La historia alfonsí: el modelo y sus destinos (siglos xiii-xv)
 9788490961063, 8490961069

Table of contents :
ÍNDICE
El modelo historiografíco alfonsí y sus antecedentes
I. – INTENTIO
II. – INVENTIO
III. – DISPOSITIO
Variación en el modelo historiográfico alfonsí en el siglo XIII
I. – EL MODELO HISTOGRÁFICO DEFENDIDO EN LA REDACCIÓN PRIMITIVA DE LA ESTORIA DE ESPAÑA
II. – ¿PUEDE HABLARSE DE VARIACIÓN DEL MODELO ALFONSÍ EN LA VERSIÓN ENMENDADA DESPUÉS DE 1274?
III. – LA RADICALIZACIÓN DEL MODELO ALFONSÍ: LA VERSIÓN CRÍTICA
IV. – LA SUBVERSIÓN DEL MODELO ALFONSÍ: LA VERSIÓN RETÓRICAMENTE AMPLIFICADA
V. – EL MODELO HISTORIOCRÁFICO ALFONSÍ Y LAS VERSIONES DE LA ESTORIA DE ESPAÑA EN EL CONTEXTO DE LAS OBRAS JURÍDICAS CREADAS POR EL REY SABIO
Monarquía aristocrática y manipulación de las fuentes: Rodrigo en la Crónica de Castilla
De la crónica general a la real
CUESTIONES PRELIMINARES: LOS DISCURSOS DE LA HISTORIA
DE LA CRÓNICA GENERAL A LA CRÓNICA REAL
LA ESCRITURA DE LA HISTORIA: FERNÁN SÁNCHEZ DE VALLADOLID
EL PRÓLOGO A CRÓNICA DE TRES REYES
LA FORMACIÓN DE CRÓNICA DE TRES REYES
LA SIGNIFICACIÓN DE CRÓNICA DE ALFONSO X
LA FORMACIÓN DE CRÓNICA DE ALFONSO X
CONCLUSIONES
El modelo alfonsí en las crónicas del Canciller Ayala
RAZÓN DE SER Y FINALIDAD DE LA CRÓNICA REAL: EL MODELO ALFONSÍ
RETOMAR EL HILO
MÁS ALLÁ DEL REINADO
ESCRITURA Y ACTUALIDAD
FACULTAD DE ADAPTACIÓN DE LA CRÓNICA
FUNCIÓN IDEOLÓGICA DE LA CRÓNICA
CONCLUSIÓN
El modelo alfonsí ante la revolución trastámara
DE LAS CRÓNICAS GENERALES A LOS SUMARIOS: FILIACIÓN CONFESADA Y FILICIÓN OCULTA
LOS SUMARIOS Y LAS CINCO OPERACIONES DE LAS COMPILACIONES ALFONSÍES
RESUMIR ES ELEGIR
DE ESPAÑA A CASTILLA
MONARQUÍA Y NOBLEZA: LOS CAMBIOS DEL SIGLO XIV
UNA «PRIVATIZACIÓN» DE LA HISTORIOGRAFÍA
Resúmenes
Summaries

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La historia alfonsí: el modelo y sus destinos (siglos XIII-XV) Georges Martin (dir.)

Editor: Casa de Velázquez Año de edición: 2000 Publicación en OpenEdition Books: 6 abril 2017 Colección: Collection de la Casa de Velázquez ISBN electrónico: 9788490961063

http://books.openedition.org Edición impresa ISBN: 9788495555014 Número de páginas: 163 Referencia electrónica MARTIN, Georges (dir.). La historia alfonsí: el modelo y sus destinos (siglos XIII-XV). Nueva edición [en línea]. Madrid: Casa de Velázquez, 2000 (generado el 12 juillet 2019). Disponible en Internet: . ISBN: 9788490961063.

Este documento fue generado automáticamente el 12 julio 2019. Está derivado de una digitalización por un reconocimiento óptico de caracteres. © Casa de Velázquez, 2000 Condiciones de uso: http://www.openedition.org/6540

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En la segunda mitad del siglo

XIII

se concibe en torno a Alfonso X un nuevo arte de historiar.

Nutrido por un conocimiento exhaustivo de las tradiciones historiográficas con incidencias culturales en el Occidente medieval, está tan eficazmente adaptado al ideal monárquico que, a pesar de los profundos disturbios con los que se enfrentará la realeza castellana, el modelo alfonsí seguirá rigiendo la técnica de los historiadores y configurando la visión histórica de las élites españolas hasta finales de la Edad Media y más allá. Este volumen recoge las actas de un seminario coordinado por Georges Martin en la Casa de Velázquez en 1995. En él se pretende caracterizar dicho modelo y seguir sus cambios y permanencias desde su fundación hasta los sumarios del siglo

XV,

pasando por las distintas versiones de las obras patrocinadas por el Rey

Sabio (concisa, enmendada después de 1274 y crítica), la historiografía neoalfonsina de finales del XIII(versión sanchina toledana de la Estoria de España y Crónica de Castilla) así como las continuaciones de Fernán Sánchez de Valladolid y del Canciller Ayala.

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ÍNDICE El modelo historiografíco alfonsí y sus antecedentes Georges Martin

I. – INTENTIO II. – INVENTIO III. – DISPOSITIO

Variación en el modelo historiográfico alfonsí en el siglo XIII Las versiones de la Estoria de España Inés Fernández-Ordóñez

I. – EL MODELO HISTOGRÁFICO DEFENDIDO EN LA REDACCIÓN PRIMITIVA DE LA ESTORIA DE ESPAÑA II. – ¿PUEDE HABLARSE DE VARIACIÓN DEL MODELO ALFONSÍ EN LA VERSIÓN ENMENDADA DESPUÉS DE 1274? III. – LA RADICALIZACIÓN DEL MODELO ALFONSÍ: LA VERSIÓN CRÍTICA IV. – LA SUBVERSIÓN DEL MODELO ALFONSÍ: LA VERSIÓN RETÓRICAMENTE AMPLIFICADA V. – EL MODELO HISTORIOCRÁFICO ALFONSÍ Y LAS VERSIONES DE LA ESTORIA DE ESPAÑA EN EL CONTEXTO DE LAS OBRAS JURÍDICAS CREADAS POR EL REY SABIO

Monarquía aristocrática y manipulación de las fuentes: Rodrigo en la Crónica de Castilla El fin del modelo historiográfico alfonsí Diego Catalán

De la crónica general a la real Transformaciones ideológicas en Crónica de tres reyes Fernando Gómez Redondo

CUESTIONES PRELIMINARES: LOS DISCURSOS DE LA HISTORIA DE LA CRÓNICA GENERAL A LA CRÓNICA REAL LA ESCRITURA DE LA HISTORIA: FERNÁN SÁNCHEZ DE VALLADOLID EL PRÓLOGO A CRÓNICA DE TRES REYES LA FORMACIÓN DE CRÓNICA DE TRES REYES LA SIGNIFICACIÓN DE CRÓNICA DE ALFONSO X LA FORMACIÓN DE CRÓNICA DE ALFONSO X CONCLUSIONES

El modelo alfonsí en las crónicas del Canciller Ayala Michel Garcia

RAZÓN DE SER Y FINALIDAD DE LA CRÓNICA REAL: EL MODELO ALFONSÍ RETOMAR EL HILO MÁS ALLÁ DEL REINADO ESCRITURA Y ACTUALIDAD FACULTAD DE ADAPTACIÓN DE LA CRÓNICA FUNCIÓN IDEOLÓGICA DE LA CRÓNICA CONCLUSIÓN

El modelo alfonsí ante la revolución trastámara Los sumarios de crónicas generales del siglo XV Jean-Pierre Jardin

DE LAS CRÓNICAS GENERALES A LOS SUMARIOS: FILIACIÓN CONFESADA Y FILICIÓN OCULTA LOS SUMARIOS Y LAS CINCO OPERACIONES DE LAS COMPILACIONES ALFONSÍES RESUMIR ES ELEGIR DE ESPAÑA A CASTILLA MONARQUÍA Y NOBLEZA: LOS CAMBIOS DEL SIGLO XIV UNA «PRIVATIZACIÓN» DE LA HISTORIOGRAFÍA

Resúmenes Summaries

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NOTA DEL EDITOR En couverture : Alphonse X dictant le Livre des dés. Illustration extraite du Livre des jeux, Biblioteca del Real Monasterio del Escorial (cliché Oronoz).

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El modelo historiografíco alfonsí y sus antecedentes Georges Martin

1

Mi intención, dentro de lo que cabe en una hora, es esbozarlas rasgos característicos de la obra historiográfica alfonsí tanto en cuanto al lugar que se dio a ésta en el proyecto político-cultural del Rey Sabio y a los destinatarios que se le asignó (la intentio) como, en el plano ya del texto, en cuanto a la materia reunida (inventio) y a la organización de dicha materia (dispositio). Este esbozo lo trazaré más bien de cara a la tradición que se le ofrecía a Alfonso X, recalcando, a través de lo que fueron sus propias alternativas, la forma de historiar que concibió, en cierto modo, como definitiva. En este doble sentido hablo de modelo: una forma del arte de historiar, y una forma que se concibió como proposición ejemplar para el futuro. Las vacilaciones y variaciones a que dio lugar la realización de dicho modelo en el propio marco de la actividad historiográfica alfonsí, como sus éxitos y fracasos en la historiografía de los siglos XIV y XV quedarán a cargo de los sucesivos ponentes.

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Lo que voy a decir poco tiene de original (aun cuando aquí y allí se perciban las huellas de mi propio acercamiento a la obra de Alfonso X). Me limitaré, para lo esencial, a sintetizarlas principales aportaciones de una inmensa bibliografía de la que no dan más que una pequeña idea el centenar de títulos que seleccioné para este seminario, entre los cuales, por cierto, se destacan por su amplitud, altura y pertinencia, los trabajos de Diego Catalán, Francisco Rico e Inés Fernández-Ordóñez1. También debo decir que el intento de definir un modelo historiográfico alfonsí tropieza con obstáculos difíciles de salvar, como lo son la existencia de dos obras afines a la vez que dispares2 (la General estoria y la Estoria de España3); el hecho de que gran parte de éstas sigue sin editar; y, por fin, la fragmentación elaborativa y variación de la obra que fueron rasgos constitutivos de la producción historiográfica alfonsí, y dieron lugar a que fuesen redactadas al menos dos versiones de la Estoria de España 4 bajo el mismo reinado de Alfonso X, versiones compuestas además de partes que no parecen obedecer a criterios elaborativos del todo símiles5. Sólo mirando desde muy alto y simplificando en extremo me arriesgo a definir los grandes contornos de una arquitectura.

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I. – INTENTIO 3

Diego Catalán (de acuerdo con Francisco Rico)6 destacó con toda razón que la historiografía alfonsí participaba de un proyecto unitario, a la vez político y cultural. Desde luego, la asociación de la historia y de otros saberes y su cultivo conjunto no es, en el siglo XIII, cosa nueva: la obra de un Isidoro de Sevilla ya coronaba, a este respecto, toda una tradición, continuada en España, entre otros ejemplos, por el autor de la Chronica albeldense y máximamente ilustrada por el historiador francés que más influencia tuvo sobre el taller alfonsí, Vincent de Beauvais (el Belovacense). Pero aun así, el papel de la historia entre los demás saberes cobró en los talleres alfonsíes una importancia raramente alcanzada, y en la medida en que participó de un proyecto político, a mi parecer propiamente inaugural.

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El Setenario 7, mayor exponente del ideario político alfonsí, en la medida en que sus once primeras «leyes» dan a las contenidas en la Siete partidas, su mejor base a la vez teológica y científica8, no alude a la historia. Pero, a la vez, está empapado en historia: historia de la idea imperial española, historia de Fernando III –la cual, punto por punto, es precisamente una conversión histérico-narrativa de la imagen de la realeza ideada en la Segunda Partida9–, historia de las creencias anteriores a la Revelación, etc. Pues bien: el Setenario, al enfocar el retrato del perfecto gobernante bajo la luz de la razón y del saber natural concede la mayor importancia a las artes liberales (pp. 29-36) 10. Rico apuntó que también en las glosas epistemológicas de la General estoria (GE, I, pp. 193-197) «las artes liberales se lleva[ba]n la parte del león en el continuum del saber» 11. Ahora bien: en la misma obra encontramos esta frase: En el primero tienpo quando los omnes començaron a auer figuras de letras e meter los saberes en escrito, leyén estonçes e aprendién en escuelas todos los fiios de reyes, e de los otros prínçipes, e de los grandes omnes. En aquella sazón non era dado a ninguno otro sinon a estos altos de aprender las artes que dezimos liberales, así commo lo contamos en las razones de los libros de Moysén. E desque acabaron de escriuir los saberes, así commo los ellos mejor entendieron e supieron, trabajáronse de meter en escripto los fechos de los reyes e de los altos omnes segunt los tienpos en que acaescién [...] (GE, II, 2, p. 2b).

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En la jerarquía de los saberes –y de aquellos saberes que practica(ba)n los «reyes», «prínçipes» y «grandes omnes»– he aquí la historia situada inmediatamente después de las artes liberales.

6

La ordinatio scientiae propuesta en el Setenario está coronada por la metafísica: «Metaffísica es la ssetena destas siete artes, e más noble e más ssotil que todas ellas porque por ésta se conosçen todas las cosas ssegunt ssu natura, tan bien spirituales commo tenporales» (p. 38). Iambién destacó Rico12 la preeminencia de la metafísica –más que bastante corriente, desde luego, en la filosofía del siglo XIII– para los autores de la General estoria: «El más ondrado de los otros saberes que sin estos siete ay, e aun destos et de todos, es la metafísica [...]» (GE, I, p. 196b). Pues bien: no deja de ser significativo de la nueva dignidad epistemológica concedida a la historia el hecho que el prólogo de la General estoria, destinado a fundar la certidumbre y utilidad del saber histórico, se abra aplicando a ésta (creo que por primera vez) nada menos que la primera frase de la Metafísica de Aristóteles: «Natural cosa es de cobdiciar los omnes saber (los fechos que acahescen en todos los tiempos) [...]» (GE, I, p. 3a).

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En cuanto al doble fundamento, teológico y científico, que se da al señorío en el Setenario, también los autores de la General estoria lo recogen bajo el concepto de los saberes útiles al gobierno, pero insertando la historia en el sistema, como se puede apreciar, por ejemplo, en la conocida censura que hacen del rey Darcón de Egipto, el cual perdía el tiempo escuchando fabliellas de uanidades, que no tenién pro a él nin a mantenimiento del regno, ca nin eran buenas estorias, nin fechos de Dios, nin de naturas [...] (GE, I, p. 753b).

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Así, y dentro de una definición del saber útil al gobierno del reino, queda asociado y equiparado el saber histórico con el saber teológico y el saber natural, o sea con los dos grandes polos, no sólo del pensamiento político alfonsí, sino de la episteme del siglo XIII.

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Y para acabar con el tema de la posición de la historia en la epistemología política de Alfonso: no creo que ningún monarca antes del Rey Sabio haya dado a ésta el papel orgánico que desempeñó, en el conjunto de una labor cultural gobernada por la utilidad política, junto al saber natural (sobre todo astrológico, es decir premonitorio) y al saber jurídico (luego, a la legislación).

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Ahora bien, esta nueva importancia de la historia dentro de la epistemología política encuentra su proyección, también junto con los demás saberes cultivados por el rey, en una nueva perspectiva de comunicación.

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Así como Alfonso, en lo tocante a la predicción astrológica, «[tornó] en lengua castellana» el Libro conplido en los judizios de las estrellas para «[alumbrar] e [cumplir] la grant mengua que era en los ladinos por defallimiento de los libros de los buenos philosophos» 13, o, como escriben los traductores del Libro de las cruzes, «[buscó] et [espaladinó] los saberes, doliendo se de la pérdida et la mengua que auían los ladinos en las sciencias» 14, así como, en el campo de la «arte» mineralógica, «trasladó» el Lapidario «de aráuigo en lenguaje castellano por que los omnes lo entendiessen meior et se sopiessen del más aprouechar» 15 , y, más aún, del mismo modo que fue concebido el Setenario con el propósito de «[poner] en libro» «castigo» «que [los omnes de sos regnos] oyesen a menudo, con que se costunbrasen para sser bien acostunbrados, e que sse affiziesen e vsasen, rraigando en si el bien e tolliendo el mal» (p. 23), la historiografía alfonsí pretendió educar – y educar políticamente – a los reinos.

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Los declarados objetivos didáctico-ejemplares de la historiografía del Rey Sabio son por lo menos tan antiguos como el «magister vitae» de Cicerón, y cuando el prologuista de la Estoria de España (PCG, I, p. 3b) declara: [Los sabios contaron] tan bien de los que fizieron mal cuerno de los que fizieron bien; por que los que después uiniessen por los fechos de los buenos punnassen de fazer bien et por los de los malos que se castigassen de fazer mal,

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no hace más que traducir (libremente) al Toledano16. Pero aun así: la labor científica, y más concretamente historiográfica, de Alfonso pudo ser percibida por sus contemporáneos como un amplio y singular empeño educativo. Así lo entendió Don Juan Manuel, quien escribía a propósito de su tío en el Libro de la caza; «tanto cobdiçió que los sus regnos fuessen muy sabidores, que fizo trasladar en este lenguaje de Castiella todas las sçiencias»17 y, en la Crónica abreviada, refiriéndose esta vez a la obra historiográfica: E este muy noble rey don Alfonso, entre muchas nobles cosas que fizo, ordenó muy complida mente la Crónica d’Espanna, e puso lo todo conplido e por muy apuestas razones e en. las menos palabras que se podía poner, en tal manera que todo omne que la lea puede entender en esta obra, e en las crónicas que él conpuso e mandó conponer [...]18.

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Y es que, si se deja de lado la única excepción que consituye, a finales del siglo IX o principios del X, la Crónica de Alfonso III –de propósito y alcance muy distintos, pero que pudo servirle de modelo al respecto19–, el Rey Sabio instaló la historiografía en una nueva relación de comunicación entre él y «sus reinos», perfectamente homologa (eso sí) a la relación sociopolítica estructural rey/pueblo que proclama la Segunda Partida.

15

Como lo desarrollé el pasado año, en este mismo sitio, con ocasión de una mesa redonda organizada por la Fundación Europea de la Ciencia20, Alfonso X imprimió un cambio radical en la orientación comunicativa del discurso historiográfico que se había venido imponiendo desde mediados del siglo XII y había triunfado en la primera mitad del XIII.

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Al sistema en que los historiadores –y, con el tiempo, en la primera mitad del siglo XIII, un historiador, nombrado, y de afirmadísima personalidad– solieron proporcionar al rey, primero el conocimiento de sus derechos dinásticos y territoriales, y luego nada menos que una enseñanza sobre el buen gobierno del reino, Alfonso sustituyó otro en que el rey mismo pretendió impartir dicha enseñanza. ¿A quiénes? Pues (otra vez) a los mismos destinatarios a los que apunta el Setenario: a «los otros reyes que después viniessen» (p. 25) como también (y quizá más urgentemente) a «los omnes», y mejor, a «los omnes buenos» (p. 23) del reino, es decir a las élites políticas («altos omnes», «grandes omnes», «omnes buenos» y hasta «prelados»). Es lo que indican los autores de la Estoria de España, por ejemplo al justificar el elogio póstumo que hacen de Pompeyo: E esto assí se suele dezir de los grandes omnes en sos acabamientos [...] por dar mayores uoluntades a los altos prínçipes et a los otros omnes buenos que lo oyeren, et tomen por y coraçones pora fazer lo meior (PCG, I, p. 82a).

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Y también lo expresan los autores de la General estoria, entre otras muchas ocasiones, al comentar unos versos de Ovidio: Pone Ouidio en este logar por sos uiessos en so latín una muy buena façanna de ensennamiento pora los reyes e pora los otros omnes que son puestos en grandes dignidades e onras [...] e [...] [ensenna] todo el debdo que el rey o otro príncep o prelado de Santa Eglesia deuen catar et mantener en las dignidades en que son (GE, II, 1, p. 56b)21.

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Este cambio en la orientación comunicativa del saber histórico dio lugar a dos transformaciones de gran relevancia: la directa toma de palabra por el rey como enunciador del discurso histórico (y la concomitante vuelta al anonimato de los realizadores técnicos de la historia)22 y el empleo –por primera vez en Castilla e incluso en España después del navarro Líber regum, de finales del siglo XII– de un idioma vernáculo: la «lengua castellana» o «lenguaje castellano», a veces confundido con el «lenguaje de Espanna»23. También conllevó una fundación mayor: la de una prosa amplia y redundante, minuciosamente articulada, insistentemente deíctica, esclarecedora de sus términos y de su ordenación, llevada por el modelo de la lectio escolástica24, prolija en razonar y explicar 25, la cual sigue ofreciendo zonas casi vírgenes a la investigación. Y por último también otra creación, totalmente dejada de lado por los estudiosos, y a la que sólo yo, me parece, he dedicado (aunque rápido y superficial) un estudio26: una nueva y madurada concepción del libro, de su utilidad y de su presentación, instigadora de un muy extenso aparato paratextual y de pormenorizadas razones para explicar su materia y organización27.

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En estos cuantos rasgos, que atañen a la intención de la actividad historiográfica, tanto respecto al papel que se atribuye a la historia en la ordenación de una epistemología política como respecto a la nueva orientación que se pretende dar a la comunicación del saber histórico, reside para mí una primera gran característica del modelo historiográfico

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alfonsí: la participación del saber histórico en una amplia concepción científica de lo político por parte de la corona y en el proyecto de subordinar al ideario de la realeza las élites del reino. En esto mismo veo un primer campo de investigación cuya exploración merece ser sistemáticamente profundizada, en particular en lo que toca a la relación de la obra historiográfica con la obra científica y, sobre todo, jurídica del Rey Sabio, a las implicaciones del empleo del castellano (y de qué «castellano») sobre la jerarquización geopolítica de los reinos28, a los supuestos ideológicos que presidieron al nacimiento de la prosa histórica castellana, y por fin a la concepción de la nueva función cultural y de la consecuente nueva presentación formal del libro. 20

Llevaré ahora el estudio al terreno de los textos y, para empezar, al de la materia reunida (al de la inventio).

II. – INVENTIO 21

En el terreno historiográfico, la enseñanza de Alfonso X (cuyo contenido político fundamental podría cifrarse en un concepto monárquico del «señorío natural» con vistas imperiales) quiso a la vez arraigarse en el reino, o, más ampliamente, en el suelo peninsular, primer círculo de las ambiciones políticas alfonsíes, y enmarcarse más extensamente en la totalidad de la historia humana concebida en parte como una marcha hacia el imperio y, luego, como una translación de éste. Ser particular y general, territorial y universal, y en realidad, obrar por los cauces de una doble ambición imperial: hispánica y occidental. Así, tras un muy largo período (que empieza con las primeras crónicas asturianas del siglo IX y llega hasta el Tudense y el Toledano) en que la historiografía, aunque diversa y lejanamente enraizada en la historia universal, tuvo por base un sistema dinástico-territorial29, Alfonso X restableció, con nuevos fundamentos compositivos e ideales, la vieja partición isidoriana, llevando a cabo simultáneamente 30 una Estoria de España y una General estoria.

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Las dos destacan por su ambición totalizadora o, si se quiere, por su aspiración a la exhaustividad. La interpretación evemerista de la mitología griega –«los dioses de los gentiles [...] nin son dioses nin lo fueron, mas [...] fallamos que fueron omnes buenos poderosos e mas sabios quelos otros al su tiempo» (GE, I, p. 409b)– explotada, es verdad, por la historiografía cristiana desde Eusebio de Cesarea, permite integrarla a la historia de los reyes gentiles. La lectura figurada de las dos –«Los auctores de los gentiles fueron muy sabios omnes e fablaron de grandes cosas, e en muchos logares en figura e en semeianças duno por al, como lo fazen oy las escripturas de la nuestra sancta Eglesia» (GE, I, p. 162b)–, también tradicional, les da cabida a ambas, junto con los hechos bíblicos, en una misma historia que, simbólicamente, relata la progresiva revelación en el tiempo del Dios de los cristianos y de un orden conforme a sus preceptos31.

23

Pero, a este respecto, se distingue la obra historiográfica de Alfonso X por el número de fuentes antiguas y medievales, «gentiles», cristianas y musulmanas, españolas y europeas que maneja, así como por la amplitud con que las explota. Alfonso pretendió reunir en la General estoria, con desarrollo hasta entonces no alcanzado, «todos los fechos sennalados, tan bien de las estorias de la Biblia como de las otras grandes cosas que acahescieron por el mundo, desde que fue començado fastal nuestro tiempo» (GE, I, p. 3b). Todos los «fechos», y también todas las «estorias», incluidas –como aquellas escritas por Ovidio (GE, I, p. 163a)– las que algunos podrían equivocadamente confundir con «fabliellas». Y en el caso

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de la Estoria de España, los historiadores del Rey Sabio –a diferencia de lo que hiciera su más inmediato antecesor, Rodrigo de Toledo– recogieron en un relato homogéneo: para la época pregótica, una muy crecida historia romana, y para el período gótico y neogótico la historia simultánea de otros pueblos, como la de los árabes y de su señoríos andaluces. Pero también abarcaron esa otra «estoria», emanada de la sociedad de los guerreros, española o francesa, las «fablas» o «cantares de las gestas», así como la historia poética del «mester de clerecía». Y así se abrió paso en la tradición historiográfica, ora nunca oído, ora considerablemente amplificado, el eco de los hechos heroicos de Carlos Mainete, Bernardo del Carpió, Fernán González, los Infantes de Lara o Ruy Díaz. 24

Estas fuentes, más que nunca numerosas y diversas, se identifican con cuidado: género («estoria», «fabla», «cantar», «romanz»), lengua («griego», «latín», «arábigo»), autor, título, a veces capítulo. Su reproducción es minuciosa y por lo general se hace con todo detalle. Cada vez que es posible, se las ensambla en cumplidísimo mosáico; y cuando no: son confrontadas o jerarquizadas. En este último caso, la General estoria antepone la Biblia a Josefo y Josefo a Pedro Comestor; la Estoria de España Rodrigo de Toledo a Lucas de Túy, Rodrigo y/o Lucas a las fuentes particulares (Historia Roderici), árabes (Ibn Alqama) o carolingias, y, por lo general, la historia erudita latina a los cantares de gesta 32. Se discute su veracidad, y se zanja: Et sabet que [...] cuentan las ystorias de los gentiles [...] que [...] mas todos los sabios de la nuestra ley [...] dizen que [...] e sin falla así fue (GE, I, p. 154a).

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Admirable construcción científica. Pero al mismo tiempo: voluntad de producir una historia total –«Nos [...] queremos contar la estoria toda como contesció e non dexar della ninguna cosa de lo que dezir fuesse» (GE, II, I, p. 130b)– y una historia cierta –«del tiempo passado [...] dezimos que alcanzan los omnes [...] cierta mientre el saber delas cosas que fueron» (GE, I, p. 3a)–, y en resumidas cuentas: una historia definitiva, dentro de una concepción acumuladora de la verdad. Como también: formidable alarde de ciencia, espectáculo de un manejo de fuentes ya inalcanzable para el historiador individual, o privado, o que pertenezca a instituciones menos ricas y potentes. Y más sutilmente: representación constante de la autorizadísima mirada de la corona, que filtra y ordena autoridades en una figuración indefinidamente repetida de la autoridad. He aquí, entre muchos, tres aspectos de una historia que, desde el grado zero del «ayuntar» de las fuentes, enfoca el pasado desde un punto de vista político, ilustrando aquí la autoridad todopoderosa del rey.

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Desarrollaré este punto llevando ahora el análisis a sistemas más elaborados de la « inventio».

27

Rico mostró de modo convincente que la historia alfonsí se deja aprehender bajo un criterio de significación auténticamente diacrónico, donde el hecho cobra su sentido por la posición que ocupa en el transcurso del tiempo: relativamente a la encarnación, a las seis edades del mundo, a la implantación del derecho civil escrito, etc. Ahora bien: no menos cierto es que la enseñanza política atrae constantemente la materia histórica al presente del historiador y de su público.

28

Primero, un vaivén declarado acentúa continuidades entre lo historiado y la actualidad del reinado. Así, al referir cómo Ixio instituyó el rito de armarse caballero al mismo tiempo que las cien caballerías de los Centauros33, comentan los autores de la General Estoria que ésto lo hizo a la manera que el muy noble e muy alto el dezeno don Alfonso, rey de Castiella, de Toledo, de León e del Andaluzía que compuso esta Estoria, que en la muy noble

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cibdad de Seuilla [...] establesçió dozientas cauallerías que dio a dozientos caualleros quelas ouiessen pora siempre, ellos e los sus primeros fijos herederos, e otrossi, dend adelant, todos los sos a esta guisa por linage [...] e llaman los atodos en uno los dozientos [...] (GE, I, pp. 329-330). 29

Los mismos autores, evocando la fabricación del puente de Segovia por Espán, primer señor de España, añaden: que se yua ya destruyendo, e el rey don Alfonso fizo [la puente] refazer e adobar, que viniese el agua por ella a la villa commo solía, ca auía ya grand tiempo que non vinié por ý (GE, II, 2, p. 35a).

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El procedimiento puede ser más hábil y disimulado, y residir en una equiparación implícita de sistemas de valores. Un caso muy conocido es el de enfatizar el relato por protagonistas modélicas, que corresponden al buen gobernante tal como lo concibe Alfonso X34. Tomaré el caso, bien conocido, de Júpiter35. Su retrato recoge no pocas palabras del prólogo del Espéculo36. En éste declaraba Alfonso: E por ende nos don Alffonso [...] entendiendo e veyendo los males que nasçen e sse leuantan en las tierras e en los nuestros rregnos por los muchos ffueros que eran en las villas e en las tierras departidos en muchas maneras, que los vnos sse iulgauan por ffueros de libros minguados e non conplidos e los otros sse iudgan por ffazañas dessaguissadas e ssin derecho, e los que aquelos libros minguados tenién por que sse iudgauan algunos rrayénlos e camiáuanlos commo ellos sse querían a pro de ssí e a danno de los pueblos. Onde por todas estas rrazones sse minguaua la iustiçia e el derecho, porque los que auién de iudgar non podían çiertamiente nin conplidamiente dar los iuyzios [...] ffeziemos estas leyes que sson escriptas en este libro [...] e catamos e escogiemos de todos los ffueros lo que más valié e lo meior e pussiémoslo ý […]» (Espéculo, pp. 101-102).

31

Y leemos en la General estoria: [...] las yentes que fueron algún poco antes del su tiempo deste rey Juppiter [...] non auién aún ciertos fueros nin ciertas leyes, nin los pusieran aún en escripto ninguno, e andauan por uso epor aluedrío, e ell un día las ponién e ell otro las mudauan e las tollién, de guisa que non auién aún fuero nin ley estable [...] Et esto sopo muy bien escoger este rey Juppiter [...] et ayuntó todos los fueros e todas las leyes e tornólas en escripto et fizo libros dellas (GE, I, pp. 199-200).

32

También bajo otro aspecto recuerda Júpiter a Alfonso: Era otrossi el más poderoso e el más sabio rey que en el mundo auié en aquel tiempo entre los gentiles, et era tal, segunt diz la Estoria de Troya, que nil fincaua encantamiento nin saber que se fiziesse por el arte mágica nin por la sabeduría de las estrellas que lo él non sopiesse e lo non fiziesse, e acauaua todas las cosas del mundo que querié por el so saber (GE, II, 1, p. 53a)37.

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Y por si fuera poco: la implícita prefiguración política descansa en un declarado vínculo genealógico, ya que también atañe Júpiter a Alfonso por ser antepasado de los emperadores, y, más concretamente, de sus parientes de la casa de Suabia: [...] e del linage deste Juppiter [...] uinieron todos los reyes de Troya e los de Grecia, e Eneas, e Rómulo, e los césares, e los emperadores, e el primero don Frederico que fue primero emperador de los romanos, et don Frederic su nieto el segundo deste don Frederic, que fue otrossí emperador de Roma que alcançó fastal nuestro tiempo, e los [ emperadores] uienen del linage dond ellos e los sos e todos los altos reyes del mundo uienen» (GE, I, pp. 200-201).

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Ahora bien, la vinculación didáctica de la materia histórica a las concepciones y prácticas políticas de Alfonso X es mucho más difusa y omnipresente que unos cuantos ejemplos de

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gobernantes. En muy gran parte, procede de la glosa que hacen los historiadores de las fuentes que compilan. Son a veces comparaciones casuales: E cuentan en sus estorias los sabios que sobresta razón departen, que a esta semeiança daquella bozina de Dios, que los reyes delas tierras, que tienen en las cosas terrenales las uezes de nuestro sennor Dios, que traen ante sí las trompetas e los annaphiles [...] (GE, I, p. 395a). 35

o, más sutilmente, invirtiendo y haciendo tácitos los términos de la equiparación: Et esto fizo Dios (en Sodoma y Gomora) como buen juez que iudgó derecho, e mando cumplir luego la iusticia del juyzio, como rey e emperador e sennor (GE, I, p. 131b).

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Son, otras veces, rápidas observaciones dogmáticas: sobre la máxima potestad que tienen los reyes en la caballería (GE, II, 2, p. 298a), sobre su derecho a matar por justicia (GE, I, p. 405b), sobre su superioridad intelectual con relación a los demás hombres –«como son los reyes en los sesos más agudos que los otros omnes, asmó aquel rey quáles serién las cosas poro el más podrié [...]» (GE, I, p. 290b)–, pero también, más concretamente, sobre las ventajas de la indivisión del reino (PCG, I, p. 4b) y el derecho de primogenitura en la sucesión al trono38. No pocas veces, dichas consideraciones dogmáticas dan lugar a bastante amplio desarrollo, como cuando la General estoria expone en poco menos de dos capítulos las razones que llevan los reyes a cambiar las leyes (GE, I, pp. 580-581).

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Esta glosa, generalmente limitada a hechos históricos o a instituciones en la Estoria de España, suele rebasar dichas fronteras en la General estoria para abarcar saberes colindantes, dando a veces a la obra aspecto de manual enciclopédico: geografía, con «las cinquaenta e tres yslas que yazen en el cabo de Europa» (GE, I, pp. 91-92); astrología, con los nombres de las estrellas (GE, I, pp. 603-604); naturaleza y ordenación de los saberes, con «los departimientos délos saberes del triuio y del cuadriuio» (GE, I, pp. 193-197 y II, 1, pp. 57-58); teología con «los departimientos délos tres poderes délas almas» (GE, I, pp. 572-574); etc. ¿Verdadero enciclopedismo, como lo vemos escrito tan a menudo? No lo creo; y esta noción, aplicada a Alfonso X, siempre me ha parecido encubrir el sentido profundo de los hechos. Más bien me parecen participar estos apartados de una valoración obstinada y multiforme del saber que podemos seguir a lo largo de las dos obras históricas. En la caracterización de Hércules, que «después que en los saberes fue entrando e guiándose por ellos [...], más ayna acabó los grandes fechos que fizo por otras lides nin por fuerça» (GE, II, 2, pp. 30-31); en proclamaciones dogmáticas: «Et fallamos assaz por escriptos de sabios que qui estas tres cosas a poder, saber e querer, uençer puede e acabar toda cosa que quisiere» (GE, II, 1, p. 269b); y aun, coincidiendo estas diversas modalidades, en este comentario al nombre de Perseo: Persseo otrossí es tanto como ombre lienno de uertudes e de saber. Et por lo que nos los latinos dezimos dios dizen los griegos theos. Et fallamos que departen unos que Perseo tanto quiere dezir como pertheo, que quiere dezir tanto como dios, por que tod omne que es lleno de uertudes e de saber semeia a Dios, ca por Él le uiene; et cada uno, quanto más a desto, tanto más semeia a Dios e tanto más se llega a la natura dÉl (GE, II, I, p. 290a).

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A su vez, estas proclamaciones directas o indirectas recuerdan muy de cerca las del Setenario: «Ssabiduría, ssegunt dixieron los ssabios, ffaze venir a omne a acabamiento de todas cosas que ha sabor de ffazere de acabar» (p. 29), o también: «por el poder sse entiende el Padre, e el ssaber el Ffijo, e el querer e la uertud con que huebran, el Spíritu Ssanto. Porque conuyene que todo omne que quisiere alguna buena obra començar e sseguir e acabar bien, que la comiençe en el nonbre de Dios [...]» (p. 7); o por fin: «Et por todas estas rrazones es

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manifiesto e connosçido que los ssaberes son de Dios e non dotre, e por Él sson connosçidos e Él por ellos» (p. 42). 39

A la nueva dignidad epistemológica de la historia entre los saberes corresponde así una visión de la historia como depósito y exaltación del saber, lo cual encaja perfectamente con el papel que, en el proyecto político alfonsí, pretendió darse al saber como agente de la lucha contra el uso y la costumbre. Este es, me parece, un enfoque más fecundo que el del «enciclopedismo» a menudo atribuido al Rey Sabio, un medio, también, de interpretar las observaciones epistemológicas hechas más arriba, y una prueba más de que la historiografía alfonsí fue concebida ante todo para evidenciar, por la realidad de la aventura humana desde sus orígenes, la verdad de las concepciones políticas del Rey Sabio.

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Para acabar este examen de la inventio historiográfica alfonsí, señalaré –me limitaré a señalar, para no exceder los límites de lo soportable– que el procedimiento más presente y difuso de conformación de la materia al orden político promovido por Alfonso, reside en la misma transcripción de las fuentes, la cual, muy lejos de ser, como se ha dicho, literal, obra una adaptación constante a los nuevos objetivos ideológicos. En el caso de las fuentes historiográficas, he demostrado muy pormenorizadamente, aunque en el bastante corto fragmento de la Leyenda de los Jueces de Castilla, este proceso de adaptación semántica que toca tanto a la combinación de los textos anteriores como a su traducción39. Y la joven Patricia Rochwert40, prolongando bajo mi dirección trabajos de David Pattison y Brian Powell41, está revelando el minucioso sistema de transformaciones que los historiadores alfonsíes imprimieron a la gesta en el momento de integrarla, y que tocan tanto a los conceptos políticos y jurídicos como a los afectos, a la segmentación del relato como a la representación del tiempo y del espacio, al léxico y a la sintaxis como al mismo sistema enunciativo. He aquí, me parece, otro importante tema de investigación que añadir a los que voy sugiriendo: la reducción de las fuentes a los esquemas ideológicos alfonsíes 42.

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Concluyo esta parte: la exhaustividad en la constitución de la materia histórica, pero también en la reunión y en la explotación de las fuentes, el esmero con que éstas son presentadas y la autoridad con que se comentan, el vaivén entre hechos pasados y acontecimientos presentes, la valoración modélica del protagonismo histórico, la glosa dogmática, el enciclopedismo científico, todos estos rasgos característicos del modelo historiográfico alfonsí obedecen a este rasgo superior cuya más directa lectura puede hacerse en la superficie léxico-nocional de los textos: que los provoca principalmente el deseo de promover el ideario monárquico de Alfonso X.

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Pasemos ahora a la «dispositio» de la materia histórica y, para despejar el panorama, distingamos organización del contenido y organización de su expresión.

III. – DISPOSITIO 43

Por disposición del contenido entiendo el enfoque de la materia histórica, es decir el punto de vista que presuponen la selección, jerarquización y conexión de los hechos.

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Como lo ha destacado perfectamente Inés Fernández-Ordóñez, la historia alfonsí es ante todo historia del señorío. Amén de que, como toda la historia antigua y media, la historia alfonsí es historia de «reyes», «prinçipes» y «altos omnes», esto podemos comprobarlo en la General estoria tanto en su adhesión a la teoría general de la translatio imperii 43 como bajo el aspecto particular, aunque menos manifiesto no menos operante, del complicado

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entramado genealógico que –correlativamente a ésta, pues se trata de orientar la translatio hacia Alfonso, haciendo, como lo apuntó maliciosamente Rico, de la historia universal alfonsí «una historia de familia»44– lleva desde Nem rod45, desde Saturno –y, como lo vimos más arriba, de su hijo Júpiter46–, desde Troya también, pasando comúnmente por Roma, hasta los reyes y emperadores y finalmente hasta el mismo rey Sabio47. Pero es en la Estoria de España donde el enfoque político del contenido me parece más acabado y asequible y donde ha sido, desde luego, mejor estudiado. 45

Siguiendo a Diego Catalán48, podríamos destacar como más novedoso el enfoque «territorial» de la materia histórica. Quizá cabría sin embargo matizar esta novedad, recordando que en gran medida ése fue también el criterio del Toledano, afirmado desde el prólogo del De rebus Hispaniae 49 – aun cuando Rodrigo historió por separado los dominios romano, bárbaro, gótico y árabe en la Península, concediendo al dominio godo, es verdad, un énfasis cercano al de Isidoro50. Por otra parte, también habría que señalar, como lo subrayó Rico51, que la importancia concedida a la historia romana en la Estoria de España sobrepasa con mucho los límites de la historia local, lo cual, probablemente, no deja de ser sintomático tanto de la honda pertenencia de la España medieval al mundo romano52 como de la perspectiva imperial que fue la de Alfonso X. Con todo, es verdad que la territorialidad funciona como un criterio profundo de selección de la materia histórica: a la Biblia y a la mitología griega no se recurre sino para dar cuenta de las fundaciones hispánicas; de la historia de los gentiles sólo se recoge lo que atañe directamente a la Península; la historia romana no viene a cuenta sino con ocasión de la llegada de Escipión a España, y, como lo hemos visto, el panorama histórico alcanza después, más allá de los godos y de sus herederos, todos los señoríos españoles: navarro, aragonés, y árabe (s) –y más allá de los hechos de los reyes, aquellos, ampliamente desarrollados, de españoles ilustres, como el Cid. El mismo Rico plasmó muy agudamente la realidad del criterio territorial comparando el método discriminatorio de los autores de la Estoria de España con lo que hicieron sus dos principales inspiradores, Lucas de Túy y Rodrigo de Toledo: Frente al obispo de Túy, que partía de la Creación y abarcaba la tierra entera, se pretende ahora aislar los materiales que tocan directamente a la morada ibérica; frente al arzobispo de Toledo, va a concederse atención minuciosa a la edad pregótica. Y frente a uno y otro se ensancha considerablemente el marco de lo hispano, hasta extenderlo en verdad de mar a mar53.

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Comparto, desde luego, la interpretación que Catalán da de este enfoque, cuando escribe que «Alfonso prima, sobre otros principios de afinidad, la “naturaleza” de los hombres (el ser “naturales” de un territorio) y añade así un nuevo elemento de presión aglutinante a favor de la restauración de una monarquía hispana unitaria, mucho más eficaz que el viejo mito de la continuidad de la línea de los godos en los reyes de Asturias, León y Castilla»54. Esto, desde luego, corresponde a la vez a un principio fundamental de la ideología política alfonsí (la primacía del «señorío natural» sobre todo otro tipo de poder en el reino)55 y a concepciones hegemónicas peninsulares que, por ejemplo, inquietaron al rey de Aragón y, en su momento, le situaron en el campo de la rebelión contra Alfonso.

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Pero me parece necesario añadir que esto segundo no podría ser de no seguir no solo vigente, sino muy activo, en la Estoria alfonsí, «el viejo mito de la continuidad de línea de los godos en los reyes de [...] León y Castilla», el cual da su fundamento histórico a la idea de una legítima hegemonía sobre los demás soberanos españoles de los continuadores del último señorío peninsular: [Los godos] que fueron ende sennores después acá todauía, cuerno quier que ouieron y los moros yaquanto tiempo algún sennorío» (PCG, I, p. 2Tjb).

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Así, el neogoticismo constituye en la Estoria de España, junto con el criterio territorial, otro gran criterio, étnico esta vez, de enfoque del pasado. Y recordaré a este respecto el cuidado con que la historia árabe está sistemáticamente asociada y subordinada, desde sus orígenes, a la historia de los godos, preparándose así el mito de una reconquista dominada por el enfrentamiento de esta pareja de actores étnicos, mientras se dejan muy por debajo las luchas protagonizadas por los demás reinos cristianos de España.

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Lo que vengo diciendo supone, a su vez, la presencia de un enfoque dinástico del contenido, pues la continuidad étnica poco valor político, luego histórico, tendría de no nacer en el pueblo de los godos y continuarse hasta el presente una dinastía real, dinastía en la que florecerá, una vez recibido el injerto de la dinastía navarro-castellana, la rama propiamente hispánica de la genealogía imperial de Alfonso X, iniciada con la coronación, muy solemnizada por los historiadores alfonsíes, del «primero emperador de Espanna», Alfonso VII (PCG, II, p. 654).

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Por fin, y por muy evidente y básico que parezca, ¿cómo dejar de señalar el enfoque religioso que, para el período neogótico, no sólo antepone sin excepción a la historia de la España islámica la historia de los cristianos, sino que aun en el brevísimo empalme de la caída de Rodrigo con el alzamiento de Pelayo no admite enfoque señorial que no sea cristiano56? Pues que la batalla fue uençuda, assí como dixiemos, ell infante don Pelayo, que era en Cantabria, alçósse a las Asturias con aquellos cristianos que fincaran, [...] E por que otro sennor non fincaua en la tierra para amparamiento de los cristianos si non este don Pelayo, traemos por éll el cuento de los annos que la tierra estido sin sennor, et fueron cinco fasta quel alçaron a él por rey (PCG, I, p. 314b);

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o bien, un poco más lejos: Pues que todas las yentes que se alçaran en las montannas fueron allegados en uno, ueyendo el su grand crebanto et el su desconort que auién recebido de los moros, alçaron por rey a don Pelayo; et regnó treze annos, pero estos cinco que son passados a él son contados, et assi son diezeocho (PCG, II, p. 321).

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Desde luego: ninguno de estos criterios de organización del contenido es nuevo. Ni el enfoque territorial, que ya guiaba ampliamente al Toledano (si se tiene en cuenta, no ya sólo el De rebus Hispaniae, sino el conjunto de su obra), ni el enfoque étnico, de raigambre isidoriana y que define, desde el principio, la historiografía asturiana, leonesa y castellana, ni el enfoque dinástico, perfectamente establecido a partir de la Crónica de Alfonso III y que dominó la historiografía leonesa y castellana de los siglos XI y XII, ni, por supuesto, el enfoque cristiano. AI respecto, la historiografía alfonsí no hace más que recoger y superponer perspectivas y conexiones que fueron confiriendo a la historiografía los progresos de la organización política del reino y de su teoría: primero de base religiosa, luego étnica, luego dinástica, y por fin también, y cada vez más, territorial. La novedad, en este caso, parece descansar sobre todo en una aplicación más estricta por los historiadores alfonsíes del criterio territorial de selección de la materia histórica, en la homogeneidad con que llevaron el relato de los sucesivos o simultáneos señoríos españoles, y, claro, en el relieve que dieron a la genealogía política y dinástica del imperialismo castellano-leonés.

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Veamos ahora cómo la exaltación del y de un señorío conformó también la organización expositiva.

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Remontándose más allá de sus inmediatos predecesores, más allá incluso, de la historiografía leonesa y asturiana de los siglos anteriores, fue en los historiadores

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cristianos del imperio romano y de la época visigótica –y en sus más próximos herederos europeos: pienso en Sigebert de Gembloux (el Gemblacense) y sus Cronografías– donde los oficiales de Alfonso X encontraron la técnica expositiva más adaptada a su propósito exhaustivo y a su ideario monárquico e imperial. Así adoptó la historiografía alfonsí una organización cronológica analística y señorial. 55

Las dos estorias alfonsíes son historias de una sucesión de señoríos. Después de la captividad de Babilonia, la General estoria abandona el norte bíblico para seguir la pauta cronológica de los cuatro «mayores señoríos del mundo» –persa, macedonio, egipcio y romano (GE, I, pp. 267-268)–; en cuanto a la Estoria de España, valga recordar la sucesión de sus capitulaciones iniciales: «Aquí se comiença la estoria del sennorío que los almuiuces ouieron en Espanna», «Aquí se comiença la estoria del sennorío que los de Africa ouieron en Espanna», «Aquí se comiença la estoria del sennorío que los romanos ouieron en Espanna» (PCG, I, pp. 14,15 y 18), y luego, con un enfoque no tan estrictamente territorial, y desapareciendo, por la mayor complejidad política del período, el término «señorío» sin que, de hecho, el criterio mismo resulte descartado: «Aquí se comiença la estoria de los vuándalos et de los silingos, de los alanos et de los suevos», «Aquí se comiença la estoria de los godos» (PCG, I, pp. 207 y 215).

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Dentro de esta sucesión de señoríos, el relato está llevado por años de señorío; es decir que nos encontramos ante una forma analístico-señorial que enmarca doblemente la perspectiva, pues determina a la vez la segmentación del relato y el cómputo de las fechas: «Después de la muerte de Vespasiano fincó su fijo Tito César por emperador de Roma; e en el primer anno del su imperio [...]» (PCG, I, pp. 137-138), «Andados diez annos del regnado del rey Suyntilla [...]» (PGG, I, p. 275a), etc. El sistema rige (casi) toda la Estoria de España, empezando sin embargo –esto tampoco deja de ser significativo de las aspiraciones de Alfonso– con la fundación del imperio romano por Julio César (PCG, I, pp. 92 y 95b). El sistema analístico-señorial también es estructura a la que se tiende en la General estoria: De los años de la trasmigración fasta el naçimiento de Ihesu Christo va la quenta de todas las historias por los annos de los gentiles que asennorearon la tierra. Primeramente, por los años de los reis de Persia. En el segundo lugar, por los del rregno de Maçedonia, por rrazón del rrey Alexandre el grande. En el iij, por los Tolomeos de Alexandría la de Egipto. En el quarto lugar, por los annos de los emperadores de Roma, que fueron Jullio Céssar e Ottaviano Augusto su sobrino (GE, IV, [inédita]) 57.

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Aquí, sin embargo, los hechos abarcados son tan numerosos y las fechas brindadas por las fuentes tan escasas o imprecisas que el sistema no consigue imponerse sino de cuando en cuando – como durante el gobierno de los jueces de Israel: Othoniel (GE, II, 1, pp. 136-140), Débora (GE, II, 1, pp. 304-308), Sansón (GE, II, 2, pp. 193-195)... Aun así: los autores de la General estoria, quejándose de lo difícil de la empresa y de la desidia de sus antepasados, proclaman repetidamente la autoridad del modelo analístico: Sabed que nin Moysen nin Jherónimo, como quier que lieuen la estoria de la Biblia por annos, non la lieuan por la cuenta dellos departiendo las estorias diziendo: Esto contesció en tal anno e esto en tal [...] ellos dizen assí [...]: nació Seth tal anno, e empós esto cuentan luego su estoria uñada, e en cabo dizen: Seth fizo fijos e fijas e uisco tantos annos e murió, mas non fazen ý en la estoria otros departimientos por annos. E assí lieuan las uidas e los annos de todos los otros padres de la linna, saluo ende en muy poquillos logares [...]. Mas nos, lo uno por que auemos mester estos departimientos por los fechos et por las estorias e por las razones de los gentiles que enxerimos en la estoria de la Biblia, e auemos otrossí mester annos sennalados de la linna que nombremos en que contescieron aquellas cosas de los fechos de los

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gentiles e los metamos allí en la estoria, lo ál otrossi por que fallamos estos departimientos fechos que los fizieron los sabios en sus estorias e pero aun esto que lo fazen sobre las razones de los gentiles mas non sobre las de la Biblia si non como auemos dicho, conuiene nos aquí a departir los annos [...]» (GE, I, p. 595). 58

O también, quejándose esta vez del descuido de Orosio, y de no poder superarlo: Sobre la razones que Paulo Orosio cuenta nos conuiene a fazer aquí este departimiento, que çierto anno nós non podemos dezir a las rrazones que él cuenta si non en muy pocos lugares, ca tomó él los tiempos a grandes pieças, como cient annos en vno, e avn çiento e çincuenta e dozientos. En todo esto él non departe otro anno, si non que cuenta todas las cosas que en aquellos annos contesçieron vna enpós otra, mas non lo departe de otra manera por annos a cada una. E nos otrosi non lo podemos de otra guisa fazer enlas sus razones» (GE, IV [inédita] 58).

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El ordenar el relato por sucesivos señoríos dominantes, el fechar los acontecimientos por años de señorío, tampoco era cosa nueva. Así procedía, precisamente después de la captividad de Babilonia, la Biblia en el Libro de los Reyes (25) y en las Crónicas (36, 22). Por sucesivos señoríos, y fechando no pocas veces por el año de señorío historiaron Eusebio, Jerónimo, Isidoro y, no lejos del Rey Sabio, Lucas de Túy. Pero sobre todo: Victor Tunenense y más aún Juan de Bíclaro brindaban el modelo de un relato llevado sistemáticamente año de señorío tras año de señorío. Sin embargo, tres son, a mi parecer, las novedades del sistema alfonsí. La primera es la claridad con que están concebidas y declaradas, no sólo las razones técnicas, como lo acabamos de ver, sino también las bases ideológicas del método: Pero sobresto [escriben los autores de la General estoria, explicando por qué su sistema deja de referirse a la historia de los hebreos] es otrossí de saber que muchos annos fallaredes en que se cuenta la estoria por los reyes gentiles, como por los annos del rey Darío, e por los de Alexandre el Grand [...] e de los otros reyes gentiles d’aquellos tiempos, e de los romanos otrossí como de Julio César e Otauiano César, e d’otros reyes e emperadores de quien oyredes adelant en esta Estoria; mas esto fue otrossí por que el regno de Israel fincó estonces como destruýdo después de la catiuidad de Babilonna, donde se ouo a contarla estoria por los reys gentiles que eran estonces el mayor sennorío del mundo. [...] Et maguer que después de la catiuidad de Babilonna o esta cuenta e la ondra della perdieron cobraron regno, pero nunqua después esta cuenta cobraron nin se contó la estoria por los annos de la su linna, como ueredes en esta Estoria» (GE, I, pp. 267-268).

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Determinar la segmentación analística del relato histórico es pues honra y valoración política del correspondiente señorío. La segunda novedad es que los autores de la Estoria de España, invirtiendo la ordenación del Biclarense, antepusieron rápidamente al año del imperio el año del reinado gótico y luego neogótico59; lo cual sea quizá indicativo del caminar del imperio hacia España, pero es por lo menos, en aplicación de la ley anterior, exaltación del señorío hispánico relativamente al imperio. La tercera novedad, por fin, es el sometimiento sistemático a dicho sistema no de unos escasos datos, sino de una materia amplísima, compleja y ricamente articulada. Es tanto el empeño que no pocas veces se sigue y marca la segmentación analística aun cuando no se encuentra nada que decir: Del tercio anno del regnado del rey Gisalaygo non fallamos ninguna cosa que de contar sea que a la estoria pertenesca si non tanto que se tornó él de Aquitania et uínosse pora Espanna [...] (PCG, I, p. 249a). Del segundo anno no fallamos escripto que conteciesse ninguna cosa granada que de contar sea (PCG, I, p. 138b).

