Las clases sociales en la sociedad moderna

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CARLOS BERMAP

LAS CLASES EN LA SOCIEDAD MODERNA

CARLOS BERMAN

T. B. BOTTOMORE

LAS CLASES EN LA SOCIEDAD MODERNA

EDITORIAL LA PLEYADE BUENOS AIRES

Título del original inglés CLASSES IN MODERN SOCIETY

George Allen & Unwin Ltd. - Londcn

Traducción de AN1BAL LEAL

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 @) hy EDITORJAL LA PLEYADE - Dm6. Mitre 1623 - Buenos Aire$

Impreso en la Argentina -

Prlnted In Argentine

PREFACIO Esta introducción al estudio de las clases sociales difiere en varios aspectos del ensayo que publiqué con el mismo título en 1955, y que está agotado desde hace varios años. He aprovechado la oportunidad de publicar una versión ampliada de la obra para analizar más exhaustivamente las teorías sociológicas relativas a la clase, para incluir más material sobre las diferencias Social Conl(;jouonut (Londres, 1963). Capítulo V.

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necesitó afrontar en detalle las dificultades que surgen cuando se utiliza su teoría general de la clase para explicar los orígenes y el desarrollo de las sociedades feudales, de un sistema de ca;;tas, o de la forma asiática de sociedad, indicada y descrita brevemente por él mismo. Aquí la crítica no consiste en la afirmación de que el propio Marx no haya verificado su teoría de manera

suficientemente amplia. Había formulado una hipótesis nueva y sugestiva, y procuró ponerla a prueba en el caso que entendía era más significativo desde el punto de vista teórico y práctico; a saber, el desarrollo del capitalismo moderno. Han fracasado los marxistas posteriores, que en su mayoría se abstuvieron de estudiar la utilidad y las limitaciones de la teoría cuando se la aplicaba a otras situaciones históricas. La tercera línea de crítica, la que aquí nos interesa más particularmente, ataca directamente la posición de Marx sobre el desarrollo de las clases sociales en las sociedades capitalistas modernas. En términos generales, Marx anticipó que la distancia social entre las dos clases principales -la burguesía y el proletariado-- habría de aumentar, en parte debido a la creciente dispa-

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ridad de sus condiciones de vida/8 y en parte por obra de la eliminación de los estratos intermedios de la población; que la conciencia de clase del proletariado se desarrollaría y asumiría carácter revolucionario; y que el dominio de la burguesía finalmente sería destruído por una revolución de la inmensa mayoría de la población. Contra esta concepción se han p lanteado numerosos argumentos, fundados en la observación sociológica de los cambios sufridos por la estructura de las sociedades modernas. Afirmase, en primer lugar, que la distancia que separa a la b urguesía del proletariado no se ha ampliado, y ello por varias razones. La productividad de la industria moderna, especialmente en las últimas décadas, ha aumentado tanto que ha logrado mejorar considerablemente el nivel general de vida; y aunque la distribución de la renta entre las clases hubiese permanecido invariable, el fenómeno mencionado habría elevado el nivel de 18 Contrnriumente o cierta creencia popular, Marx no aflrm6 que el nivel material de vida de la cla•e trabajadora dobla decli· nar absolutamente al mismo tiempo que se desarrollaba el capitalismo; su principal argumento fue que declinaría relativamente el de la burguesía, fuese porque permaneciera estacionario mientras esto último a"8ndia, o porque se elevara con menor napidu. Véase su breve exposid6n en Trabajo awariado y caplúJ.

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vida de la clase trabajadora hasta un punto que implicaría alentar nuevas aspiraciones y actitudes sociales, muy alejadas de las que pueden servir de base a objetivos revolucionarios. Pero se arguye también que la distribución de la renta nacional en realidad ha cambiado en favor de la clase obrera, lo cual vendría a reforzar las tendencias ya mencionadas. El grado de redistribución de la renta y la riqueza en las sociedades modernas es tema de controversia, y algunos de los estudios pertinentes serán considerados en el próximo capítulo; pero incluso una redistribución modesta, unida al ascenso general de los ingresos, la expansión de los servicios sociales y la mayor seguridad en el empleo bastarían evidentemente para provocar un cambio importante en la posición de la clase obrera en la sociedad. En esta segunda mitad del siglo xx ya no parece posible atribuir a la clase trabajadora de los países industriales avanzados una situación de total alineación respecto de la sociedad; o para decirlo con la frase de Marx, ya no es posible concebirla como "una clase en la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil". Otro cambio que plantea ciertas dificultades a la teoría de Marx es el desarrollo de las "nuevas

