La economía ganadera de Nuevo León: propiedad de la tierra, producción y mercados en la época posrevolucionaria 9786078317240

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La economía ganadera de Nuevo León: propiedad de la tierra, producción y mercados en la época posrevolucionaria
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Table of contents :
INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1. LAS REFORMAS AGRARIAS. PROPIEDAD DE LA TIERRA Y ORGANIZACIÓN PRODUCTIVA
Las reformas locales: la disolución de comunidades rurales
Comunidades rurales: origen y desarrollo
La actividad ganadera y la gestión de bienes comunales
Las leyes de disolución de comunidades: avances y tropiezos
Las reformas federales: el reparto agrario, la propiedad privada y los ejidos
El reparto agrario en Nuevo León y en el norte de México
Conlictos y transformaciones de la propiedad rural en Nuevo León
Rancheros y ejidatarios: conlictos en la pequeña propiedad.
Hacendados y ejidatarios: conlictos en la mediana propiedad.
Hacendados, ejidatarios y arrendatarios: conlictos en la gran propiedad
Los certificados de inafectabilidad ganadera

CAPÍTULO 2. PRODUCCIÓN, MERCADOS E INTERVENCIÓN ESTATAL EN LA GANADERÍA NUEVOLEONESA
El impacto de la Revolución mexicana en la ganadería nuevoleonesa, 1913 a 1920
La recuperación económica, 1920 a 1930
Las importaciones, el comercio interno y la reconstrucción de la cabaña nacional, 1920 a 1925
Las exportaciones y la revitalización de los negocios ganaderos
La Gran Depresión y la reorientación comercial de la actividad ganadera, 1930 a 1935
El mercado de la Ciudad de México
El mercado de los cueros y pieles: disputas entre ganaderos y peleteros
La recuperación de la demanda norteamericana y las barreras gubernamentales, 1935 a 1948
Las exportaciones y la relación binacional
La ciudad de Monterrey como receptora del ganado regional
La institucionalización de la ganadería y el impulso modernizador del Estado, 1934 a 1940
Las leyes de asociaciones ganaderas
Importación y distribución de ganado fino
Convenciones y exposiciones ganaderas
Contra la mortandad: control sanitario y recursos hídricos

CAPÍTULO 3. LA INDUSTRIA DE LA CARNE: CONSIDERACIONES EN TORNO AL ABASTO, CONSUMO E INDUSTRIALIZACIÓN DE LA CARNE EN NUEVO LEÓN
Tendencias del consumo de carne
El poririato y los años de la Revolución
La década de 1920: el periodo de escasez
La década de 1930: la recuperación del consumo local
La década de 1940: el impacto de la epidemia de fiebre aftosa
La industrialización de la carne como una opción de consumo: dos casos en la ciudad de Monterrey
Compañía Empacadora de Productos Alimenticios, de Ambrosio Guajardo e hijos
La Empacadora Treviño
La política del abasto de carne: ganaderos, comerciantes y hacienda pública
El Ayuntamiento de Monterrey, los trajinantes de carne y los concesionarios del rastro
Los ganaderos y los ayuntamientos
Mercado negro y reformas en el proceso de distribución

CONCLUSIONES
ANEXOS
BIBLIOGRAFÍA

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La economía ganadera de Nuevo León: propiedad de la tierra, producción y mercados en la época posrevolucionaria

La economía ganadera de Nuevo León: propiedad de la tierra, producción y mercados en la época posrevolucionaria Reynaldo de los Reyes Patiño

La economía ganadera de Nuevo León: propiedad de la tierra, producción y mercados en la época posrevolucionaria

Primera edición, enero 2014

© El autor D.R. © Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León Dr. Coss 732 sur Col. Centro, C.P. 64000, Monterrey, Nuevo León (81) 20338450 www.conarte.org.mx

ISBN: 978-607-8317-24-0 Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, a menos que se cuente con la autorización por escrito del titular de los derechos de la misma

Impreso y hecho en México

Coordinación editorial: Alejandro Rodríguez Diseño: Luz Santos

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

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CAPÍTULO 1. LAS REFORMAS AGRARIAS. PROPIEDAD DE LA TIERRA Y ORGANIZACIÓN PRODUCTIVA

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Las reformas locales: la disolución de comunidades rurales Comunidades rurales: origen y desarrollo La actividad ganadera y la gestión de bienes comunales Las leyes de disolución de comunidades: avances y tropiezos Las reformas federales: el reparto agrario, la propiedad privada y los ejidos El reparto agrario en Nuevo León y en el norte de México Conlictos y transformaciones de la propiedad rural en Nuevo León Rancheros y ejidatarios: conlictos en la pequeña propiedad. Hacendados y ejidatarios: conlictos en la mediana propiedad.

25 25 31 36

46 46 49 50 54

Hacendados, ejidatarios y arrendatarios: conlictos en la gran propiedad Los certiicados de inafectabilidad ganadera

61 70

CAPÍTULO 2. PRODUCCIÓN, MERCADOS E INTERVENCIÓN ESTATAL EN LA GANADERÍA NUEVOLEONESA

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El impacto de la Revolución mexicana en la ganadería nuevoleonesa, 1913 a 1920 La recuperación económica, 1920 a 1930 Las importaciones, el comercio interno y la reconstrucción de la cabaña nacional, 1920 a 1925

Las exportaciones y la revitalización de los negocios ganaderos La Gran Depresión y la reorientación comercial de la actividad ganadera, 1930 a 1935 El mercado de la Ciudad de México El mercado de los cueros y pieles: disputas entre ganaderos y peleteros La recuperación de la demanda norteamericana y las barreras gubernamentales, 1935 a 1948 Las exportaciones y la relación binacional La ciudad de Monterrey como receptora del ganado regional La institucionalización de la ganadería y el impulso modernizador del Estado, 1934 a 1940 Las leyes de asociaciones ganaderas Importación y distribución de ganado ino Convenciones y exposiciones ganaderas Contra la mortandad: control sanitario y recursos hídricos

77 85

86 95

99 102 105 108 108 113

119 120 123 128 131

CAPÍTULO 3. LA INDUSTRIA DE LA CARNE: CONSIDERACIONES EN TORNO AL ABASTO, CONSUMO E INDUSTRIALIZACIÓN DE LA CARNE EN NUEVO LEÓN Tendencias del consumo de carne El poririato y los años de la Revolución La década de 1920: el periodo de escasez La década de 1930: la recuperación del consumo local La década de 1940: el impacto de la epidemia de iebre aftosa La industrialización de la carne como una opción de consumo: dos casos en la ciudad de Monterrey Compañía Empacadora de Productos Alimenticios, de Ambrosio Guajardo e hijos La Empacadora Treviño La política del abasto de carne: ganaderos, comerciantes y hacienda pública El Ayuntamiento de Monterrey, los trajinantes de carne y los concesionarios del rastro Los ganaderos y los ayuntamientos Mercado negro y reformas en el proceso de distribución

135 136 136 142 145 151

154 156 161

164 167 174 181

CONCLUSIONES

185

ANEXOS

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BIBLIOGRAFÍA

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INTRODUCCIÓN La ganadería del norte de México fue una de las actividades más afectadas por la Revolución mexicana iniciada en 1910. Indispensable como esquilmo y como moneda de cambio, las facciones revolucionarias le pasaron factura a una actividad desarrollada ampliamente al amparo del poririato. La inestabilidad del país durante el decenio revolucionario, así como las condiciones del mercado internacional propiciaron una salida masiva de bienes semovientes cuyo resultado fue el despoblamiento general de los pastizales mexicanos. La salida de ganado durante la contienda armada fue notablemente superior a la capacidad de regeneración de los hatos. Al iniciar la década de 1920, la ganadería norteña se encontraba profundamente trastocada y sus perspectivas de recuperación no eran del todo favorables. Los ciclos de reproducción del capital en la actividad ganadera son más largos que los de la agricultura y la introducción de nuevas razas es un proceso lento.1 A esto debe sumarse que el contexto posrevolucionario implicó un proceso de reconstrucción económica y de transformación en el campo mexicano que no fue ajeno a la ganadería, por lo que su recuperación precisaba no solo intensiicar su producción, sino modiicar sus esquemas operativos. Este panorama agrario nos llevó a plantear la cuestión de cómo y bajo qué Ernesto Camou Healy, “La ganadería bovina en la historia agraria mexicana: un ensayo” en Antonio Escobar Ohmstede y Teresa Rojas Rabiela (coords.), Estructuras y formas agrarias en México, del pasado y del presente, Ciudad de México, CIESAS, RAN, Uqroo, 2001, pág. 368. 1

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

circunstancias pudo darse el proceso de recuperación de la actividad pecuaria en el norte de México. Si bien la historiografía nacional se ha ocupado bastante del campo mexicano en los años subsecuentes a la Revolución, sorprende la escasez de estudios que atiendan en lo particular a la ganadería. En general, la historiografía de la actividad pecuaria en México es algo escasa, y las pocas historias generales de la misma aportan datos relevantes, pero poco especíicos para nuestro periodo de estudio.2 Por otro lado, según Emilio Kouri, el enfoque historiográico de la mayor parte de los estudios del México rural posrevolucionario ha privilegiado los procesos de lo “agrario”, o la llamada “cuestión agraria” sobre los “procesos agrícolas”. En este sentido, según el mismo autor, resulta necesario que las cuestiones agrarias pasen a formar parte de un contexto más amplio, uno que incluya el estudio de las condiciones materiales y la organización de la producción, de los varios usos de la tierra para generar valor y las relaciones sociales de todo tipo establecidas en torno a dichas actividades.3 La sugerente propuesta de Kouri y la laguna historiográica que se presenta en el estudio de la ganadería vuelven pertinente la investigación que aquí proponemos. Así, se pretende que este trabajo sea una contribución a la historia económica del México rural posrevolucionario. El estudio de una actividad económica en contextos de conlicto es un tema que no debe ser escatimado. Cuando John Womack llamó la atención en 1978 sobre la necesidad de retomar el estudio de la economía durante la década revolucionaria,4 un trabajo sobre la ganadería en el norte Leonardo Martín Echeverría, La ganadería mexicana, Ciudad de México, Banco de México, Departamento de Investigaciones Industriales, 1960. Pedro Saucedo Montemayor, Historia de la ganadería en México, Ciudad de México, UNAM, 1984. 3 Emilio H. Kouri, “Lo agrario y lo agrícola: relexiones sobre el estudio de la historia rural posrevolucionaria”, en Boletín del Archivo General Agrario, vol. 3, jul. 1998, págs. 10-21. 4 John Womack, “La economía de México durante la Revolución, 1910-1920: historiografía y análisis”, en Argumentos, núm. 1, jun. 1978, págs. 9-42. 2

Introducción

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de México5 iguraba entre los pocos que habían atendido esa demanda. El autor, Manuel Machado, lo tradujo luego en una obra más extensa que hasta la fecha es el estudio más completo de la ganadería norteña en la primera mitad del siglo XX.6 La idea central de Machado era que la Revolución mexicana había destruido la loreciente industria ganadera del norte de México. Estas aseveraciones se fundaban en dos hechos: la dramática reducción de las existencias ganaderas y el impacto del llamado “agrarismo”. Más recientemente, María-Aparecida Lopes ha retomado las posturas de Machado y ha renovado su enfoque de manera importante.7 Al tomar en cuenta el debate historiográico que cuestiona el impacto de la Revolución mexicana en el desarrollo económico de 1910 a 1920,8 Lopes ha hecho ya una comparación del comportamiento de la ganadería en los casos de Chihuahua y Sonora durante y después del movimiento armado, y llegó a la conclusión de que las condiciones políticas de ambas entidades determinaron sus procesos de recuperación y crecimiento. Por lo tanto, matiza Lopes, si bien la primera tesis de Machado es irrefutable, la segunda merece ser reconsiderada.9 Del estudio de Lopes retomamos la pertinencia de abordar en el corto y mediano plazo la recuperación de la actividad ganadera en otras zonas del norte del país después de la Revolución. 5 Manuel A. Machado, “The Mexican Revolution and the destruction of the mexican cattle industry”, en The Southwestern Historical Quarterly, vol. 79, núm. 1, jul. 1975, págs. 1-20. 6 Manuel A. Machado, The North Mexican Cattle Industry, 1910-1975. Ideology, Conlict and Change, College Station, Texas A&M University Press, 1981. 7 María-Aparecida Lopes, “Revolución y ganadería en el norte de México”, en Historia Mexicana, vol. LVII, núm. 3, ene.-mar. 2008, págs. 863-910. 8 Stephen Haber, Armando Razo y Noel Maurer, The Politics of Property Rights, Political instability, Credible Commitments, and Economic Growth in Mexico, 18761929, Cambridge, Cambridge University Press, 2003. Sandra Kuntz Ficker, “The export boom of the Mexican Revolution: characteristics and contributing factors”, en Journal of Latin American Studies, vol. 36, 2004. 9 Lopes, op. cit., págs. 901-902.

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Los estudios de Machado y de Lopes son bastante signiicativos para los estados de Chihuahua y de Sonora,10 pero la región del noreste —Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas—11 ha pasado más inadvertida en lo que a ganadería se reiere. Para Coahuila se deben destacar los trabajos de Esperanza Fujigaki,12 quien ha estudiado con un enfoque económico los casos de algunas haciendas en la Laguna y en el norte de Coahuila durante y después de la Revolución. Fujigaki considera las transformaciones de estas unidades productivas a raíz de la Revolución y aborda la actividad agropecuaria en su conjunto. Por otro lado, en los estudios para el estado de Nuevo León sobresalen algunos trabajos sobre la propiedad de la tierra, el agua y la producción agrícola en la región citrícola del estado, pero ninguno que atienda a la ganadería en particular.13 Un caso similar para el estado de Tamaulipas lo ha desarrollado Octavio Herrera14 en una investigación Ibíd. Para el caso de Sonora podemos agregar también investigaciones desde una perspectiva antropológica realizadas por Ernesto Camou, De rancheros, poquiteros, orejanos y criollos. Los productores ganaderos de Sonora y el mercado internacional, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1998. 11 Por noreste entendemos aquí, fundamentalmente, un espacio conformado por los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, con una dinámica económica parcialmente común. La idea de noreste sostenida por varios historiadores puede incluir en ocasiones al estado de Texas, y hace referencia a una región histórica con fuertes lazos de identidad. Véase por ejemplo, Manuel Ceballos, “Tiempos y criterios de la conformación del noreste mexicano” en Isabel Ortega Ridaura (coord.), El noreste: relexiones, Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2006, págs. 71-80. 12 Esperanza Fujigaki Cruz, Modernización agrícola y revolución: haciendas y compañías agrícolas de irrigación del norte de México, 1910-1929, Ciudad de México, UNAM, Facultad de Economía, 2001. 13 Mario Cerutti (ed.), Agua, tierra y capital en el noreste de México. La región citrícola de Nuevo León (1850-1940), San Nicolás de los Garza, UANL, Facultad de Filosofía y Letras, 1991. Veronika Sieglin, La disputa por el agua en el noreste de México (1820-1970), San Nicolás de los Garza, UANL, Facultad de Filosofía y Letras, 1995. María Zebadúa Serra, “El agrarismo en Nuevo León” en César Morado Macías (coord.), Nuevo León en el siglo XX. La transición al mundo moderno: del reyismo a la reconstrucción (1885-1939), Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2007. 14 Octavio Herrera Pérez, “Del señorío a la posrevolución: evolución histórica de una hacienda en el noreste de México: el caso de La Sauteña”, en Historia Mexicana, vol. XLIII, núm. 1, jul.-sept. 1993. 10

Introducción

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sobre la hacienda La Sauteña, al norte del estado. En este caso, el periodo de estudio se extiende desde la época colonial hasta la posrevolución, pero el autor orienta su estudio hacia los cambios ocurridos en la propiedad de la hacienda más que hacia los cambios de su dinámica productiva. A partir de este panorama, hemos destacado algunos puntos fundamentales que merecen atención para el estudio de la ganadería: la propiedad de la tierra, los tipos de producción y los mercados de la actividad ganadera, sin dejar de lado en todos ellos el fuerte papel que tuvo el Estado posrevolucionario en la dinámica económica nacional. En este sentido, consideramos que Nuevo León es un espacio adecuado para ensayar estas variables de estudio. En una entidad con más del 60 por ciento de su territorio comprendido por pastizales, la actividad ganadera poseía una importancia destacable tanto en términos económicos como en términos sociales. La pertinencia de adoptar este espacio geográico en relación a las variables mencionadas se debe a varios factores. En primer lugar, en él predominó un esquema de tenencia de la tierra basado en la pequeña y mediana propiedad rural fundamentalmente distinto al latifundio, la unidad productiva tradicional de la ganadería. Por otro lado, desde la época colonial la cría de ganado menor había sido uno de los ejes de la actividad económica regional, y aunque en el siglo XX ya no lo era, aún ocupaba gran parte de los pastizales nuevoleoneses, a pesar de que los mercados demandaban primordialmente el ganado bovino y sus derivados. Por último, la creciente importancia de Monterrey como centro organizador de la economía regional, así como su crecimiento demográico, fueron igualmente dos puntos fundamentales para la investigación; así, conforme ésta avanzaba, la información obtenida permitió otorgar un peso considerable a las cuestiones del abasto y el consumo de carne en Monterrey.

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Si bien algunos autores han explorado la cuestión del abasto y consumo de alimentos durante el siglo XIX,15 y aún otros han profundizado sobre el tema en el periodo histórico de la Revolución mexicana,16 poco sabemos al respecto de los años de la posrevolución, cuando los ritmos de crecimiento ganadero fueron alterados y la población urbana continuó su crecimiento. La idea de incorporar el consumo como una variable explicativa parte de la propuesta de entender dicho concepto no como la última fase del proceso económico —producción, oferta, demanda, distribución, intercambio y consumo—, sino “como un proceso integral, que logra articular y dar sentido a todas las etapas” del proceso económico mismo.17 El estudio del “gran problema del consumo” encierra una complejidad que implica una investigación más amplia que la que aquí proponemos; sin embargo, consideramos que este intento puede constituir un primer acercamiento a dicho problema.18 Ver por ejemplo para el poririato: John H. Coatsworth, “Anotaciones sobre la producción de alimentos durante el poririato”, en Historia Mexicana, vol. XXVI, núm. 2, oct.-dic. de 1976, págs. 167-187. Para el caso de Monterrey, Adela Díaz y Roberto Lara, La ciudad de Monterrey durante la segunda mitad del siglo XIX. Una mirada desde la administración municipal, Monterrey, Municipio de Monterrey, 2009, págs. 165-200. Mario Cerutti, Burguesía y capitalismo en Monterrey, Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2006, págs. 134-144. 16 Véase para la Revolución: Ariel Rodríguez Kuri, Historia del desasosiego. La Revolución en la Ciudad de México, 1911-1921, Ciudad de México, El Colegio de México, 2010. María-Aparecida Lopes, “Que se cumplan los sagrados principios de la Revolución: cambio y continuidad en la política de abasto de carne en la Ciudad de México”, en Historia Mexicana, vol. LX, núm. 4, abr.-jun. 2011. 17 Enriqueta Quiroz, El consumo como problema histórico, Ciudad de México, Instituto Mora, 2006, págs. 80-81. 18 Debido a que las cifras disponibles se reieren al número de sacriicios hechos en los rastros, no es posible hacer un estudio sobre lo que podríamos llamar el “consumo real”, sino más bien sobre la cantidad de carne disponible para consumo. Por otro lado, es evidente que las cifras no son del todo coniables, sobre todo en lo que respecta a las zonas rurales, donde es común que se practique el sacriicio para el autoconsumo, a lo que hay que añadir los defectos en los sistemas de captación de datos y el mercado negro que nos brindan una información invaluable para relejar un estimado del consumo y para evaluar las tendencias de su comportamiento. 15

Introducción

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Así pues, esta investigación pretende analizar a grandes rasgos las trayectorias de cambio de la actividad ganadera en Nuevo León dentro del proceso de reconstrucción económica nacional. La hipótesis central que guía este trabajo es que la recuperación de la actividad ganadera fue un elemento fundamental para el desarrollo económico regional no solo en términos de su productividad en la cría y reproducción de ganado, sino por sus efectos multiplicadores. De esto se desprende que los intentos por cambiar la estructura agraria del Estado tuvieran como uno de sus obstáculos a los ganaderos, a quienes inalmente les fueron otorgadas concesiones para salvaguardar su propiedad. La producción de ganado vacuno y caprino, principalmente, era fundamental, puesto que atendía una diversidad de mercados en distintas latitudes, ya como insumos o bienes consumibles. A su vez, la importancia estratégica de esta actividad provocó la injerencia por parte del Estado para modiicar las instituciones agrarias y ejercer un mayor control sobre ellas, proceso en el que la resistencia de los actores rurales por el cambio institucional se hizo presente y donde los ganaderos fueron parte fundamental. Al abordar estos aspectos se retomaron algunos postulados de la teoría neoinstitucionalista para destacar las transformaciones institucionales tanto formales como informales en la coniguración del nuevo escenario económico. Para Douglass Cecil North, las instituciones proponen las reglas del juego o las restricciones creadas por el hombre para regular su interacción. Así, las restricciones pueden ser informales —mediante sanciones, tabúes, costumbres, tradiciones y códigos de conducta—, o formales —mediante constituciones, leyes y derechos de propiedad—. En el transcurso de la historia, añade North, las instituciones han servido para ordenar y reducir la incertidumbre en los intercambios.19 Estos conceptos pueden ser útiles si consideramos que los gobiernos 19

Douglass Cecil North, “Institutions”, en The Journal of Economic Perspectives, vol.

5, núm. 1, inv. 1991, pág. 97.

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posrevolucionarios emprendieron una serie de cambios institucionales que modiicaron las relaciones políticas, económicas y sociales del campo mexicano. No debe entenderse que el proyecto institucional del Estado posrevolucionario es un conjunto homogéneo, sino que la tensión entre la diversidad de instituciones formales e informales alimentó dicho proyecto. En este sentido, por ejemplo, se considera en este trabajo que una de las instituciones más arraigadas en Nuevo León es la del rancho, el cual entró constantemente en conlicto con la institución ejidal. Mantener el estudio dentro de los límites jurisdiccionales del Estado obedece a que se privilegiarán los marcos institucionales de la entidad. De cualquier forma, estamos conscientes que esta delimitación implica una carencia metodológica importante, y en atención a ello referiremos frecuentemente otros espacios y moveremos nuestras escalas de análisis entre el norte de México, el noreste, Nuevo León y sus subregiones. De forma concreta, el espacio objeto de nuestro estudio es el estado de Nuevo León, principalmente su región ganadera —anexos 1 y 2—20 ubicada entre los estados de Coahuila y Tamaulipas, y delimitada al norte con Estados Unidos y al sur con la Sierra Madre Oriental. Comprende una extensión de 45 mil 553.80 kilómetros cuadrados, que equivalen al 71 por ciento de la supericie estatal, y que a su vez subdividimos en tres zonas de acuerdo a criterios La delimitación de una región de estudio implica un problema de investigación, ya que aplicar la categoría de región a un espacio determinado supone el reconocimiento de un conjunto de relaciones y de valores comunes que identiiquen ese espacio. En este sentido, toda región que proponga estudiarse es una hipótesis por comprobar, según Eric van Young, “Haciendo historia regional: consideraciones metodológicas y teóricas” en Pedro Pérez Herrero (comp.), Región e historia en México (1700-1850), Ciudad de México, Instituto Mora, 1991, págs. 99-101. “Las regiones son espacios difusos que pueden superponerse o estar comprendidos dentro de otros, pues no son por fuerza excluyentes”, según Bernardo García, El desarrollo regional y la organización del espacio, siglos XVI al XX, Ciudad de México, Océano, 2004, págs. 42-43. 20

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geográicos y socioeconómicos —anexos 3 y 4—.21 La selección de la región ganadera del estado se basó principalmente en las observaciones hechas por Moisés T. de la Peña;22 en general, este espacio comprende una región donde predomina la llanura, el suelo árido y la escasez de agua. La vegetación está compuesta primordialmente de matorrales y pastizales, por lo que se presentan altos índices de agostadero —ver anexos 5 y 6. La temporalidad del estudio abarca el llamado periodo posrevolucionario, dentro del contexto de reconstrucción económica que comenzó en 1920 y concluyó en la década de 1940. Según Luis Medina Peña, la política económica de estos años se caracterizó por dos cuestiones fundamentales: por un lado, “el diseño y puesta en marcha de los mecanismos para restablecer una economía dañada y parcelada”, y por otro, “los empeños por deinir el papel del Estado en la economía”.23 Aunque no existe una fecha consensuada para el inal del periodo posrevolucionario, para efectos del estudio de la economía ganadera consideramos que las implicaciones de los cambios institucionales dados en este periodo se extienden al menos hasta la crisis de 1947, cuando sucedió la epidemia de iebre aftosa.

En este estudio queda marginada la zona sur del estado, a la que solo recurriremos cuando no sea posible regionalizar la información dada por entidades. En la documentación revisada fue común encontrar la idea de que el estado estaba dividido por la Sierra Madre Oriental en dos grandes partes, tanto por sus condiciones geográicas como socioeconómicas. 22 Una región es “una comarca formada por el agrupamiento de municipios completos, contiguos y presentando un grado de desarrollo semejante en las siguientes características comunes: elevada densidad por unidad territorial de determinada especie pecuaria; condiciones climatéricas [sic] semejantes, tipo de explotación pecuario idéntico y continuidad en el relieve topográico con delimitaciones periféricas tan claras como sea posible lograrlas”, Moisés T. de la Peña, Planeación del crédito ganadero, Ciudad de México, Banco Nacional de Crédito Agrícola, 1938, pág. 44. 23 Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado: México, 1920-1994, Ciudad de México, FCE, 1994, págs. 86-87. 21

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

El desarrollo de este trabajo está dividido en tres partes. En el capítulo 1 se aborda una cuestión de carácter estructural: la propiedad de la tierra y sus implicaciones en el desarrollo de la actividad ganadera. Debido a que el estudio sobre los derechos de propiedad es un tópico fundamental para estudiar cualquier actividad económica, se abordan las reformas agrarias que modiicaron la estructura de la propiedad de la tierra en el campo mexicano. Se evalúan tanto las reformas locales como las federales y su impacto en la organización productiva de la actividad ganadera. En el capítulo 2 se analiza la evolución de la producción ganadera, los principales mercados a los que se dedicó y la participación de la política estatal en estas actividades. Partimos de la exposición de las condiciones de la ganadería en la entidad durante el poririato y la coyuntura que representó la Revolución mexicana en detrimento de la actividad ganadera; posteriormente abordamos su etapa de recuperación durante la década de 1920, la reorientación de sus mercados en la siguiente década, y inalmente las políticas del Estado por incentivar la producción y modernización de la ganadería desde inales de esa misma década hasta la de 1940. En el capítulo 3 se exponen las condiciones y el desarrollo de la industria cárnica en Nuevo León, con especial atención en la ciudad de Monterrey, el principal mercado local de consumo de carne debido a su concentración poblacional,24 y para ello se analizarán las condiciones de abasto y las tendencias de consumo. Posteriormente estudiaremos la industrialización —procesamiento— de la carne como una opción de consumo por medio de dos casos de empacadoras en la ciudad de Monterrey. Por último, se abordará la política de abasto de carne y los actores involucrados en el proceso que lleva el insumo desde el productor hasta el consumidor.

Aunque Nuevo León era un estado con poca densidad de población, Monterrey era la tercera ciudad más poblada del país, después de Guadalajara y la Ciudad de México. 24

Introducción

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Debido a la notable escasez de investigaciones históricas sobre el tema, la mayor parte de la información utilizada para elaborar esta investigación se basó en fuentes primarias; destacan en primer lugar las consultadas en el Archivo Histórico del Estado de Nuevo León —AHENL—, principalmente en los fondos de agricultura y ganadería, y de la Comisión Agraria, y en menor medida las fuentes del Archivo Histórico de Monterrey —AHM—, donde se consultaron las actas de Cabildo. Respecto a las cifras encontradas en estos acervos, sobre todo las consignadas en los informes de Gobierno y los censos estatales y nacionales, es pertinente señalar que éstas casi siempre son inexactas y en ocasiones contradictorias, por lo que no deben tomarse como un relejo de la realidad, sino de las tendencias de cambio. Por otra parte, las fuentes hemerográicas fueron un gran apoyo para complementar las lagunas dejadas por el archivo y para comprender la cotidianidad del fenómeno estudiado; destaca en particular la hemeroteca del periódico El Porvenir, de Monterrey. Asimismo, para la consulta bibliográica fueron fundamentales las bibliotecas de la UANL y del Museo de Historia Mexicana, en Monterrey; en el Distrito Federal fueron especialmente importantes las bibliotecas del Banco de México y de El Colegio de México. Queda pendiente, sin duda, la consulta de otros archivos que habrían aportado datos valiosos para la comprensión del tema.

1. LAS REFORMAS AGRARIAS. PROPIEDAD DE LA TIERRA Y ORGANIZACIÓN PRODUCTIVA

Desde la segunda mitad del siglo XIX, las leyes de desamortización y enajenación de tierras baldías habían contribuido a la creación de grandes latifundios en el septentrión mexicano, los cuales fueron el marco principal del desarrollo ganadero. Sin embargo, no toda la actividad pecuaria se desenvolvió sobre las bases de la gran propiedad. En la jurisdicción nuevoleonesa predominó especialmente la pequeña y mediana propiedad privada, mientras que en una gran porción del territorio permanecieron formas comunales de tenencia de la tierra con explotaciones ganaderas de diversas escalas. Todos estos tipos de propiedad poseían formas de organización productiva distintas, pero las reformas agrarias derivadas de la Revolución mexicana las sometieron por igual a un proceso de transformación. La reforma agraria impulsada desde el ámbito local, orientada a la disolución de las comunidades rurales, consistía en la asignación particular de tierras indivisas, lo que implicaba no solo un reparto, sino una redistribución de la tierra entre los antiguos propietarios. Por otro lado, las leyes promulgadas en el marco federal —en particular la Ley agraria de 1915— intentaban restituir y dotar de tierras comunales a los campesinos sin posesiones. Todo esto dio origen a un complejo y contradictorio proceso alargado durante varias décadas en sus intentos por disolver unas comunidades y crear otras, lo que coniguró el nuevo escenario de la economía rural de la región. Aunque en ocasiones contradictorios, ambos proyectos tomaron sentido en cuanto a la ejecución que de ellos hicieron los gobernantes. En este sentido, según Luis Aboites, es posible sugerir tres periodos importantes dentro del reparto

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agrario norteño: el obregonista, el callista y el cardenista.1 El periodo obregonista (1920-1928) se caracteriza por un crecimiento sostenido consistente tanto en la recuperación de antiguos niveles de producción como en la expansión de los negocios agrícolas; su prioridad en este sentido era la reconstrucción económica, y con ello la protección de las unidades productivas; Aboites plantea que “la estructura agraria conformada especialmente durante el poririato se mantuvo incólume en todos estos años y más aún, que el desarrollo ulterior conservó una coherencia con respecto a las bases y premisas del antiguo régimen”.2 El periodo callista (1929-1935) se diferencia del obregonista por el entorno económico depresivo; la política agraria se mantuvo sin cambios y se tornó más conservadora, especialmente desde que Plutarco Elías Calles regresó de Europa y advirtió sobre los males del reparto y el fraccionamiento exagerado de la propiedad rústica.3 Por último, el periodo cardenista (1936-1940) constituyó el de mayor reparto y representó un cambio sustancial en la política agraria. En el cardenismo el ejido no aparecía ya como un mero accidente político, sino como instrumento para destruir el latifundio. Tanto al gobierno cardenista como a los gobernantes sonorenses les interesaba el desarrollo agrícola norteño, con la diferencia de que el primero privilegiaba su política económica hacia el mercado interno.4 En el presente capítulo abordaremos este proceso agrario en lo referente a su impacto en la actividad ganadera, tanto en sus proyectos como en su ejecución. En primera instancia, se analizarán las reformas locales y posteriormente Los periodos deinidos no corresponden necesariamente a los periodos presidenciales de cada personaje, sino a una forma determinada de política agraria identiicada con los mismos; Luis Aboites, Cuentas del reparto agrario norteño. 1920-1940, Ciudad de México, CIESAS, Cuadernos de la Casa Chata, 1991. 2 Ibíd., pág. 11. 3 Ibíd., pág. 13. 4 Ibíd., págs. 3 y 20.

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las federales, con privilegio de sus repercusiones en la transformación de la actividad productiva y los conlictos entre los actores involucrados.

Las reformas LocaLes: La disoLución de comunidades ruraLes Comunidades rurales: origen y desarrollo En los inicios del siglo XX, el campo mexicano era “un mosaico de tipos de propiedad que iban desde la comunal hasta la privada, amparadas ambas en títulos regularmente confusos, con un mundo abigarrado de acuerdos orales o no escritos”.5 En este contexto, no es de sorprender que en Nuevo León existiera un tipo de propiedad común de origen colonial no indígena, difícil de ser caracterizada por su enorme heterogeneidad. Según informes del Gobierno del estado en 1928, las comunidades rurales representaban un problema sui generis casi exclusivo de Nuevo León.6 Su magnitud era tal, que para algunos su resolución constituía la base de toda la cuestión agraria de la entidad, “pues la mayor parte de sus terrenos se encuentran en poder de las comunidades, que alcanzan un número cercano a cuatrocientas en totalidad”.7 Para poder 5 Alejandro Tortolero Villaseñor, Notarios y agricultores: crecimiento y atraso en el campo mexicano, 1780-1920, Ciudad de México, Siglo XXI, UAM, Unidad Iztapalapa, 2008, pág. 50. 6 AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1927-1928. Sabemos que durante los comienzos del siglo XX este tipo de propiedad subsistió en el norte de la república, al menos en los estados de Chihuahua, Durango, Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas. Al respecto, puede verse Telésforo García, “Sobre el problema agrario en México” en Jesús Silva Herzog, La cuestión de la tierra, vol. 1: 1910-1911, Ciudad de México, Secretaría de la Reforma Agraria, 1981, pág. 59. 7 AHENL, fondo: Comisión Agraria, caja 1, Monterrey, N.L., 9 de abril de 1915, proyecto de ley de disolución de comunidades rurales, de F. Roel.

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entender este problema es preciso saber primero lo que son estas comunidades, cuál es su origen, cómo funcionaron y por qué representaban un problema para los gobiernos posrevolucionarios. Las comunidades rurales eran propiedades indivisas, creadas a partir del desmembramiento por herencia de las grandes haciendas que tenían su origen en las mercedes reales de la época novohispana. Según Eugenio del Hoyo, el surgimiento de estas propiedades explica, en parte, la constante importancia de la pequeña propiedad dentro de la tenencia de la tierra en Nuevo León. Debido a la ausencia de mayorazgos en esta región y a que los bienes de fortuna estaban reducidos a la tenencia de la tierra, las grandes propiedades se fragmentaron en parvifundios al ser divididas entre varios herederos, que conformaron lo que José Eleuterio González llamó comunidades de accionistas,8 concepto posteriormente conocido como comunidades rurales. Rocío González Maiz airma que al menos en Monterrey el proceso desamortizador de mediados del siglo XIX provocó un “efecto dominó” sobre estas comunidades. En este sentido, sus ocupantes “se vieron obligados a escriturar sus porciones, pasando del usufructo a la plena propiedad de las mismas”.9 La reacción en cadena no parece tal si extendemos el análisis temporal, como lo indica la supervivencia de estas propiedades durante toda la primera mitad del siglo XX. El principal problema de las comunidades rurales radicaba en la gestión de los recursos naturales al interior de las mismas. Es factible suponer que al inicio, como lo revela un informe, las propiedades tuvieron “bastante terreno para los usos separados de cada uno”, pero el aumento del número de copropietarios llevó a la necesidad de determinar ciertos usos comunes, sobre todo en materia de pastos para la Eugenio del Hoyo, Historia del Nuevo Reino de León, 1577-1723, Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2005, págs. 373-374 y 439. 9 Rocío González Maiz, Desamortización y propiedad de las elites en el noreste mexicano. 1850-1870, Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2011, págs. 165-166. 8

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ganadería.10 Así, las labores o ranchos de cada individuo o familia con derechos en la tierra indivisa eran considerados propiedades exclusivas, mientras que los pastos, los terrenos cerriles no acotados y los caminos permanecieron considerados como de uso común. Por otro lado, la importancia del agua en esta región requirió la subdivisión convencional del líquido por parte de los interesados bajo un sistema de propiedad efectiva muy cuidadoso. El uso indispensable del agua consolidó un sistema de aprovechamiento creado por los mismos usuarios, aunque la posterior intervención de la Federación en materia de uso y aprovechamiento de aguas, acusada con frecuencia de anticonstitucional, transformó “en madejas inextricables la situación creada por los siglos”.11 En un caso contrario al del agua, muy pocas veces la tierra pudo ser subdividida. La ausencia de documentos formales para amparar los derechos sobre la tierra y la falta de deinición de los límites territoriales provocó un sinnúmero de discordias y rencillas entre propietarios. Muchos de ellos recurrieron a instancias legales para despojar a otros de sus propiedades, mientras que algunos más aprovecharon la tierra más allá de sus derechos proporcionales o aun al carecer de ellos. El citado informe de Gobierno, por tanto, consideraba que las comunidades rurales eran responsables del abandono de los campos y de su decadencia. Para un Gobierno estatal con tendencias liberales, las comunidades representaron entonces un problema que debía ser regulado para fortalecer la certidumbre sobre los derechos de propiedad y reactivar la dinámica económica del campo, para lo cual fue necesaria una legislación especial que intentó aplicarse en repetidas ocasiones. Apenas triunfó la revolución maderista cuando en 1911 Viviano L. Villarreal,12 el entonces gobernador de Nuevo AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1927-1928. Ídem. 12 Villarreal era tío político del entonces presidente de la república Francisco I. Madero, y había sido gobernador de Nuevo León en repetidas ocasiones. 10

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León, propuso en su plan de gobierno reglamentar los derechos de las propiedades rústicas indivisas llamadas comunidades rurales. Según Óscar Flores, este tipo de tenencia de la tierra ocupó en 1911 aproximadamente el 70 por ciento del territorio estatal, y el conjunto de propietarios representaba el 7 por ciento de la población total.13 Aunque esta estimación no ha podido ser corroborada, el hecho que esta propuesta haya sido planteada al poco tiempo del ascenso de Francisco I. Madero a la presidencia del país indica que el problema de la propiedad de la tierra era un asunto prioritario en la entidad. Durante toda la década revolucionaria las constantes iniciativas de ley dejaron en claro la importancia de esta demanda. La propuesta del gobierno de Villarreal no fue llevada a cabo durante su mandato, ya que su condición de terrateniente lo despreocupó de estimular el decreto de reglamentación, “amén de los serios obstáculos que interpusieron los caciques ante una posible y prematura reforma agraria”.14 Pero los intentos no acabaron ahí. Curiosamente, cuando Raúl Madero ocupó la gubernatura de Nuevo León apoyado por los convencionistas, retomó la ley para la parcelación de comunidades como uno más de sus instrumentos para canalizar el apoyo al campo.15 En 1917 la ley volvió a ser presentada y inalmente fue incluida en una fracción del artículo 23 de la Constitución estatal de 1917. La ley respectiva —redactada por un ex gobernador del periodo huertista— fue promulgada hasta 1921. En síntesis, la iniciativa de disolver estas comunidades fue propuesta por un terrateniente porirista apegado al maderismo, retomada por los Óscar Flores, Monterrey en la Revolución, 1909-1923, Monterrey, Udem, 2010, págs. 61-67. Según el mismo autor, esto “evidenciaba un alto proceso de concentración al que fue sometido el agro nuevoleonés durante el poririato”. Consideramos que la explicación de este factor no se agota en las políticas poriristas, ya que una buena parte de los propietarios de estas comunidades tenían sus derechos incados desde el virreinato, como veremos más adelante. 14 Ibíd., págs. 61-62. 15 Ibíd., pág. 121.

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convencionistas, llevada a la Constitución por el gobierno carrancista, convertida en ley por un gobernador huertista y inalmente promulgada por un gobierno obregonista. Los caliicativos emitidos aquí no son tajantes, lo que queremos hacer notar es que más allá de las adhesiones políticas, el desile de autoridades parecía reconocer en este tipo de propiedad “la rémora más grande para el progreso de la agricultura en el estado”,16 pues la falta de certidumbre sobre los derechos de propiedad parecía ahuyentar las inversiones, excluir estas tierras de la dinámica del mercado e impedir la expansión de la actividad agropecuaria. A nuestro parecer, la disolución de estas comunidades se inscribía en una dinámica que continuaba con el proceso desamortizador del siglo XIX, el cual consideraba que todos los otros derechos de propiedad de corte comunitario o indivisos “si bien no perdían su valor, serían derechos secundarios perfectibles solo cuando lograran pasar a la propiedad privada”.17 Esto a su vez implicaba una reorganización de las actividades productivas que fundaba su lógica en la propiedad privada como piedra angular del sistema. Según la documentación revisada, la mayoría de estas propiedades tuvieron una economía mixta donde se combinaba la agricultura y la ganadería. De un muestreo no exhaustivo de más de cien comunidades, notamos que gran parte de ellas se encontraban en las zonas centro y norte del estado —ver ilustración 1—, donde la ganadería tenía un peso considerable. El hecho que la mayoría permaneciera en esas zonas indica algunos puntos sobre la transformación 16 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 1, Monterrey, N.L., 9 de abril de 1915, proyecto de Ley de disolución de comunidades rurales, de F. Roel. 17 Marcello Carmagnani, Estado y mercado: la economía pública del liberalismo mexicano, 1850-1911, Ciudad de México, FCE, 1994, pág. 40. Cabe señalar que los proyectos de disolución se aplicaron solamente a las comunidades existentes hasta ese momento y no a las que se formaron en lo sucesivo, por lo que no pueden ser interpretados como proyectos dogmáticos que atentaban contra todo tipo de propiedades comunales, sino únicamente contra las comunidades rurales producto de una formación histórica común.