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El sentido de esta restauración y de su renovación lo destaca perfectamente Inés Fernández-Ordóñez: [L]a utilización del señorío como principio de organización cronológica permitió concebir la historia como una sucesión de reinados o poderíos terrenales. Son los reyes, sus reinados y sus años de señorío los que sirven para situar los sucesos en el tiempo. Los sennores y su estirpe son, así, los protagonistas fundamentales de la Estoria60.

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Pero añado que en el caso de la Estoria de España, también correspondió este principio a una afirmación, sin precedente en los modelos en que se inspiraron los historiadores alfonsíes, de un señorío español.

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Este enfoque señorial de la historia también se advierte en el sistema de conjunto del cómputo de las fechas, pues éste refiere los hechos a un sistema de datos que siempre es significativo al respecto. Aunque los cómputos de la General estoria son muy diversos y proceden de tradiciones varias, todos adoptan en parte una perspectiva señorial: años del «regnado de Assiria» o «de Sitionia», «regnando el reyZameys» o «el rey Thelsión» (GE, I, p. 109), o bien sincronías de años de gobiernos y reinados: Andados ocho annos de Othoniel, juez de Israel, et quarenta e tres de Amiténs, rey de Assiria, et ueynte e ocho de Choras, rey de Sidonia, et treynta e ocho de Dánao, rey de Argos, et quarenta e siete de Rámesses, rey de Egipto, murió Amphiteón, rey de Athenas, et reynó empós éll Pandión, quinto rey dallí, quarenta annos (GE, II, 1, p. 137a).

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Pero es en la Estoria de España donde encontramos el sistema más permanente (aunque no constante), coherente y novedoso. En éste se añade al año de reinado del señor de España: primero, la era hispánica (cómputo territorial unitario), luego, el año de la encarnación (cómputo cristocéntrico), luego el año del imperio. Estos cómputos, a su vez, están completados, a principios de cada reinado, con el año del papado, el año de reinado del rey de Francia (destacado vecino, pariente del rey Alfonso y unido a él, desde 1266, por el matrimonio de una hija suya con el infante heredero castellano), el año del emir de los musulmanes (gran Otro histórico, lo hemos visto, y ahora vasallo, de los reyes neogóticos), y por fin el año de la Hégira (es decir de la otra gran religión con dominio político en España, ahora avasallada). Todos estos datos proceden, desde luego, de una u otra fuente que manejaban los historiadores alfonsíes; algunos de ellos –nunca todos, sin embargo– estaban ya asociados en ellas. Pero salta a la vista que el conjunto nuevo que forman encuadra la historia de los reyes de Castilla en el marco de los principales actores de una deseada hegemonía imperial a la vez hispánica y occidental.

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Este es un primer sistema de organización narrativa y cronológica. Pero existe otro, de signo contrario, no menos significativo, pues recoge y expresa contenidos no menos articulados –algunos expuestos más arriba– de la ideología alfonsí. Este segundo sistema es el de la «estoria uñada», es decir de un relato (en parte o todo él) ya no sistemáticamente «departido» por años ni sincronizado con los demás en el casillero analístico. En la General estoria su existencia puede a veces ser debida a problemas técnicos de cómputo creados por las fuentes; pero no siempre. Y, en la Estoria de España, dominan, incontestablemente, los criterios semánticos. En una y otra obra, cuatro de ellos merecen ser destacados.

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Un criterio de constitución de «estorias uñadas» –el más objetivo– puede ser el de la inteligibilidad. En este caso, los historiadores, presionados por la necesidad de remontar de causa en causa para explicar tal acontecimiento, o conscientes de que la continuidad

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del relato favorece la aprehensión de la lógica de los hechos, mientras la «departiçion» analística la hace borrosa, construyen largas secuencias orgánicas que insertan en tal o cual año de la historia general: El fecho del minothauro [comentan los autores de la General estoria] e daquel infant Androgeo e del rey Minos e algunos de los fechos del infante Theseo de Athenas en un tienpo fueron, mas non en un anno. Et nós, por que los fechos fueron todos principal mientre, ayuntamos nós agora aquí todas estas razones como deste anno; ca tenemos que la estoria non pierde y ninguna cosa, mas que se entiende muy meior por ello yendo toda vnada como es vna (GE, II, i, pp. 394-395). 67

y la explicación del apodo de «Africano» atribuido a Escipión, lleva a los autores de la Estoria de España a emprender ab origene la historia de Cartago: Este Scipión era omne cuerdo y esforçado, e llamauan le Affricano, assí cuerno a so auuelo, por que conquiriera a Áffrica antes que uiniesse a Espanna quandos leuantara la tercera uez contra los romanos; e daquella yda quemó e destruyó la gran cibdat de Carthago, de guisa que numqua iamás assí fue poblada com ante. Mas por mostrar esto más complidamientre, queremos contar cómo fue primeramientre poblada Cartago, e quáles fueron los que la poblaron (PCG, I, p. 31a).

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Pero hay criterios más políticos. Uno de ellos es genealógico y corresponde a la voluntad de los historiadores de remontarse al «comienço natural» de una componente de la genealogía del rey y de su señorío introduciendo, en el momento en que dicha componente incide en el relato que van llevando a cabo, toda su historia ab origene. Así: al tratar del señorío de los godos en España, pueblo al que los reyes de Castilla consideran que pertenecen –y habiéndose anunciando que «fueron ende sennores depués acá todauía»–, los autores emprenden una historia gótica desde los orígenes, abriendo en el décimo año del reinado del rey suevo Riquiario un paréntesis temporal ocupado por nada menos que 31 capítulos (386 a 416; PCG, I, pp. 2150-2383).

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Un tercer criterio, parecido al anterior en sus efectos formales, pero que puede ser de signo contrario en su sentido, toca a la jerarquización de los hechos. Así es cómo, traduciendo en la organización expositiva la primacía de la corona castellano-leonesa sobre los demás reinos peninsulares, y en las circunstancias aludidas antes, en que la dinastía real navarra afluyó por Sancho el Mayor (así lo interpretan los autores de la Estoria de España) a la dinastía condal castellana, y luego, por el futuro Fernando I, a la dinastía real leonesa, introducen los historiadores alfonsíes en los albores de la fundación del reino castellano, la «estoria uñada» del reino navarro y de su apéndice aragonés, subordinándola a la «linna» histórica neogótica (PCG, II, pp. 467b-481a) 61.

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El cuarto criterio, por fin, (parecido también al genealógico, y a menudo vinculado con él) es el de la ejemplaridad. Un gobernante, particularmente modélico, y por lo común antepasado de los reyes castellanos o fundador de tal o cual realidad hispánica, merece, «para remembrança», ser objeto de un relato «uñado», es decir, al fin y al cabo, participar de una construcción mitológica de la historia. Este es el caso, por ejemplo, de Hércules, fundador de las principales ciudades españolas, del que comentan los autores de la General estoria: En este lugar vos contaremos el linage donde vino Ércules, e el su nasçimiento, e los grandes e estrannos fechos que él fizo por el mundo. E commo quier que los él fiziera en tiempos departidos e en muchas tierras, ayuntamos los nós aquí todos aquellos buenos fechos por que vaya toda la su estoria una, commo de tan grand prínçipe e sennor commo él, e que la entiendan mejorías que la quisieren oyr» (GE, II, 2, p. 1).

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Lo mismo puede ocurrir con la historia, no ya de un personaje, sino de una ciudad y un pueblo, Troya y los troyanos, considerados, a través del refugio que encontraron sus supervivientes en Roma, como antepasados de los reyes y emperadores de Occidente: E maguer leuamos esta General estoria por los annos en que acaescieron las cosas –e se deurién contar cada vna dellas en sus tienpos–, pero por memoria desta estoria de Troya, e por que fuese el su fecho todo ayuntado, e que se entendiese por y mejor toda la estoria e los achaques por do vino el destruymiento desta çibdad, touimos estas estorias todas patra aquí, asy commo vienen vnas en pos otras ordenada mientre (GE, II, 2, p. 48).

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Añadiré simplemente que la técnica de alternar «estorias departidas» por años y «estorias uñadas» era perfectamente consciente en los historiadores alfonsíes, por lo menos en lo que toca al posible enfrentamiento de criterios subjetivos y objetivos en la exposición histórica, pudiendo leerse en la General estoria: De dos maneras demuestra Estaçio en la estoria de Achilles que ouieron los abtores de que vsaron en las entradas de sus razones; e nónbralos él aquellos dos comienços e depártelos desta guisa: Diz que al vn comienço llaman natural (o?) de natura, e al otro dixeron comienço de maestría o del arte. E del comienço de natura departe el así: que es començar el estoriador a contar la estoria de la razón donde se leuanta el feebo e donde viene el primero comienço de la cosa de que fabla en ella. E ell otro comienço, del arte e de la maestría, diz que es quando omne dexa la razón donde nasçe aquello por que ovo a acaesçer aquel fecho de que él á de fablar e todo lo al que yaze allí fasta donde él toma razón de lo suyo, e colmiença luego en la su razón en aquello que viene luego ante lo suyo más de çerca (GE, II, 2, p. 49).

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Hemos llegado al final de este muy superficial –aunque les haya parecido larguísimo– recorrido por la historiografía alfonsí. He intentado mostrar cómo sus autores, aunque tomando mucho de sus inmediatos antecesores, se remontaron mucho más allá, hasta los fundadores de la historia cristiana, para encontrar sus modelos formales. Pero, hecho esto, crearon un sistema novedoso capaz, a su vez, de ofrecerse como modelo. Esta novedad –dentro de una realidad que cubre por lo menos toda la Edad Media española y sobre la que vengo insistiendo desde hace ya largo tiempo: que la historia fue en aquellos tiempos una forma dominante del discurso político– fue debida, precisamente, a lo novedoso del proyecto político alfonsí, tanto en su faceta regia, en que los preceptos cristianos y romanistas se combinaron y reorganizaron a la luz del nuevo aristotelismo, como en la expansión de ésta que fue la aspiración al imperio62. Esto determinó, más extensivamente, y sobre todo más sistemáticamente que nunca, tanto una concepción epistemológica de la historia, con sus consecuentes metas y recursos comunicativos, como un modo de concebir, valorar y enfocar lo historiable, como también, al fin, la disposición semántica y expositiva de lo historiado. El sistema creado sirvió de referencia o de punto de partida a gran parte de los historiadores posteriores. Es lo que vamos a ver –o a apreciar– en las siguientes ponencias. Traté, por mi parte, de indicar unos cuantos de los numerosos campos que sigue ofreciendo hoy día a la investigación. Uno de los más fundamentales y más difíciles, al que no he aludido por estar tan brillantemente ocupado, es el que explora, con todo el Seminario Menéndez Pidal, Inés Fernández-Ordóñez: el de la variación textual del modelo historiográfico alfonsí.

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ID.,

La «Estoria de España» de

Alfonso X Creación y evolución, Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal - Universidad Autónoma de Madrid, Fuentes Cronísticas de la Historia de España (V), 1992 (citado CATALÁN , La «Estoria de España» de Alfonso X; ID., De la silva textual al taller historiográfico alfonsí. Códices, crónicas, versiones y cuadernos de trabajo, Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal - Universidad Autónoma de Madrid, Fuentes Cronísticas de la Historia de España (IX), 1997; Francisco R ICO, Alfonso el Sabio y la «General estoria». Tres lecciones, Barcelona, 1984 ( Ia ed. 1972; citado

RICO,

Tres lecciones );

ID.,

El

pequeño mundo del hombre. Varia fortuna de una idea en las letras españolas, Madrid, 1970; Inés FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las «Estorias» de Alfonso el Sabio,

Madrid, Istmo, 1992 (manuscritos y ediciones

de l’Estoria de España y de la General estoria, pp. 225-238; citado FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ , Las «Estorias»); EAD.,

«La historiografía alfonsí y post-alfonsí en sus textos. Nuevo panorama», Cahiers de

linguistique hispanique médiévale, 18-19, 1993-1994, pp.-101-132;

EAD.

(ed.), Versión crítica de la

«Estoria de España». Estudio y edición desde Pelayo hasta Ordoño II, Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal - Universidad Autónoma, Fuentes Cronísticas de la Historia de España (VI), 1993. 2. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las «Estorias», pp. 69-202. 3. Por lo general remitiré a las respectivas ediciones de Solalinde y Menéndez Pidal: Antonio GARCÍA SOLALINDE

(ed.), Alfonso el Sabio, Grande e general estoria,

Ia

parte, Madrid, Junta para

Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1930 (citado GE, I); Antonio GARCÍA SOLALINDE, Lloyd. A. KASTEN y Victor R. B. OELSCHLAGER , Grande e general estoria, 2a parte, 2 vols., Madrid, CSIC, 1957-1961 (citado GE, II); Ramón MENÉNDEZ PIDAL , Primera crónica general de España, 2 vols., Madrid, Gredos, 1977 (Ia ed. 1906, 2a ed. 1955; citado PCG). 4. Véase la ponencia de I. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ en este mismo libro. 5. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las «Estorias», pp. 203-220. 6. CATALÁN, La «Estoria de España» de Alfonso X, pp.. 13-18; RICO, Tres lecciones, pp. 123-141.

27

7. Kenneth H.

VANDERFORD

(ed.), Alfonso el Sabio, Setenario, Barcelona, Crítica, 1984 ( Ia edición:

Buenos Aires, Instituto de Filología, 1945), citado Setenario. 8. Georges

MARTIN ,

«Alphonse X ou la science politique. Septénaire,

I-II»,

Cahiers de linguistique

hispanique médiévale, 18-19, 1994, pp.79-100 (corresponde a la primera parte del estudio: «Le modèle de l’autorité»; segunda parte, «Le modèle politique», publicada en Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 20, 1995, pp. 7-33. 9. Véase segunda parte del estudio mencionado en la nota anterior. 10. Es tema de la tercera parte («Le modèle épistémologique») del estudio señalado en la nota 8. 11. RICO, Tres lecciones, p. 148. 12. Ibidem, p. 149. 13. Gerold

HILTY

(ed.), Aly Aben Ragel, El libro conplido en los iudizios de las estrellas, Madrid, S.

Aguirre Torre, 1954, p. Ia (citado Libro conplido). 14. Lloyd A.

KASTEN

y Lawrence B.

KIDDLE

(eds.), Alfonso el Sabio, Libro de las cruzes, Madrid-

Madison, CSIC (Instituto «Miguel de Cervantes»), 1961, p. 1 (citado Libro de las cruzes). 15. Sagrario RODRÍGUEZ M. MONTALVO (ed.), Alfonso X, Lapidario (según el manuscrito escurialense H. I. 15), Madrid, Gredos, 1981, p. 17 (citado Lapidario). 16. También se puede leer en la General estoria, a propósito del cómputo de las fechas: «[...] contar omne cierta mientre el tiempo en que contesce la cosa... una es délas cosas que son muy mester pora en toda cuenta de estoria, pora adozir bien a remembrança el fecho que contesce que se non oluide a omne, e la remembrança es la cosa en que yaze el pro dela razón pora membrar se della, e castigarse omne del mal e meter mientes en el bien» (GE, I, p. 624). 17. José Manuel

BLECUA

(ed.), Don Juan Manuel, Obras completas, 2 vols., Madrid, Gredos,

1981-1983, t. I, p. 519. 18. Ibid., t. II, p. 576. 19. Diego

CATALÁN ,

en este mismo libro, argumenta en favor del conocimiento que tenía el Rey

Sabio de dicha crónica. 20. G.

MARTIN ,

«Alphonse X et le pouvoir historiographique», en Jean-Philippe G ENET (éd.),

L’histoire et les nouveaux publics dans l’Europe médiévale (XIII e-XVe siècle)». Actes du colloque international organisé à la Casa de Velázquez, (Madrid, 23-24 avril 1993), París, Presses de la Sorbonne, 1997, pp. 229-240. 21. Otra cita significativa: «[Estorias] fueron estudio para los buenos e solaz para los prínçipes para leerles ende ystorias compuestas e escriptas de aquellos fechos. E en lugar de otras fablillas [...] es muy mejor de oyr esto, e mayormente a aquellos que de coraçón e de todas sus voluntades se quieren trabajar de batallas e enboluerse en armas» (GE, IV, inédita, en I. FERNÁNDEZ -ORDÓÑEZ, Las «Estorias», p. 41). 22. Subrayo que esto también ocurre con las obras jurídicas. Las obras científicas, por lo contrario, señalan comúnmente la identidad de quienes las traducen o componen. A este respecto, véase primera parte del trabajo citado en nota 8. 23. «Lengua castellana» en el Libro conplido en los iudizios de las estrellas (p. Ia); «lenguaje castellano», por ejemplo en el Lapidario (p. 19) y el Libro de las cruzes (p. Ib); «lenguaje de España» en el Setenario (p. 7). «Lenguaje de Castiella» es expresión manuelina (véase supra). 24. Véase RICO, Tres lecciones, pp. 167-188. 25.

CATALÁN,

La «Estoria de España» de Alfonso X, pp. 22-24. También: A.

BADÍA ,

«La frase de la

Primera crónica general en relación con sus fuentes latinas», Revista de filología española, 2, 1958-1959, pp. 179-210; María Rosa LIDA, «La General estoria: notas literarias y filológicas», Romance Philology, 12, 1958-1959, pp. 111-142; Olga T.

IMPEY

«Un dechado de la prosa literaria alfonsí: el

relato cronístico de los amores de Dido», Romance Philology, 34, 1980, pp. 1-27; A. FUENTES,

GALMÉS DE

«De nuevo sobre los orígenes de la prosa literaria castellana», Revista de filología española,

28

61,1981, pp. 1-13; ID., «Alfonso el Sabio y la creación de la prosa literaria castellana», en Estudios alfonsíes. Lexicografía, estética y política de Alfonso el Sabio, Granada, 1985, pp. 33-58. 26. G. MARTIN , «Le livre dans les prologues des œuvres composées sous l’autorité d’Alphonse X de Castille», en Michel MONER y Michel LAFON (eds.), Le livre et l’édition dans le monde hispanique (XVI eXXe siècles). Pratiques et discours paratextuels, n° hors série de la revue Tigre, Université de Grenoble, 1992, pp. 21-32. 27. Dos ejemplos: «Estos departimientos delas razones desta Estoria por libros son, por quelos quilos leyeren que non tomen ende enoio de luengas razones. Por esta razón misma son los títulos e los capítulos en los libros, e por departir por y razón de razón, e por los títulos yrmás cierto a la razón que omne quiere enel libro» (GE, 1,265a), y «Nos, ante que entremos a contar la estoria como sea en este libro, queremos uos departir, en el comienço dél, de la manera e dela razón de que es fecho e en qué manera [...] Ca tenemos que son estas cosas enderesçamiento poro sea muy bien llana la entrada et desí las razones del libro que vienen después por tod él» (GE, I, 492b), etc. 28. Privilegiar el castellano frente a los demás idiomas del reino es tanto y más significativo en cuanto a una jerarquía política interna como lo es, respecto a una jerarquía externa (peninsular), identificar el «castellano» con el «lenguaje de Espanna». Pero por otra parte: ¿qué «castellano» fue el de Alfonso? ¿A qué zona(s) del habla castellana se atuvo (más)? No estoy lejos de pensar que la noción de «castellano» –más aún, la de «castellano derecho»– fue en parte un objeto imaginario, agente de una manipulación linguístico-cultural que favorecía el centralismo y el unitarismo políticos. Al respecto, la opinión, bastante afín a la mía, de Juan Ramón L ODARES, «Las razones del “castellano derecho”», Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 18-19, 1993-1994, pp. 313-334. 29. El Chronicon mundi es universal en sus raíces y tronco, pero se limita luego a seguir la rama gótica y su prolongación leonesa y castellana. La General estoria, en cambio, se fijaba una meta universal en la totalidad de su desarrollo (I, p. 3b). Es lícito imaginar que la perspectiva universalista debía mantenerse incluso cuando se llegara a la historia de España; incluso cuando se tratara del tiempo de Alfonso. Véase GE, I, p. xxiii, n. 2. 30. Como lo ha demostrado I. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las «Estorias», pp. 71-95. 31. Véase RICO, Tres lecciones, pp. 21-32 y 69-72. 32. CATALÁN, La «Estoria de España» de Alfonso X, p. 35. 33. «Estonces Ixio, fijo de Flegia e nieto de Thitano el gigant, fue el que primero falló manera de armar cauallero pora sobre cauallo, e déla primera uez que esto fizo armó. C. caualleros desta guisa; e desí los sabios de dar nombres naturales alas cosas e alos fechos tomaron esta palabra que dezimos çiento e esta otra que llamamos armados, e ayuntaron los e compusieron dend este nombre que dezimos çentauros, e púsol el rey Cicrops a aquellos caualleros e dixo les centauros, que quiere dezir tanto como. C. armados, e assi ouieron nombre dallí adelant quantos daquel linage ouieron, [sigue el pasaje citado]» (GE, I, pp. 329-330). 34. G.

MARTIN ,

Les Juges de Castille. Mentalités et discours historique dans l’Espagne médiévale, Paris,

Klincksieck, Annexes des Cahiers de linguistique hispanique médiévale (6), 1992, pp. 335-336. 35. RICO, Tres lecciones, pp. 97-120. 36. Gonzalo

MARTÍNEZ DÍEZ

(éd.), Leyes de Alfonso X., t. I: Espéculo, Ávila, Fundación Sánchez

Albornoz, 1985, pp. 101-102 (citado Espéculo). 37. Recordemos el prólogo del Libro de la cruzes: «Onde nostro sennor, el muy noble rey don Alfonso, rey dEspanna [...] en qui Dyos puso seso et entendemiento et saber sobre todos los príncipes de su tyempo [...]» (p. Ia). 38. GE, II, 1, p. 275a; GE, 4, inédita (en FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las «Estorias», p. 42). 39. G.

MARTIN ,

«Luc deTúy, Rodrigue de Tolède, leurs traducteurs, et leurs compilateurs

alphonsins. Comparaison segmentaire d’une lexicalisation», Cahiers de linguistique hispanique

29

médiévale, 14-15, 1989-1990, pp. 173-206;

ID.,

«Cinq opérations fondamentales de la compilation:

l’exemple de l’Histoire d’Espagne (étude segmentaire)», en Jean-Philippe

GENET

(éd.),

er

L'historiographie médiévale en Europe. Actes de colloque (Paris, 29 mars - 1 avril 1989), París, Éditions du CNRS, 1991, pp. 99-109. 40. Patricia ROCHWERT , Du poème à l’histoire. La geste cidienne dans l’historiographie alphonsine et néoalphonsine (XIIIe-XVe siècle), tesis doctoral defendida en la Universidad París XIII en enero de 1998; E AD.,

«Recherches sur la mise en prose des poèmes héroïques dans l’Histoire d’Espagne. Le premier

chant du Poème du Cid dans la Chronique de vingt rois», Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 22, 1998-1999, pp. 131-160. 41. David

PATTISON ,

From Legend to Chronicle. The Treatment of Epic Material in Alphonsine

Historiography, Oxford, Medium Ævum Monographs - New Series (13), 1983; Brian POWELL , Epic and Chronicle. The «Poema de mio Cid» and the «Crónica de veinte reyes», Londres, The Modern Humanities Research Association, 1983. 42. Sobre el tema, más general, de la adaptación de las fuentes, véase «Orientación bibliográfica», pp. 33-40. 43. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las «Estorias», p. 28. 44. RICO, Tres lecciones, p. 114. 45. «Onde es de saber que Nenproth fue el primer rrey deste mundo [...] E del linaje deste rrey vinieron los rreyes de Françia e los emperadores de Rroma, e de los emperadores de Rroma e de los rreyes de Françia por linna vino la muy noble señora rreyna doña Beatriz, muger que fue del muy noble e muy alto señor e sancto don Fernando, rrey de Castilla e de León, e padre e madre que fueron del muy noble e alto rrey don Alphonso, que fizo fazer estas historias e muchas otras» (GE, IV, inédita, en FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las «Estorias», p. 34). 46. Véase supra. 47. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las «Estorias», pp. 33-37. 48. CATALÁN, La «Estoria de España» de Alfonso X, pp.28-32. 49. «[...] a tempore Iaphet Noe filii usque ad tempus vestrum, gloriosissime Rex Fernande, ad historiam Hispaniae contexendam, quam sollicite postulastis, prout potui, fideliter laboravi» (María Desamparados CABANES PECOURT

[ed.], Rodericus Ximenius de Rada, Opera, Zaragoza, Anubar, Textos Medievales

(22), 1985, p. 3. 50. Se lee a continuación del texto citado en la nota anterior: «Inter omnes autem principes Gothorum Reges saecula praecipuos habuere, et testamentali edicto Híspanie legavere, quorum insignia usque ad tempora quae me praetereunt, derivavi, addens aliqua que eorum historiae famulantur, necnon et clades quas Híspania pertulit ante eos» (ibid., p. 3). 51. RICO, Tres lecciones, p. 38. 52. Muy recalcada por Adeline RUCQUOI en su libro Histoire médiévale de la péninsule Ibérique, París, Seuil (Points, 180), 1993. 53. RICO, Tres lecciones, p. 37. 54. CATALÁN, La «Estoria de España» de Alfonso X, p. 31. 55. Es tema fundamental de Partidas, IV, XXIV, 2: «Quantas maneras son de naturaleza». 56. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las «Estorias», pp. 22-23, interpreta el fenómeno en términos étnicos. 57. Véase ibid., p. 27. 58. Ibid., p. 102. 59. Juan de Bíclaro fecha sólo por el año del emperador hasta el cuarto de Justino; luego añade al del emperador el año del rey visigodo, empezando con el segundo de Leovigildo (Julio

CAMPOS

[ed.], Juan de Bíclaro, obispo de Gerona. Su vida y su obra, Madrid, CSIC, 1960, pp. 77-100). Los historiadores alfonsíes adoptan primero este (segundo) sistema, pero a partir del reinado de Ataúlfo anteponen el año del rey al del emperador (PCG, I, p. 232a). 60. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las «Estorias», p. 33.

30

61. A principios del reinado del rey Vermudo III de León introducía también el Toledano una historia «unada» y ab origene de los reyes de Navarra –lo noté en mi reseña de FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las «Estorias» ( Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 18-19, 1994, p. 429). Pero: cuando Rodrigo Jiménez subordinaba los primeros hechos castellanos a la historia de los monarcas navarros, los autores de la Estoria de España mantuvieron su subordinación a la historia de la corona leonesa. El asesinato del infant García está introducido en el De rebus relativamente a la historia real navarra («Nunc ad historiam Regís Sancii, qui dictus est Maior, a qua divertimus, revertamur. Morto Comite Sancio successit in Comitatu filius eius Garsias [...]», V, 25. Por su parte, los historiadores de Alfonso X subordinan el mismo relato al reinado de Vermudo: «En el segundo anno del regnado del rey Vermudo de León –et fue esto en la era de [...]– murió el conde don Sancho de Castiella, et dexó un fijo a que dixieron el inffante don Garçia [...]» (PCG, II, p. 469b). 62. G.

MARTIN ,

«Alphonse X de Castille roi et empereur. Commentaire du premier titre de la

Deuxième Partie», Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 23, 2000, pp. 323-348.

RESÚMENES El proyecto político alfonsí, con sus preceptos cristianos y romanistas reorganizados a la luz del neoaristotelismo, determina tanto una nueva concepción epistemológica de la historia, con sus consecuentes metas y recursos comunicativos (intentio), como un modo de pensar, valorar y enfocar lo historiable (inventio), como también, al fin, una disposición semántica y expositiva de lo historiado (dispositio) The Alfonsine political vision, with its Christian and Romanist precepts reorganised in the light of Neoaristotelianism, introduced not only a new epistemological concept of history, complete with attendant goals and communicative resources (intentio), but also a way of thinking about, evaluating and approaching the recording of history (inventio), and ultimately a semantic and expositive organisation of the subject (dispositio)

AUTOR GEORGES MARTIN Université Paris XIII

31

Variación en el modelo historiográfico alfonsí en el siglo XIII Las versiones de la Estoria de España Inés Fernández-Ordóñez

1

Ya desde época antigua uno de los rasgos que más sorprendió e interesó a eruditos y estudiosos de la Estoria de España de Alfonso X fue la gran diversidad de los textos que la conservaban. Ramón Menéndez Pidal intentó explicar esa ausencia de uniformidad recurriendo a dos hipótesis, la del «borrador compilatorio», que suponía que la obra quedó inacabada (lo que suscitaba el deseo de «terminarla»), y la de la «tradicionalidad», que implicaba la «apertura» de la obra a su revisión por pane de cronistas posteriores, los cuales, con el objeto de adecuarla a nuevas ideas e intereses, habrían producido multitud de variaciones sucesivas en los siglos XIV y XV1.

2

La inmensa complejidad textual de la Estoria de España impidió comprobar la validez de las hipótesis pidalinas, básicamente acertadas. Aunque Menéndez Pidal identificó las principales familias de manuscritos y propuso una datación para cada una de ellas, no pudo establecer con seguridad cómo, cuándo y por qué esas familias se redactaron. A la redacción original de la historia particular alfonsí (conservada en dos versiones, concisa y amplificada), que bautizó con el nombre de Primera Crónica General, le habrían seguido en época posterior, según su reconstrucción, varias crónicas, a cuyos autores suponía una personalidad independiente capaz de generar los nuevos textos.

3

El estudio de las variantes textuales permite reconstruir hoy un panorama bastante certero sobre el proceso de elaboración y de revisión de la Estoria de España y matizar el pensamiento pidalino2. Ahora sabemos que el Rey Sabio dispuso redactar antes de su muerte no uno sino varios textos sucesivos de la obra, versiones que quieren corregir el estilo, el contenido o, incluso, la estructura del texto base redactado originariamente.

4

Al menos fueron tres las versiones sucesivas de la Estoria de España elaboradas durante el reinado del Rey Sabio por parte de miembros de su taller historiográfico: la redacción primitiva, anterior a 1270, una segunda versión, la Versión enmendada después de 1274, que

32

ofrece algunas diferencias puntuales respecto de la primera, y una tercera, conocida como Versión crítica, elaborada hacia 1282-1284, que refunde profundamente la redacción primitiva. En época post-alfonsí, quizá en 1289, esa redacción primera fue objeto de una nueva refundición de carácter fundamentalmente estilístico, la llamada Versión retóricamente amplificada. 5

La antigüedad de las versiones se demuestra porque derivan independientemente del arquetipo de la obra, y no unas de las otras. Este hecho se observa no sólo en poseer cada una errores particulares inexistentes en las demás, sino en que todas ellas realizaron reformas y arreglos con el objeto de mejorar o actualizar el trabajo compilatorio originario.

6

Las varias crónicas generales de España derivadas con posterioridad de la Estoria alfonsí no representan, en cambio, un esfuerzo de creación historiogràfica parangonable con el del taller alfonsí, sino que se limitan a combinar y a refundir esas cuatro versiones más antiguas (si bien prueban el interés que entre las generaciones sucesivas siguió despertando el texto de la Estoria de España).

7

Estos hechos, no bien comprendidos por Menéndez Pidal, le condujeron a proponer la existencia del llamado «borrador compilatorio» y le hicieron atribuir una capacidad creadora a los cronistas post-alfonsíes de la que carecieron.

8

La transformación del texto de la Estoria de España a través de las variantes, las glosas y las reformas estructurales que las versiones introducen descubre qué aspectos del modelo historiográfico alfonsí que leemos en la redacción primitiva fueron modificados más tarde por los miembros del taller historiográfico del Rey Sabio, así como por el autor de la Versión retóricamente amplificada de tiempos de Sancho IV. Aunque los rasgos fundamentales de ese modelo se mantuvieron (tal como acaba de describirlos G. Martin), la variación textual es especialmente reveladora respecto de la evolución del pensamiento político del rey y permite explicar la elaboración de las versiones por la necesidad de revisar el mismo al hilo de los acontecimientos que Alfonso tuvo que ir encarando según avanzaba su reinado.

I. – EL MODELO HISTOGRÁFICO DEFENDIDO EN LA REDACCIÓN PRIMITIVA DE LA ESTORIA DE ESPAÑA 9

La redacción más antigua de la obra que suponemos anterior a 1270 se nos conserva completa hasta finalizar el reinado del rey leonés Vermudo III en su literalidad originaria y sólo de forma inconclusa y alterada por la Versión retóricamente amplificada desde Fernando I en adelante3. El carácter más primitivo de esta redacción se prueba por las escasísimas desviaciones que ofrece respecto al texto del arquetipo y en su fidelidad general a las fuentes de la obra.

10

El pensamiento político que la inspiró se manifiesta tanto implícitamente, a través de la forma en que se estructura la Historia y se adapta el discurso proporcionado por las fuentes básicas de la compilación, las obras del obispo don Lucas deTúy y del arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada, como explícitamente, cuando se insertan declaraciones de opinión ausentes de esos textos latinos4.

33

11

Al igual que en el caso de la General Estoria, el objetivo de la Estoria de España fue la divulgación de un programa político cuyo punto principal era instruir en el respeto al señor natural, vicario de Dios en la tierra, a través del ejercicio de la razón.

12

Desde el punto de vista estructural, ese ideario se refleja en que el sistema empleado para organizar la exposición cronológica de los sucesos narrados depende directamente del señor natural bajo cuyo gobierno esos acontecimientos tuvieron lugar: son los príncipes, a través de su año de reinado, los que otorgan a los hechos un lugar en el tiempo. La Historia queda constituida, así, como una sucesión de señoríos terrenales. Por otra parte, la selección del príncipe o del señorío que tendrá el honor de computar lo acaecido en un tiempo implica subordinar todos los hechos de ese periodo, incluso los sucedidos fuera del territorio jurisdiccional del príncipe en cuestión, a ese señor natural; en definitiva, supone que únicamente se admite la existencia en cada caso de un señor natural, al que el resto de príncipes reinantes deben reconocer su mayor jerarquía.

13

En la Estoria de España la aplicación de estos principios estructurales hizo que la narración se organizase siguiendo un plan que la dividía en los señoríos de los distintos pueblos que dominaron sucesivamente la Península. Después del dominio de los griegos, siguieron, según la reconstrucción alfonsí, los sennoríos de los «almujuces» (del árabe al-maŷus), los africanos o cartagineses y los romanos. Los pueblos bárbaros (vándalos, suevos, hunos, alanos y silingos) pusieron fin al imperium romano en el suelo peninsular y ellos, a su vez, fueron expulsados por los godos, pueblo que obtuvo el dominio definitivo sobre Hispania. Así se afirma al comienzo de la estoria de los godos: Por ende dexa aqui la estoria de fablar de los sueuos et de los vuandalos et de los fechos que contescieron en Espanna et cuenta de los godos que fueron ende sennores depues aca todauia, cuerno quier que ouieron y los moros yaquanto tiempo algun sennorio (Primera Crónica General, p. 215b, 1.39-44).

14

La Estoria de España nunca reconoce estructuralmente la existencia de un sennorío árabe y expone la historia de al-Andalus par a par con la de la monarquía «goda», subordinada al año de reinado del rey que posee el sennorío de España, siempre el monarca godo, asturleonés, leonés o castellano5. Al proceder así, la obra revela participar del ideario neogoticista, el cual fundamenta el derecho de la monarquía astur-leonesa (como luego de la leonesa y de la castellano-leonesa) a heredar el imperium peninsular poseído por los reyes godos. De acuerdo con el neogoticismo, ese derecho había sido usurpado por los musulmanes provenientes del Norte de África, a los que no se reconocía señorío alguno pese a dominar más de la mitad del territorio peninsular hasta casi los tiempos de Alfonso X6.

15

Tampoco parece admitir estructuralmente la Estoria de España el imperium de los monarcas de otros reinos cristianos peninsulares. Nunca se cita, ni siquiera como sincronía adicional, el año de reinado de los reyes navarros, aragoneses y portugueses ni se simultaneó la historia de los reinos cristianos de Navarra, Aragón y Portugal con la del reino castellano-leonés (en contraste con la sincronización de la historia árabe con la de la monarquía astur-leonesacastellana). Siguiendo el esquema expositivo de la Historia Gothica del arzobispo don Rodrigo Ximénez de Rada, la Estoria de España sólo incluye la historia completa de estas dinastías reales hispánicas al tener que hablar de su entronque con la castellano-leonesa, tratándola como información atemporal subordinada a la mejor comprensión de la historia castellano-leonesa, sin reconocerles tiempo propio en la línea sucesoria del imperium sobre el territorio hispánico 7. Al obrar de esa forma, la estructura de la Estoria de España manifiesta las aspiraciones de la monarquía castellano-leonesa a ser

34

reconocida como heredera del dominio sobre todo el territorio peninsular, basándose en el presupuesto, defendido desde la primitiva historiografía astur-leonesa, de que la monarquía asturiana y sus herederos son por linna los descendientes de los reyes godos. 16

Esta estructura, en que todos los posibles señoríos temporales se someten a uno de mayor rango, transmite perfectamente el ideario alfonsí que defiende la necesidad de la unión de los reinos. Esa idea se formula de forma explícita en el prólogo, al presentar el tema de la obra, cuando se pronuncia contra los peligros que laten en la división de los reinos hispánicos: et como fueron los cristianos despues cobrando la tierra; et del danno que vino en ella por partir los regnos, por que non se pudo cobrar tan ayna (PCG, p. 4b, L II-14).

17

Y también al celebrar la unión de Castilla y León en la figura de Fernando I: con tod esto los moros muy grand miedo ouieron quando uieron a los castellanos et a los leoneses ayuntados so un sennorio et acordados en uno, et los auie de asennorear rey fuerte et sabio (PCG, p. 483b, 1.18-22).

18

Si pasamos a considerar ahora cómo se transformó en la Estoria de España el discurso de las fuentes latinas y, en especial, el de los cronistas regios precedentes, el Tudense y el Toledano, resulta posible enriquecer las ideas emanadas por la estructura de la obra.

19

La Estoria de España transmite repetidamente la necesidad de respetar a los señores naturales, advirtiendo a los súbditos de la inutilidad de la rebelión contra el orden impuesto por los mismos. Según nos cuenta la Estoria de España, los habitantes de Tiro, después de haber depuesto y matado a todos sus sennores naturales excepto a uno, tuvieron que reconocerse incapaces de regir la ciudad y admitieron que «los libres e de buen logar uencien las cosas por seso e por bondat, e los sieruos por nemiga e por traycion» (PCG, p. 32b, 35-37). Vista así la superioridad del único príncipe sobreviviente, mandaron «por so sennor, diziendo que Dios le guardara pora auer sennorío sobrellos» (PCG, p. 32b, 1. 38-40). El fundamento del poder de los príncipes está en su origen divino, procedencia que el propio príncipe no debe olvidar, si no quiere provocar el enojo de Dios y perder el imperium que por delegación ostenta. Así, la Estoria de España insiste en la idea de que los godos perdieron el señorío sobre España porque provocaron la ira divina al no respetar las leyes de sucesión: auiuose la yra de Dios sobrellos, et desamparoles la tierra que les mantouiera et guardara fasta alli, et tollio dellos la su gracia (PCG, p. 314a, 1.21-39).

20

Para divulgar las ideas de respeto al orden divino representado por los señores naturales, la Historia recurre tanto a las gestas de los principes, tan bien de los que fizieron mal cuerno de los que fizieron bien, por que los que despues uiniessen por los fechos de los buenos punnassen en fazer bien, et por los de los malos que se castigassen de fazer mal (PCG, p. 3b, 1.29-33).

21

La Estoria alfonsí trata fundamentalmente, por tanto, de los príncipes, de aquellos que poseen el imperium, y ello, en gran medida, porque es una historia a ellos dirigida 8. A causa de ese deseo de cumplir con el papel de magister principum, la Estoria de España se extiende con el ejemplo de grandes señores como Hércules, Pompeyo, Julio César, Bamba, Fernando I o Alfonso VII, y además, con las situaciones a que ellos tuvieron que enfrentarse. Así por ejemplo, la inclusión del panegírico postumo de la figura de Pompeyo se realiza por dar mayores uoluntades a los altos principes et a los otros omnes buenos que lo oyeren, et tomen y coraçones pora fazer lo meior (PCG, p. 82a, 1.19-22).

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22

El conocimiento de las circunstancias de gobierno es de provecho no sólo para reyes, sino también para la educación de los subditos, ya que «todos los omnes del mundo se forman et se assemeian a manera de su rey» (PCG, p. 314a, 1. 7-8), según se señala transformando interesadamente la frase del Toledano «Regís ad exemplum totus componitur orbis» 9. La traducción de las causas de la pérdida de España refleja la importancia que esta idea tenía para Alfonso. Donde el Toledano sólo señala que la violación de las leyes de sucesión había encendido la ira divina, los redactores de la Estoria de España agravaron el delito destacando el efecto negativo que la poco ejemplar conducta real tuvo sobre sus súbditos: [...] regni usurpaverant potestatem, successione legitima non servata, incanduit ira Dei (III, 22, p. 70) [...] non guardando la uerdad nin el derecho que deuieran y guardar por quexa de ganar el sennorio mal et torticieramientre como non deuien, por ende los otros omnes que fueron otrossi en sus tiempos dellos formaron se con ellos et semeiaron les en los peccados; e por esta razón auiuose la yra de Dios sobrellos (PCG, p. 314a, 1. 14-21).

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La importancia dada por Alfonso al ejemplo que transmiten los señores naturales se descubre en que la Estoria, aunque haya declarado hablar tanto de los que obraron bien como de los que obraron mal, oculta o encubre en la práctica historiográfica los «fechos malos de los buenos», para evitar ensombrecer su retrato o criticar su conducta10.

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El diverso aprovechamiento en la Estoria de España de los textos latinos de los cronistas regios precedentes, el Tudense y el Toledano, revela también bastante del pensamiento alfonsí. Con alguna pequeña excepción11, los historiadores alfonsíes dieron preferencia a la versión del arzobispo Ximénez de Rada respecto de la del Tudense. Aunque el texto del Toledano constituye la base principal del relato histórico, siempre se procuró puntualizar la opinión del obispo de Túy allí donde era discrepante, mencionando su autoridad mediante la fórmula «pero dize don Lucas de Thuy que». En cambio, cuando la versión del Tudense era compatible con la de Ximénez de Rada, ambas se armonizaron en un relato único en que no se mencionaban las fuentes de que procedía cada detalle. Esa jerarquización debe ponerse en relación con la mayor riqueza literaria y exhaustividad del texto del Toledano, pero, ante todo, con la proximidad ideológica de Alfonso respecto del arzobispo de Toledo, primado de España, consejero y cronista de su padre Fernando III, en adoptar un punto de vista defensor del imperialismo castellano y opuesto al leonesismo a ultranza que rezuma el texto del obispo de Túy.

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En definitiva, el modelo historiográfico transmitido en la primera redacción de la Estoria de España participa del neogoticismo de la monarquía castellanoleonesa, manifiesta sus aspiraciones imperialistas sobre todo el territorio peninsular y persigue ante todo la divulgación del respeto a la figura del señor natural y a su poder, como una forma de acceder, a través del ejercicio de la razón, a comprender el orden natural y social dictado por Dios.

II. – ¿PUEDE HABLARSE DE VARIACIÓN DEL MODELO ALFONSÍ EN LA VERSIÓN ENMENDADA DESPUÉS DE 1274? 26

La llamada Versión enmendada después de 1274 constituye una redacción alternativa de sólo una sección de la Estoria de España, la de la historia gótica, y se caracteriza por un conjunto de variantes puntuales que procuran mejorar la coherencia interna de la obra,

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especialmente en materia cronológica12. Entre las de mayor importancia, destaca aquella que da cuenta del traslado de los restos de Bamba a Toledo realizado por Alfonso X en 127413. Aunque el hecho de conocer ese traslado únicamente implica la fecha post quem tuvo que escribirse esa versión, se suele considerar que su redacción no pudo estar muy alejada de esa fecha, porque, de lo contrario, no se habría conservado viva la memoria del acontecimiento. 27

No puede afirmarse que las divergencias que ofrece esta Versión enmendada después de 1274 respecto de la primera redacción supongan un cambio de modelo historiográfico. Tanto la estructura como el texto permanecen básicamente idénticos, participando del mismo ideario. Sólo se detectan dos pequeñas discrepancias, aunque hay que destacar su importancia, ya que podrían implicar un alejamiento del modelo alfonsí y, por consiguiente, hacer contemplar la posibilidad de una fecha más tardía que la supuesta para su redacción.

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La primera consiste en favorecer la versión del Tudense sobre la duración del reinado del godo Rodrigo, siete años y seis meses, en lugar de los tres propuestos por el Toledano y aceptados en la primera redacción, invirtiendo así el orden de preferencia habitual de la Estoria de España14.

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La segunda consiste en establecer una solución de continuidad entre la monarquía goda y la astur-leonesa surgida en Asturias después de la invasión árabe. Contra lo anunciado al comienzo de la Estoria de los godos y lo defendido por el propio Alfonso, esta Versión enmendada anuncia, al final del año 3° del señorío de Pelayo Aquí se acaba la Estoria de los godos, en que a contados todos los sus fechos e de los rreyes desde que salieron de tierra de Scançia, fasta que peresçio el su fecho en tienpo del rrey Rrodrigo que fue el postrimero rrey en las Espannas 15.

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Y antes de comenzar el año 4° de ese señorío dice: Aqui se comiença la Estoria de los fechos de los rreyes de España que fueron despues de la destruyçion de los reyes godos que pereçieron en tienpo del rei Rodrigo, que fue el su postrimero rrey, segunt cuenta la Estoria de los godos 16.

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Al trazar esa frontera la Versión enmendada coincide con la historiografía post-alfonsí, como la Versión retóricamente amplificada , y se enfrenta al pensamiento de Alfonso, representado aquí por la primera redacción y la Versión crítica.

III. – LA RADICALIZACIÓN DEL MODELO ALFONSÍ: LA VERSIÓN CRÍTICA 32

La Versión crítica fue el fruto de reformar sistemáticamente la globalidad de la obra (aunque sólo conservamos su texto desde el comienzo de la historia gótica hasta el reinado de Fernando II de León)17. Desde el punto de vista ideológico, la Versión crítica resulta mucho más interesante que la Versión enmendada , ya que representa una radicalización del pensamiento político alfonsí, acaecida probablemente como consecuencia de la situación dramática de deposición y de aislamiento que produjo en abril de 1282 la rebelión contra su gobierno de todos los estamentos de su reino aliados con su infante heredero Sancho. Entre 1282 y el 4 de abril de 1284, fecha de su muerte, el rey, que únicamente contaba con la lealtad de Sevilla, donde residía, trató de recuperar el control de su reino con el apoyo de su enemigo natural, el rey benimerín de Marruecos

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Abū Yūsuf, circunstancias a las que se alude abiertamente en el texto de esta Versión, la cual probablemente se compuso, por tanto, en esas fechas. 33

Después de enumerar, de acuerdo con el Toledano, los regicidios cometidos por los godos como razones que motivaron la destrucción de España por obra de los invasores árabes, la Versión crítica añade tres casos más de actuación contra un rey de derecho en un pasaje adicional, que reza así: Al rrey Rodrigo cuedan quel mato el cuende Julián. Fruela mato a su hermano Vimarano con sus manos –et esto viene adelante aun en la estoria– e despues sus vassallos mataron a Fruela en Cangas por vengança del hermano. El infant don Garçia tomo el rregno por fuerça a su padre el rrey don Alfonso el Magno. Al rrey don Sancho et matol Velit Adolfez a trayçion, siendo su vasallo. Al rrey don Alfonso, fijo del rrey don Fernando el que gano Seuilla, tolliol el rregno su fijo el infante don Sancho. E alçaronse con don Sancho todos los del rregno, e ajuramentaronse contra el rrey para prenderle et echarle de la tierra. Mas ayudole Dios e los de Seuilla e el rrey Abeneniufal de los abonmarines a ese rrey don Alfonso, asy commo adelante lo diremos en su lugar (ms. Ss, f. 66v°; corresponde a PCG, p. 314b, 1. 2-7; en cursiva lo añadido).

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La adición constituye un intento de completar hasta el presente la lista de crímenes cometidos por el pueblo «godo» contra sus reyes, tanto antes como después de la invasión musulmana; pero resulta notable que, a diferencia de los casos citados por el Toledano, sólo uno de los tres casos añadidos, el de Sancho II, sea un regicidio. Los otros dos son ejemplos de usurpación del reino contra los derechos de su sennor natural por parte del heredero del rey, su hijo mayor viviente. El autor de esta versión equiparaba, por tanto, el regicidio y la usurpación del reino por las armas, considerando que eran ambas formas igualmente graves «de ganar el sennorio mal et torticieramientre». Esta mención, que no venía al caso, de dos ejemplos de usurpación del reino, subrayando que se trata de un delito contra derecho tan grave como el regicidio, el recuerdo del único caso narrado en la Estoria de España parejo al de Alfonso X y Sancho IV (el de Alfonso III y su hijo García) y la alusión a la rebelión de Sancho con un párrafo dedicado a describirla situación de acoso y de guerra en que se ve envuelto Alfonso X y la circunstancial recuperación de la iniciativa militar por parte del rey destronado, sólo se explican como consecuencia de la situación histórica en que Alfonso X se hallaba18, y aclaran las razones de la intransigencia ideológica que caracteriza a la Versión crítica.

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Analicemos algunas de las más reveladoras variantes respecto de la primera redacción propias de esta Versión.

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I. – En la Versión crítica Alfonso X refuerza su ideología de exaltación monárquica. Las prosificaciones de los cantares de Carlos Mainete, Bernardo del Carpio o el Poema de Fernán González incluidas en la primera redacción transmitían una visión de las relaciones entre el rey y sus vasallos en que se describía ocasionalmente la debilidad de los monarcas frente a la voluntad de sus súbditos. La Versión crítica transformó o censuró todo indicio que hiciese suponer vulnerabilidad en los príncipes o deshonra de su persona.

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En la historia de Bernardo del Carpio suprime deliberadamente todos los pasajes que mostraban flaqueza en el rey Alfonso. Así, cuando Bernardo descubre la identidad de su padre, esa Versión no duda en omitir la amarga reflexión del rey sobre la impotencia de los monarcas frente a la traición de sus cortesanos: el rey, quando aquello oyo, callo una grand ora del dia que non fablo. Despues dixo: «Agora ueo e entiendo que las palabras antiguas son uerdaderas, que nunca se puede omne guardar de traydores nin de mestureros»19.

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Igualmente, procura moderar la rebelde soberbia de Bernardo. Cuando Alfonso destierra a su sobrino, la Versión crítica retoca el reto de Bernardo contra el rey, su linaje y todos sus caballeros, transformándolo en un desafío dirigido exclusivamente contra las tropas reales20. Y al narrar el primer enfrentamiento entre las tropas del rey y las rebeldes de Bernardo, se elimina tanto la rabia del vasallo por no haber podido alcanzar personalmente al rey como su juramento de que lo combatiría siempre: Mas pero que Bernaldo vençio, que ouo grant pesar por que non pudo llegar al rrey, e dizen que iuro que nunca se partirie de guerrearle e de fazer le quanto mal pudiesse fasta quel diesse so padre21.

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El deseo de evitar la imagen de un monarca débil fuerza igualmente a suprimir del relato la trampa estratégica ideada por Bernardo para vencer a las fuerzas del rey22, trampa que ejemplificaba que se podía derrotar a un monarca en batalla poco limpia.

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Aunque de forma más atenuada, también transforma u omite la Versión crítica ciertos detalles poco decorosos para la figura de Carlomagno que estaban en la prosificación del cantar de Mainete de la primera redacción alfonsí. Por ejemplo, se suprimen el desdén y las amenazas proferidas por Galiana porque Carlos no le había rendido vasallaje cuando él y los franceses llegaron a Toledo23, y la sospecha de Carlos, al despertar y encontrarse solo, de que sus vasallos le habían «vendido por dineros»24. También se altera la disposición con que Carlos aceptó las condiciones que puso Galiana para hacerle entrega de las armas. Mientras que en la Estoria de España Carlos dice «bien ueo que e de fazer lo que uos queredes, pero sábelo Dios que a fuerça de mi», en la Versión crítica esas palabras del futuro emperador se sustituyen por la frase «yo fare de voluntat todo lo que uos queredes»25. Estas reformas procuran preservar la dignidad real, evitando ofrecer el mal ejemplo de un rey plegándose ante las amenazas o las condiciones de una princesa musulmana o sospechando de sus vasallos más allegados.

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II. – Además de silenciar cualquier detalle que pudiera ensombrecerla dignidad de la figura regia, la Versión crítica se muestra mucho menos proclive al pacto con los estamentos, preocupándose de fundamentar la autoridad real y las prerrogativas que le corresponden en todo pasaje en que ésta pudiera quedar bajo sospecha.

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De ahí que precise la ilegalidad de la elección de Fernán González como conde de Castilla por no haber consentido en ella el rey de León: El rrey don Rramiro non quiso menbrar se estonçe del mal que le fizieran los rricos omnes de Castilla en alçar ellos conde syn su mandado. Demas que lo non podien fazer de derecho por sy se mesmos, ca ninguno non puede fazer conde sy le el rrey non faze 26.

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La desautorización le obliga a puntualizar más adelante que «el rrey otorgoles estonçe Ferran Gonçalez,», para dar derecho al nombramiento del primer conde castellano.

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Por idénticas causas, elimina la carta-puebla que Bernardo pregonó al fundar el Castillo del Carpió: Mando dar pregon a todos los que quisiessen uenir con uiandas e con las otras cosas que menester eran al lugar, que non diessen portadgo ninguno nin pechassen nada 27 .

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El pasaje describía a un noble haciendo uso de derechos que Alfonso prefería restringir a la corona, según se dice claramente en el Espéculo28: Dezimos que carta ninguna que sea de graçia o de merçed que el rrey faga a alguno, que otro non la pueda dar ssinon el rrey o otro por ssu mandado (IV, VI, p. 288); las cartas de graçia que son dadas por pro son [...] aquellas que dan de quitamiento de pecho o de portadgo a los que pueblan algun logar (IV, VI, 20, p. 300).

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El fortalecimiento del poder real se revela asimismo en la primacía que en la Versión crítica se otorga a los lazos vasalláticos sobre cualesquiera otros. En el pasaje que relata el pacto de paz entre Bernardo y Alfonso III, Bernardo solicitaba comprensión al rey y se mostraba dispuesto, a pesar de salir favorecido económicamente por la guerra, a firmar la paz a cambio de la liberación de su padre; a su vez, el rey reconocía a su sobrino el derecho a la rebeldía por motivos de honor familiar, esto es, aceptaba la validez vinculante de los lazos de consanguinidad, en tensión con los vasalláticos. La Versión crítica omite todas las palabras exculpatorias del comportamiento de Bernardo, conservando, en cambio, la confesión de Bernardo de que su único medio de vida era la guerra. De esta forma, la sublevación de Bernardo pierde su justificación legal (explícitamente reconocida por el rey, «fazedes en ello derecho e lealtad») y parece deberse a motivos lucrativos: et dixol Bernaldo: «Mas gano yo en las guerras que en las pazes, ca el cauallero pobre meior biue en ellas que en otra guisa. Et uos non me deuedes poner culpa en fazer yo contra uos esto que fago porque me tenedes mio padre preso e non me lo queredes dar». Et dixol el rey: «Non uos tengo por mal quanto uos fazedes en esta rrazon, ca fazedes en esto derecho e lealtad. Mas si uos queredes que ayamos paz uos et yo [...]» 29.

