la numeración invertida (ver apartado 4.3.1), lo que introduce algunas dificultades de comprensión. En estos trabajos se presenta la interpretación de la estratigrafía publicada por F. Jordá (1977) en una obra general, siguiendo las indicaciones de M. Hoyos y M. Mallo, y se señalan las equivalencias entre la estratigrafía de la excavación arqueológica y la propuesta por Jordá-Hoyos-Mallo. En esta interpretación la brecha superior –nivel IV de la publicación de 1980, equivalente al B-3b de Jordá- quedaría inmediatamente por debajo del nivel B-3a, que se atribuye expresamente al Würm I (Hoyos et al., 1977). Los materiales recuperados en esta brecha tendrían unas características tecnotipológicas acordes con esta deducción cronológica (Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004: 76). La brecha inferior –nivel II de la publicación de 1980, equivalente al B-5 de Jordá- no se vincula a ninguna referencia cronológica. En la interpretación de M. Hoyos (Montes, 2003), los dos niveles serían formaciones sucesivas de un mismo momento interglaciar que se relaciona con el RissWürm, el OIS 5. La definición cronológica del lugar es bastante pobre ya que se sustenta en la confianza de que se puede atribuir la formación del nivel B-3a (o V) de la secuencia al Würm I. En cualquier caso, esta atribución tan solo marcaría una posición ante quem para el nivel en el que se acumulan los materiales, para los que no se dispone de ninguna otra referencia temporal.

Figura 3.3.5. En la parte superior (A), mapa de la costa occidental asturiana en la que se indican las alturas sobre el nivel del mar actual de las partes emergidas. En la parte inferior (B), corte geológico a 3 km. al SSE de Cabo Busto donde se pueden apreciar las microfallas verticales, los depósitos marinos y la dinámica de los rellenos coluvionales (Alvaréz Marrón et al., 2008).

Según la información disponible no se puede considerar que el depósito del nivel V de Cabo Busto sea una formación aluvial, imposible en el contexto geológico de la rasa litoral. Además, no puede fecharse en relación a transgresiones marinas pleistocenas. El depósito debe considerarse como posterior a la emergencia de la parte distal de la rasa, la más cercana a la costa actual. Este momento se situaría en fechas algo superiores a 600 ka a partir de las estimaciones sobre el ritmo de elevación que ha sufrido la zona –aproximadamente 1 mm. por año (Alvárez Marrón, 2008). No existe, en el estado actual de la información, forma alguna de precisar el momento en el que se formó el coluvión del nivel V de Cabo Busto. 5. El Hondal es un depósito sedimentario de origen fluvial que forma parte de un nivel de terraza del curso del Saja-Besaya. El nivel arqueológico se corresponde con un paleocanal situado sobre un estrato muy potente de cantos rodados. Este se habría formado en una fase de fuerte energía fluvial con alto poder erosivo y de arrastre (Montes, 1999). En esta zona las terrazas del tercer nivel (T-3) son las que contienen restos materiales de las fases más antiguas del Paleolítico regional. En la cuenca del Pas (y por extensión a la del Saja y Besaya) este nivel ha sido atribuido al último interglaciar (González Fernández, 1995). Según R. Montes (1999) en la cuenca del Saja se pueden diferenciar hasta 6 niveles de terraza. La T-3 se encuentra a +15-25 m. sobre el cauce actual. La terraza

7. La Verde es un depósito de tipo endorreico –cubeta de decalcificación- de muy baja energía formado por la

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica entrada, a través de escorrentías, de partículas en suspensión que no superan el tamaño de las arcillas (Montes y Muñoz, 1994). Este suelo ha sufrido una serie de procesos postdeposicionales de tipo edáfico relacionados con la litología calcárea y con un elevado índice de lluvias y temperaturas medias templadas, que han favorecido la formación de nódulos férricos. La formación de estos nódulos ha sido habitualmente empleada como elemento definitorio del momento cronológico de formación y desarrollo de estos suelos en el último interglaciar (Montes, 2003). La relación entre los nódulos y los materiales arqueológicos de Paleolítico medio antiguo se ha empleado como criterio para establecer la cronología relativa de estos conjuntos. Aunque no discutimos la posibilidad de que esos nódulos se hayan formado en el marco del Riss-Würm, la asociación de esta fecha con las industrias líticas no es tan expresa. Las concreciones férricas son una formación posdeposicional que ha alterado un paquete sedimentario previo que contenía restos de una ocupación humana. La formación de nódulos férricos, por tanto, proporciona una referencia ante quem para el depósito arqueológico que, en este caso, debería ser bien del OIS 5e, bien de un momento anterior que no es posible precisar.

momento, el criterio de prudencia llevó a los excavadores a proponer una cronología eemiense (OIS 5e) para la acumulación arqueológica. Pero la comparación con las industrias de esta época en el Cantábrico 17, que mostraría que Irikaitz no se ajusta a este modelo, les lleva a sugerir cronologías “sensiblemente más antiguas”, bien holsteinienses (OIS 11, aproximadamente 400 ka) bien cromerienses (OIS 13 a 21), del Pleistoceno medio antiguo o del Pleistoceno inferior (aproximadamente 470860 ka). Esta propuesta situaría la formación de estos depósitos en fechas cercanas a las del H. antecessor de Atapuerca (Arrizabalaga e Iriarte, 2005 18; Arrizabalaga, 2006: 57). A falta de mejores precisiones sedimentológicas y geomorfológicas, resultan poco verosímiles las últimas cronologías propuestas, extraordinariamente antiguas. En la campaña de 2009 (Arrizabalaga e Iriarte, 2009) se ha obtenido una fecha para el nivel IV del sondeo Luebaki (Trinchera) por OSL que se considera anómala – proporciona una cronología del Paleolítico superior. Se estima que los hogares del nivel gravetiense han alterado la señal de luminiscencia. En cualquier caso, aún sin el estudio geomorfológico, resulta poco probable una cronología más allá del OIS 5 para un depósito situado en el valle bajo de un río cantábrico, en un tramo bastante encajado, apenas a unas decenas de metros del curso principal y prácticamente en la misma cota que el cauce actual.

8. Irikaitz constituye un extenso yacimiento ubicado en un amplio meandro del río Urola cerca de la localidad de Zestoa (Gipuzkoa), a pocos kilómetros de la línea de costa actual pero en un valle bastante encajado. Se han excavado dos sondeos principales en los que se han recuperado materiales arqueológicos de cronología bastante antigua que se proponen en posición primaria. Las dos secuencias corresponden a momentos cronológicos distintos aunque no ha sido posible, por el momento, discernir cuál de los dos es más antiguo (Arrizabalaga e Iriarte, 2008: 159). Sobre los niveles antiguos se sitúa otro de Paleolítico superior, probablemente gravetiense. El material lítico de este nivel se encuentra mezclado en buena parte con el material antiguo. Los excavadores los han distinguido con criterios tecnotipológicos, de uso de materias primas (suponiendo que el sílex corresponde a las ocupaciones más recientes) y por la posición oblicua o vertical que muestran las piezas en el sedimento. El sondeo mejor descrito, llamado Geltoki (Estación), muestra dos ciclos sedimentarios formados por paquetes de arcillas. El más antiguo se cree que se apoya sobre la roca madre, aunque ésta aún no ha sido alcanzada (Arrizabalaga e Iriarte, 2005). Los dos niveles principales de este sondeo –el IV y el V- se encuentran en la base del ciclo superior. El nivel VI, con pocos restos, se sitúa en la parte superior del ciclo más antiguo. Las características del sedimento y los datos paleobotánicos –que reflejan un bosque caducifolio de ambientes templados dominado por roble, con avellano y aliso abundantes, y presencia de árboles como haya, carpe o fresno (Arrizabalaga et al., 2003; Ruiz Alonso, 2004)- sugieren que estas formaciones sedimentarias han tenido lugar durante una fase interglaciar, “en todo caso en una fase templada y húmeda” (Arrizabalaga e Iriarte, 2005). En un primer

9. Un caso similar, en lo que se refiere a la propuesta de cronologías extraordinariamente antiguas, es el del yacimiento de Mendieta; situado en la costa vizcaína y recientemente descubierto, excavado y estudiado (Iriarte et al., 2006; Ríos et al., 2008). El conjunto lítico recuperado se encontraba depositado en el interior de un pequeño cauce excavado en un paleosuelo, relleno con los materiales procedentes de este mismo suelo y sellado por otra formación edáfica posterior. Los autores entienden que esta segunda formación edáfica se produce en la misma fase climática, considerando que todo este proceso puede ser muy rápido, en unos pocos centenares de años según muestran las observaciones subactuales (Iriarte et al., 2006: 217). Estos estudios indican, a propósito de la cronología del yacimiento, que “el establecimiento de la cronología de las estructuras edáficas pleistocenas sigue constituyendo un importante problema en la Región Cantábrica” (Iriarte et al., 2006: 218). Pero señalan que otros trabajos (Montes, 2003) han mostrado que estos suelos se formaron en condiciones climáticas templadas-cálidas y húmedas que pueden ser adscritas a periodos interglaciares largos, con cierta cautela. En el caso de Mendieta, esta interpretación Se citan tres cuevas –El Castillo, La Garma exterior y Lezetxiki- y otros tantos sitios al aire libre -Cabo Busto, Bañugues y La Verde. 18 De forma significativa, en este caso, los yacimientos que se utilizan en la comparación son Clacton, Castel di Guido, Ambrona, Swanscombe, Schöningen, Torralba, Áridos, San Quirce e Isernia, todos situados en el Pleistoceno medio o medio antiguo. 17

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Estado de la cuestión contrasta con la información palinológica de las muestras recogidas en el paquete que sella el depósito. En ella se observan unas condiciones de paisaje húmedo pero bastante abierto, con prácticamente ausencia de especies arbóreas caducifolias. Por ejemplo, con un desarrollo del bosque sensiblemente menor al observado durante el OIS 3 en el cercano yacimiento de Kurtzia (Muñoz et al., 1990). Con todo, la cronología de los materiales de Mendieta se deduce a partir de este tipo de evidencias y de las características de la industria lítica, calificada como propia del Paleolítico antiguo en la versión en castellano (Iriarte et al., 2006) o del Paleolítico inferior en la versión en lengua inglesa (Ríos et al., 2008). La atribución cronológica no queda precisada pero se sitúa implícitamente el yacimiento en el Pleistoceno inferior o medio 19. Sin embargo, la presencia de un reavivado de raedera Quina en la unidad inferior no permite, en el estado actual de la cuestión, apoyar una cronología que vaya más allá de finales del Pleistoceno medio para este conjunto.

Cova Eirós, nivel 3: el depósito se puede situar cronológicamente en base a dataciones numéricas. La parte alta del depósito está fechada entre el OIS 5b y 5a y la basal debe encontrarse en el interior del OIS 5c.

Las características tecno-tipológicas de los conjuntos industriales

Castillo, nivel 22: queda delimitado por las fechas del nivel 23 -89 +11/-10 ka bp (Bischoff et al., 1992) y 92,8 ka (Cabrera y Bernaldo de Quirós, 2000)- y las obtenidas por ESR en la parte superior del 22 -70,1 +/- 9,4 ka (Rink et al., 1996 y 1997). Por lo tanto, el depósito se habría formado a lo largo del OIS 5a y de la primera parte del OIS 4.

Cabo Busto: la información sedimentaria sugiere la formación del depósito correspondiente al nivel II en unas condiciones cálidas que pueden relacionarse con el comienzo del OIS 5. Por el contrario, el nivel V no puede considerarse, en el estado actual de la información, como un nivel arqueológico (ver capítulo IV). Bañugues: el material procede de dos niveles distintos que han sido reunidos. El nivel IV corresponde a un momento cálido anterior al comienzo de la última glaciación. Mientras que el nivel II debe corresponderse con un ciclo inmediatamente anterior del mismo periodo interglaciar. El conjunto se sitúa a mediados del OIS 5. El Hondal: las correlaciones con los sistemas de terrazas de los valles del entorno lo sitúan en el OIS 5.

En la discusión anterior sobre los aportes a la cronología del periodo de distintas fuentes de información, se aprecia que las características de las industrias líticas se han empleado también como marcador cronológico. Esta referencia tiene a menudo un uso supletorio y se suele emplear de una manera poco explícita, sin discutir la validez de estas inferencias. Generalmente se basan en los rasgos de arcaísmo que presentan los productos finales o en el uso de las materias primas, en la producción o en la gestión de los útiles de piedra. No hace falta insistir demasiado, porque ya es un lugar común en la disciplina, que el carácter más o menos elaborado, el grado de acabado de los productos finales, o la “modernidad” de las técnicas empleadas no son buenos criterios cronológicos. Abandonados los criterios en base a la morfología de los bifaces o las diferencias entre industrias con macroutillaje vs. industrias sobre lasca, solo sobreviven como criterios cronológicos (y con algunos problemas) la sucesión Modo 1 a Modo 2 –este a partir del OIS 13- o las novedades técnicas que tienen que ver con las producciones predeterminadas de tipo Levallois, que cada vez se encuentran en cronologías más antiguas.

Castillo, nivel 24: la fecha ante quem la proporciona el espeleotema del nivel 23 citado en el párrafo anterior, situado entre el OIS 5b y el 5c. Las condiciones más abiertas que demanda D. hemitoechus, presente en el nivel, pueden ser compatibles con las condiciones climáticas del OIS 5d. Aunque cabría la posibilidad de una cronología más antigua, ya en el OIS 6. La presencia de Paleoloxodon sugiere condiciones más templadas, como las alcanzadas en el OIS 5e o 5c. La cronología de la base del nivel no se puede establecer con claridad pero debería ser posterior a las condiciones húmedas y templadas que caracterizan el nivel 25 y que, de forma conservadora, pueden situarse en el 5e. Considerando todas estas circunstancias, el nivel 24 se habría formado durante el OIS 5d-5c. Castillo, nivel 25: no hay referencias cronológicas claras para el nivel que debe situarse en un momento a caballo entre condiciones templadas y otras más frías; tal y como se deduce de los aportes sedimentarios y de la presencia de marmota. El nivel 25 se habría formado a finales del OIS 6 y durante el OIS 5e.

Conclusiones cronológicas A partir de la discusión de las evidencias disponibles, se presenta a continuación una propuesta de adscripción cronológica en el marco de los ciclos climáticos generales.

Castillo, nivel 26: las mejores referencias para el nivel 26 proceden de los restos de macrofauna, aunque es una vía de inferencia frágil. La presencia de restos de fauna claramente fría, como el reno, sugiere que al menos una parte del depósito se ha formado en una fase glaciar; que en este contexto puede interpretarse como el OIS 6. La abundante presencia de restos de osos de las cavernas

“agrees and completes the information obtained from other Lower to Middle Pleistocene open-air sites in the Cantabrian Region” (Ríos et al., 2008)

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica interpretados como U. spelaeus por Vaufrey podría ayudar a precisar la cronología. Sin embargo, es probable que el conjunto de Castillo 26 merezca una cuidadosa revisión para precisar si se trata de U. deningeri o U. spelaeus, un extremo sobre el que Klein y Cruz-Uribe no se pronuncian. Por todo ello, el nivel 26 se ha formado probablemente en los tramos centrales del OIS 6 o, con menos probabilidad, desde comienzos del OIS 6.

deducir unas características generales a partir de los rasgos menos dinámicos de las condiciones medioambientales, como la orografía o el sustrato geológico, que pueden extrapolarse hacia el pasado pleistocénico. Esto es bastante más complejo para los aspectos más variables debido a la carencia de estudios pluridisciplinares integrados (geología, zooarquelogía, paleobotánica, climatología, cronología, etc.) que permitan construir una visión sintética sobre el contexto ambiental de las poblaciones humanas que habitaron la Región Cantábrica antes de la última glaciación (OIS 4).

La Verde: se forma en un contexto general de condiciones ambientales cálidas. El hecho de que la formación de los nódulos ferruginosos sea posterior a la acumulación de material arqueológico sugiere una cronología de inicios del OIS 5 o finales del OIS 6.

La Región Cantábrica, en términos geográficos, es un área bastante bien individualizada debido fundamentalmente a que la orografía repite un mismo esquema básico. Presenta una cordillera montañosa bastante elevada, paralela a la costa, a unas pocas decenas de kilómetros de ella, con llanuras costeras limitadas y con algunas excepciones como el Nalón- con valles cortos, estrechos y paralelos que segmentan esta larga franja. El hecho de que la Región Cantábrica se encuentre a la misma latitud a lo largo de sus más de 400 km. de desarrollo y abierta a un mar océano muy influyente y ampliamente regulador dota aún de mayor homogeneidad climática al conjunto del área. Junto a estas características estructurales que generan una clara homogeneidad hay otros elementos que introducen variabilidad. La propia orografía promueve la aparición de unidades diferenciadas: la franja litoral, los valles y los macizos montañosos. Por otra parte, existen dos ámbitos morfoestructurales de base geológica claramente diferenciados, el occidental –que incluye Asturias y la parte occidental de Cantabria- con materiales del zócalo paleozoico y el oriental –Cantabria oriental y País Vascocon materiales mesozoicos y terciarios. Estas diferencias morfoestructurales tienen influencias profundas en aspectos sustanciales como el relieve, la presencia de formaciones cársticas o la disponibilidad de algunos tipos de recursos.

Cueva Morín, nivel 16: carecemos de dataciones numéricas para los niveles inferiores de Cueva Morín. Los datos faunísticos y la reconstrucción geológica de K. Butzer lo sitúan en un momento frío del comienzo de la glaciación, probablemente en el OIS 4. Cueva Morín, nivel 17: sus características son similares a las del nivel 16, por lo que se puede proponer una cronología similar, en el OIS 4. Cueva Morín, nivel 18: la presencia de un hiato sedimentario bajo el nivel 17 junto a las características del relleno y de la fauna apoya una cronología del OIS 5. Lezetxiki, nivel V: disponemos de la información procedente de las dataciones numéricas que sitúa este nivel a mediados del OIS 5. Además, está la información geológica, que detecta una sucesión rápida de periodos frescos y cálidos, que podrían corresponderse con los subestadios 5d, 5c y 5b. La información faunística no aporta mayores elementos de reflexión. Lezetxiki, nivel VI: las dataciones del nivel VII, que resultan comparativamente más fiables, sitúan el nivel VI después de 170 ka. La información geológica sugiere condiciones frías para sus tramos centrales e iniciales y un momento templado para el final de la acumulación de este nivel. Algunos rasgos de la fauna también sugieren una cronología de edad rissiense. Hemos considerado que el nivel VI se formó en las partes centrales y finales del OIS 6 y en el comienzo del OIS 5.

Otra parte de la variabilidad interna tiene que ver con la nitidez de los límites de la propia área. En el extremo occidental, la Región Cantábrica se comunica con poca solución de continuidad con las regiones propiamente atlánticas. Las diferencias solo se acentúan un tanto por la coincidencia del cambio de las cuencas fluviales (más allá del Eo y Navia orientadas hacia el W) con el límite de los últimos ambientes calizos, frente a las formaciones graníticas y las grandes cuencas terciarias interiores de Galicia. El extremo oriental muestra un cambio más acusado por el contraste que presenta la llanura aquitana respecto al ambiente montañoso cántabro-pirenaico. Una frontera geográfica que ha actuado como frontera ecológica bastante neta a lo largo del Pleistoceno, sobre todo para las faunas. Por el contrario, la continuidad de los ambientes cantábricos con los pirenaicos más occidentales es patente.

Lezetxiki, nivel VII: el U-Th y el ESR lo sitúan en torno a 170 ka. Las evidencias de fauna, con la presencia de Ursus deningeri abundante apoyan una edad de este tipo o incluso más antigua. No hay informaciones geológicas sobre este nivel. Consideramos que el nivel VII se formó a finales del OIS 7 y la primera parte del OIS 6. 3.3.2. Las condiciones ambientales La información acerca de las condiciones medioambientales durante el Paleolítico medio antiguo es muy limitada para la Región Cantábrica. Se pueden

El límite sur de la Región está constituido por la divisoria de aguas de los valles cantábricos respecto a los sistemas

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Estado de la cuestión hidrográficos del Duero y del Ebro. Con el Duero la línea divisoria está siempre situada a alturas importantes, rara vez por debajo de los 1500 m. Pero en relación con la cuenca del Ebro, esta línea es siempre más baja, con puntos por debajo de los 600 m. de altitud y, en el último tercio oriental, apenas alguna cota rebasa los 1500 m. Esto hace que los rasgos de continuidad norte-sur sean especialmente acusados en la parte oriental de la Región aunque, de hecho, estos rasgos de continuidad se dan a lo largo de toda la Cordillera. Al menos en el primer tramo montañoso de la vertiente sur, que pertenece a la misma región bioclimática eurosiberiana. Esta orografía implica, además, la existencia de pasos accesibles desde algunas zonas del Cantábrico central y, sobre todo, oriental hacia la Meseta Norte y el Valle del Ebro. Nada hace pensar que la Montaña Cantábrica constituyera una barrera infranqueable, ni siquiera en el sector central u occidental y ni siquiera en los periodos más fríos del Pleistoceno. Aunque la mayor parte de los depósitos glaciares conservados corresponden probablemente a la última glaciación (Castañón y Frochoso, 1992), es probable que se produjeran fenómenos de glaciarismo importantes también el OIS 6 y en el OIS 8. Esto parecen mostrar las dataciones con isótopos cosmogénicos en cristales de cuarzo de superficies pulidas por erosión glaciar en el NW peninsular (Vidal et al., 1999). En cualquier caso, no parecen suficientes para impedir la circulación –tanto de grupos humanos como de animales- a través de esta unidad orográfica en los momentos álgidos. Mucho menos en los frecuentes periodos de atemperamiento producidos durante el Pleistoceno medio y superior. Es posible que, en los momentos más fríos, los espacios glaciados y los cinturones con condiciones periglaciares actuaran como barrera ecológica al convertirse los territorios de altura en áreas con escasas densidades de recursos. En estas condiciones, la ocupación y circulación por estas zonas quedaría claramente desincentivada, especialmente entre los grupos con estrategias de aprovechamiento del territorio menos logísticas.

Contamos además con el marco cronoclimático general que proporcionan los sondeos marinos o polares recogidos en las series GISP y GRIP. Ante la indefinición cronológica sobre el comienzo de las ocupaciones humanas en la Región Cantábrica, restringiremos nuestros comentarios a los cambios climáticos conocidos en los últimos 200 ka, desde el OIS 6 aproximadamente. Se ha propuesto que la última pulsación fría de la glaciación Riss (Riss III, OIS 6) podría tener un cierto reflejo en los niveles basales de Lezetxiki (nivel VII) y posiblemente de El Castillo (nivel 26). Las evidencias geológicas o geomorfológicas asociadas a la glaciación son inexistentes (Montes, 2003) o muy tenues (Vidal et al., 1999). Las referencias de la cercana Meseta Norte, en Atapuerca, registran un clima de carácter continental, húmedo con algunas fases frescas (García Antón y Sainz Ollero, 1991). Esto parece indicar que esta glaciación no produjo importantes impactos climáticos en el Norte peninsular, con excepción de los Pirineos donde sí se documentan depósitos glaciares y periglaciares especialmente en la cara norte (Viers, 1992). Esta circunstancia va a favorecer la proliferación de un paisaje abierto con algunas zonas de mayor concentración arbórea –tipo bosque galería- y de taxones faunísticos relacionados con ambientes fríos y esteparios. Estos no se van a dar en la Península Ibérica hasta comienzos de la última glaciación. La información a partir del OIS 5 está mejorada por los datos polínicos y de otros indicadores recuperados en los sondeos oceánicos a los que aludíamos. Estos últimos sugieren cambios climáticos globales importantes –de hasta 10 grados en las temperaturas globales- y bruscos – en apenas unas pocas decenas de años (Sánchez Goñi, 2006; Roucoux et al., 2005). En cuanto a la tendencia general, es bien conocida la situación de mejoría climática típica del Eemiense (OIS 5e). Este atemperamiento genera una densa vegetación arbórea en el Cantábrico y también cambios geomorfológicos tan importantes como la transgresión marina, hasta máximos en torno a 7 m. sobre el nivel del mar actual (Cearreta et al., 1992). En los subestadios posteriores, dentro del OIS 5, se va apreciando un empeoramiento generalizado con un descenso progresivo del nivel del mar hasta unos 40 m. por debajo del máximo flandriense. La vegetación muestra un desarrollo de los bosques termófilos con abedul y avellano, junto a matorrales en el este de la Región (Iriarte et al., 2005). En el oeste, el registro del polen en Area Longa presenta un bosque dominado por especies caducifolias (aliso, roble, avellano, abedul y carpe), con presencia relativamente alta de haya (Gómez Orellana et al., 2007)

Estos cambios climáticos a propósito del glaciarismo, típicos del Cuaternario, suponen uno de los principales condicionantes ambientales de las sociedades humanas del periodo. No tanto en sí mismos como por las modificaciones que imponen en otros factores del medio como la flora, la fauna, la extensión de las condiciones glaciares o periglaciares que mencionábamos, o el nivel del mar. Además de los registros disponibles en los propios yacimientos, que muestran los sesgos conocidos por la presencia antrópica, hay algunos otros que proporcionan información sobre las condiciones ambientales y su evolución a lo largo del final del Pleistoceno medio y del Pleistoceno superior. Entre estos destacan los registros polínicos, algunos de ellos de alta precisión como los de Area Longa (Gómez Orellana et al., 2007) o los sondeos marinos en la costa atlántica portuguesa (Sánchez Goñi et al., 1999; Roucoux et al., 2007; Desprat et al., 2007).

A comienzos del OIS 4 –en el principio de la glaciación würmiense- se acentúa el empeoramiento climático respecto a las últimas fases del OIS 5. Hay un cambio perceptible en la composición de la fauna. Se mantiene una representatividad importante de gran bóvido, ciervo y

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica rinoceronte de pradera (D. Hemitoechus) pero con el aumento de la presencia de caballo, como consecuencia del incremento de un paisaje abierto y el significativo descenso de la masa arbórea, en la que ahora destacaría el pino (Iriarte et al., 2005). No obstante, el clima cantábrico garantiza una alta pluviosidad y un cierto atemperamiento -más de lo que cabría esperar en los periodos fríos. Por esta razón no se llegan a desarrollar ambientes esteparios (cf. Gómez Orellana et al., 2007) ni se producen cambios bruscos en las especies faunísticas representadas en cada momento. Las revisiones más recientes de los análisis polínicos en depósitos terrestres (González Sampériz et al., 2010) vienen a concluir una extensión más amplia de la supuesta para las poblaciones arbóreas pleistocenas –con fresno, roble, avellano, etc.- en el conjunto de la Península, incluso en zonas continentales o septentrionales, o en altitudes importantes. Esta idea se ve reforzada por la percepción (basada en análisis actualistas de tipo experimental) de que el bajo nivel de CO2 durante los periodos glaciares puede haber llevado a subestimar la población arbórea que ha resistido los periodos fríos en lugares abrigados, al reducir la polinización de los árboles (Leroy, 2007).

3.3.3. Características de los yacimientos Como ya se ha expuesto, el conocimiento existente acerca de las primeras ocupaciones en la Región Cantábrica es muy limitado en comparación con otras zonas de la Península Ibérica –caso de la Meseta- y con otros periodos. Esto es debido, en gran medida, a la debilidad del registro disponible para estos momentos tan antiguos, en los que la mayor parte de los depósitos están en posición secundaria o en contextos difíciles de documentar (Montes, 2003; Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004). En la mayoría de los yacimientos solo se han conservado las evidencias líticas –que a veces se hacen visibles porque el depósito ha sufrido algún tipo de alteración. Las referencias de principios de la década de los ‘90 indicaban la existencia de unos 200 yacimientos de Paleolítico medio antiguo en la Región Cantábrica (Montes y Sanguino, 1998; Montes, 2003). Una riqueza cuantitativa que debemos ver solo como aparente. En efecto, de esta relación más de 50 referencias correspondían a un único resto lítico y tan solo 26 contaban con más de 50 piezas (Montes, 2003: 124). En su trabajo de 2003 R. Montes realiza un detenido estudio de las características de este conjunto de yacimientos conocidos en la Región. Analiza las causas de los sesgos en la información disponible –por distintos tipos de alteraciones y por la diferente intensidad de los trabajos de prospección arqueológica- y explora los factores más importantes relacionados con la localización o emplazamiento de los sitios: cueva/aire libre, contexto geomorfológico, situación geográfica y topográfica, distribución a lo largo de la Región, distancia a los cursos fluviales, etc. La mayor parte de las distribuciones y asociaciones significativas que se presentan en este trabajo siguen vigentes hoy en día con pocos matices. A lo largo de la década, el número de yacimientos reconocidos ha ido aumentando, especialmente en las zonas en las que se han realizado algunas prospecciones de detalle o seguimientos de obras públicas. Por ejemplo, frente a las 9 referencias de la costa occidental asturiana conocemos ahora en torno a 16, entre la parte baja del Eo y los alrededores de Cabo Busto. En la zona del cabo de Peñas el aumento ha sido de 9 a 25 referencias merced a los hallazgos de la zona de Gijón (Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004). Algunos de los nuevos hallazgos tienen además importancia cualitativa como los que empiezan a completar las áreas vacías que se señalaban en el valle del Sella o en Vizcaya-Guipúzcoa. En esta zona, frente a las referencias aisladas de Lezetxiki e Irikaitz pueden ahora señalarse, con más o menos confianza, otras 8 localizaciones 20.

Como balance, se aprecia que la Región Cantábrica refleja, en cierta medida, la variabilidad climática global que conoce el planeta durante el Cuaternario. Sin embargo, el impacto de estos cambios climáticos sobre el conjunto de las condiciones medioambientales parece haber sido menos marcado que en otras regiones europeas, y menos dramático que como se ha presentado habitualmente. La posición latitudinal y el carácter de fachada oceánica de la Región han atemperado y suavizado los efectos de las crisis climáticas frías. La extrapolación desde los registros climáticos globales debe hacerse teniendo en cuenta estos dos elementos. Los fenómenos de glaciarismo o los paisajes deforestados han sido más bien excepcionales. Por otra parte, la lectura de registros climáticos como los polínicos probablemente ha acentuado la impresión acerca de la naturaleza extrema de las circunstancias ambientales de los momentos fríos del Pleistoceno. De hecho, los arqueozoólogos han advertido sobre el carácter euritermo de la mayor parte de las especies reconocidas en la Región Cantábrica a lo largo de todo el Pleistoceno (Altuna, 1992; Castaños, 2005) y sobre la ausencia o rareza de los animales típicamente fríos. Por último, la influencia de los cambios ambientales sobre los comportamientos o los cambios históricos parece poco importante. A pesar del énfasis puesto en ello por las perspectivas funcionalistas desde los años 70 o del auge actual de los enfoques ambientalistas, observamos muy pocas evidencias que relacionen las dinámicas históricas de estos periodos con la evolución climática o ambiental.

Los contextos en cueva conocidos hasta el momento se limitan a los enclaves clásicos –El Castillo, Lezetxiki y Cueva Morín- y algunas nuevas e interesantes referencias 20 Kurtzia y Mendieta en Bizkaia (Iriarte et al., 2006); Arnailleta, Artazu II, Zerratu, y los yacimientos de Jaizkibel – Higer, J1 y J84 (Iriarte, 2007; Sáenz de Buruaga, 2004; Arrizabalaga, 2005).

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Estado de la cuestión como el nivel Q de Covalejos (Sanguino y Montes, 2008), la secuencia exterior de La Garma A (Arias y Ontañón, 2008; Tapia, 2010) o la cueva de El Linar (Montes et al., 1995). En la cueva del Esquilleu las últimas referencias envejecerían considerablemente el inicio de la secuencia que podría alcanzar también el OIS 4 (Bird et al., 2010). Más allá de los límites estrictamente cantábricos, las referencias disponibles para el nivel 3 de Cova Eirós lo sitúan en torno al OIS 5. Casi todas estas últimas evidencias corresponden a yacimientos en excavación o en estudio cuyos materiales están en su mayor parte inéditos. La escasez de yacimientos en cueva en el marco de un ámbito tan calizo como el cantábrico se explica, básicamente, por la ausencia de proyectos en los que se prime esta línea de investigación. Esto, añadido a las dificultades logísticas, ha hecho que en muchos casos no se alcance la base de las secuencias. En este sentido se ha apuntado que, a pesar de que el uso de las cuevas en estos periodos debió de ser mucho más intenso de lo que se ha sugerido, el grado de concentración de actividades en ellas sería mucho más limitado que el que se dio en fases paleolíticas posteriores (Montes, 2003).

atemperados y con cierta pluviosidad, el aumento de la masa arbórea podría convertirse en un hándicap para los desplazamientos y para el aprovisionamiento de algunos recursos. La costa se convertiría, de este modo, en la principal vía de comunicación entre los distintos valles que componen la Región Cantábrica. 3.3.4. Características de los conjuntos arqueológicos Como es habitual, los yacimientos en cueva y al aire libre presentan conjuntos con rasgos claramente distintos. Con una mejor conservación de los restos orgánicos y, en especial, de la fauna en las cuevas, mejor representatividad de las fracciones finas de los distintos tipos de restos, etc. En algunos de los yacimientos conocidos se ha propuesto o se ha intuido la existencia de estructuras conservadas, con distribuciones espaciales de los restos bien organizadas –en Cabo Busto (Rodríguez Asensio, 2001), en La Verde (Montes, 2003) o en nivel 17 de Cueva Morín (Freeman, 1989). Pero en ninguno de los casos se ha realizado un estudio de detalle de este tipo de información. Los restos orgánicos conservados y estudiados son siempre escasos. En los yacimientos en cueva se conservan conjuntos faunísticos bastante importantes, sobre todo en El Castillo y Lezetxiki, pero los yacimientos al aire libre solo cuentan con evidencias líticas o, raramente, paleobotánicas. Los restos vegetales son también muy escasos, restringidos a algunos contextos muy concretos como el caso de Irikaitz (Arrizabalaga et al., 2003).

Los yacimientos al aire libre se sitúan en (1) terrazas y valles fluviales amplios con fondos planos –apenas se han localizado yacimientos de estas cronologías en los más encajados, como el Miera, el Asón o los valles cantábricos del País Vasco-; (2) en las zonas costeras relacionadas con costa propiamente dicha y con la desembocadura de los ríos- y (3) en puntos intermedios sierras prelitorales con 300 m. de altitud máxima- en lugares estratégicos que dominan un amplio llano (Montes et al., 1995), lo que permite la explotación de espacios más amplios (cf. Montes, 2003: 127)

Las evidencias más informativas son las que proceden del utillaje de piedra. Los conjuntos líticos de Paleolítico medio antiguo del Cantábrico se han definido, en general, como series no demasiado amplias. Para momentos más antiguos de 80 ka. se contabilizan menos de 20 conjuntos con más de 100 artefactos líticos: 5 en cueva (Cova Eirós 3, Linar, Castillo 24 y 25 y Lezetxiki VI) y 14 al aire libre, entre excavados (Cabo Busto, Paredes, Bañugues, Caranceja II, El Hondal, La Verde e Irikaitz) y los que son fruto de recogidas sistemáticas. Solo La Verde y Cabo Busto superan el medio millar de efectivos. Este balance cambia durante el OIS 4, en el que los conjuntos en cueva como Castillo 22 o Morín 16 y 17 reúnen varios miles de elementos a pesar de tratarse de excavaciones de extensión muy reducida.

La mayor densidad de yacimientos se da en la zona costera, en el Cantábrico central, y en el valle del Nalón. Este hecho se explicaría por la existencia de un desarrollo diferencial de las prospecciones que condicionaría la distribución de los yacimientos. Dicha explicación se ha propuesto para el caso de la sobrerrepresentación de yacimientos de esta cronología en la costa pero también, en un marco más amplio, para las diferencias existentes entre las comunidades autónomas que integran el marco de estudio. En este sentido sigue siendo destacable el caso de la cuenca del Sella y la vertiente norte de Vizcaya y Guipúzcoa, donde los vacíos en relación a los yacimientos de Paleolítico medio antiguo apenas empiezan a colmarse. No obstante, y aun considerando la posible introducción de este sesgo, se ha propuesto también que esta dicotomía costa/interior sea un reflejo veraz del tipo de poblamiento de la época. Una particularidad que lo diferenciaría de momentos posteriores –Paleolítico superior- donde los yacimientos no se distribuyen de forma tan agrupada en torno a un área determinada (Montes, 2003). Quizá esto pueda vincularse al grado de accesibilidad y a las facilidades para el desplazamiento que posibilita la zona costera en relación con los valles interiores. Aquí, en ambientes

Las industrias líticas han sido talladas en diferentes materias primas, según el marco morfoestructural en el que se encuentren. En el Cantábrico centro-occidental, donde predomina el zócalo paleozoico, se han empleado sobre todo cuarcitas y areniscas. Por el contrario, en la zona más oriental, con materiales mesozoicos y terciarios, destaca el uso del sílex, lutita y ofita. El conjunto de macroutillaje presenta unas características particulares en el marco cantábrico. El bifaz, útil más

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica representativo de los conjuntos adscritos tradicionalmente al complejo industrial achelense en Europa, pasa desapercibido entre las series del Cantábrico. Presenta una mayor relevancia en los yacimientos al aire libre pero, en todo caso, sin un peso específico importante. Esta circunstancia se ha tendido a explicar como consecuencia de las características de la materia prima disponible, y como rasgo observable de la tendencia de cambio asociada a la “transición” Achelense/ Musteriense (Montes, 2003). Las características morfológicas que caracterizan a los bifaces del Cantábrico evidencian un proceso de fabricación no demasiado complejo ni costoso, sobresaliendo las formas subtriangulares y amigdaloides (Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004).

conjuntos más arcaicos en los que predomina el tipo 0 (Montes y Muñoz, 1995). En el caso de las series de Paleolítico medio esto aparece, a su vez, asociado al uso de la ofita para su fabricación (Montes y Sanguino, 1998). Algunos autores (Montes, 2003) señalan la influencia de otros factores y opinan que esto no debe entenderse como una cuestión de arcaísmo, como se ha propuesto en otras ocasiones (Santonja, 1981; Querol y Santonja, 1983), sino que está asociado a las características de la materia prima y a la facilidad de su fabricación. La arenisca es una roca muy abundante y fácil de conseguir en el entorno próximo pero que no genera filos muy resistentes –en términos de agudeza y durabilidad. Según R. Montes, para garantizar la resistencia de los filos de los hendedores en arenisca es necesario que el útil cuente con una cara dorsal cortical, de ahí la proliferación del tipo 0. Una particularidad que, según este mismo autor, también se mantiene en los conjuntos típicamente musterienses con un predominio del subtipo 7 –mantiene cortical la zona distal de la cara dorsal, que es la que afecta al filo- y del tipo 0 (Benito del Rey, 1981), aunque de menor formato que en periodos anteriores.

El pico triedro, por su parte, ha sido considerado por algunos autores como un elemento específico de las fases más antiguas del Paleolítico en la Región (Montes, 2003), porque no aparece representado en ninguno de los conjuntos de periodos posteriores. Otros (Rodríguez Asensio y Arrizabalaga 2004) discrepan porque entienden que no hay criterios distintivos entre bifaces y triedros, ni desde el punto de vista técnico ni desde el morfopotencial –una idea también expresada por E. Carbonell et al. (2005). Por esta razón consideran pertinente incluirlos dentro de un mismo grupo. La atribución de los picos triedros a fases antiguas también se ha hecho en otras zonas de la Península Ibérica (Querol y Santonja, 1979). No obstante, R. Montes cree no debe entenderse como un indicador cronológico en el sentido de que permita establecer paralelos con estas regiones.

La existencia de rasgos particulares en el macroutillaje se extiende también a los cantos tallados. Éstos se han presentado como elemento característico de los yacimientos al aire libre –especialmente en los costerosy prácticamente inexistentes en las series en cueva. Según algunos autores (Montes, 2003) este hecho evidenciaría una correspondencia entre los índices de representatividad de estos útiles y la naturaleza de los asentamientos (al aire libre o en cueva); asumiendo una relación de funcionalidad entre ambos -que no ha sido definida en detalle. Otros (Rodríguez Asensio, 2001) consideran que la importancia de las colecciones de cantos tallados en el norte peninsular ha sido condicionada por la recogida de matrices con pseudolevantamientos por fenómenos de rodamiento y golpeo entre sí, considerándolos erróneamente como elementos de origen antrópico (Cano Pan y Vázquez Varela, 1996). Según esta propuesta, este hecho sería ratificado por la escasez de cantos tallados en las colecciones procedentes de excavaciones sistemáticas, como se ha apreciado en el caso de Cabo Busto, con frecuencias relativas muy bajas (1%) sobre el total de la serie lítica (Rodríguez Asensio, 2001).

Mención especial merece el grupo de los hendedores, el macro-útil más representativo de los conjuntos del Cantábrico por su abundancia. Las frecuencias de representación llegan a alcanzar el 40% sobre el total del utillaje en algunos yacimientos (Montes, 2003). No obstante, debemos considerar que las colecciones en las que son más abundantes resultan de recogidas en superficie en las que, probablemente, se produce un sesgo a favor del macroutillaje. Este fenómeno podría explicar frecuencias tan altas como el 46,6% de hendedores en Rostrío y el 37% en alrededores de Altamira. Es sintomático el ejemplo de La Verde, en el que la colección recogida en superficie tiene un porcentaje de hendedores del 32,7%, mientras que en la procedente de la excavación su representatividad está en torno al 15%. No se puede negar la importancia que este útil adquiere en las series antiguas del Cantábrico –el 15% que acabamos de mencionar a propósito de la excavación de La Verde habla por sí mismo-, pero proponemos considerar siempre el origen de la colección para evitar introducir sesgos que puedan exagerar estos valores. Respecto a los tipos específicos destaca, en los conjuntos más antiguos de esta zona, una representación especialmente alta de hendedores de tipo 0 (según Tixier, 1956). La aparición y generalización de los hendedores de tipo 2 en los conjuntos del Cantábrico se ha entendido como un rasgo de evolución tecnológica, frente a los

Los tres tipos de utillaje –cantos tallados, bifaces/triedros y hendedores- han sido considerados como elementos característicos de los yacimientos al aire libre, asociados a conjuntos reducidos y restringidos a zonas muy concretas. Esto ha servido para establecer una relación de funcionalidad entre estos yacimientos y el utillaje pesado –fundamentalmente para los cantos tallados. A pesar de que esta idea no se presenta suficientemente desarrollada, para el caso de bifaces, picos triedros y hendedores se sugiere una vinculación con labores de aprovisionamiento de moluscos. Esta propuesta se deduce, fundamentalmente, a partir de los lugares donde aparecen

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Estado de la cuestión los útiles –sobre todo en la franja costera- y las fracturas –antiguas- que presentan en las zonas distales (Montes y Muñoz, 1995).

variedad de los procesos técnicos y a la diferente composición según los tipos morfológicos. Esto se ha puesto en relación a una mayor cantidad y diversidad de actividades desarrolladas en las cavidades frente a lo que sucedería en los yacimientos al aire libre, donde se llevarían a cabo labores mucho más específicas y limitadas, desarrolladas en áreas restringidas (Montes, 2003).

Se han definido también, como características propias de los conjuntos de estos periodos en el Cantábrico, unas estrategias de producción de soportes poco elaboradas. Este comportamiento estaría reflejado en el aprovechamiento de soportes de decorticado primario y en el predominio de núcleos irregulares explotados de forma extensiva. Esta última particularidad respondería a un uso generalizado de materias primas abundantes y fáciles de conseguir en el entorno próximo –areniscas y cuarcitas- (Montes y Muñoz, 1995, Rodríguez Asensio, 2000). La explotación del sílex, roca de mejor calidad y más difícil de obtener, sería mucho más intensiva, produciéndose un aprovechamiento acentuado de los núcleos. A esto se suma un escasísimo desarrollo de la producción Levallois, que se ha explicado de diferentes formas. Por un lado, como consecuencia de las limitaciones de la propia materia prima –nódulos de sílex de pequeño tamaño y escasa calidad- (Cabrera, 1984, Cabrera y Bernaldo de Quirós, 1992). Por otro, en relación a factores de índole cultural (Carrión, 1997). Esto último supondría que mientras en algunos lugares este tipo de producción sería muy escasa o inexistente, en otros -con grupos de tradiciones diferentes- se desarrollaría incluso a pesar de contar con materias primas poco apropiadas para tallas complejas. Este sería el caso –según E. Carrión- de los niveles 14, 15 y 17 de Cueva Morín, donde la ofita se habría orientado hacia una producción con predeterminación, a pesar de que no está especialmente considerada como materia prima de calidad para una producción bien controlada. No obstante, el registro de algunos de los yacimientos analizados en el marco de nuestro estudio –como se expondrá más ampliamente en los próximos capítulos- pone de manifiesto la existencia de producciones bastante cuidadas, incluidas algunas de tipo microlevallois.

3.4. Balance de las cuestiones abiertas: la cronología, las causas y las características del primer poblamiento de la Región Cantábrica 3.4.1. La cronología del primer poblamiento Las referencias cronológicas disponibles son aún demasiado escasas y poco fiables. Las dataciones absolutas suponen un compendio demasiado breve y están limitadas a los yacimientos en cueva. Esta carencia, que afortunadamente se va minimizando lenta pero progresivamente, se ha intentado paliar con algunas referencias cronológicas de carácter relativo –análisis faunísticos, sedimentológicos, climáticos y tecnotipológicos. Este segundo tipo de referencias ha llevado a proponer cronologías extraordinariamente antiguas para algunos de los yacimientos excavados en la última década. Este es el caso de Mendieta e Irikaitz, que han sido situados por sus excavadores, de forma algo indefinida, en el Pleistoceno inferior o medio (Arrizabalaga e Iriarte, 2005; Ríos et al., 2008). Hemos discutido la confianza que merecen estas atribuciones, basadas en último término en las características de la industria lítica. Estas características no avalan esa antigüedad en el caso de Mendieta (el conjunto presentado con más detalle) y parecen, por el momento, un tanto arbitrarias en el caso de Irikaitz, a falta de elementos probatorios suficientes.

Como vemos, las industrias líticas de estos momentos antiguos han sido caracterizadas en base a su supuesta simplicidad y escasa especialización técnica, así como a su enorme homogeneidad tipológica, en base a una repetición de hendedores, raederas, muescas y algunos bifaces, cantos tallados y denticulados. Todo ello estaría directamente relacionado con el localismo en la captación de las materias primas y con la inmediatez en la elaboración y utilización del utillaje como respuesta a las necesidades de estos grupos humanos (Montes, 2003; Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004). Según los autores, el hecho de que buena parte de los yacimientos de estas cronologías se encuentren cercanos o directamente sobre los lugares de aprovisionamiento implica que las labores de producción y uso se llevarían a cabo sin solución de continuidad. Es decir, sin que medie entre ellas un hiato espacial o temporal. No obstante, se han evidenciado algunas diferencias entre los conjuntos de yacimientos al aire libre y en cueva; fundamentalmente en lo que se refiere a la complejidad y

Un caso paralelo es el del nivel V de Cabo Busto. El estudio geomorfológico sugiere la formación del nivel en un momento cálido, que el autor del trabajo sitúa finalmente en torno a hace 500 ka. Aquí, de nuevo, la elección de uno de los estadios isotópicos impares –y no cualquier otro- se antoja arbitraria y, por ello, poco fiable. En el caso del nivel V de Cabo Busto se añade que es discutible el carácter arqueológico o antrópico de la acumulación –formada por uno o dos restos en un medio de alta energía. También contamos con la referencia de las terrazas altas del valle del Nalón, para las que se estima una cronología en torno a mediados del Pleistoceno medio, aunque la estimación está construida con referencias demasiado imprecisas. A pesar de la debilidad del registro existente para la determinación de un marco cronológico fiable –pocas dataciones absolutas, debilidad de los estudios 57

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica geomorfológicos, limitaciones en las determinaciones tecno-tipológicas, etc.- las referencias más antiguas de que disponemos se sitúan hacia el final del Pleistoceno medio. Creemos que solo puede considerarse probada la presencia humana desde el OIS 6, con Lezetxiki VII, Castillo 26 y probablemente La Garma exterior como evidencias más fiables. Es probable que incluso la parte conocida de alguna de estas secuencias alcance cronologías más antiguas, en el OIS 7 u 8. También es posible que alguno de los yacimientos al aire libre situados en contextos edáficos corresponda a alguna fase cálida más antigua (OIS 7 ó 9) que la que suele proponerse de forma casi convencional (OIS 5e) pero no contamos a día de hoy con ningún elemento probatorio. Como veremos más adelante, las características tecnotipológicas de los conjuntos industriales encajan perfectamente en los criterios definidos para el Paleolítico medio antiguo europeo; con una pervivencia de los conjuntos de macroutillaje y generalización de la industria sobre lasca a partir de una cierta diversidad de estrategias de producción. Para el resto de Europa estos comportamientos están documentados en cronologías que alcanzan hasta los 250-300ka.

algunos pasos accesibles hacia la Meseta Norte y el Valle del Ebro por donde, probablemente, se produjo la ocupación humana de la Región Cantábrica en algún momento del Pleistoceno medio. En consecuencia, sugiere desplazamientos de norte a sur, atravesando la Cordillera Cantábrica, desde momentos muy anteriores a la última glaciación. No hay evidencias de depósitos de origen glaciar previos al Würm (Castañón y Frochoso, 1992; contra Vidal et al., 1999) que explicasen la presencia de casquetes de hielo como impedimento del tránsito de biomasas (incluyendo al hombre) a través de esta unidad, en especial en los sectores central y oriental. A. Rodríguez Asensio y A. Arrizabalaga (2004) proponen, a título de hipótesis de trabajo, una fase antigua de poblamiento durante un momento indefinido del Pleistoceno medio, en cualquier caso “varios cientos de miles de años antes” que el Eemiense. Esta primera colonización habría tenido su origen en Galicia y habría alcanzado la Región Cantábrica por la parte occidental basándose en las evidencias de las terrazas del Miño, en las cronologías atribuidas por Rodríguez Asensio al nivel V de Cabo Busto y a los restos de las terrazas altas del Nalón 21 (cf. Rodríguez Asensio, 2000 para una primera versión de esta idea). Para una segunda fase de poblamiento, al principio del Pleistoceno superior, proponen un origen indistinto desde oriente y occidente y un proceso de expansión muy rápido aprovechando la bonanza climática del Eemiense.

Por el momento, las fechas avaladas en el Cantábrico son mucho más recientes que las que marcan el inicio del poblamiento en el resto de Europa o en el resto de la Península Ibérica. Es probable que esta relativa modernidad de las series del Cantábrico se explique, en parte, por un escaso desarrollo de la investigación en este ámbito. De hecho, como decíamos, ninguna de las cavidades con evidencias de Paleolítico medio antiguo de la Región (Castillo, Morín, Esquilleu o Covalejos) ha sido excavada hasta la base de su secuencia y ninguno de los yacimientos al aire libre ha sido datado convenientemente. Por lo que, en principio, no podemos descartar que la antigüedad estimada para cualquiera de estos depósitos aumente considerablemente en los próximos años.

La situación es un tanto paradójica. Entendemos sinceramente que los yacimientos cantábricos en los que se han interpretado presencias antiguas no aportan evidencias consistentes acerca de la cronología propuesta para estas ocupaciones. Pero, al mismo tiempo, como se destacaba en la discusión sobre el primer poblamiento europeo y peninsular, la ausencia de poblamiento en la Región Cantábrica es difícilmente asumible como proceso histórico. Este es uno de los casos paradigmáticos en los que la ausencia de evidencias no puede considerarse evidencia de ausencia. La presencia humana bien contrastada en yacimientos meseteños, gallegos y aquitanos, en ocasiones a poca distancia de la Región Cantábrica 22, desde fechas antiguas del Pleistoceno inferior y medio impide considerar como verosímil la posibilidad de una Región Cantábrica despoblada a mediados del Pleistoceno medio. En esta situación, incómoda porque obliga a razonar desde la falta de evidencias, solo podemos tratar la cuestión como modelo a contrastar o en términos de hipótesis. En estos términos, consideramos como probable una ocupación de la Región Cantábrica desde mediados del Pleistoceno medio, un momento en el que se generaliza la expansión por la mayor parte del continente y de la Península,

En realidad, la “modernidad” de los contextos más antiguos del Cantábrico, en relación con otros muy cercanos y de cronologías altas –los de la Meseta o los aquitanos-, ha sido una cuestión debatida. Ya en la década de los 1970 las aportaciones de L.G. Freeman con su sistematización del Paleolítico inferior de la Península Ibérica (Freeman 1975) califican la Región Cantábrica como un área marginal y tardíamente poblada durante el Paleolítico medio antiguo, mientras las ocupaciones se hacen más estables y densas durante el Paleolítico medio clásico. Tradicionalmente se ha entendido que este supuesto aislamiento vendría dado por el papel de barrera natural que adquiría la Cordillera Cantábrica, cuyo paso se presentaba lleno de dificultades. Las propuestas del siglo XXI no parecen tan de acuerdo con el papel aislador de la Montaña Cantábrica ni con el aplazamiento de la ocupación que habría provocado este aislamiento. R. Montes (2003) considera que el papel de la Cordillera Cantábrica como barrera ecológica se ha exagerado. Muy al contrario, las áreas centrales y orientales contarían con

21

“por lo que parece que la llegada o penetración a la Cornisa Cantábrica por el occidente pudiera encontrar en estos hechos algún punto de apoyo” (Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004: 59). 22 Los yacimientos de la Sierra de Atapuerca están a unos 70 km. de la divisoria de aguas y San Quirce del Río Pisuerga a menos de 40 km.

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Estado de la cuestión aunque por el momento no haya ninguna evidencia firme que avale esta hipótesis.

Villa, 1990)- en la que se tenían en cuenta no solo los rasgos del macroutillaje –la morfología de los bifacessino también los tipos de industrias sobre lascas. En la actualidad, las evidencias del cambio H. heidelbergensis-H. neanderthalensis se sitúan en el entorno 300-250 ka. En un lapso cronológico similar se encuentra en Europa la generalización de los sistemas de talla de lascas predeterminadas y repertorios de útiles estandarizados (Monnier, 2006) que, por otra parte, se conocen desde momentos anteriores, por ejemplo en Kärlich (Bosinski, 2001). Esto ha llevado a la aparición del concepto de Paleolítico antiguo para englobar el conjunto de yacimientos que acogen depósitos de estas cronologías con tantas similitudes con los típicos del Paleolítico medio. En cierto sentido, este Paleolítico antiguo se solapa con el concepto renovado de achelense final por lo que en muchos casos pueden entenderse como equiparables.

3.4.2. Cambios diacrónicos en los periodos más antiguos Estas mismas deficiencias del registro arqueológico cantábrico, en lo que se refiere a la cronología, afectan a uno de los elementos habituales de las agendas de los prehistoriadores: el establecimiento de periodos y el reconocimiento de las fases de cambio, una tarea que se está mostrando bastante esquiva. La dificultad de la cuestión, que viene inicialmente de la falta de información cronológica, se ve acentuada porque el marco temporal general de este periodo en Europa está siendo objeto de un intenso debate en los últimos diez o quince años. El desvanecimiento de términos tradicionales como Achelense y Musteriense y la aparición de términos y conceptos asociados como Paleolítico medio antiguo o Paleolítico antiguo forma parte de esta discusión. Otra vía, alternativa o complementaria según los casos, ordena estos periodos o fases a partir del esquema de los Modos Tecnológicos (Clark, 1969) impulsado por los practicantes del Sistema Lógico Analítico (cf. Díez Martín, 2003)

Esta discusión general ha tenido su expresión en la arqueología cantábrica donde uno de los aspectos más controvertidos ha sido su adscripción crono-cultural ¿qué es Paleolítico inferior/Achelense y qué Paleolítico medio/Musteriense?- y sus límites cronológicos precisos. El modelo tradicional bordesiano situaba el final del Paleolítico inferior en torno a 80.000 años, por la reducción significativa de bifaces y la generalización del utillaje sobre lasca más típico del Paleolítico medio – raederas y puntas sobre todo. Además, se situaba en este momento cronológico la aparición de los neandertales. Bajo esta premisa el bifaz se ha convertido en el elemento empleado, de forma generalizada, como indicador de fase. La presencia de este tipo de utillaje en las series líticas ha supuesto su clasificación, casi de forma automática, como Paleolítico inferior. Ya se ha presentado cómo esa función de “fósil director” se está reconsiderando (Moncel, 1995). En la Península Ibérica hay evidencias claras que prueban la convivencia de procesos técnicos de fabricación de grandes útiles, con otros orientados a la obtención de un utillaje sobre lasca con una cierta variabilidad tecnológica –incluida la producción Levallois- y morfológica en momentos bastante antiguos (Carbonell et al., 1996; Moncel, 1996; Rubio, 1996; Bosinski, 2001; Fernández Peris, 2003; Fernández Peris et al., 2008, Baena et al., 2008, Cortés, 2008). Un fenómeno que M. Santonja sitúa en fases algo más recientes que en el resto de Europa (Santonja y Pérez-González, 2001), a finales del Pleistoceno medio o el tránsito Pleistoceno medio/superior.

Hay otros elementos que vienen a alimentar esta cuestión. De un lado, nos encontramos con la discusión general sobre la cronología y el carácter antrópico de muchos yacimientos europeos (Cf. Roebroeks y von Kolfschoten, 1995). Esto ha abierto paso a una nueva periodificación general del Paleolítico europeo en la que la presencia humana parece segmentada en varias fases. El aporte de la paleoantropología también ha venido a incidir en este aspecto al proporcionar un esquema evolutivo renovado de las especies humanas en Europa (H. antecessor, H. heidelbergensis, H. neanderthalensis). Con unas cronologías de referencia para los pasos evolutivos que influyen de manera ineludible en la comprensión de las fases históricas. Por otro lado están las discusiones a partir del resto de las evidencias arqueológicas y, en especial, de las industrias líticas. Desde la sistematización bordesiana de las fases del Paleolítico inferior (del abbevillense al achelense final) construida con los resultados de las excavaciones en las terrazas del Somme y de Aquitania (cf. Bordes, 1961) se han ido produciendo varios ajustes o modificaciones de este esquema cronológico. Algunas de ellas proceden de la propia observación de los conjuntos líticos y la constatación de que carecía de sentido considerar los conjuntos definidos por Bordes como representativos de fases cronológicas estancas (Villa, 1983; 1990). Una tarea en la que fue decisivo el hallazgo y sistematización de las industrias laminares de finales del Pleistoceno medio en el norte de Francia (Tuffreau et al., 1981). Esto llevó a una primera simplificación de las etapas achelenses –con una modesta división entre un achelense antiguo/pleno y otro superior/final (Santonja y

Muchos autores se han puesto de acuerdo en que existe una manifiesta dificultad para diferenciar con claridad los conjuntos de Paleolítico inferior y Paleolítico medio (achelenses/musterienses). Que se trata de compartimentaciones artificiales que, desde luego, no son un fiel reflejo de la realidad. También en el Cantábrico se habían ensayado varias propuestas para referirse a estos conjuntos que manifiestan una reducción del instrumental de gran formato y un desarrollo del esquema de producción

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Levallois y de un repertorio de instrumentos sobre lasca con cierta variabilidad.

Musteriense a los neandertales (antiguos) y el Achelense cantábrico a otro tipo humano distinto 25. Esta idea de una transición más tardía y de una separación interna en el Musteriense lleva a estos autores a introducir el término Paleolítico antiguo. En este modelo este término es entendido como el conjunto del Paleolítico inferior clásico (Achelense) al que se sumaría el musteriense más antiguo –durante el OIS 4-, separado del musteriense clásico del OIS 3 que se caracterizaría por conjuntos industriales muy ricos en raederas y hábitats generalmente en cuevas.

A. Baldeón empleó el término musteriense prewürmiense para el caso de Lezetxiki, debido a los resultados de los análisis sedimentológicos y de las dataciones numéricas (Baldeón, 1993), para diferenciarlo del Musteriense clásico –más allá de los límites tradicionales definidos. Para Martín Blanco y Djemá (2005) si no se pueden diferenciar claramente los límites entre Achelense y Musteriense es que, al menos el primero, no existe como “complejo cultural” diferenciado sino que es, en sí mismo, una fase evolutiva. Otros investigadores establecen la diferencia entre los conjuntos prewürmienses –con caracteres achelenses- y los de cronología würmiense –con tipología del musteriense clásico- (Montes, 2003). En cualquier caso, R. Montes muestra su convencimiento de que se trata de una sola población cultural con comportamientos técnicos de cambio lento, que darán lugar a la variabilidad que manifiesta el registro arqueológico. Esa sería la razón por la que en determinados conjuntos –del último interglaciar para el cantábrico- se documentan caracteres asignables tanto al Achelense como al Musteriense arcaico. A. Rodríguez Asensio y A. Arrizabalaga (2004: 59) se acogen en primera instancia a este modelo, quizá con una transición aún más tardía, remarcando los caracteres regionales idiosincráticos de las industrias líticas. Esto les lleva a proponer un “Achelense cantábrico”. Sobre este sustrato se formaría el “Musteriense cantábrico”, una transición condicionada, en su opinión, por las condiciones medioambientales que introduce la última glaciación. Pero manejan al mismo tiempo otro modelo, planteado en términos hipotéticos, en el que Achelense y Musteriense no serían estadios de desarrollo tecnológico –implícito en muchas de las formulaciones de las dos últimas décadas- sino expresiones culturales de grupos humanos diferentes. En esta visión más historicista, Achelense y Musteriense convivirían en la misma medida en la que lo harían las poblaciones portadoras de estos rasgos culturales 23. En las conclusiones, Achelense y Musteriense se vinculan a “entradas culturales” independientes, la primera desde el Oeste y la segunda desde el Este. Según los autores, ambas podrían haberse llegado a mezclar en el centro de la región 24, una posibilidad que se relaciona con lo que se observa en la estratigrafía de El Castillo. Más sorprendente, en el estado actual de la cuestión, es que parecen vincular el

La manifiesta ambigüedad que sugiere este término hace referencia a esa imposibilidad de definir con claridad los límites que tradicionalmente se establecían entre Paleolítico inferior y medio. Una división, por otra parte, demasiado culturalista que no termina de conciliar la metodología y el registro arqueológico (Estévez y Vila, 1999, 2006). Y esta es, precisamente, la otra cuestión que introduce esta discusión en torno a la definición y los límites entre Achelense y Musteriense. Algunos autores ya se han preguntado si se trata de dos manifestaciones culturales diferentes o de dos estados de una misma evolución (Tuffreau, 1982). En la actualidad hay una evidente crisis de la metodología que implica ese modelo crono-cultural, por las contradicciones constatadas entre el modelo explicativo y la realidad del registro arqueológico. Por nuestra parte, tenemos cierto escepticismo respecto del interés por clasificar culturalmente los grupos humanos, porque entendemos que se trata de una cuestión con bajo valor explicativo sobre los procesos históricos. No obstante, en Europa hay claras evidencias de un Paleolítico medio antiguo que presenta en sus conjuntos líticos comportamientos muy variables; pero que cuenta con técnicas de talla complejas –con predeterminación- y cierta variabilidad en el utillaje sobre lasca, desde hace unos 300-250 ka (Orgnac, Grotte Vauffrey, Bolomor, TD10, etc.). En este sentido, y considerando las dificultades para establecer diferenciaciones más precisas, emplearemos aquí la denominación de Paleolítico antiguo como concepto general para referirse al periodo comprendido entre esas fechas y la aparición de las primeras industrias de producción claramente laminar (40 ka) que es donde, de momento, se pueden establecer las diferencias más netas desde un punto de vista cualitativo. En este sentido, para la Región Cantábrica el término Paleolítico antiguo sería equiparable a la suma del Paleolítico inferior y medio de las clasificaciones tradicionales, o a la suma de Paleolítico medio antiguo y Paleolítico medio reciente de las clasificaciones actuales. Al englobar todas las evidencias bajo un mismo término, y en un mismo periodo, no estamos asumiendo que se trate de una etapa estática en la que se produzcan comportamientos

23 “ambas convivirían y nos encontraríamos que mientras la antigua tradición técnica achelense se mantendría hasta bien entrada la última glaciación, por otro lado, de manera paralela existiría una segunda tradición cultural y técnica de musteriense asociada a los neandertales antiguos” (Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004:72). 24 “¿llamaríamos al occidental Achelense, y al oriental Musteriense?; ¿ambas “entradas culturales” se mezclarían en el centro de la región?” (Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004: 77)

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“¿Con qué grupos humanos se asocia la primera tradición técnica, es decir la achelense? No tenemos respuesta para esta pregunta, al menos de momento” (Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004: 72)

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Estado de la cuestión homogéneos y en la que no haya cambios históricos sustanciales. Es decir, no estamos de acuerdo con la idea de continuum, que tiene su origen en el ya archiconocido “millón de años de aburrimiento” (Isaac, 1984) 26. Consideramos que hay una rica historia previa a la aparición de los humanos modernos en Europa, en línea con la idea de las transiciones antes de la (gran) Transición de E. Hovers y S. Kuhn (2006). El problema es que, a priori y en el estado actual de conocimientos, no es sencillo establecer un límite neto y fácilmente operativo para marcar las fases en las que se puede subdividir el periodo. En los próximos capítulos se evaluarán los cambios, etapas y fases de este vasto lapso cronológico.

asentamientos de fácil conexión mientras que sugieren la utilización de los pasos naturales de la Cordillera Cantábrica –excepto en circunstancias climáticas extremas- como parte de una complementariedad económica –aprovechando las diferencias en los recursos de las zonas altas/zonas bajas- entre el Cantábrico y la Meseta Norte. Obviamente, para el Paleolítico medio antiguo este tipo de análisis es más complejo porque los vacíos de información son más acusados. Por un lado, el reparto de evidencias, con zonas en las que apenas conocemos yacimientos, refleja las dinámicas de la investigación. Aunque también puede tener una cierta relación con las dinámicas paleolíticas, con la preferencia por espacios geográficos que tienen características adecuadas como se ha propuesto para las zonas costeras menos abruptas (Montes, 2003: 128). Por otro lado, apenas tenemos profundidad temporal para apreciar si hay cambios en los patrones de instalación territorial.

3.4.3 Las diferencias territoriales en la región Cantábrica La Región Cantábrica presenta diferencias territoriales importantes en el eje norte-sur (franja costera más o menos llana / valles medios con vegas estrechas y compartimentadas / zona montañosa en la banda sur) atenuada por la cercanía e inmediatez de estas zonas entre sí. También se han descrito importantes diferencias naturales y ambientales en el eje este-oeste, algunas de las más relevantes son: (1) las condiciones algo más húmedas en el occidente, reflejado en la posición más baja de los glaciares y en los resultados polínicos de Area Longa; (2) la existencia de formaciones cársticas utilizables como lugar de habitación, raras al oeste del Nalón; la mayor o menor accesibilidad y posibilidad de contacto con regiones vecinas, menor hacia el centrooeste; (3) el relieve interno más o menos accidentado; la disponibilidad geológica de materias primas aptas para la talla; (4) la presencia de faunas de distintos tipos con mayor abundancia de taxones de apetencias frías en las zonas orientales; etc. Todas ellas confieren un carácter propio a cada uno de los sectores en los que se puede dividir la Región en cualquiera de estos dos ejes.

Algunos autores (Montes y Muñoz, 1995; Montes, 2003; Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004) han intentado ordenar la información disponible, señalando algunas de estas limitaciones -los sesgos de las prospecciones, las condiciones geológicas para la conservación de los depósitos, etc. El trabajo más sistemático, de R. Montes, observa algunas diferencias en el eje este-oeste, como las que mencionábamos sobre la morfología de las zonas costeras, que parecen más favorables en ciertos tramos, con acantilados bajos y estuarios/ensenadas. También aprecia importantes diferencias en el eje norte-sur, ligado a las estrategias de aprovechamiento de recursos. En las zonas costeras se disponen básicamente establecimientos de corta duración mientras en las zonas interiores se conocerían ocupaciones algo más estables aprovechando la disponibilidad de algunas cuevas (Montes, 2003: 129). En otro sentido, ya hemos mencionado la propuesta de Rodríguez Asensio y Arrizabalaga (2004) acerca de un poblamiento antiguo de las zonas occidentales de la Región a partir de una colonización de origen gallego y una segunda oleada con procedencia desde los dos extremos.

En otros periodos de la Prehistoria (cf. González Sainz, 1989 para el Magdaleniense y el Aziliense) se ha podido apreciar que esta articulación espacial está en la base de dinámicas históricas particulares y que el poblamiento varía en intensidad en las diferentes regiones del Cantábrico según los tipos de estrategias de explotación del medio que se desarrollan en cada periodo (González Sainz y González Urquijo, 2007). Otros autores han propuesto comportamientos diferentes en lo que se refiere a estrategias de movilidad y ocupación del territorio en momentos distintos del Paleolítico (Díez y Navazo, 2005). Para el Paleolítico medio antiguo creen que se desarrollaría un desplazamiento itinerante de escaso radio, limitada a los cursos fluviales y valles naturales (Santonja, 1995), con el establecimiento de una red de

A otra escala, el propio J.A. Rodríguez Asensio (2000) ha intentado establecer territorios de explotación jerarquizados a partir de lugares centrales, con otros asentamientos satélites ocupados para tareas específicas en distintas comarcas asturianas, en la costa occidental, en el territorio del Cabo de Peñas, en las terrazas del Nalón, etc. 3.4.4. Diferencias con otros contextos regionales Además de las diferencias generales en las cronologías y en los ritmos de cambio que se observan, la Región Cantábrica muestra, respecto a las regiones vecinas, algunas otras diferencias específicas.

26 “(…) los conjuntos líticos parecen incluir los mismos ingredientes esenciales sometidos, al parecer, a incesantes cambios, todos ellos menores y sin dirección” (Isaac, 1984).

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica 1. Los conjuntos de macroutillaje son particulares debido sobre todo a las frecuencias relativas de los diferentes tipos representados. Sin duda el elemento destacado de estas colecciones es la abundancia de hendedores. El tipo 0 es el más numeroso, sobre todo en los momentos más antiguos. En los más “evolucionados” se empezaría a introducir el tipo 2 (Montes y Muñoz, 1995). Esto promovió, a comienzos de la segunda mitad del siglo XX, la creación de una facies específica para este marco geográfico, el denominado “Vasconiense”. En la Región Cantábrica quedaría asociada a los yacimientos del Pirineo occidental de la vertiente norte (Bordes, 1953). La fabricación recurrente de estos útiles se asociaba a la generalización de la producción Levallois y de la fabricación de raederas de tipo Quina. La discusión acerca de las facies musterienses está ya ampliamente debatida y superada –para el Cantábrico Freeman, 1970, 1994; Vega Toscano, 1983 o Cabrera, 1983. Aunque se mantienen y manejan de forma habitual algunos elementos que, sin embargo, presentan un valor más de tipo descriptivo que interpretativo. No obstante, la cuestión de fondo que introduce esta atribución tan específica –“vasconiense”- es ciertamente interesante y, sin duda, se puede extender a contextos más antiguos. Muestra una evidente particularidad de estos conjuntos, con unas frecuencias muy altas de hendedores -en algunos casos incluso asociados a rocas concretas, como la ofita- y una escasísima presencia de bifaces. En este mismo sentido, Rodríguez Asensio y Arrizabalaga (2004: 59) entienden que este conjunto de rasgos particulares de las industrias dan pie para considerar la existencia de un “Achelense cantábrico” que desembocaría en un “Musteriense cantábrico”.

fluviales más cercanos. Aunque también se producen mayores desplazamientos para el aprovisionamiento de algunas variedades concretas que, en ningún caso, superarían los 5 ó 6 km. Las matrices sobre las que se talla son, por tanto, cantos rodados de arenisca, cuarcita, caliza, ofita, cuarzo, sílex o lutita. Los porcentajes de representatividad de cada una de ellas dependen, en buena medida, de la composición geológica del entorno (paleozoica en el sector occidental y mesozoica en el centro-oriental).

La otra cara de la moneda corresponde a los bifaces. El bifaz es el útil más característico de los conjuntos de Paleolítico inferior y Paleolítico medio antiguo de Europa. Sin embargo, en las series del Cantábrico son muy poco significativos a pesar de que aparecen representados en la inmensa mayoría de los conjuntos. Salvo contadas excepciones de bifaces fabricados en sílex (Arrizabalaga, 1994), la gran mayoría se realizan a partir de cantos o grandes lascas de arenisca o cuarcita. Esta característica se ha empleado en la discusión acerca de la escasa representatividad de este tipo de utillaje. Asumiendo un importante condicionamiento de estas materias primas en la fabricación de los bifaces (Rodríguez Asensio 2000); que serían de formas sencillas –amigdaloides o triedros- y, probablemente, sustituidos en algunos casos por cantos tallados y/o hendedores (Montes, 2003).

El sistema de organización descrito se ha entendido como un continuum que se mantendrá, salvo excepciones, hasta el Paleolítico superior (Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004). Con el cambio de especie –de neandertal a humano moderno- el territorio de actuación se ampliará de forma considerable y, consecuentemente, se desarrollará un complejo sistema de selección y captación de las materias primas de mejor calidad y circulación de soportes.

Según estos mismos autores, no existen esquemas de explotación complejos. De ahí la generalización de los núcleos irregulares y de tipo N.U.P.C., la fabricación de utillaje retocado sobre soportes de decorticado primario y la escasa proliferación de técnicas más complejas desde el punto de vista conceptual –caso del esquema Levallois. En general, se definen como conjuntos bastante homogéneos, con una escasa variabilidad técnica y morfológica en tipos fabricados y de baja especialización funcional. Se sugiere, asimismo, un solapamiento de las fases de producción y uso (Rodríguez Asensio, 2000; Montes, 2003), como parte de una estrategia sumamente expeditiva. Ésta se encontraría íntimamente asociada al localismo de las materias primas –siempre muy cercanas al yacimiento- y responde a un interés por cubrir, de forma inmediata y sencilla, las necesidades de estos grupos humanos. Así, las diferentes fases del proceso técnico –captación de materia prima, trasformación, uso y abandono- se llevarían a cabo sin solución de continuidad, en un espacio temporal y físico especialmente reducido.

Estas formas expeditivas de aprovisionamiento, producción y gestión contrastarían con las observadas en las regiones cercanas; especialmente con el sudoeste francés (Geneste, 1989; Boëda et al., 1990; Meignen et al., 2009) donde la variabilidad y la complejidad de los comportamientos técnicos tienen raíces mucho más antiguas. Como veremos, es posible que la imagen de comportamientos expeditivos que se extrae de los análisis de la industria lítica no esté bien fundamentada.

2. La producción y gestión del utillaje, durante los momentos más antiguos del Paleolítico en el Cantábrico, ha sido definida por dos grandes rasgos: inmediatez y localismo (Rodríguez Asensio, 2000; Montes, 2003; Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004: 75; Ríos et al., 2008). Las materias primas serían de captación eminentemente local, fundamentalmente en los cauces

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Estado de la cuestión

ordenación

estado actual de la cuestión, esta periodización quedaría de la siguiente manera:

Un examen del conjunto de las referencias disponibles nos ha llevado a proponer cuatro fases cronológicas para las ocupaciones de la Región Cantábrica a lo largo del periodo OIS 7-4. Esta ordenación temporal se ha establecido con la finalidad de evaluar los cambios diacrónicos que se esperaban para el periodo. En el

Fase 1: nivel 26 de El Castillo y nivel VII de Lezetxiki. Fase 2: nivel 25 de El Castillo, nivel VI de Lezetxiki, La Verde y Cabo Busto. Fase 3: nivel 24 de El Castillo, nivel V de Lezetxiki, El Hondal, Bañugues, Cova Eirós 3 y el nivel 18 de Cueva Morín. Fase 4: nivel 22 de El Castillo y niveles 16 y 17 de Cueva Morín.

3.5 Propuesta cronológica

sintética

de

F A S E S

Figura 3.5.1. Esquema de propuesta cronológica de los conjuntos estudiados y de otros contemporáneos en la Región Cantábrica. Con trazo discontinuo grueso se señala la división entre las cuatro fases sucesivas que se han manejado.

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4. LOS YACIMIENTOS

4.1 Cova Eirós 4.1.1. Presentación del yacimiento La historiografía sobre el Paleolítico antiguo –inferior y medio- de Galicia ha producido resultados aún muy parciales por las características del registro pleistoceno y la relativa debilidad de la investigación sobre el Paleolítico en la región (Vázquez Varela, 2000). Las primeras excavaciones de E. Aguirre en As Gandaras de Budiño (Aguirre, 1964) constituyen un punto de inflexión. Así como los trabajos de J. Cano Pan y su equipo (Cano Pan et al., 1997; Cano Pan et al., 2000) que proporcionaron un marco cronológico general a partir de los estudios de los materiales recuperados en las terrazas del Miño. El objetivo era el establecimiento de una secuencia crono-cultural que, según los autores, terminó por refutar la relativa modernidad –Pleistoceno medio final- de la ocupación de Galicia (Estévez y Vila, 1999). De hecho, se ha propuesto un poblamiento durante el Pleistoceno inferior a partir de los hallazgos en las terrazas altas del Miño (Cano Pan et al., 2000).

Fig. 4.1.1. Localización del yacimiento de Cova Eirós (Triacastela, Lugo) en su contexto geológico (adaptado de Santanach, 1994 y Taboada y Silva 1999).

El yacimiento de Cova Eirós se localiza en el término municipal de Triacastela (Lugo), al pie de la Sierra de Ouribio, a media ladera del Monte Penedos y a unos 780 m.s.n.m. La boca se abre en dirección al noroeste. El vestíbulo de la cueva discurre en una galería de unos 20 metros de longitud por 2 metros de alto, cuyo recorrido total se estima en unos 104 metros. La cavidad fue dada a conocer por J.R. Vidal Romaní, quien realizó una excavación paleontológica, en el fondo de la galería, en la que se recuperaron más de 4000 restos de Ursus spelaeus (Grandal y Vidal, 1991 y 1997; Grandal, 1993). La secuencia arqueológica paleolítica fue conocida por una intervención llevada a cabo por J. Cano Pan en 1993, en el marco de un proyecto más amplio –en busca de niveles arqueológicos del Pleistoceno u Holoceno tempranodenominado “Proyecto Arqueológico Val do Sarria-Val do Mao”.

El contexto geológico gallego y sus dinámicas geomorfológicas dificultan el depósito y conservación de secuencias estratigráficas al aire libre y apenas hay formaciones cársticas que puedan albergar cuevas. El nivel 3 de Cova Eirós, objeto de este estudio, es por el momento el único nivel de Paleolítico medio en estratigrafía excavado en Galicia. El yacimiento se encuentra en el valle del Miño, en el límite occidental del ámbito típicamente cantábrico, en una zona de montaña caliza con relieve abrupto. Este contexto llega a su fin en esta zona de Galicia -donde también se encuentran las cuevas de Valdavara y A Valiña –para dar paso hacia el oeste a unas regiones con características distintas, con relieves más suaves en un contexto en un contexto granítico y con amplias cuencas interiores surcadas por ríos largos -Miño, Sil o Tambreque drenan hacia el Atlántico.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica primera intervención se abrió un sondeo de 4 m2 en el que se incluyó la cata realizada por J. Cano Pan en 1993. Se definieron dos niveles arqueológicos: (1) el nivel 2, con 169 restos líticos y 298 faunísticos, adscrito al Paleolítico superior y (2) el nivel 3, con 185 restos líticos y 193 restos de macrofauna, adscrito al Paleolítico medio. El análisis de la fauna (Fábregas et al., 2010) muestra la importancia de los ungulados de tamaño mediano o medio-pequeño (ciervo, corzo, rebeco), la presencia puntual de herbívoros grandes, quizá rinocerótidos, y también de carnívoros, especialmente Ursus spelaeus. Dataciones absolutas lo sitúan en la segunda mitad del OIS 5, en 84807+4919 años BP (MAD-5612BIN, Lazuén et al., 2011).

La excavación consistió en la realización de un sondeo de 1 m2 en el vestíbulo, pegado a la pared este –según orientación teórica- donde se describen cinco niveles estratigráficos (Cano y Nogueira, 1993). A partir del estudio de la industria lítica se sugirió una cronología del Paleolítico superior inicial para los niveles II y III y del Paleolítico medio para el V (Nogueira, 1997). Según este autor, la presencia de denticulados y talla Levallois en el nivel V confirmaría esa adscripción crono-cultural y “todavía más, nuestras sospechas de encontrarnos en esa etapa inicial del Paleolítico superior” (para los niveles II y III). En agosto de 2008 comenzaron las nuevas campañas de excavación en Cova Eirós (Lazuén et al., 2010). En esta

Fig. 4.1.2. Secuencia estratigráfica del perfil Este de Cova Eirós. Nivel 3, en la base (en Fábregas et al., 2010)

Fig. 4.1.3. Vestíbulo de Cova Eirós y excavación del nivel 3

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Los yacimientos de la cadena operativa de producción, aunque en porcentajes muy desiguales (Tabla 4.1.1).

4.1.2. Estudio de la industria lítica tallada El aprovisionamiento de la materia prima Las materias primas identifi cadas son cuarzo y cuarcita. Sus variedades internas, detectadas con criterios de visu, se relacionan con el tamaño de los bloques y con las cualidades cristalinas y grosor de los granos. Esta variabilidad ha influido en la gestión del utillaje. El paquete calizo en el que se abre Cova Eirós contiene vetas de cuarzo. Parte de la producción parece aprovechar estas vetas o los depósitos secundarios formados en los cursos de agua cercanos. Sin embargo, algunos de los cuarzos de mejor calidad, por el tamaño y homogeneidad de los bloques, proceden probablemente de otras localizaciones y formarían parte de un sistema de circulación de materiales más amplio. La disponibilidad de cuarcitas de buena calidad para la talla es desconocida por el momento en la zona. Las prospecciones realizadas en la depresión de Monforte, a unos 40 km hacia el suroeste en línea recta, revelan afloramientos de esta roca, aprovechados en el Paleolítico Medio, en el sector sur de esta depresión, aunque es probable que se puedan localizar otros más cercanos a Cova Eirós. El aprovechamiento más intensivo de los cuarzos y de las cuarcitas de buena calidad, en detrimento de las cuarcitas de grano grueso, es una tendencia ya observada en los yacimientos al aire libre del Paleolítico Medio en la zona centro-oriental de Galicia (Llana 1991; Lombera et al. 2008).

Lasca retocada Punta Raedera Dent./Astillado Astillado Bec Raspador Dorso Truncadura Total

Cuarzo 10 4 4 2 2 2 2 1 1 28

Cuarcita 1 1

2

Total 11 5 4 2 2 2 2 1 1 30

Tabla 4.1.2. Relación entre materias primas y grupos tipológicos

El grupo de útiles retocados –incluyendo las puntassupone prácticamente el 20% del total. Casi todas las piezas configuradas son de cuarzo.

La producción El conjunto lítico del nivel 3 de Cova Eirós, recuperado en la campaña de 2008, está formado por un total de 185 elementos. Entre ellos hay un percutor y 19 son cantos, bloques o plaquetas no tallados. El 88,8% (n=165) de la colección es de cuarzo, el 10,2% (n=19) de cuarcita y el 1% (n=2) de arenisca. Si bien la variedad de materias primas empleadas es limitada, las diferencias en cuanto a las calidades deben ser tenidas en cuenta para comprender la gestión del utillaje desarrollada por estos grupos.

Núcleo Lasca Retocado Punta Resto talla Total

Cuarzo 4 68 24 4 46 146

Cuarcita 17 1 1 19

Total 4 85 25 5 46 165

Tabla 4.1.1. Relación entre materias primas y categorías tecnológicas Fig. 4.1.4. Lítico tallado del nivel 3 de Cova Eirós. 1 y 2, lascas Levallois de cuarcita; 3 y 4 denticulados de cuarzo; 5 raspador de cuarzo; 6 y 8 puntas Levallois de cuarzo; 7 punta Levallois de cuarcita (modificado a partir dibujo F. Martínez).

El grueso del conjunto está compuesto por lascas brutas (51,5%) y restos de talla (27,8%). Sin embargo, aparecen representados todos los elementos de las diferentes fases 67

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Las lascas retocadas 1 son las más representadas, seguidas de raederas y puntas (Fig. 4.1.4., nº 6, 7 y 8). También son relativamente frecuentes las piezas astilladas; dos de ellas sobre soportes con retoque denticulado previo en alguno de sus filos, conformando útiles dobles (Fig. 4.1.4., nº 3). En el conjunto aparecen algunos tipos del Paleolítico superior como raspadores (Fig. 4.1.4., nº 5) o una truncadura. El dorso, sin embargo, no está incluido en este grupo porque no cumple las características morfotécnicas de los útiles típicos de Paleolítico superior; sino que se refiere a una pieza (37x20x12 mm.) con un dorso, preparado en el lateral más espeso a partir de extracciones hacia las dos caras, opuesto a un filo agudo.

original y (2) con que para la producción de soportes tan pequeños no parece necesario un acondicionamiento exhaustivo del núcleo dado que la exigencia técnica para la extracción de las lascas es menor. Esta preparación previa, del volumen general y de las plataformas de golpeo en particular, tiene sentido en las producciones Levallois de soportes más grandes donde el espesor, la sección y la longitud y delineación de los filos es un elemento primordial. En estos casos la preparación previa del volumen es crucial para evitar accidentes; sin embargo, la obtención de soportes de tipo Levallois menores de 2 cm. no precisa de tanto control. Este tipo de explotación Levallois con un aprovechamiento de convexidades naturales (sin preparación o con preparaciones muy sumarias) ya se ha documentado para otros yacimientos de Paleolítico medio europeo, algunos de ellos con producciones de cuarzo o cuarcita (Delagnes, 1992; Ameloot-Van der Heijden, 1993; Carrión y Baena, 1999; Soressi, 1999; Guette, 2002).

El estudio de los núcleos y soportes muestra la alta variabilidad de las estrategias de producción empleadas en la fabricación del instrumental lítico (Tabla 4.1.3). Así, se han identificado seis sistemas de explotación con objetivos de producción diferentes: discoide (Boëda, 1993, Peresani, 2003; Terradas, 2003), Kombewa (Tixier y Turq, 1999), Levallois (Boëda, 1993), Quina (Bourguignon, 1996), unipolar y bipolar. Las producciones Quina y bipolar se reconocen solo en cuarzo y la discoide solo en cuarcita. El resto está tallado tanto en cuarzo como en cuarcita. Unipolar Levallois Bipolar Discoide Kombewa Quina Indet. Total

Cuarzo 22 5 3 1 2 66 99

Cuarcita 4 4 2 1 7 18

Dos de los núcleos restantes responden a una explotación de tipo unipolar a partir de una preparación restringida de las plataformas, aunque presentan algunas diferencias en relación a las dimensiones y morfología de los productos buscados. El primero es de pequeño tamaño (34x37x22 mm) y evidencia la explotación de una serie de tres extracciones con restos de un facetado, para preparación de la plataforma, restringido a la zona de la que parten los levantamientos. Los soportes obtenidos son menores de 3 cm y son más anchos que largos. El segundo tiene unas dimensiones de 54x42x31 mm y se ha llevado a cabo un acondicionado de la plataforma para la obtención de soportes alargados y de mayor formato. Por último, hay un núcleo de 32x38x15 mm, del que se ha obtenido solamente un soporte. No obstante la información que aporta a este estudio es valiosa porque redunda en ese tipo de fabricación de soportes a partir de núcleos de pequeño tamaño y sin un acondicionamiento previo de las plataformas: la explotación comienza golpeando directamente sobre plataformas naturales. La ausencia de preparaciones específicas y el estadio tan inicial de la explotación impiden caracterizar con más detalle el tipo de explotación que se plantea para este núcleo.

Total 26 9 3 2 2 2 76 117

Tabla 4.1.3. Relación entre materias primas y estrategias de producción

Respecto a los núcleos, contamos con cuatro ejemplares, tres de ellos son de pequeñas dimensiones y otro de formato algo mayor. Todos son de cuarzo y están explotados a partir de estrategias muy diferentes. El primero al que haremos referencia es uno de tipo microLevallois de 36x31x13 mm. en sus dimensiones finales, con tres extracciones centrípetas en lo que parece un comienzo de explotación. El último negativo extraído de este núcleo es de 20x24 mm. Se trata de una producción de tipo Levallois pero sin preparación previa de la plataforma de golpeo. La relación de planos adecuada y una buena disposición de la superficie natural han hecho innecesaria esa primera fase. Las causas principales de esta decisión técnica –la ausencia de preparación- tienen que ver (1) con evitar la pérdida de masa, teniendo en cuenta el reducido tamaño del volumen

Entre los soportes presentes en el yacimiento se han reconocido muchos que proceden de este tipo de explotaciones –microLevallois y, sobre todo, unipolarespero también soportes que proceden de otros sistemas de talla, como Levallois, Quina, discoide o Kombewa. En algunos casos, sobre todo para el cuarzo (cf. Bracco y Slimak, 1997; Roussel et al., 1998), la dificultad de lectura de las aristas y de las direcciones de las extracciones -que en ocasiones siguen parcialmente planos de fractura interna- han situado en el límite la posibilidad de reconocimiento del sistema de talla a partir del cual se han generado algunos de los soportes (Mourre, 1996). Otros no responden a esquemas de talla característicos o sistematizados (Jaubert, 1997).

1

Llamamos “lascas retocadas” a los soportes con alguna modificación por retoque de escaso desarrollo que no permite su clasificación dentro de ningún grupo tipológico.

68

Los yacimientos En cuanto a la relación de estos tipos de estrategias de fabricación con las materias primas trabajadas, la cuarcita se asocia fundamentalmente a estrategias de producción muy específicas: discoide, Kombewa y Levallois; aunque el cuarzo no queda fuera de estas producciones –excepto en el caso de la talla discoide que solo está representada por dos elementos y no resulta demasiado significativo.

Unipolar Levallois Bipolar Discoide Kombewa Quina Indet. Total

Lasca 16 5 1 2 2 1 58 85

Retocado 7 2

1 15 25

Punta 3

2 5

Total 23 8 3 2 2 2 75 115 Fig. 4.1.5. Relación entre longitud y anchura de los soportes completos de producción unipolar.

Tabla 4.1.4. Relación entre soportes y estrategias de producción.

La producción Levallois es uno de los elementos más destacables dentro del conjunto general por la amplia variabilidad interna que presenta. Hay al menos tres objetivos de producción diferentes, con una organización técnica también diferente: lascas alargadas, productos de pequeño formato –con y sin preparación de plataformasy puntas. La producción de lascas alargadas o laminares se ha reconocido a través de un único soporte de cuarcita, que se conserva completo, con unas dimensiones de 61x44x10 mm. (Fig. 4.1.4., 1). Se trata de una producción unipolar en la que la plataforma ha sido preparada convenientemente, a través de facetado, con el objeto de garantizar el control necesario para la obtención de estos soportes. De los negativos previos, dos –unipolares- son objetivo de la producción y tres son de acondicionamiento de la cara de lascado. Hay dos elementos de producción Levallois centrípeta recurrente. Se trata de dos lascas fracturadas de cuarcita de 39x43x8 mm y 37x36x9 mm, respectivamente. Por otra parte, hay una producción microLevallois, ya evidenciada a partir de la presencia de un núcleo de cuarzo, y que se puede constatar también en dos de los soportes recuperados. Se trata de dos lascas de cuarzo, de menos de 2 cm. de longitud, con preparación de la plataforma de lascado y extracciones previas que muestran una explotación de tipo centrípeto recurrente.