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- - ~ ~·~------------clases medias". El fenómeno no desmiente directamente la afirmación de Marx en el sentido de que las "clases medias" desaparecerían gradualmente de las sociedades modernas, porque él se refería al gran número de pequeños productores, artesanos, pequeños campesinos y profesionales independientes, muchos de los cuales de hecho han sido absorbidos como empleados a sueldo de las grandes empresas capitalistas. Sin embargo, este proceso contradice efectivamente uno de los argumentos fundamentales de Marx, Ja afirmación de que los "estratos intermedios" desaparecerían, y de que aparecería una simplificada estructura de clase, formada por dos cla'3es fundamentales claramente definidas. En el Manifiesto comunista Marx escribió: "Nuestra época, la época de la burguesía, posee, sin embargo, este rasgo distintivo: ha simplificado los antagonismos de clase. La sociedad en conjunto se divide cada vez más en dos grandes campos hostiles, en dos grandes clases que se enfrentan directamente . . . la burguesía y el proletariado". El desarrollo de las nuevas clases medias --que incluye empleados de oficina, supervisores, gerentes, técnicos, hombres de ciencia y muchos de los que se ocupan de suministrar serví-

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cios de un tipo o de otro (por ejemplo, tareas de bienestar social, entretenimientos)- que ha sido consecuencia del desarrollo económico, refleja la mayor complejidad de la estratificación social en las modernas sociedades industriales, e introduce -o reintroduce-- como importante elemento de la estratificación, el prestigio social fundado en la ocupación, el consumo y el estilo de vida. Max Weber, que fue el primero que presentó una alternativa amplía de la teoría de Marx, llegó a su concepción distinguiendo, en primer lugar, entre los diferentes modos de estratificación que coexisten en las sociedades modernas: la estratificación de clases, que fue el tema principal que interesó a Marx, y la estratificación por vía del prestigio o del honor social. También trató como un fenómeno independiente la distribución del poder político en la sociedad, que Marx había encarado casi exclusivamente como producto de la estratificación de clase. Es evidente que en la concepción de Weber esa estratificación por el prestigio, que determina la formación de grupos de status, tiene su origen en los grupos precapitalistas que gozaban de respeto social, como por ejemplo los diversos grupos de la nobleza, las profesiones eruditas y los alto&

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funcionarios; pero las nuevas clases medias de las sociedades industriales avanzadas presentan por lo menos algunos de los mismos rasgos, en cuanto basan sus aspiraciones sociales sobre características educacionales y culturales, sobre la naturaleza de sus ocupaciones, y sobre determinados estilos de vida. La estratificación por el prestigio influye sobre el sistema de clases, según Marx lo concebía, de dos modos importantes: primero, porque sitúa entre las dos clases fundamentales una gama de grupos jerárquicos que sirven de puente que une las posiciones extremas de la estructura de clase; y segundo, porque sugiere una concepción completamente distinta de la totalidad de la jerarquía social, de acuerdo con la cual ésta aparece como una serie ininterrumpida de posiciones jerárquicas más o menos claramente definidas, determinadas por una variedad de factores, y no incompatible con la formación de clases sociales simplemente por la propiedad privada, una serie incompatible con la formación de clases sociales masivas y con la existencia de un conflicto fundamental entre las clases. Las relaciones entre los grupos jerárquicos en diferentes niveles son de competencia y de emulación, y no de conflicto. 41

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El crecimiento numérico de las clases medias, que forman una proporción cada vez mayor de toda Ja población, ha determinado que este concepto de la jerarquía social como una serie ininterrumpida de jerarquías de prestigio, sin soluciones de continuidad clara, y por consiguiente $Íll líneas conflictuales claras entre los grupos sociales básicos, adquiriese mucha mayor influencia sobre el pensamiento social, y su difusión :ha servido para frenar el desarrollo de la conciencia de clases. Por lo tanto, si Max Weber consideraba que la estratificación de clases y la estratificación de status coexistían en las sociedades modernas, y que su importancia relativa fluctuaba de acuerdo con los cambios sufridos por la tecnología y las condiciones económicas, algunos sociólogos recientes han llegado a la conclusión de que los grupos de status son ahora mucho más importantes que las clases sociales en la totalidad del sistema de estratificación. Otros dos argumentos vienen a apoyar esta conclusión. Uno de ellos señala que el grado de movilidad social de las sociedades industriales es tan considerable que impide la consolidación y la persistencia de las clases en el sentido que Marx atribuía a la expresión, y que, por el con42