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de los tipos de propiedad y su vocación económica. Primero, que las zonas agrícolas más dinámicas del sur y el centro-sur del estado sí pasaron por un proceso de privatización de la propiedad; la primera zona estuvo basada en la gran propiedad y la segunda en la pequeña y mediana. Segundo, que el norte y algunas regiones del centro, a excepción de Monterrey, conservaron buena parte de sus propiedades fundadas en derechos antiguos de origen colonial, a pesar de que algunas propiedades se constituyeron en latifundios durante el siglo XIX.18 Ilustración 1. Ubicación municipal de las comunidades rurales en Nuevo León.

Fuente: elaboración propia. La muestra no es exhaustiva y se desconoce la ubicación exacta. Se tomó como referencia el municipio donde tenía su sede la mesa directiva. Algunas comunidades abarcaban territorialmente más de un municipio. 18

Es el caso de las propiedades de Francisco Naranjo que veremos más adelante.

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La actividad ganadera y la gestión de bienes comunales El punto nodal de la organización productiva de las comunidades era el uso sustentable de sus recursos, principalmente el agua, la tierra y los recursos forestales; si bien algunas tuvieron una organización sólida, es probable que la mayoría presentaran serios problemas en su organización, sobre todo las que tenían un número de propietarios elevado o incierto, lo que diicultó su dinámica interna. ¿A qué se debió la supervivencia de este tipo de propiedades? La amplia literatura existente sobre el tema señala primordialmente dos posibilidades: la primera se relaciona con un escaso desarrollo del mercado o de las técnicas que harían que los individuos no consideraran necesaria una deinición más exacta, y la segunda posibilidad se relaciona con los elevados costes de transacción de la deinición de derechos.19 Estas dos explicaciones validan una racionalidad económica propia del paradigma neoclásico, pero algunos críticos consideran que la cuestión: Puede mostrarse mucho más compleja si se parte de una racionalidad limitada en la que, además, las decisiones de los individuos no responden únicamente a la maximización en abstracto, sino más bien a la satisfacción de necesidades en momentos concretos.20

Por ejemplo, un estudio hecho en Chihuahua en 1911 señala que los terrenos de esas “comunidades que no son ejidos” se explotaban de forma irracional y “no compensan con sus productos las molestias que han sido causa ante los tribunales”. Sus tierras, por lo tanto, estaban depreciadas —dice el autor—, porque “cualquier comprador sabe lo que signiica el derecho de una acción en ese género de propiedades”; Rómulo Escobar, “Estación agrícola experimental de Ciudad Juárez” en Silva Herzog, op. cit., pág. 273. 20 Iñaki Iriarte Guñi, “La pervivencia de bienes comunales y la teoría de los derechos de propiedad. Algunas relexiones desde el caso navarro, 1855-1935”, en Historia Agraria, núm. 15, 1998, pág. 120.

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Esta explicación abre un panorama más amplio para comprender el complejo proceso que implicó la disolución de las comunidades rurales. El estudio de Iñaki Iriarte citado anteriormente sobre los bienes comunales y los derechos de propiedad en España indica que si bien la deinición de derechos de propiedad sobre la tierra resultó fundamental para la agricultura, no ocurrió lo mismo con la actividad ganadera. En todo caso, el punto central de la actividad consistió en la certeza sobre la propiedad de los animales.21 De igual forma, en 1911 un estudioso del campo mexicano relacionaba la pervivencia de estos bienes comunales en el norte de México con el hecho de que no se había transitado de un estado pastoril a uno agrícola, lo que atribuía, entre otras cosas, a la baja densidad poblacional.22 El problema subyacente en esas tierras y el principal motivo por el cual permanecían en las circunstancias ya descritas era la escasez de recursos naturales. En este sentido, la carencia de agua y de buenos pastos llevó a muchas de las comunidades a crear sus propios mecanismos para regular el uso de los bienes, que con regularidad se basaron en acuerdos orales o en la “costumbre”.23 Estas instituciones comunales parecieron ponerse a prueba ante la difícil coyuntura que vivió el agro mexicano en los tiempos revolucionarios, y contribuyeron al notable descenso de la actividad ganadera durante la época. Esto se observa claramente en Cerralvo, cuando en 1918 los accionistas Ibíd., pág. 131. García, op. cit., pág. 59. 23 Es común encontrar alegatos sustentados en la idea de “elemental[es] principio[s] de economía privada y pública, así como por derecho natural”. AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 21, Montemorelos, N.L., 14 de septiembre de 1934, carta de Jesús M. Salazar al gobernador del estado. El tema de algunas formas de socialización y convivencia reguladas por la “costumbre” en la actividad ganadera ha sido abordado para estudiar el abigeato y los derechos de propiedad en Chihuahua durante el poririato: María-Aparecida Lopes, De costumbres y leyes: abigeato y derechos de propiedad en Chihuahua durante el poririato, Ciudad de México, El Colegio de México, El Colegio de Michoacán, 2005. 21

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de la comunidad Benavides Olivares acusaron a uno de sus vecinos de usar irresponsablemente los recursos comunitarios. Jacinto Cavazos había construido un potrero con cerca de alambre “encerrando tierra a pan coger”, y transgredió “todos los usos comunes reduciendo el pasto de los pocos animales que tenemos”, sin que los copropietarios pudieran hacer nada al respecto. Pero el problema no terminaba ahí, ya que algunos accionistas, al ver que Cavazos hacía exclusivos los recursos comunes, quisieron seguir su ejemplo al acaparar el terreno en una lógica que contradecía sus instituciones sobre el uso del suelo, ya que “así se acabarían los usos comuneros que han tenido quieta y pacíica posesión desde tiempo inmemorial”.24 Si todos los comuneros intentaban maximizar sus rendimientos individuales, se terminaría por reducir los rendimientos totales de la comunidad. En este sentido, las comunidades entraban en un dilema social parecido al expuesto por Garrett Hardin en su obra la Tragedia de los bienes comunes,25 donde el interés racional del individuo que vive en comunidad pesa más que el bienestar sustentable de la misma. En términos de actividad ganadera, el uso no regulado de los pastos provocaría un sobrepastoreo que acabaría con los recursos, lo que iba más allá de la lógica de la supervivencia comunal. Problemas como el de la comunidad Benavides Olivares eran bastante frecuentes en dichas propiedades, sin embargo, no todas funcionaban de la misma forma. Muchas de ellas habían ido más allá de las instituciones informales para establecer acuerdos y regular el uso común de sus recursos. Por ejemplo, en la comunidad Benavides, en Los Herreras, se estableció desde 1863 un reglamento por acuerdo de la mayoría de los accionistas mediante el cual delimitaron varias reservas de terreno para pastoreo de ganado mayor, AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 3, Cerralvo, N.L., 25 de abril de 1918, oicio de accionistas de la comunidad Benavides Olivares al gobernador del estado. 25 Garrett Hardin, “The tragedy of commons”, en Science, vol. 162, núm. 3859, dic. 1968, págs. 1243-1248; el autor utiliza el ejemplo de los pastos y el ganado como una metáfora. 24

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por lo que quedaba prohibida la introducción del ganado menor bajo una multa de diez pesos por cada infracción. Este sistema había funcionado hasta 1913, cuando según quejas de los mismos accionistas: Algunos criadores de ganados menores, abusando de las circunstancias en que la guerra tenía al país, se han estado introduciendo con sus ganados a dicha reserva con grave perjuicio de nuestros intereses de campo, y han seguido hasta la fecha en completo desorden pisoteando el terreno que comprende esa misma reserva.26

Los accionistas argumentaban que en dicha reserva, identiicada con el nombre de El Colorado, sus antepasados habían establecido sus ranchos ganaderos dedicados a la cría de ganado mayor. El desorden había llegado a tal grado que se sentían perjudicados, ya que “la mayor parte de los criadores de ganados menores que se están introduciendo a la reserva, ni accionistas reconocidos son en la comunidad de Benavides”. Naturalmente, la desorganización provocó un círculo vicioso que afectaba toda la economía rural de la comunidad. El ganado menor —principalmente las cabras, conocidas por sus efectos nocivos sobre el terreno— dejaba al ganado mayor sin pastos; éste a su vez tuvo que introducirse en las tierras de labranza para alimentarse, lo que provocó en ellas serios daños.27 De esto se deriva que la inclusión de elementos externos que alteraban la dinámica productiva tradicional puso en serios riesgos la sustentabilidad de la comunidad, sobre todo en zonas donde los recursos eran escasos. 26 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 4, Los Herreras, N.L., 24 de agosto de 1922, oicio de Guadalupe Sáenz, Mateo Benavides y Matías Benavides al gobernador del estado. 27 Otro caso que podemos citar aquí se dio en General Bravo, en donde algunos accionistas reclamaban su reserva y se quejaban de los “individuos que tienen pequeños chinchorros de cabras trillan todo el terreno”, individuos que por otra parte “casi ni derecho tienen”. En el mismo municipio otro grupo de vecinos había reclamado una reserva para “bienes mayores, o sea, vacas paridas” un año antes. AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 6, General Bravo, N.L., 6 de abril de 1925.

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A pesar de estos problemas, los copropietarios de Los Herreras no pedían la disolución de la comunidad y el reconocimiento de la propiedad privada, sino que demandaban ayuda para hacer valer sus acuerdos intracomunales. Argumentaban que “las disposiciones relativas a comunidades en nuestro concepto deben subsistir mientras la mayoría no acuerde lo contrario por un reglamento especial que al efecto se forme”. De hecho, en repetidas ocasiones las comunidades demandaron autonomía para regular el uso de sus propios recursos. Cuando en General Bravo el Ayuntamiento intentó regular la distribución de pastos para cabras y vacas bajo multa, la comunidad de Cantú alegó que no consideraba competente a dicha autoridad para dictaminar esos acuerdos, ya que “nosotros somos los únicos capacitados para disponer de lo nuestro, así como quienes conocemos el alcance de nuestras necesidades, para que determinemos la forma en que dividimos la comunidad”.28 Lo anterior evidencia que para algunos accionistas los problemas de la organización productiva no tuvieron nada que ver con el tipo de propiedad indivisa, sino con la intervención del Estado, y con que éste no controlaba las violaciones a los derechos de propiedad más allá de si ésta era privada o comunal. La lógica del Estado no iba en este sentido, y así como sucedió en la comunidad Benavides, algunas otras reservas desaparecieron al fraccionarse estas propiedades.29 En este punto debemos retomar el dilema de la Tragedia de los bienes comunes. Según Elinor Ostrom,30 los economistas clásicos —como el citado Hardin— plantean como única AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 15, General Bravo, 6 de mayo de 1929, carta de Jesús Garza Rodríguez al gobernador del estado. 29 Existen algunos otros casos similares a éste. En Doctor González, por ejemplo, los accionistas de las comunidades de Papagayos y El Castillo se quejaban por la desaparición de su reserva para la cría de ganados mayores. AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 5, Doctor González, N.L., 27 de abril de 1922. 30 Elinor Ostrom, El gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva, Ciudad de México, FCE, 2000. 28

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solución a estos problemas la intervención del Estado o la privatización de la propiedad. En contraposición a ello, Ostrom señala que hay casos en que las comunidades son capaces de encontrar por su cuenta soluciones respecto del uso de los recursos, como lo propusieron los copropietarios de la comunidad Benavides. De la revisión histórica de estos casos podemos deducir que el Estado, dentro de la lógica liberal ya mencionada, se planteó como principal solución al “problema de las comunidades” la privatización de la propiedad por medio de las leyes de disolución. Ello implicó una enorme resistencia hacia un cambio institucional que implicaba transformar una organización productiva con décadas o siglos de respaldo, lo que fue una labor bastante complicada para los gobiernos posrevolucionarios, sobre todo en una etapa de reestructuración económica y redeinición política. Las leyes de disolución de comunidades: avances y tropiezos En 1921 llegó a la gubernatura de Nuevo León Juan M. García, un prominente comerciante de pieles allegado al movimiento obregonista. Bajo su mandato, en mayo de ese año fue expedida la Ley sobre disolución de las comunidades rurales en el estado, que declaraba de utilidad pública dicha disolución. Para los efectos de esta ley se entendía por comunidad toda propiedad rural territorial que permaneciera en estado de indivisión y cuyo número de copropietarios pasara de diez, fuera dudoso o desconocido.31 La ley daba a las comunidades un plazo de seis meses a partir de su publicación para proceder al apeo, planiicación y fraccionamiento del terreno entre los copartícipes. De no proceder así en el tiempo señalado, las tierras pasarían a ser propiedad del Estado con todas sus anexidades, y los poseedores lo serían a título precario y a nombre del Estado, AHENL, fondo: folletería, c. 243, artículos 1 y 2 de la Ley sobre disolución de las comunidades rurales en el estado, de 1921. 31

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quien procedería a enajenar dichas tierras y a indemnizar a los perjudicados. Asimismo, la ley estableció que ninguna persona podía acotar terrenos, levantar construcciones o hacer mejoras, establecer nuevas posesiones, ensanchar las existentes ni introducir alguna innovación que de cualquier manera alterara las tierras de la comunidad.32 Las solicitudes de apeo debían darse a conocer por escrito ante los alcaldes judiciales de los municipios donde se ubicaran las comunidades. Si las tierras se encontraban en varias jurisdicciones, como era habitual, serían competentes las autoridades de los municipios donde radicara la mayor porción. Los alcaldes aprobarían el apeo una vez que éste se hubiera practicado y arreglado entre los copartícipes. En caso de haber transcurrido el plazo sin practicar la división de tierras, éstas pasarían a ser propiedad del estado. Los copropietarios tendrían entonces el derecho de reclamar su indemnización o pedir que se les aplicara en propiedad una extensión de tierra proporcional a su derecho, para lo que debían acreditar sus derechos sobre la tierra.33 Los intentos de disolución enfrentaron numerosos problemas que alargaron los trámites. El ejecutivo del estado se encontró en la necesidad de dar constantes prórrogas y se vio incapacitado para enajenar las propiedades.34 En 1926, apenas once comunidades habían sido fraccionadas y alrededor de 150 estaban en diversos trámites. El gobernador manifestó que la disolución era uno de los problemas más difíciles y que su cumplimiento había sido materialmente imposible.35 En 1929, 33 comunidades habían sido fraccionadas, alrededor de cien estaban en trámite y más de 150 ni siquiera habían “tomado providencia” para la subdivisión. Según el Gobierno, el inconveniente de la mayoría de las comunidades para no Ibíd., artículos 4-6. Ibíd., artículos 16-28. 34 Es posible que la debilidad institucional del estado haya sido un factor para esto, ya que la década de 1920 fue escenario de múltiples convulsiones políticas. 35 AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1925-1926, págs. 9-10.

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acatar la ley consistía en la negativa de perder “ciertos pastos comunes”. Incluso después de la subdivisión, algunos ganaderos aún llevaban a pastar sus animales a los terrenos que antes eran comunes,36 lo que evidenciaba una resistencia a cambiar las formas de producción tradicionales. Además de esto, entre las causas técnicas que limitaban los procedimientos estaban la falta de recursos de los propietarios para el deslinde y agrimensura, su ausentismo, la negación de los mismos procedimientos,37 la defectuosa documentación para comprobar derechos38 y por consiguiente, la falta de certeza sobre los límites de las propiedades.39 Otro de los factores naturales que complicaron la disolución era la falta de acceso al agua. En muchos casos la organización productiva de las comunidades contemplaba aguajes comunes para el ganado, cuestión que era incompatible con la subdivisión de tierras. Ya en 1911 el ingeniero Incluso hubo comunidades en las que aún disueltas, algunos propietarios seguían haciendo uso común de algunos pastos, lo que ocasionó severas molestias entre el resto. “Perjudica también lo poco que queda de bosque en el terreno, por la falta de orden en su explotación”, AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 10, Garza García, N.L., 12 de enero de 1925, oicio de Eduardo Bala y vecinos de Garza García al c. presidente de la comisión local agraria. 37 Regularmente, cuando los copropietarios se oponían a la disolución era porque algunos de ellos ocupaban más posesiones de las que podían comprobar con sus derechos. En el agostadero Vaquería, por ejemplo, en la villa de Juárez, Octavio R. García denunció que “muchos de los que tienen grandes posesiones en este agostadero solamente son propietarios de pequeñas porciones de derecho”, por lo que “se oponen obstinadamente a que se haga la referida repartición”, por lo que solicitaba permiso para reforzar las cercas de su propiedad “fomentando de un modo efectivo la agricultura” “y dar además impulso a la cría de animales”, AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 5, Juárez, N.L., 14 de febrero de 1925. 38 En la ya citada comunidad Benavides, por ejemplo, se decía que “ya son más los que se consideran accionistas que chaparros hay”. Acusaban a Guadalupe Sáenz y a otros socios de hacer peticiones sin tener derechos, ya que “no son ni bisnietos de los que pusieron la reserva en el rancho El Colorado hace más de 90 años”. AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 5, Los Herreras, N.L., 16 de septiembre de 1922. 39 En Linares, por ejemplo, un accionista se quejaba de que después de haber hecho las diligencias conforme a derecho se le asignó un terreno ocupado por algunas personas en el rancho El Canelo, quienes se negaban a desocuparlos alegando derechos, ibíd., Linares, N.L., 17 de marzo de 1923. 36

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Pastor Rouaix40 había alertado que el fraccionamiento de “las grandes haciendas poseídas en varios siglos por las mismas generaciones de una familia” era un proyecto solo factible en teoría, puesto que la mayoría de los terrenos de los estados del norte carecían de agua, lo que echaba por la borda todos los proyectos que pudieran formarse. En 1922, por ejemplo, se acusó a Pedro Ozuna de construir en Los Herreras “una presa de piedra y rama, con la cual se interrumpe el curso de las aguas que se estancan y forman un gran charco que los criadores aprovechan para dar agua a sus ganados, tanto mayores como menores”, hecho que impedía que los mismos criadores accedieran a este vital recurso. Debido a que esta obra se encontraba en terrenos de la comunidad y el artículo 6 de la Ley de disolución prohibía cualquier innovación sobre estos terrenos, las autoridades estatales mandaron destruir dicha presa.41 Pero las aguas supericiales no eran las únicas en discordia. Las acusaciones por construir norias, aunque fueran solo “para dar de beber a unas cabras”, originaron verdaderas disputas por el acceso al agua, sustentadas en el mismo argumento del artículo 6 que prohibía cualquier construcción hasta que se subdividieran las tierras.42 Las quejas por innovaciones fueron bastante numerosas y formaron la mayor parte de las denuncias elevadas al Gobierno del estado en materia de comunidades rurales. En este sentido, resulta evidente que existió un constante interés entre los copropietarios por transformar sus propiedades, probablemente porque así lo demandaba la reactivación de la actividad ganadera en la segunda mitad de la década de 1920. En 1927, por ejemplo, en la comunidad El Potrero, de Villaldama, José Sepúlveda y un ingeniero norteamericano de apellido Solisveri intentaron hacer crecer su negocio Pastor Rouaix, “El fraccionamiento de la propiedad en los estados fronterizos” en Silva Herzog, op. cit., pág. 170. 41 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 4, Los Herreras, N.L., 31 de agosto de 1922. 42 Puede verse también el caso de Pomposo Peña de diciembre de 1928, ibíd., c. 14. 40

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de cría de ganado, para lo cual debían cercar su rancho para introducir zacate americano. Algunos copropietarios alegaron ante las autoridades que los terrenos que estos criadores querían cercar no eran terrenos para cría de ganado, sino para cultivos de temporal, por lo que intentaron detener el negocio. El litigio sacó a la luz numerosas inconsistencias entre los derechos de propiedad de los comuneros, de lo que resultó que el citado Sepúlveda no era propietario de los derechos de tierra y agua que representaba, solamente pagaba un alquiler a los antiguos dueños.43 En este sentido, al menos para los ganaderos con capacidad de hacer inversiones, las comunidades rurales eran un obstáculo para la expansión de los negocios ganaderos, pues la incertidumbre sobre sus derechos de propiedad no permitía atender la demanda de tierras en una economía que se dinamizaba. Por ello no es raro encontrar declaraciones de inales de la década de 1920 que reieren que la subdivisión se hacía cada vez más “urgente e inaplazable” por el “aumento de valor de las tierras debido a las carreteras y obras de irrigación, así como al descubrimiento de yacimientos petrolíferos en el subsuelo, [que] van dando más interés a la propiedad en terrenos”, lo que a su vez causaba numerosas disensiones entre copropietarios.44 Sobre esta idea, en 1931 el Gobierno del estado promovió una serie de cambios en la ley de disolución con el objetivo de acelerar la misma. En diciembre de ese año se modiicó la ley de disolución establecida diez años antes, misma que había traído resultados bastante precarios. Las reformas a esta ley, en general, dotaban al Estado de mayor injerencia Ibíd., c. 13, agosto-septiembre de 1927. Ibíd., fondo: memorias de Gobierno, 1928-1929. El desarrollo de carreteras fue uno de los puntos más importantes del programa de infraestructura del Gobierno, puesto que era un punto fundamental para el desarrollo de las economías locales. En 1926, por ejemplo, no había ninguna vía férrea ni “vía de comunicación violenta” o rápida que conectara el noreste de Nuevo León, por lo que los vecinos de Apodaca, Zuazua, Doctor González, Marín, Cerralvo, General Treviño, Agualeguas y Parás estaban dispuestos a ceder los terrenos sin costo o indemnización alguna con tal de que la carretera de México a Nuevo Laredo pasara cerca de sus pueblos; ibíd., fondo: Comisión Agraria, c. 11, 19 de enero de 1926.

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sobre los procesos de disolución y facilitaban la sustitución de la igura de “enajenaciones” por la de “expropiaciones”, además de otras disposiciones que buscaban agilizar los trámites entre copropietarios.45 En este sentido, el Estado se facultaba para adoptar un papel más activo en el proceso cuando los copropietarios de las comunidades o las mismas autoridades municipales carecieran de capacidad o voluntad para llegar a acuerdos.46 Los resultados inmediatos de la instauración de la ley de 1931 derivaron en la expropiación de algunas comunidades: en 1932 se expropió la comunidad Clara de Rentería, o comunidad Merced de Jacinto García Sepúlveda, en la jurisdicción de Cerralvo, que originalmente comprendía 46 sitios de ganado menor y cuatro de mayor —alrededor de 84 mil hectáreas—, pero que por segregaciones veriicadas en distintas épocas comprendía al momento de su disolución un área de 29 mil 366 hectáreas; en 1933 fue expropiada la comunidad Papagayos, en Doctor González, con ocho sitios de ganado mayor y ocho caballerías con terrenos vacantes por cuatro sitios de ganado mayor y tres caballerías —un total aproximado de 21 mil 648 hectáreas—, y la comunidad Carlos Cantú o comunidad Sargento Mayor Carlos Cantú, localizada en las jurisdicciones de China, General Terán, General Bravo y Doctor Coss, con una extensión calculada en no menos de 73 sitios de ganado mayor y 150 de ganado menor —aproximadamente 245 mil doscientas hectáreas—; en ese mismo año estaba por hacerse la expropiación de la comunidad de Higueras, con 27 sitios mayores y 273 milésimos de sitio —47 mil 881 hectáreas—.47 En 1935 se expropió Ibíd., fondo: folletería, c. 243, Ley sobre disolución de comunidades rurales en el estado, de 1932. 46 En algunos casos las mismas autoridades municipales podían complicar los trámites. En Sabinas Hidalgo, por ejemplo, se decía que “Guadalupe Morales, apoyado por alcalde segundo, pretende despojar rigurosamente pequeña propiedad a Espiridión Hernández amenazándole con multas si agosta su ganado”; ibíd., fondo: Comisión Agraria, c. 5, Sabinas Hidalgo, N.L., 23 de abril de 1923. 47 Ibíd., fondo: memorias de Gobierno, 1932-1933, pág. 37. 45

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en Salinas Victoria la comunidad San Isidro de Gutiérrez o Hacienda de Cárdenas, pero desconocemos sus dimensiones.48 La suma de la extensión de estas comunidades, sin contar esta última, era de 344 mil 95 hectáreas.49 En términos comparativos, esto era poco más del doble de la cantidad de hectáreas dotadas en Nuevo León entre 1915 y 1934.50 Este impulso en la disolución de comunidades rurales parece haber sido efímero. La documentación al respecto señala que la prioridad del Gobierno respecto a la cuestión de la tierra transitó en la década de 1930 del “problema de las comunidades rurales” al llamado “problema agrario”, concentrado fundamentalmente en la restitución y dotación de ejidos en el sur de la entidad, lo que demandó una gran atención. En este mismo contexto parece haberse efectuado un cambio en la política agraria de los gobernantes nuevoleoneses, que coincidía con la etapa más fuerte del reparto agrario. En 1935 había llegado al poder como gobernador interino el general Gregorio Morales Sánchez por recomendación de Francisco Múgica y con aprobación de Lázaro Cárdenas. Posteriormente le siguieron los también generales Anacleto Guerrero (1936-1939) y Bonifacio Salinas (1939-1943). Durante los periodos de estos militares surgidos de la Revolución las consideraciones hacia las comunidades rurales cambiaron. En 1939, el Gobierno del estado informó al Gobierno federal que se había suprimido “el procedimiento que se venía observando en la subdivisión de las comunidades citadas”, y se consideraba que la ley de disoluciones carecía de constitucionalidad, “ya que resolver conlictos de propiedad Ibíd., fondo: Periódico Oicial, 9 de febrero de 1935, núm. 12, págs. 1-2. En la comunidad denominada Del otro lado de la Boca, en Bustamante, resultó un sobrante de mil 588 hectáreas que a solicitud del municipio fueron vendidas para aprovechar su producto en mejoras materiales —la construcción de una plaza municipal—. Ibíd., fondo: memorias de Gobierno, 1932-1933, pág. 38-39. 50 En este periodo fueron dotadas 160 mil 480 hectáreas en todo el estado. INEGI, Estadísticas Históricas de México 2009, t. I, Ciudad de México, INEGI, 2010, “Dotación de tierras por periodos presidenciales según entidad federativa”, cuadro 8.2.2. 48

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1. Las reformas agrarias.

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y posesión compete a los tribunales establecidos, y el ejecutivo del estado carece de esa personalidad y competencia”. Conirmaban que se había intervenido en las disoluciones que los propios comuneros iniciaban entre sí, pero no habían pasado bienes al Estado, porque se consideraba anticonstitucional.51 Este cambio en la política agraria es notable en cuanto que las comunidades dejaron de ser intervenidas y se respetaron los usos comunales en aquellas propiedades que no se habían sujetado a la ley. En 1936, por ejemplo, un grupo de pequeños criadores de ganado menor en Zuazua utilizaban para pastoreo terrenos que teóricamente habían pasado a ser parte del estado, pues estos no habían sido disueltos. Aunque el Ayuntamiento trató de echar a los ganaderos, el Gobierno estatal se limitó a recomendar que subdividieran las tierras conforme los derechos de cada accionista, pero no expropió los terrenos.52 Un año después, en las comunidades de Benavides Grande y Benavides Olivares se prohibió a un accionista cercar cien hectáreas para potrero, a pesar de poseer derechos sobre doscientas de ellas. La razón era que encerraría un aguaje utilizado por todos los comuneros.53 Este tipo de casos indican que a diferencia del grupo sonorense, durante la etapa cardenista de la reforma agraria la disolución de las comunidades rurales dejó de ser el objetivo principal de los gobiernos estatales, y se privilegió el hecho de que la gente del campo, bajo cualquier circunstancia, trabajara las tierras, aún a costa del rendimiento productivo. Una vez pasada la etapa más fuerte del reparto agrario, pero bajo la misma lógica cardenista, en la década de 1940 hubo un nuevo impulso a la disolución de las comunidades. Durante la gubernatura de Arturo B. de la Garza (1943-1949) AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 37, Monterrey, N.L., 14 de enero de 1939, oicio del gobernador del estado al delegado del departamento de la Comisión Agraria. 52 Ibíd., c. 27, General Zuazua, N.L., 17 de junio de 1936, carta de Agustín García y Aniceto Villarreal al gobernador del estado. 53 Ibíd., c. 32, Cerralvo, N.L., 28 de septiembre de 1937, oicio del presidente municipal de Cerralvo al gobernador del estado. 51

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

se procedió por conducto del Departamento de comunidades rurales a la disolución de algunas de las más importantes, tanto por su extensión territorial como por la población de ganado bovino y ovicaprino con que contaban. Con un Gobierno estatal fortalecido y con más capacidad de acción, la vía para acelerar la subdivisión fue ejercer una acción directa, pero no sobre las comunidades, sino sobre los viejos problemas de las mismas: la falta de agua y los desacuerdos entre propietarios. En el primer caso, el Gobierno emprendió una fuerte campaña en la construcción de presas y perforaciones para dotar de agua a los hatos de ganado. En el segundo caso, en las comunidades que presentaban problemas por escasez de títulos el Gobierno no expropió, sino que tuvo que comprar algunos terrenos, los dividió y después volvió a venderlos a los comuneros, como fue el caso de la comunidad El Davileño, de 114 mil hectáreas en el municipio de China.54 Según la Unión Ganadera Regional de Nuevo León, la seguridad obtenida con los títulos de propiedad se convirtió en un detonante para la inversión. A partir de entonces los terrenos se deslindaron y se cercaron propiedades, de forma que “el desarrollo se manifestó de inmediato”. Para 1948, el gobierno de De la Garza había subdividido ya 26 comunidades y 55 estaban en proceso.55 El último reporte disponible En la comunidad El Davileño los pobladores descendían de familias que no contaban con títulos de propiedad. Este problema había sido expuesto al Gobierno desde el comienzo del siglo XX por los hijos del licenciado Narciso Dávila —hijo del homónimo gobernador juarista—, quien contrajo nupcias con una hija de Bernardo Reyes. Los herederos de Dávila contaban con escrituras de propiedad expedidas en los gobiernos de Juárez y Reyes que amparaban 114 mil hectáreas. El gobierno de De la Garza llegó a un acuerdo para adquirir la propiedad de los herederos, los hermanos Dávila Reyes, y de esta forma el gobierno pudo otorgar titulos a los comuneros por la supericie que poseían cobrándoles el equivalente por hectárea al precio que las habían adquirido; Arturo de la Garza González, Historia de la Unión Ganadera Regional de Nuevo León: lo que viví, así lo recuerdo, Monterrey, El Sol, 2010, pág. 364. 55 De la Garza, op. cit., pág. 364. 54

1. Las reformas agrarias.

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señala que para 1951, conforme al total de constancias e informes que obraban en la “sección de comunidades rurales”, existieron en el estado un total de 222 comunidades, de las cuales 85 habían sido totalmente subdivididas, 24 apeadas y deslindadas, 21 en vías de disolución, 57 organizadas y 33 se hallaban en suspensión de trámite.56

Arturo B. de la Garza en la entrega de documentos a miembros de los Comités de Zonas Comunales. ca. 1945.

56

AHENL, fondo: agricultura y ganadería, c. 12, estadística de 1950.

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Las reformas federaLes: eL reparto agrario, La propiedad privada y Los ejidos

El reparto agrario en Nuevo León y en el norte de México En general, para algunos autores, en el norte de México la Revolución no realizó reformas profundas en la distribución y explotación de la tierra.57 Esto es cierto si se atienden fundamentalmente las cifras del reparto agrario, pero vale observar otros aspectos cualitativos, como los organizacionales, para apreciar que hubo algunos cambios de consideración. Nuevo León fue una de las entidades más rezagadas en el reparto agrario. Junto con Tamaulipas, no se registraron dotaciones sino hasta 1924, y en 1928 apenas se habían repartido 28 mil 513 hectáreas, lo que volvía a Nuevo León el estado con menos supericie repartida, después de Baja California. Esto no es de extrañar si se considera el apego de gobernadores como Aarón Sáenz al gobierno obregonista, ya que durante estos años la preocupación fundamental del Gobierno estatal era la disolución de las comunidades rurales, como ya hemos visto en el apartado anterior.58 En 1932, el reparto en el estado apenas alcanzó 755 hectáreas y beneició a cuarenta personas. Si se compara el número de solicitudes con el de resoluciones efectivas, se evidencia una notoria disparidad. Entre 1926 y 1929, y entre 1932 y 1935 no más de la cuarta parte de las solicitudes se resolvieron, y en el periodo de 1929 a 1932 la proporción se incrementó una tercera parte. Mientras que las solicitudes tardaban años en resolverse, los conlictos entre agraristas y posibles afectados se incrementaron. Algunos propietarios aprovecharon para repartir sus Enrique Montalvo Ortega, “Política agraria y movilización campesina después de la Revolución” en Everardo Escárcega López et al., Historia de la cuestión agraria mexicana: campesinos, terratenientes y revolucionarios, 1910-1920, vol. 3, Ciudad de México, Siglo XXI, 1988, pág. 119. 58 Aboites, op. cit., págs. 61-64. 57

1. Las reformas agrarias.

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propiedades entre familiares y eludir la expropiación. Esta subdivisión fue regularmente icticia, puesto que la tierra aún era trabajada como una sola unidad productiva.59 Algunas estimaciones indican que hasta 1929, solo un 10 por ciento de las tierras que habían sido dotadas eran explotadas, regularmente por su falta de acceso a los recursos productivos. Esto se debía a que la incipiente aceleración del reparto agrario dejó exentos a los propietarios que poseían las mejores tierras, es decir, aquéllas que contaban con acceso al agua, sobre todo las de la región citrícola —centro sur—. Como puede observarse en la tabla 1, en el periodo de 1920 a 1928 la mayoría de las tierras dotadas estaban clasiicadas como “indeinidas” —probablemente cerriles o de pastizales, pero en todo caso no propensas a la agricultura—, y en el de 1929 a 1935, con un aumento sensible en el reparto, destacaron las tierras de “monte”. Según algunos estudios de caso, la baja productividad de las tierras no siempre era “por apatía de los agraristas”, sino porque éstos habían sido dotados de tierras que “antiguamente” “eran aprovechadas para criaderos de ganado y en tal virtud no sería posible exigir el cultivo de ellas”.60 Más aún, cabe señalar que durante este periodo el reparto se concentró casi en su totalidad en el sur del estado —63 por ciento del total—, donde la beligerancia agraria era mayor. Conforme las solicitudes de dotación avanzaron de sur a norte, los conlictos se acentuaron. Como vemos en la tabla 2, después del sur, las regiones que registraron una mayor dotación fueron el centro sur, luego el norte y por último el centro, la mayoría de ellas en la década de 1930, y más especíicamente en el periodo cardenista. Esta última etapa representó la de mayor reparto en la entidad, pues en ella fueron repartidos el 68.66 por ciento del total de tierras entre 1924 y 1940. Casi el 80 por ciento de las tierras repartidas durante este periodo presidencial 59 60

Sieglin, op. cit., pág. 97. Ibíd., págs. 98-99.

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fueron de agostadero. Aunque en menor escala, también se incrementó sustancialmente el reparto de tierras de riego y de temporal, y disminuyeron las tierras de monte, desérticas e “indeinidas”. En este sentido, podemos interpretar que el cardenismo repartió tierras de mejor calidad, y por lo tanto, afectó en mayor medida los intereses de los antiguos propietarios, entre los que se encontraban los ganaderos de toda escala, que rápidamente entraron en conlicto con los ejidatarios. Tabla 1. Reparto agrario en Nuevo León, 1915 a 1940. Supericie total (hectáreas) Tipo de tierra

19151920

19201928

19291935

19361940

Total

Porcentaje

Riego

0

0

2,850

14,500

17,350

2.11%

Temporal

0

3,715

25,206

80,976

109,897

13.39%

Agostadero

0

338

111,750

450,416

562,504

68.52%

Monte

0

3,026

62,683

17,505

83,215

10.14%

Desértico

0

0

24,820

0

24,820

3.02%

Indeinido

0

21,434

1,467

192

23,093

2.81%

Total

0

28,513

228,777

563,589

820,879

100%

Supericie per cápita (hectáreas) Tipo de tierra

19151920

19201928

19291935

19361940

Total

Riego

0

0

0.46

0.92

0.69

Temporal

0

1.27

4.04

5.11

4.4

Agostadero

0

0.12

17.93

28.43

22.51

Monte

0

1.03

10.06

1.10

3.33

Desértico

0

0

3.98

0

0.99

Indeinido

0

7.35

0.24

0.01

0.92

Total

0

9.78

36.70

35.57

32.85

Fuente: Aboites, op. cit., pág. 62.

1. Las reformas agrarias.

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Tabla 2. Dotaciones en Nuevo León según década y región. Regiones

1920-1929

1930-1939

1940-1949

Norte

1

40

18

Centro

2

18

10

Centro sur

8

97

27

Sur

24

177

37

Total

35

332

92

Fuente: Zebadúa Serra, op. cit., pág. 15.

Conlictos y transformaciones de la propiedad rural en Nuevo León Los conlictos entre los antiguos propietarios y los ejidatarios tuvieron lugar desde la década de 1920, y la interacción entre estos actores fue parte importante del proceso de transformación de la propiedad agraria del estado. Algunos de los fenómenos identiicados en este sentido fueron los siguientes: 1) en la pequeña propiedad hubieron disputas muchas veces violentas entre pequeños rancheros y ejidatarios por el acceso a los recursos en las zonas poco fértiles; 2) en las haciendas medianas hubo resistencia de los propietarios por medio de su red de inluencias y del recurso de amparo para no ceder sus tierras, y 3) en haciendas con propietarios absentistas hubo una transición de un sistema de arrendamiento a otro de los pequeños propietarios.61 A continuación observaremos cada uno de estos puntos de forma detallada, mismos que hemos identiicado con la pequeña, mediana y gran propiedad, respectivamente. Vale la pena mencionar que una de nuestras limitantes estriba en que la mayor parte de la documentación revisada se reiere a las quejas de los propietarios hacia el gobernador. Debido a que muchos de los ejidatarios eran analfabetos o no tenían la capacidad de enviar sus quejas por escrito, en muchas ocasiones carecemos de sus puntos de vista. 61

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Rancheros62 y ejidatarios: conlictos en la pequeña propiedad El principal problema que surgió por la modiicación de la estructura agraria fue la disputa por el acceso a los recursos, sobre todo porque escaseaban en muchas de las tierras dotadas. Los rancheros y los ejidatarios protagonizaron estos conlictos y en más de una ocasión se valieron de todo tipo de argumentos para acusarse unos a otros y obtener el favor de las autoridades en turno. En 1925 los vecinos de Sabinas Hidalgo aseguraron tajantemente que en ese municipio no existía el agrarismo, sino el comunismo. Así eran caliicados los “destructores de cercas e incendiarios” que rondaban el municipio, pues el agrarismo no podía existir debido a que “toda la propiedad está tan subdividida en la pequeña propiedad, cercada y constituida en virtud de la Ley sobre disolución de comunidades rurales en el estado”, que de hecho, “con los destrozos a las cercas ha vuelto a ser propiedad comunal”. Potreros antiquísimos, que pasan en número de veinticinco —decían los propietarios— habían sido completamente destruidos, “quedando con miles de bestias sin reparo ni protección contra los que se dedican al abigeato, y ya van más de cien kilómetros de cerca hecha añicos”, “pues no se contentan los 62 Por ranchero entenderé lo siguiente: “un cultivador y ganadero rural, propietario o usufructuario individual o familiar de una parcela que participa en pequeña escala en una producción para un mercado local, regional y hasta internacional. Rara vez utiliza mano de obra extra familiar, aunque frecuentemente recluta mano de obra dentro [del círculo] de sus parientes más pobres. Trabaja y administra sus propios bienes. Opera de acuerdo con preceptos de cálculo económico en función de aumentar los recursos de la unidad doméstica, no en función de un proceso de capitalización per se, sino procurando aplicar innovaciones tecnológicas al proceso de producción. Maximiza su capacidad productiva por medio de la maximización de sus recursos humanos, vía mecanismos culturalmente establecidos de parentesco y de compadrazgo. [...] Casi siempre sabe leer, escribir, y los ejercicios básicos de la aritmética. Cultural y socialmente está inmerso en una serie de relaciones de tipo directo, cara a cara, deinidos por la familia extensa y por la comunidad”; Jane Dale Lloyd, “Rancheros y revoluciones en el noroeste de Chihuahua” en Escárcega López, et al., op. cit., pág. 78.