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Al actuar así, la Versión crítica da preferencia clara al lazo contractual de vasallaje de Bernardo respecto del rey, menospreciando el valor del lazo natural de parentesco que obligaba al héroe a enfrentarse a su señor.

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También parecen de carácter político las causas por las que la Versión Crítica omite todas las alusiones que en el poema de Bernardo del Carpió y en la primera redacción de la Estoria de España se hacían de la forma de vida elegida por Bernardo en su destierro (con la única e importante excepción que acabamos de mencionar). Es claro que el poeta que compuso el Cantar de Bernardo del Carpio quiso relacionar a su héroe desterrado con la clase de caballeros que se enriquecían a través de su trabajo guerrero, los caballeros pobres o caballeros villanos, «clase» social hidalga pero muy distinta de la nobleza terrateniente. Cuando Bernardo abandona el servicio del rey, tiene que ganarse la vida luchando, como el Cid, porque carece de riquezas propias con qué mantenerse30. Pero, a diferencia de éste, Bernardo no gana riquezas arrebatándoselas a terceros, sino menoscabando los bienes de su propio señor natural. Al atacar por vez primera Salamanca, Bernardo dice que «si proguiese a Dios que pudiese entrar dentro, rrecabdaria quanto quisiese», deseo omitido en la Versión critica 31. Igualmente se elimina la frase que manifiesta la intención de Bernardo de robar el campamento real que cercaba su castillo del Carpió32, así como el párrafo final del capítulo, pasaje donde el autor del Cantar confesaba, mediante el diálogo de Bernardo con sus caballeros, las intenciones de su héroe de expoliar indefinidamente los bienes reales: Pues que el fue en el castiello, dixeronle sus caualleros: «Fezistes muy mal en tornamos tan ayna, ca si uos nos dierades un poco mas uagar, ganaramos tan grandes riquezas que sienpre fueramos ricos e ahondados». Bernaldo tornosse estonçes a sonrrisar e dixoles: «Non uos pese, que asaz ganastes agora, e si luego los escarmentassemos, non podriemos dellos mas auer. Mas ellos nos aduran cada dia en que ganemos». E bien assi fue commo el dixo, ca los del rey trayen muy grandes algos cada que uinien sobrel, e el ganaualo dellos 33.

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La supresión de estos pasajes busca evitar la divulgación de un comportamiento que se juzga altamente reprobable, la usurpación de bienes muebles o raíces al señor natural. Esa desaprobación concuerda con las severas condenas que esperan al que menoscabe el señorío del rey en sus bienes, según se dispone en el Espéculo34 y en la Partida segunda:

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Conplida mente non podrie el Rey seer guardado, sy todas sus cosas non fuesen guardadas por onrra del [...], muebles o rrayzes. [...] Onde en todas estas cosas deve el pueblo guardar al Rey de manera que ninguno non sea osado de tomar por fuerça, nin de furtar nin de encobrir ninguna dellas; ca sy a todo omne es desonrra furtar le lo suyo o forçargelo, quanto mas quien lo faze a su Rey que es su sennor (XVII, I)35. 50

III. – Aparte del fortalecimiento de la posición regia frente a los estamentos que ponen de manifiesto las reformas que acabamos de exponer, también cabe destacar en la Versión crítica la mayor firmeza con que se defiende el principio de indivisibilidad del reino.

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Esa postura política se refleja en ciertas reformas que modifican la sucesión en el reino de Francia o en el imperio romano-germánico a favor de un único heredero y desautorizando la división del territorio a la muerte del monarca reinante. Así, suprime las menciones al hermano de Carlomagno, Carlon, y a su reparto del reino de Francia36. Y obedeciendo a la misma idea, altera considerablemente el relato de la guerra civil que siguió a la muerte del emperador Ludovico Pío, introduciendo ciertos cambios con el objeto de favorecer los derechos del primogénito Lotario frente a sus hermanos, Carlos el Calvo y Luis el Germánico, a los que no se les reconoce el derecho a la sucesión37.

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IV. – Otro aspecto en que representa el comportamiento de la Versión crítica una radicalización en la forma de escribir la Historia es el relativo a la armonización de un nuevo discurso histórico a partir del de sus fuentes fundamentales. En vez del uso jerarquizado y respetuoso con todas las fuentes propío de la primera redacción, la Versión crítica se muestra intransigente con las opiniones que se habían situado en segundo lugar como menos preferibles. Su acritud intolerante se revela en que o bien las suprime abiertamente38 u opta por desautorizarlas 39, con indiferencia de la fuente de que procediesen, erudita o popular. Como resultado de ese desprecio a las alternativas que complicaban el relato histórico, «inútilmente» a su juicio, la Versión crítica suele sustituir sistemáticamente la fórmula mediante la cual los historiadores alfonsíes introducían la opinión discrepante de Lucas de Túy («pero dize don Luchas de Tuy que […]») por un giro que resta autoridad a la afirmación que sigue («algunos dizen que […]») 40.

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V. – También en lo relativo a las aspiraciones imperialistas de la monarquía castellanoleonesa extrema la Versión crítica la postura de la primera redacción de la Estoria de España. Ciertas reformas de la Versión crítica parecen indicar que su autor no aceptaba la independencia de Portugal respecto del «reino de España». Siguiendo el modelo de la Historia de rebus Hispaniae del Toledano, la redacción primitiva de la Estoria de España había expuesto la historia del reino de Portugal separada de la de Castilla-León y la había interpolado, concentrada a modo de excurso (PCG, caps. 989-972), en el reinado de Alfonso VII el emperador porque es en aquel momento cuando Alfonso Henriques obtuvo la independencia portuguesa41. En cambio, la Versión crítica intercaló la historia portuguesa entre la castellano-leonesa, sincronizándola con ésta, lo que desde un punto de vista estructural revela que incluía esos territorios entre los sujetos al señorío del rey castellano-leonés42.

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La cuestión de Portugal fue uno de los asuntos que ocuparon a Alfonso el Sabio repetidamente a lo largo de su reinado e incluso siendo todavía infante. El motivo del conflicto eran los derechos históricos sobre el Algarbe, derechos que el tratado de Sahagún (1158), firmado entre el portugués Alfonso Henriques y el rey Fernando II de León, reconocía al reino de León. Todavía infante, Alfonso X intervino en Portugal en 1246 a favor del rey Sancho II, depuesto por el papa en beneficio de su hermano, el futuro rey

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portugués Alfonso III. Las promesas de Sancho II de hacerle entrega de los territorios portugueses al sur del Fajo pudieron causar esta intervención, que Alfonso realizó incluso contra la voluntad de su padre, Fernando III. Más adelante, en 1253, Alfonso X firmó la paz con el rey portugués Alfonso III en un tratado en el que obtenía satisfacción a sus reclamaciones sobre el Algarbe y en el que se acordaba el matrimonio de su hija bastarda y predilecta, doña Beatriz, con el rey de Portugal. Apenas un año después de la campaña de Niebla (1261-1262), detrás de la cual se ha visto el deseo de reclamar más eficazmente a los portugueses los territorios situados al este del Guadiana, Alfonso cambió repentinamente su política y renunció en 1263 (renuncia ratificada en 1264), a favor de su nieto don Dionís o Dinís, a la soberanía sobre ese territorio. Y en 1267, en el tratado de Badajoz, renunció incluso al homenaje vasallático que hasta entonces debían rendir los reyes de Portugal a los reyes de Castilla y León43. 55

Mientras que la estructura de la primera redacción de la Estoria de España acuerda a la perfección con la situación de la cuestión portuguesa a partir de 1267, la Versión crítica, en cambio, parece indicar que el pensamiento alfonsí respecto a este asunto había vuelto en los años finales de su reinado a identificarse con el que sostuvo durante los diez primeros (al menos, hasta 1263). Los motivos de este cambio radical deben buscarse, indudablemente, en la actitud ingrata que adoptó su nieto don Dionís, tan favorecido por la renuncia de su abuelo a la soberanía del Algarbe, ante el levantamiento del reino contra Alfonso X. Según se deduce de la Crónica de Alfonso X 44, de dos cartas45 de Pedro III de Aragón y del primer testamento del rey46, don Dionís apoyó desde el principio la sublevación, teniéndose del lado de Sancho IV, pese a que su madre, la reina viuda de Portugal doña Beatriz, optó justamente por lo contrario, acompañando a su padre Alfonso X hasta su muerte en Sevilla en 128447.

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VI. – Por último, otras reformas de la Versión crítica revelan una franca oposición a los intentos expansionistas y privilegios obtenidos por la iglesia de Santiago.

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Así, la Versión crítica disminuye la cuantía de los tributos establecidos a favor de Santiago de Compostela por Ramiro I después de obtener el triunfo en la batalla de Albelda con la ayuda del apóstol. Donde la primera redacción dice que estableçieron que de quantas yugadas de bueyes ouiese en tierra de christianos que diesen cada vna sendas medidas de pan como por primiçia a los clérigos que seruiesen la eglesia de Santiago. Et otrossi del moyo del vino de cadanyo sendas medidas 48,

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la Versión crítica sólo admite que diesen a la yglesia de Santiago de cada yunta vna ochaua de pan, et del moyo del vino vna medida49.

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Y al relatar los concilios que en tiempo de Alfonso III habían consagrado a las iglesias de Santiago y de San Salvador de Oviedo y narrar cómo por concesión del pontífice Juan II la segunda había obtenido el privilegio arzobispal, la Versión critica elimina toda mención al concilio y a la consagración solemne de la iglesia de Santiago50.

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Ya desde mediados del siglo XII la postura de los sucesivos arzobispos de Toledo, primados de las diócesis hispánicas, fue de resistencia frontal al expansionismo de Santiago. Además del posible apoyo prestado por Alfonso a los intereses «toledanos» en la lucha por la primacía de las sedes hispánicas51, las causas del anti-jacobitismo de la Versión crítica deben buscarse en la política seguida por el rey respecto de la diócesis de Santiago y respecto de la iglesia castellano-leonesa, en general.

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Alfonso X utilizó la Iglesia como un instrumento al servicio del reino, sometiéndola a una exigencia fiscal que resultaba excesiva e interviniendo, mediante presiones, en la elección de los obispos52. Tras la muerte en 1266 del arzobispo de Santiago, Juan Arias, Alfonso X fracasó en su intento de nombrar a Juan Alfonso, probablemente hijo natural del rey. Ello quizá influyó en que el monarca desaprobase, junto al concejo compostelano y a buena parte del cabildo, a los dos obispos propuestos sucesivamente por el Papa para el puesto, don Egas Fafez, obispo de Coimbra, muerto prematuramente, y Gonzalo Gómez, nombrado en 1273 y que se vio forzado a exiliarse del reino53. Entre 1266 y 1282 el señorío de Santiago estuvo suspendido y gobernado por agentes reales, disminuyéndose los derechos y privilegios de la iglesia, hechos a los que se alude en una queja de los obispos hispánicos remitida al Papa en 127954.

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Ello explica el apoyo que Gonzalo Gómez prestó, al igual que otros obispos y abades, a la rebelión gestada en las «cortes» de Valladolid de 1282 en las que se decidió la deposición de Alfonso X en favor de su heredero, don Sancho55, y que una de las primeras disposiciones del futuro rey sea devolver al arzobispo y cabildo compostelanos el señorío sobre la ciudad y su tierra, según carta del 3 de mayo de 1282: Por fazer bien et merced a la Eglesia de Santiago que el rrey mió padre tenia tomada, entrégola del senorío de la terra et de los celeros de Santiago, tam bien en Galiça como en terra de Leon et de Campos, commo de los otros lugares [...] segunt que lo essa Eglesia auia en essa cibdad al tiempo della muerte del Arçibispo don Johan Aras, et dellas otras uillas del arçibispado de Santiago que lles el rrey auia tomadas a la Eglesia sobredicha por sanna que ouo del arçibispo don Gonzalo Gomez. Et reuoco todas las cosas que el rrey dio et enageno del arçibispado sobredicho, et todas las cartas que dio a la cibdad de Santiago et a las otras uillas del arçibispado o a outros omnes qualesquier en danno della Eglesia de Santiago depues que tomo essa Eglesia a la muerte del arçibispo don Johan Arias fata aqui. Et tornolla al estado en que ante era con todas sus libertades et sus derechos 56.

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El retorno del obispo desterrado y la reposición del señorío tuvo que indignar intensamente a Alfonso, irritación que aclara el acervado anti-jacobitismo de la Versión crítica.

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En conclusión, la transformación del texto de la redacción primitiva de la Estoria de España obedece en la Versión crítica al deseo de fortalecer la figura del señor natural, el rey, y su doctrina política, frente a la nobleza, los municipios y su segundogénito Sancho en esos dramáticos años finales del reinado de Alfonso X. La angustiante situación de acoso que estaba viviendo Alfonso aclara la parcialidad de esta Versión , que olvida el principio alfonsí de exhaustividad (suprimiendo o desautorizando las opiniones alternativas) y radicaliza el de ejemplaridad (eliminando las malas conductas e ignorando el papel ejemplar que se les reservaba originalmente)57.

IV. – LA SUBVERSIÓN DEL MODELO ALFONSÍ: LA VERSIÓN RETÓRICAMENTE AMPLIFICADA 65

Elaborada probablemente en tiempos de Sancho IV (ya que incluye una actualización de 1289), la llamada Versión retóricamente amplificada se escribió empleando como base un texto de la redacción más antigua que contenía desde el alzamiento del rey astur-leonés Ramiro I hasta la muerte de Urraca, texto que fue sistemáticamente transformado con glosas y amplificaciones retóricas y completado con algunas fuentes legendarias, aunque manteniendo la estructura originaria de la primera redacción58.

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Desde el punto de vista ideológico, aquí adoptado, la Versión de 1289 revela un considerable alejamiento del pensamiento político alfonsí observable tanto en las glosas y comentarios que introduce como en los pasajes que omite.

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I. – En primer lugar, es interesante subrayar que no participa esta Versión del neogoticismo de la monarquía castellano-leonesa defendido por Alfonso X en la primera redacción de la Estoria de España y en la Versión crítica. En efecto, al glosar la llegada de normandos a la costa de Cádiz en los tiempos de Ramiro I, dice que: Et aquella yente era pagana que nunqua la aun tanto uieran en toda tierra de Espanna. Mas contra Espanna todas las yentes del mundo se atrouieran a uenirla guerrear et entrarla et asennorearla, et fizieron y todo lo que quisieron; pero a la cima todos se fallaron ende muy mal, fasta que se acabo en los godos. Et desi finco en los naturales que fueron despues ganandola de los moros esparziendo mucha de su sangre por ello, muriendo y muchos altos omnes et de gran guisa et de otros, et la an ganada dessos enemigos de la Cruz, et del mar de Sant Ander fastal mar de Caliz, sinon poco que les finca ende ya; et es esto ya en el regnado del muy noble et muy alto rey don Sancho el quarto, en la era de mili et CCC et XXVII annos (PCG, p. 362b, L 52-p. 363a, 1. 16).

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Además de proporcionarnos la fecha de esta refundición retórica (1289), la glosa deja ver que su autor consideraba la reconquista como una tarea propia de los «naturales» de la tierra, y no de los reyes godos y sus herederos. El cambio de concepción hace prevalecer los lazos de naturaleza con el territorio sobre la vinculación dinástica en lo relativo a los derechos al imperium territorial. Nada más opuesto al concepto alfonsí, que en más de una ocasión fundamenta ese derecho sobre la pertenencia genealógica a la linna de los señores precedentes59.

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II. – El comentario introducido por el glosador de 1289 entraña otras reveladoras diferencias respecto del modelo historiográfico alfonsí. En contraste con la primacía otorgada por Alfonso a los reyes y señores naturales como protagonistas de la Historia, no deja de ser sorprendente que la glosa se detenga a ponderar el mérito de los «altos omnes et de gran guisa et de otros» que han muerto en la empresa reconquistadora, sin mencionar a sus cabezas dirigentes, los reyes. Esta ampliación de la nómina de personajes que fabrican la Historia se corresponde claramente con la situación política en tiempos de Sancho, cuyo poder era estrechamente dependiente de su pacto con los estamentos.

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Varias de las innovaciones propias de la Versión retóricamente amplificada aluden a este cambio de pensamiento político. Así, se detiene en describir con todo detalle la proclamación real de Alfonso III por parte de «todos los ricos omnes sennores de caualleros», que «se ayuntaron todos [...] quando le unciaronyl otorgaron por rey yl alçaron en la siella» (PCG, p. 367a, 1.31-39). La descripción está totalmente ausente en las versiones alfonsíes de la Estoria de España. Tampoco son «los de Oviedo» los que libran al rey Alfonso III del rebelde Fruela Vermúdez, según afirmaban vagamente esas versiones precedentes, sino «el senado de Ouiedo et los caualleros et los omnes buenos de la tierra» (PCG, p. 368b, 1. 26-27). Y cuando Alfonso III tiene que enfrentarse con los caudillos moros Ymundar y Archanacer 60, en lugar de la responsabilidad solitaria del rey que transmitía la frase de la Estoria de España, «fue para ellos con grant hueste e lidio con ellos e mato y muchos e segudo los otros», la Versión de 1289 se esfuerza por destacar la participación de los hombres del reino en la obtención de la victoria sobre los árabes: el rey don Alffonsso [...] enuio por toda la tierra sus mandaderos et sus pregones que fiiessen ayuntados luego alli a el todos aquellos que armas pudiessen tomar, et uiniessen lo meior armados que ellos pudiessen. Et ayuntosele y luego grand poder

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et grand hueste. Et el luego que uio que lo tenie guisado, salio, et fue a ellos, et assi como llegaron, mando luego ferir en ellos. Et tan de rezio los frieron, que los moros como uinien camino et yaquanto desacabildados, non se pudieron componer pora la batalla. Et el rey don Alffonsso et sus compannas, firiendoen ellos todos muy de coraçon, mataron ende muchos; et los otros arrancáronse del campo et fúxieron. Et el rey yua empos ellos, matando quantos alcançaua, de guisa que los pocos que ende escaparon, fueron ende por mal cabo (PCG, p. 369a, 1.13-32). 71

Idéntica participación responsable de toda la nobleza, referida bajo los amplios lexemas de «omnes buenos», en el gobierno de la tierra bajo la autoridad real ha sido destacada por Georges Martin al estudiar las variantes propias de la Versión amplificada en la Leyenda de los jueces de Castilla61.

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Pero es en la prosificación del Poema de Fernán González donde mejor se observa el cambio de actitud. Numerosos pasajes del relato fueron retocados en la Versión amplificada para enaltecer la figura del conde castellano y destacar su cooperación con el rey leonés en la defensa del reino. No es otra la intención cuando se disculpa la impotencia militar de Fernán González al arrebatarle los moros Simancas, Dueñas, Sepúlveda y Gormaz, anunciando una revancha62, cuando se inventa una última campaña vengadora del conde contra los moros antes de su muerte63, o cuando se añade su presencia junto al rey de León en excursiones victoriosas como la de Zaragoza64.

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III. – Dos significativas omisiones de la Versión amplificada en la historia de Fernán González parecen revelar un castellanismo acusado por parte de su autor. Una es la supresión de la frase «et fizol conde el rey don Ramiro» (corresponde a PCG, p. 390a, 1. 30), con que se ratificaba, por parte del rey de León Ramiro II, la investidura del conde elegido previamente por los castellanos. La otra es la sumisión de los castellanos a la autoridad del rey leonés después de la batalla de Osma: Et tornose el rrey don Ramiro para Leon con grand honrra e el conde Ferrant Gonçalez finco en su tierra con grand bienandança. E dize don Lucas de Thuy que se metieron los castellanos entonces so el señorío del rrey, ca entendieron que era derecho conosçudo, pero defendieron ellos algunas cosas senyaladas que les otorgo el rrey por pleitesías que pusieron con el65.

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Aparte de un acendrado castellanismo, estas supresiones también podrían interpretarse como el fruto de racionalizar el relato que la Estoria de España ofrecía de la independencia castellana, ya que el sometimiento al señorío real leonés que suponen entraba en abierta contradicción con la narración basada en el Poema de Fernán González que se incluía más adelante sobre la forma en que los castellanos obtuvieron la independencia. Deben conectarse, pues, con el sistema de valores que hemos venido defendiendo como propio de la Versión amplificada, según el cual la nobleza no se somete contra su voluntad al señorío real, sino que asiente en él y colabora en su sostenimiento.

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IV. – Puesto que el gobierno es producto de un pacto, la Versión amplificada puede reprobar tanto el comportamiento de un rey como el de un noble, incluso el de su admirado Fernán González, si su conducta no se ajusta a derecho. Censurable es, sin duda, el rey de Navarra por su traicionera prisión de Fernán González en las vistas de Cirueña, según revela la siguiente adición puesta en la boca del conde castellano: Quando el conde Fernand Gonçalez uio al rey assi uenir guarnido, touosse por engannado et dixo: «Sancta María, ualetme! creyendome por palabras so traydo et deuiese agora somir el mundo con tan grand nemiga como esta que el rey de Nauarra comete contra mi, por dond deuie nacer uerdad et lealdad nasce lo que non era de dezir de rey» (PCG, p. 410b, 1. 33-40).

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Pero también lo es Fernán González cuando conspira junto a García de Navarra para traicionar a su yerno, el rey leonés Ordoño III. Así, cuando Ordoño repudia a su mujer, hija del conde castellano, el autor de esta Versión encuentra la conducta real ajustada a derecho: Dexo el rey don Ordonno a donna Vrraca su mugier, fija del conde Fernand Gonçalez, la que el tomara por meter paz entre los castellanos et los leoneses. Et segund aquel fecho que el conde fiziera en ayudar a aquel con quien non auie debdo, et uinie contra ell que era su yerno, en que se mostro por so enemigo, dexole la fija por ende et con razon (PCG, p. 407b, 1. 16-24).

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Es necesario recordar aquí cómo contrasta esta actitud con el principio alfonsí de encubrir u omitir el mal comportamiento de los reyes.

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V. – Por último, hay que destacar que, a diferencia de los historiadores alfonsíes, el amplificador de 1289 parece no oponerse a la división del reino. Ello nos los revela una curiosa glosa etimológica sobre el nombre de Francia añadida con ocasión del reparto de los territorios del imperio romano-germánico a la muerte de Ludovico Pío, en la que se justifica la partición porque fue hecha «por paz et abenencia de los reys et pro de los omnes et bienparança de las partidas dessas tierras»66: Et Loys, aquel so hermano, regno otrossi en Jermania XXXIII annos. Et Lotario emperador regno en Roma et en Alemanna su empeño. Et desta partida adelant ouo nombre Francia aquella tierra; et esto quiere dezir Francia: franta, fascas «crebantada et partida». Et este nombre le fue dado de «frangere» que dizen en el latín por «franner» o «crebantar». Et entendet que fue dicha assí Francia fascas «crebantada», non porque los reys della nin los omnes de la tierra sean crebantados, mas por que la tierra fue partida en estas tres partes, et fecha piesças por paz et abenencia de los reys et pro de los omnes, et bienparança de las partidas dessas tierras (PCG, p. 368a, 1. 7-19).

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En definitiva, el carácter de las innovaciones propias de la Versión amplificada sugiere un distanciamiento de muchos de los principios que inspiraron la Estoria de España alfonsí en sus distintas versiones. Ni el neogoticismo de la monarquía castellano-leonesa, ni la unión de los señoríos bajo un único impertum ni el papel de la autoridad real frente a los estamentos parecen valorarse ya como durante el reinado de Alfonso el Sabio. En consonancia con este comportamiento, se ha sugerido últimamente la vinculación de esta Versión con la escuela catedralicia de Toledo y su arzobispo, Gonzalo Pérez «Gudiel» 67.

V. – EL MODELO HISTORIOCRÁFICO ALFONSÍ Y LAS VERSIONES DE LA ESTORIA DE ESPAÑA EN EL CONTEXTO DE LAS OBRAS JURÍDICAS CREADAS POR EL REY SABIO 80

La variación textual, lejos de ser un fenómeno aislado, afecta a gran parte de las obras producidas por el taller alfonsí68. Pero es sobre todo en las obras de carácter jurídico e historiográfico, precisamente aquellas que más se relacionan con las obsesiones personales de Alfonso X y con sus tareas de gobierno, donde la variación se manifiesta de forma más intensa. El corpus jurídico y el historiográfico fueron concebidos al servicio de su pensamiento político, y entre ambos, se dan similitudes de carácter general nada desdeñables.

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Una de ellas es la anonimia de los redactores. Como se ha señalado en más de una ocasión, nada sabemos de la identidad de los redactores de los textos legislativos o históricos

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elaborados por iniciativa de Alfonso X, en abierto contraste con la mención explícita de los autores de su obra científica. La figura del rey adquiere una tutela más estrecha sobre las Estorias y las obras jurídicas, dado que no se limita a hacer el encargo («Nos mandamos»), sino que, ante la ausencia de un responsable directo, aparece involucrado en su concreta ejecución («Nos fezimos»)69. 82

Otra semejanza general entre el corpus histórico y el legislativo tiene que ver con la existencia de diversas versiones de una obra o de partes de una obra, así como con la repetición o con el aprovechamiento de fragmentos de unas obras en otras. Todavía no están claras las relaciones entre el Espéculo, el Fuero real., las Siete Partidas en sus varias versiones y el Setenario, pero si atendemos a lo sugerido por las últimas investigaciones, existe entre estas obras una comunidad de proyecto y de ejecución, constatable en el empleo independiente de textos muy semejantes, en mucho parangonable a la que encontramos entre la historia universal y la historia particular alfonsí o entre las distintas versiones conocidas de la Estoria de España70.

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Una tercera característica común a las obras históricas y legislativas, y relacionada con la existencia de versiones varias, es su inconclusión. Ni la Estoria de España ni la General Estoria alcanzaron a verse terminadas tal como anuncian sus planes iniciales. Y lo mismo parece ser cierto respecto del Espéculo o del Setenario71.

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Tanto en el caso de las obras jurídicas como en el de las historiográficas, las variaciones textuales parecen obedecer, entre otras causas, a la transformación del ideario del rey según fue evolucionando su situación personal y política. En el caso de los textos jurídicos, aunque el desentrañamiento de los problemas textuales que les aquejan constituye hoy una necesidad urgente y obligadamente previa a su correcta interpretación, el análisis de la variación del contenido sugiere que el Espéculo, las tres redacciones sucesivas de la Primera partida (más, quizá, el Setenario ) representan la transformación del pensamiento político de Alfonso desde que fue alzado rey hasta el momento de su muerte, reflejando su postura ante el fecho del imperio, los problemas sucesorios del reino o la rebelión de los estamentos72. En estrecha correspondencia con esa revisión de los textos jurídicos, la modificación de la primera redacción de la Estoria de España por parte de la Versión crítica revela la radicalización del ideario alfonsí ante los dramáticos acontecimientos de la última parte de su reinado. En el caso de la historiografía, en cambio, la crítica textual nos permite estar más seguros de la identidad de las versiones y de su datación (en contraste con la inseguridad que genera la ausencia de bases textuales que corroboren esa interpretación en las obras legislativas).

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La certeza de que tanto el «programa» legislativo como el historiográfico forman parte de un único proyecto político nos la ofrece el hecho de que la misma ideología que se desprende del análisis del modelo historiográfico de la Estoria de España y de la General Estoria se expone, en cambio, de forma explícita, minuciosamente argumentada, con carácter vinculante, en las obras de carácter jurídico. Analicemos algunos casos.

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Según hemos visto, la Estoria de España se preocupa de fundamentar la autoridad del señor natural, instruyendo a los súbditos en el respeto que le deben. El mismo objetivo reaparece, pero con carácter de ley, en el Fuero real., en los Libros II y III del Espéculo y en la Partida segunda (títulos XII-XIX), obras estas dos últimas que se dedican a regular con todo detalle la relación entre el rey y sus súbditos que enuncia, quintaesenciada, el texto del Fuero real73: Nos deuemos pensar et cuidar que los males que por su natura son desaguisados e deuedados, que por nuestras leyes sean derraygados et cada uno se guarde de mal

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fazer e sepa como deue temer e amar et guardar al rey e a su sennorio e a todas sus cosas. Onde establecemos que todos sean aperçebidos de guardar et de cobdiciar la uida e la salut del rey e de acrescentar en todas sus cosas e su onrra e su sennorio, et que ninguno non sea osado por fecho nin por dicho nin por conseio de ir contral rey nin contra su sennorio, nin fazer aleuantamiento nin bollicio nenguno contral rey nin contra su regno en su tierra nin fuera de su tierra, nin de pararse con sus enemigos nin darles armas nin poderes nin otra ayuda ninguna por ninguna manera: e quiquier que fiziere estas cosas o alguna dellas o ensayare dellas fazer, muera por ello e non sea dexado ueuir (Fuero Real, I, 2, 1). 87

Pero mientras que el Fuero Real y el Espéculo se limitan a exponer los deberes del pueblo respecto de su señor natural, la Partida segunda legisla además las obligaciones del príncipe para con su pueblo (títulos II-XI), mostrándose en ello más cercana de las pretensiones y del pensamiento que inspiraron las Estorias alfonsíes.

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Al igual que las obras historiográficas, el Fuero Real, el Espéculo 74 y las Partidas75 justifican el poder ejercido por el príncipe en su origen divino: Nuestro Sennor Ihesu Christo ordeno primerament la su corte en el çiello e puso a ssi mismo por cabesca e començamiento de los angeles et de los archangeles, e quiso e mando quel amassen e quel agardassen como a començamiento e garda de todo.[...] E desi ordeno la cort terrenal en aquella misma guisa e en aquella manera que era ordenada la suya en el cielo, e puso al rrey en su logar, cabeca e començamiento de todo el pueblo, assi como puso [a] si mismo cabeça e comienço de los angeles e de los archangeles, e diol poder de guiar al pueblo, e mando que todo el pueblo en uno e cada uno omne por si recibiesse et obedeciesse los mandamientos de su rrey, e que lo amassen e quel temiessen e quel guardassen tan bien su fama e su ondra como su cuerpo mismo (Fuero Real, I, 2, 2).

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Y también: Porque Nuestro Sennor Ihesu Christo es rrey sobre todos los rreys e los rreys por el rregnan e del an el nonbre, e el quiso e mando guardar los derechos de los rreys sennaladamientre (ibid., I, 5, 3).

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La importancia que la Estoria confiere al ejemplo transmitido al pueblo por el comportamiento del rey se reencuentra y se explica en las obras jurídicas. Tanto el Fuero Real76 como el Espéculo 77 y las Partidas justifican la relevancia de la figura real sobre sus gentes recurriendo a la «visión corporativa» del reino, según la cual el rey es el alma y la cabeza mientras que el pueblo encarna el resto de los miembros del cuerpo: E los sanctos dixeron que el Rey es sennor puesto en la tierra en lugar de Dios para conplir la justiçia e dar a cada uno su derecho, e por ende lo llamaron coraçon e alma del pueblo; ca asy commo el alma yaze en el coraçon del omne, e por ella bive el cuerpo e se mantiene, asy en el Rey yaze la justiçia, que es vida e mantenimiento del pueblo de su sennorio. [...] E natural mente dixieron los sabios que el Rey es cabeça del rreyno; ca sy commo de la cabeça naçen los sentidos por que se mandan todos los miembros del cuerpo, byen asy por el mandamiento que naçe del Rey, que es sennor e cabeça de todos los del rreyno, se deven mandar e guiar e aver un acuerdo con el para obedesçerle e anparar e guardar e enderesçar el rreyno, onde el es alma e cabeça e ellos los mienbros (Partida segunda, I, 5, p. 45).

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La prohibición, no expresa pero vigente en la práctica historiográfica de la Estoria de España (y con mayor intensidad, de la Versión crítica), de incluir relatos que describiesen un comportamiento censurable o poco ejemplar de los príncipes halla su explicación en las leyes alfonsíes que castigaban el «enffamamiento» del monarca. Ese delito se condena duramente en el Fuero Real78, en el Espéculo79 y en la Segunda Partida: Deve el pueblo saber bien la fama de su sennor, e dezirla con las lenguas e rretraerla; e las palabras que fuesen a enfamamiento del non las querer dezir nin

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rretraer en ninguna manera, e muy menos asacarlas nin de buscarlas de nuevo; ca el pueblo que desama a su Rey deziendo mal del porque pierda buen prez e buena nonbradia e porque los omnes le ayan a desamar e aborresçer, faze traiçion conosçida bien asy commo sy lo matase; ca segunt dixieron los sabios que fezieron las leyes antiguas, dos yerros son como yeguales, matar a omne e enfamarlo de mal, porque el omne despues que es mal enfamado maguer non aya culpa, muerto es quanto al bien e la onrra deste mundo; e demas tal podrie seer el enfamamiento, que mejor serie la muerte que la vida (XIII, 4)80. 92

La necesidad de mantener unidos los reinos hispánicos defendida por la Estoria de España se legisla, con argumentos pormenorizados, en el Espéculo81 y en la Partida segunda: Fuero e establesçimiento fezieron antigua mente en España que el sennorio del Rey nunca fuese departido nin enagenado: e esto por dos rrazones; la una por fazer lealtad contra su sennor mostrando que amavan su onrra e su pro; la segunda por onrra de sy mismos, porque quanto mayor fuese el sennorio tanto podrien ellos mejor guardar al Rey ellos e a sy mismos. [...] Deve el pueblo guardar que el sennorio sea toda via uno, e non consienta en ninguna manera que se enagene nin se departa: ca los que lo feziesen errarien en muchas maneras, primera mente contra Dios departiendo lo que el ayuntara [...] e aun contra sy mismos herrarien sy consejasen al Rey el diesen carrera para esto fazer, o non lo destorvasen quanto podiesen que non fuese fecho (XV, 5)82.

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Y las reformas de la Versión crítica que modifican la sucesión en el reino de Francia a favor de un único heredero, el primogénito, concuerdan plenamente con lo dispuesto en el Espéculo83 y en la versión, más ampliada, de la Partida segunda sobre la sucesión: Mayoría en nasçer primero es muy grant sennal de amor que muestra Dios a los fijos de los Reyes, a aquellos que la da entre los otros sus her manos que nasçen despues del: ca aquel a quien esta onrra quier fazer, bien da a entender quel adelanta el pone sobre los otros por que lo deven obedesçer e guardar asy commo a padre e a sennor. E que esto sea verdat pruevase por tres rrazones, la primera natural mente, la segunda por ley, la terçera por constunbre; e segunt natura, pues que el padre e la madre cobdiçian aver linage que herede lo suyo, aquel que primero nasçe e llega mas ayna para conplir lo que ellos desean, por derecho deve seer mas amado dellos, e ello deve aver; e segunt ley [...] el fijo mayor que ha poder sobre los otros sus hermanos, asy commo padre e sennor, e que ellos en aquel lugar le deven temer. Otrosy segunt antigua costunbre, [...] los omnes sabios e entendudos, catando el pro comunal de todos, e conosçiendo que esta partiçion en los rregnos que destroydos non fuesen, segunt nuestro sennor Jhesu Christo dixo, que todo rregno partido astragado serie, tovieron por derecho quel sennorio del rregno non lo oviese synon el fijo mayor despues de la muerte de su padre. E esto usaron sienpre en todas las tierras del mundo do sennorio ovieren por linnage, e mayor mente en Espanna: ca por esquivar muchos males que acaesçieron e podrien aun seer, posieron que el sennorio del rregno heredasen syenpre aquellos que veniesen por la linna derecha (XV, 2).

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A su vez, el neogoticismo de la Estoria de España tiene su perfecto correlato en el Espéculo y en la Primera partida (primera redacción) cuando justifican el monopolio legislativo reclamado por Alfonso, entre otras cosas, en las leyes del tiempo de los godos: Por ffazer entender a los omnes dessentendudos que Nos, el ssobredicho rrey don Alffonso auemos poder de ffazer estas leyes tan bien commo los otros que las fezieron ante de nos, e mas queremoslo mostrar por estas maneras: por rrazon e por ffazanna e por derecho. [...] Por derecho, ca lo puedemos prouar por las leys rromanas e por el derecho de Ssanta Eglesia e por las leys d’Espanna que fezieron los godos, en que dize en cada vna destas que los enperadores e los rreys an poder de ffazer leys e de anader en ellas e de minguar en ellas e de camiar cada que mester ssea84.

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Y la unificación jurídica emprendida por Alfonso quiere restablecer la unidad existente en tiempos de los reyes godos, unidad rota por la invasión musulmana del mismo modo que se deshizo la unión política de los territorios hispánicos: FuerodEspana antiguamiente en tienpo de los godos ffue todo vno. Mas quando moros ganaron la tierra, perdieronsse aquellos libros en que eran escriptos los ffueros. E despues que los christianos la ffueron cobrando, assi commo la yuan conquiriendo, tomauan de aquellos ffueros algunas cosas ssegunt se acordauan, los vnos de vna guisa e los otros de otra; e por esta rrazon vino el departimiento de los ffueros en las tierras. [...] Onde nos, por toller los omnes deste desacuerdo, e tornarlos al entendemiento verdadero, e ffazerles ssaber commo fue en aquel tienpo e deue agora sseer, queremoslo mostraren este titulo (Espéculo, V, 5, pp. 437-438).

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Del papel de magister principum asumido por las Estorias alfonsíes no participan, en cambio, todas las obras legislativas. El Fuero Real y el Espéculo son códigos destinados a ser conocidos por el pueblo y aplicados en la práctica jurídica85, igual que la primera redacción de las Partidas 86, obras cuyos prólogos se asemejan mucho entre sí. En cambio, las redacciones posteriores de las Partidas muestran un claro cambio de intenciones. Poruña parte, el objetivo de la ley no es su aplicación efectiva, sino la divulgación general del derecho en el reino87.

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Por otra, el código se dirige, más que a los subditos, principalmente a los reyes: Nos, don Alfonso [...], 1°. entendiendo los muy grandes lugares que tienen de Dios los reyes en el mundo, et los grandes bienes que dél resciben en muchas maneras, señaladamente en la muy grant honra que les él face queriendo que sean llamados reyes, que es el su nombre, et otrosí por la justicia que han á fazer para mantener los pueblos de que son señores, que es por la su obra: et conosciendo la carga muy grande que les yace en esto si bien no lo feciesen, non tan solamiente por el miedo de Dios [...], man aun por la vergüenza et el afruento de las gentes del mundo: et habiendo grant sabor de nos guardar destas afruentas, et del daño que dende nos podrie venir, et catando otrosi la muy grant merced que nos él fizo en querer que nos que veniesemos del linaje onde venimos, et el grant lugar en que él nos puso, faziendonos señor de tan buenas gentes, et de tan grandes tierras et regnos como él quiso meter so nuestro señorío, catamos carrera por que nos, et los que despues de nos en nuestro señorío regnasen, sopiesemos ciertamente los derechos para mantener los pueblos en justicia et en paz. 2°. Et otrosi porque los entendimientos de los omnes, que son departidos en muchas maneras, los podiesemos acordar en uno con razon verdadera et derecha para conocer primeramente á Dios [...], et desi á los señores temporales [...]; otrosi que feciesen aquellas cosas por que fuesen tenudos por buenos, et de que les veniese bien, et se guardasen de facer yerro que les estodiese mal, et de que les podiese venir daño por su culpa. Et por que todas estas cosas non podrían fazer los omnes complidamente, si non conosciendo cada uno el su estado qual es, et lo que conviene que faga en él, et de lo que se debe guardar, et de los estados a que deben obedecer, por aquesto fablamos de todas las cosas que á esto pertenescen 88.

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Y en el Setenario los hombres del reino desaparecen para dejar como únicos destinatarios a los príncipes: Onde [...] mando el rrey don Fferrando ffazer este libro que touyese él e los otros rreyes que despues del viniesen por tesoro e por mayor e meior conseio que otro que pudiessen tomar, e por mayor seso, en que sse viessen ssienpre commo en espeio para ssaber emendar los ssus yerros e los de los otros e endereçar ssus ffechos e ssaberlos ffazer bien e conplidamiente 89.

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La comunidad de intenciones de las dos Estorias alfonsíes con las últimas redacciones de las Partidas y con el Setenario corrobora la cronología propuesta por Jerry R. Craddock para la elaboración de las obras legislativas. La redacción de las compilaciones

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historiográficas comenzó alrededor de 1270 y la segunda y la tercera redacciones de las Partidas, de acuerdo con la datación sugerida por el profesor norteamericano, no pueden ser anteriores a 127290. La composición del Setenario, contemplada desde este punto de vista, también debería retrasarse a la última década del reinado de Alfonso X91. 100

En conclusión, frente a la relativa desconexión entre los estudios dedicados a la historiografía alfonsí y aquellos que se ocupan de la obras jurídicas creadas a iniciativa del Rey Sabio, creo que es necesario interpretar ambos corpus globalmente, ya que del análisis conjunto resulta evidente que entre ambos existen similaridades significativas que podrían ayudar en mucho a su correcta interpretación. La metodología textual desarrollada para la investigación de las obras históricas, por otra parte, debería ser empleada en el análisis de las jurídicas, pues las varias versiones de la Estoria de España que se ha conseguido reconstruir parecen corresponderse, en el campo legislativo, con la transformación del Espéculo en las Partidas (en sus sucesivas redacciones) y, quizá, con la de la tercera redacción de la Primera partida en el Setenario.

NOTAS 1. Lo esencial de las hipótesis de MENÉNDEZ

PIDAL

puede leerse en «La Primera Crónica General de

España», estudio que publicó como introducción a su segunda edición de la Estoria de España en 1955 y que también se reprodujo en la tercera reimpresión de la misma: Primera Crónica General de España, 2 vols., Madrid, Gredos, Fuentes Cronísticas de la Historia de España (I), 1977 (citado PCG), pp. 851-892, especialmente 863-866 y 889-892. 2. La revisión de los planteamientos de Menéndez Pidal que conduce a un nuevo estado de la cuestión se debe a Diego Catalán (después de la importante aportación que supuso la obra de Luís Felipe LINDLEY

CINTRA ,

Crónica geral de Espanha de 1344, 4 vols., Lisboa, Academia Portugesa da

Historia, 1951-1990 [citado CINTRA , Crónica geral]). Los trabajos fundamentales de

CATALÁN

a este

respecto pueden leerse en Diego CATALÁN , De Alfonso X al conde de Barcelos. Cuatro estudios sobre el nacimiento de la historiografía romance en Castilla y Portugal, Madrid, Gredos, 1962 (citado

CATALÁN ,

De Alfonso X); ID., La «Estoria de España» de Alfonso X. Creación y evolución, Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal y Universidad Autónoma de Madrid, Fuentes Cronísticas de la Historia de España (V), 1992 (citado CATALÁN , La Estoria de España); E ID., De la silva textual al taller historiográfico alfonsí. Códices, crónicas, versiones y cuadernos de trabajo, Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal Universidad Autónoma de Madrid, Fuentes Cronísticas de la Historia de España (IX), 1997 (citado CATALÁN, De la silva textual).

3. Esta redacción ha sido tradicionalmente conocida como «versión regia» en la historia antigua, gótica y de los reyes astur-leoneses hasta Ramiro I y como «versión vulgar» o «concisa» a partir de ese rey hasta la muerte de Vermudo III. Cf. CATALÁN, «La “versión regia” de la Crónica General de Alfonso X» y «La versión alfonsí de la Estoria de España», en I D., De Alfonso X, y los caps. II y IV de La Estoria de España.

CATALÁN

varía esta nomenclatura en su último libro, De la silva textual,

denominando «tradición troncal» al texto de la primera redacción (cf. caps. III y IV). 4. Sigo aquí las líneas generales de lo que expuse en Inés FERNÁNDEZ - ORDÓÑEZ , Las «Estorias» de Alfonso el Sabio (citado FERNÁNDEZ -ORDÓÑEZ, Las «Estorias»), Madrid, Istmo, 1992, cap. I.

51

5. El año de reinado del señor de al-Andalus y la Hégira son cómputos que sólo aparecen, junto a otras sincronías adicionales (como el año de pontificado y el año del monarca francés), para situar mejor el del alzamiento de cada nuevo monarca godo-astur-leonés-castellano y destacar la importancia histórica del momento. 6. Cf. José A.

MARAVALL ,

Constitucionales,

(3a

El concepto de España en la Edad Media, Madrid, Centro de Estudios

ed.), 1981, especialmente, pp. 249-337; Alan

DEYERMOND ,

«The Death and

Rebirth of Visigothic Spain in the Estoria de España» en Homenaje a Alfonso X, el Sabio (1284-1984), n° 9(3) de la Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, 1985, pp. 345-367; y Georges M ARTIN, «La chute du royaume wisigothique d'Espagne dans l'historiographie chrétienne des VIII e et IX e siècles», Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 9, 1984, pp. 207-233, reimpr. en Georges

MARTIN ,

Histoires de l’Espagne médiévale. Historiographie, geste, romancero, Paris, Klincksieck, Annexes des Cahiers de linguistique hispanique médiévale (11), 1997, pp. 11-42. 7. La historia de los reyes navarros se inserta, en efecto, para explicar cómo Sancho el Mayor se convierte en el primer rey de Castilla por estar casado con Elvira, hija del conde castellano Sancho García, y haber sido asesinado el heredero de Castilla, el infante García, cuando acude a León para obtener el título de rey, concedido por su suegro, Vermudo III. Con ese motivo, los cap. 783-786 y 790, emplazados en los años 1° y 2° de Vermudo III respectivamente, se dedican a resumir la historia de la dinastía navarra desde su origen hasta el presente sin acoplarla cronológicamente con la del reino castellano-leonés. Idéntica estructura de excurso presenta, a su vez, la historia de la dinastía aragonesa, que se incluye en el año 2° de Vermudo III (cap. 792-798) porque es entonces cuando el reino de Aragón, fundado por Ramiro I, hijo bastardo de Sancho el Mayor, aparece en la configuración política peninsular. Del mismo modo, la Estoria de España, de acuerdo con el arzobispo don Rodrigo, incluye la historia «completa» del reino portugués (hasta Sancho II, rey contemporáneo del arzobispo), interpolándola en el reinado de Alfonso VII el emperador, rey de Castilla y León, ya que durante ese reinado Alfonso Enríquez, sobrino del emperador, gana la independencia portuguesa, convirtiéndose en Alfonso I de Portugal (cap. 969-972). 8. El manuscrito regio alfonsí de la Estoria de España, E I (Escorial, Y-i-2), representa en su primera miniatura (f. iv °) «a un rey, Alfonso X, [...] que sosteniendo la espada en su mano derecha alarga con su izquierda un libro, la crónica, al personaje inmediato, el infante heredero, que tiende la mano izquierda para recibirlo» (Notas Preliminares a la Primera Crónica General, 1955, [2 a ed.], p. LVII). 9. Roderici XIMENII DE RADA , Opera Praecipua Complectens, en PP. Toletanorum quotquot extant Opera, t. III, Madrid, Ibarra, 1793, Historia de rebus Hispaniae, sive, Historia Gothica,

III,

22, p. 70. Hay

reimpresión facsímil en María D. CABANES PECOURT (ed.), Rodricus Ximenius de Rada, Opera, Zaragoza, Anúbar, Textos Medievales (22), 1985. 10. Así, «ni doña Lambra, durante sus bodas, podrá alabar a su primo con palabras deshonestas [...], ni doña Urraca podrá disponer sexualmente de su persona con la libertad con que actuó en la historia [...], ni Alfonso VI podrá envidiar a Rodrigo Díaz de Vivar, ni Rodrigo abandonar su servicio», según ha hecho notar D. CATALÁN , «Alfonso X historiador», en ID., La Estoria de España, pp. 39-41. 11. Como la del reinado de Ramiro I. No obstante, según ha destacado Peter LINEHAN , «On further thought: Lucas de Túy, Rodrigo of Toledo and the alfonsine histories», Anuario de Estudios Medievales, 27 (1), 1997, pp. 415-436, el relato del Tudense condicionó en no pocos aspectos la reconstrucción del pasado de Rodrigo de Toledo. 12.

CATALÁN

habla de esta versión en los cap.

V.2

y

IX.

4 de La Estoria de España, y la describe

pormenorizadamente en De la silva textual, cap. II.5, 6, 11, 13, 15, 17, 19, 20 y III. 4. 13. Los manuscritos de la Versión enmendada conocen el traslado del cuerpo del rey godo desde Pampliega a la iglesia de Santa Leocadia la Nueva en Toledo, traslado que Alfonso ordenó realizar

52

en 1274, según consta en privilegio otorgado en Pampliega el 13 de abril de ese año: «E despues de la destruyçion de España, en la era de mill e CCC os e XIIe, el rrey don Alfonso fijo del rrey don Ferrando mando traer el cuerpo deste rrey Banba de la villa de Panpliega a la noble çibdat de Toledo, e fizolo enterrar muy noble mente en la iglesia de Santa Leocadia la Nueua que dizen del alcaçar e y yaze enterrado» (corresponde a PCG, p. 300a, 1. 47). Cf. CATALÁN , De la silva textual, cap. II. 17.

14. La Versión enmendada dice: «e rreyno. VII. años e. VI. meses, segunt dize don Lucas de Tuy, e los dos destos siete años rreyno seyendo viuo Vitiza, pero a el son contados», eliminando totalmente la versión del Toledano, preferida en la primera redacción, según la cual Rodrigo habría reinado tres años: «e el rey Rodrigo regno tres: ell uno en cabo et los dos con Vitiza. Pero diz don Lucas de Thuy que siete annos et seys meses regno» (PCG, p. 307a, 1. 28-31). El retoque forzó al autor de esta Versión a redistribuir torpemente toda la materia narrativa del reinado de Rodrigo en siete años. Cf.

CATALÁN ,

De la silva textual,

II.17.

La Versión Crítica, aunque también

prefiere la duración propuesta por el Tudense, no suprimió la opinión del Toledano ni reestructuró el reinado del último de los reyes godos: «et regno tres años, el uno en su cabo et los otros dos con Vitiza. Pero diz aqui don Luchas de Fui que siete años e seys meses rregno, et esto es mas de creer, quatro con Vitiza et los tres et medio en su cabo» (ms. Ss, f. 61r °). 15. Ms. T, f. 91v° (corresponde a PCG, final del cap. 563), citado por CATALÁN, De la silva textual, III.4. 16. Ibid., ms. T, f. 92 (corresponde a PCG, inicio del cap. 564). 17. Para esta versión, véase I. FERNÁNDEZ - ORDÓÑEZ , Versión crítica de la Estoria de España. Estudio y edición desde Pelayo hasta Ordoño II (citado

FERNÁNDEZ -ORDÓÑEZ,

Versión crítica), Madrid, Fundación

Ramón Menéndez Pidal y Universidad Autónoma de Madrid, Fuentes Cronísticas de la Historia de España (VI), 1993, Mariano DE LA CAMPA , La Crónica de Veinte Reyes y las Versiones crítica y concisa de la «Estoria de España» (tesis doctoral inédita), Universidad Autónoma de Madrid, 1995, y CATALÁN , De la silva textual. 18. La descripción de la situación que vive Alfonso coincide con la descrita en los documentos del otoño de 1282: la maldición solemne del infante don Sancho y el primer testamento del rey, respectivamente. Cf. con FERNÁNDEZ -ORDÓÑEZ, Versión crítica, pp. 222-224 y nota 46. CATALÁN, De la silva textual, II.18, comparte esta datación. 19. Cf. PCG, p. 355a, 1. 8-13. Destaco en cursiva lo omitido. 20. Estoria de España (primera redacción): «Agora, pues que ueo que lo non queredes fazer, riepto uos por ende a uos e a todo uuestro linage e a todos los que de uuestra parte son. [...] Rrey, pues que uos me dades IX dias de plazo que uos salga del regno, yo fazer lo he, mas digo uos que si dalli adelante uos yo fallare otrossi en yermo o en poblado, que bien fio en Dios que me daredes al conde Sandias si uos le yo quisiere tomar» (ms. T; corresponde a PCG, p. 372a, 1. 24-30 y 372a, 1. 44-372b, 1. 2). Versión crítica: «Et agora, pues que veo que non me queredes dar mió padre, quitome de vos et non quiero ser vuestro vasallo, et rrepto a todos aquellos que de vuestra parte son, et nunca en lugar me fallare con ellos que non los mate por ende, sy yo mas pudyere que ellos» (cap. 63, p. 485). La conducta de Bernardo se ve agravada en la Versión crítica además por ser Bernardo el que decide romper unilateralmente el vínculo vasallático. 21. Ms. T. Corresponde a PCG, p. 373b, 1. 4-8. Reproduzco en cursiva lo omitido. 22. «Bernaldo, quando uio el poder del rey uenir contra si derranchadamiente, fizo en finta que fuye. Los del rrey en pos el yendo, sallieron los de la çelada e dieron en ellos e boluieron con ellos una gran batalla» (destaco lo omitido; corresponde a PCG, p. 373a, 1. 43-47; cf. con Versión crítica, cap. 86). 23. «Ella, quando aquello uio, nol connosciendo, touosse por desdennada, et llamo por su nombre al cuende don Morant que andaua con ell inffant [....]: “Don Morant, ¿quien es aquel cauallero o escudero que se me non quiso omillar? Bien uos digo uerdad que si el de morara en Toledo, que se non

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fallara bien por esto que a fecho ”» (PCG, cap. 597, p. 340a, 1. 46-47 y 340a, 1. 51-340b, 1. I; cf. Versión crítica, cap. 34). 24. PCG, cap. 598, p. 341a, 1. 2-3. 25. PCG, cap. 598, p. 341a, 1. 36-37, y Versión crítica, cap. 35, p. 429. 26. Destaco en cursiva lo añadido. Cf. ms. Ss, f. 122 v° año 6 o de Ramiro II. 27. Ms. T; corresponde a PCG, p. 373b, 1. 18-22. 28. Sigo la edición de Gonzalo MARTÍNEZ

DÍEZ ,

Leyes de Alfonso X, t. I: Espéculo, Ávila, Fundación

Sánchez Albornoz, 1985 (citado MARTÍNEZ DÍEZ, Espéculo). 29. Destaco en cursiva lo omitido; ms. T; corresponde a PCG, p. 375a, 1. 4-10 y a Versión crítica, cap. 87. 30. Se ha relacionado la intencionalidad política latente en el Poema de Mio Cid con la defensa de los intereses de esta «clase» social de infanzones, de la que el Cid y los héroes del Poema forman parte, frente a los importantes personajes ridiculizados por el poeta, miembros de la nobleza propietaria de tierras y heredades: Cf. Diego CATALÁN , «El Mio Cid. Nueva lectura de su intencionalidad política», Symbolae Ludovico Mitxelena Septuagenario oblatae, quas edidit José L. MELENA, Universidad de Vitoria, 1985, pp. 809-813.