El esquema de producción más representado en los soportes es el unipolar. El número de productos procedentes de otros sistemas de explotación característicos, como Levallois, discoide, Kombewa o Quina, es muy reducido (Tabla 4.1.4). Hay 23 elementos fabricados mediante un esquema unipolar, con una importante preparación de las plataformas. De entre los talones que se conservan dos son facetados, ocho lisos, uno diedro, uno machacado y tres con planos naturales o corticales. Prácticamente la mitad de los soportes obtenidos a partir de este esquema de fabricación (n=12) no presentan cortex en la cara dorsal, por lo que se puede deducir que se trata de soportes de plena producción. El resto, conservan parte de la corteza del canto original, pero tampoco son elementos de apertura de la cara de lascado. A pesar de que muchos de estos productos están fracturados, entre los completos observamos diferencias en dos grupos según el formato: uno de soportes de menos de 3 cm. (n=6) y otro de, grosso modo, más de 4 cm. (n=4). Posiblemente asociado al formato de los soportes encontramos también diferencias en relación a la configuración. Del grupo de los de menos de 3 cm., que es el más numeroso, solamente se han retocado dos elementos (una lasca retocada y un raspador ). Mientras, del conjunto de los soportes de mayor formato todos menos uno han sido conformados a través de retoque; el único elemento no retocado es una lasca de cuarcita que, además, es la única en esta materia prima y la de mayor formato.

Por último, se ha desarrollado una producción Levallois recurrente unipolar, orientada a la obtención de puntas. Hay dos de cuarzo y una de cuarcita. Miden menos de 3 cm. de longitud pero hay que considerar que las dos de cuarzo presentan una fractura distal que elimina una parte de la longitud del soporte original, por lo que se estima que la longitud inicial estaría entre los 3 y 3,5 cm. Evidentemente, para este tipo de producción se ha llevado a cabo una detallada preparación tanto de la cara de lascado como de la plataforma de golpeo.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Estas cuatro modalidades de explotación Levallois son independientes. La modalidad Levallois de producción de puntas es tan específica y estandarizada que es difícil de comprender dentro de un programa de producción abierto en el que se puedan generar varios formatos de soportes. La continuidad entre el unipolar y el centrípeto recurrente también parece poco probable. Un cambio de estrategia en el mismo núcleo implicaría una reducción sustancial de los soportes, algo que no parece evidente en función de la tipometría que presentan.

materias primas, manifestada en elementos como (1) el estadio en el que son aportadas al yacimiento, (2) el tamaño de los productos, (3) las estrategias de producción a las que se asocian o (4) el grado de configuración de los soportes. Esta gestión diferencial quizá esté en relación con el hecho de que parte del aprovisionamiento de cuarzo pueda haberse realizado en las inmediaciones de la cueva (ladera o río). Respecto al estadio de introducción en el yacimiento se aprecia, en general, un transporte de soportes finales en ambas materias primas. No obstante, en el caso concreto del cuarzo es posible que se dé también una parte de la producción in situ, con características específicas. Esta idea se sustenta en la presencia de cuatro núcleos asociados a la obtención de soportes de pequeño tamaño. Prueba de esta producción in situ son también los soportes de inicio de explotación o apertura de cara de lascado. Hay seis elementos de estas características en cuarzo con la cara dorsal totalmente cortical y también de pequeño formato (entre 2 y 3 cm. la mayoría de ellos). La importación de soportes finales estaría relacionada con el tamaño de los mismos. Para el caso del esquema unipolar (Fig. 4.1.5) se dan dos tipos de producciones: una de soportes pequeños llevada a cabo in situ (menos de 3 cm.), algunos de los cuales se van a retocar (un raspador y una lasca retocada); y otra de soportes más bien grandes (más de 4 cm.) en cuarzo o cuarcita, que se importan al yacimiento como productos finales (retocados en el caso del cuarzo y en bruto para la cuarcita).

La producción discoide aparece únicamente asociada a la cuarcita (n=2). Las plataformas no son corticales (talones lisos o diedros) pero una de las piezas muestra restos de córtex en el lateral por lo que, al menos en este caso, la explotación no está muy avanzada. Se buscan productos de tamaño medio (entre 4 y 4,5 cm) y de sección cuadrangular. La producción Kombewa aparece en proporciones muy reducidas (n=2), en cuarzo y cuarcita. En cuarcita muestra una cuidada preparación de las plataformas (con facetado de los talones), a pesar de que el producto es de pequeño formato (18x26x7 mm). En este nivel, los objetivos de la producción Kombewa son muy similares a los buscados a partir de la producción microLevallois. La producción Quina se encuentra en dos soportes. Se trata de dos elementos completos de 36x23x18 mm y 25x27x11 mm con talones liso à pan y diedro asimétricos, respectivamente, y con evidencias de cambio de los ejes de talla. No es muy frecuente que este tipo de explotación produzca soportes de dimensiones tan pequeñas y sin dorsos corticales. Habitualmente, se buscan lascas de tamaño medio-grande –extraídas en series-, bastante espesas con secciones asimétricas y que capten flancos que funcionan como dorsos. Solo una de las dos está retocada –conformando una raedera lateral-, aunque no se trata de un retoque escamoso-escaleriforme.

Por otra parte, el 96% de los soportes retocados son de cuarzo. Parece que hay una cierta selección de los productos de mayor formato para la configuración de útiles. Aunque en términos absolutos las diferencias en el tamaño no son demasiado significativas (30,3 mm. de media en el caso de los retocados y 24,5 mm. en el de los soportes brutos) hay que considerar la pérdida de masa que sufren con el proceso de configuración. Como ya se ha señalado, el grupo de retocados constituye casi el 20% del total de la colección. A excepción de una raedera conformada sobre un soporte de talla Quina, para el resto de los retocados se han elegido soportes de producción unipolar (28%) o de otros esquemas no específicos (68%).

Por último, en el conjunto hay tres soportes de cuarzo que presentan negativos previos de tipo bipolar. Uno de ellos conserva un talón machacado y otro se ha extraído a partir de un plano de fractura, y fracturado por la zona proximal. Estas evidencias sugieren que se trata de una explotación bipolar sobre yunque, habitualmente asociada a la talla de cuarzo. Además de este, en la colección hay dos elementos más con talones machacados que, a pesar de no presentar negativos previos bipolares, es posible que se hayan extraído a partir de una talla de este tipo.

En el caso de la cuarcita parece que una parte importante de la gestión tiene que ver con la obtención de unos soportes específicos/predeterminados, poco espesos y con filos brutos largos que no se suelen retocar y que llegan al yacimiento como productos finales. Esta interpretación es concordante con las características de la producción discoide y Levallois, y con el hecho de que el 95% de los soportes retocados son de cuarzo. Sin embargo, la presencia de una lasca de reavivado y una de tipo Kombewa indicarían que esta materia prima también se habría utilizado para la producción de soportes que posteriormente serían retocados (algunos de ellos incluso sometidos a procesos de reciclado) y de lascas para su

Gestión del utillaje Los soportes que proceden de explotaciones predeterminadas, además de estas diferencias técnicas, presentan unas características particulares tanto en lo que se refiere a la materia prima en la que se fabrican, como a los rasgos morfotécnicos y al tipo de aprovechamiento. La cuarcita y el cuarzo se explotan y aprovechan de formas distintas. Se da una gestión diferencial en las

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Los yacimientos explotación como matrices. Todo ello pone de manifiesto que la gestión de la cuarcita es más compleja de lo que parece a simple vista y que se asocia también a explotaciones intensivas. La producción Quina (representada solamente en dos piezas) se asocia únicamente al cuarzo. Este tipo de soportes, en general, están concebidos para ser retocados y empleados en ciclos de uso muy largos que incluyen un reavivado reiterativo de los filos (Bourguignon, 2001). No obstante solo una de las dos está retocada. A modo de conclusión, en la gestión del utillaje lítico del nivel 3 de Cova Eirós hay dos conjuntos diferenciados: una producción in situ en cuarzo para la fabricación de soportes de pequeño formato y una de productos importados procedentes de sistemas de talla con predeterminación de soportes (cf. Moncel et al., 2008). Entre ellos se incluyen casi todas las cuarcitas pero también una buena parte de los cuarzos (cf. Duran y Soler, 2006). La composición de estos factores ha desembocado en una gestión diferencial en la que se combinan, de forma bastante compleja, las materias primas, las técnicas de talla y la circulación de los productos. La presencia de una importante producción de lascas de pequeño formato, obtenidas con técnicas variadas – unipolares, Levallois, Kombewa- viene a abundar en una estrategia cada vez mejor documentada en el Paleolítico medio, al menos desde el estadio isotópico 5 (Moncel 2003; González Urquijo et al., 2005, Dibble y McPherron, 2006), asociada a menudo a producciones in situ (Moles y Boutié, 2009). Como balance, hay que incidir en la importancia de los productos Levallois y la escasa presencia de los discoides; en contra de lo que se espera en conjuntos líticos basados en cuarzo (Fábregas et al., 2007 y 2008). Excepto en el caso de una parte de la producción microLevallois –evidenciada, por ejemplo, en el único núcleo de la serie explotado a partir de este esquema de talla- en el resto de los casos se ha llevado a cabo una exhaustiva preparación tanto de la plataforma de percusión –a través de facetado- como de la cara de lascado –con negativos centrípetos perimetrales para acentuar las convexidades. En relación a la fabricación de puntas Levallois, tanto los datos cuantitativos como las características tecnomorfológicas revelan una producción altamente sistematizada, con soportes de dimensiones estandarizadas (anchuras de entre 25 y 28 mm., espesores de 8 mm. y longitudes estimadas –debido a las fracturas apicales- de entre 30 y 35mm) que han sido tallados tanto en cuarzo como en cuarcita.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

4.2. Cabo Busto 4.2.1. Presentación del yacimiento El yacimiento de Cabo Busto se localiza en el concejo de Valdés (Asturias), en la plataforma del cabo Busto (Rasa litoral cantábrica), a 63 m.s.n.m. Fue descubierto por González y Fernández Valles y dado a conocer en 1968. Sin embargo, no fue hasta 1992 cuando comenzaron las excavaciones sistemáticas de la mano de A. Rodríguez Asensio, que se prolongaron hasta 1997. A partir de estos trabajos de campo se definió una secuencia estratigráfica compuesta por cinco niveles (Fig. 4.2.1): Nivel I: Suelo vegetal Nivel II: Suelo fértil de 22cm. de potencia. Según los datos sedimentológicos en origen habría sido de mayor espesor, pero un proceso de lavado provocó que el material fino se decantase y, en consecuencia, el adelgazamiento del nivel. Está formado por una fuerte acumulación de cantos de cuarcita y arenisca mezclados con los materiales que conforman la serie lítica. Ante las características de este nivel, Rodríguez Asensio se plantea la cuestión de si se trata de un suelo in situ o de si estos materiales habrían sido arrastrados desde algunas playas colindantes. Fig. 4.2.1. Corte estratigráfico de Cabo Busto (Rodríguez Asensio, 2001)

Nivel III: Nivel de 41cm. de potencia compuesto por gravillas y pequeños cantos. Se han documentado “bolsadas” en forma de cuña que han sido interpretadas como alteraciones producidas por el hielo. En este nivel se han recuperado algunos restos de producción lítica que, según el autor, se deben a intrusiones del nivel II a través de las cuñas de hielo ya mencionadas.

Para este yacimiento no existen datos absolutos que certifiquen el momento de formación de los niveles que contienen materiales arqueológicos. Sin embargo a partir de esta propuesta estratigráfica se ha realizado una interpretación cronológica, basada en un estudio geológico del que, sin embrago, no se aporta documentación detallada. Se han determinado tres momentos cronológicos diferentes para la contextualización de las dos ocupaciones humanas que se han diferenciado: (1) el momento de formación de la rasa litoral y el encajamiento de la red fluvial –el primero en el Pleistoceno inferior y el segundo en el Pleistoceno medio, relacionado con el descenso del nivel del mar; y (2) una fase de deposición fluvial, anterior al encajamiento de la red y en relación con momentos de gran extensión oceánica, que se correspondería con la formación del nivel V. Según el autor, los momentos de gran extensión oceánica, susceptibles de ser el contexto de formación de los depósitos del nivel V, se habrían producido en los OIS 5e -descartado porque se entiende en una fase anterior al encajamiento de la red fluvial-, 7, 9, 11 y 13. El límite, más allá del cual no considera posible esta sedimentación, lo habría situado al comienzo del OIS13 -en torno al medio millón de años. Precisamente esta última posibilidad –una cronología del OIS 13- es la que se propone para este nivel. Por último, hay que hacer relación a (3) el momento correspondiente a la ocupación del nivel II que, a partir de los estudios

Nivel IV: Nivel de arenas de 84 cm de potencia. Se entiende, junto con el nivel V, como una única unidad sedimentológica de aporte fluvial relacionada con el río Ese, que sólo aparecería en zonas de la plataforma donde se evidencian restos de actividad fluvial. No obstante, debido a la diferente composición de la matriz han sido considerados como dos niveles independientes. Estéril desde el punto de vista arqueológico. Nivel V: Nivel 59cm. de potencia formado por cantos de cuarcita muy compactados. A partir de la recuperación de un canto tallado en el perfil del acantilado se llevó a cabo una intervención para alcanzar a este nivel y verificar la existencia de evidencias paleolíticas. Este sondeo abarcó una superficie de 4m2, en los que se recuperaron dos lascas. Base de la secuencia: Estrato cuarcítico de la “serie de los Cabos” –sobre el que se ha formado la rasa de Busto-, formada por areniscas, cuarcitas, limonitas y pizarras.

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Los yacimientos geológicos, tecno-tipológicos y comparativos con otros yacimientos del Cantábrico, han situado en el interglaciar Riss-Würm y primeras fases del Würm –con una estimación cifrada de 100.000 años (Rodríguez Asensio, 2001).

accidentales por gravedad- y la presencia de una lasca de decorticado primario en un nivel de grandes cantos acumulados en condiciones de alta energía genera serias dudas sobre el carácter antrópico de estas supuestas industrias. La observación directa del canto no ha despejado las dudas sobre el carácter antrópica de las extracciones, de tamaños irregulares y orientaciones desordenadas.

Como ya se ha discutido ampliamente en el Capítulo 3, teniendo en cuenta el contexto geológico no se puede considerar que el nivel V sea de formación fluvial y tampoco su datación en función de las transgresiones marinas pleistocénicas. Este depósito debe ser posterior a la emersión de la parte distal de la rasa, que debe fecharse en torno a los 600 ka –según las estimaciones sobre el ritmo de ascensión- (Álvarez Marrón et al., 2008). Respecto al nivel II, se advierte la posibilidad de que se haya formado en un momento transicional entre el OIS 7 y el 6 –que sitúa en torno a 200 ka- debido a las cuñas de hielo que indicarían un cambio rápido hacia condiciones glaciares. Por lo tanto, esta cuestión tampoco queda clara.

4.2.2. Estudio de la industria lítica tallada La producción El conjunto lítico de Cabo Busto está compuesto por una total de 973 elementos, entre los que se encuentran 17 cantos y fragmentos de canto, 38 fragmentos de bloque, 2 percutores y 916 restos líticos tallados, 169 restos tallados más que la colección estudiada por R. Montes (2003), y 68 menos que la que presentó Rodríguez Asensio (2001). En este último grupo, la relación entre materia prima y categorías tecnológicas es la que se indica en la Tabla 4.2.1. El abanico de materias primas empleadas no es muy amplio. La roca más representada es la cuarcita que supone más del 98% de los restos. Esta materia prima es abundante en la región y muy fácil de conseguir en forma de cantos rodados en las playas cercanas o como fragmentos del sustrato cuarcítico de la Serie de los Cabos. El resto de las materias primas presentan porcentajes mínimos. La categoría más numerosa es la de las lascas brutas (63,7%), seguida de la de los retocados (20,3%). Destaca la importancia relativa de núcleos (9,4%) y macroutillaje (5,8%) y la práctica ausencia de restos de talla.

Fig. 4.2.2: Recuperación del canto tallado del nivel V. La pieza en concreto es la roca que aparece unos centímetros por encima de la rodilla del escalador (en Rodríguez Asensio, 2001)

El conjunto de los útiles retocados supone en torno al 20% de la colección (Tabla 4.2.2). Los soportes están tallados fundamentalmente en cuarcita (97,8%). Del conjunto del utillaje sobre lasca las raederas, de diversos tipos (laterales, transversales, Quina, dobles, convergentes o múltiples) son el útil más representado, con porcentajes por encima del 38%; le siguen las lascas retocadas (28%). Dentro del grupo del macroutillaje la suma de hendedores y bifaces alcanza el 65%.

Otra discusión tiene que ver con la fiabilidad, como documento arqueológico, de los materiales recogidos en el nivel V. La importancia de esta caracterización es crucial porque se trataría, según la propuesta original, de las pruebas de actividad humana más antiguas de todo el Cantábrico. La principal evidencia es un canto tallado de 5 kg de peso recuperado en el corte del acantilado (Fig. 4.2.2). Tras su hallazgo se realizó un sondeo arqueológico en la misma zona, para alcanzar el nivel del que habría sido extraído el canto. En el sondeo se recuperó una lasca de decorticado. Las características de la localización del canto – sobresaliendo en el corte de un acantilado por la zona por la que aparece lascado y, por tanto, expuesto a impactos

El estudio de núcleos y productos de lascado muestran una gran variedad de estrategias de fabricación de utillaje. Todas las estrategias de talla están asociadas fundamentalmente a la cuarcita, que es la roca de uso casi exclusivo (Tabla 4.2.3).

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

Arenisca Cuarcita Cuarzo Total

Retocado en bloque 3 51 54

Núcleo

Lasca

1 86 87

3 577 4 584

Retocado en lasca 3 183 186

Resto talla 5 5

Total 10 902 4 916

Tabla 4.2.1. Relación entre materias primas y categorías tecnológicas

Arenisca 1 1 1 -

Utillaje sobre lasca

Macroutillaje

Hendedor Bifaz Chopper Chopping-tool Triedro Chopping-tool/núcleo Raedera Lasca retocada Denticulado Escotadura Muesca Otros Total

1 1 5

Cuarcita 36 27 13 10 9 1 52 38 18 13 10 3 230

Total 37 28 14 10 9 1 52 38 19 14 10 3 235

Tabla 4.2.2. Relación entre materias primas y grupos tipológicos

Unipolar Discoide Levallois Kombewa Quina Multifacial Bipolar Indet. Total

Arenisca 2 1 4 7

Cuarcita 85 66 31 25 20 2 1 617 845

Cuarzo 1 3 4

cuales se han configurado posteriormente por retoque para fabricar, fundamentalmente, raederas, muescas y escotaduras. Los núcleos tienen unas dimensiones medias de 72x77x68 mm., están explotados de forma poco intensiva y sin un acondicionamiento previo de las plataformas de percusión –y, evidentemente, tampoco de las caras de lascado. Los talladores se han servido de plataformas naturales bastante planas para la explotación de los cantos de cuarcita aprovechando su espesor como cara de lascado. Se trata de una talla frontal con series cortas de las que se obtienen soportes de más de 3cm. de longitud con ángulos de lascado de 60 a 70º. A pesar de que estos núcleos presentan plataformas corticales sorprende que un porcentaje alto de los soportes tiene talones no corticales (62,2%). Se han explorado las características de estos productos y aparecen diferencias significativas en los formatos al comparar estos dos grupos (con y sin talones corticales). Los soportes con talón cortical presentan un bajo índice de alargamiento. Entre los completos, el 60% son más anchos que largos, todos en un rango muy concreto de entre 4 y 7cm de longitud. Mientras, del grupo con plataformas no corticales el 87% son más largos que anchos. Por tanto, dentro de los soportes de producción unipolar, hay dos poblaciones claramente diferenciadas. Una que se puede vincular a los núcleos recuperados en la excavación, y otra que debe proceder de núcleos con plataformas preparadas que han sido tallados en otro

Total 87 67 31 26 20 2 1 624 858

Tabla 4.2.3. Relación entre materias primas y estrategias de explotación

Discoide Kombewa Levallois Quina Unipolar Total

Retocados 5 2 3 2 16 28

Lascas 32 19 13 9 65 140

Total 37 21 16 11 81 166

Tabla 4.2.4. Relación entre soportes y estrategias de explotación

La producción unipolar ha sido reconocida en el 10,1% de los elementos: 6 núcleos y 81 soportes, 16 de los 74

Los yacimientos lugar. Los soportes con talones lisos forman parte de una cadena operativa fragmentada de la que solo contamos con los productos de explotación, por lo que su presencia en el asentamiento es el resultado de un proceso de importación de soportes ya fabricados.

exista un proceso de circulación de este tipo de materiales; aunque esta opción es la menos probable porque no son soportes especialmente característicos –ni con una predeterminación clara, ni con morfologías específicas, etc.

La producción discoide está prácticamente asociada a la cuarcita (Tabla 4.2.3) en exclusividad (98,4%). Este tipo de explotación está reconocida en 29 núcleos y 37 productos. Los núcleos se han tallado sobre dos tipos de matrices: cantos (n=25) y lascas (n=4); en las modalidades bifacial, unifacial y bifacial parcial. En los tres casos se trata de dos superficies secantes, delimitadas por un plano de intersección pero con ciertas particularidades: (1) en el bifacial se lleva a cabo una talla centrípeta y recurrente de las dos superficies (n=21), (2) en el unifacial (Fig. 4.2.3) se mantiene la relación entre los planos pero se produce una jerarquización de las caras –una funcionará como cara de lascado y la otra como plataforma de percusión aprovechando, normalmente, planos naturales- (n=3); y (3) el bifacial parcial implica una estrategia mixta entre las dos anteriores, de modo que en las zonas donde la matriz presenta una buena relación de planos y plataformas de calidad se aprovecha esta circunstancia para una talla unifacial y se introduce la bifacial donde estas condiciones no se dan. Para la explotación discoide sobre lasca se buscan matrices especialmente grandes y espesas, de 82x68x36 mm de dimensiones medias en su estado final. Lo más frecuente es el aprovechamiento de la zona proximal de la lasca-núcleo que, normalmente, es la más espesa. Según la lectura de los negativos conservados en estas lascas, de ellas se han extraído soportes de más de 3cm. Los núcleos no están tallados de forma intensiva y no hay evidencias claras de las causas de abandono –excepto en algún caso aislado en el que la matriz presenta fisuras internas-, por lo que es posible que esté en relación con la abundancia de materia prima disponible. Fig. 4.2.3 Núcleos de producción Levallois (2 y 3) y discoide unifacial (1).

Los soportes producidos a través de este sistema de explotación tienen unas dimensiones medias de 55x54x20 mm. La gran mayoría (91,8%) son productos de plena producción, sin restos de cortex en la cara dorsal. Solamente hay dos con características tecnomorfológicas que indiquen la extracción de soportes cordales –una punta pseudoLevallois y una lasca cordal.

La producción Levallois está asociada únicamente a la cuarcita (Tabla 4.2.3), y representa el 3,6% del total de la serie. Este grupo está compuesto por 15 núcleos -2 de ellos sobre lasca-, y 16 productos. Las explotaciones se han realizado a partir de distintas estrategias de talla -centrípeto recurrente, unipolar y de lasca preferencial. Una de sus particularidades es que una parte de ellas se han llevado a cabo sin un acondicionamiento previo de las plataformas de percusión, o con una preparación parcial, aprovechando las plataformas naturales con buenos ángulos de talla. Los núcleos tienen unas dimensiones medias de 74x68x35mm. una vez explotados, lo que implica que las matrices originales –cantos o grandes lascas- eran de un tamaño considerable.

El escaso número de soportes, en relación a los núcleos presentes en la colección (n=37 y n=29, respectivamente), podría explicarse por varios factores: (1) dado el bajo grado de explotación que presentan los núcleos, es probable que una parte importante de esta producción sea de soportes de inicio de explotación, lo que supondría una evidente dificultad para su reconocimiento; (2) la existencia de una talla unifacial limita también su reconocimiento por la producción de soportes con talones corticales –un elemento importante en la determinación de estas lascas; (3) cabe también la posibilidad de que

75

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica En general, los núcleos no están explotados de forma muy intensa y es difícil explicar las causas de su abandono. Sin embargo, para alguno de los casos hay evidencias claras que explicarían estos motivos: (1) extracciones de acondicionamiento de plataformas demasiado secantes que han provocado un exceso de convexidad en la cara de lascado; (2) reacondicionamiento de plataformas fallido por la existencia de fisuras internas –después de una serie previa en la que ha extraído una lasca preferencial; (3) abundancia de accidentes tecnológicos en la cara de lascado. Del mismo modo, en alguna ocasión se ha producido un aprovechamiento intensivo de estos núcleos. Es el caso de un núcleo fracturado accidentalmente que han vuelto a acondicionar –desde la misma fractura a través de un facetado- para extraer una lasca que ha dejado un negativo de 50mm.

fabricar un denticulado y los otros dos con un retoque más somero que no ha llegado a modificar ni el ángulo ni la delineación del filo. El grueso de la producción Levallois (81,2%) se ha mantenido en bruto. No hay soportes de menos de 34 mm de longitud y, en general, se da un continuum con una horquilla de dimensiones en los soportes que va de 34x37 mm a 84x118 mm –los negativos de las lascas preferenciales en los núcleos muestran negativos en torno a los 40x40mm. La producción Kombewa supone el 3% del total de la serie (n=26) y está tallada fundamentalmente en cuarcita. Las lascas-núcleo (n=5) son matrices de formato mediogrande, con unas dimensiones medias de 82x63x28 mm, que se han explotado con series cortas –de dos a cinco extracciones- aprovechando su espesor. En general, no se lleva a cabo una preparación de la plataforma de percusión –solo uno de los talones está facetado-, de modo que o bien se extraen desde un plano natural o se hace desde una faceta previa de la cara dorsal. Se tallan con una estrategia unipolar o, en el caso de las seres más largas, de forma más perimetral –con dirección ligeramente centrípeta- y con ángulos de lascado bastante agudos. De los soportes obtenidos a partir de este esquema de producción (n=21) solo tres se han retocado –una raedera y dos lascas retocadas. El resto son lascas brutas con anchuras variables pero con longitudes máximas en torno a los 60 mm (Fig. 4.2.5).

Los núcleos sobre lasca se encuentran en una fase inicial de la explotación o se explotan de forma bastante sumaria; aunque en los dos casos se ha llevado a cabo un cierto acondicionamiento de la plataforma de percusión. Catorce soportes presentan talones facetados y solo dos diedros o lisos. Esto supone que, en la mayoría de los casos, se lleva a cabo un acondicionamiento exhaustivo de la plataforma de percusión –con facetados restringidos a la zona exacta de golpeo para la extracción del soporte. En otros casos, el acondicionamiento es algo menos intensivo, con extracciones amplias que van a dar lugar a talones lisos no corticales o diedros. Sin embargo, en la colección no hay lascas Levallois con talones corticales procedentes de los núcleos en los que se han aprovechado buenos planos naturales como plataformas de golpeo, sin acondicionamiento previo. Esto podría deberse, precisamente, a la dificultad para reconocer este tipo de soportes dado que carecen de una de las características específicas que lo vinculan a este esquema de talla.

140 120 100 80 60 40 20 0 0

50

100

150

Fig. 4.2.5. Relación entre longitud y anchura (en mm) de los soportes Kombewa

En la serie de Cabo Busto la producción Quina supone el 2,3% sobre el total. Está representada por 9 núcleos y 11 soportes, dos de ellos retocados. Los núcleos están, en general, intensamente explotados, aunque muchos de ellos aún conservan fracciones de córtex. Esta es una característica típica de este tipo de explotaciones cuya gestión específica está orientada, precisamente, a la obtención de soportes que capten flancos corticales a lo largo de toda la secuencia. No obstante, y a pesar de que se encuentran en una fase avanzada de la explotación, la media de las dimensiones de estas matrices es de 54x38x24 mm. Las últimas extracciones obtenidas tienen

Fig. 4.2.4. Soportes de producción Levallois en cuarcita

Solo tres de los soportes procedentes de este esquema de fabricación se han retocado (Tabla 4.2.4). Uno para 76

Los yacimientos longitudes y anchuras comprendidas entre los 3 y los 4cm.

Cabo Busto porque es el único que presenta poblaciones lo bastante amplias para que resulte eficaz su aplicación.

Los soportes no presentan diferencias claras en relación al formato -tienen unas dimensiones medias de 49x57x22mm- y cuentan con talones lisos no corticales en la mayoría de los casos (n=9) -solo hay uno con talón cortical y uno con talón à pan. Las caras dorsales no conservan córtex, y los tamaños de los soportes son considerablemente grandes. Esto parece indicar que se trata de elementos de plena producción que, en general, no se van a retocar.

Se han seleccionado los soportes procedentes de los distintos esquemas de producción identificados. Se han relacionado entre sí y se ha explorado la posibilidad de que existan diferencias claras en los objetivos de la producción, en relación a las longitudes y anchuras de estos soportes. Se ha podido comprobar que en una distribución razonable de cuatro grupos se puede leer algunas características importantes (Fig. 4.2.6)

Las explotaciones multipolar y bipolar están muy poco representadas -0,2% y 0,1%, respectivamente. Los multipolares son núcleos de 125x104x103mm. y 59x51x40mm. En uno de los casos parece que se ha empezado una explotación de tipo unipolar y después, sin una causa técnica evidente, han cambiado el plano de lascado en varias ocasiones. En el otro caso, la explotación está más avanzada y es más difícil de determinar si la producción se ha llevado a cabo a partir de series de extracciones desde plataformas diferentes o si la talla ha sido más expeditiva, con cambios constantes en función de la morfología del núcleo. En los dos casos la explotación ha sido poco intensiva, de modo que la matriz conserva aún restos de córtex. En la explotación bipolar se han llevado a cabo al menos tres extracciones desde cada lado, aprovechando el eje corto del bloque. La explotación bipolar puede estar obligada por una línea de fractura transversal al eje de talla que corta los productos. Hay una producción unipolar previa en otro eje, de modo que esta cara de lascado ha servido como plataforma de la explotación bipolar más corta. No se ha podido asociar ninguno de los productos recuperados a estos tipos de explotación. Aunque hay que tener en cuenta que los de producción multipolar son, en general, difíciles de reconocer y que tanto una parte de estos como los de producción bipolar es posible que se hayan incluido dentro del grupo de soportes unipolares.

Fig.4.2.6. Resultados del kmeans en el espacio longitud/anchura de las lascas completas de sistemas de talla reconocidos. Las gráficas de líneas señalan los niveles donde la agrupación es significativa.

En Cabo Busto, se ha explorado con más detalle la posibilidad de que existan poblaciones de soportes con formatos determinados (longitud x anchura). Para ello, se ha empleado el análisis k-means (Kintigh, 1990) que permite reconocer asociaciones, establecer los miembros de cada grupo y medir el grado de significatividad estadística de la asociación de puntos distribuidos en el espacio. En este caso un espacio determinado por el tamaño de las piezas en dos dimensiones, que se han dispuesto en los ejes x (anchura) e y (longitud). El análisis k-means tiene la virtud de ser extremadamente versátil porque puede establecer agrupaciones con distintos niveles de resolución. Por ejemplo, en una misma distribución puede encontrarse significativa una división en dos grandes grupos y también, con otro nivel de detalle, ese mismo conjunto puede distribuirse en 10 ó 15 grupos. Estos análisis se han limitado al yacimiento de

En relación al formato de los soportes destaca el del tercer grupo –de más pequeños, abajo a la izquierda, a más grandes, arriba a la derecha-, con lascas claramente más anchas que largas (75 x 95mm. aproximadamente), en un grupo en el que la suma de los productos discoide, Quina y Kombewa suponen más de la mitad. En el grupo más grande casi todas son unipolares (80%), con formatos muy similares a los de los hendedores. Destaca la heterogeneidad de los grupos, de modo que casi todos los formatos se consiguen recurriendo, prácticamente, a todas las técnicas de producción, al menos en lo que tiene que ver con la longitud y la anchura.

77

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica La gráfica que se presenta a continuación (Fig. 4.2.8.) muestra la dispersión de los diferentes tipos según la longitud y anchura. Según el análisis k-means existen dos, cuatro y once agrupaciones significativas dentro del conjunto de macroutillaje de Cabo Busto. Después de explorarlas, y teniendo en cuenta el reducido número de elementos, el caso más ilustrativo es el que se produce con cuatro grupos. El centro del círculo es la media de la longitud y la anchura de los miembros de ese grupo y el radio del círculo indica la concentración del grupo, ya que acoge a los 2/3 de sus miembros. Los colores representan la composición del grupo según los tipos de macroutillaje. Estas agrupaciones manifiestan algunos rasgos interesantes: en el grupo de los de menor formato (n=14) dominan los cantos trabajados y hay un conjunto considerable de bifaces bastante homogéneos y en torno a los 7 cm. de longitud. Mientras, los hendedores solo están representados por un elemento (de pequeñas dimensiones). Se puede destacar que los hendedores más pequeños tienen más a menudo talón desviado y son, en general, menos alargados que los del grupo intermedio. Más de la mitad de ellos (n=9) presentan talones corticales, dos han sido eliminados por retoque para adelgazarlos y en cinco casos las plataformas son lisas no corticales. En general, la estrategia de fabricación de estos hendedores de pequeño formato consiste en la explotación del espesor de los cantos de cuarcita a partir de series de extracciones unipolares. En el caso de los que presentan talones lisos no corticales el sistema de producción puede ser una variante de este mismo –aprovechamiento del espesor con el acondicionamiento de la plataforma para corregir ángulos- o bien fruto de la explotación del segundo eje más corto –la anchura de canto- desde una plataforma despejada mediante una lasca de decalotado.

Fig. 4.2.7. Resultados del análisis k-means de las lascas unipolares: retocadas –en gris oscuro- y brutas –en gris claro.

Analizando los soportes según los métodos de talla aplicados para su fabricación, solo se encuentran evidencias significativas en el caso de los unipolares (Fig. 4.2.7.). En este conjunto de productos se diferencian cuatro grupos en función del formato de los soportes – lascas un poco alargadas, más anchas que largas y algunas especialmente grandes-, y se seleccionan para retoque los de mayores dimensiones y alargados –medias de 140x100mm aproximadamente. Una de las cuestiones más interesantes de la serie de Cabo Busto es el conjunto del macroutillaje. Hay un total de 99 elementos atribuibles a este grupo entre bifaces, hendedores, picos triedros y cantos trabajados -choppers y choppin-tool (Tabla 4.2.5). Hendedor Bifaz Triedro Chopper Choping-tool Total

Cuarcita 36 27 9 13 11 96

Arenisca 1 1 1 3

Total 37 28 9 14 11 99

Tabla 4.2.5. Relación entre materias primas y grupos tipológicos del macroutillaje

78

Los yacimientos Fig. 4.2.8. Resultados del análisis k-means del macroutillaje de Cabo Busto. Los colores representan los tipos de macroutillaje según la leyenda que se encuentra en la parte superior derecha.

Los hendedores más grandes (n=4) tienen dimensiones muy importantes. Su masa y peso es del orden de seis veces mayor que los hendedores del grupo más pequeño. En general, abundan los del tipo II. En varios de ellos se ha llevado a cabo un adelgazamiento del espesor de la zona proximal de la lasca y, en algún caso, el filo útil parece haber sido retocado.

Hendedores

Chopping-tool

Grupo 1

1: 1/ 7%

2: 4/ 29%

Grupo 2

1:16/ 40%

Grupo 3 Grupo 4

Chopper

Bifaces

Triedros

3: 4/ 29%

4: 5/ 36%

5: 0/0%

2: 3/ 8%

3: 5/ 13%

4:11/ 28%

5: 5/13%

1:16/ 48%

2: 2/ 6%

3: 4/ 12%

4:10/ 30%

5: 1/3%

1: 4/ 50%

2: 2/ 25%

3: 1/ 13%

4: 1/ 13%

5: 0/0%

Tabla 4.2.6. Composición de los grupos según el tipo de macroutillaje (de 1 a 4, de más pequeños a más grandes)

Fig. 4.2.9. Resultados del análisis k-means para el conjunto de las lascas completas de Cabo Busto, en el nivel de dos grupos. Los colores representan los soportes retocados (gris oscuro) y los soportes brutos (gris claro).

79

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Por otra parte, en la colección de Cabo Busto hay un total de 488 soportes completos. Se distribuyen en dos grupos razonables en función de sus dimensiones (Fig. 4.2.9). Hay un conjunto de soportes con unas dimensiones medias de en torno a 50x50 mm y otro de lascas de mayor formato con dimensiones medias que suponen, prácticamente, el doble que las anteriores. Si bien es cierto que se han retocado productos en los dos grupos, las proporciones son mucho mayores en el de lascas de mayor formato, con valores en torno al 40%. De ello se puede deducir que, en general, hay una mayor selección de los productos más grandes para ser retocados.

En algunos sistemas de talla se aprecian bastantes discordancias entre núcleos y soportes. En el caso de la talla unipolar parece que una parte de los soportes se han tallado fuera del yacimiento, dado que solo un pequeño grupo presenta talones corticales que puedan encajar con los núcleos de producción unipolar recuperados. La producción Levallois se desarrolla a partir de distintas variantes. En algunas ocasiones, no se lleva a cabo una preparación de las plataformas de percusión o ésta se realiza a partir de lascados amplios dando lugar a productos con talones corticales, lisos o diedros. Sin embargo, la gran mayoría de soportes presentan talones facetados. Tratándose de productos predeterminados esta discordancia entre las características tecnomorfológicas de los núcleos y las de los soportes indicarían que se ha producido una circulación masiva de lascas Levallois. Este contraste entre núcleos y soportes no solo se aprecian en el tratamiento específico en el desarrollo de este sistema de talla sino también, desde un punto de vista cuantitativo, en las proporciones generales entre núcleos y productos. Por otra parte, no parece que exista una relación entre núcleos sin preparación de plataformas de percusión y el tamaño de los soportes. De núcleos con plataformas naturales también se han obtenido productos de tamaño medio-grande, incluso a partir de la modalidad de lasca preferencial. De hecho, las caras de lascado finales tienen dimensiones por encima de los 7cm. En general, los soportes obtenidos a partir de este esquema de producción son bastante grandes, con filos largos que se emplearían en bruto.

Fig. 4.2.10. Resultados del análisis k-means para el conjunto de las lascas completas de Cabo Busto. Los colores representan los soportes retocados (gris oscuro) de los soportes brutos (gris claro).

Dentro de la producción discoide de Cabo Busto también hay variantes (bifacial recurrente, unifacial o bifacial parcial). Todas van a producir soportes muy similaresbásicamente diferenciados por el tipo de talón- por lo que la elección de una u otra no está en relación con los objetivos de la producción sino, más probablemente, con las características de las matrices. Este aprovechamiento de plataformas naturales para la explotación discoide ya ha sido documentado en otros yacimientos del Cantábrico (Carrión et al., 2008). Así como la explotación de lascas grandes y espesas a partir de este mismo esquema de talla (Carrión y Baena, 2005; Ríos, 2010), en este ámbito y también en el resto de Europa (Bourguignon y Turq, 2003). Estas explotaciones aparecen asociadas a la producción de elementos apuntados, tipo punta pseudoLevallois.

Si consideramos una distribución de 15 (Fig. 4.2.10) grupos se puede apreciar una selección de tres tipos de soportes en función de la relación longitud anchura: (1) uno de soportes grandes –alargados, con longitud y anchura similares o más anchos que largos; (2) otro de soportes más pequeños y alargados –en torno a 70x40 mm; y (3) un grupo, especialmente significativo, de soportes mucho más anchos que largos –con proporciones en torno a 40x100mm.- que se diferencia de los demás tanto por su morfología como por el hecho de que absolutamente todos estén retocados. Gestión del utillaje Una de las cuestiones a destacar acerca de la conservación de los restos líticos de Cabo Busto es la ausencia de elementos de menos de 3 cm –solo el 0,5% tiene unas dimensiones inferiores a 25x25 mm. Según la descripción de las tareas de excavación y procesado de los materiales (con cribado intensivo) no debería haberse introducido ningún sesgo durante la intervención. La ausencia de este tipo de materiales debe explicarse por los procesos de lavado del suelo y arrastre de los restos líticos de menor formato (Rodríguez Asensio, 2001).

También en la producción Quina se advierte esa discordancia entre núcleos y productos. Las características morfológicas finales de los núcleos muestran que han debido producir soportes corticales hasta el final de la explotación. Sin embargo, los soportes no presentan córtex, son de reducido espesor y tienen un bajo índice de retocados. Estas características son infrecuentes en una explotación de tipo Quina, en la que

80

Los yacimientos habitualmente se buscan soportes más bien espesos que permitan prolongar la vida de los útiles. No es posible explicar todas estas discordancias en términos de circulación de productos porque no se aprecian tendencias claras de exportación ni de importación de matrices, núcleos o soportes finales. Esta fragmentación de las cadenas operativas tampoco parece estar en relación con la introducción de sesgos durante la excavación, ni con procesos postdeposicionales (muchos de los soportes que faltan deberían ser mayores de 3cm., límite aproximado establecido en la discriminación de los productos que podrían haber desaparecido por estas causas). Una explicación posible es que parte de esta producción no pueda ser claramente reconocida por presentar características poco específicas o poco típicas del sistema de talla del que provienen –por ejemplo los discoides con talones corticales. Las características de estos tipos de producción, sin embargo, están perfectamente documentadas en los núcleos recuperados, que muestran información recurrente abundante. Otra explicación para esta relación descompensada podría ser una circulación de núcleos, con la realización de algunas de las labores de desbastado y producción en otros lugares. Sin embargo esta opción es poco factible en este contexto donde en una buena parte de los sistemas de fabricación –o algunas de sus variantes- no se han llevado a cabo procesos de desbastado. Además, se trata de un ambiente con materia prima abundante, por lo que esta gestión tan compleja de los núcleos resultaría un tanto anormal. Respecto a esta variabilidad tan amplia de estrategias de fabricación de soportes cabe decir que no se evidencian diferencias excesivamente significativas entre los soportes producidos a partir de cada una de ellas. Al contrario, casi todos los formatos se consiguen recurriendo, prácticamente, a todas las técnicas de producción, al menos en lo que tiene que ver con la longitud y la anchura. Quizá lo más destacable sea que las lascas de producción discoide y Quina son hasta 7 mm más espesas que las de producción Levallois, unipolar o Kombewa. Unas proporciones que no son de extrañar si consideramos el tipo de soportes que se buscan con estos esquemas de fabricación. Por otra parte, los Levallois forman un conjunto bastante homogéneo, con un paquete de soportes estandarizados (de 50x50 mm aproximadamente) en el que solo 1 de 10 ha sido retocado. Esto probablemente se deba a la preconfiguración de los filos y a la ausencia de reavivados. El tamaño de los productos Kombewa es especialmente grande; sobre todo en uno de los casos que presenta unas dimensiones de 114x100x42 mm. Es posible que fueran obtenidos con el objeto de convertirlos en soportes de hendedores, dada la similitud en los tamaños que presenta este tipo de macroutillaje.

81

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

4.3 Bañugues

Varios han sido los intentos por describir e interpretar las referencias estratigráficas de Bañugues a partir del corte de la terraza en la que se encuentra. M. Pérez Pérez (1975), en un intento por correlacionar los materiales recuperados con la secuencia estratigráfica descrita por Llopis, describe hasta seis niveles, de los que solamente dos serían fértiles desde un punto de vista arqueológico. Estos dos niveles fueron adscritos -por las características tipológicas de las industrias que contenían- al achelense final muy evolucionado y al musteriense. Se estableció una sucesión tecnológica que iba desde el Abbevillense hasta el Musteriense de tradición Achelense.

4.3.1 Presentación del yacimiento El yacimiento de Bañugues se localiza en el concejo de Gozón, al este del Cabo de Peñas (Asturias). Se encuentra en una terraza marina, al borde de un antiguo estuario, rellena con depósitos aluviales cuaternarios (Llopis, 1962). La acción erosiva del mar ha provocado el retroceso de la terraza y, en consecuencia, una parte de los materiales arqueológicos han sido salpicados a lo largo de la ensenada y finalmente depositados en el pedregal de la playa (Rodríguez Asensio, 1983). El yacimiento de Bañugues fue descubierto por D. Caramés en 1961, aunque aparece citado por primera vez en la bibliografía por F. Jordá en 1967. Existen dos tipos de colecciones líticas asignadas a este yacimiento, (1) las procedentes de recogidas superficiales y (2) las derivadas de las excavaciones sistemáticas llevadas a cabo por Rodríguez Asensio en los años 1977, 1978, 1980 y 1983. En este trabajo se ha incluido únicamente el conjunto procedente de las intervenciones arqueológicas, desechando todos aquellos materiales que puedan oscurecer la composición original de la serie, por la introducción de distintos tipos de sesgos.

F. Jordá (1977), a partir de los estudios realizados por M. Hoyos, divide la estratigrafía de Bañugues en cinco niveles, algunos de ellos subdivididos a su vez en dos. La relación entre esta estratigrafía y la presentada por Rodríguez Asensio después de las excavaciones en el yacimiento quedaría como muestra la Tabla 4.3.1 1. Según Jordá (1977) B-1 B-2a B-2b B-3a B-3b B-4 B-5 B-6

Según Rodríguez Asensio (1978) I II III IV V VI VII VIII

Según Rodríguez Asensio (1980) VIII VII VI V IV III II I

Tabla 4.3.1 Secuencia estratigráfica de Bañugues según Jordá (1977) y Rodríguez Asensio (1978 y 1980). En gris los niveles fértiles definidos por cada uno de los autores.

B-1

(N.I y VIII): Suelo vegetal.

B-2a (N.II y VII): Limos arenosos y algunos cantos de cuarcita. B-2b (N.III y VI): Limos arcillosos de origen eólico y coluvial. B-3a (N.IV y V): Limos arcillosos de formación eólica del Würm I. B-3b (N.V y IV): Brecha de cantos de pizarra y limos arcillosos (semejante a B-5). B-4

(N.VI y III): Limos arcillosos de marisma.

B-5 (N.VII y II): Brecha de cantos de pizarras alteradas y cuarcita angulosos con limos arcillosos. B-6 (N.VIII y I): Pizarras alteradas y limos arcillosos amarillentos. Fig. 4.3.1 Plano de situación del yacimiento (en Rodríguez Asensio y Flor, 1980)

1 Con algunas discordancias que ya han sido discutidas en el

Capítulo 3.

82

Los yacimientos de esta serie y los dibujos de las publicaciones 3. El resto (n=33) se corresponde, básicamente, con macroutillaje – cantos tallados, bifaces y hendedores. Estos materiales o bien tienen una identificación diferente o bien no están siglados, por lo que se ha estimado que se trata de objetos procedentes de recogidas en superficie. Para este estudio se han considerado únicamente los restos que provienen de la excavación, evitando así la introducción de los sesgos que normalmente derivan de las recogidas superficiales.

Las determinaciones geológicas de M. Hoyos sitúan el depósito arqueológico en el interglaciar Riss-Würm (Hoyos et al., 1977), a partir de la definición de un nivel del Würm I situado inmediatamente por encima de las brechas que contienen los materiales. Esta atribución tan solo marcaría una posición ante quem. No obstante, a partir de los estudios sedimentológicos, Jordá adscribe el nivel B-6 al Riss III por la presencia de fenómenos de solifluxión y crioturbación, lo que supondría una antigüedad máxima (post quem) para la formación de estos depósitos. En todo caso no disponemos de ninguna referencia temporal precisa para los niveles que contienen el material.

La producción El conjunto seleccionado en este estudio está compuesto por 131 elementos, 8 corresponden a cantos, bloques o fragmentos de bloque y 123 a restos líticos tallados. En la colección hay una amplia gama de materias primas, aunque en proporciones muy diferentes (Tabla 4.3.2). La roca más representada es la cuarcita (71%), una cuestión que está directamente relacionada con el contexto geológico en el que se encuentra el yacimiento.

Respecto a la información procedente de la industria lítica, en el estudio llevado a cabo por Rodríguez Asensio (1983) se analizó, de forma integrada, tanto los materiales procedentes de las recogidas en superficie como los recuperados en las excavaciones arqueológicas. De este conjunto han diferenciado una serie perteneciente al Paleolítico Medio Antiguo y otra al Asturiense. El autor advierte que, de entre los materiales recogidos en superficie, el conjunto de los cantos trabajados no ha sido incluido por la similitud de las características tecnomorfológicas en ambos periodos, lo que imposibilitaría su atribución a uno u otro contexto. Los únicos niveles considerados fértiles fueron las brechas correspondientes a los niveles V y VII, que presentaron una abundancia relativa de materiales sin posibilidad de diferenciación tipológica, por lo que fueron considerados en bloque. En base a las características de la serie lítica y a las referencias para el depósito sedimentario, la colección ha sido adscrita al Achelense superior.

En las categorías tecnológicas las lascas dominan con un 84%, frente al resto de los grupos, que aparecen representados con porcentajes prácticamente anecdóticos. Sin embargo, los núcleos o fragmentos de núcleo tienen una importancia relativa dentro del conjunto (en torno al 5%) y destaca la práctica ausencia de restos de talla. De hecho, en todo este conjunto solo hay 4 elementos de menos de 25x25 mm. El conjunto de útiles retocados supone el 7,3% sobre el total de los restos tallados. Aunque la escasez de efectivos no permite un juicio bien ponderado, no parece que haya una polarización hacia ningún tipo específico (Tabla 4.3.3). El estudio de los núcleos y productos ha permitido reconocer una amplia variabilidad de estrategias de fabricación de utillaje (Tabla 4.3.4). La cuarcita es la roca de uso preferencial y, por tanto, todos los esquemas de producción identificados están mayoritariamente asociados a ella. Sin embargo, hay dos asociaciones claras entre materias primas y tipos de explotación: una entre la arenisca y el discoide –el 20% de las areniscas se corresponden con lascas de producción discoide mientras que en los porcentajes generales este esquema de talla solo representa el 9% del total- y otra entre sílex y Levallois y sílex y unipolar -el Levallois en sílex representa el 20% frente al 10% general; y el unipolar en sílex es el 23% frente a 11%.

4.3.2 Estudio de la industria lítica tallada La colección Existen varias colecciones ligadas a este yacimiento fruto de recogidas superficiales más o menos sistemáticas y de las excavaciones llevadas a cabo por Rodríguez Asensio desde 1977 (Rodríguez Asensio, 1980). Según esta publicación, en los niveles fértiles -el II y el IV- se recuperaron 48 y 68 elementos líticos, respectivamente. R. Montes (2003) menciona la existencia de más de un millar de restos líticos, de los que él pudo estudiar 422, procedentes de recogidas sistemáticas y de la excavación de Rodríguez Asensio. En el depósito del Museo Arqueológico de Oviedo se conserva un conjunto lítico compuesto por un total de 164 elementos, de los cuales 17 son cantos, bloques o fragmentos de estos y 147 restos En este último grupo se han líticos tallados 2. diferenciado 131 elementos con una sigla que hace referencia a la excavación (Sector 1); una determinación apoyada también en la comparación entre los materiales

3 Hay un estudio tecnológico previo (Álvarez, 2004) centrado en esta serie recuperada durante la excavación de 1977, en el Sector 1. En el estudio no se presenta ningún dato cuantitativo, por lo que no hemos podido comprobar si nuestra colección corresponde exactamente con la que analizó este autor.

2 274 restos tallados menos que la colección estudiada por R.

Montes (2003)

83

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

Cuarcita

Sílex

Arenisca

Cristal de roca

Cuarzo

Total

3 4 74 5 87

2 13 1 2 17

15 1 16

1 1

1 1

3 6 103 6 4 122

Retocado en canto Retocado en lasca Lasca Núcleo Resto de talla Total

Tabla 4.3.2 Relación entre categorías tecnológicas y materias primas

Cuarcita

Sílex

Total

1 3 1 1 1 7

1 1 2

1 3 1 1 2 1 9

Bifaz Chopper Hendedor Denticulado Raedera Raspador /denticulado Total

El sistema de producción unipolar es el más numeroso en la serie, aunque únicamente está representado por lascas. Según muestra la Fig. 4.3.2, estos productos se agrupan en dos conjuntos: uno de lascas pequeñas generalmente alargadas, entre los 30 y 50mm.; y otro de lascas especialmente grandes, también más largas que anchas, con longitudes comprendidas entre los 64 y 82 mm. Hay cierta diversidad en el uso de las materias primas, con 8 lascas de cuarcita, 4 de sílex y 1 de arenisca. Sin una aparente se da una gestión diferencial en los tipos de rocas porque tanto en sílex como la cuarcita (que son los más numerosos) aparecen representados en los dos grupos.

Tabla 4.3.3 Relación entre materias primas y grupos tipológicos

Cuarcita

Arenisca

Sílex

7 2 8 3 8 56 84

3 1 11 15

3 1 4 7 15

Discoide Komb. Levallois Quina Unipolar Indet. Total

Cristal roca 1 1

Solo el 15% (n=2) tiene talones corticales, el resto son lisos no corticales o facetados (n=1), con ángulos de lascado entre 80º y 90º. Esto indica que se ha llevado a cabo una cierta preparación de las plataformas. El 30% de estos soportes conservan restos de córtex y la mayoría presenta tan solo 1 ó 2 negativos previos; por lo que se puede deducir que forman parte de series cortas sin decorticado de las caras de lascado.

Total 10 2 11 4 13 75 115

Tabla 4.3.4. Relación materia prima/tipo tecnológico 4

Unipolar Levallois Discoide Quina Kombewa Indet. Total

Retocado

Lasca

Núcleo

Total

1 1 4 6

13 10 7 1 2 70 103

1 2 2 1 6

13 11 10 4 2 75 115

Tabla 4.3.5 Relación entre categorías tecnológicas y estrategias de producción Fig. 4.3.2 Relación entre longitud y anchura de los soportes completos de producción unipolar

4

En los cálculos de esta tabla no se toman en cuenta ni los instrumentos sobre canto ni los restos de talla.

84

Los yacimientos La producción Levallois se ha llevado a cabo tanto sobre cuarcita como sobre sílex, siempre en la modalidad centrípeta recurrente.

de estas lascas es bastante homogéneo (Fig. 4.3.4.) y de formato medio-grande.

70

70

60

60

50

50

40

40

30

30

20

20

10

10

0 0

20

40

0

60

0

20

40

60

Fig. 4.3.3 Relación entre longitud y anchura de las lascas Levallois completas

Fig. 4.3.4. Relación entre longitud y anchura de los soportes discoides completos

La Fig. 4.3.3 muestra la ausencia de un objetivo claro en términos de longitud/anchura en los productos Levallois. Tampoco parece que se haya producido una gestión diferencial de las materias primas en la producción de estos soportes. No obstante, cabe destacar que las dos lascas de mayor formato son de cuarcita. Todos los productos Levallois presentan talones facetados, lo que implica una preparación exhaustiva de las plataformas de golpeo para optimizar los resultados de la predeterminación en ambos tipos de rocas. Ninguno de ellos conserva fracciones de córtex en la cara de lascado y presentan entre 3 y 5 negativos previos de orientación centrípeta. En ningún caso se han retocado (Tabla 4.3.5).

Son productos de plena producción, sin restos de córtex y con negativos previos de orientación centrípeta. Presentan talones lisos no corticales y diedros, propios de una explotación bifacial alternante, en la que los negativos previos de la cara opuesta funcionan como plataformas de percusión, sin una preparación adicional. No hay productos de explotación cordal –puntas pseudoLevallois o lascas cordales. Solo uno de ellos se ha retocado, para la fabricación de un denticulado de cuarcita (Tabla 4.3.5). Prueba de este tipo de explotación son también dos de los núcleos de la serie. Uno sobre canto de 53x47x25 mm y otro sobre lasca de 51x28x17 mm, ambos de cuarcita. El primero muestra negativos de cinco extracciones de dirección centrípeta por cada cara y no conserva ningún resto de córtex. En el segundo se pueden leer dos extracciones en una de las caras y cuatro en la otra. Ambos han producido lascas de en torno a 2cm. de dimensión máxima que, de nuevo, están ausentes en la colección recuperada en la excavación

El único núcleo de producción Levallois recuperado en esta serie tiene unas dimensiones de 49x30x13mm., aunque está ligeramente fracturado en uno de los extremos y un poco más severamente en un lateral. Se trata de un núcleo microLevallois explotado de forma intensiva en la modalidad centrípeto recurrente, con preparación de las plataformas de percusión a partir de extracciones amplias –no hay restos de facetado- en la zona en la que se conserva intacto. Los negativos de extracciones de la cara de lascado indican que se han obtenido productos de en torno a 2 cm. de dimensiones máximas. Estos soportes no se han recuperado en la excavación del yacimiento, pero su ausencia debe ser puesta en relación con algún tipo de alteración posdeposicional que haya provocado el arrastre de los elementos de menor tamaño.

La producción Quina también está presente en la serie, con dos núcleos, una lasca y un retocado sobre lasca de producción Quina. Esta explotación se asocia principalmente a la cuarcita, aunque uno de los núcleos es de sílex. Los núcleos tienen unas dimensiones medias de 44x33x21 mm, están tallados de forma intensa y no presentan restos de córtex. Según los negativos que aún conservan, las últimas lascas que se han obtenido estarían en torno a los 3cm. Sin embargo, los productos recuperados tienen unas dimensiones medias de 57x55x18 mm. Esto indicaría que se han extraído en fases más o menos iniciales de explotación, aunque ninguna de las dos conserva restos de córtex. Los ángulos de lascado de estos productos

La producción discoide (Tabla 4.3.4), está vinculada tanto a la cuarcita (n=7) como a la arenisca (n=3). En general, se trata de soportes ligeramente más largos que anchos, con ángulos de lascado entre 70º y 80º. El tamaño

85

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica están entre los 70º y 80º, con talones lisos no corticales o diedros y entre 4 y 5 negativos de extracciones previas que muestran cambios de plano fuertes y frecuentes.

Esta idea se sustenta en la presencia de un núcleo Levallois y dos discoides –uno de ellos sobre lasca- de pequeño formato, que habrían producido lascas de en torno a 2 cm. Estos soportes no están presentes en la colección, no obstante debemos tener en cuenta que solo hay cuatro restos líticos de menos de 25x25 mm. Esto probablemente es debido a procesos de lavado y arrastre –ya documentado en yacimientos en contextos semejantes, como Cabo Busto- y/o al hecho de que estos materiales se hayan recuperado en sendas brechas que probablemente han dificultado las condiciones de recogida de los materiales.

La producción Kombewa es la menos representada en el conjunto. Se trata de dos lascas con unas dimensiones de 40x39x15 mm y 48x58x18 mm, respectivamente –la última con una pequeña fractura distal. Tienen ángulos de lascado en torno a los 70º y talones lisos no corticales. Los tamaños de estos productos indican que las lascasnúcleos serían de formatos bastante grandes. No se ha llevado a cabo una preparación de las plataformas por facetado; por lo que los talones lisos no corticales pueden deberse o bien a un lascado previo para acondicionar mínimamente la plataforma antes de golpear, o bien a negativos de explotación previos a la extracción de la lasca núcleo.

En la colección hay lascas Levallois de tamaño medio (de 3 a 6 cm de longitud) relativamente abundantes, pero no hay núcleos Levallois con negativos de extracciones similares. Esto ha sido interpretado (Álvarez, 2004) como una incoherencia solo aparente. Según el autor esta circunstancia debe entenderse en el marco de un comportamiento logístico complejo que consiste en la aportación al yacimiento de bloques ya desbastados y configurados en el lugar de captación; con el objetivo de economizar el esfuerzo y acarrear un mayor número de núcleos preparados para su explotación inmediata. Sobre estos bloques se llevaría a cabo una talla de tipo Levallois a la que seguiría una explotación discoide en el momento en el que el núcleo no permitiera continuar con la primera. D. Álvarez entiende que esta es “la talla más natural que procede” en este punto de agotamiento técnico. No obstante, el estudio tecnológico de la colección parece que orienta la explicación en otra dirección por las siguientes razones: (1) la producción discoide requiere de unas necesidades volumétricas que no permiten su explotación en cualquier circunstancia; por lo que si el agotamiento del núcleo se debe a la pérdida de volumen –el espesor del núcleo- difícilmente será aprovechable para una explotación de estas características; (2) en la colección solamente hay dos núcleos de producción discoide y uno de ellos es sobre lasca, de modo que es difícil encajar esto con todos los productos discoides y Levallois presentes en la colección; por último, (3) no se ha presentado ninguna evidencia que muestre este proceso de transición entre ambos métodos de explotación –que tampoco se ha reconocido durante nuestro estudio del material.

El conjunto de los retocados está muy poco representado. Hay seis retocados sobre lasca, dos en sílex y cuatro en cuarcita, para la fabricación de un denticulado, dos raederas y un útil doble raspador-denticulado. Quizá la abundancia de materia prima genere este aprovechamiento tan poco intensivo de los soportes aunque esto resulta más difícil de explicar para el caso del sílex que, en estas zonas de la Región Cantábrica, es menos abundante y más difícil de localizar (Montes, 2003). A estos elementos hay que añadir un pequeño conjunto de macroutillaje, compuesto por un hendedor y un bifaz, ambos tallados sobre grandes lascas de cuarcita, y tres choppers, también de cuarcita (Tabla 4.3.3). El bifaz tiene unas dimensiones de 165x97x62 mm y presenta una cara ventral con negativos de, al menos, diez extracciones bastante planas. La dorsal, por su parte, tiene la base reservada y extracciones menos numerosas (n=6) y más secantes. La lasca sobre la que se ha fabricado tiene un ángulo de lascado de 71º. El hendedor es del tipo II de la lista de Tixier (Tixier, 1963) y tiene unas dimensiones de 130x95x42mm. La lasca sobre la que se ha fabricado tiene el talón ligeramente desviado. Presenta un retoque de conformación bifacial en los dos laterales y un filo convexo un poco astillado. La gestión del utillaje

En estas circunstancias entendemos que lo que mejor explica esta ausencia de núcleos Levallois y discoide es la importación al yacimiento de productos finales con una cierta predeterminación que, probablemente, se van a usar en su mayoría sin retocar.

Más del 30% de los elementos de la colección han sido atribuidos a sistemas de producción canónicos –Levallois, discoide, unipolar, Quina o Kombewa. Esta variabilidad en las estrategias de fabricación de utillaje evidencia una gran riqueza técnica, orientada mayoritariamente a la obtención de soportes predeterminados. Está además asociada a una cierta circulación de productos.

El caso de la producción Quina es más particular. Hay muy pocos efectivos (n=4) pero de ellos la mitad son núcleos –uno de sílex-, en un estado de explotación bastante terminal (44x33x21 mm). Los soportes producidos a partir de este esquema de talla que se conservan en el yacimiento son de formato medio-grande y no presentan restos de córtex. Esto quiere decir que o bien corresponden a fases iniciales de esos mismos

Se aprecia una fragmentación de las cadenas operativas, con un bajo índice de representatividad de núcleos (n=6) y soportes corticales. Sin embargo, una parte de la producción Levallois y discoide se ha llevado a cabo in situ para la fabricación de soportes de menor tamaño. 86

Los yacimientos núcleos o bien también se ha producido una importación de este tipo de soportes al yacimiento. Carecemos de información precisa acerca de las diferentes calidades de la cuarcita empleada para la talla que no hemos podido subdividir de visu y de forma sistemática- y su lugar de aprovisionamiento. Sin embargo, la importación de productos finales debe responder a una presión ejercida por la necesidad de materias primas de buena calidad –en este caso sílex o cuarcitas de grano fino. No obstante, ya se ha apuntado con anterioridad que el yacimiento de Bañugues se encuentra alejado de estas fuentes de aprovisionamiento (Montes, 2003: 181) y que, sin embargo, se ha producido una selección de sílex y cuarcitas de mejor calidad para la producción de soportes predeterminados (Álvarez, 2004). Esto indicaría que se han realizado desplazamientos a mayores distancias para la captación de algunos tipos de rocas. Por otra parte, destaca la baja cantidad de elementos retocados (n=4), aparte del macroutillaje. Las características de la colección indican que se buscan lascas –muchas predeterminadas- de filos largos y agudos probablemente para usar en bruto. Esto parece indicar que se trata de un sitio en el que se desarrollan actividades muy concretas y limitadas asociadas a este tipo de productos y, también, a algunos elementos de macroutillaje. Estos últimos parece que se tallan con materias primas que se encuentran en el mismo lugar (Álvarez, 2004).

87

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

4.4. El Hondal 4.4.1. Presentación del yacimiento El yacimiento de El Hondal, también conocido como Regato de las Anguilas, se encuentra en la localidad de Requejada de Polanco (Cantabria), a 800 m del curso del río Saja-Besaya y a unos 5,5 km de la costa actual. Fue descubierto durante los años 1980 como consecuencia de la construcción de una autovía, uno de cuyos ramales pasaba justo por encima de las áreas centrales del yacimiento. Los trabajos de recogida de materiales llevados a cabo por el Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica (C.A.E.A.P.) permitieron su documentación y caracterización (Muñoz et al. 1987; Muñoz y Malpelo, 1996). Los cortes producidos por los movimientos de tierras sacaron a la luz un importante depósito sedimentario de origen fluvial, con un nivel de terraza bastante espeso correspondiente al curso del Saja-Besaya. En él se recuperaron más de un centenar de objetos líticos (Montes, 1999).

Fig. 4.4.1. Corte estratigráfico e interpretación geológica del yacimiento de El Hondal (según Montes, 1999)

En 1995 se lleva a cabo la primera actuación arqueológica, en la que se realizaron dos sondeos de 1x1m. y una toma de muestras (Montes, 1999). A pesar de diversos ensayos, no fue posible datar el yacimiento con métodos numéricos, por lo que se desarrolló un plan de estudio geomorfológico de la cuenca del Saja-Besaya, para la realización de una estimación cronológica del depósito en el que aparecieron los materiales líticos. Este estudio documentó una estructura de origen fluvial con una serie de paleocanales asentados sobre un potente paquete de bolos y cantos rodados consecuencia de una fase de fuerte energía fluvial con alto poder erosivo y de arrastre. Los sedimentos del paleocanal –situado a 23 m.s.n.m. y a +21 m sobre el cauce actual del sistema fluvial- son limos muy compactados por el aporte de carbonatos procedentes del suelo desarrollado inmediatamente por encima. Según los geólogos (Hoyos, Duque, Rink y Volterra, en Montes, 1999) este paleocanal formaría parte de una red de canales de tipo cabecera de estuario, con características muy similares a los que en la actualidad se encuentran en el propio estuario del Pas-Besaya. Estos canales permitirían ocupaciones humanas en épocas de estiaje (Montes, 1999). Las características del depósito geológico en el que se localiza esta serie lítica han permitido adscribirlo al último interglaciar y, por tanto, a una cronología pre-würmiense (Montes, 1999).

4.4.2. Estudio de la industria lítica En este estudio se han incluido 147 elementos líticos recuperados en el yacimiento. Diecinueve de estas piezas forman parte de un remontado (el resto del núcleo y 18 productos). El remontado del núcleo de El Hondal El estudio del material recuperado en el yacimiento de El Hondal ha permitido realizar un remontado de un núcleo y 18 lascas extraídas de él. Además de estos positivos, la lectura de los negativos de otras extracciones sobre el núcleo o sobre las lascas ha permitido reconocer una secuencia con, al menos, 48 extracciones. Este mismo conjunto ha sido objeto de un exhaustivo estudio tecnológico previo (Baena et al., 2001); aunque este trabajo partía de una serie de remontados algo más reducida -8 lascas remontadas y 31 gestos técnicos, incluyendo las extracciones y los cambios de posición del núcleo respecto al percutor. El bloque original en el que se organiza la explotación es un canto troncocónico, achatado, bastante regular, con dos caras planas sensiblemente paralelas y un contorno elíptico, casi circular, de unos 11 ó 12 cm de longitud y anchura y unos 5 cm de espesor. En el momento del abandono el núcleo presenta unas dimensiones de 78x66x50 mm.

Es de destacar que los materiales líticos aparecen en un depósito de muy baja energía, compuesto mayoritariamente por limos y arenas muy cementados. Esto garantiza la posición original de estos materiales que no presentan evidencias de rodamiento y que remontan entre sí en una alta proporción.

1.

Una de estas caras planas es una formación neocortical de textura bastante fina que ha servido de plataforma de percusión para iniciar la primera

88

Los yacimientos explotación. La cara de lascado se ha situado en el eje del espesor. La estrategia de talla ha sido unipolar, manteniendo la misma plataforma, la misma cara de lascado y el mismo eje de talla a lo largo de toda la secuencia. No se ha producido ninguna preparación ni de la plataforma ni de la cara de lascado, dado el escaso espesor y la regularidad de la capa neocortical y la correcta delineación de las convexidades de la cara de lascado. Las dos superficies conectan en una arista bastante neta que forma un ángulo entre los 70 y 80º en casi todo el contorno del bloque.

La explotación se ha detenido sin que aparezcan problemas técnicos destacados. El reflejado producido en la 7ª extracción habría sido parcialmente corregido por la 8ª. Esto permitía continuar también la explotación hacia el flanco, en el sentido de las agujas del reloj. Sin embargo, el tallador ha cambiado completamente el eje y la estrategia de talla.

2. En la segunda secuencia de explotación, la cara de lascado de la explotación unipolar pasa a funcionar como plataforma de percusión y la superficie cortical que servía de plataforma en la primera serie se convierte ahora en la nueva cara de lascado.

Fig. 4.4.2. Primera explotación unipolar. Vista de la cara de lascado, con las dos últimas extracciones y los negativos de las anteriores. A la derecha, presentación esquemática. Fig. 4.4.3. Comienzo de la primera explotación Levallois.

Esta primera serie unipolar ha generado 8 lascas, 3 de ellas representadas en el remontado en forma de positivos y 5 como negativos. No se trata de una explotación frontal, sino que se rige por un esquema unipolar envolvente (Fig. 4.4.2). La cara de lascado se ha ido ampliando con las extracciones sucesivas. Las primeras extracciones se han abierto en el sentido de las agujas del reloj (1-2), después se han orientado en sentido contrario (3-4-5-6) y finalmente han vuelto en la misma dirección (7-8). Las extracciones han aprovechado las aristas de los negativos previos y han captado al mismo tiempo los flancos corticales a derecha y a izquierda. La secuencia ha abierto el contorno del núcleo en algo más de un tercio de su extensión. En el único caso en el que se ha intentando la extracción de un producto no cortical, en el centro de la cara de lascado (7), el producto se ha reflejado a causa de la escasa convexidad que la cara de lascado presentaba en ese punto.

Esta nueva cara de lascado es, por tanto, plana y cortical. En ella se comienza una explotación centrípeta, perimetral, que parte de la zona del núcleo recién despejada por la primera producción unipolar y sigue tallando en sentido contrario a las agujas del reloj, hasta explotar más de la mitad del contorno del núcleo. El plano de extracción es paralelo al eje del bloque, con algunas extracciones un poco más secantes, por lo que el aspecto general de la explotación –centrípeta, perimetral y plana/paralela- es de tipo Levallois. Se producen cinco soportes en esta serie, de los que conservamos un solo positivo –los otros cuatro son negativos (Fig. 4.4.3). Se trata de soportes achatados, con anchuras superiores a la longitud. El único positivo tiene casi 5 cm. de anchura y alcanzaría en torno a 4,5 cm. de longitud (ahora está fracturado). Es de los más grandes de la serie. Este soporte tiene un talón con un aspecto facetado grosero, ya que arrastra las partes proximales de la primera serie de extracciones, y la cara dorsal es completamente cortical.

Las lascas obtenidas tienen unas características bastante homogéneas. Son lascas alargadas o laminares con longitudes en torno a los 5 cm. –el espesor máximo del bloque- anchuras entre 2 y 4 cm y espesores entre 6 y 8 mm. (48 x 33 x 8 mm de media en las dos lascas remontadas, excluida la reflejada). Todas ellas presentan talones corticales y un ángulo de talla en torno a 75º. Casi todas tienen un lateral cortical y un filo largo y agudo en el lado opuesto. Presentan una o dos aristas paralelas a los filos y negativos exclusivamente unipolares.

El carácter plano de la faceta del bloque que se emplea como cara de lascado empieza a plantear los primeros problemas técnicos. La primera extracción queda algo reflejada y no alcanza a despejar el punto central de la cara de lascado. Aunque las siguientes son algo más secantes y no se reflejan tampoco alcanzan ese punto

89

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica central, en el que se va formando una “reserva” de córtex o cascada central (Baena et al., 2001: 31, fig. 12).

3. Después de esta segunda serie (la primera de tipo Levallois) el tallador vuelve a invertir las caras del núcleo para empezar una segunda serie unipolar (Fig. 4.4.4), que arranca, de hecho, exactamente en el mismo punto que la primera. Esta serie unipolar comienza con dos extracciones de las mismas características que las ocho primeras –con unas dimensiones medias de 44x42x12 mm. A continuación, se extrae una serie de seis soportes más cortos y pequeños, con un evidente interés por realizar un acondicionamiento de las plataformas de percusión para la siguiente explotación, al mismo tiempo que obtener estos soportes, –este objetivo se ve especialmente claro en los cuatro últimos lascados.

Fig. 4.4.5. Extracción de lasca cordal para corrección de convexidad antes del comienzo de la segunda explotación Levallois. Lasca cordal –en la parte superior del núcleo- y el negativo de otra lasca extraída para preparar la plataforma de la siguiente serie.

5. Después de estos acondicionamientos del volumen, el tallador comienza con otra serie de explotación, de nuevo de tipo Levallois, en todo el perímetro del núcleo (Fig. 4.4.6). Este presenta ahora muy poco córtex en la cara de lascado -aislado en el centro- y una plataforma de percusión bien dispuesta en casi todo el contorno. Esta nueva fase del proceso de producción está compuesta por seis extracciones –dos de ellas cordales para corregir las convexidades. Cinco de ellas son positivos, con dimensiones medias de 40x40x11mm. Todas las lascas de esta serie tienen talones lisos, ya que no se realiza un acondicionamiento expreso de las zonas de golpeo.

Fig. 4.4.4. El núcleo al comienzo de la segunda explotación unipolar. En primer término los dos primeros soportes extraídos, que arrastran en sus caras dorsales los negativos dejados por la primera explotación unipolar.

4. En este punto, la morfología del núcleo en esta mitad de su contorno es típicamente Levallois, aunque presenta algunos desequilibrios en el volumen que intentan ser corregidos en ese momento. Con el objetivo de ampliar la cara de lascado y mejorar la convexidad del núcleo, el tallador extrae una lasca cordal de 58x34x10 mm (Fig. 4.4.5) y otra hacia la cara opuesta para ampliar la plataforma de percusión y corregir el ángulo de talla. De esta última solo se conserva el negativo.

Fig. 4.4.6. Segunda explotación Levallois.

La imposibilidad de remover la cascada centra cortical provoca que todas las extracciones queden un poco reflejadas, especialmente las dos últimas (Fig. 4.4.7).

90

Los yacimientos la siguiente (Fig 4.4.9). La explotación se sitúa en el otro extremo del perímetro respecto al lugar donde ha finalizado la segunda serie Levallois. De hecho, la morfología del núcleo aquí es especialmente apropiada. Este es precisamente el lugar donde se habían producido las extracciones más secantes de la primera serie Levallois que habían intentado eliminar la cascada central. Esta serie produce hasta siete soportes, de los cuales se han reconocido cuatro positivos. Son lascas de pequeño tamaño de planta cuadrangular, con unas dimensiones medias de 28x28x8 mm, talones lisos y diedros y ángulos de lascado de entre 75 y 80º.

Fig. 4.4.7. Intento de eliminar la cascada central durante la segunda explotación Levallois, con una lasca que queda de nuevo reflejada.

Fig. 4.4.9. Explotación discoide final en el extremo opuesto a la explotación Levallois abandonada

La información aportada por el remontado del núcleo de El Hondal resulta muy sugerente para un conjunto de cuestiones abiertas acerca de la lectura tecnológica de los núcleos y de las series talladas, tal y como se ha presentado en el Capítulo 2. Al final de la explotación queda un núcleo que en las tres cuartas partes de su perímetro evidencia una explotación de tipo discoide alternante y en el cuarto restante los restos de una explotación Levallois –precisamente la zona donde se ha abandonado por la acumulación de reflejados. Estos restos de la producción Levallois que se conservan en el núcleo abandonado son difícilmente reconocibles como tales por lo que, sin la existencia del remontado, habría resultado muy complicada una lectura en la que se reconociesen las otras fases de producción. Las evidencias de las producciones unipolares iniciales han sido también casi eliminadas por completo. Solo se conservan en el núcleo final los extremos distales de los negativos, que no permitirían presumir la importancia que ha tenido esta explotación en la dinámica de talla del bloque.

Fig. 4.4.8. Intento de eliminar la cascada central durante la segunda explotación Levallois, con una lasca cordallateralizada que queda parcialmente reflejada. La explotación Levallois se abandona.

La cara de explotación Levallois del núcleo queda como se puede apreciar en la Fig. 4.4.8, con los negativos centrípetos planos de la última serie convergiendo sobre la zona central elevada que el tallador no ha conseguido arrastrar con ninguna de las extracciones. Las dos últimas extracciones de la serie han sido los últimos intentos por corregir este problema que se ha presentado desde el inicio de la explotación del bloque.

6. Antes del abandono se lleva a cabo una última

Como se puede apreciar en la lectura del remontado, en un mismo núcleo hay una amplia variabilidad de esquemas de producción, con cambios sucesivos en el programa de explotación para el aprovechamiento de distintas superficies y volúmenes. Estas modificaciones darán lugar a tres tipos de soportes: unipolares con filos

explotación del bloque. En este caso se sigue una estrategia de tipo discoide clásico, con extracciones secantes, bidireccionales, cambiando de cara en cada extracción y aprovechando en varias ocasiones el contrabulbo de la extracción anterior como plataforma de

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica rectos y dorsos corticales, Levallois sin una preparación exhaustiva de la plataforma de percusión –aprovechando lascados previos en la cara opuesta- y discoides de dimensiones pequeñas-medias. Si bien las plataformas no se han preparado demasiado, las caras de lascado, en diferentes momentos de la explotación, han sido acondicionadas con extracciones cordales para mantener las convexidades necesarias.

alternando y complementando. Asimismo, es característico que las series que se extraen tengan ritmos y envergaduras similares; todas ellas compuestas por secuencias de seis a ocho extracciones muy parecidas entre sí. La estrategia discoide no aparece hasta el final de la explotación. Con ella se aprovecha, de forma más puntual y con una nueva lógica, una parte del núcleo que circunstancialmente presentaba condiciones que eran apropiadas para este tipo de explotación, para aplicar una talla que ya no es ni plana/paralela ni perpendicular, sino secante. Sin embargo, esta última serie discoide, la que mejor se aprecia en el núcleo final, es solo el colofón de una explotación en la que esta estrategia de producción no ha sido la más característica.

J. Baena et al. (2001) interpretan que en la explotación del núcleo: 1. en su sentido dinámico, existe un programa más o menos homogéneo que describen de una manera lineal, como fases sucesivas (descortezado / configuración inicial / explotación / solución de accidentes / abandono). 2. en su sentido estático o estructural, entienden que en la gestión general del volumen se da una jerarquización de las dos superficies explotadas: una –la más plana y que denominan cara A- principal con mayor número de extracciones, mayor longitud de las mismas y limpieza casi completa del córtex en las fases iniciales; y otra –que llaman cara B- en la que las extracciones son menos numerosas, más cortas y no llegan a liberar el córtex ni siquiera al final del proceso (Baena et al., 2001: 27). 3. en sentido descriptivo, clasifican la explotación como “discoide con un carácter fuertemente alternante”, con una morfología del núcleo que se va transformando desde formas prismáticas hasta las claramente discoides.

El Hondal, más allá del remontado Se ha incluido en esta parte el material recogido, e identificado como tal, en el Sondeo 1 (nivel 2). El resto del material disponible tiene referencias de recogidas en superficie, por lo que no ha sido considerado en este estudio. Dejando a un lado los elementos que componen el remontado de El Hondal –que se han tratado de forma expresa y que se corresponde con el grueso del capítuloy el conjunto de materiales procedentes de recogidas en superficie, la colección queda considerablemente reducida. Se distribuye por categorías tecnológicas y materias primas como muestra la Tabla 4.4.1.

En nuestra lectura se entiende que la explotación del bloque no sigue un programa jerarquizado y sucesivo, con fases que conducen a un tipo de explotación determinado y único. La explotación comienza con una serie unipolar que no puede considerarse de preparación: se talla en un segmento restringido del contorno del bloque, hay una cierta recurrencia en esa zona volviendo una y otra vez sobre la misma cara de lascado, los soportes que obtienen tienen características bien definidas en términos de longitudes, proporciones y zonas activas potenciales. De hecho, las lascas que se obtienen en esta fase unipolar –y en el principio de la segunda serie unipolar- son las más largas de todos los sistemas de explotación aplicados en el bloque. Ello no impide que esta explotación esté sirviendo, al mismo tiempo, para una conformación del volumen general del bloque en la zona de la futura plataforma, que permite pasar a una explotación de tipo Levallois. La jerarquización o, mejor, la diferenciación entre las dos caras no se despeja bien con las variables que se manejan (número de soportes producidos, longitud de las lascas y liberación del córtex). Lo que ocurre en realidad es que la relación de planos/ángulos de talla que se aplican en cada cara es distinta. En la cara A, se talla en planos paralelos al eje del núcleo (tipo Levallois) mientras en la cara B se talla con planos perpendiculares al eje (tipo unipolar). Por todo ello, creemos que una clasificación como “discoide fuertemente alternante” no expresa de forma ajustada la estrategia del tallador o talladora. Más que series discoides alternantes lo que refleja este remontado son series con distintas lógicas volumétricas que se van

Lasca

Resto de talla

Total

Arenisca

21

97

118

Cuarcita

9

1

10

Total

30

98

128

Tabla 4.4.1. Relación entre categorías tecnológicas y materias primas Esta serie está compuesta, fundamentalmente, por un conjunto de lascas talladas en arenisca (70%) y cuarcita (39%). De su estudio se ha podido deducir que estos productos han sido fabricados a partir de una cierta variedad de esquemas de producción (Tabla 4.4.2).

Discoide Levallois Quina Unipolar Indet. Total

Arenisca 3 2 1 4 11 21

Cuarcita 1 8 9

Total 3 3 1 4 19 30

Tabla 4.4.2. Relación entre materias primas y estrategias de producción

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Los yacimientos Como se puede observar en las Fig. 4.4.10 y 4.4.11 no existen diferencias claras en las tipometrías de los productos –al menos entre los que se conservan completos- y tampoco una gestión diferencial de las materias primas.

exhaustivo de las plataformas de percusión a partir de facetado. Las evidencias de producción unipolar son las más numerosas de este conjunto. Se trata de cuatro lascas, todas ellas de arenisca y de las que solo una está completa. Los talones que se conservan (n=2) son lisos. Dos de ellas, de plena producción, presentan dorsales no corticales mientras que las otras conservan fracciones importantes de córtex. La única lasca de producción Quina está tallada en arenisca y tiene unas dimensiones de 40x59x29 mm – aunque está fracturada. Presenta un talón liso y tres extracciones previas en la dorsal que han eliminado cualquier resto de córtex. La extracción de la cara talonar y una de las de las dorsales son bastante antiguas y presentan ángulos muy secantes que evidencian importantes cambios de plano durante la explotación. Ninguno de estos soportes ha sido retocado con posterioridad.

Fig. 4.4.10. Relación entre longitud y anchura de los soportes completos según la estrategia de producción

Fig. 4.4.11. Relación entre longitud y anchura de los soportes completos según las materias primas

Los soportes de producción discoide están fabricados a partir de matrices de arenisca, presentan talones lisos y negativos de extracciones previas de dirección centrípeta. Se han tallado mediante la modalidad bifacial no jerarquizado. El más largo es un producto cordal de acondicionamiento de cara de lascado. La explotación Levallois está representada por tres lascas, dos de arenisca y una de cuarcita. Se han fabricado mediante la modalidad bifacial jerarquizado en un sistema centrípeto recurrente, con acondicionamiento

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica su llamativa forma cónica, constituyendo el extremo este de la sierra del Dobra. Tan solo 15 km de distancia la separan de la línea de costa actual. La boca de la cueva se abre a 190 m sobre el nivel del mar y 125 m sobre el valle del río Pas. Esta cavidad se incluye dentro de un magnífico complejo kárstico del que también forman parte las cuevas de La Pasiega, La Flecha, Las Monedas o Chimeneas y alberga en su interior un importante conjunto de arte rupestre.

4.5. Cueva de El Castillo 4.5.1. Presentación del yacimiento La cueva de El Castillo está situada en la ladera noroeste del Monte Castillo, en la localidad cántabra de Puente Viesgo. Esta gran formación caliza del Carbonífero inferior tiene 355 m de altitud y destaca en el paisaje por

Fig. 4.5.1. La excavación de la Cueva de El Castillo en 1914. Colección Luis Gutiérrez Rozas. Museo Etnográfico de Cantabria. En la imagen se aprecia lo que suponemos el espeleotema correspondiente al nivel 23 y el comienzo de la excavación del nivel 24.

estratigrafía en uno de los referentes principales para comprender la evolución de los complejos industriales del suroeste de Europa. Algunas referencias a la cueva de El Castillo comenzaron a publicarse a partir de 1912 (Breuil y Obermaier, 1912, 1913), junto con otros yacimientos del Paleolítico medio antiguo de la Región. Pero los resultados específicos de las intervenciones arqueológicas solo fueron publicados y de manera tan somera que solo se hacía referencia a la asignación cultural de los niveles- en “El hombre fósil” (Obermaier, 1916). Esta obra integra las evidencias cántabras en el contexto del Paleolítico europeo de forma algo más elaborada en la nueva edición en 1925 (Obermaier, 1925).

El yacimiento fue descubierto en 1903 por Hermilio Alcalde del Río, quien llevó a cabo los primeros trabajos de campo. Tres años después del descubrimiento publicó los resultados de los sondeos practicados en una monografía que recibió el nombre de “Las pinturas y grabados de las cavernas prehistóricas de Santander: Altamira, Covalanas, Hornos de la Peña, Castillo”. Sin embargo, fue durante el verano de 1910 cuando verdaderamente comenzaron las excavaciones sistemáticas en El Castillo, bajo la dirección de H. Obermaier. Los trabajos se prolongarán hasta 1914, momento en el que fueron interrumpidos por el estallido de la Primera Guerra Mundial. No obstante, para ese año las intervenciones llevadas a cabo por H. Obermaier y H. Breuil ya habían dejado al descubierto una amplia secuencia estratigráfica 1 compuesta por 26 niveles dispuestos en una potencia de 18-20 m. Esta serie abarcaba un lapso cronológico desde el Paleolítico medio antiguo hasta el Aziliense, lo que convertiría esta

Uno de los principales inconvenientes, en relación a la estratigrafía del yacimiento, es la constante modificación llevada a cabo por los primeros investigadores, tanto en lo concerniente a las adscripciones cronológicas como a las referencias de profundidad. V. Cabrera lleva a cabo, en su trabajo de tesis doctoral (El yacimiento de la cueva de El Castillo, 1984), un repaso de todos los niveles de la secuencia a partir de los datos originales de las primeras intervenciones y de los materiales conservados en el Museo Arqueológico Nacional. Realiza una

1 Durante la campaña de 1914 se extrajo un gran volumen de

tierra que Obermaier estimó en 6.000 metros cúbicos (Cabrera, 1984). El vestíbulo fue totalmente vaciado.

94

Los yacimientos reclasificación de la estratigrafía en la que se incluyeron algunas subdivisiones internas. Se diferenciaron tres niveles de Paleolítico antiguo a partir de los dos de Obermaier (y, z): 24, 25 –subdividido a su vez en 25a y 25b- y 26. Este trabajo se referenciará en la clasificación estratigráfica establecida por Cabera (1984), en la que los niveles de la secuencia quedarían ordenados y subdivididos de la siguiente manera:

entraría el conflicto con la descripción que, los antiguos investigadores, hicieron de él como “estéril y amorfo”. Nivel 8: Magdaleniense B Su potencia máxima oscila entre 145 y 200 cm. Fue excavado tanto por Alcalde del Río como por Obermaier, y en ambos casos aparecía subdividida en varias capas. 8a. Capa definida por una mezcla de cenizas, huesos y piedras. La industria ósea es, en esta capa, más abundante que en las demás. Aparecen aquí los restos humanos asociados a este nivel. 8b. En esta capa aparecen restos de ocre y la formación de una brecha, en su base, en dirección a la pared norte. El hallazgo de un fragmento de propulsor y varios bastones perforados podrían estar asociados a esta capa. 8c. Esta capa estaría formada por un intercalación de sedimentos rojizos con hogares. Entre los restos recuperados destaca la industria ósea, formada por varias azagayas de sección cuadrangular, una aguja y un punzón.

Nivel 1: capa superficial. 1a. Escombros modernos. 1b. Placa estalagmítica. Nivel 2: Eneolítico. Este nivel formaba una especie de cuña, con una potencia que oscilaba entre 250 cm. y 40 cm. Los restos arqueológicos recuperados en este nivel no fueron muy abundantes, destacando algunos fragmentos de cerámica, moldes y restos de bronce. La fauna asociada estaba formada, principalmente, por restos de Cervus sp., Bos sp., Ovis Sp., y Capra Sp. Nivel 3: Estrato estéril.

Nivel 9: Capa de limos amarillentos prácticamente estériles. Potencia máxima de 50 cm.

Nivel 4: Aziliense. Parece ser que este nivel presenta una evolución doble, hacia el interior y hacia el exterior del vestíbulo. Aparecieron algunos restos de hogar, muy poca industria lítica y algunos arpones, que vinieron a confirmar la atribución de este nivel al Aziliense.

Nivel 10: Nivel Solutrense Apenas alcanzaba una potencia de 13 cm. Contenía hogares con un espesor de entre 6 y 8 cm. Las referencias a la industria lítica son escasas. Y, de la fauna, se destaca solamente la abundancia de restos de caballo y bóvido.

Nivel 5: Estéril. 5a. Exterior del vestíbulo: Cuenta con una potencia máxima de 3m., y, en su base, aparecieron lascas de cuarcita y ofita. 5b. Interior del vestíbulo: Capa estalagmítica que, hacia el interior del vestíbulo se suelda con la costra correspondiente al nivel 3.

Nivel 11: Capa de limos amarillentos Aproximadamente 50cm. de potencia. Nivel 12: Auriñaciense A 50 cm. de potencia máxima con una subdivisión en dos capas diferenciadas: 12a. Capa de 15 cm. de espesor con abundantes hogares. 12b. Limos con gran cantidad de piedras.

Nivel 6: Magdaleniense A. En el corte transversal se observa una pequeña acuñación hacia la pared norte. Su potencia máxima oscilaba entre 35 y 50 cm. La matriz negruzca (restos orgánicos) y las bandas de arcilla quemada indican la presencia de hogares en este nivel. Entre los restos arqueológicos cabe destacar la industria ósea hallada en un “escondrijo” de piedras 2 y un bastón perforado con la representación grabada de un ciervo, que después fue rellena con ocre.

Nivel 13: Capa, muy espesa, de limos pardos. Tiene una potencia que oscila entre 50 y 85 cm. Han aparecido algunos restos de industria en cuarcita, definida como placas. Nivel 14: Auriñaciense B. La potencia de ésta capa oscila entre 80 y 100 cm., y estría subdividida en otras tres: 14a. “Hogar superior”, de 10 cm. de potencia. 14b. “Hogar medio”, también de 10 cm. de potencia. 14c. “Hogar inferior”, de entre 2 y 4 cm. de potencia.

Nivel 7: Capa de limos amarillentos, también denominada, en las notas de Obermaier, “entre el Magdaleniense A y B”. Entre las piezas atribuidas a este nivel aparecen una serie de piezas líticas (sobre cuarcita y ofita) y óseas, además de restos de caballo y bóvidos y “un poco de ocre y carbones”. El hallazgo de este conjunto de materiales 2

Nivel 15: Capa de limos estériles de 20 cm. de espesor. Nivel 16: Auriñaciense G.

Cabrera Valdés, 1984.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Con una potencia total máxima de 110 cm. , y subdividido en cuatro capas: 16a. Compuesta por micro y avifauna abundante. Hogar, limitado al centro del vestíbulo. 16c. Hogar que aparece, únicamente, hacia el centro del vestíbulo. 16d. Capa con micro y avifauna.