1. Las reformas agrarias.

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comunistas con trozar el alambre de poste a poste y sacar éstos, sino que en muchos casos los amontonan y prenden fuego”. Para los propietarios de Sabinas, estos hechos demostraban “que existe una degeneración completa del concepto de propiedad”.63 El cuadro impresionista dibujado por los ganaderos de Sabinas es solo una muestra de las numerosas tensiones existentes en el agro nuevoleonés durante el proceso de reforma agraria impulsada por la Revolución mexicana. Para muchos de los pequeños propietarios, la demanda de tierras por parte de los llamados agraristas resultaba un acto incongruente porque en sus localidades la mayoría de los habitantes eran propietarios. Con la aparición de los agraristas en diversos municipios, las quejas por la destrucción de cercas, la construcción ilegal de las mismas y la disputa por los recursos se volvió frecuente. En realidad, tanto los demandantes de tierras como los propietarios afectados estaban inmersos en un intrincado sistema donde las leyes y los niveles de autoridad eran tan variados como confusos. Como hemos visto, una de las situaciones más comunes durante el reparto agrario fue la dotación de tierras dedicadas a la cría de ganado que no podían ser sujetas a cultivo. A pesar de que esta medida pudo tener un in político especíico —distribuir la propiedad—, es evidente que en términos económicos no era nada conveniente para los ganaderos ni para los ejidatarios. El resultado fue con frecuencia la depresión de la actividad productiva en las incas afectadas y de paso una crisis en las relaciones sociales del campo. En Sabinas Hidalgo, los ejidatarios de La Enramada —mineros de San Luis Potosí— acusaron en 1930 a Genaro Martínez y hermanos de hacer caso omiso de la dotación y de cercar un pedazo de ejido para engordar sus semovientes. Los acusados argumentaban que las tierras que usaban para la cría de ganado no se podían sembrar, y la AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 9, Sabinas Hidalgo, N.L., 8 de agosto de 1925, oicio de Isidro de la Garza Morales al gobernador del estado. 63

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

queja consistía en que el objetivo real de los ocupantes era aprovecharse “desordenadamente” de los productos de leña, pita maguey y demás.64 Es bastante probable que muchos de los ejidatarios, ante la imposibilidad de dedicarse a la agricultura por falta de agua y tierras adecuadas, recurrieran a la explotación de los recursos forestales, como era denunciado en el caso anterior. Pero en aquellas zonas donde las tierras fueron sujetas a cultivo —regularmente de subsistencia— se agravaron los problemas entre agricultores y ganaderos por el uso de la tierra y el agua. Como vimos en el apartado anterior, muchos de los predios rústicos constituidos como comunidades rurales tuvieron un sistema de organización que regulaba el acceso de los copropietarios a los recursos, la distribución de la agricultura y la cría de ganado, pero la disolución de estas comunidades acabó con dichas disposiciones. En este sentido, debido a que los ejidatarios regularmente no provenían de la misma localidad o no estaban inmersos en la dinámica agrícola, tuvieron lugar una serie de conlictos en el proceso de reorganización del espacio productivo. En cuanto al uso de tierras, los problemas más frecuentes fueron dos: la coexistencia entre las tierras para cultivo y tierras para cría de ganado, y la división de pastos para ganado mayor y pastos para ganado menor. En cuanto al primer problema, la escasez de cercas provocó que con frecuencia los animales se pasaran a pastar a los predios cultivados y que dañaran las cosechas. En Cadereyta, por ejemplo, los ejidatarios querían cobrar una multa de diez centavos por cabeza de ganado que pastara en sus ejidos, a lo que los ganaderos argumentaron que tal medida no era justa, dado que la inexistencia de cercas hacía difícil controlar al ganado.65 En cuanto al segundo punto, las diicultades surgieron debido a que las antiguas disposiciones que ijaban reservas 64 65

Ibíd., c. 18, Sabinas Hidalgo, N.L., 1930. AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 36, Cadereyta, 25 de abril de 1938, oicio del

Ayuntamiento de Cadereyta al gobernador del estado.

1. Las reformas agrarias.

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exclusivas para el pastoreo de ganado mayor dejaron de ser respetadas, sobre todo en la región norte del estado. En 1940, los ejidatarios de Nuevo Rodríguez, en Anáhuac, tuvieron en pastoreo tres mil cabezas de ganado menor en una reserva destinada al ganado mayor. En un contexto de indeinición de linderos por falta de planos, los ganaderos de la zona pedían su desalojo, “dado que como usted comprenderá, las únicas reservas que tenía para las crías de ganado mayor que vienen en marzo me las han estado destruyendo de una manera alarmante”.66 En otros casos, algunas propiedades fueron afectadas en sus porciones de pasto, por lo que los rancheros, que a pesar de mantener su propiedad inmediata —jacales y norias— y sus hatajos, se quedaron sin un lugar para que pastaran sus semovientes. Cabe resaltar que esto no siempre derivó en el abandono de la actividad ganadera, sino que muchos de estos propietarios se volvieron arrendatarios de pastos en otras propiedades, incluidos los ejidos.67 En el caso del acceso al agua, ejidatarios y ganaderos tuvieron que buscar nuevas formas para el aprovechamiento de este recurso. En Salinas Victoria, por ejemplo, el ganado de Juan González abrevaba en una acequia que también era usada por los ejidatarios de la zona para regar sus labores. Los ejidatarios indicaron a González que sus animales perjudicaban la acequia, y que por lo tanto debía cercarla. González alegó “que no pueden privarme del abrevadero de mis animales, porque es una necesidad absoluta y además un derecho que todos tenemos para la crianza de nuestros animales”, y “que ha sido una costumbre desde hace mucho tiempo de usarla como está actualmente”. Cuando un delegado de la Comisión Agraria veriicó el caso, argumentó que las acequias no son abrevaderos y que los animales, al pisar, derrumbaban la acequia y obstruían el paso del agua. Ibíd., c. 39, Anáhuac, N.L., 6 de enero de 1940, carta de ganaderos de Anáhuac al gobernador del estado. 67 Al respecto, pueden verse los casos de Tomás Cortez en su rancho Charco Hondo. Ibíd., 7 de febrero de 1940. 66

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

El asunto se resolvió al permitírsele a González que hiciera una sangría a la acequia para almacenar agua en un pequeño tanque.68 Cuando las autoridades no daban respuesta, algunos ganaderos se apropiaban de los recursos hídricos por la fuerza. En Sabinas Hidalgo los ganaderos introdujeron “grandes pastorillas” a terrenos ejidales sin cercar para tratar de acabarse el pasto y la poca agua que tenían estancada los ejidatarios para sus animales, todo con el in de que éstos últimos abandonaran las tierras. En resumen, al no afectar las mejores tierras, las autoridades dotaron a los ejidatarios de tierras de ganadería. Dada la escasez de recursos, practicar la agricultura era un asunto bastante complicado, por lo que muchos complementaban esta actividad con la extracción de recursos forestales y la cría de ganado menor. Amén de ello, los antiguos propietarios hicieron lo posible por mantener el agua y las mejores tierras bajo su posesión. En el mejor de los casos, ejidatarios y rancheros llegaron a acuerdos entre sí o por medio de las autoridades para regular el uso de los recursos, pero con frecuencia cometieron también actos violentos. Hacendados y ejidatarios: conlictos en la mediana propiedad Después de la Revolución, es posible apreciar en el norte de México una política agraria destinada a proteger y fomentar algunas unidades productivas formadas durante el poririato, las cuales ya habían mostrado su dinamismo y capacidad de crecimiento.69 Aunque esta protección se dio principalmente en las incas agrícolas agroexportadoras, también fue posible en algunos predios ganaderos con mercados regionales. Dicha política no siempre fue establecida por el presidente de la república —de hecho, en ocasiones se 68 69

Ibíd., c. 35, Salinas Victoria, N.L., 21 de enero de 1939. Aboites, op. cit., págs. 1-3.

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daba a pesar de él—, también fue promovida por gobernadores y alcaldes según el juego de intereses de la región. A continuación exponemos algunos casos. El 1 de junio de 1925, los vecinos de la Estación San Juan, en el municipio de Cadereyta,70 hicieron una solicitud de dotación de ejidos en la que iguraba como afectable la hacienda La Fragua, del prominente empresario regiomontano Francisco G. Sada, gerente general de la Cervecería Cuauhtémoc.71 La Fragua estaba dedicada exclusivamente a la fabricación de queso y mantequilla, cuyo mercado principal era Monterrey. Contaba con todos los elementos necesarios para constituir una unidad de producción completa: sus labores eran trabajadas “por sí o por medio de aparceros” que cultivaban esencialmente pasturas para el alimento del ganado; tenía varios silos destinados al almacenamiento de pasturas, establos enteramente modernos, ganado ino lechero y cría del mismo ganado para el servicio exclusivo de la inca, y para fabricar el queso y la mantequilla contaba con una planta movida a vapor.72 Es probable que la inluencia de Sada haya sido determinante para que el Gobierno de Nuevo León interviniera a su favor ante las autoridades agrarias y ante Plutarco Elías Calles, quien tuvo una marcada enemistad con los La Estación San Juan había surgido “al calor del tráico ferrocarrilero” en 1890 por ser un punto de embarque hacia Tampico. Su núcleo poblacional se había formado debido al establecimiento y desarrollo de la industria ladrillera del lugar, y además era aprovechado por las haciendas aledañas, como la de Sada, para embarcar sus productos. 71 AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 13, 24 de noviembre de 1925, notiicación de la Comisión Nacional Agraria a Francisco G. Sada. 72 Se sabe además que al menos desde 1923 la Cervecería Cuauhtémoc comenzó a enviar masilla a Tampico y otros lugares de la república. La masilla era un material alimenticio desechado del proceso de fabricación de la malta usada para elaborar la cerveza, y se aprovechaba como pastura de animales, particularmente para vacas lecheras. Ver por ejemplo la nota “Pastura para vacas enviada a Tampico por la Cervecería”, El Porvenir, 12 de mayo de 1923, pág. 8. 70

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empresarios.73 Después de la solicitud de ejidos, el Gobierno nuevoleonés declaró que San Juan iguraba en el estado como estación de ferrocarril, categoría que no entraba dentro de las afectables según los artículos 1 y 2 del Reglamento agrario, por lo que la Comisión Local Agraria dictaminó como improcedente la dotación, negada por resolución en octubre 7 de 1925. Pero el Gobierno estatal no tuvo autoridad completa sobre la dotación de tierras. Con posteridad a la resolución negativa del estado, la delegación de la Comisión Nacional Agraria recogió el expediente y por propia iniciativa designó una junta censal presidida por uno de sus miembros, a la que encomendó el levantamiento de un censo de población. Los Sada intentaron restringir el acceso a sus propiedades, pero inalmente el censo fue realizado, a pesar de que la actuación de los agrimensores fue denunciada como ilegal. Con tal de no ver afectada La Fragua, Sada propuso la afectación de Llano del Coyote, otra de sus propiedades, pero esto no fue aceptado, pues los demandantes consideraban sus tierras de muy mala clase. Posteriormente, la resolución del gobernador de Nuevo León fue revocada y el presidente de la república hizo efectiva la dotación por 348 hectáreas para la Estación San Juan, 58 de las cuales pertenecían a La Fragua, así como una cantidad indeterminada de agua del río de Cadereyta.74 Los representantes de Sada solicitaron un amparo ante la justicia federal por la resolución de dotación hecha por el El propio hijo de Calles se había ido a vivir al estado en 1921. Se casó con una hermana de Aarón Sáenz y compró la Hacienda Soledad de la Mota, en General Terán, donde manejaban importantes negocios citrícolas e ingenios azucareros. Al parecer, el objetivo de Calles era penetrar en la política nuevoleonesa, por lo que buscó que su hijo se volviera gobernador; logró esto solamente de manera interina en 1929, y en el periodo de 1933 a 1934 se convirtió en alcalde de Monterrey. Para una muestra de la inluencia de Calles en Nuevo León, ver carta de Conrado Martínez al gobernador del estado, AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 22, Montemorelos, N.L., 23 de diciembre de 1935. 74 Ibíd., c. 13, 30 de septiembre de 1926. 73

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presidente de la república, la cual caliicaron de inconstitucional. Además del argumento de la categoría política, los representantes de Sada argumentaron que la Estación San Juan, por sus características, ni siquiera era un espacio dedicado a la agricultura; que los solicitantes eran apenas el 3 por ciento del total de la población del lugar, que su explotación era exclusiva para satisfacer su industria lechera y que la inca constituía una “unidad agrícola industrial”, por lo que no debía ser afectada según el artículo 14 del reglamento agrario.75 Al recoger estos argumentos, la justicia federal inalmente amparó y protegió las propiedades de Sada,76 a pesar de que posteriormente el delegado de la Comisión Nacional Agraria interpuso un recurso de revisión contra el fallo del juzgado. El delegado argumentó que dentro de la inca se explotaba maíz, que no tenía nada que ver con la industria lechera y que las incas que explotan la lechería no constituyen una unidad agrícola industrial.77 Este punto, así como la importancia de este empresario parecen haber sido determinantes en el proceso, puesto que los otros involucrados en el expediente de la Estación San Juan —las haciendas de El Mexiquito y La Nutria— sí resultaron afectados, a pesar de haber interpuesto juicios. Después de haber sobrevivido a estos intentos por fraccionar su hacienda, Sada distribuyó la propiedad en once lotes que repartió entre sus hijos. Según informe de 1939, en este año los aparceros de la hacienda lo acusaron de no querer reparar la boca toma del canal con que regaban sus labores, y señalaron que tenía varias hectáreas ociosas, debido a lo cual fueron demandas. Francisco Sada hijo argumentó que La Fragua y la compañía ganadera Los Lirios, S.R.L. habían elevado una solicitud de inafectabilidad ganadera en noviembre de 1938, por lo que recibieron de nuevo el apoyo del Gobierno del estado. 75 76 77

Ibíd., 30 de octubre de 1926. Ibíd., 4 de diciembre de 1926. Ibíd., 6 de diciembre de 1926.

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Para efectos comparativos, podemos mencionar el caso de la hacienda de El Carmen, ubicada en Güemes, Tamaulipas. Dicha hacienda era propiedad de Francisco Benítez Leal, hijo y nieto de gobernadores de Nuevo León, todos originarios de Linares. Aunque desde inales del siglo XIX se importó ganado lechero ino para esta inca, su impulso surgió con el periodo de prosperidad petrolera de Tampico en 1920, ya que se abrió un gran mercado para la leche, que se enviaba pasteurizada. En 1921 ya habían sustituido sus métodos de pasteurización realizados con hielo traído desde Linares y Monterrey mediante la instalación de una dinamo eléctrica en una turbina que aprovechaba una caída de agua. Con esto se dispuso de energía eléctrica para la hacienda y para la pasteurizadora, que anteriormente obtenía su fuerza de una caldera de leña. Se ordeñaban tres mil litros de leche diariamente cuya gran parte era enviada fuera, principalmente a Tampico, ciudad Victoria y El Mante, y la otra parte se utilizaba para la cría de becerros y para la fabricación de queso, mientras que la mantequilla se comercializaba en Monterrey, Saltillo y Parras.78 Emilio Portes Gil inició en 1924 su campaña política para ocupar el cargo de gobernador de Tamaulipas, y según el testimonio de una hija de Benítez, en ese año empezaron a escuchar del “problema agrario” en la región. A partir de entonces, las propiedades agrícolas de la familia comenzaron a subdividirse entre los nueve hijos de Benítez para constituir pequeñas propiedades, pero no así las ganaderas, que requerían extensiones más amplias. Según el mismo testimonio, tan seguro se sentía Benítez de cumplir con la ley, que a pesar de la creciente agitación agraria no dejó de invertir en el mejoramiento de la inca. Parte de esta seguridad consistía en que en 1925, al ser gobernador de Tamaulipas Portes Gil, el ingeniero Marte R. Gómez —su colaborador— Adelaida Benítez de Noriega, Historia de la Hacienda del Carmen de Benítez, Ciudad de México, Miguel Ángel Porrúa, Universidad Autónoma de Tamaulipas, Instituto de Investigaciones Históricas, 1989, págs. 62-63.

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le había asegurado que mientras estuviera dentro de la ley no se repartiría la hacienda. De esta forma, Benítez continuó su política de mejoramiento y gasto en canales, caminos, y en mejoras para el ganado lechero, que participó en varias exposiciones ganaderas locales y en la de San Jacinto en 1936, donde obtuvo algunos premios.79 En enero de 1936 el presidente Cárdenas visitó la hacienda, invitado por el entonces gobernador de Tamaulipas, Enrique Canseco. El presidente visitó los potreros, trojes, lechería, silos, huertas, etcétera, y según la versión de la hija de Benítez, se les aseguró que no se repartiría la hacienda porque era un centro de educación para el resto del estado. Sin embargo, en abril de 1937 un grupo de agraristas que tenía varios años de vivir en una población aledaña y de pedir tierras de la hacienda, y apoyado en la reciente promulgación de ley sobre tierras ociosas, se posesionó de doscientas hectáreas de un potrero que no estaba sembrado, sino destinado al pasto de las vacas de ordeña. Los forrajes para el ganado lechero eran principalmente el sorgo y la calabaza, pero muchos terrenos se habían cubierto con el tiempo por zacate de tipo Johnson. Aunque era considerado una plaga, este zacate era un excelente forraje y había sido introducido a la región desde Texas por algunos ganaderos. En El Carmen resultó un excelente esquilmo para la engorda de reses, pero algunos agostaderos estuvieron expuestos a ser considerados ociosos.80 Como las gestiones hechas ante la Comisión Agraria para desalojar a los agraristas fallaron, Benítez cedió las doscientas hectáreas con su agua correspondiente y procedió a vender lotes pequeños a los antiguos arrendatarios. Con la pérdida progresiva de terrenos, y ante la amenaza de quedarse sin pasto para el ganado lechero, Benítez se dispuso a vender sus tierras. En 1937 contaba con 830 cabezas; muchas de las vacas y la totalidad de los sementales eran de registro, im 79 80

Ibíd., págs. 64-68. Ibíd., págs. 67-68.

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portados desde Canadá, Estados Unidos y la isla de Jersey. En apenas un mes, todo el ganado quedó disperso.81 Como en el caso de la Hacienda del Carmen, en Nuevo León muchas de las solicitudes para ocupar terrenos destinados a la ganadería se fundamentaron en la ley de tierras ociosas. Sin embargo, en un decreto de enero de 1937 se había establecido que las tierras “infestadas por los zacates Johnson y Bermuda que hayan sido cultivadas o explotadas con ganado” estaban exentas de considerarse ociosas.82 Por ello les fueron denegadas, a pesar de que en sucesivas ocasiones algunos campesinos demandaron dichas tierras.83 Una de las acusaciones más frecuentes al respecto era que en ocasiones los terrenos estaban solos, pero cuando surgía una petición los ganaderos ocupaban las tierras con sus animales.84 Repetidamente los conlictos entre ocupantes de tierras ociosas y los propietarios derivaron en hechos violentos. En conclusión, los propietarios de haciendas ganaderas —como los Sada en Nuevo León y los Benítez en Tamaulipas, inluyentes ambos— lograron poner a su disposición los aparatos de gobierno locales para defender sus propiedades ante las peticiones ejidales, aún y cuando éstas contaban con el apoyo del presidente Calles. Aunque esto puede ser válido para todo el periodo precardenista, es notorio que durante el sexenio del michoacano el poder del Estado central se vio fortalecido y con una mayor capacidad de intervención, si bien ésta no fue absoluta. En otras palabras, los poderes locales fueron un factor decisivo en la política agraria posrevolucionaria, que a inal de cuentas fue el resultado de las tensiones desatadas entre las distintas facciones de poder. Ibíd., págs. 68-70. AHENL, fondo: Periódico Oicial, 3 de febrero de 1937, núm. 10, pág. 1, decreto núm. 49 del 14 de enero de 1937. 83 Algunos casos en AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 35, 9 de mayo de 1938, y c. 36, 3 de noviembre de 1937. 84 Es el caso de Cadereyta, en ibíd., c. 36, 18 de mayo de 1938. 81

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Hacendados, ejidatarios y arrendatarios: conlictos en la gran propiedad. Las grandes propiedades de algunos terratenientes del noreste abarcaron una gran porción de territorio en la región y adquirieron un gran dinamismo durante el poririato. Muchas de ellas pasaron por enormes vicisitudes entre 1910 y 1920, y su situación fue generalmente incierta durante la época posrevolucionaria. Para entonces, muchos de sus propietarios no vivían en esas tierras, algunas habían sido traspasadas, otras permanecían bajo arrendamiento y posteriormente fueron repartidas en el proceso de reforma agraria. A continuación expondré lo anterior mediante los casos de los Madero y los Naranjo, familias emblemáticas del noreste por sus propiedades. Como ya hemos mencionado, la familia Madero era una de las principales terratenientes de la región. Sus extensos dominios se extendían principalmente hasta la Laguna y la franja del Río Bravo, la mayor parte de ellos en la jurisdicción de Coahuila y Nuevo León. Después de la Revolución, algunos de los negocios ganaderos que emprendieron los Madero con familias de Monterrey fueron abandonados, probablemente porque perdieron la conianza en el futuro de los mismos y sus tierras fueron fraccionadas o intervenidas.85 La Compañía Agrícola y Ganadera del Río de San Diego, situada al norte de Coahuila y presidida por Lorenzo González Treviño —yerno de Evaristo Madero—, es un caso emblemático abordado en otros estudios.86 En la década de 1920 algunas propiedades de los Madero permanecían bajo arrendamiento. Cuando algunas de ellas comenzaron a ser vendidas, los arrendatarios perdieron la capacidad de renegociar sus contratos y se quedaron sin tierras, lo que ocasionó constantes demandas ante las autoridades agrarias. El ejemplo que retomamos aquí es el 85 86

Fujigaki Cruz, op. cit. Ibíd., págs. 167-223.

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de la Hacienda de San Enrique, o Negociación Agrícola y Ganadera de San Enrique, S.A., empresa constituida en 1905 con sede en Monterrey. Su presidente era Francisco I. Madero, pero el principal accionista era Jesús González Treviño, hermano de Lorenzo. La hacienda contaba entre sus bienes con máquinas de vapor, trilladoras y despepitadoras de algodón, y en ella había además toros de raza; dichas tierras alcanzaron una extensión de 31 mil 706 hectáreas distribuidas en la villa de Hidalgo —Coahuila— y en Colombia —Nuevo León—.87 En esta última localidad el desprendimiento de pequeñas porciones de la Hacienda de San Enrique tuvo lugar al menos desde 1925, cuando se hizo procedente una dotación de tierras tramitada por los vecinos de la misma. Aunque la solicitud estimaba la expropiación de mil 360 hectáreas, de las cuales 835 eran de la intestamentaría de Francisco I. Madero y el resto de otros propietarios, al inal el Gobierno extendió la dotación a mil 450 hectáreas, hecha efectiva para 145 jefes de familia.88 Sin embargo, la expropiación de estas tierras era mínima, comparada con la extensión de la hacienda. El problema expuesto por una comisión de vecinos de Colombia en 1928 aún hacía patente la falta de tierras en esa región. Dicha comisión expuso ante el gobernador un asunto que era considerado por ellos de vida o muerte; se argumentó que los vecinos de Colombia y algunos de Hidalgo arrendaban terrenos dedicados a potrero donde pastaban cerca de 25 mil cabezas de ganado mayor. La extensión de los terrenos arrendados era aproximadamente de 27 sitios propiedad de los herederos de Francisco I. Madero.89 El plazo que ijaban los Cerutti, op. cit., págs. 80-81. AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 8, 28 de mayo de 1925, resolución del expediente de la Congregación de Colombia de la Comisión Nacional Agraria. 89 El documento no especiica si son 27 sitios de ganado mayor —47 mil 401 hectáreas—, o de ganado menor —21 mil 067 hectáreas—; en todo caso, sabemos por la ubicación que se trata del territorio de la Hacienda de San Enrique, además de que tanto en la resolución de 1925 como en el informe de 1928 aparece registrado como administrador de la propiedad Gilberto Casillas.

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contratos de arrendamiento fenecía el día primero de enero de 1929, “y en tal virtud la sucesión acaba de concertar una compra-venta pasando sus derechos a un individuo nacionalizado norteamericano, de nombre Amador García, estando ya a punto de cerrarse el trato”. La Comisión expresaba que de hacerse la venta, los vecinos de Colombia, quienes en su mayoría se dedicaban a la ganadería, carecerían de tierra para llevar a pastar sus animales, “y por lo tanto se verán en la imprescindible necesidad de venderlos o de emigrar, que sería lo más indicado”. El valor catastral de dicho terreno era de mil cuatrocientos pesos, lo que consideraban “bastante irrisorio”, por lo que estaban dispuestos a pagar el valor de los terrenos incluso si éstos aumentaban, con tal de evitar la migración.90 Aunque por falta de información desconocemos la resolución de este caso, estos hechos evidencian que la reactivación de los negocios ganaderos en la posrevolución activó de nuevo el mercado de tierras al menos en los límites con Estados Unidos.91 Estos sitios en la franja fronteriza del Bravo constituían una llanura interestatal que resultaba bastante fructífera para el desarrollo pecuario, por lo que fueron blanco de la expansión de algunos ganaderos dedicados al comercio binacional. A pesar de que los terrenos eran aprovechados por arrendatarios de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas,92 el proceso de expansión ganadera pasó en ocasiones de las tierras de los viejos terratenientes a ganaderos con buenas perspectivas de negocio. El Porvenir, 28 de diciembre de 1928, pág. 8. Amador García no fue el único norteamericano que adquirió tierras durante estos años en territorio fronterizo. Joe B. Finley, por ejemplo, adquirió 5 mil 229 hectáreas en la comunidad de Piedra Parada, en Lampazos, un territorio colindante, entre otros, con propiedades de Patricio Milmo, V. Bortoni y el mismo Amador García, AHENL, fondo: Comisión Agraria, c. 24, 20 de febrero de 1935, oicio del secretario de Gobierno al alcalde de Lampazos. 92 Incluso en los contratos del administrador de la propiedad, Gilberto Casillas, existían algunas confusiones sobre si los terrenos pertenecían a Coahuila o Nuevo León.

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Los vecinos de Colombia expusieron que el mismo Amador García contaba ya para esa fecha con la mayoría de los terrenos que correspondían a los herederos de Francisco I. Madero —presumiblemente la Hacienda de San Enrique—, y que en dichos terrenos tenía ganado de su propiedad. Al tratar de ampliar sus negocios García buscó la forma de adquirir todo el terreno, para lo cual tenía que desalojar a los arrendatarios. Más aún, la adquisición de terrenos en esta región no se limitaba a la intestamentaría de Madero. Apenas unos días antes, García concertó un contrato de compra y venta de las propiedades de los Naranjo, en Lampazos,93 con lo que limitaría aún más la disponibilidad de tierras para arrendamiento en la región. En dicho contrato se estableció la venta de un derecho real de agostadero equivalente a poco más de seis sitios de ganado mayor, equivalente a once mil 301 hectáreas en el fundo rústico proindiviso de La Anguila, en el margen izquierdo del Río Salado. El monto de la transacción se ijó en quince mil dólares. Se trataba de una porción cuadrangular con cercas de alambre en tres de sus costados. Limitaba al norte con terrenos de Jesús González Treviño, al sur con las tierras de Vicente Ferrara, al este con terrenos de los sucesores de José Ángel Zuazua Tamez, y al oeste se ubicaba otro de los lotes de La Anguila. Como vemos, éste era uno de los terrenos más aptos para el desarrollo ganadero, sobre todo con perspectivas al comercio con Estados Unidos, y la mayor parte del mismo estaba en posesión de las familias más prominentes de la región. Francisco Naranjo fue uno de los grandes terratenientes del poririato. Se estima que hacia 1895 sus propiedades alcanzaron más de 850 mil hectáreas distribuidas en el occidente septentrional y en el centro y el norte de Coahuila, en el norte de Nuevo León y en franjas menores de Tamaulipas.94 En Lampazos poseía la Hacienda de Dolores y La 93

AHENL, fondo: Francisco Naranjo, c. 13, exp. 52, f. 3.

Mario Cerutti, “Militares, terratenientes y empresarios en el noreste” en Mario Cerutti (coord.), Monterrey, Nuevo León, el noreste. Siete estudios históricos, Monterrey, UANL, 1987, págs. 113-114. 94

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Anguila, esta última dedicada a la actividad ganadera. Al fallecer Naranjo en 1908 estaba instalada ahí una sociedad ganadera y la supericie de la propiedad era de noventa mil 313 hectáreas.95 Al igual que las propiedades de los Madero, en la década de 1920 estas tierras se mantuvieron en activo bajo arrendamiento tanto a ciudadanos del país como a extranjeros. En 1925 se irmó un contrato con Jay R. Decker por concepto de alquiler de supericie de los terrenos de La Anguila por cinco mil pesos oro nacional. Decker pagó la mitad de ello y quedó de pagar el resto en enero de 1926, pero debido a que el pago nunca se concretó los Naranjo le coniscaron el ganado.96 Cuando se resolvió el juicio en 1927, se remataron 45 vacas de vientre y 43 crías, todas inas, cuyo avalúo ascendió a la suma de tres mil 92 pesos oro nacional.97 En ese mismo año se irmó otro contrato con Romualdo Canales, vecino de Nuevo Laredo, por derecho de pasto por cinco años. El acuerdo se concretó por mil pesos —doscientos anuales— para el agostadero denominado Cuevas Pintas, con los aguajes que le correspondieran para el pastoreo de ganado menor.98 Al año siguiente, precisamente, este inquilino enfrentó algunas acusaciones por “el delito de destrucción de la propiedad ajena, consistente en haber abierto el acusado, a punta de talache, un tajo o abertura estrecha en el centro de la presa del Estanque”. Los Naranjo supusieron que la intención de Romualdo era “ahuyentar, como ahuyentó” La propiedad se estructuró sobre los terrenos de un anexo de agostadero de la merced otorgada en 1746 al general Prudencio Orobio y Basterra. Este anexo, llamado La Chancaca, había dependido de la Hacienda del Carrizal y nominalmente medía el equivalente a 64 sitios de ganado mayor. Según medición hecha en 1888, La Chancaca medía 146.6 sitios de ganado mayor, un total de 257 mil 104 hectáreas que quedaron en manos de sus antiguos propietarios. La propiedad fue dividida en diez lotes y a Naranjo le correspondía en 1892 una parte o la totalidad de los lotes 3, 4, 5 y 6; Cerutti, op. cit., pág. 121-122. 96 AHENL, fondo: Francisco Naranjo, c. 13, exp. 66, fs. 28-32 y exp. 67, f. 97. 97 Ibíd., exp. 66, f. 37. 98 Ibíd., exp. 43, f. 1. 95

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a otros ganaderos tributarios de dicha intestamentaría a in de que no abrevaran en la presa.99 Precisamente, para ese entonces una parte de los terrenos ya estaban dados en arrendamiento a pequeños ganaderos ailiados a la Cámara Nacional de Ganaderos de Nuevo Laredo —como también lo era el citado Canales—, algunos de los cuales resultaron afectados. Aunque desconocemos desde cuando se arrendaban estas tierras, sabemos que en 1927 surgió un desacuerdo entre los arrendatarios y los Naranjo que parece haber redeinido las condiciones del contrato, puesto que en la documentación encontramos que hubo un acuerdo entre el presidente de dicha Cámara y Leopoldo Naranjo para que los ganaderos no desalojaran la propiedad.100 El acuerdo vigente consistió en que los pequeños ganaderos podían llevar a pastar sus ganados menores y mayores siempre y cuando pagaran alquiler a los Naranjo: 3.5 por ciento de las existencias de ganado menor o su equivalente en pesos plata —regularmente 2.50 o tres pesos—, y el ganado mayor se cobraba a razón de dos pesos por cabeza. Un conjunto de notas sueltas en el libro de cuentas de los Naranjo permitió reconstruir parcialmente el funcionamiento de este sistema, donde la mayoría de los ganaderos pagaba su utilidad en especie, lo que evidenciaba el bajo nivel de circulante de la época. Para ello sumamos el número de cabezas que tuvo cada ganadero y lo que le correspondía pagar de utilidad en especie, y posteriormente los agrupamos en los diversos agostaderos que comprendía la comunidad. Los cobros se hacían anualmente y se dispone de documentación de agosto de 1927 y de enero de 1928.101 En la tabla 3 podemos apreciar como de un total de más de 51 mil cabezas de ganado menor que pastaban en sus propiedades se podía extraer una utilidad de mil 787 cabezas —3.5 por ciento—. Regularmente, Ibíd., exp. 66, f. 33. Ibíd., exp. 56, fs. 6-7. 101 Ibíd., con notas distribuidas en los expedientes 66 y 67. No todos los documentos están agrupados y contienen pocas o nulas descripciones, por lo que puede existir un margen de error considerable.

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al momento de hacer el cobro de estas utilidades, el ganado recabado ya tenía un comprador. Si el ganado era vendido a razón de tres pesos, el monto total ascendería aproximadamente a cinco mil 361 pesos plata. En la tabla 4 se muestra que en enero de 1928 un solo comprador, Carlos Hernández, pagó mil 236 pesos por el ganado menor que recibió por concepto de utilidades. Las 412 cabezas que signiican estos ingresos son poco menos de una cuarta parte del total de cabezas que pudieron haberse cobrado entre 1927 y 1928. Así como estas ventas, también podemos observar otros ingresos obtenidos por alquiler de supericie para ganado mayor y menor entre 1925 y 1928. Los ingresos obtenidos en estos predios por conceptos de ganadería fueron complementados con el alquiler del subsuelo a diversas compañías petroleras norteamericanas, lo que trajo mucho mejores rendimientos.102 Tabla 3. Cobro de utilidades por derechos de pasto para ganado menor en propiedades de la familia Naranjo, 1927 a 1928. Terreno

Agosto 1927

Enero 1928

Total

Total de cabezas

Utilidad (cabezas)

Total de cabezas

Utilidad (cabezas)

Total de cabezas

Utilidad (cabezas)

La Anguila,

11,014

375

2,200

79

13,214

454

Cuevas Pintas

12,047

418

2,900

102

14,947

520

Llano y Bandera

8,000

281

500

18

8,500

299

Cueros

12,047

422

12,047

422

2,600

92

51,308

1,787

Coyote Total

2,600

92

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: Francisco Naranjo, c. 13, exps. 66 y 67. 102

Ibíd., exp. 66, fs. 42-45.

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Tabla 4. Otros ingresos relativos a la actividad ganadera en las propiedades de la familia Naranjo, 1925 a 1928. Pesos plata 1 de septiembre de 1925

Jay R. Decker. Alquiler de supericie para ganado mayor.

15 de julio de1927

Romualdo Canales. Alquiler de supericie para ganado menor por cinco años.

$1,000

28 de agosto de 1927

Vda. de Rendón. Alquiler de supericie para 700 cabezas de ganado menor.

$72

3 de diciembre de 1927

A. Valdez. Alquiler de supericie para 159 cabezas de ganado mayor.

$318

1 de enero de 1928

A. Rodríguez. Alquiler de supericie para mil cabezas de ganado menor.

$90

22 de enero de 1928

M. Cavada. Alquiler de supericie para quince cabezas de ganado mayor (lechería).

$30

4 de enero de 1928

Carlos Hernández. Venta de ganado menor por concepto de utilidades.

$500

23 de enero de 1928

Carlos Hernández. Venta de ganado menor por concepto de utilidades.

$736

26 de enero de 1928

M. Pérez. Alquiler de supericie para cien cabezas de ganado mayor.

$200

Total

Oro nacional $5,000

$2,946

$5,000

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: Francisco Naranjo, c. 13, exps. 66 y 67.

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Pero no pasarían muchos años para que durante el periodo más fuerte de la reforma agraria (1934-1940) las propiedades de los Naranjo comenzaran a ser afectadas. En 1934 fue presentada una solicitud de dotación de tierras en su Hacienda de Dolores, dedicada a labores agrícolas, y la dotación fue hecha efectiva en 1935.103 En lo que respecta a las propiedades ganaderas en la merced de La Chancaca, estas tierras se declararon susceptibles de colonización en 1937 en lo que respecta a los lotes 4, 5 y 6 del municipio de Anáhuac —desprendido de una fracción de Lampazos—. Como mencionamos, estas tierras fueron arrendadas casi en su totalidad por ganaderos de Nuevo Laredo, por lo que no resulta extraño que su colonización haya sido solicitada por vecinos de esta ciudad tamaulipeca. La extensión de dichos lotes tenía un total de 42 mil 878.29 hectáreas, es decir, casi la mitad de los terrenos que comprendía el predio de La Anguila. Según el informe, el terreno estaba integrado por terrenos de agostadero en los cuales no se hacía un debido aprovechamiento pecuario, “ya que el poco ganado existente y que pertenece a arrendatarios no basta para realizar en forma debida la explotación de estas tierras” y en cambio, “con el reparto equitativo de las mismas se beneiciaría a un regular número de pequeños ganaderos y se fomentaría su pequeña industria”.104 En síntesis, los sucesores de las familias terratenientes del siglo XIX ya no prestaban mucha atención a los negocios ganaderos que se habían desarrollado al amparo del poririato. El sistema de arrendamiento practicado en sus propiedades durante la época posevolucionaria terminó por generar la demanda de tierras por parte de los arrendatarios, lo que permitió una redistribución de las mismas que favoreció la pequeña propiedad ganadera, al menos en la franja fronteriza del noreste.

103 104

Ibíd., exp. 63, fs. 3-5. Ibíd., exp. 66, f. 60.

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Los certiicados de inafectabilidad ganadera Según algunos autores, la postura de Cárdenas respecto a la pequeña propiedad privada se hizo más conciliadora hacia la segunda mitad de su mandato.105 En ese sentido puede entenderse la política de concesiones de inafectabilidad ganadera expedidas a partir de 1937, la cual aseguraba los derechos de propiedad de los ganaderos sobre sus incas en un contexto de fuerte incertidumbre ante las dotaciones agrarias. Los principales factores que inclinaron a Cárdenas a fortalecer la ganadería privada frente a la ejidal fueron la falta de conocimientos técnicos y la falta de capital por parte de los ejidatarios. En primera instancia, la mayoría de ellos carecía de experiencia en la crianza de ganado, la cual implicaba muchos años de aprendizaje. Por otro lado, debido a que la mayoría de las dotaciones se asignaban en tierras poco aptas, se requerían fuertes inversiones en infraestructura y en pies de cría. Por estos motivos Cárdenas desechó la idea de rehacer la ganadería con base en la inmediata ejidalización de los agostaderos de propiedad particular. El michoacano se inclinó, en cambio, por una solución que resultó más adecuada en lo inmediato, como la asignación de concesiones de inafectabilidad agraria por 25 años a los ganaderos ya establecidos. Esta idea no fue concebida por él mismo, sino que nació del seno de los grupos formados por antiguos y nuevos ganaderos norteños.106

Saúl Escobar Toledo, “La ruptura cardenista” en Everardo Escárcega López, et al., Historia de la cuestión agraria mexicana, El cardenismo: un parteaguas histórico en el proceso agrario (primera parte), vol. 5, Ciudad de México, Siglo XXI, Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1990, pág. 35, y Luis González y González, Los artíices del cardenismo, Ciudad de México, El Colegio Nacional, 2002, pág. 218. 106 Everardo Escárcega López, “El principio de la reforma agraria” en Escárcega López et al., op. cit., págs. 205-206.

105

1. Las reformas agrarias.

71

Como podemos observar en la tabla 5, Chihuahua fue el estado que más concesiones recibió, con 197 de ellas en el periodo de 1939 a 1958, lo que representaba más de la cuarta parte del total durante esos años. Nuevo León fue el segundo estado que recibió más certiicados de inafectabilidad, con 77, que representan poco más del 10 por ciento. Los siguientes estados con más dotaciones fueron Tamaulipas, con 62, y Coahuila, con 60. En total, más de la mitad de todas las concesiones otorgadas se dieron en el norte central —Chihuahua— y el norte oriental —Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas—, lo que dejaba en evidencia la ubicación de los establecimientos ganaderos que requerían certeza sobre sus propiedades. Tabla 5. Decretos de concesión de inafectabilidad ganadera por 25 años concedidos en diversas entidades federativas entre 1939 y 1958.

Estado Aguascalientes

Concesiones

Porcentaje

Supericie concesionada

Porcentaje

6

0.81 %

23,917.4409

0.27 %

Campeche

4

0.54 %

85,723.0503

0.95 %

Coahuila

60

8.05 %

942,352.0521

10.45 %

Colima

4

0.54 %

20,714.004

0.23 %

Chiapas

31

4.16 %

94,878.25

1.05 %

Chihuahua

197

26.44 %

3,990,367

44.27 %

Durango

38

5.10 %

698,302.1548

7.75 %

Guanajuato

16

2.16 %

127,569.5097

1.42 %

Guerrero

1

0.13 %

6,126.4

0.07 %

Hidalgo

1

0.13 %

2,314

0.03 %

Jalisco

40

5.37 %

209,930.36

2.33 %

México

1

0.13 %

1,024

0.01 %

Michoacán

15

2.01 %

123,936.6766

1.37 %

72

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Nuevo León

77

10.34 %

512,043.7503

5.68 %

Oaxaca

3

0.40 %

2,979.1796

0.03 %

Puebla

15

2.01 %

31,636.9323

0.35 %

Querétaro

9

1.20 %

43,812.7817

0.49 %

San Luis Potosí

48

6.45 %

305,334.335

3.39 %

Sinaloa

9

1.20 %

67,749.1017

0.75 %

Sonora

41

5.50 %

551,033.0519

6.11 %

Tamaulipas

62

8.33 %

555,941.9585

6.17 %

Tlaxcala

13

1.75 %

26,193.8018

0.29 %

Veracruz

27

3.62 %

48,715.1783

0.54 %

Yucatán

5

0.68 %

53,875.3328

0.60 %

Zacatecas

22

2.95 %

487,642.1959

5.40 %

Total

745

100 %

9,014,112.4982

100 %

Fuente: Escárcega López, “El principio de la reforma agraria” en Escárcega López, op. cit., pág. 210.107

Si atendemos el criterio de la supericie concesionada, observamos de nuevo que Chihuahua tuvo la más amplia, seguido de Coahuila, Durango, Tamaulipas, Sonora y Nuevo León. Las incas inafectables en Nuevo León tuvieron uno de los promedios más bajos de supericie concesionada. Mientras que en Chihuahua el promedio fue de veinte mil 255 hectáreas por inca, en Nuevo León fue de seis mil 649, la mitad del promedio nacional. En este sentido, se reairma la idea que en Nuevo León predominaron las pequeñas y medianas unidades productivas no solo en la agricultura, sino también en la ganadería. Si bien estos certiicados consolidaron el vínculo entre la actividad ganadera y la propiedad privada, los ejidos no Los totales en las supericies estaban mal sumados en el original, por lo que se hizo de nuevo la operación. La diferencia no es sustancial. 107

1. Las reformas agrarias.

73

quedaron totalmente fuera de estos proyectos. Uno de los instrumentos de cooperación entre ambos fue la entrega de crías a los ganaderos ejidales por parte de los propietarios de las incas inafectables. Estas medidas, además de aliviar las tensiones en el campo, tuvieron el objetivo de incentivar la producción y mejorar su calidad para tener mayores rendimientos en el mercado.