31. Corresponde a PCG, cap. 654, p. 373a, 1. 28-30. 32. «Pues que ouieremos corrida Salamanca, uernemos aqui e correremos el real e ganaremos quanto y a» (ms. T; corresponde a PCG, p. 374a, 1. 28-30). 33. Ms. T corregido con sus hermanos; corresponde a PCG, p. 374b, 1. 1-14. 34. «[Las cosas del rey] sson en dos maneras, ca las vnas sson rrayzes o commo rrayzes e las commo muebles; e la rrayz es en muchas guisas, assi commo villas o castiellos e otra ffortalezas, e casas e çilleros e heredades de todas maneras que sseer puedan.» [...] «Los que feziessen o consseiassen o ayudassen a departir o a minguar el ssennorio, que cayerien en tal trayçion commo qui dessonrra ssu sseñore ssu rrey natural [...], e por ende dezimos que deuen morir commo traydores e commo henemigos del rrey e del rregno, e deuen sseer desseredados de quanto que ouieren por ssienpre e ayalo el rrey para darlo o para fazer dello lo que quisiere» (II, VI, 2).

35. Partida segunda de Alfonso X el Sabio. Manuscrito 12794 de la BN, edición de Aurora J UÁREZ BLANQUER

y Antonio RUBIO FLORES, Granada, Impredisur, 1992, p. 143.

36. De los que sin embargo hablaba la Estoria de España siguiendo a la Chronographia del Gemblacense: «partio el regno con su hermano Carlon» (PCG, p. 343a, 1. 6-7);« compartito cum fratre suo Karlomanno regno» (año 768, Sigeberti Gemblacensis Chronographia, en L. C. BETHMANN , Monumenta Germaniae Histórica, Scriptores, t. VI, Hannover, 1844, pp. 268-374).

37. El relato de la Estoria de España, traducción fidedigna de lo narrado por Sigeberto en los años 840-844 de su Chronographia, cuenta cómo, muerto el emperador, su hijo Lotario usurpó el imperio para él solo. Los otros dos hijos del Ludovico Pío, Carlos y Luis, se rebelaron contra Lotario para recuperar la parte que les correspondía del reino de su padre, desencadenándose una cruenta guerra civil que terminó con la victoria de los hermanos menores y el acuerdo, arbitrado por los notables del reino, de dividir el reino en tres partes (puede leerse en PCG, cap. 644, pp. 367b, 1. 5 - 368a, 1. 5). La Versión crítica modificó considerablemente este relato. De una parte, sustituyó la usurpación de Lotario («et tomo el inperio solo su fijo Lotario»; año 840: «Lotharius solus imperium usurpans») por una sucesión legal: «et rreyno en pos el su fijo Lotario el primero» (cap. 75). De otra, suprimió la observación de que Carlos y Luis «ouieron grant pesar por que su hermano Lotario les tolliera su parte del rreyno», a pesar de que la frase provenía directamente de la Chronographia: «dolentes se á fratre suo Lothario debita parte privare» (año 841). En tercer lugar, omitió la narración de la guerra civil y del pacto posterior entre los tres hermanos, del que resultó la división del imperio en tres reinos (Sigeberto, años 842-843). En su lugar, insertó una frase que afirma que Carlos y Luis ganaron la guerra, arrebatando a su

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hermano gran parte del imperio: «et tomaronle por fuerça muy gran partida del rregno de Francia». Fruto de su victoria fue la obtención por la fuerza de los territorios que en la Estoria de España les corresponden por ley. Mientras que la Estoria de España afirma que «A Carlos cayo [...]» «A Luis cayo [...]» etc., la Versión crítica dice que «Carlos le tomo [...]», «Luys tomo [...]». 38. Cf. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Versión crítica, pp. 169-171. 39. Ibidem, pp. 171-172 y 222. 40. Ibid., pp. 221-222. 41. Al obrar así, seguía el mismo procedimiento que se había aplicado para la historia de Navarra y Aragón. Cf. supra, nota 7. 42. Han tratado de estos desplazamientos, CINTRA, Cronica geral, pp. CCLXXXV-VI y Theodore BABBITT , La Crónica de Veinte Reyes. A Comparison with the Text of the Primera Crónica General and a Study of the Principal Latin Sources, New Haven, Yale University Press, 1936, pp. 120-121. Otra reforma de la Versión crítica revela idéntica intención: en la tediosa enumeración de los lugares reconquistados y poblados en la Península por los reyes y señores españoles (PCG, cap. 623), la Estoria de España, siguiendo al Toledano, había distinguido tres áreas territoriales, oriental o catalano-aragonesa, central o castellano-leonesa, y occidental o portuguesa, y expuesto por orden cronológico las conquistas correspondientes a cada una de ellas. El autor de la Versión crítica, no respetando la constitución de esta última, jalonó las conquistas del área portuguesa entre las del área castellano-leonesa. Así intercaló las conquistas de Fernando I en Portugal, y las de Alfonso I de Portugal y de su hijo Sancho, en el lugar que les correspondía cronológicamente entre las castellano-leonesas: las conquistas de Fernando I precedieron así a las de su hijo Alfonso VI, y las de los dos primeros reyes portugueses sucedieron a las de los reyes castellanos Alfonso VII y Sancho III, quedando situadas inmediatamente antes de las de Alfonso IX. Cf. FERNÁNDEZ -ORDÓÑEZ, Versión crítica, p. 165. 43. Cf. Manuel GONZÁLEZ

JIMÉNEZ ,

Alfonso X el Sabio (1254-1282), Palencia, Diputación Provincial de

Palencia y La Olmeda, Corona de España, Reyes de Castilla y León (II), 1993, pp. 22-24, 38-39 y 75-77. 44. El texto de la Crónica dice: «E luego el rey de Portugal, que estaba mal con su abuelo el rey don Alfonso, porque se tenía con su madre, puso pleito con el infante don Sancho de tenerse contra el rey Don Alfonso» (citado por Antonio BALLESTEROS -BERETTA, Alfonso X el Sabio, Barcelona, CSIC y Salvat, 1963, p. 960). Siguiendo a la Crónica, ya Zurita da cuenta del apoyo de Dionís a don Sancho como acaecido en abril de 1282 en las cortes de Valladolid: «Y puso [Sancho] muy estrecha amistad y confederación con el rey don Dionís de Portugal su sobrino» (Jerónimo ZURITA, Anales de la Corona de Aragón [1562], t. IV, cap. xv, p. 57, editados por A. C ANELLAS 1970). Y lo mismo el Marqués de Mondéjar (Gaspar

IBÁÑEZ DE

LÓPEZ,

Zaragoza, CSIC,

S EGOVIA, Marqués de MONDÉJAR ,

Memorias historicas del rei D. Alonso el Sabio i observaciones a su chronica, Madrid, Ibarra, 1777, pp. 388-389). 45. Las cartas están dirigidas, el 1 de abril de 1282, una a Dionís de Portugal, y la otra, a Sancho de Castilla, y ambas son respuesta, negativa, a las invitaciones que, según se deduce de su texto, le habían cursado el monarca portugués y el infante castellano para que se uniera a ellos contra Alfonso X. A Dionís: «Recepimus litteras vestras et Yncliti Ynfantis domni Sancii nepotis nostri, responsales ad eas quas vobis et eidem Ynfanti missamus super pace et amore iniendis intervos et Yllustrem Regem Castelle et Ynfantem dompnum Sancium eius filium predictum». A Sancho: «Recepimus litteras uestras et Yllustrts Regis Portugalie responsales, ad eas quas uobis et Regi Predicto misseramus, super pace et amore inviniendis interYllustrem Regem Castelle, patrem uestrum, et vos ac Regem Portugalie supradictum. Quare litterarum intellecto tenore placet nobis multum et conveniens, ac utile reputamus inter uos, ut rogamus amorem et benevolentiam celebrari, et super hoc predicto Yllustri Regi Portugalie rescribimus iterato, et est eum rogamus ut carta concordia reformandam inter Yllustrem Regem,

55

patrem uestrum, et uos, quam plurimam affectiones debeat intendere et efficaciter liberare» (citado por BALLESTEROS-BERETTA , op. cit., pp. 964-965).

46. En el primer testamento se queja Alfonso de la postura tomada por don Dionís: «E teniamos ojo por el rey de Portugal, que era nuestro nieto, fijo de nuestra fija, que nos ayudase, de guisa que non pasase sobre nos tan cruel fecho como este; mas el catando de su mançebia e el consejo que le dieron, contra Dios e contra derecho, aquellos que se lo consejaron, non catando el que les estuviera si lo fiziesen, e el grand pro que les ende viniere, e non les abondó en non lo querer fazer, nin tomar cabeza a ello. Mas tovo que era mucho en nos buscar mal consegeramente; et mas fizonoslo en otras muchas maneras a furto, que se nos tornó en muy grand danno; asi que mas lo fallamos amigo de nuestro enemigo que nuestro» (apud BALLESTEROS -BERETTA, op. cit., p. 978). 47. No está claro si don Dionís contribuyó con auxilio material efectivo al príncipe rebelde o se limitó a apoyarlo con otros medios, ni cuáles fueron las causas de su actitud. De acuerdo con la Crónica, Mondéjar atribuye la postura de don Dionís a la desavenencia que mantenía con su madre, doña Beatriz, refugiada desde la muerte de Alfonso III de Portugal en 1279 junto a su padre en Castilla. Alfonso había intentado una reconciliación infructuosamente en octubre de ese año organizando unas vistas en Badajoz a las que don Dionís rehusó acudir (cf. Marqués de M ONDÉJAR, op. cit., pp. 358-359 y 388-389). Si atendemos, en cambio, a la opinión del propio Alfonso, expresada en su testamento, la juventud del rey portugués y los malos consejeros habrían sido los factores que influyeron en su toma de partido. 48. Ms. Y; corresponde a PCG, p. 361a, 1. 28-33. 49. Versión crítica, cap. 71. La lectura de la Versión crítica no tiene apoyo en la fuente: «de vnoquoque nigo boum singulas mensuras ad modum primitiarum, et de vino similiter clericis in ecclesia beati Iacobi Apostoli Dei seruientibus» (LUCAE DIACONI TUDENSIS, Chronicon Mundi, en Hispaniae illustratae seu urbium rerumque Hispanicarum [...] auctores [...] opera Andreae Schotti Antuerpiensis Societatis Jesu, t. IV, Francofurti, Claudium Marnium & heredes Joan. Aubrii, 1608, p. 77). 50. Para más detalles, véase FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Versión crítica, pp. 173-174. 51. Peter LINEHAN , «The Politics of Piety: Aspects of the Castilian Monarchy from Alfonso X to Alfonso XI», en Homenaje a Alfonso X, el Sabio (1284-1984), n° IX (3) de la Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, 1985, pp. 385-404, especialmente 390-391, aventura la preferencia por Toledo por parte de los autores de la Estoria de España. 52. ID., The Spanish Church and the Papacy in the Thirteenth Century, Cambridge, University Press, 1971; José Manuel NIETO

SORIA ,

Las relaciones Monarquía-Episcopado castellano como sistema depoder,

1252-1312, 2 vols., Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1983; I D., Iglesia y poder real en Castilla. El espiscopado. 1250-1350, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1988 (citado NIETO SORIA, Iglesia y poder real).

53. Cf. Antonio

LÓPEZ FERREIRO ,

Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago de Compostela, t. V,

Santiago, 1902, pp. 227-254 (edición facsimilar, Santiago de Compostela, Sálvora, 1983). 54. Véase Peter LINEHAN , op. cit., pp. 218-221, e I D., «The Spanish Church revisited: The episcopal gravamina of 1279», en B. TIERNEY y P. LINEHAN (eds.), Authority and Power. Studies on Medieval Law and Government presented to Walter Ullman on his Seventieth Birthday, Cambridge University Press, 1980, pp. 127-147 (citado LINEHAN , «The Spanish Church revisited»). También NIETO SORIA , Iglesia y poder real, pp. 188-189. En el memorandum de los obispos se dice: «El tercero articolo es de los agraviamientos fechos por el e por razón del al Arcobispo e ala eglesia de Santiago en las tierras e en los vasallos en el qual se contienen estos articolos que son de suso escriptos, sacado otros muchos que serie grave cosa aver remembrança. Primera ment que demanda el Rey omenage al Arcobispo de Santiago el qual non el nin los otros Arçobispos que fueron ante del nunquam fizieron. Otrossi que el Arcobispo quiere aver la piertega que el Rey tiene por fuerça e contra derecho e en grande danno dela Eglesia de Santiago. Otrossi que se tien por agravado sobre

56

sennorio dela Çibdad de Santiago e que non puede usar del e sobre los danos fechos al Arçobispo por razon dela discordia que fue entrel e el Rey e sobre otros dannos que fueron fechos al Arçobispo por razon dela discordia que fue entrel e los omnes de la Çiudat de Santiago, a sugestion delos quales el Rey fizo fazer dannos sin cuento non tan solament al Arçobispo e ala eglesia mas a los que tienen con ellos e los ayudan. Otrossi que el Rey que agrava al Arcçobispo e ala eglesia de Santiago en muchas guisas en los puertos e enlos vassallos e que fizo fazer muchos dannos e muchas fuerças alas eglesias e alas personas delas eglesias que son subiectas al arçobispo e ala eglesia. Ca tiene el Rey enbargado e ocupado todo el Arçobispado o por si o por otro e a dos annos que fizo delas rendas asu voluntad. Otrossi que los castiellos e las fortalezas e las villas e las possessiones e los Celleros quela eglesia de Santiago a en muchos logares que son ocupados e enbargados por el Rey o por su mandado, etc.» (citado por LINEHAN , «The Spanish Church revisited», pp. 141-142). 55. Aunque no figura entre los prelados que asistieron a esas cortes, parece seguro el alineamiento de don Gonzalo con el infante don Sancho. Cf. NIETO SORIA, Iglesia y poder real, p. 81. 56. Archivo Catedralicio de Santiago, tumbo B, f. 6. Publica el documento A. LÓPEZ FERREIRO , op. cit., t. V, Apéndices, pp. 112-113. 57. Según se manifiesta en el prólogo de la obra, que anuncia tratar de «los fechos tan bien de los locos cuerno de los sabios, et otrossi daquellos que fueron fieles en la ley de Dios et de los que no, [...]; et escriuieron otrossi las gestas de los principes, tan bien de los que fizieron mal cuemo de los que fizieron bien, por que los que despues uiniessen por los fechos de los buenos punnassen en fazer bien, et por los de los malos que se castigassen de fazer mal, et por esto fue endereçado el curso del mundo e cada cosa en su orden» (PCG, p. 3b, 1. 24-35). 58. Esta Versión alcanzó gran relevancia en la transmisión textual porque el cuaderno que la contenía fue aprovechado en tiempo de Alfonso XI para formar el códice facticio regio escurialense E2, del que constituyó la principal base, y fue traducida en época temprana al portugués proporcionando también el fundamento principal del relato de la historia de los reyes de Castilla y León de la Crónica geral de 1344 del conde Pedro Afonso de Barcelos y de la Crónica de 1404, escrita en gallego. Sobre esta Versión y sus principales variantes, véase CATALÁN , De Alfonso X, pp. 124-171, e ID., De la silva textual, cap. III. 1-4, 10-12, 19-21. 59. Por ejemplo, cuando altera la relación simplemente vasallática establecida entre Hércules e Hispan por el Toledano para convertirla en un vínculo de parestesco. Cf. FERNÁNDEZ -ORDÓÑEZ, Las «Estorias», p. 38 y ss. 60. Históricamente se trata de al-Mundir ibn Muhammad y al-Walīd ibn Ἁbd al-Rahmān ibn Gā nim. 61. G.

MARTIN ,

Les juges de Castille. Mentalités et discours historique dans l'Espagne médiévale, Paris,

Klincksieck, Annexes des Cahiers de linguistique hispanique médiévale (6), 1992, pp. 338-383. 62. «Et el cuende, non teniendo guisado de salir a ellos solo, estonces, non podiendo mas, dexolos andar faziendo el mal que podien. Et ellos entraron et prisieron daquella uez en esse anno, assi como cuenta la estoria, la uilla de Sietmancas et a Duennas et a Sepuluega et a Gormaz, suffriendo esto todo el cuende Fernand Gonçalez, esperando tiempo en que pudiesse ende alcançar derecho et uengança» (PCG, p. 424b, 1. 19-28). 63. «En aquella sazon que esto contecio de los normanos en Gallizia et en el regno de Leon, Fernand Gonçalez conde de Castiella otrossi, oyendo tantos dannos et astragamientos como los moros fazien en regno de Castiella, pesol et fue ende muy sannudo, et salio et llamo todas sus yentes et apoderose lo mas meior que el pudo, et fue et lidio con ellos; et tan atreuudamientre los firio, que los moros fueron uençudos, et mato muchos dellos ademas et catiuo muchos, et a los otros segudo de la tierra matando en ellos. Et desta guisa se torno bienandant el cuende Fernand Gonçalez desta uez a Burgos» (PCG, p. 425b, 1. 32-45). Reproduzco en cursiva lo añadido. 64. «Saco eel rey don Ramiro su hueste muy grand, et leuo consigo Fernand Gonçalez conde de Castiella, et fue sobre Çaragoça [...]; et pues que esto ouieron fecho alli, tornose el rey don Ramiro

57

pora Leon muy onrradamientre: et el conde Fernand Gonçalez pora Castiella otrossi muy onrrado; et el rrey don Ramiro el el conde Fernand Gonçalez pagados uno dotro et muy amigos» (PCG, p. 395b, 1. 20-23 y 34-39). 65. Ms. Y, f. 398; corresponde a PCG, p. 391b, 1. 27-29; destaco en cursiva lo omitido. 66. Nada más opuesto a la opinión que transmite esta glosa que la que tenía, apenas cinco o seis años antes, el autor alfonsí de la Versión crítica, según demuestran las reformas que introdujo en la sucesión del reino de Francia que hemos expuesto supra, notas 36 y 37. 67. Véase Peter LINEHAN , History and the Historians of Medieval Spain, Oxford, Clarendon Press, 1993, pp. 448-449 y 463-480, y Georges

MARTIN ,

«L'escarboucle de Saint-Denis, le roi de France et

l'empereur des Espagnes», en Françoise AUTRAND, Claude GAUVARD et Jean-Marie Moeglin (eds.), Saint-Denis et la royauté. Etudes offertes à Bernard Guenée, Publications de la Sorbonne, 1999, pp. 439-462. 68. Incluso a alguna de las obras científicas, como el Libro de la Ochaua esfera y el Libro de la Alcora. Véase Gonzalo MENÉNDEZ PIDAL , «Cómo trabajaron las escuelas alfonsíes», Nueva Revista de Filología Hispánica, V, 1951, pp. 363-380, especialmente 369-370. 69. G. MARTIN analiza la disociación de la orden de encargo y la de realización en diversas obras alfonsíes, «Alphonse X ou la science politique. Septénaire I-II», Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 18-19, 1993-1994, pp. 79-100 (citado «Alphonse X ou la science politique»). 70. Sobre las relaciones entre las obras legislativas alfonsíes, véase Jerry R.

CRADDOCK ,

«La

cronología de las obras legislativas de Alfonso X el Sabio», Anuario de Historia del Derecho Español (AHDE), LI, 1981, pp. 365-418 (citado

CRADDOCK ,

«La cronología»); ID., «Must the King Obey his

Laws?», en John S. GEARY (ed.), Florilegium Hispanicum, Madison, Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1983, pp. 71-79; Id., «El Setenario-, última e inconclusa refundición alfonsina de la primera Partida», AHDE, LVI, 1986, pp. 441-466 (citado CRADDOCK , «El Setenario»); Aquilino IGLESIA FERREIRÓS , «La labor legislativa de Alfonso X el Sabio», en Antonio PÉREZ

MARTÍN

(ed.), España y Europa, un

pasado jurídico común, Murcia, Instituto de Derecho Común, 1986, pp. 275-599; y Robert A. MACDONALD ,

«El Espéculo atribuido a Alfonso X, su edición y problemas que plantea», ibidem, pp.

611-653. Sobre la relación entre la Estoria de España y la General Estoria me he ocupado en Las «Estorias» de Alfonso el Sabio. 71. Cf. las publicaciones citadas en la nota anteriory Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ , «Análisis crítico del Espéculo», en MARTÍNEZ DIEZ, Espéculo, especialmente pp. 31-39. 72. Además de los trabajos de CRADDOCK e IGLESIA citados dos notas supra, véase R. A. MAC-DONALD, «Problemas políticos y derecho alfonsino considerados desde tres puntos de vista», AHDE, LIV, 1984, pp. 25-53. 73. De acuerdo con la edición de Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ , Leyes de Alfonso X, t. II: Fuero real, Ávila, Fundación Sánchez Albornoz, 1988. 74. «Ca él [Ihesu Christo] rrey es ssobre los rreys e ssennor sobre los ssennores, pues derecho es que ffablemos en los rreys que él pusso en este mundo para gouernar los rregnos de la tierra ssegunt que él dixo: “los rreys por mi rreynaran”, e departen los derechos de las leys» (II, I, p. 115); «Onrrado deue sser el rrey commo aquel que tiene logar de Nuestro Sennor Dios en tierra para ffazer iustiçia en ssu rregno quanto en lo tenporal e porque lieua nonbre de Nuestro Sennor en quantol dizen rrey e porque Ihesu Christo los onrro en que quisso nasçer de linage de los rreys» (II, I, 5, p. 117). 75. «Vicarios de Dios son los rreyes cada uno en su rreyno puestos sobre las gentes para mantenerlas en justifia e en verdad quanto en lo tenporal, bien asy commo el enperador en su ynperio» (Partida segunda, 1, 5, p. 44). También en el título 11: «Conosçimienyo verdadero de Dios es la primera cosa que por derecho deve aver toda criatura que a entendimiento [...]; entre todos ellos mayor mente lo deven averíos enperadores, e los rreyes e los otros grandes sennores que an a mantener las tierras e gobernar las gentes con entendimiento de rrazon e con derecho de justiçia. E porque

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estas cosas non podrien aver ellos syn Dios, [...]» (Prólogo); «E amarle [a Dios] deven syn todo esto los Reyes por los grandes fechos que del rreciben, asy commo en la muy grant onrra que les faze, queriendo que sean llamados Reyes, que es el su nonbre. E otros y el lugar que les da para fazer justiçia, que es sennalada mente del su poder, e otrosy por el pueblo que les da para mantener» (II, 2); «Non abonda al Rey de conosçer e de amar a Dios tan sola mente, mas ha menester [...] quel tema, lo uno porque es poderoso, e lo al porque es justiçiero, e demas que es tenudo de dar cuenta a el en este mundo e en el otro, porque tien su tugaren la tierra» (II, 3); «Servir e loar deven todos los omnes a Dios, e mayor mente los Reyes, e servirle deven los Reyes [...] guardando e manteniendo los pueblos e las gentes de que Dios les fizo sennor, para dar a cada uno derecho e justiçia en su lugar; e loar deven al su santo nombre por el grant bien e la grant onrra que del rreçibieron» (II, 4). 76. «Ca assi como ningún miembro non puede auer salut sin su cabeza, assi ni [el] pueblo ni ninguno del pueblo non puede auer bien sin su rey, que es su cabeca, et puesto por Dios por adelantar el bien e pora uengare uedar el mal» (I, 2, 2, p. 190). 77. «Spiritualmiente dezimos que el rrey es alma del pueblo e es ssennor sennalado porque esta ffazendado en toller ssus yerros de ssu tierra; [...] Naturalmiente el rrey es cabeça de su rreyno e es ayuntamiento de ssu pueblo e vida e assentamiento dellos para ffazer auer a cada uno el lugar quel conuiene e guardarlos en vno que non sse departan, e es muro que los anpara que non rreçiban danno de los de fuera, e es mantenedor de los menores que non perezcan, e es apremiador de los mayores que non ssean ssoberuios, e es esforçador de los mezquinos que non enflaquezcan, e refferidor de los acuçios para ffazer mal, e porque el tuelle las cosas sobeianas e cunple las minguadas e pazigua e eguala todos en vno que sse non descubran vnos a otros» (II, I, I, p. 116). 78. «La Sancta Scriptura diz que non es ninguno mayor enemigo que aquel que danna la fama del otro, e diz en otro logar que todo omne que de los fechos e de los dichos del prinçep algun mal retrae que es descumulgado e deue auer la pena de aquel que faze sacrilegio e iaze en culpa a todo el pueblo. [...] Et porent, assi como nos defendemos que ninguno non prueue en ninguna guisa traition ni nengun malfecho contra la persona del rey, otrossi non queremos sofrir que ninguno non maldiga nil denueste nin retraya mal ninguno del ni de sus fechos. E por esto establecemos que tod omne que entendiere o sopiere algun yerro que faga rrey, diga[ge]lo en so poridat e si el rey ie lo quisiere emendar; e si non, callelo e otro omne non lo sepa por el» (I, 2, 2, pp. 190-191). 79. «E dezir mal del sennor o de amigo, e mayormientre por desffamarle, es vno de los mayores males que en el mundo pueden ffazer, ca de tal cosa le podrien desffamar que sserie al desffamado par de muerte. Ca bien assi commo la manziella tuelle a cosa ssobre que cae ssu color e la danna, otrossi la mala ffama tuelle a omne buen prez e buena nombradia. Onde ssi tan grant mal viene a otro omne qualquier, quanto mas a rrey en quien tienen todos mientes e de quien toman enxemplo. E por ende dezimos que qualquier que alguna destas cosas [...] ffezier con entençion por que ssu rrey ssea enffamado es aleuosso e ffaz al rrey vna de las mayores males quel puede ffazer, e ffaze al rregno menospreçiar por tal rrazon del rrey» (II, I, 10, p. 121). 80. Cf. también con Partida segunda, XIII, 26. 81. «Los vasallos otrossi e los naturales deuen guardar otrossi el sennorio porque ssea ssienpre vno e lo aya el ssennor natural, e deuen punnar acreçentarlo e en deffenderlo por la naturaleza que a en el regno. E otrossi deuen ayudar al rrey a esto missmo por el debdo del ssennorio que a sobrellos. Ca ssi de otra manera feziessen e suffriessen que el sennorio sse departiesse, minguarie en su ssu onrra e en ssu poder e en ssu pro e en ssu lealtad» (II, 6, I, p. 135). 82. Y también: «E bien otrosy commo el coraçon es uno, e por el rreçiben todos los otros mienbros de unidat para seer un cuerpo, bien asy todos los del rreyno, maguer sean muchos, porque el Rey es e deve seer uno, por eso deven otrosy todos ser unos con el para servirle e ayudarle en las cosas que el a de fazer» (Partida segunda, I, 5).

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83. «El ffijo mayor del rrey es heredero por derecho; agora queremos mostrar commo lo es por estas tres maneras: por rrazon natural e por ley e por costunbre. Por rrazon se prueua, ca pues el padre e la madre naturalmientre cobdiçian aber linage que herede lo suio e por esso se casan, el ffijo primero los ffaze çiertos ende [...]. E demas natural cosa es que el que naçe primero llega mas ayna e gouierna el pueblo e tener logar de ssu padre. E por ley se prueua, ca los Padres Santos a los primeros fijos dauan bendeçion porque eran ssennores de ssus hermanos e por ende heredauan ssus bienes. Por costunbre, ca todos los rreys del mundo assi lo vsaron el sennorio derecho e entero ffue e lo vsan oy en dia, e avn otros altos omnes sennores de grandes tierras e de villas e de castiellos e de otros logares o el sennorio quissieron que ffuesse vno» ( MARTÍNEZ DÍEZ , Espéculo, II, 16, 1, p. 177). 84.

MARTÍNEZ DÍEZ ,

Espéculo, I, 1, 13, p. 107; igual en ALFONSO X

EL SABIO ,

manuscrito Add. 20.787 del British Museum, edición por Juan Antonio

Primera partida según el

ARIAS BONET ,

Universidad de

Valladolid, 1975, I, 13, pp. 9-10 (citado Primera partida [ed. Arias Bonet]). Sustituyo la lección del Espéculo «ante de nos oy, mas queremoslo mostrar» por la que me parece más correcta de la Partida primera: «ante de nos, e mas queremoslo mostrar». 85. «Onde conuiene a rey, que ha de tener sus pueblos en iustiçia e en derecho, que faga leyes pora que los pueblos sepan como an de beuir e las desabenencias e los pleytos que nacieren entre ellos que sean departidos de manera que los que mal fizieren reciban pena e los buenos biuan seguramient. [...] e diemosles este fuero que es escripto en este libro porque se iudguen comunalmient uarones et mugieres» (Fuero Real, ed. cit., Prólogo, pp. 184-185); «Onde conuiene al rrey, que a de tener e guardar ssus pueblos en paz e en iustiçia e en derecho, que ffaga leys e posturas por que los departimientos e las voluntades de los omnes se acuerden todas en vno por derecho, por que los buenos biuan en paz e en iustiçia e los malos ssean castigados de ssus maldades con pena de derecho. [...] E por ende [...] ffeziemos estas leys que sson escriptas en este libro, que es espeio del derecho por que sse iudguen todos los de nuestros rregnos e de nuestro sennorio, el qual es lunbre a todos de ssaber e de entender las cosas que sson pertenesçentes en todos los ffechos para conosçer el pro e el danno e enmendarse de las menguas que dichas auemos, e mas a los iudgadores, por o ssepan dar los iuyzios derechamient e guardar cada vna de las partes que ante ellos venieren en ssu derecho e ssigan la ordenada manera en los pleitos que deuen» ( MARTÍNEZ DÍEZ , Espéculo, Prólogo, pp. 101-102).

86. «Por que conuiene a los reyes que an de tener e guardar sus pueblos en paz et en iustitia, que fagan leyes e posturas e fueros, porque el desacuerdo que han los omnes naturalmientre entre ssi se acuerde por fuerça de derecho, assi que los buenos uiuan bien e en paz e los malos sean escarmentados de sus maldades. [.. J Onde nos […] fiziemos estas leyes que son scriptas en este libro, a seruicio de Dios e a pro comunal de todos los de nuestro sennorio, porque connoscan e entiendan ciertamientre el derecho, e sepan obrar por el e guardarse de fazer yerro porque no cayan en pena. [...] Por que tenemos por bien e mandamos que se iudguen por ellas e non por otra ley ni por otro fuero» (Primera partida [ed. Arias Bonet], Prólogo, pp. 3-4). 87. Se pretende instruir a los hombres «con rrazon verdadera e derecha para conosçer primera mente a Dios, cuyos son los cuerpos e las almas, que es señor sobre todos, e desy a los señores tenporales, de que rreçiben bien fecho en muchas maneras a cada vno segunt su estado e su meresçimiento». Los beneficios derivados del conocimiento de las leyes ya estaban enunciados, no obstante, en la primera redacción: «Muy grand es a marauilla el pro que aduzen las leyes a los omnes, ca ellas les muestran connoscer Dios, e connosciendol, en que manera le deuen amar e temer. E otrossi les muestran connoscer su sennor natural, en que guisal deuen seer obedientes e leales» (Primera partida [ed. Arias Bonet], 1, 6, p. 6). Y antes también, con las mismas palabras, en MARTÍNEZ DÍEZ , Espéculo (I, 1, 6, p. 104).

88. La educación de los príncipes como principal objetivo de la obra se sigue repitiendo varias veces más a lo largo de este prólogo de la Primera partida: «Et fecimos ende este libro por que nos ayudemos dél et los otros que despues de nos veniesen, conosciendo las cosas e yendo a ellas çierta mente;

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ca mucho conuiene á los reyes, et señaladamente á los destos regnos, de haber muy grant entendimiento para conoscer las cosas segunt son, et estremar el derecho del tuerto, et la mentira de la verdat. Ca el que esto non supiese non podria facer la justicia bien e verdaderamente, que es dar á cada uno lo quel conuiene et lo que meresce. [...] Et por esta razon fecimos señaladamente este nuestro libro, por que siempre los reyes de nuestro señorío caten en él asy como en el espeio, et vean las sus cosas que han de enmendar et las enmienden, e segunt aquesto, que lo fagan en los suyos», versión del manuscrito de la Biblioteca Nacional, sign. 12793, de mediados del s.

XIV,

citado por la edición Las Siete Partidas del rey don Alfonso el Sabio cotejadas con varios códices

antiguos por la Real Academia de la Historia, I, Madrid, Imprenta Real, 1807, pp. 2-4 (facsímil realizado por Ediciones Atlas, Madrid, 1972). Representa la tercera redacción de la Primera Partida. 89.

ALFONSO

X

EL SABIO ,

Setenario , edición e introducción de Kenneth H.

VANDERFORD

[1945],

Barcelona, Crítica, 1984, p. 25, 1.7-14. 90. CRADDOCK, «La cronología», pp. 386-400. 91. Según propuso CRADDOCK, «El Setenario» y han aceptado otros, como MARTIN , «Alphonse X ou la science politique».

RESÚMENES La Estoria de España que ordenó escribir Alfonso X en torno a 1270 fue completamente reelaborada, alrededor de 1283, por su mandato personal en una nueva redacción conocida como Versión crítica. Esta segunda redacción se caracteriza por una radicalización ideológica respecto de la primera, observable en la afirmación continua del poder del rey y en el rechazo a cualquier pacto con los estamentos, así como por la oposición a la soberanía portuguesa y a los intereses de la diócesis de Santiago. Mientras que las dos redacciones alfonsíes de la Estoria de España defienden el mismo modelo político de monarquía absoluta (si bien agudizado en la segunda), en época de Sancho IV, en 1289, la obra sufrió una nueva reelaboración, de carácter aparentemente retórico, pero que ideológicamente defiende la corresponsabilidad entre el rey y los estamentos en el gobierno del reino. La variación propia de las versiones alfonsíes de la Estoria de España debe relacionarse con la que presentan las obras pertenecientes al corpus jurídico Fuero real – Espéculo Siete partidas - Setenario, e interpretarse como resultado directo de la evolución personal y política del rey The Estoria de España commissioned by Alfonso X around 1270 was completely redrafted around 1283, at his personal command, in a new version known as the Versión crítica. Ideologically, this redraft is a radical departure from the original in its persistent affirmation of the power of the monarch, in its rejection of any compromise with the estates and in its opposition to Portuguese sovereignty and the interests of the diocese of Santiago. The two Alfonsine versions of the Estoria de España defend the same political model of absolute monarchy (if more extreme in the second version); however, in 1289, in the reign of Sancho IV, there was a new, ostensibly rhetorical redraft which defended the co-responsibility of monarchy and estates in the governance of the kingdom in ideological terms. The variations in the Alfonsine versions of the Estoria de España should be viewed as they relate to the variation in writings belonging to the corpus juris (Fuero real, Espéculo, Siete partidas and Setenario) and should be interpreted as a direct outcome of the monarch's personal and political development

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AUTOR INÉS FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ Universidad Autónoma de Madrid

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Monarquía aristocrática y manipulación de las fuentes: Rodrigo en la Crónica de Castilla El fin del modelo historiográfico alfonsí Diego Catalán

A Samuel G. Armistead, amigo sin parigual 1

En estos últimos tiempos se ha venido produciendo un gran avance en el conocimiento e interpretación de las obras de la historiografía medieval hispana debido a la convergencia de dos métodos de aproximación a los textos: la crítica textual, renacida con planteamientos a la vez viejos y nuevos, y la narratología, con su afirmación esencial de que la Historia es siempre relato y, por lo tanto, Literatura, que los sucesos (los «fechos», que decía Alfonso X) no tienen significado sino en tanto componentes de un discurso, que es el que verdaderamente significa, apunta a supuestas realidades.

2

Sólo estableciendo con precisión líneas de tradición textual, que suplan o complementen la cronología de los textos, podemos llegar a la reconstrucción de los «prototipos» a que remontan un conjunto de ejemplares –diversos entre sí– de una obra y a discernir lo que en cada texto es innovación de lo que es herencia (tanto si lo examinado es un ejemplar, como si se trata del «prototipo» de una obra más o menos nueva).

3

Por ello, debemos cumplir con éxito esta tarea antes de plantearnos qué justificación tienen las operaciones de selección e innovación descubiertas en un texto singular o en el «prototipo» de una obra.

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En la práctica, esta doble labor crítica es más compleja de lo que tan sucinta exposición podría hacer pensar. Dos son, a mi ver, los escollos.

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La mayor dificultad para el establecimiento de líneas generales textuales (determinación del stemma ) es, según cuantos practican con cierto conocimiento técnico la «crítica textual», la existencia y frecuencia de la «colación», esto es, de la utilización de dos (o más) textos «hermanos» para elaborar otro más «perfecto», pues en un primer análisis el

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texto resultante parece un prototipo anterior, libre de los «defectos» particulares de los textos que, en realidad, son sus fuentes. No obstante, una larga tradición técnicocientífica dedicada a establecerla tipología de los errores y deturpaciones y de su trasmisión permite, las más de las veces, salvar el escollo. 6

Menos atención ha merecido otra dificultad que perturba seriamente el estudio de cómo y por qué varían los textos en el curso de su reproducción, esto es, al transferir su contenido desde unos folios a otros (trasmisión escrita) o desde una memoria a otra (trasmisión oral): es el desconocimiento de eslabones intermedios en la trasmisión que nos ayuden a separar estratos varios en el conjunto de novedades observadas en el texto examinado al confrontarlo con su último estado previo conocido. En efecto, al tratar de explicar los principios que presidieron la elaboración o reelaboración de un nuevo texto tenemos previamente que haber reconocido en él la huella del co-autor responsable de la nueva forma adquirida por la materia heredada, aislando las novedades (por adición u omisión) que le son atribuibles; pero en esa tarea corremos el riesgo de atribuir a un solo modelo formal y a una sola «causa material», esto es ideológica, reformas acumuladas procedentes de la acción de sucesivos contribuyentes al estado presente del texto.

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En la Historiografía medieval, los textos formal, estructural e ideológicamente mixtos son más comunes que los que responden a unos principios unitarios (estilísticos, de concepción de la historia e ideológicos), pues, por lo común, el «saber» medieval es concebido como «tradición» y el trasvase de ese «saber» de un texto a otro se produce respetando, no sólo contenidos sino también la expresión de esos contenidos, que se considera como parte inalienable de los mismos.

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La conciencia de la existencia de este problema nos debe hacer muy cautos a la hora de evaluar cualquier texto, mientras no podamos explicar plenamente las secciones y estratos textuales de que se halla formado. Antes de intentar clasificarlo ideológicamente mediante el análisis del conjunto de rasgos pertinentes que en él se hallan presentes debemos determinar qué hay de casual y automático en la copresencia de esos rasgos y qué emerge como elemento constituyente de una intencional acción refundidora cuya coherencia podemos descubrir.

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La obra sobre la que voy a centrar hoy mis observaciones ilustra todos estos problemas con que se enfrenta el estudio de la historiografía medieval. Se trata de la llamada Crónica de Castilla, un texto post-alfonsí referente a la historia «nacional» desde el surgimiento del nuevo reino con Fernando I, hasta que, en medio del reinado de Fernando III, Castilla se une nuevamente con León en una sola corona.

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Visto en conjunto, el prototipo de esta obra, que tuvo una amplia y compleja descendencia manuscrita, tiene una notable personalidad: a grosso modo, la Crónica se nos presenta como la más interesada en el estamento nobiliario, la menos afín a la jerarquía eclesiástica y la menos dependiente de la corona entre nuestras historias anteriores al s. xv. Desde que Lindley Cintra1 demostró su anterioridad a la Crónica de 1344, la Crónica de Castilla está pidiendo una edición crítica (que no acaba de llegar) y una valoración de conjunto, pues evidentemente es una de las piezas centrales en la evolución de la historia de España.

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Personalmente, vengo trabajando desde hace largo tiempo en su estudio y creo haber traído bastante luz sobre ella; pero el panorama historiográfico relativo a la sección de la historia hispana que va de Fernando I a Alfonso VIII no se ha clarificado aún con la precisión lograda en estos últimos tiempos para las secciones anteriores de la Estoria de

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España, donde, por primera vez, todas las piezas del puzzle encajan a la perfección. Ello me ha llevado a dejar interrumpido en la muerte de Vermudo III mi nuevo libro De la silva textual al taller historiográfico alfonsí –Códices, crónicas, versiones y cuadernos de trabajo–, en que examino exhaustivamente la tradición manuscrita heredera de la Estoria de España alfonsí en todas sus manifestaciones escritas, pues creo que la historia posterior a Vermudo III requiere aún algunos años de investigación colectiva antes de poder ofrecer de ella una visión concluyente. 12

Son varias las causas que contribuyen a la desorientación crítica: 1°. Desde Fernando I carecemos de representantes manuscritos directos de la redacción primigenia de la Estoria de España de c. 1270 que, sin embargo, sabemos incluía esta parte; tenemos que conformamos con la existencia de la Versión crítica, de la Versión amplificada y de una Versión mixta que, a trechos se hermana con la amplificada y a trechos parece heredar un texto anterior al utilizado por la Versión crítica y, por lo tanto, relacionable con la versión de c. 1270 perdida. 2° A mitad del capítulo «de los castiellos que pechauan al Çid, e de lo que el enuio dezir al rey de Saragoça, et de como cercaron los almorauides el castiello que dizien Alaedo» (PCG, c. 896) se interrumpe la Versión amplificada y sólo existe, como herencia del proyecto alfonsí, la Versión crítica; la Versión mixta (de la que es también representante la mano del s. XIV que «completó» el texto del ms. E 2) ofrece en este lugar una «Interpolación cidiana» basada en la perdida * Estoria caradignense del Cid del pseudoIbn Alfaraŷ , obra forjada a partir de la historia de Valencia de Ibn Alqama (que Alfonso X utilizó también) y de materiales épico-legendarios cidianos no alfonsíes; para mayor confusión, tal como figura el relato en la «Interpolación» de la Versión mixta, es preciso reconocer en esos materiales cidianos dos relatos llenos de contradicciones entre sí, mal combinados por uno de los dos posibles responsables del texto: el monje de Cardeña que compiló la *Estoria o el interpolador de la *Estoria en la Versión mixta. 3°. Acabada la «Interpolación», resurge el panorama textual anterior hasta el fin del reinado de Urraca (PCG, cap. 966 [= 967]); pero, a partir de este punto, esto es, con el comienzo del reinado de Alfonso VII, la interrelación de los diversos textos cronísticos antes conocida caduca: sobreviven, sí, la Versión amplificada y la Versión mixta, que son muy coincidentes, y están basadas en una redacción previa alfonsí de c. 1270; pero ni su texto ni esta redacción alfonsí previa fueron conocidos por la continuación que presentan los manuscritos basados en el prototipo de la Versión crítica, continuación que sólo se relaciona con el texto de la Versión amplificada y de la Versión mixta a través de las fuentes.

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La Crónica de Castilla, puesto que empieza en Fernando I, no viene caracterizada de atrás, como la Versión crítica o la Versión amplificada que están para nosotros pre-caracterizadas a través de su comportamiento en las secciones anteriores de la historia. La comparación intertextual nos permite situarla, desde su comienzo, como un particular desarrollo de la rama textual que hemos denominado Versión mixta, dentro de la cual es un descendiente con muy notables innovaciones. Al llegar a la «Interpolación cidiana» sigue de acuerdo con la Versión mixta en cuanto que ofrece el texto de la *Estoria caradignense del Cid, en el cual introduce adiciones innovadoras; pero ahora se muestra, en ciertos episodios y detalles, heredera de un prototipo anterior al de los otros textos pertenecientes a la rama de la Versión mixta. Otra novedad es que, en esta sección de la «Interpolación cidiana», la * Crónica manuelina resumida por don Juan Manuel en su Crónica abreviada, que venía siendo un texto de la Versión mixta sin interpolaciones, pasa a coincidir con la Crónica de Castilla, tanto en detalles innovadores como en detalles conservadores, si bien no por derivar de ella, sino por descender de un prototipo común en que aún no se daban algunos defectos

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y arreglos de la Crónica de Castilla. Cuando reaparece la Versión amplificada , una vez acabada la «Interpolación» caradignense, se restaura la situación precedente. Mayor importancia tiene el hecho de que cuando, después de la muerte de la reina doña Urraca, la Versión crítica desconoce la Estoria de España alfonsí de c. 1270 reflejada en la Versión amplificada y en la Versión mixta (que van concordes), la Crónica de Castilla remonte al mismo texto independiente que la Versión crítica y que ese texto independiente utilizado por ambas crónicas no sea identificable ni con el de la Crónica de Castilla, ni con el de la Versión crítica, pues una y otra crónica innovan de forma separada respecto a él, sea para introducir materia nueva (Crónica de Castilla), sea para someter el texto, que carecía de estructura analística, a una estructura por años de reinado con la consiguiente incorporación de datos procedentes de anales (continuación de la Versión crítica). 14

Entre los múltiples interrogantes que los datos observables aquí sumariados plantean hay uno que toca de lleno en la cuestión a que vengo refiriéndome: ¿podemos considerar fruto de una sola iniciativa el conjunto de las peculiaridades textuales de la Crónica de Castilla? En mi anterior etapa de investigación sobre la Estoria de España me esforzé en poner de manifiesto, contra la pereza mental de historiadores, de medievalistas y de lingüistas, que tratar a la Primera crónica general como un todo unitario era un sin sentido. Antes de poder caer en un error similar con la Crónica de Castilla (o con la Versión crítica si la extendemos a la sección iniciada con Alfonso VII) creo preciso alcanzar un mejor conocimiento de todo el proceso de elaboración y reelaboración de la materia histórica en esta sección de la historia.

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Ello me ha llevado a intentar avanzar progresivamente en la determinación de cómo llegó la Crónica de Castilla a tener el texto que tiene y qué principios rigen la integración de nueva información en las diversas secciones de la historia que hemos indicado, antes de atribuir a uno o varios co-autores el edificio reformado.

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Dado el marco en que expongo mis conclusiones, me limitaré hoy aquí a estudiar la integración por la Crónica de Castilla, en el texto de la Estoria de España que heredaba, de una sección de la «biografía» de Rodrigo Díaz de Vivar prácticamente ignorada por los estados anteriores de la Estoria: la de su vida y sus hechos antes de la muerte del rey don Fernando.

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Puesto que, desde 1844, es bien conocido el hecho de que en cierto manuscrito del s. xv de la Crónica de Castilla se incluye, a continuación, otro relato cronístico cidiano (ajeno a los restantes manuscritos de la Crónica), referente a las enfances del Cid, en el cual se pasa paulatinamente de la prosa al verso y en que reaparecen muchas de las escenas interpoladas en la historia de Fernando I por la Crónica de Castilla, la crítica tuvo siempre claro el origen de las novedades cidianas introducidas por esta crónica en este reinado de la Estoria de España: el refundidor, abandonando actitudes previas de la historiografía, abrió las puertas de la historia erudita a la información contenida en una de las fábulas juglarescas más novelescas, más apartadas del verismo que caracteriza a los cantares épicos hispanos viejos, a una gesta de las Mocedades de Rodrigo anterior al Rodrigo conservado en ese manuscrito del s. xv.

18

En el estudio de esta fábula épica las dos manifestaciones principales conservadas requieren un análisis crítico previo.

19

Respecto al Rodrigo del manuscrito del s. XV, conviene aclarar que la curiosa transición paulatina de la prosa al verso debe imputarse a una vacilación en el modo de registrar la

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historia el «cronista» transcriptor y no a una técnica del autor (como desde Menéndez Pidal2 se ha venido pensando). 20

También debida a la utilización cronística del texto poético es, sin duda, la presencia en él de versos monstruosamente largos, que, según ha puesto de manifiesto Montgomery3, tienen su origen en glosas cronísticas aclaratorias de los nombres propios (y de los títulos) usados en el poema (glosas muy comunes en la trasmisión de textos historiográficos); nada apoya la hipótesis (propuesta por Deyermond)4, de que el texto manuscrito deba sus propiedades anti-poéticas al hecho de haber sido escrito al dictado de un juglar que lo iba recitando de memoria.

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No menos sobresaliente que el carácter semi-prosístico del poema conservado es la presencia en el Rodrigo de un componente ajeno a las interpolaciones arriba mencionadas que, basadas en las Mocedades de Rodrigo, incorporó a la Estoria de España alfonsí la Crónica de Castilla. Consiste en varios episodios que tienen como tema la historia de la creación de la diócesis de Palencia: vv. 95-135, 144-203, 283-292 y el fragmento 732-745 (que parece inconcluso a causa de una laguna). No cabe duda de que estas interpolaciones palentinas fueron hechas por persona vinculada a la iglesia catedral de Palencia5 y no, simplemente, de «tierras de Palencia»6; pero los esfuerzos realizados por la erudión para conectar esas adiciones palentinas a la gesta con una determinada situación histórica en que los derechos del obispo de la diócesis de Palencia se vieran amenazados por ambiciones de otras autoridades eclesiásticas o por acciones de la nobleza, aunque me parecen basados en una intuición acertada, han resultado, por ahora, infructuosos. Como ha notado Faulhaber7: el poema «tuvo obviamente como propósito fomentar el prestigio de la diócesis en cuestión, pero ¿cómo? y ¿cuándo? Estos interrogantes deben aún permanecer abiertos».

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Por otra parte, hay que subrayar el hecho de que las adiciones de interés eclesiástico están muy mal incardinadas, de modo que sólo mediante su omisión (leyendo el v. 136 y ss. tras el v. 94 y el v. 204 y ss. tras el 143) queda clara la línea expositiva del poema. En vista de ello, no creo admisible responsabilizar a ese interpolador (como hace Deyermond)8 de la arquitectura ni del conjunto de los versos del poema. Una prueba adicional de la desconexión de la narración épica respecto a la obra del propagandista de la iglesia palentina la constituye el pasaje en que Rodrigo, para apresar violentamente al conde Ximeno Sánchez de Burueva, quebranta el sagrado de una iglesia dedicada a Santa María. Me parece del todo inadmisible atribuir a cualquier canónigo o diácono de la iglesia palentina (en ningún período histórico en que podamos colocar el Rodrigó ) la invención de una acción como la descrita por los versos (706-709): En Santa María la Antigua se ençerró el conde lozano, conbatiólo Rodrigo, amidos que non de grado, ovo de rronper la iglesia et entró en ella privado; sacólo por las barvas ( ) de tras el altar con su mano,

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sin que esa acción provoque una reacción de la ofendida madre de Dios. El interpolador paniaguado de la catedral de Palència, si era clérigo, no se molestó en retocar el texto juglaresco que heredaba.

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En fin, el paso del texto por manos de cronistas-copistas y de servidores de la diócesis palentina no excluye, sino que exige, la existencia de un poema, en verso épico aceptable, con una estructura narrativa compacta y coherente, exclusivamente fundado en la tradición épica que sabemos existía desde tiempo atrás. En esa gesta aprovechada por el servidor de la diócesis de Palencia, se concedía especial importancia a la ciudad de

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Zamora, considerada como sede habitual de la corte de Fernando I (vv. 245, 538, 562, 404, 406, 407, 525, 539, 646, 720) o representada por «el pueblo çamorano» (vv. 697, 716, 770). 25

Si la crítica ha tenido más o menos siempre conciencia del problema que supone la existencia de un adaptador palentino y de unos copistas que en ciertos aspectos modificaron la tradición épica heredada por el Rodrigo, en cambio, no ha puesto en duda la fidelidad del historiador de la Crónica de Castilla al contenido del poema épico que tuvo presente cuando interpoló en la Estoria de España los «datos» relativos a las mocedades de Rodrigo.

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Sin embargo (frente a Menéndez Pidal, frente a Armistead y frente a Deyermond) 9 me parece evidente que el cronista post-alfonsí desarticuló intencionalmente la intriga de la gesta para someter la materia épica a la imagen que de Rodrigo, de sus relaciones con el rey don Fernando y del estado del reino le interesaba presentar en su historia, imagen muy discordante de la que encontraba en su fuente épica.

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Pero antes de comentar esa distorsión cronística del poema épico de las Mocedades de Rodrigo creo preciso desembarazar el análisis de un problema lateral que ha venido confundiendo a la crítica: el de los datos referentes a la crianza de Rodrigo.

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Se ha venido sosteniendo que todos los motivos referentes al pasado del héroe épico anterior a la muerte del rey don Fernando que figuran en las crónicas fueron escenificados en un poema épico, y se ha identificado a esa gesta con la de las Mocedades de Rodrigo.

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Sin embargo, no parece preciso suponer que los motivos constituyentes de ese pasado del héroe épico fueran inventados como componentes de una narración en que la mocedad o juventud de Rodrigo fuera activamente representada en un escenario épico. A mi parecer, pudieron muy bien ser ideados en forma de alusiones a ese pasado, introducidas en el contexto de sucesos posteriores, del mismo modo que la herida infligida por el Cid en Barcelona al sobrino del conde o el repelón de la barba dado por el Cid a Garci Ordóñez cuando lo prende en la batalla de Cabra son «hechos» que sólo figuran en el Mio Cid en boca del resentido conde don Ramón, al tiempo de atacar al Cid en el pinar de Tévar, o en la de un Cid burlón, cuando replica a las soberbias del conde don García en las Cortes de Toledo. Nadie supondrá, basándose en las palabras dirigidas por doña Urraca a su padre: vos desposástesme con el enperador de Alemaña varón mucho onrrado, él murió ante que comigo casase, e agora finco nin biuda nin casada,

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que los historiadores alfonsíes remiten con ellas a un relato exterior o que el «Cantar del rey don Fernando» presentase esos desposorios y esa muerte en forma escénica; análogamente, las referencias, en boca de personajes varios, a la crianza del Cid en Zamora, al lado de la infanta doña Urraca y bajo la parternal autoridad de Arias Gonzalo, tampoco deben considerarse remisiones a una presentación escénica de los tiempos históricos que esas referencias «recuerdan».

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En la Estoria de España, la evocación del tiempo pasado aparece en el discurso de los personajes épicos como parte de sus razonamientos cara a un interlocutor cuyo comportamiento o juicio pretenden modificar o evalúan al hallarse en situaciones especialmente conflictivas. Así, cuando la infanta procura el apoyo del Cid para lograr que el rey don Fernando moribundo altere en su favor el testamento, argumenta: – Bien sabedes, vos Cid, que siempre vos yo amé e vos ayudé e nunca vos destorvé en ninguna cosa [...]

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y cuando el rey don Sancho envía al Cid a proponer a doña Urraca la entrega de la ciudad «por aver o por cambio» y fracasa en la embajada, todos tres arguyen recordando las relaciones que entre ellos hubo tiempo atrás: – Sennor, pora otre seríe tal mandado como este ( ) de levar, mas pora mi [non] es guisado, ca yo fui criado en Çamora, do me mandó criar vuestro padre con donna Urraca en casa de don Arias Gonçalo, et connosco a don Arias et a todos sus fijos (objeta el Cid). – Cid, vos sabedes como fuestes criado comigo aquí en casa de don Arias Gonçalo [...] (recuerda doña Urraca al mensajero). – Vos consejastes a mi hermana que fiziese esto, porque fuestes criado con ella (acusa don Sancho al Cid)10.

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Sin duda estas alusiones al tiempo pasado (reunidas porArmistead) 11 son las primeras y únicas situaciones en que la epopeya (y, tras ella, el romancero) trataron el hecho. Al fin y al cabo, únicamente en ese contexto de conflictividad de sentimientos y deberes el subtema tenía interés literario. Sólo tardíamente la Crónica de 1344 incluirá, según luego veremos, un relato de la crianza de Rodrigo junto a la infanta doña Urraca cuyo origen historiográfico y no directamente poético resulta, a mi parecer, indudable.