Aunque en los cortes aparecen dos hogares, según Cabrera de las notas de Obermaier se desprende la existencia de tres capas diferenciadas. 22a. Capa con restos de descomposición de cenizas y manganeso, y fauna muy mineralizada. 22b. Nivel con hogares, ausencia de restos óseos completos e industria lítica muy abundante. 22c. Capa con hogares y escasez de industria lítica. Parece ser que este nivel corresponde con una ocupación intensa del abrigo.

Nivel 17: Capa de limos estériles, con una potencia de entre 25 y 30 cm. Nivel 18: Auriñaciense D Cuenta con una potencia máxima de unos 70 cm., y está subdividido en dos capas que encajan con la presencia de dos hogares diferenciados: 18a. “Hogar superior”, con entre 6 y 8 cm. de espesor. 18b. “Hogar inferior”, con una potencia de entre 15 y 20 cm. De los hallazgos realizados en este nivel destacan los restos de rinoceronte de Merck entre la fauna, y un molar de individuo adulto y una mandíbula infantil entre los humanos. En cuanto a la industria lítica, Obermaier distinguiría entre la encontrada en el hogar superior y en el inferior. Así, el primero correspondería con una industria característica del Auriñaciense típico y el segundo, contendría una industria más musteriense.

Nivel 23: estéril. Se trata de un gran estrato estéril subdividido en tres capas. 23a. Delgada capa de limos con formación de fosfatos. 23b. Costra estalagmítica con restos de Ursus spelaeus y Rhinoceros mercki. 23c. Delgado nivel de limos con retos de Ursus spelaeus. Nivel 24: Achelense -antes Musteriense gamma. Nivel con una potencia aproximada de entre 10 y 30cm., con dos hogares superpuestos –de 2-3cm. de espesor- de huesos quemados y restos de ocre, y la progresiva aparición de grandes bloques de caliza. A partir de este momento se empieza a profundizar en el relleno mediante unidades estratigráficas artificiales, de 20 a 30 cm.

Nivel 19: Colada estalagmítica con un a potencia que oscilaría entre los 25 y los 50 cm. Nivel 20: Musteriense A Con un espesor total de unos 65 cm. se subdividía en dos niveles de hogares: 20a. Se trata de 12 capas de cenizas intercaladas con otras de limos muy finas. 35 cm. de potencia. 20b. Capa más delgada que la anterior, con una potencia media de 20 cm. Para ambos niveles, en las notas de Obermaier, se cita la presencia de restos de industria lítica, principalmente en cuarcita y de “escondrijos”.

Nivel 25: “bajo el achelense”. Tras las variaciones en las referencias de profundidad realizadas con posterioridad, difíciles de encajar en los cortes, Cabrera distingue dos conjuntos: 25a. Corresponde a la unidad estratigráfica 1540 cm. de la campaña de 1913 y a los 25 cm. de la de 1914. Se aprecia un empobrecimiento de los restos de industria lítica. Esta capa finaliza con un nivel estéril de arcillas seguido por otro de gravas, muy fino. Según las referencias aportadas por Obermaier, la similitud de estas capas con el nivel achelense, vendría dada por las características de la industria lítica y por la presencia de Arctyomis marmota. 25b. Capa asociada a los niveles 40-70 cm., 70110cm. y, posiblemente, 110-130 cm. Esta capa habría sido definida, en los diarios de excavación, como pobre hacia el interior y con “mucha caliza jurásica trabajada” hacia el exterior.

Nivel 21: Capa de limos concrecionados en algunas zonas. Su potencia es de unos 10 cm. En relación a los niveles que se tratan en este trabajo, la reclasificación y descripción de Cabrera queda como se muestra a continuación: Nivel 22: Musteriense Beta (B). Según Obermaier, este nivel contaba con una potencia de entre 67 y 70 cm. y contenía dos hogares principales. El primero de ellos tenía una profundidad de 35cm, en los que se superponían capas de carbón y arena así como otro material, que habría sido empleado también para apagar los diferentes fuegos. El segundo hogar era algo menos profundo (20 cm). Tanto la industria lítica como la fauna aparecían alteradas.

Nivel 26: base de la estratigrafía. A partir de la referencia de 1,30 m. bajo el achelense (1,25m. bajo el achelense en la campaña de 1914), aparecen, de forma intensa, restos de Ursus spelaeus entre los otros restos de fauna. La industria lítica sería definida por Obermaier como “pobre y amorfa”.

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Los yacimientos Con estas excavaciones no se llegó a alcanzar la base de la secuencia. De hecho, se estima que aún quedan en torno a 8 m. de relleno sin excavar, lo que plantea la

posibilidad de que este yacimiento contenga niveles de ocupación humana mucho más antiguos.

Fig. 4.5.2. Corte estratigráfico longitudinal con la numeración de niveles establecida por V. Cabrera en 1984 (en Montes, 2003, a partir de Cabrera, 1984)

Una de las cuestiones más controvertidas tratadas en esta obra, y en la que ya se centraron otros investigadores (Freeman, 1969, Butzer, 1981), es la adscripción cronológica de los niveles inferiores de la estratigrafía. Con el objetivo de dar luz a esta cuestión, V. Cabrera trabajó en la comparación tipológica de las series de estos niveles con las de los depósitos más antiguos de algunos yacimientos musterienses en cueva de Francia (La Micoque, Combe Grenal, Pech d’Azé o el Abri Suard). El resultado de estos trabajos sugería una alta probabilidad de inclusión de los niveles inferiores de El Castillo dentro del contexto pre-würmiense europeo. Con posterioridad a esto para los tres niveles inferiores (24, 25 y 26) se ha establecido una antigüedad mínima de 89.000+11.000/10.000 BP. a partir de la datación por U/Th de la costra estalagmítica que sella estos niveles y que los separa del 22 (Bishoff et al., 1992). En la actualidad sigue siendo el único referente de cronología numérica disponible para los niveles más antiguos de la secuencia. Otro dato de interés que concierne al tramo de la secuencia que se trata en este trabajo son los resultados de las dataciones realizadas por el método de Resonancia del Spin (ESR) para los niveles 18 a 22 (Rink, et al., 1996 y 1997). Estos fechan la parte superior del nivel 22 en 70.400+/- 9600, lo que sitúa el paquete completo a caballo entre el OIS 5 y el OIS 4.

centrándose en el tránsito del Paleolítico Medio al Superior. Para los niveles antiguos, sin embargo, aún en la actualidad solamente disponemos de los documentos aportados por los primeros investigadores, con todos los inconvenientes que ello supone y a los que haremos referencia a lo largo de este trabajo. Así, además de las condiciones de recogida y registro de los materiales durante los trabajos de campo, el trasiego que estas piezas han sufrido a lo largo de todos estos años y las lamentables condiciones de conservación en las que se encuentran en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria -incluyendo la desaparición de materiales, pérdida de etiquetas con las referencias estratigráficas originales, mezcla de conjuntos de diferentes niveles, etc.- han contribuido a empeorar de forma exponencial las circunstancias de partida. Conservación de la colección Para la elaboración de este trabajo se han empleado las series líticas de las excavaciones de H. Obermaier en las campañas desarrolladas entre de 1910 y 1914. Estas colecciones cuentan con los problemas propios de excavaciones desarrolladas a principios del siglo XX – remoción de grandes volúmenes de sedimento, control estratigráfico relativo, ausencia de cribado metódico, un procesado de los materiales poco sistemático, etc.- a los que se suman los problemas de conservación posteriores en los centros de depósito. Entre el momento de su recuperación en la excavación y la actualidad este paquete de materiales ha sufrido fragmentaciones diversas e infinidad de traslados en

Después del trabajo realizado por Obermaier y su equipo a principios del siglo XX, las excavaciones en la cueva de El Castillo no fueron retomadas hasta 66 años después, cuando V. Cabrera –en 1980- comenzó los trabajos de campo en el nivel 18 de la secuencia (Auriñaciense D), 97

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica condiciones poco controladas. En la actualidad, el grueso de estas colecciones se encuentra en el MUPAC –y una pequeña parte en el Museo Arqueológico Nacional- en unas condiciones de conservación absolutamente críticas. Se ha podido comprobar a partir de la comparación con los trabajos de otros investigadores (Cabrera, 1984 y Montes, 2003), las colecciones varían en número a lo largo del tiempo. En algunos casos hay evidencia documental de la desaparición de ciertos elementos, como sucede con una parte del macroutillaje. Algunos de estos grandes útiles han quedado descontextualizados al pasar a ser expuestos en las vitrinas del Museo –solo se conserva una referencia a su procedencia de los “niveles inferiores de Castillo”- y otros, sencillamente, están ilocalizables. Todas estas circunstancias han introducido una serie de sesgos muy graves que merman las posibilidades interpretativas de estas colecciones, y que se manifiestan fundamentalmente en las siguientes circunstancias: sobrerepresentación de algunas categorías tecnológicas, prácticamente ausencia de restos de talla y, en general, de soportes de menos de 20x20 mm, escasez de soportes brutos y ausencia de cantos brutos o percutores.

y de reavivado, la ausencia de los productos de las talla microLevallois o de las lascas que proceden de núcleos sobre lasca -de dimensiones reducidas-, a una sobrerrepresentación de algunas categorías como los útiles retocados sobre lasca -más del 60% de los restos conservados en el nivel 22, algo a todas luces inaudito para un conjunto de estas características- o a la ausencia o muy reducida presencia de algunos elementos característicos que es posible que estuvieran almacenados y fueron perdidos juntos –como las categorías de los soportes Levallois más grandes o los denticulados. 4.5.2. Estudio de la industria lítica tallada del nivel 26 Producción y gestión El conjunto lítico del nivel 26 de El Castillo es el menos numeroso de todos los estudiados, con un total de 71 elementos representados. Hay que tener en cuenta que las posibilidades interpretativas sobre series tan limitadas se ven reducidas considerablemente. La relación entre materias primas y categorías tecnológicas se dispone como muestra la Tabla 4.5.1.

Entre las categorías tecnológicas más significativas esto afecta a: una infrarrepresentación de las lascas de retoque

Cuarcita Caliza Arenisca Sílex Cristal roca Ofita Total

Núcleo

Lasca

8 6 2 2 18

21 7 5 1 2 1 37

Retocado en lasca 6 5 2 13

Retocado en canto 2 2

Resto de talla 1 1

Total 35 21 9 3 2 1 71

Tabla 4.5.1. Relación entre materias primas y categorías tecnológicas

A pesar de que la serie es muy reducida, hay una cierta gama de materias primas empleadas en la fabricación de utillaje. La de uso preferencial es la cuarcita (50%), seguida de la caliza (29%). La arenisca, que es la roca de uso preferencial en los niveles 24 y 25 de esta serie, en el caso del nivel que nos ocupa tiene un índice de representatividad bastante bajo (13%).

discoide, representada por dos núcleos -de cuarcita (57x49x34 mm) y de caliza (101x71x62 mm)- tallados a partir en la modalidad bifacial alternante y otro de caliza de 80x64x31 mm explotado en la modalidad bifacial parcial. La producción Levallois, por su parte, está representada por una lasca de cuarcita bastante grande (59x37x19 mm) con talón facetado; y un núcleo también de cuarcita de 43x40x39 mm y tallado a partir de la modalidad unifacial centrípeto recurrente, aprovechando unos buenos planos naturales. Hay también dos explotaciones sobre lasca en matrices de arenisca y cuarcita que una vez abandonadas presentan unas dimensiones de 78x69x33 mm y 68x45x16 mm respectivamente. Estas explotaciones han dado lugar a soportes de formato medio que no están representados en el conjunto.

La categoría más numerosa es la de las lascas, sin embargo, hay unas desproporciones muy significativas entre núcleos y soportes. Destaca, asimismo, la práctica ausencia de restos de talla. De la lectura de los núcleos y soportes se deduce la existencia de una cierta variedad de estrategias para la fabricación de utillaje. En primer lugar hay que destacar que, teniendo en cuenta el tamaño de la serie, el número de núcleos recuperados es significativamente alto; la gran mayoría sobre cuarcita y caliza. Destaca la explotación

La explotación unipolar es también destacable en este nivel. Casi la mitad de los soportes presentes se han 98

Los yacimientos obtenido a partir de este esquema de talla. En algunos casos estas lascas se extraen a partir de plataformas corticales, pero de forma mayoritaria hay un cierto acondicionamiento de las plataformas de golpeo: (1) a través de extracciones amplias que posiblemente hayan sido también objetivo de la producción o (2) mediante un tratamiento mucho más específico a través de facetado. El conjunto de los útiles retocados supone en torno al 20% de la colección (incluido el retocado sobre canto). Dentro del utillaje retocado sobre lasca la materia prima más representada sigue siendo la cuarcita (46%). En este caso con total ausencia del sílex, que es la roca de mejor calidad presente en la serie. Solamente hay dos clases de retocados representados, las raederas de diversos tipos (laterales, transversales, convergentes) y las lascas retocadas, con un 77% y 23% respectivamente.

Chopper Bifaz Raedera Lasca Total d

Cuarcita 4 2 6

Caliza 1 1 4 1 7

esperable en una colección completa, como ocurre en los otros niveles de este yacimiento. En este mismo sentido cabe destacar también la ausencia de restos de talla.

Arenisca Cuarcita Caliza Sílex Cuarzo Ofita Cristal de roca Total

85 47 44 28 2 14

Retocado en lasca 24 8 15 21 1

Retocado en canto 1 1 -

-

-

1

-

1

59

220

70

2

351

Núcleo

Lasca

12 22 12 7 1 5

Total 139 77 72 56 3 3

Tabla 4.5.3. Relación entre categorías tecnológicas y materias primas

Arenisca Total 1 1 2 10 3 2 15

Con respecto a las estrategias de explotación empleadas para la fabricación del utillaje, en torno al 40% de los núcleos presentan una talla bifacial sin jerarquización de sus caras, más o menos alternante. De ellos el 9% son discoides, tallados en caliza, arenisca y cuarcita. El resto no responden a un método de explotación característico. Además de esto hay una producción unipolar, de la que se han obtenido el 36% de los soportes, y una pequeña parte de producción microLevallois en cuarcita (n=4) y sílex (n=1). La explotación de estos cantos se ha llevado a cabo sin preparación de las plataformas o con una preparación parcial, en aquellas zonas concretas donde los planos naturales no eran adecuados. Estos núcleos tienen entre 30 y 40 mm de longitud y una anchura ligeramente inferior, y han dado lugar a soportes de reducidas dimensiones. Algunos de ellos han sido totalmente agotados.

Tabla 4.5.2. Relación entre materias primas y grupos tipológicos

Las dimensiones medias de los productos son de 66x45x17mm. No existen diferencias significativas entre los tamaños de los soportes brutos y los de los que han sido retocados con posterioridad. Por último, dentro del conjunto de macroutillaje contamos con un chopper sobre canto de caliza de 75x45x29 mm en el que se ha configurado un filo recto a partir de un retoque unifacial semiabrupto y muy profundo; y un bifaz sobre lasca de caliza de 96x76 mm.

Por último, en este nivel también se ha llevado a cabo una explotación de lascas como núcleos. Se trata de cinco lascas-núcleo -3 de arenisca y 2 de cuarcita- con unas dimensiones medias de 73x57x30 mm. Han sido explotadas sin acondicionamiento de las plataformas o con acondicionamientos muy marginales en zonas donde los ángulos de lascado no eran adecuados.

4.5.3. Estudio de la industria lítica tallada del nivel 25b Producción y gestión La serie lítica del nivel 25b está formada por un total de 353 elementos. Entre ellos hay dos percutores. La relación entre materias primas y categorías tecnológicas se establece como muestra la Tabla 4.5.3.

Los soportes producidos son bastante grandes, con una media para las lascas que forman la colección actual por encima de 55 x 55 mm. El formato de estos productos está relacionado con que el 42% de ellos están tallados en arenisca; una roca en la que se pueden seleccionar matrices de formato grande para la obtención de soportes grandes.

En la colección hay una amplia gama de materias primas. La roca más representada es la arenisca, con casi el 40% sobre el total de la serie. Le siguen la cuarcita y la caliza, aunque con índices mucho más bajos (22% y 20% respectivamente). El sílex apenas supera el 15%.

El utillaje retocado supone el 20% sobre el total de la colección (Tabla 4.5.4). De los retocados sobre lasca el grupo más numeroso es el de lascas retocadas, seguido del de las raederas, que suponen el 36%.

Entre las categorías tecnológicas las lascas brutas son las más representadas (62%), seguidas de los retocados sobre lasca (20%). No obstante, las desproporciones entre estos dos grupos y las de los núcleos se alejan bastante de lo

99

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

Chopping-tool Rabot Hendedor Lasca retocada Raedera Denticulado Muesca Punta musteriense Raspador Total

Arenisca 1 6 11 7 24

Sílex 8 6 4 1 1 1 21

Caliza 1 5 8 1 1 17

Cristal roca 1 1

Cuarcita 4 4 8

Ofita 1 1

Total 1 1 6 29 26 5 2 1 1 72

Tabla 4.5.4. Relación entre materias primas y grupos tipológicos

Los soportes sobre lasca de sílex conformados por retoque presentan valores muy significativos (30%) si los consideramos en relación con el índice de representatividad de esta roca dentro del conjunto del utillaje (16%). Por lo que parece haberse dado una selección de los soportes tallados en sílex para su retoque. Se han seleccionado de forma preferencial para retoque (por encima del 60%) los soportes no corticales o poco corticales –de plena producción o en un estadio de explotación avanzada- y de ellos una parte importante son de sílex (33%). Por el contrario, los retocados sobre soportes de inicio de explotación –totalmente corticales o con una fracción importante de córtex- proceden de núcleos de arenisca o caliza. Es posible que esta gestión diferencial en función de las materias primas y del tipo de soporte tenga que ver también con el formato de estos productos, que serán mayores en las fases iniciales de explotación de los núcleos de arenisca y caliza.

plataforma de percusión. Además, tres de los talones están desviados. Según estos datos, la explotación de las matrices se habría llevado a cabo aprovechando la longitud máxima del canto en el caso de los que presentan el talón recto y una de las otras dos dimensiones –anchura o espesor- en el caso de los que están desviados. 4.5.4. Estudio de la industria lítica tallada del nivel 25a Producción y gestión El conjunto lítico de este nivel está compuesto por 133 elementos, que se reparten por categorías y materias primas como muestra la Tabla 4.5.5. La arenisca es la roca más representada, con un 42% sobre el total de la colección, seguida de la cuarcita (27%). El sílex es la tercera roca de uso mayoritario pero con porcentajes mucho menores (16%).

En este nivel hay también dos retocados sobre canto: un chopping-tool de arenisca (64x55x30mm) con un filo de 40 mm y un rabot de caliza con un filo de 108 mm.

Entre las categorías tecnológicas el más numeroso es el conjunto de las lascas brutas. Aunque en este nivel, como en los anteriores, continúan existiendo importantes desproporciones entre núcleos y soportes. Destaca, asimismo, la práctica ausencia de restos de talla (n=1), una cuestión que pone de manifiesto de nuevo la existencia de fuertes sesgos en las colecciones (Tabla 4.5.5).

El grupo de los hendedores es también significativo con un total de seis elementos, todos ellos de arenisca. Sólo hay un caso de hendedor de tipo 0, aunque otros tres más tienen una proporción muy alta de restos de córtex en la cara dorsal. Los negativos previos proceden tanto de la misma plataforma como de los laterales. Todos presentan un talón cortical, por lo que en todos los casos las lascas se han extraído sin un acondicionamiento previo de la

Arenisca Cuarcita Sílex Caliza Ofita Cuarzo Total

Núcleo

Lasca

3 7 2 2 14

50 19 12 13 2 96

Retocado en lasca 2 9 7 2 1 21

Retocado en canto 1 -

Resto de talla 1

1

1

Total

Tabla 4.5.5. Relación entre materias primas y categorías tecnológicas

100

56 36 21 17 2 1 133

Los yacimientos

Arenisca Caliza Cuarcita Cuarzo Sílex Total

Chopping tool 1 1

Denticulado 1 1 1 3

Lasca retocada 1 3 1 6 11

Raedera

Total

1 1 5 7

3 2 9 1 7 22

Tabla 4.5.6. Relación entre materias primas y grupos tipológicos El grupo de los retocados es bastante pequeño y presenta poca variedad de tipos (Tabla 4.5.6). En el 43% de los casos los útiles se han configurado sobre soportes de cuarcita y después de sílex (33%). El tipo más numeroso es el de las lascas retocadas, con porcentajes por encima del 50%, la mayoría en soportes de sílex. Las raederas están representadas en un 33%, y han sido talladas sobre arenisca, caliza y cuarcita. Es posible que esta presencia mayoritaria de la cuarcita para la configuración de raederas esté relacionada con los tamaños de los soportes en las materias primas de mejor calidad (sílex y cuarcita). Así, y aunque el sílex está considerablemente peor conservado y presenta fracturas en algunas de las piezas y pérdida de masa por la desilicificación, se puede considerar que las dimensiones medias de los soportes de sílex son ligeramente menores que las de cuarcita (34x24x12 mm frente a 49x32x15 mm). Como retocado sobre canto solamente hay un elemento. Se trata de un chopping-tool de 111x105x56 mm., tallado sobre un canto de arenisca. El retoque lo componen diez extracciones bifaciales que configuran un filo convexo de 135mm. de longitud y un ángulo de 93º.

sin ningún tipo de acondicionamiento de las plataformas de percusión. El resto de los núcleos de la colección se corresponden con explotaciones bifaciales de tallas poco organizadas, sin jerarquización de sus caras y con una talla más o menos alternante, ajustada a las condiciones volumétricas que presenta el núcleo en cada momento. Respecto a la tipometría de los soportes obtenidos, las dimensiones medias son de 56x39x15 mm. Estos formatos, relativamente grandes, estarían en relación con el hecho de que el 57% de los soportes de este nivel son de arenisca y caliza. Estas rocas permiten la obtención de productos de lascado de mayores dimensiones que los procedentes de otras materias primas, debido al tamaño original de las matrices. Los soportes brutos y los retocados son de dimensiones similares. Sin embargo, en los retocados el porcentaje de soportes de plena producción es mayor que entre los soportes brutos (del 85% en los primeros frente al 65% en los segundos). Entre las lascas brutas destaca la arenisca como materia prima más representada, tanto en los soportes corticales como entre los no corticales. Mientras, para la conformación de utillaje a partir de retoque se ha producido una selección de los soportes tallados sobre las rocas de mejor calidad (sílex y cuarcita); que aparecen representados con valores del 27% y 16% sobre el total de la serie. Muy por debajo de la arenisca (42%) que, sin embargo, aparece en el grupo de los retocados con solamente un 11%.

En el conjunto lítico del nivel 25a hay un total de 14 núcleos. Una parte de la información acerca de las estrategias de explotación empleadas para la fabricación de utillaje se ha obtenido de la lectura de estos núcleos. Cinco de de ellos son de explotación discoide, tres con un acondicionamiento parcial de las plataformas de percusión y dos de talla bifacial alternante. Están tallados en caliza, arenisca y cuarcita y se encuentran en una fase de explotación intermedia, es decir, se han abandonado sin haber agotado todas sus posibilidades técnicas.

4.5.5. Estudio de la industria lítica tallada del Nivel 24

La principal diferencia entre estos dos núcleos es el tamaño propio y también de los soportes que han producido. Los de caliza y arenisca han producido soportes de mayores dimensiones porque el tamaño original de las matrices es también mayor. Por otra parte, hay tres núcleos de producción Levallois: uno de 53x46x30 mm tallado sobre un canto de cuarcita con negativos de siete extracciones de dirección centrípeta sin preparación de las plataformas de percusión -aprovechando la disponibilidad de buenos planos naturales; y dos lascas de sílex (de 41x28x17 mm y 42x39x19 mm, respectivamente) con negativos de cinco extracciones centrípetas hacia la cara ventral realizadas

La producción El conjunto lítico del nivel 24 de El Castillo está compuesto por un total de 336 elementos, entre los que se encuentran cuatro percutores. Los restos tallados se ordenan, por categorías tecnológicas y materias primas, como muestra Tabla 4.5.7. En la serie lítica de este nivel hay una amplia variedad de materias primas. La roca más representada es la arenisca (41,5%); aunque también se ha recurrido a la cuarcita, la caliza y el sílex, todas ellas en torno al 17-18%. 101

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Por categorías tecnológicas las lascas son el grupo más numeroso (52%), seguido del utillaje retocado sobre lasca (25%) y de los núcleos (20%). Hay que destacar la práctica ausencia de restos de talla (n=3). De hecho, en

Arenisca Cuarcita Caliza Sílex Cuarzo Ofita Cristal de roca Total

Núcleo

Lasca

18 15 25 6 2 2 68

101 26 25 12 6 3 1 174

toda la colección no hay ningún soporte de menos de 20x20mm.

Retocado en lasca 19 19 6 38 2 84

Retocado en canto 2 1

Resto de talla 2 1

3

3

Total 138 62 59 57 10 5 1 332

Tabla 4.5.7. Relación entre materias primas y categorías tecnológicas

Chopper Chopping-tool Hendedor Raedera Lasca retocada Denticulado Muesca Total

Arenisca 5 6 7 1 19

Cuarcita 1 1 9 8 1 1 21

Caliza 1 1 4 1 7

Sílex 26 7 5 38

Cuarzo 1 1 2

Total 1 2 5 43 27 6 3 87

Tabla 4.5.8. Relación entre materias primas y grupos tipológicos

El conjunto de utillaje retocado sobre lasca supone el 25% sobre el total de la colección. Dentro de él destacan el grupo de las raederas (51%) de tipos variables (convergentes, laterales, transversales o dobles) y talladas, fundamentalmente, en sílex (Tabla 4.5.8).

Arenisca Caliza Cuarcita Sílex Ofita Cuarzo Total

El estudio de los núcleos y los productos de talla ha revelado la existencia de una cierta variedad de estrategias de producción de utillaje (Tabla 4.5.9). Además de los núcleos con métodos de talla más o menos característicos, en este nivel hay otros que encajan en categorías mucho más amplias. Así, los núcleos bifaciales jerarquizados suponen el 15% sobre el total. En ellos se advierte como una de las dos caras funciona como cara de lascado y en la otra se han llevado a cabo extracciones orientadas a preparar o acondicionar la plataforma sobre la que se va a golpear. Es posible que estos productos sean también objetivos de producción pero tienen como función principal el acondicionamiento del volumen del núcleo.

Unipolar 47 13 11 16 3 1 91

Discoide 7 2 2 3 14

Levallois 1 1 2

Total 54 16 14 16 6 1 107

Tabla 4.5.9. Relación entre materias primas y estrategias de producción

Por otra parte, más del 50% de los núcleos recuperados son bifaciales sin jerarquización, es decir, las dos facetas han funcionado tanto como cara de lascado como de plataforma de percusión. Dentro de este grupo hay una amplia variabilidad, por lo que parece tratarse de tallas poco organizadas, muy condicionadas por los volúmenes a lo largo de todo el proceso de explotación.

102

Los yacimientos Aunque carecen de valor estadístico por lo reducido del conjunto (n=2), hay que hacer mención expresa a las diferentes estrategias de explotación Levallois documentadas, en un intento por obtener, al menos, una noción general de cómo se ha gestionado aquí esta producción. Hay dos núcleos, de cuarcita y caliza, con unas dimensiones de 28x21x14 mm y 49x46x26 mm respectivamente. El primero de ellos, de formato bastante pequeño e intensamente aprovechado, se ha explotado bajo la modalidad unifacial y centrípeta recurrente. El de caliza, por su parte, mide 49x46x26 mm se ha tallado a partir de un esquema clásico –con extracciones centrípetas recurrentes- y no ha sido explotado de forma intensa.

En ninguna de las materias primas talladas hay diferencias significativas entre las medias de los tamaños de los soportes brutos y de los retocados. Entre el macroutillaje recuperado en este nivel hay tres cantos trabajados –uno unifacial y dos bifaciales- y cinco hendedores. Los hendedores se han tallado todos en arenisca y solo uno de ellos es de tipo 0. Dos presentan talones corticales y tres lo tienen desviado. Las extracciones previas son, fundamentalmente, unipolares. Todo esto quiere decir que las matrices se han explotado en el eje más largo y también en uno de los dos cortos – anchura o espesor. Dado que algunos de los talones son lisos no corticales podrían darse dos circunstancias en la producción de estos soportes: (1) se explotan de manera alterna dos caras de lascado en el mismo canto, o (2) se preparan las plataformas de manera expresa para optimizar el resultado. Teniendo en cuenta que la producción de lascas de hendedor implica la selección de una matriz considerablemente grande, una gestión del volumen más o menos específica y que pierde bastante masa en cada extracción, resulta difícil que los talones no corticales se deban a la existencia de negativos previos de otro tipo de explotación. Al contrario, deben estar relacionados con este tipo de producción –o bien negativos de lascas de hendedor previas o bien acondicionamientos específicos de las plataformas.

También se han empleado como matrices para la producción de utillaje lascas de formato medio/grande (14%) en algunos casos explotadas a partir de una estrategia discoide. La gestión del utillaje La interpretación sobre la gestión del utillaje en estos niveles está limitada por el sesgo que han sufrido las colecciones. En el caso del nivel 24 la desproporción entre núcleos y soportes es tan pronunciada (Tabla 4.5.7) que necesariamente se debe, en su gran mayoría, al sesgo en la conservación o recuperación del material. Es posible que algunas de esas desproporciones tengan que ver con la circulación de productos, sin embargo, en estas circunstancias esto resulta imposible de discernir.

4.5.6. Estudio de la industria lítica tallada del Nivel 22 La producción

Por otra parte, la mayoría de los núcleos no se han explotado hasta el límite de sus posibilidades técnicas sino que se ha tendido a aprovecharlos de manera poco intensiva, produciendo unas pocas extracciones en cada uno de ellos.

El conjunto lítico del nivel 22 de El Castillo está compuesto por un total de 3087 restos. Se relacionan por materias primas y categorías tecnológicas como muestra la Tabla 4.5.10. En la serie de este nivel hay una amplia gama de materias primas de características diversas 3. La roca más representada es el sílex (49,5%), seguida de la cuarcita (40,5%). El resto de las materias primas aparecen con porcentajes que se encuentran por debajo del 4,5% (Tabla 4.5.10). Dentro de las categorías tecnológicas están sobrerrepresentados los retocados sobre lasca, que suponen cerca del 66% del total de la colección. Destaca, asimismo, el escaso número de restos de talla recuperados, poco más del 1%; un porcentaje muy por debajo de lo que es habitual. De hecho, en el conjunto tan solo hay 26 piezas de menos de 20x20 mm.

En general no hay asociaciones claras entre las estrategias de explotación de los núcleos y los diferentes tipos de rocas. Solamente en el caso de la producción discoide parece que existe cierta predilección por la arenisca –que, por otra parte, es la materia prima de uso más frecuente en este nivel. Este fenómeno quizá esté asociado a la obtención de soportes de mayores dimensiones. En este sentido, hay que considerar que las dimensiones medias de los productos de este nivel son de 63x44x17 mm. Respecto a la selección de los soportes para la conformación de utillaje sobre lasca se aprecia cómo el conjunto de retocados tiene unas dimensiones medias inferiores a las del de lascas brutas (53x36x15 mm frente a 65x46x18 mm). Este es un resultado lateral de la importancia del sílex como materia prima para las piezas retocadas, dado el menor tamaño de los soportes en esta roca. Mientras el sílex aparece representado solamente en un 17% sobre el total de los restos líticos recuperados en este nivel, el 45% de los retocados sobre lasca son de sílex.

3

Es probable que entre el conjunto de materiales tallados en caliza negra estén incluidas algunas lutitas. Se trata de dos rocas que, a veces y según el estado de conservación, son difíciles de diferenciar.

103

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

Retocado en lasca 1067 823 62 57 17 2 5 2033

Sílex Cuarcita Cristal de roca Cuarzo Arenisca Caliza Lutita Ofita Total

Lasca

Núcleo

363 228 59 42 14 9 7 722

70 190 7 8 4 3 1 283

Resto de talla 30 3 9 4 1 47

Retocado en canto 1 1 2

Total 1530 1247 137 112 36 12 3 13 3087

Tabla 4.5.10. Relación entre categorías tecnológicas y materias primas

Chopping-tool Hendedor Raedera Lasca retocada Denticulado Limace Muesca Escotadura Punta musteriense Punta de Tayac Punta Levallois Dentic./raspador Rabot Perforador Raspador Buril Total

Sílex 647 327 23 18 2 5 9 1 21 9 1 1067

Cuarcita 1 545 233 18 3 3 3 7 1 7 2 824

Cristal roca 29 24 2 2 1 2 2 62

Cuarzo 30 15 2 3 1 1 3 3 58

Arenisca 1 1 12 1 1 1 1 18

Caliza 1 1 2

Ofita 3 2 -

5

Total 1 2 1267 602 46 23 10 7 12 7 1 1 1 34 16 1 2036

Tabla 4.5.11. Relación entre materias primas y grupos tipológicos

Cuarcita Sílex Lutita Cristal roca Cuarzo Arenisca Caliza Ofita Total

Unipolar 115 108 18 21 5 4 1 272

Kombewa 2 2

Levallois 32 7 2 41

Discoide 29 6 1 36

Bipolar 30 39 4 3 1 2 3 82

Quina 4 1 1 6

Total 212 162 3 22 24 7 6 4 439

Tabla 4.5.12. Relación entre materias primas y estrategias de producción

El grupo de los útiles retocados es el más numeroso de toda la colección. Dentro del mismo destacan las raederas (transversales, bifaciales, laterales, convergentes, dobles Quina o semiQuina) como tipo más representado (62,3%). Le siguen lascas retocadas (29,6) y, muy por

detrás, los denticulados (2,3%). El resto presentan porcentajes siempre por debajo del 2% (Tabla 4.5.11). El estudio de los núcleos y productos de talla prueba la existencia de una amplia variedad de estrategias de fabricación de utillaje reconocibles (Tabla 4.5.12 y 4.5.13). 104

Los yacimientos

Discoide Kombewa Levallois Unipolar Bipolar Quina Total

Núcleo 30 32 12 7 1 82

Soporte 6 2 9 260 75 5 358

Total 36 2 41 272 82 6 439

La producción discoide también está asociada a la cuarcita. Más del 80% de los restos conservados de este tipo de producción son núcleos. Este hecho muy probablemente esté en relación con la recogida selectiva de material en la excavación, con la conservación diferencial de bolsas en los centros de depósito –de la que los núcleos habrían salido beneficiados- y con la ausencia de un altísimo porcentaje de lascas brutas. Estos núcleos se han explotado a partir de diferentes modalidades: bifacial alternante, unifacial, bifacial parcial y bifacial jerarquizado. Y se han tallado en cuarcitas de diferentes calidades, lutitas y sílex. De los soportes recuperados solo uno, en sílex, ha sido retocado. Otro (33x38x13 mm.) procede de una explotación discoide sobre una lasca espesa de cuarcita.

Tabla 4.5.13. Relación entre estrategias de producción y categorías tecnológicas

Los esquemas de explotación reconocidos más frecuentes son el unipolar (62%) y el bipolar (19%); seguidos del discoide y Levallois, aunque éstos con porcentajes mucho menores (8,2% y 9,3% respectivamente) (Tabla 4.5.12).

La producción Quina está representada por un núcleo de cuarcita, de 24x24x21 mm. y explotado de forma intensiva; y cinco lascas, tres de cuarcita (60x33x15 mm, 48x28x28 mm, 37x36x14 mm), una de sílex (34x69x19 mm) y una de arenisca (69x49x29 mm). Sólo los soportes de sílex y de arenisca han sido retocados. En ellos se han fabricado dos raederas, una con retoque Quina hacia la cara dorsal y adelgazada hacia la ventral, y la otra con un retoque simple e inverso.

La producción Levallois, está asociada fundamentalmente a la cuarcita y se ensaya tanto en la modalidad unipolar como centrípeta recurrente o de lasca preferencial. De los ocho elementos de sílex, siete son lascas. Del conjunto de elementos Levallois solo tres han sido retocados, para la conformación de raederas. Los núcleos Levallois están tallados sobre cantos o lascas de cuarcita con diferentes tamaños de grano pero, en general, de buena calidad (solamente uno es de sílex y dos son de lutita). Tienen unas dimensiones medias de 40x36x15 mm. Muchos de ellos están totalmente agotados y, en su fase final, han dado lugar a soportes de 2 cm. o menos; aunque el bloque original no sería mucho mayor. La explotación se ha gestionado de diferentes maneras: (1) de forma típica, con una preparación perimetral de la plataforma de percusión; (2) sin ningún tipo de acondicionamiento de la plataforma de golpeo, aprovechando que estos cantos de cuarcita de buena calidad presentan un córtex muy fino y regular; o (3) con una preparación parcial, solo en aquellas zonas donde los planos naturales no son adecuados o donde se quiere mejorar puntualmente el control del volumen o la precisión del golpe. Este es el caso de los dos núcleos de lutita.

La producción Kombewa está representada por dos lascas de sílex con unas dimensiones de 44x36x8 mm y 40x39x9 mm. Se trata de soportes de tendencia cuadrangular y muy poco espesos que implican matrices de tamaños bastante considerables, con caras de lascado muy amplias. Las producciones unipolar y bipolar están asociadas tanto a la cuarcita como al sílex, en proporciones muy similares. La gran mayoría de los restos recuperados que remiten a este tipo de producción son productos de talla. Solamente seis de los soportes unipolares y tres de los bipolares, en diferentes materias primas, han sido retocados para la conformación de raederas, denticulados, raspadores, perforadores o puntas. La gestión del utillaje

Por otra parte, siete de los nueve soportes de producción Levallois recuperados son de sílex. Esta es una cuestión interesante si tenemos en cuenta que los núcleos son casi todos de cuarcita –aunque el hecho de que se trate de un conjunto tan reducido limita su significatividad. Por otra parte, las dimensiones de estos soportes son bastante homogéneas y superiores a los que se habrían obtenido de la explotación de los núcleos disponibles (en torno a 40x40mm.). Estos soportes proceden tanto de explotaciones unipolares como centrípetas y en todos los casos hay una preparación de las plataformas, fundamentalmente por facetado. Aunque también hay algún caso en el que el acondicionamiento es más somero, a partir de lascados amplios que dan lugar a talones lisos no corticales.

En primer lugar, se aprecia una clara fragmentación de las cadenas operativas que, en algunos casos, puede remitir al estadio en el que los productos llegan al yacimiento pero que, en este caso, parecen tener que ver con las condiciones de excavación, recogida y conservación de los materiales. Con respecto a la producción Levallois, la gran mayoría de los núcleos están tallados sobre cuarcita de buena calidad. Estos núcleos son de tamaño muy reducido, como lo son también los últimos soportes que han proporcionado. Aunque algunos de estos núcleos están totalmente agotados -una cuestión que influye en el formato final- este tamaño tan reducido tiene que ver, en gran medida, con las características de los bloques de los 105

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica que ha partido la explotación. Dado que en el conjunto del nivel 22 hay otros núcleos de cuarcita de mayores dimensiones pero de grano más grueso, se puede inferir que esas calidades de cuarcitas están disponibles fundamentalmente en cantos de tamaño medio/pequeño y que se seleccionan este tipo de matrices para la producción Levallois. Los productos procedentes de este tipo de explotaciones serían, en general, de tamaño muy reducido -con negativos de lascas preferenciales de 20-30 mm de dimensiones máximas- y no están presentes en la colección que se conserva de este nivel. Aunque algunos de los sesgos que muestra el conjunto son difíciles de atribuir, puede esperarse que estos elementos de pequeño formato estén ausentes por no haberse recogido durante las labores de excavación.

en la colección hay un total de 34 raederas con retoque Quina o semiQuina. En general se trata de soportes más anchos que largos con filos de delineación marcadamente convexa y en torno a los 50 mm de longitud media. Casi la mitad de estas raederas han sido configuradas sobre soportes totalmente corticales, por lo que es imposible discriminar el sistema de talla del que provienen. El resto no conservan rasgos tecnológicos significativos. En muchas ocasiones el espesor de algunos soportes, sobre todo corticales, favorece la realización de un retoque de tipo Quina. Sin embargo, esto no determina necesariamente ni una especialización tecnotipológica ni una organización específica del trabajo. En este sentido, en el nivel IX de la cueva del Esquilleu las raederas Quina se han configurado sobre soportes procedentes de las fases de decorticado de un esquema Levallois. Mientras que en los niveles superiores VII y VI proceden de un esquema discoide (Carrión y Baena, 2003). En el nivel 22 de El Castillo el hecho de que solamente se haya recuperado un núcleo de producción Quina podría indicar que una parte importante de este utillaje se conforma sobre soportes procedentes de otros esquemas de producción.

Estos datos sugieren que se ha producido una selección de la cuarcita para la producción Levallois. Este es un comportamiento inesperado en el marco de un conjunto de utillaje en el que el sílex es la materia prima más abundante y para cuya producción se ha contado con bloques de tamaños iguales o superiores a los tallados en cuarcita, como se puede observar en otras piezas de sílex. También resulta anómalo que entre los escasos productos Levallois conservados en este conjunto la mayoría sean de sílex, con tamaños claramente superiores a los que se pueden conseguir con los núcleos recuperados. Estas anomalías no se pueden explicar con los sesgos habituales en esta colección, o en las colecciones antiguas en general, ya que éstos tienden a favorecer al sílex como materia prima y a los núcleos como categoría (junto al utillaje retocado). Más bien ponen de manifiesto que una parte importante de la producción en sílex se habría llevado a cabo fuera del yacimiento. Como evidencia de esta producción Levallois en sílex tenemos siete productos de lascado con longitudes que van entre los 32 y los 52 mm y anchuras entre los 26 y los 45 mm, casi todos con talones facetados. Las características de estos soportes ponen de manifiesto que de la producción Levallois en sílex se obtienen soportes de mayores dimensiones que en cuarcita, con un tratamiento muy cuidadoso de las plataformas de forma sistemática. Esto contrasta con la variedad de tratamientos observados para cuarcita, en la que se talla sin acondicionar las plataformas o con acondicionamientos parciales. Estos soportes se importaron al yacimiento como productos finales donde, en alguno de los casos, pasaron por una fase de retoque 4.

Por otra parte, entre las raederas de retoque Quina seis elementos han sufrido lascados hacia la cara ventral. En unos casos en la zona del filo retocado para adelgazarlo y en otros un poco más alejados de este punto, posiblemente asociado a labores de enmangue de estos soportes (Márquez y Baena, 2002). Este tipo de adelgazamientos han sido también documentados en otros tipos de utillaje (otros tipos de raederas y lascas retocadas). Vinculado a esto está también la recuperación de varias puntas de proyectil con huellas de impacto (este aspecto se tratará en detalle en el Capítulo 5). La presencia de este tipo de armamento compuesto es una prueba indirecta añadida del uso de enmangues en estos contextos. En general las proporciones de las diferentes materias primas son muy similares entre la fase de producción y la de consumo. Es decir, sobre el total de la colección el sílex supone el 50% y la cuarcita el 40%. Las mismas proporciones que existen entre estas dos materias primas en el conjunto de los retocados. Con toda la prudencia que impone el hecho de que tratamos con una colección mutilada, esto podría implicar que no hay una selección específica de los soportes de sílex para ser retocados. Sin embargo, si parece haberse dado una selección de los productos de mayor tamaño, con dimensiones medias de 48x30x14 mm en los retocados frente a 38x26x10 mm de los no retocados. En este nivel también hay fases de reavivado de los filos en una parte del utillaje. Esto se manifiesta tanto en las raederas (que conservan parte de estos negativos) como en las lascas de reavivado recuperadas en la colección. Este grupo tecnológico está formado por cuatro ejemplares, una cantidad que evidentemente no representa la población original (que debería ser más amplia) por el reducido tamaño de este tipo de soportes.

En la colección de este nivel se han identificado únicamente seis elementos de producción Quina (un núcleo y cinco lascas) en sílex, cuarcita y arenisca. Todos los soportes son considerablemente espesos, sin embargo, solamente dos de ellos han sido retocados. Por otra parte, 4 No obstante, y considerando las condiciones de conservación

que ya hemos presentado, también cabe la posibilidad de que parte de estos núcleos se hayan almacenado juntos en algún momento y ahora estén ilocalizables. Esta es una explicación mucho más rocambolesca, pero no estamos en condiciones de descartarla de antemano.

106

Los yacimientos Todas ellas son de sílex y presentan unas dimensiones medias de 19x30x5 mm. Ninguno de estos soportes ha sido configurado con posterioridad, por lo que de haberse

aprovechado como nueva generación de utillaje su uso habría sido en bruto.

Fig. 4.5.3. Núcleos Levallois de cuarcita con preparación de plataformas (4 y 9) y sin preparación de plataforma (7 y 8), soportes de producción Levallois de sílex (1) y cuarcita (10), núcleos discoides unifacial (5) y bifacial parcial (6), raedera de retoque Quina de cuarcita (2) y raedera convergente de sílex (3). Nivel 22.

107

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

4.6. La Verde 4.6.1. Presentación del yacimiento El yacimiento de La Verde se sitúa en la localidad cántabra de Herrera de Camargo, a escasos 7 m de altura sobre el nivel del mar. Su entorno es marcadamente llano y viene definido por su situación dentro de una cubeta de decalcificación –de comportamiento endorreico- de calizas dolomíticas, no existiendo en la zona cotas superiores a los 150 metros (Montes y Muñoz, 1994). Fue descubierto por el Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica (C.A.E.A.P.) durante la realización de la Carta Arqueológica de Camargo (Muñoz y Malpelo, 1992). Con estos trabajos de prospección y caracterización del yacimiento se recogieron en superficie 164 elementos, cuya coherencia e importancia –a lo que se sumaría el peligro que corría el yacimiento por la inminente construcción de un ramal de autovía- desembocó en un proyecto de intervención arqueológica que se desarrolló entre 1992 y 1994. Según proponen sus investigadores se trata de un suelo edafológico de desarrollo incompleto, cuya génesis se debe a la descomposición del sustrato y a aportes de un medio de energía muy baja que permite la decantación de arcillas (Montes et al., 1994). Este suelo habría sufrido una serie de procesos postdeposicionales de tipo edáfico asociados a un momento cálido y húmedo de duración prolongada, que habría favorecido la formación de nódulos férricos (Fig. 4.6.1). El momento óptimo considerado para el desarrollo de este tipo de procesos es un interglaciar largo, con fases templadas y húmedas y con temperaturas más bien elevadas, que ha sido identificado con el Riss-Würm (Montes, 2003).

Fig. 4.6.1 Perfil ideal de la estructura edáfica de La Verde (en Montes, 2003)

La propia génesis del suelo edafológico en un medio llano, sin energía de relieve que altere los procesos sedimentarios que han dado lugar al depósito, sumada a las condiciones en las que se han recuperado los materiales arqueológicos, fundamentan la hipótesis de que se trata de un asentamiento no removilizado. Por lo que muy probablemente conserva las condiciones originales de deposición, modificadas únicamente por microprocesos propios de la actividad del suelo (Montes y Muñoz, 1994). En 2007, y con motivo del desarrollo de la obra de la Autovía, GAEMarqueológos llevó a cabo 17 sondeos arqueológicos de 1x2 m, planteados sobre el terreno en cinco zonas diferenciadas. Además de una excavación de urgencia que delimitó una superficie original de 12x18m., de la que se excavaron un total de 181 m2 (Fig. 4.6.2). La densidad de restos recuperados en esta zona fue mucho más baja que la de las intervenciones de los 90’ (0,66 piezas por metro cuadrado frente a las 4,5 de las intervenciones anteriores), por lo que se ha entendido como un área marginal de la Zona 3 original (GAEMarqueólogos, 2007).

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Fig. 4.6.2. Plano excavaciones arqueológicas en La Verde. En las tonalidades más claras de gris campañas de 1992-1994 y en el gris más oscuro intervenciones de 2007 –fuera de imagen restan algunos sondeos más hacia el norte y suroeste (GAEMarqueólogos, 2007).

En este trabajo se incluyen ambos conjuntos (materiales de las campañas de los 90’ y de la campaña de 2007). Han sido tratados como una sola colección porque que ni los trabajos de campo ni el estudio de los materiales muestran diferencias que indiquen lo contrario.

Los yacimientos 4.6.2. Estudio de la industria lítica tallada

embargo, se aprecia una clara polarización en el sílex y la arenisca, con un 46,3% y un 43% respectivamente (Tabla 4.6.2). El resto de las materias primas cuentan con valores muy bajos, en torno al 1%, excepto la cuarcita que casi alcanza el 7%.

La producción El conjunto lítico del yacimiento de La Verde procedente de las campañas de excavación de 1992-95 y 2007. Está compuesto por un total de 759 elementos entre los que se encuentran 135 cantos, bloques o fragmentos de ambos y 4 percutores. Los restos tallados suman un total de 620 elementos dispuestos por categorías tecnológicas y materias primas como muestra la Tabla 4.6.1 En la colección hay una amplia gama de materias primas empleadas para la producción de instrumental lítico. Sin

Lasca Resto talla Retocado en lasca Núcleo Retocado en bloque Núcleo en lasca Retocado en núcleo Total

Sílex 152 101 17 13 1 1 2 287

Arenisca 165 8 64 13 11 4 2 267

Respecto a las categorías tecnológicas, la más representada es la de las lascas brutas (57%), seguidas de la de los restos de talla (18,5%) y los retocados sobre lasca (16%).

Cuarcita 26 3 11 1 1 42

Cuarzo 4 1 5

Lutita 1 2 3

Mineral 5 2 3 10

Ofita 2 2 1 1 6

Total 354 115 100 27 13 7 4 620

Tabla 4.6.1 Relación entre categorías tecnológicas y materias prima

Bifaz Chopper Triedro Chopping-tool Hendedor Raedera Denticulado Escotadura Bec Lasca retocada Limace Tectofracto retoc. Raspador Truncadura Total

Arenisca 7 3 2 1 38 15 2 8 1 77

Cuarcita 2 4 1 1 2 1 11

Mineral 1 1 1 3

Ofita 1 2 3

Cuarzo 1 1

Lutita 2 2

Sílex 12 2 5 1 20

Total 8 3 2 1 40 29 9 1 1 19 1 1 1 1 117

Tabla 4.6.2 Relación entre materias primas y grupos tipológico

El grupo de útiles retocados (n=63) –sin considerar el macroutillaje- supone exactamente el 10% sobre el total de los restos tallados. El útil más representado es la raedera de diversos tipos (convergentes, dobles, Quina, transversales y laterales) con porcentajes por encima del 46%. Le siguen lascas retocadas (30%) y denticulados

(14,5%). El resto de los tipos configurados solo cuentan con un ejemplar (Fig. 4.6.11). El estudio tanto de los núcleos como de los productos de lascado nos ha permitido identificar una amplia variabilidad de estrategias de producción empleadas para la fabricación de instrumental lítico.

109

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica 

Unipolar Levallois Discoide Quina Kombewa Indet. Total

Arenisca 25 8 14 1 1 159 209

Sílex 14 15 4 2 1 148 184

Cuarcita 6 1 1 -

Cuarzo 3 -

Lutita 1 -

Mineral 1 -

Ofita 1 -

31 39

2 5

1 2

7 8

2 3

Total 50 24 20 3 2 350 449

Tabla 4.6.3 Relación entre materias primas y estrategias de producción

Núcleo Unipolar Levallois Discoide Quina Kombewa Indet. Total

1 5 6 1 16 29

Núcleo en lasca 1 3 3 7

Lasca 36 16 11 2 2 286 353

Retocado en lasca 13 2 43 58

Retocado en núcleo 2 2

Total 50 24 20 3 2 350 449

Tabla 4.6.4 Relación entre estrategias de producción y categorías tecnológicas

Se ha podido reconocer el sistema de explotación empleado en 99 de los restos líticos tallados susceptibles de examen (Tabla 4.6.3). Entre ellos destaca la presencia de una importante producción de tipo unipolar (50,5%), seguida de la Levallois (24%) y la discoide (20%). Los ejemplos de talla Quina y Kombewa resultan marginales. En la relación entre materias primas explotadas y sistemas de talla destaca la asociación de la producción Levallois con el sílex, aunque también se aplica sobre arenisca y cuarcita –esta última solo con un soporte. El 42% de los productos en sílex con esquema de producción reconocido proceden de explotaciones de tipo Levallois; cosa que solamente ocurre con el 16% de las de arenisca. Por el contrario, la explotación discoide está vinculada significativamente al aprovechamiento de la arenisca y no al del sílex y en este caso las proporciones se invierten (27% para la arenisca y 8% para el sílex). En las explotaciones unipolares no se observa ningún tipo de asociación con ninguna de las materias primas líticas empleadas.

Fig. 4.6.3. Relación entre longitud y anchura en los soportes Levallois completos

El primero está compuesto por cinco lascas de sílex con dimensiones menores de 3x3cm. y talones facetados. Dos de ellas presentan negativos unipolares de extracciones previas, otra procede de una explotación centrípeta recurrente y la última es cordal, por lo que ha servido para el acondicionamiento de la cara de lascado.

En la talla Levallois, además de esta asociación que describimos al sílex, destaca la diversidad de modalidades de explotación empleadas: unipolar, centrípeta recurrente y de lasca preferencial (Fig. 4.6.11). De los soportes que conservan los talones intactos el 60% lo tiene facetado y el resto son lisos o diedros, en algún caso incluso con restos de córtex. Esto evidencia una preparación de las plataformas en diferentes grados, desde muy exhaustiva y cuidadosa a través de facetado hasta parcial. Según las dimensiones de estas lascas se diferencian tres grupos (Fig. 4.6.3).

El segundo grupo está formado por tres elementos, en general, de tendencia cuadrangular, dos de arenisca y una de sílex. Solamente el de sílex está retocado. Se trata de una raedera lateral sobre un soporte laminar de explotación bipolar. Los talones son facetados, lisos, diedros y cortical en el caso de la más pequeña.

110  

Los yacimientos El último grupo está compuesto por tres soportes de mayores dimensiones, dos de arenisca y uno de sílex. Las de arenisca son lascas cordales, extraídas para el acondicionamiento de la cara de lascado, que arrastran restos de las plataformas de golpeo de la cara opuesta – una con un facetado que no se ha llegado a usar, y la otra con restos de extracciones más amplias que quizá hayan tenido el doble objetivo de acondicionamiento de la plataforma y de producción de soportes de pequeño tamaño. Presentan talones lisos y facetados. La lasca de sílex, por su parte, es el resultado de una producción de tipo Levallois bipolar.

anchos que largos (Fig. 4.6.4). Esta homogeneidad en la longitud evidencia la búsqueda de soportes específicos a través de una producción muy estandarizada.

El número de núcleos Levallois es también significativo (Tabla 4.6.4). Hay un total de seis: cuatro de sílex y dos de arenisca –uno de ellos sobre lasca. Dos de ellos –uno de sílex y uno de arenisca- han sido reciclados con posterioridad para la conformación de sendas raederas, por lo que también aparecen en las tablas como retocados sobre núcleo. Cuatro de estos núcleos, tres de sílex y uno de arenisca, son de producción microLevallois, con unas dimensiones medias de 34x25x10 mm, y con la obtención de lascas de no más de 2 cm. Se han explotado a partir de diferentes modalidades de fabricación de soportes Levallois: el de arenisca y uno de los de sílex aprovechan plataformas naturales, sin ningún tipo de preparación; otro tiene una preparación parcial en dos tercios del perímetro; y en el último se ha preparado la plataforma en todo el contorno. Los dos restantes son núcleos en una fase de inicio de explotación. Uno de ellos aprovecha la cara ventral de una lasca espesa de arenisca (55x50 mm) con cuatro extracciones de dirección centrípeta; y el otro un canto de sílex de 39x36x20mm. con dos extracciones también centrípetas y con una plataforma de percusión casi completamente cortical.

Fig. 4.6.4. Relación entre longitud y anchura en los soportes discoides completos

Presentan talones lisos, diedros y en alguno de los casos facetados. Esto indica una cierta preparación de las plataformas –en el caso de los facetados muy cuidadosa. Esta información se puede constatar también en los núcleos presentes en la colección. Hay un total de nueve núcleos –seis sobre canto y 3 sobre lasca- que representan una cierta variedad de modalidades de explotación: bifaciales, unifaciales sin preparación de plataformas y bifaciales parciales (Tabla 4.6.4). Los discoides bifaciales están tallados sobre dos nódulos de sílex de pequeño formato y una lasca de cuarcita no demasiado espesa (47x29x13 mm). En los tres casos se trata de una producción microdiscoide para la obtención de soportes de 2 cm. o menos. Para las explotaciones unifaciales sin preparación de plataformas se han seleccionado cantos de arenisca que en el momento de abandono presentan unas dimensiones de 115x91x65 mm y 90x80x52 mm y lascas corticales y espesas de arenisca y ofita con unas dimensiones de 60x84x34 mm y 96x70x41 mm, respectivamente. Sobre estas lascas se ha llevado a cabo una explotación centrípeta –de entre 3 y 5 extracciones- hacia la cara ventral, aprovechando las convexidades propias del soporte.

La causa fundamental de abandono de estos núcleos es su agotamiento. Como ya se ha explicado, cuatro de los seis núcleos identificados correspondientes a este tipo de producción son de dimensiones muy pequeñas, de modo que en el momento de su abandono el espesor es ya demasiado reducido como para continuar con la explotación. Dos de los núcleos microLevallois han sido reciclados para la fabricación de dos raederas: una con retoque escamoso y filo convexo de 42 mm y la otra con retoque semiabrupto y filo convexo de 26 mm. Del recorrido anterior se puede inferir que existen importantes discordancias entre los núcleos y los soportes correspondientes a la producción Levallois -tanto en lo referente a las dimensiones como a las modalidades de explotación. Esta cuestión se abordará en detalle en el apartado dedicado a la gestión de la producción.

Por último, hay una explotación discoide de tipo bifacial parcial, realizada sobre dos cantos de arenisca, con unas dimensiones finales de 63x59x38 mm y 75x52x38 mm. Solamente se ha llevado a cabo una talla bifacial en algunos puntos concretos de los núcleos. Para el resto se ha aprovechado una buena disposición de los planos naturales de la cara opuesta. Ninguno de los dos se ha tallado de forma demasiado intensiva. Sin embargo, en el caso del de mayor formato la causa de abandono tiene

La producción discoide, por su parte, está asociada fundamentalmente a la arenisca -el 70% de los elementos están tallados sobre esta roca. Los dos elementos más pequeños son de sílex y todos los demás de arenisca. Se trata de soportes muy uniformes en su longitud y variables en su anchura aunque, en general, son más

111  

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica  que ver con que las tres últimas extracciones se han reflejado. Por lo que muy probablemente han estimado una imposibilidad técnica para continuar con la explotación –al menos en esa cara del núcleo. Para la producción discoide del Cantábrico se ha propuesto (Carrión, 2002, Maillo, 2005, Cabrera et al., 2005) una gestión diferencial de las materias primas en términos de bifacialidad y jerarquización: arenisca y ofita para los bifaciales no jerárquicos y cuarcitas –cantos o lascas- o sílex para los jerarquizados con o sin preparación de plataformas. En el caso de La Verde la relación entre materias primas y modalidades de explotación es a la inversa: sílex y cuarcita para los disocides bifaciales no jerarquizados y arenisca y ofita –cantos y lascas- para las explotaciones unifaciales. Además del acondicionamiento de las plataformas de percusión se ha llevado a cabo también un cierto acondicionamiento de las caras de lascado, con la extracción de soportes cordales tipo punta pseudoLevallois.

el espesor para la obtención de soportes más anchos o de tendencia cuadrangular. En general, se ha producido un cierto acondicionamiento de las plataformas de percusión que han dado lugar a talones lisos no corticales o diedros. Aunque también contamos con algunos ejemplos de preparaciones más cuidadosas de las plataformas a partir de facetado (n=3) o de talones corticales por el aprovechamiento de planos naturales (n=8). El único núcleo reconocido con un esquema de producción unipolar tiene unas dimensiones de 91x80x65 mm y está tallado de forma muy somera sobre un canto de arenisca. El tallador ha producido 2 ó 3 extracciones aprovechando el espesor de la matriz para obtener soportes de en torno a los 6cm. de longitud. La producción Quina aparece representada únicamente por un núcleo y dos lascas. Los soportes están completos y tienen unas dimensiones de 61x107x25 mm y 32x31x10 mm. El de mayor formato es de arenisca y el otro de sílex. Los talones son lisos no corticales y solamente en el primero de los casos se conservan algunos restos de córtex en la cara dorsal. El número de extracciones previas es de 3 y 4 respectivamente; con una dirección ortogonal y evidencias del cambio de eje de talla. No es muy habitual que se busquen soportes de dimensiones tan reducidas como el de sílex a partir de este esquema de producción. Normalmente la explotación está orientada a la obtención de soportes de tamaño medio-grande, espesos y con dorsos corticales. Ninguna de las dos ha sido retocada con posterioridad, un rasgo también poco frecuente en los soportes de estas características. El núcleo, por su parte, es de sílex y tiene unas dimensiones de 46x27x17 mm. Presenta restos de cinco negativos de lascas extraídas desde ángulos muy diferentes; algunas con origen en plataformas lejanas.

La producción unipolar es la más numerosa de las estrategias de explotación reconocidas. Supone el 11% sobre el total de la serie tallada y está representada por 1 núcleo, 37 lascas y 12 retocados sobre lasca. Hay evidencias de este tipo de explotación sobre cinco materias primas distintas (Tabla 4.6.3); aunque se talla fundamentalmente en arenisca y sílex, con un 50% y 28% respectivamente. Hay ciertas diferencias en los tamaños de estas lascas en función de la materia prima, con un mayor formato de los soportes que proceden de bloques de arenisca. Respecto a la morfología general de los soportes buscados, no hay agrupaciones claras sino que, en general, se trata de soportes más largos que anchos. Sin embargo, podríamos considerar un conjunto de lascas laminares especialmente estilizadas y otro de lascas más pequeñas y de tendencia más cuadrangular (Fig. 4.6.5).

Por último, se han identificado dos soportes de producción Kombewa. Se trata de una lasca de arenisca de 32x46x11 mm fracturada en el extremo distal y una de sílex de 20x20x5 mm completa. La de arenisca, con un ángulo de extracción de 87º, proviene una lasca-núcleo cortical de dimensiones considerables que se ha explotado sin ningún tipo de acondicionamiento previo. La de sílex, por su parte, cuenta con un talón cuidadosamente preparado a partir de un facetado y presenta un ángulo de lascado de 76º. El conjunto de macroutillaje de este yacimiento está formado por 40 hendedores, 8 bifaces, 3 choppers, 2 triedros, y 1 chopping-tool (Tabla 4.6.2). Todos menos tres -1 bifaz y 2 hendedores de ofita- están tallados sobre cantos o lascas de arenisca (Fig. 4.6.10).

Fig. 4.6.5. Relación entre longitud y anchura en los soportes completos unipolares

Las características morfológicas de estos soportes parecen indicar que la explotación de los bloques se gestiona de dos formas diferentes: (1) explotación de la longitud máxima de los cantos para la obtención de soportes más alargados y (2) explotación de la anchura o

Los bifaces y triedros tienen unas dimensiones medias de 112x78x41 mm y se han empleado como matrices tanto cantos como lascas de gran formato. No se encuentran en buen estado de conservación por lo que, en ocasiones, han perdido algo de masa y los negativos de las

112  

Los yacimientos extracciones se leen con dificultad, sobre todo en la zona de los filos. Los dos triedros se han tallado sobre grandes lascas de arenisca, muy espesas, retocadas en los dos laterales con extracciones grandes y abruptas, de modo que configuran una arista sagital y despejan una punta triedra. Los bifaces son variados: (1) simétricos, bien acabados y con varios rangos de retoque; con una primera fase de extracciones amplias para generar una preforma y reducir el espesor y otra u otras con un retoque más cuidadoso que determina la delineación y ángulo final de los filos; (2) más parciales, con zonas de córtex reservadas o tratamiento diferencial de las dos caras –una con talla más invasiva y otra simplemente, con regularización de los laterales. Tres de ellos tienen la punta rota.

El 50% de los hendedores tiene el talón recto y el 32,5% desviado –el resto ha sido eliminado por alguna extracción o fractura. De los rectos el 60% es cortical y el 35% liso. Además uno de ellos presenta un talón facetado. De entre los hendedores con talón desviado del eje tecnológico el 77% es cortical y solo el 23% liso. No existe diferencia métrica significativa entre los que tienen el talón recto y los que lo tienen desviado (Fig. 4.6.7).

Fig. 4.6.7. Relación entre longitud y anchura de los hendedores completos según la extracción del soporte.

El ángulo de extracción de estas grandes lascas es de entre 60 y 90º y la mayoría de ellas (80%) presentan caras dorsales total o parcialmente corticales. No obstante, las extracciones previas de algunos de ellos predeterminan el filo útil que se va a obtener.

Fig. 4.6.6. Relación entre longitud y anchura de los bifaces.

La tipometría de los bifaces de arenisca es bastante homagénea, con longitudes entre 90 y 127 mm y anchuras entre 60 y 86 mm. Caso aparte es el bifaz tallado sobre ofita, con unas dimensiones muy superiores a las del resto (Fig. 4.6.6).

Aunque pudiera parecer que existe una relación directa entre talones corticales y dorsales corticales, lo cierto es que tanto los talones lisos como el facetado se asocian a dorsales total o mayoritariamente corticales. Esto indica que hay una cierta preparación de las plataformas –en algún caso muy cuidadosa- para la obtención de un soporte lo más adecuado posible; incluso para la obtención de hendedores de tipo 0. Esto matizaría la cuestión de que los hendedores de tipo 0 están asociados a estrategias de fabricación y gestión muy sencillas vinculadas a una producción caracterizada por la inmediatez en la obtención de los soportes necesarios. Redunda en esta idea, de predeterminación de los soportes para la fabricación de hendedores, la constatación de que la anchura la de las lascas está controlada, limitada probablemente en relación con los dispositivos de enmangue, mientras que la longitud es una dimensión más libre (Fig. 4.6.8).

Los chopper y chopping-tools tienen dimensiones muy similares entre sí, con una media de 81x69x48 mm. Los filos han sido configurados a partir de grandes extracciones, de modo que es probable que también hayan funcionado como matrices para la producción de estos soportes. Por último, está el conjunto de los hendedores, el más numeroso del macroutillaje y en general de todos los retocados. Hay un total de 37 elementos completos más 3 fragmentos claramente identificables. Más de la mitad de ellos son de tipo 0 y tienen dimensiones variables que no permiten establecer grupos entre ellos.

113

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Según las características de la colección, la producción de grandes lascas para la configuración de hendedores parece regirse por un sistema similar al que ya se ha descrito para la producción unipolar de soportes más pequeños. n

previos extraídos en el mismo eje que el soporte del hendedor –con talón recto- y que se corresponde con una lasca de características métricas similares. La extracción se habría realizado con un ángulo ligeramente más inclinado que el del soporte que se conservas, con el objetivo de cazar flancos y conseguir buenos filos.

7

En el trabajo de conformación posterior, además de los retoques en los laterales propios de este tipo de utillaje, en alguno de ellos se ha realizado también un retoque en el filo transversal y/o un retoque en la base, posiblemente asociado a su enmangue o prensión.

6 5 4 3 2

La gestión del utillaje

1 0 40

50

60

70

80

90

100

Dentro de las explotaciones específicas identificadas, además de las diferencias técnicas de fabricación, se pueden apreciar características particulares relacionadas tanto con la selección de la materia prima como con la gestión del utillaje en general.

11 0 mm

Anchura de los hendedores (media móvil) n

3

Se ha podido constatar la existencia de una gestión diferencial de las materias primas, que se explotan y aprovechan de formas distintas, en cuestiones tales como: (1) las estrategias de producción a las que se asocian, (2) el tamaño de los soportes que se obtienen y (3) el estadio en el que llegan al yacimiento. Por una parte, existe una clara polarización hacia el sílex en el caso de la explotación Levallois y hacia la arenisca en el caso de la discoide. Sin embargo, además de esta asociación más específica a un esquema de producción concreto, en el caso del sílex se da una vinculación expresa con las explotaciones que implican la obtención de soportes de pequeño tamaño. Este es el caso de las producciones microLevallois y microdiscoide. Los soportes más pequeños de los otros tipos de fabricación de utillaje son también de sílex. Por el contrario, los soportes de mayores dimensiones en todos los esquemas de fabricación son fundamentalmente de arenisca. Esta cuestión estaría asociada a la disponibilidad de sílex en ámbito del Cantábrico central, donde se encuentra en variedades de baja calidad, más difíciles de localizar y en forma de nódulos de pequeño tamaño que dificultan o condicionan su explotación (Sarabia, 1990,2000 y Montes, 2003); aunque para el caso específico de La Verde se ha propuesto la existencia de sílex localizable entre los relieves calizos cercanos (Sarabia, 1991).

2

1

0

60

70

80

90

100 110

120

130

140

mm

Longitud de los hendedores (media móvil)

Fig. 4.6.8. Anchura de los hendedores con una clara moda en torno a 75-80 mm de anchura y longitud, polimodal en torno a 75, 100 y 125 mm.

Para la obtención de hendedores en los que el eje tecnológico y el morfológico coinciden se ha debido explotar el eje más largo del canto de arenisca que ha funcionado como núcleo. En el caso de aquellos en los que el talón se encuentra desviado del eje morfológico el soporte es consecuencia de la explotación de uno de los dos ejes cortos del canto/núcleo –la anchura o el espesor. Este modelo de producción de lascas de hendedor es factible sobre todo teniendo en cuenta que los soportes a los que se hace referencia no son de dimensiones excesivamente grandes –entre 60 y 140 mm de longitudy, por lo tanto, implican la manipulación de núcleos de dimensiones asequibles para ser tallados incluso tenidos a mano. El hecho de que las plataformas de percusión presenten una cierta preparación, mediante extracciones amplias o a través de facetado, también manifiesta esa capacidad de gestión del volumen de manera organizada para un mayor control o “predeterminación” de los soportes resultantes. En esto redunda también la presencia de hendedores de tipo 1 y 2 con extracciones previas que predeterminan los filos.

Respecto al estadio en el que los soportes llegan al yacimiento, cabe destacar que en toda la colección solamente hay seis elementos tallados en ofita: 2 hendedores, 1 bifaz, 2 lascas de grandes dimensiones 116x76 mm y 106x76 mm- y un núcleo sobre lasca. Todos ellos han tenido que ser introducidos en el sitio ya acabados y revelan una estrategia de transporte de soportes que circulan en forma de útiles finales. Esta propuesta resulta más evidente para el caso del macroutillaje y un poco menos para el de los soportes brutos. Sin embargo, se trata de elementos especialmente

Algunos de estos hendedores se han extraído en serie. Presentan caras corticales con un negativo de lascados

114

Los yacimientos característicos por su gran formato, por lo que muy probablemente son también productos finales. El núcleo sobre lasca habría entrado en el yacimiento como parte de este conjunto de utillaje masivo y después se habría reaprovechado como núcleo para producir, a su vez, otros soportes.

sobre areniscas y las procedentes de explotaciones en sílex (Tabla 4.6.5).

En el caso de la producción Levallois se evidencia, por un lado, una cierta importación de soportes finales de tamaño medio-grande, dada la fragmentación de las cadenas operativas de productos de estos formatos. Por otro, una producción in situ de soportes pequeños (microLevallois) que se puede constatar en alguno de los soportes y en cuatro de los seis núcleos presentes en la colección –tres en sílex y uno en arenisca. En el esquema de explotación discoide también hay una producción de tipo micro, de soportes en torno a los 2cm., asociada al sílex y a la cuarcita. Esto se evidencia fundamentalmente en dos nódulos de sílex de pequeño tamaño y una lasca-núcleo de cuarcita; todos ellos tallados en la modalidad bifacial no jerarquizada. Los soportes de mayor formato están fabricados en arenisca en las variantes unifacial y bifacial parcial y presentan evidencias de producción in situ, es decir, con cadenas operativas completas. Estas diferencias en la gestión de las materias primas para la producción discoide ya se ha propuesto para otros yacimientos de la región Cantábrica (Carrión, 2002; Cabrera et al., 2005; Maillo, 2005).

Fig. 4.6.9. Relación entre longitud y anchura de los soportes completos de arenisca y sílex

Arenisca Sílex

Lascas brutas 49x 50x 19,2mm 27,3x 24x 9mm

Retocados 55x 47x 18,7mm 33,5x 30,2x 11,3mm

Tabla 4.6.5. Dimensiones medias de los soportes completos de arenisca y sílex.

La existencia de una producción discoide sobre lasca se manifiesta no solo para el caso de la producción micro sino también sobre matrices de arenisca y ofita de formato grande (69x84x34 mm y 96x70x41 mm). Éstas se han explotado hacia la cara ventral aprovechando su espesor y las convexidades propias del soporte; a partir de la modalidad unifacial y sin ningún tipo de acondicionamiento de las plataformas. El aprovechamiento de lascas grandes y espesas como núcleos para la producción discoide ya ha sido documentada en otros yacimientos de la Región Cantábrica (Carrión y Baena, 2005; Ríos, 2010) y de otras zonas de Europa (Bourguignon y Turq, 2003). En estos casos se asocia a una producción específica de elementos apuntados, tipo punta pseudoLevallois.

Dentro del conjunto de los retocados el tipo de útil más representado es el de las raederas (n=27), seguido del de los denticulados (n=10). El resto de los tipos identificados están representados por un único elemento. No hay diferencias en los tipos entre areniscas y sílex. De entre los elementos procedentes de estrategias de talla identificadas solamente se han retocado cuatro en el caso Levallois –dos sobre lascas laminares de sílex y dos sobre núcleos microLevallois reciclados de arenisca y sílex - y diez lascas de producción unipolar -tres de sílex, cuatro de cuarcita y tres de arenisca. Ninguno de los soportes discoide, Kombewa o Quina se han seleccionado para una conformación ulterior por retoque.

Tanto en los esquemas de fabricación Levallois como discoide destaca una cierta variedad de modalidades de explotación y un acondicionamiento de las plataformas de percusión –mediante lascados amplios o facetados- y de las caras de lascado -mediante la extracción de soportes cordales en el caso de la talla discorde que ayudan a mantener las convexidades necesarias.

En relación con las labores de conformación están también las de reavivado o reutilización y reciclado a las que han sido sometidos algunos de los útiles o núcleos de la colección. Sobre la primera de las cuestiones no hay muchas evidencias. De hecho, solamente se dispone de una lasca de reavivado de sílex (14x8x5 mm) que muestre la existencia de este tipo de labores en el yacimiento de La Verde. Ninguna de las raederas presenta negativos de lascados para reavivar el filo.

Los soportes seleccionados para ser retocados son los de arenisca y sílex. El principal criterio de selección es la dimensión del soporte, especialmente para el caso del sílex (Fig. 4.6.9). No obstante, destacan las diferencias de tamaños entre los productos de explotaciones realizadas

Por otra parte, hay que considerar el reciclado de algunos elementos para ser aprovechados en labores diferentes a las que han servido previamente. Este es el caso de un núcleo microLevallois de sílex (33x24x10 mm) que ha

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica  sido retocado para la conformación de un filo convexo de 26 mm.; y otro de arenisca de 37x29x12 mm convertido, después de su explotación Levallois, en una raedera convergente. Existen otros dos casos –de sílex y areniscacon explotaciones previas someras y no clasificadas, sobre los que se han fabricado dos denticulados –uno de ellos sobre un soporte de más de 10cm. de longitud.

Este tipo de tratamiento del utillaje revela una estrategia de aprovechamiento intensivo de algunas materias primas, con el reacondicionamiento de útiles para prolongar su uso y el reciclado de otros elementos aprovechables .

 

  Fig. 4.6.1.0 Bifaces (1, 2 y 3) y Hendedores (4, 5 y 6) de La Verde (modificado a partir de GAEMarqueólogos, 2007.

1

2

4

3

Fig. 4.6.11. Soportes Levallois (1 y 2) y utillaje retocado de La Verde (modificado a partir de GAEMarqueólogos, 2007). 5

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Los yacimientos

4.7. Cueva Morín

cantábrica (1922) y su libro Prehistoria universal y especial de España (1924), su obra escrita más importante.

4.7.1. Presentación del yacimiento Cueva Morín, también conocida con el nombre de Cueva del Rey o Cueva Moril, abre su boca a media ladera de una pequeña colina de monte bajo –de nombre Mazo Moril, por el que también se conoce a la propia cavidadlocalizada a pocos metros de la carretera comarcal que atraviesa el pueblo de Villanueva de Villaescusa (Cantabria). Aunque la cueva era ya sobradamente conocida por los lugareños, el yacimiento como tal fue descubierto por H. Obermaier y P. Wernert en 1910. Sin embargo, estos prehistoriadores, que por aquel entonces se encontraban excavando en la cueva de El Castillo, solamente llevaron a cabo una exploración visual en la que constataron la existencia de ocupaciones azilienses y de restos óseos pertenecientes a lo que supusieron como reno (Vega del Sella, 1921). A partir de este momento diversos prehistoriadores y aficionados visitaron la cueva y entre 1912 y 1915 se llevaron a cabo dos sondeos –por Carballo y Beatty y Carballo y Fernández Montes- que sacaron a la luz parte de la estratigrafía conocida (Cendrero, 1915; Fernández Montes, 1938). Pero no fue hasta 1917 cuando J. Carballo comenzó las excavaciones sistemáticas en Cueva Morín, que se prolongaron durante dos años. En este tiempo se llevó a cabo una trinchera de 10 m de longitud y entre 1 y 2 m de profundidad, siguiendo el eje central de la galería de entrada (Vega de Sella, 1921; González Echagaray y Freeman, 1971); y una ampliación en la zona más cercana a la boca de la cueva dejando testigos a ambos lados. En esta área fue donde J. Carballo excavó toda la secuencia de Paleolítico Superior, hasta el techo de los niveles musterienses. El Conde de la Vega del Sella (1921:17) estima que ese año se excavó una superficie de 25-30 m2. Los resultados de estas intervenciones fueron publicados por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades en 1923. Según esta memoria, J. Carballo distinguió seis niveles (de más moderno a más antiguo):

R. Duque de Estrada, Conde de la Vega del Sella, intervino en Cueva Morín en el año 1918, inmediatamente después de Carballo, y en dos campañas más que se desarrollaron entre los años 1919 y 1920, en esta última auxiliado por Obermaier. Comenzó excavando la capa musteriense que había quedado en superficie y, posteriormente, abrió una trinchera de 2 m. de largo y 1 m de ancho al fondo de la excavación de Carballo. Por último, excavó el testigo de la izquierda, advirtiendo algunas variaciones estratigráficas entre la zona próxima a la entrada y el interior. Los resultados de estas intervenciones fueron publicadas en 1921 en la obra El Paleolítico de Cueva Morín y Notas para la climatología cuaternaria, dos años antes que las de Carballo - Excavaciones en la cueva del Rey, en Villanueva (Santander). Desde el fin de las intervenciones del Conde de la Vega del Sella en 1920 no se vuelven a practicar excavaciones en Morín hasta muchos años después. La cueva permanecerá como cita de referencia casi obligada en obras sobre Prehistoria española. En 1922 Obermaier describe la estratigrafía del yacimiento, que apunta alguna novedad respecto a la del Conde de la Vega (1921): intercala un nivel estéril entre el Musteriense y el Auriñaciense y añade un nivel Tardenoisiense medio (fase epipaleolítica con mezcla de elementos azilienses – autóctonos- y capsienses –origen africano-), algo dudoso, bajo la capa superficial. Poco después, en 1925, repite la misma secuencia pero de nuevo con algunos matices (1925: 180-181): suprime la capa estéril y traslada el Tardenoisiense, todavía dudoso, al nivel superficial mezclado con materiales modernos. También especifica un poco más la cronología de las industrias de modo que la cueva tendría: un nivel de Musteriense de Tradición Achelense (h), dos del Auriñaciense medio (g –más arcaico- y f), uno del Auriñaciense final (e), indicios de Solutrense superior (d), uno del Magdaleniense superior (c), uno del Aziliense (b) y las sospechas del Tardenoisiense (a).

1- Tierra vegetal. Materiales modernos mezclados con cerámica neolítica. 2- Nivel con mezcla de industria aziliense y magdaleniense. 3- Potente nivel Auriñaciense, subdividido en superior, medio e inferior. 4- Musteriense. Subdividido en superior e inferior. 5- Nivel de poca industria. Premusteriense. 6- Potente tramo estéril sobre la roca madre.

Hasta 1955 Morín no vuelve a ser objeto de interés por los prehistoriadores. En ese año, J. González Echegaray, subdirector del Museo de Prehistoria de Santander, mostró interés en retomar las excavaciones y acudió al lugar, junto al propio Carballo, para evaluar las condiciones en que se encontraba el yacimiento (González Echegaray y Freeman, 1971: 11). A pesar de que aún quedaba una amplia superficie intacta, la excavación no se llevó a cabo. Con motivo de la elaboración de su tesis doctoral sobre el Musteriense cantábrico, el investigador americano Leslie Gordon Freeman acudió a Santander para estudiar las colecciones custodiadas en el Museo de Prehistoria. Durante su estancia visitó Morín en compañía de González Echegaray y fue autorizado para realizar un sondeo ese mismo año -1962-, cuyos resultados no fueron

J. Carballo consiguió en estas campañas un importante número de materiales arqueológicos que depositó entre el museo del marqués de Comillas –la gran mayoría- y Museo Antropológico de Madrid. Las colecciones de Comillas pasarían a formar parte fundamental de los fondos del Museo de Prehistoria de Santander que el propio Carballo puso en marcha en 1926. Además, la gran cantidad de información reunida le sirvió para elaborar su tesis doctoral, El Paleolítico en la costa

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica publicados. L.G. Freeman estudió con detalle los materiales musterienses de Morín. Incluida una pequeña colección almacenada en el American Museum of Natural History de Nueva York que fue enviada, en absoluto secreto, por Obermaier en 1920 (White et al., 2006). Empleó para ello la sistemática del prehistoriador francés François Bordes y clasificó la colección como Charentiense, pero la abundancia de hendedores le movió a proponer la variante “con hachereaux sobre lasca”.

análisis de dispersión de restos. Se estudiaron los conjuntos líticos siguiendo la metodología de F. Bordes para el Paleolítico medio y de Sonneville-Bordes y Perrot para el Paleolítico superior, además de otros cálculos estadísticos. Se identificaron 22 niveles, 19 de ellos con evidencias arqueológicas: 1 (Aziliense), 2 (Magdaleniense), 3 (Solutrense Superior), 4 (Gravetiense), 5 (Gravetiense/Auriñaciense), 6 a 9 (Auriñaciense), 10 (Chatelperroniense) y 11 a 17 inferior (Musteriense). Bajo cuatro niveles estériles (18 a 21) se encontraron unos pocos objetos de atribución imprecisa al Paleolítico medio o inferior (nivel 22), que en el desarrollo de este trabajo no se han podido localizar entre los fondos del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria.

Las campañas institucionales En 1966 se emprendieron una serie de campañas de excavación promovidas por J. González Echegaray, que asumió la dirección junto con Miguel Ángel García Guinea, en ese momento director del Museo de Prehistoria de Santander. Este primer año se centraron en la excavación de parte del testigo de la pared derecha que se conservaba desde las antiguas intervenciones. En 1968 y 1969 se realizaron dos nuevas campañas, ahora bajo de dirección de J. González Echegaray y L.G. Freeman. Para la excavación y para los trabajos de análisis subsiguientes se contó con un amplio equipo interdisciplinar, que consiguieron hacer de las campañas de Morín un punto de inflexión fundamental en la metodología arqueológica de la época. Se realizaron tomas de muestras (sedimentológicas, palinológicas, C14) y un planteamiento de excavación en horizontal con

Los niveles musterienses fueron estudiados por L.G. Freeman, que identificó dos facies musterienses: de Tradición Achelense (niveles 17, 16, 15, 14 y 13) y de Denticulados (17 inferior, 12 y 11). La corriente funcionalista en la que se había formado le llevó a atribuir las diferencias entre los conjuntos a distintas actividades (Freeman, 1978). La parte inferior de la secuencia musteriense (niveles 17 y 16) se atribuyó a un estadio de clima frío, Würm II, mientras que el resto (del 15 al 11) correspondería a un momento más templado, al interestadio de Hengelo.

Uno de los hallazgos más destacados en estos niveles fue el descubrimiento de lo que se interpretó como un murete de piedra en el nivel 17, que separaría áreas de distinto color y también distinta composición en el utillaje. Se interpretó como los restos de una estructura de habitación de unos 6 m2 de superficie, en donde se habrían llevado a cabo labores de procesado de pieles. Los investigadores llegaron incluso a identificar dentro de este recinto zonas correspondientes a las sucesivas fases del proceso (González Echegaray y Freeman, 1978: 122-130).

Fig. 4.7.1. Plano de las excavaciones y corte estratigráfico (en González Echegaray y Freeman, 1971)

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Una de las aportaciones más interesantes de estas nuevas excavaciones, por su aporte a la cuestión de la Transición Paleolítico medio- Paleolítico superior, fue el descubrimiento de un nivel Chatelperroniense (nivel 10). La presencia de elementos “arcaizantes” en la industria lítica de este nivel, en su comparación con otros yacimientos

Los yacimientos franceses coetáneos, llevó a los autores a considerarlo como una fase intermedia, que se habría “creado y desarrollado fuera de la región (acaso en Francia)” (González Echegaray y Freeman, 1973: 153), sin conexión alguna con el Musteriense y durante el Würm III.

El yacimiento de Cueva Morín ha conocido distintas intervenciones arqueológicas. Las principales tuvieron lugar en torno a 1920, por parte de J. Carballo y el Conde la vega del Sella; y hacia finales de los años 1960, dirigidas por J. González Echegaray y L.G. Freeman. Estas últimas son las más relevantes por la amplitud de los trabajos, la calidad de la investigación realizada, el interés del resultado y la pronta publicación que conocieron, en dos monografías (González Echegaray y Freeman, 1971; 1973) y un libro de divulgación (González Echegaray y Freeman, 1978).

Por encima del Chatelperroniense se desarrolla un potente grupo de cuatro niveles auriñacienses, del 9 al 6. El 9 y el 8 (subdividido en 8a y 8b) fueron clasificados como Auriñaciense arcaico (Correziense inferior según la clasificación de Pradel), depositados en la primera fase templada del Würm III. También para el conjunto Auriñaciense se documentó la existencia de distintas estructuras en la zona central/izquierda del vestíbulo, que llegaban a penetrar en el nivel 17. La primera de ellas era una superficie rectangular sobreexcavada de 2,6 m x 1,75 m pero muy afectada por las excavaciones antiguas. En su interior se advirtió la presencia de un hogar y una especie de escalón que se interpretó como un banco. Otra estructura estaba formada por una serie de cuatro agujeros de poste alineados, de entre 10 y 40 cm de diámetro y hasta 25 cm de profundidad. Los excavadores llegaron a descubrir las huellas dejadas por el instrumento empleado para su fabricación. Los niveles 7 y 6, formados en un episodio frío y otro templado respectivamente, se clasificaron como Auriñaciense I. El nivel 5 inferior se adscribió al Auriñaciense evolucionado, correspondiente a una nueva pulsación fría. Estas oscilaciones se ubicaron hacia el final del Würm III.

Los distintos materiales de este yacimiento han sido objeto más tarde de numerosos estudios entre los que cabe citar el análisis técnico y tipológico de los hendedores musteriense por L. Benito del Rey (1979, 1981), la revisión de la colección lítica del Solutrense por S. Corchón (1971) y por L.G. Straus (1986), la del Aziliense por J.A. Fernández-Tresguerres (1980), el conjunto del Paleolítico superior por A. Gómez Fuentes (1981), la de los niveles auriñacienses por F. Bernaldo de Quirós (1982) y más tarde por A. Arrizabalaga (1995), y la de la industria ósea del Magdaleniense por C. González Sainz (1989). También ha habido varios análisis y revisiones de estratigrafía del yacimiento por parte de K. Butzer (1981) y H. Laville y M. Hoyos (1994). En los últimos años se ha estudiado la procedencia de las materias primas líticas empleadas en el yacimiento por P. Sarabia (1999), de las técnicas de talla empleadas entre los niveles 12 y 8 por J.M. Maíllo (2001, 2002) y del aprovechamiento de la fauna por J. Martínez Moreno (2005).

Los niveles 5 superior y 4 fueron adjudicados a un Gravetiense muy avanzado. El primero se depositaría en el mismo estadio frío que el 5 inferior y el 4 en una pulsación templada, probablemente el interestadio Laugerie.

Nuevas excavaciones en Cueva Morín (Campaña de 2008) En noviembre de 2008 un equipo de colaboración dirigido por Jesús González-Urquijo - Universidad de Cantabria- y Gerd-Christian Weniger -Neanderthal Museum- inició un nuevo proyecto de investigación en Cueva Morín, con un calendario de tres años. Tanto el proyecto –del que formaban parte más de una quincena de especialistas procedentes de, al menos, ocho centros de investigación diferentescomo la intervención contaron con la aprobación y consiguiente permiso por parte de la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria. Por cuestiones ajenas al buen hacer del equipo de investigación los trabajos fueron interrumpidos por la Administración después de la primera campaña de excavación.

Las nuevas excavaciones lograron identificar, esta vez con claridad, un nivel Solutrense (nivel 3) que se iba adelgazando desde la entrada hacia el interior, hasta desaparecer. Fue clasificado como Solutrense superior (sobre todo por la presencia de hojas de sauce y puntas de muesca) y situado dentro de un período frío, muy probablemente dentro del Würm IV. En este nivel apareció un molar de leche humano. Una limpieza del suelo de la cueva provocó un hiato en la secuencia, que continúa después con un nivel del Magdaleniense V (Superior Final) depositado en una ambiente frío (Dryas II). También en esta capa se halló un resto humano, un fragmento de parietal.

El proyecto incluía una primera fase de actuaciones preliminares con una intervención mínima en el relleno sedimentario in situ, en dos áreas del yacimiento: la primera incluía un pequeño sondeo en un nivel de época Magdaleniense; y la segunda, la ampliación del sondeo profundo realizado en las excavaciones de los años 1960 y que afectaba a los niveles 17 a 22 de la secuencia publicada en la monografía de 1971.

Por último, y tras un nuevo hiato de origen semejante al anterior, el nivel 1 (Aziliense) se atribuyó a una fase fría del Würm IV (Dryas III). Solamente apareció en la zona más cercana a la entrada de la cueva y se interpretó como una fase bastante avanzada dentro de esta etapa.

119

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Asimismo, una parte importante del material del nivel 17 recuperado en las excavaciones de los años 1960 se encuentra desaparecido. En las publicaciones de J. González Echegaray y L.G. Freeman (1971 y 1973) se hace constar la existencia de un total de 3444 elementos líticos (cálculo en el que se incluye únicamente el utillaje tallado) correspondientes al nivel 17 de la estratigrafía. Para este trabajo únicamente se han podido analizar 1386 (de los que 789 son restos de talla), lo que supone un poco menos de la mitad (45,4%) de la colección original. El resto se encuentra en paradero desconocido. Esta segmentación ha introducido un sesgo que afecta a los índices de representatividad de las materias primas -con una reducción de la presencia de cuarcita y una parte del sílex- y a los del utillaje retocado –con un descenso importantísimo de este grupo, que pasa de representar el 21% en la colección original a un 7% en la que se conserva actualmente en el Museo regional. Ambos sesgos están relacionados, puesto que en la monografía correspondiente ya se advierte que la cuarcita se retoca en mayor proporción que las otras dos materias primas más representadas –sílex y ofita- (González Echegaray y Freeman, 1971:46). Por otra parte, tanto en este nivel como en el 16 se ha podido evidenciar una conservación diferencial de las materias primas representadas, en favor de la cuarcita. La ofita, por lo general, está bastante afectada tanto por cuestiones relativas a la degradación de la propia roca como por la adherencia de una película blanquecina –a veces en forma de concreción- causada, muy probablemente, por algún tipo de precipitación de agua con mucho carbonato. Este fenómeno afectaría en mayor medida a las rocas más porosas –ofita y arenisca. Una parte del sílex está también bastante alterado por desilicificación y otros ataques químicos.