2. PRODUCCIÓN, MERCADOS E INTERVENCIÓN ESTATAL EN LA GANADERÍA NUEVOLEONESA En las postrimerías del siglo XIX y los primeros años del XX, la ganadería del norte de México aumentó considerablemente su nivel de producción incentivada por el mercado norteamericano. Las transformaciones creadas en el país durante el poririato, en particular las relativas a la propiedad de la tierra y a las vías de comunicación, fueron una parte fundamental para el desarrollo de esta nueva dinámica económica. La política de terrenos baldíos y la introducción del ferrocarril —entre otras cuestiones, como la progresiva lucha contra los indígenas del norte— ayudaron a crear las condiciones para la consolidación de la industria ganadera. Más que el abastecimiento de carne, el in principal de la explotación ganadera del norte de la república fue la exportación en pie a los Estados Unidos.1Al facilitarse las exportaciones durante la última década del siglo XIX y al consolidarse la pujante demanda norteamericana, se inició un intenso tráico de ganado que fue aprovechado tanto por los ganaderos mexicanos como por los texanos, quienes se beneiciaron de la frontera mexicana para expandir y revitalizar sus negocios.2 De esta forma, sustentados en el comercio ganadero con los Estados Unidos, los estados de Coahuila, Chihuahua, Durango, Nuevo León y Sonora cobraron relevancia en este ramo hacia los últimos años del poririato. Entre los años de 1906 a 1909, aproximadamente 150 mil cabezas de ganado habían entrado al mercado norteamericano procedentes de México, y en los primeros años de la Revolución (1911-1912) Estados Unidos absorbió un 95 por ciento de las exportaciones mexicanas.3 Luis Cossío Silva, “La ganadería” en Daniel Cossío Villegas (comp.), Historia moderna de México. Poririato. Vida económica, tomos 1 y 2, Ciudad de México, Hermes, 1974, págs. 139 y sigs. 2 Fernando Rosenzweig, “El comercio exterior” en ibíd., págs. 666-667. 3 Machado, “The Mexican Revolution...”, op. cit., págs. 1-3. 1

76

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Los niveles de remesas de ganado mexicano hacia el vecino país oscilaron de acuerdo a los vaivenes políticos entre ambos y al contexto internacional. Los efectos de la Revolución mexicana se habían hecho notar desde 1911, cuando inició una fase de crecimiento progresivo en las exportaciones que tuvo su esplendor en 1914, cuando se exportaron más de seiscientas mil cabezas. A partir de ese año las exportaciones se redujeron drásticamente, a tal punto que en 1921 no sobrepasaron las 15 mil cabezas. Esto se explica, por un lado, debido al fuerte control que las autoridades revolucionarias implementaron sobre la ganadería, y por otro, debido al agotamiento de los rebaños mexicanos.4 Mientras que los números anteriores remiten a las cifras declaradas de la venta de ganado vacuno, es evidente que el comercio ilícito y el saqueo continuaron durante toda la década. Los hatos ganaderos de los estados norteños fueron el blanco de las necesidades de los revolucionarios en turno. Durante este periodo, miles de cabezas de ganado fueron sacriicadas para alimentar a la tropa o fueron vendidas en Estados Unidos para inanciar la lucha. Orozquistas, villistas y carrancistas inanciaron sus actividades con la venta de ganado allende el Río Bravo, y se las ingeniaron para evadir las restricciones de las autoridades de ambos países.5 El comercio legal e ilegal de semovientes despobló por igual los pastizales mexicanos, pero sus circunstancias y su impacto variaron conforme a las condiciones de desarrollo del movimiento revolucionario en cada entidad, como concluye Lopes al analizar las causas por las cuales Sonora tuvo un proceso de recuperación más vigoroso que Chihuahua. Ello evidencia que cada entidad pasó por una fase de recuperación pecuaria con matices distintos, relacionados con el contexto y con los factores regionales que limitaron o incentivaron la recuperación de la producción ganadera. 4 5

Lopes, “Revolución y ganadería...”, op. cit., págs. 880-881. Machado, op. cit., pág. 3 y sigs.

2. Producción, mercados e intervención estatal

77

En este sentido, la trayectoria que siguió la economía ganadera nuevoleonesa puede ser analizada por el impacto ocasionado por la Revolución mexicana. Dicha trayectoria será abordada por medio de las etapas de cambio, para lo que se tomarán en cuenta tres elementos principales interrelacionados: la producción, los mercados y la intervención estatal.

eL impacto de La revoLución mexicana en La ganadería nuevoLeonesa, 1913-1920 El desarrollo pecuario de Nuevo León, orientado tanto al mercado norteamericano como a la demanda local, se había mantenido estable durante la primera década del siglo XX, si bien fue mermado por la crisis de 1907. Durante los años de la revuelta, la ganadería perdió gran parte de su capacidad de producción y quedó a inales de la década en estado de crisis. Una buena cantidad de los negocios ganaderos surgieron bajo el amparo del poririato y sus autoridades, por lo que una revuelta contra el régimen no garantizaba el respeto a sus bienes. En vísperas del estallido del movimiento armado, la comunicación entre los ganaderos y las autoridades fue clave para que los primeros pudieran asegurar en la medida de lo posible sus intereses.6 En Nuevo León, los primeros años de la Revolución mexicana prácticamente no tuvieron impacto en el desarrollo económico de la entidad, pues si bien hubo sucesiones inesperadas en el Gobierno, se mantuvo una relativa estabilidad política y económica. Hacia 1913, con un gobierno maderista debilitado y con algunas rebeliones en puerta, la calma parecía haber llegado Ya en 1909 el prominente ganadero texano F.G. Oxsheer se retiró del negocio de ganado en Chihuahua al ser advertido por Abraham González de que se avecinaba un conlicto en México; con la ayuda de González, Oxsheer envió su ganado a Texas y vendió su hacienda; Lopes, op. cit., pág. 886. 6

78

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

a su in cuando los ganaderos nuevoleoneses se apresuraron a sacar sus existencias de ganado del país antes de que fueran coniscadas por los rebeldes. En una nota de El Paso Herald se reportó que: Muchos compradores de ganado de los Estados Unidos están concentrando sus esfuerzos en esta sección [Monterrey] en la actualidad. No menos de quince compradores de ganado se registraron en un hotel durante la semana. Se dice que están comprando ganado para lo que concierne a la comercialización de carne de los Estados Unidos. Los rancheros aquí están ansiosos por vender, ya que temen que su ganado sea coniscado tarde o temprano por las manos de los rebeldes7

Estos hechos no deben interpretarse como eventos aislados, como ya lo ha señalado Lopes, sino como mecanismos de defensa adoptados por los ganaderos ante la inminencia del conlicto.8 La capacidad de los ganaderos y comerciantes para mantener sus negocios en tiempos de inestabilidad fue puesta a prueba. James Berry Hazelrrig fue uno de los ganaderos que vio sus intereses en conlicto ante las escaramuzas del contexto revolucionario. Hazelrrig era un importante ganadero del sur de Texas, cuya base de operaciones estaba en el noreste de México. Se dedicaba a la compra y en ocasiones engorda de ganado mexicano adquirido en Coahuila, Nuevo León y “Many cattle buyers from the United States are concentrating their eforts in this section at present. No less than 15 cattle buyers were registered at one hotel during the week. It is said that they are buying cattle for the United States meat marketing concerns. The ranchmen here are anxious to sell, as they fear that their stock will be coniscated sooner or later by rebel hands”; El Paso Herald, 27 de enero de 1913, pág. 4. La traducción es del autor. 8 Un año después, los empresarios de Corralitos Lands and Cattle Company, de Chihuahua, discutían la posibilidad de enviar todo su ganado hacia Estados Unidos, y el que no pudiera ser transportado —decían— debería ser vendido inmediatamente; Lopes, op. cit., pág. 886. 7

2. Producción, mercados e intervención estatal

79

Tamaulipas, que posteriormente trasladaba a sus propiedades en Texas para venderlo en el mercado norteamericano. Hazelrrig no fue el único norteamericano dedicado a este negocio, pero al parecer era uno de los más importantes. En junio de 1913 sus hijos fueron detenidos por el Ejército constitucionalista en las inmediaciones de Nuevo León y Coahuila con 350 reses y treinta caballos, acusados de comprar el ganado a simpatizantes de Victoriano Huerta.9 Los cinco detenidos, todos de “wellknow Texas families”, fueron hechos prisioneros. El cónsul de Nuevo Laredo alertó al Departamento de Estado de la unión americana, y aunque el asunto causó algunos conlictos diplomáticos menores, no tuvo más repercusiones.10 A pesar de estas diicultades, las oportunidades de negocio para el ganado mexicano en Estados Unidos aún eran bastante atractivas. En 1914 Hazelrrig fue considerado el segundo más grande importador de ganado al país del norte, del mismo modo que la creación de compañías ganaderas continuó durante este periodo ante las buenas perspectivas de venta, como es el caso de la Compañía Ganadera y Comercial Garza y Ancira, fundada en ese mismo año por Antonio G. Garza en Sabinas Hidalgo.11 Lo anterior no es de sorprender si consideramos que a pesar de la atmósfera de conlicto, o quizás debido a ella, las exportaciones de ganado de México a Estados Unidos alcanzaron niveles exorbitantes en 1914. La salida masiva era una cuestión alarmante para los nuevos gobiernos, ya que los dejaba sin provisiones en un contexto de enorme inestabilidad. La importancia estratégica de regular el comercio de ganado radicaba en que éste constituía una fuente de inanciamiento para cualquier bando, por lo que su control resultaba imprescindible, ya sea mediante la imposición de El Paso Herald, 10 de julio de 1913, pág. 12. Para más información sobre este caso ver: Lawrence Hazelrrig, Hazelrrig Family History: North America, c1635 to c1935, Florida, Swiftwind Resources, 2009, págs. 540-545. 11 Esta compañía se mantuvo activa 38 años, de 1914 a 1952; Unión Ganadera Regional de Nuevo León, La ganadería de Nuevo León, UGRNL, 1994, pág. 141. 9

10

80

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

gravámenes y de la prohibición de las exportaciones.12 A inales de mayo de ese año y en un intento por detener la salida de semovientes, el general Pablo González, comandante del Ejército del Noreste, prohibió la exportación de ganado de México a Estados Unidos en su jurisdicción —Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas—, como ya se había hecho en otros estados, como Sonora. Las violaciones serían castigadas con la coniscación de los hatos y con prisión de uno a cinco años.13 La vigilancia estricta en este sentido resultaba imprescindible. Además de estos controles, con la llegada de los constitucionalistas a Nuevo León encabezada por Antonio I. Villarreal, se había comenzado una política de incautaciones contra “los enemigos de la causa”, en la que no se hizo distinción entre nacionales y extranjeros. La familia Milmo vio mermados sus intereses rústicos en los ranchos de San Patricio y El Álamo, en Lampazos, además de perder una parte de su ganado. Los problemas ocasionados sobre las propiedades de los Milmo estuvieron estrechamente relacionados durante el gobierno de Villarreal con “atropellos” causados por los jefes constitucionalistas instalados en la región. Durante 1914, las quejas sobre daños causados a las haciendas y ranchos propiedad de extranjeros en la entidad por actividades derivadas del movimiento armado no fueron pocas.14 La división entre carrancistas y villistas obligó a cada grupo a intentar controlar todas las fuentes de inanciamiento posibles. Ante el asedio de la Convención, el gobierno de Villarreal terminó por perder la plaza regiomontana y debió salir de la ciudad. Pero si en algo coincidían los constitucionalistas y los convencionistas era en que el control de las actividades pecuarias era de fundamental importancia. Con el objetivo de sostener la economía de guerra, por ejemplo, los villistas controlaron gran parte del comercio ganadero en 12 13 14

Lopes, op. cit., pág. 879. Flores, op. cit., pág. 93; Machado, op. cit., pág. 5. Flores, op. cit., pág. 88.

2. Producción, mercados e intervención estatal

81

Ciudad Juárez.15 En este sentido, con el arribo de las tropas de la Convención a la ciudad de Monterrey, la nueva administración encabezada por Raúl Madero intentó monopolizar el mercado de las pieles, uno de los más atractivos para la entidad. Para ello dictó que solamente el Gobierno podría adquirir y exportar pieles y cuero producidos en el estado hasta nueva orden.16 En teoría, el nuevo Gobierno compraría las pieles a los productores y sería el único facultado para venderlas, lo que le aseguraba una fuente de inanciamiento, pero lo efímero de la administración villista diicultó sus intenciones. Así como la Convención perdió Monterrey, para 1915 había perdido también gran parte del territorio nacional. Con los constitucionalistas de vuelta en el poder y ya con una relativa estabilidad, se intentó llevar a cabo una serie de medidas para controlar el lujo del comercio ganadero que parecía despoblar los hatos nacionales y la economía rural en general. En primera instancia, el Gobierno federal prohibió hacer “compra o recogida” de caballada o mulada para servicio del Ejército sin previa autorización17 con el in de otorgar seguridad a los negocios ganaderos. Por otro lado, intentó regular el comercio de pieles para detener el tráico ilícito mediante la expedición de certiicados en los rastros municipales.18 El Gobierno de Nuevo León inició gradualmente una serie de políticas para intentar regular las actividades pecuarias:

Lopes, op. cit., pág. 879. AHENL, fondo: Periódico Oicial, 12 de marzo 1915, núm. 33, pág. 5, decreto núm. 5, del 11 de marzo de 1915. 17 Ibíd., 22 de abril de 1916, núm. 33, pág. 4, circular núm. 37, del 18 de abril de 1916. 18 Ibíd., 5 de septiembre de 1917, núm. 71, págs. 3-4, circular núm. 8, del 30 de agosto 30 de 1917. 15

16

82

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

a. En primer lugar, buscó desde 1915 crear cuerpos de policía rural para contrarrestar el bandolerismo.19 b. Al año siguiente prohibió la salida de ganado mayor fuera de la jurisdicción estatal, principalmente de mulas, debido a que se consideraban necesarias para revitalizar la agricultura.20 c. En 1918 exceptuó de contribuciones por cinco años a los capitales que durante ese año y el de 1919 se invirtieran en agricultura y ganado de cualquier clase, exceptuado el cabrío.

El objetivo parecía ser claro: había que reconstruir el espacio rural de la entidad por ser el más afectado por la Revolución. Para ello, había que fomentar la producción interna y detener la salida de animales. Las existencias de ganado para 1917, según cifras recabadas por el Gobierno del estado, disminuyeron 54 por ciento respecto a las de 1902. En las tablas 6 y 7 podemos apreciar la fuerte disminución del ganado ovicaprino y vacuno, y una disminución menor en el caballar. Las especies mular, asnal y porcina muestran algún aumento considerable. Tabla 6. Comparación de las existencias de ganado en Nuevo León entre 1902 y 1917. Ganado

1902

1917

Cambio porcentual

Vacuno

125,285

76,699

–39%

Caballar

32,769

30,422

–7%

Mular

7,429

11,712

58%

Asnal

15,922

24,895

56%

Lanar

181,562

74,000

–59%

Se trataba de cuerpos regionales sostenidos por el Gobierno estatal, formados por vecinos que no recibirían ningún sueldo, salvo la exención de sus contribuciones, Flores, op. cit., pág. 128. 20 AHENL, fondo: Periódico Oicial, 2 de febrero de 1916, núm. 10, pág. 2, circular núm. 24, del 29 de enero de 1916. 19

2. Producción, mercados e intervención estatal

83

Cabrío

930,133

360,805

–61%

Porcino

15,410

24,649

60%

1,308,510

603,182

–54%

Todas las especies

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1902 y 1917. Tabla 7. Comparación de las existencias de ganado en Nuevo León entre 1902 y 1917 por regiones. Norte

Centro

Centro-sur

Ganado

1902

1917

1902

1917

1902

1917

Vacuno

54,689

36,501

26,697

24,799

24,546

14,272

Caballar

15,803

20,339

5,065

7,557

2,005

2,526

Mular

2,336

4,972

1,346

4,322

649

2,318

Asnal

6,377

8,587

2,699

8,180

408

6,628

Lanar

129,178

54,720

10,285

12,984

3,547

6,296

Cabrío

526,719

206,220

188,663

92,524

46,446

56,061

Porcino

5,641

6,385

5,660

14,911

2,130

2,853

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1902 y 1917.

La estadística ofrece datos interesantes si observamos, por ejemplo, la distribución de las existencias por áreas, donde la zona norte fue la más afectada, mientras que el centro resintió menos los efectos de la guerra debido a que fue la zona mejor controlada. Por otro lado, no se pueden hacer muchas especulaciones sobre estas cifras en relación con el impacto directo de la Revolución mexicana, ya que sabemos que después de 1902 las existencias tendieron al alza y a partir de 1917 la disminución continuó.

84

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

De hecho, este último punto se comprueba con algunos datos relativos a la salida continua de ganado vacuno de la zona norte hacia inales de la década, debido a que el ganado vacuno aún mostraba precios muy atractivos en los Estados Unidos. En mayo de 1918, el gobernador de Nuevo León cuestionó una alarmante salida de ganado de los municipios norteños,21 de los que se estaba: Extrayendo en muy gran cantidad, el poco ganado vacuno que ha quedado en esa región, sacándolo los compradores para el estado de Texas, por el alto precio que ha alcanzado en Estados Unidos el ganado, notándose ya, según lo expresan los mismos informes, gran escasez de animales.

El gobernador incluso intentó apoyarse en el presidente de la república “para ver si es posible evitar de alguna manera esa inmoderada exportación, que de manera realmente alarmante está mermando nuestras existencias de reses, merma que se está haciendo sentir en los mercados de carne”.22 A pesar de estas medidas, la falta de capacidad para controlar su jurisdicción local impidió a las autoridades regular el comercio ganadero. El abigeato siguió representando una amenaza constante que difícilmente pudieron controlar las administraciones constitucionalistas, a pesar de la creación de la policía rural. De igual forma, la salida de mulas de Linares y Montemorelos —región centro-sur— al mercado del Distrito Federal continuó su curso a pesar de los intentos del Gobierno estatal por detenerlos,23 y de Sabinas y Vallecillo Los telegramas fueron dirigidos a los alcaldes de General Bravo, Cerralvo, Agualeguas, Parás, Los Herreras, Los Ramones, Los Aldamas, General Treviño, China y Doctor Coss. 22 AHENL, fondo: agricultura y ganadería, c. 5, Monterrey, N.L., 4 de mayo de 1918, telegrama del gobernador a los presidentes municipales de los municipios citados en la nota anterior. 23 Ibíd., 7 y 8 de noviembre de 1919, oicios de la Secretaría de Gobierno a los alcalde de Montemorelos y Linares.

21

2. Producción, mercados e intervención estatal

85

—región norte— continuó la salida de ganado mayor a la frontera tamaulipeca, probablemente para ser comerciado en los Estados Unidos.24 El hecho inevitable, resultado de estos factores, consistió en un despoblamiento de los hatos ganaderos regionales, que al comienzo de la década de 1920 vislumbraban un panorama de escasez para la industria ganadera. La exportación masiva de semovientes y su uso como pertrecho de guerra dejaron en un estado crítico los espacios ganaderos nacionales, principalmente los del norte de la república.

La recuperación económica, 1920-1930 Cuando la última revuelta triunfante de la Revolución mexicana llegó al poder en 1920, la ganadería se encontraba en un estado crítico. Durante el periodo de la reconstrucción económica, la actividad pecuaria inició un proceso de recuperación a lo largo del cual debió enfrentar numerosos obstáculos. Según Machado, la industria ganadera se encontraba a la deriva, como una suerte de “industria en el limbo”.25 De acuerdo con las estadísticas oiciales, en los años de 1918 y 1919 las exportaciones nacionales de animales en pie superaron a las importaciones. Es probable que en estos años, cuando los precios del ganado mayor y de los productos de origen animal eran altos, los hatos mexicanos todavía estuvieran en proceso de agotamiento, tal como vimos en el apartado anterior.26 En la ilustración 2 podemos observar que el año de 1920 representó la transición a un periodo de pocas exportaciones y muchas importaciones con el Ibíd., Villaldama, N.L., 23 de mayo de 1928, oicio de José María González al gobernador Nicéforo Zambrano. 25 Machado, The North Mexican Cattle Industry..., op. cit., pág. 29. 26 Joseph Sterret y Joseph Davis, “Situación económica” en Enrique Cárdenas (comp.), “Historia económica de México”, El Trimestre Económico, núm. 64, t. 4, 1994., pág. 63. 24

86

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

objetivo de reconstruir los hatos nacionales no solo para reponer sus ejemplares, sino para mejorarlos. Ilustración 2. Exportación e importación nacional de ganado vacuno y animales sacriicados, 1920 a 1927.

Miles de pesos

12,000 10,000 8,000 6,000

Exportación

4,000

Importación

2,000 0 1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927

Fuente: Sterret y Davis, op. cit., pág. 64.

Las importaciones, el comercio interno y la reconstrucción de la cabaña nacional, 1920-1925 La prosperidad de las importaciones durante la primera mitad de la década fue el paliativo de la notable escasez de ganado mexicano que provocó la Revolución. En este sentido, las importaciones tuvieron dos metas fundamentales: por un lado, los ganaderos procuraban la introducción de ganado ino con el objeto de mejorar las razas mexicanas, y por otro, los comerciantes importaron semovientes para abastecer la demanda interna de carne. En ambos sentidos la importación de ganado, principalmente vacuno, fue un factor determinante para la reactivación del sector ganadero. La intención de traer ganado norteamericano a México no fue solo de los ganaderos locales, sino también de los norteamericanos. A pesar de que en el periodo de 1920 a 1923 tuvo lugar una serie de conlictos diplomáticos por el

2. Producción, mercados e intervención estatal

87

reconocimiento del nuevo Gobierno,27 conforme las relaciones se restablecieron el interés de los ganaderos norteamericanos por continuar los negocios pecuarios también pareció continuar. El gobernador del Nuevo León, por ejemplo, recibió en mayo de 1923 una carta de la Cattlemen’s Association of the United States donde se pedía el envío de una lista de los ganaderos nuevoleoneses, pues dicha asociación estadounidense deseaba introducir en mayor escala ganado vacuno ino, tanto lechero como de matanza.28 Aunque carecemos de datos cuantitativos para analizar con mayor profundidad el impacto de estas importaciones en la recuperación y transformación de la dinámica económica regional, disponemos de otras fuentes que ayudan a evaluar estos aspectos. Los registros de las terminales ferrocarrileras de Monterrey, por ejemplo, son un indicador de que las importaciones de ganado fueron constantes desde el comienzo de la década de 1920. A ellas llegaban frecuentemente “los carros con vacas y toros inos comprados por ganaderos de Nuevo León y Tamaulipas con objeto de poner los criaderos a la altura en que se encontraban antes de las épocas revolucionarias”.29 Aunque cesaron las exportaciones, conforme la ganadería regional se recuperó, se atendieron otros mercados al interior del país, como también lo demuestra el tráico de carros con ganado de estos dos estados que enviaban “numerosas cabezas de ganado al sur del país, particularmente a la capital de la república”.30 La ciudad de Monterrey funcionaba como punto de tránsito y distribución comercial de la ganadería regional. Al observar los permisos otorgados para el tráico ganadero en las Machado, op. cit., pág. 30. “Desea introducir ganado a México la Cattlemen’s Association”. El Porvenir, 16 de mayo de 1923, pág. 4, 29 El Porvenir, 8 de noviembre de 1922, pág. 8. 30 “El día de ayer pasaron por Monterrey los siguientes envíos: tres jaulas con ganado embarcado en Reynosa con destino a Nonoloalco. Cinco carros con ganado del norte de Nuevo León, rumbo a México. Tres carros con ganado para Tlalnepantla”, ibíd., 26 de octubre de 1922, pág. 4.

27

28

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

estaciones de ferrocarril regiomontano, es posible percatarse del movimiento pecuario regional y a la vez conocer algunos de los principales mercados atendidos en la época. Mediante un muestreo realizado con datos del AHENL se pueden observar algunas pautas de desplazamiento de ganado mayor y menor entre los años de 1920 y 1924, que tuvieron como punto de partida o de tránsito las terminales de Monterrey en un periodo donde las exportaciones fueron casi nulas y las importaciones cobraron más importancia. En dicho muestreo31 se identiicaron las siguientes tendencias: • Una constante salida de ganado caprino hacia el centro de México —Tlalnepantla y Distrito Federal— y hacia la comarca lagunera —Gómez Palacio, Torreón y San Pedro—, sobre todo en 1920. • El movimiento al centro de México —Tlalnepantla y Distrito Federal— de ganado mular y asnal, tanto de Tamaulipas como de Nuevo León. • La intensiicación a partir de 1921 del tránsito de ganado ino principalmente vacuno, para el mercado cárnico y lácteo proveniente de los Estados Unidos.

El primer punto no resulta una sorpresa, puesto que sabemos que la región noreste era la principal productora y consumidora de ganado caprino. Dentro de la misma región, los primeros centros consumidores eran Monterrey, Saltillo y la comarca lagunera, y además de autoabastecerse, la región tenía la capacidad de comercializar este producto en otras latitudes, principalmente en el centro de la república. Por otro lado, respecto al aumento en las remesas de ganado caprino en 1920, es factible suponer que se debió a la notable escasez de carne de res en este año. Es decir, que aunque el Se revisaron poco más de 700 permisos de tránsito. En ocasiones los permisos no eran especíicos en cuanto a la especie y cantidad de ganado; todos incluyen el lugar de destino, pero no siempre el de origen, lo que limitó su análisis; AHENL, fondo: agricultura y ganadería, cajas 5-7. 31

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comercio de ganado caprino era una constante, también era muy probable que su demanda aumentara cuando la carne de res escaseaba, sobre todo porque su precio era más accesible para la población. En cuanto al segundo punto poseemos menos información, pero notamos que el comercio de mulas y asnos hacia el centro del país parece haber sido continuo debido a la enorme demanda de estos animales. Las cifras presentadas en las tablas 6 y 7 indican que en 1917 las existencias de ambas especies eran superiores a las de 1902, y que durante el decenio revolucionario continuó su exportación, a pesar de los intentos del Gobierno por detenerlas. En este sentido, durante los primeros años de la década de 1920 la región aún proveía al centro del país dichos animales, y aunque el Gobierno de Nuevo León prohibió su salida, sí permitía su tránsito hacia el centro de México siempre y cuando provinieran de otra entidad, en este caso de Tamaulipas. En el tercer punto citado anteriormente se corrobora el hecho de que las importaciones fueron clave para la recuperación de la ganadería. Son constantes los registros de tránsito de ganado ino proveniente de los Estados Unidos, principalmente de Texas, con destino a diversos puntos de la república, entre los que destaca particularmente la ciudad de Tampico. Entre estos registros se veriica también que la mayor parte de este ganado era de la especie vacuna, tanto para el mercado de carne como de leche. Pero no solo la carne y la leche escaseaban, toda una variedad de productos de origen animal tenían que ser importados de los Estados Unidos para paliar la escasez. Productos básicos para el abasto local y nacional aún eran difíciles de obtener, como es el caso del huevo, que continuó siendo importado de los Estados Unidos, “pues los avicultores mexicanos no dan ningunas trazas de actividad”; así, los principales mercados aún eran México y Tampico, hacia los que pasaban diariamente por las terminales regiomontanas “tres o cuatro

90

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

carros completos con huevo del estado de Texas”.32 Además del huevo, la escasez de otros productos de origen animal, como la manteca de cerdo, eran un indicador de la fuerte dependencia de fuentes extranjeras para satisfacer necesidades de consumo —por lo menos de algunos mexicanos acomodados o extranjeros— de productos que el país era capaz de producir. El abasto se complicaba aún más si se suman factores no del todo cubiertos, como la distribución y almacenamiento de estos productos.33 La escasez de productos derivados no resultaba del todo extraña debido al escaso desarrollo tecnológico de la industria ganadera mexicana, pero el hecho de importar ganado para el consumo de carne en canal era algo que estaba fuera de lo común. Aunque las carestías de carne fueron recurrentes durante el decenio revolucionario, la situación parecía haberse agravado al comenzar la década de 1920. La ausencia de ganado mexicano durante este periodo trajo consigo una situación poco usual para el intercambio binacional de carne: Texas, el gran receptor del ganado nacional, se volvió el proveedor de la demanda mexicana. Además del fuerte impacto que la crisis internacional de 1920 a 1921 provocó,34 es probable que la gran cantidad de exportaciones mexicanas hechas a los Estados Unidos, y principalmente a Texas, hayan contribuido a que en 1921 hubiera un excedente en la oferta de ganado que produjo un abaratamiento “sin precedentes” de los precios de la carne, principalmente de res y de cerdo, como se relejó en la ciudad texana de San Antonio. La superabundancia de ganado no pudo encontrar mercado en los demás estados de la unión americana, por lo que muchos ganaderos optaron por “El día de ayer pasaron por Monterrey los siguientes envíos: tres jaulas con ganado embarcado en Reynosa con destino a Nonoloalco. Cinco carros con ganado del norte de Nuevo León, rumbo a México. Tres carros con ganado para Tlalnepantla”, El Porvenir, 26 de octubre de 1922, pág. 4. 33 Sterret y Davis, op. cit., pág. 64. 34 Sandra Kuntz Ficker, El comercio exterior en México en la era del capitalismo liberal, 1870-1929, Ciudad de México, El Colegio de México, 2007, págs. 84-85. 32

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desplazarlo a México. Mientras que en San Antonio la carne de res se vendía a precios nunca antes vistos, en México el precio de la carne aún era bastante alto, por lo que los abastecedores de carne iban a Estados Unidos y compraban “ininidad de animales” para sacriicar en México.35 En Nuevo León, un ganadero anónimo manifestó ante un diario de la capital su inconformidad al considerar que la importación de ganado barato de Texas no aliviaba de ninguna forma el problema mexicano. Por un lado, los comerciantes aún vendían a precios muy altos la carne, por lo que en realidad la importación a bajo costo no se tradujo en una reducción considerable de los precios; por otro lado, existía una restricción de exportaciones de productos como el cuero y las pieles, lo que no estimulaba la producción debido a que alcanzaban precios muy bajos en el mercado interno. El descontento de algunos ganaderos nuevoleoneses ante esta situación reavivó el debate sobre el rumbo de la economía nacional. En plena época de reconstrucción económica y redeinición de proyectos nacionales, los ganaderos cuestionaron a las autoridades sobre su forma de proceder.36 Las largas argumentaciones expusieron además que aún con las cargas tributarias y los gastos de transporte, el ganado americano era más barato “y el nuestro no puede competirlo”. Asimismo, el argumento de que la libre o poco gravada importación de ganado para la matanza protegería a las multitudes con carne barata parecía no tener lugar, pues: En público se opina que la carne en detalle se vende a los mismos precios, poco más o menos, en que se vendió el año pasado la del esquilmo del país, resultando en “La carne ha bajado de precio en San Antonio, Tex., hasta el grado de venderse a cuatro centavos libra. [...] Estamos presenciado un caso que nunca se había visto. De este estado de Texas se están llevando a México grandes cantidades de ganado, ganado que allá es sacriicado y vendida su carne”, El Porvenir, 6 de agosto de 1921, [s.p.] 36 Ibíd., 30 de septiembre de 1921, [s.p.] 35

92

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

resumen que el ganado americano solo proporciona fuertes utilidades a los que lo manejan comercialmente.37

Además de todo ello, otro de los factores que diicultaban el abasto de carne para el mercado interno era la ya mencionada prohibición de comerciar piel y cuero, lo que ocasionaba que fueran pocos los ganaderos convencidos de sacriicar sus reses para obtener poca utilidad por la venta de carne.38 Antes de la Revolución el cuero y las pieles, principalmente el cuero de ganado vacuno, constituían un artículo importante para la exportación, pero en el periodo del disturbio ocurrió una gran reducción, y aún entrada la década las exportaciones no habían logrado una recuperación marcada en las cifras de exportación de cuero, que eran insigniicantes en comparación con las cifras prerrevolucionarias.39 En 1919, el Gobierno federal había restringido la exportación de cuero al imponer una cuota del 20 por ciento sobre el valor del cuero fresco o seco de res y 12 por ciento por el cuero de cabra, en vista de la “desmedida o exagerada exportación de cueros en enero y febrero últimos”, pues se aseguraba que “la cantidad total de 1918 pasado ha sido aproximadamente de diecisiete millones de kilos”.40 Es decir, que es probable que todavía hasta las prohibiciones gubernamentales de 1919 la exportación de cuero se mantuviera en niveles similares a los de 1912 a 1913, como se puede apreciar en la ilustración 3.

Ibíd., 9 de octubre de 1921, sección tercera. “Se busca manera de disminuir el precio de la carne”, en ibíd., 28 de mayo de 1920, pág. 1. 39 Sterret y Davis, op. cit., pág. 67. 40 El Porvenir, 4 de abril de 1919, pág. 1. 37

38

2. Producción, mercados e intervención estatal

93

Ilustración 3. Exportación nacional en el ramo de cuero y piel sin curtir. Valores acumulados.

Toneladas

12,000 15,000 10,000 5,000

19 26

19 25

19 24

19 23

19 22

19 21

19 20

19 12 -

19 13

0

Pieles de cabra, venado y cabrito

Cuero de ganado vacuno

Fuente: Sterret y Davis, pág. 67.

Los exportadores de pieles de Nuevo León no tardaron en manifestar su malestar ante las disposiciones de la Secretaría de Hacienda por caliicarlas de retroactivas y perjudiciales para su actividad, lo que hizo estimar que los cambios inesperados en las cuotas de exportación ocasionarían una pérdida no menor de mil quinientos a dos mil pesos en cada carro con carga de cuero.41 Las exportaciones de cuero durante los siguientes años se vieron bastante deprimidas y no lograron remontar durante un buen tiempo, lo que elevó los costos del ganado. Según el estudio de Sterret y Davis, el hecho de que las exportaciones no remontaran se debía, entre otros factores, a la inadecuada recuperación de la actividad ganadera y al mayor uso en el país de cuero para fabricar zapatos y huaraches, a pesar de que los precios del mercado interno no parecían atractivos. Sin embargo, al menos en esta región, algunos ganaderos señalaron que el comercio de cuero no era una consecuencia de la reactivación de la actividad ganadera, sino por el contrario, dicho comercio era un incentivo para su recuperación. 41

Ibíd., 13 de abril de 1919, pág. 3.

94

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Por otro lado, las exportaciones de piel de cabra, venado y cabrito —como observamos en la ilustración 3— habían aumentado gradualmente durante la década de 1920. En 1925 estas exportaciones ya habían alcanzado un nivel similar al de 1912 y 1913, y en 1926 ya las habían superado y constituían la mayor parte de las exportaciones de cuero y piel. Según la estadística ganadera de 1926, Nuevo León contaba con el mayor número de existencias de ganado caprino —887 mil 467 cabezas, 16.36 por ciento de las existencias nacionales—,42 por lo que es factible suponer que su participación en este tipo de exportaciones era de suma importancia y había en el estado un buen número de casas comerciales, establecidas principalmente en Linares y Monterrey. Entre la evidencia que sostiene lo anterior se encuentra un informe relativo a las exportaciones que hizo Nuevo León durante el primer trimestre de 1926, donde el cónsul de Estados Unidos en Monterrey, James V. Whitield, airmó que las exportaciones al vecino país del norte en el ramo de cuero y piel habían aumentado a un total de 578 mil 959 libras —262 toneladas aproximadamente—. Si se supone que la tendencia anual fue similar, estas exportaciones representaron una tercera parte del total de las cifras nacionales en ese año —mil 48 toneladas de un total nacional de tres mil 130—. Los aumentos se habían registrado “en la exportación de ya tradicionales cueros secos y pieles de cabrito”, pero también se registró un gran aumento en la exportación de pieles de animales salvajes, principalmente venado y jabalí. A la par del aumento en la exportación de pieles, la reaparición de las exportaciones netas de ganado a los Estados Unidos en 1926 y 1927 representaron el término de las importaciones para el abasto y un renacimiento de las exportaciones en los estados fronterizos.43

42 43

Estadística ganadera de 1926, en Echeverría, op. cit. Sterret y Davis, op. cit., pág. 63.

2. Producción, mercados e intervención estatal

95

Las exportaciones y la revitalización de los negocios ganaderos Las estadísticas ganaderas de la república demuestran marcadamente un crecimiento general en las existencias a lo largo de la década de 1920. En la tabla 8 podemos apreciar el número de cabezas por especie en Nuevo León durante estos años, lo que hace notar un aumento considerable durante el periodo.44 Entre 1923 y 1930 hubo incrementos en la existencia de todas las especies de ganado, pero destaca principalmente la especie bovina, cuya cabaña45 se incrementó casi seis veces. Tabla 8. Evolución —en cabezas— de las existencias ganaderas en Nuevo León, 1923 a 1930. 1923

1926

1930

Vacuno

44,204

141,057

300,325

Caballar

22,000

14,945

78,893

Mular

5,386

15,365

18,198

Asnal

n.d.

7,757

53,204

Caprino

290,000

887,467

964,079

Lanar

39,355

190,108

214,287

Porcino

31,017

59,425

74,093

Fuente: Elaboración propia. Para 1923, El Porvenir, 14 de febrero de 1924, pág. 3; para 1926, Echeverría, op. cit., y para 1930, Saucedo Montemayor, op. cit.

La importancia de la especie bovina aumentó durante toda esta década, y la tradicional cría de ganado menor en la región fue desplazada paulatinamente. El bovino era una especie más rentable y representaba más utilidades debido a la cantidad de usos y productos que de él se derivaban. En la tabla 9 podemos apreciar que la reducción de Debido a que las estadísticas de 1923 y 1926 son muy deicientes, es necesario recalcar que estos aumentos deben ser considerados con reserva. 45 La cabaña es la totalidad del ganado en una hacienda, región o país.

44

96

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

la importancia del ganado menor no es de pequeñas proporciones: los porcentajes indican que antes de la Revolución el ganado menor —lanar, caprino y porcino— representaba el 50 por ciento del valor total, en 1926 el 31 por ciento y en 1930 apenas alcanzaba un 18 por ciento. El ganado vacuno, por el contrario, representaba en 1930 el 69 por ciento del total del valor del ganado en la entidad, contra el 42 por ciento que representaba en 1917. La inclusión de las cifras de 1902 es para descartar que la variación de los porcentajes se deba a los efectos de la Revolución, y en efecto, el valor en este año asciende a un 40 por ciento, lo que indica que en la década de 1920 tuvo lugar un cambio en la vocación productiva de la entidad que marchó en función del mercado. Tabla 9. Valor porcentual de cada especie respecto del total en Nuevo León, 1902 a 1930. 1902

1917

1930

Vacuno

40%

42%

69%

Caballar

6%

16%

7%

Mular

4%

8%

4%

Asnal

2%

3%

2%

Lanar

14%

4%

3%

Caprino

35%

23%

13%

Porcino

1%

4%

2%

Fuente: elaboración propia. Para 1902 y 1917, AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1902 y 1917, y para 1930, Saucedo Montemayor, op. cit.

Dicho de otra forma, la recuperación de la industria ganadera parece haber estado ligada directamente al mercado externo, cuya demanda principal consistía en los productos derivados de la especie bovina. Las sucesivas crisis de ganado vacuno en el mercado norteamericano aumentaron los precios de la carne en el vecino país, y por lo tanto, volvieron

2. Producción, mercados e intervención estatal

97

más atractiva la exportación de ganado desde México. Según una nota de 1928, se esperaba que la escasez de ganado en los Estados Unidos mantuviera los precios de este producto en niveles altos por lo menos hasta 1930, ya que “dicha carestía no se puede convertir en abundancia en uno o dos años, como sucede con la mayoría de los productos agrícolas”, y los niveles de consumo no descendieron de tal forma que la disminución en la demanda redujera los precios. El alza en los precios por el ganado introducido en Estados Unidos inluyó directamente en los precios del ganado mexicano, pero principalmente en el de los estados norteños, quienes eran los que más exportaban este producto a dicho país. Esta inluencia se debía —según se explicaba en una nota— a que cuando el ganado escaseaba en el país del norte, su demanda aumentaba en México. El ganado que llegaba de México a los Estados Unidos se conservaba durante algún tiempo en terrenos de pasto natural o artiicial para que obtuviera una alimentación especial, y después era reexpedido a los mataderos y rastros de Indiana e Illinois.46 Este sistema de producción parece haber sido el más común en la ganadería norteña y tenía amplias ventajas para los negociantes de Estados Unidos, ya que trasladaban a los ganaderos mexicanos la responsabilidad de la cría, que es la fase donde se experimentan mayores pérdidas, pero de la misma forma, los ganaderos norteños se veían favorecidos al dar salida a los excedentes que no podían ser alimentados en periodos de sequía.47 De esta forma, el mercado de la carne en Estados Unidos era una larga cadena productora que incluía en el último de sus eslabones al exportador de ganado mexicano, que por lo mismo resentía cualquier cambio en la demanda o en las tarifas arancelarias. Así queda claro que los ganaderos norteños fueron los más beneiciados por la prosperidad del mercado norteamericano, lo que llevó la recuperación de 46 47

El Porvenir, 18 de junio de 1928, pág. 3. Echeverría, op. cit., pág. 118.