trario, dicha movilidad también hace plausible la imagen de la jerarquía social como una serie de niveles de prestigio, como una escala de escalones muy próximos unos a otros, por donde los individuos pueden trepar o descender, de acuerdo con sus cualidades.H Sin embargo, el grado y la amplitud de la movilidad social, lo mismo que la distribución de la renta, ha sido objeto de evaluaciones contradictorias, y algunos de los materiales aportados por los estudios recientes serán considerados posteriormente. Un segundo argumento, que en definitiva deriva de la distinción que Weber hace entre la estratificación de clases y la distribución del poder político, ha sido expresado del modo más vigoroso por R. Dahrendorf, en su obra Class and Class Conflict in Industrial Society. La tesis principal de Dahrendorf afirma que la coincidencia del conflicto económico y del conflicto político, que era el fundamento de la teoría de Marx, ha dejado de existir en lo que él denomina las "socieH Esta concepción está implícita en lll teoría funcionalista de Ja estratificeción social presentada por K. Davia y W. E. Moore en el artículo "Some principies of stratification", American Soeio1o8ica.I Roviow, abril de 1945; y también, hasta cierto punto en S. M. Lipset y R. Bendi.%, Social. M obllity in Industrial Socjety (Berkeley, 1959).

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dades postcapitalistas". En la sociedad capitalista, arguye Dahrendorf: " ... las líneas de conflicto industrial y político se hallaban superpuestas. Los antagonistas de la esfera industrial --el capital y el trabajo-- se enfrentaban nuevamente como burguesía y proletariado en la arena política . . . Una de las tesis centrales de este análisis es la idea de que en la sociedad postcapitalista -por contraste con la sociedad capitalistala industria y la sociedad se han disociado. Es cada vez más visible que las relaciones sociales de la industria, incluso el conflicto social, no dominan el conjunto de la sociedad, y que por el contrario sus pautas y problemas se limitan a la esfera industrial. En la sociedad postcapitalista la sociedad industrial y el conflicto industrial se encuentran aislados institucionalmente --es decir, están confinados en los límites del dominio que les es propio, y desprovistos de influencia sobre otras esferas de la sociedad" (op. cit., página 28). Sin embargo, si se las considera empíricamente esta concepción puede ser refutada más fácilmente que la de Marx, a la que se propone reemplazar; pues numerosos estudios han demostrado que en los países industriales europeos, y en menor medida también en Estados

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Unidos, los conflictos políticos fundamentales están íntima y permanentemente asociados con los conflictos de carácter industrial, y que reflejan los intereses divergentes de las principales clases sociales. Las críticas de Dahrendorf a la teoría marxista son más plausibles en sus formulaciones menos extremas; como, por ejemplo, cuando afirma que además de las clases sociales en la sociedad hay otros grupos antagónicos, los que a veces pueden asumir gran importancia, que la vinculación entre los conflictos industriales y los de carácter político no puede ser considerada cosa sobrentendida y que debe ser investigada en cada caso, y que con el desarrollo de las sociedades industriales capitalistas la naturaleza de los propios conflictos políticos ha sufrido algunos cambios significativos que no podían ser previstos claramente o tenidos en cuenta por Marx. Además del tipo de crítica que acabamos de considerar, y que ataca la concepción marxista de las relaciones entre las clases, hay otro enfoque que discute la validez de su análisis de las principales clases -la burguesía y el proletariado-en vista de los cambios que ellas han sufrido durante el siglo xx. Se arguye que la burguesía ya no es un grupo cerrado, cohesionado y estable.

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Su estructura, su composición y su estabilidad en el tiempo se han visto modificadas profundamente por la amplia difusión de la propiedad y la división de las grandes fortunas, por la creciente movilidad social y por otros cambios ocurridos en la sociedad. Además, ya no puede afirmarse que la burguesía sea una clase gobernante; primero, porque ha dejado de ser un grupo cohesionado; segundo, porque la complejidad y la diferenciación de las sociedades modernas hacen difícil que un solo grupo pueda detentar exclusivamente el poder; y finalmente, porque el sufragio universal asegura que el poder político vaya a parar en definitiva a manos de la masa del pueblo. Los cambios observados en la situación de la clase trabajadora parecen aún más perijudiciales para la teoría de Marx. Marx esperaba que la clase trabajadora adquiriese mayor homogeneidad, porque las diferencias de capacidad técnica y de salarios se reducirían, y aun desaparecerían, debido al empleo más generalizado de la maquinaria; que sería numéricamente más fuerte, porque muchos miembros de la antigua clase media pasarían a la condición de asalariados; que se unirían más y tendrían más conciencia de clase. 46