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También en forma de alusiones al pasado debió de nacer, en la gesta de Las particiones del rey don Fernando, otro pormenor sobre la juventud del Cid, el de que fuera el rey don Fernando quien le armara caballero con ocasión del cerco de Coimbra, por más que la Estoria de España consigne en este caso la noticia en una breve interpolación al relato de la conquista de Coimbra del Toledano y del Tudense: [...] mas la villa era tan grande e tan fuerte que siete años la tovo çercada. En este comedio fizo cavallero a Ruy Díaz el Çid Canpeador.

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Esta referencia ha sido considerada por la crítica12 como una prueba de que Alfonso X alcanzó a conocer la tradición épica de Las mocedades de Rodrigo, aunque en su Estoria no acogiera ninguno de los episodios más notables y característicos. Sin embargo, no creo que esa interpretación sea correcta. De los dos datos ajenos a las fuentes estructrurales, el primero, la duración por siete años del cerco (dato antihistórico) no es de procedencia épica, sino (como ya reconoció en otra ocasión Menéndez Pidal)13 una anticipación de un detalle que la Estoria de España incluía un poco más adelante al recurrir al Liber Beati Jacobi (conservado en el llamado Codex Calixtinus, escrito en el segundo tercio del s. XII) para completar y corregirla narración de un milagro del apóstol Santiago que Alfonso X heredaba de la exposición sobre la conquista de Coimbra contenida en las historias del Toledano y el Tudense. De forma semejante, creo que, la breve «noticia» referente a Rodrigo se explica bien como extraída de pasajes posteriores de la Estoria de España. En varios discursos, tomados sin duda alguna de la gesta de Las particiones del rey don Fernando, los personajes arguyen rememorando: – Señor, vos me criastes niño muy pequeño e fezistesme cavallero e distes me cavallo e armas [...] (Rodrigo al rey Fernando). – Çid, vos sabedes cómo vos crió mio padre en su casa muy onrradamente et fízovos cavallero et mayoral de toda su casa en Coymbria quando la ganó de moros [...] (Sancho a Rodrigo)14.

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Al igual que ocurría con las referencias a la crianza del Cid junto a doña Urraca, la rememoración de haber sido armado el Cid caballero por el rey don Fernando es parte de la argumentación del que habla en esa escena de Las particiones: trata de subrayar el deber que el interlocutor tiene de actuar en la dirección que a continuación se le pide. No hay, a

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mi ver, razón alguna para pensar que en la gesta se hubiera puesto anteriormente en acción el episodio. 37

Una vez convertida en suceso la primitiva referencia, otros historiadores posteriores completarían la reconstrucción de las escenas en que Rodrigo es armado caballero y en que es promovido a la posición de cabo o mayoral de la casa del rey (según enseguida veremos).

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El mismo mecanismo de conversión, de lo que inicialmente eran datos enunciados fuera de su contexto temporal en sucesos históricos narrados en su apropiado lugar cronológico, explica la aparición tardía en la Crónica de 1344 del primer relato sobre la crianza de Rodrigo junto a la infanta doña Urraca por disposicón del rey don Fernando (que Cintra y Armistead15 consideraron basado en una escena de las Mocedades de Rodrigó): e fuesse por Bivar e falló hy Diego Laynez de Bivar, que bivió después poco tiempo, e a su muger doña Teresa Núñez, que era muy buena dueña e muy amiga de su marido, e falló hy su fijo Rrodrigo de Bivar, que después ovo nonbre el Çid Rruy Díaz, que era ya de diez años, e levólo consigo e criólo en su casa muy bien como a él conplía. E doña Urraca su fijale fazía mucha onrra, en guissa que por esta onrra amávalo más que a nenguno de sus hermanos. E non entendades que este amor que le ansí avía que era por nenguna otra manera que y oviesse nin de cuydo nin de fecho. E este Rrui Díaz, después que llegó a tienpo [de] tomar armas, quisiéralo el rrey don Fernando fazer cavallero; mas él le pidió por merçed que lo non fiziese cavallero si non quando gelo él pidiesse; e el rrey otorgógelo

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Juntando el nombre de los padres, que le proporcionaba la genealogía de Rodrigo incluida en la Crónica de Castilla, a la información contenida en las referencias arriba citadas, que las crónicas incluían al reproducir los discursos de los personajes de Las particiones, el conde don Pedro de Barcelos alumbró un capítulo nuevo en la biografía del héroe.

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En fin, según mi lectura de las crónicas (lectura que, después de escritos estos razonamientos, encuentro ser muy paralela a la de Martin)16, ninguno de estos esfuerzos por elaborar el pasado del Cid en forma narrativa debe de atribuirse a la actividad de poetas refundidores. El papel de los juglares se limitó, y ello es suficiente, a la construcción rememorativa de ese pasado en boca de los personajes ya adultos que actuaban en la gesta de Las particiones del rey don Fernando.

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Centrándonos de nuevo en la Crónica de Castilla , considero que también es preciso rechazar la supuesta presencia de una versión poética de las históricas campañas del rey don Fernando en Portugal en la gesta de las Mocedades de Rodrigo que el cronista tuvo presente. Me baso para el rechazo en la siguiente argumentación.

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Como era de esperar, el relato que de ellas nos da la Crónica de Castilla se basa en la Versión mixta de la Estoria de España alfonsí y, por lo tanto, procede, a través de ella, de fuentes eruditas (Toledano, Tudense y Codex Calixtinus). Pero, como novedad, interpola varias referencias a la participación de Rodrigo.

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Así, después de referir la conquista de Viseo, constata: En todo esto fue Rodrigo de Byvar uno de los que y más fizieron,

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y cuando, para preparar la campaña de Coimbra, el rey va a Santiago en romería, a fin de obtener la colaboración del apóstol, añade que lo hizo por conssejo de Rodrigo de Bivar, que le dixo que le ayudaría Dios a cobrarla, et demás, de tornada, que quería que lo armasse cavallero et cuidava rresçibir cavallería dentro en Coynbra;

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concluida la conquista, la crónica añade que

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estonçe fizo el rrey don Ferrando cavallero a Rodrigo en Coynbra en la mesquita mayor de la çibdat a que posieron nonbre Santa María; et fizóle cavallero desta guisa: çiñiéndole el espada e diol paz en la boca, mas non le dio pescoçada. Et desque Rodrigo fue cavallero, ovo nonbre Ruy Díaz. Et tomó el espada ant’el altar estando, et fizo noveçientos cavalleros noveles. Et fizóle el rrey mucha onrra, loándolo mucho el rrey por quanto bien fiziera en conqueryr a Coynbra et a los otros lugares, 46

y poco después nos cuenta: Et los de Cohinbra quexáronse mucho del grande daño que rresçibían de Montemayor. Et el rrey, con grande saña, fuela çercar et púsole muchos engeños aderredor e fézoles tanta premia que gela dieron. Et Ruy Días de Bivar fezo mucho bien en aquella çerca. Et yendo él guardar los que yvan por la yerba e por vianda, ovo tres lides muy grandes que venció; et por priessa en que se vio, nunca quiso enbiar pedir acorro al rrey, et por esto ganó muy grand prez. Et fízolo el rrey de su casa cabo, et diole ende el poder.

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Armistead (a quien sigue Pattison)17 ha considerado que estas interpolaciones recogen, de forma sumaria, episodios de un relato épico, episodios que identifica con la tercera, cuarta y quinta lid de Rodrigo en cumplimiento de su voto. Estas lides habrían desaparecido de la refundición épica conservada en el Rodrigo, puesto que, en este texto poético, la única referencia a los hazañosos hechos del rey don Fernando en Portugal forma parte del memorable pasaje (v. 786-799) en que se exalta la grandeza de su señorío, justificativa de su tradicional comparación con un emperador, contexto que no permite suponer una especial dependencia de la referencia respecto a las cinco lides de Rodrigo: mandó a Portugal essa tierrajenzor, conquiso a Cohinbra de moros, pobló a Montemayor, pobló a Sorya, frontera d( )’Aragón, corrió a Sevilla tres veçes ( ) n’una sazón a dárgela ovieron moros que quesieron o que non et ganó a Sant Ysydro et adúxolo a León...

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Por otra parte, es notable la aparición en el Rodrigo (vv. 995-1001) de una escena en que (como ha destacado bien Armistead) se describe el acto de ser Rodrigo armado caballero por el rey don Fernando, escena que incluye varios pormenores coincidentes con los de la ceremonia referida por la Crónica de Castilla: Quando esto oyó el rey, tomólo por la mano, al rreal de[l] Castellano ( ) amos a dos entraron. El rrey enbió ( ) dos a dos los cavalleros de man ( ) o fasta que apartó noveçientos que a Rrodrigo bessassen la mano. Dixieron los noveçientos: –Pero Dyos sea loado con tan onrrado señor que nós bessemos la mano– De Rrodrigo que avía nonbre, Rruy Díaz le llamaron;

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La similitud en los detalles (recepción del patronímico Díaz por Rodrigo; el nuevo caballero arma, a su vez, 900 caballeros noveles) asegura que las dos ceremonias tienen un origen común; sin embargo, su localización en la historia del joven Rodrigo es muy distinta, ya que, en el poema del s. xv, el acto ocurre en medio de la expedición del rey Fernando contra Francia, después de que Rodrigo, como alférez del rey, ha derrotado y hecho prisionero al principal caudillo francés, el conde de Saboya, para lo cual ha sacrificado a la mayoría de sus trescientos vasallos.

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Me parece claro que el poema transcrito en el s. xv (el Rodrigo) no innovó aquí apartándose de la tradición (según ha venido creyéndose). Su versión del adoubement de Rodrigo está perfectamente integrada en el relato: cuando el joven rey don Fernando (v.

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764), como señor de España «desde Aspa fasta en Santiago», recibe cartas del rey de Francia, del Papa y del Emperador alemán exigiéndole un tributo anual, sólo Rodrigo le anima a responder agresivamente invadiendo Francia, y cuando, más allá de los puertos de Aspa, ve venir sobre sí los grandes poderes ultramontanos, nadie se atreve a ser alférez del ejército hispano, salvo Rodrigo; pero, a todo esto, Rodrigo, que ha besado recientemente la mano al rey reconociéndose por su vasallo, es tan sólo un simple «escudero, non cavallero armado» (vv. 865, 912-913), que «nunca oviera seña nin pendón devissado» (v. 873)» y que presume de ser nieto «del alcalde çibdadano» (Laín Calvo), esto es, procedente de la clase baja caballeresca de los caballeros ruanos (vv. 305 y 914-915), «ffijo de un mercadero, nieto de un çibdadano; mi padre moró en rrua e siempre vendió su paño» (afirmación notable, pese al doble sentido que Rodrigo da a la acción de vender paño), y, en su condición, contrasta con «tanto omne rico et tanto conde et tanto poderosso fijo de algo» como rodean al rey; de ahí que, al ir a comenzar la batalla, el alférez regio (que ha improvisado su enseña caudal, arrancando la piel a su manto y harpando el paño con cortes hechos con su espada) no parece digno contrincante del conde saboyano, aunque, en el curso de ella, como su padre el mercader de rúa, le venderá caro su paño (vv. 916-918): Ffincaron me dos pieças el día que fue finado, et commo él vendió lo suyo, venderé yo lo mió de grado, ca, quien gelo conprava, muchol costava caro. 51

Vencido el conde de Saboya, Rodrigo rechaza la oferta que su prisionero le hace de su hermosa hija doncella y prefiere guardársela al rey para que «embarragane» a Francia (vv. 949-989). Lo que sigue a la victoria, la ceremonia de ser Rodrigo armado caballero, recibir un patronímico y armar 900 caballeros noveles, con los cuales avanzará triunfalmente por Francia hasta las puertas de París, es parte esencial de la apoteosis del infanzón con que las fantásticas enfances de Rodrigo debieron de rematarse desde sus orígenes. El desplazamiento de la ceremonia a las guerras de Portugal en la Crónica de Castilla es, a mi parecer, obra de un cronista que conocía las alusiones a la juventud del héroe existentes en la gesta de Las particiones del rey don Fernando, entre las que se hallaba la de haber sido armado caballero en Coimbra, y que, en virtud de su oficio de historiador, intentó armonizar lo contado por las varias fuentes que tenía presentes para construir la historia completa del héroe.

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Una vez conocido el modus operandi del formador de la Crónica de Castilla, resulta para mí claro el hecho de que, si pretendemos reconstruir la secuencia de acontecimientos de la gesta en su estructura original o restaurar la concepción épica inicial del personaje Rodrigo, deberemos basarnos en el testimonio del poema tardío, el Rodrigo, más bien que en la serie de episodios de las Mocedades de Rodrigo del s. XIII que de una forma inarticulada presenta la Crónica de Castilla (frente a lo pensado por Menéndez Pidal y porArmistead) 18.

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Volvamos a la primera aparición del joven Rodrigo en la Crónica de Castilla apenas iniciada la historia del reinado de Fernando I.

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Desde un principio, el historiador de la Crónica de Castilla justifica la mención del mancebo en la historia por su papel de defensor de la tierra respecto a la amenaza mora y se siente molesto con las guerras banderizas entre el conde don Gómez de Gormaz y los hermanos Laínez. De ahí que reduzca al mínimo este tema y, en cambio, saque de su contexto original la primera de las lides, en la cual Rodrigo hace presos a los reyes moros que atacan a Belorado para seguidamente ponerlos generosamente en libertad (cf. Rodrigo, vv. 449-517), colocándola antes de sus desposorios con Ximena, cuando en la gesta constituía,

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sin duda, la primera de las cinco lides que se compromete a vencer antes de verse con su esposa «en yermo nin en poblado». La ética historiográfica impide al formador de la Crónica de Castilla hacerse eco de la tensión que existe en la gesta, desde un principio, entre el rey y el mancebo: en la Crónica, la muerte, en «griesgo», del conde don Gómez de Gormaz por Rodrigo no da pie a que Diego Laínez y su hijo teman acudir al llamamiento a cortes (un tópico épico, cuya presencia en el poema considero indudable) y, en consecuencia, a que vayan preparados para afrontar la posible «falsedat» del rey; en la entrevista con el rey Fernando, el cronista, siguiendo en su labor de censura, omite el altanero comportamiento de Rodrigo y, lo que es más grave, su negativa a reconocerse vasallo del rey besándole la mano hasta que el rey niño se arme caballero y él pueda mostrarle su superioridad sobre los condes castellanos (motivo esencial en la estructura de la gesta). Al substituir, a su gusto, el clima de las relaciones entre el rey y Rodrigo, E dixo al rrey que faría su mandado en esto e en todas las cosas que le él mandara. E el rrey gradeciógelo mucho [...] e añadió a Rodrigo mucho más en tierra que dél tenía, e amávalo mucho en el su coraçón porque veía que era obediente e mandado [...], 55

resulta inexplicable en el relato cronístico que Rodrigo formule a continuación el insólito voto de no acercarse a su esposa hasta vencer cinco lides en campo, ya que el voto no se vincula a la posposición del reconocimiento de vasallaje ni es el broche final de una actitud altanera de aquel a quien el romancero definirá como «el soberbio castellano».

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Eliminado el tema del hijodalgo altanero, central en la construcción épica, el cronista no tiene interés en clarificar a través de qué batallas campales cumple Rodrigo su voto, ni se detendrá a contar siquiera cuándo y cómo realiza el matrimonio con Ximena. Por otra parte, al considerar objetables, en la biografía de un personaje modélico, las guerras intestinas que Rodrigo sostiene con los condes, el historiador post-alfonsí manipula las referencias a las lides tercera (victoria sobre los moros de la subsierra en San Esteban de Gormaz el día de la Cruz de Mayo) y cuarta (prisión de los condes traidores que urdieron el ataque moro en que encuentran la muerte el padre y los tíos de Rodrigo), sacándolas de la cadena secuencial narrativa a que pertenecían y eliminando en ellas elementos esenciales; aun así, nos deja, a mi parecer, huellas suficientes de la locación primitiva de los episodios, por medio de las cuales nos es dado restaurar la estructura épica de la gesta de las Mocedades de Rodrigo de fines del s. XIII, estructura que, tenidas en cuenta estas consideraciones, resulta ser mucho más similar a la que presenta el Rodrigo copiado en el s. xv que la que viene creyéndose.

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Gracias al superior conocimiento que hoy tenemos de las concepciones historiográficas y de las técnicas compilatorias y refundidoras que presidieron la elaboración y reelaboración de las estorias medievales, creo posible presentar una nueva visión acerca de la gesta de las Mocedades de Rodrigo conocida en el tránsito del s. XIII al s. XIV por la Crónica de Castilla y de la transformación de la personalidad del héroe que en ella se realiza.

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Al margen de la reseñada participación de los cronistas en la estructuración de las alusiones al pasado contenidas en la gesta de Las particiones del rey don Fernando para formar una «historia» de Rodrigo desde su niñez, un juglar de epopeya cantada acometió, por su cuenta, la tarea de dotar al héroe de unos orígenes, de unas enfances, del mismo modo que otros juglares de la vecina Francia habían hecho respecto a otros protagonistas de chansons de geste.

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Según desde antiguo destacó Menéndez Pidal19, la gesta de las Mocedades de Rodrigo «lleva en sí todas las marcas de la epopeya de la decadencia». Como todos los poemas de enfances , su creación tiene como punto de partida la curiosidad del público auditor de los cantares de gesta por saber, respecto a los héroes consagrados, cómo se formaron y por qué llegaron a serlo: Es una ley general para todos los ciclos épicos, en España y en Francia y también entre los pueblos del Norte, su desarrollo temporal en sentido inverso al de la vida humana [...]. Nos muestran primero a los héroes en su madurez, en su vejez o a la hora de la muerte, sólo después nos cuentan su nacimiento y su juventud.

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Tanto el Mio Cid como Las particiones del rey don Fernando, de acuerdo con la estructura habitual de «los poemas primitivos», «comenzaban la narración ex abrupto» y, «desde sus primeros versos colocaban al auditorio in medias res, sin preocuparse de presentarle los personajes»; las Mocedades de Rodrigo nacieron para contestar las cuestiones que el auditorio, familiarizado con la leyenda cidiana a través de esos poemas, había podido hacerse. La respuesta a esas preguntas fue, en verdad, muy atrevida, pues el nuevo poeta aprovechó la ocasión para dar un vuelco a la personalidad del vasallo modélico. Aunque identificado con el personaje que la vieja epopeya había hecho famoso, el Rodrigo, «mio Cid» de la nueva creación épica nada tiene en común con el del poema de Mio Cid de 1144. Las virtudes originarias del Rodrigo Díaz de Vivar poético, mesura y prudencia, fidelidad como vasallo, artería en la guerra, conocimientos de derecho y fe en una ley igual para todos, amor familiar, sentido del humor, son valores ajenos al nuevo canon: únicamente importa el arrojo y la arrogancia sin limitaciones, el desprecio a cualquier ley o norma que interfiera con el desarrollo de la persona, la insolencia del individuo que sólo depende de sí mismo frente a cualquier autoridad instituida. La mayor alabanza que en la nueva gesta se hace del héroe es considerarle (en boca del rey don Fernando; en boca del conde de Saboya) no hombre, sino «pecado», «diablo».

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La soberbia de «el Castellano» le agiganta en la concepción del juglar de las Mocedades de Rodrigo de tal forma que, al presentarse el rey y su vasallo ante el Papa, ante el rey de Francia y ante el emperador alemán, éstos (vv. 1096-1097) Non sabían quál era el rey, nin quál era el Castellano synon quando descavalgó el rey [e] al papa bessó la mano.

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Es más, la grandeza del buen rey don Fernando es, en realidad, tan sólo reflejo de la de Rodrigo, quien, desde antes de reconocerse su vasallo, le patrocina abiertamente. Don Fernando llega a prometer a Rodrigo, de forma repetida, «te non salir de mandado» y se muestra complacido de delegar su autoridad: «commo tú ordenares mis reynos, en tanto seré folgado». Acomodándose a órdenes (más que consejos) recibidas de Rodrigo, va a armarse caballero a Santiago y embarragana a Francia, preñando a la heredera del conde de Saboya. Cuando Rodrigo está ausente, el rey se siente incapaz de gobernar y sin amparo; por más que le besen la mano «los cinco reinos de España», el gran rey don Fernando, par de emperador, es un pobre pelele (vv. 761-765): Batiendo va amas las palmas la [f]aze ( ) quebrantando: –¡Peccador sin ventura, a qué tiempo so llegado! Quantos en España visquieron nunca's ( ) llamaron tributarios, a mi véenme niño e sin sesso et vanme soberviando, ¡más me valdría la muerte que la vida que yo fago!

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El carácter altanero, siempre desafiante, de «Rodrigo el Castellano», capaz de someter a su voluntad a un rey pusilánime, después de humillar a los condes del reino, no es, como se ha creído, una invención tardía del s. xv, sino la razón de ser de la gesta. Sin ese

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personaje así diseñado, las enfances de Rodrigo carecerían de sentido. Es esta profunda distorsión de la caracterización hasta entonces dominante del héroe (creada conjuntamente por el Mio Cid y Las particiones del rey don Fernando) la gran aportación al ciclo cidiano de este poeta de la «decadencia» de la epopeya. 64

La gesta de las Mocedades de Rodrigo comenzaba (según el testimonio de la Crónica de Castilla, c. 1300 y del Rodrigo del s. xv) situando al héroe en un linaje, el de Lain Calvo, uno de los dos «alcaldes» de la Castilla pimitiva. El entronque era un «hecho» de todos sabido, ya que el propio Campeador debió de gloriarse de esa procedencia. Pero la complicada genealogía, eruditamente reconstruida por algún paniaguado del Cid, que recogió la Historia Roderici (c. 1110) y, tras ella, el Liber regum (antes de 1194), nada tiene que ver con la versión poética de la misma, en que desaparecen cuatro generaciones y se considera al padre de Rodrigo como «el menor» de los hijos del famoso «alcalde». La necesidad de recortar brutalmente los tiempos no arredra al juglar historiador, ya que explica el nombramiento de los «alcaldes» (según se deduce no sólo del Rodrigo, sino también de la Crónica de Castilla) por el hecho de que, muerto el rey don Pelayo («el Montesino»), la tierra castellana se encontraba sin rey. La presentación de los orígenes del linaje cidiano iba seguida en la gesta de una rápida alusión a cómo de los cuatro hijos de Lain Calvo descienden los mejores linajes de Castilla, ya que, en los hermanos mayores de Diego Laínez, casados todos con hijas de condes, tienen origen los de Vizcaya (esto es, los Haro), los de Mendoza y los de Castro. En cuanto a Diego Laínez, se le hace casar con doña Teresa, hija del conde Ñuño Álvarez de Amaya y de una nieta, por línea bastarda, del rey de León. También se aprovecha la ocasión para consignar qué lugares poblaron esas cabezas de linaje.

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Este prólogo linajístico es una indudable innovación en la estructura de las obras del género épico y revela cómo ese género va cambiando en sus propósitos y, posiblemente, de público auditor. A veces, se ha perdido de vista que ese prólogo era ya propio de la gesta de fines del s. XIII (utilizada por la Crónica de Castilla) y, de resultas, ha sido puesto en relación con tiempos históricos posteriores. Aunque las crónicas, debido a su forma de aprovechar el relato épico, no nos permitan documentarlo, seguramente son complementarios de estos datos que el prólogo proporciona otras informaciones de carácter análogo que el Rodrigo consigna, de pasada, en el curso de la acción y que nos confirman esta vocación de la nueva epopeya a informar sobre detalles linajísticos y solariegos.

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No creo que, a continuación de este prólogo, se procediera a contar en la gesta del s. XIII (como desde la Crónica de Castilla en adelante hará la historiografía post-alfonsí) la historia del hermano bastardo de Rodrigo, padre de sus sobrinos (según supone Armistead, seguido por Deyermond)20. Se trata de un dato que seguramente el cronista halló en la gesta del s. XIII en forma de alusión, según lo conserva el Rodrigo. En este poema, cuando Rodrigo, que aún no es caballero sino simple escudero, es nombrado por el rey don Fernando alférez, en vista de que los condes y poderosos hijosdalgo temen enfrentarse con el conde de Saboya y con todo el poder imperial, se desarrolla una escena semicómica, claramente reminiscente del diálogo que en las Cortes de Toledo del Mio Cid se escenificaba, antes de los retos, entre el Cid y su sobrino Pero «Mudo», su alférez, pero en la que se prodiga una jocosidad carente de la finura irónica de la vieja gesta (vv. 872-902): Contra el conde de Saboya Rrodrigo salyó tan yrado. Nunca [o]viera seña nin pendón devissado, rronpiendo va un manto ( ) de sirgo, la peña'l ( ) tiró privado,

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quinze rramos faze la seña, [farpado l'a en su cabo]. Vergüença avía de la dar ( ) et bolvió los ojos en alto. Vio estar un su sobrino, fijo de su hermano, quel dizen Pero Mudo, a él fue llegado: – Ven acá, mi sobrino, fijo eres de mi hermano, ( ) que fizo ( ) en una labradora quando andava cazando, varón toma esta seña, faz lo que yo te mando.– Dixo Pero Bermudo: – Que me plaze de grado, conosco que so vuestro sobrino, fijo de vuestro hermano, mas de que saliestes de España non vos ovo menbrado, a cena nin a ayantar non me oviestes conbidado, de fanbre e de frío so muy coytado, non he por cobertura [sinon la] del cavallo, por las crietas de los pies córreme sangre clar[o].– Ally dixo Rrodrigo: –Calla, traydor provado, todo omne de buen logar que quier ( ) sobir a buen estado conviene que de lo suyo sea abidado, que atienda mal e bien, sepa el mundo passarlo– Pero [Ber]mudo tan apriessa fue armado, rreçebió la seña, a Rrodrigo bessó la mano, et dixo: –Señor, afruenta de Dios te fago vey la seña, [sin art e] sin engaño, ( ) en tal logar vos la pondré antes del sol çerrado do nunca entró seña de moro nin de christiano. Ally dixo Rrodrigo: –Esso es lo que yo te mando, agora te conosco que eres fijo de mi hermano. 67

Dado el contexto que aquí rodea a la explicación del parentesco entre Rodrigo y Pero Mudo me parece seguro que así nació la historia del hermano bastardo y no como narración independiente, aunque las crónicas glosaran luego ampliamente la alusión para construir, basándose en ella, una fabulosa «familia» de Rodrigo de Vivar. Tampoco encuentro en la parte inicial de las Mocedades un posible encaje para la anécdota que explica la selección y nombre del caballo Babieca, episodio cuyo origen no me parece épico (a pesar de las opiniones coincidentes de Menéndez Pidal, Guerrieri Crocetti, Armistead y Deyermond21, entre otros).

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La acción dramática debió de comenzar siempre en la gesta con la ruptura de la paz del reino ocasionada por las correrías del conde don Gómez de Gormaz por tierras de Diego Laínez y la venganza de los hermanos Laínez, que corren, a su vez, tierras de Gormaz (tal como se cuenta en el Rodrigo). Como obligado desenlace de estas correrías seguiría la propuesta de una lid aplazada de «atantos por tantos», concretada inmediatamente en «ciento por ciento» (según cuentan el Rodrigo y Lope García de Salazar), lid en la que Rodrigo, aún adolescente, mata en combate al conde don Gómez y prende a sus hijos. A mi juicio, sólo con esta serie de hechos (que la Crónica de Castilla se niega a tratar de forma desarrollada) podía tener arranque la gesta desde su creación.

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El segundo episodio (no veo razón para que se pospusiera) sería el protagonizado por Ximena, la menor de las hijas del conde muerto: tras conseguir, tocando en Rodrigo la fibra de la magnanimidad, la libertad de sus hermanos, y considerar la impotencia de ellos para solucionar militarmente la situación creada por la enemistad entre los Gómez y los Laínez, acude personalmente a querellarse ante el rey don Fernando, y mostrarle su desamparo al ser huérfana de madre y haber perdido al padre. Su inesperada demanda de que el rey, para satisfacerla del daño recibido, exija que Rodrigo se case con ella constituye la invención literaria de mayor trascendencia para el futuro del mito cidiano,

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pues presidirá el trasvase de la leyenda desde la epopeya a otros géneros más modernos: el romancero y el teatro. 70

En las Mocedades de Rodrigo la petición de Ximena no encubre conflictos psicológicos como los que el desarrollo moderno de la historia tratará de sacar a luz, sino que ilustra, con un caso extremo, aspectos del derecho tradicional: las doncellas nobles huérfanas podían acudir al rey en solicitud de apoyo para casarse honradamente; un homicida podía satisfacer a los demandantes del homicidio mediante compensaciones ajustadas al valor social de la víctima, y saldar con ellas la deuda de sangre.

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El recurso de Ximena al rey y a la ley, en vez de a la venganza, y el desposorio de la doncella huérfana con Rodrigo parecían destinados a poner fin a los disturbios internos en el reino. Pero Rodrigo, si bien reconoce el derecho de su rey natural a desposarle forzadamente con la hija de su víctima, no quiere entrar en vínculos de vasallaje con él (y se niega, en consecuencia, a besarle la mano) ni consumar su matrimonio hasta poder imponer al rey la relación en sus propios términos. De ahí su despreciativa evaluación (vv. 427-429): Dixo estonçe (don) Rrodrigo: –Querría más un clavo, que vos seades mi señor nin yo vuestro vassallo; porque vos la bessó mi padre soy yo mal amanzellado,

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y su famoso voto (vv. 438-441): –Señor, vos me despossastes más a mi pesar que de grado. Mas prométolo a Christus que vos non besse la mano, nyn me vea con ella en yermo nin en poblado, ffasta que venza çinco lides en buena lid en canpo;

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así como su posterior exigencia (que la Crónica de Castilla no deja de consignar a su manera) de que don Fernando acuda a Santiago para que el apóstol le arme caballero, si es que pretende que él le reconozca por señor (w. 647-656): Al rrey se omilló e nol' bessó la mano. Dixo: –Rrey, mucho me plaze porque non so tu vassallo; fasta que non te armasses, non devías tener rreynado, ca non esperas palmada de moro nin de christiano; mas vé velar [las tus armas] al Padrón de Santiago; quando oyeres la missa ármate con [la] tu mano, et tú te ciñe la espada et tú deciñe commo de cabo, et tú te sey el padrino et tú te sey el afijado et llámate cavallero del Padrón de Santïago, et sery' as tú mi señor et mandarías el tu rreynado.

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Ya hemos comentado, al explicar cómo la Crónica de Castilla y sus sucesoras desarticulan la narración épica, el encadenamiento de las lides con que Rodrigo va cumpliendo su voto hasta llegar a la campaña de castigo contra los condes después de la traición del día de la Cruz de Mayo.

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Queda como problema conexionado con el cumplimiento del voto de las cinco lides el de cuándo Rodrigo besa al rey la mano por primera vez, reconociéndose su vasallo, y se sacramenta con Ximena. En el Rodrigo, la primera vez que «el Castellano» besa la mano al rey es al comienzo de la expedición a Francia y en las crónicas se afirma que llega tarde al consejo reunido por el rey para contestar al Papa porque «avía poco que era casado con doña Ximena Gómez su muger et era ydo para allá», luego Rodrigo en ambas redacciones de la gesta ha cumplido ya su voto antes de la lid con el conde de Saboya. Ello hace imposible considerarla como la quinta de las lides del voto.

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Esta defensa que he venido realizando de una similitud estructural, mayor que la tradicionalmente supuesta por la crítica, entre la gesta de las Mocedades de Rodrigo conocida c. 1290 por la Crónica de Castilla y la que nos conserva el poema palentino copiado en el s. xv, no debe, en modo alguno, entenderse como una afirmación de la identidad de las dos manifestaciones poéticas del tema, esto es, de que el Rodrigo llegado hasta nosotros remonte textualmente a finales del s. XIII (hipótesis a la que recientemente [1992] parece inclinarse Martin)22.

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En primer lugar, considero certera la apreciación de Menéndez Pidal acerca de la intencionada substitución por el Rodrigo tardío de nombres y topónimos tradicionales por otros de nueva invención. Pero aún mas importante que este deseo de novedad mediante la contradicción de lo sabido me parece la presencia en el poema copiado en el s. xv de un ritmo narrativo nuevo, muy acelerado, en que las descripciones, muchos discursos y aun las acciones sólo se esbozan, y asimismo una desintegración de la estructura poemática en laisses. Formalmente, el Rodrigo conservado no responde en absoluto al modelo chanson de geste hispana del s. xm, que conocemos bien a través del Mió Cid y del Roncesvalles, que se manifesta también en los fragmentos conservados de Las particiones, que pervive en las gestas de los Infantes de Salas y de La libertad de Castilla refundidas en el s. XIV y que aún se hace patente en las escenas de los romances épicos de fines del s. xv y comienzos del s. XVI , Ya comienzan los franceses, Morir os queredes padre, En Santa Gadea de Burgos, Cabalga Diego Laínez, Rey don Sancho, rey don Sancho, Castellanos y leoneses, Con cartas y mensajeros, Los hijos de doña Sancha, etc.

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En fin, creo haber mostrado cómo el esclarecimiento de los principios que gobiernan la reelaboración cronística de la información referente a los orígenes, crianza y mocedad, antes de llegar a ser caballero, de Rodrigo de Vivar es imprescindible para la reconstrucción de la epopeya y para la comprensión de su evolución ideológica. Pero, a la vez, me parece preciso resaltar que el estudio de esos principios resulta igualmente imprescindible para avanzar en el conocimiento de cómo se fueron formando los textos de las principales «estorias» de España, paso que ha de ser previo a la interpretación de la causa «material», ideológica, que preside los cambios de estructura y contenido y, no digamos nada, a los intentos de explicar los cambios por situaciones históricas y sociales, cuya sincronía con las novedades textuales se suele asumir demasiado expeditivamente (si es que no se cae, de forma aún más grave, en el circularismo de datar la novedad acudiendo a la historia y luego ponerla en relación con ese determinado «tiempo» sociohistórico).

NOTAS 1. Luís Filipe LINDLEY CINTRA , Crónica geral de Espanha de 1344. Ediçào crítica do texto português, Lisboa, Academia Portuguesa da Historia, t. I, 1951. 2. Ramón MENÉNDEZ PIDAL , Poesía juglaresca y juglares, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1924 (citado Poesía juglaresca y juglares), pp. 406-407.

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3. Thomas

MONTGOMERY ,

«The lengthened lines of the Mocedades de Rodrigo», Romance Philology,

XXXVIII, 1984-1985, pp. 1-14. 4. Alan D.

DEYERMOND ,

Epic Poetry and the Clergy. Studies on the «Mocedades de Rodrigo», Londres,

Tamesis Books, 1969, pp. 54-58. 5. José AMADOR DE LOS RÍOS , Historia crítica de la literatura española, Madrid, José Rodríguez, 1863, t. III, p. 85. 6. R. MENÉNDEZ PIDAL, Poesía juglaresca y juglares, p. 406 y n. 1. 7. Charles B. FAULHABER , reseña de la obra Epic Poetry and the Clergy de A. D. Deyermond, Romance Philology, XLIX, 1975-1976, pp. 555-562. 8. A. D. DEYERMOND, op. cit. 9. R. MENÉNDEZ PIDAL , Poesía juglaresca y juglares, p. 408 y Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1957, pp. 315-317; Samuel G. ARMISTEAD , La gesta de las «Mocedades de Rodrigo». Reflections of a Lost Epic Poem in the «Crónica de los reyes de Castilla» and the Crónica general de 1344», PhD Thesis, Princeton, 1955 (inédita), y «The structure of the Refundición de las Mocedades de Rodrigo», Romance Philology, XVII, 1963-1964, pp. 338-345 (citado «The structure»); A. D. DEYERMOND, op. cit. 10. Cito por la Versión amplificada (PCG, pp. 506b, 507a y 508a, respectivamente). 11. S. G. ARMISTEAD , «The enamored Doña Urraca in chronicles and balladry», Romance Philology, XI, 1957-1958, pp. 27-29 (citado «The enamored Doña Urraca») y «The earliest historiographic references to the Mocedades de Rodrigo», enj. M. SOLÀ -SOLÉ, A. CRISAFULLI y B. DAMIANI (eds.), Estudios literarios de hispanistas norteamericanos dedicados a Helmut Hatzfeld con motivo de su 80 aniversario, Barcelona, Hispam, 1974, pp. 25-34 (citado «The earliest historiographie references»), véase pp. 29-30. 12. R.

MENÉNDEZ PIDAL ,

Poesía juglaresca y juglares, p. 385; S. G.

ARMISTEAD ,

«The earliest

historiographic references». 13. R.

MENÉNDEZ PIDAL ,

Primera crónica general de España que mandó componer Alfonso el Sabio y se

continuaba bajo Sancho IV en 1289, 2 a ed., Madrid, Seminario Menéndez Pidal y Editorial Gredos, 1955, p. CLVI. 14. La primera cita la tomo de la Versión crítica (en la ed. de R. MENÉNDEZ PIDAL, Reliquias de la poesía épica española, Madrid, Espasa Calpe, 1951, y 2 a ed. facs., Madrid, Seminario Menéndez Pidal, 1980, p. 225); la segunda cita, de la Versión amplificada (PCG, p. 506 a-b), ya que la Versión mixta y la Versión crítica son similares. 15. L. F. LINDLEY CINTRA, op. cit., p. CCXLVIII; S. G. ARMISTEAD, «The enamored Doña Urraca». 16. Georges

MARTIN ,

Les juges de Castille. Mentalités et discours historique dans l'Espagne médiévale,

París, Klincksieck, Annexes des Cahiers de linguistique hispanique médiévale (6), 1992, pp. 447-450. 17. S. G. ARMISTEAD , La gesta de las «Mocedades de Rodrigo»; ID., «The structure», pp. 20-54, y «A lost version of the Cantar de gesta de las Mocedades de Rodrigo in the second redaction of Rodríguez de Almela's Compendio historial», University of California Publications in Modern Philology, XXXVIII (4), 1963, pp. 299-336; D. G.

PATTISON ,

From Legend to Chronicle. TheTreatment of Epic Material in

Alphonsine Historiography, Oxford, Society for Study of Mediæval Language and Literature, Medium Ævum Monographs - New Series (13), 1983, pp. 84-85. 18. R.

MENÉNDEZ PIDAL ,

ya desde L'épopée castillane à travers la littérature espagnole, París, Armand

Colin, 1910 (citado L'épopée castillane), pp. 133-141; S. G.

ARMISTEAD ,

La gesta de las «Mocedades de

Rodrigo»; ID., «The structure». 19. R. MENÉNDEZ PIDAL, L’épopée castillane, p. 123. 20. S. G. ARMISTEAD, «The structure», p. 342; A. D. DEYERMOND, op. cit., pp. 12-13. 21. R.

MENÉNDEZ PIDAL ,

L'épopée castillane, p. 128; Camillo

GUERRIERI CROCETTI ,

L’epica spagnola,

Milano, Bianchi-Giovini, 1944, p. 378; S. G. ARMISTEAD , «The structure», p. 342; A. D. DEYERMOND , op. cit., p. 13.

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22. G. MARTIN, op. cit., livre III, chap. 1.

RESÚMENES El estudio de la compleja tradición textual de la Estoria de España de Alfonso X ha permitido en tiempos recientes establecer sobre bases nuevas, más firmes, una valoración de la Historia como relato que afecta profundamente a la interpretación de sus textos. La trabajosa revisión del conjunto de la Historiografía heredera de esa tradición textual ofrece, sin embargo, especiales dificultades cuando se trata de comprender la Crónica de Castilla, pues en esta obra convergen reformas revolucionarias de diversa procedencia. Como contribución a un estudio en marcha, se examina en el presente trabajo, con hipótesis y conclusiones muy nuevas, la manipulación por el cronista de la información que toma de dos gestas, Las particiones del rey don Fernando y las Mocedades de Rodrigo The study of the complex textual tradition of the Estoria de España of Alfonso X has recently given rise to a new, more solidly-based assessment of the History as a narrative that profoundly influences the interpretation of related historical texts. However, a painstaking review of the body of historiographic material generated within that textual tradition comes up against special difficulties when faced with the task of understanding the Crónica de Castilla, for here there is a confluence of revolutionary reforms from various sources. This paper presents hypotheses and conclusions which are quite new. As part of a study currently in progress, it examines the way in which the chronicler manipulated the information derived from two gestas – Las particiones del rey don Fernando and Mocedades de Rodrigo

AUTOR DIEGO CATALÁN Universidad Autónoma de Madrid y Fundación Menéndez Pidal

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De la crónica general a la real Transformaciones ideológicas en Crónica de tres reyes Fernando Gómez Redondo

La historia va haciendo a los pueblos, la historia que es algo del hado. Les hace un ideal dominando diferencias, y ese ideal se refleja sobre todo en una lengua con la literatura que engendra. UNAMUNO, En torno al casticismo (1895)

CUESTIONES PRELIMINARES: LOS DISCURSOS DE LA HISTORIA 1

Hay ocasiones en que una crónica, más que un discurso histórico, es un discurso político, es decir, constituye un producto textual creado para interpretar y juzgar unos sucesos determinados1; o lo que es igual: parece un relato concebido para contar esos hechos con una intencionalidad precisa, poniendo en juego una red de perspectivas que permitan enfocar el tiempo de la historia con unas claves ideológicas, emergidas, en última instancia, de unos grupos sociales que son los promotores de esa concreta redacción cronística. No es lo mismo que la crónica sea impulsada por una reina como doña Berenguela, la madre de Fernando III, que por este monarca o por su hijo, Alfonso X, tal y como ha demostrado recientemente Georges Martin2; don Lucas deTúy, don Rodrigo Jiménez de Rada y los compiladores alfonsíes no redactan sus piezas historiográficas desde una voluntad de autoría individual o desde un conjunto de saberes adquiridos (que, en el caso del obispo de Túy y del arzobispo de Toledo podían ser más o menos similares), antes bien, desarrollan su trabajo compilador con la singular pretensión de iluminar y significar la mentalidad, social y política, del tiempo en el que viven, de la persona que les ha encargado esa recopilación de hechos del pasado.

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Al cronista en la Edad Media no sólo le cumple ordenar las pocas o muchas noticias que han podido llegar a sus manos, su cometido principal consiste en contarlas 3, proceso que requiere determinar tanto un espacio de escritura4 como unos ajustes ideológicos a la trama de circunstancias, sociales y políticas, a las que esa producción textual se dirige. De

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esta regulación entre hechos e intencionalidades surgen los géneros historiográficos 5 y, lo que es más importante, se determinan los cauces necesarios para que esos mismos géneros vayan transformándose en función siempre de las expectativas nuevas que han de ser satisfechas6. 3

Esto es lo que ocurre, de una manera especial, en las tres últimas décadas del siglo XIII, ámbito temporal en el que un conjunto de vicisitudes históricas va a producir una profunda variación en las diversas recopilaciones historiográficas que se estaban llevando a cabo en los talleres alfonsíes, hasta el punto, no sólo de interrumpir algunas de estas compilaciones (caso de la Estoria de España) y de impulsar otras (la General estoria), sino, sobre todo, de suscitar una nueva serie de perspectivas que serán las responsables de la aparición del modelo de crónica real, que se va a desgajar, precisamente, del núcleo de formas textuales que está interviniendo en la formación de esa primera crónica general, la cual no sólo dejará tras de sí un rastro de variadas versiones, sino, sobre todo, un conjunto de posibilidades organizativas e interpretativas que son las que están en la base de ese modelo de crónica real.

4

Todo surge, pues, de la Estoria de España y de las distintas fases de elaboración por las que fue pasando7. No por repetida debe descuidarse la declaración que Alfonso X coloca al principio de esta recopilación: E por end Nós don Alfonsso [...] mandamos ayuntar cuantos libros pudimos aver de istorias en que alguna cosa contassen de los fechos d'España [sigue la declaración de fuentes, con el De rebus Hispaniae a la cabeza] et compusiemos este libro de todos los fechos que fallar se pudieron d'ella, desd'el tiempo de Noe fasta este nuestro (1, 4a, 21-47)8.

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Por una parte, se muestra esa voluntad pesquisidora de allegar estorias de cualquier índole, con tal de que contuvieran noticias relativas a los fechos d’España; este talante es el que va a permitir que se incorporen con entera libertad narraciones heterogéneas: desde fablas de los gentiles hasta esos romances y cantares de gesta que, en precisos pasajes, se mencionan9. Pero, por otra parte, Alfonso expone una intención que no puede dejarse sin comentar: los fechos d'España que debía incluir su crónica tendrían que llegar «desd'el tiempo de Noe fasta este nuestro», es decir hasta su reinado, incluyéndole a él, como ocurría en las dos producciones historiográficas anteriores, en las que sus redactores alcanzaron el tiempo inmediato en el que vivían10, y como iba a ocurrir en los posteriores proyectos historiográficos, auspiciados por un monarca: Alfonso XI si se preocupa por rematar o concluirlas crónicas de sus antecesores es para iluminar, desde ellas, el tiempo de su presente; por lo mismo, cuando el canciller Ayala o Álvar García de Santa María inician sus compilaciones, piensan también incluir los hechos más cercanos a su circunstancia temporal. Por ello, no cabe dudar de que Alfonso X cuando afirma que quiere alcanzar este nuestro tiempo es porque pensaba incluir hechos y noticias de su reinado. Es decir, la Estoria de España se impulsó con la pretensión de enmarcar significativamente toda la trayectoria política que le iba a llevar (recuérdese que la crónica comienza hacia 1270) a convertirse en emperador de Occidente11: se trataba de seguir la línea de años de la historia, a través de los sucesivos pueblos –romanos y godos básicamente– que habían ostentado esos derechos imperiales que él iba a asumir 12. Ahora bien, la historia fue muy distinta de cómo le hubiera gustado escribirla a Alfonso X. En cierta manera, se le escapó de las manos y con ello se derrumbó el proyecto historiográfico de esta primera crónica general que debía de haber incluido los fechos de su reinado13.

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Desde la perspectiva de las redacciones conservadas, esto no deja de ser una hipótesis, por supuesto, pero permite sospechar que los compiladores alfonsíes no debían sólo atender a la preparación de materiales sobre el pasado (a través de la ordenación de las traslaciones de obras latinas y árabes al castellano14), seguramente les cumplía también la función de allegar documentos y narraciones sobre diversos hechos del presente, con los que, a la postre, hubiera tenido que ultimarse esa crónica general15.

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Quiere decirse con esto que entre tantos borradores y cuadernos que debieron de prepararse para capitular los hechos, conforme a la consabida estructura analística 16, se redactaría una serie de estarías, por lo común muy breves, centradas en unos núcleos arguméntales que no sería descabellado presuponer, algunos al menos, inspirados por el propio monarca17.

DE LA CRÓNICA GENERAL A LA CRÓNICA REAL 8

Ni la primera crónica general, tal como la editó don Ramón Menéndez Pidal, corresponde a la versión de la Estoria de España que proyectó Alfonso X ni ésta puede conocerse, realmente, hoy día, dadas las distintas versiones que de la misma se conservan. Hasta ahora se venía hablando de versión vulgar y de versión regia como manifestaciones distintas de un mismo borrador compilatorio, del que su mejor representante sería el códice regio alfonsí E, (ms. Y-i-2 escurialense); sin embargo, esta simplificada distinción no atendía a una serie de impulsos cronológicos que son los que reflejan, de modo cierto, la evolución del pensamiento historiográfico alfonsí y el valor que concedía a la historia. Hay que hablar, de esta manera, de una primitiva versión, la redacción más antigua anterior a 1271 18, que se conserva completa hasta finalizar el reinado de Vermudo III y que se amplió, retóricamente, mediante una amplificación que adicionó las noticias relativas al período que va de Fernando I a Alfonso VI19; es posible que la ideología del rey no se viera reflejada de la manera que él quería en este texto20. Hubo, pues, un segundo impulso, que es el que manifiesta la llamada Versión enmendada después de 1274, donde se revisan las noticias relativas a la historia gótica y a los monarcas astur-leoneses21; esta segunda versión tuvo que verse afectada por los avatares políticos y los contratiempos que Alfonso comenzó a sufrir a partir de 1275. Bajo esta perspectiva, cobra especial interés el tercer impulso redaccional, la llamada Versión crítica de la Estoria de España que D. Catalán venía reconstruyendo, fragmentariamente, en diversos testimonios, hasta que, en 1983, pudo ya leerse, en su integridad, en el ms. Ss, comprado por la Caja de Ahorros de Salamanca; este códice era el mejor representante de esa versión que Alfonso tuvo que impulsar entre 1282 y 1284, como parte de la campaña propagandística que quería alzar contra su segundogénito, Sancho; por tanto, esta Versión crítica 22 es la que refleja la última voluntad historiogràfica del Rey Sabio. A estas tres versiones, obviamente, habría que añadir una cuarta, de origen no alfonsí, puesto que se estaría redactando en torno a 1289; ésta es la llamada Versión retóricamente amplificada de 1289 y, de alguna manera, ha de reflejar la mentalidad correspondiente al reinado de Sancho IV; su punto de partida sería un texto de la redacción más antigua, complementado con amplificaciones y fuentes legendarias en el período de Ramiro I a Alfonso VI23. Ha de comprenderse que las crónicas generales que derivan de este complejo sistema lo que hacen es reelaborar estas versiones, mezclarlas entre sí y dar lugar no a nuevas redacciones historiográficas, sino a nuevas refundiciones de una Estoria de España que jamás fue escrita 24, tal y como tuvo que ser planeada. Y no por falta de intentos, como se ha visto, puesto que detrás de cada una de

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estas redacciones deben imaginarse si no unos promotores concretos, sí unas intencionalidades implícitas. 9

La Estoria de España, vinculada estrechamente al presente histórico, conoció por tanto diversas redacciones que dieron pábulo a ese repertorio de versiones, que es al que la crítica siempre se ha enfrentado. Pero, no se olvide, al margen de esas singulares redacciones, en los talleres alfonsíes tuvieron que redactarse variadas estorias o narraciones, conectadas con el tiempo del presente, referidas sobre todo al reinado de Alfonso X, con las que se hubiera informado, en su momento oportuno, la primera crónica general cuando hubiera llegado fasta'l nuestro tiempo, como estaba previsto25.

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Esas estorias (sobre el presente) alcanzarían la forma de borradores seguramente, y no todas tendrían que estar ligadas a los talleres regios; en buena medida, son las responsables del tránsito lógico que se produce, en la Península Ibérica más que en otro sitio, de la historiografía a la narrativa, justo en estas décadas26; también, estas estorias constituirían el soporte de ese entramado de leyendas y noticias fabulosas27 que acerca de Alfonso X entraron a formar parte de diversas producciones historiográficas y de otras obras de muy curiosa naturaleza. Precisamente, uno de los objetivos de este trabajo consiste en reconstruir parte de ese intrincado laberinto de narraciones que se crean en los últimos nueve años del reinado alfonsí, al tiempo que se impulsan otras elaboraciones del proyecto inicial de la Estoria de España28. Ambas actividades tuvieron que ser paralelas.

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Este conjunto de estorias, o de narraciones independientes, que se compuso a lo largo del reinado de Alfonso X no se perdió, si bien tampoco fue aprovechado para la formación de la obra a la que se destinaban. Buena parte de este material, sin embargo, logró cumplir sus propósitos iniciales, es decir, servir de fuente histórica para una crónica, si no general, sí al menos real. En cierta forma, no se podría comprender el paso de un modelo genérico a otro sin el aprovechamiento de las posibilidades (literarias y textuales) que se albergaban en estas piezas narrativas29. Siendo esto así, ha de sospecharse que la que ahora se llama Crónica de Alfonso X (citada CAX) debe lo mismo a estas estorias, diseñadas en vida del propio Alfonso, que a la voluntad cronística con que presumiblemente Fernán Sánchez de Valladolid llevó a cabo la formación de ese conjunto denominado Crónica de tres reyes30. Es más cuando eligió esos materiales –y los que entraron a formar parte de Crónica de Sancho IV (citada CSIV )– lo hace guiado por unos móviles ideológicos, que coinciden, en buena medida, con el soporte de significados con que quiere impulsar la Crónica de Alfonso XI (citada CAXI), que es el texto que mejor representa el pensamiento de Fernán Sánchez de Valladolid.

LA ESCRITURA DE LA HISTORIA: FERNÁN SÁNCHEZ DE VALLADOLID 12

Para valorar, entonces, el recto sentido con que se conformó el conjunto de Crónica de tres reyes es necesario analizar tanto el prólogo que el canciller del sello de la poridad puso al frente de estas tres piezas cronísticas, como atender a las funciones que este cronista otorgaba a la escritura de la historia.

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Es difícil encontrar un historiador que deje traslucir su pensamiento con la transparencia con que este notario mayor del rey se manifiesta. Para Sánchez de Valladolid, la historia no sólo sirve para preservar la memoria de los hechos del pasado, ha de poner en juego, sobre todo, una red de significaciones que el estoriador o escrividor de las estorias (tanto da

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un término como otro) deja patentes en el texto, vinculándolas además a su propio ser, es decir mostrando las perspectivas y finalidades con que esos materiales han sido elegidos. Cuatro ideas resaltan en esta interpretación valorativa de la historia: 14

A. – Al estoriador le cumple, sobremanera, seleccionar los materiales más adecuados para significar unos hechos concretos. Se construye un proceso de escritura que ha de nutrirse, previamente, de otro proceso de búsqueda que también debe ponerse de manifiesto, porque es tan importante como el primero; así, por ejemplo, comienza el cap. LIII 31: Desde luengos tienpos ovieron los reyes de Castilla et de León grandes guerras con los moros, segund que se falla por las corónicas et estorias antiguas 32. Et porque el rey de Granada fincó muy vezino, et el su poderío d'él muy çercano a la tierra del rey de Castilla et de León, el que escrivió estos fechos, cató cuál fue el comienço de los reyes de Granada et quiénes fueron reyes et qué cosas fizieron, et escriviólas en este libro por que los omnes pudiessen saber los fechos cómo acaescieran. Et falló en escripto que aquel tienpo [...] (197ra).

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El cronista exhibe la escrupulosa voluntad con que ha actuado, documentándose33 cuando lo necesitaba, como aquí, en que el relato de los acontecimientos que estaba llevando a cabo le ha exigido un breve excurso aclaratorio sobre las diferentes dinastías de los reyes de Granada. Estas digresiones poseen una intencionalidad informadora muy precisa: el estoriador compila y redacta con los ojos puestos en esos receptores a los que debe ofrecer toda suerte de referencias para que comprendan lo que se les está contando. Es una idea recurrente34: el cronista no sólo tiene presente el tiempo histórico desde el que escribe y al que espera iluminar con esa secuencia de hechos, sino que, incluso, es capaz de imaginar la proyección de esa misma historia, la que él está ordenando, en un tiempo futuro; así se apunta en el cap. CLIX: E esto escrivió aquí el estoriador, porque si en los tienpos que son por venir la Orden de Calatrava fincasse en departimiento, que los que leyessen esta estoria, sepan la razón por qué fue (268rb).