Fig. 4.7.2. Planta y topografía de Cueva Morín. Campaña 2008 (ilustración: L. Teira)

La estratigrafía básica del yacimiento fue establecida en J. González Echegaray y L.G. Freeman (Fig. 4.7.1). Se señalaron 22 niveles arqueológicos, aunque la parte de la secuencia entre el 18 y el 21 se presentaba como estéril. En las intervenciones de 2008, sin embargo, se constata la presencia de material arqueológico en el nivel 18, hasta la fecha considerado estéril. Por el contrario, el nivel 22 no aportó ningún tipo de evidencia arqueológica –aunque debemos considerar que el buzamiento de la secuencia reduce significativamente su espesor en esta zona y que se excavó una superficie muy pequeña.

Por todas estas razones, estas dos colecciones han sido tratadas de forma independiente, aunque se consideran en conjunto en los capítulos de síntesis dado que entendemos que tienen un sentido común.

Las colecciones (1966-68 y 1969 y 2008) En el estudio de los niveles más antiguos de la secuencia de Cueva Morín se han incluido las colecciones de los niveles 16 y 17 procedentes de las excavaciones antiguas y las de los niveles 17 y 18 de las últimas intervenciones en el yacimiento.

4.7.2. Estudio de la industria lítica tallada del nivel 18 (colección 2008) La producción

A pesar de que hay coincidencia en uno de los niveles (nivel 17) se han tratado los dos conjuntos de forma independiente ante la evidencia de que existen diferencias claras entre ambos. Estas se deben tanto a la metodología de recuperación de los materiales como a las características de conservación de los mismos. En este sentido, en las intervenciones de 2008 se cribó todo el sedimento con agua y mallas de 1 mm de luz y se realizó una selección intensiva de todos los restos de hasta 4 mm de dimensión mínima. Este tratamiento ha supuesto la introducción de diferencias significativas, sobre todo en relación a los índices de representatividad de los restos de talla, que en las colecciones modernas alcanzan valores altísimos.

La colección estudiada del nivel 18 está compuesta por un total de 2857, entre los que se encuentran 2 cantos, 1 percutor y 14 tectofractos 1 no modificados. El lítico tallado (n=2840) se dispone, por categorías tecnológicas y materias primas como muestra la Tabla 4.7.1.

1

Llamamos “tectofractos o tectoclastos” a los bloques de sílex procedentes de nódulos o plaquetas fracturados por las presiones tectónicas sufridas y transmitidas por roca encajante poco flexible. En el caso de Cueva Morín, estos tectofractos aparecen en la misma formación geológica en la que se ha desarrollado el sistema cárstico en el que se encuentra la cavidad.

120

Los yacimientos El número de restos recuperados en este nivel es relativamente amplio y las materias primas empleadas en la producción lítica forman un repertorio con cierta variedad. Para presentar la importancia relativa de las diferentes categorías tecnológicas en relación al conjunto de la colección se prescinde de los retos de talla en los cálculos. Estos suponen el 92,5% sobre el total de la serie, unos valores que enmascararían las características del conjunto y la posibilidad de compararlo con los otros conjuntos estudiados.

Sílex Cuarcita Cuarzo Ofita Lutita Arenisca Cristal roca Mineral Total

Núcleo

Lasca

7 4 11

93 24 4 14 5 3 1 1 145

Así, y sobre un total de 214 elementos líticos tallados, el sílex es la materia prima de uso preferencial con un 67%, seguida de la cuarcita (17%) y de la ofita (8%), con porcentajes de representatividad mucho menores. Respecto a la importancia de las diferentes categorías tecnológicas la más numerosa es la de las lascas brutas (68%). Los útiles retocados suponen el 23% y los núcleos en torno al 5%.

Retocado en lasca 36 10 4 50

Retocado en bloque -

Tectofracto retocado 7

1 1

7

Resto talla 1872 366 251 100 17 11 9 2626

Total 2015 404 256 118 22 14 10 1 2840

Tabla 4.7.1. Relación entre categorías tecnológicas y materias primas

Sílex

Cuarcita

Cuarzo

Ofita

Total

18 9 5 3 1 36

6 3 1 10

1 1

2 1 1 4

26 13 5 4 1 1 1 51

Lasca retocada Raedera Denticulado Muesca Perforador Truncadura Bifaz Total

Tabla 4.7.2. Relación entre materias primas y grupos tipológicos

Sílex Cuarcita Ofita Lutita Arenisca Cuarzo Cristal roca Mineral Total

Unipolar 33 5 10 1 1 50

Levallois 9 4 13

Quina 2 1 3

Discoide 1 1

Indet. 82 26 8 5 3 2 1 127

Total 126 37 18 5 3 3 1 1 194

Tabla 4.7.3. Relación entre materias primas y estrategias de producción

Dentro del utillaje retocado el tipo lasca retocada es el más numeroso (51%), seguido de las raederas (25%), el resto presentan porcentajes por debajo del 10% (Tabla 4.7.2.).

En el 70,5% de los casos se han seleccionado para retocar soportes de sílex y después, aunque con valores muy inferiores (20%), soportes de cuarcita. Destaca la presencia de un pequeño bifaz fabricado en cuarzo, el

121

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica único útil conformado de esta materia prima que se encuentra en el conjunto.

La producción unipolar es la más numerosa (26%) y se asocia a una cierta variedad de materias primas. Los sistemas Levallois y Quina, por su parte, cuentan con valores mucho más bajos (6,2% y 1,5%, respectivamente) y se asocian fundamentalmente al sílex y a la cuarcita.

El estudio de núcleos y soportes ha permitido identificar una cierta variedad de estrategias de fabricación de utillaje que se distribuyen por materias primas y categorías tecnológicas como muestra la Tabla 4.7.3 y 4.7.4 Núcleo Lasca Retocado lasca Total

Unipolar

Levallois

Quina

Discoide

Indet.

Total

41 9 50

6 3 4 13

1 2 3

1 1

3 89 35 127

11 133 50 194

Tabla 4.7.4. Relación entre categoría tecnológica y estrategias de producción

Los núcleos Levallois están tallados en sílex y en cuarcita (cinco sobre canto y uno sobre lasca) y se han explotado tanto mediante modalidades unipolares como centrípetas recurrentes. Presentan un formato muy similar, con medias de 33x27x15 mm –el de mayor formato es el que se ha explotado sobre una lasca y mide 40x40x15 mm. En cuatro de los seis casos se ha llevado a cabo un acondicionamiento perimetral de la plataforma de golpeo (Fig. 4.7.3, nº5). Únicamente en el caso de los dos núcleos de cuarcita se han aprovechado planos naturales con buena disposición (de superficie regular y ángulos adecuados); en uno de ellos con algunas extracciones (n=3) como parte de un acondicionamiento muy somero en zonas restringidas del perímetro. Por otra parte, y como se puede deducir del tamaño de los núcleos, se trata de explotaciones de tipo microLevallois, que van a producir soportes de pequeñas dimensiones. En alguno de los casos desconocemos la causa del abandono de estos núcleos –caso de la lasca-núcleo de sílex, sobre la que se ha realizado un acondicionamiento de la plataforma hacia la cara dorsal y luego apenas se ha explotado-; en otros, el abandono parece deberse (1) al agotamiento técnico o (2) a la existencia de fracturas latentes que han provocado el reflejado de gran parte de las extracciones. Este es el caso del único núcleo de explotación unipolar -de sílex- sobre el que se planeó un nuevo intento de explotación, con el desarrollo de una nueva fase de acondicionamiento de la plataforma, que finalmente no se llevó a cabo.

Fig. 4.7.3. Retocados de sílex sobre soportes Levallois (1 y 2), lasca de reavivado (3 retocada y 4), núcleos Levallois de sílex (5), núcleo Quina de cuarcita (6).

Los productos de explotación Levallois están representados por siete lascas: 5 de sílex y 2 de cuarcita. Estos soportes presentan unas dimensiones medias – considerando solo los completos- de 32,5x25x7,7 mm. La lectura de los atributos de estos soportes muestra su pertenencia a esquemas de explotación centrípetos recurrentes en dos modalidades –con y sin acondicionamiento de la plataforma de percusión- y unipolares en la modalidad bifacial jerarquizado (Fig. 4.7.3, nº 1 y 2).

A excepción de uno –unifacial y, por tanto, con talón cortical- todos los productos de esta explotación evidencian un acondicionamiento muy exhaustivo de las plataformas de percusión a través de facetado. Dos de estos soportes se han seleccionado para la fabricación de una raedera y un denticulado -de cuarcita y sílex respectivamente- y otros dos presentan algunos retoques

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Los yacimientos marginales y discontinuos que no han llegado a modificar el filo, ni en su ángulo ni en su delineación. No es de extrañar que la mayoría de estos soportes tengan acondicionamientos de las plataformas –cinco de los seis núcleos muestran también este tipo de acondicionamiento, aunque sea de forma parcial. No obstante, insistimos en la posibilidad de que algunos de los soportes de estas dimensiones que no presenten atributos muy específicos no hayan sido reconocidos como tales. La producción Quina, por su parte, está representada por dos núcleos de reducidas dimensiones, uno de sílex y otro de cuarcita (Fig. 4.7.3, nº6). Ambos presentan series cortas de extracciones con fuertes cambios de plano. En este nivel hay tres elementos que evidencian la existencia de una explotación de las matrices a partir del método discoide. Se trata de un núcleo unifacial de cuarcita de 45x27x17 mm orientado hacia la producción de lascas no superiores a los 20x20mm. Para ello se aprovecha una buena disponibilidad de planos naturales – regulares y con una relación de ángulos adecuada. Por el contrario, los dos soportes están tallados en ofita y su dimensión máxima está en torno a los 40mm. Uno de ellos ha sido retocado con posterioridad para fabricar una muesca.

Fig. 4.7.4 Relación entre longitud y anchura de los soportes unipolares completos

La producción unipolar (Fig. 4.7.6) es la más numerosa de este nivel con un total de 50 elementos –todos ellos productos de lascado-, de los que más de la mitad están fracturados. Entre los completos se puede apreciar una tendencia a la obtención de soportes poco alargados (Fig. 4.7.4), a diferencia de lo que observábamos en el nivel 17. De esta tendencia escapan los dos que aparecen en la gráfica con longitudes mayores de 40 mm a los que podemos sumar otros tres más que, a pesar de presentar fracturas, tienen dimensiones similares, por lo que en origen serían incluso un poco más largos.

Fig. 4.7.5 Relación entre longitud y anchura en los soportes unipolares completos

La Fig.4.7.5 no es muy significativa respecto a los índices de representatividad de las materias primas en este esquema de producción –sobre todo para el caso de la ofita- debido al alto porcentaje de productos fracturados. No obstante, aporta cierta información acerca del tipo de soportes que se producen a partir de este sistema de talla. Como se puede apreciar por la distribución de tamaños, se trata también de soportes de formato reducido incluso para la mitad de los soportes en ofita. En general no son productos muy alargados –una cuestión que estaría en relación con el tamaño de las lascas- exceptuando los dos de ofita más grandes y uno de sílex que mide 30x13 mm. No es común una producción de soportes tan pequeños en ofita, con espesores de 3 ó 4 mm, por lo que no descartamos que pueda tratarse de productos de conformación de utillaje masivo como los que aparecen en otros niveles del yacimiento –tipo hendedores en los niveles 16 y 17 de la colección antigua y 17 de la de 2008- asociados a esta materia prima.

De entre los talones que se conservan en los soportes unipolares ninguno es cortical. La gran mayoría son lisos (75%), los más delgados –con espesores entre 1 y 5mm.presentan plataformas lineales (20%) y solo dos tienen talones diedro y diedro asimétrico. Esto indica que en todos los casos en los que se puede reconocer se ha llevado a cabo un acondicionamiento de las plataformas, en general, a partir de extracciones amplias que es posible que hayan sido también objetivos de la producción. Se trata de una producción bastante micro; que busca la obtención de soportes con dimensiones en torno a los 20x30 mm (Fig. 4.7.4). No obstante, y teniendo en cuenta fundamentalmente la tipometría de estos productos, no podemos descartar que una parte se trate de lascas de explotaciones microLevallois con acondicionamientos someros de las plataformas, es decir, sin facetado.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Llama también la atención la ausencia de núcleos de producción unipolar, frente a la recuperación de 50 soportes. Tratándose de un sistema de fabricación de utillaje relativamente sencillo y que no requiere de un tratamiento muy cuidadoso no es probable que forme parte de un sistema de circulación amplio. Por lo que estas desproporciones entre núcleos y soportes podrían estar relacionadas con la dificultad en el reconocimiento de estas estrategias en núcleos de tan pequeñas dimensiones, alguno de los cuales ni siquiera está completo –de tres núcleos de explotaciones indeterminadas dos son fragmentos y el restante no supera los 3x3 cm.

Por último, cabría decir que solamente uno de estos soportes de producción unipolar ha sido retocado, a partir de un retoque simple de escasa longitud (15 mm). La dificultad para reconocer el tipo de producción que ha generado algunos soportes es un problema general que se agudiza en el conjunto del nivel 18 por las características específicas de estas explotaciones –con diferentes grados de acondicionamiento de las plataformas y reducido tamaño de los productos. Así, es probable que una parte de los soportes de explotaciones Levallois, discoide o incluso Quina no hayan sido reconocidos como tales por carecer de elementos claramente diagnósticos –talones facetados, dorsales amplias que permitan reconocer la dirección y ángulo de los productos previos, series largas, etc. La gestión del utillaje La relación entre núcleos y soportes en este nivel pone de manifiesto la existencia de una fragmentación de las cadenas operativas. Algo especialmente evidente para el caso de la producción Levallois, en la que una parte importante de los elementos atribuibles a este esquema de fabricación son núcleos. La fragmentación de la cadena operativa se da también, aunque en sentido contrario, en la producción unipolar, a la que asocian una gran cantidad de productos de lascado pero ninguno de los núcleos explotados para su obtención.

Fig. 4.7.6. Soportes de producción unipolar de cuarcita (1 y 3), raedera sobre soportes bipolar de sílex (2), denticulado sobre soporte unipolar de sílex (4), raedera de ofita (5), raedera semiQuina de sílex (6), lasca retocada de sílex (7 y 8), lasca de sílex (9), de ofita (10) y de cuarzo (11).

En resumen, en el nivel 18 de Cueva Morín se aprecia la existencia de una producción masiva de utillaje de tamaño micro dentro del yacimiento a través de diferentes

Los núcleos y soportes de producción Levallois reconocidos y el núcleo discoide ponen de manifiesto que se trata de una producción de tipo micro, con la obtención de soportes de 2 ó 3 cm. Algo similar sugiere la Fig. 4.7.4, en la que se muestra la relación entre longitud y anchura de los soportes unipolares completos, de lo que resulta que el 89% de los mismos tienen dimensiones menores a los 3x3 cm y el 56% inferiores a los 2x2 cm.. Esto parece poco habitual en el contexto en el que nos encontramos, ya que en ninguno de los otros conjuntos analizados se dan producciones micro a partir de una explotación unipolar, entendido como sistema específico de fabricación de utillaje.

sistemas de fabricación, una probable circulación de soportes con importaciones y exportaciones de productos o útiles ya acabados y una ausencia total de elementos de

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Los yacimientos producción de soportes de tamaño medio-grande –tanto de núcleos como de lascas. Ninguno de los 2800 restos tallados sobrepasa los 4,5 cm de dimensión máxima. Ese tipo de utillaje de mayores dimensiones no aparece en la serie de este nivel, ni como producción in situ ni en forma de productos finales importados al yacimiento; aunque en el lugar se debieron emplear algunos elementos de macroutillaje. En efecto, en el conjunto se conserva un fragmento distal de bifaz de 31x45x12 mm tallado en cuarzo que, según la proyección realizada a partir del fragmento conservado y considerando las características de este tipo de utillaje, sería de un formato no superior a los 10 cm.

un proceso integrado de producción de soportes de tercera generación porque no se ha podido realizar un estudio funcional -debido a contingencias administrativas ajenas al equipo. No obstante, dos de ellas han sido retocadas con posterioridad (Fig. 4.7.3. nº3). Este es un criterio hasta el momento determinante para evaluar si además de cumplir la función de reavivado de filos son también objetivo de la producción. La selección de estos soportes para ser retocados se ha realizado en base a al tamaño de los mismos, dado que son los únicos que alcanzan dimensiones máximas en torno a los 2 cm. No se puede descartar que el resto de las lascas de reavivado sea también objetivo de la producción y que hayan sido empleadas a su vez como utillaje de nueva generación. De hecho, encajan en los perfiles tipométricos que se reconocen en una parte de la producción de este nivel.

El conjunto de utillaje se emplea con mucha intensidad lo que está reflejado en rasgos como el alto porcentaje de utillaje retocado (24%). Estos soportes configurados son fundamentalmente de sílex (70,5%) y cuarcita (20%), con valores de representatividad muy similares a los que tienen sobre el total de la colección –sin considerar los restos de talla.

4.7.3. Estudio de la industria lítica tallada del nivel 17 (colección 2008) La producción La colección lítica del nivel 17 recuperada durante las excavaciones de 2008 está compuesta por un total de 2194 elementos, entre los que se encuentran 3 cantos rodados o fragmentos de éstos y 12 tectofractos. El conjunto de la colección tallada se distribuye, por categorías tecnológicas y materias primas, como muestra la Tabla 4.7.5. Las materias primas empleadas en la producción lítica de este nivel conforman un abanico con una variedad relativamente amplia. En términos absolutos, la roca más representada es el sílex (79,1%), seguida de la cuarcita (10,4%) y, en tercer lugar y con porcentajes de representatividad mucho más reducidos, de la ofita con un 4,2% sobre el total de la serie. Sin embargo, la presencia de un número tan alto de restos de talla (92,2%) distorsiona la lectura de la distribución de materias primas. Realizando un cálculo restringido, en el que no se considera esta categoría de restos, el sílex sigue siendo la materia prima más abundante, con más de la mitad de los restos, pero la ofita pasa al segundo lugar (23,8%) y la cuarcita al tercero (15,4%), con proporciones más igualadas. Esta distribución es más parecida a los resultados obtenidos en la colección antigua –tanto a los obtenidos en este estudio como a los publicados por los investigadores que excavaron el yacimiento- en la que no se recogió una proporción tan alta de restos milimétricos como en la intervención de 2008. Aplicando la misma corrección, la categoría más representada es la de las lascas brutas, con un 50,6%. Sin embargo, lo más destacable es la gran cantidad de efectivos que se concentran en el conjunto de utillaje retocado sobre lasca, que alcanza valores del 39,2%.

Fig.4.7.7. Relación longitud/anchura de los núcleos y soportes completos. Todos los restos tienen unas dimensiones inferiores a 4,5x4cm. -incluida la ofita-; y, la mayor parte inferiores a 3,5x3 cm.

A pesar de las reducidas dimensiones del conjunto, las labores de reavivado o reciclado del utillaje están bien representadas, lo que puede considerarse como otro rasgo asociado a la intensidad de uso del utillaje. Así, hay un total de 12 lascas de reavivado: 10 de sílex, 1 de cuarcita y 1 de cuarzo; con unas dimensiones medias de 8,5x11,6x1,9 mm (Fig. 4.7.3. nº 3 y 4). La presencia de estas lascas pone de manifiesto la existencia de un proceso de amortización del utillaje dentro del yacimiento, bien para prolongar su vida útil en el transcurso de una actividad o con el objeto de reciclarlo para otra tarea, modificando el ángulo del filo útil. Desconocemos si estas lascas forman parte, a su vez, de

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

Núcleo Núcleo en lasca Lasca Retocado en lasca Retocado tectofracto Resto de talla Total

Sílex 7 1 33 43 6 1635 1725

Cuarcita 1 15 10 202 228

Ofita 1 29 10 53 93

Cuarzo 2 1 71 74

Arenisca 1 50 51

Lutita 5 1 1 7

Caliza 1 1

Total 9 1 85 66 6 2012 2179

Tabla 4.7.5. Relación entre categorías tecnológicas y materias primas

Hendedor Lasca retocada Raedera Denticulado Perforador Denticulado/raedera Astillado Tectofracto retocado Total

Sílex 20 17 3 2 1 6 43

Cuarcita 3 5 1 1 10

Ofita 5 2 3 1 11

Cuarzo 1 1

Lutita 1 1

Total 5 27 25 4 3 1 1 6 72

Tabla 4.7.6. Relación entre materias primas y grupos tipológicos

Discoide Kombewa Levallois Quina Unipolar Indet. Total

Sílex 3 3 9 9 7 43 74

Ofita 2 18 16 36

Cuarcita 1 1 8 13 23

Lutita 1 5 6

Cuarzo 3 3

Arenisca 1 1

Total 6 3 9 10 37 78 143

Tabla 4.7.7. Relación entre materias primas y esquemas de producción

El grupo tipológico más numeroso es el de las lascas retocadas (37,5%), con muy poca diferencia con respecto al de las raederas (35%). El resto de los tipos identificados presenta valores muy inferiores, siempre por debajo del 8% (Tabla 4.7.6.). Para retocar se ha seleccionado más a menudo el sílex aunque esta preferencia no está especialmente marcada ya que el porcentaje de esta materia entre los retocados (60%) apenas supera la frecuencia del sílex en el conjunto general. La cuarcita y la ofita aparecen entre los retocados con valores similares, en torno al 15%, pero se asocian a tipos diferentes: en un 40% la ofita se emplea en la fabricación de hendedores, mientras que la mitad de la cuarcita retocada es para la conformación de raederas. Destaca, asimismo, una importante presencia de hendedores (n=5) en una colección bastante reducida – 167 elementos, sin considerar los retos de talla-; por otra parte todos ellos tallados en ofita.

El estudio de los núcleos y productos pone de manifiesto la existencia de una cierta gama de sistemas de producción de utillaje, que se asocian con las materias primas empleadas como muestra la Tabla 4.7.7. De los esquemas de producción reconocidos el más numeroso es el unipolar, que se talla prácticamente sobre cualquier materia prima. El discoide es el otro sistema de explotación que también se asocia a varios tipos de roca. Sin embargo, para el caso de producciones más específicas –Levallois, Quina o Kombewa- se da un uso prácticamente exclusivo del sílex, que es la materia prima de mejor calidad. Hay un número significativo de núcleos (n=10) sobre diferentes tipos de matrices –cantos, lascas y tectofractos (Tabla 4.7.8.). En cuatro de ellos no se reconoce un esquema de talla característico. Dos están tallados sobre tectofractos de pequeñas dimensiones (33x20 mm) y presentan explotaciones muy someras. Los otros dos se

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Los yacimientos han explotado sobre cantos de sílex (23x21 mm) y ofita (47x37 mm), de los que se han obtenido entre dos y

Núcleo Unipolar Quina Levallois Discoide Kombewa Indet. Total

2 3 4 9

cuatro soportes, también de pequeñas dimensiones y sin una estrategia clara.

Núcleo en lasca 1 1

Lasca 21 3 3 3 3 39 72

Retocado en lasca 16 7 3 35 61

Total 37 10 9 6 3 78 143

Tabla 4.7.8. Relación entre categorías tecnológicas y estrategias de producción.

Los elementos de producción Levallois recuperados en la excavación suman, entre núcleos y productos, un total de nueve (Tabla 4.7.8). Los núcleos miden 34x26x13 mm y 35x25x13 mm y están tallados en la modalidad bifacial parcial, en la que solamente se lleva a cabo un acondicionamiento específico de las plataformas de percusión en zonas restringidas del contorno. En el resto se emplean planos naturales adecuados. Uno de estos núcleos tiene como soporte un canto de sílex del que se han aprovechado fracciones corticales para la explotación, y el otro es un tectofracto. Ambos se han explotado a partir de una estrategia centrípeta recurrente, para la obtención de productos pequeños y muy poco espesos. Se trata de explotaciones microLevallois que se han abandonado porque la matriz ya no tiene masa suficiente para continuar la explotación (13 mm de espesor). El que se ha tallado sobre un nódulo ha sido explotado de forma intensa, con series de extracciones más o menos largas; el otro, sobre un tectofracto, se ha agotado con una explotación mucho más extensiva porque las posibilidades de la matriz original eran aún más reducidas.

La producción Kombewa también está asociada exclusivamente al sílex y aparece representada por tres soportes (Tabla 4.7.8). Se trata de productos de dimensiones muy reducidas -17,6x14,6x3,3 mm de media- con talones lisos o lineales y, en un caso, con restos de extracciones previas. Estos rasgos evidencian que la obtención de estos soportes micro no forma parte de una estrategia de lascados aislados, sino que representan series cortas de extracciones.

El único núcleo sobre lasca, tallado mediante una explotación Levallois, es un caso particular porque el soporte es, a su vez, un producto cordal de una explotación Levallois previa. Mide 17x27x8 mm –con una fractura distal- y muestra un inicio de explotación de lasquitas pequeñas que han tenido que abandonar porque las extracciones se han reflejado debido a una mala relación de planos entre la cara de lascado y la plataforma de percusión. Los otros seis elementos son productos de talla, cuatro de ellos provienen de una explotación unipolar y dos son soportes cordales, extraídos con el objeto de acondicionar las caras de lascado. Todos menos uno está por debajo de los 30x30 mm de dimensión. No obstante, se trata mayoritariamente de productos alargados y es muy probable que esta sea la causa de que en todos ellos las plataformas de percusión hayan sido cuidadosamente preparadas –mediante facetado. Tres de estos soportes han sido retocados con posterioridad para la conformación de dos raederas y una lasca retocada.

La producción discoide, por su parte, no está tan polarizada en el uso de las materias primas sino que, para este sistema de producción, se emplean diferentes tipos de rocas –sílex, cuarcita y ofita. Prueba del uso de este sistema de producción de utillaje es la recuperación de tres lascas y tres núcleos discoides. Los núcleos son de sílex (n=2) y cuarcita (n=1) y tienen unas dimensiones medias de 33x25x18 mm. Se han explotado mediante las modalidades bifacial no jerarquizado –uno de sílex y uno de cuarcita- y bifacial parcial –sílex- para la obtención de soportes de pequeñas dimensiones –en tono a los 2 cm. De hecho, uno de ellos está tallado de forma muy somera, en un inicio de explotación, lo que indica que los cantos ya eran de reducidas dimensiones en origen. Se trata de explotaciones microLevallois con series de extracciones centrípetas cortas –una media de 5 por una cara y 3 por la otra-, posiblemente debido al tamaño original de las matrices. Los productos de explotación discoide son tres (Tabla 4.7.8), dos de ofita (22x30x10 mm y 36x25x14 mm) y

En el caso de la producción Quina, todos los elementos asociados a este sistema de fabricación de utillaje son productos de lascado (n=10), prácticamente en su totalidad de sílex (n=9). Hay una cierta variedad tipométrica dentro de este conjunto, con ausencia de agrupaciones en función de la relación anchura/longitud. Se trata de soportes un poco espesos, que arrastran dorsos corticales flancos de núcleo y que presentan talones lisos o diedros asimétricos. En el 70% de los casos estos soportes se han retocado con posterioridad (Tabla 4.7.8) para la conformación de raederas –cuatro de ellas con retoque Quina.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica uno cordal de sílex (45x21x19 mm); y están tallados a partir de un modelo bifacial no jerarquizado. Presentan talones lisos y dorsales no corticales, por lo que se trata de productos de plena producción.

también se observa en la colección antigua. Sin embargo, en la serie recuperada durante la excavación de los años 1960 el conjunto de núcleos cuenta con valores inferiores al 1% lo que sí contrasta con los valores de la serie de 2008.

Por último, está el esquema de explotación unipolar, el más numeroso de todos los que aparecen en este nivel. Está compuesto por un total de 37 productos de explotación (Tabla 4.7.8) tallados en sílex, ofita, cuarcita, cuarzo y lutita –aunque mayoritariamente en las tres primeras y por ese orden.

La gran cantidad de núcleos presentes en la colección moderna del nivel 17 de Cueva Morín –en relación al grupo de soportes- se explicaría por el hecho de que se trata, en general, de explotaciones extensivas, que no han generado gran cantidad de soportes a partir de cada uno de los bloques explotados. Algunos se encuentran en fases iniciales de explotación con posibilidades de continuidad –aunque para la obtención de soportes de tamaño bastante reducido- pero la mayoría se han explotado sobre matrices de pequeñas dimensiones. De modo que, sobre todo para el caso de los espesores, las posibilidades de continuidad son muy limitadas –las dimensiones medias de estos núcleos son 33,6x25x14 mm. Esa es la causa principal del abandono de la explotación. Los datos sugieren que se da una gestión diferencial de las materias primas en la que el sílex –roca de mejor calidad- se asocia a producciones muy específicas, como la Levallois, la Kombewa y la Quina (Tabla 4.7.7). Mientras, la talla discoide y la unipolar –esta última la más numerosa- aparecen vinculadas a una cierta variedad de rocas, entre la que también está presente el sílex.

Fig. 4.7.8. Relación entre longitud y anchura de los soportes unipolares completos.

Respecto a la tipometría de los soportes en relación con las materias primas, los de mayor formato son de ofita – incluidos los cinco hendedores y una macro-raedera-, una materia prima en la que se pueden captar con facilidad matrices de tamaño medio-grande. En este caso, a excepción de un par de ejemplos en los que son especialmente anchos –uno de ofita y uno de cuarcita-, en general se trata de productos alargados (Fig. 4.7.9).

Se trata de soportes claramente alargados o de tendencia laminar, independientemente de la materia prima en la que se tallen estos productos (Fig. 4.7.8). Hay una cierta ordenación por tamaños vinculada al tipo de roca, de manera que la ofita ha proporcionado soportes comparativamente más grandes. La gran mayoría de estos productos presentan talones lisos o diedros y caras dorsales no corticales o poco corticales. Esto indica que se ha explotado el eje más largo de las matrices con un cierto acondicionamiento de las plataformas –a partir de extracciones amplias que podrían haber sido también objetivo de la producción- para garantizar la obtención de soportes alargados y que las series obtenidas en cada núcleo han sido relativamente amplias. El 43% de estos productos se ha retocado para la configuración, fundamentalmente, de denticulados y raederas. La gestión del utillaje Una primera línea de evidencia sobre la gestión de la producción se obtiene del análisis de las frecuencias de las distintas categorías tecnológicas. En este sentido, un rasgo llamativo del conjunto recuperado en el nivel 17 es la abundancia de núcleos (6%) y la sobrerrepresentación de elementos retocados (39,5%). Puesto esto en relación con los datos procedentes de la excavación original (González Echegaray y Freeman, 1971 y 1973), el alto porcentaje de retocados parece ser una singularidad constatada del repertorio lítico del nivel 17, dado que

Fig. 4.7.9. Relación entre longitud y anchura de los soportes completos por materias primas

Las formas de aprovisionamiento y circulación de la materia prima no se pueden establecer con demasiada claridad en este conjunto del nivel 17, dado que se trata

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Los yacimientos de una colección poco numerosa y en la que no parece darse una segmentación evidente de las cadenas operativas. Lo que sí se puede inferir es la existencia de una producción in situ de soportes de reducido tamaño a partir de los sistemas de producción microLevallois, Kombewa y microdiscoide. Esta producción micro que se lleva a cabo en el propio yacimiento está asociada, fundamentalmente, al sílex –en el caso del Levallois incluso con el aprovechamiento de los tectofractos con origen en la propia cavidad. De entre los soportes de sílex en los que se puede leer con claridad la cara dorsal (n=52) -una parte de ellos está desilicificada- solamente el 16,6% presentan restos de córtex con diferentes grados –desde totalmente corticales a poco corticales-, frente al 89,3% de soportes de plena producción. De los ocho soportes que conservan fracciones de córtex en sus caras dorsales cinco son de producción Quina y cinco -4 lascas Quina y 1 sin producción reconocida- han sido retocadas para la fabricación de raederas. Entre las no corticales el 35% son lascas brutas y el 65% retocadas. De estas lascas brutas (n=18) siete son de producciones características (Kombewa, Quina, Levallois unipolar) y otras cinco cordales, de acondicionamiento de las caras de lascado. El caso de la ofita es bien diferente. En toda la colección solamente hay un núcleo de 47x37x14 mm. Mientras que la mayoría de la producción está orientada a la obtención de soportes medios-grandes (Fig. 4.7.9), con un 15% de hendedores o macro-raederas. Todo parece indicar que la producción de estos soportes se realizaría en el lugar de aprovisionamiento, a pesar de lo cercano de los afloramientos de ofita –a 1 ó 2 km de distancia del yacimiento. Esto podría ser debido a que tanto los bloques originales como los productos buscados serían de formatos relativamente grandes. Por tanto, este tipo de utillaje se gestionaría a partir de un sistema de circulación en tiempos diferidos –aunque con distancias muy cortas. En relación a esto mismo está también la gestión del retoque, es decir, la selección de los soportes para ser conformados mediante un retoque ulterior. En este caso, y como se puede apreciar en el conjunto de los soportes de producción unipolar (los más numerosos y diversificados en cuanto a las materias primas empleadas), no se da una selección de los soportes para retoque utilizando como criterio el tamaño de los mismos sino la materia prima sobre la que se han tallado. Por eso, casi todas las lascas de sílex están retocadas, seguidas de las de cuarcita. Sin embargo, las lascas de ofita, por lo general de mayores dimensiones, son las que menos se conforman por retoque. Redunda en esto mismo el hecho de que el 77% de las lascas de reavivado recuperadas en la colección (n=13) sean de sílex y el resto de cuarcita. Se han reavivado o reacondicionado los útiles fabricados con las mejores materias primas –bien durante el desarrollo de la tarea para alargar su vida útil o bien con posterioridad para reutilizarlos en esa u otra tarea.

Fig. 4.7.10 Distribución por tamaños de los soportes retocados completos

Aunque toda la producción in situ está orientada a la fabricación de soportes de reducido tamaño, los productos retocados son de mayores dimensiones (Fig. 4.7.10). Esto demostraría la existencia de una importación al yacimiento de soportes finales de mayores dimensiones para ser retocados y, en su caso, reavivados. La ofita, por su parte, está claramente asociada a la fabricación de utillaje masivo, concretamente hendedores (n=5), como ocurre también en el nivel 17 de la colección antigua (presentado a continuación). Se trata de cuatro hendedores de tipo 2 y uno de tipo 0, con una cierta dispersión en las dimensiones aunque, en general, no son demasiado grandes (Fig. 4.7.11).

Fig. 4.7.11. Relación entre longitud y anchura de los hendedores

La mayoría de los talones han sido eliminados con posterioridad por un retoque de conformación de la base. Los dos que se conservan son liso (tipo 0) y cortical (tipo 2). El hecho de que predominen los de tipo 2 indica una tendencia a predeterminar los filos útiles con mayor precisión. En ocasiones, incluso sacrificando el tamaños de los soportes. Esto se explicaría porque en la explotación de cantos para la producción de hendedores de tipo 0 -en los que existe una menor predeterminación del filo- las caras de lascado pueden ser mayores dado que no requieren de ningún tipo de gestión previa –no así con las plataformas de percusión que en numerosas

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica ocasiones aparecen acondicionadas para la talla- y se podrían extraer incluso por percusión lanzada. Sin embargo, la gestión de la explotación de hendedores de tipo 2 es un poco más compleja y en ella prima, fundamentalmente, la predeterminación del filo útil. El más grande de los hendedores de tipo 2 ha sufrido un reacondicionamiento del filo, mediante un retoque bifacial, que ha modificado su ángulo -de 44º a 68º- y muy probablemente su función, como se propone también para los niveles 17 y 16 de la colección antigua que se presentan a continuación. A este respecto, hay que recuperar aquí la presencia de una macrorraedera de ofita de 88x89x31 mm que se ha fabricado sobre un soporte de hendedor. Presenta un retoque exhaustivo que ha modificado el ángulo del filo de 40º a 83º; convirtiéndolo en una raedera transversal sobre un soporte de hendedor reutilizado. Se trata, por tanto, de una reutilización de soportes de gran formato que van a utilizarse con funciones distintas; probablemente 2 de una acción longitudinal a una transversal.

que no intervenga la corteza en la formación del filo- y 3 de tipo 0 –sobre lasca cortical. El estudio de los núcleos y los productos de lascado presentes en esta colección muestra una gama no demasiado amplia de estrategias de explotación empleadas en la fabricación de utillaje (Tabla 4.7.11 y Tabla4.7.12 3). El único núcleo de producción unipolar es de sílex y presenta también unas dimensiones muy reducidas 37x28x28 mm. Conserva negativos de cinco extracciones pequeñas planas, además de restos de varios intentos más que se han reflejado. La plataforma de percusión ha sido mínimamente preparada a partir de un lascado previo amplio que ha eliminado parte de la corteza del nódulo. Este acondicionamiento de la plataforma parece estar relacionado con el hecho de que el sílex sobre el que se ha tallado no es de muy buena calidad y presenta un córtex especialmente irregular y grueso. Respecto a los productos es necesario aclarar, en primer lugar, que más del 60% presentan fracturas (fundamentalmente distales y proximales), por lo que los datos acerca de la tipometría de este tipo de soportes están muy condicionados por este hecho. Las dimensiones medias de estos productos son 41x27x10 mm. No existen agrupaciones especialmente significativas, pero destaca que los soportes de mayor formato están tallados en ofita (Fig. 4.7.12). Asimismo, se trata de soportes, en general, de tendencia alargada.

4.7.4. Estudio de la industria lítica tallada del nivel 17 (colección de las campañas 1966-69) La producción El conjunto lítico del nivel 17 de la colección antigua de Cueva Morín está compuesto por un total de 1503 elementos. Entre ellos se encuentran 92 tectofractos de sílex, 24 bloques y cantos –completos o fragmentados- y 1 percutor. El conjunto de lítico tallado (n=1386) se ordena, por categorías y materias primas, como muestra la Tabla 4.7.9. El sílex es la materia prima más abundante, con un 64% sobre el total de la serie. Le sigue la ofita y la cuarcita, aunque con índices de frecuencia muy inferiores (18% y 14,5%, respectivamente). El resto de las materias primas tienen valores prácticamente anecdóticos. Las categorías tecnológicas más numerosas son las de los restos de talla, que supone el 57%, y la de las lascas brutas, con un 35% de representatividad. El grupo de útiles retocados supone el 7% sobre el total de los restos tallados. Las lascas retocadas y las raederas de diversos tipos (lateral, convergente, doble, transversal, Quina) son los útiles más representados (Tabla 4.7.10). También son relativamente frecuentes los hendedores (n=15), todos ellos tallados en ofita. El resto de los retocados presentan valores muy bajos. Respecto a la tipología de estos útiles, según la clasificación de Tixier (1956 y 1967), contamos con 12 hendedores de tipo 2 – fabricados sobre lasca no cortical o semicortical siempre

Fig. 4.7.12. Soportes unipolares completos

3

En el grupo de los retocados no se han incluido 3 lascas de reavivado retocadas, 1 tectofracto y 15 hendedores, por entender que responden a explotaciones específicas.

2 Una interpretación basada únicamente en el ángulo del filo

porque, dadas las condiciones de conservación de este utillaje, con un alto grado de alteración de la ofita, no se ha podido realizar un estudio funcional.

130

Los yacimientos

Resto de talla

Lasca

Retocado en lasca

Núcleo

632 34 100 22 1 789

194 195 81 4 5 3 3 1 486

55 22 20 97

7 3 2 1 13

Sílex Ofita Cuarcita Cuarzo Caliza Cristal de roca Arenisca Lutita Total

Tectofracto retocado 1 1

Total

Tabla 4.7.9. Relación entre categorías tecnológicas y materias primas

Hendedor Lasca retocada Raedera Denticulado Escotadura Raedera/denticulado Astillado Buril Limace Raspador Tectofracto retocado Total

Sílex 23 21 6 1 2 1 1 1 56

Ofita 15 4 3 22

Cuarcita 8 7 1 2 1 1 20

Total 15 35 31 7 3 2 1 1 1 1 1 98

Tabla 4.7.10. Relación entre materias primas y grupos tipológico

Sílex Ofita Cuarcita Caliza Cuarzo Cristal de roca Arenisca Lutita Total

Unipolar 14 20 5 1 40

Discoide 1 2 1 4

Kombewa 1 1 1 3

Levallois 2 2

Indet. 234 191 96 5 4 3 2 1 536

Total 250 216 102 5 5 3 3 1 585

Tabla 4.7.11. Relación entre materias primas y estrategias de producción

Núcleo Lasca Retocado en lasca Total

Unipolar 1 34 5 40

Discoide 3 1 4

Kombewa 3 3

Levallois 1 1 2

Indet. 8 439 74 521

Tabla 4.7.12. Relación entre categorías tecnológicas y estrategias de producción

131

Total 13 478 79 570

889 254 203 27 5 4 3 1 1386

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica La gran mayoría de los soportes de producción unipolar (72%) presenta talones no corticales, en algunos casos con una plataforma lisa correspondiente al negativo de una extracción previa en la otra cara y, en otros, con un acondicionamiento más elaborado –diedros, puntiformes o, incluso, facetados. Las dos lascas con talones facetados (de sílex y cuarcita) presentan fracturas distales, por lo que no se puede saber exactamente el tipo de soportes buscado. Sin embargo, en una estimación a partir de las dimensiones finales parece que se trataría de soportes de tendencia laminar (aunque no demasiado grandes) y especialmente delgados –en la zona proximal miden 7 y 5mm. de espesor.

El núcleo discoide unifacial está tallado en cuarzo y también es de producción microdiscoide (38x31x23 mm). Presenta dos facetas jerarquizadas aprovechando superficies naturales adecuadas como plataforma de percusión. El motivo de abandono de la explotación ha sido la existencia de planos de fractura que han provocado el reflejado de la mayoría de los lascados. El ángulo de extracción, demasiado secante, también ha contribuido a la proliferación de estos accidentes tecnológicos. Los elementos de producción Kombewa de este nivel son también muy escasos. Hay un total de tres lascas, asociadas a tres materias primas distintas: sílex, cuarcita y ofita. Las diferencias en las dimensiones de estos soportes están asociadas al tipo de roca sobre la que se han tallado. Así, las de cuarcita y sílex miden 19x12x5 mm y 20x23x3 mm respectivamente y la de ofita es mucho más grande, 44x49x9 mm. La de cuarcita es una lasca Jano, lo que indica que se ha empleado como plataforma de percusión el talón de la lasca-núcleo, acondicionada por un lascado previo. La de sílex forma parte de una serie más amplia, porque cuenta con dos negativos previos, uno de ellos de tendencia alargada. El talón puntiforme que presenta es indicativo de la existencia de un cierto acondicionamiento de la plataforma de percusión. La lasca de ofita proviene de una matriz con restos de córtex en la cara dorsal, lo que indica que se trata de un soporte de inicio de explotación. Esto no es de extrañar si tenemos en cuenta el formato de esta lasca Kombewa que, necesariamente, precisa de un núcleo de tamaño medio-grande. A no ser que se trate de producciones muy específicas y/o con una importante tarea de selección del tamaño de los cantos originales, este tipo de soportes son más propios de las primeras fases de explotación.

Todos estos soportes forman parte de series más o menos amplias, con entre 2 y 4 negativos previos, que en el 74% de los casos han eliminado la totalidad del córtex. Solamente hay cuatro casos en los que la cara dorsal presenta una fracción importante de la corteza de la matriz. Este esquema de producción se asocia fundamentalmente a la ofita (50%) y, en un 35% de los casos, al sílex (Tabla 4.7.12). No se puede descartar que esta distribución esté relacionada con la ausencia de una parte de la serie original. La producción discoide aparece representada con porcentajes bajos (0,7%), que apenas permiten valoraciones acerca de su papel en el conjunto. Hay un total de tres núcleos y una lasca. A partir, fundamentalmente, de la lectura de los núcleos se han logrado diferenciar dos tipos de modalidades de talla dentro de la producción discoide: bifacial y unifacial. Para el primer caso contamos con dos núcleos (de sílex y ofita) y el único soporte discoide de la colección (de ofita); para el segundo tenemos el ejemplo del núcleo restante, tallado en cuarzo. Los dos núcleos de explotación bifacial se diferencian, fundamentalmente, en la tipometría de los soportes que van a producir. Así, el de sílex, con unas dimensiones de 38x36x19 mm., responde a una talla de tipo microdiscoide bifacial en todo el perímetro y con obtención de soportes muy planos y en torno a los 2 cm de longitud. El discoide bifacial de ofita, por su parte, tiene unas dimensiones de 90x75x45 mm y ha producido soportes de mayores dimensiones aunque no demasiado espesos. Aunque no contamos con una serie amplia para advertir este tipo de recurrencia, dado que las diferencias tipométricas entre estos núcleos están asociadas a la materia prima, es muy probable que exista una gestión diferencial de estas rocas en función del formato de los soportes finales. Este tipo de gestión en la producción discoide ya ha sido documentada en otros yacimientos cantábricos, algunos de ellos incluidos en este mismo trabajo (Cabrera et al, 2005 para el nivel 24 de El Castillo; Carrión, 2002 para El Habario y Maillo, 2005 para Morín). La lasca de ofita recuperada mide 33x35x13 mm y presenta un talón liso no cortical. Procede de una explotación discoide bifacial de soportes más anchos que largos, aunque no demasiado espesos. Como hemos visto, esta tendencia se puede apreciar también en el núcleo.

Por último, hay dos elementos asociados a una producción Levallois. Se trata de una lasca y un núcleo, ambos de ofita. La lasca tiene unas dimensiones de 40x37x9 mm y forma parte de una explotación centrípeta recurrente, con cinco extracciones previas, en la que el acondicionamiento de la plataforma de percusión no se ha llevado a cabo mediante un facetado específico sino a través de lascados más o menos amplios. El núcleo, por su parte, evidencia una explotación más compleja. Se trata de un canto no demasiado grande –considerando los formatos de las matrices disponibles en esta materia prima- y no poco espeso (71x61x26 mm). Se ha tallado en la modalidad bifacial jerarquizado y presenta un tipo de explotación con una gestión del volumen bastante compleja en la que, en un momento del proceso de producción, las dos facetas van a cambiar el rol que desempeñan –de cara de lascado a plataforma de percusión y viceversa. En primer lugar explotan una de los dos caras desde una zona restringida de su contorno – la mitad, aproximadamente- para la extracción de tres lascas alargadas (en torno a 35 mm) y bastante planas, a partir de una plataforma preparada con una extracción previa. En la zona que queda sin tallar, de la actual cara de lascado, se sacan una serie de extracciones con un

132

Los yacimientos ángulo muy secante y más bien cortas (12 mm). El objetivo es acondicionar una plataforma de percusión que sirva para explotar la cara opuesta. Esta última había cumplido la función de cara de preparación de plataforma de golpeo en la explotación anterior, en el otro lateral del núcleo. En esta nueva cara de lascado, con acondicionamiento de la plataforma, también se va a desarrollar una explotación de tipo Levallois para producir soportes igualmente alargados y planos.

corticales o poco corticales y talones fundamentalmente lisos. Las dimensiones de estas lascas están relacionadas con la materia prima, pues todas ellas se han tallado en ofita.

La gestión del utillaje En primer lugar hay que recordar que, aunque no existen grandes desproporciones entre las diferentes categorías tecnológicas en la serie de este nivel, la ausencia de una parte de la colección original condiciona las inferencias sobre cuestiones tales como la gestión diferencial de las materias primas o la posible circulación de los soportes finales. No obstante, el conjunto del nivel 17 de Morín es una buena arena de estudio para abordar cuestiones de tipo más cualitativo. Entre ellas destaca la existencia de producciones y gestiones complejas del utillaje sobre materias primas como la ofita. Su importancia radica en que se trata de una roca a la que se le atribuyen cualidades deficientes para la talla, lo que desaconsejaría el diseño de sistemas de explotación complejos. Como ya se ha presentado en el apartado de producción, en este nivel la ofita se ha asociado a la producción discoide en su variante bifacial alternante, a una producción unipolar bastante cuidada o, incluso, a una producción de tipo Kombewa, de la que se obtendrían además soportes de tamaño considerable. Pero, sin duda, lo más destacado es su vinculación a la producción Levallois, que en este caso además presenta unas características bastante peculiares. Este tipo de gestión del volumen (con un giro completo del núcleo y cambio en el rol de las dos facetas) no es nada común y, desde un punto de vista práctico, solo se explicaría por una necesidad de aprovechar el núcleo al máximo. Sin embargo, llama la atención que está explotado de forma extensiva, sin que exista ninguna razón técnica evidente para su abandono -ni agotamiento del volumen, ni presencia de fisuras o fracturas latentes, ni accidentes de talla. Esta aproximación muestra cómo la ofita se ha empleado en una producción bastante diversificada y, en algunos casos, bastante compleja.

Fig. 4.7.14. Relación entre longitud y anchura de los soportes brutos completos

Respecto a la tipometría general de los soportes y a las diferencias entre retocados y no retocados, destaca que la gran mayoría de los productos seleccionados para retocar son de tendencia alargada, con longitudes entre 15 y 50 mm y anchuras entre 15 y 40 mm (Fig. 4.7.13). Solo cinco elementos presentan unas dimensiones superiores. Por el contrario, entre los soportes no retocados hay un grupo más o menos numeroso de soportes grandes (por encima de los 60 mm de longitud) que, sin embargo, se han conservado en bruto (Fig. 4.7.14). La mayoría de ellos son elementos de plena producción, con dorsales no

Mientras que los productos de sílex presentan una dispersión aleatoria, sin concentraciones evidentes, en el caso de la ofita se pueden distinguir dos grupos diferenciados: (1) uno de soportes especialmente grandes (marcado con un círculo en la Fig. 4.7.14), alargados, con extracciones previas también alargadas y no retocados; y (2) otro de soportes más bien pequeños, considerando los tamaños de los cantos disponibles en esta materia prima. Otra cuestión a tener en cuenta son las labores de amortización del utillaje. La principal evidencia de esta actividad son las lascas de reavivado presentes en la

Fig. 4.7.13. Relación entre logitud y anchura de los soportes retocados completos -sin incluir hendedores-

133

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica colección. No se trata de un grupo muy numeroso (n=9) y son mayoritariamente de sílex (n=7). Esto indica que se produce un aprovechamiento más intensivo del utillaje conformado sobre esta materia prima. Los reavivados de los filos se han llevado a cabo mediante dos modalidades, con objetivos distintos: (1) lascas extraídas desde el mismo filo de la raedera y en la misma dirección que el retoque previo que eliminan zonas concretas del filo, o (2) una lasca extraída desde el flanco, transversal al retoque, que arrastra prácticamente todo el filo fósil. Los soportes que se obtienen de estas dos formas de reavivado son totalmente diferentes: mientras en la primera se obtienen productos más anchos que largos o de tendencia cuadrangular, con restos del filo fósil en la parte proximal opuesto a filos agudos; en el segundo de los casos se obtienen lascas alargadas que presentan en un lateral gran parte del filo fósil de la raedera y, en el otro, un plano abrupto similar al que genera una fractura de Siret. Se trata de productos de pequeño formato, con unas dimensiones máximas inferiores a 20 mm. Solo hay tres casos con dimensiones por encima de estos límites (Fig. 4.7.15). Se trata de lascas de reavivado, estrechas pero muy alargadas, sacadas desde el flanco del filo de la raedera. Estos soportes son precisamente los únicos que se han retocado -en el lateral opuesto al filo fósil. Estos datos indican que se ha llevado a cabo una selección de las lascas de reavivado de mayor tamaño para ser reaprovechadas como utillaje de nueva generación a partir de su conformación por retoque 4.

Otro de los elementos característicos de este nivel es la presencia de un número considerable de hendedores 5 (n=15), todos ellos de ofita, como único tipo de macroutillaje presente en la colección.

Fig. 4.7.16 Relación longitud/anchura hendedores completos

En relación a las características tipométricas, es un conjunto bastante homogéneo (Fig. 4.7.16). Se trata de hendedores con una cierta predeterminación de la preforma, sobre todo del filo. Esto se consigue mediante la extracción de una lasca grande desde una plataforma opuesta a la de extracción del propio soporte, o algunas más pequeñas en sentido transversal a este eje (Tipo 2). Aunque también hay dos de tipo 0. Teniendo en cuenta este esquema de fabricación, que en algunos de los casos implica la gestión de dos plataformas opuestas, y las dimensiones medias de los hendedores (94x76x34 mm) lo más probable es que se hayan dado dos tipos de fenómenos relacionados con la gestión del volumen del núcleo: (1) la explotación de una de las dos dimensiones cortas de los cantos de ofita de gran formato –sobre todo para los hendedores con talones desviados- y/o (2) la selección de bloques más pequeños que permitan la explotación del eje más largo pero controlando las dos plataformas –sobre todo para los casos de los talones rectos. Como parte de esta predeterminación más cuidada de los soportes está también el acondicionamiento de las plataformas de percusión que se puede inferir a través de la presencia de talones lisos e, incluso, facetados. 5 Cuatro de estos hendedores están siglados con referencias al nivel 15. Sin embargo, en la publicación de González Echegaray y Freeman (1971) aparecen dibujados dentro del conjunto de utillaje del nivel 17. Teniendo en cuenta las malas condiciones de conservación de los materiales de Cueva Morín en el MUPAC, consideramos más fiable mantener las referencias de las publicaciones de los excavadores, por lo que hemos decidido incluirlos dentro de esta serie.

Fig. 4.7.15 Relación longitud/anchura de las lascas de reavivado brutas y retocadas

4 Dos de estas lascas de reavivado retocadas (44x18 mm y

25x12 mm) presentan una fractura proximal que modifica ligeramente su longitud.

134

Los yacimientos

Fig. 4.7.17. A la izquierda, hendedores de ofita. A la derecha, utillaje retocado (1-5), núcleos discoide (6) y Levallois (7) y lascas Levallois (8-10). Nivel 17

En la colección hay una cierta gama de materias primas utilizadas para la fabricación de utillaje. Entre ellas destaca el uso del sílex (61,5%), seguido del de la cuarcita (23,7%) y, con porcentajes mucho más reducidos, por el de la ofita (13,5%) 6. El resto de las materias primas presentan valores prácticamente anecdóticos, menores al 1%.

4.7.5. Estudio de la industria lítica tallada del nivel 16 (colección de las campañas 1966-69) La producción El conjunto lítico del nivel 16 de Cueva Morín está compuesto por 2004 elementos, entre los que se encuentran 80 tectofractos, 22 cantos o fragmentos de ellos, 1 plaqueta y 1 percutor. La serie de restos líticos tallados se dispone, en relación a las materias primas y las categorías tecnológicas, como muestra la Tabla 4.7.13.

6

Según las referencias de la colección original (González Echegaray y Freeman, 1971 y 1973) en el nivel 16 la ofita es más abundante que la cuarcita (23% de ofita frente al 20% de cuarcita).

135

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Al igual que en el nivel 17, el porcentaje de restos de talla es muy alto. Si descontamos del conteo este grupo, que supone casi el 60% sobre el total de la serie, los valores de representatividad de las diferentes materias primas quedan más equilibrados: sílex 38,6%, cuarcita 31,7% y ofita 25%.

Núcleo Núcleo en lasca Lasca Retocado en lasca Punta Levallois Retocado en canto Punta Bifaz Resto de talla Tectofracto retocado Total

Sílex 21 1 161 141 3 841 3 1171

Cuarcita 6 2 157 79 1 205 450

Respecto a las categorías tecnológicas, las más numerosas son la de los restos de talla (59%) y la de las lascas brutas (26%). El conjunto de piezas configuradas se acerca al 13% y los núcleos suponen menos del 2%.

Ofita 2 171 20 1

Cuarzo 3 -

Arenisca 2 -

Cristal roca 1 -

62 256

14 17

3 5

1

Total 29 3 495 240 3 1 1 1125 3 1900

Tabla 4.7.13. Relación entre materias primas y categorías tecnológicas

Bifaz Hendedor Raedera Lasca retocada Denticulado Punta Tectofracto retocado Escotadura Muesca Raedera/denticulado Rabot Total

Sílex 72 56 9 4 3 2 1 147

Cuarcita 1 1 46 19 11 1 1 80

Ofita 1 15 1 3 1 21

Total 2 16 119 78 20 5 3 2 1 1 1 248

Tabla 4.7.14. Relación entre materias primas y grupos tipológico

Dentro del utillaje retocado sobre lasca destacan las raederas de diversos tipos (lateral, doble, transversal, Quina, convergente) con un 48% sobre el total de los retocados (Tabla 4.7.14). Le siguen las lascas retocadas (31%) y los denticulados (8%). Solo se han retocado soportes tallados en las tres materias principales. Los valores de representatividad son muy similares a los

Sílex Cuarcita Ofita Cuarzo Arenisca Cristal roca Total

Unipolar 14 14 6 34

Levallois 18 8 26

porcentajes que alcanzan sobre el total de la serie, con el matiz de un ligero aumento de la cuarcita (del 23% sobre el total de la serie al 32% de los retocados) en detrimento de la ofita (del 13% al 8%). Hay que tener en cuenta, no obstante, que la mayoría de los retocados en ofita son macroutillaje, por lo que hay que considerar esta asociación entre materia prima y tipo tecnológico. Kombewa 4 4 1 9

Discoide 1 3 4 8

Indet. 266 209 166 3 2 1 647

Tabla 4.7.15. Relación entre materias primas y estrategias de producción

136

Total 303 238 177 3 2 1 724

Los yacimientos

Núcleo Lasca Punta Retocado Total

Unipolar 1 22 11 34

Levallois 8 11 3 4 26

Kombewa 6 3 9

Discoide 2 5 1 8

Indet. 21 428 198 647

Total 32 472 3 217 724

Tabla 4.7.16. Relación entre categorías tecnológicas y estrategias de producción

Es común el acondicionamiento de las plataformas a partir de extracciones amplias –talones lisos o diedros-, aunque también hay casos con una preparación más cuidada –talones facetados o puntiformes. Estos productos forman parte de series de extracciones, con dos o tres negativos previos. En muchos casos presentan caras dorsales no corticales (n=19) y, en otros, dorsos corticales que a veces han sido buscados de forma expresa, desbordando un poco la extracción hacia el lateral de la cara de lascado.

El sistema de talla reconocido más numeroso es el unipolar (4,6%) y está representado por 1 núcleo, 22 lascas y 11 retocados sobre lasca (Tabla 4.7.15 y 4.7.16). El núcleo es de sílex y tiene unas dimensiones de 37x31x14 mm. (fig. 4.7.26). Refleja una producción en serie de soportes alargados, aunque solamente se ha extraído completa la primera lasca, las otras tres se han reflejado. Este ha debido de ser el motivo del abandono del núcleo que, por otra parte, contaba ya con pocas posibilidades de talla teniendo en cuenta su formato, especialmente el limitado espesor.

El Levallois es el segundo sistema de producción más numeroso en esta serie (3,3%). Está representado por 17 soportes y 8 núcleos, todos ellos en sílex y cuarcita (Tabla 4.7.16). Los núcleos son de formato microLevallois y han producido soportes en torno a los 2 cm (Fig.4.7.27). Como matriz se han empleado cantos (n=3) y lascas (n=3) de cuarcita y sílex e, incluso, tectofractos (n=2). Presentan series de extracciones muy cortas (de dos a cuatro negativos) con dirección unipolar o centrípeta. Las explotaciones se han llevado a cabo mediante un acondicionamiento de la plataforma de percusión o bien aprovechando planos naturales con buena disposición de ángulos. Solamente en tres de los casos (de explotación de cantos de cuarcita y de sílex) se ha tallado todo el contorno del núcleo. Se trata de una talla centrípeta recurrente con preparación de la plataforma de percusión y agotamiento del núcleo. Las lascas y tectofractos se han explotado sobre una sección del perímetro de la cara de lascado, normalmente a través de una explotación unipolar. Una de estas lascas y un tectofracto se han reaprovechado después para conformar una raedera lateral y una muesca, respectivamente. En ambos casos el retoque se ha realizado en el lado opuesto al de la explotación del soporte en la fase anterior. En los productos Levallois se han diferenciado tres tipos de explotación: unipolar, centrípeta recurrente y de puntas. A continuación (Fig. 4.7.19) se presenta la relación entre las dimensiones longitud y anchura, según la estrategia de explotación empleada para su fabricación. Entre los soportes de explotación centrípeta recurrente hay un grupo (n=6) de formato micro y otro (n=4), un poco más disperso, de soportes con dimensiones medias/grandes (Fig. 4.7.19). Todos estos productos tienen las plataformas de percusión cuidadosamente preparadas a través de facetado y no conservan ninguna fracción de córtex en la cara dorsal. De ellas solo dos han sido retocadas. Una con un retoque muy marginal que

A excepción de los cuatro soportes seleccionados con un círculo en la Fig. 4.7.18, el resto de las lascas unipolares son más largas que anchas. Los dos más grandes son de ofita y se han mantenido en bruto, como el resto de los soportes tallados sobre esta roca (n=6). Hay un criterio sutil de selección de los productos más grandes y alargados para ser retocados. La mayor parte de estos soportes unipolares retocados –de sílex y cuarcita- han sido empleados para conformar raederas. En general son soportes bastante planos, de un espesor medio de 7,8 mm, con un ligero aumento en el caso de los de ofita (10,3 mm).

Fig. 4.7.18. Relación entre longitud y anchura en los soportes unipolares completos

137

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica apenas modifica el filo y la otra para la conformación de una raedera doble. Las lascas de producción Levallois unipolar forman el conjunto más homogéneo y evidencian una clara producción de soportes de lascas laminares. Todos ellas presentan talones facetados y entre dos y tres extracciones previas en la misma dirección. Tres son de cuarcita y uno de sílex y ninguna de ellas ha sido retocada con posterioridad.

31x19x5 mm), muy poco espesos, con un acondicionamiento cuidadoso de las plataformas de percusión a través de facetado y con ángulos de lascado de 85 y 86º. Ninguna de ellas ha sido retocada. Por último, no existe una gestión diferencial de las materias primas, ni dentro de cada uno de los grupos de producción diferenciados ni tampoco entre ellos. Se talla indistintamente sílex y cuarcita de buena calidad. La producción Kombewa está representada en la colección de este nivel por nueve soportes, tres de ellos retocados.

Fig. 4.7.19 Relación entre longitud y anchura de los soportes Levallois

Si recuperamos aquí la información acerca de los núcleos Levallois presentes en la colección se puede observar cómo, debido a sus dimensiones, solo una parte de estos productos podría proceder de las explotaciones de esas matrices. Los soportes más grandes y los de producciones más específicas –puntas- han tenido que ser importados al yacimiento como productos finales. Destacan en este sentido, los dos soportes más grandes de explotación centrípeta (Fig. 4.7.19), que arrastran buena parte de las caras de lascado de unos núcleos que, en origen, serían por lo menos cuatro veces mayores que los recuperados en el yacimiento. Los productos de formato micro procedentes de estas explotaciones son muy difíciles de identificar dentro de un conjunto amplio de utillaje. Esto se debe tanto a su tipometría como a las modalidades de explotación -a veces sin acondicionamientos de las plataformas-, que hacen que no presenten rasgos morfológicos demasiado característicos, por lo que pueden confundirse con productos de explotaciones Kombewa, unipolar, no determinadas o, incluso, como esquirlas. Como ya se ha presentado, en la serie lítica del nivel 16 se han recuperado cinco puntas y tres de ellas son de producción Levallois. En general se trata de formatos bastante estandarizados con pocas diferencias tipométricas entre ellos (30x21x6mm., 39x27x7 mm y

Fig. 4.7.20. Relación entre longitud y anchura de los soportes Kombewa completos

En relación a la tipometría de estas lascas, hay una agrupación de soportes pequeños, más anchos que largos –23x25x8 mm de dimensiones medias-, y otros tres de mayor formato, dispersos y de materias primas diferentes –sílex, ofita y cuarcita, por orden de mayor a menor formato (Fig. 4.7.20). La lasca más grande –sílex- es la única que se retoca para conformar una raedera lateral. Dos más, del grupo de las más pequeñas presentan retoques someros, que apenas modifican las características del filo original, por lo que ese han clasificado como lascas retocadas. Excepto por el caso de una de las lascas de cuarcita 32x26x11 mm-, que muestra un negativo previo con la misma dirección de extracción, ninguna otra presenta negativos previos que indiquen una producción en series más largas. Los talones son lisos (n=6), aprovechando los planos generados por los negativos de extracción en la cara dorsal de las lascas-núcleo, o con una preparación específica de las plataformas de percusión a través de facetados (n=3). Llama la atención que este tipo de tratamiento aparezca en soportes de ofita (n=1) y cuarcita

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Los yacimientos (n=2) de dimensiones más bien pequeñas. Estos productos son muy similares a los que se obtienen de una explotación Levallois sobre lascas pequeñas como la que ya se han presentado, por lo que a veces resultan difíciles de diferenciar. Por último, está la producción discoide, la menos numerosa de todas los métodos de producción reconocidos en la colección (1%). Aparece representada por seis soportes y dos núcleos (Tabla 4.7.15). Los núcleos son de cuarcita y ofita, se han tallado a partir de dos modalidades diferentes, y tienen unas dimensiones de 41x29x21 mm y 66x59x46 mm respectivamente. El primero presenta una talla unifacial centrípeta, aprovechando los buenos planos naturales de un pequeño bloque de cuarcita que ha producido soportes de reducidas dimensiones. El segundo, muestra una explotación discoide bifacial alternante de dirección centrípeta sobre una cara de lascado mayor pero con la producción de soportes cortos, en torno a los 3 cm.

presentan negativos de extracciones de pequeñas dimensiones –entre 1,5 y 3 cm- con direcciones desordenadas. En todo caso, parece que forman parte de producciones de tipo micro. Uno de los componentes también característicos de este nivel es el grupo de los hendedores. De los 16 elementos que lo componen, todos menos uno han sido tallados en ofita 7. Según la clasificación de Tixier (1956 y 1967), 8 son de tipo 2, siete de tipo 0 y uno atípico –fabricado sobre lasca cortical y con un retoque bifacial en la zona basal, probablemente asociado al enmangue o prensión.

Los soportes procedentes de este tipo de explotación son especialmente anchos y los talados en ofita son, en general, de mayores dimensiones (Fig. 4.7.21). El único que contrasta en la agrupación, según la relación longitud/anchura, es uno especialmente alargado, precisamente de ofita. La explicación a la presencia de este tipo de soportes en un conjunto bien definido por lascas cortas y anchas es que se trata de una lasca cordal, de acondicionamiento de la cara de lascado. El único elemento de sílex reconocido entre los soportes de producción discoide es una punta pseudoLevallois. El resto de los núcleos y soportes presentes en la colección no pueden ser atribuidos a esquemas de producción característicos.

Fig. 4.7.22. Relación entre longitud y anchura de los hendedores

Según su formato se diferencian dos conjuntos: (1) uno de longitudes comprendidas entre los 100 y 120 mm y anchuras en torno a 80-100 mm; y otro (2) de dimensiones más reducidas, con longitudes en torno a 80 mm y anchuras entre 60 y 80 mm aproximadamente. La mayoría de los talones han sido eliminados por el retoque posterior. Entre los que se conservan hay tanto talones corticales, como lisos e, incluso, en uno de los casos, facetado. Esto implica un cierto acondicionamiento de las plataformas de percusión para un mayor control de la morfología del soporte final. En los hendedores de tipo 2, la predeterminación de la lasca-soporte es mucho mayor. Se realizan una serie de tres ó cuatro extracciones previas, generalmente de dirección ortogonal, que configuran la morfología del soporte. Una de ellas, específica, se extrae con dirección transversal u opuesta a Fig. 4.7.21. Relación entre longitud y anchura de los soportes discoide completos

7 Dos de estos hendedores están siglados con referencias al

El conjunto de núcleos en los que no se ha podido reconocer una estrategia clara de explotación suman un total de 21 ejemplares, de los que el 76% son de sílex. Dos terceras partes de estos núcleos (66%) están fracturados y las dimensiones medias de los que se conservan completos son 38x29x18 mm. La gran mayoría

nivel 14. Sin embargo, en la publicación de González Echegaray y Freeman (1971) aparecen dibujados dentro del conjunto de utillaje del nivel 16. Teniendo en cuenta las condiciones de conservación de los materiales de Cueva Morín en el MUPAC, consideramos más fiable mantener las referencias de las publicaciones de los excavadores, por lo que hemos decidido incluirlos dentro de esta serie.

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica la dirección de extracción del soporte final, en lo que va a ser la zona distal de la lasca de hendedor. Este lascado predetermina filos con ángulos de entre 32 y 49º.

y en todos los tipos de rocas presentes, se buscan soportes de dimensiones pequeñas o medias. La producción Kombewa destaca en este nivel precisamente porque para su explotación también se ha empleado la ofita -además con un acondicionamiento muy cuidadoso de la plataforma de percusión a través de facetado. Sus dimensiones lo separan ligeramente de la tendencia general establecida por los soportes tallados en las otras materias primas –sobre todo en relación a la anchura. Se trata, por tanto, de una muestra más de una talla elaborada sobre esta roca.

Además de los hendedores, en este nivel hay evidencias de la fabricación también de bifaces (n=2). Solo uno de ellos, de ofita, está completo (105x68x33 mm); el otro, de cuarcita, es un fragmento distal (81x37x32 mm) de un bifaz de pequeñas dimensiones y asimétrico, con una cara plana y la otra bastante abrupta. La gestión del utillaje La explotación Levallois que muestran los núcleos de este nivel pone de manifiesto un aprovechamiento muy intensivo de las materias primas de buena calidad (cuarcita y sílex) para la producción de lascas de pequeñas dimensiones. Se ha aprovechado casi cualquier tipo de matriz (cantos, lascas, tectofractos), los núcleos se han explotado hasta su agotamiento (caso de los tres núcleos sobre canto en los que se ha diseñado una explotación centrípeta recurrente con preparación de las plataformas) y, en ocasiones, han sido reaprovechados para la fabricación de utillaje retocado (una raedera y una muesca).

No se da una gestión diferencial de las materias primas, sino que aparecen las tres más representadas en los porcentajes generales. Grosso modo, son soportes más anchos que largos y de dimensiones reducidas. Esto último probablemente está asociado a los porcentajes de representatividad de sílex -44%- y cuarcita fina -44%. Destaca, sin embargo, la presencia de un producto de sílex especialmente alargado y de tamaño medio/grande 49x24x11 mm, con la anchura afectada por una fractura tipo Siret- que procedería de una lasca-soporte considerablemente grande. En este sentido, y enlazando también con la información previa procedente del resto de los esquemas de producción, hay que destacar que entre los elementos más grandes de sílex presentes en la colección –50-71 mm de longitud y 21-48 mm de anchura- solamente hay dos núcleos. Estos, además, se han explotado de forma bastante marginal por la mala calidad de la materia prima. El resto son soportes, de los que el 56,2% se han retocado para fabricar raederas o son soportes de explotaciones complejas como la Levallois. Estamos, por tanto, ante una importación al yacimiento de soportes finales de tamaño medio/grande en sílex de buena calidad (sin fisuras y con disponibilidad de matrices con formatos más grandes).

Una parte de los soportes presentes en la colección podrían haber sido extraídos de los núcleos recuperados en el yacimiento. Sin embargo, los más pequeños, procedentes de núcleos sobre lascas y tectofractos, no están presentes. Estas últimas explotaciones habrían producido un número más reducido de lascados, dando lugar a soportes de formato muy pequeño. Teniendo en cuenta el gran número de restos de talla recuperados, es poco probable que esta parte de la producción haya sido mutilada debido a su reducido tamaño. Sin embargo, al tratarse de lascas con características morfológicas poco diagnósticas –sin preparación de plataformas, sin negativos claros de extracciones previas, con morfologías poco específicas debido a su pequeño tamaño, etc.- es posible que parte de esta producción no se haya reconocido como tal. Por otra parte, los productos Levallois de mayor formato no pueden asociarse a los núcleos de esta colección (Fig.4.7.26), por lo que muy probablemente estaríamos ante una producción microLevallois in situ y una importación al yacimiento de soportes grandes y puntas.

Por otra parte, y en relación al utillaje retocado, hay una gestión claramente diferencial de las materias primas, en la que la ofita se emplea para la fabricación de macroutillaje (fundamentalmente hendedores, Fig. 4.7.25) y las otras dos rocas –sílex y cuarcita-, de mejor calidad, para la conformación del resto de utillaje sobre lasca (Tabla 4.7.14). Este grupo de utillaje retocado supone el 6,8% sobre el total de la colección y está representado fundamentalmente por raederas (49%).

La producción discoide es muy reducida en este nivel y aparece asociada, fundamentalmente, a la cuarcita y a la ofita. Los datos que relacionan núcleos y soportes de estas materias primas –número y tipometría- son bastante coherentes, por lo que entendemos que no se da una fragmentación de las cadenas operativas. Solamente hay un elemento de sílex en el conjunto. Se trata de una punta pseudoLevallois que, por sus dimensiones y por la materia en la que se ha tallado, es probablemente haya circulado como soporte final. Estamos, por tanto, ante una producción discoide in situ en materias primas como la ofita y la cuarcita y, quizá, una importación de algunos soportes de sílex. En general,

En la Fig. 4.7.23 aparecen representados los soportes retocados y completos, en las tres materias primas empleadas. No se han incluido ni el macroutillaje ni las puntas porque forman parte de producciones específicas que se van a retocar siempre (en el caso del macroutillaje) o en proporciones altas (caso de las puntas).

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Los yacimientos

Fig. 4.7.24. Relación entre longitud y anchura de lascas de reavivado según tipo y presencia/ausencia de retoque

Fig. 4.7.23 Relación entre longitud y anchura del utillaje retocado completo

Se puede apreciar una significativa reducción de la ofita entre el utillaje retocado como consecuencia de esa asociación entre esta roca y el macroutillaje (fundamentalmente hendedores). Esta cuestión que ya ha sido planteada con anterioridad para los conjuntos de Paleolítico medio del Cantábrico (Montes y Sanguino, 1998). No obstante, las cuatro lascas de ofita que aparecen representadas en la Fig. 4.7.24 son del grupo de las más grandes seleccionadas para retoque. Solo en uno de los casos se ha fabricado una verdadera raedera, el resto son lascas con retoques marginales y discontinuos. Después de lascas retocadas y raederas, destaca el grupo de los denticulados (8,4%), el único caso en el que la cuarcita está más representada que el sílex. Por último hay que señalar la presencia de 29 lascas de reavivado (Fig. 4.7.27). De ellas el 82,7% son de sílex y el 17,2% de cuarcita. Estos datos ponen de manifiesto que hay una mayor amortización de los soportes tallados en la roca de mejor calidad. Algunas de las lascas de reavivado de este nivel se han reaprovechado sometiéndolas a un proceso de retoque posterior. Para ello se ha llevado a cabo una selección específica de soportes mayores de 25 mm en, al menos, alguna de sus dos dimensiones (Fig. 4.7.24). Las únicas lascas de reavivado que superan este tamaño y no han sido retocadas son aquellas extraídas desde el flanco. Se evidencia, no obstante, la existencia de un proceso de aprovechamiento intensivo del utillaje, fundamentalmente de sílex, prolongando su vida útil a partir del reavivado de los filos. Asimismo, se produce una selección de las lascas de reavivado más grandes para ser retocadas y reaprovechadas.

Fig. 4.7.25. Hendedores de ofita. Nivel 16

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

Fig. 4.7.26 Núcleos Levallois sobre canto (1 y 2) y sobre lasca (5); núcleo unipolar (3); soportes Levallois retocados (4, 6, 7 y 8). Nivel 16

Fig. 4.7.27 Lascas de reavivado. Nivel 16

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Los yacimientos

Fig. 4.7.28 A la izquierda denticulado (1) y raederas (2-9). A la derecha soportes de producción micro. Nivel 16

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica  musterienses en la primera interpretación del yacimiento; J. Altuna (1972) se suma a la opinión de G. Laplace y J.M. Merino y los considera más tarde a ambos auriñacienses; en 1982 Altuna et al., clasifican el III como auriñaciense y el IV como musteriense. La variabilidad de las atribuciones sugiere la posibilidad de que haya una cierta mezcla de elementos de cronologías distintas, bien por efectos posdeposicionales, bien por la dificultad para discriminar los niveles en una estratificación tan buzada. Los niveles V, VI y VII se clasifican de forma unánime como musterienses, habitualmente como musterienses típicos (Baldeón, 1993).

4.8. Lezetxiki 4.8.1. Presentación del yacimiento La cueva de Lezetxiki está situada en las cercanías de Mondragón (Guipúzcoa), a 375 m de altitud sobre el nivel del mar. Se localiza a unos 3 km de distancia del río Deba, en cuya cuenca se encuentra, y a menos de 30 km de distancia de la costa actual. La cavidad forma parte de una red cárstica muy alterada por la erosión de la ladera en la que se encuentra, en un paquete de calizas estratificadas del Aptiense superior (EVE, 2003). Lezetxiki es una corta galería norte-sur, con una fuerte inclinación hacia el sur, donde se abre la boca principal, en la que se llevó a cabo la excavación arqueológica. El yacimiento fue descubierto en 1927 y fue objeto de una cata somera en 1928. Se excavó entre 1956 y 1968 por equipos dirigidos por J.M. de Barandiarán y sus colegas (D. Fernández Medrano en las primeras campañas y J. Altuna desde 1964). Desde 1996 se producen nuevas intervenciones arqueológicas en el lugar (en unos 10 m2) dirigidas por A. Arrizabalaga para poner en valor este depósito clásico (Falguères et al., 2005: 95). La excavación original se situó en el límite del porche sur y se extendió hacia la zona exterior. El relleno excavado tiene 9 m de potencia y se definieron 8 niveles arqueológicos. La superficie máxima alcanzó en torno a 45 m2, en un sondeo que ocupa casi por completo 14 metros de la galería. La retirada de los depósitos fue poniendo al descubierto una galería colmatada, profunda y estrecha, que apenas sobrepasa los 2,5 m de anchura en todo su recorrido. La erosión de la ladera ha desmantelado el techo original de la cavidad y parte de la pared este. En la base de la secuencia, en el nivel VIII, se reconoció la existencia de una cueva –llamada Leibarcuya boca había quedado colmatada al comienzo de la formación del depósito.

Fig. 4.8.1. Planta de la cueva de Lezetxiki y cuadrícula de la excavación (según Baldeón, 1993). Estratigrafía Lezetxiki, corte E-W (Barandiarán, 1965).

Los niveles inferiores –el V y el VI- fueron alcanzados por primera vez en la campaña de 1961 (Barandiarán, 1964) y se continuó en ellos en la campaña de 1962, en unos pocos metros cuadrados de las bandas 5 y 7. Según se desprende de la memoria de excavaciones, en las campaña de 1963 y 1964 también se excavaron los niveles inferiores, aunque no coinciden las actividades descritas con los materiales que ilustran los resultados de las intervenciones1. En la campaña de 1965, ya con la

El conjunto de la sedimentación en Lezetxiki tiene un aspecto bastante monótono, dominado por una matriz de arcillas amarillentas que homogeneíza los distintos niveles. Las separaciones entre niveles se hicieron a partir de las características macroscópicas del sedimento (texturas y densidades de clastos) y de los tipos de materiales arqueológicos (Baldeón, 1993: 7). Como el suelo actual-original, los niveles inferiores presentan un fuerte buzamiento hacia el sur, que fue reconocido y controlado con bastante rigor a lo largo de la excavación.

                                                             1  “Empezamos la excavación en las bandas 6 (cuadros B, C, D)

Los niveles superiores corresponden a diferentes momentos del Paleolítico Superior: el I al Magdaleniense superior-final y el II al Gravetiense (Barandiarán y Altuna, 1967) o al Gravetiense y Solutrense (I. Barandiarán, 1988). Los niveles III y IV son bastante problemáticos en cuanto a su adscripción cronológica. J.M. Barandiarán y J. Altuna (1967) los consideran

y 8 (cuadros B, C). En la primera, donde ya en otra campaña habíamos llegado hasta el nivel de 300 cm, alcanzamos en la presente la profundidad de 440 cm; en la segunda llegamos hasta 408 cm (fig. 1). Al final de la campaña dedicamos unos días a la excavación de las bandas 9 y 11 (A, B, C) en sus niveles inferiores, debajo del techo del portal de Leibar hasta alcanzar la roca de la base, que se halla a 980 cm de profundidad”.

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Los yacimientos codirección de J. Altuna, se excava en el nivel VII y en el VIII, en tres bandas en la zona cercana a la boca de la cueva (Barandiarán y Altuna, 1966). Aprecian la abundan de piedras calizas cementadas en el nivel VII, que atribuyen a un fenómeno termoplástico. La angostura del espacio de trabajo les lleva a dedicar las dos campañas siguientes (1966 y 1967) a ampliar la superficie de excavación –multiplicando por dos el espacio abierto- por lo que los trabajos de esos años afectan tan solo a los niveles superiores. En 1968, en la última campaña en el yacimiento se excava una amplia superficie en los niveles inferiores en la mitad sur de la zona intervenida, la más alejada de la boca. Esta zona presenta una densidad de restos sensiblemente inferior a la reconocida en los primeros años. Al despejar la entrada a la cueva de Leibar con la excavación de los niveles VII y VIII los arqueólogos pudieron explorar una galería cegada probablemente desde época rissiense. No encontraron otros materiales que “una serie de cantos rodados, colocados en los resaltes de la pared, a más de un metro del suelo que sin duda fueron colocados allí intencionadamente por hombres que habían andado en la cueva antes de que esta (Leibar) se cerrara (…) en la época anterior a los musterianos” (Barandiarán, 1965), uno de ellos con presumible trabajo humano2.

Fig. 4.8.2 A la izquierda, estratigrafía de Lezetxiki (según Baldeón, 1993), a partir de Barandiarán y Altuna, 1967. A la derecha, relación entre estratigrafía y paleoclimatología local (según Kornprobst y Rat, 1967); este estudio solo llega hasta la parte superior del nivel VI.

El nivel VIII supone el comienzo del sedimentación en Leibar-Lezetxiki y supone un relleno de algo más de un metro entre 880 y 1000 cm de profundidad. El nivel VII se sitúa entre 650 y 800 y está formado por tierra compacta con bloques cementados, acumulados por crioclastia. El nivel VI se sitúa entre 540 y 650, musteriense. Está formado por tierra arenosa y gran cantidad de pequeños cantos, cambiando hacia la base hacia arcillas con cantos rodados. En algunos tramos el nivel estaba también cementado. El nivel V, se divide en ocasiones en dos tramos, el Va estéril arqueológicamente y el Vb fértil; este último se sitúa entre 540 y 480.

                                                                                                 Esta descripción se corresponde bien con los materiales que se presentan en la campaña de 1963. Mientras, los materiales que se presentan aquí van mejor con la descripción de la campaña anterior. incluso los planos de los cuadros que se mencionan aquí, 6BCD, están en la otra memoria –parece que se han cruzado las memorias. 2 A. Baldeón señala que “no nos ha sido posible localizarlo entre la colección de materiales del yacimiento”. En el desarrollo de este trabajo ha sido localizado en el Centro de Depósito de Materiales Arqueológicos y Paleontológicos de Gipuzkoa, aunque se encuentra clasificado como procedente del yacimiento de Leibar. El canto no muestra trazas claras de modificación antrópica.

Los niveles inferiores fueron objeto de una batería de dataciones (Falguères et al., 1992; Sánchez Goñi, 1993; Baldeón, 1993; Falguères et al., 2005). La combinación de los resultados de estas dataciones numéricas, de las inferencias cronoclimáticas derivadas de los análisis palinológicos, de las tendencias sugeridas por los restos de macrofauna y microfauna y de los caracteres de la industria lítica han generado una situación poco definida sobre la cronología de estos niveles que ya ha sido presentada y discutida en el Capítulo 3. Una parte de la problemática deriva de la cronología artificialmente moderna que resultó de un argumento circular incluido en el estudio sedimentológico de Kornprobst y Rat. Estos autores encajaron la evolución paleoclimática de Lezetxiki en el marco del Würm, a partir de la idea de que las industrias musterienses recuperadas en el yacimiento avalaban esta cronología. La autoridad de esta interpretación influyó de manera importante en el encuadre cronológico de las primeras publicaciones. Los resultados de los análisis de U-Th/ESR y la vinculación a los análisis polínicos llevó a una propuesta demasiado distinta, que no admitía conciliación, pero que estaba basada en elementos de prueba poco sólidos. El estado actual de esta cuestión señala claramente la necesidad de ensayar nuevas fórmulas de datación para estos conjuntos. Durante la excavación y en los años posteriores el yacimiento y sus materiales han sido objeto de numerosos estudios. P. Kornprobst y P. Rat (1967) realizaron un análisis sedimentológico (33 muestras en 6 m., hasta el nivel VI inclusive). La microfauna de estas muestras fue estudiada por J. Chaline (1970) y A. Eastham estudió la avifauna (Elorza, 1990). En el mismo corte se tomaron

145

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica  las muestras palinológicas en 1985 (77 muestras, de ellas 39 fértiles, Sánchez Goñi, 1993). También se tomaron muestras de huesos de oso para fechaciones y se intentó localizar, sin éxito, espeleotemas susceptibles de datación (Falguères et al., 1992; Falguères et al., 2005). J. Altuna estudió la macrofauna para su tesis doctoral (Altuna, 1972) y existe un estudio concreto sobre los carnívoros en P. Castaños (1990). J.M. Barandiarán interpretó algunos restos óseos de los niveles inferiores como industria ósea que han sido revisados críticamente por A. Baldeón (1993) y J. Martínez Moreno (2005). Destaca también el hallazgo de un húmero humano en la base del nivel VII (según Barandiarán y Altuna, 1970) o en el nivel VIII; este húmero fue estudiado por J.M. Basabe (1966) quien lo atribuyó a un anteneandertal probablemente femenino, de 30 a 35 años de edad y con una estatura aproximada de 1,62 m.

La colección estudiada procede de las excavaciones realizadas en la década de los 60 del siglo pasado (Lazuén y Altuna, 2012). Llama la atención el alto porcentaje de útiles retocados y de soportes finales. Es posible que una parte de las características del conjunto derive de las condiciones de la recogida y procesado de los materiales. En las memorias de excavación, J.M. de Barandiarán y J. Altuna aluden en varias ocasiones a la compactación y cementación de los sedimentos de los niveles inferiores del yacimiento (por ejemplo, Barandiarán et al., 1959). Esta circunstancia y la relativa rapidez de los trabajos (que en algunas campañas removieron varias decenas de toneladas) podrían haber ocasionado la pérdida de una parte del material. Por otra parte, el procesado del material durante la excavación y la criba han podido actuar en contra de los restos líticos de menor tamaño y de los materiales distintos al sílex, como se ha podido documentar en el yacimiento de Axlor, excavado por J.M. de Barandiarán en la misma época que Lezetxiki (González Urquijo e Ibáñez, 2000). Con todo, en el caso de Lezetxiki, esta desviación quizá no sea demasiado importante dado que alguno de los sesgos de la colección –como la escasez de lascas brutas- ya fue advertido por el propio J.M. de Barandiarán4 (1965: 52). Según esta apreciación la escasez de soportes no retocados parece responder a una característica propia de la colección.

Los estudios previos del utillaje lítico de Lezetxiki han mostrado algunos rasgos interesantes, especialmente el de A. Baldeón (1993). Reconoce al menos una lasca Levallois atípica en el nivel VII (Baldeón, 1993: 14) y el reciclado de núcleos como útiles en este mismo nivel (Baldeón, 1993: 15). También señala la presencia de talla Kombewa para la fabricación de hendedores3 (Baldeón, 1993), talla Levallois desde el nivel VI (Baldeón, 1993) y la búsqueda de formatos definidos de tipo cuchillo de dorso con laterales corticales, además de la presencia de fuego a partir de los restos líticos termoalterados. En el nivel V interpreta un sistema de gestión complejo, con el aporte de útiles ya conformados y una importante presencia de talla Levallois. Esta misma observación había sido ya apuntada por el propio J.M. de Barandiarán quien señalaba que “una cosa llama la atención en el material lítico descubierto: el número de lascas es notablemente inferior al de las piezas talladas, lo que parece indicar que éstas, en su mayoría, eran fabricadas en otro lugar” (Barandiarán, 1965: 52).

Aprovisionamiento de materias primas En las series líticas de los niveles VII a V de Lezetxiki hay una relativamente amplia variedad litológica. En el conjunto del material se han podido diferenciar areniscas, cuarcitas, lutitas, cuarzos y sílex. De entre todas ellas, el sílex es la roca tallada con mayor frecuencia, con porcentajes entre el 55 y el 80% según los niveles, seguido de la lutita. En las excavaciones se recogieron algunas rocas no talladas –cantos rodados, bloques y plaquetas- de arenisca, ofita, caliza, lutita y cuarzo.

El conjunto lítico, características generales y estado de conservación

La mayor parte del sílex es de origen exógeno y procede de distancias relativamente importantes. A partir de las características macroscópicas de los ejemplares menos alterados es posible reconocer rocas recogidas en los afloramientos del Flysch costero, de Treviño y de Urbasa. Los afloramientos de la zona de Bioitza en Urbasa se encuentran situados a unos 40 km. de Lezetxiki, mientras las otras áreas fuentes (Treviño hacia el SW, Barrika hacia el NW y el sílex del Flysch arenoso del corredor Deba-Irún hacia el NE) están casi equidistantes a unos 50 km (Mathey, 1987; Tarriño, 2006; Tarriño et al., 2007). Algunas otras de las variedades presentes pueden proceder de afloramientos o depósitos puntuales.

Los restos líticos tallados conservados en los niveles inferiores de Lezetxiki forman conjuntos relativamente modestos. Además de un canto recuperado en el nivel VIII –en realidad, en el interior de la cueva de Leibar-, están compuestos por 11 piezas en el nivel VII, 102 en el nivel VI y 51 en el nivel V. La conservación de la colección no es demasiado buena. La mayoría de los elementos, sobre todo de sílex y lutita, están alterados por pátina, desilicificación o por acción térmica. Esto ha dificultado el reconocimiento de la procedencia de algunas materias primas -como el sílex- y la lectura tecnológica y ha imposibilitado en casi todos los casos los intentos de determinaciones funcionales mínimamente precisas.

La lutita es una roca sedimentaria de grano fino, bastante extendida en los entornos calizos del País Vasco. Las

                                                             4

“Una cosa llama la atención en el material lítico descubierto: el número de lascas es notablemente inferior al de las piezas talladas, lo que parece indicar que éstas, en su mayoría, eran fabricadas en otro lugar”.

                                                             3

Aunque discrepamos de la interpretación como hendedor de esta pieza

146

 

Los yacimientos sí. Se trata de dos lascas de 54x45x12 mm y 45x55x13 mm, respectivamente, explotadas a partir de una modalidad Levallois particular (Fig. 4.8.3.). Las dos conservan córtex en la cara talonar y en la zona distal, son soportes bastante espesos y no presentan una morfología típicamente Levallois (Boëda, 1993).

variedades que se explotan para la talla suelen presentar una matriz silícea que le proporciona una dureza similar a la del sílex aunque con cualidades cristalinas algo inferiores. Su aspecto macroscópico varía dependiendo del estado de conservación, de color gris oscura o rojiza en origen a tonos cada vez más claros o amarillentos conforme se va degradando. Estas rocas son ubicuas pero las adecuadas para la talla aparecen, entre otras, en las formaciones del Flysch negro supraurgoniano, generalmente cercano a los paquetes calizos en los que se abren la mayor parte de las cavidades con ocupaciones prehistóricas. Esto hace que la lutita sea, casi siempre, una roca de aprovisionamiento local. En el caso de Lezetxiki, las calizas se encuentran in situ a menos de 2 km hacia el WNW del yacimiento y son abundantes en la cuenca del Deba y en otros valles cercanos.