como resultado de la creciente semejanza de las condiciones de vida y de trabajo, la facilidad de comunicaciones entre las organizaciones de la clase obrera y la difusión de las doctrinas socialistas; y finalmente, que se convertiría en una fuerza revolucionaria, debido a la creciente disparidad entre sus propias condiciones materiales y 1.as de la burguesía, y a la comprensión de que sólo una transformación radical de la sociedad permitiría una vida aceptable para la gran mayorfa de los hombres. Contra esta concepción, los crít icos han señalado que los obreros modernos continúan muy diferenciados por lo que hace a los niveles de capacidad técnica, a pesar de que las diferencias de salarios han tendido a disminuir; que la creciente especialización de las profesiones ha creado un sistema jerárquico mucho. más complejo, así como una multiplicidad de intereses parciales; que la expansión de las clases medias ha reducido la proporción de obreros industriales de la población total, y por consiguiente ha disminuido la influencia social de los mismos; que la mayor movilidad social ha minado la solidaridad de la clase obrera; y que el mejoramiento general de los niveles de vida ha conducido al aburguesamiento del conjunto de la clase

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obrera, la que ahora está adoptando normas y pautas de vida propias de la clase media. Ciertamente, parte de esta crítica debe ser aceptada en una exposición realista de las condiciones de la clase trabajadora en las sociedades industriales contemporáneas, pero de todos modos los cambios observados son pasibles de diversas interpretaciones. La tesis más debatida es la que se refiere al aburguesamiento de la clase trabajadora, la que a menudo ha sido presentada de un modo superficial y fácil. Pero sólo recientemente fue examinada de un modo cuidadoso por Goldthorpe y Lock.wood,15 quienes señalan que, como resultado de los recientes estudios de la sociedad británica, " . . . se ha ofrecido el cuadro -por otra parte, aceptado generalmente-de un sistema de estratificación de gradaciones cada vez más precisas, y al mismo tiempo algo menos extremo y menos rígido. Pero en los últimos tiempos los mayores progresos económicos han determinado que ingresara en la discusión un nuevo factor -el de la «afluencia» de la cla·se trabajadora . .. Cierto número de autores han lG J9hn H. Goldthorpe, D avid Loekwood, "Affluence and the British Class Structure", The Sociological Review, XX (2), íulio de

1963, págii. 133-163 .

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sostenido que la clase trabajadora, o por lo menos un grupo particularmente próspero de la misma, está perdiendo su identidad como estrato social y fusionándose con la clase media . . . Debemos señalar que ello implicaría una trans· formación de la estructura de clase más veloz y profunda de lo que justifican las tendencias seculares de la distribución profesional, de la distribución general de los ingresos y la riqueza, o de los índices de movilidad social intergenerctcional". Luego, los autores distinguen y examinan lo que ellos denominan aspectos económicos, de relación y normativos de los cambios ocurridos en la vida de la clase obrera. Señalan que el progreso económico de la clase trabajadora en relación con la clase media ha sido exagerado en numerosos estudios, porque éstos no consideran to-

dos los factores pertinentes, como por ejemplo la seguridad económica, la oportunidad de promoción, y los beneficios marginales de distintos tipos. Los otros aspectos, el de la vida de relación (es decir, la medida en que las personas de clase media aceptan en pie de igualdad a los trabajadores manuales en el curso de relaciones formales e informales), y el normativo (es decir, la medida en que los trabajadores manuales han adqui-

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rido una nueva visión y nuevas normas de conducta que se asemejan a las que son propias de la clase media) prácticamente no han sido estudiados; pero los materiales disponibles indican que la distancia entre la clase trabajadora y la clase media continúa siendo muy grande. Se deduce de ello que las conclusiones políticas --el fin de la ideología y del conflicto entre las clases- extraídas del supuesto aburguesamiento de la clase obrera, o en otras palabras, del concepto de que los modernos países industriales son ahora sociedades de clase media, son en sí mismas extremadamente dudosas. Un reciente estudio francés, realizado por Serge Mallet,16 llega ciertas conclusiones que completan las que alcanzaron Goldthorpe y Lockwood. Mallet realiza una importante distinción entre la situación del obrero en las esferas del consumo y de la producción. En la primera, "la clase trabajadora ha dejado de vivir separada. Su nivel de vida y sus aspiraciones de comodidad material la han arrancado del ghetto en la que estaba confinada al comienzo de la industrialización. Cuando abandona la fábrica, el 18

Serge Mallet, LA nouvel/e classe ouvrillte (París, 1963).