98

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

sus negocios de la mano del sector exportador; además, la mejora genética de sus especies fue uno de los factores que contribuyó a atender mejor esta demanda. Se informaba, por ejemplo, que “el número de cabezas de ganado ino que se ha traído a Nuevo León asegura el lorecimiento en este ramo, debiendo agregar que en su mayoría se trata de ganado vacuno y perfectamente registrado en los Estados Unidos”.48 En 1928, dentro de la prosperidad de las exportaciones, era ya “muy crecido el número de cabezas de ganado que se había exportado, en su mayoría de cría ina”. Uno de los municipios donde la prosperidad de la ganadería era más intensa era Lampazos, pues “se calcula que el número de animales pasa de ochenta mil”, y que la última operación de compra y venta concertada era de treinta mil. Otro de los municipios que destacaba en este sentido era Linares, de donde había salido bastante ganado, inclusive algunos toros de la raza angus y vacas jersey y hereford. Los ganaderos estimaban que si se continuaba con las exportaciones de ganado en las cantidades hechas durante ese año, la ganadería del estado terminaría por consolidarse y aprovechar sus posibilidades de expansión, ya que “en todas partes se cuenta con grandes extensiones de terreno en donde el pasto abunda”.49 Pero la carestía norteamericana y los aumentos en el precio de la carne llegaron a grados tales que hubo intentos de organizar boicots contra el consumo, y se elevaron las medidas proteccionistas por parte del Gobierno estadounidense para frenar la importación. En la ilustración 4 podemos observar que 1928 fue el año con más exportaciones y a partir de 1929 comenzaron a descender; más aún, en este mismo año tuvo lugar una coyuntura inanciera que transformó radicalmente la economía mundial, y con ello una serie de factores modiicaron las condiciones donde se desenvolvía la industria ganadera. “El desarrollo de la riqueza agrícola es sorprendente en el E. de Nuevo León”, en El Porvenir, 14 de septiembre de 1929, pág. 4. 49 “La ganadería mejora en Nuevo León notablemente”, en El Porvenir, 22 de diciembre de 1928, pág. 8. 48

2. Producción, mercados e intervención estatal

99

9,000 8,000 7,000 6,000 5,000 4,000 3,000 2,000 1,000 0

200,000 150,000 100,000 50,000 0 19 20 19 21 19 22 19 23 19 24 19 25 19 26 19 27 19 28 19 29 19 30 19 31

Número de cabezas

250,000

Miles de pesos

Ilustración 4. Exportación de ganado bovino a los Estados Unidos.

Cabezas

Valor

Fuente: Secretaría de la Economía Nacional, La industria de la carne: abasto, distribución y consumo, Ciudad de México, Talleres Gráicos de la Nación, 1934, pág. 31.

La gran depresión y La reorientación comerciaL de La actividad ganadera, 1930 a 1935 En general, la década de 1920 había sido para la economía mundial una época de bonanza económica. La relativa estabilidad política de México y sus buenas relaciones con Estados Unidos permitieron que el país participara de esa bonanza, al grado que a inales de esta década la producción en ciertas ramas de la economía alcanzó de nuevo los niveles anteriores a la Revolución, como hemos visto en el caso de la ganadería. Sin embargo, un cambio brusco en las condiciones del mercado mundial, la Gran Depresión de 1929, acabó con las buenas perspectivas.50 La reducción de precios y la caída del ingreso nacional en Estados Unidos, y 50 Lorenzo Meyer, Historia de la Revolución mexicana, 1928-1934: el conlicto social y los gobiernos del maximato, Ciudad de México, El Colegio de México, 1978, págs. 9-11.

100

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

por lo tanto de su demanda, afectaron al sector exportador mexicano en forma directa.51 Si volvemos a la ilustración 4 y atendemos la correlación entre los ejes introducidos —número de cabezas y valor en miles de pesos—, podemos hacer notar dos cosas: a) si bien el número de cabezas exportadas descendió en 1929, su valor aumentó durante este año y el siguiente, lo que sugiere la entrada de ganado mexicano con rendimientos más altos, sobre todo en 1930, y b) la caída dramática del valor de las exportaciones en 1931, pues el valor en este año fue apenas el 22 por ciento del de 1930, mientras que el número de cabezas exportadas fue del 70 por ciento respecto al año anterior. El número de animales vendidos al exterior continuó su menoscabo en 1932 a un 62.8 por ciento del total de 1930, y su valor se redujo al 22.3 por ciento, lo que acusó un gran descenso de los precios, mucho más acentuado que el del número de cabezas exportadas. Esta coyuntura se debió en parte a la crisis que ya comenzaba en el territorio norteamericano, y en parte a las altas tarifas con que los Estados Unidos gravaron sus importaciones.52 Dichas tarifas, como lo apreciamos en la tabla 10, gravaron las exportaciones a tal grado que éstas dejaron de ser viables para los ganaderos. En Nuevo León, muchos de ellos pretendieron pasar numerosas cabezas de ganado mayor antes de que entrara en vigencia la ley de aranceles, pero no todas llegaron a tiempo debido a las condiciones de los caminos, y grandes partidas de este ganado se quedaron del lado mexicano sin posibilidad de ser exportadas. Aun así, se reportó que solamente por la jurisdicción de Colombia pasaron ese día más de mil animales hacia el vecino país.53

Leopoldo Solís, Evolución de la economía mexicana, Ciudad de México, El Colegio Nacional, 1999, págs. 200-201. 52 Secretaría de la Economía Nacional, La industria de la carne: abasto, distribución y consumo, Ciudad de México, Talleres Gráicos de la Nación, 1934, pág. 27. 53 El Porvenir, 20 de junio de 1930, pág. 5.

51

2. Producción, mercados e intervención estatal

101

Tabla 10. Aranceles norteamericanos de 1930 para productos de México. Tarifa anterior Ganado vacuno hasta de tres años

1.5

Ganado vacuno mayor de tres años

2

Ganado ovino Ganado porcino

centavos por libra

centavos por libra.

2 0.5

Tarifa nueva 2.5

3

centavos por libra

centavos por libra

pesos por cabeza

3

pesos por cabeza

centavos por libra

2

centavos por libra

Pieles de res

Exento

10%

ad valorem

Pieles de venado

Exento

10%

ad valorem

Fuente: El Porvenir, 21 de agosto de 1930, pág. 1.

El hato regional no solo se había recuperado en cifras, sino que había mejorado su valor zootécnico, pero debido a las disposiciones arancelarias del Gobierno norteamericano se enfrentó al problema de la falta de mercados. Las exportaciones prácticamente se habían restringido, lo que aumentó al interior del país la oferta de animales sin un destino comercial visible. La demanda local de ganado vacuno para consumo, aunque iba en aumento, no tenía el mismo ritmo de crecimiento debido a que la población sacriicaba una gran cantidad de ganado menor para consumo por su bajo costo.54 De esta forma, ante los obstáculos del mercado norteamericano y la incapacidad del mercado local por absorber las existencias ganaderas, una de las soluciones inmediatas por la que optaron los ganaderos norteños para resolver este problema fue reorientar la producción ganadera hacia el principal mercado nacional: la Ciudad de México.

54

Ibíd., 24 de julio de 1930, págs. 5 y 7.

102

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

El mercado de la Ciudad de México Hasta 1930, los estados norteños exportaban casi en su totalidad el ganado que producían, y gracias a dicha exportación la oferta y la demanda estaban hasta cierto punto equilibradas. Pero debido a una reducción de ventas al exterior hubo una serie de fenómenos fundamentados en el exceso de la oferta. En primer lugar, la competencia entre los estados del centro y la zona norte causó un descenso en los precios, al punto de no compensar los gastos del ganadero y de los intermediarios. Durante mucho tiempo el ganado se vendió por debajo del precio de costo. Algunos ganaderos tuvieron que liquidar sus negocios, y los que continuaron lo hicieron en condiciones desfavorables.55 Según la información disponible, el nivel de remesas de ganado en pie movidas a la Ciudad de México por ferrocarril indica una importante presencia de Nuevo León como abastecedor de ganado vacuno y caprino en estos años. La capital de la república representó el principal mercado consumidor de carne del país, principalmente de res, y en la ilustración 5 se observa una importante diversiicación de proveedores de ganado vacuno en 1931. De los estados del norte, Nuevo León resultó ser el principal abastecedor con un 8 por ciento del total de toneladas —cuatro mil 540 de 58 mil 990—; en cuanto al ganado caprino, del estado se movilizaron el 36 por ciento del total de remesas —dos mil 979 de ocho mil 165—, seguido de Coahuila, con un 26 por ciento —ilustración 6—. Estos dos estados eran los principales productores de ganado caprino y tenían las ciudades con mayor consumo per cápita —Saltillo, Monterrey y Torreón—, pero el mayor número de remesas por parte del primero puede deberse a que en Coahuila los niveles de consumo total eran mayores.56 Incluso la zona del centro tuvo que disminuir sus precios debido a que el consumidor regularmente prefería el ganado del norte, Secretaría de la Economía Nacional, op. cit., págs. 12-13 y 21-22. 56 De la Peña, op. cit., cuadro 24.

55

2. Producción, mercados e intervención estatal

103

Ilustración 5. Toneladas de ganado vacuno transportadas por ferrocarril al D.F. en 1931. Porcentajes calculados por aportación estatal. Michoacán 14%

Otros estados en menor proporción 28%

San Luis Potosí 13%

Chihuahua 7% Nuevo León 8%

Jalisco 12% Zacatecas 9%

Aguascalientes 9%

Fuente: De la Peña, op. cit. págs. 164-169.

Ilustración 6. Toneladas de ganado caprino transportadas por ferrocarril al D.F. en 1931. Porcentajes calculados por aportación estatal. Otros estados en menor proporción 17%

Nuevo León 36%

San Luis Potosí 21% Coahuila 26%

Fuente: De la Peña, op. cit.

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Para 1935, los niveles de remesas de ganado mayor y menor de Nuevo León al Distrito Federal ya habían disminuido tanto en términos reales como absolutos, y habían aumentado considerablemente las de otros estados norteños, como Chihuahua y Sonora. Aunque en ese año las exportaciones hacia Estados Unidos se recuperaron debido a una fuerte sequía, la disminución a la que hemos hecho referencia no puede ser atribuible solamente a este factor, ya que en Monterrey los niveles de consumo interno aumentaron y los índices de recepción de ganado vacuno por ferrocarril disminuyeron, lo que indica una probabilidad de que buena parte de la producción regional encontrara destino en esta ciudad, cuya población crecía a ritmo acelerado. El principal punto de remisión de ganado vacuno en Nuevo León era Linares, con más de mil 169 toneladas en 1935, y cuyo ganado se enviaba a Veracruz, San Luis Potosí, Monterrey y la Ciudad de México. Le seguían con más de quinientas toneladas Lampazos, Villaldama y Espinazo, con el Distrito Federal como principal mercado. En cuanto al ganado ovicaprino destacaban Villaldama con mil 79 toneladas, Lampazos con 753, Linares con 448 y Jarita con 253; el principal mercado de todas estas plazas fue de nuevo el Distrito Federal.57 La capital de la república recibió en 1935 el 71 por ciento del total de toneladas de ganado vacuno movidas por ferrocarril en todo el país y el 77 por ciento de ganado ovicaprino. El resto de los mercados importantes —Guadalajara, Monterrey, Tampico, Torreón y Veracruz— eran fundamentalmente mercados regionales abastecidos por las zonas rurales cercanas sin necesidad de recurrir a las vías férreas,58 por lo que no es posible analizar su consumo mediante las cifras del transporte ferrocarrilero. El mercado que representó la ciudad de Monterrey constituía en promedio el 60 por ciento del consumo de carne en la entidad, lo que le posicionaba como la tercera ciudad consumidora de ganado vacuno en el ámbito nacional. 57 58

Ibíd., pág. 171-174. Ibíd., pág. 169.

2. Producción, mercados e intervención estatal

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El mercado de los cueros y pieles: disputas entre ganaderos y peleteros Como hemos visto, el mercado del cuero y las pieles no era del todo un resultado del bienestar de la industria ganadera, sino uno de sus principales alicientes. En una época donde la demanda externa no absorbía la producción de carne ni de cuero, los precios de estos artículos en el mercado nacional eran sumamente bajos y no representaban buenas utilidades para los ganaderos, pero sí para los peleteros y fabricantes de calzado, que tenían a su disposición materia prima a muy bajo costo. En este sentido, la reactivación del mercado peletero en Estados Unidos en 1933 ocasionó un alza en los precios que enfrentó los intereses de dos grupos al interior del país: los ganaderos y los fabricantes de calzado. En 1933, un grupo de prominentes fabricantes de calzado del Distrito Federal se reunieron con el secretario de Economía nacional, Primo Villa Michel, para pedir protección para la industria peletera ante lo que ellos consideraban un acaparamiento de materias primas por parte de los importadores norteamericanos. Estos hechos tuvieron eco en los curtidores y fabricantes de calzado de Monterrey, quienes también emprendieron gestiones para detener la desmedida exportación de cuero crudo al extranjero y enviar una solicitud al presidente de la república. Al poco tiempo las demandas de los peleteros ya se habían extendido por todo el país.59 La reactivación de la demanda norteamericana de pieles en ese año había disparado su precio y signiicó un incentivo para la mermada ganadería local, pero a la vez elevó los costos de la materia prima de los fabricantes de calzado. Los ganaderos acusaron a los peleteros de querer obtener las pieles “casi regaladas”, puesto que la venta de este producto llegó a hacerse hasta en 1.50 pesos. Con la baja de precios que había sufrido la carne por el exceso de oferta y la poca 59

El Porvenir, 22 de junio de 1933, págs. 5 y 7, y 23 de junio de 1933, pág. 4.

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

capacidad de compra, las utilidades de los ganaderos eran raquíticas, pero “ha bastado que salgan de Monterrey los dos primeros carros de cueros para el extranjero y ya los cueros han subido alrededor de 10.00 por cada uno”, situación que produjo un alza en la cotización del ganado. Cada cuero —según dicen algunos ganaderos— se vendía desde 1930 entre doce y quince pesos, y gracias al aumento en la cotización de pieles pasó a veinticinco pesos. En contraparte, si se hacía válida “la acción antipatriótica de los peleteros de Monterrey” en las condiciones en que se encontraba el mercado en esos momentos, sería “la ruina para los ganaderos y campesinos”, puesto que “para poder seguir vendiendo a esos precios necesitan seguir sacriicando al campesino y ganadero”, y de acuerdo a esto señala: Porque es bien sabido que en nuestra región del estado de Nuevo León éste vive más de la cría en pequeña escala del marrano, la cabra y la vaca, que del producto de su labor y que esta pequeña industria es como la alcancía en donde siempre guarda sus ahorros.60

Los peleteros argumentaban que la prohibición de exportar cuero no causaba ningún daño a la industria ganadera. Sus peticiones al Gobierno federal incluían las irmas de miles de trabajadores de esta industria y consideraban que el desabasto de su materia prima era una cuestión de vida o muerte para la naciente industria curtidora y zapatera nacional. Los principales peleteros de Monterrey opinaban que contrario a lo que pensaban los ganaderos, la restricción en la exportación de cuero no perjudicaba a la industria ganadera, sino que la incentivaba porque sus productos continuaban siendo exportados, pero en artículos manufacturados. La elevación en los precios del cuero por la cual culpaban no a los ganaderos, sino a los especuladores de pieles, amenazaba con volver el negocio incosteable e incapaz de competir con los fabricantes extranjeros. 60

Ibíd., 4 julio de 1933, pág. 5.

2. Producción, mercados e intervención estatal

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La industria del calzado en México había progresado en los últimos años debido al bajo costo de sus materias primas. Por otro lado, el desequilibrio de la moneda mexicana frente al dólar y los bajos costos de la mano de obra permitían que esta industria tuviera un movimiento exportador de regular cuantía en cuanto a calzado y pieles curtidas. De esta forma, argumentaban los peleteros que se: Dejaba un enorme rendimiento a favor de la economía nacional, ya que en vez de exportar diez mil pesos de cueros crudos se exportaban cien mil de artículos elaborados, beneiciándose no solo un grupo, sino varios, pues las fábricas de calzado necesitaban operarios, pieles curtidas y otros muchos elementos producidos por nosotros mismos.61

La lógica del argumento, en un contexto de campaña nacionalista, era que la mayor derrama económica en los mercados locales provocaría un mayor consumo de calzado, cuero, carne y demás productos de origen animal, y haría que aumentara el valor del ganado y se beneiciaran los ganaderos. El conlicto entre los peleteros de Monterrey representados por el Centro Industrial y Mercantil de Pieles y Calzado de Monterrey, y su presidente, Heriberto Montemayor, contra los ganaderos apoyados por la Cámara Agrícola y Ganadera de Nuevo León presidida por Joel Rocha, llevó a largas y agitadas discusiones en torno a la conveniencia sobre exportar materia prima o productos manufacturados.62 Ambos argumentaron defender los intereses de una mayoría frente a los de una minoría, y ambos intentaron demostrar con cifras la conveniencia de sus negocios para la economía mexicana. Finalmente, el secretario de Economía, por medio del representante local de dicha secretaría, Miguel Osuna, Ibíd., 26 de junio de 1933, pág. 4. La Cámara Agrícola argumentaba, por ejemplo, que el país no consumía ni la mitad de los cueros y pieles producidos en el país, y los peleteros insistían en que habían tenido que importar cueros debido a la insuiciencia de los mismos; ibíd., 30 de junio de 1933, pág. 4, y 1 de julio de 1933. 61

62

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

reunió a los miembros de las directivas de ambas asociaciones para llegar a un acuerdo donde los peleteros redujeron sus pretensiones y convinieron en solicitar seis meses de prueba con la tarifa que había regulado esta exportación en los años anteriores, es decir, el impuesto de cinco centavos por kilo en lugar del 20 por ciento ad valorem. Hasta ese momento la tarifa era de 2.5 centavos por kilo de cuero; el peso promedio de un cuero era de 28 kilos, lo que daba un estimado de setenta centavos por cuero. Con la nueva tarifa elevada al doble, el impuesto sería de alrededor 1.40 pesos, cuando un cuero se vendía alrededor de diez pesos.63 De esta forma, la recuperación de la demanda norteamericana volvió a poner en marcha el desarrollo de la industria ganadera, primero con la exportación de pieles y luego con la reanudación de las exportaciones para consumo en 1935.

La recuperación de La demanda norteamericana y Las barreras gubernamentaLes, 1935 a 1948 Las exportaciones y la relación binacional La sequía de 1935 que tuvo lugar en los Estados Unidos hizo que a partir de este año las exportaciones nacionales de ganado vacuno tuvieran un nuevo esplendor y alcanzaron las 264 mil 727 cabezas, como apreciamos en la ilustración 7. Esta cifra era superior a las de antes y después de la Revolución, solo superada por las exportaciones del periodo de guerra de 1914 que habían alcanzado más de quinientas mil cabezas. Ello marcó una recuperación de las exportaciones, que aunque descendieron en 1936, continuaron su ascenso durante los siguientes años.

63

Ibíd., 2 de julio de 1933, págs. 4 y 8.

2. Producción, mercados e intervención estatal

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Ilustración 7. Exportación nacional de ganado bovino a Estados Unidos, 1930 a 1947. 600,000 500,000 Cabezas

400,000 300,000 200,000 100,000

1947

1946

1945

1944

1943

1942

1941

1940

1939

1938

1937

1936

1935

1934

1933

1932

1931

1930

0

Fuente: Echeverría, op. cit., pág. 120.

Esta variabilidad en la introducción de ganado mexicano a los Estados Unidos alarmó a los ganaderos norteamericanos debido la disminución radical de los precios de sus animales. En 1937, en la reunión anual de la Texas and Southwestern Cattlemen’s Association se acordó enviar una resolución al Departamento de Estado, donde se pedía ijar una cuota semanal o mensual para las importaciones de ganado mexicano con el objetivo de prevenir el dumping en sus mercados. Los ganaderos de Washington siguieron las propuestas de los texanos en lo concerniente al ganado importado de Canadá. Debido a que las exportaciones siguieron en aumento, en enero de 1939 el presidente Franklin Roosevelt decidió reducir la cuota de ganado aceptado desde Canadá y México a los Estados Unidos.64 Las restricciones de Roosevelt a las importaciones de ganado de México y Canadá no tuvieron el éxito deseado. Éstas consistían en un impuesto de tres centavos por libra al ganado mexicano que excediera la cuota de sesenta mil cabezas trimestrales, pero los ganaderos mexicanos, temerosos de 64

Machado, op. cit., pág. 60.

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las expropiaciones que emprendía el gobierno cardenista, se apresuraron a vender todo el ganado que les fuera posible. De la misma forma, el gobierno del michoacano también había aumentado los impuestos por salida de ganado casi al doble —de 23 a 28 pesos, a 49 por cabeza—, a in de que el ganado permaneciera en territorio nacional para tratar de contener el aumento de precios —ver ilustración 8— y mejorar la dieta de los mexicanos, pero este intento tampoco pudo contener la exorbitante salida de semovientes de los estados norteños.65

250 200 150 100 50

1950

1945

1940

1935

0 1930

Índice de precios 1930=100

Ilustración 8. Evolución del índice de precios en valor constante de la carne de res para el mercado de abasto de la ciudad de México, 1930 a 1950.

Fuente: Eric Léonard, Una historia de vacas y golondrinas. Ganaderos y campesinos del trópico temporero mexicano, Ciudad de México, FCE, El Colegio de Michoacán, Institut Française de Recherche Scientiique Pour le Devéloppement en Copération, 1995, pág. 123.

En 1941, el gobernador de Nuevo León intentó imponer una cuota extra para todo el ganado vacuno que saliera del estado. En mayo de ese año, el Gobierno estatal giró una circular a los presidentes municipales donde argumentaba que si bien la exención de tributación por parte del Gobierno 65

Ídem.

2. Producción, mercados e intervención estatal

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local permitía grandes ventajas en las transacciones, éstas muchas veces traían perjuicios a la economía del estado: Actualmente se extrae de esta entidad gran cantidad de ganado ya para el consumo del extranjero, ya para el de otras entidades, y el muy poco que regresa para el del estado llega en condiciones tan gravosas, que encarece apreciablemente el mercado de la carne. Esto se debe en concepto de mi gobierno, principalmente, a las condiciones del mercado en general y a los gravámenes de que son objeto nuestras propias reses, causas ellas que no se relejan sensiblemente en el mercado nuevoleonés, sin recibir el estado, en cambio, beneicio alguno de la explotación que fuera se hace con los ganados.66

Por estas consideraciones, el Gobierno estatal decidió gravar la salida de ganado bovino de cualquier edad con una cuota de tres pesos por cada unidad, que deberían ser cobrados cuando ésta saliera del municipio respectivo, y entregarse posteriormente a la oicina de recaudación de rentas del estado. El problema expuesto por el gobernador de Nuevo León tuvo dos vertientes: una relacionada con la dieta de una población en aumento que demandaba carne a precios más accesibles, y otra estrechamente ligada a la hacienda pública estatal, que demandaba recursos que debían ser extraídos de las actividades productivas más rentables para destinarse a mejoras materiales. Así, parece plantearse de nuevo la dicotomía en torno al mercado externo e interno de la ganadería: uno establecido en función de sus altas utilidades y otro en función del llamado “bienestar social”. Mientras el Gobierno norteamericano se dedicaba a defender a sus ganaderos y el mexicano buscaba proteger a sus consumidores, se presentó una coyuntura mundial que alteró los planes de ambos gobiernos. El inicio de la AHENL, Agricultura y Ganadería, c. 10, Monterrey, 24 de mayo 1941, circular 15-41.

66

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Segunda Guerra Mundial signiicó un aumento importante en la producción de ganado en los Estados Unidos hasta el punto donde ésta alcanzó su límite de su producción. Por ello, a inales de 1942, México y los Estados Unidos llegaron a un acuerdo por reducir los impuestos de importación para incrementar la participación del ganado mexicano en el mercado norteamericano. Este tratado no tomó en cuenta las necesidades del mercado interno, por lo que un aumento en la demanda de carne en México obligó al gobierno de Manuel Ávila Camacho a declarar en junio de 1943 —en retroacción del acuerdo suscrito en enero de ese mismo año— que no más de quinientas mil cabezas de ganado podrían ser exportadas a los Estados Unidos.67 La crisis que ocasionó en 1946 el cierre de la frontera para exportación de ganado debido a la epidemia de iebre aftosa en México también modiicó la dinámica mercantil del país e hizo perder numerosos recursos y cabezas de ganado. El cierre de fronteras impedía la exportación de ganado en pie, así como productos frescos, refrigerados y congelados, por lo que una de las soluciones adoptadas por los ganaderos y los gobiernos fue impulsar la industrialización de la carne para exportar el producto enlatado. El establecimiento de plantas empacadoras fue una solución para que los ganaderos norteños aprovecharan el ganado muerto por sequías, y la aparición de la iebre aftosa terminó por acelerar este proceso al establecer empacadoras bajo el régimen de establecimientos de tipo inspección federal —T.I.F.—, con el apoyo de la Nacional Financiera.68 Las empacadoras t.i.f. se establecieron a partir de 1947 en los estados de Tamaulipas, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Estado de México, Durango, Nuevo León y Baja California. En Monterrey se estableció la Empacadora Treviño —T.I.F. Machado, op. cit., pág. 61. Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural Pesca y Alimentación, “La industria de la carne en México bajo el tipo inspección federal (TIF). De la memoria de Jose Luis Baez Sandoval”, recuperado el 12 de diciembre del 2011, disponible en: http://www.senasica.gob.mx/?id=2354 67

68

2. Producción, mercados e intervención estatal

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núm. 15— en abril de 1947, con una capacidad de enlatar mil latas diarias de 794 gramos para su venta en México y Estados Unidos;69 la producción ganadera del estado no parecía ser suiciente para abastecer a esta empresa debido a que gran parte de la materia prima de su producción era absorbida localmente tanto por otras empacadoras como por la ciudadanía regiomontana. 30

La ciudad de Monterrey como receptora del ganado regional La importancia de la ciudad de Monterrey como receptora del ganado regional cobró importancia conforme su población creció vertiginosamente en la década de 1930 y 1940. Durante el quinquenio de 1938 a 1942, de la cuota de exportación establecida de quinientas mil cabezas, Nuevo León apenas exportaba anualmente una cantidad de siete mil cabezas anuales —1.4 por ciento—, mientras que el estado de Chihuahua cubría prácticamente la mitad de la cuota asignada a estas exportaciones. La baja participación de Nuevo León en las exportaciones se debía al reducido inventario estatal, condición determinada por sus límites geográicos que no poseen la extensión de otras entidades; de hecho, este punto no sería relevante si se estudiara una región productora sin obedecer sus límites políticos, pero resulta fundamental en este punto, ya que el crecimiento de una ciudad como Monterrey provocó que los gobiernos estatales intentaran dirigir una buena parte de la producción ganadera a este mercado y no al extranjero. Conforme la ciudad de Monterrey aceleró su ritmo de crecimiento, la ganadería estatal comenzó a dirigir gran parte de su producción a esta capital. Como podemos apreciar en la ilustración 9, para esta época el grueso de la población vacuna estatal parece ser de tipo extensivo con enfoque al mercado de la carne. Según el censo de 1940, de un total de casi cuatrocientas mil cabezas de ganado vacuno, más de 255 mil —64 por ciento— se encontraban en predios mayores 69

AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, pág. 15.

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LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

de cinco hectáreas, cuyo mercado principal, suponemos, era la industria cárnica, ya que de estos predios solo una décima parte era utilizada en labores agrícolas.70 Si atendemos el criterio regional, más de la mitad de las cabezas en condiciones de ganadería extensiva se encontraba en la zona norte del estado, y el resto en las zonas centro y centro-sur.71 Ilustración 9. Número de cabezas de ganado vacuno en Nuevo León en 1940, por tipos de predio y por regiones. 300,000 250,000 200,000

Sur

150,000

Centro-sur

100,000

Centro Norte

50,000 0 Mayores de 5 ha

Menores de 5 ha

Ejidales

Fuente: Censo Agrícola y Ganadero de 1940, op. cit.

En 1948, el Gobierno de Nuevo León calculaba que un 25 por ciento de la producción estatal estaba dedicada al consumo, de la cual un 57 por ciento era consumido como carne fresca en dentro de la entidad y el 43 por ciento restante era destinado a las empacadoras, como podemos apreciar en la ilustración 10. La mayor parte del ganado vacuno sacriicado consistía en vacas viejas y novillos; y una mínima parte eran toros y bueyes.

El censo de 1940 hizo una división entre predios mayores y menores de cinco hectáreas, y predios ejidales. 71 Aunque no se considera la zona sur en la mayor parte del estudio, se muestra en la ilustración 9 para apreciar que la ganadería no era una actividad primordial. 70

2. Producción, mercados e intervención estatal

115

Ilustración 10. Destino del ganado vacuno sacriicado para consumo y detalle por tipos. Porcentajes estimados para la década de 1940. 100% 90% 80% 70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0%

Toros y bueyes

Resto N.L. Monterrey

Empacadoras

Destino del ganado para consumo

Novillos

Vacas viejas

Detalle por tipos

Fuente: AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, pág. 13.

Debido a que en estos años la ganadería nacional aún enfrentaba severos problemas ocasionados por la iebre aftosa, una de las medidas que tomó el Gobierno federal consistió en prohibir el sacriicio de hembras de ganado vacuno menores de ocho años. Dicha prohibición se hizo extensiva a los rastros de mayor consumo en el país, entre los cuales se encontraba el de Monterrey. Esta prohibición, según el gobernador del estado, afectaría seriamente el abasto de carne de Monterrey, que atendía a una población mayor de 250 mil habitantes. En la exposición de motivos para que Monterrey quedara fuera de esta prohibición se argumentó que: • El interés de sustituir ganado corriente por ino obligaba a desplazar a las hembras corrientes. • La ganadería de Nuevo León se ve afectada seriamente por la sequía de mayo a septiembre y en esta época los ganaderos se ven urgidos a vender sus hembras por dos razones: porque los pastos no son suicientes para mantener sus crías y porque la hembra de clase corriente es muy débil para aguantar la sequía.

116

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

• Las hembras de calidad inferior se acaban después de dos o tres partos, y por lo tanto, la vida útil de la hembra corriente es inferior a los ocho años. • Los ganaderos de Nuevo León están de acuerdo en que no se sacriiquen hembras menores de ocho años para exportación, ya que esto haría bajar el stock de productividad de los propios ganaderos, pero consideran que no debe impedirse su venta a los rastros. • La Comisión de Lucha contra la Fiebre Aftosa ha estado haciendo grandes compras de novillos en la parte norte del país, y además, la Empacadora de Tampico absorberá gran parte del ganado mayor de ocho años. Esto provocaría escasez y encarecimiento en el ganado disponible para el abasto de la ciudad.72

Aunque al parecer la solicitud del gobernador no fue atendida, esta exposición de motivos da una idea certera de que el abasto de productos pecuarios para una ciudad en constante crecimiento se volvía un punto fundamental de la producción ganadera. Al igual que la carne, la demanda de leche fue un catalizador importante de dicha producción, que transformó su actividad productiva para atender a la demanda. En el censo agropecuario de 1940 —ilustración 11— notamos que si bien predominaba en número la ganadería extensiva, el ganado que se encontraba en los predios menores de cinco hectáreas era responsable del 40 por ciento del valor total del ganado vacuno. Del total de este ganado, una cuarta parte era dedicada a labores agrícolas, y es bastante factible suponer que el resto se trataba de ganado estabulado debido a su alto valor. Esto revela el otro mercado gestado a lo largo de este periodo, el de los productos lácteos —principalmente leche— directamente ligado al crecimiento poblacional de la ciudad de Monterrey. AHENL, fondo: agricultura y ganadería, c. 12, Monterrey, N.L., 16 de agosto de 1949, carta del gobernador de Nuevo León a Nazario Ortiz Garza, secretario

72

de Agricultura y Ganadería.

2. Producción, mercados e intervención estatal

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Miles de pesos

Ilustración 11. Valor del ganado vacuno en Nuevo León en 1940, expresado por tipo de predio y región. 10,000 9,000 8,000 7,000 6,000 5,000 4,000 3,000 2,000 1,000 0

Sur Centro-sur Centro Norte

Mayores de 5 ha

Menores de 5 ha

Ejidales

Fuente: Censo Agrícola y Ganadero de 1940, op. cit.

Como podemos observar, la zona que concentraba el mayor valor en cuanto al ganado vacuno estabulado era la zona centro, es decir, Monterrey y sus alrededores. Contrario a lo que sucedía con la ganadería extensiva —según el modelo de Von Tünen—, la cual tiende a alejarse de los centros urbanos conforme crece su demanda, las características perecederas de la leche provocaban que las zonas de abastecimiento se localizaran en las proximidades del lugar que concentraba la demanda, sobre todo cuando había un escaso desarrollo tecnológico en materia de conservación del producto. Por ello, durante la década de 1940 se consolidó una cuenca lechera establecida en lo que hoy se conoce como área metropolitana de Monterrey. En la ilustración 12 podemos observar el número de cabezas de ganado en Monterrey y el área metropolitana en 1940 y 1950. En éste último año, el 45 por ciento del ganado vacuno encontrado en estos municipios era considerado como ganado ino, y representaba el 70 por ciento del valor total, por lo que consideramos que al tratarse de una zona predominantemente urbana debía ser en su mayor parte ganado

118

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

lechero. En la distribución de ese ganado por municipios se observa que en la década de 1940 destacaron principalmente los municipios de San Nicolás y Apodaca, que sumaron casi quince mil cabezas entre ambos. El municipio de Monterrey no reportó ningún crecimiento en esta década y al contrario, redujo mínimamente el número de cabezas. Esto evidencia que ante la expansión urbana, la ciudad había alcanzado su límite de producción lechera, y por lo tanto, los municipios aledaños tuvieron que entrar a la producción de lácteos.

10,000 8,000 6,000 4,000 2,000 0

1940

ed o co b

Es

da ca

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1950

a

Cabezas

Ilustración 12. Ganado vacuno existente en Monterrey y su área metropolitana, 1940 y 1950.

Fuente: Censo Agrícola y Ganadero de 1940, op. cit.

Los incrementos en la demanda interna y externa, así como la adopción de nuevas dinámicas productivas en función de estos mercados, estuvieron determinados en gran parte por los nuevos marcos institucionales que implantó el Estado mexicano apoyado por las autoridades locales. Particularmente a partir de 1934, el desarrollo ganadero estuvo ligado estrechamente a políticas impulsadas desde el Estado, como la mejora genética de las especies, el acceso al crédito, las inspecciones sanitarias, las exposiciones ganaderas y la protección los a ganaderos de todos los rangos. La intervención del Estado en este sentido fue clave para responder a las necesidades que imponía la dinámica del mercado

2. Producción, mercados e intervención estatal

119

La institucionaLización de La ganadería y eL impuLso modernizador deL estado, 1934 a 1940 Contrario a lo que tradicionalmente se ha escrito sobre la época de Cárdenas, durante su gobierno tuvo lugar una recuperación general de la economía mexicana.73 La ganadería, aunque estuvo sujeta al temor irrestricto de la expropiación de tierras, consolidó con el gobierno cardenista un plan de desarrollo ganadero que impulsó en muchos sentidos esta industria. Gran parte de ese plan tuvo sus bases en el texto oicial del Plan sexenal de 1934 y posteriormente en el de 1939, donde se estableció que “el Gobierno debía de fomentar la selección conveniente y la mayor reproducción de las especies animales que fueran útiles a la agricultura y al hombre”. Para esto debía emprenderse una serie de acciones orientadas principalmente a establecer criaderos de ganados: Destinados a proveer a los centros de explotación agropecuaria de los sementales necesarios para el mejoramiento de los ganados, procurando atender las demandas de los ejidatarios que respondan al cumplimiento de los postulados y programas de trabajo y de organización.74

A pesar de lo que pueda relejar el texto anterior, el plan cardenista llevado a cabo para la ganadería no parecía oponer los intereses de los ejidatarios contra los del capital privado. Dicho plan establecía que a las personas y empresas privadas que implantaran o mejoraran explotaciones agropecuarias se les otorgarían toda clase de facilidades para que “el desarrollo de sus trabajos se lleve a cabo dentro del régimen de seguridad legal, preciso y deinido, en bien de la economía agropecuaria del país”. 73 74

Medina Peña, op. cit., pág. 117. Primer y segundo planes sexenales, en Saucedo Montemayor, op. cit., págs. 111-123.

120

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Tanto este plan como el de 1939 se organizaron en torno a cuatro factores fundamentales que veremos a continuación: la organización de los ganaderos y el acceso al crédito, la importación y distribución de ganado ino, las convenciones y exposiciones periódicas, y la inspección sanitaria de los animales. Las leyes de asociaciones ganaderas Dentro del nuevo marco institucional que propició el Plan Sexenal de 1934, la organización de los actores involucrados en el proceso resultó fundamental para coordinar las acciones y alcanzar las metas propuestas dentro de un margen de acción dado.75 La Ley de asociaciones ganaderas fue publicada en el Diario Oicial de la Federación el 12 de mayo de 1936; tuvo el propósito de agrupar a los ganaderos en asociaciones que propugnaran por el mejoramiento de la ganadería de la república y por la protección de los intereses económicos de sus asociados. Entre las inalidades de estas asociaciones habían puntos relativos a la organización de la producción ganadera: implantación de métodos cientíicos, mejor distribución de sus productos, estandarización y transformación de productos pecuarios. Por otro lado, se gestionó mediante las asociaciones ganaderas la concesión de crédito para los miembros, se propuso la creación de sociedades cooperativas, se representaron los intereses comunes de los asociados y se defendieron sus intereses ante toda clase de autoridades.76 La ley estableció que los ganaderos debían organizarse en asociaciones locales, regionales y nacionales. Las asociaciones ganaderas locales debían integrarse por lo menos con diez ganaderos criadores de cualquier especie, y las uniones ganaderas regionales organizarían la formación de tres o Según North, op. cit., pág. 361, las instituciones aportan las reglas del juego y las organizaciones actúan como equipos de jugadores. La organización se vuelve así un grupo de individuos que comparten un objetivo común perteneciente a un conjunto de oportunidades deinidas por las mismas instituciones. 76 Ley de asociaciones ganaderas, 30 de diciembre de 1935, artículos 1-2.

75

2. Producción, mercados e intervención estatal

121

más asociaciones locales. Dichas uniones regionales designarían a su vez delegados para constituir la Confederación Nacional Ganadera.77 El reglamento de dicha ley fue publicado el 14 de abril de 1938, y en él se estableció que el funcionamiento de las asociaciones ganaderas se consideraba de interés público. Por otra parte, en 1937 se dictó en Nuevo León una nueva ley ganadera en la cual se estableció un sistema similar, cuya inalidad era crear en los municipios las “juntas ganaderas”, y en la capital del estado una junta central de ganaderos. Estas asociaciones fueron promovidas para su integración en 1939; la primera junta central se formó el 12 de diciembre de 1940, organizada por el ya mencionado Joel Rocha. Las juntas ganaderas municipales sentaron las bases para formar las asociaciones ganaderas locales que integrarían parte de la Unión Ganadera Regional de Nuevo León —UGRNL—, cuya inauguración oicial tuvo lugar en 1944 bajo la presidencia de Salomé Botello. Para fortalecer a la UGRNL como un agente de cambio para la ganadería local, el gobierno de De la Garza acordó como subsidio entregar a dicha unión los impuestos obtenidos por las operaciones de compra y venta relativas al ganado vacuno realizadas en el estado. La ley de ingresos estableció que por cada cabeza de ganado vacuno vendida y perteneciente a ganaderos no organizados se cobraría un impuesto de cinco pesos, mientras que los agremiados a la URGNL pagarían 3.50 pesos;78 dicha medida se estableció para incentivar a los ganaderos a pertenecer a este grupo. Lo recaudado entre los años de 1945 a 1948 ascendió casi a medio millón de pesos. Más aún, a principios de mayo de 1949, preocupado por asegurar que las exposiciones agrícolas y ganaderas se llevaran a cabo anualmente, el gobernador decidió entregar por decreto a la UGRNL la Exposición Agrícola y Ganadera con el Ibíd., artículos 3-7. AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”. Ley de ingresos del estado de Nuevo León, 1948. 77 78

122

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

predio de sus ediicios y anexos,79 donde permanece hasta la actualidad. Una de las principales funciones de la UGRNL fue hacer llegar los largamente demandados créditos para los ganaderos. El crédito ganadero fue organizado en Nuevo León con el auxilio del Gobierno estatal y el federal, y se administró mediante el Banco Ganadero e Industrial. En 1948, 160 ganaderos de 31 municipios habían recibido este tipo de auxilio; se habían prestado más de un millón de pesos a plazos de entre seis y doce meses, y con los mismos intereses comerciales que aplicaban los bancos según las tarifas acordadas por una comisión bancaria. El municipio que recibió el mayor número de créditos fue Monterrey, con 26, y si se toman en cuenta los municipios de su área metropolitana éstos ascienden a 61 créditos. Esto indica que muy probablemente dichos créditos sirvieron para inanciar la producción lechera demandada por la capital del estado, lo que demuestra lo mencionado anteriormente, que una de las preocupaciones de los gobiernos locales fue orientar la producción ganadera hacia el consumo de Monterrey; de igual forma, en el norte del estado, donde se criaba el ganado para la carne, también fueron repartidos numerosos créditos, principalmente en los municipios de Los Ramones, Salinas Victoria y China. Con los ingresos obtenidos por el impuesto a la ganadería, la UGRNL inanció además otra serie de programas para beneicio de la industria ganadera. Entre algunas de las acciones emprendidas se encontraba la compra de sementales, los gastos de las exposiciones, la construcción de baños garrapaticidas y el combate a las plagas y epizootias.