4.8.2. Estudio de la industria lítica tallada del nivel VII La producción El conjunto lítico del nivel VII de Lezetxiki está compuesto por un total de 11 elementos; entre los que se encuentra un canto trabajado. El conjunto también cuenta con un fragmento de canto sin evidencias de talla.

Lutita Sílex Cuarcita Total

Núcleo 1

Lascas 3 1

1

4

Retocados 1 4 1 6

Total 4 6 1 11

Fig. 4.8.3. Remontado de producción Levallois de lutita. Nivel VII.

Tabla 4.8.1 Relación entre materias primas y categorías tecnológicas.

En conjunto, estas dos lascas y sus negativos revelan una secuencia de trece extracciones que muestran una clara jerarquización de ambas caras del núcleo, con una cara de lascado y una plataforma de percusión que van a desempeñar el mismo rol durante toda la secuencia. La cara de lascado no ha sufrido ningún tipo de acondicionamiento previo de las convexidades y ha sido dispuesta sobre una superficie cortical abombada. Por su parte, la plataforma de golpeo presenta una preparación somera, con extracciones amplias -de entre 10 y 20 mm-, de modo que algunos de los soportes contarían con un facetado aparente y otros serán lisos o diedros. Una de las lascas remontadas presenta un facetado parcial muy poco invasivo y la otra tiene el talón liso. La orientación de las extracciones es ciertamente original. La plataforma principal no ocupa todo el perímetro del bloque por lo que las extracciones tienen una tendencia en general unipolar o ligeramente centrípeta. Sin embargo, en el detalle se observa que las dos extracciones de las que se conserva el positivo son cordales y están lateralizadas con las extracciones orientadas de forma excéntrica sobre la cara de lascado.

La serie del nivel VII es muy reducida y la variedad de materias primas empleadas en la producción del utillaje es también limitada (Tabla 4.8.1). La roca más representada es el sílex (55%). Los dos únicos elementos en los que se ha podido establecer el afloramiento –el núcleo y una pequeña lasca de talla unipolar- proceden del Flysch costero. Por categorías tecnológicas, los retocados son los más abundantes seguidos las lasca brutas. El conjunto de utillaje retocado está formado únicamente por raederas (n=5) de dos tipos, laterales o dobles, además del canto trabajado de cuarcita. Destaca la presencia de un solo núcleo que después de su explotación se ha reutilizado para la conformación de una raedera. No hay restos de talla. De hecho, el elemento más pequeño de la colección mide 24 x 8 mm. Los núcleos y los productos de lascado reflejan el uso de dos estrategias de fabricación, Levallois y unipolar. La producción Levallois está asociada a la lutita y aparece representada por dos soportes que remontan entre

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica  reutilizado para la conformación de una raedera doble (Fig. 4.8.4., nº1). Estas dos piezas proceden del Flysch costero. El núcleo tiene unas dimensiones de 50x37x17 mm y presenta una explotación unipolar en una de sus caras, a partir de una plataforma acondicionada por una única extracción en sentido transversal al eje de lascado. Hay negativos de cuatro extracciones que llegan a alcanzar los 40 mm de longitud. En este núcleo se ha llevado a cabo una segunda explotación en la cara opuesta, también unipolar, que parte desde el fondo del núcleo de la primera y que ha dejado negativos de extracciones de más de 37 mm. En este caso la plataforma ha sido eliminada por una serie de tres extracciones bastante grandes -1,5 cm- que, además, han cortado la longitud de los negativos de las dos explotaciones. Después de estas producciones, el núcleo ha sido reciclado por retoque para la fabricación de una raedera doble. Es posible que este reaprovechamiento se deba a que las explotaciones han eliminado buena parte de la masa del bloque original, convertido al final de la explotación en un soporte plano más apto como matriz para ser retocada que como núcleo. Por los negativos que presenta, el objetivo de la explotación sería la búsqueda de soportes de tamaño medio alargados, con el formato de lascas laminares.

La mayoría de los soportes procedentes de esta explotación presentarían córtex en el lateral y/o en la zona distal. Esto no quiere decir que se trate de un momento de inicio de explotación -ya se habrían extraído, al menos, siete soportes- sino que es consecuencia del modo de organización de la explotación, con la ausencia de una fase previa de decorticado y la lateralización de las extracciones, que arrastra sistemáticamente los márgenes de la cara de lascado. A excepción de las dos lascas cordales remontadas, con dimensiones en torno a los 5 cm, el resto de los productos obtenidos serían en general de tamaños modestos, en torno a 2,5-3,5 cm de dimensiones máximas. Sin embargo, esto hace posible que las extracciones de preparación de plataformas hayan sido también concebidas para ser aprovechadas. En el curso de la explotación se han producido algunos accidentes tecnológicos –lascas desbordantes o reflejadas- quizá asociados a la dureza de esta materia prima y a la escasa preparación de las plataformas de percusión. El otro esquema de producción presente en la serie es el unipolar, revelado por una lasca de pequeño formato (24x8x2 mm) con tres extracciones previas ordenadas en este sentido; y un núcleo que posteriormente ha sido

En el conjunto está presente además un útil de gran formato, un choppingtool sobre canto de cuarcita de 117x73x67 mm con un retoque bifacial en uno de los extremos cortos, a partir de extracciones de entre 3 y 5 cm para conformar la zona activa (Fig. 4.8.4, nº4). Además, en uno de los laterales presenta un retoque más somero, posiblemente con objeto de regularizar el filo para asirlo. El hecho de que el tamaño de las extracciones que conforman la zona activa coincida con el de los soportes que se han producido en las explotaciones Levallois y unipolar parece sugerir que estos productos podrían haber sido también objetivo de la producción y que el chopping-tool ha cumplido al mismo tiempo la función de útil y de núcleo. La gestión del utillaje Fig. 4.8.4. Núcleo de sílex (1), lascas de reavivado de sílex (2 y 3), chopping-tool de cuarcita (4). Nivel VII

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La exigüidad de la colección no permite más que una discusión sobre las líneas generales de la gestión del

Los yacimientos utillaje desarrollada en las ocupaciones del nivel VII. Varios indicios parecen sugerir una cierta intensidad en el aprovechamiento del utillaje. En primer lugar, la proporción de soportes de sílex retocados, que alcanza a piezas con dimensiones inferiores a los 3 cm. Por otra parte, se produce un reavivado de una parte del utillaje, tal y como prueba la presencia de dos lascas de reavivado de sílex, una de las cuales, la de mayor tamaño, ha sido a su vez retocada (Fig. 4.8.4, nº3). Y, por último, el núcleo de sílex, explotado hasta el agotamiento del volumen, ha sido recuperado para fabricar una raedera doble.

Núcleo

Lasca

2 2

22 25 9 2 58

Sílex Lutita Cuarcita Arenisca Total

Retocados y puntas 35 6 1 42

Total 59 31 10 2 102

Tabla 4.8.2 Relación entre materias primas y categorías tecnológicas

En las categorías tecnológicas, las piezas retocadas están sobrerrepresentadas, que unidas a las puntas suponen más del 40% del material recuperado en el nivel. Esta proporción aumenta en el caso del sílex donde el 60% de los restos conservados están retocados. Esto hace que el 85% de las piezas retocadas sean de sílex. En esta aproximación destaca el escaso número de núcleos o fragmentos de núcleo y la ausencia de restos de talla. De hecho, en el conjunto tan solo hay dos piezas de menos de 20 x 20 mm.

Varios autores han documentado procesos similares de amortización intensiva en otros contextos musterienses con colecciones más amplias: transformación de útiles en núcleos Kombewa (Geneste y Plisson, 1996), núcleos trifaciales reconvertidos en bifaces nucleiformes (Boëda, 1991) y, por supuesto, los cambios de morfología de las raederas Quina sometidas a fases de reavivado muy intensas (Bourguignon, 1997). La mayor parte de los productos de sílex son piezas de pequeño tamaño y retocadas, en las fases finales de su vida útil. Casi todos los soportes son de plena producción, con caras dorsales y talones no corticales. Es decir, las piezas de sílex parecen soportes buscados – objetivos de la producción- en secuencias de talla relativamente elaboradas.

Raedera Lasca retocada Denticulado Escotadura Escotad./raedera Punta Total

Algunos indicios sobre una gestión diferencial de las materias primas y una fragmentación de las cadenas operativas no son lo bastante fiables debido a la exigüidad de la colección.

Sílex

Lutita

Cuarcita

Total

22 9 2 2 35

1 1 2 2 -

1 1

23 10 4 2 1 2 42

6

Tabla 4.8.3 Relación entre materias primas y grupos tipológicos

4.8.3. Estudio de la industria lítica tallada del nivel VI La producción

Entre las piezas retocadas, las raederas de diversos tipos (transversales, laterales, dobles, convergentes Quina o semiQuina) son los útiles más representados, con porcentajes por encima del 50%, dentro de este grupo. También son relativamente frecuentes las lascas retocadas (20,5%). El resto presentan valores prácticamente anecdóticos (Tabla 4.8.3).

El conjunto lítico del nivel VI de Lezetxiki está compuesto por un total de 114 elementos, entre los que se encuentran 11 cantos o fragmentos de canto y un percutor. La relación entre categorías tecnológicas y materias primas es la que muestra la Tabla 4.8.2. En la colección figura una amplia gama de materias primas de características diversas. La roca más representada es el sílex (58%); seguida de la lutita (30%). La cuarcita (10%) y la arenisca (2%) aparecen en proporciones más bajas. En 20 casos se ha podido establecer la procedencia de las piezas de sílex: 10 de ellas corresponden al Flysch costero, 6 a los afloramientos de Urbasa y 4 a los de Treviño.

El estudio de los núcleos y de los productos de lascado muestra una amplia variabilidad de las estrategias de producción empleadas en la fabricación del instrumental lítico (Tabla 4.8.4).

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica 

Sílex Lutita Cuarcita Arenisca Total

Unipolar 9 5 2 16

Discoide 2 3 5

Levallois 4 1 5

Kombewa 2 1 1 4

Quina 1 1

Indet. 38 19 7 2 66

Total 55 30 10 2 97

Tabla 4.8.4 Relación entre materias primas y estrategias de producción

A diferencia de lo que ocurre en el nivel VII, la producción Levallois está asociada básicamente al sílex (Tabla 4.8.4) y se ensaya tanto la modalidad unipolar como la centrípeta recurrente. Se trata de soportes de formato medio-grande que, en algún caso, implican caras de lascado de más de 7 cm, lo que requiere partir de bloques de sílex de dimensiones importantes. Todas las lascas de sílex presentan talones facetados (aunque algunos son ciertamente espesos). Sin embargo, en el caso de la de lutita el acondicionamiento de la plataforma ha sido mucho menos intenso, con extracciones amplias que han dado lugar a un talón liso no cortical.

Todas las lasca de producción Levallois en sílex (n=4) han sido retocadas para la fabricación de raederas, denticulados o escotaduras. Mientras, la lasca Levallois en lutita ha permanecido bruta, tal y como ocurría con las del nivel VII. La producción Levallois de este nivel no es típica, según los criterios clásicos (Boëda, 1993). Por un lado, se ha obtenido algún soporte de gran formato de sílex (64x37x7 mm) sin una preparación exhaustiva de la plataforma de percusión y, por otro, prácticamente todas han sido retocadas.

Fig.4.8.5. Lascas Levallois de sílex (1, 2 y 3) y de lutita (4). Nivel VI.

la plataforma- no modifica la morfología general de la plataforma y se realizaría para asegurar la eficacia y precisión en el momento de la percusión.

La producción discoide aparece vinculada tanto al sílex como a la lutita (Tabla 4.8.4). Se trata de soportes, en general, más anchos que largos y espesos, sobre todo en el caso de la lutita, aunque son escasas las diferencias en cuanto a la dimensión de los soportes según la materia prima. Existe un cierto grado de mantenimiento y de preparación de la explotación que, sobre todo en sílex, parece bastante compleja. En esta materia se ha recuperado una lasca cordal, que arrastra parte de las extracciones realizadas hacia la otra cara, y una punta pseudoLevallois con los negativos de 6 extracciones anteriores. También se observa un microfacetado restringido de la zona de golpeo (en cuatro de los cinco casos). Este acondicionamiento limitado -no afecta a toda

Lo que se desprende de la lectura de los productos es que se trata de núcleos de formato medio-grande que en fases de plena producción han dado lugar a soportes de casi 4 cm. y anchuras de hasta 5 cm. Estos núcleos discoides bifaciales presentan cierta jerarquización de las superficies con preparaciones específicas de las plataformas. Al menos en estas series, cada una de las superficies ha desarrollado un rol determinado –una como cara de lascado y otra como plataforma de percusión. Asimismo, la presencia de una lasca cordal, que arrastra

150

 

Los yacimientos parte de los levantamientos realizados hacia la otra cara, evidencia la puesta en práctica de procesos de mantenimiento de convexidades. La única punta pseudoLevallois recuperada en este nivel podría formar parte también de este tipo de labores.

formato de los soportes ni tampoco en la estrategia de explotación. Aunque esto sí se ha propuesto para otros yacimientos cantábricos (Carrión, 2002; Cabrera et al., 2005; Maillo, 2005) donde se vincula la materia prima de mayor calidad en estos lugares –la cuarcita- con el método de talla discoide jerarquizado.

En Lezetxiki VI no hay diferencias significativas entre la producción discoide en sílex y en lutita, ni en relación al

Fig. 4.8.6. Lasca de lutita (1), soportes de producción discoide de sílex (2, 3) y de lutita (4), lascas kombewa de sílex (5,6) y de cuarcita (7). Nivel VI.

planos y sin córtex (que es posible que se busquen también para usar en bruto). Este parece ser el caso de la lasca del nivel VI que presenta esas características y, además, no ha sido retocada. La producción Kombewa se reconoce en cuatro elementos. Está tallada en sílex (n=2), lutita (n=1) y cuarcita (n=1). Excepto en el caso de esta ultima roca, en la que el soporte es de 4,7 cm., el resto están en torno a los 3 cm. de longitud. La de cuarcita se ha extraído sin preparación de plataformas, golpeando directamente sobre la dorsal cortical de la lasca núcleo. El resto presentan plataformas no corticales, con restos de extracciones previas hacia la dorsal de la matriz, aunque

El esquema de producción Quina también está presente en la serie del nivel VI, en una lasca de lutita de 34x31x7 mm. Tanto la cara talonar como la dorsal presentan restos de extracciones anteriores que evidencian un cambio de plano radical en el proceso de talla, con una relación muy secante respecto del eje de extracción de la propia lasca. No conserva nada de córtex en la dorsal y es muy poco espesa. Una de las cuestiones que caracteriza la producción Quina es la búsqueda de soportes espesos con dorsos corticales que pueden mantener hasta el final de la explotación, a través una gestión específica del bloque que implica cambios constantes de plano. Sin embargo, a veces, en las fases finales producen algunos soportes más

151

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica  un caso de preparación exhaustiva por facetado, en una lasca de lutita de 35x60x15 mm.

sin preparación expresa de la plataforma de golpeo. Solo han sido retocadas las de sílex, una de ellas para fabricar una raedera. Las dimensiones del soporte de cuarcita evidencian una explotación de lascas muy grandes para la obtención de soportes también grandes. Solo las dos lascas de sílex se han retocado, para fabricar una raedera y la otra con un retoque marginal que no define ningún útil específico. Por último, un conjunto amplio de soportes han sido fabricados a partir de un sistema de producción unipolar. Se ha tallado en diferentes materias primas, como cuarcita (n=2) o lutita (n=5), pero la mayoría son de sílex (n=9). Por lo que respecta a los tamaños, se diferencian tres grupos en función de la relación longitud/anchura en los soportes completos (Fig. 4.8.5).

Las características de estos soportes indican que la explotación de los nódulos se gestiona de dos formas diferentes: se explota la longitud máxima de los bloques para la obtención de soportes alargados y la anchura o el espesor para la obtención de soportes más bien anchos. En esta colección, hay un remontado de dos lascas de cuarcita, de 58x52x20 mm y 55x36x17 mm. Forman parte del grupo definido por productos alargados y muestran una serie de ocho extracciones (seis negativos y dos positivos) de una explotación de tipo unipolar (Fig. 4.8.6). Según se puede leer en el remontado, se trata de un esquema de producción en el que la cara de lascado es ligeramente envolvente, con soportes lateralizados que van a captar los flancos del núcleo –en algunos casos corticales. No se ha llevado a cabo ningún tipo de acondicionamiento de la plataforma de percusión, que ha producido talones corticales y bastante espesos (entre 16 y 20 mm en el caso de las dos lascas que se conservan), a partir de ángulos de lascado en torno a 70 grados. Las ocho extracciones se han superpuesto en una cara de lascado de 55x62 mm. El tipo de producto buscado ha sido el mismo durante toda la secuencia: soportes alargados y de formato grande -entre 46 y 58 mm de longitud en todos los casos excepto en uno reflejado que tiene 36 mm y dos de menos de 30 mm de longitud que posiblemente se deban a golpes fallidos- que, en la mayoría de los casos presentan córtex en los laterales y/o en la zona distal. Del conjunto de soportes de explotación unipolar (n=16) solo cinco han sido retocados, todos ellos de sílex: dos de cuatro en el primero de los grupos definido por formato y tres en el segundo, entre ellos los dos más largos. En el último grupo, donde solo hay soportes de lutita, no se ha retocado ninguno. Tipológicamente se pueden distinguir dos raederas y una punta, el resto responden a retoques más o menos marginales que no modifican la morfología o delineación del filo.

Fig. 4.8.7. Relación entre longitud y anchura en los soportes unipolares completos

El primer grupo está formado por lascas pequeñas con longitudes y anchuras entre 15 y 25 mm. El segundo, el más numeroso, lo componen lascas en general alargadas –las más grandes, con formatos prácticamente laminares, tienen longitudes mayores de 40 mm y anchuras variables entre 25 y 55 mm aproximadamente. El tercer grupo está compuesto por dos lascas especialmente anchas de aproximadamente 30 mm de longitud y 60 mm de anchura. En esta distribución se pueden establecer algunas diferencia en función de la materia primas: los soportes de pequeño formato son fundamentalmente de sílex (n=4) y las especialmente anchas son lascas de lutita. En el otro grupo hay una distribución más equilibrada de las materias primas. Más de la mitad de los soportes (n=10) son de plena producción, el resto (n=7) conservan alguna fracción de córtex. En general hay cierta preparación de las plataformas, con extracciones amplias que han dado lugar a talones lisos o diedros. El 20% tienen talones corticales y solamente hay

La producción unipolar en lutita no es tampoco expeditiva: hay series largas de extracciones –ninguno de los soportes recuperados presenta córtex- y las plataformas están acondicionadas para que el lascado sea más efectivo y preciso, y mejorar así la morfología de los soportes. Se han buscado soportes especialmente largos o especialmente anchos, probablemente para utilizar con filos brutos dado que no se aprecian configuraciones posteriores. Esta producción de soportes alargados en lutita, empleados probablemente sin configuración, ya ha sido documentada en el yacimiento de Axlor (González Urquijo et al., 2005). Dadas las características de los soportes, es posible que no se retoquen porque hay una cierta predeterminación de los filos –largos y agudos- que parece ser el objetivo de la producción.

152

 

Los yacimientos

Fig. 4.8.8. Remontado de producción unipolar de cuarcita. Nivel VI

Fig. 4.8.9. Soportes de producción unipolar de sílex (1, 2, 5 y 6) y de lutita (3,4 y 7). Nivel VI

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica  existe una clara selección de los soportes más grandes (Tabla 4.8.5).

La gestión del utillaje Durante las ocupaciones del nivel VI de Lezetxiki se ha producido un aporte de materias primas líticas variadas, con un predominio creciente del sílex. Si nos basamos en los casos en los que el origen ha podido ser precisado, este aporte ha sido equilibrado ya que la mitad de las piezas proceden de afloramientos situados al norte y la otra mitad de afloramientos situados al sur. El aporte de esta materia prima introduce un primer elemento de complejidad en la gestión del utillaje de este nivel por la lejanía respecto a las fuentes de aprovisionamiento.

Retocados Arenisca Cuarcita Lutita Sílex

Tabla 4.8.5 Longitudes medias de los soportes retocados frente a los no retocados en relación con la materia prima.

c. Esta selección del sílex para la configuración es evidente en los soportes procedentes de casi todos los esquemas de talla identificados -unipolares, Levallois, y Kombewa. En el caso de la producción Levallois es habitual que los soportes obtenidos no se retoquen, puesto que se predetermina la morfología final para que dispongan de filos largos y agudos que se puedan usar en bruto. Desde el punto de vista funcional, ya se ha evidenciado que las lascas Levallois (u otros productos predeterminados) pueden tener como fin la obtención de filos brutos apropiados para una utilización variada o bien para trabajos específicos de carnicería (Plisson y Beyries, 1999; Grimaldi y Lemorini, 1995; Alhaique y Lemorini, 1996; Lemorini, 2000). Sin embargo, en este caso cuatro de cinco lascas Levallois -todas las de sílex- han sido retocadas para la fabricación de raederas, denticulados o escotaduras. También se aprecia en la producción unipolar la búsqueda de distintos formatos en los soportes finales. Entre ellos destaca la producción de lascas grandes, con longitudes entre 40 y 80 mm, alargadas y generalmente espesas, que se gestionan de forma diferente en función de la materia prima en la que se hayan fabricado. De nuevo en este caso son las lascas de sílex las que son objeto de un tratamiento más intensivo.

Los esquemas de producción puestos en práctica son también bastante elaborados, con una importante participación en el conjunto de soportes con formatos predeterminados durante la talla. En este sentido destaca el cuidado puesto en el mantenimiento y preparación de las extracciones en el marco de la talla Levallois, pero también en la talla discoide -con microfacetados restringidos de preparación de plataformas y el mantenimiento de convexidades a partir de extracciones cordales- y en buena parte de la producción unipolar tanto en sílex como en lutita, con la producción de lascas grandes y alargadas. Sin embargo, buena parte de esta producción no se ha realizado en el interior del yacimiento, tal y como refleja la escasez y naturaleza de los núcleos presentes y la ausencia de restos de talla. Especialmente para el sílex, hay una alta proporción de soportes finales y retocados y, en general, pocas evidencias de talla in situ. Esto sugiere una importación de soportes ya elaborados, con o sin retoque. A diferencia de lo que ocurría en el nivel VII, aquí los soportes importados son piezas de gran tamaño por lo que parece que el sistema de aprovisionamiento de utillaje ha variado sustancialmente respecto al nivel inferior.

d. En el conjunto de utillaje retocado, el útil más representado son las raederas (n=23), entre las que el sílex cobra una presencia abrumadora (n=22), especialmente el procedente del Flysch costero. El grupo denticulados-escotaduras es más reducido (n=7); sin embargo, hay una clara asociación de las lutitas y cuarcitas a este tipo de útiles (n=4). Las raederas de sílex han sido sometidas a procesos de amortización especialmente intensos. Esto se aprecia tanto en los negativos que aún conservan varias de ellas -algunas con varias fases de reavivado- como en las propias lascas de reavivado presentes en la colección (Fig. 4.8.7, nº 5 y Fig. 4.8.8.). Este grupo tecnológico está formado por seis elementos, todos ellos de sílex. Se trata de soportes de entre 2 y 4 cm, dos de los cuales se han retocado. Estos comportamientos manifiestan una estrategia intensiva de aprovechamiento del sílex a través de un reacondicionamiento importante de los soportes de gran formato (raederas) y una recuperación de, al menos, algunas lascas de reavivado producidas como consecuencia de esta gestión.

No se practica un tratamiento diferencial demasiado acusado de las materias primas en la producción del utillaje –no hay asociaciones claras entre las técnicas de talla o los formatos de los soportes y las materias primaspero esa gestión diferencial sí aparece en la fase de consumo. Este es quizá el rasgo más acusado en las estrategias de gestión que se observan en el nivel. Esta gestión diferencial se aprecia en un buen conjunto de rasgos que se exploran a continuación y pueden resumirse en un aprovechamiento intensivo de los soportes de sílex de gran tamaño aportados desde el exterior. a. En primer lugar, existe una clara selección de los soportes de sílex para ser retocados. Casi el 60% de las lascas de sílex están retocadas frente a un escaso 16% en el resto de las materias primas. b. Por otra parte, mientras en lutita y cuarcita las diferencias entre las longitudes de las lascas retocadas y de las lascas brutas son poco marcadas, para el sílex

154

 

35 42,2 39,4

Brutos 39,5 43,9 39,5 28

Los yacimientos

Fig.4.8.10. Lascas de reavivado de sílex. Nivel VI

nivel. Solo una de las láminas aparece entre los materiales dibujados en las memorias originales (Barandiarán y Altuna, 1970: 56, fig. 4.1) aunque otras dos aparecen en el estudio de A. Baldeón (1993: 32, fig. 11 y 12)5

Por último, en el conjunto lítico del nivel VI de Lezetxiki hay evidencias de adelgazamientos en cuatro piezas (una raedera semiQuina, una raedera Quina, una raedera lateral y una lasca bruta) que, posiblemente, estén relacionados con el uso de enmangues. Se trata bien de extracciones hacia la cara bulbar en el filo opuesto a la zona retocada, o bien de la eliminación o adelgazamiento del talón. En el caso de una de estas raederas Baldeón (1993) ya hizo referencia a esta eliminación intencional del talón y del bulbo.

Hecha esta aclaración, la relación entre categorías tecnológicas y materias primas queda como muestra la Tabla 4.8.6. En la fabricación de esta serie se ha empleado una gama extensa de materias primas, aunque en porcentajes muy diferentes. La roca más utilizada es el sílex, con casi un 80%, seguido de la lutita, con porcentajes muy inferiores (11,7%). El resto de materiales aparecen de forma prácticamente anecdótica.

4.8.4 Estudio de la industria lítica tallada del nivel V La producción

La categoría más representada es la de las lascas brutas (65%), seguida de la de los retocados sobre lasca (25%), todos ellos en sílex. Los dos útiles masivos están fabricados en rocas distintas al sílex. Destaca la ausencia total de núcleos y casi total de restos de talla (n=1); de hecho, en el conjunto solamente hay tres elementos con dimensiones menores a 20x20 mm.

La colección lítica del nivel V de Lezetxiki está compuesta por un total de 60 elementos; entre los que se encuentran cinco cantos –que no incluiremos en el estudio. Este nivel es el que presenta mayores discordancias en la composición de la colección. En las memorias de excavación, J.M. de Barandiarán y J. Altuna mencionan 30 restos líticos tallados en el nivel V -28 en el Vb y 2 en el Va (Barandiarán, 1963; Barandiarán, 1965; Barandiarán y Altuna, 1970); por su parte, Baldeón (1993) estudia 44 restos y para este estudio se han podido analizar 55 elementos almacenados como correspondientes al nivel V en el Centro de Depósito de Materiales Arqueológicos y Paleontológicos de Guipuzkoa, todos ellos siglados con cuadros y profundidades coherentes con las atribuidas por los excavadores a este nivel. Del conjunto de elementos tallados se han descartado cuatro de ellos por entender que se trata de contaminaciones de niveles más recientes de la secuencia, ya que presentan características tecnotipológicas propias del Paleolítico superior. Se trata de dos piezas de producción claramente laminar (una de ellas retocada en los dos laterales) y dos buriles (uno diedro y otro sobre plano natural utilizando como soporte una lámina auriñaciense). En las etiquetas de alguno de estos elementos ya aparecen referencias a la conflictividad de la adscripción de dichos útiles a este

El grupo de los útiles retocados representa casi el 30% (n=15) sobre el total de los restos tallados. Las raederas, de diversos tipos (laterales, dobles o Quina), son el útil más numeroso, con porcentajes en torno al 50%. El siguiente grupo más representado es el de las lascas retocadas (20%). El resto tienen valores poco significativos; sin embrago, hay que destacar la presencia de macroutillaje en este nivel: un bifaz y un choppingtool o canto trabajado bifacial (Tabla 4.8.7). El estudio de los productos de lascado muestra la presencia de producciones de tipo Levallois, Kombewa y unipolar (Fig. 4.8.9). Todos estos sistemas de explotación se reconocen en sílex (Tabla 4.4.8.).

                                                             5 Es posible que en algunos casos se trate de un problema relacionado con la sigla del material. Hemos detectado que, en contadas ocasiones, las sigla atribuida en las memorias de excavación no coincide con la sigla actual escrita sobre las piezas (por ejemplo, Barandiarán y Altuna, 1970: 56, fig. 2 con sigla 1B.610.2 aparece ahora como 2B.600.1 o fig.4, con sigla 14V.740.2 aparece como 6C.410.3)

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica  presentan negativos previos de más de 4 cm. Además, la plataforma de golpeo ha sido cuidadosamente preparada mediante facetado. En la colección de este nivel hay también dos soportes de sílex pequeños y de formato alargado - 35x12x4 mm. y 38x13x7 mm.-, en los que las plataformas no están especialmente preparadas y presentan negativos previos ligeramente convergentes.

Hay tres soportes de producción Levallois, uno de tipo unipolar (75x40x11 mm) y dos centrípetos recurrentes (47x29x6 mm y 45x42x8 mm). En todos los casos se ha llevado a cabo una preparación exhaustiva de las plataformas, a través de facetado. Una se ha retocado someramente y, como veremos más adelante, otra ha funcionado de pieza intermediaria. La producción Kombewa está representada por tres lascas, dos de ellas de tipo Jano. Se trata de soportes de entre 2 y 3 cm. de longitud que, en dos de los tres casos, han sido retocadas. Los talones son lisos no corticales o lineales.

El macroutillaje está representado por un chopping-tool y un bifaz (Fig. 4.8.10). El chopping-tool está tallado en un canto de cuarcita y tiene unas dimensiones de 108x82x43 mm. El filo activo, de 122 mm de longitud y delineación convexa, está conformado a partir de un retoque alterno. Opuesto a este filo hay cinco extracciones que sugieren un interés por de reducir el espesor del soporte y regularizarlo. No obstante, no se puede descartar que estos lascados hayan cumplido también con el objetivo de producir soportes.

Testimonio de la producción unipolar son dos lascas de 61x54x20 mm y 58x32x9 mm, respectivamente, retocadas para la fabricación de dos raederas laterales. Ambas conservan restos de córtex en la cara dorsal pero

Fig. 4.8.11. Soportes de producción Levallois (1, 2, 3), lascas Kombewa (4, 5) y soportes de producción unipolar (6, 7) de sílex. Nivel V.

156

 

Los yacimientos

El bifaz, por su parte, está tallado sobre una plaqueta laminada de lutita, mide 132x86x25 mm y presenta un tratamiento claramente asimétrico de las dos caras. En una de ellas hay, al menos, tres rangos de conformación sucesivos: (1) extracciones grandes que han eliminado cualquier resto de superficie natural; los negativos de estas lascas de preforma que debían tener dimensiones superiores a los 6 cm se conservan en el centro de la cara, (2) extracciones perimetrales de tamaño medio, con dimensiones entre 2 y 3 cm y (3) una retalla, también perimetral, con extracciones menores de 1 cm. Mientras, en la otra cara, se conservan bastantes restos de la superficie natural y se ha llevado a cabo, fundamentalmente, un retoque abrupto y no demasiado invasivo en uno de los laterales y, en el otro, dos extracciones más grandes y planas que han servido de plataforma para la retalla de de la otra cara. Las características de la estructura laminada de la materia prima han provocado el reflejado de la mayoría de las extracciones. Fig. 4.8.12. Bifaz de lutita (1) y chopping-tool de cuarcita, nivel V. El esquema de la parte superior muestra los tres rangos de conformación sucesivos.

Retocado en bloque Retocado en lasca Lámina Lasca Resto de talla Total

Sílex 13 2 24 1 40

Lutita 1 5 6

Cuarcita 1 2 3

Arenisca 1 1

Cuarzo 1 1

Tabla 4.8.6 Relación entre materias primas y categorías tecnológica.

Bifaz Chopping-tool Raedera Lasca retocada Denticulado Astillado Total

Sílex 7 3 2 1 13

Cuarcita 1 1

Lutita 1 1

Total 1 1 7 3 2 1 15

Tabla 4.8.7 Relación entre materias primas y grupos tipológicos

157

Total 2 13 2 33 1 51

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica 

Cuarcita Cuarzo Lutita Sílex Total

Levallois 3 3

Kombewa 3 3

Unipolar 2 2

Indet. 3 1 5 28 37

Total 3 1 5 36 44

Tabla 4.8.8 Relación entre materias primas y estrategias de explotación

en forma de útiles retocados. Los retocados se han seleccionado únicamente entre lascas de sílex de tamaños diversos, de 17 y 61 mm de longitud.

La gestión del utillaje El sílex es la roca más abundante (78%). El resto de las materias primas, de origen más local, aparecen en porcentajes muy bajos (todas por debajo de 11%). La ausencia de núcleos evidencia una explotación llevada a cabo fuera del yacimiento y, por tanto, una considerable importación de soportes finales desde los lugares de aprovisionamiento de materia prima o de procesado de los bloques.

El resto de los soportes han sido obtenidos a partir de sistemas de explotación no reconocidos. Solo en el 5% de los casos las plataformas son corticales. La mayoría presenta talones diedros, lisos no corticales y, en algunas ocasiones, facetados.

La existencia de procesos de mantenimiento de los útiles de sílex se evidencia en las lascas de reavivado presentes en la colección y en los negativos que aún conserva alguna de las raederas (Fig. 4.8.11, nº1). Hay tres lascas de reavivado en la serie, con longitudes que van de los 14 mm a los 29 mm (Fig. 4.8.11, nº 2y 3). En este nivel, ninguna se ha aprovechado como soporte para la conformación por retoque de útiles de nueva generación. Los datos presentan una cierta gestión diferencial de las materias primas, evidenciada en: (1) todos los útiles retocados son de sílex, con procesos de aprovechamiento intensivos vinculados al rejuvenecimiento de los filos; (2) los soportes de estrategias más o menos definidas o con predeterminación también están asociados a esta materia prima; (3) en general no hay una gran diferencia en los tamaños de los soportes en función de la materia prima empleada; pero el macroutillaje (un chopping-tool y un bifaz) está tallado sobre matrices de gran formato de rocas locales (cuarcita y lutita). Asimismo, otra pieza especialmente grande es una Fig. 4.8.13. Raedera (1), lascas de reavivado (2 y 3), soportes alargados (4 y 5), lasca cortical de cuarcita de más de 8 todos ellos de sílex. Nivel V cm de dimensión máxima.

Los sistemas de fabricación (Levallois, unipolar y Kombewa), están orientados a la obtención de dos tipos de soportes: unos de formato medio-grande (a partir de los 4,5 cm de longitud) mediante los esquemas Levallois y unipolar; y otros de entre 2 y 3 cm procedentes de la explotación Kombewa. Aparentemente, la fabricación de estos soportes está destinada tanto a su uso en bruto como

En la colección hay dos soportes especialmente alargados, aunque por la dirección de los negativos previos no proceden de una explotación de tipo laminar (Fig. 4.8.11, nº 4 y 5).

158

 

5. SÍNTESIS DE LOS COMPORTAMIENTOS TÉCNICOS RELACIONADOS CON LA INDUSTRIA LÍTICA

5.1. Las materias primas

culturales que favorecen el uso de areniscas y cuarcitas en detrimento del sílex (Sarabia, 1990). Para otros autores (Montes y Sanguino, 1998), el uso masivo y preferencial de este tipo de rocas es consecuencia de la conjunción de varios factores. No descartan los condicionantes que introducen las características específicas de los nódulos de sílex, pero proponen otros causantes como el diseño de estrategias de captación muy expeditivas o que la conservación diferencial de las materias primas –como la documentada en La Verde, con procesos postdeposicionales que favorecen la desaparición del sílex- enmascare la presencia relativa de esta roca en las colecciones líticas. En todo caso, se apuesta por una captación eminentemente local con desplazamientos mínimos, no superiores a 5 ó 6 km. (Arrizabalaga e Iriarte, 2003).

5.1.1. Geomorfología, disponibilidad y cualidades diferenciales de las rocas Como se exponía en el apartado 2.2.2, el sustrato geológico de la región provoca unos patrones muy particulares en la disponibilidad de rocas de buena calidad para la talla y el uso, con fuertes diferencias en el eje Este-Oeste (Montes, 2003; Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004). El sílex solo es relativamente abundante en la parte oriental de la región, mientras en la parte occidental la cuarcita es casi la única roca disponible localmente. Cuarzos, ofitas o lutitas se reparten de forma un tanto desordenada en los segmentos central y oriental de la Región Cantábrica. En los periodos en los que la circulación de materiales líticos es reducida, dominan los conjuntos formados sobre rocas locales lo que provoca fuertes diferencias entre los utillajes de las diferentes zonas del Cantábrico. En este sentido, se observan algunas diferencias entre las fases más antiguas y las más recientes dentro del paleolítico medio antiguo regional. En general, los estudios previos acerca del aprovisionamiento de recursos líticos, en las fases más antiguas de la ocupación del área cantábrica, hasta al menos el OIS 5, manifiestan un uso predominante de rocas procedentes de depósitos secundarios. Se trata fundamentalmente de cantos rodados de origen fluvial con predominio de areniscas y cuarcitas. Esta captación de recursos en las cuencas fluviales ya ha sido propuesta para otras zonas peninsulares más intensamente pobladas durante estos periodos (Santonja y Villa, 1990).

Las características y disponibilidad de la materia prima con el uso preferencial de areniscas y cuarcitas como recurso más inmediato- condicionaría severamente la producción lítica. Esta se caracterizaría por la baja intensidad de explotación de los núcleos (Rodríguez Asensio, 1996; Montes y Sanguino, 1998) y por la fabricación de tipos muy poco variados y relativamente sencillos sobre soportes de inicio de explotación (Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004). Las diferencias existentes para el caso de Lezetxiki, con elevadas frecuencias de sílex, han sido atribuidas al hecho de que se trata de un yacimiento en cueva, donde la diversificación y selección de las materias primas es muy superior a la de los yacimientos al aire libre; una cuestión que se va a extender también a la fase de producción y consumo (Montes, 2003). Entre finales del Riss-Würm y comienzos de la última glaciación se aprecia un cambio notable en las estrategias de captación y gestión de las materias primas. Se reduce considerablemente el uso de la arenisca y se generaliza el empleo de la cuarcita, ofita y, sobre todo, del sílex. En algunos casos se da, además, una asociación entre un tipo

En el Cantábrico este fenómeno se ha explicado por la dificultad para fabricar utillaje de formato medio/ grande en rocas como el sílex –disponible en nódulos de pequeño tamaño y mala calidad- y a la existencia de tradiciones

159

Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica de roca y producciones específicas. Este es el caso de la asociación entre la ofita y la fabricación de hendedores.

En el Cantábrico oriental el sílex tiene especial relevancia en las colecciones líticas. En la gran mayoría de los yacimientos que se encuentran en este contexto geográfico más de la mitad de los restos recuperados están tallados en sílex (Axlor, Arrillor, Amalda, Lezetxiki), a pesar de ser una roca deficitaria en el entorno próximo. Los afloramientos más accesibles (Flysch costero, Urbasa y Treviño) se encuentran a no menos de 30-40 km de distancia, pero proporcionan una materia prima de buenas aptitudes para la talla (Fig. 5.1.4), cumpliendo con casi todos los requisitos señalados.

5.1.2. Estrategias de aprovisionamiento El aprovisionamiento de los recursos líticos es una tarea predeterminada que constituye la primera fase del proceso técnico de fabricación de utillaje. Ésta, a su vez, se encuentra integrada en el conjunto del sistema técnico. Por esa razón, el estudio de las materias primas empleadas en una serie lítica no debe evaluarse únicamente en términos de presencia/ausencia, sino valorando las estrategias técnicas y sociales puestas en marcha para la selección y captación de los distintos tipos de rocas, orientadas a satisfacer las necesidades sociales de instrumental lítico (Terradas, 2001).

La disponibilidad de sílex en el Cantábrico oriental está sujeta parcialmente a las condiciones medioambientales generales, debido a un factor inesperado. Los afloramientos de época cretácica superior están inmediatos a la costa en la actualidad. Una buena parte de ellos se encuentran sumergidos justo en la banda paralela submarina, que alcanza hasta el Cantábrico central. En momentos fríos, con regresión marina, puede esperarse que las poblaciones del Cantábrico central tuvieran acceso más cercano a este tipo de rocas (Fig.5.1.1).

Para el Paleolítico medio y medio antiguo europeo se han propuesto, en general, estrategias de aprovisionamiento de materias primas líticas poco complejas y de escasa planificación, vinculadas a una captación eminentemente local (Geneste, 1988, 1991; Dibble y Rolland, 1992; Geneste y Turq, 1998; Gabarró et al., 1999; Sarabia, 2000; Manzano et al., 2005). No obstante, se evidencia un cambio progresivo en la selección de las diferentes rocas en función de su calidad para la talla –grano, cualidades cristalinas y dureza en términos de durabilidad, pero también tamaño de los bloques, cantidad, ausencia de fisuras, etc.

En índices de representatividad al sílex le sigue la lutita, que es la materia local más abundante en estos yacimientos. En general, ésta es una roca de escasa calidad para la talla, pero las variedades procedentes de los depósitos supraurgonianos del Flysch presentan un grano muy fino y aparecen en nódulos con formatos muy apropiados para su explotación (González Urquijo et al., 2005).

Obviamente, estas estrategias de aprovisionamiento están sujetas a una serie de condicionantes medioambientales que establecen la disponibilidad potencial de estos recursos en el entorno y determinan, en cierta medida, la gestión del territorio. Pero también evidencian una respuesta selectiva ante las necesidades impuestas socialmente y vinculadas a los objetivos de la producción. En el caso de la Región Cantábrica la disponibilidad de la materia prima lítica está determinada por la compartimentación de este espacio en dos sustratos geológicos diferenciados (Hoyos, 1989): el oriental (gran parte de Cantabria y País Vasco), constituido por materiales del zócalo mesozoico, y el occidental (occidente de Cantabria y Asturias), de dominio paleozoico. En los yacimientos estudiados para este trabajo se han empleado una cierta variedad de materias primas de características diversas. Los índices de representatividad de cada una de ellas están directamente vinculados al sustrato geológico de la zona correspondiente, e implican estrategias de aprovisionamiento de diversa complejidad. En el Capítulo 2 se ha presentado un esquema general de la disponibilidad de rocas y las materias primas principales en cada uno de los sectores del Cantábrico.

En el caso concreto de Lezetxiki las estrategias de captación de materias primas -clasificadas en grandes grupos- son poco variables a lo largo de la secuencia. El rasgo común es la importancia del aprovisionamiento a larga distancia y la preferencia por el sílex. En los tres niveles estudiados el sílex es la roca de uso preferencial, a pesar de la lejanía, seguido de la lutita y otras materias primas locales y de menor calidad. Se observa una tendencia débil pero sostenida hacia un aumento de los aportes de sílex a lo largo del tiempo (Fig. 5.1.2). Este aprovisionamiento se nutre de tres fuentes principales, los afloramientos de sílex cretácicos del norte de la Cuenca Vascocantábrica en el Flysch costero y los afloramientos de sílex terciarios del sur de la Cuenca. La debilidad de la muestra limita la construcción de interpretaciones concluyentes, pero se observa otra tendencia de cambio en el aprovisionamiento que sugiere una captación creciente de rocas situadas al sur, en el valle alto del Ebro, frente a las recogidas en los entornos costeros del Cantábrico (Fig. 5.1.3).

160

Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica

Fig. 5.1.1. Mapa geológico con los principales tipos de sustrato en el tercio norte peninsular. Los materiales del Cretácico superior, donde se concentra el sílex del Flysch costero, tienen una disposición muy cercana a la costa, lo que les convierte en submarinos en los momentos transgresivos (adaptado de Elorza et al., 1991).

100%

100% 90%

80%

80% 70%

cuarzo

60%

40%

arenisca

60%

Urbasa

cuarcita

50%

Treviño

lutita

40%

Flysch

sílex

30% 20%

20%

10% 0% Nivel VII

0% Nivel VI

VII

Nivel V

Fig. 5.1.2. Evolución de las frecuencias relativas de las rocas talladas en los niveles inferiores de Lezetxiki.

VI

V

Fig. 5.1.3. Evolución de las frecuencias relativas del origen de los sílex tallados en los niveles inferiores de Lezetxiki

Fig. 5.1.4. Situación de los cuatro afloramientos de sílex más cercanos a Lezetxiki.

Estas similitudes y diferencias en las estrategias de aprovisionamiento de la materia prima se manifiestan en otros aspectos de la fabricación y gestión del utillaje.

Algo similar sucede en la base de la secuencia de El Castillo donde se da un aumento progresivo del sílex en los niveles inferiores - 4% en el nivel 26, 15,6% en el 161

Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica nivel 25 y 17% en el nivel 24- que se dispara en el nivel 22, donde la frecuencia relativa de esta roca alcanzan el 43,9%. No obstante, las materias de uso preferencial en estos niveles son la arenisca –en torno al 40% en los niveles 24 y 25- y la cuarcita –en torno al 40% en el nivel 22 y al 50% en el 26, aunque este último tiene una serie muy corta- que son fáciles de conseguir en el entorno próximo -en el cauce del río Pas o en algunos conglomerados cuarcíticos cercanos- con distancias no superiores a 5 ó 6 km (Sarabia, 1985; Montes y Sanguino, 1998). Los afloramientos de sílex más importantes se localizarían a varios kilómetros en dirección norte y sur (afloramientos del Cretácico inferior y Jurásico), a seis kilómetros hacia el oeste (pequeños manchones entre calizas del Cretácico inferior) y al sur de Monte Castillo, apenas a 1 km, en un potente tramo de conglomerado donde, además de sílex, se pueden localizar cuarcita y cuarzo (Sarabia, 2000) -aunque según I. Castanedo (2001) en este conglomerado no aparecen nódulos de sílex Este incremento progresivo del sílex, en detrimento de otras materias primas de peor calidad, como la cuarcita o la caliza, se ha documentado también en otras secuencias de la Península Ibérica (Fernández Peris et al., 2008). Para contextos de Paleolítico medio,

se estiman distancias de desplazamiento para su captación siempre inferiores a 20 km y, por lo general, entre 2,5 y 5 km. En el caso de Cueva Morín, en los niveles 16, 17 y 18 los porcentajes del sílex se encuentran por encima del 60%. En este caso no se da un incremento progresivo conforme aumenta la secuencia –el nivel 16 tiene los valores más bajos, con un 61% sobre el total de la serie. Destaca, asimismo, la importancia que adquiere la ofita (Fig. 5.1.5), con valores en torno al 20% en el nivel 17 –donde es la segunda roca más representada- y al 13% en el nivel 16. Mientras, en el nivel 18, donde el sílex adquiere los porcentajes más significativos (67%) y la industria es de formato muy reducido, la ofita solamente alcanza el 8%. La reducción de la presencia de las areniscas hasta su práctica desaparición, el incremento del sílex y la aparición de rocas específicas vinculadas a la fabricación de tipos de utillaje concretos (ofita-hendedores) ha sido interpretado como una de las más claras evidencias de cambio entre los conjuntos prewürmienses y würmienses -o de Paleolítico Inferior y Paleolítico Medio según algunos autores- (Montes y Sanguino, 1998).

Fig. 5.1.5. Las manchas negras indican los afloramientos de ofita, generalmente vinculados a fenómenos diapíricos. Existen fuertes concentraciones en Sierra Caballar, no lejos de Castillo y Morín.

La Verde es un yacimiento característico porque cuenta con un porcentaje relativamente alto de sílex, en relación a lo estimado para los conjuntos antiguos al aire libre de la Región Cantábrica. Presenta unas frecuencias ligeramente superiores a las de la arenisca (46,2% frente a 43,1%). Esta circunstancia se ha asociado a la disponibilidad de sílex en el entorno próximo, más concretamente en los relieves calizos donde se encuentra la cueva de El Ruso (Sarabia, 1991); mientras que la arenisca se habría transportado desde 6 km de distancia como mínimo –desde el río Pas o la ría de Astillero(Montes y Muñoz, 1994).

más occidental, donde el sustrato paleozoico favorece la generalización de cuarcitas, esta roca supone el 98% y 71% respectivamente, sobre el total de la serie. Sin embargo, es particular el caso de Bañugues en el que el sílex alcanza un 13%, un valor muy alto comparativamente. Sin duda, estos índices tan destacados deben responder a un interés específico por la captación de esta materia prima que, por otra parte, aparece claramente asociada a las explotaciones Levallois y unipolar. Un modelo similar se ha descrito para el caso del Abric Romaní donde, a pesar de que la caliza y el cuarzo son las materias primas de acceso más cercano (a sólo 1 km de distancia), el sílex es la roca de uso preferencial (con desplazamientos mínimos de 5-10 km). Para este caso se ha sugerido que el propio grupo estaría generando la necesidad de tallar sílex (Vaquero, 1999) y,

Las colecciones de Cabo Busto y Bañugues son un fiel reflejo de hasta qué punto es condicionante la disponibilidad ambiental. En estas zonas del Cantábrico

162

Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica por tanto, de crear unas estrategias adaptadas a la adquisición de ese recurso.

García-Antón et al., 2002); (2) de Galería (Garbarró, et al., 1999); de (3) los yacimientos de Prado Vargas, Cueva Millán y El Hundidero (Navazo et al., 2008); o (4) del yacimiento de Cañaveral en Madrid (Baena et al., 2008).

El nivel 3 de Cova Eirós es también bastante descriptivo en relación al aprovisionamiento de la materia prima. Las rocas empleadas en la fabricación del utillaje son cuarzo –especialmente abundante en Galicia- y cuarcita. La primera de ellas es fácil de captar en las inmediaciones del yacimiento, en los filones del propio macizo calizo en el que se abre la cueva o en depósitos secundarios en los cauces de agua cercanos. La cuarcita, por su parte, es de origen desconocido –aunque hay afloramientos de esta roca, aprovechados durante el Paleolítico medio, a 40 km al SW- y llega a la cueva en forma de soportes finales. En El Habario, El Arteu o El Esquilleu (en la comarca cántabra de Liébana) la cuarcita es la materia prima de uso preferencial (Carrión y Baena, 1999; Manzano et al., 2005). Según los autores, el uso mayoritario de esta materia prima está asociada también a una selección específica en función de sus cualidades para la talla (Carrión y Baena, 2005); pero también del tamaño, del color, del sonido que producen al percutirlos o incluso del olor que desprenden al ser fracturados (Manzano et al., 2005). Según estos autores la explotación de conglomerados cuarcíticos de muy buena calidad evidencia un gran conocimiento del medio por parte de estos grupos paleolíticos –que podían captar también este tipo de materias primas en cotas más bajas, en el propio cauce del río- y unas estrategias de aprovisionamiento verdaderamente complejas. Las diferencias de calidad dentro de la categoría general de cuarcitas –en función sobre todo del tamaño del grano- es importante en los contextos que tratamos. La representatividad de esta roca en los niveles 22 de El Castillo y 16 y 17 de Cueva Morín está muy relacionada con variedades de cuarcita de buena calidad: grano muy fino, cortical lisa y homogénea, ausencia de fisuras internas o alteraciones de los bloques; aunque el tamaño de los mismos no parece demasiado grande. Esta cuestión de control/conocimiento del territorio y de selección de la mejor materia prima es particularmente fácil de ver en el caso de los yacimientos del País Vasco. En muchos de estos casos los bloques de sílex se encuentra dentro de la roca encajante o recién desprendidos de la misma en coluviones inmediatos al afloramiento original, por lo que es indispensable conocer cómo se reparten en el territorio los depósitos primarios de esos recursos para poder explotarlos (Tarriño, 2006). Una evaluación de estos comportamientos en yacimientos relativamente cercanos y con cronologías similares (entre el OIS 7-8 y el OIS 3), muestra que el aprovisionamiento de sílex es el sílex es eminentemente local cuando es fácil de conseguir en el entorno próximo. Este es el caso del (1) nivel 10 de Gran Dolina donde, según los autores, las materias primas empleadas en la producción lítica son variadas (sílex neógeno y cretácico, diferentes tipos de cuarcitas, areniscas y cuarzos) pero todas de captación local (Carbonell et al., 1995; García-Antón et al., 1998;

Las diferentes estrategias de aprovisionamiento de materia prima también se manifiestan en cómo y cuándo se introducen en el yacimiento. Habitualmente, cuando los asentamientos se encuentran alejados de las fuentes de captación y se lleva a cabo un transporte de materia prima desde grandes distancias –más de 40 km-, las cadenas operativas aparecen fragmentadas (Zilhao y Villaverde, 2008). Por el contrario, es frecuente que en los casos en los que el aprovisionamiento se ha realizado en las inmediaciones del sitio se introduzcan directamente los nódulos para ser explotados en el yacimiento – posiblemente ya testados- (Santamaría et al., 2008). En el yacimiento de El Esquilleu se han recuperado más de 400 cantos de cuarcita y arenisca que se recogieron en la creencia de que se trataba de percutores. Con posterioridad se ha sugerido que quizá estemos ante un acopio de matrices, como reservas de materia prima, en el marco de una estrategia de alta previsión desarrollada por estos grupos humanos (Manzano et al., 2005). En este mismo sentido, se ha propuesto que la introducción reiterada de recursos líticos en los yacimientos incrementa progresivamente la cantidad de materia prima disponible –reaprovechable- en su interior y que esto debe interpretarse como parte de una estrategia de aprovisionamiento, que depende de las propias dinámicas de ocupación del yacimiento a lo largo del tiempo (Baena et al., 2005; Vaquero et al., 2008, Casanova et al., 2008). Estas actividades de reciclado y reutilización determinarían, por tanto, el carácter temporal de los conjuntos, cuya formación sería consecuencia de diferentes fases de explotación y configuración espaciadas en el tiempo –palimpsestos- (Vaquero et al., 1996; Navazo y Díez, 2008; Baena et al., 2008). El principal argumento que se ha empleado para documentar la existencia de estas estrategias de gestión de la materia prima, creando reservas más o menos planificadas, es la existencia de dobles pátinas. Esto indicaría la existencia de un intermedio temporal entre dos episodios de uso / modificación de los artefactos. Sin embargo, es difícil emplear esta evidencia como prueba de una gestión planificada. La pátina aparece como resultado de un proceso de alteración a largo plazo, en un tiempo geológico, que debería ser mayor en varios órdenes de magnitud al tiempo organizativo de las sociedades paleolíticas. Se ha sugerido también una relación directa entre las estrategias de aprovisionamiento de materia prima y las condiciones climáticas (Baena et al., 2005). Así, a partir de la secuencia de El Esquilleu se propone un modelo de captación de recursos líticos en el que en momentos de mayor rigor climático la inversión de esfuerzo en estas tareas se reduce considerablemente. Durante las fases más templadas se produciría un desarrollo de las labores

163

Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica de aprovisionamiento, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo –mayor selección. Todo ello vinculado a un aumento general de la biomasa que favorecería un mayor éxito en las capturas.

2004). Pero también es cierto que estas limitaciones quizá sean más evidentes en momentos más recientes, con producciones que implican una gran exigencia –de tipo laminar- y en las que rocas como la cuarcita, la ofita, la lutita o la arenisca difícilmente podrían satisfacer esas necesidades de utillaje.

El problema que subyace en este modelo es que un aumento general de la biomasa, como se propone, implica el crecimiento de la biomasa animal pero también –o sobre todo- de la vegetal. El incremento de esta última dificulta, en un sentido general, la captación de recursos: (1) los líticos serían menos visibles y de más difícil acceso –aunque esto no afectaría tanto a los situados en los cauces fluviales- y (2) los animales, en un ambiente de tipo bosque, son más difíciles de capturar. En el caso de las presas más grandes, el cambio con respecto a las capturas no debería ser significativo porque la cantidad a cazar es menor –una sola presa proporciona mucha carne, son gregarios y de costumbres relativamente fijas –y por tanto relativamente fáciles de cazar. Además, se trataría de un nicho prácticamente vacio porque casi los únicos predadores posibles son los grupos humanos.

En todo caso, los registros arqueológicos muestran una organización tecnológica basada en el empleo integrado de diferentes materias primas. En algunas ocasiones, se llevan a cabo estrategias de aprovisionamiento, producción y gestión específicas o diferenciadas según las materias primas (González Urquijo et al., 2005; Ríos, 2008). En otras, sin embargo, comparten los mismos objetivos de la producción (Huet, 2006). En Lezetxiki se lleva a cabo una importación de soportes finales de sílex en los tres niveles; posiblemente asociada a la localización de las fuentes de aprovisionamiento. De forma complementaria se desarrolla una producción in situ de sílex -a partir de matrices importadas- y de lutita y cuarcita –de aprovisionamiento local. Los recursos locales están poco explotados pero son bien conocidos y gestionados, como demuestra la explotación Levallois en lutita del nivel VII.

5.1.3. Relación con los procesos de talla y diferencias en la gestión

En Bañugues se diferencia entre una producción in situ de soportes Levallois y discoide de formato reducido empleando como matrices tanto cantos como lascas- y una importación abundante de soportes finales de tamaño medio. La materia prima más abundante en el entorno próximo a este yacimiento es la cuarcita, por lo que todos los sistemas de talla están mayoritariamente tallados sobre esta roca. Sin embargo, hay una clara asociación entre areniscas y talla discoide y sílex y tallas Levallois y unipolar. No se conoce con precisión las disponibilidades de recursos líticos de la zona por la ausencia de trabajos específicos que versen sobre el tema. Pero algunas de las aproximaciones que se han planteado a este respecto (Montes, 2003; Álvarez, 2003-2004) apuntan a que Bañugues se encuentra alejado de las fuentes de aprovisionamiento de sílex y de cuarcita de grano fino. Esto implica desplazamientos mayores para el aprovisionamiento de rocas de mejor calidad con el objetivo de importar productos con cierta predeterminación -Levallois, discoide y alguno de los Quina. El macroutillaje, sin embargo, se habría fabricado a partir de materias primas recolectadas en el mismo lugar (Álvarez, 2003-2004).

Una de las cuestiones principales en el estudio de la relación entre materias primas y estrategias de producción y gestión del utillaje es hasta qué punto las particularidades litológicas del ámbito geográfico son limitadoras, y si se da una gestión diferencial en función de las cualidades de los distintos tipos de rocas. Hay que insistir, en primer lugar, en que la calidad de las rocas no se determina únicamente en relación a variables objetivas como el tipo de grano, la durabilidad en términos de resistencia o la eficacia del corte o mordiente, sino también en función de una serie de cualidades relativas como el tamaño de los nódulos, a la cantidad disponible y a la facilidad de su acceso, a la ausencia de alteraciones en las matrices, etc, sin introducir condicionantes estéticos o simbólicos (Barkai y Gopher, 2009). El conjunto de estas propiedades es lo que, finalmente, determina cuáles son las materias primas de mejor calidad. Esta circunstancia ya ha sido demostrada en numerosos yacimientos europeos como por ejemplo en Goaréva, donde la dolerita –y no el sílexha sido tallada más a menudo con un método Levallois, una técnica considerada dispendiosa en materia prima, porque proporciona bloques de mayores dimensiones (Huet, 2006).

En el caso de La Verde se produce una polarización del sílex y de la arenisca, que aparecen asociados a la producción Levallois y discoide, respectivamente. Además de esta asociación a estrategias de explotación específicas, en el sílex se da también una vinculación expresa a la producción de soportes de pequeño formato para la producción in situ; que se combinan con una importación de productos de formato medio-grande, fundamentalmente Levallois. Toda la explotación discoide se lleva a cabo in situ. Se emplean nódulos de

Para el Cantábrico, donde la disponibilidad de recursos líticos es muy variable, se ha sugerido que la oferta de materias primas permite cubrir sobradamente las necesidades para el normal desarrollo de la producción, a pesar de la escasez de sílex (Manzano et al., 2005; Carrión, et al., 2008). Efectivamente, es probable que se haya exagerado la parte del condicionante de la materia prima, que incluso ha sido calificado como de “tiránico determinismo” (Rodríguez Asensio y Arrizabalaga,

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica sílex y alguna lasca de cuarcita para una producción micro mediante un esquema bifacial centrípeto. Mientras que los soportes de mayor formato son fabricados en arenisca, en las modalidades bifacial parcial y unifacial. Estas diferencias en la gestión de las materias primas para la producción discoide ya se ha propuesto para otros yacimientos del Cantábrico (Carrión, 2002; Cabrera et al., 2005; Maillo, 2005), en los que se han considerado cadenas operativas diferentes desde la propia fase de aprovisionamiento de materia. Este modelo establece una asociación entre areniscas y ofitas para los discoides bifaciales no jerarquizados y cuarcitas (en algunos casos lascas) y sílex para los jerárquicos con o sin preparación de plataformas de percusión. Esta gestión diferencial de la materia prima la asocian a la obtención de soportes de tamaños diferentes y a la rentabilización de la masa de los bloques originales.

materia prima dominante en estos contextos (Sarabia, 1985; Montes y Sanguino, 1998). En el caso de Cova Eirós se reconoce una gestión diferencial de las materias primas, que se combina de manera bastante compleja con las técnicas de talla y la circulación de productos. A grandes rasgos se diferencian dos categorías en el instrumental lítico: (1) un conjunto de utillaje importado en el que se emplea toda la cuarcita disponible y una parte del cuarzo y que se emplea para producciones Levallois, Quina y discoide –y una parte de la producción unipolar en cuarzo- para la obtención de soportes predecibles (grandes y regulares); y (2) un utillaje basado en soportes de pequeño formato y producción local en la que se emplean bloques de cuarzo de peor calidad aprovechados con tallas unipolares, microLevallois con preparaciones mínimas o, de manera incidental, con talla Kombewa. Los soportes fabricados en el yacimiento han sido objeto de una conformación por retoque bastante intensa, sobre todo en el caso de los de cuarzo. Por el contrario, muchos de los soportes brutos introducidos en el sitio han sido aprovechados sin preparaciones ulteriores. Esto sugiere que la circulación de estos soportes, con formatos y tamaños específicos, es objeto de una planificación bastante cuidadosa (cf. Lemorini 2000).

En Cueva Morín la evidencia más clara de gestión diferencial de las materias primas en relación con los procesos de talla es la importancia mayoritaria del sílex y la ofita y su vinculación con el formato de los productos. Así, destaca la asociación entre la ofita y la fabricación de hendedores en los niveles 16 y 17, y la del sílex con una producción de soportes de menor tamaño. Una cuestión especialmente evidente en el caso del nivel 18, que se caracteriza por tratarse de un conjunto formado únicamente por elementos de pequeño tamaño con los porcentajes más altos en el empleo del sílex –aunque también se explotan cuarcitas, ofitas y cuarzos. En este nivel se da, de forma mayoritaria, una producción in situ que probablemente ha sido combinada con una circulación de soportes finales –importación y exportación. Para los niveles 16 y 17, los datos sugieren una gestión diferencial de las materias primas, sobre todo en función del tamaño de los productos. Se da una clara vinculación entre ofitas y productos de tamaño mediogrande -especialmente hendedores- y sílex y cuarcita de grano fino para producciones con soportes más reducidos (microLevallois, microdiscoide o Kombewa). Para ello se aprovecha casi cualquier tipo de matriz (cantos, lascas o tectofractos). No obstante, sobre todo en el caso del nivel 17, la ofita se ha usado con producciones y gestiones diversificadas y de complejidad variable –destacando especialmente su asociación con la talla Levallois- en contra de lo que se ha tendido a pensar para este tipo de roca. Es clara la relación entre la materia de mejor calidad –el sílex- y las producciones más específicas –Levallois, Kombewa y Quina-; mientras que la talla discoide y unipolar aparecen vinculadas a una cierta variedad de materias primas, entre las que también se encuentra el sílex. La vinculación entre la ofita y los hendedores –entre un tipo específico y una materia prima concreta- ha sido explicada como característica de conjuntos plenamente musterienses (a partir del OIS 4). A este momento se asocia un aumento de la complejidad de las técnicas de fabricación y gestión; asociada a la imposibilidad de fabricar un utillaje tan grande sobre matrices de sílex, la

Cabo Busto es un caso especialmente delicado. Hay muchas discordancias en el seno de la colección que no pueden explicarse, todas ellas, en términos de circulación de utillaje porque no muestran tendencias claras que se puedan discriminar. Tampoco hay constancia de la introducción de ningún tipo de sesgo durante los trabajos de excavación. Es probable, no obstante, que una parte de la producción específica no haya sido reconocida como tal porque las modalidades de fabricación de este utillaje no generen soportes lo suficientemente característicos – fundamentalmente por la ausencia de acondicionamientos en las plataformas de percusión. Unas evidencias que, sin embargo, están perfectamente bien representadas en los núcleos de forma recurrente. Respecto a la relación entre materias primas y estrategias de producción y gestión, en términos generales y pese a las desproporciones internas señaladas, se trata de un conjunto bastante homogéneo, tanto en relación a las materias primas –con un 98% de cuarcita- como a los objetivos de la producción. Presenta una variabilidad relativamente amplia de estrategias de fabricación de utillaje que no muestran diferencias excesivamente significativas entre ellas, en lo que a los soportes producidos se refiere -con formatos muy similares y sin gestiones específicas reconocidas. Las colecciones líticas de El Castillo tienen las particularidades propias de una excavación de principios del siglo XX. Como consecuencia de esto las interpretaciones, sobre todo acerca de la gestión, son más limitadas que en otros contextos. Bajo esta premisa, se puede destacar que en los niveles inferiores las relaciones entre las diferentes materias primas y las labores de

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica producción y gestión del utillaje son bastante homogéneas. En general no se aprecian asociaciones claras. Solamente en el caso de la talla discoide del nivel 24 parece que hay cierta predilección por el uso de la arenisca –que, por otra parte, es la roca de uso más frecuente en este nivel. Sin embargo, es evidente una selección de la materia prima de mejor calidad –el sílexen la conformación de utillaje. Así, mientras sobre el total de las series esta roca representa entre el 15% y el 17%, en el grupo de los retocados alcanza porcentajes en torno al 30-45%. Para el caso del nivel 22 se han establecido algunas asociaciones en torno a la gestión diferencial de las materias primas. Quizá lo más evidente sea la vinculación de la talla Levallois a la cuarcita de grano fino –que se encuentra en matrices de formato reducido- una cuestión que llama la atención en un conjunto donde más del 40% es sílex. No obstante, se aprecia también una importación de soportes Levallois de mayor tamaño en sílex, con un acondicionamiento cuidadoso y sistemático de las plataformas de percusión que contrasta con la variedad de tratamientos observados en cuarcita, sobre la que se talla sin acondicionar las plataformas o con acondicionamientos parciales. La producción Quina, por su parte, está asociada tanto al sílex como a la cuarcita y a la arenisca, con la fabricación de soportes bastante espesos de los que solamente se ha retocado la tercera parte.

Esto ha sido interpretado como parte de una necesidad imprescindible de disponer siempre de utillaje de sílex para realizar tareas de precisión –en relación con las cualidades de los filos- que no pueden proporcionar otras materias primas. Mientras que las rocas locales proveerían de soportes masivos para las fases iniciales de los diferentes procesos productivos llevados a cabo en el yacimiento (Ríos, 2008). Si bien es cierto que el sílex es una roca de muy buena calidad para la talla y de una gran resistencia en términos de durabilidad –de ahí su uso generalizado y su selección expresa como materia prima de uso preferencial a lo largo de la prehistoria-, estudios tecnológicos y funcionales han puesto de manifiesto que, en ausencia de sílex o con subtipos poco apropiados, rocas como la cuarcita, la ofita, la dolerita, el cuarzo, etc. han servido para cubrir las necesidades técnicas generadas por estos grupos, a partir de producciones y gestiones complejas (Carrión et al., 2008; Baena et al., 2005; Huet, 2006; Lazuén et al., 2011; Lemorini, 2000, Almeida, 2007, etc.). En yacimientos como La Trinité (Bertaña, OIS 5a), por ejemplo, se ha sugerido una relación suplemental entre el sílex y el resto de las materias primas presentes en la colección, con los mismos objetivos en la producción y el mismo utillaje retocado (Huet, 2006). En términos más cercanos, el análisis funcional realizado en la muestra de Cueva Morín (apartado 5.4.2), en la que se incluye utillaje de sílex y de cuarcita, pone de manifiesto que esta segunda roca se emplea más a menudo para cortar que el propio sílex. Aquí el sílex se utiliza más frecuentemente en tareas de larga duración, de procesado por raspado, en las que se valora la capacidad mordiente y, probablemente, la facilidad para el reavivado.

Las colecciones más homogéneas son las de Cabo Busto y niveles inferiores de El Castillo, que no muestran grandes diferencias en la gestión de las materias primas. En el primero de los casos por un predominio casi absoluto de la cuarcita y, en el segundo, por el uso generalizado de arenisca y cuarcita y por una selección del sílex para los soportes retocados. En el resto de las series –Bañugues, La Verde, Cueva Morín, Cova Eirós y El Castillo 22- se ha podido diferenciar entre (1) una producción in situ para soportes de pequeño formato, sobre todo en sílex y cuarcita de grano fino –cuarzo para Cova Eirós-; y (2) una importación de productos finales de mayores dimensiones, generalmente asociados a estrategias con un cierto grado de predeterminación y una talla bastante cuidadosa, en materias primas de buena calidad. Estos comportamientos, además de la necesidad de generar conjuntos de utillaje diferenciados en relación al formato de los soportes, responden a una presión ejercida para la captación de recursos líticos de mejor calidad. Quizá los casos más evidentes sean los de Lezetxiki y Bañugues, con una importación bastante clara y abundante de sílex en el marco de una disponibilidad local de materias primas aptas para esas mismas producciones –como se puede apreciar en la explotación Levallois sobre lutita del nivel VII de Lezetxiki o en las producciones discoide, Levallois, Kombewa y Quina sobre cuarcita de Bañugues. En otros yacimientos del área vasca también se ha propuesto una importación de sílex en forma de soportes finales o de núcleos ya conformados para producir utillaje de pequeñas dimensiones (González Urquijo et al., 2006; Ríos, 2008).

5.2. Los sistemas de producción y su variabilidad En la actualidad los trabajos de industria lítica están fundamentalmente vinculados al estudio de la producción y orientados a la determinación de las causas y características de la variabilidad técnica. Ya se ha presentado también el debate que se vive en torno a las definiciones de los modelos clásicos que reglan los diferentes esquemas técnicos puestos en práctica para la fabricación de utillaje. Se ha discutido cómo unos criterios de determinación demasiado encorsetados se han revelado poco operativos para explicar la variabilidad que muestra el registro arqueológico. La generalización de estudios tecnológicos detallados en una gran cantidad de yacimientos de Paleolítico medio y medio antiguo y un cambio conceptual respecto de algunos sistemas de producción han demostrado el desarrollo de una importante gama de comportamientos técnicos. Estos son de complejidad variable y aparecen vinculados a la

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica disponibilidad de la materia prima y, sobre todo, a las necesidades sociales de utillaje.

productos se diferencian tres grupos en función de las características tipométricas, de los que solamente se han retocado los más grandes (25% retocados).

Las series líticas analizadas en este trabajo se caracterizan por la presencia generalizada de métodos de producción sistemática de lascas. Para ello se han empleado métodos de talla que se enmarcan dentro de una cierta variabilidad técnica: Levallois, discoide, Kombewa, Quina y unipolar, con una serie de modalidades internas que ya han sido presentadas en el cuerpo metodológico y que se han empleado convenientemente en el estudio de cada una de las series. Las producciones de macroutillaje por conformación (façonnage) son muy minoritarias en casi todos los yacimientos. La lectura de las formas de producción de estos conjuntos líticos muestra la existencia de muchas similitudes respecto a lo evidenciado para otros yacimientos europeos, incluso de momentos más antiguos (TD10, Orgnac, Bajondillo, Bolomor, etc.). Como veremos, esta propuesta difiere en cierta medida de interpretaciones anteriores en las que se sugiere una cierta sencillez, tanto en el aprovechamiento de recursos líticos como en las técnicas de talla empleadas (Montes, 2003).

En el nivel 25a de El Castillo el sesgo introducido ha favorecido una conservación diferencial de los núcleos respecto de los soportes –sobre todo en materias primas diferentes al sílex- por lo que la gran mayoría de las evidencias de talla proceden de los núcleos. En este nivel cinco de los catorce núcleos son de producción discoide, tallados en las modalidades bifacial parcial (n=3) y bifacial alternante, y asociados a la caliza, arenisca y cuarcita. Según los negativos que presentan estas matrices, los productos de mayores dimensiones proceden de las explotaciones en caliza y arenisca. En el nivel 25b, por su parte, el 9% de los núcleos son de explotación discoide en la modalidad bifacial alternante y también aparecen asociados a diferentes materias primas –caliza, arenisca y cuarcita. En el caso de La Verde, la producción discoide está fundamentalmente asociada a la arenisca (70%), que es la materia prima de uso preferencial. El 55% de los restos recuperados son productos de talla. Se trata de soportes más anchos que largos y sorprendentemente estandarizados en su longitud –todos en torno a los 40mm. La mayoría de los talones son lisos pero algunos cuentan con facetados, lo que indica un tratamiento bastante cuidadoso de las plataformas de percusión – además de algunas extracciones cordales que podrían indicar un reacondicionamiento de las convexidades. Los núcleos recuperados presentan una amplia variedad de modalidades de explotación y las matrices empleadas son tanto bloques (n=6) como lascas (n=3).

En la presentación y discusión que sigue se recogen los rasgos generales de los distintos sistemas de talla empleados; destacando las características que presentan en las distintas fases temporales que se han definido (Capítulo 3). 5.2.1. La producción discoide Fase 1 En el nivel 26 de El Castillo la producción discoide aparece asociada tanto a la cuarcita –que es la materia más representada- como a la caliza. Este tipo de producción está representada únicamente por núcleos (1 y 2 elementos respectivamente), que se han explotado en las modalidades bifacial alternante y bifacial parcial. No hay talla discoide en el nivel VII de Lezetxiki.

La talla discoide en Lezetxiki aparece representada solamente en el nivel VI. Está asociada tanto al sílex (n=2) como a la lutita (n=3) y presenta unas características muy particulares: un acondicionamiento especialmente cuidadoso de las plataformas de percusión mediante facetado y un cierto grado de mantenimiento de la cara de lascado a través de extracciones cordales para recuperar las convexidades necesarias –los dos soportes de este tipo recuperados son de sílex.

Fase 2 En el yacimiento de Cabo Busto la explotación discoide está bastante bien representada, en relación a las otras estrategias de fabricación de utillaje reconocidas (un 7,8% frente al 10,1% de la talla unipolar que es la más numerosa). En este yacimiento el esfuerzo de asociación de los diferentes sistemas de talla a materias primas no tiene sentido porque casi toda la serie está tallada en cuarcita. La suma de núcleos y soportes hace un total de 67 elementos de producción discoide. Los núcleos están tallados fundamentalmente sobre cantos (n=25) en las modalidades bifacial, unifacial y bifacial parcial. Para la explotación sobre lasca se seleccionan matrices grandes y espesas de las que se aprovecha, sobre todo, la zona proximal. Los soportes obtenidos de la explotación de estos núcleos -tanto sobre lasca como sobre canto- vistos los negativos que presentan, son de dimensiones mediogrande. Así lo ratifican también las lacas recuperadas, con unas dimensiones medias de 55x54x20mm. Entre los

Fase 3 En el nivel 3 de Cova Eirós la talla discoide está escasamente representada (n=2). Aparece asociada únicamente a la cuarcita que, sin embargo, es la materia prima menos numerosa en la colección analizada. Según muestran los talones de los dos elementos disponibles – liso y diedro- la modalidad de talla empleada parece ser la bifacial alternante, para la obtención de soportes de entre 4 y 4,5 cm. Estos soportes, como la gran mayoría de los producidos en cuarcita, han sido introducidos al yacimiento en forma de soportes finales. En el yacimiento de Bañugues la talla discoide supone el 8,6% sobre el conjunto de la colección –ligeramente por detrás de la talla unipolar y la Levallois. Aparece

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica asociada sobre todo a la cuarcita (n=7), aunque también hay algunos elementos tallados en arenisca (n=3). Se trata de soportes, en general, más largos que anchos y relativamente homogéneos en el formato (medio-grande). Los talones lisos y diedros evidencian una modalidad de explotación bifacial alternante sin preparación de plataformas de percusión. La producción se ha llevado a cabo tanto sobre bloque como sobre lascas, tal y como indican los dos núcleos recuperados. Ambos han producido soportes con dimensiones en torno a los 2 cm. que no han sido recuperados en la excavación.

alternante (sílex y ofita) y unifacial (cuarzo). Los bifaciales se diferencian entre sí por las dimensiones de los soportes que van a producir -micro el sílex y de formato medio-grande en ofita. Por esta razón, y a pesar de que la información no es muy recurrente, se puede intuir una gestión diferencial de las materias primas en función del formato de los soportes buscados. En la serie procedente de las excavaciones de 2008 la producción discoide está ligeramente más representada (4% sobre el total de las explotaciones). Presenta, asimismo, algunas diferencias con respecto a la colección recuperada en los años 1960: se encuentra asociado a diferentes materias primas –sílex, ofita y cuarcita- pero en todos los casos se talla a partir de la modalidad bifacial alternante; además no hay grandes diferencias en los formatos de los soportes resultantes en función de las materias primas.

En el nivel 24 de El Castillo han una clara asociación entre el discoide y la arenisca (50% sobre el total de los restos de explotación discoide, mientras que el 50% restante se reparte de forma más o menos proporcional entre otras tres materias primas). Esta vinculación estrategia de talla/materia prima podría estar relacionada con el tamaño de los soportes obtenidos que, como se aprecia también para los niveles anteriores, son de mayores dimensiones cuando proceden de matrices de arenisca –debido formato original de las mismas. La explotación discoide de este nivel se ha desarrollado en la modalidad bifacial alternante.

En el nivel 16 de Cueva Morín la talla discoide es muy escasa (n=8), de hecho, la menos representada de todas (1%). Aparece asociada a varias materias primas –ofita, cuarcita y sílex- y representada exactamente por seis soportes y dos núcleos. Los núcleos han sido tallados sobre sendos bloques de cuarcita y ofita. El primero con una talla unifacial sobre una matriz de pequeño tamaño que ha producido soportes de formato reducido; y el restante bajo la modalidad bifacial alternante, con una cara de lascado más amplia pero con soportes cortos que no sobrepasarían los 3 cm. Los soportes recuperados son, en general, más anchos que largos y los más grandes están tallados en ofita.

En el caso del nivel 18 de Cueva Morín la talla discoide es poco representativa, menor aún que en los niveles más modernos de este mismo yacimiento. La existencia de este método de explotación se constata por la presencia de un único núcleo tallado sobre un canto de cuarcita de pequeñas dimensiones y explotado a partir de la modalidad unifacial. El objetivo de la producción es la obtención de soportes con dimensiones no superiores a 20x20 mm aprovechando los planos naturales que ofrece la matriz, una característica general de la producción lítica de este nivel.

Balance y evolución temporal El recorrido que se presenta permite apreciar algunas diferencias en el papel que juega la talla discoide a lo largo del tiempo. Es especialmente importante en los yacimientos de la Fase 2, en los que a menudo es la técnica más representada. Se aplica especialmente sobre las materias de menor calidad y para obtener soportes medio-grandes. El papel de la talla discoide cambia en la Fase 3, en la que es menos habitual. En esta fase se vincula más frecuentemente a materias de mejor calidad y participa también en la producción de soportes de tamaño micro (con dimensiones cercanas a los 2 cm), para lo que se emplean a menudo lascas espesas como núcleos. Esta forma de producción es casi testimonial en la Fase 4 y también está aplicada para producir soportes pequeños.

Fase 4 El nivel 22 de El Castillo es, sin duda, el más complejo de todos. Aquí la materia prima de uso preferencial es la cuarcita (48%) aunque, a diferencia de lo que ocurre en los niveles inferiores, el sílex alcanza porcentajes bastante altos (37%). La talla discoide, sin embargo, se asocia en un 80,5% a la cuarcita de diferentes cualidades (completada con un 16% de sílex y un 3% de lutita). En este nivel se han producido sesgos muy similares a los que se han presentado para los niveles inferiores. Por esa razón, más del 80% de las evidencias de producción discoide de este nivel son núcleos, explotados a través de diferentes modalidades -bifacial alternante, unifacial, bifacial parcial y bifacial jerarquizado. De los seis soportes recuperados solo uno ha sido retocado y otro procede de una explotación sobre una lasca espesa de cuarcita.

La producción discoide en la Región Cantábrica Las características, el contexto, las asociaciones y el significado de la producción discoide y sus variantes están generando una cierta discusión para las ocupaciones del Paleolítico medio y medio antiguo del Cantábrico. Nos vamos a referir aquí a dos aspectos de diferente entidad: (1) la relación entre la talla discoide y las materias primas disponibles y (2) la explotación de lascas-núcleo junto a la producción de puntas pseudoLevallois, que suelen presentarse asociadas.

La producción discoide del nivel 17 de la colección antigua de Cueva Morín presenta unos porcentajes de representatividad ínfimos (0,7%), que apenas permiten valoraciones. Los restos recuperados se corresponden con tres núcleos y una lasca y están asociados a la ofita, al sílex y al cuarzo. Las modalidades de talla son bifacial 168

Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica 1. Una primera cuestión es la relación de las variantes discoides con los tipos de roca que se emplean para la talla. Se ha sugerido que la organización de la talla discoide en términos de jerarquización y bifacialidad se vincula a la materia prima sobre la que se talla. Así, en arenisca y ofita se tallaría un discoide bifacial no jerárquico y se utilizaría la cuarcita o el sílex en los discoides jerarquizados –con o sin acondicionamiento de plataformas (Carrión, 2002, Maíllo, 2005; Cabrera et al., 2005). Esta gestión diferencial estaría vinculada a un mayor aprovechamiento de la materia mediante su explotación bajo modalidades diferentes. Las colecciones analizadas para este trabajo muestran una cierta variedad de comportamientos con respecto a la talla discoide y su asociación con las diferentes materias primas. Quizá el caso más claro sea el de La Verde, donde la relación entre modalidades de explotación y materias primas es exactamente a la inversa del modelo que se ha propuesto: sílex y cuarcita para los discoide bifaciales no jerarquizados y arenisca y ofita –cantos y lascas- para los jerarquizados. Asimismo, en el nivel 17 de Cueva Morín se talla bajo la modalidad bifacial alternante tanto en sílex como en ofita. Los casos que mejor encajan con el esquema propuesto inicialmente son los de Morín 16 y 18, donde los cantos de cuarcita se han tallado en la modalidad unifacial y para la ofita se ha recurrido a una estrategia bifacial alternante. Sin embargo, también es cierto que estos niveles presentan unos índices de talla discoide escasos, con bajo valor estadístico. Del mismo modo, en los niveles inferiores de El Castillo, donde priman materias de grano grueso (areniscas, cuarcitas y calizas), la producción discoide se asocia casi exclusivamente a la modalidad bifacial parcial y bifacial alternante. No hay una vinculación recurrente y cerrada entre materias primas y modalidades de explotación dentro de la producción discoide. Pero sí parece clara la existencia de una asociación entre los formatos originales en los que aparecen los distintos tipos de rocas y el tamaño de los soportes que se buscan. Así, rocas como la arenisca, la ofita, la caliza o algunas variedades de cuarcita proporcionan, en general, matrices de tamaño mediogrande que se seleccionan con el objetivo de obtener soportes de mayores dimensiones (como sucede, por ejemplo, en el nivel 24 de El Castillo o en el 17 de Morín). Sin embargo, la obtención de productos de tamaños reducidos se asocia, generalmente, a materias primas que aparecen de forma natural en bloques de pequeñas dimensiones como el sílex, el cuarzo o la cuarcita de grano fino. No obstante, estos no están necesariamente tallados en la modalidad unifacial, tal y como se puede comprobar en La Verde y en el nivel 17 de Morín, por ejemplo. Además, muchos de estos núcleos no se han explotado de forma intensiva, por lo que el argumento de la máxima rentabilidad de las materias primas tampoco estaría justificado.

disponibilidad de recursos líticos es limitada –por factores de cantidad, calidad, formato, etc.- se habría desarrollado una estrategia de aprovechamiento máximo de las materias primas. Este aprovechamiento intensivo, en último caso y si el núcleo lo permite, desembocaría en una extracción postrera muy invasora en un intento “de conseguir una última lasca aprovechable”. Según este modelo, el esquema discoide en este punto de agotamiento presentaría una morfología muy similar al Levallois de lasca preferencial -en realidad recurrente centrípeto con una extracción invasora con carácter más expeditivo que de predeterminación (Fig.5.2.1)

Fig. 5.2.1. Último levantamiento invasor en una talla discoide (según Martín y Montes, 2004)

2. Otra cuestión abierta está en relación con el uso de lascas como núcleos y las condiciones y significado de estas producciones. En este estudio se ha reconocido una explotación sobre lascas en los yacimientos de Cabo Busto, Bañugues o La Verde. En Cabo Busto se buscan matrices especialmente grandes y espesas -82x68x35 mm de media en su formato final-, aprovechando sobre todo la parte proximal, para la obtención de soportes mayores de 3cm. En el caso de Bañugues se trata de una producción microdiscoide, para la fabricación de soportes de en torno a 2 cm. En La Verde, se aprecia una diferenciación en los formatos y en las modalidades de talla en función de la materia prima: (1) una producción microdiscoide bifacial sobre una lasca de cuarcita 47x29x13 mm en su estado final- de la que se obtienen soportes de 2cm. o menos; y otra (2) para producción de soportes de mayor formato, realizada sobre lascas de arenisca y ofita -60x84x34 mm y 96x70x41 mm respectivamente- aprovechando las convexidades naturales. En el estudio de los conjuntos musterienses al aire libre del Cantábrico, se ha interpretado que la explotación discoide sobre lasca está frecuentemente orientada a la producción de soportes apuntados. Estos productos se obtendrían a partir de un esquema desbordante de punta pseudoLevallois, en lo que se ha denominado “discoide jerárquico sobre lasca para puntas” (Carrión y Baena, 2005). Para el yacimiento El Habario (Cantabria) se ha deducido un esquema de explotación que, según los

Otro tipo de relación entre materia prima y opciones técnicas en la talla discoide ha sido presentado por P. Martín y R. Montes (2004). En contextos donde la

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica autores, sería posible reconstruir a partir de los núcleos abandonados en distintas fases del proceso de reducción, entendiendo que reflejan estadios más o menos avanzados del mismo proceso.

niveles-, no hay acondicionamiento de la plataforma mediante facetado, se trata de piezas de un cierto espesor y la explotación está bastante lateralizada –asimétricaarrastrando varios accidentes tecnológicos –reflejados o desbordamientos- que probablemente estén vinculados a la dureza de la materia prima.

Algo similar se ha sugerido para la producción discoide en lutita tobácea del nivel VII de Amalda (Guipúzcoa), orientada a la obtención de productos desbordantes de tipo punta pseudoLevallois mediante lo que se ha denominado “discoide de progresión cordal para la obtención de puntas pseudoLevallois” (Ríos, 2010).

Fase 2 En Cabo Busto la producción Levallois supone el 3,6% sobre el total de la serie (15 núcleos y 16 productos). Las matrices empleadas son sobre todo cantos (lascas=2) de dimensiones más bien grandes –con medias de 74x68x35 mm- que se explotan en diferentes modalidades – centrípeto recurrente, unipolar o de lasca preferencialcon y sin acondicionamiento de las plataformas. En general, estas mismas características se reflejan también en los soportes. Aunque no aparece ninguno con el talón cortical –a pesar de que sí hay núcleos explotados de esta manera- esto posiblemente esté vinculado a la dificultad para reconocer este tipo de productos. El conjunto de soportes Levallois es el más homogéneo desde el punto de vista tipométrico con un grupo de soportes de 50x50 mm. El grueso de esta producción se ha mantenido en bruto.

A pesar del interés de estas propuestas, en la documentación publicada quizá no queda clara la búsqueda recurrente de soportes de estas características, ni que éstos constituyan el objetivo final de la explotación. Más allá de las definiciones de productos y sistemas de talla, un problema de mayor calado se produce cuando este tipo de explotaciones y los productos resultantes –las puntas pseudoLevallois- se vinculan a funciones específicas en ausencia de análisis funcionales adecuados. Estos productos se han relacionado con actividades cinegéticas, directamente con la caza o bien con el procesado de recursos animales (Carrión et al., 2008; Ríos, 2008). Esto situaría a los yacimientos en los que estos sistemas de producción están bien representados como lugares especializados en la captación y procesado de este tipo de recursos. Sin embargo, en los conjuntos analizados aquí, la información traceológica y contextual (apartado 5.4) relaciona este tipo de soportes más con lugares de actividad intensiva de tipo doméstico que con lugares de captación especializados. Esto cambia netamente el perfil funcional de los asentamientos y las inferencias sobre la organización territorial.

En el nivel 25b de Castillo aparece una explotación microLevallois a partir del aprovechamiento de pequeños cantos de cuarcita (n=4) y sílex (n=1) sin acondicionamiento de las plataformas o con preparaciones parciales. En el nivel 25a los elementos atribuibles a una explotación de carácter Levallois son también sumamente escasos (n=3). Hay un núcleo de 53x46x30 mm, tallado sobre un canto de cuarcita a partir de una explotación centrípeta recurrente sin acondicionamiento de las plataformas de percusión; y dos lascas de sílex 41x28x17 mm y 42x39x19 mm- con extracciones recurrentes y sin acondicionamientos de las plataformas de percusión.

5.2.2. La producción Levallois Fase 1 La serie del nivel 26 de Castillo es muy escasa (n=71) pero cuenta con dos elementos de explotación Levallois. En ambos casos se ha tallado sobre cuarcita -que es la materia de uso preferencial en este nivel- y cada una de ellas es el resultado de una gestión diferente. Se trata de (1) una lasca de tamaño medio-grande (59x37x19 mm) con talón facetado y explotación centrípeta y (2) de un núcleo de 43x40x39 mm tallado a partir de la modalidad unifacial y que ha producido soportes de dimensiones mucho más reducidas que las de la lasca recuperada. La producción Levallois en el nivel VII de Lezetxiki aparece asociada a la lutita y está representada por dos soportes que remontan entre sí. Tienen unas dimensiones de 54x45x12 mm y 45x55x13 mm respectivamente y forman parte de una explotación centrípeta recurrente para la obtención de soportes de formato medio-grande. La producción Levallois de Lezetxiki se aleja de los cánones más clásicos. No está asociada a la materia prima de mayor calidad –a pesar de que hay una circulación de sílex desde al menos 40 km de distancia en todos los

En el yacimiento de La Verde más del 60% de la producción Levallois está asociada al sílex. Al contrario de lo que ocurría con la explotación discoide, que aparece claramente vinculada con el aprovechamiento de la arenisca. Así, el 42% de los soportes de explotación reconocida son Levallois, frente al 16% de las areniscas – materia prima mejor representada en esta serie. Se advierte la existencia de una cierta variedad de modalidades de explotación Levallois -unipolar, centrípeta recurrente y de lasca preferencial. Las características de los talones muestran estrategias variadas de gestión de la explotación: desde un tratamiento exhaustivo mediante facetado, hasta una preparación más somera a partir de lascados amplios que ha dado lugar a talones lisos o diedros, en algún caso con restos de córtex. Se diferencian tres grupos en función de las características tipométricas de los soportes: (1) cinco elementos de sílex con dimensiones menores a 30x30 mm y talones facetados; (2) tres soportes de arenisca y sílex

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica En el caso de Bañugues, y a pesar de que la cuarcita es la roca de uso claramente preferencial, la producción Levallois está asociada tanto a la cuarcita como al sílex. No se aprecian agrupaciones claras en la tipometría de los soportes –la gran mayoría entre 3 y 4,5 cm-, por lo que no se puede establecer una diferenciación de producciones distintas. Sin embargo, el único núcleo recuperado responde a una explotación microLevallois con preparaciones de la plataforma a partir de lascados amplios. Esto parece indicar que los objetivos de la producción están orientados, por un lado, a la fabricación de soportes micro dentro del propio yacimiento y, por otro, a la obtención de soportes de mayores dimensiones y tratamientos cuidadosos –todos los soportes recuperados presentan talones facetados- que, posiblemente, han llegado al sitio en forma de productos finales.

entre 30 y 45 mm de tendencia cuadrangular y con talones facetados, lisos, diedros y corticales –en el caso de la más pequeña-; y (3) tres elementos de entre 50 y 60 mm, fabricados en arenisca y sílex y con talones lisos y facetados –los de arenisca son cordales y el de sílex bipolar. El número de núcleos Levallois recuperados y sus características particulares es también muy significativo. Solamente uno de ellos se ha tallado sobre lasca –de arenisca- y en cuatro de los seis casos la producción es de tipo microLevallois –tanto en sílex como en arenisca. Según la relación entre soportes y núcleos, la producción micro se llevaría a cabo dentro del yacimiento y se complementaría con la importación de algunos soportes finales de mayor formato. En el nivel VI de Lezetxiki la producción Levallois está asociada tanto al sílex (n=3) como a la lutita (n=2) y se desarrolla en la modalidad centrípeta recurrente y en la unipolar. Al igual que en el nivel VII, se buscan soportes de formato medio-grande, lo que implica la captación de bloques de tamaño considerable. Excepto en el caso de una lasca de sílex, que presenta un talón liso no cortical, el resto han sufrido un cuidadoso tratamiento de las plataformas de percusión a partir de facetado -aunque alguno de los talones son ciertamente espesos. Asimismo, todos los soportes de sílex y uno de los de lutita han sido retocados en una fase ulterior para la fabricación de raederas, denticulados o escotaduras.