so

obrero deja de considerarse obrero''. Por el contrario, en el proceso mismo de la producción, "las características fundamentales que distinguen a la clase obrera de los otros estratos sociales aparentemente no han sufrido modificaciones".1r Las características y la visión distintivas de la clase trabajadora se mantienen o cambian en el ámbito de la industria, a través de las organizaciones fabriles; y Mallet sostiene, sobre la base de estudios realizados en tres empresas industriales, que la "nueva clase obrera" se ha visto llevada, como consecuencia de las transformaciones tecnológicas y económicas, a asumir mayor responsabilidad en la organización de la producción, por intermedio de los representantes sindicales, y por consiguiente a considerarse -quiza con claridad mayor aún que antesel sector humano que con el tiempo habrá de controlar la industria, en lugar de los actuales propietarios capitalistas. Debemos considerar en último término una crítica de la teoría de Marx que se origina directamente en las experiencias sociales y políticas de los países de tipo soviético. Ha sido for11

Op. cit., p'¡. 9.

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mulada con particular claridad por un sociólogo polaco, el ya desaparecido Stanislaw Ossowski: "Hay otras razones que explican por qué la concepción de la clase social propia del siglo XIX, tanto en la interpretación liberal como en la marxista, ha perdido gran parte de sus posibilidades de aplicación en el mundo moderno. Puesto que los cambios de la estructura social se encuentran en mayor o en menor medida gobernados por la decisión de las autoridades políticas, nos hallamos a mucha distancia de la clase social según la interpretación de Marx, Ward, Veblen o Weber, de las clases concebidas como grupos determinados por sus relaciones con los medios de producción o, como diría otro, por sus relaciones con el mercado. Estamos muy lejos de las clases concebidas como grupos que se originan en las organizaciones de clases creadas espontáneamente. Cuando las autoridades políticas son capaces de modificar franca y eficazmente la estructura de clase; cuando los privilegios más esenciales para el mantenimiento de la jerarquía social, incluso una participación más elevada en la renta nacional, dependen de la decisión de la autoridad política; cuando gran parte o aún la mayoría de la po~aci6n se encuentra incluída

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en una estratificación del tipo que puede ser observado en una jerarquía burocrática, el concepto de la clase propio del siglo xrx se convierte más o menos en un anacronismo, y los conflictos de clase ceden el sitio a otras formas de antagonismo social".18 Esto último resulta particularmente válido para el caso de la Unión Soviética y de las sociedades del mismo tipo, en las que el gobierno de un solo partido, sin el control de una oposición organizada, deja el campo libre para el ordenamiento autoritario de los ingresos y de las jerarquías en un sistema caracterizado por las grandes desigualdades; pero también es aplicable hasta cierto punto a las modernas sociedades capitalistas, en las que el Estado ha adquirido determinado grado de independencia frente a las clases sociales, y constituye ahora una fuente de variaciones de la estratificación de su propia legislación social. Ninguno de estos casos puede ser explicado por la teoría marxista en su forma más rigurosa. Marx no anticipó que la dictadura del proletariado según él la concebía adoptaría en realidad 18

S. Ossowslcl, Clus Stnicture in tM Social ComciO la población blanca activa estaba formado por productores independientes; en 1871 sólo el 41 por ciento se hallaba en esas condiciones, y en 77

1940 sólo el 18 por ciento. Según las palabras de Wright Milis: "En los últimos cien años los Estados Unidos han dejado de ser una nación de pequeños capitalistas para convertirse en una nación de empleados a sueldo; pero la ideología apropiada para la nación de pequeños capitalistas persiste, como si el mundo de la pequeña propiedad fuera todavía un ente en pleno funcionamicnto".1 ;

Hay varias razones que explican la persistencia de esta ideología inapta, aparte la inercia que caracteriza a las doctrinas sociales en general. Una es que la concentración de la propiedad privada no estuvo acompañada de la súbita expansión de la clase trabajadora, o de la declinación del nivel de vida. Los obreros industriales formaban el 28 por ciento de la población en 1870, y el 31 por ciento en 1940; y los asalariados en general formaban el 53 por ciento de la población en 1870, y el 57 por ciento en 1940. Pero durante el mismo período la proporción de em · pleados en la población aumentó muy rápidamente, del 7 por ciento al 25 por ciento; y esta expansión de las nuevas clases medias de cuello 17 C. Wright Milis, Whito Collar; ThB American Middle Cla•· ..,. (1951).