79

De la Garza, op. cit., pág. 17.

2. Producción, mercados e intervención estatal

123

Importación y distribución de ganado ino La importación de ganado genéticamente mejorado para la sustitución del ganado criollo fue un proceso largo que demandaba tiempo, y sobre todo, recursos. Había comenzado por lo menos a inales del siglo XIX, fue interrumpido por la Revolución, se reactivó a inicios de la década de 1920 y continuó durante las décadas siguientes, aunque no sin complicaciones. En este sentido, se destaca aquí la labor realizada por el Gobierno estatal y la UGRNL en el periodo de 1940 a 1948, donde se invirtió una fuerte cantidad de recursos para el mejoramiento de la calidad del hato. En la ilustración 13 podemos observar que en 1940 se introdujeron en Nuevo León 25 sementales con alto valor zootécnico —cebú, hereford, holandés o jersey—; para 1948 ya se habían introducido 450, y fueron los años de 1944 y 1945 cuando más compras se hicieron. El total de sementales adquiridos durante este periodo entre el Gobierno del estado y particulares tuvo un valor de 614 mil 151.89 pesos. El Gobierno había participado con la compra de al menos 146 sementales en dicho periodo, con una inversión de 427 mil 250 pesos.80 Esto equivale a un costo promedio, en números redondos, de tres mil pesos por semental, aunque la variación era alta: la mayor parte de los ejemplares adquiridos eran de tipo cebú, cuyo costo era de alrededor de cinco mil pesos, pero hubo otros, como un ejemplar hereford cedido a Liborio Bortoni, cuyo costo ascendió a los dieciocho mil pesos.

80

AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, págs. 4 y 32.

124

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Ilustración 13. Introducción de sementales con alto valor zootécnico — cebú, holandés y jersey—. Valores acumulados por cabezas de ganado. 500 450 400 350 300 250 150 100 50 0 1940

1941

1942

1943

1944

1945

1946

1947

1948

Cabezas de ganado

Fuente: AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, pág. 8.

Los sementales adquiridos por el Estado regularmente eran cedidos a aquellos ganaderos que gozaran de propiedades inafectables y que tuvieran las condiciones para reproducir dichos sementales. El costo para los ganaderos consistía en entregar al Gobierno del estado cierto número de crías una vez que el semental se hubiera reproducido, y estas crías a su vez se distribuirían entre ejidatarios y pequeños ganaderos. En septiembre de 1944, por ejemplo, en el ejido Villarreales y Morales, de Salinas Victoria, se hizo entrega de dos sementales, uno cebú y otro hereford adquiridos en la inca inafectable El Terrero y La Agüita, del mismo municipio.81 Este mecanismo de distribución dejó claro que además de buscar la mejora genética de las especies, el Estado trató de conciliar los intereses en conlicto entre propietarios particulares y ejidatarios. La mayor parte de los ejemplares adquiridos fueron de la raza cebú, como ya hemos mencionado, debido a sus resistentes características ante condiciones 81

Ibíd., fondo: agricultura y ganadería, c. 11, Monterrey, N.L., 26 de septiembre

1944, oicio al gobernador del estado.

2. Producción, mercados e intervención estatal

125

climatológicas desfavorables. En 1944, el Gobierno del estado adquirió sementales de este tipo procedentes de ganaderías estadounidenses, y fueron entregados a algunos de los ganaderos más prominentes de la entidad. Por citar un ejemplo, el contrato con Pedro Lecea celebrado el 1 de diciembre de 1944 establecía la entrega de uno de estos sementales para su rancho Golondrinas, en Lampazos, y el costo de la transacción se ijó en treinta crías hijas del semental y de vacas de la misma raza que tuvieran por lo menos media sangre de raza. Quince de ellas deberían entregarse en octubre de 1946 y otras 15 en octubre de 1947. Bajo las mismas condiciones fueron entregados sementales al ganadero Abel Amaya para su rancho Las Aguilillas, en Villaldama, y a la irma ganadera Lozano y Mendiola para su rancho Uña de Gato, en Salinas Victoria.82 En la tabla 11 podemos observar algunas de las entregas de crías de sementales adquiridos por el Gobierno del estado. La información corresponde a dos fechas de entrega en 1944. En ella podemos observar que hay una clara geografía del reparto ubicada en el norte del estado, tanto por parte de los donadores como de los beneiciarios. Destacan en este último rubro los ejidos de los municipios de Agualeguas, Sabinas Hidalgo y Villaldama, y en cuanto a las incas de los donadores, éstas se ubican en los dos últimos municipios, pero principalmente en Anáhuac y Lampazos. Por otro lado, aunque fueron donadas algunas crías de ganado caballar —tres—, la mayoría de los repartos que aparecen son de la especie bovina —141—, y fueron entregados once machos y 130 hembras.

Ibíd., 1 de diciembre de 1944, contratos celebrados entre el gobernador Arturo B. de la Garza y los ganaderos Pedro Lecea, Abel Amaya y la irma Lozano y Mendiola.

82

126

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Tabla 11. Beneiciados y donadores de crías de sementales comprados por el Gobierno del estado, 1944. Beneiciados Ejido Fecha beneiciado

13 de abril de 1944

24 de noviembre de 1944

Bovino

Equino

Municipio H

Larraldeña Sombreretillo

Sabinas Hidalgo Sabinas Hidalgo.

– Nogal y Cieneguitas Los Garzas Bustamante Santa Fe El Potrero Las Enramadas San Pedro de la Piedra Larraldeña El Nogal y Cieneguitas Los Garzas Remates

– Agualeguas Agualeguas Bustamante Villaldama Villaldama Sabinas Hidalgo Sabinas Hidalgo Sabinas Hidalgo Agualeguas Agualeguas Monterrey

M

10 5



5



Raza Mestiza durhamcebú Mestizahereford Mestizacebú

H

M

Raza

1



Criollo





1



– Mestiza-país

10

Mestizahereford

1



Criollo

10

Criollo







17 17 17

2 1 1

Mestiza Mestiza Mestiza

– – –

– – –

– – –

17

2

Mestiza







17

2

Mestiza







5

1

Mestiza









1

Mestiza







– –

1 –

Mestiza –

– –

– –

– –

2. Producción, mercados e intervención estatal

Donadores Fecha Finca

13 de abril de 1944

Las Jaras

Guadalupe Morales Garza

Municipio Vallecillo y Sabinas Hidalgo

Palo Caído El Cuervo

Luis González Luis González

Vallecillo Vallecillo

Fca. G. de González Luis González

San Martín Los Pascualitos La Concha Cuevas Pintas

Felipe Montemayor Jesús María González Ricardo Morales

Sabinas Hidalgo Sabinas Hidalgo

Felipe Montemayor Jesús María González

San José

24 de noviembre de 1944

El Perico Rancho Nuevo

Proveedor

127

Anáhuac

Erasmo Flores Fca. G. de Flores Espectación Peña Eduardo Longoria

Anáhuac

José Longoria Enrique Reséndiz

Anáhuac

Anáhuac Anáhuac Anáhuac

La Rosita El Porvenir El Tepaiste y Alto Cuevas y Jaritas Doña Lola La Tinaja

Juan Rendón Matías Muraipa

Lampazos Lampazos

El Imán

E. Domínguez

Lampazos

Enrique Reséndiz Enrique Reséndiz

Anáhuac

Anáhuac Anáhuac

Propietario Guadalupe Morales Garza

Ricardo Morales Erasmo Flores Fca. G. de Flores Amalia G. de Peña Eduardo Longoria Chelpy J. Longoria Enrique Reséndiz R.V. y viuda de H. Epitacio Reséndiz Juan Rendón y Soc. Matías Muraipa E. Domínguez e Hijos

Fuente: elaboración propia según datos de AHENL, agricultura y ganadería, c. 11.

128

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Si atendemos al criterio de la raza, observamos que salvo una cría de ganado criollo el resto son mestizos; las crías de ganado pertenecían a las razas durham, hereford y cebú, y aunque en algunos repartos no especiicaba la raza, es probable que la mayoría sea alguna cruza de esta última especie por ser los sementales adquiridos en mayor número, como ya mencionamos. Por otro lado, un lugar importante donde los ganaderos podían exponer sus sementales y realizar transacciones eran las exposiciones ganaderas, convertidas en verdaderas ferias de intercambio.

Convenciones y exposiciones ganaderas Aunque a inicios de la década de 1920 se llevaron a cabo esporádicas exposiciones,83 fue hasta 1928 cuando el presidente Plutarco Elías Calles decretó de utilidad pública la celebración de exposiciones agrícolas y ganaderas en el país, y facultó a la Secretaría de Agricultura y Fomento para su organización. Las exposiciones nacionales celebradas entre 1928 y 1944 tuvieron lugar en los terrenos de San Jacinto, en el Distrito Federal, donde se construyeron para tal in ediicios, pabellones y locales permanentes. Entre 1924 y 1946 se llevaron a cabo 21 exposiciones nacionales de agricultura y ganadería, pero en el bienio de 1945 a 1946 la secretaría donó los terrenos de San Jacinto a la Secretaría de Educación Pública, y por ello estos certámenes de carácter nacional tuvieron su sede en la ciudad de Monterrey.

Las exposiciones ganaderas se realizaban en México desde inales del siglo XIX. Para 1909 se habían celebrado dieciséis de ellas, y en el marco del Centenario de la Independencia se llevó a cabo una exposición agrícola y ganadera por parte de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria, evento al que asistió el presidente Poririo Díaz y su gabinete; Saucedo Montemayor, op. cit., págs. 40-58.

83

2. Producción, mercados e intervención estatal

129

El gobierno de De la Garza tuvo especial empeño en fomentar el desarrollo ganadero regional; como una de sus medidas, en noviembre de 1944 se había llevado a cabo la Primera exposición regional de Monterrey en el Parque Cuauhtémoc. El éxito alcanzado en esta exposición, en la que se invirtió una suma de 36 mil 544.22 pesos, llevó al Gobierno del estado a solicitar a la Secretaría de Agricultura y Fomento y al propio presidente Ávila Camacho que se veriicara en Monterrey la Exposición Nacional Agrícola y Ganadera, en vista de que los terrenos de San Jacinto habían sido cedidos.

Arturo B. de la Garza dando lectura a su informe de gobierno, 1946

130

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Los terrenos del Parque Cuauhtémoc no eran suicientes para albergar una exposición nacional, por lo que el Gobierno adquirió un terreno en el municipio de Guadalupe —a diez kilómetros de Monterrey— para levantar ahí los pabellones. El Gobierno invirtió además en infraestructura para la exposición, con lo que erogó en total —terreno y construcciones— una suma de 441 mil 885.18 pesos, de los cuales el Gobierno federal aportó cincuenta mil pesos. En la inauguración de la Primera exposición —1945—, el gobernador De la Garza pronunció un discurso que relejaba el interés de su Gobierno por fomentar la economía del campo: Que estos eventos sirvan para despertar el interés de nuestros ganaderos por esta industria. La riqueza del pueblo está en las industrias naturales, pues la industria de la transformación y la vida económica del país deben descansar en la agricultura y la ganadería, ya que la minería, para desgracia nuestra, se ha ido agotando como fuente de riqueza. Nos quedan los recursos naturales que debemos explotar cada vez mejor para hacer de México un país fuerte.

La segunda exposición de este tipo se realizó en noviembre de 1946. En esta ocasión se volvió a invertir en infraestructura, la cual tuvo que ampliarse, así como en la adquisición de más terrenos para ampliar el área de exposición, por lo que se invirtieron en esta ocasión 135 mil 722.48 pesos, de los cuales el Gobierno federal aportó veinticinco mil. En resumen, en los tres eventos se erogó una suma de 614 mil 151.89 pesos, una cantidad similar a la invertida por el Gobierno del estado y los particulares para la adquisición de sementales. Este tipo de transacciones eran las más atractivas para el evento. En la primera exposición nacional el monto total de operaciones de compra y venta ascendió a un millón de pesos, y en la segunda al millón y medio.

2. Producción, mercados e intervención estatal

131

Pero el gran movimiento de ganado ino que tuvo lugar en esos años provocó que una transacción —hecha fuera de las exposiciones— provocara una crisis sanitaria que trajo enormes pérdidas para el sector ganadero, y obligó a suspender las exposiciones. La epidemia de iebre aftosa provocada por la importación de ganado cebú desde Brasil fue uno de los retos más fuertes que tuvo que enfrentar el Estado mexicano; en general, el control sanitario fue una de las principales situaciones que se debieron controlar. Aunque las epidemias siempre han estado presentes, el norte ofrece particularmente condiciones más saludables que el resto del país —de hecho se le consideraba una zona libre de iebre aftosa—;84 sin embargo, otro de los principales factores que propiciaban la mortandad de ganado en la zona era la escasez de agua, punto clave para contrarrestar las muertes de ganado.

Contra la mortandad: control sanitario y recursos hídricos El pacto sanitario de 1928 entre Estados Unidos y México había sido violado sistemáticamente durante la década de 1930 y 1940 por ambos países,85 pero ninguna de estas violaciones tuvo consecuencias tan graves como las ocasionadas por la iebre aftosa. Aunque la zona norte estuvo exenta de dicha epizootia, otros males, como el carbón sintomático —o iebre carbonosa— sí llegó a causar algunas muertes entre el ganado, principalmente bovino. En la ilustración 14 podemos apreciar que en 1940 la mortandad registrada de ganado vacuno por estas dos enfermedades rebasó las ochenta mil cabezas. El Gobierno del estado y la UGRNL llevaron a cabo una campaña de proilaxis que trataba de contrarrestar la mortandad provocada por estas enfermedades, que atacaban principalmente al ganado joven. 84 85

Echeverría, op. cit., pág. 123. Machado, op. cit., pág. 67.

132

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Según datos proporcionados por un informe de Gobierno, entre 1940 y 1948 la mortandad de ganado por enfermedades se redujo sistemáticamente; las muertes por iebre carbonosa pasaron de 53 mil en 1940 a dos mil 75 en 1948, y las provocadas por carbón sintomático pasaron de treinta mil a tres mil 750 en el mismo periodo, con lo que el Gobierno calculaba haber economizado 51 mil cabezas de ganado, que valuadas en doscientos pesos cada una daban un total de diez millones doscientos mil pesos. Mediante la colaboración de la Unión Ganadera y el Gobierno del estado se construyeron baños garrapaticidas —habían pasado de ocho en 1940, a 300 en 1948— para atender otra de las plagas que más aquejaban al ganado. Ilustración 14. Mortandad de ganado bovino, 1940 a 1948. 120,000

Cabezas

100,000 80,000 60,000 40,000 20,000 0 1940

1941

1942

1943

1944

1945

1946

Carbón sintomático

Fiebre carbonosa

Sequía

Total

1947

1948

Fuente: elaboración propia con datos del AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, págs. 22 y 24-25.

En total, se estimaba que en 1943 se habían perdido casi cien mil cabezas de ganado bovino. Aunque la mortandad por enfermedades fue a la baja, en 1943 y 1945 sobrevinieron sequías extraordinarias en la región que causaron la pérdida de más de cuarenta mil cabezas por año, lo que puso en peligro la economía agropecuaria de la región. Para atender este

2. Producción, mercados e intervención estatal

133

fenómeno, la UGRNL y los gobiernos estatal y federal habían emprendido un programa para la construcción de presas y abrevaderos, para los cuales se extraía el agua de pozos profundos. En 1948 se celebró un convenio entre el Gobierno del estado y la Secretaría de Recursos Hidráulicos por medio del cual se destinaron ochocientos mil pesos en ese año obtenidos de un fondo cooperativo para la construcción de pequeñas presas, abrevaderos y aguajes. El departamento de Maquinaria agrícola del Gobierno del estado contaba con dos perforadoras que hicieron más de treinta pozos y encontraron “corrientes de agua inagotables”. Una de estas máquinas había sido adquirida en cooperación por el Gobierno y la SRH con un costo de 42 mil pesos, y estuvo dedicada exclusivamente a hacer perforaciones en los ejidos del estado. El Gobierno había construido presas y abrevaderos por conducto del departamento de Maquinaria agrícola, y dio un subsidio del 20 por ciento del trabajo a agricultores y ganaderos. Solamente en el año de 1948 se hicieron 59 presas y abrevaderos para ganado vacuno y caprino con la maquinaria del estado, 48 de los cuales se encontraban en la zona norte —la más árida—, entre los que destaca el municipio de Anáhuac, con 26.

Ganado en la Presa de Herreras, s/f

134

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

El conjunto de acciones realizadas por las autoridades federales y locales dentro de un nuevo marco institucional contribuyó al desarrollo de la industria ganadera con un énfasis particular en el mercado interno. Todas estas acciones estuvieron orientadas a una cuestión fundamental relacionada con la reactivación de la actividad económica, pero sin desatender las demandas de una población creciente que solicitaba cada vez más insumos alimenticios, entre los cuales estaban los de origen ganadero.

3. LA INDUSTRIA DE LA CARNE: CONSIDERACIONES EN TORNO AL ABASTO, CONSUMO E INDUSTRIALIZACIÓN DE LA CARNE EN NUEVO LEÓN La estabilidad política y el crecimiento económico que tuvieron lugar durante el poririato provocaron un dinamismo demográico, y en consecuencia un aumento en la demanda de productos alimenticios, entre ellos los de origen ganadero. Los centros urbanos se convirtieron en el principal espacio de donde surgía la demanda, y regularmente eran abastecidos por las zonas productoras cercanas. El despegue de la actividad ganadera en el norte de México durante el poririato tuvo como principal mercado a los Estados Unidos, aunque la producción restante se trató de acomodar en el interior del país. El comercio interno era sumamente escaso, sobre todo si tomamos en cuenta que el principal consumidor, la Ciudad de México, era abastecido por la ganadería de la Mesa central. En este sentido, a pesar de que el crecimiento de la demanda en ciudades como la de Monterrey fue importante en términos relativos, aún era mínima en los absolutos. Lo anterior no signiica que el consumo interno dejó de ser un problema, sobre todo si consideramos el factor de los precios y la cantidad de población que podía costearlos.1 En este sentido, para analizar las tendencias del consumo de carne en Nuevo León se utilizaron los registros anuales de sacriicio de ganado en el estado, y en particular los de la ciudad de Monterrey. También se tomaron en cuenta algunos datos aislados respecto de los sacriicios mensuales en esta capital. Una breve visión retrospectiva de las cifras de consumo del poririato y los años de la Revolución permitirá compararlas con las cifras de la época posevolucionaria para observar su comportamiento. Es evidente que los datos 1

Para Monterrey puede verse Cerutti, Burguesía y capitalismo..., op. cit., págs. 134-

144.

136

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

presentados en estas fuentes son más coniables en lo que respecta a las zonas urbanas, pero no así en lo referente a la población rural, gran parte de la cual sacriica ganado para autoconsumo fuera de registro o escrutinio gubernamental. Por todo esto no es posible hablar de cifras de consumo real, sino más bien los sacriicios de animales para consumo público comercial. De cualquier forma, lo que sí revelan estas cifras son las tendencias del consumo de carne.

tendencias deL consumo de carne El poririato y los años de la Revolución Durante el poririato los precios de la carne, principalmente la de res, tuvieron variaciones de importancia. Esto se debió sobre todo a que en ocasiones el sacriicio de los animales no se realizaba en función del mercado de carne, sino de otros mercados, principalmente el de las pieles. Algunas estimaciones indican que en promedio, el precio en el ámbito rural de una cabeza de ganado bovino para matanza apenas superaba el 60 por ciento del valor de su carne en canal y de su piel —seca y salada— en rastro; la carne representaba un 85 por ciento de este último valor y la piel el 15 restante. Cuando en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX los precios de las pieles aumentaron, representaban un estímulo cada vez más eicaz para la venta de ganado de matanza interna.2 La ciudad de Monterrey, con el 22 por ciento de la población estatal en 1910, consumía alrededor de la mitad de la carne en el estado debido a su creciente población y a su poder adquisitivo. En promedio, durante la primera década del siglo XX cerca del 60 por ciento de la carne consumida era de res, la de ganado caprino representaba el 25 por ciento; y 2

Cossío Silva, op. cit., págs. 140-141.

3. La industria de la carne

137

la carne de cerdo y carnero el 15 por ciento restante. Como podemos observar en la ilustración 15, al menos desde 1898 y hasta 1909, el consumo en kilogramos de carne de res en Nuevo León había mantenido un crecimiento constante. Por otro lado, el ganado caprino tuvo altibajos en su tasa de sacriicios durante el mismo periodo, mientras que el consumo de carneros y cerdos se conservó prácticamente estable. Ilustración 15. Consumo de carne en Nuevo León, 1903 a 1910. 6,000

Toneladas

5,000 4,000

Bovino

3,000

Ovino

2,000

Caprino Porcino

1,000 0 1903 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: memorias de Gobierno, Bernardo Reyes, 1903-1907; ibídem, 1907-1911.3

La crisis de 1907 parece haber afectado fuertemente a la economía ganadera local. Aunque tenemos pocos indicios, las mismas cifras de consumo de carne dan cuenta de la depreciación del ganado. En este último año, el valor total de la carne consumida fue de dos millones 236 mil 15.35 pesos; a pesar de que la tendencia de consumo aumentó en los años de 1908 y 1909, el valor de la carne descendió 8 y 17 por ciento, respectivamente. Para los años de 1907 a 1910 no se dispone de datos en kilogramos, sino en número de cabezas; para hacer posible la comparación se hizo un cálculo estimado del peso de los animales sacriicados según el peso promedio por especie de los años anteriores. 3

138

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

En 1910 inalizó el crecimiento sostenido que había tenido lugar durante los últimos años del poririato. Los sacriicios para consumo de bovino cayeron casi un 35 por ciento, los de caprino 44 por ciento, y los de carnero y cerdo siguieron la misma tendencia. De igual forma el valor total de la carne descendió casi en un 50 por ciento. En general, los niveles de carne disponible para abasto en 1910 estaban por debajo de los de 1898.4 Las causas más probables para este descenso tan marcado fueron: primero, la grave sequía que tuvo lugar en ese año y que afectó al campo mexicano en general, la cual ha sido asociada con el descontento que provocó la Revolución; y como segunda causa estaba el aumento de las exportaciones ocasionadas por la inminencia de esta revuelta armada, como veremos más adelante. Por otro lado, las luctuaciones de los precios de la carne indican que durante la primera mitad del poririato —entre 1885 y 1897— los precios en Nuevo León tendieron a la baja, contrariamente a lo ocurrido con el promedio de precios en el resto de la república mexicana. Los precios de la carne en Nuevo León descendieron más acentuadamente entre 1895 y 1897, cuando en este último año las exportaciones habían alcanzado su máximo nivel. Al igual que el promedio de la república, en Nuevo León los precios de la carne tendieron al alza entre 1897 y 1908, de la misma forma que lo hizo el consumo.5 Lo anterior sugiere que la exportación de productos pecuarios —principalmente cuero y pieles— facilitó el acceso de la población al consumo de carne. Si dejamos de lado las cifras de 1910, podemos observar que la cantidad de carne de res —la de más alto consumo— disponible entre los años de 1898 y 1909 creció a una tasa promedio anual del 3.14 por ciento, mientras que la población total de Nuevo León creció entre 1900 y 1910 a un ritmo anual del 1.13 por ciento. Estos AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1885-1889. El Colegio de México, Estadísticas económicas del poririato: comercio exterior de México, 1877-1911, Ciudad de México, El Colegio de México, 1960, cuadro 19.4.3. 4

5

3. La industria de la carne

139

datos arrojan un conjunto de interrogantes que exceden los alcances de esta investigación. Baste por lo pronto dejar en claro un alza constante en el consumo de carne durante los últimos años del poririato, interrumpida drásticamente en el año de 1910 por las razones ya expuestas, y debido a la baja de su valor desde 1908. En otras palabras, la Revolución mexicana no encontró a la ganadería en un periodo de máxima prosperidad, al menos en lo que respecta a esta región. El impacto de la Revolución como revuelta armada en el consumo de carne es un fenómeno complejo, pues como hemos visto, el descenso de las cifras de consumo es incluso anterior a los años de conlicto. A la crisis de 1907 y a la sequía de 1910 podrían añadirse otros factores directamente ligados con la Revolución que explicarían la disminución del abasto en estos años, pero hasta el momento la información obtenida no permite aventurar tales conclusiones. Por ejemplo, aunque la Revolución tuvo lugar a inales de 1910, se sabe que en lugares como Chihuahua muchos ganaderos, advertidos de que la revuelta que se avecinaba, se apresuraron a llevar sus existencias de ganado hacia los Estados Unidos desde 1909. Sin embargo, solo hemos encontrado hechos similares para Nuevo León hasta 1913, año sobre el que algunos autores coinciden que hubo un verdadero impacto de la Revolución, sobre todo por la alteración de las vías férreas. En lo que respecta a la ciudad de Monterrey, datos aislados obtenidos respecto al consumo mensual de carne indican algunos hechos de trascendencia. En primer lugar, como observamos en la tabla 12, no es notable una drástica caída en el consumo de carne en 1910 en dicha ciudad. Esto parece indicar que el impacto del descenso tuvo lugar en las zonas rurales; aunque en realidad disponemos de pocos datos para hacer esta airmación, consideramos que es muy probable que debido a la sequía y a las exportaciones los ganaderos hayan remitido sus cabezas de ganado al mercado de carne de la capital del estado antes de que perecieran. En segundo lugar, se aprecia un periodo identiicable de crisis en el

140

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

abasto de carne a mediados de 1915, cuando tuvo lugar la transición entre los gobiernos villista y constitucionalista,6 aunque ésta parece ser momentánea; en este mismo sentido es probable que en 1913 haya ocurrido un hecho similar. Por último, aunque existieron numerosas diicultades para el consumo de carne durante la década revolucionaria, estos datos parecen indicar que la peor crisis de abasto no sucedió en este periodo, sino hasta el año de 1920, cuando ya se había agotado una gran parte de los rebaños mexicanos. En otras palabras, a pesar de que las principales zonas proveedoras de ganado estuvieran en crisis, la ciudad de Monterrey tuvo la capacidad de mantener, no sin problemas, el funcionamiento de sus redes de abasto. Tabla 12. Sacriicio mensual de animales en el rastro de Monterrey, de 1908 a 1920. Fecha

Bovino

Ovino

Caprino

Porcino

Total

Septiembre 1908

1,463

672

6,411

809

9,355

Febrero 1910

1,530

379

7,850

1,086

10,845

Marzo 1910

1,478

850

6,172

816

9,316

Abril 1910

1,504

692

7,030

1,063

10,289



Junio 1910

1,600

483

4,930

623

7,636



Julio 1910

1,688

564

4,746

443

7,441



Septiembre 1910

1,655

429

5,379

521

7,984

Marzo 1911

1432

598

4,316

517

6,863

Ingresos

– – –

– –

En el capítulo 2 ya hemos hecho notar que en este lapso hubo un periodo de aparente vacío de poder, del cual la Cámara de Comercio se hizo cargo. Una de las comisiones designadas para atender los asuntos públicos fue la encargada del suministro de carne. Sin embargo, debido a que “la clase menesterosa” consume poca carne, dicha comisión no prosiguió en sus intentos.

6

3. La industria de la carne

141



Junio 1911

1,586

513

3,739

435

6,273

Noviembre 1911

1,542

313

1,684

675

4,214

Marzo 1915









4,743

$5,160.52

Abril 1915









4,956

$5,595.75

Mayo 1915









2,660

$5,777.42

Junio 1915









6,478

$7,195.37

Julio 1915











$7,673.57

1,120

105

1,977

306

3,508



Abril 1919









2,310



Octubre 1919









3,923



Julio 1920









1,123

$2,413

Febrero 1919



Fuente: elaboración propia con datos del AHM, fondo: Monterrey contemporáneo, vol. 101, exp. 1915; ibíd., fondo: actas de cabildo, vol. 999, exps. 1908, 1910, 1911, 1919, 1921. No se localizaron datos para los espacios que aparecen en blanco.

En la Ciudad de México, según el estudio de Lopes, algunos estimados del número de sacriicios indican que alrededor de 1920 se sacriicaban diariamente de trescientas a cuatrocientas cabezas de bovino.7 En el caso de Monterrey, hemos encontrado reportes diarios que indican que a inicios de 1919 se sacriicaban alrededor de cuarenta cabezas de bovino, lo que signiicaría a grandes rasgos una décima parte de los sacriicios en la capital del país. Si ponemos estas cifras en relación con la población, estos datos indican que la disponibilidad de carne de res per cápita era bastante similar en ambas ciudades durante el periodo de mayor escasez.

7

Lopes, “Que se cumplan los sagrados...”, op. cit., pág. 2143.

142

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Además de una enorme pérdida de vidas, la Revolución mexicana provocó un éxodo del campo a la ciudad debido a las condiciones de inseguridad en las áreas rurales. A pesar de que la población de Nuevo León —y la de muchos estados— disminuyó casi un 8 por ciento entre el periodo de 1910 a 1921, el número de habitantes de su capital creció 12.67 por ciento en esos mismos años. Una de las consecuencias de estos movimientos poblacionales se hizo notar en los problemas para abastecer de alimentos a la creciente urbe, que durante la década de 1920 creció casi un 50 por ciento, hecho que sumado a la industrialización de la época inició el despegue demográico y urbano de los siguientes años. El fenómeno consistente en la despoblación del campo y el crecimiento de la demanda urbana de alimentos encerraban un problema fundamental: el éxodo rural implicaba también el abandono de los centros productivos que abastecían el consumo de los alimentos principales. La intervención de los gobiernos posrevolucionarios detuvo el abandono del campo y de hecho fomentó, no sin problemas, sus actividades productivas. En este fomento la agricultura jugó un papel fundamental, sin embargo, en lo que respecta a los productos de origen ganadero, como la carne y la leche, y la recuperación parece haber sido más bien lenta.

La década de 1920: el periodo de escasez La comparación de las cifras de consumo de carne del poririato con las de la década de 1920, y aún con las de la década revolucionaria son un fuerte indicador de la escasa producción ganadera y de las diicultades del abasto de carne durante este periodo. Los primeros años de la década que interesa en el presente apartado fueron quizás los más raquíticos, sobre todo el año de 1920, como ya hemos visto.

3. La industria de la carne

143

El abasto de carne enfrentaba serios problemas ante los cuales las autoridades locales tuvieron que tomar medidas urgentes, entre las que destacó la eliminación de algunos cobros intermedios que encarecían el ganado. Había ciertos factores que estaban fuera de sus manos, como la reactivación del mercado exportador de pieles obstaculizada por los altos aranceles, lo cual daba márgenes de rentabilidad más reducidos para el sacriicio de reses. Otro de los graves problemas era que en realidad había una notable escasez de animales para consumo público. Las altas exportaciones durante el decenio 1910 a 1920 y la coyuntura revolucionaria redujeron el hato considerablemente, por lo que una de las medidas adoptadas para paliar este fenómeno de escasez consistió en la importación de semovientes de los Estados Unidos. De hecho, los precios de la carne en Texas habían disminuido dramáticamente como consecuencia de la sobreproducción de ganado y la falta de mercados en el resto del país. Si bien la importación de ganado ino y de productos derivados no resultaba del todo extraña debido al escaso desarrollo tecnológico de la industria ganadera mexicana, el hecho de importar ganado para el consumo era algo que estaba fuera de lo común. En general, la disponibilidad de carne para consumo durante toda la década de 1920 fue bastante baja en relación con las cifras del poririato, como podemos apreciar en la comparación de la tabla 13. El ganado vacuno, principal especie de consumo, mantuvo niveles bajos de sacriicio durante toda la década; el caso del ganado caprino fue un poco más inestable: las cifras de 1925 a 1926 están muy por debajo de las de 1910 y más aún de las de 1909, pero el consumo aumentó en 1929, cuando hubo menos disponibilidad de ganado vacuno. Por otra parte, el consumo de ganado porcino mostró una recuperación constante, y aunque el ovino también tendió al aumento, su carne continuó siendo la menos consumida por la población.

144

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Tabla 13. Ganado sacriicado para consumo público en Nuevo León, 1909 a 1930. Cifras en cabezas.

Vacuno

1909

1910

1925-1926

1929

1930

34,823

22,688

21,172

19,391

23,042

Ovino

18,164

5,353

2,225

5,739

7,007

Caprino

165,508

93,219

63,069

83,092

66,592

Porcino

25,971

14,035

14,300

17,953

20,111

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1907-1910 y 1926. Secretaría de la Economía Nacional, La industria de la carne: abasto, distribución y consumo, Ciudad de México, Talleres Gráicos de la Nación, 1934, apéndice, cuadros IV-VI.

A partir de 1926, la región mostró signos de recuperación y continuó con la actividad exportadora a los Estados Unidos y hacia la Ciudad de México, pero esta recuperación en los mercados no pareció relejarse de la misma forma en los niveles de consumo de carne, o al menos no al mismo ritmo de la población de Monterrey. El censo ganadero de 1926 reportó un nivel de producción similar al de 1902, y es bastante probable que las existencias de ganado en 1930 fueran al menos similares al máximo alcanzado antes de la Revolución. La cantidad de ganado destinado al consumo parece no haber seguido la misma pauta, ya que a inales de esta década aún había niveles bajos de sacriicio en comparación al año de 1909 y similares al de 1910 —año de crisis—, con el agravante de que entre 1910 y 1930 la población de Monterrey había crecido 70 por ciento, lo que no hace mas que indicar que hubo una baja disponibilidad de carne per cápita.

3. La industria de la carne

145

La década de 1930: la recuperación del consumo local La crisis de 1929 y las medidas proteccionistas de 1930 contribuyeron en parte a crear un mercado interno más dinámico, ya que ante las restricciones de exportación a los Estados Unidos una gran parte del ganado mexicano se quedó en el país y buscó nuevos mercados, principalmente el de la Ciudad de México, cuyo crecimiento acelerado atrajo gran parte de la oferta de ganado vacuno. Para 1930, el Distrito Federal absorbía el 23.77 por ciento del total de carne de res en canal y en 1935 le correspondió el 25.96 por ciento de un consumo total que superó al de 1930 con 23.3 por ciento. Es decir, que durante el primer quinquenio de la década de 1930 la disponibilidad de ganado para consumo aumentó considerablemente, con la Ciudad de México como la principal receptora. Los estados con mayor población, como Veracruz, Jalisco, Michoacán y Guanajuato, que casi cuadruplicaban a la del D.F., apenas consumían un 84.4 por ciento del ganado vacuno demandado en la capital.8 Por otro lado, para el total de la república, el consumo de carne de res y de cerdo nunca había llegado a cifras tan elevadas como las de 1935, mientras que el consumo general de ganado ovicaprino tendió al descenso. Alrededor de la mitad del ganado consumido se registró en las 25 localidades más importantes de México. Nuevo León era el decimosexto estado con mayor población y el treceavo consumidor de carne de res. Monterrey estaba entre las cinco localidades con más alto consumo de carne y ya se perilaba como una de las ciudades más dinámicas, lo que hizo aumentar constantemente su demanda alimenticia en los siguientes años. Para mediados de la década de 1930 —véase tabla 14—, en términos absolutos, la ciudad de Monterrey era el tercer consumidor de carne de res, después de Guadalajara y la Ciudad de México; también era la quinta consumidora de 8

De la Peña, op. cit., pág. 175.

146

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

ganado porcino, y junto con Saltillo y Torreón registraba los más altos índices de consumo de ganado caprino después del Distrito Federal. El consumo de ganado lanar tendió a la baja durante un largo periodo; su demanda se mantuvo principalmente en el centro del país, mientras que en el norte aún era muy escasa. Tabla 14. Localidades con más ganado sacriicado para consumo público. Por especies y kilogramos, 1931 a 1935. 1931

Vacuno

Porcino

1933

1935

Ciudad

Kgs.

Ciudad

Kgs.

Ciudad

Kgs.

México

26,045,618

México

32,745,696

México

36,208,610

Guadalajara

4,829,044

Guadalajara

6,765,482

Guadalajara

3,840,445

Puebla

1,806,916

Monterrey

2,186,094

Monterrey

2,379,360

Monterrey

1,801,562

Tampico

2,045,914

Tampico

2,313,144

Tampico

1,917,414

Pachuca

1,832,962

Puebla

1,568,597

México

10,014,440

México

11,688,477

México

13,621,025

Guadalajara

2,019,019

Guadalajara

1,817,328

Guadalajara

2,186,435

Mérida

1,286,600

Mérida

1,034,420

Mérida

1,141,350

Puebla

923,712

Puebla

814,387

Puebla

927,767

553,300

Monterrey

581,175

Monterrey

817,705

León

3. La industria de la carne

Caprino

Lanar

147

México

936,200

México

1,182,250

México

904,458

Saltillo

439,121

Monterrey

297,329

Saltillo

362,120 241,232

Torreón

329,577

Saltillo

261,262

Monterrey

Monterrey

266,787

Torreón

183,118

Torreón

160,324

Tampico

159,799

León

104,481

Irapuato

144,459

México

1,556,938

México

1,293,408

México

1,172,255

Puebla

257,050

Puebla

181,920

Orizaba

121,920

San Luis Potosí

93,780

San Luis Potosí

65,624

Puebla

78,971

Pachuca

72,025

Guadalajara

63,011

Toluca

64,390

56,870

Durango

57,814

Toluca

56,422

Oaxaca

Fuente: De la Peña, Planeación del crédito ganadero, cuadros 26-28.

Para 1930, las tres ciudades más pobladas de la república eran la Ciudad de México con un millón 29 mil 68 habitantes; Guadalajara con 179 mil 556 y Monterrey con 132 mil 577. Si analizamos los datos de disponibilidad de carne en relación con el número de habitantes, llegaremos a la conclusión de que los índices de consumo per cápita para la ciudad de Monterrey eran sumamente bajos en relación con las otras dos urbes.

148

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

En la ilustración 16 podemos observar que en Monterrey la disponibilidad de carne de res por habitante era prácticamente la mitad de la de un habitante de la Ciudad de México o de Guadalajara, y la de cerdo representaba un tercio; en otras palabras, los habitantes de estas ciudades consumían el doble de carne de res y el triple de carne de cerdo que un regiomontano. Si bien el consumo de ganado caprino en Monterrey era relativamente superior al de las otras dos ciudades, en términos absolutos este consumo no representaba un gran porcentaje. Todo esto refuerza la idea de que más de una década después de inalizado el movimiento armado, la cantidad de carne que los regiomontanos consumían era sumamente baja aún. Ilustración 16. Consumo de carne per cápita en 1931 de las tres ciudades con mayor población. Por especies y en kilogramos. 30 25 20 15 10 5 0 México

Guadalajara Vacuno

Porcino

Caprino

Monterrey Lanar

Fuente: tabla 14 y censo de población de 1930.

Debido a la crisis vivida a inicios de la década de 1930, producto de la depresión mundial, las barreras arancelarias limitaron las exportaciones, lo que creó un exceso de oferta al interior del país que hizo disminuir el precio de la carne. Este fenómeno operó sobre todo en la Ciudad de México, donde había una fuerte competencia entre los ganaderos del norte de México y los del centro. Dicho de otro modo, en este periodo el consumo general de carne tendió al aumento gracias a la

3. La industria de la carne

149

disminución de su precio. Los precios al mayoreo de la carne de res en canal tendieron a la baja y alcanzaron su punto más bajo en 1933, año a partir del cual iniciaron su recuperación. En Monterrey tuvo lugar una acusada reducción de precios en 1933 debida a la reactivación del mercado exportador de cuero, que permitió vender la carne a precios más accesibles por los altos rendimientos del mismo. Como podemos apreciar en la ilustración 17, entre 1930 y 1938 puede notarse un incremento constante en el consumo de carne de res en Nuevo León, solamente atenuado en 1932.9 En términos generales, el consumo total de carne de todas las especies en el estado subió a más del doble entre 1930 y 1940, lo que causó el crecimiento a un promedio anual del 11.62 por ciento, mientras que la población estatal lo hizo a un 2.96 por ciento. Nuevamente la mayor disponibilidad de carne la constituía el ganado vacuno, y éste presentó también el mayor crecimiento en términos reales, al pasar de dos mil novecientas a cinco mil setecientas toneladas; el ganado caprino pasó de 805 toneladas a dos mil 189; el porcino de 836 a mil 548 y el lanar de 84 a 523. En 1940, las cifras totales de sacriicio de ganado para consumo llegaron por in al máximo alcanzado durante el poririato, pero el consumo per cápita seguía por debajo de éste. Mientras que en 1910 la disponibilidad de carne per cápita de todas las especies señaladas —vacuno, caprino, lanar y porcino— en Nuevo León fue de 26 kilogramos por año, en Monterrey era de 62 por año; en 1940 esta disponibilidad fue de 18 kilogramos para el estado y 29 para la ciudad. A pesar de estos datos, para atenuarlos debemos considerar algunos factores, como los ya mencionados sacriicios clandestinos, el consumo de carne procesada —cuyos animales no siempre se sacriicaban en los rastros públicos— y el aumento del consumo de carne de aves. 9

En este año, en el rastro de Monterrey se sacriicó un promedio mensual de mil

500 reses, diez mil 500 cabritos, mil 900 carneros y mil 250 cerdos, cifras similares

a las del periodo pre revolucionario, pero con las diferencias poblacionales que ya hemos señalado para la ciudad de Monterrey.