En el nivel 24 de Castillo los elementos atribuibles a una explotación de carácter Levallois son también sumamente escasos. Se han recuperado dos núcleos de materias primas y gestiones de la producción muy diferentes. Uno de ellos es de cuarcita -28x21x14 mm- presenta una explotación unifacial y centrípeta recurrente orientada a la obtención de soportes pequeños. El de caliza 49x46x26 mm-, sin embargo, ha sido explotado mediante una estrategia clásica –bifacial centrípeta jerarquizada- y de forma extensiva. Se ha producido una gestión diferencial de las materias asociada al tamaño de las matrices originales y de los productos buscados –al igual que en otros yacimientos estudiados- en ambos casos a través de una explotación realizada dentro del propio yacimiento.

Fase 3 La producción Levallois del nivel 3 de Cova Eirós aparece asociada tanto al cuarzo como a la cuarcita; y supone una de las características más destacadas de este conjunto por la amplia variabilidad que presenta. Hay, al menos, tres objetivos de producción diferentes: una producción micro, otra de soportes más grandes –una parte de ellos alargados- y una tercera para puntas. Las estrategias de talla empleadas son diversas –centrípeta recurrente, unipolar y unipolar para puntas- con preparación de las plataformas en todos los soportes de formato medio-grande y aprovechando zonas neocorticales en el caso de una parte de la producción microLevallois. Todo esto forma parte de una gestión del utillaje bastante compleja en la que se entremezclan materias primas, estrategias de producción y circulación de productos. De forma resumida y en relación precisa a la explotación Levallois, mientras el utillaje basado en soportes de pequeño formato adquiere un carácter local, los de mayores dimensiones o producciones específicas – puntas- asociados tanto al cuarzo como a la cuarcita han sido introducidos en el yacimiento en forma de soportes finales. Mención expresa merece la producción de puntas. Se trata de una explotación muy sistematizada, tallada en cuarzo (n=2) y cuarcita (n=1) y basada en la obtención de soportes bastante estandarizados -en torno a los 3-3,5 cm de longitud- y en una cuidadosa preparación de las plataformas de percusión. Todas ellas se han empleado como armamento de caza.

La producción Levallois en el nivel 18 de Cueva Morín está asociada al sílex y a la cuarcita de grano fino. Se han explotado con y sin acondicionamiento de las plataformas –sobre todo en la cuarcita, que presenta superficies corticales más lisas- o con acondicionamientos restringidos al punto de impacto. Se trata de explotaciones microLevallois que van a producir soportes de entre 2 y 3 cm. En este nivel la fabricación de utillaje micro no se complementa con la importación de soportes de mayor formato porque el objetivo de toda la producción está limitado al utillaje de pequeño tamaño. Dos de los soportes producidos se han seleccionado para la fabricación de una raedera y un denticulado. En el nivel V de Lezetxiki se aprecia un aumento significativo del sílex con respecto a los otros dos –con un 78,4% de representatividad frente al 60% del nivel VII y al 57,8% del VI- una cuestión que, obviamente, se va a hacer notar en la gestión de la producción. Así, todas las estrategias de talla claramente reconocibles se asocian al sílex de forma exclusiva. Vinculados a una producción Levallois hay tres lascas obtenidas de una explotación de tipo unipolar o centrípeta recurrente. Esta gestión diferencial de la producción ha dado lugar a soportes muy distintos, sobre todo en relación al formato; con la obtención de lascas más grandes y alargadas procedentes

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica de la explotación unipolar (75x40x11 mm frente a 47x29x6 mm y 45x42x8 mm). En todos los casos se ha llevado a cabo un tratamiento exhaustivo de las plataformas de percusión.

sílex. Tres de las cinco puntas recuperadas en este nivel son Levallois. Se trata de soportes bastante homogéneos, con pocas diferencias tipométricas –de entre 3 y 4 cm.-, poco espesos, con tratamientos cuidadosos de las plataformas de percusión y con ángulos de lascado en torno a los 85º.

Fase 4 En el nivel 22 de Castillo los índices de representatividad de la talla Levallois son mucho más altos que en los niveles inferiores. Esta explotación está esencialmente asociada a la cuarcita (n=32), aunque también se ha tallado en sílex (n=7) y en lutita (n=2). A partir de la lectura de los núcleos y soportes se diferencia entre una producción in situ de soportes micro a partir de cantos de cuarcita, lutita y sílex sin acondicionamiento de las plataformas o con acondicionamientos parciales; y una importación de soportes de mayores dimensiones de sílex.

Balance y evolución temporal La producción Levallois aparece ya en la Fase 1 aparentemente centrada en la obtención de soportes grandes, aunque hay también evidencias de talla microLevallois. En la Fase 2 el papel de la talla Levallois se diversifica para atender la producción de soportes variados. En algunos lugares –como Castillo 25b y La Verdeasistimos a un fuerte énfasis en la producción microLevallois in situ. También hay una cierta variabilidad regional, con una clara asociación de la talla Levallois al sílex en los yacimientos cántabros mientras que en Lezetxiki se aplica sobre rocas más locales. En la Fase 3 se mantiene una variabilidad similar de los sistemas y productos conseguidos. Se aprecia una fuerte circulación de las lascas Levallois de tamaño más grande, que casi siempre parecen aportadas como productos ya fabricados. Una novedad de este periodo es la aparición de sistemas Levallois específicos para la fabricación de puntas (en Cova Eirós) con secuencias de talla y formatos muy estereotipados. En la Fase 4 la dicotomía macro/micro parece ya claramente establecida. Se observa un aumento de la talla Levallois que se aplica también regularmente a rocas distintas del sílex, aunque siempre de una buena calidad. Este es el caso, por ejemplo, de la cuarcita fina en los yacimientos cántabros (Castillo 22). Continúa la fabricación de puntas Levallois. En líneas generales se aprecia (1) un aumento de la talla Levallois a lo largo de la secuencia, (2) una dicotomía neta entre producciones macro y microLevallois que se gestionan de formas distintas, (3) un aumento relativo de las producciones microLevallois y (4) una asociación a las rocas de mayor calidad (no necesariamente sílex), especialmente para la producción microLevallois.

En el nivel 17 de Morín la producción Levallois aparece asociada al sílex y a la ofita, con una gestión diferencial en relación al tamaño de los soportes buscados. Los núcleos y productos de sílex responden a una explotación microLevallois, a partir de una estrategia centrípeta recurrente o unipolar, con acondicionamientos restringidos de las plataformas y evidencias de reacondicionamiento de las caras de lascado mediante extracciones cordales. Como matrices se emplean cantos, tectofractos y lascas. La explotación Levallois en ofita, sin embargo, se caracteriza por la producción de soportes de formato medio-grande a través de la modalidad bifacial jerarquizado, con una preparación de las plataformas -mediante facetado o de extracciones amplias- y una gestión de la producción poco común. Destaca, en este sentido, la presencia de un núcleo en el que el rol que desempeñan cada una de las superficies cambia en un momento del proceso, en el marco de una estrategia perfectamente definida (ver capítulo 4). La importancia del reconocimiento de este esquema de producción en ofita se debe a que implica un cambio sustancial en la interpretación de las aptitudes de esta roca para la talla –traducidas en posibilidades tecnológicas. En el caso del nivel 16 de Cueva Morín la talla Levallois supone el segundo esquema de talla más representado. Aparece asociada al sílex y a la cuarcita de grano fino. Los núcleos son de formato microLevallois para la producción de soportes con dimensiones en torno a los 2 cm. Las matrices empleadas con cantos, lascas e, incluso, tectofractos. Se trata de explotaciones centrípetas recurrentes y unipolares con o sin preparación de las plataformas de percusión. Dos de estos núcleos –sobre lasca y sobre tectofracto- han sido reaprovechados para fabricar una raedera y una muesca. Se lleva a cabo también una importación de soportes de mayores dimensiones procedentes de explotaciones centrípetas recurrentes, unipolares y específicas para puntas. Es decir, se constata una producción microLevallois in situ sobre materias primas de buena calidad y una importación de productos más grandes en

La producción Levallois en la Región Cantábrica Se ha discutido en el Capítulo 2 sobre las características de las producciones Levallois y discoide y sobre los criterios que se emplean para definir estos métodos de talla. Estos criterios son más laxos para la talla discoide (Jaubert, 1994; Lenoir y Turq, 1995; Terradas, 2003, etc.) y generalmente más estrictos para la talla Levallois, por las razones que ya se han presentado. En este trabajo se ha optado por una definición un poco más abierta del concepto de talla Levallois. Esto ha permitido reconocer la existencia de una gestión de la producción bastante flexible y dinámica -con una cierta variedad de tratamientos-, determinada por los objetivos de la producción, por las necesidades específicas generadas por estos grupos y, en una proporción más pequeña, por las

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica particularidades de la materia prima. Destacan en este sentido la producción Levallois en ofita del nivel 17 de Morín –en la que en un momento del proceso de producción las dos facetas van a intercambiar el rol que desempeñan en el marco de un esquema perfectamente diseñadoy las producciones Levallois sin acondicionamientos de las plataformas o con acondicionamientos parciales en sílex y cuarcita para los yacimientos de Cabo Busto, Cueva Morín –nivel 16- y El Castillo –nivel 22- y en cuarzo para Cova Eirós –nivel 3. Este uso reiterativo de planos naturales –corticales o neocorticales- como plataformas de percusión ya ha sido observado en otros lugares (Bracco, 1993; Jaubert y Mourre, 1996). Algunos autores creen que esta práctica se lleva a cabo porque en las facetas de talla el grano absorbe y dispersa una parte del choque del percutor (Tavoso, 1986; Huet, 2006). Aquí consideramos que más bien está vinculada a las características de la materia prima -tamaño y morfología de las matrices- y a una adaptación a los requerimientos técnicos. Es decir, la preparación previa del volumen en general y de las plataformas de golpeo en particular, tiene sentido expreso en las producciones Levallois de soportes grandes donde el espesor, la sección y la longitud y delineación de los filos es un elemento primordial. En estos casos la preparación previa del volumen es crucial para evitar accidentes. Sin embargo, la obtención de soportes de tipo Levallois de dimensiones reducidas no precisa de tanto control, por lo que tales acondicionamientos resultan prescindibles. El riesgo técnico se reduce exponencialmente con el tamaño. Este tipo de explotación Levallois con un aprovechamiento de convexidades naturales (sin preparación o con preparaciones muy sumarias) ya se ha documentado para otros yacimientos de paleolítico medio europeo, algunos de ellos con producciones de cuarzo o cuarcita (Delagnes, 1992; Ameloot-Van der Heijden, 1993; Carrión y Baena, 1999; Soressi, 1999; Guette, 2002; Carrión y Baena, 2003; Cuartero, 2007). En el contexto regional –fundamentalmente en el sector centro-occidental- se ha mantenido vigente hasta finales de los 1990 la creencia en una particularidad referida a una significativa ausencia de producción Levallois en los conjuntos de Paleolítico medio. Esta circunstancia se explicó en su momento como consecuencia de la escasa disponibilidad de materia prima de calidad, más concretamente sílex (Cabrera, 1984, Cabrera y Bernardo de Quirós, 1992), y de factores de índole cultural que discriminarían a grupos de tradiciones diferentes (Carrión, 1997). Estas propuestas interpretativas han sido modificadas con el tiempo a partir, fundamentalmente, de un cambio conceptual sobre la talla Levallois y de un desarrollo de las metodologías de análisis de los materiales líticos. En la actualidad, el reconocimiento de la talla Levallois se ha convertido en recurrente en los estudios de estos conjuntos (Cabrera et al., 2000; Carrión y Baena, 2003) aunque también se ha insistido en la dificultad para identificar este tipo de producciones cuando se da una sobreexplotación de los núcleos (Carrión y Baena, 2003).

En el estado actual de la cuestión, el registro de yacimientos como Esquilleu (Carrión et al., 2008), Covalejos nivel I (Martín Blanco y Montes, 2004), Hornos de la Peña (Carrión, 2002), Castillo 20 (Cabrera et al., 2000), Axlor nivel N (González Urquijo et al., 2006) y, a partir de lo observado en este trabajo, también Cabo Busto, Bañugues, Cueva Morín, El Castillo 22-26, Cova Eirós y La Verde, muestran la existencia de una producción microLevallois –con tratamientos muy diversos- repartida por las diferentes colecciones del Cantábrico que hasta ahora no había sido reconocida como tal. 5.2.3. La producción Quina Fase 1 No hay evidencias de producción Quina en Castillo 26 ni en Lezetxiki VII. Fase 2 En Cabo Busto la producción Quina está representada por 9 núcleos y 11 soportes vinculados únicamente a la cuarcita. Los núcleos están explotados intensamente, aunque muchos de ellos aún conservan restos de córtex – una característica propia de este tipo de explotación- y en la fase de abandono sus dimensiones máximas están por encima de los 5 cm. Todos los soportes son de plena producción, bastante espesos y, en general, sin córtex en la cara dorsal, orientados a su uso sin retoque. En el nivel VI de Lezetxiki la producción Quina está representada por un único elemento por lo que su validez estadística y explicativa es prácticamente nula. En sentido amplio, una explotación de estas características busca producir soportes espesos y dorsos corticales a partir de un sistema de talla perfectamente sistematizada que se puede mantener hasta el agotamiento del núcleo. Sin embargo, en algunos casos, en las fases finales pueden dar lugar a productos menos espesos y sin córtex. Este parece ser el caso del soporte recuperado en este nivel que ha sido tallado sobre una matriz de lutita y que presenta un espesor muy pequeño -34x31x7 mm- y no conserva restos de córtex en la cara dorsal. Del mismo modo, lo ha sufrido ningún tipo de conformación a partir de retoque. En el caso de La Verde la producción Quina es muy escasa (n=3) y aparece asociada tanto al sílex como a la arenisca. Existe una diferencia sustancial entre estas dos materias primas en relación al tamaño de las matrices originales y, por tanto, de los objetivos de la producción. Así, en arenisca se han fabricado soportes de 61x107x25 mm y en sílex de 32x31x10 mm, solamente el primero conserva restos de córtex en la cara dorsal. En este yacimiento también se ha recuperado un núcleo de sílex con evidencias de estar en una fase muy avanzada del proceso de explotación. Más allá de las dimensiones que presenta (46x27x17 mm) muestra restos de negativos de extracciones bastante antiguas, con origen en plataformas

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica que ya no se conservan. En todo caso, la presencia de un núcleo en la serie hace pensar que al menos una parte de la producción en sílex se ha llevado a cabo en el sitio.

explotación y la mayor proporción de lascas de esta materia prima y de diferentes formatos, parece indicar que esta explotación se ha llevado a cabo en el yacimiento.

Fase 3 En el caso de Cova Eirós la producción Quina está representada únicamente por dos soportes de cuarzo. Aquí también se han producido lascas más bien pequeñas (36x23x18 mm y 25x27x11 mm) y sin dorsos corticales. Sólo una de las dos ha sido retocada, aunque no se trata de un retoque Quina.

En el nivel 17 de Cueva Morín la producción Quina está prácticamente asociada al sílex en exclusividad (n=9), aunque también se ha recuperado una lasca de cuarcita (n=1). En general se trata de soportes ligeramente espesos –aunque no hay agrupaciones claras en términos tipométricos-, con dorsos corticales que en el 70% de los casos han sido retocados para la conformación de raederas –cuatro de ellas con retoque Quina.

La producción Quina de Bañugues está fundamentalmente asociada a la cuarcita –la materia prima dominante. Los núcleos recuperados (n=2), de sílex y cuarcita, están muy explotados y las últimas extracciones que han producido alcanzarían unas dimensiones máximas de 3 cm. Los soportes (dos de cuarcita), por su parte, son bastante grandes y espesos – con dimensiones entre los 5 y 6 cm- y no presentan restos de córtex, por lo que difícilmente se podrían asociar a las fases iniciales de explotación de estos núcleos. Tanto en la producción discoide como en la Levallois se ha manifestado la creencia –según las discordancias entre núcleos y soportes- de que hay una parte de la producción que busca soportes de tamaño reducido y que se lleva a cabo in situ y otra que llega al yacimiento en forma de soportes finales –que son los elementos que se conservan. La producción Quina muestra evidencias de comportamientos muy similares; con dos producciones diferentes vinculadas probablemente al formato de los soportes.

No hay producción Quina en el nivel 16 de Cueva Morín. Balance y evolución temporal La producción Quina en el Paleolítico medio antiguo del Cantábrico es muy escasa, por lo que resulta difícil reconocer sus rasgos estructurales y su dinámica temporal. Sólo se encuentra en cantidades algo importantes en Cabo Busto y en los niveles 17 y 18 de Cueva Morín, que son conjuntos de características muy diferentes y de cronologías dispares. En el Cantábrico la producción Quina ha sido bien definida en yacimientos como El Esquilleu o Axlor (Carrión y Baena, 2003; González Urquijo et al., 2005), en niveles más recientes que los analizados aquí. Con las características específicas de explotación que ya se han presentado, este sistema de producción busca soportes espesos y de sección asimétrica –habitualmente con dorsos corticales o, como en los niveles B y D de Axlor, con conformaciones por retoque después de extraídosconcebidos para ser empleados en ciclos de uso muy largos, mediante procesos de reavivado sistemáticos (Bourguignon, 1997). En ambos casos el espesor es el rasgo más característico que define los objetivos de la producción y el criterio principal de selección de los mismos en la fase de consumo; en la que se van a conformar, de forma preferencial, a partir de un retoque Quina. En el desarrollo de la actividad a la que se han destinado, o bien con posterioridad, se ha llevado a cabo sobre ellos intensos procesos de reavivado. En general, en los yacimientos estudiados la producción Quina está poco representada en relación a otras de las estrategias de fabricación de utillaje. Sin duda, las series que más se asemejan a lo que se ha descrito anteriormente son las de Morín 17 (colección de 2008) y Morín 18. En los dos casos el esquema de producción Quina se asocia a la materia prima de uso más frecuente – sílex- para la obtención de soportes espesos con dorsos corticales (nivel 17) o que atrapen flancos del núcleo (nivel 18); y son habitualmente conformados a partir de retoque Quina –aunque en el nivel 17 también hay algunos con retoque simple. En el resto de los casos, los soportes son de espesores y tamaños variados y generalmente sin restos de córtex en las caras dorsales. Los porcentajes de retocados son muy bajos –un ejemplar en Bañugues, otro en Cova Eirós y

En el nivel 18 de Cueva Morín la producción Quina ha dado lugar a soportes más bien pequeños y espesos, muy consecuentes con la dinámica general de este nivel. Los positivos que se conservan son dos lascas de sílex con flancos de núcleo opuestos a los filos y que han sido configuradas a su vez como raederas Quina. Sin embargo, el único núcleo recuperado es de cuarcita. Se ha explotado sobre un canto bastante pequeño a partir de una serie corta de levantamientos que ha producido soportes de dimensiones muy similares a los que proceden de las matrices de sílex. Fase 4 En El Castillo solamente hay talla Quina en el nivel 22. Aparece asociada fundamentalmente a la cuarcita (n=4), aunque también hay un soporte de sílex y uno de arenisca. Al margen de que todos son productos bastante grandes, con longitudes que van de 4 a 7 cm y anchuras entre 3 y 7 cm, en general presentan una morfología bastante alargada y espesa -a excepción del de sílex que es prácticamente el doble de ancho que largo. Únicamente han sido retocados los soportes de sílex y arenisca (34x69x19 mm y 69x49x29 mm), que son los de mayor formato, para la fabricación de sendas raederas – solo la primera con retoque Quina y con extracciones de adelgazamiento hacia la ventral. Por otra parte, la presencia de un núcleo de cuarcita en la fase final de

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica otro en Castillo- y cuando lo están, por lo general no se trata de un retoque de tipo Quina

diedros e incluso facetados- para la obtención de soportes alargados y, en general, bastante grandes. No obstante, en los dos conjuntos hay un pequeño grupo de soportes especialmente pequeños, con dimensiones entre 2 y 3 cm, asociados fundamentalmente al sílex (n=5). Esta producción micro parece buscada expresamente porque en este mismo nivel y sobre sílex se han recuperado también soportes de entre 4 y 7 cm. El 18% de los soportes unipolares se retocan –todos de dimensiones medias considerables.

5.2.4. La producción unipolar Fase 1 En el nivel 26 de El Castillo supone más de la mitad de los restos y se ha tallado sobre tres materias primas diferentes –cuarcita, arenisca y caliza-, aunque casi la mitad de los restos se asocian a la cuarcita que es la roca de uso preferencial en este nivel. Una parte de las explotaciones se han llevado a cabo a partir de plataformas corticales pero, fundamentalmente, se trata de superficies acondicionadas a través de extracciones amplias o en casos muy concretos, mediante facetado. Los soportes producidos son alargados y de formato bastante grande –siempre por encima de los 4 cm de longitud y hasta los 11cm. Sólo el 20% de estos productos ha sido retocado con posterioridad para la fabricación de sendas raederas.

En La Verde la producción unipolar es la más representada de todas las estrategias de explotación reconocidas. Supone el 11% del conjunto y se asocia a cinco materias primas distintas: arenisca, sílex, cuarcita, cuarzo, lutita y mineral. La morfología general de los soportes buscados es alargada, si bien se pueden diferenciar un grupo de productos grandes y más estilizados y otro de lascas más pequeñas y de tendencia cuadrangular. Esto es debido, muy probablemente, al tipo de explotación del canto correspondiente –en el eje más largo o en alguno de los dos cortos.

En el nivel VII de Lezetxiki hay únicamente dos elementos que atestigüen el desarrollo de este esquema de explotación en la fabricación de utillaje, ambos de sílex: (1) una lasca de dimensiones muy reducidas y vinculada a una producción micro y (2) un núcleo con una explotación unipolar opuesta en facetas diferentes; al menos con la preparación de una de las plataformas –la otra está modificada con posterioridad- mediante una extracción transversal. Los soportes obtenidos son de tendencia laminar y presentan unas dimensiones de entre 3 y 4 cm.

En el nivel VI de Lezetxiki los soportes de producción unipolar suponen el 13% sobre el total de la producción. Están asociados al sílex (n=9), aunque también hay algunos en lutita (n=5) y cuarcita (n=1). Se han tenido en cuenta cuatro objetivos diferentes en relación a las características tipométricas de los soportes: (1) de producción micro -15/25 mm-; (2) soportes alargados con longitudes entre 40 y 60 mm y anchuras entre 25 y 40 mm; (3) lascas grandes de unos 60 mm de longitud y 50 mm de anchura; y (4) lascas especialmente anchas con longitudes en torno a 30 mm y anchuras de 60 mm. Las únicas relaciones que se han podido establecer entre estos cuatro grupos y las diferentes materias primas sobre las que se han tallado son de una asociación entre el sílex y soportes especialmente pequeños, y entre la lutita y los soportes especialmente anchos. En las otras agrupaciones no se aprecian tendencias claras. Parece que, en general, hay un cierto acondicionamiento de las plataformas de percusión en la extracción de estos soportes a partir de lascados más o menos amplios que han dando lugar a talones lisos y diedros. Únicamente el 20% se ha explotado a partir de plataformas corticales, y solamente hay un ejemplo de preparación más exhaustiva mediante facetado. Se trata de una lasca de lutita que se enmarca en una producción nada simple sobre esta roca: buscan, probablemente con una cierta predeterminación de los filos, soportes especialmente largos o especialmente anchos con acondicionamientos de las plataformas y para ser usados en bruto.

Fase 2 La producción unipolar en Cabo Busto es la más numerosa de todas las identificadas y está asociada a la cuarcita. La lectura combinada de núcleos y soportes permite diferenciar dos tipos de producciones en función de la morfología de los soportes buscados. Por un lado (1) una talla frontal de series cortas, explotando la anchura o el espesor del canto, para la obtención de soportes más anchos que largos con rangos muy concretos; y por otra, (2) una talla del eje más largo de la matriz a partir de un acondicionamiento de la plataforma de percusión –con extracciones amplias-, que va a producir soportes más largos que anchos. En el caso de estos últimos el proceso técnico está fragmentado, por lo que muy probablemente hayan sido importados al sitio como productos finales. Para retocar se seleccionan los soportes más grandes y alargados. En el nivel 25 (a y b) de El Castillo la producción unipolar está en tono al 30% y se asocia a diversas materias primas –caliza, arenisca, cuarcita y sílex y de forma incidental al cuarzo y a la ofita-, aunque las más representadas son la arenisca y la cuarcita con valores en torno al 40%. La mayor parte de la explotación se ha llevado a cabo a partir de plataformas acondicionadas en diversos grados -que han dado lugar a talones lisos,

En este nivel hay también un remontado de cuarcita que muestra una serie bastante amplia de extracciones (n=8) superpuestas para la obtención de soportes grandes y alargados –entre 46 y 58 mm- sin acondicionamiento de la plataforma y con una estrategia de explotación ligeramente envolvente orientada a la captura de dorsos – que en algunos casos van a ser corticales.

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica El 33% han sido retocados. Entre ellos se encuentran dos raederas y una punta.

cierta preparación de las plataformas de percusión. Excepto por una caso –de una lasca de menos de 2 cmtoda esta producción se mantiene en bruto.

Fase 3 En el caso de Cova Eirós la producción unipolar supone el 22% y está asociada fundamentalmente al cuarzo (84,6%). Se trata de explotaciones con series largas –no presentan restos de córtex en la cara dorsal- y con acondicionamientos de las plataformas de percusión a través de lascados amplios o facetados –aunque hay algunos ejemplos también de talones con planos naturales. Según el formato de los soportes se diferencian dos tipos de producciones: una micro de soportes de menos de 3 cm (n=6) y otra de más de 4 cm (n=4). Se aprecia, asimismo, una vinculación entre la fase de conformación y esta ordenación de los soportes a partir de su formato, siendo sistemáticamente retocados los de mayores dimensiones.

La colección del nivel V de Lezetxiki es bastante corta y cuenta únicamente con dos soportes de producción unipolar, ambos asociados al sílex. Sin embargo, presentan rasgos tecnológicos comunes que sugiere un objetivo de producción común. Se trata de soportes alargados en torno a los 60 mm de longitud, retocados para la fabricación de sendas raederas. Forman parte de series amplias y las plataformas han sido cuidadosamente preparadas a través de facetados. Fase 4 El caso del nivel 22 de Castillo es significativo porque este sistema de producción llega a alcanzar el 62% de representatividad. Se ha tallado sobre siete materias primas diferentes pero aparece asociado, fundamentalmente, a la cuarcita (42,2%) y al sílex (39,7%), que son las dos rocas más representadas en la serie. La explotación se ha realizado con y sin acondicionamiento de las plataformas, para la obtención de soportes alargados especialmente concentrados en unas longitudes de entre 40 y 50 mm. El 18% de esta producción remite a soportes de entre 2 y 3 cm tallados preferentemente sobre sílex –el 59% de ellos. La mayoría de ellos presentan talones lisos no corticales. Excepto en un caso –en el que se ha fabricado un raspador de 30x28 mm- el resto son soportes brutos.

En Bañugues la producción unipolar se divide en dos grupos en función de la tipometría de los soportes que se han querido producir: uno de productos de entre 30 y 50 mm de longitud y otro de entre 64 y 82 mm. No parece darse una gestión diferencial de las materias primas en este sentido porque cuarcita y sílex, que son las dos materias primas más representadas, están presentes en los dos grupos. Se ha llevado a cabo una cierta preparación de las plataformas con lascados amplios y, en algún caso, con un pequeño facetado. A partir de la presencia de córtex en las caras dorsales y de escasos negativos previos se puede inferir que, en general, se trata de series cortas.

En el nivel 17 de Cueva Morín la producción unipolar está representada en un 74%. Se talla preferentemente en ofita y sílex y de forma más incidental en cuarzo y lutita. Se buscan, por un lado, soportes alargados de tendencia laminar y dimensiones en torno a los 4 cm de longitud media; y, por otro, soportes de pequeñas dimensiones. Este segundo grupo es mucho más reducido y está asociado fundamentalmente al sílex, a la cuarcita de grano fino y al cuarzo. Por el contrario, los productos de mayores dimensiones están tallados en ofita. En la mayoría de los casos se ha llevado a cabo un acondicionamiento de la plataforma de percusión, generalmente a partir de lascados amplios que han dado lugar a talones lisos o diedros. No obstante también hay ejemplos de talones facetados que vinculados a la extracción de soportes especialmente largos y delgados tanto en sílex como en cuarcita. En torno al 40% de esta producción se ha retocado con posterioridad para la fabricación de raederas y denticulados. El resto han permanecido en bruto. No hay una selección de los soportes para estas transformaciones, ni en relación a la tipometría de los mismos ni tampoco a la materia prima sobre la que se han tallado.

En el nivel 24 de Castillo este tipo de producción es ampliamente mayoritaria y se vincula de forma preferencial a la arenisca, sobre la que se han fabricado más de la mitad de los soportes. Al igual que en los casos anteriores la gran mayoría de las plataformas han sido preparadas (en un 15% de los casos aproximadamente se han aprovechado planos naturales). Los productos son, en general, de formato medio-grande y con tendencia alargada, aunque hay también un pequeño grupo de producciones inferiores a 3 cm y vinculadas fundamentalmente al sílex (n=3), y algún soporte en caliza (n=1) y cuarcita (n=1). El 24% de las lascas unipolares han sido retocadas para la fabricación de raederas de forma preferencial. En el nivel 18 de Morín esta producción es especialmente importante, situándose por encima del 70% sobre el conjunto de las estrategias de producción identificadas y está asociada fundamentalmente al sílex. Aquí, a diferencia de lo que ocurre en los niveles 16 y 17, no se han buscado soportes especialmente alargados. Se diferencia la existencia de dos tipos de producciones: una de soportes grandes –evidenciada por cinco lascas cuya longitud está por encima de los 4 cm- y otra micro –que es la mayoritaria y que aparece representada por soportes con dimensiones entre 2 y 3 cm. La mayoría de los talones son lisos, diedros o lineales, lo que indica una

La producción unipolar en el nivel 16 de Cueva Morín supone el 44%. Aparece asociada fundamentalmente al sílex y a la cuarcita -en las mismas proporciones, 41%-; aunque también hay algunos soportes tallados en ofita. Se han buscado lascas alargadas y bastante planas obtenidas

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica a partir de una explotación común en la que se han preparado las plataformas de percusión mediante lascados amplios. En algunos casos se ha promovido la presencia de dorsos corticales a partir de una explotación ligeramente desbordante. Hay una selección sutil de los soportes más grandes de sílex y de cuarcita para la conformación de raederas. Sin embargo, las lascas de ofita –que son las de mayores dimensiones de todo el conjunto- se han mantenido siempre en bruto.

del yacimiento guipuzcoano hay también (1) una explotación envolvente en cuarcita para producir soportes con dorsos naturales, que también aparece en el nivel 16 de Morín y (2) una de productos paralaminares en lutita con plataformas preparadas a través de facetado, que ya ha sido mencionada también para los niveles B y D de Axlor (González Urquijo et al., 2005) –aunque en estos casos las plataformas se acondicionan mediante lascados amplios.

Balance y evolución temporal

En Cabo Busto se produce igualmente una gestión diferencial de la producción, que no afecta tanto al tamaño de los soportes –no hay producción micro- como a la morfología de los mismos: según se busquen más anchos o más largos se explotará un eje diferente del canto que condiciona, a su vez, la preparación de las plataformas.

La producción unipolar es la más numerosa de todas las identificadas en la gran mayoría de los conjuntos estudiados y parece proveer de la mayor parte de las necesidades de utillaje en estas ocupaciones. No se trata de tallas incidentales, dado que la mayor parte de los soportes parecen el resultado de series de producción largas. Se aplica de forma bastante indistinta en todas las materias aunque a veces con objetivos de producción diferentes, sobre todo en relación al tamaño de los soportes obtenidos. La producción unipolar sirve para la obtención de la mayoría de los soportes más grandes, que a menudo son además alargados. Esto se observa ya en la Fase 1, especialmente en Castillo 26, y en la Fase 2, en Castillo 25, La Verde y, menos claramente, en Cabo Busto. En las fases antiguas es bastante habitual la existencia de una pequeña producción unipolar específica de soportes alargados de pequeño tamaño en sílex –en Lezetxiki VII y VI, en El Castillo 25 y 24, en Cueva Morín 18- que parece desaparecer en la Fase 4, donde la producción micro se consigue con otros sistemas de explotación.

En Morín 16 y Lezetxiki V se buscan siempre soportes alargados y grandes con preparaciones de las plataformas, que van a ser retocados para la conformación de raederas. 5.2.5. La producción Kombewa Fase 1 En el nivel 26 de El Castillo hay dos matrices talladas a partir de este tipo de explotación, una de arenisca y otra de cuarcita. Se trata de soportes bastante grandes que, en el estadio de abandono presentan unas dimensiones 78x69x33 mm y 68x45x16 mm. Esto y los restos de negativos que conservan muestran la obtención de soportes de formato medio-grande; sin restos evidentes de tratamientos específicos de las plataformas de percusión.

El sistema de producción unipolar a menudo ha pasado desapercibido en el estudio de los conjuntos líticos de estos contextos y, en general, no ha sido reconocido como tal –si no es como una variante de algunas producciones bien conocidas como, por ejemplo, la Levallois. De hecho, en ocasiones ha sido entendida como una fase de descortezado en el marco de la configuración general de un núcleo (para El Hondal, Baena, et al., 2001); pero no como un esquema específico de fabricación de utillaje con una lógica propia y unos objetivos de producción bien definidos. La revisión del remontado de El Hondal ha permitido completar la serie de apertura del núcleo, que muestra con claridad un interés técnico preciso: conseguir un conjunto de productos alargados, regulares y con un filo recto cortante opuesto a un dorso cortical.

Fase 2 En Cabo Busto la producción Kombewa está representada por 5 núcleos y 21 soportes. Se explotan lascas bastante grandes de cuarcita –con unas dimensiones medias de de 82x63x28 mm- en series cortas en las que, en general, no se lleva a cabo un acondicionamiento de las plataformas de percusión. Los soportes recuperados tienen unos objetivos dimensionales muy similares a los de la producción unipolar: lascas cortas y anchas, un poco alargadas, muy anchas y especialmente grandes. Se retocan en todas las morfologías pero es más significativo en el caso de las más anchas y de las más grandes. En el nivel 25b de El Castillo ocurre una cosa muy similar: explotación de tres lascas de arenisca y dos de cuarcita de dimensiones considerables -73x57x30 mm de media-, sin acondicionamiento de las plataformas o con alguna extracción muy puntual para adecuar el ángulo.

En un sentido más general, se comprueba la existencia de este sistema de fabricación en todos los yacimientos estudiados, con unas estrategias de gestión de la producción bastante diversificadas, orientadas a la obtención de soportes con unas características morfológicas concretas. Así, en Cova Eirós, Cueva Morín 17 y 18, El Castillo 25 y 22 y Lezetxiki VII y VI hay diferenciados dos tipos de producciones según el formato de los soportes buscados: una micro y otra para lascas de tamaño medio-grande. Pero además, en este último nivel

En La Verde la producción Kombewa está asociada a la arenisca y al sílex y aparece representada por dos lascas de 32x46x11 mm –fracturada- y 20x20x5 mm respectivamente.

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Mientras en la de arenisca se aprovecha como plataforma la cara cortical de la matriz, en la de sílex se lleva a cabo un tratamiento cuidadoso de la misma a través de facetado. La escasa recurrencia impide determinar si se trata de una gestión diferencial de las materias primas o si es una cuestión circunstancial.

de la ofita y algunos ejemplos de sílex y cuarcita. En la mayoría de estos productos, de existir un acondicionamiento de las plataformas sería a partir de lascados amplios, porque casi todos los talones son lisos o lineales –lo que, por otra parte, no descarta el aprovechamiento de extracciones previas en la cara dorsal de la matriz. Sólo en el caso de una lasca de sílex -con un talón puntiforme- y tres de ofita -con talones facetadosse aprecia la existencia de una preparación expresa de la plataforma. Llama la atención este tipo de tratamiento en rocas como la ofita. Una de las lascas de cuarcita es Jano, lo que indica un aprovechamiento expreso de la convexidad del bulbo de la matriz. Sin embargo, en el caso del sílex –y otra de las lascas de cuarcita-, además de un tratamiento más cuidadoso de las plataformas, parece darse una explotación más intensa a partir de series de extracciones –cortas no obstante. Prueba de esto es la presencia de restos de negativos previos que, sin embargo, no han llegado a eliminar toda la cara ventral del soporte, lo que indica que no son series demasiado recurrentes.

En el nivel VI de Lezetxiki la producción Kombewa está representada por cuatro elementos (lo que supone el 4% sobre el total de la serie) y se asocia tanto al sílex como a la lutita y a la cuarcita. La de cuarcita es especialmente grande -4,7cm de longitud-, el resto están en torno a los 3 cm. Esta producción se ha llevado a cabo sin una preparación expresa de las plataformas de percusión – aprovechando caras dorsales corticales o negativos de explotación previos. Solamente han sido seleccionados para retocar los dos soportes de sílex –a pesar de que no son los más grandes del conjunto. Fase 3 En Cova Eirós solamente hay dos soportes asociados a una producción Kombewa, uno de cuarzo y otro de cuarcita. Se trata de soportes de muy reducidas dimensiones con talones lineales y facetados, respectivamente. Esto indica un cierto tratamiento de las plataformas de percusión, sobre todo para el caso de la cuarcita, que no es de origen local.

Balance y evolución temporal La talla Kombewa no ocupa un papel demasiado importante en los esquemas técnicos del Cantábrico para este periodo. Los productos que se obtienen son de tamaños bastante grandes en los momentos más antiguos (Fases 1 y 2). En los conjuntos más recientes se mantiene la producción de soportes relativamente grandes, por encima de los 4 cm de dimensión máxima, pero se incorpora también una cierta producción de soportes pequeños.

En Bañugues la explotación Kombewa aparece representada por dos únicos elementos de cuarcita, con unas dimensiones de 40x39x15mm y 48x58x18 mm. Por su tamaño proceden de matrices bastante grandes que se han explotado con un acondicionamiento de la plataforma mediante lascados amplios o bien a partir de negativos de explotación previos conservados en la cara ventral de la lasca soporte.

Una de las cuestiones que se desprende del análisis de este tipo de producciones, y que ya se ha puesto de manifiesto, es la delgada línea que separa algunas de las producciones Kombewa y Levallois sobre lasca. Los criterios de determinación más rigurosos para cada uno de estos esquemas de producción los sitúan en ámbitos conceptuales perfectamente delimitados e imposibles de confundir –Kombewa responde a una única extracción aprovechando las convexidades naturales del soporte (Tixier, 1980) y Levallois implica una cuidadosa preparación tanto de la plataforma de percusión como de la cara de lascado. Sin embargo, el registro arqueológico ha demostrado que hay una amplia gama de comportamientos que se sitúan entre esos dos extremos y cuya sistematización los acerca cada vez más; hasta el punto de que en algunos tramos llegan a solaparse. Este es el caso de las producciones Kombewa de Morín 17-16 y de Cabo Busto –aunque con tamaños muy diferentesen las que algunos de los soportes muestran evidencias de formar parte de verdaderas series de extracciones – arrastrando parte de lascados previos. Este rasgo les acerca más a una producción Levallois sobre lasca que a una Kombewa sensu stricto. Se ha sugerido que, de hecho, las producciones Kombewa no son más que una fase inicial de una explotación Levallois (Wengler, 1993; Boëda et al., 1996). Una

En el nivel V de Lezetxiki la producción Kombewa se asocia al sílex. Este esquema de explotación aparece representado por tres elementos: dos lascas Jano y otra que no afecta al bulbo de la lasca-núcleo. Se trata de soportes bastante pequeños –entre 2 y 3 cm- extraídos sin acondicionamientos expresos de las plataformas de percusión –golpeando sobre negativos de extracciones anteriores. Fase 4 En el nivel 22 de El Castillo esta producción está representada por dos soportes de sílex con unas dimensiones por encima de los 4 cm de longitud y de los 3 cm de anchura. Estos productos implican caras de lascado bastante grandes, sobre las que no se ha llevado a cabo ningún tipo de acondicionamiento de la plataforma de percusión. En los niveles 16 y 17 de Morín la producción Kombewa se asocia, fundamentalmente, al sílex (n=8) pero también a la cuarcita (n=5) y la ofita (n=2). Se trata de soportes de menos de 2 cm para una parte del sílex y de la cuarcita y mucho más grandes –por encima de los 4 cm- en el caso

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica cuestión que se mantiene en cuarentena cuando no hay remontajes y que se desecha con existencia de producción Kombewa en contextos en los que no se ha documentado Levallois (Tixier y Turq, 1999). Efectivamente, una producción Kombewa puede derivar en una Levallois – sobre lasca con o sin acondicionamiento perimetral de las plataformas- si la talla se continúa y se constata la recurrencia necesaria. Las lascas Jano de Lezetxiki V y Morín 16 y 17 responden mejor a una explotación Kombewa clásica, con un aprovechamiento preciso de la convexidad natural que proporciona el bulbo de la lasca-núcleo.

En relación a la discusión sobre qué es discoide y qué Levallois se ha propuesto la existencia de una continuidad entre ambos manifestada, sobre todo, por lo que se ha venido a denominar “discoide jerarquizado” (Carrión y Baena, 2003; Vaquero et al., 2008). En las series analizadas en este trabajo se aprecian las características que diferencian/ponen en relación estos dos esquemas de producción. Algunas son importantes para comprender la concepción técnica, entre ellos la jerarquización de las dos superficies (plataforma y cara de lascado), la bifacialidad/unifacialidad, el acondicionamiento de la cara de lascado, la recurrencia y preparación de la plataforma de percusión o los acondicionamientos previos. Pero, en realidad, los más importantes son los estructurales; vinculados sobre todo a la relación angular entre las dos superficies y a la morfología de la cara de lascado. Estos rasgos se relacionan más directamente con los objetivos de la producción –morfología y cantidad de soportes obtenidos. Y son criterios a considerar en este intento de diferenciación entre una producción de tipo discoide y una de tipo Levallois (cf. Martín Blanco y Montes, 2004). Hay que recuperar aquí las particularidades de la talla discoide del nivel VI de Lezetxiki, caracterizada por una cuidada preparación de las plataformas mediante un microfacetado restringido y el mantenimiento de las convexidades en la cara de lascado a partir de extracciones cordales. Este acondicionamiento exhaustivo de plataformas y caras de lascado recuerda a la producción Levallois e implica una gestión del utillaje bastante compleja con la búsqueda de elementos característicos en el marco de una estrategia predeterminada. En este mismo sentido, la colección de La Verde muestra una producción discoide excepcionalmente homogénea en la longitud de los soportes, que prueban la búsqueda de productos específicos –predeterminados- a través de una explotación muy estandarizada.

5.2.6. Las características generales de la producción de utillaje en el Paleolítico medio antiguo del Cantábrico Uno de los rasgos principales es la escasa importancia de la producción por conformación (façonnage). Esto aparece asociado a las bajas frecuencias de macroutillaje –que, por otra parte, se consigue a menudo a partir de lascas de gran tamaño- y a la importancia que cobra la producción normalizada de lascas con sistemas predeterminantes, aplicados a todo tipo de materias primas. Dicotomía Levallois-discoide Quizá una de las cuestiones más controvertidas en torno a los sistemas de producción del Paleolítico medio antiguo, extensible también al Cantábrico, sea la dicotomía Levallois-discoide. Esta dicotomía se ha presentado desde los años 1980 como una diferencia técnica radical – conceptual- con varias implicaciones: ambos tipos de talla serían claramente distinguibles a partir de trazos morfológicos y técnicos particulares. Un mismo bloque sólo podría ser explotado mediante uno de los dos sistemas de talla por las incompatibilidades volumétricas entre ambos. Aún más allá, las diferencias conceptuales entre ambos métodos de talla tendrían una raíz cultural o identitaria que impediría que una misma población practicara las dos formas de explotación (Boëda, 1991). Sin embargo, el registro arqueológico ha demostrado que la división entre estos dos sistemas de producción es mucho más difusa de lo que se ha presentado, y que existen estrategias de talla intermedias que combinan principios propios de ambos métodos, que las series con validez estadística no muestran un único sistema de fabricación de utillaje sino una complementariedad de varios, y que incluso un mismo bloque puede ser objeto de estrategias de talla distintas en series sucesivas. La variabilidad que se observa en los conjuntos muestra la independencia entre (presuntas) identidades culturales y métodos de talla. Estos parecen vinculados, en realidad, a otro tipo de circunstancias que reglan las necesidades de utillaje, que son, en último término, el reflejo de una gestión social de la producción y del consumo.

Estas evidencias entran en conflicto con ciertas concepciones del esquema discoide, que también ha sido denominado como el “no método” por la ausencia de una estructuración específica fruto de la aplicación de un modelo mental previamente diseñado (Vaquero et al., 2008). Estos autores consideran que la morfología de los núcleos discoide es consecuencia de la propia dinámica de la talla que, en contextos expeditivos, se aplica para la obtención del mayor número de soportes posibles –el modelo de talla está pensado únicamente para garantizar la recurrencia. Según este modelo, este tipo de gestión generaría una amplia variabilidad de morfologías que se vería reducida en contextos más exigentes. Producciones micro Vinculado también –aunque no solo- a las explotaciones Levallois y discoide están las producciones micro (ver discusión en Burdukiewicz y Ronen (ed.), 2003). En el contexto estudiado hay explotaciones para la obtención de soportes de pequeño formato en Cabo Busto,

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica convexidades naturales de la lasca-núcleo 1. Por el contrario, la explotación Levallois sobre lasca mantiene unos criterios estructurales básicos –más allá de los elementos más contingentes de la preparación de las plataformas- que están íntimamente relacionados con los objetivos de la producción.

Bañugues, Cueva Morín, El Castillo, Cova Eirós y La Verde. Estas producciones están asociadas a explotaciones bien definidas –Levallois, discoide, Kombewa, Quina y unipolar- y generalmente a materias primas cuya disponibilidad se da en formatos de tamaños reducidos –sílex, cuarcita de grano fino o cuarzo, para el caso del Cantábrico. Estas materias también tienen en común que presentan una buena calidad cristalina que proporciona filos agudos pero resistentes.

También es cierto que en el caso de las producciones micro no sólo existe una dificultad manifiesta para discriminar los soportes producidos por uno u otro esquema de talla, sino que frecuentemente son difíciles de identificar como soportes dentro de la propia colección 2. Para la determinación de estas explotaciones el documento más valioso son, sin duda, los núcleos. Estos permiten diferenciar entre una gestión de la producción más o menos expeditiva y otra bien organizada, con objetivos precisos, aunque sea sumamente sencilla.

Se trata de producciones in situ que se suelen complementar con la importación de soportes finales de mayores dimensiones –fundamentalmente para el caso del Levallois- en materias primas de buena calidad –sílex o cuarcita- y procedentes de explotaciones más cuidadosas en las que priman las preparaciones exhaustivas de los talones. Este tipo de comportamientos ya han sido documentados en otros yacimientos (González Urquijo et al., 2006; Ríos, 2008), con unos procesos de producción y gestión bastante complejos y dilatados, tanto en el tiempo como en el espacio.

Un caso particular de producciones micro es el aprovechamiento integrado de lascas de reavivado, generalmente de raederas masivas, como útiles de nueva generación. Este caso de producción es un comportamiento en el que se reúnen elementos de la gestión del utillaje –reavivado y reciclado- con los propios de la producción. Los aspectos específicos relacionados con las lascas de reavivado se tratarán con más detalle en el apartado centrado en el análisis de la gestión del utillaje (apartado 5.3).

En los conjuntos estudiados aquí estas producciones micro están muy vinculadas a las explotaciones de lascas como núcleos. El aprovechamiento de las convexidades naturales que proporciona la morfología original de estas matrices, para explotaciones de tipo Levallois y discoide, ya ha sido también evidenciada en otros muchos yacimientos de Paleolítico medio como La Chaise-deVouthon (Delagnes, 1992), Longavesnes (Ameloot-Van der Heijden, 1993) Le Moustier (Soressi, 1999) y SaintVaast-la-Hougue (Guette, 2002), Le Goaréva (Huet, 2006), Prado Vargas o El Hundidero (Navazo et al., 2008), Bajondillo (Cortés, 2008), El Habario (Carrión y Baena, 1999), Hornos de la Peña y El Castillo 20 (Carrión y Baena, 2003), entre otros. Esta circunstancia ha abierto una nueva discusión –ya planteada- sobre los límites conceptuales entre Levallois y Kombewa, para el reconocimiento y diferenciación de estas dos estrategias de producción en el marco de las explotaciones sobre lasca. Los criterios de determinación empleados son variados y, grosso modo, tienen que ver con la relación angular entre las dos caras, el acondicionamiento de las plataformas de percusión, la facialidad y la recurrencia. Su importancia relativa en la diferenciación de uno u otro sistema de explotación es entendida de formas diversas y, en consecuencia, genera distintas lecturas o interpretaciones de los materiales.

5.3. Gestión del utillaje Como ya se ha presentado en el aparato metodológico, la gestión del utillaje remite a todos aquellos procesos que se llevan a cabo desde la producción hasta el uso y que tienen como objetivo técnico proporcionar utillaje adecuado en el momento y lugar en el que sea necesario. La gestión del utillaje es un proceso muy dependiente de la gestión del tiempo y del espacio de las comunidades de cazadores-recolectores –y, por tanto, muy reveladora de estos aspectos- pero también está estrechamente relacionada con otros aspectos económico-sociales importantes, como la organización del trabajo. Se ha señalado en este trabajo la importancia –casi obsesiva- que en la actualidad tienen los estudios sobre la producción lítica. De forma convencional, esta fase del proceso técnico se vincula con la adquisición de la materia prima. Sin embargo, la gestión del utillaje

Este es un caso muy similar al que ya se ha presentado para la determinación de las explotaciones Levallois sin acondicionamiento de las plataformas. En realidad, la determinación de uno u otro esquema de producción viene dada por los caracteres más estructurales de la explotación; esto es, la relación angular entre los planos – subparalela y secante- y la recurrencia. La producción Kombewa responde a una explotación somera – frecuentemente reducida a una única extracción- (Tixier, 1980; Tixier y Turq, 1999) aprovechando las

1 La presencia de facetados en estos casos está relacionado con

la preparación precisa del punto de impacto, y no con una modificación del ángulo de lascado como parte de una estrategia de gestión del volumen bien definida. 2 En algunos trabajos sólo se analizan los elementos mayores de 2 cm, con lo que estos productos quedan fuera del estudio, En otros, pasan por esquirlas porque las evidencias tecnológicas que conservan son muy limitadas.

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica producido –que representa, precisamente, la relación dinámica que existe entre la producción y el uso- se trata de forma muy lateral y poco integradora. De este modo, la comprensión de los comportamientos técnicos y su sentido -en el marco de la organización de estos grupos y sus necesidades precisas- se diluye en un mar de tecnicismos que deshumanizan los resultados y que poco tienen que ver con los procesos históricos. En este apartado se pretende explicar cómo se ha gestionado el utillaje en el contexto del Paleolítico medio antiguo de la Región Cantábrica desarrollando el esquema propuesto en el capítulo metodológico 3.

tanto con el tamaño de los soportes como con la calidad de la materia prima. Fase 2 En Cabo Busto hay un predominio de la producción de soportes medios-grandes a partir de diferentes esquemas de talla. Quizá una de las diferencias significativas entre ellos sea el mayor espesor de los productos discoide y Quina respecto a los Levallois, unipolar y Kombewa – hasta 7 mm de diferencia media. Una cuestión que, por otra parte, encaja perfectamente en las diferentes dinámicas de explotación y objetivos de los distintos esquemas de producción. Por otra parte, la producción Levallois forma un conjunto bastante homogéneo, con un paquete de soportes estandarizados de 50x50 mm aproximadamente. El tamaño de los productos Kombewa es especialmente grande lo que se adecua a la tónica general de la serie. Sobre todo en uno de los casos, que presenta unas dimensiones de 114x100x42 mm y que posiblemente fuera obtenido con el objeto de ser soporte de hendedor, dada la similitud con los tamaños que se han documentado para este tipo de utillaje.

5.3.1 Rasgos generales de la gestión del utillaje en Paleolítico medio antiguo cantábrico 1. Selección de los soportes producidos El análisis de la selección de soportes dentro de un conjunto resulta complicado en ausencia de la información procedente de los estudios funcionales. Estos, nos advierten de las pautas de selección y también del sentido de la misma dentro de la organización económica general –cuáles se han seleccionado para usar y en qué tareas se han empleado. Carecemos de esta documentación para todos los yacimientos por lo que se han añadido unos criterios indirectos basados en lo que entendemos como productos finales u objetivos de la producción. Aún a riesgo de que esto probablemente deje fuera del conjunto muchos de los soportes que habrán sido seleccionados –sobre todo aquellos que no presentan características específicas para reconocerlos como tales desde un punto de vista tecnológico. Partiendo de esta premisa, consideramos productos finales aquellos que se han conformado por retoque, los que responden a explotaciones específicas de productos predeterminados –en distintos grados- y los elementos centrales de las producciones –soportes de plena producción.

En La Verde hay una vinculación expresa entre el sílex y la producción de soportes pequeños (a partir de diferentes esquemas de producción), aunque también parece que se importan algunos de formatos mayores –sobre todo Levallois. Mientras, los de mayores dimensiones se fabrican en arenisca y la ofita aquí está vinculada casi de forma exclusiva al utillaje masivo. Se retocan sílex y areniscas y el principal criterio de selección es el tamaño, orientado hacia los más grandes. A excepción de algunas de las lascas Levallois, los soportes procedentes de estrategias predeterminadas no han sido retocados –ninguno de los Kombewa, discoide o Quina, por ejemplo- por lo que parece que anticipan la obtención de filos largos y agudos para usar en bruto. Destaca, en este sentido, la homogeneidad en la longitud de los soportes discoides fabricados (casi todos en torno a los 4 cm.), asociados fundamentalmente a la arenisca.

Fase 1 La composición y características de la serie de Lezetxiki VII refleja que se habría llevado a cabo una producción local de soportes predeterminados en lutita y una importación de sílex en forma de productos finales retocados o de soportes brutos listos para utilizar. Las diferencias tipométricas entre ambos grupos evidencian que en lutita se han producido soportes considerablemente más grandes que en sílex -entre 4,5 y 5,4 cm para la lutita frente a los inferiores de 4 cm de sílex. Sin embargo, para retocar se seleccionan los de la materia prima de mejor calidad. Esto indica que la conformación de útiles por retoque no está relacionada

En Lezetxiki VI se observa una variación en el sistema de aprovisionamiento del sílex con respecto al anterior, con un incremento del tamaño de los soportes. Las características de la producción Levallois y el cuidado puesto en la explotación discoide –microfacetados restringidos- pone de manifiesto la búsqueda de soportes específicos con formato medio-grande en el marco de una producción predeterminada. Hay una escasa selección de los soportes de lutita para ser conformados por retoque, mientras que la mayoría del sílex está retocado –con independencia del sistema de producción del que proceda. No obstante, dentro del utillaje de sílex se prioriza el retoque de los de mayores dimensiones. Fase 3 En Cova Eirós se lleva a cabo una producción in situ de soportes micro asociada al cuarzo –roca local- y una

3 En la lectura sobre la gestión del utillaje no se han utilizado

las colecciones de El Castillo porque algunos sesgos introducidos pueden enmascarar la realidad de los comportamientos.

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica importación de soportes más grandes y predeterminados – entre los que se incluyen puntas- en cuarcita y también en cuarzo. Prácticamente todo lo que se retoca es de cuarzo y para ello seleccionan los soportes más grandes (aunque en términos absolutos las diferencias no sean demasiado significativas) de las producciones unipolares y no específicas. La cuarcita se vincula a la obtención de soportes predeterminados, poco espesos y con filos brutos. El análisis funcional de la muestra prueba que algunos de estos soportes brutos de cuarcita han sido seleccionados para el uso sin ninguna preparación añadida.

se van a producir siempre soportes de formato reducido – generalmente por debajo de los 4cm- mientras que en la ofita se diferencian dos grupos: uno de soportes especialmente grandes y alargados y otro en el que se incluyen elementos de entre 2 y 6 cm de longitud –en torno al 15% de la producción de ofita se asocia a hendedores y macro-raederas. La selección de los soportes para su conformación por retoque tiene que ver principalmente con la materia prima, por lo que la gran mayoría de los productos de sílex están retocados –los que permanecen brutos responden, sobre todo, a soportes de plena producción de explotaciones específicas. No obstante, dentro del grueso de elementos de sílex se evidencia una cierta predilección por los de mayores dimensiones. El grupo de los hendedores, por su parte, responde también a una búsqueda de soportes con formatos bastante homogéneos.

En Bañugues el 30% de los soportes se asocian a sistemas de talla específicos –Levallois, discoide, Quina, unipolar o Kombewa- vinculados a una producción diversificada y a una cierta circulación de productos. En el yacimiento se habrían fabricado soportes de pequeñas dimensiones e importado otros más grandes vinculados a las materias primas de mejor calidad (sílex y cuarcita de grano fino). En general se buscan lascas de filos largos para ser usadas seguramente en bruto –muchas de ellas predeterminadas. El conjunto de macroutillaje es bastante reducido (n=5) y se asocia a materias que se localizan en el entorno próximo (Álvarez, 2003-2004).

En el nivel 16 de Cueva Morín funciona de forma muy similar al anterior, aunque aquí la cuarcita de grano fino adquiere mayor importancia. El sílex y la cuarcita se vinculan a explotaciones específicas –fundamentalmente Levallois- para la producción de soportes de reducidas dimensiones, que se complementan con una importación de productos más grandes y puntas. La ofita, por su parte, se vincula a la fabricación de soportes de mayores dimensiones –entre los que se incluyen hendedores- con una selección de los más grandes en el caso de que se retoquen. No obstante, para la configuración se eligen de forma preferencial productos de sílex y cuarcita. El análisis funcional muestra que la mayor parte de las piezas retocadas han sido efectivamente usadas; mientras de los soportes brutos se eligen algunos con filos agudos, generalmente para trabajos de corte poco intensivo sobre materias blandas.

En el nivel 18 de Morín se lleva a cabo una producción masiva de utillaje de reducidas dimensiones (2-3 cm), fundamentalmente de sílex –aunque también hay cuarcitas, ofitas y algo de cuarzo y cristal de roca- que se emplea con mucha intensidad si atendemos al alto porcentaje de retocados y procesos de reavivado. En Lezetxiki V hay una considerable importación de sílex –que alcanza valores de en torno al 80%- desde los lugares de aprovisionamiento en forma de productos finales. Los diferentes sistemas de fabricación reconocidos están únicamente asociados a esta materia prima y se orientan a la obtención de dos tipos de soportes: unos de tamaño medio-grande (más de 4,5 cm de longitud) a través de las producciones Levallois y unipolar; y otros micro (2-3 cm), a partir de una explotación de tipo Kombewa. Dentro del grupo de los de tamaño medio-grande, destaca la búsqueda de algunos productos bastante alargados. Se seleccionan para retocar solamente los soportes de sílex, pero de tamaños diversos. Por lo que también en este caso la selección no está condicionada por los formatos de los productos – entre los que no hay muchas diferencias por materias primas- sino por las rocas sobre las que se tallan. Donde sí interviene el tamaño es en la fabricación de utillaje pesado (un chopping-tool y un bifaz), asociado a rocas locales que permiten acceder a formatos grandes (cuarcita y lutita).

Balance No se observan cambios drásticos en los criterios de selección aplicados en las distintas fases. En general, la selección para el retoque se realiza, básicamente, en función de la materia prima –sílex y cuarzo-; y dentro de este grupo se da preferencia a los de mayores dimensiones. En La Verde el criterio de selección principal es el formato de los soportes, por lo que en el grupo de los retocados la arenisca tiene índices de representatividad ligeramente superiores a los del sílex -42,8% y 31,7%, respectivamente. En Cabo Busto y Bañugues no hay tendencias claras. El primero porque presenta una alta homogeneidad, tanto en lo que respecta a las materias primas como a los formatos de los soportes, y en el segundo porque apenas tiene retocados. La importación de soportes de calidad procedentes de estrategias de producción específicas –sobre todo Levallois- con formatos medios-grandes y en materias primas de mejor calidad es general. Estos soportes tienen un tratamiento particular, con un mayor aprovechamiento

Fase 4 En el nivel 17 de Cueva Morín el sílex está más vinculado a explotaciones específicas de tipo Levallois, Kombewa y Quina, mientras que la discoide y la unipolar se asocian a un repertorio más amplio de rocas. En sílex

182

Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica sin modificaciones previas, comprobar en Cova Eirós.

como

se

ha

podido

22 y en Cueva Morín 16 prueba de forma consistente que este tipo de desarrollo técnico se da en prácticamente todas las fases del Paleolítico medio antiguo del Cantábrico. Redunda en esto mismo el hecho de que tres de las puntas más completas de Cova Eirós y una de las de Lezetxiki presentan, en la zona mesoproximal del filo (predeterminado), muescas configuradas para crear un entrante cóncavo. Estas muescas pueden estar relacionadas con algunas modalidades de enmangue; como las que sugiere J.J. Shea (1989) para las puntas Levallois de Kebara, Hayonim y Qafzeh, en las que la parte proximal estaría asegurada al astil –para evitar torsiones- mediante tiras de fibras vegetales o tendones. Este acondicionamiento específico, con muescas en las bases, también se ha sugerido como una preparación para el enmangue de las puntas Levallois en el yacimiento de Umm-el-Tlel (Boëda et al. 1998).

Las producciones especializadas de soportes de reducidas dimensiones se llevan a cabo en casi todos los yacimientos –Lezetxiki V, los tres niveles de Cueva Morín, La Verde, Bañugues, Cova Eirós. Para ello se explotan las materias primas de mejor calidad –sílex o sílex y cuarcita de grano fino en el 16 de Morín- pero se modifican por retoque en pocos casos, por lo que resulta difícil reconocer criterios de selección adicional. Hay también algunas producciones especializadas o estandarizadas, como la explotación discoide en Lezetxiki VI, con un tratamiento específico mediante facetado; y la de La Verde, con longitudes excepcionalmente homogéneas. Tampoco en este caso se ha podido deducir si se ha producido algún tipo de selección o gestión particular con estos soportes.

Se consideran también como posibles evidencias de uso de enmangue los lascados aislados hacia las caras ventrales o fracturas intencionales –en cualquiera de las dos caras-, opuestos a filos retocados o en las zonas proximales –suprimiendo los bulbos y a veces talones enteros. Este sería el caso de algunas raederas Quina del nivel 22 de Castillo y una de Lezetxiki VI. Se pueden incluir también aquí los hendedores con tratamientos específicos de las zonas basales orientados a adelgazar la parte proximal, muy probablemente para su uso enmangado. Quizá el más claro ejemplo de este objetivo funcional sea la de un hendedor de tipo 0 del nivel 16 de Cueva Morín, que presenta una base totalmente biselada conformada a partir de un retoque.

2 y 3. Conformación para uso, prensión o enmangue Los soportes conformados por retoque aparecen con frecuencias muy variadas en los conjuntos estudiados. Algunos casos de frecuencias extremas, como los procedentes de El Castillo (y quizá, aunque en menor grado, en Lezetxiki), son debidos a un sesgo en favor de esta categoría tecnológica. En estos conjuntos hay porcentajes de retocados que superan el 50% sobre el total de los restos, excluidos los restos de talla. Sin embargo, en los otros conjuntos, con recogidas y condiciones de conservación más controladas, también se aprecia esta variabilidad. Excluidos los restos de talla, en Morín 18 4 el utillaje retocado supone el 27% y en Morín 17 el 43%. En lugares como La Verde y Cabo Busto estos porcentajes están entre el 15 y el 20% y en Bañugues apenas alcanzan el 5%.

Estas adaptaciones en las zonas proximales de los útiles ya han sido evidenciadas en otros conjuntos del Paleolítico medio cantábrico, donde se han documentado huellas producidas por enmangue (Márquez y Baena 2002; Carrión y Baena 2003). En un marco geográfico más general, los indicios sobre el uso de enmangues en estas cronologías son numerosos y variados: restos de resina de abedul en piezas líticas (Koller et al., 2001; Grünberg, 2002; Mazza et al., 2006); resina y ocre en Quneitra –Israel- (Goren-Inbar, 1990) y Sibudu Cave – Sudáfrica (Lombard, 2005), restos de betún en Um-elTlel –Siria (Boëda et al., 1996), residuos y adelgazamientos de las bases en puntas en Starosele Crimea- (Villa y Lenoir, 2009) o ablaciones de talón o adelgazamientos ventrales en muchos lugares de Europa (Bernard-Guelle y Porraz, 2001; Porraz, 2002; Tillet et al., 2004; Huet, 2006; Foltyn et al., 2007 entre otros, para las últimas sugerencias). Por último, y aunque es una cuestión que se tratará con detenimiento en el próximo apartado, la determinación de su uso para el trabajo de la madera en algunos útiles de las colecciones de Cova Eirós y Morín 16, refleja un procesado sumario de instrumental en esta materia leñosa, que podría estar asociado a la fabricación de mangos y astiles para la elaboración de utillaje compuesto.

Las raederas son, sin duda, el tipo más frecuentemente representado en todos los yacimientos estudiados. El grupo denticulados-escotaduras es bastante más reducido y se asocia más bien a rocas de origen local –lutitas, cuarcitas y areniscas. En la mayor parte de los casos (según muestran los análisis funcionales de Cova Eirós y Morín 16) la conformación por retoque de los filos que generan raederas y denticulados tiene que ver con la adecuación de la zona activa para el uso; aunque también hay evidencias de que esta fase de retoque aparece como un reavivado de filos previos empleados brutos o ya retocados (cf. Cova Eirós). Se documenta el uso de enmangues en algunos de estos yacimientos a partir de diversas evidencias. Por una parte, la presencia de puntas de piedra para la caza es considerada como prueba indiscutible en la determinación del uso de utillaje compuesto. Así, la documentación de este tipo de útiles en el nivel VI de Lezetxiki, en La Verde, en Cova Eirós 3, en El Castillo 4

Excavado por nosotros en 2008 y cribado todo el sedimento con agua en un tamiz de 2 mm de luz.

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Por otra parte, la morfología general de los soportes Levallois –con secciones regulares- y de algunos de los soportes Quina –asimétricos que buscan dorsosevidencian la búsqueda de formatos adecuados para la prensión o enmangue. Asimismo, el reducido tamaño de las producciones microLevallois, microdiscoide y Kombewa sugieren el uso de alguna forma de enmangue para su manejo.

Cotte-de-Saint-Brelade, situado en el OIS 6 (Callow y Conford, 1986). En ocasiones, el reavivado de los filos activos conduce al reaprovechamiento como útiles de los soportes que resultan del reavivado, es decir, de las propias lascas de reavivado. Este es un aspecto de las gestiones complejas de utillaje que es cada vez mejor conocido y que ha dado lugar a interpretaciones contrapuestas. La discusión que requiere se encuadra en la cuestión más amplia de la producción de microsoportes y, por ello, la recuperaremos al final de este mismo apartado.

4. Reavivado Existen procesos de reavivado en los filos de algunos útiles en los tres niveles de Lezetxiki, en los tres niveles de Cueva Morín, en El Castillo 22, en La Verde y también en Cova Eirós. La determinación de estas actividades se ha identificado tanto por la recuperación de las lascas de reavivado como por los negativos que estas extracciones han dejado en algunos de los útiles. Algunas de las observaciones funcionales apuntan también en esta dirección.

5. Reutilización o uso múltiple Esta es una cuestión también especialmente difícil de valorar en ausencia de información funcional. Los datos obtenidos a partir de la traceología en el nivel 3 de Cova Eirós y en Morín 16 demuestran la existencia de reutilizaciones de utillaje no documentables mediante un estudio macroscópico de los materiales. Para el desarrollo de este sub-apartado se han utilizado estas informaciones funcionales y algunos rasgos tecnológicos que sugieren comportamientos similares. A diferencia del reavivado, la reutilización implica la introducción del útil en una tarea diferente a la que había estado desarrollando inicialmente. En algunos casos este nuevo uso está precedido de una transformación del soporte; en otros, la reutilización se produce sin que haya cambios en el útil reaprovechado, como sucede en algunas de las puntas para caza de Cueva Morín (apartado 5.4.2). Estas labores de reutilización están habitualmente asociadas a un aprovechamiento intensivo de la materia prima y quizá también a una economía de los gestos.

Estas actividades aparecen vinculadas fundamentalmente a la materia prima de mejor calidad –sílex o cuarcitacomo parte de un modelo de aprovechamiento máximo de este tipo de recursos. Existe también una clara relación con los soportes espesos, procedentes de la producción Quina o de otros esquemas de fabricación de utillaje, en cuyas fases iniciales o de preparación se generan soportes similares, aunque no sean objetivo estricto de la producción. Esta asociación puede estar fortalecida por el hecho de que es más fácil reconocer los reavivados en estos soportes. En este sentido, en Cova Eirós solamente hay una lasca de reavivado de cuarcita pero en dos útiles de cuarzo se han encontrado evidencias de reavivados en la observación funcional: en una raedera Quina -usada en una actividad transversal sobre madera- y en un raspador -empleado en un trabajo trasversal sobre una materia muy abrasiva que se ha interpretado como piel seca.

Las reutilizaciones parecen relativamente poco frecuentes en las ocupaciones paleolíticas, incluso durante el Paleolítico superior. Son raros los casos de útiles que se emplean en procesados diferentes. Sin embargo, en Cova Eirós 3 se produce un uso doble en dos denticulados de cuarzo sobre soportes de producción unipolar que también han funcionado como piezas intermediarias – astillados- en un trabajo de percusión. En uno de estos dos casos, además, el soporte ha sido usado con anterioridad a la fabricación de este nuevo útil en un trabajo sobre piel seca. En Morín 16 hay algunos ejemplos de reutilización de puntas de caza para tareas de corte y raspado –o de uso previo de los soportes empleados para la fabricación de las puntas, dado que no es posible establecer la cronología de los usos en estos casos. Hay también ejemplos de uso múltiple en varios filos de un mismo útil para la misma tarea. Y al menos un caso claro de reutilización de una raedera Quina que fue empleada en el raspado de piel seca y, tras un reacondicionamiento parcial del filo, en tareas de carnicería.

En general se trata de útiles empleados en ciclos de uso muy largos que incluyen el reavivado reiterado de los filos. Algunas de las argumentaciones en torno al aprovechamiento intensivo del utillaje, lo relacionan directamente con la disponibilidad y aprovisionamiento de materias (Dibble, 1997; Dibble y Rolland, 1992). Sin embargo, según Carrión y Baena (2003), la intensidad de uso de estos materiales está más relacionada con “una cadencia de trabajo intensiva y dotada de un fuerte estrés” que con la escasez de materia prima o la dificultad para acceder a ella. Algunos de los reavivados se acometen para la recuperación de puntas para la caza. La fractura de impacto que afecta a la parte activa del útil ha sido recompuesta a través de un micro-retoque restringido al ápice en al menos tres casos, en Lezetxiki VI, en Morín 16 y en Castillo 22. Estas labores de reaprovechamiento de las puntas fracturadas ya han sido documentadas en otros yacimientos de cronologías antiguas, como en La-

Por otra parte, en Morín 16 y 17 cuatro hendedores -dos de tipo 2 y dos de tipo 0- han sido objeto de un reacondicionamiento de los filos originales mediante un

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica retoque unifacial y abrupto -hacia cualquiera de las dos caras- que cambia de manera sustancial las características del filo (hay un cambio significativo del ángulo, que pasa de 30-45º a 60-80º) y muy probablemente la función del instrumento (aunque no ha sido posible realizar un análisis funcional de este utillaje).

intencionalidad de la producción de una nueva generación de utillaje. Sólo una parte de las lascas resultantes de estos procesos de reavivado han sido retocadas. El factor principal de selección de estos soportes ha sido su formato; eligiendo aquellas con dimensiones superiores a los 25x25 mm en alguno de los dos ejes. Este aprovechamiento de las lascas de reavivado como soporte para una nueva generación de útiles ha sido bien documentado en yacimientos como Axlor (González Urquijo et al., 2005 y 2006) o Esquilleu (Carrión y Baena, 2003); y fuera del Cantábrico en Cova Negra (Bourguignon, 1997), Marillac 10 (Meignen, 1988), Espagnac (Jaubert, 2001) o Chez Pinaud 20 (Soressi, 2004).

6. Reciclado Se entiende por reciclado la puesta en marcha de una serie de procesos técnicos que implican el cambio de morfología e, incluso, de categoría de los objetos líticos, con el fin de darles un nuevo uso. Se trata, por tanto, de un cambio estructural orientado a dar continuidad a elementos reaprovechables.

7. Circulación por el territorio

Hay evidencias de reciclado en Lezetxiki VII, en Cueva Morín 16 y, sobre todo, en La Verde (n=4). En todos los casos estas labores están orientadas a la “recuperación” de núcleos, fundamentalmente agotados. En Lezetxiki VII y Morín 16 se han seleccionado un núcleo unipolar y dos Levallois respectivamente, todos ellos de sílex, para la conformación de dos raederas y una muesca. En ambos casos estas labores se enmarcan en una estrategia de aprovechamiento muy intensivo del sílex.

En Lezetxiki hay una estrategia de importación de soportes finales de sílex que se relaciona con la localización de las fuentes de aprovisionamiento –a no menos de 40 km de distancia. Por otro lado, una parte de la producción (entre la que también se encuentra el macroutillaje) se asocia a materias primas locales que, en origen, presentan formatos grandes. En Cabo Busto se ha producido una circulación masiva de lascas Levallois y posiblemente también de una parte de la producción unipolar. El resto del utillaje, aunque presenta también algunas discordancias (ver Capítulo 4), se habría fabricado muy probablemente en el sitio. Algo similar sucede en el caso de La Verde en donde solamente se ha documentado la presencia de seis elementos tallados sobre ofita -2 hendedores, 1 bifaz, 2 lascas de grandes dimensiones (116x76 mm y 106x76 mm) y un núcleo sobre lasca. Todos ellos han tenido que ser introducidos en el sitio ya acabados y revelan una estrategia de transporte de soportes que circulan en forma de útiles finales. Esta propuesta resulta más evidente para el caso del macroutillaje y un poco menos para el de los soportes brutos. Sin embargo, se trata de elementos especialmente característicos por su gran formato, por lo que muy probablemente son también productos finales. También para el caso de la producción en sílex parece existir una circulación de soportes de mayores dimensiones que los que se producen en el yacimiento, sobre todo procedentes de explotaciones predeterminadas como la Levallois.

La Verde es un caso un poco distinto, en relación a la materia prima sobre la que se gestiona y a la intensidad de la explotación que se ha llevado a cabo sobre ellos. Por una parte, hay dos núcleos Levallois, tallados en sílex y arenisca, que se han reaprovechado para fabricar sendas raederas. Por otra, dos núcleos más, también explotados sobre matrices de sílex y arenisca, tallados de forma muy somera –sin estrategia identificada- y de formato medio grande, han sido reciclados para conformar dos denticulados. En este apartado se puede incluir el cambio de rol de algunas raederas Quina, en las fases de reavivado de los filos, a través de grandes lascados. Estos útiles pueden integrar producción y conformación dentro del mismo proceso, cuando la raedera sigue funcionando como útil al tiempo que produce pequeñas lascas que son, a su vez, reaprovechadas. Pero también, en un momento determinado del proceso pueden dejar de ser útiles para convertirse únicamente en núcleos (Bourguignon et al., 2004). Este sería el caso de aquellas raederas que han sido abandonadas con negativos de reavivado como últimas extracciones; presentando filos sinuosos y deformados con ángulos demasiado abruptos. Este fenómeno se reconoce en una raedera Quina del nivel VI de Lezetxiki que presenta un último negativo sacado hacia el filo, deformando absolutamente su morfología (que no ha sido recuperada). También en el nivel 16 de Morín, donde el estudio funcional de las lascas de reavivado –algunas de ellas usadas a su vez- manifiesta un uso poco intensivo de los filos fósiles. Esto hace que el interés del reavivado como objetivo único y/o principal pierda fuerza, al tiempo que adquiere más relevancia la

En Bañugues, por su parte, hay una clara circulación de soportes predeterminados tallados en las materias primas de mejor calidad (sílex y cuarcita de grano fino). El macroutillaje, sin embargo, parece que se habría fabricado en el entorno del yacimiento, dadas las características de la materia prima (Álvarez, 2003-2004). En Cova Eirós es significativa la complementariedad entre una producción in situ de características propias y un transporte de soportes finales que representan toda la cuarcita recuperada y una parte del cuarzo (sobre todo soportes grandes de producción unipolar). La importación

185

Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica se caracterizada por proceder de esquemas de fabricación de soportes predeterminados (entre los que se incluyen puntas).

5.3.2 Discusión A modo de síntesis, se puede decir que en el Paleolítico medio antiguo del Cantábrico se han llevado a cabo unas estrategias de gestión del utillaje con claros rasgos de complejidad, que no responden a pautas de comportamiento relacionadas con la inmediatez, uniformidad y simplicidad, como se ha venido argumentando (Montes, 2003; Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004) 6. Desde los momentos más antiguos se aprecia la existencia de una gran variedad de sistemas de fabricación de utillaje sobre materias primas diversas; algunas de las cuales suponen hasta 40 km de distancia en los desplazamientos para su captación. Hay un sistema generalizado de circulación de soportes predeterminados en materias primas de buena calidad; que en el caso del Cantábrico oriental se extiende al conjunto de la producción por la posibilidad de aprovisionamiento de sílex de buenas cualidades a distancias asumibles. Estas materias son habitualmente complementadas con otras de origen local, en materias primas disponibles en el entorno más cercano y que son bien conocidas y gestionadas de forma compleja -a veces con un sistema de circulación en tiempos diferidos. Un claro ejemplo de esto son los soportes Levallois de lutita del nivel VII de Lezetxiki y el macroutillaje en ofita de Cueva Morín y La Verde.

En Morín también se lleva a cabo una importación de soportes de sílex de mayores dimensiones y de producciones específicas –sobre todo Levallois. Para el caso de la ofita, una parte importante de la producción se llevaría a cabo en el lugar de aprovisionamiento, a pesar de lo cercano de los afloramientos de esta materia prima –a 1 ó 2 km de distancia del yacimiento. Esto se debería, sobre todo, a que tanto los bloques originales como los productos buscados son de formatos relativamente grandes. Por tanto, este tipo de utillaje se gestionaría a partir de un sistema de circulación para usos diferidos – aunque fuera en el marco de distancias físicas muy cortas. En general, los hendedores del Cantábrico parecen formar parte de un sistema de gestión y circulación particular. Casi siempre aparecen como útiles finales o, raramente, como soportes brutos ya preparados. No se encuentran evidencias de la fabricación in situ de este tipo de instrumentos en ninguno de los yacimientos, a pesar de la cercanía de las fuentes de materia prima. En este caso, puede que estemos ante una distancia más social que física habida cuenta de la carga representativa y simbólica que tienen entre los cazadores-recolectores los lugares de aprovisionamiento específico de materias primas (Barkai y Gopher, 2009) 5 y el macroutillaje (Petrequin y Petrequin, 2002).

Un rasgo importante en la gestión del utillaje en este periodo es la existencia de tendencias claras de estandarización de productos, sobre todo en las Fases 3 y 4. Este es el caso de las puntas para la caza de Cova Eirós y Morín 16, de los soportes Levallois y algunos de los bifaces de Cabo Busto o de los hendedores de Cueva Morín.

8. Almacenamiento Las evidencias de almacenamiento son complejas de detectar arqueológicamente ya que se requiere una buena conservación contextual y, en muchos casos, un análisis de la distribución espacial de las evidencias. El almacenamiento de utillaje como reserva de materia prima para usos diferidos también se ha vinculado a la presencia de dobles pátinas en núcleos y en soportes reciclados o reutilizados, como hemos discutido más arriba (Vaquero et al., 1996 y 2008; Navazo et al., 2008, Baena et al., 2008, etc.). En los conjuntos estudiados aquí no hay evidencias claras de este tipo ni tampoco un comportamiento recurrente de acondicionamiento de núcleos que quedan sin explotar. Muestran, más bien, un aprovechamiento intensivo y continuado del utillaje fabricado sobre todo en las materias primas de mejor calidad.

Una parte importante de este utillaje, vinculado a las rocas de mejor calidad -sílex y cuarcitas de grano fino-, es objeto de intensos procesos de acondicionamiento, reavivado y reciclado. Estas labores manifiestan una estrategia de aprovechamiento intensivo de ciertas materias primas, con el reacondicionamiento de algunos útiles para prolongar su uso y el reciclado de otros elementos aprovechables. Esta cuestión se ha tendido a explicar como consecuencia de un ahorro energético en la captación de materias primas independientemente del tipo de disponibilidad o accesibilidad (Cuartero, 2007). Quizá esto explique los reaprovechamiento de núcleos de arenisca escasamente explotados en La Verde. No existe una clara diferenciación entre la gestión del utillaje llevada a cabo en los yacimientos en cueva y aquellos que se refieren a sitios al aire libre. Más bien hay unos rasgos de complejidad generales que pueden vincularse a ambos tipos de yacimientos –con procesos técnicos largos y complejos. Quizá una de las cuestiones más recurrentes en este sentido sea las diferencias en los índices de representatividad del conjunto de macroutillaje

5 A partir de las evidencias etnográficas recogidas señalan que

los afloramientos de piedra (para tallar) eran considerados lugares muy importantes, peligrosos y sagrados; en muchos casos se realizaban ceremonias antes y después del aprovisionamiento y la propia actividad era realizada exclusivamente por hombres. “(…) it appears that in all cases stone quarries were conceived as highly important, dangerous, and sacred places; in many cases ceremonies are conducted before and after quarrying; and the quarrying activity itself is performed solely by males”.

6

Una idea adaptada de la propuesta de Gamble (1986) para conjuntos situados cronológicamente en un Paleolítico mucho más antiguo (el primer poblamiento europeo) que el que abarcan las actuales secuencias disponibles para Cantábrico.

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica en los diferentes tipos de yacimientos –sobre todo de bifaces y cantos trabajados. Aunque esta tendencia parece que se cumple en el caso de La Verde o Cabo Busto, en Bañugues los porcentajes de los distintos tipos de utillaje masivo son perfectamente comparables, o incluso inferiores, a los de algunos yacimientos en cueva.

comparable a la de ninguna otra de las rocas disponibles. Muy al contrario, numerosos estudios experimentales y funcionales han demostrado que los filos de materias como la cuarcita o el cuarzo son perfectamente válidos para desarrollar las mismas tareas a las que se asocia el sílex (ver Capítulo 2). Por otra parte, algunos autores cuestionan las posibilidades prácticas de este utillaje por lo reducido del perímetro útil (Carrión y Baena, 2003), a pesar de que reconocen la intencionalidad de la producción en varios yacimientos del Cantábrico (Morín, Esquilleu y Castillo, por ejemplo).

Por otra parte, la presencia de una importante producción de lascas de pequeño formato, obtenidas con técnicas variadas –unipolares, Levallois, Kombewa- viene a abundar en una estrategia cada vez mejor documentada en el Paleolítico medio, al menos desde el estadio isotópico 5 (Moncel, 2003; González Urquijo et al., 2005; Dibble y McPherron, 2006; Villaverde et al., 2008); asociada a menudo a producciones in situ (Moles y Boutié, 2009). Estas producciones de soportes de pequeño tamaño enlazan con los procesos de ramificación (Bourguignon et al., 2004), que se han presentado como un rasgo novedoso en cuanto a la complejidad de la gestión del utillaje en el Paleolítico medio antiguo. La ramificación ha sido definida como una “arborescencia de sistemas de producción de soportes” (Bourguignon et al., 2004). Según los autores, esta circunstancia probaría la ambivalencia del estatus técnico de algunos objetos -que pueden ser interpretados como núcleos o como útiles- y, además, la existencia de una producción intencional y sistemática de soportes micro en el desarrollo de algunos de los esquemas de fabricación ya conocidos como el Quina, el Levallois y el discoide. Esta producción de soportes micro a partir de las lascas obtenidas de estos sistemas de fabricación (convertidas ahora en núcleos) se desarrollaría siguiendo el mismo esquema técnico, en una especie de reproducción fractal.

En la gran mayoría de estos contextos estas producciones de soportes micro se documentan únicamente a través de los núcleos –que ya de por sí son de dimensiones muy reducidas. La ausencia de este microutillaje en las colecciones se ha atribuido su carácter móvil – circulación- asociado a actividades específicas o a usos diferidos (Bourguignon et al., 2004). En otros lugares se ha interpretado que esta producción de soportes micro, incluida la que procede de raederas Quina espesas, es una producción in situ para usos locales (en Axlor B y D, González Urquijo et al., 2005, en el nivel III del Abrigo de la Quebrada, Villaverde et al., 2008). Insistimos en la idea de que es muy probable que la ausencia de este tipo de utillaje esté más relacionada con la dificultad para identificarlo como tal –debido a sus reducidas dimensiones y a los rasgos morfotécnicos poco característicos- que con una gestión tan compleja como la que se ha sugerido en este caso. No obstante, en todos estos contextos se han puesto en práctica una gran variedad de estrategias de talla para la fabricación de utillaje micro, en las que se integran las labores de reavivado de los filos de algunos útiles. El principal problema para conocer la razón/objetivo final de estas producciones es la ausencia de estudios funcionales que muestren el tipo de actividades en las se han visto implicados estos soportes. Sin duda, los más fáciles de reconocer y clasificar desde un punto de vista morfotécnico son las lascas de reavivado. En ausencia de estudios traceológicos, la creencia de que pueden representar un conjunto de utillaje de nueva generación se ha propuesto, sobre todo, a partir del retoque más o menos sistemático de algunos de ellos. Este comportamiento está bien documentado en el yacimiento de Axlor, donde se ha podido constatar una recurrencia en el retoque de las lascas de reavivado con dimensiones igual o superiores a los 20x20 mm (González Urquijo et al., 2005 y 2006).

En la propuesta inicial (Bourguignon et al., 2004: 45) la producción de microsoportes que implica la ramificación se ha entendido como “una segmentación y gestión de las necesidades en el tiempo y en el espacio, lo que sugiere una gran previsión de las necesidades futuras” 7. Otros autores han entendido la ramificación –y, en general, la obtención de soportes de dimensiones tan reducidas como los que se han presentado- de otra manera, en general con el doble objetivo de (1) fabricar soportes de pequeño formato adaptados a funciones concretas y (2) maximizar el aprovechamiento de la materia prima (Cortés, 2008; Navazo et al., 2008; Casanova et al., 2008). En este último caso no porque esta sea escasa, sino como consecuencia de los conocimientos culturales transmitidos entre grupos (Navazo et al., 2008). Otros, consideran que forma parte de una doble estrategia orientada, por un lado, (1) a garantizar la disponibilidad de sílex y, por otro, (2) a cubrir la necesidad de utillaje de precisión (Ríos, 2008). Según esta propuesta, ambas circunstancias estarían vinculadas entre sí, dado que la calidad de los filos de sílex en tareas de precisión no es

Dentro del conjunto de yacimientos estudiados en este trabajo hay lascas de reavivado en los tres niveles de Cueva Morín -16, 17 y 18-, en los tres niveles de Lezetxiki –V-VI y VII-, en el nivel 22 de El Castillo, en La Verde y en Cova Eirós. Las proporciones e importancia de estos restos en las diferentes colecciones dependen de diversos factores: Morín: El nivel 16 cuenta con un total de 22 lascas de reavivado, el nivel 17 con 24 y el nivel 18 con 12. No debemos olvidar, asimismo, las diferencias sustanciales

7 (…) un fractionnement et une gestion dans le temps et dans

l’espace des activités, suggérant une anticipation prononcée des besoins.

187

Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica entre los volúmenes de las colecciones, especialmente reducido para el nivel 18. Lezetxiki: Se trata de colecciones con algunos sesgos que podrían haber influido en la representatividad de este tipo de restos. En el nivel V hay un total de 3 lascas de reavivado, 6 en el nivel VI, y 1 en el nivel VII – compuesto solo por 11 elementos. Castillo 22: Considerando asimismo los sesgos manifiestos en el conjunto de la serie de este nivel se han recuperado un total de 4 lascas de reavivado. La Verde: este caso es especialmente significativo porque solamente hay una lasca de reavivado, a pesar de que se trata de una excavación reciente. Sin embargo, debemos considerar aquí la posible conservación diferencial de las materias primas que ya se ha señalado para yacimiento y que afectaría de forma especialmente negativa a los restos de sílex y entre ellos a los de masa más reducida. Cova Eirós: El caso de Cova Eirós también es particular por dos factores principales: (1) la serie es muy corta porque la superficie excavada hasta ese momento era reducida y (2) el sedimento resultante de esta primera intervención no se cribó con agua, por lo que no se puede descartar la pérdida de una parte de este material más pequeño. No obstante, en el nivel 3 se ha recuperado una lasca de reavivado de cuarcita. A pesar de que se trata de poblaciones muy pequeñas, este tipo de utillaje aparece habitualmente asociado a la materia prima de mejor calidad –sílex en todos los casos excepto en Cova Eirós, donde la cuarcita ocupa ese lugar. Esto sugiere una estrategia de aprovechamiento intensivo de la materia prima de mejor calidad.

funcionado de la misma forma que una lasca de reavivado convencional aunque, quizá, para otro tipo de tratamiento del filo. Parece claro que en estos niveles las lascas de reavivado son un elemento más de este énfasis en la producción de elementos de pequeño formato. Hasta donde alcanzan las evidencias que se han manejado, estas producciones parecen ocupar una posición local/doméstica en los esquemas organizativos de las actividades. No hay elementos que indiquen que forman parte de equipamientos diseñados para usos diferidos, como también se ha propuesto (Bourguignon et al., 2004)

Solamente aparecen lascas de reavivado retocadas en los niveles 16 y 18 de Morín y en el nivel VI de Lezetixi. En Morín 16 se ha producido una selección específica para el retoque de aquellas que miden más de 20 mm en alguna de sus dos dimensiones (anchura o longitud). Las únicas que superan este tamaño y no han sido retocadas son aquellas que se han extraído desde el flanco (solo está retocada 1 de 6 frente al 100% de las convexas). El análisis funcional de estas lascas de reavivado (n=20) muestra que una parte importante de ellas (n=6), en general las más grandes o alargadas -pero no solo estasestán usadas. Las actividades a las que se asocian son, por lo general, de raspado delicadas o de no mucha intensidad. En Morín 18 se han retocado tres lascas de reavivado. El tamaño de los soportes no parece ser el criterio único de selección porque una de ellas no supera los 13 mm en ninguna de sus dos dimensiones. Sin embargo, las tres se han extraído de útiles fabricados en sílex. En el caso del nivel VI de Lezetxiki, de seis lascas de reavivado dos han sido retocadas. Una de ellas está sacada desde el flanco y llega a alcanzar los 4 cm de longitud; y la otra, en la que no se aprecia claramente el filo fósil, presenta características típicas de soportes extraídos desde el filo de un útil –el ángulo de lascado, el talón se corresponde con una cara ventral, los ángulos que se conservan en la cara dorsal y los levantamientos previos de 1 cm. Por todo ello se considera que ha

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica

5.4. Uso del utillaje

microscópica ha resultado imposible por el grado de desilicificación de los restos. La arenisca y la ofita no ofrecen condiciones mejores dado que la porosidad y escasa compactación del grano han provocado una pérdida sustancial de masa, especialmente en los filos. Por esta razón solamente disponemos de algunas evidencias procedentes de observaciones macroscópicas (con estereomicroscopio), eso sí, asociadas a alguno de los objetos más representativos de este yacimiento.