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blanco permitió un nuevo tipo de movilidad social, en lugar de la que había existido antes por obra de la colonización de nuevas tierras. Hasta aquí la concentración de la riqueza Y de los ingresos en pocas manos parece haber seguido en Estados Unidos el mismo curso que en muchos países europeos; y la época dorada de las fortunas espectaculares en medio de la pobreza general duró un período relativamente breve. Como en otros países industriales, en Estados Unidos se ha observado un esfuerzo persistente en pro de la redistribución de la riqueza y de los ingresos, utilizando al efecto el impuesto progresivo, los impuestos a la herencia y los impuestos sobre las ganancias eventuales. D esde la guerra, la permanente expansión económica, los niveles de vida en ascenso y el constante crecim iento de las clases medias ha influido sobre la estructura de clase del mismo modo que en otros países, pero de un modo más evidente. Y mientras en Gran Bretaña, por ejemplo, dichos cambios hasta ahora sólo han producido modificaciones y exámenes críticos de un sistema de clases que todavía es extremadamente sólido y que influye profundamente en la vida política, en Estados Unidos han determinado, por el contra-

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rio, la confirmación de una ideología heredada que ignora la existencia de las clases, y prácticamente han extinguido el esbozo de conciencia de clase que halló expresión en la política de la década de 1930. Esta divergencia no se explica por el índice superior de movilidad social de Estados Unidos en los últimos tiempos, ni por el más rápido progreso en la redistribución de la riqueza y la renta. Varios estudios han indicado que los Estados Unidos no poseen un índice de movilidad significativamente más elevado que el de otras sociedades industriales, en las cuales, sin embargo, la conciencia de clase es de todos modos mucho más intensa.1 $ Tal es el caso, por lo menos, cuando se considera el amplio movimiento de las ocupaciones manuales a las no manuales. El movimiento de largo alcance de los estratos manuales a las élites no parece ser más intenso en los Estados Unidos que en la mayoría de los demás países; 19 pero aun así, no ha sido muy considerable en ningún período del siglo actual. W. Miller ha demostrado que incluso durante la pri18 Véase especialmente, S. M. LipS to All!uenu ( 1963). Capítulo 4, y Michael Harrington, Tito Other Ameriea (1962), Esta última obra demuestra clarament qua la pobreza es un fenómeno ¡¡eneralizado, poro (como

en Gran Brotaña) se particulariza en sectores particulares de la población -aquí entre los ancianos, las minorías étnicas y los obreros de regiones como los Apalache,.._ y por cons.iguiente A menudo tiende a pasar inadvertido.

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, res revisten particular importancia la situación de los negros y las sucesivas olas inmigratorias. Los negros han formado un proletariado norteamericano diferenciado, con los ingresos más bajos, las tareas más bajas y rudas y el menor prestigio social (en parte debido a su origen esclavista) en el conjunto de grupos de la sociedad norteamericana. La existencia de este amplio grupo de explotados, relativamente homogéneo y fácilmente identificable, ha determinado que todos los norteamericanos blancos, incluso los peones peor pagados, posean cierto prestigio social que los eleva, por lo menos a sus propios ojos, sobre el nivel del proletariado. La inmigración ha influido en el mismo sentido para elevar la posición social del obrero norteamericano común, ya que muchos grupos de inmigrantes (los últimos son los portorriqueños) ocuparon los niveles más bajos de la jerarquía profesional, y permitieron el ascenso de los que ya se encontraban en el país. Pero ni los negros ni cualquiera de los grupos inmigrantes han formado un proletariado en el sentido de que hayan desafiado el orden social establecido. Y así, aunque la vigorosa lucha que ahora llevan los negros para conquistar la totalidad de los derechos económicos, civiles y políti-

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cos puede equipararse a los primeros conflictos de clase en Europa, en cuanto éstos se relacionaban con el derecho de voto, con la legislación obrera y la reforma social, se distingue completamente de estos últimos conflictos porque procura exclusivamente obtener un lugar en la sociedad existente, y porque acepta los valores predominantes de esa sociedad. Sin embargo, el éxito de las luchas librada s por los negros y por otras minorías étnicas disminuiría la importancia de las divisiones étnicas en la sociedad norteamericana, y uno de los resultados de ese proceso seria la aparición de clases sociales más agudamen~ te diferenciadas y una más acentuada conciencia de los intereses de clase. Pero a esta línea de desarrollo se oponen las mismas influencias que ya hemos visto en Gran Bretaña: el ascenso más o menos continuo de los niveles de vida; una mayor diferenciación de la estructura profesional, y por consiguiente un tipo más complejo de estratificación social; la declinación relativa de las ocupaciones manuales, y una extensión de las oportunidades educacionales que en Estados Unidos configura un proceso mucho más avanzado que en otros países. Estas influencias actúan en todas las sociedades