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La historia pondrá a cada uno en su sitio, idea que permite plantear el siguiente principio de este discurso historiográfico:

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B. – El estoriador persigue alcanzar un tratamiento ejemplar de los hechos históricos que presenta, lo que presupone que cuando se cuenta algo es porque se desea que de la historia se desprendan unas concretas lecciones, que pueden llegar a imponer una determinada valoración sobre algún hecho preciso; así, por poner un caso evidente, la batalla de Tarifa se engrandece comparándola a la de las Navas de Tolosa y se indica: Todos los grandes fechos de los muy altos et nobles omnes son de contar et mucho de loar, pero en algunos fechos acaescen cosas por [que] son de loar más los unos que los otros [a lo que sigue la referencia a las dos batallas que se van a contrastar, más esta importante reflexión sobre el cometido que guía la labor de los estoriadores ], et porque es cosa que pertenesçe a los estoriadores et fazedores de algunos libros fazer departimientos en los fechos, por que los ornes sepan cuál es más de alabar, por esto fueron catadas las cosas contenidas en cada una d'estas batallas, et las gentes que vinieron a cada una d'ellas, e fallóse que [...] ( CCLIX, 326rb-326Iva).

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Fazer departimientos, o lo que es igual: sugerirlos modos con que han de ser interpretados esos acontecimientos.

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C. – Cuando esto ocurre es porque el cronista tiene muy claras las ideas de qué es lo que quiere decir y por qué lo dice de esa manera; de que hay unas obligaciones atingentes a su labor de estoriador y de que hay una autoridad, la suya, que debe poner de manifiesto en el relato de los hechos. No es de extrañar, entonces, que el historiador explique los motivos

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por los que incluye un determinado suceso en la crónica, como ocurre al final del cap. CCLXIX: Et esto d'este riepto fue aquí escripto, porque es cosa que tañía a la persona del rey, et si otro fecho acaesciere en caso semejante, que sea fallado en escripto el juicio que sobre esto se dio (336va). 20

Los hechos se ordenan en una crónica para poner en evidencia los juicios que de los mismos puedan derivar35. Quizá sea esa voluntad enjuiciadora la que le permita, incluso, prescindir de algunas noticias que no considera oportunas y ello lo hace mediante una nueva exhibición de su autoría, como se refleja en el cierre del cap. CCLXXXV: Et como quier que en este mes passaron otras cosas en la hueste, pero el estoriador tovo que éstas eran las que cunplían ser puestas en esta estoria (345ra) 36.

21

Bien es cierto, que aquí está actuando una perspectiva testimonial. Seguramente el cronista se ha hallado presente e informa desde la inmediatez a unos sucesos, que han podido incluso afectarle de modo extraordinario37.

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D. – En todo caso, vinculada a esa presencia del cronista en la estoria, debe señalarse su función de moralizador, distinta de la anterior perspectiva ejemplar; una cosa es que de la estoria se desprendan unas enseñanzas y otra, muy distinta, que sea el estoriador el que las muestre; así se cierra el capítulo destinado a narrarla deserción del conde de Fox en la cerca de Algeciras: Et esto escrivieron en esta estoria por contar los serviçios que el Conde de Fox fizo al rey en esta çerca, ca assí como es de contar los bienes que fazen los buenos servidores, non se deve olvidar lo que fazen los que non han voluntad de fazer bien, [ca de] otra manera todos serían tenidos por iguales ( CCCXXI, 369ra).

23

En fin, estas cuatro ideas permiten comprender las claves de actuación de Fernán Sánchez de Valladolid no sólo en la concreta ejecución de la CAXI, sino lo que es más importante en la formación de esas tres crónicas preliminares: 1° selecciona unos materiales (por lo común preservados en alguna clase de escripto), 2° en función de su ejemplaridad, 3° mediante la aplicación de unos criterios de autoridad, que le permiten emitir una serie de juicios, 4° para moralizar sobre el valor de esos hechos que ha narrado.

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De estos principios, dos resultan fundamentales: por un lado, el control y el dominio que el cronista ejerce sobre los materiales que ha reunido, por otro, la valoración global que se otorga a la estoria. Hay en CAXI un breve capítulo, el CCCXXX, que muestra la compleja y difícil labor a la que en ocasiones tenía que enfrentarse Sánchez de Valladolid: Por contar los fechos et las cosas que fasta aquí passaron en el real, avernos dexado de dezir muchas cosas que acaesçieron por la mar a la flota de los christianos, después que este rey don Alfonso de Castilla veno çercarla çibdat de Algezira. Et porque fueron muchos los fechos et las cosas que acaesçieron, más de las que avernos contado, et el que lo escrivió non pudo acordarse de todo, diziendo cada una de las cosas por sí, pero contaremos de aquí adelante algunas d'ellas en general et d'ellas en espeçial. E después tornaremos a contar todas las otras cosas que acaesçieron por la tierra, cada una en su logar, segund conviene a la estoria (375 vab).

25

Esta declaración permite comprender las razones que le llevaron a Sánchez de Valladolid a formar el conjunto de Crónica de tres reyes: él no podía contar «los fechos et las cosas que fasta aquí pasaron» sin el lógico antecedente de los tres reinados anteriores; ahora bien, como él no se encontraba allí, él, que es quien lo está escribiendo, incapaz de alcanzar una cumplida información sobre esos hechos, procederá a contar unas cosas en general y otras, las que estime desde esa capacidad enjuiciadora que antes ha revelado, más en

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particular. La aplicación de estas ideas es la que propicia la conversión de la crónica general en crónica real.

EL PRÓLOGO A CRÓNICA DE TRES REYES 26

La semejanza entre este breve epígrafe y el prólogo al conjunto de las tres crónicas, pone de manifiesto una misma voluntad de actuación; obsérvense algunas de las ideas que Sánchez de Valladolid articula en esta pieza liminar38:

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A. – El recurso al tópico de la memoria y de la necesidad de escribir los hechos del tiempo pasado implica la misma dimensión ejemplar determinada en CAXI: entendiendo que por esta guisa las podrían mejor saber los que viniesen después d'ellos e aquellos fechos fincarían guardados e durarían luengos tienpos (f. 1ra).

28

B. – De esos hechos del pasado, los más notables –los que se seleccionarán sobre todo– son los relativos a los reyes, destacando una singularidad que debe enmarcarse en el auge reconquistador de Alfonso XI: señaladamente de los reyes de Castilla e de León que por la ley de Dios e por acresçentamiento de la santa fe católica tomaron muchos trabajos e se pusieron a muchos peligros en las lides que ovieron con los moros echándolos de España (loc. cit.).

29

C. – Este noble propósito –casi providencialista– es el que justifica el deseo de Alfonso XI de recuperarla línea cronística interrumpida: Et por esto el muy alto e muy noble e mucho onrado e muy bien aventurado señor don Alfonso [...] aviendo a voluntad que los fechos de los reyes que fueron ante que fuesen fallados en escripto, mandó catar las coránicas e estorias antiguas e falló escripto por coránica en los libros de su cámara los fechos de todos los reyes que fueron en España desde los primeros reyes godos fasta el rey Rodrigo, e después desde el rey don Pelayo, que fue el primero rey de las Asturias e de León, fasta el tienpo que finó el rey don Ferrando... (loc. cit. ab).

30

Parece deducirse de estas referencias que en corónica estaban metidos los hechos con una ordenación además que corresponde con la división en dos volúmenes de la EE, tal como se conserva en los dos códices escurialenses39.

31

D. – La promoción regia de este conjunto cronístico lleva aparejada una suma de valoraciones sobre el sentido con que la historia debe escribirse, muy similares a las esgrimidas por el mismo Sánchez de Valladolid en CAXI: Et porque acaesçieron muchos fechos en los tienpos de los reyes que fueron después de aquel rey don Fernando e de los reyes que de él desçendieron los cuales fechos non eran puestos en corónica, por ende este rey don Alfonso, que es llamado el conqueridor, entendió que aquellos fechos fincavan en olvido, et por que fuesen sabidas las cosas que acaesçieron en los tienpos del rey don Alfonso, su visabuelo, el sabio, e en el tienpo del rey don Sancho el bravo, su abuelo, e en tienpo del rey don Fernando su padre, mandólas escrivir en este libro por que los que de aquí adelante vinieren sepan en cómo pasaron las cosas en tienpo de los reyes sobredichos (loc. cit.).

32

Ha de quedar claro que lo que se afirma es que la crónica de estos reyes no estaba formada, lo cual no presupone que algunos de sus materiales no estuvieran escritos. Es necesario, además, insistir en la moralidad atingente a las redacciones cronísticas, tal y como se determina en el último párrafo y tal y como, una y otra vez, se pone de reflejo en esa CAXI que queda presentada con este grupo de crónicas.

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33

Si como parece cierto, Sánchez de Valladolid redacta las tres primeras crónicas reales, esa labor la lleva a cabo desde los materiales de una crónica general que quedó sin formar y desde una teoría valorativa de la historia, la que se pone en juego en este prólogo, pieza esencial, por tanto, para calibrar la transformación que sufren los modelos historiográficos alfonsíes.

LA FORMACIÓN DE CRÓNICA DE TRES REYES 34

Nada de extraño tiene que pueda considerarse a Sánchez de Valladolid como un estoriador alfonsí, si no en la defensa de la figura de este rey40, sí, al menos, en la adaptación del modelo de la primera crónica general a sus fines particulares. A él le han pedido dos cosas: primero, que ponga en coránica la trama de los hechos del pasado más reciente y, segundo, que valore desde los mismos las circunstancias del presente. Por tanto, él debe arreglárselas de tal manera para que las tres crónicas constituyan el soporte ideológico de la que dedica a Alfonso XI. Y, para ello, su punto de partida no es otro que esa Estoria de España, conformada por los dos volúmenes que llegaban hasta el tiempo de Fernando III; de ella va a imitar pautas de ordenación (la secuencia analística), procedimientos organizativos y, sobre todo, un rico lenguaje formulario, que le permitirá exhibir su presencia y su autoridad en el discurso histórico conformado41.

35

Atendiendo a estos modos de escritura es curiosa la relación que se establece entre estas cuatro primeras crónicas reales: CSIV y CFIV poseen una misma dimensión estilística, frente a CAXI y CAX que, desde un punto de vista formal, poseen similares orientaciones. Por decirlo de un modo claro: el estoriador no deja asomar, siquiera una sola vez, su presencia en CSIV y CFIV, mientras que en las crónicas dedicadas a los dos Alfonsos no desperdicia ocasión de meter baza para enjuiciar e interpretar los hechos. Y siempre con la misma voluntad42.

36

Las perspectivas que antes se han esbozado en CAXI pueden también testimoniarse en CAX, pero no en las dos producciones siguientes. Obsérvense algunas de estas similitudes:

37

A. – En CAX el trabajo del cronista se exhibe continuamente, ya sea para manifestar el conjunto de escriptos consultados43, entre los que caben relaciones de campañas militares44 o documentos oficiales45, ya para mostrar los límites de esa pesquisa realizada, mediante indicaciones que permiten al cronista destacar su figura como eje del discurso que está constituyendo46.

38

B. – La selección de materiales practicada revela finalidades ejemplificadoras. Es el mismo principio que en CAXI: no todo puede contarse y cuando algo se cuenta es para que surta unos determinados efectos; es el valor testimonial de la historia el que se pone en ejecución; así, en el año 1271 se narra el modo en que se coaliga el bando hostil a Alfonso, precisando: Los perlados del regno que eran allí con el rey en aquellas cortes trabajáronse de poner departimiento entre el rey e aquellos ricos ornes e plógoles que non oviese sosiego, e aun dize la estoria que don Felipe e los ricos ornes non se fueran de allí si non por su consejo e esto fazían ellos cuidando que por aquello les otorgaría este rey todo lo que pidiesen (BMP 563, 20ra).

39

La «estoria dize» aquello que quiere decir, no sólo aquello que ha ocurrido, poniendo en juego las perspectivas para entender la trama de hechos que se presenta.

88

40

C. – La seguridad con que el cronista dispone unos materiales la evidencia un nutrido repertorio de fórmulas, muy parecido al que muestra CAXI ; se trata de anticipar situaciones narrativas47, ordenar las líneas argumentales48, identificar los hechos que relata49 y organizar el modo correcto en que deben de ser conocidos los episodios que ofrece50; por este cauce pueden deslizarse juicios de la más variada índole; obsérvese la siguiente precisión sobre el valor de la historia incorporada a los hechos de 1272: Como de buena razón sea que las cosas que son fechas por los mayores sean escriptas primeramente que las que son fechas por otros que son menores, por esso diximos fasta aquí de cómo el rey don Alfonso oyó lo que 1'enbiaron dezir los ricos omes e la respuesta qu'él dio, e dexamos de contar las posturas que los ricos omes ovieron con el rey de Granada, e la estoria cuéntalo en este logar e dize assí [... | (10132, 29rb).

41

Este dominio del discurso histórico es el que lleva al cronista a decidir cuándo puede contar algo y en qué lugar será más conveniente ese relato; así cuando explica las conversaciones que doña Violante mantuvo con los rebeldes se precisa: por esto non se pusieron aquí las condiçiones que mandó poner en los pleitos, otrosí porque lo libró ella mejor de cómo gelo mandó el rey e la manera del libramiento la estoria lo cuenta adelante... (36vb).

42

En suma, se trata del mismo valor testimonial que se había esgrimido en CAXI; el cronista cuenta lo que sabe también en función de lo que ha vivido; así, al entraren el año de 1275 se determina: agora la estoria contará las cosas que acaesçieron en el reino de Castilla e de León en cuanto el rey fue esta ida, ca lo que fizo e las cosas cómo pasaron con el rey don Alfonso, el escrividor non las sopo nin las puso aquí porque las non vio (43ra) 51.

43

Este escrividor –o estoriador, como se determina en otros lugares 52– no puede ser otro que Fernán Sánchez de Valladolid, mostrando el rigor con que está llevando a cabo la labor que se le había asignado.

LA SIGNIFICACIÓN DE CRÓNICA DE ALFONSO X 44

Esta CAX es tan problemática como la de su bisnieto; no sólo coinciden problemas y situaciones políticas similares, sino que parece que la formación de esa CAX obedece precisamente al deseo de contrastar ambos reinados y de que pudieran valorarse las enérgicas actuaciones con que Alfonso XI logró bajarlos humos a la nobleza levantisca (siempre los mismos: los Lara, por un lado, por otro, los hijos de esos infantes tan hostiles al Rey Sabio) y cómo pudo reanudar, con notables éxitos, las empresas militares contra los moros.

45

Por tanto, en CAX puede apreciarse poruña parte esa dimensión estilística (tan semejante a la de Estoria de España por la participación del cronista en el relato de los acontecimientos), y por otra, esa preocupación por definir un ámbito ideológico que justifique unas acciones y ayude a fijar unas líneas maestras de actuación política. Este último plano lo manifiesta CAX mucho mejor que las otras dos crónicas siguientes, puesto que no en vano CSIV y CFIV constituyen los lógicos antecedentes del pensamiento de Alfonso XI; hay una homogeneidad de ideas entre abuelo, padre e hijo absoluta, sobre todo si se recuerda que la figura que cruza estos tres reinados no es otra que la de doña María de Molina, feliz inspiradora de la visión histórica que defiende Sánchez de Valladolid. Sólo la CAX se escapa de esta armónica interpretación de la historia. De hecho,

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las mayores dificultades a que tendría que enfrentarse este canciller del sello de la poridad no se circunscribirían solamente a buscar noticias sobre hechos tan lejanos, sino a construir con las mismas un relato que resultara uniforme y del que pudieran proyectarse una serie de significaciones hacia el presente en el que se encontraba. Aquí hay un hecho claro: al tiempo que Fernán Sánchez de Valladolid, otro cronista se halla hurgando en estos hechos del pasado, de una forma muy intencionada y con el claro propósito de atacar la figura de un monarca que le había humillado una y otra vez. Por supuesto, se trata de don Juan Manuel y de su Libro de las tres razones, escrito no sólo para vengarse de las paces onerosas que ha tenido que firmar con su rey, sino para demostrar que la línea de su linaje se encuentra muy por encima de la del monarca reinante 53. No es seguro calibrar hasta qué punto Alfonso XI pudo tener noticias de la carrera literaria de don Juan Manuel, pero lo que sí es cierto es que éste no desaprovechaba ocasión para publicar tales razones54. En todo caso, los dos proyectos se encuentran muy cercanos en el tiempo, puesto que parece que don Juan Manuel redactó su tratado entre 1342 y 1345. 46

Sea como fuere, la crónica que construye Sánchez de Valladolid, muestra una historia muy distinta de la que había contado el noble. Para empezar habría que recordar el respeto con que en CAX son tratados los personajes aragoneses (singularmente doña Violante, de la que se encarecen sus virtudes diplomáticas) y el poco apego que se siente hacia la corona portuguesa, de ahí que una de las principales líneas argumentales de CAX consista en achacar al Rey Sabio la culpa de las malas relaciones entre estos dos reinos a cuenta del matrimonio de su bienamada hija doña Beatriz con don Alfonso de Portugal, a quien Alfonso X ayudará a obtenerla corona. Este episodio posee una enorme trascendencia puesto que revela la capacidad de análisis político con que Sánchez de Valladolid redactaba la crónica, ya que tras anunciar el desarrollo de esta materia, el cronista extrae de la misma una lección más pensada para iluminar el presente que para juzgar el pasado: Et así como este rey don Alfonso de Castilla fue en deseredar al rey don Sancho de Portugal, así fue él deseredado en su vida por el infante don Sancho, su fijo, e por todos los más de los regnos de Castilla e León, e veno por este casamiento muchos males e daños e muertes a Castilla segunt adelante vos contaremos e aun se sigue oy día e non sabemos lo que adelante se seguirá (3ra).

47

No sólo se esboza la que posiblemente sea la línea argumental más importante de la crónica –la guerra de padre e hijo–, sino que el presente del cronista se cuela en esta redacción55. Así parece claro que Sánchez de Valladolid lo que pretendía era legitimar la dinastía reinante, es decir ese linaje que nace del rebelde don Sancho y de la reina doña María de Molina, y sobre todo cortar las alas a una nobleza a la que se muestra como la gran culpable de los males políticos: ni Lara ni Haro, ni infantes ni hijos de infantes, todos salen malparados en el retrato que de ellos ofrece el cronista. Tales son las intenciones con que se redacta CAX.

LA FORMACIÓN DE CRÓNICA DE ALFONSO X 48

Materiales no tuvieron que faltarle a Sánchez de Valladolid; dispondría de diversos documentos oficiales conservados en la cámara del rey –entre los que se contaría una riquísima colección epistolar de la que se da cumplida cuenta56–, de las corónicas antiguas en las que estarían registrados y ordenados los hechos hasta el reinado de Fernando III y de esa serie de estorias particulares, redactadas a lo largo de la vida de Alfonso X y de

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Sancho IV con el fin de preservar el recuerdo de unos hechos y, lo que es más importante, de mostrar las perspectivas con que debían de ser entendidos. Quiere decirse con ésto que Sánchez de Valladolid no sólo tuvo que hacer frente a una documentación más o menos caótica, sino a un conjunto de materiales literalizados que acogió, con mayor o menor gana, en su crónica en función de los intereses del relato. 49

No es difícil reconstruir el proceso de formación de la CAX; basta con atender a las propias indicaciones ofrecidas por Sánchez de Valladolid, acerca precisamente de las dificultades que le plantearon los materiales que tuvo que integrar para formar un coherente (e intencionado) relato.

50

El proceso sería el siguiente (y nótese que se ajusta de alguna manera a las tres versiones de la EE impulsadas por el mismo Alfonso X): tal y como hoy se conserva la CAX pueden fácilmente distinguirse tres secciones de tono muy diferente en la articulación de sus capítulos: a) una suma de estorias caballerescas dedicadas a los primeros años del reinado de Alfonso X, que reuniría hechos supuestamente acaecidos entre 1252 y 1270; b) un relato dedicado a la rebeldía del infante don Felipe y de algunos ricos hombres, refugiados en Granada, que cubriría los años de 1270 a 1275; y c) la compleja historia de los sucesos posteriores a la muerte del infante don Fernando. Perspectivas historiográficas, entonces, apuntadas antes de 1271, enmendadas en torno a 1274, corregidas, en fin, en los últimos años del reinado alfonsí.

51

Seguir de cerca estas tres secciones permitirá evaluar qué componentes textuales intervinieron en su formación. La mayor parte de las noticias que se alinean en la primera sección o son fabulosas o resultan inciertas, tanto por su cronología como por los personajes que intervienen en los sucesos57. Ello no implica que no estén relatadas con un gran detallismo, proceso al que no sería ajena una literalización muy profunda de sus líneas arguméntales, mediante frecuentes descripciones, diálogos e intrigas hábilmente dosificadas.

52

Dos pretensiones se descubren detrás de estos relatos: a) razonar, partidistamente, las disputas y las desavenencias que el rey mantuvo con dos hermanos suyos, los infantes don Enrique y don Felipe, sobre todo con este último, y b) configurar un retrato modélico del monarca, para demostrar la importancia y trascendencia de su elección como emperador de Occidente. En esta zona inicial de la crónica es donde F. Sánchez de Valladolid manifiesta una mayor inseguridad al combinar las noticias que ese conjunto disperso de fuentes le ha proporcionado; hay, incluso, indicaciones que harían sospechable la existencia de un relato plenamente conformado, que no sabe bien cómo abordar; así, en el arranque de la crónica, en el año de 1252 se señala: Porque la estoria trae el cuento de los años d'este rey desde enero pusieron estas cosas sobredichas en los primeros siete meses d'este año de mili e dozientos e noventa años (f. 2ra).

53

Ese «pusieron» no puede referirse a Sánchez de Valladolid, al cronista que está situado en el siglo XIV; cuando él deja asomar su figura –como se ha visto en CAXI– siempre se refiere a sí mismo como el «estoriador» o el «escrividor de las estorias»; este plural «pusieron» – como otros que luego se comentarán– revela que Sánchez de Valladolid tiene ante sí un borrador, quizá un cuaderno de esos talleres alfonsíes, con un relato, más o menos cronístico, de los acontecimientos de esos primeros años. Un borrador que debe confrontar y armonizar con las «estorias» ya puestas en crónica, a las que a veces se remite para intentar compaginar unos datos con otros; así, al mencionar los peligros que seguían existiendo en torno a Sevilla se recuerda la conquista de esta ciudad, ya narrada

91

en su lugar correspondiente58; del mismo modo, Sánchez de Valladolid debe, a veces, contrastar esas referencias cronísticas con otras referencias textuales que le ocasionan serios problemas, como pone de manifiesto al abordar los sucesos de 1261: porque en los fechos que acaesçieron en el tienpo del rey don Ferrando, su padre, dize la ystoria que este don Alfonso seyendo infante que ganó el reino de Murçia [...] e esto pertenesçe ser puesto en los fechos d'este rey don Alfonso e porque se falla en escripto en otras partes que aquel Abenhuxel non reinava en Murçia e el estoriador siguiendo lo que falló escripto dize que en la era de mili [...] (6va) 59. 54

¿En qué «otras partes» se encuentra relatada la conquista del reino de Murcia, aparte del relato cronístico que ya estaba configurado? ¿Cómo estaría narrada esa conquista como para provocar en Sánchez de Valladolid –el «estoriador»– esa necesidad de «reelaborar» materias arguméntales contrapuestas? Ésta es otra noticia que demuestra, con claridad, que había una «estoria» redactada y que lo que se está haciendo aquí es aplicar una estructura cronística a unos materiales previos, muy ideologizados, que son los que se anuncian con ese término «escripto». Así, por ejemplo, en el año de 1263, al referir las ayudas que el nazarí recibe de Ibn Yúçuf se menciona un personaje que parece emerger de los romances de materia caballeresca: e venía por cavallero d'ellos un moro que era tuerto del un ojo e dezíen que era de los más poderosos que avía de allén la mar (8ra).

55

Obsérvese que la matización descriptiva se apoya en un «dezíen» que solamente puede remitir a uno de esos escriptos que, por cierto, se menciona acto seguido: E segund lo que se falló en escripto dizen que éstos fueron los primeros cavalleros ginetes que pasaron aquén la mar después que el rey Miramamolín fue vençido [...] (loc. cit.).

56

Es verdad que este escripto puede tratarse de una relación de la campaña militar que se está describiendo, pero extrañaría, en ese caso, la presencia de tantas matizaciones descriptivas y precisiones literarias.

57

Lo cierto es que para estos primeros años, Sánchez de Valladolid cuenta con la ayuda de un escripto que puede rastrearse en referencias que llegan a 1265 60 y a 1267, donde por mor de describir las maniobras diplomáticas de Alfonso para casar a su primogénito con doña Blanca, la hija de San Luis, se indica: E en este año que aquí dize era bivo don Luis e morió en el año de la nasçençia del Nuestro Señor Jhesu Christo de mil e dozientos e setenta años (9v).

58

El aquí dize puede ser entendido como en este año dicho, pero también como en el año que figura en este escripto, quizá lo más probable, a la luz de las referencias textuales anteriores.

59

Posiblemente no se han conservado todos estos materiales; además si se contara sólo con los vestigios que ofrece la CAX, resultaría imposible deducir su primera naturaleza. De momento, caben dos posibilidades: o bien con estas narraciones fabulosas se proyectaba construir una estoria , o bien pueden tratarse de sucesos registrados con una precisa literalidad y que esperaban vez para ingresar en el espacio de la primera crónica general. Tampoco estos dos planteamientos resultan contradictorios entre sí61, como se indicará más adelante.

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Los núcleos arguméntales, que testimonia CAX, poseen una curiosa ambigüedad. Hay un hilo narrativo pensado para configurar un retrato modélico de Alfonso, asemejable a los de Carlomagno o de Arturo, pero junto a esta estimación positiva pueden encontrarse juicios o valoraciones muy críticas, alzadas si no contra su persona, sí contra su conducta.

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Esta dualidad es la que permite pensar que un relato inicial de sus hazañas fuera manipulado conscientemente por un discurso historiográfico, como es el que está construyendo Sánchez de Valladolid. Indudablemente, él no puede renunciar a contar unos episodios que eran de sobra conocidos por todos; ahora bien, tenía la entera libertad de interpretarlos a su albedrío. Que es lo que hizo. 61

Debe tenerse, además, presente que la CAX no es la única crónica que registra los hechos de este monarca, o lo que es lo mismo, la única crónica que se beneficia de las noticias reunidas en este relato inicial. Al menos, tres crónicas generales lo acogen al articular la trama de circunstancias ligada a la sucesión al trono de Alfonso X: 1° un manuscrito U' de la Crónica manuelina continuada62, 2° una serie de tres manuscritos de la Crónica de Castilla 63 y 3° una curiosa compilación cronística, derivada de una de las primeras traducciones del De rebus Hispaniae de don Rodrigo Jiménez de Rada; se trata de la Estoria del fecho de los godos (citada Efg), en ocasiones llamada Cuarta crónica general 64 o Traducción interpolada del Toledano de h. 1455, ya que alcanza esta fecha en la presentación de los hechos; su base es un Toledano romanzado, adicionado, desde el momento en que termina la crónica de don Rodrigo, con toda suerte de referencias, más o menos heterogéneas, como demuestran los materiales que se incluyen en los reinados de Alfonso X y de Sancho IV; muchos de ellos coinciden con los que entraron a formar parte de esas crónicas reales, ordenadas por F. Sánchez de Valladolid para significar los años finales del reinado de Alfonso XI. Pues bien, las noticias que comparten esa Cr. manuelina, los tres mss. de la Cr. Castilla y la Efg ofrecen un mismo relato, lleno de incertidumbres y de inexactitudes históricas, que se inicia con la llegada de la infanta Cristina de Noruega a la Península y que finaliza con el episodio en que Sancho IV se cobra la vida de su privado don Lope Díaz de Haro. Este es el relato al que D. Catalán ha llamado Historia hasta 1288 dialogada65.

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Que tres crónicas generales, distintas además entre sí, coincidan en ofrecer una misma versión de unos hechos, con muy pocas variantes, ratifica la existencia de una estoria, puesta ya en escripto, que es la que testimonia F. Sánchez de Valladolid cuando está procediendo a construir la CAX y cuando se encuentra, como se ha visto, con que de una misma noticia hay dos versiones enfrentadas: poruña parte, los datos conservados en la cancillería, por otra, las peripecias narrativas de esta estoria que parecen, al menos, en principio, referirse a lo mismo.

63

Ahora bien, el problema comienza con las contradicciones que presenta el relato de las crónicas generales. Por un lado, se construye una imagen idealizada de Alfonso X; incluso, la guerra entre padre e hijo se refiere desde este bando. Por otro, como si no hubiera ocurrido nada, el reinado de Sancho IV se dedica a glorificar la figura del segundogénito de Alfonso y a legitimar sus derechos frente a los de sus sobrinos. Estas dos visiones tan contrapuestas demuestran que estas crónicas generales se nutren, para cada monarca, de una estoria distinta. ¿Cuáles serían esas estorias?

64

Como hipótesis de trabajo, aun siendo arriesgada, planteo la siguiente propuesta: por una parte, estaría actuando la que he llamado en otra ocasión66 la Estoria del rey don Alfonso, formada con materiales que se estarían preparando para la EE y que se literalizaría profundamente en los años finales del reinado de este monarca; por supuesto, de ella surge una visión muy partidista de la guerra civil; terminaría con la muerte del Rey Sabio. La segunda estoria, reflejada por las crónicas generales, la favorable a Sancho, sí que se correspondería con esa Historia hasta 1288 dialogada67, la de inspiración molinista, que sería mejor llamar Estoria del rey don Sancho; esta estoria reelaboraría, en buena medida, la anterior, eliminando argumentos y razones jurídicas favorables a don Alfonso de la Cerda

93

y rehaciendo una serie de episodios para modificar el carácter positivo con que Alfonso X había sido modelado; sobre ese telón de hechos negativos, resaltaría la necesidad que tendrían Castilla y León (tratados casi como un personaje) de un monarca dotado de la firmeza y energía de Sancho, dos virtudes además que se extienden hasta el magnicidio de Alfaro de 1288, que no podrían entenderse sin los sucesos de la vida de su padre, demasiado plegada a la voluntad de una incordiante nobleza. 65

Asentados estos principios, conviene colocar ahora la tarea –selectiva y moralizadora– de Sánchez de Valladolid; él cuenta las cosas –recuérdese– en función de un escripto que no puede ser otro que esa Estoria del rey don Sancho (la molinista, una vez más) desde la que conoce algunos episodios relativos a Alfonso X, amén de los datos que encuentra en la cancillería; por supuesto, esas peripecias ya van enjuiciadas negativamente y la guerra civil se narrará desde el bando de Sancho; para la CSIV no tiene más que atenerse a unas líneas arguméntales en todo favorables a este monarca.

66

En este momento, es donde cabe situar el testimonio de los tres mss. interpolados de la CAX, porque son ellos los que demuestran la existencia de esas dos estorias antes esbozadas. ¿Qué ocurre, por ejemplo, en el ms. S? Su formador iba refiriendo los hechos de la guerra conforme a la tradición oficial de CAX 68, por tanto, iba alineando las circunstancias que mostraban al infante don Sancho en plena soledad, abandonado prácticamente por todos, rodeado de enemigos y amenazado por la alianza que su padre había firmado con Ibn Yúçuf; la crónica perfila esta situación de la que emerge un héroe enfrentado ante la desdicha: e llególe mandado cómo el infante don Johán andava fablando con los conçejos de Toro e de Çamora e de Benavente e de Villalpando e de Mayorga para tomarlos con ellos, et otrosí el infante don Pedro su hermano fazía esta fabla misma con los consejos de Salamanca e de Çibdat Rodrigo e con todos los de esta tierra e otrosí llegó mandado en cómo don Lope fablara con los conçejos de Castilla e que traía su pleito con ellos contra él69. E otrosí llegó mandado en cómo el rey don Alfonso e el rey Abeyúçef de Marruecos eran llegados a Éçija e que venían sobre Còrdova (55v b-56ra).

67

En este punto se inicia la interpolación del manuscrito S al incluir la materia relativa a las negociaciones de Alfonso con el marroquí para que lo viniera a ayudar, extendida a lo largo de sus caps, XCVI-XCIX, inclusives (f. 56ra-60vb), hasta que en el cap. c se conecta de nuevo con la misma materia de CAX, provocando unos cuantos problemas de ajuste; así se indica: E agora contar vos hemos cuál fue la razón por qué e cómo pasó Aben Yúçef aquén la mar, en ayuda del rey don Alfonso, segunt lo fallamos en escripto conplidamente.

68

Es, por tanto, otro escripto el que se está consultando para obtener estas noticias. Bien puede tratarse de una de esas crónicas generales, bien puede ser un eco de la Estoria del rey don Alfonso. En todo caso, los materiales son los mismos. Una vez que los datos nuevos se hayan ofrecido, el formador de S anuncia su intención de seguir con la historia oficial de F. Sánchez de Valladolid, que es la que se corresponde con la versión de la Estoria del rey don Sancho (o Historia hasta 1288 dialogada): E después vos tornaremos a contar de los consejos que ovo el infante don Sancho sobre estas nuevas e mandados que le eran llegados estando él en Mérida, como dicho avemos (56ra).

69

Y esto no se olvida; su formador, una vez que ha incluido los materiales que conocía de esa Estoria del rey don Alfonso, sigue el trazado cronístico en el punto en que lo había dejado, lo que le obliga a recuperar el hilo argumental de la redacción oficial:

94

E agora nos tornaremos a contar más breve [porque esa estoria favorable a Alfonso representaba, al fin y al cabo, el relato amplio] qué es lo que fizo el infante don Sancho después que ovo las nuevas e los mandados que le llegaron, estando él en Mérida, segunt diximos suso del infante don Juan, su hermano, e del infante don Pedro, su hermano, e de don Lope Díaz, señor de Vizcaya, que querían ser contra él. E del rey don Alfonso su padre e del rey Aben Yúçaf de Marruecos que pasara de allén la mar, en ayuda de su padre, [ha de notarse el esfuerzo, en el formador de esta versión, de resumir líneas argumentales que ya habían sido contadas] e que benían amos estos reyes sobre la çibdat de Córdova onde el infante don Sancho avía dexado la infanta doña María, su muger, e a otros muchos ricos ornes e maestres e cavalleros con ella. 70

Éste es el momento en que el redactor de la crónica se sitúa de nuevo en el mismo punto de partida al que había llegado al final del cap. XCV; entonces, en un intento –bastante forzado– de coordinar las dos materias argumentales, se ve obligado a ofrecer la siguiente explicación: E esto tornamos a contar porque la estoria lo cuenta en dos maneras, pero que amas tornan por de una razón (60 vb).

71

El cronista lo que quiere es explicar que hay dos maneras de contar una misma estoria, que es la relativa a la guerra entre padre e hijo, dos maneras porque hubo dos bandos y porque se debió de proceder a reunir noticias para fijar dos relatos; evidentemente, la razón (o sea, los hechos) en las dos ocasiones es la misma70.

72

Este pequeño laberinto de estorias y de redacciones historiográficas auspiciadas desde perspectivas muy partidistas es uno de los cauces que provoca la transformación de los modelos cronísticos alfonsíes. Uno de los objetivos de este seminario71.

CONCLUSIONES 73

1° F. Sánchez de Valladolid es uno de los principales destinatarios de la historiografía alfonsí; tanto por los materiales que recibe como por la transformación ideológica a que somete esos modelos cronísticos.

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2° Por ello, es necesario valorar la crónica real, no sólo como documento histórico que es lo que siempre se ha hecho, sino como objeto literario, que va ajustándose a las distintas circunstancias políticas y sociológicas por las que va pasando: transformándolas y transformándose. Esto se percibe mejor en una crónica real que en una crónica general.

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3° Debe además apreciarse la continuidad de los modelos historiográficos alfonsíes – objeto de este coloquio– no sólo en la serie de crónicas generales, sino también en estas tres primeras reales que se construyen, además, como continuación, lógica y consecuente, de la Estoria de España.

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4° De esa primera crónica general, entonces, los estoriadores imitan procedimientos y técnicas narrativas, incluyendo un rico lenguaje formulario que pasará a la prosa de ficción. También esos cronistas se enfrentan a materiales, como ocurre en el caso de CAX, que no habían sido aprovechados para la formación de la EE.

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5° Por esto, estas tres primeras crónicas reales, que salen de la mano de F. Sánchez de Valladolid, constituyen un mosaico narrativo, compuesto de múltiples estructuras literarias, no sólo documentos de carácter oficial.

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6° Por último, es necesario distinguir en la que hasta ahora se ha denominado Historia hasta 1288 dialogada dos relatos de índole bien distinta, que pueden reconstruirse con

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ayuda de las crónicas reales y generales. Si esto es así es porque en estas dos formas cronísticas residen unos mismos comportamientos historiográficos. Que es lo que se trataba de demostrar aquí.

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97

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Paidós, 1992.

ANEXOS

ADDENDA [1995-2000] Cinco años son suficientes para envejecer cualquier trabajo; sin embargo, el presente no ha perdido vigencia alguna porque no han sido muchas las investigaciones posteriores centradas en el análisis de Crónica de tres reyes ni los argumentos principales de mi pesquisa han variado un ápice. Sí debería renovar algunas notas para complementarlas con estudios que después he elaborado; dejo, aquí, simplemente, huella de ese rastro. Dos años después, entre el 7 y 11 de julio de 1997, la Fundación Duques de Soria organizaba, bajo la dirección de Inés Fernández-Ordóñez, un seminario con el titulo de Alfonso el Sabio y las Crónicas de España, cuyos resultados se encuentran en prensa; allí, como segunda parte del análisis presente, me ocupé de «La construcción del modelo de crónica real», demostrando que el origen de esta modalidad historiogràfica se encuentra en la misma Estoria de España (en el tránsito que lleva de Alfonso VIII a Fernando III), tamizada por la influencia del molinismo, pensamiento político que F. Sánchez de Valladolid quiere preservar en la continuación que elabora del tronco cronístico. Todo este conjunto de ideas lo he sistematizado en los dos volúmenes de mi Historia de la prosa medieval castellana (Madrid, Cátedra, 1998 y 1999), en donde deben verse los epígrafes «5.2: El desarrollo de la historiografía: de la crónica general a la crónica real» (I, pp. 959-979), con análisis de la Crónica de Alfonso X y la Crónica de Sancho IV, y «7.1.2: El desarrollo de la crónica real» (II, pp. 1238-1284), con una valoración de la Crónica particular de Fernando III, la Crónica de Fernando IV y, de modo especial, de la Crónica de Alfonso XI, en la que todo este proceso de pensamiento historiográfico adquiere pleno sentido; quiere decirse, con esto, que cualquiera de las remisiones de este estudio a mi libro La prosa del siglo XIV (de 1994) han de actualizarse con las referencias más completas de estos dos volúmenes. Como últimas novedades, Leonardo Funes se ha ocupado de señalar «El lugar de la Crónica Particular de San Fernando en el sistema de las formas cronísticas castellanas de principios del siglo XIV» (Actas del XII Congreso de la AIH. I: Medieval y Lingüística, ed. Aengus M. Ward, Birmingham, University, 1998, pp. 176-182), Georges Martin ha compilado varios de sus trabajos en Histoires de l'Espagne médiévale (Historiographie, geste, romancero) (París, Klincksieck, 1997) y Purificación Martínez ha esbozado una excelente aproximación a «Alfonso X y Alfonso XI, dos propósitos historiográficos: los prólogos a la Estoria de España y a la Crónica de tres reyes» (Actas del VIII Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, en prensa). Como cierre, en fin, de esta nota cabe esperar que se concrete, rápidamente, la edición de la Crónica de Alfonso X, a cargo de Manuel González Jiménez, que se encuentra a punto de aparecer, publicada por la Real Academia «Alfonso X», de Murcia, tal y como informa el propio editor en un estudio en el que adelanta la «Introducción» de este trabajo, titulado precisamente: «Una nueva edición de la Crónica de Alfonso X», en Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 23, 2000, pp. 177-212; por cierto, este número recoge las ponencias que se presentaron en el I coloquio sobre Histoire des idées politiques dans l'Espagne

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médiévale, celebrado en la Universidad de París XIII, por el Séminaire d'études médiévales hispaniques, bajo la dirección de Georges Martin, en noviembre de 1998, en el que se formularon importantes valoraciones sobre historiografía alfonsí.

NOTAS 1. De los varios estudios que, con este fin, se pueden consultar ver Hayden W HITE, El contenido de la forma: narrativa, discurso y representación histórica, Barcelona, Paidós, 1992, y Ernst

BREISACH ,

Historiography: Ancient, Medieval and Modern, Chicago-London, The University of Chicago Press, 1983. 2. Ver, al respecto, el libro II («Idéologiques») de su Les juges de Castille. Mentalités et discours historique dans l’Espagne médiévale, Annexes des Cahiers de linguistique hispanique médiévale (6), París, Klincksieck, 1992, pp. 251-430, que, en puridad, resulta uno de los más complejos análisis practicados sobre la historiografía castellano-leonesa del siglo XIII. 3. Sigue siendo imprescindible Benoît LACROIX, L'historien au Moyen Âge, Montréal, Institut d'études médiévales, 1971. 4. Entre muchos trabajos: Michel

DE CERTEAU ,

L'écriture de l'histoire, Paris, Gallimard, 1975. Yo

mismo propuse el concepto de espacio textual en «Fórmulas juglarescas en la historiografía romance de los siglos XIII y XIV», en La Corónica, 15 (2), 1986-1987, pp. 225-239. 5. Esbozados, en varios trabajos, por Bernard GUENÉE, «Histoire et chronique. Nouvelles réflexions sur les genres historiques au Moyen Âge», en D. POIRION (éd.), La chronique et l'histoire au Moyen Âge. Colloque des 24 et 25 mai 1982, París, Presses de l'Université de Paris-Sorbonne, 1984. 6. Así lo he determinado en sucesivos estudios: «Géneros literarios en la Estoria de España alfonsí», en Actas del II Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval (1987), Madrid, Universidad de Alcalá, 1992, t. I, pp. 383-393; «Historiografía medieval: constantes evolutivas de un género», en Estudios dedicados a la memoria del profesor Dr. Emilio Sáez (3 vols.), t. III, n° 19 del Anuario de Estudios Medievales, 1989, pp. 3-15; «La voz y el discurso narrativo de la Estoria de España. Los trece primeros capítulos», en Jean-Philippe GENET (éd.), L'histoire et les nouveaux publics dans l'Europe médiévale (XIIIe -XV e siècle). Actes du colloque international organisé à la Casa de Velázquez. (Madrid, 23-24 avril 1993), Paris, Publications de la Sorbonne, 1997, pp. 145-164. 7. Al margen de las aportaciones de Ramón Menéndez Pidal (la 1 a edición de la crónica de 1906, más la 2a de 1955 en la que incluyó un importante estudio y propició el primer rastreo sistemático de las fuentes de esta crónica, aparte del volumen de 1918 dedicado a las Crónicas generales de España), cualquier acercamiento a la Estoria de España debe partir de los estudios que a esta obra ha dedicado Diego Catalán: tras su primer análisis de 1962, en el que ordenó el vasto laberinto de manuscritos y derivaciones (De Alfonso X al conde de Barcelos. Cuatro estudios sobre el nacimiento de la historiografía romance en Castilla y Portugal, Madrid, Gredos, 1962 [citado CATALÁN, De Alfonso X]), publicó numerosos artículos sobre estos problemas, reunidos ahora en La «Estoria de España» de Alfonso X. Creación y evolución, Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal - Universidad Autónoma, Fuentes Cronísticas de la Historia de España (V), 1992 (citado La «Estoria de España» de Alfonso X), proceso de análisis que culmina en De la silva textual al taller historiográfico alfonsí. Códices, crónicas, versiones y cuadernos de trabajo, Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal Universidad Autónoma de Madrid, Fuentes Cronísticas de la Historia de España (IX), 1997. 8. En todas las citas, incluyendo las de los manuscritos que luego usaré, se procederá a una regularización gráfica, en la que sólo se mantendrán las grafías que tengan un valor fonético. Acentúo y puntúo conforme criterios al uso. 9. Sobre las tradiciones genéricas que informan la Estoria de España véanse mis dos siguientes trabajos: «Terminología genérica en la Estoria de España alfonsí», Revista de Literatura Medieval, 1,

99

1989, pp. 53-75, y «Formas hagiográficas en la Estoria de España alfonsí», enj. E. DEYERMOND

y B.

DUTTON

CONNOLLY ,

A.

(eds.), Saints and their Authors. Studies in Medieval Hispanic Hagiography in

Honor of John K. Walsh, Madison, Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1990, pp. 55-69. 10. Acuerdan, en este extremo, tanto el Chronicon mundi como el De rebus Hispaniae, puesto que finalizan su redacción con el mismo hecho, la captura de Córdoba en 1224. 11. Éste concepto alfonsí de la Historia es el que analiza Inés FERNÁNDEZ -ORDÓÑEZ en Las «Estorias» de Alfonso el Sabio, Madrid, Istmo, 1992, y que vuelve a formular en su análisis de «La historiografía alfonsí y post-alfonsí en sus textos. Nuevo panorama», en Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 18-19, 1993-1994, pp. 101-132 (citado «La historiografía alfonsí y postalfonsí»), Por ejemplo: «La Historia, tal como la concibe Alfonso X, es la historia de los pueblos que dominaron la tierra, y ante todo, de sus príncipes o señores naturales. Desde el punto de vista estructural, ello se manifiesta en que es la línea de sucesión en el imperium, o señorío, como lo llama Alfonso, el principio fundamental organizador de toda la Historia, ya sea la universal, ya la particular» (p. 113). 12. Así lo afirma D. CATALÁN : «El plan alfonsí de enderezar por doctrina su reino, para conseguir que su señorío volviera al estado mantenido antiguamente por los emperadores de donde él venía, es propiamente lo que comentan los últimos versos del poema laudatorio colocado sobre la miniatura de la Estoria de España en que el rey entrega la obra al infante heredero don Fernando», ver «Alfonso X historiador», en La «Estoria de España» de Alfonso X, pp. 17-18. 13. Igual ocurre en la General estoria: «E fiz' ende fazer este libro e mandé poner todos los fechos señalados tan bien de las estorias de la Biblia, como de las otras grandes cosas que acahesçieron por el mundo, desde que fue començado fasta'l nuestro tiempo» (ed. Solalinde, I, pp. 3b, 30-35). 14. Para todo esto, consúltese el estudio clásico de G.

MENÉNDEZ PIDAL ,

«Cómo trabajaron las

escuelas alfonsíes», Nueva Revista de Filología Hispánica, 4, 1951, pp. 363-380. 15. No le falta razón a F. Rico cuando considera que la crónica universal debía de haber acogido, en su trazado, el plan histórico de la general: «De tal forma, la General estoria contenía y anulaba a la Estoria de España: y Alfonso olvidó ésta y se concentró en aquélla», ver F. Rico, Alfonso el Sabio y la «General estoria». Tres lecciones, Barcelona, Ariel, 1972, (1984), pp. 40-41. 16. También de D. CATALÁN : «Cómo se elaboró la Estoria de España en las escuelas alfonsíes. Etapas varias en la compilación», en La «Estoria de España» de Alfonso X, pp. 47-50. 17. Así determina esta posibilidad D. Catalán: «En la cámara regia castellana debieron de quedar atesorados conjuntamente códices y cuadernos de trabajo del taller alfonsí que contenían, en unos casos, secciones ya concluidas de la Estoria de España, en otros, fragmentos aún en curso de elaboración (unos ya bastante avanzados, otros en las etapas iniciales de la construcción)», ver D. CATALÁN, La «Estoria de España» de Alfonso X, p. 47.

18. Representada por E1, p al que habría que añadir el ms. Y, y la Crónica general Vulgata (apoyados en el fundamental Ss); ver D.

CATALÁN ,

La «Estoria de España» de Alfonso X, cap. 1 («Alfonso X

historiador»), p. 42 ss. 19. Aquí es donde tienen cabida esas denominaciones de versión regia (la parte que llegaría hasta Ramiro I) y versión vulgar o concisa (a partir de Ramiro I). 20. Así lo sospecha I. FERNÁNDEZ -ORDÓÑEZ, «La historiografía alfonsí y post-alfonsí», (p. 123): «Sin embargo, me atrevo a pensar que ese texto quizá no contó con el total visto bueno real, según sugiere la inconclusión de la obra al llegar a la historia de los reyes de Castilla». 21. Sus textos serían los mss. T, Z, L y *L', caracterizados por conocer la noticia del traslado de los restos mortales de Bamba desde Pampliega hasta el panteón regio que ordenó construir en Toledo. 22. Luego estudiada y editada por I. Fernández-Ordóñez; un primer avance sobre este texto lo ofreció en 1991 I. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, «La Versión crítica. Presentación y reconstrucción textual

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de una nueva versión alfonsí de la Estoria de España», en Actas do IV Congresso da Associação Hispânica de Literatura Medieval, III, Lisboa, ed. Cosmos, 1993, pp. 91-96 (citado «La Versión crítica»). 23. Como es sabido, éste fue el cuaderno elegido, ya en tiempo de Alfonso XI, para completar la primera crónica general; se forma así el segundo códice regio, el manuscrito escurialense X-i-4, totalmente facticio, puesto que surge del recorte y pegado de varios cuadernos. Ésta es a la que, hasta ahora, se denominaba versión crítica, nombre que ha de reservarse para el proyecto de la redacción primitiva. 24. Quizá de los cambios más importantes al antiguo sistema de conocer estas derivaciones de la crónica general, el más peculiar sea el considerar a Crónica de veinte reyes como una familia de mss. de la Versión crítica, caracterizada por comenzar su texto en Fruela II y haberlo empalmado a su fin, en la muerte de Fernando II de León con un manuscrito de Cr.C, tal y como ha demostrado I. Fernández-Ordóñez; por otro lado, esta Cr.C es una refundición, narrativa y amplificada, de la primera redacción anterior a 1271, adicionada con fuentes sumamente literalizadas; un proceso que vuelve a repetirse en la Crónica manuelina, que para cada uno de los tres libros utiliza textos independientes: los libros I y II surgen de la primitiva redacción anterior a 1271, y el libro III de esa misma redacción, cercana a como la conserva hoy el manuscrito F, más noticias que parecen testimoniar un conocimiento de Cr.C y de esa perdida * H a menos atajante sobre Alfonso VIII que ya conocía el sistema historiográfico de Cr. Ocampiana. 25. Hay otro pasaje revelador de este propósito, que incluso implica la disposición de la crónica que se redacta para absorber hechos del futuro: «Ca esta nuestra Estoria de las Españas general, la levamos Nós de todos los reyes d'ellas, et de todos los sus fechos que acaescieron en el tiempo passado et de los que acaescen en el tiempo present en que agora somos, tan bien de moros como de cristianos et aun de judíos si acaesciesse en qué, et otrossi de los miraglos de Nuestro Señor Dios cuando acaescieron et cuando acaesçieren en el tiempo que es de venir», (II, 653a45-52; b1-3). 26. Lo que implica distinguir genéricamente estoria y corónica como dos formas textuales independientes, a pesar de su inevitable sinonimia; abordo el problema en mi «Terminología genérica...», art. cit., pp. 63-65; recuerdo una idea de este trabajo: «las crónicas pueden estar formadas por estorias, mientras que el caso inverso no se plantea», p. 64. La primera crónica general integra varias de estas estorias particulares, que se distinguen incluso como titulación: «E segund cuenta la su estoria d'este Hércules...» (I, 8a, 6-7), «Aquí se comiença la estoria del señorío que los almujuces ovieron en España» (14b, 1-2); lo mismo en 15b, 1-2 ó 18b, 1-2: también: «En este logar cuenta la Estoria de los reyes de Roma...» (61b, 17-18); «Cuenta en la estoria de Bernaldo que...» (II, 354b, 9). En ocasiones, es claro que se sigue una fuente textual determinada: «Mas non cuenta la estoria sobre cuál razón, nin nós otrossi, pues que en la estoria non lo fallamos contado, non lo dezimos aquí...» (II, 409a, 21-23). Esta forma de composición por estorias la demuestran referencias de E1: «El comienço del regnado del rey [...] Et la su estoria se comiença...», 358b, 39-41, 451a, 44-45 y 495a, 9-10. 27. Algunas de ellas, como la de la blasfemia que Alfonso X pronuncia contra la Providencia asegurando que si él hubiera sido Dios hubiera hecho mejor el mundo, han sido eficazmente estudiadas: D. Catalán inicia su «Alfonso X historiador» con estas referencias y, recientemente, Leonardo FUNES ha ofrecido la primera entrega de lo que promete ser un estudio apasionante: «La blasfemia del Rey Sabio: itinerario narrativo de una leyenda. Primera parte», Incipit, 13, 1993, pp. 51-70. Otras perspectivas ofrece David J. VIERA , «Alfonsine Legends and References in Eastern Iberia», en La Corónica, 14 (2), 1986, pp. 280-284. 28. El caso de esa Versión crítica (1282-1284), analizada por I. F ERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, «La Versión crítica», p. 94. Puede consultarse ya su edición Versión crítica de la «Estoria de España». Estudio y edición desde Pelayo hasta Ordoño II, Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal - Universidad Autónoma de Madrid, Fuentes Cronísticas de la Historia de España (VI), 1993. 29. Otro problema lo plantea la llamada Crónica particular de San Fernando. Es necesario estudiar si ésta sería la primera crónica real en merecer tal denominación o, de hecho, se trata de una

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derivación de los materiales (que quedarían en forma de cuaderno) que se prepararon para ingresar en la Estoria de España. En todo caso, su existencia demuestra que de las estorias impulsadas por los talleres alfonsíes, una, la dedicada a Fernando III, habría alcanzado un determinado grado de formación, lo que permitió que fuera utilizada en la constitución de la EE. La otra estoria, la dedicada a Alfonso X, no tuvo la misma suerte o no llegó a elaborarse tan cumplidamente como la del padre. 30. Para esta autoría verjulio PUYOL, «El presunto cronista Fernán Sánchez de Valladolid», Boletín de la Real Academia de la Historia, 77, 1920, pp. 507-533; Diego C ATALÁN, Un prosista anónimo del siglo XIV, La Laguna, Universidad de La Laguna, 1955; y el status questionis que ofrece Paula K. RODGERS , «José Pellicer and the confusion over the authorship of the Cuatro crónicas», La Corónica, 17 (1), 1988, pp. 41-51. 31. Cito la CAXI por el ms. 10132 de la Biblioteca Nacional de Madrid (BNM 10132); es el ms. H de la Versión Vulgata; véase, al respecto, D. C ATALÁN, La tradición manuscrita de la «Crónica de Alfonso XI », Madrid, Gredos, 1974, pp. 389-390. La capitulación de esta crónica es bastante anómala, puesto que a veces repite las cifras de los epígrafes; aquí se ha regularizado. 32. Una vez más, nótese la separación entre estos dos términos, que refleja, sin duda, una distinta manera de nombrar dos modos historiográficos: revísense los casos aducidos en n. 26. 33. Otro ejemplo: «El estoriador catando cuál fue el comienço de aquellos reyes, falló en escripto que...» (CCXXI, 307ra). 34. Así termina el cap. LXXX: «E porque en este tienpo acaescieron otras cosas fuera de los reinos de España e agora la estoria dexa de contar d'esto e contará de los fechos que acaescieron adelante e contarlas ha en este logar, por que los omnes adelante puedan saber cómo acaescieron» (213va-214ra). Además, el cronista imagina que la labor pesquisidora que a él le caracteriza no es suya sólo; así comienza el cap.