150

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

De todo lo anterior es posible sugerir cambios en los patrones de alimentación de la población, ya que la segunda mitad de la década de 1930 y los primeros años de la de 1940 fueron una época especialmente difícil para satisfacer las demandas alimenticias. El llamado “costo de la vida” aumentaba progresivamente debido al encarecimiento de los productos básicos, de los cuales la carne no fue la excepción. Una de las causas de este encarecimiento se atribuye a la especulación producida por el temor a la expropiación de tierras por el régimen cardenista, y por otro, a las políticas que implementaron el salario mínimo, que según los ganaderos encarecían los costos de producción.10 Pero la realidad de los siguientes años indica que mientras los salarios mínimos se mantuvieron estables nominalmente, su poder adquisitivo disminuía durante todo el periodo.

8,000 7,000 6,000 4,000 3,000 2,000 1,000 0

Bovino Caprino Porcino Lanar 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948

Toneladas

Ilustración 17. Consumo de carne en Nuevo León, 1929 a 1948. En toneladas y por especie.

Fuente: elaboración propia. Para los años de 1930 a 1935, De la Peña, op. cit., cuadros 23-25; Secretaría de la Economía Nacional, op. cit., apéndice, cuadros IV-VI. Para 1938 a 1946, AHENL, fondo: biblioteca, “Anuarios estadísticos de Nuevo León, I-VII, 1941-1946”. Para 1946 a 1947, AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, págs. 16-17. No disponemos de datos para los años de 1936 y 1937. 10

El Porvenir, 4 de octubre de 1936, pág. 7.

3. La industria de la carne

151

Esto se agravó por el hecho de que en este periodo hubo un resurgimiento en las exportaciones hacia Estados Unidos que provocó escasez y subida de precios en los mercados locales, como se expuso en el capítulo anterior. En cuanto a las otras especies para consumo, el caso del ganado porcino es bastante notable debido a su aumento sostenido, lo que quizás se deba a que puede ser criado domésticamente sin necesidad de grandes inversiones; aunque en 1940 los sacriicios de este ganado estaba todavía por debajo de los del ganado caprino, resulta curioso que en el siguiente quinquenio se mantuvieron por encima de los mismos. Las razones de esto último se deben, según parece, a las grandes cantidades de ganado caprino —se hablaba de cincuenta mil cabezas anuales, arriba de seiscientas toneladas— que fueron remitidas a la capital en esos años. La situación cambió de nuevo en 1946, cuando el ganado caprino tuvo un fuerte repunte y el consumo del resto de las especies descendió por lo expuesto a continuación.

La década de 1940: el impacto de la epidemia de iebre aftosa En 1946 la ganadería sufrió una de las crisis más fuertes después del periodo revolucionario: un brote de iebre aftosa. Aunque la epidemia no afectó a los estados del norte —ver ilustración 18—, el impacto de esta crisis sanitaria se presentó de diversas formas. Por un lado, las exportaciones a los Estados Unidos fueron restringidas; esto en teoría creaba un aumento de existencias para el consumo local, sin embargo, gran parte del ganado que permaneció en territorio mexicano tuvo que ser sacriicado y otro tanto puesto en cuarentena. A diferencia de la coyuntura de 1930, cuando la restricción de exportaciones creó un exceso de oferta, y por lo tanto una reducción de precios y un aumento tendencial del consumo, en esta ocasión la crisis de la industria cárnica

152

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

concentraba un problema intrínseco que amenazaba las existencias ganaderas. Ilustración 18. Límite del área limpia de iebre aftosa.

Fuente: http://www.anetif.org/pages/view/historia/page:3

En 1946 el sacriicio de reses y cerdos para consumo en Nuevo León alcanzó su nivel más alto. El primero había llegado casi a siete mil toneladas y el segundo superó las tres mil cuatrocientos, pero en 1947 tuvieron una dramática caída del 40 y 47 por ciento, respectivamente. A pesar de los fuertes descensos en el consumo de las especies antes mencionadas, el consumo de carne en números totales de todas las especies solo descendió un 21.20 por ciento. Esto se debió, como se aprecia claramente en la ilustración 17, a un fuerte aumento en el sacriicio de ganado caprino, que se quintuplicó al pasar de 535 a dos mil 610 toneladas. Es probable que el descenso en el consumo de ganado porcino se haya debido a la escasez de oferta ante la especulación provocada por la iebre aftosa, puesto que su precio se incrementó en la misma medida en la que descendió su consumo, como se aprecia en la ilustración 19. Pero aunque

3. La industria de la carne

153

la iebre aftosa puede afectar a todas las especies del ganado, el impacto más fuerte se hizo notar en las especies vacunas. La explicación del descenso en su número de sacriicios se complica si notamos que sus precios se mantuvieron estables, por lo que es complicado airmar que hubo escasez de ganado bovino, al igual que en el caso del porcino. Las hipótesis que más resultan factibles al respecto son: a) un posible cambio en la actitud de la población hacia el consumo, explicable por el temor de que la carne estuviera infectada; y b) un aumento en el consumo de carne procesada —en lata—, por considerarse más higiénica, a la vez que el sacriicio de los animales destinados a las procesadoras no siempre entraban en las estadísticas de los rastros, como ya hemos dicho.

Pesos

Ilustración 19. Evolución del precio de la carne en Nuevo León en pesos, 1940. Promedios anuales por especie, 1940 a 1948. 4 3.5 3 2.5 2 1.5 1 0.5 0

Vacuno Caprino Porcino Lanar

1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: biblioteca, “Nuevo León, 5 años de gobierno”, págs. 16-17.

El procesamiento de la carne fue la solución más importante implementada frente al problema de la iebre aftosa. En el siguiente apartado abordaremos brevemente el desarrollo de las industrias procesadoras de carne mediante dos casos representativos de la ciudad de Monterrey; ambos presentan

154

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

algunas condiciones comunes que facilitan su comparación y los hacen interesantes por sí mismos: a) se presentaron en periodos coyunturales de la industria de la carne, como los años de 1929 y 1947 por las crisis en la venta de carne fresca ya mencionadas; y b) en ambos casos se contó con apoyo por parte del Estado, cuyas políticas de fomento permitieron el desenvolvimiento de estas empresas.

La industriaLización de La carne como una opción de consumo: dos casos en La ciudad de monterrey El procesamiento de la carne comenzó en México desde inales del siglo XIX con las primeras empacadoras. A principios del siglo XX, los estadounidenses estaban convencidos de que el problema del suministro de carne en el principal mercado de la república, la Ciudad de México, se debía a la ausencia de procesadoras, y consideraban repetir en suelo mexicano la experiencia de su país.11 En 1906, el Gobierno mexicano otorgó autorización a L. H. de Friese para que la Mexican National Packing Company estableciera en el país casas de matanza de ganado y de conservación de carne. En octubre de ese año se montó la primera en Uruapan para aprovechar las atractivas posibilidades que presentaba el occidente de la zona centro del país. Al mismo tiempo, Friese obtuvo también franquicias para establecer “otra casa análoga” en Monterrey con una inversión mínima de doscientos mil pesos; para esto, el Gobierno de Nuevo León concedió la exención durante diez años de impuestos estatales y municipales a la inversión en ediicios y maquinaria, ya fuera para la empacadora, la fábrica de hielo, la matanza de ganado o cualquiera otra actividad relacionada; Luis Terrazas instaló una procesadora de carne en Chihuahua en 1898 y otra en Torreón en 1901; Lopes, op. cit., págs. 2133-2135.

11

3. La industria de la carne

155

al concesionario también se le otorgaron facultades para emitir bonos u obligaciones con garantía de la concesión. Dicha casa nunca fue establecida por motivos que desconocemos, y la concesión caducó en 1908.12 La empacadora norteamericana siguió operando en la Ciudad de México con el ganado enviado de Uruapan, pero en 1914 pasó al control del Gobierno y con ello, según Lopes, el proceso de industrialización de carne en la capital de la república fue prácticamente interrumpido.13 En un estudio de la industria de la carne realizado por la Secretaría de Economía Nacional en 1934, se decía que una empresa empacadora de carne debía realizar todas las actividades relacionadas, desde la adquisición del ganado y demás materias necesarias para la elaboración de sus productos, hasta la distribución de carne fresca, fría y toda clase de carne preparada; la misma empresa debería llevar a cabo la matanza de animales; debía también distribuir todos los productos a los mayoristas, a los detallistas y al consumidor, y fabricar también —si así lo deseaba— salsa de chile y demás conservas, pero simplemente como ramo accesorio. Por tanto, decía el informe, si así era una empresa empacadora de carne, “se llega a la conclusión de que en México no existe ninguna empresa de esta índole”. Pero si no existía en todo el sentido del vocablo este tipo de empacadora, sí había algunas empresas dedicadas al ramo de conservas de carne, frutas, legumbres, etcétera, y añadía el informe que las que más destacaban eran la Clemente Jacques y Cía., en el Distrito Federal, y la Compañía Empacadora de Productos Alimenticios, instalada en la ciudad de Monterrey.14

AHENL, fondo: concesiones, c. 21, exp. 6, y Cossío, op. cit., pág. 148. Lopes, op. cit., pág. 2136. 14 Secretaría de la Economía Nacional, op. cit., pág. 117. 12

13

156

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Compañía Empacadora de Productos Alimenticios, de Ambrosio Guajardo e hijos El 16 de febrero de 1924 se estableció en Monterrey una sociedad colectiva, formada por Ambrosio Guajardo y Ernesto Guajardo —padre e hijo— para llevar a cabo el comercio de abarrotes en general y fundar una empacadora denominada Compañía Empacadora de Productos Alimenticios, cuya marca principal de productos era la línea Búfalo.15 La empacadora instalada, de pequeña escala, obtuvo del Gobierno federal la patente correspondiente ese mismo año. Los productos de la compañía se consumían en Monterrey y cumplían con todas las normas de salubridad, e incluso habían sido llevados a algunas exposiciones de España por solicitud del Gobierno federal. Para la elaboración de sus productos, la compañía inició con un pequeño capital de cinco mil pesos, actividad que combinaban con el comercio de abarrotes. Para incrementar su inversión, Ambrosio Guajardo y sus hijos decidieron acogerse a las leyes de protección a la industria decretadas por el gobernador Aarón Sáenz en 1927. Con el argumento de que la industria podía ser considerada como “nueva” en el estado, se solicitó en enero de 1929 una exención de impuestos por veinte años y por el capital de 45 mil pesos para la ampliación de la fábrica empacadora, que debía estar terminada a los seis meses en caso de concederse la franquicia. El capital por invertir en esta planta alcanzaba un monto de cincuenta mil pesos entre la maquinaria, el local, las materias primas y reservas para el giro mercantil —ver tabla 15—. La maquinaria era el elemento más importante y representaba el 40 por ciento del costo total de la inversión. Las máquinas iban desde embutidoras, prensas y molinos hasta Toda la información para este caso, salvo que se indique lo contrario, fue obtenida del “Expediente relativo a la concesión otorgada al sr. Ernesto Guajardo sobre reducción de un 75 por ciento en el monto de los impuestos del Estado que debe causar la Planta Empacadora de Productos Alimenticios, situada en el municipio de Monterrey”, en AHENL, fondo: concesiones, c. 37, exp. 8.

15

3. La industria de la carne

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equipos de refrigeración; con ello la compañía pretendía elaborar una amplia variedad de productos, como carnes frías,16 carnes empacadas,17 además de algunas frutas envasadas, encurtidos, salsas y vinagres. Tabla 15. Capital por invertir de la Compañía Empacadora de Productos Alimenticios, en 1929. Concepto

Monto

Capital por concepto de maquinaria

$20,000

Capital para apropiación del local

$5,000

Capital para materias primas, envases de vidrio, hojalata, empaques, etcétera.

$10,000

Capital destinado a reservas del giro mercantil

$15,000

Total

$50,000

Fuente: elaboración propia con datos de AHENL, fondo: concesiones, c. 37.

En abril de 1929, el entonces gobernador interino Plutarco Elías Calles jr. aprobó la reducción de un 75 por ciento en el monto de los impuestos que debía causar la compañía durante quince años a partir de que iniciara la producción, lo cual debería ocurrir a más tardar el 30 de julio de ese mismo año, ya que la concesión había sido solicitada en enero. Los Guajardo argumentaron que ello era prácticamente imposible, debido a que si bien una parte de la maquinaria iba a ser traída desde Estados Unidos, la otra llegaría desde Alemania, por lo que los tiempos de traslado e instalación imposibilitarían esa tarea. Jamones, tocinos, adobados, carne seca de res, chorizo, mortadela, morcilla, pastel de hígado, salchichas, salchichón, salchichón de hígado y queso de cerdo. Estos productos no necesariamente se distribuían empacados en la época. 17 Chorizo, carne seca de res, asado, menudo, pollo, cabrito, moles, chorizo con frijoles, jamón endiablado, pastel de hígado, salchichas, morcilla, entre algunos otros productos encurtidos, como patas y cueros de cerdo.

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Por otro lado, la ampliación de la planta requería la construcción de un área de degüello propia “fuera de la ciudad, sin perjuicio del vecindario”, para surtirla de materia prima. Debido a que los productos de la procesadora, en lo referente a productos cárnicos, eran solamente productos elaborados y bajo ningún concepto carnes frescas, la solicitud de la compañía estimaba que los animales sacriicados para la fábrica no debían causar el impuesto al degüello. Pero la concesión no especiicaba nada al respecto. Cuando el Ayuntamiento de Monterrey se dio cuenta de la solicitud de no pagar el impuesto al degüello, más de un funcionario mostró su inconformidad. Después de que el cabildo regiomontano discutió estos hechos, se acordó que el asunto pasara al primer comisionado de hacienda, el regidor Alberto Curiel, quien determinó que no había motivos para hacer la exención, pues las contribuciones al degüello incluían además la inspección sanitaria para impedir el sacriicio de animales enfermos. El hecho de tener que pagar los altos impuestos para el degüello en el municipio de Monterrey parecía no hacer redituables las inversiones de los Guajardo. Al momento de hacer la solicitud, en enero de 1929, habían incluido una copia de una exención similar hecha por Gobierno de Coahuila a la Sociedad Mercantil Alanís Hermanos para construir y equipar una fábrica empacadora de carne en la ciudad de Saltillo. La empacadora de los Alanís, como otras de la república, estaban exentas de pagar el impuesto al degüello, de tal forma que si no se le hacía la misma concesión a la compañía regiomontana estaría virtualmente imposibilitada para competir en precio ni siquiera en la misma ciudad de Monterrey. De ser así, la compañía rechazaba la franquicia otorgada para la exención de impuestos. Aún con el Ayuntamiento de Monterrey en contra, el gobernador decidió que todo sacriicio no destinado a la venta de carne fresca no reportaría el impuesto municipal sobre degüellos.

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Con todos estos problemas encima, a la compañía decidió dársele una prórroga hasta diciembre de 1929. El contratiempo de la instalación se debía a que la planta refrigeradora encargada a Estados Unidos y un equipo para hacer envases procedente de Alemania no habían llegado a su destino. Guadalupe Elizondo y Rafael Treviño, agentes exclusivos de Delco Luz y Frigidaire, subsidiaria de la General Motors, de Dayton, Ohio, se comprometieron a poner en funcionamiento la planta refrigeradora para inales de febrero y se disculparon por la demora, por lo que les fue concedida otra prórroga hasta esa fecha. El 27 de febrero de 1930, la fábrica productora de alimentos marca Búfalo tenía ya instalada la maquinaria y estaba en plena producción. La inversión inal ascendió inalmente a 54 mil 230 pesos, y el equipo de refrigeración fue el de más alto costo. La cámara refrigeradora, la máquina Frigidaire y los cuartos refrigeradores con tres máquinas y ocho bobinas de enfriamiento sumaron un gasto de poco más de once mil pesos,18 es decir, el 20 por ciento de la inversión total. El área de degüello donde se sacriicarían los animales para abastecer a la empacadora se instaló en San Nicolás de los Garza —municipio aledaño al norte de Monterrey—. Con la nueva maquinaria, la variedad de productos puestos a disposición de los consumidores podía ser mayor. La res, por ejemplo, procuraba ser utilizada sin desperdicio: con la carne se preparaba principalmente carne seca con un procedimiento especial y después se empacaba en cajas de medio kilo; con el hígado se preparaba pasta; de la sangre se hacía morcilla; con los recortes de la carne fresca se hacía salchichón y mortadela, y el hueso era molido para alimentación de las gallinas. Pero los años de la crisis parecían tener a las nuevas autoridades ávidas de recursos. En cuanto una nueva administración Como punto de referencia podemos citar que un auto nuevo de la marca Chevrolet adquirido por la compañía como camión repartidor tenía un precio de dos mil 275 pesos.

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municipal arribó a la ciudad de Monterrey en 1931, detectó a la empacadora como una oportunidad de obtener ingresos. La nueva administración retomó sus esfuerzos de hacer efectivo el cobro por los sacriicios, y su insistencia fue tal que llegó a paralizar prácticamente a toda la compañía por un tiempo, hasta que de nuevo se resolvió el conlicto. En febrero de 1933, con el propósito de ampliar el potencial económico se acordó dar otra forma de organización, para lo cual la Sociedad fue liquidada legalmente. Los activos y pasivos de la misma, así como los derechos de propiedad industrial de los productos elaborados, máquinas, útiles y demás instalaciones existentes fueron transferidos a la nueva sociedad anónima, ahora representada por Apolonio Guajardo bajo el nombre de Empacadora Búfalo, Sociedad Anónima, organizada por Federico T. de Lachica, Víctor de Lachica, Ernesto Guajardo y el citado Apolonio. Dicha sociedad seguiría en la ciudad de Monterrey, pero con derecho a establecer consejos consultivos, sucursales, agencias y oicinas en otros lugares del país o el extranjero. La duración de la sociedad se ijó en cincuenta años a partir del 1 de enero de 1933, y el capital social ascendía al doble del anterior, es decir, a cien mil pesos. En febrero de ese año la fábrica se encontraba en plena producción y sus productos eran comercializados en toda la república y en el extranjero. La exención de impuestos venció inalmente en 1945.19 Al año siguiente tuvo lugar en el país una grave epidemia de iebre aftosa que afectó al ganado mexicano. Aunque el ganado de los estados del norte del país no fue afectado por dicha enfermedad, en los Estados Unidos se impidió el paso a las importaciones de ganado vivo desde México, lo que afectó la dinámica económica de la ganadería. En este sentido, una de las soluciones a este problema fue la creación de empacadoras de tipo inspección federal —T.I.F.— establecidas en el norte de la república para exportar carne enlatada. 19

En 1993 la marca fue adquirida por el Grupo Herdez.

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Una de estas empacadoras, la Empacadora Treviño, fue establecida en Monterrey. La Empacadora Treviño A raíz del cierre de la frontera, a inicios de 1947, el inventario calculado de existencias en todo el norte de la república arrojaba un monto de 5.1 millones de cabezas. Debido a que la actividad de los rastros regionales y las partidas enviadas a otras partes de la república absorbían solamente unas 410 mil cabezas anuales, muy pronto empezaron a recargarse los potreros, y por ello resultó fundamental el establecimiento de empacadoras de carne de res.20 Por ello, en ese año comenzaron a establecerse empacadoras en lugares estratégicos: fronteras —Nuevo Laredo—, puertos de exportación —Guaymas—, centros ganaderos —Casas Grandes, Camargo, Cananea, etcétera—, y poblaciones con facilidades industriales — Torreón y Monterrey. El establecimiento de estas empacadoras contó con el apoyo de las autoridades federales y estatales. En Nuevo León, el gobernador del estado, Arturo B. de la Garza, trató de estimular las inversiones de la iniciativa privada a in de apoyar la campaña nacional de recuperación económica, por lo que pidió además todo el apoyo a la UGRNL para impulsar el proyecto de la empacadora.21 De igual forma, el gobernador ofreció auxiliar a la organización que se formara y cubriría un interés anual del 6 por ciento anual de la inversión en caso de no haber utilidades durante cinco años. Luego pidió al Gobierno federal que aportara un 50 por ciento del subsidio que había ofrecido a los ganaderos.22 En 1947 se acordó un crédito con el presidente Miguel Alemán por dos millones de pesos para la instalación de una Echeverría, op. cit., págs. 121-123. AHENL, fondo: agricultura y ganadería, c. 9, Monterrey, N.L., 24 de abril de 1947, oicio del gobernador de Nuevo León a la UGRNL. 22 Ibíd., 28 de abril de 1947, oicio del gobernador de Nuevo León a Nazario S. Ortiz 20

21

Garza, secretario de Agricultura y Ganadería.

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planta empacadora de carne o conservadora de productos pecuarios. Por otra parte, el Banco Regional del Norte había ofrecido también un préstamo por otros dos millones para beneiciar productos ganaderos.23 Gracias a estos esfuerzos se estableció en abril de 1947 la Empacadora Treviño, S.A., con un capital de quinientos mil pesos, de los cuales doscientos mil —el 40 por ciento— fueron destinados a la adquisición de maquinaria. Al siguiente año se pretendió aumentar su capital a un millón de pesos. La empacadora contaba con un contrato de suministro de carne enlatada a la Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos y produjo en 1947 treinta mil libras diarias, por las cuales sacriicaban entre cien y 120 reses al día provenientes de Nuevo León, Durango, Coahuila y Tamaulipas. La negociación con la Secretaría de Agricultura de Estados Unidos era por nueve millones seiscientas mil libras, con oportunidad de continuar el contrato varios años más si ofrecía buenos precios. Como parte de la negociación, se celebró además un contrato de supervisión con una empacadora americana, la Consolidated Canning Co., Inc., de Flushing, N.Y., responsable de que los productos de la Empacadora Treviño fueran aceptados. Esta negociación, a su vez, era subsidiaria de la Compañía Mantequera Monterrey, S.A., cuyo activo ascendía a más de cinco millones de pesos. La capacidad de producción del equipo instalado era de sesenta mil libras —el doble de lo producido—, pero para aprovecharla se requería acondicionar los sistemas de refrigeración y otras instalaciones. La producción de las sesenta mil libras de carne requeriría además el sacriicio de alrededor de 250 reses al día, y los ingresos mensuales que con la exportación de ese producto se obtuvieran llegarían a 450 mil dólares mensuales, según sus propias estimaciones.24

Ibíd., 19 de mayo de 1947, oicio del gobernador de Nuevo León a Ramón Beteta, secretario de Hacienda y Crédito Público. 24 Ibíd., memorándum, [s.f.].

23

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Para ello, el gobernador interpuso su aval ante Nacional Financiera S.A. —Nainsa— para obtener un crédito por un millón de pesos. Argumentó la absoluta solvencia moral y económica de los organizadores de la nueva negociación, y su disposición a garantizar con toda amplitud y a pagar en un plazo de cinco años con un razonable interés.25 Además de solicitarlo a Nainsa, el gobernador cabildeó con el subsecretario de Ganadería, Óscar Flores, para que apoyara su solicitud y se concediera el crédito. Argumentó que estas inversiones ayudarían a solucionar el problema que había traído consigo la iebre aftosa y le pedía que interpusiera oicios ante el licenciado Antonio Carrillo Flores, el director de la inanciera, para resolver favorablemente el crédito.26 Para 1950, las inversiones realizadas en todas las empacadoras T.I.F. ascendían a cien millones de pesos, según cálculos del ingeniero Alanís Patiño.27 En este sentido, el papel que desarrolló el Gobierno del estado como mediador entre el Gobierno federal y los particulares fue fundamental para la otorgación de los créditos. La importancia para el Estado de mantener una empacadora de este tipo radicaba en que ésta podía absorber el ganado que ante la imposibilidad de ser exportado perecería en sequías o por falta de alimentos. En otras palabras, la empacadora volvía más eiciente la actividad ganadera al reducir sus riesgos y al ampliar sus posibilidades de comercialización. Para lograrlo, el incremento constante de la inversión en estas empacadoras fue un elemento fundamental para su supervivencia, aunque sin la intermediación del Estado no hubiera sido posible. Su desarrollo posterior escapa a nuestro periodo de estudio, pero bastará añadir que la Empacadora Treviño y otras T.I.F. que surgieron en esta coyuntura continúan en operaciones hasta la fecha. Ibíd., 13 de mayo de 1948, oicio a Nacional Financiera, S.A., del gobernador del estado de Nuevo León. 26 Ibíd., oicio del gobernador del estado de Nuevo León a Óscar Flores, subsecretario de Ganadería. 27 Echeverría, op. cit., pág. 121. 25

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En síntesis, podemos añadir que hacia inales de la década de 1940, la industrialización de la carne impulsada tanto por el Estado como por ganaderos particulares fue una solución para hacer más eiciente la producción ganadera regional. Esto se debió a que las empacadoras, gracias a su desarrollo tecnológico, podían absorber gran parte del ganado que ya no podía ser alimentado en los pastizales regionales para evitar el sobrepastoreo, y sobre todo, a que permitió dar salida al ganado que ya podía ser exportado a los Estados Unidos. Como hemos visto, tanto en la distribución de carne fresca y procesada existieron una serie de intereses que entraron en conlicto con frecuencia. Los actores e intereses en torno al sistema de distribución cárnica serán tratados a continuación con el in de observar las políticas de abasto de carne y sus implicaciones sobre el proceso económico de la ganadería.

La poLítica deL abasto de carne: ganaderos, comerciantes y hacienda púbLica El sistema de distribución de carne no varió mucho desde el poririato hasta ya entrada la década de 1940. En la capital nuevoleonesa, como en otras localidades de similar importancia en la república,28 la distribución funcionaba de la siguiente forma: Los llamados introductores, bajo licencia del municipio, salían a los municipios cercanos o a otros estados a comprar ganado a los productores, y lo arreaban en hatajos hasta la ciudad, donde era sacriicado en el rastro municipal administrado por el ayuntamiento o dado en concesión a algún particular. El ganado se arreaba por los “caminos Condiciones similares han sido descritas para el abasto de la ciudad de Guadalajara en Ascencio Franco, Los mercaderes de la carne; causalidad estructural de la economía y relaciones personales en el mercado capitalista: el abasto de carne a Guadalajara, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1992, pág. 32.

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vecinales” o “caminos reales”, en los cuales había estaciones para dar servicio a las diligencias y el ganado podía abrevar y pasar la noche.29 Las labores de introducción de ganado solían complicarse por lo sinuoso de los caminos y por el abigeo, pero el transporte por tierra aún era el preferido por los introductores para evitar el pago de letes de ferrocarril. La incipiente introducción del transporte motorizado comenzó aproximadamente en 1945, cuando ya existía un importante desarrollo carretero. Una vez en el rastro, donde debía pagarse una cuota para llevar a cabo el sacriicio, la carne era puesta a disposición de los detallistas, tablajeros o carniceros que compraban la carne y la llevaban a sus expendios —véase la ilustración 20—. Cuando las condiciones climatológicas eran complicadas, la introducción de ganado se limitaba a los potreros cercanos, o incluso se prefería llevar ganado desde Estados Unidos a Monterrey por ferrocarril, pero las complicaciones para importarlo no siempre hacían rentable el negocio.30

Bonifacio Salinas Leal y comitiva afuera del rastro municipal, ca. 1940 De la Garza, op. cit., pág. 372. En la Ciudad de México, donde la demanda era más grande, operaban mayoristas para distribuir la carne entre los rastros y los carniceros. En Monterrey los mayoristas comenzaron a operar paulatinamente conforme las condiciones del mercado lo requerían, pero regularmente la conexión entre los detallistas y el rastro era directa.

29 30

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Ilustración 20. Sistema de distribución de carne de la ciudad de Monterrey.

Productor

Introductor

Rastro municipal

Detallista

Consumidor

Fuente: Jesús Ramones Saldaña, “La ganadería en el estado de Nuevo León (un análisis regional)”, tesis de licenciatura en Economía, Monterrey, N.L., UANL, 1967, pág. 105.

En el resto de las municipalidades el sistema era más sencillo, puesto que regularmente no existían intermediarios. Debido a que en la mayoría de los casos no había necesidad de llevar ganado de otras latitudes para satisfacer la demanda, por lo regular los carniceros compraban directamente el ganado a los productores y lo sacriicaban en rastros locales. Los ingresos obtenidos en los rastros eran fundamentales para la supervivencia de la hacienda municipal. En este sentido, la importancia de satisfacer la demanda de carne radicaba en que el consumo inanciaba buena parte de los gastos gubernamentales por medio de los impuestos al degüello. Debido a que el rastro se convirtió en una gran oportunidad de negocio, el abuso sobre estos impuestos podía inhibir el consumo debido a sus altas tarifas, sobre todo si era cedido a un particular para su administración. Si el Gobierno aumentaba los impuestos alguien debía asumir los costos, ya fuera el productor, los comerciantes o los consumidores. A la inversa, si el Gobierno disminuía sus tarifas, la tensión se originaba entre el resto de los actores. En otras palabras, el sistema de distribución de la carne conjugaba los intereses de todos ellos, y sus alianzas y enfrentamientos organizados en torno a las políticas de abasto fueron parte fundamental de la forma en que funcionaba el sistema de distribución de la carne.

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El Ayuntamiento de Monterrey, los trajinantes de carne y los concesionarios del rastro Desde inales del siglo XIX los municipios perdieron cada vez más participación en la vida política y económica, y su papel se limitó al punto de ser meros administradores de la vida pública. Una de las consecuencias de este cambio fue una hacienda municipal mermada, con recursos cada vez más limitados para su subsistencia. En este contexto, encontramos que uno de los principales sustentos para algunos municipios eran los impuestos cobrados por el degüello de animales. La mayoría de los municipios contaba con un rastro propio, y en ocasiones se concesionaba a algún particular. Los impuestos al degüello cobrados en los rastros tuvieron como principal beneiciario al municipio, aunque en ocasiones también se beneiciaban de las contribuciones estatales o federales. Con los recursos obtenidos por este impuesto, los municipios podían solventar una buena parte de sus gastos y destinar los ingresos restantes a mejoras, como pavimentación o alumbrado público, por lo que este impuesto constituyó una de las fuentes principales de inanciamiento. Pero las mismas razones provocaban a su vez que estos impuestos volvieran a los rastros un negocio bastante rentable y susceptible a todo tipo de intereses. Las denuncias sobre corrupción y malos manejos administrativos eran frecuentes y no ocurrían solo en el municipio de Monterrey, sino en otros municipios cuyos rastros eran bastante pequeños, por lo que resultaron afectados productores, comerciantes y consumidores.31 Los ingresos Algunos tablajeros de Montemorelos acusaron al juez del estado civil de ese municipio —cuñado del alcalde primero— de hacerse cargo indebidamente del ramo de degüellos. La queja estribaba en que “nos cobra por sacriicar una res una cantidad de diez pesos”, un peso por ganado menor y además de otros cobros que constituían un exceso para una plaza como Montemorelos. De esta suerte, decían, “es imposible obtener utilidades que nos permitan siquiera vivir, pues si llegamos a aumentar el precio de la carne, el pueblo no la compra”; El Porvenir, 16 de julio de 1922, pág. 5. 31

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difícilmente eran reinvertidos para mejorar las condiciones de los establecimientos debido a los altos costos que esto implicaba, ya que además debían solventarse los pagos a los empleados. Éstas eran algunas de las situaciones por las que en ocasiones los rastros eran cedidos a particulares a cambio de cubrir un alquiler ijo que quitara a la administración municipal las complicaciones de sustentar el ramo de degüellos, y que se comprometieran también a invertir en las mejoras de las que no podía hacerse cargo el mismo municipio. Los comerciantes de carne no parecían ver esta vía como una solución. En 1921, ante las propuestas de particulares para comprar el ramo de degüellos de la ciudad de Monterrey, la administración municipal pareció complacerse con la idea de ahorrarse las erogaciones por concepto de sueldos, y de controlar los fraudes y evasiones de pago que eran comunes bajo la burocracia municipal.32 No obstante, los trajinantes de carne mostraron su oposición ante la venta de dicho ramo y advirtieron los inconvenientes de rematarlo, y con tal de que no se hiciese ofrecieron pagar una cuota extra al Gobierno. Si la administración municipal estaba preocupada por la captación de recursos, los trajinantes estaban dispuestos a ampliar sus erogaciones antes que el remate pudiera derivarse en un monopolio que afectara sus intereses. La propuesta consistió en donar cincuenta centavos por cabeza de ganado mayor, veinte por cabeza de ganado porcino y cinco por cabeza de ganado caprino con el objetivo de que el monto fuera destinado al ramo de la instrucción. La propuesta fue debatida y las opiniones encontradas.33 Finalmente, la petición de los trajinantes fue concedida y se hicieron dichos donativos para la reediicación y construcción de ediicios escolares, que conforme a los ingresos por sacriicios de aquel entonces rondaban los quinientos pesos mensuales.34 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp. 1921, f. 4. Ibíd., f. 5. 34 Ibíd., f. 10. 32

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Sin embargo, el negocio del rastro daba tan buen rendimiento, que a los pocos meses35 Claudio Elizondo, un comerciante de la ciudad, hizo una oferta más atractiva, y además de hacerse cargo de todo lo correspondiente al ramo ofreció seguir aportando el mismo donativo que ya hacía el grupo de trajinantes, por lo que inalmente el ramo le fue concesionado por un año.36 Las tensiones derivadas de estos hechos no se hicieron esperar. El presidente de la Unión Mutua de Trajinantes en el ramo de carnes acusó al concesionario de facultar a diversas personas para que sacriicaran ganado en sus casas y que incluso él mismo sacriicaba ganado “por su cuenta y a comisión”. Los trajinantes pedían reconsiderar la concesión y ofrecían pagar lo correspondiente al degüello de los animales sacriicados y dar el doble del donativo que daban anteriormente.37 Al poco tiempo las quejas continuaron, y varios trajinantes volvieron a solicitar la rescisión del contrato de Elizondo, le acusaron de extorsión y de no querer rebajarles el 25 por ciento de contribución federal decretado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Publico.38 Elizondo negó estos hechos y una comisión se encargó de llevar el caso.39 La resolución inal dictaminó que la primera acusación era justiicada y debían infraccionarse todos los sacriicios de ganado fuera del rastro, que Elizondo debía evitar en adelante estos actos de los que se le haría responsable y se ratiicó el donativo que debía hacer para la instrucción pública, pero no se encontraron argumentos para retirar la concesión.40 Elizondo, quien también poseía establecimientos para expender carne, debió haberse visto bastante beneiciado con una concesión que le hacía el negocio redondo. Por un 35 36 37 38 39 40

Ibíd., f. 18. Ibíd., f. 24. Ibíd., f. 31. Ibíd., exp. 1922, f. 3. Ibíd., f. 4. Ibíd., f. 5.

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lado, cobraba tarifas altas por el sacriicio, por lo que los expendedores no podían disminuir sus precios de venta, y es bastante probable que él mismo exentara de estos pagos la carne vendida en sus establecimientos; por otro lado, si introductores o expendedores querían evadir los pagos del rastro también les cobraba una cuota para su comisión personal. En otras palabras, dentro y fuera de la legalidad el concesionario del rastro obtuvo beneicios para sí mismo y para sus expendios de carne. El temor de que cualquier concesionario actuara de esa forma hacía que la mayor parte de los introductores y expendedores solicitaran que el ramo fuera manejado por el Ayuntamiento. Como podemos observar, la corrupción y la evasión iscal no eran exclusivas de la burocracia municipal, sino que dicha corrupción podía incluso aumentar con un concesionario particular que procuraba sus propios intereses y buscaba de cualquier forma afectar a sus competidores, que dependían forzosamente de sus servicios. Casi a punto de inalizar su concesión, Elizondo solicitó permiso para construir una planta de refrigeración en el rastro de la ciudad con objeto de que la carne lanzada al mercado “llene las debidas condiciones de higiene”. Como en dicha instalación gastaría una suma no menor a diez mil pesos, pidió una concesión para explotarla por el término de veinte años.41 Al parecer esta concesión no fue otorgada, pues inmediatamente el Ayuntamiento puso a discusión el hecho de si se debía o no renovar el contrato,42 por lo que se llegó a la conclusión de que “no debía ser rematado dicho ramo, en virtud que durante los cortos días que tiene de administrarlo el Municipio ha habido un aumento en sus rendimientos de sesenta y siete pesos diarios”.43 Como hemos visto, los comerciantes de carne procuraban una buena relación con el Ayuntamiento para que 41 42 43

Ibíd., f. 18. Ibíd., f. 20. Ibíd., f. 21.

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protegiera sus intereses, y en este sentido su unión era fundamental. Así como en Monterrey los trajinantes estuvieron dispuestos a hacer donativos para la instrucción pública, también encontramos casos similares fuera de la capital del estado. Baste como ejemplo el municipio de General Terán, donde los tablajeros “que expendían toda clase de carnes en el mercado de esa villa” acordaron pagar al erario municipal una mensualidad de 10 centavos por casilla, “en vista de que nos han hecho presentes las precarias circunstancias por que atraviesa el municipio”, y “que los deseos del Ayuntamiento son dedicar estos productos al actual alumbrado público que ministra la Compañía de Luz y Fuerza Motriz de esta propia villa”. El hecho que algunos tablajeros se negaran a pagar dicho impuesto debido a que sacriicaban sus semovientes en su propia casa, daba margen a la disminución de ventas del resto y afectaba los ingresos municipales, por lo que los tablajeros recurrieron al gobernador para que instara a que todo aquel dedicado al negocio de la carne lo hiciera dentro del mercado, “porque hemos visto que reporta gran utilidad al público en general”.44 De estos hechos podemos derivar que a los gobiernos municipales no les convenía que se monopolizara el ramo de carne, puesto que aumentarían los precios, disminuiría el consumo y por lo tanto, los ingresos iscales. Pero el juego de intereses iba más allá de esta lógica. En 1924, el Ayuntamiento de Monterrey tomó de nuevo la decisión de vender el ramo de degüellos a un particular y cobrar al concesionario un monto ijo al día.45 Esta vez el beneiciado de la concesión —la cual ni siquiera se puso previamente a remate— fue Pedro García, hermano del diputado Ruperto García, a cambio de pagar trescientos pesos diarios al municipio. Dicha concesión se tornó de nuevo en una controversia, debido a que se consideraba que: AHENL, fondo: industria y comercio, c. 3, General Terán, N.L., 31 de diciembre de 1923, oicio de tablajeros de General Terán al gobernador del estado. 45 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp. 1924, f. 5. 44

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“El remate del ramo de degüellos es una operación sencillamente ruinosa para el erario municipal”, ya que el derecho de degüellos era uno de los ingresos más fuertes y seguros para la administración, y “de doce a quince mil pesos que percibía mensualmente percibirá ahora solo nueve mil”46 La Cámara Nacional de Comercio, Industria y Minería de Nuevo León elaboró un informe que presentó a las autoridades municipales y estatales para darles cuenta “de lo ruinoso que resulta para el municipio de Monterrey el contrato que se ha celebrado con un particular vendiéndole el ramo de degüello”. En una relación estadística elaborada por la misma Cámara se estimaba que en un año el concesionario obtendría una utilidad de 81 mil 673.44 pesos, traducida en una pérdida efectiva de 59 mil 415.72 para el municipio, cinco mil 491.57 de pavimentación y dieciséis mil 316.15 pesos para la federación.47 La presión de la Cámara, que utilizó además al periódico El Porvenir como uno de sus instrumentos de coacción, hizo que las autoridades reconocieran su “error” y declararan que la Cámara tenía “mucha razón”.48 El Concejo municipal propuso una comisión para estudiar el tema y pidió a la Cámara que nombrara un representante.49 La cantidad de datos y estadísticas formuladas para indicar que el Concejo había incurrido en un error fueron tan variadas que incluso se llegó a decir que bajo las condiciones inicialmente pactadas el concesionario del rastro ganaría más que el presidente de la república.50 En poco tiempo ya había un compromiso tácito por parte del Ayuntamiento para que por lo menos se pagaran dos mil pesos mensuales más por la concesión.51 46 47

El Porvenir, 16 de enero de 1924, pág. 4. AHENL, fondo: industria y comercio, c. 3, Monterrey, N.L., 14 de enero de 1924, oicio

de la Cámara Nacional de Comercio, Industria y Minería al gobernador del estado. 48 El Porvenir, 22 de enero de 1924, pág. 5. 49 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp., 1924, f. 8, y El Porvenir, 29 de enero de 1924, pág. 5. 50 El Porvenir, 8 de febrero de 1924, pág. 5. 51 Ibíd., 10 de febrero de 1924, pág. 5.