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capitalistas occidentales: en Francia, en Alemania y en Italia, donde antaño las divisiones de clase han sido más profundas y los conflictos de clase más violentos que en Gran Bretaña, y también en los países escandinavos, en los que el bienestar social y la igualdad de oportunidades se han desarrollado más que en ningún otro lugar. Como consecuencia de lo anterior se observa el relativo apaciguamiento de los conflictos más agudos en el conjunto de la estructura social, y el desplazamiento del interés político hacia nuevos problemas : el progreso tecnol6gico, el desarrollo económico y la modernización. Las dos culturas han reemplazado a las dos naciones como tema de debate político, por lo menos en el caso de muchos intelectuales de Occidente. Más adelante veremos si los cambios ocurridos en las condiciones y las actitudes sociales han promovido o promoverán concretamente una consolidación de la actual estructura social de los países occidentales y si existen otras probables consecuencias políticas. Por el momento nos interesa examinar la evolución de las clases en la sociedad industrial de tipo soviético. De acuerdo con el concepto de Marx, el capitalismo moderno sería "la última

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" forma antagónica del proceso de la producción''. Como escribió en Miseria de Ja filosofía: "La condición de emancipación de la clase trabajadora es la abolición de todas las clases. . . En el curso de su. desarrollo, la clase trabajadora reemplazará a la antigua sociedad civil con una asociación que excluirá a las clases y el antagonismo entre ellas".

La URSS afirma pertenecer al tipo de socie-

dad que Marx predijo seguiría a la destrucción del capitalismo, a pesar de que la revolución que creó a ese país no ocurrió en una nación altamente industrializada. Es decir, afirma ser una sociedad sin clases, por lo menos en el sentido de que no existe una jerarquía de clases ni dominio de una clase sobre las otras. Esta pretensión se basa principalmente en el hecho de que ha sido abolida la propiedad privada de los medios de producción. Los teóricos de Ja URSS rara vez intentaron analizar los fundamentos sociales y políticos de una sociedad sin clases, y durante largos períodos, sobre todo después de 1930, se vieron en dificultades para establecer una distinción clara entre. la "eliminación de las clases" y el "igualitarismo". Se afirmó que este último era una "desviación pequefioburguesa", y la Encielo-

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• pedia Soviética de la época de Stalin dijo que "el socialismo y el igualitarismo nada tenían en común".25 En general, esta ofensiva ideológica contra el igualitarismo coincidió con el cambio de política de los gobernantes soviéticos a principios de la década de 1930, que implicó la creación de crecientes diferencias de sueldos y salarios, y en particular el ofrecimiento de sustanciales incentivos financieros a los trabajadores muy especializados, a los hombres de ciencia y a los técnicos, a los administradores de la industria y a los intelectuales. Esta política fue continuada durante Ja guerra y después de ella, de modo que la variedad de ingresos en la URSS ha llegado a ser casi tan considerable como en los países capitalistas. Se calcula que en 1953 las retribuciones en la industria oscilaban entre 3.500-5.000 rublos anuales para el obrero no especializado y 80.000-120.000 rublos para el gerente de una fábrica importante. Por consiguiente, las retribuciones más elevadas eran 25 a 30 veces mayores que las más bajas, diferencia quizás un poco menor que Ja que existe en Gran Bretaña 2!':i Por otro. parte, un socialista inglés ha escrito: ºDonde no hay i¡ualltarismo no hay socialiamo". Roy Jenlrint, "Equality", en. New Pabian Euays ( 1952).

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o en los Estados Unidos entre los ingresos de un obrero no especializado y los de un gerente general Pero si se consideran los efectos de los impuestos, es posible que la variedad de retribuciones haya sido mayor eo la URSS, pues el impuesto soviético a la renta no es progresivo, y en conjunto la imposición es regresiva, ya que la mayor parte de los recursos del presupuesto provienen de un impuesto sobre los alimentos y los artículos textiles de consumo masivo. Estas desigualdades de los ingresos se han visto acentuadas por otros factores; por la abolición del impuesto progresivo a la herencia en 1943 y por los privilegios concedidos a los estratos sociales superiores en distintos planos: la educación y la vivienda, el uso de almacenes especiales, la adquisición de premios y de otros bienes escasos y la concesión de premios, becas y pensiones. La política de creciente diferenciación de los. ingresos podía ser explicada por las exigencias de la industrialización rápida en la década de 1930, y posteriormente por las necesidades de la guerra y de la reconstrucción en la posguerra. N creo que esta última sea toda la explicación del caso; pero en la medida en que algo hay de verdad en ello, podemos llegar a la conclusión de