LXXXI:

«Los que quisieren catar las coránicas et

estorias antiguas, fallaron que en Roma ovo enperadores fasta el emperador Fadrique, que fue muerto con yervas, et diérongelas [...]» (214ra). 35. Repárese en el modo en que el cronista proyecta sus funciones sobre la estoria que articula, puesto que, a semejanza de su búsqueda de escriptos, él imagina que su crónica podrá ser consultada también de esa manera. 36. O el final del cap.

CCCXIV:

«E como quier que la estoria non cuenta que en este mes oviessen

los de la hueste más de una pelea con los de la çibdat, pero en este mes e en los otros passados acaescieron muchas peleas que la estoria non las cuenta por cuanto eran de pocas conpañas» (365 ra). 37. Así, en la presentación de qué batalla merecía más loores señala: «et diremos agora d'esta batalla et de la de Úbeda cuál d'ellas es más de loar. A Dios demos gracias» ( CCLVIII, 326rb). 38. La CAX muestra en casi todos sus manuscritos una redacción muy homogénea, como ha puesto en evidencia Paula

KELLEY RODGERS ,

examinando 32 de los 34 manuscritos en que se

conserva esta pieza (véase Prolegomena to a Critical Edition of the «Crónica de Alfonso X», Ann Arbor, Michigan, 1989). De su análisis se desprende que, como mucho, pueden constatarse dos tipos de redacción como también hay dos tipos de prólogo, marcados por la tendencia a la abreviación o a la amplificación de algunos materiales. En este trabajo, tengo presente un manuscrito representante de la versión reducida —el ms. 10132 de la Biblioteca Nacional de Madrid— y el mejor manuscrito en que se conserva la que se podría denominar Versión interpolada de la CAX, el M563 de la Biblioteca Menéndez Pelayo (es el ms. S [citado BMP 563]). Las citas de esta crónica remitirán siempre a este último códice. La edición de Cayetano Rossell contenida en el primero de los tomos de Crónicas de los reyes de Castilla, Madrid, BAE, 1874, t. LXVI, sigue, no con mucho escrúpulo, el ms. 859 de la BN Madrid. Para las dos redacciones del prólogo, véase la conclusión que alcanza en la p. 406 de su estudio. 39. D. CATALÁN comenta este pasaje en De Alfonso X, pp. 44-45.

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40. ID., La «Estoria de España» de Alfonso X, p. 13. 41. Hay una relación evidente entre las técnicas narrativas que muestra la Estoria de España, las que se ponen en juego en CAX y las que se ya se han analizado en CAXI. 42. Un análisis de los componentes que intervienen en estas tres crónicas reales revela los problemas a los que tuvo que enfrentarse Sánchez de Valladolid. Sólo hay un relato con una cierta uniformidad y es el dedicado a la figura de Fernando IV; nada de particular tendría que fuera el primero que acometiera, por cuanto los datos no sólo los había vivido, sino que, en buena medida, los había protagonizado o había intervenido en el curso de los mismos, como partidario que era de la reina doña María de Molina. Basta con consultar el retrato que de ella fijó doña Mercedes GAIBROIS DE BALLESTEROS , María de Molina, tres veces reina, Madrid, Espasa Calpe, 1936. Ella es la gran protagonista de la crónica y su figura ensombrece a las demás. Frente a ella se alzan las añagazas de la nobleza y, más en concreto, del infante don Juan y de don Juan Núñez de Lara. Éstos son los personajes a batir, los representantes más genuinos de esa aristocracia levantisca a la que Alfonso XI había tenido que dominar de un modo bastante sangriento, pero eficaz al fin y al cabo. Esta idea, perfilada con acierto en Crónica de Fernando IV, unifica el conjunto de las tres crónicas, lo que quiere decir que Sánchez de Valladolid procedió a la ordenación de las otras dos, las de Alfonso X y de Sancho IV, con esta perspectiva en mente y con el propósito, sobre todo, de proyectar este discurso histórico en la ordenación cronística dedicada a Alfonso XI. 43. Algunos de los cuales debían de conservarse en la cámara del rey, donde Sánchez de Valladolid tendría oportunidad de verlos; así, por ejemplo, en el año de 1272 se cuenta cómo los infantes y cortesanos leales a Alfonso piden al infante don Felipe y a los nobles sediciosos que volvieran junto a Alfonso: «e que por esta manera non les pudieron tornar mostráronles un escripto que avía levado el arçobispo e los obispos e Gonçalo Roiz de Atiença, el cual escripto era sellado con el sello del rey e dezía así: [...]» (26rb). 44. Así, en el año de 1278 se narra el desastre de la cerca de Algeciras y la destrucción de la flota cristiana. Es episodio que se relata mediante nuevas referencias a las fuentes escritas: «E aun se falla más en escripto que los moros que ivan en las diez galeas desçendieron a la tierra e llegaron a aquel lugar do poblaron después la villa nueva e que mataron muchos de los que yazíen dolientes e como quier que paresçie que los de la hueste devían defender aquellos, la estoria cuenta lo que se falló en escripto d'este fecho [...]» (50va). Igual en BNM 10132: 55rb. 45. En 1282, cuando nace don Juan Manuel, el padre obtiene para él la villa de Peñafiel y se indica: «e el infante don Sancho diógela con las condiçiones que dize en el previllegio»« (se trata, por tanto, de un documento que se ha consultado para la redacción de la crónica). 46. Así, en el final del año 1274 se lee en el ms. BNM 10132: «E deste año non falló más que de contar sea», 44vb; BMP 563: «E deste año non falla otra cosa escripta cuanto que a la estoria pertenesca» (42va). 47. Quizá la más variada: «E de aquí adelante iremos contando las otras cosas en cómo acaesçieron», 14ra; en BNM 10132: «E adelante iremos contando las otras cosas que acaesçieron sobre estos fechos», 17vb; «E de aquí adelant iremos contando las otras cosas que acaesçieron en este fecho» (18vb, ibidem). 48. «E agora la estoria dexa aquí de contar d'esto e torna a contar del rey de lo que fizo desque les ovo mandado dar los dineros» (14va). 49. Es decir, no sólo indicar el tipo de documento del que ha provenido la noticia, sino organizar la escena que se presenta; así, cuando se refieren las innumerables conversaciones habidas entre Alfonso y su nobleza levantisca, el cronista las ordena con estos procedimientos: «E agora contaremos lo que embiaron demandar al rey e la respuesta que les dio el rey» (BNM 10132, 27va). 50. La precisión del cronista en este punto es notable, por la gran cantidad de datos que conoce; sin salir de las disidencias antes manifestadas: «E ante que estas cartas fuesen enbiadas el arçobispo enbió sus escuderos a Granada, a los ricos omes, con quien les enbió su carta, e la

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respuesta della adelante la contaremos, e diremos agora de los pleitos e posturas que los ricos omes ovieron con el rey de Granada, a quien fueron servire ayudar» (28rb). 51. Con menos detalle en BNM 10132: «e lo que fizo e las cosas que passaron do él fue el estoriador non lo sopo e non las puso aquí» (45vb). 52. Así en BMP 563:1261, 6va. O de este mismo pasaje, BNM 10132, 45vb. 53. Un estado de la cuestión en F. GÓMEZ REDONDO , La prosa del siglo XIV, Madrid, Júcar, 1994, pp. 396-402. Los mejores análisis de esta interpretación autobiográfica de la historia se deben a Germán ORDUNA , «El Libro de las Armas: clave de la "justicia" de don Juan Manuel», Cuadernos de Historia de España, LXVII-LXVIII, 1982, pp. 230-268; Alan D.

DEYERMOND ,

«Cuentos orales y

estructura formal en el Libro de las Tres Razones (Libro de las armas)», en Don Juan Manuel. VII Centenario, Murcia, Universidad de Murcia - Academia Alfonso X el Sabio, 1982, pp. 75-87 y M a Cecilia RUIZ, Literatura y política. El Libro de los estados y el Libro de las Armas de don Juan Manuel, Maryland, Scripta Humanistica, 1989. 54. Con gran humor, DEYERMOND , art. cit., p. 84, apuntó a que quizá su escritura se debiera a lo harto que debía de sentirse fray Juan Alfonso de oírle contar al noble las mismas historias una y otra vez. 55. Podría ser también el presente del formador de S. Con todo parece evidente que se recuerdan las recientes guerras que han enfrentado a Portugal y Castilla, en buena parte por las maniobras de don Juan Manuel para lograr casar a su hija doña Constanza con el infante don Pedro de Portugal. 56. Es más, hay un capítulo en la crónica, ligado a los sucesos del año 1273, que es una carta en estilo directo de Alfonso X a su hijo y constituye un precioso testimonio para conocer, en toda su hondura, la dimensión de este monarca: su cariño de padre, sus habilidades políticas, su experiencia como gobernante, su astucia para calibrar la verdad de las relaciones humanas. Vale, al respecto, la opinión del profesor Ballesteros-Beretta: «Debemos agradecer al cronista haya salvado uno de los documentos más bellos de aquella edad» (Antonio BALLESTEROS-BERETTA, Alfonso X el Sabio [1963], Barcelona, Ediciones El Albir, 1984 [citado BALLESTEROS-BERETTA, Alfonso X el Sabio], p. 650). Un documento en el que asoma la voz del rey, con una fuerte carga emocional. Véanse dos pasajes: así, al saber que su hijo había firmado acuerdos con los nobles rebeldes: «e ove enfermedat e romadizo de calentura poca e pesóme mucho porque en tal tienpo me acaesçiera, mas mucho resçebí mayor pesar cuando entendí lo que las cartas dezían e a lo que dezides que vos aconsejaron bien, bien vos devedes guardar de la maestría del maestre de Uclés [...]»(34rb). Es difícil encontrar documento salido tan del alma del rey Alfonso como esta carta. Aveces, no es el rey, sino el padre que está abriendo los caminos de la vida a su hijo: «E don Ferrando quiérovos agora fablar d'este fecho como es agora aquí llegado e qué ha menester de se fazer por que sepades mejor qué obrare mostrara los ornes la cosa cómo es» (34va). 57. Y ya, por ejemplo, el marqués de Mondéjar invirtió buena parte de sus esfuerzos en deshacer los errores de cronología, los personajes inventados, las situaciones tergiversadas, las peripecias falseadas que esta crónica presenta, en esta sección. Similares valoraciones desarrolla BALLESTEROS-BERETTA , Alfonso X el Sabio.

58. «Ca como quier que se contiene en la estoria del rey don Fernando el bueno, su padre deste rey don Alfonso...» (2rb). Aprecíese la importancia de estas referencias que demuestran un trabajo de redacción cronística muy consciente. 59. BNM 10132: «que aquel Abenhuxel non regnava en Murçia mas dize la estoria que...» (4vb); BNM 859: «que aquel Abenhuxel non regnava en Murçia, el estoriador lo que falló escripto dice así...» (8b). Como se indica en la EE, con evidente razón, el cronista a veces se pierde con los datos que reúne: «Mas los escriptos son muchos et cuéntanlo de muchas guisas», II, 326b, 31-33. 60. BNM 10132: «E de las cosas que en este año passaron non se fallan en el escripto otras que a la estoria pertenesca de contar» (8ra).

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61. No es preciso recordar que la Estoria de España tuvo que nutrirse de diversas estorias que debieron de ser formadas por los compiladores alfonsíes. Es más, muchas de las líneas argumentales de primitivas gestas pudieron prosificarse antes de ser capituladas en la crónica, lo que impide reconstruir un solo verso de las mismas. Cf. n. 26. 62. BN, Madrid, 6441; ver CATALÁN , La «Estoria de España» de Alfonso X, IX. 9, notas 94 y 95, x. 12 y notas 106, 108 y 109. 63. BN Madrid 10210, UB. Libr Egerton 288 y J (BN Madrid 1347); estudiados por D. CATALÁN , De Alfonso X, pp. 339-340, n. 40, 41 y 42. J no sirve para trazar estas relaciones puesto que concluye nada más comenzar el reinado de Alfonso X, al que dedica sólo un epígrafe. 64. Desde que R. Menéndez Pidal ordenara el laberinto de manuscritos en que se conservaban estas historias: ver «Cuarta crónica general», en Crónicas generales de España, 3ª ed., Madrid, 1918, pp. 141-145. Para su correcta filiación y análisis ver CATALÁN , La «Estoria de España» de Alfonso X, X, pp. 231-285; en especial, para las relaciones con este tramo cronístico, X.11, X.12 y X.13. Cito esta compilación por el ms. 9559, representante de la redacción amplia de esta crónica. 65. Ver, sobre todo,

CATALÁN,

La «Estoria de España» de Alfonso X, X. 12, donde señala: «La Historia

hasta 1288 dialogada merece un estudio particular de conjunto», p. 253, abriendo el camino de los manuscritos que deben ser consultados para tal estudio. Que es el que se ha seguido aquí. 66. En la ponencia leída en el congreso La literatura en la época de Sancho IV con el título «Tradiciones literarias en la historiografía sobre Sancho IV», C. ALVAR y J. M. LUCÍA MEGÍAS (eds.), Alcalá, Universidad, 1996, pp. 181-199. 67. Nombre, por tanto, que no conviene emplear al hablar del relato mixto que presentan las crónicas generales, que se informan en ambas estorias. 68. O sea, en función de la visión que la Estoria del rey don Sancho había ya pergeñado de esos acontecimientos. 69. Nótese que no podía caber noticia más inverosímil, puesto que en ningún momento don Lope le dejó de ayudar; otra cosa es que esta noticia permitiera suponer que este relato fuera ya pensando en justificar el ajusticiamiento que se cobrará don Sancho en su privado en 1288; en todo caso, es evidente que el desarrollo narrativo busca intensificar la soledad de Sancho en estos momentos y potenciar la fuerza que logra reunir don Alfonso en su contra, cuando fue al contrario. 70. Tanto es así esto que en el cap. c de BMP 563, en su primer párrafo se vuelven a repetir las mismas ideas —la suma de amenazas que se alza contra Sancho— que en el final del cap.

XCV.

Ya

en ese cap. C, el relato es similar en todos los manuscritos de CAX, es decir, se trata del relato partidista proclive a los intereses del infante. 71. Por tanto, dejo para otro lugar el análisis de esas dos estorias, con todos sus materiales, que podrá ayudar, sin duda, a fijar la evolución de las formas narrativas de finales del s. XIII.

RESÚMENES Este artículo analiza el proceso de construcción de la crónica real, en virtud de las transformaciones ideológicas que ocurren en los años finales del reinado de Alfonso X y que afectan a la propia formación de la Estoria de España; en el interior de la primera crónica general, precisamente, se encuentran las claves, formales y temáticas, con las que se armará el modelo genérico de la crónica real; todas estas piezas cronísticas se compilan como continuación de la

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trama de hechos con que se formó la crónica alfonsí. La principal diferencia radica en que la Estoria de España es depositaria del pensamiento del rey, encarnado en la palabra cronística; sus continuaciones, en cambio, responden a la voluntad del estoriador, intérprete de la ideología del monarca y juez, por tanto, de las noticias que reúne. Ello explica las contradicciones que se producen en el tránsito de la Crónica de Alfonso X a la Crónica de Sancho IV y, a la vez, la necesidad de que Alfonso XI restableciera su autoridad plenamente para completar un relato histórico que fuera reflejo de su poder regio. Ferrán Sánchez de Valladolid será el artífice de este proceso y, por tanto, merece ser considerado el primer cronista que, dueño de su oficio, se convierte en testigo de su tiempo This article analyses the process of construction of the royal chronicle in response to the ideological changes that took place in the latter years of the reign of Alfonso X and which influenced the drafting of the Estoria de España itself. The key formal and thematic elements that went to build up the generic model of the royal chronicle are in fact all present in the first general chronicle, and all the narrative pieces of that model are compiled as a continuation of the web of events comprising the chronicle of Alfonso. The main difference lies in the fact that the Estoria de España is a compilation of the thought of the King in chronicle form; its successors, on the other hand, are presented as works of the historian's craft, which means that they interpret the ideology of the monarch and hence make judgements about the events that they relate. This explains the contradictions arising in the transition from the Crónica de Alfonso X to the Crónica de Sancho IV, and also the reason why the full authority of Alfonso XI had to be reestablished in order to lay down a historical narrative that properly reflected his kingly power. Ferrán Sánchez de Valladolid was the craftsman chosen for this task, and hence has a fair claim to being the first master of the art to write a chronicle of his own time

AUTOR FERNANDO GÓMEZ REDONDO Universidad de Alcalá

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El modelo alfonsí en las crónicas del Canciller Ayala Michel Garcia

1

El proyecto de Estoria de España concebido y dirigido, hasta alcanzar cierto estado de elaboración, por el propio Alfonso X se perenniza más allá de la muerte de este rey, merced a la acción conjunta de equipos de redactores que prosiguen la labor empezada y la probable voluntad de su sucesor de llevarla a cabo hasta el término fijado primitivamente, a saber el reinado de Fernando III. Sin embargo, la tarea propia que lleva a cabo más adelante el Canciller Ayala en su redacción de una crónica de los cuatro reyes que le correspondió realizar no se concibe dentro una continuidad absoluta con la obra del Rey Sabio. En efecto, entre él y su supuesto modelo, media todo un proceso de redacción independiente del que dirigió directamente Alfonso X y distinto del que llevarán a cabo los cronistas de los reinos de Alfonso XI y sus sucesores. Aquél es un proceso complejo, que se traduce por realizaciones de diversa índole y que ocupa un espacio de tiempo largo, ya que alcanza ampliamente el siglo XIV. A pesar de la proximidad cronológica entre la etapa primitiva y las ulteriores, se puede considerar que esa etapa de la elaboración ya queda superada cuando los cronistas del siglo XIV emprenden su propia contribución. Dicho de otro modo, para esos cronistas, la Estoria de España es una obra ya rematada, que, por consiguiente, no presenta ningún carácter lagunario. Sólo partiendo de esas premisas, se puede concebir que los cronistas del xiv sintieran la necesidad de proseguir la obra alfonsí, considerada como el preliminar a una obra pensada para prolongarse a lo largo de los siglos1. En esta ponencia, me tocará señalar algunos datos al respecto con el fin de relativizar la herencia historiogràfica recibida por Pero López de Ayala y así poner en perspectiva su propia contribución.

RAZÓN DE SER Y FINALIDAD DE LA CRÓNICA REAL: EL MODELO ALFONSÍ 2

Cuando Alfonso X echa las bases de su empresa cronística, está viviendo, hacia 1270, unos momentos cruciales de su existencia de rey. En Castilla, su autoridad se enfrenta a una

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verdadera rebelión nobiliaria, que pone en tela de juicio su idea de una monarquía encargada de regir según criterios claramente definidos y que se imponen a todos; por otra parte, para su candidatura a la corona imperial se abren perspectivas favorables. Dentro de semejante contexto, la historia se transforma en algo nuevo: la modalidad dominante de la literatura política, encargada de promover una concepción de la monarquía inspirada del Imperio2. Escribir la historia de los tiempos pasados no se limita, pues, a pesar de las afirmaciones reiteradas, a conservar la memoria de los hechos sino que sirve ante todo para ilustrar una concepción del poder a partir de relatos más o menos tergiversados u orientados y puestos al alcance de un público determinado. Alfonso X desarrolla una teoría de la historia como lo hace para otros campos del conocimiento3. Se podrían multiplicar los ejemplos, desde los capítulos dedicados a la accesión de César a la corona imperial, hasta el modo de tratar al rey Bamba y a Pelayo, para no ir más allá de la parte de la Crónica en cuya redacción Alfonso X pudo tener un papel directo. 3

Cuando reanuda la composición de la Crónica, para definir la finalidad perseguida, su bisnieto Alfonso XI emplea un lenguaje bastante más directo, por no decir brutal: E conviene que los fechos de los reyes que tienen lugar de Dios en la tierra sean fallados en scripto, señaladamente de los reyes de Castilla e de Leon, que por la ley de Dios e por acrescentamiento de la fe catolica tomaron muchos trabajos e pusieronse a grandes peligros en las lides que ovieron con los moros echándoles de España4.

4

Sigue dominando una visión política, si bien ésta responde a una concepción nueva de la monarquía. La asimilación de la misión real a la misión divina proporciona a la literatura histórica –mutatis mutandis– una calidad que le asemeja a una Auctoritas, con claros tintes religiosos. Es una literatura reservada a los que ejercen el poder y, dentro de esa categoría, debe privilegiar a los que cumplen la misión más próxima a la misión divina. A través de la crónica, se proclama la superioridad del rey y, mediante su persona, se afirma otra realidad, la de una tierra, definida esencialmente por el poder que el rey ejerce sobre ella. El universalismo de la historia, según los criterios propios de Alfonso X, deja paso a una concepción más ligada a una realidad política concreta, por mucho que se la adorne con la apariencia de una legitimidad sobrenatural.

5

La relación entre el proyecto histórico y su función política se hace más directa, menos teórica5. Es la que hereda y asume Pero López. En la época en que escribe, los reyes de Castilla están enfrentados a dificultades gravísimas, que, de un modo u otro, someten a crítica su propia legitimidad6. Juan I ha vivido la ilusión de una monarquía restaurada en la totalidad de sus prerrogativas, capaz de imponer su voluntad al vecino Portugal. El fracaso de su proyecto le hace retroceder al peor momento del reinado de su padre, cuando las secuelas de la guerra civil, que había estallado a consecuencia de la usurpación del poder, no se habían extinguido aún. A consecuencia de ello, la Corona ha emprendido una amplia reflexión sobre el podery su ejercicio en Castilla, con ocasión de las diversas reuniones de las Cortes convocadas por aquel rey. No debe sorprendernos sobre manera que se llevara a cabo, dentro de semejante contexto, la composición de una historia de ese reinado y de los reinados inmediatamente anteriores.

6

Si bien existe una constante perceptible, aunque no explícita, que permite dar cuenta de la permanencia a lo largo de los siglos de una empresa de tanta envergadura como la de la Crónica real, se supone que ésta no se mantiene sola, por el único peso de su evidencia, sino que depende de las circunstancias que, en cada momento en que se reanuda la

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redacción, hacen factible el acto mismo de la composición. Con el paso del tiempo, éstas no son ni mucho menos idénticas. ¿Qué medida común puede haber entre un proyecto ordenado por un iniciador –Alfonso X–, inspirado por complejas motivaciones de tipo político y cultural, el cual sigue adelante bajo el doble efecto de un poder político y de una tecnoestructura eficiente; con la voluntad personal de un monarca –Alfonso XI, casi un siglo más tarde– deseoso de utilizaren beneficio exclusivo propio un monumento heredado; y con la ambición de un intelectual –Pero López, medio siglo después– de ordenar una visión aceptable de unos acontecimientos recientes, a la vez que de contribuir al nacimiento de una historia nacional? Al parecer ninguna. Sin embargo, la constancia con la que se van añadiendo eslabones a esa cadena de estorias nos demuestra que existe una aptitud latente a retomar la obra y que esa reanudación no se debe solo a situaciones analógicas capaces de facilitar nuevos engarces, sino que supone una dinámica propia a la composición histórica. 7

No se pretende aquí, en el espacio de una ponencia, dar cuenta exacta de tan complejo fenómeno. Por lo menos se intentará proporcionar información capaz de alumbrar algún tanto la reflexión.

RETOMAR EL HILO 8

Veamos primero las circunstancias de la reanudación de la composición a lo largo del siglo XIV. ¿En quién recae la iniciativa? En el caso de las llamadas Cuatro crónicas, la de Alfonso X y sucesores, la cosa parece clara, si nos referimos al prólogo que encabeza la primera: E por esto el muy alto [Alfonso XI] aviendo voluntad que los fechos de los reyes que fueron ante que él fuesen fallados en scripto, mandó catar las corónicas e estorias antiguas. E falló scripto por corónicas en los libros de su camara los fechos de los reyes que fueron en los tiempos pasados [...] E porque acaesçieron muchos fechos en los tiempos de los reyes que fueron despues de aquel rey don Fernando, los cuales non eran puestos en corónica, por ende este rey don Alfonso, que es llamado Conqueridor, entendiendo que aquellos fechos fincaban en olvido, e porque fuesen sabidas las cosas que acaescieron en el tiempo del rey don Sancho su abuelo, el Bravo, e en tiempo del rey don Ferrando su padre, mandólas escrebir en este libro, porque los que adelante vinieran sepan en commo pasaron las cosas en tiempo de los reyes sobredicho7.

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Según este prólogo, la iniciativa de la composición de la crónica recae en el propio rey. Más aún, en ningún momento el texto menciona a Alfonso X como iniciador de una obra a la que reconocería una anterioridad. Se nos describe el proyecto cronístico como si hubiera sido concebido por este rey Alfonso XI8, como si nada equivalente a lo que proyecta realizar hubiera existido anteriormente. Si bien admite la existencia de una crónica ya escrita y no demuestra en ningún momento querer sustituir a aquélla su propia versión, parece hacerlo sólo para aminorar la Estoria de España, limitándola a un texto desprovisto de intencionalidad, sencillamente un hecho documental. En cambio, sobrevalora su propia iniciativa, que se equipara a una manifestación de autoridad monárquica.

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El rey no menciona a Alfonso X como cronista; tampoco lo menciona como rey. En efecto, justifica su iniciativa por la necesidad de dejar constancia de los hechos ocurridos en tiempos de su abuelo y de su padre. Sin embargo, sabe que la crónica existente se detiene en Fernando III. Parece admitir, pues, en principio, una interrupción del hilo cronístico

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entre la Estoria y las crónicas de sus dos antecesores. Puede que se trate de un mero lapsus; aún así, no deja de ser significativo que el rey se considere autorizado no solo a ordenar la composición de la crónica sino también a definir sus contornos. Además, parece querer imponer cierta visión precisa de los antecedentes. No cabe concepción más política de la historia9. 11

El punto de vista del Canciller Ayala es necesariamente muy distinto: E porque de los fechos de los Reyes de España, los quales fueron muy antiguos, del tienpo que los reyes e principes Godos començaran fasta aqui, ouo algunos que trabajaron de los mandar escriuir, porque los sus nobles e grandes fechos e historias non fuessen oluidadas, assi ouo despues otros que quisieron tomar carga 10.

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Aunque no cite a Alfonso X ni a ningún agente de la composición de la Crónica real castellana, demuestra tener buen conocimiento de las etapas del proceso que dio lugar a la composición de aquélla: una etapa primera que inicia el proyecto y una continuación realizada por un equipo distinto del primero y posterior a él. [...] E del dicho Rey don Alfonso fasta oy ouo despues quatro, que fueron don Pedro, don Enrique, don Juan e don Enrique que Reyna. E de todos finca remembrança por escritura de todos los sus fechos grandes e conquistas que fizieron los sobredichos reyes Godos e de los que despues del rey don Pelayo reynaron fasta el dicho rey don Alfonso que venció la batalla de Tarifa. Por ende de aqui en adelante yo, Pero Lopez de Ayala, con la ayuda de Dios, lo entiendo continuar assi [...] 11

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La parte que se atribuye Pero López en la gran empresa es forzosamente más modesta, como corresponde a un mero súbdito castellano, por muy noble que sea, pero gana en tecnicidad lo que pierde en ideología proclamada. Su mención de los reyes cuya crónica queda por redactar tiene más carácter de acto notarial que de proclamación solemne. Sin embargo, hay que subrayar cómo demuestra tener conciencia de proseguir una obra que ha alcanzado no solo una existencia histórica sino que lleva dentro de sí la necesidad de su propia continuación, sin que se necesite encontrarle un padrinazgo ilustre. Esa toma de conciencia es un elemento que debemos tener en cuenta si queremos valorar objetivamente el proyecto ideológico del Canciller porque supone una menor supeditación de su labor a la mentalidad ilustrada por Alfonso XI, en la medida en que su propio proyecto le lleva a considerar la Crónica real iniciada por Alfonso X como una empresa de conjunto insecable.

MÁS ALLÁ DEL REINADO 14

Entre las normas heredadas de la obra alfonsí por los dos cronistas del s. XIV, debemos señalar su facultad por concebir su intervención en un marco más amplio que el de un solo reinado. El Prólogo firmado por Alfonso XI no deja lugar a dudas al respecto. En cuanto a Pero López, queda constancia, ya en la primera versión de su proyecto, de su intención de proseguir la historia más allá del reinado de Pedro I, en el mismo momento en que está componiendo ésta. E commo quier que los de los otros sennorios e rreynos dexaron esta costunbre pero finco en espanna de gran tiempo que asy lo escriuian maguer en aragon ya non lo usauan nin en castilla de poco tienpo aca quel rrey don juan lo ordeno segund adelante lo diremos en los fechos del rrey don juan12.

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Como lo recuerdan oportunamente los editores, el abandono oficial del cómputo de la Era hispánica y la imposición de la Era cristiana fueron efectivos a partir del 25 de diciembre de 1384. Se supone pues que, poco después de aquella fecha, Pero López, que estaba

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componiendo lo que sería la versión primitiva de su crónica, ya tenía previsto proseguirla hasta el reinado de Juan I. Dicho de otro modo, su proyecto se conformaba más a la tradición heredada de la Crónica real alfonsí, que exigía mantener sin solución de continuidad la sucesión de los reinados, que a la necesidad histórica del momento que hacía urgente una historia del pasado reciente13. 16

Sin embargo, esta observación debe matizarse. En efecto, el que los dos cronistas del XIV hayan concebido un proyecto que sobrepase la narración de un solo reinado resulta también de la necesidad de conceder a uno de esos reinados una atención privilegiada 14. En cuanto a Fernán Sánchez de Valladolid, el motivo parece claro: el objetivo era componerla crónica de Alfonso XI; por lo tanto, y como no se podía romper el hilo cronológico, era necesario dar cuenta de los reinados anteriores, incluido el de Alfonso X del que se hace tan poco caso, por otra pane. La situación que corresponde a Pero López es de otro tipo. Su contribución se abre con la crónica más problemática, la de Pedro I. Limitarse a componer aquélla tendría como consecuencia exacerbar un conflicto ideológico en vez de aplacarlo. La composición de la crónica sólo se puede considerar viable y útil si se realiza desde la perspectiva del contexto político creado por el advenimiento de la nueva dinastía. Para ello, es necesario englobar el reinado de Pedro dentro de un conjunto mayor capaz de dar sentido al cambio que ha sufrido la Corona castellana con la muerte y sucesión del rey legítimo.

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Así se observa cómo el modelo alfonsí de una crónica ininterrumpida se adecúa a las exigencias ideológicas de la historiografía del XIV, y cómo saben sacar los cronistas todo el provecho que les ofrece ese antecedente.

ESCRITURA Y ACTUALIDAD 18

Al estrechar las relaciones entre la crónica y las circunstancias históricas que acompañan su composición, a través de una visión privilegiada de los reyes y de la tierra, Alfonso XI había sometido la redacción de la historia al influjo del contexto político. El hecho tiene poca incidencia en el momento en que dicta el prólogo ya citado, porque la Corona disfruta entonces de una estabilidad y autoridad indiscutibles y, por lo tanto, la labor del cronista no corre más riesgo que el de recibir una influencia real algo excesiva 15. No así cuando, unos cuarenta años más tarde, Pero López pone mano a la pluma. La crónica ha cobrado una innegable dimensión política, puesto que debe servir para justificar un comportamiento colectivo en principio condenable, a saber la desavenencia de los súbditos con respecto a su rey legítimo y su apoyo a una maniobra de usurpación del poder. La posición del cronista se hace mucho más delicada, ya que las presiones posibles se han multiplicado, y él mismo está implicado en esa operación. Por otra parte, la crónica sólo puede cumplir su papel justificatorio si salva las apariencias de una objetividad indiscutible; en caso contrario, podría pasar por un mero libelo partidista y quedar desacreditada. La solución adoptada por Pero López consiste en colocarse bajo la autoridad de hecho que supone la Crónica real de Alfonso X, lo que le permite valerse de la necesidad de mantener en la composición de su obra unos criterios heredados y suprimir la manifestación más evidente de la implicación de los actores en el relato de una historia demasiado reciente.

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Ilustraré lo que acabo de decir tomando dos ejemplos.

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El Canciller concede una gran importancia a la división cronológica de los reinados, hasta el punto de dedicarle parte de su Prólogo general: E en este libro terne esta orden: que començare el año que el Rey Reyno, según el año del nascimiento de nuestro Saluador Jesu Christo: e de la Era de Cesar que se conto en España de grandes tiempos aca: e en cada año destos partire la historia de aquel año por capitulos: e de todo esto fare tabla: por que el leedor pueda fallar mas a su voluntad la historia que le ploguiere: la qual tabla esta aqui de yuso deste prologo: antes de la historia de los fechos16.

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Como bien lo ha demostrado Inés Fernández Ordóñez17, la Estoria de España opta por el reinado como principio de organización cronológica de la narración. Fernán Sánchez de Valladolid sistematiza esa práctica, situando cada año, al iniciar el relato correspondiente, con referencia a la Era hispánica y a la Era de la Encarnación. Según lo que escribe en su Prólogo, Pero López parece atenerse a ese mismo criterio. En realidad, no es así, ya que añade sistemáticamente dos informaciones más a las acostumbradas. En el año terçero que el rey don Pedro rregno, que fue en el año del Señor mill e trezientos e çinquenta e dos e de la era de Çesar segund costunbre de España mill e trezientos e nouenta e del criamiento del mundo segund la cuenta de los ebreos en çinco mill e çiento e doze años e del año de los alarabes, que Mahomad començo, sieteçientos e çinquenta e quatro, llego el rey don Pedro a la çibdat de Cordoua e dende fue para Aguilar18.

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Llama la atención ese recargamiento de menciones cronológicas, porque viene a reforzar una división por años ya visible dentro del texto propiamente dicho19. La ordenación de esas referencias es distinta de la práctica que se observa en la Crónica de Alfonso X y en la de Sánchez de Valladolid, donde la Era hispánica antecede siempre a la cristiana. Pero López coloca primero la Era de la Encarnación, luego la hispánica. Por fin, innova mencionando la Era hebraica y la Héjira. El criterio seguido por el Canciller se señala, pues, por un reforzamiento de la estructura formal de su modelo.

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El hecho es tanto más sorprendente cuanto que las circunstancias no exigían semejante opción. Los acontecimientos narrados son lo bastante recientes como para no exigir más cómputo que el vigente en la época de la composición. A todas luces, el cronista no sólo busca el medio más eficiente para situar los hechos narrados, sino que quiere satisfacer a una obligación que sobrepasa su misión del momento. Si mantiene el cómputo según la Era hispánica, cuando ésta ha dejado de ser oficial en Castilla, será para no romper con la tradición constante de la Crónica alfonsí. Si se refiere al cómputo de los judíos y de los árabes, será para marcar la estrecha relación de la nación castellana con esas dos culturas. Sea ésta u otra la explicación, el efecto de tal medida consiste en reforzar la dependencia formal entre las historias que se están escribiendo y la Estoria. El corolario es que el cronista toma sus distancias con las necesidades más inmediatas de su tarea, al reivindicar unos antecedentes que le colocan más en un nivel simbólico que en el simple papel de relator de unos hechos concretos20.

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Otro ejemplo, quizás más anecdótico pero muy significativo también, es el modo de implicarse que tiene el cronista en su propio relato. En la primera versión de su texto –la mal llamada versión abreviada–, menciona todas sus intervenciones como actor de los hechos, como lo hace para los demás personajes presentes. En la revisión de su texto –la también mal llamada vulgar, que es la que solemos manejar–, borra casi todas las menciones de su presencia, recurriendo a la omisión o a fórmulas despersonalizadas 21. Explicar semejante actitud por el deseo de guardar el recato propio a un observador imparcial, de borrar algunos hechos poco halagadores de su vida, o por simple prudencia

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satisface sólo a medias. No cabe duda de que sus contemporáneos estaban al tanto de lo que había hecho por aquellos tiempos y que resultaba algo infantil pretender engañarlos de ese modo. Cualquiera que fuera la verdadera intención de Pero López, lo que nos interesa aquí es notar que semejante actitud queda perfectamente autorizada por el modelo seguido, ya que en ningún momento, ni en la Crónica alfonsí ni en las siguientes, el cronista da fe de sí mismo, sino que se refiere únicamente a sus fuentes 22. Por otra parte, el Canciller pudo muy bien querer mostrar así que no escribía sólo para sus contemporáneos, testigos vivos de lo narrado –o descendientes inmediatos de esos testigos–, sino para la posteridad, que lo que decía estaba destinado a permanecer como el documento intemporal que serviría de referencia en los tiempos venideros.

FACULTAD DE ADAPTACIÓN DE LA CRÓNICA 25

Esos dos ejemplos ilustran bien, según creo, que Pero López sabía que su labor estaba destinada a tener cabida en la tradición cronística y que, además, conocía todas las ventajas que suponía para él saber acogerse a esa tradición, imitando y hasta superando el modelo seguido. Vista así, la composición de la crónica no debe enjuiciarse tanto desde el contexto histórico de su redacción como desde su capacidad a mantener vivo un proceso literario, a través del cual las instituciones se afirman y se identifican. Más allá de las coincidencias fortuitas, existen razones profundas para que se mantenga vigente una obra que va cobrando, a medida de que pasa el tiempo, el carácter de fenómeno literario excepcional, no equiparable a ninguna otra realización del campo, llamésele género, corriente literaria, o de cualquier otro modo23. La principal de esas razones es la adecuación de ese tipo de realización discursiva para rendir cuenta de manera satisfactoria de una realidad tan dúctil como la historia humana, la cual supone tanto una atención a las cosas más nimias como el tratamiento mitificador de algunos de sus actores. Esa adecuación se debe a la capacidad de la narración histórica a asumir toda clase de escritura, según lo que exija la opción ideológica adoptada.

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La crónica puede ser receptáculo de documentación histórica, sin apenas tener que modificar la forma del material documental. De la misma manera, se adapta perfectamente al estilo jurídico. Dispone naturalmente, –casi por esencia–, de la facultad de ordenar los hechos merced al hilo proporcionado por la cronología. De este modo, está en condiciones de acoger toda clase de narración, desde el relato pormenorizado de un acontecimiento concreto hasta el apólogo. El diálogo no aparece fúera de lugar sino que le sirve de adorno. Admite la lectura parcelada y, hasta cierto punto, la favorece porque exige un mínimo de bagaje por parte del lector, ya que a ella le toca proporcionar los elementos necesarios a su comprensión. Dicho de manera sintética, la única exigencia a que le obliga el ser obra literaria es mantener la ficción de la objetividad: ésa es la única norma de verosimilitud que le corresponde. Sus capacidades de adaptación son, pues, enormes, lo mismo que sus posibilidades de desarrollo. Pero, por eso mismo, exige, por parte del que la cultive, una evidente capacidad para sacar provecho de todas esas posibilidades24.

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Este parece ser el caso de Pero López de Ayala en el momento en que emprende la redacción de las crónicas de Pedro I, Enrique II y Juan I. La idea que sostengo es que, en aquel momento, es decir a partir de 1385, el señor de Ayala ha alcanzado una madurez, como intelectual y como escritor, que le permite emprender una tarea tan difícil como la composición de una historia de la época que le tocó vivir. Su primer aprendizaje ha

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consistido en familiarizarse con la obra de grandes autores, por medio de la traducción. La más notable manifestación de esa etapa consiste en el trabajo que realiza sobre la obra de Gregorio Magno, traduciendo y adaptando bajo varias formas sus Moralia sobre el Libro de Job. Durante su cautiverio en Aljubarrota, se dedica a dar forma escrita a una introspección sistemática, asociándola a una reflexión sobre la sociedad de su tiempo. El resultado es ese objeto mixto, entre confesión personal y tratado político-moral, que constituye el Libro rimado del Palaçio. ¿Qué duda cabe de que Pero López ha sufrido de los límites que suponían las normas de composición del mester de clerecía para llevar a cabo semejante ambición? A su vuelta a la Corte, se encuentra sumido en los numerosos quehaceres políticos que se derivan de la situación catastrófica en que se encuentra la Corona. Queda constancia de su contribución a la reflexión colectiva de aquella época en los diversos discursos que dirige al rey y a los estamentos en las asambleas de Cortes. Es probable que ese tipo de actuación, impuesto por la urgencia de los casos por resolver, no le satisface porque no aporta una solución de conjunto a una situación que, sin embargo, la exige. Sería lógico pensar que la idea de componer una crónica de los reyes recientes se le ocurriera como la mejor manera de resolver las dificultades del momento y, al mismo tiempo, de culminar su obra personal, ofreciendo a su pensamiento un marco suficientemente amplio para que pudiera desenvolverse a sus anchas. Además, así se le proporcionaba una manera ideal de conciliar su reflexión y su contribución personal a la reflexión colectiva, lo que no le había sido posible cuando había optado por la forma del mester de clerecía.

FUNCIÓN IDEOLÓGICA DE LA CRÓNICA 28

Todos los recursos mencionados, heredados por Pero López de la crónica alfonsí, alumbran el proceso creador del cronista pero no explican del todo por qué sintió la necesidad de lanzarse en una iniciativa tan difícil y hasta arriesgada. Quisiera mostrar que la crónica constituía también un modo privilegiado de dar sentido, por medio de la exposición de los hechos, –por medio del discurso racional– a una historia reciente que no había encontrado más solución que el recurso a la violencia y la evidencia de un poder ejercido desde la sola legitimidad de la fuerza de los vencedores.

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La piedra de toque de esa capacidad excepcional de la crónica reside en su facultad para conciliar una objetividad aparente con lo que resultaba inconcebible, dentro de una mera interpretación histórica que privilegiaba el poder monárquico, a saber la existencia concomitante de dos reyes. A ese dilema estuvo enfrentado Pero López. Considero que la solución le fue proporcionada por los recursos discursivos de la Crónica real 25.

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Enrique deTrastámara se autoproclama rey y se corona en Burgos en 1366, año que corresponde al XVII del reinado de Pedro I. Esta decisión unilateral del pretendiente no modifica la titulación de Pedro: el Canciller lo sigue llamando rey hasta su muerte en 1369. Varias eran las posibilidades que se ofrecían al cronista para respetar esa realidad nueva. La primera hubiera consistido en dar fin al reinado de Pedro I sustituyéndole el de Enrique, valiéndose de la evolución ulterior de los hechos. Si semejante solución no se adoptó, se puede suponer que fue porque tenía el defecto de imponer un fuerte matiz partidista a la crónica y hubiera contribuido a desacreditarla en su pretensión a ser no sólo la verdad oficial del momento sino la verdad «tout court», como ya se ha subrayado más arriba. La segunda solución hubiera consistido en proseguir el reinado de Pedro y no iniciar el de Enrique hasta la muerte de su antecesor. Si bien se mantenía así el

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tratamiento privilegiado que ha merecido la institución monárquica en la Crónica real, el método empleado conllevaba una insoportable contradicción, al condenar prácticamente el proceder del nuevo rey y fundador de la nueva dinastía. La solución era imposible en términos políticos26. Sin embargo, es la que adoptaron los editores modernos y lo que hace que nos resulte tan difícil hoy entender ese tema, al no disponer de una versión conforme con el original concebido por Ayala27. Éste propone una solución original, expresada en una fórmula muy explícita, aplicada al rey don Pedro, en el momento de cerrar su crónica: e regno tres años en contienda con el Rey don Enrique. 31

Se entiende cuál era la obligación del cronista: reconocer, desde el momento en que empieza a manifestarse, la condición real de Enrique sin, por eso, dejar de tener en cuenta otra realidad indiscutible, el que Pedro siguiera ejerciendo las prerrogativas reales hasta su muerte, si bien en condiciones precarias en los últimos meses. Esa doble exigencia, Ayala la respeta en la letra de su crónica y también, de modo más significativo aún, en su estructuración.

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Para expresar la nueva condición de rey del Trastámara, utiliza una fórmula sencilla a la par que desprovista de ambigüedad: e de aqui adelante se fizo llamar rey. Esa hábil fórmula, al atribuir la iniciativa del cambio al protagonista, exime al cronista de tomar partido y lo mantiene en una prudente expectativa. Introduce un matiz dentro de la misma titulación –el que se fizo llamar, y el que lo es–, lo que le permite llevar adelante paralelamente el relato de los hechos de cada uno sin tener que crear dos contextos distintos, entre los que tuviera que alternar. No deja de tratarse de una sola crónica, aunque albergue a dos soberanos28.

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Donde mejor se marca la solución elegida por el cronista, es en la estructuración de su relato. Observemos el cómputo cronológico, tal como figura en los epígrafes y en cabeza del primer capítulo anual después de la proclamación de Enrique. En el segundo año que el sobre dicho rrey don Enrrique rregno, que fue en el año diez e ocho que el rrey don Pedro auia rreynado, e fue en el año del Señor mill e trezientos e sesenta e siete, e de la era de Çesar mill e quatroçientos e çinco, e del Criamiento del mundo, segund la cuenta de los ebreos en çinco mill e çiento e veynte e siete años, e de los alarabes en sieteçientos e sesenta e nueue años 29.

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Se observa que, en el orden de cita, el cómputo correspondiente a Enrique precede al de Pedro. La intención parece evidente: se trata de dotar al nuevo rey de una legitimidad, colocándolo en situación privilegiada con relación con su contrincante. Más aún, no deja de ser hábil ese modo de actuar porque prepara una solución «indolora» para cuando llegue el momento de separarse de Pedro. Esa medida no provocará ningún trastorno en la presentación, ya que la mención condenada a desaparecer no es la que encabeza la serie, sino un elemento interior de la misma.

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La muerte de Pedro se produce durante el vigésimo año de su reinado y cuarto del de Enrique. El cronista señala estructuralmente la desaparición del rey incluyendo su semblanza, fórmula que generalizará a todos los reyes tratados, incluido Alfonso XI, como veremos más adelante30. Pero no interrumpe el relato correspondiente a ese año, sino que se limita a cerrar un capítulo y abrir uno nuevo, encabezándolo con la fórmula: otro dia despues que el rey don Pedro fue muerto [...] 31. El 1 de enero de 1370 inicia el quinto año del reinado de Enrique II. Este tratamiento, que concede a la condición real de Pedro lo mínimo que se le podía dar, muestra que Ayala se acogió a una solución puramente formal, cuya función consistía en mantener el valor simbólico de la institución que pretendían encarnar ambos príncipes. No cabe duda de que, para él, la condición real de

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Enrique no se puede poner en tela de juicio desde el momento en que se proclama. Con todo, la institución imponía que la figura del rey antecesor permaneciera en pie, – ¿aunque sólo fuera en efigie?–, hasta el final. 36

Más original aún resulta ser la solución adoptada en lo que respecta la estructura externa del relato32. En efecto, la clave principal del proceso seguido por Ayala se encuentra en la manera de incluir el tema de la doble monarquía en un proyecto más amplio. Bien se sabe que la crónica de Alfonso XI quedó inconclusa. Cuando la retomó Ayala, le faltaba el relato de los seis últimos años del reinado del Conqueridor, desde Pascua de 1344 hasta marzo de 1350, fecha de la muerte del rey. El Canciller se preocupó de completarla parte que faltaba por medio de un largo capítulo inicial, colocado al principio de la crónica de su hijo, Pedro.

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Esta necesidad de volver a atar el hilo de la Crónica real, que ya hemos encontrado en el caso de la crónica de Alfonso XI, si bien Ayala la cumple con una gran economía de medios, fue lo que, no sólo facilitó su tarea, sino lo que la hizo posible. En efecto, daba pie para concebir no ya la crónica de un reinado sino un conjunto mayor, que integrara el final del reinado de Alfonso XI y la totalidad de los de sus dos sucesores. Los editores modernos han ocultado el hecho, separando las crónicas una de otra, aún a riesgo de caer en las aberraciones que no dejaría de provocarla convivencia de los dos reyes.

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Algunos manuscritos reproducen un epígrafe general que resulta más significativo de la voluntad de Ayala, en el momento en que emprendió la composición de su crónica: Aqui se comiença la Coronica de los fechos que acaesçieron en los tienpos que rregnaron en Castilla e en leon los Rreys don Pedro e don enrrique su hermano fijos del rrey don alfonso honzeno de los rreys de Castilla e de leon que ouieron este nonbre33.

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La mención expresa de Alfonso XI ofrecía la posibilidad de asociar de modo indisoluble, por ser los dos hijos suyos, a Pedro y Enrique. El resultado consiste en crear una nueva división dentro de la Crónica: no ya la del reinado, sino una periodización correspondiente a la herencia disputada de un rey, que se agota con la muerte del segundo de los protagonistas. Estaba claro que la estructura propia al reinado no podía dar una solución aceptable a la situación original de la que el cronista tenía que dar cuenta, porque le obligaba a privilegiar un partido o, peor todavía, a no ordenar claramente su discurso. Lo más lógico, dentro del contexto político en que le tocó escribir su crónica, hubiera sido prescindir del reinado de Pedro I, con todos los inconvenientes que ello suponía, entre los que figuraba el de romper una de las normas más severas de la Crónica real, la continuidad histórica. Esa misma crónica le proporcionó el medio para salvar la dificultad: tomar como tema básico ya no el reinado, sino la sucesión de un rey indiscutido.

CONCLUSIÓN 40

Creo que, al término de estas observaciones, se puede afirmar que la concepción de la historia propugnada por Alfonso X conserva, un siglo después de su invención, un valor modélico indudable para los cronistas reales. No se trata solo del inicio de un corpus que deberá prolongarse mientras los fundamentos ideológicos que lo asentaron sigan vigentes, sino de un instrumento para aprehender los hechos históricos y para verterlos en un discurso coherente y convincente. El genio de Pero López de Ayala ha consistido en saber captar todas las posibilidades de adaptación a una realidad concreta que ofrecía la

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Crónica, y aplicarlas al período extraordinariamente complicado que le tocaba relatar. Lo hace con una mezcla impresionante de pragmatismo y de fidelidad a la norma que resultará difícil mantener para sus sucesores. Al encontrar una solución al dilema de los dos reyes, Ayala ha salvado de algún modo la Crónica real, que amenazaba desaparecer ante la imposibilidad de cumplir su cometido. Pero conviene preguntarse si no ha creado al mismo tiempo las condiciones de un cambio que irreversiblemente llevaría a la desaparición de la fórmula heredada, al desplazar el enfoque de la noción de reinado hacia otra, menos normativa, la de realeza, al colocar la personalidad del rey en un segundo plano frente a la institución.

BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS 1. Como consecuencia de ese supuesto, el proyecto alfonsí se designará como la Estoria pero también como la Crónica real por antonomasia. 2. Estas afirmaciones deben mucho a las ideas adelantadas, en distintos trabajos y en su seminario, por Georges Martin. 3. Se deriva de ello que la materia misma de la crónica, por lo que tiene de anecdótico, carece relativamente de interés y que se pueda echar mano de toda clase de fuentes, incluidas las que pertenecen a la literatura no culta. [Es una afirmación que merece discusión. Nota del autor]. 4. Crónica del Rey don Alfonso Décimo, BAE, LX VI, p. 3. 5. Esos cambios podrían explicar que el proyecto de General Estoria se haya interrumpido, mientras que el de Estoria de España haya cundido después de la muerte de su iniciador. 6. Sigo considerando que Pero López empezó la redacción de las cuatro crónicas después de 1385. Véase mi Obra y personalidad del Canciller Ayala, Madrid, Ed. Alhambra, 1983, pp. 155-171. 7. Crónica del Rey don Alfonso Décimo, p. 3. 8. El rey aparece además «en majestad», con el calificativo de «Conqueridor». 9. Semejante actitud deja perplejo acerca del influjo de la labor cultural de Alfonso X en las generaciones posteriores. 10. Pero LÓPEZ DE AYALA , Crónica del Rey Don Pedro y del Rey Don Enrique, su hermano, hijos del rey don Alfonso Onceno, edición crítica y notas de Germán ORDUNA, estudio preliminar de Germán Orduna y José Luis Moure, Buenos Aires, SECRIT, 1994, 1 (citado Crónica del Rey Don Pedro y del Rey Don Enrique), p. LXXXVII. 11. Ibidem, p. LXXXVIII.

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12. Ibidem, p. XLVII. El subrayado es mío. 13. No se sabe si, en el momento en que escribía Pero López lo citado, Juan I había muerto ya. No hay que descartar esa posibilidad aún si parece retrasar con exceso la composición de la primera versión de las crónicas y deja muy poco tiempo en vida del cronista para su revisión; en efecto, como lo señalan los editores, puede tratarse de una mención añadida más tarde a un testigo de la primera versión. Si suponemos que no había muerto el rey Juan, habrá que admitir que el ejemplo de Alfonso XI, cuya crónica se escribió cuando estaba envida, ha cundido y que la crónica es compatible con una relación de los hechos actuales. Esa nueva perspectiva puede interpretarse como una compensación a la pérdida de universalidad que experimenta la crónica con respecto al modelo alfonsí. 14. El hecho queda patente en la amplitud que reservan los cronistas, por un lado, a la crónica de Alfonso XI y, por otro, a la de Pedro I. 15. De esa influencia el cronista de Alfonso XI no se salva siempre, como lo demuestra la comparación de los distintas versiones de ese texto. Cf. Gran Crónica de Alfonso XI, preparada por Diego CATALÁN, Madrid, Gredos, 1977. 16. P. LÓPEZ DE AYALA, Crónica del Rey Don Pedro y del Rey Don Enrique, I, p. LXXXVIII. 17. Inés FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las Estorias de Alfonso el Sabio, Madrid, Istmo, 1992, p. 33. 18. Pero LÓPEZ DE AYALA, Crónica del Rey Don Pedro y del Rey Don Enrique, I, p. 71. 19. Esa división queda resaltada, a su vez, por la rúbrica de cada capítulo, en la que figurael cómputo cronológico correspondiente a la Era hispánica y a la Era de Cristo: «Año terçero que el rrey don Pedro rregno que fue año del Señor mill e trezientos e çinquenta e dos e de la era de Çesar segund costunbre de España en mill e trezientos e nouenta» (ibidem). 20. Pero López impone a su entorno un argumento de autoridad que se deriva de su función de intelectual. Nunca se insistirá bastante en esa conciencia que tiene el señor de Ayala de desempeñar una misión ilustradora entre sus contemporáneos. Por otra parte, entre los modelos posibles se menciona aquí esencialmente al de la Estoria, pero quedaría por estudiar la posible influencia de la General Estoria en los cronistas del

XIV,

la que, según creo, no se he estudiado

hasta hora. 21. Cf. mi Obra y personalidad del Canciller Ayala, pp. 136-140. 22. En su Prólogo general, Pero López pretende aportar también su contribución cuando le ha tocado ser testigo presencial de los hechos narrados. Sus fuentes pueden, por consiguiente, ser personales. Pero lo que se señala aquí es la mención del cronista como protagonista de los hechos y no como testigo. 23. Para enfocarla Crónica real como fenómeno literario, quizás fuera eficiente aplicarle categorías bien conocidas, tales como la de género, de corriente, o de tema: es decir, toda clase que supone una permanencia en el tiempo. Este método permitiría relativizarel papel propio de los autores y privilegiar el fenómeno de escritura propiamente dicho. 24. Esas enormes posibilidades demostradas por la historia deben entenderse dentro de un marco relativamente estricto: quiero resaltar aquí la capacidad asimiladora de la historia y no la de ser asimilada. Puede que esa facultad explique todas las formas que inspiró más adelante, como los florilegios históricos, el romancero , y demás silvas, etc. Pero todas esas formas suponen la renuncia a los dos componentes más irreductibles de la crónica, a saber la unicidad como obra y la amplitud para cubrir todas las circunstancias del período estudiado. 25. Este tema ha sido tratado en profundidad por G. ORDUNA y J. L. MOURE en su Introducción a la edición citada (capítulo «La Crónica del rey don Pedro y del rey don Enrique su hermano, hijos del rey don Alfonso Onceno como unidad de estructura e intencionalidad», pp.