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No obstante lo anterior, la Comisión y el Concejo no pudieron llegar a ningún acuerdo,52 y las quejas hacia el nuevo concesionario del rastro no pararon, una de las cuales estribaba en el aumento de los costos al degüello. Según la Ley de hacienda municipal, las tarifas de cobro por degüello eran de ocho pesos por cabeza de ganado bovino, 2.50 por una de porcino y 0.75 centavos por una de caprino. Sin embargo, el contrato celebrado con Pedro García permitía el cobro de 11.25, 3.45 y 1.03 pesos, respectivamente, y se acusaba a dicho contratista de cobrar precios aún más altos.53 Los introductores se unieron a las protestas y la presión continuó, pero no lograron mucho. Finalmente, el mal estado de las inanzas públicas del municipio de Monterrey ejercería la presión más grande para retirar la concesión. En las actas de cabildo podemos observar que en junio de ese año las discusiones continuaban y no podía llegarse a ningún acuerdo.54 En agosto, una comisión de economía del Ayuntamiento se encargó de hacer ajustes inancieros, y propusieron la supresión y recorte de sueldos de funcionarios públicos para intentar reducir el costo de la burocracia, y entre otras medidas para sanear las arcas regiomontanas propusieron la supresión de las concesiones al degüello y al ramo de leches. Algunos miembros del Concejo se opusieron, debido a que eso implicaba pasar por encima de los contratos, pero la mayoría estuvo de acuerdo.55 La administración del ramo de degüellos y otras concesiones de ramos públicos fueron inalmente puestas de nuevo bajo administración del municipio en octubre de 1924, es decir, diez meses después de haber sido dadas en concesión.56 El primer día que el municipio operó el rastro nuevamente obtuvo aproximadamente, “en un día malo”, seiscientos pesos, 52 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp. 1924, f. 9. 53 El Porvenir, 13 de febrero de 1924, pág. 4. 54 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp. 1924, f. 29. 55 Ibíd., f. 34. 56 Ibíd., f. 41.

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es decir, el doble de lo se cobraba de comisión a García. Uno de los motivos principales para haber retirado dicha concesión se fundaba en una falta de cumplimiento en los pagos, aunque el concesionario optó por pedir un amparo.57 El retiro de la “concesión degolladora de los fondos públicos”58 logró atenuar un poco las debilitadas inanzas municipales, sin embargo, parecía ser un poco tarde, ya que se perdieron valiosos recursos a lo largo de casi un año. En 1926, José María Guerra, otro importante comerciante de la ciudad, hizo un ofrecimiento al Ayuntamiento de Monterrey para comprar el ramo de degüellos, tanto de esa ciudad como de otras. La oferta hecha al cabildo se comprometió al pago de ciento veinte mil pesos por el término de un año, además de las contribuciones federales y adicionales, y proponía además una serie de mejoras que se harían al rastro, entre ellas el establecimiento del drenaje y la mejora de básculas y corrales,59 pero esta ocasión la solicitud se desechó por improcedente.60 Los ganaderos y los ayuntamientos Si bien los comerciantes pudieron desarrollar mecanismos para defender sus intereses, los productores también tuvieron que movilizarse cuando resintieron los efectos de los altos impuestos. Los costos de transacción no recaían totalmente sobre los consumidores y los comerciantes de carne, sino también sobre los ganaderos, lo que deprimió la actividad productiva. Además de los de degüello, otro tipo de impuestos —como los cobros de piso— dejaban muy pocas utilidades para los ganaderos, y por lo tanto, no estimulaban El Porvenir, 31 de octubre de 1924, págs. 1 y 4. Ibíd., 1 de noviembre de 1924, pág. 11. 59 AHENL, fondo: industria y comercio, c. 3, Monterrey, N.L., 4 de mayo de 1926, oicio de José María Guerra al gobernador del estado. 60 AHM, fondo: Monterrey contemporáneo y actas de cabildo, vol. 999, exp. 1926, f. 12. 57

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la producción.61 Como era difícil subir los precios de la carne debido a que la población no podría comprarla, todo parece indicar que algunos de los más perjudicados por el alza de impuestos fueron los propios ganaderos, quienes tuvieron que abaratar el ganado. Cuando la situación era crítica y la rentabilidad de la actividad ganadera para el mercado local llegaba a grados ínimos, los productores tenían que presionar a las autoridades para no sobrecargar la actividad. En 1925, por ejemplo, los ganaderos se unieron “para monopolizar el ramo de carnes y es por esto que el kilo de este artículo haya aumentado veinticinco centavos sobre el precio en que venía luctuando”. Los ganaderos mataban poco y preferían dedicarse a engordar sus animales, por lo que la disponibilidad de carne bajaba, los precios aumentaban y los ingresos iscales disminuían. Ante ello, el Gobierno respondió con una oferta a los introductores de ganado “de esta ciudad [Monterrey] y de fuera de ella dándoles franquicias para que vengan a establecer la competencia”.62 Este tipo de acciones buscaban evitar la creación de nuevos impuestos que siguieran afectando la actividad ganadera. En ocasiones los ganaderos debían apoyarse en otras instancias, pues no parecían recibir mucho apoyo gubernamental. La Cámara Agrícola Nacional de Nuevo León, por ejemplo, apoyó a los ganaderos en su búsqueda por evitar nuevas cargas iscales. Para ello enviaron una petición al Congreso para pedir que no se autorizara el impuesto de 0.50 pesos por cada cabeza de ganado sacriicada en el rastro “Los ganaderos piden que se derogue el impuesto a introducción de ganado [...]; de seguir en pie tal tributo se verían en la penosa necesidad de abandonar la explotación del negocio de ganado en el cual tienen invertido bastante capital”, en El Porvenir, 2 de septiembre de 1924, pág. 4. “Los introductores de ganado tendrán que pagar piso [...]. Los ganaderos formularon su protesta en contra de este tributo hace un mes aproximadamente, por considerarlo perjudicial a sus intereses y porque de subsistir, dicen ellos, se verán en la necesidad de retirarse de ese ramo”, ibíd., 4 de octubre de 1924, pág. 4. 62 Ibíd., 29 de abril de 1925, págs. 1 y 4. 61

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de la ciudad. La inconveniencia de ese impuesto, según expusieron, radicaba en que no haría otra cosa que “gravar el precio de la carne con perjuicio del público y beneicio de los matanceros, ya que los ganaderos son los que vienen sufriendo estos perjuicios”. La Cámara explicó que “en la actualidad pagan de impuestos por el sacriicio de reses y demás ganado cerca de un 33 por ciento sobre el valor de los animales”, y “piden que se reconsideren legalmente estos impuestos y se les rebaje el 25 por ciento en beneicio del consumidor y del ganadero”. También culpaban al Municipio de haber dado concesiones más baratas en impuestos a otras personas bajo el título de “degüellos foráneos” que abarcaban en sus límites una gran parte de la ciudad, y “ésta ha sido la causa de que haya disminución de ingresos en el degüello de la ciudad, prestándose esta concesión a toda clase de contrabandos dado el abandono de su organización y vigilancia, constituyendo un perjuicio para los ganaderos”. Los argumentos versaban en general sobre las pocas ganancias de los ganaderos, que tenían que competir con animales importados del extranjero, y propusieron una base sobre la que se establecerían los impuestos razonablemente sobre el peso de la carne ya en canal, y en una forma proporcional y justa.63 Las propuestas de la Cámara por reformar las bases iscales no eran del todo descabelladas. En general, el sistema tributario de la entidad era juzgado como deiciente, y la inestabilidad política de los primeros gobiernos impedía llevar a cabo reformas integrales. Así, cuando en 1927 llegó al poder Aarón Sáenz se encontró con una hacienda pública mermada y una política iscal ineicaz. La gestión de Sáenz se caracterizó por implementar una serie de reformas que procuraron la estabilidad política y económica de la entidad, entre las cuales iguró una reforma hacendaria que sustituía el viejo sistema, “que por lo demás, nunca llegó a ser tal, 63

Ibíd., 23 de mayo de 1925, pág. 4.

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pues el conjunto de gravámenes en vigor carecía de un criterio director que lo gobernara”.64 En esta nueva legislación, vigente a partir de 1928, se estableció que la totalidad de los impuestos al degüello fueran destinados a la instrucción pública. Las tarifas se establecerían a juicio del Ayuntamiento respectivo de acuerdo a rangos: de tres a diez pesos por cabeza de ganado mayor, de 0.62 a 1.25 pesos por cabeza de ganado menor, de 1.25 a 3.50 pesos por las de cerdo, de 0.10 a 0.15 por cabeza de cabrito y el 10 por ciento adicional sería destinado para la junta de mejoras.65 En los años de 1929 y 1930 se dieron ligeros aumentos respecto al ganado porcino, lanar y caprino; por otro lado, la cláusula concerniente a la instrucción desapareció, pero se mantuvo lo referente a las juntas de mejoras materiales. El aumento más signiicativo se dio en 1931 en lo que respecta al ganado vacuno al pasar de diez a trece pesos el rango máximo por cabeza, lo que puede ser atribuible al creciente número de sacriicios a partir de 1930 por las restricciones a la exportación y la consecuente disminución de precios, como ya lo hemos señalado en otro capítulo; por otro lado, la tarifa máxima para el sacriicio de ganado porcino había pasado de 3.50 pesos en 1928 a doce pesos en 1934. Para este mismo año se pagaba, además, un impuesto por concepto de caminos y una tarifa por inspección sanitaria veriicada cuando el ganado salía del municipio: de 0.20 pesos por cabeza de ganado mayor y 0.05 pesos por cabeza de ganado menor. En el municipio de Monterrey se cargaba adicionalmente un cobro por servicio de matanza —incluía 24 horas de refrigeración— de un peso por cada pieza de ganado mayor, 65 centavos por el ganado porcino, veinte centavos por el ganado menor y cinco centavos por pieza de ganado caprino.66 AHENL, fondo: memorias de Gobierno, 1927-1928, pág. 27. Ibíd., fondo: Periódico Oicial, 14 de diciembre de 1927, núm. 100, págs. 1-7, Ley de ingresos municipales para el año de 1928. 66 Ibíd., 10 de enero de 1934. núm. 13, págs. 1-6, Ley de ingresos municipales para el año de 1934.

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El nivel que habían alcanzado los impuestos al degüello no solo en Nuevo León, sino en todo el país empezó a ser cuestionado de nueva cuenta por los ganaderos. En 1934 se celebró en Torreón, Coahuila, una convención ganadera organizada por la Confederación de Asociaciones Ganaderas de la República. En ella se discutieron los problemas que atravesaba la industria pecuaria nacional y se propuso la adopción de tres medidas para revitalizarla: • Reducir los actuales impuestos por sacriicio de animales en los rastros a una cuota máxima de 0.01 pesos por kilogramo de carne en canal, para el ganado de todas las especies. • Prohibir las concesiones y monopolios en el ramo de carnes para evitar favorecer intereses particulares en perjuicio del público y de los ganaderos. • Autorizar a las asociaciones ganaderas para que se encarguen del manejo de ganado, desde los lugares de producción o de engorda, hasta la entrega de carne en los expendios, para lo cual deberá quedar a su cargo inmediato la administración de los rastros.67

La Secretaría de Agricultura y Fomento instó a los gobiernos estatales a adoptar estas medidas. La respuesta de los municipios nuevoleoneses fue generalmente favorable para el segundo y tercer puntos, pero el primero fue rechazado casi por unanimidad por las consecuencias desastrosas que traería sobre la hacienda municipal.68 Para darnos una idea de lo que esto implicaba, consideremos que en 1931 el peso promedio de una res en canal en Nuevo León era de 119 kilogramos, por lo que de acuerdo a la tarifa de 0.01 pesos por kilogramo, el cobro por el sacriicio de una res sería de 67 Ibíd., fondo: agricultura y ganadería, c. 9, Monterrey, N.L., 9 de julio de 1934, circulares 59-34 de la Secretaría general de Gobierno de NL. a los presidentes municipales. 68 Ibíd., 29 de agosto de 1934, oicio del gobernador de Nuevo León a los c. presidentes municipales.

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pesos, es decir, diez veces menos que la tarifa más alta permitida. Algunos municipios argumentaron que una medida de ese tipo no era necesaria debido a la ausencia de intermediarios, los cuales eran considerados como los verdaderos artíices del aumento de precios. En otras palabras, la carne pasaba directamente del ganadero al expendedor, quien era el que hacía el sacriicio del ganado y la venta de carne al público. En muchos casos el ganadero mismo era quien sacriicaba los animales y ponía la carne a la venta del público, por lo que la carne no reportaba gravámenes intermedios.69 La argumentación del alcalde de General Zuazua resume muy bien los argumentos de los municipios que se opusieron a la reducción de impuestos: “sería un grave perjuicio” “la reducción tan notable como se propone”, puesto que en algunos municipios “el impuesto a degüellos es de más importancia por el volumen de su recaudación, y los demás ingresos municipales no bastarían nunca a llenar las más apremiantes necesidades”. En un resumen fatalista, la reducción del impuesto signiicaba “la perfecta ruina para los municipios”,70 “pues si con los actuales [impuestos] a duras penas logran muchos municipios poder nivelar sus gastos, con tal reducción sería imposible su vida como entidad municipal”.71 Para darnos una idea de estos números, podemos tomar como ejemplo al municipio de García, donde según argumentaban, las recaudaciones por el impuesto al degüello no eran muy altas, pero eran casi las únicas. Según el alcalde, 1.19

Es en perjuicio de los intereses del municipio el admitir la reducción del impuesto por sacriicio de animales en los Ibíd., julio de 1934, oicios de los alcaldes de Cadereyta y Melchor Ocampo al secretario de Gobierno de Nuevo León. 70 Ibíd., General Zuazua, N.L., 16 de julio de 1934, oicio del alcalde de General Zuazua al secretario de Gobierno de Nuevo León. 71 Ibíd., N.L., 4 de septiembre de 1934, oicio del alcalde de General Zuazua al secretario de Gobierno de Nuevo León. 69

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rastros [...] pues que a más de no ser de mucha importancia la entrada que se recauda por impuesto a degüello, es el único impuesto, de los pocos que percibe el municipio y que más da al mismo, y que asciende, mensualmente, a la cantidad de más o menos $120.00, haciendo notar que por degüellos de res se cobran $4.00, por el cerdo $1.20 y por el de cabrío $0.70; y siendo el consumo de carne en esta población el de 2,300 kilos mensualmente, por término medio, resulta que el municipio percibiría por concepto de degüellos una suma relativamente muy baja [...], pues en término medio se sacriican para el abasto de la población catorce o quince reses, diez carneros, cincuenta castrados y quince cerdos, mensualmente.72

Como vemos, aún con las tarifas relativamente bajas cobradas por degüellos en algunos municipios, la reducción del impuesto resultaba de consideración. Más aún, nada aseguraba que la disminución del impuesto se tradujera efectivamente en una disminución del precio de la carne y en el crecimiento de su demanda,73 pues la mayoría de los municipios consumían cantidades de carne relativamente bajas. Aunque desconocemos la inluencia que hayan tenido en el resto del país las propuestas de la Confederación de Asociaciones Ganaderas, estas tarifas no fueron aplicadas en la entidad probablemente por las fuertes implicaciones que tendrían sobre la hacienda de los municipios, y los impuestos al degüello mantuvieron el mismo nivel durante el resto de la década de 1930. El hecho sirve para dar cuenta de la importancia que tuvieron los impuestos para las municipalidades durante largo tiempo. En la localidad de Higueras, por citar un ejemplo, los impuestos al degüello representaban en 1940 el 50 por ciento del total de los ingresos anuales.74 Ibíd., García, N.L., 3 de septiembre de 1934, oicio del alcalde de García al secretario de Gobierno de Nuevo León. 73 Ibíd., Melchor Ocampo, N.L., 6 de septiembre de 1934, oicio del alcalde de Melchor Ocampo al secretario de Gobierno de Nuevo León. 74 Ibíd., fondo: Periódico Oicial, 21 de febrero de 1940, núm. 15, pág. 1, presupuesto de ingresos y egresos municipales acordado por el R. Ayuntamiento de Higueras para el año de 1940.

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La documentación revisada no aporta más información sobre problemas de impuestos al degüello en los años posteriores. Parece más bien que durante la década de 1940 las reformas realizadas lograron organizar la actividad ganadera a partir de las disposiciones de la Ley de ganadería de 1937, principalmente para atacar el mercado negro y reformar el proceso de distribución. Mercado negro y reformas en el proceso de distribución En general, el nuevo sistema de control de tránsito y sacriicio de ganado formaba parte de un programa que llevaba a cabo el Gobierno, cuyo objetivo era otorgar mayores garantías a los ganaderos y perseguir el tan difundido robo de animales. En junio de 1940 se implementó una serie de formatos administrativos para regular las transacciones pecuarias, entre las cuales estaban las de sacriicios. Estos formatos debían ser entregados a ganaderos e introductores previa veriicación de la propiedad de los animales. Posteriormente, las solicitudes de sacriicio se entregaban al administrador o encargado del rastro, junto con las facturas de adquisición y otros documentos probatorios que debían estar visados por el presidente municipal. Aceptada la solicitud de degüello, el inspector del municipio procedería a hacer la revisión del ganado para grabar la marca de fuego del municipio y dar su aprobación para que el animal fuera sacriicado.75 Otra de las reformas importantes en este sentido fue explicada por medio de la “Guía de tránsito de ganados”, cuyo uso correspondía a los introductores. Todo el que condujera animales de una municipio a otro debía portar una constancia llamada “Guía de tránsito”, donde se anotaban todas las características de los animales; dicha guía debía ser otorga 75 Ibíd., fondo: agricultura y ganadería, c. 10, Monterrey, N.L., 20 de junio de 1940, anexo a las circulares núms. 23-40; instructivo para la forma F-1, “Solicitud de sacriicio de ganados”.

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da por el presidente municipal, previa comprobación de que el solicitante era propietario de los animales. Esta guía debía ser revisada por cada presidente municipal de la localidad por donde transitara el ganado.76 En enero de 1943 se reforzaron estas medidas y se dictó la prohibición de veriicar la inspección durante la noche, limitándola entre las 6 y 19 horas. La conducción de ganado por las carreteras o caminos del estado debería efectuarse durante estas horas hábiles y a todo aquel que transitara durante la noche le sería recogido su ganado mientras se investigaba su procedencia legal.77 De esta forma, si bien los impuestos al degüello no lograban ser reducidos para beneicio de los ganaderos, al menos el Gobierno procuraba ijar controles para reducir los robos y el comercio ilegal de ganado. De hecho, una de las consecuencias que podemos deducir de las altas tarifas al degüello de animales fue precisamente la proliferación de un mercado negro de la carne. El comercio ilegal de este producto se manifestaba de formas muy diversas, y en él participaban diversos actores. Las principales variables que hemos identiicado se relacionan con la propiedad de los animales, es decir, por un lado, la matanza clandestina de animales cuya propiedad era legítima, y por otro, la de aquellos animales obtenidos por medios no legítimos, principalmente el abigeato. En las matanzas clandestinas —las cuales podían ser desde un paraje alejado hasta una casa particular—, los comerciantes de carne llevaban sus animales a ser sacriicados para evitar los impuestos y obtener mejores utilidades por la venta carne; posteriormente ésta se vendía clandestinamente o se introducía al mercado mediante su legalización, para lo cual se falsiicaban los sellos y marcas del rastro “con unos cuantos manchones de tinta”. Por estos motivos, los mecanismos de legalización tuvieron que cambiar en varias ocasiones para reducir la introducción de esta carne.78 Ibíd., instructivo para la forma F-5, “Guía de tránsito de ganados”. Unión Ganadera Regional de Nuevo León, op. cit., pág. 128. 78 El Porvenir, 2 de enero de 1924, pág. 8, y 6 de junio de 1934, pág. 5.

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Anteriormente hablamos del sacriicio de animales obtenidos por vías ilegales, principalmente por medio del abigeo. Los ladrones de ganado regularmente hacían sus correrías en las rancherías cercanas a la ciudad, mataban los animales y vendían la carne clandestinamente.79 Las quejas de este tipo son numerosas y ayudan a determinar que estos hechos ocurrían con bastante frecuencia y con igual impunidad, ya que algunos ladrones “casi cometen sus robos públicamente” sin que los ganaderos pudieran hacer algo al respecto. La comercialización de la carne ocurría incluso sin recurrir a algún rastro clandestino, ya que en ocasiones los mismos ladrones de ganado preparaban la carne seca y la vendían directamente a los comerciantes de las poblaciones cercanas, quienes en raras ocasiones tomaban en cuenta su procedencia.80 Existían, por supuesto, otras muchas formas de comerciar la carne fuera de la ley y evadir este tipo de impuestos, además de lo ya expuesto. Entre las que podemos mencionar adicionalmente está la venta de las vísceras y tripitas desechadas en los rastros y recogidas por algunos comerciantes para venderlas al público sin ningún tipo de inspección sanitaria, y las abundantes matanzas clandestinas de asnos y caballos viejos, cuya carne también era introducida al mercado para su consumo. Por ahora, solo añadiremos que éste fue un fenómeno bastante difundido en todo el país y que constituyó deinitivamente para las clases menesterosas una forma más económica de acceder al consumo de carne.

Ibíd., 10 de febrero de 1919, pág. 4, y 6 de junio de 1934, pág. 5. Existen algunas quejas en este sentido en el AHENL, fondo: agricultura y ganadería, c. 9, Sabinas Hidalgo, N.L., 3 de marzo de 1934, carta de ochenta pequeños criadores de Sabinas Hidalgo, Vallecillo y Agualeguas al gobernador del Estado. 79

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CONCLUSIONES La reactivación de la actividad ganadera tras la Revolución mexicana fue un proceso fundamental para la reconstrucción económica regional. Partimos del hecho de que la ganadería fue una de las actividades más afectadas por la revuelta armada tanto en Nuevo León como en el norte mexicano, y su proceso de recuperación en los siguientes años fue el objeto principal de nuestro estudio. El desarrollo de la industria pecuaria se enmarcó en la fase de reconstrucción económica nacional que llevaba consigo la redeinición del papel del Estado al establecer las reglas que guiaron con incentivos y restricciones el desempeño de la economía. Así, retomamos el supuesto de que la incertidumbre sobre los derechos de propiedad eleva los costos de transacción de cualquier actividad económica, lo cual fue uno de los aspectos cruciales para la economía agraria del México posrevolucionario. En Nuevo León las instituciones agrarias provenientes de la época colonial seguían presentes en los derechos de propiedad de la tierra de gran parte del territorio, por lo que no fue sencillo transitar a nuevas formas de propiedad. El rancho como unidad productiva era la institución predominante de la actividad ganadera, lo que implicaba que la mayor parte de los ganaderos fueran propietarios y no carecieran de tierras. Por ello, el reparto agrario trajo consigo un conlicto inevitable, no solo por la propiedad de la tierra, sino por el uso de los recursos hídricos y forestales. La ciudad de Monterrey fue otro elemento importante a destacar, ya que era el centro organizador de la economía regional y un foco importante para la distribución y el consumo de la producción ganadera. Así, la relación entre el campo y la ciudad se presenta más compleja de lo que parece a simple vista, de igual forma que los intereses de ambos sectores conluyen y no son necesariamente excluyentes.

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i En la primera parte de esta investigación nos concentramos en la estructura agraria de la entidad, así como en sus formas de interacción. Ahí determinamos que la llamada “cuestión agraria” en la entidad se presentó en dos frentes principales: el de la disolución de las comunidades rurales y el del reparto agrario. Aunque existieron puntos de convergencia, se trataba en lo sustancial de reformas opuestas. Una —la estatal—, consistía en la disolución de comunidades formadas con el tiempo debido al fraccionamiento de grandes haciendas. Esta reforma la interpretamos en una primera fase (1921-1935) como una extensión de las reformas liberales decimonónicas, puesto que en ella se procura la disolución de propiedades comunales para dotar de certidumbre a los propietarios particulares; y en una segunda fase (1935-1950) como un complemento de la dinámica agraria surgida de la Revolución. La otra reforma —la nacional— procuraba la dotación de tierras ejidales para quienes carecieran de ellas. En una primera fase (1924-1936) los repartos fueron escasos, pues se dio prioridad a la preservación de las unidades productivas; y en la segunda (1936-1940) el reparto se intensiicó y creó una gran incertidumbre sobre los negocios ganaderos, que se vieron reticentes para hacer inversiones. De la misma forma, los nuevos ejidatarios carecían de capital y de conocimiento técnico sobre la ganadería. Ante este fenómeno, la autoridad federal respondió dotando a las incas de los antiguos ganaderos de certiicados de inafectabilidad por 25 años y estableciendo acuerdos para que los beneiciados apoyaran a los ganaderos ejidales. A su vez, dentro del proceso de restructuración de la propiedad agraria surgieron numerosos conlictos entre los nuevos actores por determinar sus formas de interacción y acceso a los recursos naturales. Como vimos, durante el periodo de los sonorenses en la presidencia de la república, la disolución de comunidades rurales y no la repartición

Conclusiones

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de ejidos fueron el tema prioritario de las reformas agrarias impulsadas desde la entidad. Pero uno de los principales obstáculos para estas reformas fue que implicaban una modiicación de las formas de producción y de acceso a los recursos. Muchos ganaderos, basados en convenciones mutuas y tradiciones —instituciones informales—, ejercieron una enorme resistencia hacia la división de la propiedad porque aún trabajaban bajo un esquema de uso comunal de agua y de pastos. En este sentido, la división forzada de estas tierras por medio de su expropiación provocó serios problemas para los ganaderos ante la diicultad de adaptarse a nuevos formas de usufructo, sobre todo en lugares donde los recursos eran escasos; por ello, durante el periodo cardenista, cuando arribaron al ejecutivo estatal una serie de militares revolucionarios cercanos al michoacano, la política agraria cambió de rumbo y las expropiaciones cesaron, por lo que el Gobierno estatal se limitó a facilitar la división de las comunidades que así lo desearan. Por otro lado, paralelamente a la subdivisión de las comunidades, los ejidos comenzaron a ser tímidamente repartidos desde mediados de la década de 1920. Para no afectar a los propietarios de las tierras más productivas, los primeros repartos de las autoridades se dieron en zonas poco fértiles, las cuales estaban dedicadas a la ganadería. Debido a que la actividad pecuaria es una de las formas más efectivas para ocupar la tierra, algunos ganaderos movilizaban sus animales a los ejidos para obstaculizar las labores de sus habitantes. Los ejidatarios, imposibilitados para emprender labores agrícolas debido a la escasez de agua y de pastos para su ganado —principalmente menor—, tendieron a la explotación de los recursos forestales para sobrevivir de su venta. Asimismo, ahí donde la actividad ganadera estaba integrada a todo un sistema productivo, como en el caso expuesto de la hacienda lechera de Francisco G. Sada, las autoridades estatales hicieron lo posible por mantener las haciendas exentas de toda dotación, aunque tuvieron que enfrentar algunos problemas

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más serios cuando se avecinaron las reformas cardenistas. Las haciendas que se mantuvieron de las utilidades cobradas —tanto en especie como en metálico— producidas por el alquiler de pastos terminaban por ser vendidas o repartidas a pequeños ganaderos. El resultado de todos estos procesos fue la consolidación de la pequeña y mediana propiedad ganadera y una aparente conciliación entre los sistemas de propiedad privada y comunal. El análisis de este proceso nos ayuda también a evidenciar que la dicotomía entre propiedad individual y propiedad comunal es más compleja de lo que parece, por lo que requiere de un estudio más profundo que el que aquí elaboramos.

ii En la segunda parte de la investigación se analizó la producción, los mercados y los efectos de la intervención estatal. Como revisamos, una vez terminado el conlicto armado los intentos para reconstruir la actividad ganadera giraron en dos sentidos: primero, detener la salida de animales del país; y segundo, favorecer la importación de ganado para rehabilitar los hatos nacionales. Esta última medida tuvo a su vez dos objetivos: mejorar las especies animales por medio de la importación de ganado ino, e importar ganado para consumo público. De esta forma, la importación de ganado repercutió en una recuperación de la cabaña nacional que ya era maniiesta hacia mediados de la década de 1920. Ya con la ganadería en vías de recuperación, la segunda mitad de esa década se caracterizó por una reactivación de la dinámica exportadora hacia el mercado norteamericano. El restablecimiento de esta dinámica llevó a que municipios como Lampazos o Linares recuperaran al menos una parte de la importancia que tuvieron como centros ganaderos antes

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de la Revolución. La disminución de las importaciones y el aumento de las exportaciones parecen indicar, por un lado, un aumento en la demanda de ganado —principalmente vacuno— por parte de los Estados Unidos; y por otro lado, que los ganaderos mexicanos estaban en condiciones de atender esa demanda. Sin embargo, esta dinámica que parecía favorecer tanto los negocios ganaderos nuevoleoneses y en general los del norte de la república, se vio interrumpida por la crisis desatada en Estados Unidos en 1929 que provocó que este país elevara sus tasas de importación de ganado proveniente de México, y por lo tanto, restringió los intercambios de ganado binacionales. Ante la falta de mercados, los ganaderos norteños se dedicaron al gran centro consumidor de la república: la Ciudad de México. Esta ciudad era abastecida principalmente por los estados del centro del país, pero a inicios de la década de 1930 los ganaderos del norte redireccionaron su producción para acaparar gran parte del mercado. Nuevo León participó en este sentido de la exportación de ganado vacuno, pero destacó al ser el principal abastecedor de ganado caprino de la capital del país. Por otro lado, en este periodo se desarrollaron también graves conlictos en torno a la industria zapatera, en la cual la ganadería era pieza fundamental, pues formaba parte de su cadena de insumos. El conlicto estribaba en que la exportación de pieles elevó los costos de producción de calzado, pero los buenos precios de las pieles en el extranjero incentivaban el desarrollo de la ganadería al elevar el precio de las cabezas. Las autoridades mediaron en el conlicto y procuraron favorecer tanto a los fabricantes de calzado de Monterrey como a los ganaderos locales, pero el debate entre la conveniencia de exportar o de favorecer el mercado interno marcó la política de los siguientes años. A mediados de la década de 1930 el mercado norteamericano volvió a reactivar la demanda ganadera, sin embargo, las condiciones eran bastante diferentes a las de la década

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anterior. Por un lado, los ganaderos norteamericanos estaban inconformes con la importación, a su juicio desmedida, de los ganaderos mexicanos, que abarataban los precios de su ganado y lo hacían poco rentable. Así, lograron que su gobierno ijara cuotas de importación para el ganado mexicano a partir de 1937, pero estas no tuvieron el éxito deseado y las exportaciones continuaron. Por otro lado, la política cardenista buscaba fortalecer el mercado interno en un contexto donde iba en descenso el poder adquisitivo de la población mientras ésta aumentaba, sobre todo en las ciudades. Debido a esto, los gobiernos mexicanos buscaron detener las exportaciones de ganado hacia los Estados Unidos para abaratar los precios en el mercado interno y para crear una tensión constante donde el Gobierno federal privilegió la eiciencia social de la ganadería, aún a costa de los niveles productivos. El aumento de la demanda de carne en ciudades en franca expansión como Monterrey obligó a que el ejecutivo nuevoleonés impusiera de igual forma restricciones al gravar la salida de semovientes de la entidad, a la vez que dieron facilidades para la producción de otros insumos ganaderos demandados por la ciudad, lo que derivó en el establecimiento de una cuenca lechera en los municipios aledaños a la capital. Finalmente, cuando las autoridades y los ganaderos parecían limar asperezas por medio de la creación de numerosos incentivos canalizados por medio de las uniones ganaderas regionales, el conlicto sanitario que representó la epidemia de iebre aftosa detuvo por completo las exportaciones hacia Estados Unidos. La ganadería entonces se vio forzada para acelerar un proceso de modernización con apoyo del Estado, que desembocó en el establecimiento de las empacadoras de tipo inspección federal —T.I.F.—, una de las cuales fue establecida en Monterrey. Con estas empacadoras pudo canalizarse una gran parte de la producción que de otra forma no habría podido colocarse en el mercado interno, lo que hubiera deprimido la actividad ganadera.

Conclusiones

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En resumen, los ganaderos nuevoleoneses reorientaron su producción conforme las condiciones políticas y económicas lo requirieron. En un contexto donde el papel del Estado en la deinición del rumbo económico del país era crucial, las autoridades tuvieron posturas e intereses distintos en torno a los mercados a los que debía dedicarse la producción ganadera, por lo que los criadores se adaptaron a ellos constantemente. El principal mercado para la producción ganadera local fue el de los Estados Unidos, pero diversos factores de la política binacional lo hicieron cambiar de rumbo en más de una ocasión. Así, la producción se reorientó hacia la Ciudad de México durante la primera mitad de la década de 1930 y hacia principios de la década de 1940 hacia la ciudad de Monterrey. Después de un largo periodo de tensiones, el Estado logró estrechar vínculos con los ganaderos, por lo que puede decirse que se les reconoció como uno más de los grupos que integraba al Estado mexicano corporativo.

iii En el tercer apartado de esta investigación se profundizó en la relación entre los espacios rurales y urbanos al abordar las tendencias del consumo de carne, su procesamiento y su sistema de distribución. A pesar de lo defectuosas que pueden ser las estadísticas de consumo, son valiosas en el sentido en que pueden reconstruirse algunas tendencias. En primer lugar, una comparación: el número de sacriicios de ganado para consumo público durante el poririato en Nuevo León no fue alcanzado de nuevo hasta 1940, con el inconveniente de que la población era mucho mayor y por lo tanto, el consumo per cápita estaba muy por debajo. Sin olvidar los problemas para la captación de datos, las razones para esto son múltiples: la tambaleante recuperación de la actividad

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ganadera, los altos precios de la carne provocados por la exportación de ganado en pie, un descenso en los estándares de vida, y el cambio en los hábitos alimenticios. En segundo lugar, los datos analizados nos obligan a reconsiderar la idea de que la debacle ganadera en el periodo 1913 a 1920 fue originada solo por el movimiento armado, esto debido a que la caída de las cifras de consumo en 1910 es un indicador de que otros factores, como la sequía de un año antes, provocaron un descenso en la población ganadera de considerable importancia, amén de que el movimiento armado impidió una pronta recuperación. Así, al menos en el territorio nuevoleonés no se puede atribuir todo el peso de la debacle ganadera a los efectos de la Revolución. A pesar de que la ciudad de Monterrey tuvo diicultades para el abasto de carne en momentos coyunturales del decenio armado, las cifras de sacriicios mensuales parecen indicarnos que la ciudad pudo mantener sus redes de abasto. Esto se debe con bastante probabilidad al hecho de que la ciudad no dependía en esa época del ferrocarril para abastecerse de ganado, pues éste era transportado por tierra desde las zonas productoras cercanas. El inicio de la década de 1920 fue el periodo donde hubo más escasez de carne. El despoblamiento de los hatos mexicanos obligó a que la carne para consumo público tuviera que ser importada desde Estados Unidos, donde había llegado a precios muy bajos. Contrario a muchos argumentos de la época, la reanudación de las exportaciones durante la segunda mitad de la década de 1920 pareció favorecer el consumo, ya que traía una mejor rentabilidad para los ganaderos, que cuando no podían exportar elevaban los precios de la carne para hacer rendir los costos de producción. En la década de 1930, las restricciones para la exportación provocaron una sobreproducción que hizo bajar los precios de la carne al inicio de la década, relejado en un leve aumento del consumo, pero conforme la situación se normalizó, los precios tendieron a aumentar cuando las exportaciones no

Conclusiones

193

fueron favorables. La ciudad de Monterrey fue en esta época la tercera consumidora de carne de res en el país, detrás de Guadalajara y la Ciudad de México. Después de un periodo donde el consumo reportó altibajos desde inales de la década de 1930 hasta 1943, el consumo de carne de la población nuevoleonesa creció hasta 1946. Al año siguiente, producto de la epidemia desatada por la iebre aftosa, el sacriicio de ganado para consumo de carne fresca de ganado bovino, porcino y lanar decreció. Estas disminuciones fueron compensadas con un aumento considerable en el sacriicio de ganado caprino. La crisis provocada por la epidemia de iebre aftosa impulsó a su vez el procesamiento de carne. Aunque los intentos por establecer empacadoras en Monterrey se remontan al poririato, la instalación exitosa de las mismas tuvo lugar hasta la década de 1920. A inales de esta década, la reactivación económica que había tenido lugar en el país pareció animar a algunas compañías empacadoras a incrementar sus inversiones para atender una demanda en expansión. Bajo el contexto de una política de fomento para nuevas industrias, empacadoras como la de Ambrosio Guajardo lograron expandirse a nuevos mercados, aunque aún eran empacadoras pequeñas y con poca capacidad de producción. Por ello, el momento decisivo para la industria de la carne procesada llegó con la prohibición de exportar ganado vivo en 1947. En Monterrey se estableció entonces la Empacadora Treviño con apoyo de las autoridades federales, estatales y un grupo local de ganaderos. La mayor parte de su producción se orientó al mercado de los Estados Unidos; queda pendiente analizar si la producción de carne procesada pudo eventualmente involucrarse de la misma forma en el mercado interno, ya que al parecer existía una enorme reticencia de la población para el consumo de carne bajo estas modalidades. Por último, se analizó el papel que jugaron las autoridades y los distintos actores involucrados en el sistema de abasto y distribución de la carne. La importancia de mantener el

194

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abasto de carne no estuvo ligada solamente a las condiciones de vida de la población, sino a la salud inanciera de los ayuntamientos, ya que los impuestos cobrados por degüello representaban un salvavidas iscal para las inanzas municipales, incluidas las de la misma capital. De esta forma, en torno a la cadena de distribución de la carne se entretejieron un conjunto de intereses donde ganaderos, introductores, autoridades municipales y estatales, consumidores buscaban ser los más beneiciados. Consideramos que la exposición de las tensiones desarrolladas en torno a estos actores descubre nuevas áreas de estudio y a su vez contribuye a discutir la relación entre los municipios y la entidad.

ANEXOS Anexo 1. Mapa de Nuevo León.

Fuente: INEGI.

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Anexo 2. Mapa de la región ganadera de Nuevo León.

Fuente: ElaboracIóN propIa coN rEcursos dEl INEGI.

Anexos

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Anexo 3. Regiones del estado de Nuevo León que comprenden la región ganadera. Por municipios y con supericie en kilómetros cuadrados. Región norte

Región centro

Región centro sur

Municipio

Supericie

Municipio

Supericie

Municipio

Supericie

Agualeguas

917.6

Abasolo

76.9

Allende

156.2

Anáhuac

4,121.6

Apodaca

183.5

General Terán

2,465

Aldamas, Los

778.7

Cadereyta Jiménez

1,004.4

Hualahuises

243

558

Carmen, El

131.4

Linares

2,445.2

949.8

Ciénega de Flores

156.2

Montemorelos

1,706.2

3,940.6

Doctor González

701.8

Rayones

905.2

664.6

García

853.2

2,073.2

General Escobedo

191

General Treviño

391.8

General Zuazua

124

Herreras, Los

421.6

Guadalupe

151.3

Lampazos de Naranjo

4,020

Hidalgo

220.7

Melchor Ocampo

223.2

Higueras

600.2

992

Juárez

277.8

Ramones, Los

1,378.8

Marín

129

Sabinas Hidalgo

1,661.6

Monterrey

451.3

Vallecillo

1,859.9

Mina

3,915.8

Bustamante Cerralvo China Doctor Coss General Bravo

Parás

198

Villaldama

Total en la región

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

870.5

25,823.5

Pesquería

307.5

San Nicolás de los Garza

86.8

San Pedro Garza García

69.4

Salinas Victoria

1,334.2

Santa Catarina

984.5

Santiago

763.8

Total en la región

12,714.7

Total en la región

7,920.8

Fuente: elaboración propia con información de Camilo Contreras, Geografía de Nuevo León, Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2007, págs. 16-17.

Anexos

199

Anexo 4. Mapa de las regiones del estado de Nuevo León que comprenden la zona de estudio.

Región norte

Región centro

Región centro-sur

Fuente: elaboración propia.

200

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Anexo 5. Especialización de la producción ganadera en Nuevo León.

Ganado caprino Ganado ovino Ganado vacuno

Fuente: elaboración propia con información de De la Peña, op. cit., págs. 46-55.

Anexos

201

Anexo 6. Coeicientes medios de agostadero en las principales regiones ganaderas de México. Hectáreas por cabeza Ganado vacuno

Ganado lanar

Ganado cabrío

Regiones ganaderas

Coeicientes

Regiones ganaderas

Coeicientes

Regiones ganaderas

Coeicientes

18.4

Norte de Coahuila

5.8

Norte de Coahuila

5.8

5.8

Norte de Sonora Noroeste de México

18.3

Zacatecas

5.2

Norte de San Luis Potosí

Sur de Zacatecas

15.1

Los Altos de Jalisco

5

Sureste de Zacatecas

5.8

4.1

Norte de Nuevo León

5.7

5.6

Centro de Nuevo León

12

Nuevo León

Chapala

10

Hidalgo

2.7

Noroeste de Zacatecas

Los Altos de Jalisco

10

Valle de Toluca

2

Hidalgo y Querétaro

3.6

3.2

Puebla y Tlaxcala

11 a 16

Perote

1.5

Centro de Nuevo León

Valles de México y Toluca

9.8

Motozintla

1.5

Sur de Puebla

3

1.1

Perote y San Juan de los Llanos

2.9

El Bajío

2.5

Sur de Michoacán

9.5

El Bajío

9.2

Comitán

202

LA ECONOMÍA GANADERA DE NUEVO LEÓN

Sur de Chihuahua

8.6

Sinaloa y Nayarit

7.5

Costa de Guerrero

5

Centro de Veracruz

3.9

Tabasco

2.8

Las huastecas

2.7

Fuente: De la Peña, op. cit., págs. 88-89.

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La economía ganadera de Nuevo León: propiedad de la tierra, producción y mercados en la época posrevolucionaria

Se terminó de imprimir en enero del 2014 en los talleres de Amelia Hernández Ugalde. En su composición se empleó la tipografía Celeste. El cuidado de la edición estuvo a cargo de David Ricardo. El tiraje consta de mil ejemplares, impresos en papel cultural de 90 grs.