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que una vez completada la etapa de industrialización rápida (denominada el "movimiento hacia la madurez" por Rostow) de la URSS, se atenuará y aun se invertirá la tendencia hacia la mayor desigualdad. Un estudio reciente 28 sugiere que eso es precisamente lo que está ocurriendo. El autor observa que desde 1956 cierto número de declaraciones políticas ha subrayado la elevación de los salarios mínimos, y cita el programa del 22• Congreso del Partido Comunista de la URSS en el sentido de que en los próximos 20 años "se reducirá gradualmente la disparidad entre los ingresos elevados y los sueldos relativamente bajos".27 Sobre la base de las estadísticas soviéticas, que son más abundantes en los últimos años, llega a la conclusión de que las diferencias de salarios han disminuido considerablemente desde 1956; por ejemplo, si bien a principios de la década de 1930 los ingresos medios del personal técnico equivalían a dos veces y media el sueldo de los trabajadores manuales, en 1960 era sólo un 50 por ciento mayor. En conclusión, afirma lo siguiente: "El período :?r, Murray Yanowitch, "The Soviet Incama Ravotucian1', SI.avíe RevittW XXIlI (4), diciembre de 1963. 21 op• .,;t., pág. 684.

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r iniciado en 1956 se ha caracterizado por la disminución de las diferencias de las tasas de salarios, los aumentos sustanciales de los salarios mínimos y la disminución de la importancia del sistema de trabajo a destajo".28 Incluso en la época en que la sociedad soviética se caracterizaba por profundas desigualdades, a menudo se argüía que éstas no implicaban el desarrollo de un nuevo sistema de clase. Un observador francés que miraba con simpatía a la sociedad soviética plantea así el argumento: "Sobre la base de esta profunda diferenciación salarial, algunas personas se sentirán inclinadas a pensar que en realidad la sociedad soviética no ha abolido las clases. . . A mi entender, las clases según existen en los países occidentales no tienen en realidad un auténtico equivalente en la URSS. Los prejuicios basados en la riqueza, las barreras rígidas, la oposición organizada de una clase a su propia ampliación desde abajo, son factores que ya no existen o que están en proceso de desaparición total en la Unión Soviética. La difusión de la educación, el apoyo concedido generosamente por las autoridades al pro2~

lbid., pág. 692.

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, greso social de los elementos inicialmente peor situados, son todos factores que apuntan a un resultado final que con razón puede ser denominado una «sociedad sin clases» . . . De ahí que, si bien es posible argumentar acerca de la presencia o la ausencia de clases en la URSS, en todo caso es preciso reconocer que las clases superiores están muy abiertas a los miembros de las clases inferiores, y que los niveles privilegiados no presentan formas cristalizadas, rígidas o especialmente hereditarias".29 Así, el elevado índice de movilidad social y la ausencia de barreras importantes que se opongan a la movilidad a menudo han sido aducidos como prueba de la gradual desaparición de las clases sociales en la URSS. Pero el argumento es pasible de varias objeciones. En primer lugar, no se ha realizado un estudio amplio de la movilidad social en la URSS que permita realizar afirmaciones tan definidas acerca de su ritmo, tanto en términos absolutos como por comparación con otras sociedades.30 Es posible que la 29 Micho! Gorday, Visa to Moseow (traduc. in¡lffa de 1962). 30 Una de tao muy ~asas fuentes de datos ff el estudio de Harvord sobre Jos emigrado! soviético•; v6ase A. Inkeles y R. A. Baucr, Tlle Soviet Ciiiu:n: Dajly Lile in a Tota/Uaria11 Society

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movilidad social haya sido considerable durante el último medio siglo, pero puede explicarse por la rápida industrialización del país, y por las pérdidas sufridas durante la guerra (es decir, por los mismos factores que han actuado en algunos países occidentales) más bien que por la acción de rasgos característicos de la estructura social. El desarrollo industrial creó una gama de nuevos

cargos en los planos superiores de la jerarquía social, y si entre 1926 y 1937 la masa empleada se duplicó, la intelectualidad (funcionarios, profesionales y hombres de ciencia, administradores y empleados) casi se cuadruplicó. En ciertas p rofesiones el incremento fue aún más espectacular; el número de ingenieros y de arquitectos aumentó casi ocho veces, y el número de hombres de ciencia casi seis veces.ª1 C1959). EvMentemente. no es el estudio roalizndo sobre un muesrepresentativo, pero en todo caso señala qu• en conjunto el rnovimiento de las profesiones manuales a laa no manuaJes no et excepcionalmente intenso en la URSS comparado con la situación de algunas aociedades occidentales, aunque el movimiento de los estratos do trabajadores manuales a h1s ó/Jtes os particularmente elevado. (En relaei6n con e•tas comparaciones, v