El interés de los estudios funcionales es doble. Hacia atrás, en el sentido de los procesos técnicos llevados a cabo, permiten completar la comprensión de los procesos de producción y gestión del utillaje al explicar una parte de las opciones técnicas tomadas en estas fases. Hacia adelante, remiten a los procesos de producción y gestión de otras materias, en algunos casos perecederas, como piel o madera, sobre las que de otra forma sólo es posible hipotetizar. Este conjunto de informaciones sustenta un acercamiento a los comportamientos económicos generales relacionados con cuestiones tales como la funcionalidad de los asentamientos, la gestión del territorio o la captación de recursos. En este marco general, se han planteado un conjunto de objetivos de naturaleza diversa a la hora de afrontar el estudio funcional de las series líticas de estos conjuntos: (1) valorar las posibilidades de observación para estos contextos y en materias como cuarcitas, cuarzos, areniscas u ofitas; (2) inferir el grado de complejidad y planificación de los comportamientos técnicos y económicos; (3) mejorar la comprensión acerca de la función de los asentamientos y de la gestión general del territorio y (4) apoyar las inferencias sobre la organización social del trabajo.

Únicamente el nivel 16 de Cueva Morín y el nivel 3 de Cova Eirós presentan las condiciones adecuadas para un estudio funcional de entidad que responda a los objetivos planteados. Se ha seleccionado el nivel 16 de Cueva Morín por sus características tanto cuantitativas como cualitativas. De los tres niveles estudiados en el yacimiento es la serie más numerosa, la más variada y la mejor conservada. La muestra elegida comprende sílex y cuarcita. No se ha podido extender a la ofita por la excesiva alteración a escala microscópica, que desaconsejaba los intentos de diagnóstico en el estado actual de la cuestión. El nivel 3 de Cova Eirós, por su parte, ofrece la posibilidad de estudiar, además de la cuarcita, una materia prima poco conocida a nivel funcional, como es el cuarzo. La combinación del estudio funcional de estas dos series permite un primer acercamiento al conocimiento de la función del utillaje en dos momentos distintos del Paleolítico medio antiguo regional (fase 3, fase central del OIS 5; y fase 4, final del OIS 5 y OIS 4 grosso modo) y la posibilidad de analizar utillajes fabricados en materias diversas. Desde un punto de vista más amplio, y considerando también las informaciones parciales procedentes de los otros yacimientos –Lezetxiki VI y V, Castillo 22 y La Verde-, estos datos permiten una aproximación acerca de la complejidad y planificación de los comportamientos de estos grupos humanos.

La observación de los diferentes conjuntos ha ofrecido resultados variados y condicionados por el estado de conservación de los materiales y por las posibilidades interpretativas en función de las características generales de las series –número de restos, tipo de excavación y registro de los materiales, integridad de los conjuntos, estado de conservación de los materiales, etc. En el caso de Lezetxiki, el nivel VII parte de la base de disponer de un conjunto demasiado reducido como para la obtención de resultados significativos, a lo que se suma el mal estado de conservación tanto del sílex como de la lutita, que aparecen muy alterados. En los otros dos niveles, y a pesar de que se trata de series más amplias, el material está muy mal conservado por lo que solamente se han podido obtener algunos resultados en piezas aisladas, con observaciones macroscópicas –lupa binocular- que responden, por tanto, a cuestiones muy puntuales. En la cueva de El Castillo, algunos de los sesgos introducidos en las colecciones reducen las posibilidades de interpretación sobre la gestión y uso del utillaje. Por esta razón solamente se han seleccionado las puntas del nivel 22, dado que son un componente sustancial para responder a algunas cuestiones de carácter general respecto de la complejidad –tanto a nivel económico como social- de los comportamientos de los grupos neandertales. Tanto en Cabo Busto como en Bañugues el estudio funcional no ha sido posible por el grado de alteración de los materiales. Lo mismo que ocurre con La Verde donde, a pesar del alto porcentaje de sílex, la observación

Respecto al estado de conservación y las posibilidades de observación de las muestras seleccionadas se advierte una cierta alteración por pátina en el sílex –debido a los procesos de desilicificación a los que ya se ha hecho referencia-, por alteraciones térmicas y por el fenómeno conocido como “lustre del suelo”, consecuencia de acciones químicas o mecánicas dentro del propio sedimento (Levi-Sala, 1996). En el caso del sílex esta alteración se manifiesta como un pulido característico que comienza por las aristas, filos y zonas elevadas de la microtopografía, y que lo hace indiferenciable de los micropulidos poco desarrollados generados por el trabajo sobre materias blandas. Parece que los suelos ácidos favorecen la aparición de este tipo de alteración (Plisson y Mauger, 1988; Lemorini, 2000). En rocas como el cuarzo o la cuarcita, con estructura y composición diferentes, este fenómeno se manifiesta por la aparición de estrías con orientaciones desordenadas, longitudes y anchuras muy variables y algunas otras figuras de corrosión en la superficie de los cristales. No obstante, el conjunto seleccionado presenta un impacto relativamente

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica bajo de estas alteraciones, diferenciadas de las propias de uso por sus características y su localización. La observación se ha realizado con los métodos de análisis expuestos con más detalle en el Capítulo 2, que combinan observaciones con microscopio óptico de luz reflejada (metalográfico) y microscopio estereográficolupa binocular. En el caso de algunas macrofotografías con lupa binocular, especialmente de puntas y de piezas astilladas, se ha empleado humo de magnesio con el fin de limitar los brillos característicos de este tipo de rocas.

2- Raedera lateral sobre un soporte de cuarzo de producción unipolar, con un retoque alternante en el lateral derecho. Tiene unas dimensiones de 44x25x11 mm y está completa. El filo activo presenta una delineación ligeramente sinuosa, mide 43 mm de longitud y presenta un ángulo abrupto, de entre 80º y 90º. El uso de esta pieza ha generado un patrón de huellas netamente diferenciadas en la cara ventral y en la dorsal del filo activo. En el caso de la ventral, en los primeros momentos del trabajo se han producido algunos desconchados de pequeño tamaño (entre 50 y 100 micras) que, debido a la intensidad del trabajo y/o a lo abrasivo de la materia trabajada, han sido en parte borrados por el alto grado de redondeamiento que ha producido el trabajo posterior. En las zonas más cercanas al filo estricto se observan estrías abundantes que invaden el interior de la pieza hasta 0,3-0,4 mm. Estas estrías tienen fundamentalmente una dirección transversal, aunque aparecen algunas paralelas al filo (Fig. 5.4.2). En la cara opuesta se ha producido una acumulación de desconchados de tamaño medio-grande, pero destaca la ausencia de estrías y redondeamiento. Este conjunto de rastros describen un patrón típico de raspado en un solo sentido, en el que la cara ventral sería la cara activa y de contacto. El conjunto de huellas permite reconocer el trabajo sobre una materia muy abrasiva que ha sido interpretada como piel seca.

5.4.1 Estudio funcional de Cova Eirós 3 Se ha seleccionado una muestra de 19 piezas compuesta por lo que se ha presumido como productos finales: sean útiles configurados o piezas procedentes de producciones específicas. De las 19 piezas seleccionadas, 11 presentan huellas de uso. 1- Raedera lateral sobre lasca de producción Quina en cuarzo, de 36x23x18 mm. La longitud del filo útil es de 31 mm con una delineación suavemente denticulada. El ángulo activo es bastante robusto, en torno a 90º. El uso ha provocado un patrón de huellas de desgaste bastante complejo. La arista del filo presenta numerosos desconchados de morfologías irregulares y terminaciones abruptas. Se aprecian fracturas de los cristales, en el borde de los cuales se han generado microdesconchados transversales de unas pocas decenas de micras de dimensión máxima. En las zonas más cercanas al filo se concentran componentes lineales –estrías de fondo oscuro y corrosiones orientadas- de dirección transversal, aunque ligeramente oblicua, respecto al filo (Fig. 5.4.1). Este conjunto de huellas sugiere una acción de raspado sobre una materia semidura, probablemente madera. En algunas zonas del filo, una parte de las huellas han sido eliminadas por extracciones de mayor tamaño que modifican la distribución original de las zonas donde se extendían los rastros de uso. Estas extracciones reflejan una fase de reavivado parcial del filo que provoca una fuerte alteración de las cualidades mordientes del filo original.

La existencia de algunas estrías longitudinales indica que, además, en algún momento del procesado, probablemente al comienzo cuando el filo está más vivo, se ha realizado con esta misma zona activa algún trabajo puntual de corte, presumiblemente sobre la misma piel.

Figura 5.4.1. Huellas de raspado de madera en el filo de la raedera. Foto microscopio metalográfico 200X. Cova Eirós, n.3.

Fig. 5.4.2. Huellas de raspado de piel seca en la raedera Foto microscopio metalográfico 200X. Cova Eirós, n.3.

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica 3- Útil doble formado por una pieza astillada con un filo lateral denticulado, sobre un soporte de cuarzo de producción unipolar de 44x23x8 mm. El filo denticulado mide 23 mm de longitud. Aquí la pieza ha sufrido un proceso de reavivado, por lo que las evidencias de uso están concentradas mayoritariamente en los restos del filo fósil, donde se aprecia un alto grado de redondeamiento. El cristal se ha abrasionado en las zonas más cercanas al filo. Hacia el interior, donde está mejor conservado, aparecen estrías profundas y otras más superficiales agrupadas (Fig. 5.4.3). Esa fase de rejuvenecimiento de la zona activa no sólo se deduce del estado del cristal, sino también de la existencia de líneas de fractura concoide latentes, en zonas sobre las que se ha percutido pero que no han terminado de desprenderse. Posiblemente el filo previo, en el que se registran las huellas de uso, no sería denticulado –difícil de comprender para el trabajo sobre piel seca- y, aunque desconocemos su delineación concreta, es probable que se tratara de un filo recto. En este caso, el denticulado sería consecuencia de una fase de reciclado del útil para desempeñar otra función, que o bien no se llegó a realizar o no ha generado rastros visibles.

desconchados sugieren un contacto poco traumático con una materia semidura.

Figura 5.4.3. Huellas fósiles previas al retoque denticulado. Foto izquierda estereomicroscopio 12X. Foto derecha microscopio metalográfico 200X.C. Eirós 3

Este conjunto de huellas evidencian un trabajo en sentido transversal sobre una materia bastante abrasiva, que ha sido asociado con un trabajo de raspado de piel seca. El útil astillado presenta una serie de desconchados bifaciales asimétricos en los dos extremos, indicativos de una percusión oblicua (Fig. 5.4.4). En la colección existe un pequeño conjunto de piezas (cuatro en total), todas ellas en cuarzo, con el mismo tipo de alteraciones en los extremos del soporte. Este patrón de huellas es indicativo del uso de la pieza como cincel, cuña o pieza intermediaria. Estas evidencias remiten a un trabajo sobre una materia semidura/dura, tipo madera o hueso, para henderlas por percusión indirecta. Discriminar entre estas dos categorías de materias es una tarea complicada cuando se trata de percusión (González Urquijo e Ibáñez, 1994). En este tipo de trabajos, la mayor parte de las huellas que se generan son los desconchados o esquirlamientos. Hay poco contacto en fricción entre la materia trabajada y las superficies activas de los útiles por lo que no aparecen o no se conservan zonas abrasionadas, estriadas o pulidas; que suelen proporcionar las mejores evidencias diagnósticas sobre la materia trabajada. El uso de cuñas en materias óseas puede relacionarse, excepcionalmente, con el acceso a la médula. Sin embargo, estas actividades sobre hueso, en la mayor parte de las ocasiones, suelen asociarse a trabajos más complejos en los que se requiere precisión en la fractura, porque los fragmentos (hueso o asta) se emplean como soporte para la fabricación de utillaje (cf. Múgica 1991). Dado que estas labores no parecen propias del contexto que se estudia, es probable que estas cuñas se hayan empleado para la apertura de vástagos de madera de unos pocos centímetros de diámetro. En este sentido apunta también el hecho de que el tamaño y la terminación de los

Figura 5.4.4. Huellas del trabajo de percusión en la parte distal. Foto estereomicroscopio 11X. C. Eirós 3

4- Raspador de cuarzo configurado sobre un soporte de 22x21x6 mm, con un frente activo de 14 mm de longitud y un ángulo de entre 75º y 80º. Al igual que en el caso del denticulado anterior, este instrumento ha sufrido una fase de reavivado importante. Sin embargo, conserva restos del filo fósil con huellas de uso bastante intensas. En estos puntos se observa un claro redondeamiento y embotamiento del filo original con límites netos con las zonas reavivadas. Este rejuvenecimiento del filo se evidencia tanto en el aspecto fresco del cristal como en la presencia de líneas de fractura concoide latentes, consecuencia de una percusión que no ha llegado a desprender la materia. Estas líneas de fractura marcan una diferencia clara entre la zona de filo estricto, visiblemente machacada y con algunos microdesconchados (de entre 50 y 100 micras), y la que se encuentra un poco más hacia el interior de la pieza, estriada y resquebrajada pero sin alcanzar ese grado de alteración.

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Este patrón de huellas evidencia un trabajo transversal sobre una materia muy abrasiva, determinado como raspado de piel seca (Fig. 5.4.5).

Figura 5.4.6. Huellas de raspado de piel seca. Foto microscopio metalográfico 200X. Cova Eirós, n.3.

6- Lasca bruta de cuarcita de producción discoide, con un formato de 42x54x10 mm. El filo activo tiene una longitud de 40 mm y un ángulo de entre 30º y 35º. Presenta algunos microdesconchados (de no más de 50 micras), resquebrajamientos y microfracturas de los cristales en el borde del filo, así como algunas estrías aisladas orientadas en sentido longitudinal. Las huellas aparecen a lo largo de todo el filo pero de forma bastante dispersa, no hay una distribución homogénea. Este patrón de huellas, con cristales poco alterados pero con huellas traumáticas de tipo percusión, alternadas con algunas estrías, es típico de un trabajo de carnicería primaria. En este tipo de procesado el contacto con la carne no es sencillo de determinar porque genera rastros poco desarrollados y definitorios que son fácilmente enmascarables con la mínima alteración. Sin embargo, este trabajo implica también un contacto esporádico con las partes esqueléticas del animal, momento en el que se forman las huellas más claras. Un examen tafonómico preliminar de los restos de macrofauna (Fábregas et al., 2010) ha permitido apreciar la presencia de marcas de corte en algunos de los huesos de ungulados. Es habitual que este tipo de actividades aparezcan asociadas a soportes sin retocar con filos más o menos agudos (Lemorini, 2000; Gibaja, 2007).

Figura 5.4.5. Huellas de raspado de piel seca. Foto arriba estereomicroscopio 10X. Foto abajo microscopio metalográfico 200X. Cova Eirós, n.3.

5- Lasca de cuarcita de formato grande (61x44x10 mm) fabricada mediante un sistema de producción Levallois unipolar. Las huellas de uso se localizan en la zona distal, que presenta un frente de delineación convexa de 32 mm y un ángulo de entre 45º y 50º. La zona activa está intensamente redondeada y manifiesta huellas muy diferentes en las dos caras del soporte. En la cara ventral los cristales que se conservan presentan corrosión, fracturas y estrías profundas; con una distribución gradual en función de la cercanía al filo estricto. En la dorsal (pasiva) se han generado desconchados de formato medio-grande, pero no hay evidencias de estrías, corrosiones o redondeamiento. Este conjunto de rastros describen un patrón típico de raspado en un solo sentido, en el que la cara ventral sería la cara activa y de contacto. El conjunto de huellas permite reconocer el trabajo sobre una materia muy abrasiva, interpretada como piel seca (Fig. 5.4.6). Esta pieza presenta, asimismo, una extracción muy reflejada en la zona proximal que podría estar relacionada con una conformación específica para enmangue. Estas adaptaciones en las zonas proximales de los útiles ya han sido evidenciadas en otros conjuntos del Paleolítico medio, donde se han documentado huellas producidas por su enmangue (Márquez y Baena, 2002; Carrión y Baena, 2003).

Figura 5.4.7. Huellas de carnicería. Foto microscopio metalográfico 200X. Cova Eirós, n.3.

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica Armamento de caza

características (burinante) de terminación abruptareflejada de unos 8 mm de longitud (Fig. 4.5.11).

En el nivel 3 de Cova Eirós hay evidencias de cinco puntas usadas como armamento de caza: dos prácticamente completas, dos ápices y una punta fracturada. Para su fabricación se han utilizado tanto cuarzos (n=4) como cuarcitas (n=1). En el caso de los dos ápices no se ha podido determinar el esquema de fabricación. Las tres restantes proceden de una producción de tipo Levallois recurrente unipolar específica para la obtención de puntas. Las características morfológicas de las puntas de producción Levallois muestran claros rasgos de estandarización en la fabricación. Todas miden entre 30 y 35 mm de longitud (de estimación en origen) y entre 25 y 28 mm de anchura y 8 mm en sección. Además, las tres que se conservan más completas presentan en el lateral mesoproximal del filo una muesca configurada a través de un retoque que modifica la delineación original del filo (predeterminado), para crear un entrante cóncavo. Esta muesca puede estar relacionada con algunas modalidades de enmangue; como las que sugiere J.J. Shea (1989) para las puntas Levallois de Kebara, Hayonim y Qafzeh, en las que la parte proximal estaría asegurada al astil –para evitar torsiones- mediante tiras de fibras vegetales o tendones. Este acondicionamiento específico, con muescas en las zonas proximales, también se ha sugerido como una preparación para el enmangue de las puntas Levallois en el yacimiento de Umm-el-Tlel (Boëda et al. 1998).

5- Ápice, de 16x11x6 mm, de una punta que ha roto por un plano de fractura del cuarzo en algún momento traumático como el contacto con la presa o la recuperación del vástago. Presenta, además, desconchados de impacto en la zona distal, hacia las dos caras. Hacia la dorsal un largo desconchado escalonado a lo largo de más de 1 cm siguiendo una arista de la cara dorsal (Fig. 5.4.12 B). Hacia la ventral, un desconchado ancho y plano, más corto, de unos 7 mm de longitud (Fig. 5.4.12 B)

1- Punta Levallois de cuarzo con unas dimensiones de 25x25x8 mm. La arista distal está algo desviada del eje tecnológico y, por tanto, la punta entera también debería estarlo. No es una pieza completa sino que le falta el ápice. Presenta una fractura con negativo en lengüeta que ha suprimido el tercio distal. La fractura ha generado rebabas hacia ambas caras, especialmente hacia la cara dorsal. Sobre la fractura se ha llevado a cabo un retoque que configura un filo convexo, para utilizar el soporte en una actividad diferente que no ha podido ser determinada (Fig. 5.4.8).

Figura 5.4.8. A) Fractura retocada, foto estereomicroscopio 9X. B) rebabas hacia la cara dorsal, foto estereomicroscopio 6,5X. Cova Eirós, n.3.

2- Punta Levallois de cuarzo de 29x28x8 mm. Esta pieza está fracturada tanto en la zona distal como en la proximal. En la parte distal tiene tres fracturas escalonadas y rebabas hacia la cara ventral a lo largo de más de medio cm. En la zona proximal presenta una fractura por contacto brusco contra el astil en el momento del impacto (Fig. 5.4.9). 3- Punta Levallois de cuarcita, completa, con unas dimensiones de 28x26x8 mm. Presenta desconchados hacia la cara ventral de 3-4 mm de longitud con terminación afinada (Fig. 5.4.10) 4- Ápice, de 15x8x5 mm, de una punta de cuarzo que representa el positivo de una fractura burinante por impacto. A su vez, muestra una fractura de estas mismas

Figura 5.4.9. Fractura triple con rebabas hacia la ventral. Foto estereomicroscopio 10X. Cova Eirós, n.3.

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica  5.4.2. Estudio funcional de Cueva Morín 16 La selección de la muestra ha tenido en consideración los objetivos generales ya expuestos y otros adicionales que han surgido en el curso del estudio. En primer lugar se ha realizado un énfasis especial en la comprensión de las producciones del instrumental más pequeño, a partir de técnicas de explotación micro y de reavivados de utillaje retocado, dada su vinculación –que manejamos en términos de hipótesis- con los ámbitos domésticos. En segundo lugar, se ha prestado especial atención al posible armamento para la caza (puntas) a partir de la apreciación de que los proyectiles1 más estandarizados se generalizan en las fases 3 y 4 del Paleolítico medio antiguo regional. Para este conjunto de objetivos se ha seleccionado una muestra en la que se incluye utillaje tanto de sílex como de cuarcita, descartando otras materias como arenisca u ofita por el estado de conservación en el que se encuentran –muy alteradas, incluyendo una más que probable pérdida de masa en los filos. La selección de la muestra se ha realizado básicamente en función de: (1) el estado de conservación del material, discriminándolo mediante una observación rápida a altos aumentos –lupao de visu en los casos más evidentes –alto grado de deshidratación, presencia de adherencias calcíticas o redondeamiento de aristas; y (2) de lo que se han considerado soportes finales -útiles conformados, soportes brutos procedentes de explotaciones específicas, soportes con búsqueda intencional de dorsos o con morfología asociable a armamento específico para caza. De esta selección se ha obtenido una muestra compuesta por un total de 75 elementos -55 sobre sílex y 20 sobre cuarcita.

Fig. 5.4.10. Huellas de impacto en punta Levallois de cuarcita. Desconchado de la cara ventral. A) vista apical, foto estereomicroscopio 12,5X. B) vista desde cara ventral, foto estereomicroscopio 6X. Cova Eirós, n.3.

Soportes de sílex retocados Del total del utillaje de sílex seleccionado en la muestra 26 están retocados. Destaca el grupo de las raederas, representadas por 22 ejemplares –una de ellas con una muesca en el mismo filo retocado-, a las que se suman dos lascas retocadas y dos puntas musterienses, una de ellas con evidencias de su uso como punta para caza. La importancia de la selección de un elevado número de raederas viene dada por su valor estadístico dentro de este nivel; con una representación del 52,6% sobre el total del utillaje retocado. Dentro de este conjunto de utillaje hay un total de 19 elementos con evidencias de uso; 5 de ellos presentan usos dobles, lo que suma un total de 24 usos (Tabla 5.4.1).

Fig. 5.4.11. Ápice de punta. Fractura burinante de terminación abrupta, foto estereomicroscopio 10X

Una de las puntas musterienses tiene unas dimensiones de 30x17 mm y dos filos activos retocados y convergentes con ángulos de 50 y 55º. Presenta en los segmentos más rectos de ambos filos (zona distal), un

                                                             1

 El concepto “proyectil” o “punta de proyectil” está empleado en este caso de forma convencional para hacer referencia a su caracterización como instrumental cinegético. Sin asumir con ello que su uso haya sido mediante lanzamiento.

Lámina 5.4.12. A) Desconchado plano hacia la cara ventral, foto estereomicroscopio 9X. B) Desconchado escalonado de terminación abrupta hacia la dorsal, foto estereomicroscopio 12X. Cova Eirós, n.3.

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica pulido de trama abierta y de topografía lisa; así como estrías y componentes lineales paralelos al filo, que han sido asociados con un trabajo de corte sobre una materia vegetal, probablemente madera. (Fig. 5.4.13) SILEX/retocados Piel Seca Carnicería Vegetal/madera Materia dura Materia blanda Indet. Probable usado No usado/Alterado

Cortar 2 3 2 3

La otra punta ha sido empleada en un trabajo no demasiado intenso de raspado sobre piel. Presenta un ligero redondeamiento y un pulido con textura irregular. No se ha podido determinar con precisión el estado de la piel (Fig. 5.4.14).

Raspar 4

1 1 4

Indet.

2

No usado

Alterado

3

2 3

Tabla 5.4.1. Materias trabajadas y actividades realizadas con los útiles retocados de sílex Las dos lascas retocadas han sido usadas por sus filos brutos –los modificados por retoque no presentan evidencias claras de uso- en tareas de corte. Una de ellas cuenta con un filo muy agudo con pulidos discontinuos en las zonas más elevadas de la microtopografía, algunos componentes lineales paralelos al filo –no demasiado numerosos- y microdesconchados abundantes. Este patrón de huellas se asocia a un trabajo de carnicería. La otra, presenta un patrón de corte sobre una materia semidura caracterizado por pulidos –alterados- de trama cerrada y topografía ondulada-lisa con algunos desconchados y estrías paralelas al filo (Fig. 5.4.15).

Figura 5.4.13. Huellas de corte de vegetal. Foto microscopio metalográfica 100X y 200X.Morín, n.16.

Fig. 5.4.14. Huellas de raspado de piel. Foto microscopio metalográfico 100X. Morín, n.16.

Fig 5.4.15. Huellas de corte sobre una materia de dureza media indeterminada. Foto microscopio metalográfico 100X y 200X. Morín, n.16.

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Los restantes útiles analizados son raederas. Se presentan a continuación los patrones de uso y las características específicas tanto de los soportes como de los filos activos.

Este patrón ha sido interpretado como resultado de un trabajo sobre una materia vegetal. 3- Otro de estos útiles ha sido asociado a un trabajo sobre una materia dura que no ha podido ser determinada con mayor precisión, debido al grado de alteración que presentan los pulidos y a lo limitado de la zona en la que se conserva. Se trata de un entrante cóncavo (muesca) en el filo de una raedera lateral (con 50º de ángulo) que presenta un pulido alterado de trama cerrada y topografía ondulada-lisa con algunos desconchados y estrías transversales, que revelan un trabajo de raspado. En otras zonas de este mismo filo (el de la propia raedera) se advierte la existencia de una fase de reavivado que elimina gran parte de las huellas de un trabajo de raspado previo sobre una materia indeterminada.

1- Para raspar piel seca se han empleado una raedera transversal, una Quina lateral y una convergente, todas ellas con filos de delineación convexa, con zonas activas muy largas (entre 40 y 66 mm de longitud) y de ángulos entre 56 y 83º. Dos de ellas tienen usos dobles. En general presentan pulidos relativamente invasivos, con tramas cerradas y topografías irregulares, y estrías o componentes lineales de dirección transversal. Se constata la existencia de un cierto grado de redondeamiento, especialmente marcado en las zonas más sobresalientes. No obstante el grado de desarrollo del conjunto de huellas no es regular a lo largo de todo el filo, una cuestión que estaría asociada a dos tipos de factores: (1) el grado de alteración diferencial que se ha documentado y (2) la intensidad del contacto con la materia trabajada.

A esta se suma otra raedera de retoque Quina con huellas muy similares pero de orientación longitudinal y localizadas en el filo bruto; que presenta una longitud de 42 mm y 53º de ángulo. En el lateral retocado hay algunas evidencias de uso pero de muy baja intensidad, por lo que no se han podido determinar ni la cinemática ni la materia trabajada (no se descarta que el bajo desarrollo de las huellas esté asociado a un proceso de reavivado).

La raedera convergente presenta huellas similares en dos filos distintos –ligeramente menos desarrolladas en uno respecto del otro- lo que indica que, a pesar de presentar un filo doble, la tarea realizada ha sido idéntica y probablemente en el desarrollo del mismo trabajo. Sin embargo, en la raedera Quina las evidencias de raspado de piel seca se concentran en un segmento bastante reducido del filo, mientras que en el inmediatamente contiguo el patrón de uso se asocia a un trabajo de carnicería (Fig. 4.5.17). En esta zona hay un pulido discontinuo con estrías paralelas al filo, algunos microdesconchados y ausencia de redondeamiento. La distribución de los desconchados es disimétrica entre las dos caras lo que constituye un patrón un poco insólito, sin embargo, quizá los producidos hacia la dorsal –más numerosos- sean consecuencia del propio retoque. El filo ha sido reavivado, razón por la cual se observa un uso doble en el filo de este útil. Así, después del trabajo sobre piel seca una parte del mismo ha sido rejuvenecido a partir de extracciones amplias y reconfigurado con otras más pequeñas y precisas. Este segmento, que ha pasado a tener un ángulo mucho más agudo -46º frente a los 70º de la zona que conserva las huellas del trabajo sobre piel-, se ha empleado a partir de ese momento en un trabajo de carnicería primaria, en el que el contacto con el hueso habría generado una parte de esos microdesconchados (Fig. 5.4.16).

4- Por último, hay huellas de un trabajo de raspado sobre una materia blanda en uno de los filos de una raedera convergente. Presenta un pulido poco desarrollado con algunos componentes lineales de dirección transversal y un ligero redondeamiento del filo. El ángulo del filo activo es de 50º y tiene una longitud de 25 mm. 5- Además de estas determinaciones hay siete elementos más en los que ha sido posible determinar la cinemática del trabajo pero no la materia trabajada. Tipológicamente todas ellas han sido clasificadas como raederas y se aprecia en ellas una diferencia sustancial en el ángulo del filo según el tipo de trabajo: más agudo para las tareas de corte (entre 32 y 39º aproximadamente) y más obtuso para las de raspado (entre 46 y 72º). Del resto del utillaje retocado de sílex que comprende la muestra de este nivel cuatro muy probablemente hayan sido usados. Sin embargo, no ha sido posible precisar ni el tipo de trabajo ni la materia sobre la que se ha realizado (bien como consecuencia de la alteración del pulido o bien por un escaso desarrollo del mismo). Tres más no tienen ninguna evidencia de uso y las restantes (n=3) han resultado estar demasiado alteradas para realizar una observación adecuada.

2- Para cortar una materia vegetal/madera se ha empleado una raedera fabricada sobre una lasca desbordante que arrastra, en uno de los laterales y en la zona distal, una parte importante de un núcleo Levallois. En el otro lateral se ha fabricado una raedera a través de un retoque simple. Presenta un filo de 58 mm de longitud, con un ángulo de entre 41 y 48º, de delineación ligeramente convexa y que muestra a escala micro un pulido con trama progresiva y topografía lisa y ondulada de disposición longitudinal.

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica c) Las raederas han sido usadas fundamentalmente por los filos retocados, tanto en actividades de cinemática longitudinal como transversal. Sólo en el caso de una raedera Quina también se ha empleado el filo bruto paralelo. Para las labores de corte se han seleccionado filos de < 50º; mientras que las de raspado se asocian a ángulos superiores a 50º (con alguna excepción en ambos casos). Las materias trabajadas en las actividades de raspado son (1) piel seca, para lo que se ha empleado una raedera Quina y una convergente usada por los dos filos; (2) raspado de materia dura, asociada a una muesca fabricada en el mismo filo retocado de una raedera lateral que también se ha empleado para el raspado sobre una materia indeterminada; y (3) materia blanda no determinada para lo que se ha empleado uno de los filos de una raedera convergente. Las de corte, por su parte, se asocian a materias vegetales, probablemente madera, a labores de carnicería y al trabajo sobre una materia dura que no ha podido ser determinada.

Fig. 4.5.16. Uso doble en la raedera. Huellas de raspado piel seca, foto microscopio metalográfico 100X y 200X. Morín, n.16.

En la mayoría de los casos no ha sido posible determinar el esquema de fabricación de los soportes empleados. Por un lado, porque la mayoría están muy modificados por el retoque –algunos incluso con procesos de reavivado- y, por otro, porque no presentan evidencias morfológicas características. Así, solamente hay dos soportes atribuibles a un esquema de producción Levallois. Ambos presentan una morfología particular porque han desbordando el núcleo del que proceden, llevándose consigo una buena parte del mismo en la zona lateral y distal. Las dos han sido retocadas en el lateral opuesto y empleadas en tareas de corte. Una de ellas está asociada al trabajo sobre una materia vegetal y en la otra no ha podido ser determinada la materia trabajada. Soportes de sílex brutos Del total de elementos de sílex que forman parte de la muestra seleccionada 14 son soportes brutos: 3 puntas Levallois, 1 punta pseudoLevallois, 2 lascas Levallois, 3 lascas microLevallois, 2 lascas unipolares y 3 procedentes de sistemas de producción indeterminados (2 de ellas de formato micro).

Fig. 4.5.1. Huellas de carnicería –dos zonas- en el filo reavivado, foto microscopio metalográfico 100X y 200X. Morín, n.16.

En resumen se puede decir que:

Dentro de este conjunto, cinco soportes presentan evidencias de uso en sus filos. En el caso de dos de las puntas Levallois, muestran usos doble y triple, respectivamente. Esto suma un total de 9 usos (Tabla 5.4.2). Las tres puntas Levallois cuentan con evidencias claras de uso como proyectiles, pero dos de ellas están usadas, además, por sus filos laterales –la otra sufre un alto grado de alteración térmica que ha impedido su análisis microscópico. La primera punta presenta en el lateral izquierdo un pulido poco desarrollado con orientación transversal y un redondeamiento ligero sin estrías que ha sido asociado con un trabajo de raspado sobre una

a) Las lascas retocadas –con unas modificaciones de los filos muy marginales- han sido usadas, paradójicamente, por sus filos brutos y para tareas de corte sobre materias variadas. Los filos activos son bastante agudos (< 47º) y tienen unas dimensiones de entre 2 y 3,5cm. b) Las puntas musterienses han sido empleadas en (1) un trabajo de raspado de una materia vegetal, probablemente madera, para lo que se han usado ambos filos – posiblemente en el desarrollo de la misma actividad. Y (2) en un trabajo de raspado de piel en estado indeterminado.

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica  materia blanda. Este filo activo tiene 30 mm de longitud y 36º de ángulo. La otra presenta un uso doble –en los dos filos convergentes, muy agudos- que se ha asociado a un trabajo de corte sobre una materia indeterminada. Esta determinación se basa en la presencia de desconchados bastante grandes y simétricos en la relación entre las dos caras y en un pulido muy alterado que no proporciona la suficiente confianza para la determinación de la trama ni de la distribución. La punta pseudoLevallois presenta huellas de uso solamente en el filo distal, que tiene una longitud de 33 mm y un ángulo de 35º. El patrón de uso se define por la existencia de desconchados bifaciales abundantes, pulido intenso en las zonas más elevadas de la topografía, componentes lineales paralelos al filo y un ligero redondeamiento del mismo. Todo ello describe lo que ha sido interpretado como un trabajo de corte sobre piel probablemente seca (Fig. 5.4.18).

alterada por fuego –por lo que ha resultado imposible su estudio microscópico- y en la otra no se ha evidenciado ningún tipo de rastro de uso. La que resta, de 19x23 mm y con una plataforma muy bien preparada, presenta en uno de sus dos filos desconchados pequeños/medios distribuidos de forma continua y algunos restos de pulido en las zonas más elevadas de la topografía. Las evidencias indican que se ha llevado a cabo una actividad de corte, aunque no ha sido posible precisar la materia sobre la que se ha trabajado. Los dos soportes unipolares son los más grandes de esta serie, con unas dimensiones de 49x22 mm y 66x30 mm y cuentan con filos largos (31 y 55 mm) y agudos (40º). La primera no presenta evidencias de uso claras, aunque hay que considerar que está bastante alterada. La otra ha sido asociada a una actividad de corte sobre una materia desconocida pero de dureza media, que quizá podría estar en relación con un trabajo de carnicería pero que, en todo caso, ha sido imposible de precisar. El filo activo presenta un pulido poco desarrollado en las aristas y estrías paralelas al filo, así como una ausencia de redondeamiento (Fig. 5.4.19).

Ninguna de las dos lascas Levallois (centrípeta recurrente y unipolar) presenta evidencias claras de uso, aunque las dos tienen una fractura distal, por lo que obviamente no se ha podido analizar ese filo. Sólo una de las tres lascas microLevallois analizadas tiene huellas claras de uso. De las otras dos una está muy

SILEX/brutas Piel seca Materia blanda Materia media Indet. No usada/Alterada

Cortar 1

Raspar

Percusión

No usada

Alterada

4

4

1 1 3

3

Tabla 5.4.2. Relación entre materias trabajadas y actividades realizadas con los útiles brutos de sílex

Fig. 5.4.18 Huellas de corte de piel, foto microscopio metalográfico 100X y 200X. Morín, n.16.

Fig. 5.4.19. Huellas de corte sobre una materia de dureza media. Arriba, foto microscopio metalográfico 50X. Abajo, ampliación de la zona señalada con la flecha. Morín, n.16.

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica En los tres soportes restantes, procedentes de explotaciones no determinadas, no se han documentado huellas de uso. Esto puede ser debido, en parte, al grado de alteración que sufren y que ha impedido una observación microscópica óptima.

evidencien un alto grado de embotamiento o alteración aguda por uso. Por lo que respecta a las lascas de reavivado como útiles de nueva generación, en seis casos se confirma su uso, aunque en cinco no es posible precisar la materia sobre la que han actuado. Cuatro se han empleado en trabajos de raspado, para lo que han seleccionado soportes y filos variados –lascas de diversos tamaños y filos tanto brutos como retocados- y una en labores de corte de una materia blanda con un filo recto y bruto opuesto al filo fósil. Destaca, sin embargo, una con huellas claras de un trabajo de raspado muy probablemente sobre madera, como se deduce de la trama y textura del pulido conservado.

En resumen, las lascas brutas están, en general, menos frecuentemente usadas que las retocadas y se emplean fundamentalmente en actividades de corte. Se aprovechan filos muy agudos –entre 35 y 40º- que se emplean con poca intensidad. Lascas de reavivado de sílex El conjunto de las lascas de reavivado de sílex de esta muestra están compuesto por un total de 15 elementos. Se ha dividido la observación e interpretación acerca de su uso en dos bloques (Tabla 5.4.3). Por un lado, lo que se puede deducir en ellas sobre la función que cumplió el útil del que proceden –“filo fósil”- y, por otro, el uso -si tuviera- que se ha dado a la propia lasca de reavivado – “filo propio”. SILEX/reavivado Raspar piel seca Raspar vegetal/madera Raspar indet. Cortar materia blanda Usado indeterminado Alterada No usado

Filo fósil 3 2 2 1 3 4

Filo propio 1 4 1

9

Tabla 5.4.3. Actividad desarrollada con el filo fósil y con el de la propia lasca de reavivado Fig. 5.4.20. Huellas de raspado de madera. Foto microscopio metalográfico 100X y 200X. Morín, n.16.

Las determinaciones más precisas sobre los filos fósiles que arrastran este tipo de soportes –en su mayor parte procedentes de raederas- son las asociadas al raspado de materia vegetal/madera (Fig. 5.4.20 y 5.4.21) y al raspado de piel seca (Fig. 5.4.22) –cinco en total. Las primeras (n=2) presentan un pulido extenso y bien desarrollado, de trama abierta y topografía ondulada y algunas estrías. Los filos vinculados al trabajo de piel tienen ángulos en torno al 65º, mientras que los de vegetal/madera son un poco más agudos (sobre los 55º). Las que han podido ser asociadas a un trabajo de raspado de piel muestran un pulido de topografía irregular pero bastante extendido, con estrías y un cierto grado de redondeamiento. Dos de estas lascas han sido extraídas desde el flanco, lo que muy probablemente esté relacionado con el grado de agotamiento general del útil – del filo estricto pero también de las posibilidades de reavivados más limitados. En dos casos más se ha determinado un trabajo de raspado con el filo fósil pero no ha sido posible precisar la materia trabajada. Los ocho casos restantes o bien no están usados, o las huellas están muy poco desarrolladas o bien la pieza está demasiado alterada para su determinación. Cabe destacar en este sentido que, en general, los filos fósiles no presentan huellas que

Fig. 5.4.21. Huellas de trabajo indeterminado sobre vegetal/madera. Foto microscopio metalográfico 100X y 200X. Morín, n.16.

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica aunque no se descarta que estas puedan estar enmascaradas por el grado de alteración que presenta el soporte. Los dos denticulados, con filos de 48 y 49 mm de longitud y 50º de ángulo, han sido empleados en tareas de corte. El primero presenta algunas estrías, desconchados y corrosiones orientadas que evidencian un trabajo de tipo longitudinal pero que resultan insuficientes para determinar la materia trabajada (Fig. 5.4.23). El otro, parece que se ha usado para cortar una materia media/dura -probablemente madera. Esto ha provocado un alisamiento de los cristales de cuarzo, así como estrías y corrosiones orientadas en sentido paralelo al filo.

Fig 5.4.22. Huellas de raspado de piel seca. Foto microscopio metalográfico 50X, 100X y 200X. Morín, n.16.

Soportes de cuarcita retocados De los veinte elementos de cuarcita seleccionados en la muestra ocho han sido conformados a través de retoque 6 raederas y 2 denticulados- y siete de ellos muestran evidencias de uso, tanto en tareas de raspado como de corte. Dos presentan usos dobles, lo que suma un total de 9 usos (Tabla 5.4.4). Destaca el escaso desarrollo de las huellas – probablemente vinculado a un uso no demasiado intensivo-, por lo que en muchos casos no ha sido posible determinar la materia trabajada. CUARCITA/retocados Piel Carnicería primaria Materia media/dura Indet. No usada

Cortar 1 1 4

Raspar 3

Fig. 5.4.23. Huellas de corte. Foto microscopio metalográfico 100X y 200X. Morín, n.16.

Las raederas forman parte de tareas más variadas. Dos de ellas se han empleado para raspar piel y han sido usadas por dos de sus filos. La primera mide 32x31mm y está retocada en los tres filos, pero solamente usada en el distal y en el lateral derecho. En el distal, con un ángulo de 78º, se advierte un importante desprendimiento de los cristales del filo estricto y abundancia de estrías en sentido trasversal así como un ligero redondeamiento. Exceptuando algunas zonas donde los cristales están perfectamente conservados debido a algunos pequeños lascados que han reavivado zonas precisas del filo (Fig. 5.4.24). El filo lateral, por su parte, presenta una ligera corrosión en el borde estricto y algunas estrías y corrosiones orientadas paralelas a la delineación del filo. Estas evidencias documentan un trabajo longitudinal sobre una materia que no ha sido posible precisar. La otra presenta huellas similares a las anteriores para raspado de piel en sus dos filos laterales retocados, que tienen unas dimensiones de 37 y 38 mm y ángulos de 57 y 76º. Otra de las raederas ha sido asociada a un trabajo de carnicería primaria. Se trata de un soporte cortical con un filo retocado de 65º, que muestra microdesconchados

No usada

1

Tabla 5.4.4: Relación entre materias trabajadas y actividades realizadas en los soportes retocados El utillaje de cuarcita presente en la muestra seleccionada es ligeramente menos numeroso que el de sílex, aunque los usos documentados son muy similares. Del conjunto de los retocados cinco han sido usados para cortar, cuatro para raspar y uno no presenta huellas que evidencien uso,

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica abundantes hacia las dos caras, resquebrajamientos de cristales y estrías paralelas al filo. Las huellas están especialmente concentradas en uno de los extremos de la pieza, lo que redunda en el patrón de corte en sentido unidireccional, no serrado. Aparte de estas determinaciones, hay dos raederas más asociadas a trabajos de corte; aunque en ninguno de estos casos ha sido posible inferir la materia trabajada, dado el escaso desarrollo de las huellas que se conservan. La última de las raederas analizada presenta un grado de alteración tan alto que no ha permitido una observación microscópica óptima.

Agrupados por tipos tecnológicos, lo soportes analizados son: 1 lasca Levallois, 2 Kombewa, 4 de producción unipolar y 2 de una producción micro indeterminada. La única lasca Levallois, una de las lascas Kombewa y otra unipolar con dorso cortical, todas ellas con filos más bien largos y agudos –entre 39 y 50º-, han sido usadas en un trabajo de corte sobre una materia media/dura que, quizá y en alguno de los casos, pueda tratarse de madera (Fig. 5.4.25). Las huellas que así lo demuestran son alisamiento de cristales, microdesconchados y corrosión en sus bordes; además de estrías y resquebrajamientos con orientación oblicua o paralela al filo. La única lasca asociada a un trabajo sobre piel procede también de una producción unipolar. Tiene un filo bruto de 30 mm de longitud y un ángulo de 50º, opuesto a un dorso cortical. En él se aprecia una corrosión en el borde de los cristales y componentes lineales que barren algunas de las zonas conservadas. No hay evidencias de que se trate, sin embargo, de una materia demasiado abrasiva, por lo que la piel no estaría seca. Las evidencias de carnicería primaria/descuartizado aparecen en una tercera lasca de producción unipolar con un filo bruto de 27 mm –aunque está limitado por una fractura distal- y muy agudo -35º- opuesto a un dorso cortical. Presenta huellas traumáticas -tipo microdesconchados, estrías y resquebrajamientos de los cristales- con una orientación paralela al filo y muy discontinuas, vinculado a contactos puntuales con el hueso. El resto de los soportes descritos, como bien se puede apreciar en la tabla, presentan evidencias de uso probable pero indeterminado (tanto para la cinemática como para la materia trabajada) o bien no están usadas.

Fig 5.4.24. Huellas de raspado de piel. Foto microscopio metalográfico 100X, 200X y 500X. Obsérvese el redondeamiento del filo y la presencia de estrías transversales y corrosión en la superficie de los cristales. Morín, n.16.

Soportes de cuarcita brutos

De las dos lascas de reavivado analizadas sólo una presenta huellas claras en el filo fósil, aunque de un uso muy poco intenso. Esto ha permitido la determinación de la cinemática del trabajo (transversal) pero no de la materia trabajada. A nivel microscópico se aprecia la presencia de microdesconchados, estrías transversales, ausencia de redondeamiento y suave regularización de la superficie de los cristales (Fig. 5.4.26). La otra, no tiene huellas de uso evidentes en el filo fósil. Ninguna de las dos ha sido usada, a su vez, como utillaje de nueva generación.

Las lascas brutas que conservan rastros de uso han sido usadas de forma muy poco intensa, por lo que las huellas aparecen escasamente desarrolladas y esto dificulta mucho la determinación de la materia trabajada. Se puede apreciar, sin embargo, que todas en las que se ha podido precisar se asocian únicamente a trabajos de corte (n=5), aunque la materia trabajada solo ha podido ser inferida en dos casos. No obstante, debemos considerar los dos soportes en los que no se ha podido determinar ni la cinemática de la actividad ni la materia trabajada, por lo que no se puede descartar de forma absoluta un trabajo transversal. No CUARCITA/brutas Cortar Raspar Indet. usada Piel 1 Carnicería 1 Materia media/dura 3 Indet. 2 No usada 2 Tabla 5.4.5: Relación entre materias trabajadas y actividades realizadas en los soportes brutos

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Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Armamento de caza Una de las cuestiones destacadas del estudio funcional del nivel 16 de Morín es la presencia de cinco elementos apuntados con evidencias claras de haber sido usados como armamento de caza. Se trata de una punta musteriense, tres puntas Levallois y una más sobre un soporte poco común procedente de lo que parece una explotación de tipo unipolar. Dos de las puntas Levallois tienen unas dimensiones similares (31x20x8 mm y 30x31x6 mm), mientras que la restante es ligeramente más grande (39x26x8 mm). Las tres presentan huellas de impacto claras. 1- punta Levallois con dos fracturas paralelas en lengüeta muy largas y de terminación abrupta en una de ellas, acompañadas de rebabas en el mismo borde del ápice que le dan un aspecto redondeado (Fig. 5.4.27, nº 1). 2- punta Levallois con una fractura apical escalonada de terminación abrupta y ligeramente oblicua hacia la cara dorsal, una concentración de rebabas en el borde del ápice y un desconchado contiguo, más superficial pero con la misma orientación.

Fig 5.4.25. Huellas de corte de vegetal duro. Foto microscopio metalográfico 200X. El dibujo de la derecha reproduce el cristal y algunas de estas huellas. Morín, n.16.

3- punta Levallois con cinco fracturas escalonadas muy reflejadas y de longitud variable, además de una pequeña fractura por flexión en el ápice estricto que ha provocado una delineación cóncava (Fig. 5.4.27, nº 2). Los tres soportes han sido cuidadosamente fabricados, con un facetado esmerado de las plataformas y un acondicionamiento clásico de la cara de lascado que ha dado lugar, en el caso de los dos primeros, al típico dibujo en “Y” formado por las extracciones precedentes. La gran similitud entre estos dos soportes –tanto en sentido morfológico como dimensional- sugiere una fabricación bastante estandarizada como la documentada en el nivel 3 de Cova Eirós. En los tres casos el detalle de los acondicionamientos previos ha permitido la extracción de soportes muy estilizados y simétricos, ligeros y adaptados a su enmangue, aunque ninguno de ellos presenta entrantes cóncavos similares a los de las puntas de Cova Eirós, interpretados como acondicionamientos para enmangue. La punta musteriense, por su parte, tiene unas dimensiones de 35x24x7mm y presenta una fractura distal con dos extracciones escalonadas; la primera más larga y de terminación afinada y la segunda más corta y muy reflejada. Hay una serie de pequeños lascados continuos que cortan esas fracturas de impacto desde los dos filos convergentes y que son consecuencia de una fase de reavivado del útil que recupera la morfología y la operatividad del ápice, presumiblemente para un nuevo uso (Fig. 5.4.27, nº 3). Se ha analizado también un soporte especialmente grande. Tiene unas dimensiones muy superiores a las del resto del utillaje con evidencias de impacto -

Fig. 5.4.26. Huellas de raspado en materia de dureza media. Foto microscopio metalográfico 100X y 200X. Morín, n.16.

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Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica 65x27x18mm. Sin embargo, dispone de una serie de rasgos definitorios que permite su vinculación directa con este conjunto funcional. En primer lugar, y desde luego indispensable para esta determinación, son las huellas de impacto documentadas en el ápice. Se trata de dos fracturas en lengüeta muy alargadas y paralelas -una de terminación afinada y la otra bastante abrupta- que cortan el retoque previo que se ha llevado a cabo en el lateral derecho (Fig. 5.4.27, nº 4). El otro rasgo asociado a este tipo de utillaje –a partir de ejemplos similares en otros sitios- es la existencia de una escotadura en el lateral derecho –que no presenta evidencias de ningún tipo de uso- paralela a una pequeña configuración aislada en el otro lateral, situado exactamente a la misma altura del filo. Estos estrangulamientos así dispuestos son muy similares a los que aparecen en el nivel 3 de Cova Eirós, asociados al enmangue de las puntas.

cuestión que quizá esté relacionada con la baja intensidad de uso de los soportes en general. Por último, hay que plantear la posibilidad de que el empleo de un utillaje de tan reducidas dimensiones implique la necesidad de asirlo con algún tipo de mango que permita un óptimo aprovechamiento. Un análisis cruzado de las evidencias de uso muestra algunos rasgos que merecen ser resaltados. Por ejemplo, se aprecia un cierto uso diferencial según la materia prima del útil. De una forma que contradice la primera intuición –por las propiedades cristalinas de las dos rocas- los útiles de cuarcita, excepto las raederas, se han empleado más a menudo en tareas de corte y los de sílex se han usado sobre todo en tareas de raspado. Existen pocas referencias sobre las capacidades cortantes o mordientes comparativas de las rocas que se emplean en el utillaje prehistórico, más allá de comentarios informales a partir de las pruebas experimentales, pero ya había sido señalada la capacidad cortante de cuarzos y cuarcitas en este tipo de tareas (Bracco y Morel, 1998; Huet, 2006).

A modo de resumen se puede decir que en el nivel 16 de Cueva Morín se han llevado a cabo una amplia variedad de tareas con el utillaje retocado de sílex, entre las que se incluyen raspado de piel seca, carnicería, corte de materia vegetal/madera y raspado y/o corte de otras materias indeterminadas pero de dureza media/alta y blanda. Para raspar se han empleado raederas con filos largos – entre 4 y más de 6 cm- y ángulos tanto abiertos como cerrados –entre 46 y 83º. Y para cortar raederas y puntas musterienses con filos con ángulos entre 41 y 55º. Dentro del utillaje no retocado destaca fundamentalmente el trabajo de corte sobre materias de diferente dureza –entre las que solo se ha podido determinar la piel secaaprovechando filos agudos –entre 35 y 40º- que, en general, utilizan con poca intensidad.

No ha podido ser determinado con demasiada precisión el uso dado a los soportes de formato micro. La imprecisión deriva de la suma de tres condiciones. Por una parte, parece que son usados en tareas no demasiado intensivas y/o sobre materias blandas, lo que genera huellas poco desarrolladas y poco diagnósticas. En segundo lugar, al ser soportes con menor masa resultan más frágiles ante las alteraciones químicas, por lo que el estado de las superficies supone en casi todos los casos una lectura más complicada. Por último, de forma que quizá no sea debida al azar sino al tipo de contextos espaciales en los que son usados y abandonados, están expuestos más a menudo a alteraciones térmicas que también dificultan la lectura de las huellas.

Algo similar sucede con la cuarcita, en la que las huellas aparecen muy poco desarrolladas; una cuestión que se asocia también a la baja intensidad de uso que han sufrido y que ha dificultado mucho la determinación de la materia trabajada. Al igual que sucede con el sílex, las lascas brutas de cuarcita se utilizan básicamente para cortar materias diversas –piel, descuartizado u otras materias de dureza media-dura. Para ello aprovechan filos largos y bastante agudos que, en ocasiones, se asocian a dorsos corticales opuestos.

Ha resultado un poco más exitoso el estudio de las lascas de reavivado. El patrón de uso de estas lascas está centrado en tareas de raspado y es similar al patrón de uso de los filos fósiles que reavivan. Esto sugiere para el caso del nivel 16 de Cueva Morín que la producción de estos soportes está vinculada a trabajos intensivos de raspado en materias variadas (piel y madera sobre todo), en el curso de los cuales se requiere utillaje adicional que se genera por esta vía.

Es destacable también la función que han desempeñado las lascas de reavivado como utillaje de tercera generación, empleado para trabajos de raspado y corte sobre materias que, en la mayoría de los casos, no han podido ser determinados. La morfología y tamaño de estos soportes usados es variada, así como la de sus filos –que se emplean en bruto o retocados. Es significativo que muchos de los filos fósiles que se conservan en estas lascas no estén usados de manera muy intensa, lo que cuestiona en interés del reavivado. Asimismo, hay que señalar que solamente hay evidencias claras de uso en los filos propios de las lascas de reavivado de sílex, una

El abanico general de actividades realizadas y de materias trabajadas muestra la importancia de las tareas de procesado complejo en Cueva Morín. Esto queda evidenciado en la importancia de los trabajos sobre piel, de vegetales no leñosos y de madera; en el tipo de utillajes que se emplean en estas tareas –los soportes más grandes y mejor configurados- y en la intensidad con que se desarrollan, con ciclos de reavivado y reaprovechamiento del utillaje bastante importantes.

203

Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

Fig. 5.4.27. Armamento de caza con fracturas de impacto. Morín, n.16.

5.4.3 Evidencias de uso en otros yacimientos

zona proximal y hacia la cara ventral que quizá, y considerando rasgos similares en otros yacimientos –con evidencias mucho más claras-, pueda estar vinculado con su acondicionamiento para enmangue.

El resto de los yacimientos considerados para este trabajo han proporcionado también algunas informaciones funcionales. No obstante, tienen un carácter parcial debido a las condiciones de conservación e integridad de estas colecciones, por lo que sirven para aportar información sobre aspectos muy puntuales.

En el nivel V de este mismo yacimiento hay una pieza astillada sobre un soporte Levallois de 41x43x9 mm. Presenta numerosos desconchados y fracturas de gran tamaño en ambos extremos y hacia las dos caras. Además, el filo que habría estado en contacto con la materia trabajada aparece bastante machacado y ha perdido masa (Fig. 5.4.29). Estas huellas tan traumáticas sugieren que ha funcionado como pieza intermediaria en un trabajo sobre una materia dura. Sin embargo, y a pesar de que en el nivel inferior hay evidencias de apertura de huesos largos mediante incisiones consecutivas (Baldeón, 1993), considerando el tamaño y resistencia del resto óseo al que se refiere –una tibia de gran bóvido-, los negativos de lascados que presenta y las características de este soporte –pequeño y muy delgado- es de suponer que no habría sido capaz de resistir la presión mecánica de un trabajo semejante; y en ningún caso habría podido generar lascados de esa tipometría. Por estas razones, hay que considerar como opción más probable un trabajo

Este es el caso de las dos del nivel VI de Lezetxiki, con evidencias de haber sido usadas como armamento de caza. Son el resultado de sendas explotaciones unipolares y ligeramente convergentes que han dirigido la extracción de dos soportes apuntados, tallados en sílex, y con unas dimensiones de 39x25x7mm y 37x25x6 mm respectivamente. La primera de ellas muestra una fractura burinante escalonada en el lateral izquierdo y hacia la cara ventral (Fig.5.4.28, nº 1). Como se puede apreciar en la imagen, después de esta fractura de impacto el soporte ha sido reavivado a partir de un pequeño retoque continuo La otra muestra dos desconchados amplios de terminación ligeramente reflejada hacia la cara ventral (Fig. 5.4.28, nº 2). Además, presenta un lascado en la

204

Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica de percusión sobre madera, probablemente asociado a la fabricación/mantenimiento de pequeños utensilios de madera.

Hay también en este nivel un soporte de morfología laminar de sílex –con extracciones unipolares pero ligeramente convergentes- con evidencias de un trabajo de raspado sobre una materia vegetal no leñosa. En la observación microscópica se ha podido diferenciar un pulido con distribución continua en el filo, trama abierta y topografía ondulada; además de estrías en sentido transversal al filo y un ligero redondeamiento del mismo (Fig. 5.4.30).

Fig. 5.4.28. Armamento de caza con fracturas de impacto. Lezetxiki VI

Fig. 5.4.30. Huellas raspado de materia vegetal no leñosa. Lezetxiki V

Para el caso de El Castillo, se han analizado las siete puntas recuperadas en el nivel 22. Se trata de puntas musterienses talladas tanto en sílex como en cuarcita de buena calidad. 1- Punta musteriense de cuarcita de grano fino fabricada sobre un soporte Levallois, con unas dimensiones de 36x25x8 mm. Está desviada respecto del eje tecnológico y presenta varios lascados en la zona proximal y hacia la cara ventral, que parecen asociados a un acondicionamiento para enmangue. La observación con la lupa binocular ha evidenciado una fractura apical de tipo burinante pero guiada por la arista sagital del soporte. Parece que ha habido intención de recuperar el útil mediante un retoque bastante invasivo en el lateral derecho que ha cortado, en parte, la fractura de impacto. 2- Punta musteriense de cuarcita de 39x25x9 mm. Conserva algunas fracciones de córtex en la dorsal. Tiene el talón facetado y está ligeramente desviada del eje tecnológico. Presenta una macrofractura del ápice y un desconchado alargado sobre el filo lateral. 3- Punta musteriense de sílex de 32x17x7 mm con talón facetado recto. Presenta en el ápice una doble fractura de impacto en lengüeta de terminación ligeramente reflejada (Fig. 5.4.31, nº 1).

Fig. 5.4.29. Huellas de percusión en una pieza intermediaria. Lezetxiki V

205

Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica 4- Punta musteriense de sílex de 30x26x8 mm con talón liso y desviado. Presenta una fractura de impacto bastante grande y de terminación muy reflejada en el lateral del ápice, que arrastra parte del retoque de conformación (Fig. 5.4.31, nº 2). 5- Punta musteriense de sílex de 43x21x5 mm y talón lineal. Presenta en el ápice un lascado grande de terminación afinada y machacamientos con fracturas escalonadas (Fig. 5.4.31, nº 3). 6- Punta musteriense de sílex de 39x25x10 mm con talón recto y facetado. Éste ha sido en parte eliminado por una

extracción grande y reflejada intencionalmente –hacia la dorsal pero posterior a la extracción de la lasca- realizada para adelgazar la zona proximal y favorecer su enmangue. El ápice muestra un lascado de morfología alargada y terminación abrupta y una fractura del filo con rebabas. 7- Punta musteriense de sílex de 49x21x12 mm con evidencias de fractura por impacto en ambas caras. En la dorsal con un lascado en lengüeta de terminación afinada y en la ventral con las rebabas asociadas a la fractura (Fig. 5.4.31, nº 4).

Fig. 5.4.31. Armamento de caza con fracturas de impacto. Castillo 22

Por último, y asociado también a este tipo de utillaje, se presenta un soporte de gran formato del yacimiento de La Verde con posibles evidencias de un uso –al menos en alguna fase- similar al documentado para las puntas de El Castillo, Cueva Morín y Cova Eirós. Este útil ha sido clasificado tradicionalmente como una macroraedera convergente. Se trata de un soporte de arenisca de morfología laminar y con unas dimensiones de 130x67x17mm. Tiene un retoque profundo y convergente en los dos extremos. Presenta dos fracturas axiales hacia el mismo lateral pero en extremos diferentes del útil: una burinante y de terminación afinada ligeramente reflejada en la zona distal, y otra muy reflejada en su extremo y con pequeñas rebabas escalonadas distribuidas a lo largo del negativo. La dirección y morfología de este tipo de fracturas -tanto de la distal como de la proximal- son indicativas de un impacto apical y perpendicular al útil. Es frecuente que los elementos utilizados en este tipo de actividades traumáticas, y que son necesariamente enmangados, sufran también fracturas en las zonas proximales como consecuencia del contraimpacto, el contacto brusco contra el astil en el momento del

impacto. Esta circunstancia explicaría la presencia de fracturas en los dos extremos del útil. En este mismo sentido, trabajos sobre el uso como proyectiles de las puntas solutrenses –mucho más finas pero con morfologías grosso modo similares a la que se presenta aquí- han demostrado que, además de la zona apical y basal y como consecuencia del enmangue, es también un punto de tensión importante el tramo central de la pieza, por lo que resulta habitual que estas presenten también fracturas mesiales generalmente situadas en la línea del enmangue (Plisson y Geneste, 1989). El soporte de La Verde al que se hace referencia aparece también fracturado precisamente en ese punto, un criterio más a considerar en la determinación funcional. 5.4.4. Discusión El análisis funcional de las muestras del material lítico recuperado en el nivel 3 de Cova Eirós y en el nivel 16 de Morín, así como algunas de las evidencias puntuales documentadas en otros yacimientos, han reflejado una 206

Síntesis de los comportamientos técnicos relacionados con la industria lítica amplia variedad de tareas llevadas a cabo con los instrumentos tallados: actividades de caza con puntas de piedra, trabajo de carnicería, procesado de piel seca, recogida y tratamientos sobre vegetales no leñosos y elaboración de objetos de madera.

huellas poco desarrolladas que pueden ser fácilmente enmascaradas por cualquier tipo de alteración. Por ello, esta actividad suele estar poco representada en las colecciones; pero este dato no es concluyente sobre la ausencia de esta fase de trabajo en el yacimiento. Las evidencias de trabajo de piel seca en un asentamiento remiten a comportamientos con claros rasgos de complejidad; porque suponen procesos de amplio alcance, tanto en el espacio como en el tiempo, y una importante inversión de esfuerzo, personal y utillaje. En consecuencia, un alto grado de organización. En el caso de los trabajo de piel en el nivel 16 de Cueva Morín, la mayor parte de las determinaciones precisas sugieren que se trata de piel seca. La relativa poca importancia de las estrías en los filos usados en esta actividad apunta a que en estos procesados no se usaron aditivos minerales, tipo ocre, que parecen más corrientes en contextos del Paleolítico superior.

El trabajo de carnicería observado se relacionada en general con la primera parte del procesado de la carcasa animal, en la que el descuartizado o despiece obliga al contacto de los filos activos con partes más duras del esqueleto. No pueden descartarse trabajos de fileteado, preparación de la carne o consumo, que implican también el corte de esta materia; pero este tipo de huellas se generan y se conservan con dificultad por lo que son especialmente difíciles de determinar Más aún en las materias primas alternativas al sílex en las que se ha fabricado el utillaje de Cova Eirós y una parte del de Cueva Morín. En el caso de Cova Eirós, la lasca bruta empleada en el trabajo de carnicería fue obtenida de una producción discoide. En ocasiones la producción discoide del Paleolítico medio y medio antiguo peninsular, sobre todo con la obtención de puntas pseudoLevallois, se ha vinculado precisamente a trabajos de carnicería primaria en base a sus características morfológicas (Carrión et al., 2008; Ríos, 2008). Estas determinaciones tenían hasta ahora un carácter especulativo porque se han realizado en ausencia de un estudio funcional. En el caso del nivel 3 de Cova Eirós se da esa asociación al menos en un caso. Sin embargo, este uso –como era de esperar- no es exclusivo, puesto que en Morín 16 este tipo de soportes se asocian también a un trabajo de corte de piel seca. Es probable que se de una cierta variabilidad de usos de este tipo de soportes asociados, sobre todo, a trabajos de corte que aprovechan la longitud y agudeza de sus filos. Las tareas de carnicería realizadas en el nivel 16 de Cueva Morín son bastante variadas y se han realizado con útiles y zonas activas dispares: una raedera reciclada, el filo bruto de una lasca retocada, un denticulado de cuarcita y una lasca bruta fabricada en esta misma materia. Esta dispersión y la escasa intensidad/relevancia de la tarea sugieren que no es una actividad central en las ocupaciones.

Destaca la importancia del utillaje empleado en actividades vinculadas a materias vegetales –madera fundamentalmente, en Cova Eiros 3, Lezetxiki VI y Morín 16- que implica la deducción de otros procesos técnicos de fabricación de utillaje en materias primas no conservadas. Los procesos de transformación de madera han sido documentados en otros contextos de Paleolítico medio (Anderson-Gerfaud, 1979, 1990; Beyries, 1987; Lemorini, 2000; Gibaja, 2007). Para el caso del Paleolítico medio antiguo cantábrico, y según otras evidencias que constatarían el empleo de utillaje compuesto, una parte de estas labores podrían asociarse a la fabricación y mantenimiento de mangos. En el nivel 16 de Cueva Morín, los trabajos sobre vegetales no leñosos, que incluyen probablemente alguno de raspado, apuntan hacia un uso tecnológico y no subsistencial de este tipo de materias –para fabricar bienes de equipo. Hay también pruebas de raspado de vegetales no leñosos de forma bastante intensiva en Lezetxiki V, un tipo de procesado que es relativamente raro en contextos de esta antigüedad. El análisis funcional de estos conjuntos ha permitido observar una significativa acumulación de evidencias de uso de armamento para la caza, por la presencia de soportes con huellas de impacto más o menos severos y, excepcionalmente, por la detección de los positivos de esas huellas de impacto.

El trabajo de la piel representa un proceso técnico de características bastante complejas (Lemorini 1999). Supone un despellejado cuidadoso de las presas abatidas, una limpieza con la piel aún fresca para evitar la putrefacción y una secuencia variable de tratamientos, que incluyen raspados y cortes de la piel seca. Este procesado se vincula con una gestión asimismo compleja porque el secado introduce un lapso temporal importante y, a menudo, el transporte de las pieles hasta el lugar donde van a ser tratadas. El hecho de que se haya constatado este proceso en la fase final, de afinado y corte de la piel, no implica necesariamente que no se haya trabajado sobre piel fresca. Como ocurre con la carnicería secundaria, el raspado de piel fresca es bastante difícil de documentar porque, en general, deja en los instrumentos líticos unas

La significatividad de este tipo de fracturas está ampliamente contrastada a partir de estudios experimentales (Bergman y Newcomer, 1983; Fischer et al., 1984; Odell y Cowan, 1986; Dockall, 1997; Shea et al., 2002; Lombard et al., 2004). Las huellas de impacto en puntas se distinguen claramente de las de pisoteo (trampling) o las postdeposicionales (Prost, 1987; Shea y Klenck, 1993; McBrearty et al., 1998). Los estudios experimentales muestran de forma consistente que un porcentaje importante de las puntas no sufre alteraciones diagnósticas con un solo impacto, sino que necesitan ser reutilizadas en varias ocasiones para

207

Talía Lazuén /Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica que se genere una huella de fatiga. Sin embargo, en ausencia de este tipo de rastros no es posible afirmar que se trata, efectivamente, de puntas de caza.

del procesado de recursos animales se llevarían a cabo en el propio yacimiento. La identificación e interpretación funcional de las puntas del Paleolítico medio se ha concentrado en Próximo Oriente, sur de África y también en Europa, siguiendo el trabajo de J.J. Shea con las puntas Levallois (Shea, 1988, 1989, 1993, 2006; Shea et al. 2002; Plisson y Beyries 1999; Lombard 2005; Moncel et al. 2009; Villa y Lenoir 2009; Villa et al. 2009; Lazuén, 2012). Estos estudios se han desarrollado a través de análisis morfotécnicos, estudios de fracturas de impacto y análisis de residuos. Esta línea de investigación ha cobrado especial relevancia en el marco de la discusión en boga acerca de las capacidades cognitivas, e incluso físicas, de los neandertales y en el debate sobre la aparición de los comportamientos de tipo “moderno” en las fases antiguas del Middle Stone Age (McBrearty y Brooks, 2000). Estos testimonios de armamento compuesto analizados aquí remiten ineludiblemente a esta discusión. A pesar de que en la literatura científica ha sido recurrente la idea de que ni los sistemas técnicos, ni la organización social estarían lo bastante desarrollados como para cazar de forma activa y sistemática; lo cierto es que las evidencias arqueológicas ponen de manifiesto que eran capaces de cazar una gran variedad de piezas, incluidos los animales de gran talla a los que habitualmente aparecen asociados (Callow y Cornford 1986, Gaudzinski 2000, Roebroeks 2001). Las evidencias de puntas de proyectil en varios de los yacimientos estudiados, muestra una actividad cazadora integrada en el sistema técnico –con proyectiles de piedra conseguidos con estrategias de talla específicas, con módulos estandarizados y dispositivos para el enmangue, con planificación para la reposición de las puntas fracturadas. Esta actividad se orienta a la obtención tanto de aportes subsistenciales importantes para la dieta como de aportes de materias primas que generan otros procesados técnicos estratégicos, como es la elaboración de productos de piel. Estas y otras referencias muestran que los grupos neandertales no eran ni carroñeros secundarios ni cazadores limitados. Para un periodo bastante antiguo –entre el OIS 6 y 4- estos yacimientos proporcionan evidencias concluyentes de actividad cazadora de forma directa por la presencia de proyectiles de piedra usados y de forma indirecta, pero no menos concluyente, por la importante presencia de trabajo de piel seca. La piel es una materia que sólo se puede trabajar si se consigue acceder a ella cuando se encuentra en buen estado –completa y sin haberse iniciado la putrefacción. Éstas son unas condiciones que sólo se consiguen de manera regular mediante el acceso a las carcasas animales a través de la caza.

Tres de las cinco puntas de Cova Eirós, tres de Cueva Morín y al menos una de El Castillo, se corresponden con soportes de producción Levallois específica para puntas. Sin embargo, este rasgo tecnomorfológico no permite deducir directamente la función de estos soportes ya que en numerosas ocasiones se ha podido constatar que piezas que a priori presentan características morfológicas que anuncian elementos de proyectil, y que en otros contextos han funcionado como tales, resultan haber sido usadas en actividades variadas -trabajos de carnicería, piel o madera. Este es el caso, en algunos ejemplos, de las puntas musterienses (Gibaja, 2007 y Cortés et al., 2010) o de las puntas Levallois (Plisson y Beyries 1999). Así se ha podido documentar en el nivel 16 de Cueva Morín, tanto para casos donde no hay evidencias de su uso como armamento de caza –lo cual no descarta de forma definitiva su participación en dicha actividad- como en aquellos en los que este uso se ha integrado con otro tipo de actividades. Claros ejemplos de ellos son (1) una punta musteriense de sílex que no presenta fractura por impacto y que ha sido usada en sus dos filos para cortar una materia blanda tipo madera/vegetal y (2) dos puntas Levallois con fracturas de impacto y con evidencias de haber sido también usadas para cortar y raspar materias no determinadas. Las tres puntas Levallois de Cova Eirós, una de Cueva Morín, una punta musteriense sobre soporte Levallois de El Castillo y una de las dos puntas de Lezetxiki VI han sufrido acondicionamientos en sus laterales para crear una concavidad, mediante pequeñas muescas. Dicha singularidad parece estar vinculada a una conformación para enmangue. Esto, unido a la fabricación de soportes predeterminados, nos remite a un comportamiento estandarizado, tanto desde el punto de vista de la producción como de la configuración o acondicionamiento de estos útiles para ser usados. Al hilo de esto hay que recuperar aquí la idea que planteamos acerca de la posibilidad de que exista un utillaje de piedra mucho más masivo de lo que se ha documentado hasta ahora, para cumplir las mismas funciones de instrumental de caza. Tanto la pieza de La Verde como la más grande de Cueva Morín entrarían dentro de esta categoría. Es posible que esta variabilidad esté vinculada a la puesta en práctica de distintas estrategias de caza. Por otra parte, la presencia de dos extremos distales fracturados (ápices) en Cova Eirós sólo se explica si han entrado en el yacimiento clavados en alguna presa (Plisson y Geneste, 1989; Boëda et al., 1999). No son elementos reconfigurables por lo que, de otra forma, no tendrían sentido en el sitio. Esta idea está también avalada por la existencia de utillaje de uso en carnicería primaria, que indicaría que una parte de las fases iniciales

208

6. OTROS COMPORTAMIENTOS TÉCNICOS: EL APROVECHAMIENTO DE LA FAUNA

6.1. Aprovechamiento de recursos animales: la cuestión de la caza

consumo por parte de depredadores no humanos; y que estos accederían a ellos en segunda o tercera instancia para el consumo de las partes anatómicas más marginales (Binford, 1985). En la Península Ibérica, tras las primeras puestas en cuestión (Shipman y Rose, 1983), los trabajos de Binford (1985, 1987) en Torralba (OIS 7-8) –más tarde extendido a Ambrona (OIS 9-11) 2- proponían un modelo radicalmente opuesto al del “eficiente cazador”. En este nuevo modelo, los grupos humanos del Paleolítico inferior serían carroñeros marginales de las presas cazadas por otros carnívoros. Esta última propuesta ya fue relativizada a partir de nuevos trabajos, entre los que destacan los de P. Villa (Villa, 1990; Santonja y Villa, 1990) en Áridos I. Como alternativa a la caza de los grandes herbívoros –elefantes en este caso-, explicación para la que no se encontraban datos suficientes, la autora propone un “acceso preferente” a las carcasas de estos animales a partir de las evidencias tecnológicas y funcionales resultantes del estudio de las más de 300 piezas líticas recuperadas: reavivados de bifaces que se importaron fabricados y que no se abandonaron en el lugar, explotación de algunos núcleos de sílex o labores de mantenimiento de instrumental de madera y piel. Todas estas tareas debieron llevarse a cabo, en un plazo de varios días, por un grupo humano que se asentó junto al animal para su explotación y consumo. Esto implicaría un alto grado de organización y equipamiento, máxime considerando la fuerte presión trófica a la que se verían sometidos.

6.1.1. Introducción Desde los años 1980, el efecto de la actividad antrópica sobre las acumulaciones faunísticas de los yacimientos arqueológicos se ha convertido en un elemento importante de debate por sus implicaciones en la percepción de la complejidad de las sociedades prehistóricas. Hasta esos momentos se había generalizado un modelo que interpretaba sistemáticamente los restos de fauna como evidencia de prácticas humanas asociadas a la caza y consumo de estos animales. En la Península Ibérica el principal referente que explicaba este modelo fueron los yacimientos de Torralba y Ambrona. Estos yacimientos fueron interpretados (Howell, 1965) como muestras de cacerías de grupos humanos que condujeron manadas de elefantes hasta zonas pantanosas donde finalmente fueron abatidos, según se presentaba en una obra considerada extraordinariamente influyente (Binford, 1987: 49). Estas interpretaciones comienzan a ser discutidas a partir de los trabajos de C.K. Brain (1981) quien demuestra que los restos de Australopithecus africanus recuperados en los yacimientos sudafricanos de Swartkrans y Sterkfontein presentan evidencias de haber sido consumidos por otros depredadores. Estos nuevos datos ponen en duda el modelo anterior y abren una discusión en torno a la cuestión que finalmente da nombre a la publicación de Brain: “Cazadores o cazados” 1.

2 A partir de criterios morfoestratigráficos (Pérez González et al., 2005), biocronológicos (Sesé y Soto, 2005) y radiométricos (Falguerès et al., 2006) se ha propuesto para el complejo medio de Ambrona una posición cronológica en el OIS 9 o finales del OIS 11 (Santonja y Pérez González, 2006), lo que confirmaría las propuestas previas sobre la antigüedad del complejo inferior –más de 350 ka.- (Pérez González et al., 2001). Por otra parte, la posición espacial de Torralba en el perfil geomorfológico confirmarían su modernidad –entre 200 y 350 ka.- respecto del conjunto inferior de Ambrona (Pérez González et al., 2001).

El primer desarrollo de los estudios tafonómicos en los años 1980 sugirió que la mayor parte de las acumulaciones faunísticas de los yacimientos de Paleolítico inferior eran consecuencia de su captura y 1 The hunters or the hunted (Brain, 1981)

209

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica En torno a la discusión caza-carroñeo se ha sugerido, a lo largo de los años 1980 y 90, que el acceso a los recursos cárnicos por parte de los grupos neandertales se realizaba a través de una actividad eminentemente carroñera (Binford, 1968, 1984; Gamble, 1986; Mellars, 1996; Stiner, 1994) y que ni la organización social ni los sistemas técnicos estarían lo suficientemente desarrollados como para cazar de forma activa y sistemática –mucho menos los grandes herbívoros a los que aparecen asociados en algunos conjuntos. Sin embargo, numerosos estudios han demostrado que: (1) las proteínas animales constituían una parte importantísima de la dieta de los neandertales, hasta extremos dudosamente saludables –a partir de análisis isotópicos realizados en los restos esqueléticos (Bocherens et al., 1999; Bocherens et al, 2001 Bocherens, 2003; Bocherens et al, 2005; Richards et al., 2000) y (2) que los homínidos del Pleistoceno medio y superior eran perfectamente capaces de aprovisionarse de grandes mamíferos. Esto ha sido ampliamente documentado a partir de la constatación de un acceso preferente a las carcasas. Bien con estrategias que permiten ahuyentar o desplazar a los carnívoros durante varios días, como es el caso de Áridos (Villa, 1990); o bien mediante prácticas cinegéticas complejas, ya propuestas de forma razonable desde el OIS 13-14 -en Boxgrove para la captura de caballo y rinoceronte (Roberts y Parfitt, 1999) y L’Aragó para la de reno (Moigne y Barsky, 1999)- e incontestables a partir del OIS 9 con pruebas tan evidentes como las lanzas de Schöningen (Fig. 6.1.1, Thieme, 1997; Voormolen, 2008).

6.1.2 El contexto aprovechadas

regional

cantábrico:

faunas

Del conjunto de yacimientos seleccionados en este estudio, solamente se han recuperado restos óseos en los contextos en cueva –Lezetxiki, Morín, Castillo y Cova Eirós. Las condiciones de conservación que caracterizan a los yacimientos al aire libre han eliminado cualquier evidencia de su presencia en el registro fósil. Una buena parte de la presentación de los restos faunísticos aparece en el Capítulo 2, donde se discute el valor cronoclimático de los restos de fauna. Aquí se van a tratar los aspectos que tienen que ver con los sistemas de aprovisionamiento y las formas de aprovechamiento de los animales como recurso explotado y consumido. En los niveles de Lezetxiki se puede apreciar la existencia de una amplia variabilidad taxonómica (Tabla 6.1.1), en la que destacan de forma significativa los valores de Ursus spelaeus. Cervus Capreolus Rupicapra Capra Bos bison Equus Sus Dicerorhinus U. spelaeus Canis lupus Vulpes Meles Lynx Panthera Orictolagus Lepus Marmota TOTAL

VII 1

13 1 4 253 2

VI 26 8 15 2 196 12 2 3 757

2 2 9

274

5 5 1044

V 59 14 9 2 23

410 12 2

7 17 555

Tabla 6.1.1. Número de restos determinados por especies de macrofauna en los niveles VII a V de Lezetxiki

Para comprender la tafocenosis de los yacimientos cantábricos hay que aclarar que aunque los osos cavernarios se sitúan habitualmente dentro del grupo de los carnívoros, los estudios sobre su paleodieta –tanto del desgaste dentario como de la morfología del aparato masticador- han establecido de manera bastante clara que se trata de animales básicamente herbívoros que añaden un cierto consumo cárnico al consumo de vegetales (Fig. 6.1.2), posiblemente procedente de la captura de pequeños ungulados (Peigné et al., 2009). De esta manera, en los contextos donde las asociaciones faunísticas principales incluyen animales de gran talla, como caballo, gran bóvido y ciervo, el interés de la presencia de osos no tiene que ver tanto con la

Figura 6.1.1. Lanzas de tejo de Schöningen -450 ka. El lugar ha sido definido como un campamento al borde de un lago para la caza y procesado de caballo. Hay varias lanzas de madera asociadas a restos de, al menos, una veintena de caballos con marcas de carnicería y fracturas para acceder a la médula –sin evidencias de carroñeo-, así como la presencia de al menos tres hogares (Foto en Thieme, 1997).

210

Otros comportamientos técnicos: el aprovechamiento de la fauna tafocenosis que explica la acumulación de restos de animales en el depósito sedimentario como con el grado de antropización de la cavidad.

Figura 6.1.3. Evolución de las frecuencias relativas de las especies de macrofauna, según el número de restos, en los niveles VII a V de Lezetxiki (según Altuna, 1972).

En Lezetxiki estos úrsidos representan entre el 70 y el 90% sobre el total de la macrofauna (Fig. 6.1.3), lo que prueba una alta frecuentación de la cavidad por parte de estos animales y, en consecuencia, sugiere una presencia esporádica de los grupos humanos. La evolución de la presencia de oso, con porcentajes menores en los niveles VI y V respecto al VII, hace pensar en una ocupación humana menos discontinua en los niveles más recientes.

Figura 6.1.2. Dieta de Ursus spelaeus según el micro-desgaste dentario (análisis de componentes principales a partir de una decena de rasgos observados en la dentición). Véase que el patrón de desgaste de U. spelaeus es similar al que presentan especies actuales con las dietas basadas en frutas y larvas y está especialmente alejado de los exclusivamente herbívoros (abajo a la derecha, oso panda) y de los principalmente carnívoros (arriba a la izquierda, oso polar) (en Peigné et al., 2009).

Figura 6.1.4. Evolución de las frecuencias relativas de los ungulados, según el número de restos, en los niveles VII a V de Lezetxiki, según Altuna, 1972 3.

En los niveles VII y VI Bos/Bison es claramente dominante (Fig. 6.1.4). En el primero, seguido de rinoceronte y algunos ungulados de menor talla, y en el segundo, de ciervo y caballo. Entre los restos de ungulados del nivel V domina la asociación de Cervus elaphus con Bos/Bison. En términos de cambio diacrónico lo que se observa es el paso de un conjunto faunístico dominado por los animales de gran talla (Bos/Bison, Dicerorhinus, Equus) a otro en el que van

Es decir, se puede descartar que U. spelaeus o deningeri sean los agentes que han introducido los restos de los ungulados grandes en la cavidad, lo que deja a los humanos como el principal responsable de esta acumulación. Pero, por otro lado, las características y el tamaño de los osos cavernarios hacen inhabitables las cuevas por el peligro que suponen, especialmente para humanos infantiles y juveniles.

3 Los datos de Martínez Moreno, 2005: 216, figura 2 difieren en

algunos taxones, con frecuencias algo más altas de Bos/Bison y Equus y presencia algo superior al 1% de Megaceros.

211

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica dominando los taxones de tamaño medio (Cervus, Capreolus, Rupicapra). Los estudios tafonómicos se han centrado en el nivel VI de la secuencia, dado que es el que contiene un mayor número de restos (Fig. 6.1.5). Se ha interpretado una importante manipulación antrópica con episodios de selección y transporte de los segmentos anatómicos más nutritivos; que serán descarnados y aprovechados hasta el tuétano (Martínez Moreno, 2005). Bos/Bison

Cervus

sugieren un acceso posterior al de la intervención humana sobre esos restos (Martínez Moreno, 2005). El nivel 17 de Cueva Morín es el más rico en restos óseos de la secuencia. De ellos, más de 500 han sido determinados taxonómica y anatómicamente (Altuna, 1973). En el nivel 16 hay únicamente 16 restos determinados (Altuna, 1971), para los que se ha señalado un alto grado de alteración debido a la circulación de agua (Yravedra y Gómez, 2011). Este dato, sin embargo, es contradictorio con lo observado en el utillaje lítico, bastante bien conservado y sin evidencias de alteración mecánica. En el nivel 22 tan solo hay 4 restos determinados. Dada la escasez de evidencias en estos dos últimos niveles, la mayoría de los estudios se basan en lo que se deduce de la interpretación de los datos faunísticos del nivel 17. En las excavaciones llevadas a cabo por J. Carballo y el Conde de la Vega del Sella se cita, para los niveles musterienses de la secuencia, una frecuencia alta de restos de rinoceronte de Merck –molares, principalmentey ciervo, y una gran abundancia de restos de gran bóvido y caballo. Los estudios de J. Altuna, en el marco de las excavaciones de los años 1960 (Altuna, 1971, 1973), hacen hincapié en el dominio del gran bóvido en los niveles musterienses –mientras que en los de Paleolítico superior el ciervo es la especie más frecuente-, alcanzando frecuencias superiores al 40% sobre el total de los restos de ungulados. Otra mitad estaría constituida por ciervo y caballo, prácticamente a partes iguales 4. Destaca la presencia de megafauna, representada por varios restos de rinoceronte hemitoechus, asociados siempre a segmentos craneales –molares y fragmentos de mandíbula (Tabla 6.1.2). El estudio de P. Castaños (2008), sobre una muestra más pequeña recuperada en la intervención de 2008, presenta resultados que no difieren significativamente de los de J. Altuna.

Equus

Figura 6.1.5. Partes anatómicas representadas en Lezetxiki VI de Bos/Bison, Cervus y Equus (adaptado de Martínez Moreno, 2005).

El acceso a la médula de los huesos de gran bóvido ha sido bien documentado en este nivel con el remontado de una tibia fracturada a partir de un sistema claramente definido (Fig. 6.1.6). El procedimiento incluye la creación de dos líneas de fractura longitudinales opuestas –a ambos lados del hueso-, a partir de incisiones por percusión sucesivas y adyacentes, y un golpe final en el eje más largo del hueso, que lo separa en dos trozos (Baldeón, 1993).

Nivel 17 Gran bóvido Cervus elaphus Equus caballus Capreolus capreolus Dicer. hemitoechus Sus scrofa Capra pirenaica Canis lupus Crocuta crocuta TOTAL

1966215 142 124 15 4 2 1 1 2 506

% 42,3 28,2 24,5 3 0,8 0,4 0,2 0,2 0,2 100

2008 41 47 17 4

% 37,6 43,1 15,6 3,7

109

100

Tabla 6.1.2. Restos de mamíferos (número de restos) del nivel 17 de Cueva Morín procedentes de las campañas 1966-69 (Altuna, 1973) y 2008 (Castaños, 2008).

Figura 6.1.7. Remontado de fragmentos de tibia de gran bóvido (vista externa y vista interna) y propuesta hipotética de fractura a partir de dos series de incisiones longitudinales y una percusión axial (en Baldeón, 1993).

Desde un punto de vista tafonómico, J. Altuna pone de manifiesto el alto grado de fragmentación de los huesos y

Por otra parte, los porcentajes de marcas de carnívoros y su presencia relativa en las diferentes partes anatómicas

4 Estos porcentajes son prácticamente los mismos en la reducida

muestra del nivel 16. En el nivel 22 hay 2 restos de gran bóvido, 1 de caballo y 1 de rinoceronte.

212

Otros comportamientos técnicos: el aprovechamiento de la fauna una cierta selección anatómica. Así, advierte que las esquirlas procedentes de los huesos largos son mucho más abundantes de lo que cabría esperar y que esto supone un transporte selectivo de las extremidades (Altuna, 1973; Martínez Moreno, 2005). La presencia relativa de este tipo de restos (Fig. 6.1.8), con un alto contenido cárnico y medular, sugiere un acceso preferente a estas presas (Martínez Moreno, 2005), dado que no son partes marginales de acceso carroñero sino un indicador de actividad predadora (Blumenschine, 1987, 1988). Bos/Bison

Cervus

Como era de esperar, y según muestra la tabla 6.1.3, en el nivel 17 se mantiene la asociación bovini/Equus/Cervus ya evidenciaba a partir de los restos de la excavación antigua (Altuna, 1973).

Equus caballus Bovini Cervus elaphus Capreolus capreolus Dicer. hemitoechus Ursus spelaeus Crocuta crocuta Marmota marmota Lepus europaeus Ungulados Resto Mamíferos Total Identificados Indeterminados TOTAL

Equus

Nivel 18 6 22 45 1 1 1 1 1 1 75 4 79 74 153

% 8 29,3 60 1,3 1,3

Nivel 17 17 41 47 4

% 15,6 37,6 43,1 3,7

2

109 2 111 49 160

Tabla 6.1.3. Restos de mamíferos identificados y fragmentos no identificados de los niveles 17 y 18 de Morín (Castaños, 2008).

Sin embargo, se aprecian algunos cambios en el tiempo en relación a lo documentado para el nivel 18 (Tabla 6.1.3). Mientras en el nivel 18 hay un claro predominio del ciervo, con frecuencias que alcanzan hasta el 60% sobre el total de los ungulados, en el 17 los porcentajes están más equilibrados, por un aumento en la presencia de caballo y gran bóvido –que pasan del 8% al 15% y del 23,3% al 37% respectivamente- y una reducción significativa del ciervo, hasta el 43%. El resto de los ungulados están representados de forma demasiado escasa como para hacer valoraciones. También se aprecia en el nivel 18 un procesado más intenso de los restos. Esto se deduce, de manera indirecta, de la mayor proporción de restos indeterminados que se relaciona con un alto grado de fragmentación de los mismos, en este caso por acción carnicera humana. Respecto a las partes esqueléticas representadas en la serie, abundan los restos asociados a los huesos largos apendiculares –que contienen grandes paquetes cárnicos y mucha sustancia medular- y a los de la cabeza –cráneo, piezas dentarias, mandíbulas y maxilares. Estos aparecen complementados, de forma muy resumida, por la presencia de algunos restos asociados al esqueleto axial – vértebras, costillas y escápulas-, sobre todo en el caso de los ciervos. Estas características parecen apuntar hacia un aporte selectivo de ciertas partes anatómicas. Lo que unido al predominio de ciertos ungulados respecto del resto de los mamíferos presentes, la casi total ausencia de carnívoros y al alto grado de fragmentación de los huesos sugiere de nuevo un origen fundamentalmente antrópico de la tafocenosis y un aprovechamiento intensivo de los recursos animales.