LV-LXI),

de la que hago una

reseña en Atalaya, 6 (otoño 1995). Quedo en deuda hacia ellos para lo esencial de mi argumentación.

119

26. Esta solución contenía también un riesgo, el de subrayar el eclipse que conoció el rey recién auto-proclamado después de su derrota en Nájera. 27. Esa laguna estará colmada con la edición completa de la edición de Germán O RDUNA y José Luis MOURE señalada más arriba. 28. Convendría estudiar el tipo de alternancia que se da en la narración entre los hechos de Pedro y los de Enrique, ¿A qué necesidad responde esa alternancia, cuando se realiza? 29. Pero L ÓPEZ

DE

A YALA, Crónica del Rey Don Pedro y del Rey Don Enrique, II, p. 155. Conviene

recordar que el cronista inicia cada año el uno de enero, y no en el día aniversario de la accesión al trono del rey concernido: «Queremos aca declarar cada cuento destos por que se puso o commo se guarda e se falla en el año segundo que el sobre dicho rrey don Pedro rregno, començando los años de aqui adelante sienpre en el primero dia de enero» (ibidem, I, p. 29). 30. Pero López de Ayala no inventó la inclusión de la semblanza del rey en la crónica, sino que le dio una importancia nueva, transformando la semblanza en verdadero retrato. Cf. Madeleine PARDO, «Place et fonction du portrait du roi dans les chroniques royales castillanes du XV e siècle»,

Razo. Cahiers du Centre d’études médiévales de Nice, 10, 1990, pp. 71-96. 31. Como lo señalan Orduna y Moure, en la version Primitiva de la crónica, por lo menos en una de sus ramas, ni siquiera se observa una interrupción del hilo narrativo. En la Vulgar, el cronista suavizará su relato. 32. Se trata de la tesis más original y convincente propuesta por Orduna y Moure. 33. Pero

LÓPEZ DE AYALA ,

Crónica del Rey Don Pedro y del Rey Don Enrique, I, p. LIX. Los editores

optaron por incluir esta fórmula en el título de su edición.

RESÚMENES Con la Crónica real, Alfonso X había elaborado un modelo de composición histórica del que sus inmediatos sucesores supieron aprovecharse sin modificar fundamentalmente su economía. Cuando, un siglo después de la muerte del Rey Sabio, Pero López de Ayala retoma el proyecto por su cuenta, las circunstancias políticas han cambiado mucho y una adaptación del esquema inicial se hace necesaria. El nuevo cronista sabe preservar las apariencias de la fidelidad al modelo pero, de hecho, aporta modificaciones que van a poner en tela de juicio la concepción de la historia imperante hasta entonces. Intento definir la naturaleza y el alcance de los cambios introducidos haciendo hincapié en algunos aspectos esenciales heredados de la tradición alfonsí With the Royal Chronicle, Alfonso X had produced a model of historical writing which was taken up by his immediate successors without altering its basic premises. When Pero López de Ayala resumed the task on his own account a century after the death of Alfonso the Wise, the political circumstances had changed greatly and the original schema was in need of updating. The new chronicler successfully kept up the appearance of fidelity to the model, but in fact he introduced modifications which would call into question the concept of history prevailing up to that time. Our aim here is to define the nature and the scope of these changes, highlighting a number of essential aspects inherited from the Alfonsine tradition

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AUTOR MICHEL GARCIA Université Paris III

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El modelo alfonsí ante la revolución trastámara Los sumarios de crónicas generales del siglo XV Jean-Pierre Jardin

1

El 23 de marzo de 1369, muere el rey don Pedro I a manos de su hermanastro Enrique. Con éste, «son ennemi, son frère, son assassin»1 llega al trono una nueva dinastía, los Trastámaras. Esta revolución, en términos del profesor Suárez Fernández 2, no sólo tiene consecuencias en la vida política y social de Castilla, sino que también las tiene en el mundo cultural, y muy especialmente en la historiografía. Una de las tareas urgentes de los cronistas al servicio del poder fue legitimar la nueva dinastía: tarea nada fácil, ya que el fundador de ésta, además de ser fratricida y regicida, era bastardo. Su legitimación necesitaba, pues, una «reescritura» del pasado inmediato de Castilla. Más allá de esta necesidad apremiante, la nueva dinastía traía consigo un nuevo personal político, una «nueva nobleza»3, que pretendía imponer a la sociedad sus valores culturales, políticos, sociales e ideológicos en el sentido más amplio de la palabra, y buscaba en el pasado la justificación de estos valores. Esta nobleza hacía de mecenas para con unos historiadores encargados de encontrar esta justificación, a toda costa. Todos estos factores, y algunos más 4, explican la excepcional riqueza de la producción historiogràfica en el siglo en que los Trastámaras ocuparon el trono de Castilla. Entre las obras producidas en aquel período, nos vamos a interesar por un conjunto de textos algo olvidados, los sumarios de crónicas. Esta denominación, cabe decirlo, es bastante moderna: los autores de estas obras no la usaron5 sino que las llamaron, las más de las veces, sumas, compendios o sencillamente crónicas6. Si nos parece imprescindible el estudio de este corpus a la hora de realizar un balance de lo que fue la historiografía alfonsí, es porque representan, en este siglo XV en el que ya no se escriben refundiciones importantes de la obra alfonsí, sino meros arreglos, el último retoño de esta historiografía.

2

El corpus de los sumarios de crónicas representa unos veintidós títulos diferentes. De estos veintidós, nos interesan hoy dieciséis. Los otros seis, obras del siglo XIV, no tienen relación alguna con la tradición alfonsí, sino que pertenecen a otra tradición, quizás más genealógica que cronística: la que arranca del Liber Regum. Las dieciséis obras de las que vamos a hablar cubren un período de tiempo que parte del reinado de Enrique III, época

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de la redacción del Sumario del Despensero, así llamado por ser su autor Despensero Mayor de la reina doña Leonor, primera mujer de Juan I, para llegar al reinado de los Reyes Católicos, en el que Pedro de Gracia Dei redacta sus obras en verso. Nos parece útil proponer aquí una breve descripción de cada una de estas obras: Sumario del Despensero (en realidad Suma de los Reyes que ovo en Castilla desde que ovo seyda de los moros). – Atribuido a Juan Rodríguez de Cuenca, y editado a finales del siglo XVIII por Llaguno Amírola7. La edición se hizo a partir de cuatro manuscritos y recoge dos versiones del sumario. Hoy se conocen catorce manuscritos del texto, representando cuatro versiones distintas; Siete Edades del Mundo, obra en verso de Pablo García de Santa María, dirigida a la educación del joven príncipe Juan, futuro Juan II. Existe una edición reciente de esta obra8; Suma de Corónicas, del mismo, en prosa. Desgraciadamente inédita, se conserva en tres manuscritos, dos de los cuales fueron actualizados en tiempos de Enrique IV, y en una refundición de tiempos de los Reyes Católicos. El texto original alcanza la muerte de Catalina de Lancáster (1418); Atalaya de las Crónicas, de Alfonso Martínez de Toledo, arcipreste de Talavera 9. De esta obra, redactada hacia 1443, a petición de Juan II según parece, existe también una edición reciente10; Regum Hispanorum, Romanorum Imperatorum, Sumorum pontificum, necnon Regum Francorum, Anacephaleosis, de Alonso de Cartagena, hijo de Pablo de Santa María, y él también obispo de Burgos. Este texto se redactó, en latín, pocos meses antes de la muerte del prelado (1456) y fue traducida al castellano, por Juan de Villafuerte, en 1463, con el título de Genealogía de los Reyes. Su primera edición se remonta a 1545; existe hoy una tesis sobre este texto11; Repertorio de los Príncipes de España, por Pedro de Escavias, alcaide de Andújar. De este texto, escrito en los años 1467-70 y acabado algo después, existe una edición reciente12 y se prepara otra; Historia Hispanica, de Rodrigo Sánchez de Arévalo. Redactada en Roma, donde el autor ejercía de castellano de Santangelo, fue publicada esta obra latina en 1469 o 1470, por Ulrich Hahn (Udalricus Gallus); Crónica Abreviada, o Valeriana de Mosén Diego de Valera. Casi no necesita presentación este sumario publicado en 1482, que conoció un éxito fenomenal (e indebido, según Menéndez Pelayo13); Suma de las Crónicas de España de Alfonso de Madrid, abad de San Salvador de Oña, muerto en 1515. Se trata del texto, muy breve por culpa de numerosísimas lagunas, de una refundición de la Suma de Pablo de Santa María realizada a favor del monasterio del autor en tiempos de los Reyes Católicos (probablemente antes de 1484) y de la que sólo se conserva un ejemplar; Compendio Historial de Diego Rodríguez de Almela. De esta obra inédita (1479-1489), se ha conservado un manuscrito incompleto de la versión original, y varios de una refundición posterior, redactada entre la muerte de Isabel y la de Fernando; Suma anónima, dedicada al rey de Ñapóles, redactada hacia 1493. Se conservan dos manuscritos de esta Suma , uno en la Biblioteca Nacional de París, y otro (muy tardío, copia del siglo XVIII) en la Biblioteca de Palacio; Summa breve de todos los reyes que ha ávido en León y Castilla..., por Sancho de Segorbe, alcaide de La Guardia (Toledo). Sólo se conserva un manuscrito de este texto inédito, fechado en 1497; Compendio Universal de las Historias romanas y de las chronicas de Castilla, atribuida a Alfonso de Ávila, hijo de Alfonso de Palencia14. De este texto también se conserva un único manuscrito, fechado en los años 1497-99; Novenario Estorial, por Diego Fernández de Mendoza. Se ha perdido la parte final de este sumario, que ahora se detiene en 1307, pero una nota marginal indica que alcanzaba el año 1501; el título se explica por el número de libros que componen la obra, nueve, «en comparación con el número de meses que pasó Jesús en el vientre de su

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madre virginal»; Suma de todos los Rey es y Genealogía y Blasón de los Reyes de Castilla, por Pedro de Gracia Dei. Son textos muy breves y en verso, escritos a finales del reinado de Fernando V por este cronista y rey de armas de los Reyes Católicos. 3

Todas estas obras tienen como punto común el presentar una historia, más o menos abreviada, de Castilla. Puede esta historia arrancar bien de los primeros reyes godos, e incluso, en algunos casos, del diluvio, bien del primer monarca de la Reconquista, Pelayo. En todos los casos, la mayor parte de esta historia procede de las Crónicas de la tradición alfonsí. Es evidente, pues, su vinculación con esta tradición, aunque no basta con decirlo. Nuestro propósito es estudiar precisamente lo que deben estos sumarios a la historiografía alfonsí, y más profundamente, qué queda del modelo creado por Alfonso X al cabo de uno o dos siglos, después del cambio de dinastía y de la revolución política y social que supuso la llegada al trono de los Trastámaras.

DE LAS CRÓNICAS GENERALES A LOS SUMARIOS: FILIACIÓN CONFESADA Y FILICIÓN OCULTA 4

Acabamos de afirmar que la mayoría de las informaciones que vuelven a tomar los sumarios de crónicas procede de las obras de la tradición alfonsí. En tal caso, parece fundado ver en qué medida estos textos reivindican esta herencia, y cuáles son las fuentes que citan cuando presentan estas informaciones. Hay que decir que nuestra esperanza de ver los sumarios reconocer la deuda que, sin ninguna duda, han contratado, será defraudada. Parece que todos los sumarios ignoran la existencia de una Historia alfonsí. Las únicas obras del siglo XIII que citan –¡y éstas sí que las citan repetidas veces!– son el Chronicon Mundi de Lucas de Túy y, sobre todo, la Historia Gothica de Rodrigo Jiménez de Rada. Se podría decir sin exagerar que Jiménez de Rada es el director de conciencia de los autores de sumarios del siglo XV. Es la máxima autoridad que conocen, y, a consecuencia, su rechazo de cualquier información que los autores puedan conocer por otra fuente, condena esta información, si no a la desaparición, por lo menos al desprecio y la desconfianza15. En cambio, no sólo citan de modo muy impreciso las crónicas generales de la tradición alfonsí, hablando de «las crónicas de España» o de «las crónicas de Castilla», sino que, en el capítulo que dedican al Rey Sabio, ninguno de ellos se refiere, entre las obras literarias de éste, a la Estoria de España. La General Estoria tiene mejor suerte, a pesar de su escasa utilización por los autores del siglo XV.

5

Sin embargo, este silencio no significa, como ya lo hemos dicho, que no utilicen la Estoria de España y sus refundiciones. Casos hay en los que incluso se puede precisar con bastante certeza cuál de estas refundiciones se utilizó16. Lo que sí significa este silencio es que la obra alfonsí ha entrado ya a pertenecer a la comunidad de los historiadores, y de modo más general, a la comunidad de los castellanos. El anonimato de las crónicas generales favoreció esta apropiación: obra de nadie, bien de todos. En realidad, es difícil imaginarlo que podían pensar de la obra del Rey Sabio aquellos hombres que vivían en un tiempo en el que existían cronistas oficiales, conocidos y retribuidos por su oficio.

124

LOS SUMARIOS Y LAS CINCO OPERACIONES DE LAS COMPILACIONES ALFONSÍES 6

En un texto imprescindible, Georges Martin presentó hace pocos años las cinco operaciones que él juzga fundamentales en una labor compiladora como la de los redactores alfonsíes17. Estas cinco operaciones son: reproducir, reunir, construir, combinar y revisar. El resultado de estas operaciones es una verdadera manipulación de las fuentes utilizadas, favorable a la visión de la historia española que pretende imponer el Rey Sabio para apoyar su proyecto político. ¿Qué queda de estas cinco operaciones en los sumarios de crónicas del siglo XV? Bien podríamos decir que todas.

7

Reproducir. – Es lo que hacen los autores de sumarios cuando toman a su cuenta la opinión o las informaciones de los cronistas anteriores, citándolos expresamente, exactamente como lo hacían dos siglos antes los compiladores alfonsíes18. Como ellos, utilizan esta operación para introducir elementos nuevos en su narración pretendiendo que los sacan de sus antecesores19.

8

Reunir. – Ésta es precisamente la meta declarada de los sumarios: reunir lo que andaba dispersado en una multitud de crónicas difíciles de alcanzar y demasiado numerosas y gruesas para que pueda leerlas todas un hombre que no dedique su vida a esta tarea 20.

9

Construir y combinar. – Son dos facetas de una sola operación, que consiste en dar una unidad a los elementos dispares reunidos en la operación anterior. En el caso de los sumarios de crónicas, esta construcción o reconstrucción del relato se hace alrededor de una estructura esencial que es el reinado. Un capítulo por reinado, tal es la medida adoptada por los autores en la mayoría de los casos. Excepciones hay: Rodrigo Sánchez de Arévalo multiplica los capítulos cuando llega a la historia contemporánea, y sobre todo al reinado de Juan II, al que conoció y sirvió (once capítulos para este único soberano); los capítulos dedicados a este mismo monarca en la Valeriana y en la Summa de Sancho de Segorbe, aunque únicos, constituyen una verdadera crónica en sí, hasta tal punto que Juan de Mata Carriazo publicó el capítulo de la Valeriana como apéndice al Memorial de Diversas Hazañas21. En el caso de Segorbe, el capítulo dedicado a Juan II representa casi la mitad del sumario. La voluntad de marcar una continuidad en el relato se afirma tanto más cuanto que la revolución trastámara demostró que esta continuidad podía romperse. En una abreviación de la traducción castellana de la Anacephaleosis, la hija de Alfonso VI, Urraca, se incluye en la lista de los reyes aunque no lo sea, «para no romper la sucesión de sus antepasados»22.

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Revisar. – Como reunir era la meta confesada de los sumarios, revisar es su meta oculta. En el primero de los sumarios, el del Despensero, esta revisión salta a la vista, por no ser demasiado sutil. El autor logra borrar por completo la solución de continuidad que existe entre Pedro I y Enrique II. Utiliza para obtener tal resultado varios recursos complementarios: por una parte, fiel a su método que consiste en seleccionar, para cada reinado, una o dos anécdotas precisas, sin contar los otros acontecimientos del dicho reinado, para los que remite a sus lectores a las crónicas regias, no alude para nada a la guerra civil que precipitó el final del monarca. La muerte de Pedro aparece como un castigo de Dios, sin más detalles23. Tampoco alude el Despensero a los orígenes de Enrique, presentado como el hermano –se supone que legítimo– de Pedro. Apenas si dice algunas palabras acerca del desamor que reinó entre los dos hermanos24. Y, por fin, inventa un

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discurso en forma de espejo del príncipe, supuestamente pronunciado por Ramiro I a la hora de la muerte, discurso que recuerda hábilmente al tratar de Enrique25, para persuadir al lector de que, más allá de las relaciones de parentesco –no dichas– existen vinculaciones creadas por las obras: así, el verdadero «hijo perdido» de Alfonso XI no es Enrique, el cual se sitúa en la continuidad dinástica, sino Pedro. Este ejemplo llega, desde luego, hasta los extremos. Pero ilustra cómo los autores de sumarios pueden, ellos también, «revisar» los hechos que refieren. 11

Así presentados, los sumarios de crónicas parecen ser unas compilaciones idénticas en su forma y esencia a las obras salidas del taller alfonsí. Incluso lo que hace su especificidad, la idea de abreviar las crónicas, parece que tiene su origen remoto en las crónicas alfonsíes.

RESUMIR ES ELEGIR 12

Existen dos formas de resumir un texto cronístico: suprimir detalles conservando la totalidad de las informaciones contenidas en el texto original, o elegir las informaciones que parecen esenciales suprimiendo las demás. Los autores de sumarios han usado los dos métodos. El segundo es el que permite manipular la Historia con más facilidad, ya que, con el pretexto de resumir, se puede elegir parte de las informaciones y eliminar las que molestan.

13

Tal eliminación puede hacerse en nombre de la moral o del decoro26, en nombre de la veracidad histórica, o de cualquier otra razón. Lo cierto es que este método, que ya está muy presente en la Crónica Abreviada de don Juan Manuel 27, precursor de los sumarios del siglo XV, se encuentra en germen en la Estoria de España alfonsí 28, especialmente en las crónicas nacidas del arreglo crítico de finales del siglo XIII, como, por ejemplo, la Crónica de Veinte Reyes29.

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En apariencia, pues, los sumarios de crónicas generales del siglo XV no difieren en su esencia de las compilaciones del taller alfonsí o de sus continuadores. Llevan hasta el extremo la idea de compilación, pero las operaciones básicas de composición de un sumario no difieren de las de una crónica general. Sin embargo, nos parece que estas obras ya no pertenecen al mundo alfonsí. Es lo que vamos a intentar demostrar ahora.

DE ESPAÑA A CASTILLA 15

Existe una primera diferencia entre lo que fue el proyecto alfonsí y la historiografía del siglo XV. Esta diferencia, cabe decirlo, no es propia de los sumarios de crónicas, ni siquiera nació en el siglo XV, sino en el siglo XIV, y quizás muy poco tiempo después de la desaparición del Rey Sabio. Reside en la restricción del espacio considerado por las obras. Mientras Alfonso X pretendía escribir una Estoria de España, de toda la península y de todas las naciones que convivieron en ella, los sumarios de crónicas heredan del siglo anterior una visión profundamente castellanocentrista de la Historia. Una de las primeras tareas de don Juan Manuel, al abreviar la obra de su tío, fue eliminar todo lo no referido a España en la época antigua, y todo lo no castellano a partir del momento en que estima que existe tal entidad30. Este sentimiento nacionalista no deja de crecer durante los siglos XIV y XV, paralelamente al desarrollo de Castilla como nación de importancia europea. Escritores como Alfonso de Cartagena, autor por otra parte de un Discurso sobre la

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preeminencia de Castilla sobre Inglaterra (en latín) con ocasión del concilio de Basilea, o como Rodrigo Sánchez de Arévalo, muy influenciado por las ideas de su amigo y maestro y enfrentado, además, al humanismo italiano, no dudan en reavivar la vieja tesis neogótica31. Incluso cuando usan como fuentes textos procedentes de la tradición alfonsí, los autores hablan de «crónicas de Castilla». 16

Sean lo que fueren las causas de esta reducción del campo de la historiografía, constituye una primera ruptura, muy importante, del modelo alfonsí, que abarcaba en su visión político-histórica, la totalidad de España. Es más que una divergencia de enfoque: es el signo de una verdadera ruptura de la sociedad castellana con el ensueño del Rey Sabio.

MONARQUÍA Y NOBLEZA: LOS CAMBIOS DEL SIGLO XIV 17

Las manipulaciones de los autores de sumarios, acabamos de decirlo, benefician a la monarquía, como ya era el caso en tiempos de Alfonso X. Pero esta monarquía poco tiene que ver con la ideada por el Rey Sabio. Los Trastámaras llegaron al poder con la ayuda activa de la nobleza castellana. Esto no significa que sean unos títeres en manos de los nobles, como se han venido presentando durante años: por lo contrario, son los monarcas de esta dinastía los que empiezan a utilizar, sobre todo a partir del reinado de Juan II, los conceptos que servirán años más tarde a los partidarios del absolutismo regio. Sin embargo, hay que reconocer que tuvieron que pactar con la nobleza para mantenerse en el poder. Estos pactos tienen su traducción en la historiografía: la monarquía que defienden los sumarios de crónicas es una monarquía «aristocrática», que ha adoptado parte de los valores de la nobleza.

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Como se podía suponer, el texto que más pondera la idea de una «monarquía caballeresca», en la medida en que los valores caballerescos son los de la nobleza, es el más cercano a la revolución trastámara, el Sumario del Despensero. El discurso de Ramiro I, ya citado, utilizado para condenar a Pedro I y ensalzar a Enrique II, pondera estos valores, como la castidad porque face grand plazer a Dios el que lo face, e guarda e mantiene, de que hay muchos buenos exemplos de las buenas andanzas que ovieron en las lides los Caballeros que la vertud de castidad guardaron e mantovieron 32.

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Pero la idea de una monarquía caballeresca aparece con más claridad en otro discurso, el planctus de Sancho Sánchez de Rojas, «buen caballero de un buen linaje de Castilla», a la muerte de Alfonso XI. Este planctus tiene como función principal, otra vez, desprestigiara Pedro I ensalzando la figura de su padre desde un punto de vista opuesto a lo que fueron las ideas del Rey Cruel. En él, toda la grandeza del monarca fenecido se mide a partir de los valores de la caballería, y la frecuencia con que aparecen los términos relacionados con este mundo no deja de sorprender: E la primera dellas fue quando se armó Caballero en la cibdad de Burgos; porque éstas fueron las más nobles e más honradas caballerías e más cumplidas en todas las cosas que de Rey en toda España se sepa, nin en Corónica ninguna se lea que en tiempo de los Reyes de España pasados tan nobles e tan complidas fuesen sus caballerías como fueron éstas, por se armar con él en estas sus caballerías muy grandes Señores de su linage que avían debdo con la su merced, e otros muchos Caballeros de muy grandes linages de los sus Regnos que él estonce armó Caballeros, e otros muchos grandes Señores e Caballeros que vinieron de otros Regnos e otras tierras a armarse Caballeros deste noble Rey en este día de las sus

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caballerías; e otrosí de tantas pruebas de caballerías como estonce fueron fechas, e se probaron en todas las obras de Caballeros [...] 33. 20

Los sumarios posteriores no se muestran tan tajantes en su defensa de los valores caballerescos o nobiliarios, quizás porque la monarquía los ha adoptado y ya no necesitan ser defendidos. Lo cierto es que la monarquía que defienden los sumarios, esta monarquía aristocrática, está muy lejos del personalismo de Pedro I, y muy lejos también del proyecto alfonsí. Es una monarquía adaptada a la nueva sociedad castellana, en la que el grupo social en auge es la pequeña nobleza, la nobleza de cargos y oficios, una nobleza con ansias de verse reflejada en el espejo de la Historia.

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Otro rasgo de los sumarios de crónicas que resulta también ser una consecuencia del peso de la nobleza (como lectora, como mecenas, y como autora) en la historiografía del siglo XV, es el desarrollo del pensamiento genealógico dentro de estas obras. Aún no estamos en el siglo XVI, época en la que Pedro Fernández de Velasco, condestable de Castilla, puede escribir un Sumario de Crónicas (llamado, según los manuscritos, Abreviación o Epítome) que se preocupa tanto, si no más, por los orígenes de las familias de la nobleza castellana como por la historia del reino, y empieza con esta afirmación orgullosa de autoría por parte del poderoso duque: Yo, don Pedro Fernández de Velasco, Condestable de Castilla, Duque de Frías, Conde de Haro, Capitán General de su Magestad y su Camarero Maior y su Justicia Maior en Castilla la Viexa, Señor de la Casa de los Infantes de Lara, hixo lixítimo de don ĺñigo Fernández de Velasco, Condestable de Castilla y Duque de Frías, Gobernador que fue destos Reinos, y de Doña María de Tobar, Duquesa de Frías, su lixítima muger, viendo quan poco a [?] andado a escribir en estos reinos, acordé de hacer este libro e abrebiaçión [...]34

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Pero ya es de notar, en el siglo XV, el número de sumarios de crónicas cuyo título tiene alguna vinculación con la genealogía, desde la Anacephaleosis, o Recapitulación de los Reyes, de Alfonso de Cartagena (traducida al castellano como Genealogía de los Reyes), hasta el Repertorio de Príncipes de Pedro de Escavias, pasando incluso por la Suma de los Reyes, que no de las Crónicas, del Despensero Mayor. Sin hablar, desde luego, de la Genealogía y Blasón de todos los Reyes de Castilla de Pedro de Gracia Dei... En el siglo XV, el pensamiento genealógico, en los sumarios de crónicas, aún se limita a considerar la lista de los reyes de Castilla. Este enfoque regio bien puede ser una herencia de la época alfonsí. No quita que la aparición de esta preocupación genealógica es muestra del cambio de mentalidades intervenido en el campo de la escritura de la Historia, un cambio originado por la revolución del siglo XIV: tanto los monarcas en el poder como la nobleza que los apoya – mal que bien– no logran ocultar su naturaleza de advenedizos preocupados por encontrar sus raíces en un pasado del que no se sienten totalmente propietarios.

UNA «PRIVATIZACIÓN» DE LA HISTORIOGRAFÍA 23

Los elementos recogidos en el párrafo anterior nos conducen a subrayar lo que, sin lugar a dudas, aleja los sumarios de crónicas del modelo de historiografía alfonsí: el abandono, por parte de los cronistas, del anonimato y su desvinculación relativa del poder real. Este hecho no viene a significar que los sumarios de crónicas no defiendan la verdad del poder: esto sería contradictorio con lo anterior. Pero lo cierto es que, escriban o no por encargo del poder real35, los autores redactan libremente sus obras. Si adoptan, para ellas, el modelo alfonsí, esta elección es suya. Después del reinado desastrado de Pedro I, el poder regio parece que ya no puede vigilar la composición de obras tan ambiciosas como lo eran

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las compilaciones alfonsíes. Entonces, el siglo XV, ¿siglo de libertad? De cierto modo, sí. Los hombres que ponen su firma al final de un sumario de crónicas –o al final del prólogo– reivindican éste como una obra suya y muy suya, por halagadora que se muestre para con el poder. Todos actúan, más o menos conscientemente, como lo hará en el siglo siguiente Pedro Fernández de Velasco. Su orgullo de noble y/o de intelectual 36 se trasluce en su satisfacción de escritor, enteramente responsable de su obra37. En esta desvinculación del poder regio, que no es ya ningún actor en la redacción de las obras, reside la verdadera ruptura con el modelo alfonsí. La máquina creada por el Rey Sabio sigue funcionando, pero carece del sentido que había pretendido darle Alfonso X. Ya no existe la historiografía alfonsí, porque ella suponía la mainmise del rey sobre la redacción de las obras. 24

La conclusión que se puede sacar de este rápido estudio de los sumarios de crónicas es que la historia de estas obras es la historia de una apropiación: la apropiación del modelo alfonsí de crónica general por unos hombres que representan al grupo social vencedor de la guerra civil de 1369, esta nobleza nueva de origen modesto –dentro de lo que cabe– pero de rapidísimo ascenso en la sociedad del siglo XV. Estos hombres utilizaron la máquina alfonsí para servir sus intereses y los de sus lectores, nobles o reyes trastámaras. Es la historia de una apropiación, y al mismo tiempo, la historia de una traición: traición, quizás inconsciente, de lo que era el proyecto alfonsí y del significado de la historiografía dentro de este proyecto. Pero es también la historia de una salvación: salvación del legado alfonsí, por lo menos en materia de conocimiento histórico, este legado que los sumarios de crónicas lograron transmitir a los primeros historiadores modernos. Lo que hombres como Mariana o Garibay conservan de la cultura histórica medieval, para bien o para mal, lo deben ante todo a obras como las de Mosén Diego de Valera o del Despensero Mayor.

BIBLIOGRAFÍA

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129

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131

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SUÁREZ FERNÁNDEZ ,

Monarquía hispana y revolución trastámara (Discurso leído el día 23 de

enero de 1994 en el acto de su Recepción Pública por el Excmo. Sr. D...), Madrid, Real Academia de la Historia, 1994. 3. Salvador

DE MOXÓ ,

«De la nobleza vieja a la nobleza nueva. La transformación nobiliaria

castellana en la baja Edad Media», Cuadernos de Historia, 3 (La sociedad castellana en la baja Edad Media), Madrid, CSIC, pp. 1-210. 4. Como lo son la entrada de Castilla en el grupo muy cerrado de las grandes naciones europeas, o la influencia del incipiente humanismo... 5. Los diccionarios de la época ( Universal Vocabulario de Alfonso de Palencia [1490], léxicos hispano-latín y latino-español de Nebrija [1492 y 1495]) no recogen la palabra. 6. Con algún que otro título original, como Repertorio, Anacephaleosis o Atalaya. 7. Juan RODRÍGUEZ DE CUENCA , Sumario de los Reyes de España por el Despensero Mayor de la Reyna Doña Leonor, muger del Rey Don Juan el primero de Castilla, con las alteraciones y adiciones que posteriormente le hizo un anónimo, publicado por Don Eugenio de Llaguno Amírola, Caballero de la Orden de Santiago, de la Real Academia de la Historia, Madrid, Antonio de Sancha, 1781 (reed. facsímil, con índices realizados por María Desamparados Pérez Boldo, Valencia, Anúbar, 1971, citado Juan RODRÍGUEZ DE CUENCA , Sumario de los Reyes).

8. M. Jean SCONZA , History and Litterature in Fifteenth-Century Spain. An Edition and Study of Pablo de Santa María's Siete Edades del Mundo, Madison, HSMS, 1991. (Otra edición, más completa, está en prensa.) 9. Autor del libro conocido como El Corbacho. 10. Alfonso MARTÍNEZ DE TOLEDO, Archpriest of Talavera, Atalaya de las Corónicas, edited by James B. LARKIN , Madison, HSMS, 1983.

11. Yolanda

ESPINOSA FERNÁNDEZ ,

La Anacephaleosis de Alonso de Cartagena. Edición, traducción,

estudio. Tesis doctoral inédita. Madrid, Departamento de Filología Clásica, Universidad Complutense, 1989 (3 vols.). 12. Michel GARCIA , Repertorio de Príncipes de España y Obra poética del Alcaide Pedro de Escavias. Jaén, Instituto de Estudios Giennenses del CSIC - Diputación Provincial de Jaén, 1972. 13. Para el insigne erudito, la mayor cualidad de la Valeriana, por no decir la única, fue la de ser impresa. 14. Cf. Jean-Pierre JARDIN , «Le règne de Jean II vu depuis Murcie», Mélanges de la Casa de Velázquez, XXX (1), 1994, pp. 207-225, artículo en el que proponemos para este texto otra autoría, la de Alfonso Rodríguez de Almela, hermano de Diego. 15. Así la existencia del rey legendario Costa, inventado por los redactores de la Crónica General de 1344, plantea serios problemas a los autores de sumarios. Escavias ni le menciona; Rodrigo Sánchez de Arévalo expresa sus dudas en una frase en la que se refiere a la autoridad del Toledano: «Nonnulli historici ut Rodericus Toletanus nullam de regno Coste faciunt mentionem, sed inmediate post Vitiçam Rodericum regnasse perhibent...» (Roderici Historia Hispanica, edición de Ulrich

133

Hahn, Roma, 1470, II, XXXVI), argumento que volvemos a encontrar en la Anacephaleosis de Alfonso de Cartagena: «El arçobispo don Rrodrigo dize que después de Vitiza luego sucedió Rodrigo. A este historiador por su grande autoridad se deue dar crédito. Otros dizen que antes de Rrodrigo reinó Costa; parece que la opinión del Arçobispo don Rodrigo tiene verdad.» (Bibliothèque nationale de France, ms. esp. 141, f. 32). 16. Así ocurre cuando la Suma de Nápoles introduce en el capítulo que dedica a Ramiro III la noticia de una catástrofe natural («En tjenpo deste rey del año de dccccxlix, a çinco djas de julljo, saljó con vna luuya vna hoguera de la mar de Galjzia, que quemó villas e lugares e gentes et anjmaljas muchas, y allegó fasta Çamora y Berujesca, y quemó dellas grand parte») que sólo se encuentra en el Cronicón Burgense, obra de carácter local de principios del siglo XIII, y en la Crónica de Veinte Reyes, que lo utilizó como fuente («En este año mesmo [Era 988 = 950], veynte e çinco días de julio, día de sábado, ora de nona, salió vna foguera de fuego tan grande e tan esquina del mar que quemó villas e muchas aldeas e omnes e bestias en Castilla e en León, e quemó otrosí muchas naues e pinaças; dentro en Çamora quemó vn barrio todo, e en Carrión e en Castroxeriz, e en Burgos más de çient casas en cada vno destos lugares; otrosy en Briuiesca e en La Calçada e en Bilforado e en otras villas muchas» [Crónica de Veinte Reyes, edición coordinada por César HERNÁNDEZ ALONSO, Burgos, Excmo. Ayuntamiento, 1991, p. 116b]). 17. Georges

MARTIN ,

«Cinq opérations fondamentales de la compilation: l'exemple de l’Histoire

d'Espagne (Étude segmentaire)», en Jean-Philippe GENET (éd.), L'historiographie médiévale en Europe, París, Éditions du CNRS, 1991, pp. 99-109. Estas cinco operaciones, en francés, son reproduire, réunir, bâtir, agencer y réviser. 18. Estas citas, que se suponen exactas, forman parte del sistema de aprobación de los sumarios. Las informaciones introducidas por E dize don Lucas de Tuy..., o E dize el Arçobispo don Rodrigo.. son indiscutibles, y se oponen a las informaciones poco dignas de confianza, introducidas en algunos sumarios (Escavias, Segorbe) con fórmulas como E otros dizen que..., u Otros quieren dezir... 19. Según su editor moderno, tendríamos un ejemplo de esta manipulación en un autor tan concienzudo como Escavias, cuando afirma en una ocasión: «Pero aquí dize don Lucas, obispo de Tui, que los castellanos sse sometieron entonces so el señorío del rrey de León, entendiendo que de derecho así lo devían de fazer...» ( ESCAVIAS, Repertorio de los Príncipes de España, ed. cit., p. 151). El tono hostil a los castellanos es de don Lucas, pero la información no sería suya. Sin embargo, Escavias no hace más que citar su verdadera fuente, que es en este caso una versión de la Estoria de España; además, a pesar de lo afirmado por M. Garcia, esta información figura en el Chronicon mundi (H., Ill., f° 83). 20. Es lo que expresa el anónimo autor de la Suma de Nápoles: «[...] las corónjcas castellanas son tan proljxas que a los viciosos serían trabajosas y enojosas de leer, mayormente a Vuestra Alteza, tan ocupado de su real regimjento, pareçióme servjrle en cupilaruna suma de la subçesyón de los reyes de Castilla [...] y esto con mucha brevedat, escusando los corralarios, razonamientos et otras proljxidades, recontamientos ynútjles que escriuieron y hingieron muchos y grandes bulúmjnes de ljbros [...] por tal que el deseo de saber las cosas pasadas que los nobles prínçipes deven tener no se pierda por las largas escrituras et cansançio que ay en leerlas... (Bibliothèque nationale de France, ms. esp. 110, [dedicatoria], f. 1r-v.). 21. Memorial de Diversas Hazañas. Crónica de Enrique IV, ordenada por Mosén Diego de Valera, edición y estudio por Juan de Mata CARRIAZO, Madrid, Espasa-Calpe, 1941, apéndice, pp. 297-337. 22. «Píntase como los Reies sus Ante pasados por no hazer jnterualo en la desçendençia de los Reies [...]» (Bibliothèque nationale de France, ms. esp. 141). 23. La totalidad del capítulo la constituye una discusión entre Pedro y su astrólogo judío, pocos meses antes de que muriese en Montiel «segúnd morió [...] por sus pecados, e los de sus Regnos» (J. RODRÍGUEZ DE CUENCA , Sumario de los Reyes, ed. cit., pp. 60-61).

24. «E después que morió el Rey Don Pedro regnó el Rey Don Enrique su hermano, fijo del noble Rey Don Alfonso [...] E porque este noble Rey Don Enrique tenía tales virtudes, nasció desamor de le querer mal el Rey Don Pedro su hermano [...]» (ibidem, p. 76).

134

25. «Este noble Rey Don Enrique cumplió muy bien lo que dixo el Rey Don Ramiro a su fijo Don Ordoño en queriéndose finar [...]» (ibid., p. 76. El discurso de Ramiro I se encuentra en las páginas 8-10). 26. Así ocurre en el Repertorio de Escavias, cuando el autor se niega a evocar las maldades de Caligula, porque «son feas de escrivir, de mal exenplo para los que leyeren e oyeren» (E SCAVIAS, Repertorio de los Príncipes de España, ed. cit., p. 46). En otros capítulos de su obra, el alcaide de Andújar «dexa descrivir por evitar lágrimas e otras pasiones» (ibidem, p. 109), o «por [...] onestidad y acatamiento» (ibidem, p. 343). 27. El magnate llega a afirmar, en esta obra presentada como un sumario-índice de la Crónica de su tío, que éste, en ciertos capítulos de su obra, no dice nada («En el CCXIX capitulo e el CCXX [...] non cuenta ninguna cosa; [...] En el CCXXXV capitulo dize que desdel primero año fasta el seteno non dize ninguna cosa» [Don Juan Manuel, Crónica abreviada, en Obras completas, prólogo y notas de José Manuel BLECUA, Madrid, Gredos, 1982-83, t. II, pp. 621 y 627]). 28. Como lo nota Inés Fernández-Ordóñez, «[...] la libertad relativa con que la Estoria de España aprovecha el relato de sus fuentes frente al mayor respeto de la General Estoria representa, quizá, un primer paso de la prosa histórica romance hacia la creación de un arte nuevo de historiar» (Inés FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, Las Estorias de Alfonso el Sabio, Madrid, Istmo, 1992, p. 117).

29. La voluntad selectiva de los autores se hace evidente en una oración como la siguiente: «[...] e por otras cosas muchas que non queremos aquí contar» (Crónica de Veinte Reyes, ed. cit., p. 214). 30. Lo demuestran frases como «En el CXXIX capitulo [...] fabla de muchas tierras que conquiso e de muchas lides que venció: mas por que non dize ninguna cosa de Espanna, non lo ponemos en este libro» (J. MANUEL, Crónica

abreviada, ed. cit., p. 606), o, en el momento de referir la genealogía de Sancho III

de Navarra, por cierto antepasado de los reyes de Castilla: «E deste capitulo non ponemos mas por que non fabla si non del linage deste rey don Sancho» (ibidem, p. 739). 31. En su Historia Hispanica, Sánchez de Arévalo defiende la preeminencia de Castilla en España partiendo de argumentos histórico-geográficos (el reino de Castilla reúne cuatro de las seis regiones de la Hispania romana) y genealógicos (todos los soberanos españoles descienden de los reyes de Castilla, y los miembros de la familia reinante se sucedieron sin interrupción desde los principios). 32. J. RODRÍGUEZ DE CUENCA , Sumario de los Reyes, ed. cit., p. 9. 33. Ibidem, pp. 58-59. 34. Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 1233, f. 1r. Estamos muy lejos aquí de los prólogos de las crónicas alfonsíes, en los que el rey, instancia de mando, ocupaba el primer lugar. Los innumerables títulos del noble ocupan ahora el mismo lugar que ocupaban los títulos del monarca («Nos, don Alfonsso, por la gracia de Dios rey de Castiella, de Toledo, de León, de Gallizia, de Seuilla, de Córdoua, de Murcia, de Jahen et dell Algarue, ffijo del muy noble rey don Ffernando et de la reyna donna Beatriz, mandamos...» [Primera Crónica General., ed.

MENÉNDEZ PIDAL ,

Madrid, Gredos,

1977, t. I, p. 4]). 35. El arcipreste de Talavera redacta su Atalaya de las Crónicas a petición de Juan II; parece que Sánchez de Arévalo también escribe su Historia empujado por el monarca, en este caso Enrique IV; Mosén Diego de Valera, por fin, afirma en el prólogo a la Crónica Abreviada responder a una demanda de Isabel I. 36. Alfonso Martínez de Toledo, Pedro de Escavias, Rodrigo Sánchez de Arévalo, Diego Rodríguez de Almela, Sancho de Segorbe y, quizás, Diego Fernández de Mendoza, forman parte de la pequeña nobleza. Pablo de Santa María y su hijo, Alfonso de Cartagena, además de su formación de intelectuales, forman parte de la élite local de Burgos, como Diego de Valera, nieto de judío, forma parte de la de Cuenca. Pedro de Gracia Dei vive en la Corte. Se desconocen los orígenes de Alfonso de Madrid, pero este abad de San Salvador de Oña parece que tuvo fama de hombre muy culto en su época.

135

37. Dos autores por lo menos llaman «obra» su sumario, con todo el prestigio que supone esta denominación: Escavias y Segorbe, el segundo en una frase en la que parece comparar su obra con la de Dios.

RESÚMENES El autor se propone estudiar lo que queda en Castilla del modelo histórico alfonsí una vez pasada la revolución trastámara y el cambio de dinastía del siglo XIV, a partir del estudio global de una producción propia del siglo XV, los sumarios de crónicas generales. Se establece por primera vez con precisión el corpus de estos textos, antes de mostrar cómo, a partir de las crónicas alfonsíes y con el mismo método utilizado por el Rey Sabio y sus colaboradores, los autores önada anónimosö de dichos sumarios, en su voluntad de servira los nuevos maestros de Castilla, adaptan este legado de tiempos ya remotos a una nueva ideología que favorece la nobleza y sus valores, salvando la obra historiográfica alfonsí a costa de una traición del espíritu que la animaba The author's purpose is to examine what remained in Castile of the Alfonsine historical model in the wake of the Trastamaran revolution and the change of dynasty in the 14th century. This is based on a global study of the summaries of general chronicles, a product of the 15th century. The study provides the first precise definition of the corpus of these texts. It then goes on to show how, starting with the Alfonsine chronicles and using the same method as Alfonso the Wise and his collaborators, the authors of these summaries (who are anything but anonymous) strove to serve the new masters of Castile by adapting this legacy of by then remote times to a new ideology that favoured the nobles and their values. Thus, the Alfonsine historiographic corpus was saved in body, but not in spirit

AUTOR JEAN-PIERRE JARDIN Université Paris XIII

136

Resúmenes

1

Georges Martin

2

EL MODELO HISTORIOGRÁFICO ALFONSÍ Y SUS ANTECEDENTES.

3

El proyecto político alfonsí, con sus preceptos cristianos y romanistas reorganizados a la luz del neoaristotelismo, determina tanto una nueva concepción epistemológica de la historia, con sus consecuentes metas y recursos comunicativos (intentio), como un modo de pensar, valorar y enfocar lo historiable (inventio), como también, al fin, una disposición semántica y expositiva de lo historiado (dispositio).

4

Inés Fernández-Ordóñez

5

VARIACIÓN EN EL MODELO HISTORIOGRÁFICO ALFONSÍ EN EL SIGLO XIII. LAS VERSIONES DE LA ESTORIA DE ESPAÑA.

6

La Estoria de España que ordenó escribir Alfonso X en torno a 1270 fue completamente reelaborada, alrededor de 1283, por su mandato personal en una nueva redacción conocida como Versión crítica. Esta segunda redacción se caracteriza por una radicalización ideológica respecto de la primera, observable en la afirmación continua del poder del rey y en el rechazo a cualquier pacto con los estamentos, así como por la oposición a la soberanía portuguesa y a los intereses de la diócesis de Santiago. Mientras que las dos redacciones alfonsíes de la Estoria de España defienden el mismo modelo político de monarquía absoluta (si bien agudizado en la segunda), en época de Sancho IV, en 1289, la obra sufrió una nueva reelaboración, de carácter aparentemente retórico, pero que ideológicamente defiende la corresponsabilidad entre el rey y los estamentos en el gobierno del reino. La variación propia de las versiones alfonsíes de la Estoria de España debe relacionarse con la que presentan las obras pertenecientes al corpus jurídico Fuero real – Espéculo - Siete partidas - Setenario, e interpretarse como resultado directo de la evolución personal y política del rey.

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Diego Catalán

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MONARQUÍA ARISTOCRÁTICA Y MANIPULACIÓN DE LAS FUENTES: RODRIGO EN LA CRÓNICA DE CASTILLA. EL FIN DEL MODELO HISTORIOGRÁFICO ALFONSÍ.

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El estudio de la compleja tradición textual de la Estoria de España de Alfonso X ha permitido en tiempos recientes establecer sobre bases nuevas, más firmes, una valoración de la Historia como relato que afecta profundamente a la interpretación de sus textos. La

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trabajosa revisión del conjunto de la Historiografía heredera de esa tradición textual ofrece, sin embargo, especiales dificultades cuando se trata de comprender la Crónica de Castilla, pues en esta obra convergen reformas revolucionarias de diversa procedencia. Como contribución a un estudio en marcha, se examina en el presente trabajo, con hipótesis y conclusiones muy nuevas, la manipulación por el cronista de la información que toma de dos gestas, Las particiones del rey don Fernando y las Mocedades de Rodrigo. 10

Fernando Gómez Redondo

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DE LA CRÓNICA GENERAL A LA REAL. TRANSFORMACIONES IDEOLÓGICAS EN CRÓNICA DE TRES REYES.

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Este artículo analiza el proceso de construcción de la crónica real, en virtud de las transformaciones ideológicas que ocurren en los años finales del reinado de Alfonso X y que afectan a la propia formación de la Estoria de España; en el interior de la primera crónica general, precisamente, se encuentran las claves, formales y temáticas, con las que se armará el modelo genérico de la crónica real; todas estas piezas cronísticas se compilan como continuación de la trama de hechos con que se formó la crónica alfonsí. La principal diferencia radica en que la Estoria de España es depositaria del pensamiento del rey, encarnado en la palabra cronística; sus continuaciones, en cambio, responden a la voluntad del estoriador, intérprete de la ideología del monarca y juez, por tanto, de las noticias que reúne. Ello explica las contradicciones que se producen en el tránsito de la Crónica de Alfonso X a la Crónica de Sancho IV y, a la vez, la necesidad de que Alfonso XI restableciera su autoridad plenamente para completar un relato histórico que fuera reflejo de su poder regio. Ferrán Sánchez de Valladolid será el artífice de este proceso y, por tanto, merece ser considerado el primer cronista que, dueño de su oficio, se convierte en testigo de su tiempo.

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Michel Garcia

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EL MODELO ALFONSÍ EN LAS CRÓNICAS DEL CANCILLER AYALA.

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Con la Crónica real, Alfonso X había elaborado un modelo de composición histórica del que sus inmediatos sucesores supieron aprovecharse sin modificar fundamentalmente su economía. Cuando, un siglo después de la muerte del Rey Sabio, Pero López de Ayala retoma el proyecto por su cuenta, las circunstancias políticas han cambiado mucho y una adaptación del esquema inicial se hace necesaria. El nuevo cronista sabe preservar las apariencias de la fidelidad al modelo pero, de hecho, aporta modificaciones que van a poner en tela de juicio la concepción de la historia imperante hasta entonces. Intento definir la naturaleza y el alcance de los cambios introducidos haciendo hincapié en algunos aspectos esenciales heredados de la tradición alfonsí.

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Jean-Pierre Jardin

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EL MODELO ALFONSÍ ANTE LA REVOLUCIÓN TRANSTÁMARA. L OS SUMARIOS DE CRÓNICAS GENERALES DEL SIGLO XV.

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El autor se propone estudiar lo que queda en Castilla del modelo histórico alfonsí una vez pasada la revolución trastámara y el cambio de dinastía del siglo XIV, a partir del estudio global de una producción propia del siglo XV, los sumarios de crónicas generales. Se establece por primera vez con precisión el corpus de estos textos, antes de mostrar cómo, a partir de las crónicas alfonsíes y con el mismo método utilizado por el Rey Sabio y sus colaboradores, los autores –nada anónimos– de dichos sumarios, en su voluntad de servira los nuevos maestros de Castilla, adaptan este legado de tiempos ya remotos a una

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nueva ideología que favorece la nobleza y sus valores, salvando la obra historiográfica alfonsí a costa de una traición del espíritu que la animaba.

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Summaries

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Georges Martin

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THE ALFONSINE HISTORIOGRAPHIC MODEL AND ITS BACKGROUND

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The Alfonsine political vision, with its Christian and Romanist precepts reorganised in the light of Neoaristotelianism, introduced not only a new epistemological concept of history, complete with attendant goals and communicative resources (intentio), but also a way of thinking about, evaluating and approaching the recording of history (inventio), and ultimately a semantic and expositive organisation of the subject (dispositio).

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Inés Fernández-Ordóñez

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VARIATION IN THE ALFONSINE HISTORIOGRAPHIC MODEL IN THE 13TH CENTURY. THE VERSIONS OF THE ESTORIA DE ESPAÑA

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The Estoria de España commissioned by Alfonso X around 1270 was completely redrafted around 1283, at his personal command, in a new version known as the Versión crítica. Ideologically, this redraft is a radical departure from the original in its persistent affirmation of the power of the monarch, in its rejection of any compromise with the estates and in its opposition to Portuguese sovereignty and the interests of the diocese of Santiago. The two Alfonsine versions of the Estoria de España defend the same political model of absolute monarchy (if more extreme in the second version); however, in 1289, in the reign of Sancho IV, there was a new, ostensibly rhetorical redraft which defended the co-responsibility of monarchy and estates in the governance of the kingdom in ideological terms. The variations in the Alfonsine versions of the Estoria de España should be viewed as they relate to the variation in writings belonging to the corpus juris (Fuero real, Espéculo, Siete partidas and Setenario) and should be interpreted as a direct outcome of the monarch's personal and political development.

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Diego Catalán

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ARISTOCRÀTIC MONARCHY AND THE MANIPULATION OF SOURCES: RODRIGO IN THE CRÓNICA DE CASTILLA. THE END OF THE ALFONSINE HISTORIOGRAPHIC MODEL

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The study of the complex textual tradition of the Estoria de España of Alfonso X has recently given rise to a new, more solidly-based assessment of the History as a narrative that profoundly influences the interpretation of related historical texts. However, a painstaking review of the body of historiographic material generated within that textual

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tradition comes up against special difficulties when faced with the task of understanding the Crónica de Castilla, for here there is a confluence of revolutionary reforms from various sources. This paper presents hypotheses and conclusions which are quite new. As part of a study currently in progress, it examines the way in which the chronicler manipulated the information derived from two gestas — Las particiones del rey don Fernando and Mocedades de Rodrigo. 10

Fernando Gómez Redondo

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FROM GENERAL CHRONICLE TO ROYAL CHRONICLE. IDEOLOGICAL CHANGES IN CRÓNICA DE TRES REYES

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This article analyses the process of construction of the royal chronicle in response to the ideological changes that took place in the latter years of the reign of Alfonso X and which influenced the drafting of the Estoria de España itself. The key formal and thematic elements that went to build up the generic model of the royal chronicle are in fact all present in the first general chronicle, and all the narrative pieces of that model are compiled as a continuation of the web of events comprising the chronicle of Alfonso. The main difference lies in the fact that the Estoria de España is a compilation of the thought of the King in chronicle form; its successors, on the other hand, are presented as works of the historian's craft, which means that they interpret the ideology of the monarch and hence make judgements about the events that they relate. This explains the contradictions arising in the transition from the Crónica de Alfonso X to the Crónica de Sancho IV, and also the reason why the full authority of Alfonso XI had to be reestablished in order to lay down a historical narrative that properly reflected his kingly power. Ferrán Sánchez de Valladolid was the craftsman chosen for this task, and hence has a fair claim to being the first master of the art to write a chronicle of his own time.

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Michel Garcia

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THE ALFONSINE MODEL IN THE CHRONICLES OF CHANCELLOR AYALA

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With the Royal Chronicle, Alfonso X had produced a model of historical writing which was taken up by his immediate successors without altering its basic premises. When Pero López de Ayala resumed the task on his own account a century after the death of Alfonso the Wise, the political circumstances had changed greatly and the original schema was in need of updating. The new chronicler successfully kept up the appearance of fidelity to the model, but in fact he introduced modifications which would call into question the concept of history prevailing up to that time. Our aim here is to define the nature and the scope of these changes, highlighting a number of essential aspects inherited from the Alfonsine tradition.

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Jean-Pierre Jardin

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THE ALFONSINE MODEL AND THE TRANSTAMARAN REVOLUTION

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The author's purpose is to examine what remained in Castile of the Alfonsine historical model in the wake of the Trastamaran revolution and the change of dynasty in the 14th century. This is based on a global study of the summaries of general chronicles, a product of the 15th century. The study provides the first precise definition of the corpus of these texts. It then goes on to show how, starting with the Alfonsine chronicles and using the same method as Alfonso the Wise and his collaborators, the authors of these summaries (who are anything but anonymous) strove to serve the new masters of Castile by adapting this legacy of by then remote times to a new ideology that favoured the nobles and their values. Thus, the Alfonsine historiographic corpus was saved in body, but not in spirit.