Figura 6.1.8. Partes anatómicas representadas en Morín 17 de Bos/Bison, Cervus y Equus (adaptado de Martínez Moreno, 2005)

Respecto a las características de los individuos capturados, los patrones de desgaste dentario parecen indicar que se trata, por lo general, de animales adultos/viejos –los infantiles/juveniles estarían infrarrepresentados- con sus capacidades mermadas para dar una respuesta defensiva (Martínez Moreno, 2005), aunque caben otras interpretaciones para este patrón. Según el autor, esta tendencia se da tanto en grandes bóvidos como en ciervos y caballos, aunque es más marcada para de los primeros. Además del aporte antrópico en la asociación BosBison/Cervus/Equus, trabajos recientes proponen también una intervención humana para explicar la presencia de animales de talla más pequeña en el nivel 17 –cabra, rebeco o corzo- (Yravedra y Gómez, 2011). En este último trabajo se sugiere también, para el nivel 16 de la secuencia, un acceso primario a las carcasas de estos animales. Esto se deduce, fundamentalmente, de los patrones que presentan las marcas de corte en los huesos recuperados. Las excavaciones llevadas a cabo en Cueva Morín en 2008 han sacado a la luz un número significativo de restos óseos, a pesar de lo reducido de la superficie excavada, tanto en el nivel 17 como en el 18.

213

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica Las referencias faunísticas disponibles para los niveles más antiguos de El Castillo no son demasiado numerosas ni tampoco muy claras. Contamos con las determinaciones taxonómicas realizadas por Vaufrey (1937) 5 en el marco de las excavaciones antiguas dirigidas por H. Obermaier (en Cabrera, 1984); y con las revisiones posteriores de Klein y Cruz-Uribe a partir de la muestra conservada en el Museo Arqueológico Nacional (Klein y Cruz-Uribe, 1994), además de los trabajos parciales de Dari (1999) y Landry y Burke (2006). Los trabajos de Klein y Cruz-Uribe introducen una perspectiva más tafonómica al incluir, por un lado, una valoración de la abundancia relativa de las distintas especies presentes en la colección calculando el número mínimo de individuos (N.M.I.) y, por otra, una estimación sobre la abundancia relativa de las diferentes partes esqueléticas de ciervos y caballos. (Tabla 6.1.4 y Fig. 6.1.9.)

Cervus Bos/ bison Equus Capra Ibex Rupicapra Capreolus Dicer.hemitoechus Ursus Marmota Leporiade Sp. Erinaceus europ. Meles meles

Nivel 26 1 1

Nivel 25 16 5 2 1 1 1

3

5 1 1 1

Nivel 24 26 4 10 3 1 1 6

1

Estos valores de ungulados son inversamente proporcionales a los de Ursus spelaeus, que pasa de ser “muy numeroso” (60% en las medidas de Klein y CruzUribe) en el nivel 26 a “raro o muy raro” en el 22 en la clasificación de Vaufrey, similar en este punto a los resultados de Klein y Cruz-Uribe. Este cambio está directamente relacionado con el grado de antropización de la cavidad. Es decir, crece el aporte antrópico de ungulados de talla media-grande (la asociación ciervo/gran bóvido/caballo crece progresivamente desde menos del 50% en el nivel 26 hasta casi el 80% en el nivel 24). Quizá no se trata de ocupaciones estables o prolongadas en el tiempo sino que se da una cierta alternancia con las de oso (15% en el nivel 25 y 11% en el 24). El nivel 22, presenta un comportamiento muy diferente, con una presencia masiva de animales de gran talla –rinoceronte, gran bóvido, caballo y ciervo- y una reducción espectacular de la presencia de oso de las cavernas, lo que implica ocupaciones más estables y duraderas.

Nivel 22 -

En los tres niveles inferiores la asociación Cervus/BosBison/Equus es constante; sin embargo, los valores de representatividad no son iguales. La importancia del ciervo, sobre todo en los niveles 24 y 25 donde domina claramente la muestra, vendría dada porque se trata de animales de acceso más o menos sencillo a lo largo de todo el año. Por el contrario, para caballos y grandes bóvidos se ha propuesto un tipo de caza más específica (González Sainz y González Morales, 1989). La representación en el conjunto de los diferentes segmentos esqueléticos de ciervos y caballos forma parte también del estudio de Klein y Cruz-Uribe. En este trabajo se presentan los resultados de los tres niveles inferiores de El Castillo en conjunto. En el caso del caballo (1994: 146) la desproporción entre las partes es muy exagerada, dado que casi el 90% de los restos determinados corresponden a porciones craneales. Esto sugiere un sesgo que genera distorsión en la muestra. En el caso del ciervo hay más partes esqueléticas determinadas lo que aumenta la confianza en la representatividad de la muestra (n=286). El estudio muestra una escasísima presencia de restos del esqueleto axial (5 piezas: costilla, pelvis y vértebras), una moderada representación (n=25) de partes craneales entre las que destacan el maxilar y la mandíbula, y una fuerte concentración (n=256) en el esqueleto apendicular, sobre todo en las porciones mesiales y distales. Con ciertas reservas, se podría deducir de nuevo un transporte diferencial de las partes anatómicas de mayor aporte nutricional cuyo aprovisionamiento depende, necesariamente, de un acceso preferente a las carcasas de estos animales.

Tabla 6.1.4. Frecuencias absolutas de macromamíferos según el NMI (a partir de Klein y Cruz-Uribe, 1994)

Figura 6.1.9. Evolución de las frecuencias relativas de las especies de macrofauna, según el número de restos, en los niveles 26 (1), 25 (2) y 24 (3) de Castillo (según Klein y CruzUribe, 1994)

Los restos óseos recuperados en el nivel 3 de Cova Eirós presentan un alto grado de fragmentación, lo que ha dificultado mucho las determinaciones taxonómicas –solo 23 de los 193 restos han podido ser asociados a un taxón. (Tabla 6.1.5).

5 Tomado por V. Cabrera de las notas de P. Wernert (en

Cabrera, 1984)

214

Otros comportamientos técnicos: el aprovechamiento de la fauna Nivel 3 Rupicapra

1

Cervus elaphus

3

Cérvido indeterminado

3

Rinocerontidae indet.

2

Herbívoro indet. talla grande

1

Herbívoro indet. talla media

1

Ursus arctos

2

Ursus spelaeus

10

No identificados

170

Total

193

Tabla 6.1.5. Determinaciones taxonómicas nivel 3 de Cova Eirós (a partir de Fábregas et al., 2009)

Los únicos animales no estrictamente herbívoros que aparecen representados en este nivel son los úrsidos. Se ha propuesto un posible desplazamiento de estos restos desde el interior de la cavidad, donde se ha localizado una acumulación de Ursus spelaeus en la que se han recuperado unos 4.000 restos óseos (Grandal y Vidal, 1991; Grandal, 1993). Es importante señalar que la gran mayoría de los restos recuperados en el nivel de ocupación humana se corresponden con individuos neonatos, por lo que su implicación como agentes en la formación del depósito debe ser entendida como nula y abre la cuestión de un posible consumo de estos animales. Dentro del grupo de los ungulados la especie más representada es el ciervo. Una parte importante de los restos asociados a este animal se corresponden con fragmentos de asta y diáfisis de huesos largos. El alto grado de fragmentación y las partes anatómicas identificadas sugieren un aporte selectivo de extremidades y cráneos y un tratamiento intensivo de las carcasas para la obtención de carne y tuétano. Esto, unido a la ausencia de otro tipo de predadores, apuntaría al factor antrópico como principal causante de las acumulaciones faunísticas.

215

7. LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL EN EL PALEOLÍTICO MEDIO ANTIGUO DE LA REGIÓN CANTÁBRICA

7.1. Comportamientos técnicos y organizativos relacionados con la industria lítica

En el estado actual de la cuestión, con la constatación de comportamientos muy complejos en toda Europa desde momentos cercanos al medio millón de años, estas posturas son más difíciles de mantener, ya siquiera en términos solo lógicos y teóricos –aún sin entrar a valorar lo que sugieren las evidencias empíricas. Más aún para contextos con cronologías que, de momento, no superan el OIS 6-7. Unos comportamientos como los que se interpretan reflejarían un anacronismo histórico difícil de comprender e interpretar. Por otra parte, el Paleolítico medio antiguo cantábrico está protagonizado por unas formas humanas, los neandertales, con unas capacidades craneales-cognitivas muy altas que les colocan en disposición de desarrollar, de forma prácticamente natural, organizaciones económicas y sociales con un alto grado de sofisticación.

El estudio detallado de los conjuntos líticos llevado a cabo en el capítulo 4 y la síntesis sobre la organización tecnológica plasmada en la industria lítica que se presenta en el capítulo 5 proporcionan una imagen bastante neta sobre la riqueza, complejidad y variabilidad de las sociedades neandertales del Paleolítico medio antiguo cantábrico. Sin embargo, la capacidad de los neandertales para llevar a cabo una gestión compleja, planificada y previsora del territorio y de sus recursos ha sido puesta en duda de forma recurrente, atribuyéndoles un comportamiento repetitivo (Mithen, 1994; Mellars, 1992), con muchas limitaciones técnicas y de escasa complejidad social.

El estudio de las tecnologías y comportamientos de estos grupos humanos del Cantábrico constata que la realidad arqueológica es consecuente con esta circunstancia. La lectura de la industria lítica, tanto desde un punto de vista tecnológico como funcional, ejemplifica la existencia de numerosos procesos en los que la complejidad es una nota común:

La generalización de estas posturas en la década de los 90’ es consecuencia de un desarrollo de los modelos funcionalistas (Binford, 1983, 1985). En el Cantábrico este esquema conceptual, basado en la escasa capacidad organizativa y cognitiva de los grupos previos a los humanos modernos y plasmado en la simplicidad de los comportamientos, se recogió de forma más o menos canónica en algunas síntesis influyentes (González Sainz y González Morales, 1986; Strauss, 1992). Esta postura mediatizó las propuestas teóricas acerca del comportamiento de los grupos neandertales del Paleolítico medio antiguo regional (Rodríguez Asensio, 2001; Montes, 2003; Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004). Para algunas de las cuestiones centrales –nivel de desarrollo tecnológico, estrategias de captación de recursos, formas de aprovechamiento del territorio- se importaron modelos que habían sido creados para definir a los grupos que iniciaron el poblamiento del continente europeo (Gamble, 1986), en realidad bastante lejanos en el tiempo de las sociedades creadoras del registro Cantábrico.

(1) Aprovisionamientos de materia prima en regiones alejadas de los lugares donde se usan y se abandonan los utillajes. Esta circunstancia es especialmente notable, como cabía esperar, en las materias primas de mejor calidad –cuarcita en el extremo oeste y sílex en la parte oriental. En algunos casos estos aprovisionamientos conllevan recorridos de decenas de kilómetros. (2) Una gran variabilidad técnica en los sistemas de fabricación de utillaje (Quina, discoide, Kombewa, unipolar,…), con la aplicación de sistemas de producción de lascas predeterminadas, más complejas técnicamente – como los Levallois-, desde los momentos más antiguos conocidos.

217

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica (3) Se desarrollan producciones sistemáticas de utillajes de pequeño formato con sistemas de talla variados – microLevallois, microdiscoide, Kombewa, lascas de reavivado de raederas- que se emplean en ambientes domésticos, sin apenas circulación. Estos utillajes forman un sistema integrado con otro tipo de instrumentos, a menudo de mayor tamaño, que son importados a los asentamientos después de circular por el territorio en etapas variadas de elaboración.

madera, trabajo de la piel, recogida de vegetales). Estas tareas suelen implicar utillajes especializados (puntas) o “conformados-fáciles de reavivar-abundantes” (trabajo de la piel seca), espacios de trabajo definidos a veces en torno a hogares (reposición de puntas de caza, por ejemplo), fuerte inversión de trabajo (procesado de la piel) o coordinación de los actores sociales (caza y consumo de animales grandes). Por otra parte, generan un conjunto de bienes y productos que requieren habitualmente gestiones complejas –técnicas, sociales y, presumiblemente, ideológicas- para su mantenimiento, reparto y consumo.

(4) Los repertorios de utillaje disponible son muy variados en sus formas finales, con grados diversos de configuración previa al uso –no muy intensa en todo caso. Esto supone una evidencia indirecta del desarrollo de procesos técnicos y de organizaciones del trabajo más elaborados, en los que participan. Entre estos utillajes merece la pena destacar la existencia de producciones estandarizadas que dan lugar a utillaje con formatos muy similares –soportes espesos con dorsos, puntas para la caza, macroutillaje, etc.

7.2. Comportamientos técnicos y organizativos relacionados con el aprovechamiento de la fauna

(5) Se han observado acondicionamientos específicos para enmangue –adelgazamientos proximales o escotaduras laterales- en un buen número de casos, en especial en el armamento de caza. En paralelo, se desarrolla un destacado trabajo sobre madera, tanto en Cova Eirós como en Morín.

7.2.1. Elementos de síntesis

(6) Esta especificidad e intensidad del uso de los utillajes se aprecia también con la existencia de procesos complejos de mantenimiento por reavivado y reciclado del utillaje. Esta perspectiva se ha visto muy enriquecida por la información procedente del análisis traceológico, que ha permitido reconocer fases de trabajo sucesivas en los mismos útiles. Estos datos generan una percepción distinta sobre la gestión de los utillajes del Paleolítico medio antiguo, respecto a lo que se percibe como modelo habitualmente (cf. Ibáñez et al., 2002). A veces estos procesos de reavivado del utillaje se llevan a cabo de forma integrada con la producción de nuevos soportes o de útiles para funciones diferentes.

(1) En casi todos los niveles se observa una alternancia de de ocupaciones humanas y de carnívoros y osos, lo que les ha conferido un carácter de palimpsesto asentamiento/osera, pero

El recorrido crítico por las evidencias relacionadas con las faunas recuperadas en los yacimientos que hemos realizado en el capítulo 6 permite proponer una breve serie de elementos de síntesis:

(2) asistimos, a lo largo de este periodo, a una antropización creciente de los espacios cavernarios que tiende a desplazar a los úrsidos y a los carnívoros que ocupan ocasionalmente estos lugares. En los niveles más recientes de las fases cronológicas 3 y 4, por ejemplo en Cova Eirós 3 -con matices por la presencia de osos neonatos-, en Castillo 22 y en Morín 18, 17 y 16, están prácticamente ausentes. Esta antropización de las cavernas es un reflejo de la antropización general del medio o, más en concreto, de la parte del territorio donde están enclavadas las cuevas cantábricas.

(7) En una perspectiva un poco más amplia, también resulta reveladora la información que proporciona el examen del conjunto del sistema técnico. Esta información deriva de los procesos que tienen que ver directamente con el utillaje de piedra (aprovisionamientoproducción-gestión-uso del utillaje) y también de otros revelados por las tareas desarrolladas con las piezas líticas u observadas en otro tipo de restos. Este conjunto de datos muestra una importante fragmentación espaciotemporal de distintos procesos técnicos que implican usos diferidos y tratamientos planificados –circulación de utillaje especializado, traslado y consumo de cuartos de grandes animales. Este rasgo, por su recurrencia, puede considerarse una característica estructural.

(3) En las fases más antiguas conocidas hasta el momento –fases 1 y 2, Lezetxiki VII y VI- el aprovechamiento de los recursos animales está basado en la explotación de grandes herbívoros; especialmente grandes bóvidos complementados por caballos, rinocerontes y ciervos. En Castillo, los cambios son menos marcados. (4) En la fase 3, en una tendencia que se anuncia ya en la fase 2, el ciervo se consolida como la especie más aprovechada (Castillo 24, Lezetxiki V, Cova Eirós 3, Morín 18), complementada por algunos de los animales de gran talla explotados en la fase anterior como el caballo y los grandes bóvidos, pero también ahora por otros ungulados pequeños como la cabra, el corzo y el rebeco, sobre todo en Lezetxiki V donde representan casi el 20% de los ungulados.

(8) El utillaje de piedra refleja el desarrollo de procesos bastante elaborados de captación y transformación de otras materias (caza con puntas de piedra, procesado de la

218

La organización económica y social en el Paleolítico medio antiguo (5) En la fase 4, estudiada por el momento tan solo en Morín 17 y 16 –en este último caso con muy pocos restos óseos- asistimos a una recuperación de los grandes bóvidos y del caballo que, de nuevo, vuelven a ser mayoritarios en los conjuntos de fauna.

de piedra y se hipotetizaba sobre el uso de proyectiles de madera (Strauss, 1992: 56). En este modelo, la presencia de estos animales en los yacimientos respondería a una estrategia oportunista basada en el aprovechamiento de los restos abandonados por otros carnívoros, lo que se sugiere sobre todo para los animales grandes –bóvidos, caballos y rinocerontes. Se propone, al mismo tiempo, una importación seleccionada de ciertas partes anatómicas, que se corresponderían con las abandonadas por los grandes félidos. Según este modelo, inspirado en ellas pero ya con diferencias sustanciales respecto a las tesis de Binford (1984, 1985), los neandertales basarían su aprovisionamiento en cazas aisladas de animales pequeños –ciervo, corzo y rebeco- y aprovecharían los más grandes básicamente por carroñeo.

(6) Estos cambios en los repertorios de animales aprovechados son el resultado, probablemente, de variables diversas pero entre ellas se aprecia la influencia del cambio ambiental. Por una parte, por el ajuste entre las apetencias climáticas de los animales mejor representados en cada fase y, por otra, por las similitudes entre la fauna de las fases 1-2 con los de la fase 4, que corresponden a los momentos más frescos. (7) En todos los casos se ha puesto de manifiesto una intensa manipulación antrópica de las carcasas de estos animales –con fracturas intencionales para la obtención de la grasa medular- y un transporte selectivo de las partes anatómicas con mayor aporte nutricional – segmentos apendiculares y cráneoscuyo aprovisionamiento depende, necesariamente, de un acceso preferente o caza. El aporte nutricional de las extremidades proviene de los grandes paquetes de carne y del tuétano, mientras que los cráneos aportan las estructuras viscerales -cerebro y lengua fundamentalmente. En general, el esqueleto axial está muy mal representado. A excepción del caso de Lezetxiki y algunos poquísimos restos en Cueva Morín, las partes del tronco (costillas y vértebras) y de las cinturas escapular y pélvica son muy escasas. 7.2.2. Organización de la captación aprovechamiento de recursos animales

En el estado actual de la cuestión estas hipótesis acerca de las capacidades, de los comportamientos generales y de los modos de organización de los neandertales no se sustentan, y menos aún para contextos con cronologías tan “modernas” como las del Cantábrico. Las evidencias de la paleodieta de las poblaciones neandertales –algo más recientes que los conjuntos estudiados- y las evidencias de formas de caza complejas desde mediados del Pleistoceno medio parecen avalar un modelo de acceso a los recursos animales más estable y predecible que el carroñeo. En el Cantábrico, las aportaciones más recientes desde la tafonomía (Martínez Moreno, 2005; Baena et al., 2005; Yravedra y Gómez, 2011) y las primeras evidencias de utillaje lítico vinculado a tareas de aprovisionamiento de recursos animales, como puntas de proyectil (Ríos, 2010), han reforzado esta última interpretación que muestra, al menos en las fases finales del Paleolítico medio, que los neandertales no eran carroñeros oportunistas sino cazadores experimentados. La cuestión seguía abierta para momentos más antiguos en los que las evidencias disponibles no eran tan expresivas o no habían sido estudiadas desde este punto de vista. Este trabajo aporta algunos elementos nuevos para esta discusión, sobre todo con el análisis funcional de los utillajes. El hecho más relevante es, sin duda, la presencia de utillaje específico para la caza desde los momentos más antiguos del registro arqueológico del Cantábrico –fase 2, entre 170 y 125 ka aproximadamenteen La Verde y Lezetxiki VI, en contextos del OIS 6 como ocurre en otros lugares de Europa. Además, hay evidencias de fabricación y uso de piezas estandarizadas (Levallois) desde la fase 3 –entre 125 y 80 ka aproximadamente-, como se puede documentar en el nivel 3 de Cova Eirós, y de generalización del uso de elementos de proyectil en la fase 4 –entre 80 y 65 ka aproximadamente-, en lugares como El Castillo y Cueva Morín. La presencia de este tipo de utillaje es perfectamente compatible, tanto desde el punto de vista técnico como organizativo, con la caza de los grandes herbívoros a los que a aparece asociado (Churchill, 1993).

y

Para el caso concreto del Cantábrico, la discusión acerca de las formas de aprovisionamiento de recursos animales se ha basado en los patrones de representación anatómica en los conjuntos arqueológicos, en los tipos de especies de ungulados hallados y en la presencia y posible intervención de los carnívoros en las acumulaciones faunísticas. Entre los años 70 y 80 se manejaron dos interpretaciones acerca de las estrategias de subsistencia de estos grupos neandertales: (1) una de tipo oportunista basada en el carroñeo (Straus, 1982; Binford, 1983) y (2) otra asociada a la práctica de actividades cinegéticas (Altuna, 1973; Altuna et al., 1988; Freeman, 1973 y 1983; González Echegaray y Freeman, 1971, 1973). En los años 90 se popularizó un modelo que proponía una baja incidencia de este tipo de actividad en las sociedades del periodo, con un aporte muy reducido de animales a los yacimientos (Straus, 1992) y una polarización hacia los de gran talla, en el marco de una estrategia eminentemente carroñera. Esta aseveración se sustentaba en el bajo número de restos hallados en los yacimientos y en la ausencia de una tecnología eficiente para la captura de recursos animales. En el otro lado de la balanza, se señalaba la falta de información funcional sobre los útiles

El análisis funcional también ha permitido registrar otras partes del aprovechamiento de los animales que también

219

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica son reveladoras. A pesar de las dificultades analíticas para reconocer los trabajos de carnicería –muchos de los cuales pasan desapercibidos en la observación traceológica- hay algunos ejemplos en Cova Eirós 3 y Cueva Morín 16. Estos trabajos tienen probablemente importancia en el conjunto de las tareas llevadas a cabo por estos grupos ya que, en estos casos, se realizan con utillajes que aprovechan soportes predeterminados o útiles retocados (raedera Quina, punta pseudoLevallois). Aún más revelador es el trabajo de la piel en estado seco, presente también en Cova Eirós y Cueva Morín. Como ya se ha presentado en los resultados del análisis funcional, la peletería implica el acceso a pieles en buen estado de conservación, algo que solo se consigue de forma regular mediante la caza de los animales.

tamaño del neocórtex –parte del cerebro que regula las funciones más complejas- y el tamaño de los grupos 1; así como en el hecho de que tratamos con especies humanas con un alto grado de encefalización, prácticamente igual al de los sapiens (cf. Rightmire, 2003 para una explicación similar).

La presunción de partida, teniendo en cuenta el contexto europeo o euroasiático más general, es que los grupos humanos que han creado el registro más antiguo del Cantábrico son plenamente capaces, en sentido “etológico” -con 1500 cc. de capacidad craneal y una historia previa de más de 200.000 años de caza- de desplegar este tipo de actividad, por lo que su ausencia debería ser explicada en todo caso en términos organizativos o sociales, no evolutivos. En este sentido, W. Roebroeks (2001) ha retomado la discusión acerca de las sociedades cazadores de periodos antiguos –a partir de 500 ka- en un contexto más amplio, asociado al poblamiento europeo. Según este autor, la ocupación sobre todo de las latitudes más septentrionales del continente obliga a estos homínidos a desenvolverse con unas presiones ambientales duras -temperaturas bajas que requieren un mayor gasto energético, baja productividad biológica natural- que les obliga a recurrir a la caza de grandes herbívoros –un nicho que no cubrían ninguna de las otras especies de predadores de la épocacomo estrategia principal de aprovisionamiento de recursos. Esta no parece ser, sin embargo, una estrategia exclusivamente vinculada a estas condiciones ambientales particulares de las altas latitudes. M.C. Stiner et al. (2009) o Yeshurun et al. (2007) presentan interpretaciones similares para yacimientos de Próximo Oriente –Qesem o Misliya- donde se encuentran pruebas de una caza centrada en animales adultos (prime-age) de gran tamaño como Bos (Fig. 7.2.1).

Fig. 7.2.1. Patrones de mortalidad de ungulados -modalizados (A) y observados (B)- generados por grandes predadores (1, hiena; 2, lobo; 3, licaón –perro salvaje africano; 4, tigre; 5, león; 6, cazadores humanos actuales y holocenos; 7, cazadores del P. superior y Epipaleolítico mediterráneos; 8, cazadores del Paleolítico medio mediterráneo; * Media de los conjuntos Achelo-Yabrudienses de la cueva de Qesem (en Stiner et al., 2009).

Por otra parte, la caza de grandes animales introduce, en opinión de Roebroeks, una presión selectiva en favor de la cooperación como fórmula base de la organización social. Tal cantidad de carne tiene sentido en grupos verdaderamente grandes, donde se pueda compartir e intercambiar (Tooby y DeVore, 1987) en un marco de reciprocidad diferida. Según Hawkes (1993), la captura de animales de gran talla supone la aparición de bienes que van a tener un carácter público. Es decir, existe una presión social que obliga a compartir dichos bienes, de modo que pueden acceder a ellos incluso aquellos que no han invertido costes en su adquisición. En este marco es donde se desarrolla un sistema de negociación en busca de recompensas sociales. Por el contrario, los animales pequeños y los recursos vegetales solo serían compartidos

Lo que W. Roebroeks deduce de este tipo de actividades es, en primer lugar, la necesidad de un alto desarrollo social que incluya la existencia de fuertes vínculos de cooperación organizada y de una serie de conocimientos específicos -sobre el comportamiento de estos animales y sobre estrategias más rentables para su captura- que serían transmitidos por aprendizaje. Asimismo, los territorios explotados deberían ser considerablemente amplios –porque la mayoría de los mamíferos necesitan grandes espacios para subsistir en latitudes fríasocupados por grupos pequeños y móviles integrados, a su vez, en unidades sociales más grandes. Esta explicación se pone en relación con la idea de “cerebro social” de Dunbar (1992) que establece una relación directa entre el

1 Una cuestión que ya había demostrado en el caso de los

primates y que supone que cuanto mayores son los grupos más complejas son las relaciones sociales y más alto es el desarrollo cognitivo. El aumento del neocórtex estaría vinculado a un aumento del tamaño cerebral y este, a su vez, posibilitado por una dieta de calidad, enriquecida en carne, que permitió reducir el tamaño del aparato digestivo.

220

La organización económica y social en el Paleolítico medio antiguo con la familia inmediata –nuclear- o con gentes de elección propia (Marshall, 1976). El mismo transporte de partes anatómicas concretas que se observa habitualmente en los yacimientos se entiende como una prueba más de ese sistema de reparto y reciprocidad (Stiner et al., 2009). El desarrollo o evolución de este sistema convertirá la carne procedente de la caza en un objeto clave del sistema económico (Winterhalder y Smith, 2000) y, por tanto, de gran valor social. Esto hace que se convierta en un bien especialmente apreciado para los cazadores, que serían los encargados de gestionarlo dentro de las unidades sociales amplias 2 (Roebroeks, 2001). Las evidencias del registro arqueológico muestran asentamientos de grupos más bien pequeños y bastante móviles; por lo que esas reuniones de bandas, que formarían la denominada “unidad social amplia”, debían tener un carácter bastante informal. Así, incluirían el intercambio de recursos, de información, de experiencias, el establecimiento de relaciones, etc., pero no el asentamiento conjunto por temporadas largas.

pero a menudo se obvia que los animales son fuente de otros recursos que pueden explicar una parte de las estrategias de aprovisionamiento (Gaudzinski, 1999; Gaudzinski et al., 2005). Por ejemplo, proporcionan huesos que se pueden emplear como materia prima (Armand y Delagnes, 1998; Mozota, 2009), tendones y vísceras que sirven como instrumentos o bienes de uso variados y, quizá por encima de todo, pieles, que para los grupos cazadores que viven en condiciones templadas o frías puede llegar a convertirse en un recurso estratégico. La captura de animales adultos, sanos y de buena talla mejora también el aprovisionamiento de este tipo de recursos. Los animales –y otros bienes- son, por tanto, recursos alimenticios, recursos técnicos (como materia prima para otros productos) y recursos sociales. El sistema de reciprocidad diferida de estos recursos, especialmente el reintegro diferido de su valor social (Alexander, 1987), puede generar un cierto grado de asimetría en los grupos de cazadores-recolectores que, generalmente, se resuelven con divisiones sexuales en el trabajo (Fig. 7.2.2) y en las recompensas socialmente valoradas como el prestigio, el poder o la información (Hawkes, 1993; Mercader, 1993; Vila y Ruiz del Olmo, 2001).

Tradicionalmente se ha pensado que la caza competitiva de los cazadores responde a una inversión parental – cuidado y alimentación de las crías- (Washburn y Lancaster, 1968; Lovejoy, 1981; Alexander, 1990), pero la ampliación de los estudios sobre sociedades de cazadores-recolectores actuales han demostrado que los cazadores materiales no se benefician específicamente a través del consumo –o no solo a través de él- sino de la atención social que la caza supone (Hawkes, 1993). Así, la explotación de recursos en lo que Roebroeks (2001) llama “unidades sociales amplias” implica una negociación entre los beneficios más inmediatos relacionados con el consumo y los beneficios sociales diferidos a más largo plazo. En este marco, es importante la relación que existe entre reparto y predictibilidad de los recursos, es decir, se comparten recursos que son poco predecibles para reducir el riesgo económico. Por esta razón tradicionalmente la recolección se vincula a un aprovisionamiento particular –familia nuclear. Según esta misma lógica, la selección de las diferentes especies estaría también mediatizada por el valor social que se le haya adjudicado, de modo que no todas suponen la misma rentabilidad en esos términos (Dusseldorp, 2009). No obstante, los sistemas de reparto “organizado” y, por lo tanto, más controlados socialmente pueden aparecer en momentos un poco más recientes si atendemos a las observaciones de Qesem, donde se ha interpretado un troceado desordenado y anárquico a partir de los ángulos de corte de las marcas de carnicería (Stiner et al., 2009).

Este tipo de organización permite la aparición de elementos de diferenciación social. Esta es una cuestión que puede discutirse, por ejemplo, para caso del armamento de caza. Por extensión podemos considerar que la valoración social concedida a un tipo de actividades técnicas se asocia al instrumental vinculado a ella. En este sentido, la presencia de puntas de piedra para la caza, a menudo señaladas con una inversión acrecentada en su producción y gestión, serían síntoma tanto de una alta capacidad organizativa/planificadora como de una diferenciación social estructurada.

El énfasis de esta estrategia, tal como se presenta, está centrado en la captura de los animales de gran talla como recurso alimenticio privilegiado. Es obvio que estos grandes animales han supuesto una fuente importante de alimentos para los cazadores-recolectores paleolíticos 2

En este marco, el lenguaje sería, según W. Roebroeks, la base de esta cooperación entre individuos y entre los distintos grupos locales.

Fig.7.2.2, Tomado de Bizarro.com (Ilustración: Dan Piraro).

221

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

7.3. Organización del territorio

El modelo que sugiere el registro arqueológico cantábrico es bastante complejo desde un punto de vista organizativo, tanto económico como social. Además de las numerosas pruebas de instrumental cinegético especializado (fabricado a partir de estrategias con un alto grado de predeterminación, con la obtención de soportes perfectamente estandarizados y con acondicionamientos expresos para el enmangue), el tratamiento de los restos faunísticos en los diferentes yacimientos evidencia una caza bien organizada de grandes herbívoros (1) asociados tanto a medios abiertos y comportamientos migratorios – caballo, gran bóvido- como a espacios mixtos y conductas más territoriales –ciervos-; y (2) con pesos aproximados de 120-170 kg para los ciervos, 400-700 kg para los caballos, 900-1300 kg para los grandes bóvidos y más de 2000 kg para los Dicerorhinus. El acceso a estos animales se ha realizado a través de una actividad cinegética bien organizada y probablemente cooperativa, que implica la necesidad de fomentar los vínculos de cooperación activa entre individuos y la existencia de procesos de aprendizaje (Guthrie, 1997). Todo ello en el marco de prolongados periodos de maduración –como ocurre con los humanos modernos- y de un sistema estable de circulación de información (Roebroeks, 2001). Por otra parte, el predominio de animales de gran talla –que solo tienen sentido en el marco de grupos grandes donde se puedan compartir- y la importante segmentación de las carcasas que muestra el registro cantábrico (entendida como parte de un proceso de circulación de sus partes) se vincula necesariamente con la práctica de una caza en grupo y a la existencia de unidades sociales amplias con un sistema de reciprocidad diferida (Tooby y Devore, 1987), en las que los animales cazados forman parte de una negociación para la obtención de beneficios sociales.

La organización del territorio es un rasgo de gran importancia en la estructuración económica y social de los grupos humanos prehistóricos que ha atraído desde hace décadas a los arqueólogos (cf. Robertson et al., 2006) por las posibilidades de análisis que ofrece. De manera más o menos intuitiva se percibe que la distribución de las evidencias, de las actividades o de los asentamientos refleja comportamientos estructurales importantes de las comunidades de cazadoresrecolectores, en términos económicos, sociales e ideológicos. El interés no se limita a la localización de los diferentes yacimientos en el espacio, sino al modo de articulación del territorio en el marco de las estrategias organizativas de estos grupos. En el ámbito de la Región Cantábrica esta línea se ha ensayado para el Paleolítico medio antiguo a distintas escalas (Rodríguez Asensio, 2000; Montes, 2003); pero la lectura de la organización del territorio, del macroespacio, es complicada cuando se basa en la distribución de los yacimientos de un periodo. Esa distribución puede estar sesgada por causas múltiples: las condiciones de la investigación, la visibilidad de los yacimientos y de los materiales, el nivel del mar en cada periodo, etc. (cf. Montes, 2003 para una discusión sobre las condiciones del Paleolítico medio antiguo cantábrico). Es evidente que los patrones que se reconozcan van a estar muy alterados en términos cuantitativos. Conocemos y conoceremos una fracción muy limitada del registro arqueológico y muchas evidencias no podrán situarse con suficiente confianza en rangos de contemporaneidad razonablemente cercanos respecto a otras. Por eso las buenas vías de acercamiento serán las que primen los rasgos cualitativos, es decir, las fuentes de información que revelen patrones o principios de organización espacial o territorial que no dependan tan estrechamente de la localización de todos los puntos de la distribución sino que se basen en las “propiedades” espaciales de cada uno de esos puntos. En este sentido, se han propuesto diversos rasgos cualitativos que se pueden poner en relación con las funciones que cumplen los asentamientos: el tamaño de los asentamientos, la posición en el territorio, la densidad de los restos, la presencia o ausencia de estructuras de habitación o de combustión, los tipos de restos faunísticos presentes, por no citar más que unos pocos. Aquí se van a explorar algunas de las posibilidades que emergen a partir del estudio de la industria lítica. Veremos que para ello va a resultar fundamental la ordenación en el tiempo y en el espacio de las diferentes fases de los procesos técnicos y la determinación de las relaciones existentes entre ellos.

Al hilo de las características de captación de recursos animales y del reparto de dicho bienes dentro de las unidades sociales amplias, hay que considerar también el tipo de aprovechamiento al que se han visto sometidos; que en los contextos a los que nos referimos ha sido muy intenso. A partir de las evidencias en los restos óseos y/o en las huellas de uso conservadas en el utillaje lítico se pone de manifiesto un alto grado de manipulación que pasa por (1) el descuartizado de los animales, (2) el aprovechamiento para consumo de los paquetes de carne, estructuras viscerales y médula ósea y (3) la recuperación y transformación de las pieles. Todos estos tratamientos, que evidentemente están interrelacionados, conllevan intervalos de tiempo muy amplios y un alto grado de planificación. Es evidente que el uso de este tipo de recursos animales requiere de la existencia de una serie de cadenas operativas correspondientes a un conjunto de decisiones complejas que comienzan mucho antes de que el animal sea abatido (Farizy et al., 1994).

La caracterización de los patrones de gestión del territorio puede inferirse a partir de la conjunción de diferentes informaciones procedentes del estudio de la industria lítica: área de captación de recursos, estadio en que el

222

La organización económica y social en el Paleolítico medio antiguo consumidores hasta los recursos. En el modelo collector se desarrolla una estrategia de aprovechamiento del territorio que prima la movilidad logística, es decir, el desplazamiento de los recursos hasta los consumidores.

utillaje se introduce en el yacimiento, objetivos de la producción, actividades realizadas o tipo de ocupación. Sin embargo, y como ya se ha presentado en el capítulo 2, una de las dificultades principales para el desarrollo de este esquema es de tipo metodológico y responde a la ausencia de información sistemática acerca de aspectos importantes como la disponibilidad de materias primas en la región de estudio o el uso que se ha dado al utillaje, sobre todo para periodos antiguos. En este sentido, las estrategias de aprovisionamiento y gestión de las materias primas es uno de elementos más importantes para la caracterización del territorio de influencia y su estructuración por parte de estos grupos humanos. La importancia de las fuentes de captación de recursos líticos en la elección de los asentamientos y en el carácter de los mismos han sido algunas de las cuestiones más tratadas en los trabajos sobre estos periodos. Así, la determinación del estadio en el que el utillaje es introducido al yacimiento se emplea, frecuentemente, para establecer el carácter de la ocupación y su relación con las áreas de captación. En este sentido, y en un modelo muy general, la talla in situ tiende a asociarse a contextos domésticos en los que se llevan a cabo trabajos complejos y con un desarrollo amplio en el tiempo- y los elementos aislados asociados a episodios de ocupaciones cortas no residenciales -donde habrían llegado como parte del equipamiento transportado en los desplazamientos (Vaquero, 2005). 7.3.1. Las categorías de asentamientos y la organización territorial de la explotación de recursos La determinación de la función de los asentamientos es un elemento decisivo en la caracterización de las actividades económicas y sociales de los grupos de cazadores-recolectores. En la identificación de los modelos de ocupación ha sido muy útil la información procedente de los estudios etnoarqueológicos, que establecen un marco comparativo para la comprensión de los comportamientos de estos grupos –tipo de ocupación, actividades realizadas, organización social, etc. En el marco de este tipo de trabajos destacan, por su influencia, los de L. R. Binford (1983). A partir del estudio de los esquimales Nunamiut (Binford, 1978), de los Alyawara australianos (Binford, 1984) y de las referencias sobre los bosquimanos ¡Kung (Yellen, 1977; Lee, 1979) establece la dicotomía entre foragers y collectors 3.

Fig. 7.3.1. Esquema de aprovechamiento “collector”, adaptado de Binford, 1980. Los círculos en gris oscuro señalan la posición de los campamentos base (al sur, de invierno; al norte, de verano, separados unos 40 km); los círculos en gris claro, los campamentos especializados. No se remarcan las numerosas “locations” y “stations”.

La diferencia entre ambos se plasma en muchos tipos de comportamientos entre los que se encuentran el grado de planificación técnica y económica, que puede ser reconocida en el modo en el que se gestiona y usa el utillaje. La práctica de los foragers se asocia a una movilidad directamente vinculada con la captación inmediata de recursos hasta su agotamiento y el desplazamiento para la búsqueda de nuevas fuentes. Los collectors desarrollan una logística en la que los recursos se captan en lugares dispersos y se hacen al lugar central de ocupación para su consumo. En sentido amplio, las estrategias de movilidad logística deben responder a una serie de evidencias: discordancias entre las actividades de adquisición y las de transformación, fragmentación de algunos de los procesos técnicos, almacenamiento o transporte de productos líticos o evidencias de usos diferidos. Por el contrario, en las de movilidad residencial

El modelo forager estaría caracterizado por una estrategia de aprovechamiento del territorio que prima la movilidad residencial, es decir, el desplazamiento de los 3 Mantenemos los términos de foragers y collectors ante la ausencia de consenso o la falta de precisión sobre los términos adecuados en castellano. Han sido usados “forrajeadores” y “colectores” pero su significado en castellano no corresponde con el sentido en el que los emplea L.R. Binford.

223

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica los asentamientos se han clasificado en función de tres categorías generales: -Campamentos residenciales: ocupaciones de carácter itinerante vinculadas a la explotación de los recursos del entorno próximo. Responden a un comportamiento repetitivo nada previsor. -Campamentos base: ocupaciones residenciales de carácter estable, donde se llevarían a cabo actividades diversas, especialmente vinculadas a las labores de transformación. Son de duración más larga que las anteriores porque no dependen del agotamiento de los recursos locales y representan el lugar central desde el que se gestionan y planifican todas las actividades y desplazamientos. - Campamentos especializados: ocupaciones breves asociadas a actividades de adquisición de recursos para el aprovisionamiento del campamento base.

los recursos son de acceso inmediato –en el entorno próximo del asentamiento-, las fases de producción y consumo se superponen y no existe ningún tipo de sistema de circulación o almacenamiento. No obstante, también se ha sugerido que estos dos tipos de estrategias no son exclusivas, ni siquiera en casos extremos (Watanabe, 1968 para los Ainu; Heizer, 1978 para los grupos californianos). Muy al contrario, la observación etnográfica pone de manifiesto la existencia de un continuum de las posibles estrategias económicas a desarrollar (González Urquijo e Ibáñez, 2005).

Además de estos tres tipos de asentamientos, existirían otros (stations, locations), menos característicos, como lugares de parada en desplazamientos largos o lugares de aprovechamiento puntual de recursos concretos. Estas diferencias en las estrategias de aprovechamiento del territorio se suelen ordenar en grados de complejidad. Se entiende que las estrategias collector son más complejas y facilitan o promueven formas de organización social e ideológica también más complejas. De forma un tanto paradójica –dado que las había descrito para grupos de cazadores-recolectores actualesel propio Binford (1985) ha vinculado las estrategias de tipo forager a los neandertales, relacionadas con una menor capacidad de previsión y organización, y las estrategias collector a los H. sapiens, como parte de los comportamientos de tipo moderno. Este modelo básico ha sido después elaborado y ampliado en la misma línea por investigadores anglosajones (Mellars, 1989; Stringer y Gamble, 1996; Gamble, 2001; para el Cantábrico Straus, 1992) y ha tenido una fuerte influencia en la perspectiva desde la que se ha explicado la organización territorial de las poblaciones antiguas de la Región Cantábrica.

,

7.3.2. Función de los asentamientos y gestión del territorio en el marco regional

Fig. 7.3.2. Esquema de aprovechamiento “forager”, modificado a partir de Binford, 1980. Los círculos grandes señalan la posición de los campamentos residenciales y los pequeños sitúan “locations” y “stations”. Las figuras humanas con una cesta en la cabeza indican las actividades de recolección que no implican ningún tipo de instalación. El cuadro con línea continua incluye una zona con recursos más abundantes en la que se reúnen ocupaciones residenciales sucesivas, con una ocupación más densa. El cuadro con línea discontinua delimita un área con menor densidad de recursos, donde no se instalan campamentos residenciales pero donde pueden aparecer ocupaciones un poco más complejas incluyendo fuegos y pernoctaciones.

Para el Cantábrico la combinación de diferentes estudios (Rodríguez Asensio, 2000; Montes, 2003; Rodríguez Asensio y Arrizabalaga, 2004; González Urquijo et al., 2005, 2006; Baena y Carrión, 2006; Carrión et al., 2008) ha producido un modelo general en el que se percibe una diferenciación en el aprovechamiento del medio entre los yacimientos “prewürmienses” y los plenamente musterienses. R. Montes propone un modelo que parece cercano al esquema forager, en el que se dan formas de aprovechamiento más bien inmediatas, con explotación de recursos “al paso”, poco previsoras y aparentemente de nula especialización (Montes, 2003: 232). En su esquema general sobre las estrategias de subsistencia en

Según la estrategia de gestión del territorio, los tipos de actividades realizadas y la duración de la ocupación de

224

 

La organización económica y social en el Paleolítico medio antiguo la Región Cantábrica en los momentos anteriores a la última glaciaciación (Montes, 2003: 235, fig. 45) interpreta que la estrategia es oportunista y de escasa previsión, que los asentamientos se usan y se abandonan inmediatamente tras la finalización de las actividades de subsistencia y que el hábitat es acumulativo, rara vez en torno a un lugar de residencia más o menos permanente. El carácter general de la estrategia sería la inmediatez. En este esquema se cita expresamente a Gamble, 1986 y su esquema para las poblaciones del Paleolítico inferior europeo. La propuesta de J.A. Rodríguez Asensio (2000; Rodriguez Asensio y Arrizabalaga, 2004) es menos elaborada y en su última versión se asemeja a la de R. Montes. Deduce la existencia de territorios más o menos definidos, de unas decenas de kilómetros cuadrados, en los que se localizarían asentamientos más importantes y otros periféricos. No queda claro el carácter de esta organización territorial ni el de cada uno de los asentamientos. Las características de las estrategias tecnológicas generales que se proponen para el utillaje (simplicidad, alta uniformidad y baja especialización funcional, las mismas que Montes, 2003: 234 fig. 44) y que sugieren inmediatez en la gestión parecen abogar por un modelo también de tipo forager. Durante el Paleolítico medio reciente la estrategia se caracterizaría por la existencia de una estructura organizada de explotación del territorio, a partir de yacimientos con una clara especialización funcional en relación a la estacionalidad e itinerancia (Pike-Tay, 1999), la actividad cinegética (González Urquijo et al., 2006) o la captación de recursos líticos (Carrión y Baena, 2005). Dentro de este último modelo los autores diferencian entre talleres y centros de aprovisionamiento de recursos líticos, en los que solamente se habría realizado la captación de los bloques en bruto o con un somero desbastado (Carrión y Baena, 1999). En este último grupo incluirían a la gran mayoría de los yacimientos musterienses de la línea costera. Definen, al menos para el occidente de Cantabria, una estrategia de gestión del territorio en la que los yacimientos con grandes secuencias serían complementados funcionalmente por otros especializados y de menor entidad –y citan la relación que han establecido entre El Esquilleu y El Habario, que funcionarían como centro de hábitat y estación satélite respectivamente. En este mismo sentido, desde el estudio de la secuencia del yacimiento de Axlor, se ha propuesto un modelo estructurado de ocupaciones residenciales y ocupaciones satélite de menor entidad (González Urquijo et al., 2005). Sin embargo, el papel desempeñado por la cavidad habría variado a lo largo de la secuencia: con un rol de asentamiento más o menos estable para el nivel N (>50 ka) que se tornaría hacia una funcionalidad más especializada en los niveles superiores (B-D, que se sitúan cronológicamente en torno a 44-42 ka bp), vinculada a la producción de raederas Quina y de soportes de pequeñas dimensiones en el marco de los ciclos de reavivado de éstas y de puntas de proyectil (González Urquijo et al., 2006; Ríos, 2007).

Finalmente, se ha planteado un modelo general de ocupación y uso del territorio para el Pleistoceno Superior en el Cantábrico occidental que clasifica los yacimientos, en base a su naturaleza -en cueva o al aire libre- y su impacto ocupacional (Baena et al., 2005), de la siguiente manera: (1) Yacimientos en cueva con ocupaciones densas y prolongadas: centros de referencia que se localizarían en zonas estratégicas con gran control visual. Desde el punto de vista tecnológico se caracterizan por la presencia de cadenas operativas completas, presencia significativa de los esquemas de talla Levallois y Quina y valores altos de los soportes conformados (Tavoso, 1984). (2) Yacimientos en cueva o abrigo con bajo impacto ocupacional: situados en zonas de altura y que funcionarían como puestos de control provisionales (Blasco et al., 1996, Terradas y Rueda, 1998). Tecnológicamente se caracterizan por la abundancia de esquemas discoidales de producción de puntas pseudoLevallois. (3) Yacimientos en superficie con ocupaciones de diversa intensidad: se localizarían en zonas de altura, cerca de agregados secundarios y estarían vinculados a la captación de recursos líticos. Desde el punto de vista tecnológico dominan los esquemas discoidales y las fases iniciales de la explotación (Carrión y Baena, 1999). 7.3.3. Características específicas de los yacimientos estudiados El conjunto lítico de Lezetxiki muestra una serie de similitudes y también cambios a lo largo de la secuencia estudiada. En los tres niveles hay un claro predominio de las fases de consumo, fundamentalmente a partir soportes de sílex que han sido importados al yacimiento en forma de productos finales desde distancias no inferiores a 40 km. Estas dos características se acentúan conforme avanza la secuencia. Se aprecia un incremento progresivo de los porcentajes de representatividad de sílex (de un 54,5% en el nivel VII a casi un 80% en el V) y de las proporciones de los elementos que conforman las fases de consumo –retocados y soportes de plena producción-, hasta reducir la presencia de núcleos a cero en el nivel V –los restos de talla están prácticamente ausentes en los tres niveles. Asimismo, se aprecia un cambio en la gestión de otras materias primas. Mientras que en los niveles VII y VI se conforman algunos útiles en rocas de origen local -lutita y cuarcita- para la fabricación de raederas, denticulados o escotaduras, en el V este tipo de recursos líticos se asocian de forma exclusiva al utillaje masivo –bifaz y chopping-tool- que, por otra parte, y a pesar de ser muy escaso solo se ha documentado en este nivel. Respecto a la fauna documentada, es común para los tres niveles unas frecuencias de carnívoros muy altas, que serían responsables de una parte de la tafocenosis del depósito. Sin embargo, se propone una intensa

225

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica manipulación antrópica de ciertos ungulados -al menos en el nivel VI- con evidencias de descuartizado y transporte (Martínez Moreno, 2005). A esto hay que sumarle la presencia de dos puntas de proyectil con huellas de impacto, una de ellas con evidencias de haber sido reparada. Este hecho forma parte de una práctica de uso intensivo del utillaje, documentada también en un núcleo del nivel VII que ha sido reutilizado como raedera –muy probablemente introducido en el yacimiento ya amortizado, dada la ausencia de restos de talla y de soportes que se puedan vincular a esa producción así como el grado de agotamiento que presenta- y en varias muestras de reavivado de raederas. Por último, la escasa documentación funcional del nivel V remite a trabajos de percusión sobre una materia semidura, que ha sido asociada a madera, y de corte sobre vegetal no leñoso. En el marco de las características que ya hemos descrito para estos conjuntos, estas labores muy probablemente estén relacionadas con el acondicionamiento puntual de mangos de madera o de objetos de pequeño tamaño.

válida para comprender cómo se ha gestionado el utillaje y cuál ha podido ser la función de la ocupación. Tanto las fases de producción como las de consumo aparecen muy representadas. La primera estaría vinculada casi de manera inmediata a los núcleos, que suponen en torno al 10% de la colección. Los elementos asociados a las fases de consumo, que a falta de un estudio funcional vincularemos a lo que entendemos como productos finales –retocados, soportes predeterminados y de plena producción-, son aún más numerosos llegando a significar el 25,6% sobre el total de la colección. Se ha producido, asimismo, una circulación de utillaje hacia el asentamiento (importación) vinculada a una parte de la producción Levallois y unipolar y también a los instrumentos masivos. Esto se deduce de las discordancias existentes entre núcleos y soportes para el primero de los casos, y de una ausencia total de núcleos que hayan podido producir soportes de ese tamaño para el segundo. Estos datos parecen indicar que se trata de una ocupación bastante intensa en la que se han llevado a cabo tanto labores de producción, bastante diversificada, como de consumo. Con una organización compleja que implica un alto grado de planificación, documentada sobre todo en la importación de soportes finales que se fabrican en otros lugares. Especialmente significativo en este sentido es el macroutillaje, que llega a alcanzar el 10% y que, al menos en los casos de configuración sobre grandes lascas, no se habría producido en el yacimiento.

La información reunida remite a un tipo de yacimiento asociado a labores de procesado primario de animales y de algunos vegetales -probablemente para fabricar algún tipo de producto más que para su consumo alimenticio-, en el que se desarrolla también alguna labor de mantenimiento puntual de utillaje. Lo reducido de los conjuntos líticos, la importante presencia de carnívoros y las evidencias vinculadas a la adquisición de fauna permite interpretarlo como ocupaciones muy breves y especializadas, que funcionan como centro de explotación de recursos animales. La presencia de numerosos restos líticos alterados térmicamente en el nivel VI remite a la existencia de posibles estructuras de combustión eventuales en el marco de esas visitas esporádicas a la cavidad. Ya se ha propuesto con anterioridad que un carácter selectivo de conjuntos líticos –asociados al equipo de utillaje transportado en los desplazamientos- es consecuencia de la brevedad de las ocupaciones; que mostrarían una escasa organización microespacial y una importante actividad de carnívoros (Villa y Soressi, 2000). Esta definición lo sitúa dentro de una red territorial más amplia y compleja –con un yacimiento principal de carácter estable donde se concentrarían la mayoría de las labores de producción y transformaciónen el marco de una estrategia de movilidad logística, cuidadosamente planeada y que supone el desplazamiento de grupos con un número muy reducido de individuos para el aprovisionamiento de una parte importante de los recursos –que serán completados con otros de origen más local.

En La Verde el estudio de la industria lítica evidencia la existencia de todas las etapas del proceso técnico, con porcentajes significativos en los principales elementos de la fase de producción (4% de núcleos y 18% de restos de talla) y de la de consumo (57% de lascas brutas y, sobre todo, 16% de utillaje conformado por retoque). Además de importantes procesos de reciclado de núcleos que una vez explotados pasan a convertirse en denticulados y raederas, un procesado reconocido en el 13% de esta categoría tecnológica. Se ha producido, asimismo, una importación de (1) soportes de sílex de mayores dimensiones, asociados a producciones predeterminadas y (2) de un conjunto de utillaje masivo en ofita que llega al yacimiento en forma de soportes finales. No hay restos conservados de fauna y no disponemos de un estudio funcional -dadas las características de conservación de la serie 4- que nos permita precisar las actividades que se han realizado en el lugar. Otra evidencia indirecta es la presencia de un amontonamiento intencional de bloques en un espacio resguardado en La Verde I (Montes, 2003: 156) que probablemente corresponden a los restos de alguna estructura. La presencia de estructuras construidas

Quizá el inconveniente mayor de la colección de Cabo Busto es que no se conserva la fracción más pequeña de restos debido, como ya se ha presentado, a los procesos de lavado y arrastre que habrían sufrido. Sin embargo, se trata de una colección bastante amplia de la que se puede obtener una cantidad de información considerable y

4 En general, el sílex aparece bastante desilicificado y la

arenisca presenta filos muy degradados que incluso aparentan una cierta pérdida de masa.

226

La organización económica y social en el Paleolítico medio antiguo abogaría en favor de una cierta estabilidad y continuidad de la habitación en el lugar como ocurre en lugares similares (cf. La Folie, Bourguignon et al., 2002)

proporción tan alta sugiere una acumulación de elementos desechados, es decir, un lugar de reposición. El reciclado de una de las puntas de proyectil recuperadas en el nivel VI de Lezetxiki redundaría también en la idea de una nueva puesta en circulación de este tipo utillaje desde los asentamientos centrales. Por otra parte, la información faunística revela un dominio total de los ungulados, con predominio de Cervus elaphus que se complementa con animales de roquedo y algún herbívoro más grande, tipo bóvido. La gran fragmentación de los huesos ha dificultado –e impedido en muchos casos- las determinaciones taxonómicas, pero es también indicativo de un alto grado de manipulación antrópica; una realidad que también ha sido constatada por la presencia de abundantes marcas de corte en los huesos.

La información procedente del estudio tecnológico nos lleva a interpretar esta ocupación como un sitio en el que se han realizado actividades de producción y consumo bastante intensas, con cierta variabilidad y en tiempos diferidos, lo que necesariamente conllevan una planificación previa y una organización compleja. Todas estas características permitirían hablar de una ocupación estable aunque poco prolongada en el tiempo, dada la relativa escasez de restos líticos tallados. El estudio del utillaje de Cova Eirós muestra comportamientos mixtos asociados, por una parte, a una producción local con muestras de un aprovechamiento bastante intensivo –una parte muy importante de los soportes producidos en el yacimiento se conforman por retoque- y, por otra, una importación de soportes de producciones predeterminadas que son aprovechados sin acondicionamientos posteriores. El estudio funcional constata el desarrollo de (1) actividades vinculadas a la captación y consumo alimenticio y (2) a transformaciones tecnológicas y fabricación de objetos en madera y piel. A esta última parte aparecen vinculados los procesos de reavivado y uso múltiple, que son indicativos de un aprovechamiento muy intensivo de los soportes. Este tipo de actividades – importación de soportes ya conformados, reutilización y trabajos sobre piel seca- implican una estructuración espacial en la gestión de recursos (líticos y animales) y suponen una alta planificación de los trabajos del grupo. Estas actividades son asociadas habitualmente a asentamientos con un cierto grado de estabilidad residencial. En esta determinación redunda la proporción de elementos de proyectil con huellas de uso y de dos fragmentos apicales que, necesariamente, habrían llegado insertados en algún animal. La relación entre la presencia de elementos de proyectil y la función deducible para los asentamientos ha sido objeto de propuestas un tanto contradictorias. Para contextos cronológicos cercanos al que se trata aquí, se ha interpretado que una baja proporción de puntas con fracturas de impacto es un rasgo asociado a los sitios residenciales, donde se considera que no se dan porcentajes altos de puntas usadas (Villa et al. 2009). Sin embargo, otras referencias arqueológicas y etnográficas sugieren que es precisamente lo contrario. Son los lugares residenciales o más estables donde se concentran los restos de los proyectiles usados, porque las labores de reacondicionamiento del armamento de caza se producen más a menudo en estos sitios, donde de hecho se centralizan las actividades más complejas (Geneste y Plisson 1993; Ibáñez y González Urquijo 1996). En el caso del nivel 3 de Cova Eirós llama la atención la alta proporción de elementos de proyectil con huellas de uso un dato que debe tomarse con prudencia al tratarse de una población reducida- cuando lo normal debería ser que solo una parte de los usados las presenten. Una

El conjunto lítico de Bañugues muestra también comportamientos bastante mixtos. Por una parte, una presencia significativa de elementos propios de la producción -4% núcleos- y, por otra, de tipos ajustados a las fases de consumo -más numerosos-, no en forma de retocados sino de soportes brutos predeterminados, que suponen el 30% de los productos de lascado. La información tecnológica sugiere la existencia de una presión significativa para la captación de sílex y cuarcita de grano fino asociada a la obtención de soportes con morfologías regulares y predeterminadas, que se van a usar sin que medie un retoque posterior. Estas materias primas entran en el yacimiento principalmente en forma de soportes finales, pero también se introducen algunos bloques -con dimensiones no demasiado grandes- a modo de reserva de recursos líticos, a los que no siempre se ha dado uso. Completando este gran conjunto de elementos de consumo, aparece también representado un grupo de utillaje masivo (n=5) de fabricación local. Carecemos de información faunística -no se conservan restos óseos- y funcional que ayude en la interpretación del tipo de yacimiento. Sin embargo, las discordancias entre las actividades de adquisición y transformación, la fragmentación de algunos de los procesos técnicos, así como la baja intensidad en el aprovechamientos de los soportes –ni reciclados ni reavivados y apenas retocadossugieren que se trata de un asentamiento en el que se llevarían a cabo actividades muy puntuales que precisan de la combinación de un utillaje de formato pequeño y medio, con filos largos y agudos que se van a predeterminar –una parte del cual va a circular- ; y otro de tipo más masivo fabricado in situ. Esto formaría parte, en todo caso, de una estrategia con un alto grado de planificación que prevé la necesidad de un tipo concreto de utillaje, que no se produce en el sitio sino que se transporta para utilizar en unas labores diseñadas con anticipación. En el yacimiento de Cueva Morín hay una actividad muy intensa en todos los niveles, con el uso de materias primas bastante diversificadas y mucha variabilidad, tanto en los sistemas de producción como en los soportes buscados y útiles conformados, lo que habitualmente ha

227

Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica

7.4. Balance

sido asociado a un gran impacto ocupacional (Baena, et al., 2008). Hay una representación muy alta de elementos de producción –entre un 4% y un 6% de núcleos- y de los propios de las fases de consumo –entre un 27% y un 43% de retocados-, así como un porcentaje altísimo de restos de talla 5. En el interior del yacimiento se explota casi cualquier tipo de soporte –cantos, lascas y tectofractos- y se importan productos predeterminados de sílex de mayores dimensiones y utillaje masivo en ofita – formado casi exclusivamente por hendedores- como parte de un sistema de circulación en tiempos diferidos. Este comportamiento entra en contradicción con algunas propuestas que consideran que este tipo de utillaje se fabrica y usa con un objetivo inmediato, sin formar parte de ninguna estrategia de gestión compleja (Cortés, 2008).

A partir de las evidencias de los distintos yacimientos y de las interpretaciones acerca de su funcionalidad y su sentido en el marco de las estrategias económicas y organizativas, se constata la práctica generalizada de estrategias de movilidad logística por parte de estos grupos neandertales cantábricos, entre el OIS 6 y el OIS 4. La captación diversificada de materias primas -que para el caso del sílex en Lezetxiki implica desplazamientos de al menos 40 km-, la alta variabilidad de sistemas de talla adaptados a las condiciones de la materia prima y a los objetivos de la producción -que son también diversos-, la fabricación de utillaje estandarizado (puntas y soportes específicos tipo discoide o Levallois así como una parte del macroutillaje), el uso diferido de una parte de los productos de consumo y de la biomasa animal, la intensidad diferencial de las ocupaciones, la realización de actividades diversificadas, etc. remiten a un modelo de complementariedad de diferentes yacimientos que implica, a su vez, un alto grado de planificación y de conocimiento del medio así como una gran versatilidad en su ocupación. Esta estrategia de movilidad logística incluye (1) ocupaciones estables de duración más o menos prolongada, con una alta concentración de actividades de producción y consumo/transformación –Castillo 22, Morín 16, 17 y 18, nivel 3 de Cova Eirós-; (2) asentamientos más o menos estables pero de corta duración que, en el caso de ser cuevas, se alternan con ocupaciones de osos de las cavernas –Castillo 24, 25 y 26 y La Verde-; (3) yacimientos especializados fundamentalmente en el aprovisionamiento de recursos animales –Lezetxiki V, VI VII y Bañugues.

El estudio funcional de una muestra del nivel 16 prueba la existencia de seis puntas de proyectil, la producción de utillaje de muy reducidas dimensiones y el desarrollo de actividades sobre madera, que remiten al uso de utillaje enmangado y a tareas de cierta intensidad. En este mismo sentido apunta también la conformación masiva de los soportes de sílex y las labores de reciclado y reavivado del utillaje; entre las que se incluyen modificaciones de los filos de los hendedores que, muy probablemente, impliquen también un cambio en la tarea a desarrollar. Respecto a la fauna, en los tres niveles hay una asociación especialmente significativa de gran bóvido/caballo/ciervo, con porcentajes de representatividad muy altos sobre el total de los ungulados. Las diferentes muestras estudiadas confirman el predominio absoluto de ungulados en todos los niveles. Para los niveles 16 y 17 de Morín se estima una intensiva manipulación antrópica, con evidencias de descuartizado, transporte y consumo de la médula, siendo los grupos humanos los principales causantes de estas acumulaciones 6 (Martínez Moreno, 2005; Yravedra y Gómez, 2011). Del nivel 18 no se ha recuperado un número importante de restos y no hay disponible un estudio tafonómico detallado, pero las determinaciones taxonómicas y el alto grado de fragmentación de los huesos apuntan en la misma línea que el resto de los niveles.

Las diferencias que se observan no dividen a los yacimientos en asentamientos en cueva y asentamientos al aire libre. Una parte de la impresión que se ha sugerido sobre el papel de las cuevas como campamentos base y los asentamientos al aire libre como lugares especializados (Montes, 2003: 235; Carrión y Baena, 2005; Carrión et al., 2008) está forzada por la diferente naturaleza del registro arqueológico. En las cuevas los palimpsestos son esperables, con las consecuencias que ello tiene para la interpretación (cf. Vaquero, 2008) si no acertamos a decodificar la acumulación, a partir de microestratigrafías o de distribuciones espaciales horizontales. La acumulación de restos genera la impresión intuitiva de acumulación y diversificación de tareas. Sin embargo, un acercamiento de tipo cualitativo, a partir de los comportamientos de gestión, producción, gestión y uso puede ser una buena herramienta para precisar el tipo de organización en el que participan las ocupaciones.

Todos estos datos son indicativos de una ocupación estable –que ha producido un número de restos muy elevado- dedicada a explotar de manera intensiva los recursos del entorno, con comportamientos que implican un alto grado de planificación y una gestión compleja del territorio.

5 Los porcentajes indicados se han estimado sobre el total del

conjunto del utillaje tallado, sin considerar los restos de talla con unos valores de representatividad tan altos que desvirtúan las características generales del conjunto. 6 Las evidencias del nivel 16 son poco determinantes, porque el conjunto de restos óseos conservados es significativamente pequeño.

En buena medida, la imagen que emerge del recorrido realizado en este estudio contrasta con la aceptada de manera convencional en los últimos años para estas poblaciones (González Sainz y González Morales, 1986;

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La organización económica y social en el Paleolítico medio antiguo Straus, 1992; Montes, 2003; Asensio y Arrizabalaga, 2004; González Urquijo, 2007; Carrión et al., 2008). Hasta el momento, al menos para el Cantábrico, se ha mantenido la tendencia de clasificar los comportamientos humanos en “prewürmienses” (caracterizados por la simplicidad de sus conjuntos y por la inmediatez en la satisfacción de las necesidades más básicas) y de Paleolítico medio reciente (OIS 4-3). Dentro de este último se producirían cambios, individualizables a partir del registro arqueológico, que pondrían de manifiesto comportamientos complejos y variados asociados fundamentalmente a los cambios ambientales (Baena et al., 2005). Sin embargo, las evidencias sugieren que desde las fases más antiguas del poblamiento conocido en el Cantábrico (Lezetxiki VII y VI o La Verde) está instalado en la Región un modelo complejo de explotación del territorio que incluye los elementos citados en los párrafos anteriores. Esta imagen es más acorde con la que se obtiene también para cronologías del OIS 6-4 en el resto de Europa. Por lo que quizá los modelos de explotación menos organizados deban llevarse –y contrastarse- a cronologías más antiguas, para las que se ha propuesto un cierto nomadismo articulado en torno a los cursos fluviales y valles naturales (Santonja, 1995). Se ha probado también que el Paleolítico medio es un periodo con cambios diacrónicos manifiestos –contra la idea de continuidad inalterable- que empiezan a desarrollarse mucho antes de hace 80.000 años. Es clave para la comprensión de este fenómeno entender que las capacidades cognitivas de los neandertales son muy similares a las de los humanos modernos; y que esta “humanidad” conlleva necesariamente su organización en sociedades, sujetas a los típicos fenómenos de cambio y, por tanto, con un desarrollo histórico propio.

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ENGLISH SUMMARY

reduction in the early Middle Palaeolithic are introduced, with special emphasis on the variability and overlapping of Levallois and discoidal systems. In the management system, a general scheme of the processes that can take place in this phase is established, including some classic concepts such as curated vs. expedient (Binford, 1979), raw material economy/knapping economy (Perlès, 1991) and the ramification concept (Bourguignon et al., 2004). In the section on use, the current state of diagnostic criteria are introduced and the conditions of functional analysis in different rocks from flint (such as quartz and quartzite) are discussed in detail as they display special conditions and are particularly abundant in early assemblages in Cantabrian Spain. The first links with the economic and social behaviour of these human groups are established in these sections.

This volume presents research on the early Middle Palaeolithic in Cantabrian Spain (northern Atlantic façade); to be precise, on the economic and social behaviour of the Neanderthal groups living in the region between OIS 7 and OIS 4. The study is focused on the production, management and use of lithic tools, the strategies to capture and work with animal and plant resources, the ways of exploiting the territory, social organisation, etc. within a diachronic and regional framework. This approach emphasise the reconstruction of the whole technical system as it reflects the social system and the historical dynamics in which it developed. In the first Chapter, the framework of the general study is introduced, with the relevant archaeological documentation. After discussion, a total of eight sites and fifteen archaeological levels were selected for the study. These are Levels V, VI and VII at Lezetxiki (Basque Country); Levels 16, 17 and 18 at Cueva Morín (the last level is new as it was discovered in the 2008 excavations); Levels 22, 24, 25 and 26 at El Castillo, La Verde, El Hondal (all in Cantabria); Bañugues and Cabo Busto in Asturias; and Level 3 at Cova Eirós (Galicia). The latter level was also excavated in 2008 and is practically unpublished (Lazuén et al., 2010; Fábregas et al., 2010).

The third Chapter is a description of the general state of the art about the first populations in Cantabrian Spain. In the first place, it situates these early populations within the wider framework of European and Iberian populations. It is done in order to achieve a perspective of the tendencies of general historical change in which the Cantabrian populations participated and also to explore the models and theories used for these periods. Then the history of regional research is reviewed to introduce the ideas proposed in the last decade. Other sections of this chapter describe the characteristics of the sites and the archaeological assemblages found at them. The available evidence about the chronology of each assemblage is assessed critically. Three main topics are discussed: (1) the current situation of the proposals made for the time of the first presence of humans in the region; (2) the timid attempts at periodisation that have been made; and (3) the internal differences within the region and differences in comparison with neighbouring regions. The last section gives an updated proposal for the chronology of early Middle Palaeolithic occupation in Cantabrian Spain.

In Chapter two we introduce the theoretical and methodological approaches used in the study of the lithic assemblages and the in the historical interpretations of the period. The chapter is therefore divided into five sections. The first contains a discussion on the approaches applied in the analysis of the lithic assemblages and the role played in them by the concepts of the chaîne opératoire and technical process. The other four sections refer to the different phases of the technical process and the way to approach their study and characterisation. Regarding the procurement of lithic raw materials, the kinds available in different part of Cantabrian Spain are reviewed, together with their accessibility and their qualities for knapping and use. In the production section, the main ways of lithic

Based on this background, Chapter 4 analyses the

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica syntheses (González Sainz and González Morales 1986; Strauss 1992). These in turn affected the theoretical proposals made for the behaviour of Neanderthal groups in the regional early Middle Palaeolithic (Rodríguez Asensio 2001; Montes 2003; Rodríguez Asensio and Arrizabalaga 2004). For some of the central issues – level of technological development, resource procurement strategies, ways of using the territory – models were imported that had been created to define the groups that initiated the population of Europe (Gamble 1986). In reality, these groups were quite remote in time from the societies that originated the archaeological record in Cantabrian Spain. In the present state of research, with the evidence of very complex behaviour in early Europe, at a time of nearly half a million years ago, these positions are more difficult to maintain. This is clear in solely logical and theoretical terms, even without assessing what the empirical evidence suggests. This is even truer for sites with chronologies that currently do not go back further than OIS 6-7. The behaviour as has been described would reflect a historical anachronism hard to understand and interpret. In addition, the early Middle Palaeolithic in Cantabrian Spain was created by a human group, the Neanderthals, with very high cranial-cognitive capacity. This meant they were able to develop, practically naturally, economic and social organisations with a high level of sophistication.

selected assemblages, ordered from west to east (Cova Eirós, Cabo Busto, Bañugues, El Hondal, El Castillo, La Verde, Cueva Morín and Lezetxiki) and, when the sites possesses a stratigraphic sequence, from the oldest level to the most modern. Each site is introduced briefly, with a description of the research carried out and an explanation of the results relevant to the procurement of raw materials, and the production and management of chipped stone tools. The results of functional analyses, applied to samples taken at some of these sites, are given in the following chapter. Chapter five systematises the results obtained in the analysis of the assemblages. In first place, the choices seen in the raw material procurement strategies are reviewed. Then the knapping techniques employed are described, with a detailed discussion on the interpretations made to date for Cantabrian assemblages. The management strategies followed for chipped stone tools – blanks obtained and used, product management techniques, tool logistics – are discussed. Finally, the results of functional analysis are given, based on the assemblages from Cova Eirós 3, Morín 16 and specific samples from El Castillo, Lezetxiki and La Verde. These results help to understand the significance of production methods, management of raw materials and finished tools. Finally, the technical processes in which the stone tools were used are interpreted. The sixth Chapter is devoted to fundamental aspects for an understanding of the technical behaviour deduced from the stone implements, which are means to capture or modify other materials. The use of animal resources is the most important of these aspects. This behaviour (1) is especially significant from the point of view of the economic and social organisation of the groups, (2) is particularly well documented – for example, in comparison with the gathering of plant resources, which was equally important – and (3) has generated a corpus of models and theories that might be of use to situate our proposals.

The study of the technology and behaviour of these human groups in Cantabrian Spain shows that the archaeological evidence is consistent with this circumstance. The reading of the lithic assemblages, from both the technological and functional points of view, exemplifies the existence of numerous processes in which complexity is a common theme: 1- Raw material procurement in regions remote from the places where the tools are used and abandoned. This circumstance is especially striking, as might be expected, in the case of high quality raw materials – quartzite in the western area and flint in the east. In some cases, this procurement involved distances of tens of kilometres.

The final Chapter recapitulates the main characteristics of technical behaviour connected with stone tools and relates them with other observations about the behaviour of human groups during the period of study. This contextualised framework is important. Indeed, the ability of Neanderthals to carry out complex, planned and foresighted management of the terrain and its resources has often been questioned. Moreover, they have been attributed a repetitive behaviour (Mithen 1994; Mellars 1992), with many technical limitations and low social complexity. The generalisation of these positions in the 1990s is a consequence of the development of functionalist models (Binford 1983, 1985). In Cantabrian Spain, this conceptual view, based on a low organisational and cognitive capacity of populations previous to modern humans, reflected in the simplicity of their behaviour, was included more or less canonically in some influential

2- Great technical variability in tool production systems (Quina, discoidal, Kombewa, unipolar, etc) with the application of technically more complex predetermined flake production systems – such as Levallois – from the earliest times. 3- Systematic production of small-sized tools with variable reduction systems – micro-Lavallois, microdiscoidal, Kombewa, sidescraper resharpening flakes – which are used in domestic contexts and rarely put into circulation. These tools form an integrated system with other kinds of implements, often larger in size, which are brought into the sites after circulating around the territory in various stages of production. 4- The range of tools available is very varied in their final forms, with different levels of shaping prior to their use, although this is not very intense. This is indirect evidence

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English summary palimpsests. However,

of the development of more elaborate technical processes and work organisation, in which they are used. Among these tools, it is worth emphasising the existence of standardised production which leads to tools with very similar formats – thick backed blanks, hunting points, macro-tools, etc.

2- during this period, the cave sites are increasingly anthropised, as the bears and carnivores that occasionally occupied the sites are steadily displaced. In the more recent levels, for example in Cova Eirós 3 – apart from the presence of neonatal bears– in Castillo 22 and in Cueva Morín 18, 17 and 16, they are practically absent. This anthropisation of the caves is a reflection of the general anthropisation of the environment or, to be more exact, of the part of the region where the caves are located.

5- Specific preparation has been observed for hafting – proximal thinning and lateral notches – especially for hunting weapons, among other examples. At the same time, wood was often worked, both at Cova Eirós and at Cueva Morín.

3- In the oldest phases known to date –OIS 7, 6 and the first part of OIS 5: Lezetxiki VII and VI– the use of animal resources is based on the exploitation of large herbivores, especially large bovids complemented by horses, rhinoceros and deer. At El Castillo, the changes are less marked.

6- This specificity and intensity in tool use is also appreciated by the existence of complex maintenance processes for resharpening and recycling the tools. This aspect has been enriched by the information from usewear analysis, which has succeeded in recognising successive phases of work with the same tools. These data generate a different perception of tool management in the early Middle Palaeolithic, from the model usually perceived (cf. Ibáñez et al. 2002). These tool resharpening processes are sometimes carried out in conjunction with the production of new blanks or tools for different functions.

4- After 115-120 ka bp, in a trend announced earlier, red deer is consolidated as the most used species (El Castillo 24, Lezetxiki V, Cova Eirós 3, Cueva Morín 18), complemented by some of the larger animals exploited in the previous phase, such as horse and the large bovids. There are also smaller ungulates, like ibex, roe deer and chamois, above all at Lezetxiki V, where they represent nearly 20% of the ungulates.

7- From a slightly wider point of view, the information provided by an examination of the technical system as a whole is equally revealing. This information derives from the processes directly related with stone tools (procurement – production – management – use) and also from the processes revealed by the tasks performed with the tools or observed on other kinds of remains. This data set shows the significant spatial-temporal fragmentation of the different technical processes, which implies deferred uses and planned treatment, the circulation of specialised implements and the transport and consumption of quarters of large animals. This trait, owing to its repetition, might be regarded as a structural characteristic.

5- In OIS 4, to date only studied in Cueva Morín 17 and 16 –in the latter case with very few osseous remains– the situation changes and large bovids and horses are again the most abundant prey in the faunal assemblages. 6- These changes in the repertoire of animals exploited are probably the result of several variables, including the influence of environmental change. This is seen, in the differences in the climate preferences of the most abundant species in each phase and also in the similarities between the fauna in OIS 7 and OIS 4, the cooler periods. 7- In all cases, the intense anthropic handling of the animal carcasses has been attested –including intentional fracturing to extract the bone marrow– and the selective transport of the anatomical parts with the greatest nutritional value, such as limb parts and skulls. The supply of these parts necessarily depends on easy access or hunting. The nutritional value of the limbs comes from the large pieces of meat and the marrow, whereas the skulls provide visceral structures, mainly the brain and the tongue. In general, the axial skeleton is very poorly represented. Apart from at Lezetxiki and very few remains in Cueva Morín, parts belonging to the trunk (ribs and vertebrae) and the scapular and pelvic girdles are very rare.

8- The stone implements reflect the development of quite elaborate processes in the capture and transformation of other materials (hunting with stone points, woodworking, hide-working, plant gathering). These tasks usually involve specialised tools (points) or others that are “abundant, shaped and easy to resharpen” (for working dry hide), work-spaces often defined around hearths (replacing hunting points, for example), a large investment in labour (hide-processing) and the coordination of the social actors (hunting and consumption of large game). At the same time, they generate a series of goods and products that usually require complex technical, social and, presumably, ideological management for their maintenance, distribution and consumption.

Taken as a whole, the information on lithic and faunal remains provide about the technical behaviour of these populations, together with other contextual information, enables the general characterisation of the type of function that each of the studied settlements performed.

The critical review of the evidence related to the faunal assemblages recovered at the sites can be summarised in a brief series of points: 1- In nearly all the levels, the alternative occupation of humans and carnivores and bears has been observed. This gives them the character of human settlement/bear den

The lithic assemblage at Lezetxiki displays a series of similarities and also changes during the sequence being studied. In the three levels, there is a clear predominance

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica performed. This information suggests carefully planned strategy of logistic mobility involving the movement of small groups of individuals to procure a large part of the resources, which would be completed with other, more local products.

of the consumption phases, fundamentally based on flint tools brought to the site in the form of finished products from distances of no less than 40km. These two characteristics are accentuated throughout the sequence. A progressive increase is seen in the frequency percentages of flint (from 54.5% in Level VII to nearly 80% in Level V) and in the proportion of elements constituting the consumption phases –retouched and fully produced tools– until the presence of cores reaches zero in level V. Similarly, knapping waste is practically absent in the three levels. A change is equally seen in the management of other raw materials. Whereas in Levels VII and VI locally-sourced rocks, such as lutite and quartzite, were used to make side-scrapers, denticulates and notches, in Level V these types of resources are associated exclusively with heavy tools like bifaces and chopping-tools which, despite being very rare, have only been documented in this level. In the three levels, the frequency of carnivores is very high and they would have been responsible for part of the taphocoenosis of the deposit. However, intense anthropic use of certain ungulates has been proposed – at least for level VI – with evidence of butchering and transport (Martínez Moreno 2005). In addition, two projectile points have been found with impact marks, one of which displays signs of being repaired. This forms part of a practice of intensive use of implements, also documented by a core from level VII that was re-used as a sidescraper, and several cases of the resharpening of sidescrapers. The core was very probably taken to the site already exhausted, given the absence of knapping waste and blanks that could be associated with such production. Finally, the scarce functional information available for level V indicates percussion work on a semi-hard substance, which has been associated with wood, and cutting non-woody plants. Within the characteristics described above for these assemblages, these tasks were probably connected with the occasional preparation of wooden hafts or small-sized objects. Overall, the information suggests a site-type connected with the primary processing of animals and some plants, probably to make some kind of product rather than for food, in which the tools sometimes needed maintaining. The small size of the lithic assemblages, the significant presence of carnivores and the evidence related to the acquisition of fauna means the deposit can be interpreted as the result of very brief and specialised occupations, as the site acted as a centre for the exploitation of animal resources. The presence of numerous thermally-altered lithic remains in level VI suggests the possible lighting of fires during these sporadic visits to the cave. It has been suggested that the selective nature of the lithic assemblages, associated with the tool kits taken on the group's movements, is a consequence of the brevity of the occupations. These would exhibit little micro-spatial organisation and significant carnivore activity (Villa and Soressi 2000). This definition situates the site within a wider and complex territorial network, with a main stable site where most of the production and transformation tasks would be

The biggest disadvantage of the Cabo Busto assemblage is perhaps that only a small part of the remains have been preserved due to the processes of wash and creep affecting them. However, it is quite a large assemblage yielding a considerable amount of valid information for an understanding of how the tools were managed and the function of the occupation. Both the production and consumption phases are very well represented. The former is linked almost automatically with the cores, which make up about 10% of the collection. The elements associated with the consumption phases, which in the absence of a functional study we can understand as final products – retouched pieces, pre-determined and mass produced blanks – are even more abundant and make up 25.6% of the total collection. At the same time, some tools were brought in to the site, associated with part of the Levallois and unipolar production and also with the heavy-duty implements. This can be deduced from the discordance between cores and implements for the former and a total absence of cores that could have produced large implements in the latter case. These data seem to indicate that it was a quite intense occupation where quite diversified production work was carried out and it was also used for consumption. The complex organisation implies a high level of planning, documented above all in the introduction of final blanks that were produced in other places. The heavy-duty tools are especially significant in this respect as they amount to 10% and, at least in the case of production on large flakes, they were not produced at the site. At La Verde, the study of the lithic assemblage reveals the existence of all stages of the technical process, with significant percentages of the main elements in the production phase (4% of cores and 18% of knapping waste) and the consumption phase (57% of unretouched flakes and, above all, 16% of tools shaped by retouching). In addition, many cores were recycled after becoming exhausted and were turned into denticulates and sidescrapers, in a process that has been identified in 13% of this technological category. Additionally, 1) large flints artefacts, associated with predetermined production, and 2) a group of large-sized tools in ophite in the form of finished products were introduced to the site. No faunal remains were preserved and no functional analysis could be carried out due to the state of conservation of the assemblage. Therefore no information about the activities that might have been carried out at the site is available. Some indirect evidence is the presence of an intentional pile of stones in a sheltered part of La Verde I (Montes 2003: 156) which probably corresponds to the remains of

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English summary The faunal information reveals a total predominance of ungulates, above all of Cervus elaphus, complemented with mountain animals and some larger herbivores, such as bovids. The great fragmentation of the bones has hindered, and in many cases impeded, taxonomic identification, but this is also an indication of the high degree of anthropic manipulation. This is also shown by the presence of numerous cut marks on the bones.

some kind of structure. The existence of built structures probably indicates certain stability and continuity in the occupation of the site, as seen at other places (cf. La Folie, Bourguignon et al. 2002). Information from the technological study enables this occupation to be interpreted as a place where both production and consumption took place quite intensively, with certain variability and at deferred times. This would necessarily involve advance planning and complex organisation. All these characteristics suggest a stable occupation although it would have been short-lived due to the relative scarcity of knapped lithic remains.

The lithic assemblage at Bañugues also exhibits quite mixed behaviour. On one hand, the proportion of typical production elements is significant (4% cores) and on the other, they types corresponding to consumption phases are more numerous, not in the form of retouched tools but of pre-determined blanks, which make up 30% of the flake products. The technological information suggests significant importance was given to the procurement of flint and fine-grained quartzite associated with the production of blanks with regular and predetermined shapes, which were used without any further retouching. These raw materials reach the site mainly in the form of finished products, but also some not very large blocks were introduced, as a kind of reserve of lithic raw material which was not always used. A group of locallymanufactured heavy-duty tools (n = 5) completes this large assemblage of elements of consumption. No faunal information is available as osseous remains have not been preserved. Neither has any functional analysis been performed to help interpret the type of site. However, the discordance between the procurement and transformation activities, the fragmentation of some of the technical processes and the low intensity in artefact use, with no recycling or resharpening and hardly any retouching, suggest that this was a site where occasional activities were performed. These would have needed a combination of small and medium-sized tools, with predetermined long sharp edges – part of which were put in circulation – and other more massive tools that were made in situ. This would have been part of a strategy with a high level of planning which foresaw the need for a certain type of tool, which was not produced on site but transported and used in tasks that were designed in advance.

The study of tools at Cova Eirós reveals mixed behaviour, associated on one hand with a local production with signs of quite intensive use (a very large part of the artefacts produced at the site are shaped by retouching) and on the other, the introduction of pre-determined products that are used without any further preparation. The functional analysis has revealed the existence of (1) activities related to the procurement and consumption of food and (2) technological modifications and manufacture of objects in wood and hide. The processes of resharpening and multiple uses of the tools appear to be linked to the latter activities, indicating a very intensive use of the tools. This type of activity introduction of shaped artefacts, re-use and working dry hide –imply spatial structuring in the management of lithic and animal resources and careful planning of the group's work. These activities are usually associated with settlements with certain residential stability. This conclusion is supported by the proportion of projectile points with use-wear marks and two fragments of tips of points that must have reached the site inside an animal's body. The relationship between the presence of projectile elements and the function deduced for settlements has been the subject of contradictory proposals. For sites of similar chronology to the ones studied here it has been proposed that a low proportion of points with impact fractures is a trait associated with residential sites, where it is thought that high percentages of used points do not occur (Villa et al. 2009). However, other archaeological and ethnographic evidence suggest precisely the opposite. Residential or more stable sites yield more remains of used projectiles because the tasks of repairing hunting weapons is performed more often at these sites, which centralise the more complex activities (Geneste and Plisson 1993; Ibáñez and González-Urquijo 1996). In the case of level 3 at Cova Eirós, the high proportion of projectile elements with use-wear marks – which is a statistic that should be taken with caution due to the small size of the sample – is striking since normally only a part of the used elements should exhibit such marks. Such a high proportion suggests an accumulation of discarded elements, that is to say, the site was used for repairs. As one of the projectile points recovered from level VI at Lezetxiki was recycled, this also supports the idea of these types of weapons being newly put into circulation from central settlements.

Very intense activity is seen in all levels at the site of Cueva Morín, with the use of quite diversified raw materials and great variability both in the production systems and in the blanks sought and the tools shaped. This is usually associated with great occupational impact (Baena et al. 2008). Production elements are very well represented (between 4% and 6% of cores) and all the consumption phases (between 27% and 43% of retouched artefacts), as well as a very high percentage of knapping waste. Nearly all kinds of materials were worked at the site –cobblestones, flakes and tectofracts– and larger predetermined flint products and massive ophite implements –almost exclusively cleavers– were imported as part of a system of deferred circulation. This behaviour contradicts some theories proposing that this type of tool

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Talía Lazuén / Las primeras sociedades neandertales de la Región Cantábrica which, in the case of cave sites, alternated with cave bear occupations –El Castillo 24, 25 and 26, and La Verde; and (3) sites specialising mainly in the procurement of animal resources –Lezetxiki V, VI and VII, and Bañugues.

was produced and used with an immediate objective, without forming part of any complex management strategy (Cortés 2008). The functional analysis of a sample from Level 16 shows the existence of six projectile points, the production of very small-sized tools and the existence of woodworking, which suggests the use of hafted tools and tasks of certain intensity. This is supported by the massive shaping of flint blanks and the recycling and resharpening of tools, including modifications to the edges of the cleavers and, very probably, they also imply a change in the task being performed. The faunal assemblages in the three levels display an especially significant association of large bovid/horse/deer, with very high percentages over the total of ungulates. The different samples that have been studied confirm the absolute predominance of ungulates in all the levels. For levels 16 and 17 at Cueva Morín, the intensive anthropic manipulation includes evidence of quartering, transport and consumption of the bone marrow, with human groups being the main causers of the accumulations (Martínez Moreno 2005; Yravedra and Gómez 2011). A smaller number of remains was recovered from Level 18 and no taphonomic study is available. However, the taxonomical identifications and the high level of bone fragmentation suggest the accumulation formed in the same way as the other levels. All these data are indicative of a stable occupation, which has produced a very high number of remains. It exploited the resources in the surrounding area intensively with behaviour implying a high level of planning and a complex management of the territory.

The observed differences do not divide the sites into cave settlements and open-air settlement. The impression that has suggested the role of caves as base camps and openair locations as specialised sites (Montes 2003; Carrión and Baena 2005; Carrión et al. 2008) is partly biased by the different nature of the archaeological record. Caves can be expected to be palimpsests, with the resulting consequences for their interpretation (cf. Vaquero 2008) if we are unable to decipher the accumulation through micro-stratigraphy or horizontal spatial distributions. The accumulation of remains generates the intuitive impression of task accumulation and diversification. However, a qualitative approach, based on the behaviour of production, management and use can be a good tool to determine the type of organisation in which the occupations took part. To a certain extent, the picture emerging from the sites studied here contrasts with the conventional idea that has generally been accepted for these populations in recent years (González-Sainz and González-Morales 1986; Straus 1992; Montes 2003; Asensio and Arrizabalaga 2004; González-Urquijo 2007; Carrión et al. 2008). To date, at least in Cantabrian Spain, human behaviour has tended to be classified as “Pre-Würmian” (characterised by the simplicity of the assemblages and immediacy in the satisfaction of the most basic needs) and as recent Middle Palaeolithic (OIS 4-3). Changes would take place within the latter group, which can be individualised according to the archaeological record, resulting in complex and varied behaviour associated mainly with environmental change (Baena et al. 2005). However, the evidence suggests that from the earliest population phases in Cantabrian Spain (Lezetxiki VII and VI, and La Verde), the territory was exploited with a complex model including all the aspects cited above. This picture agrees with the view obtained for the OIS 7-4 period in the rest of Europe. Therefore, the less organised exploitation models should be put back – and contrasted – to older chronologies, for when certain nomadism along the course of river valleys has been proposed (Santonja 1995).

Based on the evidence from the different sites and the interpretations made about their functionality and their meaning within the framework of economic and organisational strategies, it has been seen that these Neanderthal groups in Cantabrian Spain, from the OIS 7 to the OIS 4, followed a generalised practice of logistic mobility. The diversified procurement of raw materials which in the case of the flint at Leztexiki involved distances of at least 40km-, the high variability in the lithic reduction systems adapted to the conditions of the raw material and the objectives of the production -which are equally diverse, the manufacture of standardised tools (points and specific discoidal or Levallois blanks, as well as part of the heavy-duty tools)-, the deferred use of a part of the products consumed and the animal biomass, the differential intensity in the occupations, the diversified tasks carried out, and so on, all indicate a model of complementary sites which, in turn, implies a high level of planning and knowledge of the environment, together with great versatility in their occupation. This strategy of logistic mobility includes: (1) stable occupation of a more or less prolonged duration, with considerable concentration of production and consumption/transformation activities –El Castillo 22, Cueva Morín 16, 17 and 18, and level 3 at Cova Eirós; (2) more or less stable settlements with short occupations

The mastery of fire, the occupation of new ecosystems, the appearance of specific tools to hunt animals, conceptual technical innovations related to the production of predetermined flakes, the appearance of funerary rites and the transcendental reflections associated with them are only some of the different milestones demonstrating the dynamism and importance of the historical social changes that took place in early stages of Prehistory. It has equally been shown that the Middle Palaeolithic is a period with clear diachronic changes –in contrast with the idea of unalterable continuity– which began to

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English summary develop long before 80,000 years ago. To understand this phenomenon, it is vital to realise that the cognitive capacity of Neanderthals was very similar to that of modern humans, and this “humanness” necessarily implies their organisation in societies, subject to the typical phenomena of change and, therefore, with their own historical development